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Bienestar Psicológico. Consideraciones teóricas.


Autora: Mg. Claudia Paola Coronel de Pace

A la pregunta sobre qué es “sentirse bien” o “vivir bien” la podemos rastrear


a lo largo de la historia. Para los filósofos griegos “la buena vida” constituía una
virtud. Aristóteles habla del “Sumo Bien” y de la “Felicidad Suma” como el objetivo
o finalidad del transcurrir humano. Igualmente los discípulos del filósofo chino
Confucio describían a una buena calidad de vida en términos de una sociedad
ordenada en donde cada ciudadano tiene roles y responsabilidades claramente
delimitados y en los que se lo se los puedan ejercer correctamente (Diener, Suh,
2000).
Son estos términos los que posteriormente dieron lugar a conceptos más
operativos como el de bienestar personal o de satisfacción con la vida (Fierro,
2000). La introducción tan tardía de los mismos como objeto de interés para la
Psicología responde en parte a lo abstracto del concepto como a la misma
orientación terapéutica vinculada al estudio del malestar o de los estados
psicopatológicos de la Psicología. Además, el foco de interés de la Psicología (los
estados mórbidos) ha hecho que se forme una fuerte tendencia experimental
excesivamente comportamental dejando de lado los elementos subjetivos o
valorativos.
Ahora bien, podemos decir que el interés por el estudio del bienestar ha
existido desde larga data. Los estudios iniciales en esta área estuvieron centrados
en aspectos externos como los de las condiciones de vida, nivel de vida y de
calidad de vida. Los estudios originales estaban relacionados con una fuerte
tradición economicista. La calidad de vida ha sido y es objeto de innumerables
estudios. La Organización Mundial de la Salud (OMS) (1992) define a la calidad de
vida como la “percepción que un individuo tiene de su lugar en la existencia, en el
contexto de la cultura y del sistema de valores en los que vive y en relación con
sus objetivos, sus expectativas, sus normas e inquietudes”. Es un concepto amplio
influido de modo complejo por la salud física del sujeto, su estado psicológico, su
nivel de independencia, sus relaciones sociales, así como por su relación con el
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entorno. El concepto de calidad de vida, en términos subjetivos, surge cuando las


necesidades básicas han sido satisfechas. El nivel de vida está delimitado por
aquellas condiciones medibles, tales como la renta per cápita, nivel educativo, las
condiciones de vivienda. Se considera que la calidad de vida aparece cuando está
establecido un bienestar social. Desde esta perspectiva, se han llevado a cabo
estudios que asocian estas variables con las de género, edad, nivel económico-
social, salud, nivel de ingresos, entre otras (García Martín, 2004).

¿Qué entendemos por bienestar psicológico?


El concepto de bienestar psicológico ha surgido en los Estados Unidos y se
fue precisando a partir del desarrollo de las sociedades industrializadas y del
interés por las condiciones de vida. Preguntas tales como ¿por qué algunas
personas se sienten más satisfechas con sus vidas que otras? y ¿cuáles serían
los factores relacionados con el bienestar psicológico y la satisfacción? son las
que dieron origen a muchos de los estudios sobre esta temática.
Inicialmente, se asociaba el sentirse bien con la apariencia física, la
inteligencia o el dinero, pero actualmente, como resultado de diversas
investigaciones en el tema, se sabe que el bienestar psicológico no sólo se
relaciona con éstas variables sino también con la subjetividad personal (Diener,
Suh y Oishi, 1997).
Por otra parte, no existe dentro de la comunidad científica un consenso
sobre su definición. Las definiciones del bienestar en la literatura sobre el tema no
resultan del todo explícitas y en general están ligadas con los instrumentos
utilizados para su medición. Se las podría caracterizar a partir de tres elementos:
su carácter subjetivo, que descansa sobre la propia experiencia de la persona; su
dimensión global, porque incluye la valoración del sujeto en todas las áreas de su
vida; y la apreciación positiva, ya que su naturaleza va más allá de la mera
ausencia de factores negativos (Diener, 1994).
Veenhoven (1991) define al bienestar subjetivo como el grado en que un
individuo juzga su vida “como un todo” en términos positivos, es decir, en qué
medida un sujeto se encuentra a gusto con la vida que lleva. Según este autor, el
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individuo utiliza dos componentes para realizar esta evaluación: sus pensamientos
y sus afectos. El componente cognitivo, -la satisfacción con la vida-, representa la
discrepancia percibida entre sus aspiraciones y sus logros; su rango oscila desde
la sensación de realización personal hasta la experiencia vital de fracaso. La
principal característica del bienestar es ser estable, se mantiene en el tiempo e
impregna la vida global de los sujetos. Andrews y Withey (1976) definen al
bienestar subjetivo tomando en cuenta los aspectos cognitivos y afectivos. El
componente afectivo comprende el plano hedónico, es decir, el que contiene el
agrado experimentado por la persona con sus sentimientos, emociones y estados
de ánimo más frecuentes. Es mucho más lábil, momentáneo y cambiante. Ambos
componentes se encuentran interrelacionados, una persona que tiene
experiencias emocionales placenteras es más probable que perciba su vida como
deseable y positiva. Igualmente los sujetos que tienen un alto bienestar son
aquellos que experimentan satisfacción con la vida, en los que predomina una
valoración positiva de sus circunstancias vitales; frecuentemente su estado
anímico es bueno y sólo ocasionalmente experimentan emociones displacenteras
como la tristeza. En cambio, lo sujetos “infelices” serían aquellos que valoran la
mayor parte de sus acontecimientos vitales como perjudiciales y negativos
(Veenhoven, 1991, Diener, 1994).
Diener (1994) sostiene que el bienestar subjetivo presenta elementos
estables y cambiantes a la vez, si bien es estable a lo largo del tiempo, puede
experimentar variaciones circunstanciales en función de los afectos
predominantes.
La satisfacción con la vida y el componente afectivo del bienestar subjetivo
tienden a correlacionar porque ambos están influidos por la valoración que realiza
el sujeto acerca de los sucesos, actividades y circunstancias en los que se
desarrolla su vida. Igualmente, estos componentes, pueden diferir, puesto que la
satisfacción con la vida representa una valoración global de la vida como un todo,
mientras que el balance afectivo depende más de las reacciones puntuales a
eventos concretos que acontecen en el transcurrir de su vida.
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Según Diener y Diener (1995) a las definiciones sobre el bienestar se las


pueden agrupar en tres grandes categorías. La primera corresponde a las
descripciones sobre el bienestar referidas a la valoración que realiza el propio
sujeto de su vida en términos favorables; éstas se relacionan con la satisfacción
vital. Una segunda agrupación posible corresponde a la preponderancia de afectos
positivos sobre los negativos; esto se refiere a lo que usualmente una persona
puede definir como bienestar cuando predominan los afectos positivos más que
los negativos. Y la última categoría hace referencia a aquella desarrollada por los
filósofos griegos, descripta anteriormente, que concibe a la felicidad como una
virtud y como el único valor final y suficiente en sí mismo. Es, porque todo lo
demás no es más que un medio para alcanzarla y suficiente porque, una vez
conseguida, nada más es deseado.
Como expresamos anteriormente, la revisión de los estudios sobre el
bienestar subjetivo señala que existe acuerdo entre los distintos investigadores
con respecto a los elementos que componen su estructura. Éstos elementos
serían: satisfacción con la vida, afecto positivo y afecto negativo (Véase Cuadro N°
1). De ello se pueden diferenciar dos grandes dimensiones: la dimensión cognitiva
y la dimensión emocional o afectiva (Diener, Suh, Lucas y Smith, 1999). En el
siguiente cuadro se pueden ver detallados los elementos de esta estructura.

Cuadro N° 1. Componentes del bienestar subjetivo.


Afecto Positivo Afecto Negativo Satisfacción con Dominios de
la vida Satisfacción
Alegría Culpa y vergüenza Deseo de cambiar Trabajo
la vida
Euforia Tristeza Satisfacción con la Familia
vida actual
Satisfacción Ansiedad y Satisfacción con el Ocio
preocupación pasado
Orgullo Enfado Satisfacción con el Saludo
futuro
Cariño Estrés Satisfacción con Ingresos
cómo otros ven
nuestra vida
Felicidad Depresión Con uno mismo
Éxtasis Envidia Con los demás
Fuente: Diener, Suh, Lucas y Smith (1999).
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Con respecto a las dimensiones del bienestar psicológico, hay otros


autores, como es el caso de Ryff (1989), que sugieren ampliar estas dimensiones.
Esta autora entiende por bienestar psicológico el resultado de una evaluación
valorativa por parte del sujeto con respecto a cómo ha vivido. Para una mayor
comprensión del mismo ofrece una articulación de las teorías del desarrollo
humano óptimo, el funcionamiento mental positivo y las teorías del ciclo vital. Con
respecto a las dimensiones, pudo determinar, a través del análisis factorial en la
población norteamericana, la existencia de las siguientes seis dimensiones (Ryff y
Keyes, 1995).
1. Apreciación positiva de sí mismo
2. Capacidad para manejar de forma efectiva el medio y la propia vida
3. Alta calidad de los vínculos personales
4. Creencia de que la vida tiene propósito y significado
5. Sentimiento de que se va creciendo y desarrollando a lo largo de la vida
6. Sentido de autodeterminación
Podemos expresar que el bienestar psicológico se presenta como un
concepto multidimensional (Ryff y Keyes, 1995). Es un concepto complejo que ha
sido empleado de un modo impreciso en relación con otros como satisfacción vital
y calidad de vida, como lo hemos señalado anteriormente. Ryff y Keyes (1995)
diferencian al bienestar psicológico, definiéndolo como percepción subjetiva,
estado o sentimiento; la satisfacción es entendida como la gratificación
proporcionada por los proyectos personales; mientras que la calidad de vida es el
grado en que la vida es percibida favorablemente. Consideran que se lo puede
medir a través de algunos de sus componentes, -afectos y cognición-, los cuales
tienen que ser examinados en diferentes contextos tales como familia y trabajo.

El Bienestar Psicológico en la adolescencia


Teniendo en cuenta los aspectos del bienestar señalados por Ryff (1989) se
puede plantear qué es lo que ocurre en la adolescencia; el adolescente debe
atravesar numerosas situaciones de cambio con relación a sí mismo y al entorno,
lo que incide en su autoapreciación y en el empleo de recursos para enfrentar las
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nuevas circunstancias desde lo intrapsíquico y lo interpersonal. Desde un enfoque


salugénico interesa no sólo la identificación de los denominados factores de
riesgo, sino también de aquellos factores protectores de la salud (Casullo y Castro
Solano, 2000). De allí el interés por identificar qué variables se encuentran
asociadas con un elevado nivel de bienestar psicológico e identificadas éstas,
poder realizar inferencias sobre cuáles serían los factores protectores de la salud
del adolescente.

El Bienestar psicológico y su relación con el contexto social


Con respecto al contexto, si bien se conoce por diversos estudios que las
variables sociodemográficas no son buenas predictoras del bienestar (Casullo y
Castro Solano, 2000) la pregunta sería ¿qué contexto favorece el bienestar e
incrementa la calidad de vida? Las investigaciones realizadas desde esta
perspectiva revelan que no hay diferencias en el bienestar subjetivo de los sujetos
que viven en condiciones sociales aceptables o en cuyos niveles de satisfacción
con la vida se encuentran resueltos, de aquellos sujetos que viven en países
menos desarrollados. La diferencias encontradas en los niveles de bienestar
fueron en las comparaciones entre aquellos países muy pobres y los países
desarrollados. Estos resultados indican que una vez satisfechas las necesidades
básicas, no existen diferencias en los niveles de satisfacción entre los distintos
grupos sociales (Diener y Diener, 1995). La pregunta no resuelta es cuál es el
contexto que da lugar a una mejor calidad de vida.

El bienestar psicológico y su relación con la personalidad


Un desafío para la investigación es examinar las relaciones entre la
personalidad y el bienestar subjetivo. El impacto de la cultura en el bienestar
psicológico constituye un tema relevante y de interés para la psicología
transcultural (Diner y Suh, 2001).
Investigaciones diferentes destacan que los individuos más felices y
satisfechos sufren menos malestar, tienen apreciaciones personales más
calificadas y tienen habilidades para el manejo del entorno físico y social.
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Veenhoven (1995) caracteriza a la felicidad y al bienestar psicológico como


disposiciones bio-psicológicas-naturales. Así como la salud es el estado natural
biológico del organismo, en el área psicológica esa disposición la constituye el
bienestar subjetivo (Casullo y Castro Solano, 2000).
Los rasgos de personalidad que mayor relación presentan con el bienestar
psicológico son la extraversión y el neuroticismo (Costa y Mc Crae, 1980). Estos
autores expresan que los rasgos de personalidad pueden ser explicados por cinco
grandes factores, referidos a los siguientes planteos sobre una persona: 1) ¿es
más o menos estable emocionalmente? –neuroticismo/estabilidad emocional. 2)
¿es sociable, conversador o es retraído y distante? –extroversión/introversión- 3)
¿está abierto a las nuevas experiencias que le suceden?-apertura a la
experiencia- 4) ¿es una persona agradable que suele llevarse bien con los demás
o es hostil en los vínculos personales? –agradabilidad- y 5) ¿suele ser una
persona responsable y escrupulosa o desordenada y poco confiable? –
responsabilidad- (Castro Solano y Casullo, 2002). Siguiendo los aportes de estos
autores, la extraversión ejerce su influencia sobre el afecto positivo, mientras que
el neuroticismo tiene un importante efecto sobre el componente negativo. Estas
consideraciones conducen a afirmar que estos dos factores de la personalidad
llevan al afecto positivo y al afecto negativo respectivamente, por lo que su
vinculación con el bienestar subjetivo es evidente. Estudios realizados desde esta
perspectiva dieron como resultado las siguientes asociaciones: el factor
neuroticismo como un predictor potente del afecto negativo, en tanto que el afecto
positivo es pronosticado por la dimensión extraversión y por la cordialidad
(DeNeve y Cooper, 1998).
Lógicamente, no se puede reducir solamente a estos dos factores la
vinculación entre personalidad y bienestar psicológico. También se ha encontrado
una asociación entre la autoestima y el bienestar subjetivo, esta asociación debe
ser considerada bidireccional, puesto que la autoestima baja cuando la persona
atraviesa situaciones vitales desafortunadas y viceversa. Por otro lado, en los
países donde el individualismo es muy marcado la autoestima es mayor, es decir
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que la autoestima está mediatizada por factores culturales (Diener y Diener, 1995;
Diener, 1998; García Martín, 2004).
Por otra parte, se verificó que aquellas personas a las que se les
presentaba algún cambio (como ser, lugar de residencia, de estado civil o empleo)
comparadas con las que mantenían estables sus condiciones de vida no
mostraban cambios importantes en su nivel de bienestar psicológico. Lo que se
comprobó es que momentáneamente su nivel de bienestar se veía influido por
estas circunstancias, pero que al cabo de un determinado tiempo volvían a su
línea de base. Estos hallazgos sugieren que el bienestar subjetivo tiene una
directa vinculación con el temperamento de las personas (Costa, Mc. Crae y
Zonderman, 1987).

La escala de Bienestar Psicológico para adolescentes (BIEPS-J)


La escala de Bienestar que utilizamos para desarrollar los estudios que se
detallan en el capítulo V del presente libro fue diseñada por Casullo (2002). Esta
autora toma como referencia las propuesta de Schmutte y Ryff, (1997), los cuales
expresan que el bienestar fue identificado, por un lado, con las emociones
positivas y la ausencia de emociones negativas y por otro lado, una persona se
siente feliz y satisfecha cuando experimenta mayor cantidad de afectos positivos.
Estos autores señalan que el bienestar es identificado con los afectos y la
personalidad. En cuanto a los rasgos de personalidad que se relacionan con un
estado de bienestar se refieren a las emociones positivas como características
estables de la personalidad.
Los autores de la Escala de BIEPS-J tomaron como base las seis
dimensiones propuestas por Ryff (Apreciación positiva de sí mismo, Capacidad
para manejar de forma efectiva el medio y la propia vida; Alta calidad de los
vínculos personales; Creencia de que la vida tiene propósito y significado;
Sentimiento de que se va creciendo y desarrollando a lo largo de la vida; y Sentido
de autodeterminación). En una primera instancia se redactaron 36 ítems
intentando operacionalizar cada una de estas dimensiones. Esta versión fue
sometida a jueces para determinar la correspondencia entre la escala y las
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dimensiones. Del resultado de estos jueces se incorporaron solamente aquellos


ítems de la prueba que presentaron un 75% de correspondencia, quedando cinco
de las seis dimensiones, a saber: autonomía, control, vínculos, proyectos y
aceptación de sí mismo. Luego se sometió a un análisis psicométrico para verificar
si estas dimensiones diferenciaban a los jóvenes sanos de los clínicos. A partir de
esto se diseñó un instrumento integrado por 20 ítems considerando las siguientes
dimensiones: Autonomía, Control de situaciones, Vínculos psicosociales y
Aceptación de sí mismo. Se seleccionaron 4 ítems para cada una de las cinco
dimensiones. Cada frase responde a un formato tipo Likert con tres opciones de
respuesta (De acuerdo; Ni de acuerdo ni en desacuerdo; y En desacuerdo). Se
trabajó con una puntuación total y una para cada una dimensión de la escala.
Luego se realizó un análisis factorial para verificar la pureza psicométrica de la
prueba. De este análisis factorial resultaron 4 dimensiones que explicaban la
varianza: Control de Situaciones, Vínculos, Proyectos y Aceptación de Sí Mismo.
Por otra parte, se calculó la confiabilidad de la técnica, y a partir de esto se
eliminaron 7 ítems de los 20 iniciales.
En términos generales, la escala de BIEPS-J es una prueba objetiva,
autoadministrable, válida y confiable para la evaluación de la percepción subjetiva
del bienestar psicológico en los adolescentes. Con respecto a los criterios de
análisis de esta prueba, se utiliza el puntaje total comprendido por la suma de
cada uno de los ítems correspondientes a cada respuesta.
La puntuación es la siguiente: para las respuesta de Acuerdo, 3 puntos;
para las de Ni de acuerdo ni en desacuerdo, 2 puntos; y para las de En
Desacuerdo, 1 punto (Ver Tabla 1). El puntaje que se obtiene se transforma en
Percentiles, según la siguiente tabla (véase Tabla 2) sin diferencia de sexo o edad.
Las edades comprendidas para la administración de esta escala oscila entre los
13 y 18 años de edad.
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Tabla 1. Valoración de las respuestas de la escala de Bienestar Psicológico.


BIEPS-J.
De Acuerdo 3 puntos
Ni de acuerdo ni en desacuerdo 2 puntos
En desacuerdo 1 punto
Fuente: Casullo (2002). Evaluación del Bienestar Psicológico en Iberoamérica. Buenos Aires,
Argentina: Paidós.

Tabla 2. Percentiles correspondientes a los puntajes directos de la escala de


Bienestar Psicológico (BIEPS-J).

Puntaje directo Percentil


28 5
33 25
35 50
37 75
39 95
Fuente: Casullo (2002). Evaluación del Bienestar Psicológico en Iberoamérica. Buenos Aires,
Argentina: Paidós.

Las puntuaciones que se interpretan corresponden a los Percentiles 75 o


más –alto bienestar- y los Percentiles 25 o menos –bajo bienestar-. Una persona
tiene alto bienestar si experimenta satisfacción con su vida, si frecuentemente su
estado de ánimo es bueno y si sólo ocasionalmente experimenta emociones poco
placenteras como tristeza o rabia.
Luego de realizar el análisis cuantitativo es conveniente hacer un análisis
exhaustivo de las respuestas agrupadas según las dimensiones. Para esto se
detallan en la Tabla 3 los ítems que corresponden según las dimensiones que
evalúa la escala BIEPS-J.

Tabla 3. Dimensiones evaluadas por la escala de Bienestar Psicológico. BIEPS-J.


Dimensiones BIEPS-J Ítems
Control de situaciones 13, 5, 10 y 1
Vínculos psicosociales 8, 2 y 11
Proyectos personales 12, 6 y 3
Aceptación de sí mismo 9, 4 y 7
Fuente: Casullo (2002). Evaluación del Bienestar Psicológico en Iberoamérica. Buenos Aires,
Argentina: Paidós.

En síntesis, como expresamos anteriormente el concepto de bienestar


subjetivo es complejo y multifacético.
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Podríamos decir que es el resultado de la valoración global mediante la


cual, a través de la articulación de los aspectos afectivos y cognitivos, el sujeto
tiene en cuenta tanto su estado anímico presente como la congruencia entre sus
logros alcanzados y sus expectativas sobre una serie de dominios vitales así
como, en conjunto, sobre la satisfacción con su vida (García Martín, 2004). En
este sentido, lo subjetivo no se opone a lo objetivo sino que se complementan.
Por otra parte, el bienestar psicológico depende de la congruencia entre las
aspiraciones de una persona, la percepción que tiene de sí mismo y de su entorno
y la posibilidad de cambiar o realizar acciones positivas en sus circunstancias de
vida. Igualmente, son importantes los estudios realizados sobre las variables de
personalidad y la relación con el bienestar. Con respecto a esto, podríamos
expresar que, si bien aún las investigaciones no han agotado este punto, los
resultados hallados indican que la clave del bienestar está en los factores de
personalidad más que en los contextuales. Desde esta perspectiva, se necesitan
más investigaciones que abonen el entrelazamiento bienestar-personalidad.

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