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VIDA EN ADOLESCENTES
INTRODUCCIÓN
En ese sentido, la psicopatología adolescente había sido considerada tanto como una suerte
de continuación de la psicopatología infantil (consecuencia de los problemas madurativos
acontecidos en los primeros años de vida) o como una patología similar a la observable en
los trastornos de los adultos. En ambos casos, siempre ligada a una nosografía como la
señalada en los manueles tipo DSM.
En las últimas décadas no sólo se ha puesto en evidencia que lo anterior no es así, sino que
además los límites de la adolescencia se han ido expandiendo y difuminando (Lambruschi y
Ciotti, 1995; Lambruschi, 2001). Además, se ha hecho evidente que el estudio de los
adolescentes no sólo se debe enfocarse en la patología, sino también en aquellos
comportamientos que son adaptativos.
La adolescencia es un período complejo del desarrollo del ser humano, en el cual se espera
que los individuos sean capaces de resolver una serie de tareas, tanto a nivel social,
individual, cognitivo, sexual, emocional, de diferenciación, etc.
El concepto de Calidad de Vida se puede remontar a los Estados Unidos tras la Segunda
Guerra Mundial y su uso se expande a mediados de los años sesenta (Gómez-Vela y
Verdugo, 2004), cuando los economistas y científicos sociales comienzan a realizar
investigaciones en Calidad de Vida recolectando información y datos objetivos como el
nivel socioeconómico, educacional o el tipo de vivienda (Urzúa y Caqueo-Urizar, 2012).
Sin embargo, los indicadores de tipo económico eran muchas veces insuficientes para
explicar la varianza en la calidad de vida individual (Bognar, 2005), por lo que algunos
autores hipotetizaron que las variables subjetivas, como la felicidad y la satisfacción, serían
aquellas que podrían explicar de mejor forma el fenómeno (Haas, 1999).
Los investigadores de esta nueva concepción vinculan, entre otras, al bienestar con el
contacto social y las relaciones interpersonales (Erikson, 1996), con la participación social,
arraigo y contactos comunitarios (Allardt, 1996), con la familia y el contacto social (Diener,
1994a), con los recursos sociales (Veenhoven, 1994), con las relaciones positivas con los
demás (Ryff y Keyes, 1995; Keyes, Ryff y Shmotkin, 2002) y con el funcionamiento social
(Smith, Avis y Assmann, 1999).
Tal como se aprecia, el contacto con los otros, el nivel de participación y funcionamiento
social, así como el arraigo son elementos que se pueden observar al interior de
establecimientos educacionales y que resultan importantes a la hora de hablar de calidad de
vida.
Existen múltiples conceptos que se encuentran relacionados y que muchas veces son
utilizados de manera indistinta por diversos autores, tales como: satisfacción con la vida,
bienestar subjetivo, bienestar, autoreporte en salud, estado de salud, salud mental, felicidad,
gaudibilidad, ajuste, estado funcional y valores vitales (Meeberg, 1993).
Así, la Calidad de Vida es un concepto polisémico que tiene una serie de acepciones, las
cuales pueden ser clasificadas de diversas formas. Siguiendo a Borthwick-Duffy (1992) se
pueden observar definiciones que:
1) Apuntan a entender que la Calidad de Vida hace referencia a Condiciones de Vida,
es decir, que la calidad de vida sería la suma de puntajes de las condiciones de vida
objetivamente medibles en una persona, como los bienes y servicios de los que
dispone, la salud física o las actividades funcionales.
2) Un segundo tipo de definición apunta a que la calidad de vida dice relación con la
satisfacción con la vida, sería así un sinónimo de satisfacción personal y presumiría
la capacidad del individuo de abstraerse de su contexto, por lo que algunos la han
denominado como “calidad de vida subjetiva”. Uno de los temas polémicos que se
desprenden de este tipo de definición radica en la capacidad de insight o de
conciencia que puede o podría tener una persona para evaluar su calidad de vida
(Verdugo, Schalock, Keith y Stancliffe, 2005).
3) Un tercer tipo de definiciones consideran a la calidad de vida como una mezcla de
los dos tipos de definiciones anteriores, es decir, sería la congruencia entre las
condiciones de vida y la satisfacción con la vida. En otras palabras, la calidad de
vida sería el establecimiento objetivo de las condiciones mediante indicadores
materiales, biológicos, sociales, conductuales y psicológicos, junto con los
sentimientos subjetivos que se tiene sobre cada uno de dichos aspectos.
Por lo tanto, una persona con alto bienestar subjetivo experimenta frecuentes afectos
positivos, infrecuentes afectos negativos y un alto nivel de satisfacción de vida a nivel
global y/o en aspectos específicos. El bienestar subjetivo ha sido ligado a varias
experiencias vitales tanto a largo plazo como a corto plazo.
Satisfacción
vital
Disponibilidad de
bienes y servicios
Objetivo C. Cognitivo Dominios de
satisfacción
Calidad de
Vida Positivo
Subjetivo
Bienestar C. Afectivo (Felici
subjetivo
dad)
Negativo
Figura 1: Relación entre los conceptos de calidad de vida, bienestar subjetivo,
satisfacción vital y felicidad, tomado de Moyano y Ramos (2007).
Si bien no existe una única definición del bienestar subjetivo, para algunos es un elemento
o juicio cognitivo, ya que como explicita Veenhoven (1991) es el grado en el que un
individuo juzga globalmente su vida en términos favorables, incluyendo elementos
cognitivos y afectivos.
De manera similar a lo señalado por Diener (1984, 1994a), Ryff (1989a) critica los estudios
clásicos de bienestar al considerar que han entendido al bienestar como ausencia de
malestar o de trastornos psicológicos, ignorando componentes como la autorrealización, el
significado vital, el ciclo vital y el funcionamiento mental óptimo, por lo que propone un
constructo multidimensional del bienestar más que uno unidimensional (Ryff y Keyes,
1995).
El concepto de calidad de vida ha ido teniendo cada vez más importancia, hasta el punto de
que en países como Canadá y Estados Unidos se ha llegado a proponer que la calidad de
vida de las personas y familias sea considerada como un indicador de éxito de los
programas e iniciativas vinculadas a la intervención (Poston, Turnbull, Park, Mannan,
Marquis y Wang, 2003).
Existen dos tipos, los genéricos y los específicos. Los genéricos miden diversas
dimensiones y están diseñados para el uso general de la población, independientemente de
si las personas presentan o no problemas de salud.
Permiten establecer niveles de comparación global sobre el daño o impacto que producen
las distintas enfermedades, el impacto relativo de diferentes enfermedades sobre el estado
de salud (Alonso, Prieto y Antó, 1995), o realizar “estudios comparativos entre personas
sanas y personas afectadas por enfermedades determinadas” (Toledo, Solís y San Martín,
2011, p20).
Por su parte, los cuestionarios específicos se han desarrollado para utilizarse en personas
con una enfermedad concreta como asma, diabetes, depresión y otras (Edwards, Patrick y
Toposki, 2003).
En una revisión bibliográfica realizada hasta diciembre del año 2006, se identificaron 96
instrumentos genéricos y específicos que medían CV en niños/as y adolescentes (Solans,
Pane, Estrada, Serra-Sutton, Berra, Herdman, Alonso y Rajmil, 2008).
Sin embargo, como lo que se busca es evaluar diferentes prioridades y las personas no le
otorgarán los mismos significados a los mismos eventos o experiencias vitales resultará
vital incluir la autopercepción de los participantes (González de Dios, 2004; Urzúa, Cortés,
Prieto, Vega y Tapia, 2009). Es más, la valoración de la propia calidad de vida es más
importante que la percepción experta cuando se relaciona con el bienestar (Diener, 1994b).
En los seres humanos, el primer nivel de conocimiento puede ser definido como un nivel de
organización tácita y se encuentra constituido por un conjunto de procesos y esquemas
emocionales que permiten decodificar y reordenar jerárquicamente las aferencias sensitivo-
sensoriales. Se trata de un nivel basal que se caracteriza por ser general, global u holístico,
escasamente conciente, intuitivo y poco analítico. Representa la experiencia como es vivida
y aporta un sentido cenestésico de sí mismo.
Esta experiencia es explicada y referida a sí mismo de acuerdo al segundo nivel, que es más
cognoscitivo, aquel del conocimiento explícito que utiliza procesos lógico-analíticos que
permiten representarse de manera adecuada las propias necesidades, como el mundo interno
y externo. Esto se realiza con la utilización de las funciones verbales que, a partir del nivel
tácito, estructuran una visión cada vez más articulada y compleja de sí y del mundo.
En este sentido, el conocimiento de los adolescentes respecto de sí, lejos de ser una
adquisición objetiva de su experiencia inmediata, se trata más bien de una actividad
subjetiva, ligada a las tonalidades afectivas y emotivas a tavés de las cuales cada persona,
con su particular OSP se autorrefiere mediante los órganos de los sentidos el constante fluir
de su experiencia inmediata.
Resulta relevante comprender, desde las teorías motoras de la mente, el rol central de los
procesos tácitos, es decir, aquello que el adolescente sabe de sí a diferencia de aquello que
puede decir que sabe. En otras palabras, puede conocer más de lo que puede decir o
expresar explícitamente (mientras que no se puede decir nada sin tomar conciencia de lo
que se puede decir), ya que el conocimiento tácito es primario y fundamental, y sobre él se
puede desarrollar el conocimiento explícito, que es el que se expresa a través de las
respuestas a los distintos instrumentos que miden CV.
El sentido acerca de cómo una persona accede a una realidad externa, conociéndola y
contándosela, así como la visión acerca de sí mismo, emerge acorde al ordenamiento que el
sujeto realiza respecto de las sensaciones y de las activaciones emocionales asociadas a
aquella. Se trata de una interpretación que se realiza como consecuencia de que el
conocimiento no resulte totalmente objetivo ni subjetivo. No es objetivo por cuanto no
resulta independiente del individuo que lo ordena y reordena activamente.
Por otra parte, la presencia o ausencia de bienes materiales, que objetivamente podrían
determinar la calidad de vida de alguien, se encuentra con el problema o la dificulatd de
que la posesión de bienes y servicios no podrán determinar per sé el bienestar. Es más
muchísimos adolescentes pueden tener cubiertas sus necesidads físicas, pero así y todo no
sentirse bien, ya que en muchos casos se observa que de acuerdo a estándares externos o de
los adultos, muchos adolescentes pueden evidenciar sintomatología que puede ser
clasificada como depresiva, pero sin serlo realmente. Asimismo el bienestar dependerá de
procesos individuales, marcados por el devenir histórico de un sujeto determinado.
De la misma manera, la mayoría de los profesionales del área de la salud han estudiado en
un curículum más bien centrado en las carencias, déficits, malestares y enfermedades, más
que en el bienestar, la felicdad y la calidad de vida.
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