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La autonomía de las mujeres en la toma de decisiones se refiere a que las mujeres pueden tomar
decisiones de manera libre e informada para participar en las decisiones de su comunidad y del
país, además de poder ocupar y ejercer cargos de representación pública y de toma de decisiones.
En ese sentido, este tipo de autonomía se vincula estrechamente con los derechos políticos de las
mujeres y es necesaria para que puedan gozar plenamente de todos sus derechos humanos.
De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), desarrollar la
autonomía de la toma de decisiones, en conjunto con la autonomía física y la económica, es la
base primordial sobre la cual pueden cumplirse y ejercerse efectivamente los derechos humanos
de las mujeres. Al contar con estas tres autonomías, las mujeres tienen acceso a lo siguiente:
Contar con un
empleo en igualdad
Acceder a recursos de oportunidades
propios
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La autonomía en la toma de decisiones consiste en que
las mujeres puedan participar en procesos de toma de
decisiones en sus comunidades, así como en los distintos
niveles de gobierno en igualdad de condiciones y
oportunidades que los hombres.
Respecto a esta autonomía, la CEPAL (2016) hace hincapié en que ésta debe ser sensible
y ser acorde con las diversas situaciones que enfrentan las mujeres. “La autonomía de las
mujeres en la toma de decisiones debe concebirse desde una perspectiva interseccional que
permita comprender las dificultades que enfrentan las mujeres —dentro de su especificidad y
diversidad— para acceder a puestos de decisión y que reconozca su identidad plural” (p. 129).
1 La interseccionalidad es una herramienta analítica para estudiar, entender y responder a las maneras en que el género se cruza
con otras identidades y la manera en que estos cruces contribuyen a experiencias únicas de opresión y privilegio; por lo tanto,
el análisis interseccional tiene como objetivo revelar las variadas identidades, exponer los diferentes tipos de discriminación y
desventaja que se dan como consecuencia de la combinación de identidades que pueden afectar la autonomía en la toma de
decisiones.
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cuidado, menos tiempo disponible. En este contexto, los bajos niveles de
representación de las mujeres afrodescendientes, indígenas o jóvenes,
entre otras, implican también que sus intereses y necesidades quedan
fuera de la agenda política o son abordados de forma marginal y con una
asignación de recursos insuficiente (CEPAL, 2016, p. 131)
(s. a.) (2016). Participación política de las mujeres [ilustración]. Tomada de https://pixabay.com/photo-1294991/
A lo largo de la historia, los derechos humanos de las mujeres han sido parte de una larga lucha
para la reivindicación y reconocimiento de éstas dentro de sus sociedades. En este sentido, los
derechos políticos de las mujeres han sido posibles para el reconocimiento de su ciudadanía y la
exigencia del ejercicio del derecho a votar y ser votadas, así como a su participación en la toma
de decisiones públicas, en un marco de igualdad de derechos y oportunidades.
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Cuando no se ejerce la autonomía en la toma de decisiones, se vulneran los siguientes derechos
humanos de las mujeres:
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Un ejemplo de la vulneración en la autonomía de la toma de decisiones de las mujeres se puede
ver cuando a éstas se les amenaza o incluso violenta, ya sea de manera física, sexual o psicológica,
con el fin de hacerlas desistir de un cargo político al que pretendían postularse.
Frente a este escenario, es importante incorporar las necesidades y demandas de las mujeres y
sus contextos para hacer frente a los retos en el camino de la autonomía en la toma de decisiones,
específicamente en lo relacionado con la participación político-electoral. Al respecto, la CEPAL
señala: “El reducido grado de participación femenina en los procesos de adopción de decisiones
en aspectos gubernamentales y de políticas públicas es un déficit que no afecta sólo a las
mujeres activas en partidos políticos, sino que también incide en la calidad de la democracia y en
el vínculo de la ciudadanía con sus representantes, es decir, la gobernabilidad” (p. 138).
Otro instrumento para lograr la autonomía de la toma de decisiones de las mujeres y defender su
acceso a los derechos políticos es la Estrategia de Montevideo, la cual fue aprobada en el marco
de la XIII Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, realizada a fines de
octubre de 2016 en Uruguay.
Un elemento de suma importancia para destacar en la estrategia es que ésta coloca en el centro el
papel del Estado para diseñar, promover e impulsar el cumplimiento de las políticas de igualdad
e impulsar los derechos humanos y la autonomía de las mujeres como un eje que atraviese las
estrategias nacionales de desarrollo sostenible a mediano y largo plazo.
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Esto quiere decir que el ejercicio y pleno acceso a los derechos humanos en igualdad de
oportunidades se vuelve uno de los ejes transversales de los gobiernos para poder construir
sociedades cada vez más democráticas y sostenibles.
Si bien la autonomía en la toma de decisiones tiene un campo amplio para ser analizada, uno de
los rubros donde se pueden apreciar avances susceptibles de ser comparables entre los países es
la participación político-electoral.
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De acuerdo con el Glosario de Igualdad de Género de ONU
Mujeres (2018), se define a la paridad como la igualdad
de representación de mujeres y hombres en un ámbito
determinado, por ejemplo, en la participación política.
Esto ha traído consigo grandes retos para tomar las medidas necesarias y garantizar la paridad.
Algunas medidas son las siguientes:
Acciones por parte de los gobiernos que sancionen toda forma de discriminación
contra las mujeres en el ejercicio de sus derechos políticos.
Contemplar la violencia política como un tipo de violencia contra las mujeres en algunas de
las legislaciones locales de acceso de las mujeres a una vida libre de violencia.
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Promover el desarrollo de la autonomía física y económica de las mujeres para que puedan
tomar decisiones libres sobre sus cuerpos, sexualidad, tiempo, recursos y vidas sin ningún
tipo de coacción ni violencia.
Que las mujeres puedan trasladar poco a poco esos ámbitos de autonomía al espacio público
y participen en la toma de decisiones tanto de sus comunidades, como del país.
De acuerdo con la CEPAL (2016a), para que las mujeres puedan disfrutar una igualdad sustantiva
en los distintos ámbitos donde se desarrollan, es necesario que se transformen en la sociedad
los roles y estereotipos que asignan a éstas el espacio privado y el trabajo reproductivo, y a los
hombres el espacio público y el trabajo productivo. De esta situación se deriva que “lo público y
el ejercicio del poder y los cargos públicos se han construido simbólicamente como masculinos, y
las consecuencias de este legado histórico aún siguen vigentes” (p. 129).
En este punto, es importante recordar lo que menciona la ONU en su libro Objetivos de Desarrollo
del Milenio: una mirada desde América Latina y El Caribe (2005) respecto a que la autonomía de una
persona está estrechamente vinculada con la autonomía del grupo o comunidad de que forma
parte, de tal manera que mucha de la posibilidad o despliegue de la autonomía individual de las
mujeres se deriva del grado de autonomía que las mujeres de su sociedad o grupo han alcanzado
(p. 114).
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Autonomía de la toma
de decisiones
No obstante, para que el despliegue de estas tres autonomías sea posible, es necesario el
conocimiento de los derechos humanos y, especialmente para la autonomía de la toma de
decisiones, el conocimiento de los derechos políticos de las mujeres y las herramientas y
mecanismos para lograr que se ejerzan, cumplan y hagan efectivos en igualdad de condiciones y
oportunidades.
Para ello, es necesario garantizar que las mujeres tengan la posibilidad de participar en la toma
de decisiones de sus países en igualdad de condiciones respecto de los hombres; participar y
acceder a las estructuras de toma de decisiones, mediante una representación proporcional que
les permita impactar en el diseño de políticas públicas para la sociedad.
La CNDH reconoce que los derechos políticos de las mujeres son derechos humanos, y el
aporte de éstas en la política es fundamental para el fortalecimiento de la democracia. Por
ello, se hace hincapié en la importancia del trabajo conjunto entre los tres órdenes y niveles
de gobierno y los distintos actores sociales para lograr la plena participación de las mujeres
en la política y toma de decisiones, es decir, que puedan votar y ser votadas, postularse
para ocupar cargos de elección popular, participar en la formulación de políticas públicas
y gubernamentales, dirigir peticiones a instituciones públicas o autoridades, así como
afiliarse y asociarse a partidos políticos.
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Al respecto, es importante reconocer que México ha conseguido importantes avances en la
materia mediante la implementación de acciones afirmativas; no obstante, la paridad aún no ha
sido lograda por completo y aún es menester que todas y todos trabajemos para alcanzar una
igualdad sustantiva en nuestras sociedades.
Fuentes de consulta
Bibliografía
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México: CEAMEG.
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Documentos electrónicos
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