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GonzalezyWeistein El Rol Del Problema en El Aprendizaje PDF
GonzalezyWeistein El Rol Del Problema en El Aprendizaje PDF
Adriana González
Edith Weinstein
ELEANOR DUCKWORTH
Seguramente, usted recordará algunas de las clases de matemática que vivió como
alumno de la escuela primaria y/o secundaria. Pasarán por su mente imágenes que se
relacionan con números, formulas, signos, y los “famosos” problemas.
Es evidente que si bien los problemas siempre fueron importantes, el lugar que
ocuparon en el proceso de enseñanza y aprendizaje fue variando a lo largo de la historia.
Para caracterizar estos cambios, a fines didácticos, vamos a analizar tres grandes
modelos referidos a las relaciones entre docente, alumno y saber.
1
docente inicialmente introduce las nociones y presenta los ejercicios. El alumno escucha,
imita y se ejercita, para posteriormente aplicar los conocimientos adquiridos en la
resolución de los problemas presentados.
Por ejemplo: “Si tres ángulos de un trapecio miden… ¿cuánto mide el cuarto
ángulo?” El docente les planteará a sus alumnos problemas de este tipo después de haberles
enseñado que: “La suma de los ángulos interiores de todo cuadrilátero es igual a 360°”.
La Escuela Nueva, como superadora del modelo clásico, propone una enseñanza
centrada en la actividad del alumno, de ahí los llamados “métodos activos”, en los cuales
cobran importancia los intereses, las motivaciones, las necesidades del alumno.
Por ejemplo: se plantean problemas relacionados con la “salida a la granja”, por ser
una situación vinculada con los intereses de los alumnos, sin tener en cuenta si ellos poseen
los conocimientos necesarios para resolver “todos” los problemas que se pueden derivar de
una situación tan compleja.
El docente es quien propone a sus alumnos problemas que les sean significativos. En
la elección de los mismos tiene que tener en cuenta tanto los saberes de los alumnos como
los contenidos que él, intencionalmente, se propone enseñar. El alumno resuelve los
problemas en interacción con sus pares.
2
La actividad de resolución de problemas cobra un lugar privilegiado en la situación
didáctica. Ya no será un momento de aplicación de lo aprendido anteriormente, sino que
interviene desde el comienzo del aprendizaje, constituyéndose en la “fuente, lugar y criterio
de la elaboración del saber”.
“…se entiende por problema toda situación con un objetivo a lograr, que requiera del sujeto una serie
de acciones u operaciones para obtener su solución, de la que no dispone en forma inmediata,
obligándolo a engendrar nuevos conocimientos, modificando (enriqueciendo o rechazando) los que
hasta el momento poseía…”
El docente plantea el problema teniendo en cuenta los saberes de los alumnos y los
contenidos a enseñar.
El problema debe ser una situación que plantee al alumno un óptimo desequilibrio.
“...si el objeto de conocimiento está demasiado alejado de las posibilidades de comprensión del
alumno, no se producirá desequilibrio alguno en los esquemas de asimilación o bien desequilibrio
provocado será de una magnitud tal que el cambio quedará bloqueado. Si, por el contrario, el objeto
de conocimiento se deja asimilar totalmente por los esquemas ya disponibles, no habrá razón alguna
para modificarlos y el aprendizaje será igualmente imposible. En consecuencia la intervención
pedagógica debe concebirse en términos de diseño de situaciones que permitan un grado óptimo de
desequilibrio, es decir, que superen el nivel de comprensión del alumno pero que no lo superen tanto
que no puedan ser asimilados o que resulte imposible restablecer el equilibrio...”
El sujeto debe realizar acciones con una finalidad, es decir, acciones que le permitan
encontrar soluciones a los problemas planteados. Es a través de estas acciones que el
conocimiento matemático va adquiriendo sentido para el niño.
1
Coll, C., Psicologia genética y aprendizajes escolares, Madrid, Siglo XXI, 1990.
3
El conocimiento matemático adquiere sentido, para el sujeto, en función de los
problemas que le permite resolver. Por lo tanto, sólo en la medida en que el niño resuelva
problemas que involucren los conocimientos matemáticos podrá reconocer el sentido y la
utilidad de los mismos. Para poder entender más claramente qué características tienen los
problemas desde esta perspectiva, recordemos la comparación realizada por Arthur
Baroody:2
Al reflexionar sobre el título del artículo de Roland Charnay,3 “Aprender (por medio
de) la resolución de problemas”, podemos observar que:
a) Si leemos el título completo, vemos que el autor quiere expresar que aprendemos a
través de la actividad de resolución de problemas.
b) Si leemos el título sin el paréntesis, vemos que el autor nos quiere decir que
también se aprende la resolución de problemas, y la función de la escuela es
enseñar esto.
2
Baroody, A., El pensamiento matemático de los niños, Madrid, Visor, 1988.
3
Charnay, C., “Aprender (por medio de) la resolución de problemas”, en Parra, C. y Saiz, I., Didáctica de
matemáticas, Buenos Aires, Paidós, 1994.
4
Desde la trilogía docente-alumno-saber, podemos decir que los problemas sirven
para:
Pero, el alumno, además de responder preguntas debe poder formularlas, debe poder
preguntarse. Es decir, pretendemos un alumno que resuelva y formule problemas.
“...pensando en la creatividad que conviene desarrollar, no solamente hay que resolver problemas,
sino que es muy importante proponer problemas [...] El hecho de proponer problemas que tengan
sentido es tan importante en matemática como el resolver problemas planteados por otros. Es a través
de esta acción alternada entre proponer y resolver que la matemática avanza y crece...”
LA ENSEÑANZA Y EL APRENDIZAJE DE
LA MATEMÁTICA EN EL NIVEL INICIAL
El cambio de enfoque
4
Santaló, L., “Matemática para no matemáticos” en Parra, C. y Saiz, Didáctica de matemática, Buenos Aires,
Paidós, 1994.
5
Retomando lo expresado sobre las diversas relaciones que la trilogía docente-alumno-saber,
adquirió a lo largo del tiempo, nos abocaremos, ahora, a analizar la incidencia de los
modelos descriptos en el Nivel Inicial, en relación con la matemática.
Usted recordará, por ejemplo que, ante una caja con elementos de cotillón, la maestra
planteaba la típica consigna “Poné junto lo que va junto” esperando que los niños formaran
grupo con diferentes elementos: cochecitos, cucharitas, objetos rojos. Este agrupamiento en
base a distintos criterios como color, formar tamaño, permitía trabajar la noción de
clasificación.
6
El docente se preocupaba por diagnosticar en qué estadio de las operaciones lógicas
se encontraban sus alumnos. Esta preocupación lo llevaba a confundir su rol de enseñante
con el del investigador, transformando en actividades áulicas las pruebas de laboratorio.
En ese momento se consideraba que trabajar las operaciones lógicas era sinónimo de
enseñar matemática.
Hoy, podemos afirmar, que ese enfoque dejaba fuera del jardín la enseñanza de los
contenidos propios de la matemática. El clasificar y el seriar no son acciones excluyentes
del área de matemática.
Por ejemplo: si vamos de visita a la plaza y recogemos las hojas caídas, podemos
llegar a la sala y pedirles a los niños que las agrupen de diferentes maneras. Ese
agrupamiento puede servir tanto para trabajar contenidos matemáticos referidos al número
como: qué grupo tiene mayor, menor, igual, cantidad de hojas, así como contenidos
relacionados con ciencias naturales: tipo de borde, de nervadura, relacionar el color con la
estación del año, etc.
En este momento, el desafío que se nos plantea es recuperar el rol enseñante del
docente sin dejar de considerar que el niño construye su propio saber participando
activamente en las propuestas didácticas.
5
Sole i. Gallart, I., “¿Se puede enseñar lo que se ha de construir?”, en Cuadernos de Pedagogía, N° 188,
Barcelona.
7
cuenta los aportes de la psicología del desarrollo y del aprendizaje. El aula ya no es un
laboratorio sino un espacio para la enseñanza y el aprendizaje.
Para que este pasaje se haga realidad en el aula es necesario que el docente conozca,
indague, los saberes temáticos que el niño trae al jardín, seleccione los contenidos a enseñar
y proponga situaciones-problema que planteen un obstáculo cognitivo cuya resolución
permita al niño modificar, construir, relativizar, ampliar sus saberes.
Regine Douady6 sostiene que los conocimientos matemáticos deben ser construidos
por los alumnos en un proceso dialéctico. Proceso en el cual los conocimientos son primero
instrumentos, herramientas, recursos para resolver problemas para luego ser considerados
como objetos de estudio en sí mismos. Esta relación se conoce con el nombre de dialéctica
instrumento-objeto.
Por ejemplo: un niño puede reconocer ante dos dados el valor total, ante 4 y 3 puede
responder 7. Esto no significa que pueda conceptualizar que la acción de juntar, reunir,
agregar, son significados de la operación suma.
Se considera que el niño, primero hace uso de los conocimientos para luego
analizarlos como objeto de estudio.
Hemos realizado una breve reseña del abordaje de la matemática en el Nivel Inicial,
relacionando el área con las diferentes concepciones pedagógicas de cada momento
histórico.
Los aspectos a tener en cuenta en todo acto pedagógico son múltiples; nosotras, a
fines didácticos, vamos a reflexionar sobre algunos que consideramos relevantes:
Problema y juego.
6
Douady, R., “Los números: un recurso para el niño”, en Un, dux… beaucoup, passionnément, I.N.R.P.:
“Rencontres Pédagogiques”, Francia, 1988.
8
Variable didáctica.
Organización grupal.
Problema y juego
Históricamente, dentro del nivel, el juego ocupó un lugar central por ser considerado la
actividad natural del niño y por posibilitarle dominar el mundo que lo rodea, articulando la
realidad y la fantasía, el conocimiento y la emoción, el yo y el otro.
El interés que a todo niño le despierta el juego hace que este sea utilizado por el
docente con fines didácticos. Nosotras nos referiremos a este tipo de actividad lúdica en
relación con el aprendizaje matemático, sin desconocer el valor que dentro del nivel tiene el
juego espontáneo.
El docente, en este nivel, es quien debe proponer a los niños situaciones con carácter
lúdico que impliquen un obstáculo cognitivo a superar, garantizando de esta forma tanto el
interés y la motivación del niño como la construcción de saberes.
El docente debe tener una clara intencionalidad pedagógica que le permita, partiendo
de los saberes y de los intereses de los niños, plantear situaciones problemáticas que
involucren los contenidos seleccionados sin perder de vista lo lúdico. Las propuestas
didácticas deben aunar el placer y la diversión del juego con el desafío y el compromiso de
la situación de aprendizaje.
Por ejemplo: el niño puede jugar a la rayuela tanto en la vereda de su casa como en la
escuela. Si lo hace en el patio de la escuela con sus compañeros y sin intervención de la
docente, estamos en presencia de un juego espontáneo similar al que puede realizar en la
vereda de su casa. En cambio, si la rayuela es propuesta por el docente con la
intencionalidad de trabajar la serie numérica, pasa de ser un juego espontáneo a
transformarse en una actividad lúdica que plantea situaciones problemáticas.
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Proponemos rescatar juegos tradicionales, populares, “de la vereda”, didácticos,
reglados, para abordar intencionalmente contenidos matemáticos. Estas situaciones que
relacionan lo lúdico con el obstáculo cognitivo permiten, en el transcurso del juego, incluir
nuevos problemas y reflexionar sobre lo realizado.
Dentro de nuestra área cobran especial interés los juegos reglados. Recordemos la
caracterización que realizan Constance Kamii y Rheta Devries.7
1) Proponer algo interesante y estimulante para que los niños piensen en cómo
hacerlo.
3) Permitir que todos los jugadores participen activamente durante todo el juego”.
Las autoras nos plantean tener en cuenta múltiples variables. Cuando sostienen que el
juego debe incluir “algo interesante y estimulante” hacen referencia a lo lúdico unido al
obstáculo a resolver. El obstáculo cognitivo debe ser planteado intencionalmente por el
docente a fin de lograr que el niño se apropie de contenidos matemáticos.
Por ejemplo: Marcela, docente de sala de 4°, se propone trabajar con los niños
relaciones de igualdad para lo cual selecciona juegos de recorrido. Propone jugar con un
dado avanzando los casilleros que el mismo indica. Para que el juego sea más divertido, el
recorrido incluye obstáculos simbolizados con casilleros pintados de dos colores. Todas
estas decisiones didácticas deben ser tomadas por Marcela antes de presentar el juego. Los
niños pueden decidir qué hacen al llegar a cada color. Estas decisiones que pueden ser:
avanzar, retroceder, cantar una canción, no modifican los contenidos que Marcela se
propone trabajar intencionalmente, pero si cambian la dinámica.
Si bien toda propuesta matemática debe tener un carácter lúdico, no siempre adquiere
la forma de juego reglado.
7
Kamii, C. y Devries, R., Juegos colectivos en la primera enseñanza, Madrid, Visor, 1985.
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Por ejemplo: Patricia para trabajar la longitud les propone a los chicos que comparen
sus estaturas. Esta actividad, que incluye un problema a resolver, motiva a los niños,
despierta su interés, los divierte, les permite aprender, pero no tiene el mismo potencial
lúdico que el juego anterior.
Hay otras situaciones que se realizan diariamente en el jardín, como por ejemplo el
registro de asistencia y el meteorológico, el reparto y guardado de materiales, que si bien no
son juegos, resultan interesantes a los niños. Se trata de actividades cotidianas o funcionales
que son necesarias para el funcionamiento de la tarea en la sala y que resultan fértiles para
el planteo de situaciones problemáticas por parte del docente.
Si esta actividad se repite de la misma manera todas las semanas, pasa de ser una
situación cotidiana o funcional ser “rutinaria”, es decir, pierde su valor de situación
problemática y ya no genera aprendizaje.
En una buena situación deben confluir tanto el conocimiento que el docente tiene de
sus alumnos como de su intencionalidad pedagógica.
Variable didáctica
Hasta aquí hemos reflexionado sobre la estrecha relación entre problema, juego,
aprendizaje, enseñanza, intencionalidad docente, teniendo en cuenta que todos estos
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elementos intervienen en la situación didáctica. Sin embargo es la consigna que formula el
docente, la que plantea el problema al niño.
Dos docentes de sala de 4 les proponen a sus niños realizar un juego de emboque:
formar cuatro grupos, embocar pelotas en una caja y registrar lo realizado a fin de saber
quién ganó.
Para que los alumnos realicen el registro cada docente formula la siguiente consigna:
Susana: “Cada grupo debe dibujar un redondelito por cada pelota que emboca”.
La consigna formulada por Susana no plantea un problema, pues les dice a los niños
cómo realizar el registro, los niños sólo cumplen la orden dada por la docente.
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La propuesta “b”, aunque se plantee con la misma consigna, implica una variación en
las reglas que la docente propone, con la intención de ampliar el campo numérico
involucrado.
Otra de las decisiones que un docente debe tomar son los materiales a utilizar.
Siguiendo con nuestro ejemplo, Mercedes les propone a los niños utilizar pelotas de
diferentes colores, teniendo en cuenta que:
y les plantea:
“Cada nene debe arrojar una pelota de cada color y anotar los puntos obtenidos.
Gana el grupo que obtiene más puntos”.
Por ejemplo:
Por lo tanto, gana el Equipo B, que si bien embocó menor cantidad de pelotas, obtuvo
mayor puntaje.
Los ejemplos analizados nos permiten reflexionar acerca de cómo el docente a partir
de la consigna, las reglas y los materiales puede modificar la situación problemática inicial
e ir complejizándola o simplificándola a fin de plantear nuevos desafíos cognitivos cuya
superación implique una nueva construcción, es decir, un avance en los conocimientos.
Estas variaciones que implicaron nuevos desequilibrios y que se produjeron en
diferentes elementos de la situación didáctica, es lo que se conoce con el nombre de
variable didáctica.
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El ERMEL (Equipo de Didáctica de la Matemática)8 sostiene que:
“Variable didáctica es una variable de la situación sobre la cual el docente puede actuar y que
modifica las relaciones de los alumnos con las nociones en juego, provocando la utilización de
distintas estrategias de solución”.
Organización grupal
Son las situaciones de aula, el espacio en el cual el niño, interactuando con otros en la
superación de obstáculos cognitivos, construye su conocimiento.
El docente debe enseñar esta dinámica de trabajo en forma secuencial a lo largo de las
distintas salas. Este aprendizaje incluye la apropiación de contenidos actitudinales y
procedimentales de gran importancia, entre los saberes que el Nivel Inicial debe garantizar.
8
ERMEL (Equipo de Didáctica de la Matemática), Aprendizajes numéricos y resolución de problemas,
Instituto Nacional de Investigación Pedagógica, París, Hatier, 1990.
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En este tipo de organización grupal es necesario tener en cuenta:
El tamaño de los grupos. Es conveniente que la cantidad de niños por grupo oscile
entre 4 (cuatro) y 6 (seis). Cuanto más pequeños son los niños, menor cantidad de
integrantes deben tener los grupos. También esta variable depende de la tarea a
realizar.
Conformación de los grupos. Los integrantes de los grupos no deberán ser fijos, ya
que la variedad de interacciones permite un mayor enriquecimiento. Serán útiles
tanto los agrupamientos de los niños a partir de niveles cercanos de
conceptualización, como de otros más alejados, e incluso, en muchos momentos,
los agrupamientos espontáneos. La heterogeneidad u homogeneidad de los grupos
depende del objetivo a lograr.
Los niños, desde sus saberes y en interacción con los compañeros de su grupo,
proponen, discuten, confrontan, preguntan, buscando una solución al problema
planteado.
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El maestro organiza y coordina la puesta en común. Cada grupo presenta sus
soluciones, explica sus ideas a los demás. Todos analizan, comparan, valoran, las
soluciones presentadas.
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