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La biología del amor

"El ser humano puede realizar una mirada sobre su emocionar, puede reflexionar porque
tiene el lenguaje. Todo vivir humano ocurre en conversaciones y es en ese espacio donde se
crea la realidad en que vivimos."
Humberto Maturana)
Actualmente hay una teoría que ha cobrado fuerza llamada “La biología del amor”; esta
hipótesis no es nueva, ya que fue formulada alrededor de los años ochentas o noventas por
el biólogo chileno Humberto Maturana Romesín, la cual considero sumamente interesante
pero a la vez compleja. A continuación intentare explicarla, lo cual de entrada considero muy
osado de mi parte, ya que creo que no la explico sino más bien retomo las ideas principales
de Humberto y trato de compartirlas en un lenguaje más sencillo.
Antes de entrar en materia considero importante recordar que en términos generales,
una teoría es un conjunto de supuestos a partir de los cuales mediante ciertas reglas o
razonamiento es posible deducir otros hechos. La palabra deriva del griego theorein,
"observar"; así mismo las teorías están vivas, evolucionan y a veces mueren. Solamente los
que se atreven a pensar más allá de los límites de lo establecido pueden romper esquemas y
formular teorías.
La biología del amor es una teoría que se constituye probablemente en el primer
intento serio por establecer el amor ya no como valor moral sino como un factor determinante
a nivel biopsicosocial (biológico evolutivo, psicológico y social). Lo nuevo de esta teoría es
que escapa del mundo literario, soñador y romántico hacia el campo científico.

El concepto de amor de Maturana no es el de un


sentimiento romántico o el de una virtud sino un tipo de
relación-conducta en la que cada individuo aprueba al
otro como un ser válido, busca establecer relaciones de
cooperación y respeta al otro a pesar de las diferencias
biológicas, étnicas, sociales, etc.

Para empezar a comprender este concepto nuevo de amor hay que reconocer que lo
humano no se constituye exclusivamente desde lo racional. Es cierto que lo racional es
importante en el tipo de vida que vivimos, pero el primer paso para revalorar la emoción seria
aceptar que entrelazado a un razonar está siempre presente un “emocionar”. En el momento
en que uno ve eso se da cuenta de que es así. Se podría invitar a alguien a una reflexión en
cada momento: ¿qué te está pasando?, es una pregunta dirigida a mirar el propio emocionar
y no a mirar el propio razonar.
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Así mismo el vivir humano se da en el conversar, el emocionar le
sucede a uno en el fluir de la conversación y esto tiene una
consecuencia fundamental: si cambia el conversar, cambia el
emocionar y lo hace siguiendo el curso del emocionar aprendido
en la cultura que uno vive y ha vivido. En el conversar construimos
nuestra realidad con el otro. No es una cosa abstracta. El
conversar es un modo particular de vivir juntos en coordinaciones
del hacer y el emocionar. Por eso el conversar es constructor de
realidades. Al operar en el lenguaje cambia nuestra fisiología. Por
eso nos podemos herir o acariciar con las palabras. En este
espacio relacional uno puede vivir en la exigencia o en la armonía
con los otros. O se vive en el bienestar estético de una
convivencia armónica, o en el sufrimiento de la exigencia
negadora continua.
La biología del amor es:
 La dinámica relacional desde dónde es posible lo que queremos hacer.
 La dinámica que da origen a lo humano en el devenir de nuestro linaje.
 Una revelación de los procesos biológicos que nos constituyen como la clase de
seres que somos.
Biológicamente los seres humanos somos seres amorosos; en el amor no hay exigencia
ni expectativas ni concesiones, sólo respeto por el otro. El amor es visionario porque
expande la atención de la persona a todas sus dimensiones relacionales. En el amor no se
está en la exigencia con el otro. La exigencia niega la legitimidad del otro pues no le permite
una conducta responsable en la que se hace cargo de su querer las consecuencias de su
hacer.
Los seres humanos somos animales cooperadores
dependientes del amor en todas edades. La cooperación es
central en la manera humana de vivir, como una característica
de una vida cotidiana fundada en la mutua confianza y el
mutuo respeto; así mismo las emociones son dinámicas
corporales que especifican las clases de acciones que un
animal puede realizar en cada instante en su ámbito
relacional. Las dificultades de aprendizaje y conducta
relacional de los niños surgen de la negación del amor.

Por eso la importancia de trabajar en una formación humana que tenga que ver con el
desarrollo del infante como persona capaz de ser cocreadora, consistente en la creación de
las condiciones que guían y apoyan en su crecimiento. Por lo tanto, el educar consiste en
crear un espacio de convivencia en el que los niños y niñas aprenderán su ser
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transformándose según como convivan los adultos. Dicha instrucción tiene que ver con la
adquisición de habilidades de acción en el mundo en que se vive. Las dificultades de
inteligencia surgen, si no hay daño neurológico, de interferencias con la biología del amor.

Vivimos una cultura que habla del amor pero lo niega


en la acción; tenemos miedo de las emociones porque
las consideramos rupturas de la razón y queremos
controlarlas. El deseo de controlar las emociones tiene
que ver con nuestra cultura orientada a la dicotomía de
lo bueno y lo malo; se enfatiza, como línea central de
la vida la lucha entre el bien y el mal, “lo bueno y lo
malo”. Lo malo tiene una presencia enorme, no como
una falla circunstancial o como un error, sino como
algo constitutivo. Ahora, desde el momento en que uno
mira a los seres humanos constituidos en lo bueno y lo
malo, y se vive en la lucha entre el bien y el mal, se
pierde la confianza en lo humano y lo natural.

Todos nuestros problemas tienen su origen en la negación de las conductas empáticas


(amor) lo que nos lleva a negar al otro en su legítima existencia. Esto nos hace negar el
derecho del otro a ser libre y sobre todo, a ser diferente. Esta negación del otro no sólo se
refiere a las demás personas sino también a uno mismo. ¿Cuántas veces nos negamos
cosas basados en el qué dirán o pensarán los demás? eso sucede por la negación que los
demás y nosotros mismos hacemos de nuestras necesidades, anhelos y proyectos.

El mundo que vivimos los hacemos los seres


humanos en nuestro vivir, surge con nosotros y el amor
es el fundamento desde dónde es posible lo que
queremos hacer, fluyendo con las conductas
relacionales. Nuestra existencia ocurre en dos dominios
que no se intersectan y que son el dominio de nuestra
dinámica interna (fisiología) y el dominio de nuestro
ser relacional (conducta). Desarrollarse en la biología
del amor nos muestra que el ser vivo es una unidad
dinámica del SER y del HACER

En conclusión podemos decir que para vivir en la biología del amor debemos de
recuperar nuestra dignidad a través de aceptar la legitimidad del otro, quienquiera que este
sea. Hay que atrevernos a ser nosotros mismos, atrevernos a dejar de aparentar, atrevernos
a ser responsables de nuestro vivir creando espacios de acción afectivos que nos permitan
construir relaciones sociales que impliquen confianza mutua y ausencia de manipulación.
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Fuente:
http://blogyciencia.blogspot.mx/2005/10/la-biologa-del-amor.html
http://hepacafes.wordpress.com/2011/07/23/la-biologia-del-amor-humberto-maturana/
http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0716-58111997001000009&script=sci_arttext&tlng=es

Autor:
Daniel Jorge León Islas
Coach Personal Certificado
dany@coachingdevida.com.mx

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