Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
(2020)
1
1. Dedicatoria a Cornelio.
2
Veranio, para mí el que está primero
De los 300 mil amigos míos:
Que ¿viniste a casa y a tus penates,
¿Y hermanos concordes y anciana madre?
Viniste. ¡Oh noticias a mi dichosas!
Te veré incólume, y oiré de iberos
Narrando sitios, hechos, naciones,
Como es tu uso; a tu cuello uniéndome
Suave tu boca besaré y tus ojos.
Oh; cuánto de hombre hay más dichosos:
¿quién más alegre que yo, o más dichoso?
3
4. Escenas de sociedad: mala invitación a cenar.
4
El más elocuente de los nietos de Rómulo
5
Llorad, oh Venus y Cupido,
y cuantas personas hay más sensibles:
el pájaro se le ha muerto a mi amada,
pájaro, las delicias de mi amada,
al que ella amaba más que a sus propios ojos.
Pues era dulce como la miel y conocía
tan bien a su dueña como una niña a su madre,
y no se movía del regazo de aquella,
sino que piaba continuamente saltando ahora aquí y ahora allá
hacia su única dueña.
Éste ahora va por aquel camino tenebroso
de donde niegan que alguien pueda regresar.
A vosotras, malditas seáis, malas tinieblas del Orco,
que a todas las cosas bellas devoráis:
¡me habéis quitado tan bello pájaro!
¡Oh mal hecho! ¡Oh pobre pájaro!
6
Vivamos, Lesbia mía, y amemos, y las habladurías
de esos viejos tan rectos,
todas, valorémoslas en un solo as. Los soles
pueden morir y renacer: nosotros, en
cuanto la efímera luz se apague, habremos de
dormir una noche eterna.
Dame mil besos, luego cien, luego otros mil, luego
cien una vez más, luego sin
parar otros mil, luego cien, luego, cuando
hayamos hecho muchos miles, los
revolveremos para no saberlos o para que nadie
con mala intención pueda mirarnos de
través, cuando sepa que es tan grande el número
de besos.
7
8
Aquel me parece ser semejante a un Dios,
aquel, si es lícito, que supere a los dioses,
el que, estando sentado en frente, repetidamente, te
contempla y te oye
riendo dulcemente, lo que, desgraciado, me roba
todos mis sentidos: pues, desde que te contemplé,
Lesbia, ya no me queda a mí voz en la boca
sino que la lengua se paraliza, una tenue llama
nace o muere bajo los vientos,
me zumban los oídos con un sonido propio
y mis ojos se cubren de una doble noche.
El ocio, Catulo, a ti te es molesto:
por el ocio tú te exultas y alegras demasiado:
el ocio echó a perder a reyes con anterioridad
y a ciudades felices.
9
Lesbia continuamente me maldice,
mas no deja de hablar de mí jamás:
¡que me muera, si Lesbia no me
quiere!
¿La prueba?, que yo hago tres
cuartos de lo mismo:
el insulto sin cesar;
pero, si no la quiero, que me muera.
10
Furio y Aurelio, oh socios de Catulo
ora penetre en los extremos Indos,
costa que, de auroral, longuisonante
onda es golpeada;
11
que, a ti con toda la gente, Catulo, tuya.
Pero, aun así, que este Pulcro venda, con su gente, a Catulo,
si tres suaves besos de sus conocidos encontrasen.
18. El amor de Catulo por Lesbia: te amo todavía, pero no te quiero ya.
12
Ninguna mujer puede decir que la han querido tanto de verdad
Como yo te he querido a ti, Lesbia.
No hubo nunca en ningún pacto una lealtad tan grande como la que
yo he puesto de mi parte en mi amor por ti.
13
difícil es, pero, como quieras, consíguelo:
la única salud esta es. Esto has tú de vencer,
esto haz, tanto si no se puede como si se puede.
Oh dioses, si vuestro es compadeceros, o si a alguien algún día
una extrema ayuda ya en la misma muerte ofrecisteis,
a mí, triste, miradme y si mi vida puramente he llevado,
arrebatadme esta peste y calamidad a mí,
14
Desdichado Catulo, ¡que dejes de hacer tonterías y
lo que ves que se ha
destruido lo consideres perdido! Brillaron un día
para ti radiantes los soles, cuando
acudías una y otra vez a donde tu niña te llevaba,
querida por mí cuanto no lo será
ninguna. Y allí tenían lugar entonces aquellos
múltiples juegos que tú querías y tu niña
no dejaba de querer. Brillaron, es verdad, para ti
radiantes los soles.
Ahora ya ella no quiere: tú, como nada puedes
hacer, tampoco quieras, y a la
que huye no la persigas, ni vivas desdichado, sino
resiste con tenaz empeño, mantente
firme. ¡Adiós, niña! Ya Catulo está firme, y no te
buscará ni te hará ruegos en contra de
tu voluntad. Pero tú te lamentarás cuando nadie te
haga ruegos. ¡Criminal, ay de ti! ¿Qué
vida te espera? ¿Quién se te acercará ahora? ¿A
quién le parecerás bella? ¿A quién
querrás ahora? ¿De quién se dirá que eres? ¿A
quién besarás? ¿A quién morderás los labios?
Pero tú, Catulo, resuelto, mantente firme.
15
16