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1655/2017
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En la inteligencia de que la urgencia no resultaba
manifiesta el juez de primera instancia dispuso, con fundamento en
los dos artículos antes citados, la comparecencia personal de las partes
a una audiencia que se celebró conforme surge del acta de fs. 103. En
esa ocasión el magistrado decidió designar un perito ingeniero a fin
que se expidiera respecto del estado general de conservación del
elevador, su botonera, su cableado y sala de máquinas (fs. 104).
Luego de producido el informe pericial, tuvo lugar la
resolución de fs. 451/453 que dio lugar al recurso de apelación de la
parte demandada. En apretada síntesis, sus agravios pueden resumirse
en que (i) se admitió la acción promovida a pesar de que tanto la
actora como los demandados carecen de legitimación; (ii) no se tuvo
en cuenta la ausencia de oposición y también de urgencia, elementos
necesarios para la procedencia de la postulación inicial; (iii) omitió
considerarse la falta de voluntad consorcial para llevar a cabo estas
tareas; (iv) se soslayó la nulidad del peritaje que planteó en el marco
de estas actuaciones; y (v) nada se dijo de su pedido de sanciones por
temeridad y malicia.
III. Cabe recordar en primer lugar que el art. 623bis del
Código Procesal prevé, en su parte pertinente, que “quien tema que de
un edificio o de otra cosa derive un daño grave e inminente a sus
bienes, puede solicitar al juez las medidas de seguridad adecuadas, si
no mediare anterior intervención de autoridad administrativa por el
mismo motivo”.
Se trata de una tutela procesal diferenciada para la cual la
doctrina ha exigido como requisitos la acreditación de los
presupuestos propios del régimen cautelar, es decir, la verosimilitud
del derecho invocado y el peligro en la demora (conf. Fassi, Santiago
C. – Maurino, Alberto L, Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación y demás normas procesales vigentes. Comentado, anotado y
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Teresa Guillermina c. Carbajales, María del Carmen y otro s.
oposición a la ejecución de reparaciones urgentes”, expte. n°
46916/2015, del 10/9/2015).
IV. La lectura de los elementos de prueba incorporados
en la causa permite concluir, a contramano de lo alegado en el
memorial de agravios, que existió una decisión del órgano
deliberativo del consorcio para llevar a cabo la reparación del
ascensor y también que hubo una férrea oposición de los demandados
que impidió que pudieran realizarse hasta ahora.
Es así que de la lectura del acta de la asamblea llevada a
cabo el día 28 de septiembre de 2015 (fs. 24) se desprende que el
punto 8 del orden del día versó sobre las reparaciones a realizar en el
edificio. Ante ello, expresamente se decidió la obtención de
presupuestos para la realización de las tareas necesarias en el ascensor
(fs. 24vta.).
Luego, en la asamblea de propietarios del día 3 de junio
de 2016 se incluyó como punto a considerar “la marcha y estado de
ejecución de los trabajos aprobados en la última asamblea” (fs. 25).
La deliberación entre los propietarios concluyó en estos términos
“respecto de la modernización mecánica del ascensor, está aún
pendiente debido que la Sra. Graciela Saraceni (apoderada del Sr.
Blanco) impidió la entrada del personal de la empresa conservadora
el 30 de mayo de 2016. En consecuencia, la asamblea autoriza a la
administradora que tome las medidas necesarias para la finalización
de los trabajos” (fs. 25/25vta.).
En paralelo, la doctora Saraceni envió –en su calidad de
apoderada del propietario– cartas documento a la administradora y al
I.A.E. en las cuales comunicó la prohibición para realizar trabajo
alguno de “modernización” y la intimación para que no se modifique
“una pieza o tuerca del ascensor” bajo apercibimiento de acciones
penales (abril de 2016, fs. 39). Además, el señor Miguel Blanco –
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carpetas que no quiso mostrar… En esos momentos el doctor Claudio
Gabriel Pinchetti intentó entrar al ascensor para dirigirse a la sala
de máquinas, pero la mujer que se presentó como letrada lo empujó y
se lo impidió, interponiéndose con su cuerpo y alegando que él estaba
ejerciendo ´violencia’, siendo ella la que lo provocaba, entrando al
ascensor, dejando la puerta abierta y permaneciendo en una actitud
arbitraria y desafiante”. La situación culminó, según surge del acta
notarial, con la intervención del personal policial de la comisaría de la
zona y la imposibilidad por parte de los técnicos –según ellos mismos
expusieron– de realizar los trabajos en las condiciones relatadas.
Ya en el marco de este proceso se incorporó el informe
pericial realizado por el ingeniero civil Carlos Alfonso Ruggiero (fs.
150). Consignó el experto que (i) la instalación existente en el
ascensor no es reglamentaria, requiriéndose una adecuación a las
normas vigentes con las tareas inherentes para lograr el objetivo
buscado y de tal forma de permitir la prestación del servicio sin
ningún riesgo; (ii) las tareas que se requieren son: a) reemplazar
tablero de fuerza motriz de la sala de máquinas, ya que no cuenta con
protección térmica ni magnética, b) reemplazar el tablero de comando
del ascensor ya que presenta desgaste por antigüedad, no resulta
confiable y puede afectar su seguridad, c) reemplazar la instalación
eléctrica completa ya que los cables son de goma y de tela, lo que
deriva en la posibilidad de un cortocircuito e incendio, d) reemplazar
las botoneras de la cabina y exteriores.
Posteriormente el experto ratificó las conclusiones
transcriptas en el párrafo anterior y agregó que, habida cuenta las
acciones tomadas por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
según el acta de inspección de fecha 7 de septiembre de 2017, pudo
verificar que la instalación existente en el ascensor no es
reglamentaria, requiriéndose una adecuación a las normas vigentes
para permitir la prestación del servicio sin ningún riesgo. Entendió el
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perito que la puesta en marcha del citado ascensor sin las reparaciones
mencionadas en los informes puede generar graves daños a las
personas que lo utilizan y constituiría una acción de alto riesgo para
los propietarios u ocupantes del edificio (fs. 358). Por ello, dijo que no
debe ser utilizado hasta tanto no se ejecuten los trabajos (fs. 448).
Los elementos reseñados son elocuentes y llevan a esta
sala a coincidir con el criterio expuesto por el juez de grado en torno a
que, en las condiciones en que se encuentra su instalación, el ascensor
tiene el potencial para causar daño y por lo tanto las reparaciones
deben ser realizadas con urgencia.
No es un problema para la procedencia de la acción, a
pesar de la queja esbozada, la legitimación de las partes intervinientes
en este proceso. Primero, en lo vinculado a su faz activa, porque a la
propia que le cabe al I.A.E. como titular de una unidad funcional
afectada –téngase en cuenta la amplitud que admiten al respecto los
arts. 623bis y 623ter– se suma que el propio consorcio de propietarios
ratificó expresamente la postulación inicial (fs. 60), intervino en la
audiencia convocada por el juez de primera instancia (fs. 103) y
requirió luego de producida la prueba ordenada que se resolviera
favorablemente la acción promovida (fs. 308). En segundo lugar, y
referido a quienes intervienen como accionados, porque esta tutela
procesal admite un amplio marco de legitimados pasivos y entre ellos
caben perfectamente quienes –como en este caso– revisten calidad de
titular y ocupante de una unidad funcional.
Tampoco es admisible el argumento propuesto en los
agravios que hace eje en que se trata de un bien de uso común y que
por ende no resulta posible soslayar la ausencia de voluntad
consorcial. Antes bien, quedó perfectamente establecido que el órgano
de deliberación de la persona jurídica del consorcio decidió
expresamente llevar a cabo la modernización mecánica del ascensor
(textual de la asamblea del 3 de junio de 2016; fs. 25/25vta.) y para
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revertir esa conclusión no bastan las meras impugnaciones genéricas y
extrajudiciales de ese acto y de los anteriores, pues es deber de la
administradora ejecutar lo decidido mientras no exista una orden
judicial en contrario (art. 2067 inc. b] del Código Civil y Comercial).
Por otro lado, quedó perfectamente acreditada a lo largo
de este proceso la existencia de una férrea oposición por parte de los
apelantes para la realización de las reparaciones en el ascensor como
así también la urgencia para que esos trabajos se realicen en tanto el
estado actual de situación supone un riesgo para los habitantes del
edificio y los terceros que eventualmente puedan hacer uso de él.
Muestra de ello son las misivas a las que antes se hizo referencia, la
comprobación llevada a cabo por la escribana Bulstein y el peritaje al
que antes se hizo referencia. En este sentido, no varía la situación por
el informe de inspección agregado a fs. 282 sobre el cual se insiste en
el memorial de agravios, pues incluso en esa verificación se indicaron
irregularidades similares a las que plasmó el perito designado aun
cuando se aludió a que mientras tanto el ascensor era apto para su uso.
En lo que específicamente refiere al informe pericial,
cabe decir que las observaciones planteadas y la nulidad del peritaje
propuesta (fs. 545 in fine en adelante) se apoyan en meras
suposiciones y afirmaciones en torno a que el ingeniero civil
designado en autos carecería de objetividad, de que se habría visto
influenciado por la presencia del personal de la empresa contratada
por el consorcio al momento de la inspección y demás argumentos
similares. Como se ve, ninguno de ellos es suficiente para restarle
valor a sus conclusiones, a lo que se agrega que aun cuando las
normas procesales no acuerdan el carácter de prueba legal al informe
pericial, para desvirtuarlo es necesario que aporten probanzas de
similar o mayor rigor técnico que desmerezcan las conclusiones
alcanzadas en el peritaje lo que evidentemente no ocurrió en el caso.
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PAOLA M. GUISADO
PATRICIA E. CASTRO JUAN PABLO RODRÍGUEZ
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