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Sinopsis
Él no va a quedarse por una mujer, y ella no va a perseguir a ningún
hombre…
Mitch Kowalski vive con una maleta en mano… y le gusta que sea así. Viajar
por trabajo tiene la ventaja añadida de asustar a las mujeres que de otra forma
tratarían de atarlo. Pero cuando es llamado a casa para ayudar con la posada de la
familia, queda intrigado por la chica nueva en la ciudad y su insistencia en que no
necesita un hombre. Si hay una cosa que Mitch no puede resistir, es un desafío.
Después de una infancia nómada, Paige Sullivan finalmente está echando
raíces. Decidida a pararse sobre sus propios pies, vive por el lema “Los hombres son
un lujo, no una necesidad”. Pero cuando el Sr. Alto, Oscuro y Ardiente toma asiento
en uno de los taburetes en su restaurante y le ofrece seis semanas de perversa
diversión con fecha de caducidad incorporada, está tentada en aceptar.
Son el complemento perfecto para una aventura sin ataduras. Hasta que se
dan cuenta que su romance sensual se ha convertido en algo todo menos informal…
Kowalski Family #4
Capítulo 1
Traducido por LizC y Gemma.Santolaria
A los cincuenta y seis años, Rose Davis tenía mejores cosas por hacer que
arrear la manada de chicos Kowalski. Cosas como tejer una reserva de mantas para
el nieto de su hija Katie parecía ser una mejor opción. Tal vez tomar un bonito y
largo viaje hasta ese casino de lujo en Connecticut con sus amigas.
Pero había estado cuidando de esos chicos desde que tenían doce, once,
nueve, siete y cinco, y todavía no podía alejarse de ellos. Probablemente nunca lo
haría, o al menos no hasta que encontraran a sus personas especiales dispuestas a
casarse con ellos y evitar que actúen como idiotas. Después que su madre murió, y
con su padre tratando de mantener la posada yendo lo suficientemente bien como
para alimentar a sus cinco hijos, le había llevado cerca de cada maldita cosa que
Rosie tenía para mantener a esos chicos en el buen camino. Había tenido a su propia
Katie por criar, pero con la ayuda de la tía de los chicos, Mary, que vivía en New
Hampshire y estaba criando a cuatro hijos propios, Rosie se las había arreglado para
ayudarles a convertirse en adultos razonablemente bien adaptados.
Adultos perezosos razonablemente bien adaptados, teniendo en cuenta que
eran las ocho de la mañana y Mitch aún tenía que arrastrar su trasero de la cama y
saludarla. Dado que ella había dado a su amiga Darla un paseo al bingo la noche
anterior, donde oyó que Mitch estaba de vuelta, no había podido irse hasta que Darla
finalmente había perdido la esperanza de ganar, y los chicos ya se habían ido a la
cama para cuando llegó a casa. Y, cuando tuvo la tentación de presionar la oreja
contra la puerta de Mitch, le había oído roncar, probablemente agotado del largo
viaje a Maine. A pesar de querer hacerlo, no lo había despertado.
Pero habían pasado tres años desde que el muchacho había estado en casa y
quería verlo, así que encendió la aspiradora. Era una antigua bestia con un motor
ruidoso y no tuvo tanto cuidado como de costumbre para evitar chocar las paredes
en el pasillo fuera de su habitación.
No le llevó mucho más de diez minutos antes de que Mitch saliera de su
habitación con el cabello revuelto, el indicio de una barba desaliñada y una sonrisa
soñolienta.
—Hola, Rosie.
Ella apenas tuvo tiempo para apagar la aspiradora antes de que él la
envolviera en un gran abrazo cálido. Su barbilla descansaba en la parte superior de
la cabeza de ella y supo que si se permitía recordar cuando era al revés, se
derrumbaría en lágrimas.
—Tres años es demasiado tiempo —le dijo mientras le daba un buen apretón.
—Lo sé. Seguí intentando venir a casa para las vacaciones, pero la mayoría de
mis mejores hombres tienen esposas e hijos y yo tengo la costumbre de tomar el
relevo de modo que ellos puedan estar con sus familias. Antes de darme cuenta,
pasaron tres años.
Lo soltó y dio un paso atrás para que así pudiera darle una mirada severa.
—Tú también tienes una familia, incluso si no has encontrado a una mujer
para ti. Y no creas que no he estado orando que lo hagas.
Él hizo una mueca, como siempre, y cambió de tema.
—Hablando de la familia, ¿Josh ya está despierto?
—Escuché la bañera antes de empezar a pasar la aspiradora y maldecía hasta
por los codos, así que es seguro decir que está en el baño en este momento.
—¿Qué está pasando con él, Rosie? Está tan cansado y enojado. Y este lugar
está cayéndose a pedazos.
—Las cosas han estado apretadas, Mitch. Muy ajustadas. Con la economía
como está y los precios del gas y todo eso, menos personas pueden conducir todo
el camino hasta aquí para pasar una semana o incluso un fin de semana, en motos
de nieve. Si la nieve es lo suficientemente buena, prefieren montar localmente. Si no,
ni montan.
—¿Por qué demonios no ha dicho nada? Él ha estado haciendo los depósitos
como de costumbre. ¿Cómo se supone que íbamos a saber que la posada está en
problemas?
—No lo sabrían.
—Pero estamos juntos en esto.
—No, no lo están. —Ella le dio una cálida sonrisa, con la esperanza de quitar
un poco de veneno en las palabras—. Todos se fueron para conducir sus propias
vidas y Josh se quedó atrás cargando con este lugar. Él estuvo aquí cuando tú y
luego Ryan se fueron a la universidad y Sean se unió al ejército y Liz huyó con ese
inútil desperdicio de hombre. Y ha estado cargando con todo por sí solo desde que
tu padre murió.
—Él no nos ha necesitado.
—Por supuesto que sí.
—Entonces, ¿por qué no lo ha dicho?
—¿Orgullo, tal vez? Tú decidiste continuar con el asunto de la demolición, y
ahora mírate. Demoliciones Northern Star es una de las principales empresas del
país. Ryan siguió con los clavos para ganarse la vida y ahora hace personalizadas
casas de millones de dólares para personas con demasiado jodido dinero. Sean y Liz
pueden no estar tan acomodados económicamente, pero están ahí fuera en el
mundo, haciendo lo que quieren hacer.
Mitch no podía en realidad comprenderlo. Josh siempre había estado más
interesado en la posada que cualquiera de ellos. Se había pegado a su padre y trató
de llevar el lugar desde que tenía la edad suficiente para caminar, y nunca había
mencionado querer hacer otra cosa.
—Lo voy a llevar a desayunar fuera hoy. Tal vez puedo hacer que me hable.
—Ve despacio. —Rose puso las manos en las caderas y lo inmovilizó con una
de sus miradas—. ¿Y por qué no te vas a quedar aquí y dejarme hacer tu pan tostado
francés favorito?
—Le haría bien salir un poco. Iremos a la cafetería y a familiarizarnos a fondo.
Como si ella no supiera cómo funcionaba la mente de los hombres Kowalski
mejor que eso.
—Deja en paz a Paige Sullivan. Es una chica muy dulce y ha hecho una buena
vida para sí misma aquí. No necesita que pongas todo su mundo al revés antes de
irte de nuevo por quién sabe cuánto tiempo.
Él le sonrió con picardía, a pesar de que tenía que saber a estas alturas que su
encanto no funcionaba en ella.
—De todos modos, ¿cuál es su historia?
—Su historia es asunto suyo, permanece lejos de ella. Ya tienes bastante que
hacer aquí, ayudando a tu hermano, sin jugar con esa mujer. —Un golpe y una
maldición desde el pasillo les hizo saber que Josh estaba fuera de la bañera y,
probablemente tratando de vestirse, así que señaló a Mitch con su dedo—. Lo digo
en serio.
—Tengo que darme una ducha. No dejes que Josh empiece a tomar cerveza
antes de que yo termine.
—No ha ido tan lejos —dijo, sacudiendo la cabeza a medida que Mitch se iba
a su habitación y cerraba la puerta—. Aún.
Dado que había llamado a Mitch para ayudar no tanto en la posada sino para
arrastrar a Josh fuera de la cobardía en la que parecía estar hundiéndose, Rose sólo
podía esperar que Paige Sullivan no se convirtiera en una distracción.
Para las dos al día siguiente, cuando Ava apareció para encargarse hasta la
hora del cierre, Paige estaba agotada. Incluso pensó en ir a casa y tomar una siesta,
cosa que era algo que rara vez hacía, pero eso sólo haría más difícil el dormir antes
de acostarse, y aquella alarma a las cuatro y media no era muy indulgente.
En su lugar, se detuvo por su remolque y agarró su bolso de mano de la
biblioteca, dado que había terminado el último libro tres días antes y, cansada o no,
estaba ansiosa por más libros. El clima era agradable, no demasiado caliente y sin
humedad, así que caminó a la biblioteca, intercambiando saludos con los demás a
medida que avanzaba.
Todavía le resultaba estimulante, como la hacía sentir la gente de la ciudad,
como si fuera uno de los suyos. La llamaban por su nombre y le preguntaban cómo
iba el negocio, y ella les preguntaba después por sus hijos o algún pariente anciano.
Era lo que había estado buscando durante toda su vida, ese sentido de pertenencia,
y por fin lo había encontrado en Whitford.
Habiendo sido arrastrada de lugar en lugar al crecer, Paige siempre había sido
la chica nueva en la escuela. Siempre había habido un nuevo hombre en la casa,
algunos que se convirtieron en padrastros y mucho más que no lo hicieron. Y lo
había hecho un par de veces por sí misma. Más de una vez, había renunciado a quien
quería ser con el fin de convertirse en lo que un hombre quería que ella fuera.
Su auto averiándose en Whitford había cambiado eso. Ella cambió. Era una
oportunidad para iniciar una vida en un pueblo que le había dado la bienvenida a
una extraña varada con los brazos abiertos y, para asegurarse de mantener esa vida
en el camino, se estaba absteniendo de los hombres. Cuando estuviera segura qué
era lo que quería ser y tuviera su vida de la manera que quería, se pensaría en
compartirlo con un hombre. Por ahora, no iba a arriesgarse a volver a caer en los
patrones de comportamiento que había aprendido de su madre. Cero hombres.
La biblioteca estaba tranquila cuando Paige entró, pero sabía que no tenía
mucho tiempo antes que la escuela terminara y los niños comenzaran a aparecer, en
busca de un lugar seguro para matar el tiempo, haciendo la tarea o leyendo antes
que sus padres llegaran a casa del trabajo.
Hailey Genest, la famosa rompe-asientos-de-cuero, estaba detrás del
mostrador de préstamo, donde siempre estaba, desde las diez de la mañana hasta
las cinco de lunes a jueves, hasta las ocho los viernes, y tres horas cada dos sábados
por la tarde. Llevaba unos vaqueros y una camiseta, con su cabello rubio recogido
en una coleta alta, con aspecto de cualquier cosa menos una bibliotecaria.
Fran Benoit, con su espeso cabello gris recogido en una trenza, estaba
llevándose una pila de libros, y sonrió al ver a Paige.
—Llegas muy tarde. Agarré todos los que tienen el buen sexo.
—Supongo que tendré que conformarme con los que tienen los buenos
asesinatos. —Paige no estaba segura de poder manejar a Mitch Kowalski y libros
sexys en su vida al mismo tiempo.
—No tener lo primero podría llevarte a lo segundo, ya sabes —dijo Hailey,
dando a Paige una mirada mordaz—. Hace que liberes la tensión sino, esta se
acumula y luego, zas, alguien está llamando al nueve-uno-uno.
Las tres se rieron mientras Paige descargaba su bolsa, alineando los libros
sobre el mostrador para ser registrados. Hailey no tendía a ser muy sutil ante su
preocupación por la falta de una vida sexual de Paige. O tal vez no tanto
preocupación, como una determinación para arreglar lo que ella percibía como
“roto”.
—Hablando de sexo —dijo Fran—, ¿a Mitch le gustó tu pastel de carne?
Paige negó con la cabeza.
—¿Cómo hablar de sexo te llevó al pastel de carne?
Fran resopló.
—Hablar de sexo me lleva a Mitch Kowalski.
—Siempre lo hace —concordó Hailey, sonriendo con esa tonta sonrisa
nostálgica que era prácticamente una reacción femenina universal al nombre del
hombre siendo dicho en voz alta.
—Estoy segura que le gustó el pastel de carne o no habría llevado a Josh para
el desayuno ayer por la mañana.
Hailey negó con la cabeza.
—A nadie le importa el pastel de carne, Paige. Mitch va a estar en la ciudad
durante seis semanas y a ti te vendría bien liberar un poco de tensión. No quieres
matar a nadie.
—Entonces, ¿lo que estás diciendo es que tengo que tener relaciones sexuales
con Mitch para salvar algunas vidas?
—Por supuesto.
Fran asintió.
—Sí.
Paige no podía creer que las dos mujeres mantuvieran una expresión seria.
—Buen intento. No estoy interesada.
Y dijo eso con una expresión seria, cosa que era aún más difícil de creer. Por
supuesto que estaba interesada en tener relaciones sexuales con ese hombre. Pero
no cambiaba el hecho de que no iba a suceder.
—Además —dijo—, nada dice que está interesado en mí.
Fran recogió sus libros de la mesa y la miró.
—Cariño, si tienes una cosita y no un cosito colgando entre las piernas, está
interesado.
Todas rieron otra vez, hasta que un brusco y exagerado carraspeo resonó en
la sección de referencia, y Hailey las hizo callar.
—Ustedes van a hacer que me despidan.
—No pueden despedirte —dijo Fran—. Eres la única persona en el pueblo
que conoce el Sistema Decimal Dewey.
Después que Fran se despidió y a pesar de su regodeo, Paige encontró una
buena selección de romances sexys que quedaban en los estantes. Tomó un par,
junto con algunos misterios acogedores, un thriller político y un horror que parecía
que la mantendría despierta por la noche. Sentir terror era probablemente una razón
más saludable para estar despierta que pensar en sexo con Mitch.
Mientras agrupaba sus libros, un par de clientes formaron una fila detrás de
ella, por lo que Hailey no pudo decir nada más embarazoso que desearle un buen
día.
Los tres libros de tapa dura hicieron un poco más de peso que lo habitual, de
modo que Paige se detuvo a descansar en el pequeño parque con los lindos bancos,
lilas y rosas silvestres. Y en lugar de pensar en si eran o no exagerados los
comentarios de Hailey sobre la tensión sexual, pero fundamentados en la verdad,
sacó un libro de bolsillo de la bolsa y se acomodó para leer durante unos minutos.
Lo bueno de vivir en una casa rodante, no mucho más grande que dos
camionetas estacionadas una junto a la otra era el hecho de que no se necesitaba
mucho tiempo para limpiar. El dueño anterior había actualizado el cuarto de baño,
y Paige había reemplazado el linóleo y la alfombra antes de mudarse. Le encantaba
demasiado estar descalza como para caminar sobre un piso tan viejo como ella.
La cocina y el dormitorio estaban un poco en mal estado, pero cada mes
trataba de ahorrar el dinero suficiente para hacer una pequeña mejora. El mes
pasado reemplazó la antigua puerta de lauan del armario en su dormitorio por una
doble plegable de rejilla blanca que iluminaba esa esquina de la habitación.
La abrió y la cerró un par de veces, orgullosa de lo bien que quedó y la
suavidad con que se movía en el corredor, y luego, encendió la aspiradora para
limpiar el pequeño desastre que había hecho. La vieja puerta ya estaba afuera, contra
la cerca, y tenía que recordar preguntarle a Carl si le importaría llevarla en su
camioneta y encargarse de ella en su siguiente turno.
El zumbido reconfortante de la aspiradora arrulló su mente en un viaje libre y
no se sorprendió cuando vagó directo a Mitch Kowalski. Había estado pensando en
él casi constantemente desde que se sentó a su lado en el banco del parque ayer.
Lo que más se preguntaba era si él estaba siendo amable o si estaba
realmente interesado en ella. Y entonces, sin importa lo mucho que intentó no
hacerlo, se imaginó qué habría pasado si la hubiera rodeado con su brazo y la besara
allí mismo, en el parque a plena luz del día.
Eso, sin duda, le habría dado a la ciudad algo de qué hablar. No es que
necesitaran mucha insistencia para hablar de Mitch, pero Paige nunca había hecho
nada, aparte de reabrir el restaurante, que la pusiera en la columna de chismes.
De lo que había oído, Mitch tenía un apartamento en la ciudad de Nueva York,
pero rara vez se quedaba allí. Viajando de un trabajo a otro, o bien se alojaba en
hoteles o alquilando un apartamento amueblado si estaba allí un par de meses.
Eso probablemente explicaba cómo había evitado cualquier relación seria
hasta ahora. No se quedaba en un lugar el tiempo suficiente para que las cosas se
pusieran serias. Algo así como su madre, salvo que Donna Sullivan iba generalmente
corriendo hacia lo que pensaba que sería el amor y no huyendo de él.
Se preguntó cómo funcionaba para Mitch. ¿Permanecía huyendo de modo
que el amor no pudiera atraparlo? ¿O era el amor simplemente incapaz de
detenerlo? Era como la cosa del huevo-o-la-gallina para su vida amorosa.
Riéndose de sí misma, Paige desconectó el cable de la pared y lo enrolló
alrededor de la aspiradora. Tal vez viajaba porque su trabajo lo exigía.
Periódicamente. Y ella tenía mejores cosas que hacer que reflexionar sobre el estado
de la vida amorosa de Mitch Kowalski.
Su móvil vibró en el bolsillo y rodó los ojos cuando vio el nombre en la
pantalla de identificación de llamadas.
—Hola, mamá.
—Hola, cariño. ¿Cómo estás?
—Bien. ¿Qué tal tú?
Espera…
—He estado mejor.
Y, como era de esperar, su madre se lanzó a una letanía de quejas que
revelaban sus crecientes dudas sobre su relación actual. Corey era cinco años menor
que Donna, un hecho que había emocionado a su madre al principio, pero se estaba
convirtiendo rápidamente en una fuente de inseguridad.
—Lo juro, él habría olvidado el aniversario de nuestra primera cita si no lo
hubiera puesto en Facebook.
Paige puso su teléfono en altavoz y silenciosamente extendió un poco de
trabajo en la mesa delante de ella, cuidándose de hacer ruidos compresivos en los
momentos adecuados. Sacando lo que pensaba eran los “Especiales de Gavin” de la
pila de hojas, escaneó a través de los números.
Gavin Crenshaw era joven, pero le encantaba cocinar y era bueno en eso, así
que trabajaría en el restaurante hasta que pudiera ahorrar suficiente dinero para
mudarse a Portland o Boston y empezar a ascender en la escala culinaria. Mientras
tanto, Paige le permitía probar las recetas con sus clientes, siempre y cuando los
ingredientes no fueran demasiado caros, y Ava marcaba una barra en una hoja para
registrar cada vez que alguien ordenaba uno de los especiales de Gavin.
Whitford no había abrazado la berenjena en parmesano. A juzgar por las
marcas, la mayoría en Whitford ni siquiera habían probado el plato. La carne asada
en pan de ajo a la parrilla, sin embargo, había sido un éxito tan grande que Ava había
mantenido una cuenta separada para el número de clientes que pedían que se
agregara al menú regular. Paige hizo una nota para que Gavin lo ofreciera un par de
veces más y, si el interés se mantenía alto, lo consideraría.
—Anoche sólo se dio la vuelta y se fue a dormir. Me acurruqué contra él, pero
empezó a roncar antes de que llegara más lejos.
—Probablemente estaba cansado, mamá —dijo Paige. Habían pasado unos
minutos desde que hizo un ruido compresivo, además de que quería alejar las
descripciones después de “más lejos”—. Es cinco años menor que tú, pero no tiene
diecinueve, tampoco.
Pero esa explicación no era la simpatía que Donna estaba buscando, por lo
que las quejas continuaron. Paige puso una X roja junto a un par de artículos e hizo
una nota para recordarle a Gavin que sus conciudadanos no eran fanáticos de las
verduras emperifolladas. Les gustaba el acompañamiento de judías verdes. El maíz
estaba bien. Nada caramelizado era un favorito del público.
Otros diez minutos pasaron antes de que su madre terminara.
—Oh, él está en el camino de entrada ahora. Tengo que irme. ¡Te amo!
Paige terminó la llamada con un movimiento de cabeza.
—Bueno hablar contigo, también, mamá. Estoy bien. El negocio está genial,
gracias por preguntar. Y hay un tipo muy sexy en la ciudad con el que no estoy
teniendo sexo porque no quiero terminar como tú.
Trató de no tomarlo como algo personal. Amaba a su madre y sabía que su
madre la quería, también, hace tiempo se había dado por vencida de ser la persona
más importante en la vida de Donna Sullivan. Era sólo del modo en que era su madre
y nunca iba a cambiar.
Tan emocionalmente insatisfactoria como fue la llamada, había llegado en un
momento perfecto para servirle a Paige de recordatorio de porqué tenía una regla
nada de hombres. Tenía mejores cosas de qué preocuparse, que de un tipo
olvidando el aniversario de su primera cita o dando la vuelta y yéndose a dormir.
O si uno había pensado en besarla en un banco del parque a la luz del sol.
Capítulo 4
Traducido por Gemma.Santolaria y Lauuz
Paige amaba la celebración del Old Home Day en Whitford. Un poco de amor
venía de no abrir hasta el mediodía el restaurante, lo que la permitía dormir hasta
las siete. Mayormente, sin embargo, amaba el fuerte vínculo que la comunidad sentía
mientras respetaba a su ciudad adoptiva.
Ya hacía calor, así que se puso un vestido rojo con un corpiño ceñido que se
soltaba en una falda. Además de ser fresca, también hacía que sus tetas se vieran
muy bien. No es que las estuviera enseñando para alguien, pero la mayor parte de
su vida la pasaba con una camiseta del restaurante Trailside y era agradable verse
bonita y femenina de vez en cuando. Ante la humedad, se recogió el cabello en una
cola de caballo y no se puso ningún tipo de maquillaje, sino sólo un toque de brillo
de labios.
Aunque poder dormir era un cambio refrescante, tener el restaurante cerrado
significaba tener tostadas con mermelada para desayunar, pero no le importaba. Eso
dejaba más espacio para la masa frita que sólo estaba disponible en Whitford en el
Old Home Day, y los increíbles productos horneados estarían a la venta. Si tenía
suerte, alguien se habría olvidado de contratar al proveedor de salchichas italianas
este año, porque lo culpaba por sus vaqueros demasiado estrechos durante toda
una semana después de la celebración del año pasado.
Un poco después de las nueve, se dirigió a la biblioteca para encontrarse con
Hailey. El desfile no comenzaba hasta las diez, pero la base de la estatua
conmemorativa del fundador de la biblioteca ofrecía una gran vista y alguien robaría
ese lugar si no llegaba temprano. No importaba que Hailey fuera la bibliotecaria,
tampoco. La gente callaría si ella los hacía callar, pero no renunciarían al privilegiado
lugar con las mejores vistas del desfile.
Hailey ya la estaba esperando cuando subió la pequeña colina cubierta de
hierba, y sonrió cuando Paige se sentó en la losa de cemento junto a ella.
—Te ves como una chica modelo sexy en ese vestido.
—Yo apostaba para una no caliente y sudorosa, pero sexy chica modelo
funciona para mí.
—De los tobillos hacia arriba, de todos modos.
Paige miró hacia sus gastadas y cómodas chanclas y movió los dedos de los
pies.
—Maldita sea. Realmente estaba esperando enganchar a algún tipo con un
fetiche con los pies hoy.
—Hay otras partes de mi cuerpo con las que prefiero que un chico se
obsesione.
—No lo sé. Masaje de pies gratis. Quizás la pedicura si tiene las manos firmes.
Hailey sonrió.
—Me pregunto qué siente Mitch por los pies.
Y maldiciendo el lindo vestido de verano que no hacía nada para ocultar el
rubor caliente que se arrastraba sobre la piel de Paige.
—¿Quieres decir que todo el pueblo aún no sabe si tiene un fetiche por los
pies?
Hailey en realidad pareció como si estuviera considerando la pregunta como
algo serio.
—No creo haber oído alguna vez una historia sobre él y los pies.
—No importa, de todos modos. No tengo interés en los intereses de Mitch
Kowalski.
—Aw, pero se veían tan lindos sentados juntos en el parque el otro día. —
Paige le lanzó una mirada de Tienes que estar bromeando. Ella sonrió—. O al menos
eso he oído. De alrededor de unas veinte personas diferentes.
—Estaba leyendo. Él estaba esperando que Josh tuviera su corte de cabello.
Hablamos durante unos minutos, y luego se fue. No es gran cosa. —Bueno, en su
imaginación sí que era un gran problema, sobre todo cuando se suponía que debía
estar durmiendo, pero no pensaba que nadie más lo pensaría.
—Mmm-hmm.
—Además, está fuera de los límites. Tuviste una relación con él y eres mi
amiga, así que por lo tanto no puedo tener una relación con él. —Además había
toda la cosa de la abstención, pero su amistad era una excusa a mano.
Hailey rió.
—No tuvimos una relación. Éramos jóvenes y estúpidos y estábamos
aburridos, por lo que nos emborrachamos y tuvimos sexo en el asiento trasero. Y
eso fue hace mucho tiempo. Tanto tiempo que beber vino con refrescos era la cosa
divertida de hacer.
—Pero aun así…
—Pero aun así, nada. Créeme cuando te digo que no hubo nada emocional
implicado en absoluto, por ninguno de nosotros, y que tienes vía libre, cariño.
—Mi pista de aterrizaje está cerrada. —Paige frunció el ceño, y sacudió su
cabeza—. Estoy destrozando toda esta cosa del avión. No puedo ser el avión y la
pista de aterrizaje.
—Déjame hacerlo fácil. Él será el avión. Tú serás el hangar.
—¿Por un tipo que ha estacionado su avión por toda la ciudad? Él puede rodar
hacia otro hangar.
Hailey rió.
—Tienes razón. Apestas en la cosa del avión. Pero no creo que sea tan libre
sobre dónde estaciona el avión de lo que la leyenda cuenta, ya sabes. He vivido toda
mi vida aquí, y muchas de esas historias son el equivalente a las historias de peces
de mi tío. Ellos sólo quieren que todo el mundo piense que pescaron al más grande.
—No puedo hacer lo de aviones y peces. Tienes que elegir uno.
—Péscalo, mantelo por unas pocas semanas, y luego lánzalo de vuelta y
déjalo nadar lejos.
—Me estás matando con las metáforas
—Fóllate al tipo, Paige. Ten sexo caliente y sudoroso hasta que pienses que
nunca más podrás caminar, y luego dale una patada hacia la acera.
Sonaba bien en teoría… infiernos, sonaba muy bien en la teoría, pero Paige
no podía correr el riesgo. Todo lo que necesitaba era enamorarse de un chico como
Mitch y perder todo lo que había ganado porque estaba demasiado ocupada
persiguiendo a un chico que no quería ser atrapado. Lo había hecho antes, a pesar
de que había tomado la decisión de cambiar su vida antes de que se volviera un
hábito, como lo fue para su madre.
En un esfuerzo para distraer a Hailey, Paige cambió de tema hacia la
recaudación de fondos inminente para la biblioteca y funcionó. El tiempo pasó
mientras hablaban de los presupuestos y de la venta de los libros usados y de qué
presupuesto de la biblioteca de Whitford estaba yendo hacia abajo por el desarrollo
de su colección digital, hasta que casi era la hora para el desfile.
Paige se sobresaltó cuando Hailey le puso el brazo sobre los hombros y la
atrajo hacia ella, señalando con su mano libre.
—Dime otra vez que no estás interesada.
Miró al otro dado de la calle donde Hailey estaba señalando y suspiró. Por
supuesto que Mitch tenía que escoger un lugar justo enfrente de ellas para ver el
desfile. Sin duda que era el banquillo lo que los había atraído, ya que un par de
adolescentes lo habían dejado libre para que Josh se pudiera sentar, pero aun así.
¿Tenía que estar directamente en su línea de visión de esa manera?
Mitch llevaba lo que parecía ser una andrajosa camiseta de sus días en la
escuela, probablemente en honor por la ocasión, y shorts que atraían su atención
hacia sus piernas. No podía decir que alguna vez había prestado atención a las
piernas de un hombre antes, pero le gustó la vista de las suyas. Él se sentó en el
banco junto a su hermano, sin apartar los ojos de su teléfono. Paige esperaba que
lo que fuera que tuviera su atención, la mantuviera. Tal vez ni siquiera la notaría entre
la multitud.
—Si Mitch te atrapa mirándolo de ese modo, puede que haga una inmersión
kamikaze hacia tu hangar aquí delante de todos.
Paige se rió y empujó a Hailey.
—¿Vas a dejar eso de los aviones? Hablemos de otra cosa. ¿Ya has visto al
vendedor de masa frita? Quiero ser la primera de la fila cuando monte su parada. —
Si iba a entregarse a algo malo para ella, mejor que fuera por la comida chatarra que
por un hombre.
Había sido una mañana lenta y, sin nada mejor que hacer, Paige estaba
apoyada en el mostrador, hojeando una revista, cuando Mitch entró por la puerta y
perdió todo el interés en el artículo que había estado leyendo sobre los limpiadores
naturales industriales
Él sonrió cuando la vio y se sentó en el mostrador, en el extremo más lejano
de la ventana de paso a la cocina, donde Carl estaba preparando el almuerzo.
—Buen día, Paige.
—Hola, Mitch. ¿Café?
—Montones de café. Montones. —Él le dio un guiño que le hizo hormiguear
en todos los lugares correctos.
No, los lugares equivocados. No hormiguear, se recordó mientras servía un
café y lo colocaba enfrente de él.
—¿Algo más, o sólo el café?
—Tomaré un estofado y un omelet de queso chédar con patatas fritas caseras,
omite la tostada, y un poco de compañía.
Estaba mirándola a los ojos cuando lo decía, y ella esperaba que lo que estaba
sintiendo en el interior no pudiera ser visto en el exterior, porque podría resumirse
en dos palabras. Lo deseaba.
—Está bastante tranquilo en este momento —dijo ella—. Si estás buscando
compañía, tendrás que conformarte conmigo.
—No hay nada de “conformarse” sobre ti, Paige Sullivan.
A pesar del tintineo y chisporroteo y otras palabras que terminen en eo, ella
se rió:
—Eso fue muy hábil. Eres incluso más encantador que las historias por las que
recibes el crédito.
—¿Está funcionando?
—Nop. Lo siento —mintió—. Déjame ir a pasar tu orden.
Ya que Carl había desaparecido de la ventana, Paige tenía una excusa para
escabullirse atrás unos segundos. Mitch Kowalski era el infierno para sus nervios. Y
no los nervios que quedaban cuando los niños corrían salvajemente en su
restaurante mientras sus padres estaban sentados y tomaban café. Él era el infierno
en sus nervios que estaban conectados a las partes del cuerpo que habían sido
gravemente descuidadas durante los últimos dos años.
No se escondió el tiempo suficiente sin embargo, porque, después de que
Carl tomó la orden, él le dio una mirada divertida:
—¿Te sientes bien? Estás un poco sonrojada.
Genial.
—Estoy bien. Está un poco caliente aquí.
—No, no lo está.
Ella negó con la cabeza y regresó por la puerta giratoria. Mitch estaba
bebiendo su café, pero parecía que había estado viendo la puerta para su regreso. A
pesar de que allí había algunos periódicos apilados cerca de él, estaba ignorándolos
y, ya que había dicho que estaba buscando compañía, así que realmente no tenía
más opción que hablarle.
Después de rellenar su café, se sirvió un té helado y apoyó su cadera contra
el centro de la isla. Podía haberse sentado en uno de los muchos taburetes vacíos,
pero tampoco tenía que sentarse lo suficientemente lejos ya que parecería grosero
si él estaba buscando conversación, o lo suficientemente cerca como para que esos
nervios pudieran empezar a darle ideas de nuevo.
—Después de que Ava llegue más tarde —dijo él—, ¿quieres dar un paseo
conmigo?
Sí. Sí, quería.
—Tengo planes después del trabajo, pero gracias de todas formas.
—Sería divertido. Podríamos recorrer el lago. Ver en donde terminamos.
Fue la visión de dónde terminarían el problema, porque había una muy buena
posibilidad de que si estaba sola con Mitch, terminaría en sus brazos. O en su cama:
—Tal vez en otra ocasión. —Más que captar la indirecta, él se inclinó hacia
adelante y sonrió.
—Vamos. Incluso tengo un casco que te quedaría.
—¿Casco?
—Para la moto. Estoy hablando de llevarte de paseo alrededor del lago en la
moto, no en la camioneta.
Oh, eso es justo lo que necesitaba después de más de dos años de celibato
autoimpuesto, un chico ardiente entre sus piernas y un vibrador sobre ruedas debajo
de ella.
—Yo… no puedo.
Él se recostó de nuevo, envolviendo las manos alrededor de su taza de café,
pero no parecía rechazado.
Curioso, tal vez.
—¿Por qué no tienes citas, Paige?
—Lo siento, pero los detalles acerca de mi vida personal no están en el menú.
—No lo entiendo. Eres hermosa. Obviamente eres inteligente y resuelta, ya
que no sólo trajiste este lugar de regreso a la vida, sino que lo hiciste mejor de lo
que alguna vez lo fue.
El hombre sabía cómo halagar a una mujer, eso era seguro.
—Gracias.
—Pareces estar en un gran momento en la vida. ¿Por qué no estás buscando
a un hombre para compartirlo?
—Los hombres son un lujo, no una necesidad.
—¿Qué se supone que significa? —preguntó, frunciendo el ceño como si el
concepto fuera totalmente extraño para él. Lo cual probablemente lo era.
Ella se alejó de la isla y enderezó el salero y pimentero sólo para darle a sus
manos algo que hacer.
—Significa que no necesito a un hombre en mi vida. Y tengo eso escrito en
una nota adhesiva pegada en mi refrigerador así no lo olvidaré.
—Pero necesitas a un hombre, ¿verdad?
Ella fingió pensarlo durante algunos segundos:
—No particularmente.
—¿Quién abre los frascos para ti?
—Tengo un pequeño artefacto que hace eso.
—Pero… —Sonrió—. ¿Qué hay del sexo?
—También tengo un pequeño artefacto que hace eso.
Él parecía aturdido durante unos segundos, y después un brillo pícaro iluminó
a sus ojos azules, y ella se preguntó cómo demonios se había metido en esta
conversación. Se suponía que debía estar haciéndole saber que no estaba interesada,
incluso si no era precisamente la verdad, ¿y de alguna manera terminó hablando
sobre juguetes sexuales?
—Me han contado —dijo él—, que esos pequeños artefactos no son un buen
sustituto de la cosa real.
De hecho no lo eran, pero no estaba a punto de decirle eso.
—Tal vez quien sea que te dijo eso no estaba usando los artefactos
adecuados.
—O tal vez ella todavía estaba disfrutando el resplandor de la cosa real.
—¿Regodeándose en el resplandor? —Los artefactos no causaban el regodeo.
O el resplandor—. Dime que no acabas de decir eso.
—Oh, hay un resplandor. Y un regodeo. Confía en mí.
Confiar en él era lo último que sería lo suficientemente estúpida como para
hacer.
—Supongo que lo sabrías, considerando la muy vasta experiencia que tienes.
En lugar de parecer insultado, Mitch se recostó en el asiento y sonrió.
—Has estado escuchando demasiadas historias, creo.
—Es imposible pasar algún momento con las mujeres en esta ciudad y no
escuchar las historias.
Su sonrisa se atenuó un poco.
—Y se preguntan por qué no vuelvo a casa más seguido.
—¿No te gusta aquí?
—Es un poco claustrofóbico. No me importa visitar, pero nunca me quedaría.
Incluso seis semanas de este lugar será demasiado.
Y a ella le gustaba lo suficiente para hacerlo su hogar. Fue suficiente para
reforzar la resistencia a su encanto.
—No debes odiarlo, sin embargo. Nombraste a tu compañía después de la
posada.
—No, no odio a Whitford. —Dejó salir un suspiro—. Es sólo que una vez que
te prenden una etiqueta aquí, llevas la etiqueta por siempre. Cuando entras en un
lugar, ven a una mujer hermosa que ha hecho un éxito de su negocio. Cuando yo
entro, no ven a un hombre adulto que ha hecho un éxito de su negocio. Ven cada
historia que alguna vez han escuchado sobre mí haciendo algo malo, a pesar de que
he cambiado.
—¿Entonces ya no eres un mujeriego encantador que enamora a las mujeres
y las deja sonriendo mientras él cabalga hacia el atardecer?
—Está bien, y eso es lo que estoy tratando de ser, pero tú no me dejas. —Oh,
era bueno—. Lo sabes, Paige. No estoy buscando ser una necesidad aquí. Sólo un
lujo temporal.
—Yo no soy una mujer que necesita el lujo en su vida.
—Apuesto a que puedo cambiar tu opinión.
Ella lo vio a los ojos:
—Apuesto a que no puedes.
—Puedo ser persuasivo.
—¿De verdad? Porque me parece que nunca has tenido que trabajar tan duro
para persuadir a una mujer de que eres una buena apuesta.
—Tengo la sensación de que tú vales la pena el esfuerzo.
El hombre sabía pulsar todos los botones correctos para empujar.
—Eres bienvenido a intentarlo.
Ella sabía que tan pronto como esas palabras salieron de su boca fueron las
incorrectas para decir. Él asintió, su mirada caliente y prometiendo toda clase de
cosas obscenas n las que ella no quería pensar pero sin duda soñaría.
—Tengo la intención.
Capítulo 7
Traducido por âmenoire y Gemma.Santolaria
Eran casi las siete para el momento que la camioneta negra de tres cuartos
de tonelada de Ryan con los logos de Kowalski Personalización de Casas a los lados
llegó a la posada, la noche siguiente, y Mitch salió del granero en donde había estado
clasificando para encontrarse con él. Su hermano podía ser un dolor en el trasero,
pero no lo había visto desde que se habían juntado todos para celebrar que Sean
salió del ejército.
Comenzaron a saludarse de mano, pero se convirtió en un rápido abrazo.
—Me alegra que vinieras. Espero que aún puedas manejar el martillo ahora
que te has vuelto más fino.
Ryan bajo la mirada a su ropa, pantalón caqui y una camiseta polo azul marino
con una versión más pequeña del logo en la camioneta, y frunció el ceño.
—No soy un maldito fino.
—Luces como uno. Del tipo mandón.
—Soy el jefe. Pero todavía puedo manejar mi propio martillo. —Ryan miró
hacia la posada—. Por la apariencia de las cosas, voy a tener que hacerlo.
—Te dije que era malo.
—No estabas mintiendo. Justo ahora muro de hambre.
—Puedo conducir hacia el comedor y recoger una hamburguesa o algo.
Ryan frunció el ceño.
—¿No hay tarta Shepherd?
—Rosie está… en huelga, supongo que podría decirse.
—¿Qué quieres decir con que está en huelga?
—Contratamos a Andy Miller para hacer algunos trabajos en el lugar.
—Ah. —Ryan sacudió su cabeza—. ¿Entonces tampoco habrá pan de plátano?
—Nop.
—Este lugar realmente va a apestar.
—Dímelo a mí.
—¿Dónde está Josh?
—Quería asearse. Le lleva el pobre idiota media hora subir y bajar las
escaleras, así que podría tomar un rato, pero podemos dirigirnos a la ciudad cuando
esté listo.
Ryan caminó hacia los escalones, dándole una buena revisión.
—Escuché que la mujer que ahora atiende el viejo comedor es bastante
atractiva.
—Síp. —A su hermano menor le gustaba apretar sus botones y no iba a darle
la satisfacción de ponerse territorial. O preguntarle cómo sabía sobre Paige.
—También escuché que fuiste descartado.
Así que había estado hablando con Josh.
—Un movimiento en falso y un fallo tal vez, pero todavía estoy al bate.
Aparentemente terminando de inspeccionar las escaleras, Ryan se volvió para
enfrentarlo y metió sus manos en sus bolsillos.
—Estaré alrededor por aquí un rato. Tal vez llegaré a conocerla y ver si me
deja robar algunas bases.
—Si das siquiera un paso hacia primera base con Paige Sullivan te romperé
cada hueso de tu cuerpo. Y arruinaré tu linda ropa fina mientras lo hago.
Ryan solo se rió de él.
—Lo sabía.
—¿Saber qué?
—Olvídalo. Iré a hurgar en la cocina.
—Como dije, podemos ir al comedor y…
—No quiero ir a la ciudad. Estoy cansado y ya tuve suficiente sentándome en
una camioneta. Sólo me haré algunos sándwiches o algo.
Ryan llegó hasta el pasillo del frente antes que Rose bajara las escaleras
volando. Mitch la observó abrazar a su hermano menor como si hubiera estado
navegando en el mar en lugar de en Massachusetts, sintiéndose más agravado cada
segundo.
Por supuesto que Rose trataba bien a Ryan. Él no había cometido el pecado
imperdonable de ofrecerle a un buen hombre algo de trabajo honesto. Y Mitch no
quería a Ryan cerca de Paige. Sabía que Ryan solo había estado provocándolo, pero
su hermano menor no era mal parecido, era un chico agradable y, a diferencia del
resto de ellos, era tan firme y sólido como una losa de granito. ¿Qué si Paige estaba
dispuesta a romper su regla de no citas por él?
Podría ser vergonzoso por una cosa, Mitch nunca lo dejaría ser. Y Ryan no solo
seduciría a Paige y seguiría adelante. No funcionaba de esa forma. Mitch amaba a
las mujeres de la misma forma que amaba las hamburguesas con queso y las
películas de Duro de Matar y un buen juego de fútbol americano. Ryan amaba por
siempre y para siempre, amén y Mitch nunca lo había visto siendo casual con una
mujer.
—Te hice tarta Shepherd. —Escuchó Mitch a Rose decirle a Ryan y los siguió
hacia la cocina.
—Mitch dijo que no lo habías hecho.
—Mitch no lo sabe todo. Por supuesto que te hice tarta Shepherd. Y también
hay pan de plátano.
—Te dije que olía a pan de plátano y dijiste que era el aromatizante ambiental
—dijo Mitch, tratando de no sonar demasiado quejoso.
—Mentí —dijo ella, abriendo la puerta del horno para mostrar una gran
cacerola de vidrio con tarta Shepherd.
—¿Todo eso es para Ryan o también podemos tomar algo?
—Por supuesto que puedes tomar algo —espetó ella—. No tengo doce años.
Reprimiendo una variedad de respuestas ingeniosas que aparecían en su
cabeza, empezó a poner la mesa mientras Rosie seguía mimando al chico dorado.
Casi había terminado cuando llegó Josh y rescató a Ryan de los mimos maternales.
Más palmeos en la espalda y chistes se intercambiaron, pero Mitch sabía que había
algunas conversaciones serias en su futuro.
Solo llegaron a mitad de la primera porción de tarta Shepherd antes que Ryan
se pusiera serio.
—Josh, ¿por qué no nos dijiste que las cosas aquí se estaban poniendo
difíciles?
—¿Por qué no preguntaron?
Mitch hizo un gesto de dolor. Bajo el tono agresivo estaba una dura verdad.
No habían preguntado. Habían vivido sus vidas y dirigir sus negocios y solo
asumieron que Josh estaba manteniendo el fuerte.
—Debimos haberlo hecho. Y debimos haber regresado más seguido y no lo
hicimos pero aquí estamos ahora y…
—Temporalmente.
—Aquí estamos ahora y trabajaremos juntos para poner el lugar de nuevo por
el buen camino.
Josh resopló.
—¿Tienen algún arreglo mágico para la economía y los precios del gas?
Porque eso es lo que va a necesitarse.
—Vamos a priorizar. Destinar algo de tiempo y dinero en lo que necesita
arreglarse primero y poner algunos parches sobre el resto, estaba pensado que
podíamos pedirle a Chelle, la mujer que maneja la página web de Demolición
Northern Star, sobre modernizar el sitio de la posada. Tal vez impulsarlo en los
lugares de búsqueda y construir una página de Facebook. Hacer que el nombre se
note un poco más.
Ryan asintió.
—La gente ya no revisa panfletos en los restaurantes o en las paradas. Buscan
información en sus malditos teléfonos.
Mitch esperó a ver si Josh contribuiría, pero estaba ocupado metiendo tarta
Shepherd en su boca. En lugar de lucir animado, su hermano menor lució incluso
más sombrío.
—Vamos a intensificar, Josh.
Todo lo que tuvo fue un encogimiento de hombros, y Mitch tomó un gran
bocado de puré de papas, hamburguesa y maíz para evitar presionar a Josh. No lo
llevaría a ninguna parte y no quería que la conversación de la cena escalara en un
intercambio de gritos cuando Rosie había hecho tanto por darle la bienvenida a Ryan
con una cena agradable.
Mañana empezarían a poner manos a la obra y Josh recapacitaría cuando viera
que sus hermanos realmente tenían la intención de quitar algo del peso por un rato.
—¿Estás viéndote con alguien? —le preguntó Rosie a Ryan en un obvio
intento de cambiar el tema.
—No. Pero escuché que la mujer que compró el comedor es bastante
atractiva.
Mitch lo miró a través de la mesa, pero no dijo nada porque nada de lo que
quería decir podría ser dicho frente a Rosie.
—Deja de apretar los botones de tu hermano —reprendió a Ryan, quien solo
le sonrió.
Podía sonreír todo lo que quisiera, pero no iba a tocar a Paige. Paige era suya.
Tal vez no todavía y tal vez no durante algo de tiempo, pero eso era suficiente para
ponerla fuera de los límites de su hermano. Pero dado que ella no sabía eso, lo mejor
que podía hacer era mantener ocupado a Ryan en la posada hasta que regresara a
Massachusetts. Entonces trabajaría un poco más fuerte sobre la cosa de Paige siendo
suya.
No había mucho que hacer en Whitford un sábado por la noche, por lo que
tendía a hacerse su propia diversión. Y el primer sábado por la noche de cada mes
era el más divertido para Paige porque era noche de cine para chicas. Ellas se
turnaban las casas, aunque Paige nunca tenía que acogerlas ya que no tenía
televisión ni lugar para que se sentaran más de dos personas.
Esta noche estaban en casa de Hailey, que era el lugar preferido de Paige para
la noche de cine. Hailey tenía un lindo Cabo a las afueras de la ciudad y ningún
marido que se quejara por haber sido desterrado por la noche o niños que no se
quedaran en la cama. No tenían que preocuparse por la calificación de la película y
podían reír tan fuerte como quisieran, lo que podría crecer más y más el volumen
mientras la noche seguía, dependiendo de quién fuera la que mezclara las bebidas.
Y, fiel a su estilo, Hailey había elegido otra comedia romántica basada en cuán
sexy estaba el protagonista más que las críticas o el boca a boca, sin importar si era
o no nada buena. Si alguien preguntaba de qué se trataba, sostendría la caja del
DVD y diría “¡Mira a este tipo!”.
Paige no se iba a quejar, sin embargo. Lauren había estado lanzada sobre
Nicholas Sparks últimamente, lo que llevaba a una escasez de tejidos y una
disminución en la asistencia. Fran estaba presionando para repetir Thelma & Louise
y el mes anterior, cuando Mallory las había acogido, pasaron a través de la Guerra
de las Rosas, que, teniendo en cuenta su situación matrimonial, las puso a todas un
poco incómodas.
—Una película divertida, nachos de Fran y Ron con Cola para completar —
dijo Jilly Crenshaw, la madre de Gavin, mientras se sentaba en el sofá junto a Paige—
. Me encanta la noche de cine.
—A mí también. —Su bebida era más Cola que ron, pero no era la bebida lo
que la atraía. O incluso el cine. Era la amistad. El sentido de pertenencia y conocer a
estas mujeres de todas las edades, formas y tamaños. Y ellas la conocían, que era
más de lo que podía decir de la mayoría de personas en cuyas vidas había entrado
y salido como una sombra temporal. Algunas de estas mujeres, en dos años, la
habían llegado a conocer mejor que su madre. Porque ellas querían.
—Gavin dice que el negocio parece estar bien.
Paige asintió.
—Mejor de lo que pensaba que iría hace dos años, en realidad. Entre semana
todavía se está bastante tranquilo durante la cena, peor el desayuno y el almuerzo
va bastante bien. Y los fines de semana están ocupados.
—Bien. Creo que Waters dejó el negocio porque a él sólo le importaba la
temporada de moto sobre nieve —dijo Jilly, refiriéndose al anterior propietario del
restaurante—Por supuesto está bien tener todos los conductores de trineo sobre
nieve pasando por aquí, y siempre puedes cobrar un poco más cuando pueden
montar en trineo hasta tu puerta, pero nunca se ajustaba después de que la nieve se
derritiera. Ninguno de nosotros estábamos dispuestos a pagar precios de turista por
una hamburguesa y un refresco, ¿sabes?
Paige asintió, porque lo sabía. Antes, cuando empezó a preguntar alrededor
acerca del viejo restaurante cerrado, obtuvo toda una bronca sobre los pecados del
negocio de Waters, lo que sólo fortaleció su convicción de que el antiguo restaurante
debía servir como el centro social de la comunidad y no sólo un lugar para comer.
Ella servía a la multitud de motos de nieve un poco, sirviendo grandes filetes y
hamburguesas de solomillo y similares durante el invierno, pero su prioridad
siempre había sido la buena comida a precios razonables para sus vecinos.
—La advertencia de cinco minutos —gritó Hailey sobre el zumbido de las
múltiples conversaciones que tenían lugar.
Hubo una loca carrera para rematar las bebidas, rellenar los platos de papel e
ir al baño antes de que empezara la película, y Jilly se puso de pie.
—Tengo que agarrar un poco más de pan de plátano de Rose antes de que
desaparezca.
Puesto que ella ya tenía dos rebanadas en su plato y además un gran asiento
al final del sofá del amor de Hailey, Paige no se movió. Un par de minutos más tarde,
Rose se sentó junto a ella, haciendo malabarismos con un plato lleno y una taza de
café.
—Fui con el chocolate caliente —le dijo a Paige después de que hubiera
puesto la taza en el final de la mesa—. No sé cómo lo hace, y no me lo dirá, pero
Hailey hace el mejor chocolate caliente.
—¿Cómo están las cosas en la posada?
—No demasiado mal. —Paige pensó que el rostro de Rose se tensó un poco
antes de que se relajara en una sonrisa de nuevo—. Ryan está en casa, lo que ha sido
agradable. Se instalaron con cerveza, patatas y un juego de pelota, así que decidí
venir a una noche de cine.
—Conocí a Ryan esta mañana. Me sorprendió que no esté más alrededor
desde que vive tan cerca. Bueno, no realmente cerca, pero sólo a unas pocas horas.
—Conseguir que el niño vuelva a casa para una visita es más duro que
conseguir una invitación a la Casa Blanca. Él dice que siempre está trabajando, pero
no veo el punto de tener el dolor de cabeza de ser el dueño de la empresa si no te
puedes tomar un largo fin de semana de vez en cuando. Mira a Mitch. Se está
tomando seis semanas enteras de descanso. Parcialmente. Él se escapa mucho para
usar la computadora, y ese teléfono suyo de lujo le está dando trabajo.
Oír el nombre de Mitch pareció levantar la temperatura en la habitación, y
Paige esperó que su repentino rubor no fuera tan pronunciado como para que esta
mujer, que era prácticamente una madre para él, se diera cuenta.
—¿Con qué frecuencia están todos en casa al mismo tiempo?
—Casi nunca. Ni siquiera recuerdo cuántos años han pasado. Tal vez incluso
desde que su padre falleció. —Rose sacudió su cabeza—. Todos nos juntamos
cuando Sean salió del ejército el año pasado, pero todos fuimos a casa de Ryan
porque está cerca del aeropuerto y, con Sean y Mitch y Liz volando, tenía más
sentido. No es lo mismo que volver a casa, sin embargo.
Paige recordó cuando Rose y Josh habían viajado hacia Massachusetts para
darle la bienvenida al hermano mediano de la casa.
—¿Cómo están Sean y su esposa?
—Maravillosos. —Rose prácticamente sonrió—. No hay noticias de bebé
todavía, pero rezo por una cada día. El señor sabe que Katie no parece interesada en
darme un nieto, así que le toca a uno de los otros niños. Al ritmo que van, Sean y
Emma podrían ser mi única oportunidad.
Paige bajó la voz cuando la película comenzó.
—Nunca sabes. Uno de ellos puede conocer la persona correcta, enamorarse
y tenerte tejiendo mantas de bebé antes de que lo sepas.
La manera en que Rose miro hacia Paige le hizo sentir como que la mujer
estaba leyendo más en sus palabras de lo que había querido decir.
—Puede ser. No será Mitch, sin embargo. Mitch no se establece.
Paige se obligó a reír y se encogió de hombros.
—Tal vez será Ryan, entonces.
Rose sonrió y volvió su atención hacia la televisión, por lo que Paige hizo lo
mismo. La otra mujer no tenía que preocuparse de que Paige tuviera su mirada
puesta en ser la única para que Mitch se estableciera. Los ojos y la sonrisa y el
coqueteo podrían debilitar sus rodillas, pero no iba a dejar que debilitaran su
resolución.
Capítulo 8
Traducido por âmenoire y Xhex
—He oído que las cosas son un poco inestables en Northern Star en estos
momentos.
Rose no estaba sorprendida de que Fran hubiera escuchado lo que estaba
pasando, y sintió una punzada de culpa por no decirle ella misma. Ella y Fran Benoit
habían sido amigas desde hace mucho tiempo, pero había algunas cosas de las que
Rose no quería hablar. Andy Miller era una de esas cosas.
—No para mí. Estoy teniendo unas agradables pequeñas vacaciones.
—¿Así que de verdad estás en huelga?
Rose se echó a reír.
—Yo no lo llamaría así, exactamente.
Fran meneó la cabeza y apoyó los codos sobre el mostrador. Rose había
hecho una improvisada carrera a la tienda para surtir su alijo de bocadillos, pero el
lugar estaba vacío, así que estaban aprovechando la tranquilidad para ponerse al
día. A veces le tomaba a Rose tres horas escoger un galón de leche.
—¿Cómo es que no sé por qué no te gusta Andy?
Porque Rose no quería que lo supiera, pero no quería herir sus sentimientos,
así que la evadió.
—Fue hace tanto tiempo que ni siquiera recuerdo.
—Eres una terrible mentirosa, Rose Davis, pero te dejaré salirte con la tuya
esta vez. En cambio, cuéntame de Mitch y Paige. Parece que todo el mundo está
hablando de ellos.
Eso era nuevo para ella. Quizá estaba desperdiciando demasiado tiempo en
su habitación.
—¿Qué dicen?
—Oh, ya sabes cómo habla la gente sobre Mitch. Es bastante obvio que puso
los ojos sobre ella, y todos sabemos que Paige no ha salido con nadie que
conozcamos desde que llegó a Whitford, así que hay mucha especulación sobre si
están o no involucrados, como dicen los jóvenes.
—Tiene que dejar a esa chica en paz.
Fran se veía sorprendida, ya fuera por sus palabras o su tono agudo. Quizá
ambos.
—La mayoría de nosotros pensamos que sería bueno para ella. Ya sabes cómo
es él. Les da un poco de romance, luego les da un beso en la mejilla y se va sin
rencores. Le haría bien a Paige tener algo de diversión.
—No me parece el tipo de mujer que sólo tenga algo de diversión. Creo que
estaba algo triste antes de llegar a Whitford y realmente ha prosperado aquí. Si Mitch
rompe su corazón, le hará cambiar.
—No creo que estés dándole suficiente crédito.
—Tiene menos que ver con ella que con él. Sabes que amo a ese muchacho
como si fuera mío, pero no es el hombre del que quisiera que una mujer se interese.
Él no tiene la menor intención de sentar cabeza, por lo que es mejor para Paige si la
deja en paz.
—Yo digo que un poco de diversión sin ataduras es buena para una mujer.
Sobre todo a la edad de Paige. Ella es demasiado joven como para olvidar lo que es
el buen sexo.
Rose asintió.
—Estoy de acuerdo con eso, pero hay un montón de hombres buenos en
Whitford que les encantaría tener buen sexo con ella. Los hombres que son parte de
la comunidad y que quieren asentarse.
—Bueno, le dije a Mitch que debería ir por ello —dijo Fran obstinadamente.
—Te estás convirtiendo en una vieja entrometida.
—¿Y tú no?
Rose se echó a reír.
—Todavía no, pero voy a tener que empezar si alguna vez quiero bebés, creo.
—Te lo digo, creo que serán Mitch y Paige.
Rose no iba a discutir ese punto por más tiempo, así que simplemente se
encogió de hombros. Pero Paige era una chica buena y era lo suficientemente
inteligente como para no meterse con un tipo como Mitch. Esa relación sólo
conduciría al sufrimiento.
Capítulo 9
Traducido por Xhex, âmenoire, Otravaga y Lauuz
Paige sabía que debería tomar su tenedor, tomar algo de puré de papas con
ajo y ponerlo en su boca. No parecía poder moverse, sin embargo, con Mitch
viéndola así y con sus palabras comenzando a tener sentido para ella.
¿No era el tipo perfecto para ayudarla a hacerse cargo de esas molestas
palabras que terminan en ando que la estaban abrumando; como punzando o
vibrando o anhelando y, por encima de todas, deseando? Sabía desde el principio
que él se alejaría sin mirar atrás, y como él dijo, sabía que no podía mantenerlo. Sería
la versión de dos piernas de un auto rentado.
Antes de que pudiera decir nada estúpido, Paige tomo un bocado de su puré
de papas. Y otra. Una vez que se dio cuenta que no estaba saltando a la oportunidad,
Mitch retrocedió con una pequeña charla educada acerca del pueblo y libros y que
le gustaba el puré de papas con ajo de Gavin.
Pero sus palabras se habían metido debajo de su piel, lo cual era
probablemente por lo que Paige tomó un poco de cuidado extra en refrescarse
después de la cena. Estaba muy segura de que el al menos trataría de darle un beso,
a pesar de su promesa de ser un caballero. Después de todo, no había nada
particularmente grosero acerca de un beso.
Además, esa era una promesa que no le importaría que rompiera.
Cuando ella salió del baño, Mitch estaba sentado en su sofá. Empequeñecía
la sala y probablemente debería haber puesto un sillón del amor, pero un buen sofá
era algo que ella no iba a comprometer. Se rió cuando él movió su culo hasta un
lado del sofá y extendió sus piernas completamente, ahora él podía rozar la pared
de la sala que dividía el baño con sus zapatillas.
—Demolición Northern Star, probablemente tiene camiones de trabajo más
grandes que este —dijo ella golpeando su pie.
Él se echó a reír y se incorporó de nuevo sobre el cojín.
—Quizás, pero este te pega. Es cálido y acogedor. Además, probablemente
no tardas mucho en limpiarlo.
—La parte negativa es que si dejo que se apile el correo basura más de tres
días, me veo como un acaparador.
Ella sonrió cuando él se echó a reír, pero por dentro estaba nerviosa y durante
ese momento incomodo no sabía qué hacer a continuación. ¿Debía de sentarse a su
lado en el sofá? ¿O sentarse en una de las sillas de la cocina?
Como si él pudiese leerle la mente, Mitch la tomó de la mano y tiró de ella
hacia abajo, y la empujó hacía él. Ella iba a sentarse a su lado, pero jaló de ella,
mientras usaba la otra mano para dirigir sus caderas hasta que terminó a horcajadas
sobre él.
—No me abofeteaste, así que supongo que todavía estoy bien con todo eso
de ser un caballero —dijo con voz ronca, y tenía un toque de pregunta en ella.
—Los caballeros arreglan los lavaderos de las señoritas y recogen sus propios
platos de papel después de cenar. Creo que hiciste parte del trato.
—¿Entonces, no me sacaras si te beso?
Ella se inclinó hacia delante, posando una mano a cada lado de su cabeza.
—No te dejaré irte hasta que me hayas besado.
Mitch deslizó sus manos por su espalda y la empujó hacia delante hasta que
sus bocas se encontraron. La besó despacio y muy muy concienzudamente, mientras
deslizaba sus manos por debajo de su camiseta. La sensación de sus manos contra
su piel desnuda la hizo enloquecer y querer más.
Cuando ella empujó su camiseta hacia arriba, en un intento por quitársela, él
puso la mano sobre su brazo para detenerla.
—Esto es todo lo que hay. Tendremos buenos momentos juntos y
disfrutaremos el uno de la compañía del otro y entonces, cuando me tenga que ir,
solo diré adiós y me iré. No llamaré. No te mandaré mensajes. No escribiré.
—Eso es bastante contundente. —Y justo lo que necesitaba escuchar.
—Es mejor ser claro sobre esto, así los dos sabemos qué es lo que vamos a
conseguir. Toda la diversión, sin ninguna cosa que no sea divertida.
A ella le vendría bien algo de diversión. Había pasado mucho tiempo, y,
¿quién mejor para tener una aventura que un hombre, que ya sabía de antemano no
quería ninguna relación seria? Por una vez no podía doler. O dos o tres veces. No es
como si fuera a empezar a tener fantasías de finales felices con un tipo que se iba
de la ciudad, lo que significaba, justo como él había dicho, no tener nada de lo no
divertido.
—Solo para que lo sepas —dijo—. Cuando te vayas no me deprimiré, no
escribiré, no me sentaré en un restaurante dentro de veinte años recordando la
noche que pasamos.
Él soltó su brazo y le quitó la camiseta, tirándola a un lado. La suya propia se
le unió un momento después.
—Entonces, tengamos un poco de diversión.
Sin su camiseta en el camino, sus manos recorrieron la espalda de ella
libremente mientras ella lo besaba un poco más. Tembló sobre su regazo y gimió,
cuando la fricción incluso a través del pantalón, envió deliciosos trazos de calor a
través de su cuerpo.
—Esa puerta cerrada ha estado burlándose de mí, desde que llegué —dijo
contra su boca.
Ella se deslizó de su regazo y le tomó la mano para levantarlo. Cuando él la
empujó en su contra y ella se aplastó contra su pecho, se rió y caminaron los pocos
pasos hacia la habitación con él besándola en cada parada.
Buscó a tientas por detrás el picaporte, hasta que lo encontró y abrió la puerta.
Entonces Mitch se detuvo. Simplemente se quedó helado, y cuando Paige
miró hacia arriba, observo su mirada fija en algo tras ella.
—Tienes que estar bromeando.
—¿Qué? —Se giró entre sus brazos, intentando descubrir lo que él estaba
viendo.
—¿Eso es una cama individual?
—Sí, lo es. —Él la miraba como si no hubiese visto una antes—. La habitación
es pequeña. Podría tener una cama grande y la mitad de espacio, o podía tener más
espacio. Elegí el espacio.
—¿Es lo suficientemente grande?
Ella se echó a reír. La cama no era tan pequeña.
—¿Cuánto espacio necesitas?
Él deslizo la mano por su espalda desnuda solo con el sujetador y tiró de ella
hacia atrás por la cintura del vaquero. Su casi espalda desnuda estaba presionada
completamente contra la de él completamente desnuda. Recordándole lo que los
aparatos no podían imitar, el calor, de un gran cuerpo de hombre.
—Creo que eso depende de lo que vayamos a hacer —dijo contra el lado de
su cuello antes de mordérselo.
—¿Esta es la parte donde me preguntas lo que me gusta?
—Averiguaré eso por mi cuenta. —Deslizó sus manos hacia arriba para acunar
sus pechos, lo que a ella le gustó mucho—. No me gusta limitar mis opciones.
Bajó las copas de su sujetador y le rozó los pezones con el dedo. Ella jadeó
presionando sus caderas contra él.
—Creo que te gusta eso.
Le gustaba, pero le gustó incluso más cuando le dio la vuelta y bajo la boca
al primer pecho y luego al otro. Deslizando los dedos sobre su cabello, le sujetó la
cabeza contra su pecho, queriendo más.
Cuando desató su sujetador y lo deslizó sobre sus brazos, ella empezó a
desatarse los vaqueros, pero le agarró las muñecas y se las sujetó sobre la cabeza.
—Yo haré eso.
La besó otra vez, más duro y demandante de como la había besado antes.
Fácilmente sujetándole ambas muñecas con una mano, deslizó la otra sobre su
estómago, hundiendo sus dedos en su cinturilla.
Paige gimió, dividida entre querer que la atormentara para siempre y quererlo
dentro en ese momento. Él no tenía ninguna prisa sin embargo, mientras
desabotonaba sus vaqueros y bajaba la cremallera.
Cuando deslizó la mano por el frente, bajo las bragas rosa de encaje que por
suerte estaba usando, un gemido bajo se le escapó y se movió contra sus dedos.
—Creo que te gusta eso, también —dijo él, con su respiración caliente contra
su cuello.
—Me gusta. —Sus palabras fueron apenas algo más que un suspiro.
Mitch la llevó hacia atrás hasta que sus rodillas tocaron la cama y le quitó su
pantalón y las bragas mientas la recostaba. En segundos, él se deshizo de toda su
ropa, también, y a Paige se le secó la boca. No tenía un aparato que sustituyera eso.
Pensó, cuando escuchó el crujir de un paquete de condones cerca de la
almohada, que Mitch estaba listo, pero no había acabado de tocarla. La saboreó sin
piedad, su boca se alternaba entre sus labios y sus pechos mientras sus dedos se
movían entre sus piernas.
Los dedos de Paige se hundieron entre los músculos de su espalda y luego
los metió entre ellos para alcanzarlo con la mano. Cuando él aspiró duramente, ella
sonrió y susurró:
—Creo que te gusta eso.
—Sabes que me gusta.
No fue hasta que él la hizo venirse con su boca y sus manos que volvió a
escuchar el crujido del condón. Sin respiración y con el corazón martilleándole en el
pecho, esperó a que él se moviera entre sus piernas.
Mitch se detuvo durante unos segundos, sus ojos azules brillaban un poco
mientras sonreía.
—Eres tan hermosa.
—Me haces sentirme hermosa.
—Me alegro. Ahora veamos qué más te hago sentir.
Fue deliciosa, la forma lenta en la que se deslizó en ella. Levantó sus caderas
mientras él se movía a un ritmo fácil, instándole más profundo. Palabras coherentes
habrían escapado de ella, incluso si hubiera querido hablar mientras se centraba en
la sensación de estar llena, la fricción, la forma en que los músculos de la espalda de
Mitch se ondulaban bajo sus manos.
Su ritmo se aceleró y él metió las manos debajo de sus rodillas. Cada golpe
llegaba más rápido e iba más profundo y arqueó la espalda cuando el orgasmo la
sacudió. Lo escuchó gemir, lo sintió latiendo en su interior, y luego se puso de
rodillas y la agarró por los hombros, empujándose más profundo mientras los
últimos temblores sacudían a ambos.
Cuando él puso su cabeza en su pecho, su respiración entrecortada soplando
caliente sobre su pecho, le pasó los dedos por su cabello, acariciándolo. Después de
un rato su respiración se volvió normal, así como su pulso.
Mitch salió de ella, juró y se lanzó al otro lado de ella.
—Casi me caigo de la cama.
Lo intentó de nuevo, rodando más lento mientras se movía sobre la pared.
Frustración lo arrugó de nuevo por un segundo, y luego se recostó, acercándola.
—Estás resplandeciente —murmuró contra su cuello.
—Y disfrutando. Definitivamente disfrutando.
—Mis pies están colgando fuera del final de la cama.
Ella se rió y abrió los ojos.
—Muévete hasta que tu cabeza casi esté contra la cabecera.
—Tengo miedo de moverme. Podría caerme al suelo.
Él no había tenido miedo de moverse hace unos minutos.
—¿Has tenido sexo en coches, sofás y en una canoa, pero no puedes manejar
una cama?
—No tuve sexo en una canoa.
—Eso no es lo que he oído.
Él resopló.
—Sé lo que has oído. He oído eso, también, pero no hubo sexo. Hubo
movimiento, pero eso es todo.
Se preguntó cuántas de las otras historias sobre él fueron embellecidas o
incluso eran mentiras descaradas, pero estaba demasiado caliente y borrosa por el
disfrute para abrir esa conversación.
Por ahora estaba contenta por apoyar la cabeza en su pecho y escuchar el
latido de su corazón.
Ni siquiera eran las nueve y media y Mitch ya se estaba levantando de la cama
de una mujer. Eso era nuevo para él, pero sabía que Paige se levantaba antes del
amanecer, estaba de pie la mayor parte del día y necesitaba el sueño. Por desgracia,
la cama era como máximo la mitad de tamaño a la que estaba acostumbrado y se
movía más de lo previsto.
Paige abrió los ojos y le dedicó una sonrisa soñolienta que le dio ganas de
arrastrarse de vuelta a su lado. Gran error, se dijo. Con los años había aprendido que
una mujer que pasaba toda la noche y se despertaba al lado de él, cambiaba su
perspectiva de diversión inofensiva a podría acostumbrarme a esto.
—¿Te vas?
—Si me voy ahora, todavía podemos argumentar que te estaba ayudando con
el lavadero y la cena se retrasó. Si la moto está todavía aquí en la mañana, todas las
apuestas estarán fuera.
—¿De verdad crees que vamos a mantener esto en secreto?
Ella había estado en Whitford el tiempo suficiente para saber que ya no era
un secreto y no había pasado desde que había estacionado su motocicleta en el
estacionamiento en el restaurante, sin entrar en el él.
—Probablemente no, pero al menos puedes negarte todavía, si quieres.
—¿Estarás para el desayuno?
Aunque sabía que Paige no quería una relación más de lo que él hacía, la
pregunta seguía activa para su regla de no comprometerse.
—No es seguro. Depende de lo que esté pasando en la posada.
—Está bien. —Ella se acurrucó más profundo bajo el manta y cerró los ojos
mientras recogía su ropa y se las ponía. Pensó que tal vez se había vuelto a dormir,
pero, en cuanto se subió la cremallera de sus vaqueros, los abrió de nuevo y se dio
cuenta que había estado dándole un poco de privacidad para vestirse.
Una vez que había arrastrado su camiseta sobre su cabeza y metió los pies en
las zapatillas de deporte, se inclinó y la besó, lo suficientemente largo como para
hacerle saber que estaría de vuelta en algún momento, pero apenas por debajo de
él queriéndose quitar la ropa.
—Voy a cerrar la puerta al salir.
—Nos vemos por ahí —dijo ella con voz soñolienta, que debería haberlo
hecho feliz, porque esas palabras eran otra cosa que compromiso, pero un poco
menos informal no lo habría lastimado.
Después de asegurarse de que la puerta estaba bien cerrada y bloqueada
detrás de él, Mitch empujó la Harley para salir a la calle y rodó un par de metros
antes de encender el motor. No es que engañara a nadie en Whitford por un
segundo, pero Paige estaba probablemente en su camino de regreso a dormir y no
quería molestarla de nuevo.
Tomó las cosas con calma en el camino a casa, dejando que el aire de la noche
le enfriara, pero ya que no podía ir tan lento en una motocicleta sin caerse, estaba
de regreso en el camino para la posada demasiado pronto. No se molestó en apagar
el motor y rodear el garaje. Ellos sabían que no estaba en casa todavía, sabían dónde
había estado y, a menos que hubieran sido sometidos a trasplantes de personalidad
mientras él estaba fuera, sabía que Josh estaría esperando para darle mierda. Ya que
era demasiado viejo para escalar el arce y desplazarse hacia arriba por la rama para
alcanzar la ventana del piso superior, suponiendo que la rama no hubiera sido
cortada o podrida hasta el punto en el que se vendría abajo bajo su peso, no tenía
más remedio que ir por la puerta. Ante la remota posibilidad de que su hermano
estuviera sentado en la sala grande de nuevo, se fue por la puerta de atrás, con la
esperanza de pasar a través de la cocina y por las escaleras antes de que su hermano
le pudiera interceptar con las muletas.
—Debe haber sido un infierno de una bola de cabello —dijo Josh tan pronto
como Mitch entró por la puerta. Estaba sentado en la mesa de la cocina, bebiendo
una cerveza con su escayola descansando casualmente en una segunda silla, pero la
fina capa de sudor por su frente le dijo a Mitch que su hermano pequeño tuvo que
reventar su culo para ponerla allí.
—Tomó un poco más de lo que esperaba. Luego tuvimos algo de cenar.
—¿Qué fue el postre?
Negándose a morder el anzuelo, Mitch fue a la nevera y tomó una cerveza.
—Para cuando las pechugas de pollo rellenas y el doble puré se habían ido,
estaba demasiado lleno para el postre. ¿Que tuviste?
—Eso es frío, hombre. —Josh frunció el ceño a su cerveza—. Tuve un par de
sándwiches de atún, que succioné, y la mitad de una bolsa de papas fritas.
—Contratar a Andy fue tu idea.
—Sí, sí. Me dijiste eso, y toda esa mierda. Ella lo superará pronto. Espero.
—No apostaría por ello. —Habían pasado décadas desde que Rose había
hablado con Andy. Lo que sea que estuviera detrás del rencor, era un asunto muy
grande—. ¿Qué haremos en la mañana?
—Vamos a vaciar el granero, así que nosotros, o los chicos supongo, podemos
empezar a desgarrar el suelo. ¿Por qué? ¿Tienes una cita para el desayuno?
—Nop. Sólo para saber qué camiseta vieja debería ponerme en la mañana.
—Probablemente una que debería haber sido un trapo hace seis meses.
—Genial. —Probablemente no se enfriaría al sentir celos del chico con las
muletas—. Voy a subir. Necesito hacer frente a algunos correos electrónicos y
comprobar algunos informes. ¿Te quedas?
—Sí. Iré cojeando en pocos minutos.
Mitch consiguió responder a un correo electrónico de Scott Burns, su segundo
al mando, antes de que se tumbara en la cama y se metiera las manos bajo la cabeza.
Mirando hacia el techo viejo destrozado, pensó en Paige. A veces, con la emoción
de la persecución, el sexo era una decepción. A veces, incluso si el sexo era bueno,
una vez era suficiente para que una mujer saliera de su sistema.
Y a veces, la realidad era incluso mejor que la anticipación y no podía esperar
a verla de nuevo. Solos.
Capítulo 11
Traducido por Magdys83 y Gemma.Santoralia
Era ridículo pasar toda la comida distraída por el postre por venir, pero no
podía dejar de pensar en la lata de crema batida que estaba en su refrigerador. Tal
vez debería haber comprado dos latas. Una para el pastel de fresas y una para todas
las cosas que había pasado el día imaginando que un hombre haría con una lata de
crema batida y una mujer desnuda.
—¿Te sientes bien?
Paige lo miró, pensando que parecía más divertido que preocupado.
—Por supuesto. ¿Por qué lo preguntas?
—Te ves un poco sonrojada.
—Aquí está un poco caliente. —Ella se levantó y tiró su plato; había hecho el
postre pero sucumbió ante más cena para llevar, entonces limpio el lugar de Mitch
dado que su plato estaba vacío.
Debía calentar las galletas para el pastel y sacar la cobertura de fresa de la
nevera.
Y la crema batida. Paige se sobresaltó un poco cuando las manos de Mitch se
deslizaron alrededor de su cintura desde atrás. Luego se recostó contra él, torciendo
su cuello para conseguir un beso.
—Esta noche te ves nerviosa.
Estaba nerviosa. Se había sentido ridícula comprando crema batida en la
tienda. Seguro, mucha gente compraba crema batida, pero, ¿cuántos la compraban
para el sexo? Pensándolo bien, probablemente no quería saberlo.
—No estoy nerviosa. —Sus manos se deslizaron bajo su camiseta y sospechó
que podría ser el momento para el pastel de fresas, sin las fresas y el pastel.
—Sin nervios. —Besó la parte posterior de su cuello, deslizando una de sus
manos alrededor de su cuerpo para acunar su pecho—. ¿Anticipación?
—Tal vez. Sucede que soy muy aficionada a la tarta de fresas.
—Sucede que soy muy aficionado a este lugar, justo… —Su mano se deslizó
hacia abajo por sus vaqueros hasta que encontró el punto dulce—. Aquí.
A Paige le hubiera gustado disfrutarlo más, pero su mente estaba en la crema
batida. En su imaginación, era sexy y podía imaginarse cosas que harían sonrojar. En
realidad, había imaginado cosas que la hicieron sonrojar.
Pero la realidad era torpe. ¿En qué momento durante el desnudarse y el juego
previo caminaba uno hacia el refrigerador y conseguía la lata? Y, ¿no estaría muy fría
la lata? ¿Dónde se ponía uno la crema batida de todos modos? La bañera no era lo
suficientemente grande para los dos. Cualquier lugar excepto en la cocina se haría
un lío enorme, pero nadie quería tener relaciones sexuales en el frío linóleo duro.
—Oye. —Le dio la vuelta y la miró a los ojos—. Dime que está mal.
—Yo… —Probablemente no tenía sentido mentir. No era muy buena en eso,
de todos modos—. Nunca he hecho lo de la crema batida antes.
—Si no te parece la idea, está bien, Paige.
Sonrió y negó con la cabeza.
—No, si me parece. Sólo no sé… cómo funciona.
—No hay protocolo para la crema batida hasta donde yo sé.
Entrecerró sus ojos hacia él.
—Te estás burlando de mí.
—Sí. Sí, lo estoy. —Él abrió la nevera y sacó la lata de crema batida. Después
de quitar la tapa, la sostuvo en alto—. ¿Sabes qué hacer con la crema batida?
—Lo que hago con ella es ponerla en el pastel de fresas.
—Abre la boca.
—¿Disculpa?
Se rió de ella.
—Solo abre tu boca.
Lo hizo y en lo que pareció un abrir y cerrar de ojos, él apretó la boquilla y
llenó su boca con dulce espuma cremosa. Entonces, mientras ella trataba de tragar
todo sin reírse o escupírselo, él se roció en su boca, también.
—Y eso es lo que haces con la crema batida —dijo, haciéndola reír.
Afortunadamente, había tragado.
—Sabroso.
—Sí, lo es. Quédate quieta. Tienes un poco en la boca.
Él se inclinó y movió su lengua por la comisura de su boca. Ella sintió la
sacudida todo el camino hasta los dedos de sus pies, seguido de un temblor de todo
el cuerpo mientras él lamía su labio.
—Creo que lo tengo.
Ella tomó la lata de él y apretó un pequeño montón en su dedo. Estirándose,
lo embarró a través de su labio inferior.
—Oh, mira. Tiene un poco en la boca, también.
Su aliento era un poco irregular y sus ojos calientes mientras ella se movía.
Con pequeñas lamidas burlonas, le limpió la crema batida de su boca. Sintiéndose
un poco más descarada, añadió un poco más, esta vez en el hueco de su garganta.
Cuando él echó la cabeza hacia atrás y emitió un gemido mientras su lengua se
extendía por su piel, se dio cuenta que había encontrado uno de sus botones
calientes.
—Es posible que quieras quitarte la camiseta —dijo ella en voz baja.
Nunca había visto a nadie quitarse una camiseta tan rápido como lo hizo él.
Un poco de crema batida sobre sus pezones y sus dedos estaban cavando en sus
hombros. Y, cuando llegó al botón de sus vaqueros, de hecho contuvo la respiración
por un segundo, antes de dar un paso atrás.
—Es mi turno. Y es posible que quieras desnudarte.
Ella quería desnudarse, aunque tal vez no en su cocina, persianas bajadas o
no. Pero luego él roció un montón de crema batida en el dedo y la provocó con él.
—Mi sofá es de cuero —dijo ella—. Fácil de limpiar.
—Tienes dos segundos.
Probablemente le tomó más como treinta o cuarenta, pero solo porque se
enredó en sus vaqueros a mitad de camino desde la cocina hasta el sofá. Los dos
estaban riendo cuando se derrumbó sobre el sofá, pero eso no detuvo a Mitch de
poner crema en su pezón. La diversión rápidamente se convirtió en deseo mientras
se inclinaba sobre ella, chupando para quitar la cobertura. Cuando llevó la boquilla
hacia el otro pecho, ella interceptó el flujo y terminó con un montón en su mano.
Cuando se estiró y lo untó a lo largo de su rígida longitud, su aliento siseó
entre dientes y sus manos se cerraron en puños. Paige sólo tenía que moverse un
poco para conseguir su postre.
Comenzó lentamente, con largos lametones que hicieron temblar su cuerpo
y murmuró una maldición por lo bajo. Paige tomó eso como un estímulo, pasando
su lengua a lo largo de su eje hasta que él aflojó las manos y las enterró en su cabello.
Cubriéndolo con su boca, tomó tanto de él como pudo, el dulce relleno
burlándose de sus papilas gustativas mientras ella se burlaba de él. Mantuvo el
mismo ritmo fácil que parecía gustarle, deteniéndose de vez en cuando para
chasquear la lengua por la punta sensible.
—Suficiente. —Su voz era ronca mientras se liberaba de ella.
Él tuvo que pescar el condón que había dejado en el suelo, y luego se volvió
hacia ella estaba de rodillas en el borde del cojín del sofá y apoyada en el respaldo.
De pie detrás de ella, agarró sus caderas y la tomó. Sin finura y sin ritmo fácil esta
vez.
Mitch estaba al borde del control y sabiendo que ella lo había conducido allí
le dio una oleada de placer.
Sus dedos se clavaron en la parte trasera del sofá mientras cada embestida
llegaba más y más rápido hasta que el orgasmo la sacudió y podría haber gritado.
Golpeó en ella, sus dedos apretando sus caderas hasta que él se vino con un
gruñido. Durante un minuto o así la mantuvo allí, respirando con dificultad y todavía
temblando, antes que se retirara y ambos se dejaran caer de lado sobre el sofá.
—Santa mierda —susurró.
—Estoy de acuerdo.
—Creo que debería haber un protocolo oficial para crema batida.
—Me abasteceré.
Después de unos minutos, cuando se detuvieron jadeando, le dio una ligera
nalgada en el culo.
—Creo que es tiempo de una ducha para nosotros.
—Sí, estoy empezando a sentirme pegajosa. Tú primero.
Él se levantó y la puso de pie.
—Podemos ducharnos juntos. Es más divertido.
—No creo que quepamos juntos.
—Cabremos. Solo tendremos que apretarnos y frotar nuestros enjabonados
cuerpos calientes.
—Creo que es un poco menos sexy en la vida real —insistió Paige, pero fue
de todos modos porque el culo muy fino y muy desnudo de Mitch estaba liderando
el camino.
—He estado en tu cuarto de baño y no hay manera en el infierno que los dos
cupieran en esa bañera.
Paige se rió ante la expresión de Hailey antes de tomar dar unos apresurados
lametones a la paleta de azúcar que había comprado en el mercado. Estaban
sentadas en el parque con sus helados y mientras que Paige realmente no era de
besar y contar, la historia de la bañera era demasiado graciosa como para no
compartirla.
—Ambos estuvimos en la bañera, pero creo que no lo vamos a intentar de
nuevo en cualquier momento pronto.
—¿Eso fue la noche del domingo? —Paige asintió, demasiado concentrada
en salvar cada gota de chocolate derretido como para responder—. Y estuvo allí la
noche del lunes. Y la noche del martes. Así que contando la noche del viernes, pero
no la del sábado, has tenido sexo casi todas las noches durante media semana. Te
odio. En serio, deberías darme tu helado cuando haya terminado con el mío.
—También ha estado viniendo por un desayuno tardío todos los días. No
puedo ni imaginar lo que Rosie y Josh deben pensar.
—Conociendo a Rosie, está agradecida que les estés ahorrando dinero en la
cuenta del supermercado. —Hailey lamió la lo último de su paleta del palo y luego
frunció el ceño ante este—. Necesito salir de Whitford. Tal vez encontrar a alguien
para una cita.
—Hay un montón de chicos solteros en la ciudad. Josh es soltero y no es que
como que pueda huir en este momento. —Hailey arrugó su nariz—. Ryan estará de
regreso en la ciudad por un tiempo. ¿Qué hay de él?
—Los chicos Kowalski simplemente no hacen mucho para mí. Sin ánimo de
ofender, y una indiscreción adolescente obstante, por supuesto. E incluso si Katie no
lo sabe todavía, pasar el rato con Josh no estaría bien, porque algún día ella va a
admitir que quiere salir con él y no quiero que la cosa de la amiga del ex se
interponga en el camino. ¿Y Ryan? Ahora es casi un extraño. Incluso cuando está en
la ciudad, raramente está en la ciudad.
—Tiene que haber alguien. Voy a comenzar a sentirme culpables si estoy
teniendo sexo increíble sobre una base regular y todo lo que tú estás recibiendo son
dolores de cabeza por frío debido a todo ese helado de consolación.
—Te odio un poco en este momento. Y probablemente voy a gastarme todo
mi presupuesto para el próximo mes comprando en línea cuando llegue a casa.
—Tienes zapatos geniales.
Hailey rodó sus ojos.
—Preferiría tener buen sexo.
Paige movió los dedos de sus pies en sus harapientas chanclas y sonrió. Ella
también.
—Una vez que él regrese a Nueva York, tal vez me compraré un par de
atrevidos tacones altos y un galón de helado de chocolate. Y patatas fritas, por
supuesto, porque no se puede tener dulce sin el salado crujiente cuando te sientes
como una mierda.
—¿Cuándo vas a verlo de nuevo?
—No lo sé. No dijo cuándo. O incluso si nos veríamos. Se supone que Ryan
regresa hoy, así que creo que van a estar ocupados en la posada. —Paige le dio un
codazo a Hailey—. Me dará tiempo para recuperarme.
—Te odio aún más ahora. Detente antes de que te empuje de la banca y robe
todo tu dinero para comprar helado. —Ambas rieron, pero cuando se pararon para
tirar su basura, Hailey se puso seria con ella—. No te estás apegando demasiado a
él, ¿cierto?
—Por supuesto que no. —Tal vez lo había dicho con demasiada rapidez,
debido a que Hailey no pareció convencida—. Solo me estoy divirtiendo, como
dijiste que debería. Pescarlo, mantenerlo un par de semanas, y luego regresarlo y
dejarlo nadar lejos. ¿No es eso lo que dijiste?
—Solo revisando. Las compras de zapatos y el helado pueden ser divertidos,
pero no quiero tener que consolarte través de un corazón roto.
—No tendrás que hacerlo, te lo prometo. No hay corazones siendo afectados
en la elaboración de esta extraña metáfora tuya de peces.
Todo era capturar y liberar en lo que a Mitch se refería.
Capítulo 13
Traducido por Lorenaa. y Gigi D
Para cuando llegaron las seis del lunes, Paige se las había arreglado para hacer
sentirse muy ridícula. Era tonta la cantidad de tiempo y esfuerzo que había invertido
en su cabello y maquillaje sólo para salir a cenar con Mitch.
Cuando le pidió que llevara el vestido rojo, se emocionó al darse cuenta que
seguramente había dedicado un cierto tiempo a recordar cómo se veía con eso. Y
también asumió que eso significaba que no estarían usando su moto. Le gustaba
andar en la moto, pero al saber que su cabello no acabaría aplastado por el casco,
se tomó más tiempo arreglándoselo. Se aplicó un maquillaje suave y se puso unas
sandalias que eran cómodas, pero lo suficientemente elegantes para ir a un lugar
lindo, si es lo que él tenía en mente.
Los nervios la tomaron por sorpresa. Aunque no tenía que preocuparse por el
beso de despedida, o por pasar algún momento incómodo sobre si invitarlo a pasar
o no, su estómago estaba revuelto y su color encendido cuando se revisó en el
espejo por enésima vez.
De alguna manera hoy es diferente, admitió para sus adentros. Esta era una
cita y eso no coincidía con el esquema mental que había hecho para poder acostarse
con él en primer lugar. Era demasiado real, y ninguno de los dos hacía eso.
Estaba en problemas. Además de ofrecerle algo de diversión temporal, Mitch
le había demostrado lo sola que se encontraba. Dos años sola le habían hecho bien,
tenía su propio hogar y un buen negocio y esa sensación de un hogar que siempre
anheló, pero era hora de comenzar a pensar en compartir esa vida con alguien.
Y, estúpida de ella, no podía encontrar a un solo hombre decente en Whitford
para ella. Tenía que haber algunos buenos tipos solteros buscando una mujer local
para asentarse. Harían una vida juntos, enviarían a sus hijos a las escuelas de
Whitford y los verían crecer en la comunidad que Paige había llegado a amar. Pero
no, tenía que prenderse de un hombre que tenía una vida armada en otro lado y sin
ningún interés en volver a Whitford en algún momento.
Bueno, no pienso abandonar mi sueño, sola o no, le dijo a su reflejo. Iba a
salir y pasarla bien y quizás, después de que Mitch se fuera de la ciudad, comenzaría
a buscar a alguien que quisiera las mismas cosas que ella en la vida. Y si no podía
encontrar otro hombre que la hiciera sentirse de la forma que él lograba, al menos
podría tener un hogar y su restaurante, porque no pensaba tirar todo por la borda
para perseguirlo.
Afortunadamente, un vehículo estacionó en la calle y la salvó del lío que eran
sus pensamientos. Era hora de divertirse.
Mitch estaba vestido casualmente, con una camiseta y shorts de cargo, así que
entendió que no iban a un lugar demasiado elegante. No le importaba. Se sentía
bonita con ese vestido, y el ardor en la mirada de él cuando la miró hizo que cada
segundo que pasó arreglándose valiera la pena.
La metió entre sus brazos y la besó hasta que temió que su cabello se erizara
por la energía sexual que irradiaban, y luego entrelazó sus dedos con los de ella.
—¿Lista para irnos?
Él había traído la camioneta, y cuando le abrió la puerta, no estaba segura de
cómo iba a treparse en ella manteniendo su modestia. Cuando él se volvió y la tomó
de la cintura para subirla al asiento, ella se reclinó para darle un pequeño beso de
agradecimiento.
Pero, con su cuerpo metido entre las piernas de ella, Mitch no se contentó
con un rápido beso. Deslizó sus manos debajo del vestido y sobre sus muslos
mientras su boca capturaba la de ella y se negaba a soltarla. Con sus tobillos
enganchados alrededor de la cintura de él, lo tenía un poco muy bajo, pero si él
simplemente se subiera a los estribos, podría….
Una puerta de auto se cerró y Paige volvió a la realidad. Estaban en el
estacionamiento del restaurante, aunque, gracias al cielo, él había estacionado con
la puerta del acompañante mirando a su caravana. Ella lo empujó con una risa, y
luego metió las piernas en la camioneta.
—No puedes culparme por tratar —dijo él antes de cerrar la puerta.
Charlaron mientras él conducía con la mano izquierda, su mano derecha
ocupada sosteniendo la de ella entre los asientos. Ed Grandmaison ya le había
enviado un correo a través del sitio web de la posada diciéndole que había estado
en contacto con el club de motos todo terreno y probablemente estuviera dispuesto
a considerar permitirles cortar camino por sus tierras.
Mitch hizo una pausa mientras le contaba para sacudir la cabeza.
—Dejó muy en claro que lo hacía por el bien de ambos poblados, no porque
sintiera algún cariño hacia los Kowalski o la posada.
—Mientras esté dispuesto a hacerlo, no importa el motivo. Y Carl y yo
hablamos de lo que podría significar para nuestro negocio en el verano. Más clientes
los fines de semana, seguramente.
—Al menos no tienes alfombra. Esos clientes de fines de semana estarán
cubiertos de polvo si está seco o barro si está húmedo.
—Estamos pensando en ofrecer bolsas marrones de almuerzo. Sándwiches ya
hechos, una bolsa de frituras y una gaseosa para llevar. Pueden comerlo en sus
máquinas o caminar hasta el parque o llevárselos si quieren.
Le apretó la mano.
—Me parece una idea genial. Espero que salga bien, por el bien de todos.
Paige contuvo la nube de mariposas que sus palabras le generó,
recordándose que esa sensación de unicidad era temporal. Serían ella y Josh y
algunos pocos más quienes trabajarían con el club de motos y los Grandmaison, y
se reunirían en el pueblo para organizar todo y repartirse trabajos. Mitch se habría
ido antes de que el resultado de su trabajo necesitara cuidado.
Cuando puso la intermitente para meterse en un local de comida rápida, ella
alzó una ceja y él lanzó una carcajada.
—Confía en mí.
No era exactamente lo que se imaginaba, pero le siguió la corriente. Y cuando
condujo a un parque y llevó sus bolsas de papel en una mano mientras la guiaba a
un quiosco a orillas de un pequeño lago, estuvo feliz de haberlo hecho.
—Es precioso —dijo, viendo un velero deslizarse sobre el reflejo del sol en el
agua.
—Iba a llevarte a ese lugar junto al río donde fue nuestro primer beso, pero
temía que no podríamos parar después de los besos esta vez, y no quiero que la
comida se ponga fea, después de que llevó unos cuarenta segundos cocinarla. Aquí
hay suficientes personas pasando por lo que tengo que comportarme.
Se las arregló para hacer eso, más o menos. Devoraron su comida con tanta
velocidad como fue cocinada y luego caminaron a la orilla, tomados de la mano. Un
padre estaba enseñándole a su hijo a usar un bote a control remoto y los observaron
unos minutos. La familia que estaba arrojándose un disco jugando a mantener al
perro ocupado los hizo reír. Una pareja robándose un beso detrás de un gran roble
le sacó una sonrisa a Paige.
Tratándose de citas, esta era casi perfecta. Tranquila y dulce, con un aire de
anticipación que sacaba chispas cada vez que él le quitaba un mechón de los
hombros o apoyaba su mano en su cintura.
Mientras el sol bajaba, la guio a un banquito cerca del quiosco donde habían
comido y le indicó que se sentara.
—Sólo un ratito más. Prometo que te llevaré a la cama temprano para que no
tengas que arrojar tu reloj por el cuarto en la mañana.
Ella tenía la cabeza apoyada en su hombro, con un brazo rodeándola, cuando
los primeros fuegos artificiales explotaron en el cielo apenas oscuro. Paige jadeó y
reclinó la cabeza para mirarlo.
—¿Sabías que eso iba a suceder?
—Por supuesto que sí. —Sonrió—. Bueno, sabía que iba a pasar. No estaba
tan seguro que pudiéramos verlos. El poblado del otro lado del lago tiene un
pequeño espectáculo cada noche, una cosa de turistas supongo, y creí que
podríamos verlo desde aquí, pero no estaba seguro.
Otra explosión, esta vez más fuerte, y luego otra que hizo que Paige sonriera
como una niñita. Amaba los fuegos artificiales, siempre lo había hecho, aunque esta
era la primera vez que los veía en los brazos de un dulce y sexy hombre.
Y era la primera vez que la besaban hasta quitarle el aliento mientras el gran
final explotaba e iluminaba todo sobre ellos.
Mitch había hecho un pacto con Paige y ahora lo estaba matando, pero no
podía retractarse. Ella estaba atrasada en el trabajo y él siempre tenía cosas para
hacer, por lo que habían tomado la gran mesa al fondo del restaurante cuando su
turno acabó. Trabajarían dos horas y después ella sería suya.
Lo que no sabía cuando accedió a eso era que ella chupaba su lapicera
mientras pensaba. Y estaba pensando mucho, por lo que estaba chupando mucho.
¿Cómo diablos se suponía que leyera reportes cuando ella seguía deslizando la
lapicera entre sus labios de esa forma?
Cuando le dio una suave patadita, ella levantó la mirada de sus papeles. Debió
haberle leído la mente, porque le frunció el ceño.
—¿Mitch, en serio? Han pasado apenas veinte minutos.
Maldición. Antenoche había tenido el placer de quitarle el vestido rojo, pero
anoche, entre las llamadas de Ryan por la estancia y Scott sobre el trabajo y un
inspector de Chicago, parecía que su teléfono no paró nunca. Para cuando había
terminado, había sido demasiado tarde para ir con Paige. Sabía que ya demasiado
la mantenía en vela.
Por lo tanto el resultado era que la deseaba mucho y no podía concentrarse
en el trabajo. Aunque ella no parecía compartir ese inconveniente, mientras seguía
chupando la maldita lapicera y ocasionalmente la usaba para tomar notas en lo que
estaba leyendo.
Cuando Ava pasó para llenarles las tazas de café, Paige levantó la mirada.
—¿Puedes pedirle a Gavin que venga si tiene un momento?
—Claro.
El chico no perdió el tiempo, apareciendo antes de que Paige hubiera
terminado de ponerle crema y azúcar al café. Verlo hizo que Mitch se sintiera un
poco viejo. Podía recordar cuando Gavin era lo suficientemente pequeño para que
su papá tuviera que pararlo en un banquito así podía pedir su helado. Preparó su
café mientras el chico hablaba con la jefa.
—¿Cómo puede ser que tanta gente de Maine odie los mariscos? —preguntó
Gavin.
—No creo que fueran los escalopes —dijo Paige—. Creo que fue el queso. Y
esa cacerola que quieres preparar con vino… no estoy segura de eso. ¿Hay alguna
forma de que pudieras sustituir el pollo primero y ver cómo reaccionan ante la
comida con vino antes de que hagamos otros cambios?
A juzgar por el suspiro dramático, Mitch tenía la sensación de que el chico se
sentía como un artista a quien le habían pedido que pintara una obra maestra con
un set de pinturas de preescolar.
—Supongo. ¿Puedo volver a tratar con la sopa de melón fría de nuevo? Es
perfecta para este clima, si tan sólo le dieran una oportunidad.
Fue el turno de Paige de suspirar.
—Sí, pero pensemos otra palabra para sopa. La gente espera que la sopa sea
caliente, por lo que no estarán inclinados a confiar en ese nombre.
Gavin se alejó murmurando por lo bajo, pero Paige solo sonrió y sacudió la
cabeza.
—Él cree que es rudo ahora. Espera a que se mude a la ciudad y sea un peón
más. Cuando sólo se le pida que cocine lo que tiene permitido cocinar, pensará en
este trabajo con más cariño.
—Me crucé con su padre el otro día. Me dijo que Gavin ama trabajar aquí y
que está ganando mucha confianza, además de darle experiencia real para llevarse
a la escuela de cocina.
—Lo extrañaré cuando se vaya. Y la pizarra de especiales perderá su encanto.
Lo que sea que Paige hizo después de eso, requirió más escritura y menos
pensamiento, por lo que Mitch pudo finalmente enfocarse en la computadora frente
a él. Su pierna estaba apoyada contra la de ella bajo la mesa y de tanto en tanto ella
le acariciaba la pierna con su tobillo, lo que lo hacía sonreír. No eran malas
condiciones para trabajar, realmente.
Si ella tuviera una casa más grande, él podría imaginárselos de este modo:
quizá en la mesa de la comida o la mesita del café. Los dos trabajando juntos, hasta
que fuera la hora de acurrucarse en el sofá para ver televisión, porque él habría
insistido en que consiguieran uno, y luego se acurrucarían en la cama. Era una
imagen acogedora y le preocupaba que su mente no retrocediera instintivamente
ante la imagen de la dicha doméstica. Él no hacía dicha doméstica.
Pasados la hora y cuarenta y cinco minutos, su celular sonó y prácticamente
saltó con en su esfuerzo de impulsar los pensamientos de él y Paige y una casa fuera
de su cabeza.
—¿Hola?
—Tu hermano es un idiota. —Era Rose y no sonaba feliz.
—Necesitas ser más específica.
—Josh se cayó saliendo de la bañera y suena como si estuviera atascado, si
es que no está herido. Tampoco puede abrir la puerta para dejarme entrar.
—¿No puede ayudarlo Andy?
—Se fue a pescar con Drew. Imagino que las cosas no están yendo tan bien
con Mallory y ellos necesitaban algún tiempo de padre e hijo.
Mitch cerró los ojos y se frotó el puente de la nariz.
—¿Crees que está herido?
—Está maldiciendo hasta por los codos, así que diría que está herido o
enojado como el infierno. Pero dice que está bien, así que probablemente no es tan
malo.
—Estaré allí en pocos minutos.
La preocupación de Paige estaba escrita por toda su cara.
—¿Quién se ha hecho daño?
—Josh se cayó y no permite que Rosie se encargue de él. Voy a tener que ir y
dejarte.
—La anticipación hace que sea aún más dulce.
—A menos que mis bolas exploten, en el entretiempo —murmuró antes de
recordar que estaban en un lugar muy público.
Miró a su alrededor, pero ni el hecho evidente de que estaban trabajando o
la interferencia de Ava había mantenido a los clientes en el otro extremo del
restaurante.
Después de recoger sus cosas, se inclinó y la besó.
—¿En tu casa mañana?
—Voy a hacer la cena.
La besó de nuevo, luego se fue a su camioneta e hizo el viaje de regreso a la
posada en menos minutos de lo que era legal. No había nadie alrededor, así que se
fue por las escaleras, suponiendo que Josh estaba todavía en el piso del baño.
Rose nunca se había visto tan contenta de verlo como lo hizo en ese
momento.
—No me dice lo que está pasando.
—Ve a encontrar un clavo o algo más largo y delgado con la que pueda hacer
saltar esta cerradura de botón. —Cuando ella se fue, él golpeó la puerta—. Josh,
¿qué demonios está pasando ahí?
—Déjame solo.
—Tan pronto como Rosie vuelva, voy a romper la cerradura.
Una corriente de malas palabras que habría hecho a un marinero orgulloso
fue la única respuesta, por lo que Mitch esperó hasta que Rose rápidamente regresó
con una aguja de tejer.
—Creo que esto es lo suficientemente pequeño como para hacerlo.
—Gracias. Baja las escaleras y te haré saber cuándo no haya moros en la costa.
Parecía como si ella quisiera discutir, pero Mitch se mantuvo firme. Había una
buena posibilidad de que la peor lesión de Josh fuera a su orgullo, pero al menos
los hermanos no tenían mucha dignidad entre sí en primer lugar. Después de otra
corriente de maldiciones del baño, ella le dio a Mitch una mirada penetrante y se
alejó.
Sólo le tomó unos segundos para desbloquear la cerradura y abrió la puerta
lentamente, por si acaso Josh estaba tirado enfrente de ella.
Él estaba tumbado, sí, pero no delante de la puerta. Estaba desnudo, mojado
y se las había ingeniado para apartar el yeso detrás de la base del viejo lavabo de
pedestal mientras había caído. Una rápida inspección le dijo a Mitch que estaba más
enojado que herido.
Tardó unos minutos, intentando desde unos ángulos diferentes, pero Mitch
finalmente logró destrabarlo. Tuvo que ponerse de pie en la bañera y agacharse para
agarrar a Josh debajo de los brazos para que pudiera deslizarlo hacia atrás mientras
él se sentaba.
Cuando Josh estuvo finalmente liberado del lavabo, Mitch le arrojó una toalla
y se sentó en el borde de la bañera para recuperar el aliento. Josh colgó la toalla
sobre su regazo y apoyó la cabeza contra la pared para hacer lo mismo.
—¿Estás herido después de todo?
—Un poco raspado, sobre todo mi espalda. —Lo que apestaba, porque Mitch
sabía que su espalda ya estaba torcida un poco de las muletas—. Probablemente me
sienta como si me hubiera golpeado por un camión en la mañana, pero no hay daños
en el yeso o en la pierna y me las arreglé para no golpear mi cabeza en la bañera en
el camino.
—Vivirás, entonces. Quizá nunca hayas caído tan bajo, pero vivirás.
—Eres un idiota.
—Estaría en la cama de Paige en este momento si hubieras aprendido a
secarte los pies antes de pisar el azulejo.
—Ella me puede agradecer más tarde.
—Ahora ¿quién es el idiota? —Se puso de pie y tiró de Josh para ponerlo de
pie.
Una vez que Mitch estaba seguro de que su hermano no iba a caer y podría
manejar lo de secarse y vestirse sin su ayuda, bajó las escaleras y no se sorprendió
al encontrar a Rose de pie al final, con los brazos cruzados.
—¿Bien?
—Él está bien. Resbaló y dejó su yeso atrapado detrás del lavabo. Lo molestó
a más no poder y probablemente se golpeó la espalda, pero va a estar bien.
—No quiero a ninguno de los dos saliendo esta noche, así que supongo que
voy a hacer la cena.
Mitch pensó en Paige. Podría estar de vuelta en la ciudad en muy poco tiempo
y podría seguir donde lo habían dejado. Aunque tal vez un poco de distancia no era
algo malo, ya que había soñado con ellos jugando a la casita.
Y sabía cuando una mamá gallina como Rose necesitaba cacarear sobre sus
polluelos, aunque sólo fuera para hacerla sentirse mejor.
—Eres la mejor, Rosie —dijo, besándole la parte de arriba de la cabeza—. No
importa lo que los demás puedan decir.
Incluso con otras cosas en que pensar, como citas románticas y besos bajo
fuegos artificiales, Paige volvía a la reacción de Mitch sobre ella apareciendo en la
posada.
Se estaba volviendo muy buena en leer sus expresiones, y la expresión que
tuvo cuando salió de su auto no era de felicidad al verla. Era preguntándose qué
demonios estaba haciendo allí. Luego actuaba tanto frío como caliente, que se sentía
como si estuviera pasando por la menopausia.
Por un lado, él se había comprometido a una cita real. Por otro, ella había
visto su vacilación cuando le dijo que nunca había ido en moto de nieve. Era la
oportunidad con la que la mayoría de la gente se habría ofrecido para llevarla a dar
un paseo, pero eso habría implicado que, después de que se fuera, él no podría
llamar o enviar mensajes, pero regresaría y la vería de nuevo.
Y eso es lo que tenía que tener en cuenta, que cuando dijo que no habría
vuelta atrás, lo decía en serio. Y desde que se dijo a sí misma que no tenía ningún
problema con eso, fue a la Tienda General de Whitford para recoger algunas cosas.
Estaba decidida a cocinar algo para la cena en lugar de recalentar lo que llevara del
restaurante.
Fran se abalanzó sobre ella antes de que la campana incluso hubiera dejado
de tintinear sobre su cabeza.
—¿Ya te llamó Hailey?
—No he oído de ella. ¿Por qué?
—Todos estamos por dirigirnos a la casa de Mallory en un rato. Está dejando
a Drew, y después de un proceso tan dilatado para llegar a este punto, quiere que
sea rápido. Vamos a tener una fiesta de embalaje, aunque supongo que fiesta es una
mala palabra para ello.
Pero Mitch iba a venir y ella había tomado la decisión de hacerle la cena.
—Lamento escuchar eso.
—Todos lo hacemos, cariño. Pero cuanto antes hagamos sus maletas y la
tengamos fuera de la casa, más pronto ambos podrán comenzar a sanar.
No quería pasar la noche separada de él y en medio de pilas y luego ponerlas
en cajas. Le había dicho a Mitch que le haría la cena.
Pero ya no vivía su vida alrededor de los hombres, se recordó. Él era un lujo
temporal, pero sus amigas la necesitaban y no iba a darle la espalda a una porque
Mitch Kowalski estaba dispuesto a dedicarle tiempo esta noche.
—Voy a estar allí —le dijo a Fran—. Solo dime cuándo.
Tres horas más tarde, la casa Miller estaba llena de cajas y mujeres y vasos de
plástico rojos que llevan las infames margaritas de Rose. Mallory, pálida y silenciosa,
se movió a través del caos, señalando las cosas que debían ser embaladas y
mostrándoles lo que podía quedarse, que era la mayoría.
—Mi nuevo apartamento es muy pequeño, así que no puedo llevar mucho —
dijo—. Además, creo que voy a empezar de nuevo.
El corazón de Paige se rompió al ver a Mal sacar su taza de café preferida del
estante, dejando la de Drew, y sacando sus libros del estante en la sala de estar. Tal
vez por eso, cuando Rose entró en el cuarto de baño y Paige estaba pasando, le
entregó la bebida y la tomó.
—Sólo esta —advirtió—. Tengo que levantarme a las cuatro y media.
Rosie asintió.
—Sin embargo, uno podría ayudar a calmarte. Ya sea por un divorcio o porque
tu esposo falleció, empacar la vida que creías que tenías pero que no perduró, para
comenzar una nueva, es algo triste.
—Realmente esperaba que se arreglaran.
—Todos lo esperábamos, pero no me sorprende realmente. Dos personas que
quieren diferentes cosas de la vida en el nivel más fundamental no tienen mucha
oportunidad, especialmente si uno de ellos no ha sido honesto sobre ello. Me
sorprende que duraran tanto tiempo, realmente.
Paige tomó un sorbo de la potente bebida y colocó el vaso en el borde del
lavabo así podría continuar clasificando artículos del tocador de Mallory de Drew.
—Hay algunas metas y sueños que no se pueden posponer, supongo. Uno
grande es los niños. Los quieras o no.
—Exactamente. Puede ceder dónde vivirán o si una esposa viajará o no con
su esposo y todo eso, pero cómo te sientes acerca de la familia es importante.
Tal vez fue el primer sorbo de licor, pero Paige tenía la sospecha de que Rosie
ya no estaba hablando de los Millers.
—Pero para algunas personas, dónde y cómo viven es tan importante como
es tener o no hijos.
—Puede ser. O tal vez el hombre llena el hueco que la mujer pensó que estaba
llenando con el trabajo o amigos o una comunidad.
Paige mantuvo su mirada en el cajón del que estaba tomando frascos de
esmalte de uñas, queriendo asegurarse que daría una respuesta seria a Rosie, a quien
adoraba y no quería ofender. Tal vez era una cosa generacional o simplemente la
manera de pensar de la anciana, pero ese era el tipo de actitud que hacía rechinar
los dientes de Paige.
Que un hombre lo haría todo mejor.
—Quizá —dijo en voz baja—, la mujer no tiene un agujero que llenar. Quizá
está en un buen lugar y va a esperar a un hombre que está dispuesto a compartirlo
con ella.
—Algunos hombres necesitan un poco más de espacio para correr.
—Bueno, ese no sería el hombre adecuado para mí —dijo Paige, siguiendo
con una risa casual, como si sólo estuvieran hablando hipotéticamente.
Rosie suspiró.
—Quizá no. Mejor regreso a la cocina y guardo la licuadora. Hay una línea
muy fina entre calmar y un grupo de mujeres borrachas empujando basura aleatoria
en las cajas.
Paige tomó otro sorbo de la margarita, y luego hizo una mueca en el espejo.
No era una gran fan de la bebida y, maldita sea, se había olvidado de llamar a Mitch.
Capítulo 16
Traducido por âmenoire y Lorenaa
Mitch se estiró sobre el sofá de Paige, que era la única cosa de su tamaño en
la caravana, disfrutando de sentir a Paige acurrucada sobre él.
—Ves —dijo ella—. Si tuviera una televisión no estaríamos disfrutando de este
momento, estaríamos viendo imágenes moviéndose en una caja.
—Creo que lo dejaron de llamar así hace unos cincuenta años. Y todo lo que
dije fue que era una pena que no tuvieses una televisión porque realmente ahora
tengo tiempo para verla. Podría averiguar qué es de lo que habla el resto del país.
—La gente real es más interesante.
—Hablando de gente interesante. ¿Has hablado con tu madre hace poco?
Ella se echó a reír.
—Durante cinco minutos. Quería saber qué significaba que Corey hubiese
dejado que su llamada fuera al contestador dos veces en media hora. Él dice que
estaba haciendo largos en la piscina, pero ella está bastante segura de que él tenía
una calculadora en la mano y descubrió que ella es dos años mayor que él.
—¿A sí que ya está en la espiral de decaída?
—Yo les daría unos cinco minutos más o así. Este es un poco más corto que
la mayoría. Pretendiendo ser joven, moderna y descuidada un poco más de lo
normal, y la fachada se romperá pronto.
—Es una pena que tu madre no aprecie lo asombrosa que eres. —Él besó una
parte de su cabello, era un lugar le gustaba particularmente por alguna razón—. Ella
se lo pierde.
—¿Cómo están las cosas con tus hermanos y la posada?
—Mejor, realmente. Estaba preocupado por Josh, pero ahora que se enfadó
tanto como para derramar todas sus emociones, es más como él mismo otra vez.
—¿De verdad crees que vas a venderlo?
Todavía no estaba seguro. Y todavía no estaba seguro de cómo se sentía
sobre ello. Era capaz de entender el punto de vista lógico de Josh de no sentirse
aplastado por el apego emocional que tenía al viejo lugar.
—No lo sé. Quizás solo tener una elección sea suficiente para él. A lo mejor si
puede aguantar hasta que la gente de las motos a todo terreno nos descubra,
podíamos contratar a un encargado. No queremos que Rose esté sola allí. O
podíamos venderlo.
—¿Ninguno de ustedes quiere llevarlo?
—Tengo las manos llenas con mi propia compañía, al igual que Ryan. A Sean
nunca le gustó vivir en una posada con extraños yendo y viniendo, además Emma,
su mujer, tiene una empresa de diseño de paisajismo bastante exitosa.
—¿Qué pasa con tu hermana? ¿No podría su novio hacer su arte allí?
—No estoy seguro si Liz vendría a casa para quedarse. Lo dudo. Quizás alguna
vez espabile y deje a ese perdedor, pero no volvería a casa.
Paige le golpeó con su codo.
—Dios, me pregunto por qué.
—Somos sus hermanos, es nuestro trabajo que no nos guste el perdedor ese
que trabaja en casa así puede permitirse estar todo el día sin hacer nada y quedarse
mirando sus tres piezas de metal de mierda y decir que “está contemplando su arte”.
—Ha estado con él mucho tiempo. Debe gustarle.
—Supongo que lo ama. Pero nosotros no.
—Así que ellos no tienen muchas oportunidades de dirigir Northern Star,
entonces.
—Ella sí. ¿Ellos? Lo quemaría antes.
—Deberíamos hablar de algo más alegre.
—Si tuvieses televisión podríamos ver dibujos.
—Eres un chico gracioso.
Mitch deslizó las manos por su estómago. Luego las movió un poco más
abajo.
—¿Qué tal si vamos al dormitorio y buscamos cosas divertidas que hacer?
Ellos no tenían problemas en hacer eso. Paige era una amante increíblemente
divertida y él pensaba que nunca se cansaría de sentir su toque u observar su rostro
o escuchar sus gemidos.
Esta noches estaba más tierna de lo habitual, así que él se tomó su tiempo,
saboreando cada centímetro de su cuerpo antes de hacerle el amor lentamente.
Amaba la forma en la que decía su nombre, su cuerpo arqueándose bajo el suyo
mientras le pedía más.
Después, la mantuvo en la posición que el tamaño de la cama le obligaba,
pero no le importaba. Tumbado mayormente sobre su espalda con Paige a un lado.
Su cabeza descansaba sobre su hombro, y él recorría perezosamente con sus dedos
su costado.
Estaba cómodo y cansado, después de la noche anterior con Drew y le
gustaba la sensación de Paige pegada a él.
—Oye.
—¿Hmmm? —Ella estaba casi medio dormida.
—Estoy bastante abatido. ¿Te importa si me quedo esta noche?
Ella se hundió un poco más cerca de él.
—Quédate.
Al diablo con las reglas. Solo esta vez no cambiaría nada. Era tarde y había
tenido que luchar con una resaca durante toda la mañana. El hecho de que el cuerpo
de Paige se moldeara tan fácilmente contra el de él no tenía nada que ver.
Capítulo 17
Traducido por LizC y Gigi D
Katie sólo tenía tres o cuatro años cuando Rose había renunciado a la idea de
vestir a su hija con lazos rosa y zapatos de lujo. Jeans, camisetas y gorras de béisbol.
Había jugado béisbol con los chicos en el parque y la única vez que usó su horno
Easy-Bake alguna vez fue en un fallido intento de fundir algunos cubiertos que robó
de la cocina de modo que pudiera hacer BBs para su honda. Katie nació marimacha
y nunca lo había superado.
Incluso había asumido la barbería que había sido el orgullo y alegría de Earle,
trabajando duro para mantener los altos estándares que su padre había establecido.
Por eso, cuando Rose miró por la ventana y vio el antiguo Jeep de su hija avanzando
por el camino en medio de un miércoles, el miedo se apoderó de ella.
Algo tenía que estar mal.
Rose llegó al porche delantero al igual que su hija salía del Wrangler.
—Hola, cariño.
—Hola, mamá. Pensé en pasar a visitarte por unos minutos.
—¿Sólo así como así? —Algo estaba mal. Podía sentirlo, a pesar del tono
despreocupado de Katie.
—Así como así.
—¿Qué pasa con la tienda?
Katie se encogió de hombros.
—Puse el letrero de “Cerrado” con una nota que estaría de vuelta en una hora
o dos. Es un día lento y si alguien se acerca, lo superará o conducirá por lo menos
quince minutos en otra dirección para conseguir su corte de cabello.
Rose lideró el camino a la cocina, que era donde recibía a la mayor parte de
sus visitas. Una vez que estaba allí, intentó ofrecer a Katie algo de comer, pero no
podía soportar no saber lo que había llevado a la visita improvisada.
—Dime por qué estás aquí, cariño.
Katie retorció el anillo de llaves alrededor de su dedo y no se atrevió a mirarla
a los ojos.
—¿Por qué odias tanto a Andy Miller?
El cuerpo de Rose se puso rígido y su mente giró sin parar, tratando de
recordar las palabras que había usado en el pasado para apaciguar la curiosidad de
su hija.
—No lo odio. Simplemente no somos amigos, eso es todo.
—¿Por qué?
—A veces la gente simplemente no se hacen amigos, Katie. No es gran cosa.
—Solían ser amigos. Recuerdo que cuando era una niña, siempre estaba
alrededor. Lo llamaba tío Andy. Luego se detuvo. Y cada vez que preguntaba por él,
cambiabas el tema o me echabas.
—Fue hace mucho tiempo. ¿Quieres algo para comer? No he horneado nada,
pero…
—No has horneado nada porque no has hecho nada para los chicos desde
que contrataron a Andy. Ese es un montón de animosidad, mamá, y cuando hay esa
cantidad de animosidad entre una mujer y un hombre, por lo general implica sexo.
No quería hablar de esto con su hija. Ahora no. Nunca.
—Jamás he tenido relaciones sexuales con Andy Miller, te puedo decir eso.
—¿Entonces qué, mamá? ¿Qué pasó cuando era pequeña que te ha hecho
odiarlo por casi treinta años?
Rosie no iba a salir de esto esta vez. Katie no iba a distraerse con un aperitivo
o caer en un cambio de tema. Respiró hondo y cruzó las manos delante de sí.
—Andy y tu padre se fueron un fin de semana cuando tenías siete años, para
ir en trineo. Andy conoció a algunas mujeres en un bar y las convenció de volver a
sus habitaciones del motel y… tu padre me fue infiel.
Katie se dejó caer en una silla, con sus ojos marrones, del mismo tono que los
de Earle, abiertos por completo a la sombra del ala de su gorra.
—¿Estás segura? ¿Te dijo eso?
Lo último que Rosie quería hacer era decir algo hiriente sobre el padre de
Katie. Habían sido tan cercanos y Katie atesoraba la memoria de Earle.
—Lo hizo. Poco después de llegar a casa.
—Pero lo perdonaste. Quiero decir, te quedaste con él y parecían felices
juntos.
Rosie se sentó y se inclinó sobre la mesa para tomar la mano de su hija.
—Fuimos muy felices, cariño. Realmente lo éramos. Y, sí, lo perdoné. Fue difícil
al principio, pero tu padre era un buen hombre y se reprendió a sí mismo tanto por
eso, estaba bastante segura que nunca lo haría de nuevo. Por lo que sé, nunca lo
hizo. Sólo esa única vez que se fue con Andy.
—Culpas a Andy. —No era una pregunta.
—Sabía que tu padre nos amaba más que a nada, pero Andy aun así
prácticamente lo arrojó a la mujer. Fue toda una falta de respeto.
Su hija no dijo nada, sólo miró hacia abajo a sus manos entrelazadas. Rose se
quedó en silencio, dejando que Katie absorbiera la noticia. Tenía la edad suficiente
para haber superado la creencia de que sus padres eran cualquier cosa menos
humanos, pero cometer adulterio estaba muy lejos de mentir acerca de lo que le
había pasado a su primer perro.
—En realidad no es culpa de Andy. —La voz de Katie estaba cargada de
emoción—. Papá es el responsable de lo que hizo. Nadie más.
—Una de las cosas por la que el amor no es conocido, es por hacer a una
persona racional. Y tampoco el odio.
—No puedo creer que papá te engañó.
Rosie le apretó la mano.
—No dejes que eso cambie tu recuerdo de él, Katherine. No te atrevas. Pasé
por muchos dolores de cabeza para recomponer a nuestra familia una vez más de
modo que no salieras herida por lo que sucedió. Nos amábamos y te amábamos a
ti. Eso es todo lo que importa.
—Si en serio perdonaste a papá, no seguirías castigando a Andy.
Las palabras de su hija cortaron a través de Rose como un cuchillo caliente,
pero apenas tuvo tiempo para procesar lo que sentía por ellos antes de oír el golpe
revelador de unas muletas acercándose por el porche trasero.
Katie se enderezó en su asiento, sacando su mano del agarre de su madre,
cuando Josh entró por la puerta de la cocina, cerrándola de golpe detrás de él con
el extremo de una muleta.
—Hola, Katie. Supongo que ese pedazo de mierda en el camino de entrada
debe ser tuyo.
—Todavía tiene un menor número de kilómetros que tu última novia.
—Muérdeme. Oye, ¿viste el partido de anoche?
—Te dije que nuestro bullpen no es lo suficientemente fuerte como para
cerrar si nos vamos a tiempos extras.
—Pero pusimos una gran pelea.
Rosie puso los ojos en blanco ante el familiar ida y vuelta entre estos dos,
pero cuando Josh se apoyó en la nevera para buscar cualquier cosa que quisiera,
atrapó a Katie observándolo fijamente y su radar maternal pitó.
Aunque no fue un pitido fuerte. A Rosie no le encantaría nada más que Katie
se casara y formase una familia. El constante bombardeo de Mary sobre las imágenes
del nieto en New Hampshire no ayudaba de ninguna forma a su anhelo de nietos
propios. Y la idea de Josh siendo su yerno en lugar de sólo un hijo putativo casi le
hace llorar. Pero Josh siempre había tratado a Katie como a uno de los chicos y no
parecía inclinado a verla de otra manera.
Cuando empezó a arrastrar los ingredientes para los sándwiches de la nevera,
Katie se puso de pie.
—Debería volver. Sólo Dios sabe con qué desastre saldrá la gente en la ciudad
para explicar por qué la barbería está cerrada.
—¿Dónde está la mostaza?
Rose ignoró a Josh y rodeó la mesa para abrazar a su hija.
—Piensa en lo que te dije, mamá —susurró Katie entre su cabello.
—Lo haré. Y te quiero, cariño.
—Yo también te amo. Nos vemos, Josh.
—Nos vemos. Oye, Rosie, ¿escondiste la mostaza?
Una vez que Katie se fue, encontró la mostaza, que estaba escondida junto a
la salsa de tomate en la puerta, y luego, porque se sentía un poco blanda en este
momento, le hizo un par de sándwiches.
—Josh, ¿sabes de qué color son los ojos de Katie?
Como era de suponer, él pareció confundido por la pregunta. Josh entrecerró
los ojos y ella se dio cuenta que estaba tratando de hacer trampa al ver sus ojos.
—Uh, ¿marrón?
Ella negó con la cabeza y comenzó a poner las cosas de los sándwiches en la
nevera. Los ojos de Katie eran azules. No tan brillante como los ojos de los Kowalski,
pero de un azul muy pálido como los de su padre. Había bromeado con Earle más
de una vez sobre su hija siendo tan parecida a él que incluso se las había arreglado
para ir contra las probabilidades y obtener su gen recesivo.
Josh era probablemente una posibilidad perdida y Sean vivía lo
suficientemente lejos para mantener las visitas poco frecuentes, por lo tanto, al
parecer la mejor apuesta para que Rose tenga un nieto en sus brazos, aunque no
fuera técnicamente su nieto, podría ser Mitch. Ahora bien, si tan sólo pudiera
averiguar cuál de ellos estaba poniéndose manos a la obra.
Era el gran día. Mitch tiró las muletas de Josh en la parte trasera de la
camioneta y se dirigieron a la clínica para que le quitaran el yeso.
—Todavía vas a tener que tomarlo con calma por un rato —dijo Mitch, una
vez que se registraron y pasaban el rato en la sala de espera.
—Lo que ya sé porque me lo has recordado una docena de veces. Y estoy
bastante seguro que Rosie lo está bordando en punto de cruz sobre una almohada
para mí en este mismo instante.
—Ahora que tenemos un plan para la posada, no quiero que te excedas
tratando de conseguir todo hecho. Ryan va a venir por un tiempo el próximo mes,
así que déjale el trabajo pesado y la mayoría de las otras cosas para Andy.
Josh le dio un saludo perezoso.
—Sí, señor.
—Listillo.
Una mujer con un portapapeles asomó la cabeza en la sala de espera.
—¿Josh? Estamos listos para ti ahora.
Una vez que la enfermera se llevó a Josh, Mitch apoyó la cabeza contra la
pared y cerró los ojos. Si todo iba bien allí, sería libre para irse. Podría volver a su
apartamento, empacar sus maletas y dirigirse a donde quiera que Demoliciones
Northern Star lo llevara.
Chicago, probablemente. Era un gran trabajo y se sentiría mejor si revisaba el
trabajo de preparación de Scott, sin parecer como si estuviera evaluándolo. Entonces
se dirigiría a Filadelfia para finalizar los contratos para derribar algunos viejos
edificios de vivienda y luego iría a Miami por un tiempo. Tenía excelentes personas
trabajando para él, pero sus dedos picaba por llevar las riendas de nuevo.
No estaba preocupado acerca de que las cosas se hubieran ido al infierno
mientras él se había ido. Estaba preocupado por la posibilidad, no, la probabilidad
que una vez que estuviera de vuelta, sus dedos picarían por sostener a Paige de
nuevo. Nunca se había preocupado por eso antes. Un beso de despedida y una
sonrisa y eso era todo.
Iba a extrañar a Paige. Ya sabía eso y estaba tratando como el infierno de no
pensar en ello. Pero cada vez que cerraba los ojos, veía sus lágrimas. La oía venir tan
cerca de él diciéndole que lo amaba y él permanecía despierto en la noche
preguntándose si ella había dicho esas palabras, si él habría tirado todo por la borda
por la oportunidad de oírla diciéndolas todos los días por el resto de su vida.
En la cruda luz del día, sin embargo, recordaba las responsabilidades y la
gente que trabajaba para él y la satisfacción de ser muy bueno en lo que hacía. Y
podía imaginar a Paige en su restaurante o en su caravana, no sólo feliz con su vida,
sino orgullosa del hecho que había hecho todo por sí misma. Y supo que era hora
de irse.
Todo salió a la perfección con el médico y Mitch pasó el próximo par de días
preparándose para irse. Empacó todo en cajas, salvo las necesidades que cabían en
las alforjas de la moto y envió las cajas a su apartamento. Pasó mucho tiempo
hablando con Josh, con Ryan en el altavoz, sobre cómo procederían con la posada.
Habían decidido que Josh hablaría con Sean y Liz sobre la posibilidad de vender y
luego verían cómo se sentía Rosie al respecto.
A pesar que se suponía que todavía tenía que usar las muletas tanto como
fuera posible, Josh estaba de nuevo en pie, emocional y mentalmente tanto como
físicamente y demasiado pronto Mitch se encontró sentado en el porche con su
teléfono celular en la mano.
Marcó el número de Paige, tratando de no contener la respiración mientras
esperaba oír su voz por primera vez en varios días. Fue una buena cosa que no lo
hiciera, porque lo único que consiguió fue la tediosa voz diciéndole que podía dejar
un mensaje.
Tal vez debería ir a la ciudad. Tratar de verla una vez más antes de salir y
decirle… nada. No había nada que pudiera decir para mejorar esto mejor. El teléfono
sonó, listo para tomar su mensaje.
—Hola, soy Mitch. Me voy hoy y… sé que dije que no llamaría o mandaría
mensaje, pero no se siente bien no decir al menos adiós, así que… —No podía
encontrar las palabras que quería decir. Que podría decir, sin hacer todo mucho más
difícil. Me gustaría poder encontrar una manera de hacer que esto funcione.
Te echaré de menos.
Creo que podría estar enamorado de ti.
—Así que, de todos modos… adiós Paige. —Presión el botón de terminar y
tiró su brazo hacia atrás para lanzar el teléfono a través del patio antes que su
sentido común se hiciera presente y lo guardara de vuelta en su bolsillo.
Se había acabado. Nada quedaba por hacer salvo decirle adiós a Josh y Rosie,
luego salir a la carretera. Ya se había detenido en la comisaría de policía para decirle
adiós a Drew, que estaba enterrándose a sí mismo en el trabajo para quitarse de la
cabeza el fin de su matrimonio.
—Mantente alejado de las escaleras —le dijo a Josh cuando él y Rose salieron
a despedirlo.
—Preocúpate por explotar mierdas. Déjame todo lo demás a mí. —Se
abrazaron, Mitch golpeando la espalda de Josh y agradecido de tener a su hermano
más joven de regreso.
Luego fue el turno de Rosie. Como era de esperarse, ella estaba llorosa y no
quería dejarlo ir.
—No te vayas por tres años esta vez.
—No lo haré. —A pesar que iba a terminar como Ryan, solo quedándose cerca
de la posada y evitando la ciudad porque los recuerdos apestaban.
La dejó alborotarse sobre él durante unos minutos más, luego se sentó a
horcajadas sobre la moto y encendió el motor. Se quedaron de pie y lo saludaron a
su paso por el camino y él sonó la bocina antes de dejar la posada Northern Star
detrás de él y dirigirse hacia el corazón de Whitford.
Mitch dejó que la Harley rodara hacia una parada en la intersección, luego se
quedó allí, equilibrando la máquina entre sus piernas. Justo adelante estaba la
carretera y la ciudad de Nueva York. Demoliciones Northern Star.
Las maletas esperando ser empacadas para el siguiente trabajo.
A la izquierda estaba el estacionamiento municipal, que era pequeño, pero lo
suficientemente grande para girar la moto y dirigirse de vuelta en dirección del
restaurante.
Podría convencer a Paige dejar Whitford con él. Ella se preocupaba por él, tal
vez incluso lo amaba, y si él le decía que quería que fuera una parte de su vida, ella
podría dejar el restaurante y su pequeña caravana detrás. Pero sería la vida de él la
que estarían viviendo de aquí en adelante.
“Solo asegúrense que ambos quieren la misma cosa en la vida, porque duele
como el infierno cuando te das cuenta años después que no es así”. Las palabras que
Drew le había dicho su primera mañana de regreso en la ciudad hacían eco en su
mente.
Para Mitch, lo que Paige tenía era un trabajo y un lugar para dormir. Pero para
Paige, el restaurante y su caravana, y Whitford en sí, eran un sueño en que había
puesto su corazón y alma para hacerlo realidad.
Un auto que Mitch no había oído frenar detrás de él tocó la bocina y puso en
marcha la motocicleta. Directamente a través de la intersección y fuera de la ciudad.
Capítulo 19
Traducido por Xhex y Lorenaa
1
Quiere decir que no se salió con la suya.
las cargas de trabajo aún más ahora que hemos probado que no hundiremos tu
compañía destruyéndola cuando no estás, podremos tener más tiempo en casa.
—Casi nunca estoy en casa, no sería justo.
—Tú eliges vivir de ese modo. Casi todo lo que tienes que hacer en los
próximos diez días a dos semanas, lo puedes hacer desde Nueva York. La
planificación, controlar las impresiones, las proyecciones. Es una mierda de trabajo
de computadora. Y si lo puedes hacer desde Nueva York, lo puedes hacer desde
Main. Oh, espera… ¿Es algo como lo que has estado haciendo las últimas semanas?
—Te tenía que haber despedido hace cinco años cuando tuviste la gripe y se
te olvido llamar para decir que estabas enfermo.
Scott se echó a reír.
—Perdiste tu oportunidad colega. Y hablando de trabajar desde casa, desde
que he arreglado todo lo que se puede hacer en el puesto de trabajo hasta el
momento, estoy a punto de tomar un vuelo mañana temprano así puedo pasar las
próximas dos semanas con mi mujer y mis hijos. Ya sabes, como un marido normal
cuyo trabajo implica viajar.
—Que te jodan.
—Qué bueno es tener tu apoyo, jefe. —Scott se levantó y se inclinó para
sacudirle la mano.
—Gracias por no hundir la compañía.
Una vez que Scott se había ido, Mitch se sirvió otro whisky y caminó hacia la
ventana. No había muchas vistas, pero había algo para ver, al menos, mientras
repasaba el problema de Paige Sullivan una y otra vez por su mente.
No era Paige el problema. Lo era él. Ella había estado viviendo una maravillosa
vida haciendo lo que quería, donde quería. Había llegado a la ciudad, la había
arrastrado por los pies hacia él… él había sido arrastrado por ella, y luego se fue.
Y aquí estaba en Chicago, haciendo lo que más le gustaba, durmiendo en una
cama lo suficientemente grande para cuatro, y en todo lo que podía pensar era en
Paige. Como quería despertarse con ella en la cama. Cada vez que tomaba una ducha
en su espacioso baño pensaba en ella. Todo le hacía pensar en ella. Y la echaba de
menos dolorosamente.
Pensó que sería fácil después de los primeros días, pero cada vez que sonaba
el teléfono esperaba que fuera ella o cuando pensaba en algo que le quería decir,
perderla era como si una bola de demolición le golpeara una y otra vez. Tenía la
sensación de que pasaría mucho tiempo antes de que lo superara. Si lo hacía. La
cuestión era qué iba a hacer.
Paige escuchó el ronroneo tranquilo de un motor y el crujido de los
neumáticos contra la grava al mismo tiempo que unos faros atravesaban la
oscuridad de su habitación.
No había ninguna razón para que un vehículo entrara entre el restaurante y
la caravana casi a medianoche, así que quitó el teléfono del cargador y salió de la
cama, con su pulgar sobre el nueve.
Al momento que llegó hasta la ventana el motor del coche se había detenido
y escuchó que una puerta se cerraba. No estaba intentando ser silencioso, entonces.
Con el corazón galopando se acercó a mirar por una rendija de la cortina, con
cuidado de no mover la tela, preparada para marcar si no conocía al conductor.
Lo reconoció, a pesar, de que eso no hizo nada para calmar su acelerado
pulso. Era Mitch, parado en el estacionamiento con las manos en los bolsillos,
mirando hacia su puerta.
Los segundos parecían largos minutos mientras lo observaba, ninguno de los
dos se movía. Él parecía cansado. Y, aunque había aparecido en medio de la noche,
tenía la impresión de que no estaba muy contento de estar ahí. Sabía que tenía que
abrir la puerta, pero tenía miedo de que si dejaba la ventana, si lo perdía de vista, él
quizás cambiara de opinión sobre lo que fuera que le había traído allí y se marchara.
No fue hasta que él elevó los hombros respirando profundamente y dio unos
pasos hacia la caravana cuando ella se movió. No había mucho que hacer sobre el
hecho de que llevara una camiseta que ya debería de tener unos años en su segunda
vida como trapo para quitar el polvo, pero intentó arreglarse el cabello. Luego
encendió las luces y abrió la puerta cuando escuchó sus pasos sobre los escalones.
Él se detuvo cuando las luces se encendieron y simplemente la miró. Ella se
lo bebió ante sus ojos, forzada finalmente a admitir que había estado aterrorizada
de no volver a verle otra vez.
—Hola.
—No sé qué hacer Paige.
—¿Sobre qué?
—Nosotros. No sé qué hacer con nosotros. No puedo apartarme de
Demoliciones Northern Star. Tengo obligaciones. Tengo docenas de personas, y sus
familias, dependiendo de mí para trabajar. Tengo que viajar. Y construí esa compañía
de la nada. No voy a apartarme de eso.
Iba a pedirle que se fuera con él. Paige intentó abrazarse a sí misma, pero la
sorpresa de la elección que estaba a punto de hacer casi le roba el aliento. Podía
tener a Mitch. Todo lo que tenía que hacer era abandonar su casa, su trabajo. Sus
amigos. Y eso significaba que iba a tener el corazón roto otra vez, porque no podría
hacerlo. No quería hacerlo.
—Pero no puedo pedirte que te alejes de esto —dijo él, y ella soltó la
respiración que no sabía que estaba conteniendo—. Compraste esta caravana,
levantaste ese restaurante de nuevo. Has hecho de Whitford tu hogar. Así que no sé
qué hacer.
—No sé qué decir.
Él le dedico una pequeña sonrisa, balanceándose sobre sus talones.
—Esperaba que tú supieses qué hacer.
Deseaba desesperadamente poder saberlo.
—¿Qué es lo que quieres?
—A ti. Te quiero y no quiero ser solo lujuria. Quiero que me necesites. Quiero
que no seas capaz de concentrarte porque estás pensando en mí. Quiero que quieras
agarrar el teléfono porque tienes algo que compartir conmigo. Quiero que seas
incapaz de respirar cuando pienses que no volverás a verme, porque eso es lo que
yo siento, Paige. Quiero ser una necesidad.
Las lágrimas caían a través de sus ojos.
—Te necesito, porque te amo y me haces feliz. Puedo vivir la vida
simplemente bien por mi cuenta, pero sería mucho mejor si la vivo contigo.
—Te amo. Y podemos hacer que esto funcione. Intentaré viajar menos y
delegar un poco más, estoy dispuesto a hacerlo si significa estar en casa más tiempo
contigo. Tanto tiempo como estés esperándome.
—Siempre. —La besó hasta que apenas pudo respirar, luego la sujeto durante
un largo momento—. Las mujeres de este pueblo van a estar tan decepcionadas al
saber que estás fuera del mercado.
—¿Hay otras mujeres aparte de ti?
—Esa es buena.
—Estoy intentando suavizarte para la gran pregunta. —Su cara se puso seria
y le tomó una mano entre las suyas—. ¿Crees que podamos tener una cama más
grande?
Riendo, ella apartó la mano.
—Allí va todo mi amado espacio de suelo.
—De nueve metros cuadrados. Y, ¿tal vez una televisión?
Ella inclinó la cabeza y sonrió.
—Vas a cambiarlo todo.
—Y quizás si tengo que hacer algún viaje rápido y tú tienes a alguien que te
cubra el turno puedes viajar conmigo y podemos tener sexo en la bañera del hotel.
—Vamos a tener que poner tu computadora sobre los fogones y vivir de
comidas de microondas. —Esta vez fue ella la que se puso seria—. O, podemos
buscar una casa juntos. Una con un baño gigante así no tenemos que tener sexo en
bañeras de hoteles. Me gustaría quedarme lo bastante cerca del pueblo para ir
andando a cualquier sitio, pero hay algunas cuantas para elegir.
—Sé cuánto significa esta casa para ti Paige.
—Y la mantendré. La alquilaré. Pero la casa que elijamos juntos significara
incluso más para mí.
—Quiero que te cases conmigo. Quiero tener tu anillo en mi dedo para poder
sentirlo cuando esté lejos de casa. Quiero poder decirle a la gente “Me voy a casa a
ver a mi mujer” mientras estoy esperando al avión. Y algún día les diré “Me voy a
casa a ver a mi mujer y a mis hijos”.
Ella se tiró sobre él y le rodeó la cintura diciéndole “sí” una y otra vez,
acentuándolo cada vez con un beso.
—Qué tal si entramos a casa antes de que alguien llame a la policía.
—¿Bromeas? Están tomando notas, tal vez hasta grabándolo, así pueden tener
todos los detalles para el café de mañana.
Él le tomó de la mano y la guio hacia la caravana, donde le dio un beso largo
y suave.
—Cuanto más pronto vayamos a la cama, más pronto tendré el placer de
despertar a tu lado. O ya sabes, un poco debajo de ti, ya que no cabemos lado a
lado.
Riéndose, lo empujó hacia la habitación.
—Va a ser divertido ser tu esposa.
Mientras la bajaba lentamente hacia la cama, la beso y le dijo:
—Y yo voy amar ser tu esposo.
Fin.
All He Ever Desired
Familia Kowalski #4
Kowalski Family #5
Sobre la Autora
Shannon Stacey
Se casó con su príncipe azul en 1993 y es la
orgullosa madre de dos increíbles hijos. Vive en
Nueva Inglaterra, donde sus dos actividades
favoritas son intentar mantener el calor y escribir
historias de felices para siempre. Sus dos gatos se
rehúsan a acurrucarse en su regazo y mantenerla
caliente mientras escribe, pero su Shih Tzu nunca
está lejos.
Cuando no está escribiendo, está
complaciendo su otra pasión… ¡andar en
cuatrimoto! De mayo a noviembre, la familia
Stacey pasa sus fines de semana en sus vehículos
todo terreno, creando montones de ropa sucia
para mantener a Shannon ocupada cuando no
está en su computadora.
Créditos
Moderadora
LizC
Traducción
âmenoire
Gemma.Santolaria
Gigi D
Lauuz
LizC
Lorenaa
MaEx
Magdys83
Otravaga
Xhex
Diseño
Moninik
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