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Sinopsis
Él no va a quedarse por una mujer, y ella no va a perseguir a ningún
hombre…

Mitch Kowalski vive con una maleta en mano… y le gusta que sea así. Viajar
por trabajo tiene la ventaja añadida de asustar a las mujeres que de otra forma
tratarían de atarlo. Pero cuando es llamado a casa para ayudar con la posada de la
familia, queda intrigado por la chica nueva en la ciudad y su insistencia en que no
necesita un hombre. Si hay una cosa que Mitch no puede resistir, es un desafío.
Después de una infancia nómada, Paige Sullivan finalmente está echando
raíces. Decidida a pararse sobre sus propios pies, vive por el lema “Los hombres son
un lujo, no una necesidad”. Pero cuando el Sr. Alto, Oscuro y Ardiente toma asiento
en uno de los taburetes en su restaurante y le ofrece seis semanas de perversa
diversión con fecha de caducidad incorporada, está tentada en aceptar.
Son el complemento perfecto para una aventura sin ataduras. Hasta que se
dan cuenta que su romance sensual se ha convertido en algo todo menos informal…

Kowalski Family #4
Capítulo 1
Traducido por LizC y Gemma.Santolaria

Mitch Kowalski iba a noventa cuando pasó más allá de la señalización


“Bienvenido a Whitford, Maine”, y habría sonreído si sonreír en una Harley en la
oscuridad con un casco de lente corta no era una invitación a comer su peso en
insectos.
Estaba en casa de nuevo. O lo estaría después de que pasara directamente a
través de la ciudad y llevara la moto por el camino de tierra durante tanto tiempo
que le llevara a la Posada Northern Star. Sin embargo, por más deseoso que estaba
por llegar allí, soltó un poco el acelerador cuando las primeras luces de la calle
principal aparecieron a la vista.
Habían pasado tres años desde que había visitado su pueblo natal, pero podía
haber hecho el camino con los ojos cerrados. Pasando frente a la oficina de correos
donde había tenido su primer trabajo de verdad, luego perdiéndolo porque la
suscripción del anciano Farr al Playboy era mucho más interesante que clasificar las
facturas de electricidad. Después la Tienda General y Estación de Servicio Whitford,
propiedad de Fran y Butch Benoit. Durante su año junior, él había llevado a su hija
al baile y luego la besó contra la pizarra en un aula vacía.
Mitch redujo la marcha y se detuvo lentamente en las cuatro vías que pasaban
por la intersección principal de la ciudad. A la izquierda había dos filas de antiguos
edificios de ladrillo que albergaban las oficinas bancarias y de la ciudad así como un
surtido de pequeñas empresas. A la derecha, el departamento de policía, el cual
había estado bastante lleno con los chicos Kowalski en su juventud, y la biblioteca,
que había sido un terreno fértil de caza para un adolescente en busca de engatusar
a las chicas inteligentes para hacer sus tareas de álgebra.
Sí, era bueno estar en casa, incluso si todo estaba cerrado a cal y canto por la
noche. Los habitantes de Whitford sabían que si tenían negocios en la ciudad, era
mejor lograr terminarlos antes del noticiero de la noche.
Fue directamente a través de la intersección, pero no llegó muy lejos antes de
que la antigua cafetería le llamara la atención. O la señalización lo hizo, más bien,
estando toda iluminada. La última vez que había pasado frente a ella, el lugar había
estado cerrado a cal y canto, siendo un negocio impulsado por una mala economía
y un propietario que no le importaba lo suficiente para tratar de salvarlo. Pero ahora
había un nuevo nombre en la señalización, un par de autos en el estacionamiento y
el parpadeo del neón rojo en la ventana declarándolo abierto.
Su estómago rugió, aunque lo sintió más que oyó debido a las ruidosas
tuberías en su moto, y se detuvo en el estacionamiento. Josh, su hermano más joven,
no lo estaba esperando, a no ser que las cajas de ropa y otras cosas que había
enviado antes hubieran llegado, y ya habría comido de todos modos. En lugar de ir
a rebuscar las sobras, Mitch decidió tomar un bocado rápido antes de dirigirse a la
posada.
Lo primero que notó cuando entró fue la decoración a los cincuenta
remodelada, con una gran cantidad de vinilo rojo y marmoleado en blanco y negro.
La segunda cosa que notó fue la mujer que estaba detrás del mostrador, una mujer
a la que nunca había visto antes, lo que era raro en Whitford.
Mitch calculaba que tenía unos treinta quizás, siete años más joven que él, y
se veía muy bien. Tenía una masa de cabello marrón trenzado y sujeto en lo alto en
uno de esos nudos desordenados que pedían que lo dejen suelto. Vaqueros y una
camiseta “Restaurante Trailside” abrazando sus dulces curvas, y su dedo anular
desnudo de cualquier banda de oro o una línea reciente sin bronceado.
Un pequeño rectángulo de plástico se encontraba fijado encima del muy
bonito montículo de su pecho izquierdo. Las etiquetas de nombres eran una cosa
rara en una ciudad donde se formaron las relaciones en las guarderías y cementaron
en el arenero de jardín de infantes, por lo que eso llamó su atención. Para el
momento en que se sentó en un taburete acolchado de color rojo en el mostrador,
pudo leerlo. Paige.
Deliberadamente se sentó de espaldas a las otras dos parejas en el lugar con
la esperanza de que no lo reconocieran de inmediato. Uno, porque preferiría que
Josh escuchara que estaba de vuelta en la ciudad de él, no de los rumores. Y, dos,
porque estaba mucho más interesado en familiarizarse con Paige que reencontrarse
con quien estuviera en esas cabinas.
—¿Café, señor?
—Por favor. —Sus ojos eran marrones, incluso más oscuros que el café que
vertió en una gran taza para él.
—Eres nuevo por aquí. —Le lanzó una mirada por encima del hombro
mientras ajustaba la jarra de nuevo en el calentador—. He estado aquí cada día
durante casi dos años, pero nunca antes te he visto. Una nueva relación, supongo.
Él sacó un menú de entre la fila de condimentos y el sujetador de servilletas,
preguntándose si la elección de alimentos también habían sido actualizados, junto
con la señalización y el vinilo.
—Tuve mi primer helado en esa cabina justo ahí.
Ella apoyó la cadera contra el mesón central de acero inoxidable donde se
encontraba la cafetera y lo miró de arriba abajo.
—Alto, moreno y guapo, con bonitos ojos azules. Debes ser uno de los
hermanos de Josh.
Por lo general, a un chico no le gustaba que dijeran que tenía una cosa bonita,
pero había aprendido hace mucho tiempo que tener ojos bonitos le llevaba a tener
chicas bonitas.
—Soy el mayor. Mitch.
Su sonrisa iluminó su rostro de una manera que la elevó desde sólo bonita a
muy muy sexy.
—Oh, he escuchado algunas historias acerca de ti.
Él apostaba a que sí. No había escasez de historias acerca de él y sus
hermanos, pero no pudo evitar preguntarse si había oído aquella del asiento trasero
del Cadillac del padre de Hailey Genest ya que era una de las favoritas en Whitford.
Corría el rumor que cuando el anciano Genest finalmente cambió el auto por un
modelo más nuevo, todavía tenía las manchas de vino barato en la alfombra y los
arañazos de las uñas de Hailey en el cuero.
A pesar de que sólo había tenido diecisiete años en aquel momento, Hailey
diecinueve, había escuchado hablar de esos arañazos de todos modos cada vez que
se acercaba a poca distancia del señor Genest. Dado que las miradas provenientes
de la señora Genest eran un poco más especulativa que condenadoras, tendía a
evitarla por completo. Nada fácil en una ciudad como Whitford, pero podía ser
rápido cuando tenía que serlo.
—¿Así que tú eres el que explota cosas? —preguntó cuando él no ofreció
ningún otro comentario sobre las historias que había oído, como si no hubiera nada
que decir. Si bien podrían haber sido un poco adornadas aquí y allá, la mayoría eran
probablemente ciertas.
—Se podría decir eso. —O se podría decir que era uno de los expertos en
demolición controlada más respetados del país. Aunque su educación, trabajo duro
y registro de seguridad nunca emocionaba a la gente tanto como la idea de que le
pagaran por explotar cosas—. ¿Aún tienes pastel de carne en el menú?
—Lo primero que la administración me dijo cuando solicité un permiso es
que no puedes tener una cafetería en Nueva Inglaterra sin pastel de carne.
—Voy a pedir eso, y voy a pagar por una porción extra de pastel de carne y
un cubo de salsa.
—¿Qué tal si te doy los extras por la casa como un regalo de bienvenida?
—Lo agradezco —dijo, dándole una de sus encantadoras sonrisas, aquella
que hacía que sus bonitos ojos brillen, o eso le habían dicho. Y puesto que las
mujeres que le habían dicho estaban en el proceso de dejarlo deslizarse a segunda
base, se inclinaba a creerlo.
Podía decir por el rubor arrastrándose desde el cuello de su camisa hasta sus
mejillas que ella no era inmune a él. Tampoco él era inmune al balanceo sutil de sus
caderas mientras caminaba hacia la ventana de paso y le entregaba una orden a un
joven que estaba bastante seguro que era el hijo mayor de Mike Crenshaw. Gavin,
pensó que era su nombre.
Demoler un viejo casino en el centro de Las Vegas bastante atestado para dar
paso a uno más grandioso era un trabajo intenso, de modo que había pasado por lo
menos un par de meses desde que Mitch había provocado vapor entre las sábanas.
Y una relación aventurera de seis semanas era perfecto. Podría disfrutar al tener sexo
para-llegar-a-conocerte y sexo de conocerte-lo-suficientemente-bien-para-
presionar-los-botones-correctos, pero se iría antes del sexo me-estoy-enamorando-
de-ti-Mitch.
Comprobó la dulce curva de su culo cuando ella se agachó para agarrar un
cubo de paquetes de azúcar, y él sonrió. Era muy bueno estar en casa.

Escuchar las historias y, oh chico, habían algunas muy buenas, no había


preparado a Paige Sullivan para la realidad de Mitch Kowalski tomando asiento en
un taburete de su restaurante. Con su cabello justo lo largo y espeso así como lo
suficientemente oscuro y esos ojos azules y la sonrisa fácil, podría haber sido una
estrella de la pantalla grande, no un tipo que acababa de pasar en busca de un poco
de pastel de carne.
Y tal vez una pequeña compañía, a juzgar por lo que había oído.
Supuestamente, él siempre estaba de humor para una pequeña compañía. Por
desgracia para él, y tal vez un poco para ella, todo lo que obtendría en el restaurante
Trailside sería el plato azul especial.
—¿Entonces, de dónde eres?
Paige se encogió de hombros, sin levantar la vista de los contenedores de
azúcar que estaba rellenando.
—Soy de una gran cantidad de lugares en un principio. Ahora soy de
Whitford.
—¿Hija de un militar?
—Nop. Madre con un… espíritu libre. —Madre con algunos tornillos sueltos
era más preciso, pero no tenía la costumbre de compartir su historia con sus clientes.
—¿Cómo terminaste aquí?
—Del viejo cliché: mi auto se averió y nunca me fui. —Ella rellenó su taza de
café, pero estaba demasiado ocupada preparando los postres para la mesa seis
como para estar ahí en el mostrador y charlar.
Mientras acomoda los pasteles de fresa, se volvió cada vez más conscientes
del hecho de que Mitch la estaba mirando. Y no sólo la mirada ocasional, porque
ella era la única cosa moviéndose en su línea de visión. No, estaba descaradamente
comprobándola. Ya que estaba fuera de práctica al ser un objeto de interés, eso la
hacía consciente de sí misma, y dado que él era el hombre más guapo que entró al
restaurante Trailside desde que ella había abierto sus puertas no ayudaba de
ninguna forma.
Cero hombres, se recordó. Estaba ayunando. O absteniéndose. O cualquier
palabra que significara que no estaba aceptando la invitación tácita de ir a la cama
de cualquier hombre, sin importar cómo se viera. Hombres. No.
Gavin la llamó un par de minutos después de que le sirviera los postres, y
agarró el plato caliente de pastel de carne desde la ventana. Mitch le dio una sonrisa
muy apreciativa antes de tomar el tenedor.
Ignorando el hormigueo que le provocó esa sonrisa, porque no estaba
hormigueando, maldita sea, le dio la espalda y comenzó a preparar una olla de café
recién hecho. Normalmente no estaría tan ansiosa una noche entre semana, pero no
tenía suficiente para una recarga si cada uno de sus clientes estaba en el estado de
ánimo para renunciar al sueño a favor de la cafeína y una pequeña charla.
Una vez que el café hirvió, Paige sacó una bandeja de limpieza de debajo del
mostrador y se fue de mesa en mesa, retirando las botellas de kétchup y tratando
de no pensar en el hombre en el mostrador. Sabía que Mitch Kowalski tenía un
trabajo peligroso, y ciertamente aparentaba esa parte del chico malo, en vaqueros
desteñidos y una camiseta negra abrazando un cuerpo que gritaba trabajo físico.
Ahora que pensó en ello, sabía mucho sobre el mayor de los Kowalski.
Mientras que todos los hermanos estaban prácticamente anunciados como los
chicos de oro alrededor de la ciudad, había un brillo especial en los ojos de la
población femenina cuando el nombre de Mitch aparecía. Justo en los talones del
brillo venían los detalles, y si había una cosa que sabía sobre el hombre, era que él
no decepcionaba.
Usando su trasero para empujar la puerta de vaivén, llevó la bandeja de las
botellas del kétchup de vuelta a la cámara frigorífica. No iba a rellenarlas hasta la
mañana, pero se tomó un minuto, esperando que el frío enfriara su sobrecalentada
cara. Está bien, y puede que su cuerpo.
Si un Mitch de diecisiete años podía hacer que una mujer joven clavara sus
uñas en el asiento del nuevo auto de su padre y lo rasgara, sólo imagina lo que el
experimentado Mitch de treinta y algo podría hacer. No es que estuviera haciéndole
nada a ella, dado que se estaba absteniendo, pero la imaginación era una cosa que
no podía hacer daño de verdad.
Lo más extraño de las historias sobre Mitch Kowalski era la falta de
animosidad. No parecía posible que un hombre pudiera enamorar a un porcentaje
sano de mujeres jóvenes en un pequeño pueblo sin dejar un rastro de celos y de
corazones rotos, pero parecía que lo había conseguido. Una nostalgia soñadora era
todo el legado que había dejado atrás.
A cinco minutos para el cierre, el lugar estaba vacío excepto por Mitch y una
pareja mayor inclinados sobre sus tazas tibias de café descafeinado, así que siguió
adelante y apagó la señal de "Abierto". Su camarera a tiempo parcial, Ava, quién
normalmente hacía el turno del cierre, estaba enferma, por lo que Paige había hecho
todo el asunto, desde las 6 a.m. hasta las 9 p.m., así que estaba a punto de colapsar
en la cama.
Mitch se encontró con ella en la caja registradora con su factura y el dinero
en efectivo.
—¿A qué hora es el desayuno?
—Seis de la mañana. —Por lo menos se las arregló para no gemir en voz alta
con temor hacia su alarma de las cuatro y media.
Él se rió y negó con la cabeza.
—Déjame reformular eso. ¿Hasta qué hora puedo conseguir el desayuno?
A ella no se le había ocurrido que estaba viendo tanto de él. Era mucho más
fácil resistir la tentación cuando la tentación no estaba sentada en su mostrador,
observándola trabajar.
—El desayuno es todo el día, pero no hay huevos escalfados después de las
once.
Parecía como si él fuera a decir algo más, pero la pareja de la mesa seis había
descubierto que era la hora del cierre y se dirigían hacia la caja registradora. Después
de darle una sonrisa que hizo saltar de nuevo ese hormigueo prohibido, salió del
trance y centró su atención en cobrar a sus últimos clientes después de un día muy
largo.
Cuando fue a poner el cerrojo de la puerta tras ellos, Mitch estaba en el borde
del estacionamiento, a punto de sacar a la calle lo que era una gran moto. La
motocicleta que rugía entre sus piernas era toda una bestia negra. Aunque las
alforjas de cuero escondían su punto de vista de sus muslos, no pudo evitar perderse
la manera en que su camiseta se extendía por sus anchos hombros.
A medida que aceleraba el motor y se detenía en la calle, Mitch volvió la
cabeza y por un momento hicieron contacto visual. Luego sonrió y golpeó el
acelerador, desapareciendo en la noche.
Hombres no. Paige apagó las luces exteriores y se apartó de sus faros
alejándose. Durante dos años había evitado tener un hombre en su vida. Pero la
tentación nunca había llegado en un paquete como el de Mitch Kowalski.
Mitch se detuvo junto a su motocicleta con los brazos cruzados, su
satisfacción habiendo sido eclipsada por la condición de la Posada Northern Star.
¿Cómo podían las cosas haber ido tan en cuesta abajo en tan sólo tres años?
El frente de la casa, que podía ver por las luces de jardín, se veía… si no bastante
deteriorado, por lo menos en mal estado. La pintura del porche pelándose. Malas
hierbas creciendo alrededor de los arbustos. Uno de los ejes de la barandilla de la
escalera había desaparecido. Ni siquiera quería imaginar cómo se vería el lugar a
plena luz del día.
Su bisabuelo había construido la casa de campo como un lugar de escape
para la familia, cuando los Kowalski rodaban sobre dinero, y habían comenzado su
vida como una gran Nueva Inglaterra en el porche de un profundo agricultor. Estaba
pintada de blanco tradicional, y las persianas, originalmente negras, habían sido
pintadas a un verde oscuro como un esfuerzo de su madre para que pareciera menos
austera. Él podía ver que una de esas persianas faltaba y la mayoría estaban
ligeramente torcidas. Todas necesitando ser pintadas.
En algún momento su bisabuelo había añadido una enorme estructura en
forma de L en la esquina trasera, con la planta de abajo convirtiéndose en una gran
cocina con un comedor formal, y las de arriba siendo las dependencias del servicio.
Sin embargo, a su hijo, el abuelo Kowalski, no le había ido bien en el mercado
de valores, al ser mucho más un tomador de riesgos que un hombre de negocios
inteligente y, cuando el viejo dinero se acabó, junto con la gran casa en la ciudad, él
reinventó la casa de vacaciones como un club de caza exclusivo para hombres, y
nació la Posada Northern Star. Las dependencias del servicio se convirtieron en los
cuartos de la familia. Con la siguiente generación, los cazadores finalmente dieron
paso a las motos de nieve y ahora Josh se encargaba del lugar, pero les pertenecía
a los cinco chicos juntos.
Las tablas crujieron bajo los pies de Mitch mientras subía los escalones hacia
la puerta principal de roble macizo, que chirriaba un poco sobre sus goznes. El lugar
se estaba yendo al infierno en una cesta.
La gran sala se encontraba iluminada, y su hermano más joven, Josh estaba
tumbado en uno de los robustos sofás de cuero marrón, con una pierna en una
escayola notoriamente blanca desde el pie hasta la rodilla. Había un conjunto de
muletas en el suelo, tumbadas delante del sofá. Josh tenía una cerveza en una mano
y una lata sin abrir estaba al final de la mesa junto a la silla favorita de Mitch. Se
hundió en ella y la abrió.
—¿Cómo sabías que estaba viniendo?
—Mike Crenshaw te vio entrar en el restaurante de camino a su casa desde
VFW. Le dijo a su esposa, quien llamó a Jeanine Sharp, quien llamó a Rosie al bingo.
Y ella me llamó.
Rosie Davis era el ama de casa-barra-sustituta a tiempo parcial de mi madre
en la posada, y había sido así desde que Sarah Kowalski murió de una aneurisma
cuando Mitch tenía doce años.
—¿Viniste a hacer de niñera?
Por el aspecto de su hermano menor, podría necesitar una niñera. Y una
ducha. Su padre había heredado su constitución a todos sus hijos, todos ellos,
incluso Liz, con sus metros noventa, pero había diferencias. Josh tenía un rostro
redondo con la nariz de su madre, y Ryan y Sean tenían una mandíbula más cuadrada
y la nariz de su abuelo. Josh y Mitch tenían el cabello oscuro de su padre, mientras
que los otros eran más bien de un rubio oscuro, como su madre. El rostro de Mitch
era fuerte, con la nariz Kowalski, y era el más guapo del grupo, naturalmente. Todos
también tenían los ojos de su padre. Un azul brillante que hacía a la gente,
especialmente a las mujeres, echar un segundo vistazo.
Sin embargo, no mucha gente echaría una segunda mirada a Josh en este
momento, a menos que trataran de averiguar si habían visto su foto colgada en la
oficina de correos local. Su cabello era un desastre y parecía que no se había afeitado
en un par de días. El pantalón desgastado con una pierna cortada a la altura de la
rodilla para dar cabida a la escayola y una camiseta con manchas de lo que parecía
ser salsa de espagueti no ayudaban.
—¿Me veo como una niñera? —Mitch tomó un largo sorbo de cerveza,
considerando la mejor manera de manejar a su hermano. De frente no tendía a
funcionar bien con los Kowalski—. He oído un rumor de que había una nueva
camarera sexy en la ciudad. Pensé en comprobarla.
—Sí, claro. ¿Rosie te llamó?
—Por supuesto que lo hizo. Tu escayola probablemente aún no estaba seca y
ya estaba en el teléfono. ¿Cuándo fue la última vez que tomaste una ducha?
Josh resopló.
—No hay duchas para mí. Tengo que tomar baños, como una mujer, con esta
maldita cosa apoyada en el borde de la bañera.
—¿Tienes algunas burbujas de olor afrutado?
—Jódete. ¿Cuánto tiempo te quedarás esta vez? ¿Tres días? ¿Toda una
semana?
Cansado. Su hermano parecía cansado más que otra cosa, y Mitch sintió una
punzada de preocupación. Su hermano acababa de salir de lo que parecía el infierno.
—Rosie dijo que ibas a desarmar ese gran roble del frente y caíste.
—No caí. La escalera se deslizó. —Se encogió de hombros y tomó un sorbo
de cerveza.
—Probablemente porque tenías la escalera apoyada contra tu caja de
herramientas en la parte posterior de tu camioneta.
—Sin duda. No tenía una escalera lo suficientemente alta.
—¿Por qué no llamaste al servicio forestal?
—Cielos, el Sr. Ingeniero Elegante, ¿por qué no pensé en eso?
En lugar de morder el anzuelo del tono de su hermano, Mitch bebió su cerveza
y esperó a que Josh se diera cuenta que estaba siendo un imbécil. Mitch no era el
que había sido lo suficientemente estúpido como apoyar la escalera en la parte
trasera de un camión o demasiado terco como para pedir ayuda, así que no se iba a
sentar y tomar mierda cuando ninguna mierda era merecida.
—Bien. Debería haber llamado al servicio forestal. No lo hice. Ahora mi pierna
está jodida. ¿Contento?
—No seas idiota. —Mitch drenó lo último de su cerveza y la tiró en la papelera
que alguien, probablemente Rosie, había puesto al lado del sofá para que su
hermano tirara sus envases vacíos—. ¿Cuántas de estas son de hoy?
—No las suficientes. —Josh tragó lo que quedaba de su lata y la arrugó en
sus manos antes de lanzarla en la cesta con las demás.
Mitch no estaba seguro de lo que estaba pasando, pero cualquiera que fuera
el problema de Josh, no se trataba de su pierna rota. Cada vez que Mitch venía a
casa, lo que, ciertamente, no era tan a menudo como debería, la actitud de Josh
parecía haber subido otro peldaño de la escalera del pesimismo.
—Por qué no te limpias por la mañana y te llevo a desayunar —dijo Mitch—.
Podemos sentarnos y ver a la nueva camarera.
—¿Paige? Es la dueña, no una camarera, y no está interesada.
—Estaba interesada.
—Cada chico soltero de Whitford lo ha intentado con ella, y te lo digo, no
está interesada. Ha vivido aquí como por dos años y no ha ido ni a una sola cita que
alguien sepa. Y en esta ciudad, alguien lo sabría.
Mitch pensó en la manera en que su mirada se mantuvo deslizándose lejos de
la suya y cómo se había sonrojado, y decidió que simplemente había estado
esperando a la persona correcta. No había falta de interés de su parte y, siempre y
cuando ella comprendiera que él era sólo el Sr. Correcto del momento, estaba más
que dispuesto a romper su período de sequía de dos años. Podrían tener un poco
de diversión mientras que él conseguía poner al Northern Star en orden y luego
besarla a modo de despedida e irse a su nuevo trabajo sin remordimientos ni
resentimientos. Igual que siempre.
Capítulo 2
Traducido por LizC, MaEx y Magdys83

A los cincuenta y seis años, Rose Davis tenía mejores cosas por hacer que
arrear la manada de chicos Kowalski. Cosas como tejer una reserva de mantas para
el nieto de su hija Katie parecía ser una mejor opción. Tal vez tomar un bonito y
largo viaje hasta ese casino de lujo en Connecticut con sus amigas.
Pero había estado cuidando de esos chicos desde que tenían doce, once,
nueve, siete y cinco, y todavía no podía alejarse de ellos. Probablemente nunca lo
haría, o al menos no hasta que encontraran a sus personas especiales dispuestas a
casarse con ellos y evitar que actúen como idiotas. Después que su madre murió, y
con su padre tratando de mantener la posada yendo lo suficientemente bien como
para alimentar a sus cinco hijos, le había llevado cerca de cada maldita cosa que
Rosie tenía para mantener a esos chicos en el buen camino. Había tenido a su propia
Katie por criar, pero con la ayuda de la tía de los chicos, Mary, que vivía en New
Hampshire y estaba criando a cuatro hijos propios, Rosie se las había arreglado para
ayudarles a convertirse en adultos razonablemente bien adaptados.
Adultos perezosos razonablemente bien adaptados, teniendo en cuenta que
eran las ocho de la mañana y Mitch aún tenía que arrastrar su trasero de la cama y
saludarla. Dado que ella había dado a su amiga Darla un paseo al bingo la noche
anterior, donde oyó que Mitch estaba de vuelta, no había podido irse hasta que Darla
finalmente había perdido la esperanza de ganar, y los chicos ya se habían ido a la
cama para cuando llegó a casa. Y, cuando tuvo la tentación de presionar la oreja
contra la puerta de Mitch, le había oído roncar, probablemente agotado del largo
viaje a Maine. A pesar de querer hacerlo, no lo había despertado.
Pero habían pasado tres años desde que el muchacho había estado en casa y
quería verlo, así que encendió la aspiradora. Era una antigua bestia con un motor
ruidoso y no tuvo tanto cuidado como de costumbre para evitar chocar las paredes
en el pasillo fuera de su habitación.
No le llevó mucho más de diez minutos antes de que Mitch saliera de su
habitación con el cabello revuelto, el indicio de una barba desaliñada y una sonrisa
soñolienta.
—Hola, Rosie.
Ella apenas tuvo tiempo para apagar la aspiradora antes de que él la
envolviera en un gran abrazo cálido. Su barbilla descansaba en la parte superior de
la cabeza de ella y supo que si se permitía recordar cuando era al revés, se
derrumbaría en lágrimas.
—Tres años es demasiado tiempo —le dijo mientras le daba un buen apretón.
—Lo sé. Seguí intentando venir a casa para las vacaciones, pero la mayoría de
mis mejores hombres tienen esposas e hijos y yo tengo la costumbre de tomar el
relevo de modo que ellos puedan estar con sus familias. Antes de darme cuenta,
pasaron tres años.
Lo soltó y dio un paso atrás para que así pudiera darle una mirada severa.
—Tú también tienes una familia, incluso si no has encontrado a una mujer
para ti. Y no creas que no he estado orando que lo hagas.
Él hizo una mueca, como siempre, y cambió de tema.
—Hablando de la familia, ¿Josh ya está despierto?
—Escuché la bañera antes de empezar a pasar la aspiradora y maldecía hasta
por los codos, así que es seguro decir que está en el baño en este momento.
—¿Qué está pasando con él, Rosie? Está tan cansado y enojado. Y este lugar
está cayéndose a pedazos.
—Las cosas han estado apretadas, Mitch. Muy ajustadas. Con la economía
como está y los precios del gas y todo eso, menos personas pueden conducir todo
el camino hasta aquí para pasar una semana o incluso un fin de semana, en motos
de nieve. Si la nieve es lo suficientemente buena, prefieren montar localmente. Si no,
ni montan.
—¿Por qué demonios no ha dicho nada? Él ha estado haciendo los depósitos
como de costumbre. ¿Cómo se supone que íbamos a saber que la posada está en
problemas?
—No lo sabrían.
—Pero estamos juntos en esto.
—No, no lo están. —Ella le dio una cálida sonrisa, con la esperanza de quitar
un poco de veneno en las palabras—. Todos se fueron para conducir sus propias
vidas y Josh se quedó atrás cargando con este lugar. Él estuvo aquí cuando tú y
luego Ryan se fueron a la universidad y Sean se unió al ejército y Liz huyó con ese
inútil desperdicio de hombre. Y ha estado cargando con todo por sí solo desde que
tu padre murió.
—Él no nos ha necesitado.
—Por supuesto que sí.
—Entonces, ¿por qué no lo ha dicho?
—¿Orgullo, tal vez? Tú decidiste continuar con el asunto de la demolición, y
ahora mírate. Demoliciones Northern Star es una de las principales empresas del
país. Ryan siguió con los clavos para ganarse la vida y ahora hace personalizadas
casas de millones de dólares para personas con demasiado jodido dinero. Sean y Liz
pueden no estar tan acomodados económicamente, pero están ahí fuera en el
mundo, haciendo lo que quieren hacer.
Mitch no podía en realidad comprenderlo. Josh siempre había estado más
interesado en la posada que cualquiera de ellos. Se había pegado a su padre y trató
de llevar el lugar desde que tenía la edad suficiente para caminar, y nunca había
mencionado querer hacer otra cosa.
—Lo voy a llevar a desayunar fuera hoy. Tal vez puedo hacer que me hable.
—Ve despacio. —Rose puso las manos en las caderas y lo inmovilizó con una
de sus miradas—. ¿Y por qué no te vas a quedar aquí y dejarme hacer tu pan tostado
francés favorito?
—Le haría bien salir un poco. Iremos a la cafetería y a familiarizarnos a fondo.
Como si ella no supiera cómo funcionaba la mente de los hombres Kowalski
mejor que eso.
—Deja en paz a Paige Sullivan. Es una chica muy dulce y ha hecho una buena
vida para sí misma aquí. No necesita que pongas todo su mundo al revés antes de
irte de nuevo por quién sabe cuánto tiempo.
Él le sonrió con picardía, a pesar de que tenía que saber a estas alturas que su
encanto no funcionaba en ella.
—De todos modos, ¿cuál es su historia?
—Su historia es asunto suyo, permanece lejos de ella. Ya tienes bastante que
hacer aquí, ayudando a tu hermano, sin jugar con esa mujer. —Un golpe y una
maldición desde el pasillo les hizo saber que Josh estaba fuera de la bañera y,
probablemente tratando de vestirse, así que señaló a Mitch con su dedo—. Lo digo
en serio.
—Tengo que darme una ducha. No dejes que Josh empiece a tomar cerveza
antes de que yo termine.
—No ha ido tan lejos —dijo, sacudiendo la cabeza a medida que Mitch se iba
a su habitación y cerraba la puerta—. Aún.
Dado que había llamado a Mitch para ayudar no tanto en la posada sino para
arrastrar a Josh fuera de la cobardía en la que parecía estar hundiéndose, Rose sólo
podía esperar que Paige Sullivan no se convirtiera en una distracción.

Levantarse a las cuatro y media de la mañana había sido realmente todo un


asco.
Paige había golpeado el reloj de alarma hasta que dejó de pitar de modo que
pudiera cerrar los ojos de nuevo. Sin embargo, unos minutos más tarde, comenzó a
sonar otra vez, y se obligó a sentarse y pasar las piernas por el borde de la cama
antes de apagarlo. No era en absoluto una persona mañanera, sobre todo cuando
todavía estaba oscuro.
Cuando tropezó en la pequeña cocina hacia su taza de café no tan pequeña,
se recordó por enésima vez que si quería dormir, no debería haber comprado una
cafetería en un pueblo lleno de Yankees madrugadores. Ser lenta para despertar no
ayudaba de ninguna forma al hecho de que había cubierto el turno de Ava y ni
siquiera había dejado la cafetería hasta después de la hora en la que por lo general
se iba a la cama.
Luego, cuando por fin se había arrastrado entre las sábanas, había perdido un
poco de tiempo precioso para dormir pensando en Mitch Kowalski y cómo le había
devuelto la mirada desde el borde del estacionamiento. Era una mirada que
prometía… algo. Algo bueno y tal vez travieso y no estaba segura qué más. Pero
pensar en las posibilidades la había mantenido dando vueltas en la cama hasta que
deseó nunca haber conocido al hombre.
Una vez que estaba vestida, y, no, no se arregló más de lo habitual sólo
porque podría ver al hombre en cuestión una vez más, dejó su muy pequeña casa
móvil y caminó la veintena de metros a la puerta trasera de su cafetería.
Habían venido en un paquete: el cercano restaurante anticuado y el pequeño,
aún más obsoleto remolque, y el precio había sido el justo. Más importante aún, la
ciudad había sido la correcta. Claro, podría haber sido bueno comprar una casita
para ella, con un patio formado por más de unos pocos centímetros de hierba con
aspecto lamentable entre el remolque y el estacionamiento. Pero había empeñado
casi hasta el último centavo en la renovación y reapertura del restaurante.
Lo importante era el hecho de que eran suyos. Su nombre estaba en la
escritura de la cafetería y el pequeño remolque y, pase lo que pase, eran su hogar.
Finalmente había echado raíces y, si bien puede que no muy profundas, se aferraban
con firmeza.
Carl, su cocinero del primer turno, estacionó su camioneta en el
estacionamiento cuando ella estaba abriendo la puerta, y le dio su habitual gruñido
mañanero. Carl no decía mucho, pero ella prácticamente había llorado la primera
vez que le cocinó un perfecto huevo pre cocido, con sólo un pequeño margen
dorado crujiente en los bordes. Cuando lo siguió con tostadas francesas y los
mejores panqueques que la abuela de cualquiera alguna vez había hecho, había
reajustado su presupuesto, apretado al cinturón y le pagó el salario un poco más
alto de lo normal que él necesitaba para mantener a su esposa y ayudar a sus hijas
en la universidad.
A las seis exactamente, abrió la puerta, y a las seis y media los asientos en el
mostrador estaban en su mayoría llenos así como también algunas de las mesas.
Paige había superado los números, tanto en el presupuesto del personal, así como
en el costo de los negocios, al comprimirlos duramente de modo que pudiera usar
los precios del menú más bajos que podía cobrar y aun así obtener beneficios
suficientes para mantenerse a sí misma. Como resultado, había hecho lo que se había
propuesto hacer. El restaurante Trailside, con sus precios asequibles y buena comida,
era más que un lugar para comer. Se había convertido en el centro social de su
ciudad adoptiva una vez más, y las personas se reunían ahí antes del trabajo para
compartir las últimas noticias. Por desgracia, la noticia de hoy era sobre Mitch
Kowalski, todo el tiempo.
—¿Escuchaste que Mitch Kowalski regresó a la ciudad? —le preguntó Katie
Davis a Paige cuando se detuvo el tiempo suficiente para volver a llenar la taza de
café de Katie.
—Lo conocí ayer por la noche cuando se detuvo a cenar.
—¡Oh, es cierto! Nunca lo habías conocido. ¿Qué piensas? —Bajo el ala de su
gorra de los Red Sox, los ojos de Katie se arrugaron cuando sonrió. Había llevado la
barbería de la ciudad desde que su padre murió, y Paige estaba segura que su
imagen estaba en el diccionario como la definición de marimacho.
¿Qué pensaba? No estaba dispuesta a compartir sus pensamientos nocturnos
sobre Mitch con la hija del ama de llaves de Northern Star. Todo el mundo estaba
conectado con todos de alguna manera y, en Whitford, ellos no iban más lejos de
los seis grados. Había aprendido muy rápido a tener cuidado con lo que decía.
—Es amable de su parte ayudar mientras se cura la pierna de Josh —dijo,
pensando que era una cosa honesta y sin embargo no provocadora que decir.
Katie frunció el ceño.
—Sí, sí. Él es un gran hermano mayor. Pero, ¿qué piensas de él?
Ya que el rubor la estaba delatando de todos modos, Paige se inclinó y bajó
la voz.
—Pensé: Oh. Mi. Dios.
Los dos estaban riendo cuando la campana sobre la puerta sonó y Paige miró
hacia arriba. Directamente a esos ojos azules. Mierda. A pesar de que él no podía
saber acerca de lo que ella y Katie se reían, le dio la espalda para que no pudiera ver
su rubor.
Afortunadamente, Carl gritó su nombre para hacerle saber que tenía una
orden, y tuvo un momento para recobrar la compostura mientras repartía la comida.
Y entonces tenía tiempo para volver a llenar cafés y poner una olla fresca, porque la
mitad de las personas en el lugar tenían que decirle unas palabras a Mitch mientras
llegaba a una mesa libre. Lo escuchó hacer un comentario sobre la pierna de Josh y
finalmente se quedaron solos el tiempo suficiente para sentarse.
—Buenos días, Paige —dijo Josh mientras trabajaba para conseguir poner su
escayola escondida bajo la mesa y fuera del camino.
—Buenos días. —Tomó un breve respiro mientras que Mitch iba a dejar las
muletas en la esquina con los ganchos para colgar la ropa y el paragüero, pero
entonces estaba deslizándose en la cabina y sonriendo hacia ella.
No tenía ni idea de por qué la dejó sin aliento. Su sonrisa no era tan diferente
de la de Josh. Sus ojos eran del mismo azul y eran muy parecidos. Pero el coqueteo
de Josh no había hecho nada por ella y se habían asentado en una amistad fácil una
vez que descubrió que no iba a salir con él. Pero todo lo que tenía que hacer Mitch
era sonreír y estaba toda blanda por dentro.
¿Es esa la forma en que su madre siempre se sintió?
Sólo un pensamiento perdido sobre su madre era suficiente para concretar
los puntos blandos, y era capaz de responder al saludo de Mitch con una agradable
sonrisa profesional.
—¿Ambos quieren café esta mañana?
Ellos asintieron y fue a repartir la comida que Carl estaba poniendo en la
ventana e hizo algunos encargos rápidos antes de que llevarle dos tazas frescas a
los hermanos Kowalski.
—¿Saben lo que quieren? —preguntó, sacando su libreta de pedidos del
bolsillo de su delantal.
—Mitch lo hace —dijo Josh, y sonrió a su hermano de una manera que Paige
estaba bastante segura de que se estaba perdiendo una broma interna. Luego él
frunció el ceño y buscó debajo de la mesa, y ella se preguntó si Mitch le había
pateado. Esperaba que no fuera en la pierna rota, si lo había hecho.
—Me muero de hambre. —Mitch miró el menú—. Voy a tener dos huevos
fritos y tres panqueques, con un poco de estofado. Ah, y patatas fritas caseras. Con
una gran jugo de naranja, por favor.
—Eso suena bien —dijo Josh—. Lo mismo.
Tomó sus menús y trató de no sentirse demasiado consciente mientras se
alejaba, a pesar de que sospechaba que Mitch podría estar observándola, si anoche
fue una referencia. Entonces otra vez, conociéndolo, aunque sólo por su reputación,
podría haber girado su atención a cualquiera de las otras mujeres en el restaurante.
Después de fijar su orden en la cinta colgada en la ventana de paso a través
de la cocina, Paige hizo sus rondas, revisando a los clientes y rellenando cafés y
entregando el cambio en la caja registradora. De vez en cuando se había atrapado a
sí misma mirando hacia la mesa donde los hermanos Kowalski estaban sentados.
No estaban hablando mucho, aparte de las personas que de vez en cuando
se detenían junto a la mesa, probablemente para dar la bienvenida a casa a Mitch o
preguntar por la pierna de Josh. Dejándolos solos, sin embargo, no parecía tener
mucho que decirse, y se preguntó si las largas ausencias de Mitch eran la raíz, o si
había algo más específico pasando.
Cuando les llevó su comida, ambos le dieron las gracias, pero no consiguió
siquiera una sonrisa de Mitch, lo que era probablemente lo mejor. Ya había estado
demasiado distraída por él y, como el trozo de papel pegado en la puerta de su
refrigerador en su casa decía, los hombres eran un lujo y no una necesidad.
Había sido su nuevo lema en la vida desde el día que un abogado había
contactado con ella para decirle que un hombre al que apenas recordaba la había
dejado un poco de dinero cuando murió y, siempre y cuando recordara el lema,
estaría bien.

La combinación de sentir mucha lástima por sí mismo y los medicamentos


para el dolor pasó factura a Josh, por lo que, después del desayuno, Mitch lo llevó
de vuelta a la casa de campo. Después de dejarlo al cuidado de Rosie, Mitch se dio
la vuelta y regresó a la ciudad.
El desayuno había sido un fracaso total. Su hermano había respondido a todo
lo que decía con un gruñido o una o dos palabras, y Mitch no creía que el restaurante
fuera el lugar para sacudir la mierda fuera de él y exigir saber qué demonios era su
problema. No había tiempo para eso.
Después de encontrar un lugar de estacionamiento, Mitch hizo una mueca
mientras caminaba por la puerta principal del Departamento de Policía de Whitford.
No necesariamente porque le traía algunos de los recuerdos menos divertidos de su
juventud, sino debido a que la primera mesa que vio estaba ocupada por el oficial
Robert Durgin.
Bob era más viejo que la suciedad y bendecido con una memoria perfecta
cuando se trataba de pecados de juventud de la población, especialmente cualquier
cosa que implicara a los Kowalski. Ryan había roto su ventana (accidentalmente), Liz
había roto el corazón de su nieto (tan agradable como fuera posible) y Mitch causó
que Bob arruinara el brillante nuevo coche del departamento del que había estado
tan orgulloso (aunque no era culpa de Mitch que él fuera un mejor conductor). Josh
y Sean habían tenido su parte de roces con Bob, también, y el hecho de que habían
sido todos adolescentes a la vez, no parecía contar para mucho.
Mitch se obligó a sonreír y asentir mientras caminaba, pero Bob seguía
mirándolo como si estuviera esperando que Mitch agarrara la caja pequeña de
efectivo e hiciera una carrera. El viejo policía era sólo una de las muchas razones por
las que, no importa lo contento que estaba de ver a Josh y Rosie y algunos otros,
estando en Whitford comenzaba a irritarse al cabo de unos días.
La gente siempre parecía estar pensando que un lugar donde todo el mundo
conocía tu nombre era una buena cosa. Quizás lo era. Pero también sabían cada
maldita cosa que habías hecho mal, incluso cosas que no podías recordar tú mismo,
gracias a las mamás que se sientan alrededor a hablar de sus bebés y niños
pequeños. Infierno, lo primero que el maestro le dijo en su primer día de clases fue:
"Espero que tu objetivo haya mejorado o el conserje te encerrará en el baño.
Todo, desde percances en la orina para los entrenamientos a robos nocturnos
de coches de los adolescentes eran presa fácil en una ciudad como Whitford, y por
eso, no importa lo feliz que estuviera de estar de vuelta en su ciudad natal, siempre
estaba feliz cuando llegaba el momento de irse. En esta ciudad, Mitch Kowalski no
era el hombre detrás de una de las más exitosas empresas de demolición controlada
en el país. Demonios, tal vez incluso en el mundo. Aquí no era más que uno de esos
malditos niños Kowalski.
A través de la gran ventana en su oficina, el jefe de policía, Drew Miller, lo vio
venir y le saludó con la mano. Mitch sonrió mientras cerraba la puerta detrás de él,
encontrando a su mejor amigo a mitad de camino para un apretón de manos que se
convirtió en un rápido abrazo de hombres.
—Es muy bueno verte —dijo Drew mientras se hundía en su silla de cuero de
lujo.
Mitch intentó ponerse cómodo en la dura silla de madera al otro lado del
escritorio.
—Jefe, ¿eh? ¿En qué demonios estaban pensando?
—Ellos pensaban que volverías con el tiempo, por lo que sería mejor tener a
alguien a cargo que pudiera mantener tu lamentable culo en la fila.
Mitch resopló.
—¿Sabes lo que me molesta? Allá afuera, el viejo Bob estaba mirándome
como si fuera un saqueador que ha venido a llevarse su caja de donuts, sin embargo
te hizo jefe de la policía. También estabas en el coche esa noche.
—Sí, pero yo no estaba conduciendo. Le dije que era un pasajero indefenso
que era demasiado miedoso para saltar, pero seguí gritándote que dejaras el coche.
—Estás tan lleno de mierda.
—Tal vez, pero Whitford confía en mí con sus donuts, mi amigo.
Mitch negó con la cabeza. Cuando él había abierto el correo electrónico de
Drew hace unos meses con el asunto “No vas a creer esta mierda”, había tenido que
estar de acuerdo. Era difícil de creer que su viejo amigo, que había estado montando
escopetas en más de unas pocas travesuras de los Kowalski, había sido ascendido a
jefe del Departamento de Policía de Whitford.
Infierno, la noche en la que el viejo Bob había destrozado el nuevo coche,
había sido Drew quién lo incitó a correr y no parar cuando las luces comenzaron a
parpadear en el espejo retrovisor de su viejo Camaro. Mitch estaba acostumbrado a
volar por el laberinto de calles de tierra que rodean la ciudad y Bob no lo estaba, así
que cuando Mitch apagó sus luces y confió en que la luna y su instinto le guiaran, le
había sido fácil escaparse del oficial. Bob Durgin, sin embargo, estaba decidido a
atrapar a Mitch y terminó cayendo en una zanja y rodando el coche sobre su techo.
Afortunadamente, el oficial Durgin era demasiado honesto para su propio
bien y, cuando fue cuestionado por el jefe, había admitido que nunca había
conseguido estar lo suficientemente cerca para leer la matrícula. Ya que había otros
dos Camaros en la ciudad lo suficientemente cerca de Mitch para ser fácilmente
confundido con él en la oscuridad, el cargo no había sido puesto. Bob nunca lo había
perdonado, sin embargo, y él había seguido los pasos obstinados de Mitch hasta el
día en que se había ido a la universidad. Y Mitch no tenía ninguna duda de que el
hombre sólo estaba a la espera de que ahora lo arruinara.
—¿Cómo está Josh? —preguntó Drew, arrastrando a Mitch del pasado.
—Su pierna no está mal, pero su actitud sobre ello apesta. Su actitud sobre
todo apesta en este momento, de hecho, y no puedo comprender por qué. Y no le
importa un carajo cuidar de la posada.
—¿Cuánto tiempo te quedas?
—Las seis semanas que se supone que tiene su escayola. Rosie me dijo que
las cosas se han estado poniendo muy tensas, así que con suerte eso será lo
suficientemente largo no sólo para regresar a sus pies a mi hermano, sino para
echarle un vistazo a los libros, también.
Drew se inclinó hacia adelante en su silla, apoyando los codos en el escritorio:
—¿Crees que él está desviando fondos?
—Abajo, policía. No, creo que los negocios han sido una mierda y él no quiere
decirle a nadie que está colgando de las uñas.
—Todos están teniendo un choque económicamente. Hemos visto un
incremento en los robos, seguro. La gente roba mierda pequeña que pueden vender
fácilmente. Y metales. Convertidores catalíticos. Tubería de cobre. Nómbralo, la
gente lo está robando.
—Eso apesta. Entonces, háblame sobre Paige Sullivan.
Drew ni siquiera parpadeó ante el abrupto cambio de tema. Sólo sonrió y se
recostó en su silla de nuevo.
—Ella es una persona difícil. No estoy seguro de que incluso puedas romper
a esa.
—¿Cuál es su historia?
—Estaba conduciendo por la ciudad y su coche se averió. Terminó
quedándose y comprando la vieja cafetería.
Mitch resopló:
—Eso lo sé bien. Lo que no sé es por qué no tiene citas.
—Interrogar a las mujeres en la ciudad sobre sus vidas sexuales está más allá
del alcance de la descripción de mi trabajo. Tal vez era una monja antes de mudarse
aquí.
—Si una mujer era una monja y después dejó de ser una monja, ¿no iba a
querer ponerse al día, por así decirlo?
Drew negó con la cabeza:
—No me voy a arriesgar a quemarme en el infierno para responder eso.
—No estoy hablando de una monja teniendo sexo, idiota. Una post-religiosa.
—Estoy bastante seguro de que Paige nunca fue una monja, así que vamos a
seguir adelante sólo por si acaso.
—Voy a estar en la ciudad durante seis semanas. Podría ser agradable tener
alguna compañía.
Drew se encogió de hombros:
—Estoy seguro que no tendrás ningún problema para encontrar una mujer.
Infierno, puedes entrar en cualquier lugar de la ciudad y la mitad de las mujeres en
la habitación se desmayarían, por el amor de Dios.
—No quiero mujeres desmayadas.
—Buena suerte con eso, hombre. La mitad de las mujeres en esta ciudad te
han tenido y te quieren de nuevo, y la otra mitad quiere saber a qué se debe el
alboroto.
—No voy a tener un ambiente de desmayo de Paige.
—Bien por ella. Es bueno para ti que te digan que no. Construye el carácter.
Mitch sonrió:
—Ella va a decir que sí. Y, hablando de mujeres, ¿cómo está Mallory?
La boca de Drew se aplanó ante la mención de su esposa:
—Tendrías que preguntarle a ella, ya que actualmente no me está hablando.
—¿Frío en la caseta del perro? —Sonrió Mitch—. Es bueno pelear de vez en
cuando. No se puede tener sexo de reconciliación si no tienes nada por lo qué
reconciliarte.
—No creo que va a haber sexo de reconciliación. Creo que van a haber
abogados y un signo de En Venta en el césped delantero.
Mitch dejó caer la sonrisa y negó con la cabeza:
—Lo siento, Drew. ¿Estás seguro? ¿Has tratado… algo… de terapia o cualquier
cosa?
—Hemos hablando tantas veces que nos hemos quedado sin palabras. No
creo que la terapia ayude. —Drew se acercó a su taza de café personal, la cual era
probablemente un beneficio de la oficina y le preparó una taza a cada uno.
Mitch esperó mientras su amigo hizo el café, pensando que probablemente
estaba decidiendo lo quería decir y lo que no, y cómo decirlo. Drew y Mal habían
sido novios en el instituto, pero habían ido por caminos separados cuando llegó el
momento de la universidad. Ambos habían terminado de vuelta en Whitford, sin
embargo, y acababan de tener su décimo aniversario.
—Mal no quiere niños —dijo finalmente Drew, después de que había
colocado sus tazas en el escritorio y se sentó de nuevo.
—¿En este momento?
—Nunca.
—Vaya. —Mitch no sabía qué más decir. Drew y Mallory siempre habían
hablado de tener niños… algún día.
—Siempre fue un todavía no y no en este momento y algún día. Le dije que
algún día había llegado, y ella dijo que el único algún día que había llegado era el
día en que iba a decirme que no quiere tener niños.
—Ustedes estuvieron juntos durante todo el instituto y han estado casados
diez años. ¿Cómo puedes no haber tenido esta conversación antes? Quiero decir, ni
siquiera tiene sentido. Los recuerdo hablando de hijos. Ella quería una niña llamada…
algo. Infierno. Era una flor.
—Daisy. —Inhaló Drew—. Tenía miedo de que yo no me casaría con ella si lo
sabía, así que dijo lo que pensaba que quería escuchar y sólo siguió diciéndolo.
Ahora me estoy dirigiendo hacia los cuarenta años y no tengo niños y puede que ya
ni siquiera tenga una esposa.
—Lo siento, hombre. ¿Por qué decidió decirte ahora la verdad?
—Porque le dije que era el momento. Ninguno de los dos se está volviendo
más joven, sus embarazos serían de un riesgo más alto y no quiero necesitar un
andador para sentarme en la graduación del chico. A través de los años saqué el
tema más y más seguido, pero finalmente le dije que no quería posponerlo más.
Quiero un bebé. Ella no quiere un bebé. No hemos hablado desde entonces.
—¿Hace cuánto tiempo fue eso?
—Cinco semanas.
—Jesús, ¿tú y Mal no se han hablado en cinco semanas? Pensé que habías
dicho que habían hablado tanto que se quedaron sin palabras.
—Eso fue en los meses, infierno, años, anteriores a las cinco semanas.
—¿Siguen viviendo juntos?
Drew asintió:
—Ella se enojó y se fue a dormir a la habitación de invitados. Dado que no
hemos hablado, ella no ha regresado.
Mitch ni siquiera podía terminar de comprenderlo.
—Quieres decir que no han hablado de los niños.
—No, no hemos hablado en absoluto. Al principio fue raro e incómodo, pero
ahora… es sólo nuestra nueva normalidad, supongo.
—Eso es una mierda. —Tal vez Mitch nunca había estado casado, pero sabía
lo suficiente sobre relaciones sanas para reconocer una dañina—. Tal vez deberías
reconsiderar la terapia.
—Cuando saqué el tema, dijo que sugerir la terapia era como decir que había
algo mal con ella por no querer ser madre. Fue cuesta abajo a partir de allí.
—¿Cuánto tiempo vas a seguir sin hablarse el uno al otro?
—No lo sé. Sólo hay dos resultados posibles, el divorcio o decirle que está
bien si nunca tenemos niños. Y no estoy bien con cualquiera de ellos. —Drew tragó
un poco de su café—. Jesús, escúchame. No te detuviste para escuchar quejarme de
mis problemas. Suena como que tienes suficiente por tu cuenta con lo que lidiar.
—Tratar de meterme en los pantalones de Paige no es nada como tú tal vez
perdiendo a Mallory.
—Me refería a la posada y Josh, en realidad, pero unos cien dólares dicen que
no tendrás mejor suerte con Paige de lo que yo con Mal.
Mitch rió:
—Si fuera un hijo de puta, te tomaría la palabra en eso. No me importarían
tus cien en mi bolsillo. Pero nunca apuesto por una dama. Ellas siempre lo descubren,
tarde o temprano.
—Como siempre estás por aquí después.
—Uno de estos días, voy a sorprender a todos y atascarme con una mujer
para siempre.
Drew sonrió, pero Mitch podía ver la tristeza alrededor de sus ojos:
—Sólo asegúrate de que ambos quieren lo mismo en la vida, porque duele
como el infierno cuando descubres con los años que no.
Mientras que él no había estado tantos años en una relación como la que
tenía Drew, Mitch ya había aprendido la lección de una forma difícil y desastrosa. Un
hombre y una mujer que quieren dos cosas diferentes terminaran en dos lugares
diferentes, generalmente, lo que sólo podría conducir a la miseria.
Era mucho mejor cuando él y una mujer querían lo mismo, orgasmos, no de
la variedad de hágalo usted mismo. Tal vez sólo uno o tal vez muchos, pero luego
seguían por caminos separados sin resentimientos. Con la excepción de esa relación
desafortunada, era un plan que le había servido bien y todavía no había encontrado
a la segunda mujer que valiera la pena el desvío.
Capítulo 3
Traducción por LizC y Xhex

Para las dos al día siguiente, cuando Ava apareció para encargarse hasta la
hora del cierre, Paige estaba agotada. Incluso pensó en ir a casa y tomar una siesta,
cosa que era algo que rara vez hacía, pero eso sólo haría más difícil el dormir antes
de acostarse, y aquella alarma a las cuatro y media no era muy indulgente.
En su lugar, se detuvo por su remolque y agarró su bolso de mano de la
biblioteca, dado que había terminado el último libro tres días antes y, cansada o no,
estaba ansiosa por más libros. El clima era agradable, no demasiado caliente y sin
humedad, así que caminó a la biblioteca, intercambiando saludos con los demás a
medida que avanzaba.
Todavía le resultaba estimulante, como la hacía sentir la gente de la ciudad,
como si fuera uno de los suyos. La llamaban por su nombre y le preguntaban cómo
iba el negocio, y ella les preguntaba después por sus hijos o algún pariente anciano.
Era lo que había estado buscando durante toda su vida, ese sentido de pertenencia,
y por fin lo había encontrado en Whitford.
Habiendo sido arrastrada de lugar en lugar al crecer, Paige siempre había sido
la chica nueva en la escuela. Siempre había habido un nuevo hombre en la casa,
algunos que se convirtieron en padrastros y mucho más que no lo hicieron. Y lo
había hecho un par de veces por sí misma. Más de una vez, había renunciado a quien
quería ser con el fin de convertirse en lo que un hombre quería que ella fuera.
Su auto averiándose en Whitford había cambiado eso. Ella cambió. Era una
oportunidad para iniciar una vida en un pueblo que le había dado la bienvenida a
una extraña varada con los brazos abiertos y, para asegurarse de mantener esa vida
en el camino, se estaba absteniendo de los hombres. Cuando estuviera segura qué
era lo que quería ser y tuviera su vida de la manera que quería, se pensaría en
compartirlo con un hombre. Por ahora, no iba a arriesgarse a volver a caer en los
patrones de comportamiento que había aprendido de su madre. Cero hombres.
La biblioteca estaba tranquila cuando Paige entró, pero sabía que no tenía
mucho tiempo antes que la escuela terminara y los niños comenzaran a aparecer, en
busca de un lugar seguro para matar el tiempo, haciendo la tarea o leyendo antes
que sus padres llegaran a casa del trabajo.
Hailey Genest, la famosa rompe-asientos-de-cuero, estaba detrás del
mostrador de préstamo, donde siempre estaba, desde las diez de la mañana hasta
las cinco de lunes a jueves, hasta las ocho los viernes, y tres horas cada dos sábados
por la tarde. Llevaba unos vaqueros y una camiseta, con su cabello rubio recogido
en una coleta alta, con aspecto de cualquier cosa menos una bibliotecaria.
Fran Benoit, con su espeso cabello gris recogido en una trenza, estaba
llevándose una pila de libros, y sonrió al ver a Paige.
—Llegas muy tarde. Agarré todos los que tienen el buen sexo.
—Supongo que tendré que conformarme con los que tienen los buenos
asesinatos. —Paige no estaba segura de poder manejar a Mitch Kowalski y libros
sexys en su vida al mismo tiempo.
—No tener lo primero podría llevarte a lo segundo, ya sabes —dijo Hailey,
dando a Paige una mirada mordaz—. Hace que liberes la tensión sino, esta se
acumula y luego, zas, alguien está llamando al nueve-uno-uno.
Las tres se rieron mientras Paige descargaba su bolsa, alineando los libros
sobre el mostrador para ser registrados. Hailey no tendía a ser muy sutil ante su
preocupación por la falta de una vida sexual de Paige. O tal vez no tanto
preocupación, como una determinación para arreglar lo que ella percibía como
“roto”.
—Hablando de sexo —dijo Fran—, ¿a Mitch le gustó tu pastel de carne?
Paige negó con la cabeza.
—¿Cómo hablar de sexo te llevó al pastel de carne?
Fran resopló.
—Hablar de sexo me lleva a Mitch Kowalski.
—Siempre lo hace —concordó Hailey, sonriendo con esa tonta sonrisa
nostálgica que era prácticamente una reacción femenina universal al nombre del
hombre siendo dicho en voz alta.
—Estoy segura que le gustó el pastel de carne o no habría llevado a Josh para
el desayuno ayer por la mañana.
Hailey negó con la cabeza.
—A nadie le importa el pastel de carne, Paige. Mitch va a estar en la ciudad
durante seis semanas y a ti te vendría bien liberar un poco de tensión. No quieres
matar a nadie.
—Entonces, ¿lo que estás diciendo es que tengo que tener relaciones sexuales
con Mitch para salvar algunas vidas?
—Por supuesto.
Fran asintió.
—Sí.
Paige no podía creer que las dos mujeres mantuvieran una expresión seria.
—Buen intento. No estoy interesada.
Y dijo eso con una expresión seria, cosa que era aún más difícil de creer. Por
supuesto que estaba interesada en tener relaciones sexuales con ese hombre. Pero
no cambiaba el hecho de que no iba a suceder.
—Además —dijo—, nada dice que está interesado en mí.
Fran recogió sus libros de la mesa y la miró.
—Cariño, si tienes una cosita y no un cosito colgando entre las piernas, está
interesado.
Todas rieron otra vez, hasta que un brusco y exagerado carraspeo resonó en
la sección de referencia, y Hailey las hizo callar.
—Ustedes van a hacer que me despidan.
—No pueden despedirte —dijo Fran—. Eres la única persona en el pueblo
que conoce el Sistema Decimal Dewey.
Después que Fran se despidió y a pesar de su regodeo, Paige encontró una
buena selección de romances sexys que quedaban en los estantes. Tomó un par,
junto con algunos misterios acogedores, un thriller político y un horror que parecía
que la mantendría despierta por la noche. Sentir terror era probablemente una razón
más saludable para estar despierta que pensar en sexo con Mitch.
Mientras agrupaba sus libros, un par de clientes formaron una fila detrás de
ella, por lo que Hailey no pudo decir nada más embarazoso que desearle un buen
día.
Los tres libros de tapa dura hicieron un poco más de peso que lo habitual, de
modo que Paige se detuvo a descansar en el pequeño parque con los lindos bancos,
lilas y rosas silvestres. Y en lugar de pensar en si eran o no exagerados los
comentarios de Hailey sobre la tensión sexual, pero fundamentados en la verdad,
sacó un libro de bolsillo de la bolsa y se acomodó para leer durante unos minutos.

Mitch detuvo la camioneta en una plaza de estacionamiento en la calle


principal y se dio la vuelta para ayudar a Josh a bajar. Su hermano no le gustaba
tener que aceptar un hombro donde apoyarse, pero había un largo camino por el
terreno para un tipo con una pierna inmovilizada.
Una vez que Josh tuvo sus muletas metidas en las axilas, caminaron una
treintena de pasos por la acera y Mitch mantuvo abierta la puerta de la Barbería
Whitford.
No era un nombre de fantasía, pero no era un lugar elegante. Había unos
pocos salones en Whitford ahora, lugares en los que podías conseguir un corte de
cabello, las uñas pulidas y tu cuerpo bronceado si así lo deseabas. Tal vez un poco
de dermoabrasión, cosa que le sonaba a Mitch como arrojar un chorro de arena a tu
piel. Evitaba los salones como regla.
Esta era una barbería. Un afeitado y un corte de cabello y, si estaba de humor,
podías hablar con Katie Davis acerca de casi cualquier cosa bajo el sol. Pero ella no
iba a tocar los pies desnudos de nadie y si le preguntabas sobre bronceados, te diría
que fueras acostarte en la acera y te dieras la vuelta cada quince minutos.
—Realmente te ves como una mierda —dijo a modo de saludo, y Mitch se
alegró que estuviera hablando de Josh.
—No puedo lavarme el cabello en la bañera. Me lavo en el fregadero de la
cocina, pero es incómodo porque soy alto y sólo puedo poner mi peso en una pierna.
—Se quitó el sombrero mientras hablaba, revelando el lío que había inspirado a
Mitch a convencerlo de un viaje a la ciudad.
—En la silla de lavado —dijo, ya abriendo un cobertor limpio. Después que
Josh se acomodara en la silla, ella entregó a Mitch las muletas, colocó el cobertor
sobre Josh y abrió el grifo—. Reclínate.
Mitch agarró una revista sobre motos de nieve hecha jirones desde 2008 de
una de las sillas y se sentó, pero echó un vistazo a la silla de lavado a medida que
Katie formaba una gruesa espuma de champú en el cabello de su hermano. Josh
soltó un suave gemido bajo que provino desde lo profundo de su garganta, y Mitch
observó cómo un caluroso rubor rosado se deslizó hasta el cuello de Katie.
Interesante.
Y no de su incumbencia. Él siempre había pensado en Katie como en una casi
hermana. Rose había empezado a trabajar en Northern Star el mismo año en el que
Katie nació porque a su madre no le importaba si traía al bebé junto con un
cochecito. Prácticamente había crecido en la posada con ellos.
Pero no se veía como si ella pensara en Josh como un casi hermano, eso era
seguro. Y Mitch no quería saber nada más del asunto, así que se levantó y arrojó la
revista de nuevo en la silla.
—Parece que van a tardar un rato.
Katie resopló.
—Voy a lavar su cabello dos veces, luego darle un buen corte. También le
daré un buen afeitado con toalla caliente incluida, y tal vez se verá humano otra vez.
—Entonces, voy a dar un paseo. Si no estoy de vuelta cuando hayas
terminado, escríbeme.
Ella asintió y Josh no le hizo caso, así que salió a la luz del sol y se debatió en
un destino. Podía caminar hasta la Tienda General y Estación de Servicio Whitford
para saludar a Fran y Butch Benoit. O podía caminar hasta el banco y transferir
algunos fondos a la cuenta de la Posada Northern Star. Tal vez asumir parte del peso
de los hombros de Josh.
Aunque, no había construido un negocio exitoso, por tirar dinero bueno en
lo malo. Si la posada estaba realmente en problemas y no iba a ser capaz de
sostenerse a largo plazo, una transfusión monetaria era una solución temporal.
Necesitaban un plan, y entonces, podrían encontrar la manera de pagar por ello.
Caminó sin rumbo por la acera para evitar estar de pie en un solo lugar como
un idiota, Mitch dejó que su mente vagara a Northern Star. Y a Josh. Había cambiado
desde la última vez que lo había visto, y no en el buen sentido. Y, si bien una pierna
rota no era exactamente divertido, el cambio en su estado de ánimo y en la
perspectiva general de la vida iba más profundo que eso. Más importante que echar
una mano mientras Josh sanaba y calcular las finanzas de la posada, era averiguar
por qué su hermano se estaba volviendo tan amargado.
Al llegar al parque de la ciudad, uno pequeño localizado al lado de la tienda
de hardware, no el grande con los patios de juegos y quioscos, vio a Paige Sullivan
sentada en un banco, así que empujó Josh a la parte posterior de su mente
temporalmente.
Estaba sentada de lado, con los pies metidos debajo de ella y un brazo
enganchado en el respaldo de la banca. En la otra mano tenía un libro de bolsillo, y
no levantó la vista hasta que se sentó junto a ella.
—¿Te importa si me uno?
Cuando estuvo a punto de dejar caer el libro, se sintió culpable por asustarla,
pero luego ella sonrió. Después de marcar su página con su tarjeta de la biblioteca,
metió el libro en una bolsa de lona en el suelo junto a ella. Tenía el logo de la
Biblioteca Pública de Whitford en el frente y parecía estar esforzándose en las
costuras.
—Sólo quería sentarme aquí un minuto, pero es tan agradable aquí fuera que
saqué un libro. —Miró el reloj—. Y ahí se fue una hora.
—Hay peores maneras de pasar una hora. ¿Dejaste libros para el resto de
nosotros?
Ella rió.
—No tengo cable, así que leo mientras todos los demás están viendo la
televisión.
—Yo no leo tanto como me gustaría. Hay unos cuantos escritores de suspenso
que me gustan, así que descargo sus libros a mi teléfono y ojeo algunas páginas
cuando puedo.
—Mi teléfono celular hace llamadas y eso es todo. Tengo que tener internet
para la cafetería y, dado que me paso la mayor parte de mi vida ahí, no necesito
llevarlo conmigo.
Él se recostó contra el banco, girando la cara hacia el sol. No llegaba a sentarse
o a hacer nada a menudo. Se sentía bien.
—Dime cómo terminaste en Whitford. No es exactamente un destino
atractivo.
—Ya te lo dije. Estaba conduciendo por ahí y mi auto se dañó y nunca me fui.
—Hay más que eso.
Ella se encogió de hombros.
—En realidad no.
—¿No tenías ya una casa y un trabajo o cualquier otra razón para regresar a
donde sea que estabas antes de que el auto se averiara?
—Tenía un trabajo de mierda y un apartamento de mierda. Obviamente mi
auto no era tan genial, tampoco.
Él giró la cabeza para mirarla, más intrigado por sus respuestas vagas que
intimidado por ellas.
—La mayoría de la gente le encanta hablar de sí mismos, ya sabes.
—Pues hazlo.
Él sonrió y negó con la cabeza.
—No lo creo. Quiero oír tu historia. Ya sé la mía.
—Todos conocemos la tuya —le dijo enfáticamente, haciéndolo resoplar. ¿No
era esa la verdad? —. Vivía en Vermont, pero se me notificó que había heredado
algo de dinero en un testamento. Tenían el cheque, pero la esposa del hombre
realmente quería conocerme, así que conduje a Portland.
¿La esposa del hombre?
—¿Cómo conociste a ese tipo?
—No de ese modo. Él fue mi padrastro por un tiempo, cuando era pequeña.
Apenas lo recuerdo, pero su esposa dijo que habló mucho de mí. Supongo que trató
de mantenerse en contacto conmigo, pero mi madre lo dificultó y, finalmente, se dio
por vencido y tuvo una familia propia. Sin embargo, ella dijo que él se preocupó
mucho por mí a lo largo de los años.
Ella se veía triste, como si se lamentara haber perdido a alguien que la cuidara
lo suficiente que se preocupara por ella.
—¿Así que te dejó algo de dinero?
—Sí. Tenían hijos propios, pero hicieron algo relacionado con software y
estaban bastante acomodados. Así que estaba conduciendo, tratando de imaginar
qué tan diferente habría sido mi vida si mi madre no hubiera huido de Joel y como
hubiera sido ser suya y ser criada en un solo lugar, como sus hijos, cuando mi auto
se averió.
—¿Y usaste el dinero que te dejó para comprar el restaurante?
Ella asintió.
—Katie pasó conduciendo justo después de que me quedara averiada. Era
una total extraña, pero me dio un aventón a la ciudad. Butch se encargó de mi auto.
Fran llamó a Rose, y luego Josh condujo y me recogió. Me dijo que podía tener una
habitación en Northern Star hasta que mi auto estuviera arreglado. Y luego Mallory
se presentó al día siguiente porque había oído acerca de mí y no quería que me
quedara en la posada sin manera de hacer mis pendientes. Antes de que mi auto
estuviera reparado supe que deseaba que Whitford fuera mi casa.
Él volvió a mirar hacia el cielo.
—Es curioso, todo lo que se suma a la razón principal por la que me mantengo
alejado.
—Es una gran ciudad.
—No creerías que es tan genial si todo el mundo recuerda y habla de todo lo
que siempre has hecho mal en tu vida.
—Por lo menos siempre has tenido un lugar al que llamar hogar. Me tomó un
tiempo, pero Whitford es ahora ese lugar para mí.
Él no llamaba hogar a cualquier parte por mucho tiempo. Ciudad de
procedencia, sí. Pero hogar, no, y le gustaba de esa manera.
—¿De dónde eres? No suenas como si siempre hubieras vivido en Vermont,
pero no puedo determinar tu acento.
—Eso es porque no tengo acento. Tengo toda una combinación de acentos.
Nací en Nevada, pero no mudamos de allí antes de que tuviera un año de edad y
nunca nos quedábamos en un lugar por mucho tiempo. Mi madre es un poco
nómada, supongo.
—Sigues llamándola “mi madre”. Nunca mamá o ma.
—Supongo que la llamo mamá cuando hablo con ella. Su nombre es Donna,
pero no puedo decidirme a usarlo.
—¿No son cercanas?
—No… somos cercanas. Pero ella ha estado siempre más envuelta en su
propia vida, así que no tengo muchas noticias de ella.
A Mitch le gustaba pensar que si su madre estuviera todavía viva, hablaría con
ella tan a menudo como pudiera. Así, nunca pasaría más que unas cuantas semanas
sin hablar con Rosie o con su tía Mary por teléfono.
Su teléfono celular sonó y lo comprobó para encontrar un texto de Josh.
Hecho.
No quería que su hermano acabara. Quería sentarse en el sol con Paige y
lograr que le dijera más sobre ella. Como por qué no tenía citas, como podían
apreciar los buenos ciudadanos de Whitford. Y ellos veían casi todo.
—Me tengo que ir —dijo él de mala gana—. Dejé a Josh en la barbería, y Katie
ya ha terminado con él o se dio por vencida y lo dejó.
—Él se veía un poco harapiento cuando lo trajiste para el desayuno de ayer.
—Definitivamente atrasado para un corte. —Se puso de pie—. Te veo luego.
—Disfrute el clima.
Él estaba a medio camino a través del parque cuando se dio la vuelta, con la
intención de preguntarle si quería hacer algo, como quizá dar un paseo en la moto
con él, pero Paige ya tenía la nariz enterrada de nuevo en su libro. Ni siquiera lo
miraba alejarse, lo que no augura nada bueno de ella queriendo pasar un rato a solas
con él por la noche.
Se acercó de nuevo a la barbería, preguntándose con quién más en la ciudad
podía pasar un poco de tiempo durante sus no-del-todo-vacaciones. Pero nadie en
su lista mental despertaba realmente su interés. Nadie más que Paige Sullivan.

Lo bueno de vivir en una casa rodante, no mucho más grande que dos
camionetas estacionadas una junto a la otra era el hecho de que no se necesitaba
mucho tiempo para limpiar. El dueño anterior había actualizado el cuarto de baño,
y Paige había reemplazado el linóleo y la alfombra antes de mudarse. Le encantaba
demasiado estar descalza como para caminar sobre un piso tan viejo como ella.
La cocina y el dormitorio estaban un poco en mal estado, pero cada mes
trataba de ahorrar el dinero suficiente para hacer una pequeña mejora. El mes
pasado reemplazó la antigua puerta de lauan del armario en su dormitorio por una
doble plegable de rejilla blanca que iluminaba esa esquina de la habitación.
La abrió y la cerró un par de veces, orgullosa de lo bien que quedó y la
suavidad con que se movía en el corredor, y luego, encendió la aspiradora para
limpiar el pequeño desastre que había hecho. La vieja puerta ya estaba afuera, contra
la cerca, y tenía que recordar preguntarle a Carl si le importaría llevarla en su
camioneta y encargarse de ella en su siguiente turno.
El zumbido reconfortante de la aspiradora arrulló su mente en un viaje libre y
no se sorprendió cuando vagó directo a Mitch Kowalski. Había estado pensando en
él casi constantemente desde que se sentó a su lado en el banco del parque ayer.
Lo que más se preguntaba era si él estaba siendo amable o si estaba
realmente interesado en ella. Y entonces, sin importa lo mucho que intentó no
hacerlo, se imaginó qué habría pasado si la hubiera rodeado con su brazo y la besara
allí mismo, en el parque a plena luz del día.
Eso, sin duda, le habría dado a la ciudad algo de qué hablar. No es que
necesitaran mucha insistencia para hablar de Mitch, pero Paige nunca había hecho
nada, aparte de reabrir el restaurante, que la pusiera en la columna de chismes.
De lo que había oído, Mitch tenía un apartamento en la ciudad de Nueva York,
pero rara vez se quedaba allí. Viajando de un trabajo a otro, o bien se alojaba en
hoteles o alquilando un apartamento amueblado si estaba allí un par de meses.
Eso probablemente explicaba cómo había evitado cualquier relación seria
hasta ahora. No se quedaba en un lugar el tiempo suficiente para que las cosas se
pusieran serias. Algo así como su madre, salvo que Donna Sullivan iba generalmente
corriendo hacia lo que pensaba que sería el amor y no huyendo de él.
Se preguntó cómo funcionaba para Mitch. ¿Permanecía huyendo de modo
que el amor no pudiera atraparlo? ¿O era el amor simplemente incapaz de
detenerlo? Era como la cosa del huevo-o-la-gallina para su vida amorosa.
Riéndose de sí misma, Paige desconectó el cable de la pared y lo enrolló
alrededor de la aspiradora. Tal vez viajaba porque su trabajo lo exigía.
Periódicamente. Y ella tenía mejores cosas que hacer que reflexionar sobre el estado
de la vida amorosa de Mitch Kowalski.
Su móvil vibró en el bolsillo y rodó los ojos cuando vio el nombre en la
pantalla de identificación de llamadas.
—Hola, mamá.
—Hola, cariño. ¿Cómo estás?
—Bien. ¿Qué tal tú?
Espera…
—He estado mejor.
Y, como era de esperar, su madre se lanzó a una letanía de quejas que
revelaban sus crecientes dudas sobre su relación actual. Corey era cinco años menor
que Donna, un hecho que había emocionado a su madre al principio, pero se estaba
convirtiendo rápidamente en una fuente de inseguridad.
—Lo juro, él habría olvidado el aniversario de nuestra primera cita si no lo
hubiera puesto en Facebook.
Paige puso su teléfono en altavoz y silenciosamente extendió un poco de
trabajo en la mesa delante de ella, cuidándose de hacer ruidos compresivos en los
momentos adecuados. Sacando lo que pensaba eran los “Especiales de Gavin” de la
pila de hojas, escaneó a través de los números.
Gavin Crenshaw era joven, pero le encantaba cocinar y era bueno en eso, así
que trabajaría en el restaurante hasta que pudiera ahorrar suficiente dinero para
mudarse a Portland o Boston y empezar a ascender en la escala culinaria. Mientras
tanto, Paige le permitía probar las recetas con sus clientes, siempre y cuando los
ingredientes no fueran demasiado caros, y Ava marcaba una barra en una hoja para
registrar cada vez que alguien ordenaba uno de los especiales de Gavin.
Whitford no había abrazado la berenjena en parmesano. A juzgar por las
marcas, la mayoría en Whitford ni siquiera habían probado el plato. La carne asada
en pan de ajo a la parrilla, sin embargo, había sido un éxito tan grande que Ava había
mantenido una cuenta separada para el número de clientes que pedían que se
agregara al menú regular. Paige hizo una nota para que Gavin lo ofreciera un par de
veces más y, si el interés se mantenía alto, lo consideraría.
—Anoche sólo se dio la vuelta y se fue a dormir. Me acurruqué contra él, pero
empezó a roncar antes de que llegara más lejos.
—Probablemente estaba cansado, mamá —dijo Paige. Habían pasado unos
minutos desde que hizo un ruido compresivo, además de que quería alejar las
descripciones después de “más lejos”—. Es cinco años menor que tú, pero no tiene
diecinueve, tampoco.
Pero esa explicación no era la simpatía que Donna estaba buscando, por lo
que las quejas continuaron. Paige puso una X roja junto a un par de artículos e hizo
una nota para recordarle a Gavin que sus conciudadanos no eran fanáticos de las
verduras emperifolladas. Les gustaba el acompañamiento de judías verdes. El maíz
estaba bien. Nada caramelizado era un favorito del público.
Otros diez minutos pasaron antes de que su madre terminara.
—Oh, él está en el camino de entrada ahora. Tengo que irme. ¡Te amo!
Paige terminó la llamada con un movimiento de cabeza.
—Bueno hablar contigo, también, mamá. Estoy bien. El negocio está genial,
gracias por preguntar. Y hay un tipo muy sexy en la ciudad con el que no estoy
teniendo sexo porque no quiero terminar como tú.
Trató de no tomarlo como algo personal. Amaba a su madre y sabía que su
madre la quería, también, hace tiempo se había dado por vencida de ser la persona
más importante en la vida de Donna Sullivan. Era sólo del modo en que era su madre
y nunca iba a cambiar.
Tan emocionalmente insatisfactoria como fue la llamada, había llegado en un
momento perfecto para servirle a Paige de recordatorio de porqué tenía una regla
nada de hombres. Tenía mejores cosas de qué preocuparse, que de un tipo
olvidando el aniversario de su primera cita o dando la vuelta y yéndose a dormir.
O si uno había pensado en besarla en un banco del parque a la luz del sol.
Capítulo 4
Traducido por Gemma.Santolaria y Lauuz

Paige amaba la celebración del Old Home Day en Whitford. Un poco de amor
venía de no abrir hasta el mediodía el restaurante, lo que la permitía dormir hasta
las siete. Mayormente, sin embargo, amaba el fuerte vínculo que la comunidad sentía
mientras respetaba a su ciudad adoptiva.
Ya hacía calor, así que se puso un vestido rojo con un corpiño ceñido que se
soltaba en una falda. Además de ser fresca, también hacía que sus tetas se vieran
muy bien. No es que las estuviera enseñando para alguien, pero la mayor parte de
su vida la pasaba con una camiseta del restaurante Trailside y era agradable verse
bonita y femenina de vez en cuando. Ante la humedad, se recogió el cabello en una
cola de caballo y no se puso ningún tipo de maquillaje, sino sólo un toque de brillo
de labios.
Aunque poder dormir era un cambio refrescante, tener el restaurante cerrado
significaba tener tostadas con mermelada para desayunar, pero no le importaba. Eso
dejaba más espacio para la masa frita que sólo estaba disponible en Whitford en el
Old Home Day, y los increíbles productos horneados estarían a la venta. Si tenía
suerte, alguien se habría olvidado de contratar al proveedor de salchichas italianas
este año, porque lo culpaba por sus vaqueros demasiado estrechos durante toda
una semana después de la celebración del año pasado.
Un poco después de las nueve, se dirigió a la biblioteca para encontrarse con
Hailey. El desfile no comenzaba hasta las diez, pero la base de la estatua
conmemorativa del fundador de la biblioteca ofrecía una gran vista y alguien robaría
ese lugar si no llegaba temprano. No importaba que Hailey fuera la bibliotecaria,
tampoco. La gente callaría si ella los hacía callar, pero no renunciarían al privilegiado
lugar con las mejores vistas del desfile.
Hailey ya la estaba esperando cuando subió la pequeña colina cubierta de
hierba, y sonrió cuando Paige se sentó en la losa de cemento junto a ella.
—Te ves como una chica modelo sexy en ese vestido.
—Yo apostaba para una no caliente y sudorosa, pero sexy chica modelo
funciona para mí.
—De los tobillos hacia arriba, de todos modos.
Paige miró hacia sus gastadas y cómodas chanclas y movió los dedos de los
pies.
—Maldita sea. Realmente estaba esperando enganchar a algún tipo con un
fetiche con los pies hoy.
—Hay otras partes de mi cuerpo con las que prefiero que un chico se
obsesione.
—No lo sé. Masaje de pies gratis. Quizás la pedicura si tiene las manos firmes.
Hailey sonrió.
—Me pregunto qué siente Mitch por los pies.
Y maldiciendo el lindo vestido de verano que no hacía nada para ocultar el
rubor caliente que se arrastraba sobre la piel de Paige.
—¿Quieres decir que todo el pueblo aún no sabe si tiene un fetiche por los
pies?
Hailey en realidad pareció como si estuviera considerando la pregunta como
algo serio.
—No creo haber oído alguna vez una historia sobre él y los pies.
—No importa, de todos modos. No tengo interés en los intereses de Mitch
Kowalski.
—Aw, pero se veían tan lindos sentados juntos en el parque el otro día. —
Paige le lanzó una mirada de Tienes que estar bromeando. Ella sonrió—. O al menos
eso he oído. De alrededor de unas veinte personas diferentes.
—Estaba leyendo. Él estaba esperando que Josh tuviera su corte de cabello.
Hablamos durante unos minutos, y luego se fue. No es gran cosa. —Bueno, en su
imaginación sí que era un gran problema, sobre todo cuando se suponía que debía
estar durmiendo, pero no pensaba que nadie más lo pensaría.
—Mmm-hmm.
—Además, está fuera de los límites. Tuviste una relación con él y eres mi
amiga, así que por lo tanto no puedo tener una relación con él. —Además había
toda la cosa de la abstención, pero su amistad era una excusa a mano.
Hailey rió.
—No tuvimos una relación. Éramos jóvenes y estúpidos y estábamos
aburridos, por lo que nos emborrachamos y tuvimos sexo en el asiento trasero. Y
eso fue hace mucho tiempo. Tanto tiempo que beber vino con refrescos era la cosa
divertida de hacer.
—Pero aun así…
—Pero aun así, nada. Créeme cuando te digo que no hubo nada emocional
implicado en absoluto, por ninguno de nosotros, y que tienes vía libre, cariño.
—Mi pista de aterrizaje está cerrada. —Paige frunció el ceño, y sacudió su
cabeza—. Estoy destrozando toda esta cosa del avión. No puedo ser el avión y la
pista de aterrizaje.
—Déjame hacerlo fácil. Él será el avión. Tú serás el hangar.
—¿Por un tipo que ha estacionado su avión por toda la ciudad? Él puede rodar
hacia otro hangar.
Hailey rió.
—Tienes razón. Apestas en la cosa del avión. Pero no creo que sea tan libre
sobre dónde estaciona el avión de lo que la leyenda cuenta, ya sabes. He vivido toda
mi vida aquí, y muchas de esas historias son el equivalente a las historias de peces
de mi tío. Ellos sólo quieren que todo el mundo piense que pescaron al más grande.
—No puedo hacer lo de aviones y peces. Tienes que elegir uno.
—Péscalo, mantelo por unas pocas semanas, y luego lánzalo de vuelta y
déjalo nadar lejos.
—Me estás matando con las metáforas
—Fóllate al tipo, Paige. Ten sexo caliente y sudoroso hasta que pienses que
nunca más podrás caminar, y luego dale una patada hacia la acera.
Sonaba bien en teoría… infiernos, sonaba muy bien en la teoría, pero Paige
no podía correr el riesgo. Todo lo que necesitaba era enamorarse de un chico como
Mitch y perder todo lo que había ganado porque estaba demasiado ocupada
persiguiendo a un chico que no quería ser atrapado. Lo había hecho antes, a pesar
de que había tomado la decisión de cambiar su vida antes de que se volviera un
hábito, como lo fue para su madre.
En un esfuerzo para distraer a Hailey, Paige cambió de tema hacia la
recaudación de fondos inminente para la biblioteca y funcionó. El tiempo pasó
mientras hablaban de los presupuestos y de la venta de los libros usados y de qué
presupuesto de la biblioteca de Whitford estaba yendo hacia abajo por el desarrollo
de su colección digital, hasta que casi era la hora para el desfile.
Paige se sobresaltó cuando Hailey le puso el brazo sobre los hombros y la
atrajo hacia ella, señalando con su mano libre.
—Dime otra vez que no estás interesada.
Miró al otro dado de la calle donde Hailey estaba señalando y suspiró. Por
supuesto que Mitch tenía que escoger un lugar justo enfrente de ellas para ver el
desfile. Sin duda que era el banquillo lo que los había atraído, ya que un par de
adolescentes lo habían dejado libre para que Josh se pudiera sentar, pero aun así.
¿Tenía que estar directamente en su línea de visión de esa manera?
Mitch llevaba lo que parecía ser una andrajosa camiseta de sus días en la
escuela, probablemente en honor por la ocasión, y shorts que atraían su atención
hacia sus piernas. No podía decir que alguna vez había prestado atención a las
piernas de un hombre antes, pero le gustó la vista de las suyas. Él se sentó en el
banco junto a su hermano, sin apartar los ojos de su teléfono. Paige esperaba que
lo que fuera que tuviera su atención, la mantuviera. Tal vez ni siquiera la notaría entre
la multitud.
—Si Mitch te atrapa mirándolo de ese modo, puede que haga una inmersión
kamikaze hacia tu hangar aquí delante de todos.
Paige se rió y empujó a Hailey.
—¿Vas a dejar eso de los aviones? Hablemos de otra cosa. ¿Ya has visto al
vendedor de masa frita? Quiero ser la primera de la fila cuando monte su parada. —
Si iba a entregarse a algo malo para ella, mejor que fuera por la comida chatarra que
por un hombre.

—¿Vas a estar jugando con esa cosa todo el día?


Mitch frunció el ceño hacia su pantalla táctil.
—No estoy jugando. Estamos haciendo el trabajo preliminar sobre una
demolición en Miami, y Scott se supone que tenga que re-comprobar los cálculos
del radio de la nube de polvo. Hay una escuela y una clínica de salud cerca y si
necesitamos equipos de climatización para cubrir inhalación y esas mierdas, eso
tiene que tenerse en cuenta en la oferta.
—¿Le dijiste a Scott que lo hiciera?
—Sí.
—Entonces probablemente lo hizo. Mira el desfile.
—El desfile aún no ha comenzado. Y le envié un correo recordándoselo ayer
y aún no he recibido una respuesta.
—Probablemente esté enviando tus correos electrónicos a su carpeta de
correo no deseado, porque no lo dejas en paz el tiempo suficiente para que haga su
trabajo —dijo Josh, y Mitch estaba a unos cinco segundo de empujar a su hermano
del banco, con o sin yeso. En su lugar, le hizo caso—. Paige se vie sexy como el
infierno hoy.
Mitch miró hacia arriba, olvidando su mensaje medio escrito, y examinó la
zona. No le llevó mucho tiempo encontrarla. En ese vestido rojo se parecía a una de
esas mujeres de esas historias que odiaba de la clase de Inglés, las mujeres que
atraían a los hombres hacia su perdición.
Estaba sentada en la base de la estatua de la biblioteca con Hailey y se reían.
Hailey era una mujer atractiva, pero había algo en Paige que atraía su mirada y la
sostenía.
—¿Verdad que sí? —dijo Josh dos veces, y Mitch se dio cuenta que estaba
hablando con él.
—¿Qué?
—¿No se ve sexy?
—Sí. —Lo hacía, y antes de que se terminara el día, tenía la intención de
decírselo él mismo.
La multitud se agitó con entusiasmo mientras la nueva camioneta del
departamento de policía entraba a la vista por el final de la calle, con las luces azules
parpadeando. Drew golpeó la sirena y la dejó sonar por unos segundos, lo que
indicaba el inicio del desfile.
Mitch descubrió que tenían unos pocos minutos antes de llegar a ellos, por lo
que inclinó la cabeza hacia su teléfono y terminó el mensaje para Scott. El sonido de
gritos y de flashes en movimiento en su visión periférica le dieron la suficiente
advertencia para evitar que Josh agarrara su teléfono.
—¿Qué demonios?
—Pon el maldito teléfono lejos o lo tiro delante del camión de bomberos.
—Tocas mi teléfono y voy a lanzarte a ti enfrente de un camión en llamas. —
Dado que había terminado de todos modos, lo guardó en los bolsillos de sus
shorts—. Un rápido mensaje no va a arruinar el día.
—Pero él te va a responder y entonces tendrás que contestar y revisarás tu
correo electrónico y lo siguiente que sabes, es que estás viendo alrededor buscando
un lugar silencioso para llamar por teléfono.
Mitch bufó porque tenía que esperar a que la sirena de la ambulancia se
detuviera antes de poder hablar.
—No podría hacer una llamada telefónica ahora si mis negocios dependieran
de ella.
Esperemos que no lo hicieran. Había un montón en el plato de Demoliciones
Northern Star, pero tenía que confiar en que las personas que habían contratado
hicieran sus trabajos. Este viaje a casa para asegurarse que Josh no se lastimara
haciendo demasiado se suponía que también sirviera como sus primeras vacaciones,
pero no era muy bueno en eso.
Sin embargo, envió los asuntos del trabajo lentamente al fondo de su mente
mientras los vehículos de rescate del pueblo pasaban, seguidos por los equipos de
pequeñas ligas que llevaban flotando sus suspensorios. La grúa de Butch Benoit
estaba cubierta de luces parpadeantes, a pesar de que eran las barras de dulce
lanzadas a la multitud lo que hacía a los niños gritar emocionados. Había un puñado
de niñitas de clase de baile girando en faldas esponjosas, y una fila de tractores
antiguos.
Y una bonita rubia en un vestido de verano rojo que atrapó observándolo
algunas veces. Ella había alejado la mirada cuando él volteaba, pero atrapó su mirada
persistente muchas veces de forma accidental. Incluso los caballos ganadores de
listones azules de Burt Franks no podían alejar su atención de Paige por más de unos
cuantos segundos.
—Pobre Burt —murmuró Josh.
—¿Cuál es el asunto con Burt?
—Está tan orgulloso de esos percherones y nadie les está poniendo atención.
Todos están viéndote observar a Paige que está tratando de fingir que no está
observándote.
Mitch miró a su alrededor y, seguramente, todo un montón de personas
apresuraron sus miradas de regreso a los caballos.
Como sea. Estaba acostumbrado a estas personas estando demasiado
interesadas en lo que hacía.
Cuando la gran camioneta del departamento de bomberos con la escalera
apareció, señalando que el desfile había terminado y las personas eran libres para
caminar por la calle, Mitch mantuvo la pista del vestido rojo mientras la mujer
caminaba por la colina y entre la multitud. Paige lucía como una mujer con una
misión, y tuvo que caminar rápido para interponerse en su camino.
—No te preocupes por mí. —Escuchó a Josh gritar desde algún lugar detrás
de él—. Solo voy a vagar por aquí y esperar que nadie golpee mis muletas.
Sólo unas cuantas personas para evadir y Mitch fue capaz de ponerse en el
camino de Paige.
Ella se detuvo en seco cuando lo vio.
—Hola, Mitch. ¿Disfrutaste el desfile?
—No tanto como estoy disfrutando ese vestido. Luces como cada mujer en
una canción de country.
Ella inclinó la cabeza, sus labios curvándose en una sonrisa.
—¿Así que me llevé tu perro, tu camioneta y te dejé llorando encima de tu
cerveza?
—No esa clase de canción country. Más cerca de las líneas de llevarte por un
paseo en mi tractor por el arroyo para nadar un poco.
—¿Tienes un tractor?
Él tuvo que pensarlo por algunos segundos, pero fue lo del arroyo de lo que
no estaba seguro. El cavaría una trinchera y la llenaría con la manguera del jardín si
era necesario.
—La posada tiene uno y creo que incluso funciona. ¿Quieres ir más tarde por
un paseo?
Además del rubor surgiendo del escote de su vestido de verano, su sonrisa
fue entretenidamente educada.
—Creo que paso. Y tengo que conseguir algo de masa frita, así que te veré
por ahí.
Ella no estaba a más de diez pasos cuando él escuchó a su hermanito
burlándose detrás de él.
—¿Un paseo en tractor? Y no tenemos ningún arroyo lo suficientemente
profundo para nadar desnudo, tonto.
—Cállate. —Dado que estaban rodeados por personas que no tenían nada
mejor que hacer que espiar su conversación, hizo un gran espectáculo de encogerse
de hombros—. Hay muchas mujeres con las cuales pasar el rato en el arroyo.
—Preferiría encontrar a una mujer vendiendo comida. ¿Dónde está el puesto
de pasteles?
Mitch se paró de puntillas, tratando de ver por encima de la multitud. Se sentía
algo mal por abandonar a Josh en su persecución de Paige, así que la sacó de su
cabeza y regresó su atención a encontrarles algo de comer.

Estar ocupada en la cena ayudó a mantener la mente de Paige lejos de la


sorprendente invitación de Mitch a pasear en su tractor, a pesar de que esta era una
de las proposiciones más interesantes que había escuchado en su vida. Sentada en
su regazo, rebotando por el campo, era una visión para saborear más tarde.
Ava estaba trabajando su turno regular, así que Paige técnicamente no estaba
en el horario. Pero la sociedad Histórica de Whitford estaba vendiendo botellas
reutilizables adornadas con su logo para ganar dinero para el Grange Hall, y el
restaurante Trailside estaba ofreciendo agua gratis o rellenos de limonada a todos
los que compraran las botellas. Era un día caliente y un montón de familias estaban
tomando ventaja de esa oferta.
Qué bueno que estaba usando sus chanclas con el vestido de verano en lugar
de las sandalias de vestir que estarían matando sus pies ahora, Paige rellenaba
botellas y ayudaba a Ava a mantenerse al tanto de las familias que trataban de
obtener un verdadero almuerzo para sus hijos antes de que fueran como locos con
los vendedores de comida regados por la calle principal.
Cuando la avalancha inicial terminó, Ava se sirvió un vaso de limonada
premezclada que Paige había preparado para el evento y se inclinó contra el
mostrador.
—¿Así que los tractores no son tu estilo?
Ella no estaba sorprendida de que el rumor de que había rechazado a Mitch
ya se estuviera esparciendo.
—O tal vez Mitch Kowalski no es mi estilo.
—Dulzura, esos chicos Kowalski son el tipo de cada mujer joven.
—Él en serio parece pensar eso.
—No te lastimaría nada tomar un paseo en el tractor del chico.
Paige se rió y negó con la cabeza.
—Montarme en tractores con chicos no está en mi lista de cosas por hacer en
ningún momento cercano.
Y Ava sabía por qué, ya que era una de las pocas personas en las que Paige
confiaba. Más de una vez, se había encontrado deseando que Ava fuera su madre,
pero trataba de no pensarlo muy frecuentemente. Parte de formar su hogar aquí era
dejar ir su vieja vida y abrazar la nueva. Resentir las elecciones que había hecho su
madre no le hacía ningún bien a nadie.
La campana repicó antes de que Ava pudiera decir algo más acerca de Mitch,
y Paige estaba agradecida por eso ya que era él el que había caminado por la puerta.
Aunque su cuerpo comenzó a hormiguear, temblar y sobrecalentarse de nuevo, hizo
lo mejor que pudo para lucir como si no pudiera importarle menos.
—Está frío y agradable aquí —dijo él, tomando asiento en la barra—. Buen
lugar para sentarse y tener una hamburguesa con queso.
—¿Perdiste a Josh? —Se suponía que estaba cuidando de su hermano, lo que
no podía hacer mientras estaba sentado en su barra.
—Se cansó, formado en la línea por el algodón de azúcar, así que lo llevé a
casa.
—¿No te formaste en lugar de él?
—Oye, me ofrecí. Puede ser muy terco.
Probablemente un rasgo de la familia.
—¿Quieres papas con tu hamburguesa?
—Absolutamente.
Ava garabateó su orden en su bloc y fue a dejarlo a la cocina, dejando a Paige
sin razón para no estar parada ahí hablando con Mitch. La manera en que la miraba
la hacía muy consciente del vestido, y deseó haberse puesto una camisa encima
antes de ofrecerle ayuda a Ava.
—¿Conseguiste tu masa frita? —preguntó.
La referencia a su encuentro de más temprano la hizo ruborizarse.
—Sí. Y volví por una segunda, incluso aunque no debía.
—El día Old Home es una vez al año. No es divertido si no lanzas la fuerza de
voluntad al viento y disfrutas la comida de carnaval.
Ella pudo haber vuelto por más masa frita, pero Mitch era el peligro para su
fuerza de voluntad. Si iba a montar el tractor de algún chico, montar su avión o jugar
lanza-y-atrapa, sería con él. Y esa era una buena razón para excusarse.
—Tienes todo bajo control —le dijo a Ava—. Estaba pensando en conseguir
algunas canastas del club de jardinería este año.
—Ve y diviértete antes de que las cosas se desanimen demasiado.
Ella sonrió y dijo adiós a Mitch mientras se iba, y él levantó una mano en
respuesta. Sin embargo, no sonrió, cosa que le hizo reír. No parecía que supiera
cómo tomar el rechazo muy bien, pero tenía que acostumbrarse.
Con un suspiro, Paige caminó por la calle. Una tercera masa frita estaba fuera
de cuestión, pero tal vez podía encontrar algún tipo de decadente truco para
calmarse. Su cuerpo podría no pensar que el algodón de azúcar o una manzana
caramelizada eran un buen sustituto para un hombre como Mitch, pero era todo lo
que iba a conseguir por el momento.
Capítulo 5
Traducido por Lauuz, Gigi D y âmenoire

Mitch necesitaba volver al trabajo. Desesperadamente. En Demoliciones


Northern Star, si las personas no hacían lo que les decían, podía despedirlos. Sus
empleados lo escuchaban. La familia no escuchaba una mierda, especialmente Ryan.
Garantizado, Mitch no iba a pagarle, pero la posada necesitaba un carpintero y su
hermano era uno malditamente bueno.
—Estoy manejando un negocio aquí, Mitch —dijo Ryan, su incredulidad
sonando alta y clara a través del teléfono—. No puedo solo dejarlo porque tú crees
que los escalones delanteros están un poco desvencijados.
Mitch recargó su cara de nuevo en el sofá, así podía mirar el techo, no es que
encontrara ahí lo que estaba buscando (como era paciencia con su hermano) pero
era mejor que golpear su cabeza contra la mesa de café.
—Yo también manejo un negocio, Ryan. Pero estoy aquí. Y los problemas aquí
van más allá de escalones desvencijados. El lugar se está yendo al infierno.
—Entonces contrata a alguien para hacer el trabajo. Alguien que no cobre lo
mismo que yo.
—No hay un montón de dinero para jugar aquí, y escribir un cheque para la
posada no va a resolver nada a largo plazo. Necesitamos acomodar, arreglar todo y
decidir cómo vamos a mantenerla a flote. Puedes gastar un par de fines de semana
largos por lo menos.
—Voy a tratar.
Eso podría haber estado bien si Mitch le creyera, pero él había trabajado con
suficientes constructores como para saber que estaba mintiendo.
—Josh necesita ayuda. ¿Lo recuerdas? Nuestro hermano menor. ¿El que ha
estado manejando el lugar con solo Rosie para ayudarlo?
—Suena como que ha estado haciendo un trabajo de mierda, también.
Eso era justo lo que necesitaba Mitch. Otro hermano con una actitud de
mierda. Qué divertido sería tenerlos a ambos bajo el mismo techo. Pero el edificio
necesitaba algunas reparaciones y Ryan era un muy buen constructor, así que Mitch
iba a obligarlo a aparecerse, incluso si tenía que ir a Massachusetts y arrastrar su
trasero hasta allí por la fuerza. Solo para empezar.
—Voy a ir el viernes en la noche —dijo Ryan después de que el silencio se
hizo pesado—. Revisaré el lugar el sábado y podemos descubrir lo que necesita
hacerse, entonces estaré de regreso el domingo temprano. Si el lugar va a necesitar
más que un par de semanas de trabajo, tendré que ajustar mi horario y hablar con
los chicos manejando mis trabajos. Pero al menos me tomaré el fin de semana libre.
—Aprecio eso —dijo Mitch sinceramente—. Y también lo hará Josh, a pesar
de que probablemente no te lo diga.
—Dile a Rosie que voy. —Lo que era igual a decirle a Rosie que Ryan estaría
esperando tarta Sheperd y al menos dos rebanadas de su pan de plátano.
—Te veo el viernes. Y si está oscuro cuando llegues, ten cuidado con las
escaleras. El segundo escalón está listo para vencerse.
Una vez que cerró su teléfono y lo lanzó en el sillón junto a él, Mitch cerró los
ojos. Y pensó en Paige. No deliberadamente, pero fue la primera cosa que apareció
en su cabeza y su concentración se fue al infierno. Había cerca de una docena de
otras cosas que necesitaba estar haciendo en ese minuto, pero ninguna de ellas lo
atraía tanto como recordar cómo se había visto Paige a la luz del sol, sentada en el
banco del parque.
También se había visto tan sexy como el infierno en el vestido de verano rojo
ayer, pero por alguna razón la imagen de ella perdida en un libro, con el sol haciendo
brillar su cabello, era la imagen que aparecía en su mente cuando pensaba en su
nombre.
Si no hubiera sabido que ella tenía una historia de no buscar un buen
momento, se habría acercado más a ella en el banco. Tal vez habría puesto su brazo
a su alrededor. Antes de que se levantara, la hubiera besado y habría conseguido la
promesa de que lo vería más tarde. Cena, quizás una película, y entonces pasaría la
noche en su cama.
Pero Paige podría tener una buena razón para no salir, y él quería saber más
acerca de esa razón antes de andar por donde no debía.
—¿Estás durmiendo?
Mitch abrió los ojos y le sonrió a Rosie, que estaba parada en la entrada.
—Sólo descansando mis ojos.
—Mi esposo solía decir eso, justo antes de empezar a roncar. Te hice un par
de sándwiches de carne frita para el almuerzo. Ven a comerlos antes de que el pan
se ablande.
—¿Dónde está Josh? —preguntó mientras la seguía a la cocina.
—Él también está "descansando sus ojos". Se quedó dormido en una silla en
el patio trasero y, ya que no ha estado durmiendo bien por la noche, lo dejé.
—Ryan estará aquí el viernes en la noche. Sólo por el fin de semana, para
revisar las cosas.
—Creo que mejor me aseguro de tener los ingredientes para la tarta
Shepherd.
—No olvides el pan de plátano. —Mitch se sentó a la mesa y encajó sus
dientes en el triángulo de sándwich de carne frita que estaba rezumando mayonesa
y zumo de las rebanadas de tomate. Gimió y devoró un segundo bocado antes de
hablar—. Ya nadie hace sándwiches como estos, Rosie. Los extrañaré cuando me
vaya.
—Solo una de las muchas razones por las que necesitas una esposa. Una que
pueda hacer un sándwich decente de carne frita.
Mitch casi escupe su tercera mordida.
—Una esposa es la última cosa que necesito.
Rosie negó con la cabeza, sentada frente a él con su propio sándwich.
—No sé dónde nos equivocamos con ustedes.
—¿Qué quieres decir? Ryan se casó. Liz ha estado con ese cabezón de Darren
por años. Y Sean ya está casado.
—Ryan también se divorció y, como tan delicadamente acabas de apuntar, Liz
está con un hombre que no nos gusta. Dado que ustedes no fueron muy buenos
ocultando sus sentimientos, apenas la vemos. Y Sean puede estar felizmente casado
ahora, pero uno de cinco no es exactamente un record ganador.
—No me di cuenta que era un deporte —murmuró alrededor de un bocado
de sándwich.
—¿No te sientes solo?
—No en realidad. Odio romper tus ilusiones, señora inteligente, pero no estar
casado no significa que soy un monje.
—No seas un sabelotodo. ¿Qué pasa con los niños? ¿Cómo vas a comenzar
una familia si no puedes establecerte con una mujer?
En un inesperado, y no bienvenido, destello, la cara de Paige Sullivan apareció
en su cabeza. Ya que no estaba buscando una mujer con la que establecerse, asumió
que su subconsciente fue por la mujer en cuya base principal más quería deslizarse.
—Mi trabajo realmente no se mezcla bien con establecerse —le dijo—. Tengo
que viajar mucho. Y no solo un par de días o un fin de semana aquí y allá. Estoy
hablando de semanas a la vez.
—Harás que funcione por la mujer correcta.
—Supongo que aún no la he encontrado entonces.
Él pensó que lo había hecho una vez. Pam no sólo había parecido su señorita
correcta, sino que se había acercado mucho a ser la señora de Mitchell Kowalski.
Lista, divertida y sexy como el infierno, había alejado su hábito de evitar el
compromiso, y fue solo unos pocos meses antes de que se mudara y comenzara a
convertir su departamento en un hogar.
Desafortunadamente, el hogar era un lugar que él mayormente visitaba entre
trabajos, y Pam en verdad se quejó por estar sola todo el tiempo una vez que puso
un anillo en su dedo. Había sido una temporada de transición en la construcción de
Demoliciones Northern Star, y él había seguido diciéndole que finalmente sería
capaz de viajar menos. En lugar de eso, finalmente, ella había dejado a otro hombre
mantener su lado de la cama caliente, y cuando Mitch lo descubrió, le dio un
ultimátum. Ella, o su trabajo. Incluso si no hubiera tenido contratos que honrar y
personas dependiendo de él para sus salarios, no iba a abandonar su negocio, así
que había sido el final.
Desde Pam, él había vuelto a hacer las cosas de la forma en que siempre lo
había hecho, el placer físico sin el dolor emocional; dejando a las chicas saber de
frente que no se iba a quedar alrededor. Unas pocas risas, unos cuantos orgasmos y
estaban sonriendo cuando las besaba en despedida.
—Cuando encuentres a la mujer correcta —dijo Rosie—, tráela y le enseñaré
cómo hacer sándwich de carne frita como te gusta.
—Es un trato —le dijo, solo para terminar la conversación.
No iba a encontrar a la mujer correcta en ningún momento pronto por el
simple hecho de que ni siquiera estaba buscando.

Paige normalmente usaba el momento de paz entre el desayuno y el almuerzo


para acomodar los condimentos y ayudar a limpiar atrás, además de para
recuperarse de su supuesta indiferencia hacia Mitch, quien parecía haber adquirido
el hábito de desayunar allí. Sin embargo, hoy le tocaba atender la barra. No porque
sirviera alcohol, imposible debido a su falta de licencia, sino porque estaba
escuchando las penurias de Mallory Miller.
La mujer del jefe trabajaba en un bufete de abogados en la ciudad, entonces
Paige raramente la veía durante la semana, especialmente en un lunes que no fuera
feriado. Mal dijo que había dicho que se sentía enferma, pero porque estaba enferma
de su maldita vida, aunque no pudo decirles eso. Entonces Paige sirvió dos tazas de
café y le ofreció un hombro donde llorar.
No fue hasta que Carl dijo que se tomaba su descanso que Mal llegó a lo que
realmente le molestaba, que de todas formas Paige ya conocía. Drew quería niños,
Mallory no, y no estaban hablándose. Y eso llevaba un tiempo.
—Pensaba que sería suficiente para Drew —dijo Mal—. Que nuestra vida
juntos debería alcanzar. ¿Por qué es que una década juntos debe tirarse a la basura
sólo porque no tenemos niños?
Page, quien estaba reclinada contra la barra, tomó las tazas y volvió a llenar
la máquina en un intento no muy obvio de ganarse más tiempo. Se suponía que
estaría escuchando, no siendo puesta en el centro. ¿Qué demonios sabía ella de
matrimonio? No mucho.
—¿Y se lo preguntaste a él?
—No pienso preguntarle nada.
—¿Entiendes que no podrán arreglar nada mientras no se hablen, verdad?
Mal se encogió de hombros.
—Dije todo lo que tenía que decirle. No quiero ser una madre.
Y ahí se complicaba todo. Esta decisión no era algo que Mal le había arrojado
de repente al oficial de policía. Ella siempre había sabido que no quería niños, pero
le dejó creer lo contrario por miedo a perderlo. Todo el matrimonio se había
construido en una falsa publicidad, y Drew no tenía idea. Pero Mal también tenía
razón. Llevaban diez años de buen matrimonio. ¿Realmente borraba todo el no
querer hijos?
—Creí que podría llegar a quererlo —dijo Mal—. La idea de tener hijos. Creí
que me acostumbraría a estar casada, y eventualmente querría ser madre y Drew
nunca tendría que saber cómo me sentía antes. Pero eso nunca pasó.
—¿Pero sí puedes ver por qué está molesto él, verdad?
Mal frunció los labios.
—Entiendo su molestia. ¿Pero desperdiciar nuestro matrimonio? ¿No crees
que yo debería ser más importante para él que unos hijos hipotéticos?
—Me gustaría creerlo —dijo Paige, siendo sincera sin tomar lados, la clave de
una coexistencia pacífica en un pueblo pequeño.
Sonó la campana de la puerta, y Paige contuvo un suspiro de alivio. Mal no
iba a ventilar sus problemas maritales si había otros clientes. Pero se había aliviado
con anticipación. Era Katie Davis, lo que significaba que la charla continuaría. Pero al
menos, si ella podía inventarse un trabajo, Paige no tendría que ser parte de ella.
Le gustaba Mallory Miller. En los últimos años, se habían vuelto más unidas
que conocidas, aunque la mayor parte de su relación había sido en el bar o como
parte de un grupo, normalmente con Hailey o Katie o en la noche de cine. Pero si
alguien preguntaba, Paige la llamaría su amiga.
Pero Drew también le caía bien, y esos problemas matrimoniales no eran un
asunto de blanco y negro. Si Drew hubiera sido infiel, o Mallory, sería sencillo tomar
parte. Pero en este caso, Paige no sabía qué decir.
Y aún tenía esperanzas de que Drew y Mal se reconciliarían y, si eso pasaba,
no quería ser la mala amiga que intentó desesperanzarla.
—¿De qué están hablando? —preguntó Katie una vez estuvo sentada en una
banqueta y Paige ya le había servido una gran gaseosa.
—De cuánto apestan los hombres —respondió Mal.
Katie bufó.
—No tengo tanto tiempo.
Paige aún no había decidido cuál era el problema de Katie. No tenía citas, al
igual que ella, pero no era “novedad”. La linda rubia tenía una buena cantidad de
amigos hombres y normalmente se le consideraba una más de los chicos. Tanto que,
de hecho, Paige había escuchado rumores de que quizás no le gustaban los chicos.
Paige sabía que sí le gustaban, y también sospechaba que Katie ya le había dado su
corazón a alguien en particular y el tipo aún no lo sabía. Katie, sin embargo, no
confirmaba ni rechazaba esa teoría.
—Creo que tendré que mudarme —dijo Mal, y algo en su tono hizo sospechar
a Paige que acababa de llegar a esa conclusión.
—Haz que él se mude —dijo Katie.
—Si me mudo a la ciudad, no tendré ese largo viaje. Y él es oficial de policía,
por lo que se quedará aquí. Tiene más sentido que yo me mude. —Mal comenzó a
llorar, y Paige le quitó la taza de las temblorosas manos, apoyándola en la barra—.
No puedo creer que ha terminado.
—Sigo creyendo que deberían ir a terapia antes de decidir algo así —dijo en
voz baja Paige.
—Sí, porque quiero contarle a un desconocido que le he mentido a mi marido
por diez años. Y luego puedo oír a Drew y al terapeuta diciendo que soy una mala
persona y que todo mejorará si tengo un hijo.
Katie dejó su popote para sacudir la cabeza.
—Nunca he ido, pero estoy bastante segura que la terapia no funciona así.
Paige tenía que coincidir, pero estaba intentando alejarse de la conversación,
no meterse más, por lo que se mantuvo callada. Luego, por suerte, unos tipos que
trabajaban en una construcción local entraron y tuvo una excusa para alejarse de la
barra.
Honestamente, era un poco deprimente, tener que meterse en una fiesta de
los hombres apestan. No creía que fuera así, a pesar de su prohibición de meterse
con uno ahora. Especialmente aquí, cuando creía que Drew no había hecho nada
malo. Era entendible que le molestara que su mujer le hubiera mentido desde antes
de casarse.
Pero ya había visto mujeres en la situación de Mal. Una en particular. La madre
de Paige era la experta en enterrar sus deseos para complacer a un hombre. Donna
Sullivan nunca se preocupó por el futuro, si eventualmente acabaría odiándose o
resentida con el hombre, o que sucedería si algún día no podía ocultar su verdadero
yo y el hombre descubría que no era lo que había pensado. Sólo importaba que el
hombre no la dejara en ese momento.
Otras personas entraron mientras servía gaseosas a los de la construcción, por
lo que no pudo volver a la charla antes de que Katie volviera a la barbería y Mallory
siguiera con lo que fuera que hiciera en su día libre.
Se mantuvo ocupada hasta las dos, cuando apareció Ava. Ava tenía casi
sesenta, aunque llevaba una valiente batalla contra los años, a fuerza de tintura del
cabello y cremas anti arrugas que compraba por televisión, pero amaba servir mesas
y se le daba muy bien.
Cuando se le dio la oportunidad, Ava eligió el turno de las dos al cierre. Su
marido había muerto repentinamente de un infarto el año anterior y dijo que esas
horas, después del trabajo, la cena, y las noticias de la tarde, eran las horas que lo
extrañaba aún más, por lo que prefería mantenerse ocupada. Paige no tenía
preferencias, por lo que terminó obligada a soportar el despertador 4:30 a.m. todos
los días.
—¿Vino Mitch a verte hoy? —susurró Ava cuando se cruzaron en el mostrador
de postres.
—No. ¿Por qué lo haría?
Ava guiñó el ojo.
—Sólo preguntaba.
Mientras terminaba de limpiar sus mesas para poder irse al demonio, Paige
murmuró bajo su respiración. Sería mucho más fácil no pensar en Mitch Kowalski y
su sonrisa asesina y sus ojos bonitos si las personas no hablaran de él todo el maldito
tiempo.

—Necesito un aventón a la ciudad.


Mitch levantó su mirada del libro de contabilidad en el que estaba pegado
revisándolo dado que su hermano pensaba que Excel era algo que hacías en los
deportes y vio a Josh de pie en la puerta de la oficina, apoyado en sus muletas. Lucía
mucho mejor que lo que lo hacía esa noche que Mitch llegó a la ciudad y su actitud
había mejorado un poco, pero tristemente todavía carecía de encantó. Y modales.
—Por favor —añadió Josh antes que Mitch pudiera reprenderlo.
—¿No pudiste haber pensado en eso antes que fuera a la cafetería por el
desayuno?
—No sabía que irías, aunque debía haber sabido dado que vas cada maldito
día. ¿Me darás un aventón o no?
—Seguro. —Mitch podía ver los músculos en la mandíbula de Josh flexionarse
mientras cerraba el libro de contabilidad y lo ponía un lado, pero la tensión fue
inevitable.
Tenía que quemarle un poco el trasero a Josh, observar a su hermana mayor
pasar sobre los libros cuando realmente no tenía nada que ver con la posada, pero
eran dueños por igual y tenía el derecho de hacerlo. Todo lo que podía hacer era ser
tan genial como fuera posible sobre ello y dejar en claro que solo estaba conociendo
las cosas así podría ayudar, en lugar de estar revisado la operación. Hasta ahora se
veía bastante simple. Las reservaciones y los ingresos estaban bajos. Podía ver donde
Josh y Rosie había trabajado en también bajar sus gastos, y la posada no estaba tan
mal como había pensado. Cuidando cada centavo, habían logrado mantener a la
posada en número negros, pero por poco. No había espacio para contratar un
carpintero o un pintor.
O un servicio de jardinería.
—¿A dónde nos dirigimos? —preguntó, siguiendo a Josh hacia la cocina
donde las llaves de la camioneta estaban colgadas detrás de la puerta.
—Necesitas parar en el mercado y recoger unas cuantas cosas —llamó Rose
desde la alacena.
—¿Tienes una lista?
—Llamé a Fran con la lista y estará esperando por ti.
Josh rodó sus ojos.
—Perdí la lista una vez y ahora es como si tuviera doce y no puede confiar en
que recordaré traer leche.
—Solo perdiste la lista una vez, pero la perdiste el día antes de Acción de
Gracias.
Mitch se rió y sostuvo la puerta abierta para Josh.
—Regresaremos, Rosie.
—Dejen el mercado para el último o la media crema se echará a perder en lo
que se quedan charlando con la gente.
Josh había dominado el arte de subirse a la camioneta con una pierna, así al
menos se libraba de la falta de dignidad de la ayuda de su hermano. Mitch tiró las
muletas en la parte de atrás y caminó hacia el lado del conductor. La camioneta hizo
ruido y él juró bajo su aliento, esperando que no tuvieran que añadir problemas
vehiculares a su lista de problemas.
—No me dijiste a dónde nos dirigimos —le recordó a Josh.
—La tienda de herramientas. Necesito dejarle un cheque a Dozer para cuadrar
el mes anterior. Iba a traerle un cheque justo después de terminar de cortar ese
maldito árbol.
En lugar de eso había terminado en emergencias. Mitch no se molestó en
preguntarle si tenía suficiente en la cuenta. Josh hubiera estado ofendido, y si había
una cosa que Mitch sabía después de pasar el día mirando los libros, era que su
hermano mejor podría ser lo suficientemente estúpido para poner una escalera en
la parte de atrás de una camioneta, pero era fiscalmente responsable.
—Todavía no he visto hacer a Paige Sullivan la caminata de la vergüenza por
la puerta trasera —dijo Josh, sonando un poco petulante.
—Prefiero pasar la noche en sus camas. Evitan que sigan merodeando
después del desayuno.
—Al menos que hayas encontrado otra mejor manera que bajar por la
ventana, has estado pasando cada noche en tu cama.
Ahora sonaba engreído y divertido y Mitch resopló.
—He estado un poco ocupado, en caso que no lo hayas notado.
—Un poco ocupado sentado en el mostrador mirando trabajar a Paige. Y
todos te vieron intentar y fallar el día de Old Home. Estás perdiendo con ella, justo
como cualquier otro chico en Whitford.
—Solo estoy calentando —murmuró.
Afortunadamente una buena canción sonó en la radio y Josh subió el
volumen, así que condujeron el resto del camino hacia la ciudad cantando y tocando
los tambores sobres varias partes del interior de la camioneta. Mitch orilló la
camioneta frente a Whitford Herramientas y agarró las muletas, mientras Josh lenta
y cuidadosamente se bajó del lado del pasajero.
Una antigua campana de latón sonó cuando Mitch abrió la puerta y Albert
Dozynski, permanentemente apodado como Dozer por su nueva ciudad cuando
había comprado el lugar en los años setenta, levantó la mirada del estante de
provisiones para jardinería que estaba enderezando.
—Escuché que estaba de regreso en la ciudad —dijo mientras se ponía de
pie. Él era un niño cuando su familia había emigrado a América, pero sus padres solo
habían hablado polaco en casa y todavía tenía trazas de su acento—. ¿Cómo has
estado?
—He estado bien. —Sacudió la mano del hombro—. ¿Cómo va el negocio?
Dozer se encogió de hombros.
—Lento, pero no iré a ningún lado.
—Me alegra escucharlo.
Josh sacó una chequera de su bolsillo trasero, y él y Dozer se movieron hacia
la caja registradora para arreglarse, así que Mitch merodeó para echar un vistazo. La
tienda era una búsqueda del tesoro de las herramientas y toda una miscelánea,
rogando por ser explorado. Una persona no podría entrar en uno de eso grandes
almacenes de mejoras de casas y encontrar un flotador del carburador fijo en un
generador hecho a principios de 1980, pero había una buena probabilidad que
Dozer tuviera uno. Podía encontrar una tuerca para cualquier tornillo y un accesorio
para cualquier tubo. Y tal vez sus precios eran un poco más altos que los de esas
grandes tiendas, pero en esos lugares una mujer tendría que cargar sus compras
hasta su auto y no te prestarían un doblador de tubos o un soplete si solo ibas a
necesitarlo una vez.
—¿Estás perdido? —Escuchó llamar a Josh y abandonó el cajón de viejas
partes de tractor en que había estado cavando. No estaba seguro si su viejo tractor
siquiera necesitaba algunas partes, pero nunca sabías lo que encontrarías en el
fondo de una caja enterrado en la parte trasera de Whitford Herramientas.
—Me hacen un favor —dijo Dozer mientras se dirigían hacia la puerta—. Si
ven a mi nieto, le dicen que se suponía que me ayudaría a mover cosas y limpiar esta
semana.
—Lo haremos —dijo Mitch mientras de nuevo sostenía abierta la puerta para
su hermano
Si recordaba correctamente, Nick, el nieto AWOL, tendría unos dieciséis. Justo
en la edad correcta para escaparte para ayudar en la tienda del abuelo. Mitch conocía
un poco al chico de su madre porque se había casado con el mejor amigo de Ryan,
pero no había visto a Lauren Carpenter en años. Tenía que recordar preguntarle a
Rose cómo le estaba yendo. Revisó el área mientras Josh subía en la camioneta y le
pasaba las muletas, pero no vio a ningún chico que luciera como podría haberlo
hecho Nick Carpenter.
—¿Tienes alguna otra cosas que hacer mientras estamos en la ciudad? —le
preguntó a Josh mientras se alejaba de la curva.
—Estaba pensando en detenernos a ver a Andy Miller.
Andy era el papá de Drew. Había sido un buen amigo de su papá, uno de sus
mejores amigos, y había estado mucho alrededor de la posada mientras crecían.
—¿Cómo le va?
—Escuche que estaba pidiendo trabajo y nosotros podríamos usar algo de
ayuda.
—Ryan vendrá.
—En algún momento. Y mirará todo el panorama y solo será capaz de hacer
un poco. Estaba pensando en más sobre todas las cosas pequeñas que he dejado de
lado. Realmente no quiero gastar más dinero del que tenemos, pero el lugar está
empezado a no lucir como las fotografías en la página web y eso desanima a los
clientes.
Mitch pensó que probablemente era una buen idea, excepto por una cosa. Un
cosa realmente grande.
—¿Qué hay sobre Rosie?
Rose Davis no se hablaba con Andy Miller. En absoluto. Nadie sabía por qué
y después de casi tres décadas, nadie se atrevía a preguntar, pero no le gustaba el
hombre. No podía imaginar que estaría complacida de tenerlo alrededor en la
Posada Northern Star.
—Ella trabajo para nosotros —dijo Josh.
Mitch se rió tan fuerte que casi se salió del camino.
—Síguete diciendo esas cosas, Josh.
—Jódete. Solo dirígete a casa de Andy.
—No hay problema. Esperaré con ansia obsérvate tratar de correr de Rosie
con una sola pierna.
Capítulo 6
Traducido por LizC y Magdys83

Rose vio los platos en el fregadero al segundo que entró en la cocina y


sacudió la cabeza. Esos serían los platos del desayuno de Mitch, ya que había
entrenado a Josh hace mucho tiempo a poner sus platos en el maldito lavavajillas
en vez de dejarlos para ella.
Era bueno que Mitch hubiera comido en casa, porque tal vez eso significaba
que había renunciado a Paige Sullivan, pero no era bueno que los copos de maíz
que había dejado en el recipiente se hubieran endurecido en manchas de concreto
integral que tendría que sacar con un cincel de la taza. Abrió la llave, esperando que
un poco de agua caliente las ablande, y miró por la ventana para ver si podía localizar
al delincuente.
Vio a un delincuente de hecho, pero no era Mitch. Andy Miller estaba de pie
en el patio de su casa con un cinturón de herramientas colgado flojo alrededor de
su cintura y una andrajosa gorra de los Medias Rojas protegiendo sus ojos. La ira que
se disparó por sus venas no se hizo esperar como siempre. Él no era bienvenido en
la Posada Northern Star, y él condenadamente bien lo sabía.
Dejando caer el tazón en el fregadero con estrépito, cerró el grifo y se secó
las manos. No había hablado con el hombre en veintiséis años, pero iba a romper
ese silencio y darle un buen sermón. Y entonces, perseguiría su lamentable culo por
el patio, aunque tuviera que utilizar el tractor para hacerlo.
Antes de que pudiera llegar a la puerta de atrás, se abrió y Mitch entró,
sonriendo cuando la vio. Pero, al cerrar la puerta, debió haber visto su furia, y su
mirada se desvió hacia el fregadero.
—Tenía la intención de lavar eso.
—Al diablo con tus platos sucios. ¿Qué está haciendo ese hombre en esta
casa? —Casi dice “mi” casa, pero se detuvo justo a tiempo. La Posada Northern Star
pertenecía a los chicos, sin importar cuánto tiempo había sido el jefe de la familia.
—No está en la casa. Andy necesita un trabajo y nosotros necesitamos un
poco de ayuda.
—Hay un montón de gente en esta ciudad que necesitan trabajo. Sabes lo
que siento por él.
—Sé que no te agrada y nadie sabe por qué. También sé que Andy Miller no
sólo es el padre de mi mejor amigo, sino que era el mejor amigo de mi padre. Eran
como hermanos.
—No es amigo mío —dijo ella, cruzando los brazos sobre el pecho.
—No le estoy pagando para jugar Scrabble o compartir patrones de tejidos
contigo. Le estoy pagando para trabajar.
—En serio no lo quiero aquí.
La mandíbula de Mitch se endureció, y el niño al que había criado y tenía la
esperanza de apelar en el asunto se perdió detrás de la máscara de un hombre que
había construido su propio negocio de la nada.
—¿Vas a reconstruir los escalones de la entrada y pintar el porche?
Ella negó con la cabeza.
—No, pero Ryan puede rehacer el edificio, y todo lo que necesitas es a un
chico de secundaria para la pintura.
—Ryan va a traer su trasero muy pronto. Ya está hecho, Rose. —Mitch empezó
a alejarse, pero se detuvo—. Eres una de las mujeres más amables y más generosas
que he conocido. ¿Por qué odias tanto a Andy?
—Tengo mis razones —le espetó, y luego se alejó. Salió de la cocina y subió
las escaleras y en línea recta por el pasillo hasta su habitación, donde cerró la puerta
con fuerza como una adolescente en plena rabieta.
No tenía salida. Mitch no iba a considerar despedir a Andy Miller a menos que
ella le diera una buena razón, y nunca le diría a nadie por qué odiaba a Andy. Jamás
lo diría a nadie.
Tal vez Mitch y Josh no tenían que tomar sus sentimientos en cuenta a la hora
de manejar su negocio, pero muy bien tendrían que vivir con las consecuencias.

Mitch cerró la puerta de la despensa fuertemente y luego la golpeó cuando


no cerró por completo. Andy Miller había comenzado a trabajar el martes, ahora era
jueves, y Mitch no sabía en dónde Rose guardaba los filtros extras de café.
Josh no sabía. Dijo que Rosie siempre hace el café. Mitch le preguntaría, pero
no quería darle la satisfacción. Estaba en huelga… o como sea que se le diga a una
mujer descansando en su habitación todo el maldito día, tejiendo y viendo la
televisión. Mientras tanto, los hombres que realmente eran dueño del lugar, y
firmaban sus cheques de pago, no podían tomar una taza de café.
Maldiciendo en voz baja, tomó las llaves del gancho y se dirigió hacia la puerta
de atrás.
—¿Yendo a algún lugar?
Así que había decidido salir de su habitación. Sosteniendo una pila de DVDs,
ni menos.
—Voy a la ciudad.
—Bien. Puedes pasar por la biblioteca por mí. Ya he terminado con estas
películas, y Hailey llamó para decirme que encontró más que me gustarían en una
caja de donaciones. Las está guardando en el mostrador.
Puso la pila en la mesa y se fue antes de que Mitch pudiera señalar la ironía
de ella pidiéndole un favor, y pidiendo era un eufemismo, cuando él no podía hacer
una taza de café porque ella estaba enojada con Andy Miller. Añadiendo unas pocas
palabras más creativas a su lista de improperios, tomó la pila de DVD y salió por la
puerta. Josh y Andy estaban en la parte de atrás, repasando una lista de suministros,
y esperó poder irse sin ser visto. No estaba realmente en el estado de ánimo para
tener compañía.
Fue primero a la biblioteca, sólo para acabar de una vez. Hailey estaba en el
escritorio de circulación, como siempre, y levantó una ceja cuando lo vio.
—No te ves por aquí a menudo —dijo.
—No vengo por aquí a menudo. —No vivía allí, por un lado, cosa que ella
sabía muy bien.
Y cuanto más tiempo pasaba, más se cansaba de los susurros y chismes que
le seguía alrededor de esta ciudad. Claro, se había creado cierta fama. Así como
Hailey… infiernos, habían echado algunas canas al aire juntos, pero todos la habían
aceptado al madurar y verla convertirse en la bibliotecaria, y no estaba sometida a
insinuaciones y miradas sugestivas a dondequiera que fuera como él.
Esa era una de las razones por las que le encantaba viajar por trabajo. Podía
tener algunas aventuras para contentar su corazón y luego dejarlas detrás de él.
Nada quedaba atrás en este lugar.
—Rose dijo que tenías algunos DVD para ella.
Hailey sacó un pequeño montón de películas de un cajón y, después de hacer
algo en su computadora, revisó cada una con un escáner de mano.
—No tengo su tarjeta de la biblioteca conmigo —le dijo.
—Busqué su nombre en el sistema. Tenemos el nuevo sistema informático de
un par de años atrás y tenía un respaldo, pero vale la pena.
Él asintió, esperando mientras ella ponía los DVD en una bolsa de plástico, no
estando seguro de lo que tenía que decir a eso.
Ella le entregó la bolsa, pero no la soltó cuando la mano de Mitch se deslizó
a través de las asas, reteniéndolo allí por un segundo.
—Probablemente no debería decirte esto, pero no renuncies a Paige. Si le
sigues persiguiendo, va a dejar que la atrapes.
Quería negar que estaba persiguiendo a Paige y luego exigir saber en dónde
se enteró de eso, pero eso parecía un poco infantil, así que se limitó a sonreír.
—Es bueno saberlo.
—Es de las que vale la pena.
También pensaba lo mismo.
—Lo tendré en cuenta.
Su siguiente parada fue en la Tienda General de Whitford. Probablemente
había una caja entera de filtros de café en la cocina de Rose, pero no le servían de
nada si no podía encontrarlos.
—¿Rose no lo puso en una lista? —preguntó Fran desde su posición detrás
del mostrador. Ella se subía al taburete alto cuando tenía clientes, pero detrás de sí
había una silla de oficina de lujo, una computadora y su canasta de tejer.
—No necesito una lista, Fran. Soy un niño grande.
Ella resopló y luego se paseó por los pasillos, deseando que él hubiera traído
una lista. Sabía sobre los filtros de café, pero no podía recordar lo demás que había
o no en la despensa. Tomó pan y leche, ya que todo el mundo siempre necesita esos,
después añadió un poco de comida chatarra a la canasta. Sólo porque podía.
Bastante bien, decidió. Más tarde revisaría la cocina y haría una lista. Así Josh
y él podrían dar un paseo a la ciudad y visitar la tienda de comestibles. Josh podría
conducir uno de esos carritos motorizados por ahí, y le haría bien a ambos salir de
la ciudad, aunque fuera sólo por un par de horas.
Durante todo el tiempo que Fran estuvo buscando sus compras, parecía como
si tuviera algo que quisiera decirle, pero no lo hacía. Rose probablemente la había
llamado, y la mujer estaba conteniendo una reprimenda acerca de la lealtad o algo
por el estilo. O tal vez Rose no había llamado. Andy trabajando en la posada ya era
un asunto de todos a estas alturas, y nunca había sido un secreto lo que Rose sentía
por Andy.
—Te conozco de toda tu vida, Mitchell Kowalski, y probablemente sé más de
ti de lo que crees que hago.
Eso sonaba serio. A pesar de que probablemente no sabía tanto como
pensaba que lo hacía. Si los Benoit hubieran oído lo que hizo con su hija en la noche
de graduación, Butch lo habría desgarrado mientras Fran embolsaba las partes para
ponerlas en la basura.
—No me sorprendería —fue todo lo que dijo.
—No rompas el corazón de Paige Sullivan.
—No eres la primera persona en advertirme que me aleje de ella. —Y se
estaba cansando de eso.
—Oh, no te estoy advirtiendo que te alejes de ella. Creo que a Paige podría
venirle bien un poco de… romance pasajero en su vida. Tienes una habilidad especial
para dejar a las mujeres satisfechas y felices cuando te vas, en lugar de romper su
corazón. Asegúrate que con Paige no sea diferente.
No estaba muy seguro de qué decir a eso. No estaba seguro de que hubiera
algo que pudiera decir a eso. Que una mujer bastante mayor para ser su madre, si
no su abuela, le hable acerca de su vida sexual estaba en la cima de la lista de lo
incómodo. Y ni siquiera quería pensar en la reacción de Paige al oír que Fran Benoit
estaba tratando de conseguir que echara un polvo. Con él.
Bien, a eso él no tenía ninguna objeción. Pero todo el mundo estaba en los
asuntos de todos los demás, especialmente en sus asuntos personales, era sólo una
de las cosas sobre la ciudad que sacaba de quicio.
—No tengo ninguna intención de romper el corazón de Paige, Fran. —No iba
a decirle si tenía o no la intención de ofrecerle algún romance temporal, como Fran
había dicho tan delicadamente:
—Bien. —Tomó su dinero y le dio su cambio—. Es una buena chica.
—Eso he escuchado.
Él agarró sus comestibles y salió antes de que ella pudiera decir algo más.
Una vez que estaba en la camioneta, se debatió sobre a dónde ir después. Realmente
ya no tenía más recados que hacer, pero no quería regresar todavía a la posada. Con
la actitud de Josh y la irritación de Rosie, Mitch había dejado de ser la voz de la razón,
así que tenía sentido evitar el lugar hasta que se hubiera librado de su mal humor y
pudiera ser razonable.
Su estómago gruñendo tomó la decisión por él. Era tarde para el desayuno y
temprano para el almuerzo, pero quería un maldito café. Y tal vez un omelet. Ver de
nuevo a Paige no haría daño, tampoco.

Había sido una mañana lenta y, sin nada mejor que hacer, Paige estaba
apoyada en el mostrador, hojeando una revista, cuando Mitch entró por la puerta y
perdió todo el interés en el artículo que había estado leyendo sobre los limpiadores
naturales industriales
Él sonrió cuando la vio y se sentó en el mostrador, en el extremo más lejano
de la ventana de paso a la cocina, donde Carl estaba preparando el almuerzo.
—Buen día, Paige.
—Hola, Mitch. ¿Café?
—Montones de café. Montones. —Él le dio un guiño que le hizo hormiguear
en todos los lugares correctos.
No, los lugares equivocados. No hormiguear, se recordó mientras servía un
café y lo colocaba enfrente de él.
—¿Algo más, o sólo el café?
—Tomaré un estofado y un omelet de queso chédar con patatas fritas caseras,
omite la tostada, y un poco de compañía.
Estaba mirándola a los ojos cuando lo decía, y ella esperaba que lo que estaba
sintiendo en el interior no pudiera ser visto en el exterior, porque podría resumirse
en dos palabras. Lo deseaba.
—Está bastante tranquilo en este momento —dijo ella—. Si estás buscando
compañía, tendrás que conformarte conmigo.
—No hay nada de “conformarse” sobre ti, Paige Sullivan.
A pesar del tintineo y chisporroteo y otras palabras que terminen en eo, ella
se rió:
—Eso fue muy hábil. Eres incluso más encantador que las historias por las que
recibes el crédito.
—¿Está funcionando?
—Nop. Lo siento —mintió—. Déjame ir a pasar tu orden.
Ya que Carl había desaparecido de la ventana, Paige tenía una excusa para
escabullirse atrás unos segundos. Mitch Kowalski era el infierno para sus nervios. Y
no los nervios que quedaban cuando los niños corrían salvajemente en su
restaurante mientras sus padres estaban sentados y tomaban café. Él era el infierno
en sus nervios que estaban conectados a las partes del cuerpo que habían sido
gravemente descuidadas durante los últimos dos años.
No se escondió el tiempo suficiente sin embargo, porque, después de que
Carl tomó la orden, él le dio una mirada divertida:
—¿Te sientes bien? Estás un poco sonrojada.
Genial.
—Estoy bien. Está un poco caliente aquí.
—No, no lo está.
Ella negó con la cabeza y regresó por la puerta giratoria. Mitch estaba
bebiendo su café, pero parecía que había estado viendo la puerta para su regreso. A
pesar de que allí había algunos periódicos apilados cerca de él, estaba ignorándolos
y, ya que había dicho que estaba buscando compañía, así que realmente no tenía
más opción que hablarle.
Después de rellenar su café, se sirvió un té helado y apoyó su cadera contra
el centro de la isla. Podía haberse sentado en uno de los muchos taburetes vacíos,
pero tampoco tenía que sentarse lo suficientemente lejos ya que parecería grosero
si él estaba buscando conversación, o lo suficientemente cerca como para que esos
nervios pudieran empezar a darle ideas de nuevo.
—Después de que Ava llegue más tarde —dijo él—, ¿quieres dar un paseo
conmigo?
Sí. Sí, quería.
—Tengo planes después del trabajo, pero gracias de todas formas.
—Sería divertido. Podríamos recorrer el lago. Ver en donde terminamos.
Fue la visión de dónde terminarían el problema, porque había una muy buena
posibilidad de que si estaba sola con Mitch, terminaría en sus brazos. O en su cama:
—Tal vez en otra ocasión. —Más que captar la indirecta, él se inclinó hacia
adelante y sonrió.
—Vamos. Incluso tengo un casco que te quedaría.
—¿Casco?
—Para la moto. Estoy hablando de llevarte de paseo alrededor del lago en la
moto, no en la camioneta.
Oh, eso es justo lo que necesitaba después de más de dos años de celibato
autoimpuesto, un chico ardiente entre sus piernas y un vibrador sobre ruedas debajo
de ella.
—Yo… no puedo.
Él se recostó de nuevo, envolviendo las manos alrededor de su taza de café,
pero no parecía rechazado.
Curioso, tal vez.
—¿Por qué no tienes citas, Paige?
—Lo siento, pero los detalles acerca de mi vida personal no están en el menú.
—No lo entiendo. Eres hermosa. Obviamente eres inteligente y resuelta, ya
que no sólo trajiste este lugar de regreso a la vida, sino que lo hiciste mejor de lo
que alguna vez lo fue.
El hombre sabía cómo halagar a una mujer, eso era seguro.
—Gracias.
—Pareces estar en un gran momento en la vida. ¿Por qué no estás buscando
a un hombre para compartirlo?
—Los hombres son un lujo, no una necesidad.
—¿Qué se supone que significa? —preguntó, frunciendo el ceño como si el
concepto fuera totalmente extraño para él. Lo cual probablemente lo era.
Ella se alejó de la isla y enderezó el salero y pimentero sólo para darle a sus
manos algo que hacer.
—Significa que no necesito a un hombre en mi vida. Y tengo eso escrito en
una nota adhesiva pegada en mi refrigerador así no lo olvidaré.
—Pero necesitas a un hombre, ¿verdad?
Ella fingió pensarlo durante algunos segundos:
—No particularmente.
—¿Quién abre los frascos para ti?
—Tengo un pequeño artefacto que hace eso.
—Pero… —Sonrió—. ¿Qué hay del sexo?
—También tengo un pequeño artefacto que hace eso.
Él parecía aturdido durante unos segundos, y después un brillo pícaro iluminó
a sus ojos azules, y ella se preguntó cómo demonios se había metido en esta
conversación. Se suponía que debía estar haciéndole saber que no estaba interesada,
incluso si no era precisamente la verdad, ¿y de alguna manera terminó hablando
sobre juguetes sexuales?
—Me han contado —dijo él—, que esos pequeños artefactos no son un buen
sustituto de la cosa real.
De hecho no lo eran, pero no estaba a punto de decirle eso.
—Tal vez quien sea que te dijo eso no estaba usando los artefactos
adecuados.
—O tal vez ella todavía estaba disfrutando el resplandor de la cosa real.
—¿Regodeándose en el resplandor? —Los artefactos no causaban el regodeo.
O el resplandor—. Dime que no acabas de decir eso.
—Oh, hay un resplandor. Y un regodeo. Confía en mí.
Confiar en él era lo último que sería lo suficientemente estúpida como para
hacer.
—Supongo que lo sabrías, considerando la muy vasta experiencia que tienes.
En lugar de parecer insultado, Mitch se recostó en el asiento y sonrió.
—Has estado escuchando demasiadas historias, creo.
—Es imposible pasar algún momento con las mujeres en esta ciudad y no
escuchar las historias.
Su sonrisa se atenuó un poco.
—Y se preguntan por qué no vuelvo a casa más seguido.
—¿No te gusta aquí?
—Es un poco claustrofóbico. No me importa visitar, pero nunca me quedaría.
Incluso seis semanas de este lugar será demasiado.
Y a ella le gustaba lo suficiente para hacerlo su hogar. Fue suficiente para
reforzar la resistencia a su encanto.
—No debes odiarlo, sin embargo. Nombraste a tu compañía después de la
posada.
—No, no odio a Whitford. —Dejó salir un suspiro—. Es sólo que una vez que
te prenden una etiqueta aquí, llevas la etiqueta por siempre. Cuando entras en un
lugar, ven a una mujer hermosa que ha hecho un éxito de su negocio. Cuando yo
entro, no ven a un hombre adulto que ha hecho un éxito de su negocio. Ven cada
historia que alguna vez han escuchado sobre mí haciendo algo malo, a pesar de que
he cambiado.
—¿Entonces ya no eres un mujeriego encantador que enamora a las mujeres
y las deja sonriendo mientras él cabalga hacia el atardecer?
—Está bien, y eso es lo que estoy tratando de ser, pero tú no me dejas. —Oh,
era bueno—. Lo sabes, Paige. No estoy buscando ser una necesidad aquí. Sólo un
lujo temporal.
—Yo no soy una mujer que necesita el lujo en su vida.
—Apuesto a que puedo cambiar tu opinión.
Ella lo vio a los ojos:
—Apuesto a que no puedes.
—Puedo ser persuasivo.
—¿De verdad? Porque me parece que nunca has tenido que trabajar tan duro
para persuadir a una mujer de que eres una buena apuesta.
—Tengo la sensación de que tú vales la pena el esfuerzo.
El hombre sabía pulsar todos los botones correctos para empujar.
—Eres bienvenido a intentarlo.
Ella sabía que tan pronto como esas palabras salieron de su boca fueron las
incorrectas para decir. Él asintió, su mirada caliente y prometiendo toda clase de
cosas obscenas n las que ella no quería pensar pero sin duda soñaría.
—Tengo la intención.
Capítulo 7
Traducido por âmenoire y Gemma.Santolaria

Eran casi las siete para el momento que la camioneta negra de tres cuartos
de tonelada de Ryan con los logos de Kowalski Personalización de Casas a los lados
llegó a la posada, la noche siguiente, y Mitch salió del granero en donde había estado
clasificando para encontrarse con él. Su hermano podía ser un dolor en el trasero,
pero no lo había visto desde que se habían juntado todos para celebrar que Sean
salió del ejército.
Comenzaron a saludarse de mano, pero se convirtió en un rápido abrazo.
—Me alegra que vinieras. Espero que aún puedas manejar el martillo ahora
que te has vuelto más fino.
Ryan bajo la mirada a su ropa, pantalón caqui y una camiseta polo azul marino
con una versión más pequeña del logo en la camioneta, y frunció el ceño.
—No soy un maldito fino.
—Luces como uno. Del tipo mandón.
—Soy el jefe. Pero todavía puedo manejar mi propio martillo. —Ryan miró
hacia la posada—. Por la apariencia de las cosas, voy a tener que hacerlo.
—Te dije que era malo.
—No estabas mintiendo. Justo ahora muro de hambre.
—Puedo conducir hacia el comedor y recoger una hamburguesa o algo.
Ryan frunció el ceño.
—¿No hay tarta Shepherd?
—Rosie está… en huelga, supongo que podría decirse.
—¿Qué quieres decir con que está en huelga?
—Contratamos a Andy Miller para hacer algunos trabajos en el lugar.
—Ah. —Ryan sacudió su cabeza—. ¿Entonces tampoco habrá pan de plátano?
—Nop.
—Este lugar realmente va a apestar.
—Dímelo a mí.
—¿Dónde está Josh?
—Quería asearse. Le lleva el pobre idiota media hora subir y bajar las
escaleras, así que podría tomar un rato, pero podemos dirigirnos a la ciudad cuando
esté listo.
Ryan caminó hacia los escalones, dándole una buena revisión.
—Escuché que la mujer que ahora atiende el viejo comedor es bastante
atractiva.
—Síp. —A su hermano menor le gustaba apretar sus botones y no iba a darle
la satisfacción de ponerse territorial. O preguntarle cómo sabía sobre Paige.
—También escuché que fuiste descartado.
Así que había estado hablando con Josh.
—Un movimiento en falso y un fallo tal vez, pero todavía estoy al bate.
Aparentemente terminando de inspeccionar las escaleras, Ryan se volvió para
enfrentarlo y metió sus manos en sus bolsillos.
—Estaré alrededor por aquí un rato. Tal vez llegaré a conocerla y ver si me
deja robar algunas bases.
—Si das siquiera un paso hacia primera base con Paige Sullivan te romperé
cada hueso de tu cuerpo. Y arruinaré tu linda ropa fina mientras lo hago.
Ryan solo se rió de él.
—Lo sabía.
—¿Saber qué?
—Olvídalo. Iré a hurgar en la cocina.
—Como dije, podemos ir al comedor y…
—No quiero ir a la ciudad. Estoy cansado y ya tuve suficiente sentándome en
una camioneta. Sólo me haré algunos sándwiches o algo.
Ryan llegó hasta el pasillo del frente antes que Rose bajara las escaleras
volando. Mitch la observó abrazar a su hermano menor como si hubiera estado
navegando en el mar en lugar de en Massachusetts, sintiéndose más agravado cada
segundo.
Por supuesto que Rose trataba bien a Ryan. Él no había cometido el pecado
imperdonable de ofrecerle a un buen hombre algo de trabajo honesto. Y Mitch no
quería a Ryan cerca de Paige. Sabía que Ryan solo había estado provocándolo, pero
su hermano menor no era mal parecido, era un chico agradable y, a diferencia del
resto de ellos, era tan firme y sólido como una losa de granito. ¿Qué si Paige estaba
dispuesta a romper su regla de no citas por él?
Podría ser vergonzoso por una cosa, Mitch nunca lo dejaría ser. Y Ryan no solo
seduciría a Paige y seguiría adelante. No funcionaba de esa forma. Mitch amaba a
las mujeres de la misma forma que amaba las hamburguesas con queso y las
películas de Duro de Matar y un buen juego de fútbol americano. Ryan amaba por
siempre y para siempre, amén y Mitch nunca lo había visto siendo casual con una
mujer.
—Te hice tarta Shepherd. —Escuchó Mitch a Rose decirle a Ryan y los siguió
hacia la cocina.
—Mitch dijo que no lo habías hecho.
—Mitch no lo sabe todo. Por supuesto que te hice tarta Shepherd. Y también
hay pan de plátano.
—Te dije que olía a pan de plátano y dijiste que era el aromatizante ambiental
—dijo Mitch, tratando de no sonar demasiado quejoso.
—Mentí —dijo ella, abriendo la puerta del horno para mostrar una gran
cacerola de vidrio con tarta Shepherd.
—¿Todo eso es para Ryan o también podemos tomar algo?
—Por supuesto que puedes tomar algo —espetó ella—. No tengo doce años.
Reprimiendo una variedad de respuestas ingeniosas que aparecían en su
cabeza, empezó a poner la mesa mientras Rosie seguía mimando al chico dorado.
Casi había terminado cuando llegó Josh y rescató a Ryan de los mimos maternales.
Más palmeos en la espalda y chistes se intercambiaron, pero Mitch sabía que había
algunas conversaciones serias en su futuro.
Solo llegaron a mitad de la primera porción de tarta Shepherd antes que Ryan
se pusiera serio.
—Josh, ¿por qué no nos dijiste que las cosas aquí se estaban poniendo
difíciles?
—¿Por qué no preguntaron?
Mitch hizo un gesto de dolor. Bajo el tono agresivo estaba una dura verdad.
No habían preguntado. Habían vivido sus vidas y dirigir sus negocios y solo
asumieron que Josh estaba manteniendo el fuerte.
—Debimos haberlo hecho. Y debimos haber regresado más seguido y no lo
hicimos pero aquí estamos ahora y…
—Temporalmente.
—Aquí estamos ahora y trabajaremos juntos para poner el lugar de nuevo por
el buen camino.
Josh resopló.
—¿Tienen algún arreglo mágico para la economía y los precios del gas?
Porque eso es lo que va a necesitarse.
—Vamos a priorizar. Destinar algo de tiempo y dinero en lo que necesita
arreglarse primero y poner algunos parches sobre el resto, estaba pensado que
podíamos pedirle a Chelle, la mujer que maneja la página web de Demolición
Northern Star, sobre modernizar el sitio de la posada. Tal vez impulsarlo en los
lugares de búsqueda y construir una página de Facebook. Hacer que el nombre se
note un poco más.
Ryan asintió.
—La gente ya no revisa panfletos en los restaurantes o en las paradas. Buscan
información en sus malditos teléfonos.
Mitch esperó a ver si Josh contribuiría, pero estaba ocupado metiendo tarta
Shepherd en su boca. En lugar de lucir animado, su hermano menor lució incluso
más sombrío.
—Vamos a intensificar, Josh.
Todo lo que tuvo fue un encogimiento de hombros, y Mitch tomó un gran
bocado de puré de papas, hamburguesa y maíz para evitar presionar a Josh. No lo
llevaría a ninguna parte y no quería que la conversación de la cena escalara en un
intercambio de gritos cuando Rosie había hecho tanto por darle la bienvenida a Ryan
con una cena agradable.
Mañana empezarían a poner manos a la obra y Josh recapacitaría cuando viera
que sus hermanos realmente tenían la intención de quitar algo del peso por un rato.
—¿Estás viéndote con alguien? —le preguntó Rosie a Ryan en un obvio
intento de cambiar el tema.
—No. Pero escuché que la mujer que compró el comedor es bastante
atractiva.
Mitch lo miró a través de la mesa, pero no dijo nada porque nada de lo que
quería decir podría ser dicho frente a Rosie.
—Deja de apretar los botones de tu hermano —reprendió a Ryan, quien solo
le sonrió.
Podía sonreír todo lo que quisiera, pero no iba a tocar a Paige. Paige era suya.
Tal vez no todavía y tal vez no durante algo de tiempo, pero eso era suficiente para
ponerla fuera de los límites de su hermano. Pero dado que ella no sabía eso, lo mejor
que podía hacer era mantener ocupado a Ryan en la posada hasta que regresara a
Massachusetts. Entonces trabajaría un poco más fuerte sobre la cosa de Paige siendo
suya.

—Solo escribe “queroseno y un cerillo” y dalo por bueno.


Mitch lanzó la tabla sujetapapeles sobre la puerta trasera de la camioneta de
Ryan.
—Se supone que estamos haciendo una lista de provisiones para arreglar el
lugar.
—Como dije, queroseno y un cerillo.
—¿Sabes qué? —Iban a solo un poco más de la mitad del día, pero ya estaba
harto de la mierda de Ryan—.Vete a casa.
Empezó a alejarse, pero Ryan agarró su hombro y lo habría girado, excepto
que Mitch jaló su brazo para liberarlo.
—¿Qué demonios se supone que signifique eso?
—No quieres estar aquí. No quieres ayudar. Bien. Vete a casa.
—Estoy aquí y se supone que estamos haciendo una lista de provisiones.
Mitch puso sus manos en su bolsillo para evitar golpear a su hermano.
—¿Queroseno y un cerillo? ¿Crees que eso ayuda?
Ryan dejó salir un resoplido y sacudió su cabeza.
—Lo siento. Solo que hoy tengo un humor de mierda.
No era solo hoy, pensó Mitch aunque decidió no decirlo. Ryan tendía a tener
un humor de mierda siempre que era obligado a visitar Whitford, y Mitch estaba
bastante seguro que sabía por qué. Cuando habían estado en la universidad, algo
había pasado entre Ryan y Lauren Carpenter, la hija de Dozer, que había cambiado
la manera en que Ryan se sentía sobre regresar a casa a Whitford. Y aparentemente
todavía no había superado lo que sea que fuera.
Casi le preguntó a su hermano sobre ello, lo que nunca había hecho antes,
pero Andy Miller dio vuelta en la esquina de la posada, con Josh no muy lejos detrás.
Probablemente para bien, dado que no era su asunto y probablemente no fuera un
buen momento para picar los puntos sensibles de su hermano. No que alguna vez
lo fuera a estar, pero especialmente no cuando la última vez que había visto a los
tres en un humor ligero era el día que había hablado con Liz para que tomara un
estúpido riesgo en el tobogán. Después que Rosie la dejará entrar con una bolsa de
chicharos congelados para bajar la hinchazón en su frente, había hecho que los
chicos quitaran cada copo de nieve del patio, no solo de la entrada, sino de todo el
patio. Les había llevado a los cuatro más de tres horas y habían estado enfadados
como el infierno. Justo en este momento, estaban peor.
—Cuando empiezas a romperlo, no está tan mal —dijo Andy, aparentemente
ajeno a la tensión entre los hermanos—. Un montón de pequeños proyectos toman
más tiempo que dinero, con solo un par más grandes.
—¿Qué tan grandes? —preguntó Mitch.
Andy se encogió de hombros.
—Con la forma en que las juntas han resistido y están cambiadas, te
recomiendo reemplazar el porche en lugar de hacer pequeñas reparaciones, y luego
raspar y pintar todo el asunto. Y ya ha pasado el momento de actualizar las ventanas
y las puertas a algo más eficiente.
—Recibí una estimación por cambiar las ventanas con vidrios de baja emisión
—dijo Josh—, pero, después que estuve a través de los ladrilles, lo deseché.
—Haré las ventanas —les dijo Ryan—. No en este momento, pero antes de
que llegue final de otoño. Por ahora, hay que fijar el suelo y centrarnos en las cosas
más pequeñas y, cuando libere un equipo, vendremos y reemplazaremos las
ventanas, las puertas y el porche.
—¿Un equipo? —Josh se veía escéptico.
—Un par de chicos jóvenes. Tal vez aprenderán algo, y les pago menos que a
los hombres con experiencia.
—¿A qué estás llamando proyectos más pequeños? —le preguntó Mitch a
Andy.
—Tengo un poco de todo. El revestimiento no es malo, pero si Ryan va a
cambiar las ventanas… —se paró y miró a Ryan, quién asintió—, entonces no vamos
a reemplazar el contorno de la ventana, así que debería ser raspado y pintado. Las
escaleras, como él dijo. Algunos cosas de paisajismo, algunos árboles todavía
necesitan podarse y cosas así. Cambiar el suelo del establo debilitado sería bastante
bueno, al almacenar los trineos y las cuatro ruedas, allí hay una gran cantidad de
peso. A la mayoría de los tablones se les puede dar la vuelta y reutilizarlos, pero
tenemos que sacarlos y reponerlos. Algunas otras cosas. Como he dicho, más
esfuerzo y tiempo que dinero.
—Un sólo hombre tiene dos manos y un cierto número de horas al día —dijo
Josh a la defensiva, como si hubiera sido acusado de algo.
—Lo importante es que tenemos un plan —dijo Mitch—. Lo que significa que
por ahora podemos tener finalmente algo de comer.
Todos ellos se dirigieron hacia la casa, a excepción de Andy. Cuando Mitch
miró hacia atrás, él dijo:
—Probablemente debería ir… hacer algunas cosas. Vuelvo esta tarde, sin
embargo.
—Rose no es la propietaria de la posada. Nosotros lo somos —dijo Mitch. Se
las arregló para sonar autoritario, pero mentalmente tenía los dedos cruzados
esperando que no estuviera escuchando a escondidas—. Vamos a tomar un
descanso para comer y te estoy invitando a comer con nosotros.
Andy sonrió.
—Es posible que seas el propietario del lugar, pero si mis pies cruzan ese
umbral, su temperamento se elevará a la altura de sus orejas.
Eso era probablemente cierto.
—Vamos a la ciudad, entonces. Una hamburguesa suena mejor que un
sándwich de mortadela, de todos modos.
—Me parece bien —dijo Ryan, mientras que Josh se encogía de hombros y se
dirigía hacia la camioneta—. Dame la oportunidad de conocer a la nueva propietaria.
Mitch se obligó a seguir caminando y no darle a su hermano la satisfacción
de morder el anzuelo. Josh montó al lado del copiloto por defecto, por la escayola,
así que después de que Ryan y Andy se apretaran en el asiento trasero no muy
amplio, Mitch entró en el asiento del conductor y encendió el motor. Cuando el
salpicadero cobró vida, incluyendo al reloj, estuvo un poco aliviado de ver que eran
casi las dos, lo que no sólo explicaba el hambre, sino que también significaba que
Paige ya se habría ido para el momento en que llegaran allí, y por lo tanto, no
conocería a Ryan.
Excepto que, tanta suerte como había tenido, ella fue la primera persona que
Mitch vio cuando entró por la puerta del restaurante Trailside. Llevaba un delantal
apagado y estaba apoyada en el centro de la isla, como de costumbre, hablando con
Ava. Paige giró la cabeza para ver cuando entraron y le sonrió, lo cual era la mejor
maldita cosa que le había pasado en todo el día.
El impulso de hincharse como un gallo lo tomó por sorpresa, sin embargo.
Las mujeres le sonreían todo el tiempo. Sonreían un montón, y nunca había tenido
ningún tipo de emoción por ser el hombre que les causara esa sonrisa en sus rostros.
Pero, cuando Paige le sonrió, quiso golpearse el pecho y soltar un grito de Tarzán.
Andy y Josh habían seguido hacia una mesa, pero Ryan se detuvo a su lado y esperó.
Mitch le frunció el ceño, pero él sólo sonrió e hizo un gesto no muy sutil con la
cabeza. ¿Voy a presentarme?
Probablemente porque estaban de pie en la puerta como idiotas, Paige se
dirigió hacia ellos.
—Me estaba yendo. ¿Han parado para el almuerzo?
—Síp. Este es mi hermano, Ryan. Ryan, Paige Sullivan. Ella es la propietaria del
restaurante desde hace dos años.
Ryan cargó el encanto con una sonrisa y le apretó las manos y se complació
por conocerla, pero Paige volvió su atención de nuevo hacia Mitch al segundo en
que Ryan le soltó la mano.
—¿Cómo van las cosas en la posada?
—Bien. Estamos haciendo una lista sobre lo que hacer, y no es tan malo.
—Me alegra oír eso. Tengo que correr, pero dale recuerdos de mi parte a
Rosie. Oh, y, si de verdad tienes hambre, prueba el especial de Gavin de hoy, chuletas
de cerdo con caramelo de manzana, están tan buenas.
Ella se había ido antes de que pudiera formar una opinión de las chuletas de
cerdo o incluso de decir adiós, y la baja risa de Ryan le hizo desear que todavía fuera
lo suficientemente joven como para resolverlo a puños con su hermano.
—Odio decírtelo, pero esa mujer no está dentro de ti —dijo antes de caminar
para reunirse con los demás en la mesa.
Mitch podría haberle creído e incluso encontrar ese pensamiento un poco
deprimente si Ava no hubiera hecho una pausa en su camino con unos menús.
—Hermanos. No puedes creer una palabra que digan.

No había mucho que hacer en Whitford un sábado por la noche, por lo que
tendía a hacerse su propia diversión. Y el primer sábado por la noche de cada mes
era el más divertido para Paige porque era noche de cine para chicas. Ellas se
turnaban las casas, aunque Paige nunca tenía que acogerlas ya que no tenía
televisión ni lugar para que se sentaran más de dos personas.
Esta noche estaban en casa de Hailey, que era el lugar preferido de Paige para
la noche de cine. Hailey tenía un lindo Cabo a las afueras de la ciudad y ningún
marido que se quejara por haber sido desterrado por la noche o niños que no se
quedaran en la cama. No tenían que preocuparse por la calificación de la película y
podían reír tan fuerte como quisieran, lo que podría crecer más y más el volumen
mientras la noche seguía, dependiendo de quién fuera la que mezclara las bebidas.
Y, fiel a su estilo, Hailey había elegido otra comedia romántica basada en cuán
sexy estaba el protagonista más que las críticas o el boca a boca, sin importar si era
o no nada buena. Si alguien preguntaba de qué se trataba, sostendría la caja del
DVD y diría “¡Mira a este tipo!”.
Paige no se iba a quejar, sin embargo. Lauren había estado lanzada sobre
Nicholas Sparks últimamente, lo que llevaba a una escasez de tejidos y una
disminución en la asistencia. Fran estaba presionando para repetir Thelma & Louise
y el mes anterior, cuando Mallory las había acogido, pasaron a través de la Guerra
de las Rosas, que, teniendo en cuenta su situación matrimonial, las puso a todas un
poco incómodas.
—Una película divertida, nachos de Fran y Ron con Cola para completar —
dijo Jilly Crenshaw, la madre de Gavin, mientras se sentaba en el sofá junto a Paige—
. Me encanta la noche de cine.
—A mí también. —Su bebida era más Cola que ron, pero no era la bebida lo
que la atraía. O incluso el cine. Era la amistad. El sentido de pertenencia y conocer a
estas mujeres de todas las edades, formas y tamaños. Y ellas la conocían, que era
más de lo que podía decir de la mayoría de personas en cuyas vidas había entrado
y salido como una sombra temporal. Algunas de estas mujeres, en dos años, la
habían llegado a conocer mejor que su madre. Porque ellas querían.
—Gavin dice que el negocio parece estar bien.
Paige asintió.
—Mejor de lo que pensaba que iría hace dos años, en realidad. Entre semana
todavía se está bastante tranquilo durante la cena, peor el desayuno y el almuerzo
va bastante bien. Y los fines de semana están ocupados.
—Bien. Creo que Waters dejó el negocio porque a él sólo le importaba la
temporada de moto sobre nieve —dijo Jilly, refiriéndose al anterior propietario del
restaurante—Por supuesto está bien tener todos los conductores de trineo sobre
nieve pasando por aquí, y siempre puedes cobrar un poco más cuando pueden
montar en trineo hasta tu puerta, pero nunca se ajustaba después de que la nieve se
derritiera. Ninguno de nosotros estábamos dispuestos a pagar precios de turista por
una hamburguesa y un refresco, ¿sabes?
Paige asintió, porque lo sabía. Antes, cuando empezó a preguntar alrededor
acerca del viejo restaurante cerrado, obtuvo toda una bronca sobre los pecados del
negocio de Waters, lo que sólo fortaleció su convicción de que el antiguo restaurante
debía servir como el centro social de la comunidad y no sólo un lugar para comer.
Ella servía a la multitud de motos de nieve un poco, sirviendo grandes filetes y
hamburguesas de solomillo y similares durante el invierno, pero su prioridad
siempre había sido la buena comida a precios razonables para sus vecinos.
—La advertencia de cinco minutos —gritó Hailey sobre el zumbido de las
múltiples conversaciones que tenían lugar.
Hubo una loca carrera para rematar las bebidas, rellenar los platos de papel e
ir al baño antes de que empezara la película, y Jilly se puso de pie.
—Tengo que agarrar un poco más de pan de plátano de Rose antes de que
desaparezca.
Puesto que ella ya tenía dos rebanadas en su plato y además un gran asiento
al final del sofá del amor de Hailey, Paige no se movió. Un par de minutos más tarde,
Rose se sentó junto a ella, haciendo malabarismos con un plato lleno y una taza de
café.
—Fui con el chocolate caliente —le dijo a Paige después de que hubiera
puesto la taza en el final de la mesa—. No sé cómo lo hace, y no me lo dirá, pero
Hailey hace el mejor chocolate caliente.
—¿Cómo están las cosas en la posada?
—No demasiado mal. —Paige pensó que el rostro de Rose se tensó un poco
antes de que se relajara en una sonrisa de nuevo—. Ryan está en casa, lo que ha sido
agradable. Se instalaron con cerveza, patatas y un juego de pelota, así que decidí
venir a una noche de cine.
—Conocí a Ryan esta mañana. Me sorprendió que no esté más alrededor
desde que vive tan cerca. Bueno, no realmente cerca, pero sólo a unas pocas horas.
—Conseguir que el niño vuelva a casa para una visita es más duro que
conseguir una invitación a la Casa Blanca. Él dice que siempre está trabajando, pero
no veo el punto de tener el dolor de cabeza de ser el dueño de la empresa si no te
puedes tomar un largo fin de semana de vez en cuando. Mira a Mitch. Se está
tomando seis semanas enteras de descanso. Parcialmente. Él se escapa mucho para
usar la computadora, y ese teléfono suyo de lujo le está dando trabajo.
Oír el nombre de Mitch pareció levantar la temperatura en la habitación, y
Paige esperó que su repentino rubor no fuera tan pronunciado como para que esta
mujer, que era prácticamente una madre para él, se diera cuenta.
—¿Con qué frecuencia están todos en casa al mismo tiempo?
—Casi nunca. Ni siquiera recuerdo cuántos años han pasado. Tal vez incluso
desde que su padre falleció. —Rose sacudió su cabeza—. Todos nos juntamos
cuando Sean salió del ejército el año pasado, pero todos fuimos a casa de Ryan
porque está cerca del aeropuerto y, con Sean y Mitch y Liz volando, tenía más
sentido. No es lo mismo que volver a casa, sin embargo.
Paige recordó cuando Rose y Josh habían viajado hacia Massachusetts para
darle la bienvenida al hermano mediano de la casa.
—¿Cómo están Sean y su esposa?
—Maravillosos. —Rose prácticamente sonrió—. No hay noticias de bebé
todavía, pero rezo por una cada día. El señor sabe que Katie no parece interesada en
darme un nieto, así que le toca a uno de los otros niños. Al ritmo que van, Sean y
Emma podrían ser mi única oportunidad.
Paige bajó la voz cuando la película comenzó.
—Nunca sabes. Uno de ellos puede conocer la persona correcta, enamorarse
y tenerte tejiendo mantas de bebé antes de que lo sepas.
La manera en que Rose miro hacia Paige le hizo sentir como que la mujer
estaba leyendo más en sus palabras de lo que había querido decir.
—Puede ser. No será Mitch, sin embargo. Mitch no se establece.
Paige se obligó a reír y se encogió de hombros.
—Tal vez será Ryan, entonces.
Rose sonrió y volvió su atención hacia la televisión, por lo que Paige hizo lo
mismo. La otra mujer no tenía que preocuparse de que Paige tuviera su mirada
puesta en ser la única para que Mitch se estableciera. Los ojos y la sonrisa y el
coqueteo podrían debilitar sus rodillas, pero no iba a dejar que debilitaran su
resolución.
Capítulo 8
Traducido por âmenoire y Xhex

Mitch deliberadamente programó su llegada al restaurante Trailside el lunes


para ese tiempo entre que se acabara el desayuno y el almuerzo todavía no estuviera
listo. Realmente no tenía hambre, pero un café nunca dolía. Y quería a Paige Sullivan
toda para él. O en su mayoría, de cualquier forma. Carl estaría en la cocina,
preparando el almuerzo y alistando las cosas para pasárselas a Gavin en la tarde.
Se había detenido con Dozer para conseguir una cinta para el viejo tractor, lo
que lo había llevado a hurgar en las cajas por las que no habían sido hurgadas en
un rato, así que primero se desvió directo hacia el baño para lavarse. Estuvo
sorprendido de encontrar la puerta abierta con una cubeta e incluso más
sorprendido de encontrar a Paige en el aire, con un pie en el lavamanos y otro en un
taburete.
En lugar de arriesgarse asustándola y haciendo que se cayera gritando: “¿Qué
demonios estás haciendo ahí arriba?”, golpeó la puerta gentilmente y se aclaró la
garganta.
Había estado tan concentrada tratando de sacar el panel traslucido de
plástico que cubría la lámpara floreciente del techo que todavía la había
sorprendido, pero no tanto como para tirarla de su precaria posición.
—¡Mitch! ¿Qué haces aquí? Espera. No me hagas caso. Esa fue una pregunta
bastante estúpida.
—Quería lavarme las manos antes de sentarme. Tuve que ir a con hurgar en
las cajas con Dozer por una cinta para el tractor.
Ella rió.
—¿Te ensuciaste un poco?
Quiso colocar sus manos alrededor de su cintura para sostenerla mientras se
bajaba, pero se conformó con sostener la escalera en cambio.
—¿Por qué no está Carl haciendo esto para ti?
—Porque es el cocinero, no el ayudante y está ocupado cocinando. —Con sus
pies de vuelta en el suelo, Paige limpió sus manos en su delantal—. Es mi foco y yo
lo cambiaré, justo como cambié el del baño de mujeres hace algunos meses.
—Eres afortunada de no haberte roto el cuello.
—Por el lavabo, no puedo poner la escalera en la posición correcta, así que
uso ambos.
—Muévete del camino y yo lo haré. Puedes pasarme el nuevo balastro.
—Yo puedo hacerlo.
Dios, amaba esa terquedad en su voz.
—Sé que puedes. Pero estoy aquí y soy más alto que tú y me llevará dos
segundo.
Era una aguda lógica contra la cual discutir, pero lucía como si pudiera
intentarlo. Luego suspiró.
—Está bien, pero tu almuerzo es por cuenta de la casa.
—¿Por qué no puede solo ser un favor?
—Todavía es un favor. Tu almuerzo me costará nada comparado con hacer
que un electricista cambie el balastro.
—Lo que no gastarías.
—No si puedo hacerlo por mí misma, lo que puedo hacer, incluso si me lleva
más tiempo.
—Está bien, puedes darme un sándwich —dijo Mitch. La cosa importante no
era una batalla de voluntades, sino más bien evitar que se rompiera el cuello por sus
hábitos poco seguros de uso de la escalera. Él movió la escalera un poco hacia el
costado, dado que era lo suficientemente alto para estirarse para hacerlo
apropiadamente—. Sabes, mi hermano tendrá un yeso por seis semanas porque fue
estúpido con una escalera.
—Es realmente encantador, toda esta cosa de hacerme sentir estúpida que
estás llevando a cabo. ¿Generalmente te funciona eso?
Él sacó la ligera cubierta y le pasó el panel a ella.
—Justo ahora me preocupo más porque no te lastimes que sobre lo que haga
para meterme en tus pantalones.
—La escalera estaba estable. Me aseguré que mi equilibrio era bueno y que
la escalera no se iba a mover antes que empezará a intentar bajarla.
—Josh se aseguró de también pisar la escalera. —Sacó el viejo balastro y se
lo pasó a Paige intercambiándolo por uno nuevo.
—Caramba, ¿cómo me las arreglé para manejar este lugar durante dos años
antes que llegaras a la ciudad?
Eso le hizo reír.
—Parte de ser bueno en tu trabajo es conocer tus limitaciones y encontrar
personas que te puedan ayudar a reforzar los puntos débiles. Por ejemplo, conozco
a Carl y estoy dispuesto a apostar que no sabe que estás aquí haciendo esto y,
porque eres obstinada, no le vas a pedir que haga una tarea bastante simple que a
él no le importaría hacer.
—Prefiero ser autosuficiente. —Cuando la alcanzó, ella le entregó el panel de
plástico—. Apuesto a que no eres muy bueno admitiendo tus debilidades.
—Claro que lo soy. —Él bajó, de la escalera y la desplegó hasta apoyarla en
la pared.
—Nombra una.
Él puso a calentar el agua y pensó por unos segundos mientras esperaba a
que se pusiera tibia.
—Bueno, me di cuenta en los primeros días de Demolición Northern Star que
tengo problemas para venderme a mí mismo. De alardear mis logros, por así decirlo.
Los clientes potenciales me preguntaban por qué me debían contratar sobre otro
equipo, y me ponía nervioso y tartamudeaba y eso.
—¿Tienes problemas para venderte a ti mismo? Me parece difícil de creer.
—Lo creas o no —dijo mientras tomaba algunas toallas de papel del
dispensador para secarse las manos—, soy un tipo muy humilde.
Ella se echó a reír, pero él no se sintió ofendido.
—¿Entonces qué hiciste?
—Me senté en un bar con un amigo mío que estaba en relaciones públicas y
le dije todas las razones por las que Demolición Northern Star era la mejor compañía
para cualquier trabajo. Escribió todo en una especie de lista de puntos clave, que leí
una y otra vez, hasta que la había memorizado y la podía decir con confianza.
Tampoco tengo ninguna paciencia para la política así que, si hay disputas políticas
sobre una demolición, Scott, mi segundo al mando, entra y maneja todo eso
mientras yo me concentro en el trabajo. —Tiró la toalla de papel y se volvió para
mirarla—. No me hace débil o malo en lo que hago porque tenga que pedir ayuda.
—Buen punto. Y gracias por cambiar la luz.
En un par de pasos, él estuvo de pie tan cerca de ella, que esperaba que ella
se echara para atrás.
—Los hombres pueden ser útiles para tenerlos alrededor.
—Aunque aprecio la ayuda, no has hecho nada por mí que no podría haber
hecho por mi cuenta.
—Pero no es ni de cerca tan divertido.
Ella le entrecerró los ojos.
—¿Seguimos hablando de luces fluorescentes?
Él negó con la cabeza.
—Fuegos artificiales, quizá.
Después de rodar sus ojos hacia él, agarró el viejo balastro y salió del baño
de hombres.
Puesto que él no sabía dónde iba la escalera y que no era muy pesada, la dejó
donde estaba y pateó la puerta apresurándose a salir. Alejarse de él no iba a hacerle
ningún bien. Ella le había prometido el almuerzo.

Ella debería haber sabido que no se libraría de él tan fácilmente. Después de


sacar el balastro para deshacerse de él después, Paige regresó a la escalera y vio a
Mitch sentado en el mostrador esperando por ella.
Eso la molestó, incluso aunque le había ofrecido un almuerzo gratis por
ayudarla.
Todo acerca de él la molestaba en este preciso momento. La sonrisa y el
coqueteo mientras trataba de convencerla de que era tan humilde que no podía
promocionar su propia compañía a la gente. La forma en la que parecía tan seguro
de que, si seguía apareciendo y siendo un buen tipo, dormiría con él. La verdad era
que no podía dormir por la noche porque estaba demasiado ocupada pensando en
lo mucho que quería acostarse con él.
Debería rechazarlo. Solo para señalar que se reservaba el derecho de rehusar
la ayuda y entonces mostrarle la puerta.
Era una visión agradable, pero nunca la podría realizar, por ninguna otra razón
que por no desear explicarles a sus otros clientes porqué había echado a un Kowalski.
En cambio, empujó la escalera de vuelta al armario de suministros, después de
lavarse las manos y darse una severa mirada en el espejo, regresó al mostrador para
encontrarlo vacío. La decepción que sintió solo la hizo enojarse aún más con él. Hasta
que escuchó su voz.
Él se había movido a un puesto, y Drew Miller estaba sentado frente a él. El
jefe de policía se veía cansado, si no francamente demacrado, y Paige sintió una
punzada de lástima por él. Sin importar quién estaba en lo correcto o no, si es que
siquiera había una parte correcta o errada, su situación apestaba.
Después de que le llevara un café a Mitch y un refresco para Drew, le dio sus
pedidos para el almuerzo a Carl y volvió su atención a las dos mujeres que entraron
y tomaron un puesto cerca de la puerta. Jean era una higienista dental que trabajaba
para el único el dentista de la ciudad, del que se rumoraba que era casi tan viejo
como la acta constitutiva de la ciudad. Y Dana era la esposa de un leñador que se
quedaba en casa con dos ruidosos hijos. Ambas eran un poco mayor que Paige,
morenas, y estaban interesadas en evaluar a Mitch sin ser obvias.
—Buenos días, señoras —dijo Paige, ofreciéndole a cada una un menú y los
cubiertos envueltos en una servilleta—. ¿Qué puedo traerles para beber?
Ambas querían café, y estaba casi de regreso a la mesa con las tazas cuando
las mujeres se rieron y oyó parte de la conversación.
—No hay modo de que tuvieras sexo en una canoa.
Paige ralentizó sus pasos, diciéndose a sí misma que sería grosero
interrumpirlas, pero en realidad, ¿quién no querría saber quién tenía sexo en una
canoa?
—¡Lo hicimos! —Era Dana hablando—. Era de su papá y se suponía que ellos
no la iban a usar, pero Josh y Sean le ayudaron a llevarla al estanque. Ryan se lo
habría dicho a él, supongo. Pero para hacer el cuento corto, el sexo fue increíble y
no volteamos la canoa.
Por supuesto que fue Mitch el que tuvo sexo en la canoa. ¿De quién más
hablarían las mujeres de Whitford sobre con quiénes tuvieron sexo?
Como Dana eligió ese momento para fijarse en ella, Paige se abstuvo de rodar
los ojos y disimuló una sonrisa mientras dejaba sus cafés.
—¿Ya han decidido qué quieren?
Unas cuántas personas más entraron para un almuerzo temprano, y Paige
estaba agradecida por la distracción. Por un lado, estar ocupada le impedía escuchar
por casualidad si alguien más en el lugar recordaba haberse acostado con Mitch
Kowalski. Eso a su vez la ayudaba a dejar de especular, al menos durante las horas
de trabajo, cómo podría ser para ella el tener sexo con él.
Esperaba que fuera el turno de Drew para recoger la cuenta, pero, después de
entregar el almuerzo especial a un par de chicos en el mostrador, vio a Mitch
esperándola en la caja registradora.
—El tuyo corre por la casa —le recordó.
—Pagaré por éste. —Antes de que pudiera protestar, él se inclinó más cerca,
como si no quisiera que nadie más en el restaurante escuchara—. En lugar de un
almuerzo gratis, quiero un almuerzo pagado, pero contigo.
Allí estaba la sensación de hormigueo y el zumbido otra vez.
—Estoy segura de que mis clientes estarían encantados si me siento y como
mi almuerzo mientras ellos esperan.
—Vamos a tener un almuerzo tardío. Mañana. Te recogeré aquí a las dos,
cuando Ava entre.
—Eso suena como una cita —dijo con recelo. Ella no tenía citas. No con
Hombres.
—Es un favor. Y me debes un favor, ¿no?
—¿Cómo es que almorzar contigo es hacerte un favor?
—Haré algunas compras también. Podrías ayudarme a escoger un regalo de
Navidad para Rosie.
Eso la hizo reír, lo que, por supuesto, hizo que todo el mundo en el lugar se
girara y observaran.
—Es la segunda semana de agosto, Mitch.
—Me gusta planificar el futuro. ¿Por qué no puedo hacerlo ahora, cuando
puedo utilizar el remordimiento para que me ayudes?
—¿Remordimiento?
—Cambié el foco por ti. ¿No me ayudarás a escoger un regalo para la pobre
Rosie?
Él no estaba diciendo la verdad.
—No debería alentarte.
—Pero lo harás. —Y él sonrió como si se hubiera ganado un premio de
visitante o algo—. ¿Verdad?
—De acuerdo, está bien. —Arrancó su recibo y le dio el cambio—. Pero hazlo
a las dos y media. Me gustaría cambiarme la ropa de trabajo si me vas a llevar a las
tiendas.
—Suena genial. —Él se detuvo a medio camino a la puerta y se dio vuelta—.
Ah, y usa vaqueros.
Se había ido antes de que ella pudiera preguntar por qué, así que volvió al
trabajo, tratando de ignorar las curiosas miradas y los susurros no-tan-sutiles de la
mesa de Jean y Dana. Quería pararse en el mostrador y anunciar que no iría a una
cita con Mitch Kowalski.
Pero él iba a recogerla a las dos y treinta para llevarla a almorzar. Sin importar
lo que dijera la parte lógica de su mente, había una parte que prácticamente
temblaba de anticipación. Iba a tener una cita con Mitch.

—He oído que las cosas son un poco inestables en Northern Star en estos
momentos.
Rose no estaba sorprendida de que Fran hubiera escuchado lo que estaba
pasando, y sintió una punzada de culpa por no decirle ella misma. Ella y Fran Benoit
habían sido amigas desde hace mucho tiempo, pero había algunas cosas de las que
Rose no quería hablar. Andy Miller era una de esas cosas.
—No para mí. Estoy teniendo unas agradables pequeñas vacaciones.
—¿Así que de verdad estás en huelga?
Rose se echó a reír.
—Yo no lo llamaría así, exactamente.
Fran meneó la cabeza y apoyó los codos sobre el mostrador. Rose había
hecho una improvisada carrera a la tienda para surtir su alijo de bocadillos, pero el
lugar estaba vacío, así que estaban aprovechando la tranquilidad para ponerse al
día. A veces le tomaba a Rose tres horas escoger un galón de leche.
—¿Cómo es que no sé por qué no te gusta Andy?
Porque Rose no quería que lo supiera, pero no quería herir sus sentimientos,
así que la evadió.
—Fue hace tanto tiempo que ni siquiera recuerdo.
—Eres una terrible mentirosa, Rose Davis, pero te dejaré salirte con la tuya
esta vez. En cambio, cuéntame de Mitch y Paige. Parece que todo el mundo está
hablando de ellos.
Eso era nuevo para ella. Quizá estaba desperdiciando demasiado tiempo en
su habitación.
—¿Qué dicen?
—Oh, ya sabes cómo habla la gente sobre Mitch. Es bastante obvio que puso
los ojos sobre ella, y todos sabemos que Paige no ha salido con nadie que
conozcamos desde que llegó a Whitford, así que hay mucha especulación sobre si
están o no involucrados, como dicen los jóvenes.
—Tiene que dejar a esa chica en paz.
Fran se veía sorprendida, ya fuera por sus palabras o su tono agudo. Quizá
ambos.
—La mayoría de nosotros pensamos que sería bueno para ella. Ya sabes cómo
es él. Les da un poco de romance, luego les da un beso en la mejilla y se va sin
rencores. Le haría bien a Paige tener algo de diversión.
—No me parece el tipo de mujer que sólo tenga algo de diversión. Creo que
estaba algo triste antes de llegar a Whitford y realmente ha prosperado aquí. Si Mitch
rompe su corazón, le hará cambiar.
—No creo que estés dándole suficiente crédito.
—Tiene menos que ver con ella que con él. Sabes que amo a ese muchacho
como si fuera mío, pero no es el hombre del que quisiera que una mujer se interese.
Él no tiene la menor intención de sentar cabeza, por lo que es mejor para Paige si la
deja en paz.
—Yo digo que un poco de diversión sin ataduras es buena para una mujer.
Sobre todo a la edad de Paige. Ella es demasiado joven como para olvidar lo que es
el buen sexo.
Rose asintió.
—Estoy de acuerdo con eso, pero hay un montón de hombres buenos en
Whitford que les encantaría tener buen sexo con ella. Los hombres que son parte de
la comunidad y que quieren asentarse.
—Bueno, le dije a Mitch que debería ir por ello —dijo Fran obstinadamente.
—Te estás convirtiendo en una vieja entrometida.
—¿Y tú no?
Rose se echó a reír.
—Todavía no, pero voy a tener que empezar si alguna vez quiero bebés, creo.
—Te lo digo, creo que serán Mitch y Paige.
Rose no iba a discutir ese punto por más tiempo, así que simplemente se
encogió de hombros. Pero Paige era una chica buena y era lo suficientemente
inteligente como para no meterse con un tipo como Mitch. Esa relación sólo
conduciría al sufrimiento.
Capítulo 9
Traducido por Xhex, âmenoire, Otravaga y Lauuz

Paige iba a tener que aprender a concretar detalles en lo que concernía a


Mitch.
—No dijiste nada sobre una moto.
—Es un hermoso día.
Lo que era hermoso era el hombre que estaba sentado de lado en el asiento
de su gran Harley Davidson, con los brazos cruzados de modo que la camiseta azul
se tensaba sobre sus hombros, y los tobillos cruzados enfatizando sus largas piernas.
—Dijiste que iríamos de compras —le recordó, buscando excusas, porque
tenía miedo de subirse a la moto que iba a ser el comienzo del fin para su resistencia.
—Tiene alforjas. Y no estoy pensando en comprarle un poni ni nada. Esto
servirá. Demonios, si encontramos el artículo perfecto y es demasiado grande,
regresaré en la camioneta o haré que lo entreguen. Y tengo dos cascos.
Estaba sin excusas, excepto una, y en realidad no tenía ganas de decirle que
quería ir en la camioneta para que pudiera mantener una distancia segura entre su
cuerpo y el de él. No había ninguna distancia en una motocicleta.
—Dame un minuto —dijo antes de volver a su casa.
Hurgó en su bolso y se puso las llaves en el bolsillo delantero izquierdo de
sus vaqueros. Luego deslizó su licencia y tarjeta de débito en el bolsillo de atrás. El
resto lo dejó sobre la mesa, ya que un bolso en una motocicleta era posible, pero no
práctico. Luego se metió en el baño y tomó unos minutos para peinar su cabello en
una trenza francesa, que era el único método que conocía para combatir el cabello
despeinado a causa del casco.
Mitch seguía en la misma posición, luciendo como el cartel de niño de barrio
ligeramente travieso, cuando Paige volvió a salir y cerró la puerta detrás de ella.
—¿A dónde vamos? —Tomó el casco que él le entregó y se lo puso,
agradecida de saber cómo iba la correa y que no tendría que sentir sus dedos
recorrer a lo largo de su mandíbula.
—Creí que deberíamos cruzar los caminos alternos a la ciudad. Más opciones
para comidas y lugares para comprar.
Y más kilómetros con sus muslos envueltos alrededor de su trasero.
—Bueno. ¿Tienes alguna idea de lo que quieres conseguir? Con la Navidad
tan encima y todo eso.
Él se rió y se enderezó de modo que pudiera girar y montar a horcajadas la
moto. A punto de poner sus manos sobre sus ojos como una niña, no había nada
que Paige pudiera hacer sino mirar y tratar de no babear. Luego encendió el motor
y pateó el soporte fuera del camino. Una vez que la tuvo equilibrada, le brindó un
gesto de vamos con la cabeza.
Tomando una respiración profunda, Paige levantó la pierna sobre el pequeño
respaldo de pasajero de la parte de atrás, se decidió por su parte del asiento y puso
sus pies en los pedales de atrás. Luego se enfrentó al gran dilema. Aferrarse a la
barra detrás de ella, lo que se volvería incómodo y poco confortable con bastante
rapidez, o aferrarse a Mitch, lo que también sería incómodo y poco confortable, pero
de inmediato.
Empezó a manejar la moto hacia delante, haciendo un giro brusco para
esquivar su auto, y Paige se dio cuenta de que había pasado un poco más de lo que
había creído desde que había estado en una moto. Mientras él conducía hacia la
calle, ella le puso las manos en sus caderas por puro reflejo nervioso y, cuando no
pareció perturbarlo en absoluto, las dejó allí. Él aceleró un poco el motor en
dirección a la ciudad, presumiendo, y ella esperaba que el casco escondiera su rostro
lo suficientemente bien como para que toda la población de Whitford no supiera
dentro de cinco minutos que estaba en la parte de atrás de la moto de Mitch
Kowalski.
Sólo hizo falta un par de kilómetros de carretera abierta para hacerla olvidar
todo acerca de si la gente sabía o no lo que estaba haciendo. Era un día hermoso,
con el cálido sol en la espalda, pero el viento la mantenía fresca. Observó el paisaje
pasar de un modo que nunca haría desde el asiento de conductor de su auto, y
aspiró el olor del aire fresco del campo.
Sus nervios se habían calmado, pero mantuvo sus manos descansado
casualmente contra las caderas de Mitch. Podría ponerlas en su regazo, había
conducido con uno de los novios de su madre casi todos los días y él ni siquiera
había tenido un respaldo de pasajero, pero le gustaba tocar a Mitch y a él no parecía
importarle que lo tocara.
Él giró un poco la cabeza para que pudiera ser escuchado sobre el viento y el
motor de la moto.
—¿Estás bien ahí atrás?
—Estoy mejor que bien —gritó en respuesta. Debido a que se había inclinado
hacia adelante para que pudiera oírla, sus pechos se presionaron contra su espalda
y el calor inundó su cuerpo, haciéndola aún más consciente de la forma en que sus
caderas se presionaban contra el interior de sus muslos.
Y es por eso que no debería haberse subido en una motocicleta con Mitch.
Porque después de dos años de estar bastante contenta con vivir su vida sin un
hombre en ella, una vez más era consciente de sus muslos internos en un contexto
que no fuera preguntándose si se frotarían entre ellos si hacía otra carrera hacia los
aperitivos de la película de la noche. Maldito sea.
Se echó hacia atrás tan lejos como se atrevía y volvió su cabeza hacia el otro
lado, revisando el follaje del camino, en un esfuerzo para desalentar cualquier otra
conversación.
Aunque a medida que pasaban los kilómetros, se relajó de nuevo y cuando él
se echó hacia atrás y volvió su cabeza para preguntarle dónde quería comer, no se
molestó sorprendiéndose por el contacto cercano.
—Tú elige —le gritó de vuelta.
Después de un rato, paró la motocicleta en el lote de estacionamiento de un
restaurante que era un poco más elegante de a lo que estaba acostumbrada. Había
estado allí una vez, para un baby shower, pero no era el tipo de lugar en el que
comería regularmente.
—Realmente no estoy vestida para este lugar —dijo después que él hubiera
apagado la moto y se hubieran quitado sus cascos.
—Te ves muy bien y no tiene un código de vestimenta. —Debe haber visto
algo en su expresión, porque su rostro se suavizó—. Mira, el servicio es de primera
categoría. Estás de pie la mayor parte del día haciendo esto, así que dejemos que
alguien se haga cargo de ti para variar.
—Está bien. —Quiso señalar que era un poco caro, pero es obvio que él lo
sabía si estaba familiarizado con el servicio.
Tuvo que admitir, una vez que se sentaron en una mesa bajo una iluminación
sutil con una música ambiental en el volumen justo para ser correcto, que era
agradable relajarse y no ser la que corría de ida y vuelta a la cocina para variar.
—Cuando vas a un restaurante, ¿te pasas todo el tiempo comparándolo con
el tuyo? —preguntó Mitch después que el mesero tomó sus órdenes.
—En realidad no. No salgo a otros restaurantes con frecuencia, en primer
lugar. Y el restaurant Trailside funciona bien para mí y para la ciudad. Eso es todo lo
que importa. —Tomó un sorbo de su té helado, mirándolo por encima del vaso—.
¿Cuándo vas a un restaurante, te pasas todo el tiempo preguntándote cómo lo harías
explotar?
Él se rió y sacudió su cabeza.
—Lo último que hago cuando estoy sentado en la mesa frente a una hermosa
mujer es demoler mentalmente el edificio.
Paige sintió el calor extenderse sobre sus mejillas y esperó que la iluminación
fuera lo bastante tenue para ocultarlo.
—¿Cómo llegaste a destruir edificios para ganarte la vida, de todas formas?
—Siempre había tenido interés en construcciones e ingeniería. Durante la
universidad conseguí un trabajo de tiempo parcial con una empresa de demolición.
Cosas pequeñas, en su mayoría. Pero tenía un ojo para ello, la habilidad de ver cómo
cualquier acción afectaría la estructura. Después de conseguir mi grado, firmé con
una buena compañía y construí mi currículum y mis habilidades hasta que pude
conseguir el préstamo y el respaldo para salir por mi cuenta. Puedo llegar a ser en
secreto un friki de las matemáticas y la ciencia y todavía tener el trabajo más genial
de la habitación.
—¿Todavía tienes que viajar mucho o tienes suficiente gente ahora para
poder relajarte y delegar? —Cuando la expresión de él cambió, volviéndose un poco
más reservada, ella repitió sus palabras en su cabeza y se dio cuenta que podría
pensar que estaba buscando señales que dijeran si estaba esperando asentarse—. A
veces me pregunto si llegaré al punto en el que pueda contratar a una camarera de
la mañana y poder simplemente ser la dueña. O si siquiera quisiera hacerlo.
—Apenas estoy sobreviviendo estas supuestas vacaciones. Parece como si
estuviera llamando o enviando un correo electrónico a la oficina o a Scott cada
media hora.
—Pero no tienes que hacerlo, ¿cierto? Lo están haciendo bien sin ti, por lo
que podrías tomarte más tiempo para ti.
—No quiero estar sin hacer nada. Demoliciones Northern Star no me deja
mucho tiempo y energía para cualquier otra cosa y me gusta así.
Punto hecho, incluso si eso no era hacia donde ella se estaba dirigiendo.
—¿Cómo van las cosas en la posada?
Él se encogió de hombros, pero ella se dio cuenta que las líneas en su rostro
se relajaron un poco.
—Difícil de decir. Podemos darle una pasada de pintura y fijar tablas rotas
durante todo el día, pero no nos hemos sentado y resuelto la manera de hacer que
sea autosustentable financieramente. O incluso si se puede.
—La economía se moverá de nuevo. —Ella soltó una risa nerviosa—. Y aquí
estoy interrogándote sobre cosas de trabajo cuando estamos en un fabuloso
restaurante.
—Puedes hablar de lo que quieras, siempre y cuando sigas hablando
conmigo.
Afortunadamente, su mesera eligió ese momento para aparecer con su
comida, porque no tenía idea de qué decir a eso. Ni siquiera estaba segura de que
pudiera decir algo, ya que todo en su interior se había derretido un poco.
Estaba en tantos problemas.
Mitch no iba a conseguir pasar el día sin besar a Paige. Sin embargo, no estaba
seguro de cómo iba a sacar adelante el beso. Si había una cosa que había averiguado
sobre Paige Sullivan, era que moverse rápido sería como zapatear frente a un gato
asustadizo. Ella huiría y pasaría un buen tiempo antes de que lo dejara acercarse de
nuevo. Pero no iba a tener un minuto de paz hasta que la besara.
No había sido su intención cuando le había pedido que almorzaran. Había
visto a Jean y Dana riendo juntos como idiotas en el restaurante, y había visto a Paige
vacilar cuando se había acercado a la mesa. Sin duda, Dana había sacado a relucir la
vieja historia del “sexo en la canoa”.
Le ardía un poco el trasero el tener a Paige teniendo que enterarse de esa
mierda sobre él. Había tenido dieciséis años en ese momento y en realidad no habían
tenido relaciones sexuales. Habían recorrido las bases a lo grande, pero él no se
había deslizado en el home, por así decirlo. Pero eso no contaba como un buen
chisme de almuerzo veinte años más tarde.
Había tomado la decisión en ese momento de que iba a sacar a Paige de
Whitford. No importaba si era sólo por un par de horas; quería pasar algún tiempo
con ella lejos de radio bemba.
Ahora la tenía, en la iluminación romántica con la música suave, y no quería
llevarla nunca a su casa. Hablaron de música, libros y películas, programas de
televisión, aunque no fueron muy lejos, ya que ella no tenía cable y él no veía mucha
televisión.
No le importaba. Podía hablar con él sobre el clima o centros de mesa florales
y tendría toda su atención. Lejos de la cafetería y las personas que conocían los
asuntos de todos, Paige estaba totalmente relajada, y a él le gustaba de esa manera.
—No puedo creer que me hayas convencido de esto —dijo Paige, haciendo
una pausa con un bocado de tarta de fresa a mitad de camino a su boca.
Le había sugerido la tarta sobre todo como una forma de prolongar el
almuerzo, pero se alegraba de haberlo hecho. Ver la expresión de su rostro mientras
deslizaba el tenedor de su boca le hacía preguntarse si ella había estado sin postres
finos tanto tiempo como se rumoreaba que había estado sin un hombre.
Una vez que se había quedado sin razones para quedársela para él solo en el
restaurante, volvieron a salir al sol vespertino.
—¿Tienes alguna idea de con cuál tienda quieres empezar?
Le tomó unos segundos entender de lo que estaba hablando, y luego se echó
a reír. Compras de Navidad.
Ella le dirigió una mirada sospechosa.
—Dijiste que hoy íbamos a buscar el regalo de Rose.
Y él no quería confesar que había sido la primera razón, ciertamente ridícula,
en la que pensó para que ella fuera a acompañarlo.
—Estoy demasiado lleno para hacer compras ahora.
—Sé lo que quieres decir. Este puede haber sido un almuerzo tardío, pero no
voy a comer de nuevo hasta el desayuno de mañana.
—¿Qué dices si nos saltamos las compras y damos vueltas por ahí en la moto?
Cuando ella le dijo que sonaba como una gran idea, se volvió hacia la Harley
para que no lo viera sonriendo como un adolescente enamorado. Rara vez salía con
mujeres en la moto, como casi nunca. Sus propias oportunidades para montarla eran
pocas y distantes entre sí, y utilizaba ese tiempo para pensar las cosas y despejar su
mente.
Sin embargo, le gustaba tener a Paige a su espalda. Estaba lo suficientemente
cómoda como para no aferrarse completamente a él, y podía disfrutar de la
sensación de sus muslos presionando contra los suyos y la mano en sus caderas.
Mitch tomó una ruta diferente para salir de la ciudad y recorrió las carreteras
secundarias, señalando cosas interesantes del paisaje aquí y allá. La moto era un
poco ruidosa y, con sus cascos puestos, hablar era difícil, por lo que mayormente
sólo aceleró la moto y disfrutó de la sensación de ella detrás de él.
Tardaron más de una hora para llegar a uno de sus lugares favoritos de la
zona. No era mucho más que un amplio espacio en el arcén, pero detuvo la moto y
estacionó cerca de la línea de árboles. Apoyando sus pies, esperó a que ella pusiera
las manos sobre sus hombros para mantener el equilibrio y bajarse, y luego inclinó
la moto sobre su soporte.
—¿Dónde estamos? —Paige colgó su casco en la barra de respaldo del
pasajero y empujó los mechones de cabello que escaparon de su trenza.
—Sólo espera. —Después de colgar su casco en el manillar, la condujo a un
estrecho sendero entre los árboles y le tendió la mano—. Es un poco escarpado.
Con la mano de Paige en la suya, caminó a lo largo del corto sendero y una
pendiente suave hacia el río. Una enorme losa de piedra se extendía a lo largo de un
arroyo y caminó hacia esta, tirando de ella con él.
—Un poco escarpado, ¿eh? —preguntó Paige, con diversión en su voz.
—Sólo quería tomarte de la mano.
Ella no se apartó, lo que lo hizo ridículamente feliz. En su lugar miró a su
alrededor, por lo que él hizo lo mismo, asimilando la forma en que el sol moribundo
brillaba a través de los árboles y caía al agua en manchas doradas. Había justo
suficiente corriente en el agua para que gorgoteara a través de las rocas, y las aves
trinaban desde la cubierta del follaje de pleno verano.
—Es hermoso. —Paige no susurró, pero su voz era suave y baja, como si no
quisiera molestar a su entorno—. Apuesto a que traes a todas las chicas aquí.
—Nop. —Nunca antes había llevado una mujer allí, aunque no estaba seguro
del porqué. Y no estaba seguro de porqué había traído a Paige—. No vengo aquí
muy a menudo. Tal vez eso es lo que lo mantiene especial. Llegué el día después del
funeral de mi padre, sin embargo. Me acosté en esta roca y miré hacia el cielo por
un tiempo.
Ella le apretó la mano.
—Parece un lugar agradable para estar a solas con tus pensamientos.
Era un lugar aún mejor para estar a solas con ella, aunque no lo dijo en voz
alta. Había una línea muy fina entre el coqueteo y volverse sentimentaloide, y ya era
bastante malo que su mente siquiera hubiese ido allí. No estaba dispuesto a
compartirlo.
—Es pacífico —fue todo lo que dijo, pero estaba en problemas.
De pie en un lugar al que estaba conectado emocionalmente, de la mano con
una mujer por la que se sentía dolorosamente atraído, era susceptible a desenterrar
la base de la pared que había construido entre él y lo formal. Le gustaba esa pared.
Evitaba que los enredos románticos se formaran y consiguieran estrangularlo
cuando bajaba la guardia.
¿Qué demonios había estado pensando, trayéndola aquí?
Entonces ella lo miró y sonrió, y cada pensamiento lógico en su cabeza salió
volando en pedazos, dejando nada más que una necesidad torrencial por saber
cómo se sentían sus labios contra los suyos.
Su sonrisa se atenuó un poco a medida que su expresión se tornaba incierta.
—¿Por qué me miras así?
Porque él parecía no tener autocontrol en lo que a ella se refería.
—Estaba pensando en besarte.
—Oh. —Ella frunció el ceño—. No pareces muy feliz con la idea.
—No estoy seguro de cómo lo tomarías. No parece muy justo que
simplemente salte sobre ti cuando estamos en mitad de la nada y no tienes manera
de llegar a casa excepto conmigo.
—Y dicen que la caballerosidad ha desaparecido.
Cuando Paige volvió su atención de nuevo hacia el arroyo, pero no apartó la
mano de la suya, Mitch sintió una oleada de frustración. ¿Quería ser besada o no?
Sus palabras ciertamente no le daban ninguna pista. La forma en que se volteó hacia
el agua implicaba que no estaba interesada, pero entonces, ¿por qué estaba
sosteniendo su mano?
—¿Por qué quieres besarme?
Su voz era tan baja que casi no la oyó. Lo hizo, por supuesto, pero no estaba
seguro de qué decirle.
—No lo sé. Hermoso lugar, hermoso día, hermosa mujer. Parece que eso es
lo que hay que hacer.
Tan pronto como ella retiró la mano y se volteó hacia el terraplén, supo que
era lo peor que podía decir.
—Parece que lo que hay que hacer es empezar a regresar. Tengo un montón
de papeleo esperándome en casa.
Mitch la atrapó antes de que se bajara de la roca, tomándola del brazo y
girándola de nuevo hacia él.
—Quiero besarte porque es la única maldita cosa en la que puedo pensar.
Cada vez que te veo, pienso en besarte. Cada vez que alguien dice tu nombre, pienso
en besarte. Cada noche cuando pongo la cabeza en la almohada y cierro los ojos,
pienso en besarte.
Ella lo besó. Apoyando las manos contra sus hombros, se puso de puntillas y
apretó sus labios contra los suyos. Después de un segundo de sorpresa, Mitch deslizó
sus manos alrededor de su cintura y tomó el control del beso. Había estado
esperando este momento por demasiado tiempo como para conformarse con un
beso tentativo.
Su boca era suave y ella suspiro cuando se rindió a él. Él lo mantuvo ligero al
principio, rozando sus labios contra los de ellas y permitiéndose unas cuantas
sacudidas de su lengua contra la de ella, pero la deseaba, demonios, y el hambre
obtuvo lo mejor de él.
La devoro, tratando de llenarse de su beso, mientras ella empujaba sus
caderas contra las de él más fuerte y sus manos se apretaban en su cabello. Cuando
sus respiraciones se hicieron ásperas y él podía sentir su ligero temblor debajo de
sus manos, supo que podía tenerla. Justo aquí en la roca con el sol ocultándose y la
brisa gorgoteando a su alrededor.
Lo deseaba. Lo deseaba tanto que estaba asustado de que sus bolas
explotaran, pero alguna parte cuerda de su mente, la parte que usualmente lo
mantenía lejos de problemas femeninos, lo contuvo. No era el lugar. No solo porque
las losas de piedra eran mucho más incomodas que románticas, sino porque no
había manera de escapar una vez que todo estuviera hecho. Si las cosas se ponían
incomodas o Paige tenía arrepentimientos, sería un paseo muy largo a casa en la
motocicleta.
Con mucho más arrepentimiento del que había anticipado, Mitch rompió el
beso y retrocedió solo lo suficiente para poner un poco de espacio entre ellos. Las
mejillas de Paige estaban ruborizadas y lucía tan ardiente y nerviosa como se sentía
él.
Ella le dio una risa nerviosa.
—Ahora que tenemos eso fuera de nuestro sistema, podemos pensar en algo
más, para variar.
—Si ese fuera el plan, creo que nos salió el tiro por la culata. —Ya estaba
pensando en besarla de nuevo.
—Oh. —Después de un par de segundos de incomodo silencio, ella movió
una mano en dirección al camino—. De verdad deberíamos volver.
Mientras la seguía por el camino entre los árboles, deseo que no caminara tan
malditamente rápido. Necesitaba otro minuto o dos antes de poder montarse en el
amplio asiento de la Harley. E iba a ser un largo, doloroso viaje a casa.

El viernes después del trabajo, Paige se detuvo en Whitford Hardware para


obtener algunos consejos en su actual proyecto de mejoría del hogar. Había
descartado lidiar con las tuberías de su lavabo del baño, pero parecían una buena
forma de distraerse de preguntarse si Mitch pasaría por ahí. Él no lo había hecho, y
el trabajo se había vuelto más grande de lo que había anticipado.
Dozer apareció como un genio detrás de una muestra de guantes de jardín
mientras Paige cerraba la puerta detrás de ella.
—¡Paige! ¿Cómo resultaron las puertas de tu closet?
—Las amé. Hacen una gran diferencia en la apariencia de la habitación.
— ¿Y cuál es tu nuevo proyecto?
Ella suspiro, sacudiendo la cabeza.
—Mi lavabo del baño no drena. Bueno, lo hace, pero si pongo algunos
renacuajos en el agua, serán ranas para el momento en que el agua se haya ido.
—Ah. ¿Trataste con químicos?
—No ayudaron mucho. El libro dice que necesito limpiar las trampas, pero no
puedo aflojar los conectores. ¿Tienes algo que afloje el pegamento para PVC o algo
así?
Dozer sacudió la cabeza.
—¿El libro dice? No puedes hacer plomería con un libro.
—Reemplace el excusado el año pasado con el libro. Desafortunadamente,
todo el conocimiento del mundo no me hará lo suficientemente fuerte para aflojar
las tuberías.
—Suena como que necesitas un hombre. —Se volvió ante el sonido de la voz
de Mitch justo mientras salía de detrás de un muro de división cubierto con una
variedad de herramientas manuales. Verlo hacía ese beso aparecer en su cabeza, y
la temperatura en la tienda pareció subir repentinamente.
Rezando por ser la única que había escuchado la insinuación oculta en la voz
de Mitch, se encogió de hombros.
—No realmente. Incluso si no hay nada ahí que me ayude a aflojarlas, es solo
cuestión de encontrar el apalancamiento correcto.
—Solo me tomaría un par de minutos tener tus conectores agradables y
aflojados.
—Tan presumido —dijo mientras Dozer bufaba—. Gracias, pero prefiero
hacerlo yo.
—Eso has dicho.
Ella estrecho los ojos, pero ninguna respuesta apareció en su cabeza. No
estaba segura que hubiera alguna respuesta que pudiera dar. Por suerte, el teléfono
sonó y Dozer se excusó para ir detrás del mostrador y contestarlo.
Mitch tomo eso como una oportunidad de moverse más cerca de ella, y ella
cruzó los brazos, como si tuviera alguna oportunidad de alejarlo. Nada había
funcionado hasta el momento.
—Eres casi tan fácil como un adolecente cachondo. Estoy comenzando a
pensar que todas las historias sobre ti deben ser una exageración total.
—Eres bienvenida a juzgar por ti misma.
—Lo apuesto —murmuro ella, sintiéndose un poco mareada por la
conversación.
—Ya en serio, déjame ayudarte con tu lavabo.
—No necesito tu ayuda.
—No, no lo haces. —Eso la sorprendió, pero trato de no mostrarlo—. Si no
encuentras nada que ayude aquí, estoy seguro que descubrirás como obtener el
apalancamiento correcto. O solo cortaras las tuberías para poner unas nuevas. Pero
lo que te tomara horas a mí me tomaría solo unos minutos, así que, ¿por qué no solo
me dejas ayudar?
¿Por qué no? Porque no era estúpida. Sabía lo que planeaba, tratar de
probarle que necesitaba un hombre en su vida. Lo cual no hacía. Él estaba
desarrollando un hábito el ayudarle, y Paige sabía lo que venía después. Se
acostumbraría a tenerlo alrededor y a no hacer las cosas por sí misma. Entonces
comenzaría a preocuparse de que no pudiera hacerlo sola, y comenzaría a vivir su
vida asegurándose de tener a un hombre que cuidara de ella, incluso poniendo la
felicidad de él por encima de la suya.
En algún nivel, sabía que estaba siendo ridícula. Así que él había cambiado un
foco. Se estaba ofreciendo a reparar su lavabo. Eso estaba muy lejos de cambiar su
vida entera y todo acerca de ella misma para evitar que un hombre la dejara. Pero
era un ligero resbalón y, incluso a pesar de que había visto a su madre hacerlo miles
de veces mientras crecían, Paige se encontró al borde de ese resbalón más de una
vez. La manera en que Mitch la tentaba a solo deslizarse un poco más la estaba
poniendo paranoica.
—Solo estoy tratado de ser amigable —dijo Mitch cuando su silencio
continúo—. ¿No es una de las cosas que amas de Whitford? ¿Cómo somos todos
amigables y ayudamos a los demás?
—¿Besas a todos tus vecinos? —preguntó antes de poder detenerse—No
importa. Ya sé la respuesta a eso.
—Solo a los bonitos. —Le guiñó, lo que la hizo rodar los ojos—. Tengo que
llevar algo primordial de regreso a la posada, pero puedo venir por la tarde y
encargarme de eso. Me tomara media hora, máximo, y voy a comportarme.
—¿En serio?
—Lo prometo.
Ella lo miró a los ojos.
—¿Te comportaras cómo?
—Se supone que le des a un hombre algún espacio de maniobras. —Espacio
para maniobrar era la última cosa que quería darle—. Está bien, bien. Me comportaré
como un caballero.
Paige estaba dividida. Por un lado, en serio no era una buena idea estar a
solas con Mitch en su casa. Sin importar dónde estuvieran en la caravana, era
imposible estar a más de unos cuantos pasos de la cama, y si la besaba de nuevo,
podría estar tentada a romper su racha de no-hombres. En la otra, reparar el lavabo
del baño se estaba volviendo más trabajo del que había anticipado. Ya había hecho
casi todo lo que podía pensar para destaparlo sin éxito. Y cortar las viejas tuberías
no solo agregaría desastre, también dinero.
—Debe haber algo más emocionante que quieras hacer en una noche de
viernes —le dijo.
—No en realidad. Estaba planeando ir al pueblo por comida de todos modos,
así que solo será un pequeño desvió.
—Te haré la cena. —Oh, mala idea—. Si vas a reparar mi lavabo, lo menos que
puedo hacer es alimentarte.
—¿Y seguimos empatados? —Se rió antes de que pudiera ofenderse de su
cínica visión del modo en que a ella le gustaban las cosas.
—Solo para ser amigable —le dijo.
—¿Cómo suena a las cinco? Puedo reparar el lavabo y entonces puedes
alimentarme.
—Suena genial. Gracias. —Dozer aún estaba en el teléfono, pero ella odiaba
desaparecer sin despedirse de él—. ¿Le dirías a Dozer que dije gracias, pero estoy
bien?
—Seguro. Te veo a las cinco.
Las cinco no eran mucho a partir de ahora, pensó mientras salía. Talvez haría
trampa y correría de regreso al restaurante. Podía obtener un par de órdenes del
especial en cajas para llevar y calentarlas cuando el lavabo estuviera reparado. Y
necesitaba tomar una ducha porque… por nada en especial. Había trabajado todo el
día y, para el momento en que Mitch se fuera, podría estar demasiado cansada para
tomar una ducha tan cerca de la hora de dormir.
No tenía nada que ver con estar sola en su casa con Mitch.
Capítulo 10
Traducido por Lauuz, Lorenaa. y MaEx

—Esta es la cosa más asquerosa que he visto.


—Las mujeres tienden a tener tuberías asquerosas. —Mitch se rió mientras
terminaba de sacar la pegajosa masa del tubo de PVC en el cubo que le había
conseguido Paige—. Déjame reformular eso. Si una mujer usa el lavabo del baño en
forma regular, cosas malas crecen en las partes curvadas de la tubería.
Paige bufó.
—¿Partes curvadas? ¿Es un término técnico?
—Absolutamente. —Él forzó su cuerpo de regreso a la forma de pretzel,
deseando que su baño fuera más grande que este ropero. Le tomo solo unos
minutos armar sus tuberías de nuevo e, incluso con su atención en el trabajo, estaba
consiente de ella cerniéndose sobre él.
Había tratado de decirle que podía hacer algo más, pero no era de las que se
quedaban atrás y no hacían nada mientras alguien les hacía un favor. Ella quería
ayudar. Desafortunadamente, la única manera en que podían trabajar juntos en la
plomería era que se acostara encima de él y… whoa, eso no era algo en lo que
debería estar pensando mientras estaba atrapado en una posición en su piso, con
ella bajando la mirada hacia él.
—¿Puedo ayudarte con eso?
De hecho, puedes, pensó antes de darse cuenta que se estaba refiriendo a la
pequeña pila de herramientas que estaba tratando de transferir desde debajo del
lavabo hasta el piso del otro lado de él, lo que no era fácil desde esta extraña
posición.
—Sí, seguro. Gracias.
Él le paso las herramientas una por una, escuchando mientras las ponía en su
lugar en la desgastada caja de herramientas de metal. Por alguna razón le gustaba
que tuviera una caja de herramientas y pensó que era probablemente la primera
mujer que conocía que tenía una. O talvez la mayoría de las mujeres que había
conocido habían escondido las suyas así podían pedirle que las rescatara. Lo que
sonaba un poco hastiado, incluso en su propia cabeza, pero era probablemente
verdad.
—Si casi terminas, voy a calentar la cena mientras limpias —dijo Paige.
—Suena bien. Solo quiero dejar que se asiente por unos minutos y después
pasar algo de agua por ellas. Asegurarme de que no hay fugas.
—Si necesitas una mano con algo, solo grita.
Él se rió.
—Sabemos que estarás lo suficientemente cerca para escucharme.
—Chico divertido.
Unos cuantos golpeteos en el piso le dijeron que se había alejado, y sonrió
cuando escuchó el refrigerador abrirse. Era algo bueno que Paige tuviera un
saludable sentido del humor, desde que las primeras palabras que le había dicho
una vez que lo dejó pasar fueron.
—Supongo que no eres claustrofóbica.
Ella solo se rió y señaló con su mano un semicírculo enfrente de ellos.
—Aquí. Has tenido el gran recorrido sin siquiera moverte.
Excepto el dormitorio. En una caravana del tamaño del de ella, abierto era
definitivamente mejor, así que el significado de la puerta cerrada de su dormitorio
no se perdió para él. Paige no lo quería ahí y, desde que le había prometido
comportarse como un caballero, no tenía caso idear formas de cambiar su idea.
Después que terminó con el lavabo, incluyendo limpiar, Mitch salió del baño
y vio a Paige poniendo un plato en el microondas. En el pequeño mostrador a lado
de ella había dos cajas para llevar, una abierta y una cerrada.
—¿Cuál es el especial esta noche?
—Pechugas de pollo rellenas al horno con puré de papas con ajo y crema de
espinacas. Me salte las espinacas y pedí el doble de puré para ambos.
—Eres una buena mujer.
—Si eso fuera verdad, te estaría ofreciendo algo hecho en casa. Tal vez
también una tarta de manzana.
Él se movió lo suficientemente cerca para ver por encima de su hombro
mientras ella ponía la segunda porción de pollo en un plato.
—¿Estás diciendo que hiciste trampa? ¿Tal vez tomaste un pequeño atajo en
nuestro acuerdo?
—Aún tienes que comportarte como un caballero.
—Eso no parece justo.
—Dije que te iba a alimentar. —El microondas sonó—. Te estoy alimentando.
Mitch no se movió lo suficientemente rápido y, cuando Paige dio un paso
atrás para hacer espacio para abrir la puerta del microondas, su cuerpo chocó contra
el de él. Como reflejo, él levantó la mano para detenerla y pasó a descansar en su
cintura. Por un breve momento, pareció que ella se relajaba en su contra, casi se
apoyaba en él. Entonces se lanzó hacia adelante.
—Lo siento —dijo—. Poco espacio. ¿Por qué no te sientas en la mesa y te
llevo tu plato cuando esté listo?
Él no lo lamentaba para nada, pero había algo de tensión repentina en su voz,
así que lo dejo pasar y se sentó en uno de los dos lugares que ella había arreglado.
Sus ojos vagaron, revisando los toques personales que convertían la claustrofóbica
caravana en su hogar. Había colgado pequeñas canastas de los bordes de las
cortinas para poner lápices y correo y cosas, en lugar de tenerlos tomando el muy
precioso espacio de su mostrador o su mesa. En el refrigerador había una variedad
de fotos de lugares que reconocía del pueblo. No fotografías de alta calidad, de
ninguna manera, pero eran tomas alegres. Entre dos fotos que habrían estado más
o menos a la altura de los ojos de ella, vio una mancha de rosa pegada en la puerta
del refrigerador.
—Huh —dijo—. En verdad tienes una nota adhesiva en tu refrigerador que
dice: Los hombres son un lujo, no una necesidad.
Ella puso su plato enfrente de él, entonces puso el de ella en el microondas.
—¿Por qué es ese dicho tan importante para ti?
Ella elevó un hombro en un encogimiento flojo.
—Es un recordatorio de no volverme como mi madre.
—Así que… ¿ella cree que los hombres son una necesidad? ¿Y eso es malo?
—No es malo cuando una mujer necesita un hombre. Pero no es bueno
cuando una mujer cree que no es nada sin uno y sacrificaría cualquier cosa para
mantenerlo. Fue difícil crecer con mi madre. Ella necesita un hombre en su vida para
ser feliz, así que pasamos la mayor parte de mi infancia siguiendo a cualquier
hombre que le dijera que la amaba.
—Las relaciones como esa están destinadas al fracaso desde el principio,
porque solo puedes no ser tú mismo y negar tus propias necesidades por un tiempo
antes de volverte realmente infeliz.
El microondas sonó de nuevo y ella se unió a él en la mesa.
—Exactamente. Eres un chico muy inteligente, Mitch Kowalski.
—Solo una familiaridad pasada con relaciones condenadas.
—Pensé que preferías tus relaciones condenadas. O con una fecha de
vencimiento estipulada, por lo menos.
La miró desde el otro lado de la mesa, lo cual era lo suficientemente cerca
para quedar atrapado de nuevo por lo oscuros que eran sus ojos, y dijo:
—Al menos con una fecha de vencimiento pactada, una mujer no tiene que
preocuparse por mantenerme. No va a pasar, así que pude relajarse, ser ella misma
y disfrutar un muy temporal lujo en su vida.

Paige sabía que debería tomar su tenedor, tomar algo de puré de papas con
ajo y ponerlo en su boca. No parecía poder moverse, sin embargo, con Mitch
viéndola así y con sus palabras comenzando a tener sentido para ella.
¿No era el tipo perfecto para ayudarla a hacerse cargo de esas molestas
palabras que terminan en ando que la estaban abrumando; como punzando o
vibrando o anhelando y, por encima de todas, deseando? Sabía desde el principio
que él se alejaría sin mirar atrás, y como él dijo, sabía que no podía mantenerlo. Sería
la versión de dos piernas de un auto rentado.
Antes de que pudiera decir nada estúpido, Paige tomo un bocado de su puré
de papas. Y otra. Una vez que se dio cuenta que no estaba saltando a la oportunidad,
Mitch retrocedió con una pequeña charla educada acerca del pueblo y libros y que
le gustaba el puré de papas con ajo de Gavin.
Pero sus palabras se habían metido debajo de su piel, lo cual era
probablemente por lo que Paige tomó un poco de cuidado extra en refrescarse
después de la cena. Estaba muy segura de que el al menos trataría de darle un beso,
a pesar de su promesa de ser un caballero. Después de todo, no había nada
particularmente grosero acerca de un beso.
Además, esa era una promesa que no le importaría que rompiera.
Cuando ella salió del baño, Mitch estaba sentado en su sofá. Empequeñecía
la sala y probablemente debería haber puesto un sillón del amor, pero un buen sofá
era algo que ella no iba a comprometer. Se rió cuando él movió su culo hasta un
lado del sofá y extendió sus piernas completamente, ahora él podía rozar la pared
de la sala que dividía el baño con sus zapatillas.
—Demolición Northern Star, probablemente tiene camiones de trabajo más
grandes que este —dijo ella golpeando su pie.
Él se echó a reír y se incorporó de nuevo sobre el cojín.
—Quizás, pero este te pega. Es cálido y acogedor. Además, probablemente
no tardas mucho en limpiarlo.
—La parte negativa es que si dejo que se apile el correo basura más de tres
días, me veo como un acaparador.
Ella sonrió cuando él se echó a reír, pero por dentro estaba nerviosa y durante
ese momento incomodo no sabía qué hacer a continuación. ¿Debía de sentarse a su
lado en el sofá? ¿O sentarse en una de las sillas de la cocina?
Como si él pudiese leerle la mente, Mitch la tomó de la mano y tiró de ella
hacia abajo, y la empujó hacía él. Ella iba a sentarse a su lado, pero jaló de ella,
mientras usaba la otra mano para dirigir sus caderas hasta que terminó a horcajadas
sobre él.
—No me abofeteaste, así que supongo que todavía estoy bien con todo eso
de ser un caballero —dijo con voz ronca, y tenía un toque de pregunta en ella.
—Los caballeros arreglan los lavaderos de las señoritas y recogen sus propios
platos de papel después de cenar. Creo que hiciste parte del trato.
—¿Entonces, no me sacaras si te beso?
Ella se inclinó hacia delante, posando una mano a cada lado de su cabeza.
—No te dejaré irte hasta que me hayas besado.
Mitch deslizó sus manos por su espalda y la empujó hacia delante hasta que
sus bocas se encontraron. La besó despacio y muy muy concienzudamente, mientras
deslizaba sus manos por debajo de su camiseta. La sensación de sus manos contra
su piel desnuda la hizo enloquecer y querer más.
Cuando ella empujó su camiseta hacia arriba, en un intento por quitársela, él
puso la mano sobre su brazo para detenerla.
—Esto es todo lo que hay. Tendremos buenos momentos juntos y
disfrutaremos el uno de la compañía del otro y entonces, cuando me tenga que ir,
solo diré adiós y me iré. No llamaré. No te mandaré mensajes. No escribiré.
—Eso es bastante contundente. —Y justo lo que necesitaba escuchar.
—Es mejor ser claro sobre esto, así los dos sabemos qué es lo que vamos a
conseguir. Toda la diversión, sin ninguna cosa que no sea divertida.
A ella le vendría bien algo de diversión. Había pasado mucho tiempo, y,
¿quién mejor para tener una aventura que un hombre, que ya sabía de antemano no
quería ninguna relación seria? Por una vez no podía doler. O dos o tres veces. No es
como si fuera a empezar a tener fantasías de finales felices con un tipo que se iba
de la ciudad, lo que significaba, justo como él había dicho, no tener nada de lo no
divertido.
—Solo para que lo sepas —dijo—. Cuando te vayas no me deprimiré, no
escribiré, no me sentaré en un restaurante dentro de veinte años recordando la
noche que pasamos.
Él soltó su brazo y le quitó la camiseta, tirándola a un lado. La suya propia se
le unió un momento después.
—Entonces, tengamos un poco de diversión.
Sin su camiseta en el camino, sus manos recorrieron la espalda de ella
libremente mientras ella lo besaba un poco más. Tembló sobre su regazo y gimió,
cuando la fricción incluso a través del pantalón, envió deliciosos trazos de calor a
través de su cuerpo.
—Esa puerta cerrada ha estado burlándose de mí, desde que llegué —dijo
contra su boca.
Ella se deslizó de su regazo y le tomó la mano para levantarlo. Cuando él la
empujó en su contra y ella se aplastó contra su pecho, se rió y caminaron los pocos
pasos hacia la habitación con él besándola en cada parada.
Buscó a tientas por detrás el picaporte, hasta que lo encontró y abrió la puerta.
Entonces Mitch se detuvo. Simplemente se quedó helado, y cuando Paige
miró hacia arriba, observo su mirada fija en algo tras ella.
—Tienes que estar bromeando.
—¿Qué? —Se giró entre sus brazos, intentando descubrir lo que él estaba
viendo.
—¿Eso es una cama individual?
—Sí, lo es. —Él la miraba como si no hubiese visto una antes—. La habitación
es pequeña. Podría tener una cama grande y la mitad de espacio, o podía tener más
espacio. Elegí el espacio.
—¿Es lo suficientemente grande?
Ella se echó a reír. La cama no era tan pequeña.
—¿Cuánto espacio necesitas?
Él deslizo la mano por su espalda desnuda solo con el sujetador y tiró de ella
hacia atrás por la cintura del vaquero. Su casi espalda desnuda estaba presionada
completamente contra la de él completamente desnuda. Recordándole lo que los
aparatos no podían imitar, el calor, de un gran cuerpo de hombre.
—Creo que eso depende de lo que vayamos a hacer —dijo contra el lado de
su cuello antes de mordérselo.
—¿Esta es la parte donde me preguntas lo que me gusta?
—Averiguaré eso por mi cuenta. —Deslizó sus manos hacia arriba para acunar
sus pechos, lo que a ella le gustó mucho—. No me gusta limitar mis opciones.
Bajó las copas de su sujetador y le rozó los pezones con el dedo. Ella jadeó
presionando sus caderas contra él.
—Creo que te gusta eso.
Le gustaba, pero le gustó incluso más cuando le dio la vuelta y bajo la boca
al primer pecho y luego al otro. Deslizando los dedos sobre su cabello, le sujetó la
cabeza contra su pecho, queriendo más.
Cuando desató su sujetador y lo deslizó sobre sus brazos, ella empezó a
desatarse los vaqueros, pero le agarró las muñecas y se las sujetó sobre la cabeza.
—Yo haré eso.
La besó otra vez, más duro y demandante de como la había besado antes.
Fácilmente sujetándole ambas muñecas con una mano, deslizó la otra sobre su
estómago, hundiendo sus dedos en su cinturilla.
Paige gimió, dividida entre querer que la atormentara para siempre y quererlo
dentro en ese momento. Él no tenía ninguna prisa sin embargo, mientras
desabotonaba sus vaqueros y bajaba la cremallera.
Cuando deslizó la mano por el frente, bajo las bragas rosa de encaje que por
suerte estaba usando, un gemido bajo se le escapó y se movió contra sus dedos.
—Creo que te gusta eso, también —dijo él, con su respiración caliente contra
su cuello.
—Me gusta. —Sus palabras fueron apenas algo más que un suspiro.
Mitch la llevó hacia atrás hasta que sus rodillas tocaron la cama y le quitó su
pantalón y las bragas mientas la recostaba. En segundos, él se deshizo de toda su
ropa, también, y a Paige se le secó la boca. No tenía un aparato que sustituyera eso.
Pensó, cuando escuchó el crujir de un paquete de condones cerca de la
almohada, que Mitch estaba listo, pero no había acabado de tocarla. La saboreó sin
piedad, su boca se alternaba entre sus labios y sus pechos mientras sus dedos se
movían entre sus piernas.
Los dedos de Paige se hundieron entre los músculos de su espalda y luego
los metió entre ellos para alcanzarlo con la mano. Cuando él aspiró duramente, ella
sonrió y susurró:
—Creo que te gusta eso.
—Sabes que me gusta.
No fue hasta que él la hizo venirse con su boca y sus manos que volvió a
escuchar el crujido del condón. Sin respiración y con el corazón martilleándole en el
pecho, esperó a que él se moviera entre sus piernas.
Mitch se detuvo durante unos segundos, sus ojos azules brillaban un poco
mientras sonreía.
—Eres tan hermosa.
—Me haces sentirme hermosa.
—Me alegro. Ahora veamos qué más te hago sentir.
Fue deliciosa, la forma lenta en la que se deslizó en ella. Levantó sus caderas
mientras él se movía a un ritmo fácil, instándole más profundo. Palabras coherentes
habrían escapado de ella, incluso si hubiera querido hablar mientras se centraba en
la sensación de estar llena, la fricción, la forma en que los músculos de la espalda de
Mitch se ondulaban bajo sus manos.
Su ritmo se aceleró y él metió las manos debajo de sus rodillas. Cada golpe
llegaba más rápido e iba más profundo y arqueó la espalda cuando el orgasmo la
sacudió. Lo escuchó gemir, lo sintió latiendo en su interior, y luego se puso de
rodillas y la agarró por los hombros, empujándose más profundo mientras los
últimos temblores sacudían a ambos.
Cuando él puso su cabeza en su pecho, su respiración entrecortada soplando
caliente sobre su pecho, le pasó los dedos por su cabello, acariciándolo. Después de
un rato su respiración se volvió normal, así como su pulso.
Mitch salió de ella, juró y se lanzó al otro lado de ella.
—Casi me caigo de la cama.
Lo intentó de nuevo, rodando más lento mientras se movía sobre la pared.
Frustración lo arrugó de nuevo por un segundo, y luego se recostó, acercándola.
—Estás resplandeciente —murmuró contra su cuello.
—Y disfrutando. Definitivamente disfrutando.
—Mis pies están colgando fuera del final de la cama.
Ella se rió y abrió los ojos.
—Muévete hasta que tu cabeza casi esté contra la cabecera.
—Tengo miedo de moverme. Podría caerme al suelo.
Él no había tenido miedo de moverse hace unos minutos.
—¿Has tenido sexo en coches, sofás y en una canoa, pero no puedes manejar
una cama?
—No tuve sexo en una canoa.
—Eso no es lo que he oído.
Él resopló.
—Sé lo que has oído. He oído eso, también, pero no hubo sexo. Hubo
movimiento, pero eso es todo.
Se preguntó cuántas de las otras historias sobre él fueron embellecidas o
incluso eran mentiras descaradas, pero estaba demasiado caliente y borrosa por el
disfrute para abrir esa conversación.
Por ahora estaba contenta por apoyar la cabeza en su pecho y escuchar el
latido de su corazón.
Ni siquiera eran las nueve y media y Mitch ya se estaba levantando de la cama
de una mujer. Eso era nuevo para él, pero sabía que Paige se levantaba antes del
amanecer, estaba de pie la mayor parte del día y necesitaba el sueño. Por desgracia,
la cama era como máximo la mitad de tamaño a la que estaba acostumbrado y se
movía más de lo previsto.
Paige abrió los ojos y le dedicó una sonrisa soñolienta que le dio ganas de
arrastrarse de vuelta a su lado. Gran error, se dijo. Con los años había aprendido que
una mujer que pasaba toda la noche y se despertaba al lado de él, cambiaba su
perspectiva de diversión inofensiva a podría acostumbrarme a esto.
—¿Te vas?
—Si me voy ahora, todavía podemos argumentar que te estaba ayudando con
el lavadero y la cena se retrasó. Si la moto está todavía aquí en la mañana, todas las
apuestas estarán fuera.
—¿De verdad crees que vamos a mantener esto en secreto?
Ella había estado en Whitford el tiempo suficiente para saber que ya no era
un secreto y no había pasado desde que había estacionado su motocicleta en el
estacionamiento en el restaurante, sin entrar en el él.
—Probablemente no, pero al menos puedes negarte todavía, si quieres.
—¿Estarás para el desayuno?
Aunque sabía que Paige no quería una relación más de lo que él hacía, la
pregunta seguía activa para su regla de no comprometerse.
—No es seguro. Depende de lo que esté pasando en la posada.
—Está bien. —Ella se acurrucó más profundo bajo el manta y cerró los ojos
mientras recogía su ropa y se las ponía. Pensó que tal vez se había vuelto a dormir,
pero, en cuanto se subió la cremallera de sus vaqueros, los abrió de nuevo y se dio
cuenta que había estado dándole un poco de privacidad para vestirse.
Una vez que había arrastrado su camiseta sobre su cabeza y metió los pies en
las zapatillas de deporte, se inclinó y la besó, lo suficientemente largo como para
hacerle saber que estaría de vuelta en algún momento, pero apenas por debajo de
él queriéndose quitar la ropa.
—Voy a cerrar la puerta al salir.
—Nos vemos por ahí —dijo ella con voz soñolienta, que debería haberlo
hecho feliz, porque esas palabras eran otra cosa que compromiso, pero un poco
menos informal no lo habría lastimado.
Después de asegurarse de que la puerta estaba bien cerrada y bloqueada
detrás de él, Mitch empujó la Harley para salir a la calle y rodó un par de metros
antes de encender el motor. No es que engañara a nadie en Whitford por un
segundo, pero Paige estaba probablemente en su camino de regreso a dormir y no
quería molestarla de nuevo.
Tomó las cosas con calma en el camino a casa, dejando que el aire de la noche
le enfriara, pero ya que no podía ir tan lento en una motocicleta sin caerse, estaba
de regreso en el camino para la posada demasiado pronto. No se molestó en apagar
el motor y rodear el garaje. Ellos sabían que no estaba en casa todavía, sabían dónde
había estado y, a menos que hubieran sido sometidos a trasplantes de personalidad
mientras él estaba fuera, sabía que Josh estaría esperando para darle mierda. Ya que
era demasiado viejo para escalar el arce y desplazarse hacia arriba por la rama para
alcanzar la ventana del piso superior, suponiendo que la rama no hubiera sido
cortada o podrida hasta el punto en el que se vendría abajo bajo su peso, no tenía
más remedio que ir por la puerta. Ante la remota posibilidad de que su hermano
estuviera sentado en la sala grande de nuevo, se fue por la puerta de atrás, con la
esperanza de pasar a través de la cocina y por las escaleras antes de que su hermano
le pudiera interceptar con las muletas.
—Debe haber sido un infierno de una bola de cabello —dijo Josh tan pronto
como Mitch entró por la puerta. Estaba sentado en la mesa de la cocina, bebiendo
una cerveza con su escayola descansando casualmente en una segunda silla, pero la
fina capa de sudor por su frente le dijo a Mitch que su hermano pequeño tuvo que
reventar su culo para ponerla allí.
—Tomó un poco más de lo que esperaba. Luego tuvimos algo de cenar.
—¿Qué fue el postre?
Negándose a morder el anzuelo, Mitch fue a la nevera y tomó una cerveza.
—Para cuando las pechugas de pollo rellenas y el doble puré se habían ido,
estaba demasiado lleno para el postre. ¿Que tuviste?
—Eso es frío, hombre. —Josh frunció el ceño a su cerveza—. Tuve un par de
sándwiches de atún, que succioné, y la mitad de una bolsa de papas fritas.
—Contratar a Andy fue tu idea.
—Sí, sí. Me dijiste eso, y toda esa mierda. Ella lo superará pronto. Espero.
—No apostaría por ello. —Habían pasado décadas desde que Rose había
hablado con Andy. Lo que sea que estuviera detrás del rencor, era un asunto muy
grande—. ¿Qué haremos en la mañana?
—Vamos a vaciar el granero, así que nosotros, o los chicos supongo, podemos
empezar a desgarrar el suelo. ¿Por qué? ¿Tienes una cita para el desayuno?
—Nop. Sólo para saber qué camiseta vieja debería ponerme en la mañana.
—Probablemente una que debería haber sido un trapo hace seis meses.
—Genial. —Probablemente no se enfriaría al sentir celos del chico con las
muletas—. Voy a subir. Necesito hacer frente a algunos correos electrónicos y
comprobar algunos informes. ¿Te quedas?
—Sí. Iré cojeando en pocos minutos.
Mitch consiguió responder a un correo electrónico de Scott Burns, su segundo
al mando, antes de que se tumbara en la cama y se metiera las manos bajo la cabeza.
Mirando hacia el techo viejo destrozado, pensó en Paige. A veces, con la emoción
de la persecución, el sexo era una decepción. A veces, incluso si el sexo era bueno,
una vez era suficiente para que una mujer saliera de su sistema.
Y a veces, la realidad era incluso mejor que la anticipación y no podía esperar
a verla de nuevo. Solos.
Capítulo 11
Traducido por Magdys83 y Gemma.Santoralia

—Estás bastante alegre esta mañana.


Paige hizo una mueca y se dijo bajar un nivel o dos. Lo último que necesitaba
era a todos en Whitford preguntándose por qué estaba de tan buen humor la
mañana después de que Mitch Kowalski le había ayudado con su plomería. Como
quien dice.
—Mi lavabo ahora drena —dijo—. Es un buen día cuando el agua que utilizas
para enjuagar la pasta dental del lavabo no va a estar todavía asentada allí cuando
regreses a casa del trabajo.
—¿El plomero te da también esa quemadura de barba?
Paige levantó el brazo hacia su cara, horrorizada. No se había dado cuenta
cuando se preparaba para el trabajo, así que no podía ser tan malo. Pero si Katie
podía verlo…
Katie se echó a reír:
—Atrapada. Sabía que no lo admitirías de frente, pero dormiste con Mitch
Kowalski anoche.
—Tienes una mente diabólica. ¿Así que no hay quemadura de barba?
—No. La gente buena de Whitford no tendrá idea de que fuiste bien y
verdaderamente mancillada por su chico dorado anoche. ¿Fuiste bien y
verdaderamente mancillada anoche, verdad?
—Has escuchado las historias.
—¿Son reales?
—No es como que estuvimos haciendo recreaciones, pero basada en la noche
anterior, voy a suponer que la mayoría de ellas son verdad.
Katie apoyó su barbilla en su mano y suspiró:
—Detalles, mujer. Necesito detalles.
—Ya que los Benoits están a unos treinta segundos de entrar por la puerta y
no creo que ellos quieran los detalles, tienes mala suerte. No es que lo compartiré,
de todas formas.
—Y dices que yo soy diabólica.
—Dime lo que quieres comer así puedo obtener tu orden antes de que el
lugar se empiece a llenar.
Media hora después, el restaurante Trailside estaba en una mañana en pleno
apogeo y Paige no tuvo la oportunidad de hacer más que saludar a Katie cuando
estaba lista para irse. Quería decirle a su amiga que no le dijera a nadie sobre su
conversación porque no quería ser agregada a la lista de historias en la ciudad, pero
tenía que confiar en que Katie no se fuera de la lengua. Podría decirle a Mallory, sin
embargo, y Mallory podría decirle… infierno. Había una buena posibilidad de que
todo el mundo sabría al final del día.
Tan ocupada como estaba, sin embargo, Paige no podía dejar de preguntarse
si Mitch se detendría para el desayuno. Y, si lo hacía, si sería capaz de mirarlo sin que
su rostro se volviera rojo como el semáforo, lo cual definitivamente le daría a sus
clientes algo qué masticar además de sus salchichas. La especulación era el alma de
la ciudad, y Paige actuando como una colegiala tonta y enamorada sería algo que
no habían diseccionado hasta la muerte.
Sin embargo, él no apareció y aunque sabía que debería estar aliviada, no
pudo evitar sentirse un poco decepcionada. Él no era un hombre acostumbrado a
escuchar la palabra no, así que tal vez ahora que había dicho que sí, había perdido
el interés en ella.
Y eso estaría bien, se dijo con severidad mientras llevaba una bandeja de
vasos de jugo a una mesa de atrás. No iba a preocuparse sobre ello y saltar cada vez
que la puerta se abría o sonaba el teléfono, como haría su madre. Había sido un
momento excepcional, pero también era temporal, como un viaje al boliche. Unas
horas de diversión y después se acabó. Él no llamaría. No enviaría un mensaje. Y ella
tampoco lo haría.
Después de que su turno había terminado, Paige agarró su bolsa de libros y
se dirigió a la biblioteca, justo como había planeado hacer antes de que Mitch
hubiera arreglado su lavabo y después que sacudió su mundo. Nada había cambiado
en su vida y hoy no era diferente de cualquier otro día. Básicamente era lo que había
estado buscando y lo que él le había dicho que conseguiría.
Tan pronto como llegó a la mesa de préstamos y vio la cara de Hailey, sabía
que su temor de que nada tan jugoso como la visita de Mitch podía permanecer
como un secreto en Whitford estaba justificado.
—Hola, Hailey. ¿Cómo van las cosas en la biblioteca hoy?
—Bien. Muy bien, de hecho, ahora que sé que los ciudadanos de Whitford
están a salvo de cualquier parranda violenta que podría haber estado en su futuro.
No tenía sentido negarlo, especialmente si Hailey había hablado con Katie.
—Estás a salvo por un tiempo más.
Hailey dio un suspiro soñador mientras empezaba a revisar los libros
devueltos, y Paige se dio cuenta que era un poco extraño para ellas estar teniendo
esta conversación. Tal vez por eso Hailey no le pidió detalles, ella ya los conocía, y
parecía como si debería haber por lo menos un poco de incomodidad entre las dos
mujeres que habían dormido con el mismo hombre, aunque una de ellas lo había
hecho hace muchos años.
—¿Vas a verlo de nuevo? —preguntó Hailey, y ella puso los ojos en blanco
cuando Paige dijo que no estaba segura—. Así es Mitch. No se comprometerá a tanto
como una taza de café. Te dijo eso, ¿verdad?
—¿Que cuando se marche no va a llamar, escribir o enviar mensajes? Sí. Y eso
funciona para mí.
—¿Has hablado con él desde entonces?
—Nop. Y tampoco estoy sentada junto al teléfono.
—Bien por ti. —Hailey miró a su alrededor, como para asegurarse de que no
había nadie acechando en los estantes cercanos, escuchando por casualidad.
Hubiera sido agradable si había pensado en revisar eso antes de sacar el tema de la
vida sexual de Paige—. ¿Has oído sobre Drew y Mallory?
—No. Vi a Katie esta mañana y no dijo nada.
—No estoy segura de que mucha gente lo sepa. Pero por las últimas dos
noches, Drew ha estado durmiendo en la estación de policía.
—Eso no es una buena señal. —Paige negó con la cabeza—. Mantengo la
esperanza de que lo resuelvan, pero no parece así. Una cosa es no hablarse el uno
al otro por un tiempo, pero no ser capaz de dormir bajo el mismo techo es malo.
Tuvieron que dejar la conversación cuando otro cliente se aproximaba, así que
Paige agarro un par de libros de bolsillo que parecían buenos en el exhibidor de
nuevos lanzamientos y después deambuló a una de las mesas de la parte trasera,
donde un rompecabezas de tres mil piezas estaba alrededor de un tercio hecho. Se
sentó y se perdió en las piezas por un rato, trabajando en punto difícil que parecía
que los otros hacedores de rompecabezas de Whitford estuvieran evitando.
Estar preocupada por Drew y Mal era una buena excusa para llamar a Mitch.
Al ser amigos con el jefe de policía, probablemente sabía si había algo de verdad en
los rumores. Tal vez incluso tenía algunas ideas de cómo podían ayudarlos. Si lo
hiciera, podían encontrarse en algún lugar para tomar un café y hablar de ello.
Paige tiró abajo una pieza de follaje de cartón con disgusto. Mírala, planeando
motivos para llamar a Mitch, para verlo de nuevo, y después de sólo una noche. Era
justo la clase de comportamiento que se había prometido que iba a evitar cuando
había tomado la decisión de permanecer en Whitford. Un par de horas con Mitch
Kowalski y estaba recayendo.
Esperó hasta que todo estaba despejado de la mesa de préstamos y entonces
fue a sacar sus libros.
—No tantos como de costumbre —observó Hailey—. ¿Planeas hacer algo más
con tu tiempo libre?
Paige sintió un rubor caliente sobre sus mejillas, pero mantuvo su nivel de voz
así Hailey asumiría que era de vergüenza y no por la molestia con los pensamientos
que habían estado corriendo por su cabeza:
—Tengo algunos proyectos en línea por hacer, además de que necesito
ponerme al día con el papeleo del restaurante. O tal vez volaré todo y estaré de
vuelta en dos días por más libros.
Hailey se rió y después gruñó en voz baja mientras sonaba el teléfono:
—Si te encuentras con Mal, dile que me llame, ¿está bien?
Paige asintió y dejó caer sus libros de bolsillo en su bolso así podía irse antes
de que terminara la llamada. Tenía que ir a casa y mantener la cabeza en alto. Pasar
unos minutos de pie delante de su refrigerador, leyendo su lema en voz alta. O, si
eso no funcionaba, podía llamar a su madre y obtener una revisión de realidad.
Si Mitch Kowalski quería verla, sabía dónde encontrarla. Si no, tenía una bolsa
de libros nuevos para hacerle de compañía.

Rose sintió la tentación de ignorar a su teléfono celular cuando sonó. Con


todo su tiempo libre, había descubierto un canal que servía una dieta regular de
repeticiones de televisión de Mentes Criminales y, en este momento, se encontró
con que los criminólogos ficticios del FBI son una mejor compañía que la gente real.
Pero pocas personas la llamaban al teléfono celular en lugar de la línea fija de
la posada, así que revisó el identificador de llamadas y vio que se trataba de Liz.
Después de golpear en Silenciar en el control remoto de la televisión, respondió:
—Hola.
—He oído que ahora eres completamente la señora del ocio.
Ya que estaba sentada en su habitación en medio del día, tejiendo y viendo
televisión, realmente no podía negarlo.
—¿Cuál de tus hermanos se quejó?
—Sean llamó a Josh para ver cómo iba su pierna y Josh le habló sobre Andy
Miller trabajando allí.
—¿En verdad esperan que esté feliz por ello?
—Necesitaban a alguien que podría hacer un buen trabajo por poco dinero.
Además, era un amigo de papá.
Él también había sido amigo de Earle, y mira cómo había funcionado eso para
Rose.
—Sea como fuere, él no es amigo mío y no voy a estar cocinando para él o
limpiando por él o siquiera mirarlo.
Unos segundos de silencio siguieron, y Rose podía imaginar a Liz tratando de
decidir si podía empujar aún más el tema o no.
—Ese es el problema de Josh, supongo. Y de Mitch, que es la verdadera razón
por la que he llamado. ¿Sean dijo que estaba colgado por la mujer que reabrió el
antiguo restaurante?
—Sean vive en New Hampshire. ¿Cómo llegó a tener todo el conocimiento
de los acontecimientos de Whitford?
—Josh le dijo. Y dijo que Mitch realmente está interesado por ella.
Rose suspiró, sin saber cómo responder a eso. Tendría que estar de acuerdo
que Mitch parecía estar realmente interesado por Paige, pero no estaba segura si él
ya lo sabía. Teniendo a sus hermanos tomándole el pelo, no le ayudaría a llegar a
esa conciencia, sino que podría empujarlo lejos.
—Sé que ha estado pasando mucho tiempo en el restaurante —dijo Rose—.
Probablemente esté buscando comida decente, ya que no la va a conseguir de mí
mientras esté pagando a ese hombre para que esté en la propiedad.
—Oh. Probablemente es eso. —Rose podía oír la decepción en la voz de Liz—
. No parece justo que los dos más jóvenes nos hayamos establecido y los tres más
viejos no. Especialmente Mitch y Josh. Al menos Ryan lo intentó, aunque no funcionó.
—¿De verdad estás establecida? ¿Felizmente? —No pudo evitar preguntar,
aunque sabía que Liz podría darle alguna excusa débil para terminar la llamada.
—Sólo porque no esté casada no significa que no esté establecida. He estado
con Darren durante casi quince años.
El hecho de que Liz no hubiera tocado la parte “feliz” de la pregunta no se le
escapó a Rose.
—¿Cómo va el trabajo, cariño?
—Ocupado. He tenido unas cuantas horas extra en el último par de semanas,
así que estoy bastante molida.
—¿Y cuántas horas trabaja Darren?
—Rose… —Oyó el suspiro exasperado de Liz, un sonido que Rose nunca había
tolerado de ella cuando Liz era una adolescente—. Te lo he dicho mil veces, el arte
no funciona así. No es el tipo de trabajo de nueve a cinco.
—Está bien. ¿Cuántas piezas ha vendido Darren este mes?
—No lo hagas.
—¿Este año?
—Él vendió varias piezas en una exposición de arte hace un par de meses y
está trabajando en una gran pieza encargada en este momento.
Rose se tragó su desagrado por Darren y sonrió de modo que Liz lo oiría en
su voz.
—Eso es maravilloso, cariño. Felicidades.
—Le diré que dijiste eso.
Ella quería decirlo, aunque sólo fuera por el bien de Liz y no de Darren. Liz lo
amaba, así que lo que era bueno para él era bueno para ella.
—Tengo que correr —dijo Liz—. Llámame si pasa algo como a Mitch
gustándole esa mujer, ¿está bien? No me gusta estar al otro lado del país a veces.
No tanto como lo odiaba Rose. Preferiría tener a todos sus polluelos en Nueva
Inglaterra. Sean estaba en New Hampshire y Ryan en Massachusetts, con sólo Mitch
aquí temporalmente, pero al menos tenía visitas regulares de ellos.
—Te llamaré si hay algo jugoso que reportar. Trata de descansar un poco,
¿bien?
Rose dejó la televisión en silencio después de terminar la llamada, perdida en
sus pensamientos. Liz se había enamorado perdidamente de un joven artista que se
había llamado a sí mismo un escultor porque estaba convencido que la gente rica
quería piezas de chatarra de metal soldada entre sí para hacer “arte”. Y cuando había
decidido ir al oeste, donde sintió que la gente apreciaría más su tipo de arte, Liz se
fue con él, a pesar de las objeciones de su familia. O tal vez a pesar de ellos. La
pregunta era si todavía lo amaba o si era demasiado orgullosa como para volver a
casa.
Liz era como una hija para Rose. Mientras su propia hija estaba corriendo con
los chicos, Liz había horneado galletas con Rose y aprendiendo a hacer punto y
dejando que Rose pusiera su cabello en rulos de tela. Bajo los rizos dulces y los
femeninos volantes, sin embargo, Liz era una Kowalski hasta la médula. Había tirado
contra la correa maternal de Rose hasta que finalmente se liberó.
Seis niños, uno de ella y cinco en su corazón, y sólo uno estaba felizmente
casado. Sean y Emma podrían haber estado solo seis meses juntos, pero Rose sabía
que la cosa era real cuando lo vio, y que lo tenían. Tristemente, nunca había creído
que el matrimonio de Ryan fuera a durar y había estado en lo cierto.
Tal vez había estado yendo por esa cosa con Paige mal. Había estado tan
centrada en proteger el corazón de Paige de Mitch que no se había dado cuenta de
que Mitch podría estar perdiéndose por ella. Si Josh pensaba que su hermano estaba
lo suficientemente interesado en una mujer como para mencionárselo a Sean, tal vez
Rose había estado perdiéndose las señales mientras pasaba el rato en su habitación
con el equipo del FBI ficticio. Tal vez tenía la oportunidad de mejorar su récord a 2/6.
Mitch logró pasar apenas treinta y seis horas. Después de salir de la cama de
Paige el viernes por la noche, lo hizo por todo el sábado y sábado noche, pero el
domingo por la mañana se encontró estacionando su camioneta frente al
restaurante Trailside.
Había unas pocas mesas llenas, pero nadie en el mostrador, así que tiró de un
taburete y esperó a que Paige lo notara. Un par de minutos después, la puerta de la
cocina se abrió y ella retrocedió hacia la zona del comedor llevando una bandeja
llena de productos de limpieza. La puso en el borde del mostrador, y luego escaneó
sus clientes para ver si necesitaban algo.
Debió haberlo visto por el rabillo del ojo, porque se volvió hacia él y sonrió.
—No esperaba verte un domingo por la mañana. ¿Cómo se siente Rose sobre
que te estés saltando sus panqueques?
—Rosie ha estado durmiendo hasta tarde —dijo, luego se preguntó si lo había
dicho con demasiada dureza cuando vio la preocupación en su rostro.
—Eso no suena como Rose. ¿Está bien? No está enferma ni nada, ¿verdad?
—La única cosa mala en esa mujer es una terquedad que raya con lo irracional.
—Oh —dijo Paige de manera dilatada, como si una bombilla se hubiera
encendido en su cabeza—. He oído algo al respecto. No te está haciendo el
desayuno porque contrataste a Andy Miller.
Él le dirigió una mirada penetrante.
—¿Sabes de su problema con Andy?
—Todo el mundo sabe que tiene un problema con él. Pero no sé qué es.
—Nadie lo sabe.
—Eso parece extraño. Que un incidente desencadene un rencor durante
décadas, uno pensaría que habría sido lo suficientemente malo como para que
media ciudad lo supiera.
Tenía que estar de acuerdo con ella en eso, pero no lo dijo en voz alta, porque
no quería especular más. Por su experiencia, la única cosa que hacía este tipo de
profunda y secreta animosidad entre un hombre y una mujer era el sexo. Ella era
como una madre para él y no quería ni por un segundo pensar que habría engañado
a su marido. No lo creería.
—¿Cómo lo está manejando Josh con la huelga? —preguntó Paige, sacando
de su mente los pensamientos desagradables.
Se encogió de hombros.
—Somos hombres creciditos. Podemos encargarnos de nosotros mismos.
—¿Sin ropa limpia ya?
Él sonrió.
—Casi.
—¿Vas a despedir a Andy?
—No. Voy a poner un par de lavadoras y luego iré a la tienda de comestibles
para abastecerme con cenas para microondas.
Paige frunció el ceño, jugueteando con los paquetes de azúcar.
—No despedirás a Rose, ¿verdad?
Él se rió, tratando de maginar cómo iría esa conversación.
—Si tratara de despedir a Rosie, me patearía el culo y me enviaría a mi
habitación.
Le gustó poder ver el alivio en el rostro de Paige. Le gustaba que se
preocupara por una mujer que él amaba. Y realmente le gustó el modo en que se
inclinó hacia adelante para descansar sus codos en el mostrador así él podía ver por
su camiseta. No podía ver mucho, pero la pista en el escote era suficiente para
ponerlo duro.
—Sabes —dijo—, no me importaría que vinieras a cenar de vez en cuando.
Ahorrarte unas cuantas comidas para microondas, por lo menos.
Él había estado bromeando acerca de las cenas para microondas. Podía
cocinar lo suficientemente bien para sí mismo. Pero no era tan tonto como para
rechazar una invitación de sentarse a la mesa de Paige, lo que, gracias al tamaño de
su remolque, no estaba demasiado lejos de su cama. Había estado pensando en
volver a estar en esa cama desde más o menos cinco minutos después de haberla
dejado.
—Tal vez incluso podría hacerte postre —le dijo.
—Me gustan los postres con crema batida. Un montón de crema batida.
El rubor que se extendió por su cuello y subió hasta sus mejillas le dio ganas
de salir con ella ahora mismo y encontrar un armario de suministros o algo así.
—Sólo acaba de pasar que compré un poco cuando estaba en el mercado.
Así que había oído esa historia, también. Esta ciudad era un dolor en el culo.
—¿Cuándo? ¿Esta noche?
—Puedo llegar a las seis.
Ella sonrió con una sonrisa coqueta prometiendo diversión y todo tipo de
cosas malas.
—Estaré esperando.
Así lo haría, porque caminar con una furiosa erección hasta las seis iba a
apestar. Pero ella valía la pena.
Capítulo 12
Traducido por âmenoire

Era ridículo pasar toda la comida distraída por el postre por venir, pero no
podía dejar de pensar en la lata de crema batida que estaba en su refrigerador. Tal
vez debería haber comprado dos latas. Una para el pastel de fresas y una para todas
las cosas que había pasado el día imaginando que un hombre haría con una lata de
crema batida y una mujer desnuda.
—¿Te sientes bien?
Paige lo miró, pensando que parecía más divertido que preocupado.
—Por supuesto. ¿Por qué lo preguntas?
—Te ves un poco sonrojada.
—Aquí está un poco caliente. —Ella se levantó y tiró su plato; había hecho el
postre pero sucumbió ante más cena para llevar, entonces limpio el lugar de Mitch
dado que su plato estaba vacío.
Debía calentar las galletas para el pastel y sacar la cobertura de fresa de la
nevera.
Y la crema batida. Paige se sobresaltó un poco cuando las manos de Mitch se
deslizaron alrededor de su cintura desde atrás. Luego se recostó contra él, torciendo
su cuello para conseguir un beso.
—Esta noche te ves nerviosa.
Estaba nerviosa. Se había sentido ridícula comprando crema batida en la
tienda. Seguro, mucha gente compraba crema batida, pero, ¿cuántos la compraban
para el sexo? Pensándolo bien, probablemente no quería saberlo.
—No estoy nerviosa. —Sus manos se deslizaron bajo su camiseta y sospechó
que podría ser el momento para el pastel de fresas, sin las fresas y el pastel.
—Sin nervios. —Besó la parte posterior de su cuello, deslizando una de sus
manos alrededor de su cuerpo para acunar su pecho—. ¿Anticipación?
—Tal vez. Sucede que soy muy aficionada a la tarta de fresas.
—Sucede que soy muy aficionado a este lugar, justo… —Su mano se deslizó
hacia abajo por sus vaqueros hasta que encontró el punto dulce—. Aquí.
A Paige le hubiera gustado disfrutarlo más, pero su mente estaba en la crema
batida. En su imaginación, era sexy y podía imaginarse cosas que harían sonrojar. En
realidad, había imaginado cosas que la hicieron sonrojar.
Pero la realidad era torpe. ¿En qué momento durante el desnudarse y el juego
previo caminaba uno hacia el refrigerador y conseguía la lata? Y, ¿no estaría muy fría
la lata? ¿Dónde se ponía uno la crema batida de todos modos? La bañera no era lo
suficientemente grande para los dos. Cualquier lugar excepto en la cocina se haría
un lío enorme, pero nadie quería tener relaciones sexuales en el frío linóleo duro.
—Oye. —Le dio la vuelta y la miró a los ojos—. Dime que está mal.
—Yo… —Probablemente no tenía sentido mentir. No era muy buena en eso,
de todos modos—. Nunca he hecho lo de la crema batida antes.
—Si no te parece la idea, está bien, Paige.
Sonrió y negó con la cabeza.
—No, si me parece. Sólo no sé… cómo funciona.
—No hay protocolo para la crema batida hasta donde yo sé.
Entrecerró sus ojos hacia él.
—Te estás burlando de mí.
—Sí. Sí, lo estoy. —Él abrió la nevera y sacó la lata de crema batida. Después
de quitar la tapa, la sostuvo en alto—. ¿Sabes qué hacer con la crema batida?
—Lo que hago con ella es ponerla en el pastel de fresas.
—Abre la boca.
—¿Disculpa?
Se rió de ella.
—Solo abre tu boca.
Lo hizo y en lo que pareció un abrir y cerrar de ojos, él apretó la boquilla y
llenó su boca con dulce espuma cremosa. Entonces, mientras ella trataba de tragar
todo sin reírse o escupírselo, él se roció en su boca, también.
—Y eso es lo que haces con la crema batida —dijo, haciéndola reír.
Afortunadamente, había tragado.
—Sabroso.
—Sí, lo es. Quédate quieta. Tienes un poco en la boca.
Él se inclinó y movió su lengua por la comisura de su boca. Ella sintió la
sacudida todo el camino hasta los dedos de sus pies, seguido de un temblor de todo
el cuerpo mientras él lamía su labio.
—Creo que lo tengo.
Ella tomó la lata de él y apretó un pequeño montón en su dedo. Estirándose,
lo embarró a través de su labio inferior.
—Oh, mira. Tiene un poco en la boca, también.
Su aliento era un poco irregular y sus ojos calientes mientras ella se movía.
Con pequeñas lamidas burlonas, le limpió la crema batida de su boca. Sintiéndose
un poco más descarada, añadió un poco más, esta vez en el hueco de su garganta.
Cuando él echó la cabeza hacia atrás y emitió un gemido mientras su lengua se
extendía por su piel, se dio cuenta que había encontrado uno de sus botones
calientes.
—Es posible que quieras quitarte la camiseta —dijo ella en voz baja.
Nunca había visto a nadie quitarse una camiseta tan rápido como lo hizo él.
Un poco de crema batida sobre sus pezones y sus dedos estaban cavando en sus
hombros. Y, cuando llegó al botón de sus vaqueros, de hecho contuvo la respiración
por un segundo, antes de dar un paso atrás.
—Es mi turno. Y es posible que quieras desnudarte.
Ella quería desnudarse, aunque tal vez no en su cocina, persianas bajadas o
no. Pero luego él roció un montón de crema batida en el dedo y la provocó con él.
—Mi sofá es de cuero —dijo ella—. Fácil de limpiar.
—Tienes dos segundos.
Probablemente le tomó más como treinta o cuarenta, pero solo porque se
enredó en sus vaqueros a mitad de camino desde la cocina hasta el sofá. Los dos
estaban riendo cuando se derrumbó sobre el sofá, pero eso no detuvo a Mitch de
poner crema en su pezón. La diversión rápidamente se convirtió en deseo mientras
se inclinaba sobre ella, chupando para quitar la cobertura. Cuando llevó la boquilla
hacia el otro pecho, ella interceptó el flujo y terminó con un montón en su mano.
Cuando se estiró y lo untó a lo largo de su rígida longitud, su aliento siseó
entre dientes y sus manos se cerraron en puños. Paige sólo tenía que moverse un
poco para conseguir su postre.
Comenzó lentamente, con largos lametones que hicieron temblar su cuerpo
y murmuró una maldición por lo bajo. Paige tomó eso como un estímulo, pasando
su lengua a lo largo de su eje hasta que él aflojó las manos y las enterró en su cabello.
Cubriéndolo con su boca, tomó tanto de él como pudo, el dulce relleno
burlándose de sus papilas gustativas mientras ella se burlaba de él. Mantuvo el
mismo ritmo fácil que parecía gustarle, deteniéndose de vez en cuando para
chasquear la lengua por la punta sensible.
—Suficiente. —Su voz era ronca mientras se liberaba de ella.
Él tuvo que pescar el condón que había dejado en el suelo, y luego se volvió
hacia ella estaba de rodillas en el borde del cojín del sofá y apoyada en el respaldo.
De pie detrás de ella, agarró sus caderas y la tomó. Sin finura y sin ritmo fácil esta
vez.
Mitch estaba al borde del control y sabiendo que ella lo había conducido allí
le dio una oleada de placer.
Sus dedos se clavaron en la parte trasera del sofá mientras cada embestida
llegaba más y más rápido hasta que el orgasmo la sacudió y podría haber gritado.
Golpeó en ella, sus dedos apretando sus caderas hasta que él se vino con un
gruñido. Durante un minuto o así la mantuvo allí, respirando con dificultad y todavía
temblando, antes que se retirara y ambos se dejaran caer de lado sobre el sofá.
—Santa mierda —susurró.
—Estoy de acuerdo.
—Creo que debería haber un protocolo oficial para crema batida.
—Me abasteceré.
Después de unos minutos, cuando se detuvieron jadeando, le dio una ligera
nalgada en el culo.
—Creo que es tiempo de una ducha para nosotros.
—Sí, estoy empezando a sentirme pegajosa. Tú primero.
Él se levantó y la puso de pie.
—Podemos ducharnos juntos. Es más divertido.
—No creo que quepamos juntos.
—Cabremos. Solo tendremos que apretarnos y frotar nuestros enjabonados
cuerpos calientes.
—Creo que es un poco menos sexy en la vida real —insistió Paige, pero fue
de todos modos porque el culo muy fino y muy desnudo de Mitch estaba liderando
el camino.

Para el momento en que ambos estuvieron en la ducha, Mitch estaba


empezando a pensar que debería haber escuchado a Paige.
Los alrededores de la bañera eran fríos y una gran parte de su cuerpo terminó
presionado contra ellos.
—Supongo que puedo tachar sexo en la ducha de mi lista de tareas
pendientes con Paige.
Ella rió y lo empujó aún más contra los alrededores para poder alcanzar el
jabón.
—Es una buena cosa que no teníamos ningún jarabe de chocolate. Por lo
menos la crema batida se enjuaga fácilmente.
Eso es lo que ella pensaba. Con ambos en allí y ningún aspersor de mano, la
logística para tratar de limpiarlos a ambos le evitaron disfrutar el cuerpo enjabonado
de Paige con todo el rigor y se sintió aliviado cuando terminaron. Por supuesto,
tuvieron que salir de la ducha uno a la vez, debido a que el baño no era lo
suficientemente grande para que ambos se secaran al mismo tiempo. Por ser un
caballero, y así tener una razón para estar allí y ver, la dejó ir primero.
Cuando terminó de secarse, la encontró en su dormitorio, deslizando una
camiseta de gran tamaño sobre su cabeza.
—Oye. Todavía no he terminado contigo.
Él se golpeó el brazo contra su tocador al cruzar la habitación y casi cayó al
suelo cuando calculó mal la cantidad de espacio que tenía en la cama.
—No lo tomes a mal, Paige, pero tu casa me hace sentir como Gulliver.
—¿Debo atarte y tenerte a mi manera?
—Puedes tenerme a tu manera de cualquier forma que quieras.
Y lo hizo, tocándolo y burlándose de él hasta que pensó que iba a explotar, y
solo entonces, ella se deslizó sobre él y fue tan intenso que no estaba seguro de que
alguna vez recuperaría su aliento.
Después de unos minutos, ella se estiró en el pequeño espacio entre él y la
pared, así que él se levantó y fue al baño. Cuando regresó, pensó en ponerse su ropa
y despedirse con un beso, pero no se había movido hacia su espacio y la cama, a
pesar de su tamaño, era cómoda, y Paige tenía ese aspecto arrugado y soñoliento
que no podía resistir. Unos minutos más no harían daño.
Se deslizó de vuelta en su cama, alineándose a lo largo del borde y
manteniendo la cabeza cerca de la cabecera para que sus pies no colgaran y ella se
acurrucó contra él. Diciéndose que se iría antes de empezar a cabecear, se giró y
besó la parte superior de su cabeza.
Un poco más tarde, cuando su teléfono empezó a tocar el tema de una
antigua película sobre una fiesta de fraternidad en algún lugar en el salón de Paige,
se dio cuenta con un sobresalto que en realidad se había quedado dormido. Eso no
lo hacía. Nunca.
—¿Debes contestar eso? —murmuró Paige contra su hombro. Sonaba como
si también se hubiera quedado dormida.
—Ese tono significa que es de Drew. Lo llamaré de nuevo en mi camino a
casa. —Esa fue una transición natural para levantarse y ponerse la ropa, pero se dejó
tener un minuto más.
—¿Cómo le va? He oído que ha estado durmiendo en la comisaría.
—Lo estaba, pero finalmente hablaron un poco y espera que todavía puedan
salvar su matrimonio, así que está durmiendo en casa de nuevo. No juntos, pero por
lo menos bajo el mismo techo.
—Me siento tan mal por ellos —dijo—. Y es difícil elegir un lado, no solo
porque me agradan los dos, sino porque su problema no se corta y seca cuando se
trata de la culpa.
—Ella ha estado mintiéndole durante todo su matrimonio.
—Cierto. Pero ella tiene derecho a estar herido que los niños que no existen
son más importantes para él que para ella.
—No se trata de los niños que no tuvieron. Se trata sobre ella mintiendo. —
Realmente no quería terminar esta noche peleando por la relación de alguien más—
. Mira, Drew ha sido mi mejor amigo durante toda mi vida. Siempre me gustó Mallory,
pero no estoy en condiciones de tomar partido. Cubriré la espalda de Drew. Siempre.
—¿Incluso si él está mal?
—No creo que esté mal pero, sí, incluso si lo está. Sería como un hermano
para mí si no tuviera ya demasiados hermanos dolores en el culo. —Levantó una
ceja—. ¿Puedes decir honestamente que no sólo estás de su lado porque ambas son
mujeres?
Ella se levantó sobre su codo para poder mirarlo.
—¿Así que todas simplemente somos odia hombres? ¿O somos ovejas que
no podemos pensar por nosotras mismas? Si vas a insultar mi integridad, especifica.
Esta conversación iba hacia el sur a toda prisa y ni siquiera estaba seguro de
cómo había sucedido. Intentaría darle un beso para distraerla, pero, con esa mirada
en sus ojos, tenía miedo de que lo pudiera morder. Y no de una manera juguetona.
Afortunadamente, su expresión se aclaró y se dejó caer con un suspiro.
—Ni siquiera sé por qué estoy discutiendo contigo, dado que no estoy en
desacuerdo contigo. Me gustan los dos y no hay realmente ninguna respuesta
correcta o incorrecta.
—Lo juro, son la pareja del cartel de lo que sucede cuando dos personas que
quieren cosas diferentes en la vida terminan juntos. No es bonito.
—No, no lo es.
Estuvieron en silencio durante unos minutos y Mitch sintió su cuerpo
comenzar a relajarse contra el suyo. Iba a volverse a dormir y no había manera en el
infierno que pudiera permitirse hacer lo mismo. Si su teléfono no hubiera sonado,
podría haber dormido toda la noche y despertar al lado de una mujer era un gran
error.
Besó la parte superior de su cabeza de nuevo antes de deslizarse fuera de la
cama.
—Debería irme para que puedas dormir un poco.
—Las cuatro y media apesta —murmuró.
Para el momento en que había encontrado toda su ropa y se la había puesto,
ella estaba roncando suavemente, así que apagó las luces cuando salió y cerró la
puerta tras de sí. Afortunadamente la amenaza de lluvias lo había hecho traer la
camioneta esta noche, se levantó y sacó su teléfono para escuchar el correo de voz
de Drew. Mientras pasaba por la rutina de "usted tiene un mensaje nuevo", se
preparó para las malas noticias.
—Oye, apestas. Tuve que salir por una molesta llamada y vi tu camioneta
estacionada donde Paige. Solo pensé que te llamaría para un pequeño coitus
interruptus, pero obviamente lo estás pasando demasiado bien para contestar el
teléfono. ¿Mencioné que apestas?
Mitch se rió entre dientes mientras eliminaba el mensaje y se desconecta. Pero
cuando arrancó la camioneta y la dirigió hacia su casa, sus pensamientos estaban
moviéndose de Drew para regresar con Paige. No era una mujer fácil de dejar atrás,
desnuda y caliente y con cara soñolienta en la cama.
Aunque no pasar la noche en la cama de una mujer era una regla que nunca
jamás rompía, tenía algunas pautas que eran un poco más flexibles, como no ver a
una mujer dos noches seguidas. Tenía la sensación que iba a romper esa regla tan a
menudo como ella lo dejara.

—He estado en tu cuarto de baño y no hay manera en el infierno que los dos
cupieran en esa bañera.
Paige se rió ante la expresión de Hailey antes de tomar dar unos apresurados
lametones a la paleta de azúcar que había comprado en el mercado. Estaban
sentadas en el parque con sus helados y mientras que Paige realmente no era de
besar y contar, la historia de la bañera era demasiado graciosa como para no
compartirla.
—Ambos estuvimos en la bañera, pero creo que no lo vamos a intentar de
nuevo en cualquier momento pronto.
—¿Eso fue la noche del domingo? —Paige asintió, demasiado concentrada
en salvar cada gota de chocolate derretido como para responder—. Y estuvo allí la
noche del lunes. Y la noche del martes. Así que contando la noche del viernes, pero
no la del sábado, has tenido sexo casi todas las noches durante media semana. Te
odio. En serio, deberías darme tu helado cuando haya terminado con el mío.
—También ha estado viniendo por un desayuno tardío todos los días. No
puedo ni imaginar lo que Rosie y Josh deben pensar.
—Conociendo a Rosie, está agradecida que les estés ahorrando dinero en la
cuenta del supermercado. —Hailey lamió la lo último de su paleta del palo y luego
frunció el ceño ante este—. Necesito salir de Whitford. Tal vez encontrar a alguien
para una cita.
—Hay un montón de chicos solteros en la ciudad. Josh es soltero y no es que
como que pueda huir en este momento. —Hailey arrugó su nariz—. Ryan estará de
regreso en la ciudad por un tiempo. ¿Qué hay de él?
—Los chicos Kowalski simplemente no hacen mucho para mí. Sin ánimo de
ofender, y una indiscreción adolescente obstante, por supuesto. E incluso si Katie no
lo sabe todavía, pasar el rato con Josh no estaría bien, porque algún día ella va a
admitir que quiere salir con él y no quiero que la cosa de la amiga del ex se
interponga en el camino. ¿Y Ryan? Ahora es casi un extraño. Incluso cuando está en
la ciudad, raramente está en la ciudad.
—Tiene que haber alguien. Voy a comenzar a sentirme culpables si estoy
teniendo sexo increíble sobre una base regular y todo lo que tú estás recibiendo son
dolores de cabeza por frío debido a todo ese helado de consolación.
—Te odio un poco en este momento. Y probablemente voy a gastarme todo
mi presupuesto para el próximo mes comprando en línea cuando llegue a casa.
—Tienes zapatos geniales.
Hailey rodó sus ojos.
—Preferiría tener buen sexo.
Paige movió los dedos de sus pies en sus harapientas chanclas y sonrió. Ella
también.
—Una vez que él regrese a Nueva York, tal vez me compraré un par de
atrevidos tacones altos y un galón de helado de chocolate. Y patatas fritas, por
supuesto, porque no se puede tener dulce sin el salado crujiente cuando te sientes
como una mierda.
—¿Cuándo vas a verlo de nuevo?
—No lo sé. No dijo cuándo. O incluso si nos veríamos. Se supone que Ryan
regresa hoy, así que creo que van a estar ocupados en la posada. —Paige le dio un
codazo a Hailey—. Me dará tiempo para recuperarme.
—Te odio aún más ahora. Detente antes de que te empuje de la banca y robe
todo tu dinero para comprar helado. —Ambas rieron, pero cuando se pararon para
tirar su basura, Hailey se puso seria con ella—. No te estás apegando demasiado a
él, ¿cierto?
—Por supuesto que no. —Tal vez lo había dicho con demasiada rapidez,
debido a que Hailey no pareció convencida—. Solo me estoy divirtiendo, como
dijiste que debería. Pescarlo, mantenerlo un par de semanas, y luego regresarlo y
dejarlo nadar lejos. ¿No es eso lo que dijiste?
—Solo revisando. Las compras de zapatos y el helado pueden ser divertidos,
pero no quiero tener que consolarte través de un corazón roto.
—No tendrás que hacerlo, te lo prometo. No hay corazones siendo afectados
en la elaboración de esta extraña metáfora tuya de peces.
Todo era capturar y liberar en lo que a Mitch se refería.
Capítulo 13
Traducido por Lorenaa. y Gigi D

Cuando escuchó una camioneta estacionar en la entrada, Rosie metió el trapo


y la cera para muebles de nuevo en la caja y se apresuró a dejarlo en el armario. No
quería que nadie supiese que había estado limpiando.
Sabía que no estaba técnicamente en huelga si con sigilo limpiaba la posada,
pero una vez demostrado su punto, no quería ni imaginarse lo que parecería la casa
si no hubiese levantado una mano en todo el tiempo. Los chicos podían salir del
paso con las cosas grandes y obvias, pero nunca se hubiese puesto al día si no
hubiese estado haciendo cosas a escondidas por aquí y por allá.
Pensando que la camioneta era de Ryan, ya que iba a venir a pasar unos días,
Rosie salió por la puerta de la cocina y rodeo la casa. No vio ni al hombre ni a la
camioneta hasta que fue demasiado tarde para girarse sin ser vista.
Andy Miller la estaba mirando a los ojos, y luego, en vez de hacer lo más
decente y pretender que no la había visto, caminó directamente hacia ella. Rose
quería darse la vuelta y correr, pero Dios, esta era su casa y no era una cobarde.
—Han pasado veintiséis años Rosie —dijo—. Y Earle no ha estado los últimos
catorce. ¿Cuánto tiempo vas a odiarme?
Contestarle o no era una lucha. Había podido pasar veintiséis años sin hablar
con el hombre, pero ahora le había hecho una pregunta directa e ignorarle hubiese
sido más rudo de lo normal.
—Más de veintiséis años, supongo —le contestó.
—Lo siento. Sabes, nunca me diste la oportunidad de decirte eso.
—Porque no me importa.
—Eres una mujer dura, Rosie.
Se dio la vuelta, luchando contra la urgencia de volver a darle con la palma
de su mano en la cara. Había pasado mucho tiempo desde que le dio una bofetada,
pero nunca había perdido las ganas de volverlo a hacer.
—No te atrevas a llamarme así. Solo la gente que se preocupa por mí me
llama Rosie.
Él sacudió la cabeza, con expresión triste y los hombros inclinados.
—No le hice hacer nada que él no estuviera dispuesto a hacer. Era un hombre
adulto y tomaba sus propias decisiones.
Entonces casi lo golpea, porque esa era la verdad y no estaba dispuesta a
escucharla. Era mucho más fácil culpar a Andy por lo que Earle había hecho.
—Quiero que te vayas ahora.
Durante un largo momento pensó que él discutiría, pero entonces pasó por
su lado y desapareció alrededor de la casa
Aunque pensaba que ya había acabado de derramar lágrimas por esa
situación, alguna se reunió en sus ojos y las limpió con el dorso de su mano mientras
caminaba hacia la posada en la dirección opuesta para llegar a la puerta principal.
Maldito sea. Maldito sea Andy Miller, y su tardía e insuficiente disculpa. Y
maldito sea Earle Davis también.
Habían ido en moto de nieve a New Hampshire, solo ellos dos. Era algo que
hacían cada par de años o así, solo para ver nuevos paisajes. Earle había vuelto
diferente a casa y solo pasaron unos cuantos días hasta que la culpa le llevó a
confesarle que la había engañado con otra mujer.
Habían estado en un restaurante comiendo algo y bebiendo unas cervezas
después de hacer los kilómetros del día, y Andy había conocido a un par de mujeres
bonitas en el bar, una de las cuales había disparado su gatillo a lo grande. De la
única forma en que la mujer iría a su habitación de hotel era si su amiga iba, también.
Unas cervezas más y una jovencita celosa de que su amiga estaba teniendo un poco
de acción, hicieron falta para que Earle rompiera sus votos de matrimonio.
Ella no lo había dejado. Tenían un niño de siete años y un hogar y en el fondo
sabía que Earle era un buen hombre. Pero su matrimonio nunca fue lo mismo
después de eso. Su confesión fue como una mancha en una reliquia de plata. Podías
atesorar esa herencia y darle brillo, pero esa mancha empañada siempre estaría allí,
un trozo dañado que no podías borrar.
Y ella culpaba a Andy Miller por eso. No es que no culpara a Earle, pero creía
en su corazón que su marido nunca se habría precipitado si Andy no lo hubiese
puesto en la situación en que lo puso. Su marido se había vuelto tan bueno como
un muerto para ella y si él y Andy habían continuado su amistad después de ese fin
de semana no tuvo evidencias de ello. Y su marido nunca se fue a pasar la noche
fuera otra vez.
Rosie sacó una silla y se sentó a la mesa de la cocina, sintiéndose un poco
conmocionada. No podía apartar el dolor y el arrepentimiento que había visto en
los ojos de Andy de su mente, y eso la enfadaba incluso más. Cuando había sido
honesta consigo misma, había sabido que odiar y culpar a Andy había hecho más
fácil para ella vivir perdonando a su marido. Nada de lo que Andy, o la mujer,
pudieron haber hecho, haría que Earle la engañara a menos que el no estuviese
dispuesto a hacerlo.
Y tenía que respetar a regañadientes el hecho de que nadie en Whitford había
descubierto nunca que Earle Davis había engañado a su mujer. Ella y Earle
claramente no se lo dijeron a nadie. Pero ella está segura que si Andy se lo hubiese
dicho a una sola alma todo el mundo en el pueblo se habría enterado con el tiempo,
y eso hubiese hecho mucho más duro fingir que todo estaba bien durante todos
esos meses, años en realidad, que tomo que la pretensión se volviera realidad otra
vez.
Porque aún no estaba dispuesta a admitir que era injusto culpar a un chico
que ni siquiera había hecho algo mal cuando era joven, soltero y estúpido, Rose
volvió al armario de la limpieza y recogió la cesta con los artículos de limpieza y un
par de guantes. Cualquier suciedad o pasta de dientes que se escondiera en los
baños del Northern Star estaban a punto de encontrarse con su frustración. Algunas
mujeres iban a terapia de compras. Rose limpiaba.

Mitch estaba cansado. Estaba físicamente cansado por pasar la mayoría de la


noche del domingo en la cama de Paige, seguido de la mayoría de la del lunes y aún
más noches. Estaba mentalmente cansado por preocuparse por la posada mientras
mantenía su pulgar en Demolición Northern Star desde la distancia y pensando que
había pasado una gran parte de las tres noches seguidas en la pequeña cama de
Paige.
Y estaba malditamente cansado de ir a través de la cantidad alucinante de
mierda que su familia había metido en el establo. Había pensado que vaciar el
edificio y remodelar los suelos sería un trabajo rápido, pero ahora estaba empezando
a preguntarse si sería capaz de reemplazar solo los tablones antes de que a Josh le
quitaran la escayola y las muletas.
Una gran retahíla de colorida palabras compuestas por palabrotas hicieron
que Mitch se girara para ver a Ryan luchando por no perder el control de su agarre
en una antigua caja de herramientas mientras intentaba sacar su bota de un agujero
podrido del suelo.
Estaba a punto de decirle que se esperara un segundo que él le sujetaba la
caja, cuando Ryan tiro la cosa, y décadas de destornilladores y llaves se dispersaron.
Una vez liberó el pie Ryan se cruzó de brazos y miró hacia el techo, como si estuviese
rezando para tener fuerzas que le impidiesen quemar el lugar.
—Necesito un descanso —dijo Mitch—. Vamos a dar un paseo por la parte
de atrás.
Las palabras “la parte de atrás” atraparon la atención de Ryan, pero se veía
escéptico.
—Si tuvieron el mismo cuidado y atención que todo lo que hay por aquí, las
motos todo terreno probablemente no funcionen.
—Los encendí la semana pasado solo para comprobarlo y Josh dijo que les
cambió el aceite no hace mucho.
—¿Deberíamos preguntarles?
Mitch se echó a reír.
—Dios no. Nos escucharan marcharnos y lo descubrirán. No quiero darle la
oportunidad a nadie para que me diga cuánta mierda queda por hacer.
Las motos estaban estacionados detrás del granero y solo tomó un minuto
en deshacer el nudo y quitar la manta que los cubría. Las llaves estaban puestas y
cada uno encendió uno. Eran viejos ATV, sin los lujos de la gasolina a inyección o
suspensión trasera independiente o dirección, pero eran familiares y confiables, justo
lo que ellos necesitaban.
Mitch siguió a Ryan a través del patio trasero hasta uno de los caminos que
llevaban al bosque que rodeaba la posada. Había crecido hierba nueva pero los
senderos que habían estado utilizando desde niños todavía estaban ahí, y Mitch
sintió algo de su tensión desvanecerse con facilidad de sus hombros mientras
pulsaba el acelerador e hizo saltar su cuatrimoto por un bache en el camino.
Tenían suficiente terreno para tener muchos senderos que se cortaban y se
entrecruzaban unos con otros en intersecciones sin marcar. Alguien más se habría
perdido irremediablemente durante los primeros veinte minutos, pero ellos
conocían cada árbol, frontera y cada otra marca natural de la propiedad. Mientras
crecían, todos se habían apresurado a hacer sus tareas para poder subirse en los ATV
e ir a explorar los bosques. Había uno para cada niño, fieras de dudosa reputación
que se mantenían unidas con cintas y pegamento, pero Katie generalmente salía con
ellos, mientras que Liz se quedaba a la sombra de Rosie.
Después de casi una hora de volar entre los árboles y golpearse a través de
los surcos y las roca. Ryan estacionó sobre un gran espacio del sendero y Mitch hizo
lo mismo. A su derecha estaba el tronco en el que habían trabajado durante semanas
para convertirlo en un banco, pero no se atrevieron a probar si les aguantaba el peso.
Verlo le hizo sonreír, al recordar lo cercanos que habían sido de niños, habían
discutido por supuesto pero estaban unidos de una forma que no lo estaban de
adultos, en más términos que el geográfico.
—Probablemente deberíamos haber tomado una botella de agua antes de
salir —dijo Ryan, y Mitch rió.
—Tengo chicle, si eso ayuda. —Tomó el paquete de su bolsillo y le dio una
pieza a Ryan antes de meterse otra en la boca.
—¿Y cómo van las cosas con Paige Sullivan?
La pregunta sonó lo suficientemente inocente, pero Mitch no tenía dudas de
que Ryan estaba buscándolo. Seguramente ya había oído de Josh que su hermano
mayor estaba volviendo a casa de Paige a horas extrañas.
—Bien.
—¿De verdad? ¿Eso es todo lo que obtendré? Aburrido.
—¿Qué quieres que te diga? Ella es divertida, la pasamos bien, y yo me iré en
unas semanas cuando le quiten el yeso a Josh.
—¿Y ya le has dicho el rollo de “no llames, no escribas”?
—No es un rollo, imbécil. No es como si le estuviera vendiendo un auto. —
Masticó en silencio un minuto, con las manos en los bolsillos—. Pero sí, sabe que no
hay futuro posible.
Decirlo en voz alta le hizo preguntarse qué era una relación. ¿Pasarla bien
juntos? Sí. ¿Gran sexo? Un sí enorme y rojo. ¿Hablar de los libros que a ambos les
gustan y de la gente que conocen y de sus vidas? Sí. Y, cada vez que están separados,
¿ansiar el momento en que vuelvan a verse?
Eso es lo que le preocupaba. Se encontraba pensando en Paige durante el día
demasiadas veces para su comodidad. Si oía algo gracioso quería contárselo. O si
veía algo genial quería tomarle una foto y mostrársela. A él le parecía que ella era
hermosa sin maquillaje y el cabello revuelto, y no le importaba un comino si ella
acababa de comer cebollas con su hamburguesa cuando quería besarla.
Si algún tipo le contara que se sentía así, Mitch le diría al pobre infeliz que sin
lugar a dudas estaba en una relación.
Todo lo que él podía hacer era mantener en mente que iba a llegar un
momento no muy lejano donde Paige no estaría ahí para compartir chistes o hablar
de libros. No más besos de hamburguesa con cebolla.
—Cielos, ¿tan mal estás? —Ryan lo miraba con una ceja alzada.
—Diablos, no. Estaba pensando en toda la mierda que aún nos queda por
hacer.
—Ajá.
—Vete al diablo. —Mitch estaba listo para comenzar a moverse de nuevo,
pero no pudo resistir devolverle el golpe a su hermano—. ¿Has visto a Lauren
Carpenter últimamente?
El rostro de Ryan se endureció, pero no dijo nada. Encendió su ATV con un
rugido. Volaron trozos de tierra y roca por todos lados mientras Ryan aceleraba por
el camino y Mitch lo seguía.
Fueron tan rápido como el camino y el viento les permitieron hasta que Mitch
estaba sudando y ya sentía la tensión en sus hombros. Mientras se acercaban al
límite de la propiedad Kowalski, donde chocaba con la propiedad de Ed
Grandmaison, se preguntó si tendrían tiempo de cargar todo y conducir hasta el
poblado vecino, del otro lado de Grandmaison, hacia el sistema de carreteras.
Incluso mientras maniobraba para evitar los escombros que le arrojaba la ATV,
la idea más pequeña sobre rejuvenecer la Posada Northern Star se le metió en la
mente.
Paige estaba sufriendo. Mucho. Con muy poco maquillaje seguramente
podría ganar un Oscar por hacer de zombi.
Eso sucedía cuando un dulce y ardiente hombre salía de tu cama en algún
momento después de medianoche y tu alarma sonaba a las cuatro y media. Sentías
como si te hubiera arrollado un tren, pero sonreías por el golpe.
Acomodándose en su diminuta bañera, esperando empapar la mayor parte
posible de su cuerpo en el agua caliente, Paige se refregó bien antes de suspirar y
cerrar los ojos. No vería a Mitch hoy. Su hermano Ryan había vuelto al pueblo y
tenían mucho que hacer. Y quizás, al igual que ella, le vendría bien recuperar el
sueño.
Justo cuando se había relajado hasta el punto de temer quedarse dormida en
el baño, aunque afortunadamente no había espacio para ahogarse, su teléfono sonó.
Estaba en el borde de la mesada, que podía alcanzar desde la bañera, y el nombre
de Hailey brillaba en la pantalla. Después de dudar unos segundos, atendió:
—¿Hola?
—¿Todas las noches esta semana?
No necesitaba un don secreto para entender a qué se refería.
—Sólo es miércoles, así que ha sido media semana.
—¿Está ahí ahora?
Paige sonrió.
—Dímelo tú.
Luego de unos segundos de testarudo silencio, Hailey rió.
—De acuerdo, sé que no. Ryan vino y cuando Andy Miller pasó por la tienda,
le dijo a Dozer que Mitch y Josh estaban felices de verlo, porque entonces Rose
cocinaría una cena real y podrían hacer planes después de comer.
—¿Entonces por qué preguntaste?
—No lo sé. Pensé que podría haber plantado a sus hermanos para colarse en
tu habitación.
Dado que la bañera no contenía suficiente agua para mantenerse caliente
mucho tiempo, Paige quitó el tapón y se puso de pie. Con su mano libre tomó una
toalla y comenzó a secarse.
—No se cuela en mi habitación. No somos adolescentes.
—Ciertamente lo hacen como adolescentes —dijo Hailey, y Paige se preguntó
si lo que oían eran celos.
—Lo hago como si no hubiera tenido sexo en dos años. En cuanto a Mitch,
creo que simplemente le gusta el sexo. Mucho. Y se le da bien.
—Me pregunto si es algo familiar —dijo Hailey—. Josh y Ryan siguen solteros.
—Creo que si realmente tuvieras química con alguno de ellos, te lo habrías
preguntado antes.
—Es cierto. ¿Entonces cuándo volverás a verlo? ¿Tienes que esperar a que
Ryan se vaya?
—No lo sé. —No lo habían discutido. Sólo sabía que no vendría esta noche
porque le había mencionado que estaba Ryan en casa y lo que harían esa tarde—.
Supongo que cuando vuelva a pasar por aquí, entonces lo veré.
—¿Sí? Necesitas más que eso de él. Deberías saber al menos qué días no
necesitas afeitarte las piernas.
Riendo, Paige dejó la toalla húmeda colgada y se las arregló para ponerse la
bata sin dejar caer el teléfono.
—A Mitch no le gusta comprometerse con nada, ni siquiera un café, entonces
si viene en un día velludo, es problema suyo.
Mientras preparaba la cafetera para que le dejara café mágicamente
preparado a las cuatro treinta de la mañana, Paige intentó cambiar de tema. No
quería analizar qué era lo que tenía con Mitch, porque eso significaba sentimientos,
y eso era lo último que quería investigar, sentimientos y el hecho de que ella podría
tener algunos.
Esta noche lo extrañaba. Quizás si fuera una cosa de “vengo, te lo doy como
loca y después me voy” no sería así, pero él resultaba ser buena compañía incluso
con el pantalón puesto. Habían pasado una hora la noche anterior discutiendo cuál
de todos los libros de Stephen King era mejor antes de incluso comenzar a besarse
en su sofá. Y el hecho de que fuera buena compañía sin su pantalón quedaba
implícito.
Pudo cambiar de tema cuando mencionó a Drew y Mallory. El pueblo había
enloquecido cuando Mallory apareció en la estación para visitar a su marido. Se
desató una discusión que sacudió las ventanas, pero nadie sabía los detalles sobre
qué fue. Nadie sabía que pensar de eso, aunque todos cruzaban los dedos que fuera
la gran crisis que terminara llevando a una reconciliación.
—Le dejé un par de mensajes —dijo Hailey—. Pero no ha respondido. Mitch
es su mejor amigo. ¿No te ha dicho nada?
—Nop. —No había ningún motivo para compartir lo que habían hablado del
tema. Era mejor si Hailey creía que lo suyo era sólo sexo.
—Si oyes algo, dímelo.
—Lo haré. Y haz lo mismo. —Paige terminó la charla y luego puso a cargar su
celular.
Debería sentirse avergonzada por meterse en la cama cuando aún había luz
afuera, pero realmente no le importaba. Necesitaba dormir, y mucho. Después de
meterse bajo las sábanas, cerró los ojos y pensó en Mitch.
Capítulo 14
Traducido por Otravaga, MaEx y Magdys83

Para el viernes, Mitch estaba dispuesto a compartir su posible plan para


aumentar los ingresos de la posada. Le dijo primero a Ryan al respecto, y él pensaba
que tenía tan buen potencial que dejaron lo que estaban haciendo para ir adentro,
donde Mitch sacó las notas, los mapas y las proyecciones que había esbozado
apresuradamente, así como el mapa del sistema de senderos oficial que había
impreso en la computadora.
Cuanto más lo hablaban él y Ryan, más se convencía Mitch de que iba a
funcionar, incluso si los Kowalski, y él en particular, iban a tener que aplicar el
encanto como protector solar sobre un niño rubio.
—¿Qué están mirando, muchachos?
Mitch y Ryan habían estado tan absortos en los mapas, que no habían
escuchado a Josh llegar, incluso con el golpe de sus muletas contra el suelo de
madera. Mitch usó su pie para empujar una silla para él.
—Mapas. Ryan y yo estábamos hablando hoy y creemos que con un poco de
encanto, suerte y dinero, podemos conseguir acceso a los senderos de motos todo
terreno. En lugar de sólo una reserva aislada aquí y allá, la posada podría tener un
verdadero negocio durante todo el año en lugar de sólo durante el invierno.
Josh refunfuñó lo que sonó como una maldición cuando se sentó, pero Mitch
no sabía si se trataba de una respuesta a lo que había dicho o malestar por su pierna.
—Papá vio eso una vez, pero no había manera de hacerlo.
—Martha Grandmaison falleció hace unos años —señaló Mitch—. Ahora su
hijo es dueño de la propiedad detrás de nosotros y él podría ser más razonable.
—Mira. —Ryan deslizó los mapas hacia Josh y se inclinó sobre la mesa para
señalar en ellos con el dedo—. Tenemos un lío de senderos de motos por allí. Si
podemos conseguir que Ed Grandmaison acceda a dejarnos pasar a través de una
pequeña sección de sus decenas de acres de bosques, podemos cortar un camino
que conecte el sistema de senderos a nuestra tierra. Ya que estamos en los senderos
de trineo, una vez que las motos lleguen aquí, podemos hacer que el club de motos
de nieve les dé permiso para que utilicen las pistas de trineo de modo que las motos
puedan llegar a la ciudad en busca de combustible y alimentos. Y, lo más importante,
hospedaje. Es una victoria para todo el mundo.
La mandíbula de Josh se apretó.
—Sí, eso es lo que es. Una victoria.
Mitch se reclinó en su silla y cruzó los brazos.
—Pensé que estarías un poco más de acuerdo con un plan que ayude a
Northern Star a ganar dinero de nuevo.
Se encogió de hombros.
—Tal vez lo has olvidado, pero Ed Grandmaison no es tu mayor fanático.
—Teníamos diecinueve años. Y ella me dijo que habían roto.
Josh negó con la cabeza.
—Te acostaste con su novia. Él no va a hacer ni una maldita cosa para
ayudarnos.
Ryan dio un puñetazo en la mesa.
—Bueno, tú no está haciendo absolutamente nada para ayudarnos, así que,
¿qué demonios se supone que debemos hacer? ¿Dejar que el lugar se vaya a pique?
—Sí —dijo Josh bruscamente. Luchó por ponerse de pie y agarró sus
muletas—. Deja que se vaya a pique y entonces tal vez yo pueda tener una maldita
vida, ¿de acuerdo?
Mitch y Ryan se quedaron estupefactos en silencio, pero Mitch se recuperó
primero.
—De qué demonios estás hablando?
—Olvídalo.
Josh comenzó a alejarse, pero Mitch extendió la mano y agarró sus muletas.
—Siéntate.
—Púdrete.
Mitch se encogió de hombros y le entregó las muletas a Ryan, quien las apoyó
en la pared detrás de él.
—Puedes sentarte o puedes arrastrarte por el suelo y por las escaleras, pero
no vas a recuperar las muletas hasta que nos digas qué demonios es lo que te pasa.
Él no tenía mucho de una elección, por lo que Josh se sentó.
—Ustedes entran aquí de repente con su gran plan para salvar la Posada
Northern Star. Harán un montón de trabajo y entonces se irán de nuevo, como
siempre lo hacen.
—Tenemos empresas que dirigir —dijo Ryan—. ¿Y qué es eso de no tener una
vida? Eres la piedra angular de la familia. Diriges este lugar por todos nosotros.
Josh resopló, sacudiendo la cabeza.
—Porque no había nadie más para hacerlo. Uno a uno, todos se han ido a la
universidad y no regresan. ¿Qué demonios se suponía que debía hacer? ¿Decir “Lo
siento papá, estás por tu cuenta”? Alguien tenía que quedarse. Y después él murió y
todos vinieron a casa pero, después del funeral, todos se fueron de nuevo.
Mitch no sabía qué decir y, a juzgar por el silencio, Ryan tampoco. Josh
siempre había dirigido la posada con su viejo, y había seguido dirigiéndolo después
de su muerte. Nunca había dicho que no quería hacerlo, hasta donde Mitch podía
recordar.
—Creo que deberíamos venderlo —dijo Josh.
¿Vender la Posada Northern Star? Era su hogar… el único lugar que siempre
estaba ahí, sin importar a dónde deambulara. Su bisabuelo lo había construido, su
abuelo lo había re-imaginado, y su padre lo había salvado. Era tan parte de quienes
eran ellos como sus ojos azules, su vena obstinada y su apellido.
Y era un lastre alrededor del cuello de Josh. Un ancla arrastrándolo hacia
abajo. Cualquier estúpida expresión que significara que su hermano menor había
estado atrapado en Whitford, viviendo una vida a la que había estado ceñido por
defecto, mientras que el resto de ellos eran libres de elegir sus propios caminos.
—No es un buen momento para vender —dijo Ryan.
Mitch saltó sobre la excusa para resistirse a la idea con algo más que ser un
bastardo egoísta que no quería que nada cambiara.
—Sobre todo una propiedad comercial como ésta, que está apenas
manteniéndose a flote.
—No tiene que ser comercial —argumentó Josh—. Tal vez alguien podría
simplemente querer vivir en ella.
Improbable, pero Mitch no lo dijo. Era demasiado engorroso y difícil de
manejar para una sola familia, a menos que fueran acaudalados. Y, si eran
acaudalados, no iban a querer un viejo hospedaje para motos de nieve.
—Tendríamos suerte de ganar cien dólares —siguió adelante Ryan, pero
Mitch miró a Josh y supo que no importaba. No tenía nada que ver con los beneficios
o las pérdidas y todo que ver con Josh siendo capaz de alejarse.
—Ryan tiene razón —dijo, y todo el cuerpo de Josh se puso tenso. A fin de
vender, todos ellos tenían que estar de acuerdo y, si él pensaba que eso no iba a
suceder, ¿qué iba a detener a Josh de decir púdranse y alejarse?—. Pero, lo entiendo
ahora, Josh. Ambos lo entendemos y lo solucionaremos.
Los músculos de Josh se relajaron y apoyó los codos sobre la mesa para
restregarse las manos por el cabello.
—Ha ido formándose por mucho tiempo, supongo. No me di cuenta que
había llegado a ser tan malo hasta que Rosie me dijo que Mitch iba a venir a
encargarse de las cosas durante seis semanas. Por unos segundos en realidad me
pregunté qué haría o a dónde iría si pudiera salir de este lugar durante seis semanas,
pero luego me di cuenta que no podía hacer una mierda con esta escayola puesta.
—Me sorprende que simplemente no… te levantaras y te fueras —dijo Ryan.
—¿Abandonar el lugar sin más? ¿Y dejar a Rosie? —Josh lo fulminó con la
mirada—. Merezco más crédito que eso.
—Sí, lo haces.
Mitch suspiró y miró todos sus grandes planes puestos en la mesa.
—Antes de que podamos decidir si vamos a vender, alguien tiene que hablar
con Sean y Liz. Y creo que todavía hay que seguir adelante con los preparativos
preliminares para lograr conectar los senderos de las motos todo terreno. Si
decidimos vender, ser capaces de mostrarles a los posibles compradores ese
potencial nuevo ingreso podría hacer una gran diferencia en el precio que se pida.
Josh levantó la esquina de una pila de papeles.
—¿Pero ustedes considerarán vender?
—Tenemos que hacer algo —dijo Mitch—. Ahora que sabemos cómo te
sientes, no podemos simplemente irnos y dejarte aquí sin un plan.
Ryan asintió.
—Nunca se me ocurrió que no quisieras dirigir Northern Star. No creo que a
ninguno de nosotros se nos ocurriera.
Mitch observó a Josh inclinarse hacia atrás en su silla, dándose cuenta de que
su hermano más joven tenía el aspecto aliviado de un hombre que acababa de
desahogarse de un oscuro secreto largamente sostenido. Jesús, ¿alguno de ellos
había pensado alguna vez acerca de si Josh podría querer salir y ver algo de mundo?
Le avergonzaba admitir que él no lo había hecho.
Pero tan feliz como estaba de saber lo que estaba carcomiendo a su hermano,
Mitch sentía algunos dolores agudos de pesar al pensar en la posada siendo vendida.
No regresaba a Whitford a menudo y el pueblo lo volvía loco, pero era su hogar. Su
hogar real, no sólo el apartamento en la ciudad en el que dormía entre trabajos. Y
ahora había una buena posibilidad de que la cuarta generación de los Kowalski que
poseía la propiedad fuese la última.
—Entonces, ¿quién va a hablar con Grandmaison? —preguntó Josh, halando
el tosco bosquejo de los límites de tierras sobre la mesa para conseguir una mejor
visión del mismo.
Mitch hizo una mueca.
—Yo lo haré. De esa manera sabremos de inmediato por su reacción hacia mí
si esto es siquiera una posibilidad.
Ryan rió.
—¿Quién hubiera adivinado que dormir con una chica cuando eras
adolescente volvería para morderte en el culo?
En esta ciudad, todo volvía a morderte en el culo antes o después.
Paige oyó el ruido sordo de la motocicleta de Mitch en la distancia y trató de
no esperanzarse cuando él giró y estacionó delante de su remolque, pero estaba
mintiéndose a sí misma. Quería verlo y no lo había pensado mucho excepto, de
hecho, durante todo el día, para consternación de sus clientes. El pan blanco e
integral no estaban lo suficientemente cerca cuando era temprano en la mañana,
tenías que ir a trabajar y no tenías tiempo para que la camarera metiera la pata en
tu desayuno.
El miércoles y el jueves no habían sido malos, pero por alguna razón
realmente le había extrañado hoy. Tal vez era porque su cuerpo se había
acostumbrado a cerrar el día con un orgasmo o unos cuantos, o tal vez había
extrañado su risa. De cualquier manera, el estruendo hizo que su pulso se acelerara.
La moto giró y la escuchó llegar a través del estacionamiento del restaurante.
Luego, a través de la ventana, lo vio estacionar entre su coche y la casa. Mientras
agradecía el esfuerzo, no era mucho un escondite y este sería otro agradable, chisme
jugoso para que la ciudad masticara. Y, probablemente, otra llamada telefónica de
Hailey.
Se quitó el casco y luego se sentó un rato en la moto, pareciendo cansado y
frustrado. Se alejó de la ventana para darle un poco de privacidad y pasó por lo
menos un minuto antes de que lo escuchara subir las escaleras y el golpe en la
puerta.
Cuando la abrió, la frustración y el agotamiento se habían ido. Su expresión
era clara y sus labios se transformaron en esa encantadora sonrisa suya.
—Hola.
—Hola, tú —dijo, haciéndose a un lado para dejarlo pasar.
—Voy a dar un paseo. Pensé en ver si querías venir.
Ella tenía que hacer el papeleo para el restaurante, la tarea interminable que
adormece la mente del seguimiento de lo que estaban usando, lo que necesitaban
pedir, lo que habían pedido de más y así sucesivamente. Era la parte que menos le
gustaba de ser dueña del restaurante, pero era un mal necesario y estaba atrasada.
Pero, con sonrisa relajada y acogedora o no, Mitch había tenido un mal día y
había acudido a ella en busca de compañía. El papeleo podía esperar.
—Sólo iba a hacerme un sándwich para la cena. ¿Quieres uno antes de irnos?
—Podría comérmelo.
—¿Te gusta el sándwich de mortadela frito? —Era un poco embarazoso tener
que preguntar eso, pero no tenía mucho en la casa.
Él le dirigió una mirada de asombro que no podía comenzar a descifrar.
—Sí.
—¿Tomate y mayonesa?
—Claro. ¿Puedo ayudar?
Ella rió.
—Gracias, pero ya sabes que la cocina no es lo suficientemente grande para
dos. Toma un refresco si quieres y toma asiento.
Una vez que él estaba sentado en la pequeña mesa de la cocina, ella sacó un
sartén y dejó caer una cucharada de mantequilla en ella. Mientras se calentaba, cortó
unas rodajas de mortadela y, una vez que la mantequilla chisporroteaba, las dejó
caer en el sartén. Mientras se hacía, cortó un tomate y, después de darle la vuelta a
la mortadela, untó la mayonesa en pan. Unos minutos más tarde, puso dos platos
de papel sobre la mesa, uno con un solo sándwich para ella y otro con dos para él.
Después de lanzar una bolsa de patatas fritas en el centro de la mesa, se sentó
mientras tomaba su primer bocado.
Mientras tragaba, él le estaba dando una mirada extraña.
—¿Está bien?
—Perfecto. —Hizo un gesto a su plato—. ¿Quién te enseñó a hacer un
sándwich de mortadela frito como este?
—No lo sé. Solía hacerlos cuando era una niña cuando mi mamá no estaba
cerca.
—Así que, ¿no fue Rose?
Ella sabía que él estaba de un humor extraño, pero ahora apenas tenía
sentido.
—Sabía cómo freír mortadela mucho antes de conocer a Rose.
—¿Justo con el grosor perfecto para las rodajas de tomate y la cantidad justa
de mayonesa?
—Si no chorrea por el lado de tu mano, no es lo suficientemente bueno. ¿Estás
bien?
Él parpadeó ante su sándwich, luego pareció sacudirse lo que sea que lo
estaba molestando al respecto.
—Supongo. Tratando con algunas cosas. La posada. Cosas de hermanos.
—¿Cualquier cosa en la que pueda ayudar? —Probablemente no, pero le
preguntó de todos modos.
—Tengo que dar un paseo y visitar a Ed Grandmaison. Puedes venir conmigo.
Tal vez seas un testigo si trata de patearme el culo.
—Creo que no lo conozco.
—Su propiedad colinda con la nuestra, pero su casa está en realidad al otro
lado, por lo que está en el pueblo de al lado. Él no viene a Whitford a menudo.
—¿Y por qué quiere patearte el culo? —Levantó la mano—. Espera. Déjame
adivinar. ¿Una mujer?
—Teníamos diecinueve años y me dijo que rompieron.
—Una de las primeras cosas que aprendí cuando me mudé a Vermont es la
cantidad de habitantes de Nueva Inglaterra a los que le encanta guardar rencor.
—¿Vas a venir conmigo?
—Por supuesto. Aparte de la parte en la que un hombre que no conozco
pueda patearte el culo por algo que hiciste cuando tenías diecinueve años, suena
como un buen momento.
Él le sonrió, luego se dedicó a devorar los sándwiches de mortadela fritos. Él
limpió mientras ella se cambiaba los vaqueros y se puso un jersey claro, y luego se
dirigieron fuera de la ciudad.
Ella podía sentir la tensión en su espalda y se preguntó si tenía que ver con la
inminente visita a Grandmaison o si era prolongación de lo que sea que fuera la
“cosas de hermanos”. Había querido ahondar un poco, ver si eso era lo que
realmente le molestaba, pero parecía una cosa muy de novia para hacer, así que no
lo hizo.
En cambio, se quedó en silencio, disfrutando del paseo hasta que Mitch puso
la intermitente y giró en un largo camino de tierra. Contuvo el aliento, odiando la
sensación de una gran Harley en la tierra, pero Mitch no tenía ningún problema
parando la moto en una vieja pero impecablemente cuidada casa de campo.
Lo siguió por los escalones de la entrada, ya que no estaba segura de qué
más hacer con ella misma, así que estaba lo suficientemente cerca como para
escuchar las maldiciones que Ed Grandmaison murmuró cuando vio a Mitch Kowalski
en el otro lado de la puerta mosquitera.
—¿Qué diablos quieres?
—Hola, Ed. Yo, eh… —Mitch dudó, cambiando su peso de un pie al otro en
una rara muestra de ansiedad—. He venido a pedirte un favor.
—Te acostaste con mi esposa.
—No dormí con tu esposa. Ni siquiera dormí, técnicamente, con tu novia, ya
que habían roto para entonces.
—Fue una pelea.
—Teníamos diecinueve años.
Paige tuvo que trabajar duro para mantener una cara seria. No porque Ed
Grandmaison pudiera guardar rencor seriamente, sino porque ver que el encanto de
Mitch no tenía absolutamente ningún efecto sobre alguien era una primera vez.
—¿Qué tipo de favor estás buscando?
—No sé si has oído algo, pero las cosas están un poco irregulares en Northern
Star en este momento —dijo Mitch, que tuvo que ser duro para él decirle eso a un
hombre que lo odiaba—. Estábamos pensando, si pudiéramos conectar los senderos
de las motos, podríamos tener un año de negocios en lugar de cuando solo hay
nieve. Pero para hacer eso, necesitaríamos tu permiso para cortar en un pequeño
sendero a través de la esquina de tu propiedad.
—Estás bromeando.
—No se trata sólo de la Posada Northern Star —dijo Paige rápidamente,
dando un paso adelante para estar junto a Mitch—. Si podemos conseguir las motos
todo terreno en Whitford, beneficiaría a toda la ciudad. Si los visitantes se quedan
en la posada para que puedan acceder al sistema de senderos, también conseguirán
gas y comida y comprar imprevistos.
Ed la miró, con la boca en una línea sombría.
—¿Esta es tu novia?
—Soy Paige Sullivan. Soy dueña del restaurante Trailside. —Ella le estrechó la
mano sin responder a la pregunta—. Trailside solo tiene ahora pistas de trineo, pero
senderos para las motos próximos a la ciudad beneficiaría a mi negocio, así como al
de los Kowalski. Y a muchas otras empresas también.
—Tengo que hablar con mi esposa —dijo, con un énfasis notable en la palabra
“esposa”.
—Absolutamente —le dijo Mitch—. Ambos tendrán preguntas y nos
pondremos en contacto con el club de motos todo terreno así pueden explicar cómo
cubrirá la póliza de seguro tu trabajo y todo eso. Pero en este momento, sólo
necesito saber si por lo menos considerarás la posibilidad.
Ed se encogió de hombros.
—Voy a considerarlo. La economía apesta por todas partes y no me gustaría
ponerle los tornillos a todo un pueblo, porque pusieras las manos en mi esposa.
—Yo… —comenzó Mitch, pero Paige le dio un golpecito en la espalda—.
Gracias.
Se fueron antes de que la conversación pudiera ir más cuesta abajo. Mitch
mantuvo un ritmo tranquilo en la tierra, pero tan pronto como llegaron a la carretera
principal, hundió el acelerador y deja rugir a la moto de regreso hacia Whitford.
Al día siguiente, los chicos se pusieron a trabajar vaciando los últimos pocos
montones de mierda en el granero por lo que finalmente podían empezar a trabajar
en el suelo, mientras el cerebro de Mitch se puso a trabajar en el rompecabezas de
los sándwiches de mortadela frita.
No podía ser una coincidencia. Supuestamente no había tal cosa como una
coincidencia. Y, si hubiera sido la mayor parte de las otras mujeres con las que había
salido casualmente en el pasado, diría que era de alguna manera una táctica
deliberada para llegar a su corazón a través de su estómago por la forma en que el
sándwich le hizo pensar en el hogar, la familia y el amor.
Pero Paige no era como cualquiera de las mujeres con las que había salido
casualmente en el pasado, y no podía imaginarla jugando esa clase de juego tonto.
Lo que quería decir que estaba disfrutando de la compañía, y teniendo el mejor sexo
de su vida, una mujer que también resultó hacer perfectos sándwiches de mortadela
frita. Eso no era bueno en absoluto.
—Tu novia está aquí.
Las palabras de Ryan tenían a Mitch levantando la cabeza y buscando antes
de que su cerebro pudiera enviar el mensaje de que actuara como si nada. Como era
de esperar, el coche de Paige se estaba deteniendo en la calle, y él agarró la camiseta
que había lanzado sobre un montón para limpiar algo del sudor de su cara mientras
ella se estacionaba junto a la camioneta de Ryan.
Una vez que se desvaneció el empujón inicial de su sistema cuando consiguió
verla, un zumbido bajo de disgusto resonó a través de él. Aparecer en su casa sin
avisar cruzó un límite. Los límites eran fluidos y no se los había explicado con lujo
de detalle exactamente, pero no había pensado que tenía que hacerlo.
Ella se veía bonita, sin embargo, con el cabello recogido en una coleta y su
camiseta de restaurante Trailside abrazando sus curvas en una forma que hizo picar
a sus manos para tomar su lugar. Él salió a su encuentro en la calle, y ella sonrió con
la mirada firmemente en su pecho.
—Estás todo caliente y sudoroso —dijo.
—Lo siento. —Eso es lo que sucede cuando te dejas caer sin invitación
mientras un hombre estaba trabajando.
—Oh, no me estaba quejando. —Ella caminó hacia el lado del pasajero de su
coche y agarró una canasta del asiento trasero.
—Um… —Si su “novia” le había traído un almuerzo picnic, Ryan nunca iba a
dejarle superar la vergüenza.
—¿Rose está adentro?
—¿Qué?
—Rose. ¿Está adentro? —Levantó la canasta—. La señora Dozynski me pidió
traerle algo de ciruela pierogi.
—¿De verdad? ¿Ciruela? —Él trató de echar un vistazo debajo de la tela
cubriendo la parte superior de la canasta, pero Paige le golpeó en la mano.
—La señora Dozynski dijo que no puedes tener ninguna. Y Josh tampoco
puede.
Ahora, eso sólo era malvado.
—Los pierogis de la señora D casi valen la pena el despedir a Andy.
—Ella dijo que dirías eso y también dijo que es demasiado tarde, así que no
te molestes.
Ella empezó a caminar junto a él, pero él todavía no podía asimilar lo que
estaba pasando.
—¿Así que no has venido a verme?
—Ni siquiera estaba segura de que estarías aquí. Me topé con la señora
Dozynski en la biblioteca y ella estaba molesta porque hizo estos especiales para
Rose, pero Dozer y Lauren estaban demasiado ocupados para sacarlos por ella, así
que me ofrecí.
—Oh. —Él la siguió con la mirada mientras ella cuidadosamente caminaba
por las escaleras y entró. Así que no estaba allí para verlo. Eso era bueno.
Él volvió a trabajar, agradecido pero un poco sorprendido de que Ryan no se
burlara por se apareció por ahí Paige, y después pasarlo por alto. Tal vez escuchar el
nombre de Lauren era suficiente para que se callara. En algún momento muy pronto
él iba a tener que llegar al fondo de la situación de Ryan y Lauren. Lauren se había
casado con el mejor amigo de Ryan y tenía un niño y, en algún punto, Ryan había
dejado de venir a casa de manera regular. Aunque no podía señalar exactamente
qué, Mitch estaba bastante seguro de que allí había una conexión.
Cuando trabajaron otra media hora y Paige todavía no había salido, Mitch
declaró descanso y agarró su camiseta. Tan asqueroso como se sentía, se la puso
antes de entrar por la puerta de la cocina. Rosie tenía reglas sobre la gente corriendo
alrededor de su casa sin estar completamente vestido.
Paige estaba sentada a la mesa de la cocina con Rosie, un vaso de té helado
enfrente de ella, y ambas estaban riendo. Se detuvieron cuando se dieron cuenta de
que él había entrado, lo que tuvo que admitir le dio un poco de complejo.
—Siento interrumpir —dijo, caminando hacia el refrigerador con la esperanza
de que Rosie había hecho una nueva tanda de limonada, con o sin huelga. Sabía que
había estado limpiando a hurtadillas porque los baños no se lavan por sí mismos,
pero deseaba que se preocupara un poco menos por lo sucio de la ducha y un poco
más por el refrigerador y la despensa.
—Rosie me contaba sobre la vez que Liz habló con Katie de cortarse su cabello
muy corto para que pudiera entrar en el equipo de béisbol.
Él rio ante el recuerdo mientras se acomodaba para tomarse el refresco del
refrigerador. No había limonada, maldición:
—Todo el asunto era un desastre. Para empezar, todos jugábamos ya para el
equipo, así que no estoy seguro de cómo iba a explicar un quinto chico Kowalski.
—Un primo con problemas de la ciudad que había sido enviado a vivir con el
tío Frank y la tía Sarah en el campo es lo que me dijeron —dijo Rosie.
—Sí, eso iba a funcionar en esta ciudad.
Paige se rió suavemente y los dedos de Mitch se apretaron alrededor de la
lata de refresco. En la cocina del lugar que llamaba hogar, riendo con la mujer que
era como una madre para él, Paige parecía como si encajara. Se sentía como si
encajara.
Se apartó de la encimera en la que había estado apoyado y se dirigió a la
puerta trasera:
—Voy a dejar a las damas con sus historias.
Después que se tomó su refresco y se quitó la camiseta, Mitch se lanzó de
nuevo en el trabajo.
¿Y que si Paige parecía encajar perfecto para la posada y para Rose y para
toda la maldita ciudad? No la hacía ser perfecta para él.
Ella se quedó otra media hora, lo cual sabía ya que, sin importar cuánto
intentaba sacarla de su mente, siguió escuchando a la puerta. Desafortunadamente,
cuando finalmente salió, no se dirigió a su coche y se fue para que él pudiera
despejar su cabeza. Se dirigió directamente hacia él.
—Ustedes realmente están haciendo un desastre.
—Se supone que es el estacionamiento climatizado para las motonieves de
los huéspedes, pero no sé cómo consiguen algo aquí con toda la mierda acumulada.
Pero tenemos que volver a hacer el suelo, así que todo a la basura.
—Eres afortunado.
—¿Alguna vez has estado en trineo? —No estaba seguro de porqué preguntó,
ya que lo que realmente quería era que se fuera.
—Nop. Se ven divertidos, pero la actividad invernal en la que soy mejor es
leyendo.
Él abrió la boca, después la cerró con un chasquido cuando se dio cuenta que
estaba a punto de ofrecerse a llevarla a dar un paseo. Probablemente estaría
haciendo algunos viajes de regreso ahora que el futuro de la posada era incierto, así
que la podría llevar una vez que hubiera nieve. Pero eso sería tan bueno como decirle
que, después de marcharse esta vez, estaría de regreso y quería volver a verla. Mitch
no hacía eso.
—Leer es bueno —dijo.
—Debo ponerme en marcha. Tengo un poco de contabilidad por hacer y
tengo que revisar los próximos especiales de Gavin. Está a prueba porque la gente
se enteró que los había alimentado con tofu.
Mitch se rió, tratando de imaginar esa reacción:
—Apuesto a que tuvo buena acogida.
—Gavin me sigue diciendo que les gustó hasta que descubrieron lo que era,
pero le dije que no puede sólo revelar esa clase de cosas a las personas criadas por
rollos de carne y pastel de carne.
Cuando se volvió para irse, él agarró su mano, entrelazando sus dedos en los
de ella.
—Ryan se va mañana y tengo que ponerme al día con algo de trabajo, trabajo
real, pero tal vez la noche del lunes podríamos salir a algún lugar. ¿Conseguir algo
de cenar o algo así?
Su sonrisa calentó su cuerpo de una forma que el sol y el trabajo excesivo no
pudieron:
—Eso suena genial. Te veré luego. Cerca de las seis sería bueno.
—Usa ese vestido veraniego de color rojo que llevabas para el Old Home Day.
—Se inclinó y la besó, sin importarle un carajo quién podría estar viendo. Después
se quedó allí de pie como un idiota, mirando hasta que su coche desapareció en la
calzada.
Capítulo 15
Traducido por Gigi D y Xhex

Para cuando llegaron las seis del lunes, Paige se las había arreglado para hacer
sentirse muy ridícula. Era tonta la cantidad de tiempo y esfuerzo que había invertido
en su cabello y maquillaje sólo para salir a cenar con Mitch.
Cuando le pidió que llevara el vestido rojo, se emocionó al darse cuenta que
seguramente había dedicado un cierto tiempo a recordar cómo se veía con eso. Y
también asumió que eso significaba que no estarían usando su moto. Le gustaba
andar en la moto, pero al saber que su cabello no acabaría aplastado por el casco,
se tomó más tiempo arreglándoselo. Se aplicó un maquillaje suave y se puso unas
sandalias que eran cómodas, pero lo suficientemente elegantes para ir a un lugar
lindo, si es lo que él tenía en mente.
Los nervios la tomaron por sorpresa. Aunque no tenía que preocuparse por el
beso de despedida, o por pasar algún momento incómodo sobre si invitarlo a pasar
o no, su estómago estaba revuelto y su color encendido cuando se revisó en el
espejo por enésima vez.
De alguna manera hoy es diferente, admitió para sus adentros. Esta era una
cita y eso no coincidía con el esquema mental que había hecho para poder acostarse
con él en primer lugar. Era demasiado real, y ninguno de los dos hacía eso.
Estaba en problemas. Además de ofrecerle algo de diversión temporal, Mitch
le había demostrado lo sola que se encontraba. Dos años sola le habían hecho bien,
tenía su propio hogar y un buen negocio y esa sensación de un hogar que siempre
anheló, pero era hora de comenzar a pensar en compartir esa vida con alguien.
Y, estúpida de ella, no podía encontrar a un solo hombre decente en Whitford
para ella. Tenía que haber algunos buenos tipos solteros buscando una mujer local
para asentarse. Harían una vida juntos, enviarían a sus hijos a las escuelas de
Whitford y los verían crecer en la comunidad que Paige había llegado a amar. Pero
no, tenía que prenderse de un hombre que tenía una vida armada en otro lado y sin
ningún interés en volver a Whitford en algún momento.
Bueno, no pienso abandonar mi sueño, sola o no, le dijo a su reflejo. Iba a
salir y pasarla bien y quizás, después de que Mitch se fuera de la ciudad, comenzaría
a buscar a alguien que quisiera las mismas cosas que ella en la vida. Y si no podía
encontrar otro hombre que la hiciera sentirse de la forma que él lograba, al menos
podría tener un hogar y su restaurante, porque no pensaba tirar todo por la borda
para perseguirlo.
Afortunadamente, un vehículo estacionó en la calle y la salvó del lío que eran
sus pensamientos. Era hora de divertirse.
Mitch estaba vestido casualmente, con una camiseta y shorts de cargo, así que
entendió que no iban a un lugar demasiado elegante. No le importaba. Se sentía
bonita con ese vestido, y el ardor en la mirada de él cuando la miró hizo que cada
segundo que pasó arreglándose valiera la pena.
La metió entre sus brazos y la besó hasta que temió que su cabello se erizara
por la energía sexual que irradiaban, y luego entrelazó sus dedos con los de ella.
—¿Lista para irnos?
Él había traído la camioneta, y cuando le abrió la puerta, no estaba segura de
cómo iba a treparse en ella manteniendo su modestia. Cuando él se volvió y la tomó
de la cintura para subirla al asiento, ella se reclinó para darle un pequeño beso de
agradecimiento.
Pero, con su cuerpo metido entre las piernas de ella, Mitch no se contentó
con un rápido beso. Deslizó sus manos debajo del vestido y sobre sus muslos
mientras su boca capturaba la de ella y se negaba a soltarla. Con sus tobillos
enganchados alrededor de la cintura de él, lo tenía un poco muy bajo, pero si él
simplemente se subiera a los estribos, podría….
Una puerta de auto se cerró y Paige volvió a la realidad. Estaban en el
estacionamiento del restaurante, aunque, gracias al cielo, él había estacionado con
la puerta del acompañante mirando a su caravana. Ella lo empujó con una risa, y
luego metió las piernas en la camioneta.
—No puedes culparme por tratar —dijo él antes de cerrar la puerta.
Charlaron mientras él conducía con la mano izquierda, su mano derecha
ocupada sosteniendo la de ella entre los asientos. Ed Grandmaison ya le había
enviado un correo a través del sitio web de la posada diciéndole que había estado
en contacto con el club de motos todo terreno y probablemente estuviera dispuesto
a considerar permitirles cortar camino por sus tierras.
Mitch hizo una pausa mientras le contaba para sacudir la cabeza.
—Dejó muy en claro que lo hacía por el bien de ambos poblados, no porque
sintiera algún cariño hacia los Kowalski o la posada.
—Mientras esté dispuesto a hacerlo, no importa el motivo. Y Carl y yo
hablamos de lo que podría significar para nuestro negocio en el verano. Más clientes
los fines de semana, seguramente.
—Al menos no tienes alfombra. Esos clientes de fines de semana estarán
cubiertos de polvo si está seco o barro si está húmedo.
—Estamos pensando en ofrecer bolsas marrones de almuerzo. Sándwiches ya
hechos, una bolsa de frituras y una gaseosa para llevar. Pueden comerlo en sus
máquinas o caminar hasta el parque o llevárselos si quieren.
Le apretó la mano.
—Me parece una idea genial. Espero que salga bien, por el bien de todos.
Paige contuvo la nube de mariposas que sus palabras le generó,
recordándose que esa sensación de unicidad era temporal. Serían ella y Josh y
algunos pocos más quienes trabajarían con el club de motos y los Grandmaison, y
se reunirían en el pueblo para organizar todo y repartirse trabajos. Mitch se habría
ido antes de que el resultado de su trabajo necesitara cuidado.
Cuando puso la intermitente para meterse en un local de comida rápida, ella
alzó una ceja y él lanzó una carcajada.
—Confía en mí.
No era exactamente lo que se imaginaba, pero le siguió la corriente. Y cuando
condujo a un parque y llevó sus bolsas de papel en una mano mientras la guiaba a
un quiosco a orillas de un pequeño lago, estuvo feliz de haberlo hecho.
—Es precioso —dijo, viendo un velero deslizarse sobre el reflejo del sol en el
agua.
—Iba a llevarte a ese lugar junto al río donde fue nuestro primer beso, pero
temía que no podríamos parar después de los besos esta vez, y no quiero que la
comida se ponga fea, después de que llevó unos cuarenta segundos cocinarla. Aquí
hay suficientes personas pasando por lo que tengo que comportarme.
Se las arregló para hacer eso, más o menos. Devoraron su comida con tanta
velocidad como fue cocinada y luego caminaron a la orilla, tomados de la mano. Un
padre estaba enseñándole a su hijo a usar un bote a control remoto y los observaron
unos minutos. La familia que estaba arrojándose un disco jugando a mantener al
perro ocupado los hizo reír. Una pareja robándose un beso detrás de un gran roble
le sacó una sonrisa a Paige.
Tratándose de citas, esta era casi perfecta. Tranquila y dulce, con un aire de
anticipación que sacaba chispas cada vez que él le quitaba un mechón de los
hombros o apoyaba su mano en su cintura.
Mientras el sol bajaba, la guio a un banquito cerca del quiosco donde habían
comido y le indicó que se sentara.
—Sólo un ratito más. Prometo que te llevaré a la cama temprano para que no
tengas que arrojar tu reloj por el cuarto en la mañana.
Ella tenía la cabeza apoyada en su hombro, con un brazo rodeándola, cuando
los primeros fuegos artificiales explotaron en el cielo apenas oscuro. Paige jadeó y
reclinó la cabeza para mirarlo.
—¿Sabías que eso iba a suceder?
—Por supuesto que sí. —Sonrió—. Bueno, sabía que iba a pasar. No estaba
tan seguro que pudiéramos verlos. El poblado del otro lado del lago tiene un
pequeño espectáculo cada noche, una cosa de turistas supongo, y creí que
podríamos verlo desde aquí, pero no estaba seguro.
Otra explosión, esta vez más fuerte, y luego otra que hizo que Paige sonriera
como una niñita. Amaba los fuegos artificiales, siempre lo había hecho, aunque esta
era la primera vez que los veía en los brazos de un dulce y sexy hombre.
Y era la primera vez que la besaban hasta quitarle el aliento mientras el gran
final explotaba e iluminaba todo sobre ellos.

Mitch había hecho un pacto con Paige y ahora lo estaba matando, pero no
podía retractarse. Ella estaba atrasada en el trabajo y él siempre tenía cosas para
hacer, por lo que habían tomado la gran mesa al fondo del restaurante cuando su
turno acabó. Trabajarían dos horas y después ella sería suya.
Lo que no sabía cuando accedió a eso era que ella chupaba su lapicera
mientras pensaba. Y estaba pensando mucho, por lo que estaba chupando mucho.
¿Cómo diablos se suponía que leyera reportes cuando ella seguía deslizando la
lapicera entre sus labios de esa forma?
Cuando le dio una suave patadita, ella levantó la mirada de sus papeles. Debió
haberle leído la mente, porque le frunció el ceño.
—¿Mitch, en serio? Han pasado apenas veinte minutos.
Maldición. Antenoche había tenido el placer de quitarle el vestido rojo, pero
anoche, entre las llamadas de Ryan por la estancia y Scott sobre el trabajo y un
inspector de Chicago, parecía que su teléfono no paró nunca. Para cuando había
terminado, había sido demasiado tarde para ir con Paige. Sabía que ya demasiado
la mantenía en vela.
Por lo tanto el resultado era que la deseaba mucho y no podía concentrarse
en el trabajo. Aunque ella no parecía compartir ese inconveniente, mientras seguía
chupando la maldita lapicera y ocasionalmente la usaba para tomar notas en lo que
estaba leyendo.
Cuando Ava pasó para llenarles las tazas de café, Paige levantó la mirada.
—¿Puedes pedirle a Gavin que venga si tiene un momento?
—Claro.
El chico no perdió el tiempo, apareciendo antes de que Paige hubiera
terminado de ponerle crema y azúcar al café. Verlo hizo que Mitch se sintiera un
poco viejo. Podía recordar cuando Gavin era lo suficientemente pequeño para que
su papá tuviera que pararlo en un banquito así podía pedir su helado. Preparó su
café mientras el chico hablaba con la jefa.
—¿Cómo puede ser que tanta gente de Maine odie los mariscos? —preguntó
Gavin.
—No creo que fueran los escalopes —dijo Paige—. Creo que fue el queso. Y
esa cacerola que quieres preparar con vino… no estoy segura de eso. ¿Hay alguna
forma de que pudieras sustituir el pollo primero y ver cómo reaccionan ante la
comida con vino antes de que hagamos otros cambios?
A juzgar por el suspiro dramático, Mitch tenía la sensación de que el chico se
sentía como un artista a quien le habían pedido que pintara una obra maestra con
un set de pinturas de preescolar.
—Supongo. ¿Puedo volver a tratar con la sopa de melón fría de nuevo? Es
perfecta para este clima, si tan sólo le dieran una oportunidad.
Fue el turno de Paige de suspirar.
—Sí, pero pensemos otra palabra para sopa. La gente espera que la sopa sea
caliente, por lo que no estarán inclinados a confiar en ese nombre.
Gavin se alejó murmurando por lo bajo, pero Paige solo sonrió y sacudió la
cabeza.
—Él cree que es rudo ahora. Espera a que se mude a la ciudad y sea un peón
más. Cuando sólo se le pida que cocine lo que tiene permitido cocinar, pensará en
este trabajo con más cariño.
—Me crucé con su padre el otro día. Me dijo que Gavin ama trabajar aquí y
que está ganando mucha confianza, además de darle experiencia real para llevarse
a la escuela de cocina.
—Lo extrañaré cuando se vaya. Y la pizarra de especiales perderá su encanto.
Lo que sea que Paige hizo después de eso, requirió más escritura y menos
pensamiento, por lo que Mitch pudo finalmente enfocarse en la computadora frente
a él. Su pierna estaba apoyada contra la de ella bajo la mesa y de tanto en tanto ella
le acariciaba la pierna con su tobillo, lo que lo hacía sonreír. No eran malas
condiciones para trabajar, realmente.
Si ella tuviera una casa más grande, él podría imaginárselos de este modo:
quizá en la mesa de la comida o la mesita del café. Los dos trabajando juntos, hasta
que fuera la hora de acurrucarse en el sofá para ver televisión, porque él habría
insistido en que consiguieran uno, y luego se acurrucarían en la cama. Era una
imagen acogedora y le preocupaba que su mente no retrocediera instintivamente
ante la imagen de la dicha doméstica. Él no hacía dicha doméstica.
Pasados la hora y cuarenta y cinco minutos, su celular sonó y prácticamente
saltó con en su esfuerzo de impulsar los pensamientos de él y Paige y una casa fuera
de su cabeza.
—¿Hola?
—Tu hermano es un idiota. —Era Rose y no sonaba feliz.
—Necesitas ser más específica.
—Josh se cayó saliendo de la bañera y suena como si estuviera atascado, si
es que no está herido. Tampoco puede abrir la puerta para dejarme entrar.
—¿No puede ayudarlo Andy?
—Se fue a pescar con Drew. Imagino que las cosas no están yendo tan bien
con Mallory y ellos necesitaban algún tiempo de padre e hijo.
Mitch cerró los ojos y se frotó el puente de la nariz.
—¿Crees que está herido?
—Está maldiciendo hasta por los codos, así que diría que está herido o
enojado como el infierno. Pero dice que está bien, así que probablemente no es tan
malo.
—Estaré allí en pocos minutos.
La preocupación de Paige estaba escrita por toda su cara.
—¿Quién se ha hecho daño?
—Josh se cayó y no permite que Rosie se encargue de él. Voy a tener que ir y
dejarte.
—La anticipación hace que sea aún más dulce.
—A menos que mis bolas exploten, en el entretiempo —murmuró antes de
recordar que estaban en un lugar muy público.
Miró a su alrededor, pero ni el hecho evidente de que estaban trabajando o
la interferencia de Ava había mantenido a los clientes en el otro extremo del
restaurante.
Después de recoger sus cosas, se inclinó y la besó.
—¿En tu casa mañana?
—Voy a hacer la cena.
La besó de nuevo, luego se fue a su camioneta e hizo el viaje de regreso a la
posada en menos minutos de lo que era legal. No había nadie alrededor, así que se
fue por las escaleras, suponiendo que Josh estaba todavía en el piso del baño.
Rose nunca se había visto tan contenta de verlo como lo hizo en ese
momento.
—No me dice lo que está pasando.
—Ve a encontrar un clavo o algo más largo y delgado con la que pueda hacer
saltar esta cerradura de botón. —Cuando ella se fue, él golpeó la puerta—. Josh,
¿qué demonios está pasando ahí?
—Déjame solo.
—Tan pronto como Rosie vuelva, voy a romper la cerradura.
Una corriente de malas palabras que habría hecho a un marinero orgulloso
fue la única respuesta, por lo que Mitch esperó hasta que Rose rápidamente regresó
con una aguja de tejer.
—Creo que esto es lo suficientemente pequeño como para hacerlo.
—Gracias. Baja las escaleras y te haré saber cuándo no haya moros en la costa.
Parecía como si ella quisiera discutir, pero Mitch se mantuvo firme. Había una
buena posibilidad de que la peor lesión de Josh fuera a su orgullo, pero al menos
los hermanos no tenían mucha dignidad entre sí en primer lugar. Después de otra
corriente de maldiciones del baño, ella le dio a Mitch una mirada penetrante y se
alejó.
Sólo le tomó unos segundos para desbloquear la cerradura y abrió la puerta
lentamente, por si acaso Josh estaba tirado enfrente de ella.
Él estaba tumbado, sí, pero no delante de la puerta. Estaba desnudo, mojado
y se las había ingeniado para apartar el yeso detrás de la base del viejo lavabo de
pedestal mientras había caído. Una rápida inspección le dijo a Mitch que estaba más
enojado que herido.
Tardó unos minutos, intentando desde unos ángulos diferentes, pero Mitch
finalmente logró destrabarlo. Tuvo que ponerse de pie en la bañera y agacharse para
agarrar a Josh debajo de los brazos para que pudiera deslizarlo hacia atrás mientras
él se sentaba.
Cuando Josh estuvo finalmente liberado del lavabo, Mitch le arrojó una toalla
y se sentó en el borde de la bañera para recuperar el aliento. Josh colgó la toalla
sobre su regazo y apoyó la cabeza contra la pared para hacer lo mismo.
—¿Estás herido después de todo?
—Un poco raspado, sobre todo mi espalda. —Lo que apestaba, porque Mitch
sabía que su espalda ya estaba torcida un poco de las muletas—. Probablemente me
sienta como si me hubiera golpeado por un camión en la mañana, pero no hay daños
en el yeso o en la pierna y me las arreglé para no golpear mi cabeza en la bañera en
el camino.
—Vivirás, entonces. Quizá nunca hayas caído tan bajo, pero vivirás.
—Eres un idiota.
—Estaría en la cama de Paige en este momento si hubieras aprendido a
secarte los pies antes de pisar el azulejo.
—Ella me puede agradecer más tarde.
—Ahora ¿quién es el idiota? —Se puso de pie y tiró de Josh para ponerlo de
pie.
Una vez que Mitch estaba seguro de que su hermano no iba a caer y podría
manejar lo de secarse y vestirse sin su ayuda, bajó las escaleras y no se sorprendió
al encontrar a Rose de pie al final, con los brazos cruzados.
—¿Bien?
—Él está bien. Resbaló y dejó su yeso atrapado detrás del lavabo. Lo molestó
a más no poder y probablemente se golpeó la espalda, pero va a estar bien.
—No quiero a ninguno de los dos saliendo esta noche, así que supongo que
voy a hacer la cena.
Mitch pensó en Paige. Podría estar de vuelta en la ciudad en muy poco tiempo
y podría seguir donde lo habían dejado. Aunque tal vez un poco de distancia no era
algo malo, ya que había soñado con ellos jugando a la casita.
Y sabía cuando una mamá gallina como Rose necesitaba cacarear sobre sus
polluelos, aunque sólo fuera para hacerla sentirse mejor.
—Eres la mejor, Rosie —dijo, besándole la parte de arriba de la cabeza—. No
importa lo que los demás puedan decir.

Incluso con otras cosas en que pensar, como citas románticas y besos bajo
fuegos artificiales, Paige volvía a la reacción de Mitch sobre ella apareciendo en la
posada.
Se estaba volviendo muy buena en leer sus expresiones, y la expresión que
tuvo cuando salió de su auto no era de felicidad al verla. Era preguntándose qué
demonios estaba haciendo allí. Luego actuaba tanto frío como caliente, que se sentía
como si estuviera pasando por la menopausia.
Por un lado, él se había comprometido a una cita real. Por otro, ella había
visto su vacilación cuando le dijo que nunca había ido en moto de nieve. Era la
oportunidad con la que la mayoría de la gente se habría ofrecido para llevarla a dar
un paseo, pero eso habría implicado que, después de que se fuera, él no podría
llamar o enviar mensajes, pero regresaría y la vería de nuevo.
Y eso es lo que tenía que tener en cuenta, que cuando dijo que no habría
vuelta atrás, lo decía en serio. Y desde que se dijo a sí misma que no tenía ningún
problema con eso, fue a la Tienda General de Whitford para recoger algunas cosas.
Estaba decidida a cocinar algo para la cena en lugar de recalentar lo que llevara del
restaurante.
Fran se abalanzó sobre ella antes de que la campana incluso hubiera dejado
de tintinear sobre su cabeza.
—¿Ya te llamó Hailey?
—No he oído de ella. ¿Por qué?
—Todos estamos por dirigirnos a la casa de Mallory en un rato. Está dejando
a Drew, y después de un proceso tan dilatado para llegar a este punto, quiere que
sea rápido. Vamos a tener una fiesta de embalaje, aunque supongo que fiesta es una
mala palabra para ello.
Pero Mitch iba a venir y ella había tomado la decisión de hacerle la cena.
—Lamento escuchar eso.
—Todos lo hacemos, cariño. Pero cuanto antes hagamos sus maletas y la
tengamos fuera de la casa, más pronto ambos podrán comenzar a sanar.
No quería pasar la noche separada de él y en medio de pilas y luego ponerlas
en cajas. Le había dicho a Mitch que le haría la cena.
Pero ya no vivía su vida alrededor de los hombres, se recordó. Él era un lujo
temporal, pero sus amigas la necesitaban y no iba a darle la espalda a una porque
Mitch Kowalski estaba dispuesto a dedicarle tiempo esta noche.
—Voy a estar allí —le dijo a Fran—. Solo dime cuándo.
Tres horas más tarde, la casa Miller estaba llena de cajas y mujeres y vasos de
plástico rojos que llevan las infames margaritas de Rose. Mallory, pálida y silenciosa,
se movió a través del caos, señalando las cosas que debían ser embaladas y
mostrándoles lo que podía quedarse, que era la mayoría.
—Mi nuevo apartamento es muy pequeño, así que no puedo llevar mucho —
dijo—. Además, creo que voy a empezar de nuevo.
El corazón de Paige se rompió al ver a Mal sacar su taza de café preferida del
estante, dejando la de Drew, y sacando sus libros del estante en la sala de estar. Tal
vez por eso, cuando Rose entró en el cuarto de baño y Paige estaba pasando, le
entregó la bebida y la tomó.
—Sólo esta —advirtió—. Tengo que levantarme a las cuatro y media.
Rosie asintió.
—Sin embargo, uno podría ayudar a calmarte. Ya sea por un divorcio o porque
tu esposo falleció, empacar la vida que creías que tenías pero que no perduró, para
comenzar una nueva, es algo triste.
—Realmente esperaba que se arreglaran.
—Todos lo esperábamos, pero no me sorprende realmente. Dos personas que
quieren diferentes cosas de la vida en el nivel más fundamental no tienen mucha
oportunidad, especialmente si uno de ellos no ha sido honesto sobre ello. Me
sorprende que duraran tanto tiempo, realmente.
Paige tomó un sorbo de la potente bebida y colocó el vaso en el borde del
lavabo así podría continuar clasificando artículos del tocador de Mallory de Drew.
—Hay algunas metas y sueños que no se pueden posponer, supongo. Uno
grande es los niños. Los quieras o no.
—Exactamente. Puede ceder dónde vivirán o si una esposa viajará o no con
su esposo y todo eso, pero cómo te sientes acerca de la familia es importante.
Tal vez fue el primer sorbo de licor, pero Paige tenía la sospecha de que Rosie
ya no estaba hablando de los Millers.
—Pero para algunas personas, dónde y cómo viven es tan importante como
es tener o no hijos.
—Puede ser. O tal vez el hombre llena el hueco que la mujer pensó que estaba
llenando con el trabajo o amigos o una comunidad.
Paige mantuvo su mirada en el cajón del que estaba tomando frascos de
esmalte de uñas, queriendo asegurarse que daría una respuesta seria a Rosie, a quien
adoraba y no quería ofender. Tal vez era una cosa generacional o simplemente la
manera de pensar de la anciana, pero ese era el tipo de actitud que hacía rechinar
los dientes de Paige.
Que un hombre lo haría todo mejor.
—Quizá —dijo en voz baja—, la mujer no tiene un agujero que llenar. Quizá
está en un buen lugar y va a esperar a un hombre que está dispuesto a compartirlo
con ella.
—Algunos hombres necesitan un poco más de espacio para correr.
—Bueno, ese no sería el hombre adecuado para mí —dijo Paige, siguiendo
con una risa casual, como si sólo estuvieran hablando hipotéticamente.
Rosie suspiró.
—Quizá no. Mejor regreso a la cocina y guardo la licuadora. Hay una línea
muy fina entre calmar y un grupo de mujeres borrachas empujando basura aleatoria
en las cajas.
Paige tomó otro sorbo de la margarita, y luego hizo una mueca en el espejo.
No era una gran fan de la bebida y, maldita sea, se había olvidado de llamar a Mitch.
Capítulo 16
Traducido por âmenoire y Lorenaa

Duchado, afeitado y guardando un nuevo lote de condones en su cartera,


Mitch silbó mientras salía de su habitación y bajaba las escaleras. No tenía idea de
dónde estaba nadie y no le importaba. Todo lo que importaba era saber dónde
estaba a punto de estar y eso era con Paige.
Un golpe en la puerta de la cocina lo tomó por sorpresa, ya que no había oído
a un vehículo estacionarse. Y el invitado al azar que ocasionalmente buscaba un
lugar para dormir por una noche iría por la puerta principal.
Para el momento en que Mitch llegó a la cocina, Drew ya estaba entrando. Y
decir que el hombre lucía como el infierno recalentado sería ponerlo amablemente.
Solo dos cosas hacían que un hombre luciera así y Drew no estaba enfermo, así que
Mitch supo que no estaría utilizando esos condones después de todo.
Drew hizo contacto visual por un segundo y Mitch pudo ver la humedad
amenazando con reunirse antes que bajara la mirada hacia el suelo.
—Está empacando en este momento.
—Mierda. Lo siento, hombre. —Fue hacia el refrigerador y sacó un par de latas
de cerveza, una de las cuales entregó a Drew—. Realmente esperaba que lo
resolvieran.
—Tal vez podríamos haberlo hecho si alguna vez hubiera hablado de ello. Mi
problema es la mentira. Diez años de ello. Pero ella piensa que el problema es que
me preocupó más por los niños que no existen que por ella.
—¿Conducirás esta noche?
—Tenía la esperanza que me prestarías una habitación. No quiero sentarme
alrededor y ver cómo Mal me deja.
Sosteniendo su cerveza abierta en una mano, Mitch se estiró de nuevo hacia
la nevera con la otra y cogió un paquete lleno de seis.
—Vamos a sentarnos en el porche trasero y acabarnos estas.
Drew tomó la cerveza.
—Suena como un plan.
—Adelante. Tengo que hacer una llamada rápida, luego estaré afuera.
—Dile a Paige que dije hola.
—Oye, podría ser el trabajo.
—Claro que lo es —dijo Drew por encima de su hombro camino a la salida.
Paige respondió al segundo timbre.
—Estaba a punto de llamarte.
—Déjame adivinar. Ayudarás a Mallory a empacar.
—¿Y supongo que estás ayudando a Drew a emborracharse?
—Algo así. Se quedará aquí esta noche y beberé mucho más lento que él, así
que no te preocupes porque aparezca y haga una escena.
Ella suspiró.
—Esto es una mierda.
Lo era. Y era una prueba, como si necesitara alguna, que el amor no triunfaba
entre dos personas queriendo cosas diferentes en la vida.
—Si hay bebida involucrada en la empacada, no conduzcas. Llama si lo
necesitas y Rosie irá por ti.
—Umm… Rosie está aquí. Está haciendo las margaritas.
Mitch se acercó a la ventana y, por supuesto, el auto de Rosie no estaba.
—Se está volviendo escurridiza en su edad avanzada.
—No le diré que dijiste eso. De todos modos, Fran no toma, así que ella
conducirá si necesitamos hacerlo. Y sólo tomaré una de todos modos. Beba o no
beba, mi alarma sonará a las cuatro y media mañana por la mañana.
La hizo prometer llamar si había algún problema en casa de Mallory y luego
terminó la llamada antes de poder preguntarle qué haría mañana en la noche. Había
estado jugando fuera de su plan últimamente, un componente clave era no dejar
que una mujer se acostumbrara demasiado a que él estuviera alrededor, pero el
sufrimiento en el rostro de su amigo había sido un fuerte recordatorio de la caótica
parte emocional con la que no quería nada que ver.
Drew estaba tomándose lo último de su primera cerveza cuando Mitch se unió
a él en el porche e hizo una nota mental para buscar algo de comida dentro de un
rato. Unas cuantas cervezas era una cosa, pero ponerse enfermamente borracho no
iba a ayudar a que el chico se sintiera mejor.
—Sigo preguntándome si me hubiera casado con ella si hubiera sabido desde
el principio que no quería hijos.
No había vuelta atrás en el tiempo y lo que pasaría no ayudarían en nada,
pero Mitch abrió una cerveza y se acomodó para escuchar.
—Creo que lo habría hecho. Probablemente habría asumido que cambiaría
de opinión después de que hubiéramos estado casados por un tiempo. Y cuando
nos casamos, no era como que tener un bebé fuera lo primero en mi lista de cosas
por hacer, de todos modos. Hay una buena probabilidad de que hubiéramos
terminado en el mismo lugar que estamos ahora, solo hubiéramos tomado un
camino diferente para llegar hasta aquí.
—¿Eso habría sido más fácil o más difícil, qué crees?
Drew consideró la pregunta y luego se encogió de hombros.
—No lo sé. Creo que estar enojado porque me mintió durante diez años es
mantener algunas de los heridos a raya. Supongo que habría mucho más dolor y
tristeza si hubiera sido al revés.
Tal vez Drew no podía sentirlo todavía, pero Mitch podía ver que el chico tenía
más que su parte de dolor y tristeza.
—Pensé que tenías todo. Respetado jefe de la policía, bella esposa. Pensé que
tendría un correo electrónico de tendremos un bebé en cualquier momento.
—Tú lo tienes todo —dijo Drew, utilizando una nueva lata de cerveza para
señalarlo—. Tu propio negocio, un montón de dinero y no tiene que dar una mierda
por lo que las mujeres quieren en la vida. Solo les das lo que quieren en la cama y
pasas la página jodidamente antes que se vuelva complicado.
Puede que sea la forma en que vivía su vida, cierto, pero la forma en que Drew
la resumió le hizo retorcerse un poco.
—Mira a Paige y tú —continuó Drew y Mitch estaba bastante seguro que no
quería que lo hiciera—. Eres un gran hombre de mundo y ella es una chica de pueblo,
pero ninguno de los dos está fingiendo que desean la misma mierda en la vida. Solo
follarán y seguirán adelante. Eso es lo que debería haber hecho con Mal. Follarla e
irme.
—No, no deberías. Amabas a Mal.
—Todavía la amo. —Lanzó la lata y la cerveza explotó sobre todo el barandal
recién pintado—. Maldita sea, todavía la amo.
—Sé que lo haces.
—No quiero hacerlo.
No había un interruptor mágico de apagado, aunque, por lo que Mitch sabía
que la única cosa con Drew sería seguir adelante. Eso es lo que había hecho después
que su relación con Pam terminara y pensara que había sido molesto. Pero mirando
ahora a su mejor amigo, tenía que admitir que había tenido mucha más rabia y
mucho menos dolor cuando se fueron por caminos separados.
—El amor apesta —declaró Drew, abriendo una nueva cerveza.
—Beberé por eso. —No que estuviera seguro de tener un montón de
experiencia con el amor, pero seguro que tenía una tendencia para hacer infeliz a la
gente.
Pero Mitch no odiaba el amor, o incluso ligeramente lo disgustaba. Sólo que
no estaba preparado para ello. Demoliciones Northern Star era su amante y ya había
aprendido por las malas que no dejaba lugar para una esposa. Tal vez algún día
podría dar un paso atrás en la empresa, algún día tendría mucho tiempo libre y,
mientras tanto, no tenía sentido prometerle a una mujer que ella sería su todo.
Imágenes de Paige pasaron por su mente, en el restaurante que había
devuelto a la vida por sí misma y en la pequeña caravana que había hecho su casa.
Como Mitch, sabía lo que quería en la vida y había cavado para conseguirlo.
Bebió un poco de cerveza y se quedó viendo la luz que se desvanecía. Era una
buena cosa que ambos ya sabían que estaban en dos caminos diferentes en la vida
y solo estaban disfrutando juntos de un descanso rápido. O al menos eso se decía a
sí mismo.
Tal vez si se tomaba otra cerveza, podía convencerse que todavía creía eso.

La esposa de su jefe de policía mudándose repentinamente de su casa


cuando el pueblo pensaba que se reconciliarían fue, como era de esperarse, el tema
candente en el restaurante a la mañana siguiente. Paige trató de mantener la cabeza
hacia abajo y la boca cerrada, pero su auto había sido visto en la entrada de los
Miller.
—¿Cómo está Mallory? —Fue el saludo del día y Paige lo reconoció por lo
que era. Probablemente veinte por ciento genuina preocupación y el ochenta por
ciento táctica de conversación, con la intención de abrir la puerta para derramar todo
lo que supiera acerca de la pobre mujer. Mientras que, como propietaria de un lugar
de reunión en la ciudad, probablemente se esperaba que los alimentara con el
chisme junto con hamburguesas y papas fritas, Mal era una amiga y Paige se
desviaba de alimentar el flujo de rumores.
Se había ido un poco antes de las diez la noche anterior, para el momento en
que el verdadero embalaje dio paso a los cambios de humor con el alcohol como
combustible. Lágrimas, luego desvaríos acerca de cómo todos los hombres apestan,
luego más lágrimas. Paige había hecho su escape y caído directamente en la cama,
agotada por la tensión emocional de la noche.
Cuando pasó a través de la puerta giratoria en la cocina con una bandeja llena
de platos sucios, Carl señaló con el pulgar por encima del hombro.
—Dejé un descarriado en la puerta de atrás.
Dejó la bandeja en la plataforma para lavar platos y salió a la zona de atrás.
Allí, sentado en la pequeña mesa que nadie nunca usaba, estaba un Mitch con
aspecto bastante demacrado.
Él la miró, haciendo una mueca contra las luces fluorescentes.
—Pagaré extra por mi desayuno y los seis litros de café que voy a beber si me
puedo sentar aquí atrás.
—Así de mal, ¿eh?
—No está bien.
Simpatía tiró de su corazón. Él había sufrido la misma tensión emocional que
ella había tenido la noche anterior, pero debió haber sido mucho peor. No sólo había
estado en un uno-a-uno con Drew, sino que era su mejor amigo.
—Traeré toda una jarra de café para ti, y jugo de naranja. ¿Qué quieres para
comer?
—Cuatro de todo.
—¿Estás seguro que estás bien para todo eso?
Él asintió, y luego hizo una mueca por el movimiento. Sacudiendo la cabeza,
le dio a Carl su pedido de cuatro panqueques, cuatro huevos revueltos, cuatro
rebanadas de pan, cuatro de cada una de las tiras de tocino y salchichas. Era su
estómago.
Después de traerle a Mitch su jarra de café, Paige volvió a la parte delantera
para preparar algo más y ver cómo iba con los clientes. Katie Davis había tomado un
asiento del mostrador, sin verse mucho mejor que Mitch.
—¿Por qué me dejaste beber tanto anoche? —Fueron las primeras palabras
que salieron de su boca.
—Apenas te vi beber. Debiste ponerte en ello después de que me fuera.
—Quizás, todo se vuelve un poco borroso justo después de medianoche. —
Ojeó el menú que no necesitaba leer, y Paige tenía la impresión de que ni siquiera
estaba mirando las palabras—. Recuerdo sin embargo a alguien preguntándole
directamente a mamá porque no le gustaba Andy Miller, sin embargo.
Paige realmente necesitaba hacer una ronda con la cafetera, pero fingió no
ver las precarias tazas al borde de las mesas.
—¿Qué dijo ella?
—Dijo que apenas lo recordaba y cambio de tema, como si no la hubiese visto
hacer eso antes. —Katie frunció el ceño hacia el menú—. Se le pusieron los ojos
tristes cuando surge eso, no es que lo haga mucho, pero cuando lo hace a ella le
molesta.
—¿Alguna vez le has preguntado?
—No en mucho tiempo. Probablemente no desde que tengo edad para
mantener una conversación adulta.
—Si te molesta, si crees que es importante, quizás deberías preguntarle otra
vez.
Katie volvió a dejar el menú en el sitio y la miró.
—¿Qué si ella engañó a mi padre? ¿Y si engañó a mi padre con su mejor
amigo?
Había una razón por la que Katie dirigiera la barbería en Whitford, y no era
ninguna gran pasión que sintiese por la espuma caliente y las cortadoras eléctricas.
Había sido el negocio de su padre, y Paige sabía que ella prefería estar allí antes de
verlo cerrado. Habían estado muy unido y podía ver por qué Katie quizás tenía miedo
de la respuesta de Rose.
—Creo que deberías preguntarle a ella —dijo—. Incluso aunque sea una mala
respuesta como la que estás diciendo, hablarlo juntas será mejor que hacer
conjeturas por tu cuenta.
Katie asintió y Paige aprovechó la pausa de la conversación para rellenar las
tazas de todo el mundo. La comida empezó a aparecer en la ventana y los clientes
iban y venían, así que pasó un rato antes de que pudiese escaparse para ir a ver a
Mitch.
Parecía mejor con la pila de platos vacía frente a él y la jarra de café a medias.
—Gracias Paige. Drew, el pobre diablo se ha tenido que ir a trabajar y yo iba
a volver a la cama, pero están martilleando y aspirando y estoy bastante seguro que
me voy a morir durante un rato.
—¿Drew está bien?
—No realmente, pero creo que pasara un tiempo antes de que vuelva a
intentar ahogar sus penas en el alcohol.
Paige recordó a Mitch diciéndole que había estado bebiendo mucho más
despacio que Drew y se preguntaba si tendría algunas penas que ahogar por su
cuenta también.
—Tuve la sensación de que Mal tampoco estaba en muy buena forma hoy, si
la condición de Katie era similar. Pero alguien me dijo que Fran tenía a Butch
cargando sus cajas esta mañana, así que supongo que aún se va a ir hoy.
—Eso apesta. —Mitch se levantó y se estiró con cautela, como si temiera
moverse demasiado—Supongo que debería dirigirme hacia allí y ver qué cosas
alegres están en la lista para hacer hoy. Si soy afortunado puedo quitar el polvo o
algo así, pero conociendo a mi demente familia, Josh me tendrá con la motosierra o
algo así. ¿Vas a estar en casa más tarde?
—Supongo —dijo, de una manera deliberadamente evasiva.
—Quizás me pase.
—Te veré entonces.
Carl gritó su nombre, entonces Mitch le guiñó un ojo y salió por la puerta de
atrás, y ella volvió al trabajo. Pero mientras entregaba panqueques y limpiaba las
mesas, añadía “cambiar las sábanas” y “depilarse las piernas” a su lista de quehaceres
de hoy. Con suerte, él recuperaría algo de sus fuerzas a lo largo del día de hoy,
porque las iba a necesitar.

Mitch se estiró sobre el sofá de Paige, que era la única cosa de su tamaño en
la caravana, disfrutando de sentir a Paige acurrucada sobre él.
—Ves —dijo ella—. Si tuviera una televisión no estaríamos disfrutando de este
momento, estaríamos viendo imágenes moviéndose en una caja.
—Creo que lo dejaron de llamar así hace unos cincuenta años. Y todo lo que
dije fue que era una pena que no tuvieses una televisión porque realmente ahora
tengo tiempo para verla. Podría averiguar qué es de lo que habla el resto del país.
—La gente real es más interesante.
—Hablando de gente interesante. ¿Has hablado con tu madre hace poco?
Ella se echó a reír.
—Durante cinco minutos. Quería saber qué significaba que Corey hubiese
dejado que su llamada fuera al contestador dos veces en media hora. Él dice que
estaba haciendo largos en la piscina, pero ella está bastante segura de que él tenía
una calculadora en la mano y descubrió que ella es dos años mayor que él.
—¿A sí que ya está en la espiral de decaída?
—Yo les daría unos cinco minutos más o así. Este es un poco más corto que
la mayoría. Pretendiendo ser joven, moderna y descuidada un poco más de lo
normal, y la fachada se romperá pronto.
—Es una pena que tu madre no aprecie lo asombrosa que eres. —Él besó una
parte de su cabello, era un lugar le gustaba particularmente por alguna razón—. Ella
se lo pierde.
—¿Cómo están las cosas con tus hermanos y la posada?
—Mejor, realmente. Estaba preocupado por Josh, pero ahora que se enfadó
tanto como para derramar todas sus emociones, es más como él mismo otra vez.
—¿De verdad crees que vas a venderlo?
Todavía no estaba seguro. Y todavía no estaba seguro de cómo se sentía
sobre ello. Era capaz de entender el punto de vista lógico de Josh de no sentirse
aplastado por el apego emocional que tenía al viejo lugar.
—No lo sé. Quizás solo tener una elección sea suficiente para él. A lo mejor si
puede aguantar hasta que la gente de las motos a todo terreno nos descubra,
podíamos contratar a un encargado. No queremos que Rose esté sola allí. O
podíamos venderlo.
—¿Ninguno de ustedes quiere llevarlo?
—Tengo las manos llenas con mi propia compañía, al igual que Ryan. A Sean
nunca le gustó vivir en una posada con extraños yendo y viniendo, además Emma,
su mujer, tiene una empresa de diseño de paisajismo bastante exitosa.
—¿Qué pasa con tu hermana? ¿No podría su novio hacer su arte allí?
—No estoy seguro si Liz vendría a casa para quedarse. Lo dudo. Quizás alguna
vez espabile y deje a ese perdedor, pero no volvería a casa.
Paige le golpeó con su codo.
—Dios, me pregunto por qué.
—Somos sus hermanos, es nuestro trabajo que no nos guste el perdedor ese
que trabaja en casa así puede permitirse estar todo el día sin hacer nada y quedarse
mirando sus tres piezas de metal de mierda y decir que “está contemplando su arte”.
—Ha estado con él mucho tiempo. Debe gustarle.
—Supongo que lo ama. Pero nosotros no.
—Así que ellos no tienen muchas oportunidades de dirigir Northern Star,
entonces.
—Ella sí. ¿Ellos? Lo quemaría antes.
—Deberíamos hablar de algo más alegre.
—Si tuvieses televisión podríamos ver dibujos.
—Eres un chico gracioso.
Mitch deslizó las manos por su estómago. Luego las movió un poco más
abajo.
—¿Qué tal si vamos al dormitorio y buscamos cosas divertidas que hacer?
Ellos no tenían problemas en hacer eso. Paige era una amante increíblemente
divertida y él pensaba que nunca se cansaría de sentir su toque u observar su rostro
o escuchar sus gemidos.
Esta noches estaba más tierna de lo habitual, así que él se tomó su tiempo,
saboreando cada centímetro de su cuerpo antes de hacerle el amor lentamente.
Amaba la forma en la que decía su nombre, su cuerpo arqueándose bajo el suyo
mientras le pedía más.
Después, la mantuvo en la posición que el tamaño de la cama le obligaba,
pero no le importaba. Tumbado mayormente sobre su espalda con Paige a un lado.
Su cabeza descansaba sobre su hombro, y él recorría perezosamente con sus dedos
su costado.
Estaba cómodo y cansado, después de la noche anterior con Drew y le
gustaba la sensación de Paige pegada a él.
—Oye.
—¿Hmmm? —Ella estaba casi medio dormida.
—Estoy bastante abatido. ¿Te importa si me quedo esta noche?
Ella se hundió un poco más cerca de él.
—Quédate.
Al diablo con las reglas. Solo esta vez no cambiaría nada. Era tarde y había
tenido que luchar con una resaca durante toda la mañana. El hecho de que el cuerpo
de Paige se moldeara tan fácilmente contra el de él no tenía nada que ver.
Capítulo 17
Traducido por LizC y Gigi D

Katie sólo tenía tres o cuatro años cuando Rose había renunciado a la idea de
vestir a su hija con lazos rosa y zapatos de lujo. Jeans, camisetas y gorras de béisbol.
Había jugado béisbol con los chicos en el parque y la única vez que usó su horno
Easy-Bake alguna vez fue en un fallido intento de fundir algunos cubiertos que robó
de la cocina de modo que pudiera hacer BBs para su honda. Katie nació marimacha
y nunca lo había superado.
Incluso había asumido la barbería que había sido el orgullo y alegría de Earle,
trabajando duro para mantener los altos estándares que su padre había establecido.
Por eso, cuando Rose miró por la ventana y vio el antiguo Jeep de su hija avanzando
por el camino en medio de un miércoles, el miedo se apoderó de ella.
Algo tenía que estar mal.
Rose llegó al porche delantero al igual que su hija salía del Wrangler.
—Hola, cariño.
—Hola, mamá. Pensé en pasar a visitarte por unos minutos.
—¿Sólo así como así? —Algo estaba mal. Podía sentirlo, a pesar del tono
despreocupado de Katie.
—Así como así.
—¿Qué pasa con la tienda?
Katie se encogió de hombros.
—Puse el letrero de “Cerrado” con una nota que estaría de vuelta en una hora
o dos. Es un día lento y si alguien se acerca, lo superará o conducirá por lo menos
quince minutos en otra dirección para conseguir su corte de cabello.
Rose lideró el camino a la cocina, que era donde recibía a la mayor parte de
sus visitas. Una vez que estaba allí, intentó ofrecer a Katie algo de comer, pero no
podía soportar no saber lo que había llevado a la visita improvisada.
—Dime por qué estás aquí, cariño.
Katie retorció el anillo de llaves alrededor de su dedo y no se atrevió a mirarla
a los ojos.
—¿Por qué odias tanto a Andy Miller?
El cuerpo de Rose se puso rígido y su mente giró sin parar, tratando de
recordar las palabras que había usado en el pasado para apaciguar la curiosidad de
su hija.
—No lo odio. Simplemente no somos amigos, eso es todo.
—¿Por qué?
—A veces la gente simplemente no se hacen amigos, Katie. No es gran cosa.
—Solían ser amigos. Recuerdo que cuando era una niña, siempre estaba
alrededor. Lo llamaba tío Andy. Luego se detuvo. Y cada vez que preguntaba por él,
cambiabas el tema o me echabas.
—Fue hace mucho tiempo. ¿Quieres algo para comer? No he horneado nada,
pero…
—No has horneado nada porque no has hecho nada para los chicos desde
que contrataron a Andy. Ese es un montón de animosidad, mamá, y cuando hay esa
cantidad de animosidad entre una mujer y un hombre, por lo general implica sexo.
No quería hablar de esto con su hija. Ahora no. Nunca.
—Jamás he tenido relaciones sexuales con Andy Miller, te puedo decir eso.
—¿Entonces qué, mamá? ¿Qué pasó cuando era pequeña que te ha hecho
odiarlo por casi treinta años?
Rosie no iba a salir de esto esta vez. Katie no iba a distraerse con un aperitivo
o caer en un cambio de tema. Respiró hondo y cruzó las manos delante de sí.
—Andy y tu padre se fueron un fin de semana cuando tenías siete años, para
ir en trineo. Andy conoció a algunas mujeres en un bar y las convenció de volver a
sus habitaciones del motel y… tu padre me fue infiel.
Katie se dejó caer en una silla, con sus ojos marrones, del mismo tono que los
de Earle, abiertos por completo a la sombra del ala de su gorra.
—¿Estás segura? ¿Te dijo eso?
Lo último que Rosie quería hacer era decir algo hiriente sobre el padre de
Katie. Habían sido tan cercanos y Katie atesoraba la memoria de Earle.
—Lo hizo. Poco después de llegar a casa.
—Pero lo perdonaste. Quiero decir, te quedaste con él y parecían felices
juntos.
Rosie se sentó y se inclinó sobre la mesa para tomar la mano de su hija.
—Fuimos muy felices, cariño. Realmente lo éramos. Y, sí, lo perdoné. Fue difícil
al principio, pero tu padre era un buen hombre y se reprendió a sí mismo tanto por
eso, estaba bastante segura que nunca lo haría de nuevo. Por lo que sé, nunca lo
hizo. Sólo esa única vez que se fue con Andy.
—Culpas a Andy. —No era una pregunta.
—Sabía que tu padre nos amaba más que a nada, pero Andy aun así
prácticamente lo arrojó a la mujer. Fue toda una falta de respeto.
Su hija no dijo nada, sólo miró hacia abajo a sus manos entrelazadas. Rose se
quedó en silencio, dejando que Katie absorbiera la noticia. Tenía la edad suficiente
para haber superado la creencia de que sus padres eran cualquier cosa menos
humanos, pero cometer adulterio estaba muy lejos de mentir acerca de lo que le
había pasado a su primer perro.
—En realidad no es culpa de Andy. —La voz de Katie estaba cargada de
emoción—. Papá es el responsable de lo que hizo. Nadie más.
—Una de las cosas por la que el amor no es conocido, es por hacer a una
persona racional. Y tampoco el odio.
—No puedo creer que papá te engañó.
Rosie le apretó la mano.
—No dejes que eso cambie tu recuerdo de él, Katherine. No te atrevas. Pasé
por muchos dolores de cabeza para recomponer a nuestra familia una vez más de
modo que no salieras herida por lo que sucedió. Nos amábamos y te amábamos a
ti. Eso es todo lo que importa.
—Si en serio perdonaste a papá, no seguirías castigando a Andy.
Las palabras de su hija cortaron a través de Rose como un cuchillo caliente,
pero apenas tuvo tiempo para procesar lo que sentía por ellos antes de oír el golpe
revelador de unas muletas acercándose por el porche trasero.
Katie se enderezó en su asiento, sacando su mano del agarre de su madre,
cuando Josh entró por la puerta de la cocina, cerrándola de golpe detrás de él con
el extremo de una muleta.
—Hola, Katie. Supongo que ese pedazo de mierda en el camino de entrada
debe ser tuyo.
—Todavía tiene un menor número de kilómetros que tu última novia.
—Muérdeme. Oye, ¿viste el partido de anoche?
—Te dije que nuestro bullpen no es lo suficientemente fuerte como para
cerrar si nos vamos a tiempos extras.
—Pero pusimos una gran pelea.
Rosie puso los ojos en blanco ante el familiar ida y vuelta entre estos dos,
pero cuando Josh se apoyó en la nevera para buscar cualquier cosa que quisiera,
atrapó a Katie observándolo fijamente y su radar maternal pitó.
Aunque no fue un pitido fuerte. A Rosie no le encantaría nada más que Katie
se casara y formase una familia. El constante bombardeo de Mary sobre las imágenes
del nieto en New Hampshire no ayudaba de ninguna forma a su anhelo de nietos
propios. Y la idea de Josh siendo su yerno en lugar de sólo un hijo putativo casi le
hace llorar. Pero Josh siempre había tratado a Katie como a uno de los chicos y no
parecía inclinado a verla de otra manera.
Cuando empezó a arrastrar los ingredientes para los sándwiches de la nevera,
Katie se puso de pie.
—Debería volver. Sólo Dios sabe con qué desastre saldrá la gente en la ciudad
para explicar por qué la barbería está cerrada.
—¿Dónde está la mostaza?
Rose ignoró a Josh y rodeó la mesa para abrazar a su hija.
—Piensa en lo que te dije, mamá —susurró Katie entre su cabello.
—Lo haré. Y te quiero, cariño.
—Yo también te amo. Nos vemos, Josh.
—Nos vemos. Oye, Rosie, ¿escondiste la mostaza?
Una vez que Katie se fue, encontró la mostaza, que estaba escondida junto a
la salsa de tomate en la puerta, y luego, porque se sentía un poco blanda en este
momento, le hizo un par de sándwiches.
—Josh, ¿sabes de qué color son los ojos de Katie?
Como era de suponer, él pareció confundido por la pregunta. Josh entrecerró
los ojos y ella se dio cuenta que estaba tratando de hacer trampa al ver sus ojos.
—Uh, ¿marrón?
Ella negó con la cabeza y comenzó a poner las cosas de los sándwiches en la
nevera. Los ojos de Katie eran azules. No tan brillante como los ojos de los Kowalski,
pero de un azul muy pálido como los de su padre. Había bromeado con Earle más
de una vez sobre su hija siendo tan parecida a él que incluso se las había arreglado
para ir contra las probabilidades y obtener su gen recesivo.
Josh era probablemente una posibilidad perdida y Sean vivía lo
suficientemente lejos para mantener las visitas poco frecuentes, por lo tanto, al
parecer la mejor apuesta para que Rose tenga un nieto en sus brazos, aunque no
fuera técnicamente su nieto, podría ser Mitch. Ahora bien, si tan sólo pudiera
averiguar cuál de ellos estaba poniéndose manos a la obra.

Paige tarareaba felices canciones de amor mientras se movía a través de su


caravana, comprobando mentalmente las cosas de su lista de tareas pendientes.
Había estado tarareando todo el día, en realidad, lo que había molestado a Carl sin
fin, pero no podía evitarlo.
El despertar en brazos de Mitch había hecho que su día comenzara increíble
y nada había sido capaz de hacer mella en su buen humor. Ni siquiera las quejas de
Mitch cuando se dio cuenta que estaba despierto a las cuatro y media de la mañana.
Había aparecido para un desayuno rápido alrededor de las siete y luego la
besó en despedida en medio de la cafetería antes de volver a la posada. Ahora
suponía que tenía dos horas más o menos antes de que él volviera otra vez, y tenía
la intención de aprovecharlo en limpiar.
La alegre banda sonora romántica en su cabeza llegó a un alto cuando
comprobó el calendario para asegurarse de haber escrito “noche de cine” en él y se
dio cuenta de la fecha. A Josh le iban a retirar el yeso en seis días. Katie había
mencionado la fecha y Paige había escrito una nota para así recordar preguntar a
Mitch cómo fue.
Era en menos de una semana. Por supuesto, nada decía que Mitch iba a
montarse en su motocicleta y se iría de Whitford al segundo que el médico apague
la sierra, pero él no se quedaría mucho tiempo más. Las cosas habían cambiado entre
ellos, tal vez lo suficiente para que él considerara pedirle que lo acompañe.
Tal vez incluso lo suficiente para que ella considerara decir que sí.
Nada decía que tenía que vender la cafetería. Ava podría encargarse del día a
día junto con la ayuda de Carl y, gracias a las maravillas de la comunicación moderna,
Paige podía manejar la parte administrativa de las cosas desde la distancia. Y sería
una buena excusa para pasar un largo fin de semana en la posada una vez al mes o
menos.
En cuanto a la caravana no estaba muy segura. No podía venderla sin tener
que pasar por la molestia legal de repartir la tierra en la que estaba asentada junto
con la cafetería, asumiendo que la propiedad era aún lo suficientemente grande
como para ser subdividida en absoluto. Tal vez podía alquilarla. Para una sola
persona, por supuesto. Preferiblemente uno sin mascotas.
Estaba armando una lista mental de todas las cualidades admirables de tener
un inquilino, cuando sonó su celular, y el nombre en el identificador hizo que le diera
un vuelco el estómago. Era su madre y la palabra Donna que titilaba le cayó como
un balde de agua fría.
Su madre. La mujer que había dejado todo por seguir a un hombre más veces
de las que Paige podía contar. Justo como ella misma había estado a punto de hacer
recientemente.
Mitch había dejado en claro que no tenía ningún interés en alguna relación
después de su estadía en Whitford, pero allí estaba ella de todas formas, alejándose
mentalmente de su negocio y alquilando su hogar para poder seguirlo a Nueva York.
Lista para dejar todo por unos ojos azules y una sonrisa encantadora.
Cuando apareció el cartel de llamada perdida, Paige se dio cuenta que se
había quedado de pie, mirando la pantalla. Arrojó el teléfono sobre la mesa y se
frotó las manos sobre los vaqueros. Su madre podía esperar.
¿Qué demonios estaba haciendo?
Antes de cambiar de opinión, tomó el teléfono y marcó el número de Mitch,
suspirando de alivio cuando le atendió la máquina.
—Hola. Soy yo. Surgió algo y no podré estar esta noche, pero nos veremos
luego. —No había más que decir, por lo que colgó.
Luego, antes de que se le pasara el efecto, tomó todos los papeles y los metió
en una bolsa. Había una oficina diminuta en el café, y la usaría. El café y la orden de
productos y el debate constante entre polietileno y papel para refrigerar eran su
realidad, no un amorío que había inflado al tamaño de un romance épico en su
imaginación.
Entró por la puerta trasera para no ser vista. Gavin la vio, pero sólo saludó
cuando ella hizo un gesto de que estaría en la oficina. Era hora de ponerse al día con
cosas importantes que había abandonado mientras correteaba por ahí con Mitch.
Y si cerraba y trababa la puerta de la oficina, incluso podría permitirse llorarlo
todo.

Mitch giró la moto en la esquina, dejándola comerse los metros mientras el


rugido del motor ahogaba sus pensamientos. Llevaba una hora dando vueltas sin
destino. Sólo giraba según su ánimo.
Pero era hora de ir a casa. Dado que no vería a Paige hoy, pensaba pasar
tiempo repasando más los planes para la estancia. Grandmaison estaba dispuesto a
dejarlos pasar a través de la esquina de su propiedad siempre y cuando pudiera
supervisar el dónde y el cuánto.
Si podía tener lo suficiente del trabajo hecho, había una posibilidad de que
podrían recibir clientes ese verano ya en mayo, cuando abrieran oficialmente el
camino. Si tenían un buen invierno y los esquiadores eran generosos, sería suficiente
para que la estancia volviera a un buen momento financiero.
Pero pensar mucho en la posada lo hacía pensar en la posibilidad de venderla,
y ese no era asunto para un paseo en moto durante el verano. Tampoco lo era Paige,
quien sonaba rara en el mensaje donde canceló sus planes tan casualmente.
Giró el manubrio, forzándose a concentrarse en el camino en lugar de la gente
que estaba enredando su vida. Nada salvo él y su moto y el viento que rugía.
Y el patrullero que no vio a tiempo.
Encontró un buen lugar para detenerse, ya que sus días de escapar de
patrulleros habían acabado, y apoyó la moto en su soporte para poder buscar su
billetera. Por favor que no sea Bob Durgin. Por favor no Bob Durgin.
En el espejo de la moto, Mitch vio a Bob Durgin bajarse del auto y acomodarse
el pantalón aferrado al cinturón de la pistola. Genial. Se preguntaba cuánto le
costaría una multa por ir a ciento cuarenta por hora, más por todo lo que había
hecho mal durante su infancia.
—¿Vas apurado?
—No señor. —Se sentó en la moto así no quedaba demasiado alto sobre el
oficial—. Estaba disfrutando el clima y me dejé llevar.
—Ustedes los Kowalski siempre se han dejado llevar.
Esta no era la primera vez que detenían a Mitch. Sabía que lo mejor era ser
educado con el oficial, quien sólo hacía su trabajo, sin ofrecer excusas ni ser
prepotente. Pero Durgin era demasiado.
—Nos dejábamos llevar antes, cuando éramos jóvenes y estúpidos. La
mayoría de los chicos lo hacen. Pero que me parta un rayo antes de quedarme aquí
sentado escuchándote tirar mierda porque perdiste el control del nuevo auto y lo
destrozaste. Ya no soy un chico y no me hablarán como a uno. Escribe la maldita
multa y sigue con lo tuyo.
Por un segundo creyó que el viejo Bob tendría un infarto ahí mismo, junto al
camino, ¿y no sería esa una tremenda historia para agregar al legado de la familia
Kowalski en Whitford?
El rostro de Durgin ardía.
—Si hubieran sido mis niños, habrían aprendido algo sobre el respeto, pero
no, Sarah fue y eligió a ese imbécil Kowalski y tuvo un criadero de dolores en el culo
para mí.
Le tomó un par de segundos para que las palabras del oficial tuvieran sentido,
y luego le llevó toda su compostura mantener la boca cerrada. ¿Bob Durgin los
odiaba a todos porque quiso casarse con su madre?
Mitch no lo habría creído posible, pero el rostro de Durgin se volvió aún más
rojo.
—Olvídalo. Baja la velocidad o pasarás la noche en una celda.
Volvió a su patrulla y se fue por el camino antes de que Mitch pudiera incluso
guardar la billetera. Eso fue raro. Mientras arrancaba la moto y volvía al camino a
una velocidad más razonable, no pudo evitar sacudir la cabeza. Withford era un lugar
extraño.
Cuando volvió a la estancia, encontró a Josh en el salón con todos los papeles
para el camino propuesto estirados sobre la mesa de café. Mitch notó de inmediato
que su hermano estaba de buen humor y que la lata que estaba en la mesa era
refresco y no cerveza.
—¿Sabías que Bob Durgin quería casarse con mamá y sigue molesto porque
ella escogió a papá?
Josh lo miró como si hubiera perdido la cordura, y sacudió la cabeza.
—No, pero tiene mucho sentido. ¿Cómo te enteraste?
—Me lo gritó al costado del camino antes de que le diera vergüenza y se fuera
sin darme una multa. —Mitch fue a la cocina por un refresco y luego se unió a Josh
en el sillón—. ¿Estás intentando entender algo o solo mirando?
—Mayormente sólo mirando. —Josh desplazó los papeles, y se reclinó contra
el sofá—. Debería haber seguido peleando después de que papá dijo que no.
—Mucha gente no pelea por algo que no quiere.
—No es que no quiero la posada. Es decir, la quiero y no la quiero. Es casa,
sabes. ¿Y qué hay de Rosie? Ella ha dedicado su vida entera a esta casa y nosotros y
ahora vamos a… ¿a arrojarla y dejarla sin empleo y sin hogar cuando debería estar
relajándose y descansando?
—Nadie va a echar a Rosie. Si los nuevos dueños no quieren que siga, o si a
ella no le agradan, entonces le encontraremos algo y nos aseguraremos que esté
bien. Y es la casa de todos nosotros, por lo que será difícil perderla, pero tú también
tienes una vida.
Josh bufó antes de tomar un largo trago de refresco, y Mitch vio que en
realidad su hermano estaba emocionado.
—Josh, nadie va a reprocharte nada.
—Sigo pensando que podría hacerlo un par de años más. Si este plan del
camino funciona, podríamos duplicar fácilmente los ingresos de la posada y
entonces podríamos contratar a alguien para que la administre, dejándome libre
para lo que yo quiera. Pero me he dicho esto antes, y los años pasan y sigo aquí.
—¿Sabes qué quieres hacer?
Josh rió.
—Eso es lo peor. No tengo idea. Sólo quiero alejarme de aquí y hacer… algo.
Lo que sea.
—Danos algo de tiempo para averiguarlo y nos aseguraremos de que puedas
irte a hacer algo.
Se quedaron callados unos minutos, luego Josh lo codeó.
—¿Hoy no ves a Paige?
—Ella me canceló. Dijo que surgió algo.
—Probablemente tenía que bañarse.
—Eres muy chistoso. —Incluso podría haberse reído, de no recordar el tono
extraño que tenía en el mensaje.
Algo la estaba molestando. Quizás él debería llamar para asegurarse que
estaba bien. Podría ser su mamá. O quizás sólo algo en la cafetería. No había dicho
que fuera una emergencia.
—¿Cuándo vas a admitir que ella es diferente?
Mitch miró a su hermano como si pudiera hacerlo retractarse con su mirada.
—Métete en tus asuntos.
—Alguien tiene que intervenir, o vas a cagarla.
—¿Cagar qué? Como te he dicho muchas veces, sólo nos estamos divirtiendo.
Ella no es distinta de… —No pudo terminarlo. Quería, pero no podía decir que Paige
no era distinta de todas las mujeres con las que se había divertido antes—. Mierda.
Para darle crédito, Josh no le dijo nada por su confesión por omisión. Sólo
bebió otro trago y dejó que Mitch entendiera el hecho de que le importaba una
mujer. Y mucho.
—Queremos cosas distintas en la vida —dijo Mitch, aferrándose al único
motivo por el cual no confesaba lo que sentía.
—¿Entonces, qué, simplemente vas a irte?
—¿Se supone que debo quedarme? ¿Dejar a Demolición Northern Star y toda
la gente que tengo empleada para poder quedarme en Whitford y dormir en su
maldita cama individual? Esa compañía es todo para mí.
—¿Tiene una cama individual?
—Qué bueno que te concentras en lo importante.
—¿Qué vas a hacer?
Lo único que podía hacer.
—Voy a disfrutar el tiempo que me queda con Paige y luego voy a volver a
vivir mi vida y ella se quedará aquí viviendo la suya.
—Eres un idiota.
—Dice el ciego que no ve lo que tiene frente a sus ojos.
Josh bufó.
—¿Y eso qué quiere decir?
—Nada. Tengo que revisar mi correo electrónico.
Terminó mirando su propia mente más que el correo, pero no pudo llegar a
otra conclusión que la que le dijo a Josh, tenía que irse y ella tenía que quedarse.
Al menos, a diferencia de Drew y Mallory, habían comenzado en la misma
página por lo que no tenía a nadie a quien culpar, salvo a sí mismo.
Capítulo 18
Traducido por Otravaga y âmenoire

Definitivamente necesitaba más papas fritas. Mirando a su cesta de la compra,


Paige hizo un recuento mental y, por supuesto, tenía más chocolate que salado y
crujiente. Tenía que haber un puñado de papitas por cada chocolate.
Tal vez debería cambiar radicalmente a algunas frituras de maíz. Eran bastante
saladas y equilibrarían muy bien su proporción de comida de consuelo. Tomó una
bolsa y se dirigió a la caja registradora, donde descargó su cosecha sobre el
mostrador.
—Oh, infiernos —dijo Fran, sacudiendo la cabeza—. Tenía las esperanzas tan
altas por ese muchacho esta vez.
Paige tuvo que contener una mala palabra. Sabía que debería haber ido a la
ciudad y meterse en un gran supermercado.
—Ese muchacho tiene que volver al trabajo la próxima semana. Sólo estoy
abasteciéndome para llenar el vacío del sexo caliente, de modo que no cometa una
serie de locuras criminales homicidas.
—Cariño, reconozco contramedidas de pena cuando las veo.
—Creo que lo atrapé a tiempo. —Paige estaba impresionada de habérselas
arreglado para decirlo como si se lo creyera—. Probablemente voy a terminar
botando la mitad de esto.
—Llévalo a la próxima noche de películas. Siempre hay al menos una mujer
queriendo ahogar sus penas en chocolate con un chupito salado y crujiente.
Después de empujar su comida de consuelo en sus bolsas reutilizables, Paige
se despidió de Fran y se tomó su tiempo caminando a casa. Ya había estado en la
biblioteca, donde se había cargado de libros y revistas que esperaba que fuesen lo
suficientemente interesantes como para mantener su mente alejada de Mitch.
Cuando llegó a su caravana, se dio cuenta que probablemente debería haber
esperado hasta que él se hubiese ido para comenzar a lamentarse por su partida.
Mitch estaba sentado en su escalón delantero, apoyando la espalda en la puerta con
las manos colgando entre las rodillas. Su corazón tartamudeó ante la vista de él,
pero fortaleció su resolución. No iba a escapar de esto con su corazón en una sola
pieza, pero podía mantener intacta su dignidad.
—Traté de llamarte, pero fue directamente al correo de voz —le dijo él.
—Tuve que llamar a un vendedor hoy y cometí el error de usar mi teléfono
celular para mantener libre la línea de la cafetería. Mi teléfono está en el cargador
en este momento.
—Estaba pensando que tal vez podríamos tomar la motocicleta e ir de paseo
a la ciudad y tener una buena cena en alguna parte.
Sonaba perfecto.
—No puedo. Tengo demasiado trabajo con el cual ponerme al día.
Se puso en pie y se acercó a ella.
—Estabas ocupada anoche. Estás ocupada esta noche. ¿Me estás rechazando,
Paige Sullivan?
—Por supuesto que no. Es sólo que he dejado que se me acumule demasiado
trabajo y he perdido muchas horas de sueño y si no me detengo y me pongo al día,
todo se va a ir al infierno a toda prisa.
Deseó que no la mirara a los ojos de esa manera. Actuar no era una de sus
habilidades más finas, y tenía miedo de que lo que sea que él pudiera ver en su
rostro no se correspondiera con el tono indiferente por el que estaba optando.
—Te echo de menos. —Él se acercó aún más, así que ella dio un paso atrás y
eso lo hizo inclinar la cabeza—. ¿Qué está pasando, Paige?
Y ahora venía la parte difícil. Tomó aire, y luego pegó una sonrisa en su rostro.
—Nada. Pasamos un buen rato, pero eso está interfiriendo con las cosas que
tengo que hacer, así que es hora de seguir adelante.
—¿Eso es todo? ¿Ha sido divertido y es hora de seguir adelante?
—¿No es así cómo lo haces? ¿Esto es todo lo que hay y que no vas a llamar o
a enviar un mensaje? Estoy bastante segura de que todo eso estaba en el discurso
pre-sexo de Mitch Kowalski.
Su mandíbula se tensó y luego sacudió con fuerza la cabeza.
—Esto no es propio de ti en absoluto. ¿Por qué suenas tan enojada?
Así que no se disolvería en un desastre lloriqueante frente a él.
—Deberías pasar el poco tiempo que te queda en Whitford con tu familia.
Probablemente te veré por ahí… algún día.
Estaba casi en su puerta cuando Mitch la agarró del brazo y la hizo girar.
—Habla conmigo, maldita sea. Dime qué pasa.
La presa emocional se rompió y las lágrimas se acumularon, derramándose
por sus mejillas.
—Lo que pasa es que me di cuenta de que te vas pronto y que eso va a doler.
Sé que se suponía que fuera “todo el asunto divertido, sin nada del asunto no-
divertido”, pero metí la pata, ¿de acuerdo? Estoy hasta las rodillas en el asunto no-
divertido, y es hora de que muestres tu característica sonrisa y te despidas mientras
te marchas en tu moto hacia el atardecer antes de que me hunda más profundo.
Por una vez, Mitch no parecía tener una encantadora respuesta ingeniosa que
ofrecer. Estaba tan silencioso y quieto, que ni siquiera estaba segura de que todavía
respirara hasta que inhaló con fuerza y bajó la mirada hacia el suelo.
—Sólo vete, Mitch. Es lo que haces. Lo sabía de antemano y estoy contando
con lo hagas ahora.
—Tenemos que hablar de esto. Necesitas…
—Lo que necesito es dirigir mi negocio y ocuparme de mi casa y de mí misma.
—Y yo era el lujo temporal.
—Eso es todo lo que querías ser. —Esperó a que dijera algo, cualquier cosa,
que le dijera que sus sentimientos por ella habían cambiado, pero él se quedó
mirando por encima de su hombro, con la mandíbula apretada y las manos metidas
en los bolsillos—. Buena suerte con la posada.
Entró en la casa y esta vez él no intentó detenerla. De pie allí esperando,
parecía que pasaron minutos antes de que escuchara la motocicleta arrancar y luego
el rugido del motor cuando la sacó a la calle principal y cambió con fuerza las
velocidades.
Deslizándose por la puerta hasta que su trasero golpeó el suelo, Paige puso
la cabeza sobre las rodillas y dejó que las lágrimas vinieran.
Era lo correcto. Se había hecho una promesa a sí misma y no podía romperla,
ni siquiera por Mitch, porque renunciar al restaurante y su pequeña y estúpida
caravana y los amigos que había hecho la haría infeliz y eventualmente los odiaría
tanto a él como sí misma por ello.
Había hecho lo correcto. Sólo deseaba que no tuviera que doler tanto.

Rose miró a Andy a través de la ventana de la cocina. Él estaba cortando


madera para algo, usando una mesa de trabajo improvisada hecha de madera
contrachapada atravesando un par de caballetes. Los chicos tenían tantos proyectos
en los alrededores de la posada, que ya no les podía seguir la pista.
Había estado pensando mucho en él desde la visita de Katie. No le gustaba
pensar que había estado castigando a Andy para no tener que reconocer que allí en
el fondo habría siempre un rinconcito de su corazón que quedaría roto. Ella y Earle
tuvieron un buen matrimonio hasta el día en que él murió y ella lo había amado,
pero nunca podría olvidar por completo lo que le había hecho. En lugar de
arriesgarse a la buena vida que tenían juntos y con Katie, había canalizado esa falta
de perdón hacia Andy. Y no era justo.
Antes de que pudiera cambiar de opinión, Rose cerró el agua que había
tenido abierta para los platos y se secó las manos. Luego enderezó la espalda y salió
al patio trasero.
Él pareció sorprendido de verla, pero no dijo nada mientras se acercaba. Sólo
bajó la sierra y se quitó los guantes.
Ella se detuvo a unos pasos delante de él.
—Acepto tus disculpas.
Parecía que iba a sonreír, pero se lo pensó mejor.
—Gracias.
—Eso es todo. —Ella se volteó para alejarse.
—¿Estás segura? —dijo en voz baja, pero ella se detuvo y lo miró de nuevo—
. No creo que eso sea todo, y si vas a aceptar mis disculpas, prefiero que lo saques
todo para que podamos seguir adelante.
—¿Y si él no me hubiese dicho? —preguntó, a pesar de que no había salido
con la intención de hacer otra cosa que aceptar sus disculpas—. ¿Habrías entrado
en mi casa? ¿Comido mis cenas? ¿Habrías sido capaz de mirarme a los ojos?
—Yo era joven y estúpido, Rose. Sé que no es una excusa y no estoy orgulloso
de ello pero, no, si Earle no te hubiese dicho, yo no lo habría hecho, nada de ello.
—Me faltaste el respeto. Le faltaste el respeto a Katie. Demonios, le faltaste el
respeto a Earle poniéndolo en esa posición en primer lugar. Y sé que no lo obligaste
a hacer algo que no quería hacer, pero si ustedes tan sólo se hubiesen comido su
cena y se hubiesen ido al motel, mi marido no habría roto sus votos matrimoniales.
—Sé eso. Es por eso que dejé que mi amistad con él quedara en el camino, a
pesar de que eso dolió. Ustedes dos estaban tratando de salvar su matrimonio y que
yo estuviera alrededor lo habría hecho más difícil. No quería que discutieran por mí
encima de todo lo demás.
Estaba en la punta de su lengua el preguntarle si eso lo hacía sentirse como
una especie de héroe noble, pero se tragó la amargura. Él tenía razón. Si iba a aceptar
sus disculpas, tenía que dejar de lado la ira y enfrentar la verdad que había estado
tratando de negar durante décadas.
—Culparte me hizo más fácil el perdonar a mi marido.
Esta vez sí sonrió, pero era triste.
—Como dije, yo era joven y estúpido pero, después de unos años, llegué a
comprenderlo.
—Y nunca le dijiste a nadie. Aprecio eso.
—Vi lo duro que lucharon tú y Earle por su matrimonio. Tener a toda la ciudad
interviniendo en el asunto no iba a ayudar.
Había sido un buen amigo de Earle, incluso después de que ella los separara.
Y es por eso que él no le habría dicho lo que pasó si no lo hubiese hecho Earle; no
por ser irrespetuoso con ella, sino para ayudar a su amigo a conservar a su familia.
Había castigado a Andy al robarle a uno de sus mejores amigos sólo por ser un
hombre valiente y firme.
—Estaré cocinando la cena de esta noche. Eres bienvenido a quedarte.
—Gracias, Rose.
Ella volvió a entrar y terminó de llenar el fregadero para lavar los platos del
desayuno. Las manos le temblaban un poco, por lo que lavó los cubiertos antes que
los vasos para calmarse. A pesar de que la conversación había sido inclemente con
sus nervios, tenía que admitir que se sentía mejor después de dejar las décadas de
amargura que había estado cargando.
Mitch entró en la cocina, abrió el refrigerador y sacó la jarra de limonada.
Después de golpear un vaso sobre el mostrador con tanta fuerza que estuvo
sorprendida porque no se rompiera, lo llenó y luego volvió a guardar la jarra,
cerrando el refrigerado.
Había sido así durante dos días ahora y justo había tenido suficiente.
—Si le quitas la puerta a ese refrigerador, toda la comida se echará a perder.
—¿Que te importa? No es como que vas a cocinarla, de todos modos.
Había una línea y su tono lo cruzó.
—¿Con quién demonios crees que estás hablando, Mitchell Kowalski?
La pelea salió de él y sus hombros cayeron.
—Lo siento, Rosie. Eso fue grosero y realmente fuera de lugar.
—¿Qué sucedió con Paige? —Cuando él se encogió de hombros, ella señaló
una silla y él se sentó—. Dime.
—Ella dijo que había sido divertido y era hora de seguir adelante. Eso es todo.
Eso no era todo. Cualquier idiota podría ver eso.
—¿No es esa la forma en que te gusta hacer las cosas?
—Sí, así es. Pero… supongo que no lo esperaba todavía.
—Así que si ella lo hubiera terminado la próxima semana, ¿no estarías así? —
Si él estaba dispuesto a hablar, ella estaba dispuesta a escuchar, pero iba a
mantenerlo honesto.
—Lloró. Dijo que ya no era sólo diversión para ella y quería que me alejara
antes que se metiera más profundo, pero no pude. Me quedé allí, así que se me alejó
de mí.
—¿Por qué alguno de los dos tiene que irse?
Él dejó escapar un suspiro, empujando una mano por su cabello.
—No queremos las mismas cosas en la vida, Rosie. Mira lo que le pasó a Drew
y a Mallory.
—Así que ambos se comprometieron.
—Estar aquí durante seis semanas, todos ven al chico que soy aquí. Es como
estar de vacaciones, pero no soy ese tipo cuando no estoy aquí. Estoy enfocado en
mi trabajo y viajo constantemente y vivo en maletas. Y me gusta. Uno de nosotros
tendría que renunciar a mucho y las cosas irían cuesta abajo desde aquí. La verdad
es que tenemos dos vidas totalmente diferentes que solo se cruzaron por algunas
semanas.
—Si la quieres lo suficiente, encontrarás una manera de hacer que funcione.
Mitch se quedó mirando la mesa durante mucho tiempo, luego sacudió
lentamente la cabeza de una manera que rompió el corazón de Rosie.
—Tratar de hacer que funcione y fallar solo la lastimaría más. Es mejor si hago
lo que pidió y me alejo ahora antes que lleguemos más profundo.
—Cariño, el amor no es como hacer rapel en una cueva, donde puedes
controlar el descenso y cuán profundo vas. Es sólo caer en el agujero.
—Bueno, justo ahora probablemente es un agujero poco profundo, así que
saldremos un poco golpeados pero con nada roto.
Nada más que sus corazones, pensó Rosie mientras Mitch se levantaba y salía
por la puerta de atrás. Lo había conocido todo salvo los primeros años de su vida y,
tanto si él quería admitirlo o no, el agujero en que había caído no era tan superficial
como pensaba.

Era el gran día. Mitch tiró las muletas de Josh en la parte trasera de la
camioneta y se dirigieron a la clínica para que le quitaran el yeso.
—Todavía vas a tener que tomarlo con calma por un rato —dijo Mitch, una
vez que se registraron y pasaban el rato en la sala de espera.
—Lo que ya sé porque me lo has recordado una docena de veces. Y estoy
bastante seguro que Rosie lo está bordando en punto de cruz sobre una almohada
para mí en este mismo instante.
—Ahora que tenemos un plan para la posada, no quiero que te excedas
tratando de conseguir todo hecho. Ryan va a venir por un tiempo el próximo mes,
así que déjale el trabajo pesado y la mayoría de las otras cosas para Andy.
Josh le dio un saludo perezoso.
—Sí, señor.
—Listillo.
Una mujer con un portapapeles asomó la cabeza en la sala de espera.
—¿Josh? Estamos listos para ti ahora.
Una vez que la enfermera se llevó a Josh, Mitch apoyó la cabeza contra la
pared y cerró los ojos. Si todo iba bien allí, sería libre para irse. Podría volver a su
apartamento, empacar sus maletas y dirigirse a donde quiera que Demoliciones
Northern Star lo llevara.
Chicago, probablemente. Era un gran trabajo y se sentiría mejor si revisaba el
trabajo de preparación de Scott, sin parecer como si estuviera evaluándolo. Entonces
se dirigiría a Filadelfia para finalizar los contratos para derribar algunos viejos
edificios de vivienda y luego iría a Miami por un tiempo. Tenía excelentes personas
trabajando para él, pero sus dedos picaba por llevar las riendas de nuevo.
No estaba preocupado acerca de que las cosas se hubieran ido al infierno
mientras él se había ido. Estaba preocupado por la posibilidad, no, la probabilidad
que una vez que estuviera de vuelta, sus dedos picarían por sostener a Paige de
nuevo. Nunca se había preocupado por eso antes. Un beso de despedida y una
sonrisa y eso era todo.
Iba a extrañar a Paige. Ya sabía eso y estaba tratando como el infierno de no
pensar en ello. Pero cada vez que cerraba los ojos, veía sus lágrimas. La oía venir tan
cerca de él diciéndole que lo amaba y él permanecía despierto en la noche
preguntándose si ella había dicho esas palabras, si él habría tirado todo por la borda
por la oportunidad de oírla diciéndolas todos los días por el resto de su vida.
En la cruda luz del día, sin embargo, recordaba las responsabilidades y la
gente que trabajaba para él y la satisfacción de ser muy bueno en lo que hacía. Y
podía imaginar a Paige en su restaurante o en su caravana, no sólo feliz con su vida,
sino orgullosa del hecho que había hecho todo por sí misma. Y supo que era hora
de irse.
Todo salió a la perfección con el médico y Mitch pasó el próximo par de días
preparándose para irse. Empacó todo en cajas, salvo las necesidades que cabían en
las alforjas de la moto y envió las cajas a su apartamento. Pasó mucho tiempo
hablando con Josh, con Ryan en el altavoz, sobre cómo procederían con la posada.
Habían decidido que Josh hablaría con Sean y Liz sobre la posibilidad de vender y
luego verían cómo se sentía Rosie al respecto.
A pesar que se suponía que todavía tenía que usar las muletas tanto como
fuera posible, Josh estaba de nuevo en pie, emocional y mentalmente tanto como
físicamente y demasiado pronto Mitch se encontró sentado en el porche con su
teléfono celular en la mano.
Marcó el número de Paige, tratando de no contener la respiración mientras
esperaba oír su voz por primera vez en varios días. Fue una buena cosa que no lo
hiciera, porque lo único que consiguió fue la tediosa voz diciéndole que podía dejar
un mensaje.
Tal vez debería ir a la ciudad. Tratar de verla una vez más antes de salir y
decirle… nada. No había nada que pudiera decir para mejorar esto mejor. El teléfono
sonó, listo para tomar su mensaje.
—Hola, soy Mitch. Me voy hoy y… sé que dije que no llamaría o mandaría
mensaje, pero no se siente bien no decir al menos adiós, así que… —No podía
encontrar las palabras que quería decir. Que podría decir, sin hacer todo mucho más
difícil. Me gustaría poder encontrar una manera de hacer que esto funcione.
Te echaré de menos.
Creo que podría estar enamorado de ti.
—Así que, de todos modos… adiós Paige. —Presión el botón de terminar y
tiró su brazo hacia atrás para lanzar el teléfono a través del patio antes que su
sentido común se hiciera presente y lo guardara de vuelta en su bolsillo.
Se había acabado. Nada quedaba por hacer salvo decirle adiós a Josh y Rosie,
luego salir a la carretera. Ya se había detenido en la comisaría de policía para decirle
adiós a Drew, que estaba enterrándose a sí mismo en el trabajo para quitarse de la
cabeza el fin de su matrimonio.
—Mantente alejado de las escaleras —le dijo a Josh cuando él y Rose salieron
a despedirlo.
—Preocúpate por explotar mierdas. Déjame todo lo demás a mí. —Se
abrazaron, Mitch golpeando la espalda de Josh y agradecido de tener a su hermano
más joven de regreso.
Luego fue el turno de Rosie. Como era de esperarse, ella estaba llorosa y no
quería dejarlo ir.
—No te vayas por tres años esta vez.
—No lo haré. —A pesar que iba a terminar como Ryan, solo quedándose cerca
de la posada y evitando la ciudad porque los recuerdos apestaban.
La dejó alborotarse sobre él durante unos minutos más, luego se sentó a
horcajadas sobre la moto y encendió el motor. Se quedaron de pie y lo saludaron a
su paso por el camino y él sonó la bocina antes de dejar la posada Northern Star
detrás de él y dirigirse hacia el corazón de Whitford.
Mitch dejó que la Harley rodara hacia una parada en la intersección, luego se
quedó allí, equilibrando la máquina entre sus piernas. Justo adelante estaba la
carretera y la ciudad de Nueva York. Demoliciones Northern Star.
Las maletas esperando ser empacadas para el siguiente trabajo.
A la izquierda estaba el estacionamiento municipal, que era pequeño, pero lo
suficientemente grande para girar la moto y dirigirse de vuelta en dirección del
restaurante.
Podría convencer a Paige dejar Whitford con él. Ella se preocupaba por él, tal
vez incluso lo amaba, y si él le decía que quería que fuera una parte de su vida, ella
podría dejar el restaurante y su pequeña caravana detrás. Pero sería la vida de él la
que estarían viviendo de aquí en adelante.
“Solo asegúrense que ambos quieren la misma cosa en la vida, porque duele
como el infierno cuando te das cuenta años después que no es así”. Las palabras que
Drew le había dicho su primera mañana de regreso en la ciudad hacían eco en su
mente.
Para Mitch, lo que Paige tenía era un trabajo y un lugar para dormir. Pero para
Paige, el restaurante y su caravana, y Whitford en sí, eran un sueño en que había
puesto su corazón y alma para hacerlo realidad.
Un auto que Mitch no había oído frenar detrás de él tocó la bocina y puso en
marcha la motocicleta. Directamente a través de la intersección y fuera de la ciudad.
Capítulo 19
Traducido por Xhex y Lorenaa

Había cosas peores que la gente especulando si estás o no durmiendo con un


muy querido chico de la ciudad. Las miradas compasivas eran peores. Los susurros
detrás de manos eran peores. La palmada ocasional en la mano. El muy reiterado
refrán de él se lo pierde. En la semana desde que él se había ido, tuvo que soportarlo
a donde quiera que iba, incluso —o especialmente— en el trabajo.
Mitch Kowalski había roto el corazón de Paige Sullivan y todos en Whitford lo
sabían.
O pensaban que lo sabían, ella echaba humo mientras caminaba por la calle
con su bolso de la librería. Su corazón no estaba roto. Mal abollado tal vez, pero no
roto. Por el amor de Dios, todos estaban actuando como si él la hubiera dejado
plantada en el altar.
Por desgracia, era un día caluroso y húmedo y la bolsa era pesada ya que
había conseguido más libros de lo habitual, sobre todo novelas de suspenso y no
romances, de modo que se desvió hacia el parque para descansar durante unos
minutos. Por supuesto, tan pronto como su trasero tocó el banco fue golpeada por
el recuerdo del día en que Mitch se había sentado a su lado y ella pensó que podría
besarla.
Así que tal vez su corazón tenía algunas grietas para que combinara con las
abolladuras. Y ciertamente no había ayudado cuando Josh y Andy se presentaron
para desayunar esa mañana. Con los ojos azules y con una voz que era tan similar a
la de su hermano, le resultaba doloroso atender a Josh y, para empeorar las cosas,
se podría decir que él se dio cuenta de esa posibilidad demasiado tarde. Sin
embargo, ella había puesto su mejor sonrisa, porque no quería que Josh se sintiera
incómodo por comer en el restaurante. O Ryan, quién iba a pasar un tiempo en
Whitford durante el futuro cercano.
Había estado sentada allí unos cinco minutos, tratando de no pensar en Mitch,
cuando sonó su móvil. Cuando vio el nombre de su madre mostrarse en la pantalla,
casi no le contesta. De verdad no tenía la energía hoy. Pero había pasado un tiempo
desde que habían hablado, por lo que contestó.
—Hola.
—¡Nunca adivinarás desde dónde te estoy llamando!
¿Una especie de centro de rehabilitación mental y/o emocional?
—¿Dónde?
—¡Costa Rica! Steven y yo llegamos esta mañana, fue un viaje relámpago y
no tuve tiempo para llamarte hasta ahora.
—¿Quién es Steven?
—Oh, ¿no te lo dije? —La risa nerviosa de Donna sonaba metálica por
teléfono—. Corey estaba empezando a ser negligente, creo que te conté sobre eso,
y conocí a Steven en una cena y baile benéfico, y me dijo que era la mujer más
impresionante en la sala. Dos semanas más tarde, me pidió que me fuera a Costa
Rica con él. Oh, Paige cariño, creo que él es el indicado.
Por supuesto que lo era. El indicado después del tipo antes que él y el que
estaba antes del tipo que estaba antes que él.
—Eso es maravilloso. Espero que lo sea.
Hubo una larga pausa y se preguntó si su madre había bajado el teléfono y
olvidado que estaba hablando con su hija. Lamentablemente, no sería la primera vez.
—Suenas un poco rara, cariño. ¿Está todo bien?
El raro momento de sensibilidad fue casi la ruina de Paige. Por un momento
se imaginó tener una madre como todo el mundo parecía tener, una que pusiera los
sentimientos de su hija por encima de todo lo demás y que haría cualquier cosa para
calmar sus heridas.
—Resultó que mi tipo no era el indicado.
—¡Oh, Dios mío, ni siquiera sabía que tenías uno! Bueno, él se lo pierde,
cariño. Tienes que ponerte algo de maquillaje y un vestido bonito y ve a encontrar
otro, y cuanto antes, mejor.
Allí estaba la Donna que conocía y amaba.
—Sí, voy a estar atenta por uno.
El tema regresó a Steven, el contador, y su hermosa casa en Costa Rica y Paige
hizo una silenciosa y rápida oración para que la relación más reciente de su madre
no terminara con una segunda citación en el juzgado. De seguro que Donna sabía
cómo escogerlos.
Unos minutos más tarde fue capaz de finalizar la llamada con un suspiro de
alivio, y tomó su bolso y caminó el resto del camino de vuelta a su caravana. Hailey
iba a recogerla en una hora e iban a ir a la ciudad y ver una película. Mientras que
pudieran encontrar algo que no terminara con una blanda pareja besándose y
viviendo felices para siempre, a Paige no le importaba lo que vieran. Sólo necesitaba
la distracción.
Cuando Hailey finalmente apareció, inclina la cabeza y le frunció el ceño a
Paige.
—Parece que te peinaste el cabello, pero usar un poco de rímel y brillo de
labios no te lastimará.
—Ya he recibido el asesoramiento de “luce bonita y todo estará bien” hoy.
—¿Donna llamó?
Paige rodó los ojos.
—Está en Costa Rica con un hombre nuevo. Él es el indicado.
—Sí, por ahora. ¿Estás lista?
—Vámonos.
Hailey esperó hasta que estuviera bien asegurada en el auto, conduciendo
por la carretera principal, antes de hacer la gran pregunta que Paige sabía que venía
pero que temía escuchar.
—¿Has hablado con Mitch?
—No, y no voy a hacerlo. —Ese era el trato y Hailey lo sabía tan bien como
ella—. ¿Qué están dando en el cine? Estoy de humor para una película de acción. O
de terror.
—No de terror. La última vez que me arrastraste a una película de terror, me
desperté llorando por mi mamá en el medio de la noche. Gracias a Dios que vivo
sola.
Paige se rió, permitiéndole a Hailey aligerar su humor. Ella y Mitch lo habían
calculado todo al principio. Él no iba a llamar o a escribirle un mensaje, y ella no iba
a estar deprimida. Y no tenía por qué ponerse lápiz labial y un vestido de baile y salir
corriendo para encontrar a otro hombre. No necesitaba otro hombre en su vida. Y
no había otro hombre que quisiera.

—Has hecho un trabajo del carajo, Scott. —Mitch golpeó el montón de


papeles que se había pasado ordenando por los bordes, y luego los metió en la
carpeta—. Agradezco que hayas tomando el relevo mientras estaba en Maine.
—Es para lo que me pagas. —Scott Burns se recostó en el sillón y levantó el
vaso de whisky que estaba al final de la mesa junto a él—. Y para ser honesto, estuvo
bien tener el desafío. Todos nos esforzamos de más por un tiempo.
Mitch levantó su propio whisky, y luego se recostó contra el sofá y puso los
pies sobre la mesita de café. El gesto le recordó la noche en que se había sentado
en el sofá de Paige y tocó la pared del baño con los dedos de los pies, y se tomó la
bebida de un trago. Su suite era de nivel medio y sin nada demasiado lujoso, pero
probablemente todavía tenía más metros cuadrados que la caravana.
Obligó a su concentración a regresar a Scott.
—¿Esa es tu manera de decirme que ya no me necesitan?
—Es mi manera de decir… que tal vez puedas tomarte el tiempo para resolver
lo que sea que dejaste sin resolver en casa.
Mitch pensó que había hecho un buen trabajo en ocultar el hecho de que
había regresado de Whitford como un hombre cambiado, pero tal vez no. Aun así,
podría defenderse un poco.
—Mi hermano quiere vender la casa de campo.
—¿En serio? ¿Cómo te sientes sobre eso?
—Todavía no estoy seguro. No me puedo imaginar que no sea nuestra casa,
pero por otro lado, estoy seguro como el infierno que no quiero encargarme del
lugar.
—Ah. ¿El jovencito fue atrapado llevándose la bolsa1?
—Síp.
Scott hizo girar el whisky en el fondo del vaso y luego miró a Mitch a los ojos.
—¿Y la mujer?
—¿Qué mujer?
—Oh, vamos. Te conozco desde hace mucho tiempo.
—Su nombre es Paige. —Dolió con sólo decirlo en voz alta—. Ella volvió a
abrir el viejo restaurante y es… increíble. Pero, ya sabes, tengo un negocio y ella tiene
un negocio y yo viajo y ella ama Whitford. Así que prácticamente estaba condenado
al fracaso desde el principio.
—Espera. ¿Dejaste a esta mujer por la empresa?
—¿Qué se suponía que hiciera, Scott? ¿Alejarme y dejar todo y a todos, tú
incluido, lidiar con la situación?
Su mano derecha se rió de él.
—Sabes que estoy casado, ¿no? ¿Que tengo dos hijos?
—¿Qué diablos importa eso?
—No es una situación de lo uno u lo otro. Viajo ahora mismo porque necesito
tener un lugar en esta fase del trabajo, pero luego me voy a casa. Con ellos. Y
trabajaré desde casa hasta que necesite estar en algún lugar otra vez, y ellos me
despedirán con un beso y luego yo los llamaré cada noche para decirles que los
amo. Es un compromiso.
Parecía que Mitch iba a decir algo, pero Scott no había terminado.
—Y no me salgas con que es diferente porque eres el dueño de la compañía.
Tú y yo compartimos una carga laboral bastante pareja. Es un hecho, que si dividimos

1
Quiere decir que no se salió con la suya.
las cargas de trabajo aún más ahora que hemos probado que no hundiremos tu
compañía destruyéndola cuando no estás, podremos tener más tiempo en casa.
—Casi nunca estoy en casa, no sería justo.
—Tú eliges vivir de ese modo. Casi todo lo que tienes que hacer en los
próximos diez días a dos semanas, lo puedes hacer desde Nueva York. La
planificación, controlar las impresiones, las proyecciones. Es una mierda de trabajo
de computadora. Y si lo puedes hacer desde Nueva York, lo puedes hacer desde
Main. Oh, espera… ¿Es algo como lo que has estado haciendo las últimas semanas?
—Te tenía que haber despedido hace cinco años cuando tuviste la gripe y se
te olvido llamar para decir que estabas enfermo.
Scott se echó a reír.
—Perdiste tu oportunidad colega. Y hablando de trabajar desde casa, desde
que he arreglado todo lo que se puede hacer en el puesto de trabajo hasta el
momento, estoy a punto de tomar un vuelo mañana temprano así puedo pasar las
próximas dos semanas con mi mujer y mis hijos. Ya sabes, como un marido normal
cuyo trabajo implica viajar.
—Que te jodan.
—Qué bueno es tener tu apoyo, jefe. —Scott se levantó y se inclinó para
sacudirle la mano.
—Gracias por no hundir la compañía.
Una vez que Scott se había ido, Mitch se sirvió otro whisky y caminó hacia la
ventana. No había muchas vistas, pero había algo para ver, al menos, mientras
repasaba el problema de Paige Sullivan una y otra vez por su mente.
No era Paige el problema. Lo era él. Ella había estado viviendo una maravillosa
vida haciendo lo que quería, donde quería. Había llegado a la ciudad, la había
arrastrado por los pies hacia él… él había sido arrastrado por ella, y luego se fue.
Y aquí estaba en Chicago, haciendo lo que más le gustaba, durmiendo en una
cama lo suficientemente grande para cuatro, y en todo lo que podía pensar era en
Paige. Como quería despertarse con ella en la cama. Cada vez que tomaba una ducha
en su espacioso baño pensaba en ella. Todo le hacía pensar en ella. Y la echaba de
menos dolorosamente.
Pensó que sería fácil después de los primeros días, pero cada vez que sonaba
el teléfono esperaba que fuera ella o cuando pensaba en algo que le quería decir,
perderla era como si una bola de demolición le golpeara una y otra vez. Tenía la
sensación de que pasaría mucho tiempo antes de que lo superara. Si lo hacía. La
cuestión era qué iba a hacer.
Paige escuchó el ronroneo tranquilo de un motor y el crujido de los
neumáticos contra la grava al mismo tiempo que unos faros atravesaban la
oscuridad de su habitación.
No había ninguna razón para que un vehículo entrara entre el restaurante y
la caravana casi a medianoche, así que quitó el teléfono del cargador y salió de la
cama, con su pulgar sobre el nueve.
Al momento que llegó hasta la ventana el motor del coche se había detenido
y escuchó que una puerta se cerraba. No estaba intentando ser silencioso, entonces.
Con el corazón galopando se acercó a mirar por una rendija de la cortina, con
cuidado de no mover la tela, preparada para marcar si no conocía al conductor.
Lo reconoció, a pesar, de que eso no hizo nada para calmar su acelerado
pulso. Era Mitch, parado en el estacionamiento con las manos en los bolsillos,
mirando hacia su puerta.
Los segundos parecían largos minutos mientras lo observaba, ninguno de los
dos se movía. Él parecía cansado. Y, aunque había aparecido en medio de la noche,
tenía la impresión de que no estaba muy contento de estar ahí. Sabía que tenía que
abrir la puerta, pero tenía miedo de que si dejaba la ventana, si lo perdía de vista, él
quizás cambiara de opinión sobre lo que fuera que le había traído allí y se marchara.
No fue hasta que él elevó los hombros respirando profundamente y dio unos
pasos hacia la caravana cuando ella se movió. No había mucho que hacer sobre el
hecho de que llevara una camiseta que ya debería de tener unos años en su segunda
vida como trapo para quitar el polvo, pero intentó arreglarse el cabello. Luego
encendió las luces y abrió la puerta cuando escuchó sus pasos sobre los escalones.
Él se detuvo cuando las luces se encendieron y simplemente la miró. Ella se
lo bebió ante sus ojos, forzada finalmente a admitir que había estado aterrorizada
de no volver a verle otra vez.
—Hola.
—No sé qué hacer Paige.
—¿Sobre qué?
—Nosotros. No sé qué hacer con nosotros. No puedo apartarme de
Demoliciones Northern Star. Tengo obligaciones. Tengo docenas de personas, y sus
familias, dependiendo de mí para trabajar. Tengo que viajar. Y construí esa compañía
de la nada. No voy a apartarme de eso.
Iba a pedirle que se fuera con él. Paige intentó abrazarse a sí misma, pero la
sorpresa de la elección que estaba a punto de hacer casi le roba el aliento. Podía
tener a Mitch. Todo lo que tenía que hacer era abandonar su casa, su trabajo. Sus
amigos. Y eso significaba que iba a tener el corazón roto otra vez, porque no podría
hacerlo. No quería hacerlo.
—Pero no puedo pedirte que te alejes de esto —dijo él, y ella soltó la
respiración que no sabía que estaba conteniendo—. Compraste esta caravana,
levantaste ese restaurante de nuevo. Has hecho de Whitford tu hogar. Así que no sé
qué hacer.
—No sé qué decir.
Él le dedico una pequeña sonrisa, balanceándose sobre sus talones.
—Esperaba que tú supieses qué hacer.
Deseaba desesperadamente poder saberlo.
—¿Qué es lo que quieres?
—A ti. Te quiero y no quiero ser solo lujuria. Quiero que me necesites. Quiero
que no seas capaz de concentrarte porque estás pensando en mí. Quiero que quieras
agarrar el teléfono porque tienes algo que compartir conmigo. Quiero que seas
incapaz de respirar cuando pienses que no volverás a verme, porque eso es lo que
yo siento, Paige. Quiero ser una necesidad.
Las lágrimas caían a través de sus ojos.
—Te necesito, porque te amo y me haces feliz. Puedo vivir la vida
simplemente bien por mi cuenta, pero sería mucho mejor si la vivo contigo.
—Te amo. Y podemos hacer que esto funcione. Intentaré viajar menos y
delegar un poco más, estoy dispuesto a hacerlo si significa estar en casa más tiempo
contigo. Tanto tiempo como estés esperándome.
—Siempre. —La besó hasta que apenas pudo respirar, luego la sujeto durante
un largo momento—. Las mujeres de este pueblo van a estar tan decepcionadas al
saber que estás fuera del mercado.
—¿Hay otras mujeres aparte de ti?
—Esa es buena.
—Estoy intentando suavizarte para la gran pregunta. —Su cara se puso seria
y le tomó una mano entre las suyas—. ¿Crees que podamos tener una cama más
grande?
Riendo, ella apartó la mano.
—Allí va todo mi amado espacio de suelo.
—De nueve metros cuadrados. Y, ¿tal vez una televisión?
Ella inclinó la cabeza y sonrió.
—Vas a cambiarlo todo.
—Y quizás si tengo que hacer algún viaje rápido y tú tienes a alguien que te
cubra el turno puedes viajar conmigo y podemos tener sexo en la bañera del hotel.
—Vamos a tener que poner tu computadora sobre los fogones y vivir de
comidas de microondas. —Esta vez fue ella la que se puso seria—. O, podemos
buscar una casa juntos. Una con un baño gigante así no tenemos que tener sexo en
bañeras de hoteles. Me gustaría quedarme lo bastante cerca del pueblo para ir
andando a cualquier sitio, pero hay algunas cuantas para elegir.
—Sé cuánto significa esta casa para ti Paige.
—Y la mantendré. La alquilaré. Pero la casa que elijamos juntos significara
incluso más para mí.
—Quiero que te cases conmigo. Quiero tener tu anillo en mi dedo para poder
sentirlo cuando esté lejos de casa. Quiero poder decirle a la gente “Me voy a casa a
ver a mi mujer” mientras estoy esperando al avión. Y algún día les diré “Me voy a
casa a ver a mi mujer y a mis hijos”.
Ella se tiró sobre él y le rodeó la cintura diciéndole “sí” una y otra vez,
acentuándolo cada vez con un beso.
—Qué tal si entramos a casa antes de que alguien llame a la policía.
—¿Bromeas? Están tomando notas, tal vez hasta grabándolo, así pueden tener
todos los detalles para el café de mañana.
Él le tomó de la mano y la guio hacia la caravana, donde le dio un beso largo
y suave.
—Cuanto más pronto vayamos a la cama, más pronto tendré el placer de
despertar a tu lado. O ya sabes, un poco debajo de ti, ya que no cabemos lado a
lado.
Riéndose, lo empujó hacia la habitación.
—Va a ser divertido ser tu esposa.
Mientras la bajaba lentamente hacia la cama, la beso y le dijo:
—Y yo voy amar ser tu esposo.

Fin.
All He Ever Desired
Familia Kowalski #4

Una segunda oportunidad con el primer


amor.
Después de la universidad, Ryan
Kowalski decidió dejar Whitford, Maine, en
lugar de ver a Lauren Carpenter casarse con
otro hombre. Ahora sus hermanos
necesitan su ayuda para la renovación de la
propiedad familiar Posada Northern Star, y
así, se ve obligado a enfrentar el pasado
más temprano que tarde cuando detiene a
un vándalo y descubre que el niño es el hijo
de Lauren...
La última persona que Lauren
necesita de nuevo en su vida es Ryan
Kowalski. Con un ex marido amargado y un
hijo adolescente malhumorado, ya tiene
bastantes problemas de hombres. Pero su
hijo tiene que aprender algunas lecciones
acerca de lo correcto e incorrecto, aunque
Lauren tenga que acompañarlo a la puerta
de Ryan todos los días a trabajar para pagar
por su crimen.
Con todo este contacto cercano,
Ryan y Lauren no pueden negar que la
química entre ellos es tan poderosa como
siempre. Pero, ¿pueden algunos besos
ardientes borrar su pasado y allanar el camino para una segunda oportunidad con
el amor verdadero?

Kowalski Family #5
Sobre la Autora
Shannon Stacey
Se casó con su príncipe azul en 1993 y es la
orgullosa madre de dos increíbles hijos. Vive en
Nueva Inglaterra, donde sus dos actividades
favoritas son intentar mantener el calor y escribir
historias de felices para siempre. Sus dos gatos se
rehúsan a acurrucarse en su regazo y mantenerla
caliente mientras escribe, pero su Shih Tzu nunca
está lejos.
Cuando no está escribiendo, está
complaciendo su otra pasión… ¡andar en
cuatrimoto! De mayo a noviembre, la familia
Stacey pasa sus fines de semana en sus vehículos
todo terreno, creando montones de ropa sucia
para mantener a Shannon ocupada cuando no
está en su computadora.
Créditos
Moderadora
LizC

Traducción
âmenoire
Gemma.Santolaria
Gigi D
Lauuz
LizC
Lorenaa
MaEx
Magdys83
Otravaga
Xhex

Corrección, recopilación y revisión


LizC y Nanis

Diseño
Moninik
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http://www.bookzingaforo.com/forum

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