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Joaquin Beltran
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Asia Oriental: paradigmas emergentes, política(s), dinámicas socioculturales y sus consecuencias” (FFI2015-70513-P MINECO/FEDER, UE) View project
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La relación de los emigrantes con el territorio siempre posee una determinada dimensión
temporal que se manifiesta en el proyecto migratorio: desde las estancias temporales en los
lugares de destino hasta el asentamiento definitivo, pasando por estados intermedios como el
retorno al lugar de origen tras la jubilación o las visitas periódicas a sus pueblos a lo largo de
la vida. Además, la movilidad intrínseca a todo proceso migratorio, puede llegar a convertirse
en un modus vivendi que descubrimos al utilizar una perspectiva de análisis que contenga una
mínima profundidad histórica. Los cambios socioeconómicos y estructurales a los que toda
sociedad se ve sometida con el paso del tiempo se traducen en variaciones y adaptaciones de
los ciudadanos emigrantes que en ella conviven y trabajan. El objetivo de esta ponencia será
determinar las pautas y estrategias del asentamiento chino en el estado español descubriendo
las relaciones existentes con los cambios de sus actividades económicas. Pero antes es
necesario comenzar por el principio para entender mejor lo que ahora sucede.
La emigración china hacia España tiene una historia centenaria. Los primeros emigrantes
sobre los que existe información y están documentados procedían de la provincia de
Guangdong y llegaron aquí vía Cuba tras ser detenidos y condenados por su participación en
los movimientos de independencia cubanos. Una vez cumplida su condena se quedaron en
Ceuta, Melilla, Huelva, Madrid, etc. Eran muy pocos y no dieron lugar a cadenas de
reunificación posteriores.
Los chinos en Europa de antes de la segunda guerra mundial (incluidos los del estado
español) proceden de unos pueblos muy concretos que se extienden como círculos
concéntricos conforme va pasando el tiempo a partir del núcleo central donde se localizaba la
artesanía de esculturas de piedra. Los vínculos de parentesco, especialmente los afines,
porque en el sistema patrilineal chino la residencia matrimonial suele ser patrilocal, siendo las
mujeres quienes vienen de pueblos de fuera, permitieron que la amplitud de la zona de origen
progresivamente se extendiera. Los primeros grupos de emigrantes estaban formados por
vecinos de los pioneros retornados o sus parientes, a quienes informaron, financiaron y en
definitiva facilitaron su traslado. Eran grupos de hombres jóvenes, solteros y casados, cuyo
objetivo consistía en estar unos años en el extranjero para volver con los ahorros de su trabajo
e invertir en la compra de tierra o apertura de algún negocio. Para reunir el dinero necesario
del viaje recurrían a pedir prestado a sus parientes o vendían parte de sus propiedades.
Personas cada vez más alejadas geográficamente (normalmente coincidiendo con los
parientes afines) comenzaron a descubrir la posibilidad de emigrar al extranjero donde ya
existía una red de paisanos trabajando: sus primeras noticias les llegaron por los retornados
ricos o porque sus parientes les pedían dinero prestado para financiar sus viajes. Por ejemplo,
el primer emigrante del distrito de Wencheng (Municipalidad de Wenzhou) fue una persona
emparentada con una familia del vecino distrito de Qingtian que ha emigrado previamente.
Así, la parte interior de los distritos de Wencheng y de Rui’an que limitan con Qingtian, junto
con la capital Wenzhou (puerto de mar), de la Municipalidad de Wenzhou, es la zona
geográfica de donde sigue procediendo la mayoría de los emigrantes chinos en Europa. Y
curiosamente los primeros que decidieron ir al extranjero no procedían de la misma orilla del
mar, del puerto, sino del interior, de la montaña, y sólo después de que se asentaron y
triunfaron los del interior, se aventuraron quienes más fácil lo tenían en principio, los de
Wenzhou.
Los expresidiarios de finales de siglo se quedaron a vivir cerca de las cárceles (Ceuta y
Melilla). Hubo casos excepcionales como los que se convirtieron en aguadores de Huelva,
algún cocinero contratado por familias burguesas y de militares y un famoso pastelero que
abrió tienda en Madrid.
Los buhoneros que llegaron un poco más tarde, deambulaban por los caminos de España,
entrando y saliendo de Francia y Portugal con relativa facilidad, aunque tenían su residencia
especialmente concentrada en la capital, Madrid, y en las ciudades de Barcelona y Valencia,
donde retornaban después de sus giras por diversas ferias, como hacían los circos chinos que
también se instalaron en Madrid. En estos lugares se encontraba también la Embajada y los
consulados chinos. Es difícil conocer su número, algunas fuentes chinas hablan que llegaron
a ser 300 en España y 200 más en Portugal, sobre un total de 10.000 en Europa, aunque otras
afirman que una estimación más realista elevaría su volumen a una media de 25.000 en toda
Europa durante las décadas de 1920 y 1930. No existen datos fiables disponibles, aunque sí
que poseemos testimonios escritos y gráficos de la época que muestran su presencia por las
calles de los pueblos de España. La guerra civil atrajo también a estudiantes chinos que
estaban en el extranjero (Europa y EEUU) comprometidos con la causa antifascista que
participaron en las Brigadas Internacionales. Hubo casos de matrimonios de chinos con
ciudadanas españolas. A finales de la década de 1940 se produjo una pequeña concentración
en la calle Hortaleza de Madrid. En 1952 había 116 residentes chinos censados.
La estrecha relación del régimen de Franco con el de la China nacionalista de Chiang Kai-
shek se institucionalizó con el mantenimiento durante 20 años de relaciones diplomáticas
(1953-1973). El acuerdo cultural de los vínculos diplomáticos permitió la llegada de distintas
promociones de estudiantes taiwaneses que vinieron a España a continuar o complementar
sus estudios. En gran medida estos lazos culturales estuvieron controlados por las órdenes
religiosas españolas establecidas en China que se refugiaron en Taiwan tras la victoria del
Partido Comunista en el continente. Los misioneros ayudaron y facilitaron el envío de
estudiantes, fueron los intermediarios privilegiados con el resultado de que bastantes de ellos
se matricularon en centros de estudios superiores regidos por la Iglesia.
No es extraño encontrar a residentes chinos durante las décadas de 1960 y 1970 en Navarra
(sólo hasta el año 1975), Guipúzcoa (hasta el año 1971), Salamanca (lugar preferente para los
estudiantes extranjeros), y evidentemente en Madrid y Barcelona. Este espacio universitario-
religioso dio sus frutos con la aparición de una pequeña élite de chinos licenciados en España,
además de la ordenación de algunos sacerdotes. Algunos retornaron, otros se casaron con
españolas y la mayoría acabó nacionalizándose. Los estudiantes de Bellas Artes de Taiwan,
pintores en su mayoría, no han dejado de venir a estudiar el arte occidental y las técnicas del
óleo desde los años cincuenta a la actualidad.
Taiwan, gracias a su relación privilegiada con el gobierno español durante muchos años y a la
élite educada que aquí se ha formado, fue la representante oficiosa de los emigrantes chinos
hasta mediados de la década de los ochenta. Una relación más reciente entre religión y
migración se corresponde en este caso con la iglesia cristiana evangélica. Muchos emigrantes
procedentes de Qingtian-Wenzhou pertenecen a ella. Se han multiplicado sus centros de culto
en las grandes ciudades, localizados en las zonas donde la concentración residencial es
mayor. Por ejemplo, en los distritos del Eixample y de Sants en Barcelona. En esta caso la
iglesia se ha convertido en un centro de reunión, donde también se intercambia información
que es importante para el establecimiento y los negocios de los emigrantes.
La transformación del nicho económico étnico de los emigrantes chinos fue un proceso lento
iniciado antes de la segunda guerra mundial en Holanda y Gran Bretaña, que se extendió
progresivamente por el resto de Europa occidental. Su principal actividad pasó a encuadrarse
dentro del sector de la hostelería, dejando el comercio minorista en un segundo plano. Los
restaurantes de comida china tardaron más en llegar, asentarse y multiplicarse en el estado
español en comparación con otros países de Europa. De hecho, salvo algunas excepciones de
restaurantes chinos en Madrid y Barcelona desde la década de los cuarenta y cincuenta, el
motor de su establecimiento en España está estrechamente vinculado con una doble
circunstancia, por una parte el acercamiento al punto de saturación de su oferta en
determinados países europeos y por otra el desarrollo de las zonas turísticas españolas en el
litoral mediterráneo y en las islas desde comienzos de los años setenta.
El primer lugar donde la oferta de comida china alcanzó su máxima expansión fue en Gran
Bretaña, esto obligó a los emigrantes chinos a dirigirse a otros países, especialmente a
Holanda. Poco después llegó la saturación a Holanda, impulsándoles también a buscar nuevos
mercados. La competencia creciente en el interior del sector y la necesidad de encontrar
nuevas salidas al capital acumulado de los negocios en expansión se encontró con la
disyuntiva de abrir restaurantes en pueblos cada vez más pequeños o en otros países. España
fue un destino elegido por algunos de los chino-británicos, chino-holandeses y chino-
franceses que siguiendo a sus mejores clientes les acompañaron en sus vacaciones a España y
abrieron restaurantes de comida china en sus lugares preferidos de asueto veraniego. Además
de Barcelona y Madrid, en 1971 ya hay un número significativo de residentes chinos en las
provincias de Baleares, Las Palmas, Málaga, Cádiz, Tarragona, Sevilla. En 1981 habrá que
añadir a estas provincias también Tenerife y Valencia.
El censo de 1998 nos muestra cómo las 18 provincias con más de un 1% del total de los
residentes chinos, que reúnen en su conjunto al 83,5% del total del colectivo, salvo Madrid
donde reside el 25,9%, seguido de cerca por Barcelona (20,4%), la distribución del
asentamiento chino se concentra en el arco mediterráneo (23,1%, incluyendo de mayor a
menor a las provincias de Alicante, Valencia, Málaga, Murcia, Girona, Cádiz, Castellón,
Tarragona, Granada, a las que habría que sumar Almería con un 0,98%), junto a la islas
(7,8%: Tenerife, Palmas, Baleares), con sólo cuatro provincias situadas en otras partes:
Zaragoza (2,2%), Vizcaya (1,5%), Sevilla (1,4%) y Badajoz (1,1%), que se corresponden
prácticamente con las de mayor población.
En el periodo de 1990-1998 los residentes chinos se han multiplicado por cinco (había 4.090
en 1990), casi doblando su población de 1996 (10.816) a 1998 (20.692). En las últimas cuatro
décadas podemos observar dos tendencias con respecto a sus pautas de asentamiento. Primero
la dispersión creciente de su residencia: en 1961 sólo estaban presentes en 14 provincias con
un 79% del total viviendo en sólo tres (Madrid, Barcelona y Valencia) de ellas; veinte años
después, en 1981 ya estaban en 23 provincias, pero ya las tres primeras (Madrid, Barcelona,
Palmas) sólo reunían al 65%. De 1986 a 1990 todavía no están presentes en 1 ó 2 provincias,
dependiendo del año, y no será hasta 1992 cuando ya los encontremos repartidos por toda la
geografía estatal. Su dispersión, paralelamente a repartirse por todos los lugares, también
repercute en que su concentración en las tres primeras provincias es cada vez menor,
manteniéndose alrededor del 50% en los últimos años (1996-1998).
Durante las décadas de 1960 a 1980, se observa el estratégico asentamiento chino en la costa
mediterránea y en las islas, zonas turísticas por excelencia donde ofrecer su oferta culinaria a
extranjeros que ya les conocen (británicos, holandeses, franceses, alemanes, daneses, suecos,
etc.) y a una creciente clase media española que además de ir de vacaciones a la playa
progresivamente va cambiando sus gustos e incorporando la “exótica” comida china a sus
alternativas de comer fuera de casa, en restaurantes. En cambio, el rápido crecimiento
experimentado por el colectivo chino especialmente desde 1991 en adelante, da lugar a dos
procesos paralelos relacionados con la saturación de su oferta que a continuación
describiremos:
a) En las capitales de provincias el número creciente de nuevos restaurantes que se abre llega
un momento en que satura su oferta, es decir, son incapaces de mantener una clientela
mínima que haga rentable y beneficiosa la empresa. La competencia entre restaurantes se
exacerba con la bajada de los precios del menú, obligando a muchos de ellos a cerrar,
incapaces de mantener unos márgenes de beneficios cada vez más precarios, o incluso
inexistentes. El caso del municipio de Barcelona es el más espectacular: de varias docenas de
restaurantes de comida china que había en 1990 se pasa en tres años a más de medio millar.
Dos años después muchos han cerrado, incapaces de sobrevivir en una ciudad que no puede
absorber tan rápido su oferta: de los 500 restaurantes de 1992, cerraron alrededor de 200
durante 1993-1995, aunque en la actualidad (2000), ya han vuelto a superar la cantidad de
1992.
Una alternativa ante esta crisis de competencia al concentrar la oferta en una única ciudad es
desplazarse hacia ciudades y pueblos cada vez más pequeños. En la segunda parte de la
década de 1990 se ha producido el fenómeno del asentamiento de empresarios y familias
chinas en prácticamente todos los pueblos del estado español con una población superior a
10.000 personas. Según estudios manejados por los empresarios de restaurantes chinos, el
mínimo de población necesaria para que un restaurante de comida china sea rentable es de
8.000 personas y además necesita un determinado periodo de tiempo antes de hacerse con
una clientela fiel, fija y continua que lo convierta en un negocio sólido. La especial
concentración de los emigrantes chinos en el sector de la hostelería ha supuesto que la
dispersión espacial y geográfica sea imprescindible si lo que se busca es un mayor beneficio
y rentabilidad, o lo que es lo mismo clientes para su cocina.
La comparación del censo de 1991 con el de 1996 de Cataluña a nivel municipal es un caso
paradigmático de lo que aquí se plantea. En 1991 había ciudadanos chinos censados en un
total de 34 municipios de toda Cataluña, el 53% de ellos con una población de más de
100.000 habitantes y sólo el 26% de los municipios tenía menos de 20.000 habitantes. En
1996 los chinos ya están presentes en 106 municipios, es decir, durante esos cinco años se
establecen en 72 municipios más, siendo el 51% del total de ellos de menos de 20.000
habitantes. Progresivamente están en más pueblos que son también más pequeños y cada vez
más situados en el interior.
De las 28 comarcas en que se divide Cataluña, en 1991 no había chinos censados en 11, no
obstante, en 1996 ya estaban presentes en todas, aunque en 10 de ellas su número era inferior
a 10 personas. Se trata de los pioneros que inician la empresa familiar, conforme vaya
pasando el tiempo ayudarán a emigrar a sus parientes que pasarán a a formar parte de la mano
de obra de la empresa.
Las pautas residenciales de los ciudadanos chinos también están influidas por otro factor
importante que cobra cada vez un mayor protagonismo durante la década de 1990. Se trata de
otra alternativa al aumento de la competencia de los restaurantes entre sí, una vez alcanzado
el punto de saturación. Dentro de la hostelería se ha diversificado la oferta con una mayor
variedad de menús, de distintos precios y categorías, o bien aprovechando la gran riqueza
culinaria de las distintas variantes regionales chinas, además se ha entrado en el mercado de
la comida rápida y del servicio a domicilio. Pero la transformación más significativa ha
consistido en el abandono del sector económico de la hostelería para dedicarse a otro tipo de
actividad económica.
En el estado español durante la última década cabe destacar dos nuevos sectores: el comercio
y los talleres de confección. El comercio se ha desarrollado en diversos ámbitos, desde las
tradicionales empresas de importación/exportación que siempre estuvieron presentes en el
colectivo chino, a las tiendas al por mayor de textil y marroquinería, pasando por las tiendas
de regalos de mercancías baratas (las famosas “Todo a cien”), hasta el retorno a la venta
ambulante en las calles de las grandes ciudades y zonas turísticas incluyendo las ferias de los
pueblos. Dependiendo de la actividad comercial concreta será necesario, o no, utilizar la
estrategia de la dispersión geográfica para crear clientelas y evitar la competencia: evidente
en el caso de las tiendas de regalos que operan, en este aspecto, de un modo semejante a los
restaurantes. La venta ambulante, por su parte, se caracteriza por la movilidad inherente a la
actividad, aunque no necesariamente vaya ligada a una dispersión residencial, pues el
vendedor se puede desplazar con su mercancía diariamente a los lugares elegidos durante las
horas que considere oportunas o mejores para su negocio, volviendo al acabar su trabajo a su
residencia habitual.
En definitiva, comparando 1995 con 1999 nos encontramos en primer lugar con una mayor
dispersión y no con una concentración creciente, y con un núcleo central formado por las
zonas estadísticas de Ezquerra Eixample y Gràcia, seguido por una corona que excluiría al
distrito de Ciutat Vella, curiosamente donde la concentración de ciudadanos extranjeros
residentes en Barcelona es mayor. Esta corona ha desplazado su peso desde la zona suroeste a
la noreste, es decir desde las zonas estadísticas de Sant Gervasi, Les Corts, Sant Antoni y
Sants a las de Sagrada Familia, Estació Nord, Dreta Eixample, Poble Nou y Sagrera.
El establecimiento en el Eixample de los emigrantes chinos coincide con que se trata del
distrito más comercial de Barcelona y uno de los de mayor atractivo turístico, es decir donde
el sector servicios en sus ámbitos de hostelería y comercio tiene más posibilidades de
prosperar. La emigración china a Europa se caracteriza por la alta proporción de empresarios,
empresas familiares y trabajadores por cuenta propia. El mayor estatus económico en general
del colectivo, y la menor discriminación con respecto a los chinos por parte de la sociedad
general del estado español, comparada con las actitudes racistas hacia otros ciudadanos
extranjeros como marroquíes y los procedentes del Africa subsahariana, ha permitido su
asentamiento en zonas de la ciudad donde reside la clase media y media alta, evitando, en la
medida de lo posible, su presencia en los barrios más degradados social y económicamente,
como determinadas partes de Ciutat Vella, donde, en cambio se concentra una gran
proporción de emigrantes (22,8% de todos los extranjeros empadronados en Barcelona en
1999 frente al 8,6% del total de los chinos).
Hasta hace poco tiempo el peso demográfico del colectivo chino en España era relativamente
pequeño y además su especialización casi total en el sector de la hostelería aconsejaba la
dispersión de su asentamiento buscando clientelas propias para evitar la competencia interna.
Estos factores guiaron la pauta de una débil concentración residencial y una dispersión
generalizada. De cualquier modo, el importante incremento del volumen de su población en
los últimos años que ya alcanza a 20.692 residentes oficiales en 1998 a los que habría que
sumar la mayoría de los 1.049 nacionalizados durante el periodo 1980-1998, así como a los
procedentes de Taiwan, Hong Kong, Macao, Singapur y de otros países del sudeste asiático
que tengan ascendientes chinos, además de aquellos que no tienen sus documentos en regla.
Tomando como un indicador una noticia reciente donde se decía que de las 141.745
solicitudes (a fecha 31/05/00) presentadas durante el último proceso de regularización
extraordinaria que acaba de finalizar, el 6,8% correspondía a chinos, es decir casi 10.000
personas más. No estaría por lo tanto muy alejado de la realidad afirmar que el colectivo
chino tiene más de 40.000 personas en el año 2000.
Para el año 1998 los residentes oficiales, a pesar de las pautas ya señaladas y descritas, son
especialmente numerosos en las provincias de Madrid (5.363) y Barcelona (4.225), lugares
donde comienzan a producirse determinadas concentraciones residenciales, las tradicionales
“chinatown” de algunos países. En el caso de Madrid nos encontramos con el barrio de
Lavapiés y de Tetuán, además de su importante presencia en Fuenlabrada. Estos lugares se
han ido constituyendo en centros donde los chinos progresivamente aumentan su proporción
con respecto al total de residentes, fenómeno que es destacable desde mediados de la década
de 1990 y que se ha acelerado para el 2000 con el aumento de su número.
Para el caso de Barcelona antes analizado, es importante destacar este cambio de peso
relativo de su residencia que gira en torno a un fenómeno más reciente que consiste en la
concentración de tiendas al por mayor de confección y marroquinería en la Ronda de Sant
Pere desde el año 1998. Actualmente hay más de 80 tiendas en esa zona situada en el
Eixample, limítrofe con Ciutat Vella. Este proceso de concentración comercial ha ido
acompañado de otro de desplazamiento residencial del suroeste al noreste, como vimos
anteriormente. Un poco antes se produjo un fenómeno similar en el barrio de Lavapiés de
Madrid. El sector comercial al por mayor retorna con nuevas fuerzas en el interior del
colectivo chino que ya experimentó con él durante las décadas de 1920 y 1930 en Europa.
Una de sus características consiste en que una parte importante de su clientela son los mismos
emigrantes chinos que se dedican a la venta ambulante como actividad principal o secundaria
para completar y aumentar sus ingresos económicos.
Así, en la ciudad de Barcelona siempre ha habido talleres dispersos, siguiendo la pauta de los
restaurantes. Pero lo que ahora queremos destacar es la concentración de esta actividad
manufacturera en determinados lugares como por ejemplo Santa Coloma de Gramanet y
Badalona, especialmente en la zona de su frontera. Los talleres de confección y
marroquinería se encuadran habitualmente dentro de la economía sumergida y se han
desarrollado en zonas de declive industrial donde ocupan el espacio dejado por industrias
(textiles, en este caso) que han cerrado. En Santa Coloma y Badalona también hay talleres de
confección regidos por marroquíes que están en competencia con los de los chinos: muchos
han entrado en crisis porque los chinos ofrecen más producción y mejor calidad del acabado
por menos dinero, lo cual ha llegado a ser una fuente de tensiones y conflictos entre los dos
colectivos. El rápido desarrollo de esta actividad y el auge que está teniendo en estos lugares
concretos se debe a varios factores, uno consiste en la existencia de una especialización e
infraestructura previa relacionada con el mundo textil (incluyendo la disponibilidad de
maquinaria en alquiler y empresas que subcontratan su producción a los talleres); otro en que
la inversión necesaria para iniciar la empresa es mucho menor que si se tratara de un
restaurante. Allí han ido a parar muchos trabajadores y empresarios chinos procedentes de
todo el estado español, expulsados del sector de la hostelería, por los recortes de mano de
obra o los fracasos de algunos restaurantes.
Hace años (1997) aventuré la hipótesis de la imposibilidad a corto plazo de crear chinatown,
barrios chinos, hablando en propiedad y no metafóricamente, en el estado español, dado que
su actividad económica principal (restaurantes de comida china) dependía precisamente de la
dispersión, y no de la concentración, residencial y geográfica. De todos modos, actualmente
ya estamos siendo testigos de determinadas, aunque todavía muy débiles, concentraciones. El
cambio fundamental ha sido la rápida colonización sectorial del interior, me refiero a la
apertura de restaurantes en prácticamente todos los pueblos con más de 10.000 habitantes de
toda la geografía española, junto con el espectacular aumento de su presencia. La saturación
de los restaurantes orienta sus actividades hacia otros sectores donde la concentración
geográfica no sólo no afecta negativamente a la prosperidad de los negocios, sino que a
veces incluso la promueve y facilita.
Para concluir me gustaría recordar que, a pesar de estas tendencias hacia la concentración
espacial, todavía continúa vigente dentro de la cultura migrante propia del sur de la provincia
de Zhejiang, la idea de que el éxito económico y social va asociado tanto a la diversificación
de las inversiones como a la dispersión geográfica. Continúa la validez de la máxima “hay
que plantar árboles en diversos lugares, así, si alguno se marchita, todavía quedarán otros que
nos darán sus frutos”. Las familias de emigrantes con un mayor éxito económico están
compuestas por varios grupos domésticos repartidos por distintos lugares del mundo, con
algún miembro todavía residente en China (suelen ser los padres o algún hermano que se ha
quedado a cuidar de ellos) donde se ocupa de guardar las propiedades de los emigrantes, o ser
un agente laboral (reclutador de nueva mano de obra entre parientes, amigos, conocidos y
vecinos), comercial (agente de exportación/importación), industrial (dirigir talleres o
fábricas), inmobiliario (comprar bienes raíces) o bursátil (invertir en bolsa), también se
encargará de cuidar a los niños, hijos de los emigrantes que decidan que se pasen su infancia
y se escolaricen en sus pueblos de origen aunque hayan nacido en Europa, además de ser el
representante de la familia para la comunidad y para el gobierno, gestionando también las
posibles donaciones para el bien público que aumenten el prestigio social familiar en el
pueblo.
Los viajes y visitas periódicas a los pueblos de origen serán más frecuentes conforme el
asentamiento en el extranjero sea más sólido y los recursos que se mueven por las redes sean
más abundantes. Tener como punto de referencia y vivir en el interior de un entramado de
redes familiares, económicas y comerciales transnacionales, significa que la vinculación de
los emigrantes al territorio que les proporciona su residencia durante un determinado tiempo,
es mínima y circunstancial. Los cambios de residencia, la movilidad de la mano de obra de
pueblo a pueblo, de ciudad a ciudad, de provincia a provincia, de país a país, se adaptan a las
necesidades de las distintas inversiones y empresas regidas por los miembros de estas redes, y
convierten el asentamiento, aunque sea durante mucho tiempo, en un mismo sitio, en un
referente vital bastante secundario, nunca primordial ni básico, sino más bien meramente
instrumental. En lugares donde el crecimiento ha sido muy rápido fácilmente encontramos a
personas que antes de llegar a ese destino han estado en otras provincias del estado español y
en otros países de Europa, o de cualquier otro continente. Además muchos tendrán también
parientes en otros lugares con quienes están en contacto, pues les han facilitado desde
créditos a trabajo, vivienda, información e incluso, en ocasiones, hasta futuros cónyuges.
También nos encontramos con parejas conyugales separadas por motivos laborales, uno está
en Santander y otro en Barcelona, por ejemplo.