Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1
Página
Esta traducción fue hecha sin fines de lucro.
¡Disfruta la lectura!
2
Página
MODERADORAS DE TRADUCCIÓN
Michelle M Dahi
TRADUCTORAS
Michelle M Kari Yess
July
MODERADORA DE CORRECCIÓN
Pagan Moore
CORRECTORAS
∞Jul∞ Pily Romina22
LECTURA FINAL
Daliam Kari Romina22 Michelle M
DISEÑO
Michelle M
3
Página
Sinopsis Capitulo 20
Prólogo Capítulo 21
Capítulo 1 Capítulo 22
Capítulo 2 Capítulo 23
Capítulo 3 Capítulo 24
Capítulo 4 Capitulo 25
Capítulo 5 Capitulo 26
Capítulo 6 Capitulo 27
Capítulo 7 Capitulo 28
Capítulo 8 Capitulo 29
Capítulo 9 Capitulo 30
Capítulo 10 Capitulo 31
Capítulo 11 Capitulo 32
Capítulo 12 Capitulo 33
Capítulo 13 Capitulo 34
Capítulo 14 Capitulo 35
Capítulo 15 Capitulo 36
Capítulo 16 Capitulo 37
Capítulo 17 Epilogo
4
Capítulo 18
Página
Capitulo 19
Las reglas: no besar en la boca, no pasar la noche, no decirle a nadie y
por encima de todo… no enamorarse.
Anna Jones sólo quiere terminar la universidad y encontrar su vida.
Enamorarse del mariscal de campo estrella ciertamente no está en su lista de
tareas. Seguro de sí mismo y encantador, él vive en el centro de atención y es
demasiado hermoso para su propio bien. Si tan sólo ella pudiera ignorar sus
miradas acaloradas y dejara de pensar en hacer cosas calientes y sucias con él.
¿Simple, no?
Una lástima que él este comprometido a romper cada una de sus reglas…
El futbol ha sido bueno para Drew. Le ha dado reconocimiento, dos
campeonatos nacionales y el premio al mejor jugador de fútbol americano de las
universidades. Pero lo que realmente anhela es la sexy pero complicada Anna
Jones. Su humor cortante y descarado desprecio a su fama lo enciende como
ninguna otra cosa. Pero hay un problema: lo ha bloqueado. Completamente.
Eso es hasta que un encuentro casual conduce al mejor sexo ardiente de su
vida, junto con la posibilidad de algo más grande. Desafortunadamente, Anna
quiere que siga siendo sólo un ligue. Ahora le toca a Drew tentarla con más: más
sexo, más satisfacción, más tiempo con él. Hasta que este verdaderamente
enganchada. Es algo bueno que él sepa todo sobre ganar.
Todo vale en el amor y el fútbol… Que comience el juego.
Anna
Voy tarde y es el primer día de clases. Me gustaría echarle la culpa a algo…
problemas de auto, no poder encontrar el camino a mi habitación, ser atacada por
un enjambre de abejas mientras cruzaba el patio, como sea. Sin embargo conducía
una scooter. Soy una estudiante de último año, así que sé a dónde tengo que ir.
Y las abejas se mantenían en las flores.
La verdad es que me detuve por una coca-cola light y una bolsa de nueces
antes de ir a clases. Porque tenía hambre y hay ciertas cosas que no pueden
esperar. Aún así, odio llegar tarde. Fija un mal ejemplo.
Dolorosamente consiente de la mirada de mi profesor, me regaño a mí
misma mientras me escabullo por una de las filas entre los escritorios. Me deslizo
en un asiento en la parte de atrás justo cuando un chico corre por el pasillo de la
misma manera apresurada y se sienta en el escritorio junto al mío. Mantengo mi
cabeza abajo, saco mi libreta y trato de parecer organizada y lista para la
conferencia. No creo que engañe a mi profesor, pero no me dice nada mientras
comienza a pasar lista.
Pronto es mi turno. Estoy diciendo mi nombre y año cuando escucho una
fuerte inhalación a mi derecha.
El sonido sobresaltado me hace voltear.
Es entonces cuando lo veo. En el segundo que nuestras miradas se
conectan, un hormigueo caliente corre a través de mí, haciendo que mi aliento y
pezones se endurezcan. La sensación es tan desconcertante que sólo puedo
sentarme allí, con mi mano revoloteando a mi pecho donde mi corazón se
esfuerza por liberarse.
Curiosamente, el tipo abre la boca hacia mí, como si también hubiera
sentido un golpe extraño. Debe estar equivocado; nunca, ningún hombre se ha
6
quedado boquiabierto por mí. Así que tal vez sólo lo estoy mirando fijamente.
Página
10
Página
1 Red Hot. Es una marca de caramelos duros con sabor a canela elaborados por Ferrara Pan
Candy Company.
Drew
Una vez mi mamá me dijo que el momento más importante de mi vida no
sería cuando ganará el campeonato nacional o incluso el Super Bowl. Sería cuando
me enamorara.
La vida, insistió, es cómo tú la vives y con quien lo haces, no lo que haces
para ganártela. Teniendo en cuenta que me lo dijo cuando tenía dieciséis años,
básicamente rodé mis ojos y seguí practicando mis pases de salida falsos.
Pero mi mamá era insistente.
—Ya verás, Drew. Algún día el amor te va arrastrar y golpear en la cabeza.
Entonces es cuando entenderás.
Mi mamá resulta que estaba equivocada en un aspecto. El amor, cuando
se trata de mí, no se arrastró. No, caminó hacia mí atrevidamente, ya sabes, por
si acaso no estaba prestando atención. Lo que sí hacía, sin embargo, era darme
palmaditas en la cabeza.
Y mientras yo estaría feliz de decirle a mi mamá que tenía razón en eso,
ella estaba muerta. Un hecho que aún me afecta, más en estos tiempos. Más que
derribarme. Cortarme las rodillas. Totalmente joderme.
Como quieras llamar a este desastre. Porque el objeto de mi afecto me odia.
Soy lo suficientemente hombre para reconocer que la mierda agrupada de mi
vida actual amorosa es enteramente mi culpa. No estaba preparado para Anna
Jones.
Todavía me estremezco al recordar la primera vez que puse los ojos en ella
al principio del semestre. Llegué tarde a clases, me apresuré a un asiento en la
parte de atrás y estaba tratando de pasar inadvertido. No puedo ir a ninguna
parte del campus sin llamar la atención. Y aunque eso suena como una cosa
impresionante, se vuelve agotador.
Cuando el pase de lista pasó la fila de atrás, una voz suave, rica y espesa
como el jarabe se deslizo sobre mí.
—Anna Jones.
Sólo su nombre. Era todo lo que había dicho. Era como un dedo caliente
recorriendo mi espalda. Mi cabeza se levantó. Y allí estaba ella, tan jodidamente
bonita y no pude pensar con claridad.
Sin aliento, mi cabeza empezó a campanear, sólo podía estar boquiabierto.
No voy a decir que fue amor a primera vista. No, era más como, “infierno sí por
11
favor, voy a conseguir eso.” Con una ración de sólo “jodidamente hazlo ahora a
Página
un lado.”
Pensando que estaba cansado y simplemente reaccionando
exageradamente a algo que realmente no estaba allí, me quede mirando a Anna
Jones y traté de darle sentido a mi reacción extrema.
Como si sintiera mi mirada, se giró y maldito infierno… sus ojos estaban
muy abiertos, casi como los de un gato, con las esquinas sólo doblándose un poco.
Al principio, esos ojos parecían marrones, pero se fueron poniendo cada vez más
verdes. Y tan claros. Y molestos. Me miró. No me importaba. Una palabra estaba
jugando en mi cabeza: mía.
No recuerdo el resto de la clase. Vi a Anna Jones como un condenado a
tener su última mirada de la puesta de sol. Mientras ella intentó ignorarme. Que
admirable.
Al segundo que la clase terminó me levanté, y ella también. Casi chocamos
en medio del pasillo. Y entonces es cuando todo se fue a la mierda. Porque en ese
momento, me convertí en un idiota.
Nunca me había puesto tan nervioso con las chicas antes. Para ser
brutalmente honesto, mi vida era bastante aislada. El fútbol y la fama que va con
ello, me han envuelto en sus brazos amorosos y dado todo lo que he querido,
mujeres incluidas. Por desgracia, se hizo claro que cuando se trata del deporte,
Anna no es fanática. Pobre cosa.
De cualquier manera estaba mal equipado cuando ella me miró, con una
ceja levantada delicadamente, como diciendo. —¿Qué mierda quieres?
Allí de pie, me encontré a mí mismo, inclinándome sobre ella como un
zoquete, mi lengua se sentía gruesa en mi boca, un retorcijón se puso en marcha
en mi mejilla. Dios me ayude si se dio cuenta de la contracción. Así que solté
posiblemente la cosa más estúpida que pude haber dicho en mi vida. —Oye, gran
roja.
Sí. Dispárame ahora. ¿Qué demonios había hecho? ¿Incluso qué jodidos
significa “gran Roja”? mi mente gritaba, ¡Haz algo idiota! ¡Pide disculpas! ¡Retirada!
Juro que casi pude escuchar el estruendo de una alarma, una llamada para activar
escudos y los torpedos.
Pero no, me quedé allí y forcé una sonrisa mientras el calor inundó mi cara
y un sudor estalló en mi espalda. Sí. Yo era tan genial.
Sus ojos verdes brillaron en indignación.
Y entonces ella me dejo.
Sin nada que decir, me fui cojeando de ese encuentro y permanecí entre
los heridos ambulantes. El rechazo era una mierda. Una mierda tan dura que no
12
le había dicho nada desde entonces. En cambio me senté a su lado durante cada
Página
13
Página
Traducido por Juliee
Corregido por ∞Jul∞
Anna
Él es como el jodido viento del norte. Me sopla, y volteo hacia él.
Aquí está otra vez. Sí, ese, el atleta enorme y pesado, caminando a clase
como si le perteneciera esta Universidad, la cual de alguna manera es cierto. El
fútbol es una religión aquí, y él es el Mesías elegido.
Suena a un tipo de sacrilegio tomando en cuenta el hecho de que palmea
en el culo a una morena cuando se despiden en la puerta del salón. Y ella ríe, ríe,
como si fuera un privilegio ser degradada frente a treinta estudiantes. Supongo
que lo es para algunos. Dios sabe que hay un grupo de chicas que lo siguen
alrededor del campus, todas los que quieren conocer a Drew Baylor, el mariscal
de campo estrella, el fenómeno que nos llevará hasta el Campeonato Nacional.
Su fe no es exactamente equivocada. Ha ganado durante los últimos dos
años. Aún recuerdo esas victorias, la forma en que el campus se volvió salvaje,
Drew y su equipo estaban en boca de todos. Huí del campus a la seguridad de
mi apartamento. No es que lo haya hecho muy bien; todo el estado había sido
inundado por la fiebre del fútbol.
Como si supiera que tengo esta leve necesidad de mirarlo, sus ojos me
encuentran tranquilamente.
Esos ojos marrones de oro debajo de sus cejas rectas y oscuras. Su enfoque
es completo y firme. Como si pudiera llegar a mi lado y sacar mi corazón. Dios,
aprieta los botones justos dentro de mí. Mis muslos y mi pulso se aprietan. No
permitiré que lo vea, no puede saber que por una de sus miradas se me seca la
boca y tengo dificultades para respirar.
No miro hacia otro lado, eso sería demasiado fácil. En cambio, mantengo
su mirada por tres segundos, el chico sabe cómo mover su cuerpo. Sin esfuerzo,
14
Baylor
Apodo ridículo.
Al parecer, un apodo que se ganó porque nunca se rinde. Gracias al
interminable desfile de estudiantes y profesores que les gusta entusiasmarse por
el equipo de fútbol, se demasiado sobre el talento de Baylor
Probablemente sueno como una esnob. Tal vez lo soy. No me
malinterpreten, esto es el sur, sé como es de importante el fútbol para la gente.
Aquí, las mascotas son enterradas en su propio mausoleo, conducir demasiado
cerca del coche delante de ti es una forma de arte, y las mujeres se visten para los
juegos como si fueran a la iglesia. De cierto modo, van. La Iglesia de la
Universidad de Fútbol. Sin embargo, mi asociación personal con el fútbol
comienza y termina con mi papá quitándome cuando me paraba frente a la
pantalla de la televisión los domingos. Y los lunes, y los jueves. ¿Hay un día que
el fútbol no este en la tv?
Y mi única experiencia personal con deportistas fue en la escuela
secundaria. Viene a mi mente la completa ignorancia de mi existencia. Excepto
una vez cuando un grupo de ellos logró rodearme en el pasillo y se turnaron para
pellizcar mi "lindo, ardiente y atractivo" culo. Pasé una semana en detención por
pegarle a uno de ellos en las bolas, un castigo que me sigue pareciendo injusto,
sobre todo porque ninguno de ellos tuvo que ir.
No entiendo a los jugadores de fútbol. No entiendo la necesidad de tener
el cuerpo golpeado por algún otro tipo mientras tiras una pelota. Me gustan los
músicos. Chicos delgados pero fuertes con cabello largo y ojos angustiados. Ojos
que te hacen querer buscar en sus profundidades. No ojos que te dicen algo. No
ojos que dicen, sé quién soy y me gusta, y sé quién eres, te veo, y no puedes
esconderte.
Baylor está cada vez más cerca. Lo suficientemente cerca para ver la forma
en que sus muslos se flexionan debajo de sus jeans desteñidos con cada paso. Lo
suficientemente cerca para ver sus abdominales, a pesar de que su camiseta está
suelta alrededor de su cintura y apretada en su pecho. Esa camisa, verde militar
con letras blancas preguntando: ¿Cuántos tiempo de tomaría lamerme?
Instantáneamente, quiero saber. Me imagino envolviendo mis dedos a su
alrededor y poniéndome a prueba.
Está bien, es suficiente. Dejo caer mis ojos deliberadamente. No me estás
molestando de ninguna manera. ¿Ves? Aprecio y me muevo. Mirar mis apuntes de clase
es más interesante. Por mucho.
Él se desliza en el escritorio a mí lado, y sus largas piernas se estiran hacia
fuera del pasillo. Siento su mirada sobre mí, mirándome, esperando un
15
reconocimiento.
Página
16
Página
Drew
Cuatro semanas en el semestre y todavía obtengo el hombro frío de la
señorita Jones. En este punto, he perdido todo el juego y no tengo idea de cómo
recuperarlo. Ojalá pudiera descifrar a Anna como puedo con el fútbol.
El fútbol siempre es fácil para mí. No me malinterpreten, trabajo mi culo
para mantenerme en óptimas condiciones. El tiempo libre que tengo entre
prácticas y clases lo ocupo trabajando o estudiando. Ignoro el dolor físico y
agotamiento mental en una base constante.
¿Pero cuando se trata del juego? Es natural. Agarrar la pelota me llena de
energía. Durante un partido, no tengo miedo al defensa de trescientas libras
tratando de detenerme. Controlo la pelota, veo caminos, aperturas,
oportunidades. Hablo con la pelota y escucha, va donde quiero ir más veces de
las que no. Si no se presenta ninguna oportunidad, encuentro corriendo la pelota,
evitando los golpes, hasta que puedo hacer un juego. Es así de simple.
Y es jodidamente fantástico. El rugido de las multitudes, las victorias, son
adictivas. Pero nunca tan adictivo como la necesidad de hacerlo todo otra vez, el
pase perfecto, engañar a la defensa con una entrega brillante o pasar falsos.
Porque siempre puedo hacerlo mejor. Así que, sí, el fútbol es mi alegría. Y sé lo
afortunado que soy por haberlo encontrado, por tener el talento para ser uno de
los mejores. Si había una cosa que mis padres me inculcaron, fue a apreciar lo que
tengo.
Lo que hace el desprecio de Anna Jone más irritante. Cree que soy inútil,
un idiota. Debería mantenerme alejado de ella. Hay toneladas de mujeres que
quieren conocerme, del tipo que van con el territorio.
Todavía ni siquiera sé qué tiene ella que me afecta. Es bonita, atractiva
incluso, con el aspecto clásico de una chica pin-up vintage. Con cara en forma de
corazón, una pequeña nariz respingona, rizos rojo oscuros que giran alrededor
de sus hombros. Pero no es mi tipo habitual. Normalmente prefiero a una chica
que no me mira como si fuera un pelo que se cayó en su ensalada.
Entonces, ¿por qué no puedo sacar a Jones fuera de mi cabeza? Lo único
que puedo ver en estos días son sus ojos mirándome, no da una mierda sobre la
brillante apariencia de mi fama, en realidad, lo odio. Y eso me enciende.
Así que aquí estoy, agachado en mi asiento, viéndola agitar sus brazos y
rebotar sus dulces pechos mientras analiza el impacto de la filosofía en la
17
sociedad.
Página
Anna
Cuando empecé la universidad, me encantó. La libertad de escoger las
clases que quería y cuando quería. Me encantó el intercambio de ideas y el saber
que los profesores realmente estaban interesados en saber lo que pensaba. No
siempre pueden estar de acuerdo conmigo, pero era un argumento inteligente y
valorado. Me encantaba el anonimato de ello. Aquí nadie sabía quién era la vieja
yo. Ya no era la solitaria chica rara que todo el mundo asume que fumaba después
de clases. Que es un poco irónico teniendo en cuenta que ni siquiera me
ofrecieron drogas hasta que llegué a la universidad.
No hubo estúpidos grupitos en la universidad. No, al menos de la manera
incestuosa que lo hay en el bachillerato.
Claro, puedes encontrar uno, iniciar uno, pero había tantos estudiantes
para notar incluso esos grupos. Me encantó ser una de las miles de personas, no
una en un centenar. Porque podría empezar de nuevo, ser yo misma sin que se
dijera que yo no era lo suficientemente buena.
Pero ahora me he cansado de esta escuela. Mi cerebro está cansado. No
quiero pasar otra noche escribiendo o estudiando para los exámenes hasta que
mis ojos se pongan borrosos. No sé si es normal tener veintiún años y estar
fundida, pero así es como me siento.
Sólo quiero que todo termine. Y todavía me falta un año.
Claro, ese hecho ha traído sus propias cuestiones, tales como ¿qué haré
cuando este afuera? Me especialicé en historia europea ya que eso me interesa, no
porque quiera ser historiador.
La verdad es que no sé lo que quiero “ser”. Oh, pero tengo una lista de lo
que quiero de la vida: felicidad, seguridad, emoción y ganar el suficiente dinero
para que pueda viajar cuando quiera. Pero no tengo idea de cómo voy a vivir mi
vida, ¿no es así como debería ser?
20
hagas de esto algo que no es. Tenemos una clase juntos e hicimos ese contacto
visual en un momento. Eso es todo.
Página
Dios me siento como si estuviera en la secundaria de nuevo. Lo odio y me
odio a mí misma por reaccionar de esta manera. He trabajado por años para
endurecerme, para que no me importe lo que piensen de mí, para no tener que
preocuparme. Mis paredes no pueden desmoronarse.
Afortunadamente, Iris se encoge de hombros. —Eso es muy malo. Él es
totalmente caliente.
—Y sabe eso —murmuro.
—¿Cómo no hacerlo? Quiero decir, demonios. Esa cara. Esos ojos
melancólicos. Esos pucheros, esos labios. Lo juro por Dios. Es como el jodido
Capitán América.
—Siempre he sido más de una chica tipo Tony Stark. —Absolutamente no
pienso en el gif animado que tengo en mi computadora del Capitán América
moviendo su magnífico culo mientras golpea un saco de boxeo. Una. Y otra vez.
Ignorándome, Iris se abanica a sí misma de manera dramática. —Dios, ese
cuerpo. Ya sabes que él es lindo. Como un maldito diamante.
Trato de no sonreír mientras tomo otro sorbo de café. —Necesito una
siesta.
—Oh, bien, él es muy aburrido para ti. O tal vez no deberías quedarte
leyendo toda la noche. Lo que me recuerda. —Bofetea mi muslo—, vamos a salir
esta noche.
—No. —Por lo general, me gusta salir, pero últimamente no he tenido el
deseo.
—No me dirás “no”. —Iris se inclina, con el cabello negro y sedoso
deslizándose por encima del hombro—. No has salido en semanas. Ser una
persona hogareña es una cosa. Convertirte en un ermitaño está mal.
—Pones demasiada atención a mi vida social.
Frunce sus labios. —Un poco difícil de ignorar cuando vivimos juntas.
En el primer año de carrera, empecé viviendo en una residencia de
estudiantes, pero eso era un poco como la escuela secundaria para mi gusto, y los
baños públicos apestaban. Entonces conocí a Iris, que también tenía una aversión
a las paredes de cemento y el uso de chancletas en la ducha. Decidimos trabajar
para pagar un apartamento propio que valiera la pena y nos mudamos a finales
de año. Porque nos llevamos tan bien, mantuvimos el lugar durante todo el año
en lugar de ir a casa durante los veranos.
Iris suspira, sus delgados hombros elevándose en alto antes de caer. Me
23
Equivocada. Como que no sé realmente quién soy. Lo que no tiene sentido. Tal
vez me estoy viniendo abajo con algo.
Página
Traducido por Michelle M
Corregido por Daliam
Anna
Ya que rara vez voy a fiestas, no tengo idea de qué ponerme. Vaqueros y
una playera sólo conseguirá que Iris me envié al fondo de la habitación. Ella
definitivamente es de la escuela “si no está apretado, no estás bien vestida”,
especialmente si está pensando en golpear algunos clubs después.
Sin embargo, yo soy fan de la escuela “me niego a estar incómoda en
nombre de la moda”. ¿Así que dónde me deja eso?
Después de cuarenta minutos de maldiciones y lanzar ropa en general,
estoy en un camisón de color negro con sujetador integrado, lo que es bastante
atrevido para mí, considerando el tamaño de mis senos y una suave línea de falda
que abraza mis caderas pero que gira alrededor de mis muslos y termina algunas
pulgadas sobre mis rodillas.
No queriendo dejar mi habitación, me retraso viéndome en el espejo.
Aplico un poco de sombra ahumada color lila para que mis ojos se vean más
verdes y un poco de labial de frambuesa en mis labios. Así que, ya hice todo lo
que puedo.
Camino pesadamente hacia la sala para la inspección. Iris, como siempre
tiene un aspecto fantástico. Ni siquiera sé cómo lo hace; está llevando unos
diminutos shorts de cuero negro y un top índigo que se cierne sobre su hombro
tonificado y está abierto en la parte posterior. Si yo llevará algo así me vería
horrible, pero ella es tan delgada y pequeña, tan perfecta con esos botines de
tacón de aguja que me recuerdan a los cascos de caballo, por alguna razón.
Sus ojos oscuros se estrechan mientras estoy parada allí.
—¿Qué con las botas? —pregunta finalmente.
—Tú estás usando botas.
26
está irritada y sus ojos verdes se vuelven rendijas. Como si no dudara de patear
el culo de alguien si piensa que se lo merece. Totalmente caliente.
El agua que estoy bebiendo esta cálida y puedo probar el sabor del
plástico. Una sensación irritable crece dentro de mí. No quiero estar aquí. He
escuchado estas historias y chismes una y mil veces antes. Y aunque amo a mis
chicos, estoy aburrido. Quiero cazar a Anna Jones, sacudir su jaula y ver lo que
me arroja. Pero no sé por dónde buscar. Y eso me enoja.
Estoy a punto de decirle a Gray que lo veré mañana, tal vez iré a golpear
el saco en un esfuerzo de conseguir un poco del sueño que necesito, cuando
siento un endurecimiento familiar en mi ingle yendo a lo largo de mi espalda.
No tengo una explicación de cómo o por qué sé cuándo ella está cerca.
Solamente lo hago. Como un imán al metal, mi cuerpo y mi cabeza se gira
y levanta. Y ahí está.
Todo se detiene. Mi corazón en mi pecho. Mi función cerebral. Jódeme.
Que alguien sólo me encaje un tenedor. Ella no está usando su remera y vaqueros
usuales o uno de sus pequeños suéteres. Usa alguna clase de tiras que apenas
contienen sus pechos, esos cremosos, hermosos pechos que rebotan y se agitan
con cada paso que da. Esos pechos van a ser mi muerte. Me temo que estoy
gimiendo audiblemente.
Y vaya que si no soy el único que lo ha notado. Demasiados ojos están
pegados a su pecho. Mis manos se aprietan. No soy diferente a ellos, tal vez soy
peor, porque tengo el hábito de observarla.
Pero tengo ganas de golpear cabezas, quitar esos ojos fuera de ella.
También tengo el impulso de quitarme la camisa y arroparla.
Hace su camino por la habitación y veo la falda. Una cosa negra que se
aferra y balancea alrededor de sus muslos pálidos. Fuertes muslos sin embargo
suaves se sentirían tan buenos sobre mí, envolviéndome, abrazándome. Je… sús.
Tiene sus cejas fruncidas y está frunciendo sus labios. Si hay algo más
sobre ella que me encanta, son sus labios. De color rosa oscuro y regordetes,
labios de fácil acceso. Labios que he querido besar desde que puse los ojos en
ellos.
Ella no está feliz de estar aquí. Y les frunce el ceño de vuelta a unas chicas
que la miran como si fuera una intrusa. Conozco a esas chicas. Groupies. “Cambia
pollas” como Gray las llama. Y aunque es crudo, es apropiado. Han atendido a
más de la mitad del equipo. Una fea experiencia me enseñó a mantenerme lejos
de ellas. No me gustan las sonrisas que le están dando a Anna. Ella no debería
estar aquí. No debería. Quiero sacarla y conducir sólo hacia alguna parte. Tal vez
la cafetería de mi imaginación. Estaría feliz de tenerla dándome un sermón de
todas las cosas que le molestan de mí.
30
31
Página
Traducido por Michelle M
Corregido por Daliam
Anna
Dentro de la casa es como me temía. Repleto, caliente y ruidoso. Parece
que el único propósito de los chicos es gritarse los unos con los otros. La loca
música está pulsando a través de los altavoces y rebotando en las paredes.
Ojos me siguen mientras camino. No pertenezco a este lugar. Ellos lo
saben. Yo lo sé. Las chicas fruncen el ceño tratando de averiguar por qué estoy
aquí y quién me invitó, y los chicos le dan unas largas miradas a mis tetas. Ahora
estoy maldiciendo mi elección de escote. Y a Iris.
Iris, quien nada como un pequeño pez a través de la multitud en su
búsqueda de encontrar a Henry. En el instante que ella lo hace, él la acerca y mete
la lengua hasta la garganta de ella. Sus manos agarran su culo para poder
acercarla más.
Seh. No tengo ningún deseo de estar cerca de ellos ahora mismo. Mi único
refugio es encontrar una cerveza y un rincón. Debido a los tacones de las botas
de tres pulgadas, mido 1.77 metros. Lo suficientemente alta para ver sobre la
mayoría de las cabezas de las chicas. Lo suficientemente alta para descubrirlo
cuando me muevo a la otra habitación. Y él me está mirando directamente.
Drew Baylor.
Por supuesto. Ahora, oficialmente mataré a Iris.
Quiero mirar hacia otro lado, pero no puedo. Nunca puedo cuando se trata
de él. Su boca cuelga abiertamente, como si estuviera sorprendido de verme aquí,
los dos lo hacemos; estoy sorprendida de estar aquí. Pero luego, como si
realmente se diera cuenta que estoy aquí y no soy una pesadilla, sus labios suben
en sus esquinas y hay un extra brillo en sus ojos.
Me pregunto si todas mis partes felices están conectadas con su sonrisa, ya
32
—Hey, hombre —dice un hombre corpulento que tiene que ser uno de los
linieros ofensivos de Baylor—. Sandra aquí quiere decir hola.
Página
Es como si no estuviera allí. No para el Hulk, cuyo brazo está chocando
con mi brazo mientras hace algunas señas a una chica de dieciocho años con el
cabello muy teñido y una sonrisa tímida. No cuando ella se escabulle hasta
apretarse contra el brazo de Baylor. —Hola —jadea, porque no estoy segura de
escuchar alguna consonante—. ¿Firmarías mi playera?
Por supuesto que lleva su playera, el número once enormemente sobre sus
pechos. No es ninguna sorpresa cuando ella apunta directo a esa zona, en caso
de que él no estuviera seguro de dónde firmar.
Quiero rodar los ojos, pero no lo hago. Ella no es el problema aquí. Incluso
Baylor no es el problema. Soy yo.
—Bueno, entonces—digo—. Te dejo.
Me doy la vuelta y huyo, lo escucho decir mi nombre. Pero no miro hacia
atrás.
Estaba a punto de llegar al pasillo cuando se pone enfrente de mí,
deteniendo mi progreso. —Espera. —Los labios de Baylor se tiran en un puchero,
lo que tendría que hacerlo ver menos varonil pero simplemente lo hace más
caliente—. Pensé que estábamos teniendo una conversación.
—Creo que eso era más como una pelea —digo y él empieza a sonreír, me
apresuro—. Y aquello claramente era más.
Su exuberante boca se pone en una línea. —¿Por qué? ¿Por la interrupción?
—Da un movimiento de cabeza hacia su fan número uno.
Niego con la cabeza. —Honestamente no te quiero entretener.
En lugar de dar marcha atrás, da un paso más cerca y su voz es un susurro.
—Pero prefiero hablar contigo.
Mi corazón late tan fuerte que lo siento en las puntas de mis dedos. No sé
a dónde mirar ni que hacer.
Mi mirada se posa sobre el cordón de cuero que lleva alrededor de su
fuerte cuello. Nunca lo he visto sin el. Es un pequeño rectángulo de madera
pulida que cuelga de una cuerda, colgando justo debajo de su garganta. Mis
dedos pican por tocar el colgante, para trazar lo largo de la cuerda hasta el
rastrojo que comienza en su mandíbula. Levanto la mano para hacer
precisamente eso, cuando un grito masculino me detiene.
—¡Baylor! —Otro de sus compañeros de equipo busca su atención. Una
estudiante de primer año lo saluda allí llamando su atención.
Echo un vistazo a ese camino. —Obviamente estás ocupado.
36
—¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿Decirle que se pierda porque estoy
tratando de impresionar a otra chica? Bastante contraproducente para actuar
como un idiota, si me preguntas.
Estoy un poco atascada con todo el “impresionar a otra chica”. De hecho
en el momento que lo dijo, mi corazón se detuvo por completo y el calor se
precipitó a mi cara. ¿Por qué yo? ¿Qué está pensando?
Mi garganta se tensa y trago saliva. —Lo siento, pero le estas prestando
atención a la chica equivocada —Rodeo el pasillo hacia la libertad—. No estoy
interesada.
Se ruboriza y sus ojos se ponen de color bronce. —Putas mentiras.
Cuando me estremezco su voz se suaviza y desliza a través de mis
defensas como una cuchara con pudín. —Tal vez puedas pensar que soy un
imbécil, pero no soy ciego. Estoy en peligro de desarrollar una torcedura de
cuello permanente por verte. Y si por el número de veces que te encontraste con
mi mirada es algo, entonces sí, sí lo estás.
Mis mejillas deben de ser rojo ardiente. Estoy demasiada sorprendida para
responder, pero eso no le impide acercarse. Lo suficiente cerca para que el collar
quede entre nosotros.
—¿Por qué no me dices el verdadero problema y podemos resolverlo?
Abordándolo. Como si fuera algo que quisiera averiguar y corregir. Algo
que quiere mantener.
La idea es tan ajena a mí y tan terrible. —¿Por qué simplemente no lo dejas
ir? Hay algunos juegos que no vas a ganar.
Frunce el ceño, pero cuando abre la boca para responder, hablo sobre él.
—La decepción es buena para el alma, Baylor. Lo siento, pero me tengo que ir.
Esta vez no me detiene o tal vez sólo me está dejando ir. Me voy tan rápido
como si pudiera correr y otro amigo se acerca a él. Lo cual es bueno. Y tal vez me
digo a mi misma que esto es suficiente, lo voy a creer.
37
Página
Drew
Bueno eso salió bien.
El precioso culo de Anna Jones se balancea mientras camina lejos de mí.
Un perfecto contra punto para el balanceo de su pequeña falda negra y el rebote
de sus rizos rojos. Quiero agarrarla y presionarla contra la pared más cercana
para poder probar su boca mordaz. Ni siquiera me importaría si ella me
mordiera, con tal que su lengua me alivie después.
No va a pasar. Me quedo donde estoy, con la derrota y decepción—Sí,
gracias, Srta. Jones, estoy muy bien con la emoción chocando como un mal golpe.
—Mierda. —Froto mis costillas donde el dolor fantasma se propaga.
Incluso es peor cuando veo a Gray merodeando. Gray es mi compañero
de equipo y mejor amigo. Nos conocimos cuando teníamos quince y asistíamos
a la Academia Mannin Passing. Los dos somos de chicago, aunque de diferentes
áreas y jugamos como rivales, pero nunca habíamos hablado hasta entonces.
Cuando mis padres murieron, Gray era al único que podría soportar
estando cerca porque él había perdido a su madre de cáncer el año anterior. Lo
que significa que me conoce mejor que nadie en la vida. Esto va a apestar.
La mueca desagradable de Gray es grande y satisfecha. —¿Fallando
espectacularmente, eh?
Echo fuego por los ojos, con ganas de perforar esa estúpida cara sonriente.
—Nunca debí haberte presentado la gloria que es Top Gun2. No lo mereces.
Cuando se ríe, pongo los ojos en blanco. —¿Cuánto tiempo has estado
esperando para usar esa línea conmigo?
—Como unos cuatro años y medio, más o menos. —Lanza su enorme
brazo alrededor de mi hombro y trata de tirar mi cabeza abajo para rozar sus
nudillos en mi cabeza. Me agacho y la doy un zape. No estoy de humor. No es
que a Gray le importe. Sigue sonriendo.
—¿Qué pasa? ¿Roja no respondió al grito de “Batalla”?
—Vete a la mierda, Gray. —No hay mucho calor en mi petición. Mi mente
todavía está con Anna y mi cuerpo se muere de ganas por seguirla. Mierda, estoy
tan jodido. Algo patéticamente parecido a un suspiro se levanta de mi pecho
mientras miro fijamente la maldita dirección que tomo antes de alejarse de mí.
Como si fuera una enfermedad.
38
Página
2
Película protagonizada por Tom Cruise, anterior mente Gray usa una frase de la misma
película.
Lo cual es lamentable. Debido a que todavía algo está allí, ese griterío en
mi cabeza que dice: ¡Ella, Ella, Ella!
No es tan genial cuando ella parece tener un griterío acerca de mí que dice:
¡Corre, corre, corre!
No lo entiendo. No le estaba mintiendo y creo que no soy un iluso cuando
le dije que prácticamente nos hemos estado follando con la mirada el uno contra
el otro durante el último mes. Afortunadamente, no dije eso; probablemente
hubiera apretado mis bolas si lo hubiera hecho. No es que esté totalmente
desacuerdo a que toque mis bolas…
—Mierda. —Me pellizco el puente de la nariz. Luego lo pellizco más fuerte
cuando me doy cuenta que Gray todavía me está mirando.
—Amigo —dice—, déjalo ir. Esto se está poniendo embarazoso.
—¿Por qué? —Espeto—. ¿Por qué por una vez tengo que trabajar por ello?
Al masoquista en mí le gusta eso. Me encanta como la mierda cuando ella
es toda ágil con la boca y me pone la tarea difícil. Si pudiera conseguir que ella lo
hiciera mientras chupo su cuello, sintiendo la vibraciones mientras habla o tal
vez con esas piernas cremosas alrededor de mi espalda mientras lo hace y
empujaría en su calor para que gima un poco entre sus argumentos.
Tomo una respiración profunda. Y otra. Estoy tan jodido si Gray me ve
duro.
Gracias a Dios por los vaqueros. Y el hecho que Gray sigue balbuceando
demasiado para mirar abajo.
—El sexo no debe ser un trabajo —insiste—. Debería ser fácil. Las chicas
vienen a nosotros, nos dan un buen momento y las despedimos con un bonito
gracias y tal vez una palmadita en el culo si ellas estuvieron extra especiales.
—Me compadezco de tus compañeras de cama.
—Ellas tienen un bueno momento —dice Gray—. Un gran momento.
—Claro. Dejándolas hacer todo el trabajo mientras tú te echas como un
maldito perezoso. Suena increíble para ellas.
Me da una mirada agria. —Bueno, suenas como una chica.
—Si fuera una no te estaría follando.
—Pudiste hacerlo peor. —Su rostro se pone rojo—. Maldita sea. ¿Deja de
hacer esa mierda? Odio cuando retuerces mis palabras.
No puedo evitar sonreír. A Anna pareció gustarle cuando torcí sus
39
40
Página
Traducido por Juliee & Dahi_p_22
Corregido por Daliam
Anna
La casa es más grande de lo que parece desde afuera. Arriba hay un
laberinto de pasillos largos y obscuros, que se extiende en dos alas en forma de
L. Varias habitaciones están ocupadas, los sonidos procedentes de adentro no
dejan duda del por qué. El pasillo está vacío, las personas probablemente van
abajo tan pronto como se dan cuenta de que no van a ser uso de las habitaciones
solos.
Camino hacia adelante, escuchando discretamente en las puertas para
encontrar una donde haya silencio. Necesito el baño y no estoy dispuesta a mirar
a nadie antes de que lo encuentre…
Afortunadamente hay un baño pequeño cerca del final del pasillo y está
desocupado. Una vez dentro, tomo una respiración profunda y dejo salir el aire
poco a poco. Estoy felizmente tranquila, el volumen de la música es bajo. Mi piel
y mi corazón todavía están latiendo demasiado. Pareciera que hubiera corrido
una milla en un minuto. Peor aún, una parte de mí quiere ir a la planta baja donde
él se encuentra.
Maldiciendo, corro agua fría sobre mis manos y en la parte posterior de
mi cuello. En el reflejo del espejo, mis mejillas son rosas y mis ojos están brillando.
Parezco excitada.
—Demonios.
Me seco y, tomando otra respiración, salgo del baño. Prácticamente me
estrello contra alguien. Mi hombro golpea la pared detrás de mí cuando doy un
paso atrás para alejarme. Baylor está parado allí, su expresión aturdida como si
no hubiera esperado que chocara contra él. Entonces se mueve más cerca, tomo
aire y mis pensamientos se dispersan. Todo lo que puedo ver son sus ojos,
intensos y decididos.
41
quema.
—¿Por qué estás aquí? —Mi voz es un pequeño sonido en el espacio
pequeño.
Así es. —Te deseo.
El piso cae debajo de mí, su confesión me hace tomar demasiado aire.
Baylor parece un poco sorprendido por sus palabras, sus ojos son amplios y sus
labios están separados. Pero parece confiado cuadrando sus hombros anchos.—
Dime que no me deseas y me iré.
Mi boca se abre, una negación está en mis labios, entonces se acerca. Es
apenas un toque, solo las puntas de sus dedos en mi codo, como si quisiera
guiarme hacia las escaleras. Es el contacto más pequeño. Nada realmente. Y sin
embargo, es todo. El contacto me hace sentir pequeñas quemaduras, ondas que
recorren mi piel como un rayo rápido de intensidad, y me hacen retener el aliento.
Él lo siente también. Un rápido vistazo hacia arriba y busca mi rostro como
si estuviera buscando una afirmación. Lo que sea que ve debe decirle que no está
solo en esto porque no se va.
Nadie dice otra palabra. La sangre corre caliente a través de mis venas,
como sus dedos corren lentamente, oh tan lentamente por mi brazo. Su pulso
vibra, rápido y visible justo debajo de la piel dorada de su garganta. Quiero lamer
ese punto, poner mi boca allí y chupar. Lo quiero a él. Lo quiero tan mal que estoy
en llamas.
Un sonido doloroso se me escapa cuando mueve sus nudillos hacia la
parte interna de mi brazo, justo al lado del pecho. Estoy sacudiéndome
profundamente en mi interior, un temblor creciente se extiende, hasta que mi
respiración está entrecortada y lucho por mantener el control.
¿Qué estoy haciendo? Es Drew Baylor. Nada bueno puede salir de esto.
Tengo que ser fuerte. Necesito detener esto. Irme.
Me retuerzo, apoyándome en su toque, queriéndolo, necesitándolo más.
Sus labios se abren en un suspiro, como si me tocara con alivio y dolor. Mi
mano se instala de alguna manera en su cadera, su hueso es sólido debajo de su
piel. Se tensa, apretándose visiblemente lo que hace a su bíceps saltar. El instante
siguiente, mis dedos se hunden debajo de su camiseta.
Su piel es caliente, como si se estuviera quemando por dentro. Mi mano se
desliza a lo largo de su ondulación muscular, suave y tonificada, el algodón de
su camisa hace cosquillas en el dorso de mi mano. Me sostiene todavía, cuando
se estremece como un terremoto. Mi cuestionable pulgar encuentra su pezón, y
él detiene su respiración al mismo tiempo. El pequeño hecho de su pezón debajo
42
de mi pulgar me excita tanto, muerdo mis labios para evitar gemir. Oh, pero él lo
está haciendo también. Traga audiblemente, haciendo esos pequeños temblores
Página
La punta de su pulgar roza sobre mi pezón. Una vez, dos veces, y luego
presiona hacia abajo.
Página
Un rayo caliente como agudo de placer se dispara hacia el espacio vacío
entre mis piernas.
En un grito, caigo, resbalando por la pared, mis rodillas golpeando debajo
de mí. Pero él envuelve un brazo alrededor de mi cintura. Me sostiene. Todavía
me sostiene. Tiernos dedos soportan mi mandíbula e inclinan mi cabeza hacia
arriba. Encuentro sus ojos. Justo ahí hay lujuria, oscura, como azúcar quemada.
Su mirada se instala en mis labios y hacen su parte. Sumerge la cabeza, su
respiración roza mis mejillas como si viniera por mí.
Sin pensarlo, muevo mi cabeza a un lado.— No. No en los labios. — Duele
decirlo porque la mayor parte está gritando. Sí. Ahora. Por favor. Pero no puedo.
Un profundo, innegable instinto me dice que si besa en la boca, perderé toda mi
resistencia.
Vacila, su frente surcándose con un ceño fruncido. Su mirada lanzando
dardos sobre mi cara, va de mis labios hacia mis ojos. Un gruñido de frustración
se le escapa como estuviera cayendo. Mi corazón da saltos, pero su boca va hacia
mi cuello, justo encima de mi hombro. Y no puedo pensar más. Sólo sus labios
tocando mi piel me provoca piel de gallina. Besa mi cuello de la manera en que
besaría mi boca, abierta, mojada, como si estuviera hambriento, esperando por
esto. Me besa con rabia. Como si fuera un castigo por mi negativa a dejarle tener
un beso adecuado. Tal vez lo sea, pero no me importa porque se siente tan bien
que no voy a detenerlo.
Llueven besos duros sobre mi hombro, a lo largo de mi pecho, y hunde su
rodilla. Un beso breve, succiona mi pezón expuesto y hace que se contraiga todo
mi cuerpo, pero se está moviendo hacia el sur, sus manos acariciando los lados,
resbalando sobre mis caderas. Dedos insensibles caminan hasta la parte trasera
de mis muslos, agarrando mi falda, levantándola.
Oh, Dios. Mi respiración atascada capta su atención. Hay desafío en sus
ojos cuando me mira. Lo puedo detener si quiero. El conocimiento es grueso y
pesado entre nosotros. Pero no me puedo mover, mucho menos protestar. Estoy
tan lista para él, no puedo soportarlo. Si nos movemos, si paramos ahora, puede
que todo se vaya. La emoción de lo ilícito es una droga en mis venas. La pared es
fría contra mis hombros calientes y me apoyo en ella, tratando de no aplastarnos.
Todavía me mira y pulgadas de falda suben y suben. Mis bragas mojadas están
expuestas.
Estoy tan mojada que el aire se siente frío. Como si oliera mi deseo, su
nariz se mueve, y finalmente me ve. Gime como si tuviera algún dolor. — Mierda.
Santa mierda.
44
Necesito verle, tocar su piel. Con una maldición ahogada, le doy un tirón a su
Página
49
Página
Traducido por July & gabyguzman8
Corregido por Daliam
Anna
No sucedió. Eso es lo que vamos a pretender. Destellos de Baylor
levantándose sobre mí, de su pecho deslizándose contra el mío, su gruesa,
enorme polla hundiéndose en mí... Mis pasos se tambalean. Está bien, fue así, y
soy incapaz de fingir lo contrario. Pero en realidad no cuenta. Fue un... un...
problema cósmico, un pequeño desvío de la realidad. Fue un enganche. Nada
más. Nada menos. Puedo hacer esto. He tenido ligues antes. Si te veo no me
acuerdo, bam, gracias, hombre. La lujuria satisfecha. La vida continúa.
Tomando una respiración profunda, me dirijo por el pasillo hacia mi clase.
Mierda en un palito de paleta. Baylor está contra la puerta, una pierna
cruzada sobre la otra, con los brazos ligeramente doblados sobre su amplio
pecho. Mi corazón late como un conejo asustado tratando de huir de un zorro.
Me mira, una pequeña sonrisa tira en la esquina de su boca.
Como de traidor que es mi cuerpo, mi pulso salta ante ese gesto. Mi boca
quiere devolverle la sonrisa. Me muerdo el interior de mi labio. Pero se vuelve
algo peor mientras me acerco delante de él. Lo conozco ahora. Conozco la textura
de su piel, como su polla se siente muy dentro de mí, los sonidos que hace cuando
llega.
—Hola —dice.
Mi piel hormiguea. Dios, su voz. Su voz susurrando contra mi sexo
húmedo. Detente. Trago con fuerza.
—Hola.
Su sonrisa crece. —He estado pensando en ti, Jones.
—No te esfuerces.
50
Página
—Esa animosidad. —Un soplo de aire caliente toca mi mejilla mientras se
inclina, trayendo su cuerpo demasiado cerca para mi cordura—. Pensé que ya
habíamos pasado esa etapa.
Estoy en mi propio infierno personal, porque lo único que quiero hacer es
lamer el costado de su fuerte cuello y sumergir la mano en sus pantalones
vaqueros muy gastados y agarrar lo que es mío. Me alejo y lo miro, centrándome
en la barbilla porque no puedo mirarlo a los ojos. Cobarde. —Está bien. Vamos a
pasar a la etapa “no mencionar o pensar en ello de nuevo”.
Baylor frunce el ceño. —No me gusta esa opción.
—No me importa. —Le doy una mirada mordaz a la puerta, entonces a su
grande y amplio pecho—. ¿Te importa moverte fuera del camino? Quiero ir a
clase.
Él simplemente se queda allí, con los brazos cruzados en una forma que
hace cosas interesantes a sus bíceps y antebrazos, y escanea mi cara. Todavía no
puedo mirarlo a los ojos, lo que me molesta.
—¿Estás avergonzada? —pregunta en voz baja.
—No. Difícilmente. —Sí. Completamente.
—Te ves avergonzada. Estas toda sonrojada aquí. —Sacude un dedo por
mi mejilla.
Golpeo su mano. —Me sonrojo cuando estoy molesta.
Su voz retumba a lo largo de mi piel. —Esa no es la única vez que te
sonrojas.
Y ahora mis rodillas están débiles. Le echo un vistazo, viendo el calor y la
luz burlona en sus ojos, por lo que me centro en el lóbulo de la oreja en su lugar.
Un bonito, inocuo lóbulo de oreja. Que quiero morder. —¿Es este tu protocolo
post ligue? ¿Fastidiar a la chica después? ¿Necesitas retroalimentación o algo
para acariciar tu ego? ¿Vas a preguntar si la tierra se movió para mí?
Él levanta la mano y empieza a contar los puntos con los dedos. —No
tengo que pedir eso, Jones.
»Los dos sabemos que la maldita tierra se derritió. No tengo un protocolo
de enganche. Me gustaría hacer una broma acerca de lo que hay que acariciar,
pero eso es demasiado fácil. Francamente, estoy decepcionado de que te
permitiste abrirte a eso. —Él toca la punta de mi nariz, y la sonrisa come mierda
de Baylor crece—. Esperaba más de un desafío.
—¡Gah! —Lo empujo pasando más allá de él.
51
—¿Gah? —Se ríe, mientras abro la puerta del aula—. ¿Es eso incluso
Página
inglés?
—Señor Baylor —la profesora Lambert dice a modo de saludo, sus ojos
pálidos estrechados con reprimenda—. Señorita Jones. Me alegro de que ustedes
dos pudieran hacerlo. ¿Podrían por favor tomar asiento?
Le doy una rápida inclinación de cabeza, completamente consciente de
cada ojo en Baylor y yo mientras caminamos por un pasillo. En cuanto a Baylor,
es una presencia que no me puedo quitar. Y mi cuerpo estúpido está zumbando
como si fuera su propia hora feliz.
La clase pasa a un ritmo insoportable. Lambert está discutiendo el ideal
utópico de Platón, y aunque trato de concentrarme, mi cuerpo está en demasiada
sintonía con Baylor para tener éxito.
—¿Qué dice, señorita Jones?
Salto con el sonido de la voz de Lambert. Seguramente estoy mirando
hacia ella como un idiota con la boca abierta.
—¿Podría repetir la pregunta? —Me obligo a preguntar. No voy a mirar a
Baylor, quien está probablemente sonriendo con satisfacción petulante.
Los labios de Lambert se contraen. —¿Cree usted que la utopía de Platón
podría funcionar en la sociedad de hoy en día?
—No, señora, no lo creo. —Es una respuesta corta, pero estoy demasiado
agravada por la presencia de Baylor para dar una mejor.
—¿Por qué, señorita Jones?
Correcto. Suprimo un suspiro y trato de lucir impávida. —Porque, en el
fondo, se basa en la idea de la perfección. Esa perfección es posible. Lo cual no lo
es.
—Espera —Baylor interrumpe, tan rápido, que me pregunto si no estaba
esperando una apertura que me obligaría a mirarlo—. ¿Estás diciendo que no
debemos esforzarnos por alcanzar la perfección? —Sus ojos brillan, y sé que él
está teniendo diversión incitándome—. Muy a la actitud derrotista, señorita Jones.
—Estoy diciendo que no es posible, señor Baylor, porque la perfección es
imposible de definir.
—Estoy de acuerdo con Baylor —dice un tipo de dos filas más arriba. Lleva
camiseta del equipo de Baylor así que no estoy sorprendida. El defensor de
Baylor me da una mirada acusadora—. Quiero decir si Drew no tratara de
alcanzar la perfección, no habríamos ganado dos Campeonatos bajo su liderazgo.
Apenas me abstengo de rodar mis ojos.
—Esto es cierto —dice Baylor, servicialmente.
52
Imbécil.
Página
—Hay una diferencia entre, tratar de obtener un nivel de perfección
personal, a esperar que una sociedad viva de manera unilateral en perfecta
armonía —digo—. Uno se basa en una expectativa personal. El otro se basa en
las masas después de la opinión de uno. ¿Y quién decide? ¿Quién dicta esta
utopía?
—Platón, obviamente. —Baylor me sonríe.
Lo miro de vuelta, pero es difícil estar molesta por su actitud juguetona.
—No importa el hecho de que prácticamente no tenemos ejemplos de una
sociedad utópica prosperando en una situación real —digo.
Una de las chicas que ha estado sobre Baylor desde el inicio del semestre
levanta la mano, como si ella necesitara permiso para hablar. —¿Qué pasa con la
Atlántida?
Oh, Jesucristo en un árbol de durazno.
Echo un vistazo a Baylor, y él está mordiéndose el labio para no reírse.
Todo esto es demasiado para no reírme. Aparto la mirada antes de perderlo. Pero
lo siento a mi lado, y sé que está ansioso por dejarlo suelto, que sólo lo hace peor.
Es tan malo que apenas escucho la respuesta de Lambert, lo cual es bueno porque
sé que me haría reír. Un resoplido reprimido a mi derecha me hace girar. Mi
mirada enfrentándose con la de Baylor y compartimos una mirada de alegría,
pero es de corta duración. De repente me acuerdo de la última vez que lo miré a
los ojos. Cuando estaba muy dentro de mí, su polla gruesa y pulsante con su
liberación, y el sonido estrangulado que hizo cuando la soltó. El calor me inunda.
Debo mostrarlo. No sé cómo ocultarlo. Su sonrisa se desliza, mientras sus
labios se parten. En un suspiro, su mirada se funde.
Santo infierno, estoy en problemas.
Vagamente, soy consciente de la gente que se levanta a mí alrededor. La
clase se está yendo. No puedo apartar la mirada de Baylor. No cuando él se
levanta lentamente. No cuando se detiene frente a mi escritorio y tiende la mano.
—Ven conmigo.
Voy, porque no puedo ignorar esta necesidad. Pero no lo toco. En el
momento en que lo haga, todo habrá terminado. Voy a saltar sobre él aquí y
ponerme en ridículo en público. Tal vez él lo sabe porque deja caer la mano y la
aprieta en un puño, como si él también tuviera que practicar la moderación.
La esquina de su boca tiembla. Me está mirando por encima. Soy la comida
y él está planeando cómo hacer para consumirme. Giramos a la vez y caminamos
fuera del aula con naturalidad engañosa. ¿Pero por dentro? En el interior me
53
mientras me pone en la posición que me quiere. Es todo lo que puedo hacer para
Página
no agradecerle, rogarle que se dé prisa de una puta vez y me folle. Mis dedos se
aferran al borde de acero de la estantería y se resbalan un poco por el sudor en
mis palmas.
Su respiración tosca, es un incontrolable sonido tras de mí. Su calor
palpable contra mi piel expuesta. Presiono mis labios en mi sudorosa muñeca y
arqueo mi espalda, dándole una mejor vista. El sonido de su cierre bajando y el
rasgón de un paquetito de aluminio llena el aire. Se me dificulta respirar, la
anticipación apretando vilmente y fuertemente en mi vientre. Mis bragas son
arrancadas y tiradas a un lado. Toca con su dedo para probar mi humedad.
¡Sí! ¡Sí!
Y luego se entierra. Duro. Me muerdo el interior de mi labio para contener
un grito. Es tan grueso. Tan, tan bueno. Tan profundo que estoy en mis pies; mi
sexo palpita.
Sus dedos se clavan en mis caderas, tirándome hacia él, obligándose a
entrar aún más profundo. Un vago sonido proveniente de su dirección, como si
el también estuviera aguantando un gemido. No puedo soportarlo. Es demasiado
grande. ¡Demasiado allí! Y entonces él se mueve, un rápido y frenético bombeo.
Cierro mis ojos, me sacudo en sus caderas, encontrándolo embestida tras
embestida.
La excitación y la lujuria se extienden sobre mi piel con dentelladas
ardientes de placer.
Todo está en calma excepto por nuestras amortiguadas respiraciones y por
la húmeda bofetada de carne contra carne que no podemos controlar. Sus jeans
hasta sus muslos presionan contra la parte trasera de mis muslos mientras acaba
dentro de mí. Porque no hay nada cariñoso ni delicado en esto. Me está follando
duro. Mis puños se cierran, el esfuerzo por estar en silencio me hace temblar. Sus
manos se deslizan de mis caderas a debajo de mi camisa. Su piel es tan ardiente,
las palmas de sus manos son maravillosamente ásperas, que tuve que respirar
profundo.
Se desliza bajo mi sostén, tomando mis pechos, y sosteniéndolos mientras
me folla. ¡Va a matarme! Estoy segura. Casi grito cuando atrapa la punta de mis
pezones con sus dedos y los pellizca retorciéndolos, jalándolos simultaneo a sus
embestidas.
Santa. Mierda.
Mi orgasmo golpea en una serie de olas, mi sexo convulsionando y
cerrándose en su polla. Él se enloquece. Su boca encuentra ese punto vulnerable
en mi cuello mientras envuelve su cuerpo con el mío. La terminante yema de su
dedo toca mi clítoris, y me estoy viniendo de nuevo, al igual que él. Los
55
pensamientos se dispersan como hojas secas hasta que sólo queda uno.
Página
Anna
Llego tarde al almuerzo con Iris y George. Llámalo renuencia a enfrentar
el pelotón de fusilamiento. No estoy bajo la ilusión de que no se darán cuenta que
tuve sexo con Baylor. Soy terrible en esconder cosas, e Iris ya sospecha de mi
repentina desaparición en la fiesta de la otra noche.
Una parte de mi quiere hablar de eso. No sobre Baylor precisamente,
porque la idea de él platicando detalles con sus amigos me hace temblar, y me
niego a ser una hipócrita. Pero tengo que procesar esta locura. No puedo creer
que volviera a tener sexo con él. Y de todos los lugares, en la biblioteca.
Cualquiera nos pudo ver. La ironía es que tenía miedo de que me vieran con él y
aún así lo dejé follarme en un espacio público, dos veces ahora, no se me escapa.
Sin aviso, pienso en él de rodillas frente a mí, con la cabeza enterrada entre
mis piernas. Mis mejillas arden y un calor me recorre hasta la parte posterior de
los muslos mientras camino al restaurante con estilo años 50’s que se encuentra a
las afueras del campus. Buen Dios, quiero dar la vuelta, encontrar a Drew Baylor
y hacerlo de nuevo. Ahora sé que no es la emoción de ser descubierta follando
con él la mejor cosa que he experimentado. Es él, la forma en que reacciono a su
cuerpo, su tacto, su voz. Y eso me asusta hasta la mierda.
Me gustas. Mucho.
Maldición. Si sólo fuera otra persona. Alguien más. Un tipo normal. Un
don nadie al igual que yo. Pero no lo es y nunca lo será. Cuando pienso en el
escrutinio público de él y cualquier persona con la que esté, quiero esconderme,
correr por las colinas.
Tomo una respiración profunda y me digo que me relaje. Se acabó. Está
hecho.
59
3
Cuando dos personas dicen la misma cosa a la vez, en ingles se dice, "Jinx!!"
—Dilo de nuevo. —George pone su mano en la oreja, pero está sonriendo
ampliamente.
—Ya me escuchaste. —Seguro como el infierno que no lo repito. No me
gusta haberlo dicho en absoluto. Lo que paso fue… Ni siquiera sé cómo
describirlo, pero sé que sólo me pertenece a mí. Y a Baylor. Nadie más va a tener
los detalles. Al menos no por mí. Infierno, ¿le estará contando a sus amigos? Trato
de no retorcerme en mi asiento.
Iris chilla. —¿Fue bueno? ¿De qué estoy hablando? Por supuesto que lo
fue. Ustedes obviamente están calientes el uno por el otro. Oh, ¡esto es tan
increíble!
Al oír el entusiasmo de Iris, algunos ojos miran a nuestra dirección. De
repente no puedo respirar bien. Manos de hierro presionan mi columna,
empujando mis pulmones. Mis manos se adormecen. —Está bien, ya para. —Mi
tono es duro, bastante serio, tanto como para que Iris y George me miren
boquiabiertos. Trato de mantener la calma, pero no puedo. El frío dentro de mí
me está haciendo temblar—. Esto no va más allá de esta mesa. Nadie lo puede
saber. Nadie. Nunca.
Si la gente lo sabe, no puedo manejarlo. Simplemente no puedo. No eso.
No la especulación que podría surgir. ¿Drew Baylor entendió eso? Ya es bastante
malo que he esperado por la realización en sus ojos de que ha cometido un error
al perseguirme.
Un gruñido se abre camino por mi garganta. ¿De qué mierda estoy
hablando? Soy mejor que esto. No soy la bruja. No debería estar avergonzada.
Maldiciéndome por mi reacción instintiva de pánico, aprieto mis ojos con las
yemas de mis dedos calientes hasta que estrellas bailan en la oscuridad. Mierda,
no me he puesto tan mal desde que tenía quince años.
Y no puedo ir allí de nuevo. A pesar de los pensamientos locos de nosotros
saliendo que corren por la cabeza de Baylor, no hay posibilidad que una chica
como yo este con un tipo como él. He pasado muchos años tratando con tanto
dolor, saliendo de ese pozo de duda e inseguridad, como para volver de nuevo
ahora. Mi libido demasiado ansioso sólo tendrá que tomar una ducha fría.
Tomo una respiración inestable. Mis amigos me miran como si me
hubieran crecido dos cabezas. —¿Está claro? —pregunto.
—Como el agua —dice George, lentamente, frunciendo el ceño—, pero ya
deberías saberlo.
Una punzada de remordimiento pica en mi interior, pero no es lo
suficiente para realmente hacerme arrepentirme de mis palabras.
62
Página
Iris parece igual de reflexiva. —No voy a decirlo. No iba a… —Se detiene,
como si lo hubiera entendido y me mira más cerca—. Oh Dios mío, ¡lo hicieron
dos veces!
Es mi turno de estremecerme. Demasiado para calmarla. ¿Y qué
demonios? ¿Es psíquica?
Iris se ríe ante el horror obvio en mi cara. —Ese es un chupetón fresco. Y
sé que conectaste con él en la fiesta. Los dos subieron al mismo tiempo. Y —me
señala con un dedo acusador—, ambos hicieron la caminata de la vergüenza
cuando bajaron.
—No me di cuenta cuanta atención prestaste —respondo—. Qué paso con
tener la lengua en la garganta de Henry toda la noche.
George hace un ruido de disgusto. —¿Por qué salgo con ustedes? ¿Por
favor, podemos parar con los detalles?
—Bien por mí —digo—. Me encantaría que habláramos de otra cosa.
Poniendo los ojos en blanco, Iris coge otra papa. —Por supuesto que pongo
atención. Estaba esperando que eso pasara.
Me enderezo, con mis manos golpeando la mesa de formica barata.
—Espera. ¿Qué? ¿Sabías…? Sabías que él estaría allí, ¿no es así?
Impenitente, Iris sonríe. —Bueno, duh. Se supone que todos los jugadores
del equipo tienen que asistir. Y por mucho que lo negaste, sabía que te gustaba.
Sólo necesitabas un pequeño empujón hacia él.
—Tú, pequeña sabandija. —Estoy algo cabreada y algo más impresionada.
Ella tiene una maldad maquiavélica que nunca consideré.
Se encoge de hombros y agarra otra papa. —Puedes fingir que estás
indignada si quieres, pero es obvio que te gustó follar con el chico si lo hiciste dos
veces.
—Hazme un favor, —digo con el ceño fruncido—, y detente la próxima
vez que te sientas con la necesidad de ayudarme.
—Bien. De todos modos, mi trabajo aquí está hecho. —Ella rompe una
patata en su boca y la mastica con un vigor exagerado.
Estoy tentada aventarle una papa en la cabeza, pero están demasiado
buenas y tengo hambre.
—Dos veces —dice George después de un momento—. ¿En menos de una
semana? Eso parece una relación para ti, Banana.
63
4
Es una rama de la acción de protesta Movimiento 15-O que desde el 17 de septiembre de 2011
ha mantenido ocupado el Zuccotti Park de Lower Manhattan en la Ciudad de Nueva York,
Página
Estados Unidos.
—¡George! —Iris le lanza la servilleta hecha una bolita y yo una papa. Él
está demasiado ocupado riéndose a carcajadas para defenderse—. Harás que me
enferme.
—Eso es totalmente asqueroso —agrego con una risa.
—En serio —resopla Iris—, ¿Mami te dejo caer cuando eras un bebé o algo
así?
—Vamos —todavía se está riendo—, sabes que es verdad.
—No quiero pensar en cualquier tipo con el que estoy…
—¿Follando?
—Soy el agua —digo—, en términos de un grano.
—Si bueno. —George se roba una de mis papas—, definitivamente
matarías la presión si lo fueras.
—Voy a pensar en ti como una espinilla —espeta Iris—. Ya sabes, aquellos
profundos que hacen de tu vida un infierno y siempre aparecen cuando te
avergüenzan más.
—Ah, me amas, hermanita. —George le sopla un beso en el aire.
Iris pone los ojos en blanco antes de voltearse hacia mí. —Creo que estás
cometiendo un error.
—Estoy de acuerdo —digo, malinterpretando deliberadamente sus
palabras—. Fue un error que no volverá a suceder.
65
Página
Drew
Gray y Diaz están en mi cocina cuando llego a casa. Mi estado de ánimo
está tan podrido, que casi me arrepiento de darle una llave a Gray, pero entonces
huelo algo en la gran olla de la estufa que hace mi boca agua y decido que las
invasiones ocasionales valen la pena. Podría haberle pedido que fuera mi
compañero de cuarto, pero cada vez que vamos a un partido fuera, tengo una
habitación con él —y a veces con otros chicos— lo cual es bastante socialización
para mí. Además, me gusta vivir solo.
Cuando mis padres murieron, me dieron un cheque del seguro de vida de
dos millones de dólares y dos certificados de defunción. De inmediato vomité el
contenido de mi estómago y no me levanté de la cama durante una semana. Ni
siquiera toqué el dinero. Quería a mis padres, no un maldito cheque.
Eventualmente, el entrenador me convenció de que mis padres consiguieron ese
seguro porque querían prevenirme. No fue el mejor consuelo, pero lo soporté y
llamé a un asesor financiero que puso el dinero en varias cuentas.
El año pasado, cuando aprendí el verdadero valor de la privacidad por la
vía difícil, compré una pequeña casa estilo bungalow. No planeo vivir aquí para
siempre, así que la pagué en efectivo y durante el verano tuve el baño y la cocina
remodelándose. Cuando esté listo, la venderé con una pequeña ganancia y
pondré esos ahorros en otra parte. Por ahora, sin embargo, es mi refugio.
Lanzo mis llaves a la mesa del vestíbulo, haciendo mi camino por el salón-
comedor abierto. Mantuve algunas cosas cuando mis padres murieron: el
comedor y los muebles de la sala, la porcelana china de mi mamá de su boda y
algunos recuerdos de la infancia y fotos. Dar el resto fue una pesadilla que aún
me persigue de vez en cuando.
Tal vez algunas personas piensan que no los he dejado ir al guardar los
muebles, pero hay algo relajante en ver el conjunto del sofá de cuero y una silla
de mi mamá de Pottery Barn, o la mesa de café que compró en una escapada de
fin de semana, o la mesa de comedor que provenía de la casa de los padres de mi
papá.
Gray y Diaz asienten mientras camino por delante de ellos y entro a mi
habitación. Después de una rápida ducha, me uno a ellos.
—¿Qué estás cocinando, cariño? —le pregunto a Gray, quien me arroja a
la cabeza un paño con fastidio.
A diferencia de mí, Gray en realidad puede cocinar. Su mamá era noruega
66
No tiene ni idea.
Página
5
Libro de poesía.
persistencia es como se gana en la vida. Tómate tu tiempo, busca la solución, y si no viene
a ti, recalcula, vuelve a evaluar e inténtalo de nuevo.
Conozco a la verdadera Anna. He visto atisbos de ella. Cuando no está
pensando en las razones para no estar juntos, esa chica me mira como si fuera
algo para ella. Es la Anna que hace que mi corazón lata más rápido, con la que
disfruto cada segundo que estoy con ella. Si piensa que puede esconderse detrás
del sexo, entonces voy a dejar que se esconda hasta que se dé cuenta de que soy
seguro, que estar juntos puede ser trascendental. Y vaya si no voy a disfrutarlo.
Porque bien puedo ser paciente, pero no un santo.
70
Página
Traducido por Michelle M
Anna
Es un domingo perfecto. El clima es fresco y el sol está radiante. Hay cosas
que tendría que hacer, terminar tareas, libros que leer. Podría ir de compras o ver
una película en la ciudad. Pero no, estoy sentada en el balcón viendo el escaso
tráfico de la calle. Mi estómago duele y mi piel se siente demasiada tensa. Sé lo
que está mal. Estoy infectada de anhelo por Baylor.
Va a pasar de nuevo.
La adicción se derrota con la abstinencia. Así que voy a ser fuerte. No iré
hacia él. Sólo tengo que sacar mi culo y hacer algo.
En la mesa a un lado de mí, mi teléfono suena.
Estoy esperando que Iris me diga donde está para unirme a ella. Pero no
es eso.
Desconocido: Hola. Soy Drew. ¿Estás ocupada?
Miro la pantalla, mi mente está tratando de entender las palabras. ¿Drew?
¿Me está mandando mensajes? Echo un vistazo por encima de mi hombro, como
si fuera a estar atrás de mí o algo así. Lo que es estúpido y mocoso. Todavía sigo
bastante segura que él me volvió loca. Sin embargo, hay una parte de mí, que
salta un poco de la emoción. La parte inferior, piensa misteriosamente mientras
le regreso el mensaje.
Yo: ¿Cómo conseguiste mi número?
Me levanto y me dirijo dentro del apartamento, con la sensación fuerte de
ser observada aún en mí.
Desconocido: La lista de la clase. : )
Resoplo mientras aplasto mi pulgar en la pantalla.
71
debería importar como se ve mi lugar. Si soy una vaga, soy una vaga.
Pero también soy una chica, y no voy a dejar que vea mi lugar en otra
condición que no sea impecable.
No sé a qué distancia está, ¿por qué no le pregunté? Patinando en el baño
me veo en el espejo. Por lo menos no tengo ni un grano o algo. Lo que me hace
pensar en George y su analogía del grano. Maldito George.
Me veo bien, pero Drew vendrá por una cosa y ahora estoy un poco
sudorosa. No tengo tiempo para lavarme el cabello así que limpiar mi cuerpo
debería ser suficiente, afeitándome en todos los lugares pertinentes en tiempo
récord. Entrando a mi habitación, me golpeo el dedo del pie en el tocador.
—¡Joder! —Estoy brincando en un pie mientras me pongo unos pantalones
de yoga. Suena el timbre y todavía estoy medio vestida—. ¡Mierda, mierda,
mierda!
Agarrando el suéter que está sobre mi silla del escritorio, lo meto por
encima de mi cabeza. Me hecho una mirada rápida, frenética para verificar si hay
manchas, por favor no dejes que haya manchas, me calma de alguna manera; el
suéter es agradable de un color verde oscuro y de lana.
Un segundo antes de abrir la puerta, me quito la liga del cabello y la lanzo
a una esquina oscura lejos en la sala.
Y entonces Baylor está frente a mí, con las manos metidas en sus bolsillos,
su cabello despeinado como si acabara de pasar sus dedos. Ojos dorados bajo
oscuras cejas rectas, un pequeño hoyuelo en la mejilla izquierda, con un cuerpo
para matar o morir. Hace que mis rodillas se sientan débiles y que mi piel arda.
Todo el maldito tiempo.
Nos miramos el uno al otro, él sonriendo y yo con mi corazón latiendo
como un tambor. ¿Vamos a hablar? ¿Simplemente se supone que tenemos que ir
por eso? Supongo que primero lo tengo que invitar dentro.
—Oye. —Mi primera palabra es increíblemente ingeniosa.
—Oye a ti también. —Su mirada me recorre—. Te ves bonita. Sonrojada —
añade con una profunda sonrisa—, pero bonita.
—Sí, bueno. —Me hago hacia atrás y le hago una seña para que entre—.
Acabo de correr por toda la casa limpiando así que… —Me encojo de hombros.
Se ríe un poco, caminando hacia la sala. Dios, es tan alto. Sin tacones a su
lado soy como un duende.
—Diría que estás bromeando conmigo, Jones —se gira y llama mi
atención—, pero sé lo honesta que eres.
73
Muerdo una sonrisa y cierro la puerta. —Lo dices como si fuera una mala
cosa.
Página
tener una cantidad de artículos femeninos en su baño antes de que sea tiempo
para cortar y correr.
Página
dedo, entonces un ojo, tal vez una oreja… —Me encojo de hombros—. Parecía
Página
apropiadamente amenazante.
—Ah, mucho. No te preocupes, Jones. Aprendí la lección. No apodos para
ti. —Su dedo le da un golpecito a la punta de mi nariz—. Nuestra relación es
especial de esta manera.
Ahí está de nuevo. La palabra con “R”. Cojo un bocado de frittata. Los
huevos ya están fríos.
—Bueno, me voy —anuncia George.
El rostro de Iris se arruga. —Dijiste que irías conmigo y Henry al cine.
—No me necesitas siendo la tercera rueda, Ris. —Estoy segura que George
usa la misma expresión que uso cuando hablo de Henry: valientemente tratando
de ocultar el asco—. Y no estoy de humor para serlo.
Iris pone un puño en su cadera. —No te ha impedido salir con nosotros
antes. Además fue tu idea ir al cine.
George simplemente se encoje de hombros. —Cambie de idea. Eso pasa.
—Se gira hacia Drew—. Fue bueno conocerte, Baylor. Tengo que decir que haces
un impresionante trabajo en el campo, hombre.
¿Et tu6, George?
Drew lleva los elogios con calma y simplemente sonríe, es una sonrisa
amable, no como las que me da cuando sus ojos se iluminan y hay un hoyuelo en
su mejilla. —Gracias. Hago mi mejor esfuerzo. Fue bueno conocerte.
George no ha desaparecido por más de unos minutos cuando la cerradura
de la puerta gira y Henry entra con una llave en la mano.
—Le diste una llave —le siseo a Iris. No hay manera que deje que Henry
tenga libre acceso a nuestra casa.
Ella tiene la gracia de hacer una mueca de dolor. —No de forma
permanente. La recuperaré.
—Ahora mismo —espeto en voz baja. A un lado de mí, Drew está
frunciendo el ceño, habiendo oído el intercambio.
Henry se pasea hasta la barra de desayuno. —Dulzura. —Le da un beso
desordenado a Iris, pero sus ojos están puestos en nosotros. Principalmente en
Drew. Hace una doble toma mientras lo reconoce.
—Batalla Baylor. —Pone una mano en la cadera de Iris—. Pensé que estaba
viendo cosas.
—Nop —dice Drew con un tono suave, sus ojos vigilantes.
81
Página
6
En francés: ¿Eres tú, George?
Henry se ríe, como si se conocieran entre sí. No estoy segura si lo hacen.
Nunca los he visto intercambiar palabras. Henry le pone fin a mi sospecha
diciendo. —Henry Ross. Juego en el centro del campo para el equipo de
lacrosse. —Su mirada va de Drew hacia mí. —Y aquí estaba yo, pensando que no
te gustaban los chicos, Anna.
—Henry —espeta Iris.
—¿Qué? —dice Henry, todo inocencia.
—No —digo a la ligera—, entendiste mal. No me gustan los idiotas.
Iris me mira, mientras Henry apoya los antebrazos en la barra y me da una
sonrisa desagradable. —Pensé que eras demasiada prejuiciosa para el sexo.
Antes de que pueda decir una palabra, la mano caliente de Drew está en
mi nuca. Envolviéndome, es un peso reconfortante y un soporte. —Cuidado.
No me está hablando a mí. Sus ojos están sobre Henry. No hay nada
abiertamente amenazador sobre su postura, con una mano casualmente en el
mostrador y con sus hombros relajados. Sin embargo el mensaje es claro. En caso
de que Henry haga un movimiento en falso, Drew podría derribarlo en un
instante. No necesito ser protegida. Pero se siente bien saber que él está dispuesto
a hacerlo.
El ceño de Henry es tan forzado como su tono. —¿Cuidado?
—¿Es necesario que lo deletree? —Drew no tiene la necesidad de levantar
la voz. La autoridad de su presencia es suficiente para que Henry aparte la
mirada primero.
—Todos ustedes necesitan relajarse. Sólo estoy molestando.
Consciente de que Iris se encoge, me abstengo de llamarlo mentiroso.
Drew también lo hace, pero no quita su dura mirada de Henry.
—¿Nos vamos? —Henry le espeta a Iris.
—Sí. —Ella nos da una mirada de disculpa mientras toma el brazo de
Henry y casi lo jala por la puerta.
—Deja la llave. —Le digo antes de que lleguen allí.
Henry se detiene, sus hombros se tensan y gira la cabeza para mirarme.
Pero su mirada choca con la de Drew, y simplemente se encoge de hombros antes
de cavar en su bolsillo y sacar un juego de llaves. Henry las lanza en el mostrador
donde aterrizan con un fuerte ruido.
Tan pronto como se van, me apoyo contra el mostrador suspirando. —Es
82
un idiota.
Página
83
Página
Traducido por Juliee y July
Corregido por Ione
Anna
A pesar del calor que promete su voz, y a pesar del hecho de que vino a
mi apartamento por una sola razón; al llegar a mi habitación, Drew no me toca.
Estamos lado a lado en la cama, los dos mirando el techo. Hombro con hombro,
pero ese es nuestro único contacto. Doblo las manos con seguridad en mi
estómago y él hace lo mismo. No estamos follando. No estoy tratando de subirme
encima de él como un árbol, o lamerlo como una Tootsie pop. Aunque quiero hacer
esas cosas. Una parte de mí siempre lo hace.
Todavía no puedo creer que tenga a Baylor en mi habitación. Su presencia
llena cada pulgada. Es tan expansivo con su carisma que no puedo conseguir
suficiente aire, o simplemente hacerlo. Hace que me bombee la sangre y me de
vueltas la cabeza.
Cuando finalmente habla, mi piel salta por el sonido rico y profundo.
―¿Cuál es tu obsesión con la vieja Siouxsie?
No necesito verlo para saber que está apuntando con la barbilla hacia el
cartel enmarcado de Siouxsie Sioux, la cantante y líder de Siouxsie y los Banshees,
que está sobre mi cama. Con sus exageradas y rectas cejas negras, su salvaje
cabello negro tipo Bob y su pequeña boca roja parece una desquiciada Betty Boop
gótica. Grita belleza atemporal y "jódete" todo a la vez. Me encanta su estilo.
―No es vieja. ―Protesto. Aunque supongo que lo es ahora.
Probablemente esté en sus cincuenta años. Realmente no quiero saber. Allí, en mi
muro, es inmortal.
―No me respondiste. ―Me presiona. Hace ruido con un suave susurro y
sé que ha girado la cabeza para mirarme. Mantengo los ojos en Siouxsie. Esto no
disuade a Baylor―. Pareces tener una cosa por ella.
Estamos escuchándola ahora, su inquietante voz cantando un cover de
84
Dear Prudence.
Página
Me encojo, y mi brazo frota contra el suyo. ―Sólo mírala. No da una
mierda por nada. Dirigió una banda de hombres, fue parte de una revolución de
la música. ―Me encojo de nuevo―. Y es jodidamente guay.
Se ríe. Es una buena risa, profunda y contagiosa. Sólo oírlo me hace
sonreír.
Su risa muere y estamos callados por un momento, sólo escuchando
música y acostados. Sus piernas son tan largas que; aunque estén dobladas, son
por lo menos cinco pulgadas más largas que la mías. Hay arrugas azules y
oscuras bajo el telón de fondo de los ojos embrujados de Siouxsie. Estoy relajada,
me doy cuenta. Y al mismo tiempo, la tensión siempre está presente cuando está
cerca, mi estómago está a punto de estallar lentamente.
―Entonces, ¿te gusta la música vieja, eh? ―pregunta.
Giro la cabeza solo lo suficiente para ver sólo su brazo. Su bíceps es tan
grande que me pregunto si puedo conseguir que mis dos manos lo rodeen. Estoy
tentada a probarlo. ―Sí ―digo, con la voz demasiado ronca―. Supongo que me
gusta.
Asiente con la cabeza y puedo ver su barbilla. Y su boca. Estoy enamorada
de su boca y nunca la he probado. El labio inferior es amplio y; sin embargo,
relleno, una curva suave que quiero seguir con mi lengua. Pero no lo haré.
Su labio superior es casi un arco, una cruel burla de un labio, y; sin
embargo, el efecto se arruina porque Drew casi siempre está sonriendo. No lo
está ahora, sin embargo. Sus labios están relajados, llenos.
Se mueve cuando habla. ―Me gusta Lynryd Skynryd, Zepplin, Queen ―dice
como si fuera una confesión. Como si me fuera a sentar y apuntarlo gritando ¡Ah-
ha! ¡Adicto al rock clásico encerrado en el armario! Hasta que se da cuenta de que no
lo voy hacer, no cuando escucho álbumes punk británicos más viejos que yo.
Es su turno de encogerse de hombros, como si mi silencio le agitara. ―Mi
papá solía escuchar ese tipo de cosas. ―Inclina el cuerpo hacia mí, lleva la mano
a su bolsillo trasero y saca su billetera. Coge una imagen entre su pulgar y su
índice y tiembla un poco cuando me lo da―. Mis padres.
Sus padres son tan jóvenes en la imagen. Están colgados uno del otro, sus
brazos sobre sus hombros como si actuaran torpemente para la cámara. Su papá
es alto, moreno y guapo, en una clase de víctima de la moda porque está usando
un mal corte de cabello estilo mullet y vistiendo jeans rasgados y ceñidos y una
playera negra de AC/DC. Pero su sonrisa es amplia y un hoyuelo adorna su
mejilla. La mamá de Drew está besando su otra mejilla, pero está poniendo sus
labios sobre él mientras voltea hacia la cámara y, claramente se ríe de sus
85
travesuras. Es a su manera víctima de la moda, tal vez más que su papá, pero se
Página
pausada, más deliciosa, más baja; como si también sintiera el zumbido. ―Chicos
Página
que visten de negro y tocan melodías en sus guitarras para mostrar su tormento
interior.
Hay una guitarra en mi habitación. Una Gibson acústica que mi mamá me
dio en mi cumpleaños 18. Había visto su mirada en ella cuando entró por primera
vez en mi habitación.
―Puede que sea la única que toca melodías tormentosas.
La sonrisa de Baylor es perezosa y profundiza esas líneas sobre su boca.
Hay una mirada cómplice en sus ojos, como si pudiera leerme la mente. Y a lo
mejor puede. Porque sus palabras siguientes son―: Apuesto que te molesta no
poder tocar una canción completa.
Le lanzo una mirada feroz, pero no puedo estar propiamente molesta.
Tiene razón, después de todo. Quería tocar demasiado, pero apesto. Mis dedos
son como los chicos borrachos de fraternidad golpeándose uno contra otro sobre
las cuerdas. Una vergüenza. ―Lo hace.
Como si mi sinceridad tuviera una recompensa, su sonrisa crece más. Esa
sonrisa. Toma aliento y luego lo echa. Pero ahora mi respiración es demasiado
rápida y demasiado llamativa. Su mirada dorada se desliza hasta donde me
suben y bajan los pechos por la agitación repentina, y su expresión se vuelve
seria, casi severa, como si estuviera contemplando hacer cosas oscuras con ellos.
Estoy de acuerdo en lo que piensa. Estoy bastante segura de que podría
morderlos y me gustaría que lo hiciera. Pero lentamente mira detrás de mí. Me
sonrojo y, aunque su voz es un poco más áspera, todavía está en control. El
Bastardo. ―Puedo tocar ―dice. No está presumiendo. Es una declaración.
―¿Tú? ¿La guitarra? ―El escepticismo sale de mis palabras.
Un flash de dientes blancos. ―Yo. El gran deportista tonto. ―Dice
burlonamente, pero no enojado. Como si supiera que la mayoría de la gente
asume que los deportistas son tontos, pero le importa una mierda.
―No creo que seas un tonto ―dejo salir. Es lo más cerca que estoy de
darle un verdadero cumplido. Y ambos lo sabemos.
Continúa. Y luego todo su enorme cuerpo, empaquetado en músculos se
inclina sobre mí, se detiene a pulgadas de distancia, lo suficientemente cercano
para que sienta el calor de su aliento contra mi mejilla cuando susurra. ―No creo
que seas tonta tampoco.
Entonces, de forma rápida y sin esfuerzo se mueve lejos y va a por la
guitarra.
Me siento, con mis pies debajo de mí, ya que él se instala en la silla de mi
87
dormitorio y juega con las cuerdas para afinar la guitarra. Se ve bien en sus
Página
manos. No, no es alguien pequeño ni usa vaqueros ajustados, la sola idea de eso
me hace querer reír; Drew Baylor fue hecho para los Levi’s de cintura baja y
camisetas que se amolden contra sus músculos definidos. Pero agarra la Gibson
con seguridad.
―Mamá dijo que no podía sólo ser todo acerca de deportes. Así que, si
quería jugar, tenía que aprender un instrumento también.
―Que explotadora ―bromeo.
―Ese fue mi argumento cuando protesté.
Cuando pone la guitarra donde quiere, comienza a tocar. La melodía es
compleja y familiar. Me toma un momento recordarla. Norwegian Wood.
―Ahora, a mi madre ―dice mientras toca, su atención en las cuerdas―
probablemente le gustaba Madonna, pero malditamente amaba a Los Beatles.
Toca y un rubor me sube por la cara. Después de todo, es una canción sobre una
mujer que usa a un hombre para tener relaciones sexuales.
¿La escogió específicamente para mí? ¿O era sólo para mostrar su
habilidad? No voy a preguntar y, muy pronto, se acabó. Sus ojos se encuentran
con los míos y hay un brillo juguetón en los suyos. ―¿O tal vez una vieja estándar
de micrófono abierto? ―Con facilidad introduce la de Dave Matthews Crash Into
Me “Emo guys love playing this one”.
El rubor de molestia en mi interior se eleva. Hayden, mi antiguo novio,
solía tocar esta canción. En la noche de micrófono abierto. Todo el maldito
tiempo. Pero nunca logró la rápida facilidad con la cual fluyen los dedos de Drew
la melodía de la guitarra.
Peor aún, Drew canta. No es perfecto, su voz se desplaza fuera de tono y
es fuerte, pero no importa porque él vende la canción. Puedo oír la voz de mi
abuelo Joe en mi cabeza diciéndome que este muchacho podría vender hielo en
la Antártida.
Drew no termina la canción, y sé que no es porque no puede, es porque no
está tratando de jactarse. Solo jugar un poco. Él demuestra esto cuando llama mi
atención y sonríe ampliamente. Estoy embelesada. Sonrío de vuelta cuando se
detiene y comienza a tocar el lado de la guitarra y cantar las palabras.
We will rock you.
Y me río. Porque lo da todo. Hace un ridículo de sí mismo y claramente
no le importa. Y de repente no me importa tampoco. Me uno a él, gritando las
palabras con él.
―Idiota ―digo cuando terminamos.
―Mira quién habla. ―Drew comienza a reír y lo hago también. Nos
88
alimentamos el uno del otro, riendo hasta que estoy agarrándome el costado. En
Página
realidad no es tan gracioso, de qué nos estamos riendo de nuevo. Tal vez es sólo
una manera de romper la tensión que siempre hay entre nosotros. O tal vez es
porque él, como yo, realmente no ha reído sólo por el placer de hacerlo en mucho
tiempo. No lo sé. Ni siquiera me importa. Es bueno no importarte nada por un
tiempo.
Como si por algún silencio de común acuerdo nuestras risas se apagan
como una sola. Y nos quedamos mirándonos el uno al otro, ambos un poco sin
aliento. Su mirada se funde. Es como si hubiera accionado un interruptor y me
dejara en la oscuridad y él es mi luz. Él es todo lo que puedo ver.
La silla cruje bajo sus pies mientras lentamente baja la guitarra. No puedo
moverme. No puedo recuperar el aliento.
Estoy tan caliente que me duele la piel. Hay un dolor entre mis piernas y
en mis pechos. Un ritmo palpitante que coincide con mi corazón. Sólo puedo
jadear y verlo levantarse.
Su boca es dura, sus ojos brillan oscuramente debajo de los párpados y
mientras viene hacia mí. Me encuentro inclinándome hacia atrás, como si le
tuviera miedo, cuando en realidad es todo lo que puedo hacer para no rogarle
que se dé prisa y me toque. Se detiene a los pies de la cama y me mira por encima,
un insolente y lánguido escrutinio que debo encontrar insultante, pero sólo me
pone más caliente.
Cuando habla, su voz es áspera, rápida, fuerte. Se raspa contra mis
nervios, en la habitación tranquila, aunque es un murmullo cercano. ―Quítate el
suéter.
Oh, Dios, estoy mareada. Mi cabeza es ligera y luego pesada, mi aliento
sale en medio de jadeos ahogados mientras busco a tientas el botón de mi jersey.
El aire frío me besa la piel cuando expongo el vientre.
Simplemente mira, esperando. Mis pechos duelen tanto que, cuando paso
mi suéter sobre ellos, gimo. No estoy usando un sostén. Tenía que haber esperado
tanto; mis pechos son demasiado grandes para ocultar el hecho. Aun así, sus
fosas nasales se dilatan en un profundo suspiro.
Y entonces viene hacia mí, lento, balanceándose como un león. Se arrastra
sobre mí, una verdadera montaña de testosterona e intención. Un grueso muslo
se mete entre mis piernas, presionando allí, y me da un alivio dulce y una suave
agonía. Cuando su caliente y húmeda boca se cierra sobre mi pezón, gimo tan
fuerte que me asusta un poco. No él. Me chupa más fuerte y caemos de nuevo en
la cama. No tengo otro pensamiento coherente.
89
Página
Drew
Las tetas de Anna, desnudas y a plena luz del día, me hacen perder la
cabeza. Apenas puedo pensar, estoy temblando tanto. El pezón apretado llena mi
boca y de doy golpecitos con la lengua, amando la manera en que se arquea hacia
mí, su respiración en rápidos jadeos. La dejo ir con un chasquido fuerte y luego
me inclino hacia atrás para mirarla de nuevo.
Santo infierno, es perfecta para mí. Pechos firmes y en forma de lágrima
tan llenos que desbordan un poco en los lados de su estructura estrecha. Un color
crema luminoso suave, que tiemblan con cada respiración que toma.
Sus pezones, uno de los cuales he aspirado a un pico húmedo, son de un
oscuro rosa. Marrón helado de vainilla relleno de azúcar. Quiero comérmela. Con
un gruñido de impaciencia, le saco el jersey que ha agrupado alrededor de su
cuello y sus rizos rojos silvestres caen sobre su cara. Entonces me arranco la
camisa; estoy demasiado caliente para respirar con ella puesta.
Ella se ríe un poco, hasta que me siento de nuevo en mis caderas y quito
sus pantalones y bragas en un movimiento rápido. Entonces simplemente me
mira con sus grandes ojos verdes. Pero veo la forma en que sus dedos se enroscan
en las cubiertas y sus hermosas tetas se levantan con cada respiración que toma.
La lujuria se ensancha a través de mis venas como fuego. Pero se
vuelve peor cuando mi mirada se desplaza sobre su cuerpo.
Jesús. Su cintura es pequeña en comparación con las redondeadas curvas
de sus caderas que facilitan entrar del todo, muslos lisos, y pantorrillas largas.
Pecas cubren sus hombros, incluso algunos en su cadera. Infinita crema rociada
con azúcar, presentada en su cama como una ofrenda de todo lo que siempre he
querido.
Mi atención se posa sobre el lugar en el que necesito hundirme. Ese
pequeño triángulo de rizos, tan rojo oscuro como un día de San Valentín entre
sus dulces muslos. Muchas chicas se lo depilan por completo. Siempre me
descoloca, no estoy con una preadolescente. No Anna. Ella es perfecta para mí.
De repente no puedo respirar bien. Mi voz sale áspera y estrangulada.
―Abre las piernas y déjame ver ese hermoso coño.
Todo su cuerpo se tensa, su boca suave se abre en una respiración agitada.
Oh, pero sus ojos brillan. Le gustan mis palabras sucias y sin flirteo. Nunca he
hablado mucho durante las relaciones sexuales antes, nunca pensé en hacerlo. No
90
sé por qué es diferente con Anna. Tal vez es porque la quiero tan mal, no pienso
en otra cosa que el cegamiento, la lujuria desgarradora y la necesidad de
Página
prepararla para el paseo. Parece encantarle tanto que me tiene temblando de
nuevo. De esta manera, por lo menos, es toda mía.
Sus muslos temblorosos se abren. Brilla allí, sus labios rosados regordetes
y húmedos.
―Eres tan hermosa ―digo con voz ronca―. Tan her… ―No puedo
hablar.
El aire entre nosotros se tensa. Ella se extiende más amplia, sin vergüenza,
sin trucos. Ni siquiera está mirando mi cara, sino el bulto de mi entrepierna
donde mi erección está tratando desesperadamente de perforar a través de mis
pantalones vaqueros. Con una mano temblorosa, abro el botón y bajo la
cremallera, el sonido ruidoso en la habitación tranquila. Estoy tan jodidamente
duro, mi polla salta hacia arriba, latiendo al ritmo de mis latidos.
Su aliento se ensancha, los dientes muerden la curva rolliza de su labio.
Sostengo su mirada mientras me agacho y me doy un golpe ligero, lo suficiente
para hacer que mi pene aumente, pero no lo suficiente para satisfacerme.
Ella observa el movimiento y su respiración se vuelve agitada.
―¿Quieres esto en ti, Anna?
Su mirada va rápidamente hasta la mía. Está jadeando ahora, lamiéndose
sus labios húmedos de una manera codiciosa. Casi me quejo.
―¿Quieres que folle tu coño?
Su abdomen se aprieta.
―Dime, Anna ―susurro, inclinándome para que pueda recorrer mis
labios en su rodilla doblada, por su suave muslo. Tiembla, su carne saltando bajo
mi tacto. Huelo su almizcle, el olor débil del gel de ducha persistente en sus rizos
suaves y siento el calor de su núcleo. De cerca, es de todos los tonos rosas.
Bonito.
Doy al pliegue en la parte superior de su muslo una lenta lamida.
―Drew…
Dios, me encanta escucharla decir mi nombre. La recompenso y beso los
labios de color rosa, mojados temblorosos ante mí.
―O tal vez quieres que te chupe ―digo antes de hacer precisamente eso.
Se arquea fuera de la cama y tengo que poner una mano sobre la suave
curva de su vientre para mantenerla inmóvil.
Me encanta hacerle esto. Lamer, acariciar, follarla con la lengua,
91
92
Página
Traducido por Michelle M
Corregido por Ione
Anna
Tal vez cometí un error al dejar entrar a Baylor a mi casa. Esto es algo
personal, algo que muestra una parte de mí, intercambiamos historias acerca de
nuestras familias. Puede que fuera demasiado para él. O tal vez la novedad ha
desaparecido y ha venido a recordar esas perfectas citas con las groupies. No lo
sé. Extraño la yo decisiva, cuando era fácil alejarse. Ahora estoy atrapada en esta
clase tratando de no mirar a Drew Baylor, quien ha estado encorvado en su
asiento durante los últimos cuarenta y cinco minutos.
Bueno, tal vez pude ser yo la que lo echara después de que tuviéramos
sexo en mi cama. Pero eso había sido tan intenso que tuve que recomponerme en
privado. Y sí, fui yo la que dejó claro que no lo volvería a ver hasta la próxima
clase de filosofía.
Y aunque sea más seguro no mirarnos durante la clase, su comportamiento
es extraño. Aislado, sin hablar, estoy convencida de que terminamos. Es
sorprendente cuanto duele.
Drew es el primero en salir. Yo soy la siguiente. Podría estar exagerando.
¿Cómo saber más?
Mi radar interno se ha ido sin permiso. Pero abro la maldita boca y decido
averiguarlo.
Ya está fuera de la sala de conferencias y bajando por las amplias escaleras
delanteras.
―Baylor… ―No lo digo en voz alta, pero lo escucha.
Sus largos pasos tartamudean y entonces se gira. Y ya que lo estoy
siguiendo por las escaleras, los dos nos acercamos en el descanso en el mismo
momento, cara a cara. Estoy un escalón por encima de él, lo que nos hace casi de
la misma altura. No me había dado cuenta antes, soy un monstruo y todo, pero
93
ahora tengo una buena mirada, él es pálido bajo su bronceado y su boca está
cansada alrededor de los bordes.
Página
Podría llevarlo a mi casa; pero no hay el tiempo suficiente. Así que lo llevo
hacia el sindicato de estudiantes. El sol está muy alto y luminoso mientras
Página
caminamos.
―Ponte las gafas de sol ―digo mientras caminamos.
―¿Me quieres de incógnito? ―Ya las está sacando y poniéndoselas. Y se
ve demasiado bien usándolos.
―No, es para tus ojos ―cierro la boca mientras atrapo su sonrisa―. Deja
de joder conmigo.
Se ríe. ―Pero si joder contigo es divertido, Jones.
―¿Enserio sólo estás aplicando doble sentido conmigo?
Otra risa. ―No creo que esa pregunta sea gramaticalmente correcta, Jones,
pero sí ―Me lanza un brazo alrededor de los hombros, abrazándome cerca y me
besa la sien. Estoy envuelta en su calor, sintiendo su afecto. Aturdida, empujo
para abrir la puerta del comedor.
―¿Qué vamos hacer aquí? ―pregunta Drew, sosteniéndome la puerta.
Ni siquiera necesito agacharme bajo su brazo extendido. ―Consiguiendo
suministros.
A pesar de su palidez, menea las cejas. ―Ahora, tienes toda mi atención.
No. No voy a sonreír. Ni siquiera un poco.
Sonrío.
―Tienes una obsesión con una cosa.
―No es cierto, Jones ―dice con esa voz única para mí―. Tengo un par de
obsesiones en lo que a ti respecta. Pero sí, finalmente, conducen al mismo lugar.
―La mirada malvada en sus ojos me dice exactamente qué es ese lugar. No es
que tenga alguna duda.
Lucho contra una sonrisa, ruedo los ojos y voy hacia la plaza de comidas.
Sólo para ser inundada por gente. Es decir, personas alrededor de Drew.
Sinceramente, no sé cómo se encuentra. Inmediatamente el sudor pincha mi
espalda baja y se me tensan los hombros. Estoy empujando a los chicos que
vienen a darle una palmada a Drew en el hombro o darle los cinco.
El roce de los dedos de Drew contra los míos me dice que está tratando de
agarrar mi mano. Lo evado y me alejo. No se ve feliz por eso y voy directo a la
barra de ensaladas. ―Estaré allí.
Lo dejo frunciendo el ceño antes de que se gire y hable con sus fans.
En la barra de ensaladas, encuentro un pequeño contenedor y lo lleno con
aceite de oliva.
―¿Qué pasa con el aceite de oliva?
95
Página
Casi se me cae el recipiente en cuestión sobre Drew. ―Para alguien tan
grande, puedes sorprender a una persona súper bien ―Ahora que está aquí,
siento su calor y energía en mi espalda―. Y tendrás que esperar para ver.
Inclina la cabeza sobre mi hombro para mirar debajo de mí. ―Tus
afirmaciones de inocencia se están gastando en este punto ―lo dice a la ligera,
pero escucho la tensión en su voz. ¿Está molesto porque lo deje atrás?
Esas personas no vinieron a verme. Entonces, ¿por qué me siento culpable
por hacerlo? La parte detrás del cuello me pica con más fuerza. Fuerzo una
sonrisa. ―Bien. Me he ganado tu escepticismo. Pero pronto te arrepentirás.
Con lento cuidado, me quita un mechón de pelo que me colgaba sobre la
frente. ―Confío en ti, Jones.
―Vamos ―digo, un poco demasiado rudo―. Vamos a la segunda planta.
La expresión de Drew se aplana y es distante. Y mi corazón salta en un
latido de dolor, pero luego me doy cuenta de que no es por mí. Él ni siquiera está
mirando en mi dirección. Esto es para salir rápidamente de aquí. Porque
simplemente está dando pasos hacia delante, sus manos apenas tocando la parte
baja de mi espalda y no hay un alma adelante. En verdad, se separan como el mar
rojo por él.
―¿Cómo haces eso? ―pregunto por la comisura de mis labios―. Es como
un súper poder.
Resopla. ―Aprendes con bastante rapidez a emitir un “aléjate” cuando es
necesario.
Lamentablemente, algunas personas son inconscientes. Y para mi horror,
un rostro familiar rompe entre la multitud. No he visto a Whitney desde que se
graduó en bachiller. En verdad, no sabía que iba a esta universidad. No es que
tuviera motivos para seguir su paradero; nos odiamos.
Delgada, tonificada y bronceada, con el cabello largo y rubio colgando
como una cortina por la mitad de su espalda; siempre me recordó a una Barbie.
Un desafortunado estereotipo, sin embargo ahí lo tienes. Viene en línea recta
hacia Drew.
No teniendo otra opción más que caminar en su camino, Drew se detiene.
Los grandes ojos azules de Whitney parpadean hacia él. ―Drew Baylor.
Pensé que eras tú.
―Tenías razón ―dice Drew.
Ella me ignora por completo. No es sorprendente. Fue una perra conmigo
96
nos une.
―Bueno, no creo que ahora te olvides ―dice, su tono no es del todo
agradable.
No es que Whitney detecte su sarcasmo. No, ella resplandece.
Y aunque sé que Drew tiene buenas intenciones, no me gusta que sea
testigo de esto. Que me defienda.
La forma en que las personas reaccionan ante nosotros es como el polo
norte y el polo sur.
Con el corazón herido, estoy rígida en su abrazo y miro abajo hacia
Whitney. ―Teniendo en cuenta que me decías Anna Banana la retrasada desde
el tercer grado ―añado fríamente―, o eres muy estúpida o una mentirosa.
Su boca cae abierta mientras un rubor estalla en su cara. No había esperado
mi honestidad.
Drew le da un apretón a mi mano, mientras me mira. ―¿Estábamos yendo
a alguna parte?
―Sí.
Me guía rodeando a Whitney, ninguno de los dos se despide de ella. Un
susurro de “perra” nos sigue mientras nos alejamos y Drew se inclina cerca, su
aliento rozando mi oído. ―Del tipo que el sartén le dice a la olla, ¿no?
Una reacia sonrisa tira de mis labios, mientras me aparto de su agarre.
―Nunca la vas a convencer de eso.
―Siento que fuera grosera contigo. ―Frunce el ceño, la preocupación
oscurece sus ojos. Odio eso.
Me encojo de hombros. ―Probablemente estaba nerviosa por tu gran
presencia.
Su ceño crece. ―¿Excusándola, Jones? No se lo merece.
No, ella no lo merece, pero la alternativa de contarle que ella y todos los
demás que conocí la mayor parte de mi vida se comportaron de esa manera
constantemente es impensable.
―Whitney era una animadora de mi secundaria. Ella es la tuerca para
todas las cosas del futbol. ―No tengo duda que hubiera tenido sus garras en
Drew si hubiera ido a nuestra escuela.
Drew me da una mirada, como si supiera lo que estoy pensando. Por otra
parte odio que me pueda leer tan fácilmente.
―¿Supongo que no te gustan las porristas? ―pregunta.
98
Evitamos a un grupo de chicas, todas ellas con los ojos puestos en Drew.
Página
7 Ralph Waldo Emerson fue un escritor filósofo y poeta estadounidense. Líder del movimiento
trascendentalismo a principios del S. XIX
Desafortunadamente, Drew es demasiado rápido. Su creciente ceño de
repente se rompe en una sonrisa de complicidad. ―Hombre es de carácter
genérico y lo sabes.
―También es sexista ―replico, teniendo demasiada diversión.
―Dudo que lo consideraran como tal en 1841, Jones.
Estoy a punto de tomarle el pelo pero luego le doy un buen vistazo a Drew.
Se está poniendo más pálido, un ligero sudor brota de su frente. Una punzada
me duele en el pecho.
―Vamos ―Lo agarro por el codo y lo guío por el pasillo―. Vamos a que
te sientes, antes de que te caigas de cara.
de cabeza ―digo, sosteniendo su mano entre las mías por un momento para que
se caliente―. Ya que tenemos una enorme cantidad de tensión en nuestras
Página
igual que su voz. ―Pero tienes que aceptar que eso es parte de la vida. Móntalo
y entonces déjalo ir.
―Cada año, antes del inicio de la temporada, mi padre me preguntaba,
¿todavía quieres esto? ―Drew se gira hacia mí―. Porque sabía lo difícil que se
haría si no lo quería. Me advirtió que me llegaría y que tendría que encontrar una
manera de lidiar con esto.
―¿Tu padre jugaba? ―Muero de la curiosidad por sus padres.
Parpadea, con un lento barrido de sus pestañas. Tal vez es el ibuprofeno y
el masaje. O tal vez le hice daño con la pregunta. Espero que sea lo primero. Sigo
frotándole la mano, acariciando su muñeca y luego un largo jalón a su antebrazo.
―No fútbol ―contesta Drew, mirándome los dedos―. Él jugaba béisbol.
Un lanzador. Fue reclutado por la MLB directamente de la universidad. Un
desgarro en el rotador durante su última temporada le impidió convertirse en
profesional ―sonríe―. Papá era mi entrenador de liga.
―Y sin embargo, elegiste el fútbol. ¿Qué? ¿No eres bueno en el béisbol?
Sus labios se enroscan mientras sus ojos revolotean cerrándose. ―Pateaba
culos en el béisbol, Jones. Pude haber jugado eso en su lugar. Pero el fútbol
siempre lo fue todo.
―Si eres bueno en los dos, ¿cómo lo sabes?
Los largos dedos de Drew envuelven a los míos, sosteniéndome en un
puño cálido. No abre los ojos mientras me habla. ―Algunas cosas son así.
Simplemente lo sabes.
Me aclaro la garganta. ―Te envidio. Nunca he estado segura de nada.
―Aparte de querer a Drew desde el momento en que puse los ojos en él. Pero no
diré eso. En cambio, quito mi mano de la suya y él la deja ir como si supiera que
necesito liberarme.
―No seas demasiada envidiosa ―dice con ironía―. Saber lo que quieres,
y tener, son dos cosas muy diferentes ―Sus ojos se cierran en los míos con un
golpe que siento profundamente en mi estómago―. Prefiero tener lo que quiero
a simplemente saber.
Aparto la mirada primero y luego me muevo al final del sofá y me siento
con las piernas cruzadas. ―Acuéstate.
Me mira de reojo con el ceño ligeramente fruncido, como si en realidad no
quisiera moverse. ―¿Algo más?
Agarrando mi abrigo, lo monto en mi regazo y le doy una palmadita. ―La
cabeza aquí.
104
Sus pómulos provienen hacia abajo, hacia esa boca gloriosamente móvil
que siempre está dispuesta a sonreír. Ahora relajado, es como si estuviera
Página
dosis. Y tienen razón. Pero la mayor parte de mi vida, el orgullo ha sido el único
que ha mantenido mi cabeza en alto. Ahora me está impidiendo tener a Drew. Lo
Página
sé. Infierno, siento esas duras manos sobre mí, sosteniendo con una presión que
habla de desesperación. Sé esto y sin embargo no puedo liberarme. No estoy
lista.
De nuevo regreso a la bodega familiar. Allí es seguro. Y en lugar de
reconocer esta creciente cosa entre nosotros, mis manos se mueven hasta las
mejillas de Drew.
―Duerme ―digo, pasando mi pulgar por su labio inferior―. Lo necesitas.
―Duérmete ―insisto mientras mi garganta no se cierre por ella misma―.
Te voy a despertar.
Se resiste por un momento, mirándome con esos ojos que revelan
demasiado. Pero después hace lo que pido, poniéndose en mi cuidado. Paso los
dedos por su cabello sedoso y lo miro por encima mientras duerme.
108
Página
Traducido por Kari
Corregido por Michelle M
Anna
Es cada vez peor, esta adicción. Necesito a Drew con mayor frecuencia y
con más urgencia. Al menos hay reglas. Reglas para mantenerme bajo control,
segura. Reglas que son de alguna manera acordadas y entendidas sin tener que
decir una palabra. Siempre nos reunimos en mi casa, no tan tarde como para
justificar una fiesta de pijamas, nunca se queda más de una hora, o tres si estamos
especialmente… necesitados. Y todavía no hay besos en la boca, aunque estoy
empezando a ver más y más sombras de descontento en Drew con respecto a esta
regla. Pero todavía no lo ha dicho. Y hago un trabajo admirable diciéndome que
es lo mejor. Tengo que protegerme. Porque nunca voy a estar rezagada de nuevo.
Ahora estamos desnudos y en mi cama, mi sábana favorita de lana cubre
nuestros cuerpos. Tracé la línea metiéndome bajo las sábanas con él. Eso es
demasiado personal, demasiado parecido a hacer el amor versus ligar. No es que
meterse bajo las sábanas sea un problema cuando, desde el instante en que
cerramos la puerta de mi habitación, no pensamos en otra cosa que estar piel con
piel.
Aún más preocupante es que ahora que hemos terminado, no está
yéndose. Tampoco lo estoy apresurando a irse. El sudor le da a su piel dorada
una fina capa, y está jadeando ligeramente como si estuviera corriendo millas.
La luz se desvanece fuera, los rayos del sol poniente entrando a hurtadillas
a través de mis persianas y derramándose en mi habitación hasta que se pintaron
en rayas brillantes de color naranja intenso.
Una de sus manos descansa ligeramente sobre la pared ondulada de su
abdomen. Me concentro en como yacía, de medio lado, con una mano atrapada
bajo su hombro, la otra mano todavía agarrando el poste de la cama. Me había
aferrado con tanta fuerza a ese poste cuando él me folló que me pregunto si
109
—Está bien, está bien. Las cosas que hago por ti —resopla, mientras se da
Página
todo ello, me pone tan caliente que empiezo sudar. Mis muslos tiemblan y mi
sexo palpita mientras muevo mi lengua sobre su cabeza, chupándolo duro, luego
Página
suave, tomando tanto de él como pueda en mi boca antes de retroceder en un
deslizamiento lento.
Quiero volverlo loco. De la forma en que él lo hace.
Me encanta cuando empuña mi pelo más duro, conduciéndose en mi boca,
su mano libre agarrando la colcha como si pudiera quedarse rápidamente sin
amarras.
—Anna… —Mi nombre es una súplica en sus labios mientras se retuerce—
. Bebé… Por favor, voy a…
Corro mi palma a lo largo de la lámina de músculo que es su vientre, y él
tiene su liberación con un grito agudo.
Es cálido, viscoso y salado-dulce. Nunca he hecho esto antes, quedándome
con un hombre hasta el final. Pero con Drew, lo bebo de un trago. Hasta que él
se vuelve suave e indefenso en mi boca. Y sé que estoy en aguas profundas y
oscuras. Porque quiero hacerlo todo de nuevo. Todo ello. Una y otra vez.
114
Página
Traducido por Kari (SOS) & gabyguzman8
Corregido por Clari (SOS)
Anna
Necesito perspectiva. Tengo que recordar por qué mantener mi resolución
es un buen plan. Necesito ir a casa, y mamá está fuera los lunes. A la mierda. Me
salto las clases. Le doy una llamada para dejarle saber que estoy llegando.
Es una mañana de otoño perfecta cuando me subo en mi Vespa y me dirijo
hacia la casa de mi madre. El scooter no es muy práctico; no puedo usar la
autopista, por lo que me meto en carreteras secundarias. Y sé que tendré un
infierno con mi mamá, una vez más, por conducirlo hasta su casa. Pero me
encanta la sensación del aire corriendo por encima de mí, y la capacidad de
zigzaguear dentro y fuera del tráfico. Aun así, sería inteligente vender mi scooter
y comprar un coche. No me gusta conducir mi Vespa en la lluvia, y los meses de
invierno sin descanso apestan. Tengo un poco de ahorros —infierno, mi mamá
me iba a comprar un coche, ella odia tanto el scooter.
La indecisión con respecto a mi moto llena mis pensamientos, y estoy feliz
por eso. Me impide pensar en otras cosas, otras personas. Muy pronto, estoy
llegando al frente de la casa donde crecí. Es colonial, de 1920, de ladrillo rojo
hecha en Georgia.
Me encanta esta casa, con sus cinco ventanas a lo largo de la última planta
y cuatro ventanas, dos flanqueando cada lado de la puerta central roja, en la
planta baja. Me encanta que de alguna manera se las arregló para escapar del
temido porche estilo Tara que tantos hogares del sur tratan de imitar. Es una casa
sencilla, sin pretensiones. Y aunque el camino de entrada ha sido siempre limpio
y acogedor, nunca lo he usado, optando por entrar por la puerta lateral en su
lugar.
Entré en el garaje, aparcando junto al antiguo Mercedes azul de mi madre.
Ha tenido ese coche desde que nací. Con sólo mirarlo me lleno de una sensación
de bienvenida a casa, al igual que el olor de ladrillo viejo y flores de mirto.
115
Drew hace unos cuantos pases más, cada uno más lejos, cada uno en una
dirección diferente, en enfoque diferente. Está usando un casco, pantalones
Página
cortos de baloncesto que lo golpean en las rodillas, y su camiseta sin el bulto extra
de las almohadillas. Y cada vez que lanza, una franja de piel dorada se muestra
a lo largo de la parte inferior de su camiseta. Algo que hace que todos mis lugares
felices se estrechen suavemente.
Yo no debería estar aquí, enamorada tontamente como una groupie. Un
clamor en mi cabeza crece a medida que las personas se van y me vuelvo más
visible sentada sola en el banco. Pero no puedo encontrar esta fuerza en mí misma
para irme. Me gusta verlo moverse, ver la forma en que su equipo y sus
entrenadores interactúan con él. Lo aman. Es evidente. Así como la dicha que
siente. Brilla desde dentro de él. Y sólo es una práctica. Lo envidio. Nunca en mi
vida me he sentido así por algo que haya hecho.
El equipo se dispersa otra vez, moviéndose en grupos, y Drew empieza
una extraña “agachar-saltar-embestir” jugada con un grupo de chicos quienes
deben ser mariscales de defensa, ya que todos están agarrando balones de fútbol
y pretendiendo lanzarlos con cada embestida. Debería verse ridículo, pero es más
como una danza: elegante, poderosa. Pero no más que Drew. Dios, él es rápido.
Mis músculos del muslo podrían rasgarse de mis huesos si intentara moverme
así de rápido. Pero él sigue andando, como si fuera fácil.
Mi trasero va entumeciéndose por estar sentada, pero en mi interior, una
calma recala sobre mí. Tomo una respiración profunda, envolviéndome en el
aroma del césped, los asientos de metal, y un ligero rastro de un limpio sudor
masculino. Un fuerte silbido suena, y ellos están corriendo, dejando el campo.
Todos menos Drew. Está sacándose el casco, sus ojos en mí, como si todo
el tiempo hubiera sabido que estaba allí. Tal vez lo sabía. No lo sé. Mi respiración
se acelera, mis pezones apretándose mientras mi ritmo cardíaco aumenta. Me
encuentro saliendo, mis piernas llevándome abajo por las escaleras de hormigón
a medida que él camina en mi dirección, sus pasos largos y confiados.
En el momento en que llego al campo verde esmeralda, él está sonriendo.
Y mientras que una parte de mí quiere sonreírle de vuelta, de repente estoy al
borde de las lágrimas. Mierda.
Él se acerca, aún sosteniendo un balón en su mano como si fuera una
extensión de sí mismo.
—Señorita Jones. —Su voz es fresca con burla—. Por un momento pensé
que eras un espejismo.
No puedo mantenerle la mirada a los ojos. No cuando los míos están
ardiendo y mis labios queriendo temblar. Por dentro, estoy temblando. Drew está
tan cerca ahora, podría extender la mano y tocarlo con facilidad. Podría presionar
mis frías palmas en los densos músculos de su pecho, donde sé que estará cálido.
121
toquetear a mi madre.
—Es repugnante —digo—. Lo hace para molestarme. Gracias a él, mi
madre está vendiendo nuestra casa. Porque el viejo Terry no tiene los fondos para
pagar por su medio. —Maldigo de nuevo—. No hay nada que pueda hacer. Ella
no me escuchará, no importa lo que diga.
Parpadeo rápidamente y trato de calmarme, pero no puedo parar de
hablar.
—Sé que estoy comportándome como un bebé en esto. No es como si
viviera ahí, o planeara hacerlo nunca más. Pero es como si esa última red de
seguridad se fuera. Y ahora nunca seré capaz de ir… —Mis palabras mueren, el
terror invadiéndome.
Pero Drew me mira a los ojos y termina la oración.
—¿Ir a casa otra vez? No reprimas tus palabras por lástima, Anna. No
necesito eso.
Quiero marchitarme en el césped.
—Creo que hay una diferencia entre lástima y compasión, ¿no crees?
No quita la mirada mientras asiente lentamente.
—Algunas veces, sin ser consciente, atrapo los aromas de mi antigua casa.
No sé cómo será exactamente, tal vez una mezcla de libros viejos y café, o
detergente de ropa y aire fresco. —Su mirada se pierde—. Pero huele igual a casa.
Y extraño tanto la mía que me cuesta respirar.
—Desearía que pudieras volver a casa —le digo, con ganas de llorar.
Los ojos de Drew se fijan en mí.
—Yo también. Pero creo que tenemos que hacer nuestros propios hogares.
Mirándolo, bronceado por la luz del sol, su apretada expresión por el
cansancio, pero seria, mientras me mira, creo que podría amar a este hombre.
Podría amarlo para siempre. Mi respiración se acorta.
—Cuando me dirija a encontrar mi propio hogar —digo—, nunca lo dejaré
ir.
Su garganta se mueve dando un trago.
—Buen plan. —Da un paso más cerca de mí—. Lo siento, Anna.
Sé que está hablando de mi madre, mi pérdida de un puerto seguro.
—Yo también. —Pero me estoy refiriendo a él. Porque Drew nunca debió
haber perdido a su familia. No debería tener que usar un pedazo de su casa de la
124
sobre mis pies, con la mirada vagando por el campo. Drew toma una sonora
respiración y pasa una mano por su cabello empapado de sudor. Sus ojos se
entrecierran mientras los rayos del sol poniente caen de lleno en su cara.
—¿Quieres probar algo?
Levanto una ceja, y se ríe.
—Qué mente sucia, Jones.
—¿Por qué asumirías eso? —Cruzo los brazos frente a mi pecho. Pero
estoy sonriendo también. Sonreír es mejor. Más seguro—. A menos que tengas
una mente sucia también.
—Por supuesto que sí. —Toca la punta de mi nariz con un dedo,
haciéndome sacudirlo fuera con molestia. Sólo se ríe—. ¿Por qué crees que somos
tan perfectos juntos?
Mi respiración se vuelve un poco inestable, y la luz de sus ojos se atenúa
un poco. Pero simplemente recoge su balón.
—Sin embargo, esta vez, sólo iba a preguntar si desearías lanzar unas
veces la pelota.
—¿Lanzar una pelota?
—Qué cara más agria —observa Drew de una forma demasiado alegre—.
No va a explotar en tu mano.
—Si tú lo dices. Soy un asco en los deportes.
Rueda los ojos.
—Nadie está pidiéndote que seas buena. Sólo lánzala. —Lanza la bola bien
alto y la atrapa sin mirar—. Confía en mí, Jones. Es un excelente calmante para el
estrés.
Drew procede a enseñarme cómo sostener el balón, colocando mis dedos
en los cordones, y el pulgar por debajo de la bola.
—Sostenlo ligeramente, con las yemas de los dedos. El control en los dedos
es muy importante.
—Oh, créeme, amigo, soy una gran defensora del control en los dedos —
digo, sólo esta parte con descaro. Ah, pero es un error bromear, porque estoy
recordando esos largos dedos empujando dentro de mí, curvándose lo justo para
encontrar ese lugar que me vuelve loca.
La luz del sol cubre de oro la punta de sus largas pestañas mientras
parpadea hacia mí. Un rubor asciende a la parte alta de sus mejillas.
125
—Mejor deberías pensar que todo esto es sobre la coordinación con mis
manos y no con mi cabeza, amigo. —El rubio tiene una mano cubriéndose la cara
Página
del resplandor del sol para estudiar el campus—. ¿Qué fue eso, de todos modos?
¿Sesenta y cinco yardas? —Silba otra vez y luego, corre por el campo,
moviéndose como si caminar no fuera una opción cuando puede correr.
—Setenta y uno —responde Drew—. Pero, ¿quién está contando?
El hombro de Drew roza el mío mientras el chico se detiene ante nosotros.
Es enorme, una o dos pulgadas más alto que Drew y fácilmente con unas 20 libras
más de músculos. El tipo me mira con recelo, pero me pone una sonrisa amable.
—Hola.
—Hola. —Estoy bastante segura de que Drew le habló sobre mí, de
nosotros, y su amigo no lo aprueba.
—Anna —dice Drew—, este es Gray Grayson. Él juega como receptor.
—Los chistes burlones son bienvenidos e incentivados —añade Gray con
un movimiento de sus cejas. Al igual que Drew, es muy guapo, pero tipo surfista
de California, con el deje de echarse el dorado cabello rubio en su frente
bronceada.
—¿Gray Grayson? —No debería repetir su nombre de esa manera, pero es
inevitable. ¿Qué estaban pensando sus padres?
Gray se estremece. Pero por debajo de sus cejas rubias, sus ojos azules no
muestran ningún indicio de haberse molestado.
—Lo sé, ¿bien? —responde a mi pregunta no hecha, que debe ser muy
obvia—. Mi mamá estaba locamente enamorada de Gray Grantham, un personaje
de este libro de John Grisham, “El informe pelícano”.
—¿Te puso el nombre del personaje de un libro? —dejo escapar. Atticus
Finch es una cosa. Infierno, estoy segura que el sur está atestado de Atticus y
Rhett por la misma razón. Pero este es nuevo para mí.
—Estaba leyéndolo al final de su embarazo. Como sea —se encoge de
hombros—, pensó que Gray Grayson sería “tan lindo”. —Ahora está frunciendo
el ceño, pero no hay ira real detrás de eso, solamente cariño, y una ligera mueca
de dolor como si le doliera pensar en su mamá—. Así que, eso es algo con lo que
tengo que vivir.
—A veces, lo llamamos Gray-Gray —suelta Drew inocentemente y se gana
un puñetazo de Gray en el brazo.
—Y algunas veces, lo llamo —Gray asiente hacia Drew—, QB con mi pie
dentro de su culo. —Gray mira la pelota esperando en la línea final y luego, mira
a Drew—. ¿Estás listo, hombre?
129
Debido a que Drew está parado tan cerca, siento la tensión en su brazo.
—Sí. —Drew me mira de reojo—. Es el cumpleaños de Gray.
Página
Le doy a Gray una sonrisa cortés, porque estoy bastante segura que no le
agrado.
—Feliz Cumpleaños.
Me devuelve una sonrisa más sincera.
—Gracias. Aunque no sé nada sobre rondar los veintidós. Se siente como
el principio del fin.
—No sé de qué se está quejando —me dice Drew—. Él es el bebé del
equipo.
Gray da un suspiro largo y pesado.
—Parece que fue ayer cuando retiré mi identificación falsa.
Drew arruga las esquinas de sus ojos.
—La manera en que sostenías esa maldita cosa, pensarías que era su bebé.
—Oye, me dio muchos años de servicio, dedicados a la búsqueda de mi
placer.
Sonrío ante su conversación, pero luego caigo en lo que dice Drew.
—¿Apenas tienes veintidós?
—Te dije que era mayor, Jones.
—Pensé que te referías por un día. —Echo un vistazo entre él y Gray—.
¿Cómo es que los dos tienen veintidós? —Demonios, Drew debe tener al menos
veintitrés.
—Fuimos “camisa-roja” en nuestro primer año —dice Gray, como si esto
fuera obvio.
Cuando Drew ve que no tengo ni idea de qué demonios está hablando
Gray, me da una sonrisa tensa.
—Básicamente, pasamos nuestro primer año en el banquillo, tomando
clases pero sin jugar. A eso se le llama “camisa-roja”.
—Míralo de esta forma —añade Gray—, estamos envejeciendo como el
vino. Cuanto más tiempo estemos aquí, más grandes, más fuertes y mejores nos
volvemos. ¿Por qué un programa debería perder su tiempo con unos niños
enclenques de dieciocho años en lugar de esperar a que lleguen a la máxima
eficiencia?
Todo esto suena un poco interesado, pero inteligente, supongo. Y porque
130
veo una vacilación en los ojos de Drew, como si esperara que piense menos de él
por la “camisa-roja”, asiento, mirando cómo se relaja notablemente.
Página
más rápido y otra oleada de calor pasa sobre mí. Creo que podría desearlo
siempre. Y por la forma en que sus ojos se oscurecen y su cuerpo se tensa,
Página
132
Página
Traducido por gabyguzman8 & Dahi
Corregido por Romina22
Drew
Por primera vez desde que estoy con Anna, estoy aliviado de que no
quiera estar conmigo esta noche. No quiero que vea el espectáculo que es la
celebración del cumpleaños de Gray. Llegamos a algunos bares, quedándonos lo
suficiente para que la multitud grite en reconocimiento; para que Gray tome un
trago, tal vez jugar una partida de billar o de dardos, y después irnos. Podría
parecer habitual, pero incluso ahora, hay reglas. No beber en exceso, nada de
escándalos públicos, y definitivamente no llevar una chica al azar a casa. En este
momento, estamos en el primer lugar de los tableros en todos los ámbitos, y cada
equipo quiere hacernos caer. No hay espacio para errores. Tal vez otros equipos
lo llevan diferente, pero esto funciona para nosotros.
Dex y yo estamos a cargo de mantener a los chicos a raya. Somos los
sobrios centinelas de pie a cada lado de nuestro grupo de chicos inquietos. Por lo
general, este trabajo es una mierda, pero no me importa esta noche. Aunque me
encanta salir con mis chicos, toda la escena me cansa. Unos meses atrás, esto
podría haberme preocupado, pero ahora lo reconozco por lo que es: Mi idea de
diversión ha cambiado. Ya no incluye anticipar cuantos diferentes pares de tetas
desfilan ante mí o cuantas chicas puedo follar. No me importa si las personas me
reconocen o me dan una palmada en la espalda y me ofrecen comprarme un
trago. Prefiero que no me noten en lo absoluto. Esa clase de atención ya no
significa nada para mí. La vida tiene más color, más sabor, y calor en las pocas
horas que estoy con Anna, entonces me veo en todos esos años de fiesta. A través
de esa diversión siempre se sintió como si estuviera buscando cierta satisfacción
133
Por otra parte, ella vino a mi práctica de hoy. Ella me busco por la
comodidad habitual. La calidez vuelve. Es extraño cuanta satisfacción me da
quitar el dolor de sus ojos y reemplazarlo con felicidad. Cuando pienso en su
estúpido padre ausente, a quien me gustaría golpear personalmente hasta dejar
una mancha de él en el césped, y al novio “de las manos itinerantes” que tiene su
madre; la resistencia de Anna para intentar hacer una conexión más profunda se
vuelve más clara. Mientras que yo crecí viendo de primera mano lo que puede
ser una relación amorosa comprometida, ella probablemente no tiene ni idea.
—¿Tienes una mujer, Dex?
Dex estudia los gabinetes detrás de él como si tuvieran el secreto de la
vida. —Sólo estaba pensando en voz alta.
—No parece. —Doy un trago y trato de ocultar mi sonrisa. —Suena como
que tienes miedo de lo que una chica específica podría pensar. —Lo que haría
que ya seamos dos.
—Había una chica. —Las esquinas de los ojos de Dex se extienden, como
si estuviera atrapado entre una sonrisa y una mueca.—A ella no le gustaba el
135
football. ¿Y qué podía decir al respecto? —Concuerdo con él. —Dijo que éramos
sólo unos niños con enormes cuerpos.
Página
—Bueno, a veces lo somos —murmuro—¿Pero no lo somos todos los
hombres en algún momento u otro?
—Sabes que será peor cuando estemos en todo lo alto. La importancia de
todo esto. —Dex acaricia su barbilla y la mueve hacia la sala de estar. —Añádele
una puta tonelada de dinero a esto, y verás el desastre que resulta.
—Muy bien, eso es todo —digo. —Estoy dando por terminado este juego.
—Ya era hora —murmura Dex.
Página
mujer denuda, después de todo. El resto de mí, sin embargo, se siente incómodo.
Cuando estaba en la escuela secundaria, tuve fantasías de ser atendido por
múltiples mujeres a la vez, de recibir exactamente este tipo de proposición. El
joven en mí había pensado que iba a ser sexi como el infierno. La realidad, muy
pronto me doy cuenta, es cutre y torpe.
—Siento decepcionarte, pero no me interesa. —Ni siquiera un poco. La
necesidad de apresurarme a sacarla de mi casa presiona en la parte posterior de
mi cuello. Más aun cuando ella se inclina hacia mí y sus pechos rozan mi camisa.
Ella huele a cerveza y desodorante, y tenía la polla de mi mejor amigo en su boca
no hace ni diez minutos. El pensamiento me hace preguntarme cómo mantuvo
su brillo de labios tan impoluto.
—Ah, ahora, Battle —ella frota su mano sobre mi pecho mientras me mira
—creo que cambiarás de opinión cuando veas lo que puedo hacer con mi boca.
Yo no quiero tener nada que ver con su boca. Estoy bastante seguro de que
nunca seré capaz de ver el brillo de labios de color rosa de la misma manera otra
vez.
Suavemente, tomo su muñeca y aparto su mano de mí.
— Cariño, podrías succionar el centro de una Tootsie top y todavía diría
que no. No es que no aprecie tu oferta.
Ella pone mala cara, pero da un paso atrás. —Tienes una manera divertida
de mostrar tu aprecio.
—Como te he estado diciendo, es hora de irse. Conduce con cuidado.
Es casi divertida la forma en que parece tan confusa y desconcertada.
Como si ella nunca hubiera contemplado la idea de ser rechazada. Ella toma una
larga mirada de mí, y luego recoge sus cosas, tirando de una camiseta y
pantalones ajustados de su bolsa, para seguir adelante.
—¿Por qué los realmente calientes son siempre gay? —dice mientras se
cuelga su bolso sobre un hombro. Lanza al aire su largo pelo rubio, y luego se va.
Quiero hundirme en alivio. Sólo Gray está ocupado mirándome con
disgusto. No me había dado cuenta que él estaba cerca.
—No puedo creer que lo rechazaras.
—No puedo creer que pensaras que aceptaría su oferta.
Gray niega con la cabeza. —Bien, tú no engañas. Pero algunos de nosotros
no hemos perdido nuestras pollas por una chica. Tenía planes, ¿sabes? Y ellos no
te incluían a ti enviando a esas mujeres a casa.
138
Ella responde con un ronco —¿Hola? —El sonido viaja a través de mi piel
en pequeños lametones de placer.
Página
de hombros, pero luego me doy cuenta que ella no puede verme. —Gray parecía
pensar que si.
Página
142
Página
Traducido por Michelle M
Corregido por Pily
Drew
Cuando entré a la universidad mi mayor elección no era algo urgente.
Sinceramente, pude haberme ido hacia la Educación en General, haciendo los
mínimos requerimientos y a nadie le hubiera importado. No lo dudé; el punto se
hizo muy claro para mí. Tenía extremadamente claro que no quería ese viaje. Iba
contra todo lo que mis padres me enseñaron. Claro, elegí Literatura Inglesa
porque fui criado con ella y no pudo ser más fácil para mí. El fútbol es un trabajo
de tiempo completo y necesitaba todas las ventajas de mantener mi cabeza fuera
del agua cuando se tratara de lo académico.
Sin embargo trabajo hasta el culo y me las arreglo para mantener un
promedio de 4.0. Estoy orgulloso de eso. Aun así estoy deseando graduarme.
Estudiar sin fin y la falta de sueño me está afectando.
A decir verdad, mis parpados se sientes pesados y mi cabeza quiere caer
hacia delante mientras mi profesor de Literatura en cine habla como un zumbido
sobre las diferencias entre la película y la novela de Una habitación con
Vistas. Tomo respiraciones profundas, tratando de aclarar mi mente, pero la
habitación mal ventilada no está ayudando.
El final de la clase no puede llegar lo suficientemente rápido. Miro
rápidamente el reloj mientras el profesor Gephard nos regresa el examen que
tuvimos la semana pasada.
Un honesto examen de evaluación. Como si todavía estuviéramos en la
secundaria. Me entraron ganas de reír cuando nos lo dio.
143
de color purpura.
―¿Qué es exactamente lo que quiere implicar, señor Baylor?
Página
―No quiero implicar nada ―digo de manera uniforme, como si no
quisiera agarrar su suéter de lana y sacudirlo hasta que su dentadura resuene―.
Le estoy preguntando si le da las mismas oportunidades al resto de mis
compañeros de clase.
Su mirada acuosa parpadea hacia la mía.
―Mis colegas y yo estamos conscientes que usted tiene más
responsabilidades que sus otros compañeros de clase.
―Tiene que estar bromeando. ―Toma todo lo que tengo no romper mi
puño en la mesa―. Nunca pedí su ayuda. No la quiero. Nunca.
―Oh, por el amor a Dios… ―Gephard arrebata el papel y hace un corte a
través de la pregunta con su pluma roja. Sus nudillos tiemblan mientras escribe
99 en la parte superior de la hoja. Y lleva de nuevo el papel a mi dirección―. Ya
está. Una reducción de puntos. Ahora tiene una A menos, señor Baylor. ¿Feliz?
Furia estrella su puño contra mi esternón.
―No trate de insultarme.
Las tenues cejas de Gephard suben pero no le doy oportunidad de hablar.
―Tengo el justo derecho de hacer preguntas como cualquier otro
estudiante. ―Sosteniendo la prueba entre nosotros, lo miro―. Aparentemente
mucho más.
Su rostro se vuelve color magenta.
―Estás exagerando.
Apoyo mis puños sobre la mesa, inclino mi peso sobre ellos, con lo que mi
cara está al nivel de la suya y él se estremece. El miedo ensancha sus ojos y quiero
bufar. Piensa que soy un matón. Perfecto. Pero no voy a retroceder. Mantengo el
nivel de mi voz y lo digo pausadamente así él puede escuchar cada palabra
claramente.
―Siento disentir.
Arrebatando la prueba, me giro y salgo del aula de clases.
Me las arreglo para alejarme de Gephard sin gritar, pero estoy lejos de la
calma. Apenas puedo ver recto mientras dejo el campus y vuelvo a casa. Mi
cabeza está palpitando, mi garganta se cierra y duele. Hay un zumbido en mis
oídos.
En el asiento de mi coche, la prueba está boca arriba, burlándose de mí con
su falsa puntuación. Sí, todavía recibí una A. ¿Pero cuántas otras veces fui
145
146
Página
Traducido por gabyguzman8, Tannia Maddox , Michelle M & Pagan Moore
Anna
―¡Aquí está el hombre fatal!
―¡El hombre fatal! ―Todos aclamábamos, alzando nuestras copas en alto
en honor de nuestro amigo. El hombre fatal, cuyo verdadero nombre es Joseph
Schwartz, está radiante, su cara redonda y rizos angelicales brillando a contra luz
sobre la mesa de póquer.
―¡Sí, sí! ―Se sonroja.
El rubor crece cuando su novia, Jin, le da un sonoro beso en la mejilla.
―Tan modesto, mi hombre.
Fuera, ha empezado a llover, dentro está cálido, el olor a pizza y cerveza
inunda el aire. Estoy pegado a mi viejo grupo de estudio de la secundaria,
jugando póquer y celebrando que “el hombre fatal” tiene un 180 en su LSAT9.
Aunque el grupo se disolvió el año pasado, y rara vez frecuentamos, nos
conocemos desde que éramos estudiantes de primer año, y esta reunión sabe
agridulce ahora que estamos en último año.
―¿Todavía quieres ir a Tulane, amigo? ―le pregunta Pete antes de tomar
un trago de su cerveza.
El hombre fatal, después de haber pasado el Mardi Gras en New Orleans
hace dos años, lo tiene claro en su cabeza, él va a la escuela de derecho allí. No a
Harvard o Princeton o cualquier Universidad dentro del Ivy League que sus
padres hayan tenido atesorada en sus corazones.
Todavía con un poco de rubor en las mejillas, el hombre fatal pasa una
mano sobre sus interminables rizos castaños. ―Si pueden tenerme, sí.
―¿Si? ―Pete reluce su sexy “Taye Diggs no tiene nada que hacer a mi
147
lado” sonrisa, mientras está reprimiendo un caramelo entre sus dientes parejos.
―Yo no lo dudaría, amigo. Tienes bastante ventaja.
Página
9
Test de admisión a la escuela de derecho.
Pete es el que tiene bastante ventaja después de haber sido miembro de
MCAT10 en Julio y haber sobresalido. No es algo que haya sorprendido a alguien.
Él es brillante. Y tiene sus propios planes. Será Johns Hopkins hasta el final para
él. El primero de su familia en ir a la Universidad y también a la escuela de
Medicina.
Aparte de Pete, el hombre fatal, y Jin, también dirigidos a la escuela de
leyes, el grupo incluye a John que quiere ser escritor, y yo. También, soy la única
que no tiene una pista o un plan maestro.
―Pete es bueno. Estarían locos de rechazar su solicitud. ―Jin apoya al
hombre fatal dándole un apretón en el brazo. Se ven tan lindos juntos. Siempre
acariciándose, siempre haciendo sonreír al otro.
Miro hacia la ventana donde las gotas de lluvias cristalinas salpican el
cristal.
Conversaciones zumban alrededor, reconfortantes y familiares. Pero hay
algo empujando mi piel desde mí interior, como si estuviera tratando de liberarse
de mi cuerpo y salir. Las siguientes palabras del hombre fatal me sacan de mi
niebla.
―Entonces yo… nosotros. ―Mira hacia Jin y se sonroja de nuevo―.
Tenemos más noticias. ―Se pone rojo como una remolacha mientras su mano se
posa sobre Jin―. Nos vamos a casar.
El silencio reina con tanta rapidez que hasta puede escucharse hacer
ruidos en el estómago de alguien. Si mi cara se parece a la de los demás, está
abierta como la de un pez. Jin y el hombre fatal hacen una mueca de tristeza, y
sus sonrisas felices caen, obligando a mi boca a moverse. ―¡Chicos! ¡Felicidades!
El resto despierta del shock.
John se aclara la garganta. ―Uh sí, felicidades. ―Es obvio que él piensa
que es un disparate. Y tal vez todos lo hacemos. ¿Matrimonio? ¿Ahora?
Jin entrecierra los ojos mirándonos―Todos ustedes piensan que estamos
locos, ¿cierto?
Atrapada.
―No. ―Pete protesta débilmente. Se acomoda alzándose en su asiento―.
No, Jin. Todos nosotros sabemos que ustedes dos son el uno para el otro.
Ella resopla pero se ve un poco apaciguada. ―Bueno, dah. De lo contrario
no lo estaríamos haciendo. Además, aplicaremos para una vivienda estudiantil
de casados. ―Pero esa no es la razón. La verdadera razón está escrita en la mirada
148
Página
10
El MCAT (Medical College Admissions Test, por sus siglas en inglés) es un examen
presentado en los Estados Unidos por personas que desean entrar a una facultad de medicina.
que ella le da al hombre fatal. La manera en que él le devuelve la mirada. Ellos
sólo lo saben.
Estoy impresionada por la fe que se tiene cada uno. Su valentía.
John arroja sus cartas sobre la mesa. Hemos dejado de jugar de todos
modos. ―Dado que estamos anunciando mierda, conocí a alguien. ―Mira
alrededor, sus ojos azules presionando las esquinas―. Su nombre es John.
Otro doloroso silencio cae. No tenía idea de que John era gay. Estoy
bastante segura de que nadie aquí tampoco lo sabía.
―¿John y John? John―John. ―Palmeo su brazo, sintiendo la tensión―.
¿Qué adorable es eso?
Pretende fulminarme con la mirada, pero he oído la repentina paz en su
respiración, y veo la sonrisa que se arrastra sobre sus labios. ―Cierra la boca, A.
Pete lanza sus tarjetas también, y extiende su mano por más caramelos.
―No puedo creer que hayas esperado hasta ahora para decirnos que eres gay.
―Sólo me estoy aceptando, Petey.
Pete hace una mueca. ―Francamente me siento un poco insultado de que
nunca hayas coqueteado conmigo. Soy jodidamente caliente.
Él hombre fatal, resopla. ―¿Tú?, Claramente yo soy más caliente.
―Sí, pero tú ya estás tomado. ―John bromea, sin dejar de verse un poco
pálido pero sonriendo ahora.
―Y he escuchado que Petey no se acobarda ―añado, robando uno de sus
caramelos.
―¿Porque no me pruebas y lo ves? ―ofrece Pete con una mirada lasciva.
Tomo un gran puñado de caramelos, cortando un trozo en la punta, y todo
el mundo gime con fingido horror.
―¿Y tú Anna? ―John ofrece con una suave sonrisa―. ¿Tienes alguna
bomba que tirarnos?
Oh, claro. Estoy follándome al famoso mariscal. Ni siquiera bajo pena de
muerte iba a decir las palabras en voz alta. Esto podría sentirse como una traición
a Drew, y honestamente, podría ser una bomba, pero no es ningún logro. Ni
siquiera es algo que pueda decir con orgullo. Y sin embargo el pensamiento de
delatar a Drew hace que respire con miedo.
―Nah. ―Tomo otro bocado de caramelos, esperando que no se queden
149
150
Página
Drew
Otro juego, otro triunfo. Invictos. Las eliminatorias, por primera vez en el
futbol universitario, se están acercando, y el campeonato es nuestro para perder
los estribos. Los chicos están llenos de júbilo cuando el autobús regresa al
campus.
La lluvia cae fuerte, y golpea la parte superior del bus como disparos. No
nos detiene de salir corriendo de él, o reírnos mientras Marshall se resbala en el
barro, cayendo de culo y maldiciendo.
Me detengo para coger mi bolsa esperando mi turno cuando el conductor
me llama para recoger mi equipaje. Parece que era lo más sensato habernos
quedado en el bus.
Al otro lado, la chica de Harrison está esperando bajo un paraguas
enorme, su culo apoyado en un brillante Range Rover negro.
―Guao. ―Rolondo Johnson nuestro receptor estrella silba mientras viene
a mí lado―. Esa es una belleza para conducir.
―¿De quién es el coche? ―pregunto, frunciendo el ceño mientras Harrison
corre a saludar a su chica. Porque ambos sabemos que es un muy buen apoyo
extra o un agente quien le dio ese coche. Los agentes son particularmente
agresivos en cazarnos. Ellos no pueden, rotundamente, darnos cosas, pero son
expertos en encontrar áreas poco definidas, prestar un auto lujoso de manera
indefinida, comprar a los padres desamparados de los chicos una mansión,
comprar regalos a sus amigos de la infancia a cambio de que digan buenas
palabras sobre ellos, y una docena de zanahorias brillantes estarían colgando
frente a nuestras caras si firmábamos con ellos.
―Es de Garrity.
Uno de los agentes sinvergüenzas. Oh, hay unos cuantos que son más
sutiles. Se presentan en los partidos con representantes de la compañía, con la
promesa de ofertas de publicidad a montones que pueden servirte. O se las
arreglan para conseguir chicas que cuiden personalmente de ti. Yo toqué mi
primer par de tetas falsas, cortesía en una de las salas privadas de los agentes.
¿Lección aprendida? El plástico nunca será tan bueno como carne real.
Rolando sacude su cabeza, dispersando el agua. ―Mejor que Harrison no
se dañe o va a perder esa atracción.
―El ni siquiera debió aceptarlo, es estúpido. Sin mencionar que está
151
ocupado aquí.
No es como si pudiera moverme. Su pesado muslo se encuentra al lado
del mío y su cálido pecho se presiona contra mi culo.
Se mueve, pellizcando y degustando en su camino sobre mis hombros. Un
suave toque va a través de mi cuello para así poder besar mi nuca.
Me estremezco. Un temblor en el cuerpo se siente tan delicioso como
aterrador. Es demasiado. Demasiado íntimo. Él me rodea, con todo el calor y la
fuerza, con cada toque como si me adorara.
Presiona un beso abierto en mi hombro y un pequeño gemido viene de él.
―Soñaba con hacer esto el otro día.
―¿Qué? ―He caído en una neblina, pero eso me conmueve lo suficiente
para levantar mi cabeza.
Puedo verlo sonreír, pero su atención está en mis pecas. ―En la clase
―dice―, perdí la noción del tiempo pensando quitarte ese suéter blanco que
llevabas y lamiendo tus hombros.
Mientras subraya esa pequeña confesión, lame desde mi nuca hasta la
punta de mi hombro.
―No puedes estar pensando en eso en clases. ―Dios, no puede o estaré
pensando en eso cuando lo hace, y nuca recordaría una maldita palabra de
nuestro profesor.
Desafortunadamente, Drew niega con la cabeza mientras besa su camino
a mi espalda. ―Lo siento, Jones, pero no tienes nada que decir sobre mis
fantasías.
―Imbécil.
Se ríe ampliamente por eso, pero no se detiene. ―Por ejemplo tus pechos.
Desempeñan un papel protagónico en muchos. ―Se mantiene conversando
mientras se desliza por mi espalda, sus manos sostienen mis costillas―. Dios casi
lo pierdo durante una revisión de la materia, pensando en esos pezones, la
forman en que se tensan cuando los chupo y la forma de esos pequeños gemidos
que haces cuando lo hago.
Podría haber gemido otra vez porque se detiene por un momento, sus
labios succionan. ―Sí ―susurra―, de esa manera.
―Jesús. ―Es todo lo que puedo decir.
―O tu coño. Tu dulce y rosa… ―Besa profundo mi cintura―. Coño.
Siempre tan mojado para mí. ―La punta de su lengua baja, esparciendo placer a
155
su paso. ―Pienso en eso cada vez voy por aquí. ―Chupa la piel sensible en la
parte baja de mi espalda―. En cuan apretada y mojada estas para mí.
Página
llamaras si querías sentirte mejor. ¿Pero yo? Yo estaría aquí cada día si me dejas.
No voy a entrar en eso. Pero no puedo evitar sonreír contra mi antebrazo.
―¿Y qué bendición me darás la próxima vez?
El me da otro beso suave. ―Cualquier cosa.
Rápidamente, pero constante, responde enviando un poco de emoción a
través de mí. Aprieto los labios más duro en mi antebrazo. ―Cuidado Baylor,
podrías lamentarlo.
Hace un zumbido. Contenido. Divertido. ―Posiblemente. Pero algo me
dice que lo voy a disfrutar, también.
Ligeramente traza sus dedos sobre mis caderas, levantando piel de gallina
en su paso.
―¿Y qué tal un masaje en los pies?
―Tal vez tengo un secreto fetiche con los pies. ―Sé que está sonriendo.
Lo puedo sentir por mi piel―. Tal vez baje a tus pies.
Me río un poco. ―Si piensas que vas asustarme, estas equivocado.
―Probablemente dé grandes masajes. Con sus dedos fuertes. Estoy tentada a
pedir uno ahora.
―Maldita sea. ―Su suspiro me hace cosquillas en la espalda―.
¿Entonces? ―Otro beso―. Vamos, golpéame con eso.
Inclino mi cabeza y me acurruco en la cuna de mis brazos. ―Tal vez te
tenga editando mi trabajo de clase.
Él se queda quieto, puedo escuchar mi propio corazón y entonces apoya
su mejilla en mi trasero. Quiero retroceder y deslizar sus brazos debajo de mí y
permanecer pegados.
―¿Editarlo? ―Su voz vibra a través de mi piel.
Asiento distraídamente. ―Mm. Ya sabes, indica todos los defectos de la
lógica como lo haces en la clase. Odio admitirlo, tienes más razón de lo que te
equivocas. No es de sorprenderse, por alguien tan inteligente como tú.
Estoy básicamente balbuceando, pero su poder sobre mí me aprieta, y él
toma una respiración fuerte.
Las mantas se mueven ligeramente cuando estiro mi cuello para mirarlo.
Desde mi punto de vista sólo puedo ver su perfil desde arriba, las vetas de oro
de su cabello en la coronilla de la cabeza y el marrón más oscuro a lo largo de su
sien, el alto puente de la nariz, y la gruesa curva de sus pestañas contra sus
mejillas. Con la cabeza apoyada en mi culo, su cuerpo es la mitad de la cama, él
158
es tan malditamente alto. Delgado pero fuerte, musculoso pero elegante. Podría
mirarlo siempre. Y sus hombros están tan apretados ahora que cada tendón y
Página
curva se destacan.
―¿No crees que eres inteligente? ―Mi voz suena áspera en la
tranquilidad.
Su respuesta es tan tosca, pero hay un indicio de risa amarga en ella. ―Oh,
lo reconozco soy inteligente. ―Levanta la vista, y cuando nuestros ojos se
encuentran, ese familiar, dulce golpe me golpea directamente en el corazón. Sus
ojos son oscuros y están brillando en la luz baja―. Es sólo que, fuera de mi
equipo, a mucha gente le importa una mierda si lo soy o no.
No, la mayoría sólo se preocupa por su brazo. El que ahora está envuelto
alrededor de mi cintura, y me da un pequeño apretón como si necesitara
acercarme más. O su mano, que presiona con ternura mi bajo vientre, tan cálida
y segura que la satisfacción se extiende sobre mí.
Quiero mantener este momento. Mantener esta parte de él, como un
secreto. Pero él no es mío para mantenerlo, e incluso a pesar de que podría hacerle
daño que las personas sólo vean su superficie, aún ama esa vida. ¿Y por qué no
habría de hacerlo? Su talento es inmenso, y él trabaja duro. No quiero cambiar
eso. Esto lo cambiaría.
Mirándome, su expresión se vuelve preocupada y dolida. ―Atrapé a uno
de mis profesores dándome una mayor calificación. ―Casi se ahoga con las
palabras, como si esto lo matara al admitírmelo―. No sé cuántas veces ha
ocurrido sin mi conocimiento, o si todos ellos han hecho cosas por el estilo.
Se sostiene tan fuerte, el dolor y la humillación que siente es tan evidente
que me pongo roja de ira. ―Que se joda, Drew. ―Nunca he querido golpear a
alguien tanto como quería golpear a su profesor―. Que se joda cualquier persona
que haga eso.
La mejilla de Drew se presiona más profundo en mi carne. ―Lo sé. Es sólo
que no me gusta pensar que mi carrera académica ha sido una mentira. ―Su voz
se reduce a apenas un susurro―. Eso significa mucho para mí.
Clavo mis dedos en mis antebrazos mientras fulmino con la mirada a la
colcha de la espina. ―Hiciste el trabajo, tienes la inteligencia para hacerlo. Nadie
puede quitarte eso. ―Trago más allá del espesor en mi garganta―. Y si no fueras
a ninguna clase, serías una de las personas más inteligentes que conozco. El más
dedicado.
El silencio sigue después de mi declaración, y la suave caricia de la
respiración de Drew me hace cosquillas en la piel. Cuando finalmente habla, su
voz es áspera. ― Siempre me haces sentir mejor. Como yo mismo otra vez.
Una punzada se dispara a través de mi corazón, dulce y doliente. Drew no
159
me hace sentirme como yo. Él me hace sentirme mejor que yo. Como si hay una
pequeña parte rota en mí, vibrando y perdida, y siempre que está cerca de él cae
Página
en su lugar y se aprieta. El pensamiento me aleja, hundiéndose en ese lugar frío
y espeso que me ahoga. Estoy empezando a necesitarlo demasiado.
Y porque es inteligente, y me conoce ahora, conoce mi estúpido miedo, su
agarre de repente cambia. Mientras una mano se aligera hasta la taza de mi
pecho, la otra mano se desplaza hacia abajo. Sus largos dedos callosos se deslizan
entre mis piernas, y yo cierro mis ojos, mis músculos se aprietan en esa deliciosa
manera que me hace sentir como un adicto, con ganas de pedir más y más.
Siempre más.
―¿De nuevo? ―pregunto como si estuviera media exasperada, pero no lo
estoy. Estoy agradecida, y mi corazón cae cada vez más en su cuidado. Eso me
aterra.
No consigo la oportunidad de caer en picado por el terror. Drew me da
vuelta, sus labios siguen el recorrido de sus manos. ―Solo pruebo mi anterior
punto de tu irresistibilidad. ―Es un soplo contra mi piel.
Cierro los ojos. No pienses. Simplemente siente. Y él me deja, porque los dos
somos excelentes mentirosos ahora.
160
Página
Traducido por Fabiro13, Camila Cullen & Michelle M
Corregido por Jessibel
Drew
Como mariscal de campo, lidero mi equipo. Marco las pautas del juego.
Quemando el trasero de mis chicos o haciéndoles caer de lleno si no estoy al
tanto de todo. Realmente nunca sentí la presión de esa responsabilidad, porque
no está en mí sentarme y ser subordinado en un juego. Amo liderar mi equipo.
Pero puedo ser algo solitario.
Los defensores y receptores, el guarda línea, ambos de defensa y ofensa,
forman sus propios grupos unidos. Pueden hablar de estrategia y técnica entre sí
y a menudo salir juntos.
¿Los mariscales? Yo no salgo o me compadezco de las reservas. Sólo hay
un mariscal de campo que hace el trabajo, mientras que los otros calientan el
banquillo y esperan la oportunidad de relevo.
Soy afortunado de que nuestro equipo sea unido. El entrenador se asegura
de eso. Pero cuando me siento solo en el autobús camino a Florida, rodeado por
el profundo ruido sordo de mis chicos charlando, la distancia entre ellos y yo se
extiende. Lo cual es jodidamente sensible y estúpido y me molesta. No tengo
ninguna razón para sentirme solo. En cualquier momento, Gray sacudirá su culo
en el asiento junto a mí para hablar sin parar. Y si no es Gray, alguien más lo hará.
Lo sé. Es solo que no es suficiente en estos momentos.
Fuera de mi ventana, el marrón de la hierba, el azul del cielo y el gris del
suelo, se dibujan en líneas borrosas. Todo lo que quiero es regresar. Lo quiero
tanto que me duele el estómago.
―Joder ―murmuro, frotando mi mano sobre la zona afectada.
El asiento de al lado se sumerge con un chillido. ―No eres mi tipo,
Baylor ―dice Dex.
161
165
Página
Anna
Él no está aquí. Está en un partido fuera. Florida. Esto es lo bajo que he
caído. Conozco su horario. Y estoy sentada en mi habitación a las diez de la noche
de un sábado, en lugar de estar fuera con Iris y George. Me excusé, diciendo que
necesitaba leer. Amo acurrucarme con un buen libro. Excepto que ésta noche era
una mentira. Mi lector de libros electrónicos está apagado y yace al final de mi
cama, donde lo lancé más temprano en un resoplido de irritación. Una chica solo
puede leer la misma línea muchas veces, antes de renunciar al fantasma.
Estoy tan inquieta que mis piernas se sacuden, lo que aumenta mi molestia
cuando mis piernas desnudas se deslizan sobre el edredón y pequeñas chispas
de sentimiento corren por mi piel sensible. Pensamientos de las cosas que Drew
me ha hecho en esta misma cama invaden mi mente y me hacen desplomarme
con un gemido. Mierda.
Meter mi rostro en una almohada no ayuda. Nada lo hace.
Debería hacer algo, algo físico, ir a caminar, porque odio correr, o tratar
uno de esos DVD de fortalecimiento básico a los que Iris es adicta. Cien
sentadillas suenan bien. Estoy hurgando un sostén deportivo cuando mi teléfono
suena. Y todo mi cuerpo se congela. Pero no mi corazón. Ese golpea con deseo y
gozo. Estúpido corazón.
Camino con una admirable calma y tranquilidad hacia mi mesa de noche
donde yace mi teléfono. El mensaje con su pequeño símbolo verde brilla hacia mí
en la pantalla oscura. Drew.
Una sonrisa se dibuja en mi rostro. Mi mano tiembla solo un poco cuando
deslizo la pantalla y leo.
Baylor: Hola. ¿Estás ahí?
¿Debería contestar? Quizás no debería estar ahí, porque sé lo que significa.
No, estoy junto a mi teléfono. ¿Qué persona de mi campus no tiene un teléfono
en su mano todo el tiempo? Quiere decir, ¿estoy libre para hablar? Estoy sentada
un sábado por la noche anhelando… hago una pausa. Si está preguntando él debe
estar libre. ¿Cierto?
Mordisqueo la esquina de mi labio mientras contesto.
Yo: Estoy aquí
Solo le toma un segundo responder.
166
Y luego:
Baylor: Estoy en mi habitación de hotel.
Como si necesitara hacerme saber que no está solo comprobando mi
ubicación, si no que quiere charlar. Absolutamente no estoy sonriendo cuando
me siento en mi cama y me pongo cómoda.
Yo: Estoy en mi habitación también.
Baylor: ¿En la cama?
Yo: Es mejor sentarse en el suelo.
Baylor: Amo esa cama.
Bufo. Cerdo. Nunca voy a tener sexo con él en esta cama de nuevo. Tal vez
en su cama. Déjenlo tener memorias encantadas.
Yo: Cerdo.
Baylor: Soy un chico. Los pensamientos porcinos son indicativos de nuestro sexo.
Solamente Drew usaría palabras como “porcino” e “indicativos” en un
mensaje de texto. Y soy la estúpida quien pensaba que él era algún deportista
idiota.
Yo: Saberlo es la mitad de la batalla. ¿Por qué no estás fuera?
Ya. Pregunté. Y casi me mata. Me mata más cuando se toma unos
segundos para responder.
Baylor: No quería salir.
Yo: ¿Por qué no?
Detente. ¡Detente ahora, vaca masoquista!
Mi teléfono se mantiene inmóvil, acusatorio. Tenías que preguntar, parece
decir. Salto cuando suena de nuevo.
Baylor: Estoy cansado de eso. De salir. La escena. Los chicos quieren ir de fiesta.
No dice el resto. No necesita hacerlo. Nadie en su equipo bebe realmente,
lo que significa que solo hay una opción disponible para ir de fiesta. Mi estómago
se desliza horrible, verde de los celos, cuando pienso en las chicas que estarían
colgando de él si estuviera fuera. Pero no lo está. Está intercambiando mensajes
conmigo. Envía otro.
Baylor: Y tú no estás aquí.
Mi garganta se cierra. Juro por Dios, cerrada. No puedo tragar. Miro mi
teléfono que descansa débil sobre mi mano húmeda. Una voz insidiosa grita en
167
mi cabeza ¡Peligro, yo me daría la vuelta si fuera tú! Esto es muy cercano a una
relación. No quiero una. No con él.
Página
La peor parte es que me estoy mintiendo a mí misma. Él no es el idiota
arrogante que pensé que era. Lo deseo. Constantemente. Quiero hablar con él.
Unos pocos mensajes y toda mi noche es más brillante, el color y las texturas de
mi habitación son más ricos, intensos. Puedo oler mi loción corporal, pomelo y
vainilla, cuando antes había sido un enmudecido lío. Y puedo saborear el sabor
del miedo en mi boca. Aumenta cuando mi teléfono suena en mi mano.
Drew.
Me conoce bien. Sabe que estoy a punto de enloquecer. El latir de mi
corazón es incesante, tum, tum, tum. Estoy segura que oye cuando lentamente
deslizo la barra y contesto. ―¿Te rompiste un dedo o algo?
―Decidí que quería oír tu voz en cambio ―dice con una risa pequeña.
Porque no está frente a mí, porque no estoy distraída por su brillo dorado,
su voz tiene mucho más poder sobre mí. Se hunde a través de la densa carne y se
desliza a lo largo de mis huesos, anidado profundo en ese duro órgano bombeado
que solía ser mi corazón. Ya no se siente mío. Una sensación nauseabunda
serpentea a través de mí.
―Y odio enviar mensajes ―continúa. Está inseguro. Puedo oír la manera
en que trata de forzar un tono ligero bromista. Y porque sé que esto es duro para
él, a quien todo viene fácilmente, aclaro mi garganta y me sumerjo.
―Es impersonal ―añado.
Hay una sonrisa real en su voz ahora. ―Sí. La mayoría de la gente no lo
entiende.
―¿Estás cansado? ―Mi lengua se siente más grande de lo normal, como
si fuera a tropezar con mis palabras, decirle algo que no estoy dispuesta a admitir.
―Sí. ―El sonido de su voz cambia mientras se mueve a través del teléfono
e inmediatamente me pregunto si está en la cama. ¿Duerme desnudo? ―Sin
embargo no puedo dormir ―dice, afortunadamente inconsciente de mis
pensamientos.
―¿Pasa mucho? ―Sé que sí. En realidad ya hemos hablado antes de
dormir.
―Ahora pasa más. ―Hace una pausa―. Sigo pensando en ti.
¡Me cago en una rosquilla!
La almohada es suave contra mi espalda, pero mi piel todavía está
demasiado caliente. Y entonces mi estúpida boca me traiciona. ―También pienso
168
en ti.
Me estremezco con tanta fuerza que mis mejillas cosquillean. Pero él
Página
mata.
―¿Así que tienes miedo?
Página
―¿En la oscuridad, a altas horas de la noche? Sí. A veces. ¿En el campo?
No. Diablos, no. Es sólo en mí. Sabiendo que lo puedo hacer.
Sonrió por eso. ―Sin embargo, suenas… desanimado. ¿Perdiste el juego
de hoy?
―Ganamos. ―Hay algo de diversión en su tono―. ¿Alguna vez miras mis
juegos, Anna?
Anna. El sonido de mi nombre en sus labios se siente más personal que
cuando desnudo mi piel para él. Me hundo más bajo las sábanas. ―Una
vez. ―Había sido una cosa hermosa y agonizante para ver. Mi estómago se había
cerrado cada vez que salió al campo―. No me gusta ver que te golpeen.
Lo odié, estaba herida por él. Y sin embargo, cada vez que hizo una jugada,
me había sentido tan orgullosa, tan asombrada de sus habilidades que mi
respiración se cortó y mi corazón dolía.
El silencio entre nosotros es embarazoso y aumenta. Doble jodida mierda.
Me apresuro. ―Y creo que la forma en que te ves a ti mismo te convierte en lo
que eres. Tu alma no tiene título ni profesión. Eres tú. El resto de las palabras se
pueden joder.
Eso trae una doble risa seca de él. Pero pronto se queda en silencio de
nuevo.
―¿Y cómo me ves? ―pregunta finalmente. Muy cuidadosamente.
―Eres sólo Drew.
La respuesta de un cobarde. Pero también la verdad. Son demasiadas
palabras simples y demasiado cortas para ser catalogado por ellas.
―Creo que eres hermosa ―dice en voz baja.
―La belleza se desvanece ―me ahogo.
―No cuando viene del interior.
Jesús. Mis ojos revolotean cerrados y me estoy acurrucando sola. No
hablamos. Su respiración es un ruido ligero que se mezcla con la mía.
Cuando habla, su voz es aún más baja, una caricia a lo largo de mi
mejilla. ―Quiero besarte, Anna.
Mi respiración queda atrapada. Ahora estoy completamente bajo las
sábanas, en un mundo oscuro. Y no hay nada más que su voz. ―Pienso en ello
todo el tiempo. ¿Qué tan suaves son tus labios? ¿Cómo sabrán? ¿Harás esos
dulces sonidos que haces cuando hacemos el amor?
170
Anna
La tranquilidad de mi mañana es rota por Iris y Henry. Quienes no están
nada tranquilos con lo que están haciendo. Estoy segura que he sido culpable de
lo mismo. Aunque realmente trato de contenerme cuando sé que Iris está aquí.
Ellos no. Sobre todo no Henry. Tengo mis sospechas de que el imbécil lo está
haciendo apropósito; sería el tipo que se rebaja en algo como eso. Cuando
comienza a gruñir “sí, sí, sí”. No me importa cuál es su motivación, tengo que
salir de aquí.
Cojo el teléfono y marco.
―¿Quieres ir a pasear en bicicleta? ―pregunto tan pronto como él
contesta. Estoy desesperada, prácticamente saltando por todo el cuarto mientras
me visto―. Iris y Henry están en ello como conejos enloquecidos.
Gracias a Dios dice sí.
sucia.
Página
separados, y, mierda, es una cosa jodida darse cuenta de que, tal vez, realmente
necesito cuidar de ella antes que de mí.
Página
George parpadea rápidamente y con fuerza, y yo le permito tener un
momento. No tengo palabras de consuelo. ¿Cómo puedo? Mi futuro ahora es un
oscuro agujero vacío. Si miro demasiado en ello, gritaría.
Un ciclista nos pasa, rompiendo el silencio. Tomo una respiración
profunda.
―Así que dejamos que Iris friegue los platos todo el verano.
La risa estalla en George.
―Ella se quejará, pero sabes que le encantará. ―Iris es una completa
maniática del orden.
Ambos sonreímos cuando terminamos nuestras aguas.
―¿Cuál es problema entre tú y Baylor? ―George me mira
inquisitivamente―. La verdad. No vengas con mentiras. ―Me conoce lo
suficientemente bien para entender que esta versión de mí no es normal.
―¿Estamos compartiendo?
George me penetra con la mirada.
―Derramé mis tripas, así que sí, lo estamos.
Suspiro y descanso los brazos en mis rodillas. La hierba verde cosquillea
mis tobillos ya que una brisa baila sobre la vereda. Agarro una hoja marrón y la
enrosco alrededor de su tallo.
―Tenemos sexo. Mucho. ―Dios, debería ser más fácil, sin embargo, las
confesiones nunca lo son. Me asusta abrir la boca para purgar, nunca podría
parar.
―¿Te está tomando el pelo, Banana? ―La amenaza absoluta de George de
perseguir a Drew y hacerle pagar es clara.
Se me escapa una risita.
―Más bien es al revés. ―La vergüenza sube lentamente mi cuello y lo
hace bien―. Él quiere… ―Todo. Me estremezco―. Se supone que sólo es sexo.
George se aclara la garganta.
―¿A quién crees que estás engañando con eso?
―Sólo a mí, por lo visto. ―Frunzo el ceño hacia el suelo.
Después de un momento largo, George se mueve.
―Esto no es como tú. No está mierda rara que tienes con él. ¿Cuál es el
175
problema?
Que esto es como una relación temporal para mí. Drew no encaja en
Página
Nadie que yo conozca tiene un horario tan loco como Drew. Trabaja con su
equipo hasta el amanecer, después las clases, luego práctica, entonces las
reuniones, y luego, las tareas y estudiar. Francamente, estoy sorprendida de que
Página
177
Página
Drew
Juego en casa. Sólo quedan segundos en el reloj, y estamos a sesenta yardas
de la zona de anotación. Un touchdown y el juego es nuestro. El ruido de la
multitud es como el motor de un jet calentando para el despegue. Recorre los
alrededores del estadio y se arrastra sobre mí con un poder que hace vibrar mis
huesos. Eriza mi piel. Levanto con firmeza mi balón. Es tiempo.
Con el corazón en la garganta, me acerco a mis chicos llamándolos al
juego. Apenas puedo escuchar mi propia voz y utilizo señales, para dejar todo
claro.
―Crabapple Betty. Uno.
―Hut ―gritan todos. Un aplauso, y ellos rompen y entran en formación.
A nuestro alrededor hay un mar rojo de fanáticos, creciente como una ola
rompiéndose. Montones de hachas plásticas de batalla meneándose de ida y
vuelta, su canto es una rítmica pulsación: batalla, batalla, batalla. Frente a mí hay
una extensión de interminable verde y un muro de hombres de línea, grandes y
pesados, que se mueven nerviosos con la necesidad de aplastarme. Gruñidos y
golpeteos de pies. Bajo las luces, es más brillante que el mediodía y caliente como
el infierno.
Surge la adrenalina y la tensión. Compruebo rápido al entrenador. Hay
que hacerlo.
―¡Hut!
Dex me encaja la pelota. Los chicos entran en acción. El ruido sordo de
carne contra carne atraviesa el aire. Finjo un pase a Gray, luego retrocedo.
Librado paso a paso. Los hombres de línea se me vienen en cuanto se dan cuenta
del engaño. Mis chicos los mantienen fuera.
Rolondo va profundo, pero un defensa y un esquinero van sobre su culo.
Esquivo una tacleada, corto por la derecha, esquivo de nuevo. Gray está cubierto.
Diaz peor. Mis pulsos se elevan, la multitud grita. Compruebo a Rolondo de
nuevo.
Está libre, abriéndose camino con velocidad.
Todo se ralentiza en mi interior. Soy sólo yo, y Rolondo tiene que ser.
Respiro profundo, llevo mi brazo hacia atrás, lo impulso y tiro. ¡Vuela!
Un brazo engancha mi mitad, choco contra el césped con un ruido sordo
178
que golpea un hueso. Mis ojos siguen el balón mientras va girando a través del
aire. Y es jodidamente hermoso cuando mi bebé cae del cielo a la tierra justo en
Página
179
Página
Traducido por Dahi & Jul
Corregido por Jessibel
Anna
EL sábado me encuentra trabajando en mezclar bebidas para el
departamento del fondo de ingeniería de alumnos, celebrado en el sindicato de
estudiantes. Es una gran fiesta con un servicio de cena completo, lo que significa
que mi espalda está adolorida por transportar bandejas alrededor del enorme
lugar, cargadas de platos de cena. La asistencia es bastante baja, algo que mi
gerente Dave atribuye a la celebración de la cena, al mismo tiempo, del partido
de fútbol. Pienso en Drew jugando y una extraña punzada de culpa pincha mis
entrañas. Debería estar allí. Viéndolo. Animándolo. Lo dejo a un lado y me
concentro en mi trabajo.
Nos lleva una buena hora limpiar la cocina, cargar las bandejas planas en
la lavaplatos y cerrar el vino restante. Cuando el resto del personal se va, me
quedo atrás con Dave, porque alguien debería y nadie más se ofrece de
voluntario. Como gerente, Dave es responsable de devolver la llave a la oficina
principal. Una vez que haya terminado aquí, será todo por esta noche.
Él camina afuera conmigo, lo cual es bueno ya que el edificio se volvió
oscuro y bastante aterrador, lugar ideal para una película del degollador. Cuando le
digo eso, nos reímos sobre la idea, a pesar de que un escalofrío corre a lo largo de
mi espina dorsal. Estoy asustándome a mí misma.
―Pensándolo realmente ―Dave dice a la ligera, ―cada sitio en el que
trabajamos es ideal. Basta pensar en lo que podría pasar en la sala de
Arquitectura. Todos aquellos espejos impecables. ―Su ceja rubia se mueve―. No
hay ningún lugar donde esconderse.
Me rio de nuevo. ―Detente. O nunca más trabajaré otro turno de noche.
180
―Idiota.
Estamos casi en mi scooter cuando lo veo. Y mis pasos avanzan
lentamente.
Bañado por el brillo de la luz del estacionamiento, está apoyado contra un
poderoso coche clásico rojo cereza con gruesas rayas blancas de carrera,
corriendo por su centro. Sé lo suficiente de coches para identificar que es un
Camaro y está en perfecto estado. No es que realmente importe. Mis ojos están
en Drew. Y, Dios, se ve bien. Vaqueros desteñidos descansan en sus recostadas
caderas. Tiene una pierna cruzada sobre la otra y las manos, llenando sus
bolsillos, tirando de los pantalones vaqueros hacia abajo. Un Henley gris pálido
abraza su amplio pecho y sus magníficos brazos.
Me está mirando, lo ha hecho desde que lo noté, y su hoyuelo en la mejilla
se profundiza cuando nuestros ojos se encuentran.
―Vaya, eso es lindo ―respira Dave a mi lado.
Estoy bastante segura de que él no está hablando sobre el coche. Giro mis
ojos. ―Buenas noches, Dave.
Él deambula, murmurando en voz baja acerca de perras afortunadas
mientras camino hacia Drew. Un paseo casual, como si mi corazón no fuera a
diez millas por minuto, como si no quisiera correr y saltar sobre él.
Una sonrisa maliciosa aparece en sus labios mientras me voy acercando.
Estoy sonriendo también. No puedo contenerlo. Él solo se ve tan jodidamente
bien. Hay algo extraño flotando en mi pecho. Felicidad. Estoy tan feliz de verlo,
mis piernas quieren ir más rápido. Fuerzo un ritmo constante.
Cuando estoy a cinco pies de distancia, Drew se impulsa fuera del coche y
se queda parado. Sigue sonriendo cuando me detengo frente a él y sus ojos viajan
por encima de mí. Siento que mira profundo hacia a mis huesos. Dios, es sexi. Yo
no suelo pensar en chicos en esos términos. Sexy suena falso, un adjetivo mejor
que dejaron para el uso de los anunciantes. Pero Drew es el sexo en una cuchara.
Lo quiero dejar caer en mi boca y saborearlo.
―Es gay, sabes ―Drew dice a modo de saludo.
Es un pequeño milagro que yo sepa de lo que está hablando porque puedo
oler el olor a limpio de Drew, una esencia picante ahora. Puedo sentir el calor de
su cuerpo y me está poniendo bastante mareada.
― Teniendo en cuenta que he conocido a más de uno de los novios de
Dave, yo diría, si, lo sé. ¿Así que me estas advirtiendo, por qué?
Drew resopló una breve carcajada. ―Celos tontos, Jones. Él es un buen
181
mío.
Una ráfaga de viento helado se precipita sobre el estacionamiento y
tiemblo. ―No sé cómo puedes soportarlo aquí sin abrigo ―balbuceo―. ¿No
tienes frio?
Drew extiende la mano y agarra las solapas de mi chaquetón de segunda
mano, que cuelga abierto a la brisa. Su tacto es tan suave cuando él tira de los
extremos juntos, que estoy allí, con la garganta cerrada y la boca seca.
―Soy el mejor jugador de fútbol durante cuatro horas ―no deja ir mi
abrigo, pero lo sostiene, sus pulgares frotando lentamente la lana, los
antebrazos a una pulgada de mis pechos―. Si pudiera salirme con la mía, no
estaría vistiendo una camiseta en absoluto.
―Eso podría… ―¿Ser maravilloso? Si, ¿por favor? ¿Con azúcar
encima? ―, darle a la policía del campus algo de qué hablar mientras comen
donas en la mañana.
―Mmmm ―acepta con un rumor vago, mientras que tira sólo lo más
mínimo de mi abrigo. Voy más y más a la deriva y su voz baja a un
murmullo―. La prensa tendría una pelota. Drew Baylor conmociona todo al
revelar sus pezones.
No se debe permitir decir palabras como “pezones” en público. Como si
lo hubiese llamado, los míos se estimulan al instante. Sus pestañas caen, y sé que
notó mi agitación. Oigo su inhalación lenta.
Un latido constante une el calor entre mis piernas. Mi pecho está tan
apretado ahora que mete la cabeza para rozar sus labios a través de mi oído, no
puedo respirar.
―¿Me extrañaste, Anna? ―susurra.
Mis manos se encuentran en camino a su pecho y presiono mis palmas allí,
contra los músculos densos. Huele a limpio, como al gel de ducha que utiliza y
debajo de ella, su olor natural. Es tan familiar para mí ahora que no puedo
describirlo ya. Solamente sé que quiero atraerlo profundo hasta mis pulmones.
Quiero cerrar los ojos y apoyarme en él. Pero los mantengo abiertos y me
concentro en la piel dorada de su garganta.
Me encanta esa parte de su cuerpo, la vulnerabilidad de su piel sensible.
Me encantan los pequeños huecos justo por encima de su clavícula, donde su
cuello cae hacia abajo para encontrarse con sus hombros, y sé que si presiono mi
boca en ese punto tierno y succiono, él me dará un gemido indefenso, el sonido
que él siempre hace cuando lo beso allí. Casi dejo escapar un gemido. ¿Lo he
echado de menos?
183
―Si.
Página
Puedo sentir su sonrisa sobre mi mejilla. ―Bien. ―Las puntas de sus
dedos pasan por debajo de mi mandíbula, justo por encima de mi pulso
acelerado.
―¿Este es tu coche? ―Dejo escapar. De repente. Ya sea a Drew le gusta
apoyarse en los coches extraños o yo soy la idiota que está afirmando lo obvio.
Drew retrocede un poco y me mira. ―Si.
―Es magnífico. ―Soy una pelele. Tomando el camino del cobarde de un
Dodge.
Su sonrisa es irónica. Él sabe que estoy tratando de distraerlo y claramente
lo divierte. Pero él me sigue el juego. Drew gira y amorosamente dirige su palma
sobre el capó brillante de su coche. ―Este de aquí es la pequeña roja.
―Pequeña roja ―repito. Me hace pensar en la primera vez que hablamos,
me llamó gran roja. Fue el momento en que decidí odiarlo. Y me pregunto cómo
es que estoy aquí ahora. ¿Cómo ha sucedido esto? Lo deseo más que a mi
próximo aliento. Lo necesito más que lo que nunca he necesitado a nadie.
Tal vez él siente mi tensión, porque me mira cuidadosamente. ―Es un
término cariñoso, ya sabes ―dice en voz baja―. De todos modos, yo no la
nombré a ella.
―¿Ella?
―Todos los coches son damas, Jones. ―Guiña un ojo. Y debería ser cursi,
un guiño así, pero no lo es. Me dan ganas de besar su mejilla. No es solo atractivo,
es lo jodidamente adorable. Y es completamente ignorante de mi soñadora
expresión porque volvió a acariciar su coche―. Ella es un Chevy Camaro Z28 de
1971. ―Su expresión se oscurece un poco, llegando a ser casi agridulce―. Era de
mi papá. La consiguió en un depósito de chatarra y la restauró desde el armazón
hasta el final.
Su orgullo suena claro y le da al coche otra palmadita. ―Condujo a mi
madre a la locura cuando gastaba sus fines de semana con la pequeña roja, pero
ella sabía lo mucho que le gustaba… ―se encoge de hombros.
―¿Alguna vez trabajaste en ella?
―En su mayoría la he puesto a punto y he cambiado la cinta, pero, si, sé
cómo arreglar un coche, si eso es lo que estás preguntando. ―Un poco de
picardía nace en sus ojos oscuros―. ¿Quieres ir a dar un paseo?
―¿Ahora?
184
―Sabelotodo.
Ya está abriendo la puerta del pasajero. ―Vamos, Jones, ven conmigo.
Dudo.
―Va a ser agradable y cálido con la calefacción ―añade.
El oscuro interior del Camaro brilla en el resplandor amarillo de la luz del
estacionamiento. Drew está esperando. Quiere besarme. Él quiere todo.
Tomo un poco de aliento. ―Está bien, pero será mejor que ésta cosa vaya
rápido.
―Ella va a poner tu pelo liso. ―le da a uno de mis rizos un tirón juguetón
antes de cerrar la puerta detrás de mí.
En el interior, el coche huele a cuero viejo y un poco de crema de afeitar
de Drew. Es así de sutil el aroma de Drew, que me hace hundir en mi asiento e
inhalar profundamente. Entonces él está metiéndose en el coche. Su sonrisa es
como la de un niño cuando gira la llave y el coche ruge a la vida con un gruñido.
―Oh, sí, nena ―le dice a ella, ―ronronea para mí.
―¿Quieres un poco de tiempo a solas? ―Pregunto, pero me encanta la
forma en que aprecia a su coche.
Su hoyuelo se profundiza. ―Ésta es en una experiencia compartida, Jones.
Sigue mis instrucciones. Ahora, el cinturón de seguridad.
Hago lo que me ordena y felizmente se sienta mientras lo saca del
estacionamiento. Va lento a través del campus, enciende la calefacción y juguetea
con la radio. Pronto, estoy lo suficientemente caliente como para sacarme el
abrigo y Led Zepplin cantando Kasmir, llena el silencio.
―No estabas bromeando sobre el rock clásico ―digo, echando un vistazo
alrededor del tablero―. Me sorprende que no haya un estéreo 811.
―Asimismo.
Se ríe. ―Papá puso un nuevo equipo de música el año pasado al que él….
Deja de hablar y se vuelve a la carretera principal. El coche salta hacia
adelante con un pequeño ruido gutural.
―Es un coche hermoso ―digo para llenar el silencio incómodo. Odio que
me duela, que eche de menos a sus padres―. Me alegra que lo tengas.
185
11
Eight-track es un Cartucho de 8 pistas (también llamado "Magazine" en
Argentina), es un dispositivo basado en la cinta magnética para grabación de
Página
sonido, popular desde mediados de los años 60 hasta principios de los 80.
―Yo también. ―Está callado por un momento, luego sonríe
suavemente―. Cuando finalmente saqué las mejores calificaciones, me dejó
usarlo en las citas. Se convirtió en mi búsqueda personal de sexo.
―Bien. ―Arrugo mi nariz―. Acabas de ponerle fin a tomarme de
cualquier manera aquí.
Me pongo duramente colorada en el momento en que mis palabras salen
de mi boca, y Drew resopla.
―Maldita sea, ahí va mi plan. ―Él me envía una mirada―. En realidad,
el asiento trasero es ridículamente pequeño para un coche grande y deportivo.
No se puede hacer nada allí, más que conseguir un calambre en la pierna.
Para su diversión, miro por encima de mi hombro. El asiento es pequeño.
Molesta conmigo misma y por la petulante sonrisa de Drew, saco mi teléfono.
Nos dirigimos a un gran tramo de carretera vacía y sé que va a dejar que el coche
vaya por allí. ―Esta radio, ¿funciona con mi teléfono? ―Pregunto.
Drew asiente. ―Me gustan los coches viejos, pero tengo mis normas. ―Se
agacha y me entrega un cable de entrada para descargar una canción. Es mi turno
de sonreír―. Creo que te gustará esta. ―Pulso reproducir.
Su expresión no tiene precio, su nariz se arruga en la confusión ante el
vivaz toque de una guitarra y dos chicos que conversan en un estilo
bohemio. ―¿Qué demonios?
―Solo escucha.
Lo hace y su boca hace un tic. Los chicos se burlan de The Doors ahora, y
Drew resopla.
―Son los Dead Milkmen ―le digo.
Un tipo le pregunta al otro amigo qué coche le consiguió el papá. Mi
mirada atrapa a Drew y estamos ambos sonriendo.
―No me digas ―dice Drew, al igual que la banda se lanza a un duro y
rápido punk rock riff sobre un Camaro. Es maniaco, todos los tambores y
guitarras y los cantantes gritando.
―Un increíble Camaro, hombre ―le digo con una sonrisa.
Y Drew sale. Estamos volando, mi espalda presionada contra el asiento, y
estoy riendo tan fuerte que mis costados duelen. Drew ríe conmigo. Estamos
locos entre la velocidad y las ridículas letras. Y no quiero que termine. La
pequeña roja acaba la carretera, el asfalto gris es una falta de definición. Debo
186
paseo. ―Mis palabras son suaves en el coche oscuro y cuando el silencio cae, es
menos fácil.
Página
Pero Drew simplemente se encoge de hombros y remata su último
bocado. ―No hay ningún otro lugar donde quiera estar.
Lo que hace el dolor dentro de mí más fuerte.
Se asoma hacia abajo en mi bolsa. ―No supongo que tienes…
Saco mi botella de agua antes de que pueda terminar y soy recompensada
con otra de sus sonrisas.
―Eres una diosa, Anna Jones.
Finjo un tono casual, como si mi corazón no estuviese herido y
desconcertado. ―Bueno, ya que te sientes muy bien y en deuda. ¿Puedo conducir
La Pequeña Roja? ―Necesito algo que hacer, algo para calmarme antes de
arrojarme a él y ofrecer mi adoración eterna.
Y tengo que admirar la forma en que lucha para no reaccionar con el
horror que, tan claramente, acaba sobre él. No imagino a nadie más que a Drew
manejando este coche. Tiene que ser así, porque él casi se retorcía en su asiento.
Estoy a punto de librarlo, decirle que está bien, lo entiendo, entiendo que es una
cosa de hombres, cuando de repente se tira a un lado de la carretera.
―Está bien, pero…
―Si dices algo lamentable de mi capacidad para manejar, acabaré
contigo ―me burlo, sólo para romper la tensión.
―Quiero vivir ―bromea. Entonces me mira fijamente, pero hay un brillo
en sus ojos bajo el ceño fruncido―. En serio, quiero vivir así...
―Tonto. ―Le doy un ligero golpe antes de abrir la pesada puerta del
coche y salir. Nos reunimos en el centro, las luces del automóvil iluminándonos.
O mejor dicho, corro hasta él y salto en el asiento del conductor, cerrando la
puerta detrás de mí―. Está congelado ahí ahora ―digo mientras se mete en el
asiento del pasajero.
Mis piernas se ciernen en algún lugar de la tierra de nadie. Es tan alto; los
pedales están al menos a un pie de distancia de mí. Murmurando sobre gigantes,
ruedo el asiento hacia adelante y él resopla. ―Más como duendes pelirrojos
quienes necesitan tirar del asiento hacia el volante.
―No, de ninguna manera parezco un duendecillo. ―La idea es ridícula.
Su mirada fugaz viaja sobre mis pechos y caderas, y es caliente. ―Puede
que tengas razón.
Sólo estoy un poco nerviosa cuando enciendo el coche.
188
―¡Uf!
Retrocedo, golpeando mi cabeza en el techo cuando Drew torpemente cae
hacia un lado, su trasero conectando con el volante. La bocina del Camaro es un
grito en la noche oscura. Murmurando una maldición, Drew intenta pasar su
pierna por encima de la consola, al mismo tiempo que yo, y nos enredamos de
nuevo.
―Mueve tu culo, gran montaña ―me quejo.
Él empieza a reírse, lo que me hace reír también. Nos reímos y maldigo
cuando Drew se desliza sobre mí y medio me arrastro al asiento del pasajero, sólo
para sentir un tirón en mi falda.
―¡Mierda! Estoy atascada en la palanca.
Drew ríe más fuerte.
―No te atrevas a hacer bromas de palancas ―advierto a través de una
carcajada.
―Estoy demasiado ocupado tratando de quitar mi culo fuera del
volante. ―Su hombro aplasta mi pecho mientras se menea, riendo tan duro, tan
torpe como yo―. Joder, ¿por qué no pones el asiento de atrás?
―No. Ay. ¿Lo moverías? ―Tiro de mi falda, pero su muslo está en mi
pantorrilla, en el asiento del conductor.
―No lo pensaba ni de lejos.
―Obviamente. Espera. ―Sus costillas se meten en mi rostro mientras se
inclina sobre el asiento del conductor. Hay un fuerte chasquido y luego estamos
cayendo cuando el asiento va hacia atrás. Drew gira, aterrizando en el asiento,
envolviendo su brazo alrededor de mi cintura y tirando de mí con él. Termino en
su regazo con un ruido sordo, y Drew gruñe de dolor. Mi pierna doblada esta
torpemente en su pecho y me pone fuera de balance.
―En serio, Jones ―dice, todavía sin aliento por nuestro ataque de risa, ―si
querías estar en mi regazo, sólo tenías que preguntar. ―Pone una mano en mi
espalda, evitando que el volante presione mi columna vertebral.
Mis mejillas dolían de sonreír. ―Me atrapaste. Todo era parte de un plan
malvado para convertirnos en un pretzel humano. Cuidado con tu cabeza. Pierna
entrando.
Agacha la barbilla mientras levanto mi pierna hacia arriba y sobre su
cabeza, efectivamente, sentándome a horcadas en su regazo con las rodillas
metidas debajo de los brazos en el espacio apretado. No es muy cómodo, ¿pero a
quién estoy engañando? Me gusta donde estoy.
190
192
Página
Traducido por Michelle M
Corregido por Clari
Anna
Me quedo en su regazo mientras nos lleva a casa. Es estúpido y peligroso,
pero ninguno de los dos está pensando claramente. No es una opción moverme
de él para dejarlo ir. El brazo de Drew permanece alrededor de mi cintura, su
gran mano agarra mi cadera como si tuviera miedo de que cambiara de opinión,
tratando de escapar.
No lo hago. No lo haré. Ya es demasiado tarde. Estoy débil y necesitada
de él. Así que, él conduce y mi cabeza descansa sobre su hombro mientras mis
dedos se entrelazan en su cuello, tocando donde su pulso es rápido. Me sostiene,
presiona su mejilla contra la parte superior de mi cabeza mientras maniobra el
coche en las calles bajas y oscuras del barrio.
Su corazón late tan rápido como el mío. Estamos casi zumbando con
anticipación ansiosa. Si no lo conseguimos pronto, sé que me empujará y me
llevará al asiento trasero, ya sea que haya un pequeño espacio o no. Casi lo
sugiero, estoy tan dolorida por él, pero el coche se desvía en un camino de
entrada y luego para.
Tiene el coche apagado y el freno de mano en cuestión de segundos. Las
puertas se abren y, de alguna manera, estamos fuera. Estoy en sus brazos. Ni
siquiera sé cómo se las ingenió para balancear mi cuerpo del coche con tanta
facilidad, ni protesto mientras me está llevando. Estoy bastante segura que si me
pone abajo en este momento, ambos caeríamos.
Su casa es un pequeño bungaló con techo de dos caídas de agua que crea
un amplio porche delantero. Drew da pequeños pasos en los escalones de la
entrada. Entierro mi nariz en su cuello y aferro mis piernas alrededor de su
cintura mientras hurga por sus llaves. Luego, los dos tropezamos dentro.
Consigo un vistazo de paredes blancas, techos altos y suelos oscuros. Una
193
lámpara retro de los años 30 con lava caliente está sobre un sofá de cuero, una
silla y una mesita de madera. Esto no es el lugar de reunión de un chico de
Página
universidad. Es una casa. Hay fotos enmarcadas colgando en las paredes. Eso es
todo lo que veo. Drew captura mi boca con la suya una vez más, su agarre en mi
trasero es apretado y seguro mientras camina por la habitación.
Su cuarto es fresco, tranquilo y hay un suave resplandor de la lámpara de
mesa con luz dorada. Drew me deja en la orilla de la cama antes de atacar mis
botones, sus dedos son torpes y desesperados, su boca nunca deja la mía.
Mis nudillos se prensan en su abdomen mientras abro sus vaqueros,
empujándolos hacia abajo en mi prisa. La cintura de sus boxers se engancha con
su pene duro y maldice. Se libera, entonces llega por mí. Todo se convierte en un
borrón, ropa tirada y besos frenéticos. Y entonces, el mundo se levanta. Estoy en
sus brazos en un segundo, y hundiéndome en algo fresco, para ser bajada al
grueso edredón al siguiente segundo.
Drew trepa sobre mí. Caliente, húmeda piel se desliza por encima de la
mía. Músculos duros. Carne pesada. Y en todos los lugares que toca, me
enciende.
No dejamos de besarnos. No creo ser capaz de detenerme. Muero de
hambre por su boca.
Se mueve entre mis piernas e inclino mis caderas para darle mejor acceso.
Ahora. Lo quiero ahora. Duro. Rápido. Sin embargo, de repente se frena,
succionando mi labio inferior antes de levantar la cabeza. Brazos me sostienen,
me mira a los ojos, sus dedos juegan con mi cabello.
Sus párpados apenas están abiertos, pero no cierra los ojos.
―Todas las noches ―dice―. Cada noche he pensado en tú estando aquí.
Justo de esta manera.
Me estremezco. Cada noche he tenido miedo de estar aquí. Me gusta esto.
Porque lo quería mucho.
Piel con piel, somos un lío, temblando y sudando. Nuestros vientres se
presionan, los latidos de su pene son calientes y firmes. Me cuesta respirar. Mis
palmas se deslizan por su estrecha cintura, mientras trato con un tono ligero.
―Ahora que me tienes aquí, ¿qué harás conmigo?
Los labios de Drew se curvan en una sonrisa lenta pero satisfecha.
―Mantenerte aquí.
Infierno.
Justo cuando temo que la emoción me podría paralizar, se mueve, sus
caderas se balancean hasta que la punta redondeada de su pene empuja contra
194
mi apertura. Mi atención se pone en cero sobre ello, ese lugar donde todo es tan
caliente y necesitado de sexo. Sostiene mi mirada, desliza la punta. Luego el
Página
bastardo para.
―Drew. ―Retorciéndome, trato de tomar más.
Sólo sonríe y se mantiene estable, una sólida plancha de músculo
inquebrantable.
―¿Me quieres?
―Sabes que lo hago. ―Cada pulgada existencial. Pero no es eso lo que
está preguntando y los dos lo sabemos.
―¿Todo de mí? ―Su expresión se torna seria, su voz es un fantasma en el
silencio. Oh, pero entonces inclina sus caderas, empujando un poco más, un
incentivo diseñado para volverme loca―. ¿Quieres todo de mí, Anna?
Puedo sentir mi corazón latiendo contra el suyo. Gemelos estables,
rápidos, que coinciden en el ritmo. Podría decir que no. Una retirada con
seguridad. Y eso sería terminar con lo mejor que me ha pasado. Con una mano
temblorosa, me acerco y paso mis dedos por su cabello húmedo hacia su sien.
―Sí.
Traga audiblemente, su cuerpo tembloroso se siente como un alivio contra
mi piel.
―Me alegro de que lo resolviéramos. ―Se mueve para empujar, pero se
detiene de nuevo. Esta vez, con una maldición que se confunde con la mía.
―Ahora, sólo estás siendo cruel ―gimo.
―No… joder ―maldice―. Dejé los condones en el coche.
―¿En el coche? ―Me retuerzo, apenas pensando―. ¿Qué demonios están
haciendo ahí?
Sus ráfagas de aliento sobre mis mejillas duelen.
―No es como que los necesite aquí, Jones. ―Inclina la cabeza y me besa
en un ángulo diferente, con toda la boca húmeda y caliente. Cuando habla de
nuevo, es un susurro―. Los había dejado en tu casa, pero parecía presuntuoso.
Dios, incluso me encanta la forma en que susurra “presuntuoso” contra mi
boca. Mis labios vibran con ello y los lamo, antes de lamer los suyos. Estoy tan
caliente, tan encendida, no puedo soportarlo. Estoy tan vacía que duele.
―Olvida los condones ―digo con voz ahogada―. Sólo… sólo fóllame.
Un temblor viaja sobre él y siento la cabeza de su pene contrayéndose.
Ojos color miel me miran.
―¿Estás segura?
195
Los dos sabemos que es una cuestión de creer en el otro cuando decimos
que estamos limpios y somos exclusivos, de Drew confiando en mí cuando le
Página
digo que estoy tomando la píldora. ¿Confío en él? Sí. ¿Estoy nerviosa? Infiernos,
sí.
Trago rápidamente, resistiendo la tentación de moverme.
―¿A menos que no quieras? ―No voy a mantenerlo en su contra si quiere
un condón. Nunca. Empiezo a decirle eso cuando responde.
Su respuesta es un beso, uno sexy y sucio, húmedo en mi boca, mientras
mete su pene profundamente. Esa invasión de espesor que me llena, me hace
jadear.
―Santo infierno ―gime―. Te sientes tan bien. ―Y luego, está
bombeando, gimiendo bajo mientras se mueve. Mi enfoque se estrecha con el olor
de su piel, la sensación de tenerlo empujando y estirando mi sexo hinchado, los
dos hacemos sonidos mientras embiste.
Su pulgar se encuentra con mi pezón apretado y lo rueda. Combinado con
la forma en que lame mi labio superior es casi indecente. Me sacude hasta la
medula.
―Oh, mierda ―grito en su boca.
Un orgasmo viene sobre mí, no con violencia, sino uno lento, ascendente
de calor que me tiene temblando y gimiendo en su boca abierta. Estoy débil con
ello, mis brazos caen a los costados mientras eso me toma.
―Eso es todo ―susurra contra mis labios―. Déjate llevar. ―Acuna mi
mejilla, su mano es grande, cálida, sólida, mientras me observa acabar con sus
ojos ardiendo.
Impotente, me agarro de su cabello, mientras otro lío de sensaciones me
golpea.
―Drew. Yo… ―No puedo respirar―. Necesito… ―A ti.
―Lo sé ―dice como si escuchara mi súplica silenciosa―. Lo sé.
Captura mi mano, obligándome a permanecer con él mientras arranca mi
corazón y muele sus caderas. Estoy en el precipicio cuando pierde el control. Un
estremecimiento corre sobre él, y entonces, se apoya en sus brazos y embiste en
mí. Carne golpea contra carne. El impacto hace que los huesos de mis caderas
duelan. Estoy tan mojada, tan desordenadamente húmeda, que cada sonido se
magnifica. Y me encanta.
―Eres tan jodidamente perfecta ―gime, moviendo sus caderas con un
movimiento giratorio, crudo y codicioso, como si estuviera en celo contra mí. Mi
196
197
Página
Traducido por gabyguzman8
Corregido por Clari
Anna
Bajo las mantas, donde se está cómodo y cálido, no podemos dejar de
tocarnos el uno al otro. Nada brusco, solo pequeñas caricias. La caricia de un
dedo a lo largo del hombro, el provocar cosquillas en un brazo, un roce de labios
al costado de la frente.
Estamos frente a frente, el brazo de Drew serpentea bajo mi cuello y se
envuelve alrededor de mis hombros, manteniéndome lo suficientemente cerca
para compartir el mismo aire, nuestras piernas enroscadas juntas están en un
ardiente enredo. No quiero moverme. Quiero mantener mi mano donde
descansa, sobre su pecho sudoroso y sentir el ritmo constante de su corazón.
Quiero descansar. Siento que he estado corriendo desde siempre, y no sé por qué
o para qué.
―Felicidades de nuevo por el triunfo de esta noche ―hablo en pequeños
susurros, sin querer romper el frágil y pequeño mundo en el que nos hemos
refugiado.
La sonrisa en respuesta de Drew, es una de perezosa satisfacción. Su gran
cálida mano se dobla protectoramente alrededor de mi cuello y su pulgar traza
mi mandíbula.
―Fue la victoria más dulce de todas. ―Lentamente, me empuja dentro.
Su sonrisa crece, incluso cuando, fácilmente, me da un suave beso como la
mantequilla. Él canturrea y lo hace de nuevo antes de retroceder―. Finalmente,
conseguí que Anna Jones me deje besarla.
Sus palabras toman un segundo para calar dentro, y luego, resoplo.
―Idiota.
Drew ríe por lo bajo, pero me está besando otra vez, suave, solicitando
198
pequeños besos, como si estuviera memorizando mis labios con los suyos.
Página
―No lo soy ―murmura contra los míos―. ¿Crees que ganar un partido
de fútbol se compara con esto? Por favor. ―La punta de su lengua toca la esquina
de mi boca sonriente antes que sus labios continúen―. Debes estar loca, Jones.
Su dura polla es un suave peso rozándome. En seguida, él está rodando
sobre mí, deslizando sus caderas entre mis músculos extendidos. Envuelvo mis
brazos alrededor de sus hombros y suspiro.
―Bueno, alguien está loco ―digo―. Eso es seguro.
―Mmm. ―Besa mi cuello, mi mandíbula―. Alguien lo está ―concuerda
en mi oído, haciéndome temblar, sostengo con más fuerza sus duras caderas que
están deslizándose suavemente por la humedad de mi sexo. Pronto se hundirá
en mí. Pero no todavía. Le gusta molestarme. Y me encanta cuando lo hace.
No obstante, se detiene y levanta la cabeza para sonreírme. A la tenue luz
de la lámpara del solitario dormitorio, sus ojos son dorado oscuro. Su toque es
dolorosamente tierno mientras repasa los nudillos a lo largo de mi mejilla.
―Bésame, Anna ―susurra, sus labios a pulgadas de los míos.
Y estoy perdida. Mi mano se siente demasiado pesada, temblorosa cuando
empiezo a meter los dedos en su pelo sedoso y tirar de él hacia abajo. Mi boca se
mueve sobre la suya, lenta, buscando, vertiendo todo lo que soy en él. Responde
con un pequeño gemido, elevando sus caderas, y luego, hundiéndose de nuevo
en mí. Llenándome.
―Una vez más ―exige tan pronto como se rompe el beso. Así que lo hago.
Lo beso mientras me trabaja, hasta que los dos estamos demasiado débiles para
hacer algo más que sostenernos el uno a otro, reducidos a una pila temblorosa de
extremidades y bocas agotadas.
Y cuando entrelaza sus dedos con los míos y susurra:
―Quédate.
Lo hago.
199
Página
Drew
Estoy agotado. Hasta bien entrada la noche, Anna y yo estuvimos
buscándonos el uno al otro. Había caído frito a dormir, solo para despertar
cuando unas manos suaves se deslizaban sobre mi trasero o una lengua caliente
lamía a lo largo de mi cuello antes de viajar hacia abajo. Anna, una vez satisfecha,
suspiraba y se quedaba dormida, cálida y suave contra mí, mi mano acunando
sus pechos. Era incapaz de resistirme a jugar con su pezón, moviéndolo y
pellizcándolo suavemente hasta que ella se retorció y se volvió en mis brazos con
un murmurado:
―¿Otra vez?
Sí, otra vez. Hasta que no podamos movernos.
En las primeras horas de la mañana, me acosté con su cálido peso contra
mí, su mano estaba sobre mi pecho como si mantuviese a mi corazón vigilado y
seguro. El simple acto de dormir nunca había sido tan bueno. La desperté por el
hundimiento en su húmedo calor interior. Anna me recompensó con una amplia
sonrisa y envolvió sus piernas alrededor de mi cintura para sostenerme allí
mientras compartíamos besos perezosos.
Ahora, después de dejarla durmiendo bajo mis sábanas y tomar una larga
ducha caliente, estoy en la cocina, con las rodillas débiles y la polla llena de dolor,
mis manos temblando ligeramente mientras intento hacer huevos revueltos.
Estoy fallando miserablemente. Cuando se vuelven marrones y se agrupan en
bolas duras, maldigo y saco la sartén de la estufa.
―Tostadas ―murmuro para mí mismo―. Puedo hacer tostadas.
―¿Qué es ese olor horrible? ―Anna sale de mi habitación, vistiendo una
de mis camisetas, que la cubre hasta la mitad del muslo, y un par de pantalones
de yoga negros. Mi corazón da un vuelco en mi pecho.
―Oye. ―Me muevo para bloquear la evidencia de mi fiasco de huevos.
Pero no está mirando en mi dirección. Deambula hacia el manto donde reposa
mi trofeo Heisman. El oleaje de orgullo que siento por el hecho de que se haya
dado cuenta, probablemente es ridículo, pero está ahí de todos modos. Su
delgado dedo recorre la base donde está grabado mi nombre.
―Obtuve eso en mi segundo año ―digo―, cuando ganamos nuestro
primer campeonato.
Me mira, con los ojos brillantes.
200
―Traté de cocinar.
Página
amablemente.
Sus fosas nasales se dilatan en una inhalación.
―¿No puedes hacer café? Oh, vamos, Drew. ¡Sólo es moler y agua! ¡Agh!
―Créeme ―digo mientras le sirvo un vaso de jugo de naranja―, el café
puede ser regiamente jodido.
Sus labios se curvan mientras mira el lío que solía ser huevos.
―Oh, te creo.
Me toma dos pasos para llegar a ella. Chilla cuando la agarro de la cintura
y la levanto sobre el mostrador. Pero al instante, sus muslos se apartan para
hacerme espacio, y me acerco, posando mis manos en la curva de sus caderas,
mientras ella se agarra de mis hombros.
―Entonces ―mordisqueo su labio superior y luego el inferior―, ahora
que hemos establecido que te conviertes en una bestia furiosa sin tu café de la
mañana…
―Yo no diría 'bestia furiosa'... ―Hace una pausa con una sonrisa y un
rubor―. Bueno, está bien, soy una bestia furiosa.
―Una muy tierna, sin embargo. ―La beso una vez. Dos veces―. Por lo
tanto, si tuvieras tu elección de café, ¿cuál sería?
Sus piernas se envuelven alrededor de mis caderas, jalándome en su
exploración de mi cuello con sus labios suaves. Cuando ella llega a ese lugar, ese
maldito lugar que se conecta a mis bolas, me quejo. Su sonrisa deja huellas en mi
piel.
―Expreso ―murmura, todavía ocupada con ese lugar―. Casi todas las
mañanas, sin embargo, me gusta latte o un capuchino.
―Podría estar equivocado ―levanto una parte de sus rizos abundantes y
beso detrás de su oreja―, pero no creo que una simple cafetera haga el truco.
―Tienes razón. Necesitarías una olla de moka.
―¿Qué diablos es eso? ―Beso mi camino hacia su mandíbula.
El humor calienta su voz cuando responde.
―Es una olla para hacer expreso. ―Anna se aleja con el ceño ligeramente
fruncido―. Lamentablemente, no puedo hacerlo tan bien como mi mamá.
Realmente necesito una de esas máquinas de café expreso de fantasía para lograr
la perfección. Pero no puedo permitirme eso.
―Bueno, entonces ―digo―, vamos a conseguirte un café.
203
Anna
Escabulléndome en mi apartamento en plena mañana, me siento como una
intrusa. No quiero estar aquí. Quiero a Drew. Es desconcertante, ya que estoy
más necesitada de lo que nunca he estado en mi vida. Acerca de todo. Aunque
estoy bastante segura de que Drew está igual de necesitado. Nos tomó veinte
minutos hacerlo en su coche antes de que él me dejara ir con un suspiro y una
promesa de encontrarnos después de la práctica.
Las prácticas y reuniones de equipo no son una opción, sino una
obligación. Sinceramente, no sé cómo Drew se hará cargo, ya que apenas durmió.
Pero su cuerpo es una hermosa y perfecta máquina, y él sabe cómo hacerla
funcionar.
A pesar de sus protestas de esperarlo en su casa, que eran variadas y
persuasivas, llegué a casa. Se sentiría demasiado extraño esperar en su casa, sola.
Más de una oportunidad para pensar. Y Dios sabe que soy una experta en pensar
demasiado las cosas.
Así que aquí estoy, labios hinchados, pelo salvaje, sujetando con fuerza
mis llaves para evitar su tintineo, mientras voy de puntillas más allá de la sala de
estar de camino a mi habitación. Cuando chirria el sofá y una forma oscura se
levanta de él, hago lo más sensato y grito como un alma en pena.
Las llaves vuelan por la habitación, e Iris apenas las esquiva a tiempo para
evitar que la golpeen en la cabeza.
―¿Qué carajo, Anna?
―Lo siento. ―Caigo contra la pared de la sala de estar―. Asustaste toda
206
Baylor: ¿Así que supongo que tendrás bastante trabajo entre manos?
Página
follando.
Mi garganta se siente áspera cuando encuentro mi voz. ―¿Por qué me
Página
dices esto?
Su delgado hombro se levanta, y quiero golpearla. Pero me siento allí
mientras ella me mira con ojos tristes. ―Sólo estoy señalando que nunca se sabe.
Crees que todo es bueno. Crees que sólo te quiere a ti. Pero si estás con alguien
así, nunca se sabe.
212
Página
Traducido por Michelle M
Corregido por Romina22
Drew
Me paro delante de los estantes llenos de pequeñas ollas de diferentes
colores. ―¿Para qué demonios quieres esas? ―pregunto a Gray.
De cuclillas para inspeccionar una olla más grande color calabaza, Gray
levanta la vista.
―Porciones individuales.
―¿Para quién? ¿Barbie y Ken?
Gray resopla y se para. ―Probablemente. No lo sé, supongo que las
podrías usar para un aperitivo. ¿Sopa, tal vez? ―Y ahora las pequeñas ollas de
muñecas son el centro de su atención.
Cuando Gray recoge una pequeña olla azul brillante, su mano casi la
abarca completamente. Frunce el ceño y la coloca en el estante. ―Sí. Es
jodidamente estúpido. No quiero sopa en estas miniaturas.
Se mueve de una forma segura, con autoridad, mientras yo lo sigo con
torpeza, como un tipo que se encuentra en territorio extraño. Pongo los hombros
rígidos, sintiéndome como un bobo en una casa de muñecas. Las mujeres nos
echan miradas cautelosas en nuestros caminos. No somos los únicos chicos de la
tienda de artículos de cocina, pero sí somos los más jóvenes, grandes y
desaliñados, con zapatillas de deporte maltratadas y vaqueros desgastados.
La expresión irritada de Gray se vuelve reflexiva. ―Hombre, a donde
quiera que me recluten, será mejor que sea lo suficientemente frío para la sopa.
―¿Sopa? ¿Ese es tu criterio? ―No sé si Gray tiene un equipo y una ciudad
213
real en mente. Es una regla no escrita no decir el equipo para el que quieres jugar.
La decepción sería demasiada dura si no fuese así, y lo más probable es que no
Página
lo hagas. Por esa sola razón, nunca he puesto mis esperanzas en ningún equipo.
―Nunca subestimes el poder de la sopa ―Gray escoge un hombro―. Me
gusta el clima frío. Otoño. Invierno. No quiero esa mierda tropical ―Me da una
sonrisa―. Incluso si eso significa congelar mi culo jugando en la nieve.
―¿Así que le vas a decir que no a Green Bay12?
―Ahora, no te vuelvas loco. Me gustaría abstenerme de congelar
demasiado mis bolas.
―Hombre, por favor. Somos de Chicago. Es un milagro que lleguemos a
la pubertad sin congelar nuestras pelotas.
Ambos nos reímos.
―¿Qué pasa contigo? ―Gray casi suena melancólico. Lo entiendo. Ahora
estamos tan cerca de ello. Al principio, cuando la NFL no era más que una fantasía
lejana, nos entreteníamos por ahí y hablábamos de lo que queríamos de nuestras
carreras: Super Bowl, MVP, los records, las yardas. En resumen, las cosas obvias.
Ahora, están a unos meses de distancia. Y aunque hemos sido buscados por casi
todos los exploradores de los equipos, con toda probabilidad, ya no vamos a
jugar juntos. Lo que apesta.
―¿Honestamente? Quiero un equipo dinámico. Quiero la misma sinergia.
―Amigo, no estoy conteniendo mi respiración por eso.
―Qué va. ―Debido a que ambos sabemos que la NFL es un negocio duro.
La paga es la mejor, en cantidades demenciales para mantenerlo en marcha. No
muchos equipos son capaces de pagar el mejor talento en todas las posiciones.
Por no hablar de los egos involucrados, que siempre añaden otra mierda a la cual
tratar. Froto mi esternón y recojo una espátula que se parece a la cabeza de Mickey
Mouse antes de dejarla caer de nuevo en la bandeja―. Quiero una gran ciudad,
con fans entusiastas, entrenadores que no apesten y gerentes que no tengan la
cabeza en el culo.
―Y un propietario que no quiera jugar en el asiento trasero del entrenador
sería la cereza, también. ―La sonrisa de Gray es amplia e irónica.
Hacemos nuestro camino hacia el lado opuesto de la tienda.
―Así que… ¿Anna? ―Gray hace señas con las manos perezosamente
como si me esperara para llenar los espacios en blanco―. ¿Qué pasa con ustedes
dos? Algo ha cambiado, eso es absolutamente seguro.
Una sonrisa tonta tira de mi boca. No puedo ocultarlo.
Él pone los ojos en blanco. ―¿Así de malo?
214
Página
12
Los Green Bay Packers son un equipo profesional estadounidense de fútbol americano de la
ciudad de Green Bay, Wisconsin.
―No hay nada malo en ello. ―De hecho, es tan bueno, que me pregunto
si una persona puede morir de placer. Estoy dispuesto a probar la teoría. Tan
pronto como me pueda recomponer de nuevo.
Nos detenemos ante una fila de electrodomésticos de acero relucientes.
Los ojos de Gray se estrechan. ―No te entiendo, poniendo tanto esfuerzo
en una chica. Es como si te hubieras ido mentalmente.
Manoseo una etiqueta de precio. 1500 dólares. Como regla, no me
sobrepaso. ¿En Anna? No escatimaría 1500 dólares. ¿Eso me hace un loco? No me
importa. Hacer a Anna feliz, me hace feliz.
―¿Puedes explicarme que se siente tomar el balón para un touchdown?
―pregunto, sin levantar la vista.
―¿Estás tratando de igualar la perfección de jugar fútbol con echar un
polvo? ―sacude la cabeza―. ¿En serio? ¿Me estás tomando el pelo?
Entonces sonrío, en parte porque estoy pensando en Anna, pero sobre
todo, porque sé que voy a enloquecer a Gray, lo cual es siempre divertido. ―No.
Estoy explicando la perfección de estar con Anna, con jugar fútbol.
―Me voy a enfermar. Todo sobre ti me enferma ―añade con una mirada
agria.
―Ese es tu problema, Gray. No saber lo que se siente enamorarse de una
chica. Si es así, no debes cuestionarlo ―palmeo su hombro―. Ahora, ayúdame a
escoger esta mierda, ¿quieres?
215
Página
Anna
Una cosa divertida de la vida, es que es fácil observar todo desde afuera.
Podemos ver el punto exacto donde nuestros amigos la joden, dónde hacen las
cosas mal, son ciegos a lo correcto, incluso estando frente a ellos. Como por
ejemplo, ¿por qué coño no nos escuchan y toman nuestros consejos en lugar de
ser todos idiotas al respecto?
Vemos películas de terror y sabemos cuándo gritará la chica idiota que va
al sótano para investigar ese ruido; nos deleita la estupidez, sentirnos superior a
eso. Si fuéramos nosotros, nos aseguraríamos de no ser tan estúpidos.
Claro que lo haríamos; simplemente no nos daríamos cuenta del peligro.
Porque la verdad es que estamos caminando sordos, mudos y ciegos la mitad del
tiempo. Y a pesar de que me lo puedo decir esta tarde, después de joderla, no me
hace sentir mejor. Porque estoy a punto de hacer la madre de todo lo jodido.
Mierda. Lo siento en mis huesos, como una muerte inevitable de la que no puedo
escapar, pero lo hago de todos modos. Y parte de mi sabe que voy camino a la
destrucción. La mayor parte de mi, de hecho. ¿Eso hace que trate de clavar mis
talones en el piso para intentar frenar? Por supuesto que no. Soy la chica
caminando por las escaleras oscuras hacia el sótano. La verdad es que he sido ella
desde que empezó todo.
216
Página
Traducido por ∞Jul∞ & Dahi
Corregido por Romina22
Anna
Desde la ventana, el patio es una alfombra de verde, rodeado de cobre y
árboles con punta de oro.
Las ramas se mecen con la suave brisa, y las hojas doradas danzan. Es una
bonita imagen. Los estudiantes pasean en su camino a uno de los muchos
edificios de ladrillo rojo que bordean la plaza. Está todo tan silencioso, vibrante
vida llena las afuera de la ventana.
En el interior, sin embargo, estoy frente al pelotón de fusilamiento.
―¿Algo interesante por ahí, señorita Jones? ―La profesora Lambert
golpea su bloc de notas con la punta de la pluma.
Le doy una sonrisa medio culpable. ―Me encanta el otoño. Es mi estación
favorita. ―Estoy bastante segura de que, de ahora en adelante, siempre voy a
asociar a Drew con el aire fresco y el dorado sol.
Las líneas finas alrededor de los ojos de Lambert se profundizan.
―Prefiero la primavera. Nuevas flores y hojas verdes.
Evidentemente, cansada de bailar alrededor de su misión prevista, toma
un pequeño respiro, y su enfoque se refuerza ―Dígame, señorita Jones, ¿ha
pensado en lo que podría hacer al graduarse esta primavera?
Sabía que esta pregunta venía. Es por eso que estoy aquí. Evaluando mí
progreso hasta la fecha y la insistencia en mis planes futuros. Como jefe del
departamento, la profesora Lambert se ha reunido conmigo para discusiones
similares durante toda mi carrera universitaria.
Me inclino hacia atrás y cruzo una pierna sobre la otra. ―Lo he pensado.
―Cuando no estoy pensando en Drew, estoy pensando en eso―. Pero no he
217
demasiado. Para la mayoría de nosotros, se necesita toda una vida para entender
verdaderamente lo que somos y lo que queremos. Simplemente estoy tratando
de ayudarte a dar un paso en la dirección correcta.
Pensaba que la universidad sería ese paso, pero, al parecer, no lo es. Eso
sólo me hizo un diletante intelectual.
―¿Has pensado en la escuela de posgrado? ―pregunta―. Con tu
promedio de calificaciones, me imagino que un montón de programas estarían
interesados en contar contigo.
Tener un 4.0 abre puertas, es cierto. También, te hace pensar que la
academia es el único lugar seguro para ti.
―No. Honestamente, profesora, no tengo ningún deseo de continuar con
la escuela en este momento. ―La idea me hace estremecer. Puedo estudiar
porque es mi trabajo actual, pero no siento ninguna pasión por ello. Me estoy
volviendo loca por lo extenuante que es la escuela. Y a pesar de que me asusta
como el infierno, quiero estar en el mundo, un pequeño pez en un gran mar azul.
Lambert me estudia, su cabeza inclinada hacia un lado, como si al
mirarme desde otro ángulo, podría desbloquear una pista de lo que se supone
que debo hacer. Pues buena suerte con ello. Me he mirado en el espejo durante
horas en este punto y todavía no tengo ni idea.
Cuando habla es cautelosa. ―Entiendo que está involucrada con el señor
Baylor.
Mi cuerpo se convierte en plomo en mi silla, mientras mi corazón
comienza a latir. ―¿Qué le hace decir eso?
Esta vez, su sonrisa es suave e irónica. ―Vamos, señorita Jones. Ustedes
dos están en clase conmigo. Tendría que estar ciega para no darme cuenta.
Resistí el impulso de retorcerme como un niño en mi asiento. ¿Éramos tan
obvios? Probablemente. Se necesita toda mi fuerza de voluntad para no mirar a
Drew, para no extender la mano y tocarlo cuando se sienta a un pie de distancia
de mí. Y Drew siempre ha sido menos circunspecto. Cada clase, siento el calor y
el poder de su mirada en mí como los rayos del sol.
―No estoy segura de cómo esto es relevante para nuestra conversación
―digo.
Se muerde la esquina de su labio, y en ese momento, ella parece mucho
más joven que sus cincuenta y tantos años. Se inclina hacia delante, apoyando los
brazos sobre su escritorio, su cabello corto balanceándose sobre sus orejas. ―Me
doy cuenta de que esto no es asunto mío ―una introducción que no presagia
218
―Mantén tu voz baja ―digo. Odio las escenas. Las odio. Mi cara quema.
Página
Drew parece que quiere golpear algo. ―¿Por qué? ¿Por qué alguien podría
saber que estamos juntos?
―Nosotros no…
―Correcto ―rompe, cortándome―. Estamos solo follando. ―Realmente
grita ahora―. ¿Cómo podría olvidarlo?
Quiero morirme en el acto. Más personas han parado. Drew me ve
mirando, y les frunce el ceño por encima del hombro a las chicas que miran con
los ojos muy abiertos. Con una maldición, él agarra mi codo. Su agarre es firme,
pero no duele, cuando me lleva a un grupo de árboles en el borde del patio. Nos
da un poco de privacidad, pero todavía estamos expuestos. Todavía estoy
expuesta. Tengo que detener esto. Pero me parece que no puedo decir ni una
palabra.
No tengo que hacerlo. Drew me mira.
Dolido y enojado, con ira en sus palabras mientras se inclina sobre mí. ―
Así que puedo poner mi polla en ti. Me la puedes chupar ―hago un gesto de
dolor. ―Puedo comerte el coño hasta que grites mi nombre ―añade con una
sonrisa burlona―, pero la idea de que podría tratar de darte un beso en público
es tan horrible, que jodidamente tu realmente te retiras.
Mis labios tiemblan y me los muerdo. Dios, le he herido. Le estoy haciendo
daño ahora. Tengo que arreglar esto, pero mi mente y mi cuerpo están cerrados.
―Yo sólo…
―¿Sólo qué? ―presiona―. Sólo no quieres que la gente sepa que eres…
―su boca funciona, pero las palabras no vienen, su mandíbula se tensa, sus ojos
se vuelven brillantes de frustración.
―¿Soy qué? ―No puedo dejar de preguntar. ¿Una perra? Si lo sé. Yo soy
la idiota aquí. Lo sé muy bien.
Pero él no dice eso. Dice algo mucho peor. ―¡Mía! ―grita―, ¡que tú eres
mía!
El suelo debajo de mí se balancea, se inclina hacia atrás. Mi cabeza golpea
el tronco de un árbol. Suya. Ni siquiera puedo imaginar un mundo en el que yo
le pertenezco a alguien. Nunca me ha pasado. Nadie me ha querido nunca por
completo. Él debe estar equivocado. Él va a ver eso. Con el tiempo lo va a ver.
―Nosotros. Yo… ―Respiro―. No se suponía que…
―Sí, sé eso ―rastrilla una mano por mi pelo. ―Lo dejaste bien en claro.
Qué somos, y lo que no somos. ―Las esquinas de sus ojos se pliegan. Hay dolor
allí. Decepción. No soy digna de él. Quiero gritárselo. No soy digna de su dolor.
Él tiene al mundo en la palma de su mano. No me necesita siendo una carga.
223
Anna
Estoy muerta por dentro. Mis emociones se han bloqueado tan fuerte, que
casi no siento, sólo el peso denso de mi cuerpo que se mueve hacia adelante.
Estoy como empujando contra un espeso y frío lodo. Ni siquiera sé cómo terminé
en la cafetería local. Debo haber caminado. Debo haber ordenado; hay un café
con leche sin tocar al lado de mi portátil. Estoy escribiendo… algo. La mitad del
período de la reina Isabel y el uso de su virginidad como un medio de poder
político.
Perfecto. No quiero ni mirar lo que he escrito. Si es un reflejo de mis
pensamientos, he dicho algo en la línea de: permanece virgen. No te involucres.
Huye mientras puedas.
No es que la abstención de las relaciones sexuales me hubiese protegido
de Drew. Él se había enterrado bajo mi piel antes de que me hubiese puesto un
dedo encima.
Las personas van y vienen, y unos pocos miran hacia mí, como si me
conocieran. No lo entiendo, pero tampoco me importa.
Estoy a punto de irme, cuando Iris me encuentra. Su sonrisa es
excesivamente brillante, la que utiliza cuando quiere animarme.
―Supongo que tienes un mal día ―dice, mientras se sienta en la mesa
frente a mí.
―¿De qué estás hablando? ―Las dos lo sabemos, pero no sé cómo lo sabe
ella.
―Las personas están tuiteando que Battle Baylor tenía una “pelea de
amantes con cierta pelirroja astuta” hoy en el campus.
225
¿Astuta?
Página
―¿Las personas jodidamente tuitean sobre esa mierda? ―Es todo lo que
puedo dejar escapar. Jodida mierda. ¿Están tuiteando? ¿Quién diablo son esas
personas? ¿No tienen una vida?
Iris me mira como si estuviera loca.
―¡Por supuesto que tuitean sobre ello! Él es Drew Baylor, chica.
―¿Y cómo demonios hiciste para ver esos tuits?
Iris se encoge de hombros.
―Hay un hashtag. #BattleBaylor. Lo sigo.
Por supuesto, él tiene su propio hashtag.
―¿Lo sigues? ¿Me estás tomando el pelo?
―Yo y un par de miles de otras personas. Empecé a seguirlo cuando te
enganchaste con él.
Me quejo y presiono las palmas frías de mis manos contra mis ojos
doloridos.
―No te preocupes, cariño. ―Iris me da una simpática palmadita en el
hombro―. Al menos no hay imágenes. Todavía no, de todos modos. Aunque no
he comprobado en Instagram. Vamos a hacer eso más adelante.
―Oh, Dios. ―Ni siquiera había considerado las imágenes. Quiero morir.
Sólo morir. Creo que podría si hay evidencias fotográficas de Drew gritándome.
Odio oficialmente los putos medios de comunicación social. Me los estoy
prohibiendo a mí misma. De por vida.
―Entonces. ―Iris recoge mi café, lo encuentra frío y lo deja en donde
estaba con el ceño fruncido―. ¿Qué pasó? ¿Te cansaste de todo el sexo sin fin?
La pregunta me da una bofetada. Creo que en realidad, me estremezco.
Está sonriéndome cuando mi corazón ha sido arrancado de mi pecho. Al parecer,
he sido demasiado eficaz en mis manifestaciones de que Drew y yo no éramos
nada serio. O eso, o la tristeza aman la compañía. Sea lo que sea, la quiero lejos.
―No quiero hablar de ello.
―¿Le preguntaste por exclusividad, y él te mandó de paseo? ―Hay un
fuerte brillo en sus ojos―. Porque patearé su trasero si hiere a mi Anna Banana.
―No sé qué es peor ―digo con un poco de fuego―, el hecho de que
pienses de que era parte de un harén o que pienses que le estuve rogando. ―No
agrego la idea ridícula de Iris pateando el culo de Drew. Esa parte es dulce.
226
corriendo asustado.
Eso es. He terminado. Recojo mi portátil y lo meto en mi bolso.
―No ―digo en voz falsamente brillante―, fue porque quería darme un
beso en público, y yo lo traté como si tuviera la maldita plaga. Y cuando dijo que
quería que yo fuese de él, se lo tiré en su cara también. ―Estoy de pie y con el
bolso en el hombro mientras ella abre la boca hacia mí―. ¿No lo sabes? Soy
incapaz de enamorarme y todo ese sentimiento de mierda.
en la mesa de café con un ruido sordo. Las brillantes botellas verdes parecen
resplandecer contra la madera oscura. Un bulto se reúne en mi garganta.
Refrescos Green River. Me encantaba esa mierda cuando era niño. Mi padre solía
dármelos durante las barbacoas de verano.
―¿De dónde…? ―Me aclaro la garganta―. ¿De dónde sacaste eso? ―Se
pueden encontrar solamente en Chicago.
―Orden especial. Quería dártelos para tu cumpleaños ―admite Gray,
acomodándose en el sofá a mi lado después de dejar la otra bolsa, la que contiene
comida por el olor que tiene―. Pero me imaginé que las apreciarías más ahora.
No necesito preguntarle a Gray cómo sabe; este maldito campus arroja
chismes con la potencia y la eficacia de una manguera de bomberos.
―Ellos han estado quedándose en mi nevera ―continúa―, porque si
vamos a beber lo que se ve como residuos tóxicos, debería estar fría.
El nudo en mi garganta crece en proporciones épicas. El control cuelga
pesado en mi mano cuando parpadeo hacia él. Gray está en silencio por un
momento y luego, me da un refresco y saca una salchicha de la otra bolsa.
―Ahora me doy cuenta de que éstas no son tan buenas como las salchichas
de Chicago, pero tendremos que conformarnos. Debido a que ninguna de esas
perras hacen entregas a domicilio.
Sostengo la bebida helada con mi mano.
―Gracias. ―Mierda, si digo más, voy a estar llorando a gritos, sería
embarazoso para ambos.
Afortunadamente, no dice nada más. Y nos sentamos juntos, bebiendo
refrescos de limón, comiendo salchichas mediocres, y jugando videojuegos hasta
que afuera está oscuro.
230
Página
Traducido por Tannia Maddox & TamiMiau
Corregido por Clari
Anna
Las próximas semanas son un ejercicio de miseria constante. Mi estado de
insensible adormecimiento se descongela. En su lugar, hay un abismo de dolor
abierto. Es tan grande que estoy sorprendida cuando me miro y no encuentro un
enorme agujero. Todo mi esfuerzo se va en no acurrucarme, y así poder
permanecer de pie cada vez que entro a una clase que compartimos y lo veo. No
es que mi falsa valentía importe. Drew ni siquiera me mira.
¿Lo peor? Se había cambiado de asiento. Escogió un pupitre tan lejos de
mí como fue posible, al otro extremo del aula donde tendría que estirar el cuello
para verlo. Todo el mundo se da cuenta, por supuesto. Él es su sol. Cada vez que
cambia de posición, sus mundos salen de orbita. El mío mayormente. Me siento
fuera del centro, como si pudiera caerme en un abismo entre los escritorios.
Cada vez que habla en clase, mis nervios contraen mi piel y mi corazón
hace un salto como si estuviera tratando de volver a su dueño. Odio a mi corazón
traicionero.
Pude haber tratado de disculparme, pero él no me da ninguna
oportunidad. Está fuera de la puerta tan pronto como el profesor da el visto
bueno. Lo persigo, no estoy consiguiendo estar cerca de él de todas maneras.
Podría hacerlo, pero mis pies no me impulsan hacia delante. Sólo quiero que todo
termine.
De todos modos, ¿qué podría decir?
Lo siento, Drew, pero no puedo dejar de lado mi estúpida yo. ¿Recuerdas
la escuela secundaria? ¿A esa gordita, chica torpe? Esa que hay en cada escuela.
¿La que todo mundo conoce, pero nadie ve? ¿En mi escuela? Bueno, ella tenía el
pelo rojo rizado y con frenillos. Era demasiado pálida, demasiado tranquila.
Nunca consiguió que le pidieran ir al baile. Nunca fue a su graduación o salió
231
con algún chico en su coche. Nunca experimentó un beso hasta que llegó a la
universidad.
Página
Y no importa lo que ella se diga ahora a sí misma, esa maldita vergüenza
estúpida, esos gélidos años de aislamiento, no parecen dejarla. No importa que
sepa que ahora atrae a chicos. No importa que ella sepa que es inteligente, o que
tiene amigos. En el fondo, sigue siendo esa chica. Incluso cuando lucha para
cortar la línea.
Y no puede respirar con la mierda de ser de nuevo el centro de atención.
Porque ellos lo verán. Todos verán que sigue siendo esa chica gorda que no
encajaba. Y tú eres el centro de atención, Drew. Tú la opacas.
Sí. Patético. Porque debería estar sobre ello. Odio no estarlo. Odio mi
debilidad. Y prefiero que Drew me odie por las razones equivocadas a que sienta
pena por las correctas.
Lo que hace que me odie aún más.
Y así, el dolor continúa cuando lo sigo fuera de la clase la semana
siguiente, sólo para detenerme muerta cuando se encuentra con otra chica. Ella
tiene escrito que es una animadora de la hermandad, desde el tamaño de sus
vaqueros hasta su pelo lacio, cayendo como una hoja en su culo delgado. Y tal
vez, lleva una gran cantidad de inseguridades profundamente en la piel, pero la
odio a la vista de todos modos.
Él le da su sonrisa brillante, la que usó para hacer que mis rodillas cayeran,
y ella mete su brazo en el suyo. Se ven tan perfectos juntos, que me detengo. Tal
vez, sea lo mejor. Merece ser feliz. Merece a alguien que no sea un desastre.
En las escaleras ese pensamiento viene más fuerte: A. La. Mierda. Eso.
Estoy a punto de decirle la verdad. Que me importa. Me importa
demasiado. Entonces, él gira su cabeza, como si me sintiera observándolo.
Nuestros ojos se encuentran, y ladea una ceja de tal forma que parece que dice:
¿qué coño estás mirando? Como diciendo: tu oportunidad se ha ido.
Me doy la vuelta y me voy sin mirar de nuevo.
232
Página
Drew
El vestidor huele a lodo, sudor y derrota. Me siento solo en el banco frente
a mi casillero y miro mis manos. Manos que lograron ir tres balones, cuatro pases
incompletos y la intercepción que perdió el juego. El peor puto juego de mi vida.
Cada respiración que tomo envía pedazos de agonía a lo largo de mi
espalda magullada y mis caderas. Mi cabeza duele tanto que siento que mis ojos
saltarán. Los bajos murmullos chocan con el aire alrededor, pero nadie me habla.
No los culpo. Soy su líder y los he defraudado.
Empeora cuando Rolando me da una palmadita en el hombro.
―Eso pasa, hombre ―dice bajo y sólo para mí―, no es nada más que un
juego.
Entonces, quiero encogerme dentro de mí. Soy el que lanzó lo pases de
mierda, haciendo que él luciera mal en el campo. Sabe por qué lo he jodido y que
no me esté matando por ello tiene a mi garganta cerrándose.
El sudor corre a lo largo de mis sienes y quema mis ojos. Pero no me
muevo para limpiar esa mierda. Espero, tranquilo, hasta que los chicos van a la
ducha y se cambian. Hasta que me dejan.
Me baño solo, de pie bajo el agua caliente, mientras un bulto llena mi
garganta, y después, apago el grifo. Estoy vestido y cerrando mi cremallera
cuando Gray regresa.
Me mira por un largo momento, sus cejas están ceñidas. Sí, también la he
jodido con él. “Perdón” ya parece demasiado trillado.
Su voz atraviesa el silencio.
―Mira, hombre, tienes que saber que te quiero como un hermano.
―Todos tus hermanos son unos penes. ―Es una broma vieja, dicha
muchas veces antes, pero mi voz suena como la grava y se siente como un vidrio
contra mi garganta. La humillación se arrastra sobre mí. Todo el mundo pierde
de vez en cuando. Pero no de esta manera, no por ser un maldito estúpido y
regalar un juego.
Una pequeña sonrisa se rompe en su cara.
―Unos penes totales. ―Se acerca―. Entonces, más que un hermano.
Quiero sonreír, quiero fingir que todo está bien. Pero no puedo mirarlo a
233
los ojos. Sé lo que sea que me va a decir. Dios sabe que escuché más que un regaño
de mis entrenadores.
Página
―No quiero limpiar tus pelotas ―continúa Gray―, así que voy a decir
esto de una vez. Saca la cabeza de tu culo y termina con esa chica.
Es más fácil decirlo que hacerlo.
―Necesitamos a tú cabeza bien, Drew. Entiendo que estés molesto por un
tiempo, pero ya es suficiente. Un pedazo de culo no vale la pena por esta mierda.
Mi cabeza se sacude hacia arriba. Miro a Gray sin atreverme a abrir la boca.
Pero simplemente sacude la cabeza y se acerca más.
―No es más que una puta mentirosa…
No recuerdo el movimiento. Una neblina roja empaña mi visión mientras
lo golpeo contra la pared, mis manos agarrando su camisa.
―Nunca… ―Muelo mis dientes.
La boca de Gray cae abierta.
―¿Qué demonios?
Mierda. Gray ha sido empujado lo suficiente por la gente que se suponía
que se preocupaba por él. Doy un paso atrás, dejándolo ir de repente, y él se
encoge un momento antes de ponerse en posición vertical, entrando en mi cara.
―¿Tú jodidamente me atacas por ella?
Tomando una profunda respiración, retrocedo. ―No quise hacer eso. Sólo
no… no hables de ella de esa manera. No es una puta.
―No puedo creer esto. ―Gray me mira como si fuera un extraño―. ¿Me
estás tomando el pelo?
Agarro mi bolsa y la pongo por encima de mi hombro.
―¿Quieres a alguien para culpar? Entonces, échame la culpa. Soy el que
perdió el juego, no… ―No puedo decir su nombre.
―¡Ella te botó! ―Su cara está roja.
Pongo una mano sobre mi cabeza, donde duele tanto que mi visión se
torna borrosa.
―Nunca mintió. Me lo hice a mí mismo.
Sus ojos se estrechan mientras me mira y luego levanta las cejas.
―Estás enamorado de ella.
Maldito dolor de cabeza. Mis ojos se están llenando ahora. Parpadeo una
vez, duro y desesperadamente. Gray mira hacia otro lado, como si estuviera
avergonzado de mí. Mi piel pica.
―Siento haberte decepcionado. ―Voy hacia la puerta―. No sucederá de
234
nuevo.
Página
Anna
Iris ha desaparecido. No vino a casa la noche del viernes. Ni la del sábado.
Ya que no tiene novio, me preocupo. Iris no tiene cosas de una noche. Le tomó
seis meses acostarse con Henry por primera vez. Así que, el hecho de que no esté
aquí, me molesta. Y lo hace el hecho de que no está contestando el teléfono o los
diez mensajes que le he mandado.
Mi preocupación crece, llamo a George para preguntarle si sabe dónde
está, lo que es una mala idea porque George se oye mortalmente quieto al otro
lado de la línea.
―Me estás diciendo que el viernes fue la última vez que la has visto, ¿y
solo estás llamándome ahora? ―responde George con una voz que no he
escuchado antes.
Me encojo, mi agarre en el teléfono se vuelve más fuerte.
―Lo siento. No estaba pensando.
―Mierda. ―George respira pesadamente.
Sudor helado baja por mi espalda.
―Pensé que estaba contigo. Dijo que estaba contigo.
George explota.
―¡Puta mierda! Pendejo, maricon…
Que esté maldiciendo en español me pone más nerviosa. Como Iris,
George nunca hace eso al menos que esté fuera de sí.
Toma otro gran respiro antes de hablar otra vez.
―¡Ella dijo que saldría contigo!
―No creerás que está con…
―Sí, malditamente lo creo ―suelta George―, le juro a Dios, que quiero
patear el trasero del pendejo ese por tocar a mi hermana de nuevo.
Porque si a ambos nos dijo mentiras, sabemos que está con Henry. Y
quiero matarla. Muerta con una gran almohada. Tal vez, si le doy en la cabeza
con una, golpearé un poco de sentido en ella.
―Estoy yendo allí ―dice George.
―Si lo matas ―digo―, hazlo lucir como un accidente. ―Sólo estoy
235
bromeando a medias.
George gruñe antes de cortar.
Página
Estoy haciéndome un gofre congelado y café cuando finalmente me
responde uno de los miles de textos.
Iris: Tranquila. Estoy bien. ¿Tenías que enloquecer a George?
Aunque el alivio me golpea, quiero golpearla en la cabeza. La uña de mi
pulgar golpea contra la pantalla.
Yo: Por supuesto que lo hice. ¡Nos asustaste mucho, Iris!
Iris: Está bien, está bien, lo siento. Fue estúpido de mi parte no llamar.
Bajando por el teléfono, abro otro mensaje.
Yo: De todas maneras, ¿dónde estás?
Aunque lo sé. Necesito que lo confirme antes de matarla.
Iris: Con Henry.
Yo: ¿Qué está mal contigo, Iris? ¡TE ENGAÑÓ!
Puedo escucharla prácticamente humeando. El teléfono en silencio era un
testamento de ello.
El sonido sonó fuerte en la cocina.
Iris: Sí, Anna, lo sé. Estaba ahí.
Ruedo los ojos y tomo un mordisco de mi gofre, que se ha enfriado y
puesto duro. Otro sonido.
Iris: Tuvo sus razones.
Pongo el gofre a un lado y respondo.
Yo: ¿Para caer en una vagina desconocida?
Sí, estoy siendo una maldita, pero no puedo hacer nada más. ¿Cómo pudo
volver con él? ¿Tiene alguna idea? Lo hará de nuevo. Siempre lo vuelven a hacer.
Hemos hablado de esto.
Iris: Divertido. Estaba asustado, ¿bien?
Gruño. Pero es un sonido inútil para ella. Tal vez no.
Iris: Las cosas estaban poniéndose muy intensas para él.
Yo: ¿Así que pensó que se simplificarían cogiéndose a otra chica?
¿O chicas? Quién sabe con ese estúpido.
Iris: Mira, la gente hace cosas estúpidas cuando está asustada. Y tú deberías
hablar. Alejaste a Drew porque estás asustada.
236
Yo: ¡No engañé a Drew! ¡Ni siquiera éramos una pareja oficial!
Iris: Si y ¿por qué es eso, A? ¿Porque estabas avergonzada de ser vista con él? Lo
tratabas como tu juguete personal. ¿Cómo eso es mejor?
El calor toma todo mi cuerpo. Late bajo mis párpados, y quiero lanzar el
teléfono a través de la habitación, verlo romperse en mil pedazos.
Iris: Admítelo, siempre tratamos como mierda a los que amamos.
Hay un sonido en mi cabeza. Perra. Una perra total.
Yo: No amo a Drew.
Iris: Sí. Como digas.
Estoy apretando las letras tan fuerte que mis uñas duelen.
Yo: No estamos hablando de mí, ahora. Estamos hablando de ti.
Iris: ¿Y por qué no podemos hablar de ti? ¿Por qué nunca podemos hablar de ti?
¿Porque lo tienes todo controlado? Eso no es verdad, A.
Golpeo el teléfono con el mesón. No quiere mi ayuda. Bien. Dejémosla
arruinar su vida. Me cansé. Tomé el teléfono y le dije exactamente eso.
Iris: Eso está bien. Es mi vida. Mis errores. Y al menos estoy tratando. ¿Qué estás
haciendo tú con tu error?
Yo: No hay nada que hacer.
No voy a llorar. Incluso la punta de mi nariz está helada y hay un nudo en
mi garganta del tamaño de una manzana.
Iris: ¿Llamarlo? ¿Decirle que lo sientes?
El teléfono en mi mano vibra y tomo grandes bocanadas de aire.
Yo: ¡ME CAMBIÓ! ¡¿ESTÁ BIEN?! Me cambió con toda la mierda. Fin de la
historia.
Y yo también lo hice. Se acabó incluso antes de que comenzara, y estoy
bien. Estoy bien.
Cuando el teléfono suena, lo contesto por hábito. Pero no digo una
palabra, solo contesto.
La voz de Iris suena suave y dudosa.
―Oye, chica. Lo siento. Eso fue duro de mi parte.
―Está bien ―murmuro. Preferiría correr desnuda por el campus que
hablar con ella ahora mismo, pero finalizar la llamada lo volverá peor. Iris me
descubriría eventualmente.
237
Iris suspira.
Página
―Mira, sé que solo estás tratando de protegerme, ¿bien? Y te amo por eso.
Como que te odio ahora, Iris.
Lo que debe saber, porque sigue hablando.
―Y lo que dije sobre Drew y tú… ―Hace una pausa―. Lo siento. He sido
una perra insensible con todo esto. Y no me di cuenta… sólo. Sólo olvídalo por el
fin de semana, Banana. ¿Está bien?
―Sí. ―Aclaro mi garganta―. Seguro.
―Tengo que irme ―dice―, Henry se ha despertado y…
―Está bien. ―Juego con el mago de mi tazón―. Está bien, entonces.
Terminamos la llamada con incómodos murmullos de despedida.
238
Página
Traducido por TamiMiau
Corregido por Florpincha
Anna
Por primera vez, no estoy feliz de que sea mi cumpleaños. No me siento
de ánimo para celebrar. El cumpleaños de Drew fue ayer. Y aunque fui la
estúpida que lo alejó con ambas manos, en alguna parte de mi mente, planeé
celebrar nuestros cumpleaños juntos. Al menos, habría encontrado una manera
de estar con él un día o el otro. ¿Con quién lo celebró? ¿Habrá pensado en mi
hoy?
Sentada en mi cama en el apartamento vacío, me abrazo a mí misma,
presionando una mano en mi pecho. ¿Cuándo se supone que se acaba el dolor?
Me siento tan vacía, aún tan cargada de dolor que apenas puedo moverme.
Dormir ya no es un consuelo. Cada momento que pasé con Drew se reproduce
en mi cabeza. Cuando despierto, mi almohada está húmeda y mis mejillas llenas
de lágrimas secas.
Estoy saliendo para juntarme con George abajo cuando me tropiezo con
una caja en mi puerta. Es un regalo un poco grande y cuadrado, y adornado con
papel blanco y una cinta negra. Hay un sobre bajo la cinta. No puedo ver ninguna
escritura, pero de inmediato mi corazón salta tan fuerte que lo escucho en mis
oídos. Me siento casi asustada de tomar el regalo. Desde afuera, una bocina
suena.
Agarrando el paquete con dedos torpes, corro hacia el auto.
—No se supone que te des regalos tu misma, Anna —bromea George
cuando ve el paquete en mis manos.
—Ja —traté de reír, pero no pude.
Partimos, el regalo frío en mi palma sudorosa. Mirando por la ventana,
presiono la punta de mis dedos con la dura esquina de la carta hasta que se dobla.
¿Debo abrirla ahora? ¿Al menos para ver de quién es? Creo que lo sé. Pero tal vez
239
dedos tiemblan mientras saco la carta y la rompo para abrirla. Es una carta blanca
con “Anna” escrito con una dura y masculina letra. Mi aliento se atasca cuando
la veo y un loco sonido parecido a un gruñido sale de mis labios. Ni siquiera sé
si es la letra de Drew. Sólo estoy suponiendo. ¿Cuán triste es eso?
Temblando, abro la carta:
Compré esto antes…
Parecía estúpido desperdiciarlo.
Feliz Cumpleaños.
—Drew
No he llorado en semanas. No me lo permitiré. Pero mirando al regalo
envuelto, siento un familiar ardor y cosquillas en mis párpados. Mi garganta se
aprieta tan fuerte que me cuesta tragar. No puedo romper el regalo de Drew.
Quiero dejarlo tal y como está, igual a la última vez que lo tocó. Pero algo me
espera dentro, y tengo que saber que es. El auto toma velocidad por la carretera
mientras cuidadosamente saco la cinta e intento abrir el regalo sin romper el
papel.
Dentro hay una caja, y cuando levanto mi regalo, un sollozo sale de mi
pecho. Es un disco enmarcado de Siouxsie & the Banshees, Juju, circa 1981. Y está
firmado por toda la banda. Una cosa rara y hermosa que no pensé que alguien en
el mundo sabría que amo.
Así es, soy una verdadera fuente de lágrimas, mocos y fuertes sollozos
mientras aplasto el marco en contra de mi pecho.
George me da una mirada horrorosa. —¿Qué mierda? Anna, háblame.
No puedo. No sin morir un poco más. —Lo siento. Síndrome pre-
menstrual.
Mientras la mirada de horror de George crece, estornudo y busco un
pañuelo en mi cartera. Encuentro una arrugada servilleta que rasguña mi piel
cuando la uso. —El regalo es de mamá —miento—, creo que extraño mi hogar.
No luce convencido. De hecho, estoy segura de que sabe que estoy
mintiendo. Pero lo deja pasar con un encogimiento de hombros. —Supongo que
es bueno que pronto irás a casa por las vacaciones.
Pero mi hogar ya no es un lugar. Me he dado cuenta muy tarde que es una
persona. Y lo he apartado de mi vida.
240
Página
Drew
Cumplí 23 años ayer. Desde que mis padres murieron, he odiado mi
cumpleaños. Sólo servía como recuerdo de que mi familia se ha ido, y que estoy
esencialmente solo. Gray está claramente sacándome del pozo de Anna. Se las
arregló para convencerme de ver una película ayer, una forma completamente
ridícula de celebrar, en su opinión. Ahora quiere sacarme a una celebración de
cumpleaños con los chicos, que no aceptarán un no como repuesta. Preferiría
pretender que los cumpleaños no existen.
Pienso en el regalo que dejé en la puerta de Anna. Desde que llegó el
álbum, he querido ver la expresión de su rostro cuando lo abra. Ahora sólo puedo
tratar de imaginarlo. ¿Sonrió de esa rápida y brillante manera cuando se siente
sorprendida? ¿O sonrió lentamente, brillando, como si estuviera perdiendo una
pelea con sus emociones?
¿Le gustó? ¿Soy patético por dárselo? Mierda, si descubriese cuanto pagué
por él, ciertamente luciré como un baboso. Pero no era como si lo pudiese
devolver; lo compré en un anticuario.
¿Por qué me torturo con esto? No puedo volver y pedir otra oportunidad.
Tengo algo de orgullo. Y no sé cómo pelear por ella y mantenerlo. Darle el regalo
fue la última cosa que podía hacer. Sólo puedo esperar que entienda, estoy aquí
si me quiere.
—Estúpido —murmuro para mí mismo.
Un golpe en la puerta de mi habitación me hizo sentarme rectamente. —
Salgo en un segundo —le digo a Gray, que está esperando a que aliste a mi culo.
Mierda, realmente no quiero ir. Pero un chico no le puede decir a otro que
preferiría deprimirse en casa. No si quiere sobrevivir a las bromas.
—Tienes un paquete —la voz de Gray es baja por la barrera de la puerta,
pero hay algo raro en su tono neutral que tiene a mi pecho doliendo.
En dos pasos, estoy en la puerta, abriéndola. Está parado allí, una mueca
divertida en su rostro, sosteniendo un paquete envuelto. Por un momento, frunzo
el ceño. ¿Está haciéndose el divertido? ¿Es de él?
Pero no me imagino a Gray usando papel plateado o haciendo una
elaborada cinta. Es muy femenino.
Tengo que aclarar mi garganta para hablar. —¿De dónde lo sacaste?
241
Anna
Son las 10 p.m. del viernes, y estoy en un club. En una cita.
Cuando Iris insistió que necesitaba salir de mi depresión e ir a una cita,
todo en mí se resistió a la idea. Pero entonces recordé los fríos ojos de Drew
encontrándose con los míos mientras se alejaba con otra chica. Es cierto, me dio
un regalo de cumpleaños, pero su tarjeta lo decía todo, no lo podía devolver y
por eso pudo haber decidido dármelo.
Lo de nosotros se acabó, y tengo que aceptar mi error y seguir adelante.
Cameron es perfecto. Es ágil y oscuro. Sus vaqueros negros abrazan sus
piernas hasta que desaparecen en sus Pumas vintage. Su pecho magro está
cubierto por una andrajosa camiseta Mr. Yuck, que me frunce el ceño cuando él
se inclina hacia atrás y toma un poco de su cerveza. Hemos estado discutiendo
los lugares que nos gustaría visitar en Londres, y me estoy divirtiendo.
Bueno, tan divertida como una chica puede estar con un maldito agujero
en su pecho. Un agujero vacío de mierda que no va a desaparecer. Pero tal vez
esta noche bastará y encontraré una manera de llenarlo. Absolutamente no voy a
frotar furtivamente una mano por mi esternón cuando Cameron vuelve su
atención hacia el escenario. Una banda está a punto de tocar, y las luces del
escenario arrojan un halo de luz azul sobre el pelo negro de Cameron. Esos
brillantes mechones se balancean sobre sus hombros cuando se inclina hacia mí,
su aliento sosteniendo una pisca de cerveza mientras me habla al oído. —Ya
escuché a estos chicos, son geniales.
Asiento. Realmente no sé nada de la banda, pero voy a tomar la palabra
de Cameron. Él es realmente hermoso. Pestañas negras gruesas enmarcan sus
ojos azules, ¿y cuando pone un brazo alrededor de mis hombros?
No siento nada.
243
mover, encerrada en su mirada como lo estoy. Quiero ir a él con tantas ganas que
mis muslos se tensan, como si pudiera levantarme. Pero entonces la conexión se
rompe.
Página
Él vuelve su atención a Cameron. O, mejor dicho, a la mano de Cameron.
Incluso desde tan lejos, sé que eso es lo que está viendo: a Cameron tocándome.
Los ojos de Drew se estrechan. Su expresión no es bonita, y está tan
concentrado que me pregunto si lo que ve es al defensa de su equipo justo antes
de que él lance un pase de touchdown sobre sus cabezas.
De repente, me siento enojada. No tiene derecho a fruncir el ceño cuando
tiene a alguna groupie tomando medidas con la mano de su culo. Y esa hermosa
idea me trae directa a las náuseas. Especialmente cuando veo a la Señorita
Manoseo-Inocente envolver su brazo alrededor de su cintura. Ahora acaricia su
estómago. Mi lugar.
—Disculpa —le digo a Cameron—. Vuelvo enseguida.
Por suerte Cameron no pregunta por qué tengo que escapar. No veo hacia
Drew mientras hago mi camino al baño.
En el interior, paso agua fría sobre mis muñecas. Siempre voy para enfriar
mis muñecas. Salpica agua en tu cara, y es un hecho que alguien va a entrar en el
cuarto de baño. Y sabrán que estás molesta. Mejor, te miran con lástima. Peor
aún, ellos te preguntan si estás bien mientras te miran con lástima. ¿Las muñecas,
no obstante? Puedes fingir fácilmente que estás lavándote las manos.
Me quedo ahí hasta que mis dedos empiezan a entumecerse. No me veo
al espejo. No sé si me va a gustar lo que veo. Unas pocas gotas de agua golpean
mi vientre y me estremezco, saliendo de mi niebla. Mi camiseta negra se sube,
dejando al descubierto una franja de piel sobre mis vaqueros. La maldita camisa
es demasiado apretada. Esto es la genial adición de Iris a la elección del vestuario
de esta noche. Porque, según sus palabras, “si tienes tetas como las tuyas, tienes
que mostrarlas de manera adecuada”. Tops de escote bajo, Iris insiste, son baratos
y sin inspiración.
“Pero permanece totalmente cubierta con algo que abraza tus atributos y los chicos
no pueden dejar de querer ver lo que hay debajo. Es como la última provocación”. Señoras
y señores, el mundo está de acuerdo con Iris.
En este momento, estaría satisfecha con una camiseta de trapo y
pantalones de pijama. Quiero ir a casa.
Secando mis manos, tiro por última vez la parte de abajo de mi camisa y
salgo del baño. Sólo para caminar directamente hacia Drew.
Se apoya en la pared del pasillo del baño. Me recuerda tanto a la primera
vez que nos tocamos mutuamente, que mis rodillas se debilitan. Detrás de él, el
245
Operandi.
Se quita de la pared y se encuentra en frente de mí en un movimiento
Página
estarlo. Pero hay un brillo en sus ojos como si estuviera muriendo por el chisme.
¿Cree honestamente que quiero hablar de Anna con ella? Y, de nuevo: ¿Gallina
Página
saltando a una conclusión errónea y metiendo sus narices en lugares que no les
incumben. A pesar de que el alivio me inunda, el zumbido en mis oídos crece a
Página
un clamor. —Por lo tanto, ¿todos piensan que dejaría a una chica embarazada, y
luego la rechazaría públicamente cuando ella me lo diga?
En la relativa oscuridad, puedo ver el rubor rodando por sus mejillas. —
Ah… bueno…
Comezón rompe a lo largo de mi piel. —¿Y creyendo esto, todavía querías
salir conmigo? —bueno, podría estar gritando. Mierda, es un milagro que no esté
gritándole a las nubes en este punto. ¿Eso es lo que la gente piensa de mí?
Shannon se aleja un paso. —No te culpo. —Como si esto supusiera que
todo el embarazo fue obra del Anna.
—Bueno, deberías —me rompo—. Si fuera cierto. Deberías permanecer
lejos de cualquier imbécil que haría algo así.
Ella sólo me mira como si me hubiera vuelto loco, y la rabia dentro de mí
surge. ¿Qué demonios le pasa a esta chica?
Respiro, no quería asustarla más. Soy mucho más grande que ella, e
incluso si no puedo esperar para alejarme, no es genial hacerla sentir miedo.
—Mira —dije con falsa calma—, lo que has oído, es incorrecto. Sí, esa era
la chica, y sí nos separamos. Pero fue una decisión mutua. —Me estremezco un
poco con eso, pero no es realmente una mentira. Anna no quería una relación, y
yo no podía fingir que no era lo único que quería—. Ella es una buena chica. Y
me pone enfermo que la gente pudiera pensar lo contrario.
Con los ojos abiertos Shannon asiente como si su vida dependiera de ello.
Se sostiene los brazos sobre su pecho. Puse ese miedo en ella, y la culpa aprieta
mi estómago.
—Me tengo que ir. Lo siento. —No estoy seguro de qué más puedo decir.
Sólo tengo que salir de aquí.
En el momento en que llego a casa y me las arreglo para encender mi
portátil, me tiemblan las manos. Náuseas ruedan alrededor de mi estómago
cuando una búsqueda de mi nombre en Twitter se detiene en cientos de tweets.
Y ahí están, en 140 caracteres de pura maldad. Las especulaciones sobre por qué
discutía con una pelirroja curvilínea. Comentarios sobre Anna que hacen que me
duela el corazón y mi sangre hierva, y luego encuentro las fotos.
Mis dientes rechinan. Ahí estoy, cerniéndome sobre Anna, que se ve tan
pequeña en comparación. Soy un monstruo con músculos abultados y una vena
que sobresale en mi cara. Nunca me he sentido tan avergonzado. Anna está
pálida, elevando su barbilla con desafío. Eso lo recuerdo. Pero nunca vi las
secuelas. Hay una foto de mí caminando lejos, humillado porque capta mi propio
dolor. Mi cara se tuerce con él. Y entonces una de Anna.
252
253
Página
Traducido por Michelle M
Corregido por Florpincha
Anna
Estoy tan agradecida por el descanso, que podría llorar. No sólo porque
me ahorrará el tener que enfrentarme a Drew en clase, sino que solamente tengo
que escapar. Por primera vez en muchos años, la casa de mi mamá es un refugio
al que quiero correr tan rápido como pueda.
Mejor aún, no tengo que ver a Terrance cuando llego aquí. El mes pasado,
cuando mi mamá expresó sus dudas sobre la venta de su casa de niña, Terrance
enloqueció, diciéndole que no tenía derecho a impedir sus sueños por ser una
cobarde. Mamá se dio cuenta que no era el sueño de ella, sino el de él. Dos
semanas después, el viejo Terry estaba navegando a las Bahamas con su perro.
La cena del día de gracias es tranquila. Mamá a menudo invita a gente
para que la pasen con nosotras, amigos solteros, los que no pudieron ir con sus
propias familias. Cuando era más joven, me quejaba porque no quería
compartirla con otros adultos. No cuando solamente veía a mi mamá trabajando
en la cena.
A medida que fui creciendo, aprecié el sonido de la risa y las
conversaciones interesantes durante las comidas. Desgraciadamente, este año, mi
mamá no invitó a nadie. Sé que la razón es que le preguntarán sobre Terrance y
la ruptura es demasiado fresca para que mamá lo enfrente. Me identifico.
Enteramente. Sólo que prefiero tener distracción. Ahora mismo solamente somos
mamá y yo. Y una casa tranquila.
Cocinamos juntas y tratamos de encontrar algo para hablar. La charla
usualmente no es un problema, pero ya que lo único que quiero hacer es
acurrucarme en la cama y llorar, me encuentro en una lucha.
Mi mamá llena el vacío y habla de su práctica. Sobre su amiga Silvia,
piensa que podría ser bulímica. Acerca de la nueva crema hidratante que
254
encontró y que ama los reciclados. Y aquello está bien. Si sólo este dolor, este
agujero constante dentro de mí se llenara con cada pedazo de comida que tomo,
Página
padre era…? bueno, ¿el único? ¿Ya sabes cuándo lo conociste por primera vez?
Como de costumbre, la mención de mi padre hace que su expresión se
Página
quede en blanco y de hielo. Toma un sorbo de su propio café. —¿La dura verdad?
Desde que era una niña, siempre me ha preguntado si quiero la versión
blanda o la dura. Lo que me deprime es que siempre pedí la versión suave. Hoy
no.
—La franca —digo.
—En realidad no —dice mamá con un suspiro.
Me incorporo. —Entonces, ¿por qué te casaste con él?
Se pasa la mano por el cabello, un verdadero signo de sufrimiento; nunca
se arriesgaría a arruinarlo así. —Porque quería que el fuera el único. Y tal vez…
—Se encoge de hombros levemente, su cabello oscuro se desliza sobre su
hombro—. Tal vez si él se hubiera quedado, podría haberlo sido.
El sabor del café se vuelve amargo en mi boca. Dejo a un lado mi taza y
hundo mis pies debajo de mí. —Pero si él hubiera sido el único, se hubiera
quedado. Y lo sabrías desde el principio. ¿Verdad? Quiero decir, se habría sentido
perfecto. —Es una protesta floja, pero la sola idea de que mi padre podría haberse
convertido en su verdadero amor me desconcierta.
La ligera risa de mi mama llena la habitación. —¿Crees que el amor no se
trabaja? ¿Qué no necesita crecer? —Su cabello se balancea mientras niega con la
cabeza—. Por supuesto que sí.
Me siento sobre los cojines con un jadeo. —¿Honestamente, mamá? Me
sorprende que de todos tú aún creas en el amor.
—¿Por qué? —Sus estrechos ojos se convierten en rendijas oscuras.
—Porque tú… —Doy un suspiro de frustración. No quiero herirla, pero
mi boca sin pensar ya empieza. Ahora no puedo regresarlo—. Todos estos
chicos… —Dejo la frase sin terminar, mirando a otro lado. El calor del fuego
aprieta mis mejillas.
Los ojos de mamá están en mí, quemando aún más mi piel. —¿Porque fallo
en el amor?
Débilmente, asiento. Y ella bebe su café mientras mira al fuego. El tintineo
de su taza contra el plato rompe el silencio. —¿Por qué crees que sigo
intentándolo, Anna? —La tristeza pesa en su suave voz.
Y cuando me atrevo a mirarla, veo las líneas profundizarse alrededor de
sus ojos.
»No, no he encontrado el amor —dice—. No del tipo que dura. Pero está
allá afuera. Y me duele pensar que por mis errores, has llegado a ser tan
256
desconfiada.
Toda mi cara pica con el calor y las ganas de llorar. Jodido infierno, nunca
Página
he llorado tanto en mi vida como en las últimas semanas. Odio eso. Odio el ovillo
de arrepentimiento y la fealdad que toma residencia en mis entrañas.
Pongo mis rodillas contra mi pecho, envolviéndome.
Sin embargo, todavía me siento fría y desequilibrada, como si algo esencial
se escapara de mí.
La voz de mamá se hace más aguda. —Odio decírtelo, pero me recuerdas
a tu padre justo en este momento.
Es como un puñetazo en el estómago. Exhalo una ráfaga de aire. —Eso es
bajo. E injusto. No soy nada como él. Nada. —He trabajado duro para para no ser
como ninguno de ellos.
Sus labios se fruncen mientras sus cejas se levantan. Sabe que me está
cortando. Estoy pagando por lo que le dije. Incluso si no lo admite.
—Bueno —dice—, él también se dio por vencido cuando las cosas se
pusieron difíciles. Nunca quiso intentarlo. Sólo tomó el camino más fácil.
—Si piensas que encuentro algo de esto fácil —digo con dificultad—, estás
equivocada.
Mamá pone su taza sobre la mesa de café. —Tal vez. Pero todavía te sientes
más segura en tu miseria que en salir a jugártela con lo desconocido.
Estoy de pie antes de que pueda pensar hacerlo. —Me voy a la cama.
Mis pies se comen la alfombra de peluche, propulsándome lejos de las
garras de mi madre. Pero su alcance es lejano y no puedo bloquear su última
observación. —Está bien correr, Anna. Pero sólo te sentirás peor por ello.
A veces realmente odio a mi madre.
Debe ser, porque el cerdo no es el único que se queja que Drew está fuera
del juego. El locutor continúa diciendo cómo Drew no ha sido el mismo desde
Página
hace un mes más o menos. Y la forma en que tiene que concentrarse de nuevo en
ello, porque este juego es brutal.
Y lo es. Cada golpe que Drew toma aprieta todo mi cuerpo en simpatía. La
barra está lo suficientemente cerca para que pueda escuchar el impacto de carne
sobre carne, los gruñidos. El equipo contrario, grandes brutos de Alabama, están
golpeando a Drew y a sus chicos.
Grayson cojea después de una tacleada en particular, claramente tratando
de despejar y Drew es más lento en levantarse cada vez que la defensa se
precipita hacia él. Pero lo mantiene. Está ganando, aunque es obvio que le toma
todo lo que tiene.
Cuando el medio tiempo llega, soy un manojo de nervios. Mi cuello duele
y sólo puedo imaginar cómo se siente Drew. El vívido recuerdo de su cadera y
torso con moretones azules y negros, cruelmente se mete en mi mente. Lo había
besado y lamido a través de su carne maltratada. Y él enredó sus dedos por mi
cabello y me sostuvo como si fuera lo único que importaba.
La verdad se estrella contra mí como una ola rompiéndose, y soy
succionada por el resultado. Él es la única cosa que importa. Lo he sabido, pero
hasta ahora, nunca me deje sentir completamente el vacío de su perdida en mi
vida. El sentimiento es tan duro y fuerte que casi me tambaleo.
Lágrimas queman mis ojos mientras camino de regreso a la pequeña
cocina para conseguir otro plato de alitas de pollo. Mirando fijamente a ciegas
una cuba de salsa de barbacoa, mi cuerpo se adormece, mientras un bulto en mi
garganta amenaza con ahogarme.
Me he convertido en todo lo que siempre he culpado, un don nadie, una
sombra buscando rincones oscuros por temor a ser juzgada. Y lo hice yo misma,
creyendo en la percepción de otras personas sobre mí y escondiéndome como si
no fuera lo suficientemente buena. La peor parte es que pensaba que hacía lo
contrario, que estaba siendo fuerte, no dando una mierda.
Que jodidos. En todo caso, me importa demasiado. Me preocupo por las
opiniones de la gente equivocada, gente sin puta cara que nunca va a significar
nada para mí y sin embargo he estado agachando la cabeza por temor a lo que
piensan.
—Dios. —Mi puño golpea el mostrador. Apoyando las manos sobre él, lo
golpeo una y otra vez, parpadeando para contener las lágrimas. No puedo creer
esto. He sido tan estúpida. Tan ciega—. Dios.
En la otra habitación, los aplausos del público suenan. Inhalo fuertemente
y limpio mis ojos con el dorso de una mano. Una extraña sensación de ligereza
me abraza. Mis hombros se enderezan. Pero en el fondo de mi pecho, todavía
259
260
Página
Traducido por Kari
Corregido por Florpincha
Anna
Las entrañas del estadio son un caos. Los reporteros y jugadores están en
todas partes. La gente grita, y luego la seguridad del campus está allí. Mi insignia
de catering me lleva lejos, pero no lo suficiente. Me detuve a poco de los
vestuarios por un guardia vigilante.
—Soy su amiga —le grito, frenética. Drew. Drew.
—Tú y todos los demás, dulzura. Danos un descanso y deja que los
médicos lo revisen en paz. —El guardia se mueve para cerrar la puerta, cuando
veo a Gray justo detrás.
—¡Gray! ¡Grayson! ¡Gray! —Estoy gritando.
Se detiene y frunce el ceño a través de la ranura de la puerta al cerrarse.
—¡Por favor, Gray!
Gray todavía está con el ceño fruncido mientras deambula hacia adelante
y pasa más allá de los hombros del guardia. Me agarro a su brazo tan pronto
como está lo suficientemente cerca. Su piel es fría y cubierta de sudor. Junto a mí,
él es una casa, una pared de blanco y rojo en sus almohadillas y uniforme. Su
expresión es triste, asustada, y me asusta más.
—¿Está bien? —Jadeo. Mi agarre en su brazo se aprieta.
La garganta de Gray funciona, y cuando habla es áspero. —Su pierna está
rota. Es malo.
—Oh, Drew —susurro. Su temporada ha terminado. Tal vez su carrera.
Me duele por él. Envolviendo mis brazos alrededor de mi cintura, busco el rostro
de Gray—. ¿Puedes hacerme entrar a verlo?
Los ojos azules y grises se llenan de sospecha. Es como si acabara de
261
recordar que soy el enemigo. No sé cuánto le ha dicho Drew, pero no puede ser
bueno.
Página
Dejar a Drew atrás es una de las cosas más difíciles que he tenido que
hacer. Estoy temblando en el momento en que llego a casa.
Una hora más tarde, estoy en el camión de Gray, y nos dirigimos al
hospital.
Nuestro silencio es torpe y pesado. Sé que no le agrado a Gray, y no estoy
interesada en por qué no lo hago. La culpa es un ladrillo en mi pecho.
—Te equivocaste con él —dice Gray finalmente.
Me muevo de mi vigilia por la ventana. Y continúa cuando le doy una
mirada inquisitiva. »Drew no duerme alrededor. Como que, no tiene sexo casual.
No desde hace un tiempo.
Debo verme escéptica; y admito, me siento un poco sorprendida, porque
Gray se encoge de hombros. »Sí, fue un poco salvaje por un par de años. Todos
lo hicimos. Y sí, tiene chicas que cuelgan de él a su izquierda y derecha. Pero eso
es todo lo que hacen. Colgar allí.
—Fuera de la bondad de su corazón —no puedo dejar de decir. La visión
del sin fin de candidatas de comerciales de pasta de dientes bailando en mi
cabeza hace que sea un poco difícil de creer.
262
—No —dice Gray con paciencia exagerada—. Más bien como que él es
demasiado vago y tolerante para rechazarlas. Podría perder el tiempo de vez en
Página
cuando, pero no las folla. —Gray resopla cuando levanto mi ceja—. No me creas.
Pero es la verdad. El coach manda mensajes de sexo seguro sobre nuestras
cabezas en una base constante. Drew es una estrella, y la gente va a hacer cosas
locas para conseguir un paseo. Él tiene que estar atento a las acusaciones falsas
de embarazo, posibles gritos de violación, mierdas que la mayoría de los
individuos de la universidad nunca tratan. Y bueno…
—¿Bueno qué?
Gray se rasca detrás de la oreja. —Él se quemó. Al comienzo del tercer año.
Con Jenny —esto viene como una mala palabra—. Drew y Jenny estuvieron
juntos desde el final del segundo año. Ella quería casarse.
—¿Cuando tenían veinte? —grito prácticamente—. Eso es una locura.
Él asiente como si estuviera predicándole al coro. —Eso es lo que Drew le
dijo. Pero Jenny quería un seguro que él no dormiría alrededor, encontrar a otra
chica, como si eso fuera remotamente el estilo de Drew. Cuando Drew dijo que
no, que eran demasiado jóvenes. Ella le dio un ultimátum y él siguió.
—Bueno, es sin duda una desafortunada historia…
—Una semana después —interrumpió Gray—, Jenny le dijo a cualquiera
quien quisiera escucharlo cómo Drew la dejó porque él estaba estresado por el
fútbol. Que tenía miedo de perder. Que su brazo estaba “en agonía” después de
cada práctica. Mostró a la gente sus mensajes de texto. Seleccionando los que
torcían la verdad para sus propósitos.
—Esa perra.
La expresión de Gray se vuelve fea. —Lo dijiste. Y ellos escucharon. La
prensa. Otros equipos. Expones un indicio de debilidad, y ellos saltan. Drew fue
golpeado durante cada partido que teníamos. Ahora, con cada chica con la que
está, él tiene que preguntarse si ella lo va a vender.
Me hundo en el asiento de cuero, desinflada. —¿Por qué me cuentas todo
esto? —Miro a Gray—. Quiero decir, ¿no deberías estar velando por su espalda,
en lugar de derramando sus secretos?
—Estoy viendo por su espalda. Necesitas saber que él no es un jugador. Y
si eso es todo lo que eres después…
—Hay cosas sobre mí que Drew tenía incorrectas también —chasqueo,
pero luego me encorvo—. No te lo voy a decir. Pero él es más para mí que sólo…
—¿Una follada?
Mi cara llamea. —¿De verdad? ¿Realmente acabas de decirme eso?
263
Walking wounded: es una persona que ha sido herida o dañada psicológicamente por sus
13
experiencias en la vida.
Tengo que amar a un hombre que protege a sus jugadores como si fueran
suyos. Asiento y luego abro la puerta de la habitación de Drew.
El aire frío y el olor a antiséptico golpearon mi cara mientras camino
dentro. Al sonido de la puerta abriéndose, vuelve la cabeza, pero es un
movimiento frustrado, y rápidamente aleja la mirada. Su cama se eleva al final
para que su pierna rota pueda descansar más alta que su cabeza. La luz solar
desvaneciéndose convierte la imagen en la ventana en un lienzo naranja, y en
contra de ella, el perfil de Drew es afilado y limpio. El abanico de sus pestañas es
tocado en oro mientras parpadea. Pero el resto de su cuerpo está quieto. Tan
quieto. Y a pesar de que es un tipo grande, la cama del hospital le disminuye.
Él no se mueve mientras camino más cerca, pero traga rápidamente,
haciendo una serie de ruidos de chasquidos en la garganta. Sus fosas nasales se
ensanchan, y un temblor trabaja sobre él. Trata tan duro para no dejarlo ir. Y me
mata.
No lo hago girarse, pero rodeo la cama hacia su lado bueno. Para
enfrentarlo. El chasquido en su garganta se hace más fuerte. Aspira aire por la
nariz. Dios, está pálido y maltratado.
—Drew. —Mi voz es un soplo, y su labio inferior tiembla. Su mirada lanza
dardos alrededor como si no supiera dónde buscar y está a punto de romperse.
Me hundo a su lado, y un suspiro tembloroso es arrancado de él. Está
moviendo la cabeza como para decir no, no, no, y su rostro se pone más y más
rojo. Suavemente, acuno su mejilla. Los ojos de Drew se cierran apretadamente
mientras se inclina en mi palma, y una lágrima fugaz sale.
—Bebé —le susurro, llena de angustia por él.
Un sollozo escapa. Cae en mí, su cabeza cavándose contra mi pecho
mientras sus manos se aferran a la parte de atrás de mi camisa. Lo acerco mientras
él lo suelta. Los sonidos rotos, todo su cuerpo sollozando, desgarrándose en mí.
Me curvo alrededor de su torso, protegiéndolo con lo poco que tengo mientras
llora.
No digo una palabra, no trato de decirle que está bien, porque no lo está
en este momento. Sólo puedo pasar mis dedos por su pelo, acariciar su ancha
espalda, y mecerlo lentamente. Su agarre en mi camisa tira con fuerza como si
fuera su tabla de salvación. Y me acurruco más cerca para que pueda sentirlo
todo de mí. Soy una pared. Nadie puede llegar a través de mí ahora. Lo protegeré
con todo lo que tengo.
Pierdo la noción del tiempo, y mi pierna empieza a entumecerse. Pero no
266
me quejo. Pronto se pone pesado contra mí. Pero sé que está despierto. Sus
pestañas cosquillean en mi cuello mientras parpadea.
Página
—Lo siento mucho, Drew —le susurro por fin, y no se trata sólo de su
pierna.
Y tal vez lo escucha porque un suspiro tembloroso lo abandona. Le beso
la sien, la húmeda elevación de su pómulo, la frente, todo el tiempo
acariciándolo. Un toque suave a lo largo de su cuello, por encima del hombro, la
mandíbula. —Lo siento mucho —le digo de nuevo.
Abre su gran mano y la presiona contra la parte baja de mi espalda. Siento
el calor de sus labios en mi cuello, y su respiración.
—Lo siento mucho, Drew.
—Anna. —Es sólo mi nombre. Sin embargo oigo la paz en el mismo. Y la
necesidad.
Nos sostenemos entre sí. Y no voy a dejarlo ir.
267
Página
Traducido por Amélie.
Corregido por Clari
Anna
Me quedo con Drew hasta que el personal del hospital me echa. Y vuelvo
por la mañana para quedarme con él de nuevo. No decimos mucho. Me siento en
el sillón grande que he dejado al lado de su cama. A veces sostengo su mano. A
veces sólo se sienta y juega con mis dedos mientras mira fijamente por la ventana
con una expresión pensativa. Le leo a Emerson, lento y bajo, y sólo para sus oídos.
Cuando se queda quieto y en silencio, me detengo.
—Más. —Su voz es oxidada y suave, y su mano envuelve la mía en un
agarre cálido.
Leo hasta que se duerme. Pero no lo dejo. No puedo. Estando cerca de esta
manera pone de relieve lo vacía que me he sentido sin él. Conozco a este hombre
en muchos niveles minúsculos. En formas en que no me di cuenta, la cadencia de
su aliento, el olor de su piel, la forma en que siempre hace un pequeño sonido en
su garganta cuando cambia de posición en la cama. Pequeños fragmentos de
información que hacen a Drew totalmente único.
Su habitación del hospital rápidamente toma el parecido a una floristería.
Aparentemente interminables ramos de “Mejórate” son traídos por enfermeras
radiantes. Nada de eso hace a Drew siquiera esbozar una sonrisa. Cuando una
enfermera maniobra con un globo en forma de balón de fútbol combinado con
flores, él chasquea.
—Llévatelos. —Sus manos moviéndose con molestia—. Llévatelos todos.
—Mira a la enfermera sorprendida, y su expresión se vuelve dolorosa—. Por
favor, sólo dáselos a las personas que necesitan un poco de alegría. Tiene que
haber un montón de candidatos en este lugar.
La enfermera, que es obviamente una fan, le sonríe a Drew como si fuera
un Dios.
268
—Bueno, por supuesto que hay. ¿No es dulce que sugieras eso?
Sólo puedo oírlo murmurar—: Más bien enfermo del maldito husmeo. —
Página
270
Página
Drew
Mantengo mis ojos en el culo respingón de Anna mientras se escabulle de
la habitación. Mujer traicionera. Con ella saliendo, tengo que enfrentar a los
chicos, quienes están entrando como si fueran a un maldito funeral. Y no es así,
¿cierto? Damas y caballeros, la muerte de la carrera universitaria de Drew Baylor.
Desafortunadamente, él no salió en un resplandor de gloria, luz y fans gritando.
No, fue sacado, gritando de dolor y con ganas de llorar por su mamá. Mierda.
Nadie dice nada mientras entran, un desfile de piernas llenando mi punto
de vista, y el olor a desodorante, gel de ducha, y el olor débil de lo que sólo puedo
describir como “fútbol” que persiste en ellos llena mi nariz.
Mierda. Mierda. Mierda.
Tengo que mirar hacia arriba. Me duele el cuello al hacerlo. Mis ojos arden
mientras lucho para mantenerlos abiertos. Los corredores me rodean, los
sustitutos y segundos se derraman en el exterior del pasillo.
—Hola —digo a nadie en particular.
Un gruñido de—: Hola, Battle. —Es devuelto.
Es tan torpe, estoy ahogándome en él. Debajo de la sábana, aprieto mis
puños. No miro a los ojos de mis chicos, y ellos tampoco a los míos. Gray se
adelanta y se deja caer en el asiento que Anna dejó vacante.
—Jesús, que alguien cuente una broma o algo así.
Un par de chicos se ríen nerviosamente. El siguiente silencio es
ensordecedor.
—Oye —dice Gray en el vacío—, ¿cómo sabe Darth Vader qué consiguió
Luke para Navidad? ¡Él sintió sus regalos!
Todo el mundo se queja de eso.
—Vaya mierda, Gray-Gray.
Pero están riéndose más. Rolondo se adelanta y golpea mi hombro. Duro.
—¿Estás bien, hombre? —Hace una mueca—. Aparte de tu pierna
reventada.
Nos miramos a los ojos por un rato y luego, nos reímos. No
completamente, pero es suficiente por ahora.
—Sí. Aparte de mi pierna reventada. Y apestando a hospital.
271
—Esa niñera tuya no puede doler —dice Dex con una sonrisa.
Página
Alguien tose:
—Escarlata.
Ruedo los ojos, pero no estoy tocando eso.
La sonrisa de Dex se desvanece.
—Les pateamos el culo, Drew.
—Por ti, hombre —añade Simms. Furia hierve a fuego lento en sus ojos, y
en los ojos de mis chicos mientras miro a su alrededor. Por un breve momento,
casi lo siento por los jugadores que deben haber sido golpeados. Pero entonces,
recuerdo por qué y un dolor aprieta mis entrañas. No quiero ser parte del equipo
Gipper.
—Hijos de puta se lo merecían —dice el mariscal. Una queja más fuerte
corre a través de la habitación.
—¿Estamos en las finales, entonces? —logro preguntar.
Nadie me mira a continuación.
—Sí.
Sin mí. No me necesitan, después de todo. ¿Es mezquino que se sienta
como una patada en el estómago? Sí. Pero les digo lo que necesitan oír. Tomando
una respiración profunda, me obligo a que las palabras salgan con convicción,
para hacer frente a todos y cada uno de sus ojos.
—Y ustedes les patearán el culo.
Un sonido de acuerdo pasa por la habitación, pero es poco entusiasta.
Gracias a Dios, o quien sea que esté escuchando mis súplicas, que la
enfermera teje a través de la multitud y comienza a echar a todos. Y se van.
Después de haber estado en el otro lado de este tipo de visitas, sé lo tanto que
quieren escapar. Quiero seguirlos.
Uno tras otro, vienen hacia adelante, me dan una palmadita en el brazo o
el hombro con un murmurado—: Mejórate. —O algún equivalente. Y cada vez,
se siente como otro clavo en mi ataúd. Por el momento es sólo Gray, quiero estar
solo, estoy sudando. Tacha eso, quiero a Anna. Quiero perderme en su aroma
cálido, su voz dulce, o simplemente su piel suave.
Pero Gray se rezaga. Frunce el ceño, abre la boca, la cierra, y luego, lo
intenta de nuevo.
—Ganamos porque nuestra defensa les cerró. No marcamos otro punto de
mierda. Nuestra productividad ofensiva se fue al infierno cuando te sacaron.
272
—Era —murmuro.
Da un paso más cerca, entrando en mi campo de visión.
—Eres. —Su expresión es feroz—. No has terminado todavía.
Anna entra pero se detiene, su mirada va a mí, y luego a Gray, y se cierne,
claramente preocupada de estar interrumpiendo algo. Gray la mira, pero luego
me mira. Moviéndose más rápido de lo esperado, se extiende y despeina mi
cabello, dándole a mi cabeza un pequeño empujón al final.
—Te quiero, gruesa cabeza de bastardo. —La voz de Gray es desigual, y
me doy cuenta, entonces, cómo de asustado ha estado. Yo habría estado
demasiado, si hubiera visto su pierna rota como una ramita.
—Lo mismo aquí —digo, algo se atasca en mi garganta.
Él se retira rápidamente, dándole a Anna una pequeña sonrisa.
—Cuida de nuestro chico. Nos vemos mañana, Drew.
Mañana. Cuando por fin seré libre de este lugar. A pesar de que estoy
contando los segundos, una ola de pánico negro se hunde alrededor de los bordes
de mi visión.
Anna vuelve a sentarse. Tomo su mano y no la dejo ir.
273
Página
Anna
En la noche, cuando me echaron de la habitación de Drew una vez más,
agarro sus llaves y voy a su casa. Sí, estoy básicamente forzando una casa, pero
toca hacerlo. El coche de Drew está en el garaje, uno de sus compañeros de
equipo, presumiblemente, lo trajo con la llave de repuesto. La luz del porche está
encendida, al igual que la luz de la cocina, apenas visible en la parte posterior.
Me anima que alguien se preocupara lo suficiente como para proteger su casa de
esa manera.
Acarreando mi carga de provisiones con una mano, apoyo la cadera contra
la puerta y entro. Estoy a mitad de camino a través de la sala cuando una forma
masiva levanta la vista de la cocina. Naturalmente, grito y lanzo las llaves a mi
atacante. Con un tintineo rebotan en el centro de la frente de Gray Grayson antes
de traquetear en el suelo.
—¿Qué mierda? —Se agarra la cabeza y me mira ferozmente.
Avergonzada, y con mi corazón acelerado, respondo de vuelta.
—La mayoría de la gente esquiva.
—¿Sí? —Todavía frunciéndome el ceño, agarra las llaves con una mano—
. La mayoría de la gente no irrumpe en las casas y lanzan las llaves a las cabezas
de víctimas inocentes.
Desde que las bolsas de los comestibles están cortándome la circulación
de mi mano, me empujo más allá de él y las pongo en el mostrador.
—Si tengo las llaves, no estoy forzando una casa, ¿no?
Gray entra en la cocina, donde una olla de algo se está cocinando en la
estufa. Huele fantástico.
—No sé. —Me mira, sospechoso—. ¿Le preguntaste a Drew si podías usar
sus llaves para entrar en su casa?
Pillada.
Me encojo de hombros.
—Drew estaba ocupado en otra cosa. —Empiezo a descargar los víveres—
. Tuve la buena intención de venir aquí, limpiar y hacerle un poco de comida para
la semana. Pero no sabía que ya tenía un chef residente.
Sorprendentemente, Gray sonríe ampliamente.
274
Anna
Drew se destapa para irse, y lo hace como si hubiera salido de una cárcel.
—¡Finalmente! ¿Dónde está mi ropa?
El médico ríe ante su entusiasmo. Más aún, cuando Drew deja su cama y
va cojeando hacia el baño, la parte posterior de su bata de hospital aleteando en
su prisa y mostrando su culo desnudo al mundo. Ruedo los ojos mientras Gray
resopla. Él y el entrenador de Drew están aquí.
Drew regresa, vestido con pantalones cortos de baloncesto holgados y una
camisa de manga larga de algodón que abraza su delgada figura.
—No puedo esperar para salir de aquí.
—Me preocuparé por ti si te gustó el hospital —dice el entrenador Smith
con una pequeña sonrisa. Es un hombre severo, pero puedo ver su afecto por
Drew.
Todo va bien hasta que una enfermera llega con una silla de ruedas. —
¿Listo para ir a casa, Sr. Baylor?
Drew mira la silla como si fuera una serpiente. —Sí. Pero no voy a subirme
en eso.
Ella le da una sonrisa paciente. —Reglamento del hospital, me temo.
Incluso para ti. —Hay acero en la mirada que fija en él, y el ceño fruncido de
Drew crece porque todos sabemos que no va a discutir con ella.
—Bien. —Da saltitos desde su cama y se gira a la posición en una pierna.
No mira a nadie mientras la enfermera acomoda su pie en el apoya pies y le da
una palmadita amistosa en el brazo.
—¿Todo listo?
276
Drew.
—Bien. Ahora, sólo necesito saber que tienes a alguien cuidándote en tu
casa por los próximos días.
La barbilla de Drew se alza de golpe mientras un leve rubor inunda sus
mejillas.
—No necesito a alguien cuidándome. Estoy bien.
Una vez más, la enfermera utiliza su sonrisa paciente-no-proteste-
conmigo.
—No quiero volver a verlo por aquí, Sr. Baylor. Dese un tiempo para
acostumbrarse a sus muletas antes de ir por su cuenta.
Drew se pone más colorado, con las manos curvándose en puños
apretados. Sus dientes destellan en una mueca. He visto esa mirada antes. Justo
antes de que explotara conmigo. Me meto.
—Estaré cuidando a Drew.
Su mirada me penetra como una pervertida hoz.
—No.
Se hace eco a través del aire, duro y feo. Y mi espalda empieza ponerse tan
tensa que se siente como si mi columna vertebral fuera una barra de acero.
—Sí, lo estaré.
Las fosas nasales de Drew se ensanchan.
—No quiero tu compasión. —Si las palabras fueran uñas, habría sido
perforada.
Aparento un largo suspiro.
—Correcto. Gray, elimina “la lástima por Drew” de mi lista de cosas por
hacer, ¿podrías?
Gray se ahoga reprimiendo una risa, y el entrenador Smith tiene un
repentino interés en sus zapatos. Los ojos de Drew se estrechan en rendijas y,
durante un buen rato, estoy segura de que va a gritar, pero su boca comienza a
crisparse.
—Te dije que era un culo inteligente —le dice a Gray.
—Eh —Gray se rasca la parte posterior de la cabeza—, podría haber jurado
que dijiste “dolor en el culo”.
La enfermera escoge ese momento para entrometerse.
277
278
Página
Drew
Regresar a casa nunca se ha sentido tan bien. Desde antes de que mis
padres murieran, no he experimentado tal alivio al entrar en mi casa. Es cálido,
tranquilo, y el olor del cuero y limpieza general me rodean mientras cojeo a la
sala, mis muletas chocando con un ruido sordo contra el suelo de madera pulida.
Me detengo y miro alrededor antes de pasar a Anna, que ha tomado un interés
extremo en un punto remoto en la pared.
—Limpiaste. —Toda la casa brilla.
Se encoge de hombros.
—¿A quién le gusta volver a una casa desordenada?
—Anna, no tenías que…
—Si me dices que no tengo que ayudarte una vez más, yo… —Su nariz
adorable se arruga mientras se va apagando en una pérdida.
—Tú, ¿qué? —bromeo—. ¿Me golpearás? ¿Con un rodillazo en mis
pelotas?
Una ceja castaño rojizo se levanta, mientras me mira, su mirada
deteniéndose en mi pecho.
—Te retorceré un pezón muy fuerte.
Resoplo, pero mi pecho crece caliente. Cristo, la idea de Anna pellizcando
mi pezón me tiene fuera de mí.
—Siempre y cuando tenga la oportunidad de devolver el favor, Jones.
Justo como había esperado, se sonroja.
—Pervertido.
—Prefiero libertino igualitario. —Doy un porrazo más en la habitación y
dejo a un lado mis muletas antes de desplomarme en el sofá. El cuero acolchado
a mi alrededor, una comodidad familiar en la que me hundo. Esperaba que Anna
me siga; ha estado merodeando encima de mí como si tuviera miedo de que me
mueva. Pero todavía está de pie junto a la puerta y me mira con una expresión
extraña, su boca porta una media sonrisa nerviosa.
—¿Qué? —Me muevo un poco en mi asiento, arrastrando mi pierna
lesionada para descansar en la tumbona. Ahora que estamos solos y no distraídos
por cosas como monitores del hospital, enfermeras que iban y venían, y mi dolor
279
intenso, hay una cierta cantidad de incomodidad entre nosotros. Ella ha roto mi
corazón, y me prometí mantenerme alejado. Una declaración que se derrumbó
Página
como arena seca en el segundo que entró en mi habitación del hospital y me miró
como si fuera la cosa más importante en su vida. He estado esperando meses por
esa mirada. Pero eso no borra todo.
—Nada —dice, todavía mirándome—, sólo extrañaba tu humor.
He echado de menos mucho más de ella.
—La mayoría de la gente realmente no entiende mi humor —digo en su
lugar.
Y entonces, sonríe plenamente.
—Me lo creo.
Finalmente, entra en la casa, cerrando la puerta detrás de ella. Es el
momento en que me doy cuenta de la pequeña bolsa en su mano. Se ruboriza
cuando veo eso.
—Pensé que tal vez… —Su rubor empieza a bajar por su cuello—. Bueno,
tal vez te gustaría un poco de compañía por un tiempo.
Así que, también, está insegura. Debería preguntarle en este momento, lo
que espera de mí. Si quiere lo que teníamos antes, me matará. No puedo volver
a eso. Pero tiene que saberlo. Y se quedó a mi lado en el hospital, cuando antes
habría corrido en la dirección contraria.
El momento se extiende, y ella se desplaza de un pie a otro, su expresión
volviéndose contraída y pálida como si estuviera asustada de que le diré no, que
le diré que se vaya ahora mismo. Eso no pasará.
—Te quiero, Anna —digo en voz baja—. Siempre lo hago. Si quieres
quedarte, tienes que saber que también quiero eso.
Sus pestañas parpadean hacia abajo, ocultándome sus ojos mientras me da
un asentimiento enérgico.
—Eso es lo que quiero. —La respuesta es apenas un susurro, pero lo
escucho y mi cuerpo responde con una oleada de calidez y satisfacción.
—Bueno, entonces… —No sé qué decir exactamente. Trae tu dulce culo
aquí y siéntate en mi regazo, probablemente sonaría demasiado necesitado,
incluso si eso es lo que anhelo. Demonios, ha pasado más de un mes desde que
la he tocado correctamente.
Anna, sin embargo, tiene otras cosas en su mente.
—¿Quieres algo de comer?
Detrás del olor familiar de casa, algo salado y algo dulce permanece en el
280
aire.
—¿Gray estuvo aquí?
Página
—Cualquier cosa que quieras, cariño. —Quiero que suene como una
tomadura de pelo pero sale ronco. Me aclaro la garganta y agarro el control
remoto para cambiar el canal.
Página
Con aire ausente, le acaricio el pelo. Los rizos salvajes son de seda gruesa,
saltando alrededor de mis dedos con vida propia. La masa de color rojo oscuro
es tan densa que sólo puedo concentrarme en una sección. Me dejo complacer; he
querido tocarle el pelo de esta manera desde hace mucho.
—Harás que quede como un payaso —dice en voz baja, pero no se mueve.
—¿Quieres que me detenga? —Las hebras se rozan en mi piel con fricción
placentera.
—No. —Sus párpados aletean—. Nunca.
Lo cual está bien para mí. Mi chica favorita y mi programa favorito. A
veces la vida es buena. Se pone mejor cuando Anna sonríe mientras empieza el
espectáculo.
—Top Gear. Excelente.
—¿Te gusta Top Gear? —Sigo pasando mis dedos por su pelo.
Su boca se curva, lo que empuja su labio superior regordete en ese puchero
que me vuelve loco.
—Sí —Vuelve un poco la cabeza para mirarme—, ¿es eso tan
sorprendente?
—Algo así. —Encojo los hombros—. No he conocido a una chica que le
haya gustado antes de ti.
—Mmm. —Sus ojos verdes se estrechan, pero siguen siendo cálidos y
relajados, divertidos—. ¿Qué, en nuestra cercana relación, te hace pensar que me
parezco en algo a las chicas que has conocido?
Suavemente, me río. Estoy caliente por todas partes ahora.
—Buen punto.
Se acurruca más profundamente en mi regazo; me encanta la sensación,
quiero sentir que la estoy protegiendo proporcionándole un lugar para
descansar.
—Así que déjame adivinar —le digo—. ¿George te llevó a esto?
—En realidad, fue Iris.
El cuero chilla mientras se vuelve de espaldas, su cabeza ahora totalmente
acunada en mi entrepierna, lo que tiene un efecto esperado en mi pene. Se agita,
y haré al hijo de puta caliente bajar. Si se da cuenta, no dice nada. En cambio, me
mira con ojos verdes anchos, el color de las hojas del acebo.
284
—Ewan McGregor fue estrella invitada en un episodio, así que, Iris tuvo
que verlo.
Página
rubios.
—Pero ese tipo que estaba con ella… Henry, ¿no?
La cabeza de Anna se mueve contra mi pene cuando asiente, y reprimo el
impulso de retorcerme.
—Está de nuevo con él. Idiota.
—¿Henry o Iris? —me burlo, pero me molesta la forma en que nos hemos
perdido de la vida del otro.
—¿Ambos? —ofrece.
No puedo evitar sonreír ante su mirada contrariada.
—Henry tiene el pelo oscuro —señalo.
—Sí, bueno —dice con el ceño fruncido—, sigo esperando a que se dé
cuenta de que es todo lo contrario a ese tipo.
Su mejilla es sedosa contra la punta de mis dedos. La acaricio a lo largo de
su sien y luego trazo el arco curvado de su frente. Y simplemente me mira como
si tomara placer en el acto. Su respiración es suave y constante, su cuerpo es
caliente donde se encuentra con el mío.
El área del hematoma alrededor de mi corazón empieza a doler. El saque,
la ruptura de la pierna, todo ello me ha dejado desestabilizado y apenas tocarla,
simplemente descansar aquí con ella, de esta manera, me afecta. Quiero llorar.
Quiero reír. Quiero sumergirme tan profundo dentro de Anna que olvidaré mi
nombre. Un bulto llena mi garganta y dejo que mis palmas descansen contra su
mejilla. Malditas emociones fluctuantes. El doctor me advirtió acerca de ellas.
Pero, infierno, a este ritmo, voy a ser una ruina para el final de la semana.
—¿Y cuál es tu tipo? —me encuentro preguntando. Una parte de mí me
maldice por verme débil y necesitado. Pero, a la mierda, la otra parte de mí está
necesitada. Sé por qué me fui. Realmente, no sé por qué regresó ella.
Sus ojos se oscurecen cuando busca mi cara, como si supiera que ya no
estoy bromeando. Es muy callado entre nosotros, el sonido del televisor a todo
volumen de fondo. Poco a poco, levanta el brazo y pasa los dedos por mi
mandíbula. Su expresión cambia, está abriéndose. Miedo, puedo verlo
parpadeando en sus iris verdes, pero algo más, algo que hace un nudo en mi
interior.
—Tú lo eres. —Su voz es baja y nublada. Pero su toque se hace más fuerte
mientras envuelve sus dedos alrededor de la base de mi garganta, donde mi
pulso late con fuerza. Su barbilla se levanta, terca, segura—. Tú eres el único al
que quiero, Drew. En todas las cosas.
286
Anna
A pesar de que está en muletas, Drew reduce el trabajo de entrar en su
habitación. Hay un destello familiar en sus ojos, uno que me hace poner toda
caliente y nerviosa por dentro. Aunque tengo mis preocupaciones acerca de tener
relaciones sexuales con él ahora mismo. Se hará daño. Empujarle la pierna sin
querer y perjudicarlo más es la última cosa que quiero hacer. Por otra parte,
besarlo en el sofá me ha motivado, sé que si me toca, todas mis intenciones
buenas se derribarán como un castillo de naipes en una fuerte brisa.
Drew llega al centro de la habitación antes de detenerse. También limpié
aquí, y aunque no pienso que le importe, una parte de mí todavía se encoge. Me
hice cargo de su casa con impunidad, haciéndola mía antes de que incluso
hayamos establecido las cosas. En ese momento, empujé todo a un lado a favor
de asegurar su comodidad, pero él está aquí ahora, viendo lo que he hecho.
Sus ojos dorados encuentran los míos y sonríen, suave y tiernamente.
—Mi mamá solía darme sábanas frescas cuando enfermaba. Siempre me
sentí bien al caer en una cama limpia. —Su boca se tuerce—. No estoy diciendo
que pienso en ti como mi mamá, sólo que… bueno, te lo agradezco.
Ahora estoy ruborizándome.
—Mi mamá también hacía eso. Tal vez, es una cosa de las mamás.
Sostiene mi mirada.
—Si alguna vez te enfermas, me comprometo a cambiar las sábanas para
ti.
El calor inunda mis venas. Una declaración pequeña, prometiendo un
futuro. Se dirige al baño.
—Estoy muriendo por una ducha. Lo juro por Dios, apesto como a
288
hospital.
Página
cruje cuando bajo su pie con facilidad y empiezo a tirar de ésta sobre él. El
abdomen plano de Drew se levanta y cae en un ritmo estable y rápido.
Su pierna es tan larga, la bolsa apenas llega a la parte superior del molde.
Con movimientos rápidos, envuelvo los extremos con cinta quirúrgica, sin perder
de vista la forma en que su pene está levantándose orgulloso y a la espera. El
deseo me llena. Sé cómo va a saber, salado y dulce, cómo se va a sentir contra mi
lengua, pesado y firme. En cambio, lo miro a los ojos.
—Vamos, todo listo.
Drew traga audiblemente, sus caderas se inclinan un poco como si no
pudiera evitarlo.
—Te encanta torturarme, ¿no? —Su voz es un susurro ronco, casi no se
escucha por encima de la constante lluvia de la ducha.
Lamo mis labios secos, notando el modo en que se para su aliento cuando
lo hago.
—Es lo justo, ya sabes.
—¿Por qué lo es, Jones? —Pero él lo sabe. Puedo verlo en sus ojos, esos
malditos ojos que tanto desafían y hacen promesas.
Ahueco su trasero, ese increíble culo firme que ocupa un lugar destacado
en muchos de mis sueños sucios. Mi dedo acaricia su pequeño tatuaje de hacha
de batalla, y sus fosas nasales llamean en un aliento bruscamente estirado.
—Porque —digo—, tú sólo tienes que estar de pie allí para torturarme.
—Acabas de hacer que valgan la pena las horas incontables y difíciles de
ejercicio. —Una nota burlona aligera su tono, pero las sombras se deslizan en sus
ojos. Drew no se esfuerza para impresionar a la gente. Su cuerpo es un
instrumento, pulido finamente para actuar en un nivel óptimo. Y ahora se ha roto.
Sé que está luchando contra el miedo y ha sido así desde el saque.
Mis rodillas protestan cuando me levanto. En mi camino, me detengo y
beso la punta suave y caliente de su pene, y él sisea. Antes de que esté totalmente
de pie, toma mi cuello y me tira. Sus bíceps sobresalen cuando curva sus brazos,
y luego, su boca está sobre la mía, su beso tentándome con pequeños lametones,
chupando suavemente, las respiraciones son sostenidas y necesitadas. Su pene
empuja mi vientre mientras me apoyo en él, y estoy tan caliente, tan mojada que
casi me olvidé de por qué esto es una mala idea.
Se balancea sobre sus pies, la larga longitud de su cuerpo amenaza con
caerse. Me voy hacia atrás.
—Drew…
290
Él no me deja ir, pero suspira—: Todo bien, todo bien. Seré bueno por
ahora. —Sus ojos se encuentran con los míos, y veo el calor en ellos—. Pero vas a
pagar por eso, Jones.
Página
—Estaré esperando, Baylor. —Tiernamente, beso su boca, demorándome
sólo lo suficiente para que me siguiera cuando me alejo. Le sonrío—. Ahora, toma
tu ducha.
Él le da un pellizco suave a mi labio superior antes de retroceder.
—Joven despiadada. —Y entonces, antes de que pueda cambiar de opinión
y agarrarlo, cojea hacia la ducha y se queda bajo el rocío.
No, no voy a mirar. No lo haré. Mi boca se seca. Esos finos músculos se
definen por la piel tensa, toda pulida y brillante. El agua corre en riachuelos fuera
de su pene todavía medio duro. Aspiro un aliento y cierro la puerta sobre su
molesta risa.
¿verdad?
—¿Estás drogado? —Me río en voz baja, pero mi ritmo cardíaco se ha
Página
—¿Para ti?
A menudo dice eso, y una parte de mí se pregunta si otros le han dicho lo
contrario a él.
—Para mí. —Sus dedos trazan la curva de mi hombro, rozando un mechón
de cabello sobre él—. Cuando estamos juntos, sólo somos tú y yo. No existe nadie
más.
Me hace querer llorar, decirle cosas que nunca me he permitido pensar, y
mucho menos decirlas en voz alta.
—Drew. —Presiono mi puño contra su pecho—. No puedes seguir
diciéndome estas cosas perfectas. —Le doy una sonrisa insegura—. Quiero decir,
¿cómo se supone que debo manejar eso?
Él se ríe.
—¿Estás dándome problemas por ser demasiado romántico?
—No. —Beso su mejilla, en lo alto por el rabillo del ojo—. Quizás. Me
parece que cuando se trata de ti, también soy competitiva.
Otra carcajada retumba en su pecho.
—¿A jugar, entonces?
—Sí. —Beso su otra mejilla.
Suspira, toca mi cuello, un golpe ligero.
—Golpéame con ello, Jones.
—¿Drew? —Acaricio su oreja.
—¿Sí?
—Creo que eres lindo de verdad —digo alargando las palabras.
Se echa a reír.
—Oh, guau —dice inexpresivo—, he sido adiestrado.
—Lo sabes.
Lo he echado de menos. La felicidad es una cuchilla que corta en mi
corazón.
Su cálida palma roza mi muslo hasta que su pulgar roza los rizos entre mis
piernas. Inmediatamente, mi interior se aprieta. Más aún cuando su voz
disminuye bruscamente.
—Ah, extrañé esto. Extrañé la perfección de tu vagina.
294
Succiona mi labio inferior, juega con mi boca en esa deliciosa forma suya.
—Amo la forma en que besas —digo.
Página
Gruñe, la vibración haciendo que mi boca se abra. El beso va de oscuro a
luminoso.
—Te amo.
Las palabras me golpean y todo mi cuerpo lo absorbe. Estoy temblando
mientras me aparto para mirarlo. Su expresión es tierna pero cautelosa. Sabe que
ha puesto mi mundo de cabeza.
—¿Qué dijiste? —suelto.
—Ya me oíste. —Su tono es cauteloso, como si estuviera esperando a que
huya, pero con la esperanza de que no lo haré.
Lágrimas empañan mi visión. Mi cuerpo se siente como plomo. Me hundo
en sus brazos y me desplomo contra su pecho. Suavemente, me levanta un poco
hasta que me puede ver.
—Oye. —Su pulgar limpia una lágrima—. No te lo dije para molestarte.
Te lo dije porque contenerlo es demasiado difícil. —Se inclina hasta que nuestras
respiraciones se mezclan—. Quiero decírtelo todos los días.
Drew pausa y la vulnerabilidad se aprieta en la esquina de sus ojos. —Y
tú necesitas saber qué es esto para mí, antes no fui claro. —Profundos ojos
dorados se mantienen en los míos. Él estaba permitiéndose a sí mismo quedarse
abierto, revelando su alma—. Tienes mi corazón, Anna. Y cada vez que tuve que
alejarme de ti, cada vez que te alejabas de mí, se sentía como si estuviese siendo
arrancado de mi pecho. Jodidamente dolía, Anna.
Su confesión refleja mis sentimientos tan de cerca que una nueva oleada
de lágrimas calientes se depositan en mis ojos.
—Me dolió también. Tanto. Me sentí tan vacía que no podía ponerme de
pie.
Las cejas oscuras de Drew se fruncen.
—Entonces, ¿por qué no…?
—Tenía miedo. Mierda. —Tomo una respiración inestable, sintiéndome
enferma—. Tú brillas tanto, Drew. Y es hermoso para mí, pero no sabía cómo
vivir bajo tu luz.
Frunce el ceño, su expresión feroz creciendo. Pero sus palabras son bajas,
fuertes.
—¿Lo que la gente ve? Eso es sólo brillo. Pero, Anna, tú me enciendes. A
Drew. No al jugador. ¿No sabías cómo vivir bajo mi luz? No tengo más luz a
296
—Pero…
—Anna, bebé, nunca serías la chica que no vi, nos hubiésemos conocido
ahora o en el instituto. —Me tira cerca, frotando su nariz a lo largo de la punta
de la mía—. ¿No lo entiendes? Sé que no lo serías porque, desde el momento en
que puse mis ojos en ti, eres todo lo que puedo ver. —Drew me besa, persistiendo
antes de alejarse para estudiarme. Sus ojos están claros y llenos con tanta emoción
que mi garganta se cierra. Como si él también estuviera vencido, traga rápido, y
su voz no es más que un soplo—. Te amo, Anna Jones. Eso no va a cambiar. Te
amé cuando pensé que nunca estaríamos juntos, y todavía te amo.
Suelto una respiración fuerte y luego, me inclino hacia él. No beso sus
labios, pero sí el punto sensible de su cuello, donde late su pulso.
—Te lo tendría que haber dicho antes.
Su garganta se mueve bajo mis labios mientras traga.
—Sí. —Sus labios rozan mi sien, sus cálidas y ásperas palmas alisando mis
muslos—. Pero ahora entiendo.
—Lo siento mucho, Drew. —Pongo un beso tierno en el centro de su
pecho.
Su voz es gruesa.
—No necesito eso.
No, él necesita las palabras, por lo menos para saber que me importa
también. Le debo mucho más. Sentándome en su regazo, me encuentro con sus
ojos. La emoción obstruye mi garganta, hace que mi corazón se acelere a golpes
desesperados.
Parece rígido, su boca relajada, pero no sonríe. Dios, él es todo. Todo. Toco
su mejilla, rozando con mis dedos la piel áspera con barba. Mi boca se abre, pero
aún, nada sale. Con un sonido confuso, me lanzo sobre él, abrazándolo con fuerza
y metiendo mi cara en la suave curva de su cuello. Es cálido, su olor familiar y
reconfortante tan profundo, que me tiene llorando fuerte.
Y aunque, claramente, lo he sorprendido, envuelve sus brazos alrededor
de mí y se aferra con fuerza.
—Oye —dice en voz baja—. Anna…
—Lo siento. —Trago aire, tratando de calmarme—. Lo siento. —Pero no
puedo parar de temblar.
Sus brazos de acero se apoyan contra mi espalda, su pecho es una losa
sólida que me fortalece. Me acurruco en él más profundamente.
298
Verdadero.
Los músculos a lo largo de su pecho se presionan mientras empuja más, y
Página
tensos, siento su palpitante pene dentro de mí. Nuestra ropa mezclada suena alto
en el silencio. Y luego, veo el brillo de sus dedos ahora recubiertos de aceite de
Página
oliva.
El primer contacto es un proceso lento, un empuje insistente. Trago saliva,
mi palpitante clítoris y toda mi mitad inferior apretándose. Dios.
La gruesa punta de su dedo calza en el anillo apretado de mi culo. Gimo,
mi cabeza cayendo hacia adelante. Oh Dios. Lo que estamos haciendo es algo
nuevo para mí. Algo que nunca le confié a alguien para que lo hiciera. Es
personal, travieso, decadente. Quiero más.
Mirándome con los ojos oscuros, lo hunde más allá. Mis párpados aletean,
el placer y una sensación de plenitud abrumándome. Estoy tan caliente, tan
encendida, que apenas puedo respirar. Mi pecho se levanta, mis muslos tiemblan.
También se sacude, su mirada con párpados gruesos nunca alejándose de
los míos, y sé que él nunca ha hecho nada como esto tampoco. Con su ropa
interior como si estuviera corriendo millas, el sudor haciendo resplandecer su
piel.
Con cada empuje de su pene, su dedo se desliza más lejos, entonces,
empuja de nuevo su pene en retirada. Dentro y fuera, a un ritmo lento e
inexorable, el ataque doble me pone más caliente. Estoy tan débil, sólo puedo
yacer contra su pecho y tomarlo mientras me estremezco y sudo. Nuestros labios
se rozan, compartiendo nuestra respiración. Lo beso, confiando mi lengua en su
boca, jodiéndolo como él lo hace conmigo. Drew gime. Sus caderas chocan contra
las mías, más duro y agresivo.
Otro dedo se hunde en mí, y gimo. Los dolores de la invasión, una pesadez
llega, de la que quiero escapar y empujar hacia adelante. Lo siento en todas
partes, recorriendo mi piel, lamiendo el valle bajo mi espina dorsal. Voy a
fundirme aquí, disolverme y hundirme en su carne.
Su siguiente empuje desgarra mi cuerpo. Mis pechos se deslizan sobre su
resbaladizo pecho. Gira sus dedos. Y pierdo el sentido de mí misma mientras
comienzo a venirme, gimiendo ansiosamente. Arqueo la espalda, mis manos
apoyadas sobre sus hombros.
Pero no deja de atormentarme. Empuja más profundo. El orgasmo
aumenta con cada aliento. Frenética, empujo mis caderas, necesitando la fricción.
—Oh, mier… Oh, mier…
Me inclino sobre Drew, mi cara metiéndose en su cuello, todo mi cuerpo
se viene tan fuerte que me sacude. Débilmente, sujeto sus hombros mientras mis
caderas se muelen contra las suyas. Necesito la liberación. Todavía me estoy
viniendo, llorando por el placer que me atraviesa.
301
302
Página
Traducido por Dahi
Corregido por Clari
Drew
Tengo a Anna toda para mí durante siete días. Siete días de vivir de lo que
comienzo a llamar la Santísima Trinidad de la “S”: sexo, sueño y sustento. Es todo
lo que necesitamos realmente. Mi cama es el campamento base, sin embargo,
hemos hecho incursiones en el sofá, la mesa de la cocina, y de vez en cuando, en
mi banco de pesas, aunque no puedo recordar cómo incluso nos dirigimos allí.
Puedo, no obstante, recordar con perfecta claridad cómo llegó Anna, cómo sus
paredes internas me apretaban mientras gritaba. Lo que me pone cachondo de
nuevo cuando cojeo a la cocina para más sustento.
Como un chico que siempre ha operado bajo un horario, pensé que me
pondría inquieto, teniendo que salir por ahí, pero soy un amante del recreo.
Siempre y cuando no piense en el fútbol, estoy feliz. Relajado. ¿Cuándo fue la
última vez que estuve relajado? Ni siquiera lo recuerdo. Sé una cosa: es porque
estoy con Anna. Anna quien me ama. Dios, lo que me hace tener su amor. Me
hace sentir tan débil como un puto gatito y tan grande como una jodida montaña.
Como si mis pensamientos la llamaran, Anna entra en la sala de estar. Sólo
que lleva su bolso de viaje. Con lo cual, mi estómago toca fondo.
—¿Estás yéndote? —Creo que sueno casual, pero no puedo estar seguro.
Estoy demasiado fuera de balance para medirme.
Deja caer la bolsa en el sofá para poner su cabello en una cola de caballo.
—Tengo que lavar la ropa.
—Puedes hacerlo aquí. —Delicado. Eso no sonaba para nada necesitado.
Me da una sonrisa rápida.
—Lo sé. Pero estoy un poco harta de esta ropa también.
Correcto. Bueno, ahí va esta discusión.
303
—Después del desayuno, creo que iré a casa y haré algunas cosas.
Golpeo mi uña contra el fondo de mi vaso con jugo de naranja.
—Bueno.
No sé qué me pasa. Me gusta mi soledad. Anna debería irse cada vez que
quiera. Y yo debería estar bien con eso. Solo sé que al momento en que salga de
esta casa, tomará el sol de mi día con ella.
Suena un largo y fuerte zumbido, y el aroma a café llena el aire. La
máquina de expreso. Gray la trajo antes, fingiendo que la pidió prestada mientras
que estaba en cama en el hospital, una mentira por la que todavía estoy muy
agradecido. Especialmente cuando Anna chilló sobre la cosa como una niña en la
mañana de navidad y me abordó cuando le dije que la compré para ella.
Anna toma su taza recién preparada del mostrador y se sienta en uno de
los taburetes de la barra. Usa una camiseta blanca sin mangas y unos calzones
cortos de hombre. Es jodidamente caliente. Estoy tentado a empujar la parte
superior sobre sus pechos y chupar las puntas dulces, pero hay un hoyo en mi
estómago que no desaparecerá.
Ajena a mi agrio estado de ánimo, Anna amontona en una voltereta los
rizos de su cara y toma un sorbo de café.
—Esta noche voy a salir con Iris y George. —Sus ojos en mí, y no pierdo la
vacilación en su expresión—. Deberías salir también. Tal vez quedar con tus
amigos. Dex sigue llamando.
Tiene miedo de que me convierta en ermitaño. Demasiado tarde.
—Sutil, Jones.
Impertinentemente, sonríe.
—Es una de mis muchas cualidades.
Resoplo.
—Bien. Saldré. —No quiero hacerlo, pero maldita sea si le doy una razón
para empezar a compadecerme.
—Bien. —Agarra una banana, le frunce el ceño, entonces, la deja antes de
bajarse del taburete. Su culo respingón se levanta en el aire mientras hurga en las
profundidades de la nevera—. Así que, supongo que te veré mañana.
Mi mano aprieta el vaso.
—Puedes volver aquí esta noche, Anna. Está bien. Tienes una llave.
No me mira mientras se sirve un yogurt.
304
—No. Será tarde. —No es algo que me importe—. Y, de todos modos, debo
salir fuera de tu casa por un tiempo. Darte un poco de espacio.
Página
Mierda, sus manos se mueven demasiado rápido, guardando el yogurt,
limpiando con un trapo de cocina, jugando con el mango de una cuchara. La veo
aletear alrededor, y mi corazón se hunde en la cavidad de mi pecho.
—¿Necesitas espacio? —Lo digo con tanto cuidado como me es posible.
Pero se congela como un ladrón y me mira atrapándome con recelo. Me siento
como si hubiésemos tropezado con un campo de minas.
—¿Y tú? —Se voltea de espaldas.
A pesar de mi malestar, una sonrisa tira de mis labios.
—¿Vamos a hablar en círculos ahora?
Algo de la rigidez deja sus hombros. Su sonrisa inclinada refleja la mía.
—Quizás. Por qué no defines tu idea de espacio, y yo te digo la mía.
Ésta es una de esas trampas de chicas, diseñadas para dejar abierto un
agujero de tu propia creación. Lo sé, y ella lo sabe. Pero su mirada directa me dice
que será mejor responder o sólo caeré en otro agujero. Maldita lógica femenina.
Dirijo una mano por mi pelo.
—“Espacio” sería hacer cosas juntos porque queremos estar juntos. Hacer
cosas por separado porque queremos hacer cosas separados.
Lentamente asiente, sus ojos nunca dejando los míos.
—Yo diría lo mismo.
Parte de la tensión se alivia en mi pecho.
—Para ser claros —le digo—, estar contigo es el punto culminante de mi
día.
Anna muerde la parte inferior de su labio, pero no puede ocultar la
expresión de satisfacción floreciendo en sus rasgos.
—Tú también eres el punto culminante en mi día.
Es mi turno de asentir, no del todo mirándola porque no quiero que vea
mi alivio.
Está mirándome otra vez.
—Eso no es todo lo que querías decir, ¿o sí? —Mueve una mano
ociosamente, como si dibujara el resto fuera de mí—. Vamos, sé que hay más.
Agarro la parte posterior de mi cuello.
—Múdate conmigo. —Las palabras están fuera de mi boca antes de que
305
incluso las procese plenamente. Y cuelgan allí, entre nosotros, una bomba de
humo detonada que la hace entrecerrar los ojos hacia mí.
Página
Su boca se abre y se cierra antes de que un débil—: ¿Qué? —rasga su
garganta.
Quiero encogerme. Pero no doy marcha atrás, no miro hacia otro lado.
—Sé que es probable que tengas un montón de muy buenas razones, muy
lógicas, por las que no deberíamos vivir juntos tan pronto. Caray, puedo pensar
en una docena de ellas justo ahora. Pero aquí está la cosa… —Mis dedos se
extienden sobre el mostrador, el frío granito debajo de mi palma—… al principio,
me moví con cautela, pues no quería asustarte o empujarte…
—¿Y no te importa empujarme ahora? —corta, su voz irónica pero con una
sonrisa temblorosa. Es una sonrisa que me da algo de esperanza de que no se
dará la vuelta y correrá en cualquier segundo.
—Eso no es todo. No fui honesto contigo en ese entonces. Con lo que
quería. —Doy un paso más cerca. Mi mano arrastrándose en el mostrador hacia
ella—. Y todo se fue al infierno.
Sombras oscuras aparecen en sus ojos. Culpa. Conozco eso, pero no voy a
retractarme de lo que he dicho. Bajo mi voz, para que sea suave, persuasiva.
—Así que, me imagino que ahora puse todo sobre la mesa. Porque, Anna
—mis dedos tocan los suyos fríos, y los uno a los míos, conteniéndolos con
fuerza—, cuando dije que quería todo, eso es lo que quise decir. Quiero ir a
dormir contigo, para despertarme contigo. Cada día. ¿La idea de que vayas a casa
esta noche, y de mí durmiendo sin ti? La odio.
—¿Lo haces?
—Suenas sorprendida.
Sus labios entreabiertos, rígidamente niega con la cabeza.
—No. Yo… odio esa idea también. No sabía si querías que me quedara o
me vaya o… —Se desvanece mirándome nerviosamente.
Más que un maldito rayo de esperanza.
Le doy a sus dedos un ligero apretón.
—Probablemente debería terminar de afirmar mis intenciones.
—¿Hay más? —Está luchando contra una sonrisa.
—Sí. —La saco de alrededor del mostrador para ponerla frente a mí. Su
cabeza se inclina hacia atrás mientras mira hacia arriba, y toco la curva de su
mejilla con mi pulgar. Mi corazón late contra mis costillas. Estoy yendo con todo.
Pero es lo que mejor hago. Y he aprendido la lección; Anna es demasiado
306
Anna
No veo el problema al principio. Todo lo que veo es a Drew. Lo único que
ocupa mi tiempo es la forma en que nosotros inmediatamente hacemos clic juntos
cuando me mudo. Nos llevamos tan bien, es como tener una fiesta de pijamas sin
fin con mi persona favorita en el mundo. Así que, por supuesto, me olvido de las
señales.
No es hasta que pasa otra semana y sus amigos comienzan a aparecer que
me doy cuenta de que algo anda mal. Por un lado, Drew no quiere verlos. Son
sus compañeros de equipo. Estos chicos prácticamente viven en los bolsillos del
otro. ¿Y ahora? Ahora, Drew está encorvado lejos sobre el sillón, mirando a la
nada, mientras sus chicos pasan el rato en el sofá, viendo un partido de la NFL.
Son muy bulliciosos, gritando, riendo y diciendo insultos afables. Me gustan.
También comen. Mucho. Estoy animada de vuelta en la cocina en busca
de más frituras cuando Drew toma mi brazo.
—No tienes que darles de comer, cariño.
Dirijo una mano por su pelo.
—Soy mitad irlandesa, mitad italiana, y toda del sur, Drew. Es como
físicamente imposible para mí no ofrecer comida y bebida a las visitas. —
Honestamente, creo que moriría de vergüenza si no lo hiciera.
Sus cejas se juntan cuando me mira por encima de ellas.
—Entonces les diré que se vayan. Problema resuelto.
Riendo, beso su frente, y su brazo me envuelve al instante sobre mi
cintura. Me apoyo en él, porque parece necesitarlo.
—Pero me gusta que estén aquí. Son tus amigos. Lo que quiere decir que
son los míos también.
310
estado de ánimo se eleve ahora que sabe que no estoy incómoda por la compañía.
No lo hace. Se pone peor. Se hunde en un silencio que, de alguna manera,
grita alto y claro que está disgustado.
—Oye, Drew —lo llama su amigo Rolondo—. Hombre, necesitas
tranquilizarte allí. Lo juro, si hablas más, se te va a reventar una tripa. —Sonríe
mientras lo dice y arroja una bolita de queso a la cabeza de Drew.
Drew aplasta la basura.
—Estoy bastante seguro de que ustedes hablan por todos nosotros,
‘Londo.
No hay humor en su tono. No he tenido mucha interacción con el receptor
abierto estrella, pero sé que Drew y Rolondo son cercanos. Rolondo me echa un
vistazo, y veo preocupación allí, y alimenta también la mía.
Se pone peor cuando el medio tiempo comienza, y uno de los chicos
cambia a ESPN. Con la suerte que tenemos, están hablando de Drew y sus
posibilidades de dejar de ser un proyecto de primera selección. Al parecer, la
mayoría de los expertos lo programaron para ser seleccionado número uno.
Ahora, con su lesión, está todo en el aire. Todo el mundo se pone rígido, sobre
todo Drew, pero nadie parece capaz de cambiar de canal.
La luz de la pantalla parpadea con la expresión pétrea de Drew mientras
observa un tipo de gran tamaño en un traje profesional especulando sobre su
pierna. Y mi corazón duele por él. Hasta que mencionan su visita al campus.
Instantáneamente, mi estómago se desploma. Mierda. He sido la que ha salido
por comida —o sustento, como Drew ha estado llamándolo— y yo, exactamente,
no lo estuve dejando solo.
Me acerco al borde del control remoto.
—Tal vez deberíamos…
—Esto es lo que Anna Jones, novia de Drew Baylor, tenía que decir —
anuncia el periodista.
Mi rostro aparece en la pantalla, los micrófonos metiéndose bajo mi nariz
mientras trato de escapar en la zona de estacionamiento de Piggly Wiggly. Siento
el calor en mis mejillas. Dios, ¿mi cara realmente parece tan redonda?
Inmediatamente, todo el mundo se anima, disparándome miradas, y
luego, a la televisión. Ni si quiera puedo mirar los ojos de Drew. Quiero llorar.
En vez de eso, me quedo mirando la televisión. El recuadro en mi cara, en cada
momento, me destrozó, cansada de oír las dudas en la voz del reportero, viéndolo
volverse en contra de su héroe. Habría querido golpearlos a todos y a cada uno
311
de ellos.
—Ustedes lo nombraron Battle por una razón. —Mi voz se ajusta a través
Página
de los altavoces. Me veo enojada. Recuerdo la ira. Me alimentó, hizo que mis
palabras salieran duras—. Porque nunca renuncia. Van a tener que confiar en que
no va a renunciar a esto tampoco. —En la televisión, los empujo pasándolos, y
luego, escapo en el auto de Drew.
Mi cara posiblemente está incendiándose ahora. Cada ojo está en mí, pero
sólo me preocupo por un par, y él no está mirándome. Y entonces, me doy cuenta
de que el resto de los chicos están sonriéndome.
—Se los dices, Escarlata —dice Marshal, que por alguna razón se gana un
panecillo en la cabeza por Dex.
—Es que nadie va a jugar con nuestro chico —insiste Rolondo—. No con
nuestra chica pateando traseros.
Gray atrapa mis ojos, y una pequeña sonrisa perpleja juega sobre su boca.
Me sonrojo aún más.
Y entonces, todos están riendo y hablando como si nada hubiera pasado.
Me quedo mirando a Drew hasta que finalmente levanta la cabeza. No
puedo decir lo que está pensando, y eso me asusta. Me muevo cerca de él, con
miedo a tocarlo. No debería haber hablado. Nunca hablar con la prensa. Incluso
yo sé eso.
Todavía no se encuentra con mi mirada, Drew toma mi mano. La suya está
fría y seca mientras entrelaza sus dedos con los míos y los lleva arriba para un
beso.
—Me defendiste —murmura tranquilo.
—Por supuesto que lo hice. Siempre te defenderé, Drew.
Aprieta sus labios contra mis dedos.
—Siento que hayas tenido que lidiar con ello.
—Yo no —digo—. Sólo lamento que tuvieran que preguntarme. Por
supuesto que vas a volver.
Mira hacia otro lado. No mucho tiempo después, cojea hacia nuestra
habitación, alegando que está cansado. No regresa. Y a partir de entonces, no
pregunta por los chicos otra vez. Los evita a todos con una habilidad que podría
ser impresionante si no me preocupara tanto.
—Solamente te quiero a ti —susurra contra mi cuello en el oscuro capullo
de nuestra cama—. Sólo tú.
Debería complacerme. Pero no lo hace.
312
Página
Drew
Mientras no piense en fútbol, estoy bien. Pero el mundo no quiere que deje
de pensar en fútbol. Estoy empezando a ofenderme por la reclamación que el
juego y sus aficionados tienen sobre mí. He dado todo. Ahora estoy cansado.
El entrenador espera que vaya a la práctica, solo queda un juego más, y es
el Campeonato Nacional. Tengo que estar allí, mostrar mi apoyo. El cobarde en
mí quiere ocultarse. No quiero que me miren con lástima. Pero mi equipo se
merece algo mejor de mí. Así que, iré. Pero el entrenador también quiere que
vaya a terapia física. Necesito estar en forma cuando mi pierna sane.
Prometo ir a terapia física, pero no lo hago. No hago nada. Y se convierte
en un peso sobre mi pecho. No parece que pueda salir de ello. Sé que Anna lo
nota. No ha dicho nada, pero está llegando. No sería Anna si mantuviese sus
opiniones para sí misma.
¿Lo peor? Las pesadillas. Me golpean como un saco. Me despierto
temblando y sudando. Me toma mucho tiempo darme cuenta de que no estoy en
el campo, mi casco enterrado en el barro, césped en mi boca y el hueso de mi
pierna roto por la mitad.
Pero estoy bien. Mientras no piense en fútbol, estaré bien.
Es difícil no pensar en algo que amas.
Anna ha salido con Iris. Estaba ansiosa cuando se iba, jugueteando con las
llaves del coche y besándome casi distraídamente mientras se apresuraba por la
puerta.
Me siento en un taburete en mi mesa de la cocina y giro la tapa de una
botella. ¿Está decepcionada de mí? ¿Quiere que salga más? Froto mis dedos por
el rastrojo de mi mandíbula. Caray, no he ido a ninguna parte durante semanas,
porque no quería ver a las personas. La última vez que salimos fue para un
chequeo, un simple número de palmaditas de pena, de mejórate pronto, y de eres
lo máximo que hemos tenido —junto con un incidente de un hombre adulto
literalmente llorando en mi hombro, que Dios me ayude—, fue una auténtica
pesadilla. Me hizo sudar y casi vomito antes de que Anna hubiese llegado a casa.
Ella no dijo mucho entonces, sólo que las personas eran jodidamente raras.
Cuando estábamos a salvo en casa, me llevó a la cama y me mantuvo ocupado
313
que no seas capaz de jugar, pero sigues siendo miembro de este equipo. Habla
mal de ti y del equipo que no te presentes.
Nunca he oído tal decepción tenue en mi entrenador. Me aclaro la
garganta. No puedo decirle la verdad. ¿Cómo puedo decirle a este hombre que
no quiero volver?
El reloj gigante, que mi mamá rescató de un edificio céntrico en Chicago,
da la hora en el comedor. Y entonces, el entrenador da un paso hacia mí.
—Si pudieras verte a ti mismo como lo hago yo. —Sacude la cabeza—.
Simplemente no quiero que todo ese potencial se pierda, Drew.
—Sí, bueno, yo tampoco. —Desafortunadamente, algunas cosas no están
bajo mi control. Cambio mi peso hacia mi pierna buena, y digo lo que tengo que
decir para sacarlo de aquí—. Mire, no me perderé otra terapia física.
La sensación de asfixia está creciendo, obstruyendo mi garganta, llenando
mis pulmones.
—La rotura es limpia —dice—. Eres joven y fuerte. Sanarás y estarás de
vuelta en tu mejor forma en poco tiempo.
Cometo el error de mirarlo a los ojos. Y una mierda, eso fue estúpido
porque nuestras miradas se bloquean, y sé que él ve todo. Que sabe lo que pasa
en mi cabeza, que me siento asustado. Que en el instante en que escuché a mi
pierna romperse, algo dentro de mí también lo hizo, y me di cuenta de que todo
en lo que había confiado era tan sólido como el humo.
Tal vez, él también piensa en mi padre, cuya carrera profesional fue
arrebatada por una lesión en la universidad. Mi padre no era un hombre
amargado, pero la pérdida lo perseguía. La vi en sus ojos, en la forma que estuvo
distante a veces cuando íbamos sobre el tema de mí yendo a la NFL. Mi padre
fue el mejor hombre que jamás haya conocido. Pero no quiero ser él, no de esa
manera.
El entrenador tuvo que entender esto. Fue amigo de mi padre. El silencio
entre nosotros se extiende, y quiero tanto apartar la mirada, que rechino los
dientes.
—Drew. —El entrenador hace una pausa, y sé que va a empeorar—. Tal
vez sería bueno que vieras a un terapeuta…
—No —grito a pesar de mi deseo de mantener la calma—. No estoy
jodidamente… —Respiro fuerte y levanto una mano—. No voy a ir a un
terapeuta, ¿de acuerdo? Así que eso queda ahora fuera de la mesa.
Sus ojos son duros.
—No hay vergüenza en hablar con alguien.
315
Aquello podría haber sido más fácil si Anna hubiera regresado a casa. Ella
puede distraerme mejor que nadie. En verdad, es la única que quiero a mi
alrededor en estos días. Algo por lo que sé que debería estar preocupado.
La única distracción que puedo encontrar es hacer algo de trabajo corporal
en el banco de pesas. Cuando oigo el timbre del teléfono, pongo las pesas hacia
abajo con un sonido metálico. Desafortunadamente, no es Anna sino Gray.
—Hola, hombre. Estoy yendo para allá y haré lasaña esta noche. Y antes
que digas que no, Anna dice que estás libre. Sorprendente, ¿no?
Frunzo el ceño hacia mi yeso.
—¿Hablaste con Anna primero?
—Uh, sí. ¿Cómo más voy a conseguir una invitación? —La incredulidad
en su voz es grande, y me molesta.
—Entonces, ¿por qué molestarse en decirme? ¿Por qué no sólo te apareces?
—¿Porque no soy un idiota?
316
padres siempre bebieron con ella. Pero hay como quinientas botellas de rojo.
¿Qué tipo preferiría? ¿Merlot? ¿Cabernet? ¿Pinot Noir? ¿Cuál es la diferencia?
Página
—Infierno.
—¿Puedo ayudarte… Drew?
Volteo para encontrarme a Jenny mirándome. Doble Infierno.
Me las he arreglado para evitar verla por más de un año. Lo cual era
perfecto para mí. Es extraño verla ahora. Cada pulgada suya es un tanto familiar
como extraño.
Jenny tiene ese tipo de belleza perfecta. Estructura ósea perfecta, ojos azul
brillante, cabello oscuro brillante, y el cuerpo de una modelo. Esas eran las cosas
que me atrajeron de ella en primer lugar.
Me veía como un semidiós en ese entonces, y por lo tanto, necesitaba tener
una decoración adecuada para ir con mi estatus elevado. Para demostrarles lo
que significa ser un pene arrogante y lo que conseguía.
—¿Trabajas aquí? —Es todo lo que puedo pensar en decir.
Ella se sonroja, agachando la cabeza, y su pelo cae sobre su hombro en una
ola de resplandeciente color marrón.
—No. Yo… bueno, te vi de pie aquí con el ceño fruncido en el vino… —
Me da un encogimiento de hombros impotente, presionando sus brazos pegados
a los costados como lo hace ella, lo que hace que sus pechos se echen hacia fuera
y su culo se eleve.
La inclinación de su cabeza, el encogimiento de hombros. He visto estos
movimientos una y mil veces. Solía preguntarme si los hacía para resaltar su
belleza. Ahora estoy casi seguro.
—Pensé en hablar contigo —dice en voz baja, acercándose un poco.
El aroma de la fresa artificial llena mi nariz. La conozco bien. Crema
corporal de fresa. Después de ducharse, se pararía desnuda delante de mí y
frotaría todo sobre sí misma en momentos de meditación lentos diseñados para
atraer. Sólo que siempre fue tímida al respecto, fingiendo que simplemente se
preparaba, aunque, no tan sutilmente, sacudiendo su culo. Una noche, Jenny me
masturbó usando un puñado de esa cosa. Diez minutos después de correrme, mi
pene se puso rojo brillante y jodidamente ardía como el fuego. No importa lo
mucho que enjuagué al pobre bastardo, mi piel quedó irritada por una semana.
Mis bolas se aprietan por el dolor recordado.
—Lo siento mucho —murmura. De alguna manera, está a centímetros de
distancia de mí. Mi espalda está en el estante del vino—. Acerca de tu lesión. Sé
lo mucho que el juego significaba para ti.
318
320
Página
Traducido por gabyguzman8
Corregido por Clari
Anna
Joder, joder, joder, mierda. Avanzo a zancadas por los puestos del
estacionamiento, con el vino caro en mano, mi cabeza martilleando al unísono
con mi corazón frenético. No me gusta lo que acabo de ver. Lo odio. Mi estómago
se revuelve y mi boca se llena de saliva. Quiero volver allí y agarrar a esa pequeña
sucia puta del cabello y estrellar su cara en la sección de cabernet.
Mis dedos tiemblan con la llave del coche, que se sacude mientras
desbloqueo la alarma y giro la llave para abrir la puerta.
Sé quién es. Jenny. La pequeña zorra que intentó arruinar la vida de Drew
cuando él no podía entregarse a ella. Lo sé porque la idiota tenía una camiseta
rosa de fútbol —de un tamaño demasiado pequeño— con el nombre “Jenny”
impreso en la parte posterior. Náuseas. No puedo creer que Drew salió con
alguien que usa ropa con su nombre en ella.
Obviamente, quiere volver a intentarlo ahora que es vulnerable. Dios, la
forma en que lo miraba, como un gato todo listo para lamer la crema. Perra.
—¡Anna! —Drew puede moverse muy rápido en muletas si está motivado.
Prácticamente vuela a través del estacionamiento, sus ojos desorbitados y su
rostro pálido.
—Espera.
Me meto en el coche y lo enciendo, amando la forma en que ruge a la vida
por debajo de mí. Este es el auto de Drew, y no me importa, porque estoy a punto
de alejarme de su culo. Antes de que pueda cerrar de golpe la puerta, sin
importar, la agarra, saltando un poco mientras inclina la cadera contra el coche.
—Puedo explicarlo. —Está jadeando ahora, el sudor goteando en su sien.
—Sólo las palabras que una chica anhela escuchar —murmuro. Espinas
321
gesto me hace sonreír a pesar de que de repente estoy tan agotada que quiero
acostarme. Está en una situación de pánico. No lo culpo. La escena con la que me
Página
—Sí, sí, acaba con las disculpas, y deja de hacerte la inocente, estuve
sentado en el bordillo mientras que tú estabas ocupada con el mariscal de campo.
Página
Drew está hosco mientras Gray cocina. Es huraño cuando nos sentamos a
cenar. Y es sombrío cuando comemos.
Mi mano se aprieta alrededor de la servilleta, el impulso de arrojársela a
la cabeza es relativamente alto. Todo lo que puedo hacer es luchar para mantener
325
¿Escabulléndonos? Casi grito las palabras, estoy tan furiosa, pero no voy
a pelear con él delante de Gray.
Gray resopla.
—Estamos tratando de ayudarte.
—Bueno, no lo hacen.
—Una jodida pena, Baylor. Eso es lo que hacen los amigos.
La mandíbula de Drew se aprieta.
—No hay nada malo conmigo. ¿O esperaban que bailara el vals mientras
salen margaritas de mi culo todo el tiempo?
—No me importa lo que salga de tu culo —dice Gray—, en tanto y en
cuando no estés acusándome de traicionar a mi mejor amigo.
Drew se estremece, su boca apretándose. Pero no se disculpa. Se aleja, su
paso es determinado, incómodo, y enojado.
—Voy a la cama —dice, sin mirar atrás.
Gray se para.
—Yo me iré.
—No te molestes. Hagan lo que quieran. —Drew hace una pausa en la
puerta de nuestra habitación. No se voltea pero posa sus apretados puños en el
marco de la puerta—. Gracias por la cena. —Las palabras son bruscas y
claramente las arrancó de su garganta a la fuerza por la costumbre, y luego, cierra
la puerta detrás de él con un ruido sordo.
Dejo caer los hombros.
—Lo siento, Gray.
Mueve la cabeza, sus ojos azules todavía llenos de dolor e ira.
—Me lo esperaba. Maldita sea, lo ha estado evadiendo por un tiempo.
—No quiere decir eso, lo sabes. —No estoy segura si lo hace o no. Yo sé
que, el viejo Drew, nunca habría buscado pelea con Gray.
Gray niega con la cabeza.
—No está celoso de nosotros. —Su voz es baja, como si no quisiera que
Drew escuche—. Está celoso de mí, y eso simplemente apesta.
Frunzo el ceño, y él suspira.
»Está lesionado, Anna. Y yo no. Tan simple como eso. —Gray rueda los
hombros y la cabeza hacia la puerta—. Llévalo a hablar con ese terapeuta. No lo
culpo por evitarlo —sus ojos reflejan un humor cansado—, pero tiene demasiadas
327
de saber que este saque va a ser catastrófico. A continuación, el rayo del dolor
caliente y el sonido de mis huesos rompiéndose como la dura madera. Se me
Página
Sus ojos brillan en la oscuridad gris. La tristeza en ellos hace que mi pecho
se apriete.
Página
—No es tan malo como eso —dice, llegando hasta tocar mi mejilla. Pero
he visto suficiente. Trato de separarme de ella, pero soy torpe, aplastando mi
pecho en el de ella, mi pierna mala pellizcándome y enviándome dolor hasta la
cadera y hacia abajo a mis dedos del pie. Muerdo una maldición, mientras Anna
intenta tirar de mí de regreso. Es torpe, pero la evado.
—No quiero sexo por lástima —susurro, ruedo lejos y me siento en el
borde de la cama.
La mano de Anna apenas toca mi espalda, como si hubiera estado llegando
a mí, pero luego, se ha ido, y su voz sisea como un látigo en la oscuridad.
—Y yo no quiero ser acusada de dártelo.
No voy a pedir disculpas. Ya he terminado de disculparme esta noche.
Hago trabajar una de mis manos a través de la otra y me levanto de la cama.
—Olvídalo.
—¿A dónde vas?
—No puedo dormir. —Agarro un par de pantalones cortos desechados.
Me los pondré en la sala de estar. Demonios, si voy a bambolearme por aquí,
tratando de vestirme—. Vuelve a dormir.
—Drew…
—Por favor, Anna. —Mi voz se rompe, desesperada—. No puedo seguir
con esto esta noche. —No espero su respuesta, pero huyo a la seguridad de la
otra habitación, donde está tranquilo y libre de cualquier expectativa. Por
primera vez, desde que conocí a Anna, me pregunto si sería mejor que manejara
esto solo.
331
Página
Traducido por Dahi
Corregido por Clari
Anna
Alguien tiene que ceder. Drew se hace daño por dentro, y no puedo
ayudarlo. Tampoco puedo simplemente sentarme e ignorarlo por más tiempo.
La tensión que se crea es un globo cada vez más inflado, creciendo apretado e
hinchado. Tengo tanto miedo del estallido inevitable, que no me atrevo a tocarlo.
Pero la única cosa que alguna vez me ha traído evitarlo es dolor.
Acostada en la cama, veo la luz de la mañana colarse a través de una grieta
en la cortina, estirando sus pálidos dedos por el techo. Mi corazón es una piedra
pesada en mi pecho. Tengo que decirle cómo me siento. No va a ser fácil. El
orgullo de Drew es algo muy poderoso. Y mucho más sensible de lo que jamás le
di crédito.
Algo se estrella fuera en la sala, me tiene sentada rápidamente. Me lanzo
una bata y corro.
Drew está en cuclillas sobre un vidrio roto. Doblándose en un ángulo
incómodo, en su intento por barrer los pedazos.
—Aquí —digo, yendo hacia él—, déjame.
—Puedo hacerlo. —Su tono es cortante cuando me aleja.
Me quedo atrás, viendo cómo limpia el lío. Nubes de tormenta
ensombrecen su expresión. Y cuando agarro un trozo suelto de vidrio con una
servilleta, la tormenta se rompe.
—Jesús —chasquea—, te dije que podía hacerlo. ¿Puedes dejar de flotar
sobre mí como una abeja?
Lucho para mantener mi expresión neutral cuando tiro el vidrio.
—No viste uno, y yo lo vi. Eso no es estar flotando.
332
—Oh, ¿no? —Sus cejas oscuras crecen con incredulidad—. Así que, ¿no
has estado caminando sobre cáscaras de huevo alrededor de mí todo este tiempo?
Página
15
El premio Heisman Memorial Trophy, se concede anualmente al jugador más destacado en el
fútbol universitario de lo Estados Unidos.
que te quiero, quiero todo de ti. Y cuando digo que te amo, amo todo de ti. Tú
eres el que quiere ponerle una etiqueta a todo en este momento.
—Solamente sigo el protocolo, cariño. —Su tono es tan sarcástico que mis
ojos se llenan de agua.
—Deja de ser un idiota —chasqueo, acercándome—. Dices que no quieres
mi compasión. Bueno, seguro como la mierda que parece que lo haces.
Resopla, y presiono más cerca.
—¿Quieres mi lástima, Drew? ¿Es eso?
—¿Por qué estás realmente aquí? —tira de vuelta—. ¿Para jugar a la
niñera?
La rabia la puedo manejar. Pero no estoy preparada para manejar su dolor.
No cuando sé que soy la causa de ello. El dolor es una patada en mi estómago,
haciendo que mi cuerpo quiera hundirse sobre sí mismo.
—Nunca me vas a perdonar.
Levanta la barbilla.
—Tal vez no.
Por un largo y duro momento, nos miramos el uno al otro. Las fosas
nasales de Drew llamean, su pecho apretado bajando y elevándose con
respiraciones agitadas.
Y luego, doy un paso atrás.
—¿Sabes qué? No puedo hacer esto contigo en este momento. Es agotador.
Parpadea, sacudiendo la cabeza como si lo hubiese abofeteado.
—Está bien. Creo que deberías irte. —Hay tanto desdén en su voz, es como
hielo seco. Sus ojos son fríos, muertos. Siento el frío en mis entrañas.
Creo que deberías irte. Tengo que decir las palabras otra vez en mi cabeza
antes de poder procesarlas. Ni siquiera puedo responder; he sido tan insensible.
Sé que él no quiere lidiar con esto. Quiere esconderse en donde nada
pueda hacerle daño. Lo sé porque eso es lo que he estado haciendo durante
mucho tiempo. Y sé lo que hará que se salga con la suya. Drew no estaba
destinado a hundirse en la oscuridad.
Y si lo dejo, pensará que se lo merece. Por una vez en mi vida, no voy a
tomar el camino más seguro. No voy a protegerme en una concha, incluso
sabiendo que esto va a doler. Su rechazo ya está al rojo vivo sobre mi piel. Pero
335
regazo. Las lágrimas comienzan a correr de nuevo mientras envuelve sus brazos
alrededor de mí. Brazos tan gruesos y como sogas con músculo que se sienten
como hierro. Sus manos están en mi pelo, en mi espalda, y luego, acariciando mi
Página
cuello.
—Lo siento —susurra—. Estoy tan jodidamente arrepentido. Nunca me he
perdido de esa manera. No sé qué… —Él me está besando. Mis ojos, mis mejillas,
mis labios hinchados, todo el tiempo diciendo—: Lo siento.
No lo beso de vuelta, simplemente dejo que haga lo que quiera. Mi mano
cae con fuerza contra su turgente pecho, donde su corazón late más rápido y
fuerte.
—Estoy en tal mal estado. —Las palabras son extraídas de él, una agonía
cruda—. Estoy en un jodido mal estado, Anna. Tengo miedo. Cada vez que
pienso en sostener una pelota, o en jugar, me siento enfermo. Y me molesta. Es
solo una lesión. No debería estar poniéndome loco con esto. Yo…
A continuación, me muevo, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello
y presionando mi mejilla contra la suya.
—Nunca habrá una manera correcta de sentirse. Y no tienes que hacerlo
solo. Estoy aquí.
Me sostiene más fuerte. Lo suficientemente apretado que tiembla, que
apenas puedo respirar. Lo abrazo con más fuerza, con ganas de ser su ancla.
—Estoy aquí.
Nos sostenemos el uno al otro, nuestro aliento humeando en el pequeño
espacio entre nosotros.
Drew suspira.
—No quiero que me dejes. Jamás. —Su voz está amortiguada por mi
pelo—. Estoy aterrorizado de que lo hagas. ¿Cómo no podrías cuando soy un lío
patético? Y preferiría… —Toma una respiración entrecortada—. Preferiría que
pase ahora si tiene que pasar.
Ahora. Así puede tocar fondo. Lo beso entonces, apretando su cara entre
mis manos. Lo beso como él me beso a mí, en sus mejillas, en sus ojos cerrados,
en su barbilla. Él hace lo mismo, y es un lío torpe de labios tratando de hacer
contacto. Pero luego, nuestras bocas se encuentran y me fundo en él. El beso es
tierno y feroz. No tiene fin, sólo un deslizamiento lento y una exploración suave.
Pongo todo lo que soy en el beso. Y soy recompensada. Siento su amor hasta la
planta de mis pies.
Cuando el beso termina, nuestros labios continúan tocándose, y
compartimos el mismo aliento, suave y lento. Sus grandes y ásperas manos están
acunando mi mandíbula, y yo sostengo su cuello para poder sentir su vida a
través de la sangre que pasa por sus venas.
339
—Te quiero tanto que duele —dice—. Pero todo lo que amo me abandona.
Mi respiración se engancha en un hipo entrecortado.
Página
Resopla.
—Como si fueras capaz de meterte en esa puta caja con el yeso. Además,
Página
llamó cerdo, como si eso fuera algún tipo de elemento de disuasión—. Te daré
dos de ellos.
Página
345
Página
Traducido por Michelle M
Corregido por Nuwa Loss
Anna
El motor del coche tiembla cuando estacionamos frente a la casa de
ladrillo. Ninguno de los dos se mueve para abrir una puerta del coche. Drew
toma una lenta respiración. Me da su perfil mientras mira fijamente por la
ventana. —Ayer, en la noche —dice—. Tuve una pesadilla. Estaba en la casa,
tratando de encontrarte. Pero te habías ido. Tus cosas desaparecieron. Como si
nunca hubieras estado allí.
Su boca hace una mueca de amargura. »De repente, me arrastraba por el
campus tratando de encontrarte, cuando me doy cuenta que estoy corriendo. Mi
pierna es perfecta, no había dolor. El entrenador aparece y me dice que todo fue
un mal sueño. La mala embestida, mi pierna siendo destrozada. Nunca pasó.
Me giro en mi asiento para quedar frente a él y traga saliva.
»Entonces te veo. Estas con el Mr. Yuck y sólo me mirabas como si fuera
escoria. —Mierda. Alcanzo su mano y sus cálidos dedos se vinculan con los míos.
Me da un pequeño apretón de tranquilidad, como si fuera yo la que necesita el
consuelo. Se queda en silencio, mirando hacia abajo, nuestras manos, la suya
mucho más grande que la mía, todo lo que se puede ver son mis pálidos dedos
enroscados a través de los suyos más bronceados.
—Debes saber —digo—, que dejé a Mr. Yuck en el bar. Nunca tuvo una
oportunidad. Estaba enamorada de ti.
Una triste sonrisa juega en los labios de Drew, pero se convierte en una
satisfactoria. Tira de nuestras manos enlazadas sobre su muslo y su pulgar se
desliza sobre el mío. —Bueno, en el espíritu de compartir y la honestidad, estuve
colgando alrededor de todas esas chicas para ponerte celosa. —Mi mirada se
mueve hacia arriba. Tiene la decencia de parecer avergonzado—. Lo sé, fue una
mierda —Su expresión sombría crece—. Pero nunca las toqué.
346
Pero entonces sus pestañas barren hacia abajo, ocultando sus ojos. »Una
de ellas me besó, y… —Niega con la cabeza—. No pude soportarlo. No sabes lo
Página
mucho que me molestó en ese tiempo —dice con una sonrisa irónica.
—Apuesto que sí —digo amargamente, pero realmente no estoy molesta,
y me conoce lo suficiente para darse cuenta. Ya que ahora me sonríe. La sonrisa
se vuelve tierna y su pulgar sigue acariciando al mío.
—La cosa es, que cuando te vi en el sueño, alejándote de mí como si nunca
hubiéramos estado juntos y como si nunca lo estaríamos… —Se ve pálido—. Me
rasgó por la mitad, Anna.
—Drew, no… —Acuno su mejilla con mi mano libre.
Él se apoya un poco mientras sigue hablando. —Me sentí tan vacío.
Incluso cuando desperté. Fue como si nunca hubiera experimentado la felicidad.
—Estoy aquí —digo suavemente—. Estoy aquí —Odio que él sienta ese
vacío de nuevo.
—Ese es el punto, bebé —responde—. ¿Mi carrera de fútbol americano
universitario está terminando de la manera en que lo hice? Frente al hecho que
algún día, ¿la lesión podría terminarlo todo? Sí, eso me asusta como la mierda. El
fútbol me hizo lo que soy. Sin embargo voy a tener que lidiar con ello. Nadie
juega para siempre. Y al final del día, ¿cuándo el juego termine? —Sus ojos
dorados se mantienen en los míos—. Prefiero no tener el fútbol y sentir todo
contigo que jugar y sentir el vacío.
—Drew —Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y lo abrazo con
fuerza. Y me abraza de regreso, su cálido aliento está en mi mejilla mientras me
acaricia, respirando en mí como siempre lo hace.
Aprieto los labios contra su sien. —Estás equivocado en una cosa. El fútbol
no te hace. Tú haces el fútbol.
Gruñe en desacuerdo irónico y sacude la cabeza, rozo mis labios contra su
oreja. »Cualquier persona puede recoger una pelota y lanzarla. ¿Pero tú?
Conviertes el acto en algo mágico. Algo maravilloso.
Se estremece, dando un suspiro. El sonido es igualmente triste y aliviado.
Lo sostengo más apretado, besando su mandíbula. »Eres tú, bebe. Tu luz. Tu
alegría. Tu alma. Que traes todo eso a lo que tocas. Al juego, a tus amigos, a mí.
Eso no terminará con el fútbol, lo prometo.
—Anna. —Me arrastra a través del reposabrazos y hacia su regazo
enterrando su cara en el hueco de mi cuello—. Te amo tanto. Es como si mi vida
realmente hubiera comenzado cuando entraste en ella. Quiero lo que mis padres
tenían, Anna. Lo quiero contigo y sólo contigo. —Acaricia mi cabello, su aliento
es una ráfaga de calor contra mi piel—. Voy a entrar ahí ahora para juntar mi
347
sus ojos, como si cada toque fuera un bálsamo. Acuno su mejilla con mis manos,
presionando mi frente contra la suya—. Eres el mejor hombre que he conocido.
Me ayudaste a convertirme en la persona que quería ser. Lo eres todo, Drew —
Mi respiración se estremece—. Ni siquiera puedo decirte lo mucho que significas
para mí.
Él sonríe y me besa, es un beso tierno, mientras por fin deja salir una
respiración. —Sólo quédate conmigo y lo sabré. Sólo quédate conmigo.
¿Cómo no iba hacerlo? Ahora él es parte de mí. —Siempre.
348
Página
Traducido por Michelle M
Corregido por Nuwa Loss
Anna
Es domingo por la noche y me estoy bañando de luz blanca y brillante. El
aire fresco llena mis pulmones con una quemadura dulce mientras cojo los
aromas de los alimentos fritos, la cerveza y el sudor humano. Electricidad zumba
dentro de mí, hecho por la alegría y los aplausos de ochenta mil personas. Esto
es el nivel alto. Es puro drama, y todos estamos viendo directamente a los
veintidós hombres en el campo verde esmeralda.
Pero mi atención está únicamente en uno. Su casco oculta su rostro pero
sigue siendo espléndido para mí. Alto y fuerte. Es poesía y gracia en movimiento.
Es el dueño del balón. Él lanza y todos ponen atención.
Y estoy tan emocionada que apenas puedo mantenerme quieta.
—Sigue saltando así —dice una voz en mi oído—, y te vas a caer en tu
asiento.
Gray se ríe mientras lo dice y no puedo evitar sonreír. Ha volado desde
San Francisco, donde fue reclutado para jugar, pero aun así está aquí.
—Finalmente está volando, Gray.
—Sí, lo hace —dice Gray con su propia sonrisa.
Dos años de trabajo trajeron este momento.
Rehabilitación, el miedo a no ser reclutado, entonces tratar en encajar
como novato y ahora, está noche por fin tiene su oportunidad de comenzar,
tomando el lugar del lesionado mariscal de campo. Es como si hubiera estado
esperando por ello, porque estalla en la entrada. Ha nacido para esto y su equipo
lo sabe. Responden a su confianza, jugando con precisión y entusiasmo. Ya son
349
351
Página
Gray no hace amistad con mujeres. Tiene
sexo con ellas. Hasta Ivy.
Ivy no tiene sexo con amigos. Especialmente no con cierto jugador de fútbol
americano. No importa que tan caliente la ponga…
Lo que significa que Gray tendrá que usar todas sus habilidades para salir de la
zona de amigos y entrar al corazón de Ivy. Que empiece el juego.
352
Game On #2
Página
Kristen Callihan es un autor porque no hay nada más
que prefiriera ser. Es ganadora y tres veces nominada
a los premios “Escritores Románticos de América” y
dos veces ganadora de RT Reviewer’s Choise Awards.
Sus novelas han cosechado criticas buenas en
Publisher's Weekly y Library Journal. Cuando no está
escribiendo, está leyendo.
353
Página
Página 354