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Lic.

Marisa Fiordalisi
Directora del curso Técnicas Corporales Terapéuticas.
Facultad de Medicina
Universidad del Salvador

TRABAJO O ABORDAJE CORPORAL

Dentro de una terapia de abordaje corporal la acción es la protagonista. La acción


como la puesta en juego de afectos y emociones que en algunas ocasiones desde la
palabra hablada resulta casi imposible el abordaje.
Este tipo de terapias se ubica habitualmente dentro de las llamadas “no verbales”.
Esto nos lleva a preguntarnos si el cuerpo en si mismo no tiene un lenguaje propio.
Primeramente haremos un breve recorrido por dos conceptos aquí nombrados:
cuerpo-lenguaje.
Al hablar de cuerpo no lo estamos haciendo solamente desde un discurso anátomo-
fisiológico sino también en ese cuerpo en el que podemos verificar una
permanencia del polimorfismo sexual del niño, un cuerpo con una anatomia
“fantasmática” que no puede reducirse a la anatomía definida objetivamente por
el biólogo*
Podemos decir que cada sujeto vive su cuerpo según la singularidad de su propia
historia, según las experiencias de satisfacción y frustración de su libido. Esto es lo
que Freud llamó la perversidad polimorfa del niño, con lo cual designaba su
capacidad polivalente de goce, goce que apunta al mismo cuerpo del niño que lo
experimenta, o, más exactamente a las diversas zonas erógenas u órganos que
componen su cuerpo.
Podemos decir que el niño aprehende su cuerpo a través de las proyecciones de sus
deseos en las relaciones imaginarias con aquél o aquélla que deba satisfacerlos. De
modo que los órganos objetivos están cargados de valores simbólicos que le dan
una configuración irreal que no guarda proporción con la estructura ni con la
función de esos órganos definidos por el hombre de ciencia.
El niño desde su primera infancia vive inmerso en un mundo de lenguaje. D.
Anzieu habla incluso de “baño de prosodia” (ritmo, melodía, armónicos) en el que
se halla inmerso el lactante. Previamente al sentido y a la comunicación hablar
puede significar el placer de producir ruido con la boca; el parloteo del niño puede
asi compararse con la acción de chuparse el pulgar, acariciarse la piel o
masturbarse. Podemos suponer que el bebé asocia el placer de ser hablado con el
placer de ser alimentado. Generalmente es jugando con el niño como la madre
enseña las primeras palabras que constituyen el léxico del cuerpo.
La fusión del cuerpo infantil con el cuerpo materno será alejada en el destete. Esta
fusión es reencontrada en el plano simbólico en el intercambio de frases entre la
madre y él. El placer que tiene el niño al hablar con la madre viene a presintificar
el primer placer intercambiado en la lactancia a través de los cuidados, contactos,
caricias, mirada.
El placer recuperado por el discurso permite al niño cuando crece distanciarse de
su madre en cuanto primer objeto de amor y así poder acceder al mundo
simbólico.
La comunicación significante está siempre en relación con las vivencias corporales,
con las zonas erógenas. Si el anclaje corporal ha sido precozmente interrumpido el
lenguaje gira en el vacio.
Esta comunicación implica el renunciamiento a la fusión empática con la madre, lo
que permitirá el acceso al registro simbólico.
Por eso la adquisición del lenguaje está ligada a la de la marcha con la que el niño
hace la experiencia de la separación, ya que para que el niño acceda al lenguaje es
necesario que tenga algo que pedir.
El acceso a la palabra es explicado como el paso que lleva desde el elemento de la
inmediatez al de la mediación, esta pasaje se revela como inseparable de la
constitución de un simbolismo; existe la necesidad de un “corte” entre la relación
madre-hijo. Mientras que la función de la madre determina la historia del cuerpo
erógeno, la función del padre tendría que ver con el efecto de corte. Se trata del
padre como polo o lugar de ejercer la función, de asegurar una escisión, una
separación que permitirá al niño a acceder al mundo de la cultura.

TÉCNICAS

Acercándonos a las técnicas o métodos de trabajo corporal que utilizan la acción y


el cuerpo como protagonistas, nos será más fácil entender los afectos y emociones
que pueden ponerse en juego en este tipo de abordaje.
Cómo, a través de un simple recorrido de apoyos, el sentir nuestro cuerpo como
volumen, sus dimensiones, su temperatura, puede llegar a angustiarnos, lograr una
situación placentera o a sentir la necesidad de evadirnos de la propuesta, ya que el
cuerpo que estamos pretendiendo sentir, no es un cuerpo órgano solamente, sino
un cuerpo libidinizado, erogeneizado, deseado, sede de identificaciones.
Muchas veces aparecen en las experiencias de trabajo corporal la tendencia
espontánea a reanudar la relación con un elemento imaginario de continuidad, sin
ningún corte o intervalo, reencontrar un cuerpo pleno, directa o indirectamente
unido a otros cuerpos. Un cuerpo sin tiempo porque carece de ritmo, sin espacio
porque carece de fronteras, sin otro porque carece de diferencia; nos lleva a la
imagen de un cuerpo continuo, sin limitaciones.
La alternancia de estímulos (ver-no ver, tocar-no tocar, moverse-inmovilizarse,
abrirse-cerrarse) nos hace acceder al tiempo y al espacio a través del ritmo de
apertura y cierre de los órganos de los sentidos, cuya función consiste precisamente
en separar, en abrir, en limitar el adentro y el afuera, en estructurar un universo,
donde sólo se vive siempre que se tengan contornos.
En nuestra experiencias jugamos continuamente con la alternancia de
“continuidad, no diferencia” y “pausa, silencio, corte”, lo que en el hablar aparece
como el ritmo de la frase.
Al avanzar, desplazarnos, desplegar movimientos en el espacio, evocar imágenes,
utilizar diferentes fuerzas, velocidades, direcciones, estamos reviviendo sin saberlo,
precisamente por no saberlo, experiencias vividas o fantaseadas, historia.
Vemos aparecer entonces cuestiones con los tiempos personales, encuentros,
desencuentros, afinidades, rechazos y afectos que muchas veces no podemos
explicar desde lo conciente.
El lugar de la palabra en el trabajo corporal desde la propuesta puede ejercer
distintas funciones: como sostén, contención, o por el contrario la función de
pausa, distancia, corte.
Es interesante destacar como son escuchadas a veces las propuestas (recortes de lo
que se escucha del enunciado, resonancia de una palabra del mismo,
“equivocaciones”, etc.) Podríamos decir que los lapsus también se producen a este
nivel, como si en los códigos impuestos al cuerpo y a medida que la acción toma
forma, el deseo se expresara allí en las fallas del texto.
Cuando sobrevienen comportamientos o actos imposibles de dominar, es ahí donde
el cuerpo intenta hacerse escuchar.
Hay un mensaje que emana del cuerpo entrenado y codificado que contradice el
entrenamidento y los códigos. Se manifiestan así deseos y rechazos que se había
convenido en proscribir. De esta forma aparecen en nuestro vientre, en nuestras
manos recuerdos que nuestra memoria aun no recuerda.
Muchas veces observamos que la palabra en los comentarios posteriores a la
experiencia práctica remite a la experiencia vivida o se aparta diametralmente de
ella. A veces el lenguaje sobre el cuerpo es defensivo, con respecto a ese exceso de
sentido que se manifiesta cuando el cuerpo habla en el momento que se hablaba de
él. Aparece la diferencia.
Esta brecha se manifiesta cuando se deja hablar al cuerpo y a la vez se intenta
verbalizar.
Pero es necesario que hable en su propio nombre y que se hable de él.
La mirada, matriz de identificaciones, fundante en la constitución del sujeto, con
todas las connotaciones que puede tener la acción de mirar, placer de ver, de saber,
de conocer y también ser mirado, aceptar mirarse en el espejo y en el otro,
determinante en el nacimiento del narcisismo.
Mirar-ser mirado, espiar-esconderse, sostener la mirada.....
Observamos ante estas experiencias situaciones como la transformación de nuestra
vivencia corporal a través de una articulación fantasmática con respecto a la
misma; la mirada que juzga y controla, la que sostiene o contiene, la que acusa, etc.
En los ejercicios de sostén de la mirada se crea una carga fusional, la penetración
recíproca y simultánea, sin alternancia en los intercambios, con una permanencia
sin rupturas, con sensación de no-separación, olvido total del entorno y pérdida de
noción de espacio y tiempo, indiferenciación. Aparecen a veces situaciones
defensivas (inhibición, refugio en el juego, etc.)
El trabajo en espejo que puede partir del placer de verse reflejado en el otro,
introducir diferencias hasta la aparición de un diálogo, para luego desviar la
mirada hacia otros y establecer diferencias (en ese juego de alternancias de mirar y
ser mirado).
En el tratamiento de pacientes graves es importante el juego en espejo, donde el
terapeuta “presta” su propia imagen como lugar de sostén, de referencia,
estructurante.
Ausencia de la mirada, caminar con los ojos vendados. Aparecen diferentes
respuestas; algunos se sienten más libres revelando comportamientos que no se
autorizarían con los ojos abiertos, otros se inmovilizan o tratan de compensar su
“ceguera” mediante una exploración táctil, otros no pueden escapar al control
visual.
Desplazarse con ojos cerrados pero llevados o acompañados por otro. Aquí
aparecen otros aspectos como la depositación o no de confianza en el otro, la
dependencia, etc.
El cuerpo en relación al espacio.
Las propuestas que incluyen poner el énfasis en el espacio brindan la posibilidad
de armar y desarmar “imágenes del cuerpo” que se visualizan en la manera de
ocupar, de habitar ese espacio, que está ligada a la manera de habitar el propio
cuerpo.
Es en los juegos en el espacio en el que se activa el vínculo particular entre la
persona y su entorno. “El espacio habitado trasciende el espacio geométrico”
Bachelard.
Aparecen a veces en el trabajo corporal situaciones de fusión en la que se apunta a
la abolición de los contornos, por tanto del espacio como separado; hay pérdida
incluso de la realidad temporal, puede haber negación de límite, de la alteridad,
una ilusión de que nada falta, de completud. Por tanto la toma de distancia puede
ser vivida como una pérdida, la pérdida del cuerpo del otro como
complementariedad de su carencia.
Ante la toma de distancia aparece el otro como diferente, con el que podemos
compartir un espacio, a través de juegos como crear formas, esculturas corporales.
Aparecen los límites, por ej. No lograr la escultura que quiero; esto hará surgir la
irreductibilidad del otro, la imposible continuidad de los cuerpos.
Mover y ser movido por otro. Seguir el contorno del cuerpo del otro sin contacto,
con ese espacio que se crea entre las manos y el objeto de la búsqueda.
Pueden utilizarse objetos como sustitutos o mediadores de la comunicación.
Desplazamientos en el espacio. Se observan diferentes modalidades en el accionar:
seguridad, confusión, indecisión, etc.
Búsqueda y elección de un lugar. Se juegan aspectos como formas de
aprovechamiento de ese espacio, sus límites diferenciados o no, la búsqueda de la
distancia óptima con los otros, sensación de invasión de espacios, posibilidad de
compartir.....
El acto del pasaje de una postura a otra, la atención fijada en el momento del
pasaje. Pasar por el lugar sin lugar del borde, de la diferencia, enuncia de alguna
manera la ley estructurante del cuerpo.

Concluyo que a través de este tipo de recursos vivenciales en las que se


presentifican experiencias vividas o fantaseadas se ve facilitada la emergencia de lo
inconciente.
Se puede también propender a facilitar el acceso a la simbolización, al funcionar
como recurso estructurante, de delimitación de diferencias y también como
elemento de contención según lo requiera la situación terapéutica.
En la terapia verbal se intenta que el paciente pueda ir reconstruyendo
asociativamente su historia, su novela familiar, su lugar para el otro. Los lapus, los
actos fallidos, los olvidos, las repeticiones, los sueños, denuincian aquello que
quedó ollvidado o vacío de significación.
En el abordaje corporal, el recorrido por el cuerpo propicia también la aparición
de esta historia, del lugar para el otro, de la imagen distorsionada del cuerpo, de
las interrupciones en la continuidad del cuerpo, la anulación de partes de éste, que
hablan de igual modo, de aquella falta de significación o de algo no incorporado o
excluido por el sujeto.
Al poner en evidencia estas cuestiones en la terapia verbal como en la corporal o en
la utilización de ambas, se intenta reconstruir una imagen corporal reconocida por
el sujeto y su lugar en la cultura.
*La sexualidad adulta es el resultado de un complejo proceso de desarrollo que
comienza en la infancia y que se desarrolla en distintas etapas que dependen de su
ligazón con distintas áreas corporales: la etapa oral (boca), la anal (ano) y la genital
o fálica (genitales). En la etapa oral el niño no tiene conciencia de ser un individuo
separado de su madre o el mundo, lo que le lleva a tener deseos incestuosos. Esto se
supera en la segunda etapa, la anal, en la que hay una tendencia a la extraversión, a
sacar algo de sí mismo (heces) al exterior. En la etapa genital, el niño experimenta
impulsos autoeróticos que soluciona mediante la masturbación, paso necesario para
entrar en la vida adulta.
El niño descrito por Freud es un perverso polimorfo, que dirige sus deseos sexuales
hacia cualquier objeto, desorganizadamente (por carecer de identidad) y sin
represión, lo que le hace carecer de identidad sexual (género), identidad personal
Después del polimorfismo, el niño entra en un estado de latencia, donde sus deseos
sexuales están aminorados y apagados hasta su exuberante florecimiento en la
pubertad, última etapa del desarrollo sexual, en la que los deseos sexuales se dirigen
hacia objetivos "normales" según Freud, es decir, se canalizan en encuentros
heterosexuales, subordinados a la zona genital y con un fin meramente reproductivo.
La expresión «plasticidad de la libido» ilustra la idea, fundamental en
psicoanálisis, de que la libido es en un principio relativamente indeterminada en
cuanto a sus objetos y siempre es susceptible de cambiarlos. Plasticidad
igualmente en cuanto al fin: la falta de satisfacción de una determinada pulsión
parcial se ve compensada por la satisfacción de otra o por una sublimación. Las
pulsiones sexuales «[...] pueden reemplazarse recíprocamente, una puede
asumir la intensidad de las otras; cuando la realidad impide la satisfacción de
una de ellas, se puede encontrar una compensación en la satisfacción de otra.
Podrían compararse a una red de vasos comunicantes llenos de líquido [...] ».
La plasticidad varía según el individuo, su edad, su historia. Constituye un factor
importante en la indicación y pronóstico de la cura psicoanalítica, puesto que la
capacidad de cambio dependería principalmente, según Freud, de la capacidad
de modificar las catexis libidinales.

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