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I
Span 5331. 7,36
o
TIBERIO.
DEL, AUTOR
LA MUERTE DE NERON
LA CONDESA VIUDA.
MADRID,
1803.
IMPRENTA DE MANUEL GALIANO,
Plaza de los Ministerios, a.
t
No habiendo sido presentada esta comedia al Censor de teatros para su
exáraen, si alguien cayere en la tentacion de representarla , deberá antes
cumplir esta formalidad por sí mismo.
ADVERTENCIA.
Hace años que deseábamos saliese á luz la tragedia que publicamos ahora.
Su autor, conocido ya por escritos de diversa índole, y que por razones ó
causas particulares siempre ha celado su nombre al imprimir versos suyos,
temia que esta nueva obra dramática fuese inferior á las que repartió hace
tiempo á sus amigos con los títulos de La muerte de Neron, Blanca, La
devolucion del anillo de boda, y La Condesa Viuda. Unicamente el amis
toso ruego, pasando á ser imperioso, ha permitido que al fin se cumpla
nuestro deseo.
¿Pero será la ocasion más oportuna de que Tiberio aparezca, cuando aca
ba de admirarse La muerte de César y con tal motivo de recordarse hala
güeñamente Virginia? Creemos que sí. El lector se convencerá con esto
de que el género trágico se cultiva constantemente, dando frutos de vária
especie, y que no es, por consiguiente, tan difícil y anómalo, ni está encer
rado en límites tan estrechos, cual se cree. En cuanto á comparar méritos
y á censurar pretensiones, debe considerarse que la fama colosal de Sófocles
no fué impedimento para que se oyese á Eurípides, y que Crebillon y Vol-
taire no refrenaron su inspiracion, ni dejaron de dar al público sus obras,
cuando sumisamente acataban la gloria de Corneille y de Racine, reconocida
ya entonces con universal aplauso.
I
DEDICATORIA.
A A"*
PERSONAJES (I).
CLAUDIO TIBERIO CÉSAR. SILIO.
CAYO CÉSAR CALÍGULA. TIBERIO, niño.
ELIO SEYANO. UN LICTOR.
POMPONIO LABEON. CORTESANOS.
MARCO TERENCÍO. SOLDADOS.
MACRON. LIVIA.
CARICLÉS. PAXÉA.
ACTO PRIMERO.
ESCENA PRIMERA.
TERENCIO.—MACRON.
Teren. ¿Dónde César está?
Macron. Duerme ó reposa.
No intentes penetrar.
Teren. Ya la mañana
Tendió su luz por el rosado oriente.
Macron. Pero el egregio emperador descansa.
Teren. ¿Qué sucede, Macron? Antes, Tiberio
Llegó símbolo á ser de vigilancia (2).
Macron. Desde la muerte de su madre, á veces
Hondos, mortales vértigos le asaltan ;
TIBERIO.
Y á veces del cansancio inoportuna
La idea triste por su mente vaga.
¡O qué grande mujer! Con ella, á Augusto
El noble aliento, la salud le faltan.
Terek. Madre alguna del hijo pudo tanto
Exigir como Livia. A su constancia
Triunfos y gloria, que obtener, imperio,
Que ver temblar ante sus ojos, máximas
De disimulo y de gobierno, oídas
A Octavio cuando débil aumentaba
Su potestad fingiendo, el gran Tiberio
Debe con tierna gratitud sagrada.
¡Cuál debió ser la lucha, que sostuvo
Livia, en tanto que el hijo aislado estaba,
Meditando ya en Rodas de qué modo
A la suprema autoridad se avanza.
Nadie más cerca del poder y nadie
Mas léjos que Tiberio se encontraba (3).
Cayo César y Lucio, Agripa, Druso
Eran eterna, insuperable valla
Y los dioses limpiaron su camino ;
Ya todos ellos en quietud descansan.
Macron. Nuncan mienten los astros; y á Tiberio
Las estrellas propicias se mostraban,
Al dar por^padre de su infancia á Augusto
Cuando Claudio Neron muere en desgracia (4).
Siempre ayuda al que vale la fortuna.
Teren. Porque siempre en el mérito se halla.
Nunca al mortal, que la prudencia rige,
El favor del destino le hace falta.
Macron. Si te oyese Tiberio....
Teren. Con su voto
Confirmára él entonces mis palabras.
Siempre enemigo de adular, mi labio
No la mentira, aunque halagüeña, mancha.
Macron. ¿Y eres amigo de Seyano? ¿Escucha
Tu voz el Cónsul? (5).
Teren. La verdad es santa.
Si se muestra á su tiempo y sin enojo,
TIBERIO. 9
Se ve, porque no ofende, respetada.
Seyano es hombre : más los altos dioses,
De hermosas prendas al dotarle el alma,
Mucho más que el valor, que la prudencia,
Con que los planes de Tiberio guarda,
Diéronle discrecion para que goce,
Sin deslumhrarse débil, su privanza.
Macron. (Con ironía.) Es prudente y discreto... En lo valiente...
No reconoce limites su audacia...
Y quiere á César, como yo le quiero
Al noble Cónsul. La suntuosa estancia,
En que ahora estás, ¿la conocías antes?
Teren. Sí, Macron.
Macron. (Con ironía.) Pues no olvides mis palabras.
Si algo ambicionas para tí de gloria,
Si tu vida es feliz, si aún en la infancia
Se hallan tus hijos, en Seyano fia.
Nunca ha sido más grande su privanza.
Y él la merece. Aunque los ecos nunca
Aquí repiten la verdad, que hayan
Su albergue hallado en los macizos muros
La adulacion infame y la falacia,
Oye : Augusto á Seyano tanto quiere
Que de él los ojos, ni aún ausente, aparta.
Teren. ¿Duda acaso del Cónsul?
Macron. (Con ironía.) ¿Quién pudiera
De Seyano dudar ? Las veneradas
Imágenes de Augusto y del Prefecto
Al par en las legiones sé levantan.
¿Juntos siempre no están? ¿La régia pompa,
Que circunda á los Césares, le halaga?
De ella goza Seyano. El favorito
Tiene ya tal poder, que su arrogancia
Debe estar satisfecha. Un solo paso
De su fortuna hasta el imperio falta.
Teren. Y eso ha engendrado para tí sospechas.
No lo quieras negar. En vano callas.
A través de tus párpados, se puede
Irlas marcando, aunque los ojos bajas.
TIBERIO.
Y es extraño, Macron. Tú, que esforzado
Seguiste á César en Iliria, en Dacia,
En los Alpes, al mar, do tantas veces
En sangre ardiente se templó tu espada,
No le debes odiar. De un compañero,
Cual 61 de digno, se envanece el alma.
Macro*. No le envidio, Terencio.
Teren. Y le aborreces.
Macron. Eso pudiera ser si le envidiara.
No le digas que dudo. Si tu lengua
Ya de impaciencia trémula se halla,
Si no puedes tenerla silenciosa,
Repite exactamente mis palabras.
Teres. ¿Me conoces, Macron? Yo soy Terencio.
Viví en tiempo de Octavio. En las borrascas,
Que corrió su poder, en las intrigas
De sus últimos años (6), su mirada,
Siempre en mí fija, demostró el aprecio,
Que sin ser su secuaz, él me guardaba.
¿Qué me importa que estimes ó desprecies
Al Cónsul tú ? Su condicion tan alta
Y sus prendas son tales , que a Seyano
Sólo puede juzgar el que le manda.
(Tiberio se aproxima lentamente , saliendo de la galería.)
ESCENA II.
TERENCIO. —MACRON.—TIBERIO.
ESCENA III.
TIBERIO.
Tiberio, calma.
Acuérdate de Rodas. No te olvides
De que una vez á la borrasca airada
Del despecho y los celos no quisiste
Ceder ; y fuistes hombro : y te juzgaran
Tan débil que , sin madre y sin fortuna,
Solo Claudio Neron hoy te llamaras.
Disimula , Tiberio. Los recelos,
Que te inspira Seyano, astuto guarda ;
Mina su alto poder sin que lo sienta :
Él las legiones pretorianas manda ;
TIBERIO.
Y ellas siguen su voz. Tú, solamente
Vives , Tiberio , de tu antigua fama (8).
Sabe secretos tuyos el Prefecto ;
Y quizá revelarlos intentara...
Pero se engaña: los conoce en parte.
Piensa que pongo en él mi confianza
O que llega , con clara inteligencia,
A descubrir lo que en mi mente pasa.
¡ Qué falaz ilusion ! Si algunas veces
Franco he sido con él, si á la apartada
Selva conmigo le llevé , si acaso
Le inicié en mi política , no alcanza
A comprender que le seduje entonces ,
Porque su auxilio audaz necesitaba.
Hoy no existe Germánico. Sus hijos...
Neron ya en tierra sus cenizas cambia (9,):
Druso cautivo y acusado , espera :
Ya humilde Cayo se doblega y calla.
Tiberio es niño ; y me recuerda el rostro
De su padre infeliz. ¡ Cuánto le amaba !
¡ Él, mi único hijo , en quien tenia
Mi corazon cifrada su esperanza !...
¡ Y perderle tan pronto !. .. . Mi destino
Me condenó á vivir en una odiada
Familia.... El era en quien constante puse
Mi atencion, porque un dia se elevara
Al poder, sucediéndome.... Y, si falto,
Druso ó Cayo á mi nieto lo arrebatan.
Yo, que, cual nadie, aborrecí á los mios,
Yo que los perseguí.... ¡Qué suerte infausta
Me va siguiendo !. ... Cuantos más perecen,
Tantos más en redor se me levantan.
Y me afrentan sus vicios. Su carácter
Es tal de vil, su inclinacion tan baja, (10)
Que no puedo temerlos.... Solamente,
Verme obligado á despreciar me amarga.
¡Feliz el que á los suyos sobrevive!.... (it).
Pero tambien tu pretension es vana.
¿Entre tantos, que imitan tus defectos,
TIBERIO.
Alguien, o César, en saber te iguala?
¿Quién aspira basta tí? Seyano sólo.
Tanto le haré bajar cuanto se alza.
Con la prudencia y el valor, conquista
Mucho más el talento que la espada.
Él gobierna el ejército ; el Senado
Dirigido es por él ; Roma le aclama,
Porque ve su opulencia : pero César,
Como en acecho, prevenido aguarda.
Seyano está en la cúspide. Yo sólo
Puedo estorbarle ya para alcanzarla.
Dos no la pueden ocupar; y él debe
De ella arrojarme. De su mucha audacia
Todo puede esperarse.... Mas no cuenta
Con que yo debo recelar. Tan altas
Posiciones dan sombra. César, tiende
La red vistosa, porque en ella caiga.
(Seyano entra en la escena : al mismo tiempo aparece
lictor y se sitúa en la galería.)
ESCENA IV. ,
ESCENA V.
TIBERIO.—SEYANO.—EL LICTOR. — CALÍGULA.—LABEON.—
CORTESANOS.
ACTO II.
ESCENA PRIMERA.
LABEON. —MACR0N.
Labeon. ¿ Por quá quieres hablarme? ¿ Acaso sabes
Algo , Macron , de la ventura mia?
¿Dónde se halla Paxéa ? ¿Dónde? Deja
20 TIBERIO.
Que en mis trémulos brazos la reciba.
Macron. No, Labeon , no la verás. Tu esposa...
¿ Por qué , á su falta , trémulo te agitas?
Labeon. ¿Pruebas tal vez de mi deshonra tienes ;
Y en revelarme la verdad vacilas ?
¿Quién es verdugo de mi honor? ¿Quién hace
Torpemente discorde á la familia ?
Macron. Oyéme , Labeon ; pero promete
Antes callar lo que mi labio diga.
Labeon. Mas , ¿ vengarme podré ?
Macron. Hazlo en silencio.
Sabes que es Cayo la prudencia misma ,
Que, enemigo de César y Seyano ,
Sólo á eso debe el conservar la vida.
Labeon. Así dicen en Roma; pero...
Macron. Él sabe
Quién á tu esposa te robó... Mas mira...
Labeon. ¿Qué he de temer?... ¡Y solo!...
Macron. . Hace un momento
Que me llamó cuando de aquí salía ;
Y «dile á Labeon,» me dijo entonces,
«Que si su vida prolongar estima,
No reclame á Paxéa. El que la tiene...»
Labeon. ¿Quién es? El alma conocerlo ansia.
Macron. Cayo me dijo que tan alto estaba
Que hasta él no llega la plegaria misma.
Labeon. Entonces es el Príncipe ó Seyano,
Quizás los dos...
Macron. No prosiguió Calígula.
No me descubras.
Labeon. Lo juré.
Macron. Perdona,
Si aquí te dejo , porque llega Livia.
(Aparte.) (Bien mentido, Macron. Ahora, á Paxéa
Guardar procura de la humana vista.)
(Livia llega pensativa ; y se detiene, mirando el horizonte á
través de la galería: Macron pasajunto á ella saludándola
respetuosamente.)
TIBERIO.
ESCENA n.
LABEON.—LIVIA.
ESCENA III.
LIVIA.
ESCENA IV.
LIVIA.—CALÍGCLA.
ESCENA V.
CALÍGULA.
¡Cómo me sigue pertinaz... y sólo
Tédio , vergüenza y aversion me inspira !. . .
¡ Ella inocente acaso de la muerte
De su primer esposo !... ¡ Qué falsía !
En sus ojos se ve, pues , mientras habla,
En todas partes con temor los fija.
Aún no ha aprendido el disimulo... Cayo,
Si viviese á tu lado lo tendría (29).
¡ Y tener que dejar libre á Paxéa,
Sin haber conseguido una sonrisa !
¡ Paxéa en libertad... mientras gimiendo
Se quedará mi vanidad!... No abriga
Por ella amor el corazon. Si late ,
Es solamente para tí , Drusila (30).
¡ Qué dulce nombre el de mi hermana !... Vuelve
Delas termas Tiberio. Cayo, cuida
De tener un impulso de impaciencia ;
Que ese viejo en el alma lo adivina.
( Tiberio, precedido del lictor, entra apoyado en el brazo de
Cariclés.)
ESCENA VI.
CALÍGUI.A.—TIBERIO.—CARICLÉS.—UN LICTOR.
Tiberio. (Al lictor.) Queda , lictor, aquí. No te separes
De esta puerta jamás. Mi voz espira.
Por si quiero llamarte, es necesario
Que no pierdas al príncipe de vista (31).
(A Cariclés.)
Tú , mi médico, adios. Por mi advertencia,
TIBERIO.
Buen Cariclés , no pienses que vacilan
De Tiberio las fuerzas. César nunca
Como hoy tan lleno se sintió de vida.
Caric. Mucho el imperio lo desea, Augusto.
Tu pulso es firme , tu cabeza fria ;
Y Trasilo el astrólogo asegura
Que tus estrellas cenlellando brillan (32).
Plegue á los dioses que perpétuas sean.
Tiberio. Ellos te den lo que á su amparo pidas.
Caric. Siempre clemente Emperador , descansa.
(En cuanto se aleja Cariclés, Tiberio se dirige hácia Cali-
gula, severamente.)
ESCENA VII.
CALÍGULA.—TIBERIO. — EL LICTOR.
ESCENA VIH.
TIBERIO.—SEVANO.—EL L1CTOR.
ESCENA X.
tiberio.—Después labeon.
Tiberio. Ya es preciso luchar. Tras de los ojos
Del buen Seyano la traicion se mira.
¡Conformarse á partir... él, que soberbio
Ya desprecia mis órdenes!... Amigas
Van las sospechas despertando. El alma
Con ellas cobra su firmeza antigua.
TIBERIO.
¡Tu poder cuántas veces las debiste!. .é
El tirano y el subdito conspiran.
¿Quién se acerca hacia aquí... y entre los arcos
Del elevado pórtico desliza?...
Nadie te puede socorrer, Tiberio.
Mas, ¿quién se atreve contra tí?... Calígula... (
Es una alma cobarde. Sólo el Cónsul...
Sus ojos torvos vacilando miran.
Avancemos allí... Labeon, si tienes
Ya nueva queja que exponerme , dila.
Labeon. (Con firmeza.)
Hablas, Augusto, con el mismo tono,
Que si hubiese acabado ya la antigua.
¿No es bastante quizás? ¿Ya has encontrado
A Paxéa, Nerón?
Tiberio. Ten sangre tria,
Labeon, que una frase te pudiera
Dar más ofensa á tí, que yo reciba.
Labeon. Tengo calma, Tiberio. No me extraña
Que, entre tanta mujer, se halle escondida
A tus ojos Paxéa...
Tiberio. Ten cuidado,
Y, antes de hablar de tu señor, medita.
Labeon. ¿Tú, mi señor?... Como si Roma fuera
Patrimonio de César... De tu isla
Puedes mandar en el pequeño espacio,
Fundar del vicio aquí la monarquía ,
Toda Roma traer... (38) pero en Italia
Y en los ánimos firmes no dominas.
Sólo hay un modo de reinar, o César,
Y es imposible que en tu pecho exista :
El placer de hacer bien. El alma honrada
Ante su fuerte seduccion se inclina.
Tiberio. (Con ironía.)
Sigue. ¿Qué esperas?... De tu labio á Augusto
Tienes pendiente. Tu elocuencia es viva,
Tu ademan es enérgico... Te falta
Sólo apoyar loque sin freno digas.
¡Y que te vuelva, ciudadano, quieres
TIBERIO.
Salva tu esposa, con afan querida!...
Convencido ya estoy. Mas ¿cómo tiemblas? ..
Porque mis ojos sobre tí se fijan...
¿Son dos rayos tal vez?... Un ciudadano
Nunca debe temblar ; jamás se inclina.
Labeopí. Dándome vas atrevimiento , César.
(Livia entra con precipitacion en la escena.)
ESCENA XI.
TIBERIO.—LABEON.—LIVIA.
ACTO III.
ESCENA PRIMERA.
TERENCIO.—SEYANO.
ESCENA II.
TERENCIO.
¡ Mísero Cónsul !.. A buscar acude,
Para salvarte, la rebelde tropa.
Si Tiberio es vencido , si consigue
Triunfar Seyano , si mortal discordia
Vuelve á mostrarse en la feraz Italia ,
Si los clementes ánimos encona,
Gime, Terencio, porque Roma acaba ;
Si César vence, por tu amigo llora.
Vamos á ver si del alcázar fuera
La militar agitacion se nota.
¡Cuán vacilante el corazon palpita ;
Y cual si fuera criminal me ahoga !
(Terencio se aleja por el mismo lado por donde se alejó
Seyano.)
ESCENA III.
MACHON.
No he podido aún sacarla de Caprea.
En su oscura prision Paxéa mora.
TIBERIO. 37
Nada se gana con perder más tiempo ;
Y esa cautiva inútil nos estorba.
¡Qué afan fué el de Calígula en robarla!..
Un capricbo no más. No se enamoran
Fácilmente los tigres ; por instinto
Se van buscando en la floresta umbrosa.
¡Qué mujer es Paxéa! ¡Qué valiente !
¡Cuál se conoce que á su esposo adora !
¡Tanta amenaza prodigada en vano,
Con desprecio arrojada tanta joya ,
En su edad inexperta , en la flaqueza
De una pobre mujer, cuánto me asombra!
Cayo se encuentra de furor gimiendo ,
Temo yo á tal mujer si vuelve á Roma...
Más valiera acabar; y solamente
Temer la voz de la conciencia sorda.
Hoy dejar á Caprea es imposible :
Vaga la soldadesca bulliciosa
Por la orilla del mar ; los pretorianos
Tambien están en la cercana costa.
Sin duda ya se decidió el Prefecto
A luchar y morir. Buscarme ahora
Tiberio, que me ha visto indiferente
Veces mil á su lado.... en la zozobra
De su poder.... para formar amigos
No es la mejor política. Medrosas
Le acudirán en tan supremo instante
Unas ideas de pavor tras otras.
Ya se acerca hácia aquí. Con lento paso
Camina César, meditando á solas.
Es su aspecto terrible. Es el Tiberio,
Que al grande Octavio las naciones doma (44).
Hoy su púrpura gime ; en ancho pliegue
Su manto arrastra en las marmóreas losas :
Y, apretando sus manos convulsivas,
Las venas de su frente se coloran.
(Tiberio entra lentamente, con un manto de púrpura.)
3
TIBERIO.
ESCENA IV.
MACRON.—TIBERIO.
ESCENA V.
LABEON.
ESCENA VI.
LABE0N.— TIBERIO. — EL LICTOR.
ESCENA VIL
ESCENA VIII.
ESCENA IX.
TIBERIO.—MACRON.—EL LICTOR.
Macron. Lucha ó sucumbe, Augusto. El campamento
He recorrido : la escarpada costa
Cubierta está por los soldados mismos ,
Que te ofrecieron émulos su gloria.
El que llegue primero , el que más valga
Ese los lleva tras de sí. Traidoras
Tus legiones esperan á Seyano.
Si él llega á verlas, sucumbir te toca.
Tiberio. Dame mis armas, fiel Macron. El alma
Conseguir aún espera la victoria.
Cerrada estuvo á los combates tanto,
Que adormecida , lánguida reposa.
Hoy vuelve á abrirse. Para César nunca
Gloria hay igual á la guerrera gloria.
Mas,... si muero, Macron... A Cayo dile
Que vaya á ser mi sucesor en Roma.
Para dar libertad á mi hijo Druso,
Que Escauro corra sin tardar, á Ponza (49).
Macron. Livia está en la cercana galería
Cual si esperara ; y en la oscura sombra
Del pórtico, Terencio ni un instante
Del campamento la mirada torna.
Es amigo del Cónsul y es valiente.
Tiberio. Puedes prenderle. (Macron se retira.)
TIBERIO.
ESCENA X.
Juventud recobra,
César. ¡O Palas!... Si triunfante vuelvo,
Si tu egida me ampara protectora,
En tu templo suntuoso, de tu imagen
El oro, el jaspe copiarán las formas.
Terror puedes tener, no cobardía,
Claudio Neron, que al universo asombras.
Cuentas catorce lustros ; y en ninguno
Gozar pudiste de tranquilas horas.
Es preciso vencer. Sigue tu suerte,
Para envidia del mundo. La aureola ,
Que circunda tu frente, nuevos rayos
Lance, cruzando del laurel las hojas.
Aquí Cayo está ya ; Terencio llega.
Tus armas mira, reluciendo hermosas.
( Terencio entra acompañado de Macron. Al mismo tiempo
aparecen Calígula, los cortesanos y los soldados, que traen
la armadura de Tiberio.)
ESCENA XI.
TIBERIO. —MACRON. —TERENCIO.—CALÍGULA.—CORTESANOS.—
SOLDADOS. —EL LICTOR.
ESCENA XII.
TIBERIO.—MACRON.—TERENCIO.—CALÍGULA.—CORTESANOS.—
SOLDADOS.—PAXÉA.—LIVIA.—EL NIÑO TIBERIO.—EL LICTOR.
ESCENA XIII.
TIBEIUO. — MACRON.— TERENCIO. — CALÍGULA. — CORTESANOS.—
SOLDADOS.—PAXÉA.—EL NIÑO TIBERIO.— LABEON.— SETANO. —
EL LICTOR.
Labeon. Viro le traigo á tu presencia.
Tiberio. Cónsul ,
Llega más cerca; y ante mí te postra.
Seyano. ¿Yo postrarme ante tí? Tiberio, nunca.
(Se oyen murmullos; y Macron se acerca á la galería.)
Tiberio. ¿Qué creciente rumor?
Macron. (Volviendo de la galeria.) Las bulliciosas
Turbas, que piden que á Seyano entregues,
Para arrastrarle hasta las altas rocas
De la mar y arrojarle donde nunca
Pueda encontrarse su cadáver. Sorda
Crece la multitud. Príncipe, cede.
Tiberio. ¿Yo ceder?... ¿Yante quién?...
(Paxéa se arrodilla delante de Tiberio , presentándole
el niño.)
Paxéa. César, perdona.
¿A tu nieto no ves? Por él al menos.
Tiberio. Por él á un hijo envenenado llora
Tiberio César ; y á vengarle aspira :
Pero teniendo por su juez á Roma.
Seyano. Dame la muerte.
Tiberio. ¿Desde cuando, cónsul ,
Cesó el odio mortal, que nos encona?
Donde Agripa vivió viva Seyano (SI).
(Varios soldados salen de la escena, llevándose á Seyano.)
ESCENA XIV.
TIBERIO. — MACRON. — TERENCIO. — CALÍGULA. — CORTESANOS.—
SOLDADOS.—PAXÉA. —EL NIÑO TIBERIO.—LABEON.—EL LICTOR.
ESCENA XV.
TIBERIO.— MACRON. — TERENCIO. — CALÍGULA. — CORTESANOS. —
SOLDADOS.— EL LICTOR. — PASEA.— LABEON. — EL NIÑO TIBE
RIO. —sino.
Noviembre de 1837.
NOTAS.
Que este drama es desigual en su forma y que no todos sus versos pue
den pretender igual mérito dirá con razon el público ; y quizás el autor, que
es de la misma opinion , nunca se hubiera arriesgado á someterlo á general
exámen , si muchos de sus amigos , que recuerdan confusamente una rápida
lectura cuando se escribió hace seis años ó que han oido hablar á otros lison
jeramente de ella, no le hubiesen obligado. Para descartarse , pues, de elo
gios inmerecidos y de exigencias crecientes, imprime esta desordenada tra
gedia, acompañándola delas notas más precisas para revelar su intencion
si, tal vez por falta suya, no la lia dejado ver clara. Detenerse más en ello
hubiera sido prestar importancia exagerada á lo que no la merece.
X
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Tiberio. Apgi•'p■i .a
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CLéuscairo.
II,IV.eActoscer
Lldila.
I;I,eActoscera AgProistpuam.o
naXII.,e■to■isce
l~
TIBERIO. 55
(2) Desde su juventud lo había sido. Como administrador y protector de
Roma , á semejanza de los prefectos annonce, habia preveido á las necesida
des de un pueblo que ya reclamaba sólo panem et circenses: como general,
habia conducido la guerra con astucia y con prudencia, cuidando de que nada
faltase en sus campamentos y se conservase en ellos rigorosa disciplina. ¡Con
qué efusion habla de esta fase de la vida de Tiberio el venerable militar \e-
leyo Patérculo ! ¡ Cuánto más valen sus manifestaciones de fervoroso entu
siasmo que los elogios truncados y la verdad disfrazada por la pasion de par
tido en los Anales de Tácito y la frivolidad constante de la biografía redac
tada por Suetonio!
(3) Cierta antipatía por la raza Claudia, los merecimientos de Agripa y la
voz de la sangre, aunque la creyese indigna , hicieron preferentes á los Ne
rones en el cariño de Augusto los propios nietos tenidos del vientre de su
hija Julia. Cuando solamente sobrevivía, pero imbécil ó loco, Postumo
Agripa , fué cuando la voz de Roma se unió á las exigencias de Livia para la
adopcion de Tiberio, ya libre, en su ambicion comprimida , hásta de su pro
pio hermano. ■ ■
(4) Verdad es que nada dice Suetonio de que Tiberio Neron muriese en des
gracia : pero manifiesta que , al volver á Italia despues de derrotado el par
tido de Marco Antonio , á que se había afiliado , hubo de acceder á los ruegos
de Octavio , sin duda para congraciársele , y cederle á Livia , que entonces
se hallaba en cinta.
(5) Lástima es que falte casi completamente el libro v de los Anales de
Tácito, como lo es tambien que no llegue á tratar de la catástrofe de Seya-
no la obra de Veleyo Patérculo, pues por eso se tienen pocos pormenores de
la causa y del suceso. Suetonio lo trata ligeramente; Tácito indica el orí-
gen vergonzoso de la fortuna de Seyano , sus relaciones con Livia y la ven
ganza tomada en los partidarios del audaz valido; Veleyo considera al favori
to digno del apogeo en que le contempla ; Dion menciona á qué punto llegó
su autoridad, equiparándola á la de Tiberio; y una sátira de Juvenal descri
be enérgicamente el desprecio y la vileza de que hizo ostentacion Roma , en
contra del Prefecto , cuando le vió caido. El párrafo iv del libro lviii de la
historia de Dion Casio es oportuno testigo de su arrogancia y su suerte mayo
res aún que las pinto.
(6) No fuéron seguramente prósperos , ni serenos , los últimos añes' de la
dominacion de Augusto. La agitacion sorda para la eleccion de heredero en
la córto, para derribarlos Césares fuera de ella; las intrigas de la omnipo
tente Livia ; las murmuraciones de los últimos y numerosos partidarios de
Pompeyo y la república, si bien procuraban que no se les percibiese , eran,
56 TIBERIO.
no obstante, sentidas. Epoca de transicion, hizo aquella necesaria, aunque
dolorosa y perjudicial tal vez, la áspera , pero gloriosa , dominacion de Ti
berio.
(7) Desde el instante en que Octavio estableció su fortuna sobre la base de
César, vino á ser hereditaria la sucesion del imperio, hasta que los pretoria^
nos en época posterior aspiraron á marcarla. Mientras tanto la poblacion de
Italia y á su vez la de las provincias cayó en marasmo completo, siendo nece
sario al fin que fuesen las legiones acampadas en ellas, y no ellas mismas,
las que permitiesen ser á los prefectos competidores para el trono de los
Césares.
(8) Desde que el César se encerró en Caprea, más por disgusto de la vida
pomposa y agitada, á que le obligaba Roma , que por dar suelta á sus vicios,
el mundo se gobernaba con la sombra de Tiberio. Su habilidad consistía en
oponer constantemente á los favoritos de su capricho ó de la opinion públi
ca un sucesor presunto que los contrarestase y los tuviese á raya , delegan
do, sin embargo, en ellos todas las fatigas y todos los cuidados que le daba
el mando. Especialmente mientras Seyano fué su omnipotente ministro , él
gozaba en anularse, siendo más fácil llegar á la presencia del César, caduco
y casi abdicante, que á la del feliz valido; pero , era tal el prestigio que Julio
César legó á su sobrino Octavio, tan necesaria era esta dominacion y tan fe
cunda la idea que representaba , que el mundo veneró aún á Calígula y á
Claudio. ¿Cuánto más no había de respetar al político profundo , al general
prudente y afortunado?
(9) Suetonio ( Tib., §. LIV) habla de la muerte de Neron y de la de su
hermano Druso, sin hacer diferencia de tiempos : pero, al tratar más adelan-
* te (§. LXI) de las causas que alegaba el César para justificar la venganza á
que sucumbió Seyano, el mismo historiador hace la observacion de que uno
de los hijos de Germánico murió solamente antes de la catástrofe del valido,
el otro bastante tiempo despues. Tácito, al hablar en el libro VI de los Anales
(§§. XXIII y XXV) de las muertes de Druso y de su madre, da por supuesto,
sin duda, haber tratado de la de Neron en la parte del libro precedente que
no ha llegado á nosotros.
(10) Tiberio consideraba á su hermano frivolo y débil, quizás por más
agradable ó dichoso ; y esta antipatía pasó á toda su descendencia. Germá
nico, con sus triunfos, y tal vez con su imprudencia, se granjeó un odio mor
tal del general celoso; y compartieron la animadversion su esposa y todos
sus hijos. Julia, Agripina y Neron murieron desacreditados por el mismo Cé
sar, acusando á la primera de discola ó de furiosa, al segundo de degradado
y vicioso: Druso, á la manera de reo de lesa majestad, murió en un encier
TIBERIO. S7
ro y rodeado de espías: Cayo sobrevivió á sus hermanos por su incapacidad
y su bajeza: Drusila y las demás hijas de Germánico debieron á su corta
edad la vida. Natural era que el odio trascendiese á Claudio imbécil y de
conformacion miserable : que lo compartiese Livia , á quien ni su esposo
amaba , ni se le hallaba derecho para reclamar cariño : el hijo mismo y el
nieto, aquel por corto talento y cierta popularidad buscada, este por sospe
chas de su bastardía, gozaron de igual desprecio. Yo, sin embargo, he ex
ceptuado de animadversion á los últimos y he libertado á Tiberio de culpa
en el asesinato del loco Póstumo Agripa.
(1 1) Felicem Priamum vocabat, quod superstes omnium suorum exsti-
tüsef. Suet. Tib. LXII. ■ . .
(12) De las indicaciones, que hace Tácito en dos pasajes, de la carestía
que amenazó durante un momento á Roma , del inmotivado desórden que tal
alarma produjo, de la escasez de dinero que obligó á Tiberio á prestar sin
interés por espacio de tres años cien millones de sestercios, ya que causaba
la crisis , segun Suetonio , puede colegirse bien cuánto se habría des
arrollado en tal ocasion la usura , que, como llaga profunda, habia de ana
tematizar Juvenal con tanto brío y debía describir en su triunfo con
tal sarcasmo Petronio, siguiendo en esto las huellas bien conocidas de Ho
racio. -
(13) La cantidad prestada no fué sino la mitad de esta ; pero parecióme
que se haría á los lectores corta , por no atender á la época.
(14) Más adelante diré por qué he dicho hallarse Druso relegado en
Ponza. , ,
-(15) La aventura de Tiberio , engañando sobre su salud á Cariclés, su
médico , es tan conocida y ha sido tan imitada, que necesito recordarla ape
nas. Véanse Tácito , en el § L del libro VI de los Anales , y Suetonio § LXXH
de la vida de Tiberio.
(16) Tácito. An. IV. § LV. LVI. Yo he extendido la competencia á las de
más provincias. ■ . , ,
(17) El gozo, que causó en Roma el advenimiento de Calígula al imperio,
prueba bien cuán oprimidos se hallaban sus habitantes en la expansion de
sus sentimientos , no en la proteccion y en la seguridad materiales , admira
blemente guardadas para los inofensivos. Asi es, que no es extraño brotase
el júbilo universal al menor asomo de que el taciturno y suspicaz anciano se
dejaba ver con confianza y alegre. Testigo aquella excursion de Tiberio y de
Seyano á la cercana Campania en que fuéron recibidos con ovacion afanosa,
sobre todo el favorito , según Tácito refiere en el § LXX1V del libro IV de
los Anales.
58 TIBERIO.
(18) Tácito. ¿». IV.$LIX. ■ ■. ... :■ ;
(19) Aquella frase de Tácito no puede ser más expresiva y enérgica : Jam
Tiberium corpus, jam vires, nondum dissimulatio deserebat. Suetonio
tambien revela la ambigüedad y lo oscuro del estilo de Tiberio.
. (20) Sagacissimus senex Ita prorsus perspexcrat, ut aliquoties protdi-
caret, uexitio sito omniumque Caium vivere:» et, uscnatricem populo ro
mano, PJiaethoníem orbi terrarum educare.» Suet. Cabtg.Xl. ■
(21) No era el imperio aún aquel engendro monstruoso de supersticiones
y vicios de los reyes del Oriente encarnados en el molde siempre fácil y dis
puesto de la ambiciosa república : ni las costumbres de Grecia, que ya em
pezaban á mostrarse con el orgullo del vencido reconocido más sábio , ha-
bian subyugado enteramente á los descendientes de Rómulo. Era todavía
más literaria que moral en Roma la influencia helénica : necesitábase que Ca-
lígula y Neron pretendiesen encarnar, primero por la violencia, después por
corrupcion insensible , los escándalos , la pompa , el poder que desde el
Asia, pasando por Macedbnia , hizo , á fuerza de humilde , degradada á Gre
cia. Aún temblaban Julio César y Augusto que se les recordasen süs aventu
ras de la adolescencia ; y el mismo Octavio sentía que se le hiciese Culpable,
ó responsable á lo menos , del desenfreno de su hija Julia. Veía Tiberio con
dolor, ó con disimulado y pérfido gozo, los amores de Neron y de Druso,
despreciables retoños del debelador Germánico ; y en la superficie de la córte
del César, siempre modesta y severa , aunque ganando terreno en arbitra
riedad y en preponderancia , reinaba la hipocresía, como despues aún detuvo
el enlace de Agripina con su tio Claudio.
(22) Hasta época posterior los caballeros romanos no aspiraron á enlazarse
con las mujeres de la familia del César. Tiberio, que no halló desproporcio
nados Yinicio y Casio para Julia Agripina y Drusila, no hallaba á Seyano dig
no de ser marido de su nuera Livia. ¿Entraban en ello quizás la condicion de
Seyano, la sospechosa causa de su favor , la arrogancia de que daba mues
tras? Todo pudiera contribuir á ello indudablemente : por eso, al suponer
consumadas estas nupcias, he cuidado de llevar á otra persona la petulancia
cesárea ofendida por tal hecho. No era mejor en verdad la condicion de los
Julios y los Claudios ; pero más antigua y más ilustre brillaba en Roma su
razá-. Calígula, que no quería tener, ni de Agripa , sangre que no fuera pro
cedente de■ la una y de la otra estirpe, debia mirar como envilecida con tal
union á su tia : Labcon, que miraba con sonrojo la altivez y la ambicion de
Seyano, debia escudar su debilidad y su odio con desprecio hácia el va
lido , con el maligno recuerdo de los medios vergonzosos á que debió su
privanza.
TIBERIO. 59
(23) En tal estado arrancó Octavio á Tiberio Neron la seductora Livia.
.(24) No hay historiador latino en que no esté reflejada la esperanza que
en Germánico ( por ser frustrada indudablemente ) puso la multitud, esten
diéndola á su triste descendencia. Con parte de las calidades , que resplande
cían en Octavio y en Tiberio , no dió ó no pudo dar pruebas de tener defec
tos. Hija de Druso Neron, que siempre fué agradable á los romanos, sucesor
presunto de una persona suspicaz , sombría , muerto prematuramente , dejó
á sus hijos un nombre de que estos abusaron luego , siendo quizás tal la
causa de morir los dos mayores. Privilegiado el tercero de la naturaleza pró
vida y del destino propicio, hermoso por la figura, afable , modesto y taimado
por el carácter, ídolo de los ejércitos, en donde habia nacido, báculo que os
tentaba con sagacidad el César, conjunto de circunstancias simpáticas para
quien le contemplaba lejos , de mal encubiertos vicios para quien observaba
de cerca, Calígula era esperanza de los descontentos del gobierno que sufrían
y de los mismos servidores trémulos del mudable, en austeridad y en crápula,
y ya caduco Tiberio.
(25) Cuando refiere Suetonio circunstancias y sucesos, que ennegrecen
las personas, es menester consultarle con muy prudente reserva. Quizás en
César alguno se cebó con placer tanto, al describir su lujuria, como en el
hijo de Livia. Que fuese Caprea receptáculo de viciosi, no cabe ponerse en
duda, pues que Tácito lo afirma : que el carácter de Tiberio le inclinase más
á algunos, tampoco puede negarse. Las alabanzas de Veleyo Patérculo deben
referirse sólo al hombre público, grande en su austeridad aparente ; y tal vez
por eso mismo, grande en la compensacion que daba al arco tendido. La es
tancia que en Rodas hizo, ociosa para su desgracia y la del mismo imperio,
debió amaestrarle en todo ; y los vicios comprimidos dejaron de serlo ya
cuando habia de temularse que muriese César, y cuando ya su vejez le abri
gaba de sospechas. Pero de esto á suponer posible lo que expresa el párra
fo XL1V, que le consagra Suetonio, es bien grande la distancia. Si es natural
en el carácter suyo la aventura última que allí se cita, no lo es la innecesaria
crueldad con que termina. Por esto yo preferí que el público adivinase, pero
bajo velo decoroso al menos , las pasiones del anciano , algo mejores tal vez
que las que este achacaba á los hijos de Germánico.
. (26) Aunque el carácter de Terencio y su repentina llegada á Caprea no
le hacen quizá á propósito para que se fije en él Cayo, creí que no debía decir
nombre de persona alguna no citado en la Tragedia. ■ ...
(27) Cum omnibus sororibus stupri cotuueíudinem fecit. Suet. C.
Calig. XXIV. .. .■
(28) El párrafo LUI de Seyano, en la Vida de Tiberio, no atribuye al fa
60 TIBERIO.
Torito los atentados de que fué víctima Agripnia durante su desgracia;
pero Tácito le hace partícipe en la venganza tomada de su soberbia (An¡ V.
§. m, IV.) ■
(29) Neo servum meliorem ullum neo deterioran dominum fuisse.
Suet. C. Calig. X.—Tácito conserva una frase análoga. (An. VI, §. XX.)
(30) Drusilam vitiasse virginem, prcetextatus adhuc credüur... In mo-
dumjusta uxoris propalara habuit. Suet. C. Calig. XXIV.
(31) En sus últimos años de dominacion ya temía el puñal del asesino ó el
insulto de algun ofendido el César. En Tácito puede verse (An. VI, §. XV.)
cómo solicitó del Senado la proteccion de varios consulares, para ir seguro.
(32) Tácito (An. VI, §. XXI ) y Suetonio (Tii. XIV) citan tanto hu:reen-
cia de Tiberio en las estrellas , cuanto su confianza en Trasilo, por baberle
presagiado la llegada de una flota. Si en alguna época tal pasión es disculpa
ble , lo era en la que nació este principe, colmado de pronósticos y de pre
dicciones de reputacion y grandeza desde el instante mismo de su nacimien
to, cuando quizás su fortuna mostrábase más adversa. Aunque de todos los
tiempos, y en los personajes alzados inesperadamente á la cumbre no fuera
natural esta supersticion tan antigua ; cuando la astrología encerraba las po
cas nociones ciertas de la astronomía caldea, cuando Tácito nos pinta esta
influencia celeste con tan brillantes colores, ¿cómo culpar á Tiberio por ser
creyente en los astros? Quien lucha con los errores suele dejarse subyugar
de alguno :. pasiones tiene el austero : y suele inventarse un ídolo el que des
truye los dioses.
(33) Aunque los textos.de Suetonio y de Tácito no conviniesen en lo es
carpado de las costas de la isla, en su situacion favorable para el aislamien
to cerca de una poblacion bulliciosa, una rápida ojeada á cualquier mapa de
Italia y una observacion sencillísima bastaran para probarlo. Cerrando el
golfo de Nápolescon clima bien dulce y sano, con un puerto, aunque peque
ño, seguro, hubiera crecido en poblacion ó se hubiera mantenido en la situa
ción que logró, á ser más fértil su suelo, más fáciles sus comunicaciones con
el continente cercano. Pero, ni antes, ni despues de la época de Tiberio , Ca
brea ha tenido fama. La que conserva su nombre se la ha debido á aqúel
César >'• ■ -' -
(34) Germánico representaba en Roma, quizás en la córte misma de Ti
berio, aunque con enojo suyo, el salvador del imperio : y natural era en to
dos, menos en el que pudo ser víctima, tener por mérito menor la salvacion
del César. ' 1
(35) Amaestrado halló al Senado Tiberio, pero él lo refrenó más aún,
pudiéndose aplicar mejor á este príncipe que á Claudio, aquel insulto que
TIBERIO. 61
repite Séneca : prwcidit jus imperii. De cuando en cuando, sin embargo,
había, aunque fuese para adular de un modo nuevo ó indirecto al príncipe,
asomos de independencia.
(36) Manebat quippe suspieionum et credendi temeritas, quam Sejanus
augere etiam in Urbe suetus, acrius turbabat. Tac. An. IV. § LXVII.
(37) No necesito decir por qué, en boca de Tiberio, muestra profundísimo
desprecio el uso de tal apodo, tratándose de su nieto.
(38) A pesar de la reputacion de Caprea, ó quizás por ella misma, no fal
taron pretendientes á ser admitidos en la corte y en la servidumbre del Cé
sar. La fortuna .de Vitelío no tuvo diverso origen. Seyano habia debido á Lu
cio César ó á Apicio su primer encumbramiento ; y el emperador futuro usó
de los mismos medios tambien en edad análoga. Apenas se permitía el acer
carse á Tiberio, mucho menos á Seyano : pero no faltaba quien lo procurase
eficazmente ; y si dejaban la isla, patricios y caballeros acudían presurosos á
felicitarlos y regocijarse por su inesperada presencia.
(39) La arrogancia de los Claudios, nacida de las mismas excelentes pren
das que formaban su carácter , era proverbial en Roma. Suetonio dedica un
párrafo de la vida de Tiberio á conmemorarlas como se merecen : y en él se
encuentran ejemplos , no solamente de audacia, de fortaleza , de inteligencia
y de valor en los hombres , sino de brío y de resolucion varoniles en varias
de las mujeres. Quizás si la grande Livia no lleva el imperio á esta familia,
ella lo hubiese arrancado ó hubiese muerto el imperio. Los Césares se acaba
ban , y eran los hijos de Agripa flojos para tanto peso. Los Claudios única
mente lo sostuvieron enérgicos , hasta que vino un demente con extravío y
flaqueza á entregarlo á los soldados. ¿Qué extraño es que Livia tenga, en esta
escena y la III y la IV, una arrogancia de leona herida, vencida, mas no hu
millada? . ,
(40) Sensible es que se perdiesen los párrafos principales del libro Y de
los Anales de Tácito. Cuando el lector espera conocer el fin de aquella gran
de tragedia del envenenamiento de Druso, del adulterio de Livia, de la com
plicidad de Eudemo , de la tolerancia ó la aquiescencia de la mujer de Se
yano, del extravío de Lygdo, se llega con gran sorpresa al castigo de los fie
les amigos del favorito ó de sus cómplices en la conjuracion contra el César,
no en el crimen encubierto y cometido en la imperial, familia. No sé si qui
zás por esto ha sido menos difícil tratar de él en mi tragedia. ¿Quién sabe si
aun, al descubrirlo, Tiberio se mostrara indiferente como en los funerales de
Druso , ó hubiese tenido yo que adoptar como segura la fábula, que indica
Tácito, de haber cambiado el padre con el hijo la copa en que el ultimole pre
sentaba el veneno, como en época cercana se aplicó á Sancho García? La in
62 TtitEnio.
certidumbre, con que se explica el suceso, me dejó más ancho campo, aunque
quitándome efectos. -•- 1 •' • '■- ' - -■- ' • '■ ;
(41) La fortuna y la grandeza de Roma llegaron á su. apogeo en la domi
nacion de Tiberio. Verdad es que se asegura que Augusto habia logrado su
mir en la paz al orbe; pero esto no era exacto, si no es tomado en metáfora.
Pudieron muy bien en Roma decir que la sedicion y que la guerra civil no
brotarían de nuevo desde la última derrota de los pompeyanos : pero sin la
actividad de Tiberio , como general primero y luego como emperador, los
confines del imperio no hubieran quedado en calma , dejando únicamente á
Calígula y á Claudio empresas innecesarias contru la isla británica. Tampoco
en el interior el órden era seguró; porque la astucia dé Octavio no habia lle
gado á más que á extraviar ó corromper las corporaciones y las autoridades
romanas , no á desorganizarlas de modo que se hicieran impotentes. Quedó
este¡ triunfo de la tiranía y de la habilidad cesáreas para el sucesor de Au
gusto. Acostumbrado á gobernar desde niño y á vivir como particular veja
do en su edad madura, puesto despues á la cabeza de ejércitos que represen
taban perfectamente las condiciones sociales y los vicios de la nacion triunfa
dora, Tiberio conoció á fondo y aprovechó con destreza los defectos de su
pueblo y ehmodo de subyugarlo, teniéndole satisfecho. Con él hubo descon
tentos y se multiplicaron las delaciones', Con perjuicio grande de los orgullo
sos patricios : si se exceptúa la conspiracion de Seyano , cortesana entera
mente, no hubo rebelion alguna. - •.:> >---
(42) Poco alcanzaron de Tiberio nunca las ceremonias religiosas que, con
tanta exactitud, hacia cumplir Octavio. Cansado de su grandeza, sofocado por
la púrpura que, siendo en él necesidad ó llaga, procuraba sentir poco, el an
ciano emperador contribuyó sin embargo á que, á título de ciencia , degene
rase la religion del Estado, contaminándola ritos oriundos del Oriente ó reci
bidos de Grecia.' .. .. . i
(43) No es solamente de la edad media la fábula simbolizada por La cam
pana de Huesca ; era vulgar en lo antiguo igual consejo enviado al tirano Pe-
riandro por el astuto Trasíbulo y realizado por el perseverante Tiberio, libre
de compromiso alguno con los patricios y demasiado orgulloso para dejarse
sojuzgar ó asimilar por ellos. La frase que, segun Suetonio, era atribuida á
Octavio, pinta á aquel perfectamente. Miserum populum romanum, qui sub
tam lentis maxillis erlt.
(44) Seria preciso citar todo Veleyo Patérculo, en los párrafos que descri
ben la dominacion de Octavio , desde el VC al CXXIil ; pero me contentaré
con la frase del CXI : ñaque ut presidium mililum, respublica ab Augusto
ducem in bellum poposcit Tiberiwm.
i
TIBERIO. 65
■ (45) Los párrafos Vil y VHI de la Vida de Tiberio por Suelonio prueban lo
que debía agradecerle Roma, en su juventud, al César ; y el Clll de la Historia
romana de Veleyo muestra que esto sucedió en efecto; así como tambien lo
indica el IX del primer libro de los Anales de Tácito.
(46) Vel. Pat. Hist. Rom. CIV. ■ . .
(47) Vel. Pat. Hüt. Rom. CVIl.
(48) La perplejidad de Tiberio, aparente ó verdadera, está oomprobada en
todos los escritos (!e la época. Véanse especialmente: Vel. Pat. Hist. Rom-
CXXJV. Tac. An. lib. I, §. XI. Suet. Tib. Ñero. XXIV.
(49) Aunque era Neron quien había -sido guardado en Ponza y Druso lo
estaba en el alcázar mismo, preferí que Tiberio diese esta órden, como quien
echa mano de un recurso, no como quien suelta una fiera que tiene guar
dada bajo su propia custodia. •< .
(58) Este discurso es análogo al pronunciado en ocasion semejante y que,
con alteracion leve, traen Tácito, en el párrafo VIII del libro VI de los Ana
les, y Díon, en el XIX del libro LVII1 de sus Historias romanas.
(51) El sitio donde estuvo relegado Agripa y donde recibió la muerte era
la isla de Planasia. Tac. An. I, § 111. Suet. Oct. Augustus. LXV.
(52) La prediccion de Tiberio quedó, como todas las que al anciano César
se atribuyen , en veneracion en Roma , dando los sucesos prueba de la saga
cidad de aquel hombre, ó los dichos, que le fueron inventados, de la opinion
que de ella se guardaba en Roma Veanse Tac. An. VI, § XLVI y Díon Hist.
Rom. LVIII, § XI, donde se refiere el suceso, así como Suet. Caius Cali-
gula. XIII, en que se oita el pretexto de que surgió el atentador; , :
(53) En una obra destinada á describir un carácter, ¿cómo olvidarme de
indicar el fin que al personaje espera? Dion (lib. LVIII, § XXVIII de sus Hist.)
Tácito (lib. VI. § L de los Anales) y Suetouio (§ XL1II, de la vida de Tiberio
y § XII de la de Calígula ) están conformes en relatar el rumor que cundió
por el imperio. . ....
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