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Bailar Al Son Del Silencio
Bailar Al Son Del Silencio
Maurice Merleau-Ponty
Personajes
HOMBRE
MUJER
PARROQUIANO
Escena
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HOMBRE: Con el de su amor.
HOMBRE: ¡Ojalá fuera sólo eso! (Se sincera) Bueno, en realidad es sólo eso lo que
extraño. Pero no se equivoque… yo necesito su cuerpo porque la necesito
a usted, y usted viene adentro.
MUJER: (Pausa) ¿Por qué me dice que me quiere, justo ahora, cuando yo lo
abandono?
HOMBRE: Porque no me dio tiempo… Hace apenas tres besos que la conozco, hace
dos que la quiero y hace uno que me abandonó… Por eso yo busco el
cuarto beso, el beso del regreso, el beso del amor…
MUJER: El cuarto beso, querido mío, es el beso del dolor… Yo lo estoy amando al
negarle mi amor. Le juro que no va a querer mis besos… se va a
arrepentir.
HOMBRE: Eso ya lo sé, pero igual me gustaría oírle decir, al menos una vez, “te
amo”. (Pausa) Aunque sí, lo reconozco, también tengo miedo.
MUJER: ¡Vio que tengo razón! ¡No, pero si usted no es tan tonto como parece! Yo
lo amo tanto que no lo voy a amar. ¡Váyase!, usted no me interesa, sólo
fue un ave de paso, una gota más en el mar de mi lujuria… Corra, aléjese
de mí, ¿o acaso quiere que lo bese?
MUJER: Cuando le dije que "sí" usted no me importaba, pero ahora, que lo
quiero, le digo que "no". Yo, tal vez, sea una mujer de "sí" fácil, pero
mis "no" son muy difíciles… (Medita) A ver, ¿le consuela de algo si le digo
que no lo abandono por ningún otro hombre?
MUJER: ¿Es más feliz sabiendo que no amo a nadie, que a lo sumo quiero a
algunos?
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HOMBRE: No sé si es mejor perder contra la soledad que contra el amor.
MUJER: ¡Pero si yo no voy a estar sola! La soledad es algo que se siente cuando
una deja de estar acompañada… y yo hace largo rato que no me hago
acompañar.
MUJER: (Lo mira con ternura y le acaricia una mejilla) Usted es incapaz de bailar
al son del silencio, ¿no?
HOMBRE: (Larga pausa) ¿Sabe qué? Aunque me deje le tengo que agradecer,
porque gracias a usted volví a escribir pequeñas y torpes poesías, un par
de cuentos breves… Qué quiere que le diga, usted me inspira.
MUJER: ¿Yo?
HOMBRE: Mejor dicho, la melancolía que siento por su amor es la que me inspira.
MUJER: ¡No, con el único fin de recordarle que aún están vivas!
MUJER: ¿Por qué se esfuerza en ver amor donde sólo hubo algunos besos?
HOMBRE: ¿Por qué mi fantasía tiene que ser más débil que la realidad?
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PARROQUIANO: ¿No se enoja si le hago una crítica? Esta conversación ya no es creíble,
hay demasiados firuletes literarios, muchas frases pomposas… ¿usted se
la quiere dar de artista, acaso? ¡Déjese de embromar! Así no hablan los
que hablan de amor, ni de pena, ni de olvido…
El Parroquiano regresa a su mesa. El Hombre espanta con la mano a los fantasmas de humo,
le quita a la Mujer el cigarrillo de su boca y le toma ambas manos.
HOMBRE: Por favor, quiero pedirle que no se olvide que estoy sufriendo… Yo estoy
muerto de amor por usted… Y se lo quiero recordar para que entienda
que mi posición es muy desventajosa… Usted, tal vez, se divierta con
esta charla, la vea como algo entretenido, como un interesante
intercambio de opiniones… Yo, en cambio, la siento como un grito en
vano: usted se va de mi vida y no puedo hacer nada para retenerla.
Nada, nada de lo que yo le diga la va a convencer… ni siquiera me da
tiempo para enamorarla, para mostrarle, para demostrarle cuánto la
amo… Si tan sólo me dejara pasar un día entero a su lado, un día
apenas… (Pausa. Sonríe tímidamente) Disculpe que le pregunte esto,
pero… ¿no será que teme enamorarse de mí?
MUJER: Si le digo que "sí", me va a creer… pero si le digo que "no", va a pensar
que le miento… Contéstese usted, usted ya sabe la respuesta.
MUJER: ¡Ni se le ocurra intentarlo! Hágame caso, no sea cabeza dura… Algún día
se dará cuenta de que nadie lo rechazó con tanto amor… Además, usted
es un hombre bueno…
MUJER: ¿Para usted? ¿Pero qué quiere? ¿Empezar a amarme? ¿Empezar a sufrir
por mi pasado, tan diferente al pasado que usted sueña para el amor de
su vida? ¿Qué quiere? ¿Empezar a mortificarse sabiendo el número exacto
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de hombres a los que complací? Usted bien sabe que fueron bastantes, y
si ahora no le importa es porque todavía no le importo… Ahórrese el
dolor de estómago.
MUJER: Sépalo bien: yo tuve a todos los que quise… y a usted también lo quise.
PARROQUIANO: (Se levanta y mientras habla va acercándose con calma hacia el Hombre)
¡Pero vamos, amigo! ¿Acaso no ve que el amor es una pura cuestión de
fe?
HOMBRE: No puedo.
HOMBRE: ¿Qué puedo hacer…? ¿Quiere que nos tomemos un tiempo para pensar
bien las cosas, para ver qué nos pasa…?
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MUJER: Sí, ¿pero a qué precio?
HOMBRE: No, al precio de animarnos a hacer una pintura sobre arena… ¿No lo
entiende? No importa que el amor no sea eterno…
HOMBRE: Sí, siempre y cuando la eternidad sea sólo eso: un único tiempo
presente.
MUJER: Sólo es cuestión de tiempo para que los grandes amores se conviertan en
los grandes fraudes… "Hoy un juramento, mañana una traición". Después
de todo, ¿no somos, pese a la vida, seres para la muerte?
HOMBRE: Yo soy inmortal, siempre voy a estar vivo… Y aunque sepa que me voy a
morir, nadie me lo va a poder demostrar cuando por fin suceda.
MUJER: Con el amor es distinto… cuando se muere el amor uno sigue viviendo.
HOMBRE: No siempre.
PARROQUIANO: (Le habla al Hombre por sobre los hombros de la Mujer) ¿Y? ¿Todavía va
a seguir insistiendo?
HOMBRE: Por eso la quiero… ¿Dónde voy a encontrar una mujer que me quiera
tanto como para decirme en la cara que no me quiere?
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HOMBRE: Sí, los eternos y los…
PARROQUIANO: No, los largos y los cortos… y el suyo fue de los cortos… No jorobe.
PARROQUIANO: Amigo, lo que pasa es que usted no sufre por lo que fue ni por lo que es,
usted sufre por lo que pudo ser… por lo que pudo ser un gran amor.
MUJER: (Se suelta bruscamente) No, consérveme como soy ahora… perfecta…
HOMBRE: Si de todas formas tengo que sufrir prefiero que sea a su lado.
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HOMBRE: ¿En quererla?
El Hombre se pone de pie y se acerca a la mesa del Parroquiano. Se miran en silencio y luego
el Parroquiano lo invita a sentarse.
HOMBRE: ¿Por qué los caminos del amor serán tan tortuosos?
PARROQUIANO: "Caminos", "caminos"… los caminos no son iguales para todos los
hombres… Cada mujer traza múltiples senderos y son siempre ellas las
que deciden por cuál debemos transitar… Los hay rectos, sinuosos,
infinitos, errados…
PARROQUIANO: ¡Pero es inútil, mi amigo! Al final de ese largo camino ella no va a estar
esperándolo con una corona de laureles… ¡ni siquiera de espinas!
HOMBRE: Al ser humano se le permite hacer dos cosas en la vida: vivir y recordar.
El olvido, por el contrario, no es más que un extraño privilegio que de
vez en cuando otorgan los dioses… y yo nunca fui un privilegiado.
PARROQUIANO: Entonces no es que haya gente vieja, lo que hay es gente con muchos
recuerdos. (Risas) ¡No envejezca, olvídese!
HOMBRE: Sí, para poder disfrutar de esta melancolía que me dicta versos donde
alguna vez existieron verbos.
PARROQUIANO: ¡Ya me lo imaginaba! ¡Usted es de los que buscan sufrir en la vida real
para poder gozar en la poesía! (Risas) Antes les decían "masoquistas",
pero ahora se hacen llamar "artistas".
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PARROQUIANO: Nadie es original en nada.
HOMBRE: ¿Pero qué puedo hacer, entonces? Yo pensé que volver a verla me iba a
servir para… No sé, que al menos la tristeza me iba a regalar un instante
de… No me mire con esa cara, no estoy haciendo nada malo, tan sólo
pensé que podía transformar el dolor en arte, convertir una lágrima en
una gota de miel… Pero veo que la cosa no es tan sencilla como parece…
las personas viven sufriendo y eso no las convierte en artistas.
PARROQUIANO: En artistas no, pero en santos sí. Los caminos que conducen a la santidad
son siempre menos exigentes que los que llevan al arte… Pero no se
desespere, muchas genialidades nacieron a partir de un desengaño.
PARROQUIANO: Haga lo que quiera. Pero recuerde… la mujer vino a este mundo con el
único fin de divertirse. (Se levanta de su mesa, se acerca a la Mujer, le
acaricia el cabello y se retira del escenario)
HOMBRE: La quiero.
HOMBRE: Lo hago.
MUJER: No sé.
HOMBRE: Es lógico.
HOMBRE: No quise decir eso… (Pausa larga) En fin, somos varios los barcos que
dependemos de su faro.
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MUJER: ¿"Faro"? ¿De qué habla? En muchos rincones de mi alma es siempre de
noche.
MUJER: ¿La que lo ilumina? ¡Mi noche le nubla la vista… sus ojos están llenos de
lágrimas!
MUJER: Si su vida fuese feliz usted sólo se dedicaría a ser feliz, no tendría
necesidad ni de llorar ni de escribir… ¿Todavía no se dio cuenta de que
es más poético amar que escribir poemas de amor?
MUJER: ¿Celosa?
MUJER: ¿Yo?
MUJER: No le creo.
HOMBRE: Perdóneme, pero escribirla fue la única forma que tenía para volver a
estar con usted.
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MUJER: (Desafiante) A ver, a ver… si soy producto de su imaginación, tal como
usted dice, escriba, escriba ahora y hágame decirle que lo quiero, que lo
amo, que lo necesito… Vamos, rompa con el final que se avecina, cambie
la historia, someta mi voluntad a su deseo… escriba, escriba el destino
que usted sueña para ambos.
MUJER: Entonces tendrá que reconocer que nuestra conversación fue mucho más
real de lo que usted cree… Su amor es ahora más sincero, pero mi
negativa es aún más firme.
Se baja el telón.
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