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Mateo 9:35-38
INTRODUCCIÓN (Atención)
1. A menudo se predica sobre la necesidad y responsabilidad de predicar el evangelio y se enseñan métodos cómo hacerlo.
2. Más que solo un “programa de evangelismo” (que “en teoría” aspira a involucrar a toda la iglesia), el esfuerzo por buscar y
predicar a los perdidos debe ser hecho constantemente por cada cristiano en forma personal.
a. Es el ejemplo que vemos en los cristianos del primer siglo (Hch 8:4; 15:35; 5:42; 1 Tes 1:8)
b. Nada puede sustituir al esfuerzo personal: cada uno viviendo verdaderamente como cristiano y hablando a sus más
cercanos acerca del Señor y del evangelio (Jn 1:40-42, Andrés, 43-46, Felipe, Mateo, Hch 10:24, Cornelio; Fil 2:14-15;
cada iglesia local debe ser como faros que no pueden pasar inadvertidos en un mar de oscuridad; muchos pueden ser
ganados sin palabras, solo manteniendo una buena conducta, 1 Ped 3:1, “los hechos hablan más que las palabras”).
c. Verdaderos discípulos siempre estarán tratando de enseñar a otros (en su familia, trabajo, vecinos, compañeros, Etc.).
Todos pueden y deben hacer algo (hombres, mujeres, jóvenes, adultos, nuevos y antiguos, Etc.)
d. en cambio iglesias sin convicción ni fervor, se enfocarán solo en “hacer discípulos”, es decir, en “bautizar” personas.
3. ¿Qué puede explicar la falta de preocupación y escasa dedicación de muchos por este trabajo? Y ¿Por qué no logramos ser
más efectivos en esto?. El problema es que no vemos al perdido ni el trabajo de salvarlos como Dios lo ve.
4. El discipulado se trata de aprender e imitar al Señor. Nuestro modelo ideal de cómo ver a los perdidos y predicarles, debe ser
Jesús. La predicación del evangelio del Salvador se basó en cómo el veía a los perdidos. Mt 9: 35-38:
1) Él sintió compasión por los perdidos
2) El Señor vio potencial entre los perdidos.
3) Jesús oró porque hubiera obreros que pudieran ir a los perdidos.
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B. Lo que nosotros debemos ver
1. A veces, quizás frecuentemente, dejamos que el rechazo nos desanime; pensamos ¡no hay nadie para enseñarle!, o no
vale de nada intentar.
a) El Señor vio más potencial que lo que nosotros vemos en el mundo, pero igual sabía que el potencial se realizaría
solo en unos pocos.
b) No obstante, estos pocos son los que Cristo está buscando, y las almas de ellos valen el esfuerzo por encontrarlos.
2. "La mies (cosecha) es mucha;" ésas son las palabras de Cristo; no se salvará todo el mundo, pero algunos todavía
pueden ser salvados. 2 Ped. 3: 9
a) El Señor espera pacientemente de manera que cada alma deseosa vendrá al arrepentimiento; el hecho que nuestra
existencia continúa indica oportunidad.
b) nunca alcanzaremos a los perdidos si pensamos que no hay nadie que se convertirá; debemos ver el potencial y el
valor de ellos como Dios lo ve.
III. EL ORÓ POR OBREROS QUE PUDIERAN IR DESPUÉS A LOS PERDIDOS (v. 38)
A. Lo que el Señor Oró (pidió)
1. Usted puede esperar que este pasaje finalice en la gran comisión: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio”.
a) Pero esto no finaliza aquí con un mandamiento o encargo; en cambio, el Señor llama a Sus discípulos a orar; la
oración es esencial en la predicación del evangelio.
b) normalmente oramos por oportunidades (que haya personas, puertas que se abran), pero Jesús les exhortó a orar por
obreros, corazones deseosos de ir y enseñar a los perdidos.
2. La Oración en la enseñanza de Cristo es un medio de traer nuestros corazones en armonía con Dios, haciendo él
nuestra voluntad para hacer Su voluntad. (Dios quiere obreros, la pregunta es si nosotros también queremos, si esto nos
preocupa, y si estamos dispuestos a ocupar este rol. Dios estará muy dispuesto a conceder lo que él también quiere).
a) Ej. "hágase tu voluntad en la tierra como se hace en el cielo"; “perdónanos nuestras deudas, cómo también nosotros
perdonamos a nuestros deudores”; “no nos dejes caer en la tentación”.
b) Estas oraciones requieren algo de nosotros, un determinado carácter de corazón así como la conducta que
corresponde a nuestra petición.
B. Lo que nosotros debemos Orar (pedir)
1. no podemos orar porque haya obreros para buscar a los perdidos, si no tenemos disposición de participar en este
trabajo; esta oración nos demanda tener el corazón de Dios.
a) oramos por oportunidades, pero los cristianos del primer siglo supieron que las oportunidades estaban allí; ¡Jesús ya
se los había dicho así!
b) Los santos del primer siglo más bien oraron por denuedo (intrepidez, confianza, valor al hablar) y ayuda en la
enseñanza de los perdidos Hch. 4: 29; Ef. 6: 17-20; 2 Tes 3:1-2.
2. No está mal orar por oportunidades, pero requiere menos de nosotros; si no vemos oportunidades, oramos, pero ¡será
que no hay ninguna oportunidad!
a) en cambio, si oramos por obreros, nos damos cuenta que la oportunidad es irrelevante; se debe predicar la palabra,
Ez. 2: 3-5 (2 Tim 4:1-2) " que instes (apremiar, insistir, urgir) a tiempo y fuera de tiempo" (en la oportunidad o en la
falta de ella, cuando haya gente dispuesta a oír o cuando no la haya).
b) El tiempo gastado en sembrar la semilla no se desperdicia, aun cuando nadie obedezca; esto es el evangelio, no un
negocio. 1 Cor. 3: 5-7; 1: 17 (no veremos muchas veces resultados visibles; nuestro trabajo es predicar, los
resultados, “el crecimiento” lo da Dios. Mucho depende de la tierra donde la semilla es sembrada, Lc 8:11-15)
CONCLUSIÓN (Acción)
1. El problema de tanta falta de preocupación por los perdidos y poca efectividad aun haciendo algo de este trabajo a veces, se
explica porque no hemos llegado a ver a los perdidos ni el trabajo de rescatarlos como Dios lo ve. Aprendamos de Jesús a:
- Sentir compasión por los perdidos
- Ver el potencial que hay entre los perdidos
- Y a orar para que haya obreros (corazones deseosos) para predicar a los perdidos (otros, además de nosotros mismos)
2. El mundo está muriendo, perdido, a causa del pecado; hay algunos de allí afuera que escucharán y se convertirán a Dios; ore
por obreros, pero esté trabajando siempre usted también.
3. Es usted uno de los pocos que el Señor está buscando? ¿Será usted humilde en su corazón, para volver su vida hacia Él, y
obedecerle? Mr. 16: 15-16.
4. Si usted es un discípulo que reconoce que no ha llegado a ver a los perdidos ni el trabajo de salvarlos como Dios lo ve,
todavía puede arrepentirse y cambiar (1 Juan 1:9; Hch 8: 22)