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LECCIONES DE ECONOMÍA

“Teoría Económica en tiempos del COVID-19”

Seguimos en cuarentena, a lo largo y ancho de Hispanoamérica los países han tomado


decisiones, los picos de contagio no se alcanzan y la situación ha requerido tomar medidas
extremas. Estos momentos de confinamiento preventivo nos invitan a varias reflexiones
que empezaremos a tratar con la profundidad y la rigurosidad que la extensión de esta
columna lo permita.

Aquí en casa compartimos el espacio tres personas y hemos creado un entorno de


prácticas que combinan la lectura, el trabajo académico, la meditación y el ejercicio físico,
con la plena conciencia de que debemos mantener ocupada la mente y al mismo tiempo
mover el cuerpo buscando hacer cierta la premisa de las Sátiras de Juvenal “Mens sana in
corpore sano”. Claramente las actividades que nos generan el ingreso para adquirir los
bienes y servicios que requerimos para satisfacer nuestras necesidades se han reducido y
esto afecta directamente nuestra capacidad de completar nuestra canasta de consumo, lo
cual ha empezado a influir en el cambio de nuestras preferencias. Siguiendo con la
intención de este espacio, voy a explicar desde las teorías económicas y administrativas
como se analiza esta situación.

En una economía de mercado existen dos roles que los agentes económicos
desarrollamos, el de producción y el de consumo. Ambos roles buscan maximizar su
felicidad, que en economía se mide en “útiles” es decir, maximizar su utilidad. El
productor busca vender sus bienes y servicios a un precio que le permita cubrir sus costos
y generar un excedente que representa su ingreso y el consumidor busca adquirir una
cantidad de bienes y/o servicios que le generen plena satisfacción de sus necesidades con
la restricción del ingreso disponible que tiene para ello.

Cuando se encuentran productor y consumidor en el mercado, se inicia un diálogo, una


negociación donde ambos ponen de manifiesto sus intenciones y se llega a un acuerdo, se
dice entonces que el mercado queda en equilibrio cuando se pacta la transacción. Es este
diálogo libre y espontaneo que hace que el mercado se equilibre lo que Adam Smith
denominaba “La Mano Invisible”. Esto en teoría suena sencillo, pero en la realidad existen
demasiadas variables que pasan por la mente de ambos actores, es aquí donde nos
encontramos con las teorías del comportamiento y la sicología tanto del productor como
del consumidor. Un punto a considerar dentro de la teoría de consumo son las
preferencias, las cuales son un determinante de las decisiones de compra.

Es este aspecto, las preferencias, la que trataremos en esta oportunidad. Debemos


empezar por entender de manera simple como se han caracterizado las decisiones que
tomamos para ser felices. Abraham Maslow, un sicólogo de la teoría administrativa
estableció una escala piramidal y jerárquica de las necesidades humanas; en la base las
necesidades fisiológicas de supervivencia, luego aquellas de seguridad seguidas por las de
amor y pertenencia, autoestima y finalmente a la autorrealización personal. Para Maslow
las decisiones debían orientarse a satisfacer una a una las escalas de la pirámide con una
natural restricción de avance, si no se satisfacían las fundamentales no podía el individuo
seguir escalando en la pirámide de sus necesidades. Dice la teoría económica que las
decisiones que tomamos están supeditadas por la dicotomía entre infinitas necesidades y
recursos escasos, pero mi interpretación es que no son infinitas las necesidades sino los
elementos (bienes y servicios) satisfactores, lo único cierto es la escasez, pero esta
situación no es un problema sino una realidad.

En este sentido, cada persona construye su canasta de consumo basada en sus


preferencias las cuales tienen origen en sus propias reflexiones sobre sus antecedentes
culturales, geográficos y experienciales, es decir, cada uno decidimos que queremos y
como lo queremos para sentirnos satisfechos. A pesar de la validez de la teoría de
Maslow, a mí personalmente me gusta más la aproximación de otro sicólogo
estadounidense, William Glasser, quien mantenía la misma denominación de las
necesidades, pero no en una estructura jerárquica piramidal sino en una circular integral.
Les dejo ese dato para que lo exploren.

Toda esta teoría solo para llegar a una reflexión, los hábitos de consumo se han
modificado en estos tiempos de confinamiento, ya las teorías de mercado sobre
diferenciación de marca están en entredicho, las familias pensamos en adquirir los
elementos necesarios para la supervivencia y dejamos de lado la adquisición de bienes y
servicios superfluos y cuando vamos al supermercado no nos fijamos en las marcas sino en
el abastecimiento de elementos necesarios. (aunque aún me pregunto el impulso de
algunas familias por atiborrarse de papel de baño)

Estos cambios en las preferencias nos llevan a una transformación de hábitos, re


pensarnos como sociedad, de repente acercarnos a los postulados de Diógenes de Sínope
y la Escuela Cínica, vivir con lo estrictamente necesario y que los bajos niveles de ingreso
sean suficientes para satisfacer nuestras necesidades, pero esto no debería ser un
sacrificio o una situación de dolor, es una oportunidad para transformar la manera en que
llegamos a los niveles más altos de la pirámide de necesidades sin llegar a los niveles de
acumulación de cosas probablemente innecesarias. Desde mediados de los años 90 se
viene hablando de una tendencia que vale la pena considerar, La Simplicidad Voluntaria.
Buscar la felicidad en las cosas simples, en la autorrealización por la vía de la
intelectualidad, la innovación sostenible, la permacultura y las relaciones cordiales de
intercambio.

Reflexión, la canción del Chileno Julio Numhauser nos sirve de banda sonora para este
artículo y estos momentos; Cambia, todo cambia. Y si no cambia, el planeta lo hará a pesar
nuestro.
Abrazo. J. Enrique Delgado P. Economista-MBA-PhD ( c ) jotaedepe@gmail.com

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