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La ética de las virtudes como límite al relativismo moral
Índice
Tabla de contenido
Introducción.....................................................................................................................................5
Capítulo primero............................................................................................................................11
¿En qué consiste el relativismo moral?
J.L. Mackie: su propuesta subjetivista de la moral y la variación de los códigos morales,
sus presupuestos antropológicos y
epistemológicos....................................................................................................................12
Su realismo político..............................................................................................................17
Las consecuencias prácticas de su posición.........................................................................19
Richard Rorty: la categoría de la contingencia, como presupuesto del relativismo
moral.....................................................................................................................................21
Los presupuestos antropológicos y epistemológicos de su postura
moral.....................................................................................................................................23
La teoría de la ironía como fundamento de su perspectiva
moral.....................................................................................................................................28
Las consecuencias prácticas de su teoría: el concepto de
solidaridad............................................................................................................................32
J.L. Mackie y Richard Rorty: una moral relativa al lenguaje, a la historia, a las culturas y a
los agentes............................................................................................................................35
Capítulo segundo: los límites del relativismo moral......................................................................37
Alasdair MacIntyre: la posibilidad de trascender el relativismo moral por medio de la teoría
de las virtudes.......................................................................................................................37
La epistemología subyacente a la ética de las virtudes........................................................45
La particularidad histórica y cultural de la moral.................................................................53
Las prácticas como límite al subjetivismo moral.................................................................56
Posibles consecuencias prácticas de la ética de las virtudes desarrollada por
MacIntyre.............................................................................................................................58
3
Capítulo tercero: discusión............................................................................................................62
Referencias.....................................................................................................................................76
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Introducción
Pese a la variedad de nociones del bien, parecería que consideramos ciertos horizontes
morales preferibles a otros. En efecto, asentimos a la idea de que hay algunos comportamientos
sociales que resultan censurables, v.g., las discriminaciones por motivos de diversa índole, o
tendemos a considerar que algunas acciones llevadas a cabo en otras culturas resultan
deplorables, como las constantes matanzas en Oriente debido a profesar un determinado credo
religioso o ciertas inclinaciones de orden sexual. Esto parece abrir, de algún modo, la posibilidad
a reflexionar sobre cierta diferencia cualitativa de las diversas nociones de bien, lo cual
implicaría dejar margen para la posibilidad de que el criterio para evaluar las acciones morales
no sea meramente relativo al contexto cultural o a las preferencias individuales de cada quien.
En esta investigación se abordará el problema del relativismo moral, para formular unos
límites al mismo. La tesis que se defenderá es que esos límites se fundamentarían en la ética de
las virtudes, vuelta a poner de relieve en el marco de la filosofía moral contemporánea, y que
trata de fijar ciertos parámetros racionales para la moralidad, erigiéndose como alternativa al
los posibles límites de la perspectiva relativista, se desarrollarán unos posibles presupuestos para
abrir la posibilidad a una reflexión ética que no se conforme de plano a asentir a la idea del
1
Posteriormente se volverá sobre este concepto. Por ahora baste señalar que el emotivismo se refiere a
una postura moral según la cual esta sería el resultado de los sentimientos de los agentes, por lo cual no
cabría la posibilidad de hablar de una moral objetiva, común a las diversos actores de la vida social y
política.
5
contingencia de Richard Rorty; en el segundo se expone la posibilidad de unos límites al
relativismo moral, por medio de la ética de las virtudes de Alasdair MacIntyre; en el tercero se
construye una discusión en la que se busca comparar las dos posturas enfrentadas en la
cuerpo argumentativo del trabajo, se deberá poner de relieve el trasfondo histórico que subyace
Esta cuestión tiene sus raíces, como todos los problemas filosóficos occidentales, en la
antigua Grecia. Ahora bien, si asentimos con MacIntyre (1998) a que todo concepto filosófico
está encarnado en prácticas y tradiciones particulares, no queda más que decir que si bien es un
problema perenne en nuestra tradición, ha variado radicalmente a lo largo de nuestra historia del
pensamiento. Así, no sería acertado decir que el relativismo de Protágoras sea el mismo que el de
dejarán de lado esos antecedentes lejanos y se pasará a ilustrar el problema en el contexto del
como se ha concebido en la historia occidental que habría llegado con Kant a una de sus
máximas expresiones. Para Nietzsche, la moral no sería más que voluntad de poder, por lo cual
sería erróneo predicarle un estatus racional. Otra perspectiva contemporánea de esta corriente se
evidencia en la que actualmente se reconoce como filosofía anglosajona. Por ejemplo, J.L.
Mackie (1990) hace alusión a la teoría moral de G.E. Moore, quien afirma la equivocidad de
conceptos como lo bueno, de modo que no habría una noción de lo ‘bueno’ que fuese la misma
para todas las culturas y periodos históricos. El mismo Mackie, por medio de su subjetivismo
6
moral, niega cualquier aproximación no relativista a esta. Para hacerlo construye una “teoría del
error”. Según esta, “aunque la mayoría de personas al realizar juicios morales afirman
implícitamente, entre otras cosas, estar apuntando hacia algo objetivamente prescriptivo, estas
afirmaciones son falsas” (Mackie, 1990, p. 25). Consiguientemente, el común de los seres
humanos tendería a ver la moral como algo objetivo, no obstante, esto sería erróneo. Asimismo,
pero ahora en la tradición filosófica pragmatista norteamericana, Richard Rorty habla del
carácter contingente y relativo de las posturas morales, que se construirían en la localidad de las
lingüísticas (Rorty, 1993), por lo que “ningún acto o práctica puede determinarse como correcta
o incorrecta, buena o mala, etc., sin la especificación total de las circunstancias y del contexto”
Ahora bien, a pesar del auge del relativismo moral en el ambiente filosófico
aparecen comúnmente los acercamientos kantianos, que suponen una respuesta a las diversas
perspectivas relativistas y son los más comunes. Estos se caracterizan por contar con el patrón
marco de los aspectos históricos o culturales, yendo sobre condiciones a priori de la moral, tales
como el imperativo categórico. De aquí se desprende una corriente liberal contemporánea que
no es la única que ha tratado de rebatir el relativismo. Hay quienes presentan sus dudas con
respecto a este desde la concepción de la regla de oro, que hablaría en favor de ciertos valores
comunes a las diferentes sociedades. De igual modo, hay objeciones a tal perspectiva desde
7
autores como Phillipa Foot o Louis Pojman. Foot (2001) objeta el relativismo moral descriptivo
(como el de Mackie), que busca no realizar valoraciones morales, sino solo descripciones, pues
para ella inclusive los acercamientos metaéticos tendrían una carga normativa, aun cuando esta
permanezca implícita. Pojman (2011) hace lo propio desde la noción de una naturaleza humana
compartida, por la cual habría ciertos rasgos morales característicos de los seres humanos que
serían comunes. En la línea de Philippa Foot hay que añadir además, que ella representa el
desarrollo del problema desde una tradición moral que, sin ser relativista, busca alejarse del
recuperación de esta tradición aristotélica, es G.E.M. Anscombe, quien por medio de su ensayo
“Modern Moral Philosophy”, abrió el camino para la recuperación de las virtudes en los análisis
morales.
Bajo esta perspectiva, aparecen autores como Alasdair MacIntyre2, que en su escrito “After
de que las sociedades occidentales operan moralmente con conceptos que ya no son los que
contraste que según él supondría el individualismo liberal en comparación con cierta visión
sobre el ámbito privado, sino que sería necesaria para la vida pública y la conquista de bienes
capítulo, llamado una “sugerencia inquietante”, inventa una historia en la que el lenguaje de la
2
La traducción de las obras tenidas en cuenta a lo largo de este trabajo de investigación se llevó a cabo
por el autor de este trabajo investigativo, debido a la oscuridad que en muchas ocasiones suscitan las
diversas traducciones. Estas se realizaron tomando por referencia los libros en su versión original.
8
ciencia ha quedado absolutamente fragmentado y quedan tan solo partes de un vocabulario que
antes fue un todo completo. El relato le sirve para ilustrar el estado de la moral contemporánea,
pues, según él, el lenguaje moral estaría en ese mismo estado de grave desorden que la ciencia en
el mundo hipotético que crea. Este sería uno de los principales motivos del auge del relativismo
en la medida en que esta fragmentación de la moral conllevaría a verla como algo para lo cual
cada quien formula sus creencias subjetivas. Así, la moral sería el resultado de las emociones y
Chaos: Alasdair MacIntyre’s Critique of Modern Ethics”, hace un análisis de este capítulo de
“After Virtue” y realiza una intepretación del mismo. Su tesis principal es que el giro que
propició este marcado desorden en el pensamiento y la acción moral, fue el “giro cultural del
razonamiento práctico teleológico al razonamiento moral voluntarista” (Lutz, 2008, p. 91); desde
buena” sino de una moralidad que “se reduce al seguimiento de reglas” (Lutz, 2008, p. 95). Así,
es posible observar que el problema moral contemporáneo al que se refiere esta investigación
tendría sus fundamentos más sólidos en la modernidad filosófica, donde “los marcos
conceptuales detrás de la física y metafísica aristotélica, habrían sido rechazados (Kuna, 2005).
Este rechazo habría traído por consecuencia una perspectiva moral emotivista, según la cual
“todos los juicios evaluativos y más específicamente todos los juicios morales no son nada más
perspectiva sería puesta en cuestión por la ética de las virtudes, en el contexto de la filosofía
contemporánea.
9
En el contexto colombiano, el debate filosófico moral contemporáneo ha sido llevado a
cabo por profesores como Ángela Calvo, Luis José González y Leonardo Tovar, entre otros.
Según Martha Palacio (2005), Ángela Calvo problematiza la ética desde nociones que ponen en
cuestión su sustrato racional; el profesor Luis José González liga el saber práctico a la
imaginación; el profesor Leonardo Tovar asume a la filosofía práctica desde la noción de crítica
que esta puede ejercer para el análisis moral; la profesora Marcela Forero hace un acercamiento a
ámbito de lo público. Así, es evidente que la filosofía moral en Colombia se ha remitido en gran
menor medida a Karl-Otto Apel; en torno al segundo se han destacado aproximaciones a la ética
personalista, así como a la ética de Xabier Zubiri y a la de Hans G. Gadamer desde la categoría
tesis. Por ende, la problemática del trabajo implica un primer paso de comprensión en torno a un
problema que en el contexto internacional de la reflexión filosófica es cada vez más frecuente y
Capítulo primero:
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Esta postura consiste en la negación de cualquier noción moral que se encuentre al margen
de los aspectos de orden cultural, social, subjetivo, etc., que son los que determinarían la moral,
de modo que que si esta es el resultado subjetivo de ciertas preferencias internas, no tendría un
estatuto cognitivo (Wiggins, 1990-1991). Según los representantes de esta postura, los valores
morales pertenecerían a códigos culturales, sociales y acuerdos entre diversos agentes presentes
tanto implicarían el asentimiento subjetivo de los agentes o se construirían al seno del contexto
moral
nunca pueden encontrar la verdad como tal: solo pueden alcanzar la verdad
Esta posición se basa en la afirmación de que los valores morales son mutuamente
inconmensurables, por lo cual no podría haber una forma neutral y verdadera para dirimir las
morales sobre otras. El relativismo, asimismo, se funda en marcas epistemológicas tales como el
verá más adelante, uno de los intereses centrales de los filósofos relativistas es la promoción de
11
J.L. Mackie: su propuesta subjetivista de la moral y la variación de los códigos
La propuesta subjetivista de la moral de Mackie (2001) radica en que según él, “los
juicios morales son equivalentes a reportes sobre los sentimientos y actitudes del propio agente
[...]” (p. 11). Así, esta se hallaría constituida en gran medida “a partir de los deseos e
inclinaciones del agente” (p. 19). En esta medida, el paradigma al que Mackie se adscribiría sería
uno emotivista, en el que la moral no responde a ninguna suerte de juicios objetivos y racionales.
No habría un imperativo moral que guiara la buena acción, sino que los valores irían mutando no
solo de cultura a cultura y de contexto histórico a contexto histórico, sino también a partir de la
divergencia de posturas entre diversos agentes, de sus preferencias subjetivas y particulares. Con
su “teoría del error”, Mackie afirma que que no se podrían establecer unos parámetros objetivos
Su teoría moral se apoyaría en dos premisas, una ontológica y otra epistemológica que
formarían un argumento, llamado por él, argumento de la rareza4. La primera afirma que: “[si]
3
La teoría del error cuenta con dos partes: sostiene a modo descriptivo que todos los seres humanos
tendemos a ver la moral como algo objetivo. Esto significa que lo que nosotros pensamos que es lo
bueno, no pensamos que sea bueno solo para nosotros, sino que creemos que es bueno para la sociedad en
general. Por ende, naturalmente consideramos que los valores morales son válidos para todos los agentes.
Esto no sería un mero estado interno subjetivo. El consecuente de la premisa es que pesar de esto, la
realidad es que lo que creamos que sea lo bueno sería una creencia subjetiva. De ahí que se llame “teoría
del error”. Sería un error común considerar que los parámetros de la buena acción apliquen para todos los
agentes.
4
Queerness argument en inglés.
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hubiese valores objetivos, luego habría entidades o cualidades o relaciones de la naturaleza muy
extrañas, absolutamente diferentes de algo más en el universo” (Mackie, 2001, p. 25), por ende,
“los valores son cosas no naturales” y si pretendieran serlo “eso los hace parecer raros”
La segunda afirma que los juicios morales no “[tienen] que asociar su peso al de las
ciencias experimentales” (Wiggins, 1990-1991, p. 80), con la carga epistemológica que esto
conlleva. En efecto, en el lenguaje de las ciencias se puede hablar de verdad o falsead de una
teoría. En cambio en el ámbito de la moral es distinto. Si “fuéramos conscientes [de los valores
morales], sería debido a alguna capacidad especial de intuición o percepción moral, radicalmente
diferente de nuestras formas ordinarias de conocer cualquier cosa” (Mackie, 2001, p. 25).
juicios prácticos verdaderos ni falsos. Efectivamente, “no hay una forma de demostrar que los
morales” (Mackie, 2001, p. 50). En esta instancia sería factible concluir que no habría ninguna
5
Mackie considera necesario referirse a la distinción tradicional (realizada por Aristóteles) entre valores
morales naturales y valores convencionales. El primer concepto sostiene que por naturaleza los seres
humanos tenderían a rechazar ciertos actos, independientemente del contexto en el que su acción esté
enmarcada. Habría acciones que serían contrarios a su telos natural. Esta visión sostiene que la moral
responde a nuestro modo de ser racional y no se construye, sino que se descubre. Lo bueno trascendería lo
que cada cultura y agente particular consideren que es lo bueno. El segundo concepto significa que habría
ciertos valores construidos en la particularidad de cada cultura. Lo que sea lo bueno no sería algo por
13
suerte de verdad ontológica, manifestación de un orden de la realidad, hacia el que se tienda, no
forzadas acerca del contenido moral de una acción, pues implicaría adscribirse a una tesis
ontológica según la cual la moral no se construye, sino que se encuentra en la realidad, que los
valores sobrepasan el marco de las convenciones (premisa ontológica). Esta inferencia sería
forzada porque no podríamos apelar a una evidencia empírica de que esto sea realmente así. Lo
evidente sería que las sociedades humanas dependiendo de su contexto construyen los valores
morales con diversas particularidades, no habría una moralidad inscrita en el corazón de los
hombres o perteneciente a la naturaleza humana, pues uno de los núcleos de su obra radica en “el
rechazo de la doctrina de la ley natural como una teoría filosófica” (Mackie, 2001, p. 159). Por
ende, los “códigos morales” (Mackie, 2001, p. 28) serían radicalmente distintos en cada
De otra parte, el argumento de Mackie sugiere que de aceptar la postura común, objetivista,
una suerte de principio intrínseco que nos permitiría conocer lo bueno y lo malo, pero esto
estaría completamente alejado de nuestra forma ordinaria de conocer6, por lo que un argumento
de segundo orden y su escepticismo moral, precisamente, a partir de que los asuntos de moral no
se pueden demostrar asertóricamente, de ellos no se puede predicar una certeza. De ahí que él
6
Hay acercamientos epistemológicos realistas que sugieren que la verdad de las cosas es cognoscible, aun
cuando esta cognoscibilidad permanezca siempre siendo parcial y potencialmente pueda complementarse.
14
acuda a realizar valoraciones morales negativas y no normativas. De igual manera, este filósofo
acude a la noción de la variación de los códigos morales para argüir cómo resulta imposible la
propuesta ética se fundamenta en “la bien conocida variación de los códigos morales entre una
sociedad y la otra y de un periodo al otro, y además la diferencia de las creeencias morales entre
diferentes grupos y clases que hay en una comunidad compleja” (Mackie, 2011, p. 23).
como que los seres humanos se mueven en las siguientes dimensiones: pensamiento,
comportamiento, sentimientos y actitudes (Mackie, 1990). En tanto que nos movemos en buena
parte por nuestros sentimientos, aparecen “divergencias radicales entre los valores y las
preferencias, y es de esto que surge el desacuerdo moral obstinado” (Mackie, 1990, p. 64).
Además, el “egoísmo (...) es una parte que no se puede escindir de la naturaleza humana"
(Mackie, 1990, p. 90). También debemos contar con el hecho de que el mundo de los seres
humanos se mueve por el hecho de que hay “simpatías limitadas”. Estas a su vez, llevan a la
competición y ello desemboca en el “conflicto y una ausencia de lo que sería una cooperación
mutua benéfica” (Mackie, 1990, p. 75). No seríamos entonces seres sociales por naturaleza. La
que tendamos por naturaleza, en tanto que somos egoístas y buscamos de uno u otro modo el
Así, Mackie afirma que en los seres humanos hay dos características centrales: el amor
propio y la generosidad confinada (Mackie, 1990), por lo que no cabría apelar a moralidades que
15
distintos, sino que las acciones se determinarían a partir de esa marca antropológica distintiva del
vocabulario filosófico moral, pues no habría por qué ir en contra de las características específicas
que conforman la acción de los seres humanos, no parecería haber algo tal como la incontinencia
la superioridad de un horizonte moral sobre otro, pues no hay una moralidad objetiva que
responda a una verdad moral; y los cursos de acción no están determinados más que
contingentemente. Esta última premisa del argumento parecería dar cabida para fijar una
habría una incontinencia efectiva, real. Si la moral responde a parámetros meramente subjetivos,
relativos a los sentimientos y a las emociones, entonces no parece haber una superioridad de una
premisa moral sobre otra y por lo tanto, no seríamos incontinentes, pues nunca iríamos en contra
del horizonte moral que nos hemos fijado, ya que lo iríamos fijando a medida que nuestros
estados internos cambien, que nuestras emociones se adapten más o menos a determinadas
concepciones morales subjetivas y arbitrarias en gran medida. Esto, a su vez, está inscrito en una
teoría del realismo político que renuncia a cualquier utopía y que trata de hacer construcciones
teóricas descriptivas.
Su realismo político
7
Significa la posibilidad de actuar en contra de los principios que hemos deliberado que son los deseables
para la buena acción, motivados por nuestras pasiones, de modo que “el exceso respecto de los placeres es
16
El camino argumentativo al que Mackie hace alusión constantemente es a mantenerse en
una postura realista de la moral. Así, cuando se trata de diseñar modelos de conducta que
políticas coherentes con el hecho de que hay rasgos característicos de los seres humanos que no
pueden ser erradicados y por ende, que no deberían ser rechazados. Así, “deberíamos abogar por
reformas practicables, [...] deberíamos velar por reglas o principios de conducta que puedan
2001, p. 91).
realismo de Mackie consiste en aceptar el mundo de los seres humanos con sus peculiaridades y
sin buscar planos utópicos de convivencia política. En este sentido, parte de la tradición
como aquello que “no es algo de lo cual tengamos alguna tendencia natural, instintiva por
condición humana” (Mackie, 1990, p. 75). Asimismo, apela a la evidencia de fenómenos como el
amor propio y el conflicto en sociedad. Efectivamente, estos serían obvios “si no fuese porque
los moralistas, tanto en las tradiciones cristiana como humanista han fomentado una visión
opuesta, que la vida buena para el hombre es una amorosa hermandad universal y la búsqueda
desinteresada de la felicidad en general” (Mackie, 1990, p. 117). Según Garner (2007)8, uno de
8
En el artículo citado, este autor defiende la tesis del abolicionismo moral, según la cual la moral debería
ser abolida. Rescata de Mackie precisamente haber abierto la cuestión, aunque se aleja de él en tanto que
este filósofo en vez de abolir la moral, optó por un ficcionalismo, para el que muchos elementos de esta
17
los méritos de Mackie fue haber construido “la cuestión de si la moral hace más daño que bien”
(p. 501).
que la gente piensa o valora que vale la pena en la vida humana], que considerar la
De hecho,
ninguna limitación sobre los métodos por los que se esfuerzan para alcanzar su
tales límites, no para alcanzar o imponer acuerdo acerca de las metas o ideales
sino para fijar unos mínimos de estabilidad social, de acuerdo moral, enmarcado en el
Por consiguiente, su teoría moral puede catalogarse como una que reconoce la contingencia
de la vida política y que acude a la negación de principios universales, en tanto que esto podría
han de ser rescatados, pues “el discurso moral realista debería mantenerse aunque sea falso estrictamente
18
suponer en alguna medida la conformación de utopías que en muchas ocasiones han hecho más
mal que bien. Así, “[ubicar] como moralidad en el sentido amplio algo que, aun siendo
más daño que bien” (Mackie, 1990, p. 90). De ahí que el filósofo acuda a postular una
perspectiva subjetivista de la moral, que, a su modo de ver, respondería más acertadamente a los
Efectivamente, “la moral se invoca siempre invariablemente para avalar las acciones de
ambas partes en cualquier conflicto violento, grande, mediano o pequeño, y esto parece ser una
razón para pensar que podríamos estar mejor sin ella” (Garner, 2007, p. 503). La consecución de
un proyecto moral común sería inalcanzable y de hecho sería nociva. Consiguientemente, desde
el acercamiento de Mackie, el agente podría aferrarse a las que sean sus preferencias particulares
en el orden privado, pero en el público no deberá referirse a ellas. La moral queda encerrada en
la particularidad del propio agente y no se puede definir a ciencia cierta que haya una moral más
acertada que otra. El realismo político implica no construir marcos utópicos o normativos que
traten de estipular unos parámetros en el plano de la vida en común de los seres humanos y
ello.
práctica de la teoría ética de Mackie es que se debe “aceptar la competencia y cierto grado de
conflicto entre individuos y entre grupos” (Mackie, 1990, p. 117), lo cual sugiere la aceptación
Mackie es que “[nadie] puede demandar que su visión de lo bueno sea aceptada por todos los
19
demás” (Mackie, 1990, p. 103). Eso jugaría un papel fundamental en la promoción de sociedades
individualismo extremo. Cualquier vida humana posible y deseable es social” (Mackie, 1990, p.
118).
margen para la cooperación entre diversos agentes (Mackie, 1990). Esto implica que las
instituciones deberían limitar el egoísmo de los agentes, no porque sea algo malo en sí mismo,
sino porque iría en detrimento de la construcción de una sociedad deseable. En este sentido,
Mackie “sugiere que sería mejor, donde hay, de hecho, moralidades divergentes en el sentido
amplio, que la ley se confinara a la tarea que comparte la moralidad en sentido estrecho de
permitir tanto facciones rivales como individuos compitiendo para vivir juntos por medio de
limitaciones recíprocas de las pretensiones que chocan entre sí” (Mackie, 1990, p. 160).
1990, p. 158); de otra parte, la visión escéptica de Mackie tendría como una de sus posibles
consecuencias la promoción de la tolerancia en la sociedad. Así, “[la] tolerancia mutua sería más
asequible si los grupos pudiesen caer en cuenta que los ideales que determinan sus moralidades
en sentido amplio son solo eso, los ideales de aquellos que se adhieren a ellos, no valores
objetivos que imponen requerimientos iguales para todos” (Mackie, 1990, p. 160).
9
No se aclara el significado de secular, que puede apelar a definiciones de diversa índole en el plano
político.
20
como en el marco de la reflexión moral. En efecto, su pensamiento inicia de una serie de
presupuestos que niegan una posible diferencia cualitativa entre los diversos planteamientos
Rorty se defiende de las acusaciones de relativismo al afirmar que dicha doctrina incluiría
“la visión de que cada creencia en cierto tópico, o quizás en cualquier tópico, es tan buena como
las demás” (Rorty, 1994, p. 167) y sostiene no saber si esto es o no es así. No obstante, su
defensa parece insuficiente porque toda su filosofía está asentada sobre parámetros
epistemológicos y metafísicos que encajan perfectamente con muchas de las manifestaciones del
ser de otro modo11. Por consiguiente, su supuesta no apelación al relativismo para construir su
postura filosófica parece ser tan solo aparente, pues él adopta muchos de los presupuestos del
relativismo. Efectivamente,
por lo tanto, niega que las partículas físicas, ideas, el lenguaje o algo más sea
10
Cf. especialmente “Contingency, Irony, and Solidarity” y el artículo: “The Priority of Democracy to
Philosophy”.
11
Más adelante se enlazará el concepto de contingencia con el de ironía; la contingencia se refiere a la
posible falibilidad de nuestros juicios y perspectivas morales, la ironía, partiendo de este punto, nos
ayudaría a desarrollar curiosidad frente a marcos morales opuestos y en esa medida, tolerancia hacia ellos.
21
En la medida en que la realidad es contingente, no se podría hablar de verdades, ni éticas ni
nominalistas, es decir, antiesencialistas, que dan una preeminencia a los usos del lenguaje en su
contexto determinado, que abren la posibilidad de consolidar una filosofía etnocentrista, desde la
que se afirmaría que “una perspectiva aparte de cualquier vocabulario es imposible” (Mostseller,
2006, p. 133). Desde esta postura filosófica, hay una primacía teórica de Hegel sobre Kant, Rorty
(1983) destaca “el intento hegeliano de defender las instituciones y prácticas de las democracias
posible conocerla. En este argumento habría una gran semejanza con el argumento
conformarse con lo que aparece como evidente ante sus ojos y con aquello que resalte y
mantenga los parámetros democráticos de nuestra sociedad, pues “[no] hay un método para saber
cuándo alguien ha llegado a la verdad, o cuándo está más cercano a ella que antes” (Rorty, 1994,
p. 166).
Es decir, se optaría por una visión pragmatista en la que lo deseable sería reconocer que “la
obediencia hacia límites no humanos” (Rorty, 1994, p. 166). Según su teoría, los pragmatistas
como él “[se preocupan] por propuestas alternativas, detalladas y concretas para el cambio
principios, sino en términos de las diversas ventajas o desventajas concretas que tiene” (Rorty,
22
1994, 168), ahora bien parecería ser que los actores sociales evaluamos los cambios sociales y
las determinaciones morales a la luz de unos principios implícitos de los que no siempre somos
conscientes. Por consiguiente, lo dicho por Rorty no deja de ser problemático en alguna medida.
la realidad son obviamente metafísicas; si hay metafísica parmenídea, también hay metafísica
como su fundamento, enmarcada en el contexto del análisis de las consecuencias prácticas que
implicaría asumir tales aserciones a priori, para las cuales no “hay consideraciones intrínsecas a
un asunto particular, pues ni la gente, ni las personas u otros objetos en el mundo tienen
intrínseco a los seres humanos que sea invariable, que deba ser descubierto (Rorty, 1993), por lo
morales. “[Un] ser humano decente es relativo a la circunstancia histórica, una cuestión de
consenso transitorio acerca de qué actitudes son normales y qué prácticas son justas o injustas”
(Rorty, 1993, p. 189). Esto implica que no hay una naturaleza humana intrínseca que nos
determine como algo distinto de los animales o de las plantas (Rorty, 1993).
naturaleza y de la cultura; acceder al pluralismo sería, desde esta versión, solo un reconocimiento
de la condición humana. No habría una ley natural o moral más alta” (Roth, 1989, p. 186). De
ahí que Rorty insista en la contingencia y en “la oposición a ideas como «esencia», «naturaleza»
y «fundamento»” (Rorty, 1993, p. 189), con las cuales podría fundamentarse una moral
23
universalista (Rorty, 1993b). Si hay una perspectiva del ser humano como algo variable,
“plástico”, entonces se construye una concepción epistemológica de la moral que implicaría que
esta se hallaría en buena medida cerrada en los contextos particulares donde se desarrolla, se
la buena acción. En dicha línea, se daría la contraposición a la que él constantemente alude entre
hegelianos y kantianos. Estos últimos pensarían “que hay tales cosas como una dignidad humana
intrínseca, derechos humanos intrínsecos y una distinción ahistórica entre las demandas de la
moralidad y aquellas de la prudencia” (Rorty, 1983, p. 583). En cambio, los hegelianos dirían
que “la humanidad” es una noción biológica más que moral, que no hay dignidad
En el marco de esta mirada hegeliana de la realidad y del mundo, aparece el lenguaje como
rortyiana. No habría “manera de ubicarse por fuera de los varios vocabularios que hemos
empleado y encontrar un metavocabulario que, de algún modo, tenga en cuenta todos los
posibles vocabularios” (Rorty, 1993, p.xv), pues los conceptos no serían más que “los usos de las
palabras” (Rorty, 2000, p. 25)12. Así, la contingencia como aspecto del lenguaje se traslada al
12
En este pasaje se hace alusión explícitamente a Ludwig Wittgenstein. Este filósofo en “Investigaciones
filosóficas” habla de una preeminencia de los usos del lenguaje en el marco de la significación del
lenguaje, aunque también se refiere a un modo de actuar humano común que inclusive pondría en
entredicho la contingencia del lenguaje (cf. §§202-207), o su valoración exclusivamente desde los usos
que se le den.
24
sentido mismo de la moral, en tanto que esta no sería más que lenguaje en uso, o en otras
palabras, resultado de la cultura y del contexto histórico. En efecto, los ironistas están “siempre
(Rorty, 1993, p. 74). De igual forma quien se considera ironista es “nominalista e historicista”
(Rorty, 1993, p.74). Entonces, aspectos como por ejemplo el de la verdad, no podrían hallarse en
un lugar por fuera de la mente humana (Rorty, 1993b) y no podrían caracterizar ningún tipo de
que “nosotros solo podemos comparar los lenguajes o las metáforas entre ellas, no con algo
detrás del lenguaje llamado «hecho»” (Rorty, 1993, p. 20); la segunda es que no se trataría de
que “encontremos el muro real detrás de los pintados, las piedras de toques reales que son
simplemente artefactos culturales” (Rorty, 1993, pp. 53-54), pues en nuestra condición de seres
es más relativista que la sugerencia de Putnam de dejar de probar una visión de la moralidad
“desde la visión de un ojo de Dios” y aceptar que “solo podemos esperar producir una
concepción más racional de moralidad si operamos desde nuestra tradición” (Rorty, 1983, p.
589).
que sea, es relativa a las necesidades de alguna situación histórica condicionada” (Rorty, 1993, p.
103), por lo que no podría plantearse una ahistoricidad de la moral. Además, la consciencia de
que somos seres históricos conllevaría a la realización de que “no hay algún secreto que el
ironista espere descubrir [...]. Solo hay pequeñas cosas mortales por ser replanteadas por medio
25
de su redescripción [...], nunca habría algo así como la descripción correcta” (Rorty, 1993, p.
99). Así, “[aceptar] la contingencia de nuestros puntos de partida es aceptar nuestra herencia y
nuestra conversación con nuestros compañeros humanos como única fuente de guía” (Rorty,
1994, p.166).
entre justificación y verdad, pues él realiza “la sugerencia de que adoptamos la práctica de
(Tataglia, 2010, p. 621). Distinción que “Rorty piensa que es muy importante para el progreso
como defensa contra el estancamiento intelectual” (Tataglia, 2010, p. 623). Esta justificación
Por ende, sin “verdades” o “una verdad” que pueda darle el estatus de veracidad a una
afirmación, todo es cuestión de qué tan bien se pueda justificar determinada postura moral. No
hay una realidad de la que se prediquen verdades (incluidas las morales), por el contrario, hay un
consideración de los actos a los que podemos comprometernos para aprobar o desaprobar una
oración” (Wiggins, 1990-1991, p. 64). No habría una esencia por fuera de las proposiciones ni
una correspondencia entre la mente y el mundo externo a ella, la realidad sería el lenguaje mismo
y las proferencias formuladas, y si hay verdades o verdad, estas se escaparían del alcance
humano, pues serían “objetos sublimes”. Entonces habría un traslado del nivel metafísico y
26
epistemológico del concepto de verdad, a uno semántico o lingüístico. Por consiguiente, ya no se
ser desarrollada. [...] Como lo veo, el anhelo de incondicionalidad –el anhelo que
(Rorty, 2000, p. 2)
concerniente a una bondad moral, a un principio moral, a una verdad moral, parece infecunda.
Predicar verdades no sería el rol de la filosofía, no se trataría de buscar la verdad, sino de a partir
La justificación y no la verdad como criterio para definir la bondad de una acción implica
que en su teoría prevalecería ese falibilismo según el cual podría llegar el momento en el que no
se puedan justificar las propias creencias (Rorty, 2000). Por consiguiente, ese falibilismo es uno
ironía. Falibilismo que estaría enmarcado bajo un trasfondo escéptico, cuya centralidad radica en
27
adopta una concepción de esta como curiosidad. A este respecto el neopragmatista
norteamericano afirma:
[yo] pienso que lo único que puede jugar el rol de lo que Aristóteles, Peirce, Apel y
curiosidad. Utilizo este término para significar la urgencia de expandir los propios
horizontes de investigación –en todas las áreas, tanto en la ética como en la lógica y
oraciones con la realidad” (Mostseller, 2006, p. 133), sino como un conjunto de “objetos
La teoría de la ironía parte de tres condiciones: la primera es que la persona que es ironista
mantiene siempre las dudas acerca del “vocabulario final” al que se ha inscrito y que equivale al
marco moral bajo el que se evalúan las acciones del agente; la segunda es que esas dudas son
irresolubles desde el vocabulario con el que cuenta y la tercera es que no considera tener un
vocabulario más próximo a la realidad que otros posibles vocabularios finales (Rorty, 1993).
Dicha convicción se basaría “en nada más profundo que los hechos históricos [...]” (Rorty, 1993,
28
En esta línea, “[para] el teórico ironista el relato de la creencia en el amor a una sabiduría
vocabulario final del filósofo, sino un vocabulario final en todo sentido” (Rorty, 1993, p. 96).
Adoptando esa perspectiva de las posturas morales como vocabularios finales que siempre
pueden ser reemplazados, se tiene una mirada del mundo como descripción y redescripción.
Siempre es posible reemplazar determinado vocabulario final por otro que sea mejor en cierto
momento porque los vocabularios no se adecúan a la verdad sobre la realidad, son justificaciones
de las descripciones que hacemos. En efecto, “nos redescribimos a nosotros mismos, nuestra
situación, nuestro pasado, en aquellos términos y comparamos los resultados con redescripciones
El rasgo primordial del ironista consiste en, como se ha repetido en diversas ocasiones, la
capacidad de dudar siempre de su vocabulario final. Este al ser cuestionado por el propio agente,
propiciaría la promoción de valores como el pluralismo, pues de la consciencia acerca del propio
el agente pueda ser un liberal en el ámbito público, ya que el rasgo primordial del liberal es su
consciencia de que “la crueldad es lo peor que hacemos” (Rorty, 1993, p. 173).
Para caracterizar la postura del liberal, Rorty hace alusión a Habermas, con quien comparte
la misma posición política, solo que el filósofo norteamericano no busca basarla en supuestos
universalistas, como, según él, lo realiza Habermas (Rorty, 1989). El primero se encarga de
desarrollar una obra etnocentrista, según la que “lo que cuenta como racional o fanático es
relativo al grupo ante el cual consideramos que es necesario justificarnos a nosotros mismos”
(Rorty, 1993, p. 256). En esa medida habría una suerte de racionalidad encarnada en el grupo
particular al que se pertenece, pues “lo que sea racional está confinado a uno u otro contexto
29
social” (Roth, 1989, p. 181). Esto fundamentaría el etnocentrismo de Rorty y, así, una posible
modo: las valoraciones morales solo pueden ser expresadas al interior de un “juego de lenguaje”
muy particular, pues no cabría proponer el “juego de lenguaje” tan particular de la propia cultura
para otras culturas, debido a que el significado de las aserciones morales es contexto
lenguaje es una ficción sin sentido y [...] en los casos reales, representantes de
más allá de sus diferencias. Yo concuerdo con Wellmer en que la “racionalidad” –en
el contexto –el contexto local o cultural– en el que se erigen y en el que pueden ser
afirmación de que una sociedad liberal democrática puede juntar, incluir, todos los
de los “juegos de lenguaje”, no buscaría sostener que estos estén cerrados en sí mismos, como lo
30
sugiere Roth (1989), aun cuando implícitamente pueda parecer que la ve como fenómeno que es
horizonte moral como si se acercase más a la realidad de las cosas. Aquella parcial
versus el de Dryden –es difícil pensar sobre el mundo como si hiciese uno mejor que
etnocentrismo, que implica que el valor moral que damos a las acciones se hace desde “las
Es relevante, sin embargo, decir que en todo el razonamiento de Rorty parece haber una
sutil contradicción, pues ese etnocentrismo que él busca justificar sería un etnocentrismo
deseable para todas las sociedades y no solo para la americana de finales del siglo XX y en esa
otras palabras, sería mejor una democracia liberal de un régimen fascista autoritario en cualquier
Por ende, sí habría un juego de lenguaje mejor que otro, aun cuando esa democracia liberal
que Rorty propone sea etnocéntrica y particular. De lo contrario, “¿si solo hay descripciones, re-
descripciones, re-re redescipciones y re-re-re descripciones, entonces cómo puede uno elegir
31
posiblemente irrelevante, pues ¿por qué habría uno de adoptar una visión ironista y solidaria ante
el mundo? No habría criterios para ello. La obra quedaría encerrada en el círculo ineludible de la
Más allá de esto, el punto epistemológico de Rorty implicaría que “[la] identificación
hegeliana de nuestra propia comunidad, pensada como producto histórico” (Rorty, 1993, p. 256).
comunidad con la que nos identificamos conlleva una verdad, es simplemente irrelevante”
persona que es al mismo tiempo liberal e ironista y nos ubica ante la pregunta por las
liberalismo que propone radica en la afirmación según la cual “[todo] lo que importa es que si
usted lo cree, pueda decirlo sin ser lastimado” (Rorty, 1993, p. 176). Esto implica que:
una creencia puede aún regular la acción, puede aún ser pensada como algo por lo
cual valdría la pena morir, entre la gente que es consciente de que su creencia es
causada por nada más profundo que una circunstancia histórica contingente. (Rorty,
1993, p. 189)
Esta filosofía, basada en la escisión de los dos planos (público y privado) busca “tratar las
demandas de autocreación y solidaridad humana como igualmente válidas, aun cuando sean
inconmensurables” (Rorty, 1993, p. xv). La autocreación sería lo propio del ironista que rechaza
32
posturas inmóviles y nociones epistemológicas y antropológicas como las propuestas
filosóficos (Rorty, 1993). La solidaridad sería el componente liberal del agente. Esta consiste en
la habilidad de ver más y más diferencias tradicionales (de tribu, de religión, de costumbres y de
gusto) como irrelevantes cuando se compara con las similitudes con respecto al dolor y la
humillación – la habilidad de pensar sobre las personas ampliamente distintas de nosotros como
incluidas en el rango del “nosotros” (Rorty, 1993, p. 192). Sería un término para construir una
suerte de postura de la inclusión, cuyo propósito radicaría en “mantener [su poder], pero
apartarlo de que la solidaridad esté fundamentada en un tipo de esencia compartida por los seres
Así, el concepto de solidaridad adquiriría un rasgo distinto del que tenía en los inicios del
liberalismo. No serían ya las nociones de razón o dignidad humana las que darían el fundamento
a esta. En efecto, Rorty afirma que no desea “reducir su poder [del concepto de solidaridad
humana que se ha forjado en Occidente], sino solo despojarlo de lo que frecuentemente ha sido
hablaría ya de superioridad moral frente a otras culturas u otras personas. De hecho, “no hay
nada que valide el vocabulario final de una cultura o de una persona” (Rorty, 1993, p. 197), por
lo que se trataría de ampliar el círculo del “nosotros” aceptando las grandes diferencias entre los
diversos agentes que compondrían ese sentido de comunidad ampliado y apelando no a la razón,
“intento por [deshacerse] de un concepto específico de razón –el concepto según el cual uno es
33
solidaridad” (Rorty, 2000, p. 19). Esto significa que no habría por qué construir algún
Por ende, el concepto de solidaridad no sería el resultado de una postura de los humanos
filosófica se requiere como prefacio a la político, sino solo la sociología y la historia” (Rorty,
1993, p. 256). Además, al optar por la pluralidad y no por la homogeneidad de la sociedad, Rorty
busca ofrecer “un campo extenso de elección, y así, la posibilidad de una mayor estimulación y
de un mayor crecimiento intelectual” (Roth, 1989, p. 173). En esta medida es plausible sostener
que esta mirada sobre la solidaridad, con sus consecuencias políticas, se conecta con la idea del
metafísicos para describir al ser humano, tales como esencia, naturaleza, etc. No cabrían en la
jerga moral argumentos del tipo “esto es malo porque va en contra de la naturaleza humana”, etc.
Dichas expresiones que, para Rorty tienden a expandir la brecha entre el “ellos” y el “nosotros”,
irían contra la premisa liberal fundamental de evitar la crueldad y del ideal de la solidaridad
como consecuencia de una teoría política pragmática y hegeliana, que “apela a la forma de la
(Rorty, 1993, p. 60). De ahí que este filósofo busque ofrecer, en palabras de Roth (1989), “una
humana” (p. 184), según el cual en la sociedad primaría “la voluntad de armonizar diversos
intereses [...] sobre la voluntad de poder” (Roth, 1989, p. 178), dando entrada así a un pluralismo
J.L. Mackie y Richard Rorty: una moral relativa al lenguaje, a la historia, a las
34
Se ha expuesto a grandes rasgos el contenido teórico de Mackie y Rorty como pensadores
de mostrar cómo no hay unos valores objetivos y cómo esa perspectiva de una moral común es
errónea, esto último desde su “teoría del error”; para realizarlo acude como uno de los
normativo, en tanto que no hay una visión de primer orden que estipule cómo deberían funcionar
las cosas, sino que provea los límites a cualquier teoría con pretensiones normativas. No
obstante, en su obra hay evaluaciones normativas que hacen problemática verla como una obra
es una barrera infranqueable para toda teoría universalista de la moral; de igual manera, se puede
contemporánea de que la moralidad no está para ser descubierta, sino para realizarse por medio
afirmación reside en una mirada del ser humano como un ser indudablemente egoísta. Esto
que, parece ser, apuntaría hacia el reconocimiento del individualismo como una consecuencia
35
De otra parte, Richard Rorty desarrolla una perspectiva moral arraigada en el
nominalismo, falibilismo e historicismo, que a diferencia del proyecto de Mackie, implica una
contingencia, que parte del rechazo a cualquier postura absolutista sobre la realidad; hay un
moralidad como algo a ser evaluado tan solo en los contextos particulares de cada cultura y
periodo histórico y a ser redescrito constantemente; hay asimismo, una concepción antropológica
implícita, a saber, la posibilidad de que el agente pueda lograr escindirse en dos planos, uno
público y otro privado. El público sería el perfil del agente que defiende y promueve los ideales
del liberalismo, el privado sería el perfil del agente ironista, cuya actitud está arraigada en el
referirían a la verdad y a un orden de las cosas por descubrir, sino a la posibilidad de justificar
los horizontes morales; Rorty comparte con Mackie esa premisa de que los valores no se
encuentran sino que se construyen; se presenta de igual modo un rechazo a las teorías filosóficas
realidad. Estos se reemplazan por una visión de la filosofía como género literario, fundamentado
36
Alasdair MacIntyre: la posibilidad de trascender el relativismo moral por medio de
quien apelando a algunos de los argumentos más fuertes del relativismo, como el falibilismo, el
este por medio de la ética de las virtudes, que estaría enmarcada en el contexto particular de las
los lenguajes.
metafísico y habría una naturaleza humana compartida que daría el sustrato para que los seres
humanos puedan florecer, esto es, para que puedan llegar a la realización de su propia naturaleza,
por medio de la virtud. Esta se definiría como como “una cualidad humana adquirida, cuya
posesión y ejercicio tienden a permitirnos alcanzar aquellos bienes que son internos a las
prácticas y cuya ausencia nos impide alcanzar tales bienes” (MacIntyre, 2013, p. 207), a la vez
(MacIntyre, 2013, p. 235). Se podría predicar una correspondencia de la mente con los objetos,
contingencia de los seres humanos. Por ende, seguirían vigentes tanto el historicismo como el
falibilismo, pues
37
tanto en las ciencias naturales o la moralidad-y-la-filosofía-moral, como en la teoría
de la teoría, siempre aparecerá algún desafío para la mejor teoría hasta el momento y
la reemplazará. Así, este tipo de historicismo, a diferencia del de Hegel, implica una
una metafísica teleológica, en la que hay un cosmos ordenado a fines, por el cual se puede decir
que la realidad es armónica, ya que habría una interrelación entre “verdad, inteligibilidad y [...]
un orden de las cosas independiente de la mente” (MacIntyre, 2006, p. 191), o en otras palabras,
“un orden cósmico que dicta el lugar de cada virtud en un esquema totalmente armonioso de la
vida humana” (MacIntyre, 2013, p. 159). Se ha visto que el relativismo moral reconoce que no
habría una superioridad objetiva entre diversas concepciones de vida buena, por lo cual estas
exponer dos teorías relativistas de plena vigencia en el marco de la filosofía contemporánea, para
fijar algunos límites y problematizarlas, para cuestionar lo acertadas que puedan ser, esto es, su
La teoría de las virtudes sería un desarrollo especulativo que buscaría justificar ciertos
criterios para definir la acción buena. Las virtudes estarían relacionadas a una imagen de la
realidad como un todo interconectado. Esto implicaría “[entender] a los seres humanos como
teniendo su lugar en un orden inteligible de las cosas, [sería] entenderlos como si poseyeran, en
cuanto miembros de otras especies, una naturaleza determinada y dada” (MacIntyre, 2006, p.
194). No obstante, es pertinente aclarar que el hecho de que habría una naturaleza dada, no
reñiría con un principio como el de la libertad de la acción, pues por la akrasia siempre habría la
38
posibilidad de actuar contra ese telos de la acción. “[La] impredecibilidad y la teleología
Como personajes de una narrativa ficcional, no sabemos qué pasará después. Sin embargo,
nuestras vidas tienen una cierta forma que se proyecta a sí misma hacia el futuro” (MacIntyre,
2013, p. 232). Precisamente es ese concepto de la vida como narrativa uno de los elementos
contexto particular. Para él no habría una neutralidad moral, precisamente en tanto que las
decisiones en este orden están enmarcadas en el contexto del bien para la propia vida y las
narrativas aluden a contextos determinados en los que el agente pueda tender a su telos.
De otra parte, las virtudes fungirían como salida al relativismo moral porque estarían
inscritas en una naturaleza humana general y, aun cuando se expresen con “aspectos muy
diferentes” (MacIntyre, 2006, p. 194), significarían “el reconocimiento de una humanidad común
[que] nos permite reconocer la expresión de una naturaleza humana, en formas culturales
variadas” (MacIntyre, 2006, p. 194). Un ejemplo para ello sería que “[lo] que es ser padre ahora
en Norte América es significativamente diferente de lo que era hace cinco siglos un padre en
Europa o hace mil años en China. Pero las casas y las familias, como el entorno en el que los
(MacIntyre, 2006, p. 194). Otro ejemplo de esto sería que la “ligazón de una perspectiva bíblica
histórica con una aristotélica en el tratamiento de las virtudes, es el único logro de los años
medievales tanto en términos judíos e islámicos, como en términos cristianos” (MacIntyre, 2011,
p. 196).
39
Lo anterior sugiere que más allá de la variedad cultural, en este caso, la variedad religiosa,
hay un sustrato que permanecería común a diversas tradiciones, lo cual supondría un límite para
borrosa de lo que Rorty pretendería con su adopción del concepto wittgensteiniana de los “juegos
de lenguaje”. Si es posible construir una ética de las virtudes en tres culturas distintas es porque
habría algo intrínsecamente ligado a los seres humanos que perduraría más allá del entorno
sociocultural. Entonces más allá de los contextos particulares con su respectiva contingencia, las
virtudes serían practicables por todos los seres humanos. Esto implica que no sería lo mismo ser
un agente virtuoso que uno vicioso, y realmente, habría individuos virtuosos e individuos
viciosos; habría una diferencia cualitativa entre diversos cursos de acción. Consecuentemente, se
del principio de no contradicción. En este sentido, se podría predicar falsedad o verdad de los
juicios teoréticos (la filosofía moral es una disciplina de orden teorético), ya que “la
investigación racional requiere que puntos de vista puedan avanzar hacia afirmaciones
parece residir en el orden lógico semántico, por lo cual si bien fungiría como ese primer paso
metafísico, en el que se hallaría una noción como la de “verdad”. Las virtudes pertenecerían a
esa realidad general y expresarían ese telos hacia el que tendería la naturaleza de los entes. Cada
ente florecería, y en especial los animales racionales, al cumplir con los preceptos intrínsecos a
40
Consecuentemente sí habría verdades tanto en el terreno propiamente científico, como en el
terreno de la razón práctica, de la moral. De modo que si alguien dice: “no matar a un ser
humano es mejor que matar a un ser humano”, esa proposición no sería solamente justificable,
como se asume que lo diría Rorty cuando da a la justificación una preeminencia sobre la verdad,
sino que sería verdadera, pues en cuanto seres sociales acudimos a la necesidad de construir una
vida en sociedad, no como una molestia necesaria, sino como algo que nos pertenece
acude a una concepción de la verdad no nominalista y sugiere que hay predicados morales
13
Evidentemente uno de los argumentos centrales de toda la filosofía de las virtudes retomada por
MacIntyre es el del realismo ontológico que se retoma desde la filosofía aristotélica. Ahora bien, en
“After Virtue” el filósofo escocés lo deja enunciado sin realizar mayor argumentación al respecto. Luego
lo retomará en dos artículos suyos: “Moral Relativism, Truth, and Justification” y sobre todo en “Power,
Relativism, and Philosophy”, escritos posteriores a “After Virtue”. En estos, el desarrollo que realiza de
dicho concepto se remite especialmente a las consecuencias prácticas de adoptar el realismo ontológico.
Consecuencias que son las que se han tratado de explicitar en este trabajo de investigación y para las
cuales habrá que decir algo más en el último capítulo. Es en dos obras posteriores suyas donde MacIntyre
se encarga de argumentar más plausiblemente a favor de esta tesis filosófica. La primera es “Whose
Justice, Which Rationality? y la segunda, en la que el desarrollo de esta noción es mucho más completa,
es “Three Rival Versions of Moral Enquiry”. Es en esta última en la que se examinan muchos de los
centrales, al decir de Rorty, es que en esta se explicita y restablece persuasivamente la relación entre
metafísica y moralidad, propia del tomismo (cf. portada de la edición de 2006 de “Three rival Versions of
Moral Enquiry”). Sin embargo, por cuestiones de extensión y problematicidad, este tema será
41
verdaderos y no solamente justificables, pues si despojamos a la justificación de su posibilidad
esta quedaría convertida en mera retórica. Por ende, desde la perspectiva aristotélica de
MacIntyre, habría una realidad subyacente a las proposiciones, el lenguaje no sería la realidad en
sí misma. Pues a diferencia del “emotivismo [que] sostiene que puede haber justificaciones
racionales pretendidas, pero no podría haber justificaciones reales” (MacIntyre, 2013, p. 37), la
acción.
Asimismo, la ética de las virtudes, inscrita en una visión teleológica sobre la realidad
supone un desafío para el relativismo moral. Esto porque si la moral se plantea bajo la noción de
fines, se abrirá la posibilidad de superar el conflicto entre distintas posturas morales, a partir de
la idea según la cual es posible trascender un punto de vista moral determinado, en el marco del
ejercicio de la razón, por medio del empleo de “la imaginación filosófica” (MacIntyre, 2013, p.
12), que permitiría que “[algunas] veces los miembros de la tradición encuentren la posibilidad
de resolver sus problemas, a través del desarrollo de nuevas teorías o conceptos” (Seipel, 2015,
p. 268). De modo que problemas como el de la esclavitud fueron posiblemente superados gracias
dicho que el relativismo implica cierta circularidad en tanto la moral es inconmensurable y por
desarrollado ulteriormente en otro trabajo investigativo. Será el siguiente paso en este proceso de
investigación.
42
teleológico presupondría esta posibilidad, pues si bien el progreso no necesariamente sería lineal,
asume que habría un fin último hacia el que las cosas tenderían y en esta medida, la realidad se
daría como movimiento hacia el mismo. Así, cuando ciertos esquemas se quedan sin recursos
para seguir explicando la realidad (tal como ocurre en el mundo imaginario del primer capítulo
de “After Virtue”), podríamos imaginarnos nuevas teorías y esquemas para volver a darle sentido
a aquello que no éramos capaces de explicar, bajo un paradigma anterior. El ejemplo por
Otro argumento bajo el que se podría trascender el relativismo concierne al hecho de que
de que una tradición distinta a la nuestra puede proporcionarnos las herramientas para identificar
los límites de nuestra propia tradición, entendiendo por esta “la colección de normas encarnadas
social e históricamente que un grupo utiliza para justificar sus creencias” (Seipel, 2015, p. 258).
Esto requeriría que se adopten miradas externas a las que nuestro paradigma impone. Así,
única posibilidad ética neutral, no porque no sea cierto que dos lenguajes sean intraducibles, sino
porque independientemente de ello cabe margen para que haya comunicación entre las
comunidades. Esto significa que dos tradiciones ajenas podrían enriquecerse mutuamente, lo que
aparta a la teoría de las virtudes del solipsismo o circularidad al que el relativismo tiende cuando
horizontes morales.
43
MacIntyre (2013) reconoce en el argumento relativista un razonamiento ineludible y
perspicaz. Aún así, más allá de la contingencia del lenguaje, por ejemplo, es posible ver que los
paradigmas que florecen en cada época se construyen desde la existencia de unos anteriores.
Todo cambio de paradigma estaría inspirado en un paradigma vigente que sería puesto en
Newton y Galileo pasaron a ofrecer una explicación más adecuada que la ofrecida
también de por qué la escolástica medieval tardía solo pudo proceder hasta ahí y no
juegos lingüísticos no implicaría que no se pueda superar uno en favor de otro; el segundo es que
más allá de la contingencia, parecería posible evaluar entre diversas perspectivas y asentir a la
idea de que una se adecúa más a la realidad que otra, de modo que no solo al seno de las ciencias
naturales, sino de la misma ética, se podría hablar de una suerte de progreso. El progreso
asimismo, implica que hay “juegos del lenguaje” más acertados que otros. Así, valoramos más
una sociedad democrática y pluralista que una sociedad tiránica y enmarcada en paradigmas
violentos y autoritarios; habría progreso político y moral con respecto a otras concepciones
políticas, progreso que no necesariamente sería lineal, sino que “[...] consiste exclusivamente en
progreso, esta noción de dicho concepto afirma que este “no es solo asunto de perfeccionar
44
nuestras teorías, nuestras ciencias, sino que también es un asunto del perfeccionamiento de la
De otra parte, la diferencia cultural a la que tanto Mackie como Rorty aluden, el primero
para negar la posibilidad de una ética objetiva, por medio de su desarrollo teórico de segundo
orden, y el segundo para mostrar la contingencia del lenguaje, no sugiere que inclusive entre dos
esquemas tan lejanos como el de la Grecia antigua y el moderno no pueda haber cierta
Charles H. Kahn ha mostrado cómo el uso homérico del verbo eimi puede ser fiel y
contingencia lingüística pueda ser superada en alguna medida, cuando se ve que a pesar de esta,
angloparlantes.
ha quedado claro previamente, una noción de teleología aristotélica complementada por una
14
Alguien podría objetar que el progreso científico y el progreso moral son dos nociones opuestas y por
ende, no se pueden yuxtaponer entre ellas. Para responder a esto, será importante por un lado, acudir a
MacIntyre, para quien en últimas, “toda filosofía es de un modo u otro, filosofía política” (MacIntyre,
1985, p. 13). Por otro lado, articular diversas ramas de la filosofía sí es posible porque se partiría del
presupuesto de que el pensamiento está articulado en un todo que aun refiriéndose a dimensiones
45
visión hegeliana historicista15. Este concepto parece ser el punto clave para enfrentarse al
escocés cataloga como la posibilidad de trascender el relativismo. Esto debido a que otorga el
trasfondo para hablar de la imaginación filosófica en el seno de la moral, por la que sería posible
el que se hallaría la moral moderna. Esto hace alusión a lo que él cataloga crisis epistemológica.
Toda crisis epistemológica partiría del resultado de que un individuo “podría reconocer la
esquemas alternativos y rivales que acarrean esquemas mutuamente incompatibles de lo que está
ocurriendo a su alrededor” (MacIntyre, 2006, p. 4). Ahora bien, esto no significa que esa crisis
no pueda ser resuelta, que no pueda haber un cambio de paradigma que trascienda las
15
Aristóteles pensaba que después de él no habría una teoría filosófica que pudiese superarlo, además de
que no contaba con una visión de la historia como si esta fuese tan influyente en el pensamiento. Luego
vendría Hegel a complementarlo, por medio de su visión del pensamiento en el marco de los contextos
históricos; posteriormente, el pragmatismo habría dado nuevos criterios al hegelianismo por medio de la
negación de todo conocimiento absoluto, a partir del falibilismo (MacIntyre, 2013). Este proceso ilustra
de manera precisa cómo concibe MacIntyre el concepto mismo de teleología. El progreso hacia el telos
implica una comprensión cada vez mayor, pero siempre parcial, de los fenómenos del mundo.
46
Cuando se resuelve una crisis epistemológica es por medio de la construcción de
una nueva narrativa16 que le permite al agente entender cómo él o ella podría haber
sostenido sus creencias originales y como él o ella pudo haber sido engañado tan
momento; la segunda es que nunca estamos en una posición tal como para afirmar
que ahora poseemos la verdad o que somos enteramente racionales, porque en tales
16
Es fundamental advertir que este concepto resulta clave en la teoría ontológica de MacIntyre porque
implica que nuestro mundo particular es construido a partir de aquel conjunto de creencias y ritos bajo los
que construimos nuestros horizontes morales; son el plano general bajo el que se enmarca nuestra realidad
particular, de ahí que puedan fungir como presupuesto ontológico de la acción humana. Según MacIntyre
(2006), esta se halla encarnada en mitos, no solo como los de las civilizaciones primitivas [primitive
peoples], sino aquellos mitos fantásticos de la niñez, que son los que nos introducen en las tradiciones
morales a las que pertenecemos. Para profundizar en el término remitirse a sus artículos “Epistemological
Crises and Dramatic Narrative” y “Ends and Endings”. La génesis de dicho concepto se encuentra en la
negación de los solipsismos de corte cartesiano, expresados tanto en la metáfora del genio maligno como
47
una posibilidad de elegir entre diversos cursos de acción a partir de una objetividad ahistórica en
la que “[el] ‘hecho’ se vuelve libre de valor, [en la que] «es» se hace más fuerte que «debe»”
(MacIntyre, 2013, p. 101); toda acción moral llevaría una carga evaluativa y la buena acción
significaría actuar en consonancia con el que se delibera que debería ser el curso de acción para
esa situación particular y determinada. Toda acción moral implicaría siempre la subjetividad del
agente (es un agente situado espacial y corporalmente y no una mente sin cuerpo la que elige el
responde a un racionalismo objetivo, que aspira siempre a confrontar “el hecho y la experiencia
justo como son” (MacIntyre, 2013, p. 98). Habría una jerarquía de bienes a la que la acción
debería tender, bienes que “proveen los fines de la acción humana” (MacIntyre, 2013, p. 101).
Por eso, al parecer del filósofo escocés, esa vindicación moderna de la neutralidad de la moral
sería implausible, pues la acción estaría enmarcada en el plano de los bienes generales que
Orden de la
Virtudes Naturaleza humana
realidad
17
En “After Virtue”, MacIntyre no acepta lo que para él sería la metafísica biológica de Aristóteles. En
obras posteriores recuperará la concepción aristotélica de una naturaleza humana, pues sin esta sería
imposible adoptar el realismo aristotélico en el que la realidad se ve como la interrelación de las partes y
no como partes aisladas, sin dependencia las unas de las otras. Por consiguiente abandona la que era su
48
La epistemología de MacIntyre, entonces, tiene unos rasgos significativos. Apela al hecho
de que no hay tal como una verdad absoluta en el plano de nuestra racionalidad contingente, no
porque no haya verdades que se aproximen más a ese orden metafísico que fungiría como el
presupuesto de tal mundo, sino porque nunca será posible para los seres humanos llegar al
conocimiento absoluto, a la adecuación total con esa realidad, realidad que a su vez trasciende la
mente del agente, pues “este orden existe independientemente de la mente humana, justo así
como los objetos y el conjunto de objetos que encuentran su lugar en este mundo” (MacIntyre,
2006, p. 206). Así, el conocimiento se daría a partir de la adecuación de la mente con las
categorías que estarían enmarcadas por fuera de ella, lo cual no significa que no quede la
posibilidad de que la mente paulatinamente vaya aprehendiendo esa realidad, pues habría un
premisa de la mejor explicación posible hasta el momento, esto es, adscrito a presupuestos
falibilistas.
despojado de estas. Precisamente una de sus críticas más marcadas hacia la epistemología
moderna, radica en que esta procuró despojarse, creerse al margen del contexto en el que estaba
inscrita. MacIntyre reafirma una suerte de racionalidad inscrita en las tradiciones y los contextos
particulares. Por ende, el escepticismo cartesiano sería una empresa fallida, pues
[dudar] es una actividad más complicada de lo que algunos escépticos han sido
conscientes. Decirse a uno mismo o a alguien más “Dude acerca de todas sus
asignificativo; sino que es una invitación no a filosofar, sino al colapso mental, o más
bien a filosofar como medio para un colapso mental. (MacIntyre, 2006, pp. 21-22)
49
Además, la epistemología de MacIntyre reconoce la posibilidad de que haya acercamientos
positivista para reivindicar tal posibilidad, pues no trata de conformar una teoría ética “dura” y
enmarcada en hechos fácticos. Es una visión de correspondencia entre mente y realidad externa,
cuya relación con la epistemología está inscrita en un marco metafísico general de la realidad
como armonía. No es que MacIntyre trate de hacer de la moral un ejercicio parecido a los
desarrollos modernos positivistas sobre la ciencia, que han hallado tantos obstáculos en el marco
Él aprueba la posibilidad de que haya verdades morales, de que la moral no sea meramente
relativa, vindicando entonces la capacidad de los agentes para trascendender una crisis
hacen estéril” (MacIntyre, 2006, p. 72-73), imaginación que parece ser posible en el marco de
esa verdad ontológica y que funge como límite a la circularidad del relativismo. Entra en el
marco de la verdad ontológica porque permite que el agente cognoscente abra nuevos parámetros
MacIntyre, permitiría trascender esa relatividad hacia modos más acertados de interpretar la
realidad. Esto sería posible a través de ese proceso de imaginación previamente enunciado. En
18
Thomas Kuhn y Paul Feyerabend son dos ejemplos de esto.
50
unos parámetros racionales, dirigidos hacia unos fines, hacia la realización del ser humano, al
florecimiento del hombre o de la mujer. Esta racionalidad estaría incluida en el hecho de que se
pueden dar razones para actuar, y estas serían unas razones dirigidas hacia el bien, bien que
provea “una razón para la acción y no un mero estímulo o un motivo” (MacIntyre, 2014, p. 814).
Eso quiere decir que la racionalidad de la acción moral, la razón práctica, estará dirigida
reconoce la historicidad de la moral, apela a una realidad más lejana que la del uso que se haga
del lenguaje. Lo acertada que sea una premisa moral no será entonces una cuestión del uso que se
haga de esa premisa, una mera convención entre diversos agentes en el marco de un contexto
esta más o menos acertada. Efectivamente, “[la] verdad en la esfera moral consiste en la
conformidad del juicio moral con el orden de este esquema [teleológico]” (MacIntyre, 2013, p.
159). Esa verdad moral implicaría la posibilidad de un razonamiento, pues el agente, por medio
de la razón, podría descubrir ese orden que le es intrínseco y que constituye la realidad, aunque
nunca completamente, dado que la racionalidad como la entiende MacIntyre, encarnada en las
tradiciones, reconoce que “nunca podrá afirmar una adecuación total entre la mente y su objeto”
Ahora bien, a diferencia de Rorty, que niega la posibilidad de la razón que se dirige hacia
para la acción moral deseable, pues “el agente genuinamente virtuoso, de cualquier modo, actúa
con base en un juicio verdadero y racional” (MacIntyre, 2013, p. 167). Juicios que, en todo caso,
51
serán racionales “en el marco conceptual en el que han sido formulados” (Rouard, 2014, p. 681).
racionalidad práctica, que tan solo pueden ser evaluados a la luz de las prácticas19, prácticas en
las que son los hombres, que están acompañados, viviendo en comunidades, quienes “buscan el
bien humano” (MacIntyre, 2013, p. 188). Para MacIntyre, una práctica es:
partir de la que los bienes internos a esa forma de actividad son realizados en el
En esta línea, aparece un límite al subjetivismo moral, que ubica el grado de moralidad o
MacIntyre (2013),
[desde] el punto de vista de aquellos tipos de relación sin los cuales no pueden
perdurar las prácticas, están la veracidad, la justicia y el coraje – y quizás otras – que
son excelencias genuinas, son virtudes a la luz de las cuales tenemos que
vista privado o de cuáles puedan ser los códigos particulares de nuestra sociedad. (p.
208)
En este sentido, no se es justo o leal de acuerdo a los propios parámetros arbitrarios de los
parámetros que trascienden al agente y que son los que ofrecen la posibilidad de que este pueda
19
En el próximo apartado se hará hincapié en este concepto, para discutir con el subjetivismo moral.
52
ser catalogado como virtuoso o vicioso. La moral sería entonces el resultado de esa dinámica
cooperativa entre los seres humanos y no una elección autónoma e individual. Y al darse en el
marco de prácticas, estas nos proveen estándares de acción que trascienden nuestras preferencias
diversos agentes.
Asimismo, surge de la búsqueda de los agentes por ser virtuosos, bajo un ejercicio de la
razón, por la cual es posible la elección entre cursos de acción distintos y opuestos en algunas
ocasiones. Consecuentemente,
desde un punto de vista aristotélico, la razón no puede ser la sierva de las pasiones.
práctico identifica cómo hacer la acción correcta en cada momento y lugar particulares.
(MacIntyre, 2013, p. 166). Significa partir de las inclinaciones, de los sentimientos, del querer, y
cuyo punto de partida radica en la imposibilidad de que “la excelencia del carácter y la
compás de las demás virtudes (Rouard, 2014) y por la que la moral tendría un estatus cognitivo.
El filósofo escocés es consciente de dos elementos que no pueden pasarse por alto cuando
se trata de hacer filosofía moral. Por una parte, del hecho de que somos seres históricos y en esa
medida evaluamos la moral como un fenómeno inmerso en las condiciones históricas de cada
53
cultura y de cada agente. Cualquier intento por construir una filosofía que no tenga en cuenta
podrían no haber sido identificadas aún, pero ellos se comprometen con la posibilidad de
Por ende, que seamos seres históricos y que en esa medida la moral lo sea de algún modo,
cultural o particular de los agentes. De hecho, más bien la aceptación de esta temporalidad de la
moral lleva a que teorías como el emotivismo deban ser reconocidas como teorías que se han
el pasado nunca es algo a ser simplemente descartado, sino que por ellas el presente
corregido y trascendido por un punto de vista futuro, más adecuado. (MacIntyre, 2013, p.
167)
Esta concepción de la moral como algo parcialmente relativo a las culturas, prácticas y
tradiciones particulares, no implica la imposibilidad de una moral que sea universal, esto es,
independiente a los contextos particulares en los que se modela, en la medida en que “Aristóteles
[...] se deja a sí mismo la tarea de dar una versión del bien que sea en simultáneo local, ubicada
54
particularmente y parcialmente definidas por las características de la polis –y aun cósmica y
universal” (MacIntyre, 2013, p. 165). Inclusive a pesar de la radical diferencia que supone cada
cultura con respecto a otra, sus habitantes “comparten preocupaciones con nosotros,
preocupaciones que pueden ser llamadas apropiadamente filosóficas y teológicas, y esto cuando
inclusive son preocupaciones para aquellos para quienes la “filosofía y la teología” son nombres
desconocidos (MacIntyre, 2006, p. 193). De aquí que no se pueda “descartar nunca la posibilidad
de que lo que más necesitamos aprender, para avanzar más hacia la verdad y el bien, podría ser
aprendido desde las intuiciones, argumentos y prácticas de alguna cultura ajena” (MacIntyre,
2006, p. 193), pues en últimas, “el reconocimiento de una humanidad común nos permite
2006, p. 194)20.
Este rasgo es distintivo de MacIntyre con respecto a Mackie y Rorty, ya que los dos
últimos proceden a exponer la diferencia entre “juegos de lenguaje” y entre “códigos morales”,
para negar la posibilidad de una objetividad de la moral que rebase los límites de la propia
[que] marca la relación mutua de cada lenguaje” (MacIntyre, 1985, p. 10), apela a la noción de
naturaleza humana para trascender esos dos elementos que ciertamente son característicos de la
posibilidad de pensar en que la moral sea relativa. Así, esa concepción de una naturaleza humana
que permitiría otorgar a la moral cierta objetividad, no iría en detrimento del hecho de que esta
sea “una objetividad históricamente circunscrita” (Roth, 1989, p. 181). En otras palabras, “[el]
20
Para ilustrar mejor esta idea podría ser valioso el § 207 de las Investigaciones filosóficas, donde se
afirma que: “[el] modo de actuar común es el sistema de referencia por medio del cual interpretamos un
55
hombre vive en un mundo interpretado. No tiene acceso directo a hechos purificados de toda
particularidad es una ilusión; [...] no hay manera de poseer las virtudes, si no es como
parte de una tradición en la que las heredamos [...]. (MacIntyre, 2013, p. 144)
inmersos en prácticas, sus parámetros de excelencia están incluidos en unas reglas trascendentes
al agente, no sería posible fijar unos parámetros meramente subjetivos para conformar nuestros
horizontes morales. Siempre se construyen en el marco de las sociedades en las que se forman
los agentes. Estas sociedades conformadas a partir de prácticas, cuya marca distintiva es aquella
conformación de horizontes morales subjetivistas, cuyo rasgo más peculiar es aquel del egoísmo
particularidad, entonces se reivindican prácticas sociales en las que lo común juega un papel
Estas virtudes se caracterizan por ser “una cualidad humana adquirida, cuya posesión y
ejercicio tiende a permitirnos alcanzar aquellos bienes que son internos a las prácticas y cuya
ausencia nos impide alcanzar tales bienes” (Macintyre, 2013, p. 207). En esta medida, “[las]
prácticas [...] pueden florecer en sociedades con diferentes códigos. Lo que no pueden hacer es
56
florecer en sociedades en las que las virtudes no fuesen valoradas [...]” (Macintyre, 2013, p.
209). Sociedades en las que el valor de producción sea más importante que la vida buena; en las
que sean irreconciliables la vida privada y la vida común; en las que se renuncie a bienes
En cambio, las prácticas surgen en sociedades cuya marca antrropológica distintiva es que
nuestra naturaleza nos llama a vivir acompañados, a construir comunidades. Estas tienen bienes
internos y bienes externos a ellas mismas. Los bienes internos a las prácticas son aquellos que
forman las virtudes en los agentes, por ejemplo, que uno sea un buen ajedrecista a partir de la
práctica del ajedrez. Los bienes externos a las prácticas son relativos no a las virtudes que estas
propician en los agentes, sino al aumento de poder, de riqueza o de fama (MacIntyre, 2013), en
otras palabras, que uno reciba una recompensa material por ganar una partida de ajedrez. Las
prácticas entonces, se dan en comunidades y suscitan unos bienes externos que no pueden ser
nunca el fin mismo de las acciones y también unos bienes internos que serían el fin de estas, por
Lo más relevante del concepto de “práctica” como salida al relativismo moral radica en
que esta “envuelve estándares de excelencia y obediencia a reglas [...] Entrar en una práctica es
aceptar la autoridad de aquellos estándares [...]” (MacIntyre, 2013, p. 206), por lo que no basta
con un juicio meramente subjetivo de gusto y arbitrario del agente para cumplir con esos
estándares de excelencia. Ahora bien, no solo se requiere la adhesión a estos estándares, sino
también la disposición a crecer en la virtud, a potenciar los bienes internos a la práctica, como
por ejemplo, la virtud de la lealtad. En efecto, “sin las virtudes podría haber un reconocimiento
sociedad que reconociese solo los bienes externos, la competencia sería la característica
57
dominante y exclusiva (Macintyre, 2013), por ejemplo, una sociedad como la retratada y
reivindicada por Mackie. Las virtudes solo podrían desarrollarse en el marco de las prácticas,
cuyos estándares de vigencia son extrínsecas a los agentes, no apelarían a meros juicios de gusto
que no poseen mayor estatus cognitivo porque son arbitrarios y relativos al agente, sino que se
construirían en el marco general del contexto en el que se han de cultivar, contexto construido
desde esas formas cooperativas de relación que son las prácticas. Contexto que, desde la postura
MacIntyre
MacIntyre tiene no solo un fundamento epistemológico, inscrito en una postura metafísica más
general, sino también, al menos hipotéticamente, unas consecuencias prácticas que son las que
reside en la posibilidad de dirimir racionalmente los conflictos morales. Según Roth (1989), es
precisamente esta premisa la que constituye “[el] núcleo del conflicto entre MacIntyre y Rorty”
pues su “meta no es solo una versión de las virtudes, sino una versión que permitirá llegar al
acuerdo racional en el debate moral; tal acuerdo presupone el acuerdo general acerca de los
fines de la vida” (p. 179). Aquí cabría agregar que ciertamente esa teoría de las virtudes
pero no sería ese su único fin, pues tal postura concerniente a las virtudes en la vida moral,
solo en la tarea de justificar racionalmente el propio horizonte moral, para rebatir el relativismo.
58
En adición, se debe decir que este autor confronta el paradigma contemporáneo de
2013, p. 169) y en el que es necesario escindir al mismo hombre de acuerdo al plano en el que se
esté conformando su vida. En el hogar, en la iglesia, en su partido político sería uno, mientras
que en la vida pública donde se toman las decisiones que competen a la sociedad como un todo
tendría que comportarse de acuerdo a unos ideales públicos que podrían llegar a ser
incompatibles con sus propios puntos de vista. En contraste, él construye su postura sobre el ser
humano como una unidad que tiende siempre a fines, pues estos “proveen la medida de nuestros
Esa unidad de vida, sería un presupuesto que niega la escisión del agente que la filosofía política
liberal trata de realizar y que ha sido expresada en el contexto de la filosofía de Rorty; el agente
Además, su teoría de las virtudes rescata los elementos que a su modo de ver son los más
propios de esta tradición e implica la consecuencia de que sería posible construir una sociedad en
la que fuese posible buscar bienes compartidos, que no estuviesen solo determinados por la
particularidad de cada agente. En esto no solo se aleja de la tradición liberal, que parecería
concebir al individuo al margen del todo de la sociedad en nombre de la libertad, sino de una
tradición más reciente, que según él sigue inscrita en un paradigma individualista con nuevas
59
actividades, será excluirse a uno mismo de encontrar cualquier bien por fuera de uno
Si esa parece ser una de las consecuencias prácticas del proyecto nietzscheano que, como
hemos visto, es ajeno al proyecto moral de MacIntyre, entonces es posible afirmar que una de las
de lo comunitario sobre lo propio, lo individual. No obstante, habrá que aclarar que esto no
lo comunitario (MacIntyre, 2013), sino la propuesta de una sociedad en la que haya bienes
compartidos, en la que haya proyectos comunes, en la que se busque hacer prevalecer el bien del
todo, sin perder de vista la particularidad de la parte. Esto es, la construcción de “formas de
comunidad dirigidas hacia el objetivo compartido de aquellos bienes comunes, sin los cuales no
puede ser alcanzado el bien humano último” (MacIntyre, 2013, p. 13). En efecto, “[reconocerse]
como una persona social no es en cualquier caso ocupar una posición estática y fija. Es
encontrarse a uno mismo ubicado en cierto punto de una travesía con unas metas determinadas
[...], [de modo que] una vida completa y realizada es el punto en el que alguien puede ser
juzgado como feliz o infeliz” (MacIntyre, 2013, p. 52). Según Roth (1989), MacIntyre afirmaría
que:
presupone que podemos darnos un sentido al margen de los roles sociales que
vez de localizar la ética en el contexto de una existencia social. (Roth, 1989, p. 178)
60
Adicionalmente, aceptar su apuesta filosófica implicaría una reivindicación del concepto
de tradición. Algunas de las empresas filosóficas de la modernidad se han basado en una mirada
desconfiada hacia la tradición. Kant podría ser un ejemplo de ello con el desarrollo de la
paradigma muy diferente del de Kant, hace lo propio al buscar la transvaloración de la moral.
MacIntyre en cambio, parece hallar en la tradición un elemento que no ha de ser desechado del
seno de la filosofía. Esto no quiere decir que ciertas tradiciones sean aceptadas sin más ni que no
puedan ser trascendidas. De hecho, una tradición puede ser trascendida desde las herramientas
proporcionadas por otra (MacIntyre, 2013). Pero el presupuesto de este rescate de la tradición
radica en, como se manifestó previamente, la imposibilidad de que nuestra agencia se construya
Entonces en MacIntyre hay una propuesta que vindica la posibilidad de constituir formas
práctica no es una institución, es algo que puede darse al margen de las instituciones y que
depende de los bienes internos a esa práctica (que el agente sea virtuoso) para construirse y
Todo lo anterior se subsume en una comprensión de la realidad social que discute con los
presupuestos de la filosofía liberal, por lo menos expresada en Mackie y Rorty. Del primero
lo propio de los seres humanos, del segundo, la distinción en el mismo agente entre el hombre
“ironista” y el “liberal”, pues la práctica de las virtudes en una sociedad implicaría la unidad
escindidos tan marcadamente como sí lo están en una teoría filosófica liberal, y aun cuando
61
pensadores como Rorty, por medio del etnocentrismo y la estimación hacia el lenguaje en uso,
amarrado a los contextos particulares, traten en alguna medida de hacer frente a la tendencia
de los agentes, sus teorías requieren de un agente que pueda escindirse, por aquello de la
posición buscaría plantearse como punto clave la recuperación de la ética aristotélica y con la
como criterio para definir qué sea lo bueno y lo malo. A sus ojos la modernidad liberal no pudo
responder a los desafíos de la posmodernidad (o modernidad tardía), que sería “una cultura
esencialmente manipuladora. [Que no buscaría] la verdad sobre la moral” (Lutz, 2008, p. 98) y
se conformaría con resignarse a ver en toda decisión moral algo de índole arbitrario.
Será ahora menester proponer una discusión cuyo objetivo es llegar a algunas conclusiones
parciales acerca del problema el relativismo moral y sus límites a partir de la ética de las
virtudes. He incluido a J.L. Mackie y Richard Rorty como dos pensadores cuyo desarrollo
filosófico apoya la tesis del relativismo moral, a saber, que la moral está determinada por la
subjetividad del agente y el lenguaje. Por el lado de Mackie no hay una construcción normativa,
pues su análisis es de segundo orden. Sin embargo, hemos visto cómo su teoría tendría unas
posibles consecuencias y en esa medida sería susceptible de ser puesta en cuestión. Una
62
individualista. Él trata de hacer frente a esta acusación diciendo que una vida en sociedad es
deseable y que hay en esta un margen para la cooperación entre los hombres. No obstante, si la
marca antropológica por excelencia es el egoísmo, ¿por qué habría que desear una vida de
cooperación con los demás? Mackie no responde satisfactoriamente a esa cuestión porque su
visión de segundo orden, que, busca tan solo describir unos hechos sociales sin entrar a dar una
contemporánea. No se buscaría un plano común en el que la virtud fuese una posibilidad general
agentes no buscan la virtud, es imposible. Las prácticas son propensas a perdurar en la medida en
que quienes las componen son virtuosos y la sociedad está compuesta en buena medida por estas.
La corrupción, por ejemplo, irrumpe como un fenómeno que muestra cómo es de necesaria la
como la Occidental, en la que parece no haber unos valores comunes, pues solo quedaría una
moral subjetiva que responde a estados internos de los agentes, cuyo escenario de surgimiento
sociedad requiere, en todo caso, del trabajo en conjunto de quienes la componen. Esto sugiere la
primer límite al relativismo moral y a la teoría de segundo orden de Mackie. No sería posible
evaluar lo bueno de nuestra acción de acuerdo a nuestros propios criterios en el marco de la vida
63
los paradigmas actuales y se deben buscar; de lo contrario la moral sería tan solo un ejercicio del
poder arbitrariamente adquirido sobre los demás, pues “¿[por qué] exactamente uno habría de
preferir la persuasión pacífica sobre el poder?” (Mostseller, 2006, p. 144). Las teorías de Mackie
y Rorty no son más que otras expresiones del emotivismo contemporáneo y no logran superar el
individualismo moderno, ni por medio de la visión de segundo orden, ni tampoco a través del
etnocentrismo.
De otra parte, alguien a favor de la construcción moral de segundo orden podría sostener
acepta la realidad de que ella es relativa a los agentes, habrá mayor tolerancia en la sociedad, por
ende, lo mejor sería evitar hablar de que haya algo bueno o algo malo en la acción. Tal tesis, sin
embargo, es problemática. Uno podría estar en desacuerdo con el horizonte moral de una
persona, decírselo, expresar en el plano público un modo de entender lo bueno y pensar que
pueda ser posible para el grueso de la población, partiendo del hecho de que más allá de nuestras
particularidades, son muchas las características que compartimos qua humanos. De esto no se
sigue en relación de necesidad la promoción del maltrato hacia quienes piensan diferente.
Para ilustrar esta búsqueda de la tolerancia, podríamos partir de la postura del ironista,
aquel que adopta un horizonte moral aun siendo consciente de la contingencia de su “vocabulario
final”. El ironista sería por “naturaleza” un relativista que ha aceptado e inclusive promueve el
desacuerdo moral como un hecho ineludible al seno de las sociedades. Ahora bien, cabría
formular la pregunta de si para poder convivir con otros de manera deseable es necesario adoptar
la actitud del ironista. Esto no parece ser así. La proposición “La crueldad es lo peor que
podemos hacer” no sería una justificación plausible para construir el mundo común; sería una
proposición verdadera, adecuada a la realidad de los seres humanos como zoon politikon y el
64
presupuesto para que los diversos agentes en la sociedad puedan tender hacia el bien que
moral deseable, esto no será debido a una normatividad que radique en la tolerancia, porque,
como hemos visto, relativismo y tolerancia no se hallan en una relación de necesidad, lo cual
supone un límite teórico para quienes, como Rorty y Mackie, asocian sendos conceptos.
Pasemos ahora a revisar el argumento relativista que se basa en lo que Mackie llama
que la moral sería relativa a las diversas culturas y a la historia. Esta tesis es cierta. Hemos visto
sobre todo con MacIntyre y Rorty que indefectiblemente la moral tiene un carácter particular,
históricas muy específicas y por ende, no son neutrales. No obstante, ¿de reconocer la
particularidad de la moral se sigue que no habría una suerte de elemento común que trascienda la
contingencia de las culturas y de la historia? La tesis que se puede proponer es que esto no es así
y por ello asociar el relativismo con la particularidad histórica y cultural, es discutible. Para esto,
partimos nuevamente del supuesto de que el hombre de hace dos mil años no es tan diferente, en
esencia, del hombre contemporáneo; habría una naturaleza humana, aquello que sería
teoría de las virtudes que desarrolla MacIntyre manifiesta aquel universalismo moral, no porque
Muchas de las preguntas que se hizo Aristóteles en la “Ética a Nicómaco”, por ejemplo,
siguen siendo vigentes en la actualidad. Se dijo previamente que la teoría de las virtudes suponía
65
un desafío para el relativismo moral porque reconociendo su historicidad y su pertenencia a las
culturas, ve en el concepto de virtud algo que no se cierra en dichas contingencias. Así, esa
tradición sería algo que nació con Aristóteles en su sentido más estricto, pero que podría
fragmentario. Esto implica que tal tradición sobrepasaría los límites históricos y culturales de la
Grecia del siglo V a.C. Y no solo esto, la historia muestra cómo tradiciones culturales tan
diversas como la judía, la cristiana y la islámica (MacIntyre, 2013) han visto en la teoría moral
Además, Rorty se refiere a la contingencia del lenguaje como otro argumento para
sustentar la perspectiva relativista, desde aquello que Wittgenstein llama en las “Investigaciones
filosóficas”, “juego de lenguaje”. Este sustento no radica en que dichos juegos no se puedan
comunicar entre ellos, sino en que no se podría definir un criterio objetivo para definir la
superioridad de uno sobre otro, sino que podrían evaluarse en el contexto lingüístico de la
comunidad. No obstante, es posible ver que los paradigmas que florecen en cada época de la
esos esquemas anteriores, pueden establecer los mejores criterios hasta el momento para
superarlas, como se vio con el ejemplo de la física aristotélica que fue superada por la
newtoniana. Esto sugiere dos escenarios: el primero es que cierta inconmensurabilidad entre
juegos lingüísticos no implica que no se pueda superar uno en favor de otro; el segundo es que
más allá de la contingencia, parece posible evaluar entre diversas perspectivas y asentir a la idea
de que una se adecúa más a la realidad que otra, trascendiendo así, la teoría previa. De modo que
no solo en las ciencias naturales, sino en la misma moral se podría hablar de una suerte de
66
progreso, un progreso que se diferencia de las perspectivas modernas acerca de este, como se vio
Tampoco se puede dejar de hacer referencia al escepticismo moral de Mackie. Si las teorías
consisten no solo en el perfeccionamiento de ellas qua trascendentes a los agentes, sino que
metaética, pues toda descripción moral sería también de orden evaluativo21, pues –y aquí es
posible coincidir con Rorty– hacer metaética sería ponerse en el lugar de un dios, pero nosotros
esquema moral neutral, como el pretendido por Mackie. Todas nuestras facultades racionales,
tanto pertenecientes a la razón teorética como práctica, están inscritas en unas tradiciones
particulares y nosotros somos seres históricos y contingentes. Inclusive decir de la moral que es
algo subjetivo y manifestar escepticismo con respecto a ella, se realiza en un contexto particular,
no es una manera más objetiva de hacer filosofía moral. La neutralidad moral no sería posible,
máxime si se asiente a la idea de que los seres humanos buscan la eudaimonia, concepto cuya
primero para negar la posibilidad de una moral objetiva y el segundo para mostrar la
contingencia del lenguaje, no sugiere que inclusive entre dos esquemas tan lejanos como el de la
21
Philippa Foot (2011), perteneciente a toda esta línea de la ética de la virtud tiene una postura similar:
“En términos de la jerga usual, se podría decir del relativismo metaético que implica cierta medida de
relativismo normativo" (p. 193). Esto es claro en el apartado sobre la filosofía de Mackie, cuando se
muestran algunas de las características de su realismo político que da por sentados ciertos presupuestos
67
Grecia antigua y el moderno no pueda haber cierta comunicabilidad. No en vano los problemas
logra eludir esta realidad, como se manifestó en la primera parte de la investigación. Por lo tanto,
morales y de una comprensión de estos. En últimas, el lenguaje de Freud y de san Pablo no son
inconmensurables, uno respondería más adecuadamente a la realidad moral que otro, lo que no
significa que en ambos no haya elementos verdaderos, respecto a la moral. Esto nos remite al
siguiente argumento.
epistemológico como moral, pues para él dicho concepto sería algo inasible y por lo tanto,
inoperante, es decir que hablar de una verdad no sería útil para construir la sociedad, en tanto que
democracia. Por ende, tan solo cabría hablar de justificaciones, pues todo “vocabulario final”
sería parcial y propenso a ser complementado, no porque se adecúe más a la realidad, sino
porque se podría justificar más plausiblemente que otro. Por el contrario, para MacIntyre sí
habría verdades tanto en el terreno epistemológico como filosófico moral, debido a que además
de tener una visión realista de la verdad, ve en la búsqueda de esta la meta de toda investigación
teórica, y la filosofía moral es de ese tipo. Debe quedar claro, no obstante, que esta perspectiva
Es decir que nunca se llegará a la verdad absoluta en ningún terreno; siempre será posible que las
teorías se trasciendan. Solo se puede apelar a premisas que den cuenta de la mejor justificación
68
hasta ahora, lo que permite que aun teniendo grandes divergencias con la epistemología
justificación sería plausible para proponer algunas limitaciones al relativismo moral, puesto que
si nos conformáramos con una noción de esta como justificación, la acción sería tan solo
justificable, pero nunca verdadera. De modo que si en un mundo hipotético ‘x’ se cometiera una
determinar su validez moral, por ejemplo, que alguien sea calumniado y por ello pierda su
trabajo injustamente o que alguien vaya a la cárcel sin haber cometido una acción inmoral, solo
porque la parte contraria pudo haber justificado mejor lo ocurrido, pudo haber tenido, por
Entre otras cosas, esta investigación ha procurado sustentar, cómo no solo basta con poder
justificar determinada proposición o teoría sino que es posible afirmar que hay teorías más
adecuadas a la realidad que otras. Hay acciones morales deseables y acciones inmorales, hay
proposiciones morales verdaderas y otras falsas: es falso que violar sea bueno y que ayudar a los
demás sea malo. Solo teniendo por sustento la noción de verdad sería posible reafirmar que la
moralidad no es algo relativo ni a los agentes, ni a las culturas, ni a los periodos históricos. Sin
mentira sin un contexto general que la justifique (por ejemplo, que se mienta para que se salven
muchas vidas y no se pierda ninguna), es mala, aun cuando muchas veces pueda ser justificada
plausiblemente.
mirada holística de la realidad, propia del aristotelismo. Así, se tiene una postura filosófica, cuyo
69
propósito es explicar la realidad como un todo y no simplemente analizar partes aisladas de la
misma; según esta perspectiva, de una mirada teleológica de la realidad sí se seguirían cursos de
acción distintos que de una mirada, por ejemplo, circular o no teleológica, según la que los
agentes no tendrían ningún fin hacia el cual dirigir sus propósitos. De este modo, podría
postularse parcialmente la tesis de que toda teoría moral tiene unos presupuestos metafísicos,
pertenecientes a su ontología fundamental, del ser humano como algo histórico. Además, su
contingentes de cada sociedad y periodo histórico, de ahí que resulten problemáticas nociones
como las de imperativo moral o ética formal. Esto significa que más bien, toda noción de lo
bien, se ha visto que para que estas perduren se necesitan ciertas virtudes independientes a los
22
En esto no difiere de la moral aristotélica que tampoco ve necesidad en el plano moral, pues sobre lo
necesario no habría que deliberar, pero Aristóteles ve en la phronesis uno de los conceptos más
70
contextos particulares. Lo anterior funge no solo como refutación de las aproximaciones morales
modernas, sino sobre todo, y para el contexto de lo que aquí se ha tratado de lograr, contra el
subjetivismo moral, para el cual esta responde a los gustos particulares de los agentes. Toda
inmanentes a él, por lo cual el estatus de la moral no es subjetivo, no alude a los sentimientos y
con los demás. No se es excelente jugando fútbol porque se siente que se es excelente, sino
porque se puede determinarlo en el marco de esa práctica común, donde hay adversarios y las
De igual modo uno no sería bueno o virtuoso porque así lo determinen los propios estados
internos; se es bueno o virtuoso con relación a las prácticas que están enmarcadas en la tradición,
donde el agente se forja como moral o inmoral y se construye históricamente. Por supuesto que
esto no implica que uno no pueda alejarse de esa tradición y optar por nuevas formas de vida,
particularidad, la arbitrariedad de elecciones relativas a los propios sentimientos; por otro lado,
implica que las elecciones morales no pueden hacerse bajo la noción de neutralidad u objetividad
naturaleza humana, bajo la que se podrían plantear unos parámetros de virtud y excelencia. Una
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expresar del siguiente modo: qua animales racionales tendemos hacia algún fin, buscamos la
realización de nuestra propia vida, buscamos cumplir con nuestros propios fines, a partir de
propósitos; sin embargo, tenemos inclinaciones que nos impiden llegar a la consecución de tales
fines, consecución sin la cual no llegaremos a la eudaimonia, a ese estado de haber vivido bien,
alcanzando nuestro bien último en el marco de las prácticas. Se podría suponer el caso de una
persona ‘x’ inclinada hacia la vida académica, con muchas capacidades intelectuales; esta
persona es, no obstante, adicta al consumo de sustancias psicoactivas y su vida está tan
condicionada por el deseo de consumirlas, que sabiendo que debe cumplir con un cierto número
de horas diarias para llegar a ser un académico o académica respetable, es incapaz de dejar el
Esta persona tendría la compañía de un amigo ‘y’ que asumió para su vida el relativismo moral
porque ha sucumbido ante la frustración de no poder justificar su horizonte moral con toda la
consistencia que desearía hacerlo, y al ver personas con tan diferentes concepciones de vida
buena, ha resuelto que la mejor respuesta a la moralidad es aquella que hace de esta algo relativo.
Esta persona le aconseja seguir consumiendo ese tipo de sustancias, pues en últimas, ¿por qué
negarse el placer de seguir su deseo de consumirlas si al fin de cuentas no podemos definir lo que
sea bueno o malo, si no hay un criterio último para hacerlo? ‘x’ opta por seguir la sugerencia de
Sin embargo, vive inconforme con haber tomado esa decisión, pues ve cómo cada vez está
más lejos su sueño de llegar a ser un gran académico o académica. Ha sucumbido en todo caso,
ante la realidad de su incontinencia. Esta persona sabe lo que tendría que hacer para llegar a la
consecución de su fin, a la realización de su telos qua animal racional, pero opta por hacer caso
omiso de ese fin último por el que podría construir su existencia; la moral entonces, aparecería
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como la manifestación de un horizonte conmensurable, es evidente que hay un mejor rumbo de
acción que otro en el contexto de llegar a su propio florecimiento. En este caso hipotético, dejar
En esta medida, el relativismo moral fungiría como una doctrina sumamente problemática,
marcos horizontales sobre otros. La vida de los seres humanos qua animales racionales,
nuestras acciones al cumplimiento de un fin y hay mejores caminos para llegar a su consecución
que otros, y esto no subjetivamente. Si el fin de la vida humana es llegar a la realización del
virtud, como límite plausible al relativismo moral porque fue retomada como respuesta en gran
medida a este, que a su vez es resultado de un periodo histórico muy determinado en el que el
fragmentación del vocabulario relativo a las buenas acciones. El acercamiento ético de las
virtudes aboga por una recuperación de formas de vida comunes, enmarcadas en el contexto de la
cooperación y de las prácticas, fungiendo así como salida al subjetivismo moral, pues las
virtudes no serían algo subjetivo, sino el resultado de la práctica de hábitos buenos, esto es,
hábitos que conducirían a los seres humanos a su fin, a responder a su naturaleza. Uno de los
presupuestos epistemológicos de los que parte esta ética es del realismo, de la noción de la
verdad como adecuación con respecto no solo a una postura metafísica teleológica, sino también
relativa a aquello que mejor responde a la naturaleza de los seres humanos. La verdad práctica,
es decir, la consecución de actos virtuosos, consiste en buena parte, en ejecutar aquello que
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responde a la realidad sobre lo que los hombres y las mujeres deben realizar para llegar a su fin
determinado, hacer el bien y evitar el mal, para construir la felicidad en cada acto virtuoso. Esto
sugiere que hay horizontes morales más adecuados que otros y que el relativismo y su
circularidad pueden ser trascendidos. De aquí se sigue que el relativismo, como doctrina
epistemológica y sobre todo, moral, podría llegar a ser trascendido desde un paradigma de las
virtudes, que está fundamentado sobre una base completamente ajena a aquella sobre la cual está
Por todo lo anterior, la ética de las virtudes desarrollada por Alasdair MacIntyre, podría
fungir como una teoría cuyos fundamentos más generales, una metafísica teleológica, un
construir comunidades con cierto consenso acerca del bien y el concepto de virtud como la raíz
de todo planteamiento moral, suponen un camino teórico para trascender el relativismo moral
Más allá de todo lo anterior, esta investigación queda abierta a una posterior indagación
acerca de las bases metafísicas del relativismo moral y de la ética de las virtudes, pues una de las
La hipótesis es que el relativismo moral parece estar enmarcado en el giro metafísico que
modernidad filosófica con la adopción del voluntarismo teológico de una parte, y de la otra, con
la llegada del nominalismo filosófico, que tiene su más fuerte expresión en los acercamientos
morales nihilistas de corte nietzcheano y posmoderno. La ética de las virtudes fungiría como
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salida metafísica al problema del relativismo moral en la medida en que significa la adopción de
una postura ontológica arraigada sobre la noción de teleología que, en el sistema moral de
MacIntyre, se hallaría intrínsecamente ligada a las narrativas, esto es, a los mitos o creencias que
Por todo lo anterior es posible decir que el problema moral que se ha tratado de
caracterizar y cuestionar en esta monografía y para el que la ética de las virtudes funge como
humana, pregunta que ha de ser abordada en ese ulterior trabajo investigativo que analizará los
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