Título: La mala tierra.

Copyright © 2016 por Jean Paul Farell Baril.

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por escrito del editor.
“No está muerto lo que por siempre duerme. Y con extrañas eras hasta la
muerte puede morir” – H. P. Lovecraft, "The Call of Cthulhu" (1928)

“Algo se movió bajo la luz de la luna. Una sombra se deslizó por la ladera
A las voces en mi cabeza, mis demonios interiores, y sobre
de una duna. Algo aulló en la noche del desierto. Se erizaron los vellos de su
espalda, tal como se les habían erizado a sus ancestros.
todo a la que los despertó y enfureció tanto.
La noche siempre es antigua. Él había recorrido las calles oscuras en las
horas más secretas y había visto la noche extenderse en la lejanía. Y sabía
en su sangre que aunque los días y los reyes y los imperios van y vienen, la
noche tiene siempre la misma edad, siempre tiene eones de profundidad.
En las sombras de terciopelo se despliegan los terrores, y aunque la
naturaleza de las garras cambia, la naturaleza de la bestia no.” - Terry
Pratchett, Jingo
Índice
Niebla ............................................................................................. 4
La mala tierra ................................................................................. 5
Ciudad de muertos ......................................................................... 7
Trabajando para la máquina .......................................................... 8
Fin de semana .............................................................................. 12
Mia ............................................................................................... 14
Niebla ........................................................................................... 16
Mia ............................................................................................... 19
Gárgolas ....................................................................................... 23
Bobby ........................................................................................... 26
Domingo ....................................................................................... 31
Sangre .......................................................................................... 33
Libre ............................................................................................. 40
Gárgolas ....................................................................................... 47
Catacumbas.................................................................................. 52
Niebla ........................................................................................... 55

Niebla
La niebla era un manto blanco de inutilidad que podía haber
sofocado toda la campiña. Podría haber estado justo arriba de mi
cabeza o tan alta como el pico de la catedral, de color negro, al final
de la calle. Se adhería a todo y parecía estirarse como goma. Me
rodeaba y confinaba como una camisa de fuerza, mientras
caminaba a casa desde la parada de autobús. Un pensamiento pasó
por mi mente por sólo un instante, de que algo en el aire estaba
mal. Se apelmazaba en mis pulmones como una droga y me
obligaba a respirar por la boca como un perro. Pensé que también
sentía algo en mis oídos. La niebla se escurría en ellos y atacaba mi
cerebro. Mi lengua estaba seca y silbaba por la nariz mientras
caminaba por la calle hacia la casa.
Paso a paso, ¿cuántos? ¡Qué importa! Una estación de servicio es
mi único aliado a la mitad de mi odisea. Una taza de café caliente y
tengo un nuevo mejor amigo. Quince pesos es todo lo que cuesta
un nuevo mejor amigo. Le doy al chavillo veinte pesos y salgo por la
puerta. Veinte es un precio más justo por una taza caliente de
esperanza. Mi espíritu se revitaliza para terminar el viaje de regreso
a casa.
la oscuridad. Y así es siempre. ¿Habrá algún tipo de cierre alguna
vez? Una vez oí a un tipo en el trabajo llamarnos "Los muertos
vivientes". No importa, seguimos haciendo lo que hacemos día tras
día mientras perdemos nuestra humanidad en las máquinas. Lo que
veo en el trabajo no son personas. Son sólo parte de la máquina. La
máquina sólo funciona y devora a quienes le pongan en sus fauces.
Hombre bueno, chico malo, no importa. Todos terminamos siendo
carne de cañón y la máquina sigue masticando.
Mientras están en el trabajo, el trabajo no les permite ser personas.
Todos lo intentamos al principio, pero después de un tiempo la
guerra termina sin un sonido, ni un gemido siquiera. ¿Por qué
molestarse en luchar cuando no puedes ganar? Veo a los veteranos,
los que se han esforzado en trepar por la cadena alimenticia y ahora
son gerentes. Hablar con ellos es lo mismo que hablar con las
máquinas, ¿cuál es la diferencia? Si la máquina tuviera ojos, tendría
los mismos ojos que esta gente - grandes, rojos y vacíos.

Sólo unas cuadras más de niebla para llegar a casa. Tal vez si camino
lo bastante despacio ella estará dormida cuando llegue. Esa es la
mejor parte del turno de noche, si algún cambio pudiera tener una
ventaja. Menos gente que ver, menos gente que encarar. No hay
nadie que me haga decir, "déjenme solo". Ya estoy solo. Las que
tengo que ver, los veo en tonos oscuros, y no pueden verme a mí.
Todo lo que ven es una sombra y todo lo que oyen son balbuceos de

La mala tierra
Atravieso por el centro donde ya todo está cerrado, y las únicas
caras que veo son las gárgolas de la catedral, del palacio, de casi
todas las fachadas. Todo en negro. Por generaciones todo lo que se
construía en este pueblo fue construido con la roca volcánica que
hay aquí, lo único que hay aquí. Dicen que entre los fundadores
estaba un arquitecto florentino que fue quien estableció el estilo
gótico de la ciudad y en adelante siguieron construyendo así. A la
gente de aquí les gustan sus gárgolas y se enorgullecen de ellas,
como si llenar sus edificios de demonios fuera una gracia. Hasta la
entrada de la fábrica está flanqueada por dos de esas cosas; no
podía ser de otra forma en este pueblo de los mil demonios. Nadie
parece darse cuenta cómo cambian. Yo por costumbre cuento –
cuento mis pasos cuando camino, cuento las barras del portón
mientras espero que abran. Y cuento las gárgolas de las fachadas
cada vez que paso, y podría jurar que no son las mismas.
Nunca se les ocurrió pensar por qué este lugar nunca fue poblado
antes, por qué los habitantes originales de la sierra llamaban a este
lugar la mala tierra y el mal país. Dicen que es porque todo son
flujos de lava, todo es roca y los pinos raquíticos que logran crecer
entre las grietas, y no hay tierra cultivable en kilómetros. Pero les
pareció buena idea fundar aquí, y fueron sus esclavos indios los que
tuvieron que romper la roca para hacer espacio, para labrar los
bloques para construir. Fueron los indios los que murieron como
moscas picando piedra y construyendo una catedral gigantesca para
un pueblo de veinte personas. Un enorme palacio para administrar
un territorio que no produce nada más que piedra negra para la
ciudad.
Aunque todo está construido con la misma piedra, la catedral y el
palacio recibieron atención especial de su arquitecto, acomodando
los bloques de piedra exactamente como fueron cortados, de
manera que a lo largo y ancho de toda la construcción se pueden
ver las vetas y cambios de tono naturales de las rocas como si
hubieran sido labradas en un risco y no llevadas a pedazos. La altura
de sus murallas es impresionante, y arriba todavía agregaron siete
torreones en cada edificio, con delgados contrafuertes y puentes
que van de torre a torre y le dan una apariencia fantástica. Encima,
cientos de gárgolas montadas en las almenas, muros, torres,
puentes y arcos. Guardianes labrados con tanto detalle que parecen
reales, vivas.
Todos los edificios iníciales se construyeron con bloques de roca tan
enormes que es difícil imaginar cómo lograron montarlos. A lomo
de indio, es como lo hicieron, y a costa de sus vidas. Eran tantos los
muertos que empezaron a usar las cuevas para sepultarlos, porque
no es fácil cavar tumbas en la roca basáltica. Todo un laberinto de
tubos de lava que van y vienen bajo tierra por kilómetros, se fueron
convirtiendo en catacumbas. A costa de más vidas construyeron
arcos, cámaras y nichos. Cuando se llenaban seguían los túneles
cubriéndolos con más y más nichos. A la larga dejaron incluso de
hacer nichos y empezaron a utilizar los tragaluces de las cámaras
subterráneas más remotas. Desde afuera no eran más que un hoyo
en el suelo perdido en el bosque; ya sólo era arrojar allí los muertos
y mandar traer más indios. Desde su fundación, esta ciudad tuvo
más muertos que vivos.
La gente que no está es más que la que está, aunque lo cierto es
que todo está aquí todavía, nada puede salir de este mundo, sólo se
transforma; los árboles y flores crecen de los muertos. Pero las
cosas aún se pierden. Entonces, ¿dónde están las cosas perdidas?
Por ejemplo, ¿a dónde van a dar los pares de los calcetines?
Siempre sale alguno sin su pareja.
El Oztoquito es un río que corre alegremente bajo el sol y entre los
arbolitos y las mariposas, cuando de pronto cae en un profundo
agujero, y se esfuma. Nadie sabe adónde va a parar el pobre río. Yo
sí, es el agua que alimenta las lavadoras de la ciudad. Allí en las
profundidades hay miles de calcetines sin pareja tratando de
encontrarse a ciegas. Si lo pienso, no es muy diferente con nosotros
los humanos. Nos buscamos a ciegas, aunque no en la oscuridad.
Con los alumbrados, neones y luces de autos, la gente realmente no
conoce la oscuridad. Sólo algunos rincones oscuros, que no es lo
mismo. La oscuridad es algo que puede rugir en tu mente y meterse
en tu sangre, puede moverse entre los árboles aún durante el día.
Yo sí la conozco, y una vez que has sido tocado por la oscuridad, la
luz ya no vuelve a brillar igual.
Ciudad de muertos
Y todos aquí trabajamos para los muertos. Dicen que el último
dueño de la fábrica – y de casi todo aquí - hizo congelar su cuerpo
para ser resucitado algún día en el futuro, y dejó un Consejo que
administre las cosas en su nombre hasta que regrese, así que aquí
no trabajamos para nadie. Un empresario que al morir no quiso ir a
los nichos bajo la catedral, donde terminan los ricos; mucho menos
las catacumbas debajo del mal país donde terminan los pobres. Él
prefirió que lo guardaran en el conge. Un muerto conservado, pero
muerto al fin, que dejó un Plan de Negocio que todos seguimos.
Fundadores muertos que dejaron un Plan de Desarrollo que la
ciudad todavía sigue. Planes de los muertos que los vivos seguimos
obedientemente. Todos trabajamos para los muertos, porque
siempre han sido más que nosotros.

Yo soy todos los muertos, engendrado en una ciudad de muerte, de

sombras, de todas las cosas que no son. La esencia de la nada. Hay
otros lugares bajo el sol donde viven en alegría, pero de todo el
bullicio del mundo exterior, esta ciudad es su media noche, su
tumba y su epitafio.

Trabajando para la máquina
Mis dedos de los pies están helados así que ya es hora de entrar.
Dejé mis botas en el trabajo y uso mis tenis para caminar a casa. No
puedo distinguir si mis pies están mojados por la humedad de la
niebla o por mi sudor. Tal vez me lleve mis botas a casa cuando me
despidan. Las máquinas en el trabajo se toman los despidos muy
personalmente. Toda su vida se les voltea de cabeza. Uno pensaría
que alguna fuerza desconocida los eligió y decidió destrozarles la
vida. Qué poco aprecian la realidad de no tener que someterse a las
otras máquinas. Durante un tiempo las máquinas humanas rompen
la jerarquía de la fábrica, y la necesitan, como un drogadicto
necesita su dosis.
Me encanta que me despidan. Las maquiladoras hacen eso todo el
tiempo, despiden, recontratan, sólo hay que fluir con la corriente.
Cuando me despiden siento que me da un respiro y una
oportunidad para reconectarme con la vida o tal vez la humanidad.
Me mantengo tan lejos como puedo de las personas que trabajan.
No cambian nunca, ni siquiera cuando están en su tiempo libre.
Matan el tiempo hasta que regresan a trabajar. De regreso con su
alma gemela. No tener nada que hacer es un gran alivio y hasta la
comida adquiere sabor. Cualquier comida vale la pena comerse y
cualquier bebida vale la pena beberse. A veces hay gente que no
conozco con quien vale la pena hablar. La mayoría no. ¿A lo mejor
hablar conmigo no vale la pena?
Veo la luz de la tele entre las persianas. La luz azul se derrama por
las rendijas entre la sombra y la ventana. Mi casa es la única en el
lado norte de la calle que está iluminada. Sigo la luz como un perro
que dejaron salir de noche a cagar. Yo ya cagué y no hay nada más
que hacer que limpiarme la cola y regresar a la casa.
Todos los vecinos deben estar en sus casas cogiendo o peleando a
esta hora de la noche. Si la suerte está de mi lado no tendré que
hacer ninguna de las dos. Me puedo ir a dormir. Como el vecindario
está callado como una tumba me imagino que estarán cogiendo.
¿Por qué coger se vuelve más y más silencioso mientras más lo
haces? ¿Cuando esté viejo mis cogidas serán como tumbas
también? ¿Habrá diferencia entre cogerse a una mujer callada y una
comatosa? ¿Lo voy a tener que averiguar?
Camino más despacio porque podría estar despierta. A veces tengo
suerte y está dormida en el sofá. La puerta se abre sin un sonido.
Mantengo las bisagras bien engrasadas. Me deslizaré por el pasillo
tan silencioso como pueda, apagar la tele y subir las escaleras en
silencio, aguantando la respiración. En momentos como este me
alegro de traer mis tenis. Puedo bañarme en la mañana.
Ella está sentada en el sillón viendo un programa de policías y
comiendo helado. Intercambiamos saludos y un beso mecánico. Ella
me pregunta sobre mi día y el camino en autobús a casa. Respondo
"lo mismo de siempre". Siempre respondo lo mismo de siempre.
Ella me presiona y me pregunta qué comí en el trabajo.
Ya no me acuerdo qué comí hace tantas horas. Me senté en la
cafetería y me comí lo que todo el mundo comió. ¿Comí solo o me
senté con alguien? Creo que comí con alguien que echó su comida
en una bolsa de papel estraza, y otro que comió lo que yo comí. Me
pregunto si él sí se acuerda qué comió. Todo lo que me viene a la
mente son dos tazas de café, igual que cualquier otra comida de la
cafetería. Me llené el tanque y regresé a trabajar para la máquina.
Quizás la esposa quiera que tengamos sexo esta noche. Cuando
quiere sexo habla mucho. Pero bueno, ella siempre habla mucho. Es
difícil saber cuándo quiere sexo. Parece quererlo a toda hora. Tal
vez mucho más que yo. Ya no puedo recordar la última vez que
cogimos. La verdad es que no me importa. A lo mejor sí ya nos toca.
Tengo que cumplir con mis obligaciones conyugales y ella lo
necesita como una loba en celo.
La única diferencia entre coger con mi esposa y la máquina es que si
me reporto enfermo con la esposa no se refleja en mi nómina. Claro
que lo tengo que pagar de otras maneras. Los gringos dicen que no
existen los almuerzos gratis. Creo que tienen razón.
No creo que vaya a tener opción esta noche. No estoy resfriado y no
he trabajado horas extras hace mucho. Es mejor guardarme las
excusas para cuando tengan más probabilidades y cumplir esta
noche. Si le niego algo, llora, y la vida es más difícil de lo normal
durante varios días. Una cosa es vivir con una mujer, otra cosa es
vivir con la Sra. Drácula.
Cuando llora me pongo furioso. Me siento como un globo a punto
de explotar. Ella quiere discutir y yo quiero tomar café, o cerveza.
Ella me presiona hasta que quiero preguntarle por el tiempo
perdido en su trabajo. "¿Dónde estabas y qué hiciste?" Quiero
preguntarle sobre sus otros hombres. ¿Cuánto más puede llorar?
Siempre voltea las cosas de modo que al final son siempre mi culpa.
¿Cómo puede todo ser mi culpa? Siempre lo es. Aunque yo nunca
he cogido en una junta del trabajo.
Una vez la confronté y me pegó en la ceja con su laptop, que era lo
que tenía a la mano. Por pura mala suerte siempre tiene algo a la
mano con qué darme. Tuve todo el lado izquierdo de mi cabeza
hinchado por tres días. En el trabajo se me quedaban viendo. Lo
mejor es no decir ni hacer nada en el trabajo. Tal vez pensaron que
había sido herido en una pelea. Me dejaron solo. Me imagino que
me gané algún tipo de respeto machista de mis compañeros
peleadores. Esa semana hice un doble turno para lucir mis
moretones. Por un tiempo pensaron que me había convertido en
alguien peligroso.
Uno de los más jóvenes en el trabajo, un muchacho muy musculoso,
tatuado y con el pelo largo, sonrió y me dijo "Buen trancazo." Lo
miré a los ojos y dije "Vete a la verga." Le di una respuesta universal
de trabajadores de fábrica. Él dijo: "oblígame." Yo llamo a este tipo
de conversación caló de fábrica a falta de un mejor nombre.
Después de bastante tiempo en el trabajo se convierte en tu primer
idioma. Tienes que cambiar de velocidades cuando estás hablando
con personas que no son de fábrica.
Me pregunto cómo sería saltar desde detrás de una máquina de
repente y golpearlo en la cabeza con una llave. Ver la sangre correr
por su rostro y patear sus gafas de seguridad por todo el piso.
Quedarme allí durante un momento y disfrutar de los frutos de mi
venganza. Luego, esconderme otra vez detrás de la máquina y
desvanecerme entre el ruido como la niebla.
Estos pensamientos despiertan mi ira y me convierto en la ira. Los
pensamientos y la violencia están a punto de desbordarse. Si sólo
pudiera abrir la puerta y salir, volver a la gasolinera, y mirar al
chiquillo registrar las ventas. Caminar hasta empaparme los pies.
Abrazar la noche como un hermano y maldecir el amanecer como
un enemigo.
El siguiente mejor escape es dormir. Pero estoy en la casa y el
camino más fácil es cumplir con mis deberes. Ella dice que me
extrañó toda la noche y que no tiene sueño. Le contesto "No tengo
planes", y la sigo por las escaleras.
Supongo que ahora está satisfecha porque se durmió
inmediatamente después. La victoria es mía. Me siento libre para
mirar la luna por la ventana. Finalmente me quedo dormido sin
esfuerzo y sin tener que salir de la casa.
La esposa ya no está cuando me despierto, la casa es mía. Siento
que es mi recompensa por una ardua noche de trabajo. Entonces
me acuerdo de que, igual que la máquina, me estará acosando con
sus exigencias muy pronto. Más tarde tendré que volver a la planta
y rendirle homenaje a la máquina. El tiempo no tiene sentido. Tomo
las horas extras porque me mantienen alejado de ella, y ocho o
doce horas es lo mismo que una hora cuando estoy en el trabajo.
Todo se funde en una nada gris. El tiempo se llena de sonidos y
peligro, pero sin sustancia ni razón. Sólo existe para sí mismo, para
alimentarse, para gratificarse y para perpetuarse.
La máquina hace el trabajo y yo ordeno las piezas. Cuando lleno una
caja, otra más llega a tomar su lugar. Quizás algún día podamos
intercambiar lugares. La máquina puede ordenar y yo puedo hacer
las piezas. Probablemente no habría ninguna diferencia mientras
hagamos el trabajo. A veces parece que la máquina es un
compañero más fácil de vivir que la esposa. No le desearía ninguna
de las dos a nadie.
Uso las cajas para medir el tiempo. Cuando se llenan ocho cajas es
hora de la comida. ¿La cafetería? ¿La máquina de pie como un buen
soldado contra la pared? Qué rico. La mayoría de las veces elijo la
máquina. Como un soldado no dice nada y obedece las órdenes que
le dé. "Un chángüis de rosbif, de inmediato, miserable montón de
chatarra." El sabor nunca es problema. Ese lo suministran la salsa y
mostaza al gusto, así que todo sabe a salsa y mostaza. Ningún sabor,
textura, unas masticadas, tragar y bajarlo con otro trago de café. No
cambia nada. Sabor, textura y mierda, una masticada y a la escotilla.
¿Hay diferencia cuando le echan gasolina al autobús? Nova,
Premium, es lo mismo. ¿Puede haber una diferencia entre ensalada
de pollo y ensalada de atún? Igual pasa por el carburador y se
quema igual. El autobús corre por el asfalto. Me levanto a mear y
vuelvo al trabajo. El combustible es combustible y la máquina tiene
todo el tiempo del mundo.
Uno de mis momentos más felices fue cuando la máquina se detuvo
el año pasado. Cuando era niño, me enseñaron a nunca golpear a
un hombre cuando está caído. No pude evitarlo. Me acerqué y le di
de patadas. No porque estuviera caída sino porque podía caerse.
Nunca pensé que pudiera detenerse pero allí estaba, muerta como
mi abuela en la funeraria. La única diferencia era que la máquina
volvió a arrancar después de un par de horas mientras que mi
abuela se quedó muerta.

Mientras los demás deambulábamos por allí sin hacer nada, los
geeks trabajaban en la máquina. Qué divertido habría sido sepultar
la máquina. Podríamos utilizar una retroexcavadora para cavar su
tumba y hacer ruidos de máquina estúpida mientras la bajaban a su
hoyo. Todos nos bajaríamos los pantalones y mearíamos en ella
para ayudar a promover la oxidación. Incluso podríamos erigir una
lápida. "Aquí yace el peor enemigo del hombre." Luego nos
pondríamos una borrachera épica y tomaríamos la mitad del día
siguiente para dormir la cruda.

¿Qué diferencia hay entre el autobús y la máquina? ¿El autobús se

detendría si se le descompone la calefacción, faltaría yo a trabajar si
tengo un ojo morado? Seguimos adelante sin importar lo gastadas
que estén nuestras piezas, sólo se reemplazan cuando se rompen. A
la máquina le ponen una pieza nueva y mi cuerpo sana. Cuando la
máquina se quede sin piezas y mi cuerpo no sane, sólo es cosa de
reemplazarnos. Algún jefe llama al fabricante o al sindicato. Un
nuevo componente llega y lo pagan. Se conecta a la máquina y otra
vez estamos fabricando piezas para alguna planta de ensamblaje en
algún otro lugar.

Fin de semana
Billy Joel me canta a través de las bocinas. Yo le subo el volumen al
máximo. Esta es la mejor parte del sábado, mi paga por copular con
máquinas. Solo en casa. Restos de comida y cerveza fría hacen que
valga la pena y el horno de microondas nunca falla. Suena tres veces
para decirme que mi comida ya está caliente. ¿Quién inventó el
relojito del horno de microondas, Pavlov?
En momentos como éste pienso en Mia y en mi juventud. Me
sorprende que pueda recordar lo que sucedió hace tanto tiempo. A
veces parece que soñar despierto es más vívido y más gratificante
que estar despierto. Algunas noches sueño con mi ensoñación. En
momentos así me cuestiono mi existencia en esta dimensión. A
veces me pregunto lo que es real y lo que son mis sueños. A veces
no puedo notar la diferencia. La mayoría de las veces no me
importa. Si los sueños no se preocupan por mí, ¿por qué debería
preocuparme por ellos?
Mia me dijo una vez que me amaba y luego me dejó. Menos de un
año más tarde se casó. Le rogué que me amara. Le juré que haría
cualquier cosa que quisiera si sólo se quedaba conmigo. Le pedí un
año más tarde que abandonara a su marido por mí. Ansiaba
compartir una vida con ella que fuera brillante y feliz. Estar libre del
vacío en mi estómago y del peso en mi espalda.
Ella lloró y yo no. Ya sabía la respuesta antes de hacerle la pregunta.
La suerte estaba echada y lo único que podía hacer era seguir el
camino en que me encontraba. Esa noche la pasé escuchando a
Dylan y me bebí una botella de brandy. Ahora ya ni toco el brandy.
Sólo me ayuda a recordar el color de la salvación. Negro es el color
en el que vivo ahora. En un muy buen día puedo encontrar un
poquito de gris.
Nunca voy a vivir en una gran ciudad. Es difícil navegarlas, y además
odio los coches. A veces me sorprende que cada día sea parte en un
proceso que tal vez haga esos monstruos de cuatro ruedas. Es todo
de lo que hablan los del trabajo. Escucho fragmentos de sus
conversaciones sobre el rugido de las máquinas. Tracción en las
cuatro ruedas, asientos de piel y llantas de 16 pulgadas, es lo que
oigo todo el día. Todas esas conversaciones se mezclan, como
azúcar en la avena caliente. No sé lo que la mayoría de esas cosas
significan siquiera. Quizás esas conversaciones son un tipo de caló
que no conozco. Nunca he estudiado otro idioma. ¿Dónde va uno a
aprender el idioma de la fábrica? ¿Qué diploma te darán?
Estas conversaciones sin sentido son mucho mejor que las que oigo
durante la temporada de caza. Me niego a escucharlos durante la
temporada de caza. Hace dos años un par de idiotas discutieron
quién había cazado el ciervo más grande, y al día siguiente llevaron
las cabezas de sus presas en una bolsa de súper para demostrarlo.
Me doy cuenta cuando llega septiembre porque empiezan a traer su
ropa de camuflaje a trabajar. Parecen pavorreales machos
camuflados. ¿Creerán que el capataz no los verá si están
camuflados? El siguiente cambio de vestuario es en octubre cuando
empieza la temporada de caza con arco. Entonces traen sus
chalecos en color naranja brillante para que nadie les dispare.
¿Creerán que otro cazador les puede meter un flechazo en la
fábrica? Sería bueno, y que metieran sus cabezas en bolsas para
llevarlos a casa y presumírselas a sus amigos.

Si tuviera algo que decirle a esta gente y quisiera hablar con todos al
mismo tiempo, pondría una rueda de melaza de las que ponen para
que el ganado tenga qué lamer. Todos se juntarían como vacas a
esperar su turno. Allí sí podría dispararles a todos. Corre, conejito,
¡Bum! Vuela, patito, ¡Bum!

Estaba sentado en una mesa de la cafetería compartiéndole mis

ideas a las paredes. Uno de los compañeros en otra mesa volteó y
dijo, "es una maravillosa idea." Me dieron ganas de tomar un rifle
por el cañón y sorrajarle con la culata en la cabeza. No porque le
guste matar, sino porque me tomó en serio. Así sabría cómo se
siente un venado y yo sabría cómo se sintió él, una experiencia que
vale la pena para los dos. No dije nada, pero se mantuvo con el oído
atento por si compartía alguna otra idea con la pared.

Mia
El tamaño de la ciudad me permite recorrerla fácilmente a pie. La
niebla normalmente no es un gran problema. Como mis tenis no
pueden mantenerme los pies secos, me puse unos calcetines de
lana, me vestí, y salí de la casa. El aire estaba relativamente claro y
sabía a humo de motores diesel. Metí las manos en los bolsillos. No
puedes perder un dedo en la máquina con las manos en los
bolsillos.
Como un kilómetro y medio más tarde vi su coche. La esposa
siempre tiene coche nuevo. Una cosa menos de qué quejarse, y un
precio pequeño que pagar por un milímetro más de silencio.
Recuerdo el coche de Mia. Su padre le compró un Mercury rojo
convertible con asientos deportivos y vestiduras blancas cuando
cumplió 16. Era más grande que mi cafetera Ford. Cuando salíamos,
me dejaba manejarlo. Mia dijo que su papá quería comprarle un
Jaguar. Era un coche de viejitos, decía, y no lo quería. Todavía no
puedo concebir que el enorme Mercury fuera un regalo de
consolación. En aquellos días consolación para mí habría sido una
coperacha de los amigos para la gasolina.
Parece que por cada kilómetro que manejé su auto me alejaba de
ella un kilómetro. Cuando le tocó su primer cambio de aceite,
habíamos terminado. Hablar con una papa en la boca, nihilismo,
estoicismo, seguir las enseñanzas del Señor Spock: Nada funcionó.
Me hundía cada vez más en la fosa de brea de la tristeza. Mientras
más volteaba hacia arriba, más abajo veía. Mientras más abajo veía,
más veía su cara y el tablero del Mercury convertible.
¿La esposa estaba vendiendo una casa o andaba de visita? ¿Estaba
cerrando una venta o hablando con uno de sus “amigos”? Encontré
un lugar vacío en un restaurante de comida rápida, cruzando la calle
frente a su oficina, me tomé un café y miré el frente de su edificio.
Salió del edificio después de unos minutos, con un hombre que
llevaba un saco de ventas azul. Le abrió la puerta del coche y se
fueron en su automóvil. Estaban sonrientes y ella se acercó por el
asiento del Cadillac sentándose junto a él. Pusieron la direccional y
giraron a la derecha en el primer semáforo.
Quizás hice algunas de las piezas de ese coche. Quizás la máquina y
yo trabajamos juntos para asegurar la calidad de su coche. Me
pregunto si alguna vez piensa en la gente que construyó su coche.
Me pregunto si ella piensa en nuestro matrimonio. ¿Y yo sigo
espiándola porque me importa, o porque me gusta deprimirme?
Cuando miro hacia abajo, veo la cara de Mia yéndose en un Cadillac.
Me puse mis lentes oscuros, metí las manos en los bolsillos y
caminé de regreso a casa. Con mis lentes oscuros, se siente más
como de noche. Mis pies se mojan y mis piernas están cansadas.
Paso junto a un deportivito azul de dos puertas y lo examino. No
veo ninguna de las piezas que hago con la máquina. Está
estacionado en una zona prohibida. ¿Será que el dueño es un
anarquista? ¿Estará consciente de que está violando la ley? ¿Soy el
único al que le importa?
Me gustaría que la policía agarrara al conductor. Averiguar dónde
está y arrastrarlo afuera sin abrigo ni zapatos. Meterle un macanazo
en las espinillas. Embutirlo en un coche “civil” de la judicial y
llevárselo. El único rastro de su existencia sería el dos puertas azul
oxidándose en una zona prohibida.
Un fulano grande y feo se pondría a preguntarle una y otra vez.
"¿Por qué haces alarde de tu buena suerte? ¿Por qué la restriegas
en la cara del trabajador? ¿Quién carajos crees que eres?"

Me alegra haberme puesto mis calcetines de lana. He pisado

muchos charcos. Es hora de cambiarme los calcetines y prepararme
para ir a trabajar esta noche. Quizás con alguien en el trabajo pueda
hablar de música o restaurantes finos. Sí, y mis bolas son azules.

Niebla
El camino al trabajo me moja los calcetines otra vez; de verdad
tengo que llevarme las botas del trabajo a casa, un día. Hay días que
la niebla parece más húmeda y pegajosa, más pesada aunque no se
vea tan cerrada. Hoy el silencio es extraño y pesado, como si la
niebla estuviera sofocando gritos apenas fuera de mi alcance. Las
sombras se mueven en las partes oscuras de la niebla, pero nada de
lo que veo con el rabillo del ojo parece estar allí cuando volteo.
Tampoco veo las gárgolas de la catedral, pero debe ser por la niebla.
Seguro.
Al final del invierno, cuando tenía sólo nueve años de edad, mi
madre me llevó al hospital de San Benito, en el centro de la ciudad.
Mi abuelo había estado luchando contra el cáncer de pulmón
durante más de un año. Además de eso, sufrió un derrame cerebral
que paralizó su lado izquierdo. Los médicos le dijeron a mi madre
que sólo le quedaban días. Ella quería que yo me despidiera del
adorable hombre al que siempre había amado y admirado.
San Benito fue de los edificios originales que se construyeron en el
centro, tal vez el más antiguo del estado. La pintura verde
institucional no parecía cubrir lo negro de la roca con que estaba
hecho, todo en él parecía oscuro, desnudo, y sin vida. Nos
apresuramos a través de lo que me pareció un interminable
laberinto de pasillos y patiecillos. Incluso a esa edad, sentí que el
abuelo había sido desterrado a la parte más remota del hospital
como si, por alguna razón, el personal quisiera mantenerlo oculto.
Mi madre me hizo pasar a la habitación del abuelo, pero para mi
sorpresa, ella no entró. No lo entendí entonces, pero más tarde me
di cuenta de que si ella hubiera llorado delante de mí, habría
empeorado una situación ya bastante difícil. "No tengas miedo,
chiquito", me aconsejó. "Sólo sé alegre y trata de no alterarte.
Puedes visitar al abuelo todo el tiempo que quieras. Yo voy a estar
esperándote aquí en el pasillo”.
Cuando entré a la habitación, me sentí asustado y abandonado, no
sabía qué esperar. Había dos camas, pero la más cercana a la
ventana estaba vacía y había sido despojada de su colchón. El aire
olía a cloro, antiséptico, y lo que sólo puedo describir como el olor
de la muerte. El zumbido constante de un respirador resonaba por
toda la habitación. Un monitor del corazón sonaba con apatía. Dos
tanques de oxígeno verdes estaban de pie en una esquina como un
par de centinelas. Una banquita de metal y un orinal de plástico
estaban medio ocultos debajo de la cama.
No había visto al abuelo desde hacía meses. Entonces lo había visto
más o menos sano, pero a medida que me acercaba, casi no lo
reconocía. Había perdido casi todo su pelo y su cara se había
encogido a una máscara de calavera. Su pecho y brazos se habían
reducido a piel y huesos. Tenía los ojos cerrados, y al principio
pensé que tal vez había muerto y el personal no se había dado
cuenta todavía. "Abuelo", le susurré. Mi voz sonaba débil y, tengo
que admitir, bastante asustada. “¿Estás dormido, abuelo?” Gimió,
parpadeó, y sus pálidos ojos azules se abrieron de pronto. Nunca lo
había visto tan confundido y ansioso. Me miró mientras me
acercaba más. Sus ojos no parecían reconocerme, sólo había una
expresión de desconcierto, y tal vez, de dolor también.

Antes de que pudiera decir nada más, miró hacia el otro extremo de
la habitación. Su ansiedad y confusión aumentaron hasta llegar a lo
que pareció ser un profundo terror. Trató de sentarse, pronunció
algunos gruñidos y gemidos que apenas sonaban humanos. Miré al
lugar que había estado mirando. Las cortinas de las ventanas
estaban abiertas. Unas delgadas toallas estaban cuidadosamente
apiladas en una silla de tela verde. Pero eso era todo. No había nada
más en la habitación aparte de nosotros.
Me encogí de hombros y me volví de nuevo a mi abuelo. Nunca
olvidaré su apariencia aterrorizada. Podría haber jurado que estaba
a punto de caer muerto en ese momento. Levantó el brazo y señaló
a la misma esquina. Aclaré mi garganta y murmuré, "no veo nada,
abuelo”.
Señaló ansiosamente a la mesilla de noche y le puse en la mano un
lápiz y un bloc de papel. Me acerqué y observé mientras se
esforzaba en garabatear por lo que pareció una eternidad. Cuando
terminó, me entregó el bloc. Le temblaban las manos, y me di
cuenta de que esta simple tarea lo había agotado por completo.
Había escrito sólo una palabra: gárgolas.
No sé cómo el abuelo logró sobrevivir durante dos días más después
de eso. Más tarde me di cuenta de que tuvo que haber vivido esas
últimas horas en constante terror. Después de salir del hospital, le
dije a mi madre lo que el abuelo había escrito. Ella me explicó que
desde que había empezado a tomar medicamentos para el dolor,
había estado viendo todo tipo de cosas extrañas. "Es sólo su
imaginación", me aseguró. "como ya sabes, no existen más gárgolas
que las de piedra en los edificios”. A pesar de que la experiencia me
causó pesadillas por cosa de un mes, eventualmente acepté la
explicación de mi madre.
La Jornada fue una contienda entre la máquina y yo. Yo alimentaba
piezas a la máquina y las devoraba, eran digeridas, y luego la mierda
salía por el recto de la máquina. Comer y cagar, comer y cagar,
mientras yo le suministraba el forraje. Trabajamos en armonía,
como una entidad con una parte blanda y un montón de piezas de
acero. Mi mente quiere irse y pensar en Mia, pero la máquina llama
y yo respondo.
A veces me pregunto, ¿la máquina trabaja para mí o yo trabajo para
la máquina? Dado el nivel de ruido y velocidad, creo que ambos
trabajamos para el jefe. El problema es que no tengo ni idea de
quién es el jefe, con el dueño durmiendo su siesta en el congelador.
Quizá un extraterrestre se sienta tras una consola en algún lugar y
dirige el ballet de ruido y manufactura. Podría ser un robot de
cuatro metros con una cabeza gigante y sin corazón. A veces le sube
el volumen al ruido. A veces se acelera el proceso. Le pagan con los
cráneos de gente como yo.
Murmuro para mí mismo. "Quien manda aquí, pedazo grasiento de
hierro esclavista." Mi reloj dice que tengo unos minutos, así que voy
al baño. Esta es la mejor parte de la jornada. El baño está vacío.
Tengo todo el lugar para mí. Puedo mear, puedo cagar y puedo sólo
quedarme aquí a no hacer nada. Sólo yo puedo decidir lo que quiero
hacer y en qué orden.
Con todas las horas que meto en el trabajo el capataz nunca podría el trabajo. No recuerdo que fueran buenos tiempos, pero sí fue lo
reportarme. A veces se me olvida quién es el capataz y lo ignoro segundo mejor que me haya pasado.
cuando entra. Después de que sale, me acuerdo de quién es, pero
ya es demasiado tarde. Sacude su cabeza cuando sale. Sé que me
odia y que ama a la máquina. Detesto que tengan favoritos.

Si me reporta al sindicato accederé a lo que digan con tal de que me

deje solo. Yo no trabajo para él. "Vaya por el alienígena de la
cabezota y nos arreglamos con él." Tal vez él no me odie. Quizá sea
yo el que lo odia a él. No hay ninguna diferencia. Él representa a
quien representa, y yo me identifico con el aire fresco y las
mariposas. Él tiene su territorio y yo tengo el mío. Mi problema es
que esta fábrica es su territorio y el mío está congelado en la niebla
hasta la primavera. Entonces llega la niebla tibia. Me gustaría
encontrármelo algún día en el parque o en cualquier descampado
después del trabajo, y meterle mi territorio por la garganta. Que
grite y patalee todo lo que quiera. Palearle tierra en la boca hasta
que deje de respirar. Después, arrastrar su cuerpo a un arroyo y
mearme en él. "¡Ve por tu amigo el alien, él es el próximo!"

Si hubiera hecho caso cuando era joven, podría haberme ido mejor.
Me dijeron que terminara mi carrera. Me decían que tenía talento
natural para el derecho. El papá de Mia pensaba que podría haber
sido un buen administrador. Yo creo que podría haber sido un buen
alien cabezón con la preparación adecuada.

Cuatro años y medio en la universidad, ese era el camino fácil.

Levantando mujeres y pasando exámenes. Evitando las clases
difíciles y haciendo créditos con las fáciles. Mi amigo Roberto
Rincón, el Bobby, siempre dijo que la escuela era mucho mejor que

Mia
Mia y yo nos conocimos en la secundaria. Ella era fácil y yo era
goloso. Me retaqué como un mendigo en un banquete. Cuando me
llenaba, igual volvía por más. Mi desesperación brillaba como un
faro en la niebla. Ella podía leer mis necesidades y dolor como un
libro. Hacíamos el amor y escuchábamos a Vangelis. Ella me dio su
inocencia y yo le di mi corazón. Mi soledad quedó en suspenso y la
música de elevador sonaba mientras yo felizmente pegaba el oído a
la bocina. Un día ella colgó, y me quedé solo.
El autobús se detuvo en una parada y un hombre gordo con una
camisa de franela y uno de esos chalecos reflejantes se sentó frente
a mí. Se me figuró que era un trabajador de la construcción como mi
padre. Rara vez pienso en mi padre. Quizás porque cuando él estaba
vivo nunca pensaba en mí. Sólo cumplía la rutina de ser un padre.
Para mí, era un extraño que compartía la casa con mi familia.
Compartía la cara del capataz y el alma del alien. Planeaba mi
tiempo conforme a su estancia en casa. Cuando él estaba, yo
andaba afuera. Comí y cené tantas veces como pude en las casas de
mis amigos. La mamá de Bobby decía de broma que yo era su
segundo hijo. Ojalá hubiera tenido esa suerte. Yo me comportaba lo
mejor que podía y comía sólo lo que ellos, aunque me ofrecieran
más. No había que parecer muerto de hambre.
Cuando mi familia y yo sí comíamos juntos yo hablaba lo menos
posible. Solamente contestaba preguntas directas. Y como casi
nunca me preguntaba nada, pues casi nada se dijo. A veces me he
preguntado si era porque no le importaba, o es que no era lo
suficientemente inteligente como para plantear una pregunta. No
importa, porque mi vida era mía y él no tenía derecho a nada de
ella. Cuando conseguí un trabajo y pagaba mis propias cosas nos
hablábamos aún menos. Perdió el derecho a compartir mi vida
cuando se negó a compartir un peso.
Me imaginaba al Sr. Chaleco recibiendo un reporte de su esposa esa
noche. Ignoraría lo bueno y reaccionaría a lo malo. Quizás su hijo no
obedeció a su esposa, o el niño se cagó en la escuela. Un reporte de
la asistente del director o de su maestra sería el beso de la muerte.
Si la llamaron para que fuera a la escuela, ya podía darse por
muerto ese escuincle.
El enfrentamiento se iniciaría con gritos y amenazas, según el
humor del Sr. Chaleco. Y terminaría con un sólido riatazo en la
cabeza del chamaco. La peor parte de la batalla sería que el Sr.
Chaleco no lo dejaría atrás. Sería repasado mañana o dos días
después. Quizás otro sólido riatazo o dos. Los trabajadores de la
construcción no creen en pedagogía.
Si la Sra. Chaleco se hubiera ocupado de los problemas y no hubiera
implicado al Sr. chaleco. Gritaría y regañaría, pero nunca le daría un
riatazo de esos. Sus nalgadas serían fáciles y el niño podría
aguantarlas todo el día. Pero no. Ella espera que su "bomba" llegue
a la casa para pasarle el contrato. Si el Sr. Chaleco rechazara el
trabajo entonces ella cobraría su venganza contra él. Era más fácil
para el Sr. Chaleco seguir las reglas. Él sabía cuál era el costo de
pensar.
Crecer para el niño es como pagar impuestos. Sigues y sigues
pagando. ¿Deberían decírselo al niño, o es mejor que nunca se dé
cuenta? Lo más probable es que termine siendo como su padre.
El autobús ya pasó mi parada y tengo que caminar medio kilómetro
de más para llegar a casa. Qué bueno que hoy sí me traje mis botas
de trabajo. Mis pies están secos y calientitos. La caminata no es
ningún problema. Me siento mejor de lo que me he sentido en días.
Mis tenis están en el trabajo, estoy en un espléndido estado de
ánimo.
Desde que era niño me gustaba la noche. En noches despejadas, me
acostaba en la azotea a contemplar las estrellas, reconfortado por la
oscuridad. La oscuridad le suavizaba los filos al mundo, le
desvanecía los colores. Al llegar la noche el cielo se replegaba y el
universo se expandía. La noche siempre fue más grande que el día, y
en esa dimensión, la vida tenía más posibilidades. Podía entender la
oscuridad como algo sólido y real, mucho más que una simple
ausencia de luz. Podía tocarla y sentirla tocarme, cosquillearme en
la piel, meterse en mis pulmones y detrás de mis párpados,
pasearse por mi mente explorando, inquiriendo, y era lo más íntimo
que entonces conocía.
La calle es una cinta hecha de baches. El agua de los charcos se
cubrió de escarcha en el frío de la madrugada. Todo el camino a
casa, cada charco parece un pequeño lago contaminado reflejando
la luz sucia. A mitad de la cuadra llegué a un gran agujero que
podría ser del mismo tamaño que el cuerpo de agua que generó la
vida hace miles de millones de años. Si me espero un rato a lo mejor
puedo ver algunas formas de vida primigenia salir arrastrándose del
agujero.
La cuadra está vacía y alguien se robó todos los matices. Caminé
hasta el bache y vi mi reflejo corrupto en el espejo del hielo. Se me
ocurre que necesito mear en el bache. Pero no, no quiero acabar la
noche en el bote. Mejor simplemente me la aguanto y camino a
casa.
Su coche no está en la entrada. ¿Me dijo que tenía planes para la
noche? No recuerdo. Debería anotar sus horarios e itinerarios,
cuando me los comparta. Podría anotarlo todo en el calendario
grande de la cocina. Probablemente sea mi culpa que no recuerde si
me dio toda la información de sus planes de esta noche. ¿Es difícil
de escuchar, o simplemente yo no la escucho? Siempre me dice que
siente que está hablando con la pared. Mi pésame a la pared.
Si ella fuera mi empleada tendríamos una excelente relación. Ella
me podría mandar e-mails o memos. Yo le pondría límite al número
de palabras que podría enviar. Veinte palabras serían más que
suficientes. Yo podría enviarle diez palabras en un buen día. Algunos
días no quisiera comunicarme con ella en absoluto. Si nos viéramos
en persona me gustaría hacer sonidos guturales y señalar con el
dedo. Si sólo pudiera vivir en ese mundo perfecto.
Las luces están encendidas y sus botas están en el pasillo. Debe
haberse puesto sus tenis. Espero que no traiga calcetines de lana.
Este es un buen momento para disfrutar de mis malos hábitos así
que me dejo puesta la chamarra, me pongo mis pantuflas, y salgo
por la puerta lateral hacia el garaje. Saco un puro de su escondite y
enciendo un cerillo de madera. Los encendedores de gas son para
aficionados. Nosotros los profesionales solamente usamos cerillos.
Un par de grandes fumadas, un ataque de tos y oigo un coche
estacionarse en la entrada. Debe ser ella, así que guardo mi
parafernalia antes de que me cague. No le importa si fumo,
simplemente no quiere saber nada de eso en la casa. Siento un
zumbido en la cabeza por las fumadas apresuradas al puro mientras
entro a la casa y me echo en el sillón.
Sabía que era un buen día. Sabía que todavía había sorpresas en el
menú. La beso en la mejilla, pero mis ojos están posados en la pizza
que trajo. El refrigerador está lleno de cerveza y no se ha
desquitado conmigo. Son señales de culpabilidad. ¿Se siente
culpable porque no me ha cocinado en una semana o porque pasó
un tiempo con su "amigo?" ¿A quién le importa? Trajo la pizza de
pepperoni, salchicha y tocino. Me como la mitad de la pizza y la bajo
con cuatro cervezas frías. Ella me ve comer y mordisquea dos
pedazos.
Me recuerda que hoy es viernes. El día de la semana se me había
borrado de la mente completamente. No trabajo mañana. Ella toma
el control remoto y enciende la tele. Ya todo está listo. Me alimentó
y se estuvo calladita. La cerveza estaba fría y la pizza caliente. Comí
en paz y vi la tele. No tengo ni idea de lo que estaba viendo, pero
era mejor que la alternativa. Me tomo tres cervezas más y empiezo
a arrastrar las palabras. "Necesito dormir " Le digo. Ella responde
que ella también está cansada y la cama suena invitante.
Rápidamente me lavo los dientes y me meto en la cama antes que
ella. Si pudiera dormirme rápidamente sería la cereza en el pastel
de un día excelente. Podría enviarle un memo con mi plan, pero un
marido roncando es un mensaje más directo. Comida, paz y un
sueñito: todo lo que un trabajador podría pedir. Pero no, se lo ganó
y además quiero ver si la buena racha puede durar todo el fin de
semana.
A las 4:16, me despierto. Tengo retortijones de estómago y más gas
que el Hindemburg. ¿Le puso cebolla a la pizza? ¿Tengo que
explicárselo de nuevo? Me encanta la cebolla pero me hace mierda
el estómago. Literalmente. Voy al baño y luego me voy a la sala para
ver dibujos animados en la televisión. Popeye se enlistó en el
ejército por diezmillonésima vez. No hay nada en la tele que me
interese, voy al refrigerador y me como un pedazo de pizza. Una
hora más tarde, cago otra vez y me voy a dormir.
La mañana del sábado parece no terminar nunca. La esposa siempre
está en la cama junto a mí cuando me despierto. Está allí con los
ojos abiertos y me sonríe. Su pelo es un desastre y puedo oler su
aliento. Después de ir a orinar, le doy lo que quiere. También sirve
para aliviar mi propia tensión y asegurarme que me deje en paz el
resto de la mañana. No es un precio muy alto por un poco de paz.
Un baño caliente, una taza de café y una vieja película en la TV son
mi pago. Después de la película, llevo su coche al auotlavado.
Recuerdo los días cuando el autolavado costaba diez pesos. Mamá
me encargaba lavar su coche cuando era niño. Ella me pagaba
veinte pesos si lo hacía bien. De adolescente, la oportunidad de usar
su automóvil, junto con un poco de tiempo libre, era la ventaja. Yo
habría pagado el lavado del coche si me dejara usarlo para alejarme
de mis padres.
Me iba a casa de Mia a jurarle mi amor y fidelidad a una casa vacía.
Ella nunca estaba, su Mercury estaba allí, pero ella no. Me decía que
iba de compras o a visitar la tumba de su madre. Y yo le creía. Era
joven y, ¿qué más podía hacer? Me llegó la idea de que las cosas no
iban bien cuando se disculpaba cuando la iba a visitar. Se iba a otro
cuarto a hablar por teléfono mientras me sentaba y la esperaba. No
me importaba mientras me las diera eventualmente.

A veces me enojaba porque me dejaba solo. Cuando regresaba y

encendía su sonrisa de ojos azules, me atrapaba y me desmoronaba
de nuevo. Las cosas eran a su manera, y ambos lo sabíamos. Su
padre también lo sabía. Me Daba palmadas en el hombro y me
animaba a seguir estudiando. Yo le prometía ir a la universidad y ser
alguien importante un día. Después de ser aplastado como un
bicho, sentí la necesidad de ir a su casa a ver a su padre. Resultó ser
una incómoda situación y yo sabía que nunca podría ver a su padre
de nuevo. No solo perdí mi brújula, perdí también un amigo. Lo
único que podía hacer era pasar frente a su casa cuando tenía el
coche de mi mamá, y pensar en los buenos viejos tiempos. En la
orilla del abismo, fumando un cigarrillo tras otro y tomando. Si me
fumaba dos paquetes de Camel al día y dos sixes, quizá el dolor
desaparecería.

Cuando mi imaginación volaba, generalmente las veces que fumaba

hierba, me imaginaba una chica bonita que me esperaba en su casa.
Ella tendría jugo de naranja en el refri para mí y su papá me llamaría
hijo. Ella me haría huevos revueltos y pan tostado integral. ¿Si te
imaginas algo muchas veces se vuelve real? ¿Importa si es real o no,
mientras sea mío?

Gárgolas
Espero en la fila del autolavado y escucho el radio. Mis calzones se
sienten muy incómodos y me revuelvo en el asiento. Mi malestar
aumenta cuando me levanto del asiento del coche y jaloneo los
calzones. Quizás una hamburguesa y un café en un restaurante de
comida rápida alivie mi molestia, por lo que manejo hasta el
restaurante más cercano. Entro al baño de hombres y para mi alivio,
veo que estoy solo. En mi cubículo, veo cuál era el problema. Me
puse los calzones al revés. Error mío, ahora sí no puedo culpar a
nadie de esta, sino a mí. Quizá soy un anarquista y esta es mi forma
freudiana de mostrar mi anarquía, así que decido dejarlos al revés y
abandonar el restaurante. Si soy un anarquista de closet entonces
probablemente siempre lo he sido. Pienso en Trotsky mientras me
subo al coche. Me pregunto si él usaba los calzones al revés.
Quizás me atrapó algún tipo de vórtice en el tiempo. La primera
parte del siglo pasado habría sido perfecta para mí. Habría usado un
gorro de lana, botas con hoyos en las suelas, y habría sido parte de
algún movimiento subterráneo secreto. Mi pantalla habría sido un
intelectual taciturno. Habría podido escoger entre chicas delgadas y
morenas. Mujeres que habrían hecho cualquier sacrificio por mi
intelecto taciturno. Mujeres que nunca me habrían podido rechazar,
que de hecho estarían encantadas de satisfacer mis necesidades.
Mis necesidades: como un Mercedes tragando gasolina de alto
octanaje a toneladas.
Hasta podrían ser chicas feas, con cabello largo y recto y grandes
gafas con marco negro. Tendrían suéteres de cuello de tortuga y
pechos firmes y pequeños, con necesidades más grandes que las
mías. Serían muchísimas, como cucarachas. Demasiadas reuniones
nocturnas con otros vagos descontentos discutiendo filosofía.
Muchos sabotajes contra aquellos que no piensan correctamente.
Todo eso y mujeres fáciles para escoger.
Tosiendo el aire industrial gris de la mañana. Escupiendo sangre y
delirante de una fiebre de tuberculosis. Tendido sobre una manta
sucia en una fábrica abandonada. La máquina gris aceitoso inclinada
sobre mi cuerpo y mirándome. Moriría joven, antes de mi hora. Mi
destrozado cuerpo pisoteado por polizontes y matones. Mi legado
de manuscritos inconclusos sería adorado como el evangelio por
quienes me rodean. En el futuro, los estudiantes universitarios
formarían grupos de estudio para discutir mis filosofías. Hablarían
de mí en susurros. Las mujeres que durmieron conmigo alardearían
ante las desafortunadas que no me conocieron, y algunas mujeres
mentirían diciendo que durmieron conmigo. Mientras más me
enfriara, más amantes tendría.
Mejor que terminar en la oscuridad. Mejor que morir como darle
vuelta a la página de un libro. Cuando entierre a mi esposa, será
como pasar la página de un cómic de Rius.
La niebla comienza a cerrarse en el camino a casa. Parece que mi
suerte se fue al caño el día de hoy. Para un día de tráfico ligero hay
muchos coches en la calle. Junto a mí en un semáforo está una
mujer en una minivan y hablando por un teléfono celular. Los niños
están amarrados en el asiento de atrás. Junto a ella en el asiento
delantero está una bolsa grande de lo que parece ser su súper.
Entiendo por qué está en el teléfono. Es mucho mejor que escuchar
el griterío de los niños.
Arrancamos con la luz verde a la misma velocidad. El coche en
frente de ella frena para dar vuelta. Ella frena de golpe y la bolsa de
comestibles sale volando contra el parabrisas y luego al piso. Sus
huevos seguramente se rompieron y la leche se derrama por el piso
de la minivan. Y todavía está hablando con el celular. ¿Quizás mi
suerte haya cambiado? Quizás hay algo de justicia en este mundo.
Esta sería una perfecta obra de un solo acto, excepto que todavía
estoy atorado en el tráfico.
Trato de dilucidar quién es el anarquista. ¿La mujer con el cordón
umbilical al teléfono celular o los niños y su gritería fuera de
control? Si hubiera vivido en "mis tiempos", ¿habría estado
hablando con Sacco y Vanzetti? ¿Podía haber sido una mensajera
trayéndome información del inframundo? ¿Habría tenido anteojos
de marco negro y el pelo negro y lacio?
Probablemente está hablando con su niñera. Buscando a alguien
para enjaretarle a los niños y poder salir de la casa con el marido.
Esto haría que el infierno de la semana valiera la pena. Siempre
podría hacer que el marido limpie la camioneta. Él hará lo que tenga
que hacer para que lo molesten lo menos posible.
Finalmente llego a mi casa y guardo el coche. Como no tenía ganas
de ver a la esposa, ni siquiera salí del garaje; cerré el coche, tomé mi
casco y monté en mi moto. No iba a ningún lado, la moto no era
para ir a ningún lado, sólo pasear. Cuando llegué a la avenida del
parque, la calle estaba particularmente mojada y resbaladiza.
Estaba reduciendo la velocidad cuando algo cruzó la calle en frente
de mí. Apreté el freno de golpe, me desvié y choqué contra la parte
trasera de un coche estacionado. Volé sobre el vehículo y caí sobre
la acera. Perdí el conocimiento, pero probablemente no por mucho
tiempo. Si no hubiera llevado casco, estoy seguro de que me habría
matado instantáneamente.
Cuando traté de pararme, un rayo de dolor me derribó. Descubrí
que mi tobillo izquierdo estaba roto. Cuando levanté la pernera del
pantalón, pude ver un flujo de sangre y el hueso expuesto. Me
sentía mareado y no sabía qué hacer. Cuando busqué mi teléfono
celular en mi chamarra, recordé que lo había dejado en el garaje.
No sé cómo, pero de alguna manera me las arreglé para no perder
el conocimiento de nuevo. Toqué mi tobillo, grité, y miré entre los
árboles desnudos a la difusa luz de la luna. Vi algo posado en las
ramas que no podía distinguir. Era demasiado grande para ser un
búho o un halcón. Al principio sólo se quedó inmóvil, a media altura
del árbol. No podía ver sus ojos, pero sabía que me estaba
observando. Fuera lo que fuera, parecía siniestro, reptiliano, y más
que nada, predatorio.
La última vez que vi a mi abuelo volvió de repente a mi memoria.
Cuando me moví un poco hacia atrás, la criatura avanzó a la luz de
la luna. Me estaba acechando. No era posible, pero tenía que ser
una gárgola que, por supuesto, no se supone que exista.
La criatura parecía tener más o menos un metro de altura. Su
cuerpo se veía emaciado, y podía distinguir sus costillas y los huesos
saltones de los brazos. Tenía orejas puntiagudas, alas de piel como
de murciélago, y dos cortos cuernos en la frente. Sus movimientos
parecían lentos y deliberados como los de un gato al acecho. A
pesar de la luna llena y el alumbrado, no pude distinguir su cara.
Yacía en la acera helada, mirando a la criatura, sin poder apartar los
ojos. Tal vez fue debido a la extraña reacción de mi abuelo. Pero
cuando la vi, supe de lo que quería, o mejor dicho, lo que había
venido a buscar. Nunca he sido religioso, y no sé si existan el cielo y
el infierno, pero sé que en esta ciudad no aplican. Aquí tu alma la
recolecta una de estas cosas cuando mueres, y se la lleva para ser
parte de la niebla.
No sé cuánto tiempo me quedé allí, mirando a la criatura. Mi
sentido del tiempo debe haberse apagado por completo. Creo que
el miedo hace eso. El miedo y el dolor que estaba sufriendo. Pero,
después de un rato, oí a alguien acercarse por detrás, y escuché la
voz ronca de un hombre. "Oiga, señor, ¿está bien? '
De alguna manera, logré apartar los ojos de la criatura y voltear. Un
hombre con barba se acercó y se arrodilló a mi lado. Me di cuenta
de que era un vagabundo sin hogar simplemente por su ropa y lo
hirsuto y sucio de su barba y su cabello. Me seguía preguntando si
estaba bien y que qué había sucedido. Pero no podía entender
ninguna de sus preguntas. Levanté el brazo y le dije que mirara
hacia los árboles. Miró por un rato y finalmente dijo: "no veo nada,
señor. No hay nada allí. "
Nuevamente miré hacia el parque. Una brisa helada agitó las ramas.
Por supuesto, la criatura había desaparecido, igual que había
pasado con mi abuelo. A la mañana siguiente me desperté en una
cama de hospital. San Benito, maldita sea. Una enfermera,
tomándome la presión sanguínea, me hacía un montón de
preguntas. No puedo recordar lo que sucedió después de eso. Lo
siguiente que supe, la esposa se inclinaba sobre mí. Estaba
sonriendo, pero vi una mezcla de preocupación y de exasperación
en sus ojos. Es extraño, pero no sentí alegría al verla, sólo seguí
mirando a ver si veía a la criatura.
Le conté sobre el accidente y lo que había visto en los árboles. Ella
sonrió, asintió con la cabeza, y nunca dijo nada al respecto. Tal vez
fue estúpido de mi parte, pero nunca he mencionado a la gárgola de
nuevo. Sé que pensó que el dolor y el trauma me habían causado
una alucinación. Igual que mi madre con mi abuelo.
Me quedé en el hospital durante ocho días. Mi tobillo estaba grave
y los médicos realizaron dos operaciones separadas, para insertar
una varilla de metal para sostener el tobillo. La esposa dijo que
vendiera la moto, que simplemente no valía la pena el riesgo. Yo le
pedí a Bobby que la llevara a reparar. Nunca vi de nuevo al hombre
que me ayudó. Me habría gustado encontrarlo porque quería darle
las gracias. Si él no hubiera aparecido, no sé qué habría pasado.

Bobby
Cuando salí del hospital, Bobby llamó y se invitó solo a venir. Es
obvio que necesita algo. No tiene drogas, cerveza, comida o
compañía. No importa. Me alegro de que venga. Hay un juego de
baloncesto, así que tenemos algo en qué distraernos. No me
importa quién esté jugando o quién gane el juego. Todo lo que
necesito es algo de acción para para sacarme mi mente de la mente.
Quizás pueda perderme en el juego y hacer el gran escape.
Hay dos cosas buenas del Bobby: Si lo presionas saca su coche y trae
lo que necesites; y la otra es que su vieja es un deleite a la vista.
¿Cómo un par como Bobby y yo terminamos con esposas trofeo?
Supongo que en este pueblo no tenían muchas opciones; y bueno,
también se suponía que termináramos una carrera en la
universidad. A veces pienso que Bobby se sacó la lotería y a veces lo
compadezco.
Sandra resiente mi inteligencia y siempre está tratando de ponerme
en mi lugar. Todas las conversaciones que he tenido con ella han
sido una vergüenza. O sus comentarios son estúpidos o no vale la
pena responderlos. Tratar de usar el sarcasmo con ella es como
atacar una fortaleza a pastelazos. De cualquier manera ella es como
un nuevo cuchillo de caza que Bobby trae todo el tiempo para
presumir. Si fuera parte de mi movimiento subversivo, daría la
orden de ponerla contra la pared y fusilarla. Tiene demasiado ego
para ser confiable y una cabeza demasiado vacía para ser agradable.
Sin embargo, sería sumamente interesante si no dijera nada. Si
pudiera guardarse su estupidez para sí misma. Pero no puede.
Tengo que prepararme antes de que lleguen. Tengo que ponerme
mi escudo de reingreso para protegerme. Su estupidez fluye de su
boca, y como la fricción entre el aire y las naves espaciales, todo lo
que esté desprotegido se incinera. Ahora estoy demasiado frágil
para permitir que me ataque. Me pregunto cómo sobreviven los
demás a su ataque. A lo mejor han alcanzado un nivel de estupidez
que les permite sobrevivir y prosperar cerca de ella. ¿Hay alguna
hermandad de estúpidos? ¿Están pasando cosas estúpidas que se
negocian en las sombras? ¿Me importa si hay sombras y no estoy
invitado?
Mi consuelo es que ella ya está llena de estúpida, y no le cabe ni una
gota más de estúpida. No creo que pueda ampliar más su capacidad
estúpida, ni siquiera con ejercicios. En su mundo, ya alcanzó la
perfección.
Bobby y Sandra llegarán en la tarde. Siempre se quitan los zapatos
mojados y los dejan en el pasillo. Bobby siempre trae un paquete de
12 cervezas canadienses y Sandra trae el mismo dip de queso crema
y chile que es su especialidad. Ha hecho el mismo mugroso dip
desde que me acuerdo. Además de llevar su jodido dip, nunca trae
las papas. ¿Qué se supone que haga? ¿Comer con los dedos?
No importa. Yo ya no me comería su mierda de dip así estuviera
muriendo de hambre en mi nave espacial. Cuando se vayan, voy a
vaciar su mierda en la basura. Quizás haya algunas ratas en el
basurero que sí aprecien su cocina. A lo mejor ella podría ofrecerles
su dip a las ratas en persona. Pueden sentarse y disfrutar de una
discusión sobre la filosofía de estúpida y las ratas pueden disfrutar
contemplando su cuerpo. Pensándolo bien, después de verla un
rato, las ratas se aburrirían también.
Bobby mete diez cervezas en el refri y abre una para cada uno de
nosotros. Empieza a hablar del trabajo. Se queja de lo difícil que
están las ventas. Me pregunto si por su mente pasan pensamientos
como los que pasan por la mía. ¿Siente el ansia de devolver el
golpe? ¿Él también se pierde en un mundo de fantasía? No quiero
saber. Tengo bastantes problemas con las profundidades de mi
alma. Prefiero no saber nada de sus profundidades.
Luego empieza a hablar de los años de gloria. Bobby pasó dos años
en la escuela de derecho antes de dejarla para ser un vendedor de
productos farmacéuticos. Su broma es más vieja que el mundo.
Ganó suficiente vendiendo "pastas" para comprarse un Porsche y
pasar el invierno en Cancún. Según él, esos eran los buenos
tiempos.
Mientras él disfrutaba de la buena vida, yo me le pegaba como
rémora. Colgarme de Bobby, y trabajar para él, fue mi lucha
personal contra la pobreza. La vida era lujo y diversión mientras
tuviéramos una buena lista de productos y compradores. Todo se
fue a pique cuando Bobby empezó a tener más interés en el
producto y las mujeres, que en las ventas. Siempre decía: "Puedes
tener a cualquier mujer si tienes la droga correcta." Entonces salía y
trataba de probarlo. Se estrelló un día a principios del otoño de
1989. Recuerdo que lo llevé al hospital. Lloró y balbuceó durante
todo un día hasta que decidí que había que hospitalizarlo.
El hospital llamó a su padre y a mí me pidieron que me fuera. Bobby
desapareció durante seis semanas. Recuerdo que le llamaba a casa
de sus papás y me colgaban por lo que me rendí después de un par
de llamadas. Llamé al hospital donde lo llevé. No me decían nada.
Cuando lo vi por primera vez fuera del hospital, su cara estaba
cenicienta y su cabello relamido hacia atrás. Su figura flaca estaba
más flaca, y parecía haber envejecido más de 10 años. No quiso
decirme dónde había estado o qué había hecho. Dijo que había
echado las "pastas” y el resto de los medicamentos en el excusado,
y se negó a decir más del tema. Me tardé dos semanas en hacerlo
beber una cerveza. Más tarde me contó que su papá lo puso en un
hospital privado a desintoxicarse. Me dijo que su papá debió
haberlo matado de un tiro y terminar con todo. No pudimos hablar
de su encierro durante años. Cuando sí lo hablamos, Bobby lo
contaba en tercera persona. Como si se hubiera despegado de sí
mismo y alguien más había pasado por el proceso. Nos prometimos
mutuamente que si en el futuro, encerraran a uno de nosotros el
otro lo rescataría. El que estuviera fuera se echaría un
"Schwarzenegger" y mataría a todos los que se pusieran en su
camino.
Bobby trabajó para su padre después de que salió del hospital.
Trabajó para el viejo hasta que murió. Después del funeral, Bobby y
yo nos bebimos media botella de whisky irlandés de su papá y nos
fumamos una bolsa de hierba. Bobby y su mamá vendieron la
empresa y Bobby se compró un nuevo BMW.
Junto con el nuevo carro llegó un nuevo estilo de vida. Encontró un
segundo aire. Se cogía lo que fuera. Le dije muchas veces que no
tenía gusto. Él contestó, "todas saben igual." Le pregunté una vez si
encontró su última zorra en un basurero. Él sólo sonrió y dijo:
"panocha es panocha."
Esos días fueron casi tan buenos como los días de las “pastas”.
Cambiaba de mujeres como de calcetines y me quedaba siempre
cerca por las sobras. Llamé a esa época mis segundos días de
deschongue. Mis estándares eran exactamente los mismos que los
suyos. El único estándar que teníamos era que todavía respiraran. El
estándar era excelente porque los suministros eran interminables.
Muchas veces alzamos una copa por las chicas fáciles.
Cuando Bobby estaba en la escuela de derecho lo paró la policía por
exceso de velocidad. Lo último que necesitaba era una multa y el
aumento al costo de su seguro que iba con la multa. Bobby
investigó sobre esa parte de la ley y encontró su solución. Consiguió
un recibo por la reparación del cable de velocímetro con Luis en la
gasolinera de Naolinco. Metió una impugnación por la multa y
consiguió finalmente su audiencia. Bobby le mostró al juez la factura
y el juez finalmente canceló la multa. La forma en que Bobby cuenta
la historia parecería que se ganó la lotería, o se consiguió gratis una
panocha de primera clase.
A veces envidio a Bobby. Es el sujeto más suertudo que conozco. Sin
embargo, no sé exactamente qué es la suerte. Bobby se jacta de su
buena fortuna con la ley y se bebe su Molson Canadian. Se me
figura que mi gran suerte es que nunca he tenido coche, así que
nunca me han puesto una multa. Me uno a Bobby bebiéndome una
canadiense también. Me pregunto cómo sería mi vida si yo fuera él.
Pienso en Sandra. No como una mujer que vive con un hombre, sino
como un trofeo congelado. Arréglala, ciérrale la boca, y sería una
diosa griega. Ponle patines en los pies y la ruedas a todos lados.
Puedes presumirla en cualquier parte y no tendrías que alimentarla.
Todos babearían viéndola. Junto a un culito como ella, todas las
demás serían retazo de panocha.
El único problema sería si el congelador se descompone. Yo podría
vivir con ella descongelada como por cuarenta y cinco minutos. No
habría suficiente cerveza en el mundo para animarme a soportarla.
Mis criterios son "fáciles y calladitas."
Bobby y yo nos movemos por la casa escondiéndonos de las
mujeres. Nos pasamos del sótano a la sala y al garaje. Usamos la
excusa que necesito que Bobby revise mi moto. Tan pronto como
salimos al garaje nos fumamos un churro. Como estamos amarrados
a estas mujeres, nos hacemos uno grande, y nos fumamos hasta la
bacha. Nos terminamos nuestras cervezas y la bacha, pero como
hace mucho maldito frío en el garaje, regresamos a la casa y
bajamos las escaleras otra vez al sótano. En cuanto nos ponemos
cómodos, las chicas bajan y nos cagan porque las estamos evitando.
Bobby me mira y yo lo miro. Nos sonreímos y seguimos a las
mujeres a la sala.
Fuimos expulsados de nuestra guarida. Me siento como un tigre
dientes de sable siendo expulsado de su cueva por un par de
Neandertales. Cambiamos el viejo sofá y TV de 21 pulgadas por los
elegantes muebles de la sala y la pantalla de cincuenta pulgadas.
Como estamos a unos pasos de la cocina vamos por un par más de
cervezas. Bobby empieza a contar la historia de cómo venció al
sistema y la multa. No quiero oír de nuevo la historia así que vuelvo
a la cocina y busco el whisky. Un par de shots y aparece una nueva
vía de escape. La botella está casi vacía. Nuestra excusa llega del
cielo.
Salgo al garaje y enrollo un “viajero” mientras Bobby va al baño.
En cuanto abro la puerta, la niebla entra como avalancha de crema
batida, y veo las sombras que se mueven entre la niebla,
replegándose de la luz. Esta vez sí estoy seguro de que hay cosas en
la niebla. Muchas. Rodeando mi casa. Bobby y yo nos subimos a su
Sentra y nos ponemos cómodos. Le pregunté por qué ya no trae un
BMW. Me contesta, "vete a la verga." ¿A lo mejor Bobby es un
erudito en caló de fábrica? Le pregunto si es un erudito en caló de
fábrica. Me contesta, "chinga tu madre." Creo que eso responde mi
pregunta.
Finalmente decido hacer caso omiso de él y practicar mi paranoia.
Prendo el churro y se lo paso a Bobby. Se toma su tiempo con él, y
me preocupo, por lo que miro por la ventana a ver si veo policías o
lo que sea. Bobby me da con el codo y me regresa el churro. Sigo
mirando por la ventana, mientras Bobby mete un disco de los
Stones. Bobby dice que él y Sandra no se están llevando bien. Le
pregunto cuál es el problema, y contesta: "Ya no quiere coger." Yo
le digo "Las mujeres son como refacciones de Chevy, las consigues
en cualquier parte." Él asiente con la cabeza y llegamos a la
vinatería.
El asador ya está caliente, por lo que Bobby y yo salimos a la terraza
con toda la parafernalia y ponemos la carne en las brasas. Las chicas
están ocupadas en la cocina haciendo el resto de la cena. Mientras
cocinamos, Bobby y yo nos bebemos otras dos canadienses. Ya
hemos bebido bastante alcohol. Cuando Sandra sale para ver si la
carne está lista, él le dice que ella va a tener que manejar el Sentra
en la noche. Parecía que la estaban mandando a Afganistán para
trabajar con Osama bin Laden. Su cara se puso gris, y lo acusó de
arruinar la cena y de ser un borracho.
Bobby alza los ojos y se dirige a la cocina para traerse otra cerveza, y
deja a Sandra en la terraza conmigo.
Miro hacia el patio y digo, "bonito clima, pero tal vez llueva." Ella
me mira fijamente con fuego en los ojos, se da la vuelta y se va
pisoteando a la casa. Si sólo cruzara la puerta y cayera en una hélice
de avión el día podría salvarse. No me molestaría limpiar el
desastre, sólo para deshacerme de ella. Podríamos poner sus restos
en una caja de cigarros y dejarla en la fábrica. Dejar que la máquina
diga unas conmovedoras palabras por ella.
Veo a Bobby y Sandra a través del mosquitero de la puerta. Tienen
puestas sus chamarras y sus bocas no se están moviendo. Bobby
sale por la puerta antes que ella, una cerveza en la mano izquierda y
un bollo de hamburguesa vacío en su derecha. Un buen amigo no
tiene que despedirse. Especialmente si no puede.
Miro a mi esposa y doy un trago a mi cerveza. Menea la cabeza y
mete las manos en el fregadero. La carne está lista y la saco del
asador, la pongo en una cacerola. Cuando entro en la casa dice
"Sandra tiene dolor de cabeza, de modo que se fueron a casa." Yo
no digo nada y pongo la olla sobre la mesa de la cocina. Pongo dos
carnes en un bollo, le pongo mostaza, y le doy una mordida. Ella va
al baño y yo voy al garaje. Termino mi carne-hamburguesa y mi
cerveza y acaricio el asiento de mi moto. No fue una tarde tan mala.
Comí y bebí lo que quise y ahora estoy solo con mi moto. Quizás la
esposa esté llorando o limpiando la cocina. No me importa. Si ella
no limpia, lo haré más tarde. Si está llorando, ese es su problema
también, mientras llore calladita. Bobby y Sandra descagalaron la
cena, no yo. Que los regañe a ellos. Yo estoy limpio.

Domingo
El domingo es el mejor día de la semana. Me despierto solo y el sol
brilla a por la ventana. Ella se fue a trabajar o quizás a ver a un
amigo. No me importa porque estará fuera al menos la mitad del
día. Quizás cuando regrese a casa no estará jariosa. Ojalá. Si tengo
mucha suerte no estará en casa hasta la cena.
Un buen día empieza con huevos y carne recalentada. Me tomo dos
tazas de café caliente y voy al garaje. Mi pipa está en el banco de
trabajo. La relleno y enciendo. Fumo lentamente y miro mi moto.
Una gran calma me invade y monto sobre el asiento y agarro el
manubrio de la Suzuki. El mundo pasa, y mis problemas se hacen
humo.
Hay una bolsa de semillas abierta en el banco de trabajo, así que la
agarro, salgo y lleno el comedero de los pájaros. Los pájaros viven la
buena vida. Yo los alimento y no pagan impuestos. Cuando las cosas
se ponen demasiado feas sólo migran sin dejar su nueva dirección.
Me pregunto si se pueden rastrear. ¿Un pájaro puede diferenciar a
uno de otro? ¿Si la gente tuviera las mismas caras podría yo
diferenciar uno de otro?
Los pájaros no me importan. El café está caliente y tengo un guato
en el garaje. El teléfono no suena y la secadora de ropa no está
funcionando. Soy libre de la máquina y de la esposa. No hay nada
mejor que esto.
Lleno mi taza de café y bajo las escaleras del sótano. Puedo
encontrar el sofá en la oscuridad y se adapta a mi cuerpo. Nos
unimos en un trance Zen y compartimos la paz y comodidad.
¿Cambiaría a Bobby por este sofá? Claro, pero los tengo a ambos, y
una taza de café, para mí esto es un home run.
Éste es mi mueble. El resto es de ella y de la financiera de Elektra.
Me pregunto cuánto tiene ella y cuánto tiene la empresa financiera.
Si alguien de la empresa financiera quiere venir a mi casa y usar su
parte de los muebles, por mí está perfecto. Hasta podría traerse un
six y su propio guato de mota y podemos ser amigos. Sería una
extraña manera de hacer amigos pero podría funcionar.
Recuerdo haber firmado los papeles para los muebles pero no
recuerdo los términos. ¿Los que trabajan en las fábricas en algún
lugar de Asia, pueden darse el lujo de comprar sus muebles?
¿Tienen condiciones de trabajo seguras? ¿Se preocupan por mi
calidad de vida? Si compro sus muebles los convierto en esclavos de
la máquina. Si no los compro, no pueden alimentar a sus familias.
Cuando haya pagado los muebles, ¿me convierto en anarquista? ¿O
tengo que ir a la tienda de muebles más cercana y comprar más
muebles?
Mía se me cuela mientras sueño despierto con su padre. Jodido giro
del destino, que ella lo tuviera como padre y no fuera el mío. La
hago a un lado en mi memoria y pienso en la panadería de su padre.
Él no trabajaba de panadero. Se iba a trabajar en su Lincoln todos
los días, se sentaba en su oficina y tomaba decisiones de negocios.
Yo habría estado más que feliz de ser panadero. ¿Por qué no
empezar desde abajo y aprender todo del negocio? Mia, un coche
nuevo y un trabajo con futuro eran todo lo que siempre había
querido. Pero terminé siendo su Mercury convertible. Cuando se
cansó de él, lo cambió. El Mercury eventualmente acabaría en un
deshuesadero.
tener una ruta alternativa ¿por qué no tengo todas las rutas
alternativas? Podría tener a Sandra o Mia al mismo tiempo en otras
dimensiones, mientras me desvanezco de una a otra para satisfacer
mis necesidades.

Cuando iba a recogerla, su papá y yo hablábamos de deportes,

política, y el negocio de la panadería. Él se interesaba en mis
opiniones y teníamos conversaciones significativas. Prefería hablar
con él que con Mia. Ella era muy buena para manosear, no hablar.
Creo que él me quería para casarme con ella. Más de una vez me
preguntó si estaba interesado en el negocio de panadería. Una vez
me dejé el bigote y las patillas como él. A Mia nunca le gustó que
tomara decisiones sobre mi aspecto sin su opinión. Dijo que le
gustaba afeitado y con el pelo corto. Me rasuré para hacerla feliz.
Cualquier cosa para seguirla manoseando. Creo que si me hubiera
abierto la garganta con una lata de tomates oxidada no le habría
importado, mientras estuviera acicalado conforme a sus
especificaciones.

En momentos como éste, me pongo a pensar en un libro de ciencia

ficción que leí hace años. Era de la probabilidad de universos
alternativos. Los eventos pueden seguir otros caminos distintos de
los que percibimos. Esos otros caminos son los universos que
existen alternativos a este universo paralelo. Las dimensiones
alternativas son un mapa interminable de posibilidades que salen
en todas direcciones.
En una de estas dimensiones, Mia y yo estamos juntos. Soy un
empresario de éxito y ella es mi amante esposa. Tenemos una gran
casa en los suburbios y vamos a Cancún dos veces al año. Si puedo

Sangre
Un ruido arriba de mí me despertó. La boca me sabía sucia y sentía
los músculos agarrotados por dormir en el sofá. La esposa debe
estar arriba en la cocina guardando el súper, o acomodando la
despensa. Ya no podía dormir, así que me supuse que mejor le
avisaba que estaba en el sótano. Lo último que quiero es subir las
escaleras y espantarla. Las consecuencias durarían una semana.
Nunca tuvo sentido del humor, ni me mostró clemencia alguna.
La mejor forma de avisarle es hacerlo sutilmente, así que busqué un
disco instrumental y lo puse en el aparato. La música empezó a
sonar suavemente. Me senté en el sillón y escuché a medias. Oí un
fuerte estruendo, y un grito de mujer que hizo que se me pararan
los pelos del cuello.
El grito fue más penetrante que el que daría una mujer derramando
salsa caliente de spaghetti en su regazo. Escuché de nuevo. Nada,
me espabilé y subí las escaleras del sótano de dos en dos. La cocina
estaba vacía pero la sala era un desastre. Faltaban cosas, otras
estaban rotas y dispersas, y sentía una corriente de aire.
Me asomé en el recibidor y vi a mi esposa tendida sobre su espalda.
Sus ojos estaban abiertos y la sangre formaba un gran charco en el
piso alrededor de ella. El mango de mi cuchillo favorito de cocina
sobresalía de su pecho.
Salí de la casa al porche, me incliné sobre el barandal y vomité. El
mundo me daba vueltas y vomité nuevamente por nariz. Mis
zapatos tenían sangre y me resbalé mientras me tambaleaba hacia
la casa. Me incliné junto a ella y le saqué el cuchillo. Chorreó sangre
en su cara y me escurrió por el brazo. Me levanté y miré alrededor,
no vi nada.
La casa del vecino está a sólo unos pasos de distancia. Caminé
lentamente por el césped de su casa. Toqué a la puerta con el puño
y noté que el cuchillo todavía estaba en mi mano. Se me cayó, y vi la
mancha de sangre que dejé en la puerta.
La hija vino a la puerta y me miró a través de la ventana de la
puerta. Sus ojos estaban muy abiertos y su boca abierta. Gritó algo y
la escuché echar el cerrojo de la puerta. Miré hacia el cuchillo
ensangrentado en el porche y me limpié la mano en mis pantalones.
No había nada que pudiera hacer en casa de mis vecinos. Aquí no
había nadie para ayudarme. Me di la vuelta y me senté en el
escalón. Mi cabeza estaba dando vueltas. Me incliné sobre el lado
del pórtico, mi cabeza se sentía pesada y vomité otra vez. Una
sirena aulló, luego oí otra viniendo de la dirección opuesta. Me
senté ahí llorando mientras los policías llegaban.
Dos jóvenes vestidos de azul con el pelo muy corto corrían por mi
jardín delantero hacia mí con sus armas desenfundadas. Me
gritaron órdenes y apuntaron sus armas contra mi pecho. No les
hice caso y vi una ambulancia patinar hasta detenerse frente a mi
casa.
Los policías me esposaron y uno me preguntó mi nombre. Su boca
parecía moverse en cámara lenta, y no entendía lo que me decía.
Ambos hombres parecían estar hablando al mismo tiempo. Todas
sus palabras eran una mezcla amorfa de sonidos. El más joven de los
dos sacó la cartera de mi bolsillo y la empezó a revisar. Esto me dio
algo de alivio y traté de volver a sentarme. Los policías me
agarraron por los brazos y me jalaron para volver a pararme. Vi a los
paramédicos de la ambulancia correr a mi casa mientras gritaban
algo a otros dos policías que acababan de llegar.
Cuatro policías me llevaron a una patrulla y me encerraron en el
asiento de atrás. Les pregunté si podían abrir una ventana, pero
hicieron caso omiso. Dos policías se metieron en el asiento
delantero del coche. Las torretas del coche de policía se
encendieron y la sirena gritó en mi oído. Los policías se negaron a
hablar conmigo en el camino a la comandancia de policía.
No me importaba. Me sentía aliviado de estar en un coche limpio
lejos de mi casa y del vecindario.
El paisaje giraba mientras nos dirigíamos a donde fuéramos. Cerré
los ojos para escapar del horror que estaba viviendo. Esto me
tranquilizó un poco y pude sentir el latido mi corazón haciéndose
más lento
Pensé en la máquina. Cómo continúa haciendo lo que fue
construida para hacer. La sangre no puede parar a la máquina y yo
deseaba estar con la máquina ahora. Podríamos escapar al mundo
de la máquina y ahogar el grito de la sirena.
Podríamos construir cosas. La máquina y yo podríamos intercambiar
ideas y salir con algunas innovaciones que serían perfectas. Quizás
no podríamos construir el coche perfecto. Pero con el poder de la
máquina y mis innovaciones podríamos hacer un coche mejor. En
lugar de luchar entre nosotros, podríamos convertirnos en el equipo
que deberíamos haber sido. Podríamos compartir la vida y cuidar el
uno del otro.
Me pregunté por qué los policías me estaban tratando tan
bruscamente. Me jalonearon y empujaron fuera del coche y me
metieron en un viejo edificio de ladrillo rojo. El pasillo era estrecho
y apestaba a humo de tabaco y a baño sucio. Me pusieron en una
pequeña habitación sin ventanas y con tres sillas alrededor de una
mesa cubierta de formica. Mi boca estaba seca y sabía a vómito.
Miré alrededor de la pequeña habitación y empecé a caminar
alrededor de ella. El cuartito me recordaba la sala de café en el
trabajo. Las paredes eran de tabicón gris y el techo tenía losas de
formica barata. El sistema eléctrico corría en tubos de PVC clavados
a la pared y había una bocina montada encima de la puerta. Las
luces fluorescentes eran demasiado brillantes y las sillas no estaban
acojinadas. Quizás la ciudad pudiera pintar las paredes e instalar
algunas máquinas expendedoras en la habitación para hacerla más
cómoda. Me había olvidado de las esposas que me sujetaban. Me di
cuenta de que esta sala no era para mi comodidad y que la policía
creía que maté a mi esposa.
Me senté y pensé en las historias que había oído de la policía
estatal, de la judicial, de la AFI y hasta la KGB. Lo más probable era
que mandaran a dos matones para sacarme una confesión.
Probablemente me golpearían, usarían agua mineral y toques
eléctricos donde menos los quiero. Al final de la interrogación me
sacarían una confesión y me alegraría de que hubiera terminado.
Después me llevarían abajo a una pequeña habitación de cemento
con una bombilla cagada de moscas en el techo y un hoyo de
drenaje en el piso. Me pondrían una .22 en la nuca y me volarían los
sesos.
Me senté allí temblando cuando dos policías en traje entraron al
cuarto y se presentaron. Me quitaron las esposas y se sentaron
frente a mí. El policía con el bigote me preguntó si quería hacer una
declaración. De momento no entendí lo que dijo. Debió haber visto
la confusión en mi cara y me preguntó otra vez, si quería hacer una
confesión. Le pregunté "¿De qué?", me dijo que yo había matado a
mi esposa, y sería más fácil si hacía una declaración antes de ser
arrestado y acusado.
Le dije: "vete a la verga."
El afeitado me trajo una camiseta limpia y una toalla húmeda. Me
alegré de quitarme las manchas de sangre de las manos mientras
metían mi camisa en una bolsa de plástico. Pedí un vaso de agua y
pensé en pedir un churro de mota también, pero lo pensé bien y me
abstuve de hacerlo. Lo último que quería era antagonizar a la
estatal. Quizás este vaso de agua fuera mi último deseo antes de
que me dispararan.
Cerré los ojos y traté de despertar en el sofá del sótano, como de
una pesadilla. Pero los policías no me dejaban cerrar los ojos. Me
clavaban sus dedos y me decían que preste atención. Pero me
negaba a prestar atención porque no había nada a qué prestarle
atención. Si sólo pudiera aguantar, me deslizaría en una dimensión
alterna y estaría con alguien que me quisiera. Pensé en meter la
cabeza en mi camiseta, pero la camiseta era muy pequeña, o mi
cabeza era demasiado grande.
Varias personas entraban y salían del cuarto a cada rato. Me negué
a hablar con cualquiera de ellos. Todos querían que hiciera una
declaración. Yo quería contarles sobre mi trabajo y mi casa. Querían
que les dijera que maté a mi esposa. No pudimos llegar a ningún
acuerdo.
Una joven en un traje sastre limpio y planchado entró y me dijo que
era doctora. Me hizo preguntas que no escuché y luego me ofreció
unas pastillas para ayudar a calmarme. Rehusé las píldoras y le
pregunté si podía cerrar los ojos. Ella no respondió de manera que
cerré los ojos y me la imaginé desnuda. Podría haber hecho eso
todo el día, pero me agarró por mi camisa y me sacudió.
Normalmente no me gusta que me toquen. Sin embargo, me gustó
su toque y deseé que me tocara de nuevo. Le sonreí pero se levantó
y salió del cuarto. Cuando se iba, le pregunté su nombre, pero no
me respondió. Quizás podríamos vernos en otra dimensión y
podríamos explorar las posibilidades. Tal vez pudiéramos reunirnos
en otra dimensión y yo podría ser su doctor.
No tengo nada que decir. Mis manos están llenas de sangre y mi
esposa está muerta. Si sólo pudiera abrir los ojos y despertar en mi
cama. Si pudiera salir por la puerta y caminar por los charcos.
Perderme en la noche y mirar las sombras. ¿Seguirán las sombras
alrededor de mi casa, o estarán rondando la comandancia?
Aquí estoy indefenso. Estoy perdido. Me tienen donde me querían.
El plan fue ejecutado a la perfección y me van a ejecutar a la
perfección. Mi muerte será secreta y dolorosa. ¿Van a llevarme a
una cantera y apuñalarme en el corazón? ¿Me arrojarán a la
máquina para moler mi cuerpo hasta hacerme puré? ¿ Quizá sólo
me avienten en una celda y se olviden de mí. Ni siquiera me
concederán la dignidad de ser recordado. Me pudriré como un
pedazo de lechuga en el fondo de la bodega.
Después de un rato un policía entró en mi cuarto. Lo llamo mi
cuarto porque creo que voy a estar aquí por el resto de mi vida.
Como yo soy el principal ocupante veo esta habitación como mi
propiedad. Me pregunta si soy gay. Me puse de acuerdo con un
chico guapo para eliminar a mi esposa para que pudiéramos estar
juntos. Me dice que entiende mis necesidades, y que si me
desahogo, me voy a sentir mejor. Me pregunta si quiero hacer una
declaración. Me dice que mis sentimientos son naturales.
Su tono es áspero, y su rostro es viejo y arrugado. Parece repetir
una y otra vez las mismas preguntas. ¿Es humano o es una
máquina? Quizás alguien lo programó con esas preguntas, o lo
controlan desde afuera. Lo que sea que es, y lo que sea que quiere,
no me importa. Le pido que me manden a mi representante del
sindicato y abandona el cuarto. Mi cuarto.
Una joven entró en la habitación y se sentó a la mesa. Me dijo que
es mi abogada y que no tengo que hablar con la policía. Ella me dijo
que la policía capturó a un joven a cuatro cuadras de mi casa. Chocó
con otro coche y estaba atrapado en su coche hasta que los
bomberos lo rescataron. La policía encontró una cortada en su
mano y su ropa estaba cubierta de sangre. Artículos que
probablemente eran míos, aparecieron en un sangriento saco en el
asiento trasero de su coche.
La policía cree que él mató a mi esposa porque el auto resultó ser el
de ella, además de que era un vago sin hogar fijo y tenía un historial
de ser un prostituto homosexual y un criminal, y que yo era su
amigo. Me dice que estoy bajo alerta suicida. Dos policías entran en
el cuarto, me dijeron que estaba formalmente arrestado, y me
metieron solo en una celda. Echo una meada y me acuesto en el
catre. Cierro los ojos y finalmente me quedo dormido.
Me despierto en medio de la oscuridad sin saber dónde estoy. La
oscuridad es reconfortante y me pongo a pensar en mi sueño. Mia y
yo estamos navegando en un gran barco de acero en un lago. Yo soy
delgado y ella está chichona. Nos tumbamos al sol y bebemos
champán francés. Puedo estirar mi cuerpo para asolearme a gusto.
El champagne se convierte en una silueta de gaviota y como
guadaña le corta la cabeza a Mia. Me siento aliviado de haber
despertado. Quizá necesite hablar con un psiquiatra sobre de mi
sueño… o quizás con un chef francés. Un guardia camina por el
pasillo y se asoma entre los barrotes. Lo ignoro y él se sigue
caminando. La noche es un lujo y puedo disfrutarla toda. Cierro mis
ojos y espero mi próximo sueño.
Dos hombretones de Europa oriental entran en la celda y me dicen
que son la Cheka. "Tenemos poco tiempo para ti, has cometido
graves crímenes contra el pueblo", dicen. "Camarada, no tiene
alternativa, si no responde a nuestras preguntas lo fusilamos." Los
miro fijamente a los ojos, que parecen diales en una máquina. Sé
que lo dicen en serio. Lo que me quieran hacer decir o firmar, voy a
hacerlo. No tengo alternativa, son los sabuesos, y yo soy su perra.
Mi respuesta no tiene ningún sentido. El mayor de los dos me quita
los anillos de las manos. Me llevan bajando unas escaleras a un
cuarto pequeño de concreto con una bombilla y un desagüe en el
suelo. Una bala en la nuca y se pueden ir a casa con sus hijos.
El mayor de los dos se queda con el oro de mis empastes.
Luego a envolver mi cuerpo en una vieja manta gris. Los dos
hombres llevan mi cuerpo por un estrecho pasillo a una puerta de
acero. La puerta se abre y arrojan mi cuerpo a la cajuela de un
Skoda Laura negro. Llevan mi cuerpo a una vieja cantera de grava y
tiran la evidencia. Me convierto en una no-persona.
Sin lápida, sin velorio. Nadie que me llore. Quizás la máquina o el
hombre que tome mi lugar me recuerden. Un día podrían enterrar a
la máquina junto a mí y podríamos recordar nuestros buenos días y
oxidarnos por los siglos de los siglos.
Me desperté con un sobresalto y con sudor frío en el cuello. Dormir
ya no es opción así que me paseo por la celda, Uso mi mano
izquierda para sentir la textura de las paredes y me quito los
zapatos para sentir el frío del suelo. Quiero absorber todos los
estímulos sensoriales que pueda, mientras pueda.
Un policía entra en la celda y me dice que me ponga los zapatos. Me
ofrece un sándwich envuelto en papel estraza y un vaso de papel de
café negro. Rehúso la comida y pido pizza y cerveza. Deja la comida
en el suelo y cierra la reja tras él. Mira hacia atrás y me pregunta si
quiero hacer una declaración. Yo respondo, "¿Para qué? Me van a
disparar de todos modos" Él sacude la cabeza y camina por el
pasillo.
Regresa después de un rato y me saca de la celda, por el pasillo, a
través de una puerta, y a una concurrida sala con un gran escritorio.
Firmo la recepción de mis pertenencias personales y Bobby está
esperándome. Me dicen que puedo salir de la comisaría, pero no
puedo salir de la ciudad.
Conducimos lenta y silenciosamente por el tráfico. Sin que me lo
diga, sé me lleva a su casa. Quizás me pueda pasar el resto del día
mirando a su esposa sin tener que hablar con ella. Si sólo cocinara y
caminara por allí viéndose deliciosa, podría ser un muy buen día.
Sandra nos saluda en la puerta con una suave sonrisa. Nunca he
visto su cara lucir como se ve esta noche, y me parece ligeramente
estimulante. Bobby entra a la cocina y agarra dos cervezas. Las
destapa y me pasa una. Tomé la cerveza y me bebí un tercio de un
solo trago. Puse la botella en la mesa de la cocina y contemplo la
etiqueta por un rato. ¿De dónde saca tantas cervezas canadienses?
¿Y por qué canadienses y no, digamos, alemanas? Bobby dice algo
que no escucho y me toca en el hombro. Su boca se mueve pero no
oigo nada. Por fin entiendo que me está ofreciendo una copa. Me
dice, "escoge tu veneno."
Le contesto " arsénico." Me da una mirada rara y toma una botella
de whisky que está en un mueble de cocina. Me sirve un shot doble
y me lo tomo de un trago.

Sandra me da un sándwich de atún en pan tostado con papas fritas
a un lado. Me como la comida mientras lanzo miradas furtivas a sus
pechos. Esto es lo mejor que me he sentido desde que comenzó mi
aventura. Un leve mareo, buena comida y un show de bubis. Mis
ánimos se levantan y estoy listo para enfrentar lo que tenga que
afrontar. Después de todo lo que he pasado, finalmente tengo un
respiro.
Bobby me dice que estuve en el bote por tres días, y los policías
podrían querer interrogarme de nuevo. No tengo ningún
comentario; simplemente me siento y como mi sándwich y espero
que Bobby continúe. Sandra oyó parte de la conversación y salió de
la habitación. Se disculpó con la excusa de que tenía que lavar la
ropa. La comida no tenía sabor, pero el alcohol empezaba a hacer
efecto. Dejé el sándwich en la mesa y me serví otro shot de whisky y
me lo bebí de un trago otra vez.
Bobby me explica que un gitano llamado Pedro Gabor era el que fue
capturado con mis cosas. Durante el interrogatorio, confesó el
asesinato de mi esposa y el robo de mi casa. Gabor es un vagabundo
con un historial de prostitución masculina y robos a casas. Es por
eso que la policía pensó que yo estaba involucrado con él. Gabor
estuvo involucrado con un hombre hace unos años. Su mujer fue
asesinada y el amiguito fue acusado del asesinato. Sin embargo,
Gabor confesó el asesinato, se lo colgaron a él y el amiguito salió
libre. En el juicio se dio a conocer que Gabor y su amigo eran
amantes. Como se demostró que Gabor estaba loco, lo mandaron a
un siquiátrico y a los pocos años lo liberaron bajo la custodia de su
psiquiatra, básicamente, de vuelta a las calles. Los policías han
estado cazando a Gabor desde entonces.
“¿Soltaron a un psicópata peligroso?”
“Esquizo-paranoide según el expediente”, explicó Bobby. “No que
haya ninguna diferencia si sigue siendo un loco peligroso. Parece
que veía cosas y oía voces en la niebla.”
“¿Voces?”, me hizo parar mis antenas por un momento.
“Y sombras, o algo así”
“Voces…”
Bobby dice que consiguió la información por mi abogada y que la
policía tendrá que hablar con ella cuando quieran hablar conmigo.
Le pregunté el nombre de mi abogada. Él me entrega una tarjeta
con el nombre de "Laura Skoda, Abogada Penalista". Me dijo que
probablemente no habría juicio puesto que Gabor confesó, aunque
después de insistir en que “ellos” le habían dado el coche y “ellos”
pusieron las cosas allí. Después se suicidó en su celda, así que las
esperanzas que tenían de que me inculpara se desvanecieron. Me
dijo que encontrara alguna manera de dejar todo esto atrás.
Me dijo que los policías me mantuvieron en la cárcel mientras
dilucidaban los hechos y que no debería haber ningún
resentimiento con ellos por mi sufrimiento. Le respondo, "Si vuelvo
a ver a ese policía otra vez voy a meterlo en la máquina con las
bolas por delante y luego mear sobre su cadáver."
Voy al refrigerador y agarro otra cerveza. Es hora de hablar del
funeral por lo que le pregunto a Bobby si se ha hecho algo. Él
contesta que los padres de ella se encargaron de los arreglos, y ayer
fue enterrada en el cementerio viejo en la calle central. Me
pregunta si quiero visitar el cementerio. Cierro los ojos, me imagino
un oscuro y húmedo puño de tierra con una caja de madera
enterrada tres metros abajo. Rechazo la invitación y termino mi
cerveza.

Bobby me dice que el carro de mi esposa está en el garaje de su

casa y él tiene las llaves. Pregunta si quiero ir a alguna parte. Yo le
respondo que quiero las llaves y me quiero ir a casa a descansar. Él
me da las llaves y caminamos por el pasillo hacia la puerta trasera.
Meto la cabeza en la lavandería para agradecerle a Sandra y echarle
otro vistazo a sus pechos. Está inclinada frente a la secadora con el
culito hacia arriba. Tartamudeo, "gracias por el almuerzo" y corro al
garaje con Bobby.

Bobby me dice que mi casa está cerrada y que la llave de la casa

está en el llavero del coche. Me meto en el coche y lo echo en
reversa hasta la calle. Me doy cuenta de que mis pies están helados,
pero no tengo dinero para comprarme un par de calcetines de lana.
Quizás pueda encontrar un par limpio en casa, así que olvido mi
molestia y conduzco lentamente por la calle hacia el cementerio.

Libre
Estaciono su coche a un kilómetro del cementerio y salgo del coche.
El aire es frío y crudo. Me entusiasma la caminata hasta su tumba.
Una ligera niebla comienza a formarse cuando ya estoy cerca del
cementerio. Reduzco el paso y siento la humedad de la niebla en
mis manos. Se forman gotitas en mis manos como pequeños lagos.
Otro golpe de suerte. No tengo que preocuparme por el óxido, no
soy máquina. Mis pies están entumidos y lamento no haber pasado
a la casa por unos calcetines de lana. No voy a volver a cometer ese
error.
La valla que rodea el cementerio es tan alta como yo y hecha de
barrotes de acero pintados de negro. Camino alrededor del
perímetro del cementerio y miro las tumbas a través de las barras.
No hay manera de saber cuál es la suya. No me importa. Las tumbas
son todas iguales para mí. Hay un pequeño estanque en el jardín,
con un dosel y un montículo de tierra junto. ¿Será el hogar del
próximo cliente del cementerio? Quizá su tumba está cerca de esa.
Empieza a cerrarse más la niebla, y dentro de la niebla sé que
vienen acercándose también las sombras, así que camino de vuelta
al coche y me voy a casa.
Bobby, o alguien limpió y arregló mi casa. Quien haya sido, le quedo
para siempre agradecido por ello. Hay una nota sobre la mesa de la
cocina, del representante de mi sindicato, y mi capataz. Dice que
me puedo tomar todo el tiempo que necesite. Planeo tomar todo el
tiempo pagado que pueda. Una cerveza fría me llama así que abro
el refrigerador y tomo una. Baja tan suavemente que agarro otra y
me la bebo lentamente. Lo que necesito ahora es cierre. Necesito
ponerle fin a la odisea más aterradora de mi vida. Sólo tengo una
forma en mente. ¡Al Spa Hotel!
Embuto mi maleta pequeña descuidadamente con artículos de
tocador, unas pocas prendas de vestir, y un traje de baño. Lo único
que hay en mi mente es la alberca y el sauna en el hotel. Siempre
me han encantado los baños sauna. Puedo cerrar los ojos, sudar y
soñar. Mi stash de dinero está en el garaje en una caja de puros
bajo mi stash de mota. No hay por qué molestarse en contarlo.
Tengo el bolsillo lleno de plástico y un clip repleto de mis billetes
escondidos. La vida se ve mejor de lo que ha sido en mucho tiempo.
El futuro está lleno de posibilidades.
Al carajo con su coche. Sólo otra cosa de qué preocuparme. Agarro
mi mochila y regreso al garaje para sacar mi mota. Salgo por la
puerta de enfrente hacia el hotel. Después de caminar un rato, me
doy cuenta de que el hotel está demasiado lejos para ir caminando,
así que camino a la parada de autobús más cercana.
Tengo el cambio exacto en mi bolsillo para subir al autobús así que
no es ningún problema. No sé de dónde salió la morralla de mi
bolsillo. No recuerdo nunca haber tenido el cambio exacto para el
camión. Quizá estuvo en mis jeans todo el tiempo. Tal me lo dieron
en la estación de policía. No, eso es cuando sales de la cárcel, ¿no?
No importa, si ahora las cosas me están saliendo bien. Creo que mi
suerte por fin dio la vuelta. Tal vez estoy en una racha.
El autobús va casi vacío y limpio. Escojo un asiento aislado y me
estiro. Hay un periódico usado en el asiento junto a mí así que lo
tomo y miro la primera plana. El titular dice "Asesino confiesa." La
historia es sobre el robo de mi casa y la muerte de mi esposa. El
segundo párrafo habla del choque de Gabor y de su confesión. La
historia dice que el marido estaba implicado en el asesinato, pero
luego fue exculpado.
Por primera vez en mi vida, veo mi nombre en un periódico
impreso. Quizás todos lectores de la ciudad han leído mi nombre.
Finalmente he alcanzado la fama. Gente de todo el estado, quizá en
toda la nación, ha leído mi nombre. Toda la gente que me ignoró en
secundaria sabe que ahora soy alguien. Lo mejor de todo, toda la
historia no dice nada de mis fracasos o la máquina. Quizá debería ir
a la próxima reunión de la secundaria. Nunca he tenido ningún
interés en las reuniones hasta ahora. La próxima vez yo podría ser la
celebridad en la reunión. Voy a negarme a bailar con las chicas
populares que no querían tener nada que ver conmigo. Por fin la
gloria se cagó en mi cabeza.
El futuro se ve mejor cada segundo. Lo veo como un banquete de
pizza y cerveza por barril, en una cueva en la más absoluta
tranquilidad. Ahora puedo decirle al mundo, "déjame en paz".
Cierro mis ojos y veo las mariposas volando alrededor de un lago.
Una máquina se eleva del extremo pantanoso del lago y gira 360
grados, como si estuviera buscando algo. Se detiene y me mira
directamente, después se convierte en un cerro de óxido y se hunde
en el pantano, para nunca volver.
El hotel es luminoso, limpio y con una construcción barata. Sobre el
arco de la entrada se agazapa una especie de sapo-gárgola
obviamente hecha de yeso y con una descascarada capa de pintura
gris. Se ve fuera de lugar, es obvio que la agregaron como una
reconsideración posterior, como para no desentonar con el estilo
gótico del centro. Pero no, señor arquitecto de tres pesos, ésta no
es una de las nuestras. Ésta no sabe disolverse en la niebla.
Cuando entro al el gerente me informa que tienen una promoción
de cuatro días a un precio reducido. Acepto la oferta como un
mendigo al que le ofrecieron una comida gratis. Firmo el registro. Él
recibe mi tarjeta y me asigna una habitación cerca del sauna y la
alberca. Me alegra haber tomado la iniciativa y pedido lo que
quería. Tal vez tengo que ser más asertivo en el futuro. Quizá no,
podría ser que estoy cansado y no quiero a vagar por el hotel,
perdido en la niebla.
De pronto cruza mi mente que hoy es jueves o tal vez viernes. Hasta
ese momento no tenía idea de qué día de la semana era. Eso es
porque no tenía ningún interés en el día de la semana, hora del día
o la temporada del año. Dejo caer mi maleta y camino hasta la
ventana panorámica que da a un patio. Los árboles frutales están
desnudos y las bancas están cubiertas de rocío y hielo. El sol brilla e
ilumina la niebla, que empieza a disiparse. Miro el reloj en la pared.
Dice 4:16.
Cómo pueden cambiar las cosas rápida y drásticamente. Voy a
evolucionar de obrero mugroso a… obrero bien bañado. Todo lo
que necesitaba era un poco de tiempo, dinero y jabón. Recojo mi
maleta, tomo mi llave y sigo la numeración por el pasillo hasta mi
habitación.
La habitación está limpia y arreglada. Me pongo el traje de baño y
regreso por el pasillo al sauna. El lugar está vacío, pero la
temperatura del sauna es demasiado fría para mí. Encuentro el
termostato e invoco más calor. Hay un balde de agua en el suelo y
un cucharón de madera. Tomo un poco de agua y la vierto
lentamente en las rocas. Una nube de vapor emana de las rocas y lo
hago de nuevo.
La banca está hecha de madera y las paredes le hacen juego. Me
subo a la banca superior y cierro los ojos. Mia me devuelve la
mirada. Se me ocurre que su cara ha de estar impresa en el interior
de mis párpados. Eso me hace reír y dejo que las imágenes sigan
fluyendo como una caricatura en la pantalla de televisión.
Estoy de vuelta en mi suite, tendido boca abajo en la cama. Junto a
la cama, sobre una mesa, champán y langosta. Mia de dieciséis años
de edad está de pie junto a mí en una bata blanca y sandalias. Su
pelo negro brillante atrapa la luz del sol de verano. Vierte un poco
de loción en sus manos y la frota en mi espalda y hombros. Ella se
detiene a dar traguitos de Champagne mientras trabaja. Cuando se
cansa un robot de acero que se parece mucho a ella sigue el masaje
mientras ella come y bebe. Las manos del robot son suaves como
sus manos y no noto la diferencia.
Ella termina un trozo de langosta y reemplaza al robot frotando mi
espalda mientras la máquina coge un bidón de aceite, se sirve un
poco en una copa de champaña y se la toma. Ella empieza a
cantarme. Mi boca forma las palabras mientras canta, "y cuando
nos veamos de nuevo, presentados como amigos, por favor no digas
que me conociste cuando estaba hambrienta y era tu mundo."
De pronto me mareo y me golpeo la cabeza contra la pared detrás
de mí. Me despierto asustado y sacudo la cabeza para despejar las
telarañas. Creo que he estado mucho tiempo en el calor. Salgo del
sauna y bajo los escalones a la alberca. El choque del agua fría me
despierta completamente y despeja mi cabeza. Pero preferiría estar
de vuelta en mi habitación con Mia.
Me sentía limpio y refrescado. Me rasco la panza y reconozco las
punzadas del hambre. Un regaderazo frío y ropa limpia son todo lo
que necesito para afrontar el resto del día. El sujeto de la recepción
recomendó un restaurante italiano, a una cuadra al sur de la
posada. Me dijo que la comida es muy buena y el ambiente es
agradable y privado.
La caminata al sur es todo lo que podía pedir. El cielo está
despejado y el aire sabe a aire campestre. Me tomo mi tiempo y
entro al restaurante con cierta renuencia. Un viejo con un fuerte
acento me recibe en la entrada y llama a una joven para que me
acompañe a mi mesa. Por la forma en que habló con ella supongo
que es su hija o sobrina. Le pregunté, "¿Es tu papá?" Ella responde
un poco sarcástica, "¿Cómo te diste cuenta?" Era un poco regordeta
pero tenía una cara bonita. Siempre he tenido talento para
encontrar joyas en una mina de carbón.
Me recomienda la pasta con salsa de mariscos y un Pinot Grigio. La
pasta suena bien, así que la pido pero con una botella de cerveza
italiana. Mientras tonteaba comiendo palitos de pan y disfrutando
de la figura de la mesera noté dos mujeres jóvenes del otro lado del
pequeño salón. Parecen estar hablando sin parar mientras cortan y
comen su carne y spaghetti. No parecen haberme visto, pero creo
que alcanzo a oler su perfume. El olor de la comida italiana
mezclada con el perfume me hace sentir un ligero mareo. Tal vez la
combinación de exquisita comida italiana y estas dos mujeres es
equivalente a pizza y cerveza.
Cuando llega mi cena, pido a la mesera que lleve una botella de
Chianti a la mesa de las dos mujeres. La pasta es buena y tengo la
boca llena de camarón cuando las dos mujeres me hacen señas con
la mano y dicen "gracias." Yo contesto, "con gusto" y vuelvo a mi
comida y bebida. Durante el resto de mi cena ignoro a los demás
patronos y me tomo dos cervezas más. La mesera recomendó el
spumoni para postre y acepto su elección. El helado es un delicioso
final a una deliciosa comida. Me sentí cálido y contento. La cuenta
fue razonable y la pagué con efectivo y le dejé a la mesera una
buena propina.
Cuando salí del restaurante, vi a las dos mujeres hablando en el
estacionamiento. No pude oír lo que decían, veía sus labios
moverse. En lugar de encaminarme al norte hacia la posada,
atravesé por el aparcamiento cerca de las chicas. Cuando llegué
cerca de ellas sonrieron y me dieron las gracias de nuevo por el
vino.
Me dijeron sus nombres y me preguntaron qué voy a hacer. Yo
respondí que no tengo planes y que estoy abierto a todo. Después
de algo de plática superficial me dicen que son “chicas de fiesta”, y
me preguntan si me gustaría pasar un buen rato. Acordamos el
precio y les di mi número de habitación en la posada, quedamos de
acuerdo en vernos en mi habitación en una hora. Les dije que
trajeran su traje de baño y yo proveería las bebidas. La tienda de
licores en la siguiente esquina era mi próxima parada. Dos botellas
de vino tinto y un 12 pack cumplirían los requisitos.
En el vestíbulo del hotel, pasé por el cajero automático y luego
directamente a mi habitación. Las chicas llegaron cuatro cervezas y
un churro después. Luego de nadar un rato y un baño en grupo me
metí de lleno en el cielo de los orificios. A las 4:00 am las chicas
cobraron su bien ganado dinero y me dejaron a disfrutar de mi
agotamiento. No recuerdo nunca haber dormido tan bien. Cuando
me levanto, me encuentro una tarjeta sobre la mesa de noche. Dice
"Eventos Jazmin y Lili" y un número de teléfono. Puse la tarjeta en
mi cartera y salí a desayunar.
Pasé el resto de mi tiempo en el spa fumando, comiendo como rey,
y bañándome. Las noches las pasé con Jazmin y Lili. La familia en el
restaurante italiano llegó a conocerme y acostumbrarse a mí. Me
recibían alegre y cordialmente y me ofrecían el mejor servicio y
comida. Hice un juramento sobre mi Chianti, de volver al
restaurante una vez a la semana por el resto de mi vida, o hasta que
me coja a la hija del dueño. Lo que ocurra primero.
Su nombre era Gina. Nunca me tomé la molestia de averiguar su
apellido. Ella me recordaba a Mia. Me recordé a mí mismo que
todas las jóvenes con pelo negro y piel blanca me recuerdan a Mia.
Quizás después de conquistar a Gina, sienta que finalmente
conquisté a Mia de una manera simbólica, y será algo así como un
gran logro. O bien, de algún modo, perdí mi oportunidad de oro
hace tantos años. Quizás el destino me ofreció una tentación de
burla y no una oportunidad. ¿Será el resto de mi vida sólo un paseo
por una cámara de tortura? ¿Soy víctima de la Inquisición española?
Dejo de pensar en mi tristeza. Estas reflexiones no pueden ser
buenas. Pienso en las damas de la noche y dejo que se apoderen de
mi mente. Elijo revivir esas maravillosas noches una y otra vez.
Cuando elijo cambiar de tema Gina se convierte en mi fantasía.
El coche me está esperando. Arranca fácilmente y me encuentro un
autolavado mientras conduzco por la ciudad sin nada que hacer.
Bobby me dejó una nota sobre la mesa de la cocina que tiene
instrucciones para mí. Junto a la nota está una copia del certificado
de defunción de mi esposa.
Esto requiere un fortificante, por lo que encuentro una botella de
tequilita, y me sirvo un buen shot. Tengo trabajo que hacer, así que
necesito apuntalarme. Los documentos importantes de la esposa
están en una caja de cartón en el closet del hall. Localizo la caja y
encuentro una póliza de seguro de vida cuidadosamente doblado en
un sobre manila con su nombre. Una vez me dijo que iba a contratar
un seguro de vida para los dos. Yo no le presté atención a esa
conversación. Ignoré la póliza con mi nombre.
Después de una aburrida tarde por teléfono con la aseguradora, un
gerente me informa que recibiré $950.000 por la muerte de la
esposa, incluyendo el bono por muerte violenta. Esa habría sido una
buena razón para matarla yo mismo, ¿no? El cheque lo enviarían en
unas cuatro semanas.
La vida me acaba de repartir una flor imperial. Por primera vez, sé
cómo se siente la gente verdaderamente afortunada, y me gusta
más que el sexo. Quiero decir, quiero sacarle el mayor provecho
posible a esta pizza extra grande cubierta de tréboles de cuatro
hojas. Quizás en algún lugar haya un joyero que pueda hacerme un
amuleto de oro. Sería una pizza cubierta con tréboles de cuatro
hojas que pueda llevar al cuello; para alejar el mal y la oscuridad.
Cuando tienes dinero todo es posible. Es primavera, la única época
en que no estamos cubiertos de niebla. El sol brilla durante el día y
no hay terrores acechando entre las grietas de la noche.
Me imagino que no tengo que trabajar por el resto de mi vida. Todo
lo que tengo que hacer es controlar mis gastos. El coche es
financiado y yo nunca firmé ningún papel. Lo inteligente sería usarlo
todo el tiempo posible. En algún momento, alguien se dará cuenta
de que tengo el coche. Ese es su problema. Cuando se lo lleven, ya
se me ocurrirá un nuevo plan.
Lo primero es llamar a la compañía de teléfonos y pedir un número
no listado. También, voy a empezar a guardar el coche en casa de
Bobby. La caminata me hará bien. Si le llevo a Bobby una bolsa de
vez en cuando puede que hasta me deje tenerlo en el garaje. ¿Esto
es lo que se necesita para ser un anarquista? ¿Podré escribir un
libro, "Anarquía para los ricos"? ¿Acabo de dar con algo bueno o me
estoy volviendo loco? Supongo que sólo el tiempo lo dirá.
Mi tiempo libre, que es todo mi tiempo, ha adoptado un nuevo
enfoque. Jazmin y Lili y sus mágicos labios son lo único en lo que
pienso. Ahora me digo una broma cada vez que veo una mujer
joven y hermosa. ¿Mia? ¿Quién es Mia? Una vez cuando manejaba
por la salida a Naolinco me reí tanto que tuve que orillarme hasta
recuperar el control de mí mismo. Me sentía tan bien que me
compré un six-pack y me lo terminé antes de llegar a casa. Me
imagino la risa que me habría dado si me hubiera estado fumando
un churro.
Las chicas tuvieron la gentileza de presentarme a algunas de sus
amigas. La variedad de mujeres y la exploración de nuevas
combinaciones es todo lo que ansío. Puedo tener fiesta en el
momento que lo desee. Puedo disfrutar con las parejas de mi
elección mientras les avise con veinticuatro horas de anticipación.
La casa es un desastre y pago mis cuentas cuando me place. Los
servicios aún funcionan y los cobradores no me molestan. Mientras
las chicas reciban su dinero en efectivo son felices como lombrices.
Imagino que esto es la libertad.
A veces pienso en la máquina. Mis sentimientos ya son menos
hostiles. Quizás es porque la máquina ya no me tiene como rehén.
¿Me he convertido en la máquina? ¿Estoy manteniendo como
rehenes a las chicas? Reflexioné sobre estos temas por un momento
y, después, recordé lo que el padrino nos enseñó: "es sólo
negocios."
Tal vez, desde la máquina hasta las putas, y todo lo que hay en
medio, todos somos rehenes de los muertos.
Durante todos esos años, trabajé para la máquina y recibí un
cheque dos veces al mes por mi sudor. Ahora me quedo en casa y
como y cojo. Recibo un cheque una vez al mes del fondo de retiro
del sindicato por no trabajar. Sé que el cheque es de la oficina de
retirados pero que se siente como si viniera de la máquina. A la hora
de elegir entre los dos, no hay comparación. ¿La vida podría ser
mejor?
Lo primero a lo que renuncié después de adquirir mi fortuna fue a
mi trabajo. La segunda fue a cocinar. Si no me como un sándwich o
sobras de comida rápida me puedo comer la carne seca que compré
en la vinatería. Me gusta masticarla hasta que me duela la
mandíbula.
Un día me harté de los pocos restos de comida que tenía en la casa.
Me decidí a merodear por el barrio para encontrar algo de comer.
Caminé hasta que descubrí la lonchería de David, desayuno a
cualquier hora, $30 el especial. Finalmente encontré un lugar donde
podía comer y ver un show.
David cocinaba, llenaba tazas de café en el mostrador, y operaba la
caja. En mi primer banquete de $30 noté que mis huevos
estrellados estaban flotando en un líquido amarillo claro. Le
pregunté a la mesera, "¿estos huevos están fritos en mantequilla?"
Me respondió, "no mi amor, en aceite de motor".
Iba con David casi diario. Me llenaba con el especial antes de que
los clientes llenaran el lugar a la hora del almuerzo. El especial se
quedaba conmigo casi todo el día. A veces me gustaba sentarme en
el mostrador y escuchar a David hablar con los clientes. En sus días
más amables era arisco como un gato de callejón en celo. Les ponía
apodos insultantes a todos, siempre a sus espaldas, pero siempre
delante de todos los demás. Su "que tenga un buen día" no tenía
absolutamente ninguna sinceridad. En ese tono podría haber estado
dándole gracias al diablo por contagiarle la peste bubónica.
Yo nunca me quejaba o dejaba comida en mi plato. Descubrí David’s
y no me atrevía a tentar a la suerte. Llegué a reconocer algunos
clientes de David’s y saludaba con la cabeza, hola, a algunos de
ellos.
Un sujeto me llamó la atención la primera semana que empecé a ir
a David’s. Su cara parecía que venía de una botella de cloro.
Siempre vestía ropa de camuflaje y botas de combate. Sus ojos
parecían rodarle por la cabeza cuando hablaba con David o la
mesera. Empecé a quedarme más tiempo para verlo, tal vez hasta
podría hablar con él.
Un par de semanas después de que empecé a buscarlo, yo estaba
sentado en la barra cerca de la caja. Llegó a la caja a pagar su
cuenta. David recibió su dinero, miró su cuenta, y dijo, "Te faltan
cinco pesos, Mohammed. Tienes que pagar o voy a meterte la mano
en el pecho y sacarte el corazón."
David sonrió por primera vez ese día. De oreja a oreja. El tipo sólo
miraba a David. Metí la mano en el bolsillo y saqué una moneda de
diez. Se lo di a David y le dije que se metiera los otros cinco por el
culo. Pagué mi cuenta y salí del restaurante.
El muchacho estaba de pie junto a la acera. Me preguntó mi
nombre y por qué pagué lo que le faltaba. Le dije mi nombre y le
expliqué que no me gusta ver a David enojado. Mi respuesta le
pareció bien y los diez pesos fueron olvidados. Platicamos un rato.
Me dijo que su nombre era Martín, y aunque no era uno de esos
hippies de la aldea cerca de la ciudad, estaba de acuerdo con
muchas de sus creencias. Tenía a 600 kilos de comida seca y
enlatada en su cuarto y un chaleco antibalas en su coche. Me dijo
que no se podía ser demasiado precavido. Tenía un invernadero en
su casa donde por ahora cultivaba marihuana, pero que podría
cambiarla por tomates y lechugas cuando llegara el fin del mundo,
ya pronto.
Lo vi de nuevo unos días más tarde. Él me miró como si no
recordara quién era yo. Pasaron unos segundos y me saludó con
"¿quieres tu dinero de vuelta?" le dije que no, y se ofreció a
comprarme el especial. Se sentó enfrente de mí y se puso a decirme
que hay un montón de gente buena en Estados Unidos, pero todos
tendrán que morir. Tomé su comentario con calma y le pregunté si
los animales tenían que morir junto con el pueblo.
Dos cosas eran evidentes para mí. Uno fue que Martín tenía algún
tipo de trastorno del aprendizaje. Cambiaba de un tema a otro más
rápido que las respiraciones de un velocista; y no podía seguir la
conversación de alguien más.
La segunda cosa que descubrí, es que tal vez sí aprendí algo en
Psicología I. Después de aproximadamente un mes de juntarme con
Martín, y aprender todo sobre naturismo, el fin del mundo y el uso
pacífico de las armas de asalto, dejé de verlo. Nuestra amistad fue
un punto importante en mi vida. Finalmente encontré a alguien más
loco que yo.

Gárgolas
Unas tres semanas después, desperté en la sala de emergencias de
San Benito. Bobby estaba conmigo. En una nube de dolor, lo oí decir
algo de sobredosis y de agua en mis pulmones. Cuando desperté de
nuevo, había sido trasladado a una habitación privada. Para mi
alivio el San Benito había sido remodelado tan a fondo que casi no
podía reconocerlo. Ya no estaban las paredes verdes, desnudas y
frías ni suelos sin vida. El lugar parecía completamente
modernizado, y por alguna extraña razón, me sentí aliviado.
Más tarde esa noche después de que Bobby se había ido, el dolor
regresó, esta vez en la parte inferior izquierda del pecho. El personal
mantenía una inyección de morfina en mi intravenosa, que no tuvo
ningún efecto en absoluto. Por último, intentaron Dilauded, un
derivado de la morfina. Por la intravenosa en mi brazo, sentí una
cálida sensación que viajó por todo mi cuerpo. Antes de que me
diera cuenta, el dolor desapareció.
Me desperté unas horas después. Mi habitación estaba oscura y
parecía desierta. No podía ver o escuchar a nadie del personal en el
pasillo. Me sentí agradecido de que el dolor se había ido, pero me
sentía agotado y algo aturdido.
Cuando miré a la parte superior de un gran armario frente a mí, algo
encima se asomó gradualmente a la orilla. Aunque estaba oscuro,
sabía lo que era. Después de todo este tiempo, había regresado la
criatura. Se quedó inmóvil, mirándome. Parecía estar esperando
pacientemente, esperando su momento. Apenas podía distinguir su
silueta, pero después de un tiempo pude ver un par de alas y
cuernos. Unos segundos más tarde, una cola larga y delgada colgó
del armario.
Está bien, me dije, estoy soñando, o tal vez esos analgésicos están
haciendo efecto. Mientras trataba de convencerme de que estaba
alucinando, la criatura saltó de la cabina al suelo, desapareció de mi
vista por lo que pareció una eternidad, y de pronto saltó a los pies
de la cama. El aliento se me atoró en la garganta. El corazón casi se
me detuvo. Un frío horrible penetró mi cuerpo. Podía ver su rostro,
sus cuernos, sus ojos de color amarillo, y una boca grande llena de
dientes afilados.
De alguna manera salí de mi estupor, o trance, o lo que fuera que
me paralizaba. Presioné el botón de llamada una y otra vez,
mirando alternativamente entre la criatura y el pasillo. El personal
había dejado la puerta abierta a medias. Podía escuchar una alarma
sonando en la estación de enfermería. Vi a una segunda gárgola
posada en el respaldo de una silla, y una tercera había emergido a
través de la pared junto a la ventana.
La criatura a los pies de la cama parecía estar midiéndome. Se lamió
la baba de la boca y se deslizó lentamente hacia adelante. Mi
corazón latía con fuerza. Estaba sudando y temblando al mismo
tiempo. Pude ver su rostro esquelético y la expresión de hambre en
sus ojos. Su peso sobre mis piernas siguió avanzando poco a poco.
Tenía un nudo en la garganta, y por mucho que lo intentara, no
podía gritar para pedir ayuda. Mientras la cosa se acercaba, oí pasos
y dos miembros del personal entraron corriendo en la habitación.
Durante un minuto todo me dio vueltas. Mi enfermera y un hombre
mayor, otro enfermero, estaban de pie inclinándose sobre mí. Para
cuando señalé a los pies de mi cama, la criatura había desaparecido.
Debo haber perdido el conocimiento, porque lo siguiente que supe,
la luz del día entraba por mi ventana. Me senté en la cama y di un
vistazo alrededor. La intravenosa casi salió volando de mi brazo.
Estaba solo y todo parecía perfectamente normal. De alguna
manera, eso no ayudó mucho a consolarme. Me sentía débil,
mareado, y mi vejiga estaba a punto de reventar. Estaba cansado de
usar el urinario pero necesitaba ayuda para ir al baño. Después de
presionar el botón de llamada el enfermero de la noche anterior
entró en la habitación y me ayudó. Era un hombre amable, de
cabellos grises que hablaba con un acento muy marcado, de
Centroamérica. Su tarjeta de identificación sólo decía Bernardo.
Después de que me ayudó a volver a la cama, Bernardo me dijo que
mi desayuno estaba en camino. Le dije que no tenía hambre.
Cuando iba a salir, le pregunté si había visto algo extraño cuando
entró en el cuarto la noche anterior. Bernardo se me quedó
mirando durante casi un minuto. Sus ojos se veían rojos y su
expresión parecía tensa y muy reservada. "¿Cómo qué?“, preguntó
finalmente.
Me senté y observé su reacción. "Algo extraño,” susurré. "Algo
malvado”.
Bernardo había estado de pie frente mí con sus ojos traicionando su
reserva. Dio un paso atrás y echó un vistazo a los pies de la cama,
exactamente donde una de las criaturas había estado. "No", hizo
una pausa y se dio la vuelta. "No vi nada.” Y sin decir nada más, se
fue. Me quedé en el hospital el resto de la semana, recuperándome.
Durante todo ese tiempo, no vi a Bernardo de nuevo.
Respiré profundo cuando terminé de contar la historia y miré al
doctor Trejo, sentado detrás de su escritorio de oficina. "He sido un
mentiroso por más de treinta años y conozco a las personas. No le
puedes mentir a un mentiroso. Sé bien cuando me están mintiendo.
Bernardo estaba mintiendo. Él vio algo esa noche. Estoy seguro de
que vio esas criaturas.”
Sentado en su enorme silla el doctor Trejo miraba de sus notas a su
reloj. Nunca había visto a nadie tomar tantas notas. A pesar de
verse tan increíblemente anciano y delgado, este doctor podía
escribir como una máquina. "Bueno, se nos terminó el tiempo por
hoy, pero me gustaría hablar con usted de nuevo. Digamos, ¿el
próximo lunes? ¿A la misma hora?"
Sacudí la cabeza. "Preferiría que no. Como le dije, es una visita de
una sola vez. No necesito citas regulares, ni un psiquiatra. Le
prometí a mi esposa que lo vería para que me dé su opinión y nada
más", mentí.
El médico cerró su cuaderno y se aclaró la garganta. "Bueno, si
insiste. No quiero forzarlo, pero la terapia no es nada de qué
avergonzarse..."
"No me avergüenzo," disparé de nuevo. "Sólo no la necesito. Todo
lo que quiero es su opinión."

Las facciones del doctor Trejo se arrugaron aún más. "¿Mi opinión?"
"Correcto. Sólo dígame lo que piensa. Claro que me habían dado
una gran cantidad de medicamentos para el dolor esa vez, al igual
que a mi abuelo. Pero ¿qué pasa cuando vi a la criatura en los
árboles, tan claramente como lo estoy viendo ahora? No tenía
ningún medicamento para el dolor, así que no me diga que estoy
loco. Es un médico, hágame un favor y sea sincero."
Trejo asintió y se quitó las gafas. Había estado dando vueltas a una
Montblanc de oro en la mano. "Muy bien. No me gusta sólo decirle
a un paciente lo que pienso después de sólo una consulta, pero ya
que insiste, voy a hacer una excepción. ¿Alguna vez ha escuchado la
frase, el poder de la sugestión?"
Asentí con la cabeza. "Claro. ¿Se está refiriendo a mi abuelo?"
"Sí, por supuesto. Estoy seguro de que no fue intencional, pero él le
implantó la sugerencia cuando estaba en una edad muy
impresionable. Luego, más tarde, bajo una circunstancia similar a la
de su abuelo, con su vida en peligro, la sugerencia se manifestó,
tanto cuando tuvo el accidente como ahora en el hospital. "
Suspiré. "Pensé que diría algo así."
El doctor Trejo se levantó y rodeó su escritorio. "¿Qué otra cosa
podría ser? Créame, el poder de la sugestión es una fuerza
extremadamente poderosa. Entre la idea plantada por su abuelo y
todos esos medicamentos durante su última hospitalización,
personalmente, dudo que sus capacidades cognitivas tuvieran
defensa alguna. No hay por qué estar avergonzado… "
Me pude de pie. "No me avergüenzo, carajo. ¿Por qué mi cirujano,
mi esposa, y ahora incluso usted…? ¿No considera siquiera la
posibilidad de que existan tales criaturas?"
Una vez más, el doctor echó un vistazo a su reloj. "Claro que existen.
El concepto entero es muy extraño y rebuscado. La tradición es que
las gárgolas vuelan en la noche para expulsar del pueblo a los
malvados, y durante el día, evitan que entren a los templos, o los
edificios. Ni siquiera se supone que sean criaturas malvadas. Y por
supuesto, en realidad están hechas de piedra y no hacen nada de
eso de todas formas."
Le puse una mirada de pocos amigos. "Está bien, ya entendí. Le pedí
su opinión y me la dijo. Gracias por tratar de ayudar." Estreché la
mano del doctor Trejo. "Estoy consciente de que la idea de gárgolas
que andan al acecho en la niebla suena ridícula. La gente nunca va a
creer tal cosa porque no las puede ver. Al menos no hasta que sea
demasiado tarde." Tragué saliva y solté la mano del psiquiatra. "Un
placer conocerlo."
"Igualmente, cuídese. Y si alguna vez desea programar otra cita,
sólo llame a mi secretaria."
Un par de días después vi en el periódico la nota de que el doctor
Trejo, jefe de psiquiatría en el hospital de San Benito, había muerto
pacíficamente en su oficina por un paro cardíaco. Se murió de
viejito por estar trabajando hasta altas horas a su avanzadísima
edad. Mierda. Mierda, mierda, pura mierda. Sé bien lo que pasó.
El doctor Trejo apagó su computadora. Ya había oscurecido y este
era su segundo día consecutivo de diez horas. Pensó en la cena y
decidió que no tenía hambre. Llegaría a su casa, leería la última
edición del Wall Street Journal, y se iría a dormir.
Cuando se puso de pie, un intenso dolor atravesó el costado
izquierdo de su pecho. Se dobló y se apoyó en el escritorio. El dolor
viajó a su hombro y luego avanzó por el brazo izquierdo. Todo se
puso borroso, apenas podía ver. Trató de llamar a su secretaria,
pero recordó que ya se había ido. Se dio la vuelta, tomó el teléfono
de la oficina, y se desplomó. Aterrizando boca abajo, se agarró el
pecho. El dolor se había vuelto insoportable. Se esforzó y se rodó
sobre su costado.
Tres criaturas aladas con cuernos, garras y dientes afilados se
arrastraban hacia él. Babeaban profusamente y se lamían la baba de
los labios. Eran exactamente como se las describí, demacradas,
intimidantes, y sobre todo, predatorias. Trejo buscó su teléfono
celular en sus bolsillos, pero se acordó que lo había dejado en su
chaqueta en el perchero junto a la puerta. El dolor era demasiado
grande, no podía moverse. Nunca llegaría hasta allá.
El psiquiatra trató de llamar para pedir ayuda, pero el esfuerzo sólo
aumentó su dolor. Las luces de la oficina parpadearon y se
apagaron. Sólo la lámpara de escritorio iluminaba la habitación.
Varias criaturas más aparecieron, al menos una docena. Iban
surgiendo del suelo, las paredes y el techo. La oficina se oscureció.
Las gárgolas formaron un amplio círculo alrededor del anciano. Sus
ojos ardían con una turbia luz de color amarillo. Mientras yacía
temblando, tratando de recuperar el aliento, comenzaron a cerrar el
círculo. Se le subieron en las piernas, el estómago y el pecho.
Riendo y con la boca haciéndoseles agua, lo toqueteaban y picaban.
No podía respirar. Su corazón estaba a punto de explotar.
Una de las criaturas metió la mano en el pecho del doctor. El dolor
se triplicó. Los ojos del doctor se cerraron. Todo se oscureció a un
gris turbio. La gárgola en su pecho agarró algo en sus manos.
Aullando al unísono, las criaturas despegaron y luego se
desvanecieron en la niebla.
Mierda. Le conté a la esposa y se la llevaron. Ahora el psiquiatra. Ya
son parte de la niebla. De ninguna manera le voy a contar a Bobby
ni a nadie, nunca más.
El clima se fue al caño, y un húmedo y sombrío otoño regresa la
ciudad a su normalidad. El cielo ha estado gris durante semanas,
quizás meses. Las calles están resbalosas y los baches se llenaron de
agua. He estado usando mis calcetines de lana desde que las hojas
cayeron de los árboles. Creo que es hora de lavarlos o tirarlos.
Mis pies parecen sentirse mejor que el resto de mi cuerpo. Si tan
sólo pudiera sentirme tan bien como mis pies. Extraño, que las
cosas con las que camino puedan sentirse mejor yo. Ya casi no salgo
porque la niebla me espera afuera, día y noche casi todos los días.
No es tanto la niebla, sino lo que sé que vive en la niebla. Sólo voy a
fortificarme aquí dentro y esperar a la primavera. Aunque, si
entraron por la esposa, igual pueden entrar por mí.
Un día, Bobby me llamó y me dijo que un cobrador estaba buscando
el coche. Bobby dijo que yo necesitaba encontrar otro lugar para
guardar el coche porque no quería involucrarse. Le dije que iba a
pasar mañana.
En la noche, se me ocurrió un plan. No necesitaba salir para nada,
en especial este otoño. Las chicas tienen coche y entregan a tiempo.
A la verga el coche y el historial crediticio de mi esposa. No me
importa si a ella le importa o no, ya no es más que niebla. ¿Qué
clase de niebla seré yo? ¿Soy un hombre malo? Estoy seguro que no
soy bueno, ¿de qué color serán mis alas? ¿Habrá que ser muy
bueno, o muy malo para que te dejen posarte en la fachada de un
edificio cuando no hay niebla? ¿O todos seremos niebla gris, sin
importar quién eras ni qué hiciste?
Hay oscuridad dentro de todos nosotros, aunque la mía se siente
más oscura. Pero al fin, todos la tenemos – una parte viene con
nosotros, y otra es esa parte de nuestra alma que está
irreparablemente dañada por las pruebas y problemas de la vida.
Somos lo que somos gracias a ella, o a pesar de ella. Algunos la usan
como manta para esconderse, otros como excusa para hacer cosas
indecibles. Pero en realidad, la oscuridad es parte de todo, ni buena
ni mala a menos que tú la hagas así. Necesité morir dos veces, y una
bruja mala para enseñarme eso. No es fácil ser luz una vez que
fuiste oscuridad… es casi demasiado pedir. Creo que ahora, en el
mejor de los casos, soy gris oscuro.
Recogí el coche a primera hora de la mañana, junto con algunos
suministros. Un churro y tres chelas más tarde iba hacia Alto Lucero
por el Mal País. Manejé un rato hasta que encontré el lugar
perfecto. Una fosa de esas que se forman cuando un tubo de lava se
derrumba. No alcanzaba a ver si era muy profundo. No importaba,
no tenía que serlo. Arrojé al agujero mi contestadora, celular, y una
peluca barata rubio arena.
Había dos churros en mi bolsillo. Me senté en un árbol caído y me
fumé los dos. No necesitaba andar cargando ningún tipo de
contrabando. Terminé mi 6-pack y disfruté del mareo mientras
esperaba que la naturaleza llame. Después de un rato, me meé en el
agujero, arrojé un billete de cien pesos esperando que cayera en el
charco y me di la vuelta. Me alejé de allí más rápido de lo que
quería reconocer para mis adentros. Puse las llaves del coche bajo el
tapete del conductor, cerré la puerta y me alejé caminando.
Ruido.
Me asomé de nuevo al hoyo y podría jurar que las sombras se
movían, y que había un eco de risas burlonas en el fondo. ¿Voces?
Así que aquí estaban. ¿Habré encontrado las antiguas catacumbas,
con sus legiones de fantasmas? ¿O serán las voces en la niebla de
Gabor? Maldito loco, ¿Por qué tenía que heredármelas a mí? ¿Es el
precio que me cobró por mi liberación? Me acerco un poco más
para escuchar mejor, y el borde del hoyo se desmorona.

Catacumbas
Cuando abro los ojos, puedo ver el lugar donde caí a la débil luz que
entra por el techo, un hoyo redondo en medio de una cúpula de al
menos seis metros de altura. En todo un costado de la cámara
puedo ver unos burdos nichos de roca rebosando de huesos. Veo
tres túneles que salen de la cámara, reforzados con arcos hechos de
bloques de basalto. Dos de ellos están cerrados a cal y canto con
bloques de roca y argamasa, y del tercero puedo ver que también
está lleno hasta el techo de huesos y cráneos. Los fundadores se
molestaron al principio en construir nichos en las catacumbas, como
el primo pobre y rascuache de las catacumbas de París. Después de
un tiempo, ya sólo arrojaban los cuerpos por el hoyo. No somos
cientos, sino miles de muertos aquí abajo. Yo ya llevo años muerto,
creo, sólo que mi cuerpo aún no se entera. Me incorporo y paso
lista del daño; no soporto la espalda y el costado derecho, también
me duele el brazo derecho y ambas piernas, pero a pesar de lo alto
de la caída, no parece haber nada roto. No, mi cuerpo aún no se
entera.
A todos los jóvenes de la ciudad, tarde o temprano, se les mete en
la cabeza que sería emocionante explorar las catacumbas. Hay al
menos cinco niveles en las catacumbas, cientos de kilómetros de
laberintos de túneles naturales, remodelados para almacenar los
muertos que simplemente no caben en el mundo exterior. Todos en
algún momento sentimos la necesidad de demostrar que somos
valientes, o simplemente quisimos echar un vistazo a sólo unos
cientos de metros y luego volver, pero nunca nadie quiso ir solo. Los
arcos de entrada tienen pesadas rejas de hierro repujado, y sólo una
de ellas se abre de vez en cuando para sepultar a alguien en la única
sección todavía activa. Todos sabíamos de una entrada "secreta" en
un derrumbe del terraplén en una curva de la carretera, y mejor que
no la cagues, te dicen, porque si te aplana un camión antes de que
alcances a llegar a la entrada, entonces van a descubrir la entrada y
sellarla, y les echas a perder la diversión al resto de nosotros. A
pesar de lo laberíntico de las catacumbas, ninguna de esas
expediciones se perdió, que yo sepa. Entrábamos por los caminos
que los más veteranos conocían, y salíamos igual. La sola idea de
separarte o de pensar en tomar algún túnel lateral causaba tal
terror que simplemente no lo hacía. Por miedo a perderme, o a los
muertos, daba igual.
No recuerdo una chingada de aquellas rutas, después de tantos
años, pero estoy seguro que este lugar no era parte del tour. Me
guste o no, estoy en los túneles secundarios y es explorarlos o morir
aquí. Las únicas salidas visibles son el techo, imposible de alcanzar, y
el único túnel que no está sellado. Tendré que abrirme paso entre el
techo y los huesos, qué emoción. Esculco los detritos alrededor de
la cámara y no encuentro más que piedras, huesos y algunas
basuras que la gente arroja. Incluida la mía. Mi celular está
destruido, no que esperara que hubiera señal aquí dentro. Todo lo
que hallo no es más que eso, basura inútil. Vacío mis bolsillos y paso
lista de las cosas que llevo. Una navaja suiza, medio churro de mota,
un encendedor y cuatro dulces. Todo lo que un explorador
espeleólogo pueda necesitar. Carajo.
Por mucho que me guste, no me sirve de nada sentarme a
quejarme. Mientras más pronto salga de aquí más pronto podré
regresar a mi vida, mis cervezas y mis putas. Me acerco al túnel y
trepo por la pila de huesos hasta el ápice del arco. Sí hay un espacio
estrecho que sigue hasta donde alumbra el encendedor. Tomo aire
un par de veces y sin pensarlo más me arrastro en ese agujero. Las
piedras a mi espalda están secas como los huesos debajo de mí, y la
piedra es dura y rasposa, incluso a través de la chaqueta. Me
retuerzo y arrastro por el hueco, a ratos teniendo que reacomodar
huesos para poder pasar. De pronto veo que mi miserable tunelillo
de gusano está bloqueado por más bloques de basalto. Carajo otra
vez. No puedo dar la vuelta y no creo poder recorrer el túnel de
regreso con las botas por delante. Siento el aire alrededor de mí
cada vez más viciado y los huesos me van apretando más y más.
Antes de perder la cabeza del todo en un ataque de claustrofobia
me empujo hacia atrás con ambos brazos para iniciar el regreso. En
lugar de moverme hacia atrás, los huesos se mueven y mis brazos se
hunden, y puedo oir la avalancha de huesos cayendo en un túnel
enfrente de mí. Ahora veo que los bloques que creí que tapaban el
paso no son ás que el arco al final del túnel. Empujo más huesos
para abrir paso y me escurro bajo el arco, luego ruedo entre la
avalancha de huesos hasta tocar el suelo con un splash.
El agua es café amarillento y turbia como leche. El olor que se elevó
cuando perturbé el fango del fondo me recordó a mi infancia. Huele
a lo que olía la tina de mi tortuga cuando la hallé muerta al volver
de dos semanas de vacaciones. Caca de muertos, ¿existe eso? Huele
a eso. El agua llega muy arriba de mis botas y de inmediato empapa
mis calcetines de lana. Que pinche asco. Empiezo a vadear por el
túnel. Hay huesos por todas partes, algunos de cientos de años y la
mayoría arrojados en estas madrigueras cuando los muertos eran
tantos que era imposible darles una sepultura normal. Montones de
cráneos antiguos, fémures, costillas, un surtido de huesos que sería
el sueño de un estudiante de anatomía. Increíble. Hay ruidos entre
los huesos y no sé si son ratas o si después de tantos años siguen
asentándose y acomodándose. Es fácil imaginarse una mano
huesuda levantándose de las pilas para sujetarte. Creo que escucho
una respiración, pero sé que está en mi cabeza; ni los huesos ni los
fantasmas respiran. ¿O sí? Después de muchas horas, muchos
túneles y cámaras, comienzo a ver grafitis en las paredes, algunos
extraños dibujos con gis, algunos envoltorios de caramelos aquí y
allí. Maravilloso. Al menos sé que ya no estoy tan lejos de una
salida. Bueno, que no cunda el pánico encontrar la salida desde aquí
ya debería de ser fácil, ¿verdad? Pero conforme sigo caminando, me
doy cuenta de que los grafitis y basuras ya no se ven, así que
regreso sobre mis pasos para volver a dar con la ruta. Pero no doy
con ninguna pared que tenga grafitis, y los túneles no me parecen
familiares. O mejor dicho, todos parecen familiares, todos de
basalto y llenos de huesos. Así que intento otra vez. Y luego otra
ruta. Regreso de nuevo y levanto el encendedor, tratando de
despertar cualquier memoria de algún lugar que haya pasado antes.
Nada. Y Encima, ahora escucho pasos detrás de mí. ?Corro hacia
ellos para buscar ayuda? Algo en las partes más primigenias de mi
mente me dice que no, que me aleje. Así que camino más rápido. Y
más rápido. Los ojos todavía esculcando las paredes, loco y
desesperado, pero no hay grafitis, no más envoltorios o dibujos con
gis. Estoy demasiado profundo. Nadie ha estado aquí en siglos. Mi
respiración es irregular, el corazón se siente como un horno caliente
que está a punto de estallar. Es como si cientos de navajas de
afeitar estuvieran deslizándose bajo mi piel, esa punzante sensación
de pánico y terror. Si me muevo muy rápido la flama del
encendedor se apaga, pero me muevo lo más aprisa que puedo,
huyendo hacia las profundidades de las catacumbas, jadeando,
tratando de no gritar para no atraer lo que me está persiguiendo a
través de estos túneles claustrofóbicos. Sigo por los túneles por lo
que parecen horas y la flama del encendedor es cada vez más
pequeña. Al fin, con un chisporroteo patético, da un último saltito y
se apaga. Paso el resto de mi tiempo escuchando mi propia
respiración y arrastrando mis dedos contra las paredes de piedra
rasposa, cortante, hasta que están calientes y húmedos con sangre.
Ya no escucho los pasos y no sé si es bueno o es malo. La sed, el
hambre y el sueño me dicen que ya son días lo que llevo aquí,
aunque no hay manera de medir el tiempo en la oscuridad absoluta.

Niebla
Todos los actores están en su lugar. La espalda me está matando y
no siento las piernas por el cansancio, pero me esfuerzo por
concentrarme.
Fui a la maderería y compré tablones de madera y tornillos. Construí
una banca como debe de ser. Los extremos de los tablones son
cuadrados y rebajados con lija. Guardé mi pipa y usé tornillos de
cabeza Philips para atornillar toda la banca. Relleno de madera, más
lija, barniz y terminé el proyecto con uretano.
Llené la pipa con piedra, agarré una cerveza y admiré mi obra casi
toda la noche. Cuando me atacó el sueño, me recosté en la banca y
me dormí.
Al despertarme moví la banca contra los paneles de la pared para
que los actores tengan algún lugar para sentarse durante el
proceso. No quiero que el grupo se sienta incómodo. Quizás tengan
que pasar algo de tiempo sentados en esta banca.
El refrigerador está lleno de hielo, las cervezas frías y el bong
cargado de mota y listo para encenderse. Mota, cervezas, piedra,
pastas, todo lo que pueda hacernos falta está a la mano. Compré un
encendedor nuevo para que todos podamos estar bien enfocados
durante toda nuestra estancia en el sótano. Bajé dos lámparas del
piso de arriba, para que todo el mundo pueda verlo todo. Para
exponerlo todo a la luz. No se dejará nada sin descubrir y explorar.
Todo el mundo estaba sentado excepto yo. No podía evitarlo;
caminaba por todo el piso delante de la banca. Mantuve mi cara
volteando hacia el banquillo mientras caminaba. Quería ver a los
ojos a los actores y quería que ellos vieran mis ojos. Quizás cara a
cara podríamos aclarar las cosas y resolver nuestras diferencias.
Quizás pueda encontrar algo de paz. De cierre.
Mi padre es el primero en hablar. Su voz es más fuerte de lo
necesario. Conforme habla, su cuerpo parece inflarse como un
dirigible. Tal vez alguna compañía de llantas quiera anunciarse a
todo lo ancho de su estómago. Mi padre grita, "esto no es más que
pura mierda", y se sienta. Mamá le da un codazo en las costillas y él
parece desinflarse a su tamaño normal. Ella le insta a explicar como
un ser humano, y no actuar como un animal. Él se levanta de nuevo
más lentamente y se queja: "Mi hijo nunca me tuvo ningún respeto.
Me iba a trabajar cada día y me ganaba la vida para mi familia, ¿y
qué obtuve de este chamaco? Pura mierda."
Mamá se inclina más y le da un beso en la mejilla cuando se sienta.
Una sonrisa se extiende por su rostro. Mamá recarga su espalda en
el banquillo y le pone su mano en el muslo. Ambos se inflan como
dirigibles que están a punto de despegar y viajar desde Europa a
Nueva York.
Yo respondo, "¿No hice el intento con la universidad, conseguí
trabajo, me casé y construí esta magnífica banca?" bajo la vista y
termino, "hice mi mejor esfuerzo." Pero no me creo mi último
comentario. Quiero empezar de nuevo, "Intenté mucho tiempo,
hasta que se me terminaron las fuerzas."
Después de una breve pausa, me tomo una cerveza, y fumo dos
tokes del tubo. Mi esposa se levanta con la cabeza en alto y casi le
habla al techo. Tiene lágrimas en los ojos y su mano izquierda sobre
su entrepierna. Habla con voz muy baja. "Me esforcé al máximo,
pero siempre estaba tan caliente. No quería a otros hombres, pero
no me satisfacías. Si hubieras tenido lo que necesitaba, no me
hubiera ido a buscar bateadores emergentes. Me habría quedado
con el primer equipo." Luego se sienta despacio, con las piernas
cruzadas.
Acelero mis pasos y la miro fijamente a los pechos. Le pregunté,
"¿Por qué tuviste que irte cuando lo hiciste, y a dónde fuiste?" Ella
responde con filo en su voz, "fui a prepararme para ti y sabrás
dónde estoy muy pronto."
Eso me enerva. Voy a la banca y me siento entre mi madre y mi
padre. Pongo mi mano derecha sobre la de mi padre. Pasa a través
de ella como si fuera de humo. Pongo mi mano izquierda sobre la de
mi madre y se siente como hielo. Ambos están mirando fijamente
hacia adelante. Me molesta que me ignoren, así que me levanto y
me termino la media cerveza que queda en el banco de trabajo.
Las putas son las siguientes. Seis de ellas están sentadas en el
banquillo, y se niegan a ponerse de pie. Hablan con una sola voz con
un sonsonete como si recitaran una obra del kínder: "¿Por qué nos
molestas? Nuestro tiempo es valioso, ¿por qué lo malgastas? Don
Corleone nos enseñó que sólo son negocios." Sus rostros están
cenicientos.
Les pregunto, "¿Y el cielo de los orificios?", contestan "¿Qué te hace
pensar que tienes algo que nadie más tiene? Eres sólo un pobre
hombrecito pasando por la calle con su varita mágica, al igual que
todos los demás. Nos llenaste los orificios y nos llenaste los bolsillos.
¿Podemos irnos ya? Tenemos que ganarnos la vida, y tenemos
cuentas que pagar."
Yo respondo, "No, siéntense allí. Ya dijeron lo que tenían que decir.
Ahora deben sentarse allí hasta que esto haya terminado. Todos los
actores se deben quedar en el autobús hasta la última parada,
porque yo compré los trasbordos."
Los últimos actores en el banquillo son la máquina y Mia. Miro a
Mia y con voz baja le digo que podría haberme salvado. No sólo hizo
naufragar mi vida, sino que también destruyó su vida. Podríamos
haber sido la Tribu Brady. En lugar de eso, somos mercancía
dañada.
Mia y la máquina se miran mutuamente mientras yo las miro a ellas.
Se deslizan lentamente una hacia la otra y se funden en una sola
mujer máquina. Está hecha de metal y tiene tubos en lugar de
brazos. Hay cables eléctricos colgando de sus manos y son
eslabones de una cinta transportadora. Su cabeza es un gran
interruptor y el interruptor se enciende y apaga cuando habla. Tiene
los ojos de Mia. Se levanta de la banca y habla: "Rechazamos esta
banca. La madera es orgánica y es contraria al material de nuestras
nalgas. Nunca ha sido fundida o moldeada. Preferimos estar de pie y
hablar así."
La mujer máquina habla en una voz metálica y gris: "¿Nos
recuerdas? Siempre te hemos tratado con dignidad y franqueza.
Nunca recurrimos al fraude o al engaño. Somos lo que somos. ¿Tú
qué eres? Tú sabes exactamente lo que somos y cómo trabajamos.
Todo lo que te hemos dado, es lo que tú hiciste para ti mismo. Con y
sin nosotras, tú seguiste haciendo la vida que no querías para ti.
Busca en tu bolsillo. Dentro hay una navaja. Tú mismo la pusiste allí,
y tú eres quien la mantiene así de filosa. Ya sabes para qué es. Es
hora de entrar en la Niebla".

Uso la navaja y abro los ojos. Sigo sin ver nada. Tengo Hambre.
Tengo Sed. Tengo Frío. Ya no quiero estar aquí. Escucho ruidos y al
voltear veo el brillo de unos ojos amarillo verdosos. Luego otros y
otros. Por supuesto, allí están las gárgolas. Mis viejas amigas.

Les sonrío a las gárgolas y estiro mi mano, que chorrea sangre sobre
la pila de huesos donde caí. En vez de tomarla, una de ellas lanza
una risa cavernosa y clava sus garras en mi pecho. Me disuelvo en la
niebla.