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En 1605 aparece publicada en las prensas de Cristóbal Lasso Vaca, en Medina del
Francisco López de Úbeda. Esto no evitó que la ausencia de datos sobre su existencia
real, sumado a un rumor recogido por el erudito Nicolás Antonio, llevaran a considerar
bien tras un pseudónimo, bien tras la personalidad de un amigo, en clara analogía con lo
refiere no quedó definitivamente zanjada hasta mediados del siglo XX, fruto en gran
1895, por parte de Cristóbal Pérez Pastor, de unos documentos que probaban la
estudio de este eminente hispanista, que dista de nosotros poco más de 30 años, parece
¿Quién fue realmente Francisco López de Úbeda? A juzgar por los documentos
encontrados por Cristóbal Pérez Pastor, así como por el estudio de Marcel Bataillon,
parece tratarse de un médico toledano al servicio de don Rodrigo Calderón, noble al que
dedica la obra que nos ocupa. Su función dentro de este séquito, tal y como subraya el
erudito francés, probablemente superase la de ser tan solo un galeno, ejerciendo a ratos
el papel de bufón, en vista de lo cual los abundantes enigmas que oculta La pícara
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Un magnífico resumen de todas estas cuestiones lo encontramos en la introducción de la edición que de
La pícara Justina realiza José Miguel Oltra (1991).
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la relación de la obra con los libros de jeroglíficos, empresas y emblemas, tal y como
En líneas generales, la novela narra en primera persona los recuerdos de una Justina
anciana y enferma, quien recorre en la obra el tramo que abarca desde su niñez hasta el
momento en que contrae matrimonio. El interés del relato, negado durante siglos por la
filológico, más que en una verdadera elaboración artística. Así, entre las líneas
redactadas por López de Úbeda, el crítico tan solo encontraba referencias a fiestas y
tanto, radicaba tan solo en constituir una llave de acceso al mundo ajeno al texto y al
universo creador del médico toledano. Nuestro estudio pretende incidir precisamente en
estas dos cuestiones, continuando así las líneas investigadoras que, en los últimos
tiempos, se vienen aplicando con más o menos éxito dentro del ámbito de la novela
relato.
vez en veinticuatro capítulos, cada uno de los cuales presenta una cifra variable de
“números” o episodios, que oscilan entre uno y cinco por capítulo. Dentro de cada uno
abre el número, el relato en prosa propiamente dicho, notas o apostillas marginales que
acompañan, con diferente frecuencia, al cuerpo del relato y, por último, unos
esto es, poemas, apostillas y aprovechamientos casi siempre ha sido desatendida, hasta
el punto de existir ediciones de la obra en las cuales, por ejemplo, las notas marginales
celeridad ante estas manifestaciones textuales. Paloma López de Tamargo (1986) insiste
Tamargo subrayando el papel que, como lector, podría haber desempeñado el editor,
estas notas, cuya elaboración se atribuye al propio López de Úbeda, siendo localizable
paratextuales? La moderna crítica literaria invita a creer que más de la que pudiera
pensarse. Mijaíl Bajtín, eminente teórico ruso, tardíamente descubierto en España, nos
abrió los caminos del dialogismo y la polifonía, aspectos estos clave, tal y como él
parte del apoyo teórico del que Bajtín se sirvió a la hora de analizar, por ejemplo, la
obra de Dostoievski. Y así, para este teórico, la polifonía se nos representa como una
de lleno con el género novelesco, donde la pluralidad de voces tiene más cabida. En este
reflejan diferencias en sus puntos de vista, por ejemplo. Al contrario, Bajtín asume la
paratextos. Estos tres bloques comportan tres actitudes ante un mismo fenómeno, el de
Como supe, me encomendé a la Santa Virgen, aunque si va a hablar de veras, fui tan sin
acuerdo, que me fui a casa sin verla, y para desquitar algo de mis descuidos, hice cien
reverencias, treinta y dos a cada altar de los colaterales y treinta y seis al altar mayor. ¡Mira
mi muchachería! ¡Todo en loco! No faltó quien se rió de mí y me contó las veces, mas esto
es lo de menos, ca si yo fuera quien debiera, pudiéralo sufrir, pues de Ana y de otras santas
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mujeres se rieron de verlas devotas, y alcanzaron lo que pedían; lo malo era que yo era tan
bobilla, que si me preguntaran qué pedía a Dios con tantas reverencias, no supiera
responder, porque todo aquello iba en loco, y el mayor cuidado que yo tenía en cuantas
reverencias hacía, era ver si salían buenas y conforme a un molde de reverencias que a mí
me había dado una dama mesonera, gran mujer de reverencias. (p. 503) 2
historia se refiere, la obra relata los viajes y sucesos de Justina hasta el momento en que
se casa y sienta la cabeza. Hasta entonces, el texto recoge sus andanzas de fiesta en
preocupa. Ella misma se autoproclamará como la “romera bailona”. Muy distinta será
por el contrario, la mujer madura y enferma que nos relata los acontecimientos. La
fuerza de los remordimientos ha hecho mella en ella: clara está aquí, por tanto, la
Cuando Justina se pone a escribir cuenta con cuarenta y ocho años: “Diráme que es
mocita la recién nacida. No medre don Perlícaro, si a buena cuenta, tomada el bisiesto
en que nació hasta el presente en que estamos, no hace hoy cuarenta y ocho, tan justos
como baraja de naipes (...)” (p. 144). Según Mariana Dimitrova (1996), habrían pasado
de 25 a 28 años desde los últimos hechos relatados, esto es, su matrimonio, cuando
no haya cambiado, por lo que no es de extrañar que se nos revele mucho más cauta en lo
moral: “Decía un papelista de aquí de Salamanca que, como no hay sermonario que no
tenga junto con la Pascua la Cuaresma, tampoco hay placer carnal que junto a un hoy no
tenga un ay, y junto a un pené un pequé” (p. 386), o cuando dice: “que el oro tiene ese
efecto en las mujeres, que a las quietas las hace corredoras, por cuanto el oro se labró
con azogue vivo, y a las corredoras las para y detiene, como se vio en la doncella
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En las citas textuales seguiremos la edición de Antonio Rey Hazas (1977).
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corredora, a la cual ganó y aventajó el mancebo que (...) derramaba manzanas de oro
(...)” (p. 140). Pero Justina, por encima de todo, busca la distancia psíquica respecto a su
consoló mucho esta alma pecadora (...)” (p. 404), bien recurriendo a un tiempo verbal
pretérito que marca la distancia del hablante respecto a la acción cometida: “Ya quiso
Dios que aporté a la ermita de San Lázaro. Quise entrar a hacer oración, mas vi unos
altarcitos y en ellos unos santitos tan mal ataviados que me quitaron la devoción, y yo
había menester poco” (p. 381). El arrepentimiento, su rechazo del pasado y su intención
Demás desto, yo ponía la lana hilada en parte húmeda, y como la lana cogía humedad,
pesaba mucho más, que la lana coge cuantos licores se le juntan, y por eso fue jeroglífico de
la niñez y del mal acompañado. ¡Hola amigo, avisón!, que por eso te hago avanzo de mis
pasadas travesuras, que para sólo decirlas, bien excusado fuera el hacerme yo escriptora.(p.
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A la luz de esta oposición, es difícil hablar en sentido estricto de polifonía. Tan solo
caso, es obvia y constatable la relación de “otredad” observable entre las dos Justinas.
Pero, ¿qué sucede con los demás locutores? Vamos a realizar un breve y rápido
voces se refiere. Entre estos elementos paratextuales, comenzamos hablando de los más
sugerentes, esto es, las apostillas o notas marginales. En primer lugar, su función de cara
ocasiones resulta de gran ayuda, sobre todo ante la abundante inserción de cuentos,
argumental básica de la obra. Y así, dirán las notas, por ejemplo: “Cuento a propósito
que los pelos hablan” (p. 88), o bien “Los hechos de los reyes las piedras los pregonan.
Cuento a propósito y una fábula.” (p. 89). Pero, sin lugar a dudas, el aspecto más
sugerente es el concerniente al mundo ideológico del locutor que se esconde tras las
apostillas, dentro, claro está, del juego ficcional, y que nosotros interpretamos de
acuerdo con unos indicios. Así, creemos que las notas manifiestan una actitud
claramente reaccionaria, sobre todo en el terreno moral. Para empezar, Justina, sobre la
verdad, muchos pretendientes que aman a una misma dama, cuando así están juntos, son
como olla de nabos que mucho yerve, que aunque todos andan listos con el calor,
ninguno se pega a la olla. Así que todos me comían con los ojos y ninguno me tocaba
con las manos (p. 294); “De todos fuí alabada, por casta, más que Lucrecia; por astuta,
más que Berecinta; por valerosa, más que Semíramis” (p. 333) “(...) mandó que el
dueño de la mula hurtada me pagase muy buen hallazgo, pues, por mi industria, había
sido librada del poder de la Bigornia, y que se me diese por testimonio, porque nadie me
pudiese motejar de mala, sino honrar por casta y astuta” (p. 335). El locutor de las notas
especial hincapié en cualquier aspecto relacionado negativamente con las mujeres. Dirá
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el texto: “Nunca gozamos las mujeres lo que vestimos, hasta que vemos que nos ven. Y
así, pude decir que hasta que vi que me miraban de puntería, no supe lo que tenía puesto
ni por poner”. Frente a ello, leemos en la nota: “La mujer mirada, estímase a sí y
desprecia a otros” (p. 259). Es constatable que en ese fragmento textual no existe
moralmente estricta. Así, en relación con la muerte del padre, las notas se limitan a
subrayar los aspectos más reprochables de los familiares: “La poca lástima y dolor de la
pérdida del marido”, “Fácilmente se consuelan” o “Entiérranle sin llorar” (pp. 224-225).
Otras veces esa severidad es aún mayor: “(...) me comenzó a decir: - Pues en verdad,
señora, que han venido a mí pleiteantas que han seguido mis consejos, y alguna
pleiteanta entró a pie, pobre y sin blanca, que salió con sentencia en favor y con dinero
de sobra y a caballo, y todo por orden mío”. Dirá la nota, ante esto: “Excusa de
hipócritas” (p. 639). En resumen, podemos afirmar la especial inquina del locutor de las
notas marginales hacia todo lo que tenga que ver con lo moralmente reprochable.
¿Y qué es lo que sucede con los llamados “aprovechamientos”? Sin ser tan jugosos
suponer que los aprovechamientos han de evidenciar una clara actitud moral, cercana en
varios aspectos a las de las notas. Por un lado, refuerzan la actitud crítica ante Justina.
graves desastres de su alma y lamentar ligeros daños del cuerpo. Tal se pinta esta
mujercilla, la cual llora la mancha de una saya como su total ruina, y de sus inormes
pecados no hace caso” (p. 117). Lo cierto es que, con el texto en la mano, es imposible
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encontrar evidencia explícita de esos “inormes pecados”. Igual ocurrirá con otros
modo que aun en los tristes sucesos no se vuelve una persona a Dios, mas antes procura
alargar la soga del gusto, con que al cabo ahoga su alma” (p. 283). Los “tristes sucesos”,
romería, y la crítica de su tendencia a hablar. Esto crea una predisposición negativa por
parte del lector, que ya arrancaba del primero de los aprovechamientos: “De lo que has
leído en este número primero (lector christiano) colegirás que hoy día se precian de sus
pecados los pecadores, como los de Sodoma, que con el fuego de sus vicios merecieron
el fuego que les abrasó” (p. 104). Leyendo el número en cuestión, uno puede comprobar
que Justina no defiende sus pecados, sino que más bien adopta una actitud prudente y
arrepentida, a pesar de que, como ya hemos insistido, en ningún momento explicite esos
excesos carnales que tanto se le reprochan. A estas críticas podríamos sumar igualmente
la misoginia generalizada que rezuman buena parte de estos paratextos. Así, a partir de
título de pobres envergonzantes, mas no por eso los siervos de Dios han de olvidar de
dar limosna que dan por sólo amor de su buen Dios y Señor” (p. 495). A veces, aparte
sentido, leemos al final del número que relata, como tema central, el casamiento
honroso de Justina: “Una mujer libre a la misma Iglesia santa pierde el respeto y en ella
se descompone, porque quien niega a Dios (...) tampoco atiende cuán digno es de suma
reverencia aquel divino templo en que Dios está real y verdaderamente”. Por último,
como rasgo curioso de este locutor, destacamos su especial preocupación por las
apariencias, lo cual manifiesta, por su parte, más una moral de puertas afuera que una
ética personal. Existen bastantes ejemplos al respecto: “Pondera, lector, que los males
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crecen a palmos, pues esta mujer, la cual, la primera vez que salió de su casa, tomó
achaque de que iba en romería, ahora, la segunda vez, sale sin otro fin ni ocasión más
que gozar su libertad, ver y ser vista, sin reparar en el qué dirán” (p. 386). En otro
ejemplo: “La modestia y vergüenza, aunque sea fingida, es agradable y muy decente a
las doncellas, y gran pecado el aprovecharse mal de una cosa, de suyo tan buena y
Por último, los poemas introductorios resultan mucho menos sugerentes, desde esta
locutor resulta mucho más desenfadada que la del de las apostillas marginales o la del
su pluma, / Y al alma y lengua mohína. / Y con aquesta ocasión / Dice símbolos del
pelo, / Y mil gracias muy a pelo / Para hacer su introducción.” (p. 87). No obstante, si
difícil encontrar una línea ideológica definible. Cabría subrayar, en todo caso, el papel
predominante que se otorga al lector, cuya pericia resulta fundamental para completar
por realizar un análisis pragmático de este fenómeno. Para ello, para relacionar autor y
obra, esto es, López de Úbeda y la polifonía de La pícara Justina, hemos de partir de
por el abismo que separa a dos personas cuyos márgenes vitales distan exactamente
cuatro siglos. Estas barreras llevan a todo crítico a servirse de la hermeneútica con el
objetivo de elaborar un autor implícito, esto es, como indica Ángel Díaz Arenas (1986:
23), la “realización o construcción por parte del lector actual-real de un ente teórico en
el que concreta y especifica todos aquellos aspectos y elementos que están impregnados
autor real. Desde esta perpectiva, planteamos la utilización del psicoanálisis como
laxitud. Sigmund Freud, referencia inevitable en estos casos, estableció tres estadios
para explicar la relación entre el mundo interior y exterior del individuo (1973): a) el
ello, esto es, el elemento amoral, instintivo, que contiene las pasiones; b) el yo,
constituido por una parte del ello modificada por la influencia del mundo exterior,
el super-yo , o ideal del yo, elemento hipermoral que impone a este los preceptos,
luz de esta clasificación, no parece del todo descabellado establecer una relación icónica
entramado psíquico. De este modo, cabe plantear las acciones de una irreflexiva y
adolescente Justina como la puesta en escena del lado más instintivo del sujeto, del ello,
lejos aún de sufrir una coerción de tipo social. Frente a ella, la Justina narradora,
los condicionamientos del mundo exterior, represor e intolerante. De este modo, los
significar mucho o no significar nada. Rudolf van Hoogstraten (1986), quien estudió
conceptos con los que pretende explicar ciertas contradicciones existentes entre las
supone, en nuestra opinión, reducir la rica polifonía que refleja la obra. El psicoanálisis,
en este caso, más que para realizar un estudio del insconsciente de la protagonista o del
López de Úbeda, médico y bufón al servicio de Rodrigo Calderón, parece ser que
procedía de familia judeoconversa, tal y como subrayan crítitos como Bataillon (1969:
33, 37, 42). Su relación con este cortesano no podía ser más aberrante. Si seguimos al
Úbeda, sobre lo que la crítica no está de acuerdo, lo cierto es que así da la impresión, a
través de una lectura superficial. Nuestro médico toledano, claro está, no desconocería
la ironía que suponía el hecho de que él, de familia conversa, apoyara con su obra la
nuestra opinión, una actitud creativa asumida desde el pleno uso de la razón. Y así,
limpieza de sangre. La novela se convierte así, por tanto, en una obra en clave donde
tras cada voz se oculta alguna de las piezas del tablero de la España del siglo XVII, esto
es, el hombre que lucha por salir de la represión obligada por su condición biológica y
religiosa, es decir, la Justina adolescente; aquel sobre el que ha podido el peso del statu
quo, o lo que es lo mismo, la Justina narradora; y, por último, las voces de aquellos
beneficiados por la obsesión genealógica, es decir, los locutores de los paratextos que
modo, la obra ofrece una nueva vuelta de tuerca sobre el tema, ya codificado, del pícaro
arrepentido. Confiamos, por tanto, con estas breves reflexiones, en reconducir, al igual
que muchos críticos en las últimas décadas, los ingratos prejuicios que, durante siglos,
Universidad de Oviedo
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BIBLIOGRAFÍA
1969.
1989.
pp. 343-367.