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Diseño de cubierta e interior: Frank Herrera García

Diagramación: Israel de Jesús Zaldívar Pedroso

© Margarita García Rabelo y coautores, 2006


© Sobre la presente edición:
Editorial Félix Varela, 2006

ISBN 959-258-963-1

Editorial Félix Varela


San Miguel No. 1111,
e/ Mazón y Basarrate,
Vedado, Ciudad de La Habana.
ÍNDICE

Prólogo/V
Primera parte. Necesidad de avanzar en el estudio del desarrollo/ 1
Capítulo 1. El objeto de estudio de las teorías y políticas
de desarrollo/ 3
Dra. Margarita García Rabelo
Capítulo 2. La actualidad y la importancia de los estudios acerca del
subdesarrollo y el desarrollo/ 8
Dra. Margarita García Rabelo
Capítulo 3. La crisis en los estudios sobre el desarrollo/ 31
Dra. Margarita García Rabelo (epígrafe 1)
Dr. Rolando Ruíz Valiente (epígrafe 2)

Segunda parte. Visiones contrapuestas en el debate general acerca del


desarrollo y el subdesarrollo/ 37
Capítulo 4. La visión convencional del desarrollo: Los obstáculos
endógenos/ 39
Dra. Margarita García Rabelo
Capítulo 5. La interconexión de factores endógenos y exógenos en el
subdesarrollo y el desarrollo. El estructuralismo y la dependencia/ 65
Dra. Margarita García Rabelo
Capítulo 6. Elementos para una síntesis marxista del subdesarrollo y el
desarrollo/ 80
Dra. Margarita García Rabelo

Tercera parte. Los nuevos conceptos teóricos acerca del desarrollo y la


brecha entre estos y los procesos prácticos./ 109
Capítulo 7. El desarrollo sostenible/ 113
Dr. Ramón Pichs Madruga
III
Capítulo 8. El desarrollo humano/ 145
Dra. Margarita García Rabelo
Capítulo 9. El desarrollo social/ 157
M.Sc. Blanca Munster Infante
Capítulo 10. El desarrollo local/ 181
Dra. Margarita García Rabelo
Capítulo 11. La definición del desarrollo por la Comisión del Sur/ 189
Dra. Margarita García Rabelo
Capítulo 12 La concepción del desarrollo latinoamericano por parte de
la CEPAL a partir de los 90/ 198
M.Sc. Zoe Medina Valdés
Capítulo 13. Desarrollo alternativo, posdesarrollo
y otras propuestas/ 218
Dr. Moisés Hidalgo Moratal
Capítulo 14. El desarrollo mundial como problema global/ 228
Dr. Silvio Baró Herrera

Cuarta parte. El problema de la medición del desarrollo/ 249


Capítulo 15. La medición del desarrollo: del PIB al Índice de
Desarrollo Humano/ 249
Dr. Cándido López Pardo
Bibliografía / 277

IV
PRÓLOGO

El 85 % de la población mundial vive en los países subdesarrollados,


pero solo responde por 24 % del Producto Interno Bruto Mundial.
En estos países 11 millones de niños mueren cada año por causas
evitables; 34 millones de personas viven con VIH-SIDA, 1 200
millones de personas viven con menos de 1 dólar diario, 980 personas
no tienen acceso al agua potable. La brecha sanitaria entre países
ricos y países pobres es una verdadera vergüenza para la humanidad;
en el África subsahariana los niños al nacer tienen 19 probabilidades
más de fallecer que los niños que nacen en el llamado Primer Mundo.
Cifras como estas inician el libro Las teorías acerca del subdesarrollo y el
desarrollo: una visión crítica, del colectivo de autores encabezado por la
doctora Margarita García Rabelo. Tales cifras son apenas la punta del
iceberg, siempre aparecen independientemente de los criterios que se
utilizan y de las insuficiencias y carácter unilateral de los indicadores que
se emplean. Es evidente que cualquier muestra utilizada expresa una
abultada diferencia entre los países del Norte y los del Sur, en la cual los
primeros reflejan unas reconocidas condiciones para un acelerado proceso de
desarrollo científico y tecnológico que se pone en función del desarrollo
de los grandes centros de poder, mientras que la mayoría de la población del
planeta está sumida en un persistente atraso para alcanzar el desarrollo
económico y social. Estas condiciones por sí solas serían suficientes para
justificar la actualidad de este libro y la dedicación de nuestros
investigadores a desentrañar las causas que determinan tamañas
disparidades y proponer alternativas para superar tal situación.
Es una realidad que en el mundo actual, la concepción neoliberal
apuesta deliberadamente al llamado homus economicus que se erige sobre
la base de un ser humano abstracto, ahistórico, descontextualizado y
ubicado fuera de todas las relaciones sociales y por tanto eterna. En este
mundo globalizado actual se han globalizado muchas cosas, excepto la
riqueza y el desarrollo, y es un insulto a la humanidad la presencia
simultánea de la conquista del cosmos, de la alteración deliberada de los

V
códigos genéticos, con 800 millones de seres humanos hambrientos. Se
han globalizado las imágenes consumistas, las apetencias derivadas de los
instintos primarios y la filosofía de que lo único válido es el éxito, entendido
como acumulación de riqueza. Como ha señalado Eduardo Galeano, nunca
el mundo fue tan desigual en las oportunidades que brinda y tan igualitario
en las costumbres que impone.1
Este volumen cumple plenamente el objetivo que se propuso el colectivo
de autores de entregar una obra asequible, por su lenguaje, al público al que
va dirigido. Sin entrar en tecnicismos innecesarios, sin atiborrar su contenido
de modelos matemáticos muy al uso en los estudios que se ocupan de estos
temas, los autores logran sistematizar como ellos mismos señalan “la riqueza
del debate en torno al subdesarrollo y el desarrollo durante el período que
media entre la posguerra y los inicios del siglo XXI”.
La estructura del libro permite que el lector se inicie en el análisis del
objeto de estudio de la disciplina, la determinación de los principales obje-
tivos del desarrollo, las vías para alcanzar estos objetivos, así como las prin-
cipales barreras que se deben afrontar y la instrumentación de las políticas
que son necesarias para de forma exitosa responder al desarrollo de las
naciones. No menos importante es el análisis de las principales corrientes
de pensamiento que van desde la concepción clásica y neoclásica, el
neoliberalismo, el estructuralismo y la teoría de la dependencia en América
Latina, hasta la crítica marxista del subdesarrollo, que sirven al propósito
de la instrumentación de las políticas económicas.
En el libro se le dedica un importante espacio a la problemática del
desarrollo humano en sus aspectos conceptuales como en sus criterios de
medición. El tema del desarrollo humano entendido bajo la concepción
fundamentada y socializada en los informes realizados por el PNUD,
constituye un importante y reconocido esfuerzo por ubicar en un contexto
de extremas desigualdades sociales en regiones y países a las personas en
el centro de la problemática del desarrollo. Los análisis realizados superan
la histórica polémica de crecimiento y desarrollo, al mismo tiempo que
denuncian la injusta distribución de la riqueza. Por otro lado, se insiste en
el libro en las propias complicaciones que tiene la selección de indicadores
para la medición del desarrollo humano. En este contexto se produce una
adecuada valoración de los estudios realizados sobre el desarrollo humano,
lo cual permite profundizar en los aspectos positivos que se han ido
articulando en este nuevo enfoque, no sin dejar de mencionar las

1
O. Martínez: “Sociedad, desarrollo humano e infotelecomunicaciones”, en: Castro
Díaz Balar F., Cuba. Amanecer del Tercer Milenio, p. 322, 2002.

VI
insuficiencias que se revelan en su estudio, tanto desde la perspectiva
teórica como práctica.
Resulta imprescindible, como aparece en la obra, prestar atención al
problema del desarrollo desde una visión mundial, como un problema
global, pues incorpora variables en el análisis del desarrollo que si bien
impactan en cada uno de los países y en especial en los subdesarrollados,
por su dimensión trasciende a un estudio particular y proyecta una
perspectiva que involucra a la humanidad.
A lo largo de los capítulos del libro se asume de forma implícita las
condiciones socioeconómicas, políticas y basamentos ideológicos que sirven
de fundamento a cada una de las escuelas estudiadas. Esto permite dejar
esclarecido la no neutralidad de los enfoques que sobre el particular existen.
Destaca igualmente el enfoque multidimensional que en el tratamiento
del desarrollo se asume en el texto, lo cual le permite establecer la justa
relación del binomio crecimiento económico-desarrollo, resaltando que
si bien el primero es componente del segundo, dista mucho de ser la
condición necesaria y suficiente; el desarrollo es mucho más.
También el libro estudia el fenómeno del desarrollo-subdesarrollo en
su evolución para conocer y revelar las contradicciones, sus procesos más
afines en estudios históricos concretos. Anclar el conocimiento con base
histórica permite apropiarse más exactamente de las relaciones en su
totalidad, penetra en su base genética y aporta razones explícitas más
profundas de las causas del fenómeno estudiado.
El texto es también un acto de justicia académica y científica al recoger
los importantísimos aportes que a los estudios del subdesarrollo-desarrollo
han realizado los investigadores desde las perspectivas del mundo
subdesarrollado.
Un importante valor radica en la proyección de sus contenidos desde
la perspectiva además de cubana, latinoamericana, tercermundista, por lo
tanto universal, insertando la historia del mundo y reconstruyéndola desde
el tronco de nuestras repúblicas.
La obra materializa el anhelo de contar con un texto que cubra las
necesidades de la asignatura que en la actualidad se imparte en varias
carreras universitarias.

Dr. RAMÓN SÁNCHEZ NODA

VII
Primera parte

NECESIDAD DE AVANZAR
EN EL ESTUDIO DEL DESARROLLO

Este libro adentra al lector en el campo de las teorías y políticas de


desarrollo, con lo que podrá conocer los elementos fundamentales del
intenso choque de ideas prevalecientes en el ámbito mundial, en relación
con las causas de la situación que enfrentan los países subdesarrollados
en la actualidad, las perspectivas y las vías para transformarla.
Para adentrarse en el debate contemporáneo, se hace necesario
previamente interpretar las teorías y políticas del desarrollo como una
prolongación diferenciada y complementaria de la economía política.
Al propio tiempo, resulta imprescindible comprender las circunstancias
históricas y las razones que han nucleado a numerosos especialistas
–economistas y sociólogos, entre otros– marxistas y no marxistas, en
torno al estudio del desarrollo como problema mundial. Por último, es
importante valorar la compleja situación que atraviesan los estudios
sobre el desarrollo en el ámbito mundial actual y la urgencia de avanzar
en la elaboración de un pensamiento alternativo a ese otro que pretende
erigirse en el único camino posible.

1
2
Capítulo 1

El objeto de estudio
de las teorías y políticas de desarrollo

El presente libro tiene el propósito de sistematizar, en forma breve y


comprensible para un lector no especializado en temas económicos, la
riqueza del debate en torno al subdesarrollo y el desarrollo durante el
período que media entre la posguerra y los inicios del siglo XXI.
Los estudios sobre las perspectivas de las transformaciones
económicas y sociales de los países subdesarrollados, han concentrado
la atención de numerosos especialistas desde los años posteriores a la
Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días.
A pesar de los numerosos artículos, informes y conferencias
realizados a lo largo de todos estos años, lo cierto es que son muy
lentos los progresos experimentados por la mayoría de esos países y
que no pocos de ellos se encuentran en un franco proceso de deterioro,
hasta el punto que algunos especialistas advierten la presencia de fuerzas
que tienden a marginar y excluir a grupos de personas y países de la
economía mundial.
Por otra parte, la experiencia histórica revela que las deformaciones
económicas heredadas del subdesarrollo no se liquidan rápidamente,
sino que continúan gravitando durante largo tiempo sobre la economía,
aun en aquellos países que han emprendido transformaciones
socioeconómicas profundas, como es el caso de Cuba.
Los primeros estudios realizados sobre la situación y las perspectivas
de desarrollo de los países subdesarrollados, fueron publicados en los
años inmediatos al término de la Segunda Guerra Mundial. Varios
economistas de la época, defendieron el criterio de que era necesario
un tipo particular de análisis económico a la hora de interpretar el
conjunto de los países subdesarrollados, para los cuales no resultaban
aplicables los preceptos de la teoría económica convencional. Los
trabajos elaborados por esos autores, dieron lugar a lo que se conoce
como Teoría Económica del Desarrollo, una subdisciplina de la ciencia
económica dedicada al estudio de los principales problemas que

3
enfrentan las economías subdesarrolladas. 1 El destacado economista
caribeño W. A. Lewis, fue galardonado en 1979 con el Premio Nobel de
Economía por sus trabajos en el campo de la Economía del Desarrollo.
La necesidad de la Economía del Desarrollo es cuestionada por
los economistas neoclásicos y solo algunos moderados admiten que los
principios clásicos y neoclásicos son insuficientes para interpretar a
los países subdesarrollados.2 En general, para la economía neoclásica, los
métodos y teorías desarrollados por esta, son válidos para todos
los países, al asumirse que en toda economía, los agentes –no interesa
si es un gerente de una gran compañía norteamericana o un campesino
de Burundi– actuarán guiados por sus intereses económicos, por lo
que no se hace necesario disponer de herramientas analíticas específicas
para interpretar a las economías subdesarrolladas. En todo caso, de lo
que se trata, según la tradición neoclásica, es de la aplicación de los
principios del análisis neoclásico a la solución de los problemas de
esas economías.
Las políticas fondomonetaristas aplicadas en numerosos países
subdesarrollados desde el decenio de los 80, descansan en el
razonamiento anterior; formuladas como recetas válidas para cualquier
tipo de países, ni siquiera previeron la magnitud de los efectos sociales
que traería aparejada su aplicación.
Algunos de los primeros “economistas del desarrollo”, formados
en la tradición neoclásica, fueron apartándose gradualmente de ella en
la medida que advertían su inadecuación para el análisis de la realidad
que tenían ante sí. Varios autores abrazaron la hipótesis de que los
rasgos específicos de los países subdesarrollados poseen una
significativa relevancia y que ello tiene que ver con el modo peculiar
de inserción de estas economías en la economía mundial. Fue así como
la firme convicción neoclásica acerca de la tendencia de las economías
de mercado hacia el equilibrio, cedió paso ante la constatación del
estado de permanente desequilibrio de los mercados en los países
subdesarrollados. Las especificidades de las economías de estos países,
dieron lugar al surgimiento de nuevas categorías para reflejar la
realidad: centro y periferia, heterogeneidad estructural, intercambio
desigual, dependencia, etc., que serán objeto de atención en próximos
capítulos.

1
Pablo Bustelo: “Teorías contemporáneas del desarrollo económico”, Capítulo 1,
1999 (Síntesis).
2
Malcom Guillis; Dwight H. Perkis and Donald R. Snodgrass: Economics of
Development, third edition, W. W. Norton Company, New York, London, p. 16, 1992.

4
El creciente interés por los estudios sobre el subdesarrollo y la
elaboración de estrategias de desarrollo capitalista, también estimularon
la reflexión en torno al problema del desarrollo en Cuba. Muestra de
ello, son los trabajos elaborados desde una perspectiva marxista por el
Dr. Carlos R. Rodríguez, Blas Roca y Jacinto Torras. El análisis reali-
zado por estos autores acerca de la situación económica y social
reinante en Cuba durante la etapa neocolonial y acerca del modo de
transformarla, constituyen un valioso aporte a la comprensión de las
causas esenciales del subdesarrollo, así como de cuáles son los verda-
deros objetivos a proponerse.
Al igual que ellos y otros cubanos ilustres que les antecedieron,
nuevas generaciones de investigadores cubanos han realizado estudios
sobre el tema, cuya lectura proporciona una visión crítica que arroja
mucha luz acerca de las causas reales que explican el rezago de estos
países en la comunidad mundial.
En nuestros días, los estudios sobre el desarrollo económico de los
países subdesarrollados acaparan la atención de especialistas de todo
el mundo y sus investigaciones son realizadas desde perspectivas
teóricas muy diversas. Desafortunadamente, muchos textos dedicados
al tema del desarrollo, dedican poco espacio a las ideas provenientes
de autores de países subdesarrollados y de marxistas en particular,
cuestión que resta riqueza a cualquier análisis sobre el tema en cuestión
y, en no pocas ocasiones, tiende a simplificar la naturaleza de los
problemas que los países subdesarrollados deben enfrentar.
Durante mucho tiempo ha prevalecido la idea de concebir al
subdesarrollo únicamente como un fenómeno de naturaleza económica.
Si bien durante los años 40 y 50 del pasado siglo se difundieron teorías
que achacaban los problemas del subdesarrollo a factores de carácter
sociológico, psicológico, étnico e incluso climático, lo cierto es que
rápidamente fueron olvidadas frente al empuje de aquellas teorías
que concentraron su atención en la identificación de obstáculos
económicos, en particular asociados con bajas tasas de crecimiento de
sus economías. La mayoría de las investigaciones acerca del
subdesarrollo se han realizado desde una perspectiva económica.
Conscientes del reduccionismo economicista que lastró los estudios
sobre el desarrollo durante mucho tiempo, el presente libro se identifica
con la idea de que el subdesarrollo y, consecuentemente el desarrollo,
son fenómenos multidimensionales, lo que equivale a considerar las
dimensiones no solo económicas, sino también las políticas, las sociales,
las culturales y ambientales.

5
La teoría económica constituye aquel cuerpo, generalmente aceptado,
de conceptos y principios que pueden contribuir a interpretar y
transformar los aspectos esenciales y las formas, contradicciones y
tendencias, observables en el funcionamiento del sistema económico
prevaleciente en una sociedad determinada y con arreglo al cual se
pretende alcanzar la utilización de los recursos productivos que mejor
asegure la realización de los intereses predominantes en dicha sociedad.
Como es conocido, en nuestros días no existe una única teoría
económica, sino varias: la teoría económica marxista –cuyo propósito
es servir a la transformación de la sociedad en interés de la mayoría
trabajadora– y la teoría económica tradicional, neoclásica y poskeynesiana,
por ejemplo. La teoría económica neoclásica, en el mejor de los casos,
reconoce las contradicciones de dicho sistema en calidad de conflictos
que la propia marcha permite solventar.
Es frecuente observar cómo algunas teorías y conceptos que se
utilizan en el estudio de la economías subdesarrolladas, entran en
conflicto con una realidad económica llena de desequilibrios e
inestabilidad. En tales condiciones, los problemas económicos centrales
en cualquier sociedad, tales como: qué, cuánto, dónde y para quién se
producen los bienes y servicios, quedan fuera del marco del análisis, al
igual que quiénes son los que tienen mayor influencia en la adopción
de las decisiones económicas y quiénes son los principales beneficiarios
de estas. Otro tanto ocurre respecto a cuáles son las naciones o grupos
de poder dentro de estas, que ejercen mayor influencia en el ámbito
mundial, respecto a la difusión de tecnología y acceso a los recursos
financieros, así como en beneficio de quiénes ejercen ese poder.
Por eso, un análisis económico realista de los problemas del desarrollo,
tiene que valerse también de la Economía Política, para desentrañar el
entramado socioeconómico de los países subdesarrollados, identificar
los grupo de intereses que influyen en la asignación presente y perspectiva
de los recursos productivos y quiénes resultan beneficiarios de tales
decisiones. De este modo, la Economía Política proporciona esa
imprescindible ligazón entre política y economía, sin la cual escaparían
del análisis problemas típicos de países subdesarrollados, tales como el
régimen de tenencia de la tierra, por solo citar un caso.
El estudio de las teorías y políticas de desarrollo, constituye aquella
parte de la Economía Política dedicada a valorar el modo en que la teoría
económica –marxista y no marxista– examina los conflictos y obstáculos
del desarrollo en los denominados países subdesarrollados, así como las
estrategias de transformación elaboradas en cada caso, con el propósito
de modificar el curso que en ellos ha tomado el desarrollo.

6
Cada enfoque y propuesta aporta elementos cognoscitivos que
es necesario atrapar. En función de esto, habrá que poner de relieve
las condiciones históricas que explican el surgimiento de las ideas,
los intereses que son legitimados, las políticas para su
implementación y los resultados previsibles y /o comprobados.
También interesa poner de relieve la difusión alcanzada en los
debates internacionales. Un estudio de esta naturaleza, posibilita
identificar las posiciones básicas, las similitudes y diferencias entre
las diferentes propuestas.
Cada una de las concepciones estudiadas en el presente libro,
sintetiza de una manera peculiar, distorsionada en algunos casos, las
contradicciones del modo de producción capitalista en los países
subdesarrollados.
El presente libro aborda el estudio de las teorías económicas acerca
de los países subdesarrollados desde una posición marxista y tiene como
finalidad, avanzar en la comprensión de la economía capitalista del
subdesarrollo y contribuir a su transformación, mediante un análisis
que ponga de relieve cuál es el aporte y/o límites de cada teoría, así
como la valoración cualitativa de los resultados que se hayan derivado
de su puesta en práctica.
A partir de los años 90 y hasta el presente se han venido
produciendo reformulaciones teóricas desde posiciones diversas que
son resumidas en el presente libro, con el propósito de valorar en
qué medida pueden contribuir a moldear una concepción alternativa
del desarrollo con respecto a la que el “pensamiento único” nos ha
pretendido imponer.
No espere el lector encontrar en este libro una respuesta conclusiva
en lo referente a esa concepción alternativa. Nos interesa ante todo,
mover a la reflexión acerca de qué aporta cada nueva propuesta y cuáles
son sus insuficiencias. El análisis de las perspectivas de desarrollo para
las tres cuartas partes de la humanidad, resulta un tema sumamente
amplio y complejo. Cada país, de acuerdo con su realidad histórica
concreta, aciertos y errores, aportará ideas valiosas en cuanto a cómo
emprender las transformaciones económicas y sociales que resultan
necesarias.

7
Capítulo 2

La actualidad y la importancia de los estudios


acerca del subdesarrollo y el desarrollo

La temática del desarrollo como un nuevo campo de interés


en la posguerra
El problema del desarrollo ha sido un tema permanente de análisis en el
pensamiento universal. Uno de los primeros autores que emplea el término
desarrollo, es Carlos Marx, quien en un pasaje del prefacio de la primera
edición alemana de El Capital, fechada el 25 de julio de 1867, expresara:
...“no es precisamente el grado más o menos alto de desarrollo
de las contradicciones sociales que brotan de las leyes naturales
de la producción capitalista. Nos interesan más bien estas leyes de
por sí, estas tendencias, que actúan y se imponen con férrea
necesidad. Los países industrialmente más desarrollados no
hacen otra cosa que poner delante de los países menos
progresivos el espejo de su propio porvenir”.1
También en el posfacio a la segunda edición, Marx admite su interés
por descubrir no solo la ley que rige los cambios que experimenta el
fenómeno estudiado, sino también por el análisis del tránsito de una
forma social a otra.2
No faltan las voces que defienden que A. Smith fue el primer
“economista del desarrollo” y que la “Riqueza de las Naciones”, escrita
en 1776, fue el primer tratado de desarrollo económico. Lo cierto es
que las preocupaciones por el desarrollo saltan a la vista desde las
primeras contribuciones al pensamiento económico. A pesar de que
algunos autores asumieron el carácter natural y eterno del modo de
producción capitalista, muchos problemas del desarrollo económico
afloran en las obras de autores como W. Petty, Francois Quesnay, Adam
Smith y David Ricardo. A propósito de las obras de estos dos últimos,

1
Carlos Marx: El Capital, t. I, p. X.
2
Ibídem, p. XVIII.

8
resulta interesante observar que el tratamiento de los conflictos del
desarrollo económico de las metrópolis, hallaban –explícita o
implícitamente– una salida a través de la dominación colonial, bien
posibilitando que las metrópolis pudiesen expandir sus mercados de
manera continuada o mediante una provisión de alimentos a bajos
precios, en medio de una creciente expansión industrial.
Es importante observar que, si bien la preocupación de los
economistas burgueses por el desarrollo del sistema ha estado presente
en todo momento, en algunas oportunidades, como es el caso de la
escuela subjetiva de fines del siglo X I X , el problema se omite
explícitamente, pero adopta otras formas de explicación implícitas.
Durante el siglo XX, el interés por el desarrollo económico se puso
de relieve de manera directa, en las teorías de la regulación monopolista
estatal, orientadas a estabilizar el crecimiento de las economías de los
países industrializados, mediante la utilización de políticas keynesianas,
así como en las teorías sobre la transformación del capitalismo –la
Teoría del Capitalismo Popular, el Estado de Bienestar General,
la Teoría de la Sociedad Industrial y Posindustrial, la Teoría del Capital
Humano– entre otras. Todas ellas pretendieron demostrar la evolución
del capitalismo hacia una sociedad en la que finalmente logra accederse
a un desarrollo sin antagonismos de clase.
Sin embargo, es a partir de la Segunda Guerra Mundial que se
observa la realización de manera sistemática de estudios y
proyecciones, mundiales y regionales, acerca de las perspectivas de
desarrollo de un conjunto mayoritario de países –inicialmente definidos
como subdesarrollados–, que a todas luces se iban quedando cada vez
más rezagados respecto del otro pequeño y potente grupo, que pasó a
identificarse como los países desarrollados. Los estudios sobre el
desarrollo a fines del siglo XX e inicios del XXI, continúan explorando
las perspectivas de desarrollo de los países subdesarrollados, cuestión
que posee una significación extraordinaria, pues no se trata de un grupo
minoritario de países, sino que en ellos viven las cuatro quintas partes
de la población mundial, mientras que su nivel de participación en la
economía mundial no rebasa la cuarta parte de la producción, el
comercio, la inversión, etcétera.
De este modo, el concepto desarrollo –aplicable a cualquier tipo de
sociedad y que orienta concebirla en permanente estado de movimiento y
cambio–, desde fines de la Segunda Guerra Mundial comenzó a adquirir
un significado mucho más restringido, que parece sugerir que solamente
en una parte del mundo –en los países subdesarrollados– los problemas
del desarrollo están aún por resolver, mientras que en los llamados países

9
desarrollados han desaparecido los conflictos. Numerosos informes y
estudios mundiales recientemente publicados, confieren a la búsqueda del
desarrollo de los países subdesarrollados, el carácter de una meta social
compartida por toda la humanidad y que además, resulta posible y deseable,
en función de lo cual, la comunidad mundial debe proponerse alcanzar
determinadas metas y establecer compromisos.
Los estudios sobre las perspectivas de desarrollo de los países
subdesarrollados se iniciaron en la posguerra. El escenario de la victoria
sobre el fascismo fue el marco propicio para que el tema de la búsqueda
del desarrollo en esos países, pasase a ocupar un lugar cimero dentro de
las discusiones en el ámbito económico y político mundial. Varios factores
concurrieron en este período, que veremos en detalle a continuación.
En los países más desarrollados, prevalecían las concepciones
keynesianas que sirvieron de soporte al funcionamiento del llamado
Estado de Bienestar General, dirigido a proporcionar determinados
servicios a bajos precios (educación, salud y seguridad social, entre
otros) a la población.
Al propio tiempo, esas concepciones representaron una ruptura con
la visión monoeconómica del mundo que durante un tiempo había
caracterizado a la teoría económica neoclásica. Frente al análisis
microeconómico tradicional, se abrió paso a una perspectiva dinámica y
macroeconómica, capaz de explorar las situaciones en que prevalece un
desempleo sustancial de los recursos humanos y materiales, así como de
elaborar acciones de política económica encaminadas a enfrentarlos. El
tema del diseño de la política económica (estatal y multilateral) cobró
singular atención por parte de los especialistas. La aplicación de enfoques
keynesianos a los problemas de las economías subdesarrolladas fue una
característica de los primeros estudios realizados en los años de la
posguerra.
Como parte del proceso de descolonización, iniciado en los años
inmediatos a la culminación de la contienda bélica, unas veces como
resultado de luchas nacionales y otras por decisión de las metrópolis,
el gobierno de muchas antiguas colonias, particularmente en Asia y
África, pasó a manos de nacionales. Surgieron estados nacionales en
países anteriormente subyugados. Entre ellos, algunos densamente
poblados, como fueron los casos de China (constituida en República
Popular China en 1949) y la India. El proceso de descolonización
continuó avanzando, cada vez con más fuerza.
Con la descolonización, todos estos pueblos alcanzaban la autonomía
para decidir los asuntos de sus respectivos países sobre la base de las
prioridades nacionales, así como para elaborar la estrategia que

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permitiese enrumbar positivamente la vida de sus habitantes. La carencia
de personal con experiencia en el campo de la economía, en muchos
casos requirió de la presencia de asesores extranjeros, algunos de los
cuales prontamente advertían que la literatura clásica de economía,
poco o nada podía explicar respecto a la realidad de estos países.
En el período que media entre los años 1944 y 1946, fueron
constituidas y comenzaron a funcionar la ONU (Organización de
Naciones Unidas), las agencias multilaterales: el Banco Mundial (BM),
el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otras, además de las
regionales como la Comisión Económica para América Latina
(CEPAL), por ejemplo. Todo ello, no solo impulsó la realización de
estudios globales y regionales, sino que también promovió el desarrollo
de las estadísticas nacionales, por constituir la información
imprescindible a la hora de realizar comparaciones o cualquier análisis
de carácter mundial o regional.
Los éxitos alcanzados por la Unión Soviética en el proceso de
industrialización, demostraron las potencialidades de la planificación
centralizada para transformar la situación económica y social de un
país atrasado en un tiempo relativamente corto. No por gusto, la
experiencia de la reconstrucción europea y de la japonesa, recibió la
denominación de Plan Marshall. Todo hacía indicar que la centralización
de importantes recursos financieros para dirigirlos hacia la realización
de determinados objetivos, constituía una fórmula eficaz para provocar
rápidas transformaciones económicas bajo cualquier circunstancia. La
superación del subdesarrollo parecía alcanzable en un tiempo
relativamente corto (Naciones Unidas emprendió un “decenio del
desarrollo”, luego un “segundo”, hasta que se hizo evidente que el
problema resultaba mucho más complejo).
Al propio tiempo, la victoria del socialismo en la Unión Soviética y
su ulterior expansión hacia Europa del Este, hicieron ver que el
socialismo podía convertirse en la opción política de los países
subdesarrollados para transformar su situación económica y social en
lo adelante, determinación que representaría la reducción del área de
influencias de los países capitalistas industrializados. Por eso, el tema
de los destinos de los países subdesarrollados se insertó en los marcos
de la política de Guerra Fría.
Al concluir la Segunda Guerra Mundial, atendiendo a su peso en la
producción, el comercio y las finanzas mundiales, EE.UU. se convirtió
en potencia hegemónica de la economía capitalista mundial. A partir
de ese momento, los sucesivos equipos gobernantes emprendieron
numerosas acciones para expandir ese enorme potencial financiero,

11
económico y político hacia otros territorios. Para EE.UU., resultó
prioritario el análisis de las potencialidades económicas de las regiones
subdesarrolladas, particularmente América Latina.
En resumen, en el escenario histórico del nacimiento de la Guerra
Fría, se reunieron las circunstancias que colocaron a la búsqueda del
desarrollo de los países subdesarrollados en un lugar prominente dentro
de la agenda política y económica de los países capitalistas más
avanzados, con su consiguiente reflejo en el quehacer de la ciencia
económica y la sociología. Al propio tiempo, en los países
subdesarrollados, en especial América Latina, se despertó un creciente
interés por interpretar las causas de la amplia brecha económica y social
que los separaba de los países capitalistas desarrollados y elaborar
estrategias de desarrollo. El interés inicialmente centrado en las
antiguas colonias, pronto se extendió a lo que más tarde fue bautizado
como el Tercer Mundo. Desde entonces, muchos especialistas han
intentado responder a las preguntas ¿Por qué el desarrollo no se ha
difundido al resto del mundo? ¿Qué debe hacerse para lograrlo?

La desigualdad del desarrollo a inicios del siglo XXI

En la actualidad, existen modelos de crecimiento económico


neoclásicos que predicen la “convergencia” internacional de los niveles
de ingresos, es decir, la existencia de una tendencia a la igualación de
los niveles de desarrollo de los diferentes países. Sin embargo, los hechos
históricos revelan que esto ha sido la excepción más que la regla. En
realidad, son escasos los ejemplos de países que han logrado “escapar”
y adentrarse en el selecto grupo de países desarrollados.
La desigualdad del desarrollo acompaña al capitalismo desde sus
inicios, aunque su acción no se hizo tan evidente como a partir de fines
del siglo XIX e inicios del XX con el surgimiento del capitalismo
monopolista. A partir de entonces, aquellas diferencias perceptibles
en los ingresos de capitalistas y obreros, en el poderío económico de
unas empresas con respecto a otras, entre unas y otras ramas, regiones
e incluso países, dejaron de expresarse como un proceso evolutivo y
relativamente tranquilo –no exento de contradicciones–, para
convertirse en verdaderos saltos que en un corto tiempo cambiaban la
correlación de fuerzas económicas y políticas dentro de un país y entre
países, generando no pocos conflictos al sistema.
Fenómenos de esa naturaleza continúan siendo perceptibles en la
economía y la política actuales. Bajo el impacto de la moderna
revolución científico-técnica, se han creado las bases materiales que
12
propician la ocurrencia de rápidos cambios de la correlación de fuerzas
económicas entre unos y otros consorcios transnacionales, estados
capitalistas y grupos dentro de estos estados. Un ejemplo de ello, ha
sido la computación y las telecomunicaciones, cuyo vertiginoso
desarrollo no solo ha transformado los métodos productivos en todas
las ramas, sino que también ha dado lugar a inmensas fortunas y a
poderosísimas empresas transnacionales.
La desigualdad en el ámbito mundial de nuestros días, tiene
numerosas formas de expresión. Una de ellas, la desigualdad de ingresos
global, ha sido estudiada por distintos autores y que, en dependencia
de los enfoques aplicados, arriban a conclusiones que pueden diferir
entre sí.
Se observa la adopción de tres enfoques: el cálculo de las
desigualdades entre países (empleando los ingresos nacionales medios);
entre la población del mundo (independientemente de las fronteras
nacionales) y entre los individuos de los países. Existe un candente
debate entre los partidarios de cada uno de estos tres enfoques, acerca
de si la desigualdad de los ingresos mejora o empeora en el ámbito
mundial. Para algunos, los ingresos de los distintos países tienden a
acercarse, o sea a converger, aunque no indican cuánto demorará en
ocurrir la igualación y con ello queda sin dilucidarse cuál será la primera
generación en disfrutar ese privilegio. Tampoco responden a la pregunta
de si la gente que vive en los países subdesarrollados tendrá suficiente
paciencia para esperar a que ello finalmente ocurra.
Estudios realizados recientemente por la CEPAL,3 dan cuenta de
varias investigaciones que sin proponérselo, confirman la sentencia
leninista. Según referencias de investigaciones realizadas por A. Madisson
para 1995 y 2001, que utilizan al producto por habitante para evaluar el
comportamiento de la distribución del ingreso entre regiones y países,
resulta que el cociente entre el producto por habitante de las regiones
más y menos desarrolladas del mundo, que oscilaba en torno a un
crecimiento de tres veces a comienzos del siglo XX , ha permanecido
creciendo sostenidamente hasta alcanzar una magnitud del orden de cerca
de 20 veces en la actualidad y solo en el período 1950-1973 se observa
que el diferencial entre ambos grupos se redujo ligeramente. El factor
que explica esa reducción del diferencial, es la aceleración del crecimiento
económico que experimentaron los países en desarrollo en los años
posteriores a la Segunda Guerra Mundial.4

3
CEPAL : Globalización y Desarrollo, cap. 3, 2000.
4
PNUD: Informe sobre desarrollo humano, p. 39, 2003.

13
En lo que respecta a América Latina, la brecha del producto por
habitante con relación a la región más desarrollada del mundo, era
del 23 % en 1990 y a fines del siglo XX había variado poco, situándose
en el 22 %. Los datos de la Tabla 2.1 sugieren que a lo largo del siglo
que media entre 1870 y 1973, varias regiones, en particular América
Latina, fueron incapaces de acercarse sostenidamente a los niveles de
los países desarrollados. Si algún signo de convergencia se revela en
esos datos, es precisamente el ocurrido entre los países desarrollados,
aunque puede comprobarse que no es un proceso lineal.
El estudio de la CEPAL antes referido, también reseña los resultados
de las investigaciones realizadas por Milanovic en el 2001, acerca de
las disparidades del ingreso, utilizando el producto por habitante
ponderado por la población de los países.5 Tales cálculos son sensibles
a la notable influencia en las disparidades internacionales ejercida por
el exitoso desempeño, a partir de mediados de los años 70, de China y
la India, países densamente poblados. La inclusión de estos dos países
en los cálculos, arroja que se ha producido una importante reducción
del diferencial de ingresos.
El estudio realizado por la CEPAL advierte que en realidad, la
tendencia distributiva adversa existente en la mayoría de los países
subdesarrollados, queda oculta bajo la influencia de la tendencia positiva
observable en China y la India.
También el estudio de la CEPAL, hace referencia a las investigaciones
realizadas por Bourgignon y Morrison en el año 2002, quienes emplean
un concepto de desigualdad mundial diferente. Para estos
investigadores, la unidad de análisis no son los países, sino sus
habitantes. Con ello, se proponen poner de relieve el efecto conjunto
de las disparidades entre países y dentro de ellos.
Dado que el ingreso nacional por habitante es un promedio
aritmético, la magnitud real de la desigualdad mundial puede ocultarse
si no se toma en consideración, también, la desigualdad en la distribución
del ingreso en el ámbito nacional. El procedimiento empleado por
Bourgignon y Morrison permite descomponer el efecto conjunto de
ambos tipos de desigualdad económica.
Los resultados de tales investigaciones, les permitieron concluir que
las desigualdades entre los países aumentaron notablemente entre 1829 y
1910; se mantuvieron estables de 1910 a 1960 y volvieron a crecer de
1960 a 1992. Sin embargo, entre 1914 y 1950, esa tendencia coincidió
con una mejoría de la distribución del ingreso dentro de varios países –el

5
CEPAL: Globalización y desarrollo, p. 79, 2000.

14
surgimiento del llamado Estado de Bienestar General en Europa occidental
y EE.UU., así como los regímenes socialistas en Europa del Este y la
URSS– que logró frenar la profundización de la desigualdad internacional.
Tabla 2.1. Evolución de las disparidades interregionales

1820 1870 1913 1950 1973 1990 1998


PIB per cápita por región
Europa occidental 1 232 1 974 3 473 4 594 11 534 15 988 17 921
Estados Unidos, 1 201 2 431 5 257 9 288 16 172 22 356 26 146
Austria, Nueva
Zelandia y Canadá
Japón 669 737 1 387 1 926 1 439 18 789 20 413
Asia (con la excep- 575 543 640 635 1 231 2 117 2 936
ción de Japón)
América Latina 665 698 1 511 2 554 4 531 5 055 5 795
y del Caribe
Europa del Este 667 917 1 501 2 601 5 729 6 445 4 354
y la antigua Unión
Soviética
África 418 444 585 852 1 365 1 385 1 368
Mundo 667 867 1 510 2 114 4 104 5 154 5 709
Disparidades interregionales (%)
Región menos de- 33,9 18,3 11,1 6,8 7,6 6,2 5,2
sarrollada/región
más desarrollada
América Latina/ 54,0 28,7 28,7 27,5 28,0 22,6 22,2
región más desarro-
llada
América Latina/mundo 99,7 80,5 100,1 120,8 110,4 98,1 101,5
América Latina/ 159,1 157,2 258,3 402,2 368,1 365,0 423,6
región menos
desarrollada
Participación regional en la producción (%)
Europa occidental 23,6 33,6 33,5 26,3 25,7 22,3 20,6
“Retoños”
occidentales 1,9 10,2 21,7 30,6 25,3 24,6 25,1
Japón 3,0 2,3 2,6 3,0 7,7 8,6 7,7
Asia (con la excep- 56,2 36,0 21,9 15,5 16,4 23,3 29,5
ción de Japón)
América Latina 2,0 2,5 4,5 7,9 8,7 8,3 8,7
Europa del Este 8,8 11,7 13,1 13,0 12,9 9,8 5,3
y antigua Unión
Soviética
África 4,5 3,6 2,7 3,7 3,3 3,2 3,1
Mundo 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0
Fuente: CEPAL, Globalización y Desarrollo, p. 79, 2000.

15
Lo más relevante de esos resultados, consiste en la aseveración de
que la tendencia a las ampliaciones de las desigualdades internacionales
en las últimas décadas –el último cuarto del siglo xx hasta la actualidad–
puede atribuirse no solo al aumento de las disparidades internacionales
sino también al notorio crecimiento de las desigualdades dentro de los
países.6 La conjunción de estas dos tendencias, se revela como uno de
los rasgos distintivos de la globalización en curso.
Tabla 2.2. Asimetrías internacionales. Participación de los países en desarrollo en
la economía mundial

Porcentajes del total mundial


1990 1999
Población 84,0 85,0
Producto interno bruto (dólares corrientes) 22,3 23,8
Producto interno bruto (paridad de poder de compra) 43,6 46,9
Formación bruta de capital fijo (dólares de 1995) 23,9 24,0
Valor agregado en la industria, 1998 (dólares de 1995) – 27,5
Cuotas de mercado por categorías de intensidad tecnológica 1985 2000
Productos primarios 62,0 59,6
Manufacturas basadas en recursos naturales 31,3 31,8
Manufacturas con bajo contenido tecnológico 33,6 50,3
Manufacturas con contenido tecnológico medio 10,8 21,4
Manufacturas con contenido tecnológico alto 16,8 36,6
Otras transacciones 28,8 41,6
Fuente: CEPAL: Globalización y Desarrollo, p. 90.

La posición desfavorable de los países subdesarrollados en el comercio


mundial de productos de alta intensidad tecnológica, tiene que ver con el
hecho de que las actividades de investigación y desarrollo, y las finanzas
están concentradas en manos de las empresas transnacionales, cuyo epicentro
radica mayoritariamente en los países más desarrollados. En 1998, los 29 países
miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo
Económico) gastaron 520 000 millones de dólares en investigación y
desarrollo, importe superior al producto económico combinado de los 88
países más pobres del planeta. En los países de la OCDE, en los que habita
19 % de la población del mundo, se otorgó en el propio año, 99 % de las
347 000 nuevas patentes que fueron emitidas ese año.7
La nueva tecnología se crea en respuesta a las presiones del mercado
y no de las necesidades de los pobres, por lo que existe un marcado

6
CEPAL : Globalización y Desarrollo, p. 83, 2000.
7
PNUD: Informe sobre el desarrollo humano 2001, p. 2.

16
contraste entre las necesidades mundiales de investigación y el programa
mundial; muchos problemas de las poblaciones que viven en los países
subdesarrollados y que requieren de una respuesta tecnológica, como
consecuencia del escaso poder adquisitivo de sus habitantes, carecen
de prioridad a la hora de orientar los gastos dedicados a investigación
y desarrollo por las grandes corporaciones de los países desarrollados.
Un ejemplo de ello, son los proyectos destinados a desarrollar medica-
mentos para el combate a las enfermedades tropicales.8
Las enormes disparidades observadas en los ingresos y en el
desarrollo científico técnico, se revelan también en disímiles esferas
de la vida humana. Los informes de organismos internacionales aportan
datos sobre la presencia de una brecha en el consumo, alimentaria,
ambiental y otras, entre los países desarrollados, que representan
alrededor del 15 % de la población mundial, y el resto del mundo.
También existen otras desigualdades, mucho más dramáticas y
reveladoras de la magnitud del problema y sus consecuencias para la
vida humana. Un buen ejemplo de ello, es el deterioro de la desigualdad
en la mortalidad infantil que se observa en la década de los noventa.
En África subsahariana, los niños menores de cinco años tenían a inicios
de la década, 19 probabilidades más de fallecer que los niños que habitan
los países desarrollados. Esas probabilidades se elevaron a 26 a finales
de los 90. Aunque con menor intensidad, en otras regiones del mundo
subdesarrollado se observa también un deterioro de la mortalidad
infantil. Solo en la región de América Latina y el Caribe no descendió
este indicador, pero aún se mantiene a la altura de una probabilidad
cinco veces mayor, con la excepción de Cuba, cuya tasa de mortalidad
infantil era similar a la de los países desarrollados a fines de los noventa
y ha continuado descendiendo.
La esperanza de vida al nacer constituye otra expresión de las
desigualdades entre países. Los habitantes de los países de la OCDE
con ingresos más altos, pueden llegar a vivir como promedio 78,3 años,
mientras que el promedio para los países en desarrollo alcanza 64,6 años,
o sea unos 13 años menos. Como todo promedio, esta última cifra
incluye la dramática realidad de países como Haití, donde la esperanza
de vida es de 49,4 y la de otros aún peores, como son los casos de Mozambique
(38,5), Sierra Leona (34,3) y Zambia (32,7).9 Aunque en todas partes
del mundo existen personas que sufren graves privaciones de la vida,
ciertamente las proporciones son alarmantes en el caso de los países
subdesarrollados.

8
Ibídem.
9
PNUD: Informe sobre el desarrollo humano, p. 142, 2004.

17
En resumen, la brecha del desarrollo entre países desarrollados y
subdesarrollados que ya era observable cien años atrás, continúa siendo
una realidad de nuestros días. La evidencia muestra que los países
subdesarrollados, en particular aquellos que clasifican entre los más
atrasados, raramente logran acercarse a los líderes mundiales. En los países
pobres existen fuerzas que crean el potencial para un rápido crecimiento,
pero también existen fuerzas que los conducen al estancamiento y al
declive.10 Desde el último cuarto del siglo xx hasta la actualidad, como
regla general, las disparidades económicas entre países y dentro de estos
se han acentuado. Los relativos avances observables en esferas sociales
en muchos países, no son suficientes. En la actualidad, millones de personas
experimentan graves privaciones (Tabla 2.3). En el mundo contemporáneo
no se da una auténtica igualdad de oportunidades, tanto en el plano nacional
como en el internacional. Nada hay más lejos del “campo de juegos
nivelado” que proponen algunas teorías.
Tabla 2.3. Privación grave en muchos aspectos de la vida. Países en desarrollo

Salud
968 millones de personas sin acceso a fuentes de agua mejorada (1998)
2 400 millones de personas sin acceso a saneamiento básico (1998)
34 millones de personas viven con VIH-SIDA (fines de 2000)
2,2 millones de personas mueren anualmente de contaminación interna del aire (1996)
Educación
854 millones de adultos analfabetos, 543 millones de ellos mujeres (2000)
325 millones de niños fuera de la escuela en los niveles primario y secundario,
183 millones de ellos niñas (2000)
Pobreza de ingresos
1 200 millones de personas que viven con menos de $1 diario (PPA en dólares de
EE.UU. de 1993), 2 800 millones de personas que viven con menos de $ 2 (1998)
Niños
163 millones de niños menores de 5 años con peso insuficiente (1998)
11 millones de niños menores de 5 años mueren anualmente por causas
prevenibles (1998)
Países de la OCDE
15 % de adultos que son analfabetos funcionales (1994-1998)
130 millones de personas en la pobreza de ingreso, con menos del 50 % de la
mediana del ingreso (1999)
8 millones de personas desnutridas (1996-1998)
1,5 millones de personas que viven con VIH-SIDA (2000)
Fuente: PNUD Informe sobre desarrollo humano, p. 11, 2001.

10
Lant Pritchet: Divergence, Big Time, p. 15 [s.a].

18
Llama a la reflexión el hecho de que la humanidad posee los
conocimientos y recursos necesarios para prevenirlos y evitar todas
estas privaciones de la vida humana. El Banco Mundial reconoce que
esta situación de miseria persiste a pesar de que las condiciones
humanas han mejorado más en el último siglo que en todo el resto de
la historia de la humanidad: la riqueza mundial, los contactos
internacionales y la capacidad tecnológica son ahora mayores que
nunca.11 La propia fuente señala que durante la primera mitad del recién
terminado siglo XX, la producción mundial se incrementó un 300 %,
mientras que en los siguientes años el aumento fue de 900 %.
La contradicción planteada, puede sintetizarse como sigue: de una
parte, en el siglo xx la humanidad alcanzó un escalón superior en el
dominio de la ciencia y la tecnología, potenciando su capacidad
productiva para proporcionar una vida decorosa a los habitantes del
planeta; de otra parte, más de la tercera parte de la población mundial
no ha logrado acceder a esa riqueza material creada y vive en
condiciones de pobreza, muchos ni siquiera sobreviven para luchar
por una vida decorosa, a la par que buena parte de esa enorme riqueza
se despilfarra o malgasta. En particular, se observa una elevada
concentración de privaciones en los llamados países subdesarrollados.
La relativamente modesta magnitud de los ingresos necesarios para
revertir esta situación –algunos cálculos indican que bastaría disponer de
una suma equivalente al 3 % del consumo mundial–, sugiere que no se
trata enteramente de una cuestión de recursos financieros, sino que también
habría que examinar el modo en que están distribuidos los ingresos (entre
los países y dentro de ellos), y quiénes tienen acceso a los recursos
productivos y a los conocimientos alcanzados por la sociedad humana en
nuestros días; en fin, discernir cuáles son los motivos por los que no se
han adoptado decisiones significativas al respecto.
De otra parte, desde el punto de vista ético, al margen de las
discusiones sobre si aumentan o disminuyen las disparidades, lo
importante es comprender que en nuestros días hay millones de personas
que carecen de lo más elemental para vivir, incluso del derecho a la
vida. Todos los países del mundo, con independencia de diferencias
políticas, culturales, geográficas, étnicas, etc., deben tener igual derecho
al desarrollo, propósito que de lograrse ahorraría a la humanidad
muchos terribles conflictos que la azotan en la actualidad. No puede
haber paz sin desarrollo.

11
BANCO MUNDIAL : Informe sobre el Desarrollo Mundial 2000/2001, p. 3.

19
¿Es posible cambiar la forma de desarrollo en esta parte del mundo?
¿De qué depende? ¿Faltan los recursos, los conocimientos o la voluntad
para ejecutar semejante transformación?
En el año 2000, Naciones Unidas convocó a todos los jefes de estado
de todos los países –ricos y pobres– a suscribir el compromiso de hacer
todo lo posible para erradicar la pobreza, promover la dignidad humana
y la igualdad, y alcanzar la paz, la democracia y la sustentabilidad
ambiental. Estos dirigentes se comprometieron a unir fuerzas para, en
el año 2015 o antes, hacer realidad unos objetivos y metas concretos
de avance en el desarrollo y reducción de la pobreza.12
Lo insostenible de la situación a la que se ha arribado en el mundo,
pone de manifiesto la necesidad de conocer cuál ha sido la evolución
de las teorías del desarrollo hasta el presente, con el propósito de valorar
críticamente las interpretaciones más importantes acerca de las causas
del subdesarrollo y, lo que es más importante aún, las propuestas acerca
de cuáles son las transformaciones que son necesarias para revertir la
situación de manera sostenida. Un análisis de esta naturaleza no aspira
a encontrar soluciones mágicas, ni recetas simples para copiar. Se trata
de sistematizar y evaluar críticamente lo mejor y más trascendente del
pensamiento económico y las experiencias nacionales en torno a estos
temas, de modo que todo ello contribuya a la formación de un
pensamiento autóctono sobre desarrollo, capaz de sopesar las
condiciones históricas que concurrieron en cada caso, la posibilidad o
no de replicar esas experiencias en otro contexto, las prioridades
nacionales, etcétera.

A propósito de la terminología empleada


en los estudios sobre el desarrollo
En la literatura internacional sobre los distintos temas asociados
con el desarrollo se utilizan distintas denominaciones que, adoptando
la forma de binomios, ponen de relieve la presencia de profundas
desigualdades económicas y sociales entre los países, por lo que resulta
imprescindible esclarecer esta cuestión antes de continuar avanzando.
En la literatura más moderna sobre desarrollo, se emplean términos
muy diversos, muchos de los cuales edulcoran la realidad de numerosos
países, resultan ambiguos o crean asociaciones falsas o simplificadoras.
Por oposición a los denominados ricos, del Norte, industrializados,

12
PNUD: Informe sobre desarrollo humano, pp. 1-2, 2003.

20
desarrollados, del primer mundo, se hace referencia a otros, para los
cuales se acuñan los calificativos de pobres, del Sur, atrasados,
subdesarrollados, del Tercer Mundo, e incluso emergentes. Veamos
brevemente el sentido de cada binomio.
El Banco Mundial13 clasifica las economías y distingue el nivel de
desarrollo económico en que se encuentra cada país, basándose en el
ingreso, para lo cual se vale del macroindicador agregado Producto
Nacional por Habitante (PNB). A tal efecto, establece las tres
categorías siguientes:
• Ingreso bajo, $ 755 o menos.
• Ingreso mediano, de $ 756 a $ 9 265, que a su vez se subdivide
en dos estratos:
a) mediano bajo, entre $ 756 y 2 995;
b) mediano alto, desde $ 2 996 hasta $ 9 265.
• Ingreso alto, para aquellos con $ 9 266 y más.
De acuerdo con lo anterior, siempre que el BM alude a los países
incluidos en los dos primeros grupos de la anterior clasificación, utiliza
la denominación Países Pobres, a diferencia del primer grupo, al que
cataloga de Países Ricos. Por más que en diferentes documentos, los
especialistas del Banco aclaren que el crecimiento económico y el
desarrollo no son equivalentes, esta clasificación pone en evidencia
el estricto sentido económico aplicado. En el capítulo dedicado a la
medición del desarrollo volveremos a este asunto.
El término Tercer Mundo, creado por el francés Alfred Sauvy, muy
popular en los años 60 y 70, ha caído en desuso en los últimos tiempos.
Su origen respondió al criterio de que en el mundo existían dos sistemas
socioeconómicos: el capitalista o primer mundo y el socialista o segundo
mundo. Así, en el contexto de la Guerra Fría y con una evidente
intención de desacreditar al socialismo y de asumir una pretendida
neutralidad, emergió la vaga formulación de Tercer Mundo, aplicable
al resto de los países, aquejados de agudos problemas económicos y
sociales.
El binomio Norte-Sur surgió en el contexto de la lucha por un nuevo
orden económico internacional, durante la década de los años 70. Puede
observarse cuán inexacto desde el punto de vista geográfico es
identificar el subdesarrollo con el hemisferio sur, cuestión que además,
introduce posibles confusiones en cuanto a las causas del subdesarrollo.

13
BANCO MUNDIAL : Informe sobre el desarrollo mundial 2000/2002, p. 271.

21
En Cuba, al igual que en muchas otras partes de América Latina,
suele emplearse la denominación países subdesarrollados, para poner
de relieve las desiguales oportunidades de desarrollo que tiene un
conjunto mayoritario de países en el ámbito mundial de nuestros días.
Esta denominación, utilizada por primera vez por Harry Truman en la
década de los años 50, originalmente se empleó como sinónimo de países
atrasados, calificativo que no refleja esencialmente la realidad y que
induce la idea de que los países pertenecientes al primer grupo –los
desarrollados– constituyen el modelo paradigmático que el resto deberá
proponerse reproducir.
A pesar de esta y otras desventajas, el término subdesarrollo se
ha grabado en el pensamiento económico y político cubano con un
significado muy diferente, a lo cual contribuyó de manera importante
el Cmdte. Ernesto (Che) Guevara, quien empleando una original
analogía, señaló que “un enano de cabeza enorme y tórax henchido
es subdesarrollado en cuanto a que sus débiles piernas o sus cortos
brazos no articulan con el resto de su anatomía; es el producto de un
fenómeno teratológico que ha distorsionado su desarrollo. Eso es lo
que en realidad somos nosotros, los suavemente llamados
subdesarrollados, en verdad países coloniales, semicoloniales y
dependientes”. 14
De las palabras anteriores se deduce que Ernesto Guevara no vinculó
la existencia del subdesarrollo a ningún fatalismo geográfico,
sociológico ni psicológico; mucho menos lo redujo a una cuestión de
pocos ingresos. En su lugar, él lo asoció con deformaciones en la
economía y la sociedad de un determinado país, ocurridas a lo largo de
un proceso histórico, signado por el colonialismo y el imperialismo,
que truncó el camino de la industrialización y, con ello, fueron alteradas
las condiciones y formas de desarrollo en lo adelante. En un próximo
capítulo profundizaremos acerca de la interpretación marxista del
subdesarrollo.
Por ser la denominación que mejor refleja las tradiciones del
pensamiento económico y político cubano, el presente libro en lo
adelante utilizará la denominación países subdesarrollados, a menos
que se esté haciendo alusión a estudios e información estadística
correspondientes a autores e instituciones que utilizan otras
denominaciones.

14
Ernesto Guevara: Ernesto (Che) Guevara. Escritos y Discursos, t. 9, p. 28, 1977.

22
Homogeneidad y heterogeneidad de los países
subdesarrollados
En los textos relacionados con los estudios sobre el desarrollo
publicados entre los años 50 y 60 principalmente, se hacía referencia a
la presencia de una serie de rasgos comunes que caracterizaban a estos
países; llegando inclusive, a identificarse con las causas del
subdesarrollo. Se trataba de una serie de características estructurales
que tipificaban a estos países en aquellos momentos:
• El peso preponderante de la agricultura en la actividad de la
población económicamente activa.
• Ser economías abiertas, basadas en la exportación de un grupo
reducido de productos –generalmente primarios–, que
constituían fuente primordial del ingreso del país.
• El bajo nivel de vida de la población, acompañado de elevados
niveles de desempleo, analfabetismo, malnutrición y otros males
sociales.
Muchos países subdesarrollados pueden continuar caracterizándose a
través de estos rasgos, pero ciertamente desde los años 70 del pasado
siglo hasta el presente, se observa una mayor diversidad de situaciones,
debido a que la trayectoria de algunos países se modificó significativamente.
La diferenciación ocurrida en el seno del conjunto de países
subdesarrollados constituye, uno de los argumentos utilizados por
algunos autores para poner en tela de juicio la utilización del término
Tercer Mundo y, lo que es más importante aún, la pertinencia de los
estudios sobre el desarrollo y el subdesarrollo. Algunas investigaciones
al respecto, señalan que quienes asumen posiciones neoliberales,
aducen que el concepto Tercer Mundo reflejó solo realidades políticas
y aspiraciones psicológicas y no de carácter geográfico o histórico,15
por lo que su determinación carece de bases económicas objetivas.
Martinussen refiere que los neoliberales sostienen que esos países no
son cualitativamente diferentes respecto a otros, ni están sujetos a
diferentes condiciones y leyes de movimiento; lo único que tienen en
común es la solicitud y recibo de ayuda externa, así como la resistencia
a renunciar a ser tratados como grupo especial, aun en el caso de que
las condiciones de partida se hayan modificado.16

15
John Toye: Dilemmas of Development. Reflections on the Counter Revolution in
Development Economics, pp. 25-35, Blackwell Publishers, Oxford, UK, 1993.
16
John Martinussen: Society, State and Market, pp. 9-10, 1997.

23
Otros autores, marxistas inclusive, argumentan que se ha operado
una creciente diversificación dentro de este conjunto de países debida
a una creciente industrialización, aunque a diferente velocidad, a
partir de los años 70 17 y refieren que el crecimiento del valor
agregado por la manufactura fue considerablemente superior en los
países subdesarrollados incluyendo A. Latina, que en cualquiera de
las regiones del Primer Mundo. 18 Samir Amín, 19 conocido por su
posición marxista, agrupa a los países subdesarrollados en tres
estratos, a saber:
1. Países que han triunfado en su intento de construcción de
sistemas productivos nacionales (Brasil, México, India, Corea,
Taiwán, China y los antiguos países socialistas).
2. Países que han entrado en la industrialización, pero que no han
llegado a crear sistemas productivos nacionales (países árabes,
Sudáfrica, Irán, Turquía y países de A. Latina).
3. Los países de la comunidad Asia, Caribe, Pacífico que no han
entrado en la revolución industrial (ACP).
Al propio tiempo, Samir Amín señala que el criterio para
diferenciarlos debe considerar no solo la competitividad de sus
producciones industriales, sino también la tenencia de un proyecto
nacional y una estrategia para implementarla. De acuerdo con ello,
señala la existencia de países que son objetos pasivos de la
mundialización. Finalmente, concluye que “la diferenciación creciente
entre estos grupos de países ha hecho estallar el concepto de Tercer
Mundo”. 20 Como se aprecia en sus palabras, Samir Amín rechaza
abordar a estos países como un grupo homogéneo en nuestros días.
Valorando los dos puntos de vista expuestos anteriormente, puede
concluirse que los dos grupos de autores, aunque desde posiciones
teóricas distintas, nos inducen a examinar dialécticamente el desarrollo
desigual del capitalismo y no reducirlo a uno de sus aspectos –el desigual
desempeño en materia de desarrollo de países desarrollados y
subdesarrollados–, sino también reconocer que en el seno de los últimos

17
John Martinussen: ob. cit., p. 11. Aquí se da como referencia planteamientos
realizados por Nigel Harris: The End of the Third World. Newly Industrializing Countries
and the Decline of an Ideology, Harmondsworth, Penguin, 1987.
18
R. Ayres y David Clark: Capitalism, Industrialization and Development in Latin America:
the Dependency Paradigm Revisited, pp. 94-98, 1987.
19
Samir Amín: El Hegemonismo de Estados Unidos y el Desvanecimiento del Proyecto
Europeo, pp. 41-43, 2001.
20
Samir Amín: Ibídem, p.43.

24
pueden, y de hecho se han dado, trayectorias diferentes, incluso la
presencia de países que han logrado “escapar” y acercarse al
privilegiado grupo de países desarrollados, hecho que en nada pone en
tela de juicio la tesis leninista.
Tiene sentido entonces separar dos cuestiones. La primera, responde
a la interrogante de si los denominados países en desarrollo son
cualitativamente diferentes al resto. La segunda, tiene que ver con la
pertinencia o no de agrupar a los países en vías de desarrollo en una
misma categoría (trátese de Tercer Mundo o simplemente países
subdesarrollados).
Atendiendo a que las relaciones de producción fundamentales que
imperan en los países subdesarrollados son las capitalistas, a que ese
régimen de producción se ha formado y desarrollado bajo el impacto
del colonialismo y la explotación imperialista, ya que poseen diferencias
estructurales respecto a los países desarrollados, puede entonces
afirmarse que son homogéneos entre sí y que poseen una identidad
común que los hace claramente diferenciables respecto a los países
capitalistas desarrollados.
Al propio tiempo, el desarrollo desigual económico y político del
capitalismo constituye una tendencia objetiva que provoca diferencias
de unos países subdesarrollados con respecto a otros. Los países
subdesarrollados nunca han sido un todo íntegro y enteramente
homogéneo. Baste recordar, que han sido muy diversas las formas y
momentos de su incorporación al sistema capitalista mundial. América
Latina, por ejemplo, fue colonizada por España y Portugal, obteniendo
la independencia desde el siglo XIX, con excepción de Cuba que pasó a
neocolonia yanqui a inicios del siglo XX. En cambio, la inmensa mayoría
de los países africanos obtuvo la independencia de sus metrópolis
coloniales en la segunda mitad del siglo XX. También hubo diferencias
en el régimen colonial impuesto por unas metrópolis con respecto al
de otras, en buena medida condicionado porque todas ellas no se
encontraban tampoco en iguales etapas del desarrollo capitalista.
Bastaría comparar las consecuencias del régimen colonial en antiguas
colonias de España y Portugal con otras de Inglaterra, para descubrir
diferencias importantes.
La desigualdad del desarrollo económico y político de los países
subdesarrollados no resulta solo de la historia precedente, sino que es
también un proceso dinámico que continúa modificando la correlación
entre ellos. La propia globalización neoliberal, como se verá en próximos
capítulos, está provocando el despegue de ciertas ramas en unos países,

25
mientras otros quedan virtualmente marginados de las corrientes
económicas y financieras mundiales, el acceso a las tecnologías más
modernas, la participación en decisiones relevantes sobre el orden
mundial, en fin, privados del derecho al desarrollo.
Pueden emplearse diversos criterios de clasificación de las economías
subdesarrolladas para comprobar la diversidad de situaciones presentes
dentro del conjunto (Tabla 2.4). Una ojeada a tales criterios permite
comprender que el tamaño de la economía, el modo en que participan
en la economía mundial, la pertenencia o no a organizaciones regionales
y tratados internacionales, la posición geográfica y disponibilidad de
recursos naturales, la composición étnica, etc., son elementos que
influyen (positiva o negativamente) sobre las condiciones y las
posibilidades de desarrollo de unos países frente a otros. El conjunto
de atributos económicos, sociales y políticos que tipifican a un país lo
convierten en una singularidad, es decir, en una realidad irrepetible.
Tabla 2.4. Heterogeneidad de economías subdesarrolladas

Criterios de la clasificación

Económicos Tamaño de la economía


Tipo de integración a la economía mundial
Grado de desarrollo industrial
Pertenencia a organizaciones regionales y tratados
internacionales
Otros Clima, ubicación geográfica, recursos naturales
Composición étnica

La solución de la contradicción planteada –ser homogéneos y


heterogéneos a la vez– no consiste en ignorar las particularidades de
estas sociedades o de concentrarnos únicamente en su diversidad y
especificidad. Parece más apropiado reconocer los rasgos de
homogeneidad y a la vez de heterogeneidad que los caracterizan como
conjunto. Este criterio constituye el fundamento para entender que no
son posibles trayectorias, ni modelos de desarrollo idénticos para todos.
La segunda interrogante –si conviene o no agruparlos en una
categoría– deberá ser examinada desde el punto de vista político y
económico. Desde el punto de vista económico, a pesar de la diversidad
de sus niveles de desarrollo económico, estos países aún no han podido
vencer la batalla contra la pobreza en gran escala, ni parecen tener a
mano los medios para disminuirla rápidamente. Desde el punto de vista
político, cabe señalar que, pese a las diferencias existentes entre ellos,

26
en las circunstancias actuales existe una fuerza mayor –centrípeta–
que induce a la unión de esfuerzos y voluntades frente a la globalización
neoliberal. La Comisión del Sur, por ejemplo, en 1990 no adujo razones
teóricas para proclamar la unión de todos dentro de la categoría Sur,
sino que hizo énfasis en el carácter especial y la identidad común de
estos países, así como la voluntad común de unir sus esfuerzos en pos
de un mundo mejor. En tal sentido, la heterogeneidad, la diversidad,
constituye una ventaja a los efectos del fomento de relaciones de
cooperación entre todos ellos.
Por estas razones, resulta significativo estudiar por separado este
conjunto de países, describir e interpretar sus experiencias. Al hacerlo,
claro está, podrá encontrarse países que se han transformado en tal
medida que ya no tenga sentido denominarlos países subdesarrollados,
como Corea del Sur, por ejemplo. Aun cuando se trate de excepciones,
el análisis de su experiencia aporta elementos cognoscitivos valiosos.

Algunas evidencias de la heterogeneidad


La heterogeneidad característica de los países subdesarrollados, se
revela con mayor claridad, mediante el examen de dos grupos que
tipifican situaciones extremas dentro del conjunto; de una parte, los
llamados NICs (nuevos países industrializados, de acuerdo con la
expresión en idioma inglés Newly Industrialized Countries) y de otra
parte, los Países Menos Adelantados (PMA).
La denominación de NICs, al igual que la de “tigres asiáticos”,
comenzó siendo aplicable a Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y
Singapur, pero fue extendiéndose a otros países del Sudeste Asiático,
a medida que fueron adhiriéndose al modelo de desarrollo aplicado
por los primeros.
Obsérvese en la Tabla 2.5, los ritmos de crecimiento económico
mucho más rápidos del grupo de países del este y sudeste asiático (ESA)
en relación con los restantes grupos, cuestión que despertó el interés
de los especialistas en el tema del desarrollo. La pretensión de convertir
a los NICs en paradigma de desarrollo, sufrió fuertes sacudidas a fines
de los 90 del pasado siglo, cuando su integración a la globalización
neoliberal los condujo a una fuerte crisis financiera que sacudió a estas
economías y puso de relieve su vulnerabilidad.

27
Tabla 2.5. Tasas de crecimiento del PIB por grupo de países (1961-1997)

Período OCDE ASS AL ESA SA NAMO


1961-1971 5,2 4,2 4,9 6,7 4,3 8,5
1971-1980 3,5 3,8 4,2 7,2 3,4 6,8
1981-1989 2,9 2,5 1,1 5,7 5,1 3,3
1990-1997 2,4 2,0 3,9 5,6 4,5 3,5
Promedio 3,6 3,1 3,5 6,4 4,4 5,6
Pronósticos 2,8 4,1 4,2 6,0 5,9 3,6
1997-2006

OCDE: Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (países


desarrollados): Alemania, Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, EE.UU.,
España, Finlandia, Francia, Holanda, Irlanda, Italia, Japón, Nueva Zelanda, Noruega,
Portugal, Reino Unido, Suecia, Suiza).
AS: África Subsahariana. Comprende a todos los países continentales del sur del
Sahara excepto Eritrea, Djibuti, Namibia, Sudáfrica y Somalia.
AL: América Latina. Comprende todos los países de habla hispana (excepto Cuba)
y Brasil.
ESA: Este y Sudeste de Asia. Comprende Corea del Sur, Filipinas, Hong Kong,
Indonesia, Malasia, Singapur y Tailandia.
SA: Sur de Asia. Comprende Bangladesh, India, Nepal, Pakistán y Sri Lanka.
NAMO: Norte de África y Medio Oriente. Comprende Arabia Saudita, Argelia, Egipto,
Israel, Marruecos, Omán, Siria, y Turquía.
Fuente: Weeks, J. The expansion of capital and uneven development on a world scale.
Capital and Class, no. 74. p.19, 2001.

En el otro extremo se encuentran los PMA, que constituyen un grupo


mucho más numeroso de países que vienen experimentando retrocesos
en el nivel de vida de su población. Esa denominación comenzó a
aplicarse por la ONU en 1971, porque resultaba inapropiado continuar
denominándolos Países en Vías de Desarrollo, amén de que resultaba
evidente la necesidad de implementar medidas especiales de apoyo a
estos países. No obstante, la nueva denominación adoptada, proporciona
una visión menos dramática de la situación que atraviesan estos países
en la realidad.
Los criterios aplicados por la ONU para incluir un país en el grupo
de los PMA son los siguientes:

28
1. Ingreso bajo, medido por el PIB per cápita, en un límite no
mayor que 100 dólares anuales por habitante.
2. Bajo nivel de diversificación económica, medido por un índice
compuesto de diversificación económica, que incluye la parte
de las manufacturas en el PIB, la proporción de población activa
en la industria, el consumo anual de energía comercial per cápita,
y el índice de concentración de las exportaciones de mercancías
de la UNCTAD, Conferencia de las Naciones Unidas sobre el
Comercio y el Desarrollo. Se considera, en términos generales,
que el aporte del sector manufacturero al PIB global debe ser
inferior al 10 %.
3. Recursos humanos endebles, medidos por un índice ampliado
de la calidad de vida, basado en indicadores de esperanza de
vida al nacer, consumo de calorías per cápita, matrícula conjunta
en las escuelas primaria y secundaria, así como la alfabetización
de adultos. El parámetro más generalizado es una tasa de
alfabetización de la población adulta de 20 % o menos.
En la actualidad hay 48 PMA, con una población conjunta de 610 millones
de habitantes, por lo que representan aproximadamente 10,5 % de la
población mundial. Tampoco es un grupo homogéneo. La UNCTAD
estima para el año 2015, que solo un país (Lesotho) habrá alcanzado
un PIB per cápita que rebase el umbral fijado (900 dólares por
habitantes) para los PMA, para adentrarse en el grupo de los Países en
Desarrollo; otros tres (Buthán, Rep. Democrática Popular de Lao y
Sudán) se sumarán en los próximos 25 años; pero existen 21 países
que ni en 100 años podrán desclasificarse de los PMA.
Lo anterior constituye la evidencia más clara de una tendencia a la
marginación de países y grupos humanos en la economía mundial en
nuestros días, máxime si se tiene en cuenta que es difícil suponer que
en el transcurso de esos cien años, los países desarrollados se hayan
detenido. Fenómenos de esta naturaleza permiten comprender por qué
el examen de las perspectivas de desarrollo para las tres cuartas partes
de la humanidad, se ha convertido en un tema preocupantemente actual.
Desde inicios del siglo XXI, los jefes de gobierno de todo el mundo,
han venido participando en una serie de reuniones convocadas por la
ONU, con el propósito de adoptar una serie de objetivos y estrategias,
encaminadas a detener las tendencias antes expuestas, con especial
énfasis en los PMA. En el año 2000 se efectuó lo que dio en llamarse
la Cumbre del Milenio, que aprobó los Objetivos de Desarrollo del

29
Milenio (ODM) y trazó también las metas. En el año 2002, se llevó a
cabo otra reunión, la Cumbre de Monterrey, encaminada a examinar
el tema del financiamiento del desarrollo. De estas reuniones se
derivaron distintas iniciativas, algunas encaminadas a aliviar la enorme
carga que representa la deuda externa para estos países.

30
Capítulo 3

La crisis en los estudios sobre el desarrollo

Un gran número de autores1 reconoce la presencia de una crisis en las


teorías del desarrollo, cuyo inicio se perfila desde mediados de los años 70,
pero con toda claridad a fines de los 80 y que se expresara en la virtual
desaparición del tema del desarrollo en la agenda de los organismos
internacionales, de los gobiernos nacionales y en la propia literatura
científica. Esta crisis constituyó el resultado de la conjunción de una
serie de circunstancias históricas que pasamos a continuación a detallar.
En primer lugar, en los años 80 era ya evidente la crisis de las
concepciones keynesianas y del Estado de Bienestar General en los
países más desarrollados, consideradas incapaces de contribuir con
recetas de políticas eficaces para enfrentar la crisis de la acumulación
capitalista, reflejada en la sensible disminución de las tasas de ganancia.
Las ideas acerca de la necesidad de disciplinar a los trabajadores
–y también a los capitalistas– comenzaron a ganar terreno.

1
Carlos Berzosa: “El estado actual de los estudios sobre el desarrollo económico”, en
La cooperación internacional para el desarrollo: Ámbito y configuración, CIDEAL,
Madrid, 1994; Magnus Blomstrom y B. Hettne: La teoría del desarrollo en transición,
Fondo de Cultura Económica, México, 1990; Louis Emmerij: Teoría y práctica del
desarrollo: Ensayo introductorio y conclusiones de política, 1999; A. O. Hirschman: “The
Rise and Decline of Development Economics”, Essays in Trespassing: Economics to
Politics and Beyond, Cambridge, Cambridge University Press, 1981; Paul Krugman:
Contra-contrarrevolución en la “teoría del desarrollo”, http://www.mercado.com.ar/
grandesdebates/vernota; J. Martinussen, ob. cit. p. 8; Dani Rodrik: “Development
Strategies for the Next Century”, Seminario en La teoría del desarrollo en los albores
del siglo XXI: Seminario en homenaje de Raúl Prebisch, CEPAL, Stgo. de Chile, 28 y 29
de agosto de 2001 (on line); Frans J. Schuurman: Beyond the Impasse. New Directions
in Development Theory, London, 1996; Heinz R. Sonntag: “Las vicisitudes del
desarrollo», en Revista Internacional de Ciencias Sociales, UNESCO, julio, 1994; John
Toye: Dilemmas of Development, Blackwell Publishers, Oxford, U.K., 1993.

31
En segundo lugar, hasta mediados de los 70, era evidente que la
humanidad no había alcanzado logros significativos en acortar la
distancia que separa a los países desarrollados y subdesarrollados. En
lo que respecta a A. Latina, vale subrayar que desde mediados de los
años 60 y 70, fue haciéndose evidente el fracaso de la estrategia de
industrialización sustitutiva de importaciones impulsada por la CEPAL.
Como resultado de lo anterior, un ambiente de escepticismo prevalecía
en la CEPAL, institución que poseía un virtual monopolio intelectual
en los estudios sobre desarrollo en el ámbito regional.
Cuando a inicios de la década de los 80 estalló la crisis de la deuda
externa y se debilitó notablemente la capacidad negociadora alcanzada
por los países latinoamericanos, los gobiernos, los especialistas y la
propia CEPAL, concentraron su labor intelectual en torno a las
modalidades del ajuste que la región debía enfrentar, particularmente
a la que exigía el FMI y el BM. Así, los problemas del subdesarrollo
que venía acumulando la región, pasaron a un segundo plano y el tema
que centró la atención pasó a ser el de las políticas para mantener a
flote sus respectivas economías.
En tercer lugar, los años 70 también fueron un escenario de los debates
por un nuevo orden económico internacional, proceso en el que los países
subdesarrollados desempeñaron un influyente papel, a raíz de la fuerte
capacidad negociadora alcanzada por el grupo de países petroleros
durante la crisis del petróleo. Hasta entonces, el mundo capitalista
desarrollado había llevado a cabo su expansión a cuenta del petróleo
barato; la crisis contenía un enorme peligro para sus intereses
económicos.
En cuarto lugar, comenzó a manifestarse una creciente preocupación
por los efectos negativos que pudiera tener el crecimiento económico
global (particularmente a cuenta de los países subdesarrollados) sobre
el medio ambiente. Algunos cálculos realizados indicaban que de
mantenerse los ritmos de crecimiento alcanzados en las economías
subdesarrolladas, para el año 2050 necesitarían un producto ocho veces
mayor, lo que algunos valoraron como inviable no solo para el llamado
Tercer Mundo, sino también para los países altamente industrializados.
La opción de un crecimiento “cero”, cada vez más divulgada, no había
tenido asidero en ninguna de las teorías elaboradas hasta mediados de
los años 70 de la pasada centuria.
En quinto lugar, en las décadas de los 70 y 80 se hizo cada vez más
frecuente en los círculos académicos y de los organismos internacionales,
el tema de la globalización, proceso que dio lugar a la idea de que ya no
sería posible insertarse en el mercado mundial, con ayuda de políticas

32
orientadas desde el nivel nacional, en tanto que los estados nacionales
pasarían a desempeñar cada vez un papel menor en todo ello.
En sexto lugar, comenzó a evidenciarse la diferenciación que se
estaba operando dentro del Tercer Mundo, como consecuencia de los
rápidos ritmos de crecimiento que estaban alcanzando las economías
del sudeste asiático, principalmente. A raíz de todo ello, emergieron
interpretaciones que ponían en tela de juicio las ideas del desarrollismo,
en especial a la industrialización por sustitución de importaciones, así
como a las teorías dependentistas. Se hizo énfasis en que las teorías
del desarrollo que analizaban al llamado Tercer Mundo como un ente
homogéneo carecían de utilidad. Paralelamente, la influencia del
posmodernismo dentro de las ciencias sociales, tendió a desestimar
“las grandes narrativas” (el capitalismo, el socialismo, etc.), bajo el
argumento de que no existe ninguna realidad común fuera de lo
individual, por lo que las teorías del desarrollo basadas en tales
metadiscursos carecían ya de sentido.
En séptimo lugar, en el terreno de las teorías del subdesarrollo y el
desarrollo se había transitado por distintas líneas de pensamiento, pero
en todos los casos predominaban los enfoques unicausales y
unifactoriales, a partir de los cuales se generaban estrategias
simplificadoras, con una pobre capacidad transformadora.
Por último, a fines de la década de los 80 se produjo el «derrumbe»
del socialismo en Europa del Este y la antigua URSS, provocando un
deterioro de la imagen del socialismo en general, y en particular su
valoración como alternativa viable políticamente para el desarrollo,
fenómeno que también se reflejó en el mutismo y la confusión en el
pensamiento de izquierda.
A finales de los años 80, el único grupo que no había sido tocado
por la crisis en las ideas –y que reaccionó con un irritante triunfalismo–
fue el de los defensores de la ideología neoliberal, los que tomaron
ventaja de la situación. El ascenso del neoliberalismo (la llamada
contrarrevolución neoclásica, por su marcado acento antikeynesiano),
estuvo mediado por circunstancias objetivas que han elevado el papel
del capital transnacional en la economía mundial y la crisis del modelo
de acumulación capitalista vigente hasta mediados de los años 70.
Ciertamente, las condiciones para el desarrollo se han modificado.
Después de su incursión en los experimentos neoliberales en el Cono
Sur, los neoliberales adquirieron particularmente fuerza a partir del
ascenso al poder de gobiernos conservadores en EE.UU. (R. Reagan)
e Inglaterra (M. Thatcher), cuestión que posibilitó que asumieran el

33
mando del FMI y del Banco Mundial, así como su despliegue en
universidades de todo el mundo.
Los economistas neoliberales hicieron blanco de sus críticas a la
estrategia de sustitución de importaciones promovida por la CEPAL y a
la propiedad pública. Al respecto, cabe destacar el papel desempeñado
por Deepak Lal, Bela Balassa y Anne Krueger, entre otros. También la
teoría de la dependencia se convirtió en blanco de sus críticas, mediante
una renovación de la teoría de las ventajas comparativas y la presentación
de los NICs asiáticos en calidad de “modelos de desarrollo”. Se produjo
así, un verdadero vuelco en el pensamiento acerca del desarrollo:
comenzó a prevalecer la idea de que los graves problemas que presentaban
los países subdesarrollados en los años 80, eran el resultado de la
aplicación de políticas económicas equivocadas dirigidas hacia la
represión del mercado.
En otras palabras, comenzó a operarse un retorno a buscar las causas
del subdesarrollo en la presencia de obstáculos endógenos, expresados en
el marcado pesimismo exportador y un Estado sobredimensionado e
ineficiente. Sin embargo, la práctica de los programas de ajuste estructural,
el Consenso de Washington y el Post Consenso indican que el neoliberalismo
ha sido “un remedio peor que la enfermedad que intentó curar”.
Joseph Stiglitz, quien llegara a ocupar el cargo de jefe de los
economistas del Banco Mundial durante el período 1997-2000, expresó
que el predominio de la ideología del libre mercado es la principal
razón de la aparente desaparición de la teoría del desarrollo; no la
disminución de la oferta de ideas, sino en la demanda de ideas.2 ¿Cuál
es el sentido de estas palabras?
En una conferencia anual del Banco Mundial, el destacado economista
Paul Krugman afirmó que el declive de la teoría desarrollista se explicaba
en parte porque muchos economistas del desarrollo habían sido
frecuentemente consultados a la hora del desembolso de ayuda externa,
pero que al destinarse a ello montos cada vez más reducidos, muchas de
las investigaciones que el momento actual requería quedaban sin
financiamiento. Este autor también apuntó que los teóricos del
desarrollismo fueron incapaces de formular sus ideas con la precisión
requerida por la teoría económica imperante, cada vez más orientada hacia
los modelos, aduciendo que las ideas que no han sido embalsamadas en
modelos formalizados matemáticamente decaen pronto, por lo que el estilo
discursivo predominante en la Economía del Desarrollo constituía un factor

2
J. Stiglitz, en http://www.mercado.com.ar/grandesdebates/vernota.

34
de su declive.3 Con ello, se alude al ascenso que han tenido los modelos de
crecimiento en las últimas décadas.
De acuerdo con las “nuevas” teorías del crecimiento, la integración
económica en el mercado mundial, en comparación con el aislamiento,
favorece el crecimiento a largo plazo, al evitar la duplicación de
esfuerzos en investigación. Se asume la existencia de una especie
de bolsa común de conocimientos creada por los efectos difusores de
la información tecnológica a escala mundial, a la cual todos tienen
acceso (siempre y cuando se disponga de los recursos financieros
necesarios para pagar por ello, claro está).
Varios de los modelos econométricos de crecimiento en boga,
sustentan que la disminución de las disparidades al interior de los países
–la llamada convergencia sigma– y las existentes entre países –la
convergencia beta– dependen de la adopción de políticas adecuadas,
motivo por el cual se trata no de una convergencia asegurada, sino
“condicional”, cuyo sentido no parece ser otro que defender las políticas
que disminuyen el papel del Estado y promueven la apertura al exterior,
en esencia, las ideas neoliberales.
Como resultado de todo lo anterior, políticas que fueron inicialmente
recetadas para enfrentar la crisis de los años ochenta, terminaron
convirtiéndose en principios generales de funcionamiento para el largo
plazo, es decir, en condición necesaria y suficiente para acceder al
desarrollo. El mensaje del neoliberalismo era claro: “los ajustes
estructurales”, la apertura indiscriminada, la desregulación, la
privatización, el “Estado mínimo” y, en suma, la aplicación del recetario
formulado por el Consenso de Washington y la imposición de la “libertad
económica” en el capitalismo atrasado, traerían consigo de manera
automática el crecimiento económico equilibrado, la generalización del
bienestar social y la superación del subdesarrollo para países como los
latinoamericanos.
La relación directa que supuestamente existe entre “libertad
económica” y desempeño económico, ha dado lugar a los Reportes sobre
libertad económica global, que viene publicando anualmente un grupo
de centros de investigación (que forman la Red de libertad económica)
encabezados por el Instituto Cato de EE.UU. y el Instituto Fraser
de Canadá. En el reporte del 2002, con un prólogo a cargo de Milton
Friedman, se ubica a los distintos países de acuerdo con un índice

3
Paul Krugman: ob. cit. “Contra-contrarrevolución en la teoría del desarrollo”,
http:llwww.mercado.com.or/grandes debates/vernota.

35
que utiliza variables referidas a “libertad de elección personal”,
“resguardo de la propiedad privada” y “libertad de intercambio de
bienes y servicios” y “libertad para competir”. Allí se compara dicha
ubicación con el desempeño económico-social logrado por cada país y
se postula que la mayor libertad económica está correlacionada
positivamente con el mayor dinamismo económico, la disminución de
la pobreza, etcétera.
En esa perspectiva, las políticas nacionales e internacionales
formuladas específicamente para abrir paso al desarrollo no tendrían
ya razón de ser y formaban parte del “estatismo” y de la “nociva”
regulación sobre los mercados de décadas anteriores, que había que
superar aplicando el recetario neoliberal”.4
Por todo lo examinado hasta aquí, bajo la influencia de lo que se ha
dado en llamar “pensamiento único”, no es de extrañar que el tema del
desarrollo desapareciese de la agenda de los gobiernos nacionales de
los países subdesarrollados.
Puede concluirse que en el plano de las ideas, el neoliberalismo fue un
éxito; logró contener la energía transformadora acumulada en los países
subdesarrollados, durante el tiempo prudencial que el capital transnacional
necesitaba para instrumentar un nuevo modelo de dominación global.
Hacia fines de la década de los años 80, se fueron haciendo evidentes
los verdaderos resultados de las políticas neoliberales: el incremento
de las desigualdades y la polarización económico-social, tanto hacia el
interior de los países como en el ámbito internacional; la evidencia de
una tendencia hacia la marginación de los países pobres en la economía
mundial; la creciente vulnerabilidad de las economías de estos países,
entre otras tendencias.
Todas esas evidencias, hoy son reconocidas por todos los organismos
multilaterales, incluso por aquellos que estuvieron directamente
comprometidos con la formulación y aplicación de los programas de
ajuste estructurales. Paralelamente, importantes especialistas han
dedicado esfuerzos de investigación al análisis de la situación creada y
a la elaboración de nuevas ideas. Desde los años 90 se ha producido un
“reencuentro” con el tema del desarrollo. ¿qué hay de cierto y de nuevo
en todo ello? A todo esto estará dedicada la tercera parte de este libro.
Pasemos ahora a analizar las grandes vertientes del debate acerca del
subdesarrollo y el desarrollo.

4
Jaime Estay: El tema del desarrollo en la agenda internacional. ¿Reaparición ... en los
discursos?, 2003, inédito.

36
Segunda parte

VISIONES CONTRAPUESTAS
EN EL DEBATE GENERAL ACERCA
DEL DESARROLLO
Y EL SUBDESARROLLO

Criterios de clasificación de las corrientes


La literatura internacional dedicada al tema del desarrollo de los países
subdesarrollados, generalmente clasifica las concepciones sobre el
desarrollo económico, según la corriente del pensamiento económico
universal que le sirve de base teórico-metodológica. Así, encontramos
obras que clasifican las ideas en tres corrientes: neoclásicos,
estructuralistas y neomarxistas, mientras que otros autores prefieren
distinguir dos grandes campos de confrontación: la ortodoxia (clásicos,
neoclásicos, keynesianos) y la heterodoxia (estructuralistas, marxistas
y/o dependentistas). 1
En la presente obra se adopta un criterio diferente para clasificar
las concepciones acerca del desarrollo, por considerar más acertado
partir de las causas del subdesarrollo. En virtud de ello, a continuación
se presentan dos concepciones principales. La primera, subraya la idea
de que el desarrollo es sinónimo de maximización de la riqueza, por lo
que los obstáculos que han retenido a los países subdesarrollados
apartados de ese camino, son exclusivamente factores nacionales, de
aquí que se hace necesario realizar los cambios necesarios para que el
proceso comience a actuar en tal dirección. La segunda, considera que
sin perjuicio de la importancia de estos, existen factores relativos al
orden internacional que tienden a generar o reproducir las desigualdades
existentes entre los países y dentro de ellos.

1
Sobre las tipologías de corrientes, puede consultarse a Pablo Bustelo, ob. cit., pp. 24-25.

37
El orden de exposición de esta segunda parte ha quedado
estructurado, de acuerdo con lo anterior, del modo siguiente.
Dos visiones contrapuestas acerca del problema del subdesarrollo y
el desarrollo:
1. La presencia de obstáculos endógenos en los países sub-
desarrollados que limitan alcanzar un crecimiento económico
más rápido:
– Visión clásica y neoclásica.
– El neoliberalismo.
2. Sin desconocer los factores nacionales existen otros relativos al
orden internacional que tienden a generar o reproducir las
desigualdades existentes entre los países y dentro de ellos:
– Estructuralismo latinoamericano.
– La teoría de la dependencia.
– La crítica marxista del subdesarrollo.

38
Capítulo 4

La visión convencional del desarrollo.


Los obstáculos endógenos

Primeros enfoques clásicos y neoclásicos


Cuando el tema del desarrollo de los países subdesarrollados se convirtió
en un tema de creciente interés para la economía y la política de los
países capitalistas desarrollados, los economistas de estos países no
disponían de un arsenal teórico-conceptual para interpretar realidades
tan diferentes a las propias. Resulta lógico comprender que tomaran
como referente la propia historia económica de sus respectivos países,
así como las concepciones keynesianas que estaban en boga en materia
de política económica.
La teoría de las etapas del crecimiento económico, elaborada por
W. W. Rostow1 es un componente clave en esta primera visión del de-
sarrollo de los países subdesarrollados. A través de sus investigaciones
desde la perspectiva de la historia económica, este autor norteameri-
cano, pretendió establecer un paralelo entre la evolución histórica de
los países capitalistas desarrollados, y el presente y futuro de los países
subdesarrollados.
Rostow dedujo que todos los países avanzan por una senda universal
de desarrollo, en la que pueden distinguirse varias etapas, cada una de
las cuales supone la realización de mutaciones específicas –económicas
y sociales– en la sociedad, que se expresan en cambios en la dinámica
de sus economías (los ritmos de crecimiento económico) y que permiten
avanzar hacia la etapa inmediata posterior.
Rostow estudió la historia económica de los países capitalistas
desarrollados y prestó particular importancia al hecho de que en un

1
Rostow, W. W.: El proceso de crecimiento económico, Alianza Editorial, Madrid, 1967.

39
determinado momento histórico se produjo un “despegue”,
representado por la Revolución Industrial, etapa distinguible por el
hecho de que la tasa de inversión y, consecuentemente los ritmos de
crecimiento económico, comenzaron a elevarse de manera significativa
y sostenida. En otras palabras, se produjo un salto en el sistema
económico y social, como consecuencia de que la clase capitalista creó
la base material de su poder económico y político.
L a lógica seguida por Rostow, fue inducir que los países
subdesarrollados se habían quedado “congelados” en las primeras
etapas de esa senda universal del desarrollo, por lo que habría que
poner un empeño especial en hacerlos avanzar hacia la etapa que él
calificara como “despegue”, mediante inversiones en ramas líderes,
capaces de impulsar el despegue.
Una vez traspasado ese umbral, el camino quedaría despejado para
avanzar sucesivamente hacia etapas superiores, hasta arribar a la que
él denominara etapa del alto consumo masivo –escalón final de la senda
del desarrollo. Como se desprende de lo anterior, Rostow afirmaba la
idea de que la humanidad podría generalizar el patrón de consumo
(personal y productivo) de los países desarrollados (Figura 4.1).

Figura 4.1. Etapas de crecimiento económico (Rostow).

Las inconsistencias teóricas y metodológicas de esta concepción la han


hecho blanco de numerosas críticas.2 No obstante, la idea de la existencia

2
Silvio Baró: “Economía Política Burguesa y Crisis General del Capitalismo (II)”, en:
Economía y desarrollo, no. 45, pp. 67-83, 1978.

40
de etapas no ha desaparecido totalmente y reaparece con frecuencia, de
manera subrepticia en algunos trabajos.
La visión del desarrollo como crecimiento también está sólidamente
ligada a las concepciones keynesianas que prevalecieron en el
pensamiento económico desde las décadas de los años 30 hasta
aproximadamente fines de los 70. La teoría macroeconómica surgió
en los países capitalistas desarrollados, en respuesta a los severos
conflictos que comenzó a enfrentar la reproducción capitalista en las
décadas del 20 y el 30.
Esta teoría asume la presencia de mutaciones graduales y continuas en
la economía capitalista y acentúa la importancia de las innovaciones técnicas
en el proceso de crecimiento. Sin embargo, no comparte la visión optimista
de la reproducción capitalista que prevaleciera en etapas anteriores del
desarrollo capitalista, sino que está dirigida a enfrentar la presencia de
procesos de crisis, elevados niveles de desempleo y estancamiento. La
ocurrencia de este tipo de situaciones en las primeras décadas del siglo XX
y la gravedad de sus efectos, pusieron de relieve la importancia de la acción
deliberada de la política económica para conducir a la economía hacia un
ritmo expansivo que asegure el pleno empleo.
Aunque según se ha señalado, el origen de la teoría del crecimiento
no guarda ninguna relación con la problemática de los países
subdesarrollados, el hecho de que en estos también estén presentes
problemas similares –bajos ritmos de crecimiento económico, elevado
desempleo, bajos niveles de ingreso de la mayoría de sus habitantes y
subutilización de capacidades productivas–, condujo a algunos
economistas a establecer un paralelo en cuanto a las causas de ambos
tipos de situaciones.
Contrastando el desempeño de las economías subdesarrolladas con
el desempeño de sus “antecesoras” –las economías capitalistas
desarrolladas– se dedujo que las primeras necesitaban avanzar hacia
ritmos de crecimiento superiores que posibilitasen el “despegue”. Como
se verá más detalladamente en el epígrafe que sigue, el ascenso notable
de los ritmos de crecimiento económico fue un rasgo distintivo de las
economías europeas al adentrarse en la Revolución Industrial. Este
razonamiento ha estado presente en la concepción que identifica al
crecimiento económico continuo como la finalidad del desarrollo.
Este método de análisis condujo a reducir la naturaleza del
subdesarrollo a la pobre acumulación de capital,3 o sea a la presencia

3
Puede consultarse en Tamas Szentes: La Economía Política del Subdesarrollo, Editorial
de Ciencias Sociales, La Habana, pp. 47-53, 1984.

41
de obstáculos endógenos en esas sociedades, cuestión que quedaría
resuelta si se lograba elevar las tasas de ahorro e inversión a magnitudes
del orden de 15 al 20 % del PNB, de modo que permitiesen alcanzar
ritmos de crecimiento económico significativamente superiores a los
habituales. Así, el ingreso medio por habitante comenzaría también a
crecer sostenidamente.
Los autores clásicos y neoclásicos aseveraban que el crecimiento
económico se vería favorecido, también, mediante la participación de
los países subdesarrollados en el libre comercio con países desarrollados,
en tanto se argumentaba que resultaría ventajoso para ambas partes.
Los unos y los otros tendrían que exportar aquellos productos para los
cuales tenían ventajas comparativas, cuestión que en el caso de los países
subdesarrollados equivaldría a los productos primarios. Orientando sus
economías “hacia afuera” –es decir, hacia la exportación– se obtendrían
los ingresos que permitirían progresivamente, y de conjunto con los flujos
financieros provenientes del exterior, acometer la industrialización y,
de este modo, se produciría el “empate”.

Crecer primero, redistribuir después


Teniendo en cuenta que esos niveles de ahorro e inversión no habían
sido nunca alcanzados en los países subdesarrollados, todos los autores,
coincidieron en que una parte del ahorro tendría que provenir del
exterior (por vía de la ayuda oficial al desarrollo y la inversión
extranjera), pero que necesariamente tendría que elevarse el ahorro
interno, proveniente, fundamentalmente, de las capas más ricas de los
países subdesarrollados, ya que las capas pobres y medias no disponían
de una capacidad de ahorro significativa.
La interpretación del subdesarrollo y de las perspectivas de su
superación, al quedar reducidas al tema de la pobre formación de
capital, condujeron al análisis de cuál sería el lugar de la equidad
(examinada únicamente como equidad en la distribución de ingresos
en el ámbito nacional) en la estrategia de desarrollo.
Una vez definida la prioridad en la acumulación y el crecimiento, la
lógica sería concentrar los esfuerzos en el crecimiento del ingreso de
las capas altas de la sociedad, puesto que ello contribuiría a alcanzar
un crecimiento continuado. Implícitamente, se reconocía que las
desigualdades de ingresos entre los ciudadanos tenderían a elevarse,
pero esto parecía inevitable y necesario, al menos durante un tiempo,
hasta que los beneficios del crecimiento comenzaran a “derramarse”
hacia las capas más pobres.
42
Esta hipótesis se atribuye específicamente a Simon Kuznets.4 En su
opinión, el crecimiento económico bajo circunstancias medias, tendería
a acrecentar las desigualdades de ingresos en las etapas tempranas,
pero esa tendencia se detendría más adelante y después comenzaría a
descender. Concretamente, dedujo que los ingresos del 40 % más pobre
de la población, normalmente crecerían más lentamente que el
promedio, hasta que este último se elevase hasta un rango de $ 700 a
$ 900. Una vez alcanzado este umbral, el ingreso de los grupos más
pobres tendería a crecer más rápidamente que la media. El
comportamiento del ingreso, a lo largo de todos esos años, describiría
una especie de “u” invertida, como se muestra en el gráfico más adelante.
Como se deduce de lo anterior, la concepción del desarrollo que lo
identifica con la maximización de la riqueza, no solamente carecía de
una vocación por la equidad, sino que asumía un enfoque secuencial
del desarrollo social con respecto al desarrollo económico. En pocas
palabras, la prioridad estaba en promover el crecimiento económico y
con este el ingreso por habitante. El enfrentamiento de los restantes
problemas del desarrollo estaría subordinado a lograr ese propósito,
ya que el crecimiento económico continuado les iría dando solución.
Por ello, no sería necesaria la adopción de políticas dirigidas a combatir
la pobreza y otros males sociales; cualquier acción dirigida a la
redistribución de los ingresos resultaría contraproducente, pues dilataría
la solución del problema principal. Sería algo así como un “sacrificio
necesario” que tendrían que realizar los desposeídos (Figura 4.2).

Figura 4.2. La “U” invertida de Kuznets.

Nota: El coeficiente Gini expresa la desigualdad en la distribución del ingreso; mientras


más se acerca a 1, estará indicando más desigualdad.

4
Gerald M. Meier: Leading issues in economic development, sixth edition, Oxford
University Press, New York, pp. 20-22, 1995.

43
Los autores que conciben al desarrollo como un proceso a través del cual
se alcanza un crecimiento económico más rápido, consideran que el Producto
Nacional por Habitante, el PNB (o su transformación en otros conceptos a
partir de determinadas operaciones) es el indicador más adecuado para definir
el nivel y el ritmo de desarrollo de la economía de un país.
El empleo de este indicador agregado, posibilita establecer un
escalafón de países, ordenados según su nivel de ingreso medio por
habitante y establecer determinados rangos arbitrarios de ingreso para
clasificar a los países en varios grupos. Una muestra de ello, fue vista
en el capítulo anterior, al abordar el tema de la terminología empleada
por el Banco Mundial. La concepción de desarrollo queda ahora
formulada de una manera mucho más explícita: desarrollo equivale al
crecimiento del PNB por habitante.
La elevación del ingreso por habitante, representa en efecto, la
disponibilidad de un excedente económico que puede destinarse a la
acumulación, o sea, a la inversión, y por esa vía dar respuesta a necesidades
hasta entonces no cubiertas. Desde este punto, el crecimiento económico
constituye un componente necesario del desarrollo.
Sin embargo, la identificación del necesitado desarrollo de las
economías subdesarrolladas con la aceleración del crecimiento
económico, constituye una visión reduccionista y errónea desde el punto
de vista histórico y económico. En ella están presentes dos tipos de
simplificación del problema del subdesarrollo. La primera, compararlo
con el proceso de reconstrucción de las economías europeas que
quedaron destruidas como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial.
La segunda, consiste en percibirlo como un fenómeno de retraso con
respecto a los países capitalistas desarrollados.
Por ambos caminos se arriba a la idea de que los países subdesarrollados
pueden “empatarse” con los más desarrollados en un período relativamente
corto. Parecería entonces que las metas y reglas del juego fueran idénticas
para unos y para otros, además de que las relaciones económicas y políticas
que median entre ambos tipos de países, no han ejercido ni ejercen ninguna
influencia en la solución del problema del desarrollo.
Al respecto, O. Sunkel ilustra este punto de vista con un símil
deportivo, cuando expresa que pareciera “una carrera en la cual unos
están más adelantados y otros van quedando rezagados, pero donde todos
compiten en una misma meta, con idénticas reglas de juego para todos y
sin relaciones de ninguna especie entre los competidores”. Más adelante,
advierte que en realidad, “los mecanismos de acumulación, de avance
tecnológico, de asignación de recursos, de repartición del ingreso, etc.,
son de diferente naturaleza en uno y otro caso; y existen vinculaciones

44
entre dos grupos que tienden a favorecer a uno de ellos en beneficios
del otro”.5
De acuerdo con el razonamiento de Rostow, resultaría que los velocistas
que despegaron antes (los países desarrollados) no interfirieron el
desempeño de los que quedaron rezagados en la carrera (los países
subdesarrollados). La historia de unos y de otros serían iguales e
independientes. Si alguna referencia pudiera hacerse a los efectos del
régimen colonial impuesto a la mayoría de los países subdesarrollados,
por un conjunto de metrópolis que constituyen en nuestros días el
capitalismo desarrollado, sus efectos resultarían, de manera implícita,
valorados positivamente.
Una vez puesta en práctica la estrategia basada en acelerar el
crecimiento económico, en el caso de que no se alcanzaran los resultados
esperados, cuestión que ha ocurrido con frecuencia, la explicación tendría
que buscarse, de acuerdo con la concepción que estamos analizando, en
la existencia de “huecos negros” en el funcionamiento del sistema
económico nacional, que no permiten que las fuerzas que producen
ciertos equilibrios a través de los mercados, realicen las funciones de
ajuste previstas, cuestión que habría que resolver; otra explicación podría
encontrarse en situaciones que escapan del ámbito económico.
Por otra parte, esta concepción del desarrollo, asume que la
aceleración del crecimiento económico en los países subdesarrollados
requiere de un proceso de modernización, a través del cual avanzarán
desde formas primitivas de actividad del sistema económico, hacia otras
mucho más modernas y perfectas. El paradigma para esa modernización
no es otro que el sistema económico, social y político de los países
capitalistas desarrollados, por considerarse que es reproducible por
todos los países –algo que ha ocurrido solo con carácter de excepción–, y
también deseable, cuestión que también resulta discutible.
Por último, cabe señalar que varios autores teorizaron acerca de las
razones de los bajos niveles de crecimiento económico de los países
subdesarrollados y formularon hipótesis muy diversas. Para W. Arthur
Lewis,6 la respuesta residía en el reducido peso del sector moderno –la
industria– y la subutilización generalizada de la abundante mano de
obra disponible en el sector atrasado –la agricultura; Mc Clelland lo
atribuyó a la carencia en la población de atributos indispensables para

5
Osvaldo Sunkel y P. Paz: El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo, Siglo
Veintiuno, México, p. 25, 1973.
6
John Eatwell, Murray Milgate y Peter Newman (eds.): Desarrollo Económico,
ICARIA: FUHEM, Barcelona, pp. 325-329, 1993.

45
emprender el desarrollo (el espíritu emprendedor o la capacidad para
advertir las oportunidades); J. Viner halló la respuesta en las
condiciones climáticas adversas de los países tropicales, o en el excesivo
crecimiento demográfico que generaba un alto peso de población
dependiente y, consecuentemente limitaba el ahorro disponible. 7 En
fin, se trata del examen del crecimiento desde una perspectiva inversa,
pero siempre identificando que los obstáculos al desarrollo tenían su
epicentro en el seno de los países subdesarrollados, y no fuera de ellos.
El paradigma de la maximización de la riqueza a través del
crecimiento económico, hizo crisis a fines de los años 70. De una parte,
el pensamiento económico keynesiano que fue uno de sus pilares, se
vino al piso cuando sus recomendaciones de política económica
demostraron su incapacidad para dominar los nuevos conflictos de la
reproducción capitalista. De otra parte, estaba la experiencia fallida
de numerosos países subdesarrollados, que lograron alcanzar ritmos
más altos del PNB por habitante, pero los problemas históricos
(económicos y sociales) permanecían latentes. ¿Cuáles son las
valoraciones críticas más importantes que han sido formuladas por los
especialistas respecto a este paradigma?
• La inconsistencia científica de pretender proyectar los destinos
de los países subdesarrollados, tomando como base la experiencia
histórica de los países más desarrollados del mundo
contemporáneo, lo que equivale a equiparar las condiciones del
desarrollo en uno y otro caso (sobre este particular, puede
ampliarse en el epígrafe siguiente).
• La economía de un país subdesarrollado puede experimentar un
crecimiento económico, sin que por ello se modifique la estructura
productiva del país, ni se modifique el patrón de inserción en la
economía mundial. El crecimiento de la economía puede operarse
sin que se diversifique la producción y se alcance un nivel básico
de industrialización. En otras palabras, sin que se produzcan
transformaciones estructurales reales que expresen un “salto”
adelante.
• La expansión del ingreso por habitante –como promedio en
definitiva– no expresa el mejoramiento de las condiciones de
vida de la mayoría, toda vez que puede estarse concentrando el
ingreso en el segmento o grupo de la sociedad que mejor vivía

7
Un resumen de estas teorías puede consultarse en Szentes, Tamas, ob. cit., capítulo 2.

46
antes. En pocas palabras, puede haber crecimiento económico
y expansión de la pobreza, a la vez.
• La expansión del ingreso por habitante no equivale a una
elevación proporcional de la inversión nacional. Los ingresos
adicionales obtenidos por las capas más adineradas, pueden tener
otros destinos, como pueden ser elevar aún más el nivel de
consumo personal o que esos ingresos sean depositados en
bancos en el exterior.
• Para muchos se hizo evidente, además, que el esperado proceso
de “derrame” vaticinado por Kuznets, no se comprobaba, o al
menos, demoraba mucho más de lo aconsejable desde el punto
de vista político y social. La pobreza podía convertirse en una
“bomba de tiempo”, amén de que éticamente no tenía justificación.
• El crecimiento económico puede estar asociado con la explotación
irracional de recursos naturales no renovables, con procesos de
contaminación ambiental, entre otros, cuyos efectos nocivos para
la sociedad pueden no hacerse evidentes de inmediato.

La visión neoliberal del desarrollo: eficiencia


en la asignación de los recursos, apertura al exterior
y crecimiento económico
Antecedentes y principios básicos
El 24 de octubre de 1929, estalló la crisis económica en la Bolsa de
Estados Unidos y se extendió rápidamente a los demás países
capitalistas del mundo, descendiendo drásticamente los niveles de
producción industrial y del comercio, colapsando la vida económica y
dejando una profunda secuela de miseria y acrecentada desigualdad
social.
Esa crisis marcó el punto culminante de las contradicciones del
sistema capitalista mundial de comienzos del siglo XX y provocó en el
plano subjetivo la evidencia de las insuficiencias de la teoría económica
debido, en lo fundamental, a la no correspondencia entre las
concepciones económicas predominantes hasta ese momento
(equilibrio automático, liberalismo económico, no posibilidad de crisis
general, etcétera) y los nuevos problemas mostrados por la crisis general
del capitalismo. La historia confirmaba la validez del criterio marxista,
que fundamenta la existencia de la crisis, como una fase inherente al
ciclo de la reproducción capitalista.
47
En el epígrafe anterior fue subrayado que la inestabilidad de la
reproducción capitalista creó el marco adecuado para el surgimiento
de la teoría económica keynesiana, como intento de solución apropiada
(nuevo enfoque del mecanismo de reproducción) a las condiciones del
capitalismo monopolista de Estado, para la crisis de la economía
capitalista y para propiciar un nuevo espacio a la teoría económica.
Aunque la aplicación del modelo keynesiano, basado en la
intervención estatal en la economía –la aplicación de una política
monetario-crediticia expansiva y la política del gasto público– permiten
una cierta regulación del ciclo económico, no pueden por sí solas, evitar
las crisis económicas capitalistas que tienen su causa esencial en la
contradicción entre el carácter cada vez más privado de la apropiación
capitalista frente al carácter cada vez más social que va asumiendo el
proceso de producción; y por su propia lógica de funcionamiento,
el aumento de la cantidad de dinero existente en la circulación se
convierte en uno de los factores que contribuyen a un crecimiento
generalizado de los precios –la inflación– dentro del modo de
producción capitalista.
A fines de los años 30, en las propias filas del keynesianismo, se
realizaron algunos trabajos con la intención de adaptar las ideas de
Keynes al análisis de los problemas de la reproducción capitalista. En
esa época, se formularon los primeros criterios neokeynesianos sobre
el ciclo, el crecimiento económico y la dinámica macroeconómica. A
comienzos de la década del 50, destacados neokeynesianos
desarrollaron esos criterios en correspondencia con la nueva situación
económica y política creada en el período inmediatamente posterior a
la Segunda Guerra Mundial, cuando en la mayoría de los países
capitalistas, la economía se incrementó a ritmos relativamente altos y
un relativo excedente de la demanda, contribuyó al incremento del
proceso inflacionario.
Al finalizar la década del 50 y debido a esas mismas causas, se
produce un resurgimiento de las concepciones teóricas neoclásicas,
caracterizadas por el rechazo al intervencionismo estatal, al incremento
de los gastos estatales y a los déficits presupuestarios.
Así, el carácter estable del aumento de los precios durante los años 60
y su afectación a todos los países capitalistas, contribuyeron a la
agudización de las contradicciones económicas y sociales inherentes
al modo de producción capitalista y a mediados de esa década se
produce una nueva ofensiva neoclásica contra los principales postulados
keynesianos, caracterizada por el resurgimiento de la teoría neoclásica
del dinero.

48
Fue así como bajo el agotamiento de las condiciones de expansión
originadas en el período posterior a la terminación de la Segunda Guerra
Mundial y ante la crítica evolución de la economía capitalista mundial
en los años 70, cuando se produjo el fenómeno de la aparición
simultánea de procesos inflacionarios y estancamiento económico,
–fenómeno que dió en llamarse estanflación–, con lo cual se hizo
inoperante la fórmula keynesiana de combatir al estancamiento con
medidas inflacionarias. La nueva situación promovió una vez más la
necesidad de buscar una interpretación teórica que fuera capaz de lograr
soluciones en correspondencia con la nueva situación planteada por
los efectos económicos, políticos y sociales de la crisis.
Por lo que, el fracaso del esquema liberal en lo político y
neokeynesiano en lo económico, posibilitó la creación de condiciones
favorables para la promoción de un espacio teórico-práctico para el
modelo neoliberal (Figura 4.3).

Figura 4.3. Agotamiento de las recetas Keynesianas.

La fundamentación neoliberal, sobre la estabilidad interna de la


economía capitalista, tiene su punto de partida en la consideración
de que el sector privado es estable por sí mismo, y que la intervención
gubernamental solo ocasionaría perturbaciones a esa estabilidad
intrínseca al sistema.
Por lo tanto, según este criterio, es necesario disminuir la
intervención gubernamental y establecer “reglas” para la política
económica, con el objetivo de que los agentes económicos no sean
“engañados” o “sorprendidos” por el accionar del gobierno.
El “nuevo liberalismo”, liderado por Milton Friedman y sus colegas,
presenta al predominio del mercado como aspecto básico de su
discurso, sobre la base de que éste –el mercado– posibilita la “libertad
de elegir”.

49
Según la lógica neoliberal, la racionalidad económica del sistema se
asocia al mercado, como garantía para la racionalidad de cada sujeto
que busca maximizar su satisfacción individual. A su vez, se confía en que
la racionalidad individual, llevada al plano social, sea capaz de ga-
rantizar la racionalidad del sistema.
Existe, según los neoliberales, una equivalencia entre racionalidad
política y racionalidad económica. De acuerdo con los preceptos
neoliberales, para garantizar la equivalencia entre racionalidad económica
y racionalidad política, el Estado debe limitar su intervención a la de
“árbitro neutral”, capaz de garantizar el buen funcionamiento de las
“reglas del juego” vale decir: el predominio del mercado. En función
de ello, el Estado estará encargado de la emisión del papel moneda,
la defensa de los derechos de la propiedad privada, impedir que existan
prácticas desleales de competencia, etcétera.
El Estado es considerado como sujeto extraeconómico que, con su
intervención en la economía, puede provocar distorsiones en
la racionalidad del sistema. Ello ocurre cuando otorga créditos a tasas
de interés preferenciales a los capitalistas de determinados sectores
que se pretende impulsar; cuando legisla sobre la obligatoriedad del
pago de salarios mínimos a los trabajadores; cuando fija límites a la
entrada de mercancías importadas para favorecer a las producidas
nacionalmente; o cuando se convierte en propietario de empresas
productivas en sectores poco atractivos al capital privado. En todos
estos y otros casos más que pudieran citarse, con el propósito de influir
en el curso de la reproducción, el Estado está interviniendo en la libre
formación de todos los precios en la economía y refuerza la formación
de procesos inflacionarios. Por ello, todas estas acciones son
consideradas distorsionantes por los neoliberales.
El neoliberalismo pretende expresar una visión integral del
capitalismo, contentiva de un modelo económico y de una concepción
del hombre y la sociedad, porque se extiende a todos los ámbitos de
esta: político, jurídico, institucional, cultural y educacional, así como
también militar.
Como proyecto de hegemonía social, el “nuevo liberalismo” se presenta
hoy, a sí mismo, como el único camino posible para toda la humanidad
(Figura 4.4) clamado e impuesto por sus diseñadores y voceros.
En resumen, el intervencionismo estatal promovido en el período
posterior a los años treinta, enfrentó la crisis de entonces y otras
subsiguientes, con un diseño de política económica que, aunque no
varió la función objetivo de maximizar la ganancia y la esencia clasista
del sistema, dio lugar al incremento del gasto estatal dirigido a financiar

50
servicios asistenciales a la población, con el objetivo de lograr un
compromiso social dentro del llamado Estado de Bienestar General.

Figura 4.4. Visión integral del capitalismo ¿el único camino posible
para la humanidad?

Lo anterior, es precisamente el punto de partida del neoliberalismo.


Este asocia la causa de las crisis con la ineficiente política económica
estatal que, según ese criterio, distorsiona e interfiere el orden
espontáneo del mercado, trayendo como resultado una asignación
ineficiente de los recursos escasos y con ello un escaso crecimiento de
la economía.
De aquí, la necesidad de redimensionar el papel del Estado en la
economía y a su vez, la presencia de un gobierno “fuerte” capaz de
garantizar la acción de las leyes del mercado. A partir de los años 80,
tales bases teóricas han guiado la política económica en los países
capitalistas y, a través de sus mecanismos de influencia y dominación,
se han extendido progresivamente a la mayoría de los países
subdesarrollados. La irrupción del neoliberalismo en América Latina
tiene, sin embargo, un curso histórico peculiar.

La variante latinoamericana del neoliberalismo8


Los primeros “experimentos neoliberales” en el mundo, ocurrieron
precisamente en América Latina. Aunque posteriormente el modelo
neoliberal aumentó su influencia, en mayor o menor medida en casi
todos los países de América Latina, su primera aplicación, en esa región
–como concepción general– tuvo como escenario a los países del Cono

8
R. Ruiz: El neoliberalismo y su variante latinoamericana, ediciones de la Universidad,
Buenos Aires, 1998.

51
Sur –Chile, 1973; Uruguay, 1974; y Argentina, 1976– debido a la
particular manifestación de la crisis en esos países, donde la conjunción
de factores –económicos, políticos y sociales– dio lugar al surgimiento
de férreas dictaduras militares que, basadas en la represión,
implementaron la política económica y social inherente a los postulados
teóricos neoliberales. En los años previos a la aplicación del modelo
neoliberal, los pueblos de esos tres países fueron actores y testigos de
las batallas políticas y sociales que propiciaron la elección de un
candidato socialista, Salvador Allende, a la presidencia de Chile y la
promoción de movimientos revolucionarios en Uruguay y Argentina.
En el caso específico de esos tres países, la aplicación del modelo
neoliberal constituyó un intento de solución para tratar de mantener
el sistema socioeconómico capitalista en ellos, amenazados por la
posibilidad de cambios sociales.
El pretendido objetivo eficientista, sirvió de fundamento para
acometer no solo la transformación del Estado, sino también la de la
sociedad. Esto último estaba referido a los mecanismos internos de
dominación, que tuvieron su expresión concreta en la llamada Doctrina
de la Seguridad Nacional, concebida con el propósito de eliminar las
demandas sociales, limitar al mínimo posible las expresiones
democráticas y “disciplinar” no solo a la clase obrera, sino también, en
alguna medida, a los capitalistas nacionales.
Por tanto, a partir de los llamados “experimentos neoliberales” en el
Cono Sur, desde los primeros años de la década del 70 comienza a
expandirse (aunque no de forma homogénea) la aplicación del modelo
neoliberal en América Latina. Dicho proceso estaba en correspondencia
con las necesidades del mecanismo económico de reproducción
capitalista, a partir del agotamiento de la estrategia desarrollista diseñada
por el estructuralismo latinoamericano, cuyos pilares, como se recordará
eran:
• Alta participación del gobierno.
• Industrialización sustitutiva de importaciones.
• Aumento de empresas públicas.
En general, el diagnóstico neoliberal ante la crisis en el área, era
contentivo de los aspectos siguientes:
1. Débil crecimiento económico.
2. Distorsiones provocadas por la participación estatal en la economía.
3. Altos niveles de inflación.

52
4. Escasez de divisas; pobre desempeño exportador frente a
elevadas importaciones, desbalance que se traducía en procesos
de endeudamiento externo imposibles de mantener.
Este diagnóstico constituyó el punto de partida para la conformación
de la estrategia y la elaboración de los objetivos para la política
económica definidos en el modelo neoliberal para América Latina.
En resumen, la drástica reducción de la participación estatal, el
fortalecimiento del sector privado, la restauración del papel protagónico
del mercado en la formación de todos los precios (incluido el de la
fuerza de trabajo), la reprivatización de la economía y el establecimiento
de una política de apertura productiva, comercial y financiera,
conforman los aspectos fundamentales de la estrategia neoliberal para
cumplimentar sus proclamados objetivos de:
• Estabilidad monetaria y de balance de pagos.
• Óptima asignación de recursos.
• Competitividad internacional.
• Eliminación de los déficit públicos.
Durante la segunda mitad de la década del 70 y hasta principios del
80, se aplicaron por lo general, en la región, los programas de
estabilización macroeconómica, que tenían como objetivo principal
resolver los desequilibrios internos, con énfasis en los altos niveles de
inflación prevalecientes.
El financiamiento necesario para la aplicación de estos programas,
provendría de fuentes externas.
El estallido de la crisis de la deuda externa, con su punto de partida
en la moratoria unilateral de México (1982), evidenció el agotamiento
y necesidad de sustitución de los programas de estabilización
macroeconómica, debido a que el endeudamiento externo no
garantizaba, por sí mismo, el objetivo previsto.
La crisis de la deuda, constituyó el detonante de la crisis
estructural que venía gestándose en los años precedentes. El fácil
acceso al crédito externo ocurrido en los años precedentes,
sobredimensionó la capacidad de absorción del gasto durante los años
setenta, comprometiendo cualquier futuro proceso de crecimiento,
en la misma medida en que la economía de la región se hacía
financieramente más dependiente.
Así, la necesidad de alcanzar saldos positivos en el comercio exterior
para, de esta forma, poder servir los intereses de la deuda, no solo se
convirtió en un objetivo prioritario de los diseños de política, sino
también en poderoso argumento para establecer la necesidad de que
53
tales políticas condujeran a reformas estructurales que garantizaran la
competitividad externa.
Comienza así, aproximadamente en 1983, la aplicación en la región
de los Programas de ajuste estructural (reformas estructurales en la
economía), que a los anteriores objetivos estabilizadores, incorporan
de forma protagónica la obtención de un saldo favorable del comercio
exterior, que permita cumplimentar las obligaciones externas de pago.
La aplicación de estos programas se convierte entonces, en la condición
necesaria (condicionalidad) a exigir por el Fondo Monetario
Internacional (FMI) para, vía Banco Mundial (BM), otorgar los
“préstamos para ajuste estructural” a largo plazo, lo que, por supuesto,
implica pérdida de soberanía para los países que los reciben, debido a
la estricta obligatoriedad de su aplicación.
Como se ha señalado, el diagnóstico neoliberal establece que el pobre
resultado económico en la región tuvo una de sus principales causas
en la exagerada intervención del Estado en la economía, que se produjo
en esos países, en correspondencia con las estrategias aplicadas
anteriormente, conformándose el carácter tutelar del mismo. De este
modo, la crisis estructural de las economías subdesarrolladas quedaría
explicada, según los neoliberales, por la presencia de obstáculos
endógenos: la utilización de políticas económicas equivocadas que
provocaban una baja eficiencia en la asignación de los recursos y un
pobre desempeño exportador.
Por lo tanto, la transformación del Estado ha sido una condición
necesaria y básica en la aplicación de las concepciones neoliberales para
América Latina. Este es el significado principal de los programas de
ajuste estructural.
El enfoque neoliberal para el Estado latinoamericano, implica la
drástica disminución de los organismos y empresas estatales –sobre
la base de la subsidiariedad–, así como de las reglamentaciones o
cualquier otro mecanismo que pueda brindarle al Estado la posibilidad
de incidir en la economía.
Como también se asume que el Estado y las empresas públicas son
ineficientes en la gestión económica, entonces el sector privado,
caracterizado por la empresa privada y la iniciativa personal, constituye
–según el enfoque neoliberal– el principal agente productor, y esto
implica la necesidad de acometer el programa de privatización total de
la economía.
El objetivo final es en consecuencia, lograr un sistema económico
regido por las leyes del mercado y sin la intervención estatal en la
economía.

54
El pretendido aumento de la competitividad internacional implicó,
dentro de ese enfoque, la aplicación de una política monetaria restrictiva
para controlar la inflación interna y lograr que la devaluación de la
moneda nacional cumpliera sus objetivos. Con ese tratamiento se
pretendía, además, eliminar las presiones inflacionarias por inflación
de costos. El costo social de este diseño, se debió a que la parte más
importante del ajuste recayó sobre los grupos de la población con menor
ingreso.
La devaluación de la moneda nacional, acompañada de un fuerte
control salarial, provocó una disminución del salario real de los
trabajadores. La reducción del gasto público tuvo entre sus principales
consecuencias la eliminación de los subsidios estatales a los servicios
básicos y a los bienes de consumo de primera necesidad, así como la
disminución de la inversión pública y por lo tanto, disminución del
empleo y aumento del mercado informal de trabajo (Figura 4.5).

Figura 4.5. Efectos de la reducción del gasto público.

En su análisis sobre el carácter regresivo del ajuste y el deterioro


social, la Comisión Económica de Naciones Unidas para América
Latina y el Caribe, consideró que uno de los fenómenos que más llama
la atención del decenio de los 80 es, en efecto, la magnitud del ajuste
distributivo y la intensidad del sacrificio realizado por los estratos más
desprotegidos de la población.
Lo anterior se pone en evidencia a través de los datos sobre la
pobreza en América Latina, así como algunos de los principales
indicadores macroeconómicos.
Durante el período 1983-1990, según el Balance preliminar de la
economía latinoamericana para 1993 elaborado por CEPAL, la tasa
de crecimiento del Producto Interno Bruto mantuvo una tendencia
decreciente, con la excepción de 1986 y 1987 (Figura 4.6).

55
Figura 4.6. Crecimiento del Producto Interno Bruto a precios constantes
del mercado.

Fuente: CEPAL 1991.

La tasa de crecimiento de los precios al consumidor mostró un


sostenido aumento –con excepción de 1986– de 184,7 en 1984 a
1 185,2 en 1990.
La deuda externa global bruta creció de 373,4 miles de millones de
dólares en 1984 a 439,1 miles de millones de dólares en 1990.
Considérese que la población latinoamericana creció
aproximadamente a razón del 2 % anual y que, en el año 1991, era
alrededor de 433 millones. De ellos, eran considerados pobres 183
millones de latinoamericanos, lo que representó aproximadamente el
41 %. La magnitud de la pobreza y la indigencia en la región, puede
valorarse en la Figura 4.7.
Lo anterior tuvo su expresión en la disminución de los salarios e
ingresos medios anuales, sobre todo en los segmentos del mercado de
trabajo de menor calidad, es decir, el mayor deterioro de estos
indicadores se apreció en el sector informal y en las empresas pequeñas,
lo que evidenció un deterioro de la calidad del empleo en América
Latina. Se destaca el período 1986-1989, cuando los ingresos medios
anuales por segmento de trabajo sufrieron mayor deterioro que durante
el período de la crisis económica (1980-1983), con mayor efecto en
las empresas pequeñas y el sector informal, así como en el salario
mínimo (Figura 4.8).

56
Figura 4.7. Magnitud de la pobreza en América Latina.

Fuente. CEPAL 1992.

Figura 4.8. Evolución de los salarios e ingresos medios anuales en América


Latina, por segmentos de mercado de trabajo.

57
El ajuste neoliberal provocó un aumento cuantitativo y cualitativo
del sector informal. Ese sector, actuó como factor amortiguador en
cuanto a empleo se refiere, es decir, como variable de ajuste al
desempleo abierto. La mayor parte de sus integrantes –los trabajadores
propiamente dichos– han conformado una nueva expresión del ejército
industrial de reserva.
No se buscó el ajuste a través del traspaso del costo a quienes se
endeudaron con el exterior y a quienes se beneficiaron con
importaciones relativamente más baratas, sino que se volvió a plantear
la exigencia del ajuste con mayor costo hacia los estratos de menor
ingreso.
Por tanto, la realidad evidenció que la aplicación de ese tipo de ajuste,
durante los años 80, provocó un desastre económico y social de tal
magnitud, que propició calificarlo (de forma casi unánime), por políticos
y académicos, como la “década perdida” de América Latina.
Lo anterior, provocó la elaboración de un “nuevo y más integrado”
enfoque neoliberal para la región, que se generalizó durante los años 90
y se conoce como el Consenso de Washington.

Consenso de Washington
Al finalizar los años 80, John Williamson, economista miembro del
Instituto de Economía Internacional de Washington, elaboró un trabajo
que sirvió de base a los participantes –economistas funcionarios del
gobierno norteamericano, economistas e investigadores provenientes
de universidades y centros de estudios, economistas representantes del
FMI, del Banco Mundial (BM) y de otras instituciones– en una reunión,
convocada por ese Instituto, para lograr un consenso acerca de qué
reformas económicas eran necesarias para América Latina,
considerando lo ocurrido durante la “década perdida”.
El documento resultante de ese cónclave (1990), describía el
conjunto de políticas en las cuales existía consenso entre los
participantes y Williamson lo calificó como Consenso de Washington.
En sus comentarios al trabajo de John Williamson Revisión del
Consenso de Washington, Frances Stewart ha señalado que:
“Cuando a finales de los años ochenta John Williamson acuñó
el término de Consenso de Washington (CW) que solía describir
como las políticas económicas con las cuales los gobiernos de
América Latina estaban de acuerdo, el término deleitó a sus
detractores y confundió a sus partidarios, no tanto por el
contenido del CW sino por su nombre. A este respecto, sus
58
críticos señalaban que, al usar ese término, Williamson estaba
definiendo quién formulaba la política a fines del siglo XX: no
los gobiernos, sino Washington. El término “Washington” era
muy apropiado, ya que comprendía no solamente al Fondo
Monetario Internacional y al Banco Mundial, sino también quién
se hallaba detrás de aquellas instituciones, la eminencia gris no
tan encubierta –el gobierno de los Estados Unidos– y, detrás de
él, los verdaderos amos encubiertos de ese gobierno,
principalmente los economistas profesionales americanos y los
intereses empresariales occidentales”. 9
Así las cosas, el consenso consideró como principales causas de la
crisis latinoamericana, las siguientes:
• Excesiva participación y crecimiento del Estado.
• Excesiva regulación.
• Excesiva cantidad de empresas estatales.
• Incapacidad para controlar el déficit público.
• Incapacidad para controlar las demandas salariales.
En correspondencia con esas causas, los principales objetivos a
alcanzar serían: disminución del tamaño del Estado, la desregulación,
el equilibrio fiscal, la privatización y la liberalización del comercio
internacional.
Los objetivos previstos se alcanzarían con las reformas siguientes:10
Disciplina fiscal. El déficit presupuestario –que debería incluir a
gobiernos provinciales, empresas del Estado y el Banco Central– debería
ser lo suficientemente reducido como para financiarlo sin recurrir al
impuesto inflacionario.
Prioridades del gasto público. El gasto debería desviarse de aquellas
áreas políticamente sensibles –áreas que reciben tradicionalmente
recursos desproporcionados en relación con los beneficios económicos
que producen, tales como: la administración, defensa, subsidios
indiscriminados y “elefantes blancos”– hacia otras áreas marginadas,
pero capaces de generar altos rendimientos económicos y de mejorar
la distribución de los ingresos, como son: la atención primaria de la
salud, la enseñanza primaria y la infraestructura.
9
Frances Stewart: “Comentario sobre el trabajo de John Williamson. Revisión del
Consenso de Washington”, en: El desarrollo económico y social en los umbrales del siglo XXI,
compilación a cargo de Louis Emmerij y José Núñez del Arco, BID, Washington DC,
p. 66, 1998.
10
John Williamson: “Revisión del Consenso de Washington. Apéndice”, en: Louis
Emmerij y Núñez del Arco, ob cit., pp. 64-65.

59
La reforma tributaria. Esta reforma incluiría la ampliación de la base
tributaria y el recorte de tasas impositivas marginales. El objetivo es
aumentar los incentivos y promover la equidad horizontal sin rebajar
la progresividad existente. El mejoramiento de la administración
tributaria (incluyendo la tributación sobre los ingresos e intereses
derivados de bienes invertidos en el exterior –fugas de capital) es un
factor determinante en la ampliación de la base tributaria en el contexto
latinoamericano.
La liberalización financiera. El objetivo final de la liberalización
financiera son tasas de interés determinadas por el mercado, aunque
la experiencia ha demostrado que en períodos de crisis de confianza
crónica las tasas de interés pueden ser tan altas que llegan a amenazar
la solvencia financiera de las empresas productivas y del propio
gobierno. En semejantes condiciones, un objetivo temporal y sensato
sería la eliminación de tasas de interés preferenciales para prestamistas
privilegiados y, asimismo, la consecución de moderadas tasas de interés
reales positivas.
Tipos de cambio. Todos los países requieren, por lo menos en lo que
a transacciones comerciales se refiere, tipos de cambio unificados y lo
suficientemente competitivos como para que estimulen el crecimiento
acelerado de exportaciones no tradicionales y garanticen a los
exportadores el mantenimiento de tal competitividad en el futuro.
La liberalización del comercio. Deben sustituirse las restricciones
cuantitativas al comercio por aranceles, que a su vez fueran reduciéndose
progresivamente, hasta alcanzar un nivel mínimo uniforme que oscilase
entre el 10 y el 20 por ciento. Existen, empero, discrepancias en torno al
ritmo al que deberían reducirse dichos aranceles (para algunos esta
reducción debería concretarse en alrededor de tres años, para otros en
torno a los diez). Tampoco existe unanimidad sobre la conveniencia de
ralentizar el proceso de liberalización comercial si las condiciones
macroeconómicas son adversas (recesión y déficit en la balanza de pagos).
Inversión extranjera directa. Se recomienda la supresión de barreras
que impidan la entrada de empresas extranjeras; las empresas nacionales
y foráneas deberían competir en igualdad de condiciones.
Privatización. Se aboga por la privatización de las empresas estatales.
Desreglamentación. Los gobiernos deben eliminar las regulaciones
que impidan la participación de nuevas empresas o que restrinjan de
alguna manera la competencia, a la vez que garantizan el mantenimiento
de regulaciones que se justifican como la seguridad, la protección
ambiental o la supervisión de las normas de prudencia de las
instituciones financieras.

60
Derechos de propiedad. El sistema legal debe garantizar derechos
de propiedad a bajo costo y accesibles al sector informal.
Conocidas después, como reformas de primera generación, fueron
aplicadas durante los años 90, en casi todos los países de América
Latina.
El análisis de las referidas reformas, permite apreciar la presencia
en su base conceptual de los principales postulados neoliberales, con
el mercado como protagonista principal. De acuerdo con estas, la
economía latinoamericana queda enteramente regulada por el mercado
(un mercado sin fronteras, claro está) y los capitalistas tienen las
“manos libres” para tomar las decisiones económicas. El capital
transnacional está entre los más beneficiados, ya que puede entrar y
salir de la región según su conveniencia, exportar sus mercancías a la
región sin ningún obstáculo, amén de que han adquirido numerosas
empresas estatales a precios bajísimos, interesándose por las que eran
eficientes. Hipotéticamente, quedaría “nivelado el campo de juego”,
en el sentido de que sus reglas no serían diferentes de las que operan
en otras partes del mundo, de modo que a los capitalistas les resultaría
tan beneficioso invertir en la región como en cualquier otro lugar,
aspiración que por cierto aún no se ha logrado, pero también quedarían
sometidos a los mismos riesgos.
Los resultados alcanzados con la aplicación del Consenso de
Washington, en la región durante la década de los 90, evidenciaron la
no solución de las principales necesidades básicas de los habitantes de
la región. Tampoco se logró la “eficiente inserción” de las economías
latinoamericanas, en la globalizada economía internacional.
Según el Informe anual de 2002, de la Comisión Económica de
Naciones Unidas para América Latina y el Caribe, para ese año,
la región mostraba los indicadores siguientes:
• Pobreza: 44 % de la población total, equivalente a 214,3 millones
de latinoamericanos y caribeños.
• Indigencia: 20 % de la población total, lo que equivale a 92,8
millones de personas.
• Desempleo: 9,1 %, la cifra más alta en el período 1990-2002.
Una vez más, así las cosas, a fines de la década del 90, importantes
instituciones (por ejemplo, el Banco Mundial y la Comisión Económica
de Naciones Unidas para América Latina) y personalidades vinculadas
al tema económico (por ejemplo, el propio John Williamson) comenzaron
a referirse a la necesidad de un Posconsenso de Washington, donde las
“nuevas” reformas (conocidas como reformas de segunda generación),
61
estarían lideradas por la aplicación de una Reforma Institucional
(sustanciales cambios institucionales), considerando que las reformas
macroeconómicas y estructurales, aunque pueden contribuir al
crecimiento económico, por sí mismas, no son suficientes para lograr
mejores niveles de equidad social, ni soluciones a temas tan importantes
como el medio ambiente.
Por lo tanto, las “nuevas” reformas tienen como principales
objetivos, además del crecimiento económico, mayor equidad social,
cuidado del medio ambiente y los recursos naturales, mejoras en el
sistema educativo, contribuir al desarrollo científico-tecnológico y
fortalecer la democracia, por la vía del fortalecimiento institucional.
La necesidad de elaborar, proponer y elaborar “nuevas” reformas,
evidencia en primer lugar, el fracaso del Consenso de Washington y en
segundo lugar, la necesidad de tratar de sustentar el diseño del
posconsenso, con un pretendido “rostro humano” donde, una vez más,
será el mercado su protagonista principal.
Aunque existen distintas variantes en cuanto a forma en relación
con el posconsenso, todas presentan como lugares comunes la “reforma
institucional” y el “rostro humano”.
Según John Williamson en su Revisión del Consenso de Washington,11
el nuevo programa podría resumirse de la forma siguiente:
• Incremento del ahorro mediante la instauración de disciplina fiscal.
• Reinversión del gasto público en programas sociales bien
elaborados.
• Reforma del sistema tributario que introduzca, entre otras cosas,
un impuesto sobre el uso de la tierra que tenga en cuenta
consideraciones ecológicas.
• Consolidación de la supervisión de la banca.
• Mantenimiento de tipos de cambio competitivos, desterrando
los tipos de cambio flotante o su utilización como ancla nominal.
• Continuación de la liberalización del comercio intrarregional.
• Creación de una economía de mercado competitiva mediante la
privatización y la liberalización (incluida la del mercado laboral).

11
John Williamson: “Revisión del Consenso de Washington”, en: Louis Emmerij y
José Núñez del Arco (comps.): El Desarrollo Económico y Social en los umbrales del
Siglo XXI, Washington DC, pp. 51-65, 1998.

62
• Redefinir y hacer accesible al conjunto de la sociedad los
derechos de propiedad.
• Creación de instituciones estratégicas como bancos centrales
autónomos, comisiones presupuestarias fuertes, un poder
judicial independiente e incorruptible, y entidades que respalden
misiones promotoras de la productividad.
• Incremento de los gastos educativos, sobre todo en la enseñanza
primaria y secundaria.
Los neoliberales, al comenzar el siglo XXI, incluyen entre sus objetivos,
disminuir la desigualdad social en América Latina. En el año 2004 la
región mostró, según el Panorama Social de América Latina, emitido
por la CEPAL, los indicadores siguientes:
• Pobreza: 42,9 % de la población total.
• Indigencia: 18,6 % de la población total.
• Desempleo: 10,5 %.
No resulta difícil coincidir en que la pretendida “equidad social”,
aún “brilla por su ausencia” en la región.

Reflexiones finales sobre el neoliberalismo


en América Latina
El pretendido objetivo eficientista neoliberal, ha servido de
fundamento para acometer no solo la transformación del Estado, sino
también la de la sociedad en su conjunto, en contra de los intereses
básicos de la inmensa mayoría de los latinoamericanos.
Los voceros, diseñadores y ejecutores del modelo neoliberal para
América Latina, magnifican las bondades del mercado y del sector
privado, minimizan sus limitaciones y excluyen sus posibles deficiencias.
Al tomar como punto de partida esos presupuestos, se omite la
posibilidad de que la pretendida convergencia de los intereses privados,
excluya la posibilidad de satisfacer los intereses básicos y comunes a
toda la sociedad, contentiva esta última de todos los intereses individuales,
diferenciados por sus distintos niveles de solvencia económica. La
evidencia demuestra que esa posibilidad se convierte en realidad.
Ateniéndonos a que la práctica es el criterio valorativo de la verdad,
la aplicación del modelo neoliberal en la región no puede interpretarse
como un genuino proceso de desarrollo, toda vez que ha traído entre
otras consecuencias la agudización de la pobreza y una mayor
diferenciación entre ricos y pobres. Por lo tanto, no resulta extraña la

63
consideración acerca de que está agotado el modelo neoliberal para
América Latina.
Lo anterior puede tener más de una interpretación y propuesta
de solución. Los representantes y ejecutores del posconsenso de
Washington, con su reforma institucional y su pretendida disminución
de la desigualdad social, consideran que el modelo neoliberal aún es
viable y solo requiere incorporarle las referidas reformas. En cambio,
los críticos del neoliberalismo lo consideran agotado y defienden la
aplicación de un nuevo modelo capitalista.
Hemos señalado, que la aplicación del modelo neoliberal en general,
y en particular en América Latina, responde a las exigencias del
mecanismo económico de reproducción capitalista (como lo hizo el
keynesianismo en su momento histórico, por ejemplo) y así lo hará
cualquier otro modelo que se aplique dentro del propio sistema
capitalista. Un nuevo modelo capitalista también tendrá como efecto
la desigualdad social, debido a que la satisfacción de las necesidades
básicas para la sociedad en su conjunto, no ha sido, hasta nuestros
días, el resultado de la “mano invisible del mercado”.

64
Capítulo 5

La interconexión de factores endógenos


y exógenos en el subdesarrollo y el desarrollo.
El estructuralismo y la dependencia

Desde fines de la década del 40, en América Latina comenzó a


elaborarse una visión diferente de la problemática de la región, respecto
de la convencional (clásica y neoclásica). Si hasta ahora todos los
razonamientos apuntaban a hallar en los países subdesarrollados las
causas de su “atraso”, varios autores latinoamericanos comprendieron
que era imposible que los países de la región reprodujeran las
experiencias de desarrollo y crecimiento económico (ligado a la
modernización) que se dieron anteriormente en los países
industrializados.
La nueva óptica de análisis que estos autores aportaron, se distingue
por considerar que tanto los factores endógenos como los exógenos
están interconectados y que no es posible entender al subdesarrollo
–y consecuentemente al desarrollo– únicamente desde una perspectiva
nacional. En su lugar, es preciso adoptar un enfoque sistémico, que
permita determinar también la influencia que ejercen los factores
relativos al orden internacional, dentro del cual se desenvuelven los
países subdesarrollados.

El estructuralismo latinoamericano
Esta concepción del desarrollo fue gestada en el seno de la Comisión
Económica para América Latina (CEPAL), organización regional de
NN.UU. surgida en 1948. Su diagnóstico y propuestas acerca del
desarrollo latinoamericano llegó a alcanzar una enorme influencia en
el campo de la teoría económica y las políticas de desarrollo entre los
años de posguerra y finales de los años sesenta.
El autor principal de dicha concepción, fue el economista argentino
Raúl Prebisch (1901-1986), quien después de haber desempeñado

65
importantes cargos en la economía de su país, pasó a desempeñarse
como secretario ejecutivo de la CEPAL (1950–1963). A su salida de
esta organización, ocupó otras importantes responsabilidades, entre las
que cabe mencionar la de secretario general de la Conferencia de Naciones
Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD), entre 1964 y 1969.
Raúl Prebisch es uno de los economistas más destacados que ha tenido
América Latina hasta el presente.
Prebisch se rodeó de un destacado equipo de economistas y
sociólogos procedentes de diferentes países latinoamericanos. Entre
ellos cabe señalar al brasileño Celso Furtado, los chilenos Aníbal Pinto
y Osvaldo Sunkel. También se encontraban el cubano Regino Botti
(laureado en Cuba con el Premio Nacional de Economía en el año 1997)
y el mexicano Juan F. Noyola, quien dejó su puesto en esa organización
al triunfo de la Revolución Cubana y, al igual que otros economistas
latinoamericanos, pasó a trabajar como asesor en Cuba, hasta que
pereció en un accidente de aviación cuando viajaba en misión de trabajo.
El documento elaborado por Prebisch, El desarrollo económico de
América Latina y algunos de sus principales problemas (1949), sentó
las bases de lo que es reconocido como un aporte a las ciencias sociales
latinoamericanas, en tanto proporcionó una visión nueva, aunque
limitada aún, del desarrollo desde la óptica de los países
latinoamericanos, es decir, desde el subdesarrollo.
El método de análisis seguido por los neoclásicos, estudiaba a todas
las economías como si fuesen unidades económicas nacionales,
independientes y aisladas, cuyos intereses económicos aconsejaban
desarrollar un modelo de desarrollo “hacia fuera”, orientado a las
exportaciones de aquellos bienes en los que las economías de la región
produjesen con mayores “ventajas,” o sea, alimentos y materias primas.
El método histórico-estructural empleado por Prebisch y sus
colaboradores, tenía dos atributos principales. En primer lugar, el
análisis de los problemas económicos y sociales de la región desde una
perspectiva histórica, vale decir, teniendo en cuenta el proceso histórico
de formación de la economía latinoamericana, desde la colonia hasta
ese momento. En segundo lugar, la perspectiva holista, sistémica, del
análisis, lo que permitió entender a las economías latinoamericanas
como partes de la economía mundial, método que permitió interpretar
el proceso de desarrollo de las economías latinoamericanas, como parte
de otro de carácter mundial.
Prebisch representó la realidad latinoamericana con ayuda de un
modelo teórico que denominó Centro-Periferia. Ese modelo concibe
la economía mundial como la unidad de dos polos: el Centro (los países

66
desarrollados) y la Periferia (los subdesarrollados). Ambos polos poseen
estructuras muy diferentes. Las economías del Centro son homogéneas
atendiendo al desarrollo tecnológico alcanzado en los sectores
productivos y su producción está muy diversificada. En cambio, las
economías subdesarrolladas resultan bastante heterogéneas; lo mismo
pueden encontrarse en ellas, entidades exportadoras con una
productividad de nivel mundial, que otras, con métodos arcaicos de
producción. Son economías especializadas en la producción y
exportación de unos pocos productos que requieren un bajo nivel de
elaboración y que están, por lo general, dirigidos a la exportación
(Figura 5.1).

Figura 5.1. Dos polos en la economía mundial.

De acuerdo con el modelo Centro-Periferia, la diferente estructura


económica de ambos polos responde a que cada uno desempeña una
función distinta en la economía mundial. Mientras el Centro, que
domina el avance del progreso técnico en el ámbito mundial, aporta al
resto maquinarias, equipos y otros productos manufacturados, la
Periferia tiene la misión de suministrar alimentos y materias primas.
Al propio tiempo, el cumplimiento de esas funciones distintas, refuerza
la diferencia estructural entre ambos; la Periferia carece de autonomía
de desarrollo, por lo que no es posible pretender transformar la
situación económica y social en la Periferia, al margen de una
modificación sustancial de su papel dentro de la economía mundial.
Por todo lo anterior, para el estructuralismo latinoamericano, el
problema fundamental del desarrollo de una estructura subdesarrollada,
no es simplemente crecer económicamente, sino transformar su
estructura productiva de modo que se alcance una capacidad autónoma
de crecimiento y reorientar su sistema económico en función de
satisfacer los objetivos nacionales. Tales objetivos tienen que ver con

67
la solución de los tres rasgos más importantes del subdesarrollo de la
economía en la periferia:
• Desempleo elevado, derivado de que la oferta de empleos es
insuficiente para dar respuesta a la creciente población activa.
• Desequilibrio externo, resultado de que los gastos por concepto
de importaciones anualmente son superiores a los ingresos por
exportaciones, generando procesos de endeudamiento externo.
• Deterioro de la relación de intercambio, resultante de que los precios
de los productos de exportación son inestables y tienden a la baja,
mientras que los precios de las importaciones se mantienen altos.
Cualquier economía que presente esta situación, tenderá a
aumentar el volumen de exportaciones para compensar la caída de
los precios y así mantener el nivel de importaciones requerido.
El estructuralismo realizó una importante crítica no marxista a los
mecanismos de mercado, al denunciar la inconsistencia de los supuestos
“beneficios mutuos” resultantes de la participación de las economías
subdesarrolladas en el librecomercio mundial, según alegaban los
economistas neoclásicos. Por el contrario, los beneficios tendían a
concentrarse en el Centro, cuestión que limitaba la capacidad de
acumulación de capital en la Periferia. En la opinión de Prebisch, aquí
radicaba la verdadera razón de la pobre acumulación de capital:
“De ahí el significado de la industrialización de los países nuevos.
No es ella un fin en sí misma, sino el único medio de que disponen
estos para ir captando una parte del fruto del progreso técnico y
elevando progresivamente el nivel de vida de las masas”.1
La estrategia de desarrollo elaborada por la CEPAL, centró su
análisis en fomentar la industrialización, es decir, en cambiar la
estructura productiva de las economías latinoamericanas y fomentar
el desarrollo tecnológico. De acuerdo con la perspectiva estructuralista,
para los países de América Latina, desarrollo e industrialización eran
sinónimos. Solo así podría modificarse el patrón de inserción de la
región en el comercio mundial, de manera que, sin abandonar
la exportación de materias primas y alimentos, las exportaciones de
manufacturas pasaran progresivamente a convertirse en la fuente
principal de ingresos.

1
Raúl Prebisch: El desarrollo económico de la América Latina y algunos de sus principales
problemas, extractado por A. Gurrieri, en: La obra de Prebisch en la CEPAL, México,
FCE, pp. 99-143, 1982.

68
Convencido Prebisch de que esa industria naciente no podría, de
inmediato, convertirse en exportadora al mercado mundial, y per-
suadido de la necesidad de fomentar empleos, dedujo que las nuevas
industrias tendrían que orientar su producción hacia el mercado interno
de los países latinoamericanos.
Tal propósito podría cumplirse, a menos que se adoptase un régimen
de libre comercio con los EE.UU. como el que estaba proponiendo en
esos momentos el gobierno norteamericano, a través del Plan Clayton.
Un acuerdo de esa naturaleza obstaculizaría la realización de las
manufacturas latinoamericanas en el mercado interno, dado que estas
no podrían competir en precio y calidad con las manufacturas
norteamericanas.
Por eso, Prebisch propuso poner barreras comerciales a la entrada
de las importaciones de manufacturas durante un cierto período, a
manera de aprendizaje. Una vez consolidada la industria nacional, vale
exportaciones de productos manufacturados generadas por esta
se convertirían en la fuente principal de ingresos por concepto de
exportación.
En otras palabras, para conseguir un crecimiento económico rápido
y sostenido en la periferia, era imprescindible el desarrollo de un
proceso de industrialización inducida y no espontánea, pues la división
internacional del trabajo vigente pondría trabas a su realización. La
presencia de factores externos que tendían a reforzar las desigualdades
entre países, tendría que ser resuelta por la vía de “forzar” el proceso
de industrialización, mediante la intervención del Estado. A este le
correspondería formular las políticas económicas orientadas a tales
fines y también desempeñar funciones de propietario de empresas
productivas y de servicios, en sectores básicos para la estrategia, pero
que no resultasen atractivos para el capital privado. Se trataba de una
estrategia de desarrollo hacia dentro, proceso que quedaría completado
con la reforma agraria.
¿Qué intereses económicos resultan apoyados a través de esta
estrategia de desarrollo? Ante todo, los intereses de la incipiente
burguesía industrial latinoamericana, que ya había ganado un cierto
espacio en la economía de la región durante los años de la Segunda
Guerra Mundial, y pujaba por fortalecer sus posiciones, máxime al
verse amenazada por la expansión de las exportaciones provenientes
de otros países desarrollados, particularmente de EE.UU., cuya
economía salió fortalecida tras la guerra. La estrategia de desarrollo
estructuralista no se propuso cambiar el sistema socioeconómico
capitalista prevaleciente, sino que estaba orientada a promover el

69
desarrollo capitalista nacional en la región, de aquí su naturaleza
reformista.
La legitimidad del papel del Estado en la conducción del proceso de
desarrollo, constituyó otro de los elementos trascendentes de su
propuesta teórica. Por último, al enfatizar en la transformación
de la estructura productiva, el estructuralismo también puso de relieve
la necesidad de poseer una visión de largo plazo a la hora de proyectar
la solución del subdesarrollo.
De lo anterior, se desprende que el Estructuralismo se apartó de la
visión del desarrollo prevaleciente en la economía neoclásica. En lugar de
conformarse con afirmar la reducida disponibilidad de capital para
acometer las inversiones, Prebisch y sus colaboradores hurgaron en sus
causas. Ellos concluyeron que estas tenían un carácter estructural. El tipo
de especialización de las economías latinoamericanas en el comercio
mundial era empobrecedor. Precisamente por eso, el problema de las
economías subdesarrolladas no consistía simplemente en crecer, sino en
desarrollarse, vale decir, en promover un proceso más intenso de
transferencia tecnológica por medio de la industrialización. Solo así, podría
generarse progreso técnico de manera continuada en la región. La creación
de industrias “nacionales” por medio de la inversión extranjera directa,
formaba parte de esta propuesta.
Los estructuralistas latinoamericanos identificaron procesos reales
del subdesarrollo latinoamericano, relativos al patrón de inserción de
nuestras economías en la economía capitalista mundial. Sin embargo,
las causas de la diferencia estructural de las economías periféricas con
respecto a las centrales, se identificaron con el sesgo de la transferencia
tecnológica hacia los países centrales.
Persuadidos de que el desarrollo constituye un proceso de aumento
de la productividad del trabajo, mediante el continuado efecto del
progreso técnico, los estructuralistas convinieron en la necesidad de
“forzar” la industrialización y así crear centros de acumulación
capitalista nacionales. A tal efecto, el Estado debía desempeñar un
papel regulador e, incluso, empresarial.
Examinada la cuestión en un plano más esencial, puede compren-
derse que la estructura económica de los países latinoamericanos, fru-
to del período colonial y neocolonial, resultaba adecuada, funcional, al
carácter monopolista que había adoptado el desarrollo capitalista en
el ámbito mundial. Por eso, después de varios lustros de aplicación de
la estrategia de industrialización por sustitución de importaciones (ISI),
los resultados distaban mucho de lo esperado y la industrialización no

70
pudo impedir que las empresas transnacionales adquirieran el control
de los sectores más dinámicos de la economía de la región.

Los enfoques acerca de la dependencia


Durante la década del 60 concurrieron varias circunstancias que
estimularon la interpretación de la realidad latinoamericana por los
intelectuales de izquierda, tanto economistas como sociólogos
e historiadores.
En primer término, comenzó a hacerse evidente el fracaso de los
esfuerzos desplegados en pro del desarrollo latinoamericano en años
posteriores a la Segunda Guerra Mundial, representados en la estrategia
ISI. En la opinión de Theotonio Dos Santos, uno de los estudiosos más
importantes sobre el tema de la dependencia, lo más trascendente de
los enfoques teóricos en torno a la relación dependencia-subdesarrollo,
fue el hecho de que “representó un esfuerzo crítico para comprender
las limitaciones de un desarrollo iniciado en un período histórico en
que la economía mundial estaba ya constituida bajo la hegemonía de
enormes grupos económicos y poderosas fuerzas imperialistas, aun
cuando una parte de ellas estaba en crisis y abría oportunidad para el
proceso de descolonización”.2
En segundo término, el triunfo de la Revolución Cubana y la
proyección socialista que tomaron las transformaciones económicas y
sociales en Cuba, constituyó un acicate para el despliegue de enfoques
elaborados por intelectuales de izquierda.
La llamada Teoría de la dependencia, más que una escuela monolítica
de pensamiento, constituye en realidad un conjunto de enfoques que, desde
perspectivas metodológicas diferentes –marxistas y no marxistas– sitúan
a la dependencia como elemento clave en la explicación del subdesarrollo.
De acuerdo con Blomströn y Hettne, reconocidos investigadores de la
Dependencia, pueden distinguirse tres o cuatro corrientes en la escuela
de la dependencia.3 Estas cuatro corrientes son:
• La autocrítica estructuralista de los científicos sociales ligados
a la CEPAL, realizada a principios de los años 60, cuando se
hicieron evidentes los límites del proyecto de desarrollo nacional
autónomo –capitalista– lanzado a fines de la Segunda Guerra
Mundial. Dentro de este grupo se incluyen a Osvaldo Sunkel,

2
Theotonio Dos Santos: La Teoría de la Dependencia. Balance y Perspectivas, p. 24, 2003.
3
Magnus y B. Hettne Blomström: La Teoría del Desarrollo en Transición, 1984.

71
Celso Furtado, e inclusive la obra final de Raúl Prebisch, reunida
en su libro El Capitalismo Periférico (1981).
• La corriente marxista latinoamericana que se basa en los
trabajos de Theotonio Dos Santos, Ruy Mauro Marini y Vania
Bambirra, Orlando Caputo y otros, a cuyos trabajos habría que
incorporar al africano Samir Amín.
• Fernando Henríquez Cardoso y Enzo Faletto, entonces colocados
en una posición de izquierda.
• André Gunder Frank representa la corriente de la dependencia
que se desarrolla fuera de las tradiciones marxistas, pero que
ejerció una notable influencia en las ideas marxistas.
A juicio de los autores del presente libro, la más importante de
todas es la corriente marxista, representada por Theotonio Dos Santos
y sus colaboradores (todos latinoamericanos), así como Samir Amín,
de origen africano.4
Lo distintivo de los enfoques acerca de la dependencia, es asumir
que no es posible comprender el subdesarrollo “si no comenzamos por
aprender cómo su historia económica y social pasadas pudo provocar
su actual subdesarrollo... y que la mayoría de los estudios sobre el
desarrollo y el subdesarrollo no toman en cuenta las relaciones
económicas, y otras, entre la metrópoli y sus colonias económicas en
el transcurso de la expansión y del desarrollo mundial del sistema
mercantilista y capitalista”.5
Como se deduce de las palabras anteriores, más que examinar el
subdesarrollo, y consecuentemente el desarrollo a partir de considera-
ciones domésticas, los partidarios de la dependencia eran del criterio
de que: “el subdesarrollo contemporáneo es, en gran parte, el produc-
to histórico de relaciones pasadas y presentes, económicas y otras,
entre los países satélites subdesarrollados y los países metropolitanos
actualmente desarrollados”.6
A diferencia de los estructuralistas latinoamericanos, en lugar de
concentrar su análisis en el mercado de bienes (sean productos

4
Para ampliar sobre las restantes corrientes de la Dependencia, puede consultarse
de Margarita García Rabelo, la ponencia “Marxismo, Subdesarrollo y Dependencia”,
presentada en el evento 42 Aniversario de los Estudios Económicos en la Facultad
de Economía de la Universidad de La Habana, 9 y 10 de diciembre de 2004.
5
A.G. Frank: “Desarrollo del subdesarrollo: un punto de vista de un economista
comprometido”, en revista Economía y Desarrollo, no. 18, p. 79, 1973.
6
Ibídem, p. 80.

72
primarios o manufacturados), los teóricos de la dependencia pusieron
de relieve el dominio que ejercen los países más desarrollados en el
funcionamiento del sistema capitalista de la economía mundial, al poseer
el dominio tecnológico a nivel mundial y también de los recursos
destinados a I+D(investigación y desarrollo), así como ser la base de
origen de la inmensa mayoría de las empresas transnacionales.
Theotonio Dos Santos, al término de los años 60 dirigió un grupo
de sociólogos latinoamericanos que se plantearon crear, sobre la base
del marxismo, una nueva teoría que explicase las particularidades
socioeconómicas de la periferia latinoamericana del capitalismo mundial
en su fase imperialista.7
En la opinión de Dos Santos, la ISI constituía una evidencia de que
las clases dominantes de la región latinoamericana no estaban dispuestas
a retroceder en el incipiente desarrollo industrial alcanzado en virtud
de las condiciones que se habían dado antes de la Segunda Guerra
Mundial. Sin embargo, los grupos de poder de la región confiaban en
la posibilidad de continuar fortaleciéndose por el camino de la
industrialización, y dar así lugar a la creación de centros nacionales de
acumulación capitalista. Los estructuralistas latinoamericanos,
exponentes teóricos de esos intereses, cometieron el error de reducir
el fenómeno de la dependencia (el modelo Centro-Periferia) al ámbito
del comercio exterior, es decir a la exportación de productos primarios.
A partir de aquí, formularon la hipótesis reformista de que
transformando la estructura productiva se lograría liquidar la
dependencia, o sea, sin necesidad de modificar el sistema
socioeconómico. En realidad, este sistema ya se había desarrollado como
capitalismo monopolista a escala mundial, de aquí que cualquier proceso
de industrialización, pretendidamente nacional, que se emprendiese
en América Latina, terminaría por quedar subordinado a los intereses
del capital transnacional.
Los dependentistas refiriéndose a la industrialización propugnada
por los estructuralistas, argumentaron que:
“no traía las consecuencias esperadas por la visión desarrollista
y nacional-democrática. Esta no representaba autonomía de
decisión, porque la industrialización pasaba a ser comandada
por la inversión externa, fundada en la empresa multinacional,
cuyo centro de poder continuaba en los polos centrales de la

7
Por tal motivo, en la literatura económica internacional se le adjudica a Dos Santos
y sus colaboradores el calificativo de “neomarxistas”.

73
economía mundial. La industrialización no traía distribución de
renta, porque ocurría en la época del capitalismo oligopólico y
financiero, que tiende a concentrar en grandes grupos
económicos el poder y la riqueza [...] La tecnología moderna
valorizaba el trabajo calificado y las actividades de gerencia en
detrimento de los asalariados sin calificación, provocando una
fuerte diferenciación de renta en el seno de la clase asalariada [... ] al
basarse en una tecnología importada, ahorradora de mano de
obra, la industrialización dependiente no creaba empleo
“suficiente” para incorporar a los trabajadores desplazados del
campo y de las actividades de autoconsumo”.8
Como se deduce de lo anterior, los dependentistas advirtieron con
claridad que la estrategia propuesta por el estructuralismo
latinoamericano se había circunscrito al plano técnico-productivo de
la dependencia económica de la periferia. Las esperanzas de desarrollo
genuino cifradas en esa estrategia carecían de bases reales, debido a
que se habían obviado las particularidades del desarrollo de las
relaciones capitalistas de producción en la fase imperialista.
El grupo de estudiosos liderado por Dos Santos, se propuso
“completar” el análisis realizado por los clásicos del marxismo-
leninismo, por considerar que las obras de estos constituían una visión
eurocéntrica del capitalismo y, por eso, incompleta. “El estudio del
desarrollo del capitalismo en los centros hegemónicos –escribió Dos
Santos– dio origen a la teoría del colonialismo y el imperialismo [...] El
estudio del desarrollo de nuestros países debe dar origen a la teoría de
la dependencia”.9
Sin embargo, reducir las obras de Marx, Engels y Lenin a una “mirada
del capitalismo desde los centros”, equivale a no comprender el método
de Marx y, consecuentemente, las prioridades que estos asumieron al
emprender la investigación del capitalismo. Ellos emprendieron una
tarea de primer orden en los planos teórico, político e ideológico en el
momento histórico que le correspondió vivir a cada cual. En función
de esos objetivos, era necesario estudiar el capitalismo allí donde había
alcanzado mayor grado de desarrollo. Solo a partir de entonces, podría

8
Theotonio Dos Santos: ob.cit., pp. 107-108.
9
Theotonio Dos Santos: Crisis de la teoría del desarrollo. La dependencia político-
económica de A. Latina. p. 23, 1969. Véanse también los trabajos publicados en el
período 1967-70 por el Centro de Estudios Socioeconómicos, Stgo. de Chile.

74
comprenderse su impacto sobre otras regiones menos desarrolladas y
las particularidades de su funcionamiento en estas.10
La crítica que al respecto puede señalarse a este grupo de
dependentistas, no minimiza su contribución a la interpretación mar-
xista del subdesarrollo. Resulta indiscutible cuán necesario era en la
década de los 60 y 70 del siglo XX, avanzar en la interpretación teórica
de los mecanismos y el impacto del sistema de dominación imperialista
sobre los países subdesarrollados; de la naturaleza del problema na-
cional y las vías alternativas para el desarrollo histórico de los pueblos
de A. Latina. Valga señalar que en la literatura marxista soviética del
momento, prevalecía el criterio de que los países latinoamericanos cons-
tituían sociedades feudales, y no propiamente capitalistas, como acer-
tadamente afirmaron muchos teóricos dependentistas.
Dos Santos definió la categoría dependencia como “una situación
donde la economía de cierto grupo de países está condicionada por el
desarrollo y expansión de otra economía, a la cual se somete aquella...
Si la dependencia es una situación condicionante ella establece los
límites posibles del desarrollo de estos países y de sus formas”.11
Este investigador identificó tres etapas o formas de dependencia
que plantean límites al desarrollo:
• Dependencia comercial de la etapa colonial.
• Dependencia financiero-industrial , consolidada a fines del siglo XIX.
• Dependencia tecnológica-industrial de la posguerra, basada en
corporaciones multinacionales que comenzaron a invertir en
industrias engranadas con el mercado interno.
Para Dos Santos, la dependencia constituyó la categoría metodológica
básica de su análisis y completó su definición de la manera siguiente:
“el modo específico de la producción capitalista en nuestros países, es
también la forma en que se estructuran nuestras sociedades. La de-
pendencia es la situación que condiciona nuestro desarrollo y le da
una forma específica en el contexto mundial –la del desarrollo capita-
lista dependiente. Este desarrollo sigue leyes propias, condicionadas
por esta situación, que tenemos que descubrir para poder actuar cons-
cientemente sobre nuestra realidad [...] El concepto de dependencia
[...] es instrumento indispensable para encontrar las leyes que rigen el
desarrollo de nuestras sociedades”.12

10
En tal sentido, puede consultarse el capítulo XXV del tomo 1 de El Capital de Marx,
por solo citar un ejemplo.
11
Dos Santos, Theotonio, cit. por Davídov, Vladimir: “¿Qué es la teoría de la dependencia?”
(segunda parte), revista América Latina, no. 2, pp. 31-32, 1986.
12
Cit. por. Vladimir Davidov: ob. cit., p. 32.

75
Puede observarse de las palabras anteriores, la hipótesis de un modo
de producción y leyes específicas que rigen el desarrollo de los países
subdesarrollados, para cuyo conocimiento resultaría necesario trabajar
en algo así como una economía política del capitalismo dependiente.
Esta pretensión de aislar la teoría de la dependencia respecto de la
teoría leninista del imperialismo, fue objeto de críticas por parte de
otros autores marxistas. Al respecto se señaló que:
“...es válido analizar la dependencia en tanto profundización de los
mecanismos que, en el esquema de funcionamiento del sistema
capitalista en su fase imperialista, refuerzan la explotación y el dominio,
pero... Explicar la dependencia con rigor teórico significa colocarla en
el seno de las relaciones de producción, en la base del proceso capitalista
y del desarrollo del imperialismo”.13
La identificación de la dependencia como categoría metodológica
básica, condujo a que algunos le adjudicaran el papel de causa del
subdesarrollo. Así, por ejemplo, A.G. Frank, concentró su atención
en el mecanismo de extracción del excedente económico por parte de
los países considerados centro de la economía mundial y argumentó
que la formación de una estructura piramidal constituida por las
metrópolis a la cabeza y los países satélites, posibilitaba que el
excedente creado en los últimos, drenase hacia los primeros,
principalmente a través del comercio internacional, de manera que los
países satélites veían sensiblemente reducidos sus volúmenes de
acumulación.
La identificación de la causa del subdesarrollo con la dependencia,
se tradujo también en relegar los factores endógenos a un plano secun-
dario a la hora de explicar el fenómeno del subdesarrollo y las vías de
liquidarlo. Incluso comenzó a debatirse si la burguesía nacional lati-
noamericana era capaz de emprender una revolución nacional demo-
crática, es decir, si era posible la existencia de otro tipo de capitalismo
–el independiente–, capaz de promover un desarrollo en provecho de
las grandes mayorías del pueblo.
En cuanto a lo último, Dos Santos argumentó: “la incapacidad
histórica de esa burguesía de sustentar un programa económico de
independencia y autonomía que le garantizasen el control sobre el
excedente generado en la región”.14

13
Osvaldo Martínez: “Acerca de los fundamentos del socialismo en Cuba y la depen-
dencia”, revista Economía y Desarrollo, no. 52, p. 115, 1979.
14
Theodonio Dos Santos: La teoría de la dependencia. Balance y perspectivas, ob cit., p. 110.

76
Al hacerlo, partió del criterio de que la burguesía latinoamericana
ha actuado siempre como intermediaria de los negocios que establece
el capital extranjero en la región; mientras que su papel como productor
capitalista ha sido reducido o insignificante. El socialismo sería el
camino para la liquidación del subdesarrollo, es decir, no una política
antimperialista solamente, sino también anticapitalista.
En cambio, los partidarios de otra de las corrientes de la
dependencia, F.H. Cardoso y E. Faletto, en particular, señalaron que
la predicción de la imposibilidad del desarrollo resultaba exagerada,
en tanto que esta deducción se apoyaba en conceptos –desarrollo y
subdesarrollo– no claramente definidos. En la apreciación de estos
autores, es erróneo asumir que las estructuras internas estén
mecánicamente determinadas por las estructuras externas; al igual que
pueden generarse influencias internas negativas, también cabe esperar
efectos externos positivos. Por ello, no son válidas las generalizaciones,
sino que siempre es necesario estudiar las formas concretas en que se
desarrollan las relaciones de dependencia; esto es, las formas
específicas de articulación de la economía y la política de las naciones
periféricas con las de las naciones desarrolladas.
Cardoso y Faletto concluyeron que era posible la industrialización
sostenida de la periferia, aunque se trataría de un desarrollo con
distorsiones y deformaciones económicas y sociales –un “desarrollo
dependiente asociado”– bien diferente del que acontecía en los países
del centro, pero desarrollo capitalista en definitiva.
Como vemos, el errado enfoque metodológico empleado por varios
dependentistas, al dar preeminencia a los factores externos en la
explicación del subdesarrollo, de hecho, relegó a un segundo plano los
factores nacionales, entre ellos, al papel de los sectores dominantes en
los países latinoamericanos.
Samir Amín: ha publicado varias importantes obras que lo ubican
en el debate acerca de la dependencia. Entre ellas se encuentran: La
acumulación a escala mundial (1974), El desarrollo desigual (1976); y
La desconexión hacia un sistema mundial policéntrico (1988).
Samir Amín define el subdesarrollo a partir de tres criterios
estructurales: la desigualdad de productividad entre sectores; la
desarticulación del sistema económico y la dominación desde el
exterior. En su opinión, el subdesarrollo resulta de la exportación del
modo capitalista de producción desde el centro hacia las formaciones
sociales precapitalistas en la periferia, como resultado de lo cual se
formaron dos tipos de capitalismo que están unidos estructuralmente.

77
De una parte, está un capitalismo autocéntrico y dinámico, cuyas economías
son homogéneas y diversificadas. De la otra, se encuentra un capitalismo
bloqueado en la periferia, cuyas economías son heterogéneas, especia-
lizadas, extravertidas, desarticuladas y dependientes. El primero de estos
polos utiliza a la periferia en función de su propia expansión, con lo cual
fija los límites del proceso de acumulación en esta. En este sentido, la
periferia no es autónoma en términos del proceso de acumulación, sino
que este adopta un carácter inducido.
La polarización es la categoría central de Samir Amín, y no la
dependencia. 15 Con ella expresa que el segundo de estos dos polos
marcha siempre a la zaga del primero, en tanto que el desarrollo desigual
es una ley inherente a la expansión mundial del capitalismo. El
contenido esencial de las relaciones entre ambos polos es económico,
pero las formas de la polarización se modifican a través del tiempo,
por lo que es irreal asumir que el desarrollo capitalista en la periferia
permanece invariable y estancado.
Este autor subraya que el nuevo modelo de relaciones entre el centro
y la periferia que comenzó a modelarse desde los años 70, permite que
la última acceda a un crecimiento industrial importante, pero sin
que los centros pierdan el control de los mecanismos de generación
del excedente, básicamente mediante el dominio de la tecnología.
Por esto, la contraposición Países Industrializados-Países No
Industrializados, no constituye la forma eterna y definitiva de la
polarización capitalista. En su opinión, en los momentos actuales
asistimos a un nuevo proceso de polarización, en el que el control sobre
las condiciones esenciales del proceso de acumulación se desplaza hacia
terrenos nuevos, particularmente hacia el financiero y tecnológico.
De acuerdo con el criterio de Samir Amín, el desarrollo es un concepto
crítico del capitalismo, por lo que llama a establecer una diferencia entre
los conceptos desarrollo y expansión capitalista. Así, la industrialización
ocurrida en varios países de la periferia después de los años 70, debe
conceptualizarse como expansión capitalista. El desarrollo debe ser de
una naturaleza diferente, a fin de superar esta polarización.16
Desde el punto de vista propositivo, Amín previó la posibilidad de
que los países subdesarrollados asuman una estrategia de desconexión
del sistema capitalista mundial. En su obra acerca de la desconexión
esta se define como:

15
Samir Amín: La Desconexión, hacia un sistema mundial policéntrico, p. 32, 1988.
16
Samir Amín: Capitalismo y Sistema Mundo, p. 70, 1999.

78
“La organización de un sistema de criterios de racionalidad de las
elecciones económicas, fundado sobre una ley del valor con base
nacional y contenido popular, independientemente de los criterios de
la racionalidad económica que resultan de la dominación de la ley del
valor capitalista que opera a escala mundial”.17
De este modo, Samir Amín rechaza la tesis de que los países
subdesarrollados tienen que “ajustarse” a los criterios de racionalidad
económica dictados por la globalización neoliberal o , de lo contrario,
perecerán. En su opinión, en cada momento histórico, las relaciones
externas de una sociedad deberán subordinarse a los objetivos que
dimanan de su desarrollo interno, de modo que se orienten a satisfacer
las necesidades de las masas.
Varios autores han puesto en duda que una política de desconexión
pueda llevarse a vías de hecho. Entre otras razones, se señalan:
a) lo difícil que resulta desconectarse en un mundo cada vez más
globalizado y en el que imperan muchas fuerzas opuestas a esa
solución. Al propio tiempo, expresan que la vaguedad con que
se define el concepto desconexión, pudiera conducir de hecho,
a caer en una verdadera autarquía, con los negativos resultados
previsibles;
b) la desconexión solo puede ser viable para grandes países con un
enorme mercado interior, recursos naturales abundantes y
capacidad para autoabastecer las principales necesidades de la
población. 18
Ciertamente, el concepto desconexión necesita de una mayor
elaboración. No obstante, llama la atención que Samir Amín se
pronuncia por una opción popular revolucionaria, encaminada a la
instauración del socialismo y encaminada a construir un sistema
mundial policéntrico, que descanse en la solidaridad y el
internacionalismo. Lo último, pone de relieve que la idea de la
desconexión alcanza su real significado cuando se instrumenta como
proceso que aglutina a varios países subdesarrollados, o sea se trata de
una desconexión colectiva.

17
Samir Amín: La desconexión, ob. cit., pp. 118-119.
18
Hidalgo Capitán, A.L.: El pensamiento económico sobre desarrollo. De los mercantilistas
al PNUD, pp. 160-161, 1998.

79
Capítulo 6

Elementos para una síntesis marxista


del subdesarrollo y el desarrollo

Tal y como se expresara al inicio de esta segunda parte del libro, el


debate acerca de las perspectivas de desarrollo de los países
subdesarrollados hasta fines de los años 80, estuvo representado por
dos concepciones fundamentales. La primera, exponente de la hipótesis
que advierte la presencia de obstáculos endógenos en los primeros,
concentrando la explicación del subdesarrollo, y consecuentemente del
desarrollo perspectivo, en dependencia de la superación de tales
obstáculos. La manifestación más desarrollada de tal concepción, el
neoliberalismo, ocupó un espacio relevante en el capítulo 4.
En cuanto a la segunda, es decir, aquella que examinaba ambas
cuestiones desde una perspectiva global, el capítulo 5 aportó una visión
parcial (el estructuralismo latinoamericano y los enfoques acerca de
la dependencia) respecto a las corrientes que suscriben esa posición.
Ahora, el capítulo 6 se propone completar nuestro análisis, al abordar
la crítica marxista desarrollada en nuestro país. Aunque antes fueron
examinados varios autores marxistas que han aportado valiosas ideas
acerca de la dependencia, el subdesarrollo y el desarrollo, resulta
necesario aproximarnos a una síntesis y poner de relieve la contribución
cubana al análisis del concepto desarrollo.

El crecimiento económico desde una perspectiva


histórica
En ocasiones, los economistas y otros especialistas dedicados al
estudio del proceso de desarrollo económico, no han prestado la debida
atención al examen de las condiciones históricas que han conducido a
estos países a una situación de subdesarrollo, incurriendo con ello en
un grave error. El proceso de desarrollo en cualquier sociedad
presupone siempre la acción de un conjunto variado de factores sociales

80
y culturales, cuya omisión puede conducir a una interpretación
mecanicista de dicho proceso y a dejar escapar elementos trascendentes
para la formulación de decisiones políticas.
El origen de ese error tiene sus raíces en determinadas posiciones
teóricas inherentes a la economía clásica y neoclásica, demasiado
apegada al análisis del comportamiento del mercado, y que tiende a
reducir la naturaleza humana a una predisposición natural hacia el
cambio y los negocios, cuestión que llevada al extremo, induce a igualar
a todos los hombres y países, no importa dónde ni cómo vivan, y a
concentrar su atención en la existencia o no de incentivos económicos
para su desenvolvimiento. No es de extrañar entonces, que semejante
postura haya conducido a algunos especialistas a subvalorar las
singularidades históricas de los países subdesarrollados y a pretender
“trasplantar” fórmulas aplicadas en países con niveles superiores de
desarrollo o a homologar las historias de unos y otros.
Un ejemplo elocuente de todo ello, fue la adopción por las Naciones
Unidas de las llamadas “décadas del desarrollo”, iniciadas en 1960,
denominación que sugería la posibilidad de una rápida liquidación del
subdesarrollo. Esta suposición partía de la exitosa experiencia de la
reconstrucción de las economías de los países de Europa occidental y
Japón una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, particularmente
a través de la canalización de recursos financieros. La realidad
histórico-concreta de los países subdesarrollados era bien diferente,
por lo que los resultados obtenidos en la primera y segunda “décadas”,
se quedaron muy rezagados en relación con las expectativas.
Los países subdesarrollados tienen una historia de colonialismo y
neocolonialismo, cuyos efectos duraderos deben ser comprendidos por
cualquiera que aspire a valorar y/o promover el desarrollo económico
en cualquiera de estos.
En la literatura económica internacional, los orígenes del desarrollo
económico se identifican con la Revolución Industrial en Europa
occidental a mediados del siglo XVIII. Con anterioridad a esa fecha, la
economía de los distintos países, apenas variaba de un año a otro,
reproduciéndose en una escala simple. El advenimiento de un núcleo
industrial capitalista en varios de ellos, significó una modificación
cualitativa de la economía de la época, particularmente porque
comenzaron a elevarse significativamente los ritmos de crecimiento
económico.
El tránsito de la producción feudal hacia las formas capitalistas
de producción, sobre la base del desarrollo progresivo de la industria,
provocó un marcado ascenso en el nivel de la productividad del

81
trabajo, la producción total y el ingreso por habitante. Esta primera
línea de acción de ese poderoso núcleo dinámico, tuvo lugar dentro
de Europa occidental y dio lugar al advenimiento de la gran industria
maquinizada.
Más tarde, se produjo un desplazamiento, más allá de las fronteras
de Europa occidental, de mano de obra, capitales y técnicas, hacia
aquellas tierras todavía desocupadas y con características similares a
las de la propia Europa. Tales fueron los casos de Estados Unidos
(particularmente en el Oeste), Australia y Canadá. Por último, la
expansión de la economía industrial europea se movió en dirección a
las regiones ya ocupadas, mayormente las colonias.
Entre los efectos duraderos más importantes del colonialismo,
pueden destacarse el desencadenamiento de profundas crisis
demográficas, la destrucción total o parcial de culturas autóctonas y el
establecimiento de un patrón de desarrollo dependiente de sus
respectivas metrópolis.
Con respecto a las crisis demográficas, valgan algunas referencias
históricas. En el caso de Cuba, resulta conocido que la población
autóctona virtualmente desapareció en los primeros años de la
colonización española. El escritor Eduardo Galeano, en su obra Las
venas abiertas de América Latina, refiere que la población de A. Latina
decayó de un estimado de 70-90 millones en 1540 hasta 3,5 millones
en 1690. En el continente africano, la situación fue más dramática aún
como consecuencia de la trata de esclavos, provocando una crisis
demográfica que se prolongó por cerca de 400 años. Como resultado
del comercio de esclavos para su explotación en otros continentes, la
proporción de la población africana dentro de la población mundial se
redujo entre 1650 y 1850 del 18 % al 8 %.1
El régimen colonial de las distintas metrópolis no tuvo iguales
características en todos los casos. El régimen colonial aplicado por
cada metrópoli estuvo fuertemente ligado con el modo de producción
dominante en la potencia colonial.
El régimen semifeudal imperante en la España de los siglos XV y XVI,
por ejemplo, determinó que la obtención de metales preciosos –que a
la sazón cumplían la función de dinero–, constituyese uno de los pro-
pósitos principales de la colonización española en los territorios lati-
noamericanos, destinados a la realización de inversiones improductivas,
principalmente para sostenimiento del consumo suntuario de las cla-

1
James M. Cypher and I. Dietz James: The process of economic development, Routledge,
London, p. 71, 1997.

82
ses dominantes. Según cálculos realizados, durante los últimos veinti-
cinco años de dominación colonial, España extrajo alrededor del 7,2 %
del ingreso anual de México, unas veinticinco veces mayor que lo ex-
traído por Inglaterra de sus colonias norteamericanas.2 Rasgos simila-
res caracterizaron al sistema de plantaciones agrícolas establecido por
el colonialismo holandés, aunque ya con un marcado interés en la ob-
tención de ganancias.
La experiencia colonial de Inglaterra contrasta con las anteriormente
señaladas y pone de manifiesto etapas en que se combinaron los
intereses del capital comercial –cuyo lucro provenía del intercambio
no equivalente– con los del pujante capital industrial. El régimen
colonial no solo permitió que muchos colonizadores de ultramar
amasaran enormes fortunas para sostener un régimen de consumo
suntuario, sino que también contribuyó al despliegue de la Revolución
Industrial en Inglaterra. Las plantaciones de azúcar y otras posesiones
coloniales, generaron la entrada a esa metrópoli colonial de grandes
sumas de recursos monetarios que fueron a parar al sistema bancario
inglés, proveyendo un financiamiento barato a los proyectos de
inversión que capitaneaban los capitalistas industriales.
Hasta inicios del siglo XVIII, la política colonial de Inglaterra hizo
énfasis en el control del comercio de las colonias y en el control de los
salarios (mediante el empleo del trabajo esclavo), a fin de garantizar
términos relativos de intercambio favorables a la metrópoli. A medida
que se consolidaba la producción maquinizada capitalista en Inglaterra,
iban entrando en contradicción los intereses del capital industrial con
los del antiguo capital comercial. La creciente producción industrial
requería de la ampliación de los mercados de venta y suministros, para
lo cual las colonias constituían un mercado potencial, pero el régimen
de dominación establecido en las colonias ponía un freno a esos
intereses, prueba de ello era el régimen de esclavitud imperante.
El fomento y elevación de la eficiencia de la producción agropecuaria
y minera por parte de sus respectivas metrópolis en los territorios
coloniales, sugiere preguntarse a qué puede atribuirse el hecho de que,
paralelamente, no prosperara la industrialización de las materias primas
obtenidas en las colonias. Al respecto, la experiencia de la India aporta
elementos esclarecedores.
Hasta la Revolución Industrial en Inglaterra, la India era un
importante productor y exportador de manufacturas textiles, obtenidas

2
James M. Cypher and James I. Dietz: ob. cit., p. 76.

83
a partir de la producción nacional de algodón. El despliegue de la
producción capitalista en Inglaterra, generó el interés por detener el
avance de la industrialización en esa colonia, particularmente en la
producción textil. La mecanización de la producción textil inglesa, se
había traducido en un notable ascenso en la productividad del trabajo
y, como consecuencia de ello, los costos de producción en esa rama se
redujeron significativamente.
Atendiendo a los reclamos de los industriales ingleses, ávidos de
mercados donde colocar sus excedentes, el gobierno inglés estableció
la apertura del mercado de la India a los textiles ingleses, al tiempo
que las importaciones de algodón en ramas provenientes de la colonia
quedaban exoneradas del pago de tarifas.
La creación de patrones distorsionantes del desarrollo de los
territorios coloniales por las metrópolis, se produjo por dos vías
principales; en primer lugar, mediante el fomento en las colonias de la
producción de bienes exportables que no entraran en competencia con
las exportaciones de la metrópoli; en segundo lugar, diseñando una
infraestructura carente de racionalidad en términos de desarrollo,
debido a que surgía condicionada por los requisitos de la exportación
de los productos primarios hacia la potencia colonial (en la mayoría de
los casos para conectar la región productora con el mar); en tercer
lugar, estableciendo un régimen comercial y tributario que favoreciera
los intereses de la metrópoli; en cuarto lugar, subordinando a esos
intereses, el desarrollo de la educación y formación de fuerza de
trabajo, así como de las instituciones económicas en las colonias.
Se inició así un proceso de desarticulación sectorial y territorial,
que puso frenos al desarrollo de los nexos de cooperación entre las
regiones del país, al igual que con países vecinos dominados por
potencias coloniales diferentes; el caso del continente africano resulta
el más conflictivo de todos. La estructura productiva que se fue
configurando, en todos los casos, resultaba óptima en función de los
intereses de la metrópoli, pero no de la colonia.
El último tercio del siglo XIX e inicios del siglo XX, período en el que
los líderes de las potencias capitalistas proclamaban a los cuatro vientos
las virtudes del librecomercio, fue también un período de intensas
guerras de conquista de nuevas posesiones coloniales, como resultado
de lo cual el mundo quedó totalmente repartido entre las viejas
potencias existentes hasta entonces, más otras nuevas que emergieron.
El interés del libre comercio estaba referido, claro está, únicamente a
las relaciones entre las potencias, dada la intensidad de la competencia
reinante entre estas.

84
Como es conocido, el fin del reparto territorial del mundo fue uno
de los rasgos definidos por Lenin para caracterizar el tránsito del
capitalismo hacia una etapa superior, el imperialismo. Según datos de
J. Hobson, del total de 539 millones de la población sometida al dominio
colonial en 1914, alrededor de 100 millones se adicionó entre 1870
y 1914, pertenecientes en su mayoría al continente africano, que fue
disputado y finalmente repartido entre Inglaterra, Francia y Alemania.
Los Estados Unidos, por su parte, se anexaron a Puerto Rico y Filipinas,
además de ocupar el istmo de Panamá.
Surgió así un colonialismo de nuevo tipo, el sistema colonial del
imperialismo, con objetivos y métodos de dominación propios. La
segunda revolución industrial experimentada a fines del siglo XIX y,
con ella el desarrollo del capital monopolista, reforzó la tendencia del
capitalismo a expandirse más allá de su lugar de origen. Con mayor
fuerza que en la fase temprana del desarrollo capitalista, el mercado
interno de las potencias capitalistas resultaba estrecho para absorber
la oferta que surgía al calor del desarrollo tecnológico alcanzado en
estas y, paralelamente necesitaban una oferta creciente y estable de
materias primas. A diferencia de la fase anterior, ahora se adicionaba
el objetivo de disponer de nuevos mercados de capital, en los que
pudieran colocarse las enormes ganancias monopolistas.
El poder económico alcanzado por esas potencias, les permitía
establecer un régimen de monopolio sobre la economía de los territorios
dominados y también adquirir el dominio sobre las decisiones políticas,
sin necesidad de que la metrópoli ejerciera la administración estatal y
jurídica del territorio dominado. El desarrollo capitalista de las colonias
quedaría atado en lo adelante, a los intereses de la economía de las
metrópolis imperialistas, moldeándose siempre como complemento y
nunca en competencia con estas.
A finales del siglo XIX , aquellas fuerzas económicas que hasta
entonces provocaban el surgimiento de diferencias económicas entre
los principales países capitalistas –para después dar lugar a su
equiparación–, al amparo del ascenso del capital monopolista
comenzaron a transformarse, provocando el predominio de las fuerzas
diferenciadoras. Esto es lo que Lenin denominara la acentuación del
desarrollo desigual económico y político del capitalismo. A partir de
este momento, las distancias entre los principales países capitalistas y
aquellos territorios dominados bajo la forma colonial y, más tarde
neocolonial, comenzaron a tornarse prácticamente insalvables.
La desigual división internacional del trabajo que fue surgiendo
–los países coloniales y dependientes como exportadores de productos

85
primarios e importadores de productos manufacturados creados en los
países más avanzados– pareció resultar beneficioso para los primeros
durante una etapa. La Tabla 6.1 brinda una idea del movimiento que
siguieron los términos de intercambio para los productores de
productos primarios.
Tabla 6.1. Dinámica de los términos de intercambio para los productos primarios
(1801-1986)

Porcentaje de cambio anual de las exportaciones de


productos primarios de las naciones.
1801-1881 0,87
1882-1913 -0,42
1876-1938 -0,95
1900-1986 -0,52 hasta -0,84
Fuente: Cit. por Cypher, James M. and Dietz, James I. (1997) ob. cit., p. 87, 1997
según datos tomados de Grilli y Yang, 1988; Sarkar (1986); Spraos (1983).

Como se muestra en la tabla anterior, la exportación de productos


primarios parecía constituir una ventaja comparativa de los países
menos desarrollados, cuyo aprovechamiento fortalecería el ingreso
nacional y la riqueza. Hasta inicios de los años 80 del siglo XIX, cada
unidad de exportaciones de productos primarios era capaz de adquirir 0,87 %
mayor de importaciones en cada año.
Esta tendencia se explica por la intensa competencia desarrollada
en ese período entre las naciones más poderosas económicamente, en
torno a los precios de la producción manufacturera, haciéndolos
descender. Al propio tiempo, se expandía la demanda de los productos
primarios, sin variaciones importantes en la eficiencia de su producción.
Argentina parece ser un ejemplo de país cuya economía se expandió
rápidamente en ese período, a expensas de la producción agropecuaria,
sin necesidad de la diversificación de la producción ni de inversiones
masivas.
A partir de los fines del siglo XIX y hasta la actualidad (interrumpido
solo por los años de la Segunda Guerra Mundial), los términos de
intercambio comenzaron a moverse en sentido desfavorable para la
economía de los productores de productos agrícolas y mineros. En
virtud de ello, cada vez habría que exportar más y más para adquirir
los productos manufacturados –equipos y maquinarias incluidos–
necesarios para mantener los niveles de producción y de consumo
tradicionales.

86
El sistema colonial del imperialismo adoptó manifestaciones par-
ticulares en cada potencia, toda vez que se llevó a cabo por parte de
potencias diferentes, en regiones y momentos también distintos de la
historia del desarrollo de cada potencia vista como nación. Según
investigaciones realizadas por Maddison, la ocupación japonesa de
Taiwán y Corea, se distinguió por la introducción de tecnologías más
modernas en la agricultura y una fuerte inversión en la industria de
estas colonias, a consecuencia de lo cual sus economías crecieron
entre 1929 y 1938 a ritmos del orden del 1,8 % y 3,5 %, respec-
tivamente.
Por comparación, en igual período, la tasa de crecimiento del PIB
en la India fue de solo el 0,5 % y en Indonesia del 1,5 %.3 Por supuesto
que en todos los casos los beneficios económicos obtenidos durante la
dominación colonial no fueron a parar a manos de la población oriunda
de los territorios dominados, sino a las metrópolis imperialistas y a sus
élites nacionales, radicadas en esos territorios.4
Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial y al amparo de la
nueva correlación de fuerzas económicas y políticas en el mundo, se
inició el proceso de descomposición del sistema colonial imperialis-
ta. Como resultado de ese proceso, de manera progresiva la adminis-
tración estatal y jurídica de los antiguos territorios coloniales pasó a
manos de nacionales. Los Estados Unidos, la potencia hegemónica
en ese contexto histórico, pusieron especial empeño en el proceso de
descolonización. Al margen de las motivaciones altruistas que pudie-
ran señalarse, es preciso advertir que la descolonización representa-
ba la apertura de los hasta entonces mercados coloniales a los
intereses norteamericanos.
Como se ha visto hasta aquí, la historia de la configuración de la
economía capitalista mundial es también, por consiguiente, la historia
de la lucha del capital por crear grandes zonas de influencia.
Con el advenimiento de la fase imperialista, momento en el que
culmina el proceso de formación de la economía mundial, las antiguas
colonias, así como aquellas naciones que habían alcanzado mucho antes
la independencia política, quedaron atrapados en unas redes de
subordinación económica, de las cuales resultaba mucho más difícil
zafarse. La estructura productiva y la infraestructura inherente a esta,

3
Cit. por James M. Cypher and James I. Dietz: ob. cit., p. 92, a partir de trabajos
publicados por A. Maddison, 1990 y 1985.
4
James M. Cypher and James I. Dietz: ob. cit., p. 84.

87
en todos los casos había sido moldeada en función de las necesidades
económicas de otros países, carente de integración nacional desde el
punto de vista sectorial y territorial.
Otro tanto podría afirmarse respecto de los atributos de la fuerza
de trabajo asentada en esos territorios, los sistemas educacionales, las
instituciones económicas, etc. La experiencia ha demostrado que los
efectos de todo este largo período histórico se han extendido más allá
de la desaparición del régimen colonial y que ha resultado sumamente
difícil alterar este orden de cosas y enrumbarlo en función de un futuro
mejor para la nación.
A todos los elementos históricos hasta aquí resumidos, habría que
incorporar un conjunto de factores contemporáneos relativos a los
países subdesarrollados, que también modifican las condiciones para
llevar a cabo el proceso de desarrollo en nuestros días. Entre ellos vale
señalar que los países subdesarrollados, a diferencia de los hoy
industrializados en el momento de su industrialización:
• Poseen una menor dotación de fuerza de trabajo calificada y
menor desarrollo de capacidades científico-técnicas nacionales.
• Se caracterizan por bajos niveles de ingresos por habitante y
del Producto Nacional Bruto.
• Muchos son países densamente poblados y, por lo general, su
población crece anualmente a elevados ritmos.
• Gran parte de estos países están situados en zonas climáticas
diferentes a las propias de los más desarrollados y, por ello,
necesitados de soluciones tecnológicas propias.
• La migración internacional de regiones superpobladas hacia
otras en franco proceso de desarrollo (los casos de EE.UU. y
Australia, por ejemplo), actualmente son limitadas y selectivas.
• Las exportaciones, que antaño actuaron como un estímulo al
crecimiento económico de otros países, entran ahora en com-
petencia con las exportaciones de los países más desarrollados
y sus precios se mueven en una relación inversa con respecto a
los de los bienes y servicios de importación.
• Varios de ellos son naciones que carecen de integración cultural
y estabilidad política.
Por todo ello, desde el punto de vista científico, resulta inconsistente
igualar las condiciones de desarrollo para todos los países, e incluso
pretender que los países que fueron sometidos a un régimen colonial
y/o neocolonial en algún momento de su historia, reproduzcan la historia

88
de los hoy industrializados. La experiencia histórica de estos países en
materia de crecimiento económico tiene un valor limitado.

La crítica marxista del subdesarrollo


La conceptualización marxista del subdesarrollo prevaleciente en
Cuba, es un resultado de largos años de debate y análisis crítico de las
diferentes percepciones elaboradas por autores marxistas y no marxistas.
En todo ello, los debates ocurridos en la década del 70, tuvieron una
significación especial, por el hecho de haber tenido lugar en la región
latinoamericana, al calor de realidades económicas, políticas y sociales
bien cercanas a las que el proceso revolucionario cubano se proponía
transformar.
No es de extrañar que las concepciones prevalecientes en un
determinado momento, más adelante hayan sido superadas por otras;
el desarrollo científico no sigue siempre un curso lineal, sino que más
bien asciende a manera de un espiral, proceso en el que la práctica
social constituye en definitiva el criterio de la verdad.
A continuación brindamos un breve análisis crítico de las principales
teorías acerca de las causas del subdesarrollo.

El subdesarrollo como expresión de la existencia de relaciones


precapitalistas
Una de las primeras interpretaciones del subdesarrollo que mereció
atención, fue la visión asumida por autores soviéticos que otorgaban a
las sociedades latinoamericanas un carácter feudal. De acuerdo con
esta interpretación, el capitalismo ocupaba un papel exiguo en las
economías de la región, por lo que precisamente su débil influencia
constituía la explicación del atraso de nuestros países. Desde el punto
de vista político, la prioridad de los partidos de izquierda sería
contribuir al desarrollo capitalista, por vía de la industrialización. La
lucha por el socialismo vendría después; no era la tarea del momento.
El subdesarrollo no es resultado de la persistencia de relaciones
precapitalistas, o lo que es lo mismo, del insuficiente desarrollo
capitalista (como también dedujera W. A. Lewis, para quien el
desarrollo equivalía al desarrollo del capitalismo en extensión y en
profundidad). Por el contrario, el subdesarrollo constituye el resultado
de la inserción de nuestras economías en el sistema capitalista mundial,
pero de manera subordinada y a conveniencia de la expansión capitalista
en otras partes del sistema. Esa errónea representación, fue superada
89
al evidenciarse que el capitalismo había penetrado aun en los sectores
aparentemente más aislados, como es el caso del latifundio agrícola, y
constituía la relación de producción fundamental en los países
latinoamericanos. Esas relaciones no constituyen un obstáculo, sino
que resultan convenientes para el dominio del capital monopolista sobre
nuestros países.

El subdesarrollo como expresión de un atraso en cumplir


las transformaciones de una determinada etapa del desarrollo
El subdesarrollo no es tampoco identificable al atraso o estanca-
miento en la senda universal del desarrollo por la que ya transitaron
otros países, como se deduce de la concepción etapista de W.W.
Rostow. Aceptar esta idea significa, según se viera en el epígrafe an-
terior, sustituir la historia de los países subdesarrollados por la de
los hoy países capitalistas desarrollados. Como se esclareciera en un
epígrafe anterior, no es consistente científicamente desconocer los
efectos duraderos del pasado colonial y neocolonial sobre los países
subdesarrollados, ni tampoco desconocer que el tránsito del capita-
lismo a su fase monopolista, potenció aún más la desigualdad del de-
sarrollo de unos países con respecto a otros. Desarrollo y
subdesarrollo, forman parte de un mismo proceso global que se con-
solida en la fase monopolista, pero que tiene sus antecedentes en la
historia colonial.

Subdesarrollo como resultado de una difusión asimétrica


del progreso técnico en el ámbito mundial y que ha generado
desequilibrios estructurales
El subdesarrollo no es únicamente el fruto de una pobre difusión
del progreso técnico en nuestras economías, mientras se concentra en
las economías centrales, como se expresa en el diagnóstico
estructuralista de la cuestión formulado por R. Prebisch. Esto sería
un efecto, pero nunca la causa. Detrás de la lenta transferencia de
tecnología hacia los países subdesarrollados hay que identificar las
particularidades del desarrollo capitalista en su fase monopolista.
Ciertamente, alcanzar un nivel básico de industrialización constituye
una necesidad para promover el desarrollo. Sin embargo, a medida
que los procesos productivos pueden ser fragmentados en diferentes
países con motivo de la globalización y el nuevo paradigma técnico-
productivo, observamos la existencia de economías subdesarrolladas

90
que, remedando a Marx, se han convertido en “obreros parciales”
dentro de una cadena productiva a cargo de empresas transnacionales
y, por tanto subordinadas formal y realmente a estas, a pesar de que
generen empleos y mejores salarios.
Pese a que la teoría estructuralista no arribó a la causa esencial del
subdesarrollo, representó un paso de indudable avance hacia ese
propósito. En lugar de considerarlo una etapa “normal” o un atraso, el
estructuralismo examinó al subdesarrollo y al desarrollo como procesos
históricamente simultáneos y vinculados entre sí, a través de la división
internacional capitalista del trabajo. El estructuralismo latinoamericano
subrayó la unicidad de estos procesos, al poner de relieve la
funcionalidad del subdesarrollo con las necesidades del desarrollo
capitalista en la otra parte de la economía capitalista mundial y realizó
una crítica de los límites del funcionamiento de los mecanismos del
mercado a la hora de proyectar la estrategia de desarrollo.

El subdesarrollo como resultado de políticas que reprimen


el mercado y no permiten que los individuos empleen
sus energías a fondo
No es admisible tampoco reducir las causas del subdesarrollo a la
pobre eficiencia en la asignación de los recursos y la ausencia de
incentivos, como resultado de políticas que reprimen el mercado. Esta
es la hipótesis neoliberal del problema que sustentan autores como
Lal, Krueger, Badassa y otros. La idea de que todo individuo busca
el máximo de felicidad con el mínimo de esfuerzo y que ello lo
conmina a alcanzar la máxima productividad, parte de considerar que
los individuos son propietarios de lo que producen, pero lo cierto es
que la mayoría de los trabajadores de los países subdesarrollados no
es propietaria de medios de producción, sino que vive de la venta de
su fuerza de trabajo.
Además, la idea de un libre mercado y de ajustes de la producción
según la demanda, no corresponde con una realidad en la que los
monopolios transnacionales dominan la producción y el mercado, por
lo que controlan tanto la oferta como la demanda; y más del 50 % del
intercambio mundial es realizado bajo condiciones de comercio
intrafirma, o sea dentro de filiales de empresas transnacionales.
Afirmar lo anterior, equivale también a desconocer que desde el
punto de vista histórico, es fácil comprobar que el quehacer en materia
de política económica en los países subdesarrollados ha estado siempre
influido por las corrientes del pensamiento económico que más se

91
correspondieron con las necesidades del sistema capitalista mundial
en cada momento. Así, en la etapa de florecimiento de las concepciones
keynesianas, en los países subdesarrollados se aplicaron recetas de este
corte, intentando regular el comportamiento de los mercados. Al
sobrevenir la ola neoliberal, muchos gobiernos se plegaron a la nueva
fórmula de liberalización y apertura.
Sin embargo, bajo ninguna fórmula de política económica, los países
subdesarrollados han logrado avanzar resueltamente por el camino del
desarrollo. El período de mayor obediencia al mercado, ha permitido
una mayor concentración de las riquezas, a la par que se ha reforzado
la pobreza y la marginación social.
Claro que la política económica cuenta. Algunas diferencias que se
perciben entre unos países subdesarrollados y otros, tienen que ver con la
mayor o menor eficacia en el diseño e implementación de la política
económica; también cuenta la política social. En uno y otro caso tienen
que estar orientadas a dar respuesta a objetivos nacionales. Pero, la política
económica siempre constituye el medio para la realización de los intereses
inherentes a un sistema socioeconómico dado. Es precisamente aquí donde
hay que buscar las causas del subdesarrollo.

El subdesarrollo como una tendencia permanente


al estancamiento económico y social
El subdesarrollo no puede interpretarse tampoco como un
estancamiento del desarrollo capitalista. La hipótesis acerca del
“desarrollo del subdesarrollo” ha generado confusiones de este tipo.
El modelo piramidal ideado por A. G. Frank, según el cual los países
subdesarrollados son satélites de las metrópolis y que hace énfasis en
la sustracción automática –y carente de contradicciones– del
plusproducto de la periferia y su apropiación por los centros
imperialistas, ha inducido la idea de que la periferia tiene un marcado
destino: el estancamiento económico y social.
La noción de la subordinación real de nuestras economías a los
intereses de los grandes capitales transnacionales es objetiva, pero no
puede desconocerse que el objetivo de tal subordinación es la
producción de ganancias para el capital. La ampliación de esas ganancias
está condicionada a la promoción de cierto desarrollo económico en
los países subdesarrollados, pero un progreso en acuerdo y hasta el
grado que convenga a los inversionistas provenientes de los países
desarrollados; en otras palabras, de acuerdo con el interés de explotar
a estos países. La transferencia de ramas o procesos industriales hacia

92
países subdesarrollados en décadas recientes, apunta en esa dirección.
Toda expansión de la producción capitalista en los países
subdesarrollados, transcurre dentro de los marcos de la contradicción
entre el trabajo y el capital.

El subdesarrollo provocado por la dependencia


La dependencia no es la causa del subdesarrollo, aunque sí consolida
los mecanismos empleados para la explotación de los países subdesarro-
llados en la fase monopolista. Sin comprender cómo se imbrican los
intereses de los países más desarrollados con la producción, distribu-
ción, cambio y consumo de bienes en las economías subdesarrolladas,
no es posible arribar a un entendimiento riguroso del subdesarrollo y la
dependencia. Las formas que asume la dependencia son diversas y se
modifican de acuerdo con las circunstancias.
Las relaciones de dependencia se manifiestan principalmente en el
ámbito del sector externo de la economía (el intercambio comercial, la
deuda externa, la ayuda externa, etc.), pero no por ello debe
considerarse que la dependencia es un fenómeno externo. Interpretarlo
así, dejaría fuera, por ejemplo, la influencia que ejerce la inversión
extranjera directa en la actividad económica de los respectivos países.
La eficacia de las relaciones de dependencia depende de su acción en
el ámbito interno (económico, político, social, cultural, etc.). Por eso,
no es riguroso pretender romper las relaciones de dependencia
únicamente a través de transformaciones hacia fuera.

¿Cómo interpretar entonces el fenómeno del subdesarrollo?


Existen muchas definiciones del subdesarrollo aportadas desde una
visión marxista. Lo que sigue pretende sintetizar los elementos básicos
de la interpretación marxista que goza de mayor reconocimiento en
Cuba.
El origen y consolidación del subdesarrollo está ligado a la confor-
mación del modo de producción capitalista y a su expansión mundial.
Es un fenómeno interno y externo, a la vez.
Este primer aspecto alude al momento histórico de la acumulación
originaria del capital y a las distintas fases de su ulterior desarrollo. La
lógica interna de este modo de producción condicionó la necesidad de
su expansión hacia otras formaciones sociales no capitalistas. Esa
expansión tuvo lugar históricamente a lo largo de dos grandes etapas:
la primera que transcurrió entre mediados del siglo XVI y finales del

93
siglo XIX; la segunda, corresponde a la fase monopolista y llega hasta la
actualidad. Aunque ya desde la primera, fue moldeándose la estructura
económica de los territorios anexados, no es hasta la segunda en que
estos quedaron definitivamente atados a las funciones que la división
internacional capitalista del trabajo les ha ido asignando a través del tiempo;
la exportación de productos primarios correspondió históricamente a una
etapa histórica, pero ha ido sufriendo modificaciones.
De este modo, en los territorios de menor desarrollo capitalista, se
va configurando una estructura interna que resulta adecuada a las
exigencias de la acumulación capitalista en los centros de la economía
capitalista mundial y que no responde a una lógica interna propiamente.
Este proceso se repite incesantemente, aun en nuestros días.
La socialización capitalista de la producción avanza, tanto hacia lo
interno de cada nación, como hacia el exterior. Esta última avanza a
través de la transnacionalización, proceso que ha ido anexando de
manera selectiva aquellas economías, territorios y sectores de otras
economías con menor grado de desarrollo, pero que aseguran la
obtención de ganancias al capital originario, en lo fundamental, de los
países centrales del sistema. Esas exigencias son aseguradas mediante
una serie de relaciones económicas que hacen más ventajoso a los
capitalistas nacionales, ajustarse a los dictados de esos intereses y
servirles de intermediarios, que pretender competir con ellos. La
consecuencia de todo ello es la subordinación real del desarrollo
capitalista en las primeras a los intereses de las segundas. Esa
subordinación económica se traduce también en la conformación de
una superestructura política dirigida a salvaguardar los intereses
económicos de los segmentos involucrados en esta peculiar forma del
desarrollo capitalista.
Así, el proceso de socialización capitalista de la producción hacia
lo interno transcurre de una forma peculiar; no existe una compulsión
hacia la integración de la economía nacional, sino que la estructura
productiva se ha ido moldeando de manera que resulta desarticulada
desde el punto de vista ramal y territorial, la economía se orienta
básicamente hacia el exterior, a partir de una especialización estrecha,
concentrada en unos pocos productos y el desarrollo tecnológico no
transcurre de manera homogénea en toda la economía, sino que se
orienta hacia los sectores claves, fundamentalmente de exportación.
El cuadro analizado se completa con la dependencia financiera,
comercial, tecnológica y cultural respecto a los países centrales de la
economía mundial, elementos indispensables para que se garantice la
producción y apropiación de plusvalía en estos países.

94
El proceso de desarrollo capitalista que se va configurando, contiene
limitaciones estructurales que son impuestas a los países
subdesarrollados a través de la penetración de la inversión del capital
extranjero, pero también se fomentan mecanismos a través de la esfera
de la circulación que posibilitan la extracción del plusvalor creado en
las economías subdesarrolladas. El intercambio desigual –el deterioro
de los términos de intercambio–, el endeudamiento externo y los límites
a la transferencia de tecnología, por ejemplo, son fenómenos que
resultan de las bases monopólicas sobre las que se asientan las relaciones
capitalistas de producción en esta fase.
Como resultado de todo lo anterior, la economía de estos países
alcanza niveles de crecimiento económico inestable y desequilibrado,
y la distribución del ingreso resulta muy desigual. Se crea un virtual
monopolio de las condiciones de producción en estos países que
posibilita que los propietarios de los medios de producción
fundamentales, puedan optar por invertir o no y mantenerse obteniendo
elevadas ganancias, a cuenta de altos niveles de desempleo. Como
consecuencia, los países subdesarrollados pierden el control del proceso
de acumulación y ello les resta autonomía para dar respuestas a los
múltiples problemas del desarrollo económico y social.
El subdesarrollo resulta entonces una forma peculiar que adopta el
desarrollo capitalista en una parte del sistema capitalista mundial. Esta
cualidad de su dimensión económica, se completa con elementos de
orden social, cultural y político. Una definición más abarcadora del
subdesarrollo es la que reza a continuación:
“El subdesarrollo es un fenómeno económico y social único y
global. Es también, y sobre todo, un hecho político. Cada una
de sus manifestaciones que se pueden aislar a los efectos de un
examen, se integran, complementan y relacionan como
elementos activos, esenciales y condicionadores del fenómeno
general. Explotación y dependencia, pobreza y hambre,
inseguridad y desempleo, insalubridad e ignorancia, son si se
quiere formas o enfoques para el análisis de una realidad única,
que es el subdesarrollo, en cuya base no se encuentra más que
un orden económico internacional injusto y una manifiesta
desigualdad en la distribución de las riquezas, tanto entre las
diversas naciones como dentro de muchas de ellas”.5
Es preciso reconocer que durante cierto tiempo, prevaleció una in-
terpretación metafísica del subdesarrollo por parte de algunos autores
5
Fidel Castro Ruz: La Crisis Económica y Social del Mundo, p. 208, 1983.

95
marxistas, concebido como una tendencia lineal al estancamiento eco-
nómico y social, más concretamente como ausencia de industrializa-
ción. Afortunadamente, en nuestros días esa visión se ha ido
modificando y prevalece el criterio de que las formas de subordina-
ción que atrapan a las economías subdesarrolladas se modifican a tra-
vés del tiempo.
La experiencia reciente ha puesto en evidencia que, en dependencia
de las condiciones económicas prevalecientes en las economías
centrales, la socialización capitalista de la producción puede
desplegarse mediante la transferencia hacia las economías
subdesarrolladas, de ramas enteras de la industria o procesos
industriales. Sin embargo, los componentes productivos, financieros y
científico-técnicos de avanzada, permanecen en las economías
centrales, por lo que la capacidad de autoimpulsión del proceso de
industrialización queda debilitada o anulada en las economías
subdesarrolladas. De este modo, se opera un desarrollo capitalista en
unas economías subdesarrolladas más que en otras, capaz de expandir
el empleo, pero que en modo alguno excluye que los territorios y países
hoy preferidos por el capital transnacional, más adelante sean
sustituidos por otros que ofrezcan condiciones aún más ventajosas.
El proceso de desarrollo siempre transcurre bajo una determinada
forma socioeconómica, la que le confiere determinados atributos y
tendencias. El concepto desarrollo en el sentido empleado por los
marxistas, es un concepto crítico, en tanto que subraya la posible
ocurrencia de períodos de crecimiento económico, pero indefectible
ligados con el aumento de la explotación, la desigualdad social, la
exclusión y la dependencia, respecto a los intereses del capital
transnacional que domina en la economía mundial. Precisamente por
eso, los economistas cubanos tienen una aproximación del desarrollo
que no es la del simple crecimiento económico, sino una concepción
multifacética que se orienta a tomar en consideración no solo los
cambios observables en la economía, sino también su correlato en el
plano político, social, ético cultural, jurídico, institucional y ambiental,
así como un marcado énfasis en la transformación de las condiciones
de vida de quienes peor viven, que es la mayoría de la población.
La identificación del subdesarrollo como “incapacidad para el de-
sarrollo”, recogida en algunos textos cubanos publicados varias déca-
das atrás, no debe interpretarse como la negación de la existencia del
desarrollo capitalista en las economías subdesarrolladas. Este se pone
en evidencia en muchas economías subdesarrolladas, cuando se cons-
tata la creciente subordinación de toda la actividad económica a la

96
relación capital-trabajo y cómo el crecimiento económico provee enor-
mes ganancias a una élite capitalista, comúnmente entrelazada con el
capital transnacional. En la actualidad, se observa que los servicios
básicos e incluso los fondos de pensiones, se han convertido también
en una esfera de aplicación lucrativa del capital transnacional.
El criterio marxista del desarrollo es diferente; es un movimiento
socioeconómico orientado a proporcionar a cada uno de los ciudadanos
una igualdad de oportunidades para acceder a una vida decorosa y plena.
En este sentido, el desarrollo capitalista en las economías
subdesarrolladas ha sido, hasta ahora, incapaz de proporcionar este tipo
de desarrollo. Su verdadero resultado ha sido una forma de desarrollo
que no responde a intereses nacionales y resulta limitado, vulnerable e
incierto para la inmensa mayoría del pueblo. Por eso, el pensamiento
cubano se proyecta y trabaja por un mundo mejor. Cambiar la forma
socioeconómica del proceso de desarrollo posibilita unir fuerzas para
saltar importantes barreras para un genuino desarrollo nacional.
El debate acerca de la dependencia ocurrido en los años 70, hizo
notar la importancia de mirar hacia el interior de los países de A. Latina,
particularmente a las posiciones asumidas por la burguesía nacional,
muchas veces entrelazada con el capital monopolista de los centros.
Sin embargo, la tendencia de algunos dependentistas a caracterizarla
como clase “dominante-dominada”, en muchas ocasiones condujo a
privarla de su propio “yo” y a perder de vista las contradicciones de
intereses que pueden generarse con respecto a la élite monopolista
de los centros imperialistas.
La interrogante acerca de si la burguesía nacional latinoamericana
(o de cualquier país subdesarrollado), puede sustentar un programa
económico de independencia y autonomía que le garantice el control
sobre el excedente generado en la región, no tiene una respuesta general
y definitiva; hay que hallarla en los marcos de un escenario histórico
concreto, vale decir, considerando cómo está estructurada esa
burguesía, cuáles son las condiciones económicas y políticas
prevalecientes en países subdesarrollados concretos, así como en el
ámbito internacional.
En el escenario de la globalización neoliberal, no puede descartarse
la posibilidad de que ciertos sectores de la burguesía de países
subdesarrollados (los segmentos más amenazados por el capital
transnacional), estén dispuestos a sumarse a proyectos de integración
económica que pongan miras en objetivos del desarrollo económico
nacional de los respectivos países que participen en esos esquemas.

97
Claro que solo gobiernos revolucionarios o que dispongan de un
amplio respaldo popular, pueden aplicar políticas antineoliberales. En
América Latina, por ejemplo, observamos la presencia de proyectos
de integración de signos muy diferentes unos de otros; aquellos que
servirían de importante contrapeso a la globalización neoliberal, junto
a otros –como el ALCA– que consolidarían la dependencia, por la vía
de transformar al neoliberalismo, no en una opción de política
económica nacional, sino en un compromiso intergubernamental. He
aquí un importante espacio para la investigación y el debate.
La hipótesis dependentista acerca de que solo cabe esperar el desarrollo
del subdesarrollo y de la necesidad del socialismo en los países subdesarrolla-
dos, puede resultar paralizante en dos sentidos. Primero, para aquellos paí-
ses en los que están aun por crearse las condiciones políticas e ideológicas
requeridas para las transformaciones socialistas; asociado a ello, algunos
autores6 alertan sobre el peligro de cierto grado de apresuramiento y
voluntarismo respecto a las tareas socialistas. Segundo, porque las formas
que puede asumir el socialismo en nuestros días son muy variadas e insos-
pechadas. Por todo ello, resulta muy importante el debate de ideas en
torno a un desarrollo alternativo a la globalización neoliberal.

Acerca de la contribución cubana a los estudios


acerca del desarrollo de los países subdesarrollados
Como se ha señalado con anterioridad, el tema del subdesarrollo y
el desarrollo adquirió notable trascendencia en el terreno de la política
y la economía mundial en los años de la posguerra. El triunfo de la
Revolución Cubana se produjo precisamente en ese escenario, por lo
que no es de extrañar que dentro de Cuba se despertaran grandes
inquietudes intelectuales y políticas, dirigidas a desarrollar las bases
teóricas que sirvieran de sustento a una estrategia nacional orientada a
transformar las condiciones de vida del pueblo cubano.
El problema del desarrollo económico ha sido un tema recurrente a
lo largo de la historia de la nación cubana. Desde finales del siglo XIX,
aún bajo el dominio colonial español, ilustres intelectuales cubanos
reflexionaron acerca de la dramática realidad del país, convertido en
un enclave exportador hacia la metrópoli. En la etapa neocolonial, el
análisis de la dependencia y vulnerabilidad de la economía cubana res-

6
Vladimir Davidov: ob. cit., segunda parte, pp. 35-36.

98
pecto a los ingresos provenientes de la exportación azucarera; la nece-
sidad de diversificar la economía; así como la naturaleza de la crisis
estructural de la economía cubana y las políticas alternativas para
enfrentarla, fueron temas que vistos en su conjunto, ponían de relieve
la urgencia de elaborar ideas sobre cómo cambiar el rumbo del
desarrollo económico y social cubano. Autores marxistas de la talla
de Blas Roca7 y Jacinto Torras realizaron importantes contribuciones en
tal dirección.
Sin lugar a duda, una de las figuras cuya obra esclareció con mejor
claridad los nexos entre los factores externos e internos en el desarrollo
de América Latina y Cuba, en especial, fue el Dr. Carlos Rafael
Rodríguez. Su obra constituye un ejemplo elocuente de apropiación
crítica del pensamiento universal, puesta en función de hallar respuestas
sobre las perspectivas de desarrollo de la economía cubana.
Carlos R. Rodríguez identificó los rasgos característicos de la
deformación estructural y la dependencia que tipificaban el subdesarrollo
en Cuba: una “economía agraria, retrasada en lo social y lo económico,
con altos niveles de desempleo, abierta y altamente dependiente de las
importaciones, monoproductora y monoexportadora.8 Al propio tiempo,
concluyó que las causas del subdesarrollo había que buscarlas en “las
condiciones impuestas por largos años de explotación colonial y
neocolonial”. 9
Su análisis del latifundio cañero, lo llevó a consideraciones simila-
res a las que años más tarde llegaría Andre Gunder Frank, en cuanto
al nexo existente entre la permanencia de ese régimen de tenencia de
la tierra y el capitalismo en nuestros países. En su apreciación, ese
sistema de explotación agrícola resultaba conveniente a los intereses
imperialistas que prevalecían en el negocio del azúcar.10
En varios trabajos suyos se pone de relieve el rechazo a considerar
que la sociedad cubana, aunque con cierto retraso, vivía una “etapa”
normal en la “senda universal del desarrollo”.11 Contrario a la hipótesis
rostowiana, puso como evidencia las presiones directas e indirectas por
parte de EE.UU. para detener cualquier esfuerzo de industrialización

7
Sobresale el capítulo 2 de su obra Los Fundamentos del Socialismo en Cuba, editado
por ediciones Populares, La Habana, 1961.
8
Carlos R. Rodríguez: Letra con Filo, pp. 158-160, 1983.
9
Carlos R. Rodríguez: ob. cit., t. II, p. 56.
10
Carlos R. Rodríguez: ob. cit., t. I, pp. 14-29.
11
Carlos R. Rodríguez: ob. cit., t. II, p. 261.

99
en Cuba. Además, previó lo conflictivo que se tornaría la
industrialización por sustitución de importaciones en A. Latina, con
el fin de la guerra, pues a partir de entonces las mercancías
norteamericanas inundarían los mercados latinoamericanos. 12 Él
percibió oportunamente que las ideas elaboradas por Prebisch y sus
colaboradores reflejaban las contradicciones surgidas entre los intereses
de la burguesía industrial latinoamericana y los del capital monopolista
internacional, particularmente de EE.UU. La vigencia de su trabajo
América Latina y el Plan Clayton, publicado en 1948, trasciende a las
actuales generaciones por el paralelo que permite trazar con el proyecto
ALCA en nuestros días.
Su pensamiento acerca del desarrollo contiene una serie de criterios
importantes. Entre ellos, vale señalar aquella noción suya del desarrollo
que lo identifica con un tipo de crecimiento cualitativamente superior
(económico y social) al comúnmente alcanzado por los países
subdesarrollados, y que supone, argumentó, estar asociado con el alcance
de un cierto nivel de industrialización. Al propio tiempo, la necesidad
de valorar las alternativas de desarrollo, asociándolas siempre con el
contexto histórico concreto internacional y nunca haciendo abstracción
de ello. Su obra también contribuyó a interpretar el desbalance externo
como forma de manifestación de la deformación de la estructura
económica y nunca al margen de esta. Por último, valdría considerar
que, a diferencia de las posiciones keynesianas acerca del papel del
Estado en la estrategia de desarrollo, asumida por algunos autores
latinoamericanos, Carlos R. Rodríguez siempre aludió a “un Estado
con contenido democrático popular”.13 De este modo, nos alertó contra
el error de concebir al Estado como un órgano supraclasista.
A propósito de la definición de desarrollo brindada por Carlos R.
Rodríguez, vale subrayar que en el año 2000, tras varios decenios de
una virtual identificación del crecimiento económico con el desarrollo,
una publicación del Banco Mundial llamó la atención sobre la necesidad
de valorar la calidad del crecimiento económico alcanzado, sosteniendo
la idea de que ello tiene tanta importancia como los ritmos que se
obtengan. Incluso advierten sobre la necesidad de examinar las razones
que explican que algunas dimensiones cruciales, como la igualdad de
ingresos y la protección ambiental, se deterioraron en muchas

12
Carlos R. Rodríguez: Ibídem, p. 21.
13
Carlos R. Rodríguez: Ibídem, p. 58.

100
economías, tanto en aquellas con un rápido, como en otras con lento
crecimiento económico. 14
¿A qué puede atribuirse que ya desde fines de los años 40, Carlos
R. Rodríguez junto a otros marxistas, avanzaran hacia una concep-
ción orgánica del desarrollo, no circunscrita al crecimiento económico?
A todas luces, en primer lugar, se debió a las evidencias de la reali-
dad cubana durante los años de la pseudorepública, que le permitie-
ron contraponer el estancamiento en el orden social, con los ritmos
de crecimiento de la economía cubana –relativamente rápidos duran-
te un período prolongado de años. De aquí, la referencia continua de
Carlos R. Rodríguez y otros autores de la época hacia los factores
estructurales y sociales. En segundo lugar, y no por ello menos im-
portante, se trata de autores que defendían los intereses de la mayo-
ría del pueblo, la desposeída.
Indiscutiblemente, la etapa más fértil de la contribución cubana a
los estudios sobre el desarrollo, comenzó a partir del triunfo
revolucionario, momento que abriría una nueva etapa de dichos estudios
y daría continuidad a las ideas anteriores, pero esta vez desde el poder
político, y consecuentemente, con capacidad para elaborar y poner en
práctica una estrategia diferente.
Al triunfar la Revolución, se hizo evidente que no bastaba con
reconocer los nexos causales del subdesarrollo con el sistema capitalista
mundial en su fase imperialista, ni de constatar la subordinación y
deformación de la estructura económica que singularizaba a la economía
cubana. Había, además, que elaborar las ideas acerca de cómo vencer
tales obstáculos y, principalmente, hacerlas viables en la práctica.
Para valorar la contribución cubana a los estudios sobre el desarrollo,
es necesario señalar que la primera acción de política económica
independiente emprendida por Cuba, recibió como respuesta por parte
de EE.UU. la imposición del bloqueo que aún hoy perdura, con lo que
se ha hecho evidente que esta potencia solo admitiría el camino del
“desarrollo dependiente asociado”.
El país tomó otro rumbo; un camino que ha enlazado de manera
simultánea y orgánica a dos transiciones: de una economía
subdesarrollada hacia otra con una estructura económica acorde con
las tendencias de la economía mundial; y la transición hacia un nuevo
régimen social superior. Dicho en otras palabras, la construcción del
socialismo, no como resultado del desarrollo, sino como condición
para este. No por el hecho de que antes otros países, Rusia y China,

14
Thomas et al.: Vinod: The Quality of Growth, 2000.

101
por ejemplo, hayan realizado intentos similares, puede afirmarse que
fuese un camino conocido. Más de 40 años de enfrentamiento al bloqueo
yanqui, han impuesto severos límites a la hora de diseñar y aplicar
cualquier estrategia de desarrollo económico en Cuba, y han puesto a
prueba la creatividad del pensamiento económico y político cubano.
Sin ánimo de desconocer las insuficiencias y errores cometidos en el
terreno de la política económica a lo largo de todo este tiempo, es legíti-
mo señalar que todas las estrategias de desarrollo capitalista elaboradas y
puestas en práctica desde la Segunda Guerra Mundial han contado con
cierto respaldo económico y financiero de los centros del capitalismo
mundial, tal es el caso de la ISI, la Alianza para el Progreso, los Progra-
mas de Ajuste, los Programas de Ajustes Estructurales, etcétera, que siem-
pre han contado con el respaldo financiero del FMI y del Banco Mundial,
apoyo con el que Cuba no ha contado, pese a lo cual en algunos campos
del desarrollo, los resultados alcanzados –incluso después de la desapari-
ción del antiguo campo socialista– son reconocidos en la región
e internacionalmente.
Tales resultados son fruto de la aplicación de concepciones acerca
del desarrollo que pueden considerarse avanzadas para su tiempo. Esto
puede afirmarse con relación a la concepción integral del desarrollo
aplicada en Cuba y la proyección internacional de la lucha por el
desarrollo.
En cuanto a lo primero, desde los primeros años del triunfo revo-
lucionario, los marxistas cubanos convinieron en una concepción del
desarrollo “que comienza por establecer un vínculo e interdependen-
cia orgánica entre los aspectos económicos y sociales del desarrollo,
que son entendidos como unidad integral y que tiene como objetivo
final la transformación de los seres humanos, haciéndolos más salu-
dables, cultos, participativos y solidarios con otros seres humanos.
Para sustentar esa transformación, es necesario un crecimiento
económico balanceado y autosostenido que sea capaz de asegurar un
nivel ascendente de satisfacción de necesidades materiales y espiri-
tuales”. 15
La evidencia de que, tanto el bajo nivel cultural de la población
como su deficiente salud, constituían verdaderos obstáculos a la hora
de proponerse transformaciones en materia de desarrollo económico,
condujeron a la convicción de que las políticas de desarrollo social
tendrían que implementarse, a la par y debidamente articuladas, con
aquellas otras encaminadas al desarrollo económico, pues de lo

15
Osvaldo Martínez: “Desarrollo humano: la experiencia cubana”, p. 19, 1991.

102
contrario ambas fracasarían. A lo largo de todos estos años, la
experiencia cubana apunta a que, incluso en períodos de un crecimiento
relativamente pequeño, es necesario y posible continuar avanzando en
el terreno del desarrollo social. En el pensamiento cubano, el desarrollo
social no constituye un enfoque táctico, sino una variable estratégica,
un principio ético.
Tales concepciones se diferencian de las prevalecientes entre los
expertos en materia de desarrollo en el ámbito mundial hasta fines de
los años 80, quienes defendían la necesidad de concentrarse en el cre-
cimiento económico y que los problemas sociales (el desempleo, la
pobreza y la desigualdad social) se irían resolviendo luego, como re-
sultado natural y espontáneo del crecimiento económico.
Por el contrario, los marxistas cubanos han insistido en que los re-
cursos dedicados a asegurar el acceso de todos los ciudadanos a los
servicios de salud y educación, no pueden ser considerados como
gastos. Por su condición de derechos humanos, cuando menos deben
contemplarse como una inversión que la sociedad realiza con vistas al
futuro. Esta crítica fue reiterada durante los años 80, cuando al calor
de la instrumentación de programas de ajuste aplicados por el
neoliberalismo, en nombre del déficit fiscal y de solucionar la crisis de
la deuda externa, en muchos países subdesarrollados se produjeron
recortes de los gastos sociales.
En esos momentos, solo algunas voces provenientes de organismos
internacionales como la UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para
la Infancia), advirtieron que los costos del ajuste estaban recayendo
sobre los grupos más vulnerables de la población y llamaron a producir
un “ajuste con rostro humano”. También otros advirtieron acerca de
las consecuencias políticas negativas que los excesos del ajuste
neoliberal podrían acarrearle al sistema.
En su primer informe sobre Desarrollo Humano, publicado por el
PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) en el año 1990,
se afirmaba: “estamos redescubriendo la verdad elemental de que el
centro de todo desarrollo debe ser el ser humano”.16
Con ello, esta importante institución de NN.UU. legitimó e hizo exten-
sivo a todos los países subdesarrollados, la prioridad otorgada desde hacía
más de 30 años al desarrollo social como variable estratégica del desarrollo
en Cuba. Cabe subrayar que, a pesar de los avances ocurridos en el pensa-
miento internacional sobre el desarrollo, los promotores de las teorías del
capital humano aún se limitan a examinar a los seres humanos como recur-

16
PNUD: Desarrollo Humano. Informe 1990, p. 13, 1990.

103
sos para la economía, cuestión que los induce a asumir la táctica de invertir
en la gente, posición de la que el PNUD admite distanciarse.
En los últimos años, se observa en Cuba un renovado énfasis en el
papel de la educación y la cultura en el desarrollo, concebidas como un
derecho para todos lo individuos –sin distinciones de ningún tipo– y cuyo
contenido deberá ser la formación de una cultura general integral.
El concepto cultura general integral atribuye a la educación y la forma-
ción cultural un papel decisivo en el proceso de desenajenación, en
función de lo cual, la misión de la educación trasciende la idea de formar
individuos poseedores de conocimientos técnicos y profesionales para la
economía. La educación debe proyectarse, además, hacia la formación de
individuos conocedores de la historia de su país y la universal; solidarios;
personas con una sensibilidad abierta a la cultura que enriquece y cultiva
el espíritu, enaltece su identidad y contribuye a la formación de los mejo-
res valores humanos; capaces de percibir y desechar la pseudocultura;
conscientes de la frivolidad, la superficialidad y el consumismo que ema-
nan de los medios masivos de comunicación en condiciones de la
globalización neoliberal. Este concepto alude también, a la necesidad de
la formación de un pensamiento ético, político, estratégico y táctico, ca-
paz de idear y evaluar distintas alternativas de solución ante un problema.
En pocas palabras, suscribe la formación de ciudadanos preparados para
actuar en las complejas realidades contemporáneas de la lucha por el de-
recho al desarrollo para todos.
Las nociones acerca de la mediación entre el desarrollo económico
y social han continuado enriqueciéndose en Cuba y tendrán que conti-
nuar haciéndolo, particularmente en lo referente a cómo desplegar el
enorme potencial humano creado y convertirlo en una verdadera fuer-
za económica.
En cuanto a la dimensión internacional del desarrollo, los marxistas
cubanos han insistido –aún desde la etapa de la existencia del antiguo
campo socialista– en la importancia de la unión de los países
subdesarrollados, no solo como vía para fortalecer la capacidad
negociadora frente a los países capitalistas más desarrollados, a la hora
de enfrentar graves situaciones como han sido la crisis de la deuda
externa, las negociaciones acerca de las normas y principios de
funcionamiento de la OMC (Organización Mundial de Comercio), la
deuda ecológica y los procesos de integración.
Se trata, también, de desarrollar los lazos de cooperación y
solidaridad entre los países subdesarrollados y el avance de procesos
de integración económica entre ellos. Este enfoque acerca de la unidad
de los países subdesarrollados, es consecuente con la idea de que la

104
relación desarrollo-subdesarrollo identifica la presencia de dos polos
en el ámbito mundial, entre los cuales media una influencia recíproca.
Las condiciones económicas y políticas existentes en los países
subdesarrollados pueden llegar a influir en la situación en los centros
y contribuir a modificar la orientación del desarrollo mundial.
Particular relevancia puede concederse a los esfuerzos de académicos
y políticos para promover el debate internacional acerca de la naturaleza
del proceso de globalización y sus impactos previsibles sobre los países
subdesarrollados.
Los sucesivos encuentros internacionales sobre Globalización y pro-
blemas del desarrollo, que se celebran desde el año 1999, han permiti-
do un fructífero intercambio de ideas y experiencias con especialistas
de otros países. A lo largo de estos años, en estos encuentros se ha
afianzado una interpretación que asume a la globalización como un
estadio superior en el proceso de internacionalización del capitalismo
y que resulta de la confluencia de una serie de factores, entre los cua-
les se identifican los numerosos y notables adelantos científico-técni-
cos que se vienen produciendo desde hace unos veinte o veinticinco
años y las exigencias del proceso de reestructuración emprendido por
el sistema capitalista, con el propósito de asegurar los objetivos del
sistema entre otros.
El reconocimiento del carácter objetivo del proceso de globalización,
ha ido acompañado de la comprensión de que el actual contexto
económico y político, signado por el neoliberalismo, lo ha convertido
en un instrumento aprovechado por los principales centros del poder
mundial, y especialmente por EE. UU. para sus propósitos de modelar
un orden internacional que tribute a sus intereses.
Es por ello, que sin dejar de reconocer las oportunidades que abre
el proceso de globalización para los países subdesarrollados, también
se han dedicado importantes esfuerzos a sistematizar sus verdaderos
efectos socioeconómicos, así como subrayar la necesidad de continuar
la búsqueda de alternativas frente al actual tipo de globalización
imperante, no solamente mediante reformas que rearticulen el sistema,
sino también la valoración de las acciones que posibiliten reducir la
vulnerabilidad de las economías subdesarrolladas, en especial, ante el
debilitamiento progresivo de las funciones del Estado y la reducción
apreciable del grado de independencia nacional para diseñar e
implementar una política económica autóctona.
Por último, también cabe destacar la contribución cubana a los
estudios sobre el desarrollo, cuando se ha identificado que el

105
capitalismo contemporáneo ha arribado a una etapa en que amenaza
con hacer inviable el desarrollo de la humanidad en el futuro:
“Es muy real el hecho de que, en apenas medio siglo, han surgido
dos grandes y mortales peligros para la propia supervivencia de
la especie: el que emana del desarrollo tecnológico de las armas,
y el que viene de la destrucción sistemática y acelerada de las
condiciones naturales para la vida en el planeta”.17
Esta afirmación induce a considerar que el desarrollo no es un
problema que atañe exclusivamente a una parte del mundo, sino que
ha adquirido carácter global. A este punto de vista, por su importancia
se le dedica un epígrafe en el presente libro.
Puede concluirse que una de las virtudes de las ideas marxistas acerca
del desarrollo, elaboradas y aplicadas en Cuba durante el período
revolucionario, ha sido la centralidad en la formación integral de un
potencial humano, capacitado para emprender y, en caso necesario,
corregir o replantearse las acciones nacionales requeridas en la larga
tarea de resolver las deformaciones heredadas del colonialismo y el
imperialismo.
Al propio tiempo, los autores cubanos han subrayado en reiteradas
ocasiones, la importancia de valorar y aprovechar, en pro de un genuino
desarrollo de los países subdesarrollados, las potencialidades que dima-
nan de las contradicciones de intereses entre los dos polos de la economía
mundial, y sobre esta base, fortalecer la capacidad negociadora colectiva.
Por último, y no por ello lo menos importante, defender con ideas y hechos
que no es imprescindible disponer de recursos económicos gigantescos ni
tampoco guerras para transformar la vida de millones de seres humanos.

Hacia un balance de factores internos y externos


El análisis presentado acerca de las dos visiones principales en torno
al desarrollo, requiere resumir algunas ideas centrales en torno a la
estrategia. Al respecto, cabe preguntarse ¿en realidad existen factores
internos y externos al desarrollo que pueden actuar a manera de
obstáculos al desarrollo? ¿son unos más importantes que otros? ¿cuáles
pueden identificarse y qué puede hacerse ante esto?
La separación de factores internos y externos, responde a objetivos
metodológicos, con arreglo a los cuales es posible esclarecer la

17
Fidel Castro Ruz: “Mensaje a la XI conferencia de la UNCTAD”, p. 8, 2004.

106
naturaleza de los diferentes fenómenos que se entrecruzan en el proceso
de desarrollo. Sin embargo, los formuladores de política en estos países
tienen que enfrentarse a diario a lo que, parafraseando a Nicolás
Guillén, constituye un “todo mezclado”, de manera que en realidad,
entre unos factores y otros no existe un muro que los separe, sino una
verdadera interrelación.
Brindar algunos ejemplos en cada caso, constituye una vía para
esclarecer las interrogantes anteriormente planteadas. Ciertamente,
pueden identificarse como obstáculos internos potenciales los siguientes:
• Las desigualdades pronunciadas en el ingreso y la riqueza, incluida
muy especialmente, la distribución de la propiedad de la tierra;
tales desigualdades están condicionadas por las relaciones de clase
y poder económico y político presentes en cada sociedad, por lo
que pueden erigirse en un verdadero freno para cualquier tipo de
transformación que sea necesario emprender.
• Un pobre desarrollo e ineficiencia de la infraestructura producti-
va y social, entendiendo por ello, carreteras, electrificación, sumi-
nistro de agua, instalaciones portuarias, sistemas de comunicación,
etcétera.
• Un débil desarrollo de la organización del sistema bancario y el
crédito.
• Un sistema educacional inefectivo, incapaz de incorporar a
todos los niños, adolescentes y jóvenes, o con baja calidad.
• La influencia de concepciones discriminatorias hacia la mujer,
que de hecho sustraen a la mitad de la población de participar
activamente a favor del desarrollo, tanto en el ámbito económico
como en lo social, cultural y político.
• Una pobre dotación inicial de recursos naturales.
• La extensión de la corrupción dentro de las altas esferas
gubernamentales.
• La adopción de estrategias y políticas económicas inconsistentes.
• Al propio tiempo, los países subdesarrollados pueden tropezar
con importantes barreras externas, entre las que pueden
señalarse las siguientes:
Las empresas transnacionales.
• La división internacional del trabajo y el modo en que el país se
inserta en el comercio internacional (por ejemplo, la mono-
107
exportación de productos primarios), así como normas estableci-
das por la OMC que no se correspondan con las posibilidades de
los países subdesarrollados o de una parte de ellos.
• Los regímenes de propiedad intelectual.
• El funcionamiento del sistema financiero internacional, incluido
el FMI y el Banco Mundial.
• Las políticas económicas aplicadas por los países más
desarrollados en cuanto al manejo de la ayuda oficial al
desarrollo, las tasas de interés, las barreras proteccionistas,
etcétera.
Todas las barreras antes señaladas, tanto internas como externas,
intervienen en la mayoría de los casos, como obstáculos potenciales y
no pueden ser interpretadas en forma absoluta. Algunas teorías
unicausales y fundamentalistas tuvieron su origen, precisamente en la
manera absoluta en que fueron interpretados algunos de esos
obstáculos.
Cada país tiene ante sí la tarea de identificar, de acuerdo con sus
especificidades, cuáles son los fenómenos que conspiran contra el
alcance de los objetivos de desarrollo trazados, cuál es su alcance y a
través de que formas actúan.
La fuerza de unos y otros obstáculos está condicionada
históricamente, por lo que un factor que en un momento histórico
constituyó un impedimento, un tiempo después puede variar su
influencia, bajo el amparo de cambios producidos en el ámbito nacional
o internacional. El orden internacional vigente en nuestros días, por
ejemplo, constituye un poderoso obstáculo al cual hay que oponer otras
fuerzas.
El proceso de desarrollo, a cada paso, vendrá aparejado a nuevas
dificultades y obstáculos que la sociedad tendrá que identificar y
analizar detenidamente. Del sistema socioeconómico y sociopolítico
vigente en el país, dependerá la creación del marco propicio para
desarrollar las capacidades de sus ciudadanos y ponerlas en función de
hacer en cada momento, lo que más convenga a todos sus integrantes,
teniendo en cuenta, además, a otros países en situación semejante.

108
Tercera parte

LOS NUEVOS CONCEPTOS ACERCA


DEL DESARROLLO Y LA BRECHA
ENTRE ESTOS Y LOS PROCESOS
PRÁCTICOS (1990-2005)

El concepto desarrollo está sufriendo una profunda renovación en la


literatura internacional. Casi todo el mundo está de acuerdo con que
el orden económico vigente no puede mantenerse indefinidamente
porque conduce a un seguro desastre social y ambiental, por lo que se
hace necesaria una ruptura en las tendencias.
A partir de la década del sesenta del pasado siglo, el tema de la desigual-
dad social comenzó a formar parte del debate internacional sobre el desarrollo
de los países subdesarrollados. Hasta entonces, a excepción del marxismo,
las teorías sobre el crecimiento económico y el desarrollo habían prestado
poca o ninguna atención al tema de la desigualdad social; no se trata solo de
que no lo consideraran relevante para el curso y modalidades del creci-
miento económico y la transformación, sino que tampoco valoraban las
implicaciones sociales que tendría el proceso de crecimiento.
El debate comenzó evaluando cuál era el grado de desigualdad en la
distribución del ingreso que influía en mayor medida en la obtención de
ritmos más rápidos y sostenidos de crecimiento económico.
De acuerdo con el examen realizado en el capítulo anterior, la
focalización en la maximización de la riqueza y la elevación del crecimien-
to económico, condujeron a la idea de que la distribución del ingreso
mejoraría con el tiempo como resultado del esfuerzo continuado por el
crecimiento económico; por ello, priorizar medidas distributivas o equi-
tativas en las etapas tempranas del desarrollo harían más difícil y lento el
proceso; en definitiva, los beneficios del crecimiento rápido y sostenido
terminarían “filtrándose” hacia las capas más pobres.
Por su parte, los autores de inspiración keynesiana sostuvieron el cri-
terio de que la demanda –y no el ahorro– era la barrera más importante
para el crecimiento, por lo que debía darse prioridad al crecimiento de la

109
demanda de todos los grupos sociales, incluso de los más pobres, máxime
porque esa demanda estaría representada por bienes de consumo de pro-
ducción nacional. Este enfoque dio lugar a lo que se conocería como “es-
trategia de las necesidades básicas”, cuya aplicación se vio prontamente
interrumpida con la ola neoliberal.
La explosión de la crisis de la deuda externa en la década del 80, unida al
negativo impacto social provocado por los programas de ajuste estructu-
ral de corte fondomonetarista, aplicados en la mayoría de los países sub-
desarrollados, fueron los detonantes para que los organismos
internacionales se hicieran eco de la necesidad de avanzar hacia una ade-
cuada revalorización de la dimensión humana del desarrollo.
El documento Ajuste con un rostro humano, publicado por la UNICEF
en 1987, demostró fehacientemente que los grupos humanos más vulne-
rables –los niños y las mujeres– eran los que estaban cargando con los
mayores costos de los programas de ajuste aplicados en los países subde-
sarrollados durante el decenio de los años 80. Este informe reconoce la
necesidad de aplicar políticas de estabilización y ajuste estructural, pero
su realización debería hacerse garantizando la protección de los grupos
vulnerables, es decir, que toda la población viera cubiertas sus necesida-
des básicas de nutrición, salud y educación, planteamiento que constituyó
un verdadero desafío a la corriente neoliberal.
La fórmula neoliberal hacia los países subdesarrollados: “más comer-
cio e inversión y menos ayuda”, ponía en crisis las propias funciones de
las organizaciones del sistema de Naciones Unidas, particularmente el
PNUD y lo que es más grave aún, representaba una sensible reducción
de los fondos disponibles para apoyar la solución de necesidades rea-
les de los países subdesarrollados. A partir de 1987 y en especial du-
rante el año 1990, las instituciones del sistema de Naciones Unidas
comenzaron a publicar diversos estudios que apuntaban en esa direc-
ción. En 1990, el Banco Mundial dedicó el informe del desarrollo
mundial de ese año al tema de la pobreza; la CEPAL publicó su estudio
Transformación productiva con equidad y el PNUD emitió el primer in-
forme sobre desarrollo humano.
Ignacy Sachs, destacado especialista en aspectos sociales del desarrollo
económico, y quien fungiera como asesor en la preparación de la Cumbre
Mundial para el Desarrollo Social, efectuada en 1995, opinaba acerca de
lo difícil de continuar argumentando sobre la factibilidad de regresar a la
normalidad, mediante un crecimiento económico del viejo estilo, en con-
diciones que permiten constatar las magnitudes del desempleo estructu-
ral y la crisis de desempleo y subempleo, la difusión del fenómeno de la
exclusión social (incluso dentro de los países más ricos). El crecimiento

110
de la riqueza material se ve entorpecido por la disociación existente entre
la economía financiera –orientada a la especulación estéril– y la economía
real. En su apreciación, el conflicto reside en que las viejas teorías son
difíciles de abandonar, particularmente cuando ellas se ajustan a intereses
poderosos, aquellos que juzgan al mundo en términos estrictamente eco-
nómicos, como pudieran ser las tasas de interés u otros similares.1
En los próximos capítulos se valoran en qué medida los nuevos con-
ceptos de desarrollo formulados a fines del siglo XX, representan o no una
ruptura con el paradigma economicista del desarrollo y cuál es el valor
cognoscitivo y práctico contenido en cada uno.

1
Ignacy Sachs: “The quantitative and qualitative measurement of development- its
implication and limitation”. Revista Internacional de Ciencias Sociales, UNESCO,
no. 143, marzo, pp. 1-2.

111
112
Capítulo 7

El desarrollo sostenible

A diferencia de períodos anteriores, desde la década del 80 el tema


ambiental ha ocupado un lugar central, tanto en el debate teórico, como
en el proceso de toma de decisiones en diversas partes del planeta.
Desde mediados del decenio del 80 se asiste a un proceso de
internacionalización del debate en torno al vínculo entre medio
ambiente y desarrollo, que tiene importantes dimensiones políticas,
económicas, tecnológicas, sociales, ambientales y humanas.

Las relaciones entre medio ambiente y desarrollo


Antes de avanzar, se impone interpretar el concepto medio ambiente,
como un “sistema de factores abióticos, bióticos y socioeconómicos con
los que interactúa el hombre en un proceso de adaptación, transformación
y utilización del mismo para satisfacer sus necesidades, en el proceso histó-
rico-social”. 2
Por tanto, al hablar de medio ambiente, se está haciendo referencia a un
sistema complejo y dinámico de interrelaciones ecológicas, socioeco-
nómicas y culturales que evoluciona a través del proceso histórico de la
sociedad, abarca la naturaleza, la sociedad, el patrimonio histórico-cultu-
ral, lo creado por la humanidad, la propia humanidad, y como elemento
de gran importancia, las relaciones sociales y la cultura.3
En la literatura sobre el tema, pueden hallarse diversas definiciones
sobre el medio ambiente, algunas de ellas parciales, incompletas o con un
marcado sesgo ecologicista, por lo que se pierde de vista la compleja ma-
deja de interrelaciones contenidas en el mismo. Asumir una definición

2
“Diccionario de Términos Ambientales”, en: Portal de Medio Ambiente en Cuba
(www.medioambiente.cu).
3
Tomado del programa Universidad para Todos, Suplemento Especial, La Habana, p. 3.

113
acertada del medio ambiente, representa disponer de un marco analítico y
operacional apropiado que permita orientar las acciones prácticas. La
definición antes expuesta subraya que el cuidado del medio ambiente, no
se reduce a la preservación de paisajes, especies animales y vegetales, sino
que también comprende la preservación de la especie humana y de sus
realizaciones, su cultura y tradiciones.
Claro está, que la definición del medio ambiente se ha ido enriqueciendo
a medida que los hombres han ganado mayor comprensión de todas las
interrelaciones ecológicas, socioeconómicas y culturales que median en el
proceso histórico de la sociedad. No es de extrañar que las primeras acep-
ciones se concentrasen en la interacción entre el hombre y la naturaleza. La
evolución del debate de la interrelación entre el medio ambiente y el desarrollo,
que se examinará a continuación, constituye una muestra de ello.
Los problemas asociados al deterioro del medio ambiente son tan
antiguos como la propia historia de la humanidad; sin embargo, los estu-
dios referidos a la interacción entre el hombre y la naturaleza no siem-
pre han dado igual prioridad al análisis del efecto depredador del hombre
sobre el medio.
En opinión de algunos autores,4 pueden identificarse al menos cinco
enfoques o paradigmas en el debate acerca de las relaciones entre medio
ambiente y desarrollo: la economía de frontera, la ecología profunda, la
protección ambiental, la administración de los recursos naturales –bajo el
criterio de “economizar el medio ambiente” –y el ecodesarrollo– de acuerdo
con el principio de “ecologizar la economía”.
El enfoque de la economía de frontera considera al medio ambiente
como un conjunto ilimitado de recursos o “bienes libres”, que pueden ser
explotados indiscriminadamente. Este paradigma está asociado a la apli-
cación de políticas económicas liberales, en lo relacionado con la calidad
ambiental, y muchos de los países que lo han adoptado han pretendido
justificarlo con la necesidad de crecer económicamente. En el perfil tecno-
lógico de este enfoque predominan las tecnologías que requieren altos
insumos de energía, fertilizantes y agua; además tiende a promoverse una
elevada dependencia de los combustibles fósiles, alto crecimiento poblacional
y disposición de desechos no regulada, entre otras tendencias.
Los patrones de la economía de frontera difieren radicalmente del punto
de vista de la ecología profunda, que sugiere la búsqueda de una armonía

4
M. Colby y F. Sagasti: “Ecodevelopment and Perspectives on Global Change from
Developing Countries”; en Global Change: Environmental Challenges and International
Responses, editado por N. Choueri, MIT Press, Cambridge, 1992.

114
entre el desarrollo y el medio sobre la base de una supeditación del hom-
bre a la naturaleza, un bajo perfil tecnológico y una reducción de la pobla-
ción. En estos marcos conceptuales el consumo humano y el crecimiento
económico son concebidos como intrínsecamente perjudiciales, desde el
punto de vista ecológico; y se considera que todas las especies, incluida la
humana, tienen igual valor.
Por su parte, el paradigma de la protección ambiental, que comienza a
cobrar relevancia en la década del 60 en los países industrializados, es
ante todo una respuesta a los problemas ambientales derivados del enfo-
que de la economía de frontera. En cuanto a las tecnologías predominan-
tes y a las estrategias de manejo ambiental, la protección ambiental supone
el uso de tecnologías de fase final o “al final del tubo”, que pretenden
controlar la contaminación una vez que esta se ha producido; además de
abogar por la utilización preferente de mecanismos administrativos o re-
gulaciones legales para enfrentar el deterioro del entorno. En este esque-
ma no se aprecian vínculos entre la protección del medio y las políticas de
desarrollo; es decir son objetivos separados.
Durante el decenio del 80 se hizo sentir con mayor fuerza el criterio de
administrar adecuadamente los recursos naturales y economizar el medio
ambiente, según el cual el entorno es un recurso frágil que debe ser admi-
nistrado de manera sostenible, en correspondencia con los principios eco-
nómicos para la asignación de factores de producción escasos. Este enfoque
aboga por la sustentabilidad, basada en la aplicación preferente de meca-
nismos de mercado y del principio de que “el que contamina paga”, en
lugar de mecanismos administrativos de regulación legal; por lo que muestra
gran afinidad con los preceptos teóricos de la economía ambiental. En el
plano tecnológico se aprecia especial preocupación por la reducción de la
contaminación mediante el incremento de la eficiencia energética, el fo-
mento de las fuentes renovables de energía y la estabilización de la pobla-
ción, entre otras vías.
Si bien muchas de las preocupaciones de este enfoque de manejo del
entorno como recurso frágil están asociadas con las realidades de los paí-
ses subdesarrollados, como es el caso de la dinámica poblacional; los cri-
terios que predominan en el análisis de esos aspectos reflejan
preferentemente los puntos de vista de los países desarrollados. Colby
y Sagasti5 ubican en este marco conceptual al informe Nuestro futuro
Común, donde la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo
presenta el concepto de desarrollo sostenible.

5
M. Colby, y F. Sagasti: ob. cit., 1992.

115
Más recientemente, ha comenzado a abrirse paso con mayor vigor el
paradigma del ecodesarrollo, presente en el debate internacional desde la
década del 70 y que pretende lograr una integración entre factores y obje-
tivos sociales, económicos y ecológicos, desde una perspectiva de largo
plazo. Este paradigma se propone asegurar tanto la equidad
intergeneracional como la intrageneracional, y en el plano teórico tiene
importantes puntos de contacto con la economía ecológica.
Desde el punto de vista tecnológico, se aboga por las llamadas
“ecotecnologías”, destinadas al aprovechamiento de las energías renova-
bles, el reciclaje, la agricultura de bajos insumos, entre otros aspectos; y
es considerado como el primer enfoque que encierra una visión de futuro,
basada de forma balanceada en experiencias, filosofías y prioridades de
países desarrollados y subdesarrollados.
Como se mencionó antes, el enfoque de la administración sostenible de
los recursos naturales, sobre la base del principio de que “el que contami-
na paga”, muestra gran afinidad teórica con la economía ambiental y la
internalización de externalidades6 inherente a esta escuela. Por su parte el
paradigma del ecodesarrollo revela una gran aproximación a las posicio-
nes de la Economía Ecológica, donde se incluyen autores como Constanza7
y Martínez Alier.8
La economía ambiental y de los recursos naturales, surgida a finales de
los 60, comparte con sus raíces neoclásicas un supuesto común acerca de
la existencia de un método económico de mercado que resulta eficiente
para obtener un nivel óptimo de degradación ambiental. De acuerdo con
los criterios de esta escuela, el proceso de internalización de las
externalidades consta de cuatro etapas básicas:
1. Identificación de las externalidades.
2. Evaluación del impacto.

6
Bajo el prisma de análisis neoclásico, la internalización de externalidades se refiere
a los perjuicios o beneficios no medidos por el mercado; de tal forma que un costo
externo, como la contaminación, es considerado como una externalidad negativa o
una deseconomía externa, mientras que un beneficio externo es una externalidad
positiva o una economía externa. Las externalidades son consideradas como fallas
del mercado; es decir situaciones en las que la eficiencia microeconómica es violada.
7
R. Constanza (ed): Ecological Economics. The Science of Management of Sustainability,
Columbia University Press, 1991.
8
Alier Martínez: “La economía ambiental y la internalización de las externalidades”,
en PNUMA, Foro Ambiental, vol. 5, no. 9, 1994.

116
3. Valoración monetaria.
4. Determinación de los instrumentos de política dirigidos a mitigar
o evitar las externalidades negativas.9
Las dos primeras etapas son preliminares y van más allá del análisis
económico, sobre todo a la hora de precisar con criterios científicos espe-
cializados, el alcance del impacto ambiental de determinada actividad eco-
nómica. En estas etapas preliminares el concepto de capacidad de absorción
o capacidad de libre disposición de desechos tiene gran utilidad ya que si,
por ejemplo, las emisiones de desechos contaminantes están dentro de la
capacidad de absorción del medio ambiente, no son reconocidas como
externalidades.
Las últimas dos etapas del proceso de internalización de externalidades
requieren de una activa participación de los economistas. La economía
ambiental y de los recursos naturales supone que toda externalidad puede
recibir una valoración monetaria convincente, siguiendo un razonamien-
to monetario convencional y, a partir de tal valoración proponen diversos
instrumentos de política económica para alcanzar el óptimo social.
Los instrumentos de política que propone la economía ambiental
para mitigar o evitar las externalidades negativas se agrupan en cuatro
categorías:
1. Acción moral (educación ambiental pública).
2. Instrumentos administrativos, basados en legislaciones (prohi-
biciones, normas técnicas, etcétera).
3. Instrumentos de mercado (impuestos ambientales, incentivos
fiscales, permisos de emisión negociables, etcétera).
4. Acciones públicas, en caso de que los peligros ambientales sean
sustanciales.
Los instrumentos administrativos refrendados en las legislaciones han
sido los más utilizados internacionalmente, como parte de las políticas de
protección ambiental; sin embargo, la escuela neoclásica los ha sometido
a fuertes críticas, por considerar que el empleo de estos mecanismos no
garantiza necesariamente una situación de costos mínimos, y reduce el
incentivo de los agentes económicos para disminuir la contaminación. Debe
recordarse que la economía ambiental favorece el uso de fórmulas de
mercado como instrumentos de política ambiental, por considerarlas como
más eficientes.

9
D. Pantin: The Economics of Sustainable Development in Small Caribbean Island. Trini-
dad-Tobago, p. 69, 1994.

117
Entre los instrumentos de mercado más conocidos internacionalmente
para internalizar las externalidades se encuentran los impuestos ambien-
tales y los permisos de emisión negociables, que implícitamente legitiman
el “derecho a contaminar”. De un lado, de acuerdo con Pigou, el mecanis-
mo de los impuestos ambientales parte de la idea acerca del impuesto
pigouviano,10 según la cual se busca introducir un costo fiscal al agente
contaminador, equivalente a la deseconomía externa que este genera. Las
principales desventajas de tales impuestos están asociadas a las limitacio-
nes para establecer un nivel óptimo de la tasa impositiva; los costos implí-
citos en este mecanismo fiscal, y las pérdidas productivas de las firmas
afectadas.
De otro lado, el mecanismo de los permisos de emisión negociables
parte de los postulados del Teorema de Coase, emitidos en 1960, y es
considerado como una de las versiones extremas del énfasis en las fórmu-
las de mercado. Tomando como punto de partida una meta de calidad
ambiental, se procede a definir dicha meta en términos de emisiones tota-
les permitidas, y luego se distribuyen los permisos de emisión entre las
firmas (a escala nacional) o países (a escala internacional), de acuerdo
con criterios de distribución predeterminados; finalmente, los agentes
económicos intercambian en el mercado sus déficits o excedentes de per-
misos de emisión y de esta forma, según los preceptos neoclásicos, se
minimizarían los costos para lograr la meta de calidad ambiental.
Entre las limitaciones de los permisos de emisión negociables se en-
cuentran los fuertes supuestos de que parte esta concepción; sobre todo
el referido a la existencia de un clima de competencia perfecta, que supo-
ne igual poder de negociación de todos los agentes económicos; así como
en lo relativo a la posibilidad de monitorear el sistema de permisos y de
calcular adecuadamente la meta inicial de calidad ambiental.
En este contexto, la economía ecológica se presenta como una crítica
del análisis económico neoclásico, en tanto adopta un modelo de balance
material para mostrar la dependencia del proceso económico respecto al
entorno, donde este último constituye la fuente de insumos materiales y el
receptor de los desechos generados en el proceso de extracción, procesa-
miento y consumo de los productos. La lógica conclusión que se deriva
del modelo de balance material es que el medio ambiente tiene una gran
capacidad para proporcionar recursos naturales destinados a las activida-
des humanas y para absorber los desechos, pero esta capacidad es limitada.

10
Cit. por Pantin: ob. cit., 1994.

118
Esta escuela ha sido considerada como una nueva área
transdisciplinaria de estudios que se dedica a las relaciones entre los
ecosistemas y los sistemas económicos en el sentido más amplio. Algunos
de sus máximos exponentes, como Daly, señalan que existen tres valores
en conflicto, que requieren acciones o instrumentos de política que los
garanticen:
• La eficiencia económica, que se garantiza con una asignación
óptima de recursos.
• La justicia social, que se asegura con políticas de redistribución
del ingreso.
• La sustentabilidad, que requiere tener en cuenta las considera-
ciones acerca de la escala óptima de utilización del medio am-
biente.
De acuerdo con Daly, el objetivo de la sustentabilidad supone cuatro
principios operacionales, en lo relacionado con la escala óptima de utili-
zación del medio, según los cuales:
1. Se debe limitar la escala humana de la producción a un nivel que,
si no es el óptimo, esté al menos dentro de la capacidad de carga
sostenible (principio fundamental).
2. El progreso tecnológico para el desarrollo sostenible debe tener
como propósito el incremento de la eficiencia más que el aumento
de la producción.
3. Los recursos renovables deben ser explotados sobre bases
sostenibles, de tal forma que se maximicen las ganancias sin
provocar la extinción de los recursos. Este principio supone tasas
de explotación que no excedan las tasas de regeneración de los
recursos, y niveles de emisiones contaminantes que no excedan
la capacidad de asimilación renovable del medio ambiente.
4. Los recursos no renovables deben explotarse a una tasa igual a la
creación de sustitutos renovables. 11
Los autores de la Economía Ecológica, como Naredo y Martínez Alier,
señalan la imposibilidad de una “internalización” convincente de las
externalidades y para ello se basan, principalmente en la ausencia de
las generaciones futuras en los mercados actuales, aun cuando esos mer-
cados sean ampliados ecológicamente.12 Debe aclararse que la economía

11
Ver a H. Daly en D. Pantin: pp. 93- 94, 1994.
12
Alier Martínez: ob. cit., 1994.

119
ecológica no excluye, por definición, el uso de los instrumentos de
política que propone la economía ambiental para reducir los impactos
negativos de la actividad humana sobre el medio.
Un tema de particular trascendencia con respecto al vínculo entre medio
ambiente y desarrollo es el referido a la relación entre comercio, creci-
miento económico y calidad ambiental. De alguna manera, las dos posi-
ciones más irreconciliables en este debate guardan cierta afinidad con los
enfoques de la economía de frontera, de un lado, y la ecología profunda,
de otro.
La posición más cercana al paradigma de la economía de frontera, en
esta discusión, es la que suscribe la idea acerca de un condicionamiento
casi automático de la calidad ambiental con respecto al crecimiento eco-
nómico y de este, a su vez, en relación con la liberalización comercial.
Así, los defensores de esta posición abogan por la liberalización comer-
cial global a ultranza; subestimando, incluso los muy desiguales niveles de
desarrollo económico entre los distintos países. De esta manera se tien-
den a absolutizar los beneficios del “libre comercio”, en términos de ele-
vación de la riqueza material, una más rápida difusión de las tecnologías
ambientalmente idóneas, mayores recursos destinados a los presupuestos
ambientales, entre otros.
En el otro extremo se ubica la posición más cercana al paradigma de la
ecología profunda, que tiende a absolutizar los efectos ambientales nega-
tivos que se derivan del “libre comercio”. Los partidarios de esta idea
señalan que las ventajas competitivas internacionales se logran en alto
grado a través de una inadecuada determinación de costos de la produc-
ción y la liberalización comercial; y abogan por un comercio regulado a
escala nacional e internacional, para proteger al entorno.
El argumento de los que sostienen la defensa a ultranza del “libre
comercio” se basa en gran medida en la Curva de Kuznets que rela-
ciona gráficamente el nivel de crecimiento económico (eje x) con el
nivel de degradación ambiental (eje y), en forma de una “U” invertida
(Figura 7.1). Es decir, que el crecimiento económico en un país dado
conduce, en corto plazo, a una mayor degradación ambiental, pero
luego de alcanzar un punto de inflexión, para un nivel dado de ingreso
per cápita, tienden a mejorar las condiciones ambientales con el creci-
miento económico.

120
Figura 7.1. Relación entre crecimiento y medio ambiente
(Curva de Kuznets).

Vale apuntar que el esquema teórico de la Curva Kuznets, retomado


por varios autores con fines de validación empírica, ha sido sometido a
diversas críticas, tanto por los resultados divergentes obtenidos en fun-
ción de la información primaria empleada, como por la ausencia de un
análisis integral de los efectos ambientales adversos que se derivan del
libre comercio y del crecimiento económico. Probablemente lo más ina-
ceptable sea la idea subyacente de que el crecimiento económico tiene
que alcanzarse antes de que se actúe para proteger el medio ambiente, y la
sugerencia de que la liberalización económico-comercial y otras políticas
de crecimiento económico, podrían sustituir a las políticas ambientales.
En medio de esta polémica, el punto de vista más acertado no es preci-
samente el que busca elegir entre comercio y crecimiento económico,
de un lado, y calidad ambiental, del otro; sino el que busca establecer
diferencias entre una modalidad de comercio y crecimiento económico,
basada en una visión cortoplacista, que se traduce en serios daños am-
bientales; y un enfoque comercial, con una perspectiva de largo plazo,
que contribuya al crecimiento económico sobre bases sostenibles.13
El fomento del comercio y del crecimiento económico bajo criterios
de sustentabilidad, supone entre otras cosas, un mayor conocimiento y
valoración de las implicaciones ambientales de la actividad económica,
mediante los modelos macroeconómicos de contabilidad ambiental y otros
medios; así como el diseño y aplicación efectiva de legislaciones ambien-
tales adecuadas, tanto en el plano nacional como internacional.

13
S. Zadek y C. Haas: “¿Perjudica el crecimiento económico al medio ambiente? Una
crítica a la curva de Kuznets”. En Economía Informa, Facultad de Economía, UNAM,
no. 253, México D.F., pp. 6-11, 1997.

121
La internacionalización del debate ambiental
y el concepto de desarrollo sostenible
En el plano de los movimientos sociales y las negociaciones internacio-
nales, algunos expertos en esta materia, 14 señalan que el debate
ambientalista y la corriente ecologista internacional han atravesado por
cuatro etapas fundamentales antes de desembocar en el actual proceso de
internacionalización. Después de una etapa inicial de despegue o desper-
tar, entre 1960 y 1968, esta corriente entró en un período de organiza-
ción, que se extendió hasta 1974, aproximadamente.
Uno de los rasgos fundamentales de esa fase de organización fue la
creación de agencias o departamentos gubernamentales dedicados a
la investigación de los problemas ambientales en casi todos los países capita-
listas desarrollados. Además, en 1972 se celebró en Estocolmo (Suecia) la
Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Humano y se fundó el
Programa de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente (PNUMA), que
fue uno de los primeros promotores del criterio del ecodesarrollo, como
intento por incorporar objetivos culturales, sociales y ecológicos en el
concepto de desarrollo. De esta forma, se dotó a los esfuerzos y debates
en el terreno ambiental de una base institucional.
Cabe recordar que también en 1972 se publicó el informe Los límites
al crecimiento, síntesis de los estudios auspiciados por el Club de Roma15
y conducidos básicamente por J. Forrester y D. Meadows. Según este
informe, de continuar sin cambios las tendencias de crecimiento de la
población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción
de alimentos y el agotamiento de los recursos naturales; en un período de
100 años se alcanzarían los límites al crecimiento del planeta, con un pro-
bable declive, súbito e incontrolable, tanto de la población como de la
capacidad industrial.
Ante tales previsiones, los autores de Los límites al crecimiento propu-
sieron la rápida modificación de las tendencias del crecimiento y el esta-
blecimiento de normas de estabilidad ecológica y económica, que

14
A. Jamison: “The internationalization of the Environment. Implications for Science
and Technology Policy”, 1990.
15
El Clud de Roma es una institución no lucrativa creada en 1968 y que está compuesta
por personalidades de los círculos académico, político y de los negocios, que alcanzó
notoriedad a partir de los años iniciales de la década de los 70 cuando comenzaron
a publicarse y debatirse internacionalmente los informes encargados por esta
institución. Entre los primeros informes se encuentran Los límites al crecimiento (1972),
La humanidad en la encrucijada (1974) y Remodelando el orden mundial (1975).

122
permitiesen alcanzar el equilibrio global de crecimiento cero lo antes po-
sible ya que, según ellos, si se optaba por esperar el equilibrio natural,
habría que atravesar por una larga fase de agonía.
Una de las críticas más agudas a este estudio provino de la Universidad
británica de Sussex,16 por considerarse que las conclusiones antes expues-
tas subestiman al progreso tecnológico. En general, desde su aparición
este polémico estudio ha constituido una obligada referencia en el debate
teórico sobre medio ambiente y desarrollo; y es justamente en el contexto
de este debate que emerge una literatura neoclásica acerca del agotamien-
to de los recursos no renovables y del impacto que esta situación tendría
sobre el crecimiento económico futuro.17
Entre 1975 y 1980, el debate en torno a los problemas ambientales devino
un movimiento ecologista, que tuvo su centro de principal atención en el
tema energético, debido entre otras cosas, al súbito encarecimiento de la
energía en ese período. Este debate entre energía y medio ambiente tuvo
amplia repercusión internacional a partir de 1979, al ocurrir el accidente de
la planta nuclear Three Mile Island, de Pennsylvania en EE.UU.
Con tales precedentes, entre 1981 y 1986 transcurre una etapa en la
que se profesionaliza la conciencia ambientalista y se aprecia un creciente
interés parlamentario en relación con el deterioro ambiental, que se canaliza
por la vía de numerosos partidos políticos, como los llamados “verdes”
principalmente, en el viejo continente. También en esta etapa aumenta
notablemente la actividad de numerosas organizaciones no gubernamenta-
les (ONG), que surgen al calor del debate sobre el medio ambiente.
En este contexto, el accidente de la planta nuclear de Chernobyl, ocurrido
en Ucrania en 1986, puso nuevamente en un primer plano los problemas
de la contaminación atmosférica transfronteriza y el debate sobre energía
y medio ambiente.

16
Según K. Pavitt, C. Freeman y otros autores de la Universidad de Sussex, Forrester y
Meadows llegan a conclusiones que son básicamente las mismas que las de R. Malthus
y D. Ricardo, ya que aunque aceptan un progreso técnico continuo y sostenido en la
industria, consideran que los rendimientos serían decrecientes en las inversiones
agrícolas y en recursos naturales, y asumen que no habría una mejora continua en las
tecnologías anticontaminantes, ver Tamames, pp. 126-129, 1977.
17
Las preocupaciones acerca de la escasez potencial futura de los recursos no
renovables y sus implicaciones para la prosperidad económica, coincidieron con el
nacimiento de la Economía Política a finales del siglo XVIII, y estuvieron presentes
en autores como R. Malthus, D. Ricardo y J.S. Mill; pero con el desplazamiento de
la Economía Política Clásica por la Escuela Neoclásica, hacia finales del siglo XIX, la
preocupación por el agotamiento de los recursos naturales desapareció, en lo
fundamental, del dominio de las investigaciones económicas hasta comienzos de
los años 70.

123
Desde la década del 80 se han hecho más evidentes algunos de los
problemas ambientales de alcance internacional que más preocupan a la
humanidad, tales como: el agotamiento de la capa de ozono; el efecto
invernadero; la pérdida de la diversidad biológica; la contaminación urba-
na; el tráfico transfronterizo de desechos peligrosos; la contaminación de
los mares, océanos y zonas costeras, y el deterioro ambiental asociado a
las condiciones de subdesarrollo y pobreza en que viven las tres cuartas
partes de la población mundial. Se calcula que 80 % de los pobres en
América Latina, 60 % de los de Asia y 50 % de los de África viven
en áreas ecológicamente vulnerables.18
En los últimos diez años se ha difundido ampliamente la tesis del desarrollo
sostenible, que fuera presentada en el informe Nuestro futuro común de la Comi-
sión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo (WCED, 1987). El de-
sarrollo sostenible ha sido definido como aquel desarrollo que permite satisfacer
las necesidades del presente sin comprometer la habilidad de las futuras
generaciones para satisfacer sus propias necesidades.
De acuerdo con algunos autores,19 existen por lo menos dos vertientes
que alimentaron el enfoque del desarrollo sostenible; de un lado las co-
rrientes que, sobre todo a partir de comienzos de los años 70, han some-
tido a revisión el concepto de desarrollo económico y las políticas
económicas prevalecientes y, de otro lado, el surgimiento de la crítica
ambientalista al modo de vida contemporáneo.
En el decenio de los 80, tanto el agravamiento de los problemas am-
bientales globales como la agudización de los problemas socioeconómicos
internacionales –particularmente, la profunda crisis que afecta a los paí-
ses subdesarrollados–, aceleraron la confluencia de las dos vertientes an-
tes mencionadas.
Según otros autores,20 la aparición y difusión de la tesis del desarrollo
sostenible en el contexto de la internacionalización del debate ecológico,
caracteriza a la segunda revolución ambiental ocurrida en los últimos trein-
ta años. La primera revolución ambiental de este período fue la ocurrida
entre finales de los años 60 y comienzos de los 70, y estuvo marcada por el
debate en torno a la calidad ambiental vs. crecimiento económico, al calor
de la ya mencionada polémica acerca de Los límites al crecimiento (1972).

18
J. Pronk y M. Haq: Sustainable Development. From Concept to Action, The Hague
Report, La Haya, p. 8, 1992.
19
E. Provencio y J. Carabias: “El enfoque del desarrollo sustentable. Una nota
introductoria”, en: Problemas del Desarrollo, México D.F., no. 91, vol. XXIII , 1992.
20
D. Pearce y J. Warford: World without End. Economics, Environment and Sustainable
Development, Oxford University Press, 1993.

124
A diferencia de la primera revolución ambiental, cuando se consideraba
al crecimiento y a la conservación del entorno como variables irreconci-
liables y en conflicto; bajo las condiciones de la segunda revolución am-
biental ha cambiado el enfoque, en el sentido de considerar a tales variables
como potencialmente compatibles.
En las nuevas condiciones no se cuestiona la necesidad de crecer, pero
se discute acerca de cómo crecer; se aprecia un desarrollo mucho mayor
de las técnicas para medir los daños y beneficios ambientales derivados de
la actividad socioeconómica; y se observa un mayor énfasis en los efectos
indirectos de la degradación ambiental, en áreas como la salud, la produc-
tividad, y otras. Asimismo, en la actualidad, además de considerarse los
problemas ambientales locales, se hace un énfasis mayor que antes en el
ámbito global, dada la internacionalización de la problemática ecológica.
Si bien la mayor parte del debate ecológico, durante la primera re-
volución ambiental, estuvo confinado a los problemas más graves de
contaminación de los países desarrollados; en los nuevos tiempos el
debate incluye, además, los problemas ambientales y de desarrollo de
las naciones subdesarrolladas, y se aprecia un enfoque más integral en
cuanto al manejo de los recursos naturales.
En este nuevo contexto, a las preocupaciones en torno al agotamiento
de los recursos no renovables, ya presentes a comienzos de los años 70, se
suman nuevos temas de discusión como los relativos al manejo de los
recursos renovables; lo que resulta de gran significación para los países
subdesarrollados, sobre todo en lo referido a recursos tan vitales para la
vida de estas naciones como el agua, la biomasa y el suelo.
De los cinco paradigmas o enfoques acerca del vínculo entre medio
ambiente y desarrollo, analizados con anterioridad en este capítulo,21 se
considera que el relativo a la administración sostenible de recursos natura-
les y el del ecodesarrollo constituyen dos paradigmas estratégicos orienta-
dos ambos al logro de la sustentabilidad.
Si bien los límites entre ambos enfoques resultan difusos en ciertas
áreas, como en lo relativo a las soluciones tecnológicas que se proponen;
el paradigma del ecodesarrollo tiende a ser más integral y acabado, ade-
más de basarse de forma más equitativa en las ideas, experiencias y prio-
ridades de los países desarrollados y subdesarrollados, lo que favorece su
aceptación en las naciones pobres.

21
M. Colby y F. Sagasti: ob. cit., 1992.

125
El concepto de desarrollo sostenible concibe al desarrollo como un
proceso armónico, donde la explotación de los recursos, la dirección de
las inversiones, la orientación del cambio tecnológico y las transforma-
ciones institucionales deben estar a tono con las necesidades de las ge-
neraciones presentes y futuras. De esta manera se presenta al desarrollo
como un proceso que requiere un progreso global en un conjunto de
dimensiones –económica, humana, ambiental y tecnológica–, que
interactúan entre sí.
A continuación se resumen los aspectos más novedosos que contiene
esta concepción del desarrollo que le han permitido obtener un creciente
respaldo internacional.
¿Qué tiene de nuevo la tesis del desarrollo sostenible?
• Integra las dimensiones económica, social y ambiental.
• Examina la dimensión global (no solo local y nacional).
• Destaca la equidad intergeneracional.
• Se refiere a los problemas ambientales de países desarrollados y
subdesarrollados.
• Se analizan tanto los recursos naturales no renovables como los
renovables.
A pesar de su rápida aceptación y difusión como expresión concentra-
da de una “forma de desarrollo” más humana y equitativa, la versión ori-
ginal de esta tesis no está exenta de limitaciones en especial en lo referente
al enfoque de administración sostenible de los recursos naturales. Su aná-
lisis crítico revela el carácter ambiguo de esta tesis, lo que ha condiciona-
do la aparición de múltiples definiciones del desarrollo sostenible, en
función de los intereses de los autores y de las circunstancias concretas de
cada caso.
La ambigüedad de esta tesis se pone de manifiesto al identificar las
disparidades socioeconómicas prevalecientes en el mundo actual, pero
sin reconocer los mecanismos que han generado esa desigualdad. Incluso,
en ocasiones se ha calificado a esta tesis como una estrategia pensada
desde el Norte industrializado y que, por lo tanto, no incorpora los pun-
tos de vista y prioridades del mundo subdesarrollado. Teniendo en cuenta
esta limitación, el South Center22 ha expresado que dicho concepto debe
considerar, además, que las necesidades del Norte sean cubiertas sin com-
prometer la satisfacción de las necesidades presentes y futuras del Sur.

22
South Center: Environment and Development, Ginebra, 1991.

126
Muchas veces la tesis del desarrollo sostenible ha sido empleada como
pretexto por algunos países desarrollados para justificar la adopción de
medidas proteccionistas contra otros estados. Un ejemplo en este sentido
es el embargo atunero, decretado en mayo de 1991 por EE.UU. contra
las exportaciones de Venezuela, México y las Islas Vanuatu, basado en la
Ley de Mamíferos de EE.UU. Este embargo fue declarado ilegal por el
GATT.
Si se acepta el planteamiento de la profesora norteamericana Potter,23
de que el concepto de desarrollo sostenible es visto cada vez más como la
promesa de reconciliar la igualdad social, el crecimiento económico, las
fuerzas del mercado y la conservación del medio ambiente, que abre un
paso común para la unión de los intereses del Norte y del Sur, se compren-
dería sin mucha dificultad no solo el aire de nueva utopía con que se le
presenta, sino además el peligro que entraña para el futuro socioeconómico
de los países subdesarrollados la idea de un “mercado verde”, que legitime
el derecho de los principales contaminadores a seguir deteriorando el en-
torno. La idea acerca del “mercado verde” sintetiza la posición de ciertos
círculos económicos y políticos neoliberales, que pretenden generalizar las
fórmulas de mercado como vía para dar solución a los problemas ambienta-
les. Entre estas fórmulas cabe mencionar, a manera de ejemplos, los esque-
mas de comercio de emisiones contaminantes –sobre todo cuando se conciben
para una aplicación a escala global–, y la promoción de tecnologías dirigi-
das a atenuar o controlar la contaminación –una vez que esta se ha produ-
cido–, frente a las producciones más limpias, que reducen la contaminación
en las distintas fases del ciclo productivo.
También se ha cuestionado el énfasis que hace la tesis del desarrollo
sostenible en la equidad intergeneracional, en detrimento de la equidad
intrageneracional. En este sentido, cabe señalar que para la mayoría de la
población mundial, residente en el área subdesarrollada, resulta muy difí-
cil pensar en la satisfacción de las necesidades de las futuras generaciones
cuando sus requerimientos básicos del presente no están cubiertos.
Otra de las limitaciones de la tesis del desarrollo sostenible es la su-
gerencia de que las mismas agencias multilaterales, dominadas por los países
industrializados y responsables en gran medida de las actividades que
erosionan al medio, podrían liderar la transición hacia un desarrollo ar-
mónico, equitativo y ambientalmente seguro.
En este contexto de internacionalización del debate ambientalista, que
cobra especial fuerza desde mediados de la pasada década, los países de-

23
G.A. Potter: Medio ambiente ecológico y desarrollo sustentable (mimeo), Lima, 1992.

127
sarrollados han insistido en el tratamiento por separado de los problemas
del medio ambiente y del desarrollo. Estos países, además de capitalizar
en su favor los trascendentales cambios ocurridos en la correlación de
fuerzas económicas y políticas a nivel internacional, persisten en su pro-
pósito de evadir sus responsabilidades ambientales y realizan grandes es-
fuerzos por desviar la atención internacional hacia aquellos temas
ambientales que son de su interés, sin tener en cuenta debidamente los
objetivos y prioridades de las naciones subdesarrolladas.
La Figura 7.2 muestra una visión más integrada del desarrollo sosteni-
ble, a partir de la identificación de tres dimensiones básicas: económica,
social y ambiental. Obsérvese que en términos de equidad, se destaca tan-
to la intergeneracional como la intrageneracional.

Figura 7.2. Elementos del desarrollo sostenible.

El desarrollo sostenible y los países subdesarrollados


La Tabla 7.1 ofrece una breve representación de problemas ambienta-
les comunes a muchos países subdesarrollados, así como su conexión con
problemas económicos y sociales. En algunos casos, como el cambio
climático, se trata de problemas globales, cuyas implicaciones adversas se
refuerzan sobre todo en los países de menor desarrollo y, en particular,
en los sectores más vulnerables dentro de esos países.

128
Tabla 7.1. Algunos problemas ambientales y sus implicaciones para los países desarrollados
Problema Efecto en la salud Efecto en la productividad

Escasez y contaminación Enfermedades: Afectación económica:


del agua. dengue, parásitos agricultura, industria, pesca,
paludismo, malaria. etcétera.
Encarecimiento del agua potable

Degradación de suelos. Pobre nutrición. Menores rendimientos agrícolas.

Deforestación y pérdida Se afectan fuentes Daños para el sector


de biodiversidad en los bosques. de agua, pérdida de especies agropecuario
medicinales, inseguridad alimentaria. Mayor dependencia externa.

Cambio climático. Elevadas temperaturas, enfermedades, Daños a la agricultura,


inseguridad alimentaria, falta de agua. turismo, pesca y otros sectores.

129
La extraordinaria significación de la aplicación de una concepción de
desarrollo sostenible en los países subdesarrollados, se pone de relieve aún
más si se interpreta cómo el subdesarrollo y el deterioro ambiental confor-
man una especie de círculo vicioso que es preciso romper (Figura 7.3).
Efectivamente, las características del fenómeno universal del deterio-
ro ambiental tienen en los países subdesarrollados, rasgos y orígenes pro-
pios e incluso, resultados más graves. Resulta conocido que una parte
significativa de la actividad económica fundamental de muchos de estos
países descansa en la explotación de sus recursos naturales (agricultura,
minería, pesca y turismo).
La propia crisis económica y social reforzada desde los años 80, junto
con la carencia de condiciones financieras y tecnológicas para enfrentarla
adecuadamente, han contribuido a que las alternativas de supervivencia
giren en torno a elevar al máximo la contribución de estos sectores, dege-
nerando en verdaderos fenómenos de sobreexplotación. A ello, habría
que sumar el hecho de que la expansión de la pobreza y la marginación
social han provocado un proceso de crecimiento desordenado de las con-
centraciones urbanas, principalmente en la forma de barrios marginales,
con la consiguiente creación de importantes fuentes de contaminación
ambiental y degradación del medio.

Figura 7.3. Subdesarrollo y deterioro ambiental: círculo vicioso.

130
El subdesarrollo constituye pues, un patrón de desarrollo insostenible.
Por ello, se impone la incorporación de la dimensión ambiental a la hora
de elaborar cualquier estrategia de desarrollo. En tal sentido, puede afir-
marse que:
“En estos países, la búsqueda de un desarrollo sostenible es,
ante todo, la búsqueda del desarrollo mismo, entendiendo por
desarrollo no solo crecimiento, sino transformación de las
estructuras económicas y sociales en función de elevar la calidad
de la vida de la población y lograr la progresiva formación de
nuevos valores éticos”. 24
Analizado el fenómeno desde una perspectiva más amplia, puede con-
cluirse que la responsabilidad última por el deterioro acumulado del me-
dio en los países subdesarrollados, corresponde al sistema capitalista
mundial, en particular, a aquellos países que a lo largo de cientos de años
de explotación colonial y neocolonial, configuraron las economías de los
primeros en función de la valorización de sus capitales y transfirieron las
tecnologías que más convenientes resultaban a esos intereses, en muchos
casos, las más contaminantes. Todo este peculiar desarrollo capitalista en
los países subdesarrollados, según se ha explicado anteriormente, se ha
producido al margen de las verdaderas necesidades y posibilidades nacio-
nales. Por ello, avanzar hacia un desarrollo sostenible en los países subde-
sarrollados, no constituye estrictamente hablando, un problema cuya
solución dependa únicamente de decisiones nacionales.
La indiferencia ante el derecho al desarrollo de tres cuartas partes de
la humanidad tendrá que ser reemplazada por el reconocimiento de los
diferentes grados de responsabilidad ante el deterioro ambiental mundial
y el establecimiento de un trato justo y preferencial para que los países
subdesarrollados puedan acceder a los recursos y tecnologías apropiados
a este fin.

Desarrollo sostenible desde la perspectiva norte-sur.


Dimensiones y tendencias
Durante las últimas décadas los temas referidos al desarrollo, la equi-
dad y la sostenibilidad han recibido especial atención en el contexto del
debate internacional acerca de la dimensión ambiental de la globalización.

24
Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado en la Cumbre de la Tierra, efectuada en
Brasil, periódico Granma, 28 de junio de 1992, p. 3, 1992.

131
El desarrollo sostenible, definido como aquel proceso que permite sa-
tisfacer las necesidades del presente sin comprometer la habilidad de las
futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades,25 debe ser
analizado en el contexto del debate más amplio acerca del desarrollo.
A pesar de su ambigüedad, el concepto de desarrollo sostenible asume
que los objetivos económicos y sociales del desarrollo deben ser definidos
en términos de sostenibilidad. Tomando como punto de partida los con-
ceptos de desarrollo sostenible de la Comisión de Naciones Unidas sobre
Medio Ambiente y Desarrollo y el de desarrollo humano del PNUD, pueden
identificarse tres dimensiones básicas e interrelacionadas del desarrollo, que
constituyen aspectos complementarios de una misma agenda: sostenibilidad
económica, social y ambiental.
Por tanto, con un enfoque integral el desarrollo sostenible debe ser
definido como un proceso multidimensional, que debe ser “sostenible” en
términos económicos, sociales y ambientales; y donde cada una de estas
dimensiones constituye una condición necesaria aunque no suficiente para
la sostenibilidad.

Dimensiones económica y social


Tradicionalmente el concepto de desarrollo ha tenido una connotación
eminentemente económica y, en consecuencia, los planes de acción y po-
líticas adoptadas se han centrado casi exclusivamente en el crecimiento
económico, en detrimento de las dimensiones social y ambiental. En esas
condiciones los patrones insostenibles de crecimiento económico que se
han seguido han tendido a reforzar la inequidad y el deterioro ambiental,
sobre todo teniendo en cuenta que tales patrones han prevalecido durante
largos períodos.
La corriente económica neoclásica siempre ha argumentado que el cre-
cimiento económico es esencial para la reducción de la pobreza de ingre-
so y el mejoramiento de la calidad ambiental; pero el crecimiento no
estimula automáticamente el desarrollo social y ambientalmente seguro.
De hecho, no siempre los países que tienen más altos niveles de ingreso
per cápita registran los mejores indicadores sociales y ambientales.
A partir del enfoque convencional (neoliberal) acerca de la relación
entre crecimiento, equidad y medio ambiente basado en la Curva de
Kuznets, podría inferirse que no existe incompatibilidad entre crecimien-

25
WCED: Our Common Future, Oxford University Press, 1987.

132
to, y equidad/calidad ambiental, pero que primero es necesario crecer,
para luego progresar, de manera automática, en términos de equidad y
calidad ambiental, con lo que las políticas sociales y ambientales queda-
rían relegadas a un segundo plano. Esta tesis también ha sido definida
como del “derrame” o “goteo”..26
Se ha comprobado que desde los años 70, en los países subdesarrolla-
dos no se han verificado los patrones de Kuznets aplicados al crecimiento
de los países desarrollados entre los años 30 y 60; e incluso, en los propios
países desarrollados, el crecimiento de la desigualdad en las últimas déca-
das ha afectado los patrones anteriores, sustituyendo la curva en forma de
“U” invertida por una curva con “estilo de serpiente”.27
En muchos países se ha pretendido resolver la tensión entre eficiencia
económica y equidad mediante la búsqueda de un balance entre la
maximización del PNB y el establecimiento de instituciones y procesos
encargados de la redistribución, la protección social, la provisión de dife-
rentes servicios sociales para satisfacer las necesidades básicas, y la pro-
tección ambiental.
Este enfoque, aplicado al vínculo entre crecimiento económico y equi-
dad, considera, erróneamente, que la política económica es
distributivamente neutra, y que de ser regresiva, lo es en un grado mane-
jable, de tal forma que ciertas acciones en la esfera social podrían com-
pensar o corregir las faltas de equidad que se produzcan.28
Luego de dos décadas de predominio de las corrientes neoliberales a
escala global, los resultados registrados en materia económica, social y
ambiental son decepcionantes, sobre todo si se analizan desde la perspec-
tiva Norte-Sur.
En el plano económico, la brecha que separa a los países desarrollados
y subdesarrollados continúa siendo preocupante. El crecimiento medio
anual del ingreso per cápita entre 1990 y 1998 fue negativo en 50 países,
de los cuales solo uno es miembro de la OCDE; y más de 30 países que
tienen en su conjunto una población de más de 500 millones de habitantes
poseen en el presente un ingreso per cápita inferior al de 20 años atrás.29
Los países subdesarrollados con cerca del 78 % de la población mundial
aportan sólo 20 % de las exportaciones de bienes y servicios y 38 % del PIB
global; mientras que a los países desarrollados con alrededor del 15 % de la

26
CEPAL: Equidad y Transformación Productiva. Un Enfoque Integrado, Stgo. de Chile, 1992.
27
WRI: World Resources, New York, Oxford University Press, 1997.
28
CEPAL: ob. cit., 1992.
29
PNUD: Informe sobre Desarrollo Humano 2000, 2000.

133
población mundial les corresponde 75 % de las exportaciones totales y
más de 56 % del PIB global.
Solo EE.UU., con menos de 5 % de la población del mundo registra
niveles de PIB y exportaciones que casi duplican los registros agregados
correspondientes de toda América Latina y África, que en su conjunto
representan más de 20 % de la población mundial.30
Entre 1980 y 1997, cuando las exportaciones mundiales se duplicaban
con creces, la participación del grupo de países más pobres (también lla-
mados “países menos adelantados” –PMA– con 10 % de la población
mundial) se redujo de 0,6 % a 0,4 % del total mundial exportado. En 1999
los 200 multimillonarios más ricos tenían una riqueza combinada de más
de 1,1 millones de millones de dólares; es decir casi 8 veces el ingreso
combinado de los 582 millones de personas que viven en los PMA, que
apenas captaron unos 146 mil millones de dólares.31
Debe tenerse en cuenta que la mayoría de los países subdesarrollados
son afectados por serias restricciones comerciales y financieras, vincula-
das directa o indirectamente a la elevada deuda externa que gravita sobre
sus economías y que ya supera los 2,5 millones de millones de dólares. En
los años 1992-2000, los países subdesarrollados destinaron unos 264 mil
millones de dólares, como promedio anual, sólo al pago del servicio de su
deuda externa.
En un mundo crecientemente interconectado por la informática y las
telecomunicaciones, las regiones subdesarrolladas aún registran un eleva-
do grado de marginación. Mientras en los EE.UU., 26 % de la población
está conectada a Internet, menos de 1 % de los habitantes de los países
subdesarrollados tiene acceso a este medio de información y comunica-
ción.
Tales disparidades en el orden económico se traducen en grandes
inequidades en el plano social, que se expresan en un creciente número
de pobres e indigentes en las áreas más subdesarrolladas del planeta e
incluso en la proliferación de cinturones de pobreza en los propios paí-
ses desarrollados.
En lo referente a la dimensión social del desarrollo sostenible, debe
tenerse en cuenta que la equidad en el contexto de una decisión social,
significa que el resultado es imparcial y justo, y esa ha sido una preocupa-
ción central del pensamiento social y político a través de los tiempos. Los
principios de la justicia y la imparcialidad son importantes por sí mismos

30
I MF (International Monetary Fund): World Economic Outlook, IMF, 2000.
31
PNUD: ob. cit., 2000.

134
en toda interacción humana. La sostenibilidad social asume que las di-
mensiones económica y ambiental del desarrollo sostenible deben ser de-
finidas tomando en cuenta consideraciones sociales, como las referidas a
la participación social y a la equidad intra e intergeneracional.
Entre países desarrollados y subdesarrollados se pueden apreciar gran-
des diferencias en términos de equidad. Atendiendo a los niveles de ingre-
so per cápita, en la actualidad se reportan 1 200 millones de personas en
los países subdesarrollados que continúan subsistiendo con menos de un
dólar diario,32 de los cuales cerca de la mitad reside en Asia meridional.
Por demás, la pobreza de ingresos se asocia a registros negativos en los
principales indicadores de salud, educación, alimentación, vivienda y otras
áreas básicas del desarrollo humano. Se estima que más de mil millones de
habitantes de países subdesarrollados carecen de acceso a agua potable y
más de 2 400 millones de personas no cuentan con saneamiento apropiado;
cerca de mil millones de adultos son analfabetos; unos 90 millones de niños
y niñas no asisten a la escuela primaria; más de 30 mil niños mueren diaria-
mente de enfermedades prevenibles; en muchos países africanos la espe-
ranza de vida se ha reducido en más de 10 años en el último decenio, como
consecuencia en gran medida del azote del SIDA; unos 790 millones de
personas padecen de hambre e inseguridad alimentaria; más de mil millones
de personas viven en viviendas inadecuadas; y se registran unos 250 millo-
nes de niños trabajadores. El déficit mundial para lograr la prestación uni-
versal de servicios básicos en los países subdesarrollados asciende a 80 mil
millones de dólares anuales;33 cifra equivalente a la tercera parte del pago
promedio anual de los países subdesarrollados por concepto de servicio de
la deuda externa entre 1992 y 2000.
Esta situación podría agravarse considerablemente en los próximos 25 años,
sobre todo si se tiene en cuenta que casi 2 000 millones más de perso-
nas se sumarán a los 6 000 millones que actualmente constituyen la
población mundial, y casi todo ese aumento tendrá lugar en los países
subdesarrollados. 34
La pobreza también tiene una relación importante con las prioridades
nacionales y las escalas de tiempo consideradas en el diseño de políticas.
Las personas más ricas pueden darse el lujo de pensar en planes a largo
plazo, en contraste con los más pobres, quienes deben concentrarse en

32
J. D. Wolfensohn: Se calcula que unos 2 800 millones de personas viven con menos
de dos al día, ver P NUD, 2000: Hacia un mundo con equidad, Discurso ante la Junta de
Gobernadores, Praga, Rep. Checa, 26 de septiembre de 2000.
33
PNUD: ob. cit., 2000.
34
J.D. Wolfensohn: ob. cit., 2000.

135
sus problemas de corto plazo y en los esfuerzos por asegurar la satisfac-
ción de sus necesidades básicas. Esto tiene grandes implicaciones para el
diseño de políticas que incorporen objetivos de equidad.
Los problemas globales (económicos, sociales, ambientales y otros)
tienden a traducirse en mayores daños y riesgos para las regiones más
pobres, lo cual podría exacerbar las inequidades, en ausencia de medidas
compensatorias. En general, los sistemas éticos contemplan el reconoci-
miento de que los responsables del daño o perjuicio deben ayudar a com-
pensar a las víctimas.
Además, aunque todos los estados son iguales ante la ley y deben reci-
bir igual tratamiento, la equidad no implica necesariamente igualdad, pues
en muchos casos, un tratamiento igualitario a países con diferente grado
de desarrollo sería inequitativo.
Como se expresa en el Informe Brundtland, en la medida en que un
sistema se aproxima a sus límites ecológicos, las inequidades se agudizan.
La incapacidad para promover el interés común en el desarrollo sosteni-
ble es con frecuencia un resultado de la negación de la justicia econó-
mica y social dentro y entre las naciones. Las relaciones que no son
equitativas y que se basan en la dominación de un tipo u otro, no
son una base sólida y duradera para la interdependencia.35 La inequidad
puede exacerbar los conflictos relacionados con el control de los re-
cursos naturales y el medio ambiente.

Dimensión ambiental
Considerando el carácter global de muchos de los fenómenos ambien-
tales que más preocupan a la humanidad, la interrelación que existe entre
ellos y la creciente brecha socioeconómica que caracteriza a las relacio-
nes Norte-Sur; una solución duradera a los problemas ambientales globales
pasa necesariamente por una profunda reestructuración de las relaciones
económicas y políticas internacionales, sobre bases de equidad y justicia
social
Al propio tiempo, resulta indispensable fortalecer la identidad de cada
país y su capacidad para diseñar y poner en práctica estrategias propias de
desarrollo socioeconómico, que permitan asegurar la expansión sostenida
de la producción, hacer frente a los graves problemas sociales, corregir
los problemas ambientales del pasado y evitar un ulterior deterioro del
medio ambiente, en función de los recursos disponibles.

35
WCED: ob. cit., 1987.

136
El hecho de que los principales problemas ambientales actuales tengan
un carácter global, tiende a unir a los estados en la búsqueda de solucio-
nes comunes; sin embargo, esta convergencia suele ser contrarrestada por
la falta de consenso a la hora de establecer responsabilidades concretas a
nivel internacional.
Así, por ejemplo, las negociaciones relacionadas con la Conferen-
cia de Naciones Unidas sobre medio ambiente y desarrollo CNUMAD-
Río de Janeiro, Brasil/92 y con la Cumbre sobre el desarrollo
sostenible-Johanesburgo, -Sudáfrica/2002, estuvieron marcadas por la
reticencia de los países industrializados, a asumir compromisos con-
cretos relacionados con la transferencia de tecnologías y los recursos
financieros requeridos por los países subdesarrollados. En el contexto
actual, el avance del Tercer Mundo en materia de desarrollo sostenible
requiere, ante todo, de un clima comercial y monetario financiero in-
ternacional que sea equilibrado y no discriminatorio.
En materia financiera, en la Agenda 21 (Programa de acción sobre
medio ambiente y desarrollo, aprobada en la Cumbre de Río) se destaca
que los países del Tercer Mundo requerirían unos 125 mil millones de
dólares anuales, procedentes de fuentes externas, sin considerar el aporte
que deben realizar los propios países subdesarrollados. Sin embargo, al
concluir la CNUMAD solo existían compromisos por unos 6-8 mil millo-
nes de dólares y desde entonces los desembolsos reales han sido extrema-
damente limitados. Entre 1994 y 1997, los recursos a disposición del Fondo
para el Medio Ambiente Mundial –Global Environment Facility (GEF)–,
principal mecanismo de financiamiento en esta esfera, solo ascendían a
unos 2 mil millones de dólares; y su presupuesto para 1998-2002 es de 2,75 mil
millones de dólares.
Además, en condiciones en que la deuda externa de este grupo de paí-
ses ha continuado creciendo hasta superar los 5 millones de millones de
dólares; la proporción que representa la Ayuda Oficial para el Desarrollo
(AOD) en relación con el PNB de los países industrializados, cayó de 0,34 %
en 1992 a 0,27 % en 1995, y apenas 0,22 % en 2000, frente a un compro-
miso internacional de aportar 0,7 % del PNB de los países desarrollados
para tales fines.
En lo referido a los mecanismos para canalizar los recursos financie-
ros internacionales destinados al desarrollo sostenible, después de la
CNUMAD los países subdesarrollados han continuado insistiendo en que
se garantice la universalidad de la membresía del Fondo para el Medio
Ambiente Mundial, así como la participación de las tres agencias que lo
integran (Banco Mundial, PNUD y PNUMA) en igualdad de condicio-
nes, y una total transparencia y acceso a la información requerida.

137
La internacionalización del debate sobre medio ambiente y desarrollo
ha coincidido en el tiempo con el auge del discurso y las prácticas neoliberales
a nivel mundial. En estas condiciones, la idea acerca del “mercado verde”, o
sea la aplicación de fórmulas neoliberales para resolver los problemas am-
bientales, también ha cobrado especial auge en los últimos años.
En este sentido, pudiera destacarse el impacto ambiental altamente
nocivo de los programas de ajuste macroeconómico, recomendados por
el FMI a los países deudores. Estos programas de corte neoliberal no solo
tienen un alto costo ambiental directo, por la vía de la contracción de los
presupuestos para fines ecológicos; sino que, además, contribuyen a agra-
var los desequilibrios sociales, en especial la pobreza. De esta forma tam-
bién contribuyen, indirectamente, a la degradación del medio.
Hasta el momento, las escasas iniciativas que pretenden vincular la
solución al problema de la deuda y la protección del medio en el Tercer
Mundo han tenido un alcance muy limitado. Tal es el caso de los canjes de
deuda por naturaleza, según las condiciones del mercado secundario de
deudas. Entre mediados de los años 80 y comienzos de los 90, que fue el
período de mayor auge de las operaciones de cambio de deudas por natu-
raleza, el monto de deuda involucrado fue de apenas 100 millones de dó-
lares para el conjunto de los países subdesarrollados.36
Bajo el esquema de los cambios de deuda por naturaleza, un agente
externo “X” –por ejemplo una ONG internacional o un gobierno extran-
jero– adquiere con descuento una porción de la deuda externa del país
deudor “Y” en los mercados secundarios de deuda externa, y luego cam-
bia esos títulos de deuda por moneda nacional al gobierno del país “Y”.
Con la moneda nacional recibida, el agente inversionista “X” adquiere
activos nacionales vinculados, en este caso, con objetivos de conservación
ambiental, como pudiera ser la protección de un área vulnerable.
Entre las limitaciones de este “novedoso” instrumento financiero debe
considerarse, además de su sesgo inflacionario, que en algunos casos los
acuerdos logrados pueden limitar los derechos del gobierno deudor sobre
determinadas áreas protegidas o recursos naturales. También puede suce-
der que los proyectos acordados no sean los que más interesan al país
deudor, sino los más atractivos para la institución o gobierno extranjero
que actúe como contraparte.
A juzgar por lo antes expuesto, los canjes de deuda por naturaleza
están lejos de ser el mecanismo idóneo para vincular la solución al proble-

36
WRI: World Resources, Oxford University Press, New York, p. 309, 1992.

138
ma de la deuda externa, con los esfuerzos para enfrentar los problemas
ambientales de los países subdesarrollados.
En años más recientes, se han debatido ampliamente diversas propuestas
para aplicar nuevos mecanismos de mercado a nivel internacional –como
parte de las estrategias de respuesta ante los principales problemas am-
bientales globales. No obstante, aún persisten importantes barreras técni-
cas, institucionales y políticas para su aplicación.
En el contexto de las negociaciones de la Convención de naciones unidas
sobre el cambio climático, por ejemplo, los países desarrollados, en un
intento de al menos eludir parcialmente sus responsabilidades internacio-
nales, han liderado los esfuerzos por generalizar la aplicación de ciertos
mecanismos de mercado a nivel internacional. El Protocolo de Kyoto, de
dicha convención, que fue adoptado en diciembre de 1997 y entró en
vigor en febrero del 2005, incluye tres de los llamados “mecanismos de
flexibilidad”, como instrumentos para hacer cumplir los objetivos de la
convención, en lo referido al control de las emisiones de gases de efecto
invernadero.
En relación con la aplicación de mecanismos de mercado a nivel
internacional, es decir, entre países con niveles de desarrollo tan
disímiles, debe tenerse en cuenta que en ausencia de un marco regulatorio
adecuado, erosionarían significativamente las ventajas potenciales que
se les atribuyen a dichos mecanismos en materia de transferencia de
tecnologías y de recursos financieros para el desarrollo sostenible.
Los países subdesarrollados deben sopesar adecuadamente las oportu-
nidades y retos que pudieran derivarse de la aplicación de tales mecanis-
mos de mercado a nivel internacional. Asimismo, en las negociaciones
internacionales los países subdesarrollados deben abogar por un marco
regulatorio adecuado, de tal forma que las estrategias de respuesta ante
los problemas ambientales globales aseguren los flujos de tecnologías
ambientalmente idóneas y de recursos financieros que se ajusten a los
requerimientos del mundo subdesarrollado, tanto en el orden cuantitati-
vo como cualitativo. Adicionalmente, esas estrategias de respuesta deben
contribuir a modificar sustancialmente los patrones de producción y con-
sumo a escala internacional, teniendo en cuenta los distintos niveles de
responsabilidad histórica de cada grupo de países.
Sin dejar de considerar el sabor amargo y la profunda decepción que
dejó en muchos la falta de compromisos concretos que caracterizó a la
CNUMAD, Brasil/92, debe señalarse que posiblemente el principal logro
de esa conferencia fue el reconocimiento de que la protección ambiental y
el desarrollo económico requieren soluciones globales. Por vez primera
se logró consenso al más alto nivel gubernamental para adoptar un nuevo

139
enfoque sobre el desarrollo, en que la erradicación de la pobreza y la
protección del medio estén estrechamente vinculadas.
Ya en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Humano
(Estocolmo/72), los países subdesarrollados habían demandado la incor-
poración de los problemas del desarrollo en la agenda del cónclave y lo-
graron cierto éxito en sus empeños, aunque en los veinte años posteriores
a esa conferencia, los aspectos relacionados con el desarrollo fueron te-
mas secundarios y casi nunca tomados en cuenta seriamente.
Un balance de lo acontecido a escala mundial en los más de 10 años
transcurridos desde la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio
Ambiente y Desarrollo revela que, sobre todo en los últimos años, el ace-
lerado deterioro ambiental ha coincidido con la erosión aún mayor de la
siempre escasa voluntad política de los países desarrollados para contri-
buir a la solución de los problemas ambientales.
En este contexto, la degradación ambiental está provocando, entre
otras cosas, desastres naturales cada vez más severos que durante la pasa-
da década se tradujeron, según reportes recientes, en un costo ascendente
a unos 608 miles de millones de dólares, cifra comparable al monto combi-
nado de las cuatro décadas anteriores. Como es de suponer, las mayores
afectaciones se concentran en las regiones más pobres del planeta, que son
además las más vulnerables desde el punto de vista económico, social y
ecológico para enfrentar situaciones o eventos ambientales extremos.
Un análisis integral de la relación entre medio ambiente y desarrollo
en el actual contexto internacional debe tomar en consideración la deuda
ecológica del mundo desarrollado y la persistencia de un entorno de sub-
desarrollo, pobreza y deterioro ambiental, que afecta a las tres cuartas
partes de la humanidad.
Por un lado, los patrones de desarrollo seguidos por los países
industrializados han ocasionado los mayores daños al ecosistema, sobre
todo si se analiza el deterioro del medio desde una perspectiva histórica.
Estos países que solo cuentan con 25 % de la población total, controlan
las cuatro quintas partes del ingreso mundial, y consumen 75 % de los
recursos naturales que se comercializan: 70 % de la energía, 75 % de los
metales y 85 % de la madera, entre otros.37

37
En este sentido, cabe destacar que las empresas transnacionales (que en su mayoría
tienen sus casas matrices en los países desarrollados) y sus filiales extranjeras
produjeron el 25 % de la producción mundial en 1998, y las 100 firmas más
importantes (según su patrimonio en el extranjero) tuvieron ventas valoradas en
unos 4 millones de millones dólares. La actividad de estas empresas tiene un impacto
significativo sobre el medio ambiente.

140
De acuerdo con los estimados del PNUD, a finales de la pasada década
el 20 % más rico de la población mundial, residente en los países de ma-
yor ingreso absorbía:
• 86 % del total de gastos en consumo privado (frente a solo
1,3 % captado por 20 % más pobre de la población mundial);
• 45 % de toda la carne y el pescado (apenas 5 % fue captado por
la quinta parte más pobre de la población);
• 58 % de toda la energía (solo 4 % correspondió al 20 % más pobre);
• 84 % de todo el papel (1 % fue utilizado por la quinta parte más
pobre); y
• 87 % de la flota mundial de vehículos (1 % los más pobres).
Según los datos correspondientes a los años 90, se calcula que en el
curso de su vida, un habitante de los EE.UU. consume como promedio
540 toneladas de materiales de la construcción, 18 toneladas de papel, 23
toneladas de madera, 16 toneladas de metales y 32 toneladas de produc-
tos químicos de origen orgánico, lo que refleja patrones extravagantes de
consumo frente a las realidades de los países subdesarrollados.
Este país, con una población de unos 280 millones de personas, 4,8 %
del total mundial a finales de los años 90, absorbe porciones significativas del
consumo mundial de importantes materias primas como el acero
(13 %), níquel (16 %), zinc (16 %), cobre (24 %), plomo (26 %) y alu-
minio (27 %). Adicionalmente, el consumo per cápita de energía comer-
cial de los EE.UU. supera en más de cinco veces a la media mundial; y por
cada 1 000 habitantes circulan 750 vehículos de motor en ese país, lo que
contrasta con 8 vehículos por mil habitantes en China, 7 por mil en la
India, 22 por mil en África y 88 por mil en América del Sur, según datos
de mediados de los años 90.
En correspondencia con las estadísticas antes expuestas, la quinta par-
te de la población mundial que vive en los países de mayor ingreso es la
que genera la mayor parte de la contaminación del medio ambiente glo-
bal. En el caso de las emisiones de dióxido de carbono (CO2), les corres-
ponde más del 50 %; y solo EE.UU. emite más del 22 % de este gas de
efecto invernadero. Cada habitante de los EE.UU. emite como promedio
al año casi 20 toneladas de dióxido de carbono (CO2); es decir, más de
nueve veces las emisiones correspondientes a un habitante promedio del
Tercer Mundo y casi nueve veces las emisiones per cápita de un latino-
americano o caribeño medio.
Adicionalmente, EE.UU. emite unos 63,7 kg per cápita de dióxido de
azufre (SO2) por año, es decir, 38 % más que el promedio correspondiente a
los países de la OCDE; genera desechos nucleares equivalentes a 2 700 tone-

141
ladas métricas de metal pesado por año; y libera alrededor de 173 millo-
nes de toneladas métricas anuales de residuos peligrosos, según datos co-
rrespondientes a la pasada década, publicados por el PNUD en años
recientes.
Por otro lado, la pobreza ha sido identificada como uno de los princi-
pales obstáculos para un desarrollo ambientalmente seguro, ya que la ma-
yoría de los pobres (60 %) viven en áreas ecológicamente vulnerables.
En muchas ocasiones, estas poblaciones, que viven en condiciones de
absoluta pobreza, no tienen otra alternativa que depredar el medio am-
biente para intentar sobrevivir y, como se trata de economías subdesarrolla-
das y altamente dependientes de las exportaciones de productos básicos,
al erosionarse el medio se afectan sensiblemente las principales fuentes
de ingresos exportables. Se estima que alrededor del 45 % de los ingresos
por exportación del Tercer Mundo corresponde a los productos básicos y
en el caso de la región africana esta proporción asciende al 90 %. Los
muy desiguales niveles de distribución del ingreso entre el Norte y el Sur
constituyen uno de los mayores obstáculos para un desarrollo sostenible a
nivel global.
En este contexto, las preocupaciones ambientales inmediatas en los
países desarrollados difieren considerablemente con relación a las que
prevalecen en los países subdesarrollados. Mientras que en los estados
industrializados lo que está en peligro es la calidad de la vida; en las nacio-
nes subdesarrolladas lo que se defiende es el derecho a la vida y, por
tanto, las principales preocupaciones ambientales de este segundo grupo
de países están relacionadas con problemas tan acuciantes como la cali-
dad del agua y la protección del suelo.
En este contexto, no resulta casual que el número de refugiados por
razones ambientales ascienda a unos 25 millones de personas, según esti-
mados recientes. Entre otros problemas, resultan particularmente
preocupantes las presiones a que están sometidos importantes recursos
naturales, como los suelos y las reservas de agua dulce en las naciones
subdesarrolladas.
Se estima que la degradación del suelo ha afectado a unos 1 900 millones
de hectáreas de tierras en todo el mundo, con impactos muy negativos espe-
cialmente para las economías subdesarrolladas, altamente dependientes de
las actividades agrícolas. Se calcula que en los años 90 unos 1 035 millones
de hectáreas de las llamadas “tierras secas susceptibles” del mundo (20 % de
este tipo de tierras) estaban afectadas por la degradación de los suelos pro-
vocada por el hombre; y de ese total 45 % estaba afectado por la erosión del
agua, 42 % por la erosión del viento, 10 % por el deterioro químico y 3 %
por el deterioro físico de la estructura de los suelos.

142
En relación con los recursos de agua dulce, el crecimiento del consumo
mundial de este recurso vital más que duplicó a la tasa de crecimiento
poblacional durante el siglo XX; y cerca de la tercera parte de la población
mundial, ubicada preferentemente en naciones del Tercer Mundo, vive en
países con problemas moderados o severos de falta de agua. Esta cifra
podría ascender a dos terceras partes en el año 2025, con serias afectacio-
nes sobre todo para países africanos y de Asia occidental.
Diversas fuentes especializadas consideran que la disminución de re-
cursos de agua dulce, en términos de cantidad, y el deterioro de su calidad
podría llegar a ser el problema dominante en materia de medio ambiente
y desarrollo en el siglo XXI, según reportes recientes del Programa de Na-
ciones Unidas para el Medio Ambiente.
Alrededor de un 50 % de la población mundial carece de sistemas
adecuados de saneamiento; y en general, entre 30 % y 60 % de la pobla-
ción urbana de los países de bajos ingresos siguen sin disponer de vivien-
das adecuadas con acceso a los servicios básicos. Se calcula que a nivel
global las aguas contaminadas influyen en la salud de aproximadamen-
te 1 200 millones de personas y contribuyen al fallecimiento de unos
15 millones de niños cada año.
De acuerdo con estimados del Banco Mundial, se requerirían inversio-
nes del orden de los 600 mil millones de dólares en infraestructura para el
suministro de agua en los próximos diez años. En los últimos años han
proliferado los negocios privados en el suministro de agua y en los servi-
cios de saneamiento; y en 1990-97 los gastos de capital del sector privado
en estas actividades ascendió a unos 25 mil millones de dólares, frente a
solo 297 millones de dólares en 1984-90. Estas inversiones privadas tien-
den a concentrarse en las áreas urbanas más prósperas y por tanto más
atractivas, quedando relegadas las zonas más pobres y de difícil acceso.
En franco contraste con las aspiraciones de equidad y justicia en las
relaciones internacionales, el “orden mundial”, que se va imponiendo en
las esferas económica y política, tiene un marcado carácter asimétrico, lo
que obstaculiza el avance hacia una solución integral de los problemas del
medio ambiente y el desarrollo.
Un orden mundial, donde un reducido número de países imponen las
reglas del juego al resto de la comunidad internacional, resulta incompati-
ble con el necesario enfoque integral y participativo que se requiere a la
hora de establecer compromisos internacionales en materia de coopera-
ción internacional, lucha contra la pobreza, ayuda financiera a los países
subdesarrollados, transferencia de tecnologías ambientalmente idóneas,
entre otros.

143
Así las cosas, no cabe dudas que a pesar del consenso generalizado
alcanzado en Río de Janeiro/92 y en Johannesburgo/2002, en relación
con la necesaria integración entre las políticas de medio ambiente y desa-
rrollo; aún se alzan fuertes obstáculos para aplicar en gran escala los cri-
terios del ecodesarrollo. Muchos de estos obstáculos se mantendrán
mientras persista un orden mundial asimétrico y no se pongan en práctica
nuevas fórmulas de cooperación internacional que tengan como base el
reconocimiento de la responsabilidad histórica de los países altamente
industrializados con el deterioro ambiental global y con el colapso
socioeconómico del mundo subdesarrollado.

144
Capítulo 8

El desarrollo humano

El desarrollo humano como estrategia


El Informe sobre desarrollo humano, publicado a partir de 1990 por el
PNUD, propone un nuevo concepto sobre desarrollo, el desarrollo
humano(DH), que se define como sigue:
“El desarrollo humano es el proceso en el cual se amplían las
oportunidades del ser humano. En principio, estas oportunidades
pueden ser infinitas y cambiar con el tiempo. Sin embargo, a
todos los niveles del desarrollo, las tres más esenciales son
disfrutar de una vida prolongada y saludable, adquirir
conocimientos y tener acceso a los recursos necesarios para
lograr un nivel de vida decente. Si no se poseen estas
oportunidades esenciales, muchas otras alternativas continuarán
siendo inaccesibles. 1
Este concepto de DH interpreta la ampliación de oportunidades en un
doble aspecto:
• Formación de capacidades en los seres humanos.
• Uso de esas capacidades adquiridas.
Con este razonamiento el PNUD señala la necesidad de que ambos
aspectos estén equilibrados, ya que de lo contrario podría generarse frus-
tración humana.
El concepto de DH incorpora una perspectiva humanista desde la cual
se identifica el significado del desarrollo y el rasgo definitorio de la estra-
tegia a seguir por los países subdesarrollados, como un proceso cuyo fin
es desarrollar las capacidades del ser humano, precondición necesaria para
que puedan disfrutar una vida decente, digna y enriquecedora. Como puede
observarse, el desarrollo del país, de acuerdo con esta concepción, pasa
a ser una función del desarrollo alcanzado por sus habitantes y no a la

1
PNUD: Informe sobre Desarrollo Humano, p. 34, 1990.

145
inversa. Hasta ahora, estábamos acostumbrados a examinar las posibili-
dades de las personas a partir del crecimiento económico que experimen-
tase el país en el que estas vivían.
A diferencia de la visión del desarrollo que concentra su atención en
los componentes económicos del proceso, el DH asume una visión
multidimensional, representada por las seis dimensiones que se definen y
que subrayan el carácter sistémico de la estrategia que se adopte. Esas
dimensiones son:
1. Equidad. Entendida como igual acceso de todos los seres humanos
a las oportunidades, con independencia de que se reconoce que
unos individuos hagan mejor uso de sus oportunidades que otros;
no se interpreta como igualdad de resultados.
2. Sustentabilidad. Esta dimensión suscribe la idea de que las
estrategias de desarrollo que se instrumenten, deberán satisfacer
las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer
la capacidad de las futuras generaciones de satisfacer sus propias
necesidades. Como se ve, con ello se está empleando un principio
de equidad intergeneracional. La sustentabilidad tiene que
asegurarse en el aspecto medioambiental, físico, cultural,
financiero y social.
3. Productividad. Esta es la dimensión económica del desarrollo humano,
en tanto se refiere a la creación de riqueza y eficiencia de los procesos
productivos, elementos que permiten a los individuos obtener el
ingreso necesario para alcanzar un nivel de vida decoroso.
4. Potenciación. Definida como una dimensión del DH, proclama la
necesidad de formar capacidades humanas y también subraya que
estas tienen que ponerse en uso. Al propio tiempo, pone de relieve
la dimensión política y democrática del proceso, haciendo énfasis
en el carácter participativo y en ningún modo paternalista, del proceso
de desarrollo, así como el necesario protagonismo de los seres
humanos en asuntos y procesos que son trascendentes para sus vidas,
ya sean de carácter político, social, cultural, económico, etcétera.
5. Cooperación. La concepción del hombre como ser social, se pone
de manifiesto cuando se define a la cooperación como una de las
dimensiones del DH, señalando así la importancia de la interacción
y cooperación entre los hombres, tanto en el proceso de forma-
ción como en el uso de las capacidades, y por ende de las oportu-
nidades. Las relaciones de cooperación no quedan reducidas al
ámbito económico, sino que abarcan todo el conjunto de relacio-
nes sociales, como puede ser el ámbito familiar.

146
6. Seguridad. Reconoce que las circunstancias sociales pueden crear
situaciones que escapan del control de los individuos, frente a
las cuales la sociedad debe crear las redes de seguridad que
protejan su vulnerabilidad, por concepto de desastres naturales,
accidentes, agresiones de cualquier tipo o el propio desempeño
de la economía.2
Lo más relevante de este concepto radica en que sitúa al ser humano
como objeto y motor del desarrollo. En calidad de objeto, el concepto DH
se aparta por entero de aquella visión utilitaria que veía al desarrollo como
un crecimiento continuado de la oferta de bienes, hasta convertirla en un
fin en sí mismo. Así, la adquisición de equipos y puesta en marcha de nuevas
fábricas, el crecimiento de la economía en definitiva, son interpretados ahora
como medios para el desarrollo, pero no el desarrollo en sí mismo.
Al respecto, el Informe subraya que no existe un vínculo automático
entre el crecimiento económico y el progreso humano. Con ello está ex-
presando su rechazo a aquella noción de que la solución de los problemas
sociales que aquejan a muchos países, constituyen un resultado secuencial
del crecimiento económico. Por el contrario, en sucesivos informes, se
insiste en la posibilidad de crear un círculo virtuoso entre desarrollo hu-
mano y crecimiento económico.

Fuente: PNUD. Informe sobre desarrollo humano, 2003, p. 70.

2
CIEM-PNUD: Investigación sobre desarrollo humano y equidad en Cuba , 1999,
pp. 3-6, 2000.

147
Examinado como motor del desarrollo, el desarrollo humano se conci-
be como un proceso en el que los seres humanos son protagonistas en los
procesos que dan lugar a la ampliación de sus propias oportunidades; ne-
cesitan y tienen también la posibilidad de participar en ello. El principio
del universalismo concreta todo lo anterior, al rechazar la existencia de
barreras al desarrollo de las capacidades de los seres humanos y a su uti-
lización por concepto de clases explotadas, género, etnias, etcétera.
El breve recuento hasta aquí realizado, permite constatar que el DH
enfatiza en la necesidad de que en su estrategia se integren coherente-
mente las dimensiones económicas, políticas, culturales, medioambientales,
entre otras, que intervienen en el proceso de creación y ampliación de las
oportunidades de los hombres.
El enfoque del DH no postula la adopción de un modelo de desarrollo
que se proponga imitar o reproducir en los países subdesarrollados, el
modo de vida prevaleciente en los llamados países desarrollados. Por el
contrario, se señala que el ingreso tiene rendimientos decrecientes en tér-
minos de desarrollo humano. Con ello, está expresando que el logro de
una vida decorosa y enriquecedora para los habitantes de un país, puede
alcanzarse con niveles de ingreso mucho menores. En tal sentido, el DH
se contrapone al consumismo y despilfarro de recursos prevalecientes en
muchos países capitalistas (desarrollados y subdesarrollados).
El PNUD reconoce que la formación y uso de las capacidades huma-
nas no puede dejarse a la espontaneidad de las fuerzas del mercado, pues-
to que las condiciones sociales pueden levantar barreras al principio del
universalismo, frente a las cuales resulta indispensable la adopción de po-
líticas públicas de desarrollo social.
El análisis de la nueva concepción propuesta por el PNUD, debe tam-
bién tomar en cuenta el momento histórico en el que se formula esta es-
trategia. El período de finales del siglo XX constituye el momento de
hegemonía del pensamiento neoliberal, de crisis de la deuda externa y
de la aplicación de recetas de políticas económicas que han situado en un
primer plano el cobro de la misma por los acreedores. Es también el mo-
mento en que se reducen los montos de la ayuda oficial al desarrollo y
comienza a ponerse en evidencia que los resultados pronosticados por los
neoliberales no se están cumpliendo y que, por el contrario, se ha creado
una situación de desastre social que puede potenciar situaciones explosi-
vas –de diferente género– negativas para el sistema capitalista. La estrate-
gia de DH defiende la sustentabilidad del sistema socioeconómico, pero
con una perspectiva distinta, y al apartarse en alguna medida de la política
neoliberal se convierte, aun sin proponérselo, en un valioso instrumento
para la crítica del desarrollo capitalista contemporáneo.

148
Una ojeada a algunas conclusiones del primer Informe sobre desarrollo
humano, permite poner en evidencia la diferencia de algunas de sus ideas
con las políticas económicas defendidas por el neoliberalismo:
• La brecha Norte-Sur, en el campo del desarrollo humano básico,
se ha reducido considerablemente durante las tres décadas
precedentes; a pesar de que la brecha de ingresos se ha ampliado,
esta brecha se ha estrechado en los componentes de supervivencia
básica (esperanza de vida, analfabetismo, mortalidad infantil),
pero continúa ampliándose en los campos del ingreso y de los
conocimientos avanzados y de la alta tecnología.
• Los promedios de progreso en cuanto a desarrollo humano, ocultan
grandes disparidades dentro de los propios países en desarrollo.
• Es posible llegar a niveles bastante respetables de desarrollo
humano incluso con niveles de ingresos bastante modestos.
• No existe un vínculo automático entre crecimiento económico y
progreso humano; el camino más efectivo para el desarrollo
humano es el crecimiento económico acompañado de una
distribución razonablemente equitativa del ingreso; sin embargo,
a corto y mediano plazo es posible alcanzar un mayor desarrollo
humano sin crecimiento, tan solo con una distribución más
equitativa de la riqueza.
• Los subsidios sociales son absolutamente necesarios para los
grupos de menores ingresos; los mecanismos de mercado pueden
ser muy importantes para una asignación eficiente de los recursos,
pero no garantizan una distribución justa y se hace necesaria una
política compensatoria que de oportunidades económicas a la
población más pobre.
• Los costos sociales del ajuste suelen ser optativos y no coercitivos;
ante una reducción de los recursos públicos disponibles, el ajuste
presupuestario puede recaer sobre las distintas partidas,
permitiendo salvaguardar los programas de desarrollo humano a
costa de otros sectores de la sociedad menos necesitados.
• Se considera indispensable contar con un entorno externo
favorable que respalde las estrategias de desarrollo humano en
la década de los noventa; se hace necesaria una inversión de la
transferencia neta de recursos Sur-Norte en Norte-Sur, lo que
requeriría de una efectiva solución al problema de la deuda.3

3
PNUD: Desarrollo humano. Informe 1990, pp. 19-30.

149
En algunos trabajos, se pone de relieve las diferencias de enfoque exis-
tentes entre el Banco Mundial y los autores intelectuales del DH. El pro-
pio Amartya Sen señala que, sobre la base de afirmar que los pobres son
tanto víctimas como agentes del deterioro ambiental, el Banco Mundial se
pronuncia por el alivio a la pobreza, cuando de lo que se trataría es de ir
más allá, o sea, no luchar contra la pobreza para asegurar la realización de
objetivos impersonales, sino como un fin en sí mismo.4
Un examen de los restantes informes publicados hasta el presente,
aportaría nuevos y mayores elementos con respecto al grado en que el
DH se separa de las posiciones más reaccionarias.

Algunas razones para promover el Desarrollo Humano


Concebido el DH como una orientación estratégica para los países
subdesarrollados, resulta conveniente conocer una opinión5 acerca de las
razones para promover el desarrollo humano:
1. El desarrollo humano constituye un fin en sí mismo que no
necesita otras justificaciones.
2. Constituye un medio de elevación de la productividad, toda vez
que hombres y mujeres bien nutridos, saludables, educados y
calificados se convierten en fuerza de trabajo de mejor calidad.
3. Tiende a reducir la reproducción humana, mediante la reducción
del tamaño deseado de la familia.6
4. Resulta beneficioso para el medio ambiente, si se toma en cuenta
que los pobres son tanto agentes (aunque en menor magnitud
que los ricos) como víctimas de la degradación ambiental. La
deforestación, desertificación y erosión de los suelos retroceden
ante la reducción de la pobreza.7
5. La reducción de la pobreza contribuye a una mayor estabilidad
social, democracia y una sociedad civil saludable.
6. Puede también contribuir a la estabilidad política.

4
Anand Sudhir y A. Sen: ob. cit., pp. 21-22.
5
Paul Streeten: “Human Development: the debate about the index”, Revista
Internacional de Ciencias Sociales, no. 143, pp. 31-34, 1995.
6
Este autor refiere que ante la prevalencia de elevadas tasas de mortalidad, la gente
trata de asegurar su descendencia teniendo un número mayor de hijos.
7
Streeten señala que el impacto de un rápido crecimiento de la población y la densidad
poblacional resultan controversiales; hasta ahora muchos los han considerado como
negativos para el medio ambiente, pero recientes investigaciones apuntan a lo
contrario.

150
Con respecto a lo anterior, un breve comentario para evitar que las
razones antes expuestas sean interpretadas como argumentos para “in-
vertir” en capital humano.
Ante todo, es bueno aclarar que el término capital humano tiene varias
connotaciones. Por ejemplo, el Comandante en Jefe Fidel Castro lo em-
plea haciendo referencia a la capacidad humana –intelectual y física– con
que cuenta un país para su desarrollo; en este contexto, por tanto, “capi-
tal humano” es equivalente a potencial humano para el desarrollo.
...“Capital humano implica no solo conocimientos, sino también, y muy
esencialmente, conciencia, ética, solidaridad, sentimientos verdaderamente
humanos, espíritu de sacrificio, heroísmo, y la capacidad de hacer mucho
con muy poco”.8
Por su parte, los autores de la teoría del capital humano conciben a los
seres humanos como recursos para la producción capitalista, de aquí que
aboguen por la inversión de recursos para la preparación y salud de los
trabajadores, en tanto que ello redundará en la elevación de los ingresos y
el producto, máxime en los tiempos de un acelerado progreso científico y
técnico.
En cambio, en los sucesivos informes sobre el desarrollo humano, se
argumentan razones diferentes para promover la educación y la salud de
la gente, al enfatizarse que promover la vida plena de los seres humanos
no necesita justificación, es un derecho humano.
Como se verá más adelante, la concepción del DH viene acompañada
de un instrumento de medición propio, el Índice de Desarrollo Humano
(IDH), que imperfecto aún, constituye un paso de avance en materia de
medición del desarrollo, amén de que cumple importantes funciones de
divulgación y planificación. El IDH no intenta medir las capacidades hu-
manas en sí, sino el logro de ciertas precondiciones para su expansión. Las
mediciones de las características así definidas (salud, educación, ingre-
sos) en los diferentes países, constituyen demostraciones no solo de las
limitaciones de una confianza total en los niveles de ingreso, sino que
también actúan como evidencias de los verdaderos resultados alcanzados
por el desarrollo capitalista en los diferentes países, especialmente los
subdesarrollados.
Muchos podrían sorprenderse al conocer que en los tiempos de Internet
y de los viajes a Marte, en los países ubicados en la categoría de desarrollo
humano bajo, la esperanza de vida promedio no llega a 60 años y que

8
Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado en la primera graduación de la Escuela
Latinoamericana de Medicina, La Habana, Cuba, agosto 2005.

151
dentro de este grupo hay países en los que ese indicador es de ape-
nas 34 años. El IDH sirve también a la planificación, cuando permite iden-
tificar las debilidades en cada país y orientar las acciones hacia su superación.

Algunas valoraciones acerca del enfoque


del desarrollo humano
A pesar del valor de los argumentos en favor del desarrollo humano, es
preciso identificar algunas limitaciones teóricas de este enfoque.
El enfoque del PNUD reconoce un hecho demasiado evidente en el
ámbito mundial para ser ignorado, como es la extrema pobreza en la que
permanece una porción significativa de la población mundial y, a partir de
aquí, elabora un modelo que pudiera resumirse en la expresión «desarro-
llo como libertad» – que es precisamente el título de uno de los últimos
libros publicados por Amartya Sen, el economista que es considerado
autor intelectual del enfoque del desarrollo humano.
Estamos en presencia de un enfoque del desarrollo que centra su aten-
ción en el individuo. Tomando como punto de partida, la teoría elaborada
por Amartya Sen, acerca del enfoque capacidad/ libertad, se traza como
objetivo prioritario, la aptitud de los individuos para realizarse a sí mis-
mos con las menores limitaciones posibles. Obsérvese aquí, la similitud
con aquellas ideas del neoliberalismo, señaladas en un capítulo anterior,
relativas a que cada individuo busca maximizar sus beneficios y que como
resultado de todas las acciones individuales, se alcanza el óptimo social.
En función de lo anterior, el desarrollo económico es interpretado como
la creación de las condiciones para que el individuo pueda elegir libre-
mente todo aquello que considere mejor para sí.
Prevalece así un enfoque subjetivo, individualista, acerca del modo en
que el individuo se inserta en la sociedad capitalista y, particularmente,
en las relaciones económicas que le son inherentes. Pareciera, que en esta
sociedad, el individuo vive eligiendo, en la medida de sus capacidades,
aquello que le resulta más beneficioso y que, mientras más satisfechas
estén sus necesidades materiales básicas y disfrute de las libertades civiles
y políticas, incluida la información, estará en mejores condiciones para
elegir. De este modo, en el enfoque del desarrollo humano queda diluida
la manera en que el sistema socioeconómico condiciona objetivamente las
elecciones de los individuos; las diferentes posiciones que ocupan unos
individuos y otros –capitalistas y trabajadores– en ese sistema; y, por últi-
mo, la diferente «libertad» de unos y otros. No por gusto, Marx esclare-
ció el verdadero sentido de la libertad de la que «disfrutan» los obreros en
el capitalismo.
152
En ningún informe se define cuál es el sistema socioeconómico capaz
de promover el desarrollo humano a escala universal. De manera implíci-
ta, subyace la idea que el desarrollo capitalista –el que prevalece en el
ámbito mundial– puede ser humano, siempre y cuando se realicen algunas
correcciones, particularmente en aquellos países aquejados de una pobre-
za extrema. Esta hipótesis se contradice con la realidad histórica, mucho
más aún con las características inherentes al proceso de globalización
neoliberal en curso.
La evolución histórica de este modo de producción revela que el capi-
talismo amplía oportunidades humanas, pero a la par las desperdicia, obs-
truye y destruye, como consecuencia de que ese proceso tiene lugar dentro
de los límites del objetivo del sistema socioeconómico. Ello significa que
tiende a generar desarrollo humano, pero de manera restringida y con-
dicionada, no universal, y nunca como estrategia. Precisamente, fue esta
una de las contradicciones que hicieron a Marx vislumbrar el necesario
advenimiento de un nuevo modo de producción y que ha guiado a los
movimientos revolucionarios hacia el socialismo.
Cualquier esfera de la vida social que se tome, pone de relieve los enormes
avances que ha representado el ascenso del capitalismo con respecto a los
regímenes que le antecedieron. Por solo citar un ejemplo, puede meditarse
acerca de lo que ha representado el desarrollo de la computación en nues-
tros días, como expresión del desarrollo de las capacidades humanas y de
las nuevas potencialidades que crea, así como de las transformaciones a
que da lugar en el proceso de trabajo y en la productividad del trabajo
humano.
Sin embargo, por más que ideales altruistas puedan estar presentes
en los autores de este y otros frutos de la creatividad humana, inexora-
blemente quedan condicionados y supeditados a la ley económica que
conduce el sistema: la obtención de la máxima ganancia para los pro-
pietarios de las condiciones de investigación, producción y
comercialización. A cuenta de esas ganancias algunos individuos han
logrado amasar fortunas, cuyos montos rebasan el PIB de varios paí-
ses tomados en conjunto. La apropiación privada de los conocimien-
tos, objetivamente establece límites al disfrute de los beneficios de la
computación para una gran parte de la humanidad. La brecha digital
en el mundo actual es un hecho, sin discusión.
Podrá decirse que ese equipamiento se produce a un costo menor cada
vez, pero esa misma dinámica condiciona que paralelamente se vayan su-
cediendo modelos nuevos más potentes que los anteriores, creándose una
virtual atadura tecnológica que asegura ingresos crecientes y sostenidos a
los productores de la nueva tecnología.

153
Las dimensiones esenciales del Desarrollo Humano –si se trata de
las grandes mayorías– hallan su realización en el proceso de repro-
ducción de la fuerza de trabajo; solo dentro de esos límites y de la
comprensión de los factores históricos y morales que intervienen en
la determinación de la magnitud del valor de la mercancía fuerza de
trabajo, es posible evaluar la posibilidad de una vida prolongada y
saludable, el acceso a la educación y el disfrute de un nivel de vida
decente. ¿Acaso es verificable que para cada capacidad creada en la
sociedad capitalista existe la oportunidad social correspondiente?
¿Cómo se crean las capacidades y por parte de quién ?¿Cómo enten-
der entonces las elevadas proporciones que alcanza el desempleo en
nuestros días, inclusive de individuos dotados de calificación? ¿Cómo
olvidar que el sobrante de “capital humano” sirve para mantener bajo
control la remuneración salarial (su costo económico) y por ende, el
margen del beneficio?
No puede desconocerse el importante papel que desempeña la ac-
ción individual en cualquier sociedad. Incluso en una sociedad socia-
lista como la nuestra, los individuos no aprovechan por igual las
oportunidades de desarrollar sus capacidades, ni todos las emplean a
fondo. Sin embargo, reconocer el papel de la acción individual, no puede
conducir a olvidar el significado decisivo de las condiciones sociales
en la creación y ampliación de las oportunidades. Ciertamente, no re-
conocer los límites capitalistas al proceso de creación y ampliación de
oportunidades de los individuos, constituye una limitante teórica que
presenta esta concepción.
Resulta interesante la valoración recogida en los Informes acerca
de la necesaria combinación de los esfuerzos individuales y el apoyo
institucional. Lo que un individuo puede hacer por cuenta propia está
condicionado por muchas circunstancias sociales, sobre las cuales él o
ella pueden no tener mucho control. Un claro ejemplo de esto, sería el
de los niños que no son enviados a la escuela. Este caso permite com-
prender que la familia, el sistema de educación pública y la coopera-
ción social en general, pueden transformar radicalmente lo que los
individuos pueden o no pueden hacer por cuenta propia.
En la medida en que la política económica neoliberal otorga al mer-
cado el papel fundamental en la regulación económica, se impone un
discurso ideológico diferente, según el cual lo que anteriormente era
reconocido como derechos, ahora se denominan oportunidades, pues no
existe un compromiso estatal con el pleno empleo ni con el disfrute de
determinados servicios públicos (educación, salud, seguridad social,
etc.). El desmantelamiento del llamado Estado de Bienestar General

154
significa que en lo adelante todo ello pasa al plano de las decisiones
privadas y de la capacidad adquisitiva de los individuos.
Afortunadamente, se observan casos de gobiernos de países capita-
listas que, ante situaciones económicas graves, y apoyándose en condi-
ciones políticas y económicas (internas y externas) propicias, han sido
capaces de aplicar decisiones sensatas en materia de política económi-
ca y, con ello, han evadido peligros sociales y políticos mayores.9
Una segunda limitación del DH –para algunos la crítica más impor-
tante que se le formula– es la ausencia de una teoría explicativa del
subdesarrollo. Las situaciones contrastantes en materia de niveles de
DH entre los llamados países desarrollados y los subdesarrollados son
puestas en evidencia a través del IDH, pero no se abordan las condi-
ciones históricas que le han dado lugar y que las reproducen. Más bien,
se aprecia una tendencia en los informes del PNUD, a equiparar al
subdesarrollo con la pobreza, como si ambos fenómenos respondieran
a procesos idénticos y la solución fuese la misma.
Es importante señalar que el DH asume la perspectiva del desarro-
llo global, expresando con ello que el desarrollo tiene su fuente gene-
radora en la economía mundial, criterio que tiende a volatilizar la
dimensión país. Una estrategia de Desarrollo Humano en un país sub-
desarrollado generalmente tiene que estar precedida por la realización
de transformaciones estructurales en la economía nacional, pero ello
no es suficiente si el orden económico mundial vigente permanece inal-
terable.
Carece de rigor equiparar el proceso de desarrollo capitalista en reali-
dades tan diferentes como es el caso de los países subdesarrollados. Sin la
comprensión del modo en que se articulan las relaciones capitalistas de
producción vigentes en las economías subdesarrolladas con las relaciones
económicas internacionales inherentes a la globalización neoliberal, pue-
den hacerse vaticinios y valoraciones equivocadas e incompletas de las
complejidades del proceso de desarrollo en estos países y de las posibili-
dades reales de emprender estrategias de desarrollo humano.
La no distinción de los diferentes problemas que tienen que resolver
los países subdesarrollados, también se pone de relieve a la hora de la
medición del IDH, según se examinará más adelante.

9
El tema de la capacidad de maniobrar de los estados nacionales es objeto de particular
atención al calor de la globalización neoliberal. Malasia, por ejemplo, fue el único país
que no aceptó los programas del FMI en los momentos de la crisis asiática de
1997 y aplicó programas y medidas propias, decisión que redujo los costos económicos
y sociales del ajuste véase el artículo de Mónica Cortina, “Malasia: una posición diferente
ante la crisis” en la revista Economía y Desarrollo, no. 1/2001.

155
Por otra parte, las características neoliberales que asume el actual pro-
ceso de globalización, originan una singular paradoja y es que conforme
este avanza, se hace cada vez más evidente la necesidad de políticas socia-
les que amortigüen sus efectos sobre las capas más vulnerables, pero las
condicionantes que se van implementando por los órganos regulatorios
del orden mundial neoliberal, hacen más impracticable la aplicación de
estas acciones por parte de los países subdesarrollados.
Con el pretexto de crear igualdad de oportunidades a los capitales, las
políticas de control sobre las cuentas de capital, las políticas fiscales y
tributarias y otros mecanismos económicos compensatorios, van siendo
impracticables en nombre de la homogeneidad planetaria. Como resultado
de todo ello, los estados de los países subdesarrollados tienen, cada vez una
menor capacidad de maniobra para promover políticas capaces de impulsar
el desarrollo humano y con ello generar un número mayor de puestos de
trabajo, expandir los servicios de educación y salud, etcétera.
Las limitaciones antes señaladas, han provocado que varios autores
señalen que la concepción del DH está aún en proceso de elaboración
teórica y que constituye un enfoque excesivamente pragmático que difi-
culta su propio desarrollo intelectual. Algunas de las formulaciones reco-
gidas en los mencionados informes no se apoyan en una propuesta
argumentada de cuál es el modelo y las políticas verdaderamente capaces
de hacer avanzar a los países subdesarrollados hacia un desarrollo huma-
no en el contexto mundial actual.
Algunos inclusive llegan a afirmar que esta debilidad lo convierte
“en una asunción de los postulados teóricos del pensamiento domi-
nante, el neoliberal, sobre el que tan solo se añaden matices sociales...
lo cual no puede ser desligado del hecho de que los estudios sobre
desarrollo humano están financiados por las Naciones Unidas donde
el pensamiento neoliberal es el dominante”.10 Incluso, habría que pre-
guntarse si el PNUD y el IDH no están desempolvando la teoría de W.
W. Rostow acerca de las etapas del crecimiento económico. Una ojea-
da al ranking mundial elaborado a partir del Índice de Desarrollo Hu-
mano, muestra un gran parecido con la “senda universal” examinada
en un capítulo anterior.
A pesar de ello, sus pronunciamientos y las experiencias que difunden,
mueven poderosamente a la reflexión y ponen de relieve información valio-
sa y reveladora sobre las desigualdades imperantes en el ámbito mundial.

10
Antonio Luis Hidalgo Capitán: “El Concepto de Desarrollo Humano entendido
como Negación de la Pobreza”, ponencia presentada al evento Diez Años de
Desarrollo Humano, efectuado en Madrid, p. 17, 2000.

156
Capítulo 9

El desarrollo social

La emergencia del tema de la pobreza en el ámbito


mundial
Uno de los problemas sociales que adquirieron inusitada atención des-
de fines del 80 en los círculos académicos, los gobiernos y las organi-
zaciones internacionales, ha sido el tema de la pobreza.1
Ello no es casual. Por una parte, hay que señalar las elevadas dimensio-
nes que adquirió este fenómeno en todas partes, en especial en África y
América Latina.2 Estas realidades despertaron el sentimiento de injusti-
cia entre muchas personas, pero también el temor frente al peligro de
inestabilidad política nacional e internacional que podría derivarse de todo
ello. Por su parte, los avances alcanzados en años recientes en la investi-
gación en este campo, hacían posible examinar la pobreza desde nuevas
perspectivas. Por último, habría que considerar que, una vez desapareci-
do el antiguo campo socialista, la contradicción Norte-Sur cobraba un
mayor relieve en el escenario económico y político internacional.
La miopía social del neoliberalismo había conducido al deterioro de ser-
vicios sociales básicos, la elevación del desempleo y el deterioro aún mayor
de la distribución de ingresos. En América Latina algunos comenzaron a
emplear el término “los nuevos pobres”, para designar a capas tradicional-
mente ubicadas en la clase media que habían sucumbido durante la llamada
década perdida, engrosando la fila de “los pobres tradicionales”.

1
Silvio Baró: “La pobreza como reto”, periódico Trabajadores, 1ro de agosto de 1994,
p. 10.
2
Datos publicados por la CEPAL a inicios del 90, indicaban que después de una
década de aplicación de políticas neoliberales, en la región se había expandido la
pobreza, en términos absolutos y relativos, estimándose una cifra de casi 200 millones
de pobres, equivalente a aproximadamente el 46 % de la población.

157
El tema de la pobreza comenzó a enfocarse desde tres perspectivas
diferentes:
1. Evidencia de injusticia social que resultaba incompatible con la
existencia de gobiernos democráticos y con la tan divulgada
defensa de los derechos humanos.
2. Peligro potencial del surgimiento de estallidos sociales.
3. Limitante para que los países subdesarrollados dispusiesen de
unos recursos laborales a tono con los más recientes paradigmas
científico-técnicos.
Todas estas perspectivas conducían a una conclusión similar: la reduc-
ción de la pobreza tendría que asumirse como una prioridad del sistema
capitalista en lo adelante. Sin embargo, hasta ahora, había sido compren-
dida como un resultado secuencial y no como un objetivo; a medida que la
economía arribase a niveles significativamente altos de desarrollo econó-
mico, la pobreza iría reduciéndose hasta desaparecer.
Aparentemente, se habría arribado a un consenso mundial en torno a
la pobreza. En realidad no ha sido así. Al igual que en el tema del subde-
sarrollo, afloró el criterio de que las causas de la pobreza había que bus-
carlas en el ámbito nacional. Entendida como problema básicamente
socioeconómico, los gobiernos de los países subdesarrollados, tendrían
que asumir las obligaciones en cuanto a trabajar por su reducción. Este
criterio sirve de base a las críticas neoliberales hacia los gobiernos que se
consideran corruptos o despilfarradores en materia de gastos públicos.
En lo adelante, en lugar de aplicar políticas generales para la reducción de
la pobreza, deberán identificar quiénes son verdaderamente pobres y
“focalizar” hacia ellos los gastos sociales, que seguramente podrán ser
menores y más efectivos. Como vemos, prevalece aquí un reduccionismo
economicista de la cuestión.
Semejante razonamiento, no exento de racionalidad, actuaría solamente
contra la pobreza absoluta, pero no contra la pobreza relativa, es decir,
dejaría latente la notable diferencia en materia de condiciones de vida y
oportunidades que separan al ciudadano medio de los países subdesarrolla-
dos y el ciudadano medio del mundo desarrollado.
Por otra parte, quienes interpretan a la pobreza como un fenómeno
político y previsible foco de conflictos e inestabilidad política internacio-
nal, han convertido el tema de la pobreza en una cuestión del ámbito de la
seguridad mundial, cuya preservación autoriza a las naciones
industrializadas a acometer acciones “humanitarias” en terceros países.
Como vemos, ambas perspectivas de análisis resultan insatisfactorias,
parciales e inclusive pueden conducir a desconocer los derechos de algu-

158
nos pueblos de decidir sobre sus destinos, amén de ser peligrosas para la
paz mundial.
Por otra parte, el desarrollo de las estadísticas nacionales en muchos
países subdesarrollados había permitido comprobar que, contrario a la
hipótesis del “derrame”, los beneficios mayores del crecimiento iban siem-
pre a parar a manos de los grupos de ingresos más altos, sin que la situa-
ción de los más pobres se modificase. Paradójicamente, se observaba la
experiencia de unos pocos países que pese a disponer de niveles de ingre-
so más modestos, presentaban una distribución de ingreso más equitativa.
La formulación de crisis e instrumentos de medición del desarrollo
económico más afinados, constituyó un paso de avance indiscutible, al
igual que el desarrollo de investigaciones acerca de la pobreza. Estas con-
dujeron a modificar las estrategias, transitando desde la focalización en el
crecimiento macroeconómico y la adopción de medidas de alivio a la po-
breza, hacia otras estrategias socialmente diversificadas, en las que gran
parte de los pobres son vistos como productores que deben ser apoyados
y que realizan una contribución al crecimiento agregado. La pobreza, ini-
cialmente definida en términos de insuficiencia de ingreso, comenzó a ser
vista por algunos especialistas desde una perspectiva más amplia.
Había, pues, a inicios de los años 90, mucha “tela por donde cortar” en
materia del tema del desarrollo social.

La Cumbre Mundial sobre desarrollo social en 1995


Por primera vez en la historia, durante los días 6 y 12 de marzo
de 1995, en la ciudad de Copenhague, por invitación de las Naciones
Unidas, se efectúo la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social, que
reunió a 117 jefes de Estado y representantes de 185 gobiernos para
examinar el tema del desarrollo social y adoptar un programa de acción
en tal dirección. La cumbre estuvo precedida por toda una serie de reu-
niones internacionales en las que se debatieron temas trascendentales
de la agenda sobre desarrollo.
La UNESCO (Organización de Naciones Unidas para la Educación, la
ciencia y la Cultura) contribuyó al proceso preparatorio de la Cumbre,
aportando una visión propia del asunto. Desde varias décadas antes, la
UNESCO venía insistiendo en la idea de que el desarrollo constituye un
fenómenos muy amplio, que trasciende el crecimiento económico. Enten-
diendo a este como motor, pero nunca como fin en sí mismo, el desarrollo
es, ante todo y por encima de todo, un desarrollo social, indisolublemente
ligado con la paz, los derechos humanos, la democracia, el medio ambien-

159
te, la cultura y estilos de vida de la gente. Modificar la visión prevaleciente,
requeriría elaborar visiones mucho más abarcadoras de los problemas so-
ciales de la humanidad.
Al calor del proceso de globalización en curso, la UNESCO consideró
necesario identificar cuáles deben ser en adelante los objetivos principales
orientados hacia el desarrollo social, la propuesta presentada para el debate
con los jefes de estado y gobiernos presentes en la cumbre, es la siguiente:3
• La creación de capacidades endógenas mediante el fortalecimiento
de los recursos humanos.
• La participación de la gente en el desarrollo social, como vía para
garantizar un combate efectivo a la pobreza y la exclusión social.
• Reconocimiento de los factores culturales en calidad de parte
integral de estrategias de desarrollo balanceadas.
• Promover una nueva visión acerca del empleo y el trabajo, avanzando
hacia una concepción más amplia acerca de qué considerar “vida activa”.
• El mejoramiento de la calidad de vida de la población rural.
• La promoción de una conciencia ambiental y la participación de
la gente orientada hacia el uso racional y equitativo de los recursos
para un desarrollo humano y sostenible.
• La ciencia y la tecnología son recursos que deben ser compartidos
más equitativamente en pos del desarrollo social.
• La creación de redes de comunicación e información al servicio
del desarrollo social.
• Poner las habilidades endógenas creadas en función de la
elaboración, evaluación y administración de la política social.
El nuevo concepto de desarrollo social propuesto por la UNESCO, se
proponía integrar en el concepto de desarrollo los tres principales proble-
mas que azotan a la humanidad: la pobreza, la desocupación y la marginación
social. Además, constituye un intento de sintetizar los tres conceptos men-
cionados con anterioridad (desarrollo sostenible, desarrollo humano y
desarrollo social) en uno solo: desarrollo humano y social sostenible. Más
adelante, podremos comprobar que algunos importantes objetivos seña-
lados por la UNESCO no formaron parte del consenso final.
Luego del proceso de deliberaciones en torno a las propuestas de las
distintas organizaciones y reuniones especializadas que se llevaron a cabo,
la “Declaración Final de la Cumbre del Desarrollo Social”, afirma que el
3
Elaborado a partir de Position Paper presented by the Director–General of UNESCO
towards the Preparation of the World Summit for Social Development, Copenhagen,
Denmark, 6-12 March 1995, Paris, 29 July 1994, pp. 3-4.

160
desarrollo social es inseparable del entorno cultural, ecológico, económico,
político y espiritual en que tiene lugar. En la visión de la cumbre, el desarrollo
social se encuentra también claramente vinculado con el logro de la paz, la
libertad, la estabilidad y la seguridad en el ámbito nacional e internacional.
Se sostiene una visión política, económica, ética y espiritual del desarrollo
social que está basada en la dignidad humana, los derechos humanos, la
igualdad, el respecto, la paz y la democracia, la responsabilidad mutua y la
cooperación y el pleno respecto de los diversos valores religiosos y éticos
y de los orígenes culturales de la gente. Por consiguiente, en las políticas y
actividades nacionales, regionales e internacionales deberá otorgarse la
máxima prioridad a la promoción del desarrollo social y al mejoramiento de
la condición humana, sobre la base de la plena participación de todos.
Para promover el desarrollo social, en la Cumbre se estableció un mar-
co de acción con miras a:
• Poner al ser humano en el centro del desarrollo y orientar la
economía para satisfacer más eficazmente las necesidades humanas.
• Cumplir nuestra responsabilidad con las generaciones presentes
y futuras, asegurando la equidad entre las generaciones y
protegiendo la integridad de nuestro medio ambiente y la
posibilidad de utilizarlo de forma sostenible.
• Reconocer que el desarrollo social es una responsabilidad de cada
país, que no puede lograrse plenamente sin el empeño y el
esfuerzo colectivo de la comunidad internacional.
• Integrar las políticas económicas, culturales y sociales de manera
que se apoyen mutuamente y reconocer la interdependencia de
las esferas de actividad pública y privada.
• Promover la democracia, la dignidad humana, la justicia social y
la solidaridad en el plano nacional, regional e internacional, velar
por la tolerancia, la eliminación de la violencia, el pluralismo y la
no discriminación, con pleno respecto de la diversidad dentro de
las sociedades y entre ellas.
• Promover la distribución equitativa de los ingresos y un mayor
acceso a los recursos, mediante la equidad y la igualdad de
oportunidades para todos.
• Reconocer que la familia es la unidad básica de la sociedad, que
desempeña una función fundamental en el desarrollo social y
que, como tal, debe ser fortalecida, prestando atención a los de-
rechos, la capacidad y las obligaciones de sus integrantes.
• Asegurar que las personas y los grupos desfavorecidos y vulne-
rables estén incluidos en el desarrollo social y que la sociedad
reconozca las consecuencias de la discapacidad y responda a ellas
garantizando los derechos de la persona y posibilitando su acce-
so al medio físico y social.
161
• Promover el respeto universal, la observancia y la protección de
todos los derechos humanos y las libertades fundamentales para
todos, incluido el derecho al desarrollo; promover el ejercicio efectivo
de los derechos y el cumplimiento de las obligaciones en todos los
niveles de la sociedad; promover la igualdad y la equidad entre el
hombre y la mujer; proteger los derechos de los niños y los jóvenes;
y promover el fortalecimiento de la cohesión y de la sociedad civil.
• Reafirmar y promover la realización universal del derecho a la
libre determinación de los pueblos, en particular de aquéllos bajo
ocupación colonial o extranjera y la importancia de la realización
efectiva de ese derecho.
• Apoyar el progreso y la seguridad de los seres humanos y de las
comunidades, de modo que cada miembro de la sociedad pueda
satisfacer sus necesidades humanas básicas y realizar su dignidad
personal, su seguridad y su creatividad.
• Poner de relieve la importancia del buen gobierno y de la admi-
nistración transparente y responsables en todas las instituciones
públicas y privadas, nacionales e internacionales.
• Reconocer que potenciar a las personas, especialmente a las
mujeres, para que fortalezcan sus propias capacidades, es un
importante objetivo del desarrollo y su principal recurso.
• Afirmar la universalidad del desarrollo social y delinear un enfo-
que nuevo y reforzado del desarrollo social en que se dé un nue-
vo impulso a la cooperación y la participación.4
Cualquier lectura a estos pronunciamientos inmediatamente nos con-
voca a solidarizarnos con ellos. Obsérvese que no hay pronunciamientos
sobre el “alivio” a la deuda ni a “líneas de pobreza”, sino un marcado
énfasis en la creación de capacidades de los pobres y su participación en
los asuntos que son trascendentes para sus vidas. A pesar de estos avan-
ces, una lectura más detenida y que tome en cuenta los enfoques acerca
de la pobreza analizados con anterioridad, despiertan algunas dudas.
La primera, tendría que ver con el hecho de que no queda claro quién
quedaría responsabilizado de definir prioridades y realizar los balances
correspondientes entre estas y los recursos disponibles, hasta poner en
práctica estas valiosas ideas en cada país. No se hace mención al Esta-
do, toda vez que prevalece la noción de que hay que minimizarlo y que
muchas tareas del desarrollo social pueden ser cometidas por entidades
privadas.

4
Naciones Unidas: Informe sobre la Comisión Mundial sobre Desarrollo Social,
Copenhague, Ginebra 6 al 12 de marzo de 1995.

162
La segunda, tiene que ver con el hecho de que esta concepción, preten-
diendo ser universal, no tiene en cuenta en toda su magnitud las condicio-
nes específicas que en los países subdesarrollados generan una dramática
situación social de pobreza, desempleo y desintegración social. De haberlas
tenido en cuenta, la Cumbre debiera haber hecho algún pronunciamiento
relativo al adverso entorno económico mundial, en particular a la carga
que representa la deuda externa para muchos países. En nombre de una
deuda que de tanto multiplicarse parece eterna, anualmente estos países
destinan una parte significativa de sus ingresos al pago de los intereses.
Un tratamiento diferente por parte de los acreedores, podría permitir que
estas sumas de recursos financieros se volcasen hacia la puesta en prácti-
ca de las ideas propuestas, porque la implementación de todas, valga la
aclaración, requiere disponer en mayor o menor medida de recursos
financieros.
La tercera, tiene que ver con la hegemonía del modelo neoliberal en el
ámbito mundial. Si al amparo de pretendidas exigencias económicas, se
han reducido presupuestos de educación, salud y seguridad social; si en
nombre de la competitividad internacional se han endurecido las condi-
ciones laborales y salariales; y también son menores los montos dedicados
por los países más ricos a la ayuda oficial a los países subdesarrollados
¿cómo entender que se exhorte a trabajar por el desarrollo social?
Atinadamente, el Comandante en Jefe Fidel Castro, en una interven-
ción pronunciada en acto público realizado en Copenhague, con motivo
de su presencia en la Cumbre cuestionó: “¿Cómo nos pueden convencer
de que, por un lado, se puede predicar el neoliberalismo y, por otro, el
desarrollo social?”.5
La Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social acordó que todas las na-
ciones allí representadas, trabajarían por alcanzar un importante conjun-
to de metas para el año 2000. No obstante, cuando en septiembre del
propio año, la Asamblea General de las Naciones Unidas actualizó el es-
tado de muchas de las metas fijadas para entonces y constató el incumpli-
miento de estas, las reformuló y proyectó para su alcance en el año 2015.
En la llamada Declaración del Milenio se incluye este grupo de objetivos,
conocidos como los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), que son
menos optimistas que los fijados originalmente para el año 2000 y, a su
vez, exigen un cambio sustancial en el entorno económico mundial para
poder alcanzarlos.

5
Fidel Castro: Palabras en acto de solidaridad en Copenhague, periódico Juventud
Rebelde, 12 de marzo de 1995, p. 7.

163
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio quedaron definidos como:
– Erradicar la pobreza externa y el hambre.
– Lograr la educación primaria universal.
– Promover la equidad de género y la autonomía de la mujer.
– Reducir la mortalidad infantil.
– Mejorar la salud materna.
– Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades.
– Garantizar la sostenibilidad ambiental.
– Fomentar una asociación mundial para el desarrollo.6

La evolución de la política social del neoliberalismo


Planteada la interrogante de si puede hablarse de genuinos avances en
el desarrollo social en condiciones del neoliberalismo, resulta convenien-
te pasar revista a cómo ha evolucionado el tratamiento de la política so-
cial en el modelo neoliberal, apoyándonos en la experiencia de los países
latinoamericanos.
Dentro del mecanismo económico del capitalismo, las políticas socia-
les tienen como funciones esenciales el fomentar el proceso de acumula-
ción capitalista vía la reproducción de la fuerza de trabajo para la fase de
producción y vía el estímulo del consumo para la fase de circulación; ade-
más de legitimar el orden político implantado por el Estado. Entonces, su
diseño se encuentra subordinado al patrón de acumulación y sistema po-
lítico predominantes.
En estos términos, la política social del neoliberalismo se define en
función de que:
1. El Estado debe reformarse para modificar la sobrecarga de fun-
ciones que tiene, tanto en la esfera de lo económico como de las
políticas sociales.
2. La burocratización resta efectividad a la política social.
3. Los aparatos gubernamentales presentan una esclerosis como
consecuencia, entre otras cosas, de un corporativismo que mina
la capacidad de absorber el cambio que demandan los actores
sociales.
La transición a otro modelo de política social y el cambio en el discurso
social del Estado, con respecto a la etapa del llamado estado de bienestar
general, fue impulsado por el cambio en el patrón de acumulación, es

6
PNUD: Informes sobre Desarrollo Humano, 2003, pp. 1-3, 2003.

164
decir, al entrar en crisis el capitalismo en los 70 y la posterior caída de la
tasa de ganancia, fue necesaria la privatización de algunos servicios para
comercializarlos en el proceso de apertura de los mercados, o bien, la
disminución del gasto público para contar con finanzas públicas sanas
que no alteraran el déficit; además, esta transición se vio favorecida con el
derrumbe del socialismo y con la paralización –mediante la represión– de
las fuerzas sociales que en tiempos pasados pugnaron por mayores bene-
ficios proporcionados por el Estado.
Con la crisis fiscal de los estados y la manera en que estos enfrentaron
la crisis general del capitalismo desde los 70 hasta los 90, se han
instrumentado diseños de política sociales que responden al patrón de
acumulación flexible antes caracterizado.
El neoliberalismo, en lo que concierne a las políticas sociales, en su
movimiento ha venido alterando sus proporciones o por lo menos los én-
fasis y las prioridades. Este proceso de adaptación de las políticas sociales
se ha reflejado en diferentes etapas de su desarrollo e implementación.
El neoliberalismo en su primera etapa consideró la política social no
como una inversión sino como un gasto que representa una pesada carga
fiscal para el Estado, también el concepto de desarrollo social se diluyó y
cedió terreno al de compensación social.
Al comienzo de su aplicación en las economías latinoamericanas, en
los momentos más agudos de la crisis, el paquete de medidas de la política
social casi se resumía en las propuestas de recorte del gasto social, la
desactivación de los programas sociales y la efectiva reducción del papel
del Estado. Desde luego, la prioridad de la economía en la agenda políti-
ca, ignoró inicialmente los costos sociales de las reformas y asumió que
estos serían rápidamente resueltos por intermedio de la rápida recupera-
ción de la economía, pero años después, a fines de los 80, los efectos
sociales negativos eran ya indiscutibles y amenazantes.
La segunda etapa puede enmarcarse a inicios del 90, cuando en el lla-
mado Consenso de Washington como se verá en el capítulo de esta obra
dedicado al neoliberalismo, se reconoce la necesidad de una reconversión
del gasto público de modo que permita enfrentar la atención primaria de
salud y la enseñanza primaria. Resumido en un conjunto de postulados
que asignaba al Estado la responsabilidad de la crisis, el Consenso sirvió
de matriz privilegiada para decodificar la realidad social y operar sobre
ella. Bajo su égida se llevaron a cabo sucesivos programas de ajuste es-
tructurales, con la certeza de que era suficiente estabilizar la economía,
liberalizar y privatizarla para retomar el crecimiento. Sin embargo, en
esta segunda etapa, la política social pasó entonces a ser encarada como
un conjunto restrictivo de medidas orientadas a compensar los efectos

165
inicialmente negativos del ajuste macroeconómico en algunos segmentos
de población, artificialmente integrados hasta ese momento, merced a la
“irracionalidad” de la asignación de recursos del esquema estatista ante-
rior. No obstante, la política social es enfocada como algo eminentemente
transitorio; una vez superada esa etapa inicial, la reactivación y el sanea-
miento de la economía de mercado supuestamente generarán los equili-
brios básicos, quedando a lo sumo una pequeña proporción de la población
necesitada de atención pública.
Al contraerse y debilitarse la política social, las funciones básicas que
había adoptado en el período del Estado desarrollista se transformaron;
desde ese momento la función de acumulación se desarrollará a favor del
sector financiero a partir de la privatización de los fondos de pensión; o
del autoempleo a partir de actividades microempresariales y del otorga-
miento de recursos a pequeñas y medianas empresas para mejorar su
competitividad y rentabilidad.
La política social del estado neoliberal adoptó entonces una orientación
asistencialista dirigida a sectores de la población que padecían la pobreza
extrema; de modo que perdió su función integradora; mucho más que
incorporar a la población de bajos niveles de ingreso a condiciones satis-
factorias de empleo y de vida, apuntaba a impedir un mayor deterioro de
la población que vivía en condiciones de pobreza, y prestarle asistencia a
las víctimas del ajuste. No estaba concebida como una ayuda para salir
del pozo, sino para mantenerlos a flote en él.
Todo ello implica que la función básica de legitimación del Estado se vea
disminuida; la política social adopta, al decir de Carlos Vilas, la función de
“bomberos”, es decir, actuar en situaciones límites que pueden convertirse
en focos de tensión política, alimentando la inestabilidad social, creando
factores de inseguridad que afectan negativamente al flujo de fondos finan-
cieros externos, y cuestionando la gobernabilidad del modelo.7
Finalmente, puede identificarse desde finales de la década del 90
hasta el presente, una tercera etapa enmarcada en los que algunos au-
tores denominan la segunda generación de las reformas, cuando el
pensamiento de los organismos internacionales comenzó a incorporar
a sus imperativos macroeconómicos, análisis destinado a definir estra-
tegias para aliviar los impactos sobre las condiciones de vida de la po-
blación, según se verá en un epígrafe más adelante, dedicado al enfoque
del Banco Mundial. El hecho de que se haya reanudado el crecimiento,

7
Carlos Villa: Las políticas sociales de México en los años noventa, Instituto Mora, UNAM,
FLACSO, Plaza y Valdés editores, México, pp. 111-141, 1996.

166
aunque no a los ritmos esperados y que los niveles de pobreza conti-
núen elevándose, ha hecho que las reflexiones académicas y técnico-
políticas desemboquen en el mismo dilema planteado 40 años atrás: la
persistente contradicción entre crecimiento y equidad.
Las políticas sociales cambiaron en los hechos y en el discurso
como consecuencia, entre muchas otras, del ajuste estructural im-
pulsado por el Estado neoliberal, ajuste que no solo se limitó a lo
económico, sino que redefinió las relaciones sociales, políticas y cul-
turales en su totalidad.
Con el ajuste estructural, los Estados neoliberales reorientan el dise-
ño de la política social, por lo que tenemos hoy privatización donde
antes hubo intervención y regulación estatal; focalización en lugar de
universalidad; compensación en vez de promoción; individualismo y par-
ticularismo clientelista como sustituto del ejercicio colectivo de dere-
chos; combate a la pobreza extrema en lugar de desarrollo social. Estas
transformaciones también responden a la redefinición de las relaciones
de poder entre los actores sociopolíticos; todo ello ligado a la transfor-
mación total de la sociedad a partir de la instrumentación del patrón de
acumulación flexible y el predominio de las actividades financieras por
encima de las productivas.
En esta nueva lectura del neoliberalismo, no se reduce el gasto so-
cial porque se focaliza la política o se hace más eficiente la gestión de
los recursos, sino que se focaliza la política y se pone énfasis central
en la eficiencia y en las capacidades gerenciales porque se recorta el
gasto social. A su turno, este se recorta como expresión y resultado de
la pérdida de poder político de sus anteriores beneficiarios: deterioro
del mercado formal de trabajo, precarización del empleo, retroceso de
la afiliación sindical y de la capacidad de negociación de los sindicatos.
Para explicar las características de la política social del Estado
neoliberal, es necesario un análisis detallado.
La privatización pretende aliviar la crisis fiscal, incrementar la
eficacia de la oferta de servicios y evitar las “irracionalidades” ema-
nadas de la gratuidad. Este proceso conlleva la aplicación o aumento
de cuotas en los servicios y la utilización de criterios de negocio y
ganancia comercial, reflejándose ello en la calidad y extensión de la
cobertura; la privatización entraña el abandono de la noción de ser-
vicio público y su reemplazo por la de operación mercantil orientada
hacia la ganancia.
La focalización se opone a la universalización de las políticas socia-
les. La focalización hace referencia al destino de los recursos y los
beneficios tan solo a un grupo determinado de la sociedad, general-

167
mente los ubicados en las filas de la pobreza extrema. Además de ello,
contiene una fuerte dosis de selectividad. Todo ello se argumenta so-
bre la base de una racionalización del sistema de beneficio social del
Estado, una agilidad en las operaciones, una mayor transparencia y
eficiencia en el manejo de los recursos y en un manejo tecnificado de
la información social. La focalización también obedece a otros facto-
res como la creciente segmentación y diferenciación social derivadas
de las nuevas dinámicas de modernización después de la crisis de la
deuda y del ajuste macroeconómico, además de factores como la pre-
sión de los organismos financieros internacionales y de las cúpulas
empresariales por ajustar la acción social del Estado a criterios de efi-
ciencia y a las nuevas prácticas gerenciales; así como la exigencia
instrumentada por el ajuste macroeconómico de considerar a la políti-
ca social como mecanismo de compensación social. Es de notar que
esta focalización pretende optimizar la asignación y uso de los recur-
sos destinados a la política social.
La descentralización es otra de las características de la política
social del estado neoliberal; este proceso pretende que las decisiones
tomadas respecto a la política social sean asumidas por niveles gu-
bernamentales estatales o municipales y por organizaciones emana-
das de la sociedad civil. En líneas generales, puede decirse que hasta
el momento la descentralización ha afectado mucho más la ejecución
de los programas que la definición de estos, por lo que se ha presen-
tado una descentralización operativa más que política; el asunto se
agrava cuando los distintos niveles de gobierno no cuentan con capa-
cidad para decidir sobre la política social y menos aún para
instrumentarla. Por ello, puede afirmarse que se trata, verdadera-
mente, de una descentralización de problemas hacia otras instancias
y entidades.
Las concepciones en materia de política social hasta aquí examina-
das denotan un conjunto de limitaciones que conviene sintetizar.
1. Abordan los problemas de la desigualdad y la pobreza después
de los hechos, no intentan eliminarlas, lo que hacen es intentar
contenerla para impedir que empeore la situación.
2. No enfrentan directamente las fuentes de la desigualdad, siguen
tratando estas cuestiones como si fueran problemas sectoriales
que pudieran resolverse con un conjunto de intervenciones
dirigidas a grupos específicos y con determinadas redes de
protección social. Aquí se destaca el discurso de la focalización
de la pobreza, donde estas instituciones pretenden concentrar
los escasos recursos disponibles en una población identificada y
168
luego diseñar el proyecto o programa para atender determinadas
necesidades insatisfechas de los pobres. Estos programas
adquieren un carácter asistencialista, sin atacar los factores
estructurales que generan la pobreza.
3. Una deficiencia general de los programas es su falta de integración
y la división que producen entre política económica y política
social, ya que esta última aparece como un subproducto del
crecimiento económico y del mantenimiento de determinados
equilibrios macroeconómicos que deben garantizar mayores
niveles de equidad y la reducción de la pobreza.
4 . Son insuficientes los métodos de evaluación de las políticas
sociales implementadas. Se hace necesario desagregar el gasto
social y analizar quiénes son sus reales beneficiarios, no basta
con declarar que ha aumentado el gasto social cuando los más
necesitados sean los que menos acceden a los servicios
ofertados.
De esta manera, los discursos oficiales del neoliberalismo, aunque
en apariencia han cambiado en cuanto al manejo de las políticas so-
ciales, en esencia pretenden legitimar un modelo de acumulación
neoliberal, que no responde a las necesidades de las mayorías, sino a
las necesidades de valorización del capital y que en vez de una mayor
integración y equidad en nuestras sociedades, provoca mayor frag-
mentación y exclusión social. Algunos datos permiten corroborar lo
anterior.

La situación social a inicios del siglo XXI

Pobreza
El mundo se caracteriza por una gran pobreza en medio de la abun-
dancia, de un total de 6 000 millones de habitantes, más de 1 200 mi-
llones de personas –una de cada cinco en todo el mundo– sobrevive
con menos de $ 1 al día y 2 800 millones viven con menos de $ 2 diarios.
La mayor concentración de pobreza de ingresos se encuentra en Asia
Meridional y Oriental. Sólo China en los noventa consiguió sa-
car de la pobreza a 150 millones de personas (12 % de su pobla-
ción). Sin embargo, en América Latina y el Caribe, los Estados Árabes,
Europa central y oriental y en los países subsaharianos aumentó el
número de personas con ingresos inferiores a $ 1 diario.

169
Fuentes especializadas coinciden al decir que aunque se logre reducir a
la mitad la proporción de personas en situación de pobreza absoluta para
el año 2015 en relación con 1990, al menos 900 millones de personas
seguirán viviendo en la extrema pobreza en el mundo subdesarrollado.8

Desigualdad de ingresos
La diferencia entre el PIB per cápita de los 20 países más ricos y los 20
países más pobres fue de 53,8 veces en 1960 y se incrementó 121 veces en
el 2000.9

Inseguridad alimentaria10
La FAO estima que 852 millones de personas en el mundo padecieron
subnutrición en el período 2000-2002. Esta cifra comprende 815 millo-
nes en los países subdesarrollados, 28 millones en los países exsocialistas
y 9 millones en los países industrializados.
El número de personas subnutridas en los países subdesarrollados se
redujo tan solo en 9 millones durante el decenio posterior al período de
referencia (1990-1992) fijado por la Cumbre Mundial sobre la Alimenta-
ción. Durante la segunda mitad de dicho decenio, el número de personas
crónicamente hambrientas en los países del Tercer Mundo aumentó a un
ritmo de casi 4 millones al año, lo que borró de un plumazo dos tercios de
la reducción de 27 millones lograda durante los cinco años anteriores.
Los retrocesos experimentados en la segunda mitad del decenio fueron
debidos en gran parte a los cambios en China y la India. China registró
impresionantes avances durante la primera mitad del decenio y logró re-
ducir en casi 50 millones el número de personas subnutridas. Durante ese
mismo período, la India recortó en 13 millones el número de su población
subnutrida. Los logros en ambos países redujeron los totales mundiales, a
pesar de que el número de personas subnutridas en el resto de los países
aumentó en 34 millones.
Debido a la pobreza, 150 millones de niños en los países subdesarrolla-
dos tienen bajo peso, un factor que aumenta el riesgo de muerte e inhibe
el desarrollo mental y físico. Por otro lado, mientras que en los países
ricos menos de 5 % de todos los niños menores de cinco años sufren de

8
PNUD: Informes sobre Desarrollo Humano, 2003 y 2004.
9
PNUD: ob. cit., 2003.
10
FAO (2005): El estado de la Inseguridad Alimentaria, Naciones Unidas, Ginebra.

170
malnutrición, en las naciones pobres la proporción es de hasta 50 %. Se-
gún la propia FAO, un niño de un país industrializado va a consumir en
toda su vida lo que consumen 50 niños en un país subdesarrollado.
Cada año, más de 20 millones de lactantes nacen con insuficiencia
ponderal en el mundo en desarrollo. Las cifras de recién nacidos con bajo
peso al nacer y de menores de cinco años que padecen de insuficiencia
ponderal son muy elevadas en África Subsahariana (14 % y 29 %) y en
Asia meridional (30 % y 46 %).
Más de las tres cuartas partes del total de los fallecimientos infantiles son
debidos a trastornos neonatales y a un grupo de enfermedades infecciosas
que tienen curación, entre ellas la diarrea, la neumonía, el paludismo y el
sarampión. Y en mucho más de la mitad de esos fallecimientos, puede demos-
trarse que el origen está en la mayor vulnerabilidad de los niños que padecen
subnutrición e insuficiencia ponderal. Las carencias de micronutrientes tam-
bién incrementan el riesgo de fallecer por culpa de enfermedades infantiles.
Una carencia de vitamina A, por ejemplo, aumenta el riesgo de morir de
diarrea, sarampión o paludismo entre 20 y 24 %.
En conjunto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que
más de 3,7 millones de fallecimientos acaecidos en el año 2000 podrían
ser atribuibles a la insuficiencia ponderal. Las carencias de tres
micronutrientes fundamentales (el hierro, la vitamina A y el zinc) causa-
ron, cada una, entre 750 000 y 850 000 muertes más.
Un estudio reciente ha demostrado que las intervenciones posibles hoy
en día y que pueden llevarse a cabo de forma generalizada en los países
subdesarrollados podrían reducir la mortalidad infantil en alrededor de dos
tercios. En los 42 países en los que se producen más de 90 % de los falleci-
mientos infantiles, unas pocas intervenciones nutricionales eficaces y ase-
quibles, tales como: la lactancia natural, la alimentación complementaria,
los complementos de vitamina A y zinc, podrían reducir la mortalidad in-
fantil en un 25 % y salvar la vida a unos 2,4 millones de niños cada año.

Educación
En 1980, la UNESCO calculaba que había en el mundo 814 millones
de adultos analfabetos, actualmente esta cifra ha aumentado, 876 millo-
nes de adultos son analfabetos, de ellos 573 millones son mujeres. La
mayoría de las mujeres analfabetas del mundo viven en las zonas rurales
de los países subdesarrollados, particularmente en África, los países ára-
bes y Asia oriental y meridional, donde la tasa de analfabetismo entre las
mujeres rebasa el 60 %.

171
Según datos de la UNESCO y de la UNICEF11 en 1980 en los países
subdesarrollados, más de 200 millones de niños estaban fuera de la escue-
la; en la actualidad la cifra es de 325 millones de niños en los niveles
primarios y secundarios, 183 millones de ellos son niñas.
Los países del Asia meridional y África subsahariana se hallan muy reza-
gados respecto a otras regiones. La tasa de alfabetización de adultos en Asia
meridional se mantiene en 47 % y en el África subsahariana es del 50 %, muy
por debajo del 67 % para los países subdesarrollados en su conjunto. Los
datos relativos a las mujeres son significativamente inferiores.
Alrededor de 121 millones de niños no asisten a clases y el número de
matriculaciones en el África subsahariana (59 %) y en Asia occidental y
meridional (74 %) es muy bajo. Una vez inscriptos, tan sólo existe una
posibilidad entre tres de que un niño finalice la escuela primaria en Áfri-
ca. El precio que conllevará no hacer realidad el segundo objetivo de de-
sarrollo del milenio será que 75 millones de niños, un 70 % de ellos en
África subsahariana, verán denegado su derecho a recibir una educación
básica para el año 2015.
La paridad entre los géneros en educación primaria y secundaria será
el primero de los “Objetivos de Desarrollo del Milenio” que no se podría
cumplir, en parte debido a que los avances en la matriculación en secun-
daria son muchos más lentos. La UNESCO calcula que 76 países tienen
pocas probabilidades de llegar a la paridad entre los géneros antes
de 2005. Teniendo en cuenta las actuales tendencias en 54 países la pari-
dad no se lograría para fines del 2015.
Al mismo tiempo, todavía existen diferencias significativas en el gas-
to público en educación (en relación con el PIB). En el 2000 el gasto
promedio per cápita en educación era 28 veces mayor en las economías
ricas que en los países subdesarrollados. Mientras se gastaba en prome-
dio 38 dólares por alumno en Asia meridional, en los países de altos
ingresos se llegaba a 4 088 dólares.

Empleo
Las tasas de desempleo se mantuvieron en niveles récord en el mundo
en 2003, con 185,9 millones de personas buscando trabajo, anunció la
Organización Internacional del Trabajo en su más reciente informe,12 lo
cual representa la punta del iceberg del problema de déficit de trabajo

11
UNICEF: Estado mundial de la infancia, 2003-2005.
12
OIT ( 2005): Tendencias mundiales del Empleo 2004, Naciones Unidas, Ginebra.

172
decente, ya que un número siete veces mayor de personas tienen empleo y
sin embargo viven en situación de pobreza. De acuerdo con las cifras
del informe, 2 800 millones de personas tenían empleos en todo el mun-
do en el 2003, un número sin precedentes. Sin embargo, la mitad de
ellos, 1 400 millones, viven con menos del equivalente a dos dólares por
día, y 550 millones viven por debajo de la línea de pobreza de $ 1 al día.

Trabajo infantil
De acuerdo con informes de UNICEF13, se calcula que 246 millones de
niños y niñas son víctimas del trabajo infantil. Cerca de un 70 % (171 millo-
nes) de estos niños y niñas trabajan en condiciones peligrosas, que incluyen
la minería, labores agrícolas con productos, sometidos a químicos y pestici-
das o el manejo de maquinaria peligrosa.
Estos niños y niñas se encuentran en todas partes, pero son invisibles;
trabajan como sirvientes domésticos en casas, están ocultos tras las paredes
de talleres o se encuentran fuera de la vista del público en plantaciones. La
gran mayoría de los niños y niñas que trabajan –alrededor del 70 %– lo
hacen en el sector agrícola.
Millones de niñas trabajan como sirvientas domésticas y asistentas sin
salario en el hogar y son especialmente vulnerables a la explotación y el
maltrato. Millones de otros niños y niñas trabajan bajo circunstancias te-
rribles. Pueden ser víctimas de la trata (1,2 millones), víctimas de la servi-
dumbre por deuda u otras formas de esclavitud (5,7 millones), víctimas
de la prostitución y/o la pornografía (1,8 millones) o reclutados como
niños soldados en los conflictos armados (300 000).

Salud14
Más de dos millones de niños menores de 15 años están infectados por
el VIH. Teniendo en cuenta las actuales tendencias, se teme que el núme-
ro de niños huérfanos a causa del SIDA en África subsahariana sobrepase
los 18 millones para el año 2010.
El desequilibrio entre las prioridades y los gastos de investigación si-
guen complicando el progreso contra las enfermedades que atacan a la
población más pobre. En el Tercer Mundo hay unos 2 000 millones de

13
UNICEF: ob. cit., 2003-2005.
14
Elaborado a partir de datos de OMS, World Health Report 2002: Reducing Risks,
Promoting Healthy Life, Ginebra, 2003.

173
personas que siguen careciendo de medicamentos esenciales básicos de
bajo costo (como la penicilina). La mitad de los niños africanos de un año
no han sido inmunizados contra la difteria, la tos ferina, el tétanos, la
poliomielitis y el sarampión. La terapia de rehidratación oral, un trata-
miento que salva vidas, no se utiliza en casi un 40 % de los casos de
diarrea en países subdesarrollados.
Casi dos millones de personas mueren todos los años a causa del palu-
dismo y por enfermedades relacionadas con él, en su mayoría en los paí-
ses más pobres. La tuberculosis sigue siendo junto al SIDA, la enfermedad
infecciosa con mayor mortalidad entre adultos, causando hasta 2 millones
de muertes al año.
La malaria mata a más de un millón de personas al año, de las cua-
les 700 000 son niños y niñas africanos. Los nuevos tratamientos como
la terapia combinatoria de dos medicamentos en tres días cuestan 0,40
centavos por un niño, o $1,50 por un adulto, pero muchas familias no
pueden pagar ni siquiera esta cifra y el Fondo Mundial para la Lucha
contra el SIDA, la tuberculosis y el paludismo sigue necesitando dinero.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que costa-
ría 1 000 millones de dólares reducir a la mitad la cifra de 1,1 millones
anuales de muertes debido a la malaria. Eso es más o menos lo que ganó la
empresa farmacéutica Pfizer con la venta de un solo medicamento, Viagra
en 1999.
En 2001, la Comisión sobre Macroeconomía y Salud de la OMS calculó
que el costo de la respuesta al VIH/SIDA podría ascender a 14 000 millo-
nes de dólares para 2007 y a 22 000 millones de dólares para 2014. Un
tercio de estos fondos se dedicaría respectivamente a la prevención, al tra-
tamiento de las enfermedades oportunistas y a la terapia antirretoviral.
Al mismo tiempo, ONU/SIDA calcula que harían falta 10 500 millo-
nes de dólares solo para respaldar una ofensiva “mínima” contra la enfer-
medad. Estas cifras parecerían elevadas, pero si se compara con lo que
gasta EE.UU. cuando se trata de la guerra: hasta diciembre del 2003, se
calculaba que el costo de la guerra en Irak para los contribuyentes norte-
americanos ascendía a más de 200 000 millones de dólares, la mayor par-
te asignado en un año.

Agua y saneamiento15
Se calcula que 600 millones de habitantes urbanos y más de 1 000 millo-
nes de personas rurales viven en viviendas superpobladas y de mala
15
Elaborado a partir de datos de OMS.

174
calidad. De los 4 600 millones de habitantes de los países subdesarrolla-
dos, 968 millones de personas no tienen acceso a fuentes de agua mejoradas
y 2 400 millones están sin acceso a saneamiento básico.
Las cifras por regiones son alarmantes: 150 millones de personas en
ciudades africanas no acceden a fuentes de agua adecuadas, 700 millones
en las asiáticas y 120 millones en América Latina y el Caribe. La falta de
saneamiento adecuado en las ciudades afecta a 180 millones de personas en
África, 800 millones en Asia y 150 millones en las urbes latinoamericanas.

La estrategía del Banco Mundial acerca de la probreza


a inicios del siglo XXI
El Banco Mundial se ha convertido en el centro promotor de políticas
para combatir la pobreza y la desigualdad. La esencia del nuevo pensa-
miento neoliberal sobre el desarrollo y las políticas sociales la encontra-
mos reflejada, en sus últimos estudios sobre la pobreza: el Informe sobre el
desarrollo mundial 2001/2002. Atacando la pobreza, y el Informe sobre el
desarrollo mundial 2004. Servicios para los pobres.
En dichos informes, el Banco Mundial estima que para investigar las
causas de la pobreza es necesario examinar las dimensiones puestas de
manifiesto por los mismos pobres:
• Falta de ingresos y activos para satisfacer sus necesidades básicas.
• Sensación de impotencia y falta de representación en las
instituciones del Estado.
• Vulnerabilidad ante las crisis, debido a la incapacidad de hacerles
frente.
Luego se detiene a clasificar los diferentes tipos de activos a disposi-
ción de los pobres y su rentabilidad (o productividad) e inestabilidad. Los
activos son de diferentes clases:
• Activos humanos, como la capacidad de desempeñar una activi-
dad laboral básica, los conocimientos especializados, etcétera.
• Activos naturales, como la tierra.
• Activos físicos, como el acceso a la infraestructura.
• Activos financieros, como el ahorro y el acceso al crédito.
• Activos sociales, como las redes de enlace y las obligaciones
recíprocas a las que se puede recurrir en momentos de necesidad,
y la influencia política sobre los recursos.

175
Tanto la rentabilidad como la estabilidad de los activos de los pobres
dependen, fundamentalmente, del comportamiento de los mercados y de
las instituciones estatales y sociales.
La pobreza no se reduce a la sola dimensión del ingreso, sino a un
conjunto de procesos económicos, sociales y políticos interconectados.
De ahí se extrae como conclusión la necesidad de promover las oportuni-
dades, inducir la potenciación y ampliar la seguridad para atacar la pobre-
za. Dirigidas tanto a los estados como a los colectivos pobres, sus
recomendaciones aclaran el significado de los objetivos generales:
1. Oportunidad: hacer llegar las oportunidades económicas a los
pobres estimulando el crecimiento y multiplicando sus activos,
mediante una combinación de intervenciones en el mercado y en
otras esferas.
2. Adquisición de poder: conseguir instituciones estatales más
dispuestas a rendir cuentas y a tener en consideración las
necesidades de los pobres, fortalecer la participación política de
estos en los procesos políticos y en las decisiones locales, y
eliminar los obstáculos que se derivan de las diferencias por razón
de sexo, etnia, raza y condición social.
3. Seguridad: reducir la vulnerabilidad de los pobres a la mala salud,
las crisis económicas, etc. y ayudarles a superar la crisis cuando
se produce.
Para el Banco Mundial, dada las importantes relaciones de
complementariedad que existen entre esas dimensiones, una estrategia
eficaz requerirá intervenciones en los tres frentes, con participación de
todos los agentes de la sociedad.
En general, las formulaciones del Banco Mundial otorgan más impor-
tancia a la acción selectiva y a la acción local conjunta, porque confían en
su capacidad para “activar el potencial” de las personas y de los países
pobres en su propio bien.
En materia de implementación lo más novedoso está representado por los
Documentos de estrategia para la reducción de la pobreza, emitidos por
el Banco Mundial. En septiembre de 1999, el BM y el FMI, al tiempo que
lanzaron la Iniciativa para el Alivio de la Deuda de los Países Pobres Alta-
mente Endeudados (más conocida por sus siglas en inglés: HIPC), ponían
en marcha el proceso del PRSP (siglas en inglés de las estrategias mencio-
nadas). De hecho, el proceso consiste en que, como condición para lograr
la condonación de la deuda a través de la iniciativa HIPC, los países
deben producir una estrategia (o PRSP), liderada por el gobierno y en
consulta con la sociedad civil. Por supuesto que esos documentos deberán

176
ser respaldados por los directorios ejecutivos del Banco y del Fondo, trámi-
te que se ha convertido, como era de esperar, en algo más que eso.
En teoría, una PRSP se inserta en el marco de los ODM antes enuncia-
dos, por lo que debe concretar estos objetivos para el país en cuestión,
definir las fechas del alcance de determinados resultados, cuantificar su
costo y explicar el origen de los fondos que serán utilizados para financiarlo
y las políticas que intervendrán en su consecución.
Aunque surgido de la iniciativa HIPC, el proceso PRSP se constituye
como un paraguas, ya que los objetivos de lucha contra la pobreza son los
que el país define como plan nacional, para cuya realización contará con
los recursos liberados del pago de la deuda, los provenientes de la Ayuda
Oficial al Desarrollo y los recursos nacionales. Como se ve, se trata de
definir los objetivos comunes para todos los agentes y de facilitar la cohe-
rencia y coordinación de todas las acciones orientadas a la lucha contra la
pobreza.
Al tiempo que se lanzaba el proceso PRSP, el FMI comenzó a utilizar
la denominación Servicio para la Reducción de la Pobreza y el Crecimien-
to (Poverty Reductión and Growth Facility: PRGF) a aquello que fue hasta
entonces su principal herramienta política de trabajo: los programas de
ajuste estructural.
Pese a la nueva denominación, las políticas económicas contenidas en
el PRGF, definidas por el FMI con cada gobierno, repiten las recetas de la
estabilidad macroeconómica, liberalización, privatización, desregulación
y apertura, aplicadas hasta ahora por el neoliberalismo pasan de incorpo-
rar una nueva forma de “redes sociales” o colchones, en forma de progra-
mas asistenciales dirigidos a paliar los efectos de las políticas económicas
neoliberales, en algunos países se espera que este proceso represente ape-
nas un incremento de 1,2 % del PIB dedicado al gasto social.
Hipotéticamente, las medidas contenidas en el PRGF son objeto de
discusión pública, pero la práctica evidencia que al igual que sus
predecedores –los programas de ajuste estructurales– ha sido poco signi-
ficativa la participación de los parlamentos y de las organizaciones socia-
les, menos aún de la población empobrecida. Es de esperar, que al menos
la puesta en marcha de los PRSP permita en algunos países un mayor
control parlamentario y social del gasto público.

Hacia una valoración crítica final de estas propuestas


Las propuestas analizadas hasta aquí, en particular las del Banco
Mundial, encierran elementos muy contradictorios. La valoración crítica
de sus formulaciones nos lleva al análisis de algunos elementos.
177
Si afirmamos que la pobreza puede erradicarse activando a quienes la
sufren, de hecho estamos reconociendo que estos ven limitada su capaci-
dad de acción. El Banco Mundial comparte esta tesis cuando argumenta
que la pobreza debe combatirse abriendo oportunidades a quienes pade-
cen privaciones, potenciando a quienes son víctimas de la marginación y
garantizando la seguridad de quienes son vulnerables. Privación,
marginación y vulnerabilidad actúan entonces como los principales facto-
res de la pobreza.
Tanto las tesis de la “incapacidad de acción” de los pobres y de “exten-
sión de la ciudadanía”, sean estos grupos sociales o países, se concreta en
dos hipótesis: una sobre el capital humano y social, y otra sobre la activi-
dad del Estado.
La primera hipótesis afirma que el capital social evita la pobreza de los
individuos porque amplía sus oportunidades. Desde esta perspectiva, el
capital social es un estado de las relaciones de un individuo que facilita su
acción,16 sobre la base de la colaboración con otras personas. Es un
subproducto de la acción racional que emerge cuando los actores han
descubierto varias veces que las estrategias egoístas pueden ser contra-
producentes en algunas situaciones.
El capital social se compone de expectativas sobre la acción cooperati-
va de otros, de canales de información y de normas sociales con sus con-
siguientes sanciones para los infractores.17
La segunda hipótesis señala que la capacidad de los Estados para ac-
tuar como agentes desarrolladores, consiste en seguir un proyecto de trans-
formación de la propia sociedad y de la ubicación competitiva en los
mercados globales. Así muchas oportunidades podrían abrirse si los co-
lectivos que sufren privación viesen ampliado su capital social y los esta-
dos de los países pobres supiesen generar unas redes interempresariales
arraigadas en sus culturas. Asimismo, la política social sabe favorecer la
creación de capital humano y social a un mismo tiempo, puesto que am-
bos surgen en estrecha interacción, se potencian los colectivos margina-
dos, eliminando muchas barreras sociales que fomentan la pobreza. Por
último, estos procesos confieren seguridad, tanto a unos colectivos o a
unos individuos que aprenden a desenvolverse por su cuenta, como a unos
estados cuyo poder de negociación se refuerza.

16
J. Coleman: “Social Capital in the creation of Human Capital”, American Journal of
Sociology, 94 Suplement, pp. 95-120, 1988.
17
Ídem.

178
En este sentido, el combate a la pobreza y a la desigualdad no sigue el
mismo curso si se entiende que esta es el resultado de la “debilidad de
carácter” de sus víctimas, que si se entiende que procede de las propias
estructuras de la sociedad. Desde el primer ángulo, combatir la pobreza
es activar a sus protagonistas; desde el segundo, significa transformar las
relaciones sociales.
Cuando la pobreza y la desigualdad se reducen a un problema de
adquisición de ingresos y se remite sobre todo a procesos individuales, a
esfuerzos pasados o futuros de los individuos, dejamos fuera del análi-
sis, el hecho de que las personas están inmersas en un proceso social
mucho más complejo y contradictorio, donde las relaciones económicas
estructurales del sistema van generando un tejido social cada vez más
excluyente y selectivo.
Otro aspecto a señalar, es el hecho de que al analizar las causas que
provocan las desigualdades y la pobreza, primero se coloca el énfasis en
las necesidades no satisfechas (educación, salud, alimentos, vivienda),
luego se coloca el acento en las capacidades. Las personas no tienen
capacidad para generar los medios con los cuales pueden satisfacer di-
chas necesidades, fundamentalmente porque no cuentan con el nivel de
instrucción suficiente que les permita tener un trabajo bien remunera-
do. Según este enfoque, el pobre es pobre porque es incapaz de producir
sus propios medios, o porque no posee la destreza, o porque teniéndola,
no logra conseguir empleo.
Un nivel de educación insuficiente limita las oportunidades de las personas
de insertarse en un medio cada vez más exigente, esto reduce sus ahorros
y las posibilidades de contar con determinados activos que les permitan
ser menos vulnerables a los desequilibrios y tensiones económicas. De ahí
parte la propuesta común de estas instituciones de la necesidad de crear
“capital humano” y “capital social” como una vía indispensable para rom-
per el círculo vicioso de la pobreza. Como de forma muy acertada señala-
ra Eduardo Galeano “el código ético de la globalización condena el fracaso
y no la injusticia”.
A su vez, la capacidad de los estados de extender la ciudadanía y con-
vertirse en agentes reales de transformación, se encuentra constantemen-
te atrapada entre la presión de los intereses privados, los condicionamientos
de las poderosas transnacionales y organismos internacionales, la corrup-
ción, etcétera.
Si el desarrollo es en efecto la transformación de la sociedad, debemos
reflexionar cuidadosamente sobre lo que entraña esa transformación y
pensar en el modo de promoverla más eficazmente.

179
Continuar con la misma agenda social heredada del neoliberalismo,
modelo que ni siquiera logró sus objetivos más limitados de promover el
crecimiento económico, significará que la sociedad seguirá padeciendo
los problemas de la pobreza y la desigualdad con mayor intensidad. Apos-
temos pues por un proceso de globalización que realmente esté dotado de
una fuerte dimensión social.

180
Capítulo 10

El desarrollo local

Antecedentes
En lo referente al aspecto territorial del proceso de desarrollo, también
se observan dos concepciones contrapuestas. De una parte, el
pensamiento neoclásico, concentrado en el análisis de la acumulación
y el crecimiento económico, no prestó una atención directa a los
factores relativos a la geografía y al espacio en que tales procesos se
llevan a cabo. Como se ha señalado en capítulos anteriores, esta
corriente de pensamiento asume que las decisiones tomadas por los
individuos a partir de las señales brindadas por los precios, son capaces
de proporcionar un crecimiento estable de las economías, no importa
si se trata de un territorio llano o montañoso, con costas o sin ellas. El
mercado siempre orientaría a todos hacia la asignación más eficiente
de los recursos, de modo que se produciría una tendencia hacia la
convergencia del ingreso por habitante entre las distintas regiones.
De otra parte, aquellas teorías que consideran que los países subdesa-
rrollados tienen también que batallar contra una serie de obstáculos rela-
tivos a la economía capitalista mundial. El desarrollo desigual del
capitalismo también se revela hacia el interior de cada país, de aquí que
las disparidades territoriales presentes en los países subdesarrollados, no
se resuelven de manera espontánea, sino a través de medidas de política
económica y social por parte del Estado.
De acuerdo con este punto de vista, la manera selectiva en que los
países y territorios van siendo incorporados a la economía capitalista mun-
dial, ha dado lugar a la desarticulación territorial. Este concepto expresa
que en el proceso de socialización capitalista de la producción en estos
países, generalmente no ha prevalecido la lógica interna, sino que se con-
figuró históricamente en respuesta a la especialización orientada a la ex-
portación de unos pocos productos. De aquí, que se observen territorios
cuya relativa prosperidad gira en torno a una determinada actividad eco-
nómica, pero con limitada capacidad de “arrastre” hacia los territorios

181
aledaños.1 De este modo, muchos otros languidecen, convirtiéndose en
zonas de expansión de la pobreza, en espera de un destino mejor, con la
particularidad de que las propias leyes del mercado pueden también hacer
declinar a los territorios más prósperos y privilegiar a otros, tal y como
acontece en la actualidad con motivo de la globalización neoliberal.
La estrategia de industrialización concebida por el estructuralismo, por
ejemplo, hizo concebir muchas esperanzas de que tales deformaciones
estructurales desaparecieran. La intervención del Estado en el proceso de
localización de las inversiones en proyectos industriales y la prestación de
servicios sociales básicos a precios baratos sería la solución, puesto que,
dejados a la espontaneidad, tales procesos continuarían concentrándose
en las regiones con mayores ventajas.
Además, el desarrollo industrial era concebido sobre la base de la gran
empresa integrada verticalmente y ubicada en zonas urbanas de reciente crea-
ción. Como resultado de la formación de estos “polos de desarrollo”, estaba
supuesto que creciese el nivel de empleo en una magnitud capaz de asimilar al
enorme excedente de fuerza de trabajo que vivía en las zonas rurales.
Según se analizara en capítulos anteriores, la realidad no colmó tales
expectativas, pero sí dio lugar a movimientos migratorios espontáneos
desde las zonas rurales hacia las urbanas, procesos que nutrieron la for-
mación del sector informal en muchas ciudades latinoamericanas. Las
políticas neoliberales posteriormente implementadas dieron mayor im-
pulso a este proceso.
Puede convenirse, hasta aquí, que las teorías del desarrollo vigentes
hasta fines de los años 80 no tenían resuelto el problema de cómo enfren-
tar satisfactoriamente las disparidades territoriales.

Nuevo énfasis en el aspecto territorial del desarrollo


Desde la década del 90, en los estudios sobre el desarrollo comenzó
a prestarse un mayor interés a los aspectos territoriales y la geografía,
como resultado de un conjunto de factores que pasaremos a examinar
brevemente.
El primero que cabría señalar es la territorialización de la crisis estruc-
tural que venía formándose desde antes, pero que se desencadena en mu-

1
En la etapa prerrevolucionaria cubana, el fomento de la producción azucarera atrajo
inversiones, principalmente extranjeras, para el fomento del ferrocarril, puertos de
embarque, y otras actividades imprescindibles para garantizar la exportación del
azúcar. Todo este proceso dio lugar al surgimiento de muchos pueblos y comunidades
a lo largo de nuestro país, con un pobre avance en la integración regional y nacional.

182
chos países subdesarrollados a fines de los años 80, tras la crisis de la
deuda externa y la aplicación de los programas de ajuste estructural de
corte neoliberal.
La implementación del llamado Consenso de Washington representó, de
una parte, la desvalorización de la planificación y la política sectorial y re-
gional. De otra parte, bajo el criterio de que el Estado estaba sobrecargado
con muchas funciones que no era capaz de atender con eficacia y que esta-
ba burocratizado,2 se emprendió un proceso de descentralización de poder
y decisiones hacia los gobiernos subnacionales.
Hipotéticamente, con los programas de ajuste estructural sobreven-
dría un desarrollo local competitivo; cada región tendría que “sacudirse”
y luchar por alcanzar la competitividad internacional en franca compe-
tencia con otras regiones, puesto que no habrían más políticas
preferenciales en el plano regional. Servir de asentamiento de empresas
transnacionales sería el mejor destino esperado, es decir, logrando que el
territorio ocupase un puesto en la cadena productiva de esas poderosas
empresas. El resultado de todo esto, fue la aparición de áreas en declive y
otras con mayor facilidad para adaptarse a las nuevas condiciones.3
Vale subrayar que, según lo expuesto en el epígrafe “Desarrollo Social”,
el Banco Mundial, entidad supuestamente destinada a financiar proyectos
que atiendan la situación de las áreas en declive, aplica los mismos criterios
enunciados acerca del modo de enfrentar la pobreza: potenciar los activos
de los pobres, adquisición de poder (mal llamado empoderamiento), etcé-
tera. En otras palabras, habría que tratar de “nivelar el campo de juego”
entre las regiones.
Es aquí donde se insertan programas tales como la concesión de
microcréditos en estas zonas y los participantes en el sector informal lle-
gan a ser tildados de “microempresarios”.4 El sentido de estas acciones es
que los habitantes de las zonas en declive enfrenten por sí mismos la si-
tuación, y la evolución futura de estas, dependerá de lo que puedan ofertar
al mercado.
El segundo elemento a tomar en consideración, es el impacto de la
globalización sobre los territorios. Como resultado del acortamiento en
tiempo y espacio de las distancias entre países, el proceso de globalización

2
Sobre este particular, puede ampliarse en el Informe sobre el desarrollo mundial 1997,
editado por el Banco Mundial, dedicado a la reforma del Estado.
3
Sobre la territorialización de la crisis puede ampliarse en: “El Desarrollo Local en la
Globalización”, por Carmen M. León y R. Sorhégui, en revista Economía y Desarrollo,
edición Especial de 2004.
4
Luis del Castillo y José M. Pozo: “Desarrollo Local y Microcrédito”, Economía y
Desarrollo, 2004.

183
transforma los espacios subnacionales en espacios de la economía interna-
cional y determina el referente de la división social del trabajo. Así, territo-
rios antes desfavorecidos en razón de hallarse distantes, pueden ahora
modificar su situación, siempre y cuando posean otros requisitos que son
jerarquizados por el capital. Los Modelos de Crecimiento Endógeno (MCE)
afirman que en la nueva economía global solo pueden competir los territo-
rios que aprenden, es decir, aquellos que son capaces de adaptarse a las
transformaciones que se han producido en la estructura productiva mun-
dial con base en el conocimiento, su aplicación al sector terciario avanzado,
la industria de alta tecnología y la agricultura comercial. De aquí, deduce
que cada territorio subnacional esté obligado a desarrollar ventajas y habi-
lidades, de modo que pueda alcanzar una inserción positiva, pues de lo
contrario está llamado a languidecer.
Un tercer elemento a considerar, tiene que ver con el papel del medio
ambiente en el proceso de desarrollo. El concepto ecodesarrollo, elabo-
rado por Sachs dice que:
“es un estilo de desarrollo que, en cada región, requiere
soluciones específicas para los problemas particulares de la
misma, teniendo en cuenta los datos culturales y ecológicos, y
tanto las consideraciones de largo plazo como las necesidades
inmediatas, por tanto, esto supone que el criterio de progreso
está relacionado con cada caso particular, en el que el medio
ambiente juega un papel fundamental”.5
Puede observarse que, a partir de un enfoque de sostenibilidad ambiental,
este concepto sugiere que el proceso de desarrollo nacional es una resultan-
te de lo que transcurre realmente en cada territorio específico, ambien-
talmente concreto, no identificable con las condiciones nacionales. De este
modo, se subraya que las perspectivas de desarrollo de toda región o territo-
rio, están condicionadas por el medio ambiente que la circunda, entendido no
únicamente como dotación de recursos naturales, nivel de contaminación
existente, etc., sino también como todo el entramado social y cultural que en
un territorio dado se erige.
En correspondencia con lo anterior, se propone una estrategia que
consiste en hacer un uso eficiente de los recursos de la ecorregión, de
modo que se alcance un desarrollo económico, social y ambientalmente
sostenible. Los elementos específicos a tener en cuenta en cada caso, se-
rían: las características de la población y sus valores culturales, así como

5
Antonio Luis Hidalgo Capitán: El Pensamiento Económico sobre Desarrollo. De los
Mercantilistas al PNUD, Universidad de Huelva, pp. 205-206, 1998.

184
la búsqueda del mejoramiento de las condiciones de vida de los integran-
tes de la comunidad local.
Un cuarto elemento tiene que ver con novedosas concepciones acerca del
papel del territorio en el proceso de desarrollo. Algunos autores subrayan
como referente teórico a las ideas acerca de la organización industrial elabo-
radas por A. Marshall.6 Entre los autores de los nuevos enfoques se mencio-
nan los trabajos de Friedman y Douglas, a partir de su propuesta del desarrollo
agropolitano; y la propuesta de enclaves espaciales selectivos elaborada por
W. Stöhr.7 Veamos brevemente cuáles son estas ideas.
La concepción sobre el desarrollo agropolitano, tiene su origen en una
estrategia de desarrollo que propusieron Friedman y Douglas para países
asiáticos, basada en la integración del desarrollo rural con el urbano. Con
tal propósito, ellos advirtieron la necesidad de crear economías locales en
las zonas rurales, con un mercado local propio, que estuvieran orientados
a la satisfacción de las necesidades básicas de las comunidades locales, y
que funcionaran en paralelo con la economía de exportación. La creación
de los distritos agropolitanos iría aparejada con la descentralización del
poder político y del sistema de finanzas públicas, la realización de progra-
mas de reforma agraria, así como el apoyo de los gobiernos centrales en
materia financiera y técnica.
Varios autores han venido insistiendo desde hace muchos años, en la
necesidad de diseñar una estrategia de desarrollo agrícola y rural que dé
respuesta a los movimientos migratorios desde zonas rurales hacia las
urbanas que se observan en muchos países subdesarrollados.8
Paradójicamente, los países desarrollados, europeos principalmente,
acogieron mucho mejor las propuestas de J. Friedman y M. Douglas, que
los países subdesarrollados, y las pusieron en práctica para enfrentar los
desequilibrios territoriales propios.
Por su parte, la idea de los “enclaves espaciales selectivos” de Stöhr,
argumenta que todas las comunidades territoriales disponen de una serie
de recursos económicos, humanos, institucionales y culturales, que cons-
tituyen su potencial de desarrollo endógeno, a saber: estructura producti-
va, mercado de trabajo, capacidades empresariales, estructura social
y política, tradiciones, cultura, etc., que son específicos. De acuerdo con
este razonamiento, el desarrollo endógeno es el proceso de desarrollo que

6
Francisco Alburquerque: “Desarrollo económico local y descentralización en América
Latina”, revista CEPAL, no. 82, 2004.
7
Antonio Luis Hidalgo Capitán: ob. cit., pp. 199-206.
8
Michael P. Todaro: Economic Development, Addison–Wesley Publishing Company,
pp. 325-329, 1997.

185
surge de la capacidad de la población de un territorio para liderar su pro-
pio desarrollo, por medio de la movilización de su potencial endógeno, y
con el objetivo de mejorar el nivel de vida.
El desarrollo endógeno tendría tres dimensiones, a saber:
Económica, que confiere a los empresarios locales el papel de organi-
zadores de los factores productivos locales para generar un nivel de pro-
ductividad que haga posible competir en los mercados.
Sociocultural, que se representa por los valores e instituciones locales
que sirven de base al proceso de desarrollo.
Político-administrativa, representada por un conjunto de políticas
territoriales que permiten la creación de un entorno económico local fa-
vorable, capaz de desplegar las potencialidades locales y de proteger al
territorio de interferencias externas.

Iniciativas de desarrollo local en países subdesarrollados


Las iniciativas de desarrollo local en países subdesarrollados se origi-
nan en respuesta a las contradicciones del desarrollo capitalista, que se
revelan ahora en dos planos:
• Desde abajo, como contradicción entre la situación de crisis
económica y social que atraviesan los habitantes (incluidos los
pequeños y medianos empresarios) de las zonas deprimidas de una
parte, y de la otra, el desentendimiento del Estado frente a esa situación.
• Desde arriba, como contradicción entre la descentralización de
problemas a los gobiernos subnacionales y los escasos recursos
financieros disponibles en los presupuestos de las instancias
subnacionales para hacer frente a la crisis. Recuérdese que la
descentralización ha estado precedida de una reducción
significativa del presupuesto del Estado; se privatizaron las
empresas públicas, se recortaron los gastos destinados a la política
social, entre otras acciones, por lo que ciertamente se trata de la
descentralización de problemas más que de recursos.
Todo lo anterior ha provocado un cambio en la manera de enfocar el
proceso de desarrollo. Se trata ahora de oponer otra lógica (la horizontal)
a la división social de trabajo y que apunta en dirección a la construcción
social de los territorios y más concretamente, la creación de territorios
innovadores y competitivos, a partir de la creación de redes y organiza-
ciones dentro del mismo territorio.
El nuevo enfoque asume que si bien son las empresas las que compiten
en el mercado mundial, esa cualidad puede verse reforzada si el entorno

186
territorial facilita esta dinámica y si las empresas sienten la importancia
de ser empresas “del territorio”, a cuyos habitantes también se deben y
hacen suyos también los proyectos de futuro de todos (Figura 10.1).
Por eso, se orienta desarrollar la capacidad de autogestión del proceso
de transformaciones en cada territorio, partiendo del criterio de que los
factores principales del desarrollo están en el propio lugar; son la infraes-
tructura física, la dotación de recursos humanos y las estructuras sociales
e institucionales locales y que de lo que se trata ahora, es de determinar el
papel que le correspondería desempeñar a los agentes internos y externos
para hacer “despegar” al territorio.

Figura 10.1. Elementos básicos de las iniciativas de desarrollo local9.

Así,
“cuando la comunidad local es capaz de utilizar el potencial
de desarrollo y de liderar el proceso de cambio estructural, la
forma de desarrollo se puede convenir en denominar desarrollo
local endógeno o simplemente desarrollo endógeno: el
concepto se apoya en la idea de que las localidades y territorios
disponen de recursos económicos, humanos, institucionales y
culturales y de economías de escala no explotadas, que
constituyen su potencial de desarrollo”. 10
Pese a que el concepto anterior refleja más una realidad europea que
propiamente la peculiar de las regiones deprimidas de los países subde-

9
Tomado de Francisco Alburquerque: ob. cit., p. 162.
10
Cit. por J. A. Vázquez Barquero: Las bases teóricas del desarrollo endógeno, p. 52, 1999.
en Carmen M. León y R. Sorhégui, ob. cit., p. 20.

187
sarrollados (al menos en cuanto a la aseveración de que disponen de recur-
sos económicos, etcétera) contiene una médula racional y es el llamado a
fomentar una socialización horizontal de la producción y, de este modo,
hacer que la economía nacional gane en integración; aprovechar las capaci-
dades e iniciativas contenidas en las comunidades; y trazar los límites
ambientales dentro de los cuales debe proyectarse cualquier estrategia de
desarrollo.
De este modo, el concepto desarrollo local se acerca al de desarrollo hu-
mano, al menos cuando insiste en la potenciación de los individuos en los
procesos y decisiones que son decisivas en sus vidas. Al propio tiempo, sugie-
re examinar a las fuerzas productivas en un sentido más concreto, asociado a
un territorio o localidad específicos.
La ambigüedad en términos socioeconómicos, observada antes en los con-
ceptos desarrollo sostenible, desarrollo humano, social, etc., reaparece en el
de desarrollo local, en tanto parece sugerir la viabilidad del desarrollo capita-
lista en los países subdesarrollados, siempre y cuando se potencien los recur-
sos de la comunidad y se constituyan en verdaderas redes locales.
De acuerdo con ello, no sería necesaria ninguna transformación del
sistema capitalista. La validez general de esta hipótesis resulta discutible,
en especial para las localidades más deprimidas y pobres.
El concepto de desarrollo local deja siempre pendiente el tema del
financiamiento del desarrollo, asunto que queda en manos del capital ex-
tranjero y de los organismos internacionales, con los criterios más arriba
enunciados. Por eso, más que una estrategia general de desarrollo, consti-
tuye una alternativa de supervivencia, aunque nada desestimable.
La aplicabilidad del concepto desarrollo local en Cuba, tiene una sig-
nificación indudable y diferente. A lo largo de todo el país y en cada uno
de los territorios existe un fuerte desarrollo institucional en materia co-
munitaria y también se ha avanzado notablemente en términos de infraes-
tructura, así como en la creación de un importante potencial humano;11,12
incluso cada municipio cuenta ahora con una filial universitaria. Son in-
dudables las potencialidades que tienen las comunidades para dar res-
puesta a múltiples necesidades con los recursos locales.

11
Puede ampliarse en el artículo de Cándido López, “Desarrollo Humano Territorial
en Cuba: Metodología para su evaluación y resultados”, en Economía y Desarrollo,
número especial de 2004, pp. 127- 149.
12
A propósito del tema, puede consultarse de Alodia Alonso: “Desigualdades
territoriales y desarrollo local. Consideraciones para Cuba”, en el número especial
de la revista Economía y Desarrollo, correspondiente al año 2004.
En igual fuente puede consultarse a Joaquín Olivera: “Percepciones de un estudio de
caso sobre el Desarrollo Local”, a partir de las experiencias del municipio de Yaguajay.

188
Capítulo 11

La definición del desarrollo por la Comisión del Sur

Hasta ahora hemos presentado las nuevas concepciones del desarrollo


elaboradas por los organismos internacionales, que salvo raras
excepciones, expresan en lo fundamental, los criterios de los países
más desarrollados. Por ello, resulta conveniente pasar a examinar la
visión del fenómeno formulada por la Comisión del Sur y la ulterior
evolución de estas posiciones.
Integrada por personalidades provenientes de los países subdesarrolla-
dos, la Comisión del Sur emitió el informe Desafío para el Sur que fue
publicado en 1990. Al frente de la comisión trabajó Julius K. Nyerere,
oriundo de Tanzania, quien ocupara diversas responsabilidades políticas,
incluida la presidencia del país en el período de 1961 a 1985. El prestigio
ganado en estas tareas lo convirtieron en una destacada personalidad de
África y del llamado Tercer Mundo. Entre las personalidades, en repre-
sentación de América Latina, merecen destacarse el cubano, ya fallecido,
Dr. Carlos Rafael Rodríguez, quien ocupara entonces la responsabilidad
de vicepresidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros de
Cuba; y el brasileño Celso Furtado, también fallecido. Ambas son figuras
con una larga y fecunda obra en el campo de los estudios sobre el subde-
sarrollo y el desarrollo.

Ideas principales sobre el desarrollo para el Sur


La definición del concepto desarrollo que aparece en el Informe de la
Comisión del Sur es la siguiente:
“un proceso que permite a los seres humanos utilizar su potencial,
adquirir confianza en sí mismos y llevar una vida de dignidad y
realización. Es un proceso que libra a la gente del temor a las
carencias y a la explotación. Es una evolución que trae consigo la
desaparición de la opresión política, económica y social. Gracias
al desarrollo la independencia en el terreno político adquiere su

189
verdadero significado. Por último, es un proceso de crecimiento,
un movimiento que surge esencialmente desde la sociedad que se
está desarrollando”.1
Esta definición subraya que se trata de lo siguiente:
• Una creciente capacidad para valerse por sí mismos, tanto en el
plano individual como en el colectivo.
• Fundado en sus propios recursos, tanto humanos como
materiales, y plenamente utilizados.
• Tiene que centrarse en la gente, un esfuerzo del pueblo, por el
pueblo y para el pueblo.
• Entraña necesariamente libertad política, tanto de los individuos
como de las naciones. La forma de democracia –es decir, sus
mecanismos– no tendrá que ser uniforme, sino que deberá estar
en consonancia con la historia, el tamaño y la diversidad cultural
de la nación.
• Es indispensable un crecimiento económico rápido y sostenido
para que el Sur se desarrolle. No se puede vencer el hambre, las
enfermedades y la ignorancia a menos que se aumente en gran
medida la producción de bienes y servicios. Y las naciones del
Sur tampoco pueden ser realmente independientes si tienen que
seguir ateniéndose a la ayuda externa para necesidades básicas,
tales como la alimentación u otras demandas económicas vitales.
Para un desarrollo centrado en la gente no basta ocuparse del
crecimiento del producto nacional, sino también de lo que se
produce, cómo, a qué costo social y ambiental, por quién y para
quién; todos esos aspectos deben tenerse en cuenta al formular
las políticas.
La definición del concepto desarrollo adquiere más adelante una ma-
yor precisión, cuando se expresa que:
“En síntesis, el desarrollo es un proceso de crecimiento basado
en los propios medios y conseguido mediante la participación del
pueblo, y actúa en función de sus intereses, y con su propio control.
El primer objetivo del desarrollo debe ser eliminar la pobreza,
proporcionar empleo productivo y satisfacer las necesidades
básicas de toda la población, así como garantizar que todo el
excedente sea distribuido en forma equitativa. Esto supone que

1
Comisión del Sur: Desafío para el Sur, Fondo de Cultura Económica, México,
p. 20, 1990.

190
los bienes y servicios básicos, como los alimentos y la vivienda,
los servicios educativos y de salud fundamentales, y el
abastecimiento de agua potable deben ser accesibles a todos”.2
Antes de continuar avanzando, vale la pena poner de relieve que en esta
definición reaparecen elementos comunes con tres conceptos de desarrollo
anteriormente analizados: sostenible, humano y social. Sin embargo, apa-
rece también una clara diferencia con respecto a ellos. Se trata del énfasis
que aquí se pone en el crecimiento económico. ¿A qué puede atribuirse
este hecho?
El entorno histórico en que se produjeron las sesiones de trabajo de la
Comisión del Sur (fines de la década del 80), estuvo marcado por la crisis
de la deuda externa. Fue un período en que la mayoría de las economías
subdesarrolladas, prácticamente no crecieron. Recuérdese, que precisa-
mente por eso, en América Latina los años 80 fueron bautizados como la
“década perdida”. Gran parte de los ingresos generados en muchos países
subdesarrollados, estaban saliendo al exterior –y lo siguen haciendo hoy–
para pagar el servicio de la deuda, dejando a estos países prácticamente
sin posibilidades de dar respuesta a las necesidades vitales acumuladas, ni
de proponerse proyectos de inversión.
Es en ese contexto que, a la hora de proyectar las tareas del Sur, la
Comisión se pronunció por distinguir que si bien,
“la responsabilidad del desarrollo del Sur le corresponde al Sur
...el progreso de todos los países en desarrollo será afectado
por factores externos –entre los cuales está el funcionamiento
de la economía internacional– y por algunas decisiones
económicas o políticas que adopten a título individual países
desarrollados para servir sus propios intereses (el bloqueo
yanqui contra Cuba es un ejemplo de ello). Un entorno
internacional hostil será un obstáculo, quizá de peso... la
solidaridad entre los países del Sur reviste una importancia
decisiva”. 3
La Comisión recomendó que fueran analizados los distintos cambios
estructurales, institucionales y de conducta ocurridos en la economía mun-
dial en los recién pasados decenios, como punto de partida para la elabo-
ración de las estrategias de desarrollo y las políticas económicas. En una
franca alusión a los programas de ajuste estructural de corte neoliberal

2
Comisión del Sur: ob. cit., p. 23.
3
Comisión del Sur: Ibídem, p. 24.

191
que se estaban aplicando en casi todos los países subdesarrollados, se
enfatizó en la necesidad de revisar la base teórica de las estrategias y las
políticas económicas. Al respecto, se precisó que:
“Casi todos los países que sufrieron los efectos de la crisis
económica aplican actualmente programas de ajuste económico.
La situación de ellos no es si hay que hacer reformas, sino cuál
debe ser su contenido y cuáles las condiciones en que hay que
introducirlas en relación con la coyuntura externa, con el nivel
de apoyo financiero y con sus costos sociales”.4
En el camino de continuar buscando mejores políticas internas en cada
país, fueron subrayadas varias de importancia común:
• El desarrollo de los recursos humanos.
• Una evaluación detenida de las funciones del Estado, la planeación
y el mercado.
• Además de asimilar las técnicas importadas y adaptarlas a las
condiciones nacionales, proponerse en el largo plazo, el objetivo
de crear una capacidad nacional (o subregional) en materia de
ciencia y tecnología.
• Formular políticas de empleo a la luz de las tendencias
demográficas y del tamaño y composición de la fuerza laboral.
Sin embargo, lo más relevante desde el punto de vista estratégico de
las concepciones de la Comisión del Sur, fue su énfasis en la coopera-
ción Sur-Sur5 (entre gobiernos, empresas, sindicatos, instituciones de
investigación, etcétera). Apoyándose en la evidencia de la heterogenei-
dad de los países subdesarrollados (en materia de dotación de recursos
naturales y niveles de desarrollo), así como la afinidad cultural, la comi-
sión subrayó que la cooperación Sur-Sur puede proporcionar nuevas e
importantes posibilidades de crecimiento económico, basadas en la proxi-
midad geográfica, la semejanza de la demanda, disponibilidad de recur-
sos complementarios naturales o financieros, así como de capacidad
técnica y de gestión. En todo caso, el éxito de la cooperación dependerá
de que beneficie equitativamente a todos los participantes.

4
Comisión del Sur: Ibídem, p. 25.
5
La Cooperación Sur-Sur como idea, se origina desde mucho antes. Por ejemplo, el
Plan de Acción de Buenos Aires, fue una iniciativa adoptada por 138 estados en
Buenos Aires, en septiembre de 1978. Allí se aprobó un Plan de acción para promover
y realizar la cooperación técnica entre los países en desarrollo.

192
Al propio tiempo, la cooperación haría más fuerte al Sur en los proce-
sos de negociación con el Norte. En tal sentido, se hizo evidente que:
“por una valoración inadecuada de las consecuencias de largo
plazo de los asuntos que son objeto de negociación, algunos de
esos países rompen el frente común con otros países del Sur sin
darse cuenta de que saldrán perjudicados los intereses más
amplios de todos, incluso los suyos propios”.6
He aquí una evidencia fehaciente de que el subdesarrollo y el desarrollo,
no pueden examinarse al margen de su dimensión política.

Las iniciativas de la cooperación Sur-Sur


A continuación, una breve caracterización de algunas acciones, insufi-
cientes aún, emprendidas en materia de cooperación Sur-Sur, cuyo prin-
cipal objetivo es la coordinación y apoyo mutuo entre los países
subdesarrollados por el establecimiento de un orden político y económico
internacional justo y razonable, así como la preservación de los intereses
comunes a todos los países del Sur.
Para llevar a cabo los diferentes programas comprendidos dentro de la
cooperación Sur-Sur, comúnmente se utilizan lo que se conoce como paí-
ses pivote, que son aquellos que, en virtud de sus capacidades y experien-
cias en la cooperación Sur-Sur, son capaces de brindar asesoría técnica y
están dispuestos a compartir sus capacidades y experiencias con los de-
más países subdesarrollados. Ello no limita que los países pivote también
puedan resultar beneficiados, a su vez, de la experiencia de otros países.
Atendiendo a una rica historia en materia de cooperación con otros
países subdesarrollados, así como a las capacidades técnicas e
institucionales creadas a lo largo de decenas de años, Cuba se cuenta den-
tro del grupo de países pivote.
A continuación una breve caracterización de algunas acciones com-
prendidas dentro de la cooperación Sur-Sur.

El Programa Especial para la Seguridad Alimentaria (PESA)


Este programa un proyecto promovido por la FAO (Organización de
las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) en 1994 y

6
Comisión del Sur: ob. cit., p. 31.

193
aprobado por la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, efectuada en
noviembre de 1996.
Lo novedoso de este programa, consiste en que los expertos designa-
dos para proporcionar asistencia técnica, son técnicos y especialistas pro-
cedentes de otros países subdesarrollados, experimentados en el
enfrentamiento a problemas análogos en sus respectivos países. Hasta
entonces, la mayoría de los expertos designados por la FAO provenían de
países desarrollados, por lo que su traslado y estancia durante tiempo
prolongado en el país donde se ejecutaría el proyecto en cuestión, eleva-
ban sustancialmente el costo de los proyectos, dadas las expectativas sala-
riales relativamente altas de ese tipo de especialistas.
Este nuevo enfoque de la cooperación, además de elevar la eficacia de
los proyectos, ha permitido multiplicar el número de expertos y técnicos
que prestan su colaboración en diferentes países.

La Ayuda Oficial para el Desarrollo (AOD) desde el Sur


Como es conocido, a pesar de la prosperidad del Norte y las grandes
necesidades del Sur, los primeros han reducido significativamente los
montos destinados a la AOD, cuestión que concede notable importancia
a la que proviene desde el propio Sur. Para el 2003, alrededor de 3 300
millones de dólares llegaron como ayuda a los países subdesarrollados,
provenientes de países que ostentan similar condición económica.7
Estos flujos financieros poseen la característica de ser donaciones o
préstamos que se conceden a bajas tasas de interés y largos plazos de
devolución, de aquí que resulten insustituibles para enfrentar muchos pro-
blemas en los países subdesarrollados.
Uno de los países del Sur que ha venido elevando su contribución en
los últimos años, es la República Popular China. Su contribución a la AOD,
difiere respecto de la mayoría de los donantes de los países capitalistas
desarrollados, en el sentido que no impone ninguna condición ni busca
privilegios políticos.
También cabe subrayar la cooperación ofrecida por Cuba, en cuyo caso
se otorga como expresión del principio de solidaridad y, en la medida de
lo posible, a partir de costos compartidos, debido a la complicada situa-
ción financiera que ha presentado el país en las dos últimas décadas.
Históricamente, Cuba ha proporcionado ayuda en calidad de
donaciones a los países más pobres, mostrando gran flexibilidad res-

7
www.oecd.org: Reporte Anual del CAD: 2004. Los datos se refieren al 2003.

194
pecto a las formas o estructuras que pueda adoptar la colaboración.
Esta resulta particularmente destacada en las esferas de la educación y
la salud. En el primer caso, ello comprende el otorgamiento de becas,
donaciones de centros de estudios construidos por personal cubano,
programas de capacitación y entrenamiento gratuito de maestros de
los países subdesarrollados, programa de alfabetización por radio, en-
tre otras modalidades. En la esfera de la salud la cooperación contem-
pla el envío de médicos, estomatólogos, técnicos y enfermeras para
realizar actividades docentes y asistenciales, creación de facultades de
medicina, asesoramiento en la elaboración y desarrollo de programas
de salud, programa cubano de atención a niños afectados por catástro-
fes, etcétera.

La iniciativa para la cooperación Sur-Sur en la esfera de


la transferencia de innovaciones
Está dirigida a promover la aplicación de soluciones innovadoras
a los problemas de desarrollo humano, sobre todo en el mundo labo-
ral. A tales efectos, el programa lleva a cabo actividades de investi-
gación-acción, educación y de formación a favor de los responsables
de las decisiones y del personal directivo de desarrollo local. Su pro-
pósito es establecer relaciones de “asociación” entre los actores
públicos (administración descentralizada, colectividades locales, uni-
versidades, etc.); y privados (organizaciones de empleadores, orga-
nizaciones de trabajadores, comunidades, etc.), en el ámbito local de
estos países.
La iniciativa actúa como catalizador en la difusión y la transferen-
cia de innovaciones sociales, económicas, tecnológicas que favorezcan
el desarrollo económico y social a nivel local. Esas innovaciones pue-
den ser tanto productos (materiales de construcción, estabilizadores
alimentarios y otros), como tecnologías (máquinas, sistemas de infor-
mación, entre otros), o prácticas sociales, económicas o culturales
(diálogo social, sistemas de educación o de protección del medio am-
biente, etcétera).

Acuerdo de cooperación energética de Caracas


Constituye una importante iniciativa adoptada por el presidente vene-
zolano Hugo Chávez. A través de acuerdos bilaterales firmados en los
últimos años, Venezuela suministra un determinado monto de barriles dia-

195
rios de petróleo a República Dominicana, Guatemala, Costa Rica, Pana-
má, El Salvador, Jamaica, Haití, Honduras, Nicaragua, Belice y Cuba.8
La filosofía que guía este acuerdo es la actitud solidaria del Gobierno
de Venezuela respecto a los países andinos, centroamericanos y caribeños,
que son afectados por los elevados precios que ha venido alcanzando últi-
mamente el barril del crudo en el mercado mundial. El acuerdo suscrito
prevé la venta de petróleo venezolano con características concesionales o
sea, sobre la base de un pago que establece condiciones iguales para todos
los países: 15 años de plazo para la amortización de capital, con un perío-
do de gracia para el pago de capital hasta un año y una tasa de interés
anual de 2 %.9
Paralelamente a todas estas acciones de cooperación, en la actualidad
se observa el fomento de pasos de mayor envergadura. Uno de estos pa-
sos, es la decisión de Argentina, Brasil y Uruguay de unificar posiciones
frente a los organismos multilaterales, primer paso para una posterior
negociación con instituciones multilaterales de crédito, en especial el FMI.
El presidente venezolano anunció la adquisición de unos 500 millones de
dólares en títulos de la deuda de Argentina, expresión de un esfuerzo por
contribuir a solucionar este difícil asunto de la nación vecina.
También están avanzando varios proyectos de integración económica
entre llamados países del Sur. Recientemente Brasil y Venezuela suscribie-
ron acuerdos para que las respectivas petroleras estatales, trabajen de con-
junto en la exploración, explotación, refinación, distribución y
comercialización de hidrocarburos, construcción de plataformas y navíos,
etcétera. También se decidió crear una compañía conjunta para la explota-
ción de carbón y se debatió la posibilidad de crear el Banco del Sur. Estas y
otras acciones, constituyen un fuerte apoyo a la gestión del Mercado Co-
mún del Sur (MERCOSUR), uno de los esquemas de complementación
económica de mayor dinamismo a nivel mundial.10 Se destacan también la
creación de PETROSUR, y PETROCARIBE como parte de la Alternati-
va Bolivariana para las Américas (ALBA), promovida por Venezuela.
Estas señales, perfilan la integración regional como la alternativa a un
orden internacional injusto. Como atinadamente se expresara durante las
sesiones de la Reunión Ministerial del Grupo de los 77:
“Formamos un conjunto de países caracterizados por la diver-
sidad en cuanto a la geografía, las culturas y los niveles de

8
www.americas.suminit.org. Acuerdo de Cooperación Energética de Caracas, 18-10-2000.
9
Ídem.
10
Ver Periódico Orbe, no. 39 y no. 41, 2005.

196
desarrollo económico. Esa diversidad no debe ser debilidad, sino
fuerza. ...Por encima de la diversidad y como factor de unidad y
cohesión, compartimos la condición de grupo de países al que
muy poco –y en muchas ocasiones prácticamente nada– alcan-
zan los beneficios del actual orden mundial con sus brillantes
tecnologías, expansión de mercados y burbujas financieras”.11

11
Fidel Castro: Mensaje a la Reunión Ministerial del Grupo de los 77, periódico
Granma Internacional, p.15, 10/10/1999.

197
Capítulo 12

La concepción del desarrollo latinoamericano


por parte de la CEPAL en los años 90

Desde inicios de los años 90, la CEPAL, ha hecho énfasis en la


necesidad de implementar en la región la estrategia de Transformación
Productiva con Equidad (TPE). Tal propuesta está constituida por una
serie de trabajos teóricos publicados en forma consecutiva, y sintetiza
los intentos de hallar una explicación y solución a los acuciantes
problemas regionales manifiestos en América Latina, principalmente
durante la llamada década perdida.
Ya a fines de los años 70, la crisis del petróleo y la caída de las exporta-
ciones latinoamericanas, ahogaban a las naciones de la región en una enorme
deuda externa. Esos años de profunda crisis desembocaron penosamente
en los procesos de privatización de los activos estatales, “vendiendo” así
los patrimonios nacionales a los intereses de las grandes empresas
transnacionales. El libre comercio, como instrumento de las reformas es-
tructurales aplicadas en aquellos años, causó la pérdida de cuantiosos re-
cursos en los países del Tercer Mundo. Esa apertura comercial provocó la
introducción de productos altamente competitivos, que a la postre, elimi-
naron los esfuerzos nacionales en la producción de manufacturas donde
se había alcanzado cierta experiencia.
Conjuntamente con el retroceso económico se acentuaron los graves
problemas sociales existentes en la región. La profunda desigualdad en la
distribución del ingreso, marginación, desempleo, aumento considerable
de la pobreza, retraso en los niveles de salud y educación, pasaron a ser
los elementos distintivos del escenario social latinoamericano.
Para esos años, la CEPAL ocupaba su agenda en propuestas de
renegociación y revalorización de la deuda, pero no obviaba la necesidad
de incorporar el progreso técnico1 como única vía de promover las expor-

1
Entendiendo progreso técnico como “...la capacidad de imitar, adaptar y desarrollar
procesos de producción, bienes y servicios antes inexistentes en una economía...”

198
taciones no tradicionales al mercado mundial, y así ampliar la base gene-
radora de divisas y poder hacer frente a la dura situación existente.
A finales de los años 80, en medio de un contexto internacional donde
prevalecía un creciente desarrollo científico-tecnológico por parte de los
países industrializados, en presencia de una globalización de carácter
neoliberal que imponía a los países subdesarrollados el reto de ser compe-
titivos o perecer, la CEPAL reconoce que los países latinoamericanos
deben alcanzar, la competitividad internacional2 como única vía para in-
sertarse en el mercado mundial. Este diagnóstico lleva a la Comisión a
retomar la senda del crecimiento a partir de un profundo cambio en la
inserción externa de los países del área, lo que se traduce en la propuesta
de emprender una transformación productiva basada en el aprovecha-
miento de las ventajas competitivas de los países.
El punto de partida de la nueva concepción cepalina lo constituían, por
una parte, el diagnóstico que hacía de la crisis regional; y por otra, la
visión autocrítica de la implementación de la estrategia ISI, durante la
etapa estructuralista, así como la comparación de esos resultados con el
éxito de los NICs asiáticos y la interpretación de las diferencias entre
ambas estrategias.3

El diagnóstico de la crisis
En 1990, Fernando Fajnzylber, destacado economista cepalino, publicó
importantes trabajos que sientan las bases del moderno neoestructuralismo.
En uno de los más conocidos4 este autor analizó la evolución entre 1965 y
1985 de países del mundo que emprendieron una industrialización tardía
y comparó los niveles de crecimiento y de equidad, en los NICs asiáticos y
países de América Latina. Para ello elaboró un cuadro dividido en cuatro
casilleros. En el eje horizontal colocó una escala de niveles de equidad (co-
ciente entre el volumen de ingresos recibido por 40 % de la población más
pobre y 10 % de la población más rica, entre 1970-1984). En el eje vertical,
colocó una escala de tasa de crecimiento del PIB per cápita entre 1965

2
Entiéndase como la capacidad de incrementar o al menos de sostener su participación
en los mercados internacionales, con un alza simultánea del nivel de vida de la
población” (CEPAL: ob. cit., 1990, p. 70).
3
Nuevos países industrializados (Corea del Sur, Singapur y Hong Kong), NICs, por
sus siglas en inglés.
4
F. Fajnzylber: “De la caja negra al casillero vacío”, en Calderón, Fernando (comp.)
Imágenes desconocidas. Modernidad en la encrucijada posmoderna, CLACSO, Buenos
Aires, 1988.

199
y 1984. Tras ello trazó dos líneas de separación (véase la Figura 12.1), una
vertical a la altura del nivel de equidad de 0,4, y otra horizontal a la altura
del nivel de crecimiento de 2,4 %; dichos niveles se corresponden con la
mitad del nivel de equidad de los países desarrollados (0,8) y con el ritmo
de crecimiento de los países desarrollados (2,4 %).

Figura 12.1. El casillero vacío de América Latina.

Luego, tras clasificar a los países de industrialización tardía en su lugar


correspondiente, descubrió que los latinoamericanos se concentran en
tres de los casilleros:
1. Países con gran dinamismo, pero con baja equidad.
2. Otros con equidad, pero con escaso dinamismo.
3. Países con baja equidad y bajo dinamismo.
Sin embargo, en el casillero correspondiente al gran dinamismo y
buen nivel de equidad no aparece ningún país latinoamericano, aunque
sí otros países de fuera de la región. Tal situación Fajzylber la definió
como el casillero vacío del desarrollo latinoamericano, lo que indica
que el modelo de desarrollo latinoamericano para una industrializa-
ción tardía, no había logrado generar un crecimiento económico com-
patible con adecuados niveles de equidad. De aquí que Fajnzylber se
pronunciara por generar un círculo virtuoso entre crecimiento,
competitividad, progreso técnico y equidad.
A partir del mencionado trabajo, en el seno de la CEPAL se fue elabo-
rando un diagnóstico de la crisis de los países latinoamericanos, según el
cual las causas estarían ligadas al carácter rentista del modelo de desarrollo
de la región; en otras palabras, a pesar de la “inyección” de recursos fi-

200
nancieros del exterior, las economías latinoamericanas no lograron un
gran dinamismo, ya que en lugar de destinarse a la inversión, buena parte
de esos fondos se dedicaron a imitar los patrones de consumo de los países
desarrollados. En sentido general, para los neoestructuralistas, los princi-
pales problemas y el subdesarrollo regional no se deben tanto a distorsiones
inducidas por las políticas económicas, sino a causas históricas, de una
naturaleza estructural.
Como fuera analizado en un capítulo anterior, los argumentos
neoliberales achacaban la situación a los errores y la insostenibilidad
de las políticas nacionales, entre las que figuran la tendencia latinoa-
mericana a crecer hacia adentro, a sobreevaluar sus monedas y a con-
tinuar con alto grado de proteccionismo; fallos al proveer incentivos al
ahorro interno y externo, al asignar ineficientemente los ahorros, ade-
más de mantener un excesivo intervencionismo del Estado en la eco-
nomía y, por tanto, un débil sector privado.
En relación con la comparación hecha por Fajnzylber entre el desem-
peño de los NICs y los países latinoamericanos, vale resaltar que el
debate acerca del éxito de los primeros está visiblemente polarizado.
Por un lado, los neoliberales lo atribuyen a la orientación exportadora,
la desregulación y liberalización. En cambio, los neoestructuralistas
junto a otros, resaltan que ese éxito radicó en que la industrialización
orientada hacia las exportaciones se llevó a cabo mediante una inter-
vención selectiva y temporal del Estado, para garantizar que las firmas
adquieran competitividad internacional en un tiempo determinado.
Señalan además, que Taiwán y Corea del Sur, llevaron a cabo una re-
forma agraria que produjo transformaciones en las condiciones inicia-
les de la distribución del ingreso y el poder; así como el haber sabido
aprovechar el boom de la electrónica a partir de los años 60.
En la actualidad algunos sostienen que la globalización ha conduci-
do a los NICs, en especial en Corea del Sur, a desmantelar el Estado
desarrollista y emprender una desregulación financiera impulsada por
el FMI, y la OCDE que la condujo a la crisis económica y financiera
de finales de los años 90.
Durante la etapa estructuralista, en América Latina no se llevó a cabo
la profunda reforma agraria implementada en los NICs, conservándose
así los altos niveles de concentración de la tierra, a lo cual habría que
añadir los efectos negativos de la ISI para el sector agrícola: políticas de
disminución de los precios agrícolas a fin de abastecer a las ciudades a bajo
precio y conseguir estabilidad social y mantenimiento del poder adquisitivo
de los ciudadanos; elevación de los precios industriales originada, por el
proteccionismo comercial; la transferencia continua de capitales desde la

201
agricultura a la industria; y la emigración masiva de las zonas rurales ha-
cia las urbanas. Por otra parte, los empresarios nacionales operaron de
manera ineficiente con la protección del Estado y creció notablemente el
espacio ocupado por el capital transnacional, que a su vez, también operó
ineficientemente bajo el amparo de los gobiernos nacionales.
Osvaldo Sunkel, uno de los primeros colaboradores de Prebisch, al
valorar los efectos negativos de la ISI, señaló: una excesiva confianza en
las virtudes de la industrialización; una mayor concentración de la renta;
mayor heterogeneidad estructural, desempleo crónico y dependencia
externa; un paternalismo estatal que propició estructuras monopólicas y
protegió la existencia de plantas productivas ineficientes. Esos resultados
no fueron previstos en la propuesta original, la que concebía a la ISI sólo
como una fase transitoria y relativamente breve.
En la opinión de Sunkel5 “La teoría era mantener cierto grado de
protección que permitiera la formación de estructuras productivas in-
dustriales y un empresariado nacional que fuera la plataforma de lanza-
miento de una diversificación de la estructura exportadora. Recordemos
que la ISI no era una política, era una estrategia. Era una necesidad
temporal para montar un aparato productivo nacional que permitiera
exportar. El argumento de Prebisch era que la relación de intercambio
nos desfavorecía porque no exportábamos manufacturas. Por eso el
esfuerzo de industrialización que se promovía era para generar exporta-
ciones que equilibraran el comercio internacional deteriorado por los
‘términos de intercambio’. Muchos países, lejos de alcanzar este objeti-
vo, generaron mercados protegidos o monopólicos. A mediados de 1960,
Prebisch criticó estas desviaciones de la estrategia original...”.
En realidad, aumentó la dependencia latinoamericana del capital ex-
tranjero, debido a que el proceso llevó a sustituir bienes de consumo,
pero no condujo a producir insumos ni bienes de capital y tecnología. La
región pasó a producir localmente productos finales, mediante la impor-
tación de bienes de capital e insumos, que aumentaban las importaciones
en esos rubros. Cuando se llegó al límite de este proceso, el endeudamien-
to externo comenzó rápidamente a crecer, según se analizara en el epígra-
fe relativo al neoliberalismo. Los programas de ajuste liderados por el
FMI y el BM mediante el acceso a crédito externo a bajos precios, provo-
caron un creciente endeudamiento.
La integración latinoamericana podría haberse pensado como base para
grandes conglomerados industriales latinoamericanos que empezaran a

5
Entrevista a Osvaldo Sunkel por Jesús A. Treviño: http://www.tamuk.edu/geo/urnana/
sunkel.htm.

202
exportar manufacturas; sin embargo, solo fue considerada con la finali-
dad de aprovechar las economías de escala y ampliar el mercado ante lo
reducido de los mercados nacionales.6

Estrategía de Transformación Productiva con Equidad (TPE)


La materialización definitiva de la evolución del pensamiento cepalino,
se inicia con la publicación en 1990 del documento Transformación produc-
tiva con equidad. La tarea prioritaria del desarrollo de América Latina y el
Caribe en los años noventa, cuyo autor principal fue Fernando Fajnzylber.
La propuesta cepalina fue madurando con la adición de otros factores
que se hacían imprescindibles para lograr las metas trazadas: la búsqueda
de la equidad, la importancia de la educación como instrumento clave
para alcanzar la competitividad internacional, la necesidad de lograr la
sustentabilidad ambiental y la integración regional, completaban el marco
de la Transformación Productiva con Equidad (TPE).
Su pretensión fundamental fue contribuir al debate regional sobre cómo
acceder al desarrollo sostenido en el umbral del siglo XXI, luego del “apren-
dizaje doloroso” resultado de la década de los años 80, lo cual imponía
una tarea primordial y común a todos los países de la región: transformar
las estructuras productivas en un marco de creciente equidad social. De ahí
que la CEPAL se propusiera diseñar las acciones que permitieran cumplir
algunos de los objetivos propios de una concepción actualizada del de-
sarrollo superior a la concepción más utilizada y divulgada por el Banco
Mundial y el Fondo Monetario Internacional, definida básicamente por el
crecimiento económico. En la opinión de la CEPAL, se trataba de crecer
económicamente, mejorar la distribución del ingreso, consolidar los proce-
sos democratizadores, adquirir mayor autonomía nacional, detener el
deterioro ambiental y mejorar la calidad de vida de la población.7 Con
tales propósitos, la CEPAL propuso orientaciones generales para el
desarrollo de los países de la región, otorgando gran importancia al logro
de la competitividad internacional, con vistas a aumentar las exportacio-
nes y a lograr una eficiente sustitución de importaciones.
La propuesta elaborada por la CEPAL reconoce que el éxito de la TPE
como una estrategia para el desarrollo regional, depende de factores tan-
to externos como internos. Entre los primeros figuran: el grado de aper-
tura del comercio internacional, el manejo de la deuda externa, el acceso
a la tecnología y el conocimiento. La CEPAL expresó abiertamente que la
6
Ídem.
7
CEPAL: Transformación productiva con equidad, 1990.

203
deuda externa constituía una pesada carga que obstaculizaba cualquier
empeño importante de transformación productiva con equidad. Entre los
factores internos, destacaba: la corrección de los grandes desequilibrios
macroeconómicos y la necesidad de encontrar una manera de financiar el
desarrollo dada la escasez de recursos financieros.8
Pasemos a analizar los principales planteamientos que sustentan la propuesta.
La necesidad de la transformación productiva responde a una cuestión
objetiva: la ISI había permitido avanzar en el empeño de la industrializa-
ción y, por tanto, una mayor diversificación de la estructura productiva.
Sin embargo, no logró atenuar la alta concentración de progreso técnico
en los países desarrollados, y por consiguiente, no fue capaz de disminuir
la brecha tecnológica que separa a las economías de la región respecto a
ese grupo de países. La nueva estrategia propuesta reconoce que acortar
esa brecha, resulta un determinante para avanzar en términos de com-
petitividad internacional, dadas las posiciones que ocupan los productos
de los países desarrollados en los mercados internacionales.
Coincidente con el estructuralismo, la industrialización constituye el
eje de la TPE, principalmente por ser portadora de la incorporación y
difusión de progreso técnico. Pero en las nuevas circunstancias, la CEPAL
insiste en que se debe abarcar todo el sistema productivo y no únicamente
a la industria, también las explotaciones primarias y el área de servicios
deben transformarse, así como propender a homogenizar progresivamen-
te los niveles de productividad.9
La Comisión asume un enfoque de la competitividad internacional di-
ferente al practicado por la mayoría de los países de la región. En lugar de
mejorar sus niveles de exportaciones basándose en la depreciación
cambiaria, los bajos salarios y la explotación indiscriminada de los recur-
sos naturales –una competitividad espuria o falsa–, la CEPAL propone
otra, la auténtica, sustentada en una incorporación deliberada y sistemáti-
ca del progreso técnico al proceso productivo, con los consiguientes
aumentos de productividad. Para ello, resalta la vital importancia del apren-
dizaje y la difusión del conocimiento, así como avanzar de actividades
productivas basadas en la explotación de recursos naturales, hacia otras
con una mayor incorporación del progreso técnico.10

8
Ídem.
9
CEPAL: ob. cit., 1990.
10
Tradicionalmente, la inserción internacional de la región se ha basado en el supuesto de
la disponibilidad infinita de los recursos naturales. Por ejemplo, en países como Argentina,
Chile o Venezuela, aproximadamente 75 % de las ventas de las diez mayores empresas
correspondían a sectores basados en recursos naturales. CEPAL: El desarrollo sustentable:
transformación productiva, equidad y medio ambiente, Stgo de Chile, 1991.

204
La TPE debe ser compatible con la conservación del medio
ambiente, relación abordada con mayor profundidad en un documento
posterior, 11 titulado: El desarrollo sustentable: transformación produc-
tiva, equidad y medio ambiente. Aquí la CEPAL incorpora la dimen-
sión ambiental y geográfico espacial al proceso de desarrollo; postula
la necesidad de revertir las tendencias negativas del agotamiento de
los recursos naturales; el creciente deterioro por contaminación y los
desequilibrios globales. Además, plantea la necesidad de aprovechar
las oportunidades de utilizar los recursos naturales, sobre la base de la
investigación y de la conservación.
Por otra parte, la CEPAL advierte que alcanzar un crecimiento sos-
tenido sobre la base de una competitividad auténtica, es incompatible
con la inequidad vigente en América Latina. El documento Equidad y
transformación productiva: Un enfoque integrado,12 argumenta sobre la
necesidad de un enfoque integrado entre crecimiento y equidad, bajo
la consideración de que para lograr un crecimiento con equidad ambos
deben constituirse en objetivos, tanto de la política económica como
de la política social.
Desde ese punto de vista, se propone crear un círculo virtuoso en-
tre crecimiento y equidad. La equidad favorecería el crecimiento, pues
permite la existencia de un patrón de consumo compatible con una
mayor inversión y promueve patrones de comportamiento, de valori-
zación social y de liderazgos favorables al crecimiento. Además, la
equidad permitiría reforzar la competitividad auténtica al favorecer
la difusión, asimilación progresiva y adaptación de patrones tecnológi-
cos adecuados, la homogenización de los niveles de productividad y,
de esta forma, mejorar la capacidad de inserción internacional. Una
sociedad inequitativa solo favorecería la competitividad espuria.
La CEPAL subraya que dada la conexión existente entre equidad y
crecimiento económico, se necesita implementar una política social
activa, ligada con los ritmos y la estabilidad del propio crecimiento
económico. No basta con aumentar los esfuerzos en materia de educa-
ción, si es imposible una generación dinámica de empleos de calidad.
También es importante desarrollar mecanismos que promuevan una

11
CEPAL: El desarrollo sustentable: transformación productiva, equidad y medio ambiente,
Stgo. de Chile, 1991.
12
CEPAL: Equidad y transformación productiva: un enfoque integrado, Stgo. de Chile,
1992.

205
mayor adaptación de la fuerza de trabajo al cambio tecnológico, así
como la capacitación laboral a niveles sectoriales y laborales.
Al concebir la educación como el instrumento por excelencia para ele-
var la competitividad sistémica de las economías, la CEPAL publica Edu-
cación y conocimiento: eje de la transformación productiva con equidad.13
Este documento argumenta la necesidad de crear capacidades educacio-
nales, de capacitación de los recursos humanos, e incorporación del pro-
greso técnico que permitan transformar la estructura productiva con una
progresiva equidad social y transformación democrática, en plena corres-
pondencia con el contexto internacional, donde el conocimiento resulta
determinante para lograr una inserción competitiva.
Un aspecto de vital importancia lo constituye el logro de mayores nive-
les de integración regional. Este ha sido uno de los ejes del pensamiento
cepalino desde la época estructuralista y a la que la CEPAL dedicó un
gran espacio en su nueva estrategia. En 1994, publicó El regionalismo
abierto en América Latina y el Caribe, la integración económica al servicio
de la transformación productiva con equidad;14 documento en el que de-
fiende el intenso proceso de integración regional en curso en América
Latina, acentuando las virtudes de la simultaneidad entre la apertura
comercial de la región al resto del mundo y la intensificación del comercio
intrarregional a través de los esquemas de integración vigentes. La CEPAL
difundió la idea del regionalismo abierto para “caracterizar la tendencia
presente al final de la Ronda de Uruguay, en la que se mezclaba la dinámica
de los movimientos subregionales con la apertura unilateral y el movi-
miento hacia la integración hemisférica. El regionalismo abierto se defi-
nía como la interdependencia entre acuerdos de carácter preferencial y la
integración de hecho, determinada por las señales de mercado, como re-
sultado de una liberalización amplia y generalizada”.15

Propuestas de políticas de desarrollo


La CEPAL propone, integrar las políticas de corto y de largo plazo, e
introducir cambios institucionales dados por una nueva concepción de las
funciones económicas del Estado y su relación con la sociedad.16

13
M. Guerguil: Síntesis del documento de la CEPAL: Educación y conocimiento: eje de
la transformación productiva con equidad (s.a.).
14
CEPAL: El regionalismo abierto en América Latina y el Caribe, la integración económica al
servicio de la transformación productiva con equidad, Stgo. de Chile, 1994.
15
CEPAL: Una década de luces y sombras. América Latina y el Caribe en los años noventa,
Naciones Unidas, Alfaomega Grupo Editor S. A., Colombia, 2001.
16
CEPAL: Tranformación productiva con equidad, 1990.

206
En materia de política comercial y cambiaria, la estrategica de TPE
requiere de una mayor apertura de las economías, como un modo de in-
troducir aumentos de productividad y estimular la incorporación de pro-
greso técnico.
En cuanto a la política tecnológica, al considerar que la región presenta
un desarrollo tardío e intermedio, se propone completar y adecuar la infra-
estructura tecnológica en las actividades prioritarias más retrasadas, pro-
mover la incorporación de progreso técnico e innovación en las empresas
mismas, incentivando una adecuada valorización de la tecnología como va-
riable estratégica y fuente de beneficios. Ello demanda establecer
interrelaciones entre el sector productivo, el sistema de investigación y el
sistema educacional, teniendo en cuenta que para la transformación pro-
ductiva, es crucial la formación de recursos humanos, lo cual requiere de
una estrategia a largo plazo.
En cuanto a la política industrial, los principales lineamientos son;
apertura gradual y selectiva; fomento de las exportaciones industria-
les; incorporación y difusión del progreso técnico; y el apoyo a la pe-
queña y mediana empresa. En un contexto de restricciones financieras
y debilitamiento del sector público heredados de los años 80, todo ello
impone tres desafíos: seleccionar cuáles serán las áreas de interven-
ción gubernamental; privilegiar la reconstitución institucional estraté-
gica del sector público; y priorizar la innovación institucional en la
gestión del sistema productivo. De aquí concluyen en la búsqueda de
una interacción activa entre agentes públicos y privados mediante una
reestructuración del sector público.
Respecto a la política agrícola, se proyecta modificar la tendencia a fa-
vorecer la gran empresa agrícola moderna, mediante políticas selectivas
que fortalezcan y modernicen la pequeña agricultura, a la vez que se revalo-
riza el espacio rural y se supera la prioridad del sector urbano-industrial
como destino fundamental de la inversión económica y los gastos sociales.
En cuanto a la política medioambiental, se propone una explotación
racional de los recursos naturales, la conformación de redes productivas
dentro de este sector, la industria y los servicios, de modo de poder valo-
rizar los recursos y contribuir a un proceso de cambio tecnológico y
organizativo que fortalezca su competitividad.
La integración económica resulta de vital importancia en el actual con-
texto de globalización, por ello se propone fomentar la innovación, apren-
dizaje y difusión de tecnología mediante la intensificación y ampliación de
las relaciones entre empresas, sectores e instituciones a nivel subregional
y regional, así como la liberalización comercial y la cooperación en este
ámbito, con vistas a expandir el mercado y fomentar la competencia, con

207
lo cual aumentaría la competitividad y las posibilidades de exportación
hacia la región y el resto del mundo.

Nueva concepción de las funciones del Estado


La problemática acerca del tamaño y las funciones del Estado ha
sido muy debatida en las últimas décadas. Aunque en un inicio preva-
lecieron posiciones muy polarizadas, en la actualidad parece existir un
consenso 17, 18 acerca de que la cuestión no es reducir el tamaño del
Estado, sino fortalecer su capacidad de acción.
Pueden observarse algunas diferencias de matices entre las ideas
neoliberales y el enfoque de la CEPAL. Mientras los primeros abogan
por un Estado mínimo para eliminar sus numerosas fallas, los
neoestructuralistas proponen rescatar el Estado y reformar sus fun-
ciones tradicionales. Ya no se trataría de una intervención extensiva y
no selectiva al estilo estructuralista, ni tampoco de la liberalización
total propuesta por el neoliberalismo, sino de una combinación de
ambos. En el nuevo contexto histórico, la CEPAL le atribuye mayor
relevancia a las fuerzas del mercado, la empresa privada y la IED (In-
tervención Extranjera Directa), pero alegan que el Estado debe gober-
nar al mercado. Debe crear un marco que estimule la productividad y
el crecimiento económico, debe ser un Estado que desempeñe un pa-
pel crucial en la inserción internacional de nuestras economías, al in-
tervenir selectivamente para aprovechar las ventajas comparativas
dinámicas.
Ya no se trataría del Estado como pivote del desarrollo, como en la
época de la ISI, ni desempeñaría actividades productivas directas en
su función de empresario; su capacidad para conducir la economía es-
taría limitada a utilizar de manera esporádica y racional los subsidios y
el proteccionismo. Además, los neoestructuralistas consideran que el
Estado debiera reorganizar sus finanzas, sobre todo consolidando sus
fuentes de ingreso, mediante la reforma impositiva; reducir subsidios
excepto los verdaderamente redistributivos; aumentar la eficiencia de
la empresa pública (limitar objetivos a aquellas que son productivas,
más competitivas y tienen mayor autonomía financiera y empresarial).

17
CEPAL: Equidad y transformación productiva: un enfoque integrado,CEPAL, Stgo. de
Chile, 1992, pp. 10-11.
18
Osvaldo Sunkel y G. Zuleta: “Neoestructuralismo versus Neoliberalismo en los 90”,
revista Cepal, no. 42, diciembre de 1990, pp. 45-46.

208
Los planteamientos de la CEPAL acerca de la reforma del Estado,
revelan cierta solidaridad con las formulaciones realizadas por el Banco
Mundial a raíz del Consenso de Washington (“un enfoque del desarrollo
favorable al mercado”).19

Panorama latinoamericano de los años 90


Durante la década del 90, observamos cierto cambio en el panora-
ma socioeconómico de la región, aunque con diferencias lógicas entre
los diversos países como resultado de la gran heterogeneidad que los
caracteriza. Durante los años 90, el crecimiento económico regional
mostró tasas positivas, aunque modestas (poco más del 3 %), pero
distando mucho de los ritmos que alcanzaron entre 1945 y 1974, del
5,6 % anual.20 En términos del crecimiento del PIB per cápita, el ritmo
promedio fue 1,6 % anual. La economía evidenció una gran sensibili-
dad a los ciclos financieros internacionales.
No se logró aún recuperar la tasa de inversión de los años de mayor
dinamismo y el ahorro nacional se mantuvo bajo, por lo que la Inver-
sión Extranjera Directa (IED) ocupó el peso fundamental de las
entradas de capital a la región, 21 lo cual permitió a las empresas
transnacionales aumentar su importancia en las economías latinoame-
ricanas. Entre 1990 y 1999 aumentó de 9 000 a 86 000 millones de
dólares.
El mayor crecimiento estuvo acompañado de mayor estabilidad
macroeconómica, fundamentalmente, la disminución de la inflación.
Según la CEPAL, los principales logros en esta esfera fueron la expan-
sión de las exportaciones y de la IED en varios países, el nuevo ímpetu
del comercio y de las inversiones dentro de los esquemas subregionales
de integración y los múltiples acuerdos de libre comercio suscritos
con otros países y regiones.22

19
Banco Mundial: Informe sobre el desarrollo mundial, Washington D.C., 1991.
20
CEPAL: Equidad, desarrollo y ciudadanía, LC/G.2071/Rev.1-P, Stgo. de Chile, agosto
del 2000, p. 24).
21
CEPAL: ob. cit., 2001, p.56.
22
CEPAL: Una década de luces y sombras. América Latina y el Caribe en los años 90,
Naciones Unidas, Alfaomega Grupo Editor S. A., Colombia, 2001, p. XV.

209
En la década del 80, las exportaciones crecían 5 % y a partir de 1993 su
tasa de expansión era 10 %. Esta expansión de las exportaciones coinci-
dió con una importante diversificación exportadora, con lo cual los pro-
ductos primarios perdieron relativamente participación, al tiempo que
ha aumentado la importancia relativa de las ventas externas de manu-
facturas (Tabla 12.1). Sin embargo, ello no significa que haya disminuido la
considerable brecha tecnológica que separa las industrias manufactureras la-
tinoamericanas (en gran medida maquiladoras) de las mejores prácticas in-
ternacionales. Además, “... se advierte en la región un rezago en la capacidad
de adoptar y difundir nuevos paradigmas tecnológicos como la tecnología de
la información, la biotecnología y la ingeniería genética”.23
Tabla 12.1. Estructura del comercio de algunos países del área

Fuente: Banco Mundial, 2001. Tomado de PNUD, Informe sobre desarrollo humano, 2001.

(a): porcentaje de exportaciones de mercancías.


(b): porcentaje de exportaciones de productos manufacturados.

23
CEPAL: Globalización y desarrollo, C. 7, p. 215, disponible: http://www.eclac.cl, 2000.

210
Por otra parte, la débil recuperación económica no logró los enca-
denamientos requeridos en el sector social. Como consecuencia se ha acen-
tuado en la región el desempleo abierto, la informalidad laboral y la
pérdida de calidad del empleo; la demanda de trabajo favoreció a quie-
nes contaban con formación universitaria, acentuando así la ya exis-
tente desigualdad en la distribución del ingreso.24 En efecto, la tendencia
a la elevación de la tasa de desempleo en varios países, se ha conjugado
con la concentración de 84 de cada 100 nuevos puestos de trabajo en
el sector informal. Paralelamente la brecha entre trabajadores califica-
dos y no calificados, en términos de remuneraciones, se ha ampliado
entre el 40 y el 60 % en los años 90.
Se mostró una ligera disminución de la pobreza, aunque manteniéndose
aún a niveles elevadísimos, debido a una mejoría en la canalización de los
recursos públicos hacia el gasto social y mejores criterios y procedimientos
de asignación. Algunos datos permiten corroborar lo anterior:25, 26
• Los niveles de pobreza se redujeron, ligeramente, de 44 % en el
año 2002 a 42,9 % en el 2004.
• El gasto público social aumentó un 2,3 %, es decir, se elevó de
10,1 % a 12,4 % del PIB.
• El 25 % del incremento del gasto social se destinó a educación,
el 19 % a salud y el 41 % a seguridad social.
Además, son visibles, pero aún insuficientes, los avances en la equidad
de género.
En cuanto al medio ambiente, el deterioro ha continuado en los últi-
mos años.27 Más de 300 millones de hectáreas, equivalentes a 16 % de la
superficie terrestre de la región, están afectadas por procesos de degra-
dación. Los esfuerzos realizados solo han logrado atenuar las tendencias
adversas, pero no revertirlas.
A partir de lo anteriormente expuesto, resulta acertado el planteamiento
de la CEPAL, al decir que la década del 90 ha sido “una década de luces y
sombras” para la región latinoamericana.28

24
J. Ocampo: “Nuestra Agenda”, en 50 años de CEPAL. Memorias de un seminario
conmemorativo, CEPAL, Stgo. de Chile, 2000, p. 123.
25
CEPAL: ob. cit., 2001, p. 184.
26
CEPAL: ob. cit., 2001, p. 218.
27
CEPAL: ob. cit., 2001, p. 253.
28
Zoe Medina: “La estrategia de transformación productiva con equidad en América
Latina: evolución y desafíos”, ponencia presentada evento por el 42 Aniversario de
los Estudios de Economía celebrado en la Universidad de La Habana, 2004.

211
Nuevas propuestas de la CEPAL a inicios del siglo XXI

En correspondencia con el balance regional realizado, la CEPAL


formula nuevas propuestas para la región, en las que plantea que en la
fase en la que ya están la mayoría de los países latinoamericanos, es
importante concentrarse en el desarrollo tecnológico.29
En este sentido, sus más recientes propuestas sientan sus bases en
el fortalecimiento de los Sistemas Nacionales de Innovación (inclu-
yendo el desarrollo de nuevos productos y conquistas de nuevos mer-
cados); la inserción internacional mediante el aprovechamiento de las
Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TICs) y la pro-
tección, mediante mecanismos específicos de la propiedad intelectual.30
En sentido general, sin renunciar a la estrategia TPE, por el contrario,
complementándola, aparece una propuesta novedosa, pero que puede
ser muy cuestionada en las condiciones actuales de la región: la transi-
ción de la América Latina hacia una sociedad basada en el conoci-
miento. 31
La CEPAL insiste además, en la necesidad de continuar haciendo
énfasis en las políticas relativas a la educación y formación de recur-
sos humanos, con vistas a obtener una mayor calificación; mejorar la
calidad del empleo; integrar definitivamente la sostenibilidad ambien-
tal a la agenda de desarrollo de la región; continuar atendiendo los
problemas de la equidad, por ser el gran tema pendiente de las socie-
dades latinoamericanas. Pero detrás de todo ello subyace el “pacto fis-
cal”, es decir, construir acuerdos políticos acerca del nivel, composición
y tendencia del gasto público y de su financiamiento.32

Valoración crítica general


En sentido general, se pueden observar algunas semejanzas y dife-
rencias entre los enfoques neoliberal y neoestructuralista del desarrollo.

29
CEPAL: La CEPAL en sus 50 años. Notas de un seminario conmemorativo, 2000.
30
Puede ampliarse en Zoe Medina: “El Progreso técnico en el pensamiento económico
de la CEPAL durante el período 1980-2000”, ponencia presentada evento por el 41
Aniversario de los Estudios de Economía celebrado en la Universidad de La Habana, 2003.
31
CEPAL: América Latina y el Caribe en la transición hacia una sociedad basada en el
conocimiento. Una agenda de políticas públicas, LC/C.1383, julio de 2000.
32
Ídem.

212
Las coincidencias de ambas posiciones teóricas parecen estar dadas
por lo siguiente:
• Ambos conciben la idea de un desarrollo capitalista para América
Latina y potencian el protagonismo de la empresa transnacional
y el sector privado: “El neoestructuralismo contemporáneo se
presenta con un programa conciliador de los intereses de los
empresarios y obreros a través de un Estado democrático
benefactor que aspira a contrarrestar los efectos más agudos del
ciclo capitalista, que aleje el peligro de las conmociones y
revoluciones sociales y que pugna contra la concepción
neoliberal”. 33
• Priorizan la apertura económica y potencian el papel del merca-
do. Ambos enfoques proponen eliminar las barreras arancelarias
y establecer un tipo de cambio depreciado para fomentar las ex-
portaciones.
• Hacen énfasis en el crecimiento económico, aunque con diversos
matices. Mientras para los neoliberales, el desarrollo significa
acelerar el crecimiento económico, los neoestructuralistas insisten
en la necesidad de simultanear el crecimiento económico con la
equidad y subrayan que el crecimiento económico no conduce a
una mayor equidad de manera espontánea ni automática.
• En cuanto al progreso técnico, priorizan la adquisición de
tecnología y no la generación de esta, argumentando que la región
presenta un desarrollo tardío e intermedio.
• Hacen énfasis en las manifestaciones del subdesarrollo y no en
las verdaderas causas de este.
A pesar de que el neoestructuralismo muestra un diagnóstico más con-
vincente que el neoliberal acerca de las causas de la crisis latinoamerica-
na, tampoco logra identificar las verdaderas causas del subdesarrollo que
azota las economías de la región. De ahí que incurra nuevamente en el
mismo error que antaño fuera señalado por autores marxistas: proponer
modificaciones a la estructura productiva, obviando en su análisis las re-
laciones de producción vigentes en la región y sus nexos con el orden
internacional. Al igual que antes, su enfoque ha pasado por alto el proce-
so de generación, apropiación y uso del excedente económico generado
en la región.

33
Ernesto Molina: El pensamiento económico latinoamericano: estructuralismo;
neoestructuralismo y teoría de la dependencia, p. 3 (en prensa).

213
En cuanto a las diferencias, se puede observar que:
• Los neoliberales “confunden” el desarrollo con crecimiento
económico. Para los neoestructuralistas, el desarrollo es
multidimensional, lo cual se evidencia en la formulación de su
propuesta de desarrollo integral.34
• Mientras los neoliberales hacen énfasis en la política económica,
los neoestructuralistas se pronuncian por un enfoque integrado,
de modo tal que la política económica favorezca no solo el
crecimiento, sino también la equidad, a la vez que la política social
tenga un efecto productivo y de eficiencia, no solo de equidad.35
• Los neoliberales promueven el aprovechamiento de ventajas
comparativas; los neoestructuralistas, insisten en las ventajas
competitivas e introducen el concepto de competitividad
auténtica.
• Los neoliberales abogan por minimizar el Estado, mientras los
neoestructuralistas señalan que se requiere de un Estado que
salvaguarde el libre funcionamiento del mercado, “se requiere
intervención activa para crear o simular mercados ausentes,
insuficientes o segmentados”. 36 No obstante, debido a las
similitudes con la evolución de los planteamientos del Banco
Mundial, resulta difícil diferenciar las posiciones de la CEPAL
con las del discurso neoliberal renovado a inicios de los 90.
Evidentemente, en la nueva concepción cepalina se observan heren-
cias del “viejo” estructuralismo latinoamericano:37
1. La manera en que América Latina deberá insertarse en la econo-
mía internacional. La propuesta estructuralista para solucionar
la relación asimétrica entre los países Centro y la Periferia era la
industrialización; la propuesta de los años 90 a la globalización
de la economía es la competitividad internacional.

34
Véase J. Leiva: 50 años de la CEPAL: su aporte al pensamiento y al desarrollo
latinoamericano durante los años noventa, p.79.
35
“La gran virtud de esta propuesta es que no considera el desarrollo de los recursos
humanos como una variable dependiente y subordinada de la reestructuración
productiva, sino como un componente consustancial a la misma”, en (Luis Suárez
“Pobreza en América Latina: Nota para un enfoque estructural”, en Cuadernos de
Nuestra América, vol. XI, no. 22, julio-diciembre, 1994, Centro de Estudios
de América, p. 156.
36
CEPAL: ob. cit., 1990.
37
G. Rosenthal: “Los años ochenta y noventa”, en CEPAL: 50 años. Notas de un semina-
rio conmemorativo, 2000.

214
2. El progreso técnico sigue siendo un tema muy importante, pero
ahora se hace énfasis en que no basta aumentar la productividad
de un sector, sino que debe ser en todo el sistema productivo.
3. El tema de la equidad es otra constante, dado el carácter
concentrador y excluyente del desarrollo latinoamericano y la
convicción cepalina de que no existe una relación directa entre
crecimiento y justicia social.
4. Se mantiene la idea de la integración regional, esta vez bajo la
concepción del regionalismo abierto, respondiendo a las
tendencias de la globalización.
5. Se mantiene la preocupación por la política pública y las funciones
del Estado, cuestión a la que prestaba mucha atención la teoría
estructuralista.
Anteriormente señalamos como un aspecto muy positivo de esta
estrategia, la concepción del desarrollo que aparece implícita en to-
das las obras. Percibimos un enfoque multidimensional del desarro-
llo en el cual los recursos humanos ocupan un lugar primordial y se
proyecta un enfoque integrado entre las dimensiones económicas,
sociales, ambientales y políticas.
Existen criterios de autores no cepalinos según los cuales, en con-
traposición al proyecto neoliberal, la propuesta más coherente ha sido
la formulada por la CEPAL en la pasada década, es decir, TPE, ade-
más, le señalan aspectos muy positivos, no solo desde el punto de vista
estratégico, sino en el plano cognitivo y metodológico.
“... Al centrarse en las estructuras e instituciones, en lugar de
enfocar únicamente los precios, las perspectivas del
neoestructuralismo y de la dependencia ofrecen una mejor
orientación que el neoliberalismo para el estudio de los procesos
contemporáneos del desarrollo”. 38
Pese a que la CEPAL muestra pleno conocimiento de la realidad
regional, y que muy positivamente ha retomado la problemática del
desarrollo en los 90, es evidente que podemos y debemos valorar la
viabilidad de sus propuestas. ¿Razones?, hay suficientes.

38
Cristóbal Kay: “Estructuralismo y teoría de la dependencia en el período
neoliberal. Una perspectiva latinoamericana”, Nueva Sociedad, no. 158, nov-
dic. 1998, pp. 100-119. (On-line), disponible: http://www.nuevasoc.org.ve/upload/
articulos/2728 1.pdf.

215
Aunque la equidad ha sido una constante en las proposiciones teóri-
cas, no percibimos que la CEPAL aborde profundamente la desigualdad
socioeconómica que caracteriza a las sociedades latinoamericanas.
La consecución de la equidad, desde el punto de vista cepalino, está en
función de políticas redistributivas que constituyen paliativos a la notable
inequidad que caracteriza a la región y aunque constituyen un propósito
loable, en ningún momento representarán un cambio notable de la estruc-
tura de propiedad. Como se ha mencionado anteriormente, la propuesta
de la institución abraza la idea de un posible desarrollo en los marcos del
capitalismo, y dentro de ese sistema la problemática de la equidad no
constituye un objetivo, salvo que se refiera a los problemas de pobreza
extrema que puedan constituirse en un peligro para la estabilidad econó-
mica, social y política del sistema.
No existe plena correspondencia entre las propuestas cepalinas y la
realidad regional. Del balance realizado por la institución acerca del com-
portamiento socioeconómico de las economías regionales, se perciben
contradicciones entre la estrategia de transformación productiva con equi-
dad y el rumbo de las reformas aplicadas por los gobiernos nacionales.
Ese distanciamiento está influido por:
• El debilitamiento de los Estados latinoamericanos y la pérdida
de su capacidad de maniobra para implementar políticas de
desarrollo en un contexto de globalización neoliberal.39
• La difícil situación financiera latinoamericana, debida a la carga
de la deuda externa, continúa subordinando a muchos de los
gobiernos de la región a las recomendaciones de instituciones
financieras internacionales, como el FMI y el BM.40
• A las capas más altas de las burguesías latinoamericanas les ha
resultado más atractiva la aplicación de los modelos neoliberales
que cualquier otra propuesta que se oriente hacia los intereses
nacionales. Ciertamente:
“La consolidación de la burguesía monopólica regional y su
fusión con la burguesía monopólica extranjera ha restado fuerza

39
“...los neoestructuralistas empezaron a tomar conciencia (algunos dirían que con
algunos años de retraso) de la cada vez mayor pérdida del margen de maniobra de
las políticas nacionales en la economía mundializada”, Pablo Bustelo: ob. cit., p. 253.
40
José Luis Machinea, Secretario Ejecutivo de la CEPAL, reconoce que son las naciones
latinoamericanas quienes financian la deuda acumulada por Washington. Armando
Pérez, “Reformas neoliberales versus desarrollo”, Orbe, 12 al 18 de febrero
de 2005, p. 6.

216
al principio de defensa de los intereses nacionales. Conservan
este principio algunos sectores de la burguesía no monopólica,
la pequeña burguesía, la clase obrera y otras capas sociales”.41
Las limitaciones señaladas a la CEPAL, pueden atribuírsele a su
condición de órgano de las Naciones Unidas, lo cual obliga a la insti-
tución a utilizar un lenguaje moderado para que sus propuestas ha-
gan eco en las economías regionales. Al respecto, años atrás, Carlos
Rafael Rodríguez, refiriéndose a las posibilidades de la Comisión
expresaba: “... su condición de organismo dependiente de una comu-
nidad de estados no les permite llegar hasta donde podemos quienes
estamos libres de este condicionamiento...”. 42
Por último, es preciso reconocer el enorme esfuerzo intelectual reali-
zado por la CEPAL desde los años 90 hasta el presente, dirigido a inter-
pretar la realidad económica y social latinoamericana y al diseño de cómo
transformarla positivamente. Al propio tiempo, tales esfuerzos tienen que
ser valorados en el contexto neoliberal existente en la región y en el ámbi-
to mundial durante todos estos años, entorno que indudablemente ha plan-
teado límites al análisis y a las propuestas. Todo esto, junto a la realidad
latinoamericana, nos conduce a coincidir con el criterio siguiente: “Esta-
mos muy lejos aún de la implantación de estrategias que apunten a la
transformación productiva con equidad... Siguen pesando demasiado las
recetas neoliberales, la situación de las grandes mayorías se deteriora y el
proclamado cambio educativo, científico y tecnológico se retrasa cada
vez más respecto a las necesidades de los pueblos”.43
No obstante, resultan esperanzadores los cambios políticos que se han
venido dando en los últimos años en algunos países latinoamericanos y
que indican la posibilidad de un desarrollo alternativo al neoliberalismo
en la región. Merecen particular atención las acciones emprendidas para
fortalecer la integración regional sobre la base de una reactivación del
papel del Estado, así como la unión de varios gobiernos para asumir una
posición común frente al orden económico mundial.

41
Ernesto Molina: ob. cit., p. 3.
42
Carlos Rafael Rodríguez: “La crisis económica internacional y la capacidad de
respuesta de América Latina”, p. 227, en revista Economía y Desarrollo, no. 75, julio-
agosto, 1983, pp. 203-227.
43
Véase Jorge Núñez: La ciencia y la tecnología como procesos sociales. Lo que la educación
científica no debería olvidar, Editorial Félix Varela, La Habana, 2002.

217
Capítulo 13

Desarrollo alternativo, Posdesarrollo


y otras propuestas

Una reflexión teórica


Previo al debate sobre la mejor forma de alcanzar el desarrollo, o incluso
antes de considerar si una sociedad está o no desarrollada, debemos entrar a
definir qué es desarrollo. De acuerdo con este punto de vista, realizamos en
este texto algunas consideraciones en torno a las interpretaciones más críticas
que consideran que el desarrollo (que en sí mismo no es monopolio de las
ciencias sociales, como bien es sabido) ha sido desvirtualizado mediante su
asimilación al modelo existente en los países así llamados desarrollados. Se
trata de Estados cuyas poblaciones tienen hoy día mayor poder adquisitivo
(si bien incluyen capas marginales en su interior). En general, sus gobiernos
ejercen un fuerte control sobre los organismos internacionales de gestión eco-
nómica, y a su vez las empresas transnacionales más influyentes en los merca-
dos (y también en los centros de decisión política nacionales e internacionales)
están ubicadas en estos países. Buena parte de su riqueza proviene de sus eleva-
dos niveles de productividad, pero también de las ventajas de dominio de los
mercados y las políticas, de tal manera que podemos decir que una parte de su
riqueza proviene de la explotación que realizan sobre otros colectivos. Las
teorías que aquí estudiamos están incluidas en este contexto crítico.
Con el objeto de obtener una clasificación de tales teorías, estas que-
darán divididas en dos bloques teóricos: la escuela del posdesarrollo y las
demás teorías alternativas.

El posdesarrollo
Desde los seguidores del posdesarrollo se denuncia la apropiación defi-
nitiva del concepto desarrollo por parte de las corrientes que definen el
modelo dominante (sistema de libre mercado globalizado). Así, autores

218
como Rist o W. Sachs1 afirman que es tiempo de desmantelar la estructura
mental basada en el concepto de desarrollo y desterrar el uso de una
palabra que siempre ha estado vinculada a los intereses de los grupos domi-
nantes y de los grandes capitales, provocando por otra parte una uniformi-
dad del concepto que impone sus criterios sobre todo el planeta. De acuerdo
con Rist, el desarrollo es la extensión planetaria del sistema de mercado.
“El desarrollo no es deseable”, se considera que el desarrollo es un engaño
(hoax) que fortalece la hegemonía de los Estados Unidos y de las grandes
empresas transnacionales.2 El desarrollo está centrado en los países del Norte,
es una patraña (hoax) que refuerza la dominación de los países del centro
del sistema capitalista sobre el conjunto del planeta, generando más y más
insatisfacciones, tanto de tipo social como ambiental. Es una extensión del
capitalismo para obtener más beneficios para los grupos dominantes, fre-
cuentemente a costa de la insatisfacción de la población.
Haciendo frente al paradigma posmoderno y a la globalización neoliberal
de Fukuyama3 (que auguró “el fin de la historia”, entendida esta como
conflicto social, gracias a la conjunción de capitalismo globalizado con
democracia occidental), la corriente posdesarrollista propugna “el fin del
desarrollo” como método para evitar este tipo de engañifas, desterrando
la palabra desarrollo de ningún ideario transformador de la sociedad. El
mismo A. Thomas, describiendo esta teoría, muestra también cómo, aun
siendo una corriente bien definida, no han logrado por el momento elaborar
una teoría del cambio social.4 Y presenta otra corriente teórica cercana al
posdesarrollo, pero con una propuesta de cambio social bien definida,
agrupándola en torno al concepto de desarrollo alternativo.

El desarrollo alternativo
El desarrollo alternativo se define, a nuestro parecer, desde el proyecto
de sociedad que propugna (en tal sentido, parece estar marcado por un
enfoque normativo, ya desde su propia denominación) lograr que todos

1
Ver G. Rist: “El desarrollo: historia occidental de una creencia” Instituto
Universitario de Desarrollo y Cooperación, Universidad Complutense de Madrid, 2002.
Los Libros de la Catarata. ver también W. Sachs: ob. cit., p. 21. No confundir con J.
Sachs, impulsor de los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas.
2
T. Allen y A. Thomas: “Poverty and Development into the 21st Century” Oxford
University Press, 2002. Se trata de la definición que Allan Thomas realiza del concepto
de posdesarrollo, teoría que él no comparte por no disponer de una propuesta
definida de modificación social, como veremos después.
3
F. Fukuyama: “The End of History and the Last Man”, Penguin, Harmonfsworth, 1992.
4
T. Allen y A. Thomas: ob. cit., p. 43.

219
los grupos sociales puedan realizar sus capacidades mediante procesos de
toma de decisiones a nivel individual y grupal, por encima de los
macrointereses de los grupos que controlan el proceso globalizador
actual, obteniendo el control popular de las actividades económicas y
sociales. Se trata de lo que se ha denominado empowerment o adquisición
de poder (el mal llamado empoderamiento), entendiendo por tal no solo
la capacidad de participar (esporádica o permanentemente) en la toma de
decisiones, sino la conquista de la toma de decisiones por parte de la
población. Más adelante veremos como esta palabra es también utilizada
por otras corrientes teóricas, lo que nos obligará a realizar algunas mati-
zaciones a esta afirmación inicial.
La adquisición de poder como concepto, incorpora la consideración de
que la población conquista el control directo de sus vidas, teniendo capacidad
para ser actores de su propio desarrollo. Pero no todos los procesos
participativos incorporan ese control. La diferencia entre ambos conceptos
es clara: no todo proceso participativo incluye la toma de decisiones por par-
te de los agentes implicados, puesto que muchas veces la participación se
realiza a nivel consultivo, o en el mejor de los casos, considerando la posibili-
dad de delegar poderes en la población solo de forma parcial. Los movimien-
tos sociales alternativos, en cambio, se convierten en los actores del proceso
de desarrollo, versión muy cercana al concepto de democracia directa.
Obviamente, existe una zona fronteriza entre ambas corrientes
(posdesarrollo y desarrollo alternativo), como puede verse en las opi-
niones de Rist en torno a algunas teorías que él excluye del concepto de
posdesarrollo que defiende, pero al mismo tiempo respeta como movi-
mientos que apoyan la emancipación de los pueblos. Se trata por ejemplo
de las teorías del self-reliance (control democrático de la producción,
desconexión de los intereses comerciales, confianza en los propios valores
y utilización prioritaria de los propios factores de producción disponi-
bles localmente), que a su vez encontramos muy cercanas al concepto
de desarrollo endógeno o desarrollo local.5 En definitiva, creemos que
puede haber puntos de colaboración y encuentro entre ambas teorías.

Comparación con otras teorías


Cuando buscamos teorías que defiendan algunos conceptos como los
aquí mencionados, como adquisición de poder o fomento de las capacidades
de los pueblos para que estos sean dueños de su destino, nos encontramos
con otros cuerpos teóricos que, aun utilizando también estos conceptos,

5
G. Rist: ob. cit., p. 31.

220
difieren esencialmente con el pensamiento que inspira al desarrollo alternati-
vo (y aún más con el posdesarrollo), aunque en algunos aspectos puedan
caminar de la mano. Así, vemos como Amartya Sen o el PNUD6 (no olvide-
mos que Sen es uno de los inspiradores del cuerpo central que rige la doctrina
del PNUD) consideran clave en el concepto de desarrollo el impulso de las
capacidades de la población, y que muchos proyectos de desarrollo organiza-
dos desde gobiernos proclives al concepto standard de desarrollo utilizan con
frecuencia esta terminología. ¿Dónde se encuentra la frontera entre ambas
teorías? Incluso algunas de las consideraciones del denominado Consenso de
Washington (algo que podríamos calificar de acuerdo de gobernabilidad
mundial entre el FMI, BM y la Secretaría del Tesoro de los EE.UU., en los
primeros años 90) incorporan la necesidad de potenciar la sociedad civil o la
democracia parlamentaria para facilitar el proceso de desarrollo, de tal ma-
nera que el “empoderamiento” se convierte en un concepto casi comodín en
muchas vertientes teóricas. ¿Cómo distinguir las teorías de desarrollo alter-
nativo de todas estas? ¿Quizás esta cercanía es una prueba de la vigencia del
paradigma del posdesarrollo?
La respuesta a estas preguntas se puede abordar desde la estructura de
los procesos de toma de decisiones democráticas propuestos por las dife-
rentes teorías, y en el análisis del poder de las grandes empresas
transnacionales y los organismos económicos internacionales en tal toma
de decisiones y en los resultados sobre el bienestar social.
En cuanto al proceso de toma de decisiones, las teorías emanadas de
Sen-PNUD y otras perspectivas similares (que podemos agrupar en torno
al capítulo “El desarrollo humano”, si bien esta palabra parece haber sido
monopolizada por el PNUD) suelen hacer hincapié en procesos
participativos, sin definir claramente qué aspectos de la toma de decisio-
nes debe quedar en manos de la población, ni cuáles son los cauces de
participación de la sociedad civil, mientras que las teorías alternativas
insisten en la necesidad de identificar las capacidades con la entrega del
poder a la población sin intermediarios, teniendo la participación popular
un claro componente de toma de decisiones en el mayor ámbito posible, en
una escala piramidal donde las decisiones se toman de abajo a arriba.
Las teorías convencionales consideran, por ejemplo, que todos los factores
que impulsan el acercamiento a los mercados por parte de las capas de
población más desfavorecidas, como los programas de mejoramiento del
capital humano mediante procesos formativos, están potenciando las ca-

6
UNDP (annual): “Human Development Report”. Disponible también en http://
www.UNDP.org, A. Sen: “Desarrollo y libertad”, Ed. Planeta, 2000; “A decade of human
development”, Journal of Human Development, febrero, vol 1, no. 1, 2000, pp. 17, 23.

221
pacidades y la posibilidad de que el pueblo sea dueño de su destino.
Asimismo, consideran que la participación de la sociedad civil en el entra-
mado de toma de decisiones es importante, pero enmarcan todo ello en el
contexto de la democracia convencional, y se acercan de esta manera a
algunas de las propuestas del denominado Consenso de Washington, inclui-
do el concepto de buen gobierno, o “gobernanza” –ver más adelante.
En cuanto al poder de las grandes transnacionales, en algunas teo-
rías convencionales se encuentra un silencio al respecto, o en el mejor
de los casos se considera que un buen ordenamiento de los mercados,
sin modificar la esencia del desarrollo de los mismos, garantiza la
minimización de los abusos de tales empresas. Desde la vertiente del
Consenso de Washington, por ejemplo, se entiende por “buena
gobernanza” la conjunción de la democracia convencional con la libre
entrada de capital extranjero para asegurar la financiación del desa-
rrollo, abriendo las puertas a la liberalización de los mercados, no solo
de capitales, sino también de bienes y servicios. Las teorías alternati-
vas, en cambio, consideran que los objetivos de democracia y entrada
libre de capital extranjero son incompatibles, al menos cuando tal en-
trada se da en un contexto de libertad total de entrada de capitales, al
revertir en la imposición por parte de las empresas transnacionales de
las normas que deben regir la gestión económica de las naciones y la
regulación de los mercados a su gusto.7 En definitiva, se trata de consi-
derar que la influencia de las grandes empresas sobre los gobiernos pone
en peligro la soberanía nacional, rompiendo la hipotética democracia. Y
el problema no se soluciona con un pseudofortalecimiento de la socie-
dad civil sin modificar el contexto de la influencia de las grandes empre-
sas, conjuntamente con la toma de decisiones a nivel popular.

Un ejemplo: Amartya Sen y el debate sobre la nutrición


Veamos un caso particular para definir dónde se encuentran los lími-
tes entre las teorías convencionales y las alternativas. Hemos elegido el
problema de la seguridad alimentaria, por ser una necesidad básica no
satisfecha a nivel mundial (más de 800 millones de personas padecen
problemas graves de hambre en el mundo, mientras que quizás sean cer-
ca de 2 000 millones los que tienen carencias alimentarias importantes).

7
Leftwich: “Forms of the Developmental State: Democratic Practices and
Development Capacity”, en Robinson, M.; G. White (eds.): The Developmental State:
politics and institutional design, Oxford University Press, 1998.

222
Amartya Sen nos plantea un razonamiento tan sencillo como claro:8 si
bien es cierto que sin satisfacer las necesidades alimenticias (al igual que
sin un mínimo nivel educativo) es difícil que haya democracia, también es
cierto el argumento inverso: no hay ningún caso de hambruna que se haya
dado en situaciones de democracia y libertad de expresión. Y ello ocurre
porque todas las hambrunas son técnicamente evitables, de tal manera
que en situaciones de democracia y libertad de expresión, los gobiernos se
verán obligados a solucionar las hambrunas para garantizar su supervi-
vencia. De ahí se deduce que la lucha por un buen ordenamiento político
(democracia) facilita la satisfacción de la necesidad de nutrición: quizá la
mejor política para luchar contra el hambre sea, por tanto, defender
la democracia y la libertad de expresión, antes que enviar alimentos a
zonas en las que nunca llegan a sus destinatarios. Pero otros autores9 plan-
tean que el vínculo entre democracia y desaparición de las hambrunas
solo se da cuando se ha construido un buen contrato social que consolida
la democracia formal como democracia real, y cuando las distintas fuer-
zas de la sociedad civil impulsan el proceso participativo.
Por otro lado, el mismo Sen incorpora un matiz importante: aunque la
democracia, parece decir, es condición necesaria y suficiente para luchar
contra las hambrunas, no lo es para garantizar la eliminación del hambre
crónica, entendida como situación en la que se obtienen niveles de nutri-
ción suficientes para sobrevivir pero por debajo de la satisfacción de las
necesidades vitales, manteniendo tal situación a largo plazo. Para solucio-
nar tal problema, se exige que la población tenga capacidad para acceder
a su derecho de alimentación (entitlement, traducido libremente como “ti-
tularidad” del derecho a nutrición,10 cosa que, de acuerdo con Sen, exige
no solo democracia, sino la construcción de un sistema socioeconómico
que garantice la titularidad en nutrición por tres caminos alternativos:
mediante venta del trabajo por cuenta ajena (asalariados), venta del pro-
ducto producido (pequeños productores) o autoconsumo (cultivo y pro-
ducción de los bienes consumidos por la propia familia productora).
Siguiendo algunas sendas de razonamiento similares, se ha construido
una teoría de la seguridad alimentaria basada en criterios tales como el
fortalecimiento de los mercados. Pero dado el control de los mercados
internacionales de productos agrarios por parte de grupos de grandes
transnacionales, aparece desde el desarrollo alternativo el planteamiento
teórico de la soberanía alimentaria: garantizar que los pueblos sean dueños
de su destino en las decisiones en torno a la alimentación. En tal contexto11
(ver, por ejemplo, http://fmra.org) se considera la necesidad de organizar

8
J. Dréze and A. Sen: “Hunger and Action”, 1989.
9
Ver B. Crow: “Understanding Famine and Hunger”, en T. Allen and A. Thomas: ob. cit., cap. 3.
10
I. Drésze y A. Sen: ob. cit., p. 101.
11
Ver, por ejemplo, http://fmra.org.

223
los procesos productivos desde las necesidades locales y los mercados
locales, considerando el mercado exterior solo como una vertiente más
que no siempre se impulsará. Es interesante constatar cómo esta forma
de pensamiento coincide con algunos proyectos alternativos en el ám-
bito de la economía ecológica (que no tratamos directamente en este
capítulo, aunque se encuentra estrechamente vinculado). Así, Herman
Daly propone dar prioridad absoluta a los mercados locales, y consi-
derar la exportación casi como residual, siempre con el objetivo de
garantizar el equilibrio entre ecología y proceso económico.12
Es importante constatar que de acuerdo con esta visión, el fracaso posible
en la venta de productos por caídas de precio (en especial en los mercados
internacionales, donde la relación entre los precios de las mercancías expor-
tadas y mercancías importadas con frecuencia perjudica a los países del Sur),
aconseja que se mantengan ciertos niveles de autoconsumo a modo de seguro
frente a desequilibrios en los otros dos caminos. O dicho con otras palabras:
volcar el desarrollo económico hacia el sector exterior es arriesgarse a ser
perdedor, sobre todo en los países exportadores de productos con tendencias
inestables o decrecientes en sus precios. Este razonamiento, heredero de la
CEPAL de los años 60-70, o también de la UNCTAD, no es incompatible
incluso con algunas versiones de la teoría de las ventajas comparativas: los
modelos de apertura comercial tipo HOS13 o Krugman siempre han conside-
rado que la apertura externa, aun cuando permite la obtención de producción
neta adicional, no garantiza automáticamente que haya simultáneamente per-
dedores y ganadores en el proceso (Pugel, Krugman o Kregel han dejado muy
clara esta interpretación en sus manuales de Economía Internacional). Como
es de notar, pueden establecerse algunos nexos entre las versiones más críti-
cas y una parte de la teoría convencional, al igual que en el pasado se estable-
cieron entre los críticos con el sistema capitalista y algunos intervencionistas
a la manera de Prebisch, por ejemplo.14

Desarrollo, crecimiento y capitalismo


¿Es imprescindible crecer para desarrollarse? Algunas corrientes consi-
deran que el crecimiento no es necesario para el bienestar de la población.
Más bien el sistema capitalista tiene una dinámica tal, que necesita crecer
para estar en equilibrio, y la maximización de los beneficios de las empre-

12
H. E. Daly: “Adiós al Banco Mundial”, pp. 83, 90.
13
En alusión al teorema elaborado por Hecksher, Ohlin y Samuelson.
14
No deja de ser interesante constatar cómo Kregel defiende una actualización del
pensamiento de Prebich incluso frente a la opinión oficial de la actual CEPAL (ver
VII reunión internacional sobre la globalización, La Habana, febrero 2005).

224
sas como motor del sistema tiende a impulsar la necesidad del crecimien-
to, identificando así crecimiento y desarrollo.
A otro nivel, una línea de demarcación es trazada por los defensores
del posdesarrollo al considerar que el desarrollo es rechazable porque
siempre se considera desarrollo y crecimiento como conceptos idénticos,
pese a las operaciones de camuflaje que diversos autores e instituciones
plantean al respecto. Así, Rist argumenta con palabras del propio PNUD
para develar el falso planteamiento de la consideración de desarrollo y
crecimiento como dos cuestiones diferentes:
“De la misma forma que el crecimiento económico es necesario para el
desarrollo humano, el desarrollo humano es esencial para el crecimiento
económico”, según el PNUD, de 1991.
O también:
“El problema no es saber cuál debe ser el volumen de crecimiento, sino
qué crecimiento se debe buscar”.
Aún así, el desarrollo alternativo insiste en no desligarse del concepto
de desarrollo, entendido como no crecimiento. Esto pone de manifiesto
que existe también una cierta zona fronteriza entre desarrollo alternativo
y posdesarrollo, a pesar de que ambas escuelas chocan en lo referente al
uso de la palabra desarrollo.
En realidad puede haber muchas situaciones de crecimiento sin desa-
rrollo, o incluso con un fuerte retroceso en el desarrollo, especialmente
en temas vinculados con ecología y con distribución desigual de la renta y
de los efectos del crecimiento sobre la población. En muchas ocasiones,
las ventajas obtenidas por el aumento de la producción son más que com-
pensadas por los desequilibrios ecológicos generados para aumentar la
producción, que provocan problemas de salud, de bienestar o incluso de
crecimiento en el futuro, al agotar los recursos.
También los desequilibrios distributivos son un factor que distancia los
conceptos de crecimiento y desarrollo: si todo el crecimiento se transfor-
ma en mejoras de ingresos de los más ricos (cosa tanto más frecuente en
la sociedad actual, que tiende a reducir la importancia de los servicios
sociales), aumenta disparidad en la distribución de la renta. Hasta el pun-
to de que puede suceder que crezca el PIB, incluso el PIB per cápita o la
renta per cápita, pero aumenta simultáneamente el número de pobres.
Así ha ocurrido en el Reino Unido o en USA, y en algunos países del Sur,
al aplicar políticas de liberalización de mercados y reducción de gastos
sociales, en perjuicio de las capas más desfavorecidas. Las políticas de
reducción de gastos sociales, flexibilización del mercado de trabajo (faci-
lidad de despido y flexibilidad de los salarios a la baja) y liberalización de
flujos de capitales han provocado frecuentemente esta triste situación, a

225
pesar de que haya ido acompañada de crecimiento del PIB (aun así, el
PIB crecía más deprisa en la época keynesiana, cuando la distribución de
la renta era también más equitativa).
Produciendo más, facilitamos que los propietarios del capital ganen
más, pero eso no siempre está vinculado directamente con el bienestar de
todas las personas. Aunque en determinadas condiciones se puede conse-
guir que las mayores ganancias del capital coincidan con mayor bienestar
social, al provenir aquellas del buen funcionamiento de la provisión de
bienes y servicios y generar también puestos de trabajo; pero eso no es, ni
mucho menos, automático, y por tanto no hay posibilidad de identificar
ganancias del capital con bienestar social.
No podemos concluir de ello que el crecimiento nunca genere desarrollo,
sino más bien que en determinadas ocasiones es conveniente crecer para
obtener desarrollo, pero afirmar que siempre el crecimiento es un compo-
nente del desarrollo estaría fuera de la órbita teórica de las teorías alterna-
tivas (y aún más del posdesarrollo, por supuesto).

Los movimientos sociales en pro de un desarrollo alternativo


Más allá del mero debate teórico, los planteamientos del desarrollo al-
ternativo se ponen de relieve en las movilizaciones globales que se comen-
zaron a finales del milenio. Buena parte de los movimientos sociales críticos
con el sistema capitalista se aglutinan en torno a acciones globales, como
las luchas contra la guerra de Irak, las acciones en contra de las institucio-
nes internacionales (FMI, BM, OMC, etc.), que defienden un desarrollo que
fomenta las desigualdades distributivas y los desequilibrios sociales, o en-
cuentros anuales como el Foro Social Mundial, celebrado casi siempre en la
ciudad de Porto Alegre (“Otro mundo es posible” es uno de sus lemas).
Centran sus acciones en la toma de decisiones de la población,15 y su capa-
cidad de movilización para que se realicen las políticas más adecuadas, y
también en la denuncia del papel predominante de las empresas
transnacionales, las cuales dominan la actual globalización, concentrada así
en la liberalización de los movimientos de capitales al servicio de la
maximización de los beneficios de las mencionadas empresas. Como puede
verse, su inspiración teórica está en los cuerpos doctrinarios definidos an-
teriormente, si bien tienen un fuerte componente de acción directa.
Este movimiento, que hunde sus raíces en movimientos históricos
internacionalistas (como el movimiento obrero, el movimiento ecologista,

15
Véase la web del Fondo Social Mundial, o también C. Paredes: “La autoriad manda
obedeciendo decisiones del pueblo. Limatambo (Perú)”, no. 4, diciembre, 2002.

226
o el movimiento cristiano denominado Teología de la Liberación, y otros simi-
lares) se define con fuerza desde la denuncia de la reunión de la Organización
Mundial de Comercio (OMC) en Seattle en noviembre de 1999, y ha vivido
dos transformaciones importantes desde entonces. La primera de ellas es la
potenciación del Foro Social Mundial de Porto Alegre (reunión anual que in-
corpora no sólo críticas y denuncias al sistema, sino propuestas participativas
alternativas con construcción de propuestas de acción y no solo de denuncia),
y las luchas mundiales contra la guerra de Irak. Estas últimas, fueron iniciadas
el 15 de febrero de 2003 en todo el mundo a propuesta del Foro Social Mun-
dial, y que por primera vez se ha extendido por todo el planeta de forma masiva,
recibiendo un apoyo mayoritario en muchos países, siempre en contra de la
nueva orientación belicista de la globalización (la doctrina de guerra preventiva
y guerra global permanente en defensa de los intereses del gran capital, refleja-
da por el presidente Bush en su declaración de la guerra de Irak como una
batalla más en una guerra que continuará).
En su versión más moderada, y pactando con esas empresas para garanti-
zar la entrada de capitales extranjeros, encontramos a los seguidores del pre-
sidente Lula en Brasil (y en muchas ciudades del mundo). En el mismo
movimiento (en origen, aunque con importantes discusiones en la actuali-
dad) se defiende la necesidad de gestionar los presupuestos con la participa-
ción directa de la población, invitada a tomar decisiones en asambleas de
barrios que después llevan sus conclusiones a reuniones de delegados que
deciden cómo gestionar los dineros públicos. A nivel municipal esto se
enmarca en lo que se llama “presupuestos participativos”, pero puede
ampliarse mediante una estructura representativa piramidal (siempre repre-
sentantes revocables) hacia gobiernos provinciales, regionales y estatales,
influyendo así en las tomas de decisiones más importantes. En todo caso,
entendemos que para que el proceso no sea monopolizado por pocos grupos
debe realizarse conjugando dos factores importantes: existencia de democracia
formal (con libertad de expresión y de partidos políticos), y movilización de
la sociedad civil (para evitar que la participación de sólo unos pocos genere
que sean estos los que monopolicen la toma de decisiones).
En realidad existen otras muchas versiones de esta forma de vincular las
decisiones a la población (hay grandes debates en torno a la idea de presu-
puestos participativos, una técnica extendida hoy en muchas ciudades de
Brasil, y cada vez más en otros países latinoamericanos y europeos) no
todas ellas coincidentes plenamente con las propuestas del presidente Lula,
por enmarcarse en un contexto de diversidad de opciones propio de los
procesos ampliamente participativos. El proceso es de “réplica no clónica”,
de tal manera que la experiencia es diferente en cada caso, aun cuando tiene
en común el sustrato de democracia directa aquí descrito.

227
Capítulo 14

El desarrollo mundial como problema global

El desarrollo mundial: del auge sostenido de posguerra


al caos
Una revisión de los acontecimientos acaecidos en el último cuarto del
siglo XX , permite concluir que el mundo de este período puede ser
caracterizado como un mundo de problemas globales.
Diferentes analistas que han estudiado la situación vivida por el plane-
ta en esos años han utilizado las nociones de caos, desorden, inestabili-
dad, incertidumbre y otras para referirse a esta.1
Lo paradójico de esta situación resulta que la enorme acumulación de
problemas que se observa a nivel mundial, se desarrolla en un momento
en que los ideólogos del sistema capitalista han producido toneladas de
publicaciones, desarrollado innumerables eventos y elaborado muy
sofisticadas teorías para indicar que nos encontramos en el mejor de los
mundos posibles debido al desarrollo de las tendencias globalizadoras que,
supuestamente, indican el triunfo del modo de producción capitalista.2
Para comprender las raíces de la actual situación internacional es
necesario ubicarse unas décadas atrás para conocer como toda esta situación
se fue generando.
Si bien John Maynard Keynes (1883-1946) era ya un destacado
economista en el período anterior a la Segunda Guerra Mundial,3 sus con-

1
El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz ha realizado numerosas intervenciones en
la cuales se ha referido a esta problemática. En este sentido, recomendamos: Fidel
Castro: Capitalismo actual: características y contradicciones, neoliberaismo y globalización
(selección temática), Editora Política/ Ocean Press, La Habana/Melbourne, 1999.
Ver, además, Graciela Arroyo: “La globalización como caos”, en Relaciones
Internacionales (México), no. 52, 1991.
2
Ver, entre otros, Thomas Friedman: Tradición versus innovación (The Lexus and the
Olive Tree), Editorial Atlántida, Buenos Aires, 1999 y Zia Qureshi: “Nuevas oportunidades,
grandes deafíos”, en Finanzas y desarrollo, Estados Unidos, marzo, 1996.
3
Para esta fecha, J. M. Keynes había publicado importantes obras como Las
consecuencias económicas de la paz y Tratado sobre el dinero.

228
cepciones van a alcanzar una inusitada relevancia internacional en el pe-
ríodo de la segunda posguerra cuando fueron puestas en práctica por
muchas naciones con vistas a dinamizar las economías devastadas por el
conflicto bélico.
Muchos de los apologistas de las concepciones keynesianas recuerdan
tan solo que estas contribuyeron a propiciar altos ritmos de crecimiento
económico que convirtieron a los años que se extienden entre 1945 y
aproximadamente 1970 en un “período dorado” en la historia del capita-
lismo del siglo XX por los altos ritmos de crecimiento económico logrados
por muchos países.4 Sin embargo, pocos recuerdan que las concepciones
keynesianas representaron una ruptura respecto al pensamiento econó-
mico burgués convencional en el sentido de que el reconoció las limitacio-
nes del empresario privado para impulsar sostenidamente la economía y
señaló la necesidad de que el Estado desempeñara un papel protagónico
en la vida económica.
A esta época corresponden algunos importantes procesos de naciona-
lización llevados adelante en países capitalistas desarrollados que contri-
buyeron a conformar una relativamente extensa área de propiedad estatal
y a ciertos experimentos de planeación económica puestos en práctica
por algunos de estos países.5
Y es que J. M. Keynes, a partir del estudio de lo ocurrido durante la
gran crisis económica de 1929 a 1933, estructuró una teoría económica
en la que se observa una gran preocupación por los problemas del creci-
miento económico.
A pesar de las críticas recibidas desde las filas de la Economía Política
Burguesa, a J. M. Keynes no se le puede considerar un disidente de esta,
sino que, mediante nuevos enfoques, se dedicó a formular una teoría y
política económicas más acordes con su tiempo, con vistas a lograr salvar
al sistema capitalista de la debacle.6

4
La euforia de los economistas occidentales fue tal que llegaron a elaborarse teorías
que indicaban que el capitalismo había entrado en una etapa sin crisis económica y
las experiencias de algunos países, como las de la República Federal de Alemania y
Japón, fueron calificadas de “milagros”.
5
Un importante sector de propiedad estatal existía en Inglaterra y en Francia en los
años 50 y 60. Por su parte, Japón estableció una muy respetada Agencia de
Planificación Económica cuyos análisis y proyecciones acerca de la marcha de la
economía eran seguidos por los empresarios de aquel país.
6
Lo fundamental de las concepciones keynesianas sobre cómo lograr un crecimiento
económico más o menos sostenido, se encuentra en su obra fundamental La teoría
de la ocupación, el interés y el dinero.

229
Las concepciones keynesianas estaban concebidas para garantizar cierto
nivel de crecimiento económico en el corto plazo, pero no en el largo
plazo. Era más bien una teoría económica que perseguía resolver las si-
tuaciones críticas del sistema, pero no estaba diseñada para posibilitar su
mantenimiento de forma sostenida en el tiempo.
A lo anterior debe agregarse el hecho de que la política económica
keynesiana hacía de las variables monetario-financieras (tasa de interés y
cantidad de dinero en la circulación) el eje que ayudaría a la dinamización
de las economías nacionales.
Cuando se une esto al hecho de que el mundo de la segunda posguerra
fue un mundo diseñado por Estados Unidos para impulsar su papel hege-
mónico (y para el logro de este objetivo hicieron del dólar la moneda
de reserva internacional), tendremos los ingredientes que van a explicar
la presentación de los notables problemas en el desarrollo mundial que se
observan aún actualmente.
La recuperación de la actividad productiva en los países capitalistas
desarrollados devastados por la segunda conflagración internacional, su
reclamo de las cuotas del mercado mundial que ostentaban en el período
de preguerra, la agudización de la competencia entre las empresas
transnacionales de estas naciones, cierta pérdida de competitividad de las
producciones estadounidenses frente a las de otros países, el recurso al
expediente de prácticas comerciales proteccionistas no siempre vincula-
das a los aranceles y la entrada y empantanamiento de Estados Unidos en
la guerra de Vietnam, entre otros aspectos, son algunos de los principales
factores que influyeron en un viraje del crecimiento económico sostenido
mostrado por la economía mundial y determinaron que las autoridades
monetarias de la principal potencia mundial –aunque no solo estas– acudieran
a una utilización abusiva de las recetas keynesianas para la dinamización
de la economía, la cual se tradujo a la larga en el desencadenamiento de
fuertes presiones inflacionarias que traerían graves consecuencias para la
ulterior marcha de la economía mundial.

Los antecedentes del actual desorden mundial


La economía mundial comenzaría a mostrar un viraje a partir de
mediados de los años 60 y, al tratarse de una economía mundial en que
las variables monetarias desempeñaron un importante papel, fue en la
esfera monetaria donde comenzarían a presentarse los síntomas de crisis.
En 1967 la libra esterlina sería devaluada y en 1969 sucedería lo mis-
mo con el franco francés. Por su parte, el ciclo económico capitalista co-

230
menzaría a observar los rasgos convencionales y se habla de una crisis
económica en 1969-70.
No obstante, los momentos culminantes de este viraje se alcanza-
rían en los primeros años de la década del 70 cuando en 1971 y 1973
se produjeron sendas devaluaciones del dólar, determinando la última
de estas la quiebra del sistema monetario internacional establecido en
Bretton Woods.
El desorden monetario que se originó a partir de 1973, impulsaría
todavía más las presiones inflacionarias que ya existía a nivel de la econo-
mía mundial, afectarían sensiblemente la competitividad de los producto-
res menos eficientes y repercutirían muy desfavorablemente en las
condiciones económicas de las naciones subdesarrolladas, las cuales ve-
rían incrementarse significativamente sus déficit de balanzas comerciales.
Pero, la gravedad alcanzada por los problemas económicos de las naciones
subdesarrolladas no solo repercutiría sobre su situación comercial, sino
que también afectaría significativamente los esfuerzos realizados por es-
tos países para emprender el camino de su desarrollo económico.
Expresiones de las acciones de los países subdesarrollados para tratar
de desarrollarse económicamente fueron algunos procesos de nacionali-
zación de recursos naturales emprendidos por países subdesarrollados, la
creación de algunas asociaciones de países productores y exportadores de
productos básicos y el movimiento reivindicativo desplegado por la Or-
ganización de Países Productores y Exportadores de Petróleo (OPEP),
consistente en la cuadruplicación de los precios del hidrocarburo.7
Como resultado de esta situación, se fueron radicalizando las posicio-
nes económicas de los países subdesarrollados, las cuales se expresaron
en los resultados de algunos eventos internacionales de época. Por una
parte, el denominado Grupo de los 77 continuaría luchando por reivindi-
caciones que contribuyesen a un mejoramiento de las condiciones de aque-
llos países, dado el carácter que habían tomado las relaciones económicas
internacionales. De otra, el Movimiento de Países No Alineados propondría
explícitamente durante su IV Conferencia Cumbre (Argel, 1973) la nece-
sidad de edificar un Nuevo Orden Económico Internacional, idea que
sería llevada al seno de reuniones de la ONU.8

7
Existe una extensa bibliografía que puede ser consultada sobre estas acciones. Los
lectores pueden ver: Héctor Danilo y Elsy Fors: Los países subdesarrollados frente a
Estados Unidos (1970-75), Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1978.
8
Los lectores interesados en profundizar sobre este interesante período histórico
pueden consultar Silvio Baró Herrera: El nuevo orden económico internacional:
antecedentes, problemas actuales y perspectivas, Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1980.

231
En Mayo de 1974, la ONU convocaría al VI Período Extraordinario
de sesiones de la Asamblea General de la ONU, dedicado a las materias
primas y al desarrollo, cónclave en el cual fueron aprobados dos impor-
tantes documentos: la Declaración y el Programa de Acción para el Esta-
blecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional.9
Estas acciones impulsadas por las naciones subdesarrolladas, el esla-
bón más débil del sistema económico internacional, no eran más que una
expresión de la grave situación vivida por la economía mundial, la cual
tendría su principal manifestación en el estallido de una profunda crisis
económica en 1974 que muchos analistas de la época compararon con la
gran crisis de 1929-33.
Todos estos hechos determinaron la crisis de las concepciones
keynesianas en materia de política económica, crisis que tuvo significati-
vas secuelas en lo teórico y lo práctico.
En el campo de la teoría, la evolución de la economía mundial sirvió de
pretexto a determinadas corrientes de la Economía Política Burguesa para
someter a crítica a las concepciones keynesianas y adelantar sus puntos
de vista acerca de cómo podrían resolverse los problemas y retomar el
crecimiento económico.
Así, las concepciones monetaristas y neoliberales, usualmente vincula-
das al nombre del economista norteamericano Milton Friedman y a la
Universidad de Chicago, que hasta el momento estaban recluidas en las
universidades básicamente norteamericanas, comenzaron a desempeñar
un cierto protagonismo en la vida pública de estos países.
En lo práctico, se evidenció una falta de correspondencia entre las
recetas keynesianas de política económica y las posibilidades de estas para
poder continuar dinamizando las economías nacionales.
El abuso que los gobiernos –y, en especial, el de Estados Unidos– habían
realizado de las variables monetario-financieras, había creado sustancia-
les desequilibrios en las estructuras económicas que ya hacían imposible
la continuación del crecimiento económico sobre las anteriores bases.
El hecho más contundente fue la aparición conjunta de fenómenos que,
hasta el momento, la Teoría Económica había considerado incompatibles:
la inflación y el estancamiento.
Luego de “solucionada” la crisis económica de 1974-75, el mundo con-
tinuó observando un comportamiento muy deprimido, relacionado con el
hecho de que el desajuste monetario internacional, asociado con la quie-

9
Los lectores interesados en consultar estos documentos pueden encontrarlos en la
revista Economía y Desarrollo (Cuba), no. 30, 1975.

232
bra del sistema de Bretton Woods, no ayudaba a una plena recuperación
de las economías nacionales debido a la persistencia de presiones
inflacionarias relativamente altas.
La Teoría Económica tendría que acuñar una nueva noción para refle-
jar este fenómeno aparentemente contradictorio pero, que de ahora en lo
adelante, se convertiría en algo reiterado: la estanflación.
La gravedad que continuaron mostrando los problemas económicos
mundiales en el resto de los años 70 fue la razón básica que movió a las
naciones subdesarrolladas a tratar de buscar el lanzamiento de un proce-
so de negociaciones económicas globales en el seno de la ONU, con vistas
a que la comunidad de naciones adoptase medidas conducentes a eliminar
todas aquellas barreras que estaban impidiendo el desarrollo económico.
No obstante, ya en la segunda mitad de los años 70 se observó un
debilitamiento de las posiciones de las naciones subdesarrolladas, cuyas
causas deben buscarse en los factores siguientes:
a) La profundización de los problemas socioeconómicos de las
naciones subdesarrolladas.
b) Las acciones divisionistas desarrolladas por las principales
potencias mundiales.
c) La formación de un frente común de las principales potencias
mundiales para diseñar las estrategias a oponer al mundo
subdesarrollado, entre otros.10
La necesidad de dar una urgente solución a tan grave fenómeno, a
partir de nuevas recomendaciones de política económica, determinó que
las concepciones monetaristas y neoliberales salieran de los círculos aca-
démicos y entraran en los económicos.
Las concepciones monetaristas y neoliberales también hicieron de las
variables monetario-financieras el eje de sus análisis; pero, al contrario de
las concepciones keynesianas, aquellas propugnaban por la contracción
de la circulación monetaria y la elevación de las tasas de interés, con vis-
tas a lograr el equilibrio de los presupuestos gubernamentales y las balan-
zas de pagos. De esta forma, creían, se lograría la reducción de las tasas
de inflación y se estabilizarían las economías nacionales, lo cual es visto
como la precondición del crecimiento económico sostenido.

10
En la segunda mitad de la década del 70, los países capitalistas desarrollados crearon
el denominado Grupo de los Siete (G.7, hoy G-8 con la incorporación de Rusia), la
Asociación Internacional de Energía (AIE) para enfrentar a la OPEP, revitalizaron
el Foro Económico Mundial (o Foro de Davos) y alcanzó cierto protagonismo la
denominada Comisión Trilateral.

233
Tanto keynesianos como monetaristas y neoliberales están preocupa-
dos por la suerte económica del sistema, por la solución de los problemas
que suelen presentársele y, en este sentido, coinciden en un análisis donde
predomina una visión cortoplacista.
Las concepciones económicas monetaristas y neoliberales que se
experimentaron en la segunda mitad de los años 70 en algunos países
latinoamericanos como Chile y Uruguay que sufrían las dictaduras milita-
res de entonces, lograron una aplicación bastante generalizada, sobre todo
en las naciones subdesarrolladas a partir de comienzos de los años 80
cuando estalló la crisis de la deuda externa en estas.
La crisis de la deuda externa de las naciones subdesarrolladas fue un
resultado del fuerte endeudamiento externo en que incurrieron estas na-
ciones, sobre todo, en los años 70 como consecuencia de la convergencia
de diferentes factores:
a) Los bajos ritmos de crecimiento económico a nivel mundial.
b) El pobre comportamiento de las exportaciones de estas naciones
como resultado de la reducción de la capacidad de importación
de los países desarrollados y de la amplia variedad de barreras
comerciales que se fueron estableciendo.
c) La tendencia declinante manifestada por los precios de los
productos básicos exportados por los países subdesarrollados.
Todo esto provocó sensibles déficits en los saldos de las balanzas co-
merciales de las naciones subdesarrolladas, las cuales acudieron
crecientemente a los mercados financieros internacionales para solicitar
préstamos con los cuales equilibrar su situación financiera.
Los países subdesarrollados tuvieron un fácil acceso a los recursos
financieros que necesitaban, debido a que en este período se presentó una
interesante coyuntura caracterizada por:
a) La existencia de capitales ociosos que los empresarios de los países
capitalistas desarrollados no deseaban invertir debido a las bajas
tasas de ganancia que se estaban obteniendo y ante los riesgos de
su realización debido a la desfavorable coyuntura económica
internacional.
b) La acumulación en los grandes bancos internacionales de los
fondos procedentes de la venta del petróleo por los países de la
OPEP a los precios cuadruplicados.
Ante tal masa de capitales disponibles, las tasas de interés eran muy
bajas, o incluso negativas, y por tanto, a las naciones subdesarrolladas les
pareció conveniente proceder a un proceso de endeudamiento creciente,
con la creencia de que estos préstamos podrían ser fácilmente devueltos
234
con posterioridad, cuando maduraran los proyectos económicos en que
pensaron invertirlos.
Sin embargo, al aplicarse las políticas monetaristas y neoliberales por
parte de la administraciones de Reagan y Thatcher, en Estados Unidos y
el Reino Unido, respectivamente, entonces se produjo un sorpresivo
proceso de encarecimiento del dinero, el que junto a la consiguiente
elevación de las tasas de interés, hizo crecer de forma inusitada los mon-
tos de la deuda externa de las naciones subdesarrolladas y determinaron
que progresivamente aquellas debieron reconocer su incapacidad de
poder honrar sus compromisos.
Para supuestamente solucionar los problemas de la deuda externa, los
países subdesarrollados debieron someterse al proceso de tener que admi-
tir que misiones del FMI realizaran una inspección de sus economías, dise-
ñaran la política económica a seguir para equilibrar las economías y poder
preparar las condiciones para generar superávit a partir de los cuales pagar
la deuda externa (o su servicio). Todo esto quedaba incorporado en las
denominadas cartas de intención que los gobernantes de las naciones sub-
desarrolladas debían firmar, antes de poder entrar en negociaciones con
sus acreedores, a fin de conseguir algún tipo de reestructuración del monto
de su deuda externa.
Si a finales de los años 70, la intransigencia de los países desarrollados
en el seno de la ONU impidió el desarrollo del proceso de Negociaciones
Económicas Globales, mediante el cual las naciones subdesarrolladas de-
seaban que se discutieran los problemas que estaba afectando su desarro-
llo económico, la crisis de la deuda externa y sus secuelas en materia de
política económica y otras acciones, determinaron el claro abandono
de la temática del desarrollo por parte de los políticos y, en buena medida, de
los académicos de los países desarrollados.
La crisis de la deuda externa de los países subdesarrollados abriría un
período funesto para las posibilidades de desarrollo de estas naciones, no
solo por las medidas concretas de política económica que tanto los países
y las organizaciones acreedores (el FMI, primero, y el Banco Mundial
BM, más tarde) impusieron a los países deudores, sino también porque
abrió la posibilidad para todo un viraje en diversas normas y principios
vigentes en las relaciones económicas internacionales.
Este giro en las concepciones teóricas en materia de regulación de las
relaciones económicas internacionales es perceptible en:
a) El retroceso observado en la noción de trato diferenciado y no
discriminatorio hacia las naciones subdesarrolladas.
b) El impulso de la idea de la corresponsabilidad de todos los países en
la solución de los problemas económicos y otros de carácter mundial.
235
c) Las evidentes manifestaciones de abandono de la democracia y
de la justicia en las relaciones económicas internacionales.
d) La introducción y “legitimación” de nuevas figuras en las relaciones
económicas internacionales como la de las condicionalidades, el
monitoreo de los países desde el exterior, etcétera.
Paralelamente a estos negativos procesos en el campo de la teoría y las
políticas económicas convencionales a nivel mundial, debe ser señalado
que fue produciéndose una gradual toma de conciencia por parte de los
académicos, la opinión pública, los empresarios y los círculos políticos
acerca de la existencia de una serie de graves problemas a los cuales la
literatura científica comenzaría a llamar problemas globales.

La toma de conciencia acerca de los problemas globales


Por problema global se denomina a aquellos fenómenos o procesos que
constituyen importantes amenazas para la vida de los seres humanos y
para la preservación del propio planeta. Asimismo, los problemas globales
han sido vistos desde distintas aproximaciones: desde las más superficia-
les que se limitan a apreciarlos como catástrofes, pasando por aquellas
que los ven como contradicciones o conflictos que se presentan en deter-
minadas dimensiones de la actividad humana, hasta las aproximaciones
que los ven como desajustes, desproporciones o desequilibrios.11
Si bien los primeros llamados de alerta de los académicos acerca de
fenómenos de este tipo se remontaban a los años 60 y se vinculaban
básicamente con aspectos del medio ambiente (desertización, salinización
y erosión de los suelos, desforestación, contaminación de aguas, aire y
terrenos, etc.), ya en los años 70, a instancias de los informes al Club de
Roma, la preocupación por la identificación, el estudio y la recomenda-
ción de medidas para la solución de los problemas globales mostró una
importante extensión por prácticamente todo el mundo.12

11
Estas definiciones y otras pueden encontrarse en Vadim Zagladin: “Problemas
globales y el progreso social de la humanidad” y Nikolái Básov y Andréi Vinográdov:
“Problemas globales y metodología de las ciencias naturales”, en El año 2000:
problemas globales y el futuro de la humanidad, Ciencias Sociales Contemporáneas,
Moscú, 1997 e Iván Frólov: “The Scientific Concept of Global Problems”, en Global
problems of mankind and the state, Social Sciences Today, Moscow, 1985.
12
En los años 70 se produjo un auge acerca de la elaboración de modelos e informes
globales, los cuales fueron elaborados por instituciones académicas, organismos
internacionales, fundaciones ligadas a partidos políticos y otras instancias.

236
El progreso en los estudios acerca de los problemas globales en los años 70
y 80, permitió apreciar la naturaleza multidimensional de estos, pues fueron
identificados los problemas globales ambientales, sociales, político-militares,
jurídico-institucionales, educacionales y culturales, científico-técnicos, éticos
y, por supuesto, económicos.
Si se presta atención a los dos primeros informes al Club de Roma, la
dimensión de lo económico en los problemas globales se circunscribía a
un eventual agotamiento de los recursos naturales no renovables y a los
supuestos problemas relacionados con las diferencias entre las ten-
dencias del crecimiento demográfico y del crecimiento de la producción
de alimentos.
El tercer informe al Club de Roma, Remodelando el orden mundial (1975),
introduce un cambio en la percepción de los problemas económicos
globales al concebirlos de una forma más integral: como el desorden que
se presenta en el sistema de relaciones (económicas) internacionales. Esta
aproximación a los problemas económicos globales como un sistema de
problemas íntimamente interrelacionados, no solo sería más correcta que
las aproximaciones anteriores, sino que sería la seguida por otros informes
o modelos globales de los años 70 y 80 como: ¿Qué Hacer? (1975), El
futuro de la economía mundial (1976), ¿Catástrofe o nueva sociedad? (1977),
Norte-Sur (1980) y Problemas globales de nuestro tiempo (1984).
Este cambio en la forma de aproximación a los problemas económicos
globales por parte de los círculos académicos, era una expresión de la gra-
vedad que iba adquiriendo la situación económica mundial. De una aproxi-
mación caracterizada por la identificación de problemas económicos globales
específicos, se pasó a una visión multifacética de los problemas que se pre-
sentan a las naciones subdesarrolladas para alcanzar el desarrollo.13
A pesar de que los acontecimientos de los años 80 indicaban la inope-
rancia de las políticas económicas neoliberales para promover el creci-
miento y el desarrollo, la aplicación de estas avanzó todavía más en los
años 90 debido a un conjunto de razones entre las cuales pueden ser seña-
ladas las siguientes:
• Debilitamiento de la capacidad negociadora de las naciones
subdesarrolladas y la imposición a estas de una segunda
generación de políticas económicas neoliberales por parte de las
potencias imperialistas y de las instituciones financieras
internacionales.

13
Para esta última aproximación ver, sobre todo, la obra Problemas globales de nuestro
tiempo, Editorial Progreso, Moscú,1984.

237
• La extensión de la aplicación de las referidas políticas económicas
a naciones industrializadas como las de la Unión Europea luego
de la firma de tratado de Maastricht en 1992.
• El tránsito de las economías exsocialistas de Europa oriental y la
antigua URSS a la economía de mercado y la consiguiente
adopción por estas de las políticas económicas neoliberales.
De esta manera, la generalizada aplicación de las políticas económicas
neoliberales en casi todo el mundo –y sus secuelas de contracción econó-
mica, altas tasas de interés, altos niveles de desempleo, retroceso en el
tratamiento de los países subdesarrollados, introducción de normas y prin-
cipios muy negativos para la regulación de las relaciones internacionales,
etcétera– determinaron que los problemas mundiales alcanzasen un alto
nivel de difusión internacional.
En estas circunstancias, el problema económico global principal ya dejó
de ser el del atraso y subdesarrollo como fuera enunciado por los acadé-
micos soviéticos en su obra Problemas globales de nuestro tiempo, y pasa-
ría a serlo el del desarrollo mundial por el nuevo nivel alcanzado en materia
de extensión geográfica, profundidad y multidimensionalidad por los pro-
blemas económicos.
A pesar de que las principales potencias mundiales y algunos organis-
mos internacionales, como el FMI y el BM, desplegaron una estrategia
para tratar de sacar (y en cierta medida lo lograron) el tema del desa-
rrollo de la agenda internacional, en el mismo período se produjo una
interesante evolución de las concepciones teórico-conceptuales en el
seno de los círculos académicos.
Como resultado de esta evolución, el proceso del desarrollo pasó a ser
subsiguientemente clarificado y alejado de las concepciones estrechas y
superficiales utilizadas para definirlo en las décadas iniciales de la segun-
da posguerra.
De una identificación del desarrollo con: el crecimiento económico y
con la industrialización, este pasó a ser visto como un proceso que aúna
importantes transformaciones cuantitativas y, sobre todo cualitativas, aso-
ciadas estas a modificaciones estructurales e institucionales en los países,
modificaciones que no se limitan al campo de lo económico, sino que
deben producir también en las dimensiones de los social, lo político, lo
institucional y otras.
La toma de conciencia acerca de la importancia del medio a nivel pla-
netario, introdujo una nueva dimensión en la conceptualización del desa-
rrollo. Este pasaría a ser, además, un proceso en el cual se adoptara una
posición de justicia intergeneracional; o sea, que el bienestar de las pre-
sentes generaciones no podría ser logrado a costa de sacrificar el de las
238
futuras. Dicho en otras palabras, el desarrollo es visto como un proceso
en que junto a procesos científico-técnicos, económicos, sociales, políti-
cos, institucionales, culturales y educacionales, se suman acciones de na-
turaleza ambiental.
Durante todo este período de la segunda posguerra y desde las posicio-
nes de los científicos sociales de izquierda, se fue estructurando la idea de
que el desarrollo no era un simple proceso material, sino que por el con-
trario, es un proceso de, por y para los seres humanos.
Con un elevado grado de injusticia histórica, mucha literatura reciente
atribuye al PNUD, y particularmente a su informe anual Informe sobre de-
sarrollo humano, la introducción de la dimensión humana en el análisis del
proceso de desarrollo. El PNUD tan solo contribuyó a universalizar ideas
que ya estaban siendo impulsadas desde décadas anteriores por economis-
tas y políticos de izquierda y progresistas en el sentido de que el desarrollo
no podía circunscribirse a un simple crecimiento sostenido de la produc-
ción de objetos materiales y a una satisfacción creciente de las necesidades
de los seres humanos, sin que este proceso no tomara en consideración
otras dimensiones “menos perceptibles” de la vida de los seres humanos.
Entre otros, ya en 1969 Dudley Seers concluía que el desarrollo signi-
fica crear las condiciones para la realización de la personalidad humana.14
El mérito del PNUD reside en haber internacionalizado el debate en tor-
no a esta aproximación y en tratar de crear una metodología encaminada a la
cuantificación del desarrollo sobre nuevas bases que se alejen de la simple
consideración de los clásicos agregados macroeconómicos del PNB o PIB.
Esta nueva conceptualización sobre el desarrollo empezó abrirse paso
en un contexto internacional muy interesante en que la problemática del
desarrollo saldría necesariamente del ostracismo en que los círculos aca-
démicos occidentales, los políticos y los funcionarios de algunos organis-
mos internacionales quisieron recluirlo.

El desarrollo mundial como problema global


Los años 90 fueron un período bastante oscuro en la evolución de la
economía mundial. Una breve presentación de los argumentos que sirven
para respaldar esta afirmación serían los siguientes:
• En materia de crecimiento, la economía mundial continuó
mostrando una situación de tasas bastante deprimidas, quizás con

14
Ver Duldley Seers: “Qué estamos tratando de medir”, en CEDEM: Temas seleccio-
nados sobre planificación del desarrollo, 1989, p. 117.

239
la excepción de las de Estados Unidos, la República Popular
China y una parte del decenio, las de los NICs del sudeste de
Asia.
• En materia de comercio, la economía mundial continuó
observando el desarrollo del proteccionismo, aunque aplicado
ahora mediante medidas muy sutiles y en aspectos no regulados
por las organizaciones internacionales encargadas de regular esta
actividad.
• En materia de los procesos monetarios, el período se caracterízó
por la generalización de las conversiones de grandes cantidades
de dinero de una moneda a otra para obtener ganancias, y las
consiguientes fluctuaciones de las cotizaciones de las monedas.
• En materia de actividades financieras, se apreció un aumento
del nivel de incertidumbre existente en la economía mundial
debido al papel protagónico asignado al capital especulativo
(operaciones en las bolsas de valores, etc.) y asimismo la década
fue testigo del surgimiento de sucesivas crisis monetario-
financieras desde mediados del decenio: México (1995), sudeste
de Asia (1997), Rusia y Brasil (1998), Argentina (2000),
etcétera.
• La situación económica mundial se ha visto altamente afectada
por problemas extraeconómico como las numerosas guerras o
conflictos bélicos que han estallado en los últimos 15 años, las
pretensiones hegemónicas desplegadas por Estados Unidos
después de la desintegración de la URSS, el crecimiento de las
migraciones internacionales Sur-Norte y Este-Oeste, la aparición
o reaparición de enfermedades, y el impacto económico de los
desastres naturales y del cambio climático, entre otros muchos
factores que indirectamente han estado influyendo sobre la
economía mundial.
• A nivel de las distintas regiones del mundo, tenemos que los
países de la Unión Europea se introdujeron en un severo proceso
de disciplinamiento monetario-financiero de sus economías. Los
requisitos que se establecieron en el Tratado Maastricht (1992),
con vistas a reunir las condiciones para el lanzamiento de la
moneda común (el euro) a finales del decenio, fue un ejercicio
que se tradujo en una notable contracción económica en estos
países, elevados niveles de desempleo y otras negativas secuelas.
• Las naciones exsocialistas comenzaron durante estos años a
transformar sus economías planificadas en economías de mercado,
240
lógicamente basadas en los preceptos neoliberales, y esto
repercutió en sensibles reducciones en los ritmos de crecimiento,
los niveles de empleo y otros aspectos de estas economías.
• Las naciones subdesarrolladas continuaron confrontando todo
tipo de problemas económicos derivados de la generalizada
situación recesiva de la economía mundial; de la escalada de
proteccionismo comercial practicado, sobre todo por los países
desarrollados de los vaivenes ocurridos en las cotizaciones de las
monedas, de la tendencia al estancamiento, primero, y a la
reducción después, de los flujos de la denominada Ayuda Oficial
al Desarrollo; del mantenimiento de su papel marginal en los flujos
de inversiones extranjeras directas y, en definitiva, de su frágil
inserción en la economía mundial.
La caracterización que se acaba de realizar acerca de los problemas
que presenta el desarrollo mundial, permite ver por qué este puede ser
catalogado como un problema global: el actual desarrollo mundial se dis-
tingue por la enorme cantidad de contradicciones y conflictos presentes a
nivel del planeta y por las desproporciones, desequilibrios y desajustes
que se presentan tanto a nivel regional como a nivel internacional, pero,
de mantenerse estas tendencias del desarrollo mundial, podríamos afir-
mar que el mundo podría ser llevado a una catástrofe de naturaleza global
–que, como se ha dicho más arriba, afecte la supervivencia de los seres
humanos y del propio planeta– porque, además de las amenazas económi-
cas, existen las sociales, las político-militares y las ambientales, por solo
señalar las más visibles.
La naturaleza del actual proceso de desarrollo mundial se ajusta a las
características de un problema global porque aquel puede ser visto como:
1. Desajuste
a) en la distribución de la riqueza mundial;
b) en el poderío mundial;
c) en la toma de decisiones.
2. Contradicción
a) entre la racionalidad capitalista y la del planeta;
b) entre las potencialidades científico-técnicas y el nivel de solu-
ciones a problemas de la humanidad;
c) entre los recursos humanos y las zonas del planeta útiles y
marginadas.

241
3. Amenaza a la supervivencia de los naturales
a) gran nivel de contaminación ambiental;
b) irracional utilización de los recursos naturales.
Analistas de distintas posiciones ideológicas y de distintas latitudes
están tendiendo a coincidir en caracterizar al período más reciente de la
economía mundial como un período de gran incertidumbre.
Esta incertidumbre no se debe exclusivamente a los graves problemas
económicos globales que se presentan a nivel mundial –y que han sido
analizados con cierto detenimiento anteriormente–, sino que aquella tam-
bién se debe a las multifacéticas secuelas que estos problemas generan y
que hacen del actual desarrollo mundial uno de los más importantes pro-
blemas globales de la humanidad en la actualidad.
Los problemas económicos globales de los últimos 15-20 años, han
desencadenado innumerables problemas sociales en todo el planeta. Así,
la evolución deprimida de la economía mundial junto a la utilización de
tecnologías modernas muy eficientes y ahorradoras de fuerza de trabajo,
han determinado que el desempleo haya dejado de ser un fenómeno co-
yuntural para convertirse en uno crónico, incluso en las naciones en que
históricamente los niveles de desempleo habían sido relativamente bajos.
Los bajos niveles del empleo posibilitaron un aumento de la capacidad
negociadora de los empleadores (los empresarios capitalistas) frente a los
trabajadores y los sindicatos, situación que se tradujo en un muy desfavo-
rable viraje en la situación de los mercados laborales y en afectaciones a
los niveles de sindicalización entre los trabajadores.
La acrecentada oferta de trabajo, sobre todo en los mercados laborales
de los países desarrollados (integrada por los empleados, los desempleados
y los inmigrantes) contribuiría a una reducción de los niveles de los salarios
nominales y reales; al desmontaje de las conquistas obtenidas por los traba-
jadores luego de largas luchas en materia de condiciones de empleo, dispo-
siciones legales acerca de las condiciones laborales –seguridad e higiene en
el trabajo– y en aspectos relacionados con la asistencia y la seguridad social
para los trabajadores y sus familiares.
Todo esto llevaría a un aumento de los grados de explotación a que son
sometidos los trabajadores, al aumento de los beneficios obtenidos por los
empresarios, a la extensión de la pobreza –tanto nacional como
internacionalmente–, y a que la polarización social alcance niveles inauditos.15

15
Los Informe sobre el desarrollo humano del PNUD de 1992 y 1998 brindan datos que
permiten apreciar la evolución de las desigualdades en la distribución de los ingresos
a nivel mundial.

242
La incertidumbre socioeconómica que viven miles de millones a nivel
mundial tiene otros graves efectos como las amenazas a la desintegración
familiar y social, la extensión de la violencia y la criminalidad, la genera-
ción de un clima propicio para la reaparición de las concepciones racistas,
discriminatorias y xenófobas, y la escalada observada en el narcotráfico y
la drogadicción.
La presente situación que muestra el desarrollo mundial ha sido aprove-
chada por las principales potencias mundiales para aumentar sus riquezas
y, por consiguiente, su poderío económico y político. Esto le ha permitido
a estos actores internacionales influir en la filosofía y en las acciones
emprendidas por los organismos internacionales; ejercen un papel
protagónico en la toma de decisiones sobre los más importantes proble-
mas mundiales y, en definitiva, imponen disposiciones jurídicas e
institucionales que resultan favorables a sus intereses particulares.
Las modificaciones que se han observado en el sistema institucional
internacional, los cuestionamientos a importantes principios del Derecho
Internacional para la regulación de las relaciones entre los estados, así
como los retrocesos apreciados en la democracia y la justicia internacionales,
son algunas de las manifestaciones de cómo los problemas económicos
globales están afectando negativamente la dimensión de los problemas
jurídicos-internacionales.
Una ojeada al mundo de los últimos 15-20 años permite apreciar que, en
lugar, de un mundo “más tranquilo” como era esperable después del derrum-
be del sistema socialista en la Europa oriental y la desintegración de la URSS,
la situación económica mundial ya descrita, así como otros problemas nacio-
nales e internacionales, han hecho del planeta un sitio ingobernable.
La convergencia de la concentración del poder económico y de la toma
de decisiones en un reducido número de países desarrollados, corpora-
ciones transnacionales y organismos internacionales, ha creado una grave
situación caracterizada por las pretensiones de la principal potencia mun-
dial de imponer en todo el mundo, sus criterios en materia de política
económica y de organización social, política e institucional de la sociedad.
En esto reside lo que se ha dado en llamar unipolarismo.
La imposición de los criterios políticos de Estados Unidos y de las
restantes grandes potencias mundiales, se está llevando adelante general-
mente en los últimos tiempos en contra de los deseos e intereses de la
mayoría de los países del planeta.16

16
Una simple prueba de ello es el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, el cual
Estados Unidos mantiene a pesar de haber sido repudiado cada año en la Asamblea
General de la ONU por prácticamente todas las naciones del planeta.

243
La atmósfera política internacional se ha hecho extremadamente com-
pleja en el período que se analiza debido a que, para la consecución de sus
fines, Estados Unidos ha ideado numerosos mecanismos de presión, coer-
citivos y otros. Basta mencionar las denominadas “listas negras” de países
que no respetan los derechos humanos, que son santuarios o ayudan a los
grupos terroristas, que no cooperan en la lucha contra el narcotráfico, o,
simplemente, las naciones que tienen una postura opuesta a las posiciones
políticas de la principal potencia mundial.17
En el período que nos ocupa, los problemas económicos han tratado
de ser resueltos, una vez más, mediante el desarrollo de acciones bélicas.
Tal es el caso de la primera Guerra del Golfo (1991), la guerra contra
Yugoslavia (1999), la guerra contra Afganistán (2002) y la nueva guerra
contra Iraq (2003).
El expediente de la guerra, practicado por Estados Unidos, es una de-
mostración de que las políticas neoliberales no han contribuido al logro
de un crecimiento económico sostenido ni en el mundo, ni en las naciones
desarrolladas y que existe una crisis del desarrollo mundial.
Lejos de contribuir a una dinamización del desarrollo, las guerras están
provocando problemas económicos cada vez más graves como resulta fácil-
mente observable en la actual situación económica de Estados Unidos.
Los problemas económicos globales que fueran analizados más arriba
también influyen en la dimensión ambiental del planeta.
Las acciones de liberalización, desregulación y privatización, que acom-
pañan a la aplicación de las políticas económicas neoliberales, no han lo-
grado que el mundo se encamine hacia un proceso de desarrollo sostenido,
justo, racional y equitativo, pero han contribuido a generar directa o indi-
rectamente innumerables problemas ambientales.
La agudización de la lucha de competencia entre los países y empresas,
la utilización capitalista del progreso científico-técnico y la exigencia a las
naciones subdesarrolladas de que generen excedentes financieros para pagar
la deuda externa, son algunas de las causas que están en la base de los
problemas ambientales que sufre el planeta en estos momentos como son
la utilización irracional de los recursos naturales (incluidos los no renova-
bles), la creciente reducción de especies de animales y plantas que está
afectando a la biodiversidad planetaria y los efectos derivados del cambio
climático asociado al deterioro de la capa de ozono.

17
Estados Unidos, ha creado no sólo mecanismos de agresión política, sino también
denominaciones peyorativas para designar a estos países, como las de “Estados
villanos”, “parias”, o “delincuentes”, “naciones en retroceso” y otras para calificar
tendenciosamente a los países que le resultan contestatarios.

244
Estos problemas ambientales no solo generan otros problemas como
los desplazamientos poblaciones (sociales), conflictos entre países (polí-
tico-militares), sino que inciden en la profundización de los problemas
económicos globales que aquejan a la humanidad (reproducción del sub-
desarrollo, encarecimiento de insumos).
Finalmente y por solo señalar cinco esferas en que los problemas eco-
nómicos globales tienen severos impactos negativos, puede ser indicado
que estos también afectan la dimensión de las consideraciones éticas. Esto
es perceptible en el hecho de que la práctica universalización de las con-
cepciones económicas neoliberales, no sólo ha traído aparejado procesos
de liberalización, desregulación y privatización que son sus secuelas más
características, sino que, sobre todo, ha elevado la mercantilización y el
egoísmo a planos tan altos como los economistas clásicos burgueses no
fueron capaces de imaginar.
La convergencia del neoliberalismo, la agudización de la competencia
capitalista, la búsqueda de la eficiencia y el egoísmo económico ha deter-
minado el surgimiento y desarrollo de fenómenos tan inmorales como el
sesgado desarrollo que se observa en el progreso científico-técnico,
mediante el cual se invierte en el desarrollo de nuevos productos que
posibilitan la incentivación del consumismo y, por tanto, la realización de
superiores niveles de ganancias, mientras que escasean los fondos dedica-
dos al desarrollo de los medios para satisfacer importantes necesidades
humanas, tales como lograr niveles sostenidos de alimentación o el com-
bate contra enfermedades, entre otros. Asimismo, el mundo se
enfrenta hoy a las acciones de las grandes corporaciones agroalimentarias
transnacionales, las cuales están imponiendo el consumo de variedades de
alimentos y semillas genéticamente modificadas, sin que se hayan realiza-
do las suficientes investigaciones para evaluar los posibles efectos secun-
darios sobre el hombre y/o el medio.
La crisis ética del sistema capitalista tiene otras múltiples manifestacio-
nes, pero quizás una de las más impactantes sea el hecho de que las actuales
tendencias de la globalización neoliberal están dejando marginadas de las
grandes corrientes productivas, comerciales, monetario-financieras y cientí-
fico-técnicas a miles de millones de personas en el planeta, las cuales no les
resultan “útiles” para sus objetivos de valorización continuada del capital.

Carácter de los problemas del desarrollo mundial


De lo anterior puede desprenderse que los problemas económicos
globales han desencadenado una serie de consecuencias que influyen
sobre los procesos sociales, jurídico-institucionales, político-militares,
245
ambientales y éticos, entre otros, conformando una tupida madeja de cau-
sas y efectos que se retroalimentan continuamente los unos a los otros.
A modo de simples ejemplos de otras interrelaciones ocasionadas por
los problemas económicos globales, podríamos indicar las siguientes:
– Los problemas sociales globales ya enunciados ocasionados por los
problemas económicos globales, pueden conducir –y, de hecho, han
conducido– a la adopción de medidas legislativas (por ejemplo, ante
una creciente ola de migraciones internacionales motivada por la
situación depresiva de la economía mundial, los tradicionales estados
receptores de inmigrantes han cerrado sus puertas mediante la
promulgación de legislaciones mucho más severas.
– Los problemas económicos globales, al agudizar la lucha de
competencia entre las naciones, las empresas y hasta, los
individuos, han llegado a crear las condiciones para el estallido
de importantes problemas políticos globales. Sin embargo, en el
actual contexto internacional, los problemas políticos globales
han dado pie al desarrollo de novedosas –y muy reaccionarias–
concepciones económicas, éticas, etc. a nivel mundial, mediante
las cuales se está subvirtiendo o se intenta subvertir todo lo más
positivo que ha alcanzado la evolución del pensamiento hasta
nuestros días.
– Los problemas ambientales globales que padece la humanidad en
nuestros días y que son el resultado en gran medida, de los proble-
mas económicos globales, han motivado la presentación de nota-
bles problemas sociales globales como la aparición de inmensas
cantidades de personas que migran desde territorios cuyas tierras
se han erosionado o esterilizado, o en que las fuentes de agua esca-
sean o se han contaminado, hacia otras regiones del mismo país o
de otros países, provocando una sobrecarga de este territorio y la
eventual reproducción del mismo fenómeno o el de conflictos entre
la población desplazada y la originaria del territorio.
La explicación gráfica del carácter sistemático de los problemas globales
puede apreciarse en la Figura 14.1.
Dicho en otras palabras, los problemas del desarrollo mundial consti-
tuyen un importante sistema de problemas al cual debe prestarse suma
atención, pues con su solución se ayuda a la de otros notables problemas
globales del planeta. Pero, también, otra importante cuestión que es pre-
ciso destacar es que en la solución de los problemas del desarrollo mun-
dial no puede avanzarse unilateralmente, sino que es preciso hacerlo en
distintos planos: el nacional, el regional y el internacional.

246
Figura 14.1. Carácter sistémico de los problemas globales.

La ONU ha desplegado significativas acciones en función de que los


gobiernos y las poblaciones de todos los países del mundo tomen concien-
cia acerca de este hecho. Por ello, desde comienzos de los años 90, esta
organización ha venido realizando diferentes reuniones internacionales
en las cuales se han debatido algunos de los más acuciantes problemas
globales que aquejan a la humanidad actualmente.
Si se repasan los nombres de estas conferencias veremos que sus orga-
nizadores se han percatado de que independientemente de la dimensión
que se fuera a analizar, dicho problema global guardaba determinados
vínculos con el desarrollo.
Así, en 1992 se efectuó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Medio Ambiente y Desarrollo (CNUMAD), también conocida como
Cumbre de Río o Cumbre de la Tierra; en 1993 se desarrolló la Confe-
rencia Mundial sobre Derechos Humanos en Viena (Austria); en 1994, El
Cairo (Egipto) fue la sede de la Conferencia Internacional sobre Pobla-
ción y Desarrollo; en 1995 Copenhague (Dinamarca) acogió a la Cumbre

247
Mundial sobre el Desarrollo Social; este mismo año, Beijing (República
Popular China) acogió la IV Conferencia Internacional sobre la Mujer;
en 1996, la ciudad de Estambul (Turquía) sirvió de marco a la Conferen-
cia sobre Asentamientos Humanos y en Roma (Italia) ese mismo año, se
efectuaría la Conferencia Mundial de Alimentación. Seis años más tarde,
en el 2002, se efectuaría la Conferencia Mundial sobre Financiamiento al
Desarrollo (Monterrey, México) que debe ser inscrita en estas acciones
en pro de impulsar acciones internacionales para favorecer la solución de
los más diferentes problemas globales.
No obstante, un aspecto a destacar es el hecho de que se ha producido
un reconocimiento más o menos universal de que no puede haber desa-
rrollo mundial, sin la solución de una serie de problemas globales de di-
mensiones que otrora se veían como muy alejadas de aquel proceso.
Si estamos de acuerdo en que el desarrollo es un proceso
multidimensional, la solución de los problemas del desarrollo mundial
requiere la solución de los problemas de las diferentes dimensiones de
dicho proceso.
Con vistas a conseguir sus fines egoístas, el sistema capitalista está
provocando que la divergencia ya existente entre la racionalidad econó-
mica general y la racionalidad económica capitalista llegue a niveles insos-
pechados.
Además de extremadamente irracional, el sistema capitalista está de-
mostrando increíbles niveles de injusticia, los cuales se evidencian en:
a) el enorme grado de concentración de la riqueza económica, el po-
der y la toma de decisiones en un reducidísimo número de actores
internacionales;
b) la extensión alcanzada por la privatización en los marcos de este
sistema al abarcar bienes naturales, elementos de patrimonio de la
humanidad, etcétera;
c) la visión estrecha con la que su ideólogos adelantan supuestas solu-
ciones, las cuales no toman en consideración ni la gravedad, ni la
extensión, ni la naturaleza multidimensional de los problemas
globales.
Los problemas que hoy presenta el desarrollo mundial son la expre-
sión del nivel alcanzado por la irracionalidad y la injusticia que caracteri-
zan al modo de producción capitalista e indican, de forma cada día más
irrefutable, su carácter histórico y la necesidad de desarrollar urgente-
mente estrategias alternativas viables.

248
Cuarta parte

EL PROBLEMA DE LA MEDICIÓN
DEL DESARROLLO

Capítulo 15

La medición del desarrollo

Un poco de historia y algunas definiciones básicas


La medición es un problema complejo, pero imprescindible. Como fue
expresado hace más de medio siglo, “la historia de la ciencia muestra
que el desarrollo inicial de cualquier disciplina es puramente cualitativo,
y que solo cuando emerge de este estado y pasa a la fase cuantitativa es
cuando empieza a tener un lugar asegurado en la jerarquía de las
ciencias establecidas”. 1 El proceso de cuantificación social se
remonta, al menos, a cinco siglos atrás. Algunos hechos notorios
en los siglos XVI y XVII son los siguientes: 2, 3
– En 1532 se realiza la primera compilación de las listas semanales
de mortalidad en Londres.
– Comienza en 1539, en Francia, el primer registro oficial de
bautismos, matrimonios y defunciones.

1
R. Pearl: Introduction to medical biometry and statistics, 3ra ed, 1940, p. 1.
2
Ibídem, p. 22.
3
R.V. Horn: Statistical indicators for the economic and social sciences, Cambridge University
Press, Hong Kong, 1993, p. 2.

249
– En Inglaterra se realiza en 1662, la primera edición, elaborada
por el Capitán John Graunt (1620-1674), del Natural and Political
Observations mentioned in a following Index and made upon the
Bills of Mortality.
– En 1668 Gregory King realiza estudios sobre pobreza.
En época algo más reciente, siglo XIX, fueron sobresalientes los traba-
jos de Lambert Adolph Jacques Quetelet (1796-1874) en Bélgica, y William
Farr (1807-1883) y Sir Francis Galton (1822-1907) en Inglaterra.4
Entre otras formas, se ha definido un indicador como un instrumento
de medición construido teóricamente para ser aplicado a un conjunto de
unidades de análisis con el propósito de producir un número que cuantifi-
ca algún concepto asociado a ese colectivo.5 La anterior definición subra-
ya que el indicador es un instrumento para medir (como puede ser un
termómetro), es una construcción teórica, resulta en un número –o sea,
todo indicador es cuantitativo–(a), y lo que pudiera ser más importante,
cuantifica un concepto. Luego, antes de medir algo, ese algo tiene que
estar definido. Digamos, no se debe construir un indicador de progre-
so científico-técnico, sin que previamente se haya definido qué es el
progreso científico-técnico.
A su vez, se define habitualmente un “índice”, como un macroindicador
que resume, dadas ciertas ponderaciones, indicadores simples, de aquí
que se hable de “índices sintéticos”. Ejemplo de índice de este tipo es el
Índice de Desarrollo Humano (IDH) propuesto por el Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) desde 1990, y conformado,
como posteriormente se verá, por varios indicadores. En otras ocasiones,
el término índice se utiliza simplemente como sustituto de indicador, fre-
cuentemente cuando su cálculo entraña cierta complejidad.

El conflicto entre la articulación e instrumentación


de la teoría y la medición del desarrollo
El concepto de desarrollo implica una relación y se entiende, en todos
los casos, como el contenido de un proceso.(b) Entendido como relación,
supone la comparación entre momentos o situaciones. En tanto que visto
como contenido de un proceso, adquiere un carácter histórico y por ello
tiene que ser entendido como un concepto esencialmente dinámico.

4
R. Pearl: ob. cit., pp. 30-36.
5
F. Rojas, C. López y L. C. Silva: Indicadores de salud y bienestar en municipios saludables,
OPS/OMS, Washington, D.C., 1994, p. 31.

250
Como se ha visto en capítulos anteriores, las distintas teorías del desarrollo
se articulan sobre la base de las respuestas que dan a las interrogantes
siguientes:
• ¿Cuáles son los objetivos del desarrollo (o las metas a alcanzar)?
• ¿Cómo se conseguirán?
• ¿Qué obstáculos habrá que enfrentar?
• Cómo se superan dichos obstáculos (cuáles son las políticas de
desarrollo que deberán aplicarse)?
La medición del desarrollo, constituye una exigencia que viene dada
por el carácter relativo (comparativo) del concepto, pero también por la
necesaria constatación científica de una teoría del desarrollo. En ambos
casos, se presupone la necesidad de identificar cuáles son las variables
que servirán para medir el nivel y el proceso de desarrollo, y también
definir cuál debe ser su comportamiento.
A los efectos de la medición, si tomamos las primeras teorías del
desarrollo que lo identificaron con el crecimiento económico, una de
las variables fundamentales a emplear sería la tasa de ahorro anual, y
el comportamiento específico que podría catalogarse de “positivo”,
estaría expresado por magnitudes de esta en un rango entre 15 y
20 % anual del PNB.
En la elección de las variables entran en juego no sólo la dimensión
teórica, sino también la empírica. La primera, como se ha señalado, hace
referencia a las teorías y políticas de desarrollo. La segunda, tiene que ver
con el conocimiento de la realidad mediante los datos, las fuentes y los
métodos estadísticos. Ambas dimensiones tienen una problemática espe-
cífica no exenta de dificultades. También la articulación de ambas es con-
flictiva. Una determinada teoría del desarrollo puede perder credibilidad,
al no lograr la “articulación” deseada entre teoría y práctica, o entre obje-
tivos, medios y resultados. También puede ocurrir que proyecte que unos
indicadores alcancen determinado comportamiento, pero en unos con-
textos que forzosamente implican la imposibilidad de tal mejora. Algunos
autores sostienen que los nuevos paradigmas de desarrollo (desarrollo
humano y sostenible) están inmersos en ese conflicto, toda vez que afir-
man la posibilidad de construir la síntesis entre globalidad y humanidad
dentro de los marcos del sistema capitalista.6

6
Javier Martínez Peinado: “Teoría y medición del desarrollo: articulación e instru-
mentación”, Ponencia presentada en el evento Diez Años de Desarrollo Humano,
HEGOA, Bilbao, febrero de 1999, pp. 1-2.

251
Las cuestiones fundamentales referentes a la medición del desarrollo
abarcan tres campos: el de los datos, las fuentes y los métodos estadísti-
cos. Cualquiera de ellos puede introducir distorsiones en la medición del
desarrollo. Así, por ejemplo, podrían seleccionarse indicadores que
conceptualmente no se correspondan con la calidad que se pretende me-
dir, es decir, con los objetivos del desarrollo que han sido definidos. Puede
ocurrir también, que los datos obtenidos no son fiables o comparables. Otro
tanto pudiera ocurrir como consecuencia del empleo de modelos estadísti-
cos que implican la introducción de supuestos que resultan discutibles.
Algunos autores expresan que no se pueden entender los paradigmas y las
opciones políticas de desarrollo sin contemplar su base metodológica empí-
rica. De manera que los indicadores puede que escondan las trampas
teóricas y las interpretaciones ideológicas, y, más que constituir herramientas
de contrastación, o además de ello, son una parte más de la teoría.7

Una clasificación de los indicadores e índices


La clasificación de los indicadores empleada a los efectos del presente
trabajo se muestra en la Tabla 15.1.
Tabla 15.1. Clasificación de los indicadores e índices según áreas y esferas del desarrollo

Área Esfera
Desarrollo Crecimiento económico
económico Desigualdad en el desarrollo económico
Pobreza
Desarrollo social Nivel de educación
Recursos para la educación
Estado de salud de la población
Recursos para la salud
Seguridad alimentaria
Acceso a servicios básicos
Acceso a fuentes energéticas
Acceso a las comunicaciones
Conservación del medio ambiente
Desarrollo científico técnico
Equidad de género
Equidad rural-urbana
Ambiente demográfico
Desarrollo humano a escala de países
Desarrollo humano Desarrollo humano a escala de regiones de un país
Aspectos particulares del desarrollo humano

7
Javier Martínez Peinado: Ibídem, pp. 9-10.

252
No se es ajeno a que existen otras clasificaciones de los indicadores y
los índices. La que se presenta pareciera ser la más conveniente a los
efectos de la discusión que se realizará de los indicadores.

Principales indicadores e índices


En la Tabla 15.2 se presentan los indicadores y los índices que serán
objeto de examen en este epígrafe.
Tabla 15.2. Principales indicadores e índices según esfera

Esfera
Desarrollo económico Producto Interno Bruto per cá
Desigualdad en el desarrollo económico Curva de Lorenz y Coeficient
Pobreza Índice de Necesidades Básica
Línea de pobreza y de indigen
Método Integrado de Medició
Nivel de educación Tasa de alfabetización en adu
Recursos para la educación Gasto público en educación (%
Relación alumno-maestro en
Estado de salud de la población Esperanza de vida al nacer
Tasa de mortalidad infantil (p
Tasa de mortalidad de menor
Recursos para la salud Gasto público en salud (% de
Médicos (por 10 000 habitante
Seguridad alimentaria Disponibilidad diaria de calor
Índice de bajo peso al nacer
Acceso a servicios básicos Población con acceso a agua p
Población con acceso a alcant
Acceso a fuentes energéticas Generación bruta de electricid
Acceso a las comunicaciones Televisores (por 1 000 habitan
Líneas telefónicas instaladas (
Conservación del medio ambiente Cambio porcentual promedio
Desarrollo científico y técnico Índice de Adelanto Tecnológi
Índice de Creación de Capaci
Equidad de género Paridad mujer-hombre respec
y más años
Mujeres en el Parlamento (%
Paridad mujer-hombre respec
Equidad rural-urbana Paridad rural-urbana respecto
Paridad rural-urbana respecto
excretas (%)
Ambiente demográfico
253
Tasa media de crecimiento de
Tasa bruta de natalidad (por 1
Tasa global de fecundidad
Tasa bruta de reproducción
Índice de Urbanización
|

De acuerdo con el contenido de los primeros capítulos del presente


libro, no es difícil comprender que la primera forma de medir el desarrollo
de los países haya sido a través del comportamiento de sus respectivas
economías, particularmente del ritmo de crecimiento´ económico.
´ La cuantificación sintética del crecimiento económico es un problema
complejo. Habitualmente se mide a través del Producto Interno Bruto (PIB)
que es el valor total de mercado de todos los bienes finales (bienes que
han sido adquiridos para un uso final y no para reventa o para posterior
procesamiento o elaboración) y servicios producidos en una economía
durante un año.8 Dividido entre el tamaño de la población genera el PIB
per cápita.
La utilización del PIB para medir el desarrollo económico ofrece va-
rias ventajas. Por estar expresado en términos monetarios, constituye una
medida homogénea que puede agrupar los resultados de todos los secto-
res económicos. Adicionalmente, su registro resulta relativamente simple
y permite reflejar variaciones a lo largo del tiempo.
Sin embargo, la medición del desarrollo a partir del PIB per cápita
ha sido criticada por muchos especialistas. En primer lugar, solo refle-
ja los resultados del intercambio monetario ocurrido en el país, dejan-
do fuera muchas actividades que suelen tener un cierto peso en las
economías subdesarrolladas. Tal es el caso de actividades que no tie-
nen un carácter mercantil (la producción para el autoconsumo) o que
por su carácter informal no son registradas por las estadísticas oficia-
les (economía informal). En segundo lugar, el PIB recoge tanto resul-
tados económicos que son positivos para el desarrollo (la venta de
bombillos ahorradores de energía, por ejemplo) como otros que pu-
dieran catalogarse de negativos (como pudiera ser el caso de un mayor
consumo de bebidas alcohólicas). En tercer lugar, el PIB no revela los
cambios en la estructura productiva del país, de modo que pudiera
valorarse positivamente una tasa de crecimiento económico que re-
sultase de “hacer más de lo mismo”, es decir, sin que fuese resultado de la
apertura de nuevos sectores y ramas más dinámicas y de mayor compleji-
dad tecnológica. En cuarto lugar, el PIB no revela si se está realizando
un uso sostenible de los recursos naturales. A modo de ejemplo,
pudiese ocurrir que se valorase positivamente una tasa de crecimiento
económico, obtenida gracias a la sobreexplotación de los recursos
forestales de un país. Por último, el PIB no refleja quiénes se benefi-
cian del crecimiento económico. En tal sentido, una economía puede

8
C. R. McConnell, S.L. Brue and W. R. Pope: Macroeconomics, Glossary, Mc-Graw
Hill, Toronto, 1990.

254
crecer sin que los frutos lleguen a los segmentos de la población que peor
viven, para concentrarse en las capas más adineradas de la sociedad.
El PIB es incapaz de reflejar los logros sociales de un país, o la desigual
distribución de la riqueza, o el bienestar y el desarrollo humano integral
de una sociedad,9 pues, entre otras insuficiencias, subestima los consu-
mos gratuitos y subsidiados –en particular en los servicios de salud y de
educación– brindados en el país, lo cual se hace más evidente en Cuba.10
Por ello, en Cuba, como en otros países, se introdujo el PIB per cápita
ajustado a paridades de poder adquisitivo (PPA en USD) que refleja mu-
cho más objetivamente el poder de compra de la moneda del país. Esta
medida es el PIB per cápita convertido a dólares de Estados Unidos sobre
la base de la paridad de poder adquisitivo de la moneda de ese país. Se
entiende por paridad de poder adquisitivo, el número de unidades de mo-
neda de un determinado país necesarias para adquirir la misma canasta
representativa de bienes y servicios que un dólar de Estados Unidos (mo-
neda de referencia) adquiriría en los Estados Unidos (o una canasta simi-
lar de bienes y servicios).11 Los valores del PIB per cápita para el año
2002 para América Latina y el Caribe oscilan entre 15 290 dólares (Bar-
bados) y una cifra unas 10 veces menor (1 610 en Haití).12 Para Cuba en
ese año fue de 5 200 (en lo adelante, las cifras referidas a Cuba se presen-
tarán con sus fuentes, en la Tabla 15.3).
Ante la falta de correspondencia entre los resultados de la medición
del desarrollo económico y la situación social de numerosos países subde-
sarrollados, un destacado especialista en el tema expresó:
“las preguntas que hay que hacerse sobre el desarrollo de un
país son, por tanto, las siguientes: ¿qué ha ocurrido con la
pobreza?, ¿qué ha ocurrido con el desempleo?, ¿qué ha ocurrido
con la desigualdad? Si todos esos tres problemas se han hecho
menos graves, entonces se ha registrado sin duda un período de
desarrollo en el país en cuestión. Si una o dos de esas cuestiones
centrales han empeorado, y especialmente lo han hecho las tres,

9
Osvaldo Martínez: Intervención en la Asamblea Nacional del Poder Popular, Granma, 23
de diciembre del 2002, pp. 10-11.
10
J. L. Rodríguez: Informe a la Asamblea Nacional del Poder Popular sobre los
resultados económicos del 2002 y el plan económico y social para el año 2003,
Granma, 23 de diciembre del 2002, pp. 5-8.
11
PNUD: Informe sobre desarrollo humano, 1997. Definiciones escogidas, ediciones
Mundi-Prensa, Madrid, 1997.
12
PNUD: Informe sobre desarrollo humano 2004. Tabla 1 de Indicadores del Desarrollo
Humano, ediciones Mundi-Prensa, Madrid, 2004.

255
sería muy extraño llamar “desarrollo” al resultado, incluso si la
renta per cápita ha crecido mucho”.13
Las limitaciones del concepto desarrollo y su reflejo en el empleo del
crecimiento del PIB a los efectos de la medición del desarrollo, dieron
lugar a dos tendencias en el campo de la medición: de una parte, mediante
la complementación del PIB per cápita con otros indicadores capaces de
medir los resultados alcanzados en otros objetivos también importantes
en términos de desarrollo, principalmente de carácter social; y de la otra, a
través de la elaboración de indicadores capaces de integrar en sí mismos, a
todos o una parte importante de esos objetivos, o sea, índices sintéticos.
A continuación, presentamos algunos indicadores que complementan
al PIB per cápita.
La curva de Lorenz posibilita identificar las desigualdades de la distri-
bución de un cierto evento (habitualmente, pero no necesariamente, los
ingresos) de acuerdo a la distribución de la población y contrastarla con
la distribución de igualdad representada por una línea diagonal que va del
extremo inferior izquierdo al extremo superior derecho del gráfico. En la
curva se inscriben los porcentajes acumulados de población (en el eje X)
con los porcentajes acumulados de la variable considerada (en el eje Y), y
cuanto mayor es el área entre la curva de Lorenz y la línea de igualdad,
mayor es la desigualdad de la distribución. El coeficiente Gini mide el
área entre la curva de Lorenz y la línea de igualdad expresada como un
porcentaje del área máxima por debajo de la línea, y puede adoptar valo-
res entre 0 y 1, más alto en cuanto mayor es la desigualdad.14
En América Latina y el Caribe, el país con el valor más alto del coefi-
ciente Gini aplicado a la desigualdad en el ingreso es Argentina (59,1).
Chile y Costa Rica tienen valores cercanos del coeficiente. Estas cifras
duplican el valor que se registra para países con menor desigualdad en el
ingreso como Suecia (25,0), Bélgica (25,0) y Japón (24,9).15
Según Funkhouser,16 los estudios de medición de la pobreza han avan-
zado en muchas direcciones. En una primera etapa, durante los años 70,

13
Dudley Seers: “¿Qué estamos tratando de medir?, en CEDEM: Temas seleccionados
sobre planificación del desarrollo, 1989, p. 47.
14
PNUD: Informe sobre desarrollo humano, 2004. Definiciones de términos estadísticos,
ediciones Mundi-Prensa, Madrid, 2004.
15
PNUD: Informe sobre desarrollo humano, 2004. Tabla 14 de Indicadores del Desarrollo
Humano, ediciones Mundi-Prensa, Madrid, 2004.
16
E. Funkhouser: “La medición de la pobreza y su aplicación en el análisis del impacto
de cambios macroeconómicos en la pobreza”, en C. Corredor (ed.): Pobreza y
desigualdad; reflexiones conceptuales y de medición, Centro de Investigación y Educación
Popular, Santa Fe de Bogotá, 1999.

256
se dio énfasis a los aspectos técnicos que condujeron a la determinación
de una línea de pobreza y su medición. Un artículo de Amartya Sen publi-
cado en 1970 (Collective choice and social wellfare) planteó algunos axio-
mas deseados en el cálculo de la pobreza, los cuales se han venido utilizando
a modo de referencia. Posteriormente –señala este autor– hubo críticas a
las formas tradicionales de medir la pobreza, entre ellas a la que se basaba
en la idea de una línea que delimitaba las necesidades básicas (en lugar de
una línea de ingreso), y en los años noventa se manifiestan nuevas formas
de medición que posibilitan entender mejor los procesos que generan la
pobreza.
En el presente existen muchas maneras de cuantificar la pobreza, una
de ellas es el Índice de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) aplicado a
hogares. Se evalúan cinco condiciones: vivienda inadecuada, vivienda
sin servicios básicos, hacinamiento crítico, inasistencia escolar y alta
dependencia económica. Si un hogar presenta alguna de las anteriores
condiciones se considera “pobre” y todos sus miembros serán pobres, y
si tiene más de una, dicho hogar y sus miembros se consideran en situa-
ción de “miseria”. Una de las críticas que se le hace a este índice es que
una proporción importante de hogares clasificados como pobres a tra-
vés de la línea de pobreza no son clasificados como pobres a través del
índice de NBI.17
La línea de pobreza se define como el ingreso mínimo necesario para
que una persona o un hogar satisfagan sus necesidades básicas y clasifican
como pobres aquellos que no alcancen este ingreso. Asimismo, se estable-
ce una línea de indigencia con valores inferiores a los de la línea de pobre-
za. Estas líneas se definen para cada país, y para diferentes momentos.
Por ejemplo, para Brasil en el año 2001, en equivalentes de la moneda
nacional (reales) en dólares de Estados Unidos, la línea de pobreza se
estableció en 51,9 dólares para las zonas urbanas y 38,2 dólares para el
área rural, en tanto la línea de indigencia se definió en 21,2 dólares en el
área urbana y 18,2 dólares en la rural.18 Se le señala a este método como
una limitación, que considera que la satisfacción de las necesidades bási-
cas únicamente depende del ingreso, o del consumo corriente, cuando en
realidad son más las variables que determinan la satisfacción (por ejem-
plo, los derechos de acceso a bienes y servicios gubernamentales, como

17
M. Muñoz: “Los indicadores de pobreza utilizados en Colombia: una crítica”, en
C. Corredor (ed.): Pobreza y desigualdad; reflexiones conceptuales y de medición, Centro
de Investigación y Educación Popular, Santafé de Bogotá, 1999.
18
CEPAL: Panorama social de América Latina, 2004. Cuadro 16 del Anexo Estadístico [on
line] http://www.eclac.org/publicaciones.

257
agua, saneamiento, salud o educación) por lo que capta una visión par-
cial de la pobreza y, como consecuencia, independientemente de cómo
se haya construido, tiende a subestimar la pobreza. El método integrado
de medición de la pobreza resulta de la aplicación simultánea del NBI y de
la línea de pobreza y establece cuatro categorías:
– Pobreza crónica: hogares pobres por NBI y por línea de pobreza.
– Pobreza reciente: hogares pobres por línea de pobreza y no pobres
por NBI.
– Pobreza inercial: hogares pobres por NBI y no pobres por línea
de pobreza.
– No pobreza: hogares que no son pobres ni por línea de pobreza
ni por NBI.
Se han desarrollado indicadores que sintetizan la pobreza en una cifra
única, como los empleados por la Comisión CEPAL para el estudio de
este problema.19
La tasa de alfabetización en adultos es un indicador frecuentemente
empleado para medir el nivel de educación de una población. Cuantifica
qué porcentaje de la población se encuentra alfabetizada. En Cuba esta
cifra es del 99,8 %, 10,2 puntos porcentuales por encima del valor global
de América Latina y el Caribe.20
El gasto público en educación refleja el compromiso del Estado por la
educación de la población. Entre los países latinoamericanos y caribeños,
en similar fecha, Cuba es el país de mayor gasto público en educación
como parte del PIB (9,0 %)21 y presenta la cifra más baja en el mismo
contexto regional en la relación alumno-maestro en la enseñanza primaria
(11,2 alumnos por maestro).22, 23 Estos dos indicadores son habitualmen-
te empleados como medida de los recursos para la educación.
La esperanza de vida al nacer es, probablemente, el mejor indicador
del estado de salud de la población, porque sintetiza todos los riesgos de
mortalidad a los que está expuesta la población. Es el número de años que
se espera viva una persona al nacer de mantenerse los patrones de morta-

19
CEPAL: Panorama social de América Latina, 2004, Recuadro 1.2, cap. 1 [on line] http:/
/www.eclac.org/publicaciones.
20
PNUD: Informe sobre desarrollo humano, 2004. Tabla 1 de Indicadores del Desarrollo
Humano, ediciones Mundi-Prensa, Madrid, 2004.
21
PNUD: Informe sobre desarrollo humano, 2004, Tabla 10 de Indicadores del Desarrollo
Humano, ediciones Mundi-Prensa, Madrid, 2004.
22
CEPAL: Anuario estadístico de América Latina y el Caribe, 2003, Cuadro 36 [on line]http://
www.eclac.org/publicaciones.
23
UNESCO: Institute for Statistics. Statistical tables: Pupil-teacher ratio [on line] http://
www.unesco.org/uis.

258
lidad existentes al momento del nacimiento.24 Una síntesis de la situación
de la esperanza de vida al nacer en Cuba desde comienzos hasta finales
del pasado siglo, y su ubicación en el contexto de las Américas la realiza
de la Torre y colaboradores.25 La esperanza de vida al nacer en Cuba era
cercana a los 38 años a principios del siglo XX; a finales de la década del 50,
era algo superior a los 62 años y a finales del siglo (1998-2000) era
de 76,15 años (entre 75,11 y 77,47 para las 14 provincias del país). En
fecha similar (2000), las esperanzas de vida al nacer de 76 años o menos
eran reportadas en 37 de 47 países de las Américas. Después de 1959, la
esperanza de vida en Cuba se ha incrementado en 14 años: de 62,1 a finales
de la década del 50 (1955 a 1959) a 76,15 en el trienio 1998-2000: 74,20
para los hombres y 78,23 para las mujeres.
La tasa de mortalidad infantil es un indicador del riesgo a morir en el
primer año de vida. Se obtiene como el número de defunciones ocurri-
das en menores de 1 año por cada 1 000 nacidos vivos en un cierto
territorio y en un determinado período.26 A mediados del decenio de los
años 50, la mortalidad infantil en Cuba se encontraba entre las más ba-
jas de la región y era ligeramente inferior a la de algunos países de la
Europa meridional, como Italia y España. 27 En la segunda mitad de
la mencionada década (1955-1959) era, como media quinquenal,
de 58 por 1 000 nacidos vivos.28 No obstante este bajo nivel, la mortali-
dad infantil ha continuado reduciéndose notablemente: en el año 2004
se registró una tasa de 5,8 por 1 000 nacidos vivos.29
Un indicador del riesgo a fallecer en los primeros 5 años de vida es la
tasa de mortalidad de menores de 5 años calculada como el número de de-
funciones en menores de 5 años por cada 1 000 nacidos vivos en un deter-
minado territorio y en un cierto período.30 El UNICEF considera esta tasa
como el principal indicador del estado de los niños y se le atribuye las
siguientes ventajas: mide los resultados finales del proceso de desarrollo en
vez de los factores que intervienen en este resultado, como la disponibili-

24
UNICEF: Estado mundial de la infancia, 1995. Definiciones, J.J. Barcelona, Asociados, 1995.
25
E. de la Torre, C. López, M. Márquez, J. A. Gutiérrez y F. Rojas: Salud para todos sí
es posible, Cap. 4, “Sociedad Cubana de Salud Pública” , La Habana, 2005.
26
E. Chávez (ed.): Glosario de términos demográficos, Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1977.
27
T. Jiménez et al.: Cuba, transición de la fecundidad: cambio social y conducta reproductiva,
Resumen Ejecutivo, La Habana: CEDEM, UNFPA, ONE, MINSAP, UNICEF, 1995.
28
T. Jiménez et al.: Cuba, transición de la fecundidad: cambio social y conducta reproductiva,
Cuadro 1.1, CEDEM, UNFPA, ONE, MINSAP, UNICEF, La Habana, 1995.
29
Periódico Granma, 3 de enero del 2005, p. 5.
30
UNICEF: Estado mundial de la infancia, 1995, Definiciones, J. & J. Asociados, Barcelona, 1995.

259
dad de calorías per cápita o el número de médicos por habitante, que son
medios para conseguir ese fin; la mortalidad del menor de 5 años es el
resultado de una amplia variedad de factores como, por ejemplo, los cono-
cimientos básicos de salud de la madre y la cobertura de inmunización; y la
tasa está menos expuesta que otros indicadores a la falacia del promedio
estadístico, debido a que los límites naturales impiden que la presencia de
una minoría rica incida en la tasa de un país.31 En el presente, la mortalidad
del menor de 5 años en Cuba se encuentra entre las más bajas del mundo.32
En el año 2003 la tasa para Cuba fue de 8,0 por 1 000 nacidos vivos.
En el quincuagésimoquinto período de sesiones de la Asamblea Gene-
ral de las Naciones Unidas, celebrado en septiembre del 2000, se aprobó
la Declaración del Milenio de Naciones Unidas y los objetivos del área de
desarrollo y erradicación de la pobreza derivados de la Declaración del
Milenio han sido denominados Objetivos del Desarrollo del Milenio
(ODM), y para cada uno de esos objetivos han sido establecidas metas.
Uno de esos objetivos es reducir la mortalidad en la niñez y la meta es
disminuir en dos terceras partes, entre 1990 y el 2015, la mortalidad de
los menores de 5 años. Esta meta, en lo que respecta a la tasa de mortali-
dad de menores de 5 años, fue lograda en Cuba 16 años antes de la fecha
para alcanzar la meta, y en lo que concierne a la tasa de mortalidad infan-
til fue alcanzada en Cuba en 1998.33
Así como, en lo que respecta al gasto en educación, el gasto público en
salud traduce el interés del Estado por la atención en salud de sus ciudada-
nos. El gasto público en salud como porcentaje del PIB de Cuba (6,3 % en
el 2002) es el más alto entre los países de América Latina y el Caribe para
los que se cuenta información para la misma fecha.34 El número de médicos
por 10 000 habitantes de Cuba (60,4 en el 2003) es el mayor de las Améri-
cas y cerca de 4 veces la cifra global de América Latina y el Caribe.35
Cuba registró en el 2004 una disponibilidad diaria de calorías per cápita
ascendente a 3 305 kcal, cifra que se halla por encima de las normas míni-
mas necesarias validadas por expertos de la FAO36 y superior a la de 1989

31
UNICEF: Estado mundial de la infancia, 2003. Medición del desarrollo humano,
Introducción a la tabla 9, UNICEF, Nueva York, 2003.
32
UNICEF: Estado mundial de la infancia, 2003. Posición de los países según su TMM5,
UNICEF, Nueva York, 2003.
33
E. de la Torre, C. López, M. Márquez, J. Gutiérrez y F. Rojas: ob. cit.
34
CEPAL: Anuario estadístico de América Latina y el Caribe. 2003, Cuadro 44 [on line]http://
www.eclac.org/publicaciones.
35
OPS: Situación de salud en las Américas, indicadores básicos, 2002, OPS, Washington,
D. C., 2002.
36
J. L. Rodríguez: “Informe sobre los resultados económicos del 2004 y el plan económico
y social para el 2005”, Trabajadores, 27 de diciembre del 2004, pp. 6-10.

260
antes del comienzo de la crisis económica que afectó agudamente al país
en la década del 90.37 En fecha cercana (2000), sólo un país de las Amé-
ricas (Estados Unidos) reportaba una disponibilidad de calorías superior
a las 3 305 kcal.38 El índice de bajo peso al nacer, calculado como el por-
centaje de recién nacidos con peso inferior a los 2 500,39 muestra en Cuba
una tendencia a la reducción desde hace décadas, solo con cierto incre-
mento entre los años 1990 a 1994,40 a pesar de los bajos niveles que se
registran. Para el año 2003 la cifra fue 5,5 %.
El UNICEF ha considerado que la carencia de agua potable y de siste-
mas seguros de saneamiento marca una de las más importantes líneas di-
visorias entre quienes viven en condiciones de pobreza absoluta y el resto
de la humanidad.41 En el 2002 el porcentaje de población con acceso a
agua potable en Cuba era del 95,2 % y la población con acceso a alcanta-
rillado y eliminación de excretas para la misma fecha fue del 94,2 %. Estas
cifras se hallan entre las más altas en América Latina y el Caribe, donde
hay países en que ni la mitad de su población tiene acceso a una fuente de
agua mejorada y solo algo más de 1 de cada 4 ciudadanos tiene acceso a
saneamiento mejorado.42
En el año 2002 en Cuba la generación bruta de electricidad per cápita
fue de 1 395,6 kW-h/hab. similar a los niveles existentes previo al co-
mienzo de la década del 90, y un 38 % superior al año de menor genera-
ción en el período agudo de la crisis durante la mencionada década.43
En la esfera del acceso a las comunicaciones se destaca, por su valor
como medio de comunicación e información –elemento esencial en la Ba-
talla de Ideas que se libra exitosamente en el país– el número de televisores por
cada 1 000 habitantes (prácticamente uno por cada dos habitantes) la
mayor cifra entre los países de América Latina y caribeños.44 A pesar de
los incrementos en el número de líneas telefónicas en los últimos años
(cerca de 300 000 entre 1997 y el 200245), la cifra de líneas telefónicas por

37
J. L. Rodríguez: Ibídem, p. 5-8.
38
OPS: Situación de salud en las Américas, indicadores básicos, 2003, OPS, Washington
D.C., 2003.
39
PNUD: Informe sobre desarrollo humano, 1997. Definiciones escogidas, ediciones Mundi-
Prensa, Madrid, 1997.
40
MINSAP: Anuario estadístico de salud, 2003, Cuadro 80, MINSAP, La Habana, 2004.
41
UNICEF: Estado mundial de la infancia, 1995, Cap. 2, J & J Asociados, Barcelona, 1995.
42
PNUD: Informe sobre desarrollo humano, 2004. Tabla 7 de Indicadores del Desarrollo
Humano, ediciones Mundi-Prensa, Madrid, 2004.
43
ONE: Anuario estadístico de Cuba 2002, Tabla VII.16, ONE, La Habana, 2003.
44
PNUD: Informe sobre desarrollo humano, 2000, Tabla 12 de Indicadores del Desarrollo
Humano, ediciones Mundi-Prensa, Madrid, 2000.
45
ONE: Anuario estadístico de Cuba, 2002, Tabla XI.12, ONE, La Habana, 2003.

261
cada 1 000 habitantes (72) aún es baja si se contrasta con el valor medio
para los países en desarrollo (96).46
El cambio porcentual promedio anual de superficie de bosques es el indi-
cador de conservación del medio ambiente considerado en la Investigación
sobre desarrollo humano y equidad en Cuba 199947 y en la Investiga-
ción sobre ciencia, tecnología y desarrollo humano en Cuba 2003.48 Cuba
es el segundo país con mayor cambio promedio de superficie de bosques en
la pasada década entre 23 países considerados de América Latina y el Cari-
be, y uno de los únicos dos países con cambio positivo.49
Como ha sido nítidamente expresado, la medición del desarrollo cien-
tífico y tecnológico, y las comparaciones internacionales al respecto,50
son complejas, por al menos las razones siguientes:
1. Las diferentes formas de concebir el “desarrollo de la ciencia“ y
el “desarrollo tecnológico“ en función, entre otros aspectos, del
nivel de desarrollo de los países en estas esferas.
2. El carácter intangible, cualitativo, que presentan tanto el desarrollo
científico, como el desarrollo de la tecnología.
3. El grado de apertura y relación recíproca del desarrollo científico-
tecnológico y las restantes variables del contexto socioeconómico,
incluidas las que caracterizan el desarrollo humano.
4. La falta de comparabilidad internacional de los indicadores
utilizados.
La Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología Iberoamericana/
Interamericana del Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología
para el desarrollo utiliza 42 indicadores,51 la Comisión Europea presentó
en el 2001 un conjunto de 20 indicadores, y otros derivados, para el
benchmarking de las políticas nacionales de investigación de sus Estados

46
PNUD: Informe sobre desarrollo humano, 2004. Tabla 12 de Indicadores del Desarrollo
Humano, ediciones Mundi-Prensa, Madrid, 2004.
47
CIEM: Investigación sobre desarrollo humano y equidad en Cuba 1999, Cap. 9, Editorial
Caguayo, La Habana, 2000.
48
CIEM, CITMA: Investigación sobre ciencia, tecnología y desarrollo humano en Cuba 2003,
La Habana, CIEM, Cap. 7, 2004.
49
FAO: Forestry, http://www.fao.org/forestry/.
50
CIEM, CITMA: Investigación sobre ciencia, tecnología y desarrollo humano en Cuba
2003, Nota técnica 2, CIEM, La Habana, 2004.
51
RICYT: El estado de la ciencia: principales indicadores de ciencia y tecnología
iberoamericanos/interamericanos, 2000. Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología
Iberoamericana/Interamericana, Buenos Aires, 2001.

262
miembros,52 y la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos
ha desarrollado más de 160 indicadores para medir la llamada economía
basada en el conocimiento, en cuatro áreas interconectadas: la creación y
difusión de conocimientos, la economía de la información, la integración
global de la actividad económica, y la estructura económica y la producti-
vidad,53 entre otras instituciones que han elaborado indicadores para eva-
luar el desarrollo de la ciencia y la tecnología.
En el Informe sobre Desarrollo Humano 2001 elaborado para el PNUD
se introduce el Índice de Adelanto Tecnológico (IAT) que “trata de refle-
jar en qué medida un país está creciendo y difundiendo la tecnología y
construyendo una base de conocimientos humanos, y, por ende, su capa-
cidad para tomar parte en las innovaciones de la era de las redes”. El IAT
está conformado por cuatro dimensiones (creación de tecnología, difu-
sión de innovaciones recientes, difusión de antiguas invenciones y conoci-
mientos especializados), cada una de las cuales está representada en el
índice por dos indicadores. No es un índice, dicen los autores del informe,
para precisar qué país se encuentra a la cabeza del desarrollo de la tecno-
logía en el mundo, sino para determinar en qué medida participa el país en
su conjunto en la creación y uso de la tecnología,54 pero, como ha sido
señalado,55 la declaración del objetivo del índice es confusa ya que casi
concomitantemente se expresa que el “índice mide los logros y no las
posibilidades, los esfuerzos, o las contribuciones”.
El IAT fue aplicado a 72 países y los resultados muestran grandes
disparidades entre ellos: desde muy altos valores (Finlandia, con el máximo
de 0,744), hasta los que registran cifras muy bajas (el mínimo es 0,666 para
Mozambique). De los 18 países de América Latina y el Caribe tenidos en
cuenta, el que registra mayor valor del índice es México (0,389), clasificado
como “líder potencial”, y el de menor valor (0,185) es Nicaragua, clasifica-
da como “marginada”. Cuba no fue considerada en el Informe a los efectos
del cálculo de este índice.56

52
European Commission: “Towards a european research area, key figure”, Special
edition, Indicators for benchmarking of national research policies, Office for Official
Publications of the European Communities, Luxemburg, 2001.
53
OECD: OECD Science, technology and industry scoreboard: towards a knowledge-based
economy, s/l: OECD, 2001.
54
PNUD: Informe sobre desarrollo humano, 2001, Anexo 2.1, ediciones Mundi-Prensa,
Madrid, 2001.
55
CIEM, CITMA: Investigación sobre ciencia, tecnología y desarrollo humano en Cuba
2003, Nota técnica 2, CIEM, La Habana, 2004.
56
PNUD: Informe sobre desarrollo humano, 2001, Tabla A2.1, ediciones Mundi-Prensa,
Madrid, 2001.

263
En un informe preparado para el Banco Mundial por la institución
RAND en el cual se aborda, entre otras cuestiones, las tendencias de la
colaboración en ciencia y tecnología entre países desarrollados y subdesa-
rrollados, y las implicaciones de estas actividades para la generación de
capacidad de ciencia y tecnología en los países subdesarrollados, se intro-
duce el Índice de Creación de Capacidades de Ciencia y Tecnología en el
que son considerados siete aspectos ponderados de acuerdo a una cierta
metódica. El índice puede tomar valores positivos y negativos y los países
se clasifican en cuatro categorías según su posición respecto a la media
internacional: científicamente de avanzada, científicamente adelantados,
en desarrollo y científicamente atrasados. Entre 16 países valorados de
América Latina y el Caribe, Cuba es el que registra el valor más alto
(0,11), clasificado como país científicamente avanzado.57
En Cuba, la paridad mujer-hombre respecto a la tasa de alfabetización
en la población de 15 y más años –concebida como el porcentaje de la
tasa de alfabetización de la mujer respecto a la del hombre– es alta (99,8 %),
como es frecuente en los países de América Latina y el Caribe, y superior
en 2,3 puntos porcentuales a la media de 23 países considerados. Cuba
muestra la más alta cifra de mujeres en el parlamento como porcentaje del
total de parlamentarios en América Latina y el Caribe (36,0 %)
–más del doble de la media de la región– en donde siete de 23 países
tenidos en cuenta tienen menos del 10 % de mujeres parlamentarias. En
consecuencia, Cuba exhibe la mayor paridad mujer-hombre respecto a la
participación en el parlamento.58 Tanto incrementar la paridad mujer-hom-
bre respecto a la tasa de alfabetización, como respecto a la participación
en el Parlamento, contribuye al Objetivo 3 de las ODM de promover la
equidad de género y la autonomía de la mujer.59
La paridad rural-urbana respecto al acceso a agua potable en Cuba es
del 86,8 % para el año 2002.(d) En una fecha cercana, sólo tres países de
América Latina y el Caribe, entre 22 naciones consideradas,(f) superaban
esta cifra. El valor de Cuba es cerca de 20 puntos porcentuales más alto
que la media de paridad de los países tenidos en cuenta. A su vez, la
paridad rural-urbana respecto al acceso a alcantarillado y eliminación de
excretas de Cuba es del 86,9 %, y en el mismo contexto regional especifi-
cado cuando se examina el acceso a agua potable, solamente cinco países

57
C.S. Wagner et al.: Science and technology collaboration: building capacity in developing
countries? RAND, Santa Mónica, 2001.
58
PNUD: Informe sobre desarrollo humano, 2004. Tabla 25 de Indicadores del Desarrollo
Humano, ediciones Mundi-Prensa, Madrid, 2004.
59
PNUD: Informe sobre desarrollo humano, 2004. Presentación estadística 1: La situación
del desarrollo humano, ediciones Mundi-Prensa, Madrid, 2004.

264
mostraban una paridad superior a la de Cuba. La cifra de Cuba es, asimis-
mo, cerca de 20 puntos porcentuales más alta que la paridad promedio de
los países considerados.60
Cinco indicadores se consideran en el ambiente demográfico: la tasa
media de crecimiento de la población, la tasa bruta de natalidad (por 1 000
habitantes), la tasa global de fecundidad, la tasa bruta de reproducción y el
índice de urbanización. La tasa media de crecimiento de la población se
interpreta como el ritmo de crecimiento de los efectivos de la población y
su cálculo se efectúa asumiendo un crecimiento geométrico de la pobla-
ción. La tasa bruta de natalidad cuantifica el número de nacimientos
ocurridos por cada 1 000 habitantes de la población. La tasa global de
fecundidad se interpreta como el número de hijos promedio que tendría
cada miembro de una cohorte hipotética de mujeres que cumplieran las dos
condiciones siguientes: que durante el período fértil tuvieran sus hijos de
acuerdo con las tasas de fecundidad por edad de la población en estudio, y
no estuvieran expuestas al riesgo de la mortalidad antes del término del
período fértil. La tasa bruta de reproducción es interpretable como la cifra
de hijas promedio que tendría cada miembro de la cohorte que cumpliera
condiciones similares a las de la tasa global de fecundidad.61 El índice de
urbanidad se obtuvo como el porcentaje que representa la población vivien-
do en zonas urbanas respecto al total de la población.
De la Torre y colaboradores realizan un análisis del perfil demográfico
cubano en el que la población cubana muestra un lento crecimiento (la
tasa media anual de crecimiento en el 2001 fue de 2,3 por 1 000 habitan-
tes con tendencia a la disminución en los últimos años), con un proceso
de envejecimiento acelerado, elevado nivel de urbanización (75,3 %) y
niveles de fecundidad y de mortalidad muy bajos. Acotan estos autores,
que en Cuba se manifestó una notoria reducción de la fecundidad, entre
fines de la década del 60 y principios de los años 80 que fue calificada
como una de las más drásticas del mundo. El país desde 1978 no alcanza
el nivel de reemplazo de la población: cada pareja deja menos de dos hijos
que lo sustituyan en su función reproductiva (tasa global de fecundidad
para 1978 de 1,95 y para el 2001 de 1,60) y cada mujer deja menos de una
hija para igual propósito (tasa bruta de reproducción de 0,95). La tasa
global de fecundidad de 1,60 hijos por mujer en el 2001, representa solo
el 61,5 % de la tasa global de fecundidad de América Latina y el Caribe.

60
OMS: Situación de salud de las Américas, indicadores básicos, 2003, OPS,
Washington D.C., 2003.
61
ONE: Anuario demográfico de Cuba, 2001. Principales términos y definiciones utilizadas
en el Anuario, La Habana, ONE, 2002.

265
La tasa bruta de natalidad se ha reducido, como promedio, en 0,6 habi-
tantes por 1 000 habitantes por año entre 1963 y el 2001. Para el
año 2001, se registra una tasa bruta de natalidad de 12,4 por 1 000 habi-
tantes; para una fecha cercana (2002) una tasa inferior a esa cifra se ob-
serva solo en 4 de 47 países de las Américas.62

El camino de los índices sintéticos


El recuento presentado hasta aquí permite constatar cuán complejo re-
sulta medir objetivamente el proceso de desarrollo, toda vez que resultan
numerosos los objetivos que deberán alcanzarse simultáneamente y en
esferas muy diversas unas de otras. A todo ello, habría que añadir el hecho
de que el centro de la atención del desarrollo podía resultar impreciso. El
reclamo a una mayor presencia de la dimensión social en los procedimien-
tos empleados para medir el desarrollo, favoreció el avance de la teoría del
desarrollo humano y con ella, la elaboración de un índice que se propone
sintetizar los objetivos y resultados en varias esferas del desarrollo.
Probablemente el antecedente más notorio a la amplia gama de índices
que han surgido en los últimos años para medir globalmente el desarrollo
humano, o algunos de sus aspectos, es el Índice de Calidad de Vida Física
propuesto por Morris63 que combinaba los indicadores mortalidad infan-
til, esperanza de vida al año y alfabetismo. En el presente, el arsenal de
que se dispone para cuantificar el desarrollo humano integralmente, o
algunas de sus dimensiones –aunque no se conciba que se mide el desa-
rrollo humano o aspectos singulares del desarrollo humano– comprende
varias decenas de índices.
El índice “estrella” de los Informes sobre Desarrollo Humano elabora-
dos para el PNUD a los efectos de cuantificar el desarrollo humano, tal
como está concebido, es el Índice de Desarrollo Humano (IDH) introduci-
do en el primer informe sobre desarrollo humano en 199064 y cuyo diseño
se ha ido modificando en sucesivos informes anuales. El Índice mide, de
acuerdo a los redactores de los informes, el desarrollo humano en forma
integral al contemplar las dimensiones de longevidad, conocimientos e
ingreso, y se considera “como una medida de la capacidad de la gente para
lograr vidas sanas, comunicarse y participar en las actividades de la comu-

62
E. de la Torre, J. A. Gutiérrez, C. López, M. Márquez y E. Rojas: ob. cit.
63
M. D. Morris: “Measuring the Condition of the World´s poor: the Physical Quality
of Life Index”, Pergamon Press, New York, 1979. Citado por: PNUD: Desarrollo
humano, informe, 1990, Notas técnicas, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1990.
64
PNUD: Desarrollo humano, 1990, Cap. 1, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1990.

266
nidad y contar con recursos suficientes para conseguir un nivel de vida
razonable”.65 Cada una de las dimensiones consideradas en el IDH se han
cuantificado a través de índices sustentados en indicadores que no han
sido siempre los mismos en las diversas oportunidades en que se ha calcu-
lado. El índice puede adoptar valores entre 0 y 1, más alto en tanto mayor
es el desarrollo humano según la concepción de este paradigma.
Son variadas las reflexiones críticas realizadas tanto al aspecto con-
ceptual involucrado en el IDH –digamos, las realizadas por Breilh66 y por
Martínez67– como en torno a su diseño; por ejemplo, la hecha por Sunkel
y Zulueta68 respecto al uso de la esperanza de vida al nacer, y las relativas
a los procedimientos de considerar el ingreso, entre ellas, las de Lüchters
y Menkoff,69 Anand y Sen70, el Centro de Investigaciones de la Economía
Mundial71, López72 y Silva.73
El IDH parte de una conceptualización adecuada: el desarrollo es más
que el nivel y el crecimiento económico, por ello, debiera ser una medida
más integral del desarrollo que el PIB. Sin embargo, como se verá próxi-
mamente cuando se compara el peso que tiene el PIB en el IDH y en otro
índice sugerido por investigadores cubanos, el peso del PIB en el IDH es
muy alto, tal que es prácticamente lo mismo jerarquizar a los países según
el IDH que según el PIB per cápita. Luego, en este caso, la medición está
distante del concepto.
Los siguientes aspectos metodológicos que no deben ser olvidados res-
pecto al IDH, fueron resaltados en la Investigación sobre Desarrollo Hu-
mano y Equidad en Cuba 1999:74

65
PNUD: Informe sobre desarrollo humano, 1993, Nota técnica 2, Centro de Comunicación,
Investigación y Documentación entre Europa, España y América Latina, Madrid, 1993.
66
J. Breihl: Deterioro de la vida: un instrumento para el análisis de prioridades en lo social
y la salud, Cap. 5, Corporación Editora Nacional, Quito, 1990.
67
O. Martínez: “Sinopsis”, en CIEM. Investigación sobre el desarrollo humano en Cuba, 1996,
Editorial Caguayo, La Habana, 1997.
68
O. Sunkel y G. Zulueta: Comentarios sobre el documento Desarrollo Humano, Informe 1990,
Human Development Report Seminar, Río de Janeiro, 12-14 December, 1990.
69
G. Lüchters y L. Menkhoff: “Human development as statistical artifact”, World
Development Report, 1996, 24:1385-1392.
70
S. Anand y A. Sen: Sustainable human development: concepts and priorities, Office of
Development Studies/UNDP, New York, 1996.
71
CIEM: Investigación sobre el desarrollo humano en Cuba 1996, Recuadro 1.11, Editorial
Caguayo, La Habana, 1997.
72
C. López: “Índice de Desarrollo Humano: una propuesta para su perfecciona-
miento”, Revista Economía y Desarrollo, 119:141-175, 1996.
73
L.C. Silva: Cultura estadística e investigación en el campo de la salud: una mirada crítica,
Cap. 4, Editorial Díaz de Santos, Madrid, 1996.
74
CIEM: Investigación sobre desarrollo humano y equidad en Cuba 1999, Recuadro 8.1,
Editorial Caguayo, La Habana, 2000.

267
1. ¿Son las dimensiones consideradas en el índice las que sintetizan
el desarrollo humano?
2. ¿Son los indicadores utilizados los que reflejan adecuadamente
las dimensiones tenidas en cuenta?
3. ¿Están adecuadamente ponderadas las dimensiones y los
indicadores en la construcción del índice?
4. ¿Debe el nivel alto de una dimensión compensar el nivel bajo de
otra?
5. ¿Debe existir un índice único con iguales dimensiones e
indicadores para todos los países, al margen de sus niveles
relativos de desarrollo humano?
Como puede apreciarse, el camino por crear un índice capaz de sin-
tetizar, si no todas, al menos las dimensiones más importantes del pro-
ceso de desarrollo, aunque presenta indiscutibles avances, no puede darse
por concluido. Incluso, aquello que podría considerarse su mayor vir-
tud –la capacidad de sintetizar diversas dimensiones– puede también
resultar su mayor defecto. Eso parece indicar el hecho que además del
IDH, el propio PNUD ha propuesto otro conjunto de Índices: Índice
de Pobreza Humana, para países desarrollados(IPH-2); Índice de Po-
breza Humana, para países en vías de desarrollo, (IPH-1); Índice de
Potenciación de la Mujer, etcétera.
La dinámica de los valores del IDH obtenidos por Cuba desde 1990,
y las causas de los cambios, se examinan en varias obras.75, 76, 77 En el
Informe sobre Desarrollo Humano 2004 se reporta para Cuba un valor
de IDH igual a 0,809, clasificada como de alto desarrollo humano,(g) y
ubicada en la 52º, mejor posición entre 177 países. El valor del IDH
para Cuba (0,809) supera en un 22 % el valor global del IDH de los
países en desarrollo y en un 4 % el valor global del índice para
los países de América Latina y el Caribe.78

75
C. López: “Iniquidades en el desarrollo humano y en especial en salud en América
Latina y el Caribe”, Tesis Doctoral, Universidad de La Habana, La Habana, 2000.
76
CIEM: Investigación sobre desarrollo humano en Cuba 1996, Cap. 4, Editorial Caguayo,
La Habana, 1997.
77
CIEM: Investigación sobre desarrollo humano y equidad en Cuba 1999, Cap. 8, Editorial
Caguayo, La Habana, 2000.
78
PNUD: Informe sobre desarrollo humano 2004, Tabla 1 de Indicadores del Desarrollo
Humano, ediciones Mundi-Prensa, Madrid, 2004.

268
López ha sugerido el Índice de Desarrollo Humano y Equidad (IDHE)
como indicador de eficacia en el logro del desarrollo humano,79 introduci-
do en la Investigación sobre Desarrollo Humano y Equidad en Cuba 1999.80
El índice está integrado por 11 indicadores vinculados a tres componentes:
el logro en áreas relevantes del desarrollo humano, la equidad de grupos
humanos al interior del país, y el impacto del ingreso en el desarrollo huma-
no. El IDHE contempla las dimensiones consideradas en el IDH (desarro-
llo económico, nivel de educación y estado de salud) e incorpora otras
dimensiones igualmente relevantes del desarrollo humano no consideradas
en el IDH. Puede adoptar valores en el intervalo de 0 a 1, más alto en tanto
mayor sea el desarrollo humano relativo, asociado a equidad, en el universo
de países considerados. El IDHE fue calculado en la Investigación sobre
Desarrollo Humano y Equidad en Cuba 1999 y más recientemente por
López, Márquez y Rojas81 para 23 países de América Latina y el Caribe.(e) Los
cinco países con los valores más altos del índice son Cuba (0,791), Uruguay
(0,778), Argentina (0,692), Costa Rica (0,679) y Chile (0,646), en tanto
los cinco con los menores valores fueron Haití (0,131), Guatemala (0,324),
El Salvador (0,331), Nicaragua (0,347) y Honduras (0,407). Una eviden-
cia de la patente disparidad existente en la región, es que el IDHE máximo
es 6 veces mayor que el IDHE mínimo.
Un resultado contrastante entre el IDH y el IDHE es el peso que tiene
el recurso económico –cuantificado por el PIB per cápita ajustado a PPA–
en los índices. El recurso económico tiene mucho menos peso en el IDHE
que en el IDH. Mientras cerca del 85 % de los cambios en el IDH se
explican por las variaciones del PIB per cápita ajustado a PPA, el efecto
de este indicador en el IDHE se reduce al 57 %; es decir, vez y media
menos que en el IDH. Luego, el IDHE pareciera aproximarse más a una
medición integral del desarrollo humano que el IDH, aislando –pero no
ignorando– el efecto del recurso económico en este desarrollo.
La concepción de un índice de la eficiencia relativa de un determina-
do resultado según cierto recurso disponible fue considerada por López82
y posteriormente aplicada en la construcción del Índice de Eficiencia

79
C. López: “Desarrollo humano en América Latina y el Caribe: eficacia y eficiencia”,
en Revista Economía y Desarrollo, 2002, 130:11-37.
80
CIEM: Investigación sobre desarrollo humano y equidad en Cuba 1999, Cap. 9, Nota
técnica 1, Editorial Caguayo, La Habana, 2000.
81
C. López, M. Márquez y F. Rojas: Desarrollo humano y equidad en América Latina y el
Caribe, Presentado en: 2004 Meeting of the Latin American Studies Association,
Las Vegas, Nevada, october 7-9, 2004.
82
C. López: 2000, ob. cit.

269
Relativa del Recurso Económico en el Desarrollo Humano.83 El cálculo
del índice parte de obtener la ecuación de ajuste del indicador de resul-
tado en función del indicador de recurso. Basado en las distancias de los
valores observados con respecto a los esperados de acuerdo con la fun-
ción obtenida, se calcula el índice, que puede adoptar valores entre –1 y
1; el primer valor denota la mayor eficiencia relativa negativa (o la ma-
yor ineficiencia relativa) y el segundo, la mayor eficiencia relativa posi-
tiva. De 23 países de América Latina y el Caribe considerados,(e) 13
muestran una eficiencia positiva en el logro del desarrollo humano y la
equidad en función de sus recursos económicos. Los países que han lo-
grado una mayor traducción del recurso económico en el desarrollo
humano y la equidad son Cuba, Paraguay y Uruguay, mientras que los
países con mayor eficiencia negativa son Guatemala, El Salvador y Perú.
En el Informe sobre Desarrollo Humano 1997 se introdujo el concepto
de “pobreza humana”. Los autores consideran que “si el desarrollo huma-
no consiste en ampliar las opciones, la pobreza significa que se deniegan las
oportunidades y las opciones más fundamentales del desarrollo humano:
vivir una vida larga, sana y creativa, y disfrutar de un nivel decente de vida,
libertad, dignidad, respeto por sí mismo y de los demás”. Se procura medir
la pobreza humana de los países en desarrollo mediante el Índice de Pobreza
Humana (IPH-1) y se basa en la privación de la longevidad, de los cono-
cimientos y de un nivel de vida decente. El índice puede tomar valores desde
0 %, más alto en tanto es mayor la pobreza humana.84 De acuerdo con el
Informe sobre Desarrollo Humano 2004, entre 95 países, Cuba ocupa la
quinta mejor posición con un valor del índice del 5 %.85
Con el fin de contribuir a la planificación territorial, en la Investiga-
ción sobre Desarrollo Humano en Cuba 1996 se consideró un índice para
la evaluación del desarrollo humano relativo de las provincias de Cuba.86
En este índice se tuvo en cuenta cinco dimensiones: longevidad, educa-
ción, ingreso, salud y servicios básicos. Los conocimientos resultantes de
la aplicación de este índice, y las experiencias de estudios del desarrollo
local, permitieron introducir en la Investigación sobre Desarrollo Huma-
no y Equidad en Cuba 1999 el Índice Territorial de Desarrollo Humano y

83
C. López: “Desarrollo humano en América Latina y el Caribe: eficacia y eficiencia”,
en Revista Economía y Desarrollo, 2002, 130:11-37.
84
PNUD: Informe sobre desarrollo humano 1997, Cap. 3, ediciones Mundi-Prensa, Madrid,
1997.
85
PNUD: Informe sobre desarrollo humano 2004, Tabla 3 de Indicadores del desarrollo
humano, ediciones Mundi-Prensa, Madrid, 2004.
86
CIEM: Investigación sobre desarrollo humano en Cuba 1996, Cap. 5, Editorial Caguayo,
La Habana, 1997.

270
Equidad (ITDHE). En el índice se consideran ocho dimensiones (desa-
rrollo económico, consumo personal, nivel de educación, estado de salud
de la población, acceso a servicios básicos, acceso a la energía, calidad de
la vivienda y participación política) y cada dimensión está representada
en el índice por un indicador. El índice puede tomar valores entre 0 y 1,
más alto en tanto mayor sea el desarrollo humano de la provincia.87 En la
Investigación sobre Ciencia, Tecnología y Desarrollo Humano 2003 se
recalculó este índice para las provincias del país. En orden descendiente
del ITDHE la ubicación de las provincias es el siguiente: Ciudad de La
Habana, Cienfuegos, La Habana, Ciego de Ávila, Matanzas, Sancti Spíritus,
Villa Clara, Las Tunas, Pinar del Río, Camagüey, Holguín, Santiago de
Cuba, Guantánamo y Granma.
Otras aproximaciones a la medición del desarrollo humano local, o sim-
plemente del desarrollo local, han sido propuestas por Méndez, aplicable a
los municipios de la provincia de Villa Clara,88 por Lemos y Frías para mu-
nicipios de Brasil,89 y por Sarmiento para regiones de Colombia.90
Entre los indicadores empleados para evaluar aspectos particulares del
desarrollo humano se encuentran el Índice de Desarrollo de Género (IDG)
y el Índice de Potenciación de Género (IPG). El IDG –introducido en el
Informe sobre Desarrollo Humano de 199591– se propone cuantificar el
grado de adelanto en el desarrollo humano –igual que el IDH–, pero ajus-
tado a la desigualdad entre la mujer y el hombre en cuanto al grado de este
adelanto. Un valor de 1 en este índice (máximo posible) refleja el adelan-
to máximo, con igualdad perfecta entre hombres y mujeres. En el Informe
sobre Desarrollo Humano 2004 del PNUD no se presentó el valor del
IDG para Cuba, pero fue calculado por investigadores cubanos.92 El va-
lor resultante fue 0,808.
En el mismo informe de 1995 se incorpora el Índice de Potenciación
de Género (IPG) que pretende medir la desigualdad de género en las

87
CIEM: Investigación sobre desarrollo humano y equidad en Cuba 1999, Cap. 10, Editorial
Caguayo, La Habana, 2000.
88
E. Méndez: Ensayo territorial en Cuba para medir el desarrollo económico local,
Universidad Central de Las Villas, Villa Clara, s/a.
89
A. Lemos y R.A. Frías: “Desarrollo humano: una propuesta de ampliación del
índice del PNUD”, Revista Economía y Desarrollo, 2000, 127:11-29.
90
A. Sarmiento: Human development report 1999; some aspects, Presentado en. First
Global Forum on Human Development, New York, 29-31 July, 1999.
91
PNUD: Informe sobre el desarrollo humano 1995, Cap. 3, Notas técnicas, Harla, México,
1995.
92
C. López, M. Márquez y F. Rojas: Desarrollo humano y equidad en América Latina y el
Caribe, Presentado en: 2004 Meeting of the Latin American Studies Association,
Las Vegas, Nevada, October 7-9, 2004.

271
esferas claves de la participación económica y política, y en la toma de
decisiones. En recientes Informes sobre Desarrollo Humano del PNUD no
se calcula el valor de este índice para Cuba.
Se ha examinado un número mínimo de indicadores e índices, que de
una forma u otra miden el desarrollo; existen muchos otros, y otros nue-
vos surgirán. Como ha sido diáfanamente expresado,93 hace falta crear
nuevos indicadores, ya que la propia historia de los indicadores revela que
los nuevos enfoques, las nuevas realidades socioeconómicas y las nuevas
conceptualizaciones reclaman nuevos instrumentos. Por ejemplo, no fue
hasta que el problema de las desigualdades económicas saltó al primer
plano de las preocupaciones de los políticos y de los economistas, entre
otros, que no se crearon instrumentos –como el Coeficiente Gini– orien-
tados a cuantificar tal desigualdad.
Tabla 15.3. Valores para Cuba de los principales indicadores e índices

93
F. Rojas, C. López, L.C. Silva: Indicadores de salud y bienestar en municipios saludables,
OPS/OMS, Washington, D.C., 1994.

272
(Continuación)

(1) Rodríguez, J.L: Informe a la Asamblea Nacional del Poder Popular sobre los
resultados económicos del 2002 y el plan económico y social para el año 2003.
Granma, 23 de diciembre del 2002, pp. 5-8.
(2) Castro, F.: Discurso pronunciado el 26 de julio del 2003, Trabajadores, 28 de
julio del 2003, pp. 7-9.
(3) CEPAL: Anuario estadístico en América Latina y el Caribe 2003, Cuadro [on
line] http:/www.eclac.org/publicaciones.

273
(4) ONE: Anuario estadístico de Cuba 2002, Tablas XV.7, XV.8, ONE, La Habana,
2003.
(5) ONE: Anuario demográfico de Cuba 2001, Tabla III. 18, ONE, La Habana,
2002.
(6) GRANMA , 3 de enero del 2005, p. 5.
(7) MINSAP: Anuario estadístico de salud 2003, Cuadro 23, MINSAP, La Haba-
na, 2004.
(8) CEPAL: Anuario estadístico de América Latina y el Caribe 2003, Cuadro 44
[on line ] http://www.eclac.org/publicaciones.
(9) MINSAP: Anuario estadístico de salud 2003, Cuadro 88, MINSAP, La Haba-
na, 2004.
(10) RODRÍGUEZ, J.L.: “Informe sobre los resultados económicos del 2004 y el plan
económico y social para el 2005”, Trabajadores, 27 de diciembre del 2004, pp. 6-10.
(11) MINSAP. Anuario estadístico de salud 2003, Cuadro 80, MINSAP, La Habana,
2004.
(12) ONE: Anuario estadístico de Cuba 2002, Tabla 1.23, ONE, La Habana, 2003.
(14 ONE: Anuario estadístico de Cuba 2002, Tabla VII, 16, ONE, La Habana, 2003.
(15) MINCIN: Ministerio de Comercio Interior, informe ad hoc, 2003.
(16) ONE. Anuario estadístico de Cuba 2002, Tablas XI, 12, II. 1, ONE, La Haba-
na, 2003.
(17) CIGEA: Situación ambiental cubana 2001, CIGEA, La Habana, 2002.
(18) Wagner, CS et al.: Science and technology colaboration: building capacity in
developing countries?, Santa Monica: RAND, 2001.
(19) PNUD: Informe sobre desarrollo humano 2004, Tabla 24 de Indicaciones del
Desarrollo Humano, ediciones Mundi-Prensa, Madrid, 2004.
(20) Comisión de Candidatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular: infor-
me ad hoc, 2003.
(21) Comisión de Candidatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular: infor-
me ad hoc.
(22) ONE: Anuario estadístico de Cuba 2002, Tabla 1.2.3, ONE, La Habana, 2003.
(23) ONE: Anuario estadístico de Cuba 2002, Tabla 1.2.3, ONE, La Habana, 2003.
(24) ONE: Anuario estadístico de Cuba 2001, Tabla 1.3, ONE, La Habana, 2002.
(25) Anuario demográfico de Cuba 2001, Tabla II.3, ONE, La Habana, 2002.
(26) Anuario demográfico de Cuba 2001, Tabla II.4, ONE, La Habana, 2002.
(27) Anuario demográfico de Cuba 2001, Tabla II.4, ONE, La Habana, 2002.
(28) Anuario estadístico de Cuba 2002, Tabla II.5, ONE, La Habana, 2003.
(29) PNUD: Informe sobre el desarrollo humano 2004, Tabla 1 de Indicadores del De-
sarrollo Humano, ediciones Mundi-Prensa, Madrid, 2004.
(30) López, C., M. Márquez y F. Rojas: Desarrollo humano y equidad en América
Latina y el Caribe. Presentando en: 2004 Meeting of the Latin American
Studies Association, Las Vegas, Nevada, October 7-9, 2004.
(31) López, C.: “Desarrollo humano y equidad en América Latina y el Caribe: eficacia y
eficiencia”, Revista Económica y Desarrollo 2002, 130: 11-37.
(32) PNUD: Informe sobre desarrollo huamano 2004, Tabla 3 de Indicadores del
Desarrollo Humano, ediciones Mundi-Prensa, Madrid, 2004.
(33) López, C., M. Márquez y F. Rojas: Desarrollo humano y equidad en América
Latina y el Caribe, Presentado en: 2004 Meeting of the Latin American
Studies Assication, Las Vegas Nevada, October 7-9, 2004.

274
Nota
a) En ocasiones se confunde indicador con variable. El “ingreso de un núcleo familiar”
es una variable cuantitativa, y también es cuantitativo el indicador “promedio de
ingreso de los núcleos familiares del municipio Centro Habana”; el “estado civil
de una persona” es una variable cualitativa, pero el indicador “porcentaje de
personas casadas entre los estudiantes universitarios” es cuantitativo.
b) La comparación puede realizarse de dos formas. En el primer caso,
comparando dos o más situaciones que serán confrontadas en un momento
determinado, para medir el nivel de desarrollo alcanzado, por ejemplo,
comparando el PNB per cápita de varios países en un año dado. En el segundo
caso, la comparación se realizaría entre diferentes momentos de un único
proceso, por ejemplo, a partir de las tasas de crecimiento del PNB per cápita
entre los momentos extremos de un período de tiempo preestablecido.
c) Los países tenidos en cuenta en el análisis realizado a los efectos de la
Investigación sobre ciencia, tecnología y desarrollo humano en Cuba 2003 fueron
los siguientes: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba,
Ecuador, El Salvador, México, Nicaragua, Panamá, Perú, Trinidad-Tobago,
Uruguay y Venezuela.
d) A los efectos de medir la equidad de grupos humanos al interior de los países,
en la Investigación sobre Desarrollo Humano y Equidad en Cuba 1999 se introdujo
los indicadores Paridad Absoluta y Paridad Ponderada para cuantificar la
disparidad en el logro de aspectos del desarrollo humano entre grupos
definidos. La Paridad Absoluta –la que se presenta en este trabajo– cuantifica
cuántas veces mayor es el logro de un aspecto del desarrollo humano en un
grupo 1 respecto a un grupo 2 (en este caso, la tasa de alfabetización en
mayores de 15 años lograda por las mujeres y por los hombres, y el porcentaje
de población con acceso a agua potable y a saneamiento, respectivamente, en
las zonas rurales respecto a las áreas rurales). No obstante, tal paridad puede
ser buena, eventualmente igual al 100 %, y, sin embargo, ser las tasas de ambos
grupos relativamente bajas respecto a un valor posible de obtener. Por ello, la
Paridad Ponderada da un peso a la Paridad Absoluta según el éxito relativo
obtenido por el país en lo concerniente al aspecto considerado, medido a
través de un Coeficiente de Éxito.
e) Además de los países relacionados en la nota (c) se incluyen República
Dominicana, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica y Paraguay.
f) Los países considerados en la nota (e) excepto Trinidad-Tobago.
g) Se clasifican como de desarrollo humano alto aquellos países con IDH de
0,800 y más, como de desarrollo humano medio, si el IDH se encuentra entre
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