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Instituto Nacional José Miguel Carrera

Departamento de Ciencias Sociales


Profesor Fernando Santos Abud

Guía de Estudio Primer Año Medio: “Periodo Entreguerras1”

PERIODO ENTREGUERRAS
ECONOMÍA ENTREGUERRAS
Introducción.

Con el inicio de la Primera Guerra Mundial concluyó una prolongada fase de prosperidad y estabilidad
económicas que sería intensamente añorada durante el complicado período de entreguerras posterior. Las
consecuencias económicas del mayor conflicto bélico conocido hasta entonces por la humanidad y de los
tratados de paz subsiguientes resultaron tan negativas como difíciles de manejar. En menos de cinco años, la
Gran Guerra produjo una drástica alteración del panorama económico de las décadas precedentes.
El retorno a la normalidad prebélica se retrasó más de lo esperado. Para cuando se logró, las nuevas
circunstancias distaban mucho de ser las que habían imperado durante la belle époque, el período anterior a
la primera guerra mundial. Poco tardó en estallar la peor crisis económica de la edad contemporánea: la
gran depresión de los años treinta. Una crisis que no pudo evitar ninguna de las grandes economías
occidentales. Tampoco, al menos en alguna medida, la mayor parte de las del resto del mundo.
Al igual que su intensidad, la recuperación de la crisis fue desigual según los países. En general, aquellos que
abandonaron antes la ortodoxia económica lograron un más pronto restablecimiento de los niveles de
actividad económica y de empleo.

Las dos principales víctimas económicas de este difícil período fueron el crecimiento y la globalización. Entre
1913 y 1950, la economía mundial creció a una tasa claramente inferior a la de 1870-1913 y, especialmente,
a la de 1950-1973. El nacionalismo económico alteró sustancialmente el globalizado panorama económico
anterior a la Gran Guerra. Migraciones, movimientos de capital e intercambios de bienes y servicios
experimentaron un espectacular retroceso a los años de la Primera Globalización. Por el contrario, el papel
del Estado en la economía, ya fuese a través del gasto público o de la regulación, aumentó.
A diferencia de lo que ocurriría tras la Segunda Guerra Mundial, la falta de cooperación económica
internacional, esto es, la política del “sálvese quien pueda”, ralentizó la recuperación posbélica, así como
profundizó y prolongó la crisis.

Durante este período se alteraron las posiciones relativas de las economías de los países desarrollados. En
general, los contendientes europeos que habían protagonizado la Primera y la Segunda Revolución Industrial
no salieron bien parados. Lo contrario ocurrió con la periferia europea, en particular la septentrional, y
Japón. Algunos países de América Latina encontraron en este período la ocasión para iniciar, con éxito
desigual, procesos de industrialización.
Autor: Rafael Dobado González

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El material usado en esta guía fue extraído de la siguiente página: http://www.historiasiglo20.org

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1. La inmediata posguerra, 1919-1924

Como resultado más o menos directo de la Gran Guerra (destrucciones físicas de campos, fábricas, ciudades
e infraestructuras de transporte y comunicaciones, financiación del esfuerzo bélico, reorientación del
aparato productivo en función de las necesidades militares, etc.), la economía europea se encontraba en un
estado de postración cuando, en 1918, finalmente concluyeron las hostilidades.

La cooperación económica pública y privada norteamericana con Europa, aunque mucho menor que la que
seguiría a la segunda guerra mundial, no fue despreciable, unos 1.750 millones de dólares, y consistió
principalmente en alimentos y ropa para aliviar situaciones de extrema emergencia. Quedó, sin embargo,
bastante por debajo de las auténticas necesidades inmediatas de la población más perjudicada por la
guerra. Los recursos imprescindibles para la reconstrucción a largo plazo de la maltrecha economía europea
eran mucho mayores todavía.

Probablemente, la confianza de los dirigentes económicos occidentales en el modelo liberal, con escasa
intervención del Estado, de la preguerra, que tan bien había funcionado, y el aislacionismo norteamericano
posbélico están detrás de la falta de un plan coordinado por los gobiernos y con protagonismo de los EEUU
para el relanzamiento económico de Europa. La ausencia de consideraciones económicas, al margen de las
reparaciones alemanas, en el Tratado de Versalles fue pronto criticada por Keynes. No sin buenas razones,
las observaciones de este destacado economista inglés han sido mayoritariamente consideradas
premonitorias. No faltan, sin embargo, quienes piensan que sus predicciones pecaron de excesivo
pesimismo.

A falta de un plan internacional coordinado, la recuperación de la capacidad productiva de las economías


europeas se hizo esperar bastante más de lo que hubiera sido deseable. La combinación de graves
problemas económicos, a los que, en algunos casos (por ejemplo, en Alemania, Austria, Hungría, Polonia y la
URSS) vinieron a sumarse los de índole política (movimientos revolucionarios, guerras civiles, invasiones y s,
ocupación del Ruhr, etc.). La manifestación más llamativa de estas dificultades posbélicas fue la
hiperinflación. La alemana de 1923 se ha convertido en un ejemplo de libro sobre el crecimiento
exponencial de los precios. Pero no fue la única en la Europa centro-oriental. Por su parte, en el Reino
Unido, el desempleo alcanzó en 1921 el nivel más alto (11,3%) registrado hasta entonces.

Entre los principales países beligerantes, sólo Estados Unidos salió económicamente bien parado de la Gran
Guerra. Así, en 1913, la economía norteamericana era algo menor que la suma de las de Alemania, Francia y
Gran Bretaña. Por el contrario, en 1920, las había superado. Frente a la debilitada economía de los grandes
países europeos, la de Estados Unidos norteamericana entró en la década de los veinte con gran dinamismo.
Nueva York desplazó a Londres como capital financiera del mundo. Durante la guerra, la reorientación de la
economía de los contendientes hacia fines bélicos trajo consigo un permanente exceso de importaciones
sobre exportaciones (déficit comercial). De acuerdo con la reglas del patrón oro, la salida de grandes
cantidades de ese metal hacia los países neutrales y los Estados Unidos. En 1913, este último país
acumulaba el 26% de las reservas mundiales de oro monetario, mientras que, en 1918, ese porcentaje se
elevaba al 39%. Además de reducir sus reservas de oro, los países tuvieron que acudir al endeudamiento
para poder seguir importando. A la finalización de la contienda, las deudas comerciales interaliadas
ascendían a 23.000 millones de dólares.

El endeudamiento entre aliados acabaría estando indisolublemente unido al de las reparaciones de guerra y
complicando las negociaciones del Tratado de Versalles. El principal acreedor neto era Estados Unidos (unos
12.000 millones de dólares), cuyas autoridades insistieron en la liquidación de la deuda. El Reino Unido
estaba endeudado con Estados Unidos (unos 4.700 millones), pero, si conseguía cobrar a sus países
deudores (Bélgica, Francia, Grecia, Italia, Rusia, Serbia, etc.), podría no sólo saldar sus compromisos con los
Estados sino también obtener una posición excedentaria (unos 6.400 millones). Pero tanto Francia, con una
deuda neta de 3.500 millones, como los restantes aliados deudores no podrían hacer frente a los pagos

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debidos si no recibían las reparaciones de guerra alemanas. De ahí una de las razones de la intransigencia
francesa en el asunto de las reparaciones.

A los muchos y graves problemas existentes en Europa, se añadió otro: la fragmentación del espacio
económico como consecuencia de la aparición de nuevos países. La reordenación del mapa político no
siempre fue bienvenida por todas las partes implicadas ni impulsada por cosmopolitas. Más bien al
contrario. Por ello generó un intenso nacionalismo económico. De ahí que tuviera consecuencias negativas
sobre la integración económica europea en forma de medidas tendentes a “perjudicar al vecino” o
simplemente a crear nuevos impedimentos a la libre circulación de bienes, servicios, personas y capitales.
Sirvan de ejemplo la desarticulación de las redes de transporte y comunicaciones, la separación entre
productores y consumidores o la proliferación de monedas, aduanas y de disposiciones legales diferentes en
materia económica en espacios antes bien integrados y que dejaron de estarlo como consecuencia del
nuevo mapa político en la Europa central y oriental.

Estas nuevas tendencias antiglobalizadoras y desfavorables para el crecimiento económico europeo vinieron
a superponerse a las que ya se habían adoptado desde el comienzo de la contienda y no habían sido aún
desmanteladas: regulaciones de los mercados, control de las transacciones comerciales exteriores,
restricciones a los movimientos de capital, abandono del patrón oro, etc.
En un panorama como el descrito hasta aquí, nada tiene, pues, de sorprendente que, todavía en 1924,
muchas economías no hubieran recuperado el producto per capita de preguerra.

La Primera Guerra Mundial impidió a varios de los principales países exportadores de productos
industrializados mantener su tradicional presencia en los mercados mundiales, pues sus sectores agrarios e
industriales se supeditaron a las necesidades bélicas de bienes finales (uniformes, armamento, municiones,
medios de transporte terrestre, marítimo y aéreo, etc.) e intermedios (minería, siderurgia, transformados
metálicos, productos químicos, etc.). La interrupción del flujo de exportaciones industriales desde Europa
permitió a Estados Unidos y a algunos países “periféricos” –europeos (Suecia, España, etc.) o no (Japón,
Argentina, Chile, etc.)- encontrar una oportunidad para, según los casos, expandir o incluso crear sus propios
sectores industriales. Con la paz, estos países se enfrentaron a la caída de la demanda de sus productos
industriales y a la consiguiente contracción del nivel de actividad en el sector secundario. Para frenar los
efectos negativos, muchos recurrieron al proteccionismo, reforzando así las tendencias antiglobalizadoras
en este período.

Algo semejante, sobre todo en cuanto al resultado, ocurrió también con la producción agrícola y minera. El
aumento de las importaciones por parte de los países beligerantes europeos de algunos alimentos y
materias primas estratégicas estimuló su producción de otras partes del mundo. Finalizada la guerra, la
demanda de algunos de esos productos también cayó, al tiempo que los productores europeos recuperaban
los niveles de actividad de preguerra. Así, se produjo un exceso de oferta que motivó una caída tendencial
de los precios mundiales de la larga duración. En respuesta, algunos gobiernos, europeos o no, protegieron
sus mercados frente a la competencia exterior con impuestos a la importación o a sus productores mediante
la acumulación de la producción no vendida.

Las conferencias de Bruselas (1920) y de Génova (1922) enfatizaron la importancia de un rápido retorno al
patrón oro para la estabilización de precios y tipos de cambio necesaria para relanzar el crecimiento. En la
mente de las elites políticas y económicas, la vuelta al patrón oro se consideraba algo así como una
condición necesaria para la recreación de la añorada belle époque prebélica. Sin embargo, algunos cambios
políticos y económicos debidos a las tensiones y exigencias en el seno de unas sociedades sometidas al
gigantesco trauma representado por la Gran Guerra se encargarían de impedir el retorno a la “normalidad”
anterior a 1914. Entre ellos, cabe destacar los siguientes: 1) la generalización del sufragio universal y la plena
integración de los partidos de izquierda en el sistema político; 2) la revolución soviética y el consiguiente
miedo a la extensión del bolchevismo; 3) retroceso del laissez faire en favor de la planificación y el control
estatales de las actividades productivas para reorientar las economías nacionales hacia fines bélicos; 4) el

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creciente papel económico y político de la mujer. Todos ellos fueron cambios de gran calado a largo plazo
que impidieron que, pasado el “chaparrón”, las “aguas volvieran a su cauce”.

2. Los “felices veinte”

Con tal término se designa en Europa occidental a la segunda mitad de la década de 1920 y en EEUU a toda
ella. Fueron años de crecimiento económico y de transformaciones políticas, sociales y culturales. El crack
bursátil de Nueva York de 1929 y el inicio de la crisis de los treinta pudo un abrupto final a esos “felices
veinte”.

El Plan Dawes permitió la reestructuración de los pagos en concepto de reparaciones de guerra por parte de
Alemania, aliviando su carga anual. Al fortalecimiento de las finanzas públicas alemanas, condición necesaria
para la estabilización y el relanzamiento de la economía alemana, contribuyeron también los préstamos
norteamericanos comprometidos en el Plan. Si Alemania pagaba las reparaciones, aunque en condiciones
más favorables, el problema de las deudas interaliadas entraba en vías de solución.
La economía norteamericana, ahora la más grande y la más rica en términos per capita, se encontraba
inmersa en una fase expansiva como consecuencia de la difusión generalizada de las innovaciones
resultantes de la Segunda Revolución Industrial a la producción (acero barato y de calidad, electricidad,
maquinaria agrícola e industrial autopropulsada, etc.) y al consumo de las familias (automóvil,
electrodomésticos, teléfono, etc.). En buena medida, los “felices veinte” norteamericanos anticiparon
pautas de consumo que veremos extenderse, primero, por Europa occidental en la “Edad de oro” del
crecimiento económico de la segunda posguerra mundial (1950-1973) y, más tarde por el resto del mundo.
El dinamismo de la sociedad norteamericana es también perceptible en otras manifestaciones (cultura,
costumbres, etc.). Pasados los peores años, la República de Weimar se caracterizó también por una gran
creatividad intelectual.

A fines de 1924, no faltaban, pues, motivos para un cierto optimismo. De hecho el crecimiento económico
de la segunda mitad de los años veinte no se circunscribió a Estados Unidos.

En este contexto más favorable, en unos algunos países se comenzó a considerar seriamente la posibilidad
de abandonar los tipos de cambio flotantes –es decir, no fijos- y retornar a ese símbolo de un pasado mejor
representado por el patrón oro. Anticipándose a la Conferencia de Bruselas (1920), Estados Unidos, junto a
un grupos de países especialmente integrados en su economía (Cuba, Filipinas, Nicaragua, Panamá) ya había
dado ese paso. Pero otros países carecían de las reservas de oro necesarias para seguir ese ejemplo. A fin de
evitar los problemas que podrían derivarse de ello cuando por fin se hiciese realidad la ansiada recuperación
económica, en la conferencia de Génova (1922), convocada por la Sociedad de Naciones, se adoptó por
primera vez en la historia un sistema monetario internacional negociado entre numerosos países. Se trataba
de una versión algo modificada del patrón oro clásico. Consistía en admitir como base monetaria no sólo el
oro, sino también divisas convertibles en oro. En la práctica, éstas fueron la libra esterlina y el dólar.
También se permitía a cada país que adoptase el patrón cambios oro cuando y al tipo de cambio que
estimase oportuno. Esto es, de manera descoordinada.

Los efectos económicos del retorno al patrón de cambios fijos dependieron crucialmente del tipo
establecido. En otras palabras, si se correspondía o no con el de mercado No en todos los casos las
decisiones fueron suficientemente realistas. En el Reino Unido, se estableció una paridad idéntica a la de
preguerra. Ello no fue ajeno al intento de recuperar para la City la condición de capital financiera del mundo
gracias a una divisa fuerte. Sin embargo, como los precios británicos se habían elevado respecto a 1913, la
nueva paridad sobrevaluaría la libra y haría que sus exportaciones dejasen de ser competitivas en los
mercados exteriores. Para que lo fueran, como nuevamente anticipó Keynes, sería necesario un reajuste a la
baja de precios y salarios. Y así ocurrió. La adopción de la paridad de preguerra, en 1925, no tardó en ser

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contestada con la huelga general de 1926, la primera de la historia británica. Además, el desempleo se
instaló en la economía británica e hizo necesario una ampliación del subsidio a los desocupados, lo que
aumento el gasto público y forzó al Estado a endeudarse.
En Francia, las cosas transcurrieron de modo bien distinto. Retornó al patrón de cambios fijo en 1926, pero a
una paridad muy inferior a la de preguerra. Con una divisa claramente infravaluada, las exportaciones
francesas crecieron, efectuando el consiguiente efecto de arrastre sobre el conjunto de la economía
francesa y favoreciendo el aumento de las reservas de oro. En 1930, casi la totalidad de países con
economías de cierta importancia habían retornado al patrón oro.

Una importante novedad político-económica de los años veinte es el creciente papel económico del Estado
respecto a la época del laissez faire prebélico. Anticipando lo que ocurrirá en versión ampliada en la segunda
posguerra mundial, el gasto público tendió a aumentar, particularmente en sus capítulos más sociales
(pensiones, desempleo, salud, educación y vivienda). En una muestra en la que figuran las economías más
avanzadas, el gasto público pasó de representar el 11% del PIB en 1870 al 13% en 1913 y 1l 23% en 1937.
El relanzamiento de la actividad económica en la segunda mitad de los veinte tuvo lugar en un contexto
internacional menos proclive a los intercambios que el del período 1870-1913. Esta orientación
desglobalizadora del período de entreguerras incluso en su fase de “normalización” se observa en las cifras
del comercio internacional: éste, en 1913, había crecido al 3,4%; en 1926-1929, lo hizo al 2,2%. La drástica
contracción de las migraciones desde 1914 no deja de ser otra manifestación de una economía internacional
menos globalizada. Sin embargo, no por ello ésta dejaba de depender del flujo de capitales desde los
Estados Unidos a Europa y, especialmente, a Alemania. Dichos flujos alcanzaron magnitudes considerables.
Los países de Europa central y oriental también se beneficiaron de ellos, aunque en menor cuantía.
Inglaterra y Francia también invirtieron en el exterior, pero, a diferencia de los que había ocurrido hasta la
Primera Guerra Mundial, mucho menos que Estados Unidos. Otras áreas del mundo, el Imperio Británico y
América Latina, seguían a cierta distancia a Alemania y a Europa central y oriental como destino de los
movimientos internacionales de capital.

El entramado trabajosamente construido durante la difícil posguerra comenzó a resquebrajarse cuando,


desde 1928, los inversores norteamericanos, atraídos por la burbuja financiera que estaba expandiéndose
en la Bolsa de Valores neoyorquina, comenzaron a dejar de invertir en el exterior. La mayor crisis económica
de la historia del capitalismo no tardaría en hacer sentir sus efectos.

3. La Gran Depresión

Es común situar el inicio de la Gran Depresión en el “jueves negro” de octubre de 1929 de la Bolsa de Nueva
York. Ese día se produjo el primer hundimiento de la principal bolsa de valores del mundo. Habría otros
posteriormente. No hacía mucho, el 3 de septiembre, el precio de los valores negociados alcanzaba su
máximo histórico. Las cotizaciones llegaron a su mínimo en 1932, para entonces se habían reducido en casi
un 90%. El nivel de anterior a 1929 no se recuperó hasta 1954.

El colapso bursátil tuvo graves consecuencias en la economía real norteamericana: creó expectativas
pesimistas respecto al futuro que comprimieron el consumo y la inversión; destruyó el ahorro de muchas
familias y las empobreció; interrumpió la financiación de unas empresas que se enfrentaban a una demanda
declinante; perjudicó a la viabilidad de instituciones financieras que habían prestado a los inversores
institucionales y particulares para comprar valores, etc. Pero no fue la única causa, tampoco la principal, de
la Gran Depresión de la economía internacional durante los años treinta.

Una crisis de tal intensidad y duración carecía de precedentes. Afectó principalmente a los países más
avanzados económicamente y, en particular, a sus sectores industriales y exterior. Aunque no todos ellos se
vieron afectados en la misma medida, ninguno escapó a ella. Paradójicamente, los países menos
desarrollados –con un peso mayor del sector agrario en sus estructuras económicas, por tanto- y más
cerrados a las transacciones internacionales -esto es, con un grado menor de globalización- salieron no tan

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perjudicados de la crisis, lo que no equivale a indemnes. Los hasta entonces desconocidos niveles de
desempleo en los sectores industriales y exportadores que acompañaron a la Gran Depresión constituyen
también una de sus manifestaciones más llamativas.

En 1932, la producción industrial del mundo no llegaba a los dos tercios de la de 1929, pero, mientras que la
de Europa había caído algo por debajo del 75%, la de Estados Unidos apenas superaba el 50%. La producción
de alimentos apenas experimentó cambios. No así la de materias primas, que se contrajo en medida sólo
algo menor que la de productos industriales. En 1934, el valor del comercio mundial era poco más de un
tercio del correspondiente a 1929. No llegaba todavía al 50% en 1937.

El desempleo alcanzó cifras record. Especialmente en Estados Unidos y Alemania. En el primero de estos
países, el desempleo pasó del 3% en 1929 al 25% en 1933. En el segundo, se elevó desde el 4,3 al 30,1%
entre 1929 y 1932.

La contracción del producto per capita fue también significativa. Aunque no todos los países se vieron
afectados en idéntica medida ni lograron salir de la crisis al mismo tiempo.
En Estados Unidos resultó especialmente intensa y duradera. En Alemania, algo menos. Suecia o Japón
apenas experimentaron una suave recesión. En Francia no fue especialmente profunda, pero sí muy
duradera. Países, como Argentina, cuyo nivel de actividad económica era muy dependiente de la coyuntura
internacional se vieron también afectados en no pequeña medida y tardaron en salir de la crisis. Ni
Argentina ni Estados Unidos se habían recuperado plenamente, y Francia apenas, cuando estalló la Segunda
Guerra Mundial.
¿Por qué la Gran Depresión alcanzó unas dimensiones tan extraordinarias? La respuesta a esta pregunta
sigue siendo objeto de debate entre los especialistas. Un cierto consenso existe en torno a la incidencia de
algunos factores.

En 1930, las autoridades de la mayor economía del mundo, los Estados Unidos, aprobaron el
extremadamente proteccionista arancel Smoot-Hawley, que pretendía defender los intereses nacionales
norteamericanos frente al exterior. Este ejemplo de política del “sálvese quien pueda” fue rápidamente
imitado por las restantes economías importantes. El resultado no se hizo esperar: una espiral a la baja del
comercio mundial que intensificó la depresión. La falta de una salida colectiva negociada a los problemas
internos individuales amplificó la crisis.

El patrón oro fue otro factor de intensificación de los problemas. Su manejo durante este nuevo período de
vigencia, en el que las condiciones políticas y económicas que lo habían hecho eficaz durante le período
1870-1914 habían desaparecido o cambiado, no estuvo exento de problemas. De hecho, se convirtió en un
mecanismo de extensión de los problemas monetarios de un país a otro. Además dejaba una escasa
capacidad de actuación a los gobiernos para contrarrestar la depresión. Así, el abandono del patrón oro fue
una condición necesaria para la salida de la Gran Depresión. En 1931, el Reino Unido suspendía la
convertibilidad en oro de la libra esterlina. De nuevo, sin coordinación alguna entre unos y otros países, pese
a estar estrechamente interconectados por relaciones económicas, su ejemplo fue emulado. En 1933, por
Estados Unidos y poco después por otros países. Para 1936, cuando Francia se suma a la corriente
dominante, el patrón oro había dejado prácticamente de existir. Tenemos aquí otro ejemplo de medidas
adoptadas para mejorar la competitividad de cada economía frente a las restantes.

La rigidez de los salarios a la baja, a la que no dejaban de contribuir los cambios institucionales (sindicatos,
negociación colectiva, regulaciones salariales, etc.) experimentados por el mercado de trabajo, también
ayuda a explicar por qué el desempleo alcanzó tan altos niveles mientras que los salarios de los ocupados
apenas cambiaron.

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Los Estados cometieron repetidos errores de política económica. En buena parte, su deficiente actuación se
debió a un nacionalismo corto de miras. Pero también a la ausencia de un nuevo conjunto de ideas
económicas bien fundamentadas. Sin ellas, resultaba imposible interpretar correctamente las nuevas
circunstancias políticas y económicas que se hallaban detrás de la Gran Depresión. En ausencia de una
profunda renovación del pensamiento económico, tampoco se podría orientar adecuadamente la política
para salir de la crisis.

Este fue el papel de Keynes con la publicación, en 1936, de su Teoría general de la ocupación, el interés y el
dinero obra, una de las más influyentes, si es que no la más, en la historia del pensamiento económico. La
influencia de Keynes en el cambio del paradigma económico dominante había comenzado ya antes, no se
limitó a la crisis –estaría muy presente durante la “Edad de oro” de la segunda mitad del siglo XX- y alcanzó a
tres aspectos fundamentales: el abandono del patrón oro interno, iniciado en por el Reino Unido en 1931; la
creación de un sistema de pagos internacionales que sustituyera al patrón oro, cuya materialización tuvo
que esperar hasta la conferencia de Bretón Woods, en 1944; la utilización del déficit fiscal –el exceso
temporal de los gastos sobre los ingresos públicos- como arma de política anticiclíca –en este caso, para salir
de la crisis-, principio que estaba detrás, por ejemplo, del New Deal norteamericano lanzado en 1933.
La superación de la crisis fue lenta, difícil y, en algún caso, incompleta antes del inicio de la Segunda Guerra
Mundial. Por otra parte, fue muy distinta en unos y otros países. Y no careció de importantes consecuencia
políticas.

En Estados, el New Deal (1933-1938) impulsado por Roosevelt, candidato demócrata vencedor en las
elecciones presidenciales de 1932, significó una profunda transformación en la política económica y social
de un país caracterizado hasta entonces por la escasa intervención del Estado en estos asuntos. El
intervencionismo estatal perseguía la recuperación de los decaídos precios industriales y agrarios y la
elevación de los salarios a través de regulaciones de los mercados basadas en dos leyes de 1933 (la
Agricultural Adjustment Act y la National Industrial Recovery Act) que serían declaradas inconstitucionales
en 1935. La Ley Bancaria de 1933, además de otras reformas, implantó un seguro para los depósitos
bancarios que redujo la desconfianza del público ante un sistema financiero en grave crisis. También
consistió en reducir el desempleo mediante un programa expansivo del gasto público (Federal Emergency
Relief Act) que incluyó importantes obras de infraestructuras (autopistas y embalses, principalmente). La Ley
de Seguridad Social de 1935 estableció el seguro de desempleo, así como otras formas de gasto social
(seguros de vejez, accidentes y enfermedad, pensiones, etc.). Ahora bien, fueron los gastos bélicos, los que
finalmente lograron reducir un persistente desempleo que se mantuvo, excepto en 1937, por encima del
15% hasta 1940.

Más claramente socialdemócrata fue la modalidad sueca de enfrentamiento a la crisis. En alianza con un
partido moderado de base agrario, los socialdemócratas impulsaron una política económica sueca basada en
el temprano abandono del patrón oro y la devaluación de la corona, en la política anticíclica mediante la
expansión del gasto público y en la redistribución de la renta y la ampliación del gasto social (impuestos
sobre la renta y la riqueza, segura general de desempleo, subsidios de maternidad, etc.).

Muy distinta fue la forma en que Alemania buscó la salida de la Gran Depresión: al igual que en Japón, un
keynesianismo sui generis, en el que desempeñó un papel decisivo el rearme. La política armamentística fue
complementada con un programa de obras públicas. El déficit público se financió con la colaboración de la
banca. El intervencionismo estatal se extendió por el conjunto de la economía: desde el control de divisas al
de precios y salarios. Este último fue facilitado por la eliminación de los sindicatos no progubernamentales.
Se trataba de una solución económica inseparable de los objetivos políticos expansionistas del régimen nazi.
El Reino Unido, pese a ser la patria de Keynes, fue el que adoptó políticas más alejadas de las ideas del gran
economista británico, excepto por lo que se refiere al relativamente temprano abandono del patrón oro. Su
relativamente temprana recuperación económica parece deberse a factores fundamentalmente internos
que en buena medida responden al mediocre comportamiento de la década precedente: la baja de tipos de
interés, que favoreció la inversión de las empresas y el consumo de bienes duraderos por las economías
familiares y el círculo virtuoso de la interacción entre los comportamientos de unas y otras. A partir de 1938,

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el rearme alemán se reflejó en la política británica, que contribuyó a la salida de la crisis por la vía del
incremento del gasto militar.

En resumen, la Gran Depresión constituyó un terrible shock económico que marcó una antes y un después
en la historia del mundo. Afortunadamente algunas de sus lecciones, al igual que las de la Primera Guerra
Mundial, fueron bien tenidas en cuenta después de la Segunda, al fin de cuya inmediata posguerra se inició
un período de características económicas muy distintas: la “Edad de oro” del crecimiento y de la
cooperación e integración económicas internacionales.

NAZISMO Y NACIONALSOCIALISMO

Introducción

El término fascismo es, posiblemente, uno de los más utilizados en la terminología política e histórica. El
fascismo, en sentido estricto, es un movimiento político que nació en Italia ligado a la figura de Benito
Mussolini. Los fascistas llegaron al poder en Roma en 1922.
El rápido triunfo de Mussolini provocó que el uso del término fascismo se extendiera para referirse a los
movimientos totalitarios de extrema derecha que nacieron en el período de entreguerras en Europa. El
ejemplo más relevante fue la versión alemana encabezada por Adolfo Hitler, el nacionalsocialismo o
nazismo. En España, la Falange y, en cierta medida, la dictadura de Franco tuvieron rasgos típicos del
fascismo.

Por extensión, y a veces de forma poco apropiada, la palabra fascismo se utiliza para referirse a todo tipo de
movimientos autoritarios de extrema derecha que han ido surgiendo en el mundo en épocas posteriores.
Al igual que el comunismo soviético, el fascismo nació en sociedades desgarradas por la primera guerra
mundial. La sociedad traumatizada surgida en 1918 fue el caldo de cultivo que permitió el nacimiento de
una ideología cruel, responsable en gran medida de la segunda guerra mundial.
En estas sociedades de la posguerra encontramos diversos factores que ayudaron al triunfo del fascismo:
 La existencia de millones de ex-combatientes con una ideología autoritaria, antidemocrática e
hipernacionalista.
 Una fuerte crisis económica.
 El descontento nacionalistas en algunos países europeos como Italia o Alemania.
 El miedo en las clases medias y altos al triunfo de una revolución comunista, tal como había pasado
en Rusia en 1917
En esta presentación puedes ver de forma más extensa los factores que posibilitaron el triunfo del fascismo
(debes hacer clic sobre los diversos elementos de la diapositiva).

Las características del fascismo


El fascismo constituye un fenómeno complejo que adquirió diferentes características según los países. Un
ejemplo controvertido es el “franquismo” que, si bien compartió con el fascismo y el nacionalsocialismo
importantes rasgos, tuvo algunos elementos diferenciadores (especialmente el peso de la Iglesia Católica)
con respecto a los regímenes italiano y alemán.

No obstante, podemos distinguir una serie de rasgos comunes al fascismo:

Totalitarismo

El estado fascista fue un estado totalitario. El gobierno y la burocracia estatal trataron de intervenir en todos
los ámbitos de la vida, coartando la libertad de los individuos. El estado trató de controlar la escuela, la
juventud, la vida laboral y empresarial, el mundo femenino, los medios de comunicación…

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A diferencia del estado liberal, sustentado en la libertad individual, en el fascismo las personas se
subordinaban plenamente al estado. Un estado que se fundamentaba en la fuerza, el liderazgo y la
jerarquía, ejerciendo un absoluto control de la sociedad.

El partido oficial era la única organización política permitida. El partido (fascista, nacional-socialista)
fiscalizaba y regulaba la acción del estado con el cual llegó a confundirse.

Antiliberalismo

Para los ideólogos fascistas el liberalismo era una ideología débil, incapaz de frenar al auge del comunismo e
ineficaz para mantener el rumbo de una economía sometida a una profunda crisis en el período de
entreguerras.

La democracia y el sufragio universal fueron considerados métodos artificiales e inútiles que intentaban
igualar la natural desigualdad entre los hombres.

La libertad, encarnada en los derechos de expresión, asociación o reunión fue contemplada con absoluto
desdén por una ideología fascista que defendía los conceptos de jerarquía, disciplina y obediencia.
Los partidos políticos eran elementos que llevaban al desorden y a la desmembración social y por
consecuencia, en aquellos países donde el fascismo alcanzó el poder, fueron ilegalizados y perseguidos. El
estado fascista se basó en un único partido bajo el liderazgo del jefe o caudillo.

Anticapitalismo

El fascismo tuvo en su origen un carácter anticapitalista. El término nacional-socialista es una reminiscencia


de esos inicios.

Sin embargo, especialmente en el caso alemán, el capitalismo se identificó con los financieros y banqueros
judíos, calificados como elementos degenerados de la burguesía. La propaganda fascista trató de distinguir
entre la figura del gran capitalista, sinónimo de usurero corrupto, y la del empresario, honrado, laborioso y
solidario con la comunidad.

El anticapitalismo fascista tuvo su mayor expresión en la organización corporativa del mundo del trabajo.
Empresarios y trabajadores fueron obligados a pertenecer a sindicatos obligatorios, controlados por el
partido único. Los trabajadores, que perdieron sus sindicatos libres, fueron los grandes perjudicados de esta
reorganización del mundo laboral.

Sin embargo, a pesar de la palabrería propagandística, Hitler, Mussolini y otros dictadores fascistas
recibieron el apoyo del gran capital en su ascenso al poder. Y una vez alcanzado éste, la alianza con los
grandes empresarios se estrechó aún más, hasta constituirse en la columna sobre la que se vertebró la
economía.

Antimarxismo

La lucha de clases, elemento clave en la visión marxista de la sociedad, chocaba frontalmente con la
ideología unificadora, nacionalista y totalitaria del fascismo. Los grupos paramilitares fascistas, los
“squadristi” o “camisas negras” italianos, los SA o “camisas pardas” alemanes, hostigaron desde un
principio a las organizaciones socialistas, comunistas y anarquistas. Los sindicatos y partidos de izquierda
fueron inmediatamente ilegalizados y perseguidos al acceder al poder los fascistas y nacional-socialistas.

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La furibunda actitud fascista contra las organizaciones obreras le granjeó a Mussolini y Hitler la simpatía de
muchas clases medias que veían con pavor la posibilidad de una revolución comunista en sus países.

Autoritarismo y militarismo

El fascismo concebía la sociedad como una organización militar. En ella cada individuo debía ocupar un
lugar determinado y desarrollar una función específica. La jerarquía, el mando y la disciplina debían regir el
funcionamiento social. No había lugar para discrepancias o disensiones. Cualquier desobediencia se debía
solucionar por la violencia.

Así, los partidos fascistas organizaron desde un principio grupos paramilitares uniformados, los SA nazis, los
“camisas negras”, que desde un principio aplicaron la violencia terrorista a la actividad política.
Al llegar al poder el fascismo y el nacional-socialismo potenciaron el papel de las fuerzas armadas, esenciales
para poner en práctica sus planes de expansión territorial. El espíritu militar impregnó completamente la
sociedad: los grandiosos desfiles militares se hicieron cotidianos, los jóvenes fueron educados en los valores
castrenses, los saludos y uniformes proliferaron…

En concordancia con la exaltación de lo militar, el fascismo promovió los “valores masculinos”. El papel de la
mujer quedó relegado al rol tradicional de madre y esposa.

Nacionalismo exacerbado

Los fascismos organizaron su visión totalitaria en torno al concepto de nación. La unidad nacional en torno al
estado, al partido único y al líder será la máxima aspiración de la ideología fascista. Este nacionalismo
extremo tomó diferentes formas en los distintos países.

El nacionalismo de los partidos fascistas derivó inmediatamente en sueños expansionistas. Mussolini soñó
con resucitar la antigua Roma y unificar el mediterráneo, “il mare nostro”, bajo la hegemonía italiana. Hitler
imaginó, y esta ensoñación trajo consecuencias siniestras, con un nuevo III Reich, el tercer imperio alemán,
bajo la dirección de la raza superior germana. Incluso Franco se permitió proclamar la vuelta al imperio,
exaltando la España de los Reyes Católicos y los primeros monarcas Habsburgo.

Liderazgo de un jefe carismático

Los partidos y, posteriormente, los estados fascistas se organizaron en torno a la figura de un jefe ("Duce,
Führer, Caudillo") con poderes absolutos sobre el partido, el estado y la sociedad. El eslogan italiano "Il Duce
ha sempre ragione" (el Duce siempre tiene razón) explica por sí solo esa postura irracional de obediencia
absoluta al líder.

El jefe estaba dotado de un especial carisma que hiciera que su personalidad sobresaliera sobre los demás
mortales. Este carisma fue alimentado a través del culto a la personalidad. Un culto alimentado por una
propaganda sistemática de exaltación del líder. En este sentido el fascismo se hermana perfectamente con
el estalinismo.

Empleo de la propaganda y el terror

Los regímenes fascistas pusieron gran empeño en controlar los medios de comunicación, especialmente, la
radio y la prensa. Tras abolir libertad de expresión y perseguir a cualquier medio que se atreviese a desafiar
esta prohibición, los gobiernos fascistas utilizaron masivamente la propaganda para inculcar los valores de

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su ideología. La gran figura en la manipulación de la verdad y la propaganda alienante fue el ministro de
propaganda nazi, Joseph Goebbels.

A los que no se dejaban convencer por la manipulación informativa, el fascismo reservaba el empleo
sistemático del terror, desde la amenaza hasta la reclusión en campos de concentración y el asesinato.

Racismo

La ideología fascista era totalmente contraria a la idea de igualdad (entre los seres humanos, entre los sexos,
entre las naciones). En este sentido, el fascismo y, muy especialmente, su versión alemana: el nacional-
socialismo fue una ideología radicalmente racista.

El nazismo se basaba en una visión racial de la humanidad en la que las razonas superiores, en la cúspide
entre ellas la raza aria germana, debía de dominar y esclavizar a las razas inferiores (los eslavos
especialmente). Punto y aparte lo constituía lo que los nazis denominaron “infrahombres”, el pueblo judío.
El antisemitismo constituyó el eje central de la ideología nazi. Desde el hostigamiento se pasó a la
discriminación jurídica (Leyes de Nuremberg, 1935), para llegar durante la segunda guerra mundial a la
“solución final” del problema judío. Un eufemismo para referirse al exterminio de seis millones de judíos de
la Europa central y oriental. El pueblo gitano sufrió también una brutal persecución por parte del nazismo
alemán.

El fascismo italiano

Benito Mussolini creó en 1921 el Partido Nacional Fascista. En 1922, apoyándose el miedo de las clases
medias a una revolución comunista, Mussolini dio un golpe de Estado (“La Marcha sobre Roma”) que,
contando con la simpatía del rey Víctor Manuel III, del ejército y de la burguesía italiana, le llevó al poder en
1922.

A partir de 1924 Mussolini aceleró el proceso de implantación de la dictadura fascista. Abolió los partidos y
sindicatos, suprimió cualquier libertad política, y se proclamó Duce. En adelante, la propaganda sistemática
llevó a la exaltación de la figura del Duce como líder carismático de la Italia fascista.
El fascismo italiano emprendió diferentes políticas con diferente éxito:
 Manteniendo el sistema capitalista y la propiedad de la burguesía, el estado fascista intervino
activamente en la economía.
 Expansión territorial en África (Etiopía o Abisina) y los Balcanes.

El nacionalsocialismo alemán

Adolf Hitler dirigió el Partido Nacional-Socialista Obrero Alemán desde 1921. Era un partido nacionalista,
antisemita y totalmente contrario al Tratado de Versalles. En 1923, durante una corta estancia en la cárcel,
Hitler escribió el libro que resume su ideología Mein Kampf (Mi Lucha). La crisis de 1929 y su brutal
repercusión en Alemania permitieron que Hitler se ganara el apoyo del gran capital alemán y amplios grupos
de la población. En 1933 fue nombrado canciller e inmediatamente acabó con la democracia alemana,
proclamándose Führer (líder, jefe). Inmediatamente prohibió los partidos, eliminó cualquier tipo de libertad
y organizó de forma brutal la persecución de sus adversarios. Los grupos paramilitares del partido nazi, las
SA y las SS, y la policía secreta, la Gestapo, organizaron un verdadero régimen de terror. Al igual que el
fascismo italiano, el nazismo implantó el control estatal de la economía, enfocándola hacia el rearme, y se
lanzó a una política expansionista, a la que añadió una brutal política racista.

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El expansionismo y el racismo nacionalsocialista

Hitler expuso de forma obsesiva dos ideas en su libro Mein Kampf :

La raza aria alemana, la “raza de los señores” (Herrenvolk), es la raza superior y debe dominar a otras razas
inferiores. Para ello, debe conquistar territorio, “espacio vital”, para desarrollarse.
Antisemitismo (odio a los judíos) llevado a sus últimas consecuencias. Los judíos eran los culpables de todos
los problemas que sufría el pueblo alemán (el tratado de Versalles, la crisis económica, el peligro
bolchevique…)

Para llevar a cabo estas ideas, Hitler emprendió una política expansionista, especialmente evidente a partir
de 1936, que llevó al mundo a la guerra en 1939, e inició la persecución racial de la población hebrea
europea concluyendo con el mayor crimen del siglo XX, el genocidio judío (“el Holocausto”).
Para ampliar más sobre los principales rasgos del nacionalismo:
 Animación sobre la política expansionista nazi.
 Animación sobre la política antisemita nazi.
 Un episodio significativo de la historia de la Alemania nazi: "La noche de los cuchillos largos" (1934).

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INSTITUTO NACIONAL JOSÉ MIGUEL CARRERA

DEPARTAMENTO DE CIENCIAS SOCIALES


PROFESOR FERNANDO SANTOS ABUD

GUÍA FORMATIVA DE HISTORIA MEDIEVAL


“Periodo Entreguerras”

APELLIDOS Y NOMBRES: C.I.: No. De Lista

CURSO: 1°Año FECHA: PUNTAJE TOTAL PUNTAJE OBTENIDO NOTA


Medio___

COMENTARIO DE IMAGEN

MARGARET BOURKE-WHITE “AT THE TIME OF THE LOUISVILLE FLOOD” (1937)

Un grupo de norteamericanos de color hacen cola para obtener algún tipo de ayuda bajo
un cartel que proclama que EEUU tiene “el mayor nivel de vida del mundo” y que no hay
“ninguna forma de vida como la americana”.

Para hacer un buen comentario puedes seguir el siguiente esquema:

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1.- Identifica el tipo de imagen (fotografía, caricatura, pintura, dibujo...), cuando sea
posible comenta el autor, fecha, lugar…

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2.- Describir pormenorizadamente la imagen: diferentes planos, personajes, actitud,


colores...
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_________________________________________________________________________
________________________________________________________________________

3.- Ubicar la imagen en el espacio y el tiempo: aquí hay que aprovechar todo tipo de
información que nos de la imagen, desde en el caso más sencillo el pie (si lo tiene), la
forma de vestir, los personajes, el soporte (foto, pintura...)

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________________________________________________________________________

4.- Comentario: partiendo de la imagen, explica el acontecimiento, proceso o fenómeno


histórico que representa, destacando los hechos más importantes y comentando el
contexto histórico. Debes terminar valorando la significación histórica de lo representado
en la imagen.

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Comentario de tabla estadística
PIB per capita de países seleccionados en 1913 y 1924
Dólares internacionales de 1990

1913 1924 1913 1924


Austria 3.465 3.163 Bulgaria 1.534 909
Bélgica 4.220 4.638 Checoslovaquia 2.096 2.353
Dinamarca 3.912 4.528 Hungría 2.098 1.912
Finlandia 2.111 2.224 Yugoslavia 1.057 1.158
Francia 3.485 4.179 Argentina 3.797 4.055
Alemania 3.648 3.199 Brasil 811 1.024
Italia 2.564 2.765 Chile 2.653 2.880
Holanda 4.049 4.895 Colombia 1.236 1.255
Noruega 2.501 2.796 México 1.732 1.825
Suecia 3.096 3.130 Perú 1.037 1.318
Suiza 4.266 5.039 Uruguay 3.310 3.397
Reino Unido 4.921 4.921 Venezuela 1.104 1.630
Irlanda 2.736 2.569 India 673 697
Grecia 1.592 2.057 Indonesia 904 988
Portugal 1.250 1.401 Japón 1.387 1.836
España 2.056 2.331 Corea del Sur 820 1.025
Australia 5.157 5.417 Taiwán 747 1.025
Nueva Zelanda 5.152 5.143 Malasia 900 1.060
Canadá 4.447 3.977 Sri Lanka 1.234 1.128
Estados Unidos 5.301 6.233 Turquía 1.213 846
Fuente: Datos tomados de Maddison (2003)

RESPONDA LAS SIGUIENTES PREGUNTAS A PARTIR DE LA TABLA ESTADÍSTICA ANTERIOR.

1.- ¿Qué países habían logrado superar en 1924 el producto per capita anterior a la Primera
Guerra Mundial? ¿Cuáles no?
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________________________________________________________________________

2.- ¿Encuentras algunas características comunes en unos y otros?


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3.- ¿Cuáles eran los países más ricos del mundo hacia mediados de la década de 1920?
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4.- ¿Encuentras alguno que te sorprenda?
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COMENTARIO DE TEXTO

EL DUCE MUSSOLINI DECLARA LA GUERRA A ETIOPÍA

¡Camisas negras de la revolución! ¡Hombres y mujeres de toda Italia! ¡Italianos, habitantes de


todas las regiones del mundo, más allá de las montañas y los océanos! ¡Escuchad!

Una hora solemne en la historia de la patria está a punto de sonar. Veinte millones de italianos
están en estos momentos reunidos en las plazas de Italia. Es la más grande manifestación de
toda la historia del género humano. Veinte millones de italianos, pero un único corazón, una única
voluntad, una sola decisión. Esta manifestación demuestra que la identidad de Italia y el fascismo
es perfecta, absoluta e inalterable. Sólo cerebros reblandecidos en ilusiones pueriles o aturdidos
por la profunda de las ignorancias pueden pensar lo contrario, porque ignoran lo que es la Italia
fascista de 1935.

En la Sociedad de Naciones, en vez de reconocer el justo derecho de Italia, se atreven a hablar de


sanciones. (...) Hasta que no se demuestre lo contrario, me niego a creer que el pueblo de Gran
Bretaña, el verdadero, quiera verter su sangre y empujar a Europa por la vía de la catástrofe, por
defender a un país africano, universalmente reconocido como bárbaro e indigno de figurar entre
los pueblos civilizados.

Sin embargo, no podemos fingir ignorar las eventualidades del mañana. A las sanciones
económicas, nosotros responderemos con nuestra disciplina, con nuestra sobriedad, con nuestro
espíritu de sacrificio.

Discurso de Mussolini difundido por radio el 2 de octubre de 1935

1.- ¿Por qué Mussolini habla de los "camisas negras"?.


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MUSSOLINI EN UN DESFILE CELEBRANDO LA CONQUISTA DE ETIOPÍA

Observa esta foto de Mussolini y comenta tu impresión sobre la psicología del líder fascista
italiano.
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DOCUMENTO: MI LUCHA. ADOLPH HITLER.

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RESPONDE LAS SIGUIENTES PREGUNTAS

1.- ¿Cuál es el origen de la decadencia de las culturas?


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2.- ¿Cómo se considera a los pueblos de color e indígena?


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3.- ¿A quién atribuye el desarrollo de la civilización?


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________________________________________________________________________________

SELECCIÓN ÚNICA. ENCIERRA LA ALTERNATIVA CORRECTA.

1.- Hecho que ocurre en la historia europea entre 1919 y 1939, es la:

a. Desplome de la bolsa de Nueva York


b. Guerra de Movimiento
c. Revolución Francesa
d. Paz Armada
e. Guerra de Trinchera

2.- ¿Cuál de los siguientes regímenes son totalitarios?

I. La Rusia comunista de Stalin


II. Italia fascista
III. Alemana Nazista

a. Sólo I b. Sólo I y II c. Sólo I y III d. Sólo II y III e. I, II y III

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DOCUMENTO 1: Los regímenes políticos en el siglo XX
A diferencia del Estado liberal que tiene la misión de administrar una sociedad de manera
que puedan desarrollarse los individuos, los grupos y la economía sin limitación de la libertad,
el Estado totalitario pretende, mediante la coerción, organizar la sociedad para evitar los
defectos y las fallas del liberalismo… El Fascismo italiano sitúa su ideal en un Estado
todopoderoso, cuyos intereses deben prevalecer por encima de los intereses individuales… a
las gentes desprovistas así de sus esquemas habituales de organización, el régimen propone
un ideal de unión en el Estado: en lugar de las luchas sociales, la colaboración de las clases
mediante estructuras corporativas, en vez de la lucha de los partidos, un ideal moral de
espíritu de sacrificio a favor de la comunidad nacional; en lugar de la fe religiosa, la mística
comunitaria, de la cual el partido fascista es la encarnación y el sustento.
El caso de la Alemania nazi es a la vez parecido y distinto. La voluntad de unificación de la
comunidad nacional es idéntica, pero en este caso es la raza lo que constituye el punto de
encuentro, mientras que el Estado solo es el instrumento de los objetivos raciales.
Berstein, Los regímenes políticos del silo XX. En: J. Gonzáles, Historia del Mundo
Contemporáneo, Editorial Edebe, Barcelona 2002, p. 181.

A partir de la lectura realizada en el Documento Nº 1, conteste las preguntas 24, 25 y 26.

3.- Según el texto, el estado totalitario pretende…

a) La igualdad entre los estados


b) la libertad de elegir
c) Evitar defectos y fallas
d) Organizar la sociedad bajo el liberalismo
e) A y C

4.- El régimen fascista Italiano está basado en…

a) El individuo
b) clases sociales
c) el Estado debe prevalecer por sobre las libertades individuales
d) Estado debe promover las libertades individuales
e) Ninguna de las Anteriores

5.- La gran diferencia que se puede establecer entre el régimen fascista y nazista, es que esta
última prima:

a. la unificación de la comunidad nacional


b. La raza constituye en punto de encuentro entre las distintas culturas del mundo
c. el estado como un instrumento racial
d. Unificación racial
e. Ninguna de las Anteriores

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