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Realidad Humnana Xavier Zubiry 2005 PDF
Realidad Humnana Xavier Zubiry 2005 PDF
Resumen
Este trabajo explicita las nociones fundamentales de Xavier Zubiri sobre el hom-
bre como realidad moral: el fundamento de esta conceptualización y las razones
por las que su planteamiento se encuentra en las antípodas de un relativismo ético,
aun cuando enfatice el inexorable ejercicio de la libertad por parte del hombre para
hacer su vida —para «realizarse», en el preciso sentido que tiene este término en el
sistema zubiriano. A continuación se hace una crítica a parte de la prolongación y de
la interpretación del sucinto pensamiento ético del filósofo español —inédito hasta
después de su muerte— propuestas por Diego Gracia. Concretamente se señala que
una «ética formal del bienes», tan próxima desde su óptica a una postura kantiana,
no parece congruente con lo explícitamente afirmado por Zubiri.
Palabras clave:: Realidad humana
humana, Ética, Realización.
Abstract
This work explains the fundamental concepts of Xavier Zubiri about man as a
moral reality. It covers the ground of this conceptualization and the reasons why its
approach is diametrically opposed to ethical relativism, even though it stresses the
inexorable exercise of freedom on the part of man to make his own life “in order to
realize himself”, in the precise sense which this expression has in the Zubirian system.
Moreover the work critiques the interpretation and extensions of Zubiri’s succinct
ethical thought as proposed by Diego Gracia after Zubiri’s death, based on works
published posthumously. Specifically, the present work points out that an ethical
form of the good, similar to Kant’s position, is not congruent with what Zubiri has
explicitly affirmed.
Key words: Moral reality, Ethics, Realization.
no recibe pasivamente, porque necesaria- y las que proceden del sistema de notas
mente «juzga» y decide sobre su adecua- en las que consiste la sustantividad del
ción o inadecuación a lo que él considera hombre. Por esta razón, también los
una exigencia humana. También podría, planteamientos éticos de Zubiri están
negando esa exigencia desde su libertad, totalmente «arraigados» en lo que el
realizar su vida personal y social al mar- hombre es como realidad psicosomática,
gen de la misma. Pero entonces se trataría y se centran en la proyección que el animal
de una positiva negación de lo exigido humano necesariamente posee por ser la
por una precisa estructura que impone única esencia intramundana abierta a la
una dinámica determinada para realizar- totalidad de lo real y, específicamente, a
se. Es decir, el ser humano puede ignorar su propia realidad —lo que nunca ocurre
—voluntaria o involuntariamente— su con el animal inextricablemente unido a
específica realidad; lo que no puede hacer su medio casi como si formara parte de
es anularla. su propia constitución biológica.
El hombre tiene, por tanto, una deter-
minada estructura psico-física de la que b) La capacidad del animal de realidades
no puede desentenderse en la realización para juzgar sobre su propia realización
de su personalidad, ni tampoco en la
configuración de su vida social, que no es Además, el hombre, por su capacidad
algo por lo que libremente haya optado, de inteligir que lo capacita para enfren-
sino que responde a una codificación ge- tarse consigo mismo y con el resto de
nética que le «obliga» a vivir socialmente; las cosas como realidades, puede com-
es decir, a estar «vertido» a sus semejantes probar cómo se atempera a la realidad
—en lenguaje del filósofo— según su según su estado y sus elecciones libres.
precisa condición de ser otras realidades Explica Zubiri: «Cuando la aprehensión
humanas. Por esta razón si en ese modo estimúlica misma coloca al hombre en la
de organización social, con toda la am- imposibilidad de asegurar por ella mis-
plitud que pueda caber, se conculcaran ma una respuesta adecuada, el hombre
algunas exigencias «phyléticas», esa so- se hace cargo de la realidad. Este nuevo
ciedad se convertiría en un impedimento enfrentamiento concierne ante todo al
para su propia realización en su carácter momento aprehensor: se aprehende en
específicamente humano. una intelección sentiente, pero concierne
Se podría tener la impresión de que también al modo de atemperamiento: se
estamos ante una postura excesivamen- está afectado por lo real en sentimiento,
te «biologicista». Pero ocurre que, en el y concierne al momento de respuesta
pensamiento de Zubiri, lo más humano propiamente dicha: el hombre ha de
está estructurado somáticamente, gené- optar por la respuesta real que ha de dar
ticamente, cabría decir, y no hay antino- a lo real»19.
mias entre unas exigencias que podrían
parecer más nítidamente «espirituales», 19 Ibid., 69.
Porque posee una inteligencia sen- Zubiri describe con precisión las dos
tiente, el hombre entiende sensiblemente, instancias de este hecho. En la primera
o siente inteligentemente. Precisamente el hombre se hace cargo de lo real por lo
por «sentir inteligentemente», el hombre, que ha optado en razón de su expectativa
cuando elige algo, no sólo percibe su de satisfacción y en qué medida lo ha
nuevo estado satisfecho o insatisfecho logrado. En la segunda el hombre puede
—su «atemperamiento», en el léxico de hacerse cargo de su «manera» de estar
Zubiri, que es el modo como la realidad en la realidad y, por tanto, de cómo ha
afecta a su sentimiento—, sino que tam- optado al realizarse, si exclusivamente en
bién es capaz de hacerse cargo de cuál razón de que la realidad «apropiada» es
es el origen de esa posible satisfacción o una «realidad satisfaciente», o teniendo
insatisfacción. Es decir, no sólo se hace en cuenta, además, en qué consiste esa
cargo de cómo se encuentra en la realidad, realidad en tanto que «realidad moral»,
sino también es capaz de percibir qué tal como puntualiza en un texto clave:
realidad le produce un estado gozoso «No basta con beber un vaso de agua
o desdichado, y la razón por la que esa si se tiene sed. Si opto por beberlo, la
realidad puede generar ese estado. Los opción, por un lado, ha elegido el agua,
textos de su libro Sobre el hombre son pero esto no nos dice lo suficiente para
claros y explícitos: «Ese enfrentamiento saber la manera de realidad por la que
tiene dos dimensiones: la realidad de mi he optado: realidad satisfaciente, realidad
satisfacción y la realidad de mi “manera” moral, etc. Hacerse cargo de la realidad
de estar en la realidad»20. De modo que es estar abierto a la manera de estar en
la voluntad, cuyo ejercicio Zubiri funda- la realidad. No sólo es apertura de la
menta en la dinámica de las tendencias acción, sino algo más hondo: apertura de
—por lo que la denomina voluntad ten- la sustantividad»22. Apertura irrestricta a
dente—, puede elegir, optar, teniendo en todo lo real, y por tanto a la adecuación, o
cuenta no sólo el atemperamiento a lo inadecuación, de la realidad «apropiada»
real, sino lo justificado que esté o deje de y al modo de «apropiarse» de la misma
estar dicho atemperamiento en razón de por parte del hombre.
las exigencias de la realidad determinada Aunque Zubiri no descienda a este
en que consiste el hombre. Precisamen- nivel en su análisis, si todo lo que le
te, Zubiri denomina «justificación» a produce placer al hombre fuera realmente
la característica intrínseca de los actos conveniente para su forma de realidad
morales del hombre, en contraposición y, viceversa, todo lo inconveniente le
a la «justeza», que es el carácter formal, produjera insatisfacción, no se explicaría
según el filósofo, del «ayuntamiento entre la presencia del mal, cuyo origen radica,
el animal y su medio»21. según el filósofo, en la libertad humana
—el planteamiento es muy claro en los
20 Ibid., 39.
21 Ibid., 346. 22 Ibid., 71.
cursos que recoge su libro póstumo Sobre menos en lo que respecta a posibilidades
el sentimiento y la volición—, porque en vitandas. Se volverá sobre este tema,
tanto que reales, todas las cosas poseen pero importa señalar que el hecho de no
una «bondad» fundamental23. Y no obs- poder determinar qué sea lo mejor para
tante, el mal existe en el mundo. cada uno, de ningún modo implica que
Por tanto, parece claro que en el se ignore qué opciones jamás podrán
hombre hay un innegable ejercicio de su resultar aptas porque contrarían las exi-
dimensión intelectiva que es capaz no gencias, incluso biológicas, del hombre
sólo de constatar la reacción sensible ante como realidad humana.
determinada realidad, sino también la Por tanto, el hombre posee, según Zu-
«manera» de estar en la realidad; es decir, biri, un modo de orientarse en esa reali-
es capaz de hacerse cargo de en qué me- zación a la que se encuentra impelido por
dida esa sensación —grata o desagrada- la realidad misma. Y esa pauta con la que
ble— es «justificable», es decir, se «ajusta» puede contar adquiere el carácter de un
a lo exigido por una realidad determinada indicio de cómo podría realizarse de una
como es la realidad humana. manera oportuna. Pauta que puede «aus-
cultarse» porque la realidad no es muda.
c) La voz de la conciencia Afirma el filósofo: «En cada instante de
su vida el hombre posee, en principio,
Por último, es un tema reiteradamente eso que se llama voz de la conciencia. Es
tratado en las dos últimas partes de El la voz que en una o en otra forma dicta
hombre y Dios es la voz de la conciencia. al hombre lo que ha de hacer o no hacer.
Una voz que Zubiri identifica con la voz (...) Generalmente suele invocarse esta
de la realidad, y que no consiste sólo en voz tan sólo cuando se trata de deberes.
el «reproche», al que generalmente se la Pero esto es insuficiente, porque en rea-
ha identificado, según el filósofo, sino lidad esta voz nos habla siempre en todo
que es una positiva orientación para la acto»24. Y añade: «Esta voz me dicta algo.
propia realización personal. Es verdad (...) Y en todos estos dictados lo que la
que Zubiri no desciende a los contenidos voz de la conciencia dicta como algo que
concretos que esa voz va proponiendo emerge del fondo de mi propia realidad,
como objetivo. Pero también es cierto que, es justamente una forma de realidad que
tratándose de la voz de una realidad que he de adoptar»25. Y esto porque «la voz de
posee una forma determinada —indepen- la conciencia es justamente como una re-
dientemente de cuál haya sido el proceso misión notificante a la forma de realidad.
de su morfogénesis, el hombre no se ha Y aquello de que es noticia es la realidad.
dado a sí mismo su propio phylum—, Desde este punto de vista, el hombre es la
esta posee unas precisas exigencias; al
24 Zubiri, X. El hombre y Dios, 6ª ed., Alianza,
23 Cfr. Zubiri, X. Sobre la esencia, op. cit. 417 Madrid, 1998, 101-102.
y ss. 25 Ibid., 102.
voz de la realidad. La voz de la conciencia realización que, en tanto que acto de liber-
no es sino el clamor de la realidad camino tad, «como modo de ser de una volición,
del absoluto»26, de ese absoluto que cobra consiste formalmente en ser un acto de
el hombre real al «adoptar» un modo de amor fruente»29. «Fruencia», o gozo, que
realidad, haciendo así de lo recibido algo Zubiri identifica con «la conveniencia (...)
realizado —«creativamente» realizado de dos realidades, de las cuales la del
desde su libertad. hombre es plenaria en la realidad en la
Importa subrayar en los párrafos que ha depuesto su fruición»30, decía en
citados el énfasis de Zubiri sobre lo que su curso «Acerca de la voluntad» en 1961.
constituye el origen y el fundamento de Incorporando a esta conceptualización la
esa voz, la realidad: «algo que emerge propia de la voz de la conciencia, cabría
del fondo de mi propia realidad», que «es añadir: no sólo fruente, o feliz, por ser un
justamente como una remisión notifican- acto de voluntad que depone en algo real
te a la forma de realidad» y «clamor de la su fruencia, sino, además, por coincidir
realidad»27. ¿Podría caber alguna duda con esa voz de la conciencia, interior al
sobre la consistencia, y la fundamentación hombre, que parece la instancia decisiva
que tiene esta «voz», aun contando con para que la libertad no sea espontaneidad
la posible distorsión «auditiva» que a la ni arbitrariedad —distinción destacada
persona le pueda haber acarreado un ejer- por el filósofo31.
cicio erróneo de su libertad, o las defor- Esta voz de la conciencia como voz
maciones que puede haber incorporado de la realidad es otra pauta que el hom-
de la sociedad a la que pertenece? bre tiene para su realización, en tanto
Por tanto, a través de la voz de su que aspira a ser coherente en su obrar
conciencia el hombre tiene acceso a lo como «modo de autoposesión», en la
que cabría considerar una pauta que que consiste la vida humana, según
es al mismo tiempo como un primer Zubiri32. Autoposesión que el hombre
estadio para su realización oportuna, en realiza libremente al apropiarse de de-
el sentido de que todo posible «acierto» terminadas realidades, porque al hacer
necesariamente deberá iniciarse en una propias determinadas realidades al mis-
coincidencia entre lo que se haga y lo que mo tiempo va apropiándose de sí mismo;
se piense que se debe hacer; entre lo que característica inherente al ejercicio de su
el hombre entiende como exigencia de libertad que lo constituye como «reali-
realización desde su inteligencia sentiente dad moral»33.
—inseparable de su voluntad tendente y de
su sentimiento afectante28— y su efectiva 29 Zubiri, X. Sobre el sentimiento y la volición.
1ª reimpr., Alianza, Madrid, 1993, 178.
30 Ibid., 44-45.
26 Ibid., 120. 31 Ibid., 105-106.
27 Las cursivas no son del texto de Zubiri. 32 Cfr. Zubiri, X. Sobre el hombre, op. cit.
28 Cfr. Zubiri, X. Inteligencia y realidad. 4ª ed., 571.
Alianza, Madrid, 1991, 282-283. 33 Ibid., 343-440.
Desde estos textos, ¿cabría plantearse no dejan de sonar forzados muchas veces.
algún tipo de imprecisión respecto de las Por tanto, es plenamente justificable que
exigencias que la realidad —en primer A. Pintor-Ramos, cuando acomete la ta-
lugar, la propia— y de sus implicancias rea de prolongar el pensamiento ético de
en el comportamiento del hombre? ¿Da- Zubiri, explicitando las implicaciones que
rían pie estas reflexiones de Zubiri para los análisis de su trilogía sobre la inteli-
convalidar cualquier «contenido» en la gencia tendrían en el plano moral a nivel
moral, con tal de que la razón haya se- de «aprehensión primordial», considere
guido los pasos previstos en su filosofía —refiriéndose al «logos» y a la «razón»—
de la inteligencia? Esto parecería sostener que «los dos momentos ulteriores (…)
D. Gracia. están ampliamente desarrollados por D.
Gracia (…), sin que esto necesite otra cosa
3. Las prolongaciones de Diego Gracia que algún complemento»35, añade. Sería
al pensamiento ético de Zubiri interesante conocer ese complemento.
De todos modos, da la impresión de que
Es loable el intento de Diego Gracia en su valoración general de la propuesta de
su libro Fundamentos de Bioética34, al que Gracia no coincide totalmente con la que
en este trabajo se hace referencia exclu- se esbozará a continuación36. En efecto,
sivamente por su relación con la filosofía
de Zubiri: desarrolla, a nivel del logos y de
35 Cfr. Pintor-Ramos, A. Realidad y Sentido.
la razón, los pasos que deberían seguirse Desde una inspiración zubiriana. Publicaciones Uni-
para concretar unos contenidos éticos de versidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 1993,
acuerdo tanto a los principios formulados 98, nota al pie.
36 Importa señalar lo que sostiene A. Pintor-
por Zubiri sobre la «realidad moral» que
Ramos: «no sería cierto que el análisis zubiriano
es el hombre como a las etapas del dina- sea meramente “previo” a la moral como tal, como
mismo propio de la inteligencia, según “premoral” e indiferente para las morales concretas;
su acabada conceptualización del carácter habría que hablar más bien de una “protomoral”
(y en nota la pie, señala: Como hace D. Gracia,
«sentiente» de ésta. También es admirable Fundamentos de bioética, op. cit., p. 368), en el sentido
su capacidad para reformular el pensa- de punto de anclaje de toda moral posible, lo cual
miento zubiriano de un modo atractivo, para la filosofía significa al menos que esta no puede
desligarse del resto de la filosofía ni el deber de la
grato de leer. No deja de ser un logro im- realidad» (cfr. Pintor-Ramos, A., op. cit. 77-78). Pero
portante, teniendo en cuenta que la prosa ocurre que, tal como Gracia prolonga las reflexiones
de Zubiri —exceptuado su primer libro, de Zubiri, no parece que resultara una «protomoral»
en el sentido de que sirviera de «anclaje» de toda
Naturaleza, Historia, Dios— suele resultar
moral posible no desligada de la filosofía, porque
árida, plagada de neologismos que, si no queda demasiado claro que el deber se funda-
bien nunca se introducen arbitrariamente, mente en la estructura moral del hombre como
realidad consistente en un determinado sistema de
notas, más bien parecería que esa «ética formal de
bienes» que propone tiene mucho de formalidad
34 Gracias, D. Fundamentos de Bioética. Eude- kantiana «vacía». Es lo que se intentará mostrar en
ma, Madrid, 1989, 366,382 y 482,505. este apartado.
De acuerdo en que todo contenido es- Sostiene Gracia: «Los deberes concre-
bozado por la razón será necesariamente tos, lo que Zubiri llama “los deberes en
«provisional» en el sentido de que nadie plural” (Sobre el hombre 412), son deberes
podrá decir la última palabra sobre el “materiales”; pero por debajo de ellos,
contenido que lleve a una plenitud moral fundamentándolos, hay un deber “for-
definitiva a una persona y, menos aún, mal”, la forma del deber, que surge de
a todos los hombres. Pero si esos con- la propia forma de realidad del hombre,
tenidos son verdaderos, como sostiene es decir, del hecho de que esté debito-
Gracia, no pueden ser provisionales en riamente vertido a su propia realidad
el sentido de que puedan cambiarse por como apropiada»41. Ciertamente, que los
otros que sean contradictorios con los pri- deberes surgen de la «propia forma de
meros. Sólo serán provisionales en tanto realidad del hombre» es lo que sostiene
que nunca podrán ser definitivos; es decir, Zubiri nítidamente. Pero que esa forma
en tanto que las exigencias del hombre de realidad, esa realidad humana, en
en sus diferentes edades, los cambios concreto, se la interprete como un «deber
culturales mismos, varían, y aparecen “formal”, la forma del deber», parece una
situaciones nuevas, requerimientos diver- transposición semántica grave, porque
sos, quizá no conocidos hasta ahora, que implica desdibujar esa realidad huma-
exigen nuevas respuestas —novedosas, na derivándola a una cierta formalidad
pero no contradictorias respecto de las vacía, muy próxima a un planteamiento
que en situaciones análogas dieron otros kantiano.
hombre que tenían la misma inspiración A continuación, esa transposición
ética, quizá afrontando circunstancias semántica cobra cuerpo: «resulta que en
menos complejas. Porque, de lo contra- Zubiri hay, como en Kant, un factum for-
rio, la universalidad de la ética quedaría mal, de carácter imperativo y categórico».
seriamente en entredicho. Y ensaya la formulación de un principio
En la página 489, Gracia hace una in- que traduzca ese carácter: «Obra de tal
terpolación de lo afirmado por Zubiri que manera que te apropies de las posibili-
resulta un tanto incongruente: la aproxi- dades mejores, en orden al logro de tu
mación que establece con Kant resulta felicidad y perfección». Ante esa fórmula,
forzada, sobre todo porque en la página parecería que quedan fuera los demás
anterior ha citado una explícita crítica del hombres, y unos párrafos más abajo, espe-
filósofo español a la ética kantiana40. cifica más concretamente: «Obra (es decir,
aprópiate las posibilidades) de tal manera
40 «El deber, pues, no es algo que formalmen-
que no utilices nunca tu realidad perso-
te se contrapone a la realidad. Kant había pensado nal, la realidad de las demás personas y
que la realidad es lo que es, y que por otro lado está de la Humanidad en su conjunto como
el deber, la pura norma. Ahora bien, aquí no se trata
de normas, sino de una realidad que nos es debida
en orden a la felicidad». Zubiri, X. Sobre el hombre,
op. cit., 409-410, 488. 41 Ibid., 489.
42 Cfr. Ibid.
43 Cfr. Zubiri, X. El hombre y Dios, op. cit. 45 Ibid., 490.
205-208. 46 Zubiri, X. Inteligencia y realidad, op. cit.
44 Gracia, D., op. cit. 489. 124.
48 Cfr. Zubiri, X. El hombre y Dios, op. cit. 49 Gracia, D., op. cit. 496.
79. 50 Ibid.