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I
Span 5331. 7,36
o

TIBERIO.

TRAGEDIA EN TRES ACTOS,

DEL, AUTOR

LA MUERTE DE NERON

LA CONDESA VIUDA.

Publicada en la REVISTA IBÉRICA.

MADRID,
1803.
IMPRENTA DE MANUEL GALIANO,
Plaza de los Ministerios, a.

t
No habiendo sido presentada esta comedia al Censor de teatros para su
exáraen, si alguien cayere en la tentacion de representarla , deberá antes
cumplir esta formalidad por sí mismo.
ADVERTENCIA.

Hace años que deseábamos saliese á luz la tragedia que publicamos ahora.
Su autor, conocido ya por escritos de diversa índole, y que por razones ó
causas particulares siempre ha celado su nombre al imprimir versos suyos,
temia que esta nueva obra dramática fuese inferior á las que repartió hace
tiempo á sus amigos con los títulos de La muerte de Neron, Blanca, La
devolucion del anillo de boda, y La Condesa Viuda. Unicamente el amis
toso ruego, pasando á ser imperioso, ha permitido que al fin se cumpla
nuestro deseo.
¿Pero será la ocasion más oportuna de que Tiberio aparezca, cuando aca
ba de admirarse La muerte de César y con tal motivo de recordarse hala
güeñamente Virginia? Creemos que sí. El lector se convencerá con esto
de que el género trágico se cultiva constantemente, dando frutos de vária
especie, y que no es, por consiguiente, tan difícil y anómalo, ni está encer
rado en límites tan estrechos, cual se cree. En cuanto á comparar méritos
y á censurar pretensiones, debe considerarse que la fama colosal de Sófocles
no fué impedimento para que se oyese á Eurípides, y que Crebillon y Vol-
taire no refrenaron su inspiracion, ni dejaron de dar al público sus obras,
cuando sumisamente acataban la gloria de Corneille y de Racine, reconocida
ya entonces con universal aplauso.
I

DEDICATORIA.

A A"*

Tú asististe, antes que nadie entre mis amigos, á la formacion y á


las lecturas parciales de este estudio-dramático, que, á fclta de califica
cion mejor y acogiéndome á la genérica, anuncio como tragedia : tú, al
acabar de oir por la vez primera el acto segundo, designaste audaz el ti
po á que idealmente se asemejaba Caligula, no el Emperador romano, sino
el hermoso principe, personaje principal y nudo de la ficcion amorosa
que templa mi seco drama. A ti, por consiguiente, debo dedicar mi obra,
seguida por tus consejos, terminada por la fuerza ó el imán de tus elogios.
Tú supiste comprender desde el primer momento que no me inducían
á tan ardua empresa pretensiones de erudito, de sábio ó de literato ; y
en mi cuadro histórico, tal vez excesivamente ajustado á las condiciones
que para ser tal se piden, viste el modesto deseo de estudiar pintando.
Tú supiste conocer por qué, sometiendo ciertos pormenores tanto á la
exactitud histórica, falté en una ó en otra ocasion á ella; por qué tomé á
Veleyo Patérculo mejor que á Suelonio y á Tácito los contornos del pro
tagonista, sino la totalidad de sus rasgos; por qué idealicé hasta lo que
era posible, sin faltar á lo que exige su fama, la persona de Caligula;
por qué reproduje en Livia el tipo inmortal de Fedra; por qué, llevado de
mi modo de trabajar habitual, llegué hasta el acto segundo sin presentar
en escena la más dramática de las tres acciones, que llenan ó estorban des
graciadamente el cuadro de mi tragedia. Ojalá al considerar, censuran
do, estas circunstancias, los demás lectores te igualen en indulgencia.
Hayo de 1863.
TIBERIO.

PERSONAJES (I).
CLAUDIO TIBERIO CÉSAR. SILIO.
CAYO CÉSAR CALÍGULA. TIBERIO, niño.
ELIO SEYANO. UN LICTOR.
POMPONIO LABEON. CORTESANOS.
MARCO TERENCÍO. SOLDADOS.
MACRON. LIVIA.
CARICLÉS. PAXÉA.

La escena es en Caprea, el año 784 de Boma.


El teatro representa una suntuosa estancia del palacio de Tiberio,
con una grande puerta en el fondo, que da á una galería, á través
de cuyos arcos debe verse el mar y, en el horizonte, la costa de Ita
lia. El aposento se bailará adornado con majestad sencilla, y á un
lado de él habrá un trono.

ACTO PRIMERO.

ESCENA PRIMERA.
TERENCIO.—MACRON.
Teren. ¿Dónde César está?
Macron. Duerme ó reposa.
No intentes penetrar.
Teren. Ya la mañana
Tendió su luz por el rosado oriente.
Macron. Pero el egregio emperador descansa.
Teren. ¿Qué sucede, Macron? Antes, Tiberio
Llegó símbolo á ser de vigilancia (2).
Macron. Desde la muerte de su madre, á veces
Hondos, mortales vértigos le asaltan ;
TIBERIO.
Y á veces del cansancio inoportuna
La idea triste por su mente vaga.
¡O qué grande mujer! Con ella, á Augusto
El noble aliento, la salud le faltan.
Terek. Madre alguna del hijo pudo tanto
Exigir como Livia. A su constancia
Triunfos y gloria, que obtener, imperio,
Que ver temblar ante sus ojos, máximas
De disimulo y de gobierno, oídas
A Octavio cuando débil aumentaba
Su potestad fingiendo, el gran Tiberio
Debe con tierna gratitud sagrada.
¡Cuál debió ser la lucha, que sostuvo
Livia, en tanto que el hijo aislado estaba,
Meditando ya en Rodas de qué modo
A la suprema autoridad se avanza.
Nadie más cerca del poder y nadie
Mas léjos que Tiberio se encontraba (3).
Cayo César y Lucio, Agripa, Druso
Eran eterna, insuperable valla
Y los dioses limpiaron su camino ;
Ya todos ellos en quietud descansan.
Macron. Nuncan mienten los astros; y á Tiberio
Las estrellas propicias se mostraban,
Al dar por^padre de su infancia á Augusto
Cuando Claudio Neron muere en desgracia (4).
Siempre ayuda al que vale la fortuna.
Teren. Porque siempre en el mérito se halla.
Nunca al mortal, que la prudencia rige,
El favor del destino le hace falta.
Macron. Si te oyese Tiberio....
Teren. Con su voto
Confirmára él entonces mis palabras.
Siempre enemigo de adular, mi labio
No la mentira, aunque halagüeña, mancha.
Macron. ¿Y eres amigo de Seyano? ¿Escucha
Tu voz el Cónsul? (5).
Teren. La verdad es santa.
Si se muestra á su tiempo y sin enojo,
TIBERIO. 9
Se ve, porque no ofende, respetada.
Seyano es hombre : más los altos dioses,
De hermosas prendas al dotarle el alma,
Mucho más que el valor, que la prudencia,
Con que los planes de Tiberio guarda,
Diéronle discrecion para que goce,
Sin deslumhrarse débil, su privanza.
Macron. (Con ironía.) Es prudente y discreto... En lo valiente...
No reconoce limites su audacia...
Y quiere á César, como yo le quiero
Al noble Cónsul. La suntuosa estancia,
En que ahora estás, ¿la conocías antes?
Teren. Sí, Macron.
Macron. (Con ironía.) Pues no olvides mis palabras.
Si algo ambicionas para tí de gloria,
Si tu vida es feliz, si aún en la infancia
Se hallan tus hijos, en Seyano fia.
Nunca ha sido más grande su privanza.
Y él la merece. Aunque los ecos nunca
Aquí repiten la verdad, que hayan
Su albergue hallado en los macizos muros
La adulacion infame y la falacia,
Oye : Augusto á Seyano tanto quiere
Que de él los ojos, ni aún ausente, aparta.
Teren. ¿Duda acaso del Cónsul?
Macron. (Con ironía.) ¿Quién pudiera
De Seyano dudar ? Las veneradas
Imágenes de Augusto y del Prefecto
Al par en las legiones sé levantan.
¿Juntos siempre no están? ¿La régia pompa,
Que circunda á los Césares, le halaga?
De ella goza Seyano. El favorito
Tiene ya tal poder, que su arrogancia
Debe estar satisfecha. Un solo paso
De su fortuna hasta el imperio falta.
Teren. Y eso ha engendrado para tí sospechas.
No lo quieras negar. En vano callas.
A través de tus párpados, se puede
Irlas marcando, aunque los ojos bajas.
TIBERIO.
Y es extraño, Macron. Tú, que esforzado
Seguiste á César en Iliria, en Dacia,
En los Alpes, al mar, do tantas veces
En sangre ardiente se templó tu espada,
No le debes odiar. De un compañero,
Cual 61 de digno, se envanece el alma.
Macro*. No le envidio, Terencio.
Teren. Y le aborreces.
Macron. Eso pudiera ser si le envidiara.
No le digas que dudo. Si tu lengua
Ya de impaciencia trémula se halla,
Si no puedes tenerla silenciosa,
Repite exactamente mis palabras.
Teres. ¿Me conoces, Macron? Yo soy Terencio.
Viví en tiempo de Octavio. En las borrascas,
Que corrió su poder, en las intrigas
De sus últimos años (6), su mirada,
Siempre en mí fija, demostró el aprecio,
Que sin ser su secuaz, él me guardaba.
¿Qué me importa que estimes ó desprecies
Al Cónsul tú ? Su condicion tan alta
Y sus prendas son tales , que a Seyano
Sólo puede juzgar el que le manda.
(Tiberio se aproxima lentamente , saliendo de la galería.)

ESCENA II.

TERENCIO. —MACRON.—TIBERIO.

Tiberio. ¿Quién murmura del Cónsul ?


Teren. Noble Augusto,
Yo , que atrevido censurando estaba
Que, al cederle tu gloria, nos deslumbres.
Ten , o César, cuidado en tus miradas ;
Pues muchos hay que , sin saber su fuerza,
Buscan su fuego , que de intenso abrasa.
Tiberio. Jamás en ti las fijaré : descuida.
Teren. Nunca quise morir entre la llama.
Quien nació insecto leve , no presuma
TIBERIO.
Tocar el fuego , sin perder las alas.
Tiberio. ¡ Qué oportuna franqueza en tu respuesta !
Por lo discreta y Cándida me agrada.
Pídeme lo que quieras. ,
Teren. Si algun dia
Contra mi , Augusto César , te enojaran ,
No me condenes sin haberme oído.
No te pido yo más.
Tiberio. ¿ Y eso te basta ?
¿No ambicionas, Terencio? ¿No sentiste
De riqueza ó poder sedienta el alma ?
Teren. Nunca puse tan alto mi deseo.
Tiberio. ¿Y has podido vivir? ¿ Ni aun á la fama
De liberal , de sábio , de valiente,
Latió tu corazon? ¿ Nada te afana?
Teren. César, jamás. En el feliz retiro
De mi paterno hogar tranquilo estaba,
Cuando , no sé si de Seyano ó tuya ,
Orden precisa i la ciudad me llama.
¡ Qué diferencia de mi Etruria á Roma ,-
De la hermosa quietud en que me hallaba,
Al popular bullicio , á las intrigas,
Que en el Senado junto á mí se traman!
Unicamente por deber acudo.
¡ Con qué gusto de nuevo la enramada,
Donde cantan mis pájaros , volviera
A visitar ; y entre las verdes cañas,
A la márgen del rio , deslizarse
Viera, con lenta majestad, el agua!
i Qué leccion á ambiciosos ! La corriente
Cuanto va más crecida menos pára.
Corren las olas sin cesar : y siempre
Más hermosa es la última que pasa.
En la vida del campo no se sabe
De tus empresas y tus triunfos nada.
Que hay Augusto no más sabe el labriego (7);
Y deja inerte que el imperio vaya.
Si Octavio muere , si Tiberio asciende,
No le importa jamás. •
TIBERIO.
Tiberio. . . ¡Torpe ignorancia!
Aunque se asiente mi poder en ella,
Que mis hechos olviden hiere al alma.
Si inteligencia no , sentidos tiene
Sin duda el vulgo : mi brillante marcha
Al Capitolio contempló , mi triunfo
De Iliria, de Panonia , de Dalmacia ,
De la Germania , en fin , áspera y ruda.
¿ Ojos no tiene para ver ? ¿ Las armas ,
Los despojos de guerra , los cautivos,
Las larguezas de Octavio no le hablaban
Del valor de Tiberio ? Sobre Augusto,
Con viva luz su sucesor brillaba.
Macron, mañana á tu legion... ¡ acuérdate!...
Harás narrar la guerra de Germania.
Macron. Yo mismo , Augusto , la diré tus hechos.
Mas si el Prefecto mi conducta extraña...
Tiberio. Yo te respondo de él. Cuando aquí venga,
Que entre el lictor. Vosotros á la sala
De las termas volved. Por un momento
Quiero sólo quedar.
(Terencio y Macron se inclinan respetuosamente y se ale
jan por la galería.)

ESCENA III.

TIBERIO.

Tiberio, calma.
Acuérdate de Rodas. No te olvides
De que una vez á la borrasca airada
Del despecho y los celos no quisiste
Ceder ; y fuistes hombro : y te juzgaran
Tan débil que , sin madre y sin fortuna,
Solo Claudio Neron hoy te llamaras.
Disimula , Tiberio. Los recelos,
Que te inspira Seyano, astuto guarda ;
Mina su alto poder sin que lo sienta :
Él las legiones pretorianas manda ;
TIBERIO.
Y ellas siguen su voz. Tú, solamente
Vives , Tiberio , de tu antigua fama (8).
Sabe secretos tuyos el Prefecto ;
Y quizá revelarlos intentara...
Pero se engaña: los conoce en parte.
Piensa que pongo en él mi confianza
O que llega , con clara inteligencia,
A descubrir lo que en mi mente pasa.
¡ Qué falaz ilusion ! Si algunas veces
Franco he sido con él, si á la apartada
Selva conmigo le llevé , si acaso
Le inicié en mi política , no alcanza
A comprender que le seduje entonces ,
Porque su auxilio audaz necesitaba.
Hoy no existe Germánico. Sus hijos...
Neron ya en tierra sus cenizas cambia (9,):
Druso cautivo y acusado , espera :
Ya humilde Cayo se doblega y calla.
Tiberio es niño ; y me recuerda el rostro
De su padre infeliz. ¡ Cuánto le amaba !
¡ Él, mi único hijo , en quien tenia
Mi corazon cifrada su esperanza !...
¡ Y perderle tan pronto !. .. . Mi destino
Me condenó á vivir en una odiada
Familia.... El era en quien constante puse
Mi atencion, porque un dia se elevara
Al poder, sucediéndome.... Y, si falto,
Druso ó Cayo á mi nieto lo arrebatan.
Yo, que, cual nadie, aborrecí á los mios,
Yo que los perseguí.... ¡Qué suerte infausta
Me va siguiendo !. ... Cuantos más perecen,
Tantos más en redor se me levantan.
Y me afrentan sus vicios. Su carácter
Es tal de vil, su inclinacion tan baja, (10)
Que no puedo temerlos.... Solamente,
Verme obligado á despreciar me amarga.
¡Feliz el que á los suyos sobrevive!.... (it).
Pero tambien tu pretension es vana.
¿Entre tantos, que imitan tus defectos,
TIBERIO.
Alguien, o César, en saber te iguala?
¿Quién aspira basta tí? Seyano sólo.
Tanto le haré bajar cuanto se alza.
Con la prudencia y el valor, conquista
Mucho más el talento que la espada.
Él gobierna el ejército ; el Senado
Dirigido es por él ; Roma le aclama,
Porque ve su opulencia : pero César,
Como en acecho, prevenido aguarda.
Seyano está en la cúspide. Yo sólo
Puedo estorbarle ya para alcanzarla.
Dos no la pueden ocupar; y él debe
De ella arrojarme. De su mucha audacia
Todo puede esperarse.... Mas no cuenta
Con que yo debo recelar. Tan altas
Posiciones dan sombra. César, tiende
La red vistosa, porque en ella caiga.
(Seyano entra en la escena : al mismo tiempo aparece
lictor y se sitúa en la galería.)

ESCENA IV. ,

TIBERIO.—SEYANO. —UN LICTOR.

Seyano. César, salud.


Tiberio. (Con gravedad.) Los dioses te concedan
Cuanto yo anhelo para tí. Mañana
Quiero á Roma volver, pues necesito
De la ciudad, que me desvela ingrata,
Acallar el rumor y, aunque me olvida,
Muestra inaudita de largueza darla.
Hace tiempo, Seyano, que la usura
Reina sin freno en la feraz Italia, (12)
Las familias arruina y las cosechas
Arrebata, aún en flor, en la comarca.
Quiero prestar al pueblo, porque viva
Y redima sus campos.
Seyano. ¿Es muy alta
La suma, César? . .
TIBERIO.
Tiberio. Le daré doscientos
Millones de sestercios (43).
Seyano. -¡ De tus arcas
Pueden salir, o príncipe. Mas ¿ quieres
Matar tu erario, por alzar tu fama?
Tiberio. Hay momentos, Prefecto, en que es preciso
Ser generoso. Cuando ayer me hablabas
De Druso, me dijiste que, aunque preso
En Ponza, el voto popular le aclama (14).
Quiero, Seyano, la verdad decirte;
Porque tú eres mi amigo. La esperanza
Me comienza á faltar : ya de mi estrella
La viva luz, que me alumbró, se apaga.
Hay momentos que tiemblo, que recelo
De Agripina, de Druso; y, cuando pasan
Por mi mente estos vértigos, tan sólo
Con tu presencia se dilata el alma.
Mas, si tú fallecieses.... Enemigos
Tienes.... Debes tenerlos.... Me encontrara
Aislado.... Quiero conciliar del vulgo
La estimacion, por si la suerte falta.
Seyano. ¿Y tu salud, Augusto? Si se altera,
¿Qué será del imperio?
Tiberio. ¿Quién te engaña?
¿Quién que enferma Tiberio te asegura? (45)
Nunca estuve mejor; y la distancia,
Seyano, es corta. En mi litera, puedo
Llegar á Roma sin sentir la marcha.
Tú podrás precederme.
Seyano. Yo quisiera,
César, ir junto á tí para tu guarda.
Tiberio. No, Seyano. Ya sabes que, entre todas
Las provincias, prefiero la del Asia.
Ya que compiten por alzarme un templo,
Quiero tal honra inestimable darla (46).
Ella de mí no se olvidó ; y el mundo
Al desterrado César despreciaba.
Antes que llegue yo, tú, como Cónsul,
Al Senado has de dar nueva tan fausta.
TIBERIO.
¡ Oh ! ¡ Qué júbilo en Roma, qué alegría !
i Qué multitud esperará mi entrada !
Volver yo allí desarrugado el ceño,
Dejar que el grito popular me aplauda,
Que el vulgo instable, para ver al César,
Entre las ruedas de su carro vaya.
¿Sabes, Seyano, para cuánto tiempo
Mi inseguro poder aún afianza ? (17)
Seyano. Te escucho, Augusto César, con asombro.
Pensé que ausente de Caprea estabas,
Que á Germánico oia, al mozo imbécil,
No al que los años calculando gasta.
¿Franco Tiberio? Acostumbrada á verte,
¿ Piensas que Roma caerá en tu trama ?
¿No sospechas, o César, que, á su turno,
Recele un lazo en tu jovial llegada?
Si, en lugar del aplauso que tú esperas,
Hondo silencio y soledad hallaras ,
¿Qué seria de tí, qué, si perdieses
La autoridad que tu poder ensalza ?
No reconozco tu prudencia , Augusto.
La austeridad severa que guardabas,
La modestia enemiga de lisonja ,
Que tantas veces la dejó burlada ,
¿ Dónde están? César hoy admite un templo.
Ser dios tambien aceptará mañana.
Esto dirán tus enemigos, Príncipe.
Tiberio. Mas sus hijos jamás. Pero si hallas
Inconveniente en ejercer tu cargo
Para tratar de mí , si no te agrada
Que de tu anciano Emperador se ocupen ,
Con mi mensaje á la ciudad no vayas.
Seyano. Yo, Tiberio, quedarme...
Tiberio. Macron puede
Hacer de Cónsul en tu ausencia.
Seyano. ¡Calla!...
Deja, o Tiberio, que al Augusto olvide .
El que aún tu amigo con placer se llama.
Yo iré contigo y hablaré en tu nombre
TIBERIO.
Y aceptaré tu templo. Congregada
La multitud, anunciaré tu vuelta.
Diré que quieres protector salvarla
De sus excesos , con la suma enorme,
Que apenas puede sospechar que guardas.
¿Necesitas aún más?
Tiberio. (Con ironía.) Yo te agradezco
La amistad que me tienes , con el alma.
Macron mañana á su legion la guerra
De Germania dirá. Ya mis campañas
Van olvidando los soldados.
Seyano. César,
¿ Tienes en mí completa confianza ?
¿Soy el Prefecto del Pretorio , el Cónsul?
¿Soy quien la vida te salvó? (18)
Tiberio. (Con dulzura.) Las gracias
De ello te di. Quien el favor recuerda
Ofende más que al otorgarlo agrada.
Tus servicios son tantos , que no puedo
Hallar merced que tus servicios valga.
Seyano. Pues entonces , Tiberio, si tú quieres
Que prestándolos siga , si es quien manda
En las legiones el Prefecto, deja
Que no cumpla Macron tu órden mañana.
Tiberio. No es posible, Seyano. Los soldados
Sabrán que es órden mía.
Seyano. ¿Y qué?...
Tiberio. Sagradas
Son las que da la majestad augusta;
Y ella misma no puede revocarlas.
Por eso ambiguas las expresa á veces (19).
Seyano. ¡ Tiberio , adios ! . . .
Tiberio. ¡Seyano!...
Seyano. Antes me hallaba,
Contigo , por ser Cónsul y Prefecto.
Hoy lo es Macron. Su asidua vigilancia
Te podrá proteger.
Tiberio. (Aparte.) (Cuidado, César.
De tus manos la víctima se escapa.)
TIBERIO.
No saldrás de Caprea. ¿ Yo perderte?
¿ No eres mi amigo ya ?
Seyano. César...
Tiberio. La causa
De tus enojos cesará : descuida. . .
Seyano. Macron...
Tiberio. (Con ironía.) Con él no lucharás mañana.
Seyano. Gracias , Augusto. (Aparte.) (Sin recelo puedo
Levantar el ejército.)
Tiberio. (Aparte.) (La planta
Ve segura fijando : fácilmente
En las losas de mármol se resbala.)
(Al lictor.) Di que el anciano Emperador despierta.
(El lictor se vuelve hacia la galería , por la cual entran in
mediatamente Caliyula y los cortesanos , siguiéndoles La-
beon.)

ESCENA V.
TIBERIO.—SEYANO.—EL LICTOR. — CALÍGULA.—LABEON.—
CORTESANOS.

Tiberio. (A Caligula.) No te quedes ahí, Cayo: adelanta.


Conmigo ven.
Calíg. De tu bondad , o padre.
La justa gratitud crece en el alma.
Tiberio. No me inspiras bondad , sino cariño.
La sangre de los Césares me llama.
Siéntate junto á mí. Ya soy anciano.
De tí el imperio la salud aguarda.
Seyano. Príncipe , Labeon en triste duelo .
Traía aquí en vano de enjugar sus lágrimas.
Tiberio. (A Labeon.) ¿ Qué pretendes ?
Labeon. La suerte de Paxéa
De tus labios saber.
Tibebio. ¿Dónde se baila?
Labeon. Clemente Emperador , tú no lo ignoras.
Tiberio. ¿ Dónde está , Labeon?
Labeon. De mi morada
TIBERIO.
A tu palacio de Caprea vino.
Tiberio. ¿A mi palacio?...
Labeon. (En tono suplicante.) Si la fea mancha
Del crimen no la encuentras, á su esposo
Vuélvela por piedad , vuélvela salva.
Madre va á ser de un hijo , del primero.
¿ Comprendes, César, lo que el alma pasa ?
Tiberio. Hora es de ir á las termas. Luego , Cayo,
Vendrás aquí á esperarme.
Calíg. ¿Cuándo salgas
Del baño, Augusto?
Tiberio. Entonces.
Seyano. {A Tiberio.) Pero, César,
¿Es él?
Tiberio. (A Seyano.) Sospecho, porque humilde calla...
Y es un áspid que muerde. Yo le educo
Para desgracia de la especie humana (20).
(A Labeon.) Esta tarde verás á tu Paxéa.
Labeon. César , ¡ piedad!...
Tiberio. No me agradezcas nada.
Cumpliré mi deber. Cumple tú el tuyo
De romano leal. (Al lictor.) Lictor, avanza.
Ven á mi lado.
(Alos cortesanos.) Adios... (Aparte.) (Sobre Caprea
Récia y oscura tempestad amaga.)
(Tiberio , Seyano, el lictor y los cortesanos salen de la esce
na. Caligula mira fijamente á Labeon , que queda pensativo
á un lado del teatro; despues se aleja lentamente.)

ACTO II.

ESCENA PRIMERA.
LABEON. —MACR0N.
Labeon. ¿ Por quá quieres hablarme? ¿ Acaso sabes
Algo , Macron , de la ventura mia?
¿Dónde se halla Paxéa ? ¿Dónde? Deja
20 TIBERIO.
Que en mis trémulos brazos la reciba.
Macron. No, Labeon , no la verás. Tu esposa...
¿ Por qué , á su falta , trémulo te agitas?
Labeon. ¿Pruebas tal vez de mi deshonra tienes ;
Y en revelarme la verdad vacilas ?
¿Quién es verdugo de mi honor? ¿Quién hace
Torpemente discorde á la familia ?
Macron. Oyéme , Labeon ; pero promete
Antes callar lo que mi labio diga.
Labeon. Mas , ¿ vengarme podré ?
Macron. Hazlo en silencio.
Sabes que es Cayo la prudencia misma ,
Que, enemigo de César y Seyano ,
Sólo á eso debe el conservar la vida.
Labeon. Así dicen en Roma; pero...
Macron. Él sabe
Quién á tu esposa te robó... Mas mira...
Labeon. ¿Qué he de temer?... ¡Y solo!...
Macron. . Hace un momento
Que me llamó cuando de aquí salía ;
Y «dile á Labeon,» me dijo entonces,
«Que si su vida prolongar estima,
No reclame á Paxéa. El que la tiene...»
Labeon. ¿Quién es? El alma conocerlo ansia.
Macron. Cayo me dijo que tan alto estaba
Que hasta él no llega la plegaria misma.
Labeon. Entonces es el Príncipe ó Seyano,
Quizás los dos...
Macron. No prosiguió Calígula.
No me descubras.
Labeon. Lo juré.
Macron. Perdona,
Si aquí te dejo , porque llega Livia.
(Aparte.) (Bien mentido, Macron. Ahora, á Paxéa
Guardar procura de la humana vista.)
(Livia llega pensativa ; y se detiene, mirando el horizonte á
través de la galería: Macron pasajunto á ella saludándola
respetuosamente.)
TIBERIO.

ESCENA n.

LABEON.—LIVIA.

Livia. ¡ Qué temprano es aún !. . Si apenas dora


Las orillas del mar la luz deldia.
Y, como siempre , corazon , despiertas
Antes que el vivo sol dé en mi pupila.
Él ya debe de estar junto ¡i Tiberio,
Para alcanzar su paternal sonrisa...
Y dirán que los lazos de la sangre
Del blando impulso del amor desvian (21).
Loca por él estoy. Si le perdiese...
Tan grande fuera corno yo mi ira.
{Acercándose.) Labeon está allí... Los tristes
En el marmóreo pavimento fija.
¿Cuál será su dolor?... En el semblante
Huellas del hondo padecer se miran.
En mi pálido rostro algunas veces,
Mi pasion descubriendo, se divisan.
¿Por qué solo aquí estás?... ¿A quién esperas?
¿Qué pesares te aquejan?
Labeon. Tantos, Livia,
Que, si tú los sufrieras , anhelaras
De tu madre infeliz no ser nacida.
¡ Que los dioses te libren de sentirlos !
i Nunca su peso tu existencia aflija !
Tales llegan á ser, que, auná vengarse,
El alma infiel y sin valor vacila.
Livia. Si del que tiene el corazon doliente
La compasion tu padecer alivia ,
Dime tus penas; pués jamás tus lágrimas
Igualarán á las por mí vertidas.
Labeon. Tu dolor reconozco , noble esposa
Del magnánimo Druso , madre digna
Del pequeño Tiberio , mujer santa
Al favorito miserable unida (22).
¡ Cuánto lias debido padecer, matrona !
2
TIBERIO.
La sombra de los Césares nociva
Es en redor. . . y ancianos sobre todo
Cuanto imbéciles tocan, lo marchitan.
Hasta el aire emponzoñan.
Livia. No castigo ,
Porque lástima das, tanta osadía.
Labeon. Tú perdiste á tu esposo por la muerte ;
Y aunque luego, por César oprimida ,
Te enlazaste á Seyano , la deshonra
No ha cubierto tu faz , como la mía.
No te han robado á una mujer ; tampoco
Te la han quitado cuando estaba en cinta (23).
Livia. ¿Has perdido á Paxéa? ¿Quién ha osado,
Labeon , atentar contra su vida ?
Labeon. Si la hubiese perdido... algun consuelo
En llorarla quedara todavía.
No, Livia, no. Desde que falta Octavio
No se guardan sin mancha las familias.
Hay en Caprea quien mujeres roba,
Como ayer tarde me robó la mia.
Tú lo puedes saber. Habla á tu esposo ;
Y que él te diga la verdad. Suplica
Al príncipe, tu padre ; y mi deshonra
Sabrás de él, si decírtela se digna.
Yo buscaré del desgraciado el solo
Mísero amparo, que en Italia exista.
De Germánico es hijo el noble Cayo.
(Aparte.) (Sólo llega a ser libre el que conspira.)
(Labeon se aleja por elfondo precipitadamente.)

ESCENA III.

LIVIA.

i Qué miserable situacion ! Le adoro.


Si buscándole voy, le buyo en seguida.
Cuando escucho decir sus alabanzas, (24)
Ccn dulce impulso el corazon palpita:
Y-. -.perdóname, o Jovc.... casi llega,
TIBERIO. 23
Con delincuente error, mi fantasía
A soñar que con él, muerto mi esposo,
Pesado lazo criminal me liga.
No soy yo de la sangre generosa
Del grande Druso vencedor. Su hija,
De Tiberio faltando al tierno afecto,
Que un esposo la dió, se halla vencida....
Y vencida de amor, loca, furiosa,
Cual la esposa de Minos. Si corría
Ella bramando por el verde prado,
Junio á él, al menos, para verle, iba.
Ya no puedo callar. Este secreto
Turba el cerebro, la existencia mina....
Y más vale morir, despues que él sepa
Que, dichosa, por él me moriría.
Aquí llega.... No tiembles.... Cuando viene
Sério y absorto, hasta terror me inspira.
¡ Y es tan gallardo!.... Sin temor te acerca.
De quién, mujer, la compasion no excitas?
(Se acerca á Caligula que enlra pensativo.)

ESCENA IV.

LIVIA.—CALÍGCLA.

Calíg. (Aparte.) (Si Macron, segun dije, habrá alejado


Ya á Paxéa de aquí.)
Livia. Lánguidos brillan,
Cayo, tus ojos. ¿El insomnio lento
También sobre tus párpados se fija?
¿Qué inquietud sientes, Cayo? ¿Los negocios
Del Estado tal vez? Tanta fatiga,
Jóven eres aún, deja á tu padre.
Su mano es firme, perspicaz su vista.
Calíg. Nunca quise mezclarme en lo que toca
Al príncipe. Tu esposo ya le auxilia ;
Y yo no debo intervenir. Pudiera
Enojarle con Cayo la malicia.
Livia. ¿Tan temible es Seyano? En todas partes
24 TIBERIO.
Oigo ensalzarle. La reserva misma,
Que conmigo conserva, ser parece
Que, aún de ceder á amor, su alma se indigna.
Calíg. Nunca á nadie cedió. Sólo un deseo
Tiene el Cónsul, tenaz, que le domina :
El de agradar á nuestro padre. A veces
Por eso mismo hasta el honor olvida.
Quiso elevarse adonde tú te hallabas,
Porque César se cansa si se inclina.
Desde que á Livia se enlazó, ya puede
Seyano hablarle con mirada altiva.
Livia. ¡Ojalá que con él nunca me uniera....
Y te pudiera contemplar tranquila....
Y el dulce aliento respirar!... Perdona,
Si, al verte, Livia de emocion delira.
No te enojes, o Cayo. El dulce afecto,
Que es mi tormento y la esperanza mia,
Puede venderme.... Pero yo quisiera
Que lo entendieses sin que yo lo diga.
Calíg. ¿Qué desórden es ese? Compasivo,
Livia, yo soy. Simpáticas heridas
Causa el amor. Confiesa tu deseo;
Y yo te haré obtener lo que tu ansias.
¿Es un esclavo de tu esposo ? ¿ Acaso
A tu padre feliz lo envidiarías? (25)
Livia. ¿Tan turbada estoy, Cayo? ¿De mi estirpe
Tan degradada soy, qué así me humillas ?
¿Yo por un siervo suspirar? Mas alta
Corre la sangre, que mi sér anima.
Calíg. ¿Es Escauro tal vez, Silio, Terencio?... (26)
¿Quién hay más en Caprea?
Livia. La atrevida
Generacion del águila tan sólo
En sus hermanos la mirada lija.
Calíg. (Aparte.) (Te he sentido venir. Pon condiciones,
Cayo, á tu amor.) Te desconozco Livia.
Cuanto más alta la familia sea,
Tanto más ejemplar ser necesita.
Líbreme Jóve de que yo te agravie.
TIBERIO. 25
¿Tú incestuosa?... Jamás.
Livia. ¡ Cuál me acriminas !
¿Tienes derecho para odiarme? Acaso
Tirano amor te cegará algun día.
Tienes hermanas que serán hermosas (27).
¿Con su padre incestuosa no fué Mirra?
¿No vió Grecia bajar tu sombra, o Layo,
A la tumba, fin honra, estremecida?...
¿Los gemidos de Fedra no se oyeron
Del alto cielo concitar las iras ?
¿Qué te extraña á tí, pues? Siniestro, torpe
Fuego amenaza consumir mi vida.
C.ílíg. Dices bien ; que la cólera celeste
Nuestra razon á veces extravía.
Mas, ¿cómo quieres que á tu amor responda
(No será Augusto César quién le inspira)
Druso, que guarda tu severo esposo
En honda cárcel silenciosa y fria?
Los hijos de Germánico no pueden
Quererte á tí. La imagen de Agripina
Les impide fijar en tí los ojos,
Mientras estés con su verdugo unida (28).
¡ Y qué verdugo!... Sin cesar, su labio
Orden de muerte á sus secuaces dicta.
¡ Mísero Druso ! Si pudiera verte,
Perdonara tu olvido. Excusaría
Que al Prefecto deshonres. Incestuosa
Te estimara mejor, que no, sumisa.
Los hijos de Germánico á su hermana
Pueden querer. Mientras de esclava sirvas
A Seyano, jamás. Su muerte, á un tiempo,
La libertad, mi amor te volvería.
Ahora no pienses alcanzarlo.
Livia. Cayo...
Livia jamás á suplicar se humilla.
Si el corazon se descubrió, no pienses
Que ella se encuentre bajo tí, vencida.
Ya á quien adoro conociste... Guarda
Eternamente mi secreto.
TIBERIO.
Livia...
Prudente soy... De tu familia al menos...
Y quererte quizás podré algun día.
¡ Ojalá llegue !... Con los dioses queda. (Aparte.)
(Llevo el alma ¡ay de m¡! de muerte herida.)
sale con precipitacion, mirando al cielo ¿olorosamente.)

ESCENA V.
CALÍGULA.
¡Cómo me sigue pertinaz... y sólo
Tédio , vergüenza y aversion me inspira !. . .
¡ Ella inocente acaso de la muerte
De su primer esposo !... ¡ Qué falsía !
En sus ojos se ve, pues , mientras habla,
En todas partes con temor los fija.
Aún no ha aprendido el disimulo... Cayo,
Si viviese á tu lado lo tendría (29).
¡ Y tener que dejar libre á Paxéa,
Sin haber conseguido una sonrisa !
¡ Paxéa en libertad... mientras gimiendo
Se quedará mi vanidad!... No abriga
Por ella amor el corazon. Si late ,
Es solamente para tí , Drusila (30).
¡ Qué dulce nombre el de mi hermana !... Vuelve
Delas termas Tiberio. Cayo, cuida
De tener un impulso de impaciencia ;
Que ese viejo en el alma lo adivina.
( Tiberio, precedido del lictor, entra apoyado en el brazo de
Cariclés.)
ESCENA VI.
CALÍGUI.A.—TIBERIO.—CARICLÉS.—UN LICTOR.
Tiberio. (Al lictor.) Queda , lictor, aquí. No te separes
De esta puerta jamás. Mi voz espira.
Por si quiero llamarte, es necesario
Que no pierdas al príncipe de vista (31).
(A Cariclés.)
Tú , mi médico, adios. Por mi advertencia,
TIBERIO.
Buen Cariclés , no pienses que vacilan
De Tiberio las fuerzas. César nunca
Como hoy tan lleno se sintió de vida.
Caric. Mucho el imperio lo desea, Augusto.
Tu pulso es firme , tu cabeza fria ;
Y Trasilo el astrólogo asegura
Que tus estrellas cenlellando brillan (32).
Plegue á los dioses que perpétuas sean.
Tiberio. Ellos te den lo que á su amparo pidas.
Caric. Siempre clemente Emperador , descansa.
(En cuanto se aleja Cariclés, Tiberio se dirige hácia Cali-
gula, severamente.)

ESCENA VII.

CALÍGULA.—TIBERIO. — EL LICTOR.

Tiberio. Cayo , acércate á mí. Tu padre ansia


Que le confieses la verdad. Contigo
Se halla Paxéa aquí.
Calíg. (Trémulo.) ¿ Quién te lo afirma,
César? Yo no la traje.
Tiberio. Está en Caprea.
¿Quién, sino tú, traérsela podría?
Las altas rocas de la mar impiden
Que llegue oculto nadie hasta su orilla (33).
Caüg. ¿No tiene tu poder también Seyano?
La autoridad del Cónsul es crecida.
Llegó á ser ya lan alta , que , á su sombra ,
Mísera y débil se humilló la mia.
Tiberio. ¿Él afrentarme? ¿En mi palacio?... Unido
Él, de sangre plebeya , con mi hija...
Es imposible.
Calíg. Y á su abyecta sangre
Más que á la tuya, sin embargo, estimas.
Tiberio. Él la existencia me salvó; y hay otros
Anhelando quizás el que se extinga.
Calíg. ¿ Tal me juzgas , o padre? Mi imprudencia
(¿Cuándo el hombre en mi edad no se extravia?)
TIBERIO.
Me liará romper tus órdenes , acaso,
Augusto César, merecer tus iras...
Mas , faltarte... jamás. Sangre de César
Por mi padre Germánico corría.
¿ Amparo acaso me quedará , Augusto ,
Si tu bondad no fuera, inmerecida?
¿ Yo conspirar ? El que se encuentra solo ,
Sin auxilio ó poder, ¿ cómo conspira ?
¿Y feliz yo no soy?... Tu dulce amparo
Me da riquezas y poder y dicha.
Jóven , débil yo soy. Padre, perdona.
Mas no me iguales á Seyano. Mira
Quién yo soy, quién él es, quién me lia engendrado,
A quién debes imperio y á quién vida (34).
No pretendo exigir que me prefieras.
Sólo á no bajar más hoy Cayo aspira.
Tiberio. Siempre por bueno te juzgué. Te tuve
Cariño lal , que la mortal envidia
De tus hermanos despertó ; y á Cayo
Hasta mi mismo hijo aborrecía ,
A quien sabes que quise con el alma ,
De quien jamás el corazon se olvida.
Calíg. Padre , es verdad.
Tiberio. Su descendencia hermosa
A ti pospuse , junto á tí se cria.
El pequeño Tiberio , que hoy es sólo
Del decrépito anciano las delicias,
Te reconoce por su hermano : Cayo,
Mi sucesor en Roma te apellidan.. .
Y eso pudiera transformarse á un soplo
Del exánime abuelo. Si codicias
El imperio, obedece , espera en calma.
Poco te queda que esperar.
Calíg. Permitan
Los dioses que yo muera, antes que falte
La excelsa mano, que de Roma cuida.
Tiberio. Gracias, o Cayo. Mi salud ahora
Prosperidad al mundo vaticina.
Pero siempre , hijo mio, te agradezco
TIBERIO.
Tu cariño entrañable. La mentira
Nunca ha manchado los cesáreos labios.
(Con violencia.) ¿Dónde ocultaste esa mujer?
Calíg. (Aparte.) (Su vista
Dentro del alma penetró.) Concede
La piedad que el rendido solicita.
Tiberio. Nunca h. niego á quien me implora, Cayo.
Calíg. Pues hoy un César á tus piés se humilla.
(Postrándose.) Soy criminal. Yo sé donde se esconde
Paxéa... sí. Mi inexperiencia libra
De tus iras, o Augusto... Padre, vuelve
A mí tus ojos, para darme vida.
Tiberio. ¿Tú á mi palacio la trajiste , Cayo ?
¿Desde cuándo los Césares mentían?
Alza del suelo : porque yo no tenga
Que bajarme hasta tí. Del que suplica
La actitud debe ser, en cuanto cabe ,
Modesta, humilde, pero siempre digna.
Tú , renuevo de Césares, levanta.
Serena el rostro. La cabeza altiva
Ten, meditando en el imperio, Cayo.
Firmeza. El Cónsul desde allí te mira.
Calíg. Permite , o padre, que de aquí me ausente.
Tiberio. Toda la tarde tu aposento habita.
(Seyano , que ha visto á Caligula, espera con respeto a que
este salga de la escena.)

ESCENA VIH.

TIBERIO.—SEVANO.—EL L1CTOR.

Seyano. Tiberio, ¿insistes en que vaya á Roma?


Tiberio. ¿Cómo no, si á ella César se encamina?
Circulan voces de que el pueblo quiere
Probar de un nuevo Dictador las iras;
Y el abyecto Senado, que obedece
Como el esclavo trémulo, vacila (35).
Hace ya mucho tiempo que descanso,
Sin recelar... y mi poder olvidan
TIBlíMO.
Es preciso que Roma en la memoria
Mi imágen guarde siempre estremecida.
Para vencer y dominar, o Cónsul,
Nació Tiberio. Si recela un dia
Que el Imperio le escapa, del Imperio
Se halla cercana á terminar la vida (36).
Seyano. César, adios. A dar, para mi ausencia,
Voy las postreras órdenes , de Livia
El dulce abrazo á recibir, Tiberio,
Y á anunciar á las tropas mi partida.
Tiberio. Te den propicios cuanto yo deseo
Los altos Dioses, que el Imperio guian.
Seyano. (Aparte.) (No tienes tiempo que perder, Seyano.
Es la que pronto lia de acabar su vida).
(Tiberio espera á que desaparezca Seyano. Cruza el teatro,
como irresoluto, y se acerca al Lictor súbitamente.)
ESCENA IX.
TIBERIO.—EL LICTOR.
Tiberio. Lictor, ¿conoces á Macron?
El Lict. Sin duda,
César.
Tiberio. Pues vé en su busca ; y, de órden mia,
Dile que venga, al espirar la tarde,
A este aposento. De decirlo cuida
De tal modo, Lictor, que él solamente
De tu mision secreta se aperciba.
(El Lictor desaparece por uno de los lados de la galería.
Labeon llega por el otro silenciosa y lentamente.)

ESCENA X.
tiberio.—Después labeon.
Tiberio. Ya es preciso luchar. Tras de los ojos
Del buen Seyano la traicion se mira.
¡Conformarse á partir... él, que soberbio
Ya desprecia mis órdenes!... Amigas
Van las sospechas despertando. El alma
Con ellas cobra su firmeza antigua.
TIBERIO.
¡Tu poder cuántas veces las debiste!. .é
El tirano y el subdito conspiran.
¿Quién se acerca hacia aquí... y entre los arcos
Del elevado pórtico desliza?...
Nadie te puede socorrer, Tiberio.
Mas, ¿quién se atreve contra tí?... Calígula... (
Es una alma cobarde. Sólo el Cónsul...
Sus ojos torvos vacilando miran.
Avancemos allí... Labeon, si tienes
Ya nueva queja que exponerme , dila.
Labeon. (Con firmeza.)
Hablas, Augusto, con el mismo tono,
Que si hubiese acabado ya la antigua.
¿No es bastante quizás? ¿Ya has encontrado
A Paxéa, Nerón?
Tiberio. Ten sangre tria,
Labeon, que una frase te pudiera
Dar más ofensa á tí, que yo reciba.
Labeon. Tengo calma, Tiberio. No me extraña
Que, entre tanta mujer, se halle escondida
A tus ojos Paxéa...
Tiberio. Ten cuidado,
Y, antes de hablar de tu señor, medita.
Labeon. ¿Tú, mi señor?... Como si Roma fuera
Patrimonio de César... De tu isla
Puedes mandar en el pequeño espacio,
Fundar del vicio aquí la monarquía ,
Toda Roma traer... (38) pero en Italia
Y en los ánimos firmes no dominas.
Sólo hay un modo de reinar, o César,
Y es imposible que en tu pecho exista :
El placer de hacer bien. El alma honrada
Ante su fuerte seduccion se inclina.
Tiberio. (Con ironía.)
Sigue. ¿Qué esperas?... De tu labio á Augusto
Tienes pendiente. Tu elocuencia es viva,
Tu ademan es enérgico... Te falta
Sólo apoyar loque sin freno digas.
¡Y que te vuelva, ciudadano, quieres
TIBERIO.
Salva tu esposa, con afan querida!...
Convencido ya estoy. Mas ¿cómo tiemblas? ..
Porque mis ojos sobre tí se fijan...
¿Son dos rayos tal vez?... Un ciudadano
Nunca debe temblar ; jamás se inclina.
Labeopí. Dándome vas atrevimiento , César.
(Livia entra con precipitacion en la escena.)

ESCENA XI.

TIBERIO.—LABEON.—LIVIA.

Livia. Oyeme, padre, que si á tí se humilla (39)


La hermana de Germánico, habrá causa.
Tiberio. Aguarda, Labeon. Te escucho, Livia.
Livia. Rompe un enlace, que te infama, César.
Líbrame de Seyano. Audaz aspira
A derribarte del poder, o padre.
Tiberio. Livia, ¿quién te lo dijo?
Livia. Recogida
En mi estancia me hallaba , cuando entrando
Él , que jamás su tálamo visita ,
Me dijo que las tropas ya se hallaban
En conmocion , que al espirar el dia
No serás César ya , que no va á Roma ,
Que yo vaya al Pretorio fugitiva,
Para ocupar, como mi abuela, el trono.
Rechacé sus intentos. Su osadía
Creciendo entonces, me afirmó que estabas
Dispuesto, o padre, á terminar mi vida.
No soy culpable... Al revelar su crimen ,
Yo. por la vez primera se lo oia.
Tiberio. Mas ¿qué crimen?
Livia. La muerte de mi esposo
Envenenado por Seyano (40).
Tiberio. Livia,
¿ Eso es verdad?
Livia. Lo sospechaba , César.
TiBrRio. Druso, hijo mio... de tu padre mira
TIBERIO.
El inmenso dolor. Tiberio llora.
(A Livia.) ¿Cómo al verdugo, di, no conocías,
A tu lado teniéndole?... Responde.
Livia. Mira, padre, que soy dos veces víctima.
(Aparte , cayendo desmayada.)
(Quiéreme, Cayo; y moriré dichosa.)
Tiberio. Rey es de fieras el leon... Si hostigan
A su prole se venga... Sí ; la fiera
Bajo las garras del leon palpita.
Rey soy de Roma ; y el leon no llora.
Labeon. No saldrás ya de aquí. Tengo osadía
Para matarte, César. A Paxéa
Devuélveme, Tiberio. (Situándose en la puerta.)
Tiberio. (Mirando á Livia.) ¡Mujer mísera!...
(Aparte.) (No sin razon á mi familia siempre...
Desde la infancia misma aborrecía.)
Labeon. No saldrás ya de aquí. (Deteniendo á Tiberio.)
Tiberio. (Apartando á Labeon.) Ve que me estorbas.
(Aparte.) (Y los astros por mí resplandecían!...)
Labeon. Príncipe, mírame. (Sacando un puñal.)
Tibehio. (Pasando delante de Labeon.) Tu puñal guarda.
Puede acusarte, si en tus manos brilla.
(Labeon le mira con asombro. Tiberio se aleja lentamente.)

ACTO III.

ESCENA PRIMERA.

TERENCIO.—SEYANO.

Teren. No, Seyano; jamás. ¿Yo rebelarme


Contra el Imperio y la salud de Roma ?
Aún es tiempo, Seyano. El pensamiento,
Que en la suprema potestad colocas,
Baja á tu estado ; y en servir á César
Halla perpétua, inmarcesible honra.
¿ Yo junto á tí , cual cónsul, revestido
De omnímodo poder mientras zozobra
TIBERIO.
La autoridad de Italia, muerto Augusto,
Y del mundo los miembros se dislocan ?
No lo esperes, Prefecto. Con Tiberio
La paz se aleja de la tierra toda.
Para humillarla á su pesado yugo,
Solamente es su mano poderosa.
Con él felicidad tiene el imperio,
Recuerda dias de felice gloria,
Y riquezas y triunfos y un prudente
Dueño sagaz y precavido goza (41).
Contigo irá la asolacion , la muerte.
La multitud se lanzará furiosa ,
Para humillar á su bajeza mísera
Lo que aborrece porque nunca logra.
¡ Tú , sin mérito alguno, de plebeya
Sangre nacido!... Si la audacia loca
De algun otro soldado suscitase
Un pretendiente a tu poder, si rota
De la obediencia la oportuna valla ,
Rodando fuese la purpúrea ropa ,
¿Qué seria del mundo, qué seria
De tí mismo, Seyano? ¡Que conozcas
El imperio y le envidies !... Aún es tiempo.
Detente, o cónsul ; de tu empresa torna.
Seyano. No es posible, Terencio. Los soldados
Recibieron mis órdenes.
Teren. Revócalas.
Seyano. Livia conoce mi proyecto.
Teren. Livia
Lo guardará en silencio cuidadosa.
Seyano. No, Terencio; pues ella me aborrece
, Y á mi suerte , cual todos, me abandona.
Perspicaz es Tiberio ; y en las almas
Oculto nada ante sus ojos mora.
Cortesano yo soy. Nadie , Terencio ,
Hay que mejor los Césares conozca;
Nadie, que oculte en insondable arcano
Mejor que yo sus intenciones todas;
Y sin embargo , la sospecha abrigo
TIBERIO.
Deque el astuto anciano las conozca.
No me puedo parar en mi camino.
Todo, Terencio , mi ambicion lo arrostra.,
Teren. ¿Todo , Prefecto?
Skyaho. Por librar al mundo
Del suspicaz tirano que le doma ,
Los mismos dioses me darán auxilio ,
Pues con extraños ritos les enoja ^42).
De la patria Fortuna pierde el culto :
Y él desterró la libertad de Roma.
Su carácter sombrío de su pueblo
Con las costumbres veneradas choca ;
Desprecia con desden los sacrificios ,
Aunque los fallos del destino adora ;
Y si,4 veces acude taciturno
Para ver las sagradas ceremonias ,
El pueblo tiembla y se recata: sabe
Que le disgusta su atencion cuidosa.
Los amigos de Octavio , los que á Claudio
Neron hospedan desterrado en Rodas ,
Los viciosos infames, los que puros
Al degradado César le sonrojan,
Todos cayendo van : con hoz ligera
Altas y bajas las espigas corta (43).
No lo dudes , Terencio. Si su imperio
Ha durado hasta aquí , sin que se oponga
Nadie al tirano, es porque nadie pudo
Ser, sino yo, su sucesor en Roma,
Teren. Mas, ¿ no te ocurre al pensamiento, acaso,
Que de toda la infamia que deshonra
A Tiberio te cubren justamente ?
Sus acciones son tuyas : las adoptas
Desde que prestas al mandato impío
El labio tuyo, en que recibe forma.
¿ Es lá salud del mundo o es la tuya
La que hoy te obliga á que el silencio rompas?
Seyano. No sabrás ya de mí. Terencio, basta.
No me quieres seguir. La calma cobra.
Yo te busqué, porque tus claras prendas
TIBERIO.
Fueran la luz de la cercana aurora.
¡ Qué grato fuera á la ciudad Eterna
Ver levantarse , como siempre, hermosa ,
La raza antigua de Scipion y Fabio
Nunca manchada ; y la sencilla toga,
En lugar de la púrpura que ofende ,
Ser el amparo del que triste llora!
Teren. ¡ Si eso fuera verdad!.. Cónsul, confiesa
Que tu mismo atentado te sonroja ;
Y á tus ojos, que ofende, con anhelo
Tu propia lengua su miseria dora.
No te puedo seguir. Unicamente
Cambiaría de dueño. Generosa
La fortuna te dé gloriosa muerte ,
Si es que en buscarla asi se encuentra "gloria.
(Cuando se aleja Seyano, Tcrencio le sigue hasta la galería
y se detiene en ella. )

ESCENA II.
TERENCIO.
¡ Mísero Cónsul !.. A buscar acude,
Para salvarte, la rebelde tropa.
Si Tiberio es vencido , si consigue
Triunfar Seyano , si mortal discordia
Vuelve á mostrarse en la feraz Italia ,
Si los clementes ánimos encona,
Gime, Terencio, porque Roma acaba ;
Si César vence, por tu amigo llora.
Vamos á ver si del alcázar fuera
La militar agitacion se nota.
¡Cuán vacilante el corazon palpita ;
Y cual si fuera criminal me ahoga !
(Terencio se aleja por el mismo lado por donde se alejó
Seyano.)

ESCENA III.
MACHON.
No he podido aún sacarla de Caprea.
En su oscura prision Paxéa mora.
TIBERIO. 37
Nada se gana con perder más tiempo ;
Y esa cautiva inútil nos estorba.
¡Qué afan fué el de Calígula en robarla!..
Un capricbo no más. No se enamoran
Fácilmente los tigres ; por instinto
Se van buscando en la floresta umbrosa.
¡Qué mujer es Paxéa! ¡Qué valiente !
¡Cuál se conoce que á su esposo adora !
¡Tanta amenaza prodigada en vano,
Con desprecio arrojada tanta joya ,
En su edad inexperta , en la flaqueza
De una pobre mujer, cuánto me asombra!
Cayo se encuentra de furor gimiendo ,
Temo yo á tal mujer si vuelve á Roma...
Más valiera acabar; y solamente
Temer la voz de la conciencia sorda.
Hoy dejar á Caprea es imposible :
Vaga la soldadesca bulliciosa
Por la orilla del mar ; los pretorianos
Tambien están en la cercana costa.
Sin duda ya se decidió el Prefecto
A luchar y morir. Buscarme ahora
Tiberio, que me ha visto indiferente
Veces mil á su lado.... en la zozobra
De su poder.... para formar amigos
No es la mejor política. Medrosas
Le acudirán en tan supremo instante
Unas ideas de pavor tras otras.
Ya se acerca hácia aquí. Con lento paso
Camina César, meditando á solas.
Es su aspecto terrible. Es el Tiberio,
Que al grande Octavio las naciones doma (44).
Hoy su púrpura gime ; en ancho pliegue
Su manto arrastra en las marmóreas losas :
Y, apretando sus manos convulsivas,
Las venas de su frente se coloran.
(Tiberio entra lentamente, con un manto de púrpura.)

3
TIBERIO.

ESCENA IV.

MACRON.—TIBERIO.

Macroh. Para cumplir tus órdenes, Augusto,


Macron espera.
Tiberio. (Aparte) (En la tormenta boga
Sin temor; que tu astrólogo asegura
Ser tus estrellas, como siempre, rojas.
Ni una nube hay en ellas : todas brillan,
Mas con sangriento resplandor. Las olas
De la mar van tranquilas ; y en su lecho
Recibe al sol con majestuosa pompa.)
Te he llamado, Macron; porque es preciso
Volver al triste Labeon su esposa :
Y, en ausencia del Cónsul, te he nombrado
Para guardar de César la persona.
De tí depende la salud del mundo
Sírveme bien, pues los servicios honran.
Macron. César, tanta bondad....
Tiberio. Mi confianza
El Prefecto Macron completa goza.
Hoy va á ganar su título. Primero
(Nunca olvidó de César la memoria)
De manos de Calígula á Paxéa
Vas á quitar; y á Labeon la tornas.
Contigo voy á libertarla. Luego,
Deferencia ostentando respetuosa,
Induce al Cónsul á que venga á hablarme ;
Y en tanto aleja sus rebeldes tropas.
¿Puedo contar con tu legion?
Machon. Augusto,
Padre y clemente Emperador te nombra.
(Tiberio se aleja, teguido de Macron. La escena queda so
la un momento. Después entra Labeon apresuradamente.)
TIBERIO.

ESCENA V.

LABEON.

¡Cuál la acabo de ver! Entre las rejas


De una oscura prision su frente asoma ;
Y, sin embargo, en el horror sublime
De su lúgubre cárcel, está hermosa.
La encerraron sin duda donde César
Para el Circo las fieras aprisiona.
¡Qué soledad!... La oscuridad sombría
Me llevaba simpática á la costa,
Donde la mar sobre peñascos rudos
Del alto alcázar la muralla azota,
Cuando una voz entre el murmullo sordo
Que en espuma al morir, alzan las olas,
Estremeció con el placer mi oido:
Era la voz que Labeon adora ;
Y yo, sin verla, suspirar la oia :
«Tuya soy siempre con el alma toda.»
Contenerme no pude; y al momento
En las rejas estuve. ¡ Qué gozosa
Me vió Paxéa y me tendió los brazos
Cuanto los hierros sin piedad no estorban !.
¡Cuántos besos fijé sobre la reja,
Que ha debido rozar su dulce boca ;
Sobre las manos que á través pasaba,
Cuántos no di; de su flotante ropa
Cómo toqué los desceñidos pliegues,
Temiendo una vision fascinadora !...
Mas, sobre todo, cuando el rapto dijo,
La intencion de Calígula afrentosa,
Las amenazas y los torpes ruegos
Y estar contenta de la cárcel honda,
¡Cómo la quise!... Sobre todo el mundo,
Cuanto Paxéa se elevaba hermosa !....
Ver anhelo á Tiberio. Le he ultrajado.
Para él la muerte anticipé... tan próxima,
TIBERIO.
Que , á no ser su valor ó mi flaqueza ,
Viera de Octavio la querida sombra.
Sólo él puede volvérmela... Paxéa ,
Aliento dame. La vergüenza brota,
Cuando le miro en majestuoso paso
Venir, tu suerte calculando, Roma.
(Tiberio aparece por la galería precedido del Hetor, que se
queda en ella, pasando de cuando en cuando por elfondo
de la escena. )

ESCENA VI.
LABE0N.— TIBERIO. — EL LICTOR.

Tiberio. ¿Ya has guardado el puñal? A Macron busca;


Y él te dará á Paxéa. Bien hermosa
Es tu mujer; y la pasion disculpo ,
Que dió á su esposo tan amargas horas.
Vé ya á abrazarla. En la apartada estancia
De Livia está. Su agitacion reposa...
Y, en volviéndote á ver, una sonrisa
Hará sus penas alejarse todas.
Cuando César promete, César cumple;
Que en ello cifra su perpétua gloria.
Otro el culpable fué.
Labeon. (Interrumpiéndole.) Cayo... (Dirigiéndose a Ti
berio.) Concede
La expansion del dolor...
(Levantando la mano en ademan de herir.)
Tibemo. César perdona.
Yo me he olvidado de la injuria mia.
¿Por qué guardas la tuya en la memoria?
(Labeon se acerca á Tiberio respetuosamente.)
Labeon. Nunca el puñal he desnudado , nunca,
Hasta alzarlo hoy á tí. Lentas las horas
En paz corrieron para raí... ¿Quién sabe?..
Siempre, tal vez, deslizarán dichosas.
Mas, sin embargo , si desea Augusto
Mi auxilio alguna vez , si para locas,
T1DERI0.
Temerarias empresas, hasta crímenes,
Le hace falta mi mano , estará pronta.
Tiderio. ¿Tu propósito es firme?
Labeon. Mucho, César.
Tiberio. Te daré una mision; que es peligrosa,
Si á cumplirla te atreves.
Labeon. Dila, Augusto.
Tiberio. Vendrá á verme Seyano. Cuando rota
La conferencia, de palacio salga,
Vivo ó muerto me entregas su persona .
La guardia mía te dará su auxilio.
Labeon. Será bastante con mi mano sola.
(Sale Labeon precipitadamente. )

ESCENA VIL

TIBERIO. —EL LICTOR.

Ya no debe tardar. Cuando se espera,


Siglos se llevan de vivir las horas.
Hoy tu imperio y tu vida en imprudente
Juego, Tiberio , con firmeza arrostras.
Mas te quedan recursos. Los soldados
De esa legiou, para guardarte, sobran.
Labeon no es cobarde. Las estrellas
Resplandecen con luz consoladora :
Y á la venganza, que brotando siento ,
Estremecida el alma se alboroza.
(Seyano aparece en el fondo y se detiene un momento,
corriendo la escena con la vista. )

ESCENA VIII.

TIBERIO.—SEYANO. —EL LICTOR.

Seyano. (En el carácter de Tiberio, cuando (Aparte.)


Volver á verme con afan implora ,
Es que quiere ceder. Ten arrogancia.
Decidido á vencer, vence con honra. )
TIBERIO.
Tiberio. Seyano , ven : nos encontramos solos ;
Y el Lictor lejos, porque no nos oiga.
Antes que dejes á Caprea, quiero
Contigo renovar dulces memorias.
¡Qué hermosa fué mi juventud, Seyano,
Menos el triste intérvalo de Ródas,
Siempre luchando y consiguiendo siempre
Triunfos brillantes y atractiva gloria !
¡Con qué placer se dilataba el pecho
Con el aplauso unánime de Roma! (45)
¡Cómo, en constante, provechoso anhelo,
Daba amparo á los huérfanos mi sombra
Y de mi mano el oro conservaba
Para sus hijos la indigente esposa !
Desde el impúber , que en falaz cariño
Presenta alegre , hospitalaria boca
Al beso general, hasta el anciano,
Que exige sólo reverencia honrosa,
Todos contentos de Neron partían.
¡ Si conservase, al menos, su memoria !
¡ Cómo el pueblo me quiso! Mis amigos
Lo eran... del alma. Mis valientes tropas,
Al saber que volvía, (tú las viste)
A cercarme acudían presurosas.
Recuerdo un dia, en que llegué, Seyauo,
Del ancho Rhin á las revueltas olas ;
Y al bajar del caballo, me detienen ; .
Y derramando lágrimas gozosas ,
—«Yo estuve en Rethia , general , contigo.»
—«Yo en Armenia.»—«Yo, César, la corona
Recibí en Vindelicia de órden tuya.»—
«Como un perro leal, en la Panonia
Yo te he seguido, Claudio.»—«Yo en German ia.»
No se cansaban de decir. Dichosa ,
Entretantos leales tan humildes,
El alma estaba, de escucharlos, loca (46).
¿No te acuerdas , Prefecto, de la tarde,
En que , cruzando la corriente undosa
Del Elba , un jefe de los Quados vino ?
TIBERIO.
Rigiendo él solo su barquilla, boga ;
Y preguntando por Tiberio, apenas
Me ve, al postrarse sus vestidos moja
Con la húmeda arena, de mi manto
Con fervor besa las flotantes orlas ;
Y dice : «como dioses os respetan
De lejos mis hermanos; mas traidoras
Las armas alzan al divino yugo ,
Porque entregarse a los romanos odian.
Yo quise en vano conocer los dioses.
Te vi, Tiberio; y los conozco ahora.»
De mi se aleja ; á su barquilla vuelve ;
Puesto en pié y hácia mí, corta las olas ;
Sin quitarme los ojos del semblante,
La opuesta orilla silencioso toca (47).
Tú allí estabas, Prefecto. Cuando, en triunfo
Del universo entero , entraba en Roma,
Tambien me viste: de tu diestra mano
Recibí , como ofrenda , una corona
Del más verde laurel. Quizás , por tuya,
Brillantes pareciéronme sus hojas.
Cuando de Octavio en la sensible muerte,
Con la triste conciencia en lucha sorda,
Me negué á sucederle y del imperio
Quise la suerte abandonar (48) , de todas
Las súplicas , que entonces me elevaron ,
Sólo á las tuyas accedí. No rompas
El silencio , Seyano : estoy seguro
Que, siempre fiel , tu corazon me adora.
Yo te estimo tambien. ¿Te has olvidado
De mis proyectos de abdicar? ¿ Cuál otra
La causa fué de la llorada muerte
De Germánico César misteriosa ?
Cuando mis hijos perseguí , de Druso
Cuando te di (bendita es su memoria)
La augusta esposa para esposa tuya ,
A tus ruegos el alma estaba pronta;
Porque me dijo, al espirar , Octavio :
«El acento leal nunca desoigas.»
TIBERIO.
A Roma vas , para decirle al pueblo
Que César piensa defenderse. Cobra
Tu serena actitud. ¿ De qué recelas ?
Al campamento decidido torna.
( Tiberio se retira á un lado de la escena mirando fijamente
á Seyano.)
Seyano. (Aparte.) (Todo lo sabe. Es menester , Seyano,
Resolverse á morir.) Augusto, adopta
Del combate ya el plan. Quiero ser César.
De morir ó vencer esta es la hora.
(Seyano sale por la galería al tiempo que entra ¡Uacron.)

ESCENA IX.
TIBERIO.—MACRON.—EL LICTOR.
Macron. Lucha ó sucumbe, Augusto. El campamento
He recorrido : la escarpada costa
Cubierta está por los soldados mismos ,
Que te ofrecieron émulos su gloria.
El que llegue primero , el que más valga
Ese los lleva tras de sí. Traidoras
Tus legiones esperan á Seyano.
Si él llega á verlas, sucumbir te toca.
Tiberio. Dame mis armas, fiel Macron. El alma
Conseguir aún espera la victoria.
Cerrada estuvo á los combates tanto,
Que adormecida , lánguida reposa.
Hoy vuelve á abrirse. Para César nunca
Gloria hay igual á la guerrera gloria.
Mas,... si muero, Macron... A Cayo dile
Que vaya á ser mi sucesor en Roma.
Para dar libertad á mi hijo Druso,
Que Escauro corra sin tardar, á Ponza (49).
Macron. Livia está en la cercana galería
Cual si esperara ; y en la oscura sombra
Del pórtico, Terencio ni un instante
Del campamento la mirada torna.
Es amigo del Cónsul y es valiente.
Tiberio. Puedes prenderle. (Macron se retira.)
TIBERIO.

ESCENA X.

TIBERIO. —EL LICTOR.

Juventud recobra,
César. ¡O Palas!... Si triunfante vuelvo,
Si tu egida me ampara protectora,
En tu templo suntuoso, de tu imagen
El oro, el jaspe copiarán las formas.
Terror puedes tener, no cobardía,
Claudio Neron, que al universo asombras.
Cuentas catorce lustros ; y en ninguno
Gozar pudiste de tranquilas horas.
Es preciso vencer. Sigue tu suerte,
Para envidia del mundo. La aureola ,
Que circunda tu frente, nuevos rayos
Lance, cruzando del laurel las hojas.
Aquí Cayo está ya ; Terencio llega.
Tus armas mira, reluciendo hermosas.
( Terencio entra acompañado de Macron. Al mismo tiempo
aparecen Calígula, los cortesanos y los soldados, que traen
la armadura de Tiberio.)

ESCENA XI.
TIBERIO. —MACRON. —TERENCIO.—CALÍGULA.—CORTESANOS.—
SOLDADOS. —EL LICTOR.

Tiberio. ¿Por qué, Terencio, de la noche fria


Sin recelar perjudicial la sombra,
A los últimos rayos del ocaso,
El abrigado alcázar abandonas ?
¿Qué es lo que esperas , si , al morir la tarde,
Barca no queda para entrambas costas?
Ya los soldados de mi guardia celan
La ensenada falaz donde se aborda;
Y al extranjero, que se turba ó miente,
Seguridad eterna proporcionan,
TIBERIO.
Nada Seyano ha de lograr : mi astucia
Vence los hierros de la lima sorda,
Que, en el diamante de mi alcázar firme,
Sus acerados ímpetus se embotan.
Díme, Terencio , la verdad. Seyano
Todo, en febril propósito, lo arrostra;
Y tú, por él , de tus abuelos tienes
En menosprecio la ínclita memoria.
Teren. César, jamás. Si, cuando el crimen supe,
Permaneció mi lengua silenciosa,
Si no quise mancharla, como suelen
Los delatores míseros de Roma,
No que aprobase los designios suyos,
Como perverso cómplice, denota,
Sino que, amigo fiel para tu amigo ,
Delatarle á tus ojos me sonroja.
Si hoy tu amistad y tu privanza deja
O las revuelve contra tí traidoras ,
Quede al espía, que premió tu mano,
Acrecentar tus iras.
Tiberio. Generosa
Condicion es la tuya ; aunque, cubriendo
Desenfrenado crimen, te deshonra.
Teren. Ten, o César, piedad : vuelve los ojos
A sus pasadas épocas de gloria ,
Cuando dejabas que la imágen suya
Diese á la tuya en los altares sombra.
Si ambas unidas del instable vulgo
Recibieron la ofrenda veleidosa ,
Si, homenaje de hondísimo cariño,
No le cesaba de alabar tu boca,
Si, del Senado en el recinto augusto,
Para los dos igual fué la lisonja,
¿Cómo culpar al que , quizás movido
Por el amor del Príncipe, le adora? (50)
Cuando, ageno al suceso, esta mañana
Obtuve que benévolo me oigas,
Nunca pensé que de denuncia indigna
Fuese al honrado la ocasion tan pronta.
TIBERIO.
Seyano es infeliz : no me arrepiento
De serle fiel en las adversas horas.
Sólo rogar que á tu clemencia mires ,
Más que al impulso de rigor, me toca.
Tiberio. Bien me conoces ; y la fibra hieres
Que en el alma tal vez mejor responda :
Sólo que únicamente es en bien tuyo
Lo que en defensa de tu amigo abogas.
(Entran Paxéa y Livia, que lleva el niño Tiberio. Al llegar
junto á Caligula , Livia se detiene. En tanto Tiberio se re
viste de su armadura, ayudándole los soldados.)

ESCENA XII.

TIBERIO.—MACRON.—TERENCIO.—CALÍGULA.—CORTESANOS.—
SOLDADOS.—PAXÉA.—LIVIA.—EL NIÑO TIBERIO.—EL LICTOR.

Paxéa. Llega, Livia. Aquí está. Pide á tu padre


El perdon de tu esposo. Mas, sollozas;
Y el peso mismo del dolor tus quejas
En la garganta estremecida ahoga.
Juntas las dos lo pedirémos, Livia.
A su nieto preséntale. Su hermosa,
Risueña faz del malogrado Druso,
Que tanto quiso, le dará una copia.
¿Por qué miras á Cayo? ¿Con enojo,
No ves, o Livia, que los ojos torna?
Livia. (Aparte.) (Yo no puodo vivir.) Paxéa amiga ,
Déjame ya. A mi Tiberio toma
En tus brazos, Paxéa... Una mirada,
Cayo, de tí la que sucumbe implora.
(Livia al decir estas palabras, se deja caer de rodillas junto
á Caligula , asiéndole del manto , sin que Tiberio se aper
ciba de ello.)
Calíg. Sucumbe, Livia; de vergüenza muere.
Livia. Yénus, mal baya de tu imperio, Diosa.
(Caligula dice las anteriores palabras con frialdad y sin
volver los ojos á Livia. Esta se levanta precipitadamente
y sale de la estancia, pronunciando el último verso. Al
TIBERIO.
mismo tiempo entran Labeon y Seyano, de modo que na
die se aperciba de la ausencia de Livia.)

ESCENA XIII.
TIBEIUO. — MACRON.— TERENCIO. — CALÍGULA. — CORTESANOS.—
SOLDADOS.—PAXÉA.—EL NIÑO TIBERIO.— LABEON.— SETANO. —
EL LICTOR.
Labeon. Viro le traigo á tu presencia.
Tiberio. Cónsul ,
Llega más cerca; y ante mí te postra.
Seyano. ¿Yo postrarme ante tí? Tiberio, nunca.
(Se oyen murmullos; y Macron se acerca á la galería.)
Tiberio. ¿Qué creciente rumor?
Macron. (Volviendo de la galeria.) Las bulliciosas
Turbas, que piden que á Seyano entregues,
Para arrastrarle hasta las altas rocas
De la mar y arrojarle donde nunca
Pueda encontrarse su cadáver. Sorda
Crece la multitud. Príncipe, cede.
Tiberio. ¿Yo ceder?... ¿Yante quién?...
(Paxéa se arrodilla delante de Tiberio , presentándole
el niño.)
Paxéa. César, perdona.
¿A tu nieto no ves? Por él al menos.
Tiberio. Por él á un hijo envenenado llora
Tiberio César ; y á vengarle aspira :
Pero teniendo por su juez á Roma.
Seyano. Dame la muerte.
Tiberio. ¿Desde cuando, cónsul ,
Cesó el odio mortal, que nos encona?
Donde Agripa vivió viva Seyano (SI).
(Varios soldados salen de la escena, llevándose á Seyano.)

ESCENA XIV.
TIBERIO. — MACRON. — TERENCIO. — CALÍGULA. — CORTESANOS.—
SOLDADOS.—PAXÉA. —EL NIÑO TIBERIO.—LABEON.—EL LICTOR.

Paxéa. Dulce esposo. (Abrazando á Labeon.)


TIBERIO.
Labeon. Paxéa , vuelve ahora
A mi plácido afecto. (Cayo, tiembla.) (Aparte.)
¿Quién de mis brazos ya , quién me la roba?
Calíg. ¿ Le castigo, Macron ? (Aparte á Macron.)
Macron. (A Caligula.) Tiembla : que fija
César en ti mirada escrutadora.
( Tiberio toma de la mano al niño y le lleva hacia el trono,
en que se sienta.)
Tiberio. Ven, Tiberio, á mis brazos, hijo mio.
Feliz en mis rodillas te coloca.
Tambien tu padre se sentaba en ellas.
Su infancia fué, como la tuya, hermosa.
Su dulce rostro, como el rostro tuyo,
Ya reclamaba la triunfal corona.
(Caligula mira con despecho al niño.)
¿Por qué miras, o Cayo? Tú algun dia
Matarás á este niño (52). La rabiosa
Sierpe, que debe de abrasara! mundo
Con el fétido aliento de su boca ,
Ya se prepara. Mientras César viva ,
Guárdate aún de respirar. Tú , goza
De mi sonrisa paternal , Tiberio.
(Silio entra precipitadamente. )

ESCENA XV.
TIBERIO.— MACRON. — TERENCIO. — CALÍGULA. — CORTESANOS. —
SOLDADOS.— EL LICTOR. — PASEA.— LABEON. — EL NIÑO TIBE
RIO. —sino.

Silio. César, acude. Las azules olas


Sirven de tumba á Livia ; y de su labio
Oi de amor una infamante historia.
«Cayo, te adoro; y con tu nombre muero :
Un momento siquiera á Livia llora.»
Dijo : y la mar, con su murmullo sordo,
Cubrió de espuma las flotantes ropas.
Tiberio. (Saliendo al medio de la escena.)
Todos venida recoger sus restos.
TIBERIO.
Cayo, quédate aquí. Ya la furiosa
Tempestad terminó ; pero las tablas
De los bajeles miseros arroja
Ala costa feliz. Quien sobrevive,
Sepultando á los náufragos, los llora.
(Tiberio, precedido del Lictor, Silio, Terencio, Labeon, los
cortesanos se dirigen á la puerta del fondo. Paxéa les si
gue, llevando en sus brazos el niño. Caligula se queda
pensativo; y Macron le mira atentamente.)
Calíg. ¡ Tan anciano... y vivir!...
Macron. (Acercándose detrás de Caligula.) Cuando la vida
No se quiere extinguir, se la sofoca (53).
(Caligula [vuelve los ojos con sorpresa hacia Macron. Este
se dirige á la puerta del fondo.)

Noviembre de 1837.
NOTAS.

Que este drama es desigual en su forma y que no todos sus versos pue
den pretender igual mérito dirá con razon el público ; y quizás el autor, que
es de la misma opinion , nunca se hubiera arriesgado á someterlo á general
exámen , si muchos de sus amigos , que recuerdan confusamente una rápida
lectura cuando se escribió hace seis años ó que han oido hablar á otros lison
jeramente de ella, no le hubiesen obligado. Para descartarse , pues, de elo
gios inmerecidos y de exigencias crecientes, imprime esta desordenada tra
gedia, acompañándola delas notas más precisas para revelar su intencion
si, tal vez por falta suya, no la lia dejado ver clara. Detenerse más en ello
hubiera sido prestar importancia exagerada á lo que no la merece.

(1) La índole de los personajes de esta tragedia y las indicaciones que en


ella se hacen acerca de las calidades, que la historia presta á nombres de ce
lebridad tan grande , exigen tal vez que se manifieste al lector la situacion
en que aparecen y el carácter con que Ies presento.
Claudio Tiberio César era hijo de Tiberio Neron y de Livia, arrebatada
luego á su esposo por Octavio, quien casó á tal hijastro con su hija Julia,
viuda á la sazon de Agripa. Separado de ella por sus extravíos, Tiberio se re
tiró á Rodas , donde vivió largo tiempo sin el afecto de Augusto, que , al fin,
obligado por los ruegos de la madre y la muerte de sus suscesores presuntos,
le dejó volver á Roma. Designado en su adolescencia Príncipe de la Juventud,
enviado despues á Armenia, las Galias, Rethia, Panonia, Vindelicia, Germa-
nia é Iliria, el sucesor de Octavio logró reputacion de gran capitan al mismo
tiempo que se estremecía el imperio con la derrota del ejército de Quintilio
Varo. Al llegar á suceder á Augusto en el conjunto de omnímodas facultades
que constituía la potestad de los Césares, ya había desempeñado Tiberio los
cargos más importantes y estaba propuesto por la opinion pública para hereda
52 T1BEIU0.
el imperio. A pesar de ello y del testamento de Octavio, cedió ó aparentó ce
der solamente á los ruegos del Senado ; y sobre tan firme base constituyó un
poder sombrío, pero benévolo, en su principio, receloso y tiránico en adelan
te, modificado sucesivamente por las hazañas de Germánico y de Druso , por
la muerte de ellos , por la del hijo primogénito de aquel , por la de la misma
Livia y por los excesos y el odio de la viuda de Germánico y de su hijo se
gundo. Esta es la situacion en que se halla Tiberio al comenzar la tragedia,
recelando de Seyano y resuelto á librarse de su tutela , abandonando á Ca-
prea. Aunque en aquella ocasion contaba el César únicamente sesenta y seis
ó sesenta y siete años, he creído conveniente hacerle septuagenario, como
dice en su monólogo, acto III, escena X.
Cuentas catorce lustros...
Elio Seyano , natural de Etruria , de extraccion poco distinguida, aunque
algunos le hacen ser desde su nacimiento caballero romano, elevado por su
talento y sus intrigas á la prefectura del Pretorio y al Consulado en compa
ñía del César , fué sacrificado por el mismo cuando se hallaba por órden su
ya en el Senado , donde debia presentarse una proposicion de Tiberio para
honrar al favorito. La elevacion de Seyano, sus relaciones con Livia , al fa
llecimiento de Druso, y lo repentino de su caida y su muerte , á que siguie
ron la de su mujer y sus hijos y la persecucion de sus parciales , dejaron en
Roma una impresion profunda , que llegó á ser tipo umversalmente adoptado
de la instabilidad de la fortuna humana, como Aman en los hebreos. Aunque
Tiberio no quiso prestarse al enlace del favorito con Livia y no quiso acep
tar el Consulado aquella vez , para obligar á Seyano á que lo declinase , he
preferido presentarle ya pariente del César y revestido aún de omnímodo
poder, aunque objeto de mal celada sospecha , así como hacerle detener en
la isla y en el instante de declararse rebelde.
Cayo César Calígula, hijo menor de Germánico , fué objeto en su niñez de
la adoracion del ejército , que le dió el sobrenombre con que ha pasado á la
historia. Tiberio, separándole de su madre , le llevó á su lado, mientras
permitía ú ordenaba el encarcelamiento y la muerte de sus hermanos; y sa
tisfecho con su carácter humilde y resignado en la apariencia, le asoció con
su nieto Tiberio para recibir su herencia. Cayo cuenta veinte años al
presentarse en la tragedia como hermoso objeto del desenfreno de
Livia.
Macron , sucesor de Seyano en la Prefectura del Pretorio y en el favor de
Tiberio , habia ascendido á su posicion por medios quizás más bajos que los
que empleó Seyano para alcanzarla. Sus prendas militares, más bien indicadas
TIBERIO. 53
que ensalzadas por los historiadores romanos, no le libertaron de una ani
madversion instintiva de la opinion pública , soliviantada quizás por saber que
había comprado la estimacion de Calígula , prestándole su esposa Ennia. Ma-
cron pasó á ser el verdugo de Tiberio en un momento arriesgado, despues de
haberle servido sin escrúpulo en sus planes.
Los nombres de Pomponio Labeon y de su mujer Paxéa están tomados del
párrafo xxix del libro vi de los Anales de Tácito : pero termina en los nom
bres toda la semejanza con los personajes , como sucede en los de Silio y
Escauro tomados de aquella historia.
Marco Terencio fué una de las personas más distinguidas de la época de
Octavio y de Tiberio, á juzgar por la memoria que de él nos conserva Tácito.
Al presentarle como tipo de la raza , al parecer estoica, pero nada severa, de
los Saturninos y los Chereas, he reunido en él algunos rasgos que presta el
historiador á diferentes personas.
El nombre de Gariclés , médico de Tiberio , es bien conocido por su hábil
estratagema para tomar el pulso al suspicaz anciano, fingiendo besar su ma
no, á fin de anunciar su estado al impaciente Calígula.
Aunque el César despreciaba á su nieto por naturaleza , creyéndole adul
terino, al presentar en escena al impúber Tiberio , le he hecho el ídolo del
viejo. No cabe en la edad provecta odio ó desprecio al infante.
Livia ha dejado mal nombre en los escritos antiguos. Hija del primer Dru-
so y , por consiguiente , sobrina de Tiberio y hermana de Germánico por na
turaleza, casó con su primo Druso , rival por instinto y por necesidad del
que idolatraba el pueblo como hijo adoptivo del César y como soldado valien
te y afortunado. Víctima de una intriga y de la seducion de Seyano , olvi
dada quizás por su esposo vanidoso y frivolo, fué cómplice de la muerte que,
por medio del veneno , hizo dar al segundo Druso el valido de su padre. Aun
que no se sabe casi qué curso tomó la suerte de Livia desde aquel instante y
consta únicamente su muerte despues de la de Seyano , he preferido que
apareciese obligada á enlazarse con él por la ceguedad de Tiberio y que , ex
traviada por distinto lado, si no mejor, más hermoso , diese ella fin á sus
días de una manera más noble.
Siendo semejantes los nombres de varios de los personajes de la familia de
Tiberio, que aparecen ó se citan en la tragedia, me ha parecido oportuno
formar el siguiente árbol genealógico, donde pueden verse las relaciones de
adopcion ó de parentesco, señalando las citas que se hacen de ellos en las di
versas escenas, cuando no toman parte en la accion, en cuyo caso parece la
alusion bien clara, y marcando con carácter itálico las que ni indirectamente
se rozan con el asunto y son precisas, no obstante, para comprender el cuadro.
4
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1
lígula. Cu-CCayoesa»
AgNrairpcao.
H,-eIV.actosc. I,IV;eActoscena
¡Agípina. 1IF,I.e•s*centas.yUe,a.cstc.Ilí.lI,e]Actos1 eras
,casad César
puéscor-Ldia.,dScresibo1 iaconprimerogusto AuOctavio
y111,
V,VIH.
yV.IV,eActoIIscenas
Dc.usIPa. priJtcusdalia,
este. dedorcidaydiTiBEitiodeconda.spuésAgrimcorero
I,eActoiscera
CayoCésar.
I-■
II.IV.eActoseni.
Ágriplri.

eI,ActosI.cera
CLéuscairo.

II,IV.eActoscer
Lldila.

I;I,eActoscera AgProistpuam.o
naXII.,e■to■isce
l~
TIBERIO. 55
(2) Desde su juventud lo había sido. Como administrador y protector de
Roma , á semejanza de los prefectos annonce, habia preveido á las necesida
des de un pueblo que ya reclamaba sólo panem et circenses: como general,
habia conducido la guerra con astucia y con prudencia, cuidando de que nada
faltase en sus campamentos y se conservase en ellos rigorosa disciplina. ¡Con
qué efusion habla de esta fase de la vida de Tiberio el venerable militar \e-
leyo Patérculo ! ¡ Cuánto más valen sus manifestaciones de fervoroso entu
siasmo que los elogios truncados y la verdad disfrazada por la pasion de par
tido en los Anales de Tácito y la frivolidad constante de la biografía redac
tada por Suetonio!
(3) Cierta antipatía por la raza Claudia, los merecimientos de Agripa y la
voz de la sangre, aunque la creyese indigna , hicieron preferentes á los Ne
rones en el cariño de Augusto los propios nietos tenidos del vientre de su
hija Julia. Cuando solamente sobrevivía, pero imbécil ó loco, Postumo
Agripa , fué cuando la voz de Roma se unió á las exigencias de Livia para la
adopcion de Tiberio, ya libre, en su ambicion comprimida , hásta de su pro
pio hermano. ■ ■
(4) Verdad es que nada dice Suetonio de que Tiberio Neron muriese en des
gracia : pero manifiesta que , al volver á Italia despues de derrotado el par
tido de Marco Antonio , á que se había afiliado , hubo de acceder á los ruegos
de Octavio , sin duda para congraciársele , y cederle á Livia , que entonces
se hallaba en cinta.
(5) Lástima es que falte casi completamente el libro v de los Anales de
Tácito, como lo es tambien que no llegue á tratar de la catástrofe de Seya-
no la obra de Veleyo Patérculo, pues por eso se tienen pocos pormenores de
la causa y del suceso. Suetonio lo trata ligeramente; Tácito indica el orí-
gen vergonzoso de la fortuna de Seyano , sus relaciones con Livia y la ven
ganza tomada en los partidarios del audaz valido; Veleyo considera al favori
to digno del apogeo en que le contempla ; Dion menciona á qué punto llegó
su autoridad, equiparándola á la de Tiberio; y una sátira de Juvenal descri
be enérgicamente el desprecio y la vileza de que hizo ostentacion Roma , en
contra del Prefecto , cuando le vió caido. El párrafo iv del libro lviii de la
historia de Dion Casio es oportuno testigo de su arrogancia y su suerte mayo
res aún que las pinto.
(6) No fuéron seguramente prósperos , ni serenos , los últimos añes' de la
dominacion de Augusto. La agitacion sorda para la eleccion de heredero en
la córto, para derribarlos Césares fuera de ella; las intrigas de la omnipo
tente Livia ; las murmuraciones de los últimos y numerosos partidarios de
Pompeyo y la república, si bien procuraban que no se les percibiese , eran,
56 TIBERIO.
no obstante, sentidas. Epoca de transicion, hizo aquella necesaria, aunque
dolorosa y perjudicial tal vez, la áspera , pero gloriosa , dominacion de Ti
berio.
(7) Desde el instante en que Octavio estableció su fortuna sobre la base de
César, vino á ser hereditaria la sucesion del imperio, hasta que los pretoria^
nos en época posterior aspiraron á marcarla. Mientras tanto la poblacion de
Italia y á su vez la de las provincias cayó en marasmo completo, siendo nece
sario al fin que fuesen las legiones acampadas en ellas, y no ellas mismas,
las que permitiesen ser á los prefectos competidores para el trono de los
Césares.
(8) Desde que el César se encerró en Caprea, más por disgusto de la vida
pomposa y agitada, á que le obligaba Roma , que por dar suelta á sus vicios,
el mundo se gobernaba con la sombra de Tiberio. Su habilidad consistía en
oponer constantemente á los favoritos de su capricho ó de la opinion públi
ca un sucesor presunto que los contrarestase y los tuviese á raya , delegan
do, sin embargo, en ellos todas las fatigas y todos los cuidados que le daba
el mando. Especialmente mientras Seyano fué su omnipotente ministro , él
gozaba en anularse, siendo más fácil llegar á la presencia del César, caduco
y casi abdicante, que á la del feliz valido; pero , era tal el prestigio que Julio
César legó á su sobrino Octavio, tan necesaria era esta dominacion y tan fe
cunda la idea que representaba , que el mundo veneró aún á Calígula y á
Claudio. ¿Cuánto más no había de respetar al político profundo , al general
prudente y afortunado?
(9) Suetonio ( Tib., §. LIV) habla de la muerte de Neron y de la de su
hermano Druso, sin hacer diferencia de tiempos : pero, al tratar más adelan-
* te (§. LXI) de las causas que alegaba el César para justificar la venganza á
que sucumbió Seyano, el mismo historiador hace la observacion de que uno
de los hijos de Germánico murió solamente antes de la catástrofe del valido,
el otro bastante tiempo despues. Tácito, al hablar en el libro VI de los Anales
(§§. XXIII y XXV) de las muertes de Druso y de su madre, da por supuesto,
sin duda, haber tratado de la de Neron en la parte del libro precedente que
no ha llegado á nosotros.
(10) Tiberio consideraba á su hermano frivolo y débil, quizás por más
agradable ó dichoso ; y esta antipatía pasó á toda su descendencia. Germá
nico, con sus triunfos, y tal vez con su imprudencia, se granjeó un odio mor
tal del general celoso; y compartieron la animadversion su esposa y todos
sus hijos. Julia, Agripina y Neron murieron desacreditados por el mismo Cé
sar, acusando á la primera de discola ó de furiosa, al segundo de degradado
y vicioso: Druso, á la manera de reo de lesa majestad, murió en un encier
TIBERIO. S7
ro y rodeado de espías: Cayo sobrevivió á sus hermanos por su incapacidad
y su bajeza: Drusila y las demás hijas de Germánico debieron á su corta
edad la vida. Natural era que el odio trascendiese á Claudio imbécil y de
conformacion miserable : que lo compartiese Livia , á quien ni su esposo
amaba , ni se le hallaba derecho para reclamar cariño : el hijo mismo y el
nieto, aquel por corto talento y cierta popularidad buscada, este por sospe
chas de su bastardía, gozaron de igual desprecio. Yo, sin embargo, he ex
ceptuado de animadversion á los últimos y he libertado á Tiberio de culpa
en el asesinato del loco Póstumo Agripa.
(1 1) Felicem Priamum vocabat, quod superstes omnium suorum exsti-
tüsef. Suet. Tib. LXII. ■ . .
(12) De las indicaciones, que hace Tácito en dos pasajes, de la carestía
que amenazó durante un momento á Roma , del inmotivado desórden que tal
alarma produjo, de la escasez de dinero que obligó á Tiberio á prestar sin
interés por espacio de tres años cien millones de sestercios, ya que causaba
la crisis , segun Suetonio , puede colegirse bien cuánto se habría des
arrollado en tal ocasion la usura , que, como llaga profunda, habia de ana
tematizar Juvenal con tanto brío y debía describir en su triunfo con
tal sarcasmo Petronio, siguiendo en esto las huellas bien conocidas de Ho
racio. -
(13) La cantidad prestada no fué sino la mitad de esta ; pero parecióme
que se haría á los lectores corta , por no atender á la época.
(14) Más adelante diré por qué he dicho hallarse Druso relegado en
Ponza. , ,
-(15) La aventura de Tiberio , engañando sobre su salud á Cariclés, su
médico , es tan conocida y ha sido tan imitada, que necesito recordarla ape
nas. Véanse Tácito , en el § L del libro VI de los Anales , y Suetonio § LXXH
de la vida de Tiberio.
(16) Tácito. An. IV. § LV. LVI. Yo he extendido la competencia á las de
más provincias. ■ . , ,
(17) El gozo, que causó en Roma el advenimiento de Calígula al imperio,
prueba bien cuán oprimidos se hallaban sus habitantes en la expansion de
sus sentimientos , no en la proteccion y en la seguridad materiales , admira
blemente guardadas para los inofensivos. Asi es, que no es extraño brotase
el júbilo universal al menor asomo de que el taciturno y suspicaz anciano se
dejaba ver con confianza y alegre. Testigo aquella excursion de Tiberio y de
Seyano á la cercana Campania en que fuéron recibidos con ovacion afanosa,
sobre todo el favorito , según Tácito refiere en el § LXX1V del libro IV de
los Anales.
58 TIBERIO.
(18) Tácito. ¿». IV.$LIX. ■ ■. ... :■ ;
(19) Aquella frase de Tácito no puede ser más expresiva y enérgica : Jam
Tiberium corpus, jam vires, nondum dissimulatio deserebat. Suetonio
tambien revela la ambigüedad y lo oscuro del estilo de Tiberio.
. (20) Sagacissimus senex Ita prorsus perspexcrat, ut aliquoties protdi-
caret, uexitio sito omniumque Caium vivere:» et, uscnatricem populo ro
mano, PJiaethoníem orbi terrarum educare.» Suet. Cabtg.Xl. ■
(21) No era el imperio aún aquel engendro monstruoso de supersticiones
y vicios de los reyes del Oriente encarnados en el molde siempre fácil y dis
puesto de la ambiciosa república : ni las costumbres de Grecia, que ya em
pezaban á mostrarse con el orgullo del vencido reconocido más sábio , ha-
bian subyugado enteramente á los descendientes de Rómulo. Era todavía
más literaria que moral en Roma la influencia helénica : necesitábase que Ca-
lígula y Neron pretendiesen encarnar, primero por la violencia, después por
corrupcion insensible , los escándalos , la pompa , el poder que desde el
Asia, pasando por Macedbnia , hizo , á fuerza de humilde , degradada á Gre
cia. Aún temblaban Julio César y Augusto que se les recordasen süs aventu
ras de la adolescencia ; y el mismo Octavio sentía que se le hiciese Culpable,
ó responsable á lo menos , del desenfreno de su hija Julia. Veía Tiberio con
dolor, ó con disimulado y pérfido gozo, los amores de Neron y de Druso,
despreciables retoños del debelador Germánico ; y en la superficie de la córte
del César, siempre modesta y severa , aunque ganando terreno en arbitra
riedad y en preponderancia , reinaba la hipocresía, como despues aún detuvo
el enlace de Agripina con su tio Claudio.
(22) Hasta época posterior los caballeros romanos no aspiraron á enlazarse
con las mujeres de la familia del César. Tiberio, que no halló desproporcio
nados Yinicio y Casio para Julia Agripina y Drusila, no hallaba á Seyano dig
no de ser marido de su nuera Livia. ¿Entraban en ello quizás la condicion de
Seyano, la sospechosa causa de su favor , la arrogancia de que daba mues
tras? Todo pudiera contribuir á ello indudablemente : por eso, al suponer
consumadas estas nupcias, he cuidado de llevar á otra persona la petulancia
cesárea ofendida por tal hecho. No era mejor en verdad la condicion de los
Julios y los Claudios ; pero más antigua y más ilustre brillaba en Roma su
razá-. Calígula, que no quería tener, ni de Agripa , sangre que no fuera pro
cedente de■ la una y de la otra estirpe, debia mirar como envilecida con tal
union á su tia : Labcon, que miraba con sonrojo la altivez y la ambicion de
Seyano, debia escudar su debilidad y su odio con desprecio hácia el va
lido , con el maligno recuerdo de los medios vergonzosos á que debió su
privanza.
TIBERIO. 59
(23) En tal estado arrancó Octavio á Tiberio Neron la seductora Livia.
.(24) No hay historiador latino en que no esté reflejada la esperanza que
en Germánico ( por ser frustrada indudablemente ) puso la multitud, esten
diéndola á su triste descendencia. Con parte de las calidades , que resplande
cían en Octavio y en Tiberio , no dió ó no pudo dar pruebas de tener defec
tos. Hija de Druso Neron, que siempre fué agradable á los romanos, sucesor
presunto de una persona suspicaz , sombría , muerto prematuramente , dejó
á sus hijos un nombre de que estos abusaron luego , siendo quizás tal la
causa de morir los dos mayores. Privilegiado el tercero de la naturaleza pró
vida y del destino propicio, hermoso por la figura, afable , modesto y taimado
por el carácter, ídolo de los ejércitos, en donde habia nacido, báculo que os
tentaba con sagacidad el César, conjunto de circunstancias simpáticas para
quien le contemplaba lejos , de mal encubiertos vicios para quien observaba
de cerca, Calígula era esperanza de los descontentos del gobierno que sufrían
y de los mismos servidores trémulos del mudable, en austeridad y en crápula,
y ya caduco Tiberio.
(25) Cuando refiere Suetonio circunstancias y sucesos, que ennegrecen
las personas, es menester consultarle con muy prudente reserva. Quizás en
César alguno se cebó con placer tanto, al describir su lujuria, como en el
hijo de Livia. Que fuese Caprea receptáculo de viciosi, no cabe ponerse en
duda, pues que Tácito lo afirma : que el carácter de Tiberio le inclinase más
á algunos, tampoco puede negarse. Las alabanzas de Veleyo Patérculo deben
referirse sólo al hombre público, grande en su austeridad aparente ; y tal vez
por eso mismo, grande en la compensacion que daba al arco tendido. La es
tancia que en Rodas hizo, ociosa para su desgracia y la del mismo imperio,
debió amaestrarle en todo ; y los vicios comprimidos dejaron de serlo ya
cuando habia de temularse que muriese César, y cuando ya su vejez le abri
gaba de sospechas. Pero de esto á suponer posible lo que expresa el párra
fo XL1V, que le consagra Suetonio, es bien grande la distancia. Si es natural
en el carácter suyo la aventura última que allí se cita, no lo es la innecesaria
crueldad con que termina. Por esto yo preferí que el público adivinase, pero
bajo velo decoroso al menos , las pasiones del anciano , algo mejores tal vez
que las que este achacaba á los hijos de Germánico.
. (26) Aunque el carácter de Terencio y su repentina llegada á Caprea no
le hacen quizá á propósito para que se fije en él Cayo, creí que no debía decir
nombre de persona alguna no citado en la Tragedia. ■ ...
(27) Cum omnibus sororibus stupri cotuueíudinem fecit. Suet. C.
Calig. XXIV. .. .■
(28) El párrafo LUI de Seyano, en la Vida de Tiberio, no atribuye al fa
60 TIBERIO.
Torito los atentados de que fué víctima Agripnia durante su desgracia;
pero Tácito le hace partícipe en la venganza tomada de su soberbia (An¡ V.
§. m, IV.) ■
(29) Neo servum meliorem ullum neo deterioran dominum fuisse.
Suet. C. Calig. X.—Tácito conserva una frase análoga. (An. VI, §. XX.)
(30) Drusilam vitiasse virginem, prcetextatus adhuc credüur... In mo-
dumjusta uxoris propalara habuit. Suet. C. Calig. XXIV.
(31) En sus últimos años de dominacion ya temía el puñal del asesino ó el
insulto de algun ofendido el César. En Tácito puede verse (An. VI, §. XV.)
cómo solicitó del Senado la proteccion de varios consulares, para ir seguro.
(32) Tácito (An. VI, §. XXI ) y Suetonio (Tii. XIV) citan tanto hu:reen-
cia de Tiberio en las estrellas , cuanto su confianza en Trasilo, por baberle
presagiado la llegada de una flota. Si en alguna época tal pasión es disculpa
ble , lo era en la que nació este principe, colmado de pronósticos y de pre
dicciones de reputacion y grandeza desde el instante mismo de su nacimien
to, cuando quizás su fortuna mostrábase más adversa. Aunque de todos los
tiempos, y en los personajes alzados inesperadamente á la cumbre no fuera
natural esta supersticion tan antigua ; cuando la astrología encerraba las po
cas nociones ciertas de la astronomía caldea, cuando Tácito nos pinta esta
influencia celeste con tan brillantes colores, ¿cómo culpar á Tiberio por ser
creyente en los astros? Quien lucha con los errores suele dejarse subyugar
de alguno :. pasiones tiene el austero : y suele inventarse un ídolo el que des
truye los dioses.
(33) Aunque los textos.de Suetonio y de Tácito no conviniesen en lo es
carpado de las costas de la isla, en su situacion favorable para el aislamien
to cerca de una poblacion bulliciosa, una rápida ojeada á cualquier mapa de
Italia y una observacion sencillísima bastaran para probarlo. Cerrando el
golfo de Nápolescon clima bien dulce y sano, con un puerto, aunque peque
ño, seguro, hubiera crecido en poblacion ó se hubiera mantenido en la situa
ción que logró, á ser más fértil su suelo, más fáciles sus comunicaciones con
el continente cercano. Pero, ni antes, ni despues de la época de Tiberio , Ca
brea ha tenido fama. La que conserva su nombre se la ha debido á aqúel
César >'• ■ -' -
(34) Germánico representaba en Roma, quizás en la córte misma de Ti
berio, aunque con enojo suyo, el salvador del imperio : y natural era en to
dos, menos en el que pudo ser víctima, tener por mérito menor la salvacion
del César. ' 1
(35) Amaestrado halló al Senado Tiberio, pero él lo refrenó más aún,
pudiéndose aplicar mejor á este príncipe que á Claudio, aquel insulto que
TIBERIO. 61
repite Séneca : prwcidit jus imperii. De cuando en cuando, sin embargo,
había, aunque fuese para adular de un modo nuevo ó indirecto al príncipe,
asomos de independencia.
(36) Manebat quippe suspieionum et credendi temeritas, quam Sejanus
augere etiam in Urbe suetus, acrius turbabat. Tac. An. IV. § LXVII.
(37) No necesito decir por qué, en boca de Tiberio, muestra profundísimo
desprecio el uso de tal apodo, tratándose de su nieto.
(38) A pesar de la reputacion de Caprea, ó quizás por ella misma, no fal
taron pretendientes á ser admitidos en la corte y en la servidumbre del Cé
sar. La fortuna .de Vitelío no tuvo diverso origen. Seyano habia debido á Lu
cio César ó á Apicio su primer encumbramiento ; y el emperador futuro usó
de los mismos medios tambien en edad análoga. Apenas se permitía el acer
carse á Tiberio, mucho menos á Seyano : pero no faltaba quien lo procurase
eficazmente ; y si dejaban la isla, patricios y caballeros acudían presurosos á
felicitarlos y regocijarse por su inesperada presencia.
(39) La arrogancia de los Claudios, nacida de las mismas excelentes pren
das que formaban su carácter , era proverbial en Roma. Suetonio dedica un
párrafo de la vida de Tiberio á conmemorarlas como se merecen : y en él se
encuentran ejemplos , no solamente de audacia, de fortaleza , de inteligencia
y de valor en los hombres , sino de brío y de resolucion varoniles en varias
de las mujeres. Quizás si la grande Livia no lleva el imperio á esta familia,
ella lo hubiese arrancado ó hubiese muerto el imperio. Los Césares se acaba
ban , y eran los hijos de Agripa flojos para tanto peso. Los Claudios única
mente lo sostuvieron enérgicos , hasta que vino un demente con extravío y
flaqueza á entregarlo á los soldados. ¿Qué extraño es que Livia tenga, en esta
escena y la III y la IV, una arrogancia de leona herida, vencida, mas no hu
millada? . ,
(40) Sensible es que se perdiesen los párrafos principales del libro Y de
los Anales de Tácito. Cuando el lector espera conocer el fin de aquella gran
de tragedia del envenenamiento de Druso, del adulterio de Livia, de la com
plicidad de Eudemo , de la tolerancia ó la aquiescencia de la mujer de Se
yano, del extravío de Lygdo, se llega con gran sorpresa al castigo de los fie
les amigos del favorito ó de sus cómplices en la conjuracion contra el César,
no en el crimen encubierto y cometido en la imperial, familia. No sé si qui
zás por esto ha sido menos difícil tratar de él en mi tragedia. ¿Quién sabe si
aun, al descubrirlo, Tiberio se mostrara indiferente como en los funerales de
Druso , ó hubiese tenido yo que adoptar como segura la fábula, que indica
Tácito, de haber cambiado el padre con el hijo la copa en que el ultimole pre
sentaba el veneno, como en época cercana se aplicó á Sancho García? La in
62 TtitEnio.
certidumbre, con que se explica el suceso, me dejó más ancho campo, aunque
quitándome efectos. -•- 1 •' • '■- ' - -■- ' • '■ ;
(41) La fortuna y la grandeza de Roma llegaron á su. apogeo en la domi
nacion de Tiberio. Verdad es que se asegura que Augusto habia logrado su
mir en la paz al orbe; pero esto no era exacto, si no es tomado en metáfora.
Pudieron muy bien en Roma decir que la sedicion y que la guerra civil no
brotarían de nuevo desde la última derrota de los pompeyanos : pero sin la
actividad de Tiberio , como general primero y luego como emperador, los
confines del imperio no hubieran quedado en calma , dejando únicamente á
Calígula y á Claudio empresas innecesarias contru la isla británica. Tampoco
en el interior el órden era seguró; porque la astucia dé Octavio no habia lle
gado á más que á extraviar ó corromper las corporaciones y las autoridades
romanas , no á desorganizarlas de modo que se hicieran impotentes. Quedó
este¡ triunfo de la tiranía y de la habilidad cesáreas para el sucesor de Au
gusto. Acostumbrado á gobernar desde niño y á vivir como particular veja
do en su edad madura, puesto despues á la cabeza de ejércitos que represen
taban perfectamente las condiciones sociales y los vicios de la nacion triunfa
dora, Tiberio conoció á fondo y aprovechó con destreza los defectos de su
pueblo y ehmodo de subyugarlo, teniéndole satisfecho. Con él hubo descon
tentos y se multiplicaron las delaciones', Con perjuicio grande de los orgullo
sos patricios : si se exceptúa la conspiracion de Seyano , cortesana entera
mente, no hubo rebelion alguna. - •.:> >---
(42) Poco alcanzaron de Tiberio nunca las ceremonias religiosas que, con
tanta exactitud, hacia cumplir Octavio. Cansado de su grandeza, sofocado por
la púrpura que, siendo en él necesidad ó llaga, procuraba sentir poco, el an
ciano emperador contribuyó sin embargo á que, á título de ciencia , degene
rase la religion del Estado, contaminándola ritos oriundos del Oriente ó reci
bidos de Grecia.' .. .. . i
(43) No es solamente de la edad media la fábula simbolizada por La cam
pana de Huesca ; era vulgar en lo antiguo igual consejo enviado al tirano Pe-
riandro por el astuto Trasíbulo y realizado por el perseverante Tiberio, libre
de compromiso alguno con los patricios y demasiado orgulloso para dejarse
sojuzgar ó asimilar por ellos. La frase que, segun Suetonio, era atribuida á
Octavio, pinta á aquel perfectamente. Miserum populum romanum, qui sub
tam lentis maxillis erlt.
(44) Seria preciso citar todo Veleyo Patérculo, en los párrafos que descri
ben la dominacion de Octavio , desde el VC al CXXIil ; pero me contentaré
con la frase del CXI : ñaque ut presidium mililum, respublica ab Augusto
ducem in bellum poposcit Tiberiwm.
i

TIBERIO. 65
■ (45) Los párrafos Vil y VHI de la Vida de Tiberio por Suelonio prueban lo
que debía agradecerle Roma, en su juventud, al César ; y el Clll de la Historia
romana de Veleyo muestra que esto sucedió en efecto; así como tambien lo
indica el IX del primer libro de los Anales de Tácito.
(46) Vel. Pat. Hist. Rom. CIV. ■ . .
(47) Vel. Pat. Hüt. Rom. CVIl.
(48) La perplejidad de Tiberio, aparente ó verdadera, está oomprobada en
todos los escritos (!e la época. Véanse especialmente: Vel. Pat. Hist. Rom-
CXXJV. Tac. An. lib. I, §. XI. Suet. Tib. Ñero. XXIV.
(49) Aunque era Neron quien había -sido guardado en Ponza y Druso lo
estaba en el alcázar mismo, preferí que Tiberio diese esta órden, como quien
echa mano de un recurso, no como quien suelta una fiera que tiene guar
dada bajo su propia custodia. •< .
(58) Este discurso es análogo al pronunciado en ocasion semejante y que,
con alteracion leve, traen Tácito, en el párrafo VIII del libro VI de los Ana
les, y Díon, en el XIX del libro LVII1 de sus Historias romanas.
(51) El sitio donde estuvo relegado Agripa y donde recibió la muerte era
la isla de Planasia. Tac. An. I, § 111. Suet. Oct. Augustus. LXV.
(52) La prediccion de Tiberio quedó, como todas las que al anciano César
se atribuyen , en veneracion en Roma , dando los sucesos prueba de la saga
cidad de aquel hombre, ó los dichos, que le fueron inventados, de la opinion
que de ella se guardaba en Roma Veanse Tac. An. VI, § XLVI y Díon Hist.
Rom. LVIII, § XI, donde se refiere el suceso, así como Suet. Caius Cali-
gula. XIII, en que se oita el pretexto de que surgió el atentador; , :
(53) En una obra destinada á describir un carácter, ¿cómo olvidarme de
indicar el fin que al personaje espera? Dion (lib. LVIII, § XXVIII de sus Hist.)
Tácito (lib. VI. § L de los Anales) y Suetouio (§ XL1II, de la vida de Tiberio
y § XII de la de Calígula ) están conformes en relatar el rumor que cundió
por el imperio. . ....
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