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INDICE

VIA DE HECHO- DERECHO A LA DEFENSA – CERTEZA JURÍDICA-


SENTENCIA NO. T-158/93.......................................................................................2

ACTO JUDICIAL QUE DESCONOCE EL VALOR DE COSA JUZGADA-


SENTENCIA SU.047/99..........................................................................................11

LA IMPOSIBLE CALIFICACIÓN DEL ACTO IMPUGNADO COMO UNA VÍA DE


HECHO Y LAS IMPRECISIONES Y EQUIVOCACIONES EN QUE, AL
RESPECTO, INCURRE LA SENTENCIA DE LA CORTE..................................152

AUTORIDAD PUBLICA – CONDENA DE EJECUCIÓN CONDICIONAL-


SENTENCIA NO. T-336/93...................................................................................238

FALSEDAD EN DOCUMENTO PRIVADO-INTERPRETACION LEGAL


ERRÓNEA-SENTENCIA NO. T-424/93................................................................248

PRINCIPIO DE PUBLICIDAD – DERECHO A LA INFORMACIÓN- PRUEBAS-


CONTRADICCIÓN- SENTENCIA NO. T-055/94..................................................263

ACCESO A LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA – DERECHO A LA


JURISDICCIÓN-SENTENCIA NO. T-231/94........................................................274

TERMINOS JUDICIALES- PRINCIPIO DE BUENA FE- PRINCIPIO PRO


ACCIONE-SENTENCIA NO. T-538/94.................................................................312

PREVARICATO- VIA DE HECHO- CADUCIDAD EN MATERIA TUTELA-


SENTENCIA NO. T-118/95...................................................................................335

PRINCIPIO DE AUTONOMIA FUNCIONAL DEL JUEZ-SENTENCIA NO. T-


492/95....................................................................................................................345

AUSENCIA DE ABOGADO EN INDAGATORIA-SENTENCIA T-669/96............353

AGRAVACIÓN SANCION DISCIPLINARIA-SENTENCIA T-266/96...................387

VALORACIÓN DE LAS PRUEBAS POR JUECES-SENTENCIA T-100/98........396

DEFECTO FACTICO-SENTENCIA T-260/99.......................................................412

DEFECTO ORGANICO-SENTENCIA T-162/98...................................................445

DEFECTO PROCEDIMENTAL-SENTENCIA T-376/99.......................................473

VERSIÓN LIBRE SIN DEFENSOR- Sentencia No. C-150/93..............................476


VIA DE HECHO- DERECHO A LA DEFENSA – CERTEZA JURÍDICA-
Sentencia No. T-158/93

VIA DE HECHO

Es procedente la acción de tutela cuando se ejerce para impedir que las


autoridades públicas, mediante vías de hecho vulneren o amenacen
derechos fundamentales. El caso que nos ocupa enmarca cabalmente
dentro de los parámetros de esta excepción, por cuanto existe en él
evidencia de una flagrante violación de la ley, constitutiva de una vía de
hecho, en detrimento del derecho fundamental al debido proceso.

DEBIDO PROCESO/DERECHO DE DEFENSA-Vulneración

El proceso es un juicio y es lícito en cuanto implica un acto de justicia. Y


como es evidente por la naturaleza procesal, se requieren tres
condiciones para que un proceso sea debido: Primera, que proceda de
una inclinación por la justicia; Segunda, que proceda de la autoridad
competente; Tercera, que se profiera de acuerdo con la recta razón de
la prudencia, en este caso, que se coteje integralmente toda pretensión,
de tal manera que siempre esté presente el derecho de defensa, y que el
juez en ningún momento se arrogue prerrogativas que no están regladas
por la ley, ni exija, asimismo, requisitos extralegales. Siempre que
faltaren estas condiciones, o alguna de ellas, el juicio será vicioso e
ilícito. El acto del Juzgado Segundo Civil del Circuito de Popayán, al
negar un recurso, como el de apelación, aduciendo un requisito
jurídicamente inexistente, no sólo es violatorio del debido proceso y
concretamente del derecho de defensa, sino que incurre en contradicción
con los artículos 6o. y 84 del Estatuto Superior.

RECURSO DE APELACION-Naturaleza/CERTEZA JURIDICA

El fundamento del recurso de apelación, es el reconocimiento que el ius


gentium hizo sobre la naturaleza falible del raciocinio humano y por ello
consideró oportuno establecer un mecanismo en el cual pudiera haber
una apreciación más objetiva de los hechos. En cuanto al fin que
persigue la figura de la apelación, aparte de un indudable derecho de
defensa implícito, consiste en llegar a la certeza jurídica, esto es, evitar
lo que en lógica se llama el juicio problemático -simples opiniones
judiciales- para establecer en lo jurídico únicamente los juicios
asertóricos y apodícticos, según el caso, los cuales descansan siempre
sobre la certeza jurídica, de tal manera que brindan la estabilidad
necesaria que exige el orden social justo.

REF. Expediente No. T-9961


Acción de tutela presentada ante el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Popayán, Sala Civil contra el Juzgado
Segundo Civil del Circuito de Popayán.

Peticionario- EDGAR TRUJILLO


SUAREZ

Magistrados:
Dr. VLADIMIRO NARANJO MESA
Ponente.

Dr. JORGE ARANGO MEJIA


Dr. ANTONIO BARRERA CARBONELL

Santafé de Bogotá, D.C., Abril veintiseis (26) de mil novecientos


noventa y tres (1993).

La Sala Novena de Revisión de Tutelas, integrada por los


Magistrados JORGE ARANGO MEJIA, ANTONIO BARRERA
CARBONELL y VLADIMIRO NARANJO MESA, resuelve sobre la
revisión de la sentencia proferida por el Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Popayán, Sala Civil, el ocho (8) de febrero de mil
novecientos noventa y tres (1993).

ANTECEDENTES

1. El señor EDGAR TRUJILLO SUAREZ le confirió poder al doctor


GERARDO DORADO CASTRO, para que interpusiera acción de
tutela con el fin de amparar el derecho fundamental del Debido
Proceso, consagrado en el artículo 29 de la Constitución Política.

El abogado del actor manifiesta que en el Juzgado Primero


Promiscuo Municipal de El Tambo - Cauca, cursa un proceso
ejecutivo propuesto por el señor Laurentino Benítez contra Edgar
Trujillo. Las excepciones que propuso el demandado en aquel
proceso fueron resueltas por el despacho aludido en providencia de
Quince (15) de octubre de mil novecientos noventa y dos (1992), la
cual fue apelada oportunamente, concediéndole el recurso en efecto
suspensivo por auto de tres de noviembre de mil novecientos noventa
y dos (1992).

En la providencia del Juzgado Segundo Civil del Circuito de Popayán,


se manifiesta que el Juzgado de conocimiento omitió el envío de todo
el expediente para el trámite de alzada, toda vez que se ha concedido
el recurso en el efecto suspensivo. También observa el ad quem que
el recurso no fue formulado debidamente, ya que no se procedió a
sustentarlo en debida forma, de conformidad con lo dispuesto en el
artículo 57 de la ley 2a. de 1984, y que en repetidas ocasiones el
Honorable Tribunal Superior de ese Distrito Judicial ha conceptuado
como necesario para poder admitir el recurso. Este requisito es
considerado como esencial no sólo para conceder la alzada sino para
poder admitir el recurso.

Argumenta el actor que la Honorable Corte Suprema de Justicia ha


expresado lo siguiente para resolver un caso similar al sub-examine:
Que por medio del Decreto 2282 de 1989, se reformaron muchas
de las normas de procedimiento civil, entre ellas las relativas a la
apelación, por lo cual "es de concluir que se reglamentó toda la
materia en dicho punto, y por ende, quedó eliminada del mismo, como
exigencia para su concesión por el a-quo y admisión por el ad-quem,
que el recurrente deba sustentar el referido medio de
impugnación". (Corte Suprema de Justicia, Sentencia de diecisiete
(17) de septiembre de mil novecientos noventa y dos (1992),
Magistrado ponente: Dr. Alberto Ospina Botero).

Alega el peticionario que las consideraciones del Juzgado de alzada


para declarar inadmisible su recurso deben ser tenidas como graves,
y que le han causado un perjuicio, toda vez que otro recurso sobre el
mismo caso de Benítez contra Trujillo, que cursaba por reparto en el
Juzgado Primero Civil del Circuito de Popayán, fue declarado desierto
por el informe de irregularidad realizado por la Secretaría del Juzgado
de El Tambo.

Pretende el actor que se tutele el derecho fundamental al debido


proceso (art. 29 C.P.) y en consecuencia se decrete la nulidad de lo
actuado en el Juzgado Segundo Civil del Circuito de Popayán,
esto es la providencia de dieciocho (18) de noviembre de mil
novecientos noventa y dos (1992), ordenando al Juzgado Promiscuo
Municipal de El Tambo - Cauca, "remita de nuevo la actuación al
Juzgado Segundo Civil del Circuito de Popayán", y a éste "continuar
con el trámite normal del recurso de apelación".

2. La Sentencia que se revisa

a) La Decisión

Previas algunas diligencias probatorias y de sustentación, el citado


Tribunal Superior del Distrito Judicial de Popayán, despacho
judicial, resolvió: "Decrétase la nulidad de todo lo actuado en el
Juzgado Segundo Civil del Circuito de Popayán, esto es la
providencia de 18 de noviembre de 1992 y, consecuencialmente,
ordénese a la señora Juez Promiscuo Municipal de El Tambo -
Cauca, remitir nuevamente el expediente a dicho Juzgado Civil de
Circuito, a fin de que se surta el recurso de apelación interpuesto
contra la sentencia de 15 de octubre de 1992 pronunciada en el
proceso ejecutivo de Laurentino Benítez contra Edgar Trujillo Suárez,
todo esto como consecuencia de acceder el Tribunal a la acción de
tutela elevada por el señor Edgar Trujillo, para la protección de su
derecho constitucional de defensa".

El Honorable Tribunal Superior del Distrito Judicial de Popayán, Sala


Civil, fundamentó su fallo acogiendo la jurisprudencia que al respecto
hace la Honorable Corte Suprema de Justicia y concluye que se
quebrantó el derecho fundamental del debido proceso por cuanto se
negó el recurso de apelación exigiéndose un requisito inexistente en
el Código de Procedimiento Civil, cual es la sustentación del mismo,
ya que éste se encuentra eliminado en la regulación que hace el
artículo 352 del C.P.C. que señala la oportunidad y requisitos para la
interposición de este recurso.

El fallo en mención no fue impugnado, razón por la cual fue remitido a


la Corte en los términos del artículo 31 del Decreto 2591 de 1991.

CONSIDERACIONES DE LA CORTE

A. LA COMPETENCIA

Es competente la Sala para revisar la sentencia que resolvió sobre la


acción de tutela promovida por el ciudadano EDGAR TRUJILLO
SUAREZ contra el Juzgado Segundo Civil del Circuito de Popayán,
de conformidad con lo establecido en los artículos 86 inciso 2o. y 241
numeral 9o. de la Constitución Política, desarrollados en los artículos
33 y 34 del Decreto 2591 de 1991.

B. LA MATERIA

En el caso concreto es oportuna la consideración del Tribunal de


resaltar la violación del debido proceso por parte del Juzgado, al
negar éste el recurso de apelación, con una fundamentación
jurídicamente inexistente, pues, en efecto, en virtud del Decreto
2282 de 1989 ya no es necesario el requisito de sustentación del
recurso de apelación; el artículo 1o. Numeral 170 del referido Decreto
lo eliminó.

La Corte Suprema de Justicia, al respecto, sentó una jurisprudencia


clara y conducente al asunto que nos ocupa:

"Si bien el Código de Procedimiento Civil de 1970, al regular el


recurso de apelación, no le impuso al apelante, para la concesión y
admisibilidad del mismo, la carga de sustentarlo, puesto que a la
sazón sólo se le exigía que se encontrase legitimado procesalmente
para recurrir, que la resolución le ocasionase agravio, que la
providencia fuese susceptible de ser atacada por ese medio de
impugnación, y que el recurso se formulase en la oportunidad
procesal establecida por la ley (arts. 350, 351 y 352 del C. de P. C. de
1970), a partir del 17 de enero de 1984 fecha en que entró en
vigencia la Ley 2a. de ese año, a más de los anteriores requisitos, se
le impuso al recurrente el deber o carga de sustentarlo ante el juez a-
quo, dentro del término previsto por dicha ley, so pena de que el
juzgador la declarase desierta (art. 57, Ley 2a. de 1984). De suerte
que lo que hizo la mencionada ley fue agregarle a las exigencias
legales para la concesión del recurso de apelación por el a-quo y su
admisión por el ad-quem el de motivar o sustentar tal medio de
impugnación, y en esa forma quedó complementado el artículo
original (352 del C. de P.C.) del Código de Procedimiento Civil.

"Posteriormente, autorizado el Presidente de la República por la Ley


30 de 1987 para simplificar el trámite de los procesos judiciales y
ajustarlo a la informática y técnica modernas, se expidió el Decreto
2282 de 1989, que entró a regir el 1o. de junio de 1990, por el cual se
le introdujeron numerosas modificaciones al Código de Procedimiento
Civil, puesto que lo reformó en casi la mitad de su articulado, entre
ellas, y concretamente con el recurso de apelación, lo atinente a la
procedencia del mencionado recurso (art. 351), a la oportunidad y
procedencia del mismo (art. 352), a la apelación adhesiva (art. 353), a
los efectos en que debe concederse (art. 354), a la apelación de los
autos que niegan pruebas (art. 355), al envío del expediente o sus
copias al superior (art. 356), a la competencia del superior (art. 357),
al examen preliminar por el ad-quem (art. 358), a la apelación de
autos (art. 359), a la apelación de sentencias (art. 350), al
cumplimiento de la decisión del superior (art. 362).

"Lo que se acaba de reseñar, pone de presente, por una parte, que si
el criterio del legislador de 1989, según la ley de autorizaciones (Ley
30 de 1987) fue simplificar los trámites judiciales, y de otro lado, se
ocupó de regular todo lo atinente al recurso de apelación, y
específicamente la procedencia, oportunidad y requisitos del
mencionado recurso, es de concluir que se reglamentó toda la materia
en dicho punto, y por ende, quedó eliminada del mismo como
exigencia para su concesión por el a-quo y su admisión por el ad-
quem, que el recurrente deba sustentar el referido medio de
impugnación.

"Por tanto, inadmitirle el ad-quem a una parte el recurso de apelación


por ella propuesta bajo la vigencia del Decreto 2282 de 1989, sobre el
aserto de que no fue sustentado oportunamente, cuando la legislación
procedimental actual no exige tal presupuesto requisito, fácilmente se
advierte que, con tal decisión, se le quebrantó al recurrente, aquí
actor de la tutela, el derecho constitucional fundamental del debido
proceso y, concretamente, el de defensa (art. 29 C.N.)".1

Aunque esta Corte declaró Inexequible el artículo 40 del Decreto 2591


de 19912, la doctrina acogida por esta misma Corporación, ha
señalado que es procedente la acción de tutela cuando se ejerce para
impedir que las autoridades públicas, mediante vías de hecho
vulneren o amenacen derechos fundamentales. El caso que nos
ocupa enmarca cabalmente dentro de los parámetros de esta
excepción, por cuanto existe en él evidencia de una flagrante
violación de la ley, constitutiva de una vía de hecho, en detrimento del
derecho fundamental al debido proceso.

El sistema de juzgamiento es el resultado de la expresión de la ley, la


cual determina de forma precisa y coherente cómo se han de
adelantar los juicios, entendiéndose dentro de este género lo
correspondiente a los actos de las partes y del juez.

El juicio es propiamente el acto del juez en cuanto juez; por eso se le


llama así, pues juez significa "el que decide conforme al ius". Y el
derecho es objeto de la justicia, por tanto el juicio, de acuerdo con la
definición del término, corresponde siempre a lo justo y así el juicio,
que se refiere a la determinación recta de lo que es justo, pertenece
propiamente a la justicia. Por eso dice Aristóteles en la Etica, Libro
V, Capítulo 4o. "Los hombres acuden al juez como a la justicia
viviente".

El proceso es un juicio y es lícito en cuanto implica un acto de justicia.


Y como es evidente por la naturaleza procesal, se requieren tres
condiciones para que un proceso sea debido: Primera, que proceda
de una inclinación por la justicia; Segunda, que proceda de la
autoridad competente; Tercera, que se profiera de acuerdo con la
recta razón de la prudencia, en este caso, que se coteje integralmente
toda pretensión, de tal manera que siempre esté presente el derecho
de defensa, y que el juez en ningún momento se arrogue
prerrogativas que no están regladas por la ley, ni exija, asimismo,
requisitos extralegales. Siempre que faltaren estas condiciones, o
alguna de ellas, el juicio será vicioso e ilícito: en primer lugar, porque
es contrario a la rectitud de justicia el impedir el derecho natural a la
defensa; en segundo lugar, porque si el juez impone requisitos que no
están autorizados por la ley, estaría extralimitándose en sus
funciones; en tercer lugar, porque falta la rectitud de la razón jurídica.

Lo que el juez hace o exige debe estar conforme a la ley y a la


determinación del derecho. Según esto, hay que pronunciarse

1 Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, Magistrado Ponente Alberto Ospina Botero, 17 de
septiembre de 1992.
2 Corte Constitucional, Sentencia C-543 de octubre 1 de 1992, Magistrado Ponente José Gregorio
Hernández Galindo.
judicialmente de conformidad con lo que en el proceso se propone y
se prueba, todo bajo el imperio de la ley, que es la que faculta
taxativamente a la autoridad judicial para actuar dentro del proceso.
Luego el juez debe proceder según estos criterios y no según su
propio arbitrio. Esta Sala considera oportuno recalcar la importancia
que para el caso cobra el recurso de apelación, connatural a la
búsqueda de justicia, propia de la actividad judicial.

La apelación es un derecho y como tal implica la potencialidad en


cabeza de las partes dentro del proceso, mediante el cual se faculta a
éstas para disentir del parecer del juez ante quien se ha debatido la
litis, dentro de un espíritu constitucional que reconoce la falibilidad del
hombre en la expresión de su raciocinio. El fundamento, pues, del
recurso de apelación, es el reconocimiento que el ius gentium hizo
sobre la naturaleza falible del raciocinio humano y por ello consideró
oportuno establecer un mecanismo en el cual pudiera haber una
apreciación más objetiva de los hechos. En cuanto al fin que
persigue la figura de la apelación, aparte de un indudable derecho de
defensa implícito, consiste en llegar a la certeza jurídica, esto es,
evitar lo que en lógica se llama el juicio problemático -simples
opiniones judiciales- para establecer en lo jurídico únicamente los
juicios asertóricos y apodícticos, según el caso, los cuales descansan
siempre sobre la certeza jurídica, de tal manera que brindan la
estabilidad necesaria que exige el orden social justo. Con la certeza
jurídica se puede establecer lo que los clásicos manifestaron: Res
iudicata pro veritate habetur (la cosa juzgada la tenemos por
verdadera).

Por lo anterior, el acto del Juzgado Segundo Civil del Circuito de


Popayán, al negar un recurso, como el de apelación, aduciendo un
requisito jurídicamente inexistente, no sólo es violatorio del debido
proceso y concretamente del derecho de defensa (art. 29 C. N.), sino
que incurre en contradicción con los artículos 6o. y 84 del Estatuto
Superior. El primero dispone: "Los particulares sólo son
responsables ante las autoridades por infringir la Constitución y las
Leyes. Los servidores públicos lo son por la misma causa y por
omisión o extralimitación en el ejercicio de sus funciones." Aquí es
evidente la extralimitación de funciones del juzgado segundo Civil del
Circuito de Popayán, ya que al exigir un requisito no estipulado por la
ley, hizo algo que no le estaba permitido por el legislador,
contrariando así el espíritu del Estado Social de Derecho, según el
cual las autoridades sólo pueden hacer aquello que les está permitido,
al paso que los particulares pueden hacer todo aquello que no les
esté prohibido.

El artículo 84, por su parte, es claro en prescribir: "Cuando un


derecho o una actividad hayan sido reglamentados de manera
general, las autoridades públicas no podrán establecer ni exigir
permisos, licencias o requisitos adicionales para su ejercicio". Como
vemos, el Decreto 2282 de 1989 reguló en su totalidad lo referente al
recurso de apelación, como acertadamente lo señaló la Corte
Suprema de Justicia, de tal manera que el artículo 352 no exige en
ningún momento el requisito de sustentar el recurso ante el a-quo.
Por lo tanto, el ad-quem al rechazar el recurso de apelación al actor,
exigió un requisito adicional para su ejercicio, incurriendo en violación
manifiesta del artículo 84 de la Carta Política.

La Ley 30 de 1987 tuvo como objetivo simplificar los trámites


judiciales, y ese mismo espíritu fue el del Decreto 2282 de 1989. Por
tanto, es contradictorio con el espíritu de simplificación que motivó la
reforma del Código de Procedimiento Civil, y con el texto mismo de la
Carta Política, el que se permita la exigencia de un requisito no
señalado taxativamente en el Decreto, porque admitirlo sería un
desconocimiento del principio lógico de no contradicción, ya que por
un lado se estaría simplificando -Ley 30 de 1987- y por el otro se
estaría haciendo más complejo el trámite judicial al exigir requisitos
que la ley no ha determinado.

En mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional, en Sala de Revisión


de Tutelas, administrando justicia en nombre del pueblo y por
mandato de la Constitución,

RESUELVE :

PRIMERO. Confirmar la Sentencia proferida por el Tribunal Superior


del Distrito Judicial de Popayán, Sala Civil, de noviembre 18 de 1992,
en todas sus partes, en el asunto de la referencia y por las razones
consignadas en esta providencia.

SEGUNDO. Comuníquese al juzgado segundo Civil del Circuito de


Popayán esta sentencia, para que sea notificada a las partes
conforme lo ordena el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.

Cópiese, publíquese, insértese en la Gaceta de la Corte


Constitucional y cúmplase.

VLADIMIRO NARANJO MESA


PONENTE

JORGE ARANGO MEJIA


MAGISTRADO

ANTONIO BARRERA CARBONELL


MAGISTRADO

MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO


SECRETARIA GENERAL
IR A INICIO
ACTO JUDICIAL QUE DESCONOCE EL VALOR DE COSA
JUZGADA-Sentencia SU.047/99

IMPEDIMENTO O RECUSACION EN REVISION DE -No


designación de Conjuez por existencia de mayoría para
adopción de decisión

La ley estatutaria de la administración de justicia preceptúa que sólo


en caso de que la aceptación de impedimentos o recusaciones
disminuya la pluralidad mínima que exige la ley para adoptar una
decisión en las Corporaciones judiciales, deberá recurrirse a la
designación de conjueces, pues en caso contrario, la sentencia
podrá adoptarse por la mayoría, sin que sea absolutamente
necesario convocar a un conjuez.

SALA DE CASACION PENAL DE LA CORTE SUPREMA DE


JUSTICIA-Competencia para investigar los delitos cometidos
por congresistas en ejercicio de sus funciones

La Sala de Casación Penal es sin lugar a dudas competente para


conocer de los delitos cometidos por los congresistas, y puede
adelantar esas investigaciones en todo momento, sin necesidad de
ninguna autorización especial. Razones elementales de sentido
común y claras prescripciones constitucionales indican que esa
competencia de la Sala de Casación Penal no cubre únicamente los
delitos cometidos por los congresistas como ciudadanos corrientes
sino que se extiende a aquellos hechos punibles ligados al ejercicio
de sus funciones como parlamentarios.

INVIOLABILIDAD PARLAMENTARIA-Finalidad en una


democracia constitucional

El fin de la irresponsabilidad de los congresistas es que los


representantes del pueblo puedan emitir de la manera más libre sus
votos y opiniones, sin temor a que éstos puedan ocasionar
persecuciones judiciales o de otra índole, con lo cual se garantiza una
plena libertad e independencia en la formación de la voluntad
colectiva del parlamento o congreso. Así, sólo por medio de la figura
de la inviolabilidad, es posible que se cumpla el mandato
constitucional según el cual los senadores y representantes deben
actuar "consultando la justicia y el bien común", y no movidos por el
temor a eventuales represalias jurídicas. La irresponsabilidad de los
congresistas es consustancial a la democracia constitucional ya que
es la expresión necesaria de dos de sus principios esenciales: la
separación de los poderes y la soberanía popular.

INVIOLABILIDAD PARLAMENTARIA-Características y alcances


en una democracia constitucional
La finalidad de la inviolabilidad de los congresistas explica
naturalmente sus características y alcances. En cuanto a sus rasgos
esenciales, en primer término, la doctrina constitucional y la práctica
jurisprudencial coinciden en señalar que esta prerrogativa es
primariamente una garantía institucional en favor del Congreso y de la
democracia, en vez de ser un privilegio personal del senador o del
representante como tal. De otro lado, la inviolabilidad es perpetua,
esto es, el parlamentario o congresista escapa a cualquier
persecución judicial por sus votos y opiniones, incluso después de que
ha cesado en sus funciones. En tercer término, la inviolabilidad genera
una irresponsabilidad jurídica general. La doctrina y la jurisprudencia,
tanto nacional como comparada, coinciden también en señalar los
alcances o, si se quiere, el ámbito material, en donde opera esta
institución, ya que es claro que ésta es (i) específica o exclusiva, pero
al mismo tiempo es (ii) absoluta. La inviolabilidad es específica por
cuanto la Constitución actual, como la anterior, precisan que esta
garantía institucional cubre exclusivamente los votos y opiniones
emitidos en ejercicio del cargo. También es absoluta, ya que sin
excepción todos los votos y opiniones emitidos en el proceso de
formación de la voluntad colectiva del Congreso quedan excluidos de
responsabilidad jurídica.

INVIOLABILIDAD DE OPINIONES Y VOTOS DEL


CONGRESISTA-Alcance

INVIOLABILIDAD PARLAMENTARIA-Impide la configuración


de conductas delictivas cuando un congresista emite un voto o
una opinión en ejercicio de sus funciones

Afirmar que la inviolabilidad no cubre hechos delictivos implica


desconocer el sentido mismo de la figura y equivale simplemente a
ignorar el mandato perentorio establecido por el artículo 185 de la
Carta, pues si tal disposición se refiriera a hechos lícitos, carecería de
sentido y no podría evaluarse como una garantía. Sin embargo, el
hecho de que la inviolabilidad impida la configuración de conductas
delictivas cuando un congresista emite un voto o una opinión en
ejercicio de sus funciones no significa que los senadores y los
representantes no puedan cometer otros delitos o incurrir en otras
responsabilidades en el desempeño de su cargo. En efecto, si la
actuación del congresista es en ejercicio del cargo pero no consiste en
la emisión de un voto o de una opinión, entonces su conducta cae
bajo la órbita del derecho común. La Constitución no ha consagrado
una irresponsabilidad total del parlamentario sino una inviolabilidad
absoluta pero específica.

CONSTITUCION POLITICA-Interpretación sistemática


INVIOLABILIDAD PARLAMENTARIA-Responsabilidades
políticas y disciplinarias de congresistas por sus votos y
opiniones en ejercicio de sus funciones

La inviolabilidad de los congresistas es absoluta. Sin embargo, esto


no significa que en una democracia constitucional no exista ninguna
responsabilidad de los congresistas por sus votos y opiniones en el
ejercicio de sus funciones. Así, la mayor parte de las constituciones, y
específicamente el artículo 185 de la nuestra, establecen que los
parlamentarios están sometidos a las normas disciplinarias de las
cámaras, las cuales, con el fin de mantener un orden en el debate,
pueden controlar y sancionar internamente ciertos abusos de la
libertad de expresión. De otro lado, y más importante aún, el control
esencial sobre los congresistas lo ejercen la propia ciudadanía y la
opinión pública, cuyos cuestionamientos pueden traducirse en la
imposición de formas de responsabilidad política sobre los senadores
y representantes.

DEMANDA DE INCONSTITUCIONALIDAD-Ley violatoria de la


Constitución/EXCEPCION DE INCONSTITUCIONALIDAD-
Inaplicación de ley contraria a la Constitución/ACCION DE
TUTELA CONTRA CONGRESISTA-Procedencia por amenaza
o violación de derechos fundamentales

INVIOLABILIDAD DE OPINIONES Y VOTOS DEL


CONGRESISTA-Razones que justifican carácter
absoluto/INVIOLABILIDAD DE OPINIONES Y VOTOS DEL
CONGRESISTA-Opera cuando ejercen funciones judiciales

Existen dos razones poderosas que justifican el carácter absoluto de


la inviolabilidad de los congresistas. De un lado, el tenor literal del
artículo 185, que no establece ninguna distinción en cuanto a las
funciones de los congresistas, y que corresponde a la voluntad
histórica de la Asamblea Constituyente; y, de otro lado, la finalidad
misma de la inviolabilidad, la cual busca proteger la independencia
general del Congreso, por lo cual es natural que esta prerrogativa se
proyecte a todas las funciones desarrolladas por los miembros de las
cámaras, sin que sea posible establecer diferencias entre ellas. Nada
en el texto de la Carta sugiere entonces que la inviolabilidad no opera
cuando el Congreso ejerce funciones judiciales e investiga a algunos
altos dignatarios, como el Presidente, los magistrados de las altas
corporaciones judiciales y el Fiscal General de la Nación. No
encuentra sustento en la Carta y, más grave aún, conduce a una
inaceptable erosión de la inviolabilidad parlamentaria, en detrimento
de la independencia del Congreso y de la libertad del debate
democrático.
INVIOLABILIDAD DE OPINIONES Y VOTOS DEL
CONGRESISTA-Discrecionalidad política en juicio del jefe de
Estado

La Carta atribuye al Congreso el juicio de ciertos altos dignatarios, y


en especial del jefe de Estado, no sólo a pesar de que los
representantes y senadores conservan un cierto grado de
discrecionalidad política y siguen por ende siendo inviolables en sus
votos y opiniones, sino en gran parte precisamente por ello. La
remoción de su cargo de los altos dignatarios, y en particular del jefe
de Estado, es un hecho que tiene consecuencias políticas inevitables
y profundas, por lo cual debe atribuírseles a los representantes del
pueblo -el Congreso- esa decisión, a fin de que puedan tomar en
consideración la ineludible dimensión política que tiene todo proceso
en contra de un Presidente y decir si procede o no su enjuiciamiento
por la Corte Suprema. Además, sólo amparados por la inviolabilidad,
pueden los senadores y representantes gozar de la suficiente
independencia para ejercer, sin temores a represalias, esta importante
labor de fiscalización.

INVIOLABILIDAD DE OPINIONES Y VOTOS DEL


CONGRESISTA-Razones que permiten concluir la operancia
cuando ejercen funciones judiciales contra altos dignatarios

Existen razones literales (el texto perentorio del artículo 185 superior),
conceptuales (el alcance absoluto de la inviolabilidad parlamentaria),
teleológicas (la finalidad y pertinencia de esa figura en los juicios
contra los altos dignatarios), sistemáticas (la regulación constitucional
de los juicios contra los altos dignatarios) y, finalmente, lógicas (los
absurdos a los que conduce la interpretación contraria) que permiten
inequívocamente concluir que la única tesis razonable es la siguiente:
los senadores y representantes conservan la inviolabilidad en sus
votos y opiniones incluso cuando ejercen funciones judiciales en los
procesos adelantados por el Congreso contra los altos dignatarios. Y
la razón es tan simple como contundente: los juicios ante el Congreso
por delitos de los altos dignatarios, si bien son ejercicio de una función
judicial, por cuanto imponen sanciones y configuran un requisito de
procedibilidad de la acción propiamente penal ante la Corte Suprema,
conservan una inevitable dimensión política, por lo cual, en ellos, los
congresistas emiten votos y opiniones que son inviolables.

CORTE CONSTITUCIONAL-Aplicación de los mandatos


establecidos por el Constituyente

SALA DE CASACION PENAL DE LA CORTE SUPREMA DE


JUSTICIA-Incompetencia para investigar votos y opiniones de
representantes en proceso contra el Presidente pero competencia
para conocer de otro delito en ese proceso
INVIOLABILIDAD PARLAMENTARIA-Desconocimiento en
investigación judicial hace procedente la tutela

VIA DE HECHO-Inexistencia cuando una Corporación judicial


fundamenta sus actuaciones en la doctrina constitucional

VIA DE HECHO PROSPECTIVA-Alcance

Podría denominarse una "vía de hecho prospectiva", por cuanto, hacia


el pasado, las decisiones del funcionario judicial, aunque discutibles,
son inatacables por medio de la tutela, ya que siguen amparadas por
la autonomía funcional de los jueces, por no ser protuberantemente
defectuosas; sin embargo, una evaluación de sus inevitables
resultados futuros permite concluir que el juez terminará por incurrir en
una vía de hecho, al violar de manera manifiesta la Carta. En tales
circunstancias, y siempre y cuando esos resultados futuros sean
evidentes, y no exista otro mecanismo judicial de defensa, el juez
constitucional puede intervenir a fin de enfrentar una amenaza a los
derechos fundamentales, derivada de una actuación judicial, que
inevitablemente devendrá en vía de hecho ya que, el artículo 86
superior es claro en señalar que esa acción procede en tales eventos.

VIA DE HECHO PROSPECTIVA-Configuración por falta absoluta


de competencia

INVIOLABILIDAD PARLAMENTARIA-Precisión y rectificación


de una línea jurisprudencial sobre funciones judiciales de los
congresistas

ESTADO DE DERECHO-Respeto por el precedente

DOCTRINA CONSTITUCIONAL VINCULANTE-Modificación es


competencia exclusiva de la Corte Constitucional

Si bien las altas corporaciones judiciales, y en especial la Corte


Constitucional, deben en principio ser consistentes con sus
decisiones pasadas, lo cierto es que, bajo especiales circunstancias,
es posible que se aparten de ellas. Como es natural, por razones
elementales de igualdad y seguridad jurídica, el sistema de fuentes y
la distinta jerarquía de los tribunales implican que estos ajustes y
variaciones de una doctrina vinculante sólo pueden ser llevados a
cabo por la propia Corporación judicial que la formuló. Por tal razón,
y debido al especial papel de la Corte Constitucional, como
intérprete auténtico de la Carta y guardiana de su integridad y
supremacía, corresponde a esa Corporación, y sólo a ella, modificar
las doctrinas constitucionales vinculantes que haya desarrollado en
sus distintos fallos.
DECISUM-Alcance/RATIO DECIDENDI-Alcance/OBITER
DICTA-Alcance

RATIO DECIDENDI-Efectos vinculantes y obligatoriedad de un


precedente

COSA JUZGADA CONSTITUCIONAL IMPLICITA O RATIO


DECIDENDI-Efectos vinculantes

DICTUM COLATERAL-Alcance

DOCTRINA CONSTITUCIONAL-Procedencia de modificación


por sentencias de unificación de tutela

ACCION DE TUTELA-Carencia actual de objeto

PREVENCION EN TUTELA-Investigación de opiniones y votos


de congresistas emitidos en ejercicio de sus funciones

Referencia: expediente T-180.650

Accionante: Viviane Morales Hoyos.

Temas:
 La Sala de Casación Penal de la
Corte Suprema de Justicia es
competente para investigar los
delitos cometidos por los
congresistas en ejercicio de sus
funciones.
 Alcance y funciones de la
inviolabilidad parlamentaria en una
democracia constitucional.
 La inviolabilidad parlamentaria
opera en los juicios a los altos
dignatarios en el Congreso.
 Incompetencia de la Corte Suprema
de Justicia para investigar los votos
y opiniones de los representantes
en el proceso contra el Presidente
pero competencia para conocer de
cualquier otro delito cometido en
ese proceso.
 Actuación fundada en derecho de la
Corte Suprema de Justicia pero
configuración de una vía de hecho
prospectiva, por falta absoluta de
competencia.
 Precisión y rectificación de una
línea jurisprudencial derivada de
decisiones precedentes de la Corte
Constitucional.
 Respeto a los precedentes, cosa
juzgada constitucional y sentencias
de unificación de la Corte
Constitucional.

Magistrados Ponentes:
CARLOS GAVIRIA DÍAZ
ALEJANDRO MARTÍNEZ
CABALLERO

Santafé de Bogotá, D.C., veintinueve (29) de enero de mil novecientos


noventa y nueve (1999).

La Corte Constitucional de la República de Colombia, integrada por su


Presidente Eduardo Cifuentes Muñoz y por los Magistrados Alfredo
Beltrán Sierra, Antonio Barrera Carbonell, Carlos Gaviria Díaz,
Hernando Herrera Vergara, Alejandro Martínez Caballero y Fabio
Morón Díaz.

EN NOMBRE DEL PUEBLO


Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCIÓN

Ha pronunciado la siguiente

SENTENCIA

Dentro de la acción de tutela identificada con el número de radicación


T-180.650 instaurada, a través de apoderado, por Viviane Morales
Hoyos, en contra de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema
de Justicia.

I. ANTECEDENTES

1. Conformación de la Sala Plena de la Corte Constitucional en


la presente decisión.
Los Magistrados José Gregorio Hernández Galindo y Vladimiro
Naranjo Mesa, este último actual Presidente de la Corte Constitucional,
no participaron en la presente decisión, por cuanto la Sala Plena de la
Corporación, en la sesión del 12 de noviembre de 1998, encontró
fundado y legal el impedimento por ellos manifestado. Por su parte, en
la sesión plenaria de esta Corporación del 19 de enero de 1999, en la
que actuó como conjuez la doctora Adelaida Angel, la Corte decidió no
aceptar el impedimento que había formulado el Magistrado Alfredo
Beltrán Sierra.

Cabe anotar que el presente fallo se adopta por la mayoría de la


Corporación, la cual está conformada por 5 de 7 Magistrados que, para
este asunto, integran legalmente la Corte Constitucional, como quiera
que así lo autoriza el artículo 54 de la Ley 270 de 1996, o ley
estatutaria de la administración de justicia. En efecto, esa disposición
preceptúa que sólo en caso de que la aceptación de impedimentos o
recusaciones disminuya la pluralidad mínima que exige la ley para
adoptar una decisión en las Corporaciones judiciales, deberá recurrirse
a la designación de conjueces, pues en caso contrario, la sentencia
podrá adoptarse por la mayoría, sin que sea absolutamente necesario
convocar a un conjuez.

2. Situación fáctica.

Aclarado el anterior asunto procesal, a continuación se describen los


hechos que dieron lugar a la presente acción:

2. 1. En el mes de febrero de 1996, el Fiscal General de la Nación


presentó denuncia penal en la Cámara de Representantes, en contra
del entonces Presidente de la República, señor ERNESTO SAMPER
PIZANO.

2.2. La investigación se tramitó en la Comisión de Investigación y


Acusación de la Cámara de Representantes y posteriormente en su
Plenaria.

2.3. En la sesión del 12 de junio de 1996, la Cámara de


Representantes resolvió declarar la preclusión de la investigación que
adelantaba, pues no encontró motivos suficientes para acusar al doctor
SAMPER PIZANO ante el Senado de la República. Esa decisión se
adoptó con la votación afirmativa de ciento once (111) Representantes
y cuarenta y tres (43) que la votaron negativamente.

2.4. Dentro de los 111 representantes que adoptaron la decisión de


declarar la preclusión de la investigación, se encuentra Viviane Morales
Hoyos, actora de la presente tutela, quien había sido elegida como
Representante a la Cámara para el período de 1994 a 1998 y es hoy
Senadora.
2.5. Durante los meses de junio y julio de 1996, varios ciudadanos
presentaron ante la Corte Suprema de Justicia, denuncias por la
supuesta comisión de diversos delitos, entre ellos, prevaricato, por
parte de los 111 Representantes que votaron afirmativamente la
preclusión. Los denunciantes pretendían, además, invalidar la decisión
adoptada por la Cámara de Representantes. Posteriormente, otros
ciudadanos también denunciaron a los 43 congresistas que se
apartaron de la decisión adoptada por la Cámara, por la supuesta
responsabilidad en delitos iguales o semejantes a los que se
imputaban a la mayoría.

2.6. La Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia


asumió el conocimiento de todas las denuncias y, por tratarse de
hechos similares, decidió acumular todos los procesos y designar
como ponente al Magistrado Jorge Anibal Gómez Gallego.

2.7. El Magistrado Ponente, mediante autos de febrero 19, abril 16 y


agosto 5 de 1997, “para los fines previstos en el artículo 319 del
Código de Procedimiento Penal”, dispuso la “investigación previa” del
proceso, para lo cual ordenó la práctica de varias pruebas y la
realización de numerosas diligencias.

2.8. La Corte Suprema de Justicia nunca comunicó a la actora la


iniciación de la “investigación previa” que se ordenó en los autos
anteriormente señalados. Así mismo, el 5 de marzo de 1998, la
Secretaria de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de
Justicia hizo constar que:

“Buscado en el Sistema de Gestión de Procesos que se lleva en


esta Secretaría, no se halló constancia de que contra la doctora
VIVIANE MORALES HOYOS, Representante a la Cámara, curse
en la actualidad proceso de diligencia alguna.

"La anterior se expide a los cinco (5) días del mes de marzo de mil
novecientos noventa y ocho (1998), en cumplimiento a lo
dispuesto por el Presidente de la Sala de Casación Penal, en auto
de esta fecha. (Firmado) Patricia Salazar Cuéllar, Secretaria Sala
de Casación Penal".

2.9. Dentro del expediente acumulado que analiza las conductas


penales de los Representantes a la Cámara con ocasión de la
investigación al Presidente de la República, se encuentra una solicitud
de nulidad de lo actuado que presentó “el procesado AGUSTÍN
HERNANDO VALENCIA MOSQUERA”, la cual fue resuelta
negativamente por la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de
Justicia, entre otras razones, porque esa Corporación consideró, que
“es competente para investigar a los Congresistas no sólo por delitos
comunes sino también por hechos punibles de responsabilidad, que
son los que se cometen en ejercicio de sus funciones”.
2.10. El 24 de junio de 1998, el Magistrado sustanciador resolvió
ordenar la apertura de instrucción y vincular al proceso mediante
indagatoria a los “siguientes Representantes a la Cámara que votaron
afirmativamente el proyecto de preclusión”, entre los cuales se
encuentra la peticionaria. En consecuencia, la alta Corporación decidió
continuar con el proceso penal sólo contra los Representantes (con
excepción del doctor Giovanni Lamboglia quien había fallecido) que
votaron afirmativamente la resolución de preclusión.

3. Argumentos jurídicos de la demanda.

Por los anteriores hechos, la actora considera vulnerados sus derechos


al debido proceso y a la inviolabilidad de sus votos y opiniones
emitidos en ejercicio de su cargo. Ahora bien, para efectos de hacer
más clara la posición jurídica de la demandante, primero se resumirán
los argumentos expuestos en relación con la vulneración del artículo 29
de la Constitución y, posteriormente, lo relativo a la supuesta
contradicción del artículo 185 superior.

3.1. A juicio de la actora, la Corte Suprema de Justicia le desconoció el


debido proceso, por las siguientes razones :

En primer lugar, porque esa Corporación no sólo no le informó acerca


de la existencia de la investigación preliminar que adelantaba, “a pesar
de estar involucrada en los hechos", sino que “se la ocultó cuando ella
preguntó”. En consecuencia la Sala de Casación Penal la privó de la
oportunidad de rendir versión libre, designar defensor y conocer todas
las supuestas pruebas que finalmente llevaron a esa Corporación
Judicial a dictar resolución de apertura de la investigación en su contra.

Además, arguye que tal ausencia de comunicación de la investigación


preliminar adelantada en el proceso de los Representantes a la
Cámara, es contraria a la sentencia C-412 de 1993 de la Corte
Constitucional, en la que se sostuvo que, aun en la etapa de la
investigación preliminar, las personas involucradas en los hechos que
se investigan, tienen derecho a ejercer su defensa y a conocer y
presentar las pruebas.

En segundo lugar, la actora considera que la Corte Suprema violó el


debido proceso, dado que la etapa de investigación previa duró cerca
de 2 años, y no de 2 meses como lo dispone el artículo 324 del Código
de Procedimiento Penal.

En tercer lugar, porque la Corte Suprema de Justicia asumió el


conocimiento de un asunto sin tener competencia para ello, como
quiera que inició el trámite de un proceso “que en sí mismo no es
viable jurídicamente”, por cuanto no está previsto en la ley. Al respecto,
la actora señala que “la Sala de Casación Penal ha comenzado un
proceso viciado de nulidad, en razón de su incompetencia. Sin
embargo, la posibilidad de que esta nulidad sea declarada en el mismo
proceso penal, es remota, por no decir inexistente.”

En otras palabras, según su parecer, la Corte Suprema de Justicia


revisa el proceso que se surtió ante la Cámara de Representantes, sin
tener competencia para hacerlo, pues no existe norma que se la
otorgue, por lo que “la Corte absolvió anticipadamente a quienes la
votaron en contra, y juzgó responsables de algún delito (¿prevaricato,
cohecho….?), también anticipadamente, a quienes conformaron la
mayoría, dejándoles, eso sí, la posibilidad de que pudieran invocar una
causal de justificación o excusa.”

Así pues, la investigación que adelanta la Corte Suprema no tuvo en


cuenta el artículo 319 del Código de Procedimiento Penal, “pues no fue
su finalidad la de determinar si había lugar o no al ejercicio de la acción
penal; ni si en la ley penal estaba descrito el hecho punible. De
haberse procedido de conformidad con el artículo 319, fácilmente se
habría llegado a estas conclusiones: la primera, que la investigación no
era viable jurídicamente, porque la acción penal no podía ejercerse; la
segunda, que en la ley penal no estaba descrito como delito el hecho
de que los congresistas opinaran o votaran en ejercicio de sus
funciones.”

3.2. Desde otro punto de vista, la solicitud de tutela considera que la


Corte Suprema de Justicia desconoce el artículo 185 de la
Constitución, el cual consagra la inviolabilidad como un derecho
fundamental de los congresistas que es susceptible de amparo a
través de la acción de tutela. Para desarrollar su tesis, la demanda
realiza un vasto estudio sobre el concepto de inviolabilidad en la
doctrina, en las Constituciones de Colombia desde 1811 hasta la
vigente de 1991, y en el derecho comparado, y concluye que aquélla
consiste en “la irresponsabilidad jurídica por las opiniones y por los
votos emitidos por los Congresistas, en las Cámara, en ejercicio de sus
funciones”. Esta prerrogativa, además, tiene una justificación doble, ya
que busca garantizar la independencia del Congreso y asegurar la
plena libertad de la voluntad de los congresistas.

Según su criterio, la inviolabilidad no sólo es un principio absoluto que


no admite ninguna excepción sino que además es una prerrogativa no
susceptible de renuncia. Por consiguiente, los votos y las opiniones de
los congresistas no pueden ser objeto de investigación por ningún juez
o tribunal ni por autoridad pública alguna.

La demanda destaca que la inviolabilidad ha existido siempre en el


derecho constitucional colombiano, con cuatro características bien
definidas: la “irresponsabilidad jurídica, absoluta, perpetua y exclusiva”.
Por ello, aclara que la única excepción al principio de inviolabilidad, “la
única responsabilidad jurídica en que pueden incurrir los congresistas
al opinar o al votar”, es la responsabilidad disciplinaria.

Con relación al carácter exclusivo de la inviolabilidad, el apoderado lo


analiza con especial detenimiento, pues considera que “es el origen de
la confusión que lleva a algunos a desconocer la inviolabilidad de los
congresistas”. Pues bien, según su criterio, esta característica tiene su
base constitucional en el artículo 186 de la Carta, el cual asigna
competencia a la Corte Suprema de Justicia para investigar y juzgar
delitos cometidos por los congresistas fuera del ejercicio de sus
funciones, como quiera que la inviolabilidad ampara a los congresistas
en el ejercicio de sus funciones, por lo que “sólo responden ante el
pueblo que representan, responsabilidad política que excluye toda
responsabilidad jurídica”. Por esta razón, el artículo 133 de la
Constitución establece que los representantes actúan “consultando la
justicia y el bien común”, lo que implica que, en ejercicio de la función
de congresista, sólo existe la responsabilidad política ante el pueblo
que representan y, por consiguiente, excluye toda responsabilidad
jurídica.

Por otra parte, el proceso del Presidente de la República ante la


Cámara y el Senado solamente versa sobre la responsabilidad política,
por lo que es “una condición de procedibilidad” para que la Corte
Suprema de Justicia investigue y juzgue, que el Senado lo autorice. Es
por ello que en el proceso que se sigue ante el Congreso “no pueden
aplicarse las reglas que gobiernan la actuación de los jueces
ordinarios”, pues los congresistas actúan consultando la justicia y el
bien común.

Por ello, la actora considera que es un contrasentido jurídico afirmar


que existe responsabilidad penal como consecuencia de la preclusión
de la investigación de la conducta del Presidente de la República, pues
aquélla es una decisión adoptada por la Cámara de Representantes, y
no solamente por un grupo mayoritario de congresistas, lo cual
constituye la “regla de oro de las mayorías”, consistente en que una
decisión sea adoptada por la Corporación y no sólo por un grupo
determinado. Por lo tanto, en los juicios a los funcionarios con fuero,
los congresistas actúan bajo la condición que les da esa investidura y
no en la de jueces ordinarios.

3.3. En relación con las sentencias C-222 y C-245 de 1996, en las


cuales la Corte Constitucional había analizado los juicios en el
Congreso, la solicitud de tutela considera que no constituyen
jurisprudencia constitucional ni hacen transito a cosa juzgada
constitucional, como quiera que el tema central de discusión en
aquellas decisiones nunca fue la inviolabilidad de los congresistas, por
lo que no hay una relación directa e inescindible entre la parte motiva y
la parte resolutiva. Así mismo, los apartes de los fallos que se refieren
a la supuesta responsabilidad penal de los congresistas, ni siguiera
mencionan el artículo 185 de la Constitución. De todas maneras, si no
se aceptan estas consideraciones, el apoderado solicita que la Corte
Constitucional modifique su jurisprudencia, “como lo ha hecho en
relación con otros temas”, dado que en estas sentencias se incurre en
errores evidentes, pues tal y como se ha explicado, desconocen el
principio absoluto de la inviolabilidad de los votos y decisiones de los
congresistas.

3.4. Finalmente, la demanda considera que la acción de tutela es el


único mecanismo para conseguir que cese la transgresión a los
derechos fundamentales de la peticionaria, pues el incidente de nulidad
contra el proceso no es suficiente “por una razón elemental: de
antemano se conoce cuál será la decisión de la Sala de Casación
Penal de la Corte: públicamente han declarado algunos de sus
magistrados… que la Corte Suprema, sí es competente para conocer
del proceso”. Igualmente, “se sabría anticipadamente cual sería la
decisión de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de
Justicia, sobre un hipotético recurso extraordinario de casación”. Para
sustentar esa afirmación, el apoderado allegó a la demanda varias
publicaciones de los diarios "El Tiempo" y "El Espectador", que
contienen declaraciones de los Magistrados de la Corte Suprema de
Justicia, en donde se refieren a lo que la prensa ha denominado
“choque de trenes” y explican el auto que negó la nulidad del proceso.

3.5. Mediante escritos dirigidos al juez de instancia, la presente acción


de tutela fue coadyuvada por los congresistas Carlos Alonso Lucio,
Jesús Ignacio García Valencia y Martha Catalina Daniels Guzmán.

4. Pretensión.

Con base en lo anteriormente expuesto, la peticionaria solicita que “se


declare nulo” el proceso en el cual la Sala Penal de la Corte Suprema
de Justicia la investiga, como consecuencia de las opiniones y los
votos, que en su condición de Representante a la Cámara, emitió en
1996 en el proceso que siguió esa Corporación en contra del
Presidente de la República. Así mismo, solicita que “se ordene a la
Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia dar por terminado el
proceso y ordenar su archivo, revocando previamente cualquier
medida que hubiere decretado contra la libertad de la Senadora
Viviane Morales Hoyos".

5. Argumentos de los Magistrados accionados.

La Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia considera que la acción


de tutela no es procedente, como quiera que ese mecanismo no opera
frente a actuaciones y decisiones judiciales, pues “equivale a una
inadmisible intromisión de competencias y facultades, siendo el
respectivo proceso la vía natural para la controversia fáctica y jurídica”.
Por lo tanto, el desarrollo de actuaciones paralelas al proceso ordinario
afecta la seguridad jurídica propia del Estado de Derecho.

De otro lado, los magistrados explican que en el proceso contra los


parlamentarios que precluyeron la investigación en favor del entonces
Presidente de la República, nunca se ordenó una investigación previa
o preliminar, sino que se realizaron “actuaciones preprocesales” o
“actos previos” que “se limitaron a reunir las varias denuncias
adelantadas contra los mencionados congresistas, a establecer la
condición foral de quienes votaron a favor o en contra de la preclusión
y a obtener copia de la providencia calificatoria y de los debates, todo
contenido en las respectivas gacetas”. Por lo tanto, si “se utilizó la
expresión investigación previa o preliminar, fue para referirse a esos
actos preprocesales a que antes nos referimos, pero no a la
investigación previa a la que se refiere el art. 319 del C.P.P.”

Con relación a los argumentos de la demanda relativos a la falta de


competencia de la Sala de Casación Penal, los Magistrados anexan
copia de la providencia del 7 de octubre de 1998, por medio de la cual
se negó la nulidad del proceso que se solicitó para proteger la
inviolabilidad de los congresistas. Dicho auto puede resumirse así:

- De acuerdo con un análisis sistemático de la Constitución, el


Congreso ejerce funciones judiciales perfectamente separadas de su
actividad legislativa y del control político que ejerce, como quiera que el
artículo 116 de la Carta expresamente dispone que “el Congreso
ejercerá determinadas funciones judiciales”. Por consiguiente, fue
intención inequívoca del Constituyente señalarle al Legislador, en su
función de investigar a quienes gozan de fuero constitucional, un
“verdadero papel de imparcialidad que corresponde al juez”. Bajo esta
premisa, los artículos 178 a 183 de la Ley Estatutaria de la
Administración de Justicia, normas declaradas exequibles por la Corte
Constitucional, señalan especiales condiciones de garantía al debido
proceso de este tipo de investigaciones, pues buscan “asegurar la
jurisdiccionalidad” de esta función del Congreso. Ello permite
diferenciar el “juicio político” de los altos dignatarios, el cual analiza la
responsabilidad de índole político del enjuiciado, del juicio criminal, que
investiga los delitos comunes y las consecuencias penales de la
conducta de quienes gozan de fuero constitucional. Sin embargo, en
ambos casos “no puede estar ausente la imparcialidad de los
congresistas como jueces”.

- En este orden de ideas, la Corte Suprema considera que si los


congresistas ejercen una función judicial, aunque sea de manera
excepcional, también deben someterse al imperio de la ley que de
manera categórica determina el artículo 230 de la Constitución. Por
ende, están expuestos a la responsabilidad propia de todos los
servidores públicos y a la investigación penal por sus actos como
jueces.
- La interpretación armónica de los artículos 185 y 133 superiores
permite deducir que “la prerrogativa constitucional de la inviolabilidad
parlamentaria está prevista para lo que se quiere preservar, esto es, la
independencia y autonomía de la función legislativa y de control
político, porque esta misma autarquía no es concebible en el ejercicio
judicial, dado que la arbitrariedad o el delito apriorísticamente
justificado de los jueces significaría la quiebra del Estado de Derecho”.
Así pues, la Corte Suprema de Justicia afirma que es indispensable
diferenciar la función legislativa de la función judicial de los
congresistas, pues de allí puede deducirse fácilmente que la actividad
desplegada por el Congreso en cada ocasión origina un tipo de
responsabilidad diferente y propia. Al respecto, la Corte Suprema dijo:

“la argumentación jurisdiccional descansa sobre todo en una


racionalidad jurídico-formal, por estar siempre referida al sistema
normativo imperante, mientras que la argumentación legislativa se
basa en una racionalidad más abierta que es la teleológica,
porque busca objetivos sociales que trascienden y pueden
modificar el ordenamiento jurídico, sin desconocer obviamente la
Constitución cuando se ejerce actividad legislativa ordinaria. Los
congresistas, a pesar de su condición de “representantes del
pueblo”, cuando dinamizan la función judicial se ponen en el
mismo límite de los jueces y los vincula la separación de poderes
propia del Estado de Derecho, pues les toca sujetarse a su propia
obra: una ley previa y escrita”

- A juicio de la Corte Suprema de Justicia, la existencia de la función


judicial de los congresistas fue reconocida e individualizada por la
Corte Constitucional en las sentencias C-198 de 1994, C-222, C-245,
C-385, C-386, C-563 de 1996 y C-148 de 1997. Esa Corporación
analiza especialmente la sentencia C-245 de 1996, de donde concluye
que la inviolabilidad debe concebirse para mantener la capacidad
funcional del Congreso y garantizar la formación libre de la voluntad de
los representantes del pueblo, por lo que “es de contenido político y no
judicial”. Por lo tanto, la inviolabilidad debe circunscribirse sólo “al acto
parlamentario propiamente dicho y no a la función jurisdiccional”.

- Finalmente, la Corte concluye que esa Corporación “es competente


para investigar a los congresistas no sólo por delitos comunes sino
también por hechos punibles de responsabilidad, que son los que se
cometen en ejercicio de sus funciones”, pues si el Constituyente
hubiese querido extender la inviolabilidad de los parlamentarios a los
delitos que cometan en relación con el desempeño del cargo, lo habría
manifestado expresamente y no habría incluido el parágrafo del
artículo 235 de la Constitución, que a su juicio dispone que “los
congresistas sí responden por los delitos que cometan en relación con
las funciones desempeñadas, quedando sólo acerca de éstos
cobijados por el fuero al terminar el ejercicio del cargo (fuero
funcional)”.

II. DECISIÓN JUDICIAL QUE SE REVISA.

En primera instancia, conoció la Sección Primera, Subsección A del


Tribunal Contencioso Administrativo de Cundinamarca, quien mediante
sentencia proferida el 21 de agosto de 1998, resolvió rechazar por
improcedente la acción de tutela de la referencia.

Según criterio del juez de tutela, la Corte Suprema de Justicia no


transgredió el debido proceso, pues su actuación se ciñó a lo dispuesto
en el artículo 322 del Código de Procedimiento Penal, según el cual el
fiscal tiene la facultad de decidir si es pertinente recibir versión al
imputado en la etapa de investigación previa. Por lo tanto, el alto
tribunal bien podía reservarse la facultad de no llamar en versión libre a
la congresista.

Así mismo, considera que no se vulnera el artículo 29 de la


Constitución, como quiera que, de acuerdo con el oficio 6294 del 13 de
agosto de 1998 de la Corte Suprema de Justicia, en el proceso contra
los 111 congresistas “nunca se dispuso investigación preliminar” y, por
tanto, el supuesto fáctico dentro de la etapa de indagación preliminar
no se encuentra probado.

En su opinión, la acción de tutela no es mecanismo judicial idóneo para


discutir la responsabilidad de la congresista, como quiera que “el
proceso penal al cual se encuentra vinculada la accionante apenas
comienza”, por lo cual dispone de todos los medios de defensa judicial
que el Código de Procedimiento Penal garantiza, el cual “se inspira en
el principio fundamental del respeto al derecho de defensa del
imputado”.

Finalmente, y en relación con las supuestas manifestaciones públicas


de los Magistrados de la Corte Suprema, el Tribunal considera que la
peticionaria debe ceñirse a las reglas sobre recusaciones que
consagra expresamente el Código de Procedimiento Penal, por lo que
la falta de parcialidad y objetividad de los Magistrados debe ser
definida en otro estrado judicial.

Por último, el Tribunal rechaza las solicitudes de coadyuvancia de los


congresistas Carlos Alonso Lucio, Jesús Ignacio García y Martha
Catalina Daniels, pues estima que esa figura no resulta acorde con la
naturaleza de la acción de tutela, ya que los conceptos de la parte y del
tercero coadyuvante, son ajenos a la naturaleza informal y ágil de la
tutela.
La anterior decisión no fue impugnada y, en consecuencia, el
expediente fue remitido, dentro del término legal, a la Corte
Constitucional para su eventual revisión. La Sala de Selección número
nueve no obtuvo unanimidad sobre la selección del presente caso, por
lo que lo envió a la Plenaria de la Corporación para que decidiera lo
pertinente, la cual remitió el expediente, para decisión, a la Sala de
Selección número diez, quien mediante auto de octubre 2 de 1998
seleccionó la acción de tutela de la referencia, que en reparto
correspondió al Magistrado Hernando Herrera Vergara.

III. TRAMITE EN LA CORTE CONSTITUCIONAL.

Para reunir todos los elementos de juicio necesarios para la


decisión, la Sala Plena de la Corte Constitucional, mediante auto del
21 de octubre de 1998, consideró pertinente solicitar algunas
pruebas dirigidas al Secretario General de la Cámara de
Representantes, al Presidente de la Sala de Casación Penal de la
Corte Suprema de Justicia, para efectos de conocer el trámite que
surtió en el Congreso de la República el proceso contra el
Presidente Samper, así como el alcance de las diligencias
adelantadas por la Corte Suprema de Justicia contra la peticionaria.
Las pruebas fueron oportunamente allegadas al expediente y se
tomarán en consideración en la parte motiva del presente fallo.

Teniendo en cuenta la importancia del asunto, así como la necesidad de


sistematizar la doctrina constitucional sobre el alcance de la
inviolabilidad de los congresistas, la Sala Plena de la Corte
Constitucional decidió conocer directamente del presente caso. La
ponencia inicialmente correspondió al Magistrado Hernando Herrera
Vergara, pero ésta fue derrotada, por lo cual, la redacción definitiva del
texto de la sentencia fue asignada por la Corporación a los
Magistrados Carlos Gaviria Díaz y Alejandro Martínez Caballero.

IV. FUNDAMENTOS JURÍDICOS.

Competencia.

1- La Sala Plena de la Corte Constitucional es competente para proferir


sentencia de revisión dentro de la acción de tutela de la referencia, con
fundamento en los artículos 86 inciso segundo y 241 numeral noveno de
la Constitución, en armonía con los artículos 33, 35 y 42 del decreto No
2591 de 1991. Además, su examen tiene lugar en virtud de la selección
que de dicha acción hizo la sala correspondiente, que se verificó en la
forma señalada en el reglamento de la Corporación, y por la decisión de
Sala Plena de la Corte de entrar a conocer directamente el asunto,
debido a su complejidad e importancia constitucional.
El asunto bajo revisión.

2- La peticionaria es actualmente Senadora de la República y en 1996 se


desempeñaba como Representante a la Cámara, cuando ese cuerpo
político investigó al entonces Presidente de la República, señor Ernesto
Samper Pizano. Según la actora, la Sala de Casación Penal de la Corte
Suprema de Justicia ha desconocido su derecho a la inviolabilidad de
sus votos y opiniones como congresista (CP art, 185), al vincularla a un
proceso penal por la decisión que tomó en 1996 en favor de la preclusión
de la investigación contra el Presidente Samper. Según su parecer, la
Corte Suprema carece de competencia para juzgar ese voto, pues como
congresista es inviolable por las opiniones y los votos que emita en
ejercicio de su cargo, es decir, que aquéllos no pueden generar nunca
responsabilidad penal. Por su parte, los magistrados de la Sala de
Casación Penal sostienen que ese tribunal es competente para
investigar a los representantes por sus conductas en el proceso contra el
Presidente, por cuanto los congresistas pudieron haber cometido delitos
en esas actuaciones judiciales, y en un Estado de derecho, ningún
servidor público se encuentra por encima de la ley. Estos magistrados
invocan en su apoyo apartes de las sentencias C-222 de 1996 y C-245
de 1996 de la Corte Constitucional y concluyen que, con fundamento en
esa jurisprudencia constitucional, es claro que si bien la Carta reconoce
la inviolabilidad de los votos y opiniones de los congresistas, esta
garantía no se extiende a sus actuaciones como jueces. Finalmente,
según el juez que decidió el caso y los magistrados de la Corte
Suprema, la presente acción de tutela es improcedente, no sólo por
cuanto ese mecanismo no opera frente a decisiones judiciales sino,
además, porque la peticionaria goza de otros mecanismos judiciales de
defensa dentro del mismo proceso penal adelantado por la Corte
Suprema, como podría ser la solicitud de nulidad de lo actuado, o
esperar la sentencia y recurrir en casación contra ella.

3- Conforme a lo anterior, el primer interrogante que plantea el presente


caso es saber si la Sala de Casación Penal es o no competente para
examinar la conducta de la peticionaria durante el juicio al Presidente
Samper, lo cual conduce inevitablemente a una segunda pregunta: ¿se
encuentra o no amparado por la inviolabilidad parlamentaria el
comportamiento de la peticionaria durante el proceso en la Cámara de
Representantes? Para responder a esos interrogantes, la Corte
Constitucional comenzará por estudiar el alcance de la competencia de
la Corte Suprema para investigar los delitos cometidos por los
congresistas, para luego examinar la figura de la inviolabilidad
parlamentaria, a fin de poder determinar si ésta cubre o no las
actuaciones cumplidas por la actora durante el proceso contra el
Presidente Samper. Ello obligará a estudiar la naturaleza de los juicios
adelantados por el Congreso contra ciertos altos dignatarios.
Competencia de la Sala de Casación Penal para investigar los
delitos cometidos por los congresistas en ejercicio de sus
funciones.

4- La anterior Carta preveía la llamada inmunidad parlamentaria, que


es la prerrogativa que tienen los miembros de los cuerpos legislativos
de no poder ser investigados ni juzgados, mientras ejercen sus
funciones, sin la autorización previa de la cámara respectiva. En
efecto, el artículo 107 de la constitución derogada señalaba que ningún
miembro del Congreso podía ser aprehendido ni llevado a juicio
criminal sin permiso de la cámara a la que pertenecía. Esta figura fue
eliminada por la Constitución de 1991 y sustituida por un fuero para los
congresistas, según el cual estos servidores sólo pueden ser
investigados y juzgados por la Corte Suprema de Justicia, por los
eventuales delitos que hayan cometido, pero esas acciones judiciales
no requieren de ninguna autorización previa de parte de las cámaras.
En efecto, la Carta señala que los delitos que cometan los congresistas
serán conocidos, “en forma privativa”, por la Corte Suprema de Justicia
(CP art. 186), quien tiene, por ende, como una de sus atribuciones
constitucionales propias, “investigar y juzgar a los miembros del
Congreso” (CP art. 235 ord. 3º).

Conforme a lo anterior, es claro que los congresistas gozan de un fuero


especial -ser juzgados sólo por la Corte Suprema- y que este tribunal
tiene una competencia específica en este campo: investigar y juzgar a
estos servidores públicos. Ahora bien, el artículo 234 superior dispone
que la ley dividirá a la Corte Suprema "en Salas” y señalará “a cada
una de ellas los asuntos que deba conocer separadamente y
determinará aquéllos en que deba intervenir la Corte en pleno". Por su
parte, el numeral 6° del artículo 68 del decreto 2700 de 1991 o Código
de Procedimiento Penal, establece que corresponde a la Sala de
Casación Penal el juzgamiento de los congresistas. Este desarrollo
legal no plantea ningún problema; es más, una norma similar fue
declarada exequible por esta Corte Constitucional, que consideró que,
en virtud del principio de especialidad, es perfectamente natural que el
juzgamiento de los altos dignatarios que gozan de fuero sea
adelantada por la sala especializada en materia criminal, y no por el
pleno de la Corte Suprema1.

Una primera conclusión se impone: la Sala de Casación Penal es sin


lugar a dudas competente para conocer de los delitos cometidos por
los congresistas, y puede adelantar esas investigaciones en todo
momento, sin necesidad de ninguna autorización especial.

5- De otro lado, razones elementales de sentido común y claras


prescripciones constitucionales indican que esa competencia de la
Sala de Casación Penal no cubre únicamente los delitos cometidos por
los congresistas como ciudadanos corrientes sino que se extiende a
1 Ver sentencia C-561 de 1996. MP Alejandro Martínez Caballero.
aquellos hechos punibles ligados al ejercicio de sus funciones como
parlamentarios. En efecto, el parágrafo del artículo 235, que señala las
competencias de la Corte Suprema, precisa que, una vez que la
persona ha cesado en el ejercicio del cargo, el fuero “sólo se
mantendrá para las conductas punibles que tengan relación con las
funciones desempeñadas.” Esto significa que la Carta distingue dos
hipótesis: mientras una persona sea congresista, será investigada por
la Corte Suprema por cualquier delito; sin embargo, si la persona ha
cesado en su cargo, entonces sólo será juzgada por esa alta
corporación judicial si se trata de delitos relacionados con el cargo. La
Constitución admite entonces que los congresistas pueden cometer
ciertos delitos en relación con sus funciones, que corresponde
investigar a la Corte Suprema de Justicia.

6- El anterior análisis parecería mostrar que en principio es legítimo


que la Sala de Casación Penal investigue a la peticionaria por los
hechos punibles en que pudo incurrir durante el juicio contra el
Presidente Samper. En efecto, no sólo la peticionaria es actualmente
Senadora sino que, además, se trataría de delitos cometidos en
relación con las funciones que desempeñó como Representante a la
Cámara, por lo cual la Corte Suprema es competente para conocer de
ellos. Sin embargo, esa conclusión no es totalmente válida ya que,
según los propios argumentos de la peticionaria, la investigación de la
Corte Suprema podría estar desconociendo la inviolabilidad de los
parlamentarios. Es más, según una versión radical de esta tesis, que
es sugerida en algunos apartes de la demanda de tutela, los
congresistas no pueden nunca cometer delitos en ejercicio de sus
funciones, por cuanto son inviolables en sus votos y opiniones (CP art.
185). Es pues necesario que la Corte examine el alcance de la
inviolabilidad parlamentaria, con el fin de determinar si la Sala de
Casación Penal puede o no investigar todos los aspectos del
comportamiento de los parlamentarios en el juicio al Presidente
Samper, y en especial el sentido del voto emitido por la peticionaria.

Alcance y funciones de la inviolabilidad parlamentaria en una


democracia constitucional.

7- El artículo 185 de la Carta establece que los congresistas son


"inviolables por las opiniones y los votos que emitan en el ejercicio del
cargo". Esta disposición constitucional consagra entonces la
inviolabilidad de los senadores y representantes, conocida en otros
ordenamientos como la irresponsabilidad parlamentaria. Así la denomina
por ejemplo el constitucionalismo francés, que ha reconocido esa
garantía en todas sus constituciones republicanas2. Igualmente, algunas
de nuestras constituciones del siglo XIX, que previeron todas la figura,

2    El
artículo 26 de la acual Constitución de la V República Francesa la prevé expresamente.
Ver al respecto, entre muchos otros, André Hauriou. Droit Constitucionnel et institutions
politiques. Paris: Montchrestien, 1968, p 779.
solían denominarla "irresponsabilidad" en vez de "inviolabilidad"3. Sin
embargo, el sentido de la institución en todos los casos es básicamente
el mismo: un congresista no puede ser investigado, ni detenido, ni
juzgado, ni condenado, por los votos u opiniones que haya formulado en
el ejercicio de sus funciones.

8- La totalidad de los ordenamientos de las democracias constitucionales


prevén, con un alcance similar, esta figura4. Y es razonable que sea así,
ya que la inviolabilidad de los parlamentarios y de los congresistas juega
un papel esencial en la dinámica de los Estados democráticos de
derecho. En efecto, el fin de la irresponsabilidad de los congresistas es
que los representantes del pueblo puedan emitir de la manera más libre
sus votos y opiniones, sin temor a que éstos puedan ocasionar
persecuciones judiciales o de otra índole, con lo cual se garantiza una
plena libertad e independencia en la formación de la voluntad colectiva
del parlamento o congreso. Así, sólo por medio de la figura de la
inviolabilidad, es posible que se cumpla el mandato constitucional según
el cual los senadores y representantes deben actuar "consultando la
justicia y el bien común" (CP art. 133), y no movidos por el temor a
eventuales represalias jurídicas.

La irresponsabilidad de los congresistas es entonces consustancial a la


democracia constitucional ya que es la expresión necesaria de dos de
sus principios esenciales: la separación de los poderes y la soberanía
popular. Así, la inviolabilidad asegura la independencia del Congreso,
puesto que evita las injerencias de las otras ramas del poder cuando los
senadores y representantes ejercen sus funciones. Esto explica que
históricamente la irresponsabilidad de los representantes del pueblo por
sus votos y opiniones se encuentre ligada a la lucha de los parlamentos
por conquistar su independencia frente al Rey y a los otros órganos de
poder. Así, en la larga lucha entre la Cámara de los Comunes y los
Tudor y los Estuardo, estos monarcas utilizaron frecuentemente las
persecuciones judiciales, civiles y penales, para intimidar a los
3     Por ejemplo, el artículo 18 de la Constitución de 1853 establecía que “los miembros del
Congreso son absolutamente irresponsables por las opiniones y votos que emitan en él”. El
texto es prácticamente idéntico en las constituciones de 1858, artículo 26, y de 1863, artículo
45.
4     En nuestro país, como dice Jose María Samper, al comentar el artículo 106 originario de la

Carta de 1886, que preveía la inviolabilidad de los senadores y representantes, "todas las
constituciones que la república se ha dado, así en las dos épocas de gobierno federal (1811 a
1815, y 1858 a 1885), como en la de organización unitaria (1821 a 1858), han reconocido como
principio fundamental la inviolabilidad e irresponsabilidad de los legisladores" (Ver Jose María
Samper. Derecho público interno de Colombia. Bogotá: Biblioteca popular de cultura
colombiana, 1951, Tomo II, p 247). En derecho comparado, y sólo para citar algunos ejemplos,
ver en Europa, el artículo 26 de la Constitución de Francia de 1958, el artículo 71 de la
Constitución actual de España, el artículo 46 de la Ley Fundamental de Bonn en Alemania, el
artículo 157 de la Constitución de Portugal y el artículo 68 la Constitución de Italia. En
América, ver el artículo 1, sección 6 de la Constitución de Estados Unidos, el artículo 60 de la
Constitución de Argentina de 1853, el artículo 48 de la Constitución de Chile de 1980, el
artículo 142 de la Constitución de Venezuela, el artículo 110 de la Constitución de Costa Rica,
el artículo 61 de la Constitución de México y el artículo 53 de la Constitución del Brasil.
parlamentarios críticos. Por ello, una de las conquistas esenciales de la
“Revolución Gloriosa” en Inglaterra fue precisamente la cláusula de la
inviolabilidad, recogida en el artículo 9º de la “Bill of Rights” o
Declaración de Derechos de 1689, y según la cual la “libertad de
expresión, los debates y las actuaciones en el Parlamento no pueden ser
juzgados ni investigados por otro Tribunal distinto del parlamento”. Esta
garantía fue un paso decisivo en la independencia del Parlamento, por lo
cual fue retomada, casi en idénticos términos, por la Constitución de los
Estados Unidos de Norteamérica y la Constitución francesa de 17915.
Por ello esta Corte ha señalado que la inviolabilidad "es una institución
que nace con el parlamento moderno y que busca garantizar la
independencia de éste frente a los otros poderes, especialmente frente
al poder Ejecutivo”6.

De otro lado, esta figura estimula un debate democrático, vigoroso y libre


de temores, en el foro por excelencia de la democracia, que son los
parlamentos y los congresos, tanto en los regímenes presidenciales
como parlamentarios. La inviolabilidad de los congresistas es pues una
consecuencia natural de la soberanía popular, ya que si el pueblo es la
fuente de donde emana todo el poder público del Estado colombiano
(CP Preámbulo y art. 3), es natural que sus representantes, que son los
congresistas (CP art. 133), gocen de las garantías necesarias para
expresar libremente sus pareceres y sus votos. Al fin y al cabo, es para
eso que los ciudadanos los eligen.

9- La finalidad de la inviolabilidad de los congresistas explica


naturalmente sus características y alcances7. Así, en cuanto a sus
rasgos esenciales, en primer término, la doctrina constitucional y la
práctica jurisprudencial coinciden en señalar que esta prerrogativa es
primariamente una garantía institucional en favor del Congreso y de la
democracia, en vez de ser un privilegio personal del senador o del
representante como tal, lo cual explica que ella no pueda ser renunciada
por su titular y que, en un proceso judicial, el juez deba tomarla en
cuenta de oficio, por tratarse de un asunto de interés público, incluso si
ésta no es alegada por el congresista.

5 Ver el artículo 1, sección 6 de la Constitución de Estados Unidos de 1787 y el numeral 7º del artículo 1º de la
Sección V del Título III de la Constitución Francesa de 1791.
6 Ver Sentencia C-245 de 1996. MP Vladimiro Naranjo Mesa. Consideración de la Corte 2.3.

Para Colombia, ver, por todos, Jose María Samper. Derecho público interno de Colombia.
7    

Bogotá: Biblioteca popular de cultura colombiana, 1951, Tomo II, pp 247 y ss. En derecho
comparados, ver en la doctrina española, A Fernández-Miranda. "Inviolabilidad parlamentaria"
en VV.AA. Enciclopedia Jurídica Básica. Madrid: Civitas, 1995, p 3759. Igualmente Enrique
Alvarez Conde. Curso de Derecho Constitucional. Madrid: Tecnos, 1993, p 10. Ver también
las sentencias del Tribunal Constitucional de ese país 51 de 1985 y 9 de 1990. En la doctrina
francesa, ver Joseph Barthélemy. Précis de droit constitutionnel, Paris: Dalloz, 1938, p 298.
En Estados Unidos, ver Corte Suprema, Caso USA v Brewster, 408 U.S, 501, 508 (1972) y
Laurence Tribe. American Constitutional Law. (2 Ed). New York: Foundation Press, Inc,
1988, p 370 y ss. En México, ver Miguel Lanz Duret. Derecho constitucional mexicano.
México: Norgis editores S.A, 1959, pp 136 y ss. En Argentina Humberto Quiroga Lavié. Derecho
constitucional. Buenos Aires, Depalma 1993, pp 764 y ss.
De otro lado, la inviolabilidad es perpetua, esto es, el parlamentario o
congresista escapa a cualquier persecución judicial por sus votos y
opiniones, incluso después de que ha cesado en sus funciones. Y es
natural que sea así, ya que si la función de la figura es asegurar la
libertad de opinión del congresista, es obvio que ésta puede verse
limitada por el temor a futuras investigaciones en su contra, por haber
votado u opinado de determinada manera.

En tercer término, la inviolabilidad genera una irresponsabilidad jurídica


general, (lo cual explica que a veces la figura sea conocida como
"irresponsabilidad parlamentaria"), por cuanto el congresista escapa no
sólo a las persecuciones penales sino también a cualquier eventual
demanda de naturaleza civil por los votos u opiniones formulados en
ejercicio de sus funciones.

10- La doctrina y la jurisprudencia, tanto nacional como comparada,


coinciden también en señalar los alcances o, si se quiere, el ámbito
material, en donde opera esta institución, ya que es claro que ésta es (i)
específica o exclusiva, pero al mismo tiempo es (ii) absoluta.

Así, la inviolabilidad es específica por cuanto la Constitución actual,


como la anterior, precisan que esta garantía institucional cubre
exclusivamente los votos y opiniones emitidos en ejercicio del cargo, por
lo cual, como bien lo señala José María Samper al comentar los
alcances de esta figura en la Constitución de 1886, cuyo sentido es
idéntico al actual, "lo que sale de la esfera de la opinión y del voto, y lo
que no se hace en ejercicio del cargo, no asegura ni debe asegurar la
inviolabilidad porque no está fundado en razones de necesidad y
justicia"8.

Esto significa que una actuación de un senador o representante se


encuentra cubierta por la inviolabilidad sólo si cumple con las siguientes
dos condiciones: de un lado, que se trate de una opinión o de un voto,
por lo cual no quedan amparadas las otras actuaciones de los senadores
y representantes, incluso si las desarrollan dentro del propio recinto
parlamentario. De otro lado, la opinión debe ser emitida en el ejercicio de
sus funciones como congresista, por lo cual no son inviolables aquellas
opiniones que un senador o representante formule por fuera de los
debates parlamentarios, cuando actúe como un simple ciudadano.

Conforme a lo anterior, es claro que una agresión física hecha por un


senador en el Congreso está sujeta a las correspondientes sanciones
penales, sin que el representante del pueblo pueda alegar ninguna
inviolabilidad, por cuanto no se trata de votos ni de opiniones sino de
otras actuaciones. Igualmente, si un Representante, en su campaña para
ser reelecto, formula afirmaciones injuriosas contra una determinada
persona, podría incurrir en responsabilidad penal o civil, ya que la
opinión no fue manifestada en el ejercicio de sus funciones
8     José María Samper. Op-cit, p 249
parlamentarias. En ese mismo orden de ideas, la doctrina y la
jurisprudencia comparadas coinciden en que los tráficos de influencia, o
la aceptación de sobornos de parte de un congresista, tampoco quedan
cubiertos por la inviolabilidad parlamentaria, pues no sólo son extraños a
las funciones del Congreso sino que, además, son actos materiales
diversos a la emisión de un voto o de una opinión9. Por ejemplo, en
Estados Unidos, la Corte Suprema de ese país, que en general ha
defendido con vigor la absoluta irresponsabilidad de todos los votos y
opiniones de los congresistas, ha considerado que no desconoce la
inviolabilidad, el que un senador sea condenado por haber recibido un
soborno, ya que obviamente esa conducta no forma parte de las
funciones parlamentarias10. Es más, en estos eventos, la inviolabilidad
parlamentaria pierde su sentido ya que ésta busca proteger la
independencia e integridad de la formación de la voluntad colectiva del
Congreso, la cual se ve precisamente afectada por la influencia de
dineros o dádivas que impiden que los representantes y senadores
actúen consultando la justicia y el bien común (CP art. 133).

11- Finalmente, si bien la inviolabilidad es específica, pues sólo cubre los


votos y opiniones en ejercicio del cargo, también es absoluta, ya que sin
excepción todos los votos y opiniones emitidos en el proceso de
formación de la voluntad colectiva del Congreso quedan excluidos de
responsabilidad jurídica.

Este carácter absoluto se explica tanto por razones literales como


históricas y finalísticas. Así, de un lado, el artículo 185 de la Carta no
establece ninguna excepción, pues protege las opiniones y votos
emitidos por los congresistas en ejercicio de sus cargos, sin distinguir
qué tipo de función se encuentra cumpliendo el senador o representante
en cuestión.

De otro lado, en los debates de la Asamblea Constituyente sobre esa


norma, en ningún momento se planteó la posibilidad de limitar esa
inviolabilidad según el tipo de función ejercido por el senador o el
representante. Así, tanto la comisión como la plenaria consideraron que
esa garantía debía ser absoluta11. La única limitación que se quiso
establecer fue en relación con las ofensas de carácter calumnioso, pero
la propuesta no fue aceptada12. Por consiguiente, el examen de los
antecedentes de la disposición permiten concluir que la Asamblea
Constituyente consagró una inviolabilidad absoluta.

Finalmente, desde el punto de vista conceptual, esta figura pretende


proteger de manera general la libertad e independencia del Congreso,
por lo cual es natural que se proyecte a todas las funciones
9     Ver, por ejemplo, Jose Barthélemy. Op-cit, p 297.
10 Ver el caso Unitades States v Brewster 408 U.S, 501, 527 (1972).. Ver igualmente al respecto, Laurence Tribe.
Op- cit, p 370 y ss.
11 Ver, Presidencia de la República, Antecedentes del artículo 185. Consulta textual y referencial. Sesión
plenaria del 8 de mayo, (0528) y sesión de la Comisión Tercera del 25 de abirl (3425).
12 Ver ibídem, Sesión plenaria del 6 de mayo (0606)
constitucionales que desarrollan los senadores y representantes, tal y
como lo reconoce uniformemente la doctrina comparada. Así, y por no
citar sino algunos ejemplos, la doctrina y la jurisprudencia españolas son
claras en señalar que la inviolabilidad es absoluta “porque quedan
amparados todos los actos realizados y opiniones vertidas en el
desempeño del cargo parlamentario”13. Igualmente, la más autorizada
doctrina en Estados Unidos sostiene que la inmunidad conferida por la
cláusula según la cual los discursos o debates de los congresistas son
incuestionables, es absoluta14, para lo cual se fundan en varias
decisiones de la Corte Suprema de ese país, que ha entendido que la
inviolabilidad cubre todas las actividades de los congresistas en “el
proceso deliberativo de las cámaras”, esto es, no sólo la actividad
legislativa como tal sino también “todas las otras materias que la
Constitución confiere a la competencia de cada cámara”15. En Francia,
también la doctrina es clara en señalar que la irresponsabilidad
parlamentaria es absoluta ya que cubre todos los votos y opiniones
emitidos por los parlamentarios en ejercicio de sus funciones16. En
derecho mexicano, según la doctrina, es también claro que esta garantía
se extiende a "todos los actos ejecutados en el recinto parlamentario y
en el desempeño de sus cargos", por lo cual se trata de "una
inviolabilidad absoluta y sin restricciones, sea cual fuere la gravedad o el
alcance de las opiniones emitidas por Diputados y Senadores durante
los debates y en los dictámenes que produzcan como miembros de
cualquier comisión parlamentaria"17. En Argentina, también la doctrina
precisa que esa protección es absoluta y se extiende a "todo dicho,
expresión o manifestación de ideas, durante las sesiones de las cámaras
o en las reuniones de comisión o con motivo de redactar o preparar un
informe o un proyecto de ley, de resolución o de declaración"18. La Corte
Suprema de ese país ha señalado, desde el caso del Fiscal Benjamín
Calvete de 1864, que esa prerrogativa "debe interpretarse en el sentido
más amplio y absoluto; porque si hubiera un medio de violarla
impunemente, él se emplearía con frecuencia", con lo cual se afectaría la
"Constitución en una de sus más substanciales disposiciones"19. Esta
tesis ha sido incluso formulada con mayor vigor en decisiones
posteriores, en donde esa corporación ha indicado que “el carácter
absoluto de la inmunidad es requisito inherente para su concreta
eficacia”, ya que “el reconocimiento de excepciones que la norma no
contiene, significaría, presumiblemente, abrir un resquicio por el cual,
mediante el argumento de que cabe distinguir entre las opiniones lícitas
y las ilícitas de un legislador, podría penetrar la acción sojuzgadora,
13 Fernando Santaella. Derecho parlamentario español. Madrid: Espasa, 1990, p 119. Ver igualmente
Fernández-Miranda Campoamor. Op-cit. 3759. Ver sentencia del Tribunal Constitucional de ese país No 51 de
1985, que en su Fundamento Jurídico No 6 precisa que la inviolabilidad se extiende a las “declaraciones de
juicio o de voluntad” en ejercicio de las “funciones parlamentarias”.
Ver Laurence Tribe. Op-cit, p 373. Ver igualmente Edward S Corwin. The constitution and
14

what it means today. pp 26 y ss.


15 Corte Suprema de los Estados Unidos. Sentencia Gravel v United States de 1972.
16 Ver Joseph Barhélemy. Op-cit, p 296.
17Ver Miguel Lanz Duret. Derecho constitucional mexicano. México: Norgis editores S.A, 1959, p 136
18 ". Ver Humberto Quiroga Lavié. Derecho constitucional. Buenos Aires, Depalma 1993, p 764
19 Citada por Juan González Calderón. Curso de derecho constitucional. Buenos Aires: Kraftt, 1960, p 368
intimidatoria o simplemente perturbadora de otros poderes del Estado o
aun de particulares, con desmedro del fin constitucional perseguido”20.

Inviolabilidad y conductas delictivas.

12- Con todo, y relacionado directamente con el asunto por decidir en el


presente caso, algunos podrían objetar -como lo hacen los magistrados
de la Corte Suprema- que no es admisible que la inviolablidad de los
parlamentarios sea absoluta, ya que ésta no puede cubrir asuntos
delictuales, por cuanto no sólo todos los ciudadanos colombianos,
incluídos los congresistas, deben respetar la Constitución y la ley sino
que, además, los senadores y representantes son servidores públicos,
por lo cual también deben responder por la omisión y extralimitación en
sus funciones (CP arts. 4 y 6). Además, según esta objeción, no es cierto
que en nuestro ordenamiento jurídico los congresistas sean
absolutamente inviolables o irresponsables cuando ejercen sus
atribuciones, por cuanto la propia Constitución precisa que incurren en
diversos tipos de responsabilidades en el ejercicio de su cargo. Por
ejemplo, la Carta establece que los congresistas son investigados por la
Corte Suprema por los delitos cometidos en relación con sus funciones
(CP art. 235 Parágrafo) y sienta que perderán su investidura por
violación del régimen de conflicto de intereses o de incompatibilidades, o
por tráfico de influencias o por la indebida destinación de dineros
públicos (CP art. 183).

13- La Corte Constitucional considera que la anterior objeción se


fundamenta en premisas ciertas pero extrae conclusiones equivocadas.
El análisis de esta objeción permitirá entonces a esta Corte precisar el
alcance de la inviolabilidad parlamentaria.

Así, es indudable que la regla general en cualquier Estado de derecho


(CP art. 1º) es la responsabilidad de todos los servidores públicos por el
ejercicio de sus funciones (CP art. 6); sin embargo, no es lógico extraer
de ese postulado la conclusión equivocada de que la inviolabilidad de los
congresistas no puede cubrir conductas delictivas, por cuanto esa
argumentación deja de lado un hecho elemental que la invalida, y es el
siguiente: la inviolabilidad es precisamente una excepción a la regla
general de la responsabilidad de los servidores públicos y de los
particulares. En efecto, precisamente lo que pretende este mecanismo
es que ni los jueces, ni las otras ramas del poder, puedan perseguir
ciertos discursos o afirmaciones, que si hubieran sido pronunciados por
un particular o por otro servidor público, podrían configurar delitos de
injuria, calumnia, apología del delito o similares. Esa es precisamente la
función de la figura, ya que, como dice Pizzorusso, “la irresponsabilidad
por las opiniones y votos expresados se sustancia en una eximente en
cuya virtud la acción realizada, aunque se corresponda con un supuesto
delictivo (p ej, difamación, injuria, etc) no resulta punible o no es, para
20Sentencia del caso Mario Martínez Casas de 1960, citado por German Bidart Campos. El derecho
constitucional del poder. Buenos Aires: Ediar,198. P 94.
algunos, constitutiva de delito”21. Esto fue muy claro, además, en los
debates en la Asamblea Constituyente, ya que la ponencia sobre el
estatuto del congresista, claramente estableció que la inviolabilidad era
“necesaria para evitar que los debates políticos se impidan mediante
acciones penales por difamación y calumnia.22” Por consiguiente, afirmar
que la inviolabilidad no cubre hechos delictivos implica desconocer el
sentido mismo de la figura y equivale simplemente a ignorar el mandato
perentorio establecido por el artículo 185 de la Carta, según el cual, "los
congresistas son inviolables por las opiniones y los votos que emitan en
el ejercicio del cargo", pues si tal disposición se refiriera a hechos lícitos,
carecería de sentido y no podría evaluarse como una garantía. Sería
como decir que a los congresistas no se les puede sancionar por
hechos que no sean delictivos, lo que es predicable de cualquier
persona.

Sin embargo, el hecho de que la inviolabilidad impida la configuración de


conductas delictivas cuando un congresista emite un voto o una opinión
en ejercicio de sus funciones no significa que los senadores y los
representantes no puedan cometer otros delitos o incurrir en otras
responsabilidades en el desempeño de su cargo. En efecto, como ya se
señaló, si la actuación del congresista es en ejercicio del cargo pero no
consiste en la emisión de un voto o de una opinión, entonces su
conducta cae bajo la órbita del derecho común. La peticionaria se
equivoca entonces cuando sostiene que la inviolabilidad implica que los
congresistas no pueden cometer nunca delitos en ejercicio de sus
funciones. Es obvio que pueden hacerlo, ya que la Constitución no ha
consagrado una irresponsabilidad total del parlamentario sino una
inviolabilidad absoluta pero específica. Es absoluta pues protege todos
los votos y opiniones del congresista en ejercicio de sus funciones, pero
es específica, ya que no impide el establecimiento de responsabilidades,
incluso penales, por las otras actuaciones de los parlamentarios en
desarrollo de sus funciones.

Por ende, no existe contradicción sino perfecta complementariedad entre


los artículos 183, 185, 186 y 235 de la Carta, que deben entonces ser
interpretados de manera sistemática, y no en forma aislada. Así, si un
parlamentario emite un voto o una opinión en ejercicio de sus funciones,
entonces su comportamiento es inviolable. Pero sus otras conductas
pueden ser sancionadas, si así lo ameritan. Por ende, es obvio que si un
senador o un representante aprovechan su función para destinar
indebidamente fondos, o traficar influencias, entonces pueden perder la
investidura e incluso responder penalmente, sin que puedan invocar en
su favor la inviolabilidad de sus votos y opiniones. Igualmente, la
violación del régimen de conflicto de intereses tampoco queda excusada
por la inviolabilidad, ya que el conflicto de intereses se configura por el
solo hecho de intervenir, sin informar, en asuntos en los cuales el
21 Alessandro Pizzorusso. Lecciones de derecho constitucional. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales:
1984, Tomo I, p 279
22 Informe- Ponencia sobre “Estatuto del Congresista” en Gaceta Constitucional. No 51, pag 27
parlamentario se encuentra inhabilitado por situaciones específicas, pero
esta falta no tiene nada que ver con el contenido mismo de la opinión o
del voto que haya emitido ese congresista, los cuales siguen amparados
por la inviolabilidad.

Inviolabilidad y responsabilidades políticas y disciplinarias del


congresista.

14- La inviolabilidad de los congresistas es entonces absoluta. Sin


embargo, esto no significa que en una democracia constitucional no
exista ninguna responsabilidad de los congresistas por sus votos y
opiniones en el ejercicio de sus funciones. Así, la mayor parte de las
constituciones, y específicamente el artículo 185 de la nuestra,
establecen que los parlamentarios están sometidos a las normas
disciplinarias de las cámaras, las cuales, con el fin de mantener un orden
en el debate, pueden controlar y sancionar internamente ciertos abusos
de la libertad de expresión.

De otro lado, y más importante aún, el control esencial sobre los


congresistas lo ejercen la propia ciudadanía y la opinión pública, cuyos
cuestionamientos pueden traducirse en la imposición de formas de
responsabilidad política sobre los senadores y representantes. En efecto,
como ya se explicó en esta sentencia, una de las razones esenciales
que justifican la inviolabilidad parlamentaria es que los congresistas son
los representantes del pueblo (CP art. 133), por lo cual se les debe
permitir actuar libremente en el ejercicio de sus funciones. Ahora bien, si
en sus votos u opiniones, los senadores y representantes traicionan la
confianza popular, la más importante sanción proviene del propio
electorado, que puede entonces, entre otras cosas, dejar de elegirlos. En
ese sentido, el artículo 133 superior establece que el elegido es
responsable políticamente ante la sociedad y frente a sus electores del
cumplimiento de sus obligaciones. Por ello, se preguntaba José María
Samper cuando comentaba esta disposición, "¿ante quien reponde el
Congreso si falta a sus deberes? ¿Quién será competente para
juzgarle?" Y su respuesta es clara: "No queda más juez que el pueblo, la
nación entera, fuente de donde emanan, en resolución, los
legisladores"23.

Esto es lo que explica, además, la necesaria publicidad de los debates


parlamentarios, por cuanto sólo de esa manera, conociendo la actuación
de sus representantes, puede el electorado exigir esa responsabilidad de
los miembros del Congreso. José María Samper lo expresa con claridad:

“En cuanto a la responsabilidad por las opiniones y los votos,


la publicidad de las sesiones establece el único medio posible
de hacerla efectiva ante la nación; pues por el hecho de ser libre
la prensa para censurar los actos de los mandatarios, y de tener
los legisladores períodos fijos de duración y ser indefinidamente
23     José María Samper, Op-cit, p 248
reelegibles, la censura pública y la no reelección pueden
contener en sí un castigo suficiente para el senador o
representante que no ha procedido conforme a la justicia y
consultando el bien común (subrayas no originales)24.”

A conclusiones idénticas llega también Florentino González en sus


lecciones de Derecho Constitucional, precisamente cuando analiza las
funciones fiscalizadoras y la jurisdicción política de las cámaras.
Señala entonces este autorizado doctrinante:

“Los funcionarios del departamento legislativo no pueden, por la


naturaleza de su posicion y atribuciones, tener otra
responsabilidad que la moral que les exija la opinion. Para que
tengan toda libertad para hacer valer sus ideas en las discusiones
y deliberaciones de las Cámaras, deben gozar de absoluta
inmunidad en sus ideas, personas y bienes, mientras ejerzan sus
funciones; puesto que son escogidos para que en conciencia y
con toda seguridad vayan a espresar (sic) lo que crean que es la
voluntad de sus comitentes. Su castigo, si se conduce mal, no
puede ser otro que el que les imponga la opinión por medio de la
prensa, censurándolos o rehusándoles la reelección, cuando
termine el período de su mandato. Su recompensa son los
aplausos de esa misma opinión, y las reelecciones, cuando el
representante ha correspondido dignamente a la confianza del
pueblo. Estos son medios bastante eficaces para moverlos a obrar
bien; la experiencia lo ha demostrado. Para que obren con mas
fuerza, se les elige para períodos que no sean demasiado
largos.25”

15- Estas formas de responsabilidad del congresista frente al electorado


pueden parecer a algunos insuficientes, por lo cual desearían que
existieran sanciones más drásticas, incluso penales, cuando el
congresista incumple sus promesas o comete abusos al votar u opinar
en el ejercicio de sus funciones. Y este sentimiento es explicable, pues la
inviolabilidad es un privilegio de los congresistas que rompe la igualdad
de los ciudadanos ante la ley penal, que es un principio caro a cualquier
Estado de derecho (CP arts 1º, 13 y 29). Sin embargo, el modelo que
adopta nuestra Carta protege esa inviolabilidad parlamentaria y somete
los votos u opiniones exclusivamente a las normas disciplinarias de las
cámaras y a una responsabilidad política ante el electorado. Es cierto
que ese modelo implica, en ocasiones, un sacrificio de ciertos intereses
o valores que se pueden ver lesionados por la inviolabilidad de los
congresistas. Sin embargo, como lo demuestra la experiencia uniforme
en el derecho constitucional comparado, parece ser ése un riesgo
inherente al sistema y no existir otra opción en una sociedad
democrática. En cierta medida, la irresponsabilidad de los
representantes del pueblo en sus opiniones y votos es un costo
24 José María Samper, Op-cit, p 249
25 Florentino González. Lecciones de Derecho Constitucional. Buenos Aires: Bernheim, 1869, pp 284 y ss.
inevitable de la democracia, pues es indispensable si queremos asegurar
la independencia del Congreso y la existencia de un vigoroso debate
político. Por ello muchos autores, después de reconocer que la
inviolabilidad parece en primer término un privilegio chocante de los
parlamentarios, concluyen que ella debe ser aceptada, por la
imposibilidad de establecer cosa distinta, debido a las consecuencias
graves que se seguirían para el Estado democrático de derecho si ella
no existiera26. La irresponsabilidad de los congresistas por sus votos y
opiniones es entonces el peor régimen jurídico que se ha diseñado para
regular el funcionamiento de los parlamentos en una democracia, con
excepción de todos los otros mecanismos alternativos que han sido
propuestos, podría decirse parafraseando al estadista inglés.

16- Finalmente, la Corte precisa que la inviolabilidad protege al


congresista, en el sentido de que no pueden exigírseles
responsabilidades jurídicas por sus votos y opiniones, pero esto no
significa que la Carta someta a los ciudadanos a una total desprotección
frente a las actuaciones abusivas del parlamento. Así, las leyes
violatorias de la Constitución pueden ser demandadas por cualquier
ciudadano o inaplicadas por los otros servidores públicos, y los
congresistas son servidores públicos, por lo cual sus actos, si amenazan
o violan derechos fundamentales son en general tutelables, tal y como
esta Corte ya lo ha señalado en anteriores oportunidades27. El objeto de
la inviolabilidad parlamentaria es entonces excluir de responsabilidad a
los miembros del Congreso por sus votos y opiniones, pero en manera
alguna prevenir la revisión judicial de los actos del Congreso que sean
inconstitucionales o violatorios de los derechos de la persona28.

17- El estudio precedente muestra que si bien la Sala de Casación Penal


puede juzgar los delitos cometidos por los congresistas, sin embargo
carece de competencia para investigar los votos y opiniones que los
senadores y representantes hayan emitido en ejercicio de sus funciones,
por cuanto éstos son inviolables. Ahora bien, conforme a las pruebas
incorporadas al presente expediente, la Corte Suprema vinculó por
medio de indagatoria a todos los representantes que votaron en favor de
la preclusión del juicio contra el Presidente Samper, mientras que se
abstuvo de abrir investigación formal contra aquéllos que consideraron
que se debía dictar resolución de acusación contra el Presidente29. Una
conclusión obvia surge: el fundamento primario del llamado a indagatoria
realizado por la Corte Suprema fue el sentido del voto emitido por los
congresistas, y no otras conductas, puesto que todos los que estuvieron
en favor de la preclusión fueron vinculados al proceso penal, y

26 Ver, con criterios similares, Barthélemy Op-cit, p 296 y José María Samper, Op-cit, p 247
27 Ver sentencia T-322 de 1996. MP Alejandro Martínez Caballero. Fundamento Jurídico B 1.2.
28 En el mismo sentido se pronuncia la jurisprudencia constitucional comparada. Así, la Corte Suprema de
Estados Unidos ha precisado que es necesario hacer compatibles la inviolabilidad de los congresistas con la
revisión judicial de la actividad legislativa, por lo cual es claro que “el objetivo de la protección otorgada a los
congresistas no es impedir la revisión judicial de la acción legislativa” (Caso Powell v McCormack, 1969)
29 Ver el auto del 14 de junio de 1998. MP Jorge Aníbal Gómez Gallego.
únicamente ellos. La razón: los representantes habrían cometido un
eventual prevaricato al precluir el proceso contra el Presidente.

Conforme a lo anterior, la solicitud de la peticionaria parece tener


sustento, por cuanto la Corte Suprema estaría desconociendo la
inviolabilidad de su voto en el proceso contra el Presidente Samper, ya
que la estaría investigando por el sentido de la decisión que ella tomó.
Sin embargo, podría objetarse que esta conclusión no es cierta, por
cuanto, como expresamente lo sostienen los magistrados de la Sala de
Casación Penal, la inviolabilidad no ampara a los congresistas cuando
ejercen funciones judiciales, tal y como se desprendería de lo señalado
por la Corte Constitucional, en especial en las sentencias C-222 de 1996
y C-245 de 1996, las cuáles, según su criterio, hicieron tránsito a cosa
juzgada constitucional. Entra pues la Corte Constitucional a examinar el
alcance de la inviolabilidad de los representantes y senadores cuando
las cámaras ejercen funciones judiciales.

La inviolabilidad del voto de los congresistas, las funciones


judiciales de las cámaras y la naturaleza de los juicios a los altos
dignatarios

18- Como se señaló anteriormente, existen dos razones poderosas que


justifican el carácter absoluto de la inviolabilidad de los congresistas. De
un lado, el tenor literal del artículo 185, que no establece ninguna
distinción en cuanto a las funciones de los congresistas, y que
corresponde a la voluntad histórica de la Asamblea Constituyente; y, de
otro lado, la finalidad misma de la inviolabilidad, la cual busca proteger la
independencia general del Congreso, por lo cual es natural que esta
prerrogativa se proyecte a todas las funciones desarrolladas por los
miembros de las cámaras, sin que sea posible establecer diferencias
entre ellas. Nada en el texto de la Carta sugiere entonces que la
inviolabilidad no opera cuando el Congreso ejerce funciones judiciales e
investiga a algunos altos dignatarios, como el Presidente, los
magistrados de las altas corporaciones judiciales y el Fiscal General de
la Nación.

Sin embargo, podría considerarse que cuando los congresistas ejercen


esas funciones judiciales, pierden toda discrecionalidad política, esto es,
dejan de tener cualquier libertad de opinión o de voto, por cuanto se
convierten en verdaderos funcionarios judiciales, que tienen el deber
estricto de decidir imparcialmente, en estricto derecho, y exclusivamente
con base en el material probatorio incorporado al proceso adelantado por
el Congreso. Por ende, conforme a esta hermenéutica, si los senadores
ya no tienen ninguna libertad política cuando actúan como jueces,
entonces la obvia consecuencia que se sigue es que carecen de
opiniones que merezcan ser protegidas, por lo cual la inviolabilidad no
opera cuando las cámaras adelantan juicios contra los altos dignatarios.
19- Esta interpretación, a pesar de que no encuentra un sustento claro
en ningún texto específico de la Carta, no es irrazonable, por cuanto es
cierto que los funcionarios judiciales están sometidos al imperio del
derecho (CP art. 230). Además, la anterior interpretación persigue
finalidades constitucionalmente importantes ya que trataría de evitar que
el fuero especial de ciertos altos dignatarios, en virtud del cual sólo
pueden ser juzgados penalmente previa autorización de las cámaras, se
convierta en un factor de desigualdad entre los colombianos ante la ley
penal. Finalmente esta tesis encontraría base en dos sentencias previas
de esta Corte, cuya parte motiva parece prohijarla. Así, en la sentencia
C-222 de 1996, la Corte afirmó:

“De lo anterior se infiere que para estos efectos los


Representantes y Senadores tienen las mismas facultades y
deberes de los Jueces o Fiscales de instrucción, y,
consiguientemente, las mismas responsabilidades.

La naturaleza de la función encomendada al Congreso supone


exigencias a la actuación de los congresistas que, con su voto,
colegiadamente concurren a la configuración del presupuesto
procesal previo consistente en la decisión sobre acusación y
seguimiento de causa o no acusación y no seguimiento de causa.
Además de las limitaciones inherentes a su condición de
congresistas, la índole judicial de la función analizada, impone
hacer extensivos a éstos el régimen aplicable a los jueces, como
quiera que lo que se demanda es una decisión objetiva e imparcial
en atención a los efectos jurídicos que ha de tener.

Sin perjuicio de que las decisiones que se adopten sean


colegiadas, los miembros de las Cámaras, en su condición de
jueces, asumen una responsabilidad personal, que incluso
podría tener implicaciones penales (subrayas no originales).30”

En esa misma providencia, esta Corporación agregó:

“La función atribuida a las cámaras es de naturaleza judicial


siempre que se refiera a hechos punibles y, por lo tanto, no es en
modo alguno discrecional. Si con arreglo a las averiguaciones
que en su seno se realicen, existen razones que ameriten
objetivamente la prosecución de la acción penal, vale decir, el
derecho a la jurisdicción y a la acción penal, única llamada a
pronunciarse de fondo sobre la pretensión punitiva, no puede
existir alternativa distinta a la formulación de la acusación y a la
declaración de seguimiento de causa. Si, por el contrario, no es
ése el caso, la opción no puede ser distinta de la de no acusar y
declarar el no seguimiento de causa.

30 Sentencia C-222 de 1996. MP Fabio Morón Díaz


Sólo en estos términos se mantiene el principio de la separación
de poderes, y se evita que el fuero que cobija a los altos
funcionarios del Estado se convierta en una institución ajena a
las finalidades que lo animan, lo que significaría un menoscabo
intolerable a la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, y a
los postulados inderogables del debido proceso. El fuero no es un
privilegio, y, como ya se ha reiterado, tiene como propósito
preservar la autonomía y la independencia legítimas de los
funcionarios amparados por él (subrayas no originales).”

Posteriormente en la sentencia C-245 de 1996, esta Corte dijo:

“Debe entenderse pues que la inviolabilidad opera en los casos en


que los congresistas están ejerciendo su función legislativa, su
función constituyente derivada, su función de control político
sobre los actos del Gobierno y de la Administración y,
eventualmente, su función administrativa, como es la de provisión
de ciertos cargos. Pero cosa muy distinta ocurre cuando los
congresistas, revestidos de la calidad de jueces, ejercen función
jurisdiccional, como ocurre en los juicios que se adelanten contra
funcionarios que gozan de fuero constitucional, especial (arts.
174, 175, 178-3, 178-4 y 199). Dichos juicios son, por definición
constitucional, públicos, así lo establece el artículo 175 numerales
1o. y 4o. Para la Corte es claro que en este caso los congresistas
asumen la calidad de jueces, tal como la Corte lo explicó en
reciente jurisprudencia (Sentencia N° C-222 de 1996).31”

20- A pesar de su aparente plausibilidad, la interpretación que sostiene


que la inviolabilidad no cubre los votos y opiniones de los congresistas
cuando ejercen funciones judiciales es inadmisible, por cuanto, como se
dijo, no encuentra sustento en la Carta y, más grave aún, conduce a una
inaceptable erosión de la inviolabilidad parlamentaria, en detrimento de
la independencia del Congreso y de la libertad del debate democrático.
Era, entonces, deber de la Corte Constitucional precisar el sentido
auténtico del alcance de la inviolabilidad parlamentaria, pues las
referencias hechas a ella en ocasiones anteriores, no tenían como tema
central del debate la institución, cuya naturaleza y fines constituyen el
objeto de este fallo.

21- Una obvia pregunta surge entonces: ¿cuáles son los fundamentos
que permiten concluir que la inviolabilidad también opera cuando los
representantes y senadores ejercen funciones judiciales?

Como es evidente, existen ante todo las dos razones, que no por haber
sido ya ampliamente mencionadas en esta sentencia, dejan de tener una
importancia trascendental, a saber, (i) el texto del artículo 185, que no
establece distinciones en los votos y opiniones emitidos por los
congresistas en ejercicio de su cargo; y (ii) la finalidad misma de la figura
31 Sentencia C-245 de 1996. MP Vladimiro Naranjo Mesa. Consideración de la Corte 2.3.
de la inviolabilidad, que es proteger la independencia y libertad del
Congreso en todas sus funciones, por lo cual la doctrina nacional e
internacional es uniforme en señalar que todos los votos y opiniones que
hayan sido emitidos por los representantes del pueblo en el proceso de
formación de la voluntad de las cámaras quedan excluidos de cualquier
responsabilidad civil o penal.

22- Sin embargo, podría considerarse que esos criterios resultan


inaplicables cuando el Congreso ejerce funciones judiciales, y que ese
fenómeno no ha sido estudiado por la doctrina constitucional, debido a
su escasa ocurrencia. Sin embargo esa objeción no es de recibo, por
una razón tan elemental como poderosa: olvida que si bien el Congreso
ejerce funciones judiciales, y los procesos contra los altos dignatarios
tienen, cuando se trata de delitos, una naturaleza eminentemente
judicial, tal y como esta Corte lo ha señalado32, no por ello deja de ser
una indagación adelantada por el órgano político por excelencia, que es
el Congreso. Por ende, a pesar de la naturaleza judicial de estos
procesos, es indudable que la Carta reserva una cierta discrecionalidad
política a los congresistas cuando investigan y juzgan a los altos
dignatarios, incluso si se trata de delitos comunes. En efecto, la
Constitución precisa que en todas sus actuaciones, incluidos obviamente
sus votos y opiniones cuando ejercen funciones judiciales, los senadores
y representantes actúan consultando la justicia y el bien común (CP art.
133), lo cual tiene inevitablemente un componente de libertad política,
puesto que, en una sociedad pluralista, no todas las visiones del bien
común son idénticas. Por consiguiente, bien podría un congresista
considerar que existen fuertes pruebas contra un alto dignatario, pero
estar convencido de que su destitución puede tener efectos catastróficos
para el país, y por ello, consultando el bien común, opinar y votar en
favor del investigado. Una tal conducta es no sólo inadmisible en un juez
ordinario, que está estrictamente sometido al derecho, sino que puede
acarrearle responsabilidades penales, por cuanto podría constituir un
prevaricato. Sin embargo, ese mismo comportamiento en un congresista
tiene que ser inmune a cualquier calificación delictiva por el amplio
margen de apreciación que la discrecionalidad política comporta, y por la
circunstancia adicional de que las corporaciones representativas no
tienen que estar conformadas por peritos en derecho. La inviolabilidad
parlamentaria sigue operando entonces también en los juicios
adelantados por las Cámaras.

23- La anterior conclusión ha sido expresamente sustentada por la


doctrina nacional y extranjera que ha abordado directamente el
problema. Tal es, por ejemplo, la tesis defendida por José María
Samper, quien es fuente doctrinal muy autorizada para la comprensión
del alcance de estas disposiciones, puesto que, tal y como esta Corte lo
ha reconocido, las regulaciones de estos procesos contra los altos
dignatarios y la inviolabilidad de los congresistas, son prácticamente
idénticas en la Constitución de 1886 y en la Carta de 1991. En efecto, en
32 Ver sentencias C-222/96, C-245/96, C-385/96, C-386, C-563/96 y C-148 de 1997.
varias sentencias, la Corte ha señalado que “la única modificación que
se introdujo en esta materia en la Carta Política en comparación con la
Constitución de 1886, fue la de ampliar el radio de acción del Congreso
habida cuenta de las nuevas instituciones y de los nuevos servidores
públicos que entraron a formar parte del aparato estatal desde 1991.33”.
Ahora bien, José María Samper, uno de los intérpretes más reconocidos
del texto de 1886, es claro en indicar que en estos juicios los
congresistas conservan la inviolabilidad de su opinión. Así, al comentar
las atribuciones judiciales de la Cámara, señala de manera inequívoca lo
siguiente:

“Por demás está decir que a la Cámara de Representantes


compete ejercer libremente su criterio para calificar la justa
causa con que se resuelve entablar la acusación; ni puede ser
de otra manera, dado que los representantes son
irresponsables. Así la expresión del inciso 4º de este artículo,
que dice: "cuando hubiere justa causa", parece ser inoficiosa, a
menos que se la considere como una prescripción de pura
moralidad (subrayas no originales).34”

Pero es más, la tesis de José María Samper va aún más lejos: según su
parecer, estos juicios son atribuidos al Congreso no sólo a pesar de la
inviolabilidad de los votos y opiniones de los congresistas sino
precisamente debido a esa inviolabilidad, por cuanto gracias a ella, los
representantes del pueblo pueden jugar el papel de órgano límite, y decir
la última palabra sobre la procedencia o no de las acusaciones contra
ciertos altos dignatarios. Según sus palabras:

“Tampoco sería conveniente crear un Tribunal especial para


conocer de aquellos juicios, puesto que sus miembros también
deberían ser responsables ante alguna entidad, y ésta tendría que
ser la más alta posible. Se caería de esta suerte en un círculo
vicioso, y para evitarlo, no hay más arbitrio que aceptar lo posible,
sometiéndose a la necesidad de que el más alto acusador o fiscal
sea la Cámara de Representantes y el más alto tribunal el
Senado, cuerpos irresponsables e inviolables. Esto explica y
justifica la disposición del artículo 102 (inciso 4º), que autoriza
solamente a la Cámara de Representantes para formular y
sostener ciertas acusaciones, y solamente al Senado para oírlas
y conocer de los juicios respectivos (subrayas no originales).35”

Esta interpretación de José María Samper es fortalecida por otros


comentaristas nacionales e internacionales que consideran que, sin la
inviolabilidad, mal podría el Congreso adelantar la labor de fiscalización
que implica el juicio a otro alto dignatario, ya que los representantes y

33 Sentencia C-198 de 1994, MP, Vladimiro Naranjo Mesa, criterio reiterado en las sentencias C-222 de
1996 y C-245 de 1996.
34 José María Samper. Op-cit, p 234.
35 Ibidem, pp 216 y 217.
senadores carecerían de la independencia necesaria para ejercer esa
labor, por cuanto sus decisiones se verían condicionadas por el temor a
una posible represalia de los investigados. En efecto, no se debe olvidar
que estos procesos en las cámaras se encuentran previstos para el
Presidente, que goza de importantes poderes, y para los magistrados de
las altas cortes, algunos de los cuales son los jueces naturales de los
Congresistas. Por ello, como bien dice Antonio José Iregui, “son
condiciones necesarias para llenar cumplidamente la función de
legislador la inmunidad y la irresponsabilidad de los diputados porque
sin ellas el legislador estaría sometido al gobierno y su función
fiscalizadora sería nula; su carácter de fiscal y juez, respecto de los
altos funcionarios, sería irrealizable.36”

Por consiguiente, una conclusión se impone: la Carta atribuye al


Congreso el juicio de ciertos altos dignatarios, y en especial del jefe de
Estado, no sólo a pesar de que los representantes y senadores
conservan un cierto grado de discrecionalidad política y siguen por ende
siendo inviolables en sus votos y opiniones, sino en gran parte
precisamente por ello. Y existen importantes razones de Estado que
justifican ese modelo adoptado por gran parte de las constituciones
republicanas: la remoción de su cargo de los altos dignatarios, y en
particular del jefe de Estado, es un hecho que tiene consecuencias
políticas inevitables y profundas, por lo cual debe atribuírseles a los
representantes del pueblo -el Congreso- esa decisión, a fin de que
puedan tomar en consideración la ineludible dimensión política que tiene
todo proceso en contra de un Presidente y decir si procede o no su
enjuiciamiento por la Corte Suprema. Además, sólo amparados por la
inviolabilidad, pueden los senadores y representantes gozar de la
suficiente independencia para ejercer, sin temores a represalias, esta
importante labor de fiscalización.

24- El grado de libertad política de estos juicios ante el Congreso es


reconocido de manera general por la doctrina y la jurisprudencia
comparada de aquellos países que han aceptado este modelo que
tienden a calificar esos procesos como "juicios políticos". Así, en
Estados Unidos, que es el régimen de donde la mayor parte de los
sistemas presidencialistas han tomado la figura del juicio a los altos
dignatarios, la doctrina y la jurisprudencia son claras en reconocer que
los congresistas, al juzgar al Presidente o a otros funcionarios, gozan de
tal discrecionalidad política que sus actuaciones no pueden ser
judicialmente controvertidas, tal y como lo ha reiterado una reciente
decisión de la Corte Suprema de ese país37. En Argentina también es
claro que "es facultad discrecional de ambas cámaras (Diputados
cuando acusa, el Senado cuando juzga) determinar cuando se ha
cumplido el mal desempeño". Por ello, en ese país, no pueden los jueces

36 Antonio José Iregui. Ensayo sobre ciencia constitucional. Bogotá: Zalamea Hermanos, 1897, p 126
37 Ver el caso Nixon v. United States, 506 U.S.. 224 (1993)
pronunciarse sobre la corrección o incorrección de la destitución, por ser
"cuestiones estrictas de neto carácter político38”

25- La anterior argumentación adquiere más fuerza si extraemos las


consecuencias que se seguirían si aceptamos la tesis contraria.
Supongamos entonces que los congresistas no gozan de ninguna
discreción política ni de la inviolabilidad en sus votos y opiniones, cuando
ejercen funciones judiciales. En tal hipótesis, la actual regulación
constitucional sería absurda e incomprensible por cuanto dejaría de
tener cualquier sentido que la Carta hubiera atribuido al Congreso la
definición de si existe o no lugar a seguimiento de causa contra
determinados altos dignatarios. En efecto, si la Cámara debe
obligatoriamente acusar si se reúnen los requisitos legales, y el Senado
está obligado también a declarar que existe lugar a seguimiento de
causa, como si fuera un juez ordinario, entonces ¿qué finalidad cumple
el muy complejo trámite que se adelanta ante las Cámaras, previamente
al juicio penal propiamente dicho, que se desarrollaría ulteriormente ante
la Corte Suprema? Ninguna verdaderamente relevante, por lo cual
habría que concluir que la Constitución consagró un trámite engorroso,
desgastador e inútil, al disponer que tenga lugar en las cámaras, en el
caso de los delitos comunes, “un trámite procesal especial de definición
de la procedencia subjetiva y en concreto del juicio penal”39 ante la
Corte Suprema.

En efecto, el argumento según el cual ese fuero especial pretende


únicamente preservar la separación de poderes y la autonomía y la
independencia de los funcionarios amparados por él no es
convincente, por cuanto estos funcionarios serían juzgados
penalmente por la Corte Suprema, que es el máximo tribunal de la
justicia ordinaria, y por ende la máxima garantía de imparcialidad para
una persona. En esa medida, el fuero de juzgamiento ante la Corte
Suprema es en sí mismo una garantía de que el alto dignatario no será
judicialmente encausado por razones nimias. Así, al interpretar el
alcance del fuero de los congresistas, que son investigados
penalmente por esa alta corporación judicial, esta Corte Constitucional
señaló con claridad que “la reserva expresa y absoluta de competencia
para ordenar la privación de la libertad de un Congresista que la
Constitución atribuye única y exclusivamente a la Corte Suprema de
Justicia - máximo Tribunal de la Jurisdicción Ordinaria -,
independientemente de la etapa de investigación o juzgamiento y de la
época de la comisión del delito, constituye suficiente garantía para
el Congreso como institución y para cada uno de sus miembros,
que no se interferirá de manera arbitraria e inconveniente en su
correcto funcionamiento y en el ejercicio de sus deberes y
derechos”40.En tales circunstancias, en caso de delito común, ¿para
38 Humberto Quiroga Lavié. Derecho constitucional. Buenos Aires, Depalma 1993, p 546 y 551. En el mismo
sentido, ver Juan González Calderón. Op-cit, p 497. En el mismo sentido, Germán Bidart Campos. Op-cit, pp
185 y ss.
39 Ver Sentencia C-222/96. MP Fabio Morón Díaz.
40 Sentencia C-025/93. MP Eduardo Cifuentes Muñoz. Fundamento jurídico No 35.
que establecer el trámite previo obligatorio ante las cámaras para el
juzgamiento del Presidente si la persona va a ser de todos modos
juzgada por la Corte Suprema de Justicia? La única razón convincente
de la necesidad de la autorización de las cámaras para que la Corte
Suprema adquiera competencia en estos casos es entonces que la
Carta quiso que, por las implicaciones políticas de estos procesos,
hubiera una previa valoración política, por los representantes del
pueblo, de la procedencia del proceso penal como tal.

26- La tesis que niega la inviolabilidad a los congresistas en sus votos y


opiniones en estos juicios puede llegar a ser todavía más irrazonable si
se tiene en cuenta que la Corte Suprema es a su vez, como ya se indicó,
el juez penal de los congresistas por los delitos cometidos en ejercicio de
sus funciones. Por ende, si se admite que los senadores y
representantes, cuando juzgan al Presidente, son funcionarios judiciales
ordinarios, que sólo actúan movidos por estrictas razones de legalidad, y
no gozan de inviolabilidad, entonces llegaríamos a la siguiente
eventualidad, totalmente contraria a las prescripciones constitucionales.
La Corte Suprema podría, precisamente como lo hace en el proceso
penal adelantado contra la peticionaria, entrar a conocer del fondo del
juicio contra el Presidente, en caso de que éste no hubiera sido
encausado por las cámaras, con el fin de determinar si los congresistas
prevaricaron o no al votar en favor de la preclusión de la investigación.
Sin embargo esta posibilidad es manifiestamente inconstitucional por
cuanto, como bien lo señala la peticionaria, la Carta establece que la
Corte Suprema sólo adquiere competencia para juzgar al Presidente, si
el Senado ha declarado que hay lugar al seguimiento de causa, luego de
la correspondiente acusación por parte de la Cámara de Representantes
(CP arts 175 ord 2º, 199 y 235 ord 2º). Por ende, si el Senado no ha
efectuado tal declaración, la Corte Suprema carece de toda competencia
para entrar a conocer de fondo de las acusaciones contra el primer
mandatario. Sin embargo, ese estudio del fondo del proceso contra el
Presidente es ineludible si la Corte Suprema pretende acusar por
prevaricato a los representantes que precluyeron el proceso, puesto que
el delito se configuraría si, y sólo si, la Sala de Casación Penal concluye
que, debido al material probatorio, había mérito para acusar, pero los
representantes precluyeron; sin embargo, como esa corporación judicial
carece de competencia para conocer del fondo sobre la acusación del
juicio al Presidente, por cuanto no hay la autorización del Congreso, que
es requisito de procedibilidad, una obvia conclusión se impone: la Corte
Suprema no puede investigar a los congresistas por la manera cómo
votaron en ese proceso.

Además, la anterior hipótesis muestra nuevamente que la hermenéutica


según la cual la inviolabilidad no opera cuando los congresistas ejercen
funciones judiciales implica una absoluta inutilidad del trámite previo ante
las cámaras, que se encuentra expresamente previsto por la Carta, por
cuanto finalmente de todos modos la Corte Suprema entraría a conocer,
por medio de sus investigaciones contra los congresistas, el fondo de las
acusaciones contra el jefe de Estado, aunque el Senado o la Cámara
hayan absuelto o precluido el juicio contra el Presidente, lo cual es
totalmente contrario al modelo adoptado por nuestra Constitución para el
juzgamiento de los altos dignatarios.

27- El anterior examen ha mostrado que la interpretación según la cual la


inviolabilidad no cubre las funciones judiciales del Congreso resulta
inadmisible, ya que comporta conclusiones inaceptables frente a la
regulación prevista por la Carta para el procesamiento de los altos
dignatarios. Por ende, conforme a un clásico argumento ad absurdum,
es necesario concluir que los congresistas siguen gozando de
inviolabilidad cuando ejercen funciones judiciales. En efecto, esta
interpretación no sólo no conduce a los resultados contradictorios de la
hermenéutica contraria sino que, además, es coherente con los otros
argumentos relevantes en esta discusión, pues respeta el tenor literal del
artículo 185 de la Carta y armoniza con la finalidad de la inviolabilidad y
la naturaleza de los juicios adelantados por el Congreso.

En síntesis, existen entonces razones literales (el texto perentorio del


artículo 185 superior), conceptuales (el alcance absoluto de la
inviolabilidad parlamentaria), teleológicas (la finalidad y pertinencia de
esa figura en los juicios contra los altos dignatarios), sistemáticas (la
regulación constitucional de los juicios contra los altos dignatarios) y,
finalmente, lógicas (los absurdos a los que conduce la interpretación
contraria) que permiten inequívocamente concluir que la única tesis
razonable es la siguiente: los senadores y representantes conservan la
inviolabilidad en sus votos y opiniones incluso cuando ejercen funciones
judiciales en los procesos adelantados por el Congreso contra los altos
dignatarios. Y la razón es tan simple como contundente: los juicios ante
el Congreso por delitos de los altos dignatarios, si bien son ejercicio de
una función judicial, por cuanto imponen sanciones y configuran un
requisito de procedibilidad de la acción propiamente penal ante la Corte
Suprema, conservan una inevitable dimensión política, por lo cual, en
ellos, los congresistas emiten votos y opiniones que son inviolables.

28- Con todo, a pesar de la fuerza de la anterior argumentación, podría


objetarse que la interpretación que prohija esta sentencia tampoco es
admisible ya que comporta consecuencias peligrosas para valores que
son importantes para un Estado de derecho. Así, según este reparo, el
reconocimiento de una libertad política a los congresistas en estos juicios
puede llevar, en un límite, a condenas injustificadas, con lo cual se
afecta el debido proceso (CP art. 29) o, en el otro caso extremo, a
legitimar impunidades, debido a las complicidades que podrían existir
entre los congresistas y los dignatarios investigados, con lo cual se viola
la igualdad ante la ley penal (CP art. 13).

La Corte no desconoce que esos riesgos estén presentes; sin embargo,


ellos derivan del modelo adoptado por la Constitución para el juicio a los
altos dignatarios, que es deber de esta Corporación aplicar, por cuanto la
función de un tribunal constitucional no es reformar la Carta, según las
convicciones políticas de sus integrantes, sino aplicar los mandatos
establecidos por el Constituyente.

29- Además, lo cierto es que la propia regulación constitucional intenta


enfrentar esas eventualidades. Así, de un lado, para evitar los riesgos de
sanciones penales infundadas derivadas de enemistades políticas, la
Carta no sólo admite, como ya se señaló en el fundamento jurídico No
13 de esta sentencia, la procedencia de las acciones judiciales contra las
actuaciones del Congreso lesivas de los derechos fundamentales, sino
que, además, exige una mayoría calificada de dos tercios de los
senadores presentes para que pueda condenarse al investigado, con lo
cual pretende que exista casi un consenso de los representantes del
pueblo sobre la culpabilidad del procesado (CP art. 175 ord 4º). Pero,
más importante aún, la Constitución distingue rigurosamente entre las
sanciones políticas y las penales, de suerte que el Congreso sólo puede
imponer las primeras, mientras que las segundas son reservadas a la
Corte Suprema. En efecto, conforme a la Carta, el Congreso sólo
destituye y suspende o priva al reo de sus derechos políticos y, para
casos que ameriten otras penas, efectúa una labor que permite que se
adelante el proceso penal respectivo ante el juez natural: la Corte
Suprema de Justicia. Esto significa que, tal y como esta Corte
Constitucional lo ha señalado, “si bien el Congreso ejerce
determinadas funciones judiciales, en ningún caso la Constitución ha
atribuido a este órgano la facultad de imponer penas privativas de la
libertad a los altos dignatarios que juzga, las cuales son estrictamente
reservadas a la Corte Suprema”41, lo cual no sólo disminuye
considerablemente los riesgos de afectación a la libertad de los altos
dignatarios, sino que muestra nuevamente la inevitable dimensión
política de la función judicial ejercida por las cámaras. En efecto, como
bien lo señalaron cuatro magistrados de esta Corte, en una aclaración
de voto, que no salvamento, a las normas que regulan los juicios de los
altos dignatarios en la Ley Estatutaria de la Administración de Justicia,
el tipo de sanciones que pueden imponer las cámaras revela la
inevitable dimensión política de esos procesos. Dijeron entonces esos
magistrados, con criterios que esta Corporación respalda en la
presente sentencia:

“Debe quedar claramente definido que los juicios que se siguen


ante el Congreso, de que tratan los preceptos constitucionales
mencionados no solamente son públicos, sino que igualmente,
son de carácter eminentemente político, no criminal.

En efecto, la investigación que realiza la Cámara de


Representantes como atribución especial para colocarse en
situación de acusar ante el Senado, cuando hubiere causas
constitucionales, al Presidente de la República o a quien haga sus
veces y a los altos funcionarios que ostentan fuero constitucional
41 Sentencia C-386 de 1996. M¨P Alejandro Martínez Caballero. Fundamento Jurídico No 17.
especial, incluyendo el Fiscal General de la Nación, no es la que
conforme a sus funciones realiza el funcionario de
instrucción en un proceso penal. Así mismo, las penas que el
Senado impone para esta clase de procesos -destitución del
empleo o la privación temporal o pérdida absoluta de los derechos
políticos-, tampoco son las del Código Penal que aplica la
justicia ordinaria.
(…)
Así pues, como la Cámara no instruye propiamente un proceso
penal reservado a la Corte Suprema de Justicia cuando los
hechos constituyen una responsabilidad de infracción que
merezca una pena de ese carácter, no puede pretenderse que la
Cámara tenga atribuciones comunes de los funcionarios de
instrucción, sino más bien las facultades que le resultan de
su propio cometido, dentro del respectivo juicio de carácter
público y político.
(…)
De ahí que corresponde a la Cámara decidir si según su
criterio, se han violado la Constitución y las leyes, frente a las
denuncias mencionadas, si prestan mérito y fundar en ellas la
correspondiente acusación ante el Senado. Por ello el juicio es
político y no penal, pues la conducta del funcionario la juzga
el Senado de la República que sin subordinación al Código
Penal declara si a su entender el inculpado es responsable de
haber infringido los preceptos constitucionales o las disposiciones
legales, por haber ejecutado los hechos o incurrido en la omisión
respectiva, y no por haber cometido el delito. Declarada la
responsabilidad, el Senado impone las penas de carácter
político que la Constitución señala (artículo 175 numeral 2o.).
Pero si los hechos lo constituyen responsable de infracción que
merezca otra pena distinta, deberá seguirse juicio criminal ante la
Corte Suprema de Justicia (subrayas no originales).42”

30- De otro lado, y para enfrentar los riesgos de impunidad, la


Constitución atribuye a los representantes del pueblo la facultad de
separar de sus cargos a los altos dignatarios y autorizar, si es el caso, el
juicio propiamente penal por la Corte Suprema, precisamente por cuanto
considera que sólo el Congreso goza de la suficiente legitimidad
democrática para destituir al jefe del Estado y a los otros altos
dignatarios, mientras que un órgano judicial no electo tendría enormes
dificultades para acometer esa tarea, por cuanto se vería cuestionado,
por su ausencia de origen democrático, para apartar de sus funciones a
quien ha sido electo por la mayoría de los ciudadanos.

Ahora bien, contra ese modelo puede argüirse que de todos modos
permite la impunidad, por cuanto puede haber colusión entre el jefe de
Estado y los congresistas. Sin embargo esa objeción no es válida, por
42Aclaración de voto de los magistrados Eduardo Cifuentes Muñoz. José Gregorio Hernández Galindo,
Hernando Herrera Vergara y Vladimiro Naranjo Mesa a la sentencia C-037 de 1996.
cuanto ese mismo reparo podría hacerse al juicio penal adelantado ante
la Corte Suprema u otro órgano judicial, ya que podría también haber
entendimientos ilícitos entre el funcionario judicial y el alto dignatario
investigado. Nada garantiza que eso no ocurra.

Además, esta objeción parte en el fondo de una profunda desconfianza


en la democracia y en la soberanía popular (CP arts 1º y 3º), ya que no
se puede olvidar que los congresistas son electos por todos los
ciudadanos. Por consiguiente, si sus actuaciones no resultan acordes
con el bien común, corresponde a los propios ciudadanos imponer la
responsabilidad política, por medio de la crítica de la opinión pública y la
no reelección a sus cargos, como ya se señaló en el fundamento jurídico
No. 13 de esta sentencia. Pero claro, podría argüirse que los ciudadanos
colombianos no son capaces de imponer esas sanciones y de elegir
congresistas competentes, pero una tal crítica se funda en un
cuestionamiento de la viabilidad misma de la democracia en nuestro
país, con lo cual el discurso ya se sitúa en un ámbito extraconstitucional,
que no corresponde evaluar a esta Corte. En efecto, es obvio que la
democracia constitucional se funda en una apuesta en favor del buen
sentido de los ciudadanos, pues sólo puede sobrevivir si existen
ciudadanos responsables y competentes. Por ello, criticar una
institución democrática a partir del supuesto de que los ciudadanos no
son competentes para efectuar elecciones adecuadas implica abdicar
de la idea misma de democracia, que es un gobierno de los
ciudadanos. En tal contexto, sigue siendo plenamente válida la ya
clásica objeción del juez Story a quienes criticaban el juicio político
(impeachment) contra los altos dignatarios previsto por la Constitución
estadounidense, por cuanto éste podría permitir una colusión entre el
Congreso y el Presidente. Decía entonces ese doctrinante:

“Pero ¿puede suponerse tal caso? Si es así, entonces hay otros,


que también pueden de la misma manera suponerse, que son
igualmente malos, y para los cuales no puede haber remedio.
Supónese una mayoría del Senado ó de la Cámara de
representantes, que por corrupción aprueba una ley, ¿en dónde
está el remedio? Supónese una Cámara de representantes, que
corrompida apropia dinero para llevar a efecto ese tratado hecho
por corrupción, ¿en dónde está el remedio? La verdad es, que
todos los argumentos de esa clase que suponen una combinación
de los funcionarios públicos para destruir la libertad del pueblo y
los poderes del gobierno, son tan extravagantes que probarían
que hay que renunciar á toda delegación del poder; ó son tan
raros y remotos en la práctica que no deben tenerse e cuenta en
la estructura de un gobierno libre. La Constitución supone que los
hombres están razonablemente guardados. Presume que el
Senado y el ejecutivo no conspirarán para destruir al gobierno
mas que la Cámara de representantes. Supone que la mejor
prenda de fidelidad es el carácter de los individuos, y la colectiva
prudencia del pueblo en la elección de sus agentes.
Decentemente no se puede presumir que dos tercios del Senado
que representa los Estados, se unirán corrompidamente con el
ejecutivo, y abusarán de su poder. Ni supone tampoco que una
mayoría de la Cámara de representantes rehusará por corrupción
acusar, ó pasará del mismo modo una ley”43.

31- Como vemos, la opción adoptada por el Constituyente colombiano


no es en manera alguna irrazonable, pues si bien tiene riesgos, esto no
significa que los otros modelos carezcan de ellos. Y es que el juicio a los
altos dignatarios, y en especial al jefe de Estado, plantea en cualquier
democracia, y en especial en un régimen presidencial, dilemas muy
complejos y difíciles, que han sido largamente debatidos por la teoría
constitucional, sin que se haya llegado a un consenso en la materia. El
problema, para formularlo en términos sencillos, es el siguiente: en un
Estado de derecho, si el jefe de Estado o un alto dignatario incurren en
delitos, entonces es necesario que sean separados de su cargo,
juzgados y sancionados, por cuanto todos, incluidos los gobernantes,
deben respetar el derecho. Sin embargo, el juzgamiento del jefe de
Estado tiene una inevitable dimensión política, tanto por sus eventuales
efectos sobre la estabilidad gubernamental como por las pasiones
políticas que desata, por lo cual resulta difícil atribuir su procesamiento a
un juez ordinario.

Los diseños constitucionales propuestos han optado entonces entre dos


extremos: algunos privilegian la igualdad ante la ley penal, y por ende
propenden a una estricta judicialización de estos procesos, mientras que
otros concluyen que es necesario admitir que se trata de juicios
eminentemente políticos.

Así, algunos consideran que el mejor sistema consiste en atribuir el


juzgamiento del jefe de Estado a la Corte Suprema del país, o a un
tribunal especial creado para tal efecto. Sin embargo, desde los debates
en la Asamblea que redactó la Constitución de Filadelfia de 1787, hasta
nuestros días, pasando por las reflexiones de doctrinantes penales
eminentes, como Carrara44, esta opción plantea también riesgos y
dificultades. De un lado, muchos objetan que un Tribunal Supremo es
incapaz de juzgar a un jefe de Estado, por cuanto, al estar integrado por
jueces no electos, carece de la necesaria fortaleza y legitimidad
democrática para deponer y sancionar al jefe de Estado, que
precisamente ha sido electo por el conjunto de ciudadanos. De otro lado,
estos procesos tienden en muchas ocasiones a dividir a la población en
bandos enfrentados, por lo cual resulta muy difícil encontrar un tribunal
estrictamente judicial, que sea lo suficientemente imparcial para tomar
una determinación ecuánime en estricto derecho. Es nada más y nada
menos que el mismo Francesco Carrara quien reconoce esa dificultad,
43 Story. “On the constitution”, citado por Florentino González. Op-cit, pp 298 y 299.
44 Al respecto, ver la reseña de Hamilton de los debates en la Asamblea de Filadelfia, en el Federalista No 65 y
66. Igualmente los clásicos comentarios del juez Story al mecanismo del Impeachment establecido en la
Constitución Estadounidense. A nivel penal, ver las reflexiones de Carrara sobre las enormes dificultades para
juzgar judicialmente a un jefe de Estado, en su Programa de Derecho Criminal.
cuando afirma estar “convencido de que el derecho penal es impotente,
pues nunca será el árbitro de la suerte de un hombre a quienes unos
aplauden y otros execran, porque jamás el derecho punitivo podrá
llegar a ser el árbitro de la verdad entre esos aplausos y esas
execraciones45." Finalmente, también existe el riesgo de que, con el fin
de deponer al jefe de Estado, sus opositores políticos intenten
instrumentar al tribunal judicial para llevar a cabo acusaciones
temerarias. Por ende, paradójicamente, el modelo estrictamente
judicial puede conducir no sólo a la politización de la justicia sino a su
impotencia para sancionar los desafueros de los altos dignatarios.

Debido a esos riesgos, otros ordenamientos, como el régimen


constitucional inglés en el Siglo XVII o la Francia revolucionaria,
adoptaron el modelo estricto de juicio político, en virtud del cual el
parlamento podía no sólo deponer a los altos dignatarios sino también
sancionarlos penalmente, incluso con la pena de muerte. Sin embargo,
esta práctica condujo a excesos temibles, que condujeron
progresivamente a su abandono en los ordenamientos constitucionales.

Frente a esos extremos, el constitucionalismo latinoamericano, y nuestro


país, han seguido, con obvias variaciones nacionales, un modelo
intermedio fundado en la práctica constitucional estadounidense. Así, se
reconoce la inevitable dimensión política de esos juicios, y por ello se
atribuye una fase de la función judicial al Congreso que, si lo considera
conducente, separa del cargo al funcionario e impone las sanciones
puramente políticas. Sin embargo, para evitar los riesgos de la justicia
política en materia criminal, la imposición de las sanciones penales es
reservada a la Corte Suprema.

Inviolabilidad de los congresistas al ejercer funciones judiciales,


competencia limitada de la Corte Suprema para investigarlos y
violación del debido proceso de la peticionaria.

32- Un resultado ineludible se desprende del anterior examen: los


congresistas son inviolables en sus opiniones y votos también cuando
ejercen funciones judiciales, debido al inevitable componente de
discrecionalidad política de los procesos ante las cámaras, por lo cual la
Corte Suprema es incompetente para investigar, juzgar o condenar a los
Representantes por las opiniones que formularon durante el juicio al
Presidente Samper Pizano, o por el sentido del voto que emitieron en
favor o en contra de la preclusión de ese proceso, sin que pueda
objetarse a la anterior conclusión que, durante ese proceso, los
representantes mismos consideraron que actuaban como jueces, y
algunos incluso pudieron manifestar que consideraban que tenían las
responsabilidades propias de los funcionarios judiciales. Así, es cierto
que muchos de los actores en el proceso contra el Presidente asumieron
que se trataba de una investigación estrictamente penal, como lo
45 Francesco Carrara. Programa de derecho criminal. Bogotá: Temis, 1982, pp 525.
muestra el examen de las correspondientes transcripciones de las
sesiones en la Cámara de Representantes y la decisión de esa
corporación de abstenerse de discutir cargos por “indignidad”. Sin
embargo, las características de los procesos en el Congreso no
dependen de la opinión que tengan al respecto los partícipes en esas
indagaciones sino que deriva de la regulación constitucional, la cual,
como ya se mostró, preserva la inviolabilidad de los congresistas en el
ejercicio de esas funciones constitucionales. De otro lado, como ya se
señaló, la inviolabilidad es una prerrogativa establecida primariamente
en favor del Congreso, y no es un beneficio individual de los senadores y
representantes, del cual éstos puedan deshacerse voluntariamente. Esta
irrenunciabilidad de la inviolabilidad no es caprichosa sino que cumple
finalidades importantes, ya que busca proteger la libertad colectiva de
esa institución, la cual podría verse amenazada, en ciertos temas y
asuntos neurálgicos, si algunos congresistas se deshacen de esa
prerrogativa con el fin de presionar a sus colegas a un comportamiento
similar. Por ende, si ni siquiera expresamente puede un Representante
abandonar su inviolabilidad, con menor razón podría predicarse que, al
asumir un lenguaje jurídico penal, estos congresistas renunciaron
tácitamente a esa prerrogativa institucional y pudieron entonces incurrir
en un delito como el prevaricato al votar de una determinada manera. En
estos casos, por expreso mandato constitucional, ese delito es
imposible, incluso si el propio representante cree estarlo cometiendo,
como imposible es que una persona incurra en tentativa de homicidio al
pretender asesinar a un cadáver. La conducta de los Representantes no
es entonces punible, aunque obviamente puede generar las
correspondientes responsabilidades políticas frente al elector y a la
opinión pública (CP art. 133).

33- Conforme a lo anterior, para la Corte Constitucional es claro que un


congresista no puede ser encausado por -presuntamente- haber
prevaricado debido a la manera como votó en el proceso contra el
Presidente Samper, por cuanto sus opiniones y manifestaciones de
voluntad en ese proceso son inviolables, y no pueden por ende generar
ninguna responsabilidad judicial. Como es obvio, la situación es muy
diferente en caso de que algunos representantes hayan podido incurrir,
durante ese juicio, en otros delitos, que no se encuentren
inescindiblemente ligados a la manifestación de un voto o de una
opinión, por cuanto es claro que esos hechos punibles no estarían
amparados por la inviolabilidad parlamentaria, tal y como ya se explicó
en el fundamento jurídico No. 9 de esta sentencia. Tal sería el caso, por
ejemplo, y sin que esta lista sea taxativa sino meramente ilustrativa, de
aquellos representantes que hubieran recibido dádivas o pagos
indebidos por sus actuaciones, o cedido a presiones, pues esas
conductas son extrañas a la función parlamentaria y no constituyen la
expresión de un voto o de una opinión. Por ende, esos hechos siguen
siendo punibles, y la Corte Suprema conserva plena competencia para
investigarlos, juzgarlos y sancionarlos. Pero lo que resulta contrario a la
Carta es que la investigación de esa alta corporación judicial recaiga
sobre el sentido mismo del voto, así se le juzgue contrario a derecho, tal
y como lo ha hecho la Sala de Casación Penal, al vincular
exclusivamente a quienes se pronunciaron en favor de la preclusión del
juicio contra el Presidente.

34- El desconocimiento de la inviolabilidad parlamentaria en una


investigación judicial es obviamente tutelable. Así, es cierto que, como
ya se señaló en esta sentencia, la inviolabilidad no fue creada para
favorecer a la persona del representante o del senador, por lo que no es
en sí misma un derecho constitucional de la persona sino una garantía
institucional en favor del Congreso. Sin embargo, esa garantía confiere
una inmunidad al congresista, en virtud de la cual los votos u opiniones
emitidos en ejercicio de sus funciones no pueden ser cuestionados por
los jueces, que carecen entonces de toda competencia para
investigarlos, y más aún, para sancionarlos. De la inviolabilidad
parlamentaria derivan entonces, como bien lo han señalado la doctrina y
la jurisprudencia comparadas, una serie de “derechos reflejos”, por
cuanto la libertad colectiva del Congreso se realiza amparando la libertad
individual de los congresistas46. Por ello, en derecho comparado, la
doctrina y la jurisprudencia tienen bien establecido que el
desconocimiento de esos derechos subjetivos, que emanan de las
prerrogativas parlamentarias, son amparables por la justicia
constitucional47. Y es que no podía ser de otra forma por cuanto estos
derechos reflejos se proyectan en el debido proceso, especialmente en
el ámbito penal, ya que toda persona tiene derecho a ser juzgada por un
tribunal competente y únicamente por conductas que sean delictivas (CP
art. 29). Ahora bien, como ya se señaló, la Corte Suprema o cualquier
juez carece de competencia para investigar los votos y opiniones de los
congresistas emitidos en ejercicio de sus funciones, por lo cual
desconoce el debido proceso que esa corporación judicial adelante
indagaciones penales fundadas precisamente en la orientación de un
voto parlamentario, tal y como se ha hecho en contra de la peticionaria.
De otro lado, independientemente de los debates doctrinarios que ha
podido suscitar la figura de la inviolabilidad48, esta garantía implica que
ciertas conductas que podrían ser delictivas si son cometidas por un
particular o por otro servidor público, no lo son en caso de ser realizadas
por un congresista en desarrollo de sus funciones. Esto significa que, por
expreso mandato constitucional, en esos eventos esas conductas no son
hechos punibles, por lo cual, si un juez intenta sancionar al congresista,
desconoce el principio según el cual una persona sólo puede ser penada
por conductas definidas como delitos por el ordenamiento mismo.
46 Ver, entre otros, A Fernández-Miranda. "Inviolabilidad parlamentaria" en VV.AA. Enciclopedia Jurídica
Básica. Madrid: Civitas, 1995..
47 En Argentina, ver Humberto Quiroga Lavié. Derecho constitucional. Buenos Aires, Depalma 1993, p 764. En
Estados Unidos, ver el caso United States v Johnson, 383 U.S. 169 (1966), en donde la Corte Suprema amparó
constitucionalmente a un representante que había sido condenado penalmente, pues ese tribunal consideró que los
cargos se habían basado en gran parte en el sentido de unos discursos hechos por ese congresista, con lo cual se
había desconocido la inviolabilidad de sus opiniones.
48 Así, según algunos teóricos se trata de una causal de justificación de origen constitucional, para otros de una
situación que genera una suerte de inimputablidad, mientras que otro sector doctrinal considera que se trata de
una causal persona y funcional de exclusión de la eficacia de la ley.
35- Por todo lo anterior, la Corte concluye que la investigación
adelantada por la Corte Suprema contra la peticionaria afecta su derecho
fundamental al debido proceso, en la medida en que desconoce la
garantía institucional de la inviolabilidad, puesto que las indagaciones de
esa corporación judicial han recaído sobre el sentido de su voto. Por
ende, y teniendo en cuenta que la acción de tutela ha sido instituida para
amparar los derechos fundamentales de las personas, en principio
debería concluirse que esta Corte Constitucional debe otorgar el amparo
solicitado por la actora.

Sin embargo, a esa posibilidad podría objetarse que la actuación judicial


de la Corte Suprema difícilmente podría calificarse de “vía de hecho”,
que es la única hipótesis en que la tutela procede contra decisiones
judiciales, por cuanto esa corporación judicial basó sus actuaciones en la
doctrina sentada por la Corte Constitucional en varios de sus fallos, y en
especial en las sentencias C-222 de 1996 y C-245 de 1996. Entra
entonces esta Corte a analizar en qué medida la tutela es procedente
contra la actuación desarrollada por la Sala de Casación Penal.

Actuación razonablemente fundada en derecho de la Corte


Suprema pero configuración de una “vía de hecho prospectiva”,
por falta absoluta de competencia

36- La anterior objeción a la procedencia de la tutela en el presente caso


en principio es muy sólida, por cuanto la actuación judicial de la Corte
Suprema está basada no sólo en interpretaciones plausibles sobre el
alcance de su competencia para investigar a los congresistas por el
delito de prevaricato sino que se funda también en precedentes de esta
Corte Constitucional, que parecen dar sustento a la tesis según la cual la
inviolabilidad no cubre las actuaciones de los representantes en los
juicios en el Congreso. Ahora bien, conforme a la reiterada
jurisprudencia de esta Corte Constitucional, para que un acto judicial
pueda ser calificado como vía de hecho, no basta que éste sea
discutible, ni siquiera que se encuentre viciado de nulidad; es
necesario que la actuación se encuentre afectada por defectos
superlativos y protuberantes, que permitan concluir que la “conducta
del agente carece de fundamento objetivo, obedece a su sola voluntad
o capricho y tiene como consecuencia la vulneración de los derechos
constitucionales de la persona"4. En efecto, en tales circunstancias, el
funcionario judicial antepone de manera arbitraria su propia voluntad a
aquélla que deriva de manera razonable del ordenamiento jurídico, por
lo cual “sus actuaciones, manifiestamente contrarias a la Constitución y
a la Ley, no son providencias judiciales sino en apariencia” 49, por
cuanto el “titular del órgano se desliga por entero del imperio de la

4 Cf. Sentencia T-079 de febrero 26 de 1993. MP. Eduardo Cifuentes Muñoz. Ver igualmente Sentencia T-
336/93. MP. Alejandro Martínez Caballero.
49 Ver sentencia T-572 de 1994. MP. Alejandro Martínez Caballero.
ley”50. Ahora bien, es claro que nada de eso ha sucedido en la
investigación de la Corte Suprema contra la peticionaria, pues la
actuación de la Sala de Casación Penal ha estado razonablemente
fundada en derecho. Así, la Carta y el Código de Procedimiento Penal
le confieren competencia para investigar los hechos punibles
cometidos por los congresistas en ejercicio de sus funciones, y la
jurisprudencia de la Corte Constitucional, en especial las sentencias C-
222 de 1996 y C-245 de 1996, son susceptibles de ser interpretadas en
el sentido de que los Representantes podrían incurrir en prevaricato, por
lo cual parecía totalmente legítimo que la Corte Suprema entrara a
analizar el sentido del voto de la peticionaria en el proceso contra el
Presidente Samper. Una conclusión parece entonces imponerse: la
tutela es improcedente, por cuanto la actuación de la Sala de Casación
Penal no configura ninguna vía de hecho.

37- Sin embargo, de otro lado, conforme a la doctrina desarrollada en la


presente sentencia, es claro que la investigación penal adelantada
contra la peticionaria es una vía de hecho. En efecto, la Corte
Constitucional ha señalado que ciertos defectos protuberantes de una
providencia implican una “manifiesta desconexión entre la voluntad del
ordenamiento y la del funcionario judicial”, la cual “aparejará su
descalificación como acto judicial”.51 La jurisprudencia ha sistematizado
entonces esos vicios en cuatro tipos de deficiencias superlativas, a
saber, (1) que la decisión impugnada se funde en una norma
evidentemente inaplicable (defecto sustantivo); (2) que resulte
incuestionable que el juez no tiene el apoyo probatorio que permita la
aplicación del supuesto legal en el que se sustenta la decisión (defecto
fáctico); (3) que el funcionario judicial que profirió la decisión carezca,
en forma absoluta, de competencia para hacerlo (defecto orgánico); y,
(4) que el juez haya actuado completamente por fuera del
procedimiento establecido (defecto procedimental)52. Ahora bien, el
análisis adelantado en la presente sentencia muestra que, debido a la
inviolabilidad de los congresistas, la Corte Suprema carece, por
expresa prohibición constitucional, y de manera absoluta, de
competencia para investigar el sentido del voto emitido por la
peticionaria en el juicio al Presidente Samper. Por ende, la indagación
judicial por un eventual prevaricato de la peticionaria, y en general de
cualquier congresista, en el momento de votar u opinar en ese juicio,
configura una clara vía de hecho, por carencia absoluta de
competencia del funcionario judicial para inquirir sobre el sentido de los
votos y opiniones de los representantes del pueblo.

38- Conforme a lo anterior, la valoración de la actuación judicial de la


Corte Suprema conduce a resultados paradójicos ya que, desde cierta
perspectiva, dista aparentemente de ser una vía de hecho, por cuanto se
encuentra razonablemente fundada en el ordenamiento, pero desde otra,
50 Sentencia T-231/94. MP. Eduardo Cifuentes Muñoz.
51 Sentencia T-231/94. MP. Eduardo Cifuentes Muñoz.
52 Ver, entre otras, sentencia T-008 de 1998. MP Eduardo Cifuentes Muñ.oz. Fundamento jurídico No 4.
esa investigación constituye una manifiesta violación a la Carta y una
evidente vía de hecho, ya que, la garantía institucional de la
inviolabilidad priva, de manera absoluta, a la Corte Suprema de
competencia para investigar como delitos los hechos inescindiblemente
ligados a las opiniones y votos emitidos por la actora en las actuaciones
adelantadas por la Cámara de Representantes contra el entonces
Presidente de la República.

A pesar de su aparente insolubilidad, esa paradoja puede ser fácilmente


desatada, si se tiene en cuenta que una actuación judicial puede no
haber sido protuberantemente irregular, por lo cual, hacia el pasado, no
configura una vía de hecho; pero sin embargo, puede igualmente ser
claro, que si las diligencias judiciales prosiguen por la orientación que ha
sido fijada de manera inequívoca por el funcionario judicial, entonces
indefectiblemente violará en el futuro precisos mandatos
constitucionales, de suerte que se tornará inevitablemente en una vía de
hecho. Es lo que podría denominarse una “vía de hecho prospectiva”,
por cuanto, hacia el pasado, las decisiones del funcionario judicial,
aunque discutibles, son inatacables por medio de la tutela, ya que siguen
amparadas por la autonomía funcional de los jueces, por no ser
protuberantemente defectuosas; sin embargo, una evaluación de sus
inevitables resultados futuros permite concluir que el juez terminará por
incurrir en una vía de hecho, al violar de manera manifiesta la Carta. En
tales circunstancias, y siempre y cuando esos resultados futuros sean
evidentes, y no exista otro mecanismo judicial de defensa, el juez
constitucional puede intervenir a fin de enfrentar una amenaza a los
derechos fundamentales, derivada de una actuación judicial, que
inevitablemente devendrá en vía de hecho ya que, el artículo 86 superior
es claro en señalar que esa acción procede en tales eventos.

39- Esta “vía de hecho prospectiva” es clara en el presente caso, puesto


que, hasta ahora, la actuación de la Corte Suprema dista de ser
arbitraria, pero, en caso de permitirse que ésta continúe,
indefectiblemente desconocerá la inviolabilidad del voto de los
congresistas (CP art. 185), por cuanto esa Corporación judicial entrará a
discutir y cuestionar judicialmente el sentido de la decisión adoptada por
los Representantes al precluir el juicio contra el Presidente Samper, para
lo cual, como ya se indicó, carece totalmente de competencia. De no
intervenir el juez de tutela, el proceso contra la peticionaria
inevitablemente devendría una vía de hecho, y desconocería su derecho
fundamental al debido proceso (CP art. 29), por lo cual la tutela es
procedente procedente.

Precisión y rectificación de una línea jurisprudencial sobre


inviolabilidad parlamentaria y funciones judiciales de los
congresistas.

40- Con todo, podría objetarse a la anterior argumentación que el


sumario adelantado por la Corte Suprema contra la peticionaria jamás se
tornará en una vía de hecho judicial, ni afectará la inviolabilidad
parlamentaria, por cuanto la actuación de esa Corporación judicial se
funda en los criterios adelantados por la Corte Constitucional, que es el
máximo intérprete de la Carta, sobre los alcances de la responsabilidad
de los congresistas cuando ejercen funciones judiciales. Según esa
objeción, la doctrina sentada por la Corte Constitucional en las
sentencias C-222 de 1996 y C-245 de 1996, que no sólo hicieron tránsito
a cosa juzgada constitucional sino que fueron reiteradas de manera más
o menos explícita en otras sentencias ulteriores, permite concluir que la
inviolabilidad no opera cuando los senadores y representantes ejercen
funciones judiciales, por lo cual sería válido que la Corte Suprema
investigara a la actora por un eventual prevaricato al haber votado
favorablemente la preclusión del proceso.

41- La Corte Constitucional reconoce que la anterior objeción tiene algún


sustento, pues es cierto que varios apartes de las sentencias
anteriormente citadas pueden ser interpretados en el sentido de excluir la
aplicación de la garantía institucional de la inviolabilidad cuando los
congresistas ejercen funciones judiciales. Sin embargo, como se ha
visto, esa hermenéutica es inaceptable y conduce a resultados
inconstitucionales, por lo cual debe ser abandonada. Precisamente esa
situación es la que justifica que la Corte Constitucional haya
seleccionado esta tutela, pues resultaba necesario que esta Corporación
precisara y corrigiera su jurisprudencia en este tema, la cual
infortunadamente había abonado interpretaciones que desfiguraban el
sentido mismo de la inviolabilidad de los congresistas y desconocía las
garantías de que debían gozar los Representantes investigados por la
Corte Suprema. Siendo la Corte Constitucional el máximo intérprete de
la Carta (CP art. 241), tal y como lo ha señalado con claridad la propia
jurisprudencia53, es obvio que era su deber precisar el sentido auténtico
del alcance de la inviolabilidad parlamentaria, tal y como se hace en esta
sentencia.

Este fenómeno explica entonces también el carácter puramente


prospectivo de la vía de hecho de la actuación de la Corte Suprema. En
efecto, si se considera que la inviolabilidad no cubre las actuaciones
judiciales de los congresistas, entonces la investigación penal de esa
Corporación es posible. Ahora bien, en la medida en que esa
interpretación puede razonablemente desprenderse de las motivaciones
de las sentencias C-222 de 1996 y C-245 de 1996 de la Corte
Constitucional, entonces el proceso de la Sala de Casación Penal contra
la peticionaria parece legítimo. Sin embargo esa interpretación es
inadmisible, pues erosiona la inviolabilidad parlamentaria, por lo cual,
como ya se dijo, era necesario que la Corte Constitucional corrigiera los
obiter dicta y fijara el alcance de su doctrina sobre este tema.

53 Ver, entre otras, las sentencias C-531/93. Fundamento Jurídico No 23, y C-386 de 1996. Fundamento
Jurídico No 6.
Una vez precisada la doctrina constitucional sobre la inviolabilidad
parlamentaria, la actuación de la Corte Suprema contra la peticionaria
indefectiblemente devendrá una vía de hecho, que desconoce el debido
proceso, por lo cual resulta procedente conceder el amparo solicitado
por la actora.

42- Sin embargo, una nueva objeción surge, por cuanto podría
considerarse que, en la medida en que las sentencias C-222 de 1996 y
C-245 de 1996 han hecho tránsito a cosa juzgada constitucional (CP art.
243), no pueden ser desconocidas por las autoridades constituidas,
incluida la propia Corte Constitucional, y menos aún cuando esa
Corporación actúa simplemente como juez de tutela, y no se encuentra
examinando, ya sea por demanda ciudadana o por vía de control
oficioso, la constitucionalidad de las leyes. Una pregunta obvia surge
entonces: ¿hasta qué punto es procedente que en esta sentencia de
tutela, la Corte Constitucional entre a precisar y corregir la doctrina
aparentemente sentada en decisiones previas de constitucionalidad?
Para responder a ese interrogante, debe esta Corporación analizar, en
primer término, en qué medida los jueces en general, y esta Corte en
particular, se encuentran vinculados por sus precedentes.

Respeto a los precedentes y cambio jurisprudencial.

43- El respeto a los precedentes cumple funciones esenciales en los


ordenamientos jurídicos, incluso en los sistemas de derecho legislado
como el colombiano. Por ello, tal y como esta Corte lo ha señalado,
todo tribunal, y en especial el juez constitucional, debe ser consistente
con sus decisiones previas54, al menos por cuatro razones de gran
importancia constitucional. En primer término, por elementales
consideraciones de seguridad jurídica y de coherencia del sistema
jurídico, pues las normas, si se quiere que gobiernen la conducta de
los seres humanos, deben tener un significado estable, por lo cual las
decisiones de los jueces deben ser razonablemente previsibles. En
segundo término, y directamente ligado a lo anterior, esta seguridad
jurídica es básica para proteger la libertad ciudadana y permitir el
desarrollo económico, ya que una caprichosa variación de los criterios
de interpretación pone en riesgo la libertad individual, así como la
estabilidad de los contratos y de las transacciones económicas, pues
las personas quedan sometidas a los cambiantes criterios de los
jueces, con lo cual difícilmente pueden programar autónomamente sus
actividades. En tercer término, en virtud del principio de igualdad,
puesto que no es justo que casos iguales sean resueltos de manera
distinta por un mismo juez. Y, finalmente, como un mecanismo de
control de la propia actividad judicial, pues el respeto al precedente
impone a los jueces una mínima racionalidad y universalidad, ya que
los obliga a decidir el problema que les es planteado de una manera
que estarían dispuestos a aceptar en otro caso diferente pero que
presente caracteres análogos. Por todo lo anterior, es natural que en
54 Ver, por ejemplo, entres otras, las sentencias T-13 de 1995 y C-400 de 1998.
un Estado de derecho, los ciudadanos esperen de sus jueces que
sigan interpretando las normas de la misma manera, por lo cual resulta
válido exigirle un respeto por sus decisiones previas.

44- El respeto al precedente es entonces esencial en un Estado de


derecho; sin embargo, también es claro que este principio no debe ser
sacralizado, puesto que no sólo puede petrificar el ordenamiento
jurídico sino que, además, podría provocar inaceptables injusticias en
la decisión de un caso. Así, las eventuales equivocaciones del pasado
no tienen por qué ser la justificación de inaceptables equivocaciones
en el presente y en el futuro. O, en otros eventos, una doctrina jurídica
o una interpretación de ciertas normas puede haber sido útil y
adecuada para resolver ciertos conflictos en un determinado momento
pero su aplicación puede provocar consecuencias inesperadas e
inaceptables en casos similares, pero en otro contexto histórico, por lo
cual en tal evento resulta irrazonable adherir a la vieja hermenéutica.
Es entonces necesario aceptar que todo sistema jurídico se estructura
en torno a una tensión permanente entre la búsqueda de la seguridad
jurídica -que implica unos jueces respetuosos de los precedentes- y la
realización de la justicia material del caso concreto -que implica que los
jueces tengan capacidad de actualizar las normas a las situaciones
nuevas-.

Conforme a lo anterior, en general la doctrina y la práctica de los


tribunales admiten que, dentro de ciertos límites, un juez puede
distanciarse de sus propios precedentes. Esto es muy claro en los
sistemas de derecho legislado, en donde la fuente esencial del derecho
es la ley, y no la jurisprudencia, por lo cual un funcionario judicial, en
ejercicio de su autonomía interpretativa, puede modificar, aunque
obviamente no de manera caprichosa, su entendimiento de las
disposiciones legales y apartarse de sus decisiones previas. Pero
incluso en los sistemas del Common Law, en donde el derecho derivado
de los precedentes judiciales o “case Law” es fuente básica del
ordenamiento jurídico, el principio del “stare decisis” o estarse a lo
resuelto en casos anteriores, no es absoluto, puesto que las más altas
corporaciones admiten que pueden apartarse de un precedente, con el
fin de precisar, corregir o modificar una línea jurisprudencial55. Así,
Inglaterra durante siglos adhirió de manera muy rígida a la fuerza
vinculante de los precedentes; sin embargo, las propias necesidades del
derecho en una sociedad compleja llevaron a la Cámara de los Lores a
abolir, en julio de 1966, la regla según la cual ella quedaba atada de
manera absoluta a sus decisiones anteriores56. Según la más alta
corporación judicial inglesa, el respeto al precedente es "indispensable"
para decidir casos concretos ya que "provee al menos un cierto grado de
certeza sobre la cual los individuos pueden confiar para llevar a cabo sus
negocios y es la base para un desarrollo ordenado de las reglas
55 Para esta práctica en derecho inglés, ver Denis Keenan. English Law. (9 Ed) Londres: Pitman, 1989, pp 130
y ss.
56 Ver al respecto la declaración de Lord Gardiner, Presidente de ese tribunal, citada en Keenan. Op-cit, p 135
jurídicas". Sin embargo, precisan los Lores, una "adhesión demasiado
rígida al precedente puede conducir a injusticias en casos concretos y
también restringir indebidamente el adecuado desarrollo del derecho".
Por ello concluyen que a partir de ese momento la Cámara de los Lores
va a considerar que si bien los precedentes son "normalmente
vinculantes", será posible para esa corporación "apartarse de una
decisión previa cuando sea justo hacerlo". El tribunal precisó empero
que esa nueva regla sólo era aplicable a la Cámara de los Lores, pero no
a los otros jueces, que siguen entonces vinculados a los precedentes de
la más alta corporación judicial inglesa, al menos hasta que ésta no los
varíe, o sean modificados por una ley del Parlamento.

45- Una primera conclusión se impone: si bien las altas corporaciones


judiciales, y en especial la Corte Constitucional, deben en principio ser
consistentes con sus decisiones pasadas, lo cierto es que, bajo
especiales circunstancias, es posible que se aparten de ellas. Como
es natural, por razones elementales de igualdad y seguridad jurídica, el
sistema de fuentes y la distinta jerarquía de los tribunales implican que
estos ajustes y variaciones de una doctrina vinculante sólo pueden ser
llevados a cabo por la propia corporación judicial que la formuló. Por tal
razón, y debido al especial papel de la Corte Constitucional, como
intérprete auténtico de la Carta y guardiana de su integridad y
supremacía, corresponde a esa Corporación, y sólo a ella, modificar
las doctrinas constitucionales vinculantes que haya desarrollado en sus
distintos fallos.

46- De otro lado, y debido a las funciones esenciales que juega en un


Estado de derecho el respeto al precedente, la variación de una
jurisprudencia o una doctrina constitucional no es un asunto de poca
monta sino que debe ser cuidadosamente evaluado por los jueces. Por
ello, en anterior oportunidad, esta Corporación había explicado qué
requisitos debía cumplir un cambio de jurisprudencia para que fuera
legítimo. Dijo entonces la Corte:

“En ese orden de ideas, un tribunal puede apartarse de un


precedente cuando considere necesario hacerlo, pero en tal evento
tiene la carga de argumentación, esto es, tiene que aportar las
razones que justifican el apartamiento de las decisiones anteriores
y la estructuración de una nueva respuesta al problema planteado.
Además, para justificar un cambio jurisprudencial no basta que
el tribunal considere que la interpretación actual es un poco
mejor que la anterior, puesto que el precedente, por el solo hecho
de serlo, goza ya de un plus, pues ha orientado el sistema jurídico
de determinada manera. Por ello, para que un cambio
jurisprudencial no sea arbitrario es necesario que el tribunal
aporte razones que sean de un peso y una fuerza tales que, en
el caso concreto, primen no sólo sobre los criterios que
sirvieron de base a la decisión en el pasado sino, además,
sobre las consideraciones de seguridad jurídica e igualdad que
fundamentan el principio esencial del respeto del precedente
en un Estado de derecho (subrayas no originales).57”

Por consiguiente, con base en esas pautas, es rigurosamente válido


que la Corte Constitucional rectifique y precise los criterios adelantados
sobre la inviolabilidad parlamentaria en las sentencias C-222 de 1996 y
C-245 de 1996. En efecto, como se mostró, la doctrina sentada en
esas decisiones no sólo es hermenéuticamente apresurada sino que
conduce a un desconocimiento grave de la inviolabilidad parlamentaria,
en detrimento de la independencia del Congreso, el libre debate
democrático y el derecho fundamental al debido proceso de los
representantes investigados por la Corte Suprema. Los argumentos
que justifican el explícito abandono de esos criterios jurisprudenciales
son entonces muy poderosos, puesto que están en juego principios y
valores esenciales del ordenamiento constitucional. En cambio, los
costos que puede generar esta rectificación jurisprudencial, en
términos de seguridad jurídica o de igualdad, son prácticamente
inexistentes. Así, a partir de esta sentencia, ningún congresista podrá
ser investigado por los votos y opiniones emitidos en el juicio al
Presidente Samper, por lo cual esta providencia no produce
desigualdades en la aplicación de la ley penal. Y, de otro lado, la
presente rectificación jurisprudencial, al definir cuál es la interpretación
auténtica sobre el alcance de la inviolabilidad parlamentaria cuando los
congresistas ejercen funciones judiciales, lejos de generar inseguridad
jurídica, lo que hace es dirimir los problemas interpretativos que habían
provocado las afirmaciones hechas, obiter dicta, por esta Corporación.

47- Con todo, podría objetarse que incluso si existen razones


poderosas en favor de una rectificación jurisprudencial, ésta no es
viable por medio de una sentencia de tutela, por cuanto las
anteriormente referidas eran de constitucionalidad y habían hecho
tránsito a cosa juzgada constitucional. Ahora bien, en la medida en que
tales decisiones tienen efecto erga omnes, entonces obligarían incluso
a la Corte Constitucional, que no podría desconocerlas cuando actúa
como juez de tutela.

Esa objeción presupone que han hecho tránsito a cosa juzgada


constitucional y constituyen doctrina constitucional obligatoria todos los
apartes de las decisiones C-222 de 1996 y C-245 de 1996, que fueron
reproducidos en el fundamento jurídico No 16 de la presente sentencia,
y que abonan la interpretación según la cual los congresistas están
desprovistos de inviolabilidad cuando ejercen funciones judiciales. Sin
embargo, esa suposición es muy discutible, pues es claro que no todo
el contenido de una sentencia de control constitucional es vinculante.
Es pues necesario que la Corte entre a precisar qué es lo
verdaderamente obligatorio en una decisión previa de control
constitucional de esta Corporación.

57 Sentencia C-400 de 1998. MP Alejandro Martínez Caballero. Fundamento jurídico No 57.


Ratio decidendi, alcance del respeto al precedente y cosa juzgada
constitucional implícita.

48- Para comprender el alcance de la obligatoriedad de un precedente,


resulta indispensable distinguir entre los diversos aspectos de una
decisión judicial. Así, siguiendo en parte la terminología de los sistemas
del Common Law, que es en donde más fuerza tiene la regla del "stare
decisis"58, y en donde por ende más se ha desarrollado la reflexión
doctrinal en este campo, es posible diferenciar muy esquemáticamente
entre la parte resolutiva, llamada a veces "decisum", la "ratio decidendi"
(razón de la decisión) y los "obiter dicta" (dichos al pasar).

Estos conceptos son formulados de distinta manera y con lenguajes


diversos por los autores59, lo cual ha generado a veces agudas
discusiones conceptuales. Sin embargo, su sentido esencial es
relativamente claro: Así, el decisum es la resolución concreta del caso,
esto es, la determinación específica de si el acusado es o no culpable en
materia penal, si el demandado debe o no responder en materia civil, si
al peticionario el juez le tutela o no su derecho, si la disposición acusada
es o no retirada del ordenamiento, etc. Por su parte, la ratio dedicendi es
la formulación general, más allá de las particularidades irrelevantes del
caso, del principio, regla o razón general que constituyen la base de la
decisión judicial específica. Es, si se quiere, el fundamento normativo
directo de la parte resolutiva. En cambio constituye un mero dictum, toda
aquella reflexión adelantada por el juez al motivar su fallo, pero que no
es necesaria a la decisión, por lo cual son opiniones más o menos
incidentales en la argumentación del funcionario.

Ahora bien, estos diversos componentes de una sentencia tienen distinta


obligatoriedad en el Common Law. Así, el decisum, una vez que la
providencia está en firme, hace tránsito a cosa juzgada y obliga a los
partícipes en el proceso. Sin embargo, y contrariamente a lo que a veces
se piensa, esta parte resolutiva no constituye en sí misma el precedente,
ni vincula a los otros jueces, por la sencilla razón de que a éstos no
corresponde decidir ese problema específico sino otros casos, que
pueden ser similares, pero jamás idénticos. Por ello, en el sistema del
Common Law es claro que el precedente vinculante es la ratio decidendi
del caso, ya que ese principio abstracto, que fue la base necesaria de la
decisión, es el que debe ser aplicado por los jueces en otras situaciones
similares. Así lo señaló con claridad en Inglaterra Lord Jessel, en el caso
Osborne v Rwlet de 1880, en donde precisó que "la única cosa que es
vinculante en una decisión judicial es el principio que sirvió de base a la

58    Ver
al respecto Denis Keennan. Op-cit. p 134. Igualmente ver Francisco Rubio
Llorente. "La jurisdicción constitucional como forma de creación del derecho" en La
forma del poder. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1993, pp 500 y ss.
59 La terminología no es siempre idéntica. Así, algunos autores, en especial
    

estadounidenses, prefieren hablar del "holding", en vez de ratio decidendi, y de


"disposition", que es la parte resolutiva, pero la idea es básicamente la misma.
decisión"60. Finalmente, los obiter dicta tienen una fuerza persuasiva,
que puede ser mayor o menor según el prestigio y jerarquía del tribunal,
pero no son vinculantes; un dictum constituye entonces, en principio, un
criterio auxiliar pero no obligatorio para los otros jueces.

49- Estos diversos efectos no son caprichosos sino que derivan


naturalmente de ciertas características del derecho. Así, en la medida en
que el sistema judicial pretende resolver definitivamente los conflictos
que se le plantean, es natural que el decisum obligue a las partes en el
litigio, con fuerza de cosa juzgada, pues de no ser así, el derecho no
cumpliría su función básica de pacificación social. Sin embargo, por
obvias razones de debido proceso, en principio, esa decisión sólo vincula
a quienes participaron en la controversia judicial, salvo algunas
excepciones, como los casos de acciones colectivas o cuando el
ordenamiento confiere efectos erga omnes a determinadas sentencias,
tal y como sucede con los procesos de control constitucional en nuestro
país.

Un poco más compleja, pero particularmente importante, es la


explicación de por qué únicamente la ratio decidendi constituye doctrina
vinculante para los otros jueces, mientras que los dicta, incluso de los
tribunales máximos, tienen una simple fuerza persuasiva.

50- Para entender el fundamento de esa diferencia es necesario tener en


cuenta que, como ya se indicó, el respeto al precedente se encuentra
íntimamente ligado a una exigencia que pesa sobre toda actuación
judicial, para que pueda ser calificada de verdaderamente jurídica y
racional, y es la siguiente: los jueces deben fundamentar sus
decisiones, no en criterios ad-hoc, caprichosos y coyunturales, sino
con base en un principio general o una regla universal que han
aceptado en casos anteriores, o que estarían dispuestos a aplicar en
casos semejantes en el futuro. Y es que no puede ser de otra forma,
pues de los jueces se espera que resuelvan adecuadamente los
conflictos, pero no de cualquier manera, sino con fundamento en las
prescripciones del ordenamiento. El juez debe entonces hacer justicia
en el caso concreto pero de conformidad con el derecho vigente, por lo
cual tiene el deber mínimo de precisar la regla general o el principio
que sirve de base a su decisión concreta.

Esta exigencia de universalidad de la argumentación jurídica es tan


importante, que muchos teóricos contemporáneos hacen de ella el
requisito mínimo de racionalidad que debe tener una decisión judicial
en una sociedad democrática. Así, y por no citar sino a algunos de los
doctrinantes más conspicuos sobre este tema, tal es la base de la
conocida tesis de Wechsler, según la cual los jueces deben decidir sus
casos con base en “principios neutrales y generales”61; igualmente allí
60    Citado por Denis Kenan. Op-cit, p 133
61 Ver el artículo de Wechsler. “Towards neutral principles of Constitutional Law” en Harvard Law
Review, 73, 1959.
radica la importancia conferida por Perelman y MacCormick al respeto
que deben tener los jueces por el principio de justicia formal, que obliga
a decidir de manera igual los casos iguales62. O también, ésta es la
base de la tesis de Alexy según la cual toda decisión judicial debe
estar fundada al menos en una norma universal63.

Por ende, la existencia de una ratio decidendi en una sentencia resulta


de la necesidad de que los casos no sean decididos caprichosamente
sino con fundamento en normas aceptadas y conocidas por todos, que
es lo único que legitima en una democracia el enorme poder que tienen
los jueces -funcionarios no electos- de decidir sobre la libertad, los
derechos y los bienes de las otras personas.

51- Conforme a lo anterior, es también natural que únicamente la ratio


decidendi tenga efectos vinculantes sobre otros jueces y adquiera la
obligatoriedad de un precedente. En efecto, en general, los jueces no
son electos democráticamente, ni tienen como función básica formular
libremente reglas generales. A ellos les corresponde exclusivamente
resolver los casos que les son planteados por las partes; es lo que
algunos autores denominan la "virtud pasiva" de la jurisdicción, para
hacer referencia al hecho de que los jueces no tienen la facultad de
poner en marcha autónomamente el aparato judicial ya que sólo actúan
a petición de parte, y no por voluntad propia, y su intervención está
destinada a resolver los casos planteados. Esto explica que desde
prácticamente el inicio de sus actividades la Corte Suprema de los
Estados Unidos se haya abstenido de formular consejos y
recomendaciones, ya que su función es estrictamente resolver casos;
igualmente, por la misma razón, esta Corte Constitucional ha precisado
que cuando una norma ha sido acusada, pero no se encuentra vigente,
ni produce efectos, el pronunciamiento de esta Corporación debe ser, en
general, inhibitorio, por carencia actual de objeto64.

Esta cualidad pasiva de la jurisdicción es esencial para preservar el


principio democrático y la separación de poderes. Así, inevitablemente
los jueces, al decidir casos, crean en ocasiones derecho, puesto que
precisan el alcance de las reglas jurídicas existentes, o llenan vacíos y
resuelven contradicciones del ordenamiento. Sin embargo, para que esa
producción incidental e intersticial de derecho por parte de los jueces no
sea riesgosa para la democracia, es necesario que ella ocurra
exclusivamente en el ámbito de la resolución de casos, pues si se
permite que ésta se desarrollle desvinculada de litigios judiciales
concretos, entonces claramente la rama judicial invadiría las órbitas de
actuación de los otros órganos del Estado, y en particular del Legislador,
en detrimento del principio democrático. Por ello, únicamente el principio
general que sirvió de sustento directo para resolver el caso, esto es la

62 Ver Neil MacCormick. Legal reasoning and Legal Theory. Oxford: Clarendon, 1995, capítulo IV
63 Ver Robert Alexy. Teoría de la argumentación jurídica. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales,
1989, pp 214 y ss,
64 Ver, entre muchas otras, la sentencia C-397 de 1995
ratio decidendi, puede aspirar a convertirse en precedente vinculante,
mientras que las otras opiniones incidentales, al no estar
inescindiblemente ligadas al asunto planteado al juez, a lo sumo tienen
un valor pedagógico y persuasivo.

52- El anterior análisis justifica no sólo por qué únicamente la ratio


decidendi es vinculante como precedente sino que además lleva a una
conclusión ineludible: el juez que decide el caso no puede
caprichosamente atribuir el papel de ratio decidendi a cualquier principio
o regla sino que únicamente tienen tal carácter aquellas consideraciones
normativas que sean realmente la razón necesaria para decidir el
asunto. Esto es obvio, pues si se permite que el propio juez, al resolver
un caso de una manera, invoque como ratio decidendi cualquier
principio, entonces desaparecen la virtud pasiva de la jurisdicción y la
propia distinción entre opiniones incidentales y razones para decidir.

Por ello, en realidad, son los jueces posteriores, o el mismo juez en


casos ulteriores, quienes precisan el verdadero alcance de la ratio
decidendi de un asunto, de suerte que la doctrina vinculante de un
precedente "puede no ser la ratio decidendi que el juez que decidió el
caso hubiera escogido sino aquélla que es aprobada por los jueces
posteriores"65.

Este fenómeno explica entonces ciertas técnicas inevitables que


modulan la fuerza vinculante de los precedentes: así, en algunos
eventos, el juez posterior "distingue" (distinguishing) a fin de mostrar que
el nuevo caso es diferente del anterior, por lo cual el precedente
mantiene su fuerza vinculante, aunque no es aplicable a ciertas
situaciones, similares pero relevantemente distintas, frente a las cuales
entra a operar la nueva jurisprudencia. En otros casos, el tribunal
posterior concluye que si bien en apariencia, la ratio decidendi del caso
anterior parece aplicarse a la nueva situación, en realidad ésta fue
formulada de manera muy amplia en el precedente, por lo cual es
necesario concluir que algunos de sus apartes constituyen una opinión
incidental, que no se encontraba directamente relacionada a la decisión
del asunto. El tribunal precisa entonces la fuerza vinculante del
precedente, ya que restringe (narrowing) su alcance. En otras
situaciones, la actuación del juez ulterior es contraria y amplía el alcance
de una ratio decidendi que había sido entendida de manera más
restringida. En otras ocasiones, el tribunal concluye que una misma
situación se encuentra gobernada por precedentes encontrados, por lo
cual resulta necesario determinar cuál es la doctrina vinculante en la
materia. O, a veces, puede llegar a concluir que un caso resuelto
anteriormente no puede tener la autoridad de un precedente por cuanto
carece verdaderamente de una ratio decidendi clara.

53- La Corte Constitucional considera que el anterior análisis, si bien es


tomado en alguna medida del derecho privado y de los sistemas del
65     Denis Keenan. Op-cit, p 134.
Common Law, es no sólo pertinente y esclarecedor para la discusión
sobre el alcance de la cosa juzgada constitucional sino que, además,
armoniza con los criterios que esta Corporación ya ha adelantado en
varias oportunidades.

Así, en primer término, al analizar el alcance de la cosa juzgada


constitucional, esta Corte ha distinguido, con otras palabras, entre
decisum, ratio decidendi y obiter dicta. Dijo entonces esta Corporación:

“¿Que parte de las sentencias de constitucionalidad tiene la fuerza


de la cosa juzgada?

“La respuesta es doble: poseen tal carácter algunos apartes de las


sentencias en forma explícita y otros en forma implícita.

“Primero, goza de cosa juzgada explícita la parte resolutiva de las


sentencias, por expresa disposición del artículo 243 de la
Constitución.

“Segundo, goza de cosa juzgada implícita los conceptos de la


parte motiva que guarden una unidad de sentido con el dispositivo
de la sentencia, de tal forma que no se pueda entender éste sin la
alusión a aquéllos.

“En efecto, la parte motiva de una sentencia de constitucionalidad


tiene en principio el valor que la Constitución le asigna a la
doctrina en el inciso segundo del artículo 230: criterio auxiliar -no
obligatorio-, esto es, ella se considera obiter dicta.

“Distinta suerte corren los fundamentos contenidos en las


sentencias de la Corte Constitucional que guarden relación directa
con la parte resolutiva, así como los que la Corporación misma
indique, pues tales argumentos, en la medida en que tengan un
nexo causal con la parte resolutiva, son también obligatorios y, en
esas condiciones, deben ser observados por las autoridades y
corrigen la jurisprudencia.66”

La anterior referencia muestra que esta Corte ha señalado que una


sentencia tiene las mismas partes mencionadas anteriormente, y que
cada una de ellas tiene un efecto obligatorio específico, tal y como
señaló en los fundamentos anteriores de la presente providencia. Así,
explícitamente la Corte señala que las motivaciones incidentales son
un mero dictum, que no es obligatorio sino persuasivo; la parte
resolutiva o decisum hace tránsito a cosa juzgada, con la particularidad
de que en los juicios de constitucionalidad de las leyes tiene efecto
erga omnes; y, finalmente, la cosa juzgada implícita equivale a la ratio
decidendi, razón por la cual esta Corporación le ha reconocido efectos
vinculantes. Estas distinciones y criterios han sido reiterados por la
66 Sentencia C-131 de 1993. MP Alejandro Martínez Caballero.
Corte en decisiones posteriores, en especial en la sentencia C-037 de
1996, en donde esta Corporación precisó:

“Sólo será de obligatorio cumplimiento, esto es, únicamente hace


tránsito a cosa juzgada constitucional, la parte resolutiva de las
sentencias de la Corte Constitucional. En cuanto a la parte motiva,
como lo establece la norma, esta constituye criterio auxiliar para la
actividad judicial y para la aplicación de las normas de derecho en
general; sólo tendrían fuerza vinculante los conceptos
consignados en esta parte que guarden una relación estrecha,
directa e inescindible con la parte resolutiva; en otras palabras,
aquella parte de la argumentación que se considere
absolutamente básica, necesaria e indispensable para servir de
soporte directo a la parte resolutiva de las sentencias y que incida
directamente en ella.”

En segundo término, en varios casos, esta Corte ha aplicado las


anteriores distinciones, con el fin de mostrar que una aparente
variación de una doctrina constitucional sentada en una decisión
anterior, en realidad no tenía tal carácter, sino que constituía la mera
corrección de una opinión incidental de la parte motiva. Así, al
reexaminar el alcance del delito de enriquecimiento ilícito en la
sentencia C-319 de 1996, esta Corporación explícitamente se apartó
de los criterios que había adelantado sobre ese delito en una decisión
anterior (sentencia C-127 de 1993), en donde había sostenido que para
que una persona pudiera ser condenada por ese hecho punible, las
actividades delictivas de donde derivaba el incremento patrimonial
debían estar judicialmente declaradas. Sin embargo, la Corte invocó
las anteriores decisiones y concluyó que no había cambio de
jurisprudencia, por cuanto esas consideraciones no eran vinculantes, al
no estar indisolublemente ligadas a la decisión de exequibilidad.

Finalmente, es claro que, en numerosas jurisprudencias, esta Corte ha


reconocido la importancia de las “virtudes pasivas” de la jurisdicción
constitucional. En efecto, no de otra manera se explica la mencionada
tesis, según la cual no corresponde a esta Corporación pronunciarse
sobre normas derogadas, que no produzcan efectos; igualmente, tal es
la base del recurso a formas de cosa juzgada relativa y de la
naturaleza excepcional que esta Corporación ha conferido a la unidad
normativa, ya que ambas figuras encuentran sustento en la idea de
que “no corresponde a esta Corporación efectuar una revisión oficiosa
de las leyes ordinarias, sino un control de aquellas normas que han
sido expresamente demandadas por un ciudadano”67.

Los anteriores criterios son enteramente aplicables para que esta Corte
examine si verdaderamente los apartes mencionados de las sentencias
C-222 de 1996 y C-245 de 1996 constituyen una doctrina vinculante

67 Ver, al respecto, sentencias C-527 de 1994, C-037 de 1996 y C-320 de 1997.


que no podía ser rectificada por medio de una sentencia de tutela de la
Sala Plena de la Corporación.

La jurisprudencia de la Corte en materia de inviolabilidad


parlamentaria.

54- Un examen detenido de las citadas sentencias muestra que la tesis


según la cual la inviolabilidad no cubre las actividades de los
congresistas cuando ejercen funciones judiciales no es vinculante para
la propia Corte como precedente, por la sencilla razón de que en
ninguno de los dos casos tal afirmación fue la ratio decidendi de las
decisiones que fueron tomadas.

Así, en la sentencia C-222 de 1996, el problema esencial a ser resuelto


era la competencia y denominación de la Comisión de Investigación y
Acusación de la Cámara y de la Comisión de Instrucción del Senado.
El cuestionamiento de la actora consistía en que los artículos acusados
del Reglamento del Congreso desconocían la potestades de las
Plenarias de las Cámaras, al atribuir algunas decisiones esenciales a
las comisiones. La Corte consideró que la demandante tenía razón en
que las decisiones fundamentales eran de las Plenarias, y por ende
retiró del ordenamiento el aparte de un artículo que afectaba esa
competencia; sin embargo, declaró la exequibilidad del resto de
disposiciones acusadas, por cuanto concluyó que éstas no vulneraban
las competencias privativas de la Cámara y del Senado. Nótese pues
que ninguno de los artículos demandados hace referencia a la
responsabilidad individual de los congresistas, por lo cual no era
necesario, para declarar la exequibilidad o la inexequibilidad de esas
normas, adelantar las reflexiones que la Corte hizo sobre la naturaleza
de los juicios en el Congreso y las responsabilidades judiciales de los
representantes y senadores. Para demostrar lo anterior, basta suprimir
todas esas referencias, y de todos modos las decisiones serían
idénticas: la exequibilidad de los apartes demandados de los artículos
330, 331, 338, 341, 342 y 345 de la Ley 5a. de 1992, y la
inexequibilidad de algunas expresiones del artículo 346 de la Ley 5a.
de 1992 de ese mismo cuerpo legal. Las tantas veces mencionadas
afirmaciones de la sentencia C-222 de 1996 son entonces un mero
obiter dictum.

55- De otro lado, en la sentencia C-245 de 1996, la Corte declaró la


inexequibilidad del literal b) del artículo 131 de la Ley 5a. de 1992,
según el cual era secreta la votación “para decidir sobre proposiciones
de acusación ante el Senado, o su admisión o rechazo por parte de
esta Corporación”. En este caso, las consideraciones de la Corte sobre
la inoperancia de la inviolabilidad cuando los congresistas ejercen
funciones judiciales parece más relevante. En efecto, la Corte señaló
que a pesar de la inviolabilidad, la votación no podía ser secreta, y
pareció argumentar que esa garantía no amparaba el ejercicio de
funciones judiciales. Conviene pues transcribir nuevamente esos
apartes, en donde esta Corporación dijo:

“Debe entenderse pues que la inviolabilidad opera en los casos en


que los congresistas están ejerciendo su función legislativa, su
función constituyente derivada, su función de control político
sobre los actos del Gobierno y de la Administración y,
eventualmente, su función administrativa, como es la de provisión
de ciertos cargos. Pero cosa muy distinta ocurre cuando los
congresistas, revestidos de la calidad de jueces, ejercen función
jurisdiccional, como ocurre en los juicios que se adelanten contra
funcionarios que gozan de fuero constitucional, especial (arts.
174, 175, 178-3, 178-4 y 199). Dichos juicios son, por definición
constitucional, públicos, así lo establece el artículo 175 numerales
1o. y 4o. Para la Corte es claro que en este caso los congresistas
asumen la calidad de jueces, tal como la Corte lo explicó en
reciente jurisprudencia (Sentencia N° C-222 de 1996).”

En este caso, parece pues que el fundamento de la inexequibilidad de


la norma es verdaderamente que la inviolabilidad parlamentaria no se
extiende al ejercicio de las funciones judiciales, por lo cual ésta sería la
ratio decidendi de esa sentencia, y tendría entonces efectos
vinculantes como precedente. Sin embargo, un análisis más detenido
muestra que la situación es distinta y que la base esencial de la
decisión de la Corporación fue la siguiente: la protección de la
inviolabilidad no puede traducirse en una erosión del principio de
publicidad de la actividad de las cámaras. En efecto, en el parrafo
anterior, la misma sentencia C-245 de 1996 establece que “en manera
alguna puede interpretarse el artículo 185 en el sentido de que la
inviolabilidad signifique una excepción al principio general de la
publicidad de los actos del Congreso, ni, menos aún, implique
inmunidad judicial (subrayas no originales)”. Pero es más, la Corte
agrega que “para que el legislador sea inviolable por sus votos y
opiniones no se requiere que éstos se mantengan bajo reserva.
Por el contrario la inviolabilidad o inmunidad cobran sentido
justamente frente a un acto y un juicio públicos (subrayas no
originales).”

Por consiguiente, conforme a esas consideraciones, la afectación del


principio de publicidad es la verdadera causa de la inconstitucionalidad
de esa norma, por cuanto la inviolabilidad no puede traducirse en el
secreto de las deliberaciones de las cámaras. Más bien es todo lo
contrario; las deliberaciones y los votos en los juicios ante el Congreso
deben ser públicos, no porque los congresistas carezcan de
inviolabilidad en el desarrollo de esas funciones judiciales, sino
precisamente porque la tienen. La sentencia lo dice claramente, por lo
cual conviene repetirlo: “la inviolabilidad o inmunidad cobran sentido
justamente frente a un acto y un juicio públicos”.
56- Que la protección de la publicidad en las deliberaciones y los votos
del Congreso en estos juicios es la verdadera ratio decidendi de la
sentencia de inexequibilidad C-245 de 1996, lo demuestra el siguiente
precedente: en la sentencia C-037 de 1996, la Corte revisó el artículo
64 de la Ley Estatutaria de la Administración de Justicia, que regula
precisamente el deber de reserva de los funcionarios judiciales. La
sentencia condicionó entonces la constitucionalidad de esa disposición
y precisó que no era aplicable “a los procesos que se adelanten en el
Congreso de la República contra los funcionarios que gozan de fuero
constitucional”, debido a “la naturaleza pública que caracteriza esta
clase de juicios”. Nótese no sólo que el único argumento invocado por
esta sentencia es la publicidad, sino que, además, en el fondo la Corte
tácitamente estaba reconociendo que los juicios ante el Congreso son
distintos a los procesos judiciales ordinarios, pues ¿qué podría
justificar que el deber de reserva deje de operar en esos procesos y
sea válido en el resto de la actividad judicial? Esto explica además la
aclaración de voto de cuatro magistrados, que señalaron que
compartían la decisión sobre la inaplicabilidad del artículo 64 de la Ley
Estatutaria a los juicios ante el Congreso, pero que debía “quedar
claramente definido que los juicios que se siguen ante el Congreso, de
que tratan los preceptos constitucionales mencionados no solamente
son públicos, sino que igualmente, son de carácter eminentemente
político, no criminal.68”

La verdadera razón para haber declarado la inexequibilidad de las


votaciones secretas en los procesos ante las cámaras es entonces la
publicidad de estos procesos En efecto, la sentencia C-245 de 1996
podía haber suprimido todas las referencias a las eventuales
responsabilidades penales de los congresistas en el ejercicio de sus
funciones judiciales, o podría incluso haber sostenido la tesis contraria
y señalado explícitamente que los senadores y representantes
conservaban su inviolabilidad en desarrollo de esas funciones, y de
todos modos la decisión hubiera sido idéntica: la inexequibilidad del
literal b) del artículo 131 de la Ley 5a. de 1992, por afectación de la
publicidad de las actividades del Congreso. Y es que, como lo dice esa
sentencia en su verdadera ratio decidendi, la inviolabilidad no justifica
el secreto precisamente porque cobra “sentido justamente frente a un
acto y un juicio públicos”. Y esta afirmación tiene pleno sentido, por
cuanto, al ser inviolable en su voto, el congresista puede actuar sin
temor a las represalias judiciales pero, en virtud de esa
irresponsabilidad jurídica, su actuación debe ser transparente y
pública, a fin de que los electores y la opinión ciudadana puedan
conocerla, e imponer, si es el caso, las correspondientes
responsabilidades políticas, tal y como se indicó en el fundamento
jurídico No 13 de esta sentencia.

68Aclaración de voto de los magistrados Eduardo Cifuentes Muñoz. José Gregorio Hernández Galindo,
Hernando Herrera Vergara y Vladimiro Naranjo Mesa a la sentencia C-037 de 1996.
57- El anterior análisis permite entonces concluir que la interpretación
que excluye la inviolabilidad parlamentaria del ejercicio de las
funciones judiciales no pasó de ser un dictum, apresurado, innecesario
y desafortunado, formulado por esta Corte en decisiones anteriores.
Sin embargo, podría considerarse que ello no es así, por cuanto la
sentencia C-222 de 1996 y la sentencia C-245 de 1996 señalan en su
parte resolutiva que las normas acusadas son declaradas exequibles o
inexequibles, “en los términos de esa sentencia”, con lo cual esa
interpretación adquiere el carácter de cosa juzgada constitucional
implícita, se vuelve la verdadera ratio decidendi y es entonces
vinculante.

Sin embargo, esa objeción no es de recibo por las siguientes dos


razones: en primer término, como ya se señaló al analizar las virtudes
pasivas de la jurisdicción y el fundamento de la obligatoriedad de la
ratio decidendi, la mera voluntad de quien decide el caso no convierte
una opinión incidental en el fundamento decisivo del caso. El juez, al
decidir un conflicto, debe invocar las razones que le parezcan más
convincentes, pero no puede escoger discrecionalmente cuál es la
ratio decidendi de su sentencia, por lo cual la Corte pudo creer en su
momento que sus argumentos sobre la naturaleza estrictamente
judicial de las decisiones de los congresistas eran las verdaderas
razones de su decisión; sin embargo, el presente análisis ha mostrado
que eso no es así, por lo cual no estamos en frente de una doctrina
constitucional vinculante.

De otro lado, lo cierto es que en ninguno de los dos casos la expresión


“en los términos de esa sentencia” adquiere una verdadera eficacia
normativa pues se la puede suprimir, y el efecto de las dos sentencias
es idéntico. Así, en la sentencia C-245 de 1996, no tiene ningún
sentido declarar inexequible el voto secreto en estos juicios “en los
términos de esta providencia”, por la sencilla razón de que la norma
acusada es inevitablemente retirada del ordenamiento. Por ende,
después de la decisión de la Corte, las votaciones en esos procesos
serán indefectiblemente públicas, sin que la expresión “en los términos
de esta providencia” agregue nada sustantivo.

Por su parte, las normas examinadas en la sentencia C-222 de 1996


no tenían verdaderamente nada que ver con las funciones y
responsabilidades individuales de los congresistas en esos procesos,
ya que el debate constitucional se contrajo al problema de la
denominación de las comisiones y el reparto de competencias entre
éstas y las plenarias de las cámaras, esto es, saber a quién
correspondían ciertas decisiones. Se trata pues de normas orgánicas y
procesales, frente a las cuales el agregado “en los términos de esta
sentencia” no tiene una verdadera eficacia normativa, por la simple
razón de que las competencias siguen siendo exactamente las
mismas, con o sin esa expresión en la parte resolutiva de la sentencia.
¿O acaso, debido a esa expresión en la parte resolutiva, la denuncia
ya no se presentará ante la Comisión de Investigación y Acusación,
como lo indica el aparte declarado exequible del artículo 330 de la Ley
5 de 1992? ¿O tal vez, debido a esa expresión en la parte resolutiva,
tal órgano deje de tener esa denominación, como lo indica el aparte
declarado exequible de los artículos 331, 338 y 341 de esa misma ley?
¿O será que, debido a esa expresión en la parte resolutiva, dejará de
corresponder la decisión sobre resolución calificadora a la Comisión de
Investigación y Acusación, quien decidirá si aprueba o no el proyecto
presentado, y en caso de rechazo deberá designar a un nuevo
representante para que elabore la resolución de acuerdo con lo
aceptado por la Comisión, tal y como lo ordena el artículo 342 de ese
mismo cuerpo normativo, también declarado exequible? ¿O,
finalmente, debido a esa expresión en la parte resolutiva, dejará tal vez
la Comisión de Instrucción del Senado de reunirse para decidir si
aprueba o no el proyecto presentado por el ponente, como lo establece
el aparte declarado exequible del artículo 345 de la Ley 5 de 1992?

Como vemos, no sólo la discusión sobre la inviolabilidad y las


responsabilidades de los congresistas no tenía ninguna relación con
esas disposiciones, que establecen únicamente denominaciones y
repartos de competencia, sino que, además, el pretendido
condicionamiento de la exequibilidad llevado a cabo en la parte
resolutiva no es más que eso: un pretendido condicionamiento, por
cuanto dicha expresión no altera un ápice el sentido objetivo de esas
disposiciones, para lo cual basta hacer el siguiente experimento
mental: supongamos que en ese juicio los congresistas son inviolables
en sus votos y opiniones, y leamos las normas declaradas exequibles
por la Corte en la sentencia C-222 de 1996 y establezcamos su
significado. Ahora hagamos la operación contraria: supongamos que
los senadores y representantes no gozan de inviolabilidad, y
nuevamente interpretemos el alcance de esas disposiciones. La
conclusión es inequívoca: en ambos casos el significado es el mismo,
por la sencilla razón de que esas disposiciones no tienen nada que ver
con el tema, pues se limitan a señalar competencias orgánicas y
denominaciones institucionales.

58- La sentencia referida intenta justificar ese aparente


condicionamiento de la exequibilidad, con el argumento de que las
reflexiones sobre la responsabilidad de los congresistas y la naturaleza
de los juicios ante el Congreso son necesarias, porque “las normas
demandadas se refieren a la acusación, a la preclusión de la
investigación y a la cesación de procedimiento”. Por ende, concluye
esa providencia, “las precisiones anteriores efectuadas son
indispensables para fijar el alcance de las competencias de la Cámara
de Representantes y el Senado, señaladas en los artículos 175 y 178
de la C.P. y que tienen que ver con las normas legales acusadas en
esta demanda. En consecuencia la exequibilidad de las mismas se
supeditará a la interpretación que se hace en esta providencia.” Sin
embargo, como se ha mostrado, esas afirmaciones carecen de todo
sustento, por la sencilla razón de que ninguna de las normas acusadas
establece los criterios de fondo que deben de servir de base a esas
decisiones de acusación, preclusión o investigación, o analiza el grado
de discrecionalidad que tienen o no los congresitas en tales casos, o
establece las responsabilidades en que pueden incurrir, puesto que las
disposiciones estudiadas por la Corte en esa ocasión, se repite, se
limitaban a establecer denominaciones institucionales y competencias
orgánicas. Por ello, las reflexiones de la Corte sobre la
responsabilidad de los congresistas y la naturaleza de los juicios ante
el Congreso no pasaron de ser un dictum colateral, ya que no son
necesarias para la decisión, ni su incorporación en la parte resolutiva
afecta para nada el alcance objetivo de esas normas.

Conclusiones y decisión.

59- El análisis precedente ha mostrado entonces, de manera


concluyente, que era no sólo legítimo sino necesario que la Corte
precisara y corrigiera los criterios que había adelantado, en anteriores
ocasiones, sobre la inviolabilidad parlamentaria en los juicios
adelantados por las cámaras. En efecto, las opiniones incidentales de las
sentencias C-222 de 1996 y C-245 de 1996 habían puesto en peligro
valores esenciales de nuestro ordenamiento constitucional, como la
propia inviolabilidad parlamentaria, el libre debate democrático y el
debido proceso de algunos congresistas investigados por la Corte
Suprema. Era pues necesario aclarar esos criterios, y esa rectificación
era legítima, ya que en realidad se trataba, como se ha mostrado, de
unos obiter dicta, que bien puede corregir la propia Corte Constitucional,
cuando busca clarificar y precisar su doctrina constitucional, por medio
de las sentencias de unificación de la Sala Plena de la Corporación. En
efecto, si bien la parte resolutiva o decisum de los fallos de tutela y de
control tienen distintos efectos, puesto que las primeras son inter partes
y las segundas son erga omnes, esto no significa que la Sala Plena, al
unificar jurisprudencia en materia de tutela, no pueda modificar la
doctrina constitucional, esto es, la ratio decidendi, establecida en
sentencias de control constitucional. En efecto, esta tesis terminaría por
confundir el decisum o parte resolutiva, con la ratio decidendi o doctrina
vinculante de una sentencia como precedente. Así, es obvio que en
principio la parte resolutiva de una sentencia de control constitucional es
intocable por los jueces ordinarios y de tutela, incluída la propia Corte
Constitucional. Por ello no podría una tutela, ni siquiera de la Sala Plena
de la Corte, revivir una norma declarada inexequible o, por el contrario,
expulsar del ordenamiento una norma encontrada constitucional por una
sentencia anterior de control, por cuanto frente a tales disposiciones ha
operado la cosa juzgada. Sin embargo, bien puede la Corte
Constitucional, y únicamente esta Corporación cuando actúa en Sala
Plena, modificar en una tutela la doctrina sentada en una decisión previa
de constitucionalidad, siempre y cuando se cumplan los requisitos
anteriormente señalados, en el fundamento jurídico No 43 de esta
sentencia, para que sea constitucionalmente legítimo un tal cambio de
jurisprudencia.

60- En tal contexto, y conforme a la rectificación jurisprudencial


adelantada en esta sentencia, es claro que la peticionaria no puede ser
investigada ni sancionada penalmente por las opiniones y votos que
formuló durante el juicio adelantado por la Cámara de Representantes
contra el Presidente Samper. Por ende, y según lo desarrollado en los
fundamentos jurídicos No 29 a 36 de esta sentencia, la investigación
adelantada en su contra por la Corte Suprema de Justicia constituye
una vía de hecho prospectiva, por falta absoluta de competencia, la
cual desconoce el debido proceso de la peticionaria.

61- Con todo, podría sostenerse que a pesar de lo anterior, la tutela es


improcedente por cuanto la peticionaria cuenta con otros mecanismos
judiciales de defensa, como puede ser la solicitud de nulidad en el
propio proceso, o un eventual recurso de revisión. Sin embargo, esa
objeción no es válida ya que “la existencia de dichos medios será
apreciada en concreto, en cuanto a su eficacia, atendiendo las
circunstancias en que se encuentra el solicitante” (Art. 6 num. 1 del
Decreto 2591 de 1991). Ahora bien, tanto un eventual recurso de
revisión como una solicitud de nulidad deben ser decididos por la Sala
de Casación Penal, la cual, como se indicó en los antecedentes de
esta sentencia, ha negado la solicitud de nulidad formulada por otro
parlamentario procesado en las mismas circunstancias de la
peticionaria, por cuanto esa Corporación considera que tiene plena
competencia para investigar el sentido de los votos emitidos por los
congresistas cuando adelantan procesos en el Congreso. Por ende
existe certidumbre sobre la ineficacia de esos medios judiciales, por lo
cual la Corte Constitucional tutelará el derecho al debido proceso de la
peticionaria.

62- Finalmente, la Corte precisa que si bien, como se señaló


anteriormente, la actuación de la Corte Suprema constituye una vía de
hecho prospectiva, resulta procedente que la tutela sea concedida de
manera inmediata, y con efectos retroactivos, por cuanto se encuentra
afectado el debido proceso en materia penal, lo cual pone en riesgo la
libertad física de la peticionaria. En efecto, esta Corte ha señalado que
“la interpretación conforme a la Constitución se traduce, en materia
penal, en la limitación de las facultades y del poder punitivo del Estado,
en el grado y en la extensión necesarios a fin de garantizar el debido
proceso y los demás derechos constitucionales que la Carta consagra
en favor de los procesados”69, por lo cual no tiene sentido permitir que
continúe una investigación penal que indefectiblemente constituirá, de
seguir, una vía de hecho.

69Sentencia T-474/92. MP Eduardo Cifuentes Muñoz, reiterado por la sentencia SU-327 de 1995. MP
Carlos Gavira Díaz.
La Corte revocará entonces la sentencia del 21 de agosto de 1998 de
la Sección Primera, Subsección A del Tribunal Contencioso
Administrativo de Cundinamarca en esta acción de tutela, y en su lugar
amparará el derecho fundamental al debido proceso de la peticionaria,
para lo cual ordenará dejar sin efectos el proceso que se surte contra
ella por la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia

63- Conforme a lo anterior, no hay ninguna razón para que la Corte


Constitucional entre a examinar si hubo o no violación al debido
proceso por el hecho de que la investigación de la Corte Suprema se
haya prolongado por más de dos años, por cuanto la tutela será de
todos modos concedida a la peticionaria. Ese examen es entonces
improcedente por carencia actual de objeto, por cuanto no tiene
implicaciones sobre la decisión de la presente acción de tutela, ni
sobre las órdenes que corresponde formular a la Corte Constitucional.

64- Por último, esta Corte precisa que, debido a la naturaleza misma
de la acción de tutela, no procede tampoco conceder directamente el
amparo constitucional a aquellos otros congresistas que pretendieron
intervenir como coadyuvantes, en el presente trámite judicial. En
efecto, el procedimiento de tutela, debido a su informalidad, no admite
ese tipo de intervenciones procesales, por lo cual la parte resolutiva de
esta sentencia sólo cobijará directamente a la peticionaria. Sin
embargo, tal y como esta Corte lo ha señalado, si bien la tutela sólo
tiene efectos en relación con las partes que intervienen en el proceso
(Decreto 2591/91, art. 36), “sin embargo, la doctrina constitucional que
define el contenido y alcance de los derechos constitucionales, sentada
por la Corte Constitucional, con ocasión de la revisión de los fallos de
tutela, trasciende las situaciones concretas que le sirven de base y se
convierte en pauta que unifica y orienta la interpretación de la
Constitución.70” Por ello, la Corte hará un llamado a prevención a la
Sala Penal de la Corte Suprema para que se abstenga de investigar
como delitos los hechos inescindiblemente ligados a las opiniones y
votos emitidos por los congresistas en ejercicio de sus funciones.

V. DECISION.

Por lo anterior, la Corte Constitucional, administrando justicia en


nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,

RESUELVE :

Primero. REVOCAR la sentencia del 21 de agosto de 1998 de la


Sección Primera, Subsección A del Tribunal de lo Contencioso
Administrativo de Cundinamarca en el proceso de la referencia, la cual
70Sentencia C-037 de 1996. MP Vladimiro Naranjo Mesa, Consideración de la Corte al artículo 48 de la
Ley Estatutaria de Administración de Justicia.
rechazó por improcedente la acción de tutela presentada por Viviane
Morales Hoyos, en contra de la Sala de Casación Penal de la Corte
Suprema de Justicia.

Segundo. TUTELAR el derecho fundamental al debido proceso (CP


art. 29) de la peticionaria, por cuanto la garantía institucional de la
inviolabilidad (CP art. 185) priva, de manera absoluta, a la Corte
Suprema de competencia para investigar como delitos los hechos
inescindiblemente ligados a las opiniones y votos emitidos por la actora
en las actuaciones adelantadas por la Cámara de Representantes contra
el entonces Presidente de la República.

Tercero. DEJAR SIN EFECTOS el proceso que se surte ante la Sala


de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, cuya radicación
es 11.911, dentro del cual se adelanta investigación en contra de la
actora, como consecuencia del voto que emitió en 1996, en su
condición de Representante a la Cámara, en el proceso que siguió esa
Corporación legislativa en contra del Presidente de la República. Por lo
tanto, dentro de las cuarenta y ocho (48) horas siguientes a la
notificación del presente fallo, la Sala Penal de la Corte Suprema de
Justicia deberá ordenar el archivo correspondiente.

Cuarto. Hacer un llamado a prevención a los Magistrados de la Sala


Penal de la Corte Suprema de Justicia para que se abstengan de
investigar como delitos los hechos inescindiblemente ligados a las
opiniones y votos emitidos por los congresistas en ejercicio de sus
funciones.

Quinto: LIBRENSE, por la Secretaría General de esta Corporación, las


comunicaciones de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991,
para los efectos allí contemplados.

Cópiese, comuníquese, notifíquese, cúmplase, e insértese en la


Gaceta de la Corte Constitucional.

EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ


Presidente

ANTONIO BARRERA CARBONELL ALFREDO BELTRAN SIERRA


Magistrado Magistrado
CARLOS GAVIRIA DIAZ HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado Magistrado

ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO


Magistrado

FABIO MORON DIAZ


Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General
Salvamento de voto a la Sentencia SU.047/99

SALA DE CASACION PENAL DE LA CORTE SUPREMA DE


JUSTICIA-Competencia, sin excepción alguna, sobre los delitos
cometidos por congresistas en el ejercicio del cargo
(Salvamento de voto)

INVIOLABILIDAD DE OPINIONES Y VOTOS DEL


CONGRESISTA-Como servidores públicos tienen
responsabilidad penal en el ejercicio de sus funciones
(Salvamento de voto)

Es evidente que los congresistas son inviolables por las opiniones y


los votos que emitan en el ejercicio de su cargo, pero como todo
servidor público tienen responsabilidad penal, cuando en desarrollo
de sus actividades incurren en conductas punibles tipificadas como
delitos en el Código Penal.

SALA DE CASACION PENAL DE LA CORTE SUPREMA DE


JUSTICIA-Competencia sobre delitos cometidos por
congresistas cuando sus actuaciones están inescindiblemente
vinculadas con la comisión de conductas punibles (Salvamento
de voto)

La Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, no puede


investigar ni juzgar las opiniones y votos per se emitidos por los
congresistas en el ejercicio de su cargo, pero sí tiene competencia
privativa para conocer "de los delitos" que ellos cometan, cuando
sus actuaciones están inescindiblemente vinculadas con la comisión
de conductas punibles, tal como lo señala el artículo 186 de la Carta
Política, según el cual: "... de los delitos que cometan los
congresistas, conocerá en forma privativa la Corte Suprema de
Justicia." Cabe advertir que dicho precepto no consagra ninguna
distinción acerca de la clase de delitos que puedan ser investigados,
razón por la cual debe aplicarse el principio universal, que señala
que: donde la ley no distingue no le es dado al interprete distinguir.
Por consiguiente, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema
de Justicia, tiene competencia constitucional y legal para conocer en
forma privativa, sin distinción alguna, de todos los delitos en que
puedan incurrir los congresistas, tanto en el ejercicio de su actividad
legislativa o cuando ejercen funciones jurisdiccionales, con motivo,
en este último caso, de las acusaciones formuladas contra el
Presidente de la República o quien hagas sus veces.

INVIOLABILIDAD DE CONGRESISTAS-Cuando actúan como


jueces adquieren las mismas responsabilidades y deberes de
éstos (Salvamento de voto)
Cuando los congresistas ejercen funciones jurisdiccionales, con
ocasión de las acusaciones formuladas contra el Presidente de la
República, al actuar en dichos eventos en su condición de jueces,
facultados para administrar justicia, tienen las mismas
responsabilidades y deberes que corresponden a estos últimos, de
manera que, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de
Justicia ostenta la atribución constitucional para investigar y juzgar
las posibles conductas punibles, en relación con las funciones
judiciales desempeñadas, dado el fuero especial constitucional
establecido para los mismos.

INVIOLABILIDAD DE OPINIONES Y VOTOS DEL


CONGRESISTA-Control político y garantía institucional
(Salvamento de voto)

INVIOLABILIDAD DE OPINIONES Y VOTOS DEL


CONGRESISTA-No es absoluta (Salvamento de voto)

SERVIDOR PUBLICO-Congresistas (Salvamento de voto)

INVIOLABILIDAD DE OPINIONES Y VOTOS DEL


CONGRESISTA-Responsabilidad penal cuando ejercen
funciones judiciales (Salvamento de voto)

Una cosa es la inviolabilidad de los congresistas consagrada en el


artículo 185 de la Constitución Política, con respecto a las opiniones
y votos que emitan en ejercicio de sus cargos, en desarrollo del
control político y para asegurar su independencia y autonomía frente
a la injerencia de los demás poderes, lo que supone la configuración
de la irresponsabilidad jurídica en esta materia, derivada del ejercicio
de la actividad parlamentaria, y otra diferente, es la responsabilidad
penal en que puedan incurrir sus miembros, bien por delitos
comunes cometidos con ocasión del servicio o fuera del mismo, o
cuando actúan en función judicial.

CONGRESO DE LA REPUBLICA-Función judicial (Salvamento


de voto)

Referencia: expediente T-180.650

Demandante:
Viviane Morales Hoyos.

Demandada:
Corte Suprema de Justicia, Sala de
Casación Penal.
Magistrados Ponentes:

Dr. CARLOS GAVIRÍA DÍAZ


Dr. ALEJANDRO MARTÍNEZ
CABALLERO

Con el debido respeto por las decisiones de la Corte Constitucional,


procedo dentro de la oportunidad legal correspondiente, y dentro del
término certificado por la Secretaría General de la Corporación, a
formular el salvamento de voto de la referencia, de fecha 29 de enero
del año en curso.

Comienzo por manifestar que aunque desde luego, dicha sentencia


debe ser acatada en su integridad, por ser el resultado de una decisión
judicial del máximo Tribunal de la justicia constitucional colombiana, no
la puedo compartir ni en su parte motiva ni en su resolutiva, pues ella
desconoce abiertamente los preceptos consagrados en la Constitución,
en relación con la indiscutible competencia que tiene la Sala Penal de
la Corte Suprema de Justicia para conocer, en forma privativa, sin
excepción alguna, de los delitos que pueden cometer los congresistas
en el ejercicio del cargo.

Aunque son suficientes las precisiones de carácter jurídico que me


permití formular en la ponencia elaborada por el suscrito, las cuales
reitero en esta oportunidad, como sustento del presente salvamento de
voto, considero pertinente adicionarlas, con los siguientes
razonamientos, en vista de los argumentos consignados en la
sentencia de la cual me aparto.

1. Es evidente que los congresistas son inviolables por las opiniones y


los votos que emitan en el ejercicio de su cargo, pero como todo
servidor público tienen responsabilidad penal, cuando en desarrollo de
sus actividades incurren en conductas punibles tipificadas como delitos
en el Código Penal (C.P., arts. 6o., 123, 124, 185 y 186).

2. Es claro, igualmente, que la Corte Suprema de Justicia, Sala de


Casación Penal, no puede investigar ni juzgar las opiniones y votos per
se emitidos por los congresistas en el ejercicio de su cargo (C.P., art.
185), pero sí tiene competencia privativa para conocer “de los delitos”
que ellos cometan, cuando sus actuaciones están inescindiblemente
vinculadas con la comisión de conductas punibles, tal como lo señala
el artículo 186 de la Carta Política, según el cual: “... de los delitos que
cometan los congresistas, conocerá en forma privativa la Corte
Suprema de Justicia.”. Cabe advertir que dicho precepto no consagra
ninguna distinción acerca de la clase de delitos que puedan ser
investigados, razón por la cual debe aplicarse el principio universal,
que señala que: donde la ley no distingue no le es dado al interprete
distinguir.
3. Por consiguiente, la Sala de Casación Penal de la Corte
Suprema de Justicia, tiene competencia constitucional y legal para
conocer en forma privativa, sin distinción alguna, de todos los delitos
en que puedan incurrir los congresistas, tanto en el ejercicio de su
actividad legislativa o cuando ejercen funciones jurisdiccionales, con
motivo, en este último caso, de las acusaciones formuladas contra el
Presidente de la República o quien hagas sus veces.

4. Cuando los congresistas ejercen funciones jurisdiccionales, con


ocasión de las acusaciones formuladas contra el Presidente de la
República, al actuar en dichos eventos en su condición de jueces,
facultados para administrar justicia, tienen las mismas
responsabilidades y deberes que corresponden a estos últimos, de
manera que, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de
Justicia ostenta la atribución constitucional para investigar y juzgar las
posibles conductas punibles, en relación con las funciones judiciales
desempeñadas, dado el fuero especial constitucional establecido para
los mismos (C.P., arts. 116, 186, 235, parágrafo, y 13 de la Ley 270 de
1996, Estatutaria de la Administración de Justicia).

5. El proceso adelantado en el año de 1.996 en la Cámara de


Representantes contra el Presidente de la República de entonces, se
judicializó, hasta el punto de que la resolución de preclusión en su
parte resolutiva va precedida de las expresiones, “administrando
justicia en nombre de la República de Colombia y por autoridad de la
ley”, calificando el proceso, en la parte motiva de dicha providencia,
como de carácter eminentemente jurídico.; tanto así, que no por
haberlo expresado la demanda, sino más bien por haberlo precisado la
Corte Constitucional, en anterior oportunidad con efectos erga omnes,
dicha decisión hizo tránsito a cosa juzgada y no es susceptible de
revisión por ninguna otra autoridad judicial.

6. Como consta en el expediente, el proceso penal adelantado por


la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, radicado
con el número 11.911, se inició con base en una denuncia de carácter
penal por el delito de prevaricato. Dentro del mismo proceso, se ordenó
por dicha Corporación la apertura de instrucción por los hechos
relacionados con el debate y posterior aprobación en la plenaria de la
Cámara de Representantes de la citada resolución de preclusión,
vinculando al proceso mediante indagatoria a quienes votaron
afirmativamente el proyecto de preclusión.

7. De las diligencias procesales que obran en el expediente y


concretamente del auto que resolvió la solicitud de nulidad formulada
contra la providencia de apertura de instrucción, se desprende que la
Corte se declaró competente para el conocimiento de conductas
punibles en que se hubiesen podido incurrir por algunos
Representantes a la Cámara, con fundamento en anteriores
providencias dictadas por la Corte Constitucional, según las cuales, de
manera clara, esta Corporación determinó que cuando los miembros
del Congreso ejercen funciones jurisdiccionales con motivo de las
acusaciones presentadas contra el Presidente de la República “tienen
las mismas responsabilidades y deberes de los jueces”, que
ordinariamente administran justicia en el país; por consiguiente, dichas
actuaciones podían tener implicaciones de carácter penal, como es
propio de las decisiones judiciales.

8. El suscrito no observa que la Sala de Casación Penal de la Corte


Suprema de Justicia, con la actuación adelantada, estuviese
persiguiendo e investigando el voto emitido por los Representantes a la
Cámara en el proceso efectuado por dicha célula legislativa, que
terminó con la resolución de preclusión al Presidente de la República,
para lo cual desde luego, como se ha dicho, carece de competencia;
por el contrario, se trataba de investigar las posibles conductas
punibles o hechos delictivos en que se hubiese podido incurrir con
ocasión de dicho proceso, con la obligación de determinar
individualmente si existía o no la comisión de algún delito, dentro del
grado de sus atribuciones constitucionales y legales. En consecuencia,
afirmar que se persiguió el voto per se, constituye una apreciación
subjetiva que a mi juicio no se encuentra acreditada fehacientemente
en el expediente. Tampoco existe evidencia de que la Sala de
Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia estuviese
investigando como delito los hechos inescindiblemente ligados a las
opiniones y votos emitidos por los congresistas, sino más bien las
posibles conductas punibles.

9. Tampoco puede anteponerse la inviolabilidad en relación con la


competencia para la investigación del delito de prevaricato, por cuanto
como se reitera, dicha excepción no tiene cabida en los textos
constitucionales (art. 186) pues ello conlleva a impedir el ejercicio
pleno de las funciones constitucionales que tiene la Sala de Casación
Penal de la Corte Suprema de Justicia para conocer, sin distinción
alguna “de los delitos que cometan los congresistas” y para “investigar
y juzgar a sus miembros, con respecto a las conductas punibles que
tengan relación con las funciones desempeñadas”.

10. El suscrito no observa por consiguiente, que se haya configurado


una vía de hecho en el presente asunto, en relación con la tutela
formulada por la demandante, ya que para que ella exista como razón
determinante para afectar providencias judiciales de otras
corporaciones, se requiere, como lo ha señalado reiteradamente la
Corte Constitucional, que se encuentre acreditado que el juez actuó sin
competencia en el ejercicio de sus funciones, de manera caprichosa,
grosera y arbitraria, lo cual no puede deducirse que haya ocurrido en el
caso sub examine, por parte de la Sala de Casación Penal de la Corte
Suprema de Justicia, quien, como se ha dicho, avocó el conocimiento
del asunto con fundamento en jurisprudencia de la misma Corte
Constitucional que ahora se modifica y se desconoce. Por ello debió
negarse el amparo invocado, sin perjuicio de advertir como se propuso
en la ponencia inicial que la Sala de Casación Penal de la Corte
Suprema de Justicia no podía investigar exclusivamente el voto per se
y las opiniones emitidas por los Representantes a la Cámara en el
citado proceso.

De ahí que, por la vía de la acción de tutela no se podía ignorar como


se hizo en la sentencia de la cual me aparté, la reiteradísima
jurisprudencia de la Corte Constitucional, sobre la materia, según la
cual, los miembros del Congreso cuando ejercen funciones
jurisdiccionales tienen las mismas responsabilidades de los jueces,
pues en dicho caso administran justicia y, en consecuencia, sus
actuaciones pueden tener implicaciones penales. Dichas providencias
fueron dictadas dentro del examen constitucional de normas
consagradas en la Ley 5 de 1.992 y por consiguiente hicieron tránsito a
cosa juzgada, en los términos del artículo 243 de la Carta Política.

Es claro para el suscrito que, cuando se trata de un juicio político de


competencia del Congreso de la República, sus miembros están
investidos de la inviolabilidad consagrada en el artículo 185 de la Carta
Fundamental; no ocurre lo mismo, cuando los congresistas como en el
caso sub examine, ejercieron funciones jurisdiccionales al investigar
las conductas presuntamente punibles del Presidente de la República,
denunciadas penalmente por el señor Fiscal General de la Nación en
dicha oportunidad, ya que para estos casos, es decir, cuando se actúa
como juez, no puede aplicarse la inviolabilidad, razón por la cual,
corresponde constitucionalmente a la Sala de Casación Penal de la
Corte Suprema de Justicia investigar y juzgar los delitos en que hayan
podido incurrir, con ocasión de las funciones desempeñadas.

Frente al problema jurídico generado, considero plausible y necesaria


una reforma constitucional de la Carta Política de 1.991, que sin
perjuicio de resaltar la inviolabilidad de los congresistas en sus
opiniones y los votos que emitan en el ejercicio de su cargo, y
conservando dicha garantía institucional, inclusive, para aquellos casos
en que de acuerdo a su competencia el Congreso conoce y decide los
juicios políticos que se sigan contra el Presidente de la República o
quien haga sus veces, cuando hubiere causas constitucionales, pueda
adscribirse directa y privativamente a la Sala de Casación Penal de la
Corte Suprema de Justicia la competencia para conocer de la
responsabilidad penal de los delitos que cometa el Presidente de la
República o quien haga sus veces, de la misma manera como dicha
corporación judicial tiene atribución constitucional para investigar y
juzgar a los miembros del Congreso, por los delitos en que incurran en
ejercicio de sus funciones.

De esta manera, con la mencionada reforma, el Congreso de la


República no ejercería funciones judiciales propias de los jueces
ordinarios para los efectos del conocimiento de la responsabilidad
penal anteriormente descrita y mantendría solamente, además de sus
funciones legislativas, la del conocimiento de los juicios políticos por
causas constitucionales del Presidente de la República o quien haga
sus veces y de los altos funcionarios del Estado, con la prerrogativa de
la garantía constitucional de la inviolabilidad de los miembros del
Congreso, en relación con sus votos y opiniones emitidos en dicho
proceso político.

Son igualmente pertinentes los siguientes criterios expuestos en la


parte considerativa de la ponencia presentada por el suscrito que se
transcriben a continuación:

“(...)
Es necesario precisar, ante todo, que la providencia judicial proferida
por el Magistrado Dr. Jorge Aníbal Gómez Gallego, el día 24 de junio
de 1.998, dentro del proceso penal radicado en la Sala de Casación
Penal de la Corte Suprema de Justicia, bajo el No. 11.911, con
respecto a la cual la Senadora VIVIANE MORALES HOYOS promovió
la acción de tutela por encontrarla contraria al ordenamiento superior
vigente contrariando, según ella, los derechos fundamentales
invocados, está encaminada a la apertura de una instrucción penal a
varios congresistas por los hechos relacionados con el debate y
posterior aprobación en la Plenaria de la Cámara de Representantes
de la resolución de preclusión, por medio de la cual se puso fin a la
investigación adelantada contra el doctor Ernesto Samper Pizano, en
su condición de Presidente de la República, expedido con fundamento
en el artículo 329 de Código de Procedimiento Penal.

El mencionado pronunciamiento tuvo su origen con ocasión de la


denuncia presentada por el señor César Barrera Santillana, contra el
representante investigador “HEYNE SORGE MOGOLLÓN MONTOYA
Y DEMAS MIEMBROS - FISCALES DE LA CAMARA DE
REPRESENTANTES” por la posible comisión de un hecho punible, en
cuanto “DECLARARON QUE NO EXISTE MERITO LEGAL Y
SUFICIENTE, para acusar penalmente al señor ERNESTO SAMPER
PIZANO, Presidente de la República, por los hechos punibles de
ENRIQUECIMIENTO ILICITO, ejecutado en concurso simultáneo
heterogéneo y/o plurisubjetivo con otras conductas ilícitas,
RESOLUCION, que es manifiestamente contraria a la Ley
-PREVARICATO POR ACCION-(...)”.

Atendiendo lo anterior, el Magistrado Ponente ordenó la práctica de


pruebas en relación con el objeto de la investigación y decidió vincular
al proceso mediante indagatoria a algunos Representantes a la
Cámara, entre ellos la doctora VIVIANE MORALES HOYOS, previo el
adelantamiento de unas diligencias de carácter preliminar, con
fundamento en el artículo 319 del Código de Procedimiento Penal.
Es bien sabido que, el proceso penal consagrado en la legislación
colombiana, se adelanta con la finalidad de definir la veracidad y
existencia de hechos punibles, respecto de los cuales se ha informado
a las autoridades, a partir de la llamada notitia criminis, y de los
posibles autores de los mismos, mediante la realización de una serie
de actuaciones a través de etapas consecutivas, en desarrollo de un
sistema mixto que se obtiene de la unión de elementos propios de las
formas tradicionales acusatorias e inquisitivas, a fin de adelantar una
investigación y juicio de naturaleza penal.
(...)
En este orden de ideas, resulta necesario analizar, primordialmente, el
aspecto atinente a la competencia de la Sala de Casación Penal de la
Corte Suprema de Justicia, para conocer del proceso a través del cual
se profirió la decisión que se impugna por la vía del control
constitucional de la acción de tutela, a fin de determinar su
conformidad con el ordenamiento jurídico vigente.

4. La Competencia de la Sala de Casación Penal de la Corte


Suprema de Justicia para investigar a los miembros del
Congreso, como presupuesto básico para la decisión judicial
objeto de la acción de tutela.

Como se deduce de los hechos relacionados, la demanda promovida


por la Senadora Viviane Morales Hoyos, a través de apoderado, de
conformidad con lo establecido en el artículo 86 de la Constitución
Política, persigue que se tutelen sus derechos fundamentales a la
inviolabilidad por sus votos y opiniones y al debido proceso (C.P., arts
185 y 29), los cuales estima vulnerados por parte de la Sala de
Casación Penal de la Honorable Corte Suprema de Justicia, dentro del
proceso penal, en el cual dicha corporación investiga las opiniones y
los votos emitidos por ella en su condición de Representante a la
Cámara, en el año de 1996, en el juicio adelantado contra el doctor
Ernesto Samper Pizano, quien ostentaba la Presidencia de la
República en dicha oportunidad.

Por consiguiente, la demandante solicitante expresamente, en ejercicio


de la referida acción de tutela, que se declare nulo el proceso que
cursa en dicha corporación judicial, originado en la circunstancias
mencionadas, a fin de que se de por terminado el mismo y se ordene
su archivo, revocando previamente cualquier medida que hubiere
decretado la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia
contra la libertad de la Senadora Viviane Morales Hoyos.

Como se deduce de los razonamientos esgrimidos por la actora, a los


largo de sus intervenciones, el fundamento constitucional de la acción
de tutela, sometida al conocimiento y decisión de la Corte
Constitucional, se encuentra consagrado en el artículo 185 de la Carta
Política, según el cual:
"Los congresistas serán inviolables por las opiniones y los votos
que emitan en el ejercicio del cargo, sin perjuicio de las normas
disciplinarias contenidas en el reglamento respectivo".

Como consecuencia de lo anterior, colige que las opiniones y los votos


que fueron depositados por los Representantes a la Cámara, en el
proceso adelantado en el año de 1996 contra el entonces Presidente
de la República, doctor Ernesto Samper Pizano, no pueden ser objeto
de investigación por ningún juez o tribunal ni por autoridad pública
alguna, de manera que por no ser jurídicamente viable adelantar
ningún proceso contra los referidos miembros del Congreso, por dicho
motivo, no hay en Colombia ningún juez o tribunal competente para
conocer del mismo, por no estar previsto en la ley.

Además de plantearse la incompetencia de la Honorable Corte


Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, para el conocimiento del
proceso penal mediante el cual, según el libelo, se investigan las
opiniones y los votos de los congresistas, se aduce igualmente como
sustento de la acción, el desconocimiento del artículo 319 del Código
de Procedimiento Penal, conforme al cual dicha investigación no es
viable jurídicamente, porque la acción penal no podía ejercerse y por
cuanto en la ley penal no está previsto como delito el hecho de que los
congresistas opinaran o votaran en ejercicio de sus funciones (hecho
6º de la demanda).

Se configura entonces, según la demandante, una inviolabilidad


absoluta para los congresistas, que se encuentra consagrada en el
artículo 185 anteriormente citado, en relación con los votos y opiniones
cuando éstos actúan en ejercicio de sus funciones, e igualmente
cuando intervienen como jueces, en el juzgamiento de los altos
funcionarios del Estado. Por ello estima que el proceso penal seguido
por la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia , al
investigar las opiniones y los votos emitidos en su condición de
Representante a la Cámara quebrantó el derecho fundamental a la
inviolabilidad absoluta, previsto en el referido mandato constitucional,
lo que da lugar a la solicitud de nulidad del mencionado proceso.

Es evidente, que la inviolabilidad que tienen los miembros del


Congreso en relación con las opiniones y votos emitidos en el ejercicio
del cargo, tiene como finalidad esencial garantizar la independencia de
los mismos frente a las demás Ramas del Poder Público.

El tema de la inviolabilidad de los congresistas fue analizado


exhaustivamente por esta Corporación, en la sentencia T-322 de julio
23 de 1996, asignándole el carácter de garantía institucional y no
propiamente de derecho fundamental, como se afirma en el libelo. En
efecto en la referida providencia se expresa lo siguiente sobre el
particular:
“ 2- INVIOLABILIDAD DE LOS CONGRESISTAS

Este tema es el telón de fondo de la presente tutela. Obliga, por


consiguiente, un estudio pormenorizado.

2.1- Antes de la Constitución de 1991, la inviolabilidad de los


Congresistas era caracterizada por los tratadistas como “la
irresponsabilidad parlamentaria”, no como calificación peyorativa,
sino como expresión que surgía de la historia constitucional
colombiana. En efecto:

La Constitución de Cúcuta de 1821, refrendada por Bolívar,


establecía:

Art. 66 “Los miembros del Congreso... no son responsables por


los discursos y opiniones que hayan manifestado en las
Cámaras, ante ninguna autoridad ni en ningún tiempo.”

En verdad, lo que se establecía en esta primera época era la no


responsabilidad, criterio repetido en la Constitución de 1830:

Art. 73: “Los Senadores y Representantes no son responsables


en ningún tiempo, ni ante ninguna autoridad, de sus discursos y
opiniones que hayan manifestado en las Cámaras.”

La Constitución de la Nueva Granada de 1832, en su artículo 70,


consagró algo igual a la anterior.

Y la Constitución de 1842, artículo 63, mantuvo el mismo criterio,


pero lo amplió a la votación:

“Los Senadores y Representantes no son responsables, en


ningún tiempo ni ante autoridad alguna, por las opiniones que
manifiesten y votos que den en las Cámaras o en el Congreso.”

2.2- Se pasa luego a otra etapa en la cual se consagra la cláusula


de irresponsabilidad. El calificativo de IRRESPONSABILIDAD
aparece en la Constitución de 1853, artículo 18: “Los miembros
del Congreso son absolutamente irresponsables por las opiniones
y votos que emitan en él, y gozan de inmunidad en sus personas,
mientras duran las sesiones y mientras van a ellas y vuelven a su
domicilio”.

La Confederación Granadina, 1858, fue mucho más lejos en todo


sentido:

Art. 26: “Los Senadores y Representantes son irresponsables


por los votos que den y por las ideas y opiniones que emitan en
sus discursos. Ninguna Autoridad puede, en ningún tiempo,
hacerles cargo alguno por dichos votos y opiniones, con ningún
motivo ni pretexto.”

La Constitución de Rionegro de 1863, en su artículo 45, repitió lo


dicho en 1858.

2.3- La Constitución de 1886 restringe el concepto porque la


irresponsabilidad deja de ser absoluta y se consagra la
Inviolabilidad.

Se puede decir que se decanta esa cláusula de irresponsabilidad y


se le da la dimensión propia de garantía, que se convierte en
núcleo jurídico de las funciones de los parlamentarios. Dice la
norma:

“Artículo 106: “Los Senadores y Representantes son inviolables


por sus opiniones y votos en el ejercicio de su cargo. en el uso
de la palabra sólo serán responsables ante la Cámara a que
pertenezcan; podrán ser llamados al orden por el que presida la
sesión, y penados conforme al reglamento por las faltas que
cometan.”

Por supuesto que numerosos tratadistas, entre ellos, el


constitucionalista Alvaro Copete Lizarralde, consideraron que el
artículo 106 de la anterior Constitución mantiene esa cláusula de
irresponsabilidad. Dice Copete:

“Este artículo consagra la irresponsabilidad parlamentaria.


Como se trata de una excepción al principio general imperante
en todas las relaciones humanas, según el cual el hombre es
responsable de los actos que ejecuta, la inviolabilidad de los
senadores y representantes está limitada a las opiniones y
votos que emitan en el ejercicio de su cargo. Por lo tanto, como
con mucha razón lo anota Tascón, cae bajo el derecho común
cualquier opinión expresada fuera de las sesiones de la Cámara
respectiva o de sus comisiones.

Nos apartamos totalmente de la mayoría de los tratadistas que


fundamentan la irresponsabilidad parlamentaria en el hecho “de
que no haya en el Estado un poder superior ante el cual pueda
deducírseles responsabilidades”. Las ramas del poder público
están colocadas en absoluto pie de igualdad. no se puede
hablar, dentro de ninguna escuela, de que el poder, órgano o
rama legislativa, sea superior al poder, órgano o rama judicial.
las ramas del Estado ejercen diversas funciones, pero cada una
de ellas, ramas y funciones, tienen un nivel de igual a las
demás. En nuestra opinión, el fundamento de la
irresponsabilidad parlamentaria está en la necesidad de que en
el ejercicio de sus funciones obre en conciencia, cumpliendo en
tal forma el mandato del art. 105; se hace así necesaria la
irresponsabilidad jurídica de los parlamentarios, para poderles
garantizar una completa independencia en el cumplimiento de
sus deberes.

Pero como esa irresponsabilidad no es ni puede ser una


patente de corso para los individuos que componen las
cámaras, se determina que puede ser penados conforme al
reglamento por las faltas que cometan. Estas penas de que
habla el artículo, no tienen carácter penal sino que son más
bien, y así ha debido decirse, sanciones disciplinarias.”71

Más preciso en la caracterización de la inviolabilidad es el profesor


y ex-Magistrado Luis Carlos Sáchica quien trae un concepto que
aún tiene vigencia y que hace referencia a la garantía. Dice:

“Las garantías constitucionales específicas que defienden la


independencia de los miembros del congreso, son las
contenidas en los arts. 106 y107; la primera los hace inviolables
por opiniones y votos que den en ejercicio de su cargo.
Inviolabilidad que consiste en que al ejercer el derecho al uso
de la palabra en las discusiones solo son responsables de los
juicios que expresen ante la misma cámara a que pertenecen,
sin que tales conceptos les acarreen responsabilidad distinta de
la política y moral que tiene ante sus compañeros congresistas
y ante la opinión pública, la cual se traduce en la censura o la
aprobación popular, más no en sanciones de tipo penal, salvo
las disciplinarias que prevea el reglamento de la misma Cámara
para las faltas cometidas dentro del congreso, de acuerdo con
el cual también puedan ser llamados al orden cuando abusen
del ejercicio de su función. Se quiere, pues, que la discusión
sea libre y que las decisiones se adopten independientemente.
“consultando únicamente la justicia y el bien común”, como lo
dispone el art. 105. De lo contrario, sobre el congresista estaría
pesando el temor a que la expresión de su pensamiento
envuelva consecuencias desfavorables, obligándolo a actuar
contra lo que su conciencia y deberes políticos le dicten. Esa
inviolabilidad es consecuencia del art. 179, según el cual el
elector no impone obligaciones ni mandato al elegido.”72

2.4- La Carta de 1991, no altera la esencia de la inviolabilidad


como garantía que provenía de la Constitución de 1886. Dice el
artículo 185:

“Los congresistas serán inviolables por las opiniones, y los


votos que emitan en el ejercicio del cargo, sin perjuicio de las
normas disciplinarias contenidas en el reglamento respectivo”.
71 Lecciones de derecho constitucional, p. 149, 3º edición, Ediciones Lerner.
72 Constitucionalismo colombiano, p. 346, 8ª edición, editorial Temis.
Esta garantía es institucional porque protege funciones del
congreso, especialmente, el derecho al CONTROL POLITICO que
los congresistas tienen en virtud del artículo 114 de la
Constitución, en armonía con el artículo 40 de la misma carta. Es
una garantía muy importante, que en este siglo adquiere una
mayor proyección:

Dentro del carácter de un Estado Social de Derecho, donde la


Constitución no solamente trae normas orgánicas (sobre el
funcionamiento del Estado) sino también dogmáticas (sobre
deberes y derechos fundamentales, señalando principios y
valores), con una orientación finalística, hay, necesariamente, que
acudir a la moderna interpretación constitucional que exige hacer
una lectura integradora para proyectar esa garantía en otra
dimensión. En esta interpretación sistemática la inviolabilidad
adquiere una cualificación adicional: ingresa al ámbito de las
garantías institucionales.

2.5- Se afirma lo anterior porque el artículo 185 de la C.P. que


consagra la inviolabilidad de los congresistas es una garantía
institucional que se integra con el Preámbulo de la Constitución
(marco jurídico, democrático y participativo), con el artículo 1º
(carácter del Estado)con el 20 (“libertad de expresar y difundir su
pensamiento y opiniones”); 40 (tener iniciativa en las
corporaciones públicas); 112 (función crítica de la oposición); 135,
numerales 3, 4, 6, 8 y 9 (control político) y sobre todo con el art.
114 que expresamente establece en cabeza del Congreso de la
República el control político sobre el gobierno y la administración,
atribución básica para el Estado Democrático Moderno.
GREGORIO PECES-BARBA, principal redactor de la Constitución
Española de 1978, en su reciente libro “La democracia en España”
(edición de 1996), proclama:

“El fin último de impulsar la dignidad de la persona humana


exige una sociedad libre, decente, tolerante y solidaria donde
ciudadanos libres puedan convivir en paz. No conozco ningún
sistema alternativo, con todos sus defectos, al parlamentario
representativo para alcanzar estas metas. Por eso hay que
hacer un sitio, siempre precisamente, al Parlamento en la
democracia del futuro, que no será ya sólo, como dice Touraine,
la democracia de la representación y de la deliberación, sino la
democracia de la liberación que intenta generalizar la efectiva
dignidad de todo los hombres” (pág. 309).

Estos autorizados conceptos, aunque se refieren al sistema


parlamentario español, trascienden a toda calificación de
democracia. La importancia del Congreso como institución, exige
para los Congresistas la inviolabilidad, basada en la no coacción al
ejercicio del control político y a la actividad legislativa. Se le
adiciona a la simple garantía y al derecho político, el de ser
institucional, necesaria para el ejercicio de quienes no solamente
expiden las leyes sino contribuyen a la formación de opinión
pública, en defensa de los valores y principios de la Constitución.
No reconocerlo así atentaría contra la finalidad de la inviolabilidad
y su carácter de INALIENABLE. Por supuesto que estos
raciocinios jurídicos no tendrían explicación si no fuera por la
moderna teoría del derecho.

3. LA GARANTIA INSTITUCIONAL

Este concepto viene siendo utilizado desde la década del veinte


en la teoría constitucional. Se le atribuye a Carl Schmitt73. Su
característica consiste en la protección constitucional conferida a
determinadas instituciones, típicas y por lo tanto necesarias de la
organización político-administrativa. La garantía institucional es un
límite inclusive para el propio legislador, necesaria en la
configuración y regulación de determinadas instituciones;
asegurando que no haya ni supresión ni vaciamiento ni
desfiguración de la imagen maestra, (o sea su núcleo esencial).

Tratándose de la inviolabilidad de la opinión de los Congresistas,


la imagen maestra de esa garantía la configura el ejercicio de la
función del control político.

3.1- Es de advertir, que la GARANTIA INSTITUCIONAL no existe


sin la previa existencia del Estado mientras el derecho
fundamental existe “per se”. Al ser ambos integrados a la
Constitución, el derecho fundamental constitucional crea derechos
subjetivos de manera inmediata, mientras que de la garantía
institucional constitucionalizada los derechos subjetivos sólo se
desprenden en forma mediata, porque su finalidad inmediata es
preservar las funciones institucionales del Congreso.

3.2- Esta garantía de protección a una calidad que identifica a la


rama legislativa: el control político significa que al tipificarse la
inviolabilidad de los congresistas, se torna necesaria como una
medida de protección a su función democrática, al deber del
ejercicio de control político por parte del Congreso.

4. ALCANCE DE LA INVIOLABILIDAD

Desde 1886 la inviolabilidad no era absoluta, teniendo como


cortapisa un control reglamentario que, tratándose de opiniones
expresadas en ejercicio de las funciones parlamentarias, no
podía ir más allá de la disciplina interna que el
reglamento del Congreso establecía. Hoy tiene el mismo límite
73 Teoría de la constitución, Editora Nacional, Mexico, pág. 197.
interno, pero, adicionalmente no puede afectar el núcleo esencial
de los derechos fundamentales.

4.1- La Corte Constitucional, al referirse al artículo 185 C.P.,


especialmente a la inviolabilidad del voto, precisó:

“Dicha inviolabilidad consiste en que un congresista no puede


ser perseguido en razón a las opiniones expresadas durante el
curso de su actividad parlamentaria ni por los votos que emita,
como dice la norma, en ejercicio del cargo. Es una institución
que nace con el parlamento moderno y que busca garantizar la
independencia de éste frente a los otros poderes,
especialmente frente al poder Ejecutivo. Pero en manera alguna
puede interpretarse el artículo 185 en el sentido de que la
inviolabilidad signifique una excepción al principio general de la
publicidad de los actos del Congreso, ni, menos aún, implique
inmunidad judicial. Para que el legislador sea inviolable por sus
votos y opiniones no se requiere que éstos se mantengan bajo
reserva. Por el contrario la inviolabilidad o inmunidad cobran
sentido justamente frente a un acto y un juicio públicos.

Debe entenderse pues que la inviolabilidad opera en los casos


en que los congresistas están ejerciendo su función legislativa,
su función constituyente derivada, su función de control político
sobre los actos del Gobierno y de la Administración y,
eventualmente, su función administrativa, como es la provisión
de ciertos cargos. Pero cosa muy distinta ocurre cuando los
congresistas, revestidos de la calidad de jueces, ejercen función
jurisdiccional, como ocurre en los juicios que se adelanten
contra funcionarios que gozan de fuero constitucional, especial
(arts. 174, 175, 178-3, 178-4, y 199). Dichos juicios son, por
definición constitucional, públicos, así lo establece el artículo
175 numerales 1º y 4º. Para la Corte es claro que en este caso
los congresistas asumen la calidad de jueces, tal como la Corte
lo explicó en reciente jurisprudencia (Sentencia Nº 222 de
1996). (Subraya la Sala).

La Corte reconoce pues el valor trascendental que reviste la


inviolabilidad de los congresistas. Como se ha dicho, esta
garantía tiene por objeto asegurar la independencia de los
congresistas frente a las interferencias de los demás poderes
del Estado y su cumplimiento, por consiguiente, es prenda del
correcto funcionamiento de la democracia. La inviolabilidad, sin
embargo, no puede entenderse por fuera de su misión tutelar
propia, pues, de otorgársele una extensión ilimitada, no seria
posible deducir a los congresistas responsabilidad política,
penal y disciplinaria en ningún caso. Lo artículos 133
(responsabilidad política del congresista frente a sus electores),
183 (responsabilidad del congresista por violación del régimen
de incompatibilidades, inhabilidades y de conflicto de interés,
destinación indebida de dineros públicos y tráfico de
influencias), 185 (responsabilidades disciplinaria) y 186
(responsabilidad penal) de la Constitución Política, imponen al
congresista una serie de deberes que se proyectan en el
ejercicio de su función pública de emisión del voto, la cual no
puede ponerse al servicio de propósitos y objetivos que la
Constitución y la ley repudian.74” (Subraya la Sala).

La finalidad de la mencionada inviolabilidad, es garantizar el


control político; todo lo que no corresponde a esa función, e
invade derechos ajenos, se cataloga como abuso. Queda así
explicada otra de las razones para la limitación del citado
derecho.”. (M.P. Dr. Alejandro Martínez Caballero).

De lo anteriormente transcrito se desprende, claramente, el criterio


jurisprudencial fijado por la Corte Constitucional en diversos
pronunciamientos judiciales, en donde se destaca que si bien es cierta
la existencia de la inviolabilidad de los congresistas por las opiniones y
votos que emitan en el ejercicio de su cargo, como una garantía
institucional del control político que tienen sus miembros, en los
términos contemplados en el artículo 185 constitucional, ello no indica
que dicha responsabilidad sea de carácter absoluto y pueda
extenderse, además, a aquellas conductas o hechos punibles en que
incurran sus miembros, bien en el ejercicio de sus funciones o cuando
actúan en desarrollo de actividades que no guardan relación con el
cargo que desempeñan.

En relación con la responsabilidad política, la única limitación que


tienen los miembros del Congreso se encuentra consagrada en el
artículo 133 de la Carta Fundamental, en los siguientes términos:

"El elegido es responsable políticamente ante la sociedad y frente


a sus electores del cumplimiento de las obligaciones propias de su
investidura".

Ahora bien, con respecto a la responsabilidad penal de dichos


servidores públicos, el artículo 186 ibídem, establece lo siguiente:

"De los delitos que cometan los congresistas, conocerá en forma


privativa la Corte Suprema de Justicia, única autoridad que podrá
ordenar su detención. En caso de flagrante delito deberán ser
aprehendidos y puestos inmediatamente a disposición de la
misma Corporación".

En el mismo sentido, el artículo 267 de la Ley 5ª de 1.992 (Reglamento


del Congreso), prescribe lo siguiente:

74 Sentencia C-245/96, Magistrado Ponente: Vladimiro Naranjo Mesa.


"Fuero para el juzgamiento. De los delitos que cometan los
congresistas, conocerá en forma privativa la Corte Suprema de
Justicia, única autoridad que podrá ordenar su detención".

Asimismo, el artículo 235, numeral 3o., de la norma superior, sobre


atribuciones de la Corte Suprema de Justicia, le asigna competencia a
dicha Corporación judicial para:

"Investigar y juzgar a los miembros del Congreso".

Se consagra de esta manera el fuero especial para los miembros del


Congreso, en virtud del cual, en materia de responsabilidad penal,
pueden ser investigados y juzgados en forma privativa, por la Corte
Suprema de Justicia, reemplazando la institución de la inmunidad
parlamentaria que regía con anterioridad a la promulgación de la Carta
Política de 1991.

Igualmente, frente a la violación del régimen de inhabilidades e


incompatibilidades y del conflicto de intereses de los congresistas el
constituyente de 1991 consagró la pérdida de investidura de sus
miembros, por las causales previstas en la Carta Fundamental y le
atribuyó expresamente la competencia para decretarla al Consejo de
Estado, de acuerdo con la ley (C.P. art. 184 y 304 de la Ley 5ª de
1992).

Acerca del fuero especial de los congresistas, esta Corporación se


pronunció en la sentencia C-025 de 1.993, al examinar la
constitucionalidad de algunos preceptos de la ley 5ª de 1.992 Orgánica
del Congreso, en los siguientes términos:

“31. El fuero especial consagrado en la norma citada no tiene el


carácter de privilegio. No se otorga competencia alguna al
Congreso para autorizar o rechazar la investigación o juzgamiento
de uno de sus miembros. El origen popular del poder y la alta
misión que la Constitución confía a las autoridades públicas - con
mayor razón si se trata de sus representantes - de proteger y
hacer cumplir los derechos y las libertades, no se concilia con la
creación de prerrogativas que vulneran el principio democrático de
la igualdad de todos ante la ley. El estatuto de los servidores
públicos debe guiarse por el principio de la responsabilidad y no
de su exoneración.

32. De la siguiente manera explicó el Constituyente la abolición del


anacrónico privilegio de la inmunidad: "En épocas en las que era
posible detener a un Congresista sin que la opinión pública se
enterara se justificaba la figura de la inmunidad. Hoy día, cuando
los medios de comunicación masiva pueden hacer pública
inmediatamente cualquier actuación de la justicia que parezca
maniobra política, no parece necesaria la inmunidad para proteger
al Congresista de las arbitrariedades. En cambio, es una figura
que se presta a la impunidad del Congresista que delinque".
(Informe - Ponencia "Estatuto del Congresista", Gaceta
Constitucional No. 51, pág. 27).

33. En razón de lo anterior, se decidió "recomendar a la Asamblea


la supresión de la inmunidad y su sustitución por un fuero
especial, igual al de los altos funcionarios del Estado, para que los
miembros del Congreso solamente puedan ser detenidos por
orden de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia y juzgados
por este mismo Tribunal" (Informe - Ponencia para primer debate
en plenaria "Rama Legislativa del Poder Público", Gaceta
Constitucional No. 79, pág. 16-17).

34. El estatuto del Congresista, particularmente la determinación


de sus deberes y derechos, es un asunto que en modo alguno
puede ser ajeno a la materia propia del Reglamento. La actividad y
el funcionamiento del Congreso, se origina y proyecta en la
actuación de sus miembros. De ahí que la ley, por la cual se
expide su reglamento no pueda ser objeto de censura
constitucional, por este concepto. De otra parte, las garantías
institucionales previstas en la Constitución, enderezadas a velar
por la independencia del Congreso y la existencia de un proceso
político abierto, libre y democrático, se expresan en algunos casos
tomando como destinatarios directos a los Congresistas
individualmente considerados. En estos eventos, la naturaleza
institucional - no meramente personal - de la garantía, se colige de
su otorgamiento a la persona en cuanto miembro del Congreso.

35. Sin embargo, no puede el Congreso, a través de ley instituir


privilegios o prerrogativas, cuya concesión sólo podría remitirse al
momento constituyente. Más tarde, un poder constituido, sólo a
riesgo de abusar de sus propios instrumentos y quebrantar el
principio de igualdad (CP art. 13), podría rodearse de tales
exenciones. Reemplazado el antiguo sistema de la inmunidad, por
el de un fuero especial, el único papel que puede asumir el
Legislador al dictar su reglamento se contrae a hacer compatible
su normal funcionamiento con la existencia y plena operancia de
dicho fuero.”. (M.P. Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz).

Cabe precisar que las funciones de investigación y juzgamiento de los


congresistas son ejercidas por la Corte Suprema de Justicia a través
de la Sala de Casación Penal, de acuerdo a las normas sobre
distribución de competencia de las mismas, en lo concerniente a las
conductas delictuosas en que se haya podido incurrir por parte de
aquellos.

5. La responsabilidad de los congresistas como servidores


públicos.
Es bien sabido que dentro del Estado Social de Derecho que nos rige,
plasmado en los ordenamientos constitucionales de 1991 se configura
el establecimiento de un gobierno de leyes por encima de las
personas. Nuestra Carta Política se inspira en el principio fundamental,
según el cual, los particulares solo son responsables ante las
autoridades por infringir la Constitución y las leyes, mientras que los
servidores públicos lo son por la misma causa y por omisión o
extralimitación de sus funciones. (C.P., art. 6o.)

De esta manera, para que pueda garantizarse en forma plena el orden


político, económico y social justo de que trata el preámbulo de la Carta
Fundamental, así como la finalidad esencial del Estado de propender
por la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en
la Constitución, resulta indispensable que, sin distinción alguna, los
ordenamientos jurídicos se apliquen en todo su rigor a quienes los
infringen, reclamando la responsabilidad y evitando la impunidad de los
actos de aquellos que faltando con sus deberes y obligaciones,
quebrantan el ejercicio de las funciones públicas.

No puede perderse de vista que los congresistas son servidores


públicos y que como tales sus actos u omisiones están sometidos a la
responsabilidad correspondiente, consagrada en la Constitución y la
leyes. En efecto, conforme lo establece el artículo 123 de la
Constitución Política, los miembros de las corporaciones públicas
tienen el carácter de servidores públicos.

De la misma manera, el artículo 124 ibídem, establece que "la ley


determinará la responsabilidad de los servidores públicos y la manera
de hacerla efectiva.”.

De la lectura de los textos constitucionales y legales, se desprende con


meridiana claridad que, es evidente de una parte, que los miembros del
Congreso son inviolables con respecto a sus opiniones y votos
emitidos en el ejercicio de su cargo (C.P. art. 185), y que la única
limitación que tiene dicha garantía institucional, en materia de
responsabilidad política, es la consagrada en el artículo 133 de la
Constitución Política, según el cual "el elegido es responsable
políticamente ante la sociedad y frente a sus electores del
cumplimiento de las obligaciones propias de su investidura".

Del mismo modo, es nítida la responsabilidad penal que tienen los


congresistas, consagrada en la Constitución Política, a través de un
fuero especial, en virtud del cual, de los delitos que ellos cometan en el
ejercicio del cargo o fuera del mismo, conocerá en forma privativa la
Corte Suprema de Justicia, única autoridad para ordenar su detención
y para investigar y juzgar a sus miembros. (C.P., arts 186 y 235-3); y
finalmente, dado el carácter de servidores públicos que tienen los
miembros del Congreso, son responsables ante las autoridades
mencionadas, por infringir la Constitución y las leyes y por omisión o
extralimitación en el ejercicio de sus funciones (C.P., arts. 6, 123, 124).
Todo ello, sin perjuicio de la sanción por pérdida de investidura que, en
relación con los mismos, puede ser decretada por el Consejo de
Estado, por las causales previstas en el artículo 183 de la Carta
Política.

Para la Corte, resulta indiscutible e incontrovertirble el grado de


competencia asignado en la Constitución Política de 1991, tanto a la
Corte Suprema de Justicia para investigar los delitos y juzgar a los
miembros del Congreso, frente a la responsabilidad penal (C.P., arts.
186 y 235), como la que tiene el Congreso de hacer las leyes y de
conocer igualmente de las acusaciones formuladas contra el
Presidente de la República y los altos funcionarios del Estado (C.P.
arts. 150, 174, 178), que no pueden dar lugar a enfretamiento o choque
entre las mismas instituciones, dada la armonía que debe existir para
el cumplimiento adecuado de sus funciones.

Por ello desde luego, cabe expresar que, una cosa es la inviolabilidad
de los congresistas consagrada en el artículo 185 de la Constitución
Política, con respecto a las opiniones y votos que emitan en ejercicio
de sus cargos, en desarrollo del control político y para asegurar su
independencia y autonomía frente a la injerencia de los demás
poderes, lo que supone la configuración de la irresponsabilidad jurídica
en esta materia, derivada del ejercicio de la actividad parlamentaria, y
otra diferente, es la responsabilidad penal en que puedan incurrir sus
miembros, bien por delitos comunes cometidos con ocasión del
servicio o fuera del mismo, o cuando actúan en función judicial.

Al respecto, es pertinente transcribir lo expresado por esta Corporación


en la sentencia C-245 de 1996 (M.P. Dr. Vladimiro Naranjo Mesa),
cuando al analizar la exequibilidad de los artículos 131 y 137 de la Ley
5ª de 1.992 afirmó lo siguiente, en criterio jurisprudencial, que en esta
oportunidad se reitera por la Sala Plena:

"Es evidente que si se interpreta la inviolabilidad del voto en el


sentido de que ésta ofrece al congresista una suerte de inmunidad
judicial y disciplinaria total, no sería posible identificar ni sancionar
las desviaciones más aleves al recto discurrir del principio
democrático y serían sus propias instituciones las que brindarían
abrigo a su falseamiento. La clara determinación de la
responsabilidad de los congresistas por los conceptos indicados,
define el umbral de su inviolabilidad, la que no puede
legítimamente aducirse con el objeto de escudar faltas penales o
disciplinarias, o establecer condiciones y mecanismos, a través del
reglamento, que impidan investigar si el comportamiento del
congresista -en el momento decisivo de su actividad que se
confunde con la emisión de su voto-, se ciñó a los mandatos
imperativos de la Constitución y de la ley penal y disciplinaria. La
verificación de la transparencia adquiere la plenitud de su rigor
cuando el Congreso desempeña la función judicial y, por ende, los
congresistas asumen competencias de esa naturaleza. Si en este
caso se decidiera conceder a la inviolabilidad del voto una latitud
incondicionada, la función judicial ejercitada por jueces desligados
de todo estatuto de responsabilidad -que a ello conduce impedir
objetivamente verificar si el comportamiento del congresista se
ajustó a la Constitución y a la ley-, perdería definitivamente dicha
connotación y, de ese modo, todas las garantías del proceso
habrían periclitado.”.

Así pues, la inviolabilidad consagrada en la Carta Política se constituye


en una garantía "que se convierte en el núcleo jurídico de las funciones
de los parlamentarios", de tipo institucional y protege las funciones del
Congreso, en desarrollo del derecho al control político que ejercen, en
cumplimiento de lo establecido en el artículo 114 de la Constitución, en
armonía con el artículo 40 del ordenamiento superior, sin perjuicio de la
mencionada responsabilidad penal a que se ha hecho referencia.

6. La función judicial del Congreso.

Es bien sabido que la tradición constitucional colombiana ha


reconocido la existencia de un fuero especial para la investigación,
acusación y juzgamiento de los altos funcionarios del Estado, mediante
el adelantamiento de un procedimiento establecido en la Carta Política
de 1991 por parte del Congreso de la República.

Dicha regulación especial tuvo su origen en las Constituciones de


Cundinamarca de 1811 (arts. 46-49), la de Antioquia de 1812 (Título III,
Sección 3a, art. 10)75, la Constitución de la República de Colombia de
1.821 (arts. 89 y 97) y de 1.830 (arts. 63 y 51), la Constitución del
Estado de la Nueva Granada de 1.832 (arts. 57 y 45), de la República
de la Nueva Granada de 1.853 (art. 21), la Constitución de la
Confederación Granadina de 1.858 (arts. 54 y 53), la Constitución de
los Estados Unidos de Colombia de 1.863 (arts. 53 y 51) y, por último,
la Constitución Política de la República de Colombia de 1.886 (arts.
102 y 96) reformada en lo correspondiente por los actos legislativos
número 1 de 1.968, 1 de 1.945, 3 de 1.910 y 10 de 1.905).

Al entrar en vigencia la Constitución Política de 1991 se mantuvo el


fuero para los altos funcionarios del Estado en relación con la
investigación, acusación y juzgamiento y la competencia para el efecto
atribuida a la Cámara de Representantes y al Senado de la República.

Conforme a lo establecido en el artículo 116 del ordenamiento superior


mencionado:

75 Sentencia C-198 de 1.994, M.P. Dr. Vladimiro Naranjo Mesa.


" La Corte Constitucional, la Corte Suprema de Justicia, el
Consejo de Estado, el Consejo Superior de la Judicatura, la
Fiscalía General de la Nación, los Tribunales y los Jueces,
administran justicia. También lo hace la justicia penal militar.

El Congreso ejercerá determinadas funciones judiciales."


(Subraya la Sala).

Asimismo, la Constitución Política estableció como atribuciones


especiales de las dos cámaras legislativas, las siguientes:

“Artículo 178. La Cámara de Representantes tendrá las


siguientes atribuciones especiales:
(...)
3. Acusar ante el Senado, cuando hubiere causas
constitucionales, al Presidente de la República o a quien haga sus
veces, a los magistrados de la Corte Constitucional, a los
magistrados de la Corte Suprema de Justicia, a los miembros del
Consejo Superior de la Judicatura, a los magistrados del Consejo
de Estado y al Fiscal General de la Nación.

4. Conocer de las denuncias y quejas que ante ella se presenten


por el Fiscal General de la Nación o por los particulares contra los
expresados funcionarios y, si prestan mérito, fundar en ellas
acusación ante el Senado.
(...)”.

Y, en relación con el Senado de la República, dispuso :

“Artículo 174. Corresponde al Senado conocer de las


acusaciones que formule la Cámara de Representantes contra el
Presidente de la República o quien haga sus veces; contra los
Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, del Consejo de
Estado y de la Corte Constitucional, los miembros del Consejo
Superior de la Judicatura y el Fiscal General de la Nación, aunque
hubieren cesado en el ejercicio de sus cargos. En este caso,
conocerá por hechos u omisiones ocurridos en el desempeño de
los mismos.”.

Por su parte, en el artículo 6º de la Ley 5ª de 1992, “por la cual se


expide el Reglamento del Congreso”, se establece que éste cumple las
siguientes funciones:

"4. Función Judicial, para juzgar excepcionalmente a los altos


funcionarios del Estado por responsabilidad política."

Según el artículo 305 numeral 3 de la citada Ley Orgánica, la Cámara


de Representantes tiene como atribución especial, acusar ante el
Senado cuando hubiere causas constitucionales, al Presidente de la
República o a quien haga sus veces y a otros altos funcionarios del
Estado. Igualmente, el artículo 313 numeral 11 del mismo Reglamento,
preceptúa que el Senado de la República conoce de las acusaciones
que formule la Cámara de Representantes contra los referidos
dignatarios del Estado.

Del mismo modo, en la Ley 270 de 1996, "Estatutaria de la


Administración de Justicia" se estableció lo siguiente:

"Artículo 13. Del ejercicio de la función jurisdiccional por otras


autoridades y por particulares. Ejercen función jurisdiccional de
acuerdo con lo establecido en la Constitución Política:

1. El Congreso de la República, con motivo de las


acusaciones y faltas disciplinarias que se formulen contra el
Presidente de la República o quien haga sus veces.”.

Asimismo, el artículo 178 ibídem, determina que la función


jurisdiccional del Congreso de la República será ejercida de
conformidad con lo establecido por la Constitución Política de
Colombia, en relación con las acusaciones que se formulen contra el
Presidente de la República o quien haga sus veces y el artículo 179 del
mismo estatuto determina que la Comisión de Investigación y
Acusación forma parte de la Cámara de Representantes y desempeña
funciones judiciales de investigación y acusación en los juicios
especiales que tramita dicha Cámara.

Los pronunciamientos realizados por la Corte Constitucional, en


sentencias que hacen tránsito a cosa juzgada (art. 243 de la C.P.), al
interpretar las disposiciones constitucionales y al decidir sobre
exequibilidad de la Ley 5ª de 1992, en relación con la actividad
desarrollada por la Cámara de Representantes y el Senado de la
República cuando conocen de las acusaciones formuladas contra el
Presidente de la República o quien haga sus veces, permiten concluir
que para la Corporación, dicha función es de carácter judicial y que
cuando ellas se ejercen, lo Representantes y Senadores tienen las
mismas facultades y deberes de los jueces y por consiguiente las
mismas responsabilidades.

En efecto, en la sentencia C-222 de 1996, con ponencia del Magistrado


Dr. Fabio Morón Díaz, se señaló expresamente:

"Para la Corte es indudable que tanto la actuación que se cumpla


ante la Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara, ante
la Comisión de Instrucción del Senado, y ante las plenarias de las
dos corporaciones, tiene la categoría de función judicial, sólo para
los efectos de acusar, no acusar y declarar si hay o no lugar a
seguimiento de causa. Por esta razón el inciso 2º del artículo 341
de la Ley 5ª de 1992, refiriéndose a la Comisión de Investigación y
Acusación dispone: "Los requisitos sustanciales y formales de
estas dos formas de calificación, serán los exigidos por el Código
de Procedimiento Penal." Y el artículo 333 de la misma ley, en su
inciso final, dispone que el Representante Investigador , "en la
investigación de delitos comunes tendrá las mismas atribuciones,
facultades y deberes que los Agentes de la Fiscalía General de la
Nación".

De lo anterior se infiere que para estos efectos los Representantes


y los Senadores tienen las mismas facultades y deberes de los
Jueces o Fiscales de Instrucción, y, consiguientemente, las
mismas responsabilidades.

La naturaleza de la función encomendada al Congreso supone


exigencias a la actuación de los congresistas que, con su voto,
colegiadamente concurren a la configuración del presupuesto
procesal previo consistente en la decisión sobre acusación y
seguimiento de causa o no acusación y no seguimiento de causa.
Además de las limitaciones inherentes a su condición de
congresistas, la índole judicial de la función analizada, impone
hacer extensivos a éstos el régimen aplicable a los jueces, como
quiera que lo que se demanda es una decisión objetiva e imparcial
en atención a los efectos jurídicos que ha de tener.

Sin perjuicio de que las decisiones que se adopten sean


colegiadas, los miembros de las Cámaras, en su condición de
jueces, asumen una responsabilidad personal, que incluso podría
tener implicaciones penales.

Admitida la acusación de la Cámara, siguen los pasos señalados


en los numerales 2 y 3 del artículo 175 de la C.P., es decir, que "si
la acusación se refiere a delitos cometidos en ejercicio de
funciones, o a indignidad por mala conducta, el Senado no podrá
imponer otra pena que la destitución del empleo o la privación
temporal o pérdida absoluta de los derechos políticos". Esto es lo
que algunos doctrinantes califican como juicio de responsabilidad
política. Pero, como lo advierte la misma norma, "al reo se le
seguirá juicio criminal ante la Corte Suprema de Justicia, si los
hechos lo constituyen responsable de infracción que merezca otra
pena", a juicio del Senado.

En conclusión, para la Corte es evidente que el sentido de las


anteriores normas constituye un requisito de procedibilidad para
que pueda producirse la intervención de la Corte suprema de
Justicia, como lo señala en forma clarísima el artículo 235 que
consagra la competencia de juzgamiento, en estos precisos
términos: "Juzgar al Presidente de la República o a quien haga
sus veces y a los altos funcionarios de que trata el artículo 174,
por cualquier hecho punible que se les impute, conforme al
artículo 175 numerales 2 y 3".
(...)
"Las precisiones anteriores son indispensables para fijar el
alcance de las competencias de la Cámara de Representantes y el
Senado, señalados en los artículos 175 y 178 de la C.P. y que
tienen que ver con las normas legales acusadas en esta demanda.
En consecuencia, la exequibilidad de las mismas se supeditará a
la interpretación que se hace en esta providencia".

Posteriormente y adoptando los mismos criterios jurisprudenciales,


esta Corporación en sentencia No. C-245 de 3 de junio de 199676
expresó lo siguiente:

"Así entonces, y entendiendo que las actuaciones frente a los


funcionarios que gozan de fuero especial - penal y disciplinario -
es de índole judicial, el régimen aplicable a los jueces se hace
extensivo a los congresistas, y ello implica de suyo "una
responsabilidad personal", que evidentemente trae como
consecuencia el que su proceder deba ser público y no secreto,
pues únicamente siendo de público conocimiento la actuación
singular puede imputarse dicha responsabilidad. Lo anterior
encuentra respaldo en el artículo 228 de la Constitución Política,
cuando dispone que la Administración de Justicia es función
pública y sus actuaciones serán públicas y permanentes con las
excepciones que establezca la ley; cabe señalar que entre estas
excepciones no se encuentran los juicios que adelanta el
Congreso de la República a los altos funcionarios, excepciones
que, como se ha señalado, no cabe admitir cuando su
consagración puede llevar a descartar la responsabilidad penal de
quien administra justicia, así sea de manera transitoria.

Ya en el plano de la función judicial - especial - que ejerce el


Congreso como son los juicios que adelanta contra funcionarios
que gozan de fuero constitucional especial, referido a delitos
cometidos en el ejercicio de funciones o a indignidad por mala
conducta, su actuación debe someterse a los principios generales
de esta función pública." (lo subrayado es fuera del texto).

La Corte resalta y reitera pues en esta oportunidad los anteriores


criterios jurisprudenciales, según los cuales al tenor de las normas
constitucionales y legales a las que se ha hecho referencia, el
Congreso de la República ejerce funciones jurisdicionales, cuando en
cumplimiento de los ordenamientos jurídicos superiores, conoce de las
acusaciones formuladas contra el Presidente de la República o quien
haga sus veces y contra los altos funcionarios del Estado relacionados
en los artículos 174 y 178 de la Carta Política (art. 116 C.P.), artículo
numeral 1º de la ley 270 de 1996. Ello es tan cierto que cuando la
76 M.P. Dr. Vladimiro Naranjo Mesa.
Cámara de Representantes asumió la investigación adelantada contra
el Presidente de la República, doctor Ernesto Samper Pizano, que
terminó con la resolución de preclusión de la misma, expuso lo
siguiente en la referida providencia:

"De conformidad con el contenido de la ley 273 de 1996, que


modifica el procedimiento establecido en el Reglamento del
Congreso para las investigaciones adelantadas contra altos
funcionarios del Estado, más específicamente para la
adelantada en esta instancia contra el Presidente de la
República en ejercicio doctor Ernesto Samper Pizano, la
Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de
Representantes, entrega el resultado del examen a las
imputaciones realizadas por parte del doctor Alfonso
Valdivieso Sarmiento, las pruebas y descargos que
antecedieron y se ponen a consideración de la plenaria de la
Honorable Corporación.

Conscientes tanto de la responsabilidad histórica asignada,


como de las circunstancias en las cuales se adelantó el
debate; a la luz pública se controvirtieron las pruebas, se
investigó tanto lo favorable como lo desfavorable a la
situación del investigado, a efectos de que el país entero,
gracias al adelanto tecnológico de los medios de
comunicación, asistiera al gran ejercicio de la democracia
consistente en que el organismo constitucionalmente
asignado adelantara la investigación de la conducta de un
Presidente en ejercicio, ante la mirada escrutadora de la
opinión pública.

La Cámara de Representantes, investigador excepcional del


comportamiento del señor Presidente de la República, ha
cumplido a cabalidad con su obligación constitucional, así
grandes sectores quieran desconocer su legitimidad, so
pretexto de una ambigua falta de credibilidad.

No se trata, como muy bien se ha dicho de cualquier


acusación, ni de cualquier acusado, lo que explica los
grandes intereses surgidos a raíz de este proceso. Con todo y
a pesar del gran despliegue realizado, de los argumentos
esgrimidos, de las teorías respetables que cada sector de la
opinión ha querido hacer valer de antemano, y también, por
qué no decirlo, de las condenas anticipadas que se quieren
imponer, hoy entregamos el resultado jurídico de la
investigación sobre la base de las pruebas regular y
oportunamente allegadas al proceso, y aplicando el principio
del respeto a las garantías procesales a que tiene derecho el
Presidente de la República, al igual que cualquier ciudadano,
según lo dispuesto en el artículo 29 de la Carta, para lograr de
la justicia, un debido proceso y el ejercicio del derecho
fundamental a una defensa, independientemente de cualquier
otra consideración.

Por tanto, la Cámara de Representantes, antes de entrar a


debatir sí la conducta del doctor Ernesto Samper Pizano, es
típica, antijurídica y culpable y sí hay lugar o no de proferir en
su contra resolución de acusación, quiere reiterar que el
proceso que se califica por medio de esta providencia, es de
carácter eminentemente jurídico.

Se concreta esta investigación a la deducción de


responsabilidad por la Comisión de posibles conductas
delictuosas, en que pudo haber incurrido el señor Presidente
de la República en esta instancia, de que conocería en últimas
la Corte Suprema de Justicia y por tanto sin consideración a
factores constitutivos de indignidad, causales éstas
desarrolladas por la ley 200 de 1995, que de haberse
concretado, tendrían un trámite diferente al aquí establecido,
y un juez competente que para este evento sería el Senado de
la República.

Lo anterior, por cuanto en algunos sectores de la opinión


nacional se ha insinuado que al señor Presidente de la
República debe juzgársele en un juicio de carácter político.

A continuación y para reafirmar el carácter eminentemente


jurídico que a juicio de esta Corporación debe seguírsele al
doctor Ernesto Samper Pizano Presidente de la República,
citaremos textualmente las normas constitucionales que a
nuestro juicio dan soporte legal a la anterior aseveración y
dentro de las cuales se encuadran los hechos denunciados."
(Subraya la Sala).

Esa misma providencia contiene las siguientes conclusiones:

"Debe tenerse en cuenta que el proceso se da bien por la


comisión de hecho punible o de comportamiento que
constituya causal de mala conducta, procediendo en el primer
caso la aplicación de sanciones penales y en el segundo, la
formulación de cargos por indignidad, con sus inherentes
consecuencias. Esto significa que si al Presidente se le
imputa la ejecución de algún delito y el mismo no se probare,
no se puede residualmente tener ese comportamiento
imputado como constitutivo de mala conducta, pues esta
forma de aplicación no se aplica de manera subsidiaria.

Como se ve del anterior análisis, bajo ninguna de las dos


hipótesis contemplada surge la posibilidad de que legalmente
al doctor Ernesto Samper Pizano se le pueda seguir un juicio
distinto al jurídico y consecuencialmente la posición del señor
Fiscal sobre un eventual juicio político no s jurídicamente
viable.

En mérito de los expuesto, la Honorable Cámara de


Representantes administrando justicia en nombre de la
República de Colombia y por autoridad de la ley: Resuelve:

1. Decretar la preclusión de la presente investigación


adelantada contra el Presidente de la República, doctor
Ernesto Samper Pizano.

2. Como consecuencia de lo anterior, archívese el


expediente". (Subraya la Sala).

A lo anterior cabe agregar que la misma demandante en este proceso,


Senadora Viviane Morales Hoyos, al intervenir en su condición de
Representante, en el proceso adelantado en la Cámara de
Representantes que culminó con la referida preclusión, justificó su
posición jurídica en los siguientes términos, según se lee en la Gaceta
del Congreso No. 250 de 1996:

"Comienzo precisando la clase de función que conforme a la


Constitución y a la ley nos corresponde cumplir a los
Representantes a la Cámara en el proceso que se adelanta al
Presidente de la República, doctor Ernesto Samper Pizano.

"De la interpretación armónica y sistemática de los artículos


116. Inciso segundo, 174, 178, numerales 3º, 4º, 5º, y 199 de la
Constitución Política de Colombia; los artículos 178 al 183 de
la Ley 270 de 1996 Estatutaria de la Justicia: artículos 6º
numeral 4º y 353 de la Ley Orgánica 5ª de 1992; artículo 67
inciso último y 489 del Decreto 2700 de 1991 "Código de
Procedimiento Penal", modificado por la Ley 81 de 1992, sin la
menor duda se concluye que los miembros de la Cámara
reunidos en esta plenaria, estamos cumpliendo una función
Fiscal.

"Definida que la función que cumplimos es la de Fiscal. Nos


preguntamos acerca de cuáles serán las normas legales que
regirán nuestra conducta interna, moral y ética en el
cumplimiento de dicha función? La respuesta lógica, las
mismas normas que observa y cumple el Fiscal General de la
Nación son las que deben regir a los Fiscales especiales o
temporales, que es el caso de los Representantes a la
Cámara.

"Afirma lo anterior el principio general de Derecho "donde
existen los mismos hechos, corresponden las mismas
soluciones en derecho" principio que aplicado a la situación
que examinamos, no permite concluir de la siguiente manera:
donde existen funciones similares las normas aplicables son
las creadas por el legislador para tales funciones." (Pg. 529
Gaceta del Congreso No. 250). (Subraya la Sala).

Igualmente, en la aclaración de voto consignado por la misma


Representante (Pgs. 315 y 316) al hacer la diferenciación sobre el
juicio penal y el juicio por indignidad, expresó al respecto, en su parte
pertinente:

"…Quedando así a salvo la posibilidad de iniciar un proceso


por indignidad por mala conducta, al no haber tránsito a cosa
juzgada por no haber pronunciamiento sobre el fondo de esta
materia".

De lo anteriormente expuesto, se desprenden dos conclusiones a


saber:

1) Que cuando la Cámara de Representantes adelantó la


investigación contra el Presidente de la República, doctor Ernesto
Samper Pizano en relación con las denuncias formuladas por el
doctor Alfonso Valdivieso Sarmiento como Fiscal General de la
Nación, que culminó con la preclusión de la misma, dicha
Corporación ejerció funciones jurisdiccionales, en cumplimiento de
los mandatos constitucionales contemplados en los artículos 116,
174 y 178 de la Carta Fundamental.

2) Que dicho proceso, por consiguiente, fue de carácter judicial y no


político, en lo concerniente a la definición de si era del caso precluir
la investigación adelantada contra el Jefe del Estado, con respecto a
las denuncias penales presentadas o acusarlo ante el Senado, en el
evento de que estas prestaran mérito (artículo 178 C.P.).

En esta circunstancias, entratándose del ejercicio de una función


jurisdiccional, como la que se ejerció por parte de la Cámara de
Representantes, en el asunto sub-examine, no hay duda de que sus
miembros actuaron en su condición de jueces instructores, (art. 116
C.P.), de manera que, conforme a la sentencia C-222 de mayo 16 de
1996 de esta Corporación, suscrita con ponencia del Honorable
Magistrado doctor Fabio Morón Díaz, para estos efectos, es decir, para
cumplir la función judicial de acusar, no acusar y declarar sí hay o no
lugar a seguimiento de causa, los representantes "tienen las mismas
facultades y deberes de los jueces o fiscales de instrucción y, por
consiguiente, las mismas responsabilidades".
En virtud de lo dicho, se reitera por la Corte que, en tales
circunstancias, como se expuso en los pronunciamientos judiciales de
esta Corporación, que han sido transcritos y hacen tránsito a cosa
juzgada con respecto al examen constitucional de las normas allí
analizadas, "los miembros de las Cámaras, en su condición de jueces,
asumen una responsabilidad personal, que incluso podría tener
implicaciones penales".

Sin embargo, cabe advertir que la referida responsabilidad, no puede


en ningún momento ni bajo ninguna circunstancia, contrariar el
mandato contenido en el artículo 185 de la Constitución Política de
1991, según el cual, "los congresistas son inviolables por las opiniones
y los votos que emitan en el ejercicio del cargo". De manera que una
decisión encaminada a perseguir las opiniones y los votos emitidos por
los congresistas en el ejercicio de sus funciones legislativas,
constitucionales y legales, sería contraria de la garantía institucional de
la inviolabilidad que en estos casos tienen los miembros del Congreso.

Por ello, la responsabilidad penal a que se ha aludido, no se deriva del


ejercicio del control político, ni de las opiniones o votos emitidos dentro
del ejercicio de la función judicial del Congreso, para lo cual, se repite,
la inviolabilidad resulta irrefutable, en los términos del artículo 185
superior, sino del ordenamiento constitucional consagrado igualmente
en el artículo 186 de la Carta Política, según el cual:

"De los delitos que cometan los congresistas, conocerá en forma


privativa la Corte Suprema de Justicia, única autoridad que podrá
ordenar su detención. En caso de flagrante delito deberán ser
aprehendidos y puestos inmediatamente a disposición de la
misma Corporación".

La norma constitucional mencionada no hace distinción acerca de si se


trata de delitos cometidos en ejercicio de las funciones de
congresistas, es decir, con ocasión del servicio o fuera del mismo, de
manera que, para la Corte, en aplicación del principio universal de
derecho, según el cual, donde el legislador no distingue, no le es dable
al interprete distinguir, debe entenderse que dicha responsabilidad
penal, consagrada constitucionalmente, se refiere a las conductas o
hechos delictivos en que pueda incurrir un miembro del congreso, bien
en desarrollo de las labores inherentes a su cargo, o en actividades de
la vida privada.

De lo expuesto, deduce la Corte que, si los miembros del congreso


ejercen funciones jurisdiccionales cuando conocen de las denuncias y
quejas que ante ellos se presenten, contra el Presidente de la
República, o quien haga sus veces, o los altos funcionarios del Estado,
que gozan de fuero constitucional, (C.P., art. 178 numeral 4o.), con las
mismas facultades y deberes de los jueces y fiscales de instrucción,
asumen una responsabilidad personal que puede tener implicaciones
penales; así pues, les es aplicable en todo su contenido el artículo 186
de la norma constitucional, según el cual, corresponde a la Corte
Suprema de Justicia conocer de los delitos que cometan los miembros
del Congreso e investigar y juzgar a los referidos funcionarios (C.P.,
art. 235 numeral 3o.), lo que además de configurar la responsabilidad
penal de dichos servidores públicos, consagra un fuero constitucional
para los mismos.

Aplicando los anteriores criterios al caso sub examine, cuya tutela debe
definirse exclusivamente en relación con la demandante, resulta
pertinente analizar, para los efectos de la decisión correspondiente, sí
como lo sostiene la actora en su demanda y en la pretensión principal
de la misma, el proceso adelantado por la H. Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Penal "investiga las opiniones y los votos
que la doctora Viviane Morales Hoyos en su condición de
Representante a la Cámara, emitió en 1996, en el proceso en el que
ésta Corporación investigaba la conducta del doctor Ernesto Samper
Pizano, a la sazón Presidente de la República" o por el contrario, se
trata del ejercicio de las atribuciones consagradas en la Constitución
Política, según las cuales dicha Corporación, conoce en forma
privativa, "de los delitos que cometan los congresistas". (C.P., art. 185)
y le corresponde "Investigar y juzgar a los miembros del Congreso".

Obra en el expediente (folios 110 cuaderno No. 2 de pruebas) la


providencia emanada de la Sala de Casación Penal de la Honorable
Corte Suprema de Justicia, de fecha 24 de junio de 1998, en virtud de
la cual, con fundamento en el artículo 329 del Código de Procedimiento
Penal, se dispone lo siguiente:

"Con base en las anteriores diligencias, de conformidad con el


artículo 329 del Código de Procedimiento Penal, se ordena la
apertura de instrucción por los hechos relacionados con el debate
y posterior aprobación en la Plenaria de la Cámara de
Representantes de la resolución de preclusión, por medio de la
cual se puso fin a la investigación adelantada contra el doctor
Ernesto Samper Pizano en su condición de Presidente de la
República.

En consecuencia, se dispone la práctica de las pruebas que


conduzcan a lo que es objeto de investigación, como lo previene el
artículo 334 del mismo estatuto procesal". (Subraya la Sala).

En la misma providencia "se ordena vincular al proceso, mediante


indagatoria, a los siguientes Representantes a la Cámara que
votaron afirmativamente el proyecto de preclusión", relacionando
los nombres de los mismos; se anuncia que oportunamente se
señalará fecha y hora para la práctica de las indagatorias y se dispone
comunicar la apertura de investigación a los imputados, al Ministerio
Público y al Presidente del Congreso de la República.
Del texto de dicha providencia se desprende que la apertura de
instrucción ordenada por la Sala de Casación Penal de la H. Corte
Suprema de Justicia, se refiere "a los hechos relacionados con el
debate y posterior aprobación", en la Plenaria de la Cámara de
Representantes, de la resolución de preclusión que puso fin a la
investigación adelantada, en esa oportunidad, contra el Presidente de
la República, doctor Ernesto Samper Pizano, para deducir alguna
responsabilidad penal, con fundamento en los artículos 186 y 235 de la
C.P. que le dan a dicha Corporación judicial la facultad de conocer en
forma privativa de los delitos que cometan los congresistas, así como
de investigar y juzgar a los miembros del Congreso. Por ello, se
ordena, así mismo, practicar las pruebas que conduzcan a lo que es
objeto de investigación.

De esta manera, si ese es el objeto de la investigación es decir, si se


trata de la búsqueda de la referida responsabilidad penal, en los
términos mencionados, por conductas o hechos delictivos en que se
hubiese podido incurrir, por parte de algunos de los miembros del
Congreso, en relación con el proceso adelantado por la Cámara de
Representantes, para la Corte resulta diáfana la competencia que
tiene, de acuerdo a los textos constitucionales, la Sala de Casación
Penal de la H. Corte Suprema de Justicia, a fin de investigar y juzgar
por tales motivos a los miembros del Congreso.

Empero, si lo que se pretende es investigar las opiniones y los votos y


la decisión misma adoptada en forma mayoritaria, por los
representantes a la Cámara, que votaron afirmativamente la
resolución de preclusión de la investigación adelantada contra el
Presidente de la República, doctor Ernesto Samper Pizano, es claro
que para esos efectos, la Sala de Casación Penal de la H. Corte
Suprema de Justicia, no tendría competencia constitucional alguna
para adelantar un proceso de esa naturaleza, pues ello sería contrario
a la garantía institucional de la inviolabilidad de los congresistas "por
las opiniones y los votos que emitan en el ejercicio del cargo", (art. 185
C.P.) lo cual surge de la autonomía e independencia que tienen los
congresistas en el ejercicio de sus funciones constitucionales y legales.

De ahí que, para la Corte Constitucional, la providencia de apertura de


instrucción, de fecha 24 de junio de 1998, suscrita por la Sala de
Casación Penal de la H. Corte Suprema de Justicia, por los hechos
relacionados con el debate y posterior aprobación en la Plenaria de la
Cámara de Representantes de la resolución de preclusión, se ajusta a
los ordenamientos constitucionales en la medida en que tanto la
investigación y demás diligencias, así como las indagatorias,
ordenadas por dicha Corporación Judicial, están dirigidas a determinar
la responsabilidad penal de los miembros del Congreso en dicho
proceso, por presuntos hechos o conductas delictivas, tipificadas en el
Código Penal, y de sus autores o partícipes, pero en ningún momento
por haber votado u opinado a favor o en contra en el ejercicio de sus
funciones. En síntesis, es evidente que si dentro del mencionado
proceso se demuestra de manera palmaria que el voto favorable a la
decisión de preclusión tiene el carácter de conducta delictiva, como el
cohecho, etc. se está en presencia de una investigación penal, pues la
decisión fue adoptada infringiendo la ley penal, lo que no guarda
relación con la inviolabilidad. En ese sentido, la Corte hará los
pronunciamientos respectivos, de conformidad con los criterios que se
han expuesto, con las salvedades y advertencias expresas pertinentes.

No resulta pues nulo el proceso que adelanta la Sala Penal de la H.


Corte Suprema de Justicia, con las finalidades indicadas, en relación
con la demandante, razón por la cual no se accederá a declararla ni se
ordenará el archivo del expediente, conservando, por consiguiente, la
Sala de Casación Penal de la H. Corte Suprema de Justicia la
competencia constitucional para ejercer la potestad de investigación y
juzgamiento, (C.P., arts. 186 y 235), así como, para practicar las
pruebas conducentes al esclarecimiento de la verdad sobre los hechos
objeto de investigación, pero exclusivamente a fin de determinar si se
ha infringido la ley penal y esclarecer, quien o quienes pueden ser los
presuntos autores del hecho punible en cumplimiento de lo previsto en
el art. 334 del C.P.P, sin que se pueda perseguir bajo ninguna
circunstancia las opiniones y los votos emitidos por la demandante,
dentro de la investigación adelantada por la Cámara de
Representantes, la cual concluyó con la preclusión adoptada por la
mayoría de sus miembros.”.

Fecha ut supra.

HERNANDO HERRERA VERGARA


Salvamento de voto a la Sentencia SU.047/99

VIA DE HECHO-Alcance (Salvamento de voto)

VIA DE HECHO-No lo constituye el simple error judicial o la


irregularidad legal (Salvamento de voto)

VIA DE HECHO-Carácter arbitrario del acto judicial (Salvamento


de voto)

VIA DE HECHO-Inexistencia por falta de arbitrariedad en


actuación judicial del máximo órgano de la jurisdicción ordinaria
(Salvamento de voto)

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA-Investigación y juzgamiento de


miembros del Congreso (Salvamento de voto)

INVIOLABILIDAD PARLAMENTARIA-No protege la conducta


antijurídica de congresistas cuando ejercen funciones judiciales
(Salvamento de voto)

La garantía de la inviolabilidad, no puede analizarse de manera


aislada. La interpretación sistemática de las diferentes normas
constitucionales, no permite conferirle a la mencionada garantía un
campo de protección de la conducta antíjurídica de los congresistas
que los ponga al abrigo de la apertura de un proceso penal cuando se
tenga evidencia de que se ha podido cometer el delito de prevaricato al
ejercitarse por su parte la función de administrar justicia.

CONGRESO DE LA REPUBLICA-Sometimiento al imperio de la


ley cuando ejerce determinadas funciones judiciales (Salvamento
de voto)

VIA DE HECHO-Inexistencia por apertura de investigación penal


para determinar comisión de hecho punible en el ejercicio de
funciones (Salvamento de voto)

Si se verifican los presupuestos procesales para que el órgano


competente proceda a abrir una investigación penal, dirigida a
determinar la comisión de un hecho punible cometido por una
autoridad judicial con ocasión del ejercicio de la función encomendada,
no puede afirmarse que se incurra en acto arbitrario alguno. De otra
manera, los comportamientos más abiertamente contrarios a la recta
administración de justicia, quedarían automáticamente convalidados.

VIA DE HECHO-Inexistencia por actuación judicial ajustada a la


doctrina que hizo tránsito a cosa juzgada constitucional
(Salvamento de voto)
No puede afirmarse, desde ninguna perspectiva razonable, que
constituye vía de hecho la actuación judicial que se ajusta a la doctrina
sostenida por la Corte Constitucional en sentencias que han hecho
tránsito a cosa juzgada constitucional. Por el contrario, su
desconocimiento sí representa un quebrantamiento grave del orden
jurídico. Recientemente, la Sala Plena de la Corte Constitucional,
mediante sentencia de tutela, señaló que el "desconocimiento de la
interpretación dada por la Corte Constitucional", plasmada en
sentencias que han hecho el tránsito a cosa juzgada, conduce
indefectiblemente a que la providencia en la que ello se verifique
pueda ser calificada como vía de hecho.

FUERO ESPECIAL DEL CONGRESISTA-No tiene carácter de


privilegio que permita exoneración de responsabilidad penal
(Salvamento de voto)

FUERO ESPECIAL DEL CONGRESISTA-Alcance (Salvamento


de voto)

DOCTRINA CONSTITUCIONAL-Asunción de responsabilidad


personal que puede tener implicaciones penales cuando los
congresistas ejercen funciones judiciales (Salvamento de voto)

INVIOLABILIDAD DE OPINIONES Y VOTOS DE


CONGRESISTAS-No es absoluta (Salvamento de voto)

VIA DE HECHO-Acto judicial que desconoce el valor de la cosa


juzgada constitucional y afecta un derecho fundamental
(Salvamento de voto)

DOCTRINA CONSTITUCIONAL VINCULANTE-Complejidad del


cambio cuando se integra a la cosa juzgada constitucional
(Salvamento de voto)

Si los fallos proferidos por la Corte Constitucional referidos a una cierta


institución o materia, se soportan en determinados principios y criterios
uniformes, debidamente expuestos por esa corporación e íntimamente
conectados a su parte resolutiva, puede decirse que conforman una
doctrina vinculante [paradigma interpretativo] que no puede dejar de
ser tenido en cuenta por los demás jueces y autoridades. En el caso
de que el paradigma se integre a la cosa juzgada constitucional, su
cambio es complejo y no cualquier órgano judicial puede promoverlo,
como quiera que las oportunidades para recorrer una trayectoria
diversa depende en gran medida de la expedición de normas que en
su oportunidad se sometan al examen de constitucionalidad de la
Corte Constitucional. En sistemas jurídicos como el colombiano, sin
perjuicio de la función creativa de los jueces, el cambio de los
esquemas sociales de comportamiento portadores de una inequívoca
obligatoriedad jurídica se asocian básicamente a las manifestaciones
positivas del principio democrático.

VIA DE HECHO-Inexistencia por estar el acto judicial conforme


con el paradigma interpretativo de la Corte Constitucional
(Salvamento de voto)

INVIOLABILIDAD PARLAMENTARIA-Congresista-juez está


sujeto a responsabilidad penal (Salvamento de voto)

DOCTRINA CONSTITUCIONAL VINCULANTE-Responsabilidad


judicial individual de congresistas-jueces (Salvamento de voto)

PRINCIPIO DE UNIVERSALIDAD-Mecanismo del


precedente/CORTE CONSTITUCIONAL-Respeto por el
precedente (Salvamento de voto)

El mecanismo del precedente, entendido éste como emanación del


principio de universalidad y, por ende, como requisito esencial de la
racionalidad de las decisiones judiciales, se convierte en la piedra de
toque de la legitimidad de la justicia constitucional, en el sentido de
que es este mecanismo el que permite el control de la opinión pública
sobre la corrección (racionalidad) de las sentencias constitucionales. El
diálogo que se supone debe existir entre los tribunales constitucionales
y las sociedades en las que éstos operan, no sería posible sin un
respeto por el principio de universalidad. Dicho de otro modo, un
tribunal constitucional inconsistente con sus decisiones anteriores hace
nugatorio el único control efectivo al que se encuentra sometido: el
control de la opinión pública. Lo que el mecanismo del precedente
determina, por el contrario, es que un cambio en el sentido de la
jurisprudencia esté fundado en muy buenas razones, de manera tal
que la quiebra de los principios de consistencia y universalidad, resulte
suficientemente justificada.

JURISPRUDENCIA CONSTITUCIONAL-Razones que justifican el


cambio por los tribunales constitucionales/CORTE
CONSTITUCIONAL-Legitimidad (Salvamento de voto)

Las cortes constitucionales, al modificar su jurisprudencia, se


encuentran sometidas a un plus argumentativo que las obliga a variar
sus decisiones sólo en aquellos casos en los cuales el cambio
jurisprudencial constituya la única o la menos costosa de las opciones
interpretativas posibles. Por las razones expuestas -y por elementales
razones de ética pública- un cambio de jurisprudencia no puede nunca
operar al amparo de premisas falsas, como la inexistencia de una
doctrina anterior cuando esta es evidente y reiterada. Si esto llega a
ocurrir, el costo que tendría que pagar la Corte Constitucional sería de
tal magnitud que su legitimidad resultaría evidentemente minada y,
con ella, el poder real de defender, con vigor y credibilidad, los valores,
principios y derechos del orden constitucional.
JURISPRUDENCIA CONSTITUCIONAL-Criterios o test que debe
cumplir todo cambio realizado por los tribunales constitucionales
(Salvamento de voto)

Los distintos tribunales constitucionales han diseñado criterios o test –


más o menos similares– a los que debe someterse todo cambio de
jurisprudencia. Para que un cambio radical de jurisprudencia no
amenace la legitimidad de la Corporación, es necesario, entre otras
cosas: (1) que resulte evidentemente claro que la Corte y sus
miembros no actúan de manera coyuntural, sometidos a fuertes
presiones sociales o políticas; (2) que las razones jurídicas que
sirvieron para afirmar una determinada doctrina hayan demostrado su
incompatibilidad con la comprensión actual del orden constitucional,
porque, por ejemplo, el paso del tiempo las ha convertido en obsoletas
o anacrónicas; (3) que exista un nuevo argumento que no hubiera sido
discutido al momento de sentar la doctrina constitucional convertida en
precedente y que este resulte suficientemente convincente como para
saldar las dudas sobre los verdaderos intereses de la Corporación; (4)
que el efecto benéfico del cambio de doctrina constitucional sea
nítidamente superior al daño –en términos de legitimidad de la
Corporación y de seguridad jurídica– que produce el mencionado
cambio. Se trata entonces, de un test fuerte que exige la demostración
de razones imperiosas que, lejos de resolver una cuestión coyuntural,
se proyectan en el horizonte constitucional como la mejor
interpretación sostenible, para todos los casos posibles, de la
Constitución Política.

DOCTRINA CONSTITUCIONAL OBLIGATORIA-Incompetencia


para modificarla por vía de revisión de tutela (Salvamento de voto)

COSA JUZGADA CONSTITUCIONAL-Consecuencias por


desacato (Salvamento de voto)

DOCTRINA CONSTITUCIONAL OBLIGATORIA-Distinción entre


juicio en virtud de función judicial y reglado y otro en ejercicio de
función política (Salvamento de voto)

INVIOLABILIDAD DE CONGRESISTAS-Límites cuando se


ejercen funciones judiciales (Salvamento de voto)

PRINCIPIO DE ARMONIZACION-Aplicación (Salvamento de


voto)

INVIOLABILIDAD DE CONGRESISTAS-No se extiende cuando


ejercen funciones judiciales (Salvamento de voto)

Referencia: expediente T-180650


Actora: Viviane Morales Hoyos

Magistrados Ponentes:

Dr. CARLOS GAVIRIA DÍAZ


Dr. ALEJANDRO MARTINEZ
CABALLERO

A continuación presento los argumentos que expuse en la Sala Plena


para oponerme a la posición mayoritaria. Son ellos los mismos que
ahora brindan apoyo a mi disentimiento.

En el presente documento, expreso cada una de las mencionadas


razones, en el siguiente orden:

I. CONSIDERACIONES PROCESALES: No es procedente ni puede


prosperar la acción de tutela que se instaura contra una providencia
judicial que no siendo arbitraria no constituye una vía de hecho
(fundamentos jurídicos 1 a 5); No constituye vía de hecho la actuación
judicial que se ajusta a la doctrina sostenida por la Corte Constitucional
en sentencias que han hecho tránsito a cosa juzgada constitucional
(fundamento jurídico 6); La imposible calificación del acto impugnado
como una vía de hecho y las imprecisiones y equivocaciones en que
incurre la sentencia de la Corte (fundamentos jurídicos 7 a 16); II.
CONSIDERACIONES SUSTANCIALES: ¿Existía una razón suficiente
para producir el radical giro de doctrina constitucional operado por la
sentencia de la mayoría? (fundamento jurídico 17); Respeto por el
precedente, razones que justifican el cambio de jurisprudencia y
legitimidad de las Cortes Constitucionales (fundamentos jurídicos 18 a
22); Oportunidad para cambiar la doctrina constitucional obligatoria
(fundamentos jurídicos 23 a 33); III. DEFICIENCIAS
CONSTITUCIONALES DEL NUEVO PARADIGMA: Introducción
(fundamento jurídico 34); Una interpretación sistemática de la
Constitución (fundamentos jurídicos 35 a 43); Una aproximación a la
cuestión debatida a partir de los valores más esenciales del
ordenamiento constitucional: la irremediable tensión entre el principio
democrático – el ámbito de lo político – y los principios constitucionales
inviolables y el ámbito de la inviolabilidad de los congresistas
(fundamentos jurídicos 44 a 50); Análisis originalista e interpretación
histórica de las normas que regulan el régimen de responsabilidad de
los congresistas (fundamentos jurídicos 51 a 56); Consecuencias de la
decisión de la Corte: La entronización, por vía de una acción de tutela,
de un poder absoluto capaz de disolver los más preciados valores del
Estado constitucional (fundamentos jurídicos 57 a 62); IV. ALGUNAS
CONCLUSIONES (fundamentos jurídicos 63 a 75).

I. CONSIDERACIONES PROCESALES SOBRE LA


IMPROCEDENCIA DE LA ACCIÓN DE TUTELA IMPETRADA POR
VIVANE MORALES

No es procedente ni puede prosperar la acción de tutela que se


instaura contra una providencia judicial que no siendo arbitraria
no constituye una vía de hecho.

1. La Corte Constitucional mediante sentencia C-543 de 1992 (M.P.


José Gregorio Hernández Galindo) declaró la inexequibilidad de los
artículos 11, 12 y 40 del D. 2591 de 1991. Según las disposiciones
citadas, los jueces podían ocupar la posición de sujetos pasivos de
la acción de tutela, cuando el agravio a un derecho fundamental
tenía origen en sus providencias, siempre que se cumplieran otros
presupuestos procesales en ellas indicados. La mencionada
sentencia, sin embargo, al mismo tiempo que excluyó la acción de
tutela contra providencias judiciales de manera general,
excepcionalmente la mantuvo en relación con actuaciones de hecho
de los jueces que violaran derechos fundamentales o cuando aquella
se instaurara como mecanismo transitorio con el objeto de evitar en
este caso la consumación de un perjuicio irremediable.

Por consiguiente, no es posible a la luz de la Constitución Política que


a través de la jurisdicción constitucional se revoquen providencias
judiciales. Si se reclama protección frente a la violación o amenaza
derivada de una providencia judicial, el juez sólo podrá concederla si
determina que el acto causante constituye una vía de hecho, lo que
supone desestimar la forma judicial aparente bajo la que se pretende
cubrir el comportamiento extremadamente desviado de la autoridad
pública.

La descalificación de un acto dictado por un juez que tenga como


resultado sustraerle su connotación de providencia judicial y, como
consecuencia, atribuirle el carácter de vía de hecho, no puede darse
sino en casos de franco y arbitrario antagonismo con el ordenamiento
jurídico. Si este fuese el comportamiento recurrente de los jueces, el
Estado de derecho en verdad sería sólo una ficción. No es difícil
constatar que por lo general los jueces obran dentro del marco que les
traza el derecho, el cual dispone de una vasto repertorio de medios
para remover o invalidar los actos que desconozcan sus preceptos. De
ahí que el simple error judicial o la irregularidad legal que pueda
asociarse a una determinada actuación judicial, no la convierte en vía
de hecho.

La Corte Constitucional retiene la denominación de vía de hecho para


aplicarla únicamente a las actuaciones de los jueces que exhiban el
más alto grado de abandono de los dictados del derecho, los que
sucumben ante la voluntad arbitraria del juzgador. Sin excepción, todas
las salas de revisión de tutelas que integran la Corte Constitucional, así
como su Sala Plena, han sostenido de manera sistemática que sólo
constituyen vía de hecho los actos u omisiones de los jueces que sean
clara y manifiestamente arbitrarios. La expresión canónica de esta
formulación se recoge en el siguiente pasaje de la sentencia T-055 de
1994: “los defectos calificados como vía de hecho son aquellos que
tienen una dimensión superlativa y que, en esa misma medida,
agravian el ordenamiento jurídico. Los errores ordinarios, aún graves,
de los jueces in iudicando o in procedendo, no franquean las
puertas de este tipo de control que, por lo visto, se reserva para los
que en grado absoluto y protuberante se apartan de los dictados del
derecho y de sus principios y que, por lo tanto, en la forma o en su
contenido traslucen un comportamiento arbitrario y puramente
voluntarista por parte del juez que los profiere”77.

No puede reputarse vía de hecho un acto judicial que no ha


transpuesto el umbral de la arbitrariedad - que determina el perímetro
de la vía de hecho -, sin vulnerar la Constitución Política que impone el
respeto a la cosa juzgada. La tutela contra providencias judiciales, se
reitera, no procede en principio, salvo que se configure uno de los
supuestos excepcionales previstos en la sentencia C-543 de 1992. La
actuación o vía de hecho ciertamente corresponde a una de esas
situaciones que autorizan la interposición de la acción de tutela. La
doctrina invariable e inequívoca de la Corte en esta materia atribuye a
la vía de hecho el significado de acto u omisión manifiestamente
arbitrarios, por varias razones: (1) así se mantiene este medio de
protección judicial de los derechos fundamentales dentro de los límites
trazados por la sentencia C-543 de 1992; (2) la pérdida integral del
77La consideración del carácter arbitrario del acto judicial como requisito para la existencia
de una vía de hecho, es una constante en la jurisprudencia de la Corte Constitucional. A
continuación se citan algunas sentencias discriminadas según su magistrado ponente:
Jorge Arango Mejía: T-323/93, T-458/94, T-416/95, T-121/98.
Antonio Barrera Carbonell: T-442/93, T-081/94, T-139/94, T-175/94, T-442/94, T-444/94, T-459/94, T-
123/96, T-554/96, T-716/96, T-056/97, T-027/98, T-117/98.
Alfredo Beltrán Sierra: T-343/98, T-383/98, T-460/98, T-684/98.
Eduardo Cifuentes Muñoz: T-079/93, T-055/94, T-231/94, T-538/94, T-323/95, SU-
637/96, T-324/96, T-345/96, T-603/96, T-055/97, T-086/97, SU-337/98, SU-640/98, T-
008/98, T-083/98, T-162/98, T-325/98, T-567/98, T-654/98, T-698/98.
Carlos Gaviria Díaz: T-320/93, T-258/94, T-505/94, T-518/94, SU-327/95, T-193/95, T-
386/95, T-074/96, T-057/97, T-162/97, T-163/97, T-194/97, T-019/98, T-258/98, T-
295/98, T-501/98, T-657/98, T-659/98.
José Gregorio Hernández Galindo: T-173/93, T-118/95, T-492/95, C-666/96, T-329/96, T-
699/96, T-331/97, T-098/98, T-100/98, T-458/98.
Hernando Herrera Vergara: T-221/93, T-208/94, T-245/94, T-470/94, T-240/95, T-249/95,
SU-707/96, T-133/96, T-078/98, T-204/98, T-349/98, T-350/98, T-452/98.
Alejandro Martínez Caballero: T-336/93, T-572/94, T-282/96, T-178/98, T-179/98, T-
280/98, T-416/98, T-475/98.
Fabio Morón Díaz: T-346/94, T-212/95, T-494/95.
Vladimiro Naranjo Mesa: T-158/93, T-198/93, T-368/93, T-424/93, T-327-94, T-435/94,
T-146/95, T-197/95, T-285/95, T-336/95, T-500/95, T-518/95, T-548/95, C-037/96, T-
299/96, T-401/96, T-073/97, T-201/97, SU-429/98, T-029/98, T-465/98, T-608/98.
atributo judicial que distingue el acto emanado del órgano judicial, sólo
cabe ser declarada cuando falla por entero el presupuesto de su
legitimidad, puesto que de lo contrario la jurisdicción constitucional no
podría afectar la intangibilidad de los fallos judiciales; (3) se busca
impedir que la jurisdicción constitucional penetre las fronteras que la
separan de las demás jurisdicciones y desquicie tanto su organización
como sus procedimientos.

2. En esta ocasión la Corte Constitucional, para los efectos de tener


por justiciable un acto judicial dictado por la Corte Suprema de Justicia,
ha debido verificar si se daban las condiciones para desestimarlo como
tal “acto judicial”. Lo anterior, sin embargo, sólo resultaba viable si
respecto del acto impugnado podía advertirse una clara y manifiesta
arbitrariedad, en cuyo caso la demostración concreta de la existencia
de una “vía de hecho”, habilitaría plenamente la competencia de esta
jurisdicción constitucional.

Si, por el contrario, ningún elemento interno o externo a la actuación de


la Corte Suprema de Justicia, revelaba de su parte traza alguna de
arbitrariedad o voluntaria insumisión frente a lo ordenado por el
derecho, su calificación como arbitraria sería - élla sí - arbitraria. En
este evento, la desestimación de un acto judicial válido y legítimo,
equivaldría a usurpar la jurisdicción y la competencia atribuidas a la
Corte Suprema de Justicia por la propia Constitución Política. Esto
último no lo podría hacer un juez de tutela, pues su sentencia debería
ser inmediatamente revocada; tampoco la Corte Constitucional so
pretexto de la revisión de las sentencias de tutela, a no ser que
decidiera abdicar de su sagrada misión de guardar la supremacía de la
Constitución, pero entonces primero habría que declarar la disolución
del Estado de derecho cuya conservación descansa en la observancia
de este elemental deber de lealtad.

3. En mi concepto, la Corte Constitucional declaró como vía de hecho


una providencia dictada por la Corte Suprema de Justicia que, desde
ningún punto de vista, podía ser considerada arbitraria y, por ende,
desposeída de su esencia judicial. No puede, en efecto, reputarse
arbitraria una actuación judicial del máximo órgano de la jurisdicción
ordinaria que se ha pronunciado en ejercicio de sus funciones
constitucionales, con estricto acatamiento a la ley y con sujeción a lo
señalado por la Corte Constitucional en diversas sentencias que han
hecho tránsito a cosa juzgada constitucional.

3.1. La realización de la conducta prescrita por la Constitución


por parte del órgano designado para ejecutarla, en cuanto
corresponde al cabal cumplimiento de un deber-función no puede
considerarse arbitraria. El comportamiento opuesto, en cambio, esto
es, la abstención del órgano llamado a obrar en el sentido
constitucionalmente indicado, comprometería su responsabilidad y la
de sus miembros. No puede estar incurso en vía de hecho un órgano
del Estado que se dispone a ejercitar su competencia mediante la
expedición del acto apropiado para el efecto, máxime cuando su
abstención tendría el significado de transgresión constitucional. La
Corte Constitucional, en sede de revisión de tutelas, no está autorizada
para condenar, aplacar, disuadir o interferir en el recto cumplimiento de
los deberes constitucionales asignados a la Corte Suprema de Justicia.

3.2. Por lo que respecta a la competencia, no se remite a duda que


“[d]e los delitos que cometan los congresistas, conocerá en forma
privativa la Corte Suprema de Justicia, única autoridad que podrá
ordenar su detención” (C.P., art. 186). El único juez con jurisdicción y
competencia para investigar y juzgar a los miembros del Congreso, es
la Corte Suprema de Justicia (C.P: art. 235-3). La iniciación formal del
proceso - que es lo que se cuestionaba a través de la acción de tutela
-, corresponde a un acto íntimamente anudado a esta competencia
conferida a la Corte Suprema de Justicia que, además, no puede dejar
de dictarse si a su juicio obra evidencia suficiente de la cual pueda
inferirse la probabilidad de que se haya podido cometer un hecho
punible y si existen elementos para individualizar a los congresistas
presuntamente comprometidos como autores o partícipes. Si el
magistrado-investigador, en este caso, contaba con un acervo
probatorio mínimo, relativo a la posible comisión de un hecho delictivo,
la expedición del auto de apertura de la investigación, tenía carácter
imperativo.

3.3. En lo que atañe al ámbito objetivo de la competencia que la


Constitución radica en cabeza de la Corte Suprema de Justicia, para
investigar y juzgar a los congresistas, no se deduce de la Constitución
Política la exclusión a priori de tipos delictivos. Por el contrario,
diversas disposiciones de la Carta establecen su responsabilidad penal
tanto por los delitos comunes como por los que eventualmente
cometan en ejercicio de sus funciones. Respecto de éstos últimos, la
garantía de la inviolabilidad que se extiende a las opiniones y los votos
emitidos por los congresistas en ejercicio del cargo, puede traducirse
en un motivo de justificación del hecho punible que, en su oportunidad,
deberá ser debidamente apreciado por la Corte Suprema de Justicia.

Sin embargo, la “irresponsabilidad jurídica” que en virtud de la


inviolabilidad se asocia a la opinión y al voto del congresista, según lo
puntualizó la Corte Constitucional, aunque tiene un campo dilatado de
aplicación tratándose de las funciones políticas llevadas a cabo por los
congresistas, no cobija las actuaciones propiamente judiciales que
excepcional y transitoriamente ejecutan por mandato constitucional.
Sin perjuicio de volver sobre este tema, por el momento es suficiente
precisar que el delito de prevaricato, al cual se refería la denuncia
penal, presuntamente cometido por un grupo numeroso de
congresistas, con ocasión del ejercicio temporal y excepcional de una
función claramente judicial, no se encuentra excluido de la
competencia investigativa y juzgadora atribuida privativamente a la
Corte Suprema de Justicia.

3.4. Ahora bien, si se argumentare que la inviolabilidad de los


congresistas por sus opiniones y votos, los exonera de cualquier
responsabilidad penal por el delito de prevaricato cometido al ejercer
transitoria y excepcionalmente su función judicial, hasta el punto de
que ni siquiera pudiere abrirse por la Corte Suprema de Justicia la
respectiva investigación penal, la circunstancia de que la propia Corte
Constitucional en sentencias que han hecho tránsito a cosa juzgada
constitucional - como se expondrá más adelante - expresamente
analizara el problema y estableciera la no extensión de la garantía de
la inviolabilidad a la función judicial a cargo del Congreso, le restaba
toda plausibilidad al reproche que se endereza contra el auto de
apertura de investigación dictado por la Corte Suprema de Justicia.

La garantía de la inviolabilidad - sobre cuyos contornos se harán


ulteriores precisiones -, no puede analizarse de manera aislada. La
interpretación sistemática de las diferentes normas constitucionales, no
permite conferirle a la mencionada garantía un campo de protección de
la conducta antíjurídica de los congresistas que los ponga al abrigo de
la apertura de un proceso penal cuando se tenga evidencia de que se
ha podido cometer el delito de prevaricato al ejercitarse por su parte la
función de administrar justicia. La posición de la mayoría se nutre de
una concepción absoluta de la inviolabilidad. Por ello su resultado o
hallazgo hermenéutico - “juez con licencia constitucional para
prevaricar” -, que a ello conduce la restricción que se impone a la Corte
Suprema de Justicia de no investigar los “hechos delictivos
inescindiblemente unidos al voto”, no puede admitirse a la luz de una
interpretación integral de la Constitución Política, a la cual no se puede
atribuir semejante despropósito.

3.5. Todas las normas de la Constitución ofrecen elementos


interpretativos para apoyar el auto de apertura de la investigación
dictado por la Corte Suprema de Justicia. En la Carta no tiene
acomodo ni se ha reservado en ella sitial alguno a la sub-regla que
sintetiza el fallo de la Corte Constitucional: “Los congresistas al ejercer
la función judicial que la Constitución les confía, no obstante que
mediante su voto profieran ‘resolución o dictamen manifiestamente
contrario a la ley u omitan, retarden, rehusen o denieguen un acto
propio de sus funciones’ [esto es, incurran en las formas de prevaricato
previstas en los artículos 149 y 150 del Código Penal], no podrán ser
investigados por la Corte Suprema de Justicia ni sancionados por ésta,
dado que la garantía de la inviolabilidad del voto apareja
irresponsabilidad jurídica”.

La sub-regla pergeñada por la Corte Constitucional, tiene una medida


perfecta, ya que se concibió cabalmente para impedir la investigación y
sanción penal del delito de prevaricato, el cual se predica de las
resoluciones o dictámenes que se vierten por necesidad en las
decisiones que se aprueban mediante el voto. De este modo, la frase
“hecho inescindiblemente unido al voto”, no se deriva de la
Constitución, sino que representa una forma elíptica para cubrir con el
manto de la impunidad el delito de prevaricato que eventualmente se
perfecciona con el voto que los congresistas emiten al dictar los
distintos y sucesivos actos que pertenecen al proceso de investigación
que se surte en las cámaras.

En realidad, la impunidad es el efecto mediato de la sentencia de la


Corte Constitucional, ya que no se puede investigar la comisión del
delito de prevaricato sin examinar la decisión del Congreso que es el
resultado de la votación de sus miembros. Al indicarse que el hecho
inescindiblemente unido a la votación no puede ser objeto de la acción
penal, la resolución o dictamen del Congreso, así ellos sean
protuberantemente arbitrarios y contrarios a la ley, escapan al
conocimiento de la jurisdicción penal. Negado este acceso a la
justicia, podrá entonces consumarse el más vistoso prevaricado sin
temer ninguna consecuencia.

En suma, en mi criterio, la decisión de la Sala Penal de la Corte


Suprema de Justicia no puede ser calificada como arbitraria, dado que
- como se estudiará más adelante - la sub-regla que pretende
oponérsele, y que postula la impunidad de la conducta prevaricadora
del congresista-juez, es insostenible en el derecho colombiano.

La Constitución distingue entre las funciones que encomienda al


Congreso. Al paso que el grueso de ellas es de índole política -
básicamente las relacionadas con la aprobación de las leyes y el
control político -, algunas tienen naturaleza distinta. Es el caso de la
función de investigar y acusar a los funcionarios públicos a quienes la
Constitución otorga un fuero especial. La Constitución, en este
supuesto, no libra la calificación de esta función a la doctrina. Por el
contrario, ella misma determina su exacta naturaleza y lo dice de
manera inequívoca, en estos términos: “El Congreso ejercerá
determinadas funciones judiciales” (C.P., art. 116).

Dada la índole incontrovertiblemente judicial de esta función atribuida


al Congreso, las características que son inherentes a la misma no se
modifican por el hecho de que sea este órgano el que deba aplicar la
ley. Los congresistas-jueces, por lo tanto, están sometidos al imperio
de la ley y sus decisiones son independientes (C.P. art., 228 y 230). El
Congreso cuando dicta leyes, tiene desde luego un margen de libertad
mayor que cuando obra como juez. Una cosa es crear las leyes y otra
aplicarlas a una situación específica. En este caso, sin perjuicio del
necesario ámbito de autonomía funcional e interpretativa para apreciar
los hechos y el derecho, aplica las leyes preexistentes en relación con
un supuesto concreto y no puede, por lo tanto, desbordar el marco del
derecho sustancial y del procesal que enmarcan su actuación.

En este orden de ideas, si venciendo toda suerte de resistencias


mentales se pudiere llegar a tomar en serio la sub-regla que postula la
impunidad de la conducta prevaricadora del Congresista-juez, habría
que suponer que en realidad no ejerce la función judicial ni que
tampoco es juez, puesto que para asumir esa calidad y ejercitar dicha
función no es posible que ello se lleve a cabo en términos de
irresponsabilidad y de alejamiento no sancionado respecto del derecho
a aplicar. La Constitución, sin embargo, impide que se deje de tomar
en serio la función analizada y que excepcionalmente cumple el
Congreso, como quiera que ella le confiere una clara naturaleza
judicial. La sub-regla de la Corte no puede por ello ser más
disparatada.

3.6. La sub-regla que elimina el prevaricato como límite de la función


judicial concedida al Congreso, genera en favor del Congreso la
libertad correlativa para incurrir en dicha conducta. Este efecto de
“despenalización”, aparte de la violación que entraña al Estado de
derecho definido en la Constitución, en este caso se proclama por el
juez constitucional. De la misma manera que la Corte Suprema de
Justicia no podía dejar de operar con los tipos penales acuñados por el
legislador, tampoco la Corte Constitucional podía por vía judicial en
sede de revisión modificar en términos sustanciales el Código Penal,
excluyendo tipos penales, modificando sus destinatarios o creando
caprichosamente causales de justificación o inculpabilidad. El delito de
prevaricato corresponde a la contrapartida penal de lo que la
Constitución dispone en su artículo sexto. No puede, por lo tanto,
censurarse a la Corte Suprema de Justicia por no haber omitido la
apertura de la investigación por la conducta de prevaricato, si a ella se
le confía la función de dar efectividad a los tipos penales consagrados
por el legislador, los que no puede ni modificar ni alterar.

4. La apertura de una investigación contra los miembros que


integran un órgano que cumple una función judicial en los
términos de la ley, dirigida a determinar si en su desarrollo se
incumplieron deberes sancionados penalmente, no comporta acto
arbitrario si ella se dispone por el órgano judicial competente y
concurren los requisitos procesales para ordenarla.

La recta administración de justicia no se reduce a ser una fórmula


vacía de contenido. Es el resultado de la fiel observancia de los
deberes que recaen sobre los servidores públicos que ejercen en un
momento dado la función judicial. Por ello, en primer término, la ley se
ocupa de precisar las formas de los juicios y los deberes de los
investigadores y juzgadores. De otro lado, quien administra justicia
está sometido a un estricto régimen disciplinario y penal, que refuerza
la sujeción a sus mandatos.

Si se verifican los presupuestos procesales para que el órgano


competente proceda a abrir una investigación penal, dirigida a
determinar la comisión de un hecho punible cometido por una
autoridad judicial con ocasión del ejercicio de la función encomendada,
no puede afirmarse que se incurra en acto arbitrario alguno. De otra
manera, los comportamientos más abiertamente contrarios a la recta
administración de justicia, quedarían automáticamente convalidados.

Como será estudiado más adelante, la Ley 5a de 1992, el Código de


Procedimiento Penal, la Ley estatutaria 270 de 1996 y la Ley 273 de
1996, regulan de manera detallada todas y cada una de las incidencias
relativas al ejercicio de las funciones judiciales que la Constitución
confiere a las cámaras. En su conjunto, las diferentes disposiciones
apuntan a la configuración de un verdadero proceso.

No es este el momento para discutir si en lugar del indicado modelo


normativo-judicial, habida cuenta de la naturaleza política del cuerpo
legislativo, resultaba más conveniente otro distinto con el fin de
encauzar la función examinada. La libertad configurativa del legislador,
entre las diversas alternativas posibles de estructuración y desarrollo
de la competencia atribuida en la materia, se decidió por dicha opción,
la cual repetidamente ha sido encontrada ajustada a la Constitución
por parte de esta Corte.

No deja de sorprender que la insólita mutación operada en el régimen


normativo que gobierna la función judicial atribuida al congreso,
obedezca a la decisión de la Corte Constitucional, que ha convertido
en virtuales y simbólicos, los efectos jurídicos y reales que debería
desplegar dicho estatuto. Esa metamorfosis que desposeyó de sabia
jurídica al citado régimen, jamás habría podido producirse sino fuera
por la sub-regla que prescribe la impunidad de la conducta
prevaricadora del congresista-juez, la cual, “priva a la Corte Suprema
de Justicia para investigar como delitos los hechos inescindiblemente
ligados a las opiniones y votos emitidos”. Como será estudiado en su
oportunidad, en mi criterio la mencionada subregla se aparta de los
principios superiores de la Constitución y, por ello, no puede ser
esgrimida para tachar de arbitraria la decisión de la Sala Penal de la
Corte Suprema de Justicia impugnada por la actora.

5. La arbitrariedad que convierte en vía de hecho la providencia de la


Corte Suprema de Justicia, según la mayoría, radica en pretender
examinar como si fuese judicial lo que ha sido consecuencia de una
decisión política del Congreso y de sus miembros. El celo aplicado por
la Corte Suprema de Justicia al cumplimiento de su deber como juez
natural de los congresistas, vinculados al respeto del régimen que
establecía los deberes y responsabilidades inherentes al ejercicio
temporal de su función judicial, se estima fuera de lugar y se exhibe
como prueba de un proceder arbitrario en relación con aquéllos. La
Corte Suprema de Justicia se ha rehusado a aceptar que el régimen
que gobierna la función judicial del Congreso, carezca de eficacia y, en
este sentido, la apertura de investigación se encaminaba a reivindicar
su valor normativo. Este curso de acción, consecuente con el régimen
normativo vigente, que demandaba cumplimiento, se reputa arbitrario
por la Corte Constitucional. De otro lado, el rechazo manifestado por la
Corte Suprema de Justicia a que una función judicial pudiera rematar
en prevaricato, le ha valido a ese alto juez la descalificación de la
mayoría.

Ha sido el recto entendimiento de la Constitución que define como


“judicial” la función del Congreso cuando éste investiga y juzga a los
funcionarios con fuero, y, adicionalmente, su actuación dirigida a velar
por el respeto del régimen legal que determina las responsabilidades
de los Congresistas que cumplen la indicada actividad, lo que a juicio
de la mayoría traduce un comportamiento arbitrario y contrario al
derecho, demostrativo de la sustitución de la ley por la voluntad y
capricho de la autoridad. Es la primera vez que la Corte Constitucional
declara como vía de hecho la recta aplicación de lo prescrito por la
Constitución y la ley. En otras palabras, a juicio de la mayoría, si la
Corte Suprema de Justicia, no se hubiese atenido a la Constitución y a
la ley, no habría incurrido en vía de hecho.

Se ha terminado por considerar lesivo de los derechos fundamentales,


que la Corte Suprema de Justicia se niegue a aceptar que la función
judicial pueda ser desempeñada por jueces con licencia constitucional
para prevaricar impunemente y frente a los cuales la oponibilidad de
cualquier estatuto legal que rija su actuación arriesgue con perder toda
su eficacia real. El debido proceso, según la mayoría, en este caso, se
quebrantó porque la Corte Suprema de Justicia, con fundamento en la
Constitución y la ley, desdeñó la presencia de un juez demediado,
manufacturado a la medida del prevaricato.
No constituye vía de hecho la actuación judicial que se ajusta a la
doctrina sostenida por la Corte Constitucional en sentencias que
han hecho tránsito a cosa juzgada constitucional.

6. No puede afirmarse, desde ninguna perspectiva razonable, que


constituye vía de hecho la actuación judicial que se ajusta a la doctrina
sostenida por la Corte Constitucional en sentencias que han hecho
tránsito a cosa juzgada constitucional. Por el contrario, su
desconocimiento sí representa un quebrantamiento grave del orden
jurídico. Recientemente, la Sala Plena de la Corte Constitucional,
mediante sentencia de unificación SU-640 de 1998, señaló que el
“desconocimiento de la interpretación dada por la Corte
Constitucional”, plasmada en sentencias que han hecho el tránsito a
cosa juzgada, conduce indefectiblemente a que la providencia en la
que ello se verifique pueda ser calificada como vía de hecho.

Resulta contradictorio que se tache de vía de hecho la providencia de


la Corte Suprema de Justicia, que se ajusta integralmente a la doctrina
expuesta por la Corte Constitucional en todos los fallos de
constitucionalidad relativos a las funciones de investigación y
juzgamiento de funcionarios con fuero llevadas a cabo por el
Congreso.

Si todo órgano judicial debe seguir los criterios del máximo intérprete
de la Constitución Política, que hayan servido de apoyo directo a las
decisiones de exequibilidad o inexequibilidad, no cabe duda de que la
Corte Suprema de Justicia se inspiró en aquéllos. Más aún, en la
medida en que tales criterios, como se demostrará con su transcripción
textual, se incorporaron a la parte resolutiva de varias sentencias de
constitucionalidad, la Corte Suprema de Justicia al acogerlos se limitó
a respetar el valor de cosa juzgada constitucional del que dichos fallos
están revestidos.

Para efectos expositivos, se sintetizará el criterio de interpretación que


surge de la doctrina constitucional y, a continuación, se hará la
respectiva transcripción.

6.1 El Estatuto de los servidores públicos – dentro de los que se


incluyen a los miembros del Congreso – debe guiarse por el
principio de responsabilidad y no por el de su exoneración.

El fuero especial consagrado en el artículo 186 de la C.P., no tiene el


carácter de privilegio. El normal funcionamiento del Congreso es
compatible con la existencia y plena operancia de dicho fuero. Este
conjunto de sub-reglas permitió a la Corte Suprema concluir,
correctamente, que la negativa a formalizar la apertura de una
investigación penal por el delito de prevaricato, significaría para los
congresistas con fuero la concesión de un privilegio inconsistente con
el principio de responsabilidad aplicable a todo servidor público y con el
propósito del Constituyente de no amparar ni “las arbitrariedades” ni
los delitos que cometieran los miembros del congreso.

La doctrina de la Corte Constitucional, a este respecto, se expone en la


sentencia C-025 de 1993. La ratio decidendi de la sentencia se soporta
en dos proposiciones. Según la primera, el fuero especial consagrado
en el artículo 186 de la C.P., no tiene el carácter de privilegio. De
conformidad con la segunda, el otorgamiento de privilegios,
prerrogativas o exenciones a favor de los congresistas, sólo puede ser
decidido por el Constituyente. Por estas razones, la Corte declaró la
inexequibilidad del parágrafo único del artículo 267 de la Ley 05 de
1992 que disponía que la privación de la libertad de congresistas sólo
era procedente cuando se hubiese proferido resolución acusatoria
debidamente ejecutoriada.

La Corte Constitucional, a la luz de esta doctrina, no puede tildar de


arbitraria la conducta de la Corte Suprema de Justicia, pues la no
apertura de investigación por el delito de prevaricato habría significado
otorgar un privilegio a un “servidor público”, con lo cual se vulneraría el
principio de igual responsabilidad, y, además, se alteraría por un
órgano constituido el diseño del fuero especial previsto por el
Constituyente.

Que la Corte Constitucional, en la sentencia de revisión de la que


disiento, decida modificar el alcance del fuero especial, mediante la
concesión de una exoneración de responsabilidad penal capaz de
neutralizar los cargos o denuncias por prevaricato, es un asunto que en
modo alguno permite suponer arbitrariedad de parte de la Corte
Suprema de Justicia que se inhibió de extender esta gracia por
entender que ningún poder constituido podía hacerlo. En todo caso, la
Corte Suprema de Justicia no estaba en condiciones de someterse a
innovaciones constitucionales producidas como consecuencia de
interpretaciones de la Corte Constitucional, posteriores a su decisión
de abrir la investigación contra los congresistas. El “imperio de la ley” al
cual se sujetan los jueces, es el de la ley vigente en el momento en
que se toman las decisiones. En este sentido dijo la Corte:

“Fuero especial de los Congresistas

“30. El artículo 186 de la Constitución Política dispone: ‘De los


delitos que cometan los Congresistas, conocerá en forma
privativa la Corte Suprema de Justicia, única entidad que
podrá ordenar su detención. En caso de flagrante delito
deberán ser aprehendidos y puestos inmediatamente a
disposición de la misma Corporación’.
“La ley acusada reitera el contenido de la norma
constitucional y agrega: ‘la privación de la libertad sólo es
procedente cuando se haya proferido resolución acusatoria
debidamente ejecutoriada" (parágrafo único artículo 267).

“31. El fuero especial consagrado en la norma citada no tiene


el carácter de privilegio. No se otorga competencia alguna al
Congreso para autorizar o rechazar la investigación o
juzgamiento de uno de sus miembros. El origen popular del
poder y la alta misión que la Constitución confía a las
autoridades públicas - con mayor razón si se trata de sus
representantes - de proteger y hacer cumplir los derechos y
las libertades, no se concilia con la creación de prerrogativas
que vulneran el principio democrático de la igualdad de todos
ante la ley. El estatuto de los servidores públicos debe
guiarse por el principio de la responsabilidad y no de su
exoneración.

“32. De la siguiente manera explicó el Constituyente la


abolición del anacrónico privilegio de la inmunidad: "En
épocas en las que era posible detener a un Congresista sin
que la opinión pública se enterara se justificaba la figura de la
inmunidad. Hoy día, cuando los medios de comunicación
masiva pueden hacer pública inmediatamente cualquier
actuación de la justicia que parezca maniobra política, no
parece necesaria la inmunidad para proteger al Congresista
de las arbitrariedades. En cambio, es una figura que se presta
a la impunidad del Congresista que delinque". (Informe -
Ponencia "Estatuto del Congresista", Gaceta Constitucional
No. 51, pág. 27).

“33. En razón de lo anterior, se decidió "recomendar a la


Asamblea la supresión de la inmunidad y su sustitución por
un fuero especial, igual al de los altos funcionarios del
Estado, para que los miembros del Congreso solamente
puedan ser detenidos por orden de la Sala Penal de la Corte
Suprema de Justicia y juzgados por este mismo Tribunal"
(Informe - Ponencia para primer debate en plenaria "Rama
Legislativa del Poder Público", Gaceta Constitucional No. 79,
pág. 16-17).

“34. El estatuto del Congresista, particularmente la


determinación de sus deberes y derechos, es un asunto que
en modo alguno puede ser ajeno a la materia propia del
Reglamento. La actividad y el funcionamiento del Congreso,
se origina y proyecta en la actuación de sus miembros. De ahí
que la ley, por la cual se expide su reglamento no pueda ser
objeto de censura constitucional, por este concepto. De otra
parte, las garantías institucionales previstas en la
Constitución, enderezadas a velar por la independencia del
Congreso y la existencia de un proceso político abierto, libre
y democrático, se expresan en algunos casos tomando como
destinatarios directos a los Congresistas individualmente
considerados. En estos eventos, la naturaleza institucional -
no meramente personal - de la garantía, se colige de su
otorgamiento a la persona en cuanto miembro del Congreso.

“35. Sin embargo, no puede el Congreso, a través de ley


instituir privilegios o prerrogativas, cuya concesión sólo
podría remitirse al momento constituyente. Más tarde, un
poder constituido, sólo a riesgo de abusar de sus propios
instrumentos y quebrantar el principio de igualdad (CP art.
13), podría rodearse de tales exenciones. Remplazado el
antiguo sistema de la inmunidad, por el de un fuero especial,
el único papel que puede asumir el Legislador al dictar su
reglamento se contrae a hacer compatible su normal
funcionamiento con la existencia y plena operancia de dicho
fuero.

“En este sentido, la precisión que se introduce en la ley


acusada desconoce la independencia (CP art. 228) y la
competencia funcional de la Corte Suprema de Justicia para
ordenar la detención del Congresista (CP art. 186) y configura
en favor de este último la consagración de un privilegio -
adicional a su fuero - no previsto por el Constituyente y, por
tanto, de imposible concesión unilateral por parte del mismo
poder constituido beneficiario del mismo.

“De otra parte, la reserva expresa y absoluta de competencia


para ordenar la privación de la libertad de un Congresista que
la Constitución atribuye única y exclusivamente a la Corte
Suprema de Justicia - máximo Tribunal de la Jurisdicción
Ordinaria -, independientemente de la etapa de investigación o
juzgamiento y de la época de la comisión del delito,
constituye suficiente garantía para el Congreso como
institución y para cada uno de sus miembros, que no se
interferirá de manera arbitraria e inconveniente en su correcto
funcionamiento y en el ejercicio de sus deberes y derechos.

“Por lo expuesto, cabe declarar la inexequibilidad del


parágrafo del artículo 267 de la Ley 5a. de 1992.

“36. La inclusión del adverbio "sólo" en el artículo 266 de la


Ley 5ª de 1992, resulta igualmente inconstitucional. No se
desprende del texto del artículo 277-6 de la Constitución
Política que la vigilancia superior de la conducta oficial que
compete ejercer al Procurador General de la Nación sobre los
funcionarios de elección popular, sea la única manifestación
estatal de vigilancia y control que en su caso pueda
ejercitarse. La expresión glosada puede, adicionalmente,
configurar un género de inmunidad o privilegio que en ningún
campo autoriza el Constituyente”.

6.2 Cuando los congresistas obran en ejercicio de las funciones


judiciales atribuidas por la Constitución, sin perjuicio de que las
decisiones que adopten sean colegiadas, asumen una
responsabilidad personal, que puede tener implicaciones penales.

Esta sub-regla, derivada del conjunto de disposiciones constitucionales


sobre el fuero especial aplicable a ciertos servidores públicos, se
reitera en las sentencias de la Corte relativas al tema y, en todas ellas,
tiene importancia basilar o se trata de un presupuesto implícito que no
puede dejar de ignorarse, sin tener, al mismo tiempo, que desvirtuar el
sentido y alcance de la decisión.

La referida sub-regla es producto de distinciones y precisiones,


sistemáticamente reiteradas por la Corte Constitucional; ahora,
desechadas por una sentencia de revisión. Los criterios que
determinan el alcance de la sub-regla, permiten inferir la extensión y
límites de la función judicial del Congreso. De otra parte, aquellos
distinguen y escinden dentro de la función genérica atribuida al
Congreso, la actividad reglada que comprende la función judicial
propiamente dicha, de suyo diferente de la actividad discrecional
vinculada a lo que se denomina “juicio de responsabilidad política”.

La extensión y límites de la función judicial atribuida al Congreso, se


asocia a la razón de ser del fuero especial de que goza, entre otros
altos funcionarios del Estado, el presidente de la República. “Ante todo
- anota la Corte - se busca evitar que mediante el abuso del derecho
de acceso a la justicia se pretenda paralizar ilegítimamente el discurrir
normal de las funciones estatales y el ejercicio del poder por parte de
quienes han sido elegidos democráticamente para regir los destinos de
la Nación” (Corte Constitucional, sentencia C-222 de 1996). Agrega la
Corte: “[E]l medio concebido por el Constituyente para articular esta
garantía institucional ha sido el de convertir a las cámaras legislativas
en tamiz judicial de las denuncias y quejas que se presenten contra los
indicados funcionarios” (Sentencia C-222 de 1996). Cuando las
denuncias se refieran a hechos punibles, la intervención de la Cámara
y del Senado, se erige en presupuesto procesal indispensable para
proseguir la acción penal, pero no sustituye en modo alguno a la Corte
Suprema de Justicia que es la llamada a pronunciarse sobre su
existencia y sobre la responsabilidad del funcionario respectivo. De ahí
que si las denuncias o quejas contra los funcionarios con fuero
“prestan mérito”, en ellas deberá fundarse la acusación, de suerte que
la Corte Suprema de Justicia determine si se ha violado o no el código
penal.
Con el objeto de que el Congreso tuviese plena consciencia acerca del
alcance restringido de su competencia, que de ninguna manera podía
constituirse en obstáculo a la procedencia de la acción penal, cuando
ésta objetivamente tuviese el mérito para imponerse por la existencia
de pruebas suficientes para soportar una acusación seria, grave y
plausible - por lo tanto, no atribuible a un uso abusivo de la acción,
dirigido a perseguir de manera temeraria y sin razón el normal
funcionamiento de un órgano del Estado -, la Corte señaló en la
sentencia citada:

“La función atribuida a las cámaras es de naturaleza judicial


siempre que se refiera a hechos punibles y, por lo tanto, no es
en modo alguno discrecional. Si con arreglo a las
averiguaciones que en su seno se realicen, existen razones
que ameriten objetivamente la prosecución de la acción penal,
vale decir, el derecho a la jurisdicción y a la acción penal,
única llamada a pronunciarse de fondo sobre la pretensión
punitiva, no puede existir alternativa distinta a la formulación
de la acusación y a la declaración de seguimiento de causa.
Si, por el contrario, no es ése el caso, la opción no puede ser
distinta de la de no acusar y declarar el no seguimiento de
causa.

“Sólo en estos términos se mantiene el principio de la


separación de poderes, y se evita que el fuero que cobija a los
altos funcionarios del Estado se convierta en una institución
ajena a las finalidades que lo animan, lo que significaría un
menoscabo intolerable a la igualdad de todos los ciudadanos
ante la ley, y a los postulados inderogables del debido
proceso. El fuero no es un privilegio, y, como ya se ha
reiterado, tiene como propósito preservar la autonomía y la
independencia legítimas de los funcionarios amparados por
él"(Sentencia C-222 de 1996. M.P. Fabio Morón Díaz).

En la providencia parcialmente transcrita, la Corte rechaza la idea de


que la actuación del Congreso, en esta materia, pueda tener una sola
naturaleza. En el caso de que la actuación se oriente a la imposición
de una sanción por mala conducta por concurrir una causal de
indignidad, se afirma en la sentencia que la función del Congreso es
“política” y, por consiguiente, “discrecional”. En cambio, cuando la
acusación recae sobre hechos delictivos, la competencia es “judicial” y,
por lo tanto, la actuación de las cámara es reglada, y como tal
estrictamente vinculada al derecho. La Corte expresa este aserto, en
los siguientes términos:

“En resumen, se reitera que las normas demandadas se


refieren a la acusación, a la preclusión de la investigación y a
la cesación de procedimiento. La expedición de estos actos,
según la ley, se sujetará a los requisitos establecidos en el
Código de Procedimiento Penal. Como quiera que la
acusación, si ella versa sobre hechos que constituyen delito,
da lugar a un juicio criminal que se surte ante la Corte
Suprema de Justicia, para evitar la invasión de competencias,
se impone delimitar el ámbito funcional del Senado y de la
Cámara de Representantes, en punto a la investigación y
juzgamiento de los servidores públicos comprendidos por el
fuero (C.P. art. 174 y 178-3).

“Salvo el caso de la indignidad por mala conducta, en el que


la Cámara y el Senado gozan de plena capacidad investigativa
y juzgadora, por tratarse de una función política, en los demás
eventos en los que la materia de la acusación recae sobre
hechos presuntamente delictivos, la competencia de la
primera se limita a elevar ante el Senado la acusación
respectiva o a dejar de hacerlo y, el segundo, a declarar si hay
o no lugar a seguimiento de causa, de acuerdo con lo cual se
pondrá o no al acusado a disposición de la Corte Suprema de
Justicia (C.P. arts., 175-2 y 3; 178- 3 y 4). Es evidente que ni la
resolución de acusación de la Cámara ni la declaración de
seguimiento de causa, como tampoco los actos denegatorios
de una y otra, tratándose de hechos punibles, comportan la
condena o la absolución de los funcionarios titulares de fuero,
extremos que exclusivamente cabe definir a la Corte Suprema
de Justicia mediante sentencia definitiva. Aunque hay que
advertir que cuando la Cámara no acusa, o el Senado declara
que no hay lugar a seguir causa criminal, tales decisiones,
tienen indudablemente un sentido definitivo, en los términos
de la Constitución y de la ley, por cuanto no se podrá dar
judicialmente el presupuesto procesal para que se continúen
las actuaciones contra el funcionario acusado e investido con
el fuero constitucional” (Sentencia C-222 de 1996. M.P. Fabio
Morón Díaz).

En este fallo de la Corte Constitucional y en los siguientes, la distinción


indicada - función judicial y función política -, permitió establecer el
régimen de responsabilidad que dependiendo de la función desplegada
resultaba aplicable a los miembros del Congreso. En este orden de
ideas, tratándose de la función judicial, para los efectos de la
responsabilidad penal en razón del ejercicio de la misma, la Corte
Constitucional asimiló la actuación de los congresistas a la de los
jueces y fiscales. De otro lado, con el objeto de precaver un abuso en
el ejercicio de la función judicial asignada al Congreso, la Corte en
términos claros e inequívocos precisó el ámbito de sus facultades,
insistiendo que sólo en el caso de que la denuncia fuese temeraria o
infundada podía aquél abstenerse de dar curso de la acusación al
órgano judicial competente para investigar y sancionar los delitos: la
Corte Suprema de Justicia. Sobre este extremo, es conveniente
repasar el texto de la sentencia:

“Para la Corte es indudable que tanto la actuación que se


cumpla ante la Comisión de Investigación y Acusación de la
Cámara, ante la Comisión de Instrucción del Senado, y ante
las plenarias de las dos corporaciones, tiene la categoría de
función judicial, sólo para los efectos de acusar, no acusar y
declarar si hay o no lugar a seguimiento de causa. Por esta
razón el inciso 2o. del artículo 341 de la Ley 5a. de 1992,
refiriéndose a la Comisión de Investigación y Acusación
dispone: “Los requisitos sustanciales y formales de estas
dos formas de calificación, serán los exigidos por el Código
de Procedimiento Penal.” Y el artículo 333 de la misma ley, en
su inciso final, dispone que el Representante Investigador,
“en la investigación de delitos comunes tendrá las mismas
atribuciones, facultades y deberes que los Agentes de la
Fiscalía General de la Nación”.

“De lo anterior se infiere que para estos efectos los


Representantes y Senadores tienen las mismas facultades y
deberes de los Jueces o Fiscales de instrucción, y,
consiguientemente, las mismas responsabilidades.

“La naturaleza de la función encomendada al Congreso


supone exigencias a la actuación de los congresistas que,
con su voto, colegiadamente concurren a la configuración del
presupuesto procesal previo consistente en la decisión sobre
acusación y seguimiento de causa o no acusación y no
seguimiento de causa. Además de las limitaciones inherentes
a su condición de congresistas, la índole judicial de la función
analizada, impone hacer extensivos a éstos el régimen
aplicable a los jueces, como quiera que lo que se demanda es
una decisión objetiva e imparcial en atención a los efectos
jurídicos que ha de tener.

“Sin perjuicio de que las decisiones que se adopten sean


colegiadas, los miembros de las Cámaras, en su condición de
jueces, asumen una responsabilidad personal, que incluso
podría tener implicaciones penales.

“Admitida la acusación de la Cámara, iguen los pasos


señalados en los numerales 2 y 3 del artículo 175 de la C.P.,
es decir, que “si la acusación se refiere a delitos cometidos
en ejercicio de funciones, o a indignidad por mala conducta,
el Senado no podrá imponer otra pena que la destitución del
empleo o la privación temporal o pérdida absoluta de los
derechos políticos”. Esto es lo que algunos doctrinantes
califican como juicio de responsabilidad política. Pero, como
lo advierte la misma norma, “al reo se le seguirá juicio
criminal ante la Corte Suprema de Justicia, si los hechos lo
constituyen responsable de infracción que merezca otra
pena”, a juicio del Senado.

“En conclusión, para la Corte es evidente que el sentido de


las anteriores normas constituye un requisito de
procedibilidad para que pueda producirse la intervención de
la Corte Suprema de Justicia, como lo señala en forma
clarísima el artículo 235 que consagra la competencia de
juzgamiento, en estos precisos términos: “Juzgar al
Presidente de la República o a quien haga sus veces y a los
altos funcionarios de que trata el artículo 174, por cualquier
hecho punible que se les impute, conforme al artículo 175
numerales 2 y 3". (Sentencia C-222 de 1996. M.P. Fabio Morón
Díaz).

La sub-regla derivada de la Constitución que discernía el tipo de


responsabilidad penal aplicable a los congresistas, estrechamente
relacionada con los criterios delimitadores de la función judicial
asignada al Congreso, tendría tanta significación para la Corte
Constitucional que la motivación de la sentencia se incorporó a su
parte resolutiva, y junto a ella hizo tránsito a cosa juzgada
constitucional. Así lo reconoce la propia Corte en la sentencia citada:
“Las precisiones anteriores son indispensables para fijar el
alcance de las competencias de la Cámara de Representantes y el
Senado, señaladas en los artículos 175 y 178 de la C.P. y que
tienen que ver con las normas legales acusadas en esta demanda.
En consecuencia la exequibilidad de las mismas se supeditará a la
interpretación que se hace en esta providencia”(Sentencia C-222 de
1996. M.P. Fabio Morón Díaz). Consecuentemente, más adelante, en
la parte resolutiva, se lee: “Primero. Declarar exequibles los apartes
demandados de los artículos 330, 331, 338, 341, 342 y 345 de la Ley
5ª de 1992, en los términos de esta sentencia”.

La sub-regla que sujeta a los congresistas que como miembros del


Congreso concurren al ejercicio de la función judicial, a la misma
responsabilidad penal que se predica de los fiscales y jueces
ordinarios, llevó a la Corte Constitucional a declarar la inexequibilidad
del literal b del artículo 131 de la C.P., que incluía dentro de los
eventos en los que la votación podía ser secreta, la decisión “sobre
proposiciones de acusación ante el senado, o su admisión o
rechazo por parte de esta Corporación”. Según la Corte
Constitucional, el voto secreto no permitiría deducir a los congresistas
la responsabilidad penal que les incumbe. La Corte asume que esta
responsabilidad requiere que el voto no escape a la eventual
indagación penal. Por eso señala que la inviolabilidad no tiene una
extensión ilimitada, y que tampoco puede ella entrañar inmunidad
judicial. La inviolabilidad que, con arreglo al fallo, opera en los casos en
que los congresistas ejercen la función legislativa, la función
constituyente derivada, la función de control político, la función
administrativa, no lo hace cuando “los congresistas, revestidos de la
calidad de jueces, ejercen función jurisdiccional, como ocurre en los
juicios que se adelanten contra funcionarios que gozan de fuero
especial”. La Corte reconoce que el momento decisivo del
comportamiento del congresista-juez coincide con la emisión de su
voto, deduciendo de este hecho que la inviolabilidad no puede
entonces legítimamente aducirse con el objeto de escudar faltas
penales o disciplinarias, puesto que de lo contrario no sería posible
establecer si en ese momento se ciñó a los mandatos imperativos de la
Constitución y de la ley penal y disciplinaria.

La lectura atenta de esta sentencia, desvanece la idea de que la sub-


regla que postula la plena responsabilidad penal del Congresista-juez
era tan sólo tangencial en la doctrina sentada por la Corte
Constitucional. En este fallo, por lo expuesto, la anotada sub-regla
incide de manera directa en la declaración de inexequibilidad, hasta el
punto de que del mismo se deriva esta otra: La inviolabilidad del voto
no puede legítimamente oponerse a la Corte Suprema de Justicia
cuando investigue penalmente al congresista-juez por no haberse
sujetado a los mandatos imperativos de la Constitución y la ley a
propósito de su actuación judicial. Los argumentos sostenidos por la
Corte Constitucional, en esta ocasión, igualmente se fundieron en la
parte resolutiva de la sentencia, en la que se declaró exequible el
artículo 131 de la Ley 5ª de 1992. con excepción del literal b) del
mismo artículo, el cual se declaró inexequible, “en los términos de
esta sentencia”.

Para corroborar la consolidación de las dos sub-reglas a las que se ha


hecho mención, basta citar la parte pertinente de la sentencia C-245 de
1996.

““Artículo 185.- Los congresistas serán inviolables por las


opiniones y los votos que emitan en el ejercicio del cargo, sin
perjuicio de las normas disciplinarias contenidas en el
reglamento respectivo”.

“Dicha inviolabilidad consiste en que un congresista no


puede ser perseguido en razón a las opiniones expresadas
durante el curso de su actividad parlamentaria ni por los
votos que emita, como dice la norma, en ejercicio del cargo.
Es una institución que nace con el parlamento moderno y que
busca garantizar la independencia de éste frente a los otros
poderes, especialmente frente al poder Ejecutivo. Pero en
manera alguna puede interpretarse el artículo 185 en el
sentido de que la inviolabilidad signifique una excepción al
principio general de la publicidad de los actos del Congreso,
ni, menos aún, implique inmunidad judicial. Para que el
legislador sea inviolable por sus votos y opiniones no se
requiere que éstos se mantengan bajo reserva. Por el
contrario la inviolabilidad o inmunidad cobran sentido
justamente frente a un acto y un juicio públicos.

“Debe entenderse pues que la inviolabilidad opera en los


casos en que los congresistas están ejerciendo su función
legislativa, su función constituyente derivada, su función de
control político sobre los actos del Gobierno y de la
Administración y, eventualmente, su función administrativa,
como es la de provisión de ciertos cargos. Pero cosa muy
distinta ocurre cuando los congresistas, revestidos de la
calidad de jueces, ejercen función jurisdiccional, como ocurre
en los juicios que se adelanten contra funcionarios que gozan
de fuero constitucional, especial (arts. 174, 175, 178-3, 178-4 y
199). Dichos juicios son, por definición constitucional,
públicos, así lo establece el artículo 175 numerales 1o. y 4o.
Para la Corte es claro que en este caso los congresistas
asumen la calidad de jueces, tal como la Corte lo explicó en
reciente jurisprudencia (Sentencia N° C-222 de 1996).

“La Corte reconoce pues el valor trascendental que reviste la


inviolabilidad de los congresistas. Como se ha dicho, esta
garantía tiene por objeto asegurar la independencia de los
congresistas frente a las interferencias de los demás poderes
del Estado y su cumplimiento, por consiguiente, es prenda del
correcto funcionamiento de la democracia. La inviolabilidad,
sin embargo, no puede entenderse por fuera de su misión
tutelar propia, pues, de otorgársele una extensión ilimitada,
no sería posible deducir a los congresistas responsabilidad
política, penal y disciplinaria en ningún caso. Los artículos
133 (responsabilidad política del congresista frente a sus
electores), 183 (responsabilidad del congresista por violación
del régimen de incompatibilidades, inhabilidades y de
conflicto de interés, destinación indebida de dineros públicos
y tráfico de influencias), 185 (responsabilidad disciplinaria) y
186 (responsabilidad penal) de la Constitución Política,
imponen al congresista una serie de deberes que se
proyectan en el ejercicio de su función pública de emisión del
voto, la cual no puede ponerse al servicio de propósitos y
objetivos que la Constitución y la ley repudian.

“Es evidente que si se interpreta la inviolabilidad del voto en


el sentido de que ésta ofrece al congresista una suerte de
inmunidad judicial y disciplinaria total, no sería posible
identificar ni sancionar las desviaciones más aleves al recto
discurrir del principio democrático y serían sus propias
instituciones las que brindarían abrigo a su falseamiento. La
clara determinación de la responsabilidad de los congresistas
por los conceptos indicados, define el umbral de su
inviolabilidad, la que no puede legítimamente aducirse con el
objeto de escudar faltas penales o disciplinarias, o establecer
condiciones y mecanismos, a través del reglamento, que
impidan investigar si el comportamiento del congresista -en el
momento decisivo de su actividad que se confunde con la
emisión de su voto-, se ciñó a los mandatos imperativos de la
Constitución y de la ley penal y disciplinaria. La verificación
de la transparencia adquiere la plenitud de su rigor cuando el
Congreso desempeña la función judicial y, por ende, los
congresistas asumen competencias de esa naturaleza. Si en
este caso se decidiera conceder a la inviolabilidad del voto
una latitud incondicionada, la función judicial ejercitada por
jueces desligados de todo estatuto de responsabilidad -que a
ello conduce impedir objetivamente verificar si el
comportamiento del congresista se ajustó a la Constitución y
a la ley-, perdería definitivamente dicha connotación y, de ese
modo, todas las garantías del proceso habrían periclitado.

“Por lo demás, la Corte Constitucional en reciente


jurisprudencia ha señalado que para efectos de la actuación
judicial, los congresistas gozan de las mismas facultades y
deberes de los Jueces o Fiscales, y de ello derivan
igualmente, las mismas responsabilidades. Así lo reconoce,
por lo demás, el propio Reglamento del Congreso (Arts. 333 y
341). Sobre este particular, la Corte al pronunciarse sobre la
constitucionalidad de algunas normas de la ley 5a. de 1992,
sostuvo:

‘De lo anterior se infiere que para estos efectos los


Representantes y Senadores tienen las mismas facultades y
deberes de los Jueces o Fiscales de instrucción y,
consiguientemente, las mismas responsabilidades.

‘La naturaleza de la función encomendada al Congreso


supone exigencias a la actuación de los congresistas que,
con su voto, colegiadamente concurren a la configuración del
presupuesto procesal previo, consistente en la decisión sobre
acusación y seguimiento de causa o no actuación y no
seguimiento de causa. Además de las limitaciones inherentes
a su condición de congresistas, la índole judicial de la función
analizada, impone hacer extensivos a éstos el régimen
aplicable a los jueces, como quiera que lo que se demanda es
una decisión objetiva e imparcial en atención a los efectos
jurídicos que ha de tener.

‘Sin perjuicio de que las decisiones que se adopten sean


colegiadas, los miembros de las Cámaras, en su condición de
jueces, asumen una responsabilidad personal, que incluso
podría tener implicaciones penales.’ (Sentencia N° C-222 de
1996, Magistrado Ponente, doctor Fabio Morón Díaz).
(Negrillas fuera de texto).

“Así entonces, y entendiendo que las actuaciones frente a los


funcionarios que gozan de fuero especial -penal y
disciplinario- es de índole judicial, el régimen aplicable a los
jueces se hace extensivo a los congresistas, y ello implica de
suyo “una responsabilidad personal”, que evidentemente trae
como consecuencia el que su proceder deba ser público y no
secreto, pues únicamente siendo de público conocimiento a la
actuación singular puede imputarse dicha responsabilidad. Lo
anterior encuentra respaldo en el artículo 228 de la
Constitución Política, cuando dispone que la Administración
de Justicia es función pública y sus actuaciones serán
públicas y permanentes con las excepciones que establezca
la ley; cabe señalar que entre estas excepciones no se
encuentran los juicios que adelanta el Congreso de la
República a los altos funcionarios, excepciones que, como se
ha señalado, no cabe admitir cuando su consagración puede
llevar a eludir o descartar la responsabilidad penal de quien
administra justicia, así sea de manera transitoria.

“Ya en el plano de la función judicial -especial- que ejerce el


Congreso, como son los juicios que adelanta contra
funcionarios que gozan de fuero constitucional especial,
referido a delitos cometidos en el ejercicio de funciones o a
indignidad por mala conducta, su actuación debe someterse a
los principios generales de esa función pública.

(...)

“El fuero no es un privilegio y se refiere, de manera


específica, al cumplimiento de un trámite procesal especial,
cuyo propósito es el de preservar la autonomía y la
independencia legítimas de aquellos funcionarios a los que
ampara".

Las sucesivas sentencias de la Corte Constitucional, se fundamentan en


las mismas sub-reglas y criterios ya señalados. Cabe destacar que las
normas procesales que en términos estrictamente judiciales regulaban el
trámite de las actuaciones del Congreso, fueron declaradas exequibles,
pese a que los cargos sistemáticamente las impugnaban con el
argumento de que “la labor de juzgamiento” rebasaba el alcance de las
atribuciones concedidas a ese órgano del Estado. En general, la
desestimación de este género de cargos por la Corte Constitucional se
articulaba a partir de las mencionadas sub-reglas y criterios de
interpretación. En este sentido, se justificaban las normas demandadas
afirmando que el Congreso realizaba una función de naturaleza judicial,
en cuya virtud sus miembros obraban como jueces y respondían
penalmente como jueces, para lo cual se mantenía la distinción en el
ámbito de sus funciones, entre aquellas propiamente judiciales
(regladas) y aquellas otras de las que se hacía uso en los eventos de
investigaciones y juzgamientos referentes a los casos de indignidad por
mala conducta (función política y, por tanto, discrecional). Abona lo dicho
el texto de la sentencia C-385 de 1996, que se transcribe:

"La función judicial del Congreso en los procesos contra los


altos funcionarios del Estado.Además de la función de
legislar que normal y ordinariamente le corresponde al
Congreso, la Constitución lo ha habilitado para ejercer
"determinadas funciones judiciales" (art. 116 inciso 2). Estas
funciones las cumple el Congreso cuando acomete la
investigación y juzgamiento, por causas constitucionales, del
Presidente de la República o quien haga sus veces, de los
Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, del Consejo de
Estado y de la Corte Constitucional, los Miembros del
Consejo Superior de la Judicatura y el Fiscal General de la
Nación, y aunque hubieren cesado en el ejercicio de sus
cargos, por hechos u omisiones ocurridos en el desempeño
de los mismos, con arreglo a las previsiones de los arts. 174,
175, 178-3-4-5, 235, numeral 2, 327 a 366 de la Ley 5a. de 1992,
178, 179, 180, 181,182 y 183 de la Ley 270 de 1996, Estatutaria
de la Administración de Justicia. La jurisprudencia de la Corte
ha distinguido dos tipos de procesos, a partir de los
preceptos de la Constitución que regulan en forma
diferenciada los casos de acusación por delitos comunes (art.
175 numeral 3), de los que aluden a delitos cometidos en
ejercicio de funciones o a indignidad por mala conducta.
Tratándose de los primeros la función del Senado se limita "a
declarar si hay lugar o no a seguimiento de causa y, en caso
afirmativo, pondrá al acusado a disposición de la Corte
Suprema", con lo cual dicha actuación constituye una
condición o requisito de procedibilidad del proceso penal que
debe adelantarse ante ésta. Y cuando se dan los segundos, de
un lado, se determina la responsabilidad política del
imputado, en el sentido de que el Senado puede imponer,
únicamente, si fuere el caso, mediante sentencia la
destitución del empleo o la privación temporal o pérdida
absoluta de los derechos políticos, y de otro lado, al reo se le
seguirá juicio criminal ante la Corte Suprema de Justicia, si
los hechos lo constituyen responsable de infracción que
merezca otra pena. Sobre el ámbito de las competencias del
Congreso, con respecto al conocimiento de los dos tipos de
acusación que se han reseñado, en la sentencia C-222/96 se
precisó lo siguiente:"Salvo el caso de la indignidad por mala
conducta, en el que la Cámara y el Senado gozan de plena
capacidad investigativa y juzgadora, por tratarse de una
función política, en los demás eventos en los que la materia
de la acusación recae sobre hechos presuntamente
delictivos, la competencia de la primera se limita a elevar ante
el Senado la acusación respectiva o a dejar de hacerlo y, el
segundo, a declarar si hay o no lugar a seguimiento de causa,
de acuerdo con lo cual se pondrá o no al acusado a
disposición de la Corte Suprema de Justicia (C.P. arts., 175-2
y 3; 178- 3 y 4). Es evidente que ni la resolución de acusación
de la Cámara ni la declaración de seguimiento de causa,
como tampoco los actos denegatorios de una y otra,
tratándose de hechos punibles, comportan la condena o la
absolución de los funcionarios titulares de fuero, extremos
que exclusivamente cabe definir a la Corte Suprema de
Justicia mediante sentencia definitiva. Aunque hay que
advertir que cuando la Cámara no acusa, o el Senado declara
que no hay lugar a seguir causa criminal, tales decisiones,
tienen indudablemente un sentido definitivo, en los términos
de la Constitución y de la ley, por cuanto no se podrá dar
judicialmente el presupuesto procesal para que se continúen
las actuaciones contra el funcionario acusado e investido con
el fuero constitucional". (....)"La función atribuida a las
cámaras es de naturaleza judicial siempre que se refiera a
hechos punibles y, por lo tanto, no es en modo alguno
discrecional. Si con arreglo a las averiguaciones que en su
seno se realicen, existen razones que ameriten objetivamente
la prosecución de la acción penal, vale decir, el derecho a la
jurisdicción y a la acción penal, única llamada a pronunciarse
de fondo sobre la pretensión punitiva, no puede existir
alternativa distinta a la formulación de la acusación y a la
declaración de seguimiento de causa. Si, por el contrario, no
es ése el caso, la opción no puede ser distinta de la de no
acusar y declarar el no seguimiento de causa".

En la aludida sentencia igualmente señaló la Corte que en la actuación


judicial que le es propia, los correspondientes órganos del Congreso y
sus integrantes tienen las mismas facultades y deberes de los jueces o
fiscales e idénticas responsabilidades. En efecto, expresó:

"De lo anterior se infiere que para estos efectos los


Representantes y Senadores tienen las mismas facultades y
deberes de los Jueces o Fiscales de instrucción, y,
consiguientemente, las mismas responsabilidades.

"La naturaleza de la función encomendada al Congreso


supone exigencias a la actuación de los congresistas que,
con su voto, colegiadamente concurren a la configuración del
presupuesto procesal previo consistente en la decisión sobre
acusación y seguimiento de causa o no acusación y no
seguimiento de causa. Además de las limitaciones inherentes
a su condición de congresistas, la índole judicial de la función
analizada, impone hacer extensivos a éstos el régimen
aplicable a los jueces, como quiera que lo que se demanda es
una decisión objetiva e imparcial en atención a los efectos
jurídicos que ha de tener.

"Sin perjuicio de que las decisiones que se adopten sean


colegiadas, los miembros de las Cámaras, en su condición de
jueces, asumen una responsabilidad personal, que incluso
podría tener implicaciones penales”.

Por su parte, en la sentencia C-386 de 1996, la Corte Constitucional,


una vez más, ratificó que los juicios por indignidad son procesos que
tienen un carácter más político que penal, en cuanto que corresponden
al ejercicio de un verdadero “derecho de punición por indignidad
política (impeachment)”, lo que no ocurre cuando, sin perjuicio de la
indignidad, la conducta es delictiva, caso en el cual la función - esta sí
judicial - del Congreso se limita a configurar el requisito de
procedibilidad para que el reo sea puesto a disposición de la Corte
Suprema de Justicia. Sobre este particular, resulta ilustrativo repasar el
contenido del siguiente pasaje de la citada sentencia:

“Naturaleza de los procesos en el Congreso y fuero


congresistas.

“16- En anteriores decisiones esta Corporación mostró que


los procesos contra los altos dignatarios en el Congreso
tienen una naturaleza muy compleja, pues si bien los
representantes y los senadores ejercen en tales eventos
ciertas funciones judiciales (CP art. 116), y por ende les son
imputables las responsabilidades propias de tales
funcionarios, lo cierto es que los parlamentarios no tienen
exactamente las mismas competencias de un fiscal o un juez
penal ordinario78. Para ello conviene recordar las reglas
mismas que rigen esos procesos. Así, la Constitución
distingue modalidades de juicio, puesto que regula de manera
diferente los casos de acusaciones por delitos comunes (CP
art. 175 ord 3º) de aquellos en donde se trata de cargos por
delitos cometidos en ejercicio de las funciones o de los
procesos por indignidad por mala conducta (CP art. 175 ord
3º). Son pues diversos tipos de procesos en donde el papel
del Congreso es diferente.

“Así, en los juicios por delitos comunes, ni la Cámara ni el


Senado imponen sanciones sino que su labor es un
prerrequisito para el desarrollo del proceso penal mismo, el
cual se adelanta ante la Corte Suprema, pues la Constitución
señala claramente que en tales eventos el Senado se limita a
declarar si hay o no seguimiento de causa y, si es el caso,
78 Ver, entre otras, la sentencia C-222/96.
procede a poner al acusado a disposición de su juez natural,
la Corte Suprema. La labor del Congreso es entonces la de
configurar un requisito de procedibilidad, por lo cual esta
Corporación ha dicho que este fuero especial ante el
Congreso "no implica el sometimiento a jueces y tribunales
especiales, esto es, distintos de los ordinarios, en aquellos
casos en que sean objeto de investigaciones y eventualmente
acusaciones, determinados funcionarios del Estado, sino el
cumplimiento de un trámite procesal especial de definición de
la procedencia subjetiva y en concreto del juicio penal.79 "

“Por su parte, los juicios por indignidad simple, por su propia


naturaleza, son procesos que tienen un carácter más político
que penal, esto es, son un "juicio de responsabilidad
política"80, pues constituyen, como lo dijo en su momento la
Corte Suprema de Justicia cuando ejercía la guarda de la
Constitución, el ejercicio del "derecho de punición por
indignidad política (impeachment)81 ". Por ello en tales casos
la Cámara es verdaderamente un fiscal pleno y el Senado es
el juez natural de los altos dignatarios, pero la única sanción
que puede imponer este cuerpo representativo en tal proceso
es la destitución del cargo y la pérdida o suspensión de los
derechos políticos (CP art. 175 ord. 2º).

“Ahora bien ¿qué sucede cuando la conducta indigna es a su


vez un delito que implica una sanción más grave? En tales
casos, la Constitución aclara que “al reo se le seguirá juicio
criminal ante la Corte Suprema de Justicia, si los hechos lo
constituyen responsable de infracción que merezca otra
pena” (CP art. 175 ord 2º). La Constitución distingue
entonces claramente la conducta simplemente indigna de la
conducta que es además delictiva, pues admite las hipótesis
de acusaciones por ambos conceptos. Además la Carta
establece que si el comportamiento, fuera de ser indigno, es
también delictivo y amerita una pena mayor, el juez natural
para tal efecto ya no es el Congreso sino la Corte Suprema.
Esto significa que la indignidad es un concepto más amplio
que el del delito cometido en ejercicio del cargo o el delito
común, pues si no fuera así, no se entendería este último
mandato constitucional, que muestra que la propia Carta
admite que hay casos en donde ha habido una conducta
indigna sin que haya habido delito, evento en el cual no habrá
lugar a poner al reo a disposición de la Corte Suprema.

“Por eso, en caso de que la conducta sea indigna y delictiva,


la labor del Congreso es entonces de doble naturaleza. De un
79 Sentencia C-222/96.
80 Ibidem.
81 Corte Suprema de Justicia. Sentencia No 17 del 7 de marzo de 1985. MP Manuel Gaona Cruz.
lado, debe adelantar autónomamente el proceso de
responsabilidad por indignidad e imponer la sanción prevista
por la propia Carta (destitución y pérdida o suspensión de
derechos políticos) y del otro, al igual que con los delitos
comunes, debe configurar el requisito de procedibilidad para
que el reo sea puesto a disposición de la Corte Suprema".

Las sub-reglas y criterios expresados, igualmente se reiteran en la


sentencia C-563 de 1996, en la que también las razones desarrolladas
en la parte motiva se consideraron decisivas para alcanzar la
resolución de exequibilidad de las normas demandadas que se
pronunció “en los términos de esta sentencia”, fórmula esta que
emplea la Corte para extender el efecto de la cosa juzgada a la
doctrina que tiene carácter esencial, por lo que forma un solo cuerpo
con la decisión. En esta oportunidad el cargo de inconstitucionalidad se
enderezaba a cuestionar las disposiciones de la Ley 5ª de 1992 y del
D.L 2700 de 1991, en cuanto ellas conferían a la Cámara de
Representantes el poder judicial de calificar el mérito de la instrucción y
disponer los procedimientos a seguir. En este sentencia, la Corte
luego de acoger en su integridad lo dicho en fallos anteriores, arriba
transcritos - en los que se distingue la función judicial del Congreso
referida a los hechos punibles, de la orientada a deducir
responsabilidad en los casos de indignidad, ésta sí política y
discrecional -, concluye lo siguiente:

"En primer lugar, es importante manifestar que la demanda no


se dirige en concreto contra cada uno de los preceptos
indicados, sino que como se señaló, tiene como propósito la
declaración de inexequibilidad de todos y cada uno de dichos
artículos, con el argumento ya expresado, es decir, que la
Cámara de Representantes adolece de funciones judiciales.

“Con fundamento en la jurisprudencia transcrita en el acápite


anterior, en los eventos en los que la materia de la acusación
recae sobre hechos presuntamente delictivos, la competencia
de la Cámara se limita a elevar ante el Senado la acusación
respectiva o a dejar de hacerlo para que decida si hay lugar o
no a seguimiento de causa a fin de poner al acusado a
disposición de la Corte Suprema de Justicia, sin que dicha
actuación comporte la absolución o condena de los
funcionarios con fuero constitucional, lo que corresponde
definir a la Corte Suprema de Justicia en sentencia definitiva.
Así pues, lo cierto es que la función atribuida a la Cámara de
Representantes a través de la Comisión de Investigación y
Acusación y de la Plenaria de la misma, de que trata el
numeral 3o. del artículo 178 superior, es de naturaleza
judicial.
“Por consiguiente, el cargo formulado por el actor contra los
preceptos mencionados no prospera en la medida en que,
contrario a lo que sostiene en su demanda, la Cámara de
Representantes sí tiene funciones judiciales para los efectos
ya anotados, es decir, en orden a decidir si acusa o no ante el
Senado a los funcionarios que gozan de fuero constitucional,
dicha célula legislativa está plenamente facultada para
adelantar las investigaciones tendentes a determinar por
parte de la Plenaria de la Cámara si existen o no razones que
ameriten objetivamente la acusación o preclusión del proceso
correspondiente.

“Así pues, estas disposiciones se encuentran ajustadas a los


preceptos consagrados en los artículos 174, 175 y 178-3 de la
Constitución Política, y están en consonancia con la
jurisprudencia de la Corte Constitucional en la medida en que
la Cámara de Representantes, a través de la Comisión de
Investigación tiene la potestad de adelantar la investigación
para que la Plenaria de la misma Corporación pueda formular
en caso en que haya lugar, la correspondiente acusación
contra los funcionarios que gozan de fuero constitucional
especial, lo cual conlleva el ejercicio de la función judicial, de
conformidad con lo dispuesto en el artículo 116 de la Carta
Fundamental según el cual “El Congreso ejercerá
determinadas funciones judiciales”.

“En este sentido, los preceptos acusados no hacen otra cosa


que determinar el procedimiento que se debe seguir tanto en
la Comisión de Investigación y Acusación como en la Plenaria
de la Cámara de Representantes para los efectos de adelantar
la respectiva investigación y de llegar a una decisión
únicamente con el objeto de promover la acusación
correspondiente ante el Senado de la República o declarar la
preclusión del proceso y su archivo, materias estas que son
de la esencia de la función judicial.

“De esta forma, no se quebranta la Constitución cuando en


las disposiciones que se examinan se indica lo relativo al
reparto y ratificación de la denuncia que se formule ante la
Comisión, la apertura de la misma, el derecho a que el
denunciado nombre un defensor, la vigencia del principio de
libertad del procesado y otras garantías en cabeza del
denunciado, así como la facultad que tiene la Cámara de
investigar oficiosamente a los funcionarios mencionados,
etc., puesto que se trata de la consagración de trámites
requeridos para llevar a cabo la función señalada en el
numeral tercero del artículo 178 de la Carta Política".

La doctrina constitucional se mantiene, inclusive en la última sentencia


que se pronunció de fondo sobre los poderes eminentemente judiciales
- que no políticos - asignados por la ley a la Cámara de
Representantes y al representante-investigador, cuya concesión sería
ilógica si su empleo se decidiese en términos de la política y no del
derecho. En este sentido, es ilustrativo traer a colación el siguiente
aparte de la sentencia C- 148 de 1997, mediante la cual se declaró la
exequibilidad de distintos preceptos de las Leyes 5ª de 1992 y 273 de
1996, acusados de violar la Constitución por atribuir a la Cámara de
Representantes funciones propias de la Corte Suprema de Justicia. La
resolución de exequibilidad se basa en la distinción previamente
elaborada por la doctrina constitucional consolidada, que reconoce los
dos tipos de actuaciones - uno estrictamente judicial y otro
perteneciente al “juicio político” -, de los cuales uno tiene carácter
judicial y se sujeta a las normas procesales y sustanciales
contempladas en la Constitución y en la ley. La distinción, sobre cuyas
consecuencias sobra recabar - poder reglado en un caso y discrecional
en otro; actividad judicial en el primero y política en el segundo -,
resultó siempre definitiva para justificar la constitucionalidad de las
normas legales que “judicializaron” la intervención de las cámaras,
indispensable para cumplir la actividad directamente referida a la
acusación por hechos punibles, cuyo conocimiento final y privativo
corresponde a la Corte Suprema de Justicia. Esta distinción, pues,
soporta la exequibilidad de las normas acusadas, como puede
deducirse del siguiente aparte de la sentencia citada.

"Sobre el particular debe resaltarse que de conformidad con


el artículo 175-2-3 de la C.P., y tratándose de funcionarios que
gozan de fuero especial, el Congreso adelanta dos tipos de
actuaciones judiciales. La primera tiene lugar cuando se trata
de acusación por delitos cometidos en ejercicio de sus
funciones, o a indignidad por mala conducta, caso en el cual,
de conformidad con el artículo 175-2 “el Senado no podrá
imponer otra pena que la de destitución del empleo, o la
privación temporal o perdida absoluta de los derechos
políticos; pero al reo se le seguirá juicio criminal ante la Corte
Suprema de Justicia, si los hechos lo constituyen
responsable de infracción que merezca otra pena”. La
segunda cuando se trata de acusación por delitos comunes,
ante lo cual, tal como lo dispone el artículo 175-3, “el Senado
se limitará a declarar si hay o no lugar a seguimiento de
causa y, en caso afirmativo, pondrá al acusado a disposición
de la Corte Suprema de Justicia”.

“Obsérvese, que es la propia Constitución la que otorga


competencia al Congreso de la República para conocer de
aquellas denuncias que, por delitos comunes, se formulen
ante la Cámara -Comisión de Investigación y Acusación-
contra funcionarios que gozan de fuero especial. Obviamente
que, por disposición del propio ordenamiento, su
competencia se limita a instruir y acusar o no acusar; el
juzgamiento es competencia exclusiva de la h. Corte Suprema
de Justicia, de conformidad con el propio artículo 175 de la
Constitución Política, por lo que la acusación que profiera el
Senado de la República, cuando se trata de delitos comunes,
se constituye en el marco jurídico para desarrollar la etapa del
juicio penal.

“En relación con el tema, esta Corporación, en diferentes


pronunciamientos (Sentencias C-222/96, C-245/96, C-385/96,
C-386/96 y C-563/96), ha avalado la competencia que le asiste
a la Cámara de Representantes y al Senado de la República
para conocer de las denuncias, que por delitos comunes, se
formulen contra funcionarios que gozan de fuero especial. En
uno de los mencionados pronunciamientos afirmó:

‘La jurisprudencia de la Corte ha distinguido dos tipos de


procesos, a partir de los preceptos de la Constitución que
regulan en forma diferenciada los casos de acusación por
delitos comunes (art. 175 numeral 3), de los que aluden a
delitos cometidos en ejercicio de funciones o a indignidad por
mala conducta. Tratándose de los primeros la función del
Senado se limita "a declarar si hay lugar o no a seguimiento
de causa y, en caso afirmativo, pondrá al acusado a
disposición de la Corte Suprema", con lo cual dicha actuación
constituye una condición o requisito de procedibilidad del
proceso penal que debe adelantarse ante ésta. Y cuando se
dan los segundos, de un lado, se determina la
responsabilidad política del imputado, en el sentido de que el
Senado puede imponer, únicamente, si fuere el caso,
mediante sentencia la destitución del empleo o la privación
temporal o pérdida absoluta de los derechos políticos, y de
otro lado, al reo se le seguirá juicio criminal ante la Corte
Suprema de Justicia, si los hechos lo constituyen
responsable de infracción que merezca otra pena’. (Sentencia
No, C-385 de 1996, Magistrado Ponente, doctor Antonio
Barrera Carbonell).

“En este orden de ideas, resulta claro que la actuación


adelantada por la Comisión de Investigación y Acusación de
la Cámara, por la Comisión de Instrucción del Senado y por
las plenarias de las dos corporaciones, incluye la de
investigar las denuncias que por delitos comunes se formulen
contra altos funcionarios del Estado que gozan de fuero
especial, ocurridos durante el desempeño del cargo y aunque
aquellos hubieren cesado en el ejercicio del mismo.

(...)
“Para el demandante las normas citadas violan preceptos
constitucionales, pues a su juicio, la Cámara de
Representantes no puede desempeñar el papel de juez-fiscal
en los procesos contra las altas dignidades. Afirma que, “si
se llegare a aceptar tamaño error de derecho procesal
constitucional, se permitiría que esta corporación instruyese
la causa en relación con la cual recibió la denuncia o queja del
fiscal general de la Nación o de los particulares ( Art-.178,
num 4, C.N.) y que ella en sede jurisdiccional (fase de mera
acusación ante el Senado) sería competente para proferir
resolución de preclusión en el juicio político, o sea, el juicio
de indignidad por mala conducta.” Insiste en que la
competencia de la Cámara de Representantes es la de realizar
el presupuesto de procedibilidad de formular la acusación
ante el Senado con base en los elementos de juicio que
arrojen la denuncia o la queja, y no instruir el proceso, pues
dicha función corresponde a la Corte Suprema de Justicia.

“Sobre el particular cabe anotar que la jurisprudencia


reiterada de esta Corporación, contenida en las providencias
E-004/95, C-222/96, C-245/96, C-385/96, C-386 y C-563/96 ha
sido enfática en sostener que la atribución conferida a la
Cámara de Representantes y al Senado de la República por
los artículos 116, 174-3, 4, 5, 175 y 178 del Estatuto Superior,
los artículos 329 y ss. de la Ley 5a de 1992 y la ley 273 de
1996, es de carácter eminentemente jurisdiccional, en
tratándose de denuncias y quejas formuladas contra
funcionarios que gozan de fuero especial, por delitos
comunes o cometidos en ejercicio de sus funciones y a
indignidad por mala conducta. Así mismo, la Corte ha
reconocido que en ejercicio de dicha función jurisdiccional, la
Cámara de Representantes tiene la facultad de investigar los
hechos que dieron origen a la denuncia o a la queja, con el fin
de decidir acerca de la preclusión de la investigación o la
formulación de la acusación ante el Senado.

(...)

“Respecto de los hechos presuntamente delictivos cometidos


por funcionarios con fuero especial y ocurridos en el ejercicio
del cargo, ha de aclararse que el Congreso cumple una
función jurisdiccional de tipo penal, correlativa a las etapas de
investigación y calificación de los proceso penales que se
surten ante los jueces comunes. Entre otras razones, porque
los efectos de las decisiones que finalmente adopte el
Congreso, al igual que las adoptadas por los fiscales, dan
lugar, o bien al juzgamiento del sindicado ante la h. Corte
Suprema de Justicia, con lo cual, como ya se anotó, la
acusación se convierte en el marco jurídico para desarrollar la
etapa del juicio penal, o bien a la preclusión de la
investigación, caso en el cual, se le pone fin a la actuación
judicial, procediendo el archivo del expediente, con lo cual la
decisión produce efectos de cosa juzgada (art. 343 de la Ley
5a. de 1992, modificado por el artículo 3o. de la Ley 273 de
1996)".

Por lo demás, como no podía ser de otro modo, las sentencias de


revisión de tutelas, han reiterado las sub-reglas y criterios de
interpretación sostenidos por la Sala Plena en los diferentes fallos de
constitucionalidad. En la sentencia T-322 de 1996 se analizó
extensamente el contenido y alcance de la garantía que protege la
inviolabilidad de las opiniones y votos de los congresistas. Se recuerda
en el fallo la doctrina de la Corte en relación con el tema (sentencia C-
245 de 1996) y, de manera consecuente, se advierte que el núcleo de
la garantía está integrado por las actividades de control político. En
este orden de ideas, sin perjuicio de los límites objetivos deducidos por
la Corte Constitucional en la sentencia citada, se precisa en la
sentencia de revisión que el ámbito de la garantía de la inviolabilidad
no puede estimarse en términos absolutos puesto que se pondrían en
grave riesgo los derechos fundamentales de las personas. Con el
objeto de definir la esfera de la inviolabilidad, se impone, según esta
sentencia, una interpretación ponderada que, sin ignorar la función a la
que sirve la garantía, no la extienda más allá de la misma, ya que de lo
contrario se podrían violar los derechos fundamentales y se
entronizaría el abuso de dicha institución. Concluye la sentencia: “La
finalidad de la mencionada inviolabilidad, es garantizar el control
político; todo lo que no corresponde a esa función, e invade
derechos ajenos, se cataloga como abuso. Queda así explicada
otra de las razones para la limitación del citado derecho”.

El recuento de la doctrina constitucional relacionada con las


competencias de investigación y juzgamiento otorgadas al Congreso
por la Constitución Política, permite apreciar sin asomo de duda que la
decisión de la Corte Suprema de Justicia ha seguido fielmente las sub-
reglas y criterios de interpretación que en su conjunto conforman dicha
doctrina, elaborada en sentencias que han hecho tránsito a cosa
juzgada. La previsión de la Corte Constitucional, dirigida a todos los
órganos del Estado y a los ciudadanos, que adoptaba la forma de atar
los fundamentos con la parte resolutiva de sus sentencias, no pasó
desapercibida para la Corte Suprema de Justicia que, como puede
inferirse de lo ordenado en su providencia, aplicó la doctrina
constitucional.

La plena coincidencia que guarda la decisión de la Corte Suprema de


Justicia con la doctrina constitucional sentada por la Corte
Constitucional, malogra cualquier intento de someterla a vituperio
cargándole el mote de "vía de hecho". La única manera de hacerlo
sería que la Corte Constitucional incurriese en una "vía de hecho" y
abjurase de la doctrina por ella elaborada y tantas veces reiterada en
sentencias de constitucionalidad. Pero, esto no sería suficiente. Para
que la Corte Constitucional declarare en este caso que la decisión de
la Corte Suprema de justicia no es una providencia judicial sino una vía
de hecho, habría que acumular otra arbitrariedad a la violación de la
cosa juzgada por parte de la misma Corte Constitucional. Se requeriría
que la "corrección" de la doctrina constitucional, se aplicare con
retroactividad.

Desde el punto de vista constitucional, en el instante en que la Corte


Suprema de Justicia, profirió el auto de apertura de investigación con el
objeto de establecer la comisión de hechos punibles presuntamente
perpetrados en desarrollo de una específica actuación judicial atribuida
al Congreso, no cabía la menor duda acerca de la competencia del
más alto órgano de la jurisdicción ordinaria y sobre el hecho de que la
inviolabilidad de los congresistas no abarcaba los actos cumplidos al
hilo de dicha función judicial. La convicción de obrar con estricta
sujeción a la Constitución y en desarrollo de un deber inexcusable, que
animó a la Corte Suprema de Justicia, por lo expuesto, lejos de estar
ayuna de asidero se desprendía de su texto y de lo establecido y
expuesto por su máximo intérprete.

Mal puede este último afirmar, con posterioridad, que la Corte Suprema
de Justicia se encaminó por un sendero de arbitrariedad (vía de
hecho), salvo que sostenga la tesis según la cual creer y seguir la
interpretación dada por la Corte Constitucional no resulta ni
aconsejable ni obligatorio pues el que lo haga corre el riesgo de
prevaricar. Empero, para seguir la doctrina constitucional de la Corte
Constitucional - así se desprende de la posición asumida por la
mayoría -, y evitar ser crucificado en el intento, será indispensable
disponer de un poder adivinatorio capaz de anticipar las futuras
rectificaciones, matizaciones y virajes jurisprudenciales que sus
magistrados decidan introducir a las sentencias que han hecho
tránsito a cosa juzgada. No es necesario proseguir en esta línea de
pensamiento; tal vez tampoco sea conveniente. Baste recordar que la
doctrina de las vías de hecho se acuñó con el objeto de proteger a la
persona de las arbitrariedades de los jueces, pero no autoriza para
practicar el género perverso de un cierto tipo de remedio judicial
consistente en la arbitrariedad que un juez ejerce sobre otro.

La imposible calificación del acto impugnado como una vía de


hecho y las imprecisiones y equivocaciones en que, al respecto,
incurre la sentencia de la Corte.

7. La supuesta arbitrariedad que la mayoría endilga a la decisión de la


Corte Suprema de Justicia – que se corrige con dos arbitrariedades por
cuenta de la Corte Constitucional y la distorsión del proceso
hermenéutico -, no se puede enlazar a un acto u omisión específica de
ese órgano de la justicia ordinaria. La desestimación de la forma
judicial del acto y su tratamiento taxonómico como “vía de hecho”, no
puede surgir de un elemento externo a la autoridad pública respecto
del cual ésta no disponga de capacidad de autodeterminación en
ningún sentido posible. La “vía de hecho” es la respuesta constitucional
al voluntario distanciamiento del imperio del derecho protagonizado por
quien debe obrar bajo sus dictados. La desestimación de eficacia
jurídica, en este caso, es el medio para reaccionar contra la rebelión
que un juez descaminado le declare a la servidumbre al derecho, que
corresponde a su única justificación funcional y existencial. ¿Qué
reproche se le podría entonces formular a la conducta de la Corte
Suprema de Justicia que se ha ajustado a la Constitución, a la ley y a
la doctrina constitucional refrendada innumerables veces por la Corte
Constitucional en sentencias de constitucionalidad? Ninguno. La vía de
hecho es un procedimiento aplicable al juez insumiso. Cuando con la
vía de hecho se fulmina el acto de un juez que al dictarlo ha dado fiel
cumplimiento al ordenamiento jurídico vigente, se pervierte este
instrumento de justicia y se usurpa la competencia de un órgano de la
justicia.

La Corte Constitucional, mediante esta sentencia de revisión, decidió


modificar la doctrina constitucional en lo concerniente a las facultades,
poderes y deberes de los congresistas en los eventos de investigación
y juzgamiento de funcionarios con fuero. Al hacerlo sustituyó
completamente el paradigma interpretativo anterior, por uno nuevo
inspirado en axiomas y premisas distintas. Vistas las cosas anteriores
a partir de este nuevo paradigma, es evidente que los actos proferidos
antes con base en el paradigma derogado parezcan cuestionables,
absurdos e inclusive arbitrarios.

De la misma manera, si posteriormente la Corte Constitucional, en otra


sentencia de revisión, decidiere retornar al paradigma destronado, los
actos emanados hasta entonces, juzgados con base en los criterios de
éste último, se antojaran cuestionables, absurdos e inclusive
arbitrarios. En las dos situaciones, no se podría afirmar que los actos
expedidos por los jueces, amparados por los paradigmas en boga,
sean arbitrarios porque ellos hayan obrado arbitrariamente, puesto que
el juez que aplica el ordenamiento jurídico vigente por definición no se
comporta de manera arbitraria

8. Un determinado acto judicial es arbitrario y, por ende, constitutivo de


una vía de hecho, si bajo ningún parámetro del sistema jurídico, puede
gozar de validez y pretender para sí acatamiento. En Colombia la
sujeción al imperio del derecho, como deber judicial inexcusable,
comporta, entre otras cosas, respetar los efectos de cosa juzgada
constitucional que se derivan de los fallos que la Corte Constitucional
dicte en ejercicio del control jurisdiccional, los que se predican tanto de
la parte resolutiva como de “aquella parte de la argumentación que se
considere absolutamente básica, necesaria e indispensable para servir
de soporte directo a la parte resolutiva de las sentencias y que incida
directamente en ella” (sentencia C-037 de 1996). Por consiguiente, el
acto judicial que abiertamente desconozca el valor de la cosa juzgada
constitucional, puede considerarse incurso en una vía de hecho, si de
ello se sigue la vulneración de algún derecho fundamental.

9. Si los fallos proferidos por la Corte Constitucional referidos a una


cierta institución o materia, se soportan en determinados principios y
criterios uniformes, debidamente expuestos por esa corporación e
íntimamente conectados a su parte resolutiva, puede decirse que
conforman una doctrina vinculante [paradigma interpretativo] que no
puede dejar de ser tenido en cuenta por los demás jueces y
autoridades. El paradigma, como toda praxis social permanentemente
evoluciona y puede, en un cierto momento, dar paso a otro o
simplemente desintegrarse. Sin embargo, en el caso de que el
paradigma se integre a la cosa juzgada constitucional, su cambio es
complejo y no cualquier órgano judicial puede promoverlo, como quiera
que las oportunidades para recorrer una trayectoria diversa depende
en gran medida de la expedición de normas que en su oportunidad se
sometan al examen de constitucionalidad de la Corte Constitucional.
En sistemas jurídicos como el colombiano, sin perjuicio de la función
creativa de los jueces, el cambio de los esquemas sociales de
comportamiento portadores de una inequívoca obligatoriedad jurídica
se asocian básicamente a las manifestaciones positivas del principio
democrático.

El paradigma interpretativo, obra de la actividad de la Corte


Constitucional, por lo tanto, no es ajeno al cuerpo normativo de origen
legislativo al cual se refieren sus fallos. El paradigma reclama como
contenido propio tanto las leyes y demás normas declaradas
exequibles, como las razones inescindiblemente unidas a los fallos de
constitucionalidad o inconstitucionalidad, todo lo cual se traduce en una
praxis política y cultural cada vez más decantada en la que confluyen
en un marco abierto - no exento de tensiones - discursos de distinto
origen. El paradigma no está llamado a petrificarse y sólo se renueva
integralmente cuando sus principios medulares, reflejados en
sentencias y normas, son remplazados por otros y se revelan
impotentes para evolucionar y responder satisfactoriamente a los
cambios y desafíos que surgen de la polis con la que mantiene un
vínculo de mutua interdependencia.

10. Se ha sostenido que un acto judicial no puede ser reputado vía de


hecho si está conforme con el paradigma interpretativo validado por la
Corte Constitucional. En verdad, no se le puede exigir a una autoridad
judicial que renuncie a sujetarse al imperio del derecho. La mayoría,
para esquivar cualquier censura de arbitrariedad por exigir a los jueces
un comportamiento imposible, como sería el de desacatar el paradigma
vigente en el momento en el que adoptaron una determinada decisión,
niega que exista uno que postule la responsabilidad penal de los
congresistas a propósito del cumplimiento de sus competencias
constitucionales de investigación y juzgamiento. Para la mayoría es
claro que si ella no logra demostrar este aserto, no podría calificar
como vía de hecho la actuación judicial de la Corte Suprema de
Justicia y, en cambio, se pondría de bulto su propia arbitrariedad
puesto que la Corte Constitucional en sede de revisión no puede
desconocer la cosa juzgada constitucional si esta le sirve de cemento
al paradigma que juzga inexistente.

La mayoría cree que si acredita con sus argumentos que la sub-regla


de la responsabilidad penal de los congresistas-jueces, no tiene el
carácter de ratio decidendi (“consideración normativa que sea
necesariamente la razón necesaria para decidir el asunto”) sino de
mero dictum (“simple afirmación no necesaria a la decisión”), en las
sentencias C-222 de 1996 de 1996 y C-245 de 1995, se habrá
comprobado que el paradigma o doctrina constitucional a que ella da
lugar, es inexistente y, por tanto, podrá tener asidero la calificación de
vía de hecho que formula al acto de la Corte Suprema de Justicia y
gozará de competencia en sede de revisión para introducir un nuevo
paradigma de interpretación constitucional. La mayoría de este modo
cuestiona, en síntesis, la existencia del paradigma expresado bajo la
forma de la sub-regla constitucional según la cual el Congresista-juez
está sujeto a responsabilidad penal.

11. Sin embargo, antes de entrar en materia, conviene de manera


somera señalar que la empresa que acomete la mayoría de trasladar al
derecho colombiano, los esquemas de desarrollo del derecho judicial
inglés, hasta el punto de intentar establecer equivalencias con las
expresiones conceptuales empleadas por la Corte para determinar el
alcance de la cosa juzgada constitucional, está destinada a rendir
escaso provecho. La misma mayoría se anticipa a confesar que el
esquema propuesto es “tomado en alguna medida del derecho privado
y de los sistemas de Common Law”. Sin perjuicio de la ilustración que
ofrece la exposición de la mayoría y de la utilidad marginal que pueda
brindar en términos de comportamiento judicial y de configuración de
una comunidad jurídica cohesionada alrededor de la actividad del juez,
lo cierto es que la exigencia de un conflicto y la conformación de un
caso, como presupuestos del discurrir de este derecho, contrastan con
los mecanismos de control de constitucionalidad abstracta y la
institución colombiana de la cosa juzgada constitucional, para sólo
indicar dos particularidades del derecho constitucional, a las que se
deben sumar la propias de un sistema jurídico primordialmente
sustentado en el derecho legislado, y en la existencia de una
Constitución rígida.

Al empleo de esta metodología ajena al sistema colombiano de control


de constitucionalidad - que ni siquiera operativamente puede ser
explicado a través del prisma del derecho judicial inglés y de su
derecho privado -, hay que atribuir gran parte de las conclusiones
equivocadas que deriva la mayoría del análisis de las dos sentencias
citadas. El problema esencial se determina, en efecto, a partir del
cuestionamiento de la actora que demandaba algunos artículos de la
Ley 5ª de 1992, por desconocer que algunas decisiones esenciales se
radicaban en las comisiones cuando, en su concepto, pertenecían a las
plenarias de las cámaras. Para resolver este problema, agrega la
mayoría, no “eran necesarias las reflexiones que la Corte hizo sobre la
naturaleza de los juicios en el Congreso y las responsabilidades
judiciales de los senadores y representantes”, las cuales por no tener
relación directa con el problema a resolver ni con las normas
examinadas, tenían el carácter de simple obiter dictum. La mayoría,
finalmente, conforme a esta misma metodología, introduce la
convencional prueba ácida del derecho judicial inglés y concluye que
las aseveraciones hechas por la Corte no son las que soportan el fallo:
“[b]asta suprimir todas esas referencias, y de todos modos las
decisiones serían idénticas”.

12. Ni el caso, ni el problema constitucional, pueden construirse a partir


del cargo del demandante, toda vez que la confrontación constitucional
de la norma impugnada que efectúa la Corte Constitucional se lleva a
cabo frente al universo de las disposiciones que integran la Carta.
Puede convenirse con la mayoría que para resolver sólo el cargo
formulado por la demandante, no era preciso sostener el principio de la
responsabilidad individual y penal de los congresistas. Sin embargo,
con el objeto de optar por la exequibilidad o inexequibilidad de los
preceptos demandados, sí era indispensable un examen integral de las
normas impugnadas a la luz de la Constitución, puesto que estaba en
juego mucho más que la definición de competencias que involucraba a
las plenarias y a las comisiones. Los artículos 330, 331, 338, 341 y 345
de la Ley 5ª de 1992, fueron, en efecto, declarados exequibles, no
solamente porque no violaban las reglas contenidas en la Constitución
sobre la distribución de asuntos entre las células del Congreso, sino
también porque no quebrantaban ningún otro precepto de la
Constitución.

Las normas demandadas regulaban aspectos esenciales del proceso,


además, de los aspectos de competencia a los que se refería la
demanda. En ellas se trataban los siguientes temas: funciones de la
Comisión de Investigación y Acusación; presentación personal de la
denuncia; reparto y ratificación de queja; recurso de apelación;
acusación o preclusión de la investigación; decisión sobre resolución
calificadora; consecuencias de la resolución calificatoria; proyecto de
resolución sobre acusación; decisión de la Comisión de instrucción. En
relación con cada uno de estos momentos del proceso, las
disposiciones demandadas atribuían poderes de decisión, en cada
caso, al representante-investigador, a la Comisión de Investigación y
Acusación y a la Comisión de Instrucción del Senado.

El cotejo de las normas demandadas con la Constitución, dado el


contenido de los preceptos acusados, no podía limitarse al estudio de
las competencias internas dentro del Congreso. Las normas de la Ley
5ª de 1992 adoptaban un modelo de “judicialización” del proceso de
investigación y juzgamiento de los funcionarios con fuero y, en este
orden de ideas, conferían a las células y cuerpos internos del
Congreso poderes de estirpe judicial. El problema constitucional exigía
que se definiera si un cuerpo político como el Congreso podía ser
titular de funciones judiciales y, además, ejercerlas sometido no a
criterios políticos sino a pautas normativas como las que se
determinaban en dichas normas. De otro lado, resultaba esencial fijar
el alcance de las decisiones alcanzadas por los distintos cuerpos del
Congreso a los que aludían las normas demandadas, habida cuenta
que de concluir que ellas tenían naturaleza política, el conocimiento de
la causa por parte de la Corte Suprema de Justicia dependería de su
voluntad discrecional.

La Corte Constitucional, como se tuvo oportunidad de exponer,


consideró necesario distinguir el caso de la indignidad por mala
conducta, función típicamente política, de la que se ejerce en los
demás casos en los que la materia de la acusación recae sobre hechos
presuntamente delictivos, la cual calificó de naturaleza judicial y
reglada. Este distingo fue determinante para aceptar que órganos
internos del Congreso pudiesen ser titulares de competencias de linaje
judicial, siempre que a sus miembros individualmente considerados al
ejercer poderes propios de jueces se les aplicase el mismo régimen de
responsabilidad, incluso de orden penal. La calificación judicial de la
función y del régimen de responsabilidad de los congresistas, impedía
que el requisito de procedibilidad de la acción tratándose de hechos
punibles, adquiriese una connotación puramente discrecional, de modo
que se escamotease la competencia de la Corte Suprema de Justicia.

Es claro que la Corte Constitucional, enfrentada a la necesidad de


comparar las normas impugnadas con toda la Constitución, no podía
definir la procedencia de la adscripción concreta de poderes judiciales
en algunas etapas de la investigación y juzgamiento, sin ocuparse,
además de precisar el órgano interno encargado de ejercitarlos, de
establecer su naturaleza y alcance. Asímismo, la atribución de poderes
judiciales a órganos internos del Congreso, requería que se definiera si
su ejercicio colegiado eliminaba la responsabilidad individual de sus
miembros.

Las normas legales, en síntesis, consagraban una serie de poderes


judiciales que se repartían entre algunos cuerpos internos del
Congreso. Sin perjuicio de corregir algunos problemas derivados de la
distribución de competencias entre las células del Congreso, el
problema de fondo que planteaba su confrontación integral con la
totalidad de la Constitución consistía en establecer si poderes de
naturaleza judicial podían confiarse a cuerpos políticos y librarse a su
libre determinación, independientemente de cómo se redistribuyeran
internamente.

Dado que las normas legales examinadas se limitaban a conferir


competencias específicamente judiciales a los cuerpos internos del
Congreso, sin establecer el concreto régimen de responsabilidad de los
congresistas y el alcance de las mismas, lo que podía afectar la
imparcialidad y objetividad de la función judicial con grave menoscabo
de la Constitución, optó la Corte Constitucional por declarar la
exequibilidad condicionada de los artículos citados, supeditándola
expresamente a la interpretación que en ella se expresaba. Según esta
interpretación, que es la única posible, pues sólo conforme a la misma
la ley resulta exequible, la asignación de competencias hecha por la
norma es constitucional pero bajo el entendido de que los miembros
del Congreso que concurren colegiadamente a su ejercicio, dada su
condición de jueces, asumen una responsabilidad personal similar a la
de los jueces o fiscales de instrucción, sin excluir la penal.

El principio que sirve de fundamento a la parte resolutiva de la


sentencia, sin el cual ésta carecería de sentido y sería ininteligible, no
es otro distinto que el de la responsabilidad personal e incluso penal de
las personas que ejercen la función judicial, así sea excepcional o
transitoriamente, que resulta imperativo mantener para preservar el
principio del Estado de Derecho. En efecto, la viabilidad constitucional
de que en algunos cuerpos internos del Congreso el Legislador radique
competencias judiciales, depende de que se acepte que sus miembros
cumplen una función judicial y que se someten al mismo régimen de
responsabilidad de los demás jueces. De lo contrario, la Corte
Constitucional no habría refrendado constitucionalmente la
transferencia de poderes judiciales a órganos de origen político que,
sin el condicionamiento introducido, los ejercerían con la misma
libertad y discrecionalidad con las que despachan los asuntos
políticos.

Sorprende que la mayoría, en su afán por reducir a su más mínima


expresión los precedentes obligatorios, estime que la cosa juzgada no
quede en este caso integrada con el condicionamiento al que se ha
hecho mención, que por lo dicho resulta neurálgico para entender y
resolver el problema constitucional que surge de comparar las normas
demandadas con la entera Constitución. La Corte Constitucional, de
otra parte, así lo entendió y lo dispuso, cuando concluyó: “[L]as
precisiones anteriores son indispensables para fijar el alcance de
las competencias de la Cámara de Representantes y del Senado,
señaladas en los artículos 175 y 178 de la C.P., y que tienen que
ver con las normas legales acusadas en esta demanda. En
consecuencia la exequibilidad de las mismas se supeditará a la
interpretación que se hace en esta providencia (...) Resuelve:
primero.- Declarar exequibles los apartes demandados de los artículos
330. 331, 338, 341, 342 y 345 de la Ley 5ª de 1992, en los términos
de esta sentencia”.
El principio de responsabilidad aplicable a todo servidor público de
acuerdo con la función que desempeñe (judicial, si ejerce la función
judicial, así orgánicamente pertenezca a una rama distinta; política, si
ejerce la función legislativa etc.), inspira el fallo de la Corte
Constitucional C-245 de 1996. Aquí también la mayoría se empeña en
negar que el principio de responsabilidad, según la función pública de
que se trate, soporta el fallo de la Corte. En línea de continuidad con la
doctrina entonces consolidada de la Corte Constitucional, se reafirma -
con base en la distinción entre función política aplicable a los casos de
indignidad por mala conducta y función judicial referida a la
investigación de hechos punibles -, que cuando el Congreso ejerce la
función judicial tiene por fuerza que someterse a “los principios
generales de esa función pública” [cláusula general del Estado de
derecho ]. La Corte subraya que estas actuaciones del Congreso son
de índole judicial y, por tanto, reitera que “sin perjuicio de que las
decisiones que se adopten sean colegiadas, los miembros de las
Cámaras, en su condición de jueces, asumen una responsabilidad
personal, que incluso podría tener implicaciones penales”.

Concretamente, el artículo 131 de la Ley 5ª de 1992, ordenaba la


votación secreta, entre otros supuestos, en el siguiente: “b) Para
decidir sobre proposiciones de acusación ante el Senado, o su
admisión o rechazo por parte de esta Corporación”. Conviene, dado
que la mayoría ensaya aplicar sus conocimientos sobre el derecho
inglés al estudio de los precedentes judiciales, circunscribir el análisis a
este texto normativo que, en fin de cuentas, fue el que la Corte
Constitucional en la parte resolutiva declaró “Inexequible, en los
términos de esta providencia”.

El problema de fondo que, a este respecto, enfrentaba la Corte


Constitucional, consistía en resolver en el caso de que el Congreso
cumpliere las funciones judiciales que le atribuye excepcionalmente la
Constitución, cuál de los dos principios constitucionales se imponía: el
de la inviolabilidad del voto o el de la responsabilidad judicial de los
miembros del Congreso.

De optarse por el primer principio, la norma podía ser declarada


exequible, ya que la votación secreta cumplía la función reservada a
esta garantía de proteger al congresista contra todo tipo de
“persecuciones” y de “investigaciones”. En esta hipótesis, la votación
secreta corroboraba la naturaleza política de la “función judicial”
confiada al Congreso, pues el Congresista-juez a la hora de la verdad
podría, sin sufrir ninguna consecuencia jurídica, obrar según su propio
criterio y no con fundamento en lo establecido en la ley; de otra parte,
el voto secreto, se erigiría en obstáculo absoluto para poder investigar
la conducta arbitraria y absolutamente contraria a derecho en que
podrían incurrir eventualmente los congresistas al tomar las decisiones,
esto es, al ejercitar sus poderes de jueces. Es evidente que la primacía
de la inviolabilidad, imprimiría a la función mencionada una impronta
claramente política, sujeta a esta lógica y librada a la responsabilidad
de esa misma especie.

En cambio, de prohijarse el principio de responsabilidad judicial de los


Congresistas, en este evento, la votación secreta debía ser declarada
inexequible, ya que el voto secreto impediría, en primer lugar,
individualizar su ejercicio en cabeza de cada congresista; en segundo
lugar, no permitiría deducir el estatuto de responsabilidad aplicable a
los jueces, toda vez que si escapaba al escrutinio judicial la decisión no
era posible controlar la rectitud del comportamiento efectivamente
asumido; en tercer lugar, la votación secreta, no se conciliaría ni con la
publicidad inherente a la función judicial ni con su apego al imperio del
derecho, como quiera que ningún sentido tendrían las normas
sustanciales y procesales pertinentes, si al final la decisión podría
adoptarse aún en contravía a todos sus postulados.

La Corte Constitucional resolvió la tensión entre estos dos principios


(político y judicial), dando prelación al principio de responsabilidad
judicial individual de los Congresistas. La Corte Constitucional, en la
sentencia, confirma la naturaleza judicial de la anotada función, a la
que es inherente como nota sustancial un régimen de responsabilidad
no política sino jurídica aplicable a las autoridades que la realicen, de
la cual no están exceptuados los Congresistas-jueces. La Corte
Constitucional, justamente por la prelación especial que en este caso
concede a la responsabilidad individual de tipo judicial aplicable a los
congresistas-jueces, señala que la inviolabilidad no tiene lugar cuando
se cumple dicha función judicial y se impone deducir la
correspondiente responsabilidad, como quiera que ellos están
“jurídicamente obligados” a sujetarse a los mandatos imperativos de la
Constitución y de las leyes penal y disciplinaria.

La publicidad del voto, por sí misma, no suministra a la sentencia su


fundamento esencial y último, como lo sostiene la mayoría. La
resolución de inexequibilidad del voto secreto se explica por la
necesidad de mantener el principio de responsabilidad judicial de los
congresistas-jueces. La publicidad es simplemente el medio para que
las conductas ilegales que se aprecian sólo en la decisión y se imputan
a quienes la adoptan, puedan ser investigadas por el órgano
competente (Corte Suprema de Justicia) y, de este modo, pueda
finalmente deducirse la condigna responsabilidad, que es judicial. A su
turno, el principio de responsabilidad sirve de presupuesto a la eficacia
del principio superior del Estado de derecho que se manifiesta en la
función judicial como servidumbre no a la política sino “al imperio de la
ley”. La ratio decidendi es tan manifiesta e inequívoca en este sentido,
que la Corte Constitucional que reconoce en la sentencia un vasto
campo a la inviolabilidad del voto, precisa que ella como principio sufre
una excepción cuando los congresistas cumplen funciones judiciales y
sus decisiones son objeto de investigación para los efectos de
establecer si se han sometido al imperio del derecho. Podría inclusive
aplicarse la prueba ácida del derecho inglés a esta sentencia para
comprobar cuál es su ratio decidendi: si se excluyera el principio de
responsabilidad individual de carácter judicial aplicable a los
Congresistas cuando ejercen las funciones judiciales atribuidas al
Congreso por la Constitución, la sentencia no sería de inexequibilidad
sino de exequibilidad.

Dado que la mayoría sólo parcialmente citó un pasaje de la sentencia y


sostiene contra la evidencia inconcusa que las consideraciones que en
ella se hacen son innecesarias y superfluas en cuanto no inciden en la
parte resolutiva, incurro en el pecado de transcribir por segunda vez
parte de su texto y la resolución con la que concluye:

““Artículo 185.- Los congresistas serán inviolables por las


opiniones y los votos que emitan en el ejercicio del cargo, sin
perjuicio de las normas disciplinarias contenidas en el
reglamento respectivo”.

“Dicha inviolabilidad consiste en que un congresista no


puede ser perseguido en razón a las opiniones expresadas
durante el curso de su actividad parlamentaria ni por los
votos que emita, como dice la norma, en ejercicio del cargo.
Es una institución que nace con el parlamento moderno y que
busca garantizar la independencia de éste frente a los otros
poderes, especialmente frente al poder Ejecutivo. Pero en
manera alguna puede interpretarse el artículo 185 en el
sentido de que la inviolabilidad signifique una excepción al
principio general de la publicidad de los actos del Congreso,
ni, menos aún, implique inmunidad judicial. Para que el
legislador sea inviolable por sus votos y opiniones no se
requiere que éstos se mantengan bajo reserva. Por el
contrario la inviolabilidad o inmunidad cobran sentido
justamente frente a un acto y un juicio públicos.

“Debe entenderse pues que la inviolabilidad opera en los


casos en que los congresistas están ejerciendo su función
legislativa, su función constituyente derivada, su función de
control político sobre los actos del Gobierno y de la
Administración y, eventualmente, su función administrativa,
como es la de provisión de ciertos cargos. Pero cosa muy
distinta ocurre cuando los congresistas, revestidos de la
calidad de jueces, ejercen función jurisdiccional, como ocurre
en los juicios que se adelanten contra funcionarios que gozan
de fuero constitucional, especial (arts. 174, 175, 178-3, 178-4 y
199). Dichos juicios son, por definición constitucional,
públicos, así lo establece el artículo 175 numerales 1o. y 4o.
Para la Corte es claro que en este caso los congresistas
asumen la calidad de jueces, tal como la Corte lo explicó en
reciente jurisprudencia (Sentencia N° C-222 de 1996).

“La Corte reconoce pues el valor trascendental que reviste la


inviolabilidad de los congresistas. Como se ha dicho, esta
garantía tiene por objeto asegurar la independencia de los
congresistas frente a las interferencias de los demás poderes
del Estado y su cumplimiento, por consiguiente, es prenda del
correcto funcionamiento de la democracia. La inviolabilidad,
sin embargo, no puede entenderse por fuera de su misión
tutelar propia, pues, de otorgársele una extensión ilimitada,
no sería posible deducir a los congresistas responsabilidad
política, penal y disciplinaria en ningún caso. Los artículos
133 (responsabilidad política del congresista frente a sus
electores), 183 (responsabilidad del congresista por violación
del régimen de incompatibilidades, inhabilidades y de
conflicto de interés, destinación indebida de dineros públicos
y tráfico de influencias), 185 (responsabilidad disciplinaria) y
186 (responsabilidad penal) de la Constitución Política,
imponen al congresista una serie de deberes que se
proyectan en el ejercicio de su función pública de emisión del
voto, la cual no puede ponerse al servicio de propósitos y
objetivos que la Constitución y la ley repudian.

“Es evidente que si se interpreta la inviolabilidad del voto en


el sentido de que ésta ofrece al congresista una suerte de
inmunidad judicial y disciplinaria total, no sería posible
identificar ni sancionar las desviaciones más aleves al recto
discurrir del principio democrático y serían sus propias
instituciones las que brindarían abrigo a su falseamiento. La
clara determinación de la responsabilidad de los congresistas
por los conceptos indicados, define el umbral de su
inviolabilidad, la que no puede legítimamente aducirse con el
objeto de escudar faltas penales o disciplinarias, o establecer
condiciones y mecanismos, a través del reglamento, que
impidan investigar si el comportamiento del congresista -en el
momento decisivo de su actividad que se confunde con la
emisión de su voto-, se ciñó a los mandatos imperativos de la
Constitución y de la ley penal y disciplinaria. La verificación
de la transparencia adquiere la plenitud de su rigor cuando el
Congreso desempeña la función judicial y, por ende, los
congresistas asumen competencias de esa naturaleza. Si en
este caso se decidiera conceder a la inviolabilidad del voto
una latitud incondicionada, la función judicial ejercitada por
jueces desligados de todo estatuto de responsabilidad -que a
ello conduce impedir objetivamente verificar si el
comportamiento del congresista se ajustó a la Constitución y
a la ley-, perdería definitivamente dicha connotación y, de ese
modo, todas las garantías del proceso habrían periclitado.
“Por lo demás, la Corte Constitucional en reciente
jurisprudencia ha señalado que para efectos de la actuación
judicial, los congresistas gozan de las mismas facultades y
deberes de los Jueces o Fiscales, y de ello derivan
igualmente, las mismas responsabilidades. Así lo reconoce,
por lo demás, el propio Reglamento del Congreso (Arts. 333 y
341). Sobre este particular, la Corte al pronunciarse sobre la
constitucionalidad de algunas normas de la ley 5a. de 1992,
sostuvo:

‘De lo anterior se infiere que para estos efectos los


Representantes y Senadores tienen las mismas facultades y
deberes de los Jueces o Fiscales de instrucción y,
consiguientemente, las mismas responsabilidades.

‘La naturaleza de la función encomendada al Congreso


supone exigencias a la actuación de los congresistas que,
con su voto, colegiadamente concurren a la configuración del
presupuesto procesal previo, consistente en la decisión sobre
acusación y seguimiento de causa o no actuación y no
seguimiento de causa. Además de las limitaciones inherentes
a su condición de congresistas, la índole judicial de la función
analizada, impone hacer extensivos a éstos el régimen
aplicable a los jueces, como quiera que lo que se demanda es
una decisión objetiva e imparcial en atención a los efectos
jurídicos que ha de tener.

‘Sin perjuicio de que las decisiones que se adopten sean


colegiadas, los miembros de las Cámaras, en su condición de
jueces, asumen una responsabilidad personal, que incluso
podría tener implicaciones penales.”(Sentencia N° C-222 de
1996, Magistrado Ponente, doctor Fabio Morón Díaz).
(Negrillas fuera de texto).

“Así entonces, y entendiendo que las actuaciones frente a los


funcionarios que gozan de fuero especial -penal y
disciplinario- es de índole judicial, el régimen aplicable a los
jueces se hace extensivo a los congresistas, y ello implica de
suyo “una responsabilidad personal”, que evidentemente trae
como consecuencia el que su proceder deba ser público y no
secreto, pues únicamente siendo de público conocimiento a la
actuación singular puede imputarse dicha responsabilidad. Lo
anterior encuentra respaldo en el artículo 228 de la
Constitución Política, cuando dispone que la Administración
de Justicia es función pública y sus actuaciones serán
públicas y permanentes con las excepciones que establezca
la ley; cabe señalar que entre estas excepciones no se
encuentran los juicios que adelanta el Congreso de la
República a los altos funcionarios, excepciones que, como se
ha señalado, no cabe admitir cuando su consagración puede
llevar a eludir o descartar la responsabilidad penal de quien
administra justicia, así sea de manera transitoria.

“Ya en el plano de la función judicial -especial- que ejerce el


Congreso, como son los juicios que adelanta contra
funcionarios que gozan de fuero constitucional especial,
referido a delitos cometidos en el ejercicio de funciones o a
indignidad por mala conducta, su actuación debe someterse a
los principios generales de esa función pública.

(...)

“El fuero no es un privilegio y se refiere, de manera


específica, al cumplimiento de un trámite procesal especial,
cuyo propósito es el de preservar la autonomía y la
independencia legítimas de aquellos funcionarios a los que
ampara".

Y para que no existiera duda alguna sobre el sentido del fallo, la Corte
resolvió "(d)eclarar EXEQUIBLE el artículo 131 de la Ley 5a. de 1992,
con excepción del literal b) del mismo artículo, el cual se declara
INEXEQUIBLE, en los términos de esta providencia".

13. El intento de la mayoría por eliminar de la doctrina constitucional,


sellada con el valor de la cosa juzgada, el principio de la
responsabilidad judicial individual de los congresistas-jueces, se ha
demostrado fallido. De las dos sentencias a las que se circunscribe la
empresa de la mayoría, se desprenden conclusiones distintas de las
que ella extrae. La simple lectura de su texto - completo - y de sus
partes resolutivas, no ofrece la visión que se quiere brindar de aquéllas
según la cual las consideraciones hechas por la Corte Constitucional
son simples “dichos al pasar”, comentarios marginales, etc. Se ha
probado, por el contrario, que esas consideraciones corresponden a la
esencia de las sentencias y que sobre ellas se articula sus partes
resolutivas, las que no serían las mismas si de éstas se hiciera caso
omiso. Más aún, las partes resolutivas expresamente se remiten a
dichas razones y principios sustanciales.

14. Aparte de este notable desacierto, la pretensión de demoler el


paradigma interpretativo basado en la responsabilidad judicial
individual de los congresistas-jueces, desguazando la cosa juzgada
constitucional, se ha creído cumplida con la crítica lanzada a los dos
fallos citados. La mayoría tal vez ha pensado que ya se encontraba
allanado el camino para coronar su empresa con la consagración de un
nuevo paradigma interpretativo elaborado en una sentencia de
revisión.
Deliberadamente se ha querido ignorar que el principio de la
responsabilidad judicial de los congresistas-jueces, inspira todas las
sentencias dictadas por la Corte Constitucional relativas a esa materia.
Además de las sentencias C-222 de 1996 y C-245 de 1996, ha debido
efectuarse el análisis de las sentencias C-025 de 1993, C-385 de 1996,
C-386 de 1996, C-563 de 1996, C-037 de 1996, C-085 de 1998, C-148
de 1998 y T-322 de 1996.

Buena parte de estas sentencias fueron comentadas y transcritas en


otro lugar de este salvamento. En todas ellas se reitera el principio de
responsabilidad judicial individual de los congresistas-jueces. Se
argumenta sobre la base de la distinción, central en el pensamiento de
la Corte, de actuación investigativa y juzgadora dirigida a establecer
sanciones por mala conducta (función política), de un lado y, de otro,
actuaciones que recaen sobre hechos punibles respecto de los cuales
incumbe al Congreso sólo verificar si se cumple el requisito de
procedibilidad de la acción penal (función judicial-reglada).

Las normas examinadas en las diferentes sentencias, en su conjunto


regulan el ejercicio de la función judicial de competencia del Congreso.
Como ya se expresó, el Legislador siguió el modelo del proceso y
revistió a las cámaras y a sus órganos y células internas de poderes y
deberes de naturaleza judicial. El marco legal en diversas
oportunidades fue demandado ante la Corte y ésta procedió a
confrontarlo con la Constitución Política. El problema fundamental que
la Corte debía resolver, al cual además se referían indistintamente los
demandantes, estaba relacionado con la asunción de funciones
estrictamente judiciales por parte del Congreso, cuerpo orgánicamente
de carácter político.

Las sentencias de exequibilidad que prácticamente cubren el entero


régimen sustancial y procesal aplicable a la función judicial ejercida por
el Congreso, se basan en el principio de la responsabilidad individual-
judicial de los miembros de ese órgano. Sólo en razón de que la Corte
halló que el Congreso, según la Constitución, cumplía una función
judicial y que sus miembros individualmente al obrar como jueces
estaban sujetos a similar responsabilidad, se profirió en cada uno de
los casos sentencias de exequibilidad. Estas sentencias no habrían
sido de exequibilidad si, en cambio, no mediase este condicionamiento
relativo a la responsabilidad judicial. La Corte siempre entendió que no
se podían transferir poderes judiciales a quienes sólo respondían como
políticos. De ahí que se precisará que los congresistas obraban como
jueces y respondían como jueces. El principio de responsabilidad
judicial, predicable individualmente de los congresistas que con su
actividad y voto concurrieren a cumplir las funciones judiciales del
Congreso, es el criterio que sin duda alguna soporta los fallos de
exequibilidad pronunciados por la Corte, el cual por lo demás también
se reconoce en las normas legales examinadas. Esta es la ratio
decidendi constante en los fallos de la Corte Constitucional.
15. En el cuadro que se incluye en el anexo se transcriben las
disposiciones demandas que conforman el régimen legal que gobierna
el ejercicio de las competencias judiciales del Congreso. Es importante
observar cómo el Legislador introdujo un modelo que “judicializa” el
procedimiento y comporta para los órganos del Congreso y sus
miembros poderes y deberes netamente judiciales. Los
pronunciamientos de la Corte Constitucional se relacionan en una de
las columnas y allí se resume la ratio decidendi.

El legislador, como puede deducirse del mencionado cuadro, adoptó


un modelo normativo aplicable a las competencias judiciales del
Congreso, que se basa en el proceso penal ordinario. No se puede
descartar que existan otras alternativas que igualmente se ajusten a la
Constitución. Sin embargo, aparte de que aquélla fue la seleccionada,
la Corte Constitucional, la declaró exequible a condición de que los
miembros del Congreso, en su condición de jueces y, además, como
titulares por ley de poderes y deberes semejantes, se sometiesen
plenamente a su mismo estatuto de responsabilidad, inclusive penal. El
resumen de las providencias de la Corte Constitucional es concluyente
a este respecto. Las caras de este asunto son únicamente dos: (1)
poderes judiciales en cabeza de los congresistas, (2) pero bajo la
condición de que se asuma por ellos una responsabilidad igualmente
judicial. Sin lo segundo, lo primero carece de todo asidero y, sin
ambas, se desfigura la función judicial. No es sorprendente, por lo
anterior, que la ratio decidendi del primer fallo de la Corte en esta
materia se repitiera en todos los demás y que sirviera de presupuesto
esencial de todas las decisiones, terminando por consolidarse como
doctrina constitucional de obligatorio cumplimiento.

16. Los argumentos expuestos, aunados a los precedentes,


demuestran de manera incontestable que en lugar de un montón de
pensamientos aislados y tangenciales, la Corte Constitucional
mediante sus fallos de constitucionalidad ha logrado articular una
doctrina sólida sobre la función judicial del Congreso que tiene como
eje el principio de responsabilidad judicial aplicado a los miembros que
la ejercen. Este paradigma interpretativo, de otra parte, luego de las
sentencias a que se ha hecho mención, se encuentra indisolublemente
unido a las leyes en las que se recogen las normas sustanciales y
procesales que sirven de marco al ejercicio de la indicada función. Es
claro que sí existe el paradigma A, según el cual los congresistas
deben responder penalmente y, de otra parte, que la doctrina
constitucional lo ha consagrado en sucesivas sentencias de
constitucionalidad que gozan de los efectos de la cosa juzgada
constitucional.

A partir de la argumentación anterior, queda claro que la decisión de la


Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia no podía, desde ninguna
perspectiva posible, ser considerada una vía de hecho. No obstante,
surge una pregunta que debe ser resuelta en este salvamento, en tanto
no lo fue en la sentencia de la Corte. Se trata, en este punto de la
argumentación, de preguntarse si la Corte Constitucional tenía
competencia y razones suficientes para cambiar de paradigma.

En efecto, si la sentencia de la mayoría, por ser sentencia de revisión,


vinculada al respeto de la cosa juzgada constitucional, se moviere
dentro del paradigma A (según el cual los congresistas deben
responder penalmente), desarrollando algún aspecto o precisando
cualquier elemento ambiguo o carente de una definición adecuada, no
se podría sostener que ella hubiere incurrido en la arbitrariedad
mayúscula que representa el desconocimiento de la doctrina
constitucional obligatoria. Si en cambio se opone a esta última y
pretende introducir un paradigma interpretativo diferente u opuesto, lo
primero que debió preguntarse la Corte era si tenía competencia para
cambiar de paradigma y si existían razones suficientes para hacerlo. Si
no fuera así, tendría que afirmarse que la sentencia de revisión habría
superado sus límites funcionales y de corrección, colocándose por
encima de la Constitución, la cosa juzgada y la ley.

II. CONSIDERACIONES SUSTANCIALES

¿Existía una razón suficiente para producir el giro radical de


doctrina constitucional operado por la sentencia de la mayoría?

17. Podría en gracia de discusión sostenerse que para justificar un giro


de ciento ochenta grados en la doctrina reiterada de la Corte
Constitucional, basta con alegar algún buen argumento a favor de una
nueva posición. Sin embargo, tal tesis olvida por completo la función de
la Corte Constitucional y de la Doctrina Constitucional en un
ordenamiento jurídico. No sobra en este salvamento, dejar un registro
de las razones que desatendió la mayoría en el momento de analizar,
concretamente, la obligación de la Corte Constitucional de atenerse a
sus propios precedentes.

El respeto por el precedente, las razones que justifican el cambio


de jurisprudencia y la legitimidad de las Cortes Constitucionales.

18. Las constituciones de los estados democráticos y pluralistas


contemporáneos se caracterizan por consagrar valores, principios y
derechos que provienen de diversas corrientes ideológicas y que, por
tanto, ostentan una jerarquía y un peso axiológicos diferenciados. En
este sentido, desde el punto de vista de la interpretación constitucional,
las técnicas de la ponderación de bienes constitucionales o la
armonización concreta de los mismos en los casos particulares que
deben resolver los jueces constitucionales, ponen en evidencia que, a
partir de las normas de la Constitución Política, no es posible derivar
una respuesta única sino una multiplicidad de soluciones que surgen a
partir de la dinámica fáctica de cada caso específico.
Podría afirmarse que la situación antes descrita constituye una
amenaza para la seguridad jurídica y el principio de igualdad. Empero,
esta objeción encuentra una respuesta en el mecanismo del
precedente, entendido éste como uno de los requisitos esenciales (si
no el requisito principal) de la argumentación jurídica en general, y, de
la interpretación constitucional en particular. Aunque la noción de
precedente tiende a ser usualmente relacionada con el respeto que los
tribunales o jueces de inferior jerarquía están obligados a guardar
frente a las decisiones proferidas por los jueces o tribunales
superiores, las teorías contemporáneas de la argumentación jurídica
prefieren centrar la importancia del precedente en su relación con el
principio de universalidad, en el que toda forma de argumentación
(moral o jurídica) encuentra uno de sus basamentos principales.

Este principio, fundado entre otras cosas en el primer imperativo


categórico kantiano ("Haz sólo aquello que al mismo tiempo puedas
querer se convierta en ley universal"), se traduce, a nivel de la
argumentación jurídica, en la necesidad de que el juez sólo adopte
aquellas decisiones que, en el futuro, esté dispuesto a aplicar a casos
similares. En efecto, cuando, en el proceso interpretativo, el juez debe
adoptar una de las múltiples elecciones que se derivan de la
combinación de los hechos del caso que debe resolver con la
normatividad y la jurisprudencia vigentes, la racionalidad de su elección
sólo puede ser "controlada" a partir de los dictados del principio de
universalidad de la decisión judicial.

Desde esta perspectiva, podría afirmarse que la legitimidad de los


jueces depende, en última instancia, de la racionalidad de sus
decisiones y, por ende, del respeto que otorguen al principio de
universalidad. Si la observación anterior es aplicable a cualquier clase
de juez, ella cobra una importancia mayor en tratándose de los
tribunales constitucionales, encargados de defender la integridad y
supremacía de las cartas constitucionales y, por tanto, dotados del
poder de interpretar e imponer, como instancia final y definitiva, el
sentido de las normas de la Constitución Política. La estructura
semántica de las disposiciones constitucionales, su "textura abierta" y
su distinta raigambre axiológica, así como la posición de los tribunales
constitucionales en las sociedades contemporáneas como árbitros
finales del proceso político (Ely), determinan que los máximos jueces
constitucionales se encuentren sometidos a una situación en la cual el
espacio de lo discursivamente posible y, en consecuencia, el ámbito de
las decisiones eventuales, es mucho más amplio que el que manejan
los jueces ordinarios82.

82 Por esta razón, Alexy ha manifestado que "llenar este espacio con soluciones cambiantes e incompatibles
entre sí contradice la exigencia de consistencia y el principio de universabilidad" (R. Alexy, Teoría de la
Argumentación Jurídica, p. 264) o, como lo ha señalado Aarnio, "no es sensato renunciar sin justificación a
lo que ha sido adoptado como prevaleciente" (A. Aarnio, Lo Racional como Razonable, p. 260).
Así, el mecanismo del precedente, entendido éste como emanación del
principio de universalidad y, por ende, como requisito esencial de la
racionalidad de las decisiones judiciales, se convierte en la piedra de
toque de la legitimidad de la justicia constitucional, en el sentido de que
es este mecanismo el que permite el control de la opinión pública sobre
la corrección (racionalidad) de las sentencias constitucionales. El
diálogo que se supone debe existir entre los tribunales constitucionales
y las sociedades en las que éstos operan, no sería posible sin un
respeto por el principio de universalidad. Dicho de otro modo, un
tribunal constitucional inconsistente con sus decisiones anteriores hace
nugatorio el único control efectivo al que se encuentra sometido: el
control de la opinión pública.

19. Lo anterior podría apresurar una conclusión errónea consistente en


afirmar que el respeto por el precedente – es decir por la universalidad
y la consistencia de la jurisprudencia – conduce necesariamente a
petrificar la jurisprudencia. Sin embargo, no es ese el propósito del
anotado mecanismo. Lo que éste determina, por el contrario, es que un
cambio en el sentido de la jurisprudencia esté fundado en muy buenas
razones, de manera tal que la quiebra de los principios de consistencia
y universalidad, resulte suficientemente justificada.

En el caso de la justicia constitucional, la cuestión se torna mucho más


delicada, habida cuenta de las dinámicas sociales y políticas que se
generan a partir de cada decisión proferida por una corte
constitucional. Ciertamente, el cambio jurisprudencial en materia
constitucional puede implicar costos que trascienden lo meramente
jurídico y traicionar expectativas sociales y políticas legítimamente
gestadas al amparo de la decisión constitucional que se abandona.

Adicionalmente, los tribunales constitucionales deben ser


particularmente cautelosos al momento de variar su jurisprudencia,
toda vez que, en la medida en que la jurisdicción constitucional se
mueve en el delicado y peligroso filo que separa el derecho de la
política, siempre están sujetos a una eventual acusación de que sus
decisiones son fruto de la parcialidad o la oportunidad políticas. Esto
último adopta una importancia esencial cuando se trata de resolver
cuestiones que dividen, de manera particularmente intensa, a las
sociedades contemporáneas, en las cuales cualquier decisión que
adopte un tribunal constitucional estará sometida a la crítica de los
sectores sociales que defienden la posición adversa a la adoptada por
aquél.

Por estas razones, las cortes constitucionales, al modificar su


jurisprudencia, se encuentran sometidas a un plus argumentativo que
las obliga a variar sus decisiones sólo en aquellos casos en los cuales
el cambio jurisprudencial constituya la única o la menos costosa de las
opciones interpretativas posibles. Por las razones expuestas - y por
elementales razones de ética pública - un cambio de jurisprudencia no
puede nunca operar al amparo de premisas falsas, como la
inexistencia de una doctrina anterior cuando esta es evidente y
reiterada. Si esto llega a ocurrir, el costo que tendría que pagar la
Corte Constitucional sería de tal magnitud que su legitimidad resultaría
evidentemente minada y, con ella, el poder real de defender, con vigor
y credibilidad, los valores, principios y derechos del orden
constitucional. En casos como el planteado, es de tal dimensión la
afectación a la legitimidad de la Corte, que no resulta exagerado
afirmar que se amenaza la existencia misma del control constitucional.
Por eso, los que apenas somos servidores transitorios de la tarea
magnifica de defender la Constitución, no podemos alegremente
apartarnos de principios, como el de coherencia y universalidad, de
cuyo respeto depende por entero la legitimidad de la función que nos
ha sido encomendada. Para ello, y esto no sobra recordarlo a quienes
pueden olvidar la trascendencia histórica de su función, el juez debe
sustraerse de las presiones coyunturales y postergar de sus propias
vanidades, para no incurrir en el imperdonable error de preterir
principios como el de coherencia y universalidad y decidir un caso
conforme, simplemente, a sus propios intereses.

20. Los distintos tribunales constitucionales han diseñado criterios o


test – más o menos similares – a los que debe someterse todo cambio
de jurisprudencia. No basta entonces, como se ha afirmado, que el
juez o magistrado se levante cada mañana con una idea genial, que
pese a ser radicalmente opuesta a la de la mañana anterior, parezca
más razonable o más adecuada. Para que un cambio radical de
jurisprudencia no amenace la legitimidad de la Corporación, es
necesario, entre otras cosas: (1) que resulte evidentemente claro que
la Corte y sus miembros no actúan de manera coyuntural, sometidos a
fuertes presiones sociales o políticas; (2) que las razones jurídicas que
sirvieron para afirmar una determinada doctrina hayan demostrado su
incompatibilidad con la comprensión actual del orden constitucional,
porque, por ejemplo, el paso del tiempo las ha convertido en obsoletas
o anacrónicas; (3) que exista un nuevo argumento que no hubiera sido
discutido al momento de sentar la doctrina constitucional convertida en
precedente y que este resulte suficientemente convincente como para
saldar las dudas sobre los verdaderos intereses de la Corporación; (4)
que el efecto benéfico del cambio de doctrina constitucional sea
nítidamente superior al daño – en términos de legitimidad de la
Corporación y de seguridad jurídica – que produce el mencionado
cambio. Se trata entonces, de un test fuerte que exige la demostración
de razones imperiosas que, lejos de resolver una cuestión coyuntural,
se proyectan en el horizonte constitucional como la mejor
interpretación sostenible, para todos los casos posibles, de la
Constitución Política.

21. En la sentencia de la cual me aparto nada de esto se hace. Luego


de un discurso teórico sobre la importancia del precedente, la mayoría
se limita a afirmar que, en el presente caso no existe una verdadera
doctrina constitucional anterior y, entonces, procede a calificar de
matización lo que, en realidad, constituye un giro radical y completo de
la doctrina sentada por la Corte y conocida por el país entero. Si los
magistrados que conformaron la mayoría consideraban que el proceso
seguido al presidente de la República no originaba en los miembros del
congreso ningún tipo de responsabilidad, han debido decirlo
oportunamente en alguna de las múltiples discusiones que sobre este
asunto se sostuvieron en la Corte Constitucional. Si no lo hicieron en
su oportunidad, han debido explicar con mayor claridad por qué los
argumentos esgrimidos en la sentencia no fueron tenidos en cuenta al
momento de decidir las nueve sentencias que en sentido contrario
profirió la Corte Constitucional. No se trataba ciertamente de un tema
sobre el que resulte sencillo y poco peligroso cambiar de opinión.
Después de los numerosos debates sobre este tema, lo menos que
podía esperar el país era que los magistrados tuvieran una doctrina
clara al respecto y que esta no fuera variando según el curso de los
acontecimientos políticos.

22. Pero incluso, si hubiere existido una razón suficiente para justificar
el cambio de doctrina constitucional, cabe preguntarse si por vía de
una acción de tutela, en sede de revisión, puede la Corte
Constitucional desconocer la doctrina constitucional obligatoria.

Oportunidad para cambiar la doctrina constitucional obligatoria.

23. La sentencia de la mayoría endereza su argumentación a negar


que exista el paradigma A (según el cual los congresistas deben
responder penalmente cuando actúan en ejercicio de la función
judicial). Los argumentos y principios que conforman este paradigma,
lo mismo que su expresión concreta en los fundamentos y en la parte
resolutiva de las sentencias de la Corte Constitucional, no pasan de
ser, a su juicio, un “dictum, apresurado, innecesario y desafortunado”.
De otro lado, la mayoría dispuso en su sentencia dejar sin efectos el
proceso que se surte ante la sala de Casación Penal de la Corte
Suprema de Justicia, que se adelantaba con el objeto de investigar los
hechos presuntamente delictivos relacionados con la actuación de los
Congresistas que decidieron precluir la investigación abierta contra el
ex presidente Ernesto Samper Pizano.

El acto de apertura de investigación penal dictado por la Corte


Suprema de Justicia, por lo ya señalado en este escrito, corresponde a
una actuación que se ajusta plenamente a la ley vigente y a la doctrina
constitucional consolidada en todos los fallos de constitucionalidad. En
suma, este acto resulta conforme con el paradigma A. La revocación
de este acto judicial, es una forma de vulneración de la doctrina
constitucional obligatoria, pues no sólo no existían razones suficientes
para cambiar el paradigma, sino que, como se verá, no era la
oportunidad procesal adecuada para hacerlo.
24. La mayoría, en sede de revisión, ha considerado propicia la
ocasión no solamente para arrasar con el paradigma interpretativo
acuñado en sentencias de constitucionalidad, sino para colocar en su
lugar otro diametralmente opuesto. Pareciera como si los debates
surtidos en los procesos de constitucionalidad, no hubiesen concluido
con las sentencias, puesto que en revisión la Corte Constitucional y,
por ende, en sede de tutela cualquier juez, pueden según la novedosa
postura de la mayoría volver a tratar los mismos temas y a decidir en
contrario a la doctrina constitucional obligatoria y a lo dispuesto por las
leyes examinadas.

El paradigma B (“Congresista-juez que responde sólo políticamente”),


se construye a modo de antítesis respecto del paradigma A, con lo que
es ya elocuente el grado de insumisión de la mayoría frente a la cosa
juzgada constitucional. El eje lo constituye el planteamiento según el
cual la función judicial a cargo del Congreso, no puede desconocer el
origen de este cuerpo y la dimensión política de sus decisiones. La
garantía de la inviolabilidad por los votos y las opiniones emitidas por
los congresistas, independientemente de la función que desempeñen,
no tiene excepción. Por consiguiente, la Corte Suprema de Justicia
carecería de competencia para investigar hechos punibles
relacionados de manera inescindible con el voto, como ocurre con el
delito de prevaricato. La responsabilidad de los congresistas, derivada
de sus decisiones, aún de las tomadas como jueces, sería sólo política.

No es necesario que en este salvamento, se resuman las


justificaciones históricas, políticas y jurídicas de esta posición, dado
que ello se desarrolla ampliamente en la sentencia. Además, la
posición que sostiene este magistrado es que el debate sobre esta
materia y el cambio de paradigma propuesto, trascienden los límites de
la revisión de una sentencia de tutela. De ahí que se haya querido
simplemente llamar la atención sobre la estructura general del nuevo
paradigma y su irrupción a contrapelo de la doctrina constitucional
obligatoria.

La Corte Constitucional como tribunal de constitucionalidad determinó


que la garantía de la inviolabilidad del voto, no se aplicaba al ejercicio
de la función judicial por parte del Congreso. La mayoría en su
sentencia de revisión considera que la garantía de la inviolabilidad es
absoluta. La Corte Constitucional como tribunal de constitucionalidad
señaló que los congresistas al cumplir funciones judiciales, respondían
individualmente como jueces. La mayoría en su sentencia de revisión
estima que las decisiones que adopten los congresistas en desarrollo
de las funciones judiciales tienen un componente político que no puede
dejar de reconocerse, lo que hace que los congresistas por esta causa
sólo puedan ser objeto de responsabilidad política. La Corte
Constitucional como tribunal de constitucionalidad precisó que los
congresistas al tomar decisiones en desarrollo de la función judicial,
estaban sujetos a un estatuto de responsabilidad jurídica que podía ser
inclusive penal. La mayoría en su sentencia de revisión afirma que la
discrecionalidad de los congresistas al actuar en ejercicio de la función
judicial asignada al Congreso es tan dilatada que pueden desobedecer
los mandatos jurídicos que normalmente serían imperativos para un
juez ordinario. En síntesis, mientras que para la Corte Constitucional
como tribunal de constitucionalidad la actuación individual de los
congresistas-jueces está gobernada por el principio de responsabilidad
jurídica-judicial, para la mayoría en su sentencia de revisión esos
congresistas son jurídicamente irresponsables como quiera que sólo
están sujetos a responsabilidad política.

25. El propósito que se trazó la mayoría de sustituir la doctrina


constitucional obligatoria sobre la que se asientan todos los
pronunciamientos de constitucionalidad proferidos en la materia por la
Corte Constitucional, habría podido cumplirse con relativa facilidad de
haberse demostrado que no existe tal paradigma interpretativo, lo que
como se ha puesto de presente no logró probar. La intención de
socavar desde una sentencia de revisión la cosa juzgada
constitucional, sin embargo se ha materializado en un acto formal que
decreta sin más un cambio de paradigma.

26. Aunque las razones que se ofrecen para sustituir el paradigma


interpretativo que surge del régimen legal vigente y de las decisiones
de constitucionalidad dictadas por la Corte como tribunal de
constitucionalidad de las leyes, no son en mi concepto convincentes,
en todo caso la Corte en sede de revisión no podría hacerlo por falta
de competencia. El paradigma corresponde a la doctrina constitucional
obligatoria prohijada por las sentencias de constitucionalidad que
descansan sobre el mismo y que tienen efectos vinculantes erga
omnes que no puede desconocer ningún órgano del Estado.

La Corte Constitucional no puede sustraerse al respeto que también


ella debe a la cosa juzgada constitucional. El desacato a la cosa
juzgada constitucional, por parte de la propia Corte o de una simple
mayoría episódica como sucede en este caso, no puede ser más
perniciosa y perjudicial para el Estado de Derecho. Primero, el
cumplimiento fiel de los mandatos constitucionales es el único camino
que debe transitar su guardián. Segundo, el examen de
constitucionalidad de una ley con efectos generales y erga omnes
concluye con la sentencia de exequibilidad o inexequibilidad; y, con
ella, igualmente se agota la competencia específica de la Corte
Constitucional, no pudiendo después élla o una simple mayoría de sus
miembros volver a reabrir el escrutinio constitucional ya practicado.
Tercero, la credibilidad de la Corte Constitucional es un valor
constitucional y una reserva moral que debe preservarse como prenda
de su legitimidad y de su imparcialidad, indispensable para el
cumplimiento de su alta misión institucional. Cuando sus propios
miembros se rebelan contra la cosa juzgada constitucional, esa
credibilidad fatalmente se erosiona. Cuarto, si la propia Corte
Constitucional, o una simple mayoría de sus miembros sin
competencia para hacerlo, quebrantan el precepto que impone el
acatamiento universal a la cosa juzgada constitucional, sus actos sólo
sirven de causa eficiente a la destrucción del Estado de Derecho.

27. Una Sala de Revisión de la Corte Constitucional o una simple


mayoría de sus miembros, sólo en un acto de extrema
irresponsabilidad podrían hacer caso omiso de la cosa juzgada
constitucional. No se puede ignorar además que un paradigma
interpretativo refrendado por la cosa juzgada constitucional, tiene una
permanente proyección en las normas legales que en su oportunidad
fueron examinadas por la Corte Constitucional, cuya interpretación no
puede dejar de ceñirse a la doctrina constitucional obligatoria. La
mayoría presa de pueril ensoñación, no sólo constató un eclipse total
de doctrina constitucional - “..sólo había dictum” -, sino que también lo
verificó y extendió en materia legislativa.

Con sólo despertar a la realidad la mayoría habría podido leer nueve


sentencias de constitucionalidad sobre la materia y múltiples
disposiciones legales que conforman el régimen aplicable al desarrollo
de las competencias de investigación y juzgamiento atribuidas al
Congreso. Ese régimen legal, de otro lado, no únicamente había
“judicializado” el proceso que se surte ante el Congreso, sino que esa
“judicialización” había sido encontrada ajustada a la Constitución en los
distintos fallos de la Corte Constitucional, bajo la condición de que los
congresistas-jueces respondieran individualmente como jueces,
inclusive penalmente.

28. La mayoría se sorprende de que en el auto de preclusión, los


congresistas aseguren que obran como jueces y que como tales
pretenden ajustarse a sus dictados. Esta mayoría entonces corrige el
acto de presunta alucinación del Congreso y le resta validez a esas
aseveraciones que parecerían corroborar la consumación de un acto
judicial, que en su concepto tiene naturaleza política y es plenamente
discrecional. La mayoría cree ver en el comportamiento
confesadamente “judicializado” del Congreso una pasajera y superable
crisis de identidad personal, fácilmente remediable con una terapia de
retorno al profundo yo político que es lo que a manera de exorcismo
intenta practicar, así hunda sus pies en el terreno deleznable de las
vías de hecho.

29. En realidad este desdén hacia la cosa juzgada constitucional y


hacia la obra del legislador, explica que ambas para la mayoría se
hubiesen sumergido en la más profunda penumbra, a la cual
irremisiblemente las condenaba la mayoría con expresiones que
delatan enorme inseguridad intelectual y desesperación - !
apresuradas¡ !innecesarias! !desafortunadas¡ Absurdas! - cada vez que
asomaban su cuerpo e incomodaban la tarea de fundación del nuevo
paradigma en la que aquélla estaba empeñada al costo que fuere.
30. De la misma manera que la autoconciencia judicial en el
congresista que se apresta a cumplir la función judicial propia del
Congreso, se proclama por la mayoría como muestra inequívoca de
falsa conciencia - sin ver en ella un deseo sincero por dar cumplimiento
a la ley y a la cosa juzgada constitucional -, la actuación judicial de la
Corte Suprema de Justicia se percibe como involuntario desvarío
provocado en ese alto tribunal por comentarios innecesarios y
apresurados formulados por la Corte Constitucional, a los que no se les
debía en ningún caso haber otorgado mérito alguno. La mayoría para
la que no existe cosa juzgada constitucional ni régimen legal en esta
materia, no entiende por qué para la Corte Suprema de Justicia en
cambio sí existe cosa juzgada constitucional y régimen legal.

En este estado transmutado de cosas, la actuación sujeta al imperio


del derecho, que es la de la Corte Suprema de Justicia, se califica por
la mayoría, en razón del desvarío involuntario en que incurrió, con
cierta dosis de generosidad como “vía de hecho prospectiva”. La
eximente que justifica la no estigmatización del auto de la Corte
Suprema de Justicia como vía de hecho pura y simple, corre por
cuenta del desatino de la Corte Constitucional que ocasionó el
entuerto. A su turno, los efectos “prospectivos”, son hijos de la
previsión de la mayoría que columbra en el horizonte el despuntar de
una arbitrariedad caso de que la Corte Suprema de Justicia defina la
perpetración de un prevaricato en el acto de preclusión de la
investigación abierta a raíz de la denuncia penal presentada contra el
ex presidente Ernesto Samper. En efecto, según el paradigma
interpretativo elaborado por la mayoría, la garantía institucional de la
inviolabilidad de los congresistas, priva de manera absoluta a la Corte
Suprema de Justicia de competencia para investigar y juzgar delitos
que como el prevaricato de haberse cometido estarían
“inescindiblemente ligados a las opiniones y votos emitidos”.

No es criticable el hecho de que una mayoría se imponga la tarea de


prevenir trayectorias y cursos posibles que puedan ser usados por la
arbitrariedad en su errático desplazamiento y que, incluso, decida
resueltamente asumir en un momento dado la función de controladora
de vuelo. Lo grave es que fracase en identificar las señales más
visibles como son la cosa juzgada constitucional y el régimen legal
vigente encontrado exequible por la Corte Constitucional y que, por
causa de esta ceguera, se ponga a crear doctrina constitucional
obligatoria en sentencias de revisión.

31. Usurpando competencias que no le corresponden, la mayoría en


sede de revisión, tras decretar por sí y ante sí una capitis deminutio a
lo que hasta entonces se tenía por doctrina constitucional obligatoria
definida en nueve sentencias de constitucionalidad, - la que degradó a
nivel de mero dictum -, y luego de creer haber logrado esta hazaña,
alegando su condición de suprema y auténtica intérprete de la
Constitución, promulgó una doctrina según la cual por ministerio de la
Carta los congresistas al ejercer la función judicial por ser
jurídicamente irresponsables quedan provistos de licencia para
prevaricar a su voluntad y, por consiguiente, la Corte Suprema de
Justicia no puede investigarlos o sancionarlos por este delito.

A esta Suprema Autoridad sólo restaba el poder de fijar como lo hace


la Corte Constitucional cuando actúa como tribunal de control de
constitucionalidad de las leyes, el efecto de sus fallos y, esto no faltó,
porque la mayoría a renglón seguido lo hizo estableciendo su vigencia
profuturo. La novedosa doctrina constitucional a cuyo amparo el
prevaricato se transforma en conducta lícita y necesaria para preservar
la razón de Estado, determina que la vía de hecho que se achaca a la
Corte Suprema de Justicia tenga carácter prospectivo. No se requiere
tener mucha agudeza mental para advertir que la sentencia de revisión
de la mayoría reclama para sí el efecto erga omnes que sólo
constitucionalmente se puede predicar de las sentencias de
constitucionalidad. Esa y no otra es la pretensión que se asocia a la
nueva doctrina, la que entra a ocupar el espacio jurídico de la anterior
doctrina destronada, ésta sí portadora genuina de efectos erga omnes.
La actuación judicial de la Corte Suprema de Justicia deviene
arbitraria, precisamente por encontrarse y enfrentar una doctrina que la
mayoría juzga obligatoria y general y que tiene la fuerza de ocupar el
puesto vacío de la cosa juzgada constitucional, por ella defenestrada.

32. Los paradigmas interpretativos, como el configurado por las


sentencias de constitucionalidad y el correspondiente régimen legal, no
son inmodificables. Pero, tanto su evolución como su cambio, tienen
cauces institucionales que no pueden descartarse ni omitirse. En el
futuro el Legislador puede, por ejemplo, derogar el régimen legal
vigente y en lugar del modelo que en él se plasma introducir uno
distinto. Cuando las nuevas formulaciones legales sean demandadas
ante la Corte Constitucional, se verificará si el nuevo modelo
corresponde a uno de los desarrollos posibles que caen dentro del
marco constitucional. Puede en estas condiciones surgir un nuevo
paradigma interpretativo, que la práxis política y la cultura jurídica del
país se encargarán de afinar y probar.

Las sentencias de revisión, como las demás sentencias de tutela, entre


otros actos de las autoridades, ofrecen oportunidades para resolver
creativamente los problemas y desafíos que de manera incesante
afronta un determinado paradigma interpretativo en su relación con la
realidad social circundante y con otras instituciones. Particularmente, el
juez de tutela y la Corte en sede de revisión, operan dentro del
paradigma previamente adoptado cuando quiera que éste responda a
la doctrina constitucional obligatoria sustentada en la cosa juzgada. No
puede ser de otro modo, puesto que la consagración de un nuevo
paradigma por parte del juez de revisión o el de tutela significaría,
pasar por encima de la cosa juzgada y de la ley.
La función revisora de la Corte Constitucional, de otro lado, pierde su
naturaleza orientadora en punto a la definición del contenido y alcance
de los derechos fundamentales, cuando se convierte en palestra
improvisada para sustituir la doctrina obligatoria que la misma Corte ha
sentado en sentencias que han hecho tránsito a cosa juzgada
constitucional. Los resultados trágicos de esta perversión de la función
revisora están a la vista. La mayoría ha tenido que esforzarse sin éxito
en restarle autoridad a la doctrina constitucional obligatoria,
precisamente para abrirle espacio a la suya propia. También, aquélla
se ha visto en la necesidad de revocar un acto judicial que por sí
mismo no era arbitrario puesto que se avenía a la doctrina
constitucional; para que deviniera arbitrario se ha tenido que consagrar
una nueva doctrina, a la luz de la cual, con posterioridad al acto, lo
jurídico pierde esta condición (vía de hecho prospectiva). Esta es una
manera espuria de fabricar una competencia no otorgada por la
Constitución.

33. Ni la autoridad judicial a la que se imputaba el agravio


constitucional - Corte Suprema de Justicia - ni el Juez de tutela ante
quien en primer término acudió la solicitante, se encontraban en
condiciones objetivas que les permitieran discernir, antes de la
sentencia de revisión, cuál era el comportamiento jurídico que
ulteriormente se les exigiría en esa situación o la protección que era
necesario dispensar, respectivamente, dado que ambas autoridades no
podían colocarse por fuera del paradigma interpretativo vigente en los
momentos en que cada uno dictó el acto de su competencia. La
función revisora está llamada a nutrir el horizonte hermenéutico de los
jueces y demás operadores jurídicos, pero no le está a ella permitido
generar arbitrariedades que sólo tienen su origen en el repentino e
inesperado cambio radical de una doctrina constitucional obligatoria y
no en la conducta efectivamente realizada por las autoridades
concernidas. En otras palabras, ningún operador puede suponer que la
función revisora, con posterioridad a la emisión de los actos
controvertidos, pueda alterar paradigmas interpretativos apoyados en
sentencias que han hecho tránsito a cosa juzgada y pretender calificar
los hechos pasados conforme a nuevos esquemas extraños por
completo a los patrones vigentes, salvo desde luego que se haya
instalado una dictadura de la interpretación constitucional. Si esta se
mantiene hacía el futuro, es porque se tolera. No porque tenga
legitimidad.

Ahora bien, puede ser que se afirme la original teoría de que los jueces
están autorizados para cambiar de doctrina según su propio subjetivo e
irrefrenable estado de ánimo e, incluso, que se alegue que en sede de
revisión puede la Corte modificar la doctrina constitucional vigente. No
obstante, pese a que lo anterior se aceptase, subsiste un último
problema que debe ser resuelto para establecer si, en realidad, la
decisión impugnada de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia
correspondía a una verdadera vía de hecho. Se trata de evaluar si el
paradigma seleccionado por la mayoría en sede de revisión, según el
cual los congresistas son judicialmente irresponsables por las
decisiones que adopten en ejercicio de la función judicial, tiene
suficiente sustento constitucional. Si no fuere así, la decisión de la Sala
Penal de la Corte Suprema, fundada sobre el paradigma contrario (la
responsabilidad penal de los congresistas jueces) estaría
decididamente avalada por la Constitución y, en consecuencia, no
podría ser calificada como arbitraria. Este tema ocupa la parte que
sigue del presente salvamento.

III. DEFICIENCIAS CONSTITUCIONALES DEL NUEVO PARADIGMA

34. El nuevo paradigma se desarrolla a partir de un axioma que, por lo


tanto, se mantiene fijo e invariable: la garantía institucional de la
inviolabilidad de los congresistas por las opiniones y votos que emitan
en el ejercicio del cargo, consagrada en el artículo 185 de la
Constitución Política, es absoluta y se extiende a todas las funciones
atribuidas al Congreso, inclusive a las judiciales. En mi criterio, este
paradigma no surge, de ninguna manera de la Constitución. Considero,
al contrario de lo que se sostiene en la sentencia, que una
interpretación sistemática de las normas de la Carta e, incluso, una
lectura exegética de las mismas, así como una búsqueda originalista o
histórica y una aproximación teológica o finalista conducen
necesariamente, a un resultado opuesto al que propone la mayoría.

Una lectura sistemática de la Constitución

35. El primer defecto de la postura asumida por la mayoría, consiste en


su renuncia a interpretar la Constitución como una norma dotada de
unidad de sentido. La huida, que de entrada se plantea, de la
interpretación sistemática, es un ardid inadmisible en la interpretación
constitucional, pues si las demás cláusulas que literal y
conceptualmente también se consagran en términos absolutos y
universales, se mantuvieran en esos términos, el discurso interpretativo
no avanzaría como que cada una de ellas reivindicaría ser el eje de las
demás y, por consiguiente, las aparentes o reales antinomias no se
resolverían jamás.

36. Ciertamente, como lo señala la sentencia de la cual disiento, el


artículo 185 de la Constitución establece que "los congresistas serán
inviolables por las opiniones y los votos que emitan en el ejercicio del
cargo, sin perjuicio de las normas disciplinarias contenidas en el
reglamento respectivo". Una lectura autista de la disposición transcrita
no puede menos que conducir a la conclusión a la que arriba la
sentencia: la irresponsabilidad absoluta de los congresistas respecto
de la totalidad de las decisiones – votos, opiniones, actos
administrativos y providencias judiciales – que adopten en ejercicio de
cualquiera de las funciones que les confieren la Constitución y las
leyes. No obstante, nada le dice a la mayoría el inciso segundo del
artículo 116 de la Carta, que al referirse a los órganos del Estado que
tienen la función principalísima de administrar justicia, indica "(E)l
Congreso ejercerá determinadas funciones judiciales". La mayoría
tampoco repara en el contenido de los artículos 228 y 230 de la Carta,
pese a que en ellos se prescribe que la función judicial debe ejercerse
con independencia y autonomía, de manera imparcial y con sujeción
estricta al imperio de la ley. Ninguna atención concede la mayoría a los
artículos 29 y 229 de la C.P., que consagran el derecho de todas las
personas de ser juzgadas por un juez imparcial y con sujeción estricta
del debido proceso, el que sólo se garantiza si la función de quien obra
como tal es verdadera e integralmente judicial y no política. En este
firmamento hermenéutico no hay lugar para el artículo 13 de la
Constitución que establece el principio de igualdad ante la ley, del cual
se deriva sin duda, el principio fundamental de todo Estado
democrático de Derecho: la igualdad de todos ante la ley penal.
Nuevamente, dicho principio sólo se encuentra verdaderamente
garantizado si quien administra justicia ejerce una función judicial y se
encuentra inhibido para decidir "políticamente".

Podría afirmarse, que existe un conflicto irresoluble entre los artículos


185 de la C.P., de un lado y los artículos 13, 29 y 116 del otro. En
efecto, si la Constitución entendió que la función que se discute tenía
naturaleza judicial, debe, necesariamente afirmarse, que quienes la
cumplen están sometidos al imperio del derecho y que, de apartarse de
este mandato, deben responder jurídicamente por sus actos.
Ciertamente, la mejor y mayor garantía de la imparcialidad y
neutralidad del juez es la responsabilidad que debe asumir por cada
una de las decisiones que adopta en el curso de un proceso. No
obstante, si se asume que el servidor público es inviolable por las
decisiones que adopte dentro del proceso judicial, deberá admitirse
que tales decisiones no son judiciales sino políticas y, si ello es así,
habrá de concluirse que la función que se cumple no es estrictamente
judicial. En este caso, se trataría de una función política pese a que su
ejercicio se encuentre parcialmente reglado. Pero si se afirma que es
una función política, se desconocerá el texto expreso del artículo 116 y
de las restantes normas constitucionales anteriormente citadas.

37. Ahora bien, en lugar de intentar una interpretación armónica del


conjunto de principios constitucionales, la mayoría decide previamente
sin ofrecer un solo argumento, conceder más fuerza normativa al
principio de inviolabilidad que munido de esta gracia se convierte en
excepción a los principios del Estado de derecho y de la justiciabilidad
de la conducta penal de los congresistas, que terminan relativizados en
función de aquél, cuando bien podría suceder lo contrario con solo que
el intérprete así lo decidiese.

Descartado el cómodo y gratuito expediente de apoyarse en un punto


fijo, para desde allí relativizar el mundo exterior, ignorando que la
misma operación hermenéutica y tal vez con mayor justificación podría
hacerse desde otros principios, entre ellos los mismos que han sido
subordinados arbitrariamente, se desvanecen las críticas que la
mayoría formula al paradigma destronado por su voluntad. Habría que
retornar a la función de cada institución y elaborar una interpretación
dinámica que establezca prelaciones y excepciones que resulten
plenamente satisfactorias y adecuadas y que, en cada momento,
signifiquen la mejor interpretación de la Constitución. No deja de
llamar la atención que una sentencia que aparentemente invita a la
reflexión abierta, reserve de manera apriorística la carta de triunfo para
la tesis que de antemano se quiere ganadora y recele con notoria
inseguridad espiritual de lo que resulte del libre y abierto juego
argumentativo, prefiriendo incluso por encima de la autoridad intrínseca
de la razón el recurso gastado al dictum de autoridad (siempre que no
provenga de la cosa juzgada constitucional, claro está).

38. El legislador, atendiendo precisamente la naturaleza judicial de la


función atribuida al Congreso, decidió estructurar un proceso especial
absolutamente reglado. Los poderes y los deberes de los congresistas,
lo mismo que las reglas a las que se sujeta su actuación, son
eminentemente judiciales83. Los términos usados por el legislador, el
alcance de sus conceptos y la remisión a las normas sustanciales y
procesales ordinarias, ponen de presente que no se trató de consagrar
un giro simplemente metafórico, sino por el contrario de plasmar el
claro propósito dirigido a plasmar el modelo judicial como paradigma y
pauta obligatoria de conducta a seguir por los miembros del Congreso
cuando quiera que ejercitaren sus competencias relativas a la
investigación y juzgamiento de las conductas de los funcionarios con
fuero especial.

Basta revisar las mencionadas disposiciones para afirmar, sin ninguna


duda, que los congresistas, cuando desempeñan la función judicial,
83 La Ley 5a de 1992, el Código de Procedimiento Penal, la ley estatutaria 270 de 1996 y la
Ley 273 de 1996, regulan de manera detallada todas y cada una de las incidencias relativas
al ejercicio de las funciones judiciales que la Constitución confiere a las cámaras. En su
conjunto, las diferentes disposiciones apuntan a la configuración de un verdadero proceso.
En las referidas normas, se contienen reglas precisas en relación con los siguientes temas,
entre otros: acusación de la cámara de representantes; requisitos de la denuncia; informes a
la cámara; investigación oficiosa de la cámara de representantes; investigación previa;
nombramiento de acusador; presentación de la acusación; comisión de investigación y
acusación; apertura de la investigación; auxiliares en la investigación; indicio grave e
indagatoria; defensor; pruebas; principio de libertad del procesado; recurso de apelación;
términos para la investigación; cierre de la investigación; acusación o preclusión de la
investigación; decisión sobre resolución calificadora; consecuencias del proyecto de
resolución calificatoria; impedimentos; comisión para estudio de acusación; concepto sobre
viabilidad de la acusación; inadmisión de la acusación; suspensión de servidores públicos
por acusación inadmitida; instrucción y calificación de la actuación; iniciación del juicio;
requisitos de la resolución de acusación; medidas de aseguramiento; audiencia; recusación
de senadores; actuación de la cámara como fiscal; declaración de testigos; dirección de la
actuación; oportunidad para alegar; interrogatorio al acusado; decisión del senado; proyecto
de sentencia; adopción de la sentencia; ejecución de la sentencia; remisión a otros estatutos.
deben amoldar su actuación a precisas normas sustanciales y
procesales previstas por el legislador. Se trata de una función judicial
que no se desarrolla libremente, sino en los términos de la ley. En este
sentido, basta relievar que la cámara actúa como Fiscal; que el
representante investigador en la investigación de delitos comunes
tendrá “las mismas atribuciones, facultades y deberes que los agentes
de la Fiscalía General de la Nación”; que los requisitos sustanciales y
formales de la acusación o preclusión de la investigación “serán los
exigidos por el Código de Procedimiento Penal”; que “la ordenación y
diligencias de práctica de pruebas seguirán las normas del Código de
Procedimiento Penal”; que la decisión que inadmite la acusación y
ordena archivo, “hace tránsito a cosa juzgada”; que los requisitos
sustanciales de la resolución de acusación “serán los establecidos en
el artículo 441 del Código de Procedimiento Penal”; que el Senado se
pronuncia sobre un proyecto de “sentencia”; que, finalmente, todo
vacío procedimental relativo a las funciones judiciales asignadas al
Congreso será “suplido por las disposiciones del Código de
Procedimiento Penal”.

Adoptado el modelo normativo-judicial, no puede el congreso y sus


miembros, al ejercitar su competencia, eludir su cumplimiento. Las
normas que conforman el procedimiento, se erigen en patrón de
referencia de la rectitud de su actividad investigadora y juzgadora y son
ellas las que permiten determinar si el Congreso o sus miembros han
obrado dentro del marco de su competencia o lo han hecho por fuera
de la misma. ¿Qué ocurre si el Congreso y sus miembros, en este
caso, profieren resolución o dictamen “manifiestamente contrario” a
estos preceptos que conforman el régimen al cual debe someterse su
actuación investigativa o juzgadora? La Corte Suprema de Justicia,
juez natural de los congresistas, ha entendido, a mi juicio
correctamente, que la razón de ser de esta normativa se echaría a
perder si en la situación límite de absoluto abandono de sus preceptos,
no se siguiese consecuencia penal alguna para los congresistas-jueces
que de este modo pretenderían ejercer la función judicial sin la más
mínima consideración por la ley. De manera incomprensible, la
mayoría se ha manifestado contraria a este intento plausible y
necesario de la Corte Suprema de Justicia, juez natural de los
congresistas, estimándolo arbitrario. La Corte ha impuesto una
prohibición absoluta a que se investigue la arbitrariedad absoluta.

39. La sub-regla que surge de la sentencia de la cual me aparto,


propone la impunidad de la conducta prevaricadora. Dicha subregla,
aplicada a la función judicial, no sólo se muestra incoherente, sino que
más allá de toda consideración, la degrada por completo hasta
disolverla. Ningún sistema judicial puede considerarse inmunizado
frente al prevaricato, pues lo cierto es que lamentablemente los jueces
pueden cometer este delito, en cuyo caso la más elemental justicia
clama por que ese mayúsculo quebranto del derecho, imputable a
quien mayor sujeción debe al ordenamiento, se castigue. Lo que en
cambio carece de toda lógica es que el derecho inmunice a un juez
particular de poder ser acusado de prevaricato. La sub-regla de la
impunidad de la conducta prevaricadora logra este resultado. Los
congresistas-jueces pueden incurrir en prevaricato, pero ab initio no
pueden ser procesados por este delito. El proceso que presida un juez
con licencia constitucional para prevaricar, no lo es tal pues no ofrece
de entrada la más mínima garantía de imparcialidad y justicia.
Trasladar la función judicial a un órgano del Estado que sea portador
de esta repudiable franquicia, expone a los justiciables al mero
capricho de las autoridades encargadas de investigarlas y juzgarlas. La
función judicial, desligada de la recta e imparcial aplicación del
derecho, con el lleno de las garantías previstas en la Constitución y en
la ley, no es función judicial. No se puede esperar que una autoridad
provista de licencia constitucional para prevaricar impunemente, pueda
ostentar la calidad de juez y menos todavía administrar justicia.

40. Si el origen político de los miembros del Congreso, se alegare a fin


de aplacar el rigor de las normas que obligatoriamente deben
observarse, no se entendería por qué ellas se establecieron y por qué
todavía siguen vigentes84. Esta circunstancia habría tenido que
estimarse antes de dictar el régimen legal aplicable a las funciones de
investigación y juzgamiento. La buena fe que se debe presumir de los
actos del congreso, impide pensar siquiera que el verdadero propósito
de estas disposiciones no era en realidad el de cumplirlas, sino a lo
sumo el de abonar un virtual efecto simbólico de juzgamiento imparcial,
capaz de influir en los sentimientos de la opinión pública, pero carente
de eficacia jurídica.

41. Las actuaciones judiciales se expresan a través de decisiones,


denominadas genéricamente “providencias”. En orden a verificar si el
Congreso-juez dio o no cumplimiento al régimen legal ya descrito que
gobierna su actuación judicial, es necesario poder cotejar la decisión
en sí misma con los mandatos legales que se recogen en aquél. De
esta manera, se puede establecer hasta dónde los miembros del
Congreso, en desarrollo de su función judicial, se ajustaron a los
poderes y deberes que delimitaban su esfera de competencia. Sin
embargo, las providencias adoptadas lo son porque han sido votadas y
aprobadas, no pudiendo nunca dejar de ser “hechos inescindiblemente
ligados a las opiniones y votos emitidos”. Resulta ostensible que el
propósito de la sub-regla de la Corte es el de impedir que la Corte
Suprema de Justicia pueda en ningún momento perseguir el
cumplimiento del régimen legal que rige la actuación judicial a cargo de
84 Sobre el particular, en la sentencia C-386 de 1996 (M.P. Alejandro Martínez Caballero),
la Corte indicó que, en virtud del modelo constitucional colombiano que expresamente le
asigna competencias judiciales al Congreso de la República, no podía objetarse que los
procesos judiciales contra los funcionarios que gozan de fuero constitucional pudieran ser
instruidos por congresistas que no fueran profesionales del derecho.
los congresistas-jueces, puesto que uno de los extremos para llevar a
cabo la confrontación - la decisión adoptada - nunca podrá ser objeto ni
de conocimiento ni de investigación, precisamente por ser “un hecho
inescindiblemente ligado al voto”.

¿Qué sentido o utilidad puede entonces revestir el régimen que


gobierna la actuación judicial de los congresistas? Aparentemente,
ninguno. Tanto vale obedecerlo, como contrariarlo de manera
manifiesta. La decisión - en este caso resolución de preclusión-, cuyo
estudio se torna indispensable para concluir si se ha observado el
citado régimen, gracias a la sub-regla de la impunidad de la conducta
prevaricadora del congresista-juez, se sume en la penumbra y deja de
existir para el derecho. De este modo, en verdad, pierde todo
significado el régimen que sólo se había dictado en FUNCIÓN DE LA
DECISIÓN Y CON EL OBJETO DE DARLE UN MARCO A LA
ACTUACION DEL CONGRESO.

42. Si en el juez demediado - que según la mayoría es el Congreso -,


el momento político coincide con el momento culminante de la
decisión, entonces esto significa que el componente político es el
dominante en su naturaleza, hasta el punto de que avasalla todo
referente judicial. La decisión a la que se arriba es inatacable porque
ella es política y emana de un congresista-político ungido con la
inviolabilidad. Esta es la teoría que sustenta el fallo de la Corte
Constitucional que, por lo visto, no se reduce a “matizar” la doctrina
anterior. Según esta última, el Presidente debía ser investigado por
congresistas-jueces que estaban sujetos al estatuto de responsabilidad
de los jueces. En cambio, la nueva doctrina sostiene que el fallo como
tal es político y, por consiguiente, los congresistas responden, no como
jueces, sino como políticos, pudiendo llegar a realizar conductas
impensables, repudiables y perseguibles en un juez como sería la de
“proferir resoluciones manifiestamente contrarias a la ley” (prevaricato),
pero que al originarse en los congresistas y ser resultado de su
decisión política queda cubierta con el manto de la inviolabilidad, que la
hace no justiciable pese a que de manera incontestable viole todo
vestigio de derecho.

43. Establecido el nuevo paradigma sobre la base rígida de la


inviolabilidad absoluta de los congresistas, la censura conceptual e
histórica que se dirige contra la doctrina constitucional de la Corte que
partió de un criterio distinto derivado de una interpretación ponderada
de los diversos principios constitucionales, se revela incapaz de
desvirtuarla, ya que cada uno de los dos universos conceptuales
dispone dentro de sí de su propia lógica interna y su coherencia
corresponde a un predicado que sólo cabe formular dentro del
respectivo paradigma. Lo que en el paradigma A corresponde a una
proposición admisible y coherente con el sistema escogido; en el
paradigma B, puede resultar ilógico e incoherente.

Por ejemplo, la posibilidad de que un congresista con ocasión del


ejercicio de las funciones judiciales del Congreso haya incurrido en
prevaricato y pueda por ello ser investigado y sancionado por la Corte
Suprema de Justicia, es una proposición verdadera dentro del
paradigma A, pero falsa dentro del paradigma B. El primero está
basado en el principio de responsabilidad del Congresista-juez y, en
este sentido, relativiza el principio de la inviolabilidad del Congresista
que para las restantes funciones se mantiene. El segundo, en cambio,
se fundamenta en el principio de absoluta inviolabilidad del Congresista
y, por consiguiente, relativiza el principio de responsabilidad en el
ejercicio de la función judicial, encontrando en este caso una excepción
a su realización objetiva e imparcial.

El debate, por lo tanto, debe darse en torno de las razones por las
cuales se escoge un determinado punto de partida. En este orden de
ideas, aparte del desconocimiento del principio interpretativo medular
de la unidad de la Constitución, la absolutización del principio de
inviolabilidad puede ser objeto de serios reparos.

Una aproximación a la cuestión debatida a partir de los valores


más esenciales del ordenamiento constitucional: la irremediable
tensión entre el principio democrático – el ámbito de lo político – y
los principios constitucionales inviolables y el ámbito de la
inviolabilidad de los congresistas.

44. La tesis de la mayoría al postular en términos absolutos la garantía


de la inviolabilidad, está al mismo tiempo, tal vez sin percatarse de ello,
elevando por encima de cualquier otra consideración e interés y, de
manera permanente, el reino de la política. Es necesario indagar si la
Constitución libra todos los ámbitos del ejercicio del poder al libre juego
de los intereses y de las intenciones de los actores políticos. Sin duda
alguna en una democracia que, además, debe respetar y favorecer el
pluralismo como dato social insoslayable y valor positivo, la política en
cuanto significa libre expresión de exigencias, reclamos, opiniones y,
en fin, emulación por ver cristalizadas en la polis determinadas ideas y
proyectos de acción, demanda para sí un escenario y unas
posibilidades muy amplios. La democracia y la política que a ella es
consustancial, hay que reconocerlo, tienen carácter expansivo. La
conservación del sistema social comprensivo de distintos órdenes en
su interior, requiere igualmente un campo de libertad para plantear,
buscar y aprobar opciones de vida social, política y cultural, lo que
contribuye a renovar constantemente el consenso mínimo que
cohesiona la comunidad y a hacerle frente a los desafíos que la
amenazan o que surgen en su discurrir histórico.

Sin embargo, justamente por esos rasgos de la democracia y de la


política, no todo se puede apostar al principio del simple juego de las
mayorías o a la lucha instrumental de los intereses individuales o
colectivos. La Constitución Política plasma, si se quiere, un consenso
superior y, en cierta medida, ordenador y canalizador de la política. Es
el instrumento en el que se anticipan y fijan algunas definiciones
esenciales, que se sustraen entonces a los avatares de la política
concreta o que la orientan en un determinado sentido. En la
Constitución se encuentra un repertorio de significados y de
significantes que no puede, pues, desestimarse como quiera que
esquivarlos convertiría la vida individual y colectiva en la más
descarnada y caótica lucha de pretensiones de poder e intereses. Los
derechos fundamentales, la división de los poderes, la caracterización
de las funciones del Estado, el principio democrático etc., tienen en la
Constitución definiciones básicas, articuladas en estructuras
normativas, que por estar dotadas de valor normativo superior y
vinculante, se constituyen en parámetros de la política y respecto de
los cuales ésta no puede disponer a su antojo, lo cual no significa que
esa esfera de acción no sea dilatada.

La inviolabilidad del congresista que lo protege de toda persecución en


razón de sus votos y opiniones, en el plano subjetivo representa una
libertad de expresión ampliada - apareja un “plus” - y, en el
institucional, una garantía que permite y favorece la libre formación de
la voluntad legislativa. La protección constitucional que cobija a uno de
los actores políticos más protagónicos, que endereza su esfuerzo
existencial en la dirección de la política, comporta desde luego una
protección reforzada a ésta y al discurso político. Sin esta garantía,
peligraría la libertad de acción del político y, por ende, en perjuicio de
la sociedad y de la fluidez de la polis, dejarían de canalizarse y
expresarse en los foros públicos ideas e intereses, lo cual empobrece
el debate y sus resultados, amen de que debilita la cohesión social y, a
la postre, la desintegra.

La Corte Constitucional en su condición de tribunal de


constitucionalidad de las leyes, con fundamento en la Constitución
Política, de la cual es guardián, precisó el alcance de la inviolabilidad
del congresista. Con las salvedades obvias, en las cuales se detiene
excesivamente la mayoría - traficar influencias, recibir sobornos etc. -,
la doctrina constitucional obligatoria sentada por esta Corte concedió a
la inviolabilidad del Congresista una extensión igual al de la política. En
este sentido, el actor político, su discurso político y su voluntad
política, quedaron resguardadas frente a cualquier persecución
material o jurídica. Si se quiere acudir al lenguaje de los manuales, allí
cabe predicar irresponsabilidad jurídica, específica y perpetua. Lo que
no es poco y coloca al político profesional en una situación distinta de
la del simple ciudadano. Este último no obstante ser a su manera
político, resultará siempre responsable por su discurso y su práxis
política cuando incurra en injuria, calumnia, apología del delito etc.

45. La discrepancia de fondo con la mayoría es que ésta pretende


extender la inviolabilidad del congresista, no solamente al ámbito de la
política, sino a un ámbito distinto, concretamente, al de la función
pública de administrar justicia. La doctrina constitucional obligatoria
sostiene que la función judicial se ejercita en los términos de la ley, no
según las conveniencias de la política. Particularmente, cuando se
investiga y juzga la conducta penal de una persona, así se trate del
más alto y encumbrado servidor público, debe ello hacerse con estricta
aplicación de las leyes preexistentes al acto que se le imputa y
conforme a los procedimientos fijados en la ley. El fuero no significa
impunidad. El fuero sólo entraña diferencias en el trámite y en el
señalamiento de competencias específicas para los efectos de la
investigación y juzgamiento. Por lo demás, todas las personas,
independientemente de su condición y rango, son iguales ante la ley
penal. La investigación y juzgamiento, desde que se instaura la
denuncia o la primera se inicia de oficio, están sujetas a las leyes
sustantivas y procesales preexistentes. Cada momento del proceso es
un momento de la función judicial que, por consiguiente, no puede
escapar al imperio del derecho.

46. El proceso no es un espacio de la política. El único interés que está


llamado a inspirar el ejercicio de la función judicial es el de la búsqueda
desinteresada de la verdad y la aplicación justa del derecho
preexistente. La democracia y la política han cumplido su misión con
anterioridad al proceso, al fijar las reglas del comportamiento social y
establecer las conductas antijurídicas. Los investigadores y juzgadores
deben velar por que las determinaciones de la democracia se cumplan.
En la función judicial se actualiza lo previamente ordenado en el
proceso democrático. Se desnaturaliza por completo esta función,
hasta el punto de no poderla reconocer, si al proceso se traslada la
libertad y discrecionalidad inherentes a lo político, dejando al margen la
recta aplicación del derecho. No es una buena defensa de la
democracia la que hace la mayoría, que al conceder a unos jueces
especiales inviolabilidad absoluta por sus decisiones, les permite
alterar sus mandamientos y, para ello, patenta la vía más franca: la
exoneración anticipada y perpetua del prevaricato.

La doctrina constitucional obligatoria sostiene que si al Congreso la


Constitución atribuyó determinadas funciones judiciales, no por ello
éstas han dejado de ser tales. Conservan sus atributos y suponen un
estatuto que delimita los poderes y facultades de los investigadores y
juzgadores. Si el órgano judicial deja de estar vinculado por el derecho
y se considera libre de seguir sus propios dictados e intereses, y esto
no se estima patógeno sino consustancial a su ser, la función que
eventualmente desempeñe no será judicial sino política. En este punto
de su travesía, la mayoría parece haber perdido todo contacto con el
texto constitucional (no me refiero exactamente a los textos de autores
del siglo pasado), puesto que al Congreso la Constitución le ordena
ejercer “determinadas funciones judiciales” (C.P. art., 116), lo cual es
diametralmente opuesto a “funciones políticas”.
47. La mayoría no distingue, como si lo hace la doctrina constitucional
obligatoria, entre un juicio realizado en virtud de la función
estrictamente judicial y de carácter reglado, de un lado y, de otro, aquel
que se realiza en ejercicio de la función política. Esta última alude a la
investigación, acusación y sanción enderezada a la imposición de la
pena de destitución del empleo, privación temporal o pérdida absoluta
de los derechos políticos, en los casos de indignidad por mala
conducta. Respecto de la primera - referida exclusivamente al
conocimiento de hechos punibles y a la verificación de un requisito de
procedibilidad de la acción penal -, se contemplan distintas
determinaciones que, con fundamento en la ley, en momentos diversos
adoptan las cámaras: conocer las denuncias y quejas y si prestan
mérito fundar en ellas acusación ante el Senado (Cámara de
Representantes); declarar si hay o no lugar a seguimiento de causa y,
en caso afirmativo, poner al acusado a disposición de la Corte
Suprema de Justicia (Senado). El olvido de esta distinción que surge
de la Constitución, sumada a la inadvertencia de no reparar en el
hecho protuberante de que la propia Carta califica la función del
Congreso como judicial, conduce a la mayoría a efectuar afirmaciones
ayunas de sustento jurídico. Estas omisiones dieron pábulo a las
afirmaciones gratuitas que proliferan en el texto de la sentencia y
nutren la mayoría de los ejemplos e hipótesis que allí se exponen.

Para la mayoría la necesidad de reconocer un amplio margen de


discrecionalidad a los congresistas, protegida por la inviolabilidad, está
relacionada con las consecuencias que se siguen de sus decisiones. "
Bien podría un congresista considerar - sostiene la mayoría - que
existen fuertes pruebas contra un alto dignatario, pero estar
convencido de que su destitución puede tener efectos catastróficos
para el país, y por ello, consultando el bien común, opinar y votar en
favor del investigado". De acuerdo con la doctrina constitucional
obligatoria, la definición relativa a la destitución, tiene naturaleza
política y goza de amplia discrecionalidad. La Corte ha admitido que
pese a imponerse aquí una sanción, en este caso la función que
cumple el Congreso es eminentemente política. El argumento, por
consiguiente, no prueba que la inviolabilidad deba extenderse a la
función judicial. La falacia en que incurre la mayoría es manifiesta al
deducir la dimensión política “inevitable y profunda” inherente a la labor
de fiscalización de los senadores y representantes, de las
consecuencias que acarrea el régimen sancionatorio que el Congreso
puede imponer a los altos dignatarios, cuando no se discute que ésta
sí es una competencia puramente política; sin embargo, la conclusión
que es válida en este campo no se puede transponer a las otras
competencias del Congreso que sólo se dirigen a la constitución de un
requisito de procedibilidad de la acción por tratarse de la comisión de
un hecho punible que en últimas deberá ser conocido y sancionado por
la Corte Suprema de Justicia, lo que transluce su irreductible
dimensión jurídica.
48. La mayoría parece no tener salida distinta de la de acentuar, en
sentido absoluto, no sólo la inviolabilidad sino el componente político
de las competencias del Congreso. Inclusive, se llega hasta el extremo
de ignorar que la Competencia de la Corte Suprema de Justicia para
investigar y juzgar a los altos dignatarios se deriva directamente de la
Constitución y no como se asevera por la mayoría “de la autorización
de las cámaras”. Siempre que la acusación se refiera a hecho punibles
sancionados por el Código Penal, la Constitución no pudo utilizar un
lenguaje más tajante e inequívoco: “(...) al reo se le seguirá juicio
criminal ante la Corte Suprema de Justicia..” (C.P., art. 175). Por su
parte, “si la acusación se refiere a delitos comunes, el Senado se
limitará a declarar si hay lugar o no a seguimiento de causa y, en caso
afirmativo, pondrá al acusado a disposición de la Corte Suprema de
Justicia” (C.P. art., 175). De otro lado, la Constitución ordena a la
Cámara de Representantes, “conocer de las denuncias y quejas que
ante ellas se presenten por el Fiscal General de la Nación o por
particulares contra los expresados funcionarios y, si prestan mérito,
fundar en ellas acusación ante el Senado (C.P. art., 178-4). Las
competencias de las cámaras no son potestativas sino en relación con
las sanciones políticas. La competencia de la Corte Suprema de
Justicia se ubica en un momento posterior al de la intervención de las
cámaras, pero no es fruto de su “autorización”. En la etapa previa que
se surte en las cámaras, tratándose de hechos punibles, sus miembros
no están tampoco en la posición de “autorizar” o no “autorizar”
discrecionalmente los actos individuales que se contemplan en el
procedimiento, toda vez que están en la obligación de dictarlos o de no
dictarlos dependiendo de que se cumplan o no los requisitos definidos
en la Constitución y en la ley. La actuación previa que incumbe a las
cámaras en los casos en que se investigan delitos, lejos de entrañar un
estadio que se abre y clausura según su libérrima y caprichosa
voluntad, representa por el contrario una fase circunscrita a la
verificación jurídica de un requisito de procedibilidad de la acción penal
que se define en los términos precisos de la ley. Por consiguiente,
resulta perentorio que si concurren los presupuestos legales, las
cámaras, como lo ordena la Constitución, procedan a dar curso de la
causa a la Corte Suprema de Justicia, so pena de que se configure un
grave abuso de sus competencias y se afecte el ejercicio armónico de
las funciones del Estado, confiadas a órganos separados pero no
ajenos a su unidad sustancial. Este paso a la Corte Suprema de
Justicia, juez natural de los funcionarios con fuero, no es potestativo.
Corresponde a un mandato de la Constitución y a una exigencia del
Estado de Derecho que impone el respeto al debido proceso y la
persecución del delito sin importar la condición del reo.

49. En apoyo a su intento por explicar el nuevo paradigma, la mayoría


afirma que la Corte Suprema de Justicia no puede investigar a los
congresistas por razón de su voto en el juicio al Presidente, en la
medida en que con ello, la Corte terminaría por suplantar a las
Cámaras en el ejercicio de su función judicial. Este argumento,
plausible a primera vista, parte de una falacia, pues desconoce la
verdadera naturaleza jurídica del delito de prevaricato y de lo que debe
resultar probado para que éste se configure. El delito anotado se
tipifica cuando un funcionario expide un acto manifiestamente contrario
a derecho. En este sentido, la jurisprudencia penal ha considerado que
el examen del juez que conoce del prevaricato se circunscribe
exclusivamente al acto pretendidamente ilegal y no a la integridad del
proceso judicial o administrativo dentro del que éste se produjo. Así,
para preservar la autonomía de jueces y funcionarios, se ha estimado
que para que un acto judicial o administrativo de lugar a un prevaricato,
la ilegalidad que tal acto comporta debe surgir a primera vista,
pudiendo apreciarse de bulto. Desde esta perspectiva, las
consecuencias que el acto manifiestamente ilegal entrañe para el
proceso en el que éste se produjo no constituyen una cuestión propia
del proceso penal por prevaricato. Se descarta, pues, que la eventual
condena por prevaricato contra Congresistas, pudiere hipotéticamente
aparejar que la Corte Suprema de Justicia, por ese sólo hecho, pudiere
entrar a conocer de la causa contra un funcionario con fuero, menos
todavía de haberse ya dictado auto de preclusión de la investigación.
De todas maneras, una es la investigación penal contra los
Congresistas, y otra la causa contra el funcionario que goza de fuero y
cuya conducta éstos investigaron.

El delito de prevaricato tiende así a garantizar que el juez no se aparte,


de manera grosera, de los dictados del derecho. Nada más, pero
tampoco nada menos. Lo único que proscribe este tipo penal es la
arbitrariedad y lo que garantiza es la imparcialidad del fallador, es
decir, el respeto a los principios más básicos del debido proceso
constitucional, a la igualdad ante la ley penal y a la recta administración
de justicia cuando estos se ven afectados por un acto
manifiestamente ilegal. Si la decisión que se evalúa no resulta
palmariamente contraria a derecho no hay, ni puede haber, una
imputación penal por prevaricato.

A este respecto, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia ha


indicado:

"El delito de prevaricato de acuerdo con el nuevo código Penal


(art. 149) consiste, en forma activa, en el hecho de que un
empleado oficial profiera resolución o dictamen manifiestamente
contrarios a la ley.

Es de la esencia de tal ilícito, en consecuencia, la disparidad o


contradicción manifiestas entre la resolución o dictamen y las
normas de derecho aplicables en cada caso.(...)
(E)s fundamental que las resoluciones y dictámenes sean injustos
en el sentido de que se aparten ostensiblemente del derecho, sin
que importen los motivos que el empleado judicial tenga para ello.

De donde puede deducirse que si las resoluciones o dictámenes


se ajustan a derecho o, siendo por este aspecto erróneos sus
disparidad con las normas jurídicas que se debieron aplicar no es
tal que pueda calificarse de manifiesta, el delito en cuestión no
existe, no importa cuáles sean los sentimientos del empleado
oficial respecto a las personas que intervinieron en el proceso".85

Y en este mismo sentido, sin excepción, se ha manifestado la doctrina


autorizada. No se trata entonces de una segunda instancia o de una
revisión integral del proceso. El juez penal que investiga el presunto
delito de prevaricato no hace otra cosa que estudiar si el acto
cuestionado se aparta por entero de los dictados del derecho.

Ahora bien, la importancia de comprender que los congresistas en


ejercicio de la función judicial podían incurrir en prevaricato no es de
poca monta. En efecto, en los procesos judiciales ordinarios, la garantía
de la imparcialidad del juez - y por lo tanto, de principios como el de
igualdad y debido proceso -, no está ab initio amenazada y, no obstante,
existen mecanismos – como el impedimento o la recusación – que
tienden a garantizarla. Sin embargo, en el juicio que se sigue ante el
Congreso, a los altos dignatarios y, en especial, al Presidente de la
República, éste comparte intereses comunes con algunos de sus jueces
(copartidarios) o tiene abiertas diferencias con otros, lo que se constituye
en una amenaza para la imparcialidad del juicio. Por ello, una necesaria
y valiosa salvaguarda constitucional para garantizar un juicio sometido al
debido proceso así como para evitar la interferencia abusiva del
Congreso frente a las restantes ramas del poder público, consiste en
poder denunciar y procesar por prevaricato a los Congresistas que
concurran a la expedición de actos abiertamente contrarios a derecho, lo
que no es compatible con la función judicial que realizan.

50. A diferencia de la decisión sobre destitución, las que se dirigen a


establecer si la denuncia presta mérito para abrir una investigación o
presta elementos suficientes para declarar la procedencia de
seguimiento de causa ante la Corte Suprema de Justicia, para solo
mencionar dos actuaciones netamente judiciales a cargo del Congreso,
no se toman sobre la base de criterios de conveniencia. Los miembros
del Congreso están obligados a aplicar los mandatos positivos de la
ley. No hacerlo y sustituir la voluntad de la ley, por la propia del
congresista, representa una desviación grave, que obviamente
comporta responsabilidad jurídica, puesto que se quebranta una norma
jurídica y no simplemente un principio como el de consultar el bien

85 Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Sentencia de agosto 13 de 1981. En el mismo
sentido, véanse, de esa misma Corporación , entre otros, el auto de septiembre 6 de 1946 y las sentencias
julio 10 de 1980, junio 24 de 1986 y mayo 20 de 1997.
común cuya efectividad sólo se capta en términos de responsabilidad
política.

La mayoría no se detiene en esta diferencia. Obrar conforme a la ley


termina materialmente siendo igual a la actuación política libre que se
orienta según criterios de conveniencia. Una vez eliminada esta
distinción, sin ofrecer razón alguna para ello distinta de la nuda razón
de Estado, le queda fácil a la mayoría anular el régimen de
responsabilidad jurídica y proclamar la aplicación exclusiva de la
responsabilidad política.

Es evidente que la homologación que se lleva a cabo y en cuya virtud


la actuación bajo pautas jurídicas se abandona a la actividad libre y
discrecional de la política, aunada a la absorción de la responsabilidad
jurídica por la meramente política, no se pueden producir sin girar
contra la legitimidad y la reconocibilidad de la función judicial que la
Constitución confía al Congreso, hasta agotarlas y erosionarlas por
completo.

Pero al plantear el nuevo paradigma, la mayoría no sólo desconoce la


verdadera naturaleza de la función judicial del Congreso así como los
principios y valores que la misma pretende articular. Desconoce
también la voluntad histórica del constituyente y del legislador y las
profundas transformaciones que, en esta materia, ha generado la Carta
de 1991. Es necesario que el análisis se oriente hacia estos tópicos.

Análisis originalista e interpretación histórica de las normas que


regulan el régimen de responsabilidad de los congresistas

51. El paradigma según el cual los congresistas son irresponsables por


las decisiones que adopten en ejercicio de la función judicial se
fundamenta, según la sentencia, en una interpretación originalista de la
Constitución Política. No obstante, no parece que exista una
manifestación expresa del constituyente en este sentido. Ante esa
evidencia, la sentencia recurre a la voluntad del Constituyente del siglo
pasado y a la doctrina nacional decimonónica. Sostiene la mayoría que
la Carta de 1991 no aparejó ningún cambio fundamental en esta
materia.

El aserto anterior merece comentario separado, pues, en mi criterio,


desconoce las importantes transformaciones sufridas, no sólo en
Colombia, sino en los restantes regímenes democráticos en punto al
tema de la responsabilidad – política y jurídica – de los congresistas.

52. En la sentencia de la que disiento se expresa que la inviolabilidad


de los congresistas es específica y absoluta. Específica, por cuanto
“cubre exclusivamente los votos y opiniones emitidos en ejercicio de su
cargo”, y absoluta, “ya que sin excepción todos los votos y opiniones
emitidos en el proceso de formación de la voluntad colectiva el
Congreso quedan excluidos de responsabilidad jurídica.” De la
definición de la inviolabilidad como absoluta se derivaría, entonces,
que esta prerrogativa de los congresistas se aplica también a las
circunstancias en que los últimos cumplen funciones judiciales, en los
procesos adelantados contra los altos funcionarios.

La sentencia afirma que la garantía de la inviolabilidad juega un papel


fundamental en los Estados democráticos de derecho, tendente a
permitir “que los representantes del pueblo puedan emitir de la manera
más libre sus votos y opiniones, sin temor a que éstos puedan
ocasionar persecuciones judiciales o de otra índole, con lo cual se
garantiza una plena libertad e independencia en la formación de la
voluntad colectiva del parlamento o congreso.”

Evidentemente, la inviolabilidad, irresponsabilidad política o


indemnidad de los parlamentarios tiene por fin garantizar la
independencia del Congreso. Sin embargo, considero que los cambios
políticos que se han presentado en las sociedades democráticas
avalan una compresión distinta tanto de esta institución como de otras
creadas con el mismo objeto, tales como la inmunidad parlamentaria,
el derecho del parlamento de juzgar por sí mismo las elecciones de
sus integrantes, la autonomía administrativa del órgano legislativo y la
intangibilidad de sus decisiones.

En el pensamiento liberal y en el pensamiento democrático - y en la


conjunción de los dos, representada en el Estado democrático liberal -
se asignó al Parlamento el lugar central dentro del régimen político,
con el objeto básico de impedir la arbitrariedad del monarca o del jefe
del Estado y de lograr que las decisiones fundamentales del
conglomerado político fueran tomadas por el órgano que representaba
la voluntad general. Es por eso que el Parlamento se constituyó en el
órgano supremo del Estado, el cual fue rodeado de garantías como las
arriba enunciadas.

Sin embargo, distintos factores han conducido a replantear estas


prerrogativas de la institución legislativa. Así, por un lado, se observa
que el peligro que representaban los titulares del Ejecutivo - que
anteriormente manejaban según su voluntad el poder judicial - ha
disminuido notablemente, en razón de que la mayoría de los países
pertenecientes al mundo occidental ha asumido el modelo de Estado
democrático liberal, bien sea través de la fórmula monárquica
constitucional, o bien de la republicana, ya sea optando por el régimen
parlamentario o por el régimen presidencialista. De otra parte, la
creencia de que el gobierno de las mayorías garantizaría por sí mismo
las libertades y derechos de los ciudadanos ha sido objeto de fuertes
cuestionamientos, que han conducido a aceptar la necesidad de crear
instrumentos que impidan su tránsito al despotismo, tales como las
cartas de derechos y los tribunales constitucionales; asimismo, la
fortaleza e independencia que demuestra actualmente el Poder Judicial
han hecho innecesarias una serie de previsiones que se dirigían a
impedir la utilización del mismo para el logro de objetivos políticos; y,
finalmente, los abusos en que incurrían los Parlamentos y los
congresistas, aunado a la crisis y al desprestigio de las instituciones
representativas, dieron impulso a iniciativas destinadas a ejercer un
mayor control sobre los órganos de representación y sobre sus
miembros.

Es así como, fundamentalmente a partir de la segunda guerra mundial,


se ha extendido la convicción acerca de la necesidad de que las leyes
dictadas por el Congreso - e incluso las reformas constitucionales -
sean controladas por tribunales y jueces constitucionales, con el objeto
de resguardar la Constitución y los derechos fundamentales de los
ciudadanos. Al respecto cabe agregar que, de manera paradójica, los
tribunales constitucionales, que constituyen órganos de control sobre el
cuerpo político democrático por excelencia, se han convertido en
muchos países en las instituciones más acreditadas del sistema
político, tal como ocurre en Alemania y Estados Unidos. En estos
países, el seguimiento minucioso y crítico de las actividades de los
tribunales constitucionales va acompañado del reconocimiento de su
importantísimo papel como órganos de identificación de los ciudadanos
con el sistema político, puesto que son estos tribunales los que
actualizan día a día el pacto de asociación plasmado en la Constitución
Política.

También la autonomía administrativa del Congreso ha sido objeto de


transformaciones. Por ello, las decisiones de los órganos
administrativos de las Cámaras en relación con el personal que labora
a su servicio son demandables ante la justicia contencioso
administrativa y los reglamentos que rigen la actividad legislativa
pueden ser objeto de acusación de inexequibilidad ante la Corte
Constitucional. Incluso, en el caso colombiano, con el objeto de evitar
situaciones de corrupción y de clientelismo, se ha propuesto que los
servicios administrativos y técnicos de las cámaras legislativas sean
manejados por una entidad que, si bien se encontraría inserta dentro
de la Rama legislativa, contaría con personería jurídica y autonomía
para desarrollar sus labores.

Otra prerrogativa clásica del Congreso era la de resolver sobre la


validez de la elección de sus miembros. Puesto que el órgano
legislativo ocupaba la posición suprema dentro del entramado
institucional, era inadmisible que instituciones ajenas a él juzgaran
sobre la validez de la elección de sus miembros. Sin embargo, los
abusos que se cometían por parte de los grupos mayoritarios y la
creciente convicción acerca de la necesidad de apartar esas
decisiones de los órganos políticos ha conducido en muchos países a
la eliminación de ese privilegio o a la introducción de controles
jurisdiccionales sobre él. Así, por ejemplo, en Latinoamérica, con la
excepción de Argentina, Paraguay y México, la decisión acerca de la
validez de la elección de los congresistas ha pasado a ser competencia
de las cortes electorales o de tribunales judiciales. Igualmente, en
España es la justicia electoral la que decide sobre la validez de las
elecciones de los parlamentarios - aun cuando hay posibilidad de
recurrir sus resoluciones ante la jurisdicción contencioso administrativa.
De otra parte, en Alemania sigue siendo función del Bundestag la
calificación de las elecciones de sus miembros, pero las decisiones en
este sentido son recurribles ante el Tribunal Constitucional Federal.

Tampoco la inmunidad parlamentaria ha escapado a la introducción de


correctivos. Inicialmente, esta figura estaba concebida para evitar que
los parlamentarios fueran juzgados por cuerpos distintos al mismo
Parlamento. Luego, se restringió a que las respectivas cámaras
legislativas concedieran la autorización para que se diera inicio a
procesos civiles o penales contra los parlamentarios. Posteriormente,
se eliminó este requisito en lo relacionado con los procesos civiles - lo
cual conduciría a que, en países como Inglaterra, desapareciera
definitivamente la figura de la inmunidad. Actualmente, se discute
acerca de la validez de esta institución. Es así como en nuestro país
fue eliminada en la Constitución de 1991, en la cual se consideró que
la concesión de un fuero especial de juzgamiento para los
Congresistas les brindaba suficiente protección. Igualmente, en
España se discute acerca de la pertinencia de la inmunidad y el mismo
Tribunal Constitucional le ha impuesto límites. Cambios en este
sentido también se han producido en Italia durante los últimos años.

53. Como se observa, muchas barreras de protección de la


supremacía e independencia del Parlamento o Congreso dentro de los
sistemas políticos democrático-liberales han sido modificadas o
simplemente eliminadas en muchos países. Colombia se encuentra
entre los Estados en los que más cambios se han realizado en este
campo, en vista de la aceptación del principio de que la Constitución es
una norma jurídica a la cual se deben ceñir todos los órganos
estatales, y de la conciencia acerca de la urgente necesidad de
introducir correctivos en el régimen del Congreso y el estatuto de los
congresistas con el objeto de relegitimar este órgano deliberativo y de
eliminar prácticas de corrupción. La Constitución de 1991 es un
ejemplo claro del propósito de reformar el Congreso, puesto que en
ella se introdujo un largo catálogo de inhabilidades e
incompatibilidades de los congresistas, se consagró la figura de la
pérdida de investidura y se sustituyó el privilegio de la inmunidad
parlamentaria por el fuero penal de los congresistas.

Es dentro de este marco conceptual que se debe entender actualmente


la garantía de la inviolabilidad parlamentaria. Así como las otras
prerrogativas o privilegios de los Parlamentos o Congresos han sido
objeto de modificaciones, la garantía de la inviolabilidad también debe
ser reinterpretada, atendiendo a los cambios que se han producido en
nuestro régimen político. Obsérvese que la misma Constitución se ha
encargado de limitar esta figura, al prescribir que los congresistas
podrán ser sancionados con la pérdida de investidura en los casos en
los que se demuestre que sus intereses personales han incidido en el
resultado de una decisión legislativa.

La afirmación acerca del carácter absoluto de la inviolabilidad de los


congresistas ya no se adecua a nuestro ordenamiento constitucional.
Cuando la Constitución le asigna funciones judiciales a las Cámaras
Legislativas, sus miembros quedan sujetos al mismo régimen de los
funcionarios judiciales, como lo señaló reiteradamente la Corte
Constitucional en sentencias pasadas. Al igual que otros privilegios y
barreras erigidos para proteger la independencia del Organo
Legislativo, la inviolabilidad ha sufrido variaciones en el régimen
constitucional colombiano: si bien continúa siendo absoluta cuando se
trate de las opiniones y votos de los congresistas en el desarrollo de su
labor legislativa o de control político, no opera ya en aquellas
situaciones en las que las Cámaras Legislativas ejercen funciones
judiciales. Tanto la dignidad de la tarea judicial - básica para la
conservación del orden y la paz - como el principio de igualdad de los
ciudadanos ante la ley exige la reformulación y limitación de esta
garantía parlamentaria.

54. Por lo expuesto, los métodos de interpretación histórico y


originalista resultan francamente insuficientes para fundamentar el
aserto de la mayoría. El primero, porque la evolución histórica del
régimen de responsabilidad de los congresistas ha llevado a la
imposición de mayores y mejores controles, tanto políticos como
judiciales, no sólo sobre los actos del congreso sino sobre sus
miembros. Y, el segundo, porque no existe ninguna manifestación del
constituyente de 1991 en el sentido de excluir del control judicial las
decisiones que profieran los congresistas en ejercicio de la función
judicial.

55. La sentencia pretende oponer a esta evidencia los argumentos de


derecho comparado que, de manera algo extensa, desarrolla el
apoderado de la actora en la demanda. En suma, se subraya que en la
mayoría de los regímenes democráticos los miembros del congreso o
parlamento son inviolables por sus votos y opiniones y que ello cobija
las decisiones que adoptan en el curso de un proceso criminal que se
surta contra un funcionario con fuero.

La primera parte de la proposición anterior es incuestionable. Nadie


discute que los congresistas son inviolables por sus votos y opiniones.
Sin embargo, la parte restante es problemática, al menos si lo que se
pretende es sugerir que teniendo Colombia un régimen similar al de los
Estados que se citan en la providencia, debe seguir su misma suerte. A
diferencia de las Constituciones a que hace referencia la sentencia, la
Colombiana señaló que la actuación de la Cámara de Representantes
objeto de análisis tenía carácter de función judicial. Los restantes
textos constitucionales, se refieren a la tarea de "acusar" o "investigar",
pero ninguno de ellos prescribe que cuando las Cámaras cumplen
dicha tarea lo hacen en ejercicio de una función judicial86.

Si las cláusulas constitucionales tienen algún significado para el


intérprete, esta notoria diferencia no debió haber pasado inadvertida
para la mayoría. Pero de manera inexplicable, la diferencia anotada
entre el régimen constitucional colombiano y los regímenes citados en
la sentencia, paso desapercibida para la mayoría y, quizás por eso, el
argumento de derecho comparado se expone sin ningún reato ni
matización. No encuentro, sin embargo, ninguna norma en la Carta que
autorice a la Corte para desconocer el propio texto constitucional en
nombre de otros textos, aunque éstos puedan parecerle mejores o más
ajustados a su argumento.

56. En resumen, ni el argumento literal, ni el sistemático, ni el


teleológico, ni el originalista ni el histórico, ni siquiera la apelación
desesperada al derecho comparado sirven para justificar el nuevo
paradigma expuesto en la sentencia de tutela de la Corte
Constitucional, según el cual la inviolabilidad de los congresistas se
extiende a las decisiones que adopten en ejercicio de la función judicial
de que trata el artículo 116 de la Carta.

86 En este sentido, la Ley Fundamental de Bonn, en su artículo 61, señala que "La Dieta
Federal y el Consejo Federal podrán acusar al Presidente Federal ante el Tribunal
Constitucional Federal en caso de violación intencionada del la Ley Fundamental o de otra
ley federal". El artículo 102 de la Constitución de España señala que la responsabilidad del
Presidente "sólo será exigible, en su caso, ante la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo", y
agrega que, en los casos de traición o de cualquier delito en contra la seguridad del Estado
en ejercicio de sus funciones, la responsabilidad criminal del Presidente "sólo podrá ser
planteada por iniciativa de la cuarta parte de los miembros del Congreso, y con la
aprobación de la mayoría absoluta del mismo". Según el artículo 90 de la Constitución de
Italia, el Presidente de la República sólo es responsable en los casos de alta traición o
atentado a la Constitución, eventos en los cuales "la acusación corresponde al Parlamento,
en sesión conjunta de ambas cámaras y por mayoría absoluta de sus miembros". El artículo
68 de la Constitución de Francia dispone que Presidente de la República sólo es
responsable por actos de alta traición y "[n]o podrá ser acusado si no es en virtud de una
votación idéntica de las dos cámaras, realizada con escrutinio público y con la mayoría
absoluta de los miembros que los integran". Por su parte, el artículo 45 del Constitución de
Argentina dispone que "[s]ólo [la Cámara de Diputados] ejerce el derecho de acusar ante el
Senado al presidente, vicepresidente, sus ministros y a los miembros de la Corte Suprema y
demás tribunales inferiores de la Nación, por las causas de responsabilidad que se intenten
contra ellos, por mal desempeño o por delito en el ejercicio de sus funciones o por
crímenes comunes". A su turno, el artículo 51 de esa misma Constitución establece que
"[a]l Senado corresponde juzgar en juicio público a los acusados por la Cámara de
Diputados". Según el artículo 111 de la Constitución de México, "[p]or lo que toca al
Presidente de la República sólo habrá lugar a acusarlo ante la Cámara de Senadores en los
términos del artículo 110 [según el cual corresponde a la Cámara de Diputados efectuar tal
acusación, "previa declaración de la mayoría absoluta de los miembros presentes en sesión
de aquélla Cámara" y "después de haber sustanciado el procedimiento respectivo y con
audiencia del inculpado"]. En este supuesto, la Cámara de Senadores resolverá con base en
la legislación penal aplicable".
Consecuencias de la decisión de la Corte: La entronización, por
vía de una acción de tutela, de un poder absoluto capaz de
disolver los más preciados valores del Estado constitucional.

57. La falta de rigor jurídico y la precipitada introducción de premisas


sin fundamento constitucional, llevan a la mayoría a sentirse
suficientemente segura para plantear en un momento de su discurso
un delirante alegato que, en el fondo, se endereza contra el propio
diseño constitucional de las competencias y las garantías. Otra vez, en
clave absolutista, se sostiene que si no se asume que la función
encomendada al Congreso sea completamente discrecional y la
inviolabilidad absoluta, las funciones atribuidas a las cámaras en esta
materia carecerían de utilidad y la garantía de la inviolabilidad sería
trivial. Se refuerza esta pretensión - que no argumento - con otra
afirmación igualmente gratuita y descaminada: las competencias de
investigación y juzgamiento se radicaron en el Congreso justamente en
razón de su absoluta discrecionalidad y de su absoluta
irresponsabilidad jurídica. Se sugiere, en fin, que habría sido cándido
suponer que los políticos se comportasen como jueces.

En realidad lo que se propone por la mayoría es entronizar un poder


absoluto. Una vez definido el Estado colombiano como Estado de
Derecho, esta especulación en la que se recrea la mayoría, lo digo con
respeto y tristeza, no puede tomarse en serio. Si en el Estado social
de derecho los derechos fundamentales no pueden interpretarse en
términos absolutos, pues se anularían unos a otros; menos todavía
puede concebirse que existan autoridades con poderes absolutos que
podrían así imponer su voluntad por encima del derecho. Pero la
mayoría lamentablemente es consciente del paso que ha dado y de la
involución que éste genera para el país. La argumentación en la que
apoya su tesis absolutista, no la esconde, ni se preocupa siquiera por
elementales consideraciones de pudor en disfrazarla; por el contrario la
impone con la idea y la expresión que la animan: la razón de Estado.
Esta confesión pública del fundamento en el que reposa la pretensión
absolutista que defiende la mayoría, desnuda sus falencias
argumentativas. En un Estado de Derecho no puede su Tribunal
Constitucional fundamentar sus fallos en razones de Estado y, por vía
judicial, alterar el diseño constitucional convalidando la existencia de
poderes absolutos.

La Corte Constitucional siempre ha sido consciente de que el respeto a


los derechos fundamentales pende de la no existencia de autoridades
con poderes absolutos. La defensa de los derechos es ante todo una
técnica y una necesidad de control al poder. Las mayores amenazas a
los derechos provienen del ejercicio del poder y de su desmesura. La
Corte Constitucional no toleró siquiera que en el deber de obediencia
debida, no obstante el texto literal del artículo 91 de la Constitución,
pudiese el subalterno que recibe la orden del superior, exculparse o
exonerarse de su responsabilidad por las violaciones perpetradas a los
derechos intangibles de la persona humana. La mayoría no capta que
la absoluta discrecionalidad a la que se agrega además la absoluta
inviolabilidad, vertidas en una autoridad con poderes de investigación y
juzgamiento, la convierten en un sujeto al que no se puede reconocer
carta de naturaleza en un Estado de Derecho, puesto que la dimensión
del poder que se entrega supera toda medida de autoridad que esta
forma de convivencia está dispuesta a reconocer sin renunciar a la
idea en la que se sustenta: el poder está en el derecho; el derecho no
está en el poder.

La sentencia ha creado un artefacto de la arbitrariedad. No puede el


defensor de los derechos fundamentales deliberadamente dar vida a
instrumentos orgánicos de arbitrariedad. Esta es una contradicción
funcional que conduce a la negación existencial del guardián de la
Constitución que, en lugar de practicar enérgicamente su oficio de
perseguir las arbitrariedades, ha dado en institucionalizarlas.

Pero la mayoría no se limita a dejar de reconocer el peligro que se


cierne sobre el Estado de Derecho. Se empeña en presentar el
artefacto creado por ella - combinación de absoluta discrecionalidad
aderezada con dosis de absoluta inviolabilidad -, como radicalmente
necesario. La crítica de la mayoría a la doctrina constitucional
obligatoria, se reduce a que en ésta no se reconoce al Congreso un
poder absoluto, única manera posible a su juicio de justificar sus
competencias judiciales. En otras palabras, la mayoría sostiene que si
la competencia no es absoluta carece de utilidad; a su turno, la utilidad
es la que hace necesaria la competencia, pero para que arroje ese
rendimiento se requiriría concentrar en el congreso un poder de
decisión discrecional e inviolable.

58. La necesidad de la competencia absoluta, en primer término, se


asocia a un presupuesto de la sociedad pluralista consistente en la
existencia de diversas “visiones del bien común”. La investigación y el
juzgamiento de conductas delictivas, tienen como único punto de
referencia la legislación penal, en la que se plasma la repulsa colectiva
hacia ciertos comportamientos que lesionan los valores y bienes cuyo
respeto se considera indispensable para mantener la convivencia
pacífica. La función judicial promueve el cumplimiento de las normas
penales. Los órganos encargados de esta función, no pueden al
socaire del ejercicio de sus competencias sustituir la política legislativa
por la suya propia o abstenerse de actuar en los términos exigidos por
ella. El pluralismo disolvente al que apela la mayoría sólo se concilia
con un juez y una función judicial totalmente desconectados del
derecho. No puede admitirse que el Estado de Derecho, como requisito
para su funcionamiento, formule esta demanda.

59. La voluntad del Constituyente tampoco pudo ser, como lo sugiere


la mayoría, la de otorgar determinadas funciones judiciales al
Congreso, para que este las ejerciera de acuerdo con su talante, esto
es, discrecionalmente y de manera jurídicamente irresponsable. La
función judicial, se da a entender, en este caso requeriría precisamente
esta modalidad de ejercicio dado el objeto propio al que atiende. Esas
dos calidades o modalidades de comportamiento que, normalmente,
aplicadas a la función judicial, la aniquilan, aparentemente se
convertirían en virtudes en los procesos que se siguen a los altos
dignatarios del Estado. Incluso, la necesidad del artefacto es tan
absoluta que el Constituyente a sabiendas ha corrido el riesgo de que
los congresistas puedan, a su arbitrio y sin asumir ninguna
responsabilidad jurídica, imponer “condenas injustas” o “legitimar
impunidades”. En realidad, el pensamiento de la mayoría si no
estuviera sirviendo de soporte a una sentencia de la Corte
Constitucional, pertenecería al capítulo de los derechos que a todos se
garantizan porque su ejercicio no puede afectar a nadie.
Infortunadamente, no se trata de una manifestación inocua del derecho
universal a la divagación, dado que aquí abona la ratio decidendi de un
pronunciamiento que tiene consecuencias trascendentales para el
país.

60. El Constituyente no ha operado a partir de la premisa de que los


altos dignatarios que cometen hechos punibles, no deban ser
sancionados y sus conductas puedan permanecer impunes. Por el
contrario, si la denuncia o la acusación en los términos de la ley tiene
mérito, lo que claramente se infiere del texto de las normas
constitucionales es que entonces al “reo se le seguirá juicio criminal
ante la Corte Suprema de Justicia”. La apreciación del “mérito”, no está
librada a un juicio político o de conveniencia sino a la recta apreciación
de las pruebas y razones que surgen del proceso. No se puede
pretender que el Constituyente hubiese querido abrir un largo y
ominoso paréntesis al Estado de Derecho, al debido proceso y al
principio de igualdad ante la ley, al sentar las bases del procedimiento
que se ha de surtir cuando se averigua y define la conducta punible de
un alto funcionario del Estado. La distinción que la Constitución
contempla entre el régimen de las sanciones políticas y las derivadas
de la legislación penal, es más que elocuente del propósito de
perseguir el comportamiento delictivo y sancionarlo sin consideración
al rango o a la condición del reo, como por lo demás es congruente con
el principio democrático y la justicia.

61. La conducta criminal del alto dignatario, de otro lado, no demanda


por sí misma el favor de un juez que tenga la “virtud” - discrecionalidad
e inviolabilidad - de cerrar los ojos y absolverlo o abstenerse de
ordenar el seguimiento de causa, no obstante que las pruebas sean
abrumadoras en su contra. La presunción de inocencia del alto
funcionario del Estado acusado de cometer un crimen, no puede
tampoco mancillarse por cuenta de la irrestricta discrecionalidad del
Congreso, ya que al igual que todas las personas demanda garantía y,
tratándose de la denuncia o acusación de comisión de un hecho
punible, no puede ser ésta distinta que la aplicación imparcial de la ley
y la recta apreciación de los hechos probados, todo esto con sujeción a
las formas y procedimientos establecidos en la ley.

La función judicial aplicada a estas conductas, tampoco requiere tener


el grado amplísimo e incontrolable de refracción que puede proveer la
mirada política, discrecional, libre y jurídicamente irresponsable del
Congreso, como lo asevera la mayoría. Si el Estado en verdad sólo
puede ofrecer a los altos dignatarios una justicia penal que tiene estas
características congénitas - que la mayoría no se cansa de alabar
como necesarias -, entonces puede decirse que no solamente se
modifica en su caso por razones comprensibles el procedimiento
ordinario, sino además las garantías sustanciales de orden
constitucional. El sindicado o procesado que tiene ante sí una
autoridad que de manera jurídicamente irresponsable y discrecional
puede pronunciarse en cualquier sentido sobre su conducta, queda a
merced de su arbitrio, así eventualmente pueda ser beneficiado con un
perdón inmerecido o con un congelamiento temporal o definitivo de la
causa penal. La función judicial en el Estado de Derecho no responde
a este cuadro que surge del falaz juego de conjeturas de la mayoría,
una de las cuales es del siguiente tenor: “[L]a Corte no desconoce que
esos riesgos estén presentes (prevaricato); sin embargo, ellos derivan
del modelo adoptado por la Constitución para el juicio de los altos
dignatarios, que es deber de esta Corporación aplicar, por cuanto la
función de un tribunal no es reformar la Carta, según las convicciones
políticas de sus integrantes, sino aplicar los mandatos establecidos por
el Constituyente”. Es claro que el “riesgo de prevaricato” - total en el
caso de congresistas-jueces no sujetos a ninguna responsabilidad
jurídica y plenamente discrecionales - no es imputable por lo expuesto
a la Constitución, sino exclusivamente a la interpretación equivocada
que se hace de ella.

62. Luego de generar por vía judicial el artefacto arbitrario la Corte en


vano se preocupa por los riesgos constitucionales creados. Si el
congresista-juez es absolutamente discrecional y jurídicamente
irresponsable, no se ve cómo mediante acciones judiciales se puedan
efectivamente corregir las desviaciones que se presenten respecto de
lo ordenado por la ley o se puedan proteger los derechos
fundamentales lesionados, como lo sostiene la mayoría. La actuación
política que remplaza a la ceñida al derecho, según esta tesis, es un
presupuesto de este proceso especial. El Congresista-juez cobijado
por la inviolabilidad absoluta y a quien se reconoce un ámbito pleno de
discrecionalidad en sus decisiones, también es un rasgo estructural del
proceso, ineliminable a través del ejercicio de acciones judiciales
concretas. La mayoría ha creado un artefacto arbitrario que como
cuerpo extraño en el ordenamiento constitucional es rechazado porque
contradice su lógica interna y el conjunto de sus garantías. Mal puede
darse abrigo a un instrumento que pretende articular como exigencia
propia del sistema político una fuente incontenible de arbitrariedad e
injusticia, cuando el Estado de Derecho y los derechos fundamentales
se consagraron como baluarte contra la arbitrariedad y la razón de
Estado.

El control político al cual se somete el Congreso y sus miembros, dista


de ser el medio judicial efectivo para proteger los derechos
fundamentales eventualmente vulnerados por los congresistas con
ocasión del ejercicio de las funciones judiciales. Los supuestos de
violación materialmente se extinguen, dado el presupuesto de la
inviolabilidad absoluta de los congresistas y de su discrecionalidad
plena. Si de los miembros del Congreso, según la mayoría, no se
espera una actuación sujeta a la ley, resulta ilusorio que a través de la
acción de tutela se pretenda determinar la violación de un derecho
fundamental y extender la debida protección. La responsabilidad
política, de otro lado, no es el medio para restablecer las violaciones
singularizadas que afectan los derechos de las personas.

La insistencia de la mayoría en el control externo a la actividad judicial


del Congreso, registra como único antecedente la negativa - ratificada
en sede de revisión - a reconocer al ciudadano Enrique Parejo
González, personería para asumir la representación popular en el
proceso que se abrió en el Congreso a raíz de la denuncia penal
presentada contra el ex presidente Ernesto Samper Pizano. Por lo que
se refiere a la acción de inconstitucionalidad, la sentencia C-350 de
1997 declaró la exequibilidad de la ley que autorizaba la terminación de
la concesión de espacios en la televisión a ciertos medios de
comunicación, lo que a mi juicio afectó gravemente la libertad de
expresión y, en particular, la de los operadores que adoptaron
posturas críticas en relación con los diversos incidentes del conocido
proceso.

IV. ALGUNAS CONCLUSIONES.

63. A mi juicio, la Corte Constitucional ha debido negar el amparo


solicitado por la congresista Dra. Viviane Morales Hoyos. Considero
que existían suficientes razones procesales y sustanciales para proferir
tal decisión.

64. En efecto, como ha quedado demostrado, desde una perspectiva


meramente procesal, no existe ninguna duda sobre la improcedencia
de la acción de tutela. Por eso, la mayoría tuvo que crear la extraña
teoría de la “vía de hecho prospectiva”. Toda la Jurisprudencia de la
Corte, sin ninguna excepción, había manifestado, hasta ahora, que la
acción de tutela no procede contra una decisión judicial sino en el
evento en el que ésta fuere manifiestamente arbitraria, esto es, que
incurriere, de manera ostensible, en un defecto orgánico, fáctico,
procesal o material de dimensiones intolerables dentro de un Estado
de Derecho. No obstante, la decisión de la Sala Penal de la Corte
Suprema de Justicia fue dictada por el órgano competente para
investigar y juzgar a los Congresistas – no hay vicio de competencia -,
sin que la defensa o la mayoría hubieren alegado que se apartó de la
verdad procesal o de la evidencia recogida – no hay defecto fáctico -,
su expedición cumplió los rigores procesales – no hay vicio
procedimental – y se ajustó a las disposiciones legales vigentes que
habían sido declaradas exequibles por la Corte Constitucional - no hay
vicio sustancial -. En consecuencia, no había vía de hecho judicial, ni
prospectiva, ni retrospectiva, ni de ninguna otra especie.

65. Pero la mayoría se opone a las afirmaciones anteriores e indica


que el vicio se presenta al intentar procesar a los congresistas por el
delito de prevaricato. Sostiene que a los Congresistas no puede
imputarse la comisión del mencionado delito, dado que sus votos y
opiniones son inmunes y que, por lo tanto, la Sala Penal de la Corte
Suprema de Justicia, carecía de competencia para dictar la resolución
acusada. Adicionalmente, se anticipa a advertir que esta nueva tesis
no contradice la doctrina constitucional obligatoria. Al respecto, señala
que aquellas afirmaciones de la Corte Constitucional que, en su
momento, ilustraron a la opinión pública sobre el carácter puramente
judicial del proceso que se adelantaba contra el expresidente Ernesto
Samper y sobre la responsabilidad – incluso penal - en la que podían
incurrir los Congresistas que se apartaran del derecho al momento de
adoptar la decisión correspondiente, correspondían a simples
opiniones, que no a doctrina constitucional obligatoria.

En el presente documento expongo, en detalle, la tesis contraria. Tal y


como queda demostrado en los fundamentos jurídicos 6 y siguientes
de este salvamento, después de arduas y fructíferas discusiones, la
Corte Constitucional, en pleno uso de su razón y de su competencia,
adoptó nueve – y no sólo dos, como equivocadamente lo afirma la
mayoría – decisiones de constitucionalidad que sirven de fundamento a
la resolución impugnada. Demostrada la existencia de una doctrina
constitucional coherente y sólida se desvanece la pretensión de la
mayoría de considerar vía de hecho la decisión de la Sala Penal de la
Corte Suprema. Lo menos que se puede esperar en un Estado de
Derecho, es que no constituya vía de hecho la actuación judicial que se
ajusta por entero a la doctrina vigente sostenida por la Corte
Constitucional en sentencias que han hecho tránsito a cosa juzgada
constitucional.

66. Pero puede alegarse que la doctrina constitucional obligatoria no es


inmutable y que, en el presente caso, lo que ocurrió fue un giro
doctrinal en virtud del cual se justifica la revocación del acto judicial
impugnado. Ciertamente, una de las tareas de las Cortes
Constitucionales es la de adecuar los valores y principios
constitucionales a las grandes transformaciones históricas y esta labor
de actualización implica movimientos importantes dentro de la doctrina
constitucional. No obstante, la tarea de actualización de las normas
constitucionales, debe verificarse con arreglo a ciertos principios de
cuya eficacia depende, en buena medida, nada menos que la
legitimidad de las propias cortes constitucionales. Se trata, entre otros,
de los principios de racionalidad, universalidad, coherencia y
consistencia. Como quedó expuesto en este documento, la variación
de la doctrina constitucional obligatoria lesiona los principios
mencionados y, en particular, los de racionalidad, universalidad y
consistencia y, por lo tanto, puede amenazar la credibilidad de la
opinión en las verdaderas razones que llevaron a una Corte a cambiar
el precedente. Por esta razón, para variar un precedente se requiere
que se aporten argumentos suficientes para explicar por qué se
produce la mutación. Adicionalmente, es necesario que se demuestre
que el costo – en términos de legitimidad de la Corte y de seguridad
jurídica – es menor que el beneficio que se obtiene al producir el
cambio. No sobra indicar, adicionalmente, que normalmente estos
cambios se producen después de lustros y responden a verdaderas
transformaciones culturales.

Como lo expongo en este documento, la mayoría se limitó a afirmar


que no existía una doctrina constitucional anterior – que evidentemente
sí existía – sin explicarle al país por qué, quienes muy recientemente,
en nueve oportunidades, habían entendido que los congresistas al
cumplir funciones judiciales actuaban como jueces y respondían como
jueces, ahora – pocos meses después – consideran que los mismos
congresistas son completamente inmunes por las decisiones que
profieran. En otras palabras, la mayoría no tuvo la prudencia ni la
sabiduría para explicarle al país por qué se había producido el cambio
y, con ello, lesionó gravemente la legitimidad de la Corte
Constitucional.

67. Pero, pese a que se hubieran expuesto las razones del giro
doctrinal, la mayoría debió preguntarse si, en sede de tutela, se puede
sustituir la doctrina constitucional obligatoria. Como expongo en el
presente documento, considero que la oportunidad para transformar,
modificar o incluso “matizar” la doctrina que ha sido sentada por las
decisiones de constitucionalidad de la Corte Constitucional, es sólo un
nuevo estudio de Constitucionalidad realizado por la misma
Corporación. Considero que se excede la competencia funcional si se
actúa, como en el presente caso, omitiendo la diferencia que existe
entre la condición de la Corte Constitucional como juez de
constitucionalidad de las leyes y como juez de revisión de decisiones
de tutela.

68. Ahora bien, si en gracia de discusión se acepta que en sede de


tutela el juez constitucional puede cambiar la doctrina constitucional
vigente, resta preguntarse si el paradigma diseñado por la sentencia
tiene, verdaderamente, sustento constitucional.

La mayoría esgrime la tesis según la cual los congresistas, cuando


actúan en ejercicio de la función judicial de que trata el artículo 116 de
la Carta, pueden tomar decisiones políticas y, en consecuencia,
apartarse de los dictados del derecho, dado que tales decisiones se
encuentran amparadas por la garantía de la inviolabilidad de los votos
y las opiniones.

Para sostener la anterior tesis, la sentencia se fundamenta, sobre todo


en un argumento literal: el artículo 185 de la Carta prescribe que los
votos y opiniones de los Congresistas son inviolables. ¿Por qué no
aplicó la misma exégesis al leer el artículo 116 de la C.P. en el que se
señala, textualmente, que la función que cumplen los congresistas es
judicial?. No hay que ser un jurista experto para comprender que la
función judicial es radicalmente opuesta a la función política y que en
ejercicio de aquélla no pueden adoptarse decisiones
discrecionales o políticas sin desnaturalizarla completamente. Si, con
el mismo criterio, se hubiera tenido como punto de partida no el artículo
185 de la C.P., sino el 116 de la Carta, se hubiera llegado a la decisión
contraria. En otras palabras, el argumento literal, interpretado tal y
como lo hace la Corte, sirve para apoyar cualquier decisión, por lo que
debe ser desestimado por el juez que verdaderamente quiere encontrar
el sentido y alcance de la Constitución. No obstante la mayoría, en
lugar de advertir la inutilidad del método escogido, hizo caso omiso de
las prescripciones del artículo 116 de la Carta y asumió que el único
artículo aplicable al caso era el 185. La Conclusión se convierte, por
voluntad del juez, en la premisa mayor del silogismo judicial.

69. Adicionalmente, en apoyó de su tesis, la mayoría alega razones


conceptuales, entendiendo por estas el axioma que predica “el alcance
absoluto de la inviolabilidad parlamentaria”. Nuevamente se comete la
misma falacia. De lo que se trataba en el presente proceso era de
estudiar si, a la luz de la Constitución Política de Colombia, la
inviolabilidad parlamentaria era absoluta. Sin embargo, la mayoría, a
partir de teorías decimonónicas y de un análisis poco riguroso del
derecho comparado, adopta esta tesis a manera de postulado
incuestionable a partir del cual deriva la conclusión que, ab initio, está
buscando. En este salvamento, luego de un breve análisis sobre la
evolución del régimen de responsabilidad de los congresistas en el
constitucionalismo contemporáneo, demuestro que el axioma que la
mayoría presenta como inexpugnable ha sufrido importantes
matizaciones no sólo en nuestro país - a la luz del cambio
constitucional que para la mayoría parece irrelevante – sino en otros
Estados, sin que por ello nadie piense que se amenaza la democracia.
El concepto de democracia del siglo XIX – en el que se funda la tesis
de la mayoría – es bien distinto del régimen contemporáneo de
democracia constitucional, en el que no todo asunto esta librado al libre
juego de la política. Es justamente la diferencia entre el modelo de
Estado puramente “legalista” y el modelo actual de Estado
constitucional. Las mayorías políticas definen el rumbo de una nación,
pero no son omnipotentes. Tienen límites. Los límites fijados por la
Constitución. Esa fue una dolorosa lección que aprendió el mundo
después del holocausto nazi.

70. Pero la mayoría insiste en la existencia de argumentos sistemáticos


para afirmar la inviolabilidad de los congresistas por razón de las
decisiones que profieran en ejercicio de la función judicial. Como lo
expongo en este salvamento, considero que este es, definitivamente, el
argumento más débil de la sentencia. Con todo respeto, no entiendo
cómo pueda sostenerse una interpretación sistemática de la
Constitución a partir de la lectura aislada del artículo 185. En efecto, en
la sentencia no se tienen en cuenta las normas que indican que la
función del congreso en los casos analizados es de naturaleza judicial
y que esta función judicial, por su indiscutible naturaleza, no puede ser
la fuente de actos políticos (art. 116, 228 y 230 C.P.); que la regulación
constitucional de los juicios contra altos dignatarios utiliza un lenguaje
imperativo (art. 174, 175 y 178 Nº 4 de la C.P.) que no ofrece la
posibilidad de pensar que se trate de una función política abandonada
a la discreción de los congresistas; que todas las personas en el
territorio nacional – incluyendo los altos dignatarios - tienen derecho a
un juicio justo sometido a los principios del debido proceso, lo que
implica una decisión conforme a derecho y no discrecional o política
(art. 13, 29 y 229 C.P.); que la posibilidad de que el congreso haga
imputaciones penales sin fundamento contra altos funcionarios del
Estado no sólo interfiere el funcionamiento de las ramas del poder
publico – dado que puede paralizar, si así lo dispone, a la Fiscalía, a
las altas Cortes o al Gobierno Nacional - (art. 1, 2 y 113 C.P.), sino
que afecta los derechos fundamentales de las personas injustamente
involucradas (art. 1, 2 y 5 C.P.) y, todo lo anterior, sin mencionar los
derechos constitucionales de las víctimas o de la ciudadanía, en
cuanto se refiere al control aplicado al ejercicio del poder público.
Parecería, al contrario de lo que afirma la mayoría, que la única
manera de interpretar sistemáticamente el artículo 185 de la Carta con
las restantes disposiciones citadas, es entendiendo que cada una de
ellas se aplica a un ámbito distinto de la función del Congreso. De otra
manera, resultarían francamente incompatibles y sería necesario,
como lo hace la mayoría, desconocer el sentido de algunas para
aplicar, de manera absoluta, sólo una de ellas. Considero que la Corte
ha debido efectuar una armonización concreta de las disposiciones en
conflicto.

71. Tampoco abona la tesis de la mayoría su pretendida orientación


histórica u originalista. Ciertamente, no existe en los registros históricos
del constituyente de 1991 una manifestación de voluntad que permita
pensar que correspondía a su intención extender la inviolabilidad a las
decisiones judiciales del congreso. Ante este vacío, la mayoría se
desplaza a la voluntad constituyente del siglo pasado y, tranquila,
fundamenta su tesis en autores del siglo XIX. Desestima la
transformación constitucional sufrida en la mayoría de los Estados en
el curso del presente siglo y, especialmente, el cambio fundamental
operado en Colombia en 1991. Como quedó expuesto, considero que
nada aporta al debate contemporáneo sobre la definición constitucional
del régimen de responsabilidad de los miembros del congreso, la
remisión al modelo de Estado del siglo XIX. La desaparición del
fenómeno de la inmunidad, el novedoso y estricto régimen de pérdida
de investidura, el traslado de competencias del Congreso al Consejo
Nacional Electoral son, entre otras, manifestaciones de un proceso que
denota una profunda transformación en el régimen constitucional sobre
responsabilidad de los congresistas. Estos cambios, inadvertidos por la
mayoría, demuestran que las cosas ya no pueden ser estudiadas a la
luz de la doctrina constitucional del siglo XIX.

72. Al final, la mayoría alega razones “de lógica” para fundamentar su


aserto. En este sentido afirma que de aceptarse la tesis de la Sala
Penal de la Corte Suprema de Justicia esta Corporación terminaría
remplazando al Congreso en los juicios contra los altos dignatarios.

Como lo explico en este salvamento, la doctrina constitucional


obligatoria establecida previamente por esta Corte Constitucional y
seguida por la Sala Penal de la Corte Suprema, sólo justifica que esta
última Corporación investigue el delito de prevaricato. Nada más, pero
tampoco nada menos. El prevaricato es el distanciamiento ostensible
de los dictados del derecho. Es la resolución manifiestamente contraria
a la ley. Es la manifestación de la más radical arbitrariedad. Donde hay
conflicto de interpretación, no hay prevaricato. Donde existe la
posibilidad de valoración distinta de las pruebas, no hay prevaricato. El
juez penal que estudia el prevaricato, en ningún caso, suplanta al juez
de la causa. Sólo limita sus más radicales excesos. Sin embargo era
necesario, para hacer esta distinción, estudiar más a fondo el
contenido y alcance del delito de prevaricato, algo que,
lamentablemente, la sentencia de la mayoría no hizo.

En suma, el nuevo paradigma carece de suficiente sustento


constitucional y, por lo tanto, no puede servir para revocar una decisión
de la Corte Suprema de Justicia.

73. La sentencia disocia dos manifestaciones separadas del


comportamiento del congresista-juez. La primera, anterior a la decisión,
tendría carácter judicial y, por consiguiente, estaría regida por el
régimen antes aludido. La segunda, coincidente con la decisión,
tendría carácter exclusivamente político y por eso no justiciable. En
realidad, el juez que sólo deja de ser juez en el momento en que dicta
la sentencia, como el policía que sólo deja de ser policía cuando se
enfrenta al bandido, o el hombre justo que sólo deja de ser justo
cuando tiene la oportunidad de serlo, son ejemplos tristes de una
mentalidad esquizofrénica y, por serlo, no se puede asegurar que son
el eco de una farsa.
El país, empero, creyó que si los Congresistas al investigar al
Presidente, tenían el carácter de jueces y respondían como jueces -
como de manera insistente lo pregonaba la Corte Constitucional -, ello
se mantendría hasta el final, pues, es justamente el final lo que más
cuenta, como que corresponde al momento en que se concreta el
mandato del derecho en su encuentro con la realidad. Pero, ahora, la
Corte Constitucional, con el pretexto de introducir un “matiz”, expresión
ésta eufemística que luce angosta para disimular un viraje
jurisprudencial de ciento ochenta grados, da vida a un minotauro
jurídico que es el juez que posa como tal pero decide como político.

La opinión pública, aún la ilustrada, no podía vislumbrar que detrás de


la prédica reiterada de la Corte Constitucional, cuando se ofrecía la
imagen del Congresista como juez responsable, objetivo e imparcial, lo
que finalmente se iba a introducir en el estrado sería un sujeto de
redomada astucia y avilantez. Este singular operador jurídico - hijo de
un mestizaje imposible -, a la vez que reclama para la resolución de
preclusión y archivo que decreta el valor de la cosa juzgada, esgrime la
inviolabilidad de su voto para ponerse a salvo de la denuncia por
prevaricato que pueda llevar a descubrir los presupuestos de su fallo.
Esta autoridad pública demediada en juez y político, que reúne
auctoritas y potestas, que está sometida al derecho y no lo está, que
articula un poder reglado y remata con un poder discrecional, en fin,
ese juez que en el momento decisivo puede legítimamente abandonar
su toga y fallar agenciando los intereses más turbios, está muy alejado
de la imagen del Congresista-juez que estaba en la mente de los
colombianos que se notificaron de las sentencias de la Corte
Constitucional en las que se exaltaba el paradigma del juez-juez, vale
decir, de un juez no demediado, juez durante el aparatoso y vistoso
trámite judicial y juez también en el momento decisivo en el que se
pronuncia la providencia que hace tránsito a cosa juzgada.

El juez visceralmente divorciado de responsabilidad, que tan pronto


dicta la sentencia acude proceloso a parapetarse detrás de una
pretendida inviolabilidad para escamotearla, que a eso equivale
pretender mantener en la penumbra del derecho “los hechos
inescindiblemente ligados al voto”, no puede reivindicar jurídica ni
moralmente la función de administrar justicia. Nunca este juez podrá
orientarse hacia los fines del derecho. Jamás sus fallos serán fuente de
paz. Sus dictámenes y resoluciones siempre serán sospechosos.

El “matiz” que la mayoría tardíamente busca introducir a lo que se ha


sostenido en innumerables y recordadas sentencias, tal vez lo sería
sino fuera porque falsifica la función judicial y la hace irreconocible.
Este “matiz” representa el triunfo del juez demediado que explota a
fondo las ventajas que le procura su ser inverosímilmente parcelado: la
“cosa juzgada” por la actuación cumplida (por concepto de la alícuota
judicial de su conformación existencial) y la puesta a salvo contra la
acusación por prevaricato (por concepto de la alícuota política de su
conformación existencial). El “matiz” concede intangibilidad al balance
final que puede arrojar en una situación límite la actuación judicial del
Congreso, el cual aún superando las cotas de la manifiesta violación
de la ley, terminará redimido de todo vicio e inatacable judicialmente.

74. Exigir que la función judicial, aún la que excepcionalmente


desempeña el Congreso, sea obediente a los dictados superiores de la
ley, no significa temer a la democracia y a sus riesgos. La democracia
no es tan débil, como piensa la mayoría. Ella no sucumbe si los
congresistas-jueces son investigados y juzgados por la Corte Suprema
de Justicia por el delito de prevaricato. La democracia se fortalece en
la medida en que se verifica el efectivo cumplimiento de los deberes de
los servidores públicos y se extingue inexorablemente cuando el
desacato a la ley no se castiga.

75. Con grave menoscabo de la Constitución Política se ha invadido la


competencia privativa de la Corte Suprema de Justicia, que se
proponía establecer si los miembros del Congreso en su condición de
jueces se sujetaron a los mandamientos imperativos de la ley o los
quebrantaron. El desconocimiento de la cosa juzgada constitucional no
puede ser más patente. La Corte Constitucional que ha otorgado un
lugar central en la democracia a la formación de una opinión pública
libre y a la información veraz e imparcial, no se cómo podrá explicar
que los congresistas que investigaron al ex presidente Samper no
responden por el delito de prevaricato en el evento de haberlo
cometido, cuando en su oportunidad aseguró que ellos actuaban como
jueces y respondían como jueces. Dictado el auto de preclusión de la
investigación y archivado el expediente, a los ciudadanos se les
notifica que los congresistas que tomaron esas decisiones están
amparados por un estatuto que les garantiza plena discrecionalidad y
absoluta irresponsabilidad jurídica. La cosa juzgada constitucional ha
muerto. La credibilidad de la Corte ha quedado en entredicho. No
podrá esta institución dejar de ahorrar esfuerzo alguno para reconstruir
la confianza pública en su palabra.

Fecha ut supra

EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ


Magistrado

ANEXO
CUADRO
RATIO DECIDENDI
Norma Texto Decisión Ratio Decidendi
Art. 6° "ARTICULO 6o. Clases de Sentencia C- La función de
num. 3 funciones del Congreso. El 198/94 control político
Ley 5ª de Congreso de la República Exequible lo que la Carta le
1992 cumple: acusado asigna al
Congreso, debe
"............................................... distinguirse de la
................................................. judicial, que
............... únicamente
procede respecto
"3- Función de Control de funcionarios
Político, para requerir y con fuero
emplazar a los Ministros del constitucional.
Despacho y demás
autoridades, y conocer de las
acusaciones que se formulen
contra altos funcionarios del
Estado. La moción de censura
y la moción de observaciones
pueden ser algunas de las
conclusiones de la
responsabilidad política. (...)"

Artículo ARTICULO 178. DE LA Sentencia C- La Carta le


178 de la FUNCION JURISDICCIONAL 037/96 asigna al
Ley 270 de DEL CONGRESO DE LA Exequible Congreso de la
1996 REPUBLICA. La función República
Estatuta-ria jurisdiccional del Congreso de determinadas
de la República será ejercida de funciones
Adminis- conformidad con lo judiciales en
tración de establecido en la Constitución relación con los
Justicia Política de Colombia en funcionarios que
relación con las acusaciones gozan de fuero
que se formulen contra el judicial.
Presidente de la República o
quien haga sus veces; contra
los Magistrados de la Corte
Suprema de Justicia, del
Consejo de Estado, de la
Corte Constitucional, del
Consejo Superior de la
Judicatura y el Fiscal General
de la Nación, aunque hubieren
cesado en el ejercicio de sus
cargos. En este caso solo
conocerá por hechos u
omisiones ocurridos en el
desempeño de los mismos.
Los procedimientos serán los
contemplados en la
Constitución Política y en la
ley.

Artículo ARTICULO 179. DE LA Sentencia C- Corresponde a la


179 de la COMISION DE 037/96 ley establecer la
Ley 270 INVESTIGACION Y célula del
de 1996 ACUSACION. La Comisión de Exequible, Congreso
Estatuta- Investigación y Acusación, salvo la parte encargada de
ria de forma parte de la Cámara de subrayada asistir a la
Adminis- Representantes, desempeña plenaria en su
tración de funciones judiciales de labor de
Justicia Investigación y Acusación en investigación y
los juicios especiales que trámite de los
tramita dicha Cámara; y procesos
conoce del régimen judiciales contra
disciplinario contra los funcionarios que
magistrados de la Corte gozan de fuero
Suprema de Justicia, del constitucional.
Consejo de Estado, de la
Corte Constitucional, del La composición
Consejo Superior de la de la célula del
Judicatura y el Fiscal General Congreso no es
de la Nación. La Comisión materia de ley
está integrada por quince (15) estatutaria.
miembros elegidos por la
Cámara de Representantes,
por sistema del cuociente
electoral.

En los procesos disciplinarios


que se adelanten contra los
citados funcionarios,
sometidos a fuero especial, se
oirá el concepto previo del
Procurador General de la
Nación, para lo cual se le
correrá traslado por el término
de veinte (20) días.

Artículo ARTICULO 180. Sentencia C- El contenido de


180 de la FUNCIONES. La Comisión de 037/96 los numerales 1,
Ley 270 Investigación y Acusación Exequibles 2, 3, 7 y 8 no es
de 1996 ejercerá las siguientes numerales 4 de competencia
Estatuta- funciones: y 6. del legislador
ria de Exequibili- estatutario.
Adminis- 1. Elegir para períodos de dad
tración de un (1) año, al Presidente y condicionada Corresponde al
Justicia Vicepresidente de la del numeral legislador
Comisión; 5. establecer las
Inexequi-bles funciones
2. Elegir al Secretario numerales 1, precisas de la
General; 2, 3, 7 y 8 célula del
Congreso
3. Ejercer las funciones encargada de
administrativas que le asistir a la
correspondan y las demás plenaria en el
que le asigne la ley o el ejercicio de su
reglamento interno; función judicial
contra
4. Preparar proyectos de funcionarios que
Acusación que deberá gozan de fuero
aprobar el pleno de la constitucional.
Cámara, ante el Senado,
cuando hubiere causas La competencia
constitucionales al Presidente del Fiscal General
de la República o a quien de la Nación no
haga sus veces, a los se limita a acusar
Magistrados de la Corte por razones
Suprema de Justicia y del disciplinarias a
Consejo de Estado, a los los funcionarios
Miembros del Consejo con fuero
Superior de la Judicatura y al constitucional,
Fiscal General de la Nación; sino que también
puede hacerlo por
5. Conocer de las la comisión de
denuncias y quejas por las hechos punibles.
faltas disciplinarias que ante
ella se presenten por el Fiscal
General de la Nación, demás
autoridades o por los
particulares contra los
expresados funcionarios y que
presenten mérito para fundar
en ella acusaciones ante el
Senado;

6. Requerir el auxilio de
otras autoridades para el
desarrollo de las actividades
que le competen, y comisionar
para la práctica de pruebas
cuando lo considere
conveniente. La iniciación de
la investigación también
procederá de oficio;
7. Darse su propio
reglamento; y,

8. Ejercer las demás


funciones que le prescriba la
Constitución, la ley y el
reglamento.

Artículo ARTICULO 181. Sentencia C-Habida


181 de la REQUISITOS DE LA 037/96 consideración del
Ley 270 DENUNCIA. La denuncia se Exequibili- carácter judicial
de 1996 hará bajo juramento por dad de la
Estatuta- escrito. El juramento y la condiciona- competencia del
ria de ratificación se entenderán da congreso para
Adminis- prestados por la sola procesar a los
tración de prestación de la denuncia, funcionarios que
Justicia dejando constancia del día y gozan de fuero
hora de su presentación y constitucional, el
contendrá una relación legislador
detallada de los hechos que estatutario es
conozca el denunciante. competente para
regular aspectos
sustanciales,
como el derecho
a acceder a la
justicia en
relación con
dichos
funcionarios.
Artículo ARTICULO 182. Sentencia C- Habida
182 de la INVESTIGACION PREVIA. Si 037/96 consideración del
Ley 270 surgiere alguna duda sobre la Exequibili- carácter judicial
de 1996 procedencia de la apertura de dad de la
Estatuta- la investigación, se ordenará condicionada competencia del
ria de abrir a diligencias previas por . congreso para
Adminis- el término máximo de seis (6) Inexequibi- procesar a los
tración de meses, con el objeto de lidad de la funcionarios que
Justicia establecer si hay lugar o no al parte gozan de fuero
ejercicio de la acción penal. subrayada. constitucional, el
legislador
PARAGRAFO: Una vez estatutario es
vencido el término anterior el competente para
Representante Investigador, regular aspectos
dictará auto inhibitorio o de sustanciales del
apertura de investigación. El proceso judicial
auto inhibitorio será discutido que se adelanta
y aprobado por la Comisión de en dicha sede.
Acusación en pleno y hará
tránsito a cosa juzgada. A Por las mismas
partir de la vigencia de la razones, no es
presente ley, el mismo efecto posible que
tendrán los autos inhibitorios establezca
que se dicten respecto de los tratamientos que
funcionarios con fuero desborden los
constitucional de juzgamiento. términos del fuero
y que, por lo
tanto, resulten
discriminatorios
respecto de los
procesados en la
jurisdicción penal
ordinaria.
Artículo ARTICULO 183. APERTURA Sentencia C- Habida
183 de la DE LA INVESTIGACION. El 037/96 consideración del
Ley 270 representante Investigador, Exequible, carácter judicial
de 1996 ordenará y practicará las salvo inciso de la
Estatuta- pruebas conducentes al segundo que competencia del
ria de esclarecimiento de los se declara congreso para
Adminis- hechos, las circunstancias en inexequible procesar a los
tración de que ocurrieron y descubrir a funcionarios que
Justicia los autores o partícipes que gozan de fuero
hubieren infringido la ley. constitucional, el
legislador
El término para la realización estatutario es
de la investigación no podrá competente para
exceder en dieciocho (18) regular aspectos
meses, contados a partir de la sustanciales,
fecha de su iniciación. No como los relativos
obstante, cuando se trataré de a las
los delitos conexos o sean dos competencias de
o más los procesados el instrucción de la
término será de treinta (30) célula del
meses. Congreso que
asiste a la
plenaria.

El legislador
estatutario no es
competente para
regular asuntos
de competencia
del legislador
ordinario, como lo
son los términos
judiciales en los
juicios contra
funcionarios con
fuero
constitucional.
Art. 342 "Artículo 342.- Decisión sobre Sentencia C- La competencia
Ley 5ª de resolución calificadora. 222/96 judicial que se
1992 Recibido el proyecto de Exequible lo asigna a la
resolución calificadora, la acusado plenaria de cada
Comisión de Investigación y cámara para
Acusación se reunirá dentro procesar
de los cinco (5) días funcionarios con
siguientes y estudiará y fuero
decidirá si aprueba o no el constitucional,
proyecto presentado. Si fuere constituye
rechazado, designará a un garantía de
nuevo representante para que separación de
elabore la resolución de poderes en la
acuerdo con lo aceptado por medida en que su
la Comisión. ejercicio se
adecue a criterios
judiciales y que
se limite a ser
presupuesto
procesal
indispensable
para proseguir la
acción penal, por
lo que el
legislador bien
puede regular los
aspectos
procedimentales
de la instrucción,
siempre que no
comporten la
cesión de la
competencia
sobre la adopción
de decisiones en
favor de células
del Congreso.
Art. 343 "Artículo 343.- Sentencia C-
Ley 5ª de Consecuencias de la 222/96
1992 resolución calificatoria. Si la Inhibición.
resolución calificatoria Derogado
aprobada fuere de preclusión por el
de la investigación, se artículo 3
archivará el expediente; si de Ley 273/96
acusación, el Presidente de la
Comisión remitirá el asunto al
Presidente de la Cámara.
La Cámara se reunirá en
pleno dentro de los cinco (5)
días siguientes para estudiar y
decidir sobre la acusación
aprobada por la Comisión."

Art. 345 "Artículo 345.- Proyecto de Sentencia C- La competencia


Ley 5ª de resolución sobre la acusación. 222/96 judicial que se
1992 El Senador-Instructor Exequible asigna a la
estudiará el asunto y plenaria de cada
presentará un proyecto de cámara para
resolución admitiendo o procesar
rechazando la acusación. En funcionarios con
este último caso deberá fuero
proponer la cesación de constitucional,
procedimiento. constituye
garantía de
Este proyecto se presentará a separación de
la Comisión de Instrucción la poderes en la
cual, dentro de los dos (2) medida en que su
días siguientes, se reunirá ejercicio se
para decidir si aprueba o no el adecue a criterios
proyecto presentado por el de
ponente.” responsabilidad
judicial y que se
limite a ser
presupuesto
procesal
indispensable
para proseguir la
acción penal, por
lo que el
legislador bien
puede regular los
aspectos
procedimentales
de la instrucción
Art. 346 "Artículo 346.- Decisión de la Sentencia C- La competencia
Ley 5ª de Comisión de Instrucción. Si la 222/96 judicial que se
1992 Comisión decidiere aceptar la Exequible, asigna a la
cesación de procedimiento, salvo la parte plenaria de cada
archivará el asunto. Si subrayada cámara para
aceptare la acusación, dentro procesar
de los dos (2) días siguientes funcionarios con
se remitirá el expediente al fuero
Presidente del Senado para constitucional,
que dentro de los cinco (5) constituye
días posteriores el Senado en garantía de
pleno estudie y decida sobre separación de
esa admisión de la poderes en la
acusación.” medida en que su
ejercicio se
adecue a criterios
de
responsabilidad
judicial y que se
limite a ser
presupuesto
procesal
indispensable
para proseguir la
acción penal, por
lo que el
legislador bien
puede regular los
aspectos
procedimentales
de la instrucción,
excluyendo la
cesión de
competencias
decisorias en
cualquiera de las
células que
asisten a la
plenaria en estos
trámites.
Art. 312 "Artículo 312.- Funciones. La Sentencia C-
numerales Comisión de Investigación y 222/96
1 y 2 Ley Acusación cumplirá las Inhibición.
5ª de siguientes funciones: Derogados
1992 por los
"1. Preparar proyectos de numerales 4
acusación que deberá aprobar y 5 del
el pleno de la Cámara, ante el artículo 180
Senado, cuando hubiere de la Ley
causas constitucionales, al 270 de 1996
Presidente de la República o a (Estatutaria
quien haga sus veces, a los de
Magistrados de la Corte administració
Constitucional, de la Corte n de Justicia)
Suprema de Justicia y del
Consejo de Estado, a los
miembros del Consejo
Superior de la Judicatura y al
Fiscal General de la Nación.

"2. Conocer de las denuncias


y quejas que ante ella se
presenten por el Fiscal
General de la Nación, o por
los particulares contra los
expresados funcionarios, que
presten mérito para fundar en
ella acusación ante el Senado.
(...)
Art. 331 "Artículo 331. Reparto y Sentencia C-
La competencia
Ley 5ª de ratificación de queja. El 222/96 judicial que se
1992 Presidente de la Comisión de Exequible asigna a la
Investigación y Acusación, parte plenaria de cada
dentro de los dos (2) días subrayada.cámara para
siguientes, repartirá la procesar
denuncia o queja entre los funcionarios con
representantes que integran la fuero
Comisión. A quien se le constitucional,
reparte se le denominará constituye
Representante-Investigador. garantía de
Este, dentro de los dos (2) separación de
días siguientes, citará al poderes en la
denunciante o quejoso para medida en que su
que se ratifique bajo ejercicio se
juramento." adecue a criterios
de
responsabilidad
judicial y que se
limite a ser
presupuesto
procesal
indispensable
para proseguir la
acción penal, por
lo que el
legislador bien
puede establecer
el nombre de la
célula del
Congreso
encargada de
asistir a los
plenos en su
función judicial.
Art. 338 "Artículo 338. Recurso de Sentencia C- La competencia
Ley 5ª de apelación. El auto por el cual 222/96 judicial que se
1992 se niega al procesado o a su Exequible asigna a la
defensor la práctica de alguna parte plenaria de cada
prueba durante la subrayada. cámara para
investigación, podrá ser procesar
apelado para ante la Comisión funcionarios con
de Acusación en pleno. En fuero
sesión plenaria ésta decidirá constitucional,
sobre el recurso dentro de los constituye
cinco (5) días siguientes al garantía de
recibo del expediente. La separación de
decisión se adoptará por una poderes en la
mayoría simple." medida en que su
ejercicio se
adecue a criterios
de
responsabilidad
judicial y que se
limite a ser
presupuesto
procesal
indispensable
para proseguir la
acción penal, por
lo que el
legislador bien
puede establecer
el nombre de la
célula del
Congreso
encargada de
asistir a los
plenos en su
función judicial.
Art. 341 "Artículo 341. Acusación o Sentencia C- La competencia
Ley 5ª de preclusión de la investigación. 222/96 judicial que se
1992 Vencido el término del Exequible asigna a la
traslado el representante- parte plenaria de cada
Investigador, dentro de los subrayada. cámara para
diez (10) días siguientes, procesar
presentará al Presidente de la funcionarios con
Comisión de Investigación y fuero
Acusación el proyecto de constitucional,
resolución de acusación o de constituye
preclusión de la investigación. garantía de
separación de
Los requisitos sustanciales y poderes en la
formales de estas dos formas medida en que su
de calificación, serán los ejercicio se
exigidos por el Código de adecue a criterios
Procedimiento Penal." de
responsabilidad
judicial y que se
limite a ser
presupuesto
procesal
indispensable
para proseguir la
acción penal, por
lo que el
legislador bien
puede establecer
el nombre de la
célula del
Congreso
encargada de
asistir a los
plenos en su
función judicial.
Art. 131 " ARTÍCULO 131. “Votación Sentencia C- El principio de
Ley 5ª de secreta. No permite identificar 245/96 soberanía
1992 la forma como vota el Exequible, popular, previsto
Congresista. Las salvo literal b en la Carta,
rectificaciones sólo serán que se supone la
procedentes cuando el declara posibilidad de los
número de votos recogidos no inexequible ciudadanos de
sea igual al de los votantes”. poder controlar el
ejercicio del
"Esta votación sólo se poder, lo que
presentará en los siguientes implica que en el
eventos: ejercicio de la
función judicial
"a) Cuando se deba hacer una del Congreso sea
elección; menester que las
b) Para decidir sobre votaciones sean
proposiciones de acusación públicas, a fin de
ante el Senado, o su admisión comprobar que la
o rechazo por parte de esta conducta de los
Corporación; congresistas se
c) Para decidir sobre las ajuste a los
proposiciones de amnistías o parámetros
indultos. legales y, así,
poderles deducir
"Aprobado el efectuar la la condigna
votación secreta, el responsabilidad
Presidente dispondrá repartir judicial.
papeletas que tengan
impresas, en una de sus
caras, las leyendas "Sí" o
"No", y espacios para marcar.
El Secretario llamará a cada
Congresista, según el orden
alfabético de su apellido, para
que deposite la papeleta en la
urna. Previamente el
Presidente designará una
comisión escrutadora.
"Parágrafo. Solicitada una
votación nominal y una
secreta para un mismo
artículo o grupo de artículos,
se definirá en primer orden la
votación secreta."

Art. 337 "ARTÍCULO 337. Principio Sentencia C- La existencia del


Ley 5ª de de libertad del procesado. 245/96 fuero
1992 Durante la investigación rige Exequible constitucional,
el principio de libertad del que no privilegio,
procesado. Por eso no hay para
lugar a proferir medida de determinados
aseguramiento alguna contra funcionarios,
él." supone que el
legislador pueda
establecer
condiciones
normativas
favorables a fin
de evitar que,
debido al abuso
en el derecho de
acceso a la
justicia, se impida
el normal
desarrollo de las
funciones
estatales.
Art. 339 "Artículo 339. Término para Sentencia C- Dado el carácter
inc. 2 Ley la investigación. El término 385/96 judicial de la
5ª de para la realización de la Exequible competencia de
1992 investigación es de treinta (30) la plenaria de
días. Pero, cuando se trate de cada cámara
delitos conexos o sean dos (2) para procesar a
o más los procesados, el los funcionarios
término será de sesenta (60) que gozan de
días. fuero
constitucional,
La cesación de procedimiento bien puede el
en los términos y causales del legislador otorgar
Código de Procedimiento ciertas
Penal, procederá en cualquier competencias
momento del proceso. El judiciales a un
expediente se archivará. órgano del
Congreso,
siempre que ello
no comporte
cesión de la
competencia para
adoptar
decisiones
judiciales de
fondo.
Art. 340 Artículo 340. Cierre de la Sentencia C- Dado el carácter
Ley 5ª de investigación. Agotada la 385/96 judicial de la
1992 investigación o vencido el Exequibili- competencia de
término legal para realizarla, dad la plenaria de
el Representante-Investigador condiciona- cada cámara
dictará auto declarándola da para procesar a
cerrada. En este mismo auto, los funcionarios
contra el que no procede que gozan de
recurso alguno, se ordenará fuero
dar traslado por el término de constitucional,
diez (10) días al defensor para bien puede el
que presente sus puntos de legislador otorgar
vista sobre el mérito de la ciertas
investigación. competencias
judiciales a un
órgano del
Congreso,
siempre que ello
no comporte
cesión de la
competencia para
adoptar
decisiones
judiciales de
fondo. Así mismo
puede regular el
procedimiento
judicial, siempre
que garantice el
efectivo derecho
de los sujetos
procesales a
participar en el
mismo.

Art. 341 Artículo 341. Acusación o Sentencia C- El legislador, en


Ley 5ª de preclusión de la 385/96 virtud del carácter
1992 investigación. Vencido el Estarse a lo judicial del
término del traslado el resuelto en proceso que se
Representante-Investigador, la sentencia adelanta en el
dentro de los diez (10) días C-222/96 congreso contra
siguientes, presentará al respecto de los funcionarios
Presidente de la Comisión de la expresión con fuero
Investigación y Acusación el "acusación". constitucional,
proyecto de resolución de Exequible tiene plena
acusación o de preclusión de competencia para
la investigación. regular los
aspectos relativos
Los requisitos sustanciales y al procedimiento,
formales de estas dos formas mientras no
de calificación serán los desplace la
exigidos por el Código de competencia de
Procedimiento Penal". los plenos para
adoptar
decisiones
judiciales de
fondo.
Art. 342 Artículo 342. Decisión sobre Sentencia C- El legislador, en
Ley 5ª de resolución calificadora. 385/96 virtud del carácter
1992 Recibido el proyecto de Estarse a lo judicial del
resolución calificadora, la resuelto en proceso que se
Comisión de Investigación y la sentencia adelanta en el
Acusación se reunirá dentro C-222/96 congreso contra
de los cinco (5) días Exequible los funcionarios
siguientes y estudiará y con fuero
decidirá si aprueba o no el constitucional,
proyecto presentado. Si fuere tiene plena
rechazado, designará a un competencia para
nuevo representante para que regular los
elabore la resolución de aspectos relativos
acuerdo con lo aceptado por al procedimiento,
la Comisión. mientras no
desplace la
competencia de
los plenos para
adoptar
decisiones
judiciales de
fondo.
Art. 343 "Artículo 343.- Sentencia C-
Ley 5ª de Consecuencias de la 385/96
1992 resolución calificatoria. Si la Inhibición
resolución calificatoria Derogado
aprobada fuere de preclusión
de la investigación, se
archivará el expediente; si de
acusación, el Presidente de la
Comisión remitirá el asunto al
Presidente de la Cámara.
La Cámara se reunirá en
pleno dentro de los cinco (5)
días siguientes para estudiar y
decidir sobre la acusación
aprobada por la Comisión."

Art. 337 "ARTÍCULO 337. Principio Sentencia C-


Ley 5ª de de libertad del procesado. 386/96
1992 Durante la investigación rige Estése a lo
el principio de libertad del resuelto en
procesado. Por eso no hay la sentencia
lugar a proferir medida de C-245/96
aseguramiento alguna contra
él."

Art. 277 Artículo 277. Suspensión de Sentencia C- Aunque la función


Ley 5ª de la condición congresional. 386/96 de investigación
1992 El ejercicio de la función de Inexequible que adelanta el
Congresista puede ser lo subrayado Congreso contra
suspendido en virtud de una funcionarios con
decisión judicial en firme. En fuero
este evento, la Comisión de constitucional
Etica y Estatuto del implica un
Congresista conocerá de tal procedimiento
decisión que contendrá la judicial y la
solicitud de suspensión a la existencia de
Cámara a la cual se responsabilidades
pertenezca. de tipo judicial,
dicha entidad no
La Comisión dispondrá de es juez natural de
cinco (5) días para expedir su los citados
dictamen y la comunicará a la funcionarios,
Corporación legislativa, para razón por la cual
que ésta, en el mismo las limitaciones a
término, adopte la decisión la detención de
pertinente. los mismos no
son extensibles a
Si transcurridos los términos los congresistas.
no hubiere pronunciamiento
legal, la respectiva Mesa
Directiva ordenará la
suspensión en el ejercicio de
la investidura congresal, la
cual se extenderá hasta el
momento en que lo determine
la autoridad judicial
competente.
Cuando se tratare de hechos
o conductas que conozca la
Corte Suprema de Justicia la
suspensión sólo es
procedente cuando se haya
dictado Resolución (sic)
acusatoria debidamente
ejecutoriada.

Art. 334 Artículo 334. Indicio grave. Sentencia C- Aunque la función


Ley 5ª de Indagatoria. Cuando en la 386/96 de investigación
1992 investigación exista por lo Exequible que adelanta el
menos un indicio grave de que Congreso contra
el denunciado es autor o funcionarios con
partícipe del hecho que se fuero
investiga, el Representante- constitucional
Investigador lo citará para que implica un
dentro de los dos (2) días procedimiento
siguientes comparezca a judicial y la
rendir indagatoria. Si fuere existencia de
capturado en flagrancia, se le responsabilidades
dejará en libertad y citará en de tipo judicial,
la forma antes dicha. Si no dicha entidad no
compareciere se le es juez natural de
emplazará, designará los citados
defensor de oficio y se funcionarios
continuará la actuación. razón por la cual
en caso de
flagrancia tienen
derecho a
dejarles en
libertad.
Art. 327 Artículo 327. Composición. Sentencia C- La competencia
Ley 5ª de Estará conformada por siete 386/96 judicial de las
1992 (7) miembros, elegidos por el Exequible la cámaras procede
sistema del cuociente parte de la Carta, razón
electoral. Deberán acreditar la subrayada por la cual el
calidad de abogados, con proceso puede
título universitario, o haber ser instruido y
pertenecido a la misma decidido, sin
Comisión y tener violar garantías
conocimientos constitucionales,
preferencialmente en las por personas sin
disciplinas penales. conocimientos
jurídicos
profesionales.
Art. 345 Artículo 345. Proyecto de Sentencia C- El legislador es
Ley 5ª de resolución sobre la 386/96 autónomo para
1992 acusación. El Senador- Exequible la establecer el
Instructor estudiará el asunto parte régimen aplicable
y presentará un proyecto de subrayada a los
resolución admitiendo o procedimientos
rechazando la acusación. En judiciales que se
este último caso deberá adelanten en el
proponer la cesación de Congreso, de
procedimiento. suerte que la
autonomía de los
Este proyecto se presentará a congresistas, en
la Comisión de Instrucción la tanto que jueces,
cual, dentro de los dos (2) únicamente existe
días siguientes, se reunirá dentro del marco
para decidir si acepta o no el de la ley. Por lo
proyecto presentado por el tanto, no se
ponente. desconoce su
autonomía al
exigirles que
cumplan con lo
establecido en
ella.
Art. 331 Artículo 331. Reparto y Sentencia C- El legislador es
inc,. 2 Ley ratificación de queja. El 386/96 autónomo para
5ª de Presidente de la Comisión de Exequible la establecer el
1992 Investigación y Acusación, parte régimen aplicable
dentro de los dos (2) días subrayada a los
siguientes, repartirá la procedimientos
denuncia o queja entre los judiciales que se
representantes que integran la adelanten en el
Comisión. A quien se le Congreso, de
reparta se le denominará suerte que la
Representante-Investigador. autonomía de los
Este, dentro de los dos (2) congresistas, en
días siguientes, citará al tanto que jueces,
denunciante o quejoso para únicamente existe
que se ratifique bajo dentro del marco
juramento. de la ley. Por lo
tanto, no se
Si no se ratificare y no hubiere desconoce su
mérito para investigar autonomía al
oficiosamente se archivará el exigirles que
asunto y el Representante- cumplan con lo
Investigador informará de ello establecido en
al Presidente de la Comisión. ella.

Art. 364 Artículo 364. Intervención de Sentencia C- La Carta ha


Ley 5ª de la Procuraduría. El 386/96 dispuesto que la
1992 Procurador General de la Inexequible Procuraduría
Nación, por si o por medio de la parte debe hacerse
sus delegados y agentes, subrayada parte en los
podrá intervenir en este procesos
proceso para cumplir las judiciales, sin
funciones señaladas en el excluir el que se
numeral 7º del artículo 277 de tramita ante el
la Constitución. No tendrá, sin Congreso de la
embargo, facultades de sujeto República
procesal.

Arts. 337, Sentencia C-


342, 346 563/96
Ley 5ª de Cosa
1992 Juzgada
Sentencias
C-222/96, C-
245/96
Arts. 312- Sentencia C-
4 y 332 563/96
Ley 5ª de Inhibición.
1992 Derogados
Ley 270/96
Estatutaria
de
Administraci
ón de
Justicia
Art. 343 Sentencia C-
Ley 5ª de 563/96
1992 Inhibición.
Derogado
Art. 3 Ley
273/96
Arts: 331, ARTICULO 331. Reparto y Sentencia C- El Congreso de la
333, 334, ratificación de queja. El 563/96 República
335, 336, Presidente de la Comisión de Exequibili- cumple, en
338, 339, Investigación y Acusación, dad de la relación con la
340, 341, dentro de los dos (2) días parte investigación de
344 y 345 siguientes, repartirá la subrayada los funcionarios
Ley 5ª de denuncia o queja entre los en los con fuero
1992 representantes que integran la términos de constitucional,
Comisión. A quien se le la sentencia. una función
reparta se le denominará judicial, aunque
Representante-Investigador. no se le permita
Este, dentro de los dos (2) más que acusar o
días siguientes, citará al no acusar, lo que
denunciante o quejoso para exige del
que se ratifique bajo legislador el
juramento. establecimiento
de un
Si no se ratificare y no hubiere procedimiento y
mérito para investigar la fijación de las
oficiosamente, se archivará el condiciones para
asunto y el Representante- su ejercicio, que
investigador informará de ello permita el pleno
al Presidente de la Comisión. sometimiento a la
ley.

ARTICULO 333. Auxiliares en


la investigación. El
Representante - Investigador,
en el ejercicio de su función,
podrá solicitar la cooperación
de los miembros de la Policía
Judicial, del cuerpo técnico de
investigación de la Fiscalía
General de la Nación y de las
demás autoridades que
ejerzan funciones de esa
índole.

También podrá comisionar a


Magistrados de las Salas
Penales de los Tribunales
Superiores de Distrito Judicial
y a los Jueces para la práctica
de pruebas, cuando lo estime
conveniente, así como a los
investigadores de la Fiscalía
General de la Nación.

ARTICULO 334. Indicio grave.


Indagatoria. Cuando en la
investigación exista por lo
menos un indicio grave de que
el denunciado es autor o
partícipe del hecho que se
investiga, el Representante-
Investigador lo citará para que
dentro de lo dos (2) días
siguientes comparezca a
rendir indagatoria. Si fuere
capturado en flagrancia, se le
dejará en libertad y citará en
la forma antes dicha. Si no
compareciere se le
emplazará, designará
defensor de oficio y se
continuará la actuación.
ARTICULO 335. Defensor. El
denunciado tendrá derecho de
nombrar defensor a partir del
auto de apertura de la
investigación. Si no lo hiciere,
deberá nombrarlo al momento
de la indagatoria. Si en este
momento no lo hiciere, se le
nombrará defensor de oficio.

ARTICULO 336. Pruebas. El


defensor y el denunciado
tienen derecho de presentar
pruebas, de solicitar la
práctica de pruebas y de
controvertir, durante la
investigación, las pruebas
aportadas en su contra.

ARTICULO 338. Recurso de


apelación. El auto por el cual
se niega al procesado o a su
defensor la práctica de alguna
prueba durante la
investigación, podrá ser
apelado pero ante la Comisión
de Acusación en pleno. En
sesión plenaria ésta decidirá
sobre el recurso dentro de los
cinco (5) días siguientes al
recibo del expediente. La
decisión se adoptará por una
mayoría simple.

ARTICULO 339. Término para


la investigación. El término
para la realización de la
investigación es de treinta (30)
días. Pero, cuando se trate de
delitos conexos o sean dos (2)
o más los procesados, el
término será de sesenta (60)
días.

La cesación de procedimiento,
en los términos y causales del
Código de Procedimiento
Penal, procederá en cualquier
momento del proceso. El
expediente se archivará.

ARTICULO 340. Cierre de la


investigación. Agotada la
investigación o vencido el
término legal para realizarla,
el Representante-Investigador
dictará auto declarándola
cerrada. En este mismo auto,
contra el que no procede
recurso alguno, se ordenará
dar traslado por el término de
diez (10) días al defensor para
que presente sus puntos de
vista sobre el mérito de la
investigación.

ARTICULO 341. Acusación o


preclusión de la
investigación. Vencido el
término de traslado el
Representante Investigador,
dentro de los diez (10) días
siguientes, presentará al
Presidente de la Comisión de
Investigación y Acusación el
proyecto de resolución de
acusación o de preclusión de
la investigación.

Los requisitos sustanciales y


formales de estas dos formas
de calificación, serán los
exigidos por el Código de
Procedimiento Penal.

ARTICULO 344. Comisión


de instrucción. Si la Cámara
de Representantes aprobare
la resolución de acusación, el
Presidente, dentro de los dos
(2) días siguientes, enviará el
expediente al Presidente de la
Comisión de Instrucción del
Senado. Este, dentro de los
dos (2) días siguientes
repartirá el asunto, por sorteo,
entre los Senadores
integrantes de la Comisión. A
quien corresponda en reparto
se le denominará Senador-
Instructor.

ARTICULO 345. Proyecto de


resolución sobre la
acusación. El Senador-
Instructor estudiará el asunto
y presentará un proyecto de
resolución admitiendo o
rechazando la acusación. En
este último caso deberá
proponer la cesación de
procedimiento.

Este proyecto se presentará a


la Comisión de Instrucción la
cual, dentro de los dos (2)
días siguientes, se reunirá
para decidir si acepta o no el
proyecto presentado por el
ponente.
Art. 469 ARTICULO 469. Investigación Sentencia C- El Congreso de la
Dec. oficiosa de la Cámara de 563/96 República
2700/91 Representantes. La Cámara Exequible en cumple, en
de Representantes, en los términos relación con la
ejercicio de la función de la investigación de
acusadora prevista por el sentencia los funcionarios
artículo 178, numerales 3 y 4 con fuero
de la Constitución Nacional, constitucional,
puede investigar por sí o por una función
medio de una comisión de su judicial, aunque
seno, para los efectos de no se le permita
acusar o abstenerse de más que acusar o
hacerlo, los delitos y la no acusar, lo que
conducta oficial de los exige del
servidores públicos legislador el
respectivos”. establecimiento
de un
procedimiento y
la fijación de las
condiciones para
su ejercicio, que
permita el pleno
sometimiento a la
ley.
Arts. 331, Sentencia C-
333, 336, 148/97
338, 339, Estarse a lo
340 y 345 resuelto en
Ley 5ª de la sentencia
1992 C-563/96
Art. 346 Sentencia C-
Ley 5ª de 148/97
1992 Estarse a lo
resuelto en
la sentencia
C-222/96
Art. 332 Sentencia C-
Ley 5ª de 148/97
1992 Inhibición
Derogado
Ley 270/96
Art. 329 "ARTICULO 329. Denuncia Sentencia C- En los términos
Ley 5ª de contra Altos funcionarios. 148/97 de la
1992 La denuncia o la queja que se Exequible la Constitución, la
formule contra el Presidente parte competencia
de la República o quien haga subrayada judicial del
sus veces, el Magistrado de la congreso para
Corte Constitucional o de la encausar a los
Corte Suprema de Justicia, el funcionarios con
miembro del Consejo Superior fuero
de la Judicatura, el Magistrado constitucional,
del Consejo de Estado o el abarca tanto los
Fiscal general de la Nación, delitos comunes,
por delitos cometidos en el como los
ejercicio de sus funciones, por cometidos en
indignidad, por mala conducta ejercicio de sus
o por delitos comunes, se funciones.
presentará por escrito
acompañado de las pruebas
que tenga el denunciante o de
la relación de pruebas que
deban practicarse y que
respaldan la denuncia o queja.

Art. 347 "ARTICULO 347. Iniciación Sentencia C- En los términos


de Ley 5ª del juicio. Admitida la 148/97 de la
de 1992 acusación o revocada por vía Exequible la Constitución, la
de apelación la cesación de parte competencia
procedimiento proferida por la subrayada judicial del
Comisión de Instrucción, se congreso para
inicia el juzgamiento. encausar a los
(Modificado por el artículo 4° funcionarios con
de la Ley 273 de 1996) fuero
constitucional,
Inmediatamente el acusado abarca tanto los
que esté desempeñando delitos comunes,
funciones públicas quedará como los
suspenso de su empleo. cometidos en
ejercicio de sus
Si la acusación se refiere a funciones.
delitos comunes, se citará al
acusado y se le pondrá a
disposición de la Corte
Suprema de Justicia junto con
el expediente.

Si la resolución de acusación
fuere por hechos cometidos
en el ejercicio de funciones
públicas o en relación con las
mismas, el Senado señalará
fecha para la celebración de
audiencia pública. Esta
resolución se comunicará a la
Cámara de Representantes y
se notificará personalmente al
acusador y al acusado,
haciendo saber a éste el
derecho que tiene de nombrar
un defensor. La audiencia se
celebrará aunque a ella no
concurriere el acusado. Si no
fuere posible la notificación
personal se hará por estado.

Será acusador el
Representante-ponente de la
decisión de la Comisión de
Investigación y Acusación."

Art. 347 "ARTICULO 347. Iniciación Sentencia C- La función judicial


(Art. 4° del juicio. Admitida la 148/97 del Congreso
Ley acusación o revocada por vía Inexequible está
273/96) de apelación la cesación de parte encomendada a
procedimiento proferida por la subrayada los plenos de las
Comisión de Instrucción, se cámaras, razón
inicia el juzgamiento. por la cual no
(Modificado por el artículo 4° resulta admisible
de la Ley 273 de 1996) que en la
regulación que
Inmediatamente el acusado establezca el
que esté desempeñando legislador, se
funciones públicas quedará autorice a una
suspenso de su empleo. comisión del
congreso para
Si la acusación se adoptar
refiere a delitos comunes, se decisiones
citará al acusado y se le judiciales de
pondrá a disposición de la fondo.
Corte Suprema de Justicia
junto con el expediente.

Si la resolución de
acusación fuere por hechos
cometidos en el ejercicio de
funciones públicas o en
relación con las mismas, el
Senado señalará fecha para la
celebración de audiencia
pública. Esta resolución se
comunicará a la Cámara de
Representantes y se notificará
personalmente al acusador y
al acusado, haciendo saber a
éste el derecho que tiene de
nombrar un defensor. La
audiencia se celebrará
aunque a ella no concurriere
el acusado. Si no fuere
posible la notificación personal
se hará por estado.

Será acusador el
Representante-ponente de la
decisión de la Comisión de
Investigación y Acusación."

Art. 353 "ARTICULO 353. La Cámara Sentencia C- Las disposiciones


Ley 5ª de como Fiscal. En las 148/96 constitucionales,
1992 actuaciones que adelante la Exequible las normas del
Cámara de Representantes Congreso y las
contra altos funcionarios del previstas en el
Estado ejercerá funciones de Código de
Fiscal:" Procedimiento
Penal dan cuenta
que la intención
del Constituyente
y del legislador ha
sido la de que la
competencia
judicial del
Congreso
comporte la
facultad
instructiva y
calificativa del
proceso penal
que se sigue a los
funcionarios con
fuero, sin excluir
los deberes que
tal investidura
supone, lo cual
ha sido avalado
en la sentencias
E-004/95, C-
222/96, C-245/96,
C-385/96, C-
386/96 y C-
563/96
Arts. 1,2 y "ART.1°- Agréguese al Sentencia C- Las disposiciones
3 Ley artículo 331 de la Ley 5a de 148/97 constitucionales,
273/96 1992 (1) el siguiente inciso: Exequibles las normas del
los artículos Congreso y las
'El presidente de la 2 y 3 y las previstas en el
comisión de investigación y expresiones Código de
acusación, dentro de los dos subrayadas Procedimiento
(2) días siguientes, repartirá la del artículo Penal dan cuenta
denuncia o queja entre los 1. que la intención
representantes que integran la del Constituyente
comisión, pudiendo designar y del legislador ha
hasta tres (3) Representantes sido la de que la
investigadores para un asunto competencia
determinado. En tal caso judicial del
designará a uno de ellos Congreso
coordinador. El Representante comporte la
investigador o representantes facultad
investigadores, dentro de los instructiva y
dos (2) días siguientes, citarán calificativa del
al denunciante o quejoso para proceso penal
que se ratifique bajo que se sigue a los
juramento' funcionarios con
fuero, sin excluir
"ART: 2° - Adiciónese el los deberes que
artículo 332 de la ley 5a de tal investidura
1992 con el siguiente supone, lo cual
parágrafo: ha sido avalado
en la sentencias
'PAR:- Cuando la E-004/95, C-
investigación se refiera al 222/96, C-245/96,
Presidente de la República el C-385/96, C-
expediente será público. Las 386/96 y C-
deliberaciones de la comisión 563/96
de investigación y
acusaciones, así como las
plenarias de la cámara serán
igualmente públicas. La
ordenación y diligencias de
práctica de pruebas seguirán
las normas del Código de
Procedimiento Penal.

En estas investigaciones
no podrán trasladarse
testimonios con reserva de
identidad. Sin embargo, salvo
en lo referente al Presidente
de la República, se mantendrá
la reserva sobre las piezas
procesales de actuaciones en
curso que por solicitud del
representante investigador
hubieren sido trasladadas al
proceso que se sigue ante la
cámara, cuando a juicio del
funcionario competente
obligado a remitirlas, su
publicidad pueda desviar o
entorpecer la actuación o el
éxito, de otra investigación en
curso."

"ART. 3° - El artículo 343 de la


Ley 5a de 1992, quedará así:

'ART. 343.-
Consecuencia del proyecto de
resolución calificatoria. Al día
siguiente de la aprobación del
proyecto de resolución, el
presidente de la comisión,
enviará el asunto al presidente
de la cámara, a fin de que la
plenaria de esta corporación,
avoque el conocimiento en
forma inmediata. La cámara
se reunirá en pleno dentro de
los cinco (5) días siguientes
para estudiar, modificar y
decidir en el término de quince
(15) días sobre el proyecto
aprobado por la comisión.

Si la Cámara de
Representantes aprueba la
resolución de preclusión de
investigación, se archivará el
expediente. Si la improbare,
designará una comisión de su
seno para que elabore, en el
término de cinco (5) días, el
proyecto de resolución de
acusación."
Arts. 467 "ART: 467 – Acusación ante Sentencia C-Las disposiciones
y 489 la Cámara de 148-97 constitucionales,
Dec. Representantes. El Exequible ellas normas del
2700/91 juzgamiento de los servidores artículo 489Congreso y las
públicos, que de acuerdo con y la parte previstas en el
la Constitución deban ser subrayada Código de
juzgados por el Senado, se del artículoProcedimiento
hará siempre mediante 467 Penal dan cuenta
acusación a la Cámara de que la intención
Representantes, que en tal del Constituyente
caso actúa como fiscal. y del legislador ha
sido la de que la
Cualquier ciudadano competencia
puede denunciar ante la judicial del
Cámara de Representantes Congreso
las infracciones de la ley penal comporte la
cometidas por los servidores facultad
públicos que deban ser instructiva y
juzgados ante el Senado." calificativa del
proceso penal
"ART. 489.- La cámara como que se sigue a los
fiscal. En las actuaciones que funcionarios con
adelante la Cámara de fuero, sin excluir
Representantes contra los los deberes que
servidores públicos ejerce tal investidura
funciones de fiscal." supone, lo cual
ha sido avalado
en la sentencias
E-004/95, C-
222/96, C-245/96,
C-385/96, C-
386/96 y C-
563/96
Art. 5 Ley “Artículo 5o. En todos los Sentencia C- La participación
273/96 procesos que se adelanten 085/98 del Ministerio
ante la Comisión de Exequibili- Público en el
Investigación y Acusación de dad proceso judicial
la Cámara de Representantes, condiciona- en el Congreso
es obligatoria la presencia del da contra
Ministerio Público. funcionarios que
gozan de fuero
constitucional,
debe hacerse por
conducto del
Procurador
General de la
Nación

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AUTORIDAD PUBLICA – CONDENA DE EJECUCIÓN
CONDICIONAL-Sentencia No. T-336/93

AUTORIDAD PUBLICA/VIA DE HECHO

Una actuación de la autoridad pública se torna en una vía de hecho


cuando la conducta del agente carece de fundamento objetivo, obedece
a su sola voluntad o capricho y tiene como consecuencia la vulneración
de los derechos constitucionales de la persona.

CONDENA DE EJECUCION CONDICIONAL-Aplicación/ACCION


DE TUTELA-Improcedencia

En la aplicación de la condena de ejecución condicional la situación es


compleja: además del requisito del quantum de la pena impuesta, es
potestativo del juez y no imperativo concederla, si considera que la
personalidad del agente, la naturaleza y modalidades del hecho punible
permitan suponer que el condenado no requiere tratamiento
penitenciario. Frente a la solicitud de modificación de la sentencia
mediante la cual se le impuso al peticionario la pena de prisión de doce
meses y no le fue concedido el beneficio de la condena de ejecución
condicional. No es viable conceder la tutela contra un fallo condenatorio
porque no se presenta ninguno de los tres presupuestos excepcionales
para que proceda la tutela contra sentencia.

REF: EXPEDIENTE T-12.979


Peticionario: Luis Carlos Pulido González.
Procedencia: Tribunal Superior de Santafé
de Bogotá -Sala Penal-.

Magistrado Ponente:
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO.

Santafé de Bogotá D.C., agosto diecisiete (17) de mil novecientos


noventa y tres (1993).

La Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por


los Magistrados Alejandro Martínez Caballero -Presidente de la Sala-,
Fabio Morón Díaz y Vladimiro Naranjo Mesa.
EN NOMBRE DEL PUEBLO

POR MANDATO DE LA CONSTITUCION

Ha pronunciado la siguiente

SENTENCIA

En proceso de tutela identificado con el número de radicación T-12.979,


adelantado por el señor Luis Carlos Pulido González.

I. ANTECEDENTES

Con base en los artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto


2591 de 1991, la Sala de Selección correspondiente de la Corte
Constitucional escogió, para efectos de su revisión, la acción de tutela de
la referencia.

De conformidad con el artículo 34 del Decreto 2591, esta Sala de


Revisión de la Corte entra a dictar sentencia de revisión.

1. Solicitud.

Luis Carlos Pulido González, actualmente interno en la Cárcel Nacional


Modelo, presentó solicitud de tutela ante el Tribunal Superior de la ciudad
por considerar vulnerados los derechos consagrados en los artículos 25 y
30 de la Constitución Política y solicita en consecuencia se le conceda la
libertad.

Los hechos que motivaron la petición se resumen de la siguiente manera:

1. En el mes de diciembre de 1990 el petente fue aprehendido y puesto a


disposición del Juzgado 43 de Instrucción Criminal por el punible de uso
de documento público falso.

2. Al resolverle la situación jurídica, el Juzgado le concedió el beneficio


de la libertad provisional previa consignación de caución prendaria (un
salario mínimo) y el compromiso de presentarse periódicamente al
Juzgado.
3. Manifiesta el peticionario que solicitó al Juez le dejara en libertad para
realizar la consignación y que, una vez ocurrido esto y frente a una grave
situación económica, se vio precisado a trasladarse al municipio de
Marmachí (Departamento del Guainía), en busca de trabajo,
circunstancia que le impidió consignar la caución y cumplir con las
presentaciones impuestas.

4. En tales condiciones el proceso siguió su curso y concluyó en


sentencia condenatoria en la que el Juzgado 15 Penal del Circuito le
impuso la pena de doce (12) meses de prisión y negó el subrogado de la
condena de ejecución condicional, por el incumplimiento de las
obligaciones que le habían sido impuestas.

5. Posteriormente el peticionario fue capturado el 8 de abril de 1992; en


febrero de 1993 solicitó la libertad y acompañó al escrito la consignación
por el valor de la caución prendaria que le fuera impuesta dos años atrás
en el auto que le resolvió la situación jurídica.

6. El Juzgado 15 Penal del Circuito resolvió desfavorablemente la


solicitud de libertad, decisión que fue apelada ante el Tribunal Superior y
finalmente confirmada.

El peticionario estima que en virtud a la condena impuesta -que no es


superior a los tres años de prisión-, tiene el derecho a la condena de
ejecución condicional y que su desconocimiento por parte de las
autoridades judiciales es una clara vulneración de los derechos
fundamentales a la libertad y al trabajo, ambos consagrados en la
Constitución Política.

2. Fallo del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de


Bogotá -Sala de Decisión Penal-, de fecha abril 16 de 1993.

El Tribunal Superior rechazó la solicitud de tutela con fundamento en las


siguientes consideraciones:

1. El artículo 40 del Decreto 2591 de 1991 contemplaba un sistema de


competencia de carácter especial para conocer de las acciones de tutela
dirigidas contra sentencias y providencias judiciales; pero al ser
declarado inexequible por la Corte Constitucional mediante sentencia del
1º de octubre de 1992, la acción de tutela no procede contra dichos actos
jurisdiccionales, salvo que causen perjuicio irremediable.

2. Contra la seguridad jurídica que se imprime a los derechos, ninguna


autoridad judicial puede revisar, por vía de tutela, las decisiones que se
tomen en determinado proceso; de lo contrario se desconocería la
función jurisdiccional, la independencia y autonomía de los jueces y se
colocaría en peligro el orden jurídico.
3. Cita como fundamento el fallo de la Corte Suprema de Justicia de
febrero 8 de 1993, en el cual se estableció que: "Lo anterior, por cuanto
dada la naturaleza de la Institución como subsidiaria y residual de las
acciones y procedimientos ordinarios, las providencias judiciales quedan
sometidas únicamente al régimen ordinario previsto en las normas de
procedimiento y no a aquél de carácter excepcional para así garantizar el
principio constitucional de la cosa juzgada, del debido proceso y el Non
bis in ídem" (T-411 de febrero 8/93 M.P. Dr. Edgar Saavedra Rojas).

4. Considera el Tribunal que el accionante ha gozado de todas las


garantías constitucionales y legales en el desarrollo del proceso penal
adelantado en su contra, de modo que ningún perjuicio irremediable con
menoscabo de sus derechos puede detectarse en la actuación judicial
cumplida.

Por lo anterior la Sala Penal del Tribunal Superior "rechazó IN LIMINE" la


acción de tutela promovida por Luis Carlos Pulido González.

II. FUNDAMENTOS JURIDICOS

1. Competencia.

Es competente esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional para


proferir sentencia de revisión dentro de la acción de tutela de la
referencia, con fundamento en los artículos 86 inciso tercero y 241
numeral noveno de la Constitución Política, en concordancia con los
artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto No. 2591 de 1991; además, su
examen se hace por virtud de la selección que de dichas acciones
practicó la Sala correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma
señalada por el Reglamento de esta Corporación.

2. Del tema jurídico en estudio.

El tema jurídico en estudio en el proceso de la referencia plantea el


siguiente interrogante:

¿ A través de la acción de tutela puede concederse el beneficio de la


condena de ejecución condicional, consagrado en el artículo 68 del
Código Penal, cuando no ha sido reconocido en la sentencia
condenatoria?

1. La tutela contra providencias judiciales.


La tutela fue interpuesta contra las decisiones del Juzgado 15 Penal del
Circuito y del Tribunal Superior de esta ciudad, mediante las cuales al
condenado Pulido González se le negó la excarcelación; decisiones que
tienen origen en la sentencia condenatoria proferida del 8 de abril de
1991 por el juzgado en mención.

Por tratarse de solicitud de modificación de una providencia judicial que


puso fin a un proceso, esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional
encuentra que debe en primer término referirse a la procedibilidad de la
petición de tutela.

Según el artículo 86 de la Constitución Política, la acción de tutela es un


mecanismo subsidiario en la medida en que en principio sólo opera a
falta de otro medio de defensa judicial.

En la Sentencia C-543 de la Corte Constitucional de fecha 1º de octubre


de 1992, se declararon inexequibles los artículos 11, 12 y 40 del Decreto
2591 de 1991, y se establecieron tres circunstancias que excepcionan la
regla general, en las que sí procede la acción de tutela contra sentencias
o providencias judiciales que pongan fin al proceso, cuando la decisión
del funcionario judicial infringe abiertamente el orden constitucional, así:
... por ejemplo, nada obsta para que por vía de la tutela se ordene
al juez que ha incurrido en dilación injustificada en la adopción de
decisiones a su cargo que proceda a resolver, o que observe con
diligencia los términos judiciales, ni riñe con los presupuestos
constitucionales la utilización de esta figura ante actuaciones de
hecho imputables al funcionario por medio de las cuales se
desconozcan o amenacen los derechos fundamentales, ni
tampoco cuando la decisión pueda causar un perjuicio
irremediable, para lo cual sí está constitucionalmente autorizada
la tutela pero como mecanismo transitorio cuyo efecto, por
expreso mandato de la Carta es puramente temporal y queda
supeditado a lo que se resuelva de fondo por el juez ordinario
competente (negrillas no originales).

De lo anterior se desprende que el mecanismo excepcional de protección


puede ser utilizado contra providencias judiciales en tres hipótesis:
primera, cuando exista una dilación injustificada de los términos
procesales (Art. 228 C.P.), segunda, cuando se esté frente a
actuaciones de hecho imputables al funcionario; y tercera, cuando la
decisión pueda causar un perjuicio irremediable.

Así pues, esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional considera que


es necesario establecer si la sentencia condenatoria proferida por el
Juzgado 15 Penal del Circuito, en la cual no se concedió el beneficio de
la condena de ejecución condicional, se encuentra contemplada en
alguno de los supuestos establecidos por la Corte Constitucional para
que proceda la acción de tutela solicitada.
a. Dilación injustificada.

La dilación injustificada tiene como fundamento la inobservancia de los


términos judiciales, pues su incumplimiento por parte de los funcionarios
judiciales es objeto de sanción. Así lo consagra el artículo 228 de la
Constitución Política.

En el caso particular esta situación no se presenta, pues la respuesta por


parte del juzgado fue oportuna, lo mismo que el recurso de apelación que
se surtió ante el Tribunal Superior de Santafé de Bogotá.

b. El perjuicio irremediable.

Esta segunda circunstancia contemplada en la sentencia C-543, se basa


en que la decisión contra la cual se interpone el recurso pueda causar un
perjuicio irremediable, para lo cual sí está constitucionalmente autorizada
la tutela pero como mecanismo transitorio, cuyo efecto, por expreso
mandato de la Carta, es puramente temporal y queda supeditado a lo que
se resuelva de fondo por el juez competente.

En este orden de ideas, no procedería tampoco esta causal por cuanto


no existe un perjuicio irremediable, como quiera que la privación de la
libertad del peticionario no es una vulneración o amenaza arbitraria sino
una medida judicial tomada conforme a derecho por un juez de la
república, que goza de legalidad y ejecutoriedad.

c. Actuación de hecho imputable a funcionario judicial.

Con posterioridad a la sentencia del 1º de octubre de 1992, la Corte


Constitucional definió el alcance de la expresión "vías de hecho", de la
siguiente forma:

El marco constitucional de la doctrina de las vías de hecho lo


constituyen los artículos 1º (Estado social de derecho), 2º (Fines
sociales del Estado) y 13 (Principio de igualdad).

Añadiendo la Corte que la vía de hecho existe:

cuando la conducta del agente carece de fundamento objetivo,


obedece a su sola voluntad o capricho y tiene como consecuencia
la vulneración de los derechos constitucionales de la persona87.

Ahora bien, el artículo 68 del Código Penal consagra la figura de la


condena de ejecución condicional, así:

En la sentencia condenatoria de primera, segunda o de única


instancia, el juez podrá de oficio o a petición de interesado,
87Corte Constitucional. Sentencia T-079 de febrero 26 de 1993. Magistrado Ponente Dr. Eduardo Cifuentes
Muñoz.
suspender la ejecución por un período de prueba de dos (2) a
cinco (5) años, siempre que se reunan los siguientes requisitos:
1º Que la pena impuesta sea de arresto o no exceda de tres (3)
años de prisión.
2º Que la personalidad, naturaleza y modalidades del hecho
punible, permitan al juez suponer que el condenado no
requiere tratamiento penitenciario (negrillas no originales).

Se observa que en la aplicación de la condena de ejecución condicional


la situación es compleja: además del requisito del quantum de la pena
impuesta, es potestativo del juez y no imperativo concederla, si
considera que la personalidad del agente, la naturaleza y modalidades
del hecho punible permitan suponer que el condenado no requiere
tratamiento penitenciario.

Es decir la concesión del beneficio está sujeta a la discrecionalidad del


juez, esto es, que su voluntad determina lo que al respecto debe hacerse.

La condena condicional tiene múltiples razones de ser. Abundan los


motivos de la más variada índole para su institucionalización.
Consideraciones de humanidad, de estímulo a la readaptación voluntaria,
de la mejor calidad de las cárceles, de la corta pena que se impone y de
la innecesariedad de la privación de la libertad, son algunos de los
motivos que la doctrina ha considerado para concederla. También existen
razones para suponer viable la privación de la libertad cuando la
personalidad del procesado aconseja en un momento dado el
internamiento por las singulares características de la conducta criminosa.

El juez dispone de un amplio espectro de posibilidades para negar u


otorgar la condena de ejecución condicional. En este horizonte el juez
deberá moverse con "prudente y equilibrado juicio", para que el beneficio
no resulte demeritado en su contenido y finalidades, pues una excedida
ligereza o una insólita rigidez pueden perjudicar al sentenciado y sembrar
en la comunidad incertidumbre y desconfianza.

Ahora bien, ¿cómo se establece cuándo una persona requiere


tratamiento penitenciario?

El estudio de la personalidad del delincuente para que realmente


constituya parámetro serio para determinar la necesidad de la privación
de la libertad, debe ser el resultado de un estudio que ahonde en el
interior de quien ha realizado un hecho punible y no se limite a las
escasas manifestaciones de la personalidad que se conocen a través del
expediente.

Al respecto la Corte Suprema dijo:

La personalidad del procesado, en su fijación tendrá que


relacionarse con lo que es él, en sí, en su conducta individual o
familiar o social, en sus características formas de vida (oficios,
artes o profesiones lícitas) y en sus condicionamientos
comportamentales, que permitan confiar, fundadamente, en que
resulta más provechoso para él y para la colectividad
sustraerle de la reclusión que efectivizar, en un medio
carcelario, la pena privativa de la libertad impuesta.

En esta sana interpretación de tal dispositivo, con lo cual se


eliminan abusos y se llega a una justicia integral que lejos de
desconocer o ignorar al hombre justiciable, lo concreta y ubica en
sus niveles propios.

...No quiere la Sala concluir estos pronunciamientos sin destacar,


en este específico ámbito, que bastan consideraciones serias,
lógicas y fundadas, reveladoras de su buen tino, sensatez y
ponderación respecto de la naturaleza del hecho, o de las
características de este, o de los rasgos notorios o detectables de
la personalidad del procesado, y, de la obligación en que está el
fallador de consignar su posición conceptual para negar o
conceder la condena de ejecución condicional88 (negrillas no
originales).

La decisión judicial sobre el reconocimiento del subrogado de la condena


de ejecución condicional no depende entonces de genéricos enunciados
sobre la mayor o menor gravedad del delito cometido, ni de un ambiguo
etiquetamiento como sujeto peligroso que se le endilga al condenado, ni
del objetivo número de delitos que haya cometido, ni de la pluralidad de
reseñas, sino del concreto examen de su personalidad, de sus
antecedentes personales, familiares y sociales y de su comportamiento
frente a las imposiciones durante el proceso, con base en los cuales el
funcionario judicial competente ha de suponer con fundamentos
racionales que no requiere tratamiento penitenciario.

En conclusión, frente a la solicitud de modificación de la sentencia


mediante la cual se le impuso al peticionario la pena de prisión de doce
meses y no le fue concedido el beneficio de la condena de ejecución
condicional, la Sala de Revisión considera que no es viable conceder la
tutela contra un fallo condenatorio porque no se presenta ninguno de los
tres presupuestos excepcionales para que proceda la tutela contra
sentencia.

En mérito de lo expuesto, la Sala Séptima de Revisión de la Corte


Constitucional,

RESUELVE
88CorteSuprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Sentencia de abril 25 de 1992. Magistrado Ponente
Dr. Gustavo Gómez Velásquez.
PRIMERO: CONFIRMAR la sentencia proferida por la Sala Penal del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, por las
razones expuestas en esta sentencia.

SEGUNDO: COMUNICAR a través de la Secretaría General de la Corte


Constitucional el contenido de esta sentencia a la Sala Penal del
Tribunal Superior de Santafé de Bogotá, al Juzgado 15 Penal del
Circuito, al Defensor del Pueblo y al peticionario de la tutela.

Cópiese, publíquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y


cúmplase.

ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO


Magistrado Ponente

FABIO MORON DIAZ


Magistrado

VLADIMIRO NARANJO MESA.


Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General
FALSEDAD EN DOCUMENTO PRIVADO-INTERPRETACION LEGAL
ERRÓNEA-Sentencia No. T-424/93

ACCION DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS


JUDICIALES/VIA DE HECHO

La acción de tutela contra providencias judiciales procede, siempre y cuando la decisión contenga un
fundamento arbitrario por medio del cual se haya violado un derecho fundamental de la persona, es decir se
haya incurrido en "vías de hecho". En otras palabras, al juez le corresponde pronunciarse judicialmente de
acuerdo con la naturaleza misma del proceso y las pruebas aportadas, todo ello de acuerdo con los criterios
que establezca la ley, y no de conformidad con su propio arbitrio.

FALSEDAD EN DOCUMENTO PRIVADO/MANDATO AD SCRIBENDUM

La doctrina nacional ha coincidido en que la teoría del mandato ad scribendum es válida y no se presenta el
delito de falsedad de documento privado cuando una persona firma con la firma de otra, cuando haya una
la Fiscal interpretó los alcances del delito consagrado
previa autorización.
en el artículo 221 del Código Penal, de acuerdo con una posición
doctrinaria que señala como jurídicamente válida -desde una
perspectiva punitiva- la teoría del mandato ad scribendum. Si bien
debe señalarse que las opiniones doctrinarias que se expresen en
un caso contrario pueden ser objeto de controversia en materia
jurídica, esto no significa que se esté actuando caprichosa o
arbitrariamente al momento de tomar una decisión.

INTERPRETACION LEGAL ERRONEA/ACCION DE TUTELA


TEMERARIA

La acción de tutela no puede intentarse contra la acción de las autoridades por


suponerse errónea la interpretación de la ley. La Sala debe censurar la temeridad en la impetración de la
tutela que se revisa, toda vez que considera que la peticionaria se valió de unos mecanismos legales, como
la denuncia penal y la acción de tutela contra la providencia de la Fiscal, con el fin de evitar las
consecuencias jurídicas de su reprochable actuación, esto es, haber firmado unos cheques sin la suficiente
provisión de fondos.

Ref. Expediente No. T-15578


Peticionario: Beatriz Orozco Gómez
Procedencia: Sala Penal de Decisión -
Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Barranquilla

Magistrado Ponente: Dr. VLADIMIRO


NARANJO MESA

Santafé de Bogotá, D.C., seis (6) de octubre de mil novecientos


noventa y tres (1993)
La Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional, conformada
por los Magistrados Vladimiro Naranjo Mesa -Presidente de la Sala-,
Jorge Arango Mejía y Antonio Barrera Carbonell,

EN NOMBRE DEL PUEBLO


Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION,

ha pronunciado la siguiente

SENTENCIA

En el proceso de tutela radicado bajo el Número T-15578,


adelantado por Beatriz Orozco Gómez, en contra de la providencia
de fecha 30 de abril de 1993, proferida por la Fiscal Tercera
Delegada ante el Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Barranquilla.

I. ANTECEDENTES

1. Solicitud

La señora Beatriz Orozco Gómez interpuso, ante la Sala Penal de


Decisión del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla,
acción de tutela contra la providencia de fecha 30 de abril de 1993,
proferida por la Fiscal Tercera Delegada ante la Sala Penal de
Decisión del Tribunal Superior de ese mismo Distrito Judicial, con el
fin de que se le ampare el derecho fundamental al debido proceso,
consagrado en el artículo 29 de la Constitución Política.

2. Hechos

Manifiesta la peticionaria que los días cuatro (4) y once (11) de


marzo de 1991, la sociedad "Mercado Mayorista Super Extra Ltda",
la cual ella representa, giró tres cheques a favor del señor José
Miguel Carreño, para garantizar el pago de unas mercancías que
este último le había despachado. Debido a que algunas de las
mercancías enviadas estaban en mal estado, y a que para otras se
había cumplido la fecha de su vencimiento, éstas fueron devueltas al
señor Carreño. En virtud de lo anterior, se acordó que los cheques
girados para el pago de las mercancías le serían devueltos a la
actora, y se girarían unos nuevos cheques que corresponderían al
valor real de la mercancía aceptada.

Afirma la accionante que la señora Romana de Carreño falsificó la


firma de su esposo para poder consignar los cheques, pese al
acuerdo que había celebrado con éste, y posteriormente poder llevar
a cabo su cobro ejecutivo. Igualmente, manifiesta que los cheques
sólo podían ser cobrados por su primer beneficiario. Señala
igualmente que dos de los cheques girados fueron consignados en la
cuenta de Rider Carreño, hijo de la señora Romana de Carreño, y el
otro fue consignado en la cuenta del primer beneficiario, es decir, la
del señor José Miguel Carreño. Manifiesta además que, una vez
protestados los cheques, se cometió otra falsedad al hacer aparecer
que el señor José Miguel Carreño había endosado los cheques para
su cobro judicial. Con el falso endoso se presentaron demandas
ejecutivas contra la sociedad "Mercado Mayorista Super Extra Ltda".,
las cuales fueron admitidas y en ellas se decretaron embargos
preventivos de bienes. Cuando esta situación fue conocida por la
accionante, por intermedio del señor Iván Tarud María, gerente
asesor de la sociedad, se procedió a instaurar la denuncia penal por
falsedad en documento y fraude procesal.

El Juez 19 de Instrucción Criminal radicado en Barranquilla conoció


del delito denunciado y mediante providencia de fecha 6 de mayo de
1992, dictó resolución de acusación contra la señora Romana de
Carreño. Dicha providencia fue apelada por la sindicada y mediante
la providencia que es objeto de la presente acción de tutela, la Fiscal
Tercera delegada ante el Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Barranquilla, la revocó en su totalidad.

Cita la accionante algunos apartes de la providencia objeto de la


presente acción de tutela, entre los cuales cabe resaltar los
siguientes:

"Es cierto que la grafía que allí aparece como hecha por
poderdante -en la que se lee claramente su nombre completo- es
ostensiblemente diferente de aquella con que JOSE M.
CARREÑO signó los cheques y tarjetas de aperturas de cuentas
corrientes (traidos (sic) de los archivos bancarios para la practica
(sic) del cotejo pericial correspondiente) en los que se observan
rúbricas ininteligibles, mas tal circunstancia no lleva a predicar
indefectiblemente que el referido documento sea apócrifo, pues
no es nada raro que una persona tenga una firma especial para
sus "operaciones bancarias" y otra, para los demás actos.

"Resulta fácil creer, dado el contexto general del mandato


conferido por JOSE M. CARREÑO y particularmente las
expresas facultades conferidas en su punto noveno, que
ROMANA RONCANCIO hubiera entendido que estaba
autorizada para endosar con la firma del poderdante los cheques
girados a nombre de éste, máxime si se tiene en cuenta que
según se desprende de sus propias aceveraciones (sic) y de las
de su hijo RIDER CARREÑO, era ella la que llevaba como quien
dice la administración del negocio que la familia tenía en
Granabastos, pues ella era quien hacía cobros, consignaciones y
acostumbraba a endosar por su marido los cheques. Como tales
se realizaban en vida de JOSE M. CARREÑO hay que admitir
que ellos tenían su aceptación, expresa o tácita. El mandato ad
scribendum es lícito, y por lo tanto no puede existir
comportamiento falsario cuando alguien firma con el nombre de
otro previo consentimiento de éste.

"Es frecuente en nuestro medio que un cónyuge "firme con la


firma" del otro cónyuge y "que una secretaria firme con la firma
de su jefe", y en ambos casos con el consentimiento expreso o
tácito del documentador jurídico
"En ninguno de estos casos se puede predicar siquiera tipicidad
falsaria, por cuanto lo que ya se ha explicado.

"Que las conductas que se le imputan a ROMANA RONCANCIO


son atípicas, pues si como ya se dijo no hubo acción falsaria,
tampoco se indujo a esto a los funcionarios judiciales ante
quienes se adelantan los procesos ejecutivos.

"No hubo daño alguno, todo lo cual permite predicador (sic) sin
duda, siguiendo el pensamiento del maestro CARRARA "si una
conducta no es dañosa, todo el andamiaje dogmático penal
pierde su sentido, su razón de ser, su explicación, su
justificación"...

Sostiene la señora Orozco que la Fiscal acepta el hecho de que la


señora Romana de Carreño confesó que había falsificado la firma de
su esposo por endosar el cheque, amparando su conducta en el
hecho de que ella tenía un poder general otorgado por su cónyuge.
Sin embargo, dice la accionante, la señora Romana de Carreño no
exhibió dicho poder sino sólo al momento en el que se le citó en
segunda indagatoria, cuando ha debido exhibirlo al momento de
endosar los cheques e iniciar las acciones ejecutivas.

Considera que para poder consumar los embargos dentro de los


procesos ejecutivos "(...) se tuvo que cometer una serie de
falsedades para presentarle al juez una verdad aparencial (sic) que
entraba en la dicotomía con la verdad real, lo que daba margen al
Fraude Procesal". Sostiene además que "(...)afirmar que porque se
tenga un poder general se puede fingir la firma en un título valor
para su endoso del otorgante del poder, es una aberración". Más
adelante dice que "(...) Todos estos argumentos sofísticos, empleado
(sic) por la ilustre fiscal tienen como único objetivo distorsionar
subjetivamente la evidencia que a través de una prueba
legítimamente practica había adquirido el juez, que como juez de
derecho necesariamente tienen que apreciar el tren probatorio en
su objetividad jurídico procesal".
Concluye la accionante haciendo un recuento de las pruebas
legalmente aportadas que, en su sentir, fueron desestimadas y mal
interpretadas por la fiscal tercera delegada.

3. Pretensiones

Solicita la señora Orozco Gómez que "(...) se otorgue la TUTELA


CONTRA LA PROVIDENCIA DE FECHA ABRIL 30 de 1993 y en su
defecto se mantenga la RESOLUCION ACUSATORIA DICTADA
POR EL JUEZ 19 DE INSTRUCCION CRIMINAL".

II. ACTUACION PROCESAL

1. Decisión de la Sala Penal de Decisión del Tribunal Superior


del Distrito de Judicial de Barranquilla

Mediante providencia de fecha 26 de mayo de 1993, la Sala Penal


de Decisión del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla
decidió rechazar por improcedente la acción de tutela instaurada por
la señora Beatriz Orozco.

Considera el Honorable Tribunal que, en virtud de la declaratoria de


inexequibilidad del articulo 40 del Decreto 2591 de 1991, es
improcedente la acción de tutela contra sentencias y demás
providencias judiciales que pongan fin a un proceso. Manifestó el
Honorable Tribunal que la presente acción de tutela se dirigió contra
la resolución de preclusión de investigación "(...) que tiene la misma
fuerza vinculante de una sentencia, pues hace tránsito a cosa
juzgada (...)". En cuanto a la inconformidad que manifestó la
accionante en relación con el sistema acusatorio desarrollado en el
Código de Procedimiento Penal, dice el fallador que se puede acudir
a las acciones públicas previstas en la Constitución Nacional, a fin
de debatir la legalidad de dicho sistema.

Concluye el Honorable Tribunal diciendo que "(...) dentro del sistema


establecido por el Constituyente de 1991 y desarrollado por el actual
Código de Procedimiento Penal, los jueces no pueden inmiscuirse
en las actividades de la fiscalía sino tramitar los juicios que surjan de
sus acusaciones. De lo contrario, los jueces a través de la tutela
estarían profiriendo resoluciones acusatorias y luego conocerían del
correspondiente juicio, lo cual es ostensiblemente contrario al
ordenamiento constitucional.

2. Impugnación

El fallo proferido por la Sala Penal de Decisión del Tribunal Superior


del Distrito Judicial de Barranquilla no fue impugnado, razón por la
cual fue remitido a la Corte Constitucional en los términos del
artículo 31 del decreto 2591 de 1991.
III. CONSIDERACIONES DE LA SALA

1. Competencia

De acuerdo con lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9o.


de la Constitución Política, y 31 a 36 del Decreto 2591 de 1991, la
Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional es competente
para revisar el fallo de tutela de la referencia.

2. La materia

2.1. Objeto de la acción de tutela

De acuerdo con los parámetros establecidos por el artículo 86 del Estatuto Superior, la tutela presenta como
características fundamentales la de ser un mecanismo inmediato o directo para la debida protección del
derecho constitucional fundamental violado; y la de ser subsidiaria, esto es, que su implementación
solamente resulta procedente a falta de otro medio de defensa judicial, salvo que se trate de evitar un
perjuicio irremediable.

Conviene, para los efectos de este pronunciamiento, recalcar que el referido mecanismo de protección, no fue
consagrado en la Constitución de 1991 como un medio para reemplazar o sustituir los procedimientos
ordinarios existentes en nuestro ordenamiento jurídico, ni para cuestionar el desempeño de las autoridades
judiciales respecto de los asuntos relacionados con la interpretación de la ley. Sobre el particular, ha
señalado esta Corporación:

"No hay lugar a que prospere la acción de tutela, cuando la persona que la invoca cuestione la acción
de las autoridades por errónea interpretación de la ley, ni en el caso de que la decisión de la autoridad
pública o del particular hayan definido el derecho dentro de sus competencias constitucionales y
legales".

Y posteriormente agrega:

"De manera que el juez de la tutela no puede reemplazar al juez competente para fallar en lo que
autoriza la ley, sino que su accionar es un medio de protección de derechos propios de la persona
1
humana en su primacía".

2.2. La acción de tutela contra providencias judiciales

Si bien esta Corporación, mediante sentencia C-543 de 1992, declaró inexequible el artículo 40 del decreto
2591 de 1991, la doctrina acogida por esta misma Corte ha determinado que la acción de tutela resulta
procedente cuando se pretenda proteger los derechos constitucionales fundamentales de las personas que se
hayan visto amenazados o vulnerados mediante vías de hecho por parte de las autoridades públicas y, en
particular, de las autoridades judiciales.

En el caso que ocupa la atención de esta Sala, conviene señalar que la acción de tutela contra providencias
judiciales procede, siempre y cuando la decisión contenga un fundamento arbitrario por medio del cual se
haya violado un derecho fundamental de la persona, es decir se haya incurrido en "vías de hecho". En otras

1Corte Constitucional. Sala de Revisión de Tutelas. Sentencia No. T-008/92. Magistrado Ponente: Fabio
Morón Díaz
palabras, al juez le corresponde pronunciarse judicialmente de acuerdo con la naturaleza misma del proceso
y las pruebas aportadas, todo ello de acuerdo con los criterios que establezca la ley, y no de conformidad con
su propio arbitrio.

Sobre la procedencia de la acción de tutela en los casos de la denominada "vía de hecho", ha manifestado la
Corte:

"Una actuación de la autoridad pública se torna en una vía de


hecho susceptible del control constitucional de la acción de tutela
cuando la conducta del agente carece de fundamento objetivo,
obedece a su sola voluntad o capricho y tiene como
consecuencia la vulneración de los derechos fundamentales de la
persona.

"Carece de fundamento objetivo la actuación manifiestamente


contraria a la Constitución y a la Ley. La legitimidad de las
decisiones estatales depende de su fundamentación objetiva y
razonable. El principio de legalidad rige el ejercicio de las
funciones públicas (CP art. 121), es condición de existencia de
los empleos públicos (CP art. 122) y su desconocimiento genera
la responsabilidad de los servidores públicos (CP arts. 6, 90).
Una decisión de la autoridad no es constitucional solamente por
el hecho de adoptarse en ejercicio de las funciones del cargo.
Ella debe respetar la igualdad de todos ante la ley (CP art. 13),
principio que le imprime a la actuación estatal su carácter
razonable. Se trata de un verdadero límite sustancial a la
discrecionalidad de los servidores públicos, quienes, en el
desempeño de sus funciones, no pueden interpretar y aplicar
arbitrariamente las normas, so pena de abandonar el ámbito del
derecho y pasar a patrocinar simple y llanamente actuaciones de
hecho contrarias al Estado de Derecho que les da su legitimidad.

"La decisión revestida de las formalidades de un acto jurídico


encubre una actuación de hecho cuando ésta obedece más a la
voluntad o al capricho del agente estatal que a las competencias
atribuidas por ley para proferirla. El criterio para evaluar qué
conductas tienen fundamento en el ordenamiento jurídico y
cuáles no es finalista y deontológico. Las autoridades públicas
están al servicio de la comunidad (CP art. 123) y en el
cumplimiento de sus funciones deben ser conscientes de que los
fines esenciales del Estado son, entre otros, servir a dicha
comunidad y garantizar la efectividad de los principios, derechos
y deberes consagrados en la Constitución (CP art. 2). Las
autoridades públicas deben ceñir sus actuaciones a los
postulados de la buena fe (CP art. 83). La conducta dolosa o
gravemente culposa de los servidores públicos debe ser excluida
del ordenamiento jurídico y su demostración genera la
responsabilidad patrimonial del Estado, así como el deber de
repetir contra el agente responsable del daño (CP art. 90).
"La vulneración de los derechos fundamentales por parte de
servidores públicos que actúan sin fundamento objetivo y
razonable, y obedecen a motivaciones internas, desconoce la
primacía de los derechos inalienables de la persona (CP art. 5),
la protección constitucional de los derechos fundamentales (CP
art. 86) y la prevalencia del derecho sustancial (CP art. 228). En
caso de demostrarse su ocurrencia, el juez de tutela deberá
examinar la pertenencia del acto al mundo jurídico y proceder a
la defensa de los derechos fundamentales vulnerados en el curso
de una vía de hecho por parte de la autoridad pública".2

En otro pronunciamiento, relacionado también con el tema de la acción de tutela contra las providencias
judiciales, la Corte agregó:

"(...) la doctrina de la Corte ha efectuado un análisis material y


ha establecido una diáfana distinción entre las providencias
judiciales -que son invulnerables a la acción de tutela en cuanto
corresponden al ejercicio autónomo de la función judicial y
respecto de las cuales existen, dentro del respectivo proceso, los
medios judiciales de defensa establecidos por el ordenamiento
jurídico- y las vías de hecho por cuyo medio, bajo la forma de
una providencia judicial, quien debería administrar justicia
quebranta en realidad los principios que la inspiran y abusa de la
autonomía que la Carta Política reconoce a su función, para
vulnerar en cambio los derechos básicos de las personas.

"En ese orden de ideas, la violación flagrante y grosera de la


Constitución por parte del juez, aunque pretenda cubrirse con el
manto respetable de la resolución judicial, puede ser atacada
mediante la acción de tutela siempre y cuando se cumplan los
presupuestos contemplados en el artículo 86 de la Constitución y
no exista otro medio al alcance del afectado para la defensa de
su derecho.

"En tales casos, desde luego, el objeto de la acción y de la orden


judicial que puede impartirse no toca con la cuestión litigiosa que
se debate en el proceso, sino que se circunscribe al acto
encubierto mediante el cual se viola o amenaza un derecho
fundamental".3

Resulta pertinente entonces, determinar, como se hará más adelante, si para los efectos de la decisión que le
la Fiscal Tercera delegada ante el Tribunal
corresponde tomar a esta Sala,
Superior del Distrito Judicial de Barranquilla, interpretó y aplicó en
forma arbitraria, flagrante y caprichosa las normas jurídicas
relacionadas con el delito de falsedad en documento privado.
2 Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 2. Sentencia No. T-079/93. Magistrado Ponente: Eduardo
Cifuentes Muñoz
3 Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 5. Sentencia No. T-173/93. Magistrado Ponente: José Gregorio
Hernández Galindo
2.3. El delito de falsedad en documento privado.

El artículo 221 del Código Penal dispone:

"El que falsifique documento privado que pueda servir de prueba, incurrirá, si lo usa, en prisión de uno
(1) a seis (6) años.

Cabe anotar que el Código Penal de 1936 no contemplaba, en este tipo de delito, el uso obligatorio del
documento y exigía que se causara un perjuicio a terceros o que la falsedad se realizara con un propósito
lucrativo. Por su parte, el Código Penal vigente tan solo exige que el documento sea de aquellos que puedan
servir de prueba y que el sujeto activo del hecho punible lo use. Se trata, pues, de un tipo penal de dos actos:
que el mismo agente ejecute la falsificación en un documento y que lo utilice. Por tratarse de un delito donde
el interés jurídico protegido es la fe pública, la legislación penal colombiana ha considerado innecesaria la
4
presencia de un perjuicio real o la demostración del ánimo lucrativo del actor.

Como se señaló anteriormente, el bien jurídicamente protegido en este delito es la fe pública. Sobre el
particular ha señalado la doctrina:

"Hay actos externos, signos o formas autenticadoras del valor jurídicos de las relaciones jurídicas. El
incumplimiento de esas investiduras, señales o fórmulas, introduce la falta de certeza en las relaciones
jurídicas, entorpece la vida económica, intranquiliza la vida política y desorganiza la vida familiar, esto
es, se atenta contra la 'fe pública'.

"Según la opinión corriente la fe pública constituye un bien o interés jurídico, una entidad real, y su
5
titular es la sociedad, vale decir la colectividad viviente dentro de un Estado".

Por su parte, la jurisprudencia colombiana ha considerado que la fe pública, dentro del contexto del delito de
falsedad en documento, se refiere a la confianza que la colectividad tiene en ciertos medios de prueba, como
es el caso de los documentos que permiten establecer la existencia, modificación o alteración de un
6
derecho.

Otro de los aspectos, quizás el más importante para efectos del pronunciamiento de esta Sala, es el del dolo
o la intención para cometer el delito anteriormente señalado. Sin entrar en detalle respecto de la conocida
discusión entre los que consideran que existe dolo cuando se prevé el resultado dañoso y los que estiman
que además de prever se necesita querer el resultado, la Sala considera pertinente señalar que la doctrina,
tanto nacional como extranjera, se ha encargado de afirmar que este tipo de hechos punibles requieren una
actuación dolosa, por encima de una culposa. Al respecto se ha manifestado:

"El delito de falsedad es imputable a título de dolo. El dolo consiste en la conciencia y voluntad de
inmutar la verdad y producir daño o peligro. La ley no castiga toda falsedad sino solamente aquella que
daña o tiene potencia de dañar. De manera que el agente actúa con dolo cuando además de conocer
que fabrica un documento, conoce también que esa falsedad es dañosa al menos potencialmente. Si
falta lo último tendrá la conciencia de que hace un documento falso, pero no tendrá la conciencia de que
hace algo que puede ocasionar un perjuicio y, de tal manera, no estará en dolo.

4 Cfr. Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Sentencia del 7 de julio de 1981. Magistrado
Ponente: Alfonso Reyes Echandía.
5 ENCICLOPEDIA JURIDICA OMEBA. Tomo XI. Pág. 850.
6 Cfr. Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Sentencia del 17 de marzo de 1981. Magistrado
Ponente: Luis Enrique Romero Soto.
"Cuando falta la conciencia de hacer valer como verdadero un documento falso, con daño ajeno, no hay
delito imputable a título de dolo: pero se podría responder a título de culpa. Más en nuestro Derecho se
7
ignora la figura de falsedad culposa".

En relación con este mismo asunto, la doctrina nacional ha señalado:

"En cambio, la falta de intención fraudulenta, la carencia de lo que los franceses llaman el dessein de
nuire, o sea el propósito de dañar, sí tiene efecto discriminante. De acuerdo con autores atrás
mencionados, sostenemos que el dolo en el delito de falsedad no consiste en la intención de alterar la
verdad, sino que exige un propósito de daño. Pero no de daño a la fe pública sino a los derechos
8
individuales. Cuando esta intención no existe, no puede decirse que hay delito de falsedad".

Finalmente, conviene advertir que para que se configure el delito de falsedad de documento privado, se
requiere -como se ha dicho- que el actor lo use. Es decir, resulta indispensable que la utilización de ese
documento no sea inocua sino, por el contrario, se requiere que produzca los efectos queridos por el actor al
introducirlo dentro del tráfico jurídico.

2.3.1. La teoría del "mandato ad scribendum"

Tanto la doctrina nacional como la extranjera, se han ocupado de definir si existe delito de falsedad en los
casos en que una persona firma un documento con la firma de otra en ejecución de una autorización de esta.
Dentro de los autores extranjeros, algunos consideran que esa firma, así esté autorizada, no es válida y, por
tanto, constituye delito de falsedad; mientras que otros consideran indispensable analizar si las leyes
autorizan o no este tipo de mandatos. Con todo, debe resaltarse que independientemente de la posición
adoptada, autores como CARRARA, MIRTO, MAGGIORI O BORETINNI, coinciden en afirmar que el elemento
subjetivo, esto es, el dolo, resulta fundamental para determinar la actuación punitiva, pues, en una mayoría de
casos, quien actúa amparado por una orden o un permiso, lo hace sin la intención específica de causar un
daño o perjuicio.

La doctrina nacional ha coincidido en que la teoría del mandato ad scribendum es válida y no se presenta el
delito de falsedad de documento privado cuando una persona firma con la firma de otra, cuando haya una
previa autorización. Sobre este aspecto se ha señalado:

De conformidad con las normas que regulan la suscripción de


"
documentos ante notario, y que se puede extender para todos los
casos en que se firma documento ante funcionario público, si la
persona no sabe o no puede firmar la alternativa legal es la firma
a ruego, como lo prevén los arts. 39 y 69 del decreto 960 de
1970.

"Si se trata de suscripción de documento privado y el


documentador no sabe o no puede firmar, la opción es también la
firma a ruego en la forma establecida por el art. 826 del Código
de Comercio.

"Si no se trata de estos casos, es decir que el documentador


jurídico sí sabe y puede firmar, pero por razones de distancia, de
urgencia o práctica de cualquier orden quiere hacerlo por
7ENCICLOPEDIA JURIDICA OMEBA, citada, págs. 854 y 855
8ROMERO SOTO Luis Enrique. LA FALSEDAD DOCUMENTAL. Editorial Temis. Santa Fé de Bogotá,
1991; pág. 205.
mandato, se considera que es válida esta firma y por tanto válido
será el documento de conformidad con las normas reguladoras
del mandato en el sistema positivo colombiano.

"Desde un punto de vista estrictamente penal, es decir,


prescindiendo de la validez del documento, se considera que no
hay delito de falsedad por no haber mutación, ni imitación, ni dolo
ni daño.

"No hay mutación porque -de acuerdo con lo que se ha sostenido


de la noción de autor de un documento, asunto en el cual es de
inclinarse sin vacilaciones por la autoría intelectual o espiritual
jurídica-, en este caso el mandante es el autor jurídico del
documento, y por tanto resulta vinculado a todos los efectos de
dicha autoría. El signante material por mandato es extraño a la
autoría del documento.

"Entre mandante y mandatario no hay mutación ni imitación, por


cuanto ambos, conscientemente, deciden realizar un negocio
jurídico como el mandato para que uno suscriba por el otro.
"No hay dolo, porque el mandante asume su condición de
documentador jurídico, y el mandatario en tal entendimiento
cumple con un mandato, que a la luz del derecho es un negocio
jurídico lícito.

"En cuanto al daño, se puede afirmar que tampoco existe real ni


potencialmente, porque el documentador jurídico o mandante
queda legalmente vinculado a todos los efectos que puedan
derivarse de dicha autoría.

(...)

"No obstante, en el desconocimiento del mandato el mandatario


habría obrado sin dolo. Y en el caso del abuso del mandatario, el
mandante corre con los riesgos frente a los terceros conforme a
la ley, sin perjuicio de las acciones contra el mandatario. Por lo
dicho, se considera que no comete delito de falsedad el cónyuge
que acostumbra, con autorización o con el consentimiento del
otro cónyuge, firmar por éste, los cheques, los recibos, las
constancias, las nóminas y similares.

"Sólo sería necesario agregar que ese mandato, para efectos


penales puede ser escrito o verbal, expreso o tácito, o que su
prueba es libre y no sometida a las restricciones o formalidades
de ordenamientos jurídicos extrapenales".89

Otro autor manifiesta sobre el particular:


89ARENAS SALAZAR Jorge. DELITO DE FALSEDAD Ediciones Doctrina y Ley. Santa Fé de Bogotá,
1992; págs. 283 y 284.
"A nuestro modo de ver, el mandato ad scribendum es lícito y,
por lo tanto, no existe el delito cuando alguien firma con el
nombre de otro previo consentimiento de este, Es de advertir que
los funcionarios públicos no pueden conferir esa especie de
mandato, ya que no tienen facultad para delegar sus funciones.

"En el caso de la agencia oficiosa, esto es, cuando alguien firma


con el nombre de otro en el convencimiento de que este, cuando
lo sepa, convendrá en ello, puede ocurrir que falte el dolo si el
que firma lo hace en tal convencimiento".90

2.4. El caso en concreto

Por tratarse de un caso de tutela contra providencias judiciales,


considera esta Sala pertinente aclarar que la revisión del asunto sub-
examine, debe enmarcarse únicamente dentro de la denominada
doctrina de las "vías de hecho", con el fin de analizar si la Fiscal
Tercera Delegada ante el Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Barranquilla, actúo arbitrariamente al decretar la preclusión de la
investigación dentro del caso de la denuncia penal instaurada por la
peticionaria contra la señora Romana Roncancio de Carreño.
Significa lo anterior que esta Sala se abstendrá, como es natural, de
entrar a calificar si realmente existió el delito imputado, pues, como
acertadamente lo afirma el Tribunal "De lo contrario los jueces a
través de la tutela estarían profiriendo Resoluciones Acusatorias y
luego conocerían del correspondiente juicio, lo cual es
ostensiblemente contrario al ordenamiento constitucional".

Observa la Sala que la Fiscal Tercera interpretó los alcances del


delito consagrado en el artículo 221 del Código Penal, de acuerdo
con una posición doctrinaria que señala como jurídicamente válida
-desde una perspectiva punitiva- la teoría del mandato ad
scribendum. Posición que, como se ha visto, es compartida por
numerosos autores tanto nacionales como extranjeros. Si bien debe
señalarse que las opiniones doctrinarias que se expresen en un caso
contrario pueden ser objeto de controversia en materia jurídica, esto
no significa que se esté actuando caprichosa o arbitrariamente al
momento de tomar una decisión. A manera de ejemplo, cabe señalar
que autores como Luis Enrique Romero Soto, en la obra
anteriormente citada, consideran que el mandato ad scribendum no
cabe en los casos en que se trate de firmar un instrumento
negociable91. Sin embargo, otros autores, como es el caso de Jorge
Arenas Salazar, estiman que el poder o la autorización que se le
otorga a una persona para firmar por otra, debe ser analizada desde
un punto de vista más amplio y, por tanto, puede incluir la

90SOTO ROMERO Luis Enrique, obra citada, pág. 88


91Cfr. SOTO ROMERO Luis Enrique, obra citada, págs. 250 y 251
negociación de títulos valores o, para estos efectos, el endoso de
cheques92.

Por otra parte, la Sala considera que la decisión de la Fiscal se basó,


adicionalmente, en el consentimiento por parte del beneficiario del
cheque y en la ausencia del dolo encaminado a ocasionar un
perjuicio o un daño.

En cuanto al primer elemento, se reitera que doctrinariamente ha


existido una controversia respecto de los alcances de la autorización
para que una persona signe un documento privado con la firma de
otra. Es así como en este caso, la Sala estima que la Fiscal adoptó
una posición amplia y concluyó que el poder general otorgado por el
señor José Miguel Carreño a su cónyuge y las circunstancias
particulares del caso, permitían concluir que la actividad desplegada
por la sindicada se encontraba amparada por una autorización de su
esposo para que firmara y endosara los cheques. Debe recordarse,
tal y como consta en la providencia proferida por la Fiscal, que el
señor Carreño "concurrió el 9 de enero de 1991 ante la Notaría
Segunda del Círculo de Barranquilla a conferir poder general amplio
y suficiente a ROMANA RONCANCIO entre otras cosas: 'para que
judicial o extrajudicialmente cobre y perciba el valor de los créditos
que se aducen al poderdante, expida los recibos y haga las
cancelaciones correspondientes" (folios 20 y 21). Adicionalmente, la
Sala estima que la Fiscal consideró como elemento fundamental
para sustenar la teoría del mandato ad scribendumt, el delicado
estado de salud del señor Carreño al momento de consignarse los
cheques anteriormente mencionados, y el hecho que la señora de
Carreño administraba el negocio familiar "pues ella era quien hacía
cobros, consignaciones y acostumbraba a endosar por su marido los
cheques. Como tales actos se realizaban en vida de JOSE M.
CARREÑO, hay que admitir que ellos tenían su aceptación(...)"
(folios 21 y 22).

Respecto del segundo punto, la Fiscal consideró que los hechos en


mención no fueron desarrollados con el propósito de causar un daño
o un perjuicio, pues, en efecto, el señor Carreño -como supuesto
perjudicado- no sufrió menoscabo económico o patrimonial alguno
con la acción realizada por su cónyuge. Debe la Sala agregar que no
es de recibo el argumento de que se le causó un daño a la
peticionaria, pues la "falsedad de la firma" -al endosar los cheques-
constituye una actuación diferente al hecho de que los mencionados
títulos valores no hubieren contado con la suficiente provisión de
fondos. En otras palabras, el cobro judicial de la obligación contenida
en los cheques era viable con o sin firma "falsificada".

En conclusión, la Sala observa que la decisión adoptada por la


Fiscal no puede calificarse como caprichosa o arbitraria y, por tanto,
92Cfr. ARENAS SALAZAR Jorge, obra citada, págs. 283 y 284
no es aplicable la doctrina de las "vías de hecho" dentro del caso en
comento. Adicionalmente debe reiterarse que esta Corporación ha
insistido en que la acción de tutela no puede intentarse contra la acción
de las autoridades por suponerse errónea la interpretación de la ley. Por último, la Sala debe censurar la
temeridad en la impetración de la tutela que se revisa, toda vez que considera que la peticionaria se valió de
unos mecanismos legales, como la denuncia penal y la acción de tutela contra la providencia de la Fiscal
Tercera, con el fin de evitar las consecuencias jurídicas de su reprochable actuación, esto es, haber firmado
unos cheques sin la suficiente provisión de fondos.

Con base en las razones expuestas, la Sala procederá a confirmar la sentencia del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Barranquilla, que denegó la acción de tutela interpuesta por la señora Beatriz Orozco
Gómez.

DECISION

En mérito de lo expuesto, la Sala Novena de Revisión de la Corte


Constitucional, en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,

RESUELVE:

Primero: Confirmar la sentencia proferida por la Sala de Decisión


Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla del
día veintiséis (26) de mayo de 1993, mediante la cual se denegó la
acción de tutela instaurada por la ciudadana Beatriz Orozco Gómez.

Segundo: Ordenar que por la Secretaría General de esta


Corporación se comunique esta providencia a la Sala de Decisión
Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla, en la
forma y para los efectos previstos en el artículo 36 del decreto 2591
de 1991.

Cópiese, notifíquese, insértese en la gaceta de la Corte


Constitucional y cúmplase.

VLADIMIRO NARANJO MESA


Magistrado Ponente

JORGE ARANGO MEJIA


Magistrado

ANTONIO BARRERA CARBONELL


Magistrado

HERNAN ALEJANDRO OLANO GARCIA


Secretario General (E)
PRINCIPIO DE PUBLICIDAD – DERECHO A LA INFORMACIÓN-
PRUEBAS- CONTRADICCIÓN- Sentencia No. T-055/94

PRUEBAS-Omisión/PRINCIPIO DE PUBLICIDAD-
Vulneración/DERECHO A LA INFORMACION/PRUEBAS-
Controversia/FISCAL REGIONAL

La omisión de una prueba objetivamente conducente en el proceso


que se sigue contra el peticionario, constituye una violación a su
derecho de defensa y al debido proceso. Con la omisión señalada se
viola igualmente el principio de publicidad que debe inspirar las
diferentes actuaciones procesales. Según este principio la justicia
penal debe ser comunicada a las partes y al público en general; los
fallos y las decisiones deben ser difundidos y motivados. Con ello se
protege el derecho a la información de personas afectadas por
decisiones judiciales y se garantiza la posibilidad de que las mismas
puedan controvertir su contenido y alcance.

VIA DE HECHO

La exigencia constitucional de la protección efectiva de los derechos


fundamentales no tendría lugar en estos casos extremos si no fuese
por la acción de tutela, utilizada aquí bajo el presupuesto de que se
trata de actuaciones de hecho, caracterizadas por el capricho del
funcionario judicial, por su falta de fundamento objetivo y por
vulnerar los derechos fundamentales.

VIA DE HECHO-Elementos

Tradicionalmente se ha señalado la existencia de los siguientes


elementos para la configuración de una vía de hecho en la actuación
estatal: 1) una operación material, o un acto, que superan el simple
ámbito de la decisión, 2) un juicio sobre la actuación que
desnaturaliza su carácter jurídico, lo cual implica una mayor
gravedad que la que se deriva del simple juicio de ilegalidad y 3) una
grave lesión o amenaza contra un derecho fundamental.

Febrero 14 de 1994

REF: Expediente T- 22923

Actor: TEODORO ANTONIO DEYNGH


SALCEDO
Magistrado Ponente:
Dr. EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ

Temas:
- principios de publicidad,
contradicción y defensa como
supuesto de la presunción de
inocencia y del debido proceso en
materia penal
- actuaciones judiciales consideradas
como vías de hecho en materia
constitucional.

La Sala Tercera de Revisión de la Corte Constitucional, integrada


por los Magistrados Eduardo Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y
José Gregorio Hernández Galindo, ha pronunciado

EN NOMBRE DEL PUEBLO

POR MANDATO DE LA CONSTITUCION

la siguiente

SENTENCIA

En el proceso de tutela T- 22923 interpuesto por Teodoro Antonio


Deyngh Salcedo contra el Fiscal Regional de Barranquilla.
ANTECEDENTES

1. El peticionario Francisco Ovalle Mier es parte de un proceso penal


que cursa ante la Jurisdicción Regional, seccional de Barranquilla,
por infracción a la ley 30 de 1986 (Estatuto Nacional de
Estupefacientes).

2. Los hechos que pueden deducirse del acopio probatorio realizado


por los jueces de tutela, pueden ser sintetizados de la siguiente
manera, advirtiendo que sólo se consignan los datos generales
mínimos para comprender cabalmente el contexto fáctico, habida
cuenta de la existencia de una investigación penal en curso.

2.1. Alrededor de las 11 de la noche del día 16 de abril de 1993,


funcionarios del F-2 ingresaron en el apartamento 1001 del edificio
Perla del Caribe y detuvieron al señor Fernando Ovalle Mier, así
como a los señores Fernando Restrepo y Angel A. Curiel.

2.2. De acuerdo con información de la policía, los detenidos fueron


implicados como presuntos propietarios de 32 pacas de marihuana,
a partir de un número telefónico proporcionado por el conductor del
camión que transportaba el estupefaciente, el cual correspondía al
número del apartamento en el que se realizó la detención.

2.3. El peticionario sostiene que el día viernes 16 de abril de 1993, a


las 7:30 de la noche, se dirigió al apartamento 1001 del edificio Perla
del Caribe, lugar de residencia del señor Fernando Restrepo, en
compañía del arquitecto Fernando Rodríguez Pacheco, y en
cumplimiento de una cita de negocios previamente convenida,
gracias a la intermediación de Lucy Garzón, quien había
recomendado al peticionario ante el señor Restrepo como posible
arquitecto para un proyecto de construcción de vivienda en Santa
Marta.

3. En ejercicio del poder conferido por el abogado Jorge Lastra


Carbono, en calidad de suplente para asumir la defensa del
peticionario, el abogado Teodoro Antonio Deyongh Salcedo, solicitó
al Fiscal encargado del proceso que se adelanta contra el
peticionario, que se ordenara la práctica de unas pruebas
consistentes en la recepción de testimonios al señor Fernando
Rodríguez Pacheco y a la señora Lucy Garzón, los cuales fueron
señalados por el acusado, en su respectiva indagatoria, como
testigos presenciales de su captura ilegal y de las verdaderas
intenciones que lo llevaron el día 16 de abril a la residencia de
Fernando Restrepo.

4. Indica el representante del señor Ovalle Mier, que nunca recibió


respuesta a su petición de práctica de pruebas por parte del Fiscal
Regional de Barranquilla, lo que representa una violación del
derecho al debido proceso y a la defensa del sindicado.

5. El representante del sindicado alerta al juez de tutela sobre los


peligros de la actitud del Fiscal Regional, en el sentido de solicitar
sólo pruebas que incriminan a los sindicados, omitiendo aquéllas
que les son favorables.

6. Dice el representante del peticionario que el hecho de que el


Fiscal hubiese respondido al escrito en el cual renuncia a la defensa
de uno de los sindicados, y, en cambio, no hubiese hecho lo propio
en relación con la petición de pruebas, presentada en el mismo
documento de la renuncia, pone de presente aún más su
predisposición en contra el sindicado.
7. Con la solicitud de tutela el abogado presenta un memorial en el
cual controvierte algunas pruebas recaudadas durante el proceso y,
en consecuencia, pide al juez que examine su validez. Finalmente,
aporta una serie de documentos probatorios y solicita al juez que se
restablezca el derecho al debido proceso vulnerado a su
representante.

8. Le correspondió al Juez Segundo Penal del Circuito de


Barranquilla, decidir sobre la acción de tutela instaurada. El fallo del
Juez de instancia se funda en las siguientes premisas:

8.1. El debido proceso es un principio fundamental del ordenamiento


jurídico, depositario de una larga tradición liberal y constitucional. Su
cumplimiento lleva implícito el acatamiento de principios tales como
el de contradicción, el de la independencia e imparcialidad del juez
penal, el de la buena fe y lealtad procesal, etc.

8.2. En el caso sub-judice, los testimonios solicitados por el


representante del sindicado, aparecen como pruebas relevantes
desde el momento mismo de la indagatoria del procesado. Dicha
prueba fue pedida por el abogado defensor. Sin embargo el Fiscal
Regional hizo caso omiso, tanto de la importancia implícita de la
prueba, como de su petición formal, violando de esta manera el
derecho fundamental del sindicado a la posibilidad de controvertir
cargos y defenderse y, en consecuencia, al debido proceso.

8.3. También desconoce el Fiscal Regional el inciso último del


artículo 250 de la Constitución y el artículo 333 del Código de
Procedimiento Penal, en los cuales se establece la obligación de
investigar tanto lo favorable como lo desfavorable a los intereses del
sindicado.

FUNDAMENTOS

1. La tutela presentada por el peticionario plantea una violación al


debido proceso en la investigación penal que el Fiscal Regional de
Barranquilla adelanta en su contra. Dicha vulneración consistiría en
la falta de respuesta a la petición de una prueba. En este orden de
ideas, el análisis constitucional deberá reducirse a los siguientes
aspectos: 1) ¿cuál es la pertinencia de la prueba solicitada por el
demandado y qué normas legales regulan esta materia?; 2) ¿de qué
manera se pueden considerar vulnerados los principios de defensa y
contradicción por la omisión judicial respecto de la petición de
práctica de una prueba pertinente, y en qué normas se podría fundar
el concepto de dicha violación?; 3) ¿cómo se configuraría una
violación del derecho fundamental al debido proceso a partir de los
supuestos anteriores?; finalmente, 4) ¿cómo se resuelven los
problemas planteados por el caso concreto frente a la prohibición de
la acción de tutela contra decisiones judiciales?. A continuación se
analizan en detalle cada una de estas preguntas.

1. La prueba solicitada por el peticionario

2. De las versiones rendidas por los involucrados en el proceso se


deducen dos versiones de los hechos. La primera de ellas,
presentada por la policía, sostiene que Fernando Restrepo y sus
amigos eran los propietarios del cargamento de marihuana
incautado, de acuerdo con el número de teléfono informado por el
conductor del camión que transportaba el estupefaciente y que
corresponde al apartamento de sus propietarios. La versión del
arquitecto Ovalle, en cambio, pone de presente su desconocimiento
de los hechos relacionados con el cargamento ilícito y hace énfasis
en el propósito estrictamente profesional de su visita al apartamento
del señor Restrepo, cita que fue concertada por terceros no
inculpados en el caso.

3. La tarea de dilucidar la verdad oculta tras estas versiones


contradictorias debe pasar por la realización de ciertas pruebas,
entre las cuales, la citación de los testigos mencionados por el
demandado, resulta necesaria e ineludible. Las declaraciones del
señor Rodríguez Pacheco y de la señora Lucy Garzón aparecen, en
este contexto, como pruebas útiles y conducentes para verificar la
certeza o la falsedad de lo dicho por el señor Ovalle. Esto no quiere
decir, desde luego, que con ello necesariamente se logre el completo
esclarecimiento de lo sucedido. Simplemente se constata la
probabilidad razonable de que lo uno sirva para lo otro y ello debe
ser suficiente para que la prueba sea decretada. Los testimonios
solicitados, en consecuencia, no pueden ser considerados como
pruebas inconducentes o impertinentes, únicas razones que habrían
facultado al Fiscal para rechazarlas, tal como lo señala el artículo
250 del Código de Procedimiento Penal.

2. Los principios de defensa y contradicción en el proceso.

4. La función que cumple la Fiscalía durante la etapa investigativa


del proceso no se reduce a la inculpación, tal como se establece en
los sistemas acusatorios de otros países. Durante la investigación el
fiscal cumple una labor eminentemente judicial, con todas las
exigencias que de ella se derivan en términos de imparcialidad. Está
por lo tanto obligado a investigar tanto lo favorable como lo
desfavorable al imputado (C.P. art. 250 inc. último) y, en términos
generales, a respetar en sus actuaciones los derechos
fundamentales y las garantías procesales consagradas en la
Constitución Política y en la ley penal.
La plena vigencia del principio de imparcialidad dentro de la etapa
investigativa se deduce, además, de la función propia del fiscal de
calificar y declarar precluidas las investigaciones realizadas (C.P. art.
250-2). La decisión de dar por terminado el proceso no debe ser
interpretada como un fracaso en la realización de sus objetivos, sino
como la materialización de una de sus funciones constitucionales.

5. La investigación y el descubrimiento de la verdad suponen la


puesta en tela de juicio de los elementos fácticos y normativos que
ingresan al proceso y, en consecuencia, presuponen el debate y la
confrontación entre las diferentes versiones y partes. El proceso no
puede ser concebido como una serie de pasos encaminados a la
demostración de una hipótesis planteada por el fiscal o juez. Así se
eliminaría su connatural elemento dialéctico, cuya presencia activa
en todas sus fases, asegura que la verdad real aflore a partir de la
controversia. De acuerdo con la naturaleza bilateral del proceso
penal, el imputado debe ser oído y sus argumentos deben ser
sopesados con indagaciones y estudio.

6. El principio de contradicción (C.P.P. art. 7) es el fundamento de la


realización del principio de defensa (C.P.P. art. 1 inc. 1) y, este a su
vez, es condición necesaria para la efectividad del derecho al debido
proceso (C.P.P. art. 1). De esta cadena de elementos se desprende
el postulado de la imparcialidad del funcionario judicial, que se
concreta en la obligación de investigar tanto lo favorable como lo
desfavorable al sindicado y que se encuentra consagrado en la ley
penal (C.P.P. art. 249) y en la Constitución (C.P. art. 250 inc. último).

7. De otra parte, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y


Políticos (ratificado por la ley 74 de 1968), consagra en su artículo
14-3-d, el derecho de toda persona acusada de haber cometido un
delito, de interrogar o hacer interrogar en el proceso, tanto a los
testigos de cargo como a los de descargo y ello en las mismas
condiciones. La Convención Interamericana (ratificada por la ley 16
de 1972), establece en su artículo 8-2-f, el derecho del inculpado a
obtener la comparecencia , como testigos o peritos, de otras
personas que puedan arrojar luz sobre los hechos. Tres
posibilidades pueden ser diferenciadas en esta manifestación del
derecho de defensa del sindicado, imputado o procesado: 1) la de
interrogar a los testigos que intervienen en su contra, 2) la de
presentar testigos que declaren a su favor y 3) la de participar, en
condiciones de igualdad, en todo el proceso de contradicción y
debate que se lleva a cabo con la presentación de testigos.

8. La omisión de una prueba objetivamente conducente en el


proceso que se sigue contra el peticionario, constituye una violación
a su derecho de defensa y al debido proceso. El hecho de que no se
hayan rendido los testimonios solicitados por el peticionario resulta
especialmente grave si se tienen en cuenta estas dos circunstancias:
1) los testimonios solicitados eran pertinentes e indispensables
desde el momento mismo de la indagatoria y, además, fueron
solicitados formalmente por el representante del peticionario, y 2) no
hay trazas de que el fiscal hubiere estimado, en cualquier sentido, la
conducencia de la prueba y de ahí su actitud omisiva, la cual impide
al acusado la interposición de los recursos que le habrían permitido
proteger su derecho de defensa. El artículo 250 del Código de
Procedimiento Penal establece que el juez que rechaza una prueba
debe hacerlo mediante providencia. Dicha providencia es apelable
en el efecto diferido, según lo consagra el artículo 204-b-1 del mismo
código.

9. Con la omisión señalada se viola igualmente el principio de


publicidad que debe inspirar las diferentes actuaciones procesales.
Según este principio la justicia penal debe ser comunicada a las
partes y al público en general; los fallos y las decisiones deben ser
difundidos y motivados. Con ello se protege el derecho a la
información de personas afectadas por decisiones judiciales y se
garantiza la posibilidad de que las mismas puedan controvertir su
contenido y alcance.

3. El derecho fundamental a la defensa y contradicción

10. El derecho a la presunción de inocencia consagrado en el inciso


cuarto del artículo 29 del la Carta, se encuentra en estrecha relación
de interdependencia con el derecho de defensa y el debido proceso.
En efecto, la presunción de inocencia se vincula a dos postulados en
relación con las pruebas. En primer lugar, éstas se encuentran
sometidas a la libre apreciación por parte del juez, de tal manera
que su decisión en esta materia, salvo los recursos
correspondientes, resulta irreversible, de acuerdo con el principio de
la independencia judicial (C.P. art. 228). En segundo lugar, los
únicos medios válidos para desvirtuar la presunción de inocencia
son los utilizados en el proceso como pruebas, siempre y cuando se
haya respetado el derecho de defensa.

Dicho con otras palabras, el derecho que tiene el procesado a no ser


considerado culpable hasta tanto no se demuestre lo contrario
mediante sentencia judicial, está íntimamente ligado a la existencia
de medios de prueba y de específicos procedimientos de evaluación
y trámite cuyo desarrollo y análisis está prioritariamente en cabeza
del juez. En el caso sub-judice, el fiscal ha desconocido tanto los
medios de prueba como los procedimientos que protegen la
presunción de inocencia. Lo primero, al no pronunciarse sobre la
petición de prueba y, lo segundo, al no aceptar la práctica de una
prueba conducente.

4. La vía de hecho en actuaciones judiciales


11. Los jueces no son infalibles en sus decisiones. Por eso el
ordenamiento jurídico dispone de numerosos recursos que permiten
a las partes intervinientes en un proceso controvertir sus actuaciones
(C.P.C. art. 310). Pero la previsión de recursos para estos casos
erráticos no siempre es una garantía suficiente para la protección de
los derechos de las partes. También se presentan decisiones que
carecen de toda justificación normativa sin que exista recurso en su
contra, las cuales, precisamente por su palmaria separación de los
procedimientos legales, vulneran los derechos de las partes. La
exigencia constitucional de la protección efectiva de los derechos
fundamentales no tendría lugar en estos casos extremos si no fuese
por la acción de tutela, utilizada aquí bajo el presupuesto de que se
trata de actuaciones de hecho, caracterizadas por el capricho del
funcionario judicial, por su falta de fundamento objetivo y por
vulnerar los derechos fundamentales.

La Corte constitucional ha reiterado esta posibilidad a partir de la


sentencia T-079 de 1993 en la cual se considera procedente la
interposición de la acción de tutela frente a providencias judiciales
que encubren una vía de hecho. (al respecto véanse las sentencias
T-211/93, T-368/93, T-348/93, T-576/93, T-158/93, T173/93, T431/93
y T-422/93).

La sentencia T-348 de 1993 analiza un problema similar al caso


presente. Se trataba de una omisión por parte de un juez,
considerada por la Sala como una vía de hecho que vulneraba el
debido proceso de una de las partes. A este respecto se expresa en
el citado fallo:

"(...) cuando se ha vulnerado el debido proceso por la omisión


injustificada del juez o la autoridad pública de que se trate en
cumplir las funciones a su cargo, o ha incurrido en dilaciones
injustificadas y no existen otros medios de defensa judicial a
cargo del afectado, o existiendo estos pero encontrándose
frente a un perjuicio irremediable, es procedente la acción de
tutela".

Y más adelante, en relación con la procedibilidad de la tutela, el fallo


que se comenta puntualiza lo siguiente:

Teniendo en cuenta el carácter de autoridades públicas que


tienen los jueces, y que dada su actividad pueden incurrir en
actos u omisiones, que por fuera de sus competencias y
atribuciones son capaces de producir amenaza o violación a los
derechos fundamentales, ha sostenido la Corte que, "nada
obsta para que por vía de la tutela se ordene al juez que ha
incurrido en dilación injustificada en la adopción de
decisiones a su cargo que proceda a resolver o que observe
con diligencia los términos judiciales, ni riñe con los
preceptos constitucionales la utilización de esta figura ante
actuaciones de hecho imputables al funcionario, por medio de
las cuales se desconozcan o amenacen los derechos
fundamentales, ni tampoco cuando la decisión pueda causar un
perjuicio irremediable, para lo cual si está autorizada la tutela
pero como mecanismo transitorio cuyo efecto, por expreso
mandato de la Carta, es puramente temporal y queda
supeditado a lo que se resuelva de fondo por el juez ordinario
(artículo 86 de la Constitución Política y 8o. del Decreto 2591 de
1991)".

12. La doctrina de las vías de hecho ha sido ampliamente


preconizada por el derecho administrativo con el objeto de
contrarestar ciertas patologías de los "hechos humanos o
subjetivos", las vías de hecho, consideradas como expresiones
ilícitas y anormales de la actividad humana.

Tradicionalmente se ha señalado la existencia de los siguientes


elementos para la configuración de una vía de hecho en la actuación
estatal: 1) una operación material, o un acto, que superan el simple
ámbito de la decisión, 2) un juicio sobre la actuación que
desnaturaliza su carácter jurídico, lo cual implica una mayor
gravedad que la que se deriva del simple juicio de ilegalidad y 3) una
grave lesión o amenaza contra un derecho fundamental.

El análisis legal de los actos jurídicos resulta insuficiente para


determinar la conformidad de tales actos con la Constitución. Las
normas de la carta establecen un plus normativo axiológico y
teleológico, sin el cual el derecho ordinario quedaría reducido a una
simple mecánica desarticulada y amorfa. La violación de los
preceptos constitucionales no siempre es el resultado directo del
desconocimiento de las normas legales.

En este orden de ideas, si el juicio administrativo que determina la


existencia de una vía de hecho es el resultado de una contradicción
frontal entre un acto y la racionalidad mínima legal que orienta a la
administración, en materia constitucional es posible detectar
situaciones semejantes cuando la actuación se encuentre del todo
alejada de las exigencias mínimas que el orden constitucional
requiere de las personas y, en el caso presente, de los jueces. Así
las cosas, la arbitrariedad de la vía de hecho se pone en evidencia a
partir de un referente axiológico y normativo que supera el ámbito de
la legalidad y se alimenta de los valores, principios y derechos
esenciales del ordenamiento jurídico.

La omisión de una actuación judicial de la cual depende el ejercicio


de un derecho fundamental, escapa a toda justificación y
desnaturaliza lo jurídico para convertirlo en una mera práctica de
poder y en ejercicio anormal de la función jurisdiccional. El acceso a
la justicia, como derecho fundamental, no se entiende como simple
posibilidad de ser parte de un proceso judicial. Integra dicho derecho
la facultad de hacer uso de los recursos legalmente establecidos, de
modo que la persona pueda hacer valer sus derechos e intereses. A
este respecto es indispensable que la autoridad judicial utilice los
medios de comunicación y se ciña a las formas procesales
contemplados en el ordenamiento jurídico (providencias, autos,
sentencias). Si una concreta petición de pruebas es elevada al fiscal,
éste debe responderla expresamente en un sentido positivo o
negativo. De lo contrario, se sustrae a la parte, de manera injusta y
arbitraria, el derecho que tiene a recurrir esa específica actuación
judicial. El derecho a los recursos judiciales, presupone la existencia
de providencias judiciales que puedan ser objeto de los mismos.

Se está, pues, en presencia de un hecho humano dotado de los


elementos propios de una vía de hecho en el derecho constitucional.
Estos son, en primer lugar, la existencia de un acto con incidencia
manifiesta en la realidad; en segundo término, la imposibilidad de
comprender dicho acto bajo parámetros jurídicos y, finalmente, la
violación manifiesta de un derecho fundamental.

5. Conclusión

Esta Sala confirmará la decisión del Juez Segundo Penal del Circuito
de Barranquilla por las razones expuestas en esta providencia y
cuyos puntos esenciales pueden ser resumidos de la siguiente
manera: 1) el Fiscal regional debió llamar a rendir testimonio al señor
Rodríguez Pacheco y a la señora Lucy Garzón, no sólo por constituir
pruebas cuya conducencia podía objetivamente apreciarse desde la
indagatoria misma del procesado, sino también por el hecho de
haber sido solicitadas por su representante, violando de esta manera
los principios de publicidad y contradicción en el proceso; 2) la
omisión del Fiscal viola el principio de contradicción y por contera se
quebrantan los derechos de defensa, debido proceso y, finalmente,
la presunción de inocencia del inculpado; 3) semejante omisión no
puede ser considerada sino como una grave irregularidad que
vulnera el derecho del procesado a recurrir las providencias
judiciales, para lo cual es necesario que éstas existan y se
comuniquen. Se trata, por tanto, de un acto desprovisto de toda
justificación jurídica que configura lo que se conoce como "vía de
hecho". 4) teniendo en cuenta que la omisión del juez viola un
derecho fundamental, el afectado tiene derecho a interponer acción
de tutela de acuerdo con jurisprudencia reiterada de la Corte
Constitucional.

DECISION
En mérito de lo expuesto, la Sala Tercera de Revisión de la Corte
Constitucional,

RESUELVE

PRIMERO.- Confirmar la sentencia del Juez Segundo Penal de


Barranquilla.

SEGUNDO.- Enviar copia de esta esta providencia al Juzgado


Segundo Penal de Barranquilla, para los efectos de notificación
previstos en el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.

Cópiese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la


Corte Constitucional.

EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ


Magistrado Ponente

CARLOS GAVIRIA DIAZ


Magistrado

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado

MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

(Sentencia aprobada por la Sala Tercera de Revisión, en la ciudad


de Santa Fe de Bogotá, D.C., a los catorce (14) días del mes de
febrero de mil novecientos noventa y cuatro (1994).
ACCESO A LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA – DERECHO A LA
JURISDICCIÓN-Sentencia No. T-231/94

VIA DE HECHO

La vía de hecho predicable de una determinada acción u omisión de un


juez, no obstante poder ser impugnada como nulidad absoluta, es una
suerte de vicio más radical aún en cuanto que el titular del órgano se
desliga por entero del imperio de la ley. Si la jurisdicción y la
consiguiente atribución de poder a los diferentes jueces, se hace con
miras a la aplicación del derecho a las situaciones concretas y a través
de los cauces que la ley determina, una modalidad de ejercicio de esta
potestad que discurra ostensiblemente al margen de la ley, de los
hechos que resulten probaJUEZ DE TUTELA FRENTE A VIA DE
HECHO
dos o con abierta preterición de los trámites y procedimientos
establecidos, no podrá imputarse al órgano ni sus resultados tomarse
como vinculantes, habida cuenta de la "malversación" de la
competencia y de la manifiesta actuación ultra o extra vires de su
titular.

VIA DE HECHO-Clases de defectos en la actuación

Si este comportamiento - abultadamente deformado respecto del


postulado en la norma - se traduce en la utilización de un poder
concedido al juez por el ordenamiento para un fin no previsto en la
disposición (defecto sustantivo), o en el ejercicio de la atribución por un
órgano que no es su titular (defecto orgánico), o en la aplicación del
derecho sin contar con el apoyo de los hechos determinantes del
supuesto legal (defecto fáctico), o en la actuación por fuera del
procedimiento establecido (defecto procedimental), esta sustancial
carencia de poder o de desviación del otorgado por la ley, como
reveladores de una manifiesta desconexión entre la voluntad del
ordenamiento y la del funcionario judicial, aparejará su descalificación
como acto judicial.

JUEZ DE TUTELA FRENTE A VIA DE HECHO

El Juez que incurra en una vía de hecho, no puede esperar que al


socaire de la independencia judicial, sus actos u omisiones,
permanezcan incólumes. En este evento en el que se rompe de
manera incontestable el hilo de la juridicidad, los jueces de tutela están
excepcionalmente llamados a restaurar esa fidelidad a la ley de la que
ningún juez puede liberarse sin abjurar de su misión. Solo en este
caso, que por lo tanto exige la mayor ponderación y la aplicación de
los criterios de procedencia más estrictos, es dable que un juez
examine la acción u omisión de otro.
DERECHO DE ACCESO A LA ADMINISTRACION DE
JUSTICIA/DERECHO A LA JURISDICCION-Violación

La acción de tutela contra las vías de hecho judiciales - cuando ella


sea procedente ante la ausencia de otro medio de defensa judicial o
como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable -, en
primer término, se endereza a garantizar el respeto al debido proceso y
el derecho de acceso a la justicia. Gracias a estos dos derechos
medulares toda persona puede acudir ante un juez con miras a obtener
una resolución motivada ajustada a derecho y dictada de conformidad
con el procedimiento y las garantías constitucionales previstos en la
Constitución y en la ley. Se articula a través de las normas citadas un
derecho público subjetivo a la jurisdicción o tutela judicial, que no
consiste propiamente en satisfacer la pretensión que se contiene en la
demanda o en su contestación sino a que se abra un proceso y a que
la sentencia se dicte con estricta sujeción a la ley y a las garantías
procedimentales. En este orden de ideas, la vía de hecho judicial, en la
forma y en el fondo, equivale a la más patente violación del derecho a
la jurisdicción. Por ello la hipótesis más normal es la de que través de
los diferentes recursos que contemplan las leyes procedimentales, se
pueda impugnar cualquier acción u omisión judicial que configure una
vía de hecho, en cuyo caso, aunque no se descarte siempre la
procedibilidad de la tutela, su campo de acción - dada su naturaleza
subsidiaria - será muy restringido.

VIA DE HECHO-Control constitucional/PRINCIPIO DE


EFECTIVIDAD DE LOS DERECHOS/ARBITRARIEDAD
JUDICIAL

La vía de hecho, inicialmente se presenta como un quebrantamiento


del derecho fundamental a la jurisdicción, en cuanto la arbitrariedad
judicial a la par que es una contradicción en los términos respecto de
la función judicial, anula de plano las expectativas que toda persona
puede legítimamente abrigar sobre su actuación. Pero la vía de hecho
no se limita a defraudar el sentimiento de justicia de la colectividad. Se
concreta, ante todo, como violación de un derecho fundamental. De ahí
que si se reúnen los requisitos de procedibilidad, la acción de tutela se
erija en medio apto para proteger el derecho conculcado o amenazado.
Ello no sería posible si se admitiese únicamente el control formal de la
vía de hecho. El principio de efectividad de los derechos
fundamentales y de prevalencia del derecho sustancial, se pondrían en
entredicho si la forma del acto arbitrario sirviese para inmunizar su
contenido antijurídico contra todo intento para deponerlo y restablecer
el primado del derecho. De este modo, la arbitrariedad que logre
hacerse a un título formal, se impondría a la Constitución y a los
derechos fundamentales, en cuya defensa estriba la tarea y la misión
confiada a los jueces. El control constitucional de la vía de hecho
judicial, no obstante ser definitivamente excepcional y de procedencia
limitada a los supuestos de defectos sustantivos, orgánicos, fácticos o
procedimentales, en que se incurra en grado absoluto, es tanto de
forma como de fondo, pues su referente es la arbitrariedad que puede
ser tanto formal como material.

REFORMATIO IN PEJUS EN TUTELA

La interdicción a la reformatio in peius, se refiere a sentencias


condenatorias. En cambio, las sentencias de tutela se contraen, no a
imponer una pena, sino a proteger un derecho fundamental cuando
quiera resulte violado por una autoridad o un particular, en éste caso si
de acuerdo con la ley la tutela es procedente. Tanto los jueces de
instancia como la Corte, en sede de revisión, encargados de fijar el
contenido y alcance de los derechos fundamentales dentro del
contexto fáctico que proyecta el acervo probatorio, no podrían cumplir
esa misión si estuvieran atados a lo decidido por el a quo, que bien ha
podido errar en la apreciación de los hechos y, no menos importante,
en la correcta definición del derecho fundamental debatido y de su
concreta aplicación a la realidad procesal.

PRINCIPIO DE CONGRUENCIA/SENTENCIA
EXTRAPETITA/SENTENCIA ULTRA PETITA/PRINCIPIO DE
CONTRADICCION

La importancia de que el fallo sea congruente con las pretensiones y


las excepciones propuestas o las que hayan debido reconocerse de
oficio, ha llevado al Legislador a contemplar el vicio de inconsonancia
entre las causales de casación. La incongruencia que es capaz de
tornar en simple de vía de hecho la acción del juez reflejada en una
providencia, es sólo aquella que subvierte completamente los términos
de referencia que sirvieron al desarrollo del proceso, generando dicha
alteración sustancial, dentro de la respectiva jurisdicción, la quiebra
irremediable del principio de contradicción y del derecho de defensa.
En efecto, el proceso debe conservarse, desde su apertura hasta su
culminación, abierto y participativo, de modo que se asegure la
existencia del debate y de la contradicción - que le son
consustanciales y que son el presupuesto de una sentencia justa -
sobre una base de lealtad y de pleno conocimiento de sus extremos
fundamentales. Es evidente que si la sentencia o providencia judicial
recae sobre materias no debatidas en el proceso, ausentes de la
relación jurídico-procesal trabada, la incongruencia, además de
sorprender a una de las partes, la coloca en situación de indefensión
que, de subsistir, pese a la interposición de los recursos, y con mayor
razón cuando éstos no caben o se han propuesto infructuosamente, se
traduce inexorablemente en la violación definitiva de su derecho de
defensa.

VIA DE HECHO
La acción de tutela, en suma, frente a vías de hecho judiciales, se
reduce a los casos en los cuales contra la providencia en la que se
haga patente la arbitrariedad o defecto absoluto antes aludido, no
exista medio ordinario de defensa o que pese a estar consagrado y a
ejercitarse con ese objeto, la situación irregular se mantenga y, por
ende, el quebrantamiento del derecho fundamental subsista y los
medios ordinarios de defensa se encuentren ya agotados.

PRETENSIONES-Cuantía/CORRECCION MONETARIA

La cuantía de las pretensiones se fijó de manera relativamente abierta,


al quedar supeditada a "la suma que se demuestre en el curso del
proceso". No obstante que la Corte es consciente de que la
mencionada fórmula de precisión del valor de las pretensiones puede
ser objeto de diversos reparos doctrinarios, su apreciación es un
asunto que, en atención al principio de independencia judicial,
corresponde al Juez, y, por tanto, de ninguna manera puede ser objeto
de revisión en sede de tutela. De otro lado, la procedencia de la
corrección monetaria referida a los perjuicios moratorios - de oficio o a
petición de parte -, así como los métodos para su correcta estimación,
carecen por sí mismos de relevancia constitucional, y se enmarcan
dentro del espacio de la libre apreciación judicial tanto normativa como
fáctica.

PRINCIPIO DE AUTONOMIA FUNCIONAL DEL JUEZ

La Corte, en principio, comparte con el Tribunal el respeto que se debe


otorgar al principio de independencia judicial, pero considera que ello
no es excusa para abstenerse de verificar si la actuación judicial
calificada por el demandante como vía de hecho, efectivamente lo es.
En este caso, la vinculación mayor con el ordenamiento jurídico, y el
designio de poner término a la arbitrariedad propio de un Estado de
Derecho, se torna más obligante que el de mantener a toda costa una
independencia que, de tener ese origen, habrá perdido ya toda
legitimidad.

PERJUICIO INDEMNIZABLE/PERJUICIO-Incidente de
liquidación/CONTRATO DE SEGURO-
Incumplimiento/ENRIQUECIMIENTO ILICITO

Desde el punto de vista jurídico, no se remite a duda, el perjuicio


indemnizable debe ser cierto, no meramente hipotético o eventual. No
puede ser cierto el perjuicio moratorio derivado de la inmovilización de
una maquinaria, originada en este caso en el incumplimiento del
asegurador, cuando dicha inmovilización ha llegado a su fin y la misma
se emplea productivamente. Se arriesga con socavar la institución de
la responsabilidad si el lucro cesante se sigue aplicando, cuando éste
ha cesado. Lo que viene a sustituir la ganancia sacrificada - quantum
lucrari potui - por el acto de incumplimiento del deudor, no puede
superar el provecho dejado de percibir y convertirse en título legal -
avalado judicialmente - para auspiciar un enriquecimiento injusto del
acreedor de la prestación incumplida. Se tiene derecho a la total
indemnización del daño, pero no más que a ello. Si la indemnización
supera la magnitud del daño, no se podría hablar de reparación sino de
enriquecimiento de la víctima. El auto proferido por el Tribunal Superior
de Santa Fe de Bogotá, Sala Civil de Decisión, complementado con
sendas providencias suyas del 7 de septiembre de 1993, constituyó
una vía de hecho al extender la condena de perjuicios moratorios más
allá del período de efectiva inmovilización de la maquinaria asegurada.
En este aspecto la actuación judicial exhibe un defecto absoluto
jurídico y fáctico, pues el perjuicio no se apoya en prueba alguna - por
el contrario, la existente apunta a demostrar plenamente el
funcionamiento del equipo y su permanente utilización a partir de 1981
- y no tiene la característica de certidumbre que debe predicarse de
todo perjuicio indemnizable.

MAYO 13 DE 1994

Ref: Expediente T-28325


Actor: SEGUROS ALFA S.A.
Magistrado Ponente:
Dr. EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ

Temas:
- Procedencia de la acción de tutela
contra providencias judiciales por vías
de hecho

La Sala Tercera de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por


los Magistrados Eduardo Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y José
Gregorio Hernández Galindo, ha pronunciado

EN NOMBRE DEL PUEBLO

POR MANDATO DE LA CONSTITUCION

la siguiente

SENTENCIA
En el proceso de tutela T-28325 promovido por SEGUROS ALFA S.A.
contra la Sala Civil de Decisión del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Santa Fe de Bogotá.

ANTECEDENTES

1. La sociedad SEGUROS ALFA S.A., por intermedio de apoderado,


interpuso acción de tutela contra la Sala Civil de Decisión del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá, por considerar
que ésta, mediante providencias del 16 de marzo de 1993 y del 7 de
septiembre del mismo año, dentro del trámite de liquidación de la
condena in genere impuesta en el proceso ordinario de FRANCISCO
VEGA GARZON contra SEGUROS ALFA S.A., vulneró sus derechos
fundamentales a una administración de justicia sujeta estrictamente al
imperio de la ley (CP arts. 121, 229 y 230), al debido proceso (CP art.
29), a la igualdad ante la ley (CP art. 13), al comportamiento de las
autoridades públicas conforme a derechos inalienables (CP art. 5), a la
prevalencia del derecho sustancial (CP art. 228), a la propiedad y al
patrimonio obtenido legalmente (CP art. 58).

2. Los hechos que motivan la acción de tutela contra las mencionadas


providencias judiciales pueden sintetizarse de la siguiente manera:

2.1 FRANCISCO VEGA GARZON entabló demanda ordinaria contra la


sociedad SEGUROS ALFA S.A. con el fin de obtener las siguientes
pretensiones:

a. "1o. Se declare que la demandada SEGUROS ALFA S.A.,


incumplió sus obligaciones adquiridas mediante el contrato
de seguro que consta en la póliza específica de transportes
TR-E No. 01943 al negarse a pagar el valor de la
indemnización reclamada.

b. "2o. En consecuencia, que se condene a SEGUROS ALFA


S.A. a pagar el valor de la indemnización reclamada que
asciende a la suma de U.S.$20.681,20, o su equivalente en
moneda colombiana al cambio vigente al momento del
pago.

c. "3o. Que, adicionalmente, se condene a SEGUROS ALFA


S.A. a pagar los perjuicios moratorios desde la fecha en que
estaba obligada a pagar el valor de la indemnización, 26 de
agosto de 1980 hasta cuando el pago se efectúe, los cuales
estimo en $20.000.oo diarios, o, en la suma que se
demuestre en el curso del proceso".
2.2. En la demanda, el actor precisó el alcance de la pretensión
resarcitoria - pretensión tercera -, al expresar que ... "los perjuicios
moratorios que estimo en este caso en la utilidad diaria de la
planta de asfalto que no se ha podido utilizar para el fin que le es
propio por la ausencia de esos instrumentos, desde la fecha en
que la Aseguradora debió pagar la indemnización, conforme el
artículo 1080 del Código de Comercio, esto es, 60 días después de
aparejar todos los documentos que prueban el siniestro y su
cuantía lo cual ocurrió el 26 de julio de 1980 hasta cuando se
efectúe el pago."

2.3. El Juzgado 16 Civil de Circuito de Santa Fe de Bogotá, mediante


sentencia de diciembre 18 de 1982, resolvió:

a. "1o. Se declara que la demandada SEGUROS ALFA S.A.,


incumplió sus obligaciones adquiridas mediante el contrato
de seguro que consta en la póliza específica de transportes
TR-E No. 01943 al negarse a pagar el valor de la
indemnización reclamada.

b. "2o. Se condena a SEGUROS ALFA S.A. a pagar el valor


de la indemnización reclamada, mediante el procedimiento
señalado en citado artículo 308 del estatuto Procesal.

c. "3o. Se condena a la misma demandada SEGUROS ALFA


S.A. al pago de los perjuicios moratorios desde la fecha en
que estaba obligada a pagar el valor de la indemnización, 26
de agosto de 1980, hasta cuando el pago se verifique o
efectúe, regulación que también se hará mediante el trámite
previsto en el citado artículo 308 del C.P.C."

d. "4o. Se condena a la demandada al pago de las costas


procesales. Tásense y liquídense."

2.4. Apelada la anterior decisión por la compañía SEGUROS ALFA


S.A., el Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá la confirmó y
adicionó, en el sentido de negar las excepciones propuestas por la
parte demandada.

2.5. La Corte Suprema de Justicia, mediante sentencia de octubre 4 de


1985, no casó el fallo de segunda instancia contra el que SEGUROS
ALFA S.A. había elevado recurso extraordinario de casación.

2.6. Ante el Juzgado 16 Civil de Circuito de Santa Fe de Bogotá se


surtió el trámite de liquidación de la condena genérica impuesta en las
anteriores decisiones de conformidad con el artículo 308 del C.P.C.,
luego de que el apoderado del actor presentara liquidación motivada
correspondiente al monto total de la indemnización, estimada en
trescientos treinta y tres millones quinientos setenta y tres mil
setecientos cuatro pesos con noventa y tres centavos ($ 333´573.704,
93), que incluía los rubros de daño emergente (según el actor
consistente en el valor de las piezas sustraidas a la planta de asfalto) y
de lucro cesante (equivalente al precio del alquiler diario de la planta).
Mediante auto de marzo 27 de 1992, el mencionado juzgado resolvió:

"1. Declarar que el monto de la indemnización que debe


pagar SEGUROS ALFA S.A. según lo dispuesto en
sentencia de diciembre 18 de 1982 asciende a la suma de
$15'132.227,23.

"2. Señalar como valor de los perjuicios moratorios, lucro


cesante, que debe pagar SEGUROS ALFA S.A., según lo
ordenado en la sentencia es la suma de $214.425.540.34.

"3. Sin costas."

2.7. Ambas partes interpusieron recurso de apelación contra esta


providencia, los cuales fueron resueltos por la Sala Civil de Decisión
del Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá, mediante auto del 16 de
marzo de 1993, de la siguiente manera:

"1. Declarar improbada la objeción al dictamen pericial.

"2. Confirmar el numeral primero del auto de marzo 27 de


1992.

"3. Se modifica el numeral segundo del auto impugnado el


cual quedará así: se fija el valor de la condena impuesta en
el numeral 3 de la sentencia en la cantidad de mil
doscientos diecisiete millones doscientos cincuenta y seis
mil veintiséis pesos (1.217.256.026.oo).

"4. Se revoca el numeral 3o. del auto impugnado y en su


lugar se condena a la parte demandada a pagar las costas
de la liquidación, que serán tasadas por el aquo.

"5. Las costas de este recurso se imponen a la parte


demandada. Liquídense".

2.8 El magistrado EDGAR CASTRO SANABRIA MELO se apartó de la


decisión y salvó su voto.

2.9. La sociedad afectada solicitó aclaración y corrección del fallo de


marzo 16 de 1993, siendo negada la primera por auto de septiembre 7
de 1993 y acogida la segunda, en el sentido de admitir la existencia de
un yerro consistente en tomar el rubro de costo calculado y no el de
utilidad dejada de percibir, según el dictamen pericial respectivo, para
efectos de liquidar el valor del lucro cesante. En consecuencia, la Sala
Civil del Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá, mediante auto de
igual fecha, resolvió:

"1. Corregir el numeral 3. del auto de 16 de marzo de 1993


de la siguiente forma: se modifica el numeral segundo del
auto impugnado el cual quedará así: Se fija el valor de la
condena impuesta en el numeral tercero de la Sentencia en
la cantidad de Seiscientos Noventa y Tres Millones
Novecientos Sesenta y Seis Mil Novecientos Ochenta y
Cuatro pesos con treinta centavos (693.966.984.34)".

2.10. Sostiene el petente que contra la providencia de marzo 16 de


1993, complementada con las del 7 de septiembre siguiente, no cabe
recurso alguno.

3. El peticionario acusa las actuaciones judiciales contenidas en el auto


de marzo 16 de 1993, corregido mediante providencia de septiembre 7
del mismo año, de constituir una verdadera vía de hecho, violatoria de
los derechos fundamentales de la compañía accionante de tutela.
Considera que la providencia judicial atacada, que concretó la condena
in genere, es abiertamente ilegal y carente de sustentación objetiva, ya
que se dió por demostrada por el fallador, pese a no estarlo, la
existencia de perjuicios ciertos, efectivamente sufridos, y se
procedió a su contabilización excediendo el límite temporal a partir del
cual la planta de asfalto fue puesta nuevamente en funcionamiento.

3.1. El accionante destaca el desacierto del juzgador al tener como


perjuicio cierto (futuro), el lucro cesante representado por el valor del
precio del alquiler diario de la planta asfáltica, pese a que el actor
nunca probó que había celebrado sobre la maquinaria contrato alguno,
ni que tenía opción de arrendarla o intención de hacerlo.

3.2. Incluso asumiendo -continúa - que el lucro cesante podía consistir


en la ganancia originada en el arrendamiento de la máquina, es claro
que la regulación de los perjuicios "tenía que efectuarse dentro del
marco legal inamovible de tratarse de perjuicios ciertos (incluidos los
futuros), sufridos efectivamente por el demandante dentro del marco
impuesto por la condena genérica".

3.3. Aunque - sostiene - SEGUROS ALFA S.A. fue condenada al pago


de los perjuicios moratorios desde la fecha en que debía pagar la
indemnización hasta la fecha en que efectuara el pago, y no obstante
que el demandante, señor FRANCISCO VEGA GARZON, estimó el
valor de los perjuicios en función del lucro cesante ocasionado por la
imposibilidad de utilizar la planta de asfalto en razón de la ausencia de
las piezas faltantes, la Sala Civil del Tribunal, contra toda previsión
legal y contrariando la condena in genere, pasó por alto la
circunstancia temporal de la utilización de la planta desde al año 1981,
plenamente acreditada en el dictamen pericial, e "impuso una condena
por un período de tiempo - 1981 en adelante - respecto del cual, por lo
mismo, jamás existió el lucro cuantificado". Sobre el particular expone
el peticionario:

"Es ostensible y protuberante la arbitrariedad de la decisión


mayoritaria de la Sala del Tribunal ... , al haber excedido y
contrariado frontalmente los límites, parámetros y términos
de la ley sustancial y de la providencia contentiva de la
condena genérica impuesta, en la determinación de los
perjuicios sufridos por lucro cesante, vinculados de una u
otra manera a la imposibilidad de utilizar o explotar
económicamente el equipo, por falta de las piezas
mencionadas, los cuales debió restringir, en la más amplia
de las hipótesis, a la expuesta pérdida causada al actor
mientras duró la inutilización. Con o sin pago de la
indemnización derivada del contrato de seguro (valor de las
piezas faltantes), el actor no sufre lucro cesante alguno por
inutilización desde el momento en que puso en
funcionamiento y utilizó la máquina en cuestión, lo que
ocurrió, como está claramente establecido en el proceso,
desde 1981."

3.4. Dos aspectos adicionales señala como actuaciones del juzgador,


ajenas a las reglas de obligatoria observancia en el desempeño de su
función pública, que vulneran los derechos fundamentales: el hecho de
haber liquidado el valor de los perjuicios moratorios actualizando el
valor de la moneda con base en el índice de precios al consumidor -
indización - a favor del actor y en contra de la demandada, a pesar de
que en la providencia que impuso la obligación en abstracto de
indemnizar "no aparece condena alguna por concepto de corrección
monetaria ...". Por otra parte, considera que el fallador no podía, bajo
ninguna circunstancia, condenar a la compañía por una cuantía
superior a la señalada por el propio demandante en el escrito de la
demanda ($ 20.000 diarios desde el 26 de agosto de 1980) y en el
incidente de liquidación de la condena genérica ($ 333´573.704,93 a
razón de 120.000 pesos diarios) , lo que efectivamente hizo al
condenar a la empresa demandada por una suma muy superior ($
210.484,37 pesos diarios) a la pedida por el demandante,
desconociendo el principio de congruencia de las decisiones
judiciales y atentando así contra el derecho al debido proceso. "Al
condenarse a la demandada, pues, en el auto referido, por una suma
total de $1.232.388.253.23, de los cuales $15.132.227.23, tienen el
carácter de daño emergente y $1.217.256.026.oo constituyen el lucro
cesante - este rubro como consecuencia de la solicitud de corrección
presentada fue disminuido a $693.966.984.30 -, en forma clara y
evidente, impuso el ad quem una condena en un monto bastante
mayor al pretendido por el propio demandante, contrariando de manera
abierta y palmaria los límites decisorios que la ley procesal asigna y
define para esta clase de actividad jurisdiccional, propios del derecho
al debido proceso, lo que la hace arbitraria, y por ende, una típica vía
de hecho controlable mediante la presente acción de tutela."

4. El peticionario solicita se ordene la suspensión e inaplicabilidad de


las providencias proferidas por la Sala Civil de Decisión del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá, fechadas el 16 de
marzo y el 7 de septiembre de 1993, y se disponga lo necesario para
que la mencionada Sala, en un plazo prudencial y perentorio, proceda
a "liquidar nuevamente la condena genérica impuesta en contra de la
entidad tutelada, sujetándose a los parámetros y lineamientos precisos
que el juez de tutela le fijará de conformidad con la ley".

5. La Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe


de Bogotá, mediante sentencia de octubre 14 de 1993, concedió
parcialmente la tutela solicitada por SEGUROS ALFA S.A., respecto
del derecho fundamental del debido proceso y del principio de igualdad
ante la ley, y dispuso que la Sala de Decisión respectiva asumiera
nuevamente el conocimiento del proceso con miras a la reliquidación
de los perjuicios moratorios - lucro cesante - conforme a los
lineamientos del fallo de tutela, en el plazo que la ley otorga para
resolver la apelación de autos, quedando suspendidos los efectos de la
providencia de marzo 16 y su corrección del 7 de septiembre de 1993.
La Magistrada NHORA ELISA DEL RIO MANTILLA, salvó su voto por
considerar que la decisión judicial objeto de la acción de tutela no se
enmarcaba dentro de las hipótesis señaladas por la jurisprudencia
constitucional para que procediera contra providencias judiciales.

5.1. El fallador de tutela estimó que las pretensiones del petente, a


excepción de la relacionada con la corrección monetaria del monto de
la obligación reconocida en favor del actor y en contra del accionante
de tutela en la condena genérica, hacían relación a cuestiones de
fondo de la litis y no "tienen nada que ver con el derecho constitucional
alegado". A su juicio, al juez de tutela le está vedado abordar o
resolver puntos que fueron objeto de debate en las respectivas
instancias, so pretexto del ejercicio de la jurisdicción constitucional, así
como pronunciarse o tomar partido sobre la valoración fáctica o
probatoria y reabrir la discusión en relación con aspectos ya decididos,
como si se tratase de otra instancia, porque ello iría en contra de la
autonomía e independencia funcional del juzgador.

5.2. En lo que atañe al reconocimiento de la corrección monetaria por


parte del juez que concretara la condena de los perjuicios moratorios -
lucro cesante -, pese a no haberse solicitado por el actor ni haber sido
reconocida por la condena genérica que impuso a la demandada la
obligación de pagar la indemnización por la ocurrencia del siniestro, el
Tribunal de tutela observó que el Juzgador "ex-officio" reajustó el lucro
cesante - el valor del alquiler diario de una planta de asfalto igual a la
amparada por la póliza - al aplicar la utilidad diaria para 1993 a
períodos anteriores, "dando como resultado un lucro cesante no
pedido". El fallador de tutela decidió ordenar a la Sala Civil de
Decisión que le correspondió la cuantificación de los perjuicios, la
reliquidación de la indemnización moratoria - lucro cesante -, ya que
"no le era permitido ordenar la revalorización de la suma
adeudada por concepto de lucro cesante y su obrar prohijó un
enriquecimiento injusto para la parte demandante, vulnerando así
los derechos fundamentales de la sociedad accionante y
constituyendo su actuación una verdadera vía de hecho que
atenta contra el debido proceso y el principio de igualdad ante la
ley (arts. 29 y 13 C.P.)".

6. La sociedad INMOBILIARIA CONFIANZA S.A., asignataria de parte


de la hijuela de deudas dentro del proceso sucesorio de FRANCISCO
VEGA GRAZON, intervino como coadyuvante de "la Sala acusada", de
conformidad con el artículo 13 del Decreto 2591 de 1991, y presentó
sendos memoriales de impugnación (de octubre 21 y noviembre 2 de
1993) contra la sentencia que concedió la tutela, en los que pidió
revocar el fallo en consideración a que en el trámite de liquidación de la
condena genérica "se respetaron estrictamente todos los derechos del
solicitante, quien tuvo a su disposición todos los recursos y
oportunamente controvirtió las pruebas". A su juicio, el fallo de tutela se
inmiscuye en la responsabilidad valorativa de las pruebas ... para fijar
criterios subjetivos de evaluación como si se tratara de realidades
objetivas incontrovertibles".

7. Por su parte, el peticionario apeló la decisión de tutela mediante


escrito del 21 de octubre de 1993 y, posteriormente, complementó por
escrito del 3 de noviembre del mimos año la sustentación de su
impugnación. Considera que la vía de hecho no se configura
únicamente por la "indebida aplicación de la corrección monetaria, sino
por la omisión de la limitación temporal del perjuicio", factores que no
se refieren a un problema de "mera divergencia sobre la aplicación de
la ley o de controversia sobre la adecuada o inadecuada apreciación
de la prueba", pero que sí involucran "el desconocimiento objetivo y
contrario a derecho ... de la realidad discutida en el proceso, por fuera
del imperio de la ley y, con él, de la propia Constitución".

"Demostrado, como está, que las actuaciones judiciales


sub-judice son fehacientemente ilegales y arbitrarias - no en
su forma, pero si en su contenido -, no sólo en el punto
relativo a la corrección monetaria advertida por el juez de
tutela, sino también, en el relacionado con la inocultable
limitación temporal que se imponía respecto de la
liquidación del lucro cesante a partir del momento de
utilización de la famosa planta asfáltica (para no referirnos a
la dación en pago atrás comentada), el alcance de la tutela
concedida debe ampliarse, para evitar que por la vía de la
extensión en el tiempo de un perjuicio que no existió, se
vulneren los derechos fundamentales invocados por mi
representada."

8. La Corte Suprema de Justicia - Sala de Casación Civil -, mediante


sentencia de noviembre 29 de 1993, confirmó el fallo que concedió
parcialmente la tutela solicitada. Pese a no compartir de ninguna
manera las apreciaciones del fallador de tutela en primera instancia,
mantuvo la decisión impugnada con fundamento en la prohibición de
hacer más gravosa la situación al apelante único "ahora de rango
constitucional", por lo que sólo podía proveerse "respecto de aquéllo
que al accionante de tutela, único impugnante, no se le concedió".

8.1 En relación con la impugnación presentada por la sociedad


INMOBILIARIA CONFIANZA S.A., el fallador de segunda instancia
determinó que ésta carecía de legitimación para intervenir como
coadyuvante, dado que era imposible la coadyuvancia en el presente
asunto por "no existir sujeto a quien ayudar" al no haber impugnado el
fallo de primera instancia la Sala de Decisión contra la que se interpuso
la tutela.

8.2 La Sala de Casación compartió lo expuesto por el juez de primera


instancia en el sentido de que las pretensiones del peticionario se
referían incuestionablemente a lo que fue objeto del juicio del fallador,
no pudiendo el juez de tutela - so pena de vulnerar la autonomía e
independencia judicial y el principio constitucional según el cual los
jueces en sus providencias sólo están sujetos al imperio de la ley -
indicar al juez de conocimiento cómo debe estimar el caudal probatorio
y hasta dónde debe llegar en la decisión.

A juicio del fallador de segunda instancia, las providencias judiciales


arbitrarias o constitutivas de vías de hecho, lo son "cuando se
pronuncian sin motivo legal, sin valoración probatoria y sin dar
oportunidad a la revisión por el ad-quem u otro órgano judicial, no
obstante encontrarse previstas en la ley". Al contrario, no ostentan esa
calidad cuando "hubo oportunidad de disentir, de aportar pruebas y de
contradecir las del contrario y, en fin, se observaron las formas
esenciales del procedimiento". Refiriéndose en concreto al auto del 16
de marzo de 1993, estimó que "indudablemente tiene un motivo o
causa objetiva, como que se funda en textos legales, y que tiene un
soporte probatorio", sin que pudiera, en consecuencia, afirmarse que
era el resultado de la mera voluntad del órgano colegiado. Concluye,
por último, con la siguiente afirmación:

"Cuando se han observado las formas legales del


procedimiento, no es atinado acusar de arbitrariedad y de
vías de hecho".

9. En escrito presentado a la Corte Constitucional el 16 de marzo de


1994, el apoderado de la sociedad accionante solicita que, con
ocasión del trámite de revisión de los fallos de tutela, se reforme y
adicione la decisión de primera instancia en el sentido de concederla y
ordenar la reliquidación de los perjuicios tomando, con exclusión de la
corrección monetaria, los otros factores planteados en el ejercicio de la
acción, en particular el relativo a la limitación temporal de los perjuicios
moratorios derivada de la utilización de la planta desde 1981. Por otra
parte, discrepa el peticionario del criterio puramente formal de la vía de
hecho expuesto por el fallador de segunda instancia y, por el contrario,
considera que la calificación de una actuación de la autoridad (el juez,
en este caso) como vía de hecho depende también de su
fundamentación objetiva y razonable, o sea, de su contenido, como
bien lo ha expuesto la Corte Constitucional en reiteradas sentencias.

10. La anterior decisión fue seleccionada para revisión y correspondió


a esta Sala su conocimiento.

FUNDAMENTOS JURIDICOS

La sentencia objeto de revisión

1. Si bien la Corte Suprema de Justicia confirmó el fallo del 14 de


Octubre de 1993, proferido por una Sala de Decisión Civil del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá, que a su turno
había concedido parcialmente la acción de tutela impetrada, lo hizo
solamente para no tornar más gravosa la situación de la apelante única
(Seguros Alfa SA). A su juicio, la tutela es improcedente, y de ahí que
rechace la impugnación de la sentencia del Tribunal, formulada por la
actora respecto de las restantes pretensiones no acogidas en su
providencia.

2. La Corte Suprema de Justicia no considera que los autos materia de


la acción de tutela constituyan una vía de hecho. En su sentir "los
autos calificados como arbitrarios o constitutivos de vías de hecho, lo
son ciertamente cuando se pronuncian sin motivo legal, sin valoración
probatoria y sin dar oportunidad de revisión por un ad-quem u otro
órgano superior, no obstante encontrarse prevista en la ley, pero
cuando hubo oportunidad de disentir, de aportar pruebas y de
contradecir las del contrario, y, en fin, se observaron las formas
esenciales del procedimiento, no puede decirse que la decisión sea
una vía de hecho porque quizá erró en la valoración probatoria y no se
comparte lo resuelto". Estima la Corte que "dar cabida a que frente a
una situación de disentimiento con lo resuelto, el juez de tutela, con
carácter definitivo, le indique al juez del conocimiento cómo debe
estimar el caudal probatorio y hasta dónde debe llegar en la decisión,
es ni más ni menos que invadir el campo exclusivo que la Constitución
le reserva al fallador". Concluye ésa alta Corporación: "la única
excepción en éste ámbito, según la doctrina constitucional, es cuanto
el proveído se constituye en vía de hecho, lo que no puede predicarse
cuando tiene motivo legal, así sea equivocado, cuando ha sido
regularmente expedido y se apoya en pruebas, así éstas puedan
estimarse como no valoradas del modo debido".

3. El principio de independencia judicial (CP arts. 228 y 230), no


autoriza a que un juez ajeno al proceso, cuya intervención no se
contempla en la norma que establece el procedimiento y los recursos,
pueda revisar los autos y providencias que profiera el juez del
conocimiento. La valoración de las pruebas y la aplicación del derecho,
son extremos que se libran al Juez competente y a las instancias
judiciales superiores llamadas a decidir los recursos que, de
conformidad con la ley, puedan interponerse contra sus autos y demás
providencias. Tanto el juez de instancia como sus superiores, cada uno
dentro de la órbita de sus competencias, son autónomos e
independientes, y adoptan sus decisiones sometidos únicamente "al
imperio de la ley" (CP art. 230). Las injerencias contra las cuales
reacciona el principio de independencia judicial, no se reducen a las
que pueden provenir de otras ramas del poder público o que emanen
de sujetos particulares; también pertenecen a ellas las surgidas dentro
de la misma jurisdicción o de otras, y que no respeten la autonomía
que ha de predicarse de todo juez de la República, pues en su
adhesión directa y no mediatizada al derecho se cifra la imparcial y
correcta administración de justicia. La Corte Suprema de Justicia, al
apelar al principio de independencia judicial para prevenir
intromisiones, no autorizadas por la ley, de unos jueces en las
actuaciones judiciales realizadas por otros, acierta, como quiera que
sin él la tramitación y decisión de los asuntos confiados a la rama
judicial carecerían de seguridad, orden y autonomía, indispensables
para lograr los fines propios de la jurisdicción.

4. La Corte Suprema de Justicia admite que, excepcionalmente, el juez


de tutela pueda pronunciarse sobre la decisión judicial proferida por el
juez del conocimiento "sin motivo legal, sin valoración probatoria y sin
dar oportunidad a la revisión por un ad-quem u otro órgano superior,
no obstante encontrarse ella prevista en la ley". Con la reserva que
posteriormente se formulará, la Corte Constitucional prohija
plenamente este aserto, por las razones que a continuación se
exponen.

4.1 El acto judicial es la concreción de voluntad del órgano judicial que


traduce el ejercicio de la competencia atribuida por la ley, de modo que
si se dicta vulnerándola, deviene nulo y así podrá ser declarado como
consecuencia de la impetración de los respectivos recursos.

La vía de hecho predicable de una determinada acción u omisión de un


juez, no obstante poder ser impugnada como nulidad absoluta, es una
suerte de vicio más radical aún en cuanto que el titular del órgano se
desliga por entero del imperio de la ley. Si la jurisdicción y la
consiguiente atribución de poder a los diferentes jueces, se hace con
miras a la aplicación del derecho a las situaciones concretas y a través
de los cauces que la ley determina, una modalidad de ejercicio de esta
potestad que discurra ostensiblemente al margen de la ley, de los
hechos que resulten probados o con abierta preterición de los trámites
y procedimientos establecidos, no podrá imputarse al órgano ni sus
resultados tomarse como vinculantes, habida cuenta de la
"malversación" de la competencia y de la manifiesta actuación ultra o
extra vires de su titular.

Si este comportamiento - abultadamente deformado respecto del


postulado en la norma - se traduce en la utilización de un poder
concedido al juez por el ordenamiento para un fin no previsto en la
disposición (defecto sustantivo), o en el ejercicio de la atribución por un
órgano que no es su titular (defecto orgánico), o en la aplicación del
derecho sin contar con el apoyo de los hechos determinantes del
supuesto legal (defecto fáctico), o en la actuación por fuera del
procedimiento establecido (defecto procedimental), esta sustancial
carencia de poder o de desviación del otorgado por la ley, como
reveladores de una manifiesta desconexión entre la voluntad del
ordenamiento y la del funcionario judicial, aparejará su descalificación
como acto judicial.

4.2 El acto judicial que en grado absoluto exhiba alguno de los


defectos mencionados, atenta contra la pax publica y por fuerza se
convierte en socialmente recusable. El juez que lo expidió,
desconociendo los presupuestos objetivos y teleológicos del
ordenamiento, pierde legitimación - en cierto sentido, se "desapodera"
en virtud de su propia voluntad - y no puede pretender que la potestad
judicial brinde amparo a su actuación o le sirva de cobertura. El
principio de independencia judicial no se agota en vedar injerencias
extrañas a la función judicial, de manera que ella se pueda
desempeñar con autonomía, objetividad e imparcialidad; alude,
también, a la necesaria relación de obediencia que en todo momento
debe observar el juez frente al ordenamiento jurídico, el cual
constituye, como lo expresa la Constitución, la fuente de sus poderes y
su única servidumbre.

El Juez que incurra en una vía de hecho, no puede esperar que al


socaire de la independencia judicial, sus actos u omisiones,
permanezcan incólumes. En este evento en el que se rompe de
manera incontestable el hilo de la juridicidad, los jueces de tutela están
excepcionalmente llamados a restaurar esa fidelidad a la ley de la que
ningún juez puede liberarse sin abjurar de su misión. Solo en este
caso, que por lo tanto exige la mayor ponderación y la aplicación de los
criterios de procedencia más estrictos, es dable que un juez examine la
acción u omisión de otro.

4.3 La vinculación que los órganos del Estado deben al derecho,


obliga a desestimar y proscribir las acciones judiciales que se logren
identificar como vías de hecho. El Estado de derecho deja de existir si
un órgano del Estado pretende y puede situarse por encima del
derecho establecido. Si bien la tarea del juez no se limita a una simple
aplicación de la ley - tiene que interpretarla, suplir sus vacíos, derivar y
actualizar los principios jurídicos -, su competencia sólo le permite
obrar dentro del marco del derecho, y no puede sustituirlo
arbitrariamente por sus propias concepciones. La igualdad en la
aplicación de la ley está íntimamente ligada a la seguridad jurídica que
descansa en la existencia de un ordenamiento universal y objetivo, que
con idéntica intensidad obliga a todos, autoridades y ciudadanos.

4.4 La acción de tutela contra las vías de hecho judiciales - cuando


ella sea procedente ante la ausencia de otro medio de defensa judicial
o como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable -,
en primer término, se endereza a garantizar el respeto al debido
proceso (CP art. 29) y el derecho de acceso a la justicia (CP art 229).
Gracias a estos dos derechos medulares toda persona puede acudir
ante un juez con miras a obtener una resolución motivada ajustada a
derecho y dictada de conformidad con el procedimiento y las garantías
constitucionales previstos en la Constitución y en la ley. Se articula a
través de las normas citadas un derecho público subjetivo a la
jurisdicción o tutela judicial, que no consiste propiamente en satisfacer
la pretensión que se contiene en la demanda o en su contestación sino
a que se abra un proceso y a que la sentencia se dicte con estricta
sujeción a la ley y a las garantías procedimentales. En este orden de
ideas, la vía de hecho judicial, en la forma y en el fondo, equivale a la
más patente violación del derecho a la jurisdicción. Por ello la hipótesis
más normal es la de que través de los diferentes recursos que
contemplan las leyes procedimentales, se pueda impugnar cualquier
acción u omisión judicial que configure una vía de hecho, en cuyo
caso, aunque no se descarte siempre la procedibilidad de la tutela, su
campo de acción - dada su naturaleza subsidiaria - será muy
restringido.

De acuerdo con lo expuesto, la posibilidad de que la vía de hecho


judicial, pueda vulnerar un derecho fundamental - como lo es el
derecho a la jurisdicción -, constituye una razón suficiente para darle
curso a la acción de tutela.

5. Si bien la Corte Suprema de Justicia admite la existencia de un


control constitucional de la vía de hecho judicial, lo circunscribe al
simple control o constatación externa y formal que se endereza a
verificar (1) si el acto judicial cuestionado se dictó sin motivo legal - sin
importar cuál haya sido -, (2) si no existió valoración probatoria - sin
interesar si el presupuesto fáctico tomado en consideración se haya
dado o no en la realidad -, y si (3) se pretermitió una instancia
necesaria prevista en la ley. Concluye la Corte Suprema de Justicia:
"Cuando se han observado las formas legales del procedimiento, no es
atinado acusar de arbitrariedad y de vías de hecho".
La tesis de la Corte Suprema de Justicia tendrá asidero si el control
formal que propone asegura la protección de los valores, principios y
derechos, cuyo quebranto ha conducido a estigmatizar como
antijurídica la vía de hecho judicial.

5.1 La sujeción al imperio de la ley por los jueces (CP art. 230), si se
entiende que puede ser a cualquier ley, así sea la menos pertinente
para resolver el asunto bajo su consideración, daría lugar a la creación
de un poder personal, que es justamente lo que combate dicho
principio. Los jueces, en estas condiciones, no podrían pretender
actuar "en nombre de la ley", con lo cual como autoridades quedarían
desposeídas de legitimidad y para sus decisiones no podrían exigir
obediencia. La prohibición a la vía de hecho - no es necesario
recordarlo - se propone erradicar dentro del Estado el poder personal.
Así lo sostuvo la Corte Constitucional en decisión anterior cuando
afirmó:

"Una actuación de la autoridad pública se torna en una vía


de hecho susceptible del control constitucional de la acción
de tutela cuando la conducta del agente carece de
fundamento objetivo, obedece a su sola voluntad o capricho
y tiene como consecuencia la vulneración de los derechos
fundamentales de la persona.

"Carece de fundamento objetivo la actuación


manifiestamente contraria a la Constitución y a la Ley. La
legitimidad de las decisiones estatales depende de su
fundamentación objetiva y razonable. El principio de
legalidad rige el ejercicio de las funciones públicas (CP art.
121), es condición de existencia de los empleos públicos
(CP art. 122) y su desconocimiento genera la
responsabilidad de los servidores públicos (CP arts. 6, 90).
Una decisión de la autoridad no es constitucional solamente
por el hecho de adoptarse en ejercicio de las funciones del
cargo. Ella debe respetar la igualdad de todos ante la ley
(CP art. 13), principio que le imprime a la actuación estatal
su carácter razonable. Se trata de un verdadero límite
sustancial a la discrecionalidad de los servidores públicos,
quienes, en el desempeño de sus funciones, no pueden
interpretar y aplicar arbitrariamente las normas, so pena de
abandonar el ámbito del derecho y pasar a patrocinar simple
y llanamente actuaciones de hecho contrarias al Estado de
Derecho que les da su legitimidad." (Sentencia T-079 de
1993 M.P. Dr. EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ)

5.2 El control formal de la vía de hecho, puede significar la


intangibilidad de defectos absolutos sustantivos, orgánicos, fácticos y
procedimentales de los actos judiciales, que adopten un aparente
revestimiento legal y fáctico, pese a que prima facie se pueda
observar la patente violación del derecho, de los procedimientos o la
invidencia judicial respecto de los hechos determinantes. Aquí la
independencia y la autonomía judicial, no sirven al propósito de una
administración de justicia imparcial y ligada sólo al derecho, sino a la
configuración de un órgano soberano: el de los jueces que se apropian
de la forma y gobiernan el contenido a su antojo situándose así mismo
por fuera y sobre el derecho. La exclusión de la vía de hecho procura
mantener la vigencia del Estado de derecho, que no es posible si un
órgano suyo se torna soberano.

El control puramente formal de la vía de hecho, arriesga casi siempre


dejar intacta la afrenta sustancial al derecho de la que el acto judicial
viciado es portador. La paz social alterada, con la desviación de poder
del juez, si el estigma permanece enraizado, no podrá corregirse. Así
como el Estado de derecho está lejano de adquirir plenitud con la mera
vigencia formal y no material de sus normas, lo mismo la paz social
incorpora una exigencia inapelable de realidad que impugna
constantemente la apariencia. La institucionalización de la vía de
hecho como mecanismo de control se orienta a restablecer la paz
social turbada con el acto judicial que, por violentar ostensiblemente el
derecho sustancial y procedimental, es mirado, mientras se mantenga,
como emanación de una voluntad arbitraria. El control sólo formal de la
vía de hecho, hace que la arbitrariedad subsista, si ésta ha decidido
tomar prestadas las formas externas del acto válido y alojarse bajo un
manto de apariencia.

"No es la apariencia de una decisión, sino su contenido, lo


que amerita la intangibilidad constitucionalmente conferida
a la autonomía funcional del juez. Hay que distinguir entre
providencias judiciales y las vías de hecho. Las primeras
son invulnerables a la acción de tutela en cuanto
corresponden al ejercicio autónomo de la decisión judicial y
respecto de las cuales existen, dentro del respectivo
proceso, los medios de defensa judiciales establecidos por
el ordenamiento jurídico. Las segundas son apariencias de
providencias judiciales que vulneran los derechos básicos
de las personas. De suerte que la violación de la
Constitución Política por parte de la autoridad judicial
puede ser atacada mediante la acción de tutela, siempre y
cuando se cumplan los presupuestos contemplados en el
artículo 86 de la Carta y no exista otro medio de defensa
judicial para la adecuada protección del derecho
fundamental lesionado." (Sentencia T-368 de 1993. M.P. Dr.
VLADIMIRO NARANJO MESA)

5.3 Sin duda alguna, la sujeción más intensa de los órganos del
Estado está referida al cumplimiento de la Constitución, sus principios
y valores. La vía de hecho, inicialmente se presenta como un
quebrantamiento del derecho fundamental a la jurisdicción, en cuanto
la arbitrariedad judicial a la par que es una contradicción en los
términos respecto de la función judicial, anula de plano las expectativas
que toda persona puede legítimamente abrigar sobre su actuación.
Pero la vía de hecho no se limita a defraudar el sentimiento de justicia
de la colectividad. Se concreta, ante todo, como violación de un
derecho fundamental. De ahí que si se reúnen los requisitos de
procedibilidad, la acción de tutela se erija en medio apto para proteger
el derecho conculcado o amenazado. Ello no sería posible si se
admitiese únicamente el control formal de la vía de hecho. El principio
de efectividad de los derechos fundamentales (CP art. 2) y de
prevalencia del derecho sustancial (CP art. 228), se pondrían en
entredicho si la forma del acto arbitrario sirviese para inmunizar su
contenido antijurídico contra todo intento para deponerlo y restablecer
el primado del derecho. De este modo, la arbitrariedad que logre
hacerse a un título formal, se impondría a la Constitución y a los
derechos fundamentales, en cuya defensa estriba la tarea y la misión
confiada a los jueces.

"No existe título jurídico alguno que permita que las


autoridades públicas vulneren o toleren la lesión de ningún
derecho inherente a la persona humana, por tres razones
contundentes, a la luz de la filosofía del derecho: primero,
porque son los derechos fundamentales necesarios a la
personalidad del hombre ... Segundo, porque constituye
fundamento de legitimidad del ordenamiento jurídico de una
Nación, que debe estar en consonancia con la razón común
universal, que al reconocer la dignidad intrínseca de la
naturaleza humana, promueve tanto su protección
inmediata como los mecanismos legales y procedimentales
que garanticen su eficacia incondicional. Y tercero, porque
la voluntad general exige como inalienables los derechos
fundamentales y toda razón jurídica, política, socio-
económica o administrativa que los desconozca, es
irrelevante por ser derechos de substancialidad primaria,
ante los cuales todos los demás son o manifestaciones
subsiguientes o derivaciones lógicas de su contenido"
(Sentencia T-198 de 1993 M.P. Dr. VLADIMIRO NARANJO
MESA)

5.4 La prevalencia del derecho sustancial (CP art. 228), como criterio
de interpretación es inmanente al estado social de derecho. En este
sentido, el control meramente formal de la vía de hecho, no refleja esta
profunda necesidad de eficacia que el ordenamiento en su conjunto
reclama, y con mayor énfasis de sus mecanismos depuradores. El
control de la vía de hecho es un instrumento para enfrentar y someter a
la arbitrariedad judicial. Es evidente que la morfología y la naturaleza
de la técnica de control, si lo que se pretende es su eficacia - lo que
debe darse por descontado - debe ser correlativa y proporcional, por lo
menos, a las características del fenómeno que se desea contrarrestar.
Si la arbitrariedad judicial puede ser formal y material, su control sólo
formal, no sólo es recortado sino que en sí mismo anticipa una grave
impunidad, generando, por contera un oprobioso privilegio consistente
en poder violar el ordenamiento jurídico sin consecuencias y
reclamando para esa mácula la intangibilidad que sólo se prodiga a la
auténtica aplicación e interpretación del derecho.

La insistencia en un control puramente formal de la vía de hecho,


parece ignorar las múltiples causas que se encuentran en el origen
mismo de la arbitrariedad judicial y cuyo desconocimiento sólo
contribuye a perpetuarlas, desacreditando el derecho y desvirtuando a
la justicia: La notoria falsedad en la apreciación de los hechos; la
manifiesta ruptura de la igualdad; la mayúscula desproporcionalidad e
irracionalidad en la aplicación del derecho y en la estimación de los
hechos determinantes que corresponden al supuesto tenido en cuenta
en las normas; la burda desviación de poder del juez que sacrifica
irrazonablemente los principios jurídicos constitucionales y legales que
marcan los derroteros y fines del derecho en los distintos campos; la
vulneración de los derechos fundamentales de las personas
reconocidos en la Constitución; la iniquidad manifiesta; la mala fe etc.
Sobre este particular, la Corte ha anotado lo siguiente:

"La conducta del juez debe ser de tal gravedad e ilicitud que
estructuralmente pueda calificarse como una "vía de
hecho", lo que ocurre cuando el funcionario decide, o actúa
con absoluta falta de competencia o de un modo
completamente arbitrario e irregular que comporta, según la
jurisprudencia del H. Consejo de Estado, una agresión
grosera y brutal al ordenamiento jurídico, hasta el punto de
que, como lo anota Jean Rivero, "su actuación no aparece
más como el ejercicio irregular de una de sus atribuciones,
si no como un puro hecho material, desprovisto de toda
justificación jurídica", con lo cual, la actividad del juez o
funcionario respectivo, pierde legitimidad y sus actos,
según el mismo Rivero, se han "desnaturalizado"
(Sentencia T-442 de 1993. M.P. Dr. ANTONIO BARRERA
CARBONELL)

Obsérvese que los defectos calificados como vía de hecho son


aquellos que tienen una dimensión superlativa y que, en esa misma
medida, agravian el ordenamiento jurídico. Los errores ordinarios, aún
graves, de los jueces in iudicando o in procedendo, no franquean las
puertas de este tipo de control que, por lo visto, se reserva para los
que en grado absoluto y protuberante se apartan de los dictados del
derecho y de sus principios y que, por lo tanto, en la forma o en su
contenido traslucen un comportamiento arbitrario y puramente
voluntarista por parte del juez que los profiere.
La tesis del control formal de la vía de hecho es claramente restrictiva,
tal vez porque se teme que de otro modo se podría presentar un
desbordamiento en el uso de este instrumento de control, en
detrimento de los restantes recursos y de la intangibilidad de los actos
judiciales. En verdad, el ejercicio de la acción de tutela con este
propósito, es eminentemente excepcional - y así se mantendrá por la
Corte Constitucional -, pues se circunscribe a develar la
arbitrariedad judicial que pueda derivarse de defectos judiciales
de carácter absoluto. Por este aspecto, parece infundado el temor,
salvo que se abuse de esta vía procesal, en modo alguno diseñada
para sustituir los medios normales de impugnación contemplados en
las normas procedimentales y al alcance de las partes. A este
respecto, cabe citar la doctrina reiterada de esta Corporación:

"Luego no es propio de la acción de tutela el sentido de


medio o procedimiento llamado a reemplazar los procesos
ordinarios o especiales, ni el de ordenamiento sustitutivo
en cuanto a la fijación de los diversos ámbitos de
competencia de los jueces, ni el de instancia adicional a las
existentes, ya que el propósito específico de su
consagración, expresamente definido en el artículo 86 de la
Carta, no es otro que el de brindar a la persona protección
efectiva, actual y supletoria en orden a la garantía de sus
derechos constitucionales fundamentales. (...)

"Así, pues, la tutela no puede converger con vías judiciales


diversas por cuanto no es un mecanismo que sea factible
de elegir según la discrecionalidad del interesado, para
esquivar el que de modo específico ha regulado la ley; no
se da la concurrencia entre éste y la acción de tutela porque
siempre prevalece -con la excepción dicha- la acción
ordinaria." (Sentencia C-543 de 1992. M.P. Dr. JOSE
GREGORIO HERNANDEZ GALINDO)

Lo que sí no es congruente con la interdicción a la arbitrariedad, que


justifica este instrumento de control, es reducir y debilitar su
envergadura - hasta trivializarla - limitando su alcance a los aspectos
formales bajo el efecto del referido temor cuando, por el contrario,
debería ser esculpido teniendo presente que su función es luchar
contra aquélla y sojuzgarla. El primer procedimiento sacraliza la
arbitrariedad porque la hace inalcanzable. Y es que si no se desestima
la forma en la que con facilidad se ampara la arbitrariedad, el único
designio que será eficaz y se consumará será éste. A este respecto, la
Corte Constitucional claramente ha sostenido:

"Las actuaciones judiciales cuya ostensible desviación del


ordenamiento jurídico las convierte - pese a su forma - en
verdaderas vías de hecho, no merecen la denominación ni
tienen el carácter de providencias para los efectos de
establecer la procedencia de la acción de tutela. No es el
ropaje o la apariencia de una decisión sino su contenido lo
que amerita la intangibilidad constitucionalmente conferida
a la autonomía funcional del juez. (...)

"De los párrafos transcritos aparece claro que la doctrina


de la Corte ha efectuado un análisis material y ha
establecido una diáfana distinción entre las providencias
judiciales -que son invulnerables a la acción de tutela en
cuanto corresponden al ejercicio autónomo de la función
judicial y respecto de las cuales existen, dentro del
respectivo proceso, los medios judiciales de defensa
establecidos por el ordenamiento jurídico- y las vías de
hecho por cuyo medio, bajo la forma de una providencia
judicial, quien debería administrar justicia quebranta en
realidad los principios que la inspiran y abusa de la
autonomía que la Carta Política reconoce a su función, para
vulnerar en cambio los derechos básicos de las personas.

"En ese orden de ideas, la violación flagrante y grosera de


la Constitución por parte del juez, aunque pretenda cubrirse
con el manto respetable de la resolución judicial, puede ser
atacada mediante la acción de tutela siempre y cuando se
cumplan los presupuestos contemplados en el artículo 86
de la Constitución y no exista otro medio al alcance del
afectado para la defensa de su derecho. (Sentencia T-173 de
1993 M.P. Dr. JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO)

Por las razones expuestas, la Corte Constitucional no comparte la tesis


de la Corte Suprema de Justicia. El control constitucional de la vía de
hecho judicial, no obstante ser definitivamente excepcional y de
procedencia limitada a los supuestos de defectos sustantivos,
orgánicos, fácticos o procedimentales, en que se incurra en grado
absoluto, es tanto de forma como de fondo, pues su referente es la
arbitrariedad que puede ser tanto formal como material. Este
pensamiento de la Corte Constitucional coincide integralmente con el
siguiente pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia, que
expresa con diafanidad y brillo lo que aquí se ha intentado precisar:

"(...) aun cuando la realidad es que el artículo 40 del decreto


2591 de 1991 fue declarado inexequible, ello no implica que
resulte improcedente cualquier acción de tutela principal - no
precautelativa - destinada a denunciar la falta de legitimidad
constitucional de un acto de autoridad pública que no
obstante revestir apenas en apariencia la forma externa
propia de las providencias judiciales y pese a así mismo a la
firmeza que puede haber adquirido, con arbitrariedad o
ilegalidad manifiestas, amenaza o lesiona en forma actual
inminente derechos fundamentales de las personas, puesto
que de darse estas condiciones indicativas de intensa
anormalidad en el obrar del Estado a través de los jueces,
dichas providencias se transforman en verdaderas vías de
hecho que por ser tales ( ... ) no merecen la denominación ni
tienen el carácter de providencia para los efectos de
establecer la acción de tutela (...)" (CORTE SUPREMA DE
JUSTICIA. Sentencia del 7 de octubre de 1993, MP Dr.
CARLOS ESTEBAN JARAMILLO SCHOLSS).

El examen de la cuestión de fondo.

La sentencia de la Corte Suprema de Justicia, al adoptar, como se ha


visto, una visión eminentemente formal de la vía de hecho, no entró a
determinar si la actuación judicial objeto de la acción de tutela exhibía
defectos absolutos que la transformaran en vía de hecho, de suyo
equivalentes a una denegación material de justicia. De otra parte, la
Corte Suprema de Justicia, pese a no compartir la sentencia del
Tribunal Superior del Distrito Judicial - Sala Civil -, en cuanto concedió
parcialmente la tutela solicitada, decidió confirmarla. Según esa alta
Corporación : "(...) el juez de la impugnación contra el fallo de tutela no
puede, mediante su decisión, hacer más gravosa la situación al único
apelante, garantía ésta que como se sabe es de rango constitucional,
de donde se sigue que tan sólo puede proveerse respecto de aquéllo
que a la accionante en tutela, única impugnante, no se le concedió, así
lo otorgado, repítese, carezca de fundamento a juicio de esta Sala".

La Corte Constitucional se aparta del último criterio sostenido por la


Corte Suprema de Justicia. La interdicción a la reformatio in peius
(CP art. 31, inc 2), se refiere a sentencias condenatorias. En cambio,
las sentencias de tutela se contraen, no a imponer una pena, sino a
proteger un derecho fundamental cuando quiera resulte violado por una
autoridad o un particular, en éste caso si de acuerdo con la ley la tutela
es procedente. Tanto los jueces de instancia como la Corte, en sede
de revisión, encargados de fijar el contenido y alcance de los derechos
fundamentales dentro del contexto fáctico que proyecta el acervo
probatorio, no podrían cumplir esa misión si estuvieran atados a lo
decidido por el a quo, que bien ha podido errar en la apreciación de
los hechos y, no menos importante, en la correcta definición del
derecho fundamental debatido y de su concreta aplicación a la realidad
procesal. A este respeto es ilustrativo citar la reiterada doctrina de esta
Corte:

" (...) tomando en consideración, de una parte, la filosofía


que inspira a la tutela de ser un mecanismo excepcional de
protección inmediata de los derechos fundamentales
tutelados por la Carta Política, de carácter subsidiario por
no ser alternativo de la acción ordinaria, y de otra, que el
juez de la tutela debe asegurar ante todo el principio de
legalidad suprema, que es la primacía de la Constitución
(arts. 1o., 2o., 40, 121 y 241 de la C.P.), considera esta Sala
que la figura de la reformatio in pejus no tiene operancia,
cuando el juzgador de segunda instancia revisa la decisión
del a quo ni cuando la correspondiente Sala de Revisión de
la Corte Constitucional efectúa la revisión ordenada por los
Arts. 86, inciso 2o., 241, numeral 9 de la C.N. y 33 del D.
2591. Sostener lo contrario conduciría a que so pretexto de
no hacerse más gravosa la situación del peticionario de la
tutela que obtuvo un pronunciamiento favorable en la
primera instancia, se pudiese violar la propia Constitución,
al conceder una tutela que, como sucede en el presente
caso, es a todas luces improcedente.

"En relación con la Corte Constitucional, mucho menos


puede predicarse la prohibición de la reformatio in pejus, no
sólo por las razones anotadas, sino además, porque ni la
Constitución ni la ley, a la cual defirió la Carta la
reglamentación de la figura de la revisión, establecen
límites al examen de las decisiones que se someten a su
análisis en desarrollo de la función que le atribuyeron los
artículos 86 y 241-9 del referido estatuto." (Sentencia ST-
138 de 1993 M.P. Dr. ANTONIO BARRERA CARBONELL)

"La aplicación del principio que prohibe hacer más gravosa


la situación del apelante único al plano constitucional de la
acción de tutela no es compatible con la función que
desempeñan los derechos fundamentales en la democracia.
El contenido y los alcances de los derechos fundamentales
no pueden quedar sujetos al albur del ejercicio de los
recursos legales contra las decisiones favorables o
desfavorables a los intereses de las partes. Este
tratamiento desvirtúa la dimensión institucional de los
derechos fundamentales. Si bien es indudable que los
derechos fundamentales constituyen verdaderos derechos
subjetivos en cabeza de sus titulares y, como tal,
conciernen primordialmente a éstos - hasta el grado de ser
aceptable pensar que la definición judicial de los mismos
debe depender de las pretensiones de las partes -, ello no
es óbice para soslayar su componente objetivo. Los
derechos fundamentales traducen el sistema objetivo de
valores que gobierna la relación entre los individuos y el
Estado o entre los propios particulares, por lo que su
contenido y sus alcances no deben ser variables
dependientes de la actividad procesal de las partes.

"La trascendental tarea encomendada a los jueces


constitucionales en los procesos de tutela persigue entre
otros objetivos, trazar los contornos y límites de los
derechos fundamentales de manera que la población en
general adquiera consciencia sobre su exacto contenido y
alcance. A la luz de la función que cumplen los jueces y
tribunales de segunda instancia en los procesos de tutela
(CP art. 86) como garantes de los derechos fundamentales,
la seguridad jurídica y la integridad de la Constitución, no
cabe circunscribir su competencia a los solos aspectos o
censuras puntuales formuladas por el apelante, máxime si
se tiene presente que las sentencias de tutela no pueden
asimilarse a las sentencias limitativas de la libertad
personal que profieren los jueces penales (CP art. 31)."
(Sentencia ST-596 de 1993 M.P. Dr. EDUARDO CIFUENTES
MUÑOZ)

Por otra parte, tampoco es admisible la tesis según la cual el


accionante de tutela era el único apelante de la sentencia de primera
instancia, ya que, a juicio de esta Corte, la sociedad INMOBILIARIA
CONFIANZA S.A., asignataria de parte de la hijuela de deudas dentro
del proceso sucesorio de FRANCISCO VEGA GRAZON, sí tenía
interés legítimo en las resultas del proceso de tutela, cuya defensa no
puede, so pena de exponerlo a la indefensión, hacerse depender de la
eventual impugnación de la autoridad pública o del particular
demandado, como se desprende de la interpretación que la Corte
Suprema de Justicia hace del artículo 13 del Decreto 2591 de 1991. En
consecuencia, la tesis de la improcedencia de la acción de tutela
contra las providencias judiciales que precisan la condená in genere a
favor de FRANCISCO VEGA GARZON, aducida por la INMOBILIARIA
CONFIANZA S.A., será analizada y decidida por la Sala en ejercicio de
la competencia de revisión de las sentencias de tutela, al desarrollar
los fundamentos siguientes.

Las consideraciones anteriores son suficientes para que esta Corte


asuma dentro de su función revisora el análisis de fondo de la
sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa fe de
Bogotá, sala Civil de Decisión.

6. El Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa fe de Bogotá, sala


Civil de Decisión, en su sentencia del 14 de Octubre de 1993, concedió
parcialmente la tutela solicitada por la sociedad "Seguros Alfa S.A",
"respecto del derecho fundamental del debido proceso y del principio
de igualdad ante la ley - arts. 29 y 13 C.P" y, en consecuencia, ordenó
la reliquidación del lucro cesante.

A juicio del Tribunal, el auto de 16 de marzo de 1993, complementado


en sendas providencias del 7 de septiembre, objeto de la acción de
tutela, no se ajustó a los planteamientos de la litis y desbordó la
pretensión, "con menoscabo del debido proceso". Observa el Tribunal
que el lucro cesante "pedido" se limitaba, según la petición del
demandante, al "valor del alquiler diario de una planta igual a la
amparada por la póliza", cuyo monto sería el que dictaminaran los
peritos. No obstante - anota el Tribunal -, el auto de liquidación
concedió un "lucro cesante no pedido", pues lo reajustó ya que al
cuantificar las sumas por concepto de los alquileres dejados de percibir
suministrados por los peritos, tomó la utilidad diaria estimada para
1993 ($210.484.37) y le dió efecto retroactivo hasta el 24 de Agosto de
1980 al multiplicarla por el número total de días entre esas dos fechas
(3.297 días).

La sentencia del Tribunal, en este aspecto, acoge una de las peticiones


colaterales formulada por la actora en la acción de tutela. En síntesis,
la demandante acusa a los autos de liquidación de la condena de
perjuicios, del vicio de incongruencia, toda vez que ni en la condena
abstracta (sentencia del juzgado décimo sexto civil del circuito)
aparece condena alguna por concepto de corrección monetaria, ni del
escrito de estimación de perjuicios del demandante se deduce como
que allí se determina el lucro cesante en la suma de $ 333.573.704.93.

7. El principio de congruencia se encuentra consagrado en el artículo


305 del C de P C, modificado por el DL 2282 de 1989, art. 1, en los
siguientes términos: "La sentencia deberá estar en consonancia con
los hechos y las pretensiones aducidos en la demanda y en las demás
oportunidades que este Código contempla, y con las excepciones que
aparezcan probadas y hubieren sido alegadas si así lo exige la ley. No
podrá condenarse al demandado por cantidad superior o por objeto
distinto al pretendido en la demanda, ni por causa diferente a la
invocada en ésta. Si lo pedido por el demandante excede de lo
probado, se le reconocerá solamente lo último. En la sentencia se
tendrá en cuenta cualquier hecho modificativo o extintivo del derecho
sustancial sobre el cual verse el litigio, ocurrido después de haberse
propuesto la demanda, siempre que aparezca probado y que haya sido
alegado por la parte interesada a más tardar en su alegato de
conclusión, y cuando éste no proceda, antes de que entre el
expediente al Despacho para sentencia, o que la ley permita
considerarlo de oficio".

A tenor de este nuclear principio del derecho procesal civil, el juez, en


su sentencia, no puede reconocer lo que no se le ha pedido (extra
petita) ni más de lo pedido (ultra petita). Lo demás, significa
desbordar, positiva o negativamente, los límites de su potestad. De
otra parte, el derecho fundamental de acceso a la justicia no se
satisface si el juez deja de pronunciarse sobre el asunto sometido a su
decisión, quedando éste imprejuzgado. La importancia de que el fallo
sea congruente con las pretensiones y las excepciones propuestas o
las que hayan debido reconocerse de oficio, ha llevado al Legislador a
contemplar el vicio de inconsonancia entre las causales de casación (D
2282 de 1989, art 1o, num 183).
En el plano constitucional y, específicamente, en el marco de la acción
de tutela, el vicio de incongruencia atribuible a determinada acción u
omisión judicial no puede suscitarse con la extensión que le es propia
en la legislación civil, y que en esa misma medida puede ser objeto de
impugnación ante la jurisdicción ordinaria . La incongruencia que es
capaz de tornar en simple de vía de hecho la acción del juez reflejada
en una providencia, es sólo aquella que subvierte completamente los
términos de referencia que sirvieron al desarrollo del proceso,
generando dicha alteración sustancial, dentro de la respectiva
jurisdicción, la quiebra irremediable del principio de contradicción y del
derecho de defensa. En efecto, el proceso debe conservarse, desde su
apertura hasta su culminación, abierto y participativo, de modo que se
asegure la existencia del debate y de la contradicción - que le son
consustanciales y que son el presupuesto de una sentencia justa -
sobre una base de lealtad y de pleno conocimiento de sus extremos
fundamentales. Es evidente que si la sentencia o providencia judicial
recae sobre materias no debatidas en el proceso, ausentes de la
relación jurídico-procesal trabada, la incongruencia, además de
sorprender a una de las partes, la coloca en situación de indefensión
que, de subsistir, pese a la interposición de los recursos, y con mayor
razón cuando éstos no caben o se han propuesto infructuosamente, se
traduce inexorablemente en la violación definitiva de su derecho de
defensa (CP art. 29).

Sólo si concurren estas condiciones podrá predicarse un radical


desajuste entre lo debatido y lo finalmente resuelto, con suficiente
entidad para hacer seguir de la falta de contradicción, la violación del
derecho de defensa de una de las partes en el proceso que pueda ser
ventilado a través de la acción de tutela. Si dentro del procedimiento
ordinario, atendidas las circunstancias del caso, la indefensión
producto del vicio de incongruencia, puede reconocerse e impugnarse,
la parte agraviada debe hacerlo; si no lo hace, no se configura el
estado de indefensión, pues mal puede alegarse esa circunstancia por
quien ha tenido los medios de defensa y se ha abstenido de utilizarlos.
Es bien sabido que si existen medios eficaces de defensa en la
legislación ordinaria, la acción de tutela es improcedente; tampoco
prospera normalmente, en este evento, como mecanismo transitorio,
ya que la existencia de recursos puede restarle la nota de
irremediabilidad al perjuicio. La acción de tutela, en suma, frente a vías
de hecho judiciales, se reduce a los casos en los cuales contra la
providencia en la que se haga patente la arbitrariedad o defecto
absoluto antes aludido, no exista medio ordinario de defensa o que
pese a estar consagrado y a ejercitarse con ese objeto, la situación
irregular se mantenga y, por ende, el quebrantamiento del derecho
fundamental subsista y los medios ordinarios de defensa se
encuentren ya agotados.

8. Para determinar si existe la incongruencia denunciada por el actor y,


además, en el grado de poder provocar una sustancial alteración del
debate procesal, procederá esta Corte a efectuar un juicio de
adecuación entre la parte dispositiva de los autos cuestionados y las
pretensiones y excepciones propuestas en el curso del proceso.

La sentencia del Juzgado décimo sexto civil del circuito de Santa Fe de


Bogotá, se limitó a proferir in abstracto la condena de perjuicios
contra la sociedad demandada, remitiendo al incidente de liquidación
concreta de perjuicios lo referente a su cuantificación. En punto al tema
controvertido, se dispuso: "Se condena a la misma demandada
SEGUROS ALFA SA., al pago de los perjuicios moratorios desde la
fecha en que estaba obligada a pagar el valor de la indemnización, 26
de Agosto, hasta cuando el pago se verifique o efectúe, regulación que
también se hará mediante el trámite previsto en el citado artículo 308
del C. de P. C.". La desvalorización monetaria es justamente un tipo de
perjuicio que se deriva del incumplimiento contractual y que la
sentencia no excluyó expresamente. Se reitera, la sentencia se
circunscribió a imponer a la demandada una condena genérica de
perjuicios, cuya liquidación y exacta cuantificación se libraba al
respectivo incidente.

En la demanda de FRANCISCO VEGA GARZON contra SEGUROS


ALFA SA, en el capítulo de PRETENSIONES se estiman los perjuicios
moratorios "desde la fecha en que estaba obligada a pagar el valor de
la indemnización, 26 de Agosto de 1980 hasta cuando el pago se
efectúe, los cuales estimo en $20.000.oo diarios, o, en la suma que se
demuestre en el curso del proceso". Posteriormente, en el escrito en el
que solicita la liquidación concreta de perjuicios, tras optar por la
indemnización de perjuicios causados con la mora del asegurador, en
los términos del artículo 1.080 del C. de Co, señala como lucro cesante
"el valor correspondiente al precio presente de alquiler diario de una
planta de asfalto igual a la amparada por la póliza materia del presente
proceso, desde el día en el cual se efectúe el pago del DAÑO
EMERGENTE o de la condena indicada en el numeral segundo de la
sentencia proferida por este juzgado con fecha diciembre 16 de 1982".
En ese mismo sentido, en el memorial de apelación elevado al Tribunal
contra el auto que realizó la liquidación concreta de perjuicios, la parte
demandante - así se lee en el auto impugnado del Tribunal -, se opone
a que los perjuicios moratorios se contabilicen hasta el día 20 de abril
de , fecha en la que FRANCISCO VEGA GARZON enajenó la planta
asfáltica a CONSTRUCA LTDA y, de otra parte, a la actualización de la
condena de la forma como lo hizo el juez de instancia. En su concepto,
los perjuicios moratorios debían liquidarse hasta el momento del pago
de la condena por daño emergente, y, en lugar del método de
actualización monetaria realizada, tomar el valor presente de la tarifa
diaria de alquiler - $ 593. 695.31 - y multiplicarlo por el número total de
días que abarcara la mora (once años, diez meses y once días).

Mediante auto del 16 de marzo de 1993, el Tribunal Superior del


Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá, Sala Civil, desató las
apelaciones interpuestas contra el auto del a quo. En dicha
providencia, más tarde corregida por el auto de septiembre 7 de 1993,
el Tribunal acogió la pretensión de la parte demandada. En
consecuencia, se modificó el numeral segundo del auto impugnado, en
los siguientes términos: "Se fija el valor de la condena impuesta en el
numeral 3 de la sentencia en la cantidad de mil doscientos diecisiete
millones doscientos cincuenta y siete mil pesos ($1.217.256.026.oo)".
Para arribar a este guarismo - posteriormente reducido a la cifra de $
693. 966. 984. 30, en el auto de aclaración del mismo Tribunal del 7 de
septiembre -, el Tribunal adoptó el método señalado por el demandante
consistente en multiplicar la tarifa diaria de alquiler en el año de 1993
(según el Tribunal equivalente a la suma de $369.201.10), por el
número de días de inutilización del equipo (3.297).

Sin perjuicio de lo que la Corte establecerá más adelante, se observa


que la parte dispositiva de los autos censurados, corresponde a las
pretensiones de la parte demandada. La cuantía de las pretensiones,
de otro lado, se fijó de manera relativamente abierta, al quedar
supeditada a "la suma que se demuestre en el curso del proceso". No
obstante que la Corte es consciente de que la mencionada fórmula de
precisión del valor de las pretensiones puede ser objeto de diversos
reparos doctrinarios, su apreciación es un asunto que, en atención al
principio de independencia judicial, corresponde al Juez, y, por tanto,
de ninguna manera puede ser objeto de revisión en sede de tutela. De
otro lado, la procedencia de la corrección monetaria referida a los
perjuicios moratorios - de oficio o a petición de parte -, así como los
métodos para su correcta estimación, carecen por sí mismos de
relevancia constitucional, y se enmarcan dentro del espacio de la libre
apreciación judicial tanto normativa como fáctica.

Por este aspecto, no estaban llamadas a prosperar las pretensiones


del actor de la tutela relacionadas bajo el numeral 7 de su demanda. La
ausencia de un desajuste sustancial entre lo debatido procesalmente y
lo resuelto por el juez, no permite predicar la incongruencia que, de
tener ese alcance, habría conducido a la configuración de una vía de
hecho. Para que la tutela contra una actuación judicial reputada como
vía de hecho pueda discernirse no es suficiente endilgarle a la
actuación judicial demandada errores y deficiencias en la apreciación
de los hechos o en la aplicación del derecho, pues aún existiendo no
por ello la providencia se constituye en vía de hecho. Se requiere,
como se ha expuesto, que la providencia adolezca de un defecto
absoluto - estimado, claro está, no de manera formal sino material - de
sustentación fáctica o jurídica que repercuta en la violación de un
derecho fundamental, amén de que se reúnan las condiciones
señaladas para su procedibilidad.

9. Prosiguiendo en el análisis de la sentencia del Tribunal que en


primera instancia conoció de la acción de tutela, se analizarán las
suplicas impetradas por la actora y la respuesta que ella merecieron al
a quo.

Según la actora los autos del Tribunal configuran una vía de hecho, por
las siguientes razones: (1) la indemnización moratoria se hizo derivar
de la utilidad dejada de percibir estimada por el valor del alquiler diario
de la planta de asfalto, establecido por los peritos, no obstante que no
se probó la existencia de ningún contrato de arrendamiento ni de
promesa de arrendamiento; (2) aún bajo este presupuesto hipotético, la
indemnización moratoria debía estructurarse sobre la base de
perjuicios ciertos y efectivamente sufridos por el acreedor del
contrato incumplido, lo que se echa de ver en el presente caso, si se
tiene presente que se encuentra probado que la planta se puso en
funcionamiento y ha sido utilizada desde 1981.

La sentencia de tutela proferida por el Tribunal Superior del Distrito


judicial de Santa Fe de Bogotá, Sala Civil, desestimó la pretensión de
tutela. A su juicio, se infringiría el principio de independencia judicial si
se entrase a revisar, por parte del juez de tutela, los aspectos de orden
jurídico o fáctico que motivaron la decisión del juez ordinario que dictó
los autos cuestionados.

La Corte, en principio, comparte con el Tribunal el respeto que se debe


otorgar al principio de independencia judicial, pero considera que ello
no es excusa para abstenerse de verificar si la actuación judicial
calificada por el demandante como vía de hecho, efectivamente lo es.
En este caso, la vinculación mayor con el ordenamiento jurídico, y el
designio de poner término a la arbitrariedad propio de un Estado de
Derecho, se torna más obligante que el de mantener a toda costa una
independencia que, de tener ese origen, habrá perdido ya toda
legitimidad.

10. El principio de congruencia analizado en otro aparte de esta


sentencia, no se reduce a la mera correspondencia de las pretensiones
y las excepciones con la sentencia. "El fundamento de la sentencia -
expone el jurista Hernando Morales M - es la totalidad del material
procesal, tal como se encuentra al llegar el expediente al despacho del
juez para recibir fallo". En este orden de ideas, es vieja y reiterada
doctrina de la Corte Suprema de Justicia de que "la sentencia para ser
congruente debe decir solo sobre los temas sometidos a composición
del juez y con el apoyo en los mismos hechos alegados como causa
petendi, pues si se funda en supuestos fácticos que no fueron
oportunamente invocados por las partes, lesionaría gravemente el
derecho de defensa del adversario, al sorprenderlos con hechos de los
que, por no haber sido alegados, no se le habría dado oportunidad
para contradecirlos" (Sentencia del 27 de Abril de 1978, citada por
Hernán Fabio López Blanco, Instituciones de Derecho Procesal Civil
Colombiano, tomo 1, pág 420).
En lo que respecta a los perjuicios moratorios, sobre cuya cuantía se
discute, es revelador para determinar su causa petendi vinculada al
incumplimiento del contrato, precisar el sentido que a la misma dió el
demandante en su demanda ordinaria : "( ...) los perjuicios moratorios
que estimo en este caso en la utilidad diaria de la planta de asfalto que
no se ha podido utilizar para el fin que le es propio por la ausencia de
esos instrumentos, desde la fecha en que la aseguradora debió pagar
la indemnización (...) hasta cuando se efectúe su pago". La sentencia
del juzgado 16 civil del circuito de Santa Fe de Bogotá, en su condena
abstracta involucró la indemnización de perjuicios moratorios, los
cuales debían sin embargo cuantificarse en el respectivo incidente con
base en las pruebas que llegaren a aportarse. En esa oportunidad, en
el escrito de liquidación de perjuicios, el demandante prefirió a los
intereses moratorios - que se establecerían a partir de la cifra del daño
emergente -, la indemnización de los perjuicios moratorios causados
con la mora del deudor. Consecuente con su planteamiento original, el
demandante precisó " la utilidad diaria de la planta de asfalto " - sobre
la cual se cimentaba la pretensión indemnizatoria por concepto de
mora en la demanda ordinaria -, en el "precio presente del alquiler
diario de una planta de asfalto igual a la amparada por la póliza ( ...)".

En el dictamen de los peritos, pieza central en la que se apoya la


cuantificación de los perjuicios, se señala que la planta fue utilizada a
partir de 1981. La demandante de tutela identifica los siguientes
pasajes del dictamen en los que se hace dicho reconocimiento:

"Nosotros los peritos nos desplazamos al sitio donde se encuentra


en funcionamiento la maquinaria o planta de asfalto, la cual se
halla..." (folio 175).

"Sin embargo, juzgando por lo que se pudo observar en cuanto al


estado en el cual se encuentra funcionando la máquina y de
acuerdo con la información que reposa en el proceso, según la
cual la máquina logró iniciar su funcionamiento en el año de
1981..." (folio 180).

"Ahora, con base en las entrevistas al personal encargado de la


operación del equipo, se puede afirmar que la planta ha estado en
funcionamiento desde 1981 hasta la fecha, según los comentarios
de los obreros y de los ingenieros encargados de la planta... Por lo
anteriormente expuesto y considerando que la planta ha estado
funcionando en nuestro territorio nacional por espacio de 9 años,
conceptuamos que por lo menos este tiempo ha sido su vida
económica útil en nuestro país" (folio 182)

"De acuerdo con lo expuesto anteriormente, con base en


consultas hechas por nosotros a expertos en materia de
depreciación, conceptuamos que, basados en una vida útil de la
planta de 9 años, que es el tiempo que lleva trabajando en
territorio nacional,..." (folio 221).

"...la operación tiene que estar siendo rentable, es decir, arrojando


una utilidad, pues como pudimos constatar personalmente la
existencia de la planta en referencia, presenciar su
funcionamiento, como..." (folio 223).

"...se observó que ha recibido el adecuado mantenimiento y para


soportar aún más la respuesta adjunto al presente informe
anexamos la planilla de producción diaria de la planta durante el
mes de noviembre de 1989, época para la cual los peritos
realizamos la visita a la planta, y en la que se puede apreciar o
calcular el volumen de producción y se adjunta como Anexo No. 1.
De igual manera en el Anexo No. 2 se observa que la planta se ha
mantenido en permanente uso en diferentes contratos con el
Estado" (folio 229).

Sobre este particular, el Tribunal que dictó el auto objeto de la acción


de tutela, manifestó en su providencia :

" (...) Los expertos para nada se refirieron a la utilización de la planta


de asfalto fuera del país; simplemente afirman que ha funcionado
desde 1981 y continúa funcionando. Nada expresan sobre el
funcionamiento en los Estados Unidos (...) " ( pág 20 ).

Para establecer si la liquidación de perjuicios moratorios llevada a cabo


por el Tribunal al decidir el recurso de apelación interpuesto contra el
auto del juzgado, adolece de un defecto de sustentación fáctica o
jurídica absoluta, se debe partir, en consecuencia, de un hecho
incontrovertible, que en el proceso tiene el carácter de hecho
determinante: la inmovilización de la maquinaria, la que se prolongó
hasta 1981; desde esa fecha, aquélla logró iniciar su funcionamiento.
Existen, pues, dos períodos. El primero se inicia el 26 de agosto de
1980 y concluye en el año de 1981 en el momento en que la máquina
"logró iniciar su funcionamiento", fecha ésta última en la que se da
comienzo al segundo período.

11. La condena de perjuicios moratorios, referida al primer período, no


cuenta con el apoyo probatorio de un contrato de arrendamiento o
promesa de contrato celebrados por el asegurado y que, como
consecuencia del incumplimiento del asegurador, hubieren quedado
cercenados y cegadas, por ende, esas fuentes de lucro.

Si bien el daño que da lugar a indemnización, según la doctrina y la


jurisprudencia nacionales, es únicamente el que tiene la característica
de certeza, y no el meramente eventual o hipotético, el Tribunal
consideró que "(...) puede ocurrir que el que sufre el daño no ha
planificado el empleo de su capacidad productiva, pero en este caso se
parte del presupuesto genérico de la aptitud para llevar a cabo una
actividad remunerada acomodándola a sus propias condiciones, caso
en el cual esto es suficiente para que sea resarcible el daño, porque
hay una certidumbre humana que una utilidad se producirá".

No cabe, a juicio de la Corte, tachar de arbitrario el criterio adoptado


por el Tribunal y, así no se comulgue con él, en todo caso no excede el
margen amplio de interpretación de la ley y de los hechos que el
ordenamiento le concede. El juzgador implícitamente ha efectuado una
distinción, que la doctrina no desconoce, entre el daño meramente
hipotético o eventual - que por entrañar una posibilidad remota de
realización no es indemnizable - y el daño virtual que es aquél que en
un contexto normal seguramente acontecería. En realidad, la hipótesis
de arrendar una maquinaria asfáltica, se encuentra dentro del rango de
lo posible y no de lo puramente conjetural.

12. La extensión de la condena por perjuicios moratorios al segundo


período, en el cual la maquinaria se encontraba en uso, carece de todo
sustento fáctico y jurídico y, por lo tanto, las providencias judiciales del
Tribunal, en este aspecto, constituyen una vía de hecho.

El dictamen pericial precisa, como se ha visto, que "la máquina logró


iniciar su funcionamiento en el año de 1981". El mismo Tribunal no
ignora que los peritos "afirman que ha funcionado desde 1981 y que
continúa funcionando". Es indisputable que si la razón de ser del
perjuicio, como lo señaló el demandante, al solicitar la peritación,
consistía en que "la planta de asfalto no se ha podido utilizar para el fin
que le es propio por la ausencia de esos instrumentos desde la fecha
en que la aseguradora debió pagar esos instrumentos (...)", una vez
colocados en ella - así fuera, como debe presumirse, por obra del
mismo asegurado y a su costa -, dicho perjuicio desde este momento
en adelante cesó, máxime si se tiene presente que lo peritos reiteran
que la planta por espacio de nueve años se ha mantenido en
permanente uso.

Luego de que el bien deja de estar inmovilizado, el lucro cesante que al


damnificado se le causaba, automáticamente llega a su fin. Lo que a
partir de este momento debe pagarse al asegurado que con sus
propios fondos ha reparado el equipo asegurado, es la suma que por
concepto de interés deba aplicarse a la inversión efectuada. En este
sentido, se pronuncia la doctrina nacional más autorizada:

"Cuando la víctima, con su propio dinero repara o reemplaza el


bien dañado, deja de sufrir el lucro cesante que le irrogaba su
inmovilización. Sin embargo, no se detiene allí el lucro cesante,
puesto que el capital invertido en la reparación o reemplazo de
todos modos le hubiera producido un beneficio lucrativo de no
haber tenido que invertirlo en la reparación.
En consecuencia, dentro del monto indemnizable también debe
incluirse como lucro cesante el interés que normalmente
produciría la suma invertida en la reparación o reemplazo. Dicho
lucro cesante cubre el período transcurrido entre el día de la
reparación y aquél en que la indemnización sea pagada" (Javier
Tamayo Jaramillo, De la Responsabilidad Civil, tomo 2, Temis,
pág 322).

Desde el punto de vista jurídico, no se remite a duda, el perjuicio


indemnizable debe ser cierto, no meramente hipotético o eventual. No
puede ser cierto el perjuicio moratorio derivado de la inmovilización de
una maquinaria, originada en este caso en el incumplimiento del
asegurador, cuando dicha inmovilización ha llegado a su fin y la misma
se emplea productivamente. Se arriesga con socavar la institución de
la responsabilidad si el lucro cesante se sigue aplicando, cuando éste
ha cesado. Lo que viene a sustituir la ganancia sacrificada - quantum
lucrari potui - por el acto de incumplimiento del deudor, no puede
superar el provecho dejado de percibir y convertirse en título legal -
avalado judicialmente - para auspiciar un enriquecimiento injusto del
acreedor de la prestación incumplida. Se tiene derecho a la total
indemnización del daño, pero no más que a ello. Si la indemnización
supera la magnitud del daño, no se podría hablar de reparación sino de
enriquecimiento de la víctima. La indemnización por concepto de lucro
cesante no se diseñó con ese objetivo, y los jueces no están
autorizados para obrar tamaña metamorfosis que desvirtuaría la idea
de equidad en la que se inspira.

No se discute que el incidente de liquidación de perjuicios se contrae,


con base en las pruebas que se aporten, a cuantificar su monto, como
quiera que es presupuesto del mismo la sentencia condenatoria del
juez que impuso la condena y que estableció su existencia. Sin
embargo, la contabilización de los perjuicios no puede hacerse
independientemente de su prueba concreta. De otro lado, el incidente
de liquidación de los perjuicios decretados por el juez, no puede
desconocer los términos de la condena abstracta con la cual se
encuentra funcionalmente vinculado. So pretexto de acatar literalmente
la sentencia de condena, en consecuencia, no se puede convertir el
incidente de liquidación en ocasión propicia para desarticular su
fundamento que no puede ser otro distinto, aparte de las bases que
incorpore, de la certeza del daño y la completa y justa indemnización
de la víctima.

Por lo expuesto el auto del 16 de marzo de 1993, proferido por el


Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá, Sala Civil de Decisión,
complementado con sendas providencias suyas del 7 de septiembre de
1993, constituyó una vía de hecho al extender la condena de perjuicios
moratorios decretada contra SEGUROS ALFA S.A. más allá del
período de efectiva inmovilización de la maquinaria asegurada. En este
aspecto la actuación judicial exhibe un defecto absoluto jurídico y
fáctico, pues el perjuicio no se apoya en prueba alguna - por el
contrario, la existente apunta a demostrar plenamente el
funcionamiento del equipo y su permanente utilización a partir de 1981
- y no tiene la característica de certidumbre que debe predicarse de
todo perjuicio indemnizable. El Tribunal ha excedido el margen amplio
de libre e independiente interpretación de los hechos y del derecho
aplicable, que se reconoce a todos los jueces de la República. Desde
ninguna perspectiva, por dilatada y tolerante que fuese con el error
judicial, sería posible defender y mantener la posición del Tribunal que
al desconocer, en su sustancia, la causa petendi del mismo
demandante de la acción ordinaria y solicitante de la liquidación
concreta de perjuicios, ha generado una decisión radicalmente
incongruente en relación con lo debatido y probado procesalmente. La
desviación del Tribunal tiene tal grado que alcanza a vulnerar los
derechos fundamentales de acceso a la justicia (CP art. 29) y de
debido proceso cuyo quebranto reclama la petente ( CP art. 229 ).

En este punto la tutela ha debido concederse. En primer término, la


acción de tutela era procedente, pues contra los autos referidos, la
afectada no disponía de otros medios de defensa judicial. En segundo
término, la decisión judicial, de acuerdo con los criterios expuestos en
esta sentencia, configuraba una vía de hecho. Finalmente, la
desviación judicial revestía extremada gravedad y violaba derechos
fundamentales de la actora.

DECISION

En mérito de lo expuesto, la Sala Tercera de Revisión,

RESUELVE:

PRIMERO.- REVOCAR las sentencias de tutela revisadas, proferidas


por la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, y por el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá, Sala
Civil, la primera de fecha 29 de noviembre de 1993 y la segunda de
fecha octubre 14 de 1993.

SEGUNDO.- En su lugar CONCEDER PARCIALMENTE la tutela a la


sociedad SEGUROS ALFA S.A. de sus derechos fundamentales de
acceso a la justicia y debido proceso.

TERCERO.- En consecuencia, se dispone restablecer a la actora en la


integridad de sus derechos fundamentales y devolver el expediente al
Tribunal que estableció la cuantificación de los perjuicios moratorios, a
fin de que de conformidad con lo señalado en los fundamentos de esta
sentencia rehaga la liquidación y para el efecto dicte nuevo auto
suficientemente fundado y congruente, lo que deberá hacer dentro de
las cuarenta y ocho horas siguientes a la notificación de la presente
providencia.

CUARTO.- LIBRESE comunicación al mencionado Tribunal, con


miras a que se surta la notificación de esta providencia, según lo
establecido en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.

Cópiese, notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta


de la Corte Constitucional.

EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ


Magistrado Ponente

CARLOS GAVIRIA DIAZ


Magistrado

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado

MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

(Sentencia aprobada por la Sala Tercera de Revisión, en la ciudad de


Santa Fe de Bogotá, D.C., a los trece (13) días del mes de mayo de mil
novecientos noventa y cuatro (1994)).
TERMINOS JUDICIALES- PRINCIPIO DE BUENA FE- PRINCIPIO
PRO ACCIONE-Sentencia No. T-538/94

NORMA LEGAL-Improcedencia de su interpretación por tutela

La divergencia en la interpretación de las normas legales, en


principio, no es materia constitucional que pueda ser objeto de la
acción de tutela. Los recursos judiciales ordinarios dentro de cada
jurisdicción, permiten la superación de las diferencias de
interpretación de las normas y promueven la unificación de criterios
entre los funcionarios judiciales con vistas a una aplicación uniforme
de la ley. La tutela, por otra parte, no puede dar lugar a reabrir el
litigio de asuntos ya decididos en el proceso penal.

SENTENCIA CONDENATORIA-Impugnación/RECURSO DE
APELACION-Desierto/VIA DE HECHO

La actuación de hecho habría consistido entonces en privar al


procesado del derecho fundamental a impugnar la sentencia
condenatoria, lo que se produjo en virtud de la decisión de declarar
desierto el recurso interpuesto, con fundamento en un hecho
inexistente, a saber: la negligencia de la parte consistente en no
cumplir con los términos legales al presentar en forma
extemporánea la sustentación del recurso de apelación. La decisión
de declarar desierto el recurso se revela defectuosa en grado
absoluto. La Sala demandada no consideró los efectos que para el
condenado acarreaba declarar desierto el recurso de apelación
interpuesto y sustentado dentro del plazo señalado por el Juzgado
Penal. No se trataba, en el caso sub-examine, de la desestimación
de uno de tantos recursos que la parte pudiera incoar a lo largo del
proceso, sino del único y último medio de defensa judicial a
disposición del condenado con el fin de mantener el equilibrio
procesal y concluir la dialéctica de acusación y defensa.

ERROR JURISDICCIONAL

La conducta del particular que se sujeta a la interpretación razonable


del Juez de instancia, a la postre incorrecta según el concepto
autorizado del superior jerárquico, no configura un incumplimiento
del deber de observar estrictamente la ley. El error del secretario, en
estas circunstancias, no es imputable a la parte que ha confiado en
la información por éste suministrada. La conducta del sujeto
procesal en modo alguno pretende modificar los términos.
Simplemente, se determina según el entendimiento razonable que
de su contabilización realiza el secretario judicial.

PRINCIPIO PRO ACTIONE


Una interpretación literal del artículo 26 de la Ley 81 de 1993 como
la acogida por el Tribunal, permite afirmar que el término de traslado
se contabiliza a partir del momento en que el expediente se deja a
disposición de las partes. Otra interpretación de la norma es aquella
según la cual los (5) días del término para sustentar el recurso son
días completos, lo que justifica su contabilización a partir del día
siguiente al día en que se deja la constancia secretarial. Esta última
interpretación es más favorable para el procesado, en particular,
cuando el acto secretarial dispuesto por la ley con el objeto de
informar a los sujetos procesales que tienen a su disposición el
expediente, es efectuado luego de transcurrido parcialmente el día
judicial. Ambas interpretaciones, una literal y la otra finalista, son
igualmente admisibles y razonables. A la luz del principio pro
actione, sin embargo, la segunda interpretación, en el marco del
proceso penal, es más conforme con la Constitución, ya que
garantiza la plena efectividad del derecho fundamental a impugnar la
sentencia condenatoria.

CONFIANZA DE LOS PARTICULARES EN LAS


AUTORIDADES PUBLICAS

El Secretario del Juzgado hace parte del despacho judicial y sus


actuaciones comprometen a la administración de justicia, hasta el
extremo de que por sus errores puede deducirse responsabilidad
contra el Estado por falla en la prestación del servicio (CP art. 90).
No se discierne la razón que lleva a la Sala de Decisión Penal
demandada a sustraer relevancia al presunto error cometido por el
Secretario del Juzgado y a imputarle, en cambio, el desconocimiento
de los términos de ley a la parte que se acogió a la interpretación del
referido servidor público, luego corroborada por el Juez de la causa
mediante auto. La decisión analizada es, por lo tanto, en extremo
inequitativa, pues, castiga la confianza legítima del particular en las
autoridades y sacrifica el derecho de defensa. En lugar de asumir la
responsabilidad de los actos propios de la administración de justicia,
traslada íntegramente a la parte las consecuencias del error judicial
y hace nugatorio su derecho fundamental a impugnar la sentencia
condenatoria.

PRINCIPIO DE LA BUENA FE

La expectativa que ampara el principio de la buena fe, en


consecuencia, está indisolublemente ligada a la legítima pretensión
de que las autoridades públicas orienten su quehacer de modo tal
que las prestaciones que constituyen la esencia de los diferentes
servicios, en lo posible, se realicen como conviene a la razón de ser
de las autoridades, que no es otra que la de proteger efectivamente
a todas las personas en su vida, honra, bienes, creencias, derechos
y libertades y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales
del Estado y de los particulares (CP art. 2).

TERMINO JUDICIAL-Comienza a contarse a partir del día


siguiente

La interpretación más ajustada a la Constitución, en esta materia, es


la de no incluir el día en que se deja la constancia secretarial dentro
de los cinco días del término legal de sustentación del recurso, pues,
éste debe ser pleno a fin de garantizar el derecho de defensa.

ERROR JURISDICCIONAL-Corrección por el superior

El sindicado es sujeto procesal y no víctima procesal. Las


consecuencias del error judicial que enmienda y corrige el superior,
no pueden gravitar negativamente en la parte procesal hasta el
punto de que ésta pierda la oportunidad de utilizar un recurso de
defensa por haberlo presentado dentro del término que le indicó el
juzgado de la causa con base en una interpretación prima facie
razonable, esto es, por haber conformado su conducta procesal a
los autos y demás actos procedentes de dicho despacho judicial. La
administración de justicia, a través de las diferentes instancias, debe
corregir sus propios errores, pero no a costa del sacrificio del
legítimo derecho de defensa de los sindicados y menos
escarmentando la buena fe que ellos razonadamente hayan puesto
en los actos de las autoridades. Los dictados de la buena fe se
ignoran al obrar con tan máxima severidad y dar lugar a iniquidad
manifiesta. En definitiva, para corregir el error judicial - falencia
interna del servicio de administración de justicia - no era necesario
sacrificar de manera tan palmaria el derecho de defensa del
sindicado y considerar falta suya el haber confiado razonadamente
en la autoridad pública.

DEBIDO PROCESO-Vulneración/DERECHO DE ACCESO A


LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA/EFECTIVIDAD DE LOS
DERECHOS FUNDAMENTALES-Interpretación más favorable

El debido proceso y el acceso a la justicia son derechos


fundamentales que obligan a interpretar las normas procesales
como instrumentos puestos al servicio del derecho sustancial y a las
soluciones que permitan resolver el fondo de los asuntos sometidos
a consideración de los jueces (principio pro actione). Si bien los
derechos mencionados no se vulneran cuando se inadmite un
recurso o acción por no concurrir los presupuestos legales para su
aceptación, la decisión judicial no debe ser arbitraria ni irrazonable.
Se impone, por lo tanto, adoptar la interpretación que tome en
cuenta el espíritu y finalidad de la norma y que sea más favorable
para la efectividad del derecho fundamental.
NOVIEMBRE DE 1994

Ref.: Expediente T-42515


Actor: FRANCISCO JAVIER
URQUIJO SUAREZ
Magistrado Ponente:
Dr. EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ

Temas:
- Términos judiciales
- Principio de la buena fe
- Tutela contra providencias
judiciales
- Vías de hecho
- Principio pro actione

La Sala Tercera de Revisión de la Corte Constitucional, integrada


por los Magistrados Eduardo Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y
José Gregorio Hernández Galindo, ha pronunciado

EN NOMBRE DEL PUEBLO

POR MANDATO DE LA CONSTITUCION

la siguiente

SENTENCIA

En el proceso de tutela número T-42515 promovido por


FRANCISCO JAVIER URQUIJO SUAREZ, contra la Sala de
Decisión Penal del Tribunal Superior de Medellín.

ANTECEDENTES

1. FRANCISCO JAVIER URQUIJO SUAREZ fue condenado a la


pena principal de doce (12) años y seis (6) meses de prisión, por el
delito de tentativa de homicidio, mediante sentencia de marzo cuatro
(4) de 1994, proferida por el Juzgado Primero Penal del Circuito de
Medellín.

2. El defensor del condenado apeló la providencia al momento de su


notificación personal, el día ocho (8) de marzo, y expresó que
sustentaría por escrito el recurso.
3. El secretario del Juzgado dejó constancia en el expediente del
vencimiento del plazo para apelar y señaló a las partes el término de
ley para sustentar los recursos que hubieran interpuesto:

"CONSTANCIA: en marzo 11/94, a las 6:00 p.m., venció el


término que los sujetos procesales tenían para interponer
recursos en contra de la sentencia proferida. A partir de
la fecha, entonces, dejo a disposición de los apelantes el
expediente, por el término de cinco (5) días, para que
sustenten el recurso que han interpuesto. Lo anterior, de
conformidad con el art. 27 de la ley 81 de 93. El término
vence el próximo 22 a las 6:00 p.m.

Medellín, marzo 14 de 1994."

4. El apelante sustentó por escrito el recurso interpuesto, el día


veintidós (22) de marzo del presente año.

5. Mediante providencia del siete (7) de abril de 1994, el Juzgado


Primero Penal del Circuito de Medellín, considerando que el
abogado defensor impugnó oportunamente el fallo y lo sustentó
luego en debida forma, concedió, en el efecto suspensivo, el recurso
de apelación ante la Sala de Decisión Penal del Tribunal Superior de
Medellín.

6. La Sala de Decisión Penal, mediante auto del catorce (14) de abril


de 1994, declaró desierto el recurso de apelación interpuesto por el
abogado defensor, "por haber sido sustentado después del término
legal para ello", con los siguientes argumentos:

6.1. El recurso en vez de concederse debió haberse declarado


desierto, ya que la Sala encuentra que se sustentó en forma
extemporánea, esto es, fuera del término legal.
6.2. El defensor contaba con cinco (5) días para sustentar el recurso
interpuesto en tiempo, los cuales transcurrieron entre el catorce (14)
y el dieciocho (18) de marzo, según los artículos 26 y 27 de la Ley 81
de 1993. El memorial de sustentación fue presentado el 22 de
marzo, lo que prueba su extemporaneidad.

6.3. El error del secretario del Juzgado al señalar el plazo para


sustentar el recurso, "es intrascendente procesalmente", porque los
términos legales son de orden público, o sea, de obligatorio
cumplimiento. "Los sujetos procesales deben estar atentos a su
discurrir y a su exacta contabilización y verificación, de manera que
cualquier error en su cómputo por parte del Juez o el Secretario es
inidóneo e ineficaz". Lo contrario sería desconocer las normas que
los consagran.
6.4. Estas consideraciones son acordes con pronunciamientos
reiterados de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de
Justicia, la cual ha señalado que los términos legales tienen carácter
de orden público (1), que no es posible que puedan ser modificados
por la actuación errónea o dolosa de la secretaría de un despacho
judicial (2), que las partes no quedan relevadas de su obligación de
vigilar el desarrollo del proceso (3) y, finalmente, que los errores en
su contabilización no pueden apoyarse en el quebranto de los
derechos y garantías de los sujetos procesales (4).

7. Contra la anterior decisión de la Sala de Decisión Penal del


Tribunal Superior de Medellín, el apoderado judicial interpuso
recurso de reposición. Los motivos de su inconformidad fueron los
siguientes:

7.1 Los cinco días que la ley otorga al apelante de la sentencia para
sustentar el recurso, comenzaban a contarse el día siguiente hábil,
es decir, el quince (15) de marzo y vencían el día veintidós (22) a las
seis de la tarde. La razón le asiste, por consiguiente, al Juzgado de
instancia y no a la Sala del Tribunal, que contabilizó el día catorce
(14) de marzo dentro del término del traslado.

7.2. En el procedimiento penal, al igual que en el procedimiento civil,


los términos tanto de autos, sentencias o traslados, comienzan a
correr a partir del día siguiente hábil.

8. La Sala de Decisión Penal del Tribunal Superior de Medellín,


mediante auto del cinco (5) de mayo de 1994, resolvió no reponer la
providencia recurrida. Estimó que el impugnante no interpretó
correctamente el texto del artículo 26 de la Ley 81 de 1993, ya que
éste es muy claro al disponer que una vez vencido el término para
recurrir, "el secretario, previa constancia dejará el expediente a
disposición de quienes apelaron, por el término de (5) días, para la
sustentación respectiva...". El rechazo del recurso se apoyó en las
siguientes razones:

8.1 La norma es clara y no admite una interpretación tan equivocada


como la expuesta en su escrito por el censor. Desde el momento en
que el secretario, previa la constancia respectiva, deja a disposición
del apelante el expediente, y no desde el día siguiente, comienza a
correr el término para la sustentación.

8.2 Dada la existencia de un término impuesto por la ley procesal


penal, no es necesario acudir a las normas del Código de
Procedimiento Civil, o a otras disposiciones del Código de
Procedimiento Penal - artículo 174 -, que regulan hipótesis
diferentes.
8.3 El tenor literal de la norma es claro, lo que impide al intérprete
apartarse de aquél, so pretexto de consultar su espíritu.

9. FRANCISCO JAVIER URQUIJO VELEZ, por intermedio de su


apoderado, interpuso acción de tutela contra la Sala de Decisión
Penal del Tribunal Superior de Medellín. Alega que la providencia
judicial del catorce (14) de abril de 1994, que declaró desierto el
recurso de apelación, viola "el debido proceso, el derecho de
defensa, el principio de legalidad y el Estado de Derecho". A su
juicio, si existió una irregularidad por parte del Juzgado de primera
instancia en la contabilización de los términos, la Sala del Tribunal
ha debido declarar la nulidad de lo actuado a partir de la nota de
traslado y no, como lo hizo, declarar desierto el recurso de
apelación. Considera que la sustentación fue oportunamente
presentada. Anota que el Juzgado no tuvo en cuenta el día catorce
(14) de marzo como uno más del traslado, por la sencilla razón de
que a dicha constancia secretarial "no se le coloca la hora",
circunstancia que hace que el traslado comience a correr a partir del
día hábil siguiente. Solicita, en consecuencia, que se tutelen los
derechos fundamentales del petente y que se ordene a la Sala Penal
demandada, admitir el recurso de apelación.

10. La Sección Segunda del Tribunal Administrativo de Antioquía,


mediante sentencia del catorce (14) de junio de 1994, concedió el
amparo solicitado y ordenó a la autoridad judicial darle trámite al
recurso de apelación. A su juicio, la providencia del Tribunal Superior
de Medellín, Sala de Decisión Penal, violó los derechos del actor a
un debido proceso (CP art. 29) y a la doble instancia (CP art. 31),
por las siguientes razones:

10.1. Los secretarios judiciales tienen la misión de auxiliar al juez en


el ejercicio de su función, anotar la fecha de presentación de los
escritos y cuidar el transcurso de los términos (Decreto 1265 de
1970).

10.2 El artículo 26 de la Ley 81 de 1993 - artículo 196A del C. de P.


P. -, asigna al secretario la función exclusiva de dejar el expediente a
disposición de los que apelaron por el término de cinco días para la
sustentación del recurso en primera instancia. En el presente caso,
dicho empleado señaló un plazo válido que vencía el día 22 de
marzo a las 6:00 p.m..

10.3 Las actuaciones de los particulares y de las autoridades deben


ceñirse a los postulados de la buena fe (CP art. 83). Las que se
efectuaron por el apoderado del procesado como por el secretario
del Juzgado, deben analizarse a la luz de este principio.

10.4 La forma como contabilizó los términos judiciales el secretario


del Juzgado goza de fundamento jurídico. El artículo 21 del C. de P.
P., dispone que en las materias no "expresamente reguladas en este
Código, son aplicables las disposiciones del Código de
Procedimiento Civil y de otros ordenamientos procesales, siempre
que no se opongan a la naturaleza del Procedimiento Penal". Por su
parte, el artículo 108 del C. de P. C. regula los traslados y establece,
como regla general, que los términos corren desde el día siguiente.

10.5 La acción de tutela es procedente contra las actuaciones de


hecho imputables al funcionario (Sentencia de la Corte
Constitucional C-543 del 1° de octubre de 1992).

11. El Magistrado JORGE OCTAVIO RAMIREZ RAMIREZ salvó el


voto. Consideró que la actuación del Tribunal al declarar desierto el
recurso no sustentado en tiempo, no puede calificarse como una vía
de hecho. Adicionalmente, sostiene, que al juez de tutela no le es
admisible inmiscuirse en el trámite judicial del recurso, "ya que tal
posibilidad está excluida de plano en los conceptos de autonomía e
independencia funcionales (artículos 228 y 230 de la Carta)".

12. Luego de surtida la notificación de la sentencia de tutela contra la


Sala de Decisión Penal demandada, uno de sus integrantes impugnó
la decisión, con fundamento en las siguientes premisas:

12.1 Las providencias dictadas el 14 de abril y 5 de mayo de este


año relativas al proceso seguido contra URQUIJO SUAREZ,
pusieron fin a dicha actuación y no constituyen una vía de hecho. La
acción de tutela era, en consecuencia, improcedente en virtud de la
inexequibilidad del artículo 40 del Decreto 2591 de 1991.

12.2 La decisión que declaró desierto el recurso se adoptó en virtud


de una precisa argumentación jurídica, y no de facto o
caprichosamente.

13. El Consejo de Estado, Sala Contencioso Administrativo, Sección


Quinta, mediante sentencia de julio ocho (8) de 1994, revocó el fallo
impugnado y, en su lugar, denegó por improcedente la acción de
tutela instaurada, con base en las siguientes consideraciones:

13.1 Se pretende mediante la acción de tutela, con la misma


argumentación expuesta dentro del recurso de reposición del auto
que declaró desierto el recurso por extemporáneo, instaurado dentro
del proceso penal, que se revoque una providencia judicial que puso
fin a una actuación. La tutela es, no obstante, improcedente contra
providencias judiciales.

13.2 No es posible mediante la acción de tutela reexaminar la


procedencia de la declaratoria de desierto de un recurso, cuando
dentro del proceso se analizó el asunto y se decidió en forma
definitiva.
14. Corresponde a la Sala Tercera de Revisión de la Corte
Constitucional, en ejercicio de la competencia señalada en el artículo
241-9 de la Constitución, revisar las anteriores decisiones de tutela.

FUNDAMENTOS JURIDICOS

Tesis de los Tribunales de tutela en primera y segunda instancia

1. La decisión de la Sala Penal del Tribunal Superior de Medellín de


declarar desierto el recurso de apelación interpuesto por el
apoderado del peticionario, es acusada por constituir una vía de
hecho que vulnera el derecho fundamental al debido proceso. El
Tribunal Administrativo, - juez de tutela de primera instancia -,
considera que la decisión de la Sala de Penal, constituye una vía de
hecho que vulnera los derechos fundamentales del procesado, ya
que desconoce el cómputo del término legal efectuado por el
secretario del Juzgado con pleno respaldo jurídico. Por su parte, el
Consejo de Estado, en segunda instancia, sostiene que la acción de
tutela debió denegarse por ser improcedente contra providencias
judiciales y porque pretendió reexaminar un asunto estudiado y
decidido definitivamente en el respectivo proceso penal. No estima
que constituya una vía de hecho la providencia que pone fin a un
proceso judicial, en el que se ha discutido y decidido sobre la
extemporaneidad de la sustentación del recurso de apelación.

A juicio del H. Consejo de Estado, la decisión impugnada por vía de


tutela reviste la forma de una providencia judicial en la que, previa
exposición de las razones que la sustentan, se revoca una decisión
proferida por el inferior. En efecto, el Tribunal Superior - Sala Penal -
declara desierto el recurso concedido por el Juzgado Primero Penal
en primera instancia, por extemporaneidad en su sustentación, con
fundamento en que los términos legales son de orden público, de
obligatorio cumplimiento, no modificables por los funcionarios o las
partes. Agrega que los errores en que incurran los funcionarios en la
contabilización de los términos son "inidóneos e ineficaces" para
modificar los términos legales, y no liberan a las partes de la carga
procesal de contabilizarlos.

No obstante, observa esta Corte, la actuación pública que ostenta la


forma de providencia judicial, puede constituir una actuación de
hecho susceptible de control constitucional por vía de la acción de
tutela. La Corte ha sostenido que este control, aunque excepcional y
de procedencia limitada, es tanto formal como material, ya que la
arbitrariedad puede revestir ambas modalidades.

"Si la jurisdicción y la consiguiente atribución de poder a los


diferentes jueces, se hace con miras a la aplicación del
derecho a las situaciones concretas y a través de los cauces
que la ley determina, una modalidad de ejercicio de esta
potestad que discurra ostensiblemente al margen de la ley, de
los hechos que resulten probados o con abierta preterición de
los trámites y procedimientos establecidos, no podrá
imputarse al órgano ni sus resultados tomarse como
vinculantes, habida cuenta de la "malversación" de la
competencia y de la manifiesta actuación ultra o extra vires
de su titular.

"Si este comportamiento - abultadamente deformado respecto


del postulado en la norma - se traduce en la utilización de un
poder concedido al juez por el ordenamiento para un fin no
previsto en la disposición (defecto sustantivo), o en el
ejercicio de la atribución por un órgano que no es su titular
(defecto orgánico), o en la aplicación del derecho sin contar
con el apoyo de los hechos determinantes del supuesto legal
(defecto fáctico), o en la actuación por fuera del procedimiento
establecido (defecto procedimental), esta sustancial carencia
de poder o de desviación del otorgado por la ley, como
reveladores de una manifiesta desconexión entre la voluntad
del ordenamiento y la del funcionario judicial, aparejará su
descalificación como acto judicial.

"El acto judicial que en grado absoluto exhiba alguno de los


defectos mencionados, atenta contra la pax publica y por
fuerza se convierte en socialmente recusable. El juez que lo
expidió, desconociendo los presupuestos objetivos y
teleológicos del ordenamiento, pierde legitimación - en cierto
sentido, se "desapodera" en virtud de su propia voluntad - y
no puede pretender que la potestad judicial brinde amparo a
su actuación o le sirva de cobertura. El principio de
independencia judicial no se agota en vedar injerencias
extrañas a la función judicial, de manera que ella se pueda
desempeñar con autonomía, objetividad e imparcialidad;
alude, también, a la necesaria relación de obediencia que en
todo momento debe observar el juez frente al ordenamiento
jurídico, el cual constituye, como lo expresa la Constitución, la
fuente de sus poderes y su única servidumbre."1

El examen de la Corte debe, en consecuencia, enderezarse a


determinar si la actuación judicial, por medio de la cual se declaró
desierto el recurso de apelación interpuesto - tenido como
debidamente sustentado por el Juez de primera instancia -,
constituye materialmente una vía de hecho, esto es, adolece de un
defecto sustantivo, orgánico, fáctico o procedimental en grado
absoluto, capaz de despojarla de su carácter de providencia judicial.

1 Corte Constitucional. Sentencia T-231 de 1994


Ejercicio de la función de control por parte del superior
jerárquico

2. El superior jerárquico, en virtud del control jurídico que ejerce


sobre las actuaciones del inferior, está facultado para revocar la
admisión o concesión de un recurso. Si bien, inicialmente, el Juez
penal de primera instancia es el competente para decidir si el
recurso fue debidamente interpuesto y sustentado (C.P.P. arts.
196B, 205, 208), el superior jerárquico, al resolver de fondo el
asunto, puede modificar la resolución del inferior y declarar desierto
el recurso. El ejercicio de esta atribución por parte del superior es,
precisamente, el objeto de la presente acción de tutela. La Corte
circunscribirá su análisis a determinar si el control de legalidad
efectuado por el superior jerárquico revela o no una vía de hecho
vulneradora de los derechos fundamentales del petente.

La Sala de Decisión Penal del Tribunal Superior de Medellín - en


providencia del catorce (14) de abril, ratificada por providencia del
cinco (5) de mayo de 1994 -, advirtió el error del secretario en el
cómputo de los términos legales para sustentar el recurso de
apelación. La exégesis del artículo 26 de la Ley 81 de 1993 - artículo
196A del Código de Procedimiento Penal - condujo al superior a
afirmar que los términos legales para sustentar el recurso
oportunamente interpuesto son corridos y comienzan a contarse a
partir del día siguiente de la ejecutoria de la providencia, debiendo el
secretario, en esa fecha, previa constancia, dejar a disposición de
las partes el respectivo expediente. Así las cosas, la ampliación del
término es una conducta errónea del funcionario e inepta para
modificar los términos de ley. En apoyo de su aserto, la Sala de
Decisión Penal invoca jurisprudencia reiterada de la Sala Penal de la
Corte Suprema de Justicia.

El Juez de tutela, en primera instancia, no encontró que el


funcionario judicial hubiera incurrido en una errónea interpretación al
suscribir la respectiva constancia secretarial. A su juicio, la función
de auxiliar del Juez, que cumple el secretario, su deber de
contabilizar y verificar los términos y, sobre todo, el sustento legal
que exhibe la contabilización realizada, impiden calificar de error la
actuación del Secretario. La posición contraria, además, a su juicio,
vulneraría el principio de la buena fe y los derechos fundamentales
del peticionario.

El Consejo de Estado, Juez de tutela en segunda instancia, no


comparte la tesis anterior. Excluye la existencia de una vía de hecho;
confirma, prima facie, el carácter de providencia judicial que exhibe
la decisión acusada y endilga al actor la pretensión de revivir una
cuestión ya debatida y decidida en el proceso penal. En su concepto,
dada la inmunidad del acto, revestido formalmente de los caracteres
de providencia judicial, debe abstenerse de analizar las razones
esgrimidas por el Tribunal Administrativo de Antioquia sobre la
presunta vía de hecho en que incurrió la Sala de Decisión Penal
demandada.

3. A juicio de la Corte, la divergencia en la interpretación de las


normas legales, en principio, no es materia constitucional que pueda
ser objeto de la acción de tutela. Los recursos judiciales ordinarios
dentro de cada jurisdicción, permiten la superación de las diferencias
de interpretación de las normas y promueven la unificación de
criterios entre los funcionarios judiciales con vistas a una aplicación
uniforme de la ley. La tutela, por otra parte, no puede dar lugar a
reabrir el litigio de asuntos ya decididos en el proceso penal.

El Juez de tutela de primera instancia no podía, en consecuencia,


conceder la tutela de los derechos fundamentales del peticionario
con fundamento en que, a su juicio, el inferior no cometió ningún
error en la interpretación de la norma, desconociendo que el superior
jerárquico es la autoridad competente para revisar la legalidad de la
providencia impugnada. Dentro de sus funciones legales como
Tribunal de segunda instancia, la autoridad pública demandada está
facultada para revisar el trámite surtido por el Juzgado Penal y para
revocar las actuaciones que encuentre se apartan de las
prescripciones constitucionales y legales.

Facultad de declarar desierto el recurso de apelación

4. La autoridad judicial demandada expone que la equivocación


secretarial en el cómputo del traslado es "intrascendente
procesalmente, es decir, no justifica la tardía o extemporánea
sustentación del recurso por parte del defensor". Este argumento
basta a la Sala de Decisión Penal para declarar desierto el recurso
de apelación contra la sentencia condenatoria, en lugar de invalidar
el acto irregular del Juez de instancia, dejando a salvo el derecho del
procesado de impugnar la sentencia condenatoria.

La Sala de Decisión Penal justifica la decisión de declarar desierto el


recurso en la equivocación del secretario al contabilizar el término
del traslado, pero también en la falta del deber de diligencia por parte
del abogado defensor que presentó tardíamente la sustentación del
recurso. La autoridad judicial descarta que el error secretarial haya
inducido a la conducta omisiva de la parte, debido al carácter de
orden público de los términos legales que hace obligatorio su
cumplimiento, con independencia de los errores en que pueda
eventualmente incurrir un funcionario.

Tanto el petente como el Juez de tutela de primera instancia señalan


que la Sala de Decisión Penal no podía declarar desierto el recurso
sustentado dentro del plazo señalado oficialmente y con pleno
respaldo legal por el secretario del Juzgado.
En este orden de ideas, la actuación de hecho habría consistido
entonces en privar al procesado del derecho fundamental a
impugnar la sentencia condenatoria (CP art. 29), lo que se produjo
en virtud de la decisión de declarar desierto el recurso interpuesto,
con fundamento en un hecho inexistente, a saber: la negligencia de
la parte consistente en no cumplir con los términos legales al
presentar en forma extemporánea la sustentación del recurso de
apelación.

Interpretación de la norma procesal penal

5. El artículo del Código de Procedimiento Penal objeto del conflicto


de interpretación, y al cual remite el artículo 196B que regula la
sustentación del recurso de apelación contra sentencias, establece:

"Artículo 196A - Adicionado Ley 81 de 1993, art. 26.


Sustentación en primera instancia del recurso de
apelación contra providencias interlocutorias. Cuando se
haya interpuesto como único el recurso de apelación,
vencido el término para recurrir, el secretario, previa
constancia dejará el expediente a disposición de quienes
apelaron, por el término de cinco (5) días, para la
sustentación respectiva. Precluido el término anterior,
correrá traslado común a los no recurrentes por el
término de seis (6) días".

El error del secretario del Juzgado radicó, a juicio de la Sala de


Decisión Penal demandada, en no contabilizar el día en el que se
dejó la constancia - que es el mismo en el que queda el expediente a
disposición del recurrente -, como uno de los cinco (5) días del
término del traslado, con lo que se apartó de lo dispuesto por la ley.

Por el contrario, el abogado defensor del peticionario y el Tribunal de


tutela en primera instancia prohijan una interpretación diferente que
justificaría el plazo señalado por el secretario para sustentar el
recurso: el día en que se deja la constancia no se contabiliza dentro
del término del traslado, ya que los días que la ley otorga para el
ejercicio efectivo de los derechos sustantivos deben ser completos
(1); los términos, por regla general, se cuentan a partir del día
siguiente a la notificación de la providencia que los concede, de
conformidad con el artículo 120 del Código de Procedimiento Civil
(2); la constancia secretarial no exige señalamiento de hora,
pudiendo haber sido fijada al final del día, con lo que se vería
recortado en un día el término del traslado de no contabilizarse el
término a partir del día siguiente (3) y, finalmente, la propia
normatividad procesal penal remite, en lo no expresamente regulado,
a las disposiciones del Código de Procedimiento Civil, las cuales
avalan esta interpretación (4).
Ahora bien, si para la Sala de Decisión Penal la interpretación
correcta de la norma es aquella según la cual el término del traslado
comienza a correr desde el momento en que se deja a disposición
del apelante el expediente, se impone la conclusión arriba reseñada,
pues, de acuerdo con ella, el funcionario del Juzgado sí habría
incurrido en un error en la contabilización de los términos - al señalar
el vencimiento para el día 22 de marzo y no el día 18, como ha
debido hacerlo -.

No obstante, la norma transcrita admite una interpretación diferente,


como la realizada por el Tribunal de tutela y por el Juez Penal en
primera instancia, sin que ello signifique el desconocimiento de los
"términos legales". El problema surgido no radica en establecer el
término legal, que es claramente de cinco (5) días, sino en precisar
su correcta contabilización. La estimación del momento en que inicia
y termina es discutible; la norma no resuelve meridianamente este
aspecto. Si bien su tenor literal permite pensar que los cinco días del
traslado trascurren a partir del momento en que se deja el
expediente a disposición de las partes que apelaron, también es
plenamente admisible y razonable el argumento finalista y
sistemático que contabiliza los cinco (5) días como días completos a
partir del día siguiente al de la constancia secretarial. El cómputo del
término a partir del día siguiente a la fecha de la constancia exigida
por ley, garantiza su utilización integral para la sustentación del
recurso, el cual se vería recortado de aceptarse que su
contabilización se inicia inmediatamente, pese a que la constancia
secretarial puede dejarse consignada al finalizar del horario judicial
de atención al público, inclusive, o después de su iniciación.

La conducta del particular que se sujeta a la interpretación razonable


del Juez de instancia, a la postre incorrecta según el concepto
autorizado del superior jerárquico, no configura un incumplimiento
del deber de observar estrictamente la ley. El error del secretario, en
estas circunstancias, no es imputable a la parte que ha confiado en
la información por éste suministrada. La conducta del sujeto procesal
en modo alguno pretende modificar los términos. Simplemente, se
determina según el entendimiento razonable que de su
contabilización realiza el secretario judicial.

6. En síntesis, una interpretación literal del artículo 26 de la Ley 81


de 1993 como la acogida por el Tribunal Superior de Medellín,
permite afirmar que el término de traslado se contabiliza a partir del
momento en que el expediente se deja a disposición de las partes.
Otra interpretación de la norma es aquella según la cual los (5) días
del término para sustentar el recurso son días completos, lo que
justifica su contabilización a partir del día siguiente al día en que se
deja la constancia secretarial. Esta última interpretación es más
favorable para el procesado, en particular, cuando el acto secretarial
dispuesto por la ley con el objeto de informar a los sujetos
procesales que tienen a su disposición el expediente, es efectuado
luego de transcurrido parcialmente el día judicial. Ambas
interpretaciones, una literal y la otra finalista, son igualmente
admisibles y razonables. A la luz del principio pro actione, sin
embargo, la segunda interpretación, en el marco del proceso penal,
es más conforme con la Constitución, ya que garantiza la plena
efectividad del derecho fundamental a impugnar la sentencia
condenatoria (CP art. 29).

Vía de hecho por defecto fáctico al declarar desierto el recurso


en un proceso penal

7. Para la autoridad pública demandada, la inobservancia de los


términos legales por el defensor es suficiente para declarar desierto
el recurso. Anota la Sala de Decisión Penal en auto del catorce (14)
de abril, lo siguiente:

"(...) para la sustentación extemporánea del escrito de


sustentación pudo haber influido el error del Secretario
del Juzgado, consistente en haber ampliado
inexplicablemente en un día el término legal de cinco días
para sustentar (...). A ese descuido del Secretario debió
estar atento el defensor y oportunamente dentro del
traslado verificar bien los términos y a tiempo sustentar
el recurso".

A juicio de esta Sala, la falta de diligencia atribuida a la parte


procesal por no verificar la correcta contabilización de los términos
legales, no existió - defecto fáctico - , habiéndose limitado la parte a
conformar su conducta a lo manifestado por el Secretario, que luego
sería refrendado por el Juez de instancia.

La Sala de Decisión Penal funda la presunta inobservancia de los


términos legales por parte del defensor en el sentido unívoco de la
norma (artículo 26 de la Ley 81 de 1993). El deber de obedecer la
ley sería exigible, y su incumplimiento sancionado con la exclusión
del recurso, si la disposición legal sólo tuviera una interpretación
posible. Pero, dado que la norma admite una segunda interpretación
igualmente razonable, no podía atribuirse una falta de diligencia a la
parte que se atuvo precisamente a la interpretación acogida por el
Secretario, posteriormente ratificada por el Juez de instancia. El
defecto fáctico en que incurrió la autoridad judicial consistió en
presuponer, cuando no existía, una conducta omisiva y negligente
del defensor en la observancia de los términos. La parte procesal no
fue responsable del presunto error del funcionario.

Ahora bien, la decisión de declarar desierto el recurso se revela


defectuosa en grado absoluto. La Sala demandada no consideró los
efectos que para el condenado acarreaba declarar desierto el
recurso de apelación interpuesto y sustentado dentro del plazo
señalado por el Juzgado Penal. No se trataba, en el caso sub-
examine, de la desestimación de uno de tantos recursos que la parte
pudiera incoar a lo largo del proceso, sino del único y último medio
de defensa judicial a disposición del condenado con el fin de
mantener el equilibrio procesal y concluir la dialéctica de acusación y
defensa. El hecho de haber depositado una razonable confianza en
el pronunciamiento del funcionario judicial no puede ser la causa de
consecuencias jurídicas desfavorables.

Por otra parte, el Secretario del Juzgado hace parte del despacho
judicial y sus actuaciones comprometen a la administración de
justicia, hasta el extremo de que por sus errores puede deducirse
responsabilidad contra el Estado por falla en la prestación del
servicio (CP art. 90). No se discierne la razón que lleva a la Sala de
Decisión Penal demandada a sustraer relevancia al presunto error
cometido por el Secretario del Juzgado y a imputarle, en cambio, el
desconocimiento de los términos de ley a la parte que se acogió a la
interpretación del referido servidor público, luego corroborada por el
Juez de la causa mediante auto del siete (7) de abril de 1994. La
decisión analizada es, por lo tanto, en extremo inequitativa, pues,
castiga la confianza legítima del particular en las autoridades y
sacrifica el derecho de defensa. En lugar de asumir la
responsabilidad de los actos propios de la administración de justicia,
traslada íntegramente a la parte las consecuencias del error judicial y
hace nugatorio su derecho fundamental a impugnar la sentencia
condenatoria.

Buena fe y prevalencia del derecho sustancial en las


actuaciones de las autoridades judiciales

8. La desestimación judicial por extemporáneo de un recurso penal


interpuesto por el sindicado contra la sentencia condenatoria, no
obstante que a la luz de la certificación del funcionario competente
del despacho judicial del a quo se presentó dentro del término legal
que éste previamente había contabilizado con base en una
interpretación razonable, no se ajusta al postulado de la buena fe
(CP art. 83) ni al principio pro actione (CP arts. 29, 228 y 229), salvo
que la forma de corregir el presunto yerro judicial por el superior no
apareje para aquél el sacrificio definitivo e injusto de su derecho de
defensa.

8.1 De conformidad con el artículo 83 de la CP, "las actuaciones de


los particulares y de las autoridades públicas deberán ceñirse a los
postulados de la buena fe, la cual se presumirá en todas las
gestiones que aquéllos adelanten ante éstas". El contenido y alcance
de esta disposición se descubre en la voluntad expresada por el
Constituyente de que este principio ilumine "la totalidad del
ordenamiento jurídico" y lo haga a título de garantía del particular
ante el universo de las actuaciones públicas.

De ahí que figure en el capítulo 4 del título segundo de la


Constitución Política, como uno de los primeros mecanismos de
defensa de los derechos. En el campo de la administración, se
busca que prime "el criterio rector de la efectividad del servicio
público por encima de las conductas meramente formales que han
desnaturalizado su esencia" (Asamblea Nacional Constituyente,
informe-ponencia para primer debate en plenaria. Constituyentes:
Jaime Arias López y Juan C. Esguerra Portocarrero, Gaceta
Constitucional No 77, pag 7). En este mismo orden de ideas, en la
administración de justicia, los jueces deben sujetarse al imperio de la
ley y en sus actuaciones deben hacer prevalecer el derecho
sustancial (CP arts 228 y 230). La conducta que injustificadamente
se desvíe de esta pauta superior de servicio, sin duda alguna,
defrauda a la colectividad.

La expectativa que ampara el principio de la buena fe, en


consecuencia, está indisolublemente ligada a la legítima pretensión
de que las autoridades públicas orienten su quehacer de modo tal
que las prestaciones que constituyen la esencia de los diferentes
servicios, en lo posible, se realicen como conviene a la razón de ser
de las autoridades, que no es otra que la de proteger efectivamente
a todas las personas en su vida, honra, bienes, creencias, derechos
y libertades y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales
del Estado y de los particulares (CP art. 2).

8.2 De acuerdo con la Asamblea Nacional Constituyente el principio


de la buena fe, "es uno de aquellos grandes principios cuya
consagración constitucional tiene como finalidad, primero, la de
convertirlo en criterio rector de todo el ordenamiento, pero más
específicamente, otorgarle carácter normativo. La importancia de la
norma es su carácter de fuente directa de derechos y obligaciones.
No se trata ya meramente de un principio de integración e
interpretación del derecho aplicable, sino de un verdadero
mandamiento jurídico del cual se derivan una serie de
consecuencias prácticas" (ibid, pág 7).

En el artículo 83 de la CP se contiene, pues, una verdadera y


autónoma regla de conducta, que trasciende la simple interpretación
de la ley y el puro dato sicológico. A dicho patrón objetivo de
conducta - principio de orden público -, deben sujetarse los
particulares y las autoridades públicas, sin excepción, so pena de
ver comprometida su responsabilidad patrimonial (CP art. 90). El
Estado social de derecho, fundado en la solidaridad de las personas
y en la prevalencia del interés general (CP art. 1), no es concebible
por fuera de una conducta social y pública inspirada en una moral
activa y solidaria a la cual se subordina la eficacia jurídica cuando
ella es flagrantemente desconocida. La norma de la Constitución
deliberadamente atrae hacia sí un sinnúmero de acciones públicas y
privadas. En realidad, su designio es el de valorizar el elemento ético
de la conducta de los sujetos de derecho y de los agentes del
Estado.
8.3 Los postulados de la buena fe se diferencian de otras reglas
jurídicas, en cuanto no tienen un contenido típico y preestablecido,
sino que éste es el que resulta de las circunstancias concretas
relativas a la formación y ejecución de las diferentes relaciones que
tienen relevancia para el derecho y que reclaman, de los sujetos que
en ellas intervienen, un mínimo de recíproca lealtad y mutua
colaboración con miras a preservar los intereses legítimos y alcanzar
las finalidades merecedoras de tutela jurídica, para lo cual se
precisan comportamientos positivos u omisivos que así no sean
formalmente prescritos se imponen si aquéllos seria y honestamente
persiguen una determinada situación o efecto jurídico. Cobra pleno
sentido, a este respecto, la afirmación del Constituyente, que se
reitera : "No se trata ya meramente de un principio de integración e
interpretación del derecho aplicable, sino de un verdadero
mandamiento jurídico del cual se derivan una serie de
consecuencias prácticas" (ibid, pág 7).

8.4 La buena fe está dominada por una lógica finalista que califica,
bajo este parámetro, el comportamiento integral del sujeto, tanto el
abierto y formal como el subrepticio y material. Con referencia a la
administración pública, la exposición de motivos citada, cifra el valor
de la garantía que se instituye para la protección y aplicación de los
derechos, en "la efectividad del servicio público por encima de las
conductas meramente formales que han desnaturalizado su esencia"
(ibid, pág 7). Igualmente, en la administración de justicia, siguiendo
una idéntica orientación, se consagra en el artículo 228 de la CP, el
principio de prevalencia del derecho sustancial, que reivindica para
las normas procesales su carácter de instrumentos para la
efectividad del derecho sustancial.

Si se repara en la importancia que para el ejercicio y goce de los


derechos que la Constitución reconoce a la persona, tiene la
actividad de las autoridades públicas, se descubre el carácter
neurálgico de la garantía institucional que representa la buena fe,
cuyo propósito es sustentar el desarrollo de sus competencias en la
efectividad del servicio público y en la prevalencia del derecho
sustancial (criterio finalista), y no exclusivamente en su mera
utilización literal y formal. El compromiso del funcionario con la
finalidad de su competencia, dentro de los límites del derecho,
trasciende el repertorio de sus habilitaciones concretas, y se enraiza
en las obligaciones materiales que emanan del postulado de la
buena fe que ha de guiar todas sus actuaciones.
8.5. En el presente caso, la desestimación del recurso por el
superior, debido a un error del a quo, que a su turno indujo
racionalmente - que no culposamente - al sindicado a sustentarlo por
fuera del término legal, tiene el efecto de subsanar la actuación
deficiente, pero, deja a éste, sin posibilidad de volver a plantear su
defensa.

A juicio de la Corte, la interpretación más ajustada a la Constitución,


en esta materia, es la de no incluir el día en que se deja la
constancia secretarial dentro de los cinco días del término legal de
sustentación del recurso, pues, éste debe ser pleno93 a fin de
garantizar el derecho de defensa. Sin embargo, no considera esta
Corte, para los efectos de resolver la procedencia de la presente
tutela, que éste sea el tema central sobre el cual deba versar su
decisión. En este orden de ideas, sin necesidad de entrar a calificar
las interpretaciones que los jueces penales han hecho de las normas
legales, ni la intención que los haya animado que esta Corte asume
recta y pulcra, el examen objetivo de su actuación - vista
unitariamente como manifestación del Estado-juez y dado que así se
juzgará eventualmente su responsabilidad -, en relación con el
sindicado, revela, en el plano constitucional, un patente alejamiento
de los postulados de la buena fe.

Se induce al sindicado, en primer término, a sustentar el recurso de


apelación dentro de un plazo que, a la postre, se considera
incorrecto por el superior cuando ya éste ha perdido
irremediablemente la oportunidad de intentar su defensa.

El efecto de la desestimación del recurso que esteriliza la defensa


del sindicado, a pesar de su conocimiento, impide de manera
absoluta que la víctima del error judicial que pretende subsanarse
pueda hacer uso del medio de defensa que, en estas condiciones,
ha sido dilapidado. La decisión judicial del Tribunal se produce, por
fuerza de las cosas, cuando el término para sustentar la apelación
está ya vencido, de suerte que si resulta adverso para el apelante,
su capacidad procesal de reacción se encuentra ya agotada. Estas
consecuencias no repudian ni al derecho ni a la justicia en la
generalidad de los casos, particularmente, si media culpa de la parte,
que no puede desconocer el carácter perentorio y preclusivo de los
términos legales. Sin embargo, si el término no está dotado de
diafanidad incontestable y el despacho judicial oficialmente lleva a
cabo su contabilización concreta, la que resulta razonable y en modo
alguno arbitraria, confiar en ella no permite calificar la conducta de la
parte como culposa, pese a que posteriormente el superior discuerde
de la interpretación dada. La contabilización oficial del término, fue el
motivo principal que motivó la sustentación de la apelación dentro
del plazo fijado, y no se descubre por qué el sindicado debía

93Corte Constitucional. Sentencia C-007 de 1992, M.P. Dr. JOSE GREGORIO HERNANDEZ.
apartarse de aquélla, o ponerla en duda, si además de ser una
interpretación razonable estaba munida de autoridad.

El sindicado es sujeto procesal y no víctima procesal. Las


consecuencias del error judicial que enmienda y corrige el superior,
no pueden gravitar negativamente en la parte procesal hasta el
punto de que ésta pierda la oportunidad de utilizar un recurso de
defensa por haberlo presentado dentro del término que le indicó el
juzgado de la causa con base en una interpretación prima facie
razonable, esto es, por haber conformado su conducta procesal a los
autos y demás actos procedentes de dicho despacho judicial.

La corrección del error judicial por el superior, ha podido hacerse sin


necesidad de colocar a su víctima en estado de indefensión,
limitando la función de enmienda al acto del juez, pero conservando
para la parte la posibilidad de sustentar el recurso. Así no se habría
castigado la buena fe del apelante que libró su defensa con base en
la contabilización oficial del término, más tarde desvirtuada. En estas
condiciones, la notificación de la desestimación de la apelación
interpuesta, sin posibilidad de intentarla de nuevo, se hace en el
momento en que la parte se encuentra más impotente y
desguarnecida procesalmente. La respuesta a la buena fe del
sindicado, a quien no se le puede reprochar haber conformado su
actuación a la contabilización judicial del término, es la indefensión y
la ejecutoria de la condena. A juicio de esta Corte, objetivamente,
esta consecuencia no puede ser de recibo. La administración de
justicia, a través de las diferentes instancias, debe corregir sus
propios errores, pero no a costa del sacrificio del legítimo derecho de
defensa de los sindicados y menos escarmentando la buena fe que
ellos razonadamente hayan puesto en los actos de las autoridades.
Los dictados de la buena fe se ignoran al obrar con tan máxima
severidad y dar lugar a iniquidad manifiesta. En definitiva, para
corregir el error judicial - falencia interna del servicio de
administración de justicia - no era necesario sacrificar de manera tan
palmaria el derecho de defensa del sindicado (CP art. 29) y
considerar falta suya el haber confiado razonadamente en la
autoridad pública (CP art. 83).

8.6 El debido proceso y el acceso a la justicia (CP arts. 29, 228 y


229) son derechos fundamentales que obligan a interpretar las
normas procesales como instrumentos puestos al servicio del
derecho sustancial y a las soluciones que permitan resolver el fondo
de los asuntos sometidos a consideración de los jueces (principio
pro actione). Si bien los derechos mencionados no se vulneran
cuando se inadmite un recurso o acción por no concurrir los
presupuestos legales para su aceptación, la decisión judicial no debe
ser arbitraria ni irrazonable. Se impone, por lo tanto, adoptar la
interpretación que tome en cuenta el espíritu y finalidad de la norma
y que sea más favorable para la efectividad del derecho
fundamental. No son pocos los casos en que el juez, primer garante
del debido proceso, sin proponérselo conscientemente, patrocina
situaciones de absoluta indefensión de los sindicados y condenados,
al prohijar interpretaciones ajustadas al tenor literal del texto, pero
contrarias a su espíritu y finalidad.

9. La tesis de la Sala Penal, según la cual el contenido de los actos


secretariales, refrendados por los jueces, es irrelevante para el
desarrollo del proceso, supone y exige la desconfianza de las partes
en las autoridades como intérpretes y aplicadores autorizados de la
ley. Los principios de la buena fe y de la seguridad jurídica se verían
sustituidos por la desconfianza y la incertidumbre cuando se impone
al particular el deber agobiante de poner en duda los
pronunciamientos judiciales que actualizan el sentido de la ley, aún
en los casos en que ellos sean la cabal expresión de una
interpretación razonable de una norma legal, en cuya inteligencia
igualmente coincide la parte. El secretario, en su calidad de
funcionario judicial, es depositario de la confianza pública. Sobre la
materia, esta Corte ha sostenido:

"El particular que ingresa a una entidad pública y se


comunica con una persona que hace parte de la
institución, presume válidamente encontrarse frente a un
funcionario que, en su campo, normalmente es
depositario de la confianza del organismo, sin que deba
esperarse de su parte que guarde dudas o suspicacias
respecto de las directrices o respuestas provenientes del
respectivo servidor público."2

Conclusión

10. La actuación irregular del Juzgador de primera instancia - que


finalmente concedió el recurso por haber sido sustentado en debida
forma - debía corregirse por parte del superior, pero a través de un
medio procesal que dejara a salvo la efectividad del derecho
sustancial de la parte, a la cual no podía imputarse el error (CP arts.
2, 229, C.P.P. art.13). En efecto, ante la presunta irregularidad del
Secretario judicial, la Sala de Decisión Penal habría podido decretar
la nulidad de lo actuado a partir de la fijación de la constancia
secretarial (C.P.P. arts. 304 a 308), como en su momento lo pidió el
defensor, y solicitar la apertura de la investigación disciplinaria
correspondiente, con lo que se dejaba incólume el derecho
fundamental a impugnar la sentencia condenatoria, único y último
recurso con el cual contaba el procesado para su defensa.

No obstante, la Sala de Decisión Penal procedió a desechar, por


motivos formales y con base en un conducta omisiva inexistente -
negligencia de la parte procesal -, el ejercicio efectivo del derecho a
impugnar la sentencia condenatoria, fundándose en una
interpretación de la norma diferente a la acogida por el funcionario
que inicialmente contabilizó los términos y comunicó al procesado el
plazo que tenía para sustentar el recurso de apelación. Con este
proceder, el Tribunal desconoció el principio de buena fe y privó a la
parte de sus derechos fundamentales al debido proceso y a una
doble instancia.

DECISION

En mérito de lo expuesto, la Sala Tercera de Revisión,

RESUELVE:

PRIMERO.- REVOCAR la sentencia de julio ocho (8) de 1994,


proferida por el Consejo de Estado, Sala Contencioso Administrativo,
Sección Quinta.

SEGUNDO.- CONFIRMAR, por las razones expuestas, la sentencia


del Tribunal Administrativo de Antioquía, Sección Segunda, fechada
el catorce (14) de junio de 1994.

TERCERO.- LIBRESE comunicación al Tribunal Administrativo de


Antioquía, con miras a que se surta la notificación de esta
providencia, según lo establecido en el artículo 36 del Decreto 2591
de 1991.

Cópiese, notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la


Gaceta de la Corte Constitucional.

EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ


Magistrado Ponente

CARLOS GAVIRIA DIAZ


Magistrado

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado

MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

(Sentencia aprobada por la Sala Tercera de Revisión, en la ciudad


de Santa Fe de Bogotá, D.C., a los veintinueve (29) días del mes de
noviembre de mil novecientos noventa y cuatro (1994)).
PREVARICATO- VIA DE HECHO- CADUCIDAD EN MATERIA
TUTELA-Sentencia No. T-118/95

IMPUGNACION FALLO DE TUTELA /JUEZ DE TUTELA-


Incumplimiento de su función/DETENCION DOMICILIARIA

La impugnación es un derecho, reconocido directamente por la


Carta a las partes que intervienen dentro del proceso, para que, si la
decisión adoptada no las favorece o no les satisface, acudan ante el
juez competente según la definición que haga la ley -el superior
jerárquico correspondiente, al tenor del artículo 32 del Decreto 2591
de 1991-, en solicitud de nuevo estudio del caso. Se trata, pues, de
un derecho de naturaleza constitucional cuyo ejercicio no depende
de la procedencia o improcedencia de la acción. Si ello es así, el
propósito que persigue el impugnante, amparado por la Constitución,
es el de que el superior de quien profirió el fallo, resuelva de manera
expresa si confirma, revoca o modifica la providencia atacada. Por lo
tanto, el juez de segundo grado incumple la función que le es propia
cuando se pronuncia, como en este caso, sin adoptar ninguna
decisión respecto de la sentencia que ante él se impugna. Tanto el
impugnante como la otra parte en el proceso tienen derecho a
conocer el resultado del respectivo trámite y, por lo mismo, a saber
si el fallo inicial queda en firme o ha sufrido modificación.

VIA DE HECHO/ACCION DE TUTELA CONTRA


PROVIDENCIAS JUDICIALES/ACCION DE TUTELA-
Improcedencia

La vía de hecho es en realidad el ejercicio arbitrario de la función


judicial, en términos tales que el fallador haya resuelto, no según la
ley -que, por tanto, ha sido francamente violada- sino de acuerdo
con sus personales designios. Para que pueda llegarse a entender
que, de manera excepcional, procede la acción de tutela contra
providencias judiciales -y con mayor razón contra sentencias que
han alcanzado el valor de la cosa juzgada-, es indispensable que se
configure y acredite una situación verdaderamente extraordinaria,
que implique no solamente el incumplimiento de una norma jurídica
que el juez estaba obligado a aplicar sino una equivocación de
dimensiones tan graves que haya sido sustituído el ordenamiento
jurídico por la voluntad del fallador. En el presente caso no existe
motivo alguno para considerar que las providencias atacadas hayan
sido proferidas en el curso de una vía de hecho y tampoco ha sido
probado el perjuicio irremediable.

PREVARICATO POR VIA DE HECHO


La Corte no vacila en afirmar que la vía de hecho, clara y
plenamente probada, si consiste en una vulneración de la ley
procesal de tales características que comporta una ruptura grave del
debido proceso y, por ende, la violación de la Constitución Política, o
una transgresión abierta de otros preceptos constitucionales, de
modo que lleve a conceder la tutela contra la providencia judicial en
tela de juicio, debe dar lugar a que el juez de tutela corra traslado de
las diligencias a la Fiscalía General de la Nación para que se inicie
el correspondiente proceso penal por prevaricato.

-Sala Quinta de Revisión-

Ref.: Expediente T-51225

Acción de tutela instaurada por


MOHAMED AMIN SAKER contra el
JUZGADO PRIMERO PENAL DEL
CIRCUITO DE MONTERIA

Magistrado Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO HERNANDEZ
GALINDO

Sentencia aprobada en Santa Fe de Bogotá, D.C., a los dieciséis


(16) días del mes de marzo de mil novecientos noventa y cinco
(1995).

Revisa la Corte las decisiones de tutela adoptadas en el asunto de la


referencia por los juzgados Segundo Penal Municipal y Quinto Penal
del Circuito de Montería.

I. INFORMACION PRELIMINAR

MOHAMED AMIN SAKER, preso en la Cárcel Nacional del Distrito


Judicial de Montería, en donde purga una condena por el delito de
estafa, instauró acción de tutela con el objeto de obtener que se le
concediera el beneficio de que la privación de su libertad fuera
domiciliaria.

Dijo que el Juez Primero Penal del Circuito de Montería no ha tenido


en cuenta su situación personal, que no lo conoce y que no ha leído
su partida de bautismo.

Expresó que fue condenado por un delito que no cometió; que no se


le dió credibilidad a su declaración y que en su caso se aplicó la
teoría de la peligrosidad.
Según el peticionario, se encuentra enfermo, no duerme y soporta
fuertes dolores de cabeza. Se quejó de estar recluído en una celda,
lejos del cuidado de sus hijos y su esposa y abandonado por el
Estado.

Expresó que, de acuerdo con recomendaciones médicas, debe


hacerse tres operaciones.

Citó como violados los artículos 46 y 52 de la Constitución Política.

II. DECISIONES JUDICIALES

Mediante fallo proferido el 8 de septiembre de 1994, el Juzgado


Segundo Penal Municipal de Montería resolvió negar la tutela
impetrada, por cuanto la solicitud de que al actor se le concediera la
detención domiciliaria, elevada por su defensor, "fue fallada y quedó
debidamente ejecutoriada y se dispuso de los medios de defensa,
quedándole la opción de revisión".

Impugnada la sentencia, el Juzgado Quinto Penal del Circuito de


Montería, por Fallo del 12 de octubre de 1994, resolvió declarar "que
la acción tutelar incoada por MOHAMED AMIN SAKER, para la
fecha de su presentación, se encontraba caduca".

El juez de segunda instancia se basó en el artículo 11 del Decreto


2591 de 1991, según el cual la acción de tutela podrá ejercerse en
todo tiempo, salvo la dirigida contra sentencias o providencias
judiciales que pongan fin a un proceso, la cual caducará en dos
meses de ejecutoriada la providencia.

III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL

Competencia

La Corte Constitucional es competente para revisar los fallos en


referencia, según lo disponen los artículos 86 y 241-9 de la
Constitución Política y el Decreto 2591 de 1991.

Inexistencia de caducidad en materia de tutela

El juez de segunda instancia aplicó una norma inexistente, pues


declaró que había operado en el caso concreto la caducidad que
preveía el artículo 11 del Decreto 2591 de 1991, declarado
inexequible por la Corte Constitucional mediante Sentencia C-543
del 1 de octubre de 1992.

Así, no solamente se ignoró una providencia que hizo tránsito a cosa


juzgada constitucional, sino que se vulneró al peticionario su
derecho de acceso a la administración de justicia, ya que no se
resolvió en el fondo sobre la impugnación presentada.

La Corte debe reiterar que el artículo 86 de la Constitución Política


señala con claridad que la acción de tutela puede ser intentada "en
todo momento", de tal manera que el legislador no podía establecer
términos de caducidad para su instauración.

Declarada inexequible la única disposición que consagraba el


indicado límite, no tiene el juez motivo alguno para exigir que la
demanda de tutela sea presentada dentro de cierto lapso.

El objeto de la impugnación

El juez de segunda instancia no solamente incurrió en la anotada


equivocación, sino que profirió una sentencia mediante la cual se
limitó a declarar la caducidad, sin entrar a confirmar ni a revocar la
providencia objeto de recurso.

Ha de insistirse en que la impugnación de las providencias mediante


las cuales se resuelve sobre acciones de tutela es un verdadero
derecho de las partes en el procedimiento preferente y sumario que
se inicia a partir de ellas, cuyo orígen se encuentra en el mismo
artículo 86 de la Carta Política.

Recuérdase lo dicho al respecto por esta misma Sala:

"Dispone el artículo 86, inciso 2º, de la Constitución Política,


refiriéndose al fallo mediante el cual se resuelve acerca de una
acción de tutela: "...podrá impugnarse ante el juez
competente...".

"...estamos ante un derecho, reconocido directamente por la


Carta a las partes que intervienen dentro del proceso, para que,
si la decisión adoptada no las favorece o no les satisface,
acudan ante el juez competente según la definición que haga la
ley -el superior jerárquico correspondiente, al tenor del artículo
32 del Decreto 2591 de 1991-, en solicitud de nuevo estudio del
caso. Se trata, pues, de un derecho de naturaleza constitucional
cuyo ejercicio no depende de la procedencia o improcedencia
de la acción.

El juez de primera instancia puede haberse equivocado, aun al


calificar si la acción de tutela cabía en el caso concreto. Por
tanto, deducir él mismo que su criterio acerca del punto traiga
como consecuencia la pérdida del derecho a recurrir significa, ni
más ni menos, una clara violación del precepto superior y un
desconocimiento del derecho fundamental de acceder a la
administración de justicia (art. 229 de la Constitución).
El artículo 31 del Decreto 2591 de 1991 establece que, dentro
de los tres días siguientes a su notificación, el fallo podrá ser
impugnado por el Defensor del Pueblo, el solicitante, la
autoridad pública o el representante del órgano correspondiente,
sin perjuicio de su cumplimiento inmediato.

Por su parte, el artículo 32 eiusdem preceptúa que, presentada


la impugnación, el juez remitirá el expediente dentro del término
de dos días al superior jerárquico". (Cfr. Corte Constitucional .
Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-034 del 2 de febrero de
1994).

Si ello es así, el propósito que persigue el impugnante, amparado


por la Constitución, es el de que el superior de quien profirió el fallo,
una vez verificado su contenido, tanto desde el punto de vista formal
como por el material, y practicadas las pruebas adicionales que
estime indispensables para llegar a una plena convicción sobre los
elementos fácticos y jurídicos que integran la cuestión planteada,
resuelva de manera expresa si confirma, revoca o modifica la
providencia atacada.

Por lo tanto, el juez de segundo grado incumple la función que le es


propia cuando se pronuncia, como en este caso, sin adoptar ninguna
decisión respecto de la sentencia que ante él se impugna. Tanto el
impugnante como la otra parte en el proceso tienen derecho a
conocer el resultado del respectivo trámite y, por lo mismo, a saber si
el fallo inicial queda en firme o ha sufrido modificación.

Improcedencia de la tutela contra providencias judiciales. La


cosa juzgada constitucional en la materia. Alcance de la vía de
hecho

Aunque el escrito mediante el cual se propuso la tutela es en este


caso bastante confuso, de su contexto puede concluirse que el autor
pretendió atacar tanto la providencia mediante la cual fue condenado
-pues sostuvo que se lo había
hallado culpable sin haber cometido el delito- como contra la
posterior, por medio de la cual le fue negada su solicitud de que se lo
favoreciera con prisión domiciliaria.

Halla la Corte que tanto una como otra decisión judicial han quedado
ejecutoriadas.

Resulta, entonces, que la acción de tutela era improcedente, puesto


que el artículo 40 del Decreto 2591 de 1991, que la hacía posible de
modo indiscriminado contra toda providencia judicial, fue declarado
inexequible por razones que en su momento expuso esta misma
Corte (Cfr. Sentencia de Sala Plena C-543 del 1 de octubre de
1992).

Es cierto que la Corte, al fallar, no consagró un criterio absoluto de


exclusión -pues, interpretando el alcance del artículo 86 de la Carta
Política, dió paso a la acción de tutela contra providencias judiciales
cuanto se estableciera un perjuicio irremediable y cuando fuera
probada una vía de hecho del juez, tal como lo ha entendido y
desarrollado después en su jurisprudencia-, pero también lo es que
las razones constitucionales para invocar el amparo dentro de tan
excepcionales supuestos deben ser clara y debidamente probadas y
tienen un sentido indudablemente restrictivo que surge del propio
texto constitucional.

En torno al concepto jurídico de lo que es la vía de hecho, la Corte


Constitucional ha sostenido:

"...las actuaciones judiciales cuya ostensible desviación del


ordenamiento jurídico las convierte -pese a su forma- en
verdaderas vías de hecho, no merecen la denominación ni
tienen el carácter de providencias para los efectos de
establecer la procedencia de la acción de tutela. No es el ropaje
o la apariencia de una decisión sino su contenido lo que amerita
la intangibilidad constitucionalmente conferida a la autonomía
funcional del juez".
(...)
"...la Corte ha efectuado un análisis material y ha establecido
una diáfana distinción entre las providencias judiciales -que
son invulnerables a la acción de tutela en cuanto corresponden
al ejercicio autónomo de la función judicial y respecto de las
cuales existen, dentro del respectivo proceso, los medios
judiciales de defensa establecidos por el ordenamiento jurídico-
y las vías de hecho por cuyo medio, bajo la forma de una
providencia judicial, quien debería administrar justicia quebranta
en realidad los principios que la inspiran y abusa de la
autonomía que la Carta Política reconoce a su función, para
vulnerar en cambio los derechos básicos de las personas.

En ese orden de ideas, la violación flagrante y grosera de la


Constitución por parte del juez, aunque pretenda cubrirse con el
manto respetable de la resolución judicial, puede ser atacada
mediante la acción de tutela siempre y cuando se cumplan los
presupuestos contemplados en el artículo 86 de la Constitución
y no exista otro medio al alcance del afectado para la defensa
de su derecho". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de
Revisión. Sentencia T-173 del 4 de febrero de 1993).

En posterior sentencia agregó:


"...la utilización de un poder concedido al juez por el
ordenamiento para un fin no previsto en la disposición (defecto
sustantivo), o en el ejercicio de la atribución por un órgano que
no es su titular (defecto orgánico), o en la aplicación del derecho
sin contar con el apoyo de los hechos determinantes del
supuesto legal (defecto fáctico), o en la actuación por fuera del
procedimiento establecido (defecto procedimental), esta
sustancial carencia de poder o de desviación del otorgado por la
ley, como reveladores de una manifiesta desconexión entre la
voluntad del ordenamiento y la del funcionario judicial, aparejará
su descalificación como acto judicial.

El acto judicial que en grado absoluto exhiba alguno de los


defectos mencionados, atenta contra la pax publica y por
fuerza se convierte en socialmente recusable. El juez que lo
expidió, desconociendo los presupuestos objetivos y
teleológicos del ordenamiento, pierde legitimación - en cierto
sentido, se "desapodera" en virtud de su propia voluntad - y no
puede pretender que la potestad judicial brinde amparo a su
actuación o le sirva de cobertura. El principio de independencia
judicial no se agota en vedar injerencias extrañas a la función
judicial, de manera que ella se pueda desempeñar con
autonomía, objetividad e imparcialidad; alude, también, a la
necesaria relación de obediencia que en todo momento debe
observar el juez frente al ordenamiento jurídico, el cual
constituye, como lo expresa la Constitución, la fuente de sus
poderes y su única servidumbre.

El Juez que incurra en una vía de hecho, no puede esperar que


al socaire de la independencia judicial, sus actos u omisiones,
permanezcan incólumes. En este evento en el que se rompe de
manera incontestable el hilo de la juridicidad, los jueces de
tutela están excepcionalmente llamados a restaurar esa
fidelidad a la ley de la que ningún juez puede liberarse sin
abjurar de su misión. Solo en este caso, que por lo tanto exige
la mayor ponderación y la aplicación de los criterios de
procedencia más estrictos, es dable que un juez examine la
acción u omisión de otro".
(...)
"La acción de tutela contra las vías de hecho judiciales - cuando
ella sea procedente ante la ausencia de otro medio de defensa
judicial o como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable -, en primer término, se endereza a garantizar el
respeto al debido proceso (CP art. 29) y el derecho de acceso a
la justicia (CP art 229). Gracias a estos dos derechos
medulares toda persona puede acudir ante un juez con miras a
obtener una resolución motivada ajustada a derecho y dictada
de conformidad con el procedimiento y las garantías
constitucionales previstos en la Constitución y en la ley. Se
articula a través de las normas citadas un derecho público
subjetivo a la jurisdicción o tutela judicial, que no consiste
propiamente en satisfacer la pretensión que se contiene en la
demanda o en su contestación sino a que se abra un proceso y
a que la sentencia se dicte con estricta sujeción a la ley y a las
garantías procedimentales. En este orden de ideas, la vía de
hecho judicial, en la forma y en el fondo, equivale a la más
patente violación del derecho a la jurisdicción. Por ello la
hipótesis más normal es la de que través de los diferentes
recursos que contemplan las leyes procedimentales, se pueda
impugnar cualquier acción u omisión judicial que configure una
vía de hecho, en cuyo caso, aunque no se descarte siempre la
procedibilidad de la tutela, su campo de acción - dada su
naturaleza subsidiaria - será muy restringido". (Corte
Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Sentencia T-231 del
13 de mayo de 1994).

La vía de hecho consiste en una transgresión protuberante y grave


de la normatividad que regía el proceso dentro del cual se profirió la
providencia objeto de acción, a tal punto que, por el desconocimiento
flagrante del debido proceso o de otras garantías constitucionales,
hayan sido vulnerados materialmente -por la providencia misma- los
derechos fundamentales del accionante.

Esto significa que la vía de hecho es en realidad el ejercicio arbitrario


de la función judicial, en términos tales que el fallador haya resuelto,
no según la ley -que, por tanto, ha sido francamente violada- sino de
acuerdo con sus personales designios.

No cualquier error cometido por el juez en el curso del proceso tiene


el carácter de vía de hecho, pues entenderlo así implicaría
retroceder al ritualismo que sacrifica a la forma los valores de fondo
que deben realizarse en todo trámite judicial y, por otra parte,
quedaría desvirtuada por una decisión de tutela la inexequibilidad
declarada por la Sala Plena de la Corte Constitucional, que, se
repite, ha hecho tránsito a cosa juzgada constitucional. Si, con
arreglo al artículo 243 de la Constitución, en tal evento "ninguna
autoridad podrá reproducir el contenido material del acto jurídico
declarado inexequible por razones de fondo, mientras subsistan en
la Carta las disposiciones que sirvieron para hacer la confrontación
entre la norma ordinaria y la Constitución", tampoco los jueces, ni la
propia Corte Constitucional en sus fallos de revisión, pueden revivir
el artículo 40 del Decreto 2591 de 1991, con las salvedades que se
hicieron explícitas en la Sentencia C-543 del 1 de octubre de 1992.

Así las cosas, para que pueda llegarse a entender que, de manera
excepcional, procede la acción de tutela contra providencias
judiciales -y con mayor razón contra sentencias que han alcanzado
el valor de la cosa juzgada-, es indispensable que se configure y
acredite una situación verdaderamente extraordinaria, que implique
no solamente el incumplimiento de una norma jurídica que el juez
estaba obligado a aplicar sino una equivocación de dimensiones tan
graves que haya sido sustituído el ordenamiento jurídico por la
voluntad del fallador.

La Corte no vacila en afirmar que la vía de hecho, clara y


plenamente probada, si consiste en una vulneración de la ley
procesal de tales características que comporta una ruptura grave del
debido proceso y, por ende, la violación de la Constitución Política, o
una transgresión abierta de otros preceptos constitucionales, de
modo que lleve a conceder la tutela contra la providencia judicial en
tela de juicio, debe dar lugar a que el juez de tutela corra traslado de
las diligencias a la Fiscalía General de la Nación para que se inicie el
correspondiente proceso penal por prevaricato.

Desde luego, cuando la enunciada gravedad de la violación no


existe, por cuanto el error cometido por el juez no tiene la indicada
trascendencia ni ha incidido de modo eficiente en el
desconocimiento de derechos sustanciales del actor, o cuando la
normatividad aplicable era susceptible de diversas interpretaciones,
una de las cuales ha sido escogida por el fallador en ejercicio de su
autonomía funcional (artículo 228 C.P.), sin haberse configurado el
evidente quebranto del ordenamiento jurídico, no cabe la tutela y
debe hacerse valer en todo su rigor la inexequibilidad del artículo 40
del Decreto 2591 de 1991.

En el presente caso no existe motivo alguno para considerar que las


providencias atacadas hayan sido proferidas en el curso de una vía
de hecho y tampoco ha sido probado el perjuicio irremediable.

Por consiguiente, debe ser negada la tutela, dada su improcedencia.

La Corte, sinembargo, dada la errónea concepción del fallo de


segundo grado y en cuanto éste no resolvió sobre aquéllo que ha
debido decidir -la confirmación o revocación de la sentencia
impugnada-, se limitará a revocar la providencia proferida por el
superior, confirmando en cambio, por las razones expuestas, la de
primera instancia.

DECISION

En mérito de las consideraciones precedentes, la Sala Quinta de


Revisión de la Corte Constitucional, administrando justicia en
nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,

RESUELVE:
Primero.- REVOCASE la Sentencia proferida el 12 de octubre de
1994 por el Juzgado Quinto Penal del Circuito de Montería.

Segundo.- CONFIRMASE, por las razones expuestas, la Sentencia


pronunciada el 8 de septiembre de 1994 por el Juzgado Segundo
Penal Municipal de Montería, al resolver sobre la acción de tutela
instaurada por MOHAMED AMIN SAKER.

Tercero.- LIBRESE la comunicación prevista en el artículo 36 del


Decreto 2591 de 1991.

Cópiese, notifíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la


Corte Constitucional y cúmplase.

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado Ponente
Presidente de la Sala

HERNANDO HERRERA VERGARA ALEJANDRO


MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General
PRINCIPIO DE AUTONOMIA FUNCIONAL DEL JUEZ-Sentencia No.
T-492/95

PRINCIPIO DE AUTONOMIA FUNCIONAL DEL JUEZ

Mediante el postulado de la autonomía se busca evitar que las


decisiones judiciales sean el resultado de órdenes o presiones sobre el
funcionario que las adopta, quien, en el ejercicio de su función, está
sujeto únicamente a la Constitución y a la ley. En el ámbito reservado
a su función, dentro de las normas y criterios legales, el juez
competente dispone de la facultad inalienable de resolver sobre el
asunto sometido a su análisis, sea propiamente en el curso de una
controversia litigiosa o en el campo de la definición o constación del
Derecho por la vía de la jurisdicción voluntaria, sin que en principio
deba actuar por el impulso, la decisión o la dirección de otro juez.

VIA DE HECHO

La vía judicial de hecho no es una regla general sino una excepción,


una anormalidad, un comportamiento que, por constituir burdo
desconocimiento de las normas legales, vulnera la Constitución y
quebranta los derechos de quienes acceden a la administración de
justicia. Es una circunstancia extraordinaria que exige, por razón de la
prevalencia del Derecho sustancial, la posibilidad, también
extraordinaria, de corregir, en el plano preferente de la jurisdicción
constitucional, el yerro que ha comprometido o mancillado los
postulados superiores de la Constitución por un abuso de la
investidura. Naturalmente, ese carácter excepcional de la vía de hecho
implica el reconocimiento de que, para llegar a ella, es indispensable la
configuración de una ruptura patente y grave de las normas que han
debido ser aplicadas en el caso concreto.

INTERDICCION DE DERECHOS Y FUNCIONES PUBLICAS-


Interno

El Juzgado resolvió negar el levantamiento de la pena accesoria de


interdicción de derechos y funciones públicas, por cuanto no había
transcurrido el término que de la misma se le impuso en la sentencia
condenatoria. La decisión fue motivada y, al adoptarla, el juez
competente invocó disposiciones como la de que "las penas de
interdicción de derechos y funciones públicas, suspensión de la patria
potestad y prohibición del ejercicio de un arte, profesión u oficio, se
aplicarán de hecho mientras dure la pena privativa de la libertad
concurrente con ellas". La misma norma indica que, cumplida la pena
privativa de la libertad "empezará a correr el término señalado para
aquéllas (las penas accesorias) en la sentencia, salvo la condena de
ejecución condicional.
-Sala Quinta de Revisión-

Ref.: Expediente T-74499

Acción de tutela instaurada por Jesús


Antonio Mariño Pinzón contra Juzgado
Segundo Penal Del Circuito De Santa
Rosa De Viterbo

Magistrado Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO HERNANDEZ
GALINDO

Sentencia aprobada en Santa Fe de Bogotá, D.C., mediante acta del


siete (7) de noviembre de mil novecientos noventa y cinco (1995).

Se revisan los fallos proferidos por la Sala Civil del Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Santa Rosa de Viterbo y por la Sala de
Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia.

I. INFORMACION PRELIMINAR

JESUS ANTONIO MARIÑO PINZON fue condenado por el Juzgado


Penal del Circuito de Santa Rosa de Viterbo a la pena principal de 48
meses de prisión y a la accesoria de interdicción de derechos y
funciones públicas durante el mismo tiempo de la pena principal, por
los delitos de homicidio y lesiones personales en un accidente de
tránsito.

En cumplimiento de la Sentencia, el Ministerio de Defensa Nacional


ordenó separar al accionante del cargo de oficial de la Policía Nacional.

Cumplida la pena privativa de la libertad, el 12 de enero de 1995 el


Juzgado decretó la libertad definitiva de Mariño Pinzón, pero negó el
levantamiento de la pena accesoria de interdicción de derechos y
funciones públicas, a la que también había sido condenado, pues
consideró que ella no era concurrente en el tiempo con la de prisión.

Interpuesto el recurso de apelación, el Tribunal Superior del Distrito


Judicial de Santa Rosa de Viterbo confirmó la decisión impugnada y
dijo al respecto que la pena accesoria se debe contar a partir de la
fecha en que el condenado terminó de cumplir la pena principal.

Para el peticionario, con tales determinaciones judiciales le fueron


violados sus derechos a la libertad, a elegir y ser elegido y a desarrollar
una actividad laboral acorde con su preparación.
II. DECISIONES JUDICIALES

La acción de tutela fue instaurada inicialmente ante la Corte Suprema


de Justicia, Sala de Casación Penal, pero fue rechazada por
improcedente toda vez que dicha Corporación estimó que ha debido
ser presentada ante juez o tribunal de inferior jerarquía para dar paso a
las posibilidades de impugnación.

Incoada de nuevo ante la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Santa Rosa de Viterbo, sobre ella se resolvió mediante
providencia del 11 de mayo de 1995, en la cual se resolvió negar la
protección pedida, pues, a juicio del Tribunal, las providencias
judiciales atacadas no constituyeron una vía de hecho susceptible de
generar amenaza o violación a los derechos fundamentales del actor.

Los fallos, dijo la Sala, no fueron expedidos con defectos absolutos, ni


se puede afirmar que para adoptarlos se procedió mediante indebida
apreciación de los hechos, ni fueron erróneamente aplicadas las
normas penales.

La decisión de primera instancia fue impugnada por el accionante,


quien sostuvo que no había sido analizado el aspecto básico de su
petición. Alegó no haber obtenido respuesta en cuanto a la posibilidad
de ser reintegrado a la sociedad en igualdad de condiciones, toda vez
que al concederle la libertad definitiva, en su parecer, se entendió
cumplido el tratamiento resocializador y no se justificaba purgar ahora
la pena suspensiva de sus derechos políticos.

La Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, mediante


fallo del 20 de junio del presente año, resolvió confirmar la providencia
impugnada.

El motivo de la determinación fue la improcedencia de la tutela, por


cuanto la controversia que originó la demanda fue objeto de un
proceso tramitado en debida forma.

III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL

Competencia

La Corte Constitucional es competente para revisar los fallos en


mención, según lo disponen los artículos 86 y 241-9 de la Carta
Política.

Carácter excepcionalísimo de la tutela contra providencias


judiciales. Reiteración doctrinal sobre la autonomía funcional de
los jueces
Las sentencias objeto de revisión habrán de ser confirmadas. Será
muy breve la motivación en que se funda la Sala para hacerlo, pues
ello corresponde a su reiterada jurisprudencia.

Bien se sabe que los preceptos legales en cuya virtud se podía intentar
la acción de tutela de manera indiscriminada contra toda providencia
judicial fueron declarados inexequibles por esta Corte mediante Fallo
C-543 del 1º de octubre de 1992.

Entre los motivos predominantes de esa decisión, que hizo tránsito a


cosa juzgada constitucional, se encuentra el de la necesaria
preservación de la autonomía funcional de los jueces, según el claro
mandato del artículo 228 Superior.

Como en aquélla oportunidad lo expresó la Sala Plena, mediante el


postulado de la autonomía se busca evitar que las decisiones judiciales
sean el resultado de órdenes o presiones sobre el funcionario que las
adopta, quien, en el ejercicio de su función, está sujeto únicamente a la
Constitución y a la ley (artículos 4, 6 y 230 C.P).

En el ámbito reservado a su función, dentro de las normas y criterios


legales, el juez competente dispone de la facultad inalienable de
resolver sobre el asunto sometido a su análisis, sea propiamente en el
curso de una controversia litigiosa o en el campo de la definición o
constación del Derecho por la vía de la jurisdicción voluntaria, sin que
en principio deba actuar por el impulso, la decisión o la dirección de
otro juez.

Por lo tanto, a menos que la actuación del fallador se aparte de manera


ostensible e indudable de la ley, en abierta imposición de su personal
interés o voluntad, es decir que resuelva el conflicto planteado por
fuera del orden jurídico, no tiene justificación una tutela enderezada a
constreñir la libertad de que dispone el juez, investido de la autoridad
del Estado, dentro de las reglas de la jurisdicción y la competencia,
para proferir los actos mediante los cuales administra justicia.

La valoración del caso en sus elementos fácticos y jurídicos, a la luz de


la normatividad aplicable, está reservada al juez competente, quien
goza del poder que le otorga la ley para interpretarla y aplicarla, sin
que necesariamente deba coincidir con la apreciación de otros jueces,
pues repugna a la autonomía funcional que el criterio del juzgador,
mientras no se evidencie una flagrante transgresión del ordenamiento,
pueda ser revocado sin sujeción a los procedimientos, recursos e
instancias que él mismo contempla.

Entonces, la vía judicial de hecho -que ha sido materia de abundante


jurisprudencia- no es una regla general sino una excepción, una
anormalidad, un comportamiento que, por constituir burdo
desconocimiento de las normas legales, vulnera la Constitución y
quebranta los derechos de quienes acceden a la administración de
justicia. Es una circunstancia extraordinaria que exige, por razón de la
prevalencia del Derecho sustancial (artículo 228 C.P.), la posibilidad,
también extraordinaria, de corregir, en el plano preferente de la
jurisdicción constitucional, el yerro que ha comprometido o mancillado
los postulados superiores de la Constitución por un abuso de la
investidura.

Naturalmente, ese carácter excepcional de la vía de hecho implica el


reconocimiento de que, para llegar a ella, es indispensable la
configuración de una ruptura patente y grave de las normas que han
debido ser aplicadas en el caso concreto.

Al respecto, debe recordarse lo afirmado por esta misma Sala:

"La vía de hecho consiste en una transgresión protuberante y


grave de la normatividad que regía el proceso dentro del cual se
profirió la providencia objeto de acción, a tal punto que, por el
desconocimiento flagrante del debido proceso o de otras garantías
constitucionales, hayan sido vulnerados materialmente -por la
providencia misma- los derechos fundamentales del accionante.

Esto significa que la vía de hecho es en realidad el ejercicio


arbitrario de la función judicial, en términos tales que el fallador
haya resuelto, no según la ley -que, por tanto, ha sido francamente
violada- sino de acuerdo con sus personales designios.

No cualquier error cometido por el juez en el curso del proceso


tiene el carácter de vía de hecho, pues entenderlo así implicaría
retroceder al ritualismo que sacrifica a la forma los valores de
fondo que deben realizarse en todo trámite judicial y, por otra
parte, quedaría desvirtuada por una decisión de tutela la
inexequibilidad declarada por la Sala Plena de la Corte
Constitucional, que, se repite, ha hecho tránsito a cosa juzgada
constitucional. Si, con arreglo al artículo 243 de la Constitución, en
tal evento "ninguna autoridad podrá reproducir el contenido
material del acto jurídico declarado inexequible por razones de
fondo, mientras subsistan en la Carta las disposiciones que
sirvieron para hacer la confrontación entre la norma ordinaria y la
Constitución", tampoco los jueces, ni la propia Corte
Constitucional en sus fallos de revisión, pueden revivir el artículo
40 del Decreto 2591 de 1991, con las salvedades que se hicieron
explícitas en la Sentencia C-543 del 1 de octubre de 1992.

Así las cosas, para que pueda llegarse a entender que, de manera
excepcional, procede la acción de tutela contra providencias
judiciales -y con mayor razón contra sentencias que han
alcanzado el valor de la cosa juzgada-, es indispensable que se
configure y acredite una situación verdaderamente extraordinaria,
que implique no solamente el incumplimiento de una norma
jurídica que el juez estaba obligado a aplicar sino una
equivocación de dimensiones tan graves que haya sido sustituído
el ordenamiento jurídico por la voluntad del fallador" (Cfr. Corte
Constitucional.. Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-118 del 16
de marzo de 1995)

En ese orden de ideas, la providencia judicial escapa al ámbito de


competencia del juez de tutela mientras no se establezca con
certidumbre, surgida de la evidencia incontrastable, que se ha incurrido
en una vía de hecho.

Es lo que acontece en el caso materia de examen, en el cual aparece


acreditado que por sentencia judicial, luego confirmada por el superior,
el Juzgado Segundo Penal del Circuito de Santa Rosa de Viterbo
(antes Juzgado Segundo Superior) condenó al accionante a la pena
principal de 48 meses de prisión, como autor responsable de los delitos
de homicidio culposo y lesiones personales,y a la accesoria de
interdicción de derechos y funciones públicas por el mismo término de
la pena principal, de conformidad con el artículo 52 del Código Penal.

Posteriormente, el mismo despacho le concedió la libertad condicional


caucionada, al tenor de lo previsto en el artículo 72 del Código Penal, y
declaró en subsiguiente providencia que tal libertad condicional habría
de tenerse en el futuro como definitiva.

En el último proveído, el Juzgado resolvió negar a Mariño Pinzón el


levantamiento de la pena accesoria de interdicción de derechos y
funciones públicas, por cuanto no había transcurrido el término que de
la misma se le impuso en la sentencia condenatoria.

La decisión fue motivada y, al adoptarla, el juez competente invocó


disposiciones como la del artículo 55 del Código Penal, según el cual
"las penas de interdicción de derechos y funciones públicas,
suspensión de la patria potestad y prohibición del ejercicio de un arte,
profesión u oficio, se aplicarán de hecho mientras dure la pena
privativa de la libertad concurrente con ellas".

La misma norma indica que, cumplida la pena privativa de la libertad


"empezará a correr el término señalado para aquéllas (las penas
accesorias) en la sentencia, salvo lo dispuesto en el artículo 68". El
precepto últimamente mencionado alude a la condena de ejecución
condicional.

La Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia ha


sostenido, en relación con el cumplimiento de la interdicción de
derechos y funciones públicas:
"El momento en que se entiende cumplida la pena principal, en el
evento que se analiza (cuando media el otorgamiento de la
libertad condicional y se ha impuesto como pena accesoria
interdicción de derechos y funciones públicas), será, por tanto,
aquél en que, sin que el beneficiario haya vilado las obligaciones
contraídas ni hubiese delinquido nuevamente, termine el período
de prueba señalado. En caso de que por disposición del juez
hubiese sido superior al monto de pena que faltaba por pagar (...)
ese excedente no se tendrá en cuenta para contar el punto de
partida de la sanción accesoria.

A partir de entonces comienza a correr el término para la


satisfacción de la pena accesoria de interdicción del ejercicio de
derechos y funciones públicas que hubiere sido decretada" (Cfr.
C.S.J. Sala de Casación Penal. Providencia del 3 de diciembre de
1981)

En decisión del 14 de diciembre de 1992 reiteró la Corte Suprema:

"Ahora, si en la Sentencia no se otorgó el subrogado, el término de


la pena accesoria se empezará a contar desde el día siguiente a
aquél en que se dió como cumplida la pena privativa de la
libertad..."

Por tanto, el juez contra quien se instauró la acción de tutela no hizo


nada distinto de aplicar la normatividad vigente, apoyándose además
en la jurisprudencia penal, de donde resulta a todas luces que no se le
puede endilgar una vía de hecho y, por ende, que no era procedente el
amparo solicitado.

DECISION

Con base en las expuestas consideraciones, la Sala Quinta de


Revisión de la Corte Constitucional, administrando justicia en nombre
del pueblo y por mandato de la Constitución,

RESUELVE:

Primero.- CONFIRMAR los fallos proferidos por el Tribunal Superior


del Distrito Judicial de Santa Rosa de Viterbo -Sala Civil- el 11 de
mayo de 1995 y por la Corte Suprema de Justicia -Sala de Casación
Civil- el 20 de junio de 1995.

Segundo.- Dése cumplimiento a lo previsto en el artículo 36 del


Decreto 2591 de 1991.
Cópiese, notifíquese, comuníquese, publíquese en la Gaceta de la
Corte Constitucional y cúmplase.

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado Ponente
Presidente de la Sala

HERNANDO HERRERA VERGARA ALEJANDRO


MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General
AUSENCIA DE ABOGADO EN INDAGATORIA-Sentencia T-669/96

NORMA VIGENTE-Igual contenido de disposición


inexequible/NORMA INEXEQUIBLE-Prohibición reproducción del
contenido material/EXCEPCION DE INCONSTITUCIONALIDAD-
Igual contenido de disposición inexequible/NORMA VIGENTE-
Aplicación por contenido diferente de inexequibilidad

Cuando un juez o un fiscal aplican una disposición formalmente vigente


pero que tiene el mismo contenido material de una que ya ha sido
declarada inexequible por la Corte Constitucional, es indudable que están
violando este precepto constitucional, pues están en la práctica
reproduciendo "el contenido material del acto declarado inexequible". En
tales eventos, el funcionario judicial está obligado a aplicar la excepción
de inconstitucionalidad, pues la Constitución es norma de normas o, en
caso de que no lo considere pertinente, debe mostrar de manera
suficiente que la disposición que, dada la situación del caso concreto,
pretende aplicar tiene en realidad un contenido normativo en parte
diferente a la norma declarada inexequible, por lo cual puede seguirse
considerando constitucional. Si el funcionario aplica la norma y no
justifica su distanciamiento frente al pronunciamiento previo de la Corte
Constitucional sobre el mismo tema, estaríamos en presencia de una vía
de hecho, pues el funcionario judicial decide aplicar caprichosamente de
preferencia las disposiciones legales a las normas constitucionales, en
contravía de expresos pronunciamientos sobre el punto del tribunal
constitucional, máximo intérprete y guardián de la Carta.

VIA DE HECHO-Ausencia de abogado en indagatoria

Existiendo la decisión de inexequibilidad de la Corte en relación con la


ausencia de defensa técnica en la justicia militar, los fiscales hubieran
debido aplicar la excepción de inconstitucionalidad, por la evidente
contradicción entre el texto legal y la norma constitucional. Lo procedente
era entonces adelantar la indagatoria con la presencia del
correspondiente defensor técnico, pues la Constitución es norma de
normas, y en caso de conflicto entre la Constitución y la ley, deben
aplicarse de preferencia las disposiciones constitucionales. La única
forma de seguir aplicando el artículo 148 del Código de Procedimiento
Penal sin incurrir en vía de hecho era que el funcionario judicial hubiese
justificado, de manera suficiente, que existía una diferencia tan profunda
entre las jurisdicciones penal ordinaria y penal militar, o que las
circunstancias del caso eran tan excepcionales, que la ratio decidendi de
la sentencia C-592/93 no obligaba en la justicia ordinaria en ese caso
específico.

DERECHO DE DEFENSA TECNICA-Transición constitucional


No todas las indagatorias efectuadas sin abogado con posterioridad a la
entrada en vigencia de la Constitución de 1991 configuran
automáticamente vías de hecho susceptibles de ser atacadas por medio
de la tutela. Las indagatorias practicadas antes de la Sentencia C-592/93
pueden en muchos casos llegar a no configurar vías de hecho, ya que en
ese momento la presunción de constitucionalidad de las normas legales
era más admisible, no sólo porque no había todavía ningún
pronunciamiento del juez constitucional sobre el tema sino también por el
señalado peso de la tradición preconstituyente. Para que se configure la
vía de hecho en diligencias practicadas antes de esa fecha, debe
mostrarse que no había un fundamento para que el funcionario no
hubiera otorgado un abogado al imputado en las correspondientes
diligencias, y que tal práctica tuvo un evidente impacto sobre el derecho
de defensa de la persona. En las diligencias ocurridas con posterioridad
a la sentencia C-529/93, la Corte considera que la situación es diferente,
pues el fallo de inexequibilidad implica una inversión de la carga de la
argumentación sobre la materia.

ARMONIZACION CONCRETA DE PRINCIPIOS


CONSTITUCIONALES-Prevalencia derechos de las
personas/PRIMACIA DE LOS DERECHOS
INALIENABLES/DERECHOS CONSTITUCIONALES-Limitación
al principio de mayoría

En caso de que no pueda establecerse una armonización concreta de los


principios constitucionales en conflicto, debe darse preferencia al
derecho fundamental al debido proceso, pues la eficacia de la
administración de justicia y la seguridad jurídica no pueden alcanzarse a
riesgo de sacrificar los derechos fundamentales de las personas. La
justicia está al servicio de esos derechos, por lo cual en estos casos no
puede aplicarse mecánicamente el principio constitucional de prevalencia
del interés general sobre el particular, pues en tales eventos la norma
constitucional relevante es aquella que dispone que el Estado reconoce
la primacía de los derechos inalienables de la persona. Por ello, en caso
de conflicto irresoluble entre derechos constitucionales tan
fundamentales, como la vida, la libertad o el debido proceso, y la
persecución de objetivos estatales de interés general, como los que se
logran con una justicia más eficaz, en principio debe el juez
constitucional dar prevalencia a los derechos de la persona, pues es la
única forma de conferir un efecto interpretativo real a la Carta de
derechos.

FICCION JURIDICA-Naturaleza

Las ficciones jurídicas no buscan inducir en el error al operador jurídico,


ya que de manera expresa el funcionario judicial indica que está
asumiendo como cierto un hecho que es contrario a la realidad jurídica.
No hay pues voluntad de engaño sino que el funcionario judicial se
encuentra obligado a modificar de manera explícita su razonamiento para
evitar las consecuencias injustas que derivarían de la aplicación formal
de una regla jurídica. Estos procedimientos, totalmente excepcionales,
son entonces a veces necesarios, no con el objeto de que el juez eluda la
aplicación de la norma sino precisamente para evitar que una aplicación
ciega de la misma conduzca a resultados prácticos inaceptables desde el
punto de vista de los principios y valores del ordenamiento jurídico y de la
propia norma. En ese sentido, las ficciones son a veces indispensables
para lograr hacer justicia conforme al derecho, pues son, en ocasiones y
de manera excepcional, la única forma de adaptar la regla abstracta a la
realidad social. Paradójicamente, muchas veces sólo por medio de la
ficción judicial puede el juez hacer más real y vivo el derecho.

FICCION JURIDICA EN DEFENSA TECNICA

La ficción de que los jueces deben razonar como si la nueva indagatoria


se hubiese practicado en el momento procesal oportuno es legítima y
necesaria, pues constituye la única forma de armonizar la estructura
formal del procedimiento penal con las exigencias materiales derivadas
de los principios constitucionales en conflicto. Las anteriores razones
explican por qué, incluso si fuera procedente la tutela, no es razonable
que la Corte ordene retrotraer el proceso penal a la indagatoria en donde
se afectó el derecho a la defensa técnica.

MEDIO DE DEFENSA JUDICIAL EFICAZ-Ausencia de abogado en


indagatoria

No procede la tutela por vulneración del derecho de defensa técnica,


por cuanto el petente tenía a su disposición otros mecanismos
judiciales de defensa en el propio proceso penal. La tutela es
entonces improcedente en virtud de su naturaleza subsidiaria y
residual. Al existir otros mecanismos de defensa para solicitar ante los
jueces la protección eficaz del derecho a la defensa, la acción resulta
improcedente y obliga a ejercitar los demás instrumentos procesales
que le ofrece el ordenamiento jurídico, como serían entre otros, la
posibilidad de formular nulidades durante el proceso, e, igualmente, la
de utilizar el recurso extraordinario de casación

DEBIDO PROCESO PUBLICO SIN DILACIONES


INJUSTIFICADAS-Notificación personal de condenados

No se puede pasar por alto las dilaciones injustificadas alrededor de la


notificación personal a los condenados de la sentencia proferida,
mucho menos la falta de diligencia de las autoridades obligadas a
cumplir con la notificación sobre la situación jurídica de una persona
privada de su libertad y respecto de las actuaciones surgidas dentro
del proceso cursado en su contra, así como desconocer el
incumplimiento del deber de informar oportunamente acerca de la
realización de la comisión para la notificación a la autoridad
comisionante, de manera que el proceso pueda seguir su cause
normal sin interrupciones ocasionadas por la demora o descuido de
los funcionarios.

Referencia: Expediente T-101.419

Peticionario: José de Jesús Zapata


Cardona

Procedencia: Tribunal Superior de


Medellín - Sala Penal

Temas:
Debido Proceso, ausencia de defensa
técnica en indagatoria y vía de hecho
judicial.
Transición constitucional y
armonización concreta de principios
constitucionales en conflicto.
Prevalencia del interés general y
primacía de los derechos de la
persona.
Tutela y derecho a un proceso sin
dilaciones indebidas.

Magistrado Ponente:
Dr. ALEJANDRO MARTINEZ
CABALLERO

Santa Fe de Bogotá, D.C., veintiocho (28) de noviembre de mil


novecientos noventa y seis (1996).

En desarrollo de sus atribuciones constitucionales y legales, la Sala


Sexta de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los
Magistrados Hernando Herrera Vergara, Alejandro Martínez Caballero
y Fabio Morón Díaz.

EN NOMBRE DEL PUEBLO


Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION

Ha pronunciado la siguiente

SENTENCIA
Dentro del proceso de tutela identificado con el número de radicación T-
101419

I. ANTECEDENTES
Con base en los artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto
No. 2591 de 1991, la Sala de Selección Número Siete (7) de la Corte
Constitucional escogió, para efectos de su revisión, la tutela T-101419, la
cual corresponde a los los fallos proferidos en primera instancia por el
Juzgado 23 Penal del Circuito de Medellín, el 26 de abril de 1996 y en
segunda instancia por la Sala Penal del Tribunal Superior de Medellín,
el 5 de junio de 1996, por acción instaurada por José de Jesús Zapata
Cardona contra de los Jueces Regionales de Orden Público. El
expediente llegó al conocimiento de la Corte Constitucional por
remisión que hiciera la Sala Penal del Tribunal Superior de Medellín,
de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 31 del Decreto 2591 de
1991. El diez y ocho (18) de octubre el presente expediente se puso a
disposición de la Sala Plena para estudio de un posible cambio de
jurisprudencia y se suspendieron términos. En salas del catorce (14) y
veintiuno (21) de noviembre, la Sala Plena de esta Coporación discutió
el asunto en comento y decidió devolver el presente expediente a la
correspondiente Sala de Revisión, por cuanto consideró que no se
estaba frente a un cambio de jurisprudencia.

II- LA SOLICITUD

El señor JOSE DE JESUS ZAPATA CARDONA instauró acción de


tutela en contra de los Jueces Regionales de Orden Público, con el
propósito de obtener la protección de su derecho fundamental a la
defensa, el cual consideró vulnerado con la sentencia condenatoria
que le fue impuesta por el delito de secuestro extorsivo agravado. De
conformidad con lo manifestado por el accionante en su petición y lo
que consta en el expediente del proceso, la solicitud se fundamentó en
los siguientes hechos:

1. El ciudadano JOSE DE JESUS ZAPATA CARDONA y otro fueron


sindicados en un proceso penal por el delito de secuestro extorsivo
agravado, adelantado por un Juzgado Regional de Orden Público de
Medellín (Proceso No. 2042-13369), el cual culminó con sentencia
condenatoria (3 de mayo de 1995), confiriéndoles una pena privativa
de la libertad de treinta y tres (33) años de prisión y otras penas
accesorias. Posteriormente, esta decisión fue confirmada, con
algunas adiciones, por el Tribunal Nacional (11 de septiembre de
1995) en virtud del recurso de apelación interpuesto en contra de
ese fallo de primera instancia.

Se anota que el día 31 de diciembre de 1993, dentro del


mencionado proceso, el señor Zapata Cardona rindió indagatoria
ante la Unidad de Fiscalía Primera Permanente.

2. Mediante un breve escrito el señor Zapata Cardona formuló acción


de tutela (9 de abril de 1996) en contra de los Jueces Regionales,
del cual se concluye que: 1.) en el proceso penal que se adelantó en
su contra, rindió indagatoria sin la asistencia de un "defensor
profesional del derecho"; 2.) existe un pronunciamiento de la Corte
Constitucional en el cual se declaró inexequible el artículo 148 del
Código de Procedimiento Penal, referente a la designación de
cualquier ciudadano honorable como defensor durante la diligencia
de indagatoria y; 3.) por lo tanto, se encuentra detenido
arbitrariamente en la cárcel de Bellavista, de la ciudad de Medellín,
Antioquia, en virtud de la decisión condenatoria de los jueces
regionales tomada con base en esa diligencia de indagatoria.

3. El Juzgado 23 Penal del Circuito de Medellín, en su calidad de juez


de tutela de primera instancia, avocó el conocimiento de la tutela
instaurada por el señor Zapata Cardona, solicitando a los Jueces
Regionales de Orden Público de Medellín, por conducto de la
entidad coordinadora de los mismos, remitieran cierta información
necesaria sobre el proceso penal para analizar y resolver el asunto,
mediante auto de fecha 16 de abril de 1996. Luego de varios
requerimientos y frente a la imposibilidad de obtener las respuestas,
el Juzgado ordenó la práctica de una inspección judicial al
expediente del proceso penal mencionado y cursado en contra del
petente Zapata Cardona.

En esa diligencia se constató, entre otras situaciones, que: 1.) el


promotor de la acción de tutela aparece como uno de los acusados
en el proceso 2.) el sindicado no disponía de abogado para asistir a
la diligencia de indagatoria, por lo cual el Juzgado le designó a una
ciudadana como defensora, lo cual se dedujo de la no consignación
del número de la tarjeta profesional; 3.) en enero de 1994 se
resuelve la situación jurídica del sindicado ordenando su detención
preventiva sin beneficio de excarcelación; en abril del mismo año se
acepta y posesiona su defensor; posteriormente se dicta en su
contra resolución de acusación por el delito de secuestro extorsivo
agravado y; el 3 de mayo de 1995 se profiere sentencia
condenatoria y; 4.) el 5 de junio de 1995 se apela del fallo de
primera instancia, recurso que se concede y pasa para estudio al
Tribunal Nacional.

4. El día 26 de abril de 1996, el Juzgado 23 Penal del Circuito de


Medellín profirió sentencia denegando la tutela solicitada y
compulsando copias a la Procuraduría Departamental de Antioquia
para que se investigara la omisión de colaboración por el
Coordinador y la Secretaría de los Juzgados Regionales de Orden
Público de Medellín. Ese mismo día fue notificado del fallo el
accionante, quien apeló directamente del mismo (29 de abril de
1996), insistiendo en la violación a su derecho de defensa por no
haber contado con un profesional del derecho en la diligencia de
indagatoria, dado que opinaba que la declaratoria de inexequibilidad
del artículo 148 del Código de Procedimiento Penal debía cobijarlo.
Por ello también consideró el petente que la indagatoria debía
reputarse inexistente, y por ende solicitó la nulidad del proceso y
que se decretara su libertad por encontrarse arbitrariamente
detenido. El recurso fue concedido (6 de mayo de 1996) y
correspondió resolver a la Sala Penal del Tribunal Superior, de esa
misma ciudad.

5. El Tribunal Superior de Medellín-Sala Penal, el día 23 de mayo


solicitó al Tribunal Nacional que informara sobre el estado actual del
recurso de apelación formulado contra la sentencia del Juzgado
Regional de Orden Público de Medellín, precisara si en los motivos
de la impugnación se había alegado la violación del derecho a la
defensa del señor Zapata Cardona y si se había solicitado la
respectiva nulidad y, como consecuencia de ésta, decretado su
libertad.

El 23 de mayo de 1996, el Tribunal Nacional respondió que, en


sentencia del día 11 de septiembre de 1995, confirmó el fallo
condenatorio del señor Zapata Cardona proferido por el Juzgado
Regional de Orden Público de Medellín, adiciónándolo con órdenes
relacionadas con el embargo de un vehículo automotor vinculado al
proceso, la compulsación de copias para investigar un presunto
falso testimonio y concretando la condena in solidum por los daños y
perjuicios ocasionados con el hecho punible. Además, expresó que
la vulneración del derecho a la defensa del señor Zapata Cardona
no se utilizó como argumento en la apelación, ni tampoco en el
memorial suscrito por él mismo (26 de octubre de 1995) y dirigido al
Tribunal Nacional. En ese escrito el condenado y accionante Zapata
Cardona da a conocer que ha sido notificado del retiro de su
apoderado del proceso y solicita al Tribunal Nacional se le nombre
un defensor por intermedio de la "Defensoría Pública".

Por último, informó que a la fecha (23 de mayo de 1996)


permanecían a la espera del acto de notificación personal, a los
condenados por el delito de secuestro extorsivo agravado, de la
sentencia de segunda instancia del Tribunal Nacional de fecha 11
de septiembre de 1995, notificación que se cumpliría mediante
comisión a la Dirección de la Cárcel del Distrito Judicial de Medellín
"Bellavista" (Despacho Comisorio No. 798 del 25 de septiembre de
1995)

6. La Sala Penal del Tribunal Superior de Medellín, el día 5 de junio de


1996, dictó sentencia revocando la providencia del juez de tutela de
primera instancia, tutelando el derecho constitucional al debido
proceso sin dilaciones injustificadas del demandante Zapata
Cardona y ordenando una serie de actuaciones al Tribunal Nacional
y a la Defensoría del Pueblo, para efectos de garantizar la
efectividad de su fallo.
7. Mediante comunicación del 6 de junio de 1996, dirigida por la
Secretaría del Tribunal Nacional a la Sala Penal del Tribunal
Superior de Medellín -posterior al fallo de tutela de ésta última-, se
precisa que, aun cuando en cumplimiento de su deber reiteró en dos
oportunidades a la Dirección de la Cárcel del Distrito Judicial de
Medellín "Bellavista" ( 4 de diciembre de 1995 y 21 de marzo de
1996) para que efectuara la notificación personal a los condenados
de la sentencia del Tribunal Nacional del 11 de septiembre de 1995,
no se obtuvo ninguna respuesta al respecto, pero que,
posteriormente, aparecen registradas en el proceso las constancias
de la realización de la misma llevadas a cabo por el asesor jurídico
de esa cárcel, con fecha del 12 de octubre de 1995 y del 11 de abril
de 1996, firmadas por los condenados.

En la misma comunicación se deja en claro que, en el acto de


notificación de la citada sentencia, los señores Arroyave García y
Zapata Cardona manifestaron su decisión de impugnar la sentencia,
acción que finalmente se llevó a término por el apoderado del señor
Arroyave García quien interpuso el recurso extraordinario de
casación; y que para dar cumplimiento a lo ordenado por la Sala
Penal del Tribunal Superior de Medellín, el Tribunal Nacional libró
oficio a la Defensoría del Pueblo para que se designara defensor al
señor Zapata Cardona en el término de 48 horas, lo cual se realizó
cumplidamente.

III. LAS DECISIONES JUDICIALES QUE SE REVISAN

3.1. Juzgado 23 Penal del Circuito de Medellín

El Juzgado 23 Penal del Circuito de Medellín, mediante sentencia del


día 26 de abril de 1996, resolvió denegar la tutela "...del Derecho
Fundamental a la Defensa, y de cualquiera otro derecho de tal
categoría...", por existir otros medios de defensa judiciales para su
protección y por no detectarse ningún perjuicio irremediable que la
justificara.

El juzgado señaló que el accionante podía amparar su derecho


mediante la instauración de la "acción de nulidad", durante el
desarrollo del proceso o por la vía del recurso extraordinario de
casación (C.P.P., arts. 306 y 303 ordinal 3o.) Además, sostuvo que la
nulidad también pudo haber sido decretada de oficio por el Tribunal
Nacional, que conoció del recurso de apelación interpuesto contra la
sentencia penal de primera instancia del Juzgado Regional de Orden
Público, al igual que por la Corte Suprema de Justicia, en caso que se
presentara y admitiera el recurso extraordinario de casación; por lo
tanto, intervenir en esa decisión configuraría, en su concepto, una
invasión indebida a la órbita funcional de otro órgano judicial.
Por último, manifiestó que, aun en el evento de que el proponente no
hubiese podido invocar la acción de nulidad, por existir sentencia
condenatoria ejecutoriada en su contra y "...pertenecer al ámbito de la
cosa juzgada...", no sería conducente tramitar la acción de tutela para
remediar la inactividad dentro del proceso, derivada en la no utilización
de los medios procesales legales reconocidos a su favor por el
ordenamiento jurídico, como tampoco incoarla de manera transitoria
por la falta de un perjuicio irremediable que la justifique.

3.2. Tribunal Superior de Medellín -Sala Penal

La Sala Penal del Tribunal Superior de Medellín dictó sentencia, el día


5 de junio de 1996, revocando la providencia materia de apelación y
tutelando el derecho constitucional al debido proceso sin dilaciones
injustificadas.

En su concepto, la acción de tutela resultó improcedente porque iba


dirigida contra las sentencias penales de primera y segunda instancia
de los jueces de orden público que conocieron del proceso penal
contra el actor (Juez Regional de Orden Público de Medellín y Tribunal
Nacional) con fundamento en una irregularidad procesal que no
ocurrió, por lo que no se configuró una vía de hecho, pues la
indagatoria se realizó el 31 de diciembre de 1993 bajo la vigencia del
artículo 148 del Código de Procedimiento Penal, norma que autorizaba
efectuarla con un ciudadano honorable, cuando no hubiere abogado
inscrito que asistiera al procesado.

Adicionalmente, aclaró que el amparo tampoco sería factible como


mecanismo transitorio, en cuanto se contaba con otro medio de
defensa judicial ordinario -el recurso extraordinario de casación- contra
la sentencia del Tribunal Nacional que permitía proteger los derechos
fundamentales del sindicado al debido proceso, si es que estos habían
sido vulnerados. Sin embargo, la Sala Penal observó "...que ese otro
medio de defensa judicial no es eficaz si no se garantiza el derecho a
un debido proceso sin dilaciones injustificadas."; para expresar esto se
basó en la demora, de casi nueve meses, para notificar al sindicado
del fallo penal proferido por el Tribunal Nacional (puesto que a la fecha
de su sentencia no le habían comunicado de la práctica oportuna de la
notificación como ya se vió) y en la no asistencia de un abogado
titulado al condenado para continuar con la defensa, a pesar de la
solicitud manifestada ante ese Tribunal por el señor Zapata Cardona.

Si bien, para la Sala Penal era claro que ese no había sido el objetivo
de la acción de tutela, opinó que la garantía de los actos procesales
que seguían a la sentencia formaban parte del debido proceso
invocado por el accionante y ligados a la eficacia del mismo y del otro
medio de defensa judicial disponible; dado que de nada sirve contar
con otro instrumento judicial "...si la eficacia de ese otro medio se ve
entorpecida o comprometida por hechos que amenazan o lesionan el
debido proceso.".

De otra parte, puntualizó que aunque la tutela no había sido dirigida


contra el Tribunal Nacional éste tenía la calidad de superior funcional
del Juez Regional lo que permitía entenderla instaurada contra ambos,
extendiendo sus efectos a éste.

Por lo tanto, la Sala Penal, en el entendido de que la actividad del juez


de tutela no se limita a lo solicitado en el libelo sino también a proteger
todos aquellos derechos fundamentales que se encuentren
amenazados o vulnerados, distintos de los mencionados por el
peticionario -para lo cual se apoyó en las sentencias de la Corte
Constitucional No. T-493/92 y T-322/94-, decidió tutelar el derecho
fundamental al debido proceso al actor José de Jesús Zapata
Cardona, así como ordenar al Tribunal Nacional de Orden Público
subsanar la omisión de notificación de la sentencia penal condenatoria
de segunda instancia a los sindicados y a la Defensoría del Pueblo
para que le fuera designado un defensor público que lo asistiera en el
recurso extraordinario de casación 94.

IV. FUNDAMENTOS JURÍDICOS.

Competencia y aclaración procesal previa.

1- La Corte Constitucional es competente, a través de esta Sala de


Revisión, para revisar las sentencias proferidas por el Juzgado 23
Penal del Circuito de Medellín, el 26 de abril de 1996, y por la Sala
Penal del Tribunal Superior de Medellín, el 5 de junio de 1996, con
fundamento en lo dispuesto por los artículos 86 y 241 numeral 9o. de
la Constitución Política, en concordancia con los artículos del 33 al 36
del Decreto 2591 de 1991.

2- La presente acción de tutela estuvo dirigida en contra de los Jueces


Regionales de Orden Público, con ocasión del fallo que resolvió la
primera instancia en el proceso penal adelantado al peticionario
Zapata Cardona. Sin embargo, y en concordancia con el artículo 13
del decreto 2591 de 1991 y con la aclaración formulada por la Sala
Penal del Tribunal Superior de Medellín, esta Corte considera que la
presente acción debe entenderse también dirigida contra el fallo
proferido por el Tribunal Nacional, ya que este Tribunal, con
anterioridad a la presentación de la acción de tutela, conoció y resolvió
la impugnación presentada en contra de la sentencia condenatoria de
primera instancia, confirmándola con algunas adiciones, en su
condición de superior jerárquico y configurándo, de este modo, la
doble instancia dentro de la misma jurisdicción, entre las mismas
partes y sobre el mismo asunto.
94Hasta aquí el texto corresponde en lo fundamental al proyecto de sentencia que originalmente presentó el
Magistrado Hernando Herrera Vergara.
El asunto bajo revisión: Tensión entre principios constitucionales.

3- El petente solicita, por medio de la tutela, que sea anulado el proceso


penal en el cual fue condenado por el delito de secuestro ya que, según
su criterio, se le violó el debido proceso, y en particular el derecho a una
defensa técnica, pues no fue asistido por un abogado durante la
indagatoria, contrariando lo que ha dispuesto la Corte Constitucional al
respecto. Por ende considera que el juez de tutela debe ordenar su
libertad ya que, según su parecer, se encuentra arbitrariamente detenido.
Por su parte, los jueces de tutela no conceden el amparo solicitado pues
la indagatoria se realizó el 31 de diciembre de 1993, fecha en que se
encontraba vigente el artículo 148 del Código de Procedimiento Penal, el
cual autorizaba que, en ciertas condiciones, el sindicado fuera asistido en
la indagatoria por un ciudadano honorable. Esa norma fue declarada
inexequible por la Corte Constitucional el 8 de febrero de 1996, mediante
sentencia C-049/96 pero, según los jueces de instancia, por razones de
seguridad jurídica las decisiones de inexequibilidad sólo tienen efectos
hacia el futuro, por lo cual debe entenderse que la indagatoria fue
regularmente practicada, o cuando menos debe concluirse que no hubo
una vía de hecho amparable por medio de la tutela. Además, plantean las
decisiones de tutela, en todo caso el petente pudo utilizar para invocar la
nulidad de lo actuado los recursos propios del proceso penal, por lo cual
debe entenderse que existen otros medios judiciales de defensa.

4- El presente caso plantea entonces una difícil tensión entre principios


constitucionales encontrados. Así, es cierto que, como lo sostiene el
actor, la indagatoria fue practicada sin abogado y la Corte, en diversas
sentencias, ha sostenido que el derecho a la defensa técnica supone que
el imputado sea asistido por un abogado en todas las fases del proceso95.
Ha dicho al respecto esta Corporación:

La finalidad protectora de los derechos del sindicado que persiguen


las garantías previstas en el art. 29 de la C.P., que configuran el
mínimo de requisitos y condiciones que deben observarse en las
actuaciones procesales para asegurar la vigencia del debido
proceso, como son la presunción de inocencia, el derecho a la
defensa y a la asistencia de abogado durante la investigación y el
juzgamiento, el derecho a un proceso público sin dilaciones
injustificadas, el derecho a presentar pruebas y a controvertir las que
se alleguen en su contra, a impugnar la sentencia condenatoria y a
no ser juzgado dos veces por el mismo hecho, exigen
necesariamente que dentro del respectivo proceso el sindicado se
encuentre representado por un defensor idóneo, esto es, de una
persona con suficientes conocimientos de derecho que este
habilitada para afrontar con una adecuada solvencia jurídica las
vicisitudes que de ordinario se presentan en el proceso, de manera
95Versentencias C-592/93 y C-049/96 MP Dr. Fabio Morón Díaz, SU-044/95 M. P. Dr. Antonio Barrera
Carbonell, C-071/95 MP Dr. Carlos Gaviria Díaz y T-240/96 Dr. Vladimiro Naranjo Mesa
que pueda asegurarle una defensa técnica y la oportuna y eficaz
protección de sus derechos fundamentales. Ello naturalmente
supone que la actuación del defensor no sólo debe ser diligente,
sino eficaz, lo cual sólo puede garantizarse o ser el resultado de su
propia formación profesional, pues de esta depende su habilidad
para utilizar con propiedad los medios e instrumentos de defensa
que el estatuto procesal respectivo ha instituido en la búsqueda de
una decisión ajustada al derecho y a la justicia.96

Sin embargo, es igualmente cierto que en el momento de practicarse la


indagatoria se encontraba vigente la norma del estatuto penal que
autorizaba ese tipo de prácticas procesales, por lo cual los fiscales
actuaron con un cierto sustento normativo, al menos aparente, no sólo
porque el artículo correspondiente sólo fue retirado del ordenamiento en
febrero de 1996 sino, además, porque era una práctica que encontraba
apoyo en una tradición preconstituyente. En efecto, antes de la
Constitución de 1991, el ordenamiento autorizaba las indagatorias sin
abogado, pues normas procesales precedentes, como el artículo 244 del
Decreto 409 de 1971 o los artículos 132 y 139 del Decreto 050 de 1987,
permitían esa posibilidad, la cual había sido ampliamente aceptada por la
jurisprudencia. Así, la Corte Suprema de Justicia había señalado al
respecto:

Ha querido la ley consagrar como garantía de tipo individual, una


defensa técnica que proteja al acusado frente al poder del estado y
por eso le permite que elija al abogado defensor que quiera para que
lo asista en el proceso y de no designarlo se le proveerá de uno de
oficio a fin de que el inculpado no sea sometido a procedimientos
arbitrarios que entorpezcan la defensa o dificulten el esclarecimiento
imparcial y objetivo de los hechos.

Y esta defensa técnica es esencial e indispensable en la segunda


fase del proceso -en el juicio- donde la iniciativa se le asigna al
acusado, quien debe desarrollar una actividad encaminada a
defenderse en el término probatorio y en el debate de la audiencia
pública, de los cargos que se le han formulado en la resolución de
acusación.

De ahí que en esta etapa del juicio sea indispensable la presencia


del abogado defensor para que oriente y facilite los descargos del
acusado y a su nombre ejerza la debida defensa participando en la
práctica de pruebas e interviniendo en su favor en el acto
trascendental de la audiencia pública.

No sucede lo mismo en el sumario donde prima la actividad del


instructor en la búsqueda de la verdad y donde el juez debe
investigar en igual celo los hechos así como las circunstancias que
acrediten la responsabilidad del acusado, como también las que
96Sentencia SU-044 de 1995, M.P. Dr. Antonio Barrera Carbonell.
eximan de ella, la extingan o atenten. De ahí que en esta etapa del
sumario, la insuficiencia en la defensa no invalida la actuación,
siempre que no se quebranten en forma cierta y concreta los
derechos del acusado (subrayas no originales)97.

Hay pues una evidente tensión entre el derecho al debido proceso (CP
art. 29), alegado con acierto por el actor, y la protección del interés
general, la seguridad jurídica y la eficiencia de la administración de
justicia (CP arts 1,2, 209 y 228), con base en los cuales sustentan en
parte sus decisiones negativas los jueces de tutela, principios que tienen
también raigambre constitucional. En efecto, no puede olvidarse que la
persecución y castigo de los hechos criminales son elementos esenciales
de la protección de la paz social (CP art. 20), la seguridad de las
personas y la convivencia pacífica entre los colombianos (CP art. 2º),
bienes que encuentran expresa consagración en la Carta.

Además, esta tensión es aún más difícil de resolver si se tiene en cuenta


que la presente acción ha sido dirigida contra providencias judiciales,
frente a las cuales la procedencia de la tutela es excepcional, pues sólo
es admisible cuando la actuación judicial configura una vía de hecho 98.
En efecto, si bien es cierto que en la Sentencia C-543 de 1º de octubre
de 1992, esta Corporación declaró inexequibles los artículos 11, 12 y 40
del Decreto 2191 de 1991, también lo es que en tal fallo se permitió
reaccionar ante determinadas providencias, ya sea para evitar perjuicios
irremediables y defender los derechos fundamentales de las personas, o
ya sea porque determinadas actuaciones judiciales pueden configurar
vías de hecho que vulneran derechos fundamentales. Así, en el citado
fallo, la Corte precisó que no "riñe con los preceptos constitucionales la
utilización de esta figura ante actuaciones de hecho imputables al
funcionario por medio de las cuales se desconozcan o amenacen los
derechos fundamentales".

Por ello la Corte procederá, en primer término, a determinar si la


actuación en el proceso ante la justicia regional configura una vía de
hecho susceptible de ser tutelada y, en caso afirmativo, esta Corporación
entrará a estudiar cuál es la decisión más adecuada a ser tomada,
teniendo en cuenta la tensión entre los principios constitucionales
mencionados.

Debido Proceso, ausencia de defensa técnica en indagatoria y vía


de hecho judicial.

5- Esta Corporación ha delimitado el alcance de la vía de hecho judicial y


ha señalado que ésta existe "cuando la conducta del agente carece de
fundamento objetivo, obedece a su sola voluntad o capricho y tiene como
97Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Sentencia del 22 de mayo de 1990, Gaceta Judicial. No
2446, pp 9 y 10. En el mismo sentido, ver las sentencias de la Sala de Casación Penal del 9 de mayo de 1962
y del 17 de julio de 1990.
98Ver, entre otras, las siguientes sentencias de la Corte Constitucional T-43/93, T-79/93, T-198/93, T-
173/93, T-331/93, T-368/93, T-245/94 y T-572/94.
consecuencia la vulneración de los derechos constitucionales de la
persona"99 . En tales circunstancias, el funcionario judicial antepone de
manera arbitraria su propia voluntad a aquella que deriva de manera
razonable del ordenamiento jurídico, por lo cual sus actuaciones,
manifiestamente contrarias a la Constitución y a la Ley, no son
providencias judiciales sino en apariencia. En realidad son vías de hecho,
frente a las cuales procede la tutela, siempre y cuando se cumplan los
otros requisitos procesales señalados por la Constitución, a saber que se
esté vulnerando o amenazando un derecho fundamental, y la persona no
cuente con otro medio de defensa judicial adecuado. Al respecto ha dicho
esta Corporación:

"No es la apariencia de una decisión, sino su contenido, lo que


amerita la intangibilidad constitucionalmente conferida a la
autonomía funcional del juez. Hay que distinguir entre providencias
judiciales y las vías de hecho. Las primeras son invulnerables a la
acción de tutela en cuanto corresponden al ejercicio autónomo de la
decisión judicial y respecto de las cuales existen, dentro del
respectivo proceso, los medios de defensa judiciales establecidos
por el ordenamiento jurídico. Las segundas son apariencias de
providencias judiciales que vulneran los derechos básicos de las
personas. De suerte que la violación de la Constitución Política por
parte de la autoridad judicial puede ser atacada mediante la acción
de tutela, siempre y cuando se cumplan los presupuestos
contemplados en el artículo 86 de la Carta y no exista otro medio de
defensa judicial para la adecuada protección del derecho
fundamental lesionado.100 "

En esas condiciones, el interrogante que se plantea es si la ausencia de


abogado en la indagatoria configura en el presente caso una vía de
hecho que viole el debido proceso, o por el contrario, existen razones de
seguridad jurídica que hacen inimpugnable esa actuación judicial por la
vía de la tutela.

6- Podría sostenerse que en el momento en que ocurre la indagatoria en


el presente caso, esto es, el 31 de diciembre de 1993, la disposición
invocada por los fiscales, esto es, el artículo 148 del Código de
Procedimiento Penal, gozaba de plena presunción de constitucionalidad,
pues no había sido retirada del ordenamiento, y la práctica
preconstituyente había sido precisamente la de considerar que no violaba
el derecho de defensa la asistencia del sindicado en la indagatoria por un
ciudadano respetable, pero sin conocimientos jurídicos profesionales. Sin
embargo ese argumento no es de recibo, por las siguientes dos razones.

99 Cf Corte Constitucional. Sentencia T-079 de febrero 26 de 1993. Magistrado Ponente Dr. Eduardo
Cifuentes Muñoz. Ver igualmente Sentencia T-336/93. Magistrado Ponente: Dr. Alejandro Martínez
Caballero.
100Sentencia T-368 de 1993. M.P. Dr. Vladimiro Naranjo Mesa
De un lado, el 7 de julio de 1991 entra en vigor un nuevo orden
constitucional que consagra expresamente como componente del debido
proceso, el derecho de toda persona "a la asistencia de un abogado
escogido por él, o de oficio, durante la investigación y el juzgamiento",
norma superior que está en contradicción con la disposición legal
invocada por los fiscales.

De otro lado, para el 31 de diciembre de 1994, fecha de la indagatoria,


esta Corte ya había tenido la ocasión de pronunciarse, por vía de control
constitucional abstracto, que tiene efecto obligatorio erga omnes (CP art.
243), sobre la inconstitucionalidad de disposiciones que autorizaban la
realización de diligencias penales sin abogado. En efecto, en la sentencia
C-592 del 9 de diciembre de 1993, esta Corporación declaró inexequibles
aquellos apartes del artículo 374 del Código Penal Militar que permitían
que en los procesos penales en esa jurisdicción el cargo de defensor
fuera ejercido por un oficial que podía no ser abogado. Al establecer la
ratio decidendi de su decisión, dijo entonces, de manera expresa, esta
Corporación:

Esto significa, que dichas funciones de defensa del sindicado en las


etapas de investigación y juzgamiento no pueden ser adelantadas
por una persona que no se encuentre científica y técnicamente
habilitada como profesional del derecho, so pena de la configuración
de una situación de anulabilidad de lo actuado en el estrado judicial
por razones constitucionales, o de inconstitucionalidad de la
disposición legal o reglamentaria que lo permita.
(...)
En verdad lo que quiere el Constituyente no es que se asegure que
cualquier persona asista al sindicado en las mencionadas etapas
procesales señaladas en el citado artículo 29; en este sentido sería
absurdo que en la Carta se hiciese mención a la figura del
profesional específicamente habilitado como abogado para adelantar
las delicadas funciones de la defensa, para permitir que el legislador
por su cuenta habilite a cualquiera otra persona, o a otro tipo de
profesional, para adelantar las labores de la defensa, si éstos no
acreditan la mencionada formación.
(...)
No asiste duda respecto de la proscripción constitucional de las
modalidades de investigación o de juzgamiento penal, en las que
existiendo sindicado no participe el defensor tal y como lo ha
advertido de modo reiterado esta Corporación; igualmente, tampoco
existe duda en lo que se refiere al valor y alcance general de la
mencionada garantía constitucional extendida ahora de modo
expreso a todos los procesos penales, inclusive a los militares,
dados los términos empleados por las restantes partes de la
disposición que se cita en los que se advierte que las reglas en ella
establecidas están previstas para que sean aplicadas a todas las
personas y a todo aquel que sea sindicado.
Así, el derecho a la defensa técnica como una modalidad específica
del debido proceso penal constitucional se aplicará en todo caso en
que exista sindicado de un delito, ya que, además, aquella es una
regulación categórica y expresa de carácter normativo y de rango
superior en la que se establecen las principales reglas de carácter
constitucional que en todo caso deben regir la materia del proceso
penal; de manera que todas las disposiciones que sean objeto de
regulación contraria deben ceder al vigor superior de la Constitución.
101

Estos mismos criterios fueron los que sirvieron de fundamento a la Corte


no sólo para declarar posteriormente la inexequibilidad del artículo 148
del Código de Procedimiento Penal en la sentencia C-049/96, sino
también para amparar el derecho a la defensa técnica en posteriores
decisiones de tutela, incluso cuando los funcionarios judiciales y de
policía habían invocado disposiciones legales vigentes para adelantar las
diligencias sin un defensor que reuniera la formación técnica exigida por
la Carta. Así, en la Sentencia SU-044/95, esta Corte tuteló el derecho a la
defensa técnica de una persona que no había sido asistido por abogado
en un proceso policivo, aunque estaba vigente el artículo 31 del decreto
800 de 1991, reglamentario de la Ley 23 de 1991, que establece que en
esos procesos policivos la defensa de oficio fuera prestada por "cualquier
ciudadano honorable y alfabeta que no sea empleado oficial".
Igualmente, en la Sentencia T-240/96, esta Corporación también amparó
el derecho a la defensa técnica en un proceso penal, a pesar de que el
juez había invocado precisamente el artículo 148 del Código de
Procedimiento Penal, en concordancia con el decreto 196 de 1971, con el
fin de practicar una diligencia judicial con un ciudadano honorable como
defensor del imputado. Esto significa que ya con anterioridad a la
sentencia C-049/96 del 8 de febrero de 1996, para esta Corporación la
ausencia de defensa técnica no era una irregularidad sin importancia,
sino que implicaba una vulneración del derecho de defensa susceptible
de ser tutelada, por lo cual la Corte ordenó en esos casos que se
practicaran nuevamente las diligencias en donde el imputado carecía de
tal asesoría. Así en la sentencia SU-044/95, y precisamente con base en
las razones adelantadas desde la Sentencia C-592/93, dijo entonces la
Corte:

La ley no puede autorizar a cualquier persona para intervenir en la


defensa de un sindicado; solamente en casos excepcionales en que
no pueda contarse con abogado titulado puede habilitar defensores
que reúnan al menos las condiciones de egresados, o estudiantes
de derecho pertenecientes a un consultorio jurídico, (Decreto
176/91, arts. 30, 31, y 32, Decreto 765/77) pues de esta forma se
consigue el objetivo de que dichos defensores sean personas con
cierta formación jurídica. Ni siquiera para la indagatoria del imputado
es posible prescindir de la asistencia de un defensor cualificado,
porque la indagatoria constituye un acto de defensa del procesado,
101Sentencia C-592/93. M.P. Dr. Fabio Morón Díaz.
pues en ella expone las justificaciones y explicaciones de su
conducta y de las sindicaciones que se le hagan.

Lo dicho antes, eventualmente puede implicar el avance de un juicio


sobre la constitucionalidad del inciso 1 del art. 148 de C.P.P.

7- Por consiguiente, el 31 de diciembre de 1993, momento en el cual se


practica la indagatoria del sindicado en el presente proceso, la
presunción de constitucionalidad del artículo 148 del Código de
Procedimiento Penal estaba totalmente en entredicho, pues la Corte
había declarado la inexequibilidad de un artículo con idéntico contenido
normativo en relación con la justicia penal militar, decisión que tiene
fuerza de cosa juzgada constitucional no sólo en relación con la
disposición revisada en ese expediente sin que se proyecte también
sobre los otros textos legales que tengan idéntico contenido normativo.
En efecto, el artículo 243 de la Carta señala que "ninguna autoridad
podrá reproducir el contenido material del acto jurídico declarado
inexequible por razones de fondo, mientras subsistan en la Carta las
disposiciones que sirvieron para hacer la confrontación entre la norma
ordinaria y la Constitución. (subrayas no originales)". Nótese que esta
norma superior se refiere al contenido material del acto declarado
inexequible, y no distingue entre autoridades, por lo cual es obvio que la
prohibición incluye a los funcionarios judiciales. Por ello, cuando un juez
o un fiscal aplican una disposición formalmente vigente pero que tiene el
mismo contenido material de una que ya ha sido declarada inexequible
por la Corte Constitucional, es indudable que están violando este
precepto constitucional, pues están en la práctica reproduciendo "el
contenido material del acto declarado inexequible". En tales eventos, el
funcionario judicial está obligado a aplicar la excepción de
inconstitucionalidad, pues la Constitución es norma de normas (CP art.
4º) o, en caso de que no lo considere pertinente, debe mostrar de manera
suficiente que la disposición que, dada la situación del caso concreto,
pretende aplicar tiene en realidad un contenido normativo en parte
diferente a la norma declarada inexequible, por lo cual puede seguirse
considerando constitucional. Si el funcionario aplica la norma y no
justifica su distanciamiento frente al pronunciamiento previo de la Corte
Constitucional sobre el mismo tema, estaríamos en presencia de una vía
de hecho, pues el funcionario judicial decide aplicar caprichosamente de
preferencia las disposiciones legales a las normas constitucionales, en
contravía de expresos pronunciamientos sobre el punto del tribunal
constitucional, máximo intérprete y guardián de la Carta (CP arts 4º, 241
y 243).

En ese orden de ideas, si bien la norma legal se encontraba vigente, esta


Corporación considera que existiendo la decisión de inexequibilidad de la
Corte en relación con la ausencia de defensa técnica en la justicia militar,
los fiscales hubieran debido aplicar la excepción de inconstitucionalidad
(CP art. 4º), por la evidente contradicción entre el texto legal y la norma
constitucional. Lo procedente era entonces adelantar la indagatoria con la
presencia del correspondiente defensor técnico, pues la Constitución es
norma de normas, y en caso de conflicto entre la Constitución y la ley,
deben aplicarse de preferencia las disposiciones constitucionales. La
única forma de seguir aplicando el artículo 148 del Código de
Procedimiento Penal sin incurrir en vía de hecho era que el funcionario
judicial hubiese justificado, de manera suficiente, que existía una
diferencia tan profunda entre las jurisdicciones penal ordinaria y penal
militar, o que las circunstancias del caso eran tan excepcionales, que la
ratio decidendi de la sentencia C-592/93 no obligaba en la justicia
ordinaria en ese caso específico.

Transición constitucional y defensa técnica.

8- El anterior análisis muestra que no todas las indagatorias efectuadas


sin abogado con posterioridad a la entrada en vigencia de la Constitución
de 1991 configuran automáticamente vías de hecho susceptibles de ser
atacadas por medio de la tutela. La fecha de la diligencia es relevante,
pues no es lo mismo que ésta haya ocurrido el 10 de julio de 1991, a los
pocos días de entrar en vigencia la nueva Constitución, o que por el
contrario se haya practicado en enero de 1996, pocas semanas antes de
que la Corte declarara inexequible en forma expresa el artículo 148 del
Código de Procedimiento Penal y cuando ya había varios
pronunciamientos del juez constituconal sobre la materia. Es necesario
entonces tener en cuenta el factor temporal, pues en materia de defensa
técnica, entre el 7 de julio de 1991 -fecha de entrada en vigor de la
Constitución- y el 8 de febrero de 1996, fecha de la decisión que retiró del
ordenamiento el artículo 148 del estatuto procesal penal- se puede decir
que se ha vivido una difícil transición constitucional, en donde las
prácticas preconstituyentes pesaban todavía excesivamente sobre la
dinámica del aparato judicial, no sólo por la influencia de la tradición
jurídica en esta materia sino también por razones prácticas que no
pueden ser ignoradas, ya que la puesta en marcha de las labores de la
Defensoría Pública adscritas al Defensor del Pueblo es un proceso que
toma un cierto tiempo, por lo cual debe admitirse un plazo razonable de
transición y ajuste.

Así, las indagatorias practicadas antes de la Sentencia C-592/93 pueden


en muchos casos llegar a no configurar vías de hecho, ya que en ese
momento la presunción de constitucionalidad de las normas legales era
más admisible, no sólo porque no había todavía ningún pronunciamiento
del juez constitucional sobre el tema sino también por el señalado peso
de la tradición preconstituyente. En esos momentos, los funcionarios no
sólo podían contar con un cierto sustento normativo, que puede no hacer
caprichosa su actuación, sino que además eran más relevantes las
razones prácticas de limitación de defensores públicos que podrían
justificar la ausencia puntual de defensa técnica en ciertos momentos
procesales. Por ello, para que se configure la vía de hecho en diligencias
practicadas antes de esa fecha, debe mostrarse que no había un
fundamento para que el funcionario no hubiera otorgado un abogado al
imputado en las correspondientes diligencias, y que tal práctica tuvo un
evidente impacto sobre el derecho de defensa de la persona, para lo cual
son relevantes situaciones concretas del caso, como el lugar en donde se
practicó, urgencias de tiempo, la fecha misma de la indagatoria, las
consecuencias de la diligencia sobre el desarrollo global del proceso, las
posibilidades que tuvo el funcionario de corregir la ausencia de defensa
técnica, etc. Por ejemplo, en la sentencia SU-044/95, la Corte constató
que era procedente la tutela, a pesar de que se trataba de un asunto
policivo fallado a comienzos de diciembre de 1993, pues no sólo en
sentido estricto no estamos frente a una actuación judicial sino que,
además, confluían múltiples circunstancias que mostraban el carácter
inaceptable del desarrollo de la investigación. Así, a pesar de tratarse de
un proceso en una gran ciudad como Bogotá, en donde no sólo existen
múltiples abogados inscritos sino también numerosos consultorios
jurídicos, el imputado careció de defensa técnica durante todo el proceso
policivo, sin que el inspector hubiera intentado subsanar la irregularidad,
o hubiere razones de urgencia que justificaran la ausencia de defensa
técnica. Esta situación implicó no sólo una ausencia puntual de defensa
técnica en una determinada diligencia, sino un absoluto desconocimiento
del el contenido esencial del derecho de defensa en todo el proceso,
pues el imputado no pudo solicitar pruebas o interponer recursos. Esta
carencia de cualquier defensa sólo fue atribuible, según la Corte, "a la
negligencia del Inspector de Policía en referencia y a la equivocada
aplicación de una norma jurídica que para el caso concreto no debió
tener los alcances que se le asignaron (subrayas no originales)." Y, como
si fuera poco,la autoridad pública demandada a través de la acción de
tutela, sin justificación válida alguna, limitó la actuación procesal al
recaudo arbitrario de algunas pruebas, tanto que dejó de establecer
fehacientemente los hechos contravencionales al omitir la inspección
judicial que es el medio idóneo de verificar el daño alegado por el
denunciante." Se trataba pues de una manifiesta actuación de hecho del
inspector de policía y una flagrante violación al derecho de defensa, que
hacía entonces viable la tutela.

En las diligencias ocurridas con posterioridad a la sentencia C-529/93, la


Corte considera que la situación es diferente, pues el fallo de
inexequibilidad implica una inversión de la carga de la argumentación
sobre la materia. Eso no implica que todas las diligencias judiciales sin
presencia de defensor técnico se convierten automáticamente en vías de
hecho a partir de esa fecha, pero sí significa que a partir de esa
sentencia, es al funcionario a quien correspondía mostrar que las
características del caso concreto obligaban a aplicar el artículo 148 del
Código de Procedimiento Penal, sin que ello implicara una violación de la
supremacía de la Carta (CP art. 4º), de la fuerza de la cosa juzgada
constitucional de las decisiones de la Corte cuando ejerce el control de
las normas legales (CP art. 243)y, obviamente, del derecho del imputado
al debido proceso y a una defensa técnica (CP art. 29). Si no aparecen
esas razones, entonces debe concluirse que la actuación judicial
configura una vía de hecho.
Vía de hecho en el caso concreto.

9- En el presente caso la indagatoria es efectuada por la Unidad de


Fiscalía Primera Permanente de Medellín el 31 de diciembre de 1993,
esto es, con posterioridad a la sentencia C-592/93, y sin embargo los
funcionarios judiciales adelantaron la diligencia sin abogado y sin hacer
ninguna referencia al contenido del artículo 29 de la Carta, ni a la previa
decisión de inexequibilidad de la Corte sobre el tema, ni a la posible
ausencia de defensa técnica. En efecto, el acta simplemente dice que
comparece el sindicado a fin de "rendir indagatoria", por lo cual se le
indica que tiene derecho a designar un defensor, a lo cual responde "que
no tiene por el momento a quien nombrar, por lo que el despacho, de
oficio, le asigna a la señora Luz Dary Arenas Arenas", quien no es
abogada102. En ninguna parte aparece la justificación para que el fiscal no
hubiera nombrado a alguien que tuviera la capacidad de prestar asesoría
técnica, conducta que aparece a la Corte aún más inaceptable si se tiene
en cuenta que se realiza en una gran ciudad como Medellín, en donde no
parece razonable argumentar que no existía ningún abogado inscrito, o
ningún miembro de un consultorio jurídico, que hubiera podido asistir al
imputado. Esto significa que los fiscales ni siquiera dieron una adecuada
aplicación a la propia disposición legal invocada como sustento normativo
de la ausencia de defensa técnica para el indagado, puesto que el
artículo del estatuto procesal autorizaba la asistencia en la indagatoria
por un ciudadano honorable, únicamente cuando no hubiere abogado
inscrito con posibilidad de representar al imputado. Así, la Corte Suprema
de Justicia ha señalado en relación con el artículo 139 del Decreto 050
de 1987, de idéntico contenido normativo, que "con toda claridad se
desprende del texto mismo de la norma, que la excepción que ella
consagraba sólo era aplicable cuando en el lugar no hubiera ningún
abogado inscrito que pudiese designarse.103"

10- Por todas estas razones, la Corte concluye que la decisión de los
funcionarios judiciales al no conceder el 31 de diciembre de 1993 una
defensa técnica al imputado durante la indagatoria configura una vía de
hecho, pues implica un defecto jurídico derivado de la voluntad subjetiva
del funcionario, quien no dio importancia al texto constitucional, ni a la
decisión previa de la Corte sobre el tema, ni al propio contenido del
artículo 148 del Código de Procedimiento Penal, y por ende desconoció
la defensa técnica en un instante tan importante como es el de la
indagatoria.

11- Esta vía de hecho ha implicado entonces una vulneración del


derecho a la asistencia técnica del petente, por lo cual la Corte considera
que el criterio decisión de los jueces de tutela de no considerar afectado
ese derecho por estar aún formalmente vigente el artículo 148 del
102Verfolios 60 y ss del presente expediente
103CorteSuprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Sentencia del 9 de mayo de 1995. MP Guillermo
Duque Ruiz y Carlos Eduardo Mejía Escobar. Gaceta Juidical No 2475, p 817.
estatuto procesal penal termina sacrificando de manera
desproporcionada el debido proceso en función del interés general, la
seguridad jurídica y la eficacia de la justicia. ¿Significa lo anterior que
debe concederse la tutela y acogerse integralmente las solicitudes del
petente, de suerte que debe la Corte ordenar retrotraer el proceso a la
indagatoria, con la correspondiente anulación de todo lo actuado?
¿Debería entonces ponerse en libertad automáticamente al condenado?
La Corte se plantea también este segundo interrogante pues es evidente
que si se anula el proceso desde la indagatoria, esta persona condenada,
y muchas otras que se encuentran en similar situación, deberían ser
automáticamente liberadas, dando aplicación al artículo 415 del Código
de Procedimiento Penal, pues la persona llevaría más de un año
detenida, y el proceso sería formalmente retrotraído al inicio de la
indagatoria.
La Corte considera que la anulación del proceso desde la indagatoria
comporta dos dificultades que la hacen inadmisible, como regla absoluta
a ser aplicada en estos casos y como solución específica de la presente
acción de tutela. La primera dificultad es de naturaleza sustantiva, y tiene
que ver con la posibilidad de que tal decisión afecte, de manera
desporporcionada, otros principios de raigambre constitucional, como la
eficacia de la justicia y la seguridad jurídica. La segunda dificultad tiene
que ver con la procedencia misma de la tutela en el presente caso por
cuanto, como se verá, el actor tenía a su disposición otros mecanismos
judiciales de defensa. Entra entonces la Corte a analizar estos dos
aspectos.

Transición constitucional y armonización concreta de los principios


en tensión.

12- La Corte considera que la anulación del proceso desde la indagatoria


protege adecuadamente el derecho a la defensa técnica pero tiene
implicaciones graves sobre otros principios de raigambre constitucional,
como la seguridad jurídica y la protección de la eficacia de la
administración de justicia, que son elementos que indudablemente hacen
parte del interés general. En efecto, el retorno de los procesos a las
indagatorias implicaría la anulación masiva de importantes esfuerzos
judiciales por esclarecer delitos y sancionar a sus responsables, delitos
que en muchas ocasiones son de suma gravedad, como en el presente
caso. Esta Corte no puede ignorar que uno de los objetivos centrales de
la convocación a la Asamblea Constituyente fue precisamente la de
instaurar un sistema judicial eficaz capaz de enfrentar de manera
adecuada los graves delitos que vive la sociedad colombiana.

Además, la decisión absoluta de retrotraer casi al inicio del sumario todos


los procesos en donde no ha habido asistencia de abogado parece más
difícil de aplicar automáticamente pues, como ya se ha señalado en esta
sentencia, en materia de defensa técnica se ha vivido una difícil
transición constitucional, que esta Corte no puede ignorar.
13- Dos interrogantes obvios surgen entonces del anterior análisis: ¿es
posible armonizar la protección a la defensa técnica y la eficacia de la
justicia, ambos principios de estirpe constitucional? Y en caso de que ello
no pueda lograrse, ¿cuál principio debe primar, esto es, debe darse
prevalencia al interés general sobre el interés particular de los
procesados y condenados o, por el contrario debe protegerse la
prevalencia de los derechos de la persona, aunque ello tenga efectos
graves sobre objetivos de interés general?

Esta Corporación no duda en señalar que en caso de que no pueda


establecerse una armonización concreta de los principios
constitucionales en conflicto, debe darse preferencia al derecho
fundamental al debido proceso, pues la eficacia de la administración de
justicia y la seguridad jurídica no pueden alcanzarse a riesgo de sacrificar
los derechos fundamentales de las personas. La justicia está al servicio
de esos derechos, por lo cual en estos casos no puede aplicarse
mecánicamente el principio constitucional de prevalencia del interés
general (CP art. 1º) sobre el particular, pues en tales eventos la norma
constitucional relevante es aquella que dispone que el Estado reconoce
la primacía de los derechos inalienables de la persona (CP art. 5º). Por
ello, en caso de conflicto irresoluble entre derechos constitucionales tan
fundamentales, como la vida, la libertad o el debido proceso, y la
persecución de objetivos estatales de interés general, como los que se
logran con una justicia más eficaz, en principio debe el juez constitucional
dar prevalencia a los derechos de la persona, pues es la única forma de
conferir un efecto interpretativo real a la Carta de derechos. Este criterio
hermenéutico es necesario, pues no puede darse preferencia a los
intereses de la mayoría y al bienestar colectivo siempre que entran en
conflicto con un derecho constitucional de una persona, con el deleznable
argumento de que el derecho individual es particular, y el interés general
prima siempre sobre el particular. En efecto, conviene recordar que los
derechos constitucionales son precisamente limitaciones al principio de
mayoría y a las políticas destinadas a satisfacer el bienestar colectivo.
Esto significa que, como lo reconoce la doctrina, los derechos
fundamentales son verdaderas cartas de triunfo contra el bienestar
colectivo104 pues "condicionar la validez de un derecho constitucional a
los criterios de las mayorías es quitarle toda su eficacia específica puesto
que, en una gran medida, los derechos constitucionales fundamentales
son las promesas que formulan las mayorías a las minorías -y a esas
minorías radicales que son las personas- de que su dignidad e igualdad
serán siempre respetadas"105. Por ello debe entenderse que el respeto de
esos derechos es un componente integrante del interés general, tal y
como esta Corporación lo había señalado cuando dijo al respecto:

"Por esta razón, no basta ya con que el legislador argumente la


necesidad de proteger al interés general para restringir el ejercicio
de un derecho. El interés general es un concepto vago e impreciso
104Cf Ronald Dworkin. Los derechos en serio. Barcelona: Ariel, 1989, p 303
105Corte Constitucional. Sentencia C-350/94 MP Alejandro Martínez Caballero.
que requiere de una determinación concreta, probada y razonable.
Si esto no fuera así, quedaría en manos del poder público limitar el
alcance de los derechos fundamentales, mediante una
reglamentación tal que la regla general de libertad se convierta, de
hecho en la excepción.

En el texto constitucional colombiano, el interés general, definido por


el legislador se opone al interés particular, salvo cuando este último
está protegido por un derecho fundamental. En este caso, como lo
dijimos arriba, ha de entenderse que la dimensión objetiva de tales
derechos los convierte en parte estructural del sistema jurídico y por
lo tanto dejan de ser meros derechos subjetivos para integrar la
parte dogmática del complejo concepto de interés general.106"

Sin embargo, lo anterior no significa que la Corte deba desestimar el


interés general en juego que entra en conflicto con un derecho
fundamental, pues no sólo debe en lo posible armonizar los principios
constitucionales en conflicto sino que, en situaciones específicas, pueden
existir poderosas razones de interés general que justifiquen incluso la
restricción de un derecho fundamental, siempre y cuando se respete su
contenido esencial.

14- Entra entonces la Corte a analizar si es posible garantizar el derecho


a la defensa técnica sin afectar de manera desproporcionada la
protección del interés general, asociada a la eficacia de la justicia y a la
seguridad jurídica.

La Corte considera que esa armonización concreta es posible si el juez


de tutela, cuando la concesión del amparo sea procedente, u
oficiosamente o a solicitud de parte el funcionario que conoce del
proceso correspondiente, permiten a los procesados o condenados un
ejercicio de la defensa técnica en aquellas oportunidades en donde
carecieron injustificadamente de ella, pero de tal manera que esa
protección del debido proceso no implique una automática destrucción de
los esfuerzos de la justicia por esclarecer los delitos. Al parecer ello no
sería posible, pues estaríamos atrapados en el siguiente dilema:

- O se considera que hubo falta de defensa técnica, y entonces la


indagatoria es nula de pleno derecho o inexistente, y el proceso debe
retrotraerse a esa fase, con la correspondiente anulación de lo actuado y
la liberación de los detenidos.

- O, por el contrario, y para evitar esos efectos traumáticos sobre la


administración de justicia, se da prevalencia al interés general y a la
seguridad jurídica y se considera que la indagatoria fue regularmente
practicada por encontrarse vigente la correspondiente norma legal que
autorizaba su realización de esa manera.

106Corte Constitucional. Sentencia C-606/92 del 14 de diciembre de 1992. MP Ciro Angarita Barón
Sin embargo, la Corte considera que es posible salir de ese difícil dilema,
cuyos extremos tienen consecuencias insatisfactorias, puesto que existe
una solución intermedia, que puede no parecer la más ortodoxa en
términos formales, pero que encuentra plena justificación si se recuerda
que, en materia de defensa técnica, se ha vivido un complejo proceso de
transición constitucional. Y es que la garantía a la defensa técnica se
equilibrar, en lo posible, con la protección de la seguridad jurídica y la
eficacia de la justicia. Por ejemplo, si a pesar de no existir una asistencia
técnica en la indagatoria, está plenamente probado el delito, la
culpabilidad y la responsabilidad, sería absolutamente desproporcionado
que se ordenara que se repusiera el procedimiento a partir de la
indagatoria, y que ello conllevara la libertad de un procesado contra quien
existe decisión respaldada ostensible y suficientemente en un acervo
probatorio irrefutable que motivó decisiones justas. Pero es posible
también que las mismas sentencias condenatorias hayan exigido unos
razonamientos que, al menos hipotéticamente, permitan una
contradicción, y en esta circunstancia una indagatoria técnicamente
recibida puede arrojar luces, por lo cual resulta imperativo rehacerla.

En esas condiciones, la Corte considera que la única forma de armonizar


estas exigencias es ordenando que, en función del debido proceso, se
rehagan aquellas diligencias en donde los procesados carecieron
injustificadamente de defensa técnica, incluida la indagatoria. Sin
embargo, y en función del interés general, la seguridad jurídica y la
eficacia de la justicia, la nueva práctica de las diligencias no implica
retrotraer integralmente el proceso a esa fase, ni la anulación mecánica
de lo actuado con posterioridad a la misma, ni por ende la liberación
automática de los procesados o condenados. Esto significa que en el
momento en que, por ejemplo, se practica la nueva indagatoria a un
condenado que careció de defensa técnica en esa fase procesal, siguen
en firme todas las medidas que ya han sido tomadas en el mismo
proceso.

15- Ahora bien, esta solución puede parecer ilógica en un doble sentido.
De un lado, desde el punto de vista sustantivo, se podría señalar que no
existe ningún interés en la repetición de las diligencias en donde el
procesado careció de asesoría técnica, si sigue en firme lo actuado, pues
de esa manera la nueva indagatoria no tendría efectos reales sobre el
ejercicio de la defensa, que es precisamente lo que se pretende proteger
mediante la exigencia de abogado. ¿De qué sirve -podría preguntarse el
crítico- a un condenado que se repita la indagatoria si de todos modos la
sentencia sigue en firme? Y, de otro lado, en términos formales, podría
objetarse que, en función del principio lógico de no contradicción, la
decisión no es consistente pues, o se está en la indagatoria, y por ende
no puede existir jurídicamente el resto del proceso, ya que éste es una
sucesión ordenada de etapas, de tal manera que una no puede existir sin
la otra. O, por el contrario, el resto del proceso queda en firme y por ende
no se puede repetir la indagatoria pues ésta ya habría ocurrido
procesalmente.
16- Estas importantes objeciones permiten a la Corte precisar su tesis.
Así, desde el punto de vista material,es cierto que la repetición de las
diligencias no subsana en sí misma el vicio de la ausencia de defensa
técnica, si no se permite que la nueva actuación procesal tenga una real
eficacia en la decisión judicial a ser tomada en el proceso penal. En
efecto, si la razón de ser de la exigencia de asistencia técnica es la
efectividad del derecho a defenderse en búsqueda de la verdad, de tal
manera que la persona que carece de ella queda en estado de
indefensión, se colige que la protección del juez de tutela debe ser eficaz
en tal sentido. Por ello la orden que se imparta, para ser razonable, debe
darle oportunidad al sindicado de invocar la nueva indagatoria para
discutir en conjunto y de manera amplia el material probatorio, e incluso
plantear una posible nulidad, si la repetición de la indagatoria muestra
que la inicial falta de defensa técnica tuvo efectos insubsanables sobre el
posterior desarrollo del proceso.

Por todo lo anterior, la Corte considera que, una vez practicada la


diligencia con asistencia técnica, debe retroaerse el proceso a una fase
procesal que permita un efectivo ejercicio de la defensa técnica a fin de
que la tutela del derecho no sea inocua. Pero, como se trata de proteger
la eficacia de lo actuado, teniendo en cuenta que se ha vivido una difícil
transición constitucional en este campo, la fase procesal a la cual se
retrotrae el proceso debe ser la más próxima a aquella en donde
actualmente se encuentra el proceso, pues de esa manera se concilian
en la mejor forma posible las exigencias de la defensa técnica con la
protección a la eficacia de la justicia. Así por ejemplo, para los
condenados en primera instancia bastará con rehacer la indagatoria y
abrir la puerta y los términos para la correspondiente apelación, en donde
el condenado podrá controvertir con amplitud el material probatorio en su
conjunto. Y, en aquellos casos en que el proceso no haya sido fallado, la
repetición de la indagatoria será suficiente, pues los recursos pendientes
en el propio procedimiento penal servirán para satisfacer el derecho de
defensa de la persona.

17- El anterior citerio armoniza con los precedentes de la Corte en este


campo, pues coincide con lo ordenado por esta Corporación en las
sentencias SU-044/95 y T-240/96, ya que en esas ocasiones esta
Corporación se limitó a ordenar que se rehicieran las diligencias en
donde el procesado había carecido de defensa técnica. Además, la
Corte considera que esta determinación es la más razonable, si se tienen
en cuenta las dificultades del proceso de ajuste institucional que se ha
vivido, ya que es la única forma de lograr conciliar los imperativos y
principios en conflicto en el presente expediente, pues permite equilibrar
el debido proceso con la eficiencia de la justicia. En efecto, la presente
decisión tiene dos virtudes de las que carecen las posibilidades extremas
reseñadas en los puntos anteriores:
De un lado, la persona encuentra la garantía a su derecho a la defensa
técnica, pues no sólo se repiten las diligencias en donde careció de ella
sino que, además, estas nuevas actuaciones procesales pueden tener un
efecto real sobre la decisión judicial que será tomada en el respectivo
proceso penal, pues una vez repetida la diligencia, el juez penal podrá
tomar, con base en la nueva indagatoria, las determinaciones de fondo
según el peso real que tenga esa nueva prueba en el conjunto del
material incorporado al expediente penal. En cambio, la decisión de
mantener incólume la indagatoria practicada sin defensa técnica, cuando
no había ninguna justificación para adleantar de esa manera la diligencia,
afecta de manera desproporcionada el debido proceso.

De otro lado, la presente determinación no sacrifica la eficacia de la


justicia y la seguridad jurídica, pues se protegen al máximo las
investigaciones adelantadas durante esta fase de ajuste constitucional,
mientras que el retrotraimiento de los procesos a la indagatoria tendría
efectos traumáticos en este aspecto.

18- Con todo, podría objetarse que una decisión de esta naturaleza no es
admisible, pues no se ajusta al ordenamiento formal de los procesos
penales, pues se estaría practicando una diligencia del sumario, mientras
se entiende que el juicio ya ha culminado. La Corte no desconoce esa
crítica, por lo cual entiende que su cirterio implica una suerte de ficción
jurisprudencial, pues sólo hay una manera de armonizar el desarrollo
formal de los procesos con la decisión que se considera materialmente la
más razonable y justa en el presente caso: es necesario que los jueces
penales razonen como si la nueva indagatoria hubiese sido tomada en el
momento en que fue practicada la anterior indagatoria. Esto es
obviamente una ficción, pues la nueva diligencia será practicada con
fecha posterior a la presente sentencia. Ahora bien ¿es legítimo que una
decisión judicial se funde en una ficción jurídica?

Para responder a ese interrogante es menester recordar que, como lo


enseñan la doctrina y la propia práctica jurisprudencial, las ficciones
judiciales, aunque implican "una calificación de los hechos que es
contraria siempre a la realidad jurídica"107, no son mentiras o
instrumentos de engaño. Las ficciones jurídicas no buscan inducir en el
error al operador jurídico, ya que de manera expresa el funcionario
judicial indica que está asumiendo como cierto un hecho que es contrario
a la realidad jurídica. No hay pues voluntad de engaño sino que el
funcionario judicial se encuentra obligado a modificar de manera explícita
su razonamiento para evitar las consecuencias injustas que derivarían de
la aplicación formal de una regla jurídica.

Estos procedimientos, totalmente excepcionales, son entonces a veces


necesarios, no con el objeto de que el juez eluda la aplicación de la
norma sino precisamente para evitar que una aplicación ciega de la
misma conduzca a resultados prácticos inaceptables desde el punto de
107Chaim Perelman. La lógica jurídica y la nueva retoórica. Madrid: Civitas, 1988, p 88.
vista de los principios y valores del ordenamiento jurídico y de la propia
norma. En ese sentido, las ficciones son a veces indispensables para
lograr hacer justicia conforme al derecho, pues son, en ocasiones y de
manera excepcional, la única forma de adaptar la regla abstracta a la
realidad social. Paradójicamente, muchas veces sólo por medio de la
ficción judicial puede el juez hacer más real y vivo el derecho. Así,
algunas de las mejores construcciones jurisprudenciales -como el
concepto de funcionario de hecho o el principio de que el error común
hace derecho108- son ficciones a las que han recurrido los tribunales para
acercar el derecho a la realidad y evitar consecuencias socialmente
indeseables de la aplicación estricta de una norma general. En ese
sentido son instrumentos de verdad, pues como decía el propio Tomás
de Aquino, cuando la ficción aspira a significar algo no es una mentira
sino una figura de la verdad, es una figura veritatis109.

En ese sentido, la Corte considera que en este caso la ficción de que los
jueces deben razonar como si la nueva indagatoria se hubiese practicado
en el momento procesal oportuno es legítima y necesaria, pues
constituye la única forma de armonizar la estructura formal del
procedimiento penal con las exigencias materiales derivadas de los
principios constitucionales en conflicto en el presente caso.

Improcedencia de la tutela por violación del derecho a la defensa


técnica por existencia de otro mecanismo judicial de defensa

19- Las anteriores razones explican por qué, incluso si fuera procedente
la tutela, no es razonable que la Corte ordene retrotraer el proceso penal
a la indagatoria en donde se afectó el derecho a la defensa técnica del
petente. Pero existe además otra razón por la cual esta Corporación no
puede conceder el amparo y es la relacionada con el carácter subsidiario
de la tutela. En efecto, como lo ha reiterado constantemente esta
Corporación, con la protección que emana de la acción de tutela no se
pretende relegar a la jurisdicción ordinaria del conocimiento de los
asuntos que son de su competencia, para dar paso a un manejo
extraordinario de los mismos en forma permanente y dificultando su
trámite normal y corriente. Por el contrario, se busca el uso de un
mecanismo que asegure en forma especial y excepcional la
intangibilidad del núcleo esencial de los derechos fundamentales
afectados o en peligro de estarlo, cuando no existan instrumentos
ordinarios que suplan esa protección y coloquen al afectado en una
situación de impotencia para su defensa.

Por ende, en el presente caso no procede la tutela por vulneración del


derecho de defensa técnica, por cuanto el petente tenía a su
108Ver Jean Rivéro. "Fictions et présomptions en droit public francais" citado por Chaim Perelman. Op- cit,
pp 221 y 222. Igualmente MAZEAUD. "Derecho Civil", Parte primera, Vol. I. Ed. Jurídicas Europa-
América, Buenos Aires, 195, en criterio citado y utilizado por esta Corte en la Sentencia T-090/95. MP
Carlos Gaviria Díaz. Consideración de la Corte No 4.
109Tomás de Aquino. Suma Teológica, vol XII, 3, q.55, art. 4, ad 1, citado por Jesús Ignacion Martínez
García. La imaginación jurídica. Madrid: Debate, 1992, p 107.
disposición otros mecanismos judiciales de defensa en el propio
proceso penal. La tutela es entonces improcedente en virtud de su
naturaleza subsidiaria y residual. Al existir otros mecanismos de
defensa para solicitar ante los jueces la protección eficaz del derecho
a la defensa, la acción resulta improcedente y obliga a ejercitar los
demás instrumentos procesales que le ofrece el ordenamiento jurídico,
como serían entre otros, la posibilidad de formular nulidades durante el
proceso, según lo consagrado en el C.P.P., artículos 304 al 308; e,
igualmente, la de utilizar el recurso extraordinario de casación,
respecto de la sentencia de segunda instancia del Tribunal de Orden
Público, según lo dispuesto en el Capítulo VIII del C.P.P. En efecto, en
el presente caso la indagatoria fue practicada sin abogado el 31 de
diciembre de 1993 pero el 14 de abril de 1994 se posesionó el
abogado Enrique Suaza Palacio como defensor del sindicado José de
Jesús Zapata Cardona, petente en la presente acción. Por ende, a
partir de ese momento, el petente gozó de una defensa técnica y tuvo
entonces también amplios mecanismos judiciales de defensa en el
proceso penal para haber solicitado que se corrigiera la ausencia de
abogado durante la indagatoria, por lo cual la presente tutela no
puede ser concedida. Es pues una diferencia trascendental con los
anteriores casos estudiados por esta Corporación, y en donde se
concedió el amparo, pues en ellos los petentes no tuvieron
mecanismos judiciales alternativos y eficaces para que se subsanara
la violación al derecho a una defensa técnica.

Procedencia de la tutela por violación al derecho a un proceso sin


dilaciones indebidas.

20- Ahora bien, en relación con la existencia de otros mecanismos


judiciales de defensa, las decisiones de los jueces de tutela son
divergentes. Así el Juzgado 23 Penal del Circuito de Medellín se limitó
a resaltar la presencia de otros mecanismos judiciales aptos de
defensa del derecho del sindicado y la inexistencia de un perjuicio
irremediable. En cambio, la Sala Penal del Tribunal Superior de
Medellín manifestó, adicionalmente, que aun existiendo otros medios
de defensa judicial ordinarios e idóneos dentro del ordenamiento
jurídico, su eficacia se vería neutralizada si no se garantizaba el
derecho a un debido proceso sin dilaciones injustificadas, causadas
por el retardo en la notificación personal de la sentencia de segunda
instancia del Tribunal Nacional y en la designación de un defensor de
oficio para atender la presentación del recurso extraordinario de
casación. Por esos motivos, decidió tutelar ese derecho fundamental
del actor ordenando una serie de acciones en caminadas a hacerlo
efectivo.

La Corte comparte dicha decisión y aclara que no hay que perder de


vista que los medios de defensa judicial ordinarios obligan a prescindir
de la acción de tutela, siempre y cuando reunan la condición de
idoneidad y aptitud para lo cual han sido estatuídos y logren la eficacia
jurídica material del derecho fundamental que pretenden salvaguardar,
en forma verdadera y efectiva; de no cumplirse con ese requisito, el
juez de tutela debe adoptar las medidas necesarias con el fin de
eliminar, o por lo menos atenuar, las causas que dificultan la obtención
de esos resultados.

21- La Sala Penal del Tribunal Superior de Medellín, para proteger la


efectividad del derecho al debido proceso del petente y con el
propósito de facilitarle la asistencia técnica para hacer uso de los
recursos de defensa ordinarios, adoptó unas medidas tendientes a
garantizar la conducencia jurídica de los mismos y asegurar la
protección del derecho al debido proceso vulnerado, como fueron las
de ordenar al Tribunal Nacional notificar en el término de 48 horas de
la sentencia de segunda instancia del proceso penal a los sindicados,
entre esos el actor y adelantar las gestiones necesarias ante la
Defensoría del Pueblo para designarle un defensor público que lo
asistiera.

Sobre este punto, la Sala Penal del Tribunal Superior de Medellín hizo
las siguientes consideraciones que la Corte comparte:

"(...)Sin la oportuna notificación de la sentencia de segunda


instancia y la asistencia de un abogado titulado no es posible
proponer y tramitar el recurso de casación, ni hay garantía alguna
de la eficacia de ese otro medio de defensa judicial, ni una
adecuada protección del derecho al debido proceso que se
cuestiona a través de la acción de tutela.

3°. La Sala entiende, sin embargo que ese no es el exacto y


preciso objetivo que persigue la acción de tutela instaurada por el
sindicado JOSE DE JESUS ZAPATA, pero también que la debida
garantía de esos actos en la etapa subsiguiente a la sentencia
hacen parte del debido proceso que invoca como fundamento de
la acción y está indisolublemente ligados a la eficacia de éste
derecho y del otro medio de defensa judicial a disposición del
actor. (...)

No se haría mucho con afirmar que existe otro medio de defensa


judicial y que éste impide una decisión por la vía de la acción de
tutela sobre los hechos o motivos alegados por el actor, por su
carácter subsidiario o residual, cuando, en las circunstancias del
caso, la eficacia de ese otro medio se ve entorpecida o
comprometida por hechos que amenazan o lesionan el debido
proceso. (...)"

22- Por último, la Corte no puede pasar por alto las dilaciones
injustificadas alrededor de la notificación personal a los condenados
de la sentencia proferida por el Tribunal Nacional, mucho menos la
falta de diligencia de las autoridades obligadas a cumplir con la
notificación sobre la situación jurídica de una persona privada de su
libertad y respecto de las actuaciones surgidas dentro del proceso
cursado en su contra, así como desconocer el incumplimiento del
deber de informar oportunamente acerca de la realización de la
comisión para la notificación a la autoridad comisionante, de manera
que el proceso pueda seguir su cause normal sin interrupciones
ocasionadas por la demora o descuido de los funcionarios.

Las anteriores circunstancias constituyen soporte suficiente para que


la Corte, además de confirmar la providencia materia de revisión, pero
por las razones señaladas en la presente sentencia, disponga oficiar a
la Procuraduría General de la Nación para que, de resultar pertinente,
investigue la conducta disciplinaria de las autoridades de la Cárcel del
Distrito Judicial de Medellín "Bellavista" responsables de la notificación
personal de la sentencia de segunda instancia proferida por el Tribunal
Nacional el día 11 de septiembre de 1995, en el proceso cursado en
contra del petente.

V- DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Sala Sexta de Revisión de la Corte


Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por
mandato de la Constitución

RESUELVE:

Primero.- CONFIRMAR, pero por las razones señaladas en la parte


motiva de la presente providencia, la sentencia de la Sala Penal del
Tribunal Superior de Medellín, proferida el 5 de junio de 1996 que
revocó la providencia del Juzgado 23 Penal del Circuito de Medellín,
del día 26 de abril de 1996, en cuanto tutela el derecho al debido
proceso sin dilaciones injustificadas del actor José de Jesús Zapata
Cardona.

Segundo.- ORDENAR a la Secretaría General de la Corte


Constitucional compulsar copias, a la Procuraduría General de la
Nación, del expediente radicado en esta Corporación con el No. T-
101419 para que, de resultar pertinente, investigue la conducta
disciplinaria de las autoridades de la Cárcel del Distrito Judicial de
Medellín "Bellavista" responsables de la notificación personal de la
sentencia de segunda instancia proferida por el Tribunal Nacional el
día 11 de septiembre de 1995, dentro del proceso penal adelantado en
contra del petente.

Tercero.- LIBRESE por Secretaría la comunicación de que trata el


artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los efectos allí
contemplados.
Cópiese, notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la
Gaceta de la Corte Constitucional.

ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO


Magistrado Ponente

HERNANDO HERRERA VERGARA FABIO MORÓN DÍAZ


Magistrado Magistrado

MARTHA V. SÁCHICA DE MONCALEANO


Secretaria General
Salvamento Parcial de voto a la Sentencia T-669/96

NORMA VIGENTE-Aplicación por no definición de


constitucionalidad/EXCEPCION DE INCONSTITUCIONALIDAD-
Discrecionalidad (Salvamento de voto)

Se observa que la aplicación de esa disposición estuvo ajustada a los


mandatos del ordenamiento jurídico vigente, toda vez que para el
momento de la celebración de la mencionada indagatoria esa era la
norma que para entonces regulaba la designación de apoderado para
asistir al procesado en los procesos penales de conocimiento de los
jueces de orden pública y, por ende, de todas las actuaciones que allí
se realizaren, incluida la diligencia de indagatoria. La aplicación de la
preceptiva, por parte de las autoridades judiciales, era jurídicamente
correcto y viable dada su vigencia dentro del ordenamiento jurídico y
al hecho de que su constitucionalidad aun no había sido definida por
la Corporación correspondiente, encontrándose, por lo tanto, en pleno
rigor jurídico. Adicional a esto, es necesario precisar que la aplicación
de la excepción de inconstitucionalidad, es una facultad que
constitucionalmente tiene el carácter de discrecional para los jueces y
autoridades administrativas. Con la motivación planteada, podría
estarse dando una aplicación retroactiva al fallo de
inconstitucionalidad.

Referencia: Expediente T-101419

Peticionario: José de Jesús Zapata


Cardona

Procedencia: Tribunal Superior de


Medellín -Sala Penal-

Magistrado Ponente:
Dr. ALEJANDRO MARTINEZ
CABALLERO

Con mi acostumbrado respeto, me permito consignar las razones por


las cuales me permití formular salvamento de voto con respecto a la
sentencia adoptada en el proceso de la referencia, en la siguiente
forma:

En primer término, el actor para solicitar la protección de su derecho a


la defensa por vía de la acción de tutela, argumentó la falta de
asistencia técnica durante su indagatoria por la inaplicación de los
mandatos proferidos en la Sentencia C-049 del 8 de febrero de 1996,
que con ponencia del Magistrado Doctor Fabio Morón Díaz, declaró
inexequible el inciso primero del artículo 148 del Código de
Procedimiento Penal. Dicha norma autorizaba prestar la mencionada
asitencia a cualquier ciudadano honorable cuando no hubiere abogado
inscrito que lo asistiere, por considerar que s+olo a través de la
defensa profesinal técnica y científica se puede garantizar al
procesado sus derechos fundamentales al debido proceso y a la
defensa técnica, durante el transcurso del proceso al cual se
encuentre vinculado.

Al respecto se observa que la aplicación de esa disposición estuvo


ajustada a los mandatos del ordenamiento jurídico vigente, toda vez
que para el momento de la celebración de la mencionada indagatoria
-31 de diciembre de 1993- esa era la norma que para entonces
regulaba la designación de apoderado para asistir al procesado en los
procesos penales de conocimiento de los jueces de orden pública y,
por ende, de todas las actuaciones que allí se realizaren, incluida la
diligencia de indagatoria.

Aun cuando en la providencia se señala que la constitucionalidad de la


norma se encontraba en entredicho en virtud de la argumentación
planteada en la declaratoria de inexequibilidad de algunos apartes del
artículo 374 del Código Penal Militar (Sentencia C-592/93, M.P. Dr.
Fabio Morón Díaz), en la medida en que presentaba contenidos
normativos similares al inciso primero del artículo 148 mencionado, la
aplicación de esta preceptiva, por parte de las autoridades judiciales
mencionadas, era jurídicamente correcto y viable dada su vigencia
dentro del ordenamiento jurídico y al hecho de que su
constitucionalidad aun no había sido definida por la Corporación
correspondiente, encontrándose, por lo tanto, en pleno rigor jurídico.
Adicional a esto, es necesario precisar que la aplicación de la
excepción de inconstitucionalidad del artículo 4o. de la Carta Política,
en la que tanto se insiste contra el artículo 148 citado, es una facultad
que constitucionalmente tiene el carácter de discrecional para los
jueces y autoridades administrativas.

De otra parte, con la motivación planteada, podría estarse dando una


aplicación retroactiva al fallo de inconstitucionalidad del inciso primero
del artículo 148 del Código de Procedimiento Penal contenido en la
Sentencia C-049 de 1996, desconociendo el efecto ordinario hacia el
futuro de las providencias de constitucionalidad de la Sala Plena de la
Corte Constitucional, cuando ésta, en ejercicio de su atribución, no
decida darle otro sentido, de conformidad con el ordenamiento
superior (Sentencia C-113 de 1993, M.P. Dr. Jorge Arango Mejía y C-
037 de 1996, M.P. Dr. Vladimiro Naranjo Mesa).

Finalmente, resulta conveniente destacar que algunos de los


argumentos hata ahora expuestos fueron, así mismo, planteados
recientemente por otra Sala de la Corporación, el día 30 de octubre del
presente año mediante la sentencia T-576 de 1996, en un caso similar
al analizado, en el que se evaluó la defensa técnica en los procesos
adelantados antes de la declaratoria de inexequibilidad del inciso
primero del artículo 148 del Código de Procedimiento Penal en donde
la Sala Primera de Revisión de la Corporación, con ponencia del
Magistrado Jorge Arango Mejía, estableció lo siguiente:

“El análisis en el caso de la indagatoria, hay que hacerlo en


procesos anteriores a las sentencias de la Corte Constitucional C-
037/96 y, concretamente, la C-049/96, pues, después de ellas, sólo
es posible que el imputado sea asistido por un abogado, o estudiante
de derecho adscrito a consultorio jurídico, cuando existan las
circunstancias excepcionales y probadas explicadas por la Corte.

Por las anteriores razones, es evidente que el designar a un


ciudadano honorable para asistir, únicamente en la diligencia de
indagatoria, al imputado, actuación permitida por la ley en la época
en que ocurrió la respectiva indagatoria, no constituye, por sí sola,
una vía de hecho. Y, para que tal situación se declare, el juez
competente debe examinar el correspondiente caso concreto.

Cabe recordar que la Corte Constitucional, al declarar la


inexequibilidad del inciso 1 del artículo 148 citado, no estableció la
retroactividad de los efectos de su sentencia, razón por la cual, se
entiende que ésta surte efectos para el futuro. Además, con la
declaración de inexequibilidad mencionada, realmente, lo que se
pretende amparar es el derecho a la debida defensa técnica, como
asunto de fondo, y no reducirlo a un asunto meramente formal.”

Por lo suscintamente expuesto, considero necesario separarme de


algunos de los razonamientos que en contradicción a lo aquí planteado
motivaron el fallo proferido en el proceso de revisión de la tuela 101419,
no así de la decisión adoptada.

Fecha ut supra,

HERNANDO HERRERA VERGARA


Magistrado
AGRAVACIÓN SANCION DISCIPLINARIA-Sentencia T-266/96

VIA DE HECHO-Modificación providencia juez ordinario

En cumplimiento de sentencias de tutela, los jueces ordinarios


tienen que modificar sus providencias.

PRINCIPIO NO REFORMATIO IN PEJUS-Inoperancia en grado


de consulta

La Sala no comparte la tesis en el sentido de que en el grado de


consulta también opera la prohibición de la reformatio in pejus,
porque éstas son figuras distintas.

VIA DE HECHO-Agravación sanción disciplinaria/CONSEJO


SUPERIOR DE LA JUDICATURA-Agravación sanción
disciplinaria en consulta

La Corte no considera que la agravación de la sanción hecha por el


Consejo Superior de la Judicatura en el trámite de una consulta,
constituya una vía de hecho. La sola discrepancia de criterio
respecto de una providencia judicial, no tiene la fuerza para
convertirla en una vía de hecho. Igual acontece con la severidad de
la sanción adoptada, la cual, si está conforme a la ley, no constituye
vía de hecho.

Referencia: Expediente T-91090.

Actor: Aldemar Tabares Herrera.

Procedencia: Corte Suprema de


Justicia, Sala de Casación Penal.

Magistrado Ponente:
Dr. JORGE ARANGO MEJÍA.

Sentencia aprobada en sesión del dieciocho (18) de junio de mil


novecientos noventa y seis (1996).

La Sala Primera (1a.) de Revisión de la Corte Constitucional,


integrada por los magistrados Jorge Arango Mejía, Antonio Barrera
Carbonell y Eduardo Cifuentes Muñoz, decide sobre la sentencia
(folios 2 a 14 del cuaderno de segunda instancia) de la H. Corte
Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, de fecha treinta (30)
de enero de mil novecientos noventa y seis (1996).
I. Antecedentes.

A. La demanda.

El 7 de noviembre de 1995, la Sala Penal del Tribunal Superior


del Distrito Judicial de Bogotá, recibió una demanda de tutela contra
el fallo de la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura,
dictado en el proceso disciplinario 3705-A, el 30 de marzo de 1995,
que confirmó el proferido por la Sala Disciplinaria del Consejo
Seccional de la Judicatura del Tolima, el 22 de septiembre de 1994.

La sentencia atacada habría violado los derechos fundamentales


del actor a la igualdad, al trabajo, al debido proceso, a la no
reformatio in pejus y a la prevalencia del derecho sustancial.

Como hechos, el demandante, abogado, dijo haber defendido a


la señora Gloria Priscila Muñoz de Rodríguez en tres procesos así:
en el Juzgado Primero Civil Municipal de Chaparral, en la sucesión
de su marido, señor Ricardo Rodríguez, y en una ejecución de dicha
sucesión contra Román Hernández; y en el Juzgado Promiscuo de
Familia de la misma ciudad, en un proceso ordinario de filiación
natural y petición de herencia promovido por Judith Catalina Villa.

De $700.000.oo pesos recibidos en el ejecutivo, el actor


manifestó haberle entregado a doña Gloria Priscila $400.000.oo el
1o. de diciembre de 1992, por intermedio de su esposa. El saldo lo
tomó como pago parcial de los honorarios de los procesos,
agregando que la cliente le quedó debiendo un dinero que no pudo
reclamar, porque el 21 de marzo de 1992, amenazado, tuvo que huir
a la ciudad de Armenia, dejando todo abandonado.

El 28 de mayo de 1992, ante la Sala Disciplinaria del Tribunal


Superior de Ibagué, la señora Muñoz de Rodríguez presentó una
queja en su contra por indebida apropiación de dineros suyos,
recaudados en el proceso ejecutivo contra Román Hernández. Por
este cargo, el 11 de septiembre se le abrió un proceso disciplinario y,
a pesar de que el actor residía en Armenia, se comisionó al Juez
Promiscuo Municipal de Pijao, Quindío, para la notificación y el
traslado.

No impugnado el fallo dictado por la Sala Jurisdiccional


Disciplinaria del Consejo Seccional de la Judicatura del Tolima,
aquél, en noviembre de 1994, vino en consulta a la Sala
Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura,
autoridad que, el 30 de marzo de 1995, no obstante el concepto
fiscal que consideró exagerados los dos meses de suspensión
impuestos por el a quo, y sin tener en cuenta que el encartado no
tenía antecedentes disciplinarios, cambió la sanción por la de
exclusión.

Según el actor, la agravación de la pena -fundamentada en su


inasistencia a los trámites disciplinarios- es injusta, porque sólo se
enteró del proceso meses después de estar ejecutoriada la
sentencia del ad quem; porque va contra el principio de la no
reformatio in pejus, aplicable por analogía al grado de consulta; y
porque vulnera el artículo 63 del decreto 196 de 1971 (Estatuto para
el ejercicio de la abogacía).

El demandante pidió la cesación de los efectos de las sentencias


de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la
Judicatura y de la Sala Disciplinaria del Consejo Seccional de la
Judicatura del Tolima.

B. Las decisiones judiciales.

a) La sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de


Santafé de Bogotá, Sala Penal.

El 22 de noviembre de 1995, el Tribunal tuteló los derechos del


actor a la igualdad y al debido proceso.

En consecuencia, invalidó el fallo de la Sala Jurisdiccional


Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, ordenando al
Consejo Seccional del Tolima el envío del expediente a la Sala
Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura,
para adoptar la decisión que correspondiera.

La parte motiva sostuvo que la legalidad del emplazamiento al


actor y la del nombramiento de su defensor de oficio, demuestra la
ausencia de violación del debido proceso y del derecho de defensa.

También encontró ajustada a derecho la facultad de agravar la


pena en virtud del grado de consulta, porque éste es una figura
distinta de la apelación por un solo recurrente.

Pero, encontró una vía de hecho en la agravación de la pena,


pues el Consejo Superior de la Judicatura únicamente se apoyó en
la gravedad de la falta, sin examinar, con arreglo al artículo 61 del
decreto 196 de 1971, las modalidades y circunstancias del hecho,
los motivos determinantes y los antecedentes personales y
profesionales del infractor. Para el Tribunal, el sólo tener en cuenta
lo desfavorable en contra del actor, vulnera la proporcionalidad que
debe existir entre la falta cometida y la sanción impuesta.

b) La sentencia de la H. Corte Suprema de Justicia, Sala de


Casación Penal.
Esta Corporación, el 30 de enero de 1996, al decidir una
impugnación propuesta por la magistrada Amelia Mantilla Villegas,
Presidente de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo
Superior de la Judicatura, revocó la sentencia de tutela de primer
grado y denegó el amparo.

Fundamentó el fallo en la improcedencia de la tutela contra


providencias judiciales, y en la tesis de que el juez constitucional no
puede sustituir al ordinario, ni puede erigir a la tutela en una tercera
instancia.

II. Consideraciones.

A. Competencia.

La Sala es competente para decidir, por lo dispuesto en los


artículos 86 y 241, numeral 9o., de la Constitución, y 33 y 34 del
decreto 2591 de 1991.

B. Razones por las cuales la demanda no habrá de prosperar.

a) Ausencia de vías de hecho: la sanción fue impuesta por


autoridad competente, sin desbordar sus facultades; la
prohibición de la reformatio in pejus no opera en tratándose del
grado jurisdiccional de consulta.

Es bien sabido que, en cumplimiento de sentencias de tutela


-proferidas para anular vías de hecho-, los jueces ordinarios tienen
que modificar sus providencias.

Ahora bien, puesto que en el presente caso no se observan vías


de hecho en la sentencia atacada, esto es, la dictada, el 30 de marzo
de 1995, por la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior
de la Judicatura, no hay razón para revocar el fallo de la H. Corte
Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, de fecha treinta (30)
de enero de mil novecientos noventa y seis (1996).

La Corte Constitucional considera que la Sala Jurisdiccional


Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, actuó conforme a
la ley, sin vulnerar ningún derecho constitucional del actor, cuando
decidió excluírlo del ejercicio de la abogacía, agravando la sanción
de suspensión por dos meses impuesta por la Sala Jurisdiccional
Disciplinaria del Consejo Seccional de la Judicatura del Tolima.

En efecto, la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo


Superior de la Judicatura, tenía competencia para conocer de la
consulta de la sentencia de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del
Consejo Seccional de la Judicatura del Tolima, por lo dispuesto en el
numeral 4o. del artículo 9o. del decreto 2652 de 1991, en
concordancia con el numeral 1o. del artículo 10o. ibídem,
disposiciones que en su orden dicen:

“Artículo 9o. Corresponde a la Sala Jurisdiccional Disciplinaria


del Consejo Superior:

“(...) 4. Conocer de los recursos de apelación y de hecho, así


como de la consulta, en los procesos disciplinarios de que
conocen en primera instancia los Consejos Seccionales, el Fiscal
General y el Director de Administración Judicial.”

“Artículo 10o. Corresponde a la Sala Disciplinaria de los


Consejos Seccionales de la Judicatura:

“1. Conocer en primera instancia de los procesos disciplinarios


que se adelanten contra los jueces, los abogados en ejercicio, y
los empleados de su dependencia.”

Además, el inciso final del artículo 54 del decreto 196 de 1971


-norma que, entre otras cosas, instituye como falta a la honradez del
abogado la retención de dineros recibidos de otras personas por
cuenta del cliente-, facultaba a la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del
Consejo Superior de la Judicatura para optar por la exclusión del
doctor Aldemar Tabares Herrera. En lo pertinente, la disposición
citada dice:

“Artículo 54. Constituyen faltas a la honradez del abogado:

“(...) 3. Retener dineros, bienes o documentos suministrados para


las gestiones, o los recibidos de otras personas por cuenta del
cliente, o demorarle injustificadamente la comunicación de este
recibo.

“(...) El abogado que cometa una de estas faltas incurrirá en


censura, suspensión o exclusión.”

De otra parte, no se aprecia una violación del artículo 61 del


decreto 196 de 1971, por parte de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria
del Consejo Superior de la Judicatura, porque si bien es cierto que
dicha norma establece que las sanciones disciplinarias se imponen
“teniendo en cuenta la gravedad, modalidades y circunstancias de la
falta, los motivos determinantes y los antecedentes personales y
profesionales del infractor”, la Sala estima que tales conceptos, en
su totalidad, son de obligatoria consideración para los jueces
disciplinarios sólo cuando aparecen probados en el expediente.
Así, es claro que para la exclusión del actor se tuvo en cuenta la
gravedad no desvirtuada del hecho imputado: la retención de unos
dineros -conducta que quizás pueda dar lugar a la tipificación de un
abuso de confianza-, demostrada con la constancia de la Caja
Agraria que obra a folio 138 del cuaderno de anexos número uno.

También se tuvieron en cuenta por la Sala Jurisdiccional


Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, las modalidades
y circunstancias de la falta, pues ésta se efectuó como resultado del
ejercicio de la facultad de recibir que el poder (folio 56 del cuaderno
de anexos número uno) confirió al doctor Tabares Herrera, falta en
contra de los legítimos intereses de una mujer de poca preparación y
modesto nivel de vida, a juzgar por el contenido de la queja
disciplinaria y su ampliación (folios 1 y 5 y siguientes del cuaderno
de anexos número uno).

Ahora bien, en lo relativo a la estimación de los aspectos


favorables de los antecedentes personales y profesionales del actor,
la Sala cree que el Consejo Superior de la Judicatura estaba
imposibilitado para una elaborada consideración, habida cuenta de la
inasistencia personal del doctor Tabares Herrera al proceso
disciplinario.

Por otra parte, la Sala no comparte la tesis del actor en el sentido


de que en el grado de consulta también opera la prohibición de la
reformatio in pejus, porque éstas son figuras distintas. En efecto,
como la consulta pretende que el superior ejerza un control de
legalidad, esta labor requiere de toda la amplitud que sea necesaria
para garantizar el real respeto del ordenamiento jurídico. En cambio,
cuando se está frente al interés del apelante único, el bien jurídico
involucrado es particular, lo que justifica la prohibición de la
agravación de las penas recurridas, puesto que, por esencia, sólo se
reclama en lo desfavorable. Por lo tanto, la Corte Constitucional no
considera que la agravación de la sanción hecha por el Consejo
Superior de la Judicatura en el trámite de una consulta, constituya
una vía de hecho.

El que la sanción al doctor Tabares Herrera haya sido impuesta


conforme a las correspondientes normas punitivas, es razón más
que suficiente para considerarla ajustada al principio de la primacía
del derecho sustancial, y, por consiguiente, ajena a cualquier
violación del derecho fundamental a la igualdad.

Adviértese, por último, que la sola discrepancia de criterio


respecto de una providencia judicial, no tiene la fuerza para
convertirla en una vía de hecho. Igual acontece con la severidad de
la sanción adoptada, la cual, si está conforme a la ley, no constituye
vía de hecho.
En conclusión, como en la motivación del fallo de la Sala
Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, no
se ve la presencia de errores protuberantes o de irregularidades
graves, la Corte Constitucional no revocará la sentencia en revisión
de la H. Corte Suprema de Justicia.

b) No hay violación del derecho al trabajo.

No la hay porque mientras el actor esté excluído del ejercicio de


la profesión de abogado, puede dedicarse a otros menesteres, de
suerte que no puede decirse que sufre la pérdida del derecho al
trabajo.

Por lo demás, las sanciones a los profesionales no son


violatorias del derecho al trabajo, porque como éste también supone
obligaciones, genera responsabilidades que, de incumplirse, pueden
implicar la imposición de penas.

c) El emplazamiento del actor tampoco violó su derecho al


debido proceso.

En el transcurso del proceso disciplinario, fue necesario proceder


al emplazamiento del actor conforme a lo dispuesto por el decreto
196 de 1971, porque la quejosa no conocía a ciencia cierta el
paradero del doctor Tabares Herrera, y no estaba obligada a saberlo.
Por el contrario, quien sí tenía la obligación de responder por sus
obligaciones profesionales era el actor, y, si no lo hizo, por irse
intempestivamente de la ciudad de Chaparral sin dejar datos para su
localización, debe cargar con las consecuencias de su
improvidencia.

Además, el emplazamiento, hecho en Armenia y en Ibagué,


cumplió con todas las formalidades legales, y culminó con la
designación de un defensor de oficio con quien se desarrolló el resto
del proceso disciplinario. De esta manera el doctor Tabares Herrera
fue oído y vencido en juicio, motivo por el cual es inadmisible que
hoy alegue la violación de su derecho a la defensa y al debido
proceso.

d) La acción de tutela no es medio para desconocer las


decisiones de los jueces ordinarios.

Como lo tiene bien establecido la jurisprudencia de esta Corte, la


tutela -sin perjuicio de los casos en que se presenten vías de hecho
comprobadas- no es el medio de salvar procesos perdidos,
particularmente cuando en ellos el interesado ha tenido todas las
posibilidades de intervenir y defender sus derechos.
Este es el caso del doctor Tabares Herrera, quien compareció al
proceso disciplinario mediante un defensor de oficio, por no haber
sido posible su notificación personal.

Por estas razones, la argumentación general de la demanda de


tutela y las pruebas aducidas no son de recibo, pues han debido
presentarse por el actor en el proceso disciplinario.

Esto explica, por ejemplo, que la Corte no tenga en cuenta la


fotocopia de un recibo por $400.000.oo pesos que, supuestamente,
demostraría que la quejosa sí recibió el pago de buena parte de lo
recaudado en el proceso ejecutivo contra Román Hernández.
Además, dicha fotocopia, por su laconismo y discrepancia con la
fecha anunciada en la demanda, en principio no demuestra la
veracidad de lo alegado por el doctor Tabares Herrera. No se trata
de un documento auténtico, y carece, además, de fecha cierta.

C. Decisión.

En mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional, administrando


justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,

RESUELVE:

Primero. CONFIRMAR la sentencia de la H. Corte Suprema de


Justicia, Sala de Casación Penal, de fecha treinta (30) de enero de
mil novecientos noventa y seis (1996), que revocó la sentencia del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, Sala
Penal, del veintidós (22) de noviembre de mil novecientos noventa y
cinco (1995).

Segundo. COMUNICAR este fallo al Tribunal Superior del Distrito


Judicial de Santafé de Bogotá, Sala Penal, para los efectos previstos
en el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.

Notifíquese, cópiese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte.

JORGE ARANGO MEJÍA


Magistrado Ponente

ANTONIO BARRERA CARBONELL


Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado

MARTHA VICTORIA SÁCHICA DE MONCALEANO


Secretaria General
VALORACIÓN DE LAS PRUEBAS POR JUECES-Sentencia T-100/98

MEDIDAS PROVISIONALES PARA PROTEGER UN


DERECHO Y AUTONOMIA FUNCIONAL DEL JUEZ-
Conciliación

VIA DE HECHO-Procedencia excepcional de tutela/PRINCIPIO


DE AUTONOMIA FUNCIONAL DEL JUEZ-Protección del
criterio jurídico en las decisiones/LEY-Interpretación por juez

Sólo las actuaciones judiciales que realmente contengan una


decisión arbitraria, con evidente, directa e importante repercusión en
el proceso, en perjuicio de los derechos fundamentales, pueden ser
susceptibles de ataque en sede constitucional. No así las decisiones
que estén sustentadas en un determinado criterio jurídico, que
pueda ser admisible a la luz del ordenamiento, o interpretación de
las normas aplicables, pues de lo contrario se estaría atentando
contra el principio de la autonomía judicial. Debe tenerse en
consideración que el juez, al aplicar la ley, ha de fijar el alcance de
la misma, es decir, darle un sentido frente al caso. La tarea
interpretativa es, por ello, elemento propio de la actividad judicial
requerida siempre, a menos que la disposición tenga un único y
exclusivo entendimiento, lo cual no solo es infrecuente sino
extraordinario.

PRUEBAS-Importancia para el juez

La prueba, examinada por el juez en todos sus aspectos,


escudriñada en cuanto a su validez e idoneidad, comparada y
medida en su valor frente a las demás que obran en el plenario,
sopesada en cuanto a su relación con los hechos materia de litigio y
con las normas generales y abstractas que corresponde aplicar en el
caso, complementada con aquellas adicionales que el juez estime
necesarias para llegar a una auténtica convicción sobre la verdad y,
en fin, evaluada, analizada y criticada a la luz del Derecho y con
miras a la realización de la justicia, es elemento esencial de la
sentencia, supuesto necesario de las conclusiones en ella
consignadas y base imprescindible para reconocer en el fallo la
objetividad y la imparcialidad de quien lo profiere. La práctica de
todas las pruebas que sean menester para ilustrar el criterio del juez
y su pleno conocimiento, ponderación y estudio, así como las
posibilidades ciertas de objetarlas, contradecirlas y completarlas en
el curso del trámite procesal, son elementos inherentes al derecho
de defensa y constituyen garantía de la idoneidad del proceso para
cumplir las finalidades que le han sido señaladas en el Estado Social
de Derecho.
VIA DE HECHO-Análisis y valoración de pruebas por
jueces/DEBIDO PROCESO-Análisis y valoración de pruebas
por jueces

Los defectos del análisis probatorio, o la ausencia total del mismo,


no menos que la falta de relación entre lo probado y lo decidido,
vulneran de manera ostensible el debido proceso y constituyen
irregularidades de tal magnitud que representan vías de hecho. Tal
expresión encaja en los indicados supuestos como ninguna otra, ya
que el fallador que se aparta del material probatorio, que no lo
evalúa en su integridad, o que lo ignora, plasma en su sentencia su
propia voluntad y no la de la justicia ni la de la ley. Decide de facto y
quebranta, en consecuencia, los fundamentos esenciales del orden
jurídico.

IMPUGNACION FALLO DE TUTELA-No requiere sustentación

La Corte reitera que, dado el carácter informal de la tutela, y


teniendo en cuenta el rango constitucional del derecho a impugnar el
fallo de primera instancia, no es requisito indispensable para que se
tramite la segunda el de que se sustente la impugnación, en su
caso.

Referencia: Expediente T-148381

Acción de tutela de Danilo Conta


contra el Tribunal Superior de Santa Fe
de Bogotá

Magistrado Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO HERNANDEZ
GALINDO

Sentencia aprobada en Santa Fe de Bogotá, D.C., a los veinticuatro


(24) días del mes de marzo de mil novecientos noventa y ocho (1998).

Se revisan los fallos proferidos en el asunto de la referencia por la Sala


Penal del Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá y por el Juzgado 31
Penal del Circuito de Santa Fe de Bogotá

I. INFORMACION PRELIMINAR Y FALLOS QUE SE REVISAN

1. En diciembre de 1983 Danilo Conta y Herbert Baresch constituyeron


una sociedad comercial denominada "ENOS LTDA.".

2. En mayo de 1984, los dos suscribieron un contrato de promesa de


compraventa, en virtud del cual Conta cedería su cuota a Baresch y se
elevaría a escritura pública la cesión una vez se cancelara la última
cuota pactada. Alegando el incumplimiento de lo estipulado, Baresch
promovió un proceso de pago por consignación que terminó con fallo
adverso para él.

3. En octubre de 1984, mediante escritura pública, Baresch cedió el


local comercial "ENOS" a Ana Cecilia Uribe Arbeláez.

4. Tiempo después, Danilo Conta inició un proceso en contra de Hebert


Baresch con el fin de obtener la declaración de nulidad del contrato
celebrado o la resolución del mismo.

5. El Juzgado Octavo Civil del Circuito de Santa Fe de Bogotá,


mediante fallo del 5 de marzo de 1990, resolvió acoger las pretensiones
de la parte demandante y dispuso en consecuencia:

"1. Declarar que es nulo el contrato de promesa de


compraventa -de las cuotas de interés social en la sociedad
"ENOS LTDA."- celebrado entre Danilo Conta, como
prometiente vendedor y Herbert Baresch García, como
prometiente comprador (...).

2. Condenar, en consecuencia, al demandado Baresch


García a restituir al demandante Danilo Conta "las utilidades
que haya producido el establecimiento de comercio
denominado "ENOS" (...) o los que con mediana inteligencia y
cuidado hubiere producido, incluida en todo caso la
indexación de las sumas respectivas.

3. Condenar al mismo demandado Baresch García a 'restituir


al demandante Conta la administración' del mencionado
establecimiento de comercio y 'de la sociedad nominada
ENOS LTDA.'
(...)"

Además de lo anterior, se autorizó al demandante Conta para retener y


compensar las sumas de dinero recibidas por concepto del contrato de
promesa anulado; se dispuso la restitución de los valores que éste
hubiera recibido por concepto del contrato declarado nulo; se estableció
la condena en abstracto; y se fijó el pago de costas a cargo del
demando.

6. La Sala Civil del Tribunal Superior del mismo Distrito Judicial,


mediante providencia del 10 de junio de 1992, confirmó dicho fallo
-salvo en lo relativo al numeral 6, ya que se revocó la condena en
abstracto y se dispuso la condena en concreto-.
7. El juez de primera instancia comisionó a la Inspección Segunda de
Policía 2 "D" Distrital de Santa Fe de Bogotá para que hiciera la entrega
"real y material del establecimiento comercial Enos Ltda, ubicado en la
carrera 11 No. 81-50, previa orden de desalojo de personas, animales y
cosas...".

Durante la mencionada diligencia, la dueña y poseedora de los locales


manifestó su oposición a la entrega, pero no se accedió a ella. Contra
dicha decisión se interpusieron los recursos de reposición y apelación.
El primero fue negado y el segundo fue concedido.

8. Mediante auto proferido por la Sala Civil del Tribunal Superior de


Santa Fe de Bogotá el 19 de marzo de 1997, por el cual se decidió "el
recurso de apelación interpuesto por la opositora CAMACHO SAMPER
Y CIA LTDA en contra de la decisión adoptada por la Inspección 2 D de
Policía de esta ciudad, el día veinticuatro de noviembre de mil
novecientos noventa y tres, y la apelación adhesiva, formulada por el
demandante DANILO CONTA contra la misma decisión, así como el
recurso de apelación interpuesto por el incidentante (sic) ALBERTO
CAMACHO SAMPER, en contra del proveído que en este asunto
dictase el Juzgado Octavo Civil de este Circuito, el día veintisiete de
marzo de mil novecientos noventa y seis", declaró la ilegalidad de la
diligencia de entrega, originada en el despacho comisorio expedido
por el Juzgado Octavo Civil del Circuito, y ordenó a dicho Juzgado
entregar los locales en mención a la propietaria y poseedora "Camacho
Samper y Cía. Ltda.".

Según el Tribunal, la Inspección de Policía excedió sus facultades,


pues no era legal que procediese a la entrega de un inmueble, si se
tiene en cuenta que el despacho comisorio -"en forma irregular por
cierto"-, dispuso la entrega de un establecimiento de comercio.

Además, consideró el ad-quem que el mencionado establecimiento


había desaparecido para el momento de la entrega, por lo cual era
procedente la ejecución por equivalencia, y que la sentencia que había
declarado la nulidad del contrato de promesa no producía efectos frente
a la opositora en su calidad de poseedora y propietaria del bien
inmueble.

9. Danilo Conta incoó la acción de tutela contra esta última providencia.


Alegó que, en su criterio, al ordenar la entrega de los locales a la
compañía arrendadora, "Camacho Samper y Cía Ltda.", desconoció el
debido proceso y el derecho de defensa, al dejar sin piso lo dispuesto
en una sentencia que le fue favorable y que hizo tránsito a cosa
juzgada. En consecuencia, solicitó al juez de tutela que revocara el
auto del 19 de marzo de 1997 proferido por la Sala Civil del Tribunal
Superior de Santa Fe de Bogotá, y que se confirmara la decisión
adoptada por la Inspección 2 D Distrital de Policía.
10. El Juzgado 31 Penal del Circuito negó la tutela porque consideró
que la providencia atacada no constituía en modo alguno una vía de
hecho. Esta, a su juicio, no había modificado, reformado ni revocado el
fallo del Juzgado 8 Civil del Circuito. Afirmó que mediante ella sólo se
revocó, por ilegal, la decisión de la Inspección de Policía, para lo cual
tenía plena competencia el Tribunal Superior.

Además, aseveró que el mencionado auto no desconocía la cosa


juzgada, ya que mediante aquél se ordenó la entrega de los locales a
su dueña y poseedora, pero no se hizo alusión alguna a la entrega del
establecimiento "ENOS", por haber considerado la providencia objeto
de acción que dicho establecimiento de comercio "ya no existía" al
momento de hacer la diligencia de entrega dispuesta por el Juzgado 8
Civil del Circuito. Dijo el juez de tutela que dicha existencia "apunta
hacia lo material, es decir, muebles, enseres y demás elementos que
se requieren para que pueda funcionar el establecimiento" y que ello es
cosa muy distinta a la existencia o vigencia de la razón social o
personería jurídica del mismo; mientras que lo primero exige su
ubicación precisa, lo segundo se mantiene para su operatividad,
susceptible de cambiarle ubicación, según voluntad de su dueño", y
que es una verdad incontrovertible la inexistencia de los bienes
muebles.

Precisó el juzgado que la sentencia dictada dentro del proceso civil se


mantiene, sólo que se debe atender también la decisión del Tribunal en
cuanto a la entrega de los locales, "por lo que no es al juez de tutela a
quien le compete tales menesteres y tampoco indicarle a dicho
funcionario lo que debe o no hacer o decidir dentro de dicho asunto...",
y que el accionante puede hacer valer sus derechos "en el momento
oportuno cuando el funcionario vaya a ejecutar el fallo tantas veces
aludido".

Por último, afirmó el juez de instancia que lo que se debate y rechaza


es un criterio jurídico y no una vía de hecho.

11. En segunda instancia la Sala Penal del Tribunal Superior de Santa


Fe de Bogotá, mediante providencia del 23 de octubre de 1997,
confirmó el fallo impugnado por la parte actora. Consideró el Tribunal
que la decisión atacada no constituía una vía de hecho, de acuerdo con
los criterios expuestos por la doctrina constitucional, pues "no era
producto de un acto arbitrario o carente de competencia, o sin
fundamento legal, que obedezca a un capricho o decisión subjetiva que
vulnere los derechos fundamentales constitucionales de defensa y
debido proceso, (...), que amerite su amparo constitucional", y que, por
el contrario, correspondía a una decisión motivada en la cual se
expusieron con claridad las razones jurídicas. Además, según su
criterio, "el análisis y valoración probatoria constituyen temas ajenos a
la acción de tutela".
Concluye el Tribunal diciendo que "la Sala no tuvo oportunidad de
conocer las inquietudes jurídicas del impugnante en relación con su
inconformidad con el fallo de primera instancia, en la medida en que no
la sustentó y, de otro lado, la actuación civil aún no ha concluido", de
manera que tiene a su alcance otros medios de defensa judicial, por lo
cual también resulta improcedente la acción de tutela.

Consta en el expediente que el escrito en el que Danilo Conta sustenta


la impugnación se presentó ante la Secretaría de esa Corporación el 25
de septiembre de 1997, y que el 30 del mismo mes solicitó además la
suspensión provisional de la diligencia de entrega de los locales
comerciales.

II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL

1. Competencia

Esta Sala es competente para revisar los fallos en referencia, de


acuerdo con lo prescrito en los artículos 86 y 241 de la Carta Política, y
en el Decreto 2591 de 1991.

2. Las medidas provisionales en materia de tutela y la autonomía


funcional de los jueces. Su improcedencia cuando, en el caso de
providencias judiciales, no se configura una vía de hecho

Danilo Conta, mediante escritos presentados el 1 y el 5 de diciembre de


1997, y con fundamento en lo dispuesto por el artículo 35, inciso 2, del
Decreto 2591 de 1991, solicitó la suspensión de la diligencia de
entrega, a favor de "CAMACHO SAMPER Y CIA. LTDA.", de los
locales donde funciona -o funcionaba- el establecimiento de comercio
denominado "ENOS" -diligencia que había de llevarse a cabo el día 18
de diciembre del año pasado-, hasta que esta Sala no adoptara la
decisión definitiva en sede de revisión.

El demandante afirmó que dicho pedimento tenía por fin evitar un


perjuicio irremediable, ya que el cumplimiento de la mencionada orden
de entrega comportaría la desaparición definitiva del establecimiento de
comercio "ENOS", el cual "representa mi único medio de trabajo y de
sustento".
El peticionario alegó que la ejecución de dicha diligencia iba a
desconocer lo dispuesto por el Juzgado Octavo Civil del Circuito de
Santa Fe de Bogotá, mediante sentencia del 5 de marzo de 1990
-"debidamente ejecutoriada"- por medio de la cual se protegió un
"derecho legalmente adquirido" y, en consecuencia, se ordenó la
entrega a su favor del mencionado establecimiento.

Esta Sala, por auto de fecha 16 de diciembre de 1997, estimó que las
reglas establecidas en los artículos 7 y 35 del Decreto 2591 de 1991,
debían "conciliarse con el principio de la autonomía judicial, toda vez
que al juez de tutela le está vedado invadir competencias ajenas, y su
injerencia dentro del curso de un proceso judicial debe estar
determinada por la flagrante violación o amenaza de los derechos
fundamentales y con el fin de evitar un perjuicio irremediable".

Además, consideró esta Corte que el alcance que debía darse a los
artículos mencionados era el siguiente:

"a) El sentido de las medidas previas que puede adoptar el


juez constitucional, con miras a la protección de los derechos
fundamentales en juego, parte del supuesto de que con el
acto o los actos susceptibles de ser suspendidos tales
derechos resulten vulnerados o afectados de modo
irremediable;
b) La ejecución de una medida judicial dentro de un proceso
en curso no puede ser interrumpida por el juez de tutela, a no
ser que de manera ostensible, evidente e indudable, entrañe
la comisión de una vía de hecho por cuya virtud se lesionen
los derechos fundamentales sobre los cuales se reclama
protección. De lo contrario, la medida provisional carece de
sustento y debe esperarse al momento del fallo. Todo ello
debe ser apreciado y evaluado por el juez, teniendo en cuenta
las circunstancias del caso;
c) Entre la medida cuya suspensión se ordena y la violación
de los derechos fundamentales afectados debe existir,
claramente establecido, un nexo causal que el juez
establezca sin género de dudas. De lo contrario, invade la
órbita del juez ordinario y lesiona su autonomía funcional,
garantizada en el artículo 228 de la Constitución;
d)La apreciación del juez en estos casos no implica
prejuzgamiento. Tiene lugar prima facie y sobre los elementos
de los que dispone en ese momento, sin que ello le impida
adoptar una decisión distinta al resolver de fondo sobre el
proceso en cuestión".

Se concluyó que, una vez "analizadas las pruebas que obran en el


expediente bajo estudio, esta Sala estima que la ejecución de la
diligencia de entrega no entraña, a primera vista, el desconocimiento
de un derecho legalmente adquirido -tal como lo alega el actor-, pues
no es claro que una sentencia ejecutoriada haya dispuesto la entrega
del inmueble al peticionario. Tampoco vislumbra la Sala la ocurrencia
de un perjuicio irremediable, que estima el peticionario podría causarse
si desaparece el establecimiento de comercio denominado 'ENOS',
pues su existencia actual es, precisamente, dudosa, ya que el
inmueble se entregó a la propietaria arrendadora, y funcionaba -para el
momento en que se ejecutó la diligencia de entrega- un
establecimiento de comercio denominado 'MALABAR'". En
consecuencia, la Sala Quinta de Revisión decidió no acceder a la
solicitud de suspensión de la diligencia de entrega.
Esta Sentencia acoge y reitera lo decidido, y lo incorpora a las
presentes consideraciones, dada su importancia en el trámite de la
tutela.

3. Tutela contra providencias. Improcedencia de la acción cuando


lo que se controvierte es una decisión sustentada en un
determinado criterio jurídico. Protección a la autonomía judicial

En el caso bajo estudio el actor pretende que se revoque una decisión


adoptada en segunda instancia por la Sala Civil del Tribunal Superior,
en virtud de la cual se declara la ilegalidad de la diligencia de entrega y
se ordena la entrega de los locales a la poseedora y dueña del
inmueble, pues, a juicio del peticionario, dicha providencia viola sus
derechos fundamentales al debido proceso y el derecho de defensa, en
la medida en que implica el desconocimiento de la cosa juzgada.

Sobre el particular debe aclararse que según lo ha dicho la Corte


Constitucional (ver Sentencia C-543 del 1 de octubre de 1992) es
posible que la acción de tutela pueda dirigirse contra actuaciones de
hecho de las autoridades judiciales. De acuerdo con la jurisprudencia,
la vía de hecho en cuanto ruptura del orden jurídico al que está
obligado el juez, y puesto que admitirla como válida para la impartición
de justicia significaría entronizar el imperio de la arbitrariedad sobre el
Derecho, hace procedente la acción de tutela de modo extraordinario,
en cuanto no se reconoce a la "providencia" dictada el carácter de tal.

Pero, precisamente por implicar protuberante burla al sistema jurídico y


abierta agresión contra los derechos fundamentales, el comportamiento
o la decisión judicial que se denominan "vías de hecho" son
excepcionales y deben ser establecidas plenamente para que permitan
el pronunciamiento del juez constitucional, ya que, a la luz de la
Sentencia en cita -que hizo tránsito a cosa juzgada constitucional-, no
cabe por regla general la acción de tutela contra providencias
judiciales. Ese es el principio básico consagrado por la doctrina
constitucional, que no impide el amparo contra las vías de hecho en
que puedan incurrir los jueces, siempre que lo sean en verdad, es decir,
que se trate de actuaciones evidentemente contrarias a Derecho, o de
protuberantes e innegables fallas procesales, de gran magnitud y con
clara incidencia en el desconocimiento de derechos fundamentales.

Al respecto, esta Sala reitera que, como ya se ha dicho en varias


sentencias, entre otras la número T-173 del 4 de mayo de 1993:

"Las actuaciones judiciales cuya ostensible desviación del


ordenamiento jurídico las convierte -pese a su forma- en
verdaderas vías de hecho, no merecen la denominación ni
tienen el carácter de providencias para los efectos de
establecer la procedencia de la acción de tutela. No es el
ropaje o la apariencia de una decisión sino su contenido lo
que amerita la intangibilidad constitucionalmente conferida a
la autonomía funcional del juez. La doctrina de la Corte ha
efectuado un análisis material y ha establecido una diáfana
distinción entre las providencias judiciales -que son
invulnerables a la acción de tutela en cuanto corresponden al
ejercicio autónomo de la función judicial y respecto de las
cuales existen, dentro del respectivo proceso, los medios
judiciales de defensa establecidos por el ordenamiento
jurídico- y las vías de hecho por cuyo medio, bajo la forma de
una providencia judicial, quien debería administrar justicia
quebranta en realidad los principios que la inspiran y abusa
de la autonomía que la Carta Política reconoce a su función,
para vulnerar en cambio los derechos básicos de las
personas. La violación flagrante y grosera de la Constitución
por parte del juez, aunque pretenda cubrirse con el manto
respetable de la resolución judicial, puede ser atacada
mediante la acción de tutela siempre y cuando se cumplan los
presupuestos contemplados en el artículo 86 de la
Constitución y no exista otro medio al alcance del afectado
para la defensa de su derecho. El objeto de la acción y de la
orden judicial que puede impartirse no toca con la cuestión
litigiosa que se debate en el proceso, sino que se circunscribe
al acto encubierto mediante el cual se viola o amenaza un
derecho fundamental".

Así, sólo las actuaciones judiciales que realmente contengan una


decisión arbitraria, con evidente, directa e importante repercusión en el
proceso, en perjuicio de los derechos fundamentales, pueden ser
susceptibles de ataque en sede constitucional. No así las decisiones
que estén sustentadas en un determinado criterio jurídico, que pueda
ser admisible a la luz del ordenamiento, o interpretación de las normas
aplicables, pues de lo contrario se estaría atentando contra el principio
de la autonomía judicial. Debe tenerse en consideración que el juez, al
aplicar la ley, ha de fijar el alcance de la misma, es decir, darle un
sentido frente al caso. La tarea interpretativa es, por ello, elemento
propio de la actividad judicial requerida siempre, a menos que la
disposición tenga un único y exclusivo entendimiento, lo cual no solo es
infrecuente sino extraordinario.

En el presente caso encuentra la Corte que la Sala Civil del Tribunal


Superior consideró que la diligencia de entrega se había realizado en
forma ilegal pues ésta había recaido sobre los locales y no sobre el
establecimiento de comercio ENOS, el cual, para la época en que se
realizó tal diligencia, había desaparecido. Mediante dicha providencia
no se desconoció en forma alguna la cosa juzgada, pues la sentencia
del Juzgado Civil había recaido sobre la suerte de la administración del
establecimiento de comercio y no sobre los locales comerciales.
Esa -aunque pudiera no compartirse, a partir de enfoques jurídicos
diferentes acerca de la normatividad aplicable- es una distinción
respetable, que puede sostenerse y sustentarse sin que comporte
desobediencia a las disposiciones vigentes, y sin que signifique agravio
a los derechos fundamentales de la parte no favorecida con la decisión
judicial.

Estima la Corte, por tanto, que la decisión atacada no constituye una


vía de hecho, toda vez que no fractura sino que interpreta el sistema
jurídico en lo referente al caso.

4. El análisis y valoración de las pruebas por parte de los jueces


ante la acción de tutela

Como resulta de lo expuesto, no es este un proceso en el cual pueda


prosperar el amparo contra la providencia judicial proferida, pero, como
la revisión eventual que la Constitución contempla tiene por objeto, más
allá de la solución jurídica en el caso concreto, el examen de las
sentencias judiciales dictadas por los jueces de instancia, tanto en lo
relativo a las determinaciones de fondo adoptadas como respecto de
los motivos en los cuales las han fundado, es menester que se aclaren
algunos equívocos que, a juicio de la Corte, surgen de tal estudio.

Afirma la Sala Penal del Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá que


"el análisis y valoración probatoria constituyen temas ajenos a la acción
de tutela".

Semejante aseveración, a la luz de la Constitución y de la doctrina


constitucional, no resulta acertada y debe desvirtuarse de manera
definitiva.

En efecto, si como acaba de decirse, excepcionalmente cabe la acción


de tutela contra providencias judiciales cuando éstas constituyan vías
de hecho, lo que se está reconociendo es, ni más ni menos, que la
intangibilidad de la decisión -susceptible de ser reclamada y respaldada
cuando es legítima- desaparece por razón del comportamiento
arbitrario e injusto del juez que irrespeta el debido proceso y vulnera
otros derechos fundamentales al resolver.

Obviamente, una de las formas -y de las más graves- de desconocer el


debido proceso, atropellando los derechos de las partes, radica
precisamente en que el fallador, al sentenciar, lo haga sin fundar la
resolución que adopta en el completo y exhaustivo análisis o sin la
debida valoración del material probatorio aportado al proceso, o lo que
es peor, ignorando su existencia.

La prueba, examinada por el juez en todos sus aspectos, escudriñada


en cuanto a su validez e idoneidad, comparada y medida en su valor
frente a las demás que obran en el plenario, sopesada en cuanto a su
relación con los hechos materia de litigio y con las normas generales y
abstractas que corresponde aplicar en el caso, complementada con
aquellas adicionales que el juez estime necesarias para llegar a una
auténtica convicción sobre la verdad y, en fin, evaluada, analizada y
criticada a la luz del Derecho y con miras a la realización de la justicia,
es elemento esencial de la sentencia, supuesto necesario de las
conclusiones en ella consignadas y base imprescindible para reconocer
en el fallo la objetividad y la imparcialidad de quien lo profiere.

La práctica de todas las pruebas que sean menester para ilustrar el


criterio del juez y su pleno conocimiento, ponderación y estudio, así
como las posibilidades ciertas de objetarlas, contradecirlas y
completarlas en el curso del trámite procesal, son elementos inherentes
al derecho de defensa y constituyen garantía de la idoneidad del
proceso para cumplir las finalidades que le han sido señaladas en el
Estado Social de Derecho.

De allí resulta, sin duda, que los defectos del análisis probatorio, o la
ausencia total del mismo, no menos que la falta de relación entre lo
probado y lo decidido, vulneran de manera ostensible el debido proceso
y constituyen irregularidades de tal magnitud que representan vías de
hecho. Tal expresión encaja en los indicados supuestos como ninguna
otra, ya que el fallador que se aparta del material probatorio, que no lo
evalúa en su integridad, o que lo ignora, plasma en su sentencia su
propia voluntad y no la de la justicia ni la de la ley. Decide de facto y
quebranta, en consecuencia, los fundamentos esenciales del orden
jurídico.

Por eso, conocida como lo es la jurisprudencia de esta Corte sobre la


vía de hecho, lo que cabría preguntar no sería si es viable la acción de
tutela cuando se establece que un fallo se ha proferido sin respaldo en
el acervo probatorio. El interrogante sería el de sí la tesis
jurisprudencial de las vías de hecho tendría algún sentido en cuanto a
la defensa de los derechos fundamentales en el caso de llegar a
aceptarse que el tema de la prueba y su valoración dentro del proceso
le es ajeno.

Basta transcribir la parte pertinente del artículo 29 de la Carta Política


para corroborar que la cuestión probatoria, por su misma esencia, está
ligada a la validez constitucional de las sentencias:

"(...) Toda persona se presume inocente mientras no se le


haya declarado judicialmente culpable. Quien sea sindicado
tiene derecho a la defensa y a la asistencia de un abogado
escogido por él, o de oficio, durante la investigación y el
juzgamiento; a un debido proceso público sin dilaciones
injustificadas; a presentar pruebas y a controvertir las que se
alleguen en su contra; a impugnar la sentencia condenatoria,
y a no ser juzgado dos veces por el mismo hecho.
Es nula, de pleno derecho, la prueba obtenida con violación
del debido proceso".

La Sala estima necesario repetir lo dicho por el Pleno de la Corte en


Sentencia C-666 del 28 de noviembre de 1996 (M.P.: Dr. José Gregorio
Hernández Galindo) acerca de la obligación ineludible del juez de
buscar las pruebas para arribar a la verdad y de evaluar el conjunto de
ellas como elemento primordial de su quehacer, y en torno al carácter
extraordinario de los fallos inhibitorios:

"El derecho constitucional fundamental al debido proceso se


funda, entre otros aspectos, en la garantía de que, sometido
un asunto al examen de los jueces, se obtendrá una
definición acerca de él, de donde se desprende que
normalmente la sentencia tiene que plasmar la sustancia de
la resolución judicial. Hacerla aparente o formal implica, por
tanto, la innegable violación de aquél, ya que deja al
interesado a la expectativa, contrariando la razón misma del
proceso.

La inhibición no justificada o ajena a los deberes


constitucionales y legales del juez configura en realidad la
negación de la justicia y la prolongación de los conflictos que
precisamente ella está llamada a resolver.

En otros términos, la inhibición, aunque es posible en casos


extremos, en los cuales se establezca con seguridad que el
juez no tiene otra alternativa, no debe ser la forma corriente
de culminar los procesos judiciales. Ha de corresponder a una
excepción fundada en motivos ciertos que puedan ser
corroborados en los que se funde objetiva y plenamente la
negativa de resolución sustancial. De lo contrario, es decir,
mientras no obedezca a una razón jurídica valedera,
constituye una forma de obstruir, por la voluntad del
administrador de justicia, el acceso de las personas a ella.

Claro está, mediante la inhibición infundada se lesionan los


derechos fundamentales de las partes, como bien lo expresó
el actor ante la Corte: es evidente el quebranto del debido
proceso, el desconocimiento del derecho sustancial y la
vulneración del derecho de acceder a la administración de
justicia.

Se configura, en tales ocasiones, una verdadera e inocultable


vía de hecho, toda vez que, al inhibirse sin razón válida, el
juez elude su responsabilidad, apartándose de la Constitución
y de la ley; realiza su propia voluntad, su interés o su deseo,
por encima del orden jurídico; atropella a quienes están
interesados en los resultados del juicio y hace impracticable el
orden justo preconizado por la Constitución.

Si ello es así, la inhibición injustificada carece de legitimidad y


pierde el sentido de una decisión judicial apta para producir
cualquier efecto jurídico. Es tan sólo una providencia judicial
aparente que no merece la intangibilidad normalmente
atribuída a las determinaciones de los jueces.
(...)
De la Constitución surge el papel activo del juez en la
búsqueda de la genuina realización de los valores del
Derecho -en especial la justicia, la seguridad jurídica y la
equidad-, luego de sus atribuciones y de su compromiso
institucional emana la obligación de adoptar, en los términos
de la ley que rige su actividad, las medidas necesarias para
poder fallar con suficiente conocimiento de causa y con un
material probatorio completo. De allí resulta que, bajo la
perspectiva de su función, comprometida ante todo con la
búsqueda de la verdad para adoptar decisiones justas, no
pueda limitarse a los elementos que le son suministrados por
las partes y deba hallarse en permanente disposición de
decretar y practicar pruebas de oficio, de evaluar y someter a
crítica las allegadas al proceso y de evitar, con los
mecanismos a su alcance, las hipótesis procesales que
dificulten o hagan imposible el fallo.

Así, pues, si se atiende al Preámbulo de la Constitución, que


señala a sus preceptos como objetivo prioritario la realización
de la justicia y la garantía de un orden justo; si se quiere
alcanzar los fines esenciales del Estado, uno de los cuales
consiste en asegurar la efectividad de los principios, derechos
y deberes consagrados en la Carta (artículo 2 C.P.); si se da
verdadero sentido a la norma fundamental en cuya virtud las
autoridades de la República están instituídas para proteger a
todas las personas residentes en Colombia en su vida, honra,
bienes, creencias y demás derechos y libertades, y para
asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado
y de los particulares (artículo 2 C.P.); si se acatan los
postulados del debido proceso, que en últimas consagran el
derecho de toda persona a que, dentro de las formas propias
de cada juicio, se defina el Derecho en su caso (artículo 29
C.P.); si se hace efectivo el acceso de todos a la
administración de justicia (artículo 229 C.P.) y si se reconoce
en ella la prevalencia del Derecho sustancial (artículo 128
C.P.), las inhibiciones judiciales deben ser rechazadas como
formas habituales y generalizadas de dar término a los
procesos judiciales o a las etapas de los mismos.
Desde luego, la proscripción de las inhibiciones no puede ser
absoluta, ya que se dan circunstancias excepcionales, en las
que resulta imposible adoptar fallo de mérito, a pesar de que
el juez haya hecho uso de todas sus facultades y
prerrogativas para integrar los presupuestos procesales de la
sentencia.

Uno de tales eventos es el de la falta de jurisdicción, que


corresponde en el fondo a la absoluta carencia de facultades
del juez para administrar justicia en el caso controvertido. Lo
que entonces se le exige es precisamente no resolver, ya
que, al hacerlo, invadiría la órbita propia de una jurisdicción
distinta, con ostensible violación del debido proceso (artículo
29 C.P.) y en clara extralimitación de funciones públicas
(artículo 6 C.P.), lo que justifica la inhibición cuando la
demanda no ha sido rechazada de plano.

Hipótesis distinta es la de falta de competencia del juez, si


ella corresponde a otro de la misma jurisdicción, pues
entonces no tiene lugar la decisión inhibitoria, en cuanto lo
procedente es el envío de la diligencias al competente. Ello
es posible en tal caso, a partir del concepto de economía
procesal y en cuanto no se rompe la autonomía que la
Constitución consagra en cabeza de las distintas
jurisdicciones.

Los otros casos que puedan presentarse deben ser de tal


naturaleza que, agotadas por el juez todas las posibilidades
que el ordenamiento jurídico le ofrece para resolver y
adoptadas por él la totalidad de las medidas conducentes a la
misma finalidad, siga siendo imposible la decisión de fondo.
De tal modo que, siempre que exista alguna posibilidad de
arribar a ella, la obligación ineludible del fallador consiste en
proferir providencia de mérito, so pena de incurrir en
denegación de justicia".

5. La sustentación de la impugnación no es requisito para la


segunda instancia en materia de tutela ni condiciona la
procedencia o improcedencia de la misma

La Corte reitera que, dado el carácter informal de la tutela, y teniendo


en cuenta el rango constitucional del derecho a impugnar el fallo de
primera instancia, no es requisito indispensable para que se tramite la
segunda el de que se sustente la impugnación, en su caso.

No es de recibo la afirmación del Tribunal de Santa Fe de Bogotá en el


sentido de que, pese a reconocer esa doctrina, por no haberse
sustentado la impugnación, lo que condujo a que la Sala no tuviera
oportunidad de conocer las inquietudes jurídicas del impugnante, era
improcedente la acción de tutela.

Para la Corte, si bien resulta de interés en la segunda instancia que el


juez conozca los argumentos de Derecho en que se funda la
impugnación, en especial si se trata de una tutela contra providencias
judiciales, su falta no constituye óbice para que adelante de manera
integral y completa el análisis jurídico que le corresponde.

Tampoco puede afirmarse que la falta de ese conocimiento, o la no


sustentación de la impugnación, permitan concluir -como lo hace el
Tribunal- en la improcedencia de la tutela, pues bien se sabe que ella
está vinculada a los requerimientos del artículo 86 de la Constitución
Política, referidos a la acción misma, a sus motivos y a las pretensiones
del actor, y de ninguna manera al descontento de éste o de su
contraparte por la manera como el asunto haya sido despachado en
primera instancia.

Pero además, en el presente caso, consta en el expediente que, aun no


siendo necesaria, hubo sustentación de la impugnación por parte de
Danilo Conta, por lo cual no se entiende la advertencia que se formula
a ese respecto en el fallo.

DECISION

Al tenor de los criterios precedentes, la Sala Quinta de Revisión de la


Corte Constitucional de la República de Colombia, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,

RESUELVE:

Primero.- CONFIRMAR, por las razones que anteceden, las decisiones


de instancia, por medio de las cuales se negó el amparo invocado.

Segundo.- DESE cumplimiento a lo previsto en el artículo 36 del Decreto


2591 de 1991.

Cópiese, notifíquese, comuníquese, publíquese en la Gaceta de la Corte


Constitucional y cúmplase.

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA VERGARA ALEJANDRO MARTINEZ
CABALLERO
Magistrado
Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General
DEFECTO FACTICO-Sentencia T-260/99

CORTE CONSTITUCIONAL-Unificación de jurisprudencia y


adaptación al cambio constitucional

CORTE CONSTITUCIONAL-Define, en última instancia, los


parámetros de interpretación de la Constitución

DOCTRINA CONSTITUCIONAL SOBRE VIA DE HECHO-No


aplicación desconoce protección de derechos fundamentales

ACCION DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES-


Procedencia excepcional por vía de hecho judicial/VIA DE HECHO-
Clases de defectos en la actuación

Según la jurisprudencia de la Corte, en principio, la acción de tutela no


procede contra decisiones judiciales. No obstante, la citada regla
encuentra una excepción en aquellos casos en los cuales la acción se
interpone contra una auténtica vía de hecho judicial. Al respecto, esta
Corporación ha indicado que existe vía de hecho judicial cuando se
presenta, al menos, uno de los siguientes vicios o defectos
protuberantes: (1) defecto sustantivo, que se produce cuando la decisión
controvertida se funda en una norma indiscutiblemente inaplicable; (2)
defecto fáctico, que ocurre cuando resulta indudable que el juez carece
de sustento probatorio suficiente para proceder a aplicar el supuesto
legal en el que se sustenta la decisión; (3) defecto orgánico, se presenta
cuando el funcionario judicial que profirió la providencia impugnada,
carece, absolutamente, de competencia para ello; y, (4) defecto
procedimental que aparece en aquellos eventos en los que se actuó
completamente al margen del procedimiento establecido. En criterio de la
Corte "esta sustancial carencia de poder o de desviación del otorgado
por la ley, como reveladores de una manifiesta desconexión entre la
voluntad del ordenamiento y la del funcionario judicial, aparejará su
descalificación como acto judicial". El juez de tutela no puede reemplazar
al juez de la causa ni puede convertirse en una última instancia de
decisión. Para asegurar que ello no ocurra, la jurisprudencia de está
Corporación ha señalado que "sólo hay lugar a la calificación del acto
judicial como una auténtica vía de hecho si el vicio que origina la
impugnación resulta evidente o incuestionable. Aquellos asuntos que
puedan ser objeto de polémica judicial o que no surjan a simple vista
como lesiones superlativas del ordenamiento jurídico, no pueden dar
origen a la descalificación, por vía de tutela, de la sentencia impugnada".

DERECHO PENAL-Definición de significado y alcance compete a la


Corte Suprema de Justicia/JUEZ DE TUTELA-Estudia si la
interpretación dada por juez penal es jurídicamente viable/VIA DE
HECHO-Defecto sustantivo

En principio, quien debe definir el significado y alcance de las


disposiciones que integran el derecho penal -procesal y sustancial- es la
Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia. Sin embargo,
en casos como el presente la tarea del juez constitucional no es la de
definir si la interpretación dada por el juez penal a una disposición del
derecho legislado, es la mejor posible, sino la de estudiar si se trata de
una interpretación jurídicamente viable. En otras palabras, dado que el
juez de tutela no es un juez de instancia, su labor se contrae a verificar si
la interpretación de la ley presuntamente aplicada al caso concreto, se
produjo de una manera completamente contra evidente o absolutamente
irracional. Sólo en este evento, la decisión judicial impugnada
constituiría una verdadera vía de hecho judicial, pues se estaría
produciendo al margen del derecho vigente.

DOCTRINA CONSTITUCIONAL SOBRE HABEAS CORPUS

HABEAS CORPUS-Forma parte del bloque de constitucionalidad

HABEAS CORPUS-Garantía procesal

DOCTRINA CONSTITUCIONAL SOBRE HABEAS CORPUS-


Tiempos de normalidad

DOCTRINA CONSTITUCIONAL SOBRE HABEAS CORPUS-


Procedencia

HABEAS CORPUS-Improcedencia cuando la privación de la libertad


se funda en providencia judicial

HABEAS CORPUS-Eventos para que proceda excepcionalmente


cuando la privación de la libertad se funda en providencia judicial

HABEAS CORPUS-Eventos para la procedencia

Según el derecho vigente, la garantía de la libertad personal puede


ejercerse mediante la acción de Habeas Corpus en alguno de los
siguientes eventos: (1) siempre que la vulneración de la libertad se
produzca por orden arbitraria de autoridad no judicial; (2) mientras la
persona se encuentre ilegalmente privada de la libertad por vencimiento
de los términos legales respectivos; (3) cuando, pese a existir una
providencia judicial que ampara la limitación del derecho a la libertad
personal, la solicitud de Habeas Corpus se formuló durante el período de
prolongación ilegal de la libertad, es decir, antes de proferida la decisión
judicial; (4) si la providencia que ordena la detención es una auténtica vía
de hecho judicial.
HABEAS CORPUS-Improcedencia por interponerse luego de
proferida la decisión judicial que ampara la captura

VIA DE HECHO-Defecto fáctico

JUEZ DE TUTELA-Cautela en evaluación probatoria sobre


culpabilidad del sujeto implicado en la comisión del delito

La doctrina constitucional ha señalado que, en materia de la evaluación


probatoria sobre la culpabilidad del sujeto implicado en la comisión de un
delito, el juez de tutela debe ser en extremo cauteloso para no exceder
sus competencias. Su tarea se contrae a verificar si en el expediente
existe algún elemento de prueba que, razonablemente, pueda sostener a
la decisión judicial impugnada. Sin embargo, no es de su competencia
entrar a analizar en concreto el contenido de toda la evidencia allegada al
proceso con el fin de definir si la valoración realizada por el juez de
instancia es o no correcta. Esta es una cuestión que el ordenamiento
jurídico libra por entero al juez natural en el ejercicio de sus
competencias propias. Basta pues, para que la decisión no pueda ser
calificada como vía de hecho judicial, que se demuestre que existe
alguna evidencia que, razonablemente, pueda servir de apoyo a la
providencia impugnada.

JUEZ DE TUTELA-No verifica si la tasación de la prueba fue más o


menos correcta

En un proceso de tutela, el juez constitucional no puede estudiar la forma


como resultó evaluada la evidencia encontrada. Se debe limitar,
exclusivamente, a verificar que las providencias impugnadas se apoyaron
en elementos fácticos razonables y, en consecuencia, que no
constituyen, por este motivo, decisiones arbitrarias. En otras palabras, no
es esta Sala de Tutela la encargada de verificar si la tasación de la
prueba fue más o menos correcta. Basta, para considerar que no hay vía
de hecho judicial, con encontrar que existen elementos para fundar una
eventual responsabilidad por la acción cometida.

PRINCIPIO NON BIS IN IDEM-Alcance/PRINCIPIO NON BIS IN


IDEM-No prohibe dos o más sanciones diferentes

El principio de non bis in idem prohibe que se imponga a una persona


más de una sanción de la misma naturaleza por la comisión de un mismo
hecho. Dicho principio constituye una garantía esencial del derecho penal
contemporáneo e integra, sin duda, el núcleo esencial del derecho
fundamental al debido proceso. En consecuencia, está proscrito al
legislador sancionar, a través de distintos tipos y en una misma rama del
derecho, una misma e idéntica conducta. No obstante, dicho principio no
prohibe que una persona pueda ser objeto de dos o más sanciones de
naturaleza diferente -vgr. pecuniaria, disciplinaria, administrativa o penal-
por la comisión de un mismo hecho. En este sentido, por ejemplo, la
Corte ha establecido que la posibilidad legal de que un funcionario
público resulte sancionado penal y disciplinariamente por haber incurrido
en un delito que, al mismo tiempo, constituye falta administrativa, no
vulnera el principio mencionado.

PREVARICATO POR ACCION DE JUEZ PENAL-Condición del


agente para tipificar la conducta y graduar la pena

PREVARICATO-Causal de agravación punitiva no se aplica a todo


funcionario público/FUNCIONARIO PUBLICO-Causal de agravación
punitiva a persona distinguida

la conducta tipificada en delito de prevaricato puede ser cometida por


cualquier funcionario público pero, sin embargo, no a todo funcionario
público se puede aplicar la causal de agravación contenida en el numeral
11 del artículo 66. En efecto, es evidente que no todo servidor público
ocupa una posición "distinguida" en la sociedad, pues no todos los
cargos se encuentran en el mismo rango, ni colocan a la persona en una
posición ejemplar, ni originan el mismo poder. En términos de los fines
perseguidos por la legislación penal que se estudia, una cosa es la
comisión del delito de prevaricato por un funcionario administrativo de un
rango o categoría inferior y otra, bien distinta, la misma conducta
cometida por un ministro de Estado. Son estos últimos casos y no
aquellos en los que se encuentra involucrado cualquier funcionario
público, los que pueden originar la aplicación de la agravación punitiva.

Referencia: Expediente T-188319

Actor: Carlos Eduardo Muñoz Davila

Temas:

Vía de hecho judicial


Competencias del juez de tutela al
evaluar los elementos fácticos de una
presunta vía de hecho judicial
Doctrina constitucional sobre Habeas
Corpus
Doctrina constitucional sobre el principio
de non bis in idem

Magistrado Ponente:
Dr. EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ

Santa Fe de Bogotá, D.C., veintidós (22) de abril de mil novecientos


noventa y nueve (1999).
La Sala Tercera de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los
Magistrados Eduardo Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y José
Gregorio Hernández Galindo, ha pronunciado

EN NOMBRE DEL PUEBLO

POR MANDATO DE LA CONSTITUCION

la siguiente

SENTENCIA

En el proceso de tutela T-188319 adelantado por CARLOS EDUARDO


MUÑOZ DAVILA contra la SALA PENAL DEL TRIBUNAL SUPERIOR
DE SANTA FE DE BOGOTA, D.C., y la SALA DE CASACION PENAL
DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

ANTECEDENTES

1. Los hechos que suscitaron la acción de tutela de la referencia son los


siguientes.

1.1. El 21 de febrero de 1996, fueron capturados, en situación de


flagrancia, entre otros, los señores Carlos Alberto Arias Giraldo, John
Francisco Cruz Romero, como presuntos responsables del homicidio
cometido en la persona del señor Germán Alberto Cifuentes Vivas.

El 22 de febrero de 1996, fue practicada la diligencia de indagatoria, la


Unidad Cuarta de la Fiscalía Delegada ante los Jueces Penales del
Circuito de Santa Fe de Bogotá, D.C. El 6 de marzo de 1996, vencidos
los términos para resolver situación jurídica de los imputados, la Fiscalía
impuso medida de aseguramiento consistente en detención preventiva
contra los sindicados Arias Giraldo y Cruz Romero. Tras ser apelada, la
orden detentiva proferida fue confirmada por la Unidad de Fiscalía ante el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá, D.C.

Posteriormente, el 2 de mayo de 1996, el apoderado de los procesados


Arias Giraldo y Cruz Romero interpuso una acción de Habeas Corpus en
favor de sus defendidos, alegando que la situación jurídica se había
resuelto una vez vencidos los términos de ley y, por lo tanto, se había
prolongado ilegalmente la privación de su libertad. La mencionada acción
fue despachada favorablemente por el Juez 88 Penal Municipal de Santa
Fe de Bogotá, D.C., por providencia fechada el 3 de mayo de 1996. A
juicio del funcionario judicial, el Habeas Corpus era procedente, como
quiera que la medida de detención preventiva en contra de Giraldo y Cruz
había sido dictada fuera del término legal previsto en el artículo 387 del
Código de Procedimiento Penal, motivo por el cual se hallaban
ilegalmente privados de la libertad. De igual modo, el Juez 88 Penal
Municipal de Santa Fe de Bogotá estimó que el artículo 430 del Código
de Procedimiento Penal (modificado por el artículo 2° de la Ley 15 de
1992) debía ser inaplicado en el caso concreto, como quiera que violaba
el artículo 30 de la Constitución Política

El Fiscal 48 Delegado ante los Jueces Penales del Circuito de Santa Fe


de Bogotá, D.C., encargado de la investigación del homicidio del señor
Cifuentes Vivas, consideró que la decisión de liberar a los sindicados
Cruz y Giraldo con base en una acción de Habeas Corpus era
manifiestamente ilegal, motivo por el cual ordenó compulsar copias de
esta actuación a fin de que la conducta del Juez 88 Penal Municipal de
Santa Fe de Bogotá fuera investigada.

Por competencia, la investigación correspondió a la Unidad de Fiscalía


ante el Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá y Cundinamarca, la
cual, el 11 de junio de 1996, luego de recibir indagatoria al funcionario
judicial investigado dictó medida de aseguramiento en su contra
consistente en detención preventiva. Sin embargo, le concedió el
beneficio de la libertad provisional, con fundamento en una favorable
evaluación anticipada de los requisitos de la condena de ejecución
condicional. El 6 de febrero de 1997, una vez cerrada la instrucción, el
sumario fue calificado mediante resolución de acusación por el delito de
prevaricato por acción (Código Penal, artículo 149).

A partir del 6 de marzo de 1997, la Sala Penal del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá, D.C., llevó a cabo la etapa de
juzgamiento, la cual culminó mediante sentencia condenatoria de agosto
8 de 1997.

1.2. En la sentencia antes mencionada, el Tribunal encontró responsable


al Juez 88 Penal Municipal de Santa Fe de Bogotá de haber cometido el
delito de prevaricato por acción y lo condenó a las penas principales de
38 meses de prisión, 55 salarios mínimos legales mensuales de multa e
interdicción de derechos y funciones públicas por el mismo lapso de la
pena de prisión. Adicionalmente, le impuso la pena accesoria de pérdida
del empleo público y negó el subrogado de condena condicional.

En opinión de la Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de


Bogotá el condenado incurrió en el delito de prevaricato por acción al
haber declarado procedente, de manera manifiestamente ilegal, la acción
de Habeas Corpus en favor de los señores Carlos Alberto Arias Giraldo y
John Francisco Cruz Romero, sindicados del delito de homicidio
agravado. Según el Tribunal, el auto de mayo 3 de 1996, por medio del
cual se concedió la anotada acción de protectora de la libertad, viola, de
manera flagrante, las disposiciones del artículo 430 del Código de
Procedimiento Penal, modificado por el artículo 2° de la Ley 15 de 1992,
el cual dispone:

"Artículo 430.- Habeas Corpus. El habeas corpus es una acción


pública que tutela la libertad personal cuando alguien es capturado
con violación de las garantías constitucionales o legales, o se
prolongue ilegalmente la privación de su libertad.

Las peticiones sobre libertad de quien se encuentra legalmente


privado de ella deberán formularse dentro del respectivo proceso."

El fallador de primera instancia consideró que, en aquellos casos en los


cuales una persona se encuentra privada de la libertad y el término para
resolver su situación jurídica (C.P.P., artículo 387) se encuentra vencido
pero, con posterioridad, es dictada medida de aseguramiento de
detención preventiva, sin que antes se hubiera interpuesto la acción de
Habeas Corpus, se produce un fenómeno de convalidación de la
legalidad de la privación de la libertad. En estas condiciones, la acción de
Habeas Corpus tardíamente interpuesta, se torna improcedente. En estas
circunstancias, cualquier petición en torno a la libertad de quien se
encuentra privado de la misma, debe tramitarse a través de los
mecanismos previstos por el proceso penal, tal como se desprende de lo
dispuesto por el artículo 430 del Código de Procedimiento Penal. Sobre
esta cuestión, el Tribunal agregó que el artículo 2° de la Ley 15 de 1992
(modificatorio del artículo 430 del Código de Procedimiento Penal) fue
declarado exequible por la Corte Constitucional en la sentencia C-301 de
1993, motivo por el cual era contrario a derecho que el Juez 88 Penal
Municipal de Santa Fe de Bogotá hubiese aplicado una excepción de
inconstitucionalidad con respecto a esta norma, alegando que la misma
era contraria al artículo 30 de la Constitución Política.

Por otra parte, el juzgador indicó que, en el caso de los sindicados Cruz y
Arias, lo procedente hubiera consistido en solicitar, durante la etapa de
juzgamiento y ante el juez de conocimiento, el restablecimiento inmediato
de la libertad por prolongación ilícita de la misma (C.P.P., artículo 414-A).
A este respecto, señaló que "este control puede solicitarse y
desarrollarse simultáneamente con el Habeas Corpus, prevaleciendo
obviamente el segundo en cuanto a la decisión a tomar, pero si este
amparo no prospera, se sigue con el otro trámite, resaltando que se trata
de un control sobre el debido proceso, que apunta a la protección de los
derechos fundamentales, y no un recurso o una tercera instancia, debido
a que el juez no tiene facultad para cuestionar los fundamentos
probatorios de la medida adoptada, criterio que ha sostenido la Corte
Constitucional en varias oportunidades, razón de más para predicar que
no procedía el Habeas Corpus, porque los sujetos no estaban
capturados, sino asegurados".

En cuanto a la culpabilidad del Juez 88 Penal Municipal de Santa Fe de


Bogotá, el Tribunal estimó que éste había actuado con dolo. A su juicio,
la conducta dolosa surgía del hecho de que el funcionario judicial
procesado hubiese declarado procedente una acción de Habeas Corpus
dos meses después de que la medida de aseguramiento en contra de
Arias y Cruz hubiese quedado en firme, luego de que los recursos de
reposición y apelación contra la misma hubiesen sido debidamente
resueltos. El fallador desechó el argumento aducido por el defensor del
juez inculpado, según el cual éste había actuado guiado por un error de
interpretación. Sobre este punto, el Tribunal opinó que tal error no era
posible, toda vez que el Juez 88 Penal Municipal de Santa Fe de Bogotá
(1) conocía las providencias que resolvieron los recursos de reposición y
apelación interpuestos contra la medida de aseguramiento en contra de
Cruz y Arias; (2) se trataba de un profesional del derecho, juez de la
república, con una amplia trayectoria dentro de la rama judicial; y, (3)
debió observar que los sindicados Arias y Cruz contaban con el
mecanismo de defensa previsto en el artículo 414-A del Código de
Procedimiento Penal. Así mismo, consideró irrelevante que el procesado
hubiese aplicado su criterio en torno a la procedencia del Habeas Corpus
a casos similares y que la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo
Seccional de la Judicatura de Cundinamarca lo hubiera absuelto de todo
cargo.

1.3. Mediante providencia de mayo 26 de 1998, la Sala de Casación


Penal de la Corte Suprema de Justicia confirmó, en todas sus partes, la
sentencia condenatoria de primera instancia proferida por el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá contra el Juez 88
Penal Municipal de Santa Fe de Bogotá por el delito de prevaricato por
acción.

Al igual que el fallador de primera instancia, la Corte estimó que el juez


condenado había actuado en forma manifiestamente contraria a las
disposiciones del artículo 430 del Código de Procedimiento Penal
(modificado por el artículo 2° de la Ley 15 de 1992), al haber concedido
una acción de Habeas Corpus en favor de los sindicados Carlos Alberto
Arias Giraldo y John Francisco Cruz Romero, contra quienes ya existía
una medida de aseguramiento vigente y, por ende, se encontraban
legalmente privados de la libertad.

En primer término, la Sala de Casación Penal consideró que el Juez 88


Penal Municipal de Santa Fe de Bogotá había utilizado con "fines
proditorios" y de manera "desarraigada" y "maliciosa" la sentencia T-046
de 1993, proferida por la Corte Constitucional, para fundamentar sus
actuaciones. A su juicio, los hechos que suscitaron la sentencia antes
mencionada no permitían que las reglas que de ésta se derivaban
pudieran ser aplicadas a la petición de Habeas Corpus tramitada por el
juez condenado. De igual modo, la Corte estimó que, a partir del
señalado fallo de tutela, tampoco era posible justificar la
inconstitucionalidad de la tesis según la cual la privación indebida de la
libertad por vencimiento de términos para resolver la situación jurídica,
resulta convalidada o legalizada cuando, con posterioridad, es dictada
medida de aseguramiento de detención preventiva, toda vez que los
hechos que dieron lugar a ese fallo se produjeron durante la vigencia del
artículo 464 del antiguo Código de Procedimiento Penal (Decreto 50 de
1987), el cual contemplaba expresamente tal posibilidad de convalidación
de la legalidad de la privación de la libertad.

Así mismo, la Sala de Casación Penal opinó que el argumento aducido


por el juez procesado conforme al cual la derogación del artículo 464 del
Decreto 50 de 1987 por el nuevo Código de Procedimiento Penal
determinaba la desaparición de los mecanismos de convalidación de la
privación de la libertad, era insuficiente para explicar la omisión del
condenado de dar aplicación a las disposiciones del inciso 2° del artículo
430 del Código de Procedimiento Penal.

En opinión de la Corte, el inciso 2° de la norma antes mencionada resulta


desvirtuado por la tesis sostenida por el condenado y su defensor, según
la cual la acción de Habeas Corpus procede en cualquier tiempo para
"quien se encuentre ilegalmente capturado, detenido, encarcelado o aún
purgando pena más allá de la que mereciere" y, en esta medida, el
anotado inciso 2° "no es una excepción al principio fundamental del
Habeas Corpus sino es una complementariedad a la órbita de actuación
y de funcionamiento de competencia de los jueces". La Sala de Casación
Penal anotó que, según la jurisprudencia constitucional que se ha
ocupado de establecer el alcance del artículo 430 del Código de
Procedimiento Penal (sentencias C-301 de 1993 y C-010 de 1994), el
ámbito propio del Habeas Corpus radica en la controversia de las
privaciones no judiciales de la libertad, es decir que, cuando tales
privaciones son consecuencia de órdenes judiciales (vgr. medidas de
aseguramiento), la discusión de las mismas sólo puede producirse a
través de los recursos y mecanismos previstos en el proceso penal.
Según la Corte, lo anterior encuentra asidero en el hecho de que "si toda
reclamación de quien se encuentra privado de la libertad pudiera surtirse
por la acción especial de Habeas Corpus, que es externa al proceso
necesariamente adelantado por autoridad judicial competente, entonces
sobraría el ejercicio ordinario y también garantista de los mismos jueces,
lo cual se traduce a la postre en una disputa de competencias no
propiciada por la Constitución; hasta el punto de llegar a la situación
crítica de la desordenada controversia funcional que finalmente conduce
al caos de la administración de justicia en detrimento tanto del individuo
como de la sociedad".

A lo anterior, el fallador de segunda instancia agregó que la propia


naturaleza del Habeas Corpus, el cual debe tramitarse en un término de
36 horas, sólo permite que el mismo sea aplicable a aquellas situaciones
que impliquen "palmarias agresiones o situaciones de hecho, cuestiones
tan simples o tan ostensiblemente arbitrarias que no exigen las complejas
valoraciones de hechos y normas procesales, de orden objetivo y
subjetivo, como aquellas que significan negarle legalidad o mérito a una
medida de aseguramiento adoptada por la autoridad judicial". De igual
modo, la Corte agregó que "el fin del Habeas Corpus es la tutela de la
libertad en sentido material y no el debido proceso en sentido formal. Por
ello, en caso de prolongación ilegal de la privación de la libertad, si se
dicta una medida de detención antes de cualquier disposición sobre la
protección especial, es necesario acudir primero a los mecanismos de
solución y recursos propios del proceso que ya está en curso, tal como lo
indica el inciso 2° del artículo 430 del C.P.P. De esta manera, la Corte
Constitucional señaló claramente que una vez dictada la medida de
aseguramiento de detención, sin que se haya dado el rito respectivo, ya
no es procedente acudir al singular amparo sino a los recursos propios
del proceso penal, que es lo determinante".

Aplicando las anteriores reflexiones al caso bajo examen, la Sala de


Casación Penal señaló que "cuando se formuló la respectiva solicitud [de
Habeas Corpus] al señor Juez 88 Penal Municipal, ya habían transcurrido
casi dos meses de haberse dictado la orden judicial de detención, luego
no se sabe cuál era el agravio a la libertad que permanecía para esa
fecha, razón por la cual el acto cuestionado no revela propósito distinto al
de conceder caprichosamente una libertad". Igualmente, señaló que "no
se trata de que una eventual arbitrariedad del órgano judicial pueda
'legalizarse' con la sola determinación de una medida de aseguramiento,
sino que la remoción de la iniquidad, cuando antes de la decisión nada se
había dispuesto sobre el Habeas Corpus, ya no puede intentarse por esta
vía sino al interior del respectivo proceso penal".

En relación con la conducta manifiestamente dolosa del condenado en la


comisión del delito, la Corte esbozó argumentos similares a los
consignados en la sentencia de primera instancia.

1.4. A través de autos fechados el 9 de julio y el 3 de agosto de 1998, la


Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia negó cualquier
aclaración, modificación o enmienda de la sentencia de mayo 26 de
1998.

2. El 11 de agosto de 1998, por intermedio de apoderada, el señor Carlos


Eduardo Muñoz Dávila, quien se desempeñaba como Juez 88 Penal
Municipal de Santa Fe de Bogotá, interpuso acción de tutela ante la
Sección Primera, Subsección A, del Tribunal Administrativo de
Cundinamarca, contra la sentencia de agosto 8 de 1997, proferida por la
Sala Penal del Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá, D.C., y contra la
sentencia de mayo 26 de 1998 y los autos de julio 9 y agosto 3 de 1998,
proferidos por la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de
Justicia, por considerar que estas providencias judiciales vulneran su
derecho fundamental al debido proceso (C.P., artículo 29).

Alega que conforme a las consideraciones establecidas por la Corte


Constitucional en la sentencia T-008 de 1998, los fallos atacados
constituyen vías de hecho, toda vez que presentan un defecto sustantivo,
un defecto procedimental y un defecto fáctico.

A juicio de la apoderada del demandante, las sentencias proferidas por el


Tribunal Superior de Bogotá y la Corte Suprema de Justicia presentan un
defecto sustantivo en tanto se fundaron en una norma que no era
aplicable al caso de la acción de Habeas Corpus concedida a los
sindicados Carlos Alberto Arias Giraldo y John Francisco Cruz Romero.
Sobre este particular, indicó que el artículo 430 del Código de
Procedimiento Penal (modificado por el artículo 2° de la Ley 15 de 1992)
no determina, en forma expresa, que el Habeas Corpus sea
improcedente cuando, con posterioridad al vencimiento de los términos
para resolver situación jurídica, es proferida medida de aseguramiento
que convalida la eventual irregularidad. Manifestó que, si bien la hipótesis
de improcedencia del Habeas Corpus antes anotada se encontraba
consagrada en el artículo 464 del Decreto 50 de 1987, ésta norma fue
derogada por el nuevo Código de Procedimiento Penal, sin que éste
establezca una norma con similar contenido normativo. En este sentido,
señaló que no puede considerarse - tal como parece sugerirlo la
sentencia proferida por la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema
de Justicia - que el artículo 430 del Código de Procedimiento Penal
regule, en la actualidad, la hipótesis de improcedencia del Habeas
Corpus de la que antes se ocupaba el artículo 464 del Decreto 50 de
1987.

Adicionalmente, la representante judicial señaló que las sentencias


atacadas presentan un defecto fáctico en la medida en que "la H. Corte y
el Tribunal desestiman lo vertido por el juez procesado y bajo el
argumento del criterio lo condenan, porque realmente no existe prueba
testimonial que mereciera establecer un verdadero ahínco de que el juez
quiso violar la ley a toda costa, e incluso el Agente del Ministerio Público
ante el Despacho Fiscal advierte que considera que mi poderdante no
obraba con mala fe, (...). Entonces surge solo el revestimiento del fallo
condenatorio bajo el supuesto o presunción de culpabilidad (...), pues ni
siquiera los anexos al expediente demostraban una tendencia al dolo, de
ahí que el ente acusador se vaya en contra del juez bajo el asomo de la
duda en la resolución acusatoria y le haya concedido indebidamente el
beneficio de libertad provisional cuando le era prohibido hacerlo".

Por último, la apoderada del actor manifestó que, en su opinión, las


providencias judiciales impugnadas vulneran el principio de non bis in
idem, como quiera que la condición de juez del actor fue valorada no sólo
al momento de establecer la tipicidad del delito de prevaricato por acción
sino, además, para imponer la circunstancia de agravación punitiva
contemplada en el artículo 66-11 del Código Penal. Al respecto, señaló
que "la doctrina sostiene que (...) la dignidad de juez de la República, si
es condición para la clasificación del tipo penal del prevaricato, no lo
puede ser a su vez para la aplicación de la agravante".

Conforme a las anteriores consideraciones, solicitó (1) que se declare


que su poderdante no es responsable de haber cometido el delito de
prevaricato por acción que se le imputa; y, (2) que el actor sea
reintegrado a su cargo de juez de la República. De forma subsidiaria,
solicitó que, en caso de no concederse la absolución a su representado,
le sea concedido el beneficio de la condena de ejecución condicional.

3. El Presidente de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de


Justicia se dirigió al Tribunal Administrativo de Cundinamarca con el fin
de manifestar que la tutela impetrada contra esa corporación judicial y el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá era
improcedente.

A juicio del alto funcionario judicial, "ha sido criterio reiterado en la


doctrina constitucional que la tutela no procede frente a actuaciones y
decisiones judiciales, pues ello equivale a una inadmisible intromisión de
competencias y facultades, siendo el respectivo proceso la vía natural
para la controversia fáctica y jurídica, sin que sea procedente adelantar
trámites alternativos a los ordinarios o especiales, en perjuicio de la
autonomía e independencia de los jueces y, especialmente, de la
seguridad jurídica". Agregó que "en un Estado de Derecho, con
competencias regladas, resulta gravemente lesivo de la estabilidad y el
orden jurídico llevar a cabo actuaciones paralelas a las de los jueces
naturales, para controvertir las decisiones, máxime cuando se encuentran
revestidas de los efectos de la cosa juzgada y han sido adoptadas por un
juez colegiado del más alto rango dentro de la rama judicial".

4. Por sentencia de agosto 31 de 1998, la Sección Primera, Subsección


A, del Tribunal Administrativo de Cundinamarca, rechazó la acción de
tutela interpuesta por el señor Carlos Eduardo Muñoz Dávila contra la
sentencia de agosto 8 de 1997, proferida por la Sala Penal del Tribunal
Superior de Santa Fe de Bogotá, D.C., y contra la sentencia de mayo 26
de 1998 y los autos de julio 9 y agosto 3 de 1998, proferidos por la Sala
de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia.

En primer lugar, el tribunal de tutela recordó la procedencia excepcional


de la acción de tutela contra providencias judiciales en el caso de que
éstas constituyan vías de hecho. Conforme a esta premisa, estimó que
las actuaciones judiciales sometidas a su consideración no presentan
trazo alguno de arbitrariedad. Al respecto, manifestó que "es claro que al
haber concluido el proceso guardadas las formas propias del juicio que
para el caso está constituido por la ritualidad y la sustanciación
consagrada en el C.P.P., no es procedente que la Sala revise el proceso
cuestionado, por no hallarse demostrado, que al proferir la decisión de
mérito dentro del proceso que se cuestiona, se haya incurrido en vía de
hecho pues por lo demás, contrario a lo afirmado por el actor, las
providencias cuestionadas realizan el análisis de las normas aplicables a
la materia y de las pruebas obrantes dentro del proceso donde se logró
establecer la procedencia de la condena por haber cometido el acusado
el delito de prevaricato".

5. El actor impugnó la sentencia de primera instancia. A su juicio, el fallo


controvertido se limita a efectuar un resumen de la demanda de tutela,
omitiendo realizar un análisis juicioso de los argumentos contenidos en la
misma con la finalidad de establecer si existió o no violación de su
derecho fundamental al debido proceso.

Insistió que las providencias judiciales contra las cuales interpuso la


acción de tutela lo "condenaron con una norma derogada, no aplicable al
caso concreto y distorsionaron la concepción del artículo 430 inciso 2°,
modificado por la Ley 15 de 1992, artículo 2°, del Código de
Procedimiento Penal. Que fuera de ello, la H. Corte en forma arbitraria y
tendenciosa se sustrae a una frase de la sentencia C-301 de agosto de
1993 para condenarme, cuando precisamente aquella frase ['lo anterior
no excluye la invocación de la acción de Habeas Corpus contra la
decisión judicial de privación de la libertad cuando ella configure una
típica actuación de hecho'] es la que robustece la concepción del Habeas
Corpus y lo hace aplicable en cualquier o todo tiempo sin término de
preclusividad". En este sentido, recabó en el hecho de que, de manera
distorsionada, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia
atribuyó al artículo 430 del Código de Procedimiento Penal el mismo
contenido del derogado artículo 464 del Decreto 50 de 1987. A su juicio,
esta equiparación no puede ser efectuada bajo ninguna circunstancia,
como quiera que, mientras el artículo 464 del Decreto 50 de 1987 era una
norma de carácter prohibitivo, al establecer una hipótesis de
improcedencia del Habeas Corpus, el artículo 430 del Código de
Procedimiento Penal, "es una norma discrecional para los sujetos
procesales en cuanto al pedimento de la libertad".

De igual forma, el demandante subrayó que las sentencias judiciales


atacadas (1) carecen de apoyo probatorio, toda vez que ninguna de las
pruebas recaudadas durante el proceso penal pone en evidencia su
intención dolosa de actuar en contra de las normas legales
supuestamente violadas; (2) desconocen su derecho a la defensa
material, como quiera que hicieron caso omiso de sus intervenciones y
alegatos a lo largo del proceso penal; (3) violan el principio de non bis in
idem, toda vez que, al tasar la pena, consideraron como causal de
agravación punitiva su condición de juez de la República, la cual ya había
sido tenida en cuenta en el proceso de tipificación del delito de
prevaricato por acción; y, (4) restringen la eficacia del derecho
fundamental al Habeas Corpus consagrado en el artículo 30 de la
Constitución Política.
6. La Sección Quinta de la Sala Plena de lo Contencioso Administrativo
del Consejo de Estado, mediante sentencia de octubre 15 de 1998,
confirmó el fallo de tutela de primera instancia.

El juzgador de tutela de segunda instancia recordó que el Consejo de


Estado ha sostenido, de manera generalizada, la tesis de la
improcedencia absoluta de la acción de tutela en contra de providencias
judiciales, motivo por el cual rechaza la teoría de las vías de hecho.

La anterior decisión fue enviada a la Corte Constitucional para su


eventual revisión y, por insistencia del Director Nacional de Recursos y
Acciones Judiciales de la Defensoría del Pueblo, fue seleccionada
correspondiendo a esta Sala su conocimiento.

7. En su escrito de insistencia, el Director Nacional de Recursos y


Acciones Judiciales de la Defensoría del Pueblo manifestó que la acción
de tutela de la referencia debía ser seleccionada para ser revisada por la
Corte Constitucional porque "los argumentos expuestos por el Honorable
Consejo de Estado para negar la tutela en cuestión van en contravía de
los desarrollos jurisprudenciales que la Corte Constitucional ha hecho
respecto al tema de la procedencia de la tutela contra providencias
judiciales".

Agregó que "la tesis de que la acción de tutela no procede contra ninguna
providencia judicial, no sólo se opone al desarrollo jurisprudencial dado
por la Alta Corporación Judicial al tema de las vías de hecho, sino que,
además, niega al peticionario su derecho a una segunda instancia, en el
trámite del procedimiento humanitario y el debate del caso por él
propuesto como vulneración a sus derechos fundamentales del debido
proceso y defensa (…). Sin debatirse el asunto concreto en segunda
instancia, en cuanto a la convalidación de la prolongación ilícita de la
privación de la libertad, sus alcances y sus efectos, así como la tesis que
señala la medida de aseguramiento, control de legalidad, en oposición a
los tratados internacionales, la Convención Interamericana de Derechos
Humanos, la propia Constitución Política, que indican sobre el derecho
fundamental de Habeas Corpus, su carácter de ilimitado aún durante los
estados de excepción, lo que precisa que la violación de la garantía
fundamental de la libertad no puede ser saneada".

FUNDAMENTOS

1. El 11 de agosto de 1998, por intermedio de apoderada, el señor Carlos


Eduardo Muñoz Dávila, quien se desempeñaba como Juez 88 Penal
Municipal de Santa Fe de Bogotá, interpuso acción de tutela ante la
Sección Primera, Subsección A, del Tribunal Administrativo de
Cundinamarca, contra las sentencias de agosto 8 de 1997 y mayo 26 de
1998, y los autos de julio 9 y agosto 3 de 1998, proferidos,
respectivamente, por la Sala Penal del Tribunal Superior de Santa Fe de
Bogotá, D.C., y la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de
Justicia. En su criterio, tales providencias constituyen vías de hecho
judiciales, toda vez que presentan un defecto sustantivo, un defecto
procedimental y un defecto fáctico. Adicionalmente, afirma que las
decisiones mencionadas vulneran su derecho fundamental al debido
proceso (C.P., artículo 29).

Los hechos que originaron el presente caso pueden resumirse como


sigue:

Los ciudadanos Carlos Alberto Arias Giraldo y John Francisco Cruz


Romero fueron capturados el 21 de febrero de 1996, en situación de
flagrancia, por la presunta comisión del delito de homicidio. Al día
siguiente de la captura, se practicó la diligencia de indagatoria. No
obstante, el fiscal correspondiente dejo vencer los términos de ley para
definir situación jurídica de los indagados. El 6 de marzo de 1996, el
fiscal impuso a los sindicados medida de aseguramiento consistente en
detención preventiva.

Contra esta última decisión de la fiscalía, la defensa interpuso recurso de


reposición y, posteriormente, de apelación, alegando, entre otras cosas,
que la medida impugnada no podía convalidar la privación ilegal de la
libertad a la que, por vencimiento de términos, habían sido sometidos los
implicados. Las decisiones mediante las cuales se resolvieron los
recursos mencionados, desestimaron los cargos formulados por la
defensa y confirmaron la resolución impugnada.

Varios días después de haber sido resuelto el recurso de apelación


contra la providencia que resolvió la situación jurídica de los implicados,
estos últimos interpusieron, ante el juez 88 Penal Municipal de Santafé
de Bogotá, acción de Habeas Corpus acudiendo a los mismos
argumentos que habían servido para sustentar los recursos de reposición
y apelación previamente interpuestos: la detención ilegal por vencimiento
de términos para resolver situación jurídica.

Tanto la Fiscalía como el Ministerio Público consideraron que la acción


impetrada era improcedente dado que existía una decisión judicial que
ordenaba la detención de los solicitantes y que la solicitud de Habeas
Corpus había sido realizada con posterioridad a que fuera proferida la
mencionada decisión judicial. En su criterio, en las condiciones descritas,
las solicitudes de libertad no pueden formularse a través de la acción de
Habeas Corpus. En estos casos, las mencionadas solicitudes deben
realizarse dentro del proceso penal, mediante los recursos ordinarios que
para ello establece la ley. Concluyeron su alegato afirmando que el
Habeas Corpus sólo procede si se solicita antes de proferida la decisión
judicial que sirve de base a la privación de la libertad.

No obstante, el juez 88 Penal Municipal de Santafé de Bogotá, decidió


conceder la acción de Habeas Corpus. En su criterio, el artículo 30 de la
Carta indica que la mencionada acción procede, en cualquier tiempo, si
se constata que en algún momento del proceso el solicitante fue sujeto
de una detención arbitraria por vencimiento de términos. En
consecuencia, ordenó la libertad inmediata de los accionantes.

La precitada decisión judicial originó la apertura de sendas indagaciones


preliminares, en materia disciplinaria y penal, en contra del juez 88 Penal
Municipal de Santafé de Bogotá.

La Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Seccional de la


Judicatura de Cundinamarca ordenó archivar definitivamente el
expediente disciplinario. Para sustentar su decisión, afirmó que el juez
querellado produjo una providencia “basada en su criterio jurídico,
fundamentada en la Constitución, en la Ley penal vigente, ante lo cual
está jurisdicción no puede inmiscuirse”.

Sin embargo, tanto la Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Bogotá como la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema
de Justicia consideraron que el funcionario judicial investigado había
incurrido en el delito de prevaricato por acción. A su juicio, no existe
ninguna duda sobre la improcedencia de la acción de Habeas Corpus por
privación ilegal de la libertad por vencimiento de términos para resolver
situación jurídica, cuando la acción se interpone luego de que se ha
proferido una decisión judicial que ordena la detención del sindicado.
Sostienen que al amparo de lo dispuesto por el artículo 430 del Código
de Procedimiento Penal (modificado por el artículo 2° de la Ley 15 de
1992), - declarado exequible por la Corte Constitucional -, una vez se ha
proferido la decisión judicial que ordena la detención, las solicitudes de
libertad deben realizarse a través de los recursos ordinarios existentes y
no mediante la acción de Habeas Corpus. Indican que, habiendo sido
declarada exequible la norma en cuestión, mal puede omitirse su
aplicación a un caso concreto bajo el pretexto de la aplicación directa del
artículo 30 de la Carta.

Una vez en firme la sentencia de segunda instancia y ante la inexistencia


de recursos judiciales ordinarios para impugnarla, el señor Carlos
Eduardo Muñoz Davila interpuso la acción de tutela que originó el
presente proceso. A juicio del actor, las decisiones de la Sala Penal del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá y de la Sala de Casación
Penal de la Corte Suprema de Justicia, constituyen auténticas vías de
hecho judicial que lesionan sus derechos fundamentales. Alega que se
trata de decisiones viciadas en la medida en que (1) aplican una norma
que, según la jurisprudencia de la Corte Constitucional, era inaplicable;
(2) invierten la carga de la prueba y parten de la presunción de
culpabilidad del acusado; (3) hacen caso omiso de sus alegatos a lo largo
del proceso vulnerando con ello el derecho a una defensa material; (4)
violan el principio de non bis in idem.

El juez de tutela de primera instancia – Sección Primera, Subsección A,


del Tribunal Administrativo de Cundinamarca - consideró que las
sentencias impugnadas no incurrían en vicio alguno que pudiera
reducirlas a la condición de vías de hecho. Impugnada tal decisión, el
Juez de segunda instancia – Sección Quinta de la Sala Plena de lo
Contencioso Administrativo del Consejo de Estado - procedió a
confirmarla, dado que, en su criterio, pese a la doctrina constitucional
existente y reiterada, en ningún caso puede proceder la acción de tutela
contra una decisión judicial.

Procede la Sala Tercera de la Corte Constitucional a revisar las


decisiones de instancia proferidas en el presente proceso.

Procedencia de la acción de tutela contra vías de hecho judiciales

2. En desarrollo de principios medulares del sistema constitucional, como


los principios de seguridad jurídica y de igualdad en la aplicación de la
ley, el ordenamiento asigna a las más altas cortes la tarea de unificar la
jurisprudencia de cada una de las respectivas jurisdicciones.

Mientras la Carta de 1886 establecía sólo dos tribunales supremos, la


Carta Política de 1991 creo una nueva corte como cabeza de la
jurisdicción constitucional. Así, la Constitución de 1991 asignó a la Corte
Suprema de Justicia la función primordial de unificar la jurisprudencia
ordinaria (C.P., artículo 235), al Consejo de Estado, la jurisprudencia
contencioso administrativa (C.P., artículo 237) y, a la Corte
Constitucional, la jurisprudencia constitucional (C.P., artículo 241) 110. No
obstante, algunos operadores jurídicos no han acabado de aceptar y
entender el cambio constitucional que implica la creación de una
verdadera jurisdicción constitucional y de un nuevo órgano de cierre en
esta particular área del derecho. Por ello, todavía rehusan admitir que el
órgano encargado de definir, en última instancia, los parámetros de
interpretación de la Carta, es la Corte Constitucional.

Ahora bien, como ya lo había reconocido esta Corte “tal fenómeno no es


exclusivo de nuestro país, como quiera que se ha presentado en todos
los Estados que, en la segunda mitad del presente siglo, modificaron, en
forma sustancial, la estructura constitucional del poder judicial. Sin
embargo, lo cierto es que en esos Estados, más temprano que tarde, los
más altos tribunales se adaptaron a los cambios constitucionales, lo que
en nuestro país, al parecer, todavía no ha terminado de suceder”.111

El contexto anterior, explica las razones por las cuales, pese a la


reiterada doctrina de la Corte Constitucional sobre la procedencia de la
acción de tutela contra vías de hecho judiciales, el juez de tutela de
segunda instancia insiste, de manera completamente aislada y sin
siquiera presentar argumentos contra la tesis imperante, en la doctrina
contraria. La doctrina restrictiva de la acción de tutela no sólo contradice
110 Sobre las competencias diferenciadas de cada una de las altas Cortes, véase, en general, la sentencia
037/96 (MP. Vladimiro Naranjo Mesa).
111 Sentencia T-008/98 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz).
la jurisprudencia constitucional, sino que desconoce el imperativo
constitucional de protección de los derechos fundamentales, por lo que la
decisión que en ella se ampara, se aparta por completo del derecho
vigente.

En consecuencia, la Sala advierte que, de llegar a confirmarse la decisión


del juez de tutela de segunda instancia, ello sería, exclusivamente, por
considerar que en el caso concreto no se reúnen los requisitos de
procedibilidad de la tutela o porque no encuentra vulnerado derecho
fundamental alguno, pero, de ninguna manera, porque encuentre
acertada la teoría según la cual no procede la acción de tutela para
impugnar una vía de hecho judicial, cuando esta vulnera un derecho
fundamental.

Procede la Sala entonces a estudiar si las decisiones impugnadas


pueden ser reducidas a la categoría de vía de hecho judicial, y si las
mismas amenazan o violan los derechos fundamentales del actor.

3. Para resolver los problemas planteados por la acción de tutela que se


estudia, resulta relevante recordar la teoría que sobre la vía de hecho
judicial, ha elaborado la Corte Constitucional, a partir de la sentencia C-
543 de 1992.

Según la jurisprudencia de la Corte, en principio, la acción de tutela no


procede contra decisiones judiciales. No obstante, la citada regla
encuentra una excepción en aquellos casos en los cuales la acción se
interpone contra una auténtica vía de hecho judicial. Al respecto, esta
Corporación ha indicado que existe vía de hecho judicial cuando se
presenta, al menos, uno de los siguientes vicios o defectos
protuberantes: (1) defecto sustantivo, que se produce cuando la decisión
controvertida se funda en una norma indiscutiblemente inaplicable; (2)
defecto fáctico, que ocurre cuando resulta indudable que el juez carece
de sustento probatorio suficiente para proceder a aplicar el supuesto legal
en el que se sustenta la decisión; (3) defecto orgánico, se presenta
cuando el funcionario judicial que profirió la providencia impugnada,
carece, absolutamente, de competencia para ello; y, (4) defecto
procedimental que aparece en aquellos eventos en los que se actuó
completamente al margen del procedimiento establecido. En criterio de
la Corte “esta sustancial carencia de poder o de desviación del otorgado
por la ley, como reveladores de una manifiesta desconexión entre la
voluntad del ordenamiento y la del funcionario judicial, aparejará su
descalificación como acto judicial”.112

Ahora bien, según la jurisprudencia constitucional, el juez de tutela no


puede reemplazar al juez de la causa ni puede convertirse en una última
instancia de decisión. Para asegurar que ello no ocurra, la jurisprudencia
de está Corporación ha señalado que “sólo hay lugar a la calificación del
acto judicial como una auténtica vía de hecho si el vicio que origina la
112 Sentencia T-231/94 (MP. Eduardo Cifuentes Muñoz).
impugnación resulta evidente o incuestionable. Aquellos asuntos que
puedan ser objeto de polémica judicial o que no surjan a simple vista
como lesiones superlativas del ordenamiento jurídico, no pueden dar
origen a la descalificación, por vía de tutela, de la sentencia
impugnada”.113

En virtud de los criterios anteriores, debe la Sala entrar a estudiar si,


como lo afirma el actor, las providencias impugnadas constituyen
auténticas vías de hecho judiciales a través de las cuales amenazan o
lesionan sus derechos fundamentales.

Presunto defecto sustantivo por aplicación de una disposición


indiscutiblemente inaplicable

4. Según la acción de tutela que se estudia, las decisiones proferidas por


el Tribunal Superior de Bogotá y la Corte Suprema de Justicia presentan
un defecto sustantivo en tanto se fundan en el artículo 430 del Código de
Procedimiento Penal (modificado por el artículo 2° de la Ley 15 de 1992),
norma que, en su criterio, resulta absolutamente inaplicable para definir la
procedencia de la acción de Habeas Corpus. A juicio del actor, el citado
artículo no determina la improcedencia de la acción de Habeas Corpus
cuando, con posterioridad al vencimiento de los términos para resolver la
situación jurídica, se profiere una medida de aseguramiento que
convalida la privación ilegal de la libertad. Sostiene que la hipótesis
mencionada, de improcedencia del Habeas Corpus, se encontraba
consagrada en el artículo 464 del Decreto 50 de 1987. No obstante,
indica que dicha disposición fue derogada por el nuevo Código de
Procedimiento Penal, sin que éste hubiere establecido una norma similar.
Alega que de ninguna manera puede entenderse - como lo hacen las
decisiones impugnadas - que el mencionado artículo 430 del Código de
Procedimiento Penal consagra la causal de improcedencia del Habeas
Corpus que antes consagraba el artículo 464 del Decreto 50 de 1987.

De otro lado, la representante judicial del actor señaló que la providencia


emanada de la Corte Suprema de Justicia omite citar los apartes de la
sentencia C-010 de 1994, proferida por la Corte Constitucional, en los
cuales (1) se establece que el Habeas Corpus puede ser invocado para
controvertir aquellas decisiones judiciales de privación de la libertad que
constituyan actuaciones de hecho, y (2) que el inciso 2° del artículo 430
del Código de Procedimiento Penal no es una norma referente a la
acción de Habeas Corpus sino a la órbita de actuación ordinaria de los
jueces. En este orden de ideas, agregó que la Sala de Casación Penal de
la Corte Suprema de Justicia sólo citó aquellos pasajes de la sentencia
constitucional mencionada que perjudican a su poderdante. Igualmente,
indicó que la sentencia C-301 de 1993 permite establecer "la viabilidad
de interponer acción de Habeas Corpus por vencimiento de términos sin
resolver situación jurídica conforme con los preceptos contenidos en el
artículo 387 del C.P.P."
113 Sentencia T-008/98 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz).
Según la apoderada del demandante, la interpretación que, en torno a la
procedencia del Habeas Corpus, efectuaron la Sala Penal del Tribunal
Superior de Santa Fe de Bogotá y la Sala de Casación Penal de la Corte
Suprema de Justicia, restringe la efectividad de esta acción de protección
de la libertad y, por ende, viola las disposiciones del artículo 30 de la
Constitución Política. En particular, indicó que su representado no aplicó
una excepción de inconstitucionalidad con respecto al artículo 430 del
Código de Procedimiento Penal, sino que interpretó tal norma de modo
que tuviese la máxima eficacia posible el derecho fundamental
establecido en el artículo 30 del Estatuto Superior.

5. Para verificar si se produjo el defecto material alegado, la Sala debe


determinar si, como lo afirma el demandante, las decisiones impugnadas
se fundaron en una disposición absolutamente inaplicable. Para ello, es
necesario definir si es razonable – o si no es jurídicamente imposible –
sostener que el segundo inciso del artículo 430 del Código de
Procedimiento Penal (modificado por el artículo 2° de la Ley 15 de 1992),
dispone la improcedencia de la acción de Habeas Corpus cuando se
interpone por una persona que ha sido privada de la libertad en virtud de
una providencia judicial, una vez ésta ha sido expedida.

Podría sostenerse que la interpretación del derecho legislado no es una


cuestión que competa a la Corte Constitucional. Ello es cierto. En
principio, quien debe definir el significado y alcance de las disposiciones
que integran el derecho penal – procesal y sustancial – es la Sala de
Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia. Sin embargo, en casos
como el presente la tarea del juez constitucional no es la de definir si la
interpretación dada por el juez penal a una disposición del derecho
legislado, es la mejor posible, sino la de estudiar si se trata de una
interpretación jurídicamente viable. En otras palabras, dado que el juez
de tutela no es un juez de instancia, su labor se contrae a verificar si la
interpretación de la ley presuntamente aplicada al caso concreto, se
produjo de una manera completamente contra evidente o absolutamente
irracional. Sólo en este evento, la decisión judicial impugnada constituiría
una verdadera vía de hecho judicial, pues se estaría produciendo al
margen del derecho vigente.

Pero en el presente caso existe una razón adicional que avala la


intervención del juez constitucional. En efecto, se trata de definir el
alcance de una norma que desarrolla, directamente, una acción
constitucional. Según el actor, la interpretación realizada por los
falladores de instancia dentro del proceso penal, contradice la doctrina de
la Corte Constitucional sobre el artículo 30 de la Carta. Ello, sin duda, es
una cuestión que compete definir a esta Corte. En consecuencia,
procede la Corporación, a recordar la doctrina constitucional vigente en
materia de Habeas Corpus.

6. La libertad personal es un derecho fundamental consustancial a todo


régimen democrático. Para que la consagración constitucional de tan
importante derecho no resulte menguada por eventuales decisiones
mayoritarias, la propia Carta ha establecido, a su favor, un fuerte sistema
de garantía, uno de cuyos eslabones principales es el derecho a solicitar
el Habeas Corpus. Así, el artículo 30 de la Constitución establece que
“(q)uien estuviere privado de su libertad, y creyere estarlo ilegalmente,
tiene derecho a invocar ante cualquier autoridad judicial, en todo tiempo,
por sí o por interpuesta persona, el Habeas Corpus, el cual debe
resolverse en el término de treinta y seis horas”.

Cabe anotar que el derecho al Habeas Corpus no sólo se encuentra


consagrado en el artículo 30 de la Carta. Adicionalmente, corresponde a
un derecho establecido en los tratados internacionales sobre derechos
humanos que no pueden ser suspendidos en estados de excepción. En
consecuencia, forma parte del llamado bloque de constitucionalidad114.

7. En reiterada jurisprudencia, la Corte Constitucional ha indicado que el


Habeas Corpus es tanto un derecho fundamental115 como un mecanismo
de protección de la libertad personal116. En cuanto se refiere al Habeas
Corpus entendido como garantía procesal destinado a la defensa de la
libertad, la Corte ha señalado:

“El habeas corpus, precisamente, es una acción pública y sumaria


enderezada a garantizar la libertad - uno de los más importantes
derechos fundamentales si no el primero y más fundamental de
todos - y a resguardar su esfera intangible de los ataques e
intromisiones abusivos. Se trata de la principal garantía de la
inviolabilidad de la libertad personal. Su relación genética y funcional
con el ejercicio y disfrute de la libertad, física y moral, no limita su
designio a reaccionar simplemente contra las detenciones o arrestos
arbitrarios. La privación de la libertad, de cualquier naturaleza con tal
que incida en su núcleo esencial, proceda ella de un agente público
o privado, justifica la invocación de esta especial técnica de
114 Al respecto, en la sentencia C-496/94 (M.P. Alejandro Martínez Caballero), dijo la Corte: “Así, dentro
del marco de la Convención Interamericana de Derechos Humanos, aprobada y ratificada por Colombia
(Ley 16 de 1972), el Habeas Corpus es una garantía a la libertad y un derecho fundamental que no puede
ser limitado, ni siquiera durante los estados de excepción. En efecto, la Convención Interamericana
establece en su artículo 27 el listado de los derechos que no pueden ser suspendidos en ningún caso,
agregando que tampoco pueden ser suspendidas "las garantías judiciales indispensables para la protección
de tales derechos". En dos opiniones consultivas, la Corte Interamericana ha establecido de manera unívoca
que el Habeas Corpus, contenido en el artículo 7.6 de la Convención, es uno de los derechos y una de las
garantías judiciales que no son susceptibles de limitación en los estados de excepción. Así, en la primera de
tales opiniones, la Corte Interamericana señaló que si bien la Convención Interamericana admite la
limitación de la libertad personal durante los estados de excepción, eso no significa que sea factible la
suspensión del Habeas Corpus, por las siguientes dos razones. De un lado, porque el Habeas Corpus, al
controlar la licitud de las detenciones, opera también como una garantía de la vida y la integridad personal,
derechos que, al tenor del artículo 27-2 de la Convención son intangibles. Así, para la Corte Interamericana
es "esencial la función que cumple el Habeas Corpus como medio para controlar el respeto a la vida e
integridad de la persona, para impedir su desaparición o la indeterminación de su lugar de detención, así
como para protegerla contra la tortura u otros tratos o penas crueles, inhumanos, degradantes. De otro lado,
según la Corte Interamericana, el mantenimiento del Habeas Corpus es también necesario para controlar, en
los casos concretos, la razonabilidad de las limitaciones a la libertad personal establecidas durante los
estados de excepción.”
115 Sentencias T-046/93 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz); C-10/94 (M.P. Fabio Morón Díaz).
116 Sentencias C-301/93 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz); C-10/94 (M.P. Fabio Morón Díaz).
protección de los derechos fundamentales, cuyo resultado, de otra
parte, es independiente de las consecuencias penales o civiles que
contra éstos últimos necesariamente han de sobrevenir si se
comprueba que su actuación fue ilegítima o arbitraria”117.

Ahora bien, para resolver el presente caso, la Sala debe definir si, como
lo afirma el actor, procede la acción de Habeas Corpus en aquellos casos
en los cuales, verificada la privación ilegal de la libertad, se profiere una
decisión judicial que pretende mantener la restricción del mencionado
derecho.

8. En la sentencia T-046/93118 la Corte Constitucional consideró que las


medidas restrictivas del derecho a la libertad personal, proferidas con
posterioridad a la solicitud de Habeas Corpus, y encaminadas a legalizar
la privación ilegal de la libertad, debían ser tenidas como inexistentes. En
criterio de esta Corporación, la tardía “regulación” de una situación de
privación indebida de la libertad por prolongación ilícita contra la cual se
ha interpuesto el recurso de Habeas Corpus, es inconstitucional.

Según la decisión transcrita, la acción de Habeas Corpus debe


concederse siempre que se hubiere solicitado durante la privación ilegal
de la libertad, con independencia de que, con posterioridad, se expida
una decisión judicial que pretenda legalizar la arbitrariedad cometida. No
obstante, en el caso que ocupa la atención de la Sala, la solicitud de
Habeas Corpus se realizó casi dos meses después de expedida la
providencia judicial que ordenaba la detención de los sindicados y previa
resolución de los recursos de reposición y apelación contra la
mencionada providencia. En consecuencia, queda claro que se trata de
un evento no cobijado bajo la doctrina sentada por la sentencia T-043/93.

9. El artículo 3 del Decreto 1156 del 10 de julio de 1992, expedido en


ejercicio de facultades de estados de excepción, señaló con claridad, que
el Habeas Corpus no era procedente para alegar alguna de las causales
previstas por el ordenamiento para obtener la libertad provisional cuando
una persona se encontrare privada de la libertad por orden judicial.
Según tal disposición, en estos casos, el interesado debe acudir a los
mecanismos ordinarios existentes dentro del proceso penal.

Al realizar el juicio de constitucionalidad de la norma mencionada, la


Corte Constitucional consideró que no se oponía a la Constitución la
norma legal que restringe la acción de Habeas Corpus a la garantía de la
libertad física de la persona frente a las detenciones arbitrarias
decretadas por autoridades no judiciales. En consecuencia, consideró
ajustada a la Carta la disposición según la cual, para repeler una decisión
judicial que, proferida al margen del ordenamiento jurídico, ordena la
privación de la libertad, el interesado debe acudir, en principio, a los
mecanismos ordinarios dentro del proceso penal. De otra manera, dijo la
117 Sentencia C-301/94 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz).
118 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
Corte, se auspiciaría la anarquía judicial119.
Ahora bien, una interpretación sistemática de las dos decisiones que
hasta ahora han sido citadas indica con claridad que para la Corte
Constitucional, aún en estados de excepción, de verificarse una de las
dos hipótesis de restricción ilegal del derecho a la libertad personal –
captura ilegal o retención pese al vencimiento de términos -, las
decisiones judiciales restrictivas de la libertad posteriores a la solicitud
del Habeas Corpus deben ser tenidas como inexistentes.

La doctrina sentada con motivo del estudio de constitucionalidad del


Decreto 1156 de 1992 no sirve de sustento a la tesis del actor. No
obstante, podría alegarse que tal decisión se refiere a una norma propia
de los Estados de Excepción y que, por lo tanto, no puede ser
simplemente extendida para definir el alcance del artículo 30 de la
Constitución en tiempos de normalidad institucional. Tal aserto es
verdadero. En consecuencia, procede la Corte a recordar la doctrina
constitucional vigente sobre los alcances y desarrollos del artículo 30 de
la Carta en tiempos de normalidad.

10. Como lo señala la apoderada del actor, el antiguo artículo 464 del
Decreto 50 de 1987 establecía que “en los casos de prolongación ilícita
de privación de libertad no procederá el Habeas Corpus cuando, con
anterioridad a la petición, se haya proferido auto de detención o
sentencia, sin perjuicio de la responsabilidad penal y disciplinaria del
funcionario”. Sin embargo, el Decreto 50 de 1987 fue derogado por el
nuevo Código de Procedimiento Penal (Decreto 2700 de 1991), que
reguló, en sus artículos 430 y subsiguientes, los alcances y el trámite de
la acción de Habeas Corpus. Con posterioridad, el artículo 2 de la Ley 15
de 1992 (que adoptó, como legislación permanente, entre otras cosas, lo
dispuesto en el artículo 3 del Decreto 1156 de 1992) modificó, en los
siguientes términos, lo dispuesto por el citado artículo 430, norma
actualmente vigente:

"Artículo 430. Del Código de Procedimiento Penal ((modificado


por el artículo 2° de la Ley 15 de 1992) - Habeas Corpus. El habeas
corpus es una acción pública que tutela la libertad personal cuando
alguien es capturado con violación de las garantías constitucionales
o legales, o se prolongue ilegalmente la privación de su libertad.

Las peticiones sobre libertad de quien se encuentra legalmente


privado de ella deberán formularse dentro del respectivo proceso."

Según el actor, la disposición transcrita no impide que prospere una


acción de Habeas Corpus cuando se ha interpuesto una vez la autoridad
judicial competente ha proferido la providencia judicial que ordena la
detención. A su juicio, según el artículo 30 de la Carta, basta que el juez
constate que en algún momento del proceso se produjo el fenómeno de
privación ilegal de la libertad, para que, en cualquier tiempo y con
119 Sentencia C-557/92.
independencia de las decisiones que entre tanto se hubieren adoptado,
deba prosperar el Habeas Corpus. Sostiene el actor, que su tesis se
ampara en la jurisprudencia de la Corte Constitucional sobre los alcances
del artículo 30 de la Carta y las limitaciones del artículo 430 del Código
de Procedimiento Penal (modificado por el artículo 2° de la Ley 15 de
1992), antes transcrito.

Para definir la relevancia del alegato del actor, debe la Sala estudiar la
doctrina constitucional vigente en materia de procedencia de la acción de
Habeas Corpus.

11. La norma antes transcrita fue demandada ante la Corte


Constitucional. El demandante alegaba, entre otras cosas, que dicha
disposición limitaba el alcance del Habeas Corpus, pues, en su criterio,
tal acción debía proceder en cualquier tiempo y ante cualquier autoridad
judicial, con independencia de la existencia de una decisión judicial que
hubiera pretendido “legalizar” la privación ilegal de la libertad.

En la correspondiente sentencia120, la Corte señaló que el Habeas


Corpus opera, especialmente, cuando se trata de solicitar la libertad de
una persona que ha sido capturada, de manera arbitraria, por orden de
una autoridad no judicial. Adicionalmente, la acción debe prosperar para
garantizar la libertad de una persona que permanece detenida sin que
exista orden judicial que ampare la retención. No obstante, en aquellos
eventos regulados por el inciso segundo de la norma transcrita, en los
cuales la privación de la libertad se encuentra fundada en una
providencia judicial presuntamente válida, las solicitudes de libertad
deben formularse dentro del proceso penal respectivo, mediante los
recursos legales existentes. Para la Corte, en los casos descritos, sólo
procedería el Habeas Corpus en dos eventos (1) cuando la decisión
judicial constituya una auténtica actuación de hecho o, (2) cuando, contra
la providencia judicial que ordena la privación de la libertad, no exista un
recurso ordinario que pueda ser resuelto por un funcionario judicial
distinto a aquel que la profirió. No obstante, como se demuestra en la
sentencia referida, con excepción de aquellas dictadas por la Sala Penal
de la Corte Suprema de Justicia cuando actúa como juez penal de única
instancia, en la actualidad las providencias a través de las cuales se
puede ordenar privación de la libertad, pueden ser controvertidas ante un
juez de segunda instancia. En consecuencia, la Corporación declaró
exequible, en su integridad, al artículo 2 transcrito indicando que se
refería, de manera clara y expresa, a la procedencia de la acción de
Habeas Corpus cuando se solicita por una persona que se encuentra
privada de la libertad en virtud de una orden judicial.

En el mismo sentido se manifestó la Corte en la sentencia C-10/94121 en


la que consideró que las peticiones de libertad de quien se encuentre
privado de ella en virtud de una orden judicial, no se pueden tramitar, en
120 Sentencia C-301/93 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz).
121 M.P. Fabio Morón Díaz.
principio, a través del recurso de Habeas Corpus. Para ello deben
utilizarse los recursos ordinarios que permiten la revisión del acto judicial
por un juez imparcial, salvo que se trate de una auténtica actuación de
hecho.

En suma, según el derecho vigente, la garantía de la libertad personal


puede ejercerse mediante la acción de Habeas Corpus en alguno de los
siguientes eventos: (1) siempre que la vulneración de la libertad se
produzca por orden arbitraria de autoridad no judicial; (2) mientras la
persona se encuentre ilegalmente privada de la libertad por vencimiento
de los términos legales respectivos; (3) cuando, pese a existir una
providencia judicial que ampara la limitación del derecho a la libertad
personal, la solicitud de Habeas Corpus se formuló durante el período de
prolongación ilegal de la libertad, es decir, antes de proferida la decisión
judicial; (4) si la providencia que ordena la detención es una auténtica vía
de hecho judicial.

De lo anterior queda claro que, a diferencia de lo señalado por el actor, la


Corte Constitucional en su jurisprudencia, entendió que el inciso segundo
del artículo 430 del Código de Procedimiento Penal definía una causal de
improcedencia de la acción de Habeas Corpus. En consecuencia, de
ninguna manera puede apoyarse en la jurisprudencia constitucional la
tesis según la cual la mencionada acción procede cuando ha sido
interpuesta luego de haberse proferido una decisión judicial que dispone
la restricción de la libertad, salvo cuando dicha decisión pueda ser
calificada como una vía de hecho judicial.

12. En el caso que estudia la Corte, el Juez 88 Penal Municipal de Santa


Fe de Bogotá concedió una acción de Habeas Corpus interpuesta con
posterioridad a la providencia judicial que ordenaba la captura de los
sindicados. Adicionalmente, contra la providencia judicial que ordenaba la
captura, y antes de elevada la acción de Habeas Corpus, se habían
interpuesto y resuelto los recursos de reposición y apelación. En ningún
momento del trámite del Habeas Corpus, del proceso penal en contra del
señor Juez 88 Penal Municipal de Santa Fe de Bogotá o de la acción de
tutela que se estudia, se alegó que las decisiones judiciales que
impusieron y confirmaron la captura constituían vías de hecho judiciales.

En consecuencia, según lo que ha sido analizado en los fundamentos


anteriores de la mencionada providencia, no puede afirmarse que cuando
los falladores de instancia dentro del proceso penal seguido en contra del
actor aplicaron lo dispuesto en el artículo 430 del Código de
Procedimiento Penal (modificado por el artículo 2° de la Ley 15 de 1992)
actuaron al margen del derecho vigente. Por el contrario, según la
doctrina constitucional, el mencionado artículo consagra una clara causal
de improcedencia del Habeas Corpus en aquellos casos en los cuales la
acción se interpone luego de haberse proferido una decisión judicial que
ampara la captura, salvo cuando la mencionada decisión constituya una
vía de hecho. En el presente caso, no se presenta la excepción de la vía
de hecho, luego no puede afirmarse que se aparta del derecho vigente la
tesis de la improcedencia de la acción de Habeas Corpus.

Por consiguiente, la Sala no puede menos que desestimar el cargo del


actor contra las sentencias impugnadas consistente en afirmar que
incurren en un defecto material protuberante, vale decir, que se apartaron
por completo del derecho vigente.

Presunto defecto fáctico

13. Alega la apoderada del actor que las sentencias impugnadas incurren
en un vicio fáctico protuberante pues, en su criterio, no existe prueba
alguna que demuestre la mala fe o el dolo con el que pudo actuar su
poderdante. En este sentido, sostiene que las decisiones no lograron
desvirtuar el error en el que pudo incurrir el procesado al interpretar el
artículo 430 del Código de Procedimiento Penal y, en consecuencia, en
aplicación del principio in dubio pro reo, éste debió ser absuelto.

14. Como lo ha reiterado insistentemente la jurisprudencia de esta Corte,


el juez de tutela, al estudiar si una determinada providencia es una vía de
hecho, no puede sustituir a los jueces naturales. No se trata de una
última instancia con capacidad para revisar integralmente todo lo actuado
o para juzgar extremos que sólo competen al juez de la causa. En este
sentido, la doctrina constitucional ha señalado que, en materia de la
evaluación probatoria sobre la culpabilidad del sujeto implicado en la
comisión de un delito, el juez de tutela debe ser en extremo cauteloso
para no exceder sus competencias122. Su tarea se contrae entonces a
verificar si en el expediente existe algún elemento de prueba que,
razonablemente, pueda sostener a la decisión judicial impugnada. Sin
embargo, no es de su competencia entrar a analizar en concreto el
contenido de toda la evidencia allegada al proceso con el fin de definir si
la valoración realizada por el juez de instancia es o no correcta. Esta es
una cuestión que el ordenamiento jurídico libra por entero al juez natural
en el ejercicio de sus competencias propias. Basta pues, para que la
decisión no pueda ser calificada como vía de hecho judicial, que se
demuestre que existe alguna evidencia que, razonablemente, pueda
servir de apoyo a la providencia impugnada.

14. Como fue mencionado en los antecedentes, la Sala Penal del


Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, consideró que el actor
había actuado con conocimiento e intención de quebrantar la norma legal
que consagraba la improcedencia de la acción de Habeas Corpus.

En criterio del Tribunal, la conducta dolosa se evidencia en el hecho de


que el juez implicado hubiese concedido la acción de Habeas Corpus dos
meses después de proferida la medida de aseguramiento en contra de

122Crf., entre otras, las Sentencias T 442/94 (M.P. Antonio Barrera Carbonell); T-285/95 (M.P. Vladimiro
Naranjo Mesa); T-416/95 (M.P. Jorge Arango Mejía); T-207/95 (M.P. Hernándo Herrera Vergara); T-
329/96 (José Gregorio Hernández Galindo); T-055/97 (Eduardo Cifuentes Muñoz).
las personas beneficiadas con su decisión y luego de que los recursos de
reposición y apelación contra la misma hubiesen sido debidamente
resueltos. Igualmente, desestimó el argumento aducido por el defensor
del Juez 88, según el cual éste había actuado guiado por un error de
interpretación. A este respecto, consideró que tal error no era posible,
toda vez que el implicado era nada menos que un profesional del
derecho, que ocupaba el cargo de Juez de la República, con una amplía
trayectoria dentro de la rama judicial. Adicionalmente, quedó demostrado
que conocía las providencias que resolvieron los recursos de reposición y
apelación interpuestos contra la medida de aseguramiento en contra de
los procesados y estaba obligado a saber que los sindicados contaban
con el mecanismo de defensa previsto en el artículo 414-A del Código de
Procedimiento Penal.

A su turno, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia entendió que la


experiencia del procesado en el área penal, unida a su forma de actuar
en el caso concreto – como, por ejemplo, el hecho de que no hubiere
hecho siquiera una reflexión sumaria sobre el artículo 430 del CPP, o que
sólo hubiere transcrito apartes “descontextualizados” de la jurisprudencia
de la Corte Constitucional o que hubiere alegado que había fallado casos
similares con la misma regla de derecho, cuando, en realidad, los casos
eran diversos – “denotan una actitud eminentemente dolosa”. Al respecto,
el fallador de segunda instancia, agregó: “En efecto, el conocimiento de
que existía una medida de detención judicial proferida dos meses antes,
no sólo ajena a cualquier cuestionamiento sino confirmada en segunda
instancia; la selección interesada de argumentos fuera de contexto de la
sentencia T-046/93; el desconocimiento de que este fallo de tutela se
refería a hechos sustancialmente distintos a los examinados por él; la
desestimación de las advertencias de la misma decisión sobre la
necesidad de la procedencia de la solicitud de habeas corpus en relación
con la decisión judicial de detención; la falta de consideración deliberada
de los argumentos expuestos por la Fiscalía de segunda instancia, a
sabiendas de que se referían al mismo tema de la supuesta prolongación
ilegal de la privación de la libertad y de que se iba a oponer a ellos y a su
decisión; y la cita tangencial del artículo 430 del Código de Procedimiento
Penal; todos estos son elementos concretos que revelan claramente el
actuar doloso, en la medida en que denotan el conocimiento de la ilicitud
de lo que se hacía y la voluntad de realizarlo a pesar de ello –
culpabilidad dolosa”.

15. Como ha sido precisado, para que se configure una vía de hecho
judicial por defecto fáctico, se requiere que no exista, en absoluto, ningún
elemento probatorio que permita conducir a la decisión judicial finalmente
adoptada.

En el presente caso, los falladores de instancia han expuesto una serie


de elementos que, en su criterio, son suficientes para afirmar la
culpabilidad del sindicado. Dicha evidencia es real y surge de los datos
allegados al expediente penal. Adicionalmente, no resulta irracional
sustentar en dicha evidencia una decisión sobre la eventual culpabilidad
del actor. Ciertamente, no se trata de datos irrelevantes, inconducentes o
impertinentes, sino de cuestiones razonablemente relacionadas con la
voluntad del agente. Las condiciones personales y profesionales de la
persona investigada, la cita parcial y fuera de contexto de jurisprudencia
de la Corte Constitucional cuyo entendimiento global hubiera podido
conducir a la decisión contraria, la falta de consideración de los
argumentos de las autoridades que intervinieron en el proceso para
alertar al funcionario judicial sobre la improcedencia de la acción de
Habeas Corpus, la advertencia de que había fallado casos similares con
la misma regla de derecho cuando, en realidad, las circunstancias de
hecho no eran iguales y, en suma, los restantes elementos presentados
en las decisiones de instancia que se analizan, no permiten afirmar que
la condena penal que se impuso carezca, absolutamente, de base
probatoria.

Ahora bien, en un proceso de tutela, el juez constitucional no puede


estudiar la forma como resultó evaluada la evidencia encontrada. Se
debe limitar, exclusivamente, a verificar que las providencias impugnadas
se apoyaron en elementos fácticos razonables y, en consecuencia, que
no constituyen, por este motivo, decisiones arbitrarias. En otras palabras,
no es esta Sala de Tutela la encargada de verificar si la tasación de la
prueba fue más o menos correcta. Basta, para considerar que no hay vía
de hecho judicial, con encontrar que existen elementos para fundar una
eventual responsabilidad por la acción cometida. En el presente caso, los
mencionados elementos existen, tal y como se demuestra en los apartes
transcritos o referidos de las decisiones de instancia. En consecuencia, la
Sala encuentra que las decisiones impugnadas no carecen de manera
absoluta de evidencia probatoria que conduzca a las decisiones por ellas
adoptadas.

Presunto defecto procesal

16. Alega el actor que las decisiones impugnadas vulneran dos


elementos esenciales del derecho fundamental al debido proceso: el
derecho de defensa y el principio del non bis in idem. En consecuencia,
afirma que las mencionadas decisiones incurren en un vicio
procedimental, de tal magnitud, que quedan reducidas a la categoría de
vías de hecho.

17. En cuanto a la vulneración del derecho de defensa, el actor afirma


que los falladores de instancia, al resolver la acusación penal en su
contra, hicieron caso omiso de los alegatos presentados por su abogado
defensor dentro del proceso penal. Sin embargo, observa la Sala que en
las dos sentencias impugnadas no solo se realiza una referencia
concreta a los argumentos de la defensa, sino que la parte motiva de los
referidos fallos se ocupa de desvirtuarlos. Ahora bien, el juez de tutela no
puede detenerse a estudiar si las razones aportadas por el juez de la
causa son enteramente suficientes para proferir el correspondiente fallo.
Si lo hiciere se estaría convirtiendo en un juez de instancia contrariando
su verdadera y originaria naturaleza.

18. El actor funda la que en su criterio es una vulneración del principio de


non bis in idem, en el hecho de que los jueces de instancia hubieran
considerado relevante, tanto para la definición de la conducta típica como
para la fijación de la pena, su condición de juez de la República.

El principio de non bis in idem prohibe que se imponga a una persona


más de una sanción de la misma naturaleza por la comisión de un mismo
hecho. Dicho principio constituye una garantía esencial del derecho penal
contemporáneo e integra, sin duda, el núcleo esencial del derecho
fundamental al debido proceso. En consecuencia, está proscrito al
legislador sancionar, a través de distintos tipos y en una misma rama del
derecho, una misma e idéntica conducta. No obstante, dicho principio no
prohibe que una persona pueda ser objeto de dos o más sanciones de
naturaleza diferente – vgr. pecuniaria, disciplinaria, administrativa o penal
– por la comisión de un mismo hecho. En este sentido, por ejemplo, la
Corte ha establecido que la posibilidad legal de que un funcionario
público resulte sancionado penal y disciplinariamente por haber incurrido
en un delito que, al mismo tiempo, constituye falta administrativa, no
vulnera el principio mencionado123.

19. En los términos anteriores, se pregunta la Corte si constituye vía de


hecho judicial por vulneración del principio de non bis in idem, la
sentencia penal que toma en consideración la condición del agente – juez
de la república - tanto para tipificar la conducta cometida como para
imponer una causal de agravación de la pena.

La cuestión planteada ha sido ampliamente debatida en la doctrina penal.


Al respecto existen dos posiciones contrarias reflejadas perfectamente en
las distintas tesis esgrimidas por cada una de las dos partes de este
proceso de tutela. No obstante, el juez constitucional sólo puede terciar
en la mencionada polémica si alguna de las dos alternativas expuestas
vulnera, de manera flagrante, los derechos fundamentales.

20. Resulta claro que en el proceso penal no se impuso al actor una


doble sanción por la comisión de un mismo hecho. Sin embargo, su
condición de juez de la república fue valorada tanto para tipificar la
conducta como para graduar la pena finalmente impuesta.

De una parte la adecuación de una conducta en el tipo de prevaricato por


acción exige tener en cuenta la condición del agente, por cuanto dicha
conducta sólo puede ser cometida por un sujeto activo cualificado. De
otro lado, la agravación punitiva de que trata el numeral 11 del artículo 66
se refiere, de manera explícita, a “(l)a posición distinguida que el
delincuente ocupe en la sociedad por su riqueza, ilustración, poder,
123Cfr., entre otras, las Sentencias T-413/92 (M.P. Ciro Angarita Barón); C-319/94 (M.P. Hernando
Herrera Vergara); C-259/95 (M.P. Hernando Herrera Vergara); T-162/98 (M.P: Eduardo Cifuentes Muñoz).
cargo, oficio o ministerio”. Esta última disposición fue declarada exequible
por la Corte Constitucional en la sentencia C-038/98124. En la mencionada
decisión la Corte consideró que “Desde el punto de vista material la
norma no consagra una causal de agravación punitiva que pueda tildarse
de injusta o discriminatoria, ya que, si bien hace más difícil la situación de
ciertas personas ante la aplicación de la ley penal, no lo establece así
gratuitamente sino a partir de diferencias relevantes que precisamente
llevan a considerar que, dentro de la sociedad, los individuos de quienes
se trata son precisamente los "distinguidos", esto es, los que sobresalen
por cualquiera de los factores enunciados, colocándolos en un nivel
privilegiado frente a los demás. Es precisamente de ellos -a quienes más
se ha dado- de quienes más se espera en lo relativo a la observancia de
la ley y el respeto al orden jurídico.”

Como puede fácilmente verificarse, el legislador no consagró ninguna


excepción al consagrar la mencionada causal de agravación punitiva. En
otras palabras, en ninguna parte de la legislación penal vigente se
encuentra establecido que la precitada causal de agravación no se aplica
cuando la condición del agente hubiera servido para tipificar la conducta
por él cometida. Tampoco la Corte, en la decisión mencionada, hizo
referencia a una tal excepción. En consecuencia, podría considerarse
que la reglamentación vigente se aplica para todo tipo de delitos quien
quiera que sea el agente que los cometa. En este sentido, tendría que
sostenerse que esta es una cuestión sometida enteramente a la
discrecionalidad del legislador, sin que pueda afirmarse que la
reglamentación existente sea abiertamente inconstitucional.

No obstante, podría alegarse que la aplicación de la causal de


agravación punitiva que se estudia, para graduar la pena de un
funcionario público que es condenado por un delito que exige la
participación de un sujeto activo cualificado - como el prevaricato -
implica una carga desproporcionada que viola, entre otros, los principios
de non bis in idem, de legalidad, de tipicidad y, en última instancia, el
imperativo constitucional que impone la interdicción de la arbitrariedad de
los poderes públicos y la sujeción del poder punitivo a principios de
estricta racionalidad y proporcionalidad. Para fundamentar este aserto se
afirmaría que, al tipificar el mencionado delito, el legislador tuvo en
cuenta la condición especial del agente y en virtud de tal condición
estableció la pena correspondiente sin que quepa una nueva graduación
en atención a las mismas condiciones que sirvieron de base para la
tipificación del delito.

El anterior argumento sería cierto si la causal de agravación punitiva


incluyera las mismas circunstancias de hecho que sirven para definir el
tipo penal del que se trate. Sin embargo, en el presente caso, la conducta
tipificada en delito de prevaricato puede ser cometida por cualquier
funcionario público pero, sin embargo, no a todo funcionario público se
puede aplicar la causal de agravación contenida en el numeral 11 del
124 M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
artículo 66. En efecto, es evidente que no todo servidor público ocupa
una posición “distinguida” en la sociedad, pues no todos los cargos se
encuentran en el mismo rango, ni colocan a la persona en una posición
ejemplar, ni originan el mismo poder. En términos de los fines
perseguidos por la legislación penal que se estudia, una cosa es la
comisión del delito de prevaricato por un funcionario administrativo de un
rango o categoría inferior y otra, bien distinta, la misma conducta
cometida por un ministro de Estado. Son estos últimos casos y no, como
erróneamente lo entiende el actor, aquellos en los que se encuentra
involucrado cualquier funcionario público, los que pueden originar la
aplicación de la agravación punitiva que se menciona.

En este sentido, en la sentencia antes citada dijo la Corte:

“Viniendo al asunto objeto de examen ( el numeral 11 del artículo 66


del Código Penal), no puede ser mirada ni evaluada en la misma
forma por el legislador ni por el juez la conducta de un individuo
común que la de aquél que, precisamente por su puesto dentro de la
escala social, tiene una mayor responsabilidad hacia el conglomerado
y a quien se mira por muchos como paradigma y guía de conducta.
Si, no obstante su jerarquía o su importancia, vulnera las reglas de
convivencia, con mucho mayor conocimiento acerca del daño que su
comportamiento causa, es natural que se le aplique una mayor
severidad en el juicio y en la tasación de la pena.

La regla plasmada por el precepto en estudio no es injusta, como sí lo


sería si a las personas no ubicadas en posiciones sociales
privilegiadas se les exigiera lo mismo que a éstas, pese a las ventajas
y superiores posibilidades de las que disponen. Según el Preámbulo
de la Constitución, el ordenamiento jurídico debe, precisamente,
realizar un orden justo.

De otro lado, se trata de una norma equitativa, que da lugar a la


verificación del caso particular por el juez, quien graduará la pena con
el criterio expuesto, confrontadas y sopesadas las circunstancias en
que se encuentra el condenado y los demás aspectos, agravantes y
atenuantes, que deban ser tenidos en cuenta al resolver.

Cabe advertir, desde luego, que esta, como las demás causales de
agravación punitiva, debe ser aplicada por el juez dentro de una
concepción objetiva de lo justo, cuya efectividad exige dar a cada
cual lo que le corresponde, según la conocida definición de Ulpiano,
lo que implica que de la notoriedad o preeminencia de una persona en
concreto no se deriva fatalmente -y sin consideración a otros criterios
de evaluación, a las circunstancias del caso o a las demás reglas
legales de graduación de la pena- la imposición de una sanción más
fuerte. Es tarea del juez, con arreglo a postulados de justicia y
equidad y siempre dentro del marco de la ley, medir la incidencia
específica de los distintos factores puestos a su consideración en
cada proceso y dictar su sentencia de manera que no los desconozca
y, en cambio, armonice sus consecuencias jurídicas en la situación
particular, con miras a realizar los valores fundamentales del
Derecho.”125

En suma, al amparo de la jurisprudencia constitucional y bajo el


entendido de que quienes deben fijar los verdaderos alcances de la
legislación penal son los jueces naturales que operan dentro de esta
particular área del derecho, debe señalarse que no parece vulnerar los
derechos fundamentales la interpretación según la cual la dignidad que
ocupe una persona dentro de la jerarquía del Estado puede ser tenida en
cuenta para agravar la pena que se le imponga por la comisión de
aquellos delitos que cometió, justamente, en virtud de su condición de
servidor público.

Por las razones mencionadas, la Sala considera que las sentencias


impugnadas no incurrieron en vía de hecho por violación del debido
proceso, en la medida en que, simplemente, se ajustaron a la
interpretación imperante del derecho vigente.

DECISION

En mérito de lo expuesto, la Sala Tercera de Revisión,

RESUELVE

Primero.- CONFIRMAR, exclusivamente por las razones que han sido


expuestas en esta providencia, las sentencias de agosto 31 de 1998,
proferida por la Sección Primera, Subsección A, del Tribunal
Administrativo de Cundinamarca y de octubre 15 de 1998, proferida por la
Sección Quinta de la Sala Plena de lo Contencioso Administrativo del
Consejo de Estado.

Segundo.- LIBRESE comunicación a la Sección Primera, Subsección A,


del Tribunal Administrativo de Cundinamarca, con miras a que se surta la
notificación de esta providencia, según lo establecido en el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991.

Cópiese, notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta


de la Corte Constitucional.

EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ


Magistrado Ponente
125 Sentencia C-038/98 (M.P. José Gregorio Hernández Galindo).
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado

PABLO ENRIQUE LEAL


Secretario General (E)
DEFECTO ORGANICO-Sentencia T-162/98

ACCION DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES-


Procedencia excepcional

En reiterada jurisprudencia, esta Corporación ha establecido que, en


principio, la acción de tutela no procede contra decisiones judiciales,
salvo que éstas constituyan vías de hecho y se cumplan todos los
otros requisitos de procedibilidad de la anotada acción. En este
sentido, la tutela sólo será procedente en aquellos casos en los cuales
quien la interponga no cuente con ningún otro mecanismo judicial de
defensa o cuando se trate de evitar la consumación de un perjuicio
irremediable sobre uno o varios de los derechos fundamentales del
demandante.

TUTELA CONTRA SENTENCIAS-Eventos para su


procedencia/VIA DE HECHO-Determinación

La Corte ha considerado que una sentencia podrá ser atacada a través


de la acción de tutela cuando (1) presente un defecto sustantivo, es
decir, cuando se encuentre basada en una norma claramente
inaplicable al caso concreto; (2) presente un defecto fáctico, esto es,
cuando resulta evidente que el apoyo probatorio en que se basó el juez
para aplicar una determinada norma es absolutamente inadecuado; (3)
presente un defecto orgánico, el cual se produce cuando el fallador
carece por completo de competencia para resolver el asunto de que se
trate; y, (4) presente un defecto procedimental, es decir, cuando el juez
se desvía por completo del procedimiento fijado por la ley para dar
trámite a determinadas cuestiones. En suma, una vía de hecho se
produce cuando el juzgador, en forma arbitraria y con fundamento en
su sola voluntad, actúa en franca y absoluta desconexión con la
voluntad del ordenamiento jurídico. La intervención del juez de tutela
en una sentencia judicial, calificándola como una vía de hecho, sólo
puede producirse en aquellos casos en que el vicio alegado sea
constatable a simple vista. Adicionalmente, la falencia cuyo
restablecimiento se persiga por vía de la acción de tutela debe
conllevar, en forma inmediata, la violación de uno o múltiples derechos
fundamentales, lo cual determina que sólo las decisiones judiciales
cuyos efectos trasciendan el campo de los anotados derechos, en
detrimento de éstos, pueden ser atacadas mediante la acción de tutela.

VIA DE HECHO-Defecto orgánico

PRINCIPIOS DE COSA JUZGADA Y DE NON BIS IN IDEM-


Desconocimiento puede convertirse en una vía de hecho

La jurisprudencia constitucional tiene establecido, con absoluta


claridad, que tanto el principio de non bis in idem como el de cosa
juzgada, son derechos fundamentales susceptibles de ser protegidos
por vía de tutela. Por esta razón, si un funcionario judicial desconoce o
vulnera los anotados derechos fundamentales en una providencia, ésta
puede convertirse en una vía de hecho, siempre y cuando se cumplan
los requisitos por los que esta última se caracteriza. Si éstos se
cumplen y el titular de los derechos no cuenta con ningún otro medio
procesal ordinario de defensa o persigue evitar la consumación de un
perjuicio irremediable, la acción de tutela se convierte en el mecanismo
adecuado para atacar la decisión judicial de que se trate.

PRINCIPIOS DE COSA JUZGADA Y DE NON BIS IN IDEM-


Relación, alcance y características

PROCESO-Petitum y causa petendi

Conforme a la jurisprudencia y la doctrina nacionales, el objeto de un


proceso se encuentra definido tanto por las declaraciones que, en
concreto, se solicitan de la administración de justicia (petitum), como
por el pronunciamiento específico del órgano judicial en la parte
resolutiva de la respectiva sentencia con respecto al petitum. En
relación con la causa petendi o causa de pedir, las mismas fuentes
señalan que ésta hace referencia a las razones que sustentan las
peticiones del demandante ante el juez. Es así como la causa petendi
contiene, por una parte, un componente fáctico constituido por una
serie de hechos concretos y, de otro lado, un componente jurídico,
constituido no sólo por las normas jurídicas a las cuales se deben
adecuar los hechos planteados sino, también, por el específico
proceso argumentativo que sustenta la anotada adecuación. En suma,
es posible afirmar que la causa petendi es aquel grupo de hechos
jurídicamente calificados de los cuales se busca extraer una concreta
consecuencia jurídica.

PROCESOS ELECTORAL Y DE PERDIDA DE INVESTIDURA-


Inhabilidad e inelegibilidad

Los dos procesos persiguen finalidades distintas, pues mientras el


proceso electoral busca la determinación de la constitucionalidad y
legalidad de los actos administrativos expedidos por las corporaciones
electorales y la guarda de "los principios constitucionales y legales
sobre el sufragio, que constituyen la piedra angular de un régimen
representativo y democrático como el nuestro", el proceso de pérdida
de la investidura es un juicio disciplinario de carácter eminentemente
ético que persigue la evaluación de la conducta de un congresista con
la finalidad de determinar si ha actuado conforme a los deberes que su
dignidad le impone. Sin embargo, no debe olvidarse el hecho de que
algunas de las causales de pérdida de la investidura son, al mismo
tiempo, causales de nulidad de los actos administrativos de carácter
electoral. En particular, esta identidad se produce en el caso de la
causal de pérdida de la investidura por violación del régimen de
inhabilidades y la causal de nulidad de los actos administrativos
electorales por inelegibilidad. En efecto, las inhabilidades son causales
de inelegibilidad, como quiera que la persona en quien recae una
inhabilidad no puede ser elegida para el cargo público de congresista.

PRINCIPIO DE COSA JUZGADA EN PROCESO DE PERDIDA


DE INVESTIDURA-Causa petendi/PRINCIPIO DE COSA
JUZGADA EN PROCESO ELECTORAL-Causa petendi

La regulación constitucional y legal de las inhabilidades y las


inelegibilidades para ser elegido congresista determinan que el
fenómeno de la cosa juzgada pueda estructurarse en un juicio de
pérdida de investidura en el caso en que se invoque como causal
algún hecho o conducta previamente discutido y desechado como
inelegibilidad en un proceso electoral. Si en el proceso electoral, la
nulidad del acto administrativo electoral resultó negada, la sentencia
sólo hará tránsito a cosa juzgada en relación con la específica causa
petendi invocada por el actor para sustentar la petición de nulidad del
acto administrativo electoral de que se trate. En estos casos, la
excepción de cosa juzgada sólo puede operar si la causa petendi que
sustenta las peticiones de los demandantes y que fundamenta el
respectivo fallo, es idéntica. Lo anterior implica que las respectivas
demandas, en punto a la invocación de la causal de inelegibilidad de
que trate, se encuentren fundadas en los mismos hechos y que la
calificación jurídica de éstos sea idéntica. De esta forma, en un
proceso posterior de pérdida de la investidura podrá invocarse la
misma inelegibilidad como causal de pérdida de la investidura, siempre
y cuando la causa petendi en que se funde el petitum del actor sea
distinta a la invocada en el proceso electoral.

COSA JUZGADA EN PROCESO DE PERDIDA DE


INVESTIDURA-Inexistencia de identidad en causa petendi

Para que pueda hablarse de identidad en el componente fáctico de la


causa petendi, los hechos alegados en uno y otro proceso deben ser
los mismos y, para que un hecho sea idéntico a otro, debe haber
ocurrido en el mismo período de tiempo y, por supuesto, entre
idénticas partes. En la medida en que los períodos en que se llevaron
a cabo las contrataciones que fundamentan las peticiones en ambos
procesos son distintos, así como las partes involucradas, debe
concluirse, por fuerza, que se trata de hechos distintos que desestiman
cualquier forma de identidad en los componentes fácticos de las
causae petendi de los dos juicios. Adicionalmente, la calificación
jurídica de los hechos, es decir el componente jurídico de las causae
petendi, es distinta en ambos casos.

EXCEPCION DE COSA JUZGADA EN PROCESO DE PERDIDA


DE INVESTIDURA-No cobija la ratio decidendi/COSA JUZGADA
MATERIAL-Ratio decidendi
Es cierto que el principio de la cosa juzgada material se ha aplicado
por las altas corporaciones y, en especial por la Corte Constitucional,
como desarrollo del principio de universalidad del dictum judicial, que
tiende a dar racionalidad a la hermenéutica judicial y a promover el
principio de seguridad jurídica. Sin embargo, la excepción de la cosa
juzgada en procesos como el de la pérdida de la investidura, no puede
extenderse hasta el punto de cobijar la llamada cosa juzgada material,
vale decir la ratio decidendi, de decisiones judiciales que, desde
ningún punto de vista, pueden comprometer el alcance de las
competencias constitucionales propias del Consejo de Estado o del
principio constitucional de autonomía judicial. En este sentido, la
excepción de cosa juzgada en procesos de pérdida de la investidura,
no llega hasta el punto de atar a la Sala Plena de lo Contencioso
Administrativo del Consejo de Estado a la ratio decidendi en que se
funden decisiones adoptadas por otras secciones de esa corporación
judicial.

DECLARACION ANTE COMISION PERMANENTE DEL


CONGRESO DE LA REPUBLICA-Evaluación probatoria
independiente por el juez/PRINCIPIO DE INDEPENDENCIA
JUDICIAL EN MATERIA DE PRUEBAS-Evaluación

Las disposiciones contenidas en los artículos 137 y 149 de la C.P.,


sólo son aplicables al ámbito de las funciones ejercidas por el
Congreso de la República en uso de sus atribuciones constitucionales
como órgano de control político. En otras palabras, la ineficacia de que
trata el artículo 149 de la Carta Política no obliga a los funcionarios de
las otras ramas del poder público y, en particular, a los jueces. En
efecto, los trámites, declaraciones y debates que se produzcan en el
seno del Congreso de la República pueden obrar como prueba en un
proceso judicial, sin que esa proveniencia obligue al juez a evaluarlos
conforme a las reglas que rigen su producción en el Congreso y a
darles el efecto que las mismas establecen. De lo contrario se
atentaría contra el principio constitucional de la independencia judicial
que, en materia probatoria, se manifiesta a través del principio de la
sana crítica en la evaluación de las pruebas.

PERDIDA DE INVESTIDURA-Incompatibilidad

ACCION DE TUTELA CONTRA SENTENCIA DE PERDIDA DE


INVESTIDURA-Procedencia

ACCION DE TUTELA CONTRA SENTENCIA DE PERDIDA DE


INVESTIDURA-Procedencia por falta de efectividad del medio
alternativo de defensa/RECURSO DE REVISION CONTRA
SENTENCIA DE PERDIDA DE INVESTIDURA-Falta de
asignación por ley del juez competente
En jurisprudencia anterior, esta Corporación consideró que, en razón
de la existencia del recurso extraordinario especial de revisión, la
acción de tutela no era el medio procedente para atacar las sentencias
de pérdida de la investidura de un congresista proferidas por la Sala
Plena de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado. Indica
la sentencia que tal recurso constituía un medio alternativo e idóneo de
defensa judicial. La Sala considera que esta doctrina debe ser
modificada por la presente sentencia. La Corte Constitucional ha
estimado, en múltiples sentencias, que la efectividad del medio
alternativo de defensa frente a la acción de tutela debe ser examinada
en concreto. En otras palabras, no basta que el otro medio de defensa
se encuentre plasmado, en forma abstracta, en el ordenamiento
jurídico, sino que debe, además, ofrecer la posibilidad de que, por su
conducto, sea posible el restablecimiento cierto y actual de los
derechos fundamentales que el demandante considera han sido
amenazados o vulnerados. El recurso extraordinario especial de
revisión contra sentencias de pérdida de la investidura de congresistas
ciertamente se encuentra consignado en el artículo 17 de la Ley 144
de 1994. Empero, hasta el momento de proferir esta sentencia, la ley
no ha establecido el juez competente para conocer del anotado
recurso, lo cual, en la práctica, lo torna completamente inane.

Abril 30 de 1998

Referencia: Expediente T-149814

Actor: Felix Salcedo Baldion

Temas:
Doctrina de las vías de hecho en la
jurisprudencia constitucional
Los principios de non bis in idem y de
la cosa juzgada en los procesos de
pérdida de investidura
Validez procesal de las pruebas
obtenidas al margen de lo dispuesto
en el artículo 137 de la C.P.
Procedencia de la acción de tutela
contra sentencias de pérdida de
investidura de un congresista

Magistrado Ponente:
Dr. EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Tercera de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por
los Magistrados Eduardo Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y José
Gregorio Hernández Galindo, ha pronunciado

EN NOMBRE DEL PUEBLO

POR MANDATO DE LA CONSTITUCION

la siguiente

SENTENCIA

En el proceso de tutela T-149814 adelantado por FELIX SALCEDO


BALDION contra la SALA PLENA DE LO CONTENCIOSO
ADMINISTRATIVO DEL CONSEJO DE ESTADO.

ANTECEDENTES

1. El 20 de octubre de 1997, el ciudadano Félix Salcedo Baldión, por


intermedio de apoderado, interpuso acción de tutela, ante la Sala Civil
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá, D.C.,
contra las sentencias de agosto 26 y octubre 12 de 1994, proferidas
por la Sala Plena de lo Contencioso Administrativo del Consejo de
Estado, por medio de las cuales fue despojado de su investidura de
congresista, por considerar que violan las garantías constitucionales
del non bis in idem, de la cosa juzgada y de la legalidad de la prueba y
de la pena (C.P., artículo 29).

1.1. El representante judicial del actor señaló que su poderdante fue


elegido Senador de la República para el período constitucional
comprendido entre el 20 de julio de 1990 y el 20 de julio de 1994, el
cual fue revocado por una decisión de la Asamblea Nacional
Constituyente por medio de la cual se convocó a nuevas elecciones del
Congreso de la República el 27 de octubre de 1991. Indicó que, en
estos comicios, el ciudadano Salcedo Baldión volvió a resultar elegido
senador para el período comprendido entre el 1° de diciembre de 1991
y el 19 de julio de 1994.

1.2. Indicó que, el 18 de diciembre de 1991, fue demandada ante la


Sección Quinta del Consejo de Estado, la elección de Salcedo Baldión
como Senador de la República. A juicio del demandante, la anotada
elección se encontraba viciada, toda vez que el elegido se hallaba
incurso en causal de inhabilidad por haber contratado, entre el 27 de
abril y el 27 de octubre de 1991, con Centrales Eléctricas del Norte de
Santander, con la Junta Departamental de Beneficencia del Norte de
Santander, con la Empresa de Licores del Norte de Santander y con el
Municipio de Cúcuta, a través de las empresas Diario de la Frontera,
Radio 900 Televisión y Comunicaciones S.A., y Vallas Cero Ltda, a las
cuales Salcedo Baldión había aportado recursos de capital por medio
de la sociedad familiar Mix Up Ltda.

Mediante fallo de abril 27 de 1993, la Sección Quinta del Consejo de


Estado denegó las pretensiones de la demanda electoral. Estimó que
la causal de inelegibilidad alegada no se presentaba, como quiera que
las sociedades contratantes eran sujetos de obligaciones y derechos
distintos a los socios que las componían.

1.3. El apoderado del demandante manifestó que, el 27 de enero de


1994, el mismo ciudadano que había incoado la acción electoral contra
la elección de Félix Salcedo Baldión como Senador de la República,
demandó nuevamente pero, esta vez, por medio de la acción de
pérdida de investidura ante la Sala Plena de lo Contencioso
Administrativo del Consejo de Estado. La demanda se fundamentó,
nuevamente, en las actividades contractuales llevadas a cabo por el
demandado con empresas públicas del Departamento del Norte de
Santander sólo que, en esta oportunidad, el actor señaló que tales
actividades habían tenido lugar entre el 25 de noviembre de 1991 y el
23 de enero de 1992. Adicionalmente, el demandante cuestionó la
investidura de Salcedo Baldión como senador, argumentando que éste
había gestionado ante ISA la adjudicación del contrato de generación
de energía eléctrica por barcazas a la firma HMS Global Corporation,
representada en Colombia por la sociedad Prevel Ltda, de la cual
formaba parte uno de sus cuñados. Este cargo fue fundamentado en
unas declaraciones efectuadas por el entonces gerente de ISA ante la
Comisión Quinta del Senado de la República y a los medios de
comunicación, así como en un oficio dirigido al senador Amylkar
Acosta Medina.

La anterior demanda fue contestada por el representante judicial de


Salcedo Baldión, quien se opuso a todos los cargos formulados y
propuso la excepción previa de cosa juzgada, indicando que la Sección
Quinta del Consejo de Estado había considerado, en su sentencia de
abril 27 de 1993, que la causal de inelegibilidad alegada no existía y
que, por tanto, este punto no podía volver a ser discutido en un nuevo
proceso judicial.
La Sala Plena de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado
desechó la excepción previa de cosa juzgada al considerar que el
proceso electoral fallado por la Sección Quinta de esa Corporación y el
proceso de pérdida de investidura cuyo trámite correspondía a la Sala
Plena de lo Contencioso Administrativo, eran procesos judiciales con
objetos y causa petendi distintos. En efecto, mientras que el primero
tenía como objeto la determinación de la legalidad del acto electoral y
la causa petendi giraba en torno a la existencia de la inhabilidad de que
trata el artículo 179-3 de la Constitución Política, relativa a la
celebración de contratos con entidades públicas dentro de los seis
meses anteriores a la elección, el proceso de pérdida de la investidura
perseguía el examen de la conducta del congresista en el ejercicio de
su cargo y su causa petendi consistía en establecer si Salcedo Baldión
se encontraba incurso en la causal de pérdida de la investidura
consagrada en el artículo 183-1 de la Carta, conforme a la cual esta
sanción procede en caso de violación de la incompatibilidad a que se
refiere el artículo 180-2 constitucional, consistente en gestionar
asuntos ante las entidades públicas y celebrar contratos con las
mismas estando en ejercicio del cargo.

Por sentencia de agosto 26 de 1994, la Sala Plena de lo Contencioso


Administrativo del Consejo de Estado, decretó la pérdida de la
investidura del senador Félix Salcedo Baldión, al estimar que éste
había celebrado contratos con entidades del Estado mientras ejercía
su cargo y que había gestionado ante ISA la adjudicación del contrato
de generación de energía eléctrica por barcazas a la firma
norteamericana HMS Global Corporation, representada en Colombia
por la sociedad Prevel Ltda. El Consejo de Estado consideró que las
declaraciones del gerente de ISA a los medios de comunicación y ante
la Comisión Quinta del Senado de la República, así como su
comunicación al senador Amylkar Acosta Medina, probaban en forma
suficiente la gestión de negocios llevada a cabo por Salcedo Baldión
ante ISA en favor de la compañía HMS Global Corporation.

1.4. El apoderado del actor considera que la sentencia proferida por la


Sala Plena de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado el
26 de agosto de 1994, mediante la cual se decretó la pérdida de la
investidura de senador de su poderdante, constituye una vía de hecho
por los siguientes motivos: (1) violó la garantía constitucional del non
bis in idem y el principio de la cosa juzgada (C.P., artículo 29); (2) se
fundamentó en pruebas obtenidas con violación del debido proceso; y,
(3) violó el principio de legalidad de la pena al aplicar a un particular
una sanción que sólo puede ser impuesta a quien se desempeña como
congresista, por hechos llevados a cabo mientras ostente tal calidad.

1.4.1. A juicio del gestor judicial del demandante, la violación de los


principios del non bis in idem y de la cosa juzgada se produjo cuando
la Sala Plena de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado
consideró que el régimen de inhabilidades que la Carta Política
establece para los miembros del Congreso de la República había sido
vulnerado por Félix Salcedo Baldión y, conforme a ello, decretó la
pérdida de su investidura senatorial cuando, de manera previa, la
Sección Quinta de la misma corporación judicial, en su sentencia de
abril 27 de 1993, había determinado que la anotada vulneración no se
había presentado y, en consecuencia, se abstuvo de anular la elección
de Salcedo Baldión como senador.

Señala que la Corte Constitucional, en la sentencia C-507 de 1994,


determinó que la cosa juzgada constituía el criterio decisorio
fundamental en aquellos procesos de pérdida de la investidura en los
cuales se debatían causales que ya habían sido discutidas y decididas
en procesos electorales previos.

1.4.2. En opinión del apoderado del actor, el debido proceso también


resultó vulnerado por la sentencia atacada cuando la Sala Plena de lo
Contencioso Administrativo del Consejo de Estado consideró que la
gestión llevada a cabo por Félix Salcedo Baldión ante ISA, con el fin de
que el contrato de generación eléctrica por barcazas fuera adjudicado
a la firma HMS Global Corporation, resultaba probada por las
declaraciones del gerente de ISA, las cuales se produjeron en
contravención de normas constitucionales.

Indica que, en el año de 1992, la Comisión Quinta del Senado de la


República constituyó una sub-comisión encargada de hacer
seguimiento al problema energético por el que, en ese entonces,
atravesaba el país y, en especial, con la finalidad de que estableciera
cuáles habían sido las razones por las cuales la contratación de
barcazas para la generación de energía había fracasado. Para estos
efectos, la anotada sub-comisión llevó a cabo unas sesiones los días 7
y 14 de octubre de 1992, en las cuales el senador Amylkar Acosta
Medina insistió en que el senador Salcedo Baldión se encontraba
comprometido en los problemas suscitados por la contratación de las
barcazas, como quiera que un cuñado suyo formaba parte de la
sociedad colombiana que representaba a la compañía norteamericana
HMS Global Corporation, adjudicataria del contrato de generación de
energía eléctrica por barcazas. En estas dos sesiones, el gerente de
ISA jamás informó a la sub-comisión que Salcedo Baldión hubiera
efectuado ante su despacho gestiones dirigidas a que el mencionado
contrato fuera adjudicado a la firma estadounidense antes anotada. Sin
embargo, el 15 de octubre de 1992, el señalado funcionario, en
declaraciones ofrecidas a la cadena radial Caracol, manifestó que el
senador Félix Salcedo Baldión lo había visitado en su oficina con el fin
de averiguar el estado de unos proyectos y, en especial, por las
posibilidades de la firma Prevel Ltda en la adjudicación del contrato de
generación por barcazas. Con base en estas declaraciones, el senador
Amylkar Acosta Medina envió al gerente de ISA un cuestionario con el
fin de que precisara aquello que había afirmado por radio.
Posteriormente, el cuestionario con sus respectivas respuestas fueron
aportados por Acosta Medina a la indagación que la Comisión de Etica
del Senado de la República llevó a cabo contra Salcedo Baldión, de
cuyo expediente la obtuvo el ciudadano que demandó la pérdida de la
investidura senatorial de este último ante la Sala Plena de lo
Contencioso Administrativo del Consejo de Estado.

El representante judicial del actor estima que las declaraciones del


gerente de ISA, recaudadas en la forma que se describió más arriba,
no podían ser tenidas en cuenta por el Consejo de Estado. Opina que
para que las declaraciones que las personas rinden ante las
comisiones constitucionales permanentes del Congreso de la
República surtan algún efecto, el declarante debe haber sido
convocado y emplazado a instancias de todos los miembros de la
comisión y no de uno sólo de sus miembros (C.P., artículo 137). A su
juicio, las declaraciones del gerente de ISA que sirvieron para probar
una de las causales de pérdida de la investidura del senador Salcedo
Baldión, se produjeron como consecuencia de un escrito que el
senador Amylkar Acosta Medina, motu propio, le enviara al funcionario
sin contar con la aprobación de los restantes miembros de la Comisión
Quinta del Senado de la República y, por ende, en contravención a lo
dispuesto en el artículo 137 de la Constitución Política. Adicionalmente,
la anotada célula legislativa nunca ofreció al senador Félix Salcedo
Baldión oportunidad alguna para que rindiera su versión acerca de los
hechos que se le imputaban en torno al asunto de la contratación de
las barcazas. Por los motivos anteriores y de acuerdo a lo dispuesto en
el artículo 149 de la Carta, a las declaraciones del gerente de ISA no
podía darse ningún efecto, razón por la cual no podían constituirse
como prueba válida dentro del proceso de pérdida de investidura
contra Félix Salcedo Baldión.

1.4.3. Por último, el apoderado del demandante señala que a su


representado le fue vulnerado el principio de legalidad de la pena
cuando le fue impuesta una sanción que sólo es aplicable a los
congresistas, a pesar de que los hechos en que se fundamenta
ocurrieron en una época en la cual no ostentaba la calidad de miembro
del Congreso. Manifiesta que la Sala Plena de lo Contencioso
Administrativo del Consejo de Estado decretó la pérdida de la
investidura del senador Salcedo Baldión al considerar que éste se
encontraba inhabilitado por haber contratado, encontrándose en
ejercicio de su cargo, con empresas públicas estatales entre el 27 de
abril y el 27 de octubre de 1991. Indica que durante el período de
tiempo antes anotado su poderdante no ostentaba la investidura de
congresista, toda vez que la Asamblea Nacional Constituyente revocó
el mandato del Congreso elegido para el período que se iniciaba el 20
de julio de 1990, convocando a nuevas elecciones legislativas que
debían celebrarse el 27 de octubre de 1991.

1.5. El gestor judicial del ciudadano Félix Salcedo Baldión considera


que, en el presente caso, la acción de tutela es el único mecanismo de
defensa disponible para atacar la sentencia de agosto 26 de 1994,
proferida por la Sala Plena de lo Contencioso Administrativo del
Consejo de Estado.

Señala que aunque el artículo 17 de la Ley 144 de 1994, por medio de


la cual se establece el procedimiento de pérdida de investidura de los
congresistas, consagra un recurso extraordinario especial de revisión
contra las sentencias que decreten la pérdida de investidura de algún
miembro del Congreso, no indica cuál es el juez competente para
tramitarlo. Señala que la Corte Constitucional se ha abstenido de
determinar cuál podría ser el funcionario o corporación judicial
competente para conocer del mencionado recurso, toda vez que ha
considerado que ello constituye una competencia privativa del
legislador (sentencia C-247/95). Adicionalmente, advierte que la Corte
declaró inexequible (sentencia C-037/96) el inciso tercero del artículo
16 del proyecto de Ley Estatutaria de la Administración de Justicia, en
el cual se establecía que la Sala de Casación Penal de la Corte
Suprema de Justicia era competente para dar trámite al recurso
extraordinario especial de revisión contra las sentencias de pérdida de
la investidura.

Por otra parte, el apoderado del actor manifiesta que, frente al vacío
legal que en la actualidad existe en punto al anotado recurso
extraordinario, interpuso recurso de reposición, ante la Sala Plena de lo
Contencioso Administrativo del Consejo, contra la sentencia que ahora
ataca por vía de tutela. Indica que esa Corporación denegó el recurso
al considerar que el ordenamiento procesal era claro al prohibir su
procedencia contra sentencias y compulsó copias para que se le
investigara disciplinariamente al estimar que mediante la interposición
del anotado recurso lo que perseguía era la dilación del cumplimiento
de la sentencia.

Estima que ante la imposibilidad de recurrir la sentencia atacada por la


vía ordinaria y ante el claro mandato constitucional que determina que
toda sentencia condenatoria debe poder ser impugnada, la acción de
tutela se convierte en el único mecanismo a disposición de su
poderdante para hacer valer sus derechos fundamentales.

Con base en lo anterior, el representante judicial del demandante


solicita, mediante una acción de tutela, la revocatoria de los fallos de
agosto 26 y octubre 12 de 1994, proferidos por la Sala Plena de lo
Contencioso Administrativo del Consejo de Estado.

2. Por sentencia de octubre 30 de 1997, la Sala Civil del Tribunal


Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá, D.C., negó la
acción de tutela interpuesta.

Luego de recordar que la acción de tutela sólo procede contra


decisiones judiciales que constituyan vías de hecho, en las cuales la
arbitrariedad judicial surja a simple vista y el afectado no cuente con
ningún otro medio de defensa, el fallador de tutela señaló que "es
inocultable, frente al examen de los pronunciamientos emitidos por la
Sala Plena de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado,
que de los mismos no se deriva - ni podría encontrarse - una vía de
hecho judicial, y específicamente con tales alcances que permita al
juez de tutela apoyar la conclusión de estar frente a la violación del
debido proceso. El punto que es materia de discusión por el tutelante
busca, específicamente, que se desconozcan los efectos del fallo de la
jurisdicción contencioso administrativa, resolución que, por las razones
que extensamente se han puntualizado, no es posible para esta sede
adoptar porque de hacerlo se convertiría en juez natural del proceso, lo
que resulta inadmisible. Y se torna más apremiante cuando el
accionante pretende que el sentenciador constitucional en esta sede
verifique los medios de prueba en que se sustentaran aquellas
determinaciones, abriendo de nuevo un debate que obviamente está
totalmente superado y que, por las motivaciones consignadas por la
Sala Plena, adquiere, una vez ejecutoriado tal pronunciamiento,
efectos de cosa juzgada".

3. La anterior decisión fue enviada a la Corte Constitucional para su


eventual revisión y, por insistencia del Director Nacional de Recursos y
Acciones Judiciales de la Defensoría del Pueblo, fue seleccionada y
correspondió a esta Sala su conocimiento.

A juicio del funcionario insistente, "la decisión proferida por la Sala


Plena de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado, por
medio de la cual se sancionó con pérdida de investidura al actor,
desestimó el principio de cosa juzgada, en relación con los hechos que
se habían debatido con anterioridad en la acción de nulidad electoral
seguida contra el señor Salcedo Baldión, en la cual no se le comprobó
inhabilidad alguna. Al resolver dos veces sobre el mismo asunto, se
desconoce el citado principio, el cual tiene carácter de definitivo e
indiscutible, vulnerándose en el asunto sometido a estudio, el derecho
constitucional fundamental al debido proceso. La pérdida de
investidura sanciona conductas asumidas por la persona del
Congresista en ejercicio de su investidura privándolo de dicha
condición. Por tanto, es diferente al juicio de nulidad electoral. No es
posible entonces, sancionar por hechos y circunstancias que sirvieron
de fundamento a la causal sobre la cual se pronunció en su debida
oportunidad el Consejo de Estado."

FUNDAMENTOS

1. El 26 de agosto de 1994, la Sala Plena de lo Contencioso


Administrativo del Consejo de Estado decretó la pérdida de la
investidura de Senador de la República del señor Félix Salcedo
Baldión por considerar (1) que contrató con empresas públicas del
departamento de Norte de Santander entre el 25 de noviembre de 1991
y el 23 de enero de 1992, encontrándose en el ejercicio de su cargo de
congresista, en contravención a lo dispuesto en el artículo 180-2 de la
Carta Política y, (2) que llevó a cabo una gestión de negocios ante ISA
S.A. dirigida a inclinar la voluntad de esta entidad para que el contrato
de generación de energía eléctrica por barcazas fuera adjudicado a la
compañía HMS Global Corporation, representada en Colombia por la
firma Prevel Ltda de la cual formaba parte uno de sus cuñados, todo lo
anterior en violación a lo establecido en el artículo 180-2 del Estatuto
Superior.
El actor considera que la providencia judicial antes reseñada vulnera
su derecho fundamental al debido proceso (C.P., artículo 29), como
quiera que (1) desconoce los principios constitucionales de non bis in
idem y de la cosa juzgada, toda vez que al decretar la pérdida de su
investidura de senador por haber celebrado contratos con entidades
públicas estatales desconoció que este hecho ya había sido analizado
y fallado en forma previa por la Sección Quinta del Consejo de Estado
que, en su sentencia de abril 27 de 1993, había determinado que la
causal de inhabilidad contenida en el artículo 179-3 de la Constitución
Política no se configuraba en cabeza del senador Salcedo Baldión; (2)
fundamentó la causal de pérdida de investidura consistente en llevar a
cabo gestiones de negocios ante entidades públicas en las
declaraciones del gerente de ISA S.A., las cuales se produjeron en
contravía de lo consagrado en el artículo 137 de la Carta; y, (3) le
impuso una sanción que sólo es aplicable a los congresistas por
hechos llevados a cabo en una época en la cual no ostentaba la
calidad de miembro del Congreso de la República, lo cual vulnera el
principio de legalidad de la pena.

Así mismo, el apoderado del demandante cuestionó la providencia de


octubre 12 de 1994, también proferida por la Sala Plena de lo
Contencioso Administrativo del Consejo de Estado, mediante la cual se
negaba el recurso de reposición interpuesto contra la sentencia de
agosto 26 de 1994 y se compulsaban copias a fin de que las
autoridades competentes iniciaran investigación disciplinaria en contra
del recurrente, por intentar dilatar el cumplimiento de la sentencia
últimamente mencionada. Empero, el ataque del representante judicial
del actor contra la decisión judicial de octubre 12 de 1994 se basó en
los mismos argumentos aducidos para controvertir la sentencia de
agosto 26 de 1994.

La Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de


Bogotá, D.C., denegó por improcedente el amparo constitucional
solicitado por el demandante, como quiera que la providencia atacada
no presentaba en su concepto la clase de falencias procedimentales o
materiales que la convierten en una vía de hecho susceptible de ser
restablecida por vía de la acción de tutela. El juzgador de tutela no
emitió ningún pronunciamiento frente a la decisión de octubre 12 de
1994, igualmente impugnada por el actor.

En su escrito de insistencia, el Director Nacional de Recursos y


Acciones Judiciales de la Defensoría del Pueblo estimó que la
sentencia de agosto 26 de 1994, proferida por la Sala Plena de lo
Contencioso Administrativo del Consejo de Estado, constituía una vía
de hecho. Consideró que la anotada decisión judicial violó el principio
constitucional de la cosa juzgada, toda vez que se pronunció sobre
hechos que ya habían sido debatidos y resueltos por la Sección Quinta
del Consejo de Estado en su providencia de abril 23 de 1993.
Conforme a lo anterior, la Corte debe determinar si la sentencia de
agosto 26 de 1994, emanada de la Sala Plena de lo Contencioso
Administrativo del Consejo de Estado, por medio de la cual se decretó
la pérdida de la investidura de Senador de la República del señor Félix
Salcedo Baldión, constituye una vía de hecho que vulnera los derechos
fundamentales de este último.

La doctrina de las vías de hecho en la jurisprudencia


constitucional

2. En reiterada jurisprudencia,126 esta Corporación ha establecido que,


en principio, la acción de tutela no procede contra decisiones judiciales,
salvo que éstas constituyan vías de hecho y se cumplan todos los otros
requisitos de procedibilidad de la anotada acción. En este sentido, la
tutela sólo será procedente en aquellos casos en los cuales quien la
interponga no cuente con ningún otro mecanismo judicial de defensa o
cuando se trate de evitar la consumación de un perjuicio irremediable
sobre uno o varios de los derechos fundamentales del demandante.

La Corte ha considerado que una sentencia podrá ser atacada a través


de la acción de tutela cuando (1) presente un defecto sustantivo, es
decir, cuando se encuentre basada en una norma claramente
inaplicable al caso concreto; (2) presente un defecto fáctico, esto es,
cuando resulta evidente que el apoyo probatorio en que se basó el juez
para aplicar una determinada norma es absolutamente inadecuado; (3)
presente un defecto orgánico, el cual se produce cuando el fallador
carece por completo de competencia para resolver el asunto de que se
trate; y, (4) presente un defecto procedimental, es decir, cuando el juez
se desvía por completo del procedimiento fijado por la ley para dar
trámite a determinadas cuestiones. En suma, una vía de hecho se
produce cuando el juzgador, en forma arbitraria y con fundamento en
su sola voluntad, actúa en franca y absoluta desconexión con la
voluntad del ordenamiento jurídico.

La Sala no duda en reiterar que la intervención del juez de tutela en


una sentencia judicial, calificándola como una vía de hecho, sólo puede
producirse en aquellos casos en que el vicio alegado sea constatable a
simple vista. Adicionalmente, la falencia cuyo restablecimiento se
persiga por vía de la acción de tutela debe conllevar, en forma
inmediata, la violación de uno o múltiples derechos fundamentales, lo
cual determina que sólo las decisiones judiciales cuyos efectos
trasciendan el campo de los anotados derechos, en detrimento de
éstos, pueden ser atacadas mediante la acción de tutela.

3. Una vez establecidos con claridad cuáles son los eventos en los
cuales la tutela es el mecanismo procesal adecuado para controvertir
decisiones judiciales, la Sala se pregunta si puede ser considerada
como una vía de hecho aquella decisión judicial que vulnera los
126 Entre otras, pueden consultarse las ST-055/94; ST-231/94 y ST-008/98.
principios constitucionales de la cosa juzgada y del non bis in idem,
ambos contenidos en la garantía constitucional del debido proceso
establecida en el artículo 29 de la Carta Política.

A juicio de esta Corporación, al interrogante antes planteado debe


responderse en forma afirmativa. Ciertamente, aquella providencia que
vulnera los principios de la cosa juzgada y de non bis in idem
constituye una vía de hecho por presentar un defecto orgánico, como
quiera que el funcionario judicial que expide el acto judicial violatorio de
los anotados derechos fundamentales carece por completo de
competencia para pronunciarse sobre hechos, conductas o asuntos
previamente finiquitados en otro proceso judicial. En virtud del principio
de la cosa juzgada y del derecho a no ser juzgado dos veces por el
mismo hecho, la competencia de los jueces, en los asuntos sometidos
a su conocimiento, se contrae, única y exclusivamente, al estudio y
decisión de cuestiones que no hayan sido debatidas y resueltas en un
proceso judicial llevado a cabo en forma previa.

Este ha sido el sentido de la jurisprudencia constitucional, la que tiene


establecido, con absoluta claridad, que tanto el principio de non bis in
idem como el de cosa juzgada, son derechos fundamentales
susceptibles de ser protegidos por vía de tutela.127 Por esta razón, si un
funcionario judicial desconoce o vulnera los anotados derechos
fundamentales en una providencia, ésta puede convertirse en una vía
de hecho, siempre y cuando se cumplan los requisitos por los que esta
última se caracteriza establecidos más arriba. Si éstos se cumplen y el
titular de los derechos no cuenta con ningún otro medio procesal
ordinario de defensa o persigue evitar la consumación de un perjuicio
irremediable, la acción de tutela se convierte en el mecanismo
adecuado para atacar la decisión judicial de que se trate.

Ahora bien, antes de entrar a estudiar si en el caso concreto la


sentencia impugnada vulneró los principios del non bis in idem y de la
cosa juzgada, resulta indispensable realizar algunas consideraciones
generales sobre los mismos, en punto a determinar los criterios que
deben ser utilizados para definir casos como el presente.

Consideraciones generales sobre los principios de non bis in


idem y de la cosa juzgada (C.P., artículo 29)

4. Aún cuando usualmente se habla de los principios de la cosa


juzgada y de non bis in idem como dos conceptos diferenciados, es
menester precisar que éstos se encuentran íntimamente relacionados.
Al respecto, la jurisprudencia constitucional ha sentado la siguiente
doctrina:

127 Véanse, las SC-543/92 (MP. José Gregorio Hernández Galindo); ST-520/92 (MP. José Gregorio Hernández
Galindo); ST-368/93 (MP. Vladimiro Naranjo Mesa); ST-575/93 (MP. Eduardo Cifuentes Muñoz); ST-652/96 (MP.
Carlos Gaviria Díaz).
"Para esta Corporación, por el contrario, estas dos nociones
se implican mutuamente, son inconcebibles por separado.
Non bis in idem, es una expresión latina que significa 'no dos
veces sobre lo mismo'; ésta ha sido empleada para impedir
que una pretensión, resuelta mediante una decisión judicial
contra la cual no cabe recurso alguno, sea presentada
nuevamente ante otro juez. En otras palabras, quiere decir
que no debe resolverse dos veces el mismo asunto. En
sentido similar ha sido acuñado el término 'cosa juzgada'. (…)

Pensar en la noción de 'cosa juzgada' sin hacerlo a la vez en


el non bis in idem, es prácticamente un sin sentido; por lo
tanto, cuando el artículo 29 de la Constitución prohibe al
Estado juzgar a una persona dos veces por el mismo hecho,
está haciendo referencia a ambas.

Teniendo presente lo anterior, carece de sentido lógico


afirmar que uno de los principios citados se aplica en materia
penal y el otro en civil, pues como ya se dijo, no se trata de
dos principios diferentes. Es probable que en cada una de las
dos áreas del derecho se concrete de manera diferente, al
igual que en laboral o administrativo; pero sin lugar a dudas
se trata del mismo principio de derecho."128

Conforme a lo anterior, es posible afirmar que el principio de non bis in


idem constituye la aplicación del principio más general de cosa juzgada
al ámbito del ius puniendi, esto es, al campo de las sanciones tanto
penales como administrativas.129 Ciertamente, la prohibición que se
deriva del principio de la cosa juzgada, según la cual los jueces no
pueden tramitar y decidir procesos judiciales con objeto y causa
idénticos a los de juicios de la misma índole previamente finiquitados
por otro funcionario judicial,130 equivale, en materia sancionatoria, a la
prohibición de "someter dos veces a juicio penal a una persona por un
mismo hecho, independientemente de si fue condenada o absuelta",131
que se erige en el impedimento fundamental que a jueces y
funcionarios con capacidad punitiva impone el principio de non bis in
idem.

En relación con las características generales de estos principios


constitucionales, la Corte ha manifestado, en primer lugar, que
128 ST-652/96 (MP. Carlos Gaviria Díaz). La inescindible relación entre los principios de cosa juzgada y de non bis in
idem también se encuentra planteada en las SC-543/92 (MP. José Gregorio Hernández Galindo) y ST-368/93 (MP.
Vladimiro Naranjo Mesa).
129 En la SC-214/94 (MP. Antonio Barrera Carbonell) la Corte afirmó: "Como se deduce del aparte final del inciso 4
del referido artículo 29, el principio [de non bis in idem] es de corte rigurosamente penal porque la norma lo enuncia
cuando establece los derechos del sindicado. No obstante la prohibición también tiene aplicación y debe observarse por
la administración cuando quiera que se coloque en trance de sancionar a sus servidores o a los particulares."
130 SC-096/93 (MP. Simón Rodríguez Rodríguez).
131 ST-575/93 (MP. Eduardo Cifuentes Muñoz). Véanse, también, las SC-479/92 (MP. José Gregorio Hernández
Galindo y Alejandro Martínez Caballero); ST-520/92 (MP. José Gregorio Hernández Galindo); SC-543/92 (MP. José
Gregorio Hernández Galindo); ST-368/93 (MP. Vladimiro Naranjo Mesa); SC-214/94 (MP. Antonio Barrera
Carbonell); SC-264/95 (MP. Fabio Morón Díaz); ST-652/96 (MP. Carlos Gaviria Díaz).
constituyen una emanación de los valores de justicia material y de
seguridad jurídica.132 Como quiera que el significado primigenio de los
principios de non bis in idem y de cosa juzgada consiste en impedir
que los hechos o conductas debatidos y resueltos en un determinado
proceso judicial vuelvan a ser discutidos por otro funcionario en un
juicio posterior, esta Corporación ha considerado que la relación que
debe existir entre los hechos, el objeto y la causa de esos dos
procesos debe ser de identidad. En efecto, la jurisprudencia señala que
debe tratarse de motivos idénticos,133 de juicios idénticos,134 del mismo
hecho,135 del mismo asunto136 o de identidad de objeto y causa.137 Así,
por ejemplo, la Corte ha estimado que no se violan los principios
constitucionales en comento cuando una misma conducta es juzgada
por dos jurisdicciones diferentes con base en normas de categoría,
contenido y alcance distintos.138
5. El fenómeno de la cosa juzgada ocurre cuando entre dos procesos
judiciales se presenta una serie de identidades procesales que
determinan que, en el segundo juicio, al juez le resulte vedado
pronunciarse sobre aquellas cuestiones sobre las que concurren las
anotadas identidades. En Colombia, los criterios que permiten
determinar si, en cierto caso, existe cosa juzgada se encuentran
establecidos en los distintos códigos de procedimiento. Sin embargo,
los "principios tutelares" - como los ha denominado el Consejo de
Estado139 - de esta institución jurídica son los establecidos en el
artículo 332 del Código de Procedimiento Civil, los cuales son
aplicables a otros procedimientos y, en especial, al contencioso
administrativo.140 La norma señalada indica que existe cosa juzgada
entre dos procesos judiciales y ésta puede ser declarada en el juicio
posterior cuando: (1) ambos procesos versan sobre el mismo objeto
(eadem res); (2) ambos juicios se fundan en la misma causa (eadem
causa petendi); y, (3) existe identidad jurídica de partes (eadem
conditio personarum) entre ambos procesos. La jurisprudencia
colombiana ha estimado que, mientras los dos primeros elementos
constituyen el límite objetivo de la cosa juzgada y responden,
respectivamente, a las preguntas acerca de sobre qué se litiga y
porqué se litiga, el último elemento constituye el límite subjetivo de la
cosa juzgada.141
132 SC-479/92 (MP. José Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez Caballero); ST-520/92 (MP. José
Gregorio Hernández Galindo); SC-543/92 (MP. José Gregorio Hernández Galindo); ST-368/93 (MP. Vladimiro
Naranjo Mesa); ST-575/93 (MP. Eduardo Cifuentes Muñoz).
133 SC-479/92 (MP. José Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez Caballero).
134 SC-244/96 (MP. Carlos Gaviria Díaz).
135 ST-520/92 (MP. José Gregorio Hernández Galindo); SC-543/92 (MP. José Gregorio Hernández Galindo); ST-
368/93 (MP. Vladimiro Naranjo Mesa); ST-575/93 (MP. Eduardo Cifuentes Muñoz); SC-214/94 (MP. Antonio Barrera
Carbonell); SC-319/94 (MP. Hernando Herrera Vergara); ST-652/96 (MP. Carlos Gaviria Díaz).
136 ST-652/96 (MP. Carlos Gaviria Díaz).
137 SC-096/93 (MP. Simón Rodríguez Rodríguez).
138 ST-413/92 (MP. Ciro Angarita Barón); SC-096/93 (MP. Simón Rodríguez Rodríguez); SC-319/94 (MP. Hernando
Herrera Vergara); SC-259/95 (MP. Hernando Herrera Vergara); SC-244/96 (MP. Carlos Gaviria Díaz).
139 Consejo de Estado, Sala Plena de lo Contencioso Administrativo, Sección Primera, sentencia de octubre 23 de
1974.
140 Consejo de Estado, Sala Plena de lo Contencioso Administrativo, Sección Primera, sentencia de octubre 23 de
1974.
141 Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, sentencia de enero 18 de 1983 (MP. José María Esguerra
Samper).
Conforme a la jurisprudencia y la doctrina nacionales, el objeto de un
proceso se encuentra definido tanto por las declaraciones que, en
concreto, se solicitan de la administración de justicia (petitum), como
por el pronunciamiento específico del órgano judicial en la parte
resolutiva de la respectiva sentencia con respecto al petitum. En
relación con la causa petendi o causa de pedir, las mismas fuentes
señalan que ésta hace referencia a las razones que sustentan las
peticiones del demandante ante el juez. Es así como la causa petendi
contiene, por una parte, un componente fáctico constituido por una
serie de hechos concretos y, de otro lado, un componente jurídico,
constituido no sólo por las normas jurídicas a las cuales se deben
adecuar los hechos planteados sino, también, por el específico proceso
argumentativo que sustenta la anotada adecuación. En suma, es
posible afirmar que la causa petendi es aquel grupo de hechos
jurídicamente calificados de los cuales se busca extraer una concreta
consecuencia jurídica.

Los principios de non bis in idem y de la cosa juzgada (C.P.,


artículo 29) en los procesos de pérdida de la investidura

6. En materia de procesos de pérdida de la investidura, el artículo 15


de la Ley 144 de 1994, la cual establece el trámite al que debe
ajustarse el anotado juicio, determina que "no se podrá admitir solicitud
de pérdida de la investidura de un congresista en el evento de alegarse
los mismos hechos que sirvieron de fundamento a las causales sobre
las cuales ya se haya pronunciado el Consejo de Estado". Y añade:
“Todas las sentencias en éstos procesos producen efectos de cosa
juzgada”.

7. La pregunta que debe responderse es si las sentencias que se


producen con ocasión de un proceso electoral, constituyen cosa
juzgada para efectos del proceso de pérdida de investidura.

En este caso, la Sala no deja de advertir que los dos procesos de que
se habla persiguen finalidades distintas, pues mientras el proceso
electoral busca la determinación de la constitucionalidad y legalidad de
los actos administrativos expedidos por las corporaciones electorales y
la guarda de "los principios constitucionales y legales sobre el sufragio,
que constituyen la piedra angular de un régimen representativo y
democrático como el nuestro",142 el proceso de pérdida de la
investidura es un juicio disciplinario de carácter eminentemente ético
que persigue la evaluación de la conducta de un congresista con la
finalidad de determinar si ha actuado conforme a los deberes que su
dignidad le impone.143
142 Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Primera, sentencia de abril 20 de 1983;
Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Quinta, sentencia de mayo 14 de 1992; Corte
Constitucional, sentencia C-507/94 (MP. Jorge Arango Mejía).
143 SC-011/94 (MP. Alejandro Martínez Caballero); SC-089/94 (MP. Alejandro Martínez Caballero); SC-319/94 (MP.
Hernando Herrera Vergara); SC-497/94 (MP. José Gregorio Hernández Galindo); SC-507/94 (MP. Jorge Arango
Sin embargo, no debe olvidarse el hecho de que algunas de las
causales de pérdida de la investidura contempladas en el artículo 183
de la Carta Política son, al mismo tiempo, causales de nulidad de los
actos administrativos de carácter electoral (C.C.A., artículos 223 y
228). En particular, esta identidad se produce en el caso de la causal
de pérdida de la investidura por violación del régimen de inhabilidades
(C.P. art. 183-1) y la causal de nulidad de los actos administrativos
electorales por inelegibilidad, de que tratan los artículos 223-5 y 228
del Código Contencioso Administrativo. En efecto, las inhabilidades
son causales de inelegibilidad, como quiera que la persona en quien
recae una inhabilidad no puede ser elegida para el cargo público de
congresista.

Conforme a lo anterior, debe afirmarse que la regulación constitucional


y legal de las inhabilidades y las inelegibilidades para ser elegido
congresista determinan que el fenómeno de la cosa juzgada pueda
estructurarse en un juicio de pérdida de investidura en el caso en que
se invoque como causal algún hecho o conducta previamente discutido
y desechado como inelegibilidad en un proceso electoral surtido ante la
Sección Quinta de la Sala de lo Contencioso Administrativo del
Consejo de Estado. Lo anterior fue reconocido por esta Corporación
que, al respecto, sentó la siguiente doctrina:

"Lo primero que cabe observar es la diferencia prevista entre


la acción encaminada a conseguir la declaración de nulidad
de la elección y el proceso en el cual se pide que se decrete
la pérdida de la investidura, con fundamento en el artículo 184
de la Constitución. (...)

No asiste razón al demandante cuando considera que la


posibilidad de instaurar las dos acciones [electoral y de
pérdida de la investidura] en relación con una misma persona,
y aduciendo, por ejemplo, una misma causal de inhabilidad,
vulnera el principio del debido proceso. Cuando así se
razona, se olvida que existe un remedio para tales
situaciones: la cosa juzgada. En efecto, veamos.

Demandada la nulidad de la elección, de conformidad con los


artículos 227 y 228 del decreto 01 de 1984, y habiéndose
dictado sentencia, será posible estar en una de estas
situaciones:

a) Se ha anulado la elección, y en este caso el proceso de


pérdida de la investidura solamente podría tener la finalidad
de constituir la causal de inhabilidad prevista por el numeral 4

Mejía); SC-247/95 (MP. José Gregorio Hernández Galindo); SC-037/96 (MP. Vladimiro Naranjo Mesa); SC-280/96
(MP. Alejandro Martínez Caballero); SC-473/97 (MP. Eduardo Cifuentes Muñoz).
del artículo 179 de la Constitución para que tenga efecto en el
futuro.

b) La demanda no ha prosperado porque la causal de


inhabilidad no existió. En este caso la sentencia podría
oponerse para fundar la excepción de cosa juzgada.

c) La demanda no ha prosperado, porque se interpuso


vencido el término señalado en la ley. En este evento no
habría lugar a oponer la excepción de cosa juzgada, porque la
sentencia no habría declarado la inexistencia de la causal
elegida".144

8. Ahora bien, los procesos electorales constituyen una forma especial


de los procesos de nulidad, toda vez que, como se vio, su objeto
consiste en determinar la constitucionalidad y legalidad de los actos
administrativos expedidos por las corporaciones electorales (C.C.A.,
artículos 223 y 228). A este respecto, los incisos primero y segundo del
artículo 175 del Código Contencioso Administrativo disponen, por una
parte, que la sentencia que declara la nulidad de un acto administrativo
tendrá fuerza de cosa juzgada erga omnes y, de otro lado, que la
sentencia que niega la nulidad de un acto de la misma índole tendrá
fuerza de cosa juzgada erga omnes pero sólo con respecto a la causa
petendi juzgada.

En consecuencia, si en el proceso electoral, la nulidad del acto


administrativo electoral resultó negada, la sentencia sólo hará tránsito
a cosa juzgada en relación con la específica causa petendi invocada
por el actor para sustentar la petición de nulidad del acto administrativo
electoral de que se trate. En estos casos, la excepción de cosa juzgada
sólo puede operar si la causa petendi que sustenta las peticiones de
los demandantes y que fundamenta el respectivo fallo, es idéntica.

Lo anterior implica que las respectivas demandas, en punto a la


invocación de la causal de inelegibilidad de que trate, se encuentren
fundadas en los mismos hechos y que la calificación jurídica de éstos
sea idéntica (v. supra). De esta forma, en un proceso posterior de
pérdida de la investidura podrá invocarse la misma inelegibilidad como
causal de pérdida de la investidura, siempre y cuando la causa petendi
en que se funde el petitum del actor sea distinta a la invocada en el
proceso electoral.

Una vez establecidos los parámetros necesarios para determinar si en


un proceso de pérdida de la investidura se estructura el fenómeno de
la cosa juzgada frente a inelegibilidades previamente debatidas y
desechadas en un proceso electoral surtido ante la Sección Quinta del
Consejo de Estado, resulta necesario ocuparse del caso concreto
sometido a la revisión de la Corte.
144 SC-507/94 (MP. Jorge Arango Mejía).
La presunta vulneración de los principios de non bis in idem y de
la cosa juzgada (C.P., artículo 29) en el caso que se estudia

9. En su demanda, el apoderado del actor alega que en la sentencia de


agosto 26 de 1994, por medio de la cual la Sala Plena de lo
Contencioso Administrativo del Consejo de Estado despojó de su
investidura de Senador de la República al señor Félix Salcedo Baldión,
debió decretarse la existencia de cosa juzgada frente a la causal de
pérdida de la investidura según la cual Salcedo Baldión había
contratado con entidades públicas del departamento de Norte de
Santander en contra de expresas prohibiciones constitucionales.
Según el demandante, esta causal había sido desechada por la
Sección Quinta del Consejo de Estado que, en su sentencia de abril 27
de 1993, negó la nulidad de la Resolución N° 121 de noviembre 25 de
1991, expedida por el Consejo Nacional Electoral,145 en lo referente a
la declaratoria de elección de Félix Salcedo Baldión como Senador de
la República y a la expedición de la respectiva credencial.

Para determinar si los cargos del actor tienen fundamento, la Sala


deberá estudiar, en primer lugar, la demanda que dio inicio al proceso
electoral que culminó con la sentencia de abril 27 de 1993, así como el
fallo mencionado, con el fin de establecer cuál fue la causa petendi
que, en ese juicio electoral, sustentaba la petición de nulidad formulada
por el demandante. Acto seguido, la Corte examinará la demanda que
dio lugar al proceso de pérdida de la investidura en contra de Félix
Salcedo Baldión, así como la sentencia de agosto 26 de 1994 por
medio de la cual fue despojado de su dignidad de Senador de la
República, con el objeto de determinar cuál fue la causa petendi en
que se fundaron las súplicas del actor en ese proceso.

Una vez establecidas ambas causae petendi, la Sala procederá a


compararlas con miras a determinar si, entre ellas, existe la identidad
que permitiría estructurar la existencia de una cosa juzgada.

9.1. En la demanda que dio lugar al juicio electoral, el actor alegó que
el señor Salcedo Baldión se encontraba inhabilitado para ser elegido
senador y, por ende, era inelegible, por haber incurrido en la
inhabilidad consagrada en el artículo 179-3 de la Carta Política 146.
Según la causal mencionada, quienes hayan celebrado contratos con
entidades públicas en interés propio o de terceros dentro de los seis
meses anteriores a la elección no podrán ser elegidos congresistas.

Los hechos que fundaban la petición de nulidad del acto administrativo


demandado consistieron en que, según el demandante, Félix Salcedo
Baldión, por intermedio de la sociedades Diario de la Frontera Ltda,
145 Por medio de la cual se declara la elección de senadores por circunscripción nacional, correspondiente a los
comicios electorales llevados a cabo el 27 de octubre de 1991.
146 Folios 2 a 10 del expediente contentivo del proceso electoral de nulidad en contra de la Resolución N° 121 de
noviembre 25 de 1991, expedida por el Consejo Nacional Electoral.
Radio 900 Televisión y Comunicaciones S.A. y Vallas Cero Ltda,
contrató con la Empresa Licorera del Norte de Santander, con las
Centrales Eléctricas del Norte de Santander, con la Junta
Departamental de Beneficencia del Norte de Santander y con el
Municipio de Cúcuta, entre el 27 de abril y el 27 de octubre de 1991,
fecha en la cual resultó electo Senador de la República.

Los hechos mencionados fueron calificados por el demandante como


una causal de inhabilidad-inelegibilidad con base en las disposiciones
del artículo 179-3 del Estatuto Superior y del artículo 228 del Código
Contencioso Administrativo, a cuyo tenor la nulidad de una elección
con la consecuente cancelación de la respectiva credencial podrá
pedirse ante la jurisdicción en lo contencioso administrativo, "cuando
un candidato no reúna las condiciones constitucionales o legales para
el desempeño de un cargo, fuere inelegible o tuviere algún
impedimento para ser elegido".

Sin embargo, la sentencia de abril 27 de 1993, emanada de la Sección


Quinta del Consejo de Estado denegó las pretensiones de la demanda
electoral. Estimó que la causal de inelegibilidad alegada no se
presentaba, como quiera que las sociedades contratantes eran sujetos
de obligaciones y derechos distintos de los socios que las componían.

9.2. A su turno, en la demanda que dio lugar a que Félix Salcedo


Baldión fuese despojado de su investidura de Senador de la
República147, el demandante señaló que Salcedo Baldión había
incurrido en una conducta incompatible con su investidura, por lo tanto,
se hallaba incurso en la causal de pérdida de la investidura consignada
en el artículo 183-1 de la Constitución Política.

Para fundar su aserto, el actor indicó que Salcedo Baldión había


contratado con empresas públicas del departamento de Norte de
Santander entre el 25 de noviembre de 1991 y el 23 de enero de 1992,
lo cual vulneraba el artículo 180-2 de la Carta Política, según el cual los
congresistas no podrán celebrar contratos con entidades públicas por
sí o por interpuesta persona. El fundamento fáctico de la solicitud de
pérdida de la investidura por la causal antes señalada consistió en los
contratos celebrados por Salcedo Baldión, a través de la sociedad
Diario de la Frontera Ltda, con las Empresas Municipales de Cúcuta,
con la Beneficencia del Norte de Santander, con la Alcaldía de Cúcuta
y con el SENA del Norte de Santander, entre el 25 de noviembre de
1991 y el 23 de enero de 1992.

Los hechos mencionados fueron calificados jurídicamente como causal


de incompatibilidad y, por lo tanto, de pérdida de la investidura
conforme a lo dispuesto por los artículos 180-2 y 183-1 de la
Constitución y los artículos 296-1, 301 y 304 de la Ley 5ª de 1992.
147Folios 2 a 9 del expediente que contiene el respectivo proceso cursado ante la Sala Plena de lo Contencioso
Administrativo del Consejo de Estado.
Como ya fue mencionado, la Sala Plena de lo Contencioso
Administrativo del Consejo de Estado admitió la demanda y decretó la
pérdida de la investidura del senador Salcedo Baldión.

10. Una vez establecida la causa petendi de los procesos electoral y de


pérdida de la investidura antes mencionados, es posible advertir, luego
de un ejercicio simple de comparación, que no existe la identidad que
se requiere para que la cosa juzgada pudiera configurarse en el
proceso de pérdida de la investidura. Mientras que en el juicio electoral
la petición de nulidad se fundamenta en contratos celebrados por
Salcedo Baldión con entidades públicas del Norte de Santander por
intermedio de ciertas sociedades entre el 27 de abril y el 27 de octubre
de 1991, las súplicas del proceso de pérdida de la investidura se basan
en contratos suscritos por Salcedo Baldión con empresas públicas del
Norte Santander a través de la sociedad Diario de la Frontera Ltda
entre el 25 de noviembre de 1991 y el 23 de enero de 1992.

Para que pueda hablarse de identidad en el componente fáctico de la


causa petendi, los hechos alegados en uno y otro proceso deben ser
los mismos y, para que un hecho sea idéntico a otro, debe haber
ocurrido en el mismo período de tiempo y, por supuesto, entre
idénticas partes. En la medida en que los períodos en que se llevaron a
cabo las contrataciones que fundamentan las peticiones en ambos
procesos son distintos, así como las partes involucradas, debe
concluirse, por fuerza, que se trata de hechos distintos que desestiman
cualquier forma de identidad en los componentes fácticos de las
causae petendi de los dos juicios.

Adicionalmente, la calificación jurídica de los hechos antes anotados,


es decir el componente jurídico de las causae petendi, es distinta en
ambos casos. Ciertamente, en el proceso electoral los hechos fueron
calificados como causal de inhabilidad-inelegibilidad con base en las
disposiciones de los artículos 179-3 de la Constitución Política y 228
del Código Contencioso Administrativo, al paso que, en el juicio de
pérdida de la investidura, el componente fáctico fue calificado como
causal de pérdida de la investidura por hallarse el demandado incurso
en causal de incompatibilidad, conforme al tenor de los artículos 180-2,
183-1 constitucionales y 296-1, 301 y 304 de la Ley 5ª de 1992. La
diversidad en la calificación jurídica de los hechos en ambos procesos
salta a la vista y, por ello, la falta de identidad en el componente
jurídico de las causae petendi es evidente.

11. No obstante lo anterior, podría alegarse que, a pesar de que se


trata de hechos que sucedieron en distintos momentos, lo cierto es que
son sustancialmente idénticos, pues todos ellos constituyen eventos de
contratación entre sociedades de las cuales era parte Salcedo Baldión
y empresas públicas del orden departamental. En razón de tal
identidad, se podría sostener que la diversa calificación jurídica es una
cuestión meramente formal que no afecta lo esencial de la causa
petendi. De aceptarse lo anterior, se estaría frente al fenómeno
denominado cosa juzgada material.

Es cierto que el principio de la cosa juzgada material se ha aplicado


por las altas corporaciones y, en especial por la Corte Constitucional,
como desarrollo del principio de universalidad del dictum judicial, que
tiende a dar racionalidad a la hermenéutica judicial y a promover el
principio de seguridad jurídica. Sin embargo, la excepción de la cosa
juzgada en procesos como el de la pérdida de la investidura, no puede
extenderse hasta el punto de cobijar la llamada cosa juzgada material,
vale decir la ratio decidendi, de decisiones judiciales que, desde ningún
punto de vista, pueden comprometer el alcance de las competencias
constitucionales propias del Consejo de Estado o del principio
constitucional de autonomía judicial. En este sentido, la excepción de
cosa juzgada en procesos de pérdida de la investidura, no llega hasta
el punto de atar a la Sala Plena de lo Contencioso Administrativo del
Consejo de Estado a la ratio decidendi en que se funden decisiones
adoptadas por otras secciones de esa corporación judicial.

A este respecto, no puede menos que afirmarse que la Sala Plena de


lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado sólo se encuentra
vinculada a la parte resolutiva de sentencias anteriores proferidas por
las otras secciones del Consejo de Estado, siempre y cuando se
cumplan los requisitos a los que se ha hecho referencia a lo largo de la
presente sentencia.

Se concluye entonces, que en el presente caso no había lugar a


declarar la existencia de una cosa juzgada en el proceso de pérdida de
la investidura. Por esta razón, queda sin fundamento el cargo del actor
contra la sentencia de agosto 26 de 1994, proferida por la Sala Plena
de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado, por violación
a los principios constitucionales de la cosa juzgada y de non bis in
idem (C.P., artículo 29).

La presunta vulneración del artículo 137 de la Constitución


Política

12. En el proceso de tutela de la referencia, el demandante alega que


la sentencia de agosto 26 de 1994, proferida por la Sala Plena de lo
Contencioso Administrativo del Consejo de Estado, es una vía de
hecho porque una de las causales con base en las cuales se decretó la
pérdida de la investidura (la gestión llevada a cabo por Félix Salcedo
Baldión ante ISA, con el fin de que el contrato de generación eléctrica
por barcazas fuera adjudicado a la firma HMS Global Corporation)
resultó probada por las declaraciones del gerente de ISA ante la
Comisión Quinta del Senado de la República, las cuales se produjeron
en contravención de lo dispuesto por el artículo 137 de la Carta
Política. Estima que estas declaraciones no podían ser tenidas en
cuenta por el Consejo de Estado, toda vez que para que las
declaraciones que las personas rinden ante las comisiones
constitucionales permanentes del Congreso de la República surtan
algún efecto, el declarante debe haber sido convocado y emplazado a
instancias de todos los miembros de la comisión y no de uno sólo de
sus miembros (C.P., artículo 137). Señala que las declaraciones
anotadas se produjeron como consecuencia de un cuestionario que el
senador Amylkar Acosta Medina le envió al gerente de ISA S.A. sin
contar con la aprobación de los restantes miembros de la Comisión
Quinta del Senado de la República.

En opinión de la Sala, el cargo anteriormente planteado carece de


sustento constitucional y, por ende, es improcedente. En primer lugar,
el actor confunde los ámbitos de aplicación del artículo 137 de la
Constitución Política. Las disposiciones contenidas en los artículos 137
y 149 de la C.P., sólo son aplicables al ámbito de las funciones
ejercidas por el Congreso de la República en uso de sus atribuciones
constitucionales como órgano de control político. En otras palabras, la
ineficacia de que trata el artículo 149 de la Carta Política no obliga a
los funcionarios de las otras ramas del poder público y, en particular, a
los jueces. En efecto, los trámites, declaraciones y debates que se
produzcan en el seno del Congreso de la República pueden obrar
como prueba en un proceso judicial, sin que esa proveniencia obligue
al juez a evaluarlos conforme a las reglas que rigen su producción en
el Congreso y a darles el efecto que las mismas establecen. De lo
contrario se atentaría contra el principio constitucional de la
independencia judicial (C.P., artículo 228) que, en materia probatoria,
se manifiesta a través del principio de la sana crítica en la evaluación
de las pruebas.

Adicionalmente, cabe señalar que, el día cuatro de mayo de 1994, la


consejera sustanciadora dentro del proceso de pérdida de la
investidura cursado contra Félix Salcedo Baldión escuchó en
declaración al ex-gerente de ISA S.A. (fols. 291 a 300 del expediente
contentivo del proceso de pérdida de la investidura) quien, en esta
oportunidad, confirmó las declaraciones que, tiempo antes, había
efectuado ante la Comisión Quinta del Congreso de la República y
distintos medios de comunicación. Esta constatación determina que no
pueda afirmarse, como lo hace el demandante, que la gestión de
negocios llevada a cabo por Félix Salcedo Baldión ante ISA S.A., la
cual se erigió, entre otras, en causal de pérdida de su investidura como
Senador de la República, sólo haya sido probada por las declaraciones
del gerente de esa entidad ante la Comisión Quinta del Senado de la
República. En suma, la anotada causal se consideró probada no solo
con base en las mencionadas declaraciones sino, también, en el
testimonio que el gerente de ISA S.A. rindió, en forma directa, ante el
Consejo de Estado y en múltiples documentos de prensa que obran en
el expediente.
La presunta vulneración del principio de legalidad de la pena

13. El último cargo de inconstitucionalidad que el apoderado del actor


endilga a la sentencia de agosto 26 de 1994, proferida por la Sala
Plena de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado,
consiste en afirmar que a su poderdante le fue impuesta una sanción
que sólo es aplicable a los congresistas, por hechos llevados a cabo en
una época en la cual no ostentaba la calidad de miembro del Congreso
de la República. Manifiesta que la Sala Plena de lo Contencioso
Administrativo del Consejo de Estado decretó la pérdida de la
investidura del senador Salcedo Baldión por haber contratado con
empresas públicas estatales entre el 27 de abril y el 27 de octubre de
1991, período durante el cual su mandante no poseía la investidura de
congresista, toda vez que la Asamblea Nacional Constituyente revocó
el mandato del Congreso elegido para el período que se iniciaba el 20
de julio de 1990, convocando a nuevas elecciones legislativas que
debían celebrarse el 27 de octubre de 1991.

Como antes se vio, la incompatibilidad que dio lugar a la pérdida de la


investidura como Senador de la República del señor Félix Salcedo
Baldión consistió en que éste contrató con empresas públicas del
departamento de Norte de Santander durante el período comprendido
entre el 25 de noviembre de 1991 y el 23 de enero de 1992 y no entre
el 27 de abril y 27 de octubre de 1991 (fol. 24 de la sentencia de
pérdida de la investidura), como quiere hacerlo aparecer el
representante judicial del demandante. Este último período sustentaba
el petitum de la demanda electoral de nulidad que culminó con la
sentencia de abril 27 de 1993, emanada de la Sección Quinta del
Consejo de Estado (v. supra), cuya constitucionalidad no se discute en
el presente proceso de tutela.

El señor Félix Salcedo Baldión fue elegido Senador de la República,


por un período de cuatro años, en las elecciones llevadas a cabo el 27
de octubre de 1991, elección que fue declarada por el Consejo
Nacional Electoral mediante la Resolución N° 121 de noviembre 25 de
1991. Si Salcedo Baldión fue declarado Senador de la República a
partir del 25 de noviembre de 1991 por un período de cuatro años a
partir de esa fecha, queda claro que la incompatibilidad con base en la
cual fue despojado de su investidura (contrataciones llevadas a cabo
entre el 25 de noviembre de 1991 y el 23 de enero de 1992) se produjo
durante una época en la cual tenía el cargo de senador, razón por la
cual era posible imponerle la sanción de pérdida de la investidura por
haber incurrido en la anotada incompatibilidad.

La procedencia de la acción de tutela

14. El apoderado del actor señala que la acción de tutela es el único


medio de defensa a su disposición para controvertir la sentencia de
agosto 26 de 1994, proferida por la Sala Plena de lo Contencioso
Administrativo del Consejo de Estado, toda vez que el recurso
extraordinario especial de revisión contra las sentencias de pérdida de
la investidura de un congresista, consagrado en el artículo 17 de la Ley
144 de 1994, carece de toda eficacia en la actualidad, como quiera
que, hasta la fecha, el Legislador no ha determinado cuál es el juez
competente para dar trámite al anotado recurso.

En jurisprudencia anterior,148 esta Corporación consideró que, en razón


de la existencia del recurso extraordinario especial de revisión (Ley 144
de 1994, artículo 17), la acción de tutela no era el medio procedente
para atacar las sentencias de pérdida de la investidura de un
congresista proferidas por la Sala Plena de lo Contencioso
Administrativo del Consejo de Estado. Indica la sentencia que tal
recurso constituía un medio alternativo e idóneo de defensa judicial. La
Sala considera que esta doctrina debe ser modificada por la presente
sentencia.

La Corte Constitucional ha estimado, en múltiples sentencias, que la


efectividad del medio alternativo de defensa frente a la acción de tutela
debe ser examinada en concreto. En otras palabras, no basta que el
otro medio de defensa se encuentre plasmado, en forma abstracta, en
el ordenamiento jurídico, sino que debe, además, ofrecer la posibilidad
de que, por su conducto, sea posible el restablecimiento cierto y actual
de los derechos fundamentales que el demandante considera han sido
amenazados o vulnerados. El recurso extraordinario especial de
revisión contra sentencias de pérdida de la investidura de congresistas
ciertamente se encuentra consignado en el artículo 17 de la Ley 144 de
1994. Empero, hasta el momento de proferir esta sentencia, la ley no
ha establecido el juez competente para conocer del anotado recurso, lo
cual, en la práctica, lo torna completamente inane.149

DECISION

En mérito de lo expuesto, la Sala Tercera de Revisión,

R E S U E L V E:

148 ST-193/95 (MP. Carlos Gaviria Díaz).


149 Esta Corporación, en la sentencia C-247/95 (MP. José Gregorio Hernández Galindo), se declaró incompetente para
determinar cuál podría ser el juez responsable de tramitar el recurso extraordinario especial de revisión, como quiera
que ello sólo podía ser definido por el Legislador. De otra parte, el proyecto de Ley Estatutaria de la Administración de
Justicia asignaba a la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia el conocimiento del anotado recurso. Sin
embargo, la Corte, en la sentencia C-037/96 (MP. Vladimiro Naranjo Mesa), declaró la inexequibilidad de la
disposición antes anotada. Ciertamente, consideró, por una parte, que, conforme a los artículos 184 y 237-5 de la Carta
Política, las decisiones de pérdida de la investidura le competen, en forma exclusiva, al Consejo de Estado, lo cual
implica que ningún otro juez pueda revisar las sentencias que al respecto adopte la anotada Corporación. Así mismo,
admitir tal posibilidad implicaría la violación del principio de independencia del juez (C.P., artículos 113 y 228). De
otro lado, la Corte estimó que la regulación en torno a un recurso es una materia procesal propia de una ley ordinaria y
no de una ley estatutaria.
Primero.- CONFIRMAR, por las razones expresadas en esta
providencia, la sentencia de octubre 30 de 1997, proferida por la Sala
Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá,
D.C.

Segundo.- LIBRESE comunicación a la Sala Civil del Tribunal Superior


del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá, D.C., con miras a que se
surta la notificación de esta providencia, según lo establecido en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.

Cópiese, notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta


de la Corte Constitucional.

EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ


Magistrado Ponente

CARLOS GAVIRIA DIAZ


Magistrado

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

(Sentencia aprobada por la Sala Tercera de Revisión, en la ciudad de


Santa Fe de Bogotá, D.C., a los treinta (30) días del mes de abril de mil
novecientos noventa y ocho (1998)).
DEFECTO PROCEDIMENTAL-Sentencia T-376/99

VIA DE HECHO POR APLICACION DE NORMA DEROGADA-


Procedencia de tutela

VIA DE HECHO-Defecto procedimental por surtir actuación al


margen del procedimiento legal establecido/VIA DE HECHO EN
PROCESO LABORAL-Actuación producida con base en una norma
derogada

Reiteración de Jurisprudencia

Referencia: Expediente T-201477

Peticionario: Carlos Torres Uscategui

Magistrado Ponente:
Dr. EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ

Santa Fe de Bogotá, D.C., a los veintiseis (26) días del mes de mayo de
mil novecientos noventa y nueve (1999).

El actor Carlos Torres Uscategui, actuando en su calidad de gerente y


representante legal de la sociedad Almacenes Generales de Depósito
ALMAVIVA S.A., Sucursal Cartagena, interpuso tutela contra la sentencia
proferida por el Juzgado Cuarto Laboral de Cartagena, dentro del
proceso seguido por el señor Eduardo Espinosa Cardona, contra la
sociedad Almacenes Generales de Depósito ALMAVIVA S.A. Considera
el tutelante que se violaron los derechos fundamentales a la igualdad, al
debido proceso, al acceso a la justicia y a la libre empresa. Señala el
actor que el señor espinosa Cardona laboró para ALMAVIVA S.A. desde
el 16 de marzo de 1981 hasta el 20 de enero de 1995, y fue despedido
sin justa causa , obteniendo el pago de la correspondiente
indemnización. Sin embargo, en febrero de 1995, el señor Espinosa
Cardona inició proceso laboral de única instancia contra ALMAVIVA S.A.,
pretendiendo su reintegro al cargo que ocupaba y la cancelación de los
salarios dejados de percibir. De acuerdo con las fechas de iniciación y
terminación de la relación laboral, se comprobó que el señor Espinosa
Cardona no tenía 10 años de servicios, lo cual, de conformidad con la ley
50 de 1991, no le permitía solicitar el reintegro a su cargo. Sin embargo,
el Juzgado Cuarto Laboral de Cartagena, desconociendo tanto los
hechos como las normas legales ordenó el reintegró del señor Espinosa
Cardona a ALMAVIVA S.A., ocupando el mismo cargo y ordenando a su
vez el pago de los salarios dejados de percibir. Ante tal situación, afirma
la demandante, la actuación cumplida por el Juzgado aquí tutelado se
convierte en una vía de hecho.
Por lo anterior, el actor solicita se deje sin valor la sentencia proferida por
el Juzgado Cuarto Laboral de Cartagena en el proceso seguido por el
señor Eduardo Espinosa Cardona contra ALMAVIVA S.A., sociedad que
representa el actor.

Mediante sentencia del veinte de enero de 1999, la Sala Laboral del


Tribunal Superior de Cartagena tuteló los derechos fundamentales de la
sociedad Almacenes Generales de Depósito ALMAVIVA S.A., Sucursal
Cartagena. Por lo tanto, declaró sin valor la sentencia proferida por el
Juzgado Cuarto Laboral del Circuito de Cartagena en el proceso seguido
por el señor Eduardo Espinosa Cardona contra ALMAVIVA S.A.
Consideró el Tribunal que la decisión en cuestión carece de fundamento
objetivo, más aún, cuando la misma juez en dicho proceso laboral,
admite haber incurrido en un error al aplicar una norma que no
correspondía al caso. Mediante prueba solicitada por esta Corporación en
auto del 20 de abril del presente año, a la Sala Laboral del Tribunal
Superior de Cartagena, se comprobó que el señor Eduardo Espinosa
Cardona fue notificado en debida forma, de lo resuelto por dicho Tribunal
en la presente acción de tutela.

En numerosas sentencias proferidas por esta Corporación se ha indicado


que la acción de tutela surge como un mecanismo judicial idóneo contra
decisiones judiciales cuando quiera que estas se constituyen en
verdaderas vías de hecho.150 Al respecto es preciso indicar que la vía de
hecho debe reunir algunos elementos que justifiquen su utilización por
vía de tutela. La providencia judicial que se considere “una vía de hecho”,
deberá carecer de fundamento legal; vulnerar de forma grave e inminente
derechos de carácter fundamental y obedecer al criterio subjetivo de la
autoridad judicial que la profiere.151

La actuación judicial que se controvierte en el presente caso, se produjo


con base en la aplicación de una norma laboral derogada, es decir, se
incurrió, de acuerdo con los presupuestos señalados en la
jurisprudencia,152 en un defecto procedimental, en la medida en que la
actuación se surtió al margen del procedimiento legal establecido. La
jurisprudencia ha precisado,153 que cuando el juez aplica una norma
derogada , incurre en vía de hecho por la violación no solo del debido
proceso, sino también al principio de legalidad, que rige la actuación de
los administradores de justicia.154 Se procederá así a confirmar la
sentencia de instancia, en tanto siguió los lineamientos de la
jurisprudencia de esta Corporación.
150 Cfr. sentencias T-231 de 1994 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz, T-208 de 1994 M.P. Hernando Herrera
Vergara, T-668 de 1997, M.P. Alejandro Martínez Caballero, T-654, T-567, T-803 de 1998, M.P. Eduardo
Cifuentes Muñoz, y T-069 de 1999, M.P. Martha Victoria Sáchica de Moncaleano, entre otras.
151 Cfr. sentencia T-327 de 1994 M.P., Eduardo Cifuentes Muñoz, SU-477 de 1977 M.P. Jorge Arango
Mejía, T-571 de 1997, M.P. Fabio Morón Díaz, T-201, T-533 de 1997 y T-465 de 1998, M.P. Vladimiro
Naranjo Mesa y T-069 de 1999, M.P. Martha Victoria Sáchica de Moncaleano, entre otras.
152 Cfr. Corte Constitucional, sentencia T-231, M. P. Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz.
153 SU-637 de 1996 M. P. Eduardo Cifuentes Muñoz, T-208 de 1994, y T-465 de 1998.
154 Cfr. T- 465 de 1998, M. P. Vladimiro Naranjo Mesa.
RESUELVE:

Primero. CONFIRMAR la decisión proferida por la Sala Laboral del


Tribunal Superior de Cartagena del 20 de enero de 1999, con base en las
consideraciones aquí expuestas.

Segundo. LÍBRENSE las comunicaciones previstas en el artículo 36 del


Decreto 2591 de 1991.

Cópiese, notifíquese, cúmplase y publíquese e insértese en la Gaceta de


la Corte Constitucional.

EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ CARLOS GAVIRIA DÍAZ


Magistrado Ponente Magistrado

JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO PABLO ENRIQUE LEAL


RUIZ
Magistrado Secretario General (E)
VERSIÓN LIBRE SIN DEFENSOR- Sentencia No. C-150/93

DECRETO LEGISLATIVO DE COMISION


LEGISLATIVA/CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD

Como la disposición Constitucional transitoria que encarga a esta


Corporación de la competencia para conocer de la constitucionalidad de
los citados decretos no establece distinción alguna en esta especial
materia del ejercicio de las facultades extraordinarias de origen
constituyente, dicho control se debe verificar de modo integral ante la
nueva Carta Constitucional, que exige su examen tanto por los
especiales aspectos de forma que se advierten, como por los aspectos
de fondo que aparecen en el nuevo texto constitucional. Obviamente, el
examen de los requisitos de forma se verifica en esta Corporación frente
a los especiales requisitos que para el ejercicio de la mencionadas
facultades estableció el mismo Constituyente. El control de la
constitucionalidad de los decretos que expidió el Gobierno Nacional en
desarrollo de las atribuciones especiales que le fueron conferidas por el
artículo transitorio 5o. de la Constitución Política de 1991 corresponde a
la Corte Constitucional bajo el tramite que debe dársele a los restantes
decretos de facultades extraordinarias.

DEBIDO PROCESO-Alcance

Aunque la etapa de la investigación previa es anterior a la existencia del


proceso y tiene como finalidad establecer si la investigación debe
proseguir o no, es considerada como especial y básica de la instrucción y
del juicio. Por tal motivo, no asiste razón que permita la limitación de la
controversia probatoria en dicha etapa. Por tanto el principio del debido
proceso debe aplicarse en toda actuación judicial. A la luz de la Carta y
de los presupuestos constitucionales del debido proceso penal, no
pueden consagrarse excepciones al principio de la contradicción del
material probatorio.

PRINCIPIO DE CONTRADICCION/INVESTIGACION PREVIA

Lo que se entiende por "controversia de la prueba" es la posibilidad que


tiene el sindicado o imputado de pronunciarse sobre el valor, el contenido
y los elementos internos y externos del material recaudado y con base en
ello sustentar la argumentación de la defensa. La distinción entre
imputado y sindicado es relievante desde el punto de vista
constitucional para muchos otros efectos jurídicos y su repercusión es
amplia en el orden legal y principalmente en el procedimiento penal;
empero, de la interpretación del artículo 29 de la Carta, se advierte con
claridad que no es admisible el establecimiento de excepciones al
principio de la contradicción de la prueba así en la etapa de investigación
previa no exista sindicado de un posible delito; no puede el legislador
señalar, como lo hace en la disposición acusada, que en la etapa de
investigación previa, existan excepciones al principio de la presentación
y controversia de pruebas por el imputado, pues éste también tiene
derecho a su defensa y a controvertir las pruebas que se vayan
acumulando.

SINDICADO-Alcance del término

El término "sindicado" debe entenderse como que en él también están


incluidos "imputados", "procesados" y aún "condenados" , pues en toda
la actuación procesal -previa, instrucción, juzgamiento y ejecución de la
pena-, como garantía mínima debe prevalecer la asistencia del defensor
en desarrollo del debido proceso. Estos términos son además de
creación legal, mientras que la Constitución Política se refiere a toda
persona durante toda actuación judicial de naturaleza penal.

DERECHO DE DEFENSA TECNICA

Si la Constitución Política no consagra restricción al derecho a una


defensa técnica en las diferentes etapas, y los artículos 161 y 322
acusados, si lo hacen para los casos de flagrancia, tales normas son
inconstitucionales. El derecho de defensa técnica en lo que se relaciona
con la asistencia del defensor en los asuntos de carácter penal, no
admite o no debe admitir restricción alguna. Para que exista un proceso
penal propio de un Estado de Derecho es indispensable la protección del
sindicado a través de un defensor, quien no sólo cumple esta función
sino otra también muy importante, colaborar en la investigación de la
verdad. Así, para el Constituyente es tan importante la defensa técnica,
que se constitucionalizó el defensor de oficio en el artículo 282.4 de la
Constitución, como una de las funciones del Defensor del Pueblo.

INVESTIGACION PREVIA-Práctica de pruebas

El artículo 323 del C. P. P. acusado y que permite, durante la etapa de la


investigación previa, la práctica de todas las pruebas que se consideren
necesarias para el esclarecimiento de los hechos, no sufre vicio de
constitucionalidad alguno que afecte su validez jurídica, puesto que como
se trata de despejar dudas sobre la procedencia de la apertura de la
investigación y de determinar si hay lugar o no al ejercicio de la acción
penal, bien pueden practicarse todas las pruebas enderezadas
precisamente al esclarecimiento de los hechos; dicha etapa se debe
desarrollar mientras no exista prueba para dictar resolución inhibitoria o
mérito para vincular en calidad de sindicado a una persona, y para ello
resulta recomendable y constitucional la autorización que confiere la ley
para dicha situación procesal.

RESERVA PENAL
No se encuentra vicio de inconstitucionalidad por lo que hace a la parte
acusada del artículo 8o., ya que la reserva de determinadas actuaciones
judiciales del proceso penal, redunda en algunos casos en el cabal
ejercicio de tales funciones, mucho más cuando el artículo 250 de la
Carta impone a la Fiscalía General de la Nación el deber de velar por la
protección de las víctimas, testigos o intervinientes y tomar las medidas
necesarias para hacer efectivo el restablecimiento del derecho y la
indemnización de los perjuicios ocasionados por el delito.

PRINCIPIO DE LA DOBLE INSTANCIA-Excepciones

El principio de la doble instancia como derecho constitucional


fundamental, y con carácter indisponible y obligatorio pero referido sólo al
caso de la sentencia condenatoria; en el asunto que se examina no se
trata de una disposición que regule el régimen de la controversia o
impugnación de las sentencias sino sólo de los autos interlocutorios, lo
cual es asunto bien diferente del planteado por el actor y que compete a
la ley, pudiendo ésta señalar su régimen general y las excepciones que
correspondan.

COMPETENCIA POR CONEXIDAD

No se encuentra reparo de carácter constitucional, ya que la competencia


radicada en cabeza de los jueces regionales no es en ningún caso
proveniente de una jurisdicción especial, sino simplemente la expresión
orgánica de la distribución de funciones en el interior de la Rama Judicial,
en razón de la materia y del objeto jurídico que persiguen las
disposiciones penales especiales. Obsérvese que la distribución de la
competencia entre los distintos Jueces de la República es una facultad
propia del legislador, y naturalmente ubicada dentro de las normas
propias del ordenamiento procedimental penal y que, además, la
determinación de los modos de establecer la conexidad para efectos de
fijarla es un asunto que puede reflejar razones de política criminal y de
racionalidad instrumental y técnica, con base en criterios funcionales
propios de las estructuras judiciales existentes.

VERSION LIBRE SIN DEFENSOR

El artículo 161 en la parte acusada, no se ajusta a la Constitución


Nacional en cuanto establece que la versión libre y espontánea que sea
rendida en caso de captura en flagrancia, puede adelantarse sin la
presencia de abogado defensor; a dicha conclusión se arriba con base
en las advertencias que se hacen sobre las garantías constitucionales de
la presunción de inocencia, de la no autoincriminación forzada, del
principio de la legalidad de las actuaciones de los funcionarios judiciales
y de policía judicial, entre otras, las que prevalecen de manera
incuestionable en estas actuaciones.

RESERVA DE IDENTIDAD
Sobre la identidad del testigo, es claro que el juez y el fiscal tienen el
deber de conocerla para valorar la credibilidad del testimonio. También
es cierto que en estas diligencias debe intervenir el Ministerio Público
para certificar la correspondencia entre la versión dada por el testigo y su
identidad personal; así, se procura que las circunstancias que permitan la
identificación del testigo queden cubiertas por la reserva, para efectos de
garantizarle su seguridad. Se trata simplemente, de recurrir a
instrumentos técnicos de protección de la identidad de los testigos y
funcionarios, lo mismo que de las versiones y de las pruebas para
asegurar una cabal administración de justicia.

LIBERTAD PROVISIONAL

Corresponde al legislador decidir sobre las competencias judiciales con


carácter de generalidad, pero bien puede distinguir en estas materias, las
situaciones en las que cabe un trato más rígido, y otras en las que pueda
darse un trato flexible, atendiendo a razones de sana conveniencia y de
juiciosa consideración sobre las situaciones delictivas, que afectan a la
sociedad en sus bienes jurídicos. Por dicha razón normativa de origen
constitucional, el legislador, en otros ámbitos, como los de las conductas
delictivas de competencia de la justicia ordinaria, ha establecido otras
causales de procedencia de la libertad provisional, sin que esta situación
enerve la posibilidad del establecimiento de reglas como las
específicamente previstas en las normas que se examinan, y cuya
constitucionalidad se declara.

AUDIENCIA PUBLICA

Es de competencia del legislador establecer por vía general y en


abstracto, en cuáles hipótesis procede la audiencia pública y en cuáles
no, sin que exista una disposición constitucional que obligue a que esta
deba hacerse siempre o en algún tipo de proceso penal. La falta de
audiencia pública para los delitos de competencia del Tribunal Nacional y
de los Jueces Regionales, no desconoce el principio de la igualdad ni las
correspondientes normas constitucionales, ya que en todos los casos en
que se presenten los delitos a que se hace referencia, dicha audiencia no
podrá practicarse.

PRUEBAS-Valor legal

En relación a lo dispuesto por el inciso 2° del artículo 247 del C. P. P.


acusado, que establece que, en los procesos de que conocen los jueces
regionales, no se podrá dictar sentencia condenatoria que tenga como
único fundamento uno o varios testimonios de personas cuya identidad
se hubiere reservado, la Corte no encuentra fundamento para declarar la
inconstitucionalidad demandada, ya que, como se ha advertido, la
existencia de los jueces regionales obedece a previas disposiciones de
carácter legal, que determinaron su creación sin comportar violación
alguna a la estructura orgánica de la Rama Judicial del Poder, y, de otra
parte porque también es de competencia del Legislador en materia del
procedimiento penal, señalar el valor legal de las pruebas en general y su
capacidad para motivar la decisión condenatoria.

FISCALIA GENERAL DE LA NACION/COMPETENCIA


TERRITORIAL/NULIDAD PROCESAL-Improcedencia

Se hace referencia a la etapa de instrucción en la que por principio


básico actúa la Fiscalía General de la Nación, que como se ha visto,
tiene competencia en todo el territorio, según lo dispuesto por el artículo
250 de la Constitución Nacional, lo que presupone que si son los
funcionarios de la Fiscalía quienes adelantan la instrucción, no habrá
lugar a violación constitucional alguna, ni mucho menos nulidad procesal,
siempre que lo ordene el legislador.

PRUEBAS-Solicitud al Exterior

Corresponde a la Fiscalía General de la Nación la función de investigar


los delitos y acusar a los presuntos infractores, todo lo cual permite, de
conformidad con los acuerdos internacionales sobre colaboración de
jueces y de intercambio de pruebas, atribuirle a dicho organismo la
competencia especial para cuando se trate de delitos de conocimiento de
los jueces regionales.

Ref.: Procesos Nos. D-165 y D-169.

Demandas de inconstitucionalidad contra algunos


apartes de los arts. 7o., 8o., 11, 16, 66, 67, 68; los
arts. 69, 71; unos apartes de los arts. 78, 86, 89, 96,
106, 118; el art. 120; una parte del art. 121; los arts.
124, 126; el último inciso del art. 134; unos apartes del
art. 156; el art. 158; el inciso segundo del art. 161; el
art. 206; el último inciso del art. 214; un aparte del art.
218, el último inciso del art. 247; el art. 251; un aparte
del art. 272; el art. 293; el inciso 2° del numeral 1o. del
art. 304; los arts. 310 y 312; el inciso 2° y un aparte
del inciso 3° del art. 322; los arts. 323 y 342; los
últimos incisos de los arts. 352, 374, 386, 387 y 388;
el numeral 1o. del art. 397; el último inciso del art. 399;
el inciso 2° del art. 409; el inciso 2° del numeral 3o. y
parágrafo del art. 415; el último inciso del art. 542; los
arts. 2o. y 5o. y una parte del art. 7o. transitorios,
todos del Decreto Ley 2700 de 30 de noviembre de
1991 "Por el cual se expiden las normas de
procedimiento penal" (acumuladas).

Actores:
ANDRES DE ZUBIRIA Y VICTOR MANUEL
ZULUAGA HOYOS. D-165; RAFAEL BARRIOS
MENDIVIL. D-169.

Magistrado Ponente:
Dr. FABIO MORON DIAZ

Santafe de Bogotá, D.C., Abril veintidos (22) de mil novecientos noventa


y tres (1993).

I. ANTECEDENTES.

El quince (15) de julio de mil novecientos noventa y dos (1992), los


ciudadanos ANDRES DE ZUBIRIA SAMPER Y VICTOR MANUEL
ZULUAGA HOYOS, presentaron ante la Secretaría General de la Corte
Constitucional un escrito de demanda de inconstitucionalidad contra
algunos apartes de las disposiciones del Decreto Ley No. 2700 de 1991,
la cual fue radicada bajo el No. D-165. Ademas, el diecisiete (17) de
julio de mil novecientos noventa y dos (1992), el ciudadano RAFAEL
BARRIOS MENDIVIL presentó en la Secretaría de esta Corporación un
escrito mediante el cual formula la demanda que en la referencia
corresponde al proceso de inconstitucionalidad No. D-169 y que se dirige
contra algunas partes de las disposiciones del mismo Decreto ley 2700
de 1991, por el cual se expide el Código de Procedimiento Penal.

En sesión celebrada el veintisiete (27) de agosto de mil novecientos


noventa y dos (1992), la Sala Plena de la Corte Constitucional de
conformidad con lo dispuesto por el artículo 5o. del Decreto 2067 de 1991
que establece el régimen de los procedimientos que se tramiten en esta
Corporación, resolvió acumular los expedientes Nos. D-165 y D-169
para que se tramitaran conjuntamente y se resolvieran en la misma
sentencia; de otra parte, también designó como ponentes para el
presente proceso a los Magistrados FABIO MORON DIAZ y SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ.

Por providencia del once (11) de septiembre de mil novecientos noventa


y dos (1992), los Magistrados sustanciadores admitieron las demandas
aludidas, solicitaron al señor ex-Secretario General de la Comisión
Especial Legislativa constancia sobre la fecha y votación de la no
improbación del Decreto 2700 de 1991 y ordenaron la fijación en lista del
negocio en la Secretaría General de esta Corporación; además se ordenó
el traslado correspondiente al Procurador General de la Nación para
efectos de recibir el concepto fiscal de su competencia. Igualmente, se
ordenaron las comunicaciones de rigor a que se refiere el artículo 244 de
la Constitución Nacional y el artículo 11 del Decreto 2067 de 1991.

Una vez cumplidos todos los trámites previstos en el artículo 242 de la


Carta Política y en el Decreto 2067 de 1991, la Corte Constitucional Sala
Plena, procede a resolver sobre las demandas presentadas.

II. TEXTO DE LAS NORMAS ACUSADAS.

"DECRETO NUMERO 2700 DE 1991


(noviembre 30)

Por el cual se expiden las normas de Procedimiento Penal.

El Presidente de la República de Colombia, en uso de las facultades


que le confiere el literal a) del artículo transitorio 5, del capítulo 1 de
las disposiciones transitorias de la Constitución Política de
Colombia, previa consideración y no improbación por la Comisión
Especial,

DECRETA:

TITULO PRELIMINAR

NORMAS RECTORAS

"ARTICULO 1o. ...

"...

"ARTICULO 7o. Contradicción. En el desarrollo del proceso, regirá


el principio de contradicción.
El imputado, durante la investigación previa podrá presentar o
controvertir pruebas, salvo las excepciones contempladas en este
Código.

"ARTICULO 8o. Publicidad. Dentro del proceso penal la


investigación es reservada para quienes no sean sujetos procesales
y el juicio es público. Se aplicarán las excepciones previstas en este
Código sobre reserva.

"..

"ARTICULO 11. Protección de víctimas y testigos. La Fiscalía


General de la Nación dentro de la actuación penal proveerá la
protección y asistencia a las víctimas, testigos y demás
intervinientes en el proceso que lo requieran, para garantizar el
restablecimiento del derecho y la cooperación judicial plena y libre.

"...

"ARTICULO 16. Doble instancia. Toda providencia interlocutoria,


podrá ser apelada, salvo las excepciones previstas.

"...

"ARTICULO 66. Quiénes ejercen funciones de juzgamiento.


La administración de justicia en materia penal, durante la etapa del
juicio, se ejerce de manera permanente por: la Sala de Casación
Penal de la Corte Suprema de Justicia, las salas de decisión
penales de los Tribunales superiores de Distrito, el Tribunal
Nacional, los jueces regionales, los jueces penales del circuito, los
jueces penales municipales, los jueces de menores, los promiscuos
y los jurados de derecho. También administran justicia los jueces de
paz, tribunales militares y el Senado de la República.

"ARTICULO 67. Quiénes ejercen funciones de instrucción.


Corresponde a la Fiscalía General de la Nación dirigir, realizar y
coordinar la investigación en materia penal.

La Fiscalía General de la Nación actuará a través del Fiscal General


de la Nación, los fiscales que éste delegue para casos especiales y
los fiscales delgados ante la Corte Suprema de Justicia, el Tribunal
Nacional, el Tribunal Superior de Distrito, los jueces regionales, los
jueces del circuito, los jueces de menores, los jueces penales
municipales y promiscuos.

La Cámara de Representantes y la Corte Suprema de Justicia


ejercen funciones de instrucción en los casos contemplados por la
Constitución Nacional.
"ARTICULO 68. Competencia de la Corte Suprema de Justicia.
La Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia conoce:

1. Del recurso de casación.

2. De la acción de revisión cuando la sentencia ejecutoriada haya


sido proferida en única o segunda instancia por esta corporación,
por el Tribunal Nacional o por los Tribunales Superiores de Distrito.

3. Del recurso de hecho cuando se deniegue el recurso de casación.

4. De los recursos de apelación y de hecho en los procesos que


conocen en primera instancia los Tribunales Superiores de Distrito y
el Tribunal Nacional.

5. De los conflictos de competencia que se susciten en asuntos de la


jurisdicción penal ordinaria entre tribunales o juzgados de dos o más
distritos judiciales; entre un tribunal y un juzgado de otro distrito
judicial; entre tribunales, o entre un juzgado regional y cualquier juez
penal de la República.

6. Del juzgamiento de los funcionarios a que se refieren los


numerales 2, 3 y 4 del artículo 235 de la Constitución Nacional.

7. Del juzgamiento de los funcionarios a que se refiere el artículo


174 de la Constitución Nacional, cuando hubiere lugar.

8. De las solicitudes de cambio de radicación de procesos penales


de un distrito judicial a otro, durante la etapa de juzgamiento.

9. Del juzgamiento del Viceprocurador, Vicefiscal, fiscales y


procuradores delegados ante la Corte Suprema de Justicia, el
Tribunal Nacional y los tribunales superiores.

"ARTICULO 69. Competencia del Tribunal Nacional. A los


magistrados del Tribunal Nacional les corresponde conocer, en sala
de decisión:

1. En segunda instancia de los recursos de apelación y de hecho


interpuestos contra las decisiones proferidas por los jueces
regionales.

2. En primera instancia, de los procesos que se sigan a los jueces


regionales, fiscales y agentes del ministerio público delegados ante
ellos por delitos que cometan por razón de sus funciones.

3. De la solicitud de cambio de radicación de procesos penales que


adelanten los jueces regionales.
"ARTICULO 71. Competencia de los jueces regionales. Los
jueces regionales conocen:

En primera instancia:

1. De los delitos señalados en los artículos 32 y 33 de la Ley 30 de


1986, cuando la cantidad de plantas exceda de dos mil unidades, la
de semillas que sobrepase los diez mil gramos y cuando la droga o
sustancia exceda de diez mil gramos si se trata de marihuana,
sobrepase los tres mil gramos si es hachís, sea superior a dos mil
gramos si se trata de cocaína o sustancia a base de ella y cuando
exceda los cuatro mil gramos si es metacualona.

2. De los procesos por los delitos descritos en el artículo 34 de la


Ley 30 de 1986, cuando se trate de laboratorios, o cuando la
cantidad de droga almacenada, transportada, vendida o usada
exceda de diez mil gramos de marihuana, sobrepase los tres mil
gramos si es hachís, sea superior a dos mil gramos si es cocaína o
sustancia a base de ella, o exceda de los cuatro mil gramos si es
metacualona.

3. De los delitos descritos en los artículos 35, 39. 43 y 44 de la Ley


30 de 1986.

4. De los delitos contra la existencia y seguridad del Estado, de los


delitos contra el régimen constitucional y de los delitos a que se
refiere el Decreto 2266 de 1991, con la excepción del simple porte
de armas de fuego de defensa personal, de la interceptación de
correspondencia oficial y delitos contra el sufragio. Cuando se trate
del delito de extorsión y conexos, la competencia de los jueces
regionales sólo procede si la cuantía es o excede de ciento
cincuenta salarios mínimos legales mensuales.

"...

"ARTICULO 78. División territorial para efecto del juzgamiento.


El territorio nacional se divide para efectos del juzgamiento en
regiones, distritos , circuitos y municipios.

La Corte Suprema de Justicia y el Tribunal Nacional tiene


competencia en todo el territorio Nacional.

Los jueces regionales en la respectiva región.


Los tribunales superiores de distrito judicial en el correspondiente
distrito.

Los jueces del circuito en el respectivo circuito.

Los jueces municipales en el respectivo municipio.

"...

"ARTICULO 86. Fijación del sitio para continuar el proceso. El


funcionario judicial competente, al disponer el cambio de radicación,
señalará el lugar donde deba continuar el proceso. Cuando el
cambio obedezca a razones de orden público, se obtendrá del
Gobierno Nacional o Departamental, si fuere necesario, informe
sobre los diferentes sitios donde no sea conveniente la radicación.

Si el Tribunal Nacional o el Tribunal Superior de Distrito, al conocer


del cambio de radicación, estima conveniente que ésta se haga en
otra región o distrito, la solicitud pasará a la Corte Suprema de
Justicia para que decida. Negado el cambio, podrá el Tribunal
Nacional o el Tribunal Superior de Distrito disponer lo conveniente
dentro del Tribunal Superior de Distrito disponer lo conveniente
dentro del territorio de su competencia.

"...

"ARTICULO 89. Competencia por razón de la conexidad y el


factor subjetivo. Cuando deban fallarse hechos punibles conexos,
sometidos a diversas competencias, conocerá de ellos el funcionario
de mayor jerarquía.

Lo dispuesto en el inciso anterior también se aplicará, cuando en la


comisión del hecho o hechos punibles hubiere intervenido persona
que goce de fuero.

Cuando se trate de conexidad entre hechos punibles de


competencia del juez regional y de cualquier otro funcionario judicial,
corresponderá el juzgamiento al juez regional.

"...

"ARTICULO 96. Competencia. Si los procesos estuvieren


sometidos a diversas competencias penales, la acumulación será
decretada por el juez de mayor jerarquía. Si fueren de la misma
competencia, la decretará el juez del proceso donde primero se
hubiere ejecutado la resolución de acusación.

Si se trata de procesos de competencia de jueces regionales y de


otros jueces, deberá acumular los procesos el juez regional, aunque
la resolución acusatoria se haya ejecutoriado con posterioridad.

"...

"ARTICULO 106. Impedimento de magistrado. Del impedimento


manifestado por un magistrado conocen los demás que conforman
la Sala respectiva. Aceptado el impedimento del magistrado, se
complementará la Sala con quien le siga en turno y, si hubiere
necesidad, se sorteará un conjuez. Si no se aceptare el
impedimento, tratándose de magistrado de Tribunal Superior o de
Tribunal Nacional, se pasará el proceso a la Corte Suprema de
Justicia para que dirima de plano la cuestión. Si el magistrado fuere
de la Corte Suprema de Justicia y la sala rechazare el impedimento,
la decisión de ésta lo obligará.

"...

"ARTICULO 118. Fiscalía General de la Nación. Componen la


Fiscalía General de la Nación: el Fiscal General de la Nación, los
fiscales delegados que éste designe para casos especiales, los
funcionarios judiciales de la fiscalía encargados de tramitar los
recursos de apelación, y los fiscales delegados ante la Corte
Suprema de Justicia, el Tribunal Nacional, los Tribunales Superiores
de Distrito, los jueces regionales, los jueces penales municipales y
promiscuos.

Los fiscales delegados están organizados en unidades de fiscalía a


nivel local, distrital, regional y nacional. Cada unidad de fiscalía tiene
un coordinador y una secretaría común. Las unidades de fiscalía del
nivel nacional están adscritas al Fiscal General de la Nación o a la
Dirección Nacional de Fiscalías. Las unidades de fiscalía del nivel
regional están adscritas a la Dirección Regional de Fiscalías. Las
unidades de fiscalía del nivel distrital están adscritas a la Dirección
Distrital de Fiscalías. Las demás unidades de fiscalía funcionan a
nivel local Los directores de todos los niveles tendrán igualmente la
calidad de fiscales delegados.

"...
"ARTICULO 120. Atribuciones de la fiscalía general de la
Nación. Corresponde a la Fiscalía General de la Nación:

1. Investigar los delitos y acusar a los presuntos infractores ante los


juzgados y tribunales competentes.

2. Asegurar la comparecencia de los presuntos infractores de la ley


penal, adoptando las medidas de aseguramiento.

3. Tomar las medidas necesarias para hacer efectivos el


restablecimiento del derecho y la indemnización de los perjuicios
ocasionados por el delito.

4. Calificar y declarar precluidas las investigaciones realizadas.

5. Dirigir y coordinar las funciones de policía judicial que en forma


permanente cumplen la Policía Nacional y los demás organismos
que señale la ley.

6. Velar por la protección de las víctimas, testigos e intervinientes en


el proceso.

7. Las demás que le atribuya el Estatuto Orgánico de la Fiscalía


General de la Nación.

"ARTICULO 121. Fiscal General de la Nación. Corresponde al


Fiscal General de la Nación:

1. Investigar, calificar y acusar, si a ello hubiere lugar, a los altos


funcionarios que gocen de fuero constitucional con las excepciones
previstas en la Constitución.

2. Investigar, calificar y acusar, si a ello hubiere lugar, al


Viceprocurador y a los fiscales delegados ante la Corte Suprema de
Justicia, el Tribunal Nacional y los tribunales superiores.

3. Cuando lo considere necesario, y en los casos excepcionales


que requieran su atención directa, investigar, calificar y acusar,
desplazando a cualquier fiscal delegado. Contra las decisiones que
tome en desarrollo de la instrucción sólo procede el recurso de
reposición.

4. Resolver las recusaciones que no acepten los fiscales delegados


ante la Corte Suprema de Justicia.

5. Durante la etapa de instrucción, y cuando sea necesario para


asegurar la eficiencia de la misma, ordenar la remisión de la
actuación adelantada por un fiscal delegado al despacho de
cualquier otro, mediante resolución motivada. Contra esta
determinación no procederá recurso alguno, pero siempre deberá
informarse al agente del ministerio público y los demás sujetos
procesales.

"...

" ARTICULO 124. Fiscales delegados ante el Tribunal Nacional.


Corresponde a los fiscales delegados ante el Tribunal nacional:

1. Investigar, calificar y acusar, si a ello hubiere lugar, a los jueces


regionales, los fiscales y agentes del ministerio público delegados
ante ellos, por delitos cometidos por razón de sus funciones.

2. Conocer en segunda instancia las decisiones proferidas por los


fiscales delegados ante los jueces regionales.

3. Asignar el conocimiento de la instrucción cuando se presente


conflicto entre los fiscales delegados ante los jueces regionales.

4. Decidir sobre las recusaciones no aceptadas por los fiscales


delegados ante los jueces regionales.

5. Cuando lo considere necesario, investigar, calificar y acusar


directamente desplazando a los fiscales delegados ante los jueces
regionales.

"...

"ARTICULO 126. Fiscales delegados ante los jueces regionales.


Corresponde a los fiscales delegados ante los jueces regionales.:

Investigar, calificar y acusar, si a ello hubiere lugar, los delitos cuyo


juzgamiento esté atribuido en primera instancia a los jueces
regionales.

"...

"ARTICULO 134. Vigilancia de las unidades investigativas. El


Procurador General de la Nación designará un agente del ministerio
público para que ejerza vigilancia directa y permanente sobre el
desarrollo y resultado de la investigación previa que adelanten las
unidades de policía judicial. Cuando se trate de investigaciones por
hechos punibles de competencia de los jueces regionales, la
participación del agente del ministerio público será obligatoria.

"...

"ARTICULO 156. Utilización de medios técnicos. En la actuación


se podrán utilizar los medios mecánicos, electrónicos y técnicos que
la ciencia ofrezca y que no atenten contra la dignidad humana y las
garantías constitucionales. Igualmente las diligencias pueden ser
recogidas y conservadas en sistemas de audiovideo y, si fuere el
caso, el contenido de las mismas se llevará por escrito, cuando sea
estrictamente necesario.

Así mismo podrán aplicarse a la parte administrativa de los


despachos judiciales las técnicas de administración e informática
judicial.

Para efectos de las diligencias que tuvieren que practicar las


fiscalías ante los jueces regionales y éstos, aún aquellas en que
fuere necesario el concurso de los procesados, podrán utilizarse los
mecanismos técnicos que se estimen eficaces para garantizar la
protección y reserva de la identidad de los intervinientes.

En estos casos se identificarán los técnicos y funcionarios que


deban intervenir elaborando un documento que conservará el
respectivo director regional de fiscalías.

Todos ellos estarán obligados a guardar la reserva de lo conocido


por razón de sus funciones.

Los memoriales dirigidos por los abogados que hayan sido


reconocidos dentro del proceso no requieren presentación personal.

"...

"ARTICULO 158. Protección de la identidad de funcionarios. En


los delitos de competencia de los jueces regionales, los servidores
públicos distintos del fiscal que intervengan en la actuación pueden
ocultar su identidad conforme lo establezca el reglamento cuando
existan graves peligros contra su integridad personal.

Las providencias que dicte el Tribunal Nacional, los jueces


regionales o los fiscales delegados ante éstos, deberán ser suscritas
por ellos. No obstante, se agregarán al expediente en copia
autenticada en la que no aparecerán sus firmas. El original se
guardará con la seguridad del caso.

Mecanismo análogo se utilizará para mantener la reserva de los


funcionarios de policía judicial cuando actúen en procesos de
competencia de los jueces regionales.

La determinación acerca de la reserva de un fiscal será discrecional


del Fiscal General de la Nación.

"...

"ARTICULO 161. Inexistencia de diligencias. Se consideran


inexistentes para todos los efectos procesales, las diligencias
practicadas con la asistencia e intervención del imputado sin la de
su defensor.

Se exceptúa el caso de la versión libre y espontánea que sea


rendida cuando se produzca captura en flagrancia.

Cuando el sindicado esté en peligro inminente de muerte y sea


necesario realizar diligencias con su intervención puede omitirse la
comunicación a su defensor y nombrar de oficio a cualquier persona,
dejando constancia de ello.

"...

"ARTICULO 206. Providencias Consultables. En los delitos de


conocimiento de los fiscales y jueces regionales, son consultables
cuando no se interponga recurso alguno, el auto de cesación de
procedimiento, el auto de preclusión de la investigación, la
providencia que ordena la devolución a particulares de bienes
presuntamente provenientes de la ejecución del hecho punible o que
sean objeto material del mismo y las sentencias. También son
consultables las sentencias absolutorias proferidas por cualquier
juez cuando no haya habido parte civil reconocida dentro del
proceso.

"...

"ARTICULO 214. Segunda Instancia de sentencias. El recurso


de apelación contra la sentencia se sustentará por escrito, no
obstante los sujetos procesales podrán solicitar la celebración de
una audiencia pública, caso en el cual la fecha de celebración de la
misma será fijada en secretaría y no podrá exceder de treinta días
contados a partir del reparto. La audiencia se celebrará con
cualquiera de los sujetos procesales que concurran. El juez decidirá
dentro de los diez días siguientes, pudiendo ordenar desde el
momento de la audiencia el cumplimiento inmediato de lo referido a
privación de la libertad del sindicado. La sentencia quedará
ejecutoriada quince días después de realizada la última notificación.

En los procesos de competencia del Tribunal Nacional, no se


celebrará audiencia pública. Las apelaciones se tramitarán conforme
a lo previsto en el artículo anterior.

"....

"ARTICULO 218. Procedencia. El recurso extraordinario de


casación procede contra las sentencias proferidas por el Tribunal
Nacional, de los Tribunales Superiores de Distrito Judicial y el
tribunal penal Militar, en segunda instancia, por delitos que tengan
señalada pena privativa de la libertad cuyo máximo sea o exceda de
cinco años, aun cuando la sanción impuesta haya sido una medida
de seguridad.

El recurso se extiende a los delitos conexos, aunque la pena


prevista para éstos, sea inferior a la señalada en el inciso anterior.

De manera excepcional, la Sala Penal de la Corte Suprema de


Justicia, discrecionalmente, puede aceptar un recurso de casación
en casos distintos a los arriba mencionados, a solicitud del
Procurador, su delegado o del defensor, cuando lo considere
necesario para el desarrollo de la jurisprudencia o la garantía de los
derechos fundamentales.

"...

"ARTICULO 247. Prueba para condenar. No se podrá dictar


sentencia condenatoria sin que obre en el proceso prueba que
conduzca a la certeza del hecho punible y la responsabilidad del
sindicado.

En los procesos de que conocen los jueces regionales no se podrá


dictar sentencia condenatoria que tenga como único fundamento,
uno o varios testimonios de personas cuya identidad se hubiere
reservado.
"...

"ARTICULO 251. Contradicción. En los procesos de que conocen


los jueces regionales durante la investigación previa no habrá
controversia probatoria pero quien haya rendido versión preliminar y
su defensor, podrán conocerlas. En la instrucción y juzgamiento los
sujetos procesales podrán solicitar pruebas y controvertirlas.

"...

"ARTICULO 272. Comparecencia de los peritos a la audiencia.


Salvo lo previsto en el artículo 158 de este Código, los sujetos
procesales podrán solicitar al juez que hagan comparecer a los
peritos, para que conforme a cuestionario previamente presentado,
expliquen los dictámenes que hayan rendido y respondan las
preguntas que sean procedentes; el juez podrá ordenarlo
oficiosamente.

"...

"ARTICULO 293. Reserva de la identidad del testigo. Cuando se


trate de procesos del conocimiento de los jueces regionales y las
circunstancias lo aconsejen, para seguridad de los testigos se
autorizará que éstos coloquen la huella digital en su declaración en
lugar de su firma. En estos casos el ministerio público certificará que
dicha huella corresponde a la persona que declaró. En el texto del
acta se omitirá la referencia a nombre de la persona y se hará
formar parte del expediente con la constancia sobre el levantamiento
de su identificación y su destino. En acta separada se señalará la
identidad del declarante incluyendo todos los elementos que puedan
servir al juez o al fiscal para valorar la credibilidad del testimonio, y
en la cual se colocará la huella digital del exponente con su firma y
la del agente del ministerio público. Excepcionalmente la reserva
podrá extenderse a apartes de la declaración que permitieran la
identificación del testigo, para garantizar su protección, con
autorización del fiscal.

El juez y el fiscal conocerán la identidad del testigo para efectos de


valoración de la prueba. La reserva se mantendrá para los demás
sujetos procesales pero se levantará si se descubre falso testimonio
o propósitos fraudulentos o cuando su seguridad esté garantizada.
"...

"ARTICULO 304. Causales de nulidad. Son causales de nulidad:

1. La falta de competencia del funcionario judicial.

Durante la instrucción no habrá lugar a nulidad por razón del factor


territorial.

2. La comprobada existencia de irregularidades sustanciales que


afecten el debido proceso.

3. La violación del derecho a la defensa.

"...

"ARTICULO 310. Servidores Públicos que ejercen funciones


permanentes de policía judicial. Realizan funciones permanentes
de policía judicial:

1. La policía judicial de la Policía Nacional.

2. El cuerpo técnico de investigación de la Fiscalía General de la


Nación y todos los servidores públicos que integran las unidades
fiscales.

3. El Departamento Administrativo de Seguridad.

Ejercen funciones especiales de policía judicial:

1. La Contraloría y la Procuraduría General de la Nación.

2. Las Autoridades de tránsito en asuntos de su competencia.

3. Las entidades públicas que ejerzan funciones de vigilancia y


control.

4. Los alcaldes e inspectores de policía.

PARAGRAFO. En los lugares del territorio Nacional donde no


hubieren miembros de policía judicial de la Policía Nacional las
funciones de policía judicial las podrá ejercer la Policía Nacional.

"...
"ARTICULO 312. Investigación previa realizada por iniciativa
propia. En los casos de flagrancia y en el lugar de los hechos, los
servidores públicos que ejerzan funciones de policía judicial podrán
ordenar y practicar pruebas sin que se requiera providencia previa.

"...

"ARTICULO 322. Versión del imputado en la investigación


previa. Cuando lo considere necesario el fiscal delegado o la
unidad de fiscalía podrá recibir versión al imputado.

Quienes cumplen funciones de policía judicial sólo podrán recibirle


versión a la persona capturada en flagrancia y al imputado que
voluntariamente la solicite. Cuando no se trate de flagrancia, la
versión tendrá que recibirse en presencia de su defensor. Siempre
se advertirá al imputado que no tiene la obligación de declarar contra
sí mismo.

Sólo podrá recibirse versión al imputado sin asistencia del defensor,


en los mismos casos en que la ley lo permita para la diligencia de
indagatoria. La aceptación del hecho por parte del imputado en la
versión rendida ante el fiscal delegado o unidad de fiscalía dentro de
la investigación previa, tendrá valor de confesión.

"ARTICULO 323. Pruebas que se pueden practicar en la


investigación previa. Durante la etapa de investigación previa
podrán practicarse todas las pruebas que se consideren necesarias
para el esclarecimiento de los hechos.

"...

"ARTICULO 342. Providencias reservadas. Las providencias


motivadas mediante las cuales se disponga el allanamiento y el
registro, la retención de correspondencia postal o telegráfica o la
intersección de comunicaciones telefónicas no se darán a conocer a
las partes mientras el funcionario considere que ello puede interferir
en el desarrollo de la respectiva diligencia. Cuando se trate de
procesos de competencia de los jueces regionales se dará el mismo
tratamiento a aquellas pruebas que en virtud de solicitud de
autoridad extranjera, se deban mantener en reserva hasta tanto se
formule la acusación correspondiente. Contra dichos autos no
procede recurso alguno.
"...

"ARTICULO 352. A quien se recibe indagatoria. El funcionario


judicial recibirá indagatoria a quien en virtud de antecedentes y
circunstancias consignadas en la actuación, o por haber sido en
flagrante hecho punible, considere autor o partícipe de la infracción
penal.

En los procesos de competencia de los jueces regionales, conforme


a las necesidades de la investigación y cuando se trate de
pluralidad de imputados, el fiscal podrá diferir la vinculación de
algunos al momento de la instrucción que considere más oportuno
de acuerdo con el desarrollo de la misma. Cuando considere
pertinente proceder a la vinculación, librará orden de captura.

"...

"ARTICULO 374. Privación de la libertad de servidor público.


Los servidores públicos sólo podrán ser privados de la libertad
cuando a juicio del fiscal o juez, la aprehensión no afecte la buena
marcha de la administración.

Sin embargo, si se trata de delitos de competencia de los fiscales y


jueces regionales se procederá en todos los casos a la privación de
la libertad.

"...

"ARTICULO 386. Términos para recibir indagatoria. La


indagatoria podrá recibirse a la mayor brevedad posible a más tardar
dentro de los tres días siguientes a aquel en que el capturado haya
sido puesto a disposición del fiscal. Este término se duplicará si
hubiere más de dos capturados en la misma actuación procesal y la
aprehensión se hubiere realizado en la misma fecha.

Cuando un delito de competencia de los jueces regionales suceda


en lugar distinto a la sede del fiscal delegado, el fiscal del lugar al
cual la unidad de policía entregue las diligencias, deberá avocar la
investigación e indagará a los imputados enviando las diligencias
inmediatamente a la dirección de fiscalía correspondiente.
"ARTICULO 387. Definición de la situación jurídica. Cuando la
persona se encuentra privada de la libertad, rendida la indagatoria o
vencido el término anterior, el funcionario judicial deberá definir la
situación jurídica por resolución interlocutoria, a más tardar dentro
de los cinco días siguientes, con medida de aseguramiento si
hubiere prueba que la justifique, u ordenando su libertad inmediata.
En este último caso, el sindicado suscribirá un acta en la que se
comprometa a presentarse ante la autoridad competente cuando se
le solicite.

Si el sindicado no estuviere privado de la libertad, el plazo para


resolver situación jurídica será de diez días contados a partir de la
indagatoria o de la declaratoria de persona ausente. El fiscal
dispondrá del mismo término cuando fueren cinco o más las
personas aprehendidas, siempre que la captura de todas se hubiere
realizado el mismo día.

En los delitos de conocimiento de los jueces regionales recibida la


indagatoria el fiscal definirá la situación jurídica dentro de los veinte
días siguientes si aquélla hubiere sido recibida por un fiscal de sede
distinta.

"ARTICULO 388. Requisitos sustanciales. Son medidas de


aseguramiento para los imputables, la conminación, la caución, la
prohibición de salir del país, la detención domiciliaria y la detención
preventiva, las cuales se aplicarán cuando en contra del sindicado
resultare por lo menos un indicio grave de responsabilidad, con base
en las pruebas legalmente producidas en el proceso.

En los delitos de competencia de los jueces regionales sólo procede


como medida de aseguramiento, la detención preventiva.

"...

"ARTICULO 397. De la detención. La detención preventiva procede


en los siguientes casos:

1. Para todos los delitos de competencia de los jueces regionales.

2. Cuando el delito que se atribuya al imputado tenga prevista pena


de prisión cuyo mínimo sea o exceda de dos años.

3. En los siguientes delitos:

- Cohecho propio (artículo 141);


- Cohecho impropio (artículo 142);
- Enriquecimiento ilícito (artículo 148);
- Prevaricato por acción (artículo 149);
- Receptación (artículo 177);
- Fuga de presos (artículo 178);
- Favorecimiento de la fuga (artículo 179);
- Fraude procesal (artículo 182);
- Incendio (artículo 189);
- Provocación de inundación o derrumbe (artículo 191);
- Siniestro o daño de nave (artículo 193);
- Pánico (artículo 194);
- Falsificación de moneda nacional extranjera (artículo 207);
- Tráfico de moneda falsificada (artículo 208);
- Emisiones ilegales (artículo 209);
- Acaparamiento (artículo 229);
- Especulación (artículo 230);
- Pánico económico (artículo 232);
- Ilícita explotación comercial (artículo 233);
- Privación ilegal de libertad (artículo 272);
- Constreñimiento para delinquir (artículo 277);
- Fraudulenta internación en asilo, clínica o establecimiento
similar (artículo 278);
- Acceso carnal abusivo con menor de catorce años (artículo 303);

- Lesiones personales con deformidad (artículo 333);


- Lesiones personales con perturbación funcional (artículo
334);
- Lesiones personales con perturbación síquica (artículo 335);
- Lesiones personales con pérdida anatómica (artículo 336);
- Hurto agravado (artículo 351);
- Los contemplados en el decreto 1730 de l991.

4. Cuando en contra del sindicado estuviere vigente sentencia


condenatoria ejecutoriada por delito doloso o preterintencional que
tenga pena de prisión.

5. Cuando se hubiere realizado la captura en flagrancia por delito


doloso o preterintencional que tenga prevista pena de prisión.

6. Cuando el sindicado injustificadamente no otorgue la caución


prendaria o juratoria dentro de los tres días siguientes a la
notificación del auto que la imponga o del que resuelva el recurso de
reposición o cuando incumpla alguna de las obligaciones
establecidas en el acta de caución, caso en el cual perderá también
la caución prendaria que hubiere prestado.

7. En los casos de lesiones culposas previstas en los artículos 333,


334, 335,336 del Código Penal, cuando el sindicado en el momento
de la realización del hecho se encuentre en estado de embriaguez
aguda o bajo el influjo de droga o sustancia que produzca
dependencia física o síquica demostrado por dictamen técnico o por
un método paraclínico, o abandone sin justa causa el lugar de la
comisión del hecho.

"...

"ARTICULO 399. Detención de los servidores públicos. Cuando


se haya negado la excarcelación, en la misma providencia se
solicitará a la autoridad respectiva que proceda a suspenderlo en el
ejercicio del cargo. Mientras se cumple la suspensión, se adoptarán
las medidas necesarias para evitar que el imputado eluda la acción
de la justicia.

Si pasados cinco días desde la fecha en que se solicite la


suspensión, ésta no se hubiere producido, se dispondrá la captura
del sindicado.

Igualmente se procederá para ser efectiva la sentencia


condenatoria.

No es necesario solicitar la suspensión del cargo cuando a juicio del


funcionario judicial, la privación inmediata de la libertad no perturba
la buena marcha de la administración.

Si se trata de delitos de competencia de los jueces regionales, no es


necesario solicitar la suspensión para hacer efectiva la detención.

"...

"ARTICULO 409. Detención parcial en el lugar de trabajo o


domicilio. El sindicado que deba proveer por disposición de la ley a
la subsistencia de una o más personas, podrá obtener que su
detención se cumpla parcialmente en el lugar de trabajo, o su
domicilio siempre que se reúnan las siguientes condiciones:

1. Que no tenga en su contra, sentencia condenatoria por delito


doloso o preterintencional.

2. Que esté sindicado por un delito cuya pena máxima no exceda


de seis años de prisión, y

3. Que no haya eludido su comparecencia en la actuación procesal.

De este beneficio quedan excluidos en todo caso, los imputados por


los delitos de competencia de los jueces regionales.
El beneficiado firmará diligencia de compromiso y prestará caución,
que garanticen el cumplimiento de las obligaciones que se le
impongan, entre las cuales estará las de regresar al establecimiento
carcelario inmediatamente después de que terminen sus labores
diurnas o nocturnas.

Esta medida se revocará cuando el beneficiado incumpla cualquiera


de las obligaciones que se hubieren impuesto en la diligencia de
compromiso.

"...

"ARTICULO 415. Causales de libertad provisional. Además de lo


establecido en otras disposiciones, el sindicado tendrá derecho a
libertad provisional garantizada mediante caución juratoria o
prendaria en los siguientes casos:

1. Cuando en cualquier estado del proceso estén demostrados los


requisitos para suspender provisionalmente la ejecución de la
sentencia. Salvo lo dispuesto en el artículo 417 de este código la
libertad no podrá negarse con base en que el detenido
provisionalmente necesita tratamiento penitenciario.

2. Cuando en cualquier estado del proceso hubiere sufrido el


sindicado en detención preventiva un tiempo igual al que mereciere
como pena privativa de la libertad por el delito que se le imputa,
habida consideración de la calificación que debería dársele.

Se considerará que ha cumplido la pena, el que lleve en detención


preventiva el tiempo necesario para obtener libertad condicional,
siempre que se reúnan los demás requisitos para otorgarla.

La rebaja de pena por trabajo o estudio se tendrá en cuenta para el


cómputo de la sanción.

La libertad provisional a que se refiere este numeral será concedida


por la autoridad que esté conociendo de la actuación procesal al
momento de presentarse la causal aquí prevista.

3. Cuando se dicte en primera instancia, preclusión de la


investigación, cesación de procedimiento o sentencia absolutoria.

En los delitos de competencia de los jueces regionales, la libertad


prevista en este numeral sólo procederá cuando la providencia se
encuentre en firme.
4. Cuando vencido el término de ciento veinte días de privación
efectiva de libertad, no se hubiere calificado el mérito de la
instrucción. Este término se ampliará a ciento ochenta días, cuando
sean tres o más los imputados contra quienes estuviere vigente
detención preventiva. Proferida la resolución de acusación, se
revocará la libertad provisional, salvo que proceda causal diferente.

No habrá lugar a la libertad provisional cuando el mérito de la


instrucción no se hubiere podido calificar por causas atribuibles al
sindicado o a su defensor.

5. En el delito de homicidio descrito en los artículos 323 y 324 del


Código Penal, y en los conexos con éste, cuando haya transcurrido
más de un año de privación efectiva de la libertad contado a partir de
la ejecutoria de la resolución de acusación, sin que se hubiere
celebrado la correspondiente audiencia pública.

En los demás casos el término previsto en el inciso anterior se


reducirá a la mitad.

No habrá libertad provisional cuando la audiencia se hubiere


iniciado, así esta se encuentre suspendida por cualquier causa, o
cuando habiéndose fijado fecha para celebración de la misma, no se
hubiere podido realizar por causa atribuible al sindicado o a su
defensor.

6. Cuando la infracción se hubiere realizado con exceso en las


causales de justificación.

7. En los delitos contra el patrimonio económico cuando el


sindicado, antes de dictarse sentencia, restituye el objeto material
del delito, o su valor e indemnice los perjuicios ocasionados al
ofendido o perjudicado.

8. En los eventos del inciso primero del artículo 139 del Código
Penal, siempre que la cesación del mal uso, la reparación de lo
dañado o el reintegro de lo apropiado perdido o extraviado, o su
valor, y la indemnización de los perjuicios causados, se haga antes
de que se dicte sentencia de primera instancia.

El funcionario deberá decidir sobre la solicitud de libertad provisional


en un término máximo de tres días.

Cuando la libertad provisional prevista en los numerales 4 y 5 de


este artículo se niegue por causas atribuibles al defensor , el
funcionario judicial compulsará copias para que investiguen
disciplinariamente al abogado que incurra en maniobras dilatorias.
PARAGRAFO. En los delitos de competencia de los jueces
regionales la libertad provisional procederá únicamente en los casos
previstos por los numerales 2 y 3 de este artículo. En los casos de
los numerales 4 y 5 los términos para que proceda la libertad
provisional se duplicarán.
"...

"ARTICULO 542. Práctica de diligencias en el exterior. Cuando


sea necesaria la práctica de diligencias en territorio extranjero, el
Fiscal General de la Nación o el funcionario en quien delegue esta
atribución, podrá de acuerdo con la naturaleza de la actuación, y la
urgencia de la misma, autorizar el traslado del funcionario que esté
adelantando la actuación, previo aviso de ello al Ministerio de
Relaciones Exteriores y a la representación diplomática acreditada
en Colombia del país donde deba surtirse la diligencia. Cuando no
sea necesario el desplazamiento al exterior, el fiscal que adelante la
investigación podrá comisionar al cónsul o agente diplomático del
país donde deba surtirse la diligencia quienes en ningún caso
podrán practicar indagatoria.

En los procesos por los delitos de competencia de los jueces


regionales, el trámite señalado en los artículos 539 a 542 podrá
hacerse directamente por la Fiscalía General de la Nación, cuando
ello fuere compatible con los acuerdos internacionales.

"...

Normas Transitorias

"...

" ARTICULO 2o. Temporalidad. Transcurridos diez años a partir


de la vigencia del presente Código, los jueces regionales y el
Tribunal Nacional perderán la competencia para conocer de los
procesos que este código les hubiere adjudicado, y la misma será
asignada a jueces del circuito, o a los que designe la ley.

Sin perjuicio de lo anterior, pasados cinco años contados a partir de


la vigencia del presente Código, el Presidente de la República
rendirá un informe al Congreso Nacional en el que evaluará los
resultados de la actividad de los jueces regionales y el Tribunal
Nacional.

"...
"ARTICULO 5o. Integración a la jurisdicción ordinaria de la
jurisdicción de orden público. La jurisdicción de orden público se
integrará a la jurisdicción ordinaria desde el momento que comience
a regir este nuevo código. Los jueces de orden público se llamarán
jueces regionales y el Tribunal Superior de Orden Público se llamará
Tribunal Nacional. La competencia de estos despachos no se
modifica, continuaran conociendo de los mismos hechos punibles
que han venido conociendo hasta ahora, de acuerdo con los
decretos que no impruebe la Comisión Especial para convertir
normas expedidas en ejercicio de facultades de Estado de Sitio en
legislación permanente.

"...

"ARTICULO 7o. Organismos que se integran a la Fiscalía


General de la Nación. Pasarán a la Fiscalía General de la Nación,
la Dirección Nacional y las Direcciones Seccionales de Instrucción
Criminal, el cuerpo técnico de policía judicial, y los juzgados de
instrucción criminal de la justicia ordinaria, de orden público y penal
aduanera. La Dirección Nacional de Medicina Legal del Ministerio de
Justicia con sus dependencias seccionales se integrará a la Fiscalía
General de la Nación como establecimiento público adscrito a la
misma.

(Lo subrayado es lo demandado).

III. LAS DEMANDAS.

Se resumen enseguida las consideraciones y las formulaciones con las


que los actores fundamentan las demandas de la referencia.

1. LA DEMANDA PRESENTADA POR ANDRES DE ZUBIRIA SAMPER


Y VICTOR MANUEL ZULUAGA HOYOS CONTRA LOS SIGUIENTES
ARTICULOS: 69 y 71; 2o. y 5o. TRANSITORIOS DEL DECRETO
2700 DE 1991.

Los accionantes consideran que el Decreto 2700 de l991 en las partes


acusadas desconoce los siguientes tres aspectos de la Constitución
Nacional: a) El Derecho Constitucional Fundamental del Debido
Proceso. b) La estructura jerárquica de la Rama Judicial y c) La
competencia funcional del Consejo Superior de la Judicatura. En este
sentido, los actores consideran como violadas los artículos 29, 113, 116,
228, 234 y 257 de la Constitución Nacional.

a) En cuanto al desconocimiento del Derecho Constitucional al Debido


Proceso y para argumentar que en su opinión las actuaciones judiciales
deben ser públicas y que sólo la ley podrá decretar excepciones a este
principio, sostienen que el único que puede limitar dicho carácter de los
procesos judiciales, es el Congreso Nacional a través de una Ley de la
República. Los accionantes señalan que el derecho al Debido Proceso es
definido por la disposición constitucional y desarrollado posteriormente en
la misma Carta Política en su Título VIII: "De la Rama Judicial", y
concretamente en su art. 228 que expresa "Las actuaciones serán
públicas y permanentes con las excepciones que establezca la ley y en
ellas prevalecerá el derecho sustancial". En su opinión, la palabra Ley a
que se refiere la Constitución para efectos de permitir el establecimiento
de excepciones a la publicidad de las actuaciones judiciales (arts. 29 y
228 C.N.), significa que sólo el Congreso de la República, como órgano
de la voluntad general de los ciudadanos, puede señalarlas y ordenarlas,
mucho más cuando el artículo 150 de la Carta establece que corresponde
al Congreso hacer las leyes.

En su concepto el principio general y prevalente en la Constitución es el


que determina que las actuaciones judiciales serán públicas y
permanentes, mientras que la excepción a dicha regla sólo puede ser
prevista por la Ley mediante acto emanado del Congreso Nacional.

Al respecto se añade que la incorporación de la jurisdicción de orden


público basada en lo "secreto", a la jurisdicción ordinaria sustentada en la
publicidad como principio general, es violatoria de la Constitución Política
de l991, pues desconoce las garantías constitucionales del Debido
Proceso judicial, que es uno de los soportes jurídicos fundamentales del
Estado de Derecho colombiano.

Se anota que sí esto ocurriera, se volvería a la época del oscurantismo


penal, cuya critica principal correspondió a Beccaría en su obra, "De los
Delitos y de las Penas", a través de la cual se explica que el
Procedimiento Penal secreto conlleva a la desigualdad entre las partes,
en perjuicio del presunto delincuente y favorece la existencia de unos
jueces que por disponer de un gran margen de discrecionalidad al aplicar
la ley penal, se hacen temibles, porque en la mayoría de los casos, sus
desmanes permanecen en la sombra y no son conocidos sino por
quienes los padecen.
b) En lo que atañe al presunto desconocimiento de las reglas
constitucionales (Título V, art. 234 C.N.) sobre la estructura jerárquica de
la Rama Judicial, manifiestan que en términos jurídicos no es posible la
existencia de dos entidades de la jurisdicción ordinaria con ámbito
nacional, como acontece con la Corte Suprema de Justicia, máximo
organismo de aquella jurisdicción, y el Tribunal Nacional. Manifiestan
que lo anterior significa que el Decreto 2700 de l991, desconoce las
disposiciones constitucionales precitadas, por cuanto una decisión
judicial del Tribunal Nacional, como su propia denominación lo indica,
tiene ámbito espacial en todo el país y los recursos jurídicos contra estas
no serían viables ante otro ente judicial nacional, esto es, ni siquiera ante
la Corte Suprema de Justicia, en razón a que las dos entidades, por su
cobertura nacional, tendrían el mismo nivel jerárquico, llevando lo anterior
al absurdo de que en Colombia existieran dos órganos superiores de la
jurisdicción ordinaria: la Corte Suprema de Justicia y el Tribunal Nacional.

c) En lo tocante a la violación de la competencia funcional del Consejo


Superior de la Judicatura, se precisa por la demanda que no obstante la
Constitución de l991 incorporó la figura de aquel nuevo organismo como
ente de dirección de la función administrativa en la Rama Judicial y le
asignó la atribución de "fijar la división del territorio para efectos
judiciales" (art. 257 C.N.), el hecho de que todavía no se haya producido
la reglamentación respectiva y que hasta el momento no ha procedido a
cumplir con esa función constitucional, hace inviable por carencia de
competencia una división territorial en materia judicial ordenada por la
Ley y diferente a la sustentada en la anterior Constitución de l886.

Se concluye entonces que no es posible darle aplicación a los


enunciados del Nuevo Código de Procedimiento Penal (Decreto 2700 de
l991) en lo referente al Tribunal Nacional (art. 69) y a los jueces
Regionales (art. 71). El Consejo Superior de la Judicatura no ha hecho la
división territorial en donde hipotéticamente funcionaría el Tribunal
Nacional y los Jueces Regionales; por lo tanto, las normas precitadas
violan la Constitución, o en su defecto serían ineficaces, hasta tanto el
Consejo Superior de la Judicatura establezca las nuevas divisiones
territoriales judiciales.

2. DEMANDA PRESENTADA POR RAFAEL BARRIOS MENDIVIL


CONTRA LOS SIGUIENTES ARTICULOS: 7o, 8o, 11, 16, 66, 67, 68,
69,71,78, 86, 89, 96, 106, 118, 120, 121, 124, 126, 134, 156, 158, 161,
206, 214,218, 247, 251, 272, 293, 304, 310, 312, 322, 323, 342, 352,374,
386, 387,388, 397, 399, 409, 415 y LOS TRANSITORIOS 2o, 5o y 7o.
Los accionantes solicitan a la Corte Constitucional que se declaren
inexequibles, las disposiciones contenidas en la referencia y
fundamentan su petición con base en las siguientes argumentaciones
que se resumen así:

a) Normas que se estiman violadas.

Para el actor las normas acusadas desconocen lo dispuesto por los


artículos 3o., 13, 28, 29, 33, 83, 93, 116, 121, 228 y 250 de la
Constitución Nacional. Además estima el actor que resultan violados los
artículos 4o., 5o. numerales 1 y 3; 14 y 15 numerales 1 y 17 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos. También considera que se
han violado los artículos 7o. numerales 3, 5 y 6; 8o. numerales 1 y 2; 9o.
y 24 de la Convención Americana de Derechos Humanos. Así mismo
estima que las normas acusadas desconoce los artículos 1o., 7o., 10o. y
11 numerales 2 y 12 de la Declaración Universal de Derechos Humanos
y los artículos II y IX de la Declaración Americana sobre Derechos
Humanos.

b) Concepto de la violación.

El actor considera que las normas que se demandan desconocen el


Principio de la Igualdad al establecer un "tratamiento diferencial y
desfavorable para los procesados y condenados por los Jueces
Regionales y el Tribunal Nacional" y que el procedimiento que se sigue
por dichos jueces lesiona el Principio del Debido Proceso.

La Igualdad de las personas ante la ley está consagrada en la Carta


Política en el artículo 13 para proteger y garantizarles el desarrollo de la
vida en comunidad frente a los demás y frente al Estado, debiendo éste
velar por su vigencia; además el debido proceso supone la confluencia y
concreción de los derechos y garantías que son reconocidos a las partes
en toda actuación judicial, para salvaguardar la dignidad humana y el
ejercicio imparcial de la Justicia.

En su opinión, los artículos 66, 68 y 126 del Estatuto Procesal Penal,


mediante los cuales se atribuyen funciones de juzgamiento al Tribunal
Nacional y a los Jueces Regionales; competencia a la Corte Suprema de
Justicia para conocer los recursos de casación, apelación y de hecho en
los procesos del Tribunal Nacional y los Jueces Regionales; competencia
al Tribunal Nacional para conocer entre otros de la segunda instancia de
los recursos de apelación y de hecho interpuestos contra las decisiones
de los Jueces Regionales; competencia de los Jueces Regionales para
conocer de los delitos contemplados en la Ley 30 y del Decreto 2266 de
1991 y la facultad de investigar, calificar y acusar a los Fiscales
Delegados ante los Jueces Regionales; sobrepasan no solo el marco del
artículo 116 de la Carta Política, el cual expresa claramente quienes
administran justicia, sino que también vulnera los artículos 246 y 247,
pues al trasladar e incorporar al Código procesal penal la jurisdicción de
Orden Público, de acuerdo al artículo 5o transitorio de la misma obra,
establece una verdadera jurisdicción especial, distinta a la de los
"pueblos indígenas" y a la de los "jueces de paz".

Consideran que el Código impugnado consagra normas que restringen el


ejercicio del Derecho de Defensa, como son aquellas que difieren la
vinculación del imputado (artículo 352, inciso 2o); facultan tener en
secreto las decisiones, (art. 342); toleran el ocultamiento de la identidad
del Fiscal (art. 158); permiten el ocultamiento de la identidad de los
intervinientes (art. 156, inc. 3o); o autorizan la versión libre y espontánea
en caso de flagrancia y el imputado que voluntariamente la solicite sin la
presencia del defensor (art. 342, inc. 2o).

Sobre la facultad de diferir la vinculación del imputado, el actor señala


que el artículo 252 del Código de Procedimiento Penal, vulnera
directamente el derecho de defensa pues imposibilita la controversia
judicial directa del acervo probatorio recaudado antes de la vinculación
de las personas al proceso, adelantándose de esta manera la
investigación a espaldas de aquellos; además, dicha figura corresponde
a la consagrada en el artículo 3o. del Decreto 2271 de 1991, que recoge
a la del artículo 34 del Decreto 2790 de 1990 en su inciso 10, que es
evidentemente inconstitucional al quebrantar el derecho a la certeza
jurídica individual sobre el comportamiento ilícito y al desconocer
oportunidades de defensa, que es la razón de la garantía que ha querido
otorgarle la Carta Política. Al respecto se anota por el Magistrado de la
Corte Suprema de Justicia, Dr. Pedro Lafont Pianetta, en salvamento de
voto a la sentencia de fecha abril 11 de 1991, que señala: "diferir la
vinculación de un procesado para el momento en que el juez lo considere
más oportuno es abrir la posibilidad para que el juez sin control de las
exigencias del debido proceso y de la observancia de las formas propias
del juicio, adelantare el proceso con absoluta ausencia del implicado y la
posibilidad de vincularlo sólo cuando todo el acervo probatorio que esté
en su contra esté estructurado. Si se llega a vincular en esta instancia y
en tal situación, qué posibilidades habrá podido tener de controvertir la
prueba y de ejercer el derecho de defensa".
El artículo 322, que es similar al art. 4o. del Decreto 2271 de 1991, que
acoge el art. 1o. del Decreto 099 de 1991, que adicionó el art. 26 del
Decreto 2790 de 1990, viola la garantía establecida en el artículo 33 de la
Constitución Política, al autorizar a funcionarios de Policía Judicial para
recibir versión libre y espontánea a los capturados en flagrancia y al
imputado que voluntariamente lo solicite obteniendo una versión a través
de medios que atentan contra la dignidad e integridad del capturado y
convirtiendo la excepción contemplada en la norma en regla general.
Además, sostiene que se restringe el derecho de defensa y se genera un
rompimiento del principio de la igualdad ante la ley, pues el artículo 304
inciso 2o. que se acusa, tomado en parte de la art. 40. del Decreto 2271
de 1991, el cual acogió el art. 52 del Decreto 2790 de 1990, ordena que
durante la instrucción no habrá lugar a nulidad por razón del factor
territorial.

Se arguye que el Derecho de Defensa, la contradicción de la prueba y el


principio de la publicidad que debe imperar en el proceso Judicial, se
afectan cuando se autoriza la existencia de fiscales secretos. Ya que el
derecho a un proceso público comprende el conocimiento del
expediente y de las personas que intervienen en el mismo; en este
sentido, el proceso público está consagrado como derecho constitucional
fundamental por el artículo 29 inciso 4o. que establece: "quien sea
sindicado tiene derecho a un debido proceso público sin dilaciones
justificadas".

Se considera que al permitirse la existencia de un "justicia secreta", se


autoriza a que la justicia proceda de una manera parcializada y que se
atente y se vulneren los derechos y las garantías procesales. Al
consagrarse la existencia de Fiscales secretos, a través de normas como
el artículo 158 inciso 1o. del C.P.P., que es idéntico al artículo 6o del
Decreto 2271 de 1991, el cual adoptó el art. 10o del Decreto 1676 de
1991; o de Intervinientes secretos y Peritos secretos en el artículo 272
del C.P.P., que corresponde al artículo 22, inciso 3o. del Decreto 099 de
1991, el cual acogió el Decreto 2271 de 1991; o Testigos secretos
mediante el artículo 293 del C.P.P., igual al artículo 4o. Decreto 2271 de
1991, que adoptó como legislación permanente los incisos 1 y 2 del art.
22 Decreto 099 de 1991; o Policía Judicial secreta, por intermedio del
artículo 158 inciso 3o del C.P.P. que corresponde al artículo 24 parágrafo
3o del Decreto 099 de 1991, que acogió el Decreto 2271 de 1991; y
Servidores Públicos secretos en el artículo 158 inciso 1o., similar al
artículo 4o del decreto 2271 de 1991, que acogió al inciso 1o art. 50 del
Decreto 099 de 1991, se vulnera el Derecho de Defensa, el Debido
Proceso, el Derecho a la Contradicción y el carácter de publicidad que
debe inspirar al mismo.
Se agrega que con el testigo secreto se rompe con la estructura lógica
del derecho constitucional colombiano y con la del mismo derecho
internacional sobre el derecho a la defensa; por lo anterior se anota que
el conocimiento de las condiciones personales del testigo o del perito,
permite la vigencia del derecho de contradicción y de defensa, pues sin
ese conocimiento personal de quien participa en la prueba, es imposible
realizar una crítica probatoria adecuada y será imposible igualmente
apreciar su valor, ya que para poder controvertir la prueba y apreciarla en
su verdadera capacidad, es indispensable conocer al protagonista de la
misma.

Se demanda por inconstitucional el artículo 158 inciso 2o. del C.P.P., el


cual en opinión del actor elimina la oportunidad de controvertir las
providencias, impide el conocimiento de las decisiones volviendo con ello
a procedimientos inquisitivos y ocultos.

Sobre el art. 214 de C.P.P. manifiesta que con él elimina la publicidad del
proceso al disponerse que "no se celebrará audiencia pública", puesto
que la publicidad de los juicios es la más oportuna garantía de su
rectitud, de la justicia y de la libertad, y el imputado encuentra en ella la
mejor seguridad contra la calumnia, la ilegalidad y la parcialidad.

Se considera que no obstante el art. 250 numeral 3o de la Constitución


Política establece como función del Fiscal General de la Nación "El dirigir
y coordinar las funciones de Policía Judicial", el art. 323 del C.P.P.
permite que durante la investigación previa podrá la policía judicial
practicar todas las pruebas necesarias, sin que medie autorización del
fiscal y los particulares queden sin protección alguna mucho más cuando
se permite la versión libre. Es entonces en su opinión, el establecimiento
de una modalidad de usurpación de funciones del Poder Ejecutivo sobre
el Judicial.

Se observa asimismo que la presunción de inocencia que debe ir en


todo el curso del proceso penal conduce a que el principio de libertad del
procesado sea la regla y no la excepción, por lo tanto el desconocer para
los delitos de competencia de los fiscales delegados, jueces regionales y
tribunal nacional, la posibilidad de aplicar otras medidas de
aseguramiento, contraviene dicha presunción y además le imprime a la
justicia un carácter de retributiva y de venganza, que riñe con la función
resocializadora que debe caracterizar a los sistemas punitivos de corte
democrático. Estas disposiciones rompen también con el principio de la
igualdad ante la ley, el cual exige que todas las personas deben recibir
el mismo trato y protección de las autoridades.
Para terminar se hace referencia a lo dicho por el Magistrado de la Corte
Suprema de Justicia Edgar Saavedra Rojas y otros, quienes al rechazar
el fallo de constitucionalidad del Decreto 2790 de 1990, el cual fue
estudiado a la luz de la Constitución de 1886, manifiestan que "...la
verdad es que se le da piso de constitucionalidad a preceptos que
vulneran de manera grave el derecho de defensa, el debido proceso y las
formas propias del juicio creándose un grave precedente legislativo y
jurisprudencial, donde implícitamente se conoce que la eficacia de la
represión tiene una mayor importancia que los derechos constitucionales
reconocidos...La entronización de la ley de la selva, donde solo importan
los intereses represivos del Estado, que la ejercen por fuera de las
previsiones constitucionales y con absoluto desconocimiento de la
integridad de la Carta y de las obligaciones internacionales que hemos
adquirido al ratificar el Pacto Universal y la Convención Americana de
Derechos Humanos. Ante tan claro desentendimiento de dichas
obligaciones sería conveniente que el gobierno pensara seriamente en
denunciar dichos tratados, que los están ignorando de manera flagrante".
Y se agrega "este monumento antidemocrático, inquisitivo, oscurantista,
y de corte fascitoide, fue convertido en legislación permanente como bien
se precia el defensor de marras del Ministerio de Justicia".

3. INTERVENCION OFICIAL DEL MINISTERIO DE JUSTICIA


JUSTIFICANDO LA CONSTITUCIONALIDAD DE LOS ARTICULOS
DEMANDADOS.

Para sustentar la constitucionalidad de las disposiciones contenidas en el


Decreto 2700 de 1991, es decir, para sostener la plena eficacia
constitucional del Decreto 2700 de 1991 (Código de Procedimiento
Penal), el Ministerio de Justicia hace las siguientes apreciaciones:

a) Considerando que el delito es el resultado de las relaciones sociales y


de la conducta de los individuos, por cuanto está orientada por normas
colectivas que interactúan con factores socioeconómicos y culturales, se
consideró relevante establecer el comportamiento del delito en Colombia,
para lo cual se decidió que tenían que establecerse unos parámetros
necesarios para que la justicia sea eficaz y lograr la pronta y cumplida
justicia primaria; función propia del Estado, cuyas actuaciones serán
públicas y permanentes, con las excepciones que fije la ley.

Con el propósito de impedir que los procedimientos sean utilizados para


obstaculizar la Administración de justicia, se dispuso que en dichas
actuaciones prevalecerá el derecho sustancial, por cuanto el
fortalecimiento de la Administración de justicia, su eficacia y el debido
respeto a los derechos humanos, constituyen algunos de los vehementes
anhelos que dieron origen a la Constitución Nacional. Así ha quedado
plasmado en el Decreto 2700 de 1991, Código de Procedimiento Penal,
que consagró en sus primeros artículos los principios rectores, como los
del debido proceso, presunción de inocencia, reconocimiento a la
libertad. habeas corpus, imperio de la ley, contradicción, publicidad,
finalidad del procedimiento, favorabilidad, protección de víctimas y
testigos, corrección de actos irregulares, restablecimiento del derecho,
cosa juzgada, doble instancia, reformatio in pejus, lealtad, gratuidad,
igualdad, integración y prevalencia de las normas rectoras (art. 1o al 22
del Decreto 2700 de 1991).

Apreciando la situación actual de orden público, la cual se encuentra


agravada por el surgimiento de los escuadrones de la muerte, las bandas
de sicarios y los grupos de autodefensa, el Gobierno debe contar con
instrumentos ágiles que le permitan hacerle frente a los desafíos que
sufre el Estado de Derecho y conjurar la crisis que sobreviene a diario
por la violencia, pues como lo expresó la Corte Suprema de Justicia
"...Es preciso reiterar que las causas que dieron origen a la declaratoria
del estado de sitio, no solo no han desaparecido, sino que se han
agravado con el aumento de los factores de perturbación de la acción
subversiva y terrorista".

Al respecto el Presidente de la República en su discurso de posesión el 7


de agosto de 1990, expresó: "La violencia llamó a las puertas de cada
colombiano y puso a prueba el carácter de la Nación. Mi gobierno tiene la
responsabilidad histórica de pacificar la vida colombiana, modernizar las
instituciones para que respondan a las nuevas necesidades de los
ciudadanos. Colombia a apelado a las soluciones políticas una y otra vez
para hacerle frente a la rebelión armada. Ellas serán preservadas para
los grupos guerrilleros que se acojan al sentimiento mayoritario de la
Nación: acabar con la violencia... Crearemos una legislación de carácter
permanente que no dependa de la temporalidad del estado de sitio ni dé
lugar a abusos y cuyas normas se adecúen a nuestra tradición
jurídica...".

Es por esta razón que el Gobierno en primer lugar le presentó a la


Comisión Especial Legislativa a consideración unos Decretos de estado
de sitio para que fueran adoptados como legislación permanente. En
segundo lugar y en concordancia con el art. 5o. transitorio de la Carta
que dice: "Revístese al Presidente de la República de precisas
facultades extraordinarias para: a) Expedir las normas que organicen la
Fiscalía General de la Nación y las normas de Procedimiento Penal...",
expidió el Decreto 2700 de 1991 (Código de Procedimiento Penal). Y en
tercer termino expidió los Decretos 1155 y 1156 de 1992 a través de los
cuales se incorporó la interpretación en relación con la libertad
provisional en los procesos de competencia de los Jueces Regionales al
señalarse que en "los procesos cuyo conocimiento está atribuido a los
Jueces Regionales, deben regirse exclusivamente por los Decretos
Especiales expedidos por el Gobierno Nacional como legislación
permanente". Jueces Regionales que pertenecen a la jurisdicción
ordinaria, o sea que están incorporados a la estructura orgánica judicial
que en materia penal fue establecida en la Constitución Nacional,
conocedores de procesos que serán instruidos por la Fiscalía General de
la Nación, bajo cuya dirección quedará la policía judicial.

b) Es cierto que la publicidad de la prueba es un derecho del procesado,


empero al tenor del artículo 8o. numeral 5o, de la Convención Americana
sobre Derecho Humanos, Pacto de San José, ratificado por Colombia el
31 de julio de 1973 y aprobado por la Ley 16 de 1972, se dispuso que "el
proceso penal debe ser público, salvo en lo que sea necesario para
preservar los derechos de la justicia". En consecuencia, también los
procesos de competencia de los Jueces regionales, en materia de
principios generales de las pruebas, se rigen por lo normado en la
Constitución Política, y Código de Procedimiento Penal y los Tratados
Internacionales, los cuales como se observa contemplan expresas
excepciones a los principios de publicidad y contradicción.

No obstante que con la reserva de la identidad de los testigos también se


limita la publicidad y controversia probatoria en los procesos de
competencia de los Jueces Regionales (Cfr. art. 293 Decreto 2700 de
1991), al tenor del numeral 4o. del art. 250 de la C.N., en concordancia
con el numeral 6o. del art. 120 del citado Decreto, esa disposición no
resulta inconstitucional ya que por mandato de la Carta se debe velar por
la protección de las víctimas, testigos e intervinientes en el proceso.
Además de que el art. 50 del decreto 099 de 1991 garantiza la seriedad e
imparcialidad del proceso al establecer que no se podrá dictar sentencia
condenatoria que tenga como único fundamento uno o varios testimonios
de personas cuya identidad se hubiere reservado; dentro de los
procesos ante los Jueces regionales, para la valoración del testimonio,
estos funcionarios deben tener en cuenta la sana crítica, el objeto
percibido, la personalidad del declarante, las circunstancias de lugar,
tiempo y modo en que se percibió.

En cuanto a la reserva de identidad de los servidores públicos que


intervengan en la actuación procesal, esta figura se justifica con el
argumento de que se debe proteger la vida de los funcionarios judiciales
ante la ola de homicidios de muchos de ellos, sin que resulte violatorio
del debido proceso proteger la vida de quien administra justicia. La
reserva de la identidad es sólo un mecanismo para contrarrestar la
amenaza de las organizaciones criminales. Argumentar que con esta
norma acusada se violan las convenciones internacionales de derechos
humanos es distorsionar el alcance y concepto mismo de derechos
humanos, pues el juez, el policía, y la víctima también tienen derechos
humanos.

c) Las excepciones previstas en el art. 16 del Decreto 2700 de 1991, se


fundamentan en las disposición constitucional contenida en el art. 31 de
la Carta: "Toda sentencia judicial podrá ser apelada o consultada, salvo
las excepciones que consagre la ley".

d) Ante la impugnación del art. 66 del Decreto 2700 de 1991, el cual


establece que el Tribunal Nacional y los Jueces Regionales administran
justicia a través de la función de juzgamiento que el código les atribuya,
Tribunal y Jueces que son lo que se conocía como Tribunal Superior de
Orden Público y Jueces de Orden Público, el Ministerio de Justicia
considera que no hay lugar a inconstitucionalidad, ya que el debido
proceso no consiste en conocer la identidad del funcionario que
administra justicia para tener ocasión de amenazarlo e intimidarlo en la
toma de decisiones, ni implica que el abogado defensor pueda
controvertir las pruebas desde el momento mismo en que se inicia una
indagación preliminar.

e) La posibilidad de que un funcionario distinto de aquel que dictó la


providencia la conozca y revise, es garantía elemental para evitar abusos
y corregir yerros irreversibles en una actividad realizada por hombres, por
eso es función de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de
Justicia, actuar como tribunal de casación y como segunda instancia en
los procesos que conozcan los tribunales nacionales, cumpliéndose así lo
dispuesto sobre la doble instancia consagrada en el art. 31 de la C.N., en
concordancia con el art. 16 del precitado Decreto. Por lo anterior, se
manifiesta que no puede afirmar el actor que existen dos entidades de la
jurisdicción ordinaria con ámbito nacional, pues la misma Constitución
Nacional en su art. 234 dispone que "la Corte Suprema de Justicia es el
máximo tribunal de la jurisdicción ordinaria" y sus atribuciones son de
resonancia nacional, mientras que al Tribunal Nacional le compete todo
lo relacionado con los Jueces Regionales, que se encuentran ubicados
en las diferentes zonas territoriales del país y por ello sus decisiones
tienen ámbito especial en todo el territorio nacional.

f) Si bien es cierto que la Constitución faculta al Consejo Superior de la


Judicatura para fijar la división judicial del territorio, esta norma no es
contrariada por las disposiciones de los art. 69, 71 y 78 del Decreto 2700
de 1991, por cuanto el art. transitorio 5o de la Constitución faculta al
Presidente de la República para "expedir normas que organicen la
Fiscalía General y normas de procedimiento penal".
g) Durante toda la actuación procesal es importante que el funcionario
que la dirija pueda hacerlo en un medio libre de presiones, por esa razón
el Tribunal Nacional puede solicitar a la Corte Suprema de Justicia, de
acuerdo a su conveniencia, la fijación en determinado sitio de un
proceso, o disponer lo conveniente dentro del territorio de su
competencia, al tenor del art. 86 del Decreto 2700 de 1991.

h) Un funcionario judicial que inicialmente no conoció un proceso,


adquiere competencia por razón de la conexidad y así si uno de los
hechos punibles es de competencia del Juez Regional, éste será el
competente para conocer de los delitos conexos según el art. 89 del
Decreto 2700 de 1991.

i) Para evitar inseguridad, inequidad e ineficiencia jurídicas y por


economía procesal el art. 96 del C.P.P. autoriza al Juez Regional la
acumulación de procesos de su conocimiento y de los de otros jueces. La
Fiscalía General de la Nación es una institución encargada de
transformar el concepto del procedimiento penal colombiano, donde
desarrolla la función judicial de dirigir el proceso y ejercer la acción penal
durante la etapa de investigación y constituirse en verdadero sujeto
procesal durante la etapa de juicio. Es importante entonces la diligencia
de los fiscales delegados ante el Tribunal Nacional y los Jueces
regionales, los cuales vigilan la recta y pronta administración de justicia,
investigando, calificando y acusando, si fuere el caso.

j) Los avances de la ciencia y de la tecnología deben estar a disposición


de la actuación penal, por ello sobresale la importancia de utilizar los
medios técnicos en toda actuación penal, aún de parte de las fiscalías
ante losJueces regionales, pues estas son necesarias para garantizar la
reserva del funcionario judicial y de los testigos en los procesos.

k) Por lo que atañe a la consulta, se manifiesta que no es un recurso sino


un grado de jurisdicción, el cual permite al superior jerárquico revisar la
providencia del inferior en casos en que procede aunque no se hayan
presentado impugnaciones de la providencia. Se anota que los procesos
del conocimiento de los Jueces Regionales suelen ser muy delicados y
muchas veces conllevan a amenazas y presiones sobre la decisión
judicial, por lo cual se estableció en el art. 206 del C.P.P. la consulta de
providencia de fondo que absuelven o benefician al sindicado.

l) En cuanto a la limitación de la celebración de audiencias publicas, de


que habla el inciso segundo del artículo 214 del C.P.P., ello se anuncia
como lógico, pues es un mecanismo hábil para proteger la integridad del
Tribunal Nacional o guardar la reserva sobre su identidad.
m) La contradicción de la prueba es fundamental, pues la ley procesal es
solo parte del ordenamiento jurídico y éste, de las normas de control
social y debe desarrollar con plenitud el objeto que le ha sido
encomendado y no puede abstenerse de hacerlo sobre la base de que
otras disposiciones de control social son deficientes; no sólo la
posibilidad de contrainterrogar al testigo, verificar su credibilidad, son
fuente de conocimiento.

n) La nulidad está expresamente consagrada. La Constitución Nacional


consagró la competencia en todo el territorio nacional a los Fiscales
Delegados y por esa razón no es posible que durante la investigación se
presenten nulidades con base en falta de competencia del Fiscal por
razón de territorio.

ñ) Se designó al Fiscal General como director y coordinador de las


funciones de Policía Judicial de la Policía Nacional; la cual es la
autoridad más próxima al ciudadano, especialmente en las zonas rurales,
por eso se le revistió de las funciones permanentes de policía judicial,
aspirando a capacitar a un determinado número de miembros de ese
cuerpo policivo para que ejerza con profesionalismo dichas funciones.
Unicamente en los casos de flagrancia, donde se requiere la actuación
inmediata de la autoridad para que los delitos no queden impunes, se
permite a la policía judicial recaudar las pruebas que determinarán el
éxito de la investigación penal, porque la averiguación de un hecho
punible exige que se actúe inmediatamente y lo que no se averigüe en
los momentos siguientes a la comisión del delito, difícilmente se resolverá
más tarde. Si bien lo ideal sería que esté presente un funcionario judicial
en todas las diligencias, esto no es posible por la cantidad de delitos que
se cometen inesperadamente en lugares insospechados, donde la
primera autoridad que puede desplazarse es la policía; cumpliéndose de
este modo, con la misión de la comunicación de hechos punibles o notitia
criminis.

o) La Policía Judicial puede recibir la versión libre y espontánea


únicamente en circunstancias de flagrancia o cuando el imputado lo
solicita, cualquier evento distinto a la flagrancia requiere del Fiscal para
recibir la versión en presencia de apoderado y solo la versión rendida
ante el fiscal donde se reconozca la participación de los hechos, tiene
valor de confesión.

p) Para justificar el contexto del artículo 323 del Código de Procedimiento


Penal, se explica que hay diferencia entre la practica de pruebas en la
investigación previa y las practicadas dentro del proceso, ya que la etapa
de investigación previa no pertenece al proceso y solo conduce a
ejercitar la acción penal, mientras que la capacidad probatoria busca la
verdad material. Por ello los funcionarios de la Policía Judicial tienen las
facultades necesarias para proteger esas fuentes de prueba y en ellas no
existe propiamente el principio de contradicción y por esto, muchas
pruebas solo se deben practicar durante el proceso. Si el fiscal delegado
a la unidad de fiscalía ha asumido la dirección de la actuación puede
ordenar práctica de pruebas que le son reservadas, como la inspección o
el dictamen judicial.

q) La Fiscalía General tiene competencia para todo el territorio nacional


según el Decreto 2699 de 1991 y el lugar o sede de la Fiscalía cumple
solo fines administrativos que no generan conflictos de competencia,
pues el fiscal que se informa sobre la captura, adelantará la investigación
sin perjuicio de que después, corresponda a otro fiscal de la unidad. Se
anota que el segundo inciso del artículo 386 del Código de
Procedimiento Penal no es aplicable solo a los jueces regionales, pues
la agilidad en el desarrollo de la instrucción distingue este procedimiento
del señalado en el inciso primero del mismo artículo. El Juez de
instrucción tenía límites territoriales muy determinados fuera de los
cuales no podía actuar validamente sino a través de la comisión a otro
funcionario; con la Fiscalía existe un concepto integral de la
investigación, que se distribuye en diferentes unidades simplemente por
razones de especialización y eficiencia administrativa, pero que debe
permitir a cualquier fiscal delegado adelantar actividades de
investigación para conseguir la verdad aunque posteriormente no le
corresponda dirigir personalmente el trámite.

r) Respecto al artículo 387 del Código de Procedimiento Penal se aclara


que la definición de la situación jurídica constituye la primera providencia
interlocutoria que generalmente se presenta una vez iniciado el proceso.
Se añade que los términos que señala el artículo 387 son máximos, por
eso se dispuso "a mas tardar", lo que significa que no necesariamente se
tiene que proceder a la definición jurídica, pues el acervo probatorio
podría determinar una preclusión de la investigación si hay certeza sobre
la inocencia del procesado.

s) En lo que toca al numeral 1o del artículo 397 del precitado código, se


manifiesta que se faltaría al principio de la igualdad ante la ley, el no
incluir lo dispuesto en esa norma, puesto que la detención preventiva
tiene objetivos precisos, que son asegurar la comparecencia del
sindicado, garantizar que en efecto se cumpla con la posible sanción y
proteger a la comunidad; máxime cuando los hechos punibles que son de
conocimiento de los Jueces Regionales constituyen un mayor peligro
para la estabilidad del sistema mismo y la conservación de la seguridad.
t) Por lo que se refiere al inciso quinto del artículo 399 del Código de
Procedimiento Penal, se considera que si bien siempre que procede la
detención preventiva de un servidor público sin ocurrir causal de
excarcelación, es necesario que se produzca la suspensión en el cargo,
en razón de que los hechos punibles de competencia de los jueces
regionales constituyen el mayor peligro para la estabilidad del sistema y
de la seguridad nacional, es necesario disponer el no requerimiento de la
suspensión en el cargo para hacer efectiva la detención de un servidor
público. Con las mismas razones, se justifica el art. 40 inciso 2o., numeral
8o. del Código referido, el cual excluye del beneficio de ser detenido
parcialmente en el lugar del trabajo o domicilio a los sindicados por delito
de competencia de los Jueces Regionales, como también, el beneficio de
libertad condicional, al tenor del inciso 2o del numeral 8o. y del parágrafo
del art. 415 del mismo código.

4. CONCEPTO DEL PROCURADOR GENERAL DE LA NACION.

El Procurador General de la Nación rindió en término el concepto de su


competencia. Inicia su exposición refiriéndose a los principios
constitucionales fundamentales y a los derechos fundamentales cuya
"positivización tiene la ventaja de vincular todo el sistema normativo, y
determinando su interpretación, desarrollo y simultáneamente obliga a
todas las autoridades sin distinción alguna en la ejecución de sus
poderes, deberes y responsabilidades inherentes"; y destaca con miras a
la dilucidación del asunto planteado derechos y garantías tales como la
igualdad de todas las personas, las diversas garantías judiciales que, en
su opinión, han de entenderse de acuerdo con "las previsiones
preexistentes en los Instrumentos Internacionales de Derechos Humanos
ratificados por Colombia", normatividad que es vinculante "no sólo
respecto de las decisiones judiciales sino también en materia político-
legislativa"; cita al respecto el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos y la Convención Americana, señalando precisos apartes de sus
contenidos que, según entiende el señor Procurador, comprometen a los
estados.

Realiza posteriormente un análisis acerca de las disposiciones


constitucionales transitorias, e indica que en desarrollo de las
habilitaciones extraordinarias conferidas al gobierno, se expidieron varios
decretos entre ellos el 2271/91 y el 2266/91 que adoptan algunas
medidas como legislación permanente, el referente al Estatuto Orgánico
de la Fiscalía General y finalmente el Decreto 2700 de 1991 o nuevo
Código de Procedimiento Penal. Sobre esta base y partiendo del principio
de separación de los poderes públicos en entender del señor Procurador,
concebido para impedir la concentración de poderes, pasa a considerar la
estructura constitucional de la administración de justicia, mencionando al
efecto las normas pertinentes, para concluir que esa estructura
constitucional básica "y el establecimiento expreso y directo de las
excepciones, no reconoce ni permite admitir después de el plazo de
expirado adaptación del sistema jurídico penal o de tránsito, la
subsistencia o incorporación analógica de la jurisdicción especial de
orden público", porque dicha jurisdicción fue diseñada como "especial y
paralela" a la ordinaria y tenía como base de operación un apoyo técnico,
logístico, administrativo y financiero" cuyo origen y naturaleza no era
puramente judicial "pues en su formación y funcionamiento interfería
legalmente el poder ejecutivo"; además, en su momento se justificaba en
atención a la gravedad de los hechos, pero "por su origen, naturaleza y
concepción, su proyección en el tiempo sólo podía ser transitoria", en fin,
"porque la Constitución Política vigente expresamente señala cuáles son
las jurisdicciones especiales, y por ende prohibe el deferir la jurisdicción a
otros órganos", como fue la jurisdicción de orden público que
indiscutiblemente dejó de tener existencia jurídica al entrar en vigencia el
nuevo Código de Procedimiento Penal y en funcionamiento la Fiscalía
General de la Nación.

Luego de enunciar algunas funciones de la Fiscalía General de la Nación,


puntualiza el señor Procurador que "tanto la función de acusación como
la de juzgamiento sólo pueden ser desarrolladas por los organismos y
funcionarios judiciales habilitados por la Constitución y la ley" y en virtud
de la entrada en vigencia de la Carta y del nuevo Código de
Procedimiento Penal "la antigua jurisdicción de Orden Público, hoy
Juzgados Regionales y Tribunal Nacional hace parte de la jurisdicción
ordinaria...". Agrega que cosa diferente es que la competencia y el
régimen procesal penal que transitoriamente (10 años) aplican estos
despachos sea diferente del ordinario previsto en el Código de
Procedimiento Penal, "se trata pues, de una sola jurisdicción con dos
regímenes procesales diferentes". Con fundamento en estas
aseveraciones, el señor Procurador General de la Nación considera "que
como las disposiciones acusadas contienen el señalamiento de la
competencia, así como las funciones que cumplirán los jueces regionales
y el Tribunal Nacional y los Fiscales ante estos Despachos, resultan
exequibles de acuerdo al marco constitucional y legal esbozado, los
artículos 66, 67, 68, 69, 71, 78, 86, 89, 96, 106, 118, 120, 121, 124, 126,
134, 156, 206, 214, 218, 247, 310, 374, 386, 387, 388, 397, 399, 409,
415, 542 y 2o., 5o. y 7o. transitorios del Decreto 2700 de 1991".

En cuanto a la Actuación Especial, el jefe del ministerio público se


detiene en el análisis de los antecedentes de la medida contemplada en
los artículos 158 y 293 del Decreto 2700 de 1991, particularmente el
Estatuto para la Defensa de la Justicia, señalando que el Decreto 2790
de 1990 al convertir la jurisdicción de Orden Público en secreta, consultó
razones de seguridad, en procura de restaurarle la independencia a la
justicia asediada e intimidada "por parte de organizaciones criminales
cada vez con mayor poderío económico y capacidad de acción". Los
Decretos 2266 y 2271 de 1991 convirtieron el Estatuto comentado en
legislación permanente. El Nuevo Código de Procedimiento Penal
incorporó las normas cuya constitucionalidad se cuestiona y que tienen
los antecedentes referidos. Finalmente anota el señor Procurador que:

- "La respuesta estatal que aquí se consigna no ha sido la única en


cuanto a medidas de protección y seguridad. Así encontramos en orden
cronológico, el Decreto 774 de l987, la Ley 18 de l988 y el Decreto 2273
de l991, que adoptaron determinaciones tales como el conocimiento de
un seguro por muerte, tanto para los funcionarios judiciales como para los
del Ministerio Público y la creación del Fondo de Seguridad de la Rama
Jurisdiccional".

- "El cargo impetrado se concentra en la aseveración de que los artículos


158 y 293 y por ende las preceptivas de los artículos 8o. y 11 y 272 del
C.P.P. le quitan el carácter público al proceso penal, se instaura una
justicia invisible en la que se permite el secreto respecto de la identidad
del juez y de los testigos lo que vulnera el derecho de defensa, así como
el principio constitucional de la igualdad y su consignación en las normas
internacionales que los reconocen y que forman parte de nuestro derecho
positivo".

Estimó indispensable el jefe del Ministerio Público "realizar un cotejo


independiente de las normas cuestionadas", tratando en primer lugar el
tema de la protección de la identidad de los funcionarios; sobre el
particular vierte en su concepto las siguientes consideraciones:

- "La actuación procesal prevista en el artículo 158 en cabeza de unos


funcionarios no identificados no viola el principio de igualdad, por cuanto
como ya se dejó establecido por la Corte Constitucional, tal principio tiene
un aspecto condicionante para que pueda operar su tutela, la igualdad de
circunstancias, es decir, el procesamiento legal para todos los sindicados
en los delitos de competencia de los jueces regionales".

- "Esta circunstancia se dá plenamente, pues la norma consagra que


siempre que exista grave peligro contra la integridad personal de los
servidores públicos distintos al fiscal, que intervengan en la actuación
surtida con ocasión de los delitos de los jueces regionales, se ocultará su
identidad". Considera, además, que "no se advierte infracción de las
garantías tuteladas por el artículo 29 superior, porque en materia de
juzgamiento se exige que éste sea efectuado por el Juez competente,
previamente establecido por el ordenamiento, elementos que se
identifican en la norma en cuestión".

- "De otra parte, las previsiones del artículo 158 no riñen con las
garantías de índole penal, procesal y de ejecución penal reconocidas en
los instrumentos internacionales también mencionados, en donde
refiriéndose al proceso, se entiende que éste sólo puede aplicarse por
órganos y jueces instituídos legalmente para esta función y de que nadie
puede ser castigado sino en virtud de un juicio legal. Así, la institución de
los funcionarios sin rostro, en cuanto no lesiona la seguridad jurídica
propuesta como intangible para las personas en un Estado Social o de
Derecho, es garantía del orden, de la justicia y de la seguridad que la
misma carta se propone asegurar.... Se preserva entonces con el secreto
de éstos, intereses de la justicia que como tal son colectivos y merecen
especial prevalencia y protección".

En cuanto al tema de los testigos ocultos, según el señor Procurador, se


inscribe dentro de la estrategia para enfrentar el poderío de la
criminalidad organizada, argumento que sirvió a la Corte para declarar
constitucional el Decreto 1191 de 1991 en lo referente a "garantizar la
eficacia de las investigaciones tendientes a esclarecer y sancionar estos
delitos, mediante la protección efectiva de las personas que aportaran
informaciones conducentes a evitar la impunidad en la comisión de estos
y a lograr la captura de sus autores y partícipes".

Estima el señor Procurador que "en lo atinente a la reserva de la


identidad de testigos debe tenerse en cuenta si existen preceptos que
dentro del mismo Estatuto Penal instituyen herramientas garantizadoras
del debido proceso, en cuanto permitan la controversia de la prueba y la
imparcialidad del juzgador", y sobre esta base consigna las
consideraciones que a continuación se incluyen:

- "El cargo que podría hacerse a la norma partiría del supuesto de que no
existe posibilidad de controvertir la prueba de testimonio en el aspecto de
la personalidad del declarante, puesto que ni el acusado ni su apoderado
conocen la identidad del deponente. Se estima que tal forma de allegar la
prueba al proceso no desconoce la debida garantía del derecho de
defensa, toda vez que así recaudada, no se soporta en el conocimiento
directo de esa persona, sino en la posibilidad de debatir y valorar los
hechos de que tal versión da cuenta"; versión que debe ser apreciada por
el funcionario atendiendo "los principios de la sana critica y,
especialmente lo relativo a la naturaleza del objeto percibido, al estado
de sanidad del sentido o sentidos por los cuales se tuvo la percepción,
las circunstancias de lugar, tiempo y modo en que se percibió, a la
personalidad del declarante, a la forma como hubiere declarado y las
singularidades que pueden observarse en el testimonio, en voces del
artículo 294 ibídem".

- "No obstante lo anterior la ley ha sido celosa en cuanto a la apreciación


de los testimonios secretos por los jueces regionales y como una
garantía más para los sindicados en estas causas, previó en el art. 247
que "en los procesos de que conocen los jueces regionales no se podrá
dictar sentencia condenatoria que tenga como único fundamento, uno o
varios testimonios de personas cuya identidad se hubiere reservado".
Norma que protege al sindicado de la posibilidad de ser condenado por la
excesiva valoración del juez, en testimonios recepcionados con el
ocultamiento de la personalidad o identidad del testigo".

- "Otro instituto garantizador es el aval del Ministerio Público que


certificará cuando se oculte la identidad de los testigos, que la huella que
reemplaza su firma corresponde a la de la persona de declaró".

- "El juez así mismo, deberá elaborar un acta donde consignará la


percepción que tiene sobre la versión que rinde el deponente, la valorará
entonces, lo que permitirá en caso de ser controvertida o de su eventual
revisión en una instancia superior, su posterior cotejo".

- "Finalmente, puede afirmarse que las medidas contenidas en los


artículos acusados, no solamente corresponden a una manifestación de
la solidaridad que el Estado debe tener, tanto con sus servidores como
son sus coasociados, que se erige como uno de los objetivos del Estado
social que la Carta consagra, sino que la misma tiene un trasfondo de
devolverle operatividad y por ende credibilidad a la justicia".

Apunta el señor Procurador que "Los planteamientos que preceden,


aplicables igualmente a los arts. 8o. 11o. y 272 no dejan duda de la
exequibilidad de los artículos 158 y 293 del Código de Procedimiento
Penal".

El Despacho del señor Procurador General de la Nación, se detiene en el


estudio de "otras disposiciones", así:

- "El inciso 2o. del artículo 7o. del C. P. P. en su contenido parcial "salvo
las excepciones contempladas en este código", restringe de manera
abierta el postulado del contradictorio que se halla inmerso en el principio
del derecho a la defensa, que de manera expresa estatuye el artículo 29
de la Carta Política al consagrar:

"Quien sea sindicado tiene derecho a la defensa y a la asistencia


de un abogado escogido por él... a presentar pruebas y a
controvertir las que se alleguen en su contra..."

- "Es claro entonces que la norma superior no hizo referencia a


excepciones legales o a un determinado estadio procesal, lo que con
sana lógica obliga a concluir que ampara a todos los procedimientos
establecidos en el Decreto 2700 de l991 (C.P.P.), por cuanto el derecho a
la defensa (principio de impugnación y contradicción) debe tener
aplicación en las diversas etapas del proceso, inclusive desde el mismo
instante en que surja la imputación en contra de cualquier persona".

Concluye el jefe del Ministerio Público afirmando que "Bajo este contexto
resultan inexequibles el inciso 2o. del artículo 7o. y los preceptos 242 y
352 del Estatuto Procedimiento Penal".

En cuanto al artículo 16, que trata sobre el principio de la doble instancia,


manifiesta que:

- "La norma consagra la regla general de que toda providencia (auto


interlocutorio) puede ser apelada. La excepción está referida a los
proceso de única instancia, cuyo juzgamiento compete a la Corte
Suprema de Justicia". En su sentir se trata de un desarrollo de los
tratados internacionales en que Colombia hace parte, como para el caso
lo son la ley 74 de 1968 (artículo 14.5) y la ley 16 de 1972 (artículo 8.2
literal h)). Finalmente, acerca de este tópico, apunta:

- "Consideramos que la norma acusada no transgrede en modo alguno


el postulado de la doble instancia y con éste la norma superior... y en
desarrollo de esta consagración constitucional, aparece el artículo 16 del
C.P.P. Lo que busca el legislador en esta norma y con la excepción
citada no es otra cosa que salvaguardar el derecho a la defensa,
situación que no se puede soslayar en los procesos de única instancia de
que conoce exclusivamente la Corte cuya figuración colegiada por si
misma garantiza la protección de los derechos fundamentales o garantías
judiciales de que goza el procesado".

En cuanto al artículo 161, referente a la inexistencia de las diligencias,


apunta el señor Procurador que el derecho a la defensa debe estar
garantizado, "desde el momento mismo en que nazca la imputación de la
comisión de un hecho punible" y agrega más adelante: "Es por ello que el
inciso 2o. del artículo 161 del C.P.P. quebranta ostensiblemente el
artículo 29 de nuestra Ley Fundamental, al estarle limitando el derecho
de ser asistido por su defensor de confianza o por uno de oficio al
capturarlo en flagrancia en su versión libre y espontánea". Afirmación que
sustenta el jefe del Ministerio Público en los siguientes argumentos:

- "La palabra "asistencia" significa también auxilio, y utilizada


jurídicamente en el artículo 29 implica siempre una labor de
asesoramiento, necesidad ésta que nace desde el mismo instante en que
la persona es capturada en flagrancia o no, por cuanto la intervención del
defensor en estos primeros momentos tiene un carácter específico de
protección personal, atendida ésta como función protectora de todos los
derechos y garantías judiciales". Así se desprende del contenido del
artículo 29 superior "ya que el procesado debe tener la oportunidad
efectiva de hacer valer sus derechos a plenitud durante los estadios pre y
procesales".

- "No hay que olvidar que el art. 29 en su inciso final establece como
nula de pleno derecho la prueba obtenida con violación del debido
proceso, cuyo concepto comprende todas las garantías procesales como
la del derecho a la defensa, es decir el derecho a estar asistido por un
abogado de su confianza o de oficio desde el instante en que surja la
imputación, vale decir desde el momento en que el ciudadano es
aprehendido en el estado jurídico de flagrancia, sinónimo de "sindicado"
que utiliza la Constitución en la estructuración del debido proceso para
garantizarlo".

En cuanto al artículo 251, de la Contradicción, señala el Procurador


General de la Nación:

- "Son inconstitucionales las expresiones "En los procesos de que


conocen los jueces regionales durante la investigación previa no habrá
controversia probatoria, pero quien haya rendido versión preliminar y su
defensor, podrá conocerlas. Por las mismas razones del artículo 7o.,
inciso 2o.".

- "No está llamado a prosperar el reparo respecto al artículo 304,


numeral 1o., inciso 1o. que dice: "Durante la instrucción no habrá lugar a
nulidad por razón del factor territorial", habida consideración de que la
Fiscalía General de la Nación, señalada por la Constitución como uno de
los organismos encargados de administrar justicia de manera
permanente, es la competente para investigar y presentar la acusación...
toda vez que el Fiscal General de la Nación podrá desplazar a cualquiera
de sus agentes cuando las circunstancias lo ameriten... por lo tanto tiene
plena competencia para instruir en cualquier parte del territorio de la
República".

En lo atinente a los artículos 312 y 322, expresa el Despacho del señor


Procurador General de la Nación:

- "El primero es inconstitucional, por la libertad probatoria que se le


asigna a los miembros de la policía judicial, como si fueran funcionarios
judiciales constituyéndose esto en grave intromisión del ejecutivo en lo
judicial. Quebranta el art. 32 de la C.N. en la medida en que este no
contempla casos distinto a la conducción, por cualquier persona, ante la
autoridad competente del aprehendido en situación de flagrancia, y nada
más".

- "Por la misma razón el artículo 322 resulta contrario a la Carta, al


facultar a la Policía Judicial a recibir la versión al capturado en flagrancia,
cuando sólo debe conducirlo ante el Juez, con el agravante de que se le
restringe el derecho a tener un defensor en caso contrario".

- Por último, en lo que respecta al artículo 323, considera el señor


Procurador que "es exequible en la medida en que quienes practican las
pruebas en la etapa de investigación previa lo hacen bajo la dirección del
Fiscal".

Concluye el Procurador solicitando a la Corte Constitucional hacer las


siguientes declaraciones en relación con el Decreto 2700 de 1991:

1. Son INEXEQUIBLES los artículos 7º, 161, 251, 321, 322, 342, 352,
en lo acusado.

2. Son EXEQUIBLES LOS ARTICULOS 8º, 11, 16, 66, 67,68, 69,71, 78,
86, 89, 96, 106, 118, 120, 121, 124, 126, 134, 156, 158, 206, 214, 218,
247, 272, 293, 304, 310, 323, 374, 386, 387, 388, 379, 409, 415, 542, y
los preceptos 2º, 5º y 7º transitorios, también en lo impugnado.
III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE.

Primera: LA COMPETENCIA Y LOS ESPECIALES REQUISITOS DE


FORMA

Esta Corporación es competente para conocer de las demandas de la


referencia, en atención a que se trata de disposiciones con fuerza de ley,
expedidas por el Presidente de la República en ejercicio de expresas
facultades extraordinarias conferidas por el literal a) del artículo transitorio
5o. de la Carta, para las que el artículo transitorio 10o. de la misma
codificación superior estableció un régimen especial que atribuye a la
Corte Constitucional el conocimiento de los asuntos de constitucionalidad
relacionados con ellas.

En efecto, las disposiciones acusadas y que forman parte del Decreto


2700 de 1991, "Por el cual se expiden las normas del Procedimiento
Penal", son producto del ejercicio de las facultades extraordinarias de
origen constituyente, según lo señalado por el literal a) del artículo 5
transitorio de la Carta. Además, se advierte que los decretos que
resultan de las citadas facultades extraordinarias, debían ser objeto del
trámite de aprobación o improbación por la Comisión Especial prevista
por el artículo transitorio 6o. de la misma Carta; igualmente debe
señalarse que el término para el ejercicio de las mencionadas facultades
estuvo fijado según el artículo transitorio 9o. de la Constitución para
hasta el día en que se instalara el Congreso elegido el 27 de octubre de
1991.

Como la disposición Constitucional transitoria que encarga a esta


Corporación de la competencia para conocer de la constitucionalidad de
los citados decretos no establece distinción alguna en esta especial
materia del ejercicio de las facultades extraordinarias de origen
constituyente, dicho control se debe verificar de modo integral ante la
nueva Carta Constitucional, que exige su examen tanto por los
especiales aspectos de forma que se advierten, como por los aspectos
de fondo que aparecen en el nuevo texto constitucional. Obviamente, el
examen de los requisitos de forma se verifica en esta Corporación frente
a los especiales requisitos que para el ejercicio de la mencionadas
facultades estableció el mismo Constituyente.

La "Comisión Especial" prevista por el artículo transitorio 8° de la


Constitución Política de 1991 fue creada por el artículo transitorio 6° de la
misma Carta Fundamental, en los siguientes términos:
Créase una Comisión Especial de treinta seis miembros elegidos
por cuociente electoral por la Asamblea Nacional Constituyente, la
mitad de los cuales podrán ser Delegatarios, que se reunirá entre
el 15 de julio y el 4 de octubre de 1991 y entre el 18 de noviembre
de 1991 y el de la instalación del nuevo Congreso. La elección se
realizará en sesión convocada para este efecto el 4 de julio de
1991.

"Esta Comisión Especial tendrá las siguientes atribuciones:

"a) Improbar por la mayoría de sus miembros, en todo o en parte,


los proyectos de decreto que prepare el Gobierno Nacional en
ejercicio de las facultades extraordinarias concedidas al
Presidente de la república por el artículo anterior y en otras
disposiciones del presente Acto Constituyente, excepto los de
nombramientos.

"Los artículos improbados no podrán ser expedidos por el


Gobierno.

"b) Preparar los proyectos de ley que considere convenientes para


desarrollar la Constitución. La Comisión Especial podrá presentar
dichos proyectos para que sean debatidos y aprobados por el
Congreso de la República.

"c) Reglamentar su funcionamiento.

Asi las cosas, y en ausencia de disposición expresa en contrario, el


control de la constitucionalidad de los decretos que expidió el Gobierno
Nacional en desarrollo de las atribuciones especiales que le fueron
conferidas por el artículo transitorio 5o. de la Constitución Política de
1991 corresponde a la Corte Constitucional bajo el tramite que debe
dársele a los restantes decretos de facultades extraordinarias.

Por su parte, el artículo 241 de la Carta, entrega a la Corte Constitucional


las expresas y precisas competencias para adelantar la guarda de la
supremacía y la integridad de la Constitución, las que naturalmente
comprenden el examen de disposiciones como las acusadas en las
demandas que se resuelven.
Igualmente, de los documentos que aparecen en el expediente, se tiene
que las disposiciones que son acusadas no fueron improbadas por la
Comisión Especial; por tanto, por este aspecto, no se encuentra vicio de
constitucionalidad y así habrá de declararlo la Corte Constitucional. De
otra parte el Decreto 2700 de 1991 fue expedido el 30 de noviembre de
1991 dentro del término previsto por el Constituyente como límite
temporal para el ejercicio de las precisas facultades conferidas y, por
este aspecto no se encuentra vicio de constitucionalidad alguno.

Segunda: EL EXAMEN DE LAS DISPOSICIONES ACUSADAS.

Del texto de las demandas de la referencia se establece que las normas


cuya constitucionalidad se controvierte corresponden a los principios o
normas rectoras, a la jurisdicción y competencia, a los sujetos
procesales, a las actuaciones procesales, a las pruebas, a la ineficacia
de los actos procesales, a la investigación previa, a la instrucción, a la
captura y medidas de aseguramiento y a las relaciones con autoridades
extranjeras de que trata el Código de Procedimiento Penal.

a) La Cosa Juzgada.( Arts. 158 y 293 Código de Procedimiento


Penal)

En primer término encuentra esta Corporación que en lo que se refiere al


examen de la constitucionalidad de los artículos 158 y 293 del Código de
Procedimiento Penal, la Corte Constitucional tuvo oportunidad de
adelantar su juicio y de pronunciar fallo de mérito distinguido bajo el
número C- 053 de 1993, en el que declaró la conformidad de aquellos
con la Carta y por ende su exequibilidad. (M.P. Dr. José Gregorio
Hernández Galindo)

Dados los efectos de la Cosa Juzgada constitucional que se producen


con ocasión del pronunciamiento definitivo de la Corte Constitucional,
esta Corporación ordenará estarse a lo resuelto en dicho
pronunciamiento sobre los artículos 158 y 293 del Código de
Procedimiento Penal. En esta oportunidad han sido demandas
nuevamente aquellas disposiciones y lo que procede es acoger lo
ordenado por aquella providencia.

b). El Derecho de Contradicción de las Pruebas. (Arts. 7o. inciso


segundo; 251; 272 y 342 del C. P. P.)
Dentro de este capítulo se analizan los artículos 7º, 251, 272 y 342, del
Código de Procedimiento Penal, relacionados todos ellos con el principio
de contradicción de la prueba, contenido como uno de los elementos del
debido proceso consagrado en el artículo 29 de la Constitución que
dispone:

Art. 29. El debido proceso se aplicará a toda clase de actuaciones


judiciales y administrativas.

... Quien sea sindicado tiene derecho...a presentar pruebas y a


controvertir las que se alleguen en su contra; (negrillas no
originales).

La veracidad de la existencia de algo no concluye con la percepción del


mismo; tan solo es el inicio en la búsqueda de la verdad. Se requiere que
exista un cuestionamiento para que el hecho adquiera firmeza. Este
proceso se da en todas las manifestaciones del intelecto humano. La
contradicción es la incompatibilidad de dos proposiciones, que no pueden
ser a la vez verdaderas, por cuanto una de ellas afirma o niega lo mismo.
Así, el principio de contradicción ha sido definido por la doctrina como el
fundamento lógico y metafísico que establece, como uno de los criterios
de la verdad, la imposibilidad absoluta de ser o no ser algo al propio
tiempo en el mismo lugar y con identidad completa de las demás
circunstancias. Constituye un elemento de interpretación jurídica.

A través de las diferentes etapas del proceso penal, la prueba que se ha


recogido no crea en el juez la certeza o el convencimiento subjetivo sobre
la existencia del hecho punible o de la responsabilidad del sindicado. De
allí que el artículo 247 del Código de Procedimiento Penal exija, para
poder dictar sentencia condenatoria, que obre en el proceso la prueba
que dé certeza sobre el hecho punible y sobre la responsabilidad del
procesado. La certeza sólo se logra mediante el ejercicio del derecho
de contradicción como uno de los elementos del derecho de
defensa.

La violación del principio de contradicción trae como consecuencia la


nulidad de pleno derecho de la prueba aportada y no controvertida. Esta
presunción de derecho fue dispuesta por el Constituyente como garantía
del debido proceso, cuando en el inciso final del artículo 29 consagró:

...Es nula de pleno derecho, la prueba obtenida con violación del


debido proceso.
En materia penal el proceso se desarrolla a través de las etapas de
investigación previa, instrucción y juzgamiento, y en las tres se aportan
pruebas que deben ser conocidas y controvertidas por los sujetos
procesales.

En la determinación de la responsabilidad sólo pueden considerarse las


pruebas debidamente aportadas al proceso y que hayan podido
discutirse, nada distinto reza el principio de que nadie puede ser
condenado sin haber sido oído y vencido en juicio.

Aunque la etapa de la investigación previa es anterior a la existencia del


proceso y tiene como finalidad establecer si la investigación debe
proseguir o no, es considerada como especial y básica de la instrucción y
del juicio. Por tal motivo, no asiste razón que permita la limitación de la
controversia probatoria en dicha etapa. Por tanto el principio del debido
proceso debe aplicarse en toda actuación judicial.

Con el acatamiento al principio de contradicción se cumple una función


garantizadora que compensa el poder punitivo del Estado en cabeza de
los funcionarios judiciales, es decir, actúa como un contrapeso
obligatorio, respetuoso de los Derechos Humanos, al permitir la
intervención en cualquier diligencia de la que pueda resultar prueba en
contra del imputado, sindicado o procesado.

Así las cosas, los cuatro artículos siguientes son parcialmente


inexequibles, en la medida en que consagran restricciones al principio de
contradicción, así:

- En la parte final del artículo 7º se establece "salvo las excepciones


contempladas en este Código", por lo que esta parte resulta contraria a lo
dispuesto por el artículo 29 de la Constitución Política.

En lo que hace a la demanda contra la parte del inciso 2° del artículo


7o. que autoriza para la etapa de la investigación previa la existencia
de excepciones al principio rector de la controversia probatoria y de la
presentación de pruebas durante todo el proceso, esta Corporación
encuentra en primer término que en verdad existe el vicio de
constitucionalidad alegado por la demanda, ya que esta etapa procesal
aunque tiene como finalidad determinar si hay lugar o no al ejercicio de la
acción penal, y procura el adelantamiento de las medidas necesarias
tendientes a determinar si ha tenido ocurrencia el hecho llegado al
conocimiento de las autoridades judiciales, si aquél está descrito en la ley
penal como punible, si la acción penal procede, permite la práctica y
recaudo de pruebas indispensables relacionadas con la identidad o
individualización de los autores o participes del hecho o su
responsabilidad.
En efecto, en dicha etapa intervienen quienes ejercen funciones de
policía judicial bajo la dirección del fiscal, las unidades de fiscalía y el
Ministerio Público, y aunque no existe en verdad la figura jurídica del
sindicado, para la que la Constitución prevé un conjunto de reglas
garantizadoras de los especiales derechos fundamentales, propias del
Debido Proceso Penal, que lo rodean de una gama de instrumentos
protectores suficientemente amplia que no puede ser desconocida por la
Ley, dentro de los cuales se encuentra el de la controversia de la prueba,
también es cierto que toda persona, incluso el imputado, tiene derecho a
su defensa. Esta comporta el derecho de controvertir las pruebas que se
vayan acumulando contra el imputado, incluso en la etapa de
investigación previa, puesto que el derecho de defensa es también
indisponible y fundamental. Este principio rector no puede ser objeto de
regulaciones que lo hagan impracticable, ni que desconozcan la finalidad
del Constituyente de rodear del máximo de garantías a la persona que
resulta imputada de un posible delito durante la etapa de investigación
previa.

Además, debe tenerse en cuenta que bajo las reglas de la nueva


Constitución y del nuevo Código de Procedimiento Penal, existe
suficiente fundamento jurídico para considerar que las actuaciones de la
jurisdicción penal se encuadran dentro de un modelo aproximado al del
proceso acusatorio y que esto implica una nueva visión global de las
funciones de la Fiscalía General de la Nación y de sus agentes, así como
de los jueces penales, dentro de un marco técnico jurídico diverso del
que suponía la anterior configuración del proceso penal a la luz de la
Carta de 1886 y sus reformas.

Obsérvese que lo que se entiende por "controversia de la prueba" es la


posibilidad que tiene el sindicado o imputado de pronunciarse sobre el
valor, el contenido y los elementos internos y externos del material
recaudado y con base en ello sustentar la argumentación de la defensa.
La distinción entre imputado y sindicado es relievante desde el punto de
vista constitucional para muchos otros efectos jurídicos y su repercusión
es amplia en el orden legal y principalmente en el procedimiento penal;
empero, de la interpretación del artículo 29 de la Carta, se advierte con
claridad que no es admisible el establecimiento de excepciones al
principio de la contradicción de la prueba así en la etapa de investigación
previa no exista sindicado de un posible delito; no puede el legislador
señalar, como lo hace en la disposición acusada, que en la etapa de
investigación previa, existan excepciones al principio de la presentación
y controversia de pruebas por el imputado, pues éste también tiene
derecho a su defensa y a controvertir las pruebas que se vayan
acumulando.
No pasa por alto la Corte que en el desarrollo del derecho internacional
humanitario y en los instrumentos internacionales de los derechos
humanos, se ha establecido esta misma garantía como uno de los pilares
fundamentales en la estrategia de fortalecimiento, promoción, defensa y
garantía específica de los derechos más preciados, predicables de los
hombres.

Así las cosas se reitera que, a la luz de la Carta y de los presupuestos


constitucionales del debido proceso penal, no pueden consagrarse
excepciones al principio de la contradicción del material probatorio tal y
como lo ordena el artículo 7o. del C.P.P. en la parte acusada, en
concordancia con la parte acusada del artículo 251 del mismo código, por
lo cual habrá de declararse su inexequibilidad.

Además, una vez se haya formulado acusación debe el proceso ser


público y la defensa también podrá controvertir plenamente y por todos
los aspectos el material recaudado. Desde luego, no sobra advertir que,
en la etapa de juzgamiento que se inaugura con la resolución acusatoria,
deben quedar abiertas todas las posibilidades para la controversia del
material probatorio recaudado, sin que puedan establecerse limitaciones
como las que permiten las partes declaradas contrarias a la Carta.

El artículo 7º quedaría entonces de la siguiente forma:

ARTICULO 7º. Contradicción. En el desarrollo del proceso


regirá el principio de contradicción.

El imputado, durante la investigación previa podrá presentar o


controvertir pruebas.

- El artículo 251 contiene dos supuestos; en la primera parte se consagra


la imposibilidad de la controversia probatoria en la etapa de investigación
previa para los procesos de competencia de los jueces regionales. Las
consideraciones sobre la primera parte son las mismas que se han tenido
en cuenta en relación con la inexequibilidad del artículo 7º; por lo mismo
resulta inexequible el artículo 251.

En la segunda parte del artículo se hace referencia a que tanto en la


instrucción como en el juzgamiento los sujetos procesales podrán
solicitar pruebas y controvertirlas, lo que resulta complementario del
artículo 7º, en donde se consagra la petición y la controversia de la
prueba en la etapa de investigación previa.

El artículo 251 entonces quedará así:


ARTICULO 251. Contradicción. En los procesos de que
conocen los jueces regionales durante la investigación previa,
la instrucción y juzgamiento, los sujetos procesales podrán
solicitar pruebas y controvertirlas.

- El artículo 272 es constitucional porque desarrolla la contradicción, pero


la salvedad contenida en el mismo es inconstitucional ya que consagra
una excepción, aunque remita al artículo 158 declarado exequible por la
Corte Constitucional en sentencia de dieciocho de febrero de mil
novecientos noventa y tres1 , porque una cosa es garantizar la reserva de
la identidad de los funcionarios para asegurar su vida, y otra cosa es la
reserva de la prueba en sí, en una de las etapas del proceso.

En otras palabras, una cosa es la persona y otra el documento. En este


sentido, la sentencia C-053 de febrero 18 de 1993, de la Sala Plena de
la Corte Constitucional, estableció:

"...es evidente que el sólo hecho de preverse el anonimato del juez


o testigo en circunstancias tan especiales como las contempladas
en los artículos subjudice no representa en modo alguno la
indefensión del sindicado ni cercena sus oportunidades de
contradicción y argumentación jurídica dentro del proceso, ni
recorta ni anula las enunciadas garantías procesales..."

Precisamente en relación con el punto que ahora nos ocupa, el


enunciado fallo hizo énfasis en que la reserva en la identidad de los
testigos -en este caso la de los peritos- no afecta el derecho de defensa
del procesado "mientras goce de todas las posibilidades de controvertir
las pruebas que se esgrimen en su contra y de hacer valer aquellas que
lo favorecen, en lo cual radica el núcleo esencial del derecho al debido
proceso en lo relativo al régimen probatorio".

El artículo 272 entonces quedará así:

ARTICULO 272. Comparecencia de los peritos a la audiencia. Los


sujetos procesales podrán solicitar al juez que haga comparecer a
los peritos, para que conforme al cuestionario previamente
presentado, expliquen los dictámenes que hayan rendido y
respondan las preguntas que sean procedentes; el juez podrá
ordenarlo oficiosamente.

- Con los mismos argumentos aquí esgrimidos, se declarará la


inexequibilidad del inciso 2º del artículo 342 con el siguiente fundamento:
la parte inicial del artículo se refiere a la reserva de las providencias
mediante las cuales se disponen diligencias como el allanamiento,
registro, retención de correspondencia postal o telegráfica o la
1Corte Constitucional. Sentencia C-053 de 1.993. Magistrado Ponente Dr. José Gregorio Hernández
Galindo.
intersección de comunicaciones telefónicas, cuando el funcionario judicial
considere que la publicidad de la decisión puede interferir en el desarrollo
de la respectiva diligencia. Ello es constitucionalmente explícito, por
disposición del artículo 15 inciso 2º de la Constitución, para la
correspondencia. Para el allanamiento el fundamento se encuentra en el
artículo 28 de la misma Codificación Superior. Ambas disposiciones en
último término buscan la eficacia consagrada en los artículos 2º y 209 de
la Carta.

Cosa distinta es la parte del artículo que se refiere a:

"Cuando se trate de procesos de competencia de los jueces


regionales se dará el mismo tratamiento a aquellas pruebas que
en virtud de solicitud de autoridad extranjera, se deban mantener
en reserva hasta tanto se formule la acusación correspondiente".

Este inciso es violatorio del principio de contradicción de la prueba, pues


el interesado sólo viene a conocerla posteriormente cuando ya ha
concluido la oportunidad para controvertirla.

Por lo tanto el artículo 342 quedará de la siguiente forma:

ARTICULO 342. Providencias reservadas. Las providencias


motivadas mediante las cuales se disponga el allanamiento y
el registro, la retención de correspondencia postal o
telegráfica o la intersección de comunicaciones telegráficas
no se darán a conocer a las partes mientras el funcionario
considere que ello puede interferir en el desarrollo de la
respectiva diligencia. Contra dichos autos no procede recurso
alguno.

c) El Derecho de Defensa Técnica. ( arts. 161 y 322 del C. P. P.)

El derecho de defensa en el ámbito penal, relacionado con la necesidad


de la "defensa técnica", está consagrado así en el artículo 29 de la
Constitución:

Art. 29. El debido proceso se aplicará a toda clase de


actuaciones judiciales y administrativas...
...Quien sea sindicado tiene derecho a la defensa y a la
asistencia de un abogado escogido por él, o de oficio, durante
la investigación y el juzgamiento (negrillas no originales).

Cuando la constitución hace referencia al término toda debe ser


entendido, sin exclusión -por insignificante que ella sea-, de la actuación
judicial en el ámbito penal. El término "sindicado" debe entenderse como
que en él también están incluidos "imputados", "procesados" y aún
"condenados" , pues en toda la actuación procesal -previa, instrucción,
juzgamiento y ejecución de la pena-, como garantía mínima debe
prevalecer la asistencia del defensor en desarrollo del debido proceso.
Estos términos son además de creación legal, mientras que la
Constitución Política se refiere a toda persona durante toda actuación
judicial de naturaleza penal.

Los artículos 161 y 322 del Código de Procedimiento Penal contienen


una excepción a la asistencia del defensor en la situación de flagrancia.
Normas que son contrarias a las disposiciones constitucionales que se
mencionan en esta parte de la providencia.

Por lo tanto, si la Constitución Política no consagra restricción al derecho


a una defensa técnica en las diferentes etapas, y los artículos 161 y 322
acusados, si lo hacen para los casos de flagrancia, tales normas son
inconstitucionales.

Así pues, el derecho de defensa técnica en lo que se relaciona con la


asistencia del defensor en los asuntos de carácter penal, no admite o no
debe admitir restricción alguna. Para que exista un proceso penal propio
de un Estado de Derecho es indispensable la protección del sindicado a
través de un defensor, quien no sólo cumple esta función sino otra
también muy importante, colaborar en la investigación de la verdad. Así,
para el Constituyente es tan importante la defensa técnica, que se
constitucionalizó el defensor de oficio en el artículo 282.4 de la
Constitución, como una de las funciones del Defensor del Pueblo.

Si la razón es practicar en forma inmediata las diligencias preliminares


cuando se produzca captura en flagrancia, debe garantizarse al imputado
el mínimo de garantías a pesar de la especial situación.

Así pues, los artículos 161 y 322, quedarán así:

ARTICULO 161. Inexistencia de las diligencias. Se consideran


inexistentes para todos los efectos procesales, las diligencias
practicadas con la asistencia e intervención del imputado sin su
defensor.

Cuando el sindicado esté en peligro inminente de muerte y sea


necesario realizar diligencias con su intervención puede omitirse la
comunicación a su defensor y nombrar de oficio a cualquier
persona, dejando constancia de ello.

ARTICULO 322. Versión del imputado en la investigación previa.


Cuando lo considere necesario el fiscal delegado o la Unidad de
Fiscalía podrá recibir versión al imputado.
Quienes cumplen funciones de policía judicial sólo podrán recibirle
versión a la persona capturada en flagrancia y al imputado que
voluntariamente la solicite. La versión tendrá que recibirse en
presencia de su defensor. Siempre se advertirá al imputado que
no tiene la obligación de declarar contra sí mismo.

Sólo podrá recibirse versión al imputado sin asistencia del


defensor, en los mismos casos en que la ley lo permita para la
diligencia de indagatoria. La aceptación del hecho por parte del
imputado en la versión rendida ante el Fiscal delegado o Unidad
de Fiscalía dentro de la investigación previa, tendrá valor de
confesión.

d) La Práctica de Pruebas en la Investigación Previa.

- En este mismo sentido la Corte encuentra que el artículo 323 del C. P.


P. acusado y que permite, durante la etapa de la investigación previa, la
práctica de todas las pruebas que se consideren necesarias para el
esclarecimiento de los hechos, no sufre vicio de constitucionalidad alguno
que afecte su validez jurídica, puesto que como se trata de despejar
dudas sobre la procedencia de la apertura de la investigación y de
determinar si hay lugar o no al ejercicio de la acción penal, bien pueden
practicarse todas las pruebas enderezadas precisamente al
esclarecimiento de los hechos; dicha etapa se debe desarrollar mientras
no exista prueba para dictar resolución inhibitoria o mérito para vincular
en calidad de sindicado a una persona, y para ello resulta recomendable
y constitucional la autorización que confiere la ley para dicha situación
procesal.

e) La Reserva dentro del Proceso Penal.

- En lo que corresponde a la parte acusada del artículo 8o. del C.


P. P. se controvierte la existencia de excepciones relacionadas con la
reserva del sumario, en el sentido de que, no obstante siendo la
investigación abierta para los sujetos procesales y el juicio público, es
posible que se establezcan actuaciones reservadas, como lo consagran
los artículos 321, 331 y 342, los cuales, salvo la parte de este último que
se declara inexequible, también encuentran fundamento constitucional en
el artículo 228 de la Constitución, que permite a la administración de
justicia mantener bajo reserva determinadas actuaciones judiciales que
se surten dentro del proceso penal.

La Corte Constitucional no encuentra vicio de inconstitucionalidad por lo


que hace a la parte acusada del artículo 8o., ya que la reserva de
determinadas actuaciones judiciales del proceso penal, redunda en
algunos casos en el cabal ejercicio de tales funciones, mucho más
cuando el artículo 250 de la Carta impone a la Fiscalía General de la
Nación el deber de velar por la protección de las víctimas, testigos o
intervinientes y tomar las medidas necesarias para hacer efectivo el
restablecimiento del derecho y la indemnización de los perjuicios
ocasionados por el delito.

- En este mismo sentido esta Corporación encuentra que el artículo


11 en la parte acusada halla fundamento constitucional en el citado
artículo 250 de la Carta, que autoriza a la Fiscalía General de la Nación
para promover la protección de testigos y demás intervinientes en el
proceso penal. Como se observa, la parte acusada del artículo 11
encuentra un fundamento incontestable en el citado artículo de la Carta
del que es proyección textual.

f) La Doble Instancia en el Proceso Penal

- En cuanto al artículo 16 acusado se encuentra que la parte


controvertida es la que permite la existencia de excepciones al principio
de la doble instancia contra las providencias interlocutorias que se
producen dentro del proceso penal.

Advierte la Corte que la Constitución establece el principio de la doble


instancia como derecho constitucional fundamental, y con carácter
indisponible y obligatorio pero referido sólo al caso de la sentencia
condenatoria; esta observación se hace en atención a los reiterados
argumentos que formulan los actores. Empero, obsérvese que en el
asunto que se examina no se trata de una disposición que regule el
régimen de la controversia o impugnación de las sentencias sino sólo de
los autos interlocutorios, lo cual es asunto bien diferente del planteado
por el actor y que compete a la ley, pudiendo ésta señalar su régimen
general y las excepciones que correspondan.

La Corte no encuentra que exista obstáculo alguno de carácter


constitucional, que impida al Legislador proveer sobre la materia en
ciertas hipótesis acerca de la improcedencia de recursos contra
providencias distintas a las sentencias condenatorias; en este sentido se
tiene en cuenta lo dispuesto por el citado inciso cuarto del artículo 29 de
la Carta, en concordancia con el inciso 1o. del artículo 31 de la C.N., en
la parte que indica que quien sea sindicado tiene derecho a impugnar la
sentencia condenatoria, y a no ser juzgado dos veces por el mismo
hecho. Igualmente se señala que el Legislador no puede ordenar la
improcedencia de los recursos contra la sentencia condenatoria, ni
establecer excepciones al respecto, salvo el caso de los fueros
especiales en materia penal radicados en la Corte Suprema de Justicia
por mandato constitucional, ya que ésta es según definición de la propia
Carta, el máximo organismo de la Jurisdicción ordinaria.

g) La Estructura de la Rama Judicial en Materia Penal.

- En lo que se relaciona con las acusaciones dirigidas contra las


partes subrayadas de los artículos 66, 67, 68, 78, 86, 106, 118, 121 y
218, y contra los artículos 69 y 71 del C. P. P., esta Corporación
advierte que no asiste razón a los actores ya que en aquellas
disposiciones, se trata de la incorporación legislativa de la estructura de
la organización jurisdiccional especial existente con anterioridad a la
vigencia de la nueva Constitución que, por el contrario, con fundamento
en la voluntad del Constituyente y previa no improbación de la Comisión
Especial Legislativa, recibió fundamento jurídico suficiente para
conservar su vigencia. Las normas acusadas y que se destacan en este
acápite en ningún modo comportan la modificación o alteración de la
distribución y de la división del territorio para efectos judiciales, ni la
ubicación de los despachos. El nuevo Código de Procedimiento Penal se
contrae a adecuar a las nuevas definiciones estructurales de la
organización jurisdiccional de origen constitucional, teniendo como base
la anterior estructura correspondiente. No asiste razón a los actores ya
que tanto el Tribunal Nacional como los Jueces Regionales son
elementos de dicha estructura que debieron ser recogidos, al igual que
los restantes tribunales y juzgados del país que se ocupan de los asuntos
del procedimiento penal, para efectos de adecuar sus estructuras a los
nuevos conceptos constitucionales, relacionados con el funcionamiento
de la Rama Judicial. Las normas acusadas, y que se reseñan, se
contraen específicamente a señalar que el Tribunal Nacional y los Jueces
Regionales existentes con anterioridad a la expedición de este Código,
ejercen funciones de juzgamiento, mantienen una competencia
específica, conocen de los cambios de radicación, pueden tramitar
impedimentos, forman parte de la estructura orgánica del poder judicial y
sus sentencias pueden ser recurridas ante la Corte Suprema de Justicia.

De otra parte, cabe indicar que la competencia radicada en cabeza del


Consejo Superior de la Judicatura según lo dispuesto en el numeral 1o.
del artículo 257 de la Constitución, está condicionada en cuanto hace a
su ejercicio a lo dispuesto por la Ley, la que bien puede ser de las
estatutarias consagrada por el literal b) del artículo 152 de la Carta en su
campo, o las ordinarias contentivas de los Códigos, como es el caso de
que se ocupa la Corte en esta oportunidad. Obsérvese que el Decreto
2700 de 1991 es producto del ejercicio de especiales facultades
extraordinarias de origen constituyente, y como tal se encuentra
amparado de la dispensa constitucional correspondiente frente a lo
dispuesto por la prohibición expresa señalada por el inciso 3° del numeral
10 del artículo 150 de la Carta.
h) La Conexidad de las Conductas y la Competencia de los Jueces
regionales

- En lo que se refiere a lo dispuesto por las partes acusadas de los


artículos 89 y 96 del C. P. P. referidas a la competencia por razón de la
conexidad entre hechos punibles, se observa que el estatuto
procedimental penal hace prevalecer la correspondiente al Juez Regional
sobre la competencia de cualquier otro funcionario judicial, y sobre la de
otros jueces, para efectos de acumular por aquella razón el conocimiento
de los varios hechos punibles.

Se trata de permitir que cuando exista conexidad entre hechos punibles


sometidos al conocimiento de jueces regionales y otros jueces, la
competencia se radique en cabeza del primero en todo caso, por el
principio legal de la atracción. Por estos aspectos la Corte no encuentra
reparo de carácter constitucional, ya que la competencia radicada en
cabeza de los jueces regionales no es en ningún caso proveniente de
una jurisdicción especial, sino simplemente la expresión orgánica de la
distribución de funciones en el interior de la Rama Judicial, en razón de la
materia y del objeto jurídico que persiguen las disposiciones penales
especiales. Obsérvese que la distribución de la competencia entre los
distintos Jueces de la República es una facultad propia del legislador, y
naturalmente ubicada dentro de las normas propias del ordenamiento
procedimental penal y que, además, la determinación de los modos de
establecer la conexidad para efectos de fijarla es un asunto que puede
reflejar razones de política criminal y de racionalidad instrumental y
técnica, con base en criterios funcionales propios de las estructuras
judiciales existentes.

i) La Competencia de los fiscales.

- En cuanto hace a lo dispuesto por el artículo 120 del C. P .P. que


se acusa en su integridad, y que señala las atribuciones de la Fiscalía
General de la Nación, esta Corporación no encuentra reparo alguno de
carácter constitucional, ya que evidentemente en la versión del artículo
acusado, estas son señaladas de modo tal que reproducen lo dispuesto
por el artículo 250 de la Constitución Nacional.

Con meridiana claridad, resulta a todas luces evidente que el citado


artículo 120 es plenamente ajustado a la Constitución. Igualmente en lo
que se refiere al artículo 124 acusado del C. P. P. que establece las
competencias de los fiscales delegados ante el Tribunal Nacional, esta
Corporación no encuentra reparo alguno de constitucionalidad, ya que la
existencia de dichos funcionarios tiene fundamento constitucional según
se desprende de lo dispuesto por los artículos 249 y 250 de la
Constitución Nacional; además, las funciones señaladas en los
numerales 1o. a 5o. son funciones típicas que debe desempeñar la
Fiscalía General de la Nación a través de sus delegados y estas se
ejercen ante un órgano jurisdiccional que tiene fundamento y existencia
legal antecedente.

Igualmente, estos fundamentos constitucionales comprenden a lo


dispuesto por el artículo 126 acusado, y que se refiere a las
competencias de los fiscales delegados ante los jueces regionales.

j) La Participación del Ministerio Público

- Sobre la parte acusada del artículo 134 del C. P. P., y que hace
obligatoria la participación del agente del Ministerio Público cuando se
trate de investigaciones de hechos punibles de competencia de los
jueces regionales, esta Corporación no encuentra reparo alguno, ya que,
por el contrario, la vigilancia del Ministerio Público sobre las unidades
investigativas conformadas por las unidades de policía judicial, se
constituye en una garantía preventiva que asegura el celoso cuidado que
cabe y la atención sobre las eventuales extralimitaciones de dichos
funcionarios. Nada se opone en la Constitución a que los agentes de la
Procuraduría General de la Nación vigilen el cumplimiento de la
Constitución, de las leyes, de las decisiones judiciales y los actos
administrativos en dichos casos, para proteger los derechos humanos,
así como para asegurar su efectividad, defender los intereses de la
sociedad, el orden jurídico y los derechos y garantías fundamentales. En
este sentido el artículo 277 de la Carta permite la existencia de dichos
agentes y su presencia obligatoria en las actuaciones de las unidades
investigativas de policía judicial.

k) Las Funciones de la Policía Judicial.

- En cuanto hace a lo dispuesto por los artículos 310 y parágrafo y


312 del C. P. P. en las partes acusadas, que atribuyen competencias y
funciones permanentes a las unidades de policía judicial, esta
Corporación tampoco encuentra reparo de constitucionalidad y, por el
contrario, observa que aquellas se ajustan a las previsiones de ésta,
especialmente en lo dispuesto por el artículo 113 de la Constitución
Nacional, que establece el principio de la separación de los órganos y
ramas del poder público, pero impone el deber de la colaboración
armónica para la realización de los fines del Estado.

La noción de policía judicial comprende específicamente la capacidad de


cumplir funciones enderezadas a satisfacer las necesidades
instrumentales y técnicas de la actividad de los funcionarios judiciales,
quienes por distintas razones, que corresponden a la naturaleza de su
investidura y de su labor, no las pueden atender directamente. En este
sentido se trata de determinar que autoridades como la Policía Judicial
de la Policía Nacional, el Departamento Administrativo de Seguridad, la
Procuraduría y Contraloría General de la Nación, las autoridades de
tránsito en asuntos de su competencia, los Alcaldes e Inspectores de
Policía, el Cuerpo Técnico de la Fiscalía General de la Nación, todos los
servidores que integran las unidades de Fiscalía y los miembros de la
Policía Nacional en los territorios en donde no haya policía judicial
especializada, pueden colaborar bajo la coordinación de la Fiscalía
General de la Nación y de sus delegados, en el adelantamiento de las
funciones correspondientes a aquella noción.

Igualmente, para los casos de flagrancia y en el lugar de los hechos, bien


puede el legislador habilitar a los servidores públicos que ejerzan
funciones de policía judicial para ordenar y practicar pruebas sin que se
requiera providencia judicial previa. Naturalmente, el marco de estas
competencias corresponde a las advertidas necesidades de la
colaboración de los órganos del poder público en la debida
administración de justicia, con el propósito de perseguir a los
delincuentes, percatarse de los posibles hechos delictivos y disponer con
sus recursos las acciones enderezadas a garantizar la mejor acción de
los fiscales y de los jueces.

Ahora bien, dichos funcionarios de policía judicial no podrán recibir la


versión a la persona capturada en flagrancia, ni al imputado que
voluntariamente lo solicite sin la presencia del defensor; esta versión
debe recibirse, como lo advierte el artículo 322 acusado parcialmente, de
manera libre en el caso de la persona capturada en flagrancia y de
manera espontánea por el imputado que voluntariamente lo solicite
siempre que se encuentre presente su defensor. Desde luego, cuando
no se trate de casos de flagrancia, dicha versión tampoco puede recibirse
por quienes cumplen funciones de policía judicial sin la presencia del
defensor y, en todo caso, deberá advertírsele al imputado que se
encuentra amparado por lo dispuesto en el artículo 33, de la C.N. que
establece que nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo o
contra su cónyuge, compañero permanente o parientes dentro del cuarto
grado de consanguinidad, segundo de afinidad o primero civil.

Reitera la Corte que el artículo 161 en la parte acusada, no se ajusta a


la Constitución Nacional en cuanto establece que la versión libre y
espontánea que sea rendida en caso de captura en flagrancia, puede
adelantarse sin la presencia de abogado defensor; a dicha conclusión se
arriba con base en las advertencias que se hacen sobre las garantías
constitucionales de la presunción de inocencia, de la no
autoincriminación forzada, del principio de la legalidad de las actuaciones
de los funcionarios judiciales y de policía judicial, entre otras, las que
prevalecen de manera incuestionable en estas actuaciones.
l) La Reserva de la Identidad de los Intervinientes

- En lo que se refiere a lo dispuesto por las partes acusadas de los


artículos 156, 247 y 272 con la consideración vertida más arriba,
todos del Código de Procedimiento Penal, y que regulan la reserva y
protección de la identidad de los intervinientes, de los funcionarios, de los
peritos, de los testigos, lo mismo que de algunas providencias, siempre
que se trate de actuaciones en las que intervengan el Tribunal Nacional,
los jueces regionales o de fiscales que actúen ante ellos, y de delitos que
sean de la competencia de éstos, esta Corporación no encuentra vicio de
constitucionalidad, puesto que como bien definido lo tiene la
jurisprudencia nacional, tanto de la Corte Suprema de Justicia como de
esta Corte Constitucional, se trata de amparar la vida y la integridad física
de jueces, magistrados, colaboradores oficiales o técnicos y de testigos y
declarantes, que han sido objeto de constantes amenazas y de
frecuentes embates de las organizaciones criminales de terroristas y
narcotraficantes, poniendo en grave peligro la estabilidad institucional y el
propio orden social.

También cabe tener en cuenta que las modernas y permanentes


modalidades criminales, desarrolladas en los últimos tiempos, han
planteado serios retos a las tradicionales concepciones de la doctrina del
Derecho Penal y del procesalismo, lo que ha conducido a rediseñar los
esquemas de administración de justicia en el ámbito penal con
herramientas técnico-jurídicas suficientemente idóneas para hacerle
frente a la gravedad de aquellas. No se trata propiamente de una
respuesta apenas transitoria en estos casos, sino de prever para ciertas
modalidades delictivas, herramientas jurídicamente válidas que permitan
a los funcionarios judiciales cumplir cabalmente sus compromisos con la
ley.

Desde luego, dicho replanteamiento presupone el celoso cuidado que


exigen los derechos fundamentales de las personas y es por ello que, sin
atentar contra la dignidad de la persona humana y de sus garantías
constitucionales, se permite la utilización de medios técnicos para la
identificación de testigos y funcionarios, bajo la vigilancia de la Fiscalía
General de la Nación y del Ministerio Público.

En lo que hace a las pruebas periciales, se ha establecido por el artículo


272 del C. P. P., con las observaciones hechas más arriba, que también
se puede proteger la identidad del perito no obstante que el experticio se
pueda controvertir conforme a un cuestionario previamente presentado
para que aquellos expliquen los dictámenes que hayan rendido y
respondan las preguntas que sean procedentes. En este sentido se
reitera que se hace necesario garantizar la vida e integridad física de
dichos colaboradores de la justicia, y que en caso de controvertirse el
dictamen, el debate es y debe ser de carácter objetivo, sin comprometer
los elementos subjetivos de identidad de quien lo produce.

Sobre la identidad del testigo, es claro que el juez y el fiscal tienen el


deber de conocerla para valorar la credibilidad del testimonio. También
es cierto que en estas diligencias debe intervenir el Ministerio Público
para certificar la correspondencia entre la versión dada por el testigo y su
identidad personal; así, se procura que las circunstancias que permitan la
identificación del testigo queden cubiertas por la reserva, para efectos de
garantizarle su seguridad.

No se trata, como lo sostienen los actores, de la incorporación de la


pretendida justicia secreta, sino, simplemente, de recurrir a instrumentos
técnicos de protección de la identidad de los testigos y funcionarios, lo
mismo que de las versiones y de las pruebas para asegurar una cabal
administración de justicia. Tanto es así que el inciso 2° del artículo 247
también acusado advierte que en los procesos de que conocen los
jueces regionales, no se podrá dictar sentencia condenatoria que tenga
como único fundamento el testimonio de una o varias personas cuya
identidad se hubiere reservado.

Se trata de expresiones normativas fundadas en la idea de rodear de


garantías y seguridades a los jueces, funcionarios y empleados de la
Rama Judicial del poder público, para hacer efectivas sus decisiones, con
miras a la necesidad de fortalecer la acción de los organismos judiciales
en las labores de investigación, acusación y juzgamiento, en un ámbito
especial de las modalidades criminales contemporáneas, en la que están
de por medio grandes poderes de organización y financiación, que
denotan propósitos conscientes de ataques sistemáticos a la vida e
integridad de los funcionarios judiciales y de sus familias, lo mismo que a
los testigos y colaboradores eficaces de la administración de justicia y a
los miembros de la fuerza pública, que colaboran en el ejercicio de las
funciones de policía judicial.

m) La Oportunidad de la Vinculación de los Imputados

- En relación con lo dispuesto por el inciso 2° del artículo 352 del


C. P. P. acusado, que permite en los procesos de competencia de los
jueces regionales y cuando se trate de pluralidad de imputados, diferir la
vinculación de alguno de los implicados para el momento de la
instrucción que se considere más oportuno, de acuerdo a las
necesidades de la investigación, cabe señalar que se trata, en relación
con el artículo 9o. de este mismo Código, de un instrumento procesal
enderezado a garantizar la efectividad del derecho material y de los
derechos de las personas que en el intervienen; por tanto, se permite al
fiscal señalar la oportunidad correspondiente para dicho fin de acuerdo
con el desarrollo de la investigación, y en la cual se procederá a recibir
en indagatoria al imputado, con el lleno de todas las garantías
constitucionales. No se trata de autorizar el desconocimiento de los
términos constitucionales previstos para regular el régimen de la libertad
física y personal respecto de aquellos contra quienes se adelante,
diligencias judiciales que conduzcan a la privación de su libertad; así, no
se trata de desconocer dichos términos, sino, más bien, de facilitarle al
juez la posibilidad de señalar, sin privar de la libertad, la oportunidad
correspondiente a la recepción de la indagatoria. Obviamente, los
supuestos de esta hipótesis son bien claros, en cuanto exigen la
pluralidad de imputados y el desarrollo de la investigación previa, que
permitan determinar el grado de vinculación o la existencia de los hechos
que constituyen un posible delito. Obsérvese, además, que el principio
que rige estas actuaciones está consagrado en el artículo 386 inciso 1o.
del C.P.P., que indica que la indagatoria deberá recibirse a la mayor
brevedad posible, a más tardar dentro de los tres días siguientes a aquel
en que el capturado haya sido puesto a disposición del Fiscal,
duplicándose este término si hubieren más de dos capturados en la
misma actuación procesal; además, el artículo 387 señala los términos
para la definición de la situación jurídica que comporta la previa
recepción de la indagatoria. En este sentido, para la Corte el inciso
segundo del artículo 352 del C.P.P. prevé la posibilidad de diferir la
recepción de la indagatoria siempre que no haya captura ni privación de
la libertad.

n) La Colaboración de los Fiscales y su Competencia Territorial

Ahora bien, en lo que hace a la acusación del inciso 2° del artículo 386
del C. P. P., se advierte que se trata de la autorización al Fiscal del lugar
distinto al de la sede del fiscal delegado, en los delitos de competencia
de los jueces regionales, para avocar la investigación e indagar a los
imputados con el deber de enviar las diligencias inmediatamente a la
dirección de fiscalía correspondiente. No se encuentra reparo alguno de
constitucionalidad, puesto que la Carta parte del supuesto según el cual
los fiscales tienen competencia en todo el territorio nacional, y bien puede
la ley permitir que aún cuando exista una organización interna de la
fiscalía en razón de los delitos, todos los fiscales puedan colaborar en la
investigación previa y en la recepción de la indagación de los imputados.
El reparo que se observa sobre esta parte del artículo 386 parte de los
mismos supuestos, según los cuales resultaría inconstitucional la
existencia de los jueces regionales, y consecuencialmente la de las
estructuras y competencias de las fiscalías delegadas que colaboran con
aquellos.

Tal como lo ha definido esta Corporación, la existencia de dichas


estructuras no resulta inconstitucional y, por el contrario encuentra
fundamento en la Carta hasta el punto de permitir que el legislador
establezca disposiciones como la acusada, para la eficaz y racional
actuación de los fiscales en su misión constitucional de participar en el
proceso de investigación de los delitos y de persecución de los
responsables.

o) Los términos para resolver sobre la situación Jurídica de los


Indagados

Cabe igual observación sobre lo dispuesto por el inciso 4° del artículo


387 que se acusa, en la parte que permite a los fiscales competentes,
definir la situación jurídica del indagado dentro de los 20 días siguientes a
la recepción de la indagatoria, en el evento de que aquélla se hubiere
recibido por un fiscal en sede distinta, siempre que se trate de delitos de
conocimiento de los jueces regionales.

Esta disposición, amplía los términos ordinarios para la definición de la


situación jurídica y toma como base la existencia de un elemento
territorial, que impone distancias físicas que ameritan un trato especial.
Ningún límite normativo expreso existe en la Constitución para efectos de
señalar legalmente la oportunidad de la definición de la situación jurídica,
puesto que se parte de la base según la cual la indagatoria debe recibirse
a la mayor brevedad posible, a más tardar dentro de los tres días
siguientes al momento en que el capturado haya sido puesto a
disposición del fiscal. La misma Constitución autoriza al legislador, en el
inciso 2o. del artículo 28, para señalar el término para adoptar la decisión
que corresponda sobre la persona detenida, y puesta a disposición del
juez o fiscal. Obsérvese que el citado inciso del artículo 28 de la Carta
señala:

"Artículo 28. .......

"La persona detenida preventivamente será puesta a


disposición del juez competente dentro de las treinta y seis
horas siguientes, para que éste adopte la decisión
correspondiente en el término que establezca la ley. En ningún
caso podrá haber detención, prisión ni arresto por deudas, ni
penas y medidas de seguridad imprescriptibles."

La disposición acusada expresa la decisión legislativa adoptada


conforme a la voluntad del Constituyente, al señalar los términos en los
que procede la adopción de la decisión correspondiente, para resolver la
situación jurídica del indagado.

La Corte encuentra que, aún cuando se trata de término diferente del


ordinario predicado para la misma hipótesis, pero en el caso de otros
delitos distintos de los de conocimiento de los jueces regionales, no
existe violación al principio de la igualdad invocado por el actor, ya que
reconoce legalmente la existencia de diferencias fundadas en la
modalidad criminal, y adoptadas por la gravedad de los hechos que se
investigan y juzgan y que imponen, según el juicio racional del legislador,
establecer el trato señalado atendiendo los altos fines de la justicia.

La Corte observa que las disposiciones de la Carta no habilitan para que


el legislador se abstenga de señalar los términos precisos dentro de los
cuales se adopte la decisión judicial correspondiente a la definición de la
situación jurídica del indagado, ni para señalar términos irracionales o
desproporcionados. Lo cierto es que en todo caso el legislador debe
señalar aquellos términos teniendo en cuenta la prevalencia de los
derechos fundamentales y las distintas modalidades delictivas y los
instrumentos procesales y judiciales existentes.

p) Las Medidas de Aseguramiento

Por lo que corresponde a la acusación que se dirige contra lo dispuesto


por el inciso 2° del artículo 388 y por el numeral 1° del artículo 397
del C. P. P., sobre la medida de aseguramiento conocida como la
"detención preventiva", esta Corporación no encuentra vicio de
constitucionalidad alguno, ya que se trata en primer lugar de una
herramienta jurídica natural, propia de las actuaciones del procedimiento
penal, que permite al funcionario judicial, dentro de los términos
racionales que establezca la ley, adoptar la decisión correspondiente
sobre la persona vinculada al proceso. No encuentra la Corte violación al
artículo 28 de la Carta, ni al principio de igualdad establecido en el
artículo 13 de la misma codificación, y más bien advierte que se trata del
natural ejercicio de las competencias legislativas en materia del
procedimiento penal, en el que esta involucrado el conjunto de
reflexiones jurídicas y de política criminal, que toma en cuenta las
especiales modalidades delictivas, propias de las competencias de los
jueces regionales y que exigen un mayor celo procedimental.

Desde luego, repárese en el conjunto general de las distinciones que


sobre estas materias abundan en el estatuto procedimental penal, y que
son una práctica institucional y legislativa, que comprende juicios
racionales enderezados a proveer soluciones procedimentales ante las
distintas conductas contra el orden jurídico penal.

Iguales reflexiones caben sobre las partes acusadas de los artículos


374 y 399 que distinguen, en materia de la detención judicialmente
ordenada sobre los servidores públicos, ya que para los delitos de
competencia de los jueces regionales, no es necesario solicitar la
suspensión de aquellos para hacerla efectiva, y esta es procedente en
todos los casos correspondientes.
Se trata de una simple distinción de origen legal, que no encuentra límite
en precepto constitucional alguno, y que, por el contrario, se fundamenta
en las competencias de que están rodeados los funcionarios judiciales
dentro del marco del Estado de Derecho. Adviértase que no se trata del
caso de los servidores públicos para los que la Carta prevé un fuero
especial, y sobre los cuales la Constitución y la Ley han establecido las
previsiones correspondientes.

Debe considerarse que en la idea del legislador se encuentra el juicio


racional, que indica que es más dañina la vinculación delictiva de
funcionarios públicos a las especiales modalidades criminosas de que
conocen los jueces regionales y los fiscales delegados, que la que se
presenta ante los demás delitos, puesto que aquellos eventos han
mostrado mayor impacto en la estabilidad del orden social, y sus efectos
han sido más perjudiciales, todo lo cual amerita una más dinámica
actuación de los funcionarios judiciales en procura de la persecución del
delito.

Igualmente estas observaciones son predicables de la parte acusada del


numeral 3 del artículo 409 y de la parte acusada del numeral 3 del
415, en cuanto se ordena que la "libertad provisional" para el caso de los
delitos de competencia de los jueces regionales sólo procederá
efectivamente cuando la providencia se encuentre en firme y que el
beneficio de la "detención parcial en el lugar de trabajo o en el domicilio"
no es procedente en ningún caso de los delitos de competencia de los
jueces regionales.

Estas son medidas que también atienden a las modalidades criminales


de que se ocupan dichos jueces y que tiene en cuenta las reiteradas
acciones de amenaza y de acoso físico o moral a que se han visto
abocados los funcionarios judiciales correspondientes y, además, recoge
la experiencia nacional sobre fuga de presos. Aquellas disposiciones no
desconocen norma constitucional alguna ya que se prevé en la ley para
ser adoptada por los jueces dentro de los términos correspondientes a las
actuaciones judiciales y, aún cuando es diferente de la tramitación
ordinaria, su adopción no escapa a las naturales competencias judiciales.

q) Las Providencias Obligatoriamente Consultables

Estas consideraciones comprenden igualmente lo dispuesto por el


artículo 206 del C. P. P. acusado, que establece el catálogo de las
providencias consultables obligatoriamente en los delitos de
conocimiento de los fiscales y jueces regionales; en efecto, este último
artículo establece que son consultables obligatoriamente, siempre y
cuando no se interponga recurso alguno en los procesos por dichos
delitos, las providencias que ordenan la cesación de procedimiento, la
preclusión de la investigación, la devolución de bienes presuntamente
provenientes de la ejecución del hecho punible, o el objeto material del
mismo y las sentencias. Se trata de distinciones propias del
procedimiento penal ante determinado tipo de delitos, que exigen mayor
celo y cuidado del Estado, y que impone controles dentro de la Rama
Judicial, para efectos de que ésta no sucumba ante la amenaza y la
agresión probables y los cuales la experiencia ha destacado como de alto
riesgo.

Se establecen controles en verdad rígidos, que corresponden a la


contemporánea expresión de las herramientas que reclama el
fortalecimiento de la justicia. Esta distinción aparece recogida igualmente
por el parágrafo del citado artículo 415 del C. p. p., en cuanto contrae
los casos en que procede la libertad provisional para los delitos de
competencia de los jueces regionales y duplica en unos eventos los
términos en los que aquella procede. Observa la Corte que es de
competencia del legislador señalar en abstracto y de manera general, las
hipótesis o el lapso de tiempo que deben correr para conceder el
beneficio previo de la libertad provisional, para un sujeto sometido a las
actuaciones judiciales de carácter penal.

Al respecto considera esta Corporación, que no asiste razón al


demandante, ya que dentro de las mencionadas competencias punitivas
y represoras del Estado en materia de conductas delictivas, bien puede el
legislador establecer medidas como las acusadas, en las que
evidentemente se prevén mecanismos restrictivos y diferenciadores,
dadas las condiciones propias de la modalidad criminal que se persigue
reprimir, siendo del resorte exclusivo de este órgano señalar las medidas
que, con fundamento en la política criminal adoptada pueda establecer
bajo el marco de la Constitución; así, corresponde al legislador decidir
sobre las competencias judiciales con carácter de generalidad, pero bien
puede distinguir en estas materias, las situaciones en las que cabe un
trato más rígido, y otras en las que pueda darse un trato flexible,
atendiendo a razones de sana conveniencia y de juiciosa consideración
sobre las situaciones delictivas, que afectan a la sociedad en sus bienes
jurídicos.

Por dicha razón normativa de origen constitucional, el legislador, en otros


ámbitos, como los de las conductas delictivas de competencia de la
justicia ordinaria, ha establecido otras causales de procedencia de la
libertad provisional, sin que esta situación enerve la posibilidad del
establecimiento de reglas como las específicamente previstas en las
normas que se examinan, y cuya constitucionalidad se declara por esta
providencia.
r) La Audiencia Pública

Sobre el artículo 214 del C. P. P., esta Corporación encuentra que


tampoco existe vicio constitucional alguno, por cuanto es de competencia
del legislador el establecimiento de los eventos en que procede la
celebración de la audiencia pública, que es una de las ritualidades que
bien puede establecerse o nó, sin que ello signifique que la etapa de
juzgamiento deje de ser pública.

La audiencia pública es, en líneas generales, la posibilidad eventual de


expresar oralmente ante el juez y las restantes partes procesales, la
argumentación de cada una de éstas y corresponde a una de las técnicas
que se pueden utilizar dentro del proceso cuando por razones de política
criminal, se haga necesario reforzar el trámite oral.

La Corte estima que, no obstante que la audiencia pública en materia de


juzgamiento de las conductas punibles haya sido una práctica legal y
judicial de suma importancia para el debate sobre la responsabilidad de
las personas procesadas, no es en verdad un instituto de rango
constitucional, que obligue a su consagración para todos los tipos de
procesos, como lo pretenden los actores; por el contrario, se trata de una
etapa procedimental que, en algunos eventos, puede hipotéticamente
contribuir al mejor ejercicio de las labores de defensa y de controversia
de las acusaciones y de las pruebas, lo mismo que de la fundamentación
de la resolución acusatoria, que califique los hechos y la conducta, lo cual
no significa que sea necesario y obligatorio en todos los casos su
realización dentro de los mandatos constitucionales.

Es cierto que la audiencia pública permite al juez oír y presenciar, en


igualdad de condiciones, las argumentaciones formuladas por los sujetos
procesales, y le garantiza a éstos una relación de inmediatez con las
versiones orales de los llamados a participar en el debate judicial.
Empero, aquella no es un presupuesto absoluto e indisponible para el
legislador, el cual, dentro de la política criminal y previendo los
instrumentos procedimentales que correspondan para señalar el cabal
ejercicio de la función judicial, y el fin constitucional y legal de administrar
justicia, puede establecerla o no.

Desde otro punto de vista y por razones de coherencia y sistematicidad


de la legislación especial a la que pertenece la norma acusada, nada
más procedente que no consagrarla como un instrumento dentro de las
actuaciones que correspondan, ya que, de lo que se trata entre otras
cosas, es de asegurar la identidad del juez y precaver que, en el ejercicio
de su función, no sea sujeto de amenazas e intimidaciones que pueden
presentarse aún antes, dentro y después de verificada dicha actuación.
El ideal de una justicia civilizada en los tiempos que corren en el mundo
contemporáneo, es el de asegurarle al juez plena autonomía e
independencia, acompasada con un haz de herramientas idóneas que le
permitan ejercer su función, para que la justicia sea expresión objetiva de
acierto dentro de los cometidos de la Constitución y de la Ley; por tanto,
existiendo razones como las que actualmente existen, bien puede el
legislador suprimir esta etapa física, que es de debate y de confrontación
dialéctica sobre el material probatorio y sobre la interpretación de la ley,
sin dejar de asegurar, claro está, el derecho constitucional fundamental a
la defensa y a la contradicción y sin olvidar ni desconocer los
presupuestos constitucionales del debido proceso penal, como son la
presunción de inocencia y el derecho de ser oído y vencido en juicio.

Encuentra la Corte que, en la legislación especial que regula los


procedimientos aplicables para los delitos de competencia de los jueces y
fiscales regionales, dichas garantías están aseguradas al permitirse la
contradicción y los alegatos por escrito de las partes procesales;
igualmente está garantizado el derecho a pedir pruebas en todo
momento, incluso en la etapa de investigación previa y a controvertirlas
en las varias etapas del proceso, así como el de la posibilidad de plantear
nulidades y obtener su resolución, al igual que el derecho a que el
superior revise la actuación surtida, sea por consulta o en ejercicio de los
recursos correspondientes. Así pues, el inciso segundo del numeral 3o.
del artículo 415 que se acusa, será declarado exequible.

Es de competencia del legislador establecer por vía general y en


abstracto, en cuáles hipótesis procede y en cuáles no, sin que exista una
disposición constitucional que obligue a que esta deba hacerse siempre o
en algún tipo de proceso penal. La falta de audiencia pública para los
delitos de competencia del Tribunal Nacional y de los Jueces Regionales,
no desconoce el principio de la igualdad ni las correspondientes normas
constitucionales, ya que en todos los casos en que se presenten los
delitos a que se hace referencia, dicha audiencia no podrá practicarse.

s) Las Garantías Especiales en Materia de Testimonio y de Identidad


Reservada

En relación a lo dispuesto por el inciso 2° del artículo 247 del C. P. P.


acusado, que establece que, en los procesos de que conocen los jueces
regionales, no se podrá dictar sentencia condenatoria que tenga como
único fundamento uno o varios testimonios de personas cuya identidad
se hubiere reservado, la Corte no encuentra fundamento para declarar la
inconstitucionalidad demandada, ya que, como se ha advertido, la
existencia de los jueces regionales obedece a previas disposiciones de
carácter legal, que determinaron su creación sin comportar violación
alguna a la estructura orgánica de la Rama Judicial del Poder, y, de otra
parte porque también es de competencia del Legislador en materia del
procedimiento penal, señalar el valor legal de las pruebas en general y su
capacidad para motivar la decisión condenatoria. La disposición acusada
constituye una garantía de origen legal en favor de los sindicados de los
delitos de que conocen los jueces regionales, que redunda en bien del
diseño jurídico del procedimiento a seguir sobre aquellas personas.
Basta observar que, en relación con los procedimientos para dichos
delitos, existen algunas diferencias que es necesario compensar, en
favor de los sindicados con garantías similares a las que se examinan.

t) La Procedencia de las Nulidades por el Factor Territorial

En cuanto hace a lo dispuesto por el inciso 2° del numeral 1o. del


artículo 304 del C. P. P. que establece que durante la instrucción no
habrá lugar a nulidad por el factor territorial, esta Corporación estima que
no existe violación alguna a las normas constitucionales, ya que se hace
referencia a la etapa de instrucción en la que por principio básico actúa la
Fiscalía General de la Nación, que como se ha visto, tiene competencia
en todo el territorio, según lo dispuesto por el artículo 250 de la
Constitución Nacional, lo que presupone que si son los funcionarios de la
Fiscalía quienes adelantan la instrucción, no habrá lugar a violación
constitucional alguna, ni mucho menos nulidad procesal, siempre que lo
ordene el legislador, como en efecto lo hace, a través de la disposición
acusada.

u) La Solicitud de Pruebas a Otros Países

En lo que se refiere al inciso 2o. del artículo 542 del C. P. P. que se


acusa, y que establece que la Fiscalía General de la Nación podrá
exhortar directamente a los países extranjeros para solicitar informes
sobre las actuaciones procesales en curso contra el imputado, y por la
existencia de las pruebas que puedan ser aportadas a la investigación,
sin la intervención del Ministerio de Relaciones Exteriores, esta
Corporación tampoco encuentra vicio de constitucionalidad alguno, y, por
el contrario halla fundamento suficiente para dicha competencia en el
numeral 5o. del artículo 250 de la Constitución Nacional, que permite a la
Ley señalarle las funciones que correspondan a la Fiscalía General de la
Nación.

Téngase en cuenta que corresponde a dicho órgano la función de


investigar los delitos y acusar a los presuntos infractores, todo lo cual
permite, de conformidad con los acuerdos internacionales sobre
colaboración de jueces y de intercambio de pruebas, atribuirle a dicho
organismo la competencia especial para cuando se trate de delitos de
conocimiento de los jueces regionales. Obsérvese, además, que las
modalidades criminales de que se ocupan dichos jueces adquieren
contemporáneamente dimensiones internacionales y que dicha
circunstancia ha movido a los distintos Estados a estrechar lazos de
colaboración en materia de intercambio de pruebas y de informes para
efectos de la persecución de dichos delitos.

v) Las Normas Transitorias del Código de Procedimiento Penal

Por último, en lo que hace a las normas transitorias también acusadas se


encuentra que el artículo 2o. que se refiere a la temporalidad de la
vigencia de la competencia de los Jueces Regionales y del Tribunal
Nacional, encuentra asidero y fundamento constitucional en las
facultades extraordinarias de origen constituyente, para expedir las
normas del procedimiento penal.

Igualmente, la integración a la jurisdicción ordinaria de la antigua


jurisdicción de orden público, comporta apenas una modificación en la
denominación de los despachos y en los cargos, sin que exista variación
sobre los hechos punibles de que conocen o han venido conociendo.
Todo lo anterior se hace con base en los decretos convertidos en
legislación permanente, de conformidad con las autorizaciones dadas por
el Constituyente, previa intervención de la Comisión Especial Legislativa.
Los artículos 5o, y 7o. transitorios son expresión de la necesaria
adecuación que debía hacerse de la organización existente de Jueces y
Oficinas de Instrucción de Criminal del Cuerpo Técnico de la Policía
Judicial, de la Dirección de Medicina Legal y otros a la nueva
configuración de la Rama Judicial del poder público, que tiene como pilar
básico para las etapas de instrucción e investigación, así como para la
acusación, a la Fiscalía General. En este sentido tampoco se encuentra
reparo de constitucionalidad alguno y habrá de declararse su
constitucionalidad.

En mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional actuando en nombre del


Pueblo y por mandato de la Constitución,

R E S U E L V E:
Primero.- Declarar EXEQUIBLES las partes acusadas de los artículos
8º, 11, 16, 66, 67, 68; los artículos 69, 71; las partes acusadas de los
artículos 78, 86, 89, 96, 106 y 118; el artículo 120; la parte acusada del
artículo 121; los artículos 124 y 126; el último inciso del artículo 134; la
parte acusada del artículo 156; el artículo 206; el último inciso del artículo
214; la parte acusada del artículo 218; el último inciso del artículo 247; el
inciso 2º del numeral 1º del artículo 304; los artículos 310 y 312; el
artículo 323; los últimos incisos de los artículos 352, 374, 386, 387 y 388;
el numeral 1º del artículo 397; el último inciso del artículo 399; el inciso 2º
del artículo 409; el inciso 2º del numeral 3º y Parágrafo del artículo 415;
el último inciso del artículo 542; los artículos 2º y 5º y la parte acusada
del artículo 7º transitorios, todos del Decreto Ley 2700 de 30 de
noviembre de 1.991 "por el cual se expiden las normas de procedimiento
penal", en la forma como aparecen transcritos y subrayados en el
numeral II, de esta Sentencia.

Segundo.- Declarar INEXEQUIBLES las siguientes expresiones de los


artículos 7º, 161, 251, 272, 322 y 342 del Decreto 2700 de 1.991, así:

a) Del artículo 7º: "salvo las excepciones contempladas en este Código".

b) Del artículo 161: "Se exceptúa el caso de la versión libre y espontánea


que sea rendida cuando se produzca captura en flagrancia".

c) Del artículo 251: "no habrá controversia probatoria pero quien haya
rendido versión preliminar y su defensor, podrán conocerlas".

d) Del artículo 272: "Salvo lo previsto en el artículo 158 de este Código".

e) Del artículo 322: "Cuando no se trate de flagrancia".

f) Del artículo 342: "Cuando se trate de procesos de competencia de los


jueces regionales se dará el mismo tratamiento a aquellas pruebas que
en virtud de solicitud de autoridad extranjera, se deban mantener en
reserva hasta tanto se formule la acusación correspondiente".

TERCERO.- ESTESE A LO DISPUESTO en la Sentencia C-053 de


1.993 de la Sala Plena de la Corte Constitucional, de fecha dieciocho de
febrero de mil novecientos noventa y tres, en lo relacionado con la
exequibilidad de los artículos 158 y 293 del Decreto 2700 de 1.991.

Cópiese, publíquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y


archívese el expediente.

HERNANDO HERRERA VERGARA


Presidente

JORGE ARANGO MEJIA ANTONIO BARRERA


CARBONELL
Magistrado Magistrado

EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ CARLOS GAVIRIA DIAZ


Magistrado Magistrado

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado

ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO FABIO MORON


DIAZ
Magistrado Magistrado

VLADIMIRO NARANJO MESA


Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General
Aclaración de voto a la Sentencia No. C-150/93

RESERVA DE IDENTIDAD (Aclaración de voto)

La constitucionalidad de la reserva sobre la identidad de jueces y testigos


está supeditada a que no se sacrifique ni disminuya el derecho de
defensa de la persona sobre cuya responsabilidad penal se habrá de
decidir.

PRUEBAS/PRINCIPIO DE CONTRADICCION (Aclaración de voto)

Aunque las dos disposiciones tienen en común la inexistencia de debate


probatorio durante la investigación, en una de ellas -declarada exequible-
se establece de manera expresa que tal debate habrá de llevarse a cabo,
de todas maneras, durante la etapa del juicio, lo cual significa que no se
excluye la controversia y, por el contrario, se establece de modo
imperativo, garantizando a plenitud el derecho de defensa del sindicado,
al paso que el precepto ahora declarado inexequible simplemente
prohibe el debate probatorio en la etapa de investigación previa sin
reponerla en la etapa del juicio, es decir, la excluye de modo terminante
si se tienen en cuenta las demás normas relativas al trámite procesal
posterior. Ello riñe abiertamente con la Carta, toda vez que elimina una
de las más valiosas garantías del debido proceso.

Abril 22 de 1993
Expedientes D-165 y D-169

Demanda de inconstitucionalidad contra


normas del Decreto 2700 de 1991, "Por el
cual se expiden normas de Procedimiento
Penal".

Magistrado Ponente
Dr. FABIO MORON DIAZ

Santafe de Bogotá, D.C., 22 de abril de 1993.

En relación con el asunto de la referencia, el suscrito Magistrado se


permite aclarar el voto en los siguientes sentidos:

1. La Corte Constitucional declaró exequibles los artículos 158 y 293 del


Decreto 2700 de 1991 (Código de Procedimiento Penal), el mismo
estatuto que ahora nos ocupa, mediante las cuales se dictaron normas
encaminadas a la protección de jueces y testigos tratándose de delitos de
competencia de los jueces regionales, cuando existan graves peligros
contra la vida o la integridad personal de aquellos (Sala Plena.
Sentencia No. C-053/93, febrero 18 del presente año).
Ahora declara parcialmente inexequibles algunas normas del Código en
cuanto considera que lesionan abiertamente el artículo 29 de la
Constitución Política por hacer nugatorio el derecho de los imputados o
sindicados, al impedir que las pruebas aportadas en su contra sean
controvertidas.

He votado favorablemente tanto la segunda como la primera decisión - de


la cual fuí ponente-, tomando en consideración el razonamiento según el
cual, como ya se advirtió en la mencionada sentencia, la identidad de los
jueces y testigos no tiene que ser necesariamente conocida por el
sindicado para garantizar su defensa, "...mientras goce de todas las
posibilidades de controvertir las pruebas que se esgrimen en su contra y
de hacer valer aquellas que lo favorecen, en lo cual radica el núcleo
esencial del derecho al debido proceso en lo relativo al régimen
probatorio" (subrayo).

En otros términos, la constitucionalidad de la reserva sobre la identidad


de jueces y testigos está supeditada a que no se sacrifique ni disminuya
el derecho de defensa de la persona sobre cuya responsabilidad penal se
habrá de decidir.

2. En el mismo sentido debe entenderse la posición de esta Corte cuando


se trata de la decisión que se adopta mediante la presente sentencia en
relación con parte del artículo 251 del Decreto 2700 de 1991, a cuyo
tenor "...durante la investigación previa no habrá controversia
probatoria...".

La Corte declaró exequible, mediante sentencia No. C-093/93 del 27 de


febrero de 1993, el primer inciso del artículo 20 del Decreto 099 de 1991,
que dice: "La controversia del material probatorio se adelantará durante
la etapa del juicio".

Como puede observarse, aunque las dos disposiciones tienen en común


la inexistencia de debate probatorio durante la investigación, en una de
ellas -declarada exequible- se establece de manera expresa que tal
debate habrá de llevarse a cabo, de todas maneras, durante la etapa del
juicio, lo cual significa que no se excluye la controversia y, por el
contrario, se establece de modo imperativo, garantizando a plenitud el
derecho de defensa del sindicado, al paso que el precepto ahora
declarado inexequible simplemente prohibe el debate probatorio en la
etapa de investigación previa sin reponerla en la etapa del juicio, es decir,
la excluye de modo terminante si se tienen en cuenta las demás normas
relativas al trámite procesal posterior. Ello riñe abiertamente con la Carta
(artículo 29), toda vez que elimina una de las más valiosas garantías del
debido proceso.

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado
Salvamento Parcial a la Sentencia No. C-150/93

PRUEBAS/PRINCIPIO DE CONTRADICCION (Salvamento de voto)

Las normas que señalaban que durante la etapa de investigación previa


no habría controversia de las pruebas, resultaban conformes con la Carta
si se examinaban, como debía hacerse, las restantes partes del mismo
Código en las que se admite la oportunidad de la controversia, en
cualquiera otro momento del proceso en el que hubiese sindicado o
imputado.

DERECHO DE DEFENSA TECNICA/VERSION LIBRE SIN


DEFENSOR (Salvamento de voto)
En el fallo se dejan de tener en cuenta los alcances del derecho de defensa técnica y de las competencias de la Fiscalía, así
como las reglas de la sana crítica para efectos del adelantamiento del proceso penal. Empero el malestar que suscitan
aquellas excepcionales violaciones de los derechos humanos y de los derechos fundamentales, censurables y reprochables
desde cualquier orden racional y jurídico, no conducía a la invalidez constitucional del instrumento legal de la recepción de la
versión libre y espontánea en caso de flagrancia con las advertencias constitucionales y legales y su puesta en conocimiento
al capturado. Si la versión del capturado no imputado aún, hubiere sido forzada y obtenida con violación de cualquiera de
las garantías constitucionales, entonces hubiere sido nula de pleno derecho.

REF. D-165 D-169

El suscrito Magistrado, respetuosamente disiento parcialmente de


algunas consideraciones y de la decisión de la sentencia por virtud de la
cual la Sala Plena de la Honorable Corte declaró la inexequibilidad de las
expresiones demandadas de los artículos 7o., 161, 251, 272, 322 y 342
del Código de Procedimiento Penal (Dto. 2700 de 1991), luego de haber
aprobado como exequible la mayor parte de las disposiciones de ese
Estatuto.

Las razones que me llevan a separarme de la parte señalada de la


sentencia son las siguientes:

a) Sobre el derecho de contradicción de las pruebas o de su reserva


temporal a que se refieren las partes acusadas de los artículos 7o. inciso
segundo; 251; 272 Y 342 del Código de Procedimiento Penal, encuentro
que existe suficiente fundamento constitucional para la declaratoria de
su exequibilidad, tal y como lo proponía la ponencia inicial. En efecto,
durante la etapa de investigación previa no existe sindicado y, en algunos
casos, ni siquiera imputado y lo que se busca, al regular su desarrollo, es
permitir que el Fiscal determine científicamente y de conformidad con la
ley, si hay lugar o no al ejercicio de la acción penal, y que adelante las
medidas necesarias para determinar si ha ocurrido el hecho llegado al
conocimiento de las autoridades, si aquel está descrito en la ley penal
como punible y si la acción penal procede; además, se permite la práctica
y el recaudo indispensable de las pruebas relacionadas con la identidad o
individualización de los actores o partícipes del hecho o de su actuación,
sin que exista sindicado alguno vinculado formalmente a la misma y sin
que haya aún acusación o juicio que adelantar.

En mi opinión, la Carta de 1991 permite al legislador señalar, antes de


que exista sindicado vinculado formalmente al proceso, en que casos
procede la controversia del material recaudado. No nos asiste duda al
respecto, mucho más teniendo en cuenta lo dispuesto por los artículos
29 y 228 de la Carta en las partes que señalan que quien sea sindicado
tiene derecho a presentar pruebas y a controvertir las que se alleguen en
su contra (art. 29 C.N.), y que las actuaciones serán públicas "con las
excepciones que establezca la ley..." (art. 228). Lo anterior significa que
la ley bien puede disponer que la oportunidad de la controversia del
material probatorio se surta en etapas posteriores a aquella de la
investigación previa y en las que se deben prever todas las garantías en
favor del debido debate probatorio y del derecho de defensa.

Además, cabe tener en cuenta los nuevos elementos constitucionales y


legales del proceso penal, que configuran las bases de un modelo
procesalista aproximado al acusatorio, en el que buena parte de la
responsabilidad en la investigación, instrucción y acusación se hace
radicar en cabeza de la Fiscalía General de la Nación. Debe observarse
que dentro de los trabajos de la Asamblea Nacional Constituyente, fue
claro el propósito de modernizar las instituciones procesales en el ámbito
penal, para hacer más adecuado y eficiente el sistema de impartición de
justicia; esto comporta que se deba reconocer que las anteriores
concepciones procesalistas en materia penal, causantes de grandes
frustraciones por el aspecto de su poca efectividad, deben ser
reexaminadas frente al contemporáneo concepto de Derecho
Constitucional procesal y que, para superar dicha problemática en
nuestro régimen constitucional, se han sentado las bases de una nueva
concepción orgánica y funcional de la justicia penal.

No se trata de admitir que el derecho de defensa pueda verse contraído o


afectado, ni de desconocer el derecho a la oportunidad de la controversia
probatoria, pues siguen siendo imperativas las categorías
constitucionales que operan ya como principios, ora como normas
completas, que hacen obligatorio que en materia penal nadie pueda ser
condenado sin ser oído y vencido en juicio y que el sindicado deba gozar
de la oportunidad probatoria y de controversia en su defensa.

Lo que ocurre es que el constituyente habilitó al legislador para que


conforme a su juicio, señale la oportunidad adecuada, eficaz, eficiente y
suficiente para la controversia de la prueba, desde luego controlable
frente a los derechos fundamentales por esta Corporación, con base en
criterios de razonabilidad constitucional. Lo cierto es, además, que el
constituyente quiere que, cuando menos, en la etapa procesal en la que
exista sindicado éste tenga la debida oportunidad de la controversia del
material; empero, esto no significa que el legislador esté obligado a
razonar en el sentido de que siempre y en todo momento del proceso
penal deba garantizar dicha facultad en cabeza del mero investigado o
imputado. Lo que se quiere es que el legislador respete aquella
oportunidad mínima y que, si es de su juicio, establezca otras y más
oportunidades razonables de controversia en favor del sindicado,
imputado o investigado. En el caso en cuestión, encuentro que las
normas que señalaban que durante la etapa de investigación previa no
habría controversia de las pruebas, resultaban conformes con la Carta si
se examinaban, como debía hacerse, las restantes partes del mismo
Código en las que se admite la oportunidad de la controversia, en
cualquiera otro momento del proceso en el que hubiese sindicado o
imputado.
b) Por lo que corresponde a la decisión y a las consideraciones vertidas en la sentencia sobre los artículos 161 y 322 del
mismo Código y que se refieren al derecho de defensa técnica, igualmente manifiesto mi respetuoso disentimiento, en cuanto
considero que las partes acusadas y que se declaran inexequibles encuentran fundamento en la Carta y no comportan vicio
de inconstitucionalidad.

Observo que en el fallo se dejan de tener en cuenta los alcances del derecho de defensa técnica y de las competencias de la
Fiscalía, así como las reglas de la sana crítica para efectos del adelantamiento del proceso penal; desde luego, no
desconozco los graves problemas que plantean estas instituciones no sólo en nuestro país sino en todas las latitudes, en las
que por razones de respuesta racional a la criminalidad organizada, se tienen instituciones procesales en que participan
activamente los organismos de policía judicial, del Ministerio Público o de la Policía Técnica o de agencias especializadas de
seguridad, o de control de delitos especiales, como el tráfico de drogas, tabaco o armas, o el contrabando, o los económicos
o fiscales, y los de las organizaciones terroristas. Es posible advertir la ocurrencia eventual pero cierta, de excesos y abusos
físicos o morales de algunos agentes o funcionarios que valiéndose de la ausencia del abogado defensor provocan
confesiones o delaciones forzadas; empero el malestar que suscitan aquellas excepcionales violaciones de los derechos
humanos y de los derechos fundamentales, censurables y reprochables desde cualquier orden racional y jurídico, no
conducía a la invalidez constitucional del instrumento legal de la recepción de la versión libre y espontánea en caso de
flagrancia con las advertencias constitucionales y legales y su puesta en conocimiento al capturado. Sabido es que en otros
regímenes de larga tradición democrática y republicana, se puede aprovechar todo lo que el capturado diga o manifieste, e
incluso aquella versión puede ser usada por la Fiscalía en contra del capturado en flagrancia o contra el libre deponente y
contra cómplices, coautores, auxiliares, testigos o encubridores, y obviamente el capturado tiene derecho a guardar silencio
y a comunicarse con cualquier persona y a tener un abogado.

En los anteriores términos, si la versión del capturado no imputado aún, hubiere sido forzada y obtenida con violación de
cualquiera de las garantías constitucionales que establecen los artículos 15 (Derecho a la intimidad), 12 (libertad de
conciencia), 28 (Inviolabilidad del domicilio), 29 (Presunción de inocencia), 33 (La no autoincriminación forzada) y 44
(Derechos de los niños), entre otros, entonces hubiere sido nula de pleno derecho (art. 29 in fine).

Se reitera que lo que señala el Constituyente es que toda persona se presume inocente mientras no sea declarada
judicialmente culpable, que quien sea sindicado tiene derecho a la defensa y a la asistencia de un abogado escogido por él o
de oficio durante la investigación y el juzgamiento. La salvaguardia de los derechos humanos, su protección judicial
específica y directa y los mecanismos procesales y sustanciales complementarios, así como la promoción y la difusión de su
garantía y amparo, son los derroteros que señala la Carta para efectos de solucionar y reprimir las dolorosas experiencias
en estas materias, todo lo cual se endereza a superar las prevenciones doctrinarias que inspiran las consideraciones de la
Honorable Sala Plena y de las que respetuosamente me separo.

Fecha Ut Supra
FABIO MORON DIAZ
Salvamento de voto a la Sentencia No. C-150/93
DEBIDO PROCESO-Limitaciones/ESTADOS DE EXCEPCION (Salvamento parcial de voto)

La decisión mayoritaria de la Sala, al sostener a ultranza la supuesta


violación del derecho al debido proceso, consagrado en el artículo 29 de
la Carta Política, por parte de las normas declaradas inexequibles, ha
pasado por alto el hecho evidente de que este derecho, si bien es
fundamental, al ser ejercido en circunstancias de crisis -es decir en las
que la Constitución comprende bajo el nombre de Estados de
Excepción-, es sujeto, como todo derecho, a ciertas limitaciones
tendientes a adecuar su ejercicio a dichas circunstancias. Es conocido
por los estudiosos de los derechos fundamentales que éstos, al ser
universales, no tienen una forma única de reconocimiento, sino múltiples,
de acuerdo con las circunstancias de tiempo, modo y lugar. El debido
proceso previsto para tiempos de paz, debe ser adecuado debidamente
en tiempos de crisis, porque, de lo contrario no sería proporcionado con
la realidad. El debido proceso no es una figura que contradice el interés
general, sino el procedimiento, adaptable a diversas circunstancias
materiales, que el interés general requiere para ser realizado en todos los
tiempos. Las decisiones de esta Corporación no deben circunscribirse
exclusivamente al cotejo mecánico de la norma acusada con la
disposición constitucional específica que se considera vulnerada, sino
que tienen una insoslayable y honda implicación política, en la más
amplia acepción del término, es decir que deben consultar con la realidad
que vive la Nación.

PREAMBULO-Poder vinculante (Salvamento de voto)

La interpretación constitucional debe tener como norte y guía los


principios filosóficos que inspiran la Carta Política. Entre estos principios
deben destacarse los enunciados tanto en el Preámbulo como en
algunas de las disposiciones contenidas a lo largo del cuerpo
constitucional.

PREVALENCIA DEL INTERES GENERAL (Salvamento de voto)

En tratándose de la aplicación de normas como la que consagra el


debido proceso, en circunstancias de crisis -o Estados de Excepción- el
hacer prevalecer el interés general sobre el particular cobra aun más
importancia, dentro de la misión interpretativa del juez constitucional.
Porque, aferrarse a la rígida aplicación del artículo 29 en todas
circunstancias, incluídas aquellas para las cuales la propia Constitución
ha establecido los Estados de Excepción, puede conducir, como
creemos que ocurrirá en el caso de la inexequibilidad de las
disposiciones objeto del presente Salvamento, a hacer perder la eficacia
de la acción judicial, desvirtuando así los objetivos buscados a través del
régimen de excepción, y a hacer prevalecer el interés particular de los
procesados, justamente de aquellos sindicados de los más atroces
delitos, sobre el interés general de la sociedad.

REF: Procesos Números D-165 y D-


169

El suscrito Magistrado VLADIMIRO NARANJO MESA, salva su voto en el


proceso de la referencia, por no compartir la decisión de fondo de la Sala
Plena de la Corte Constitucional, del día 22 de abril de 1993, que declaró
parcialmente inexequibles los artículos 7o., 161, 251, 272, 322 y 342 del
Decreto número 2700 de 1991, "por el cual se expiden las normas de
procedimiento penal".

Considera el suscrito Magistrado que la decisión mayoritaria de la Sala,


al sostener a ultranza la supuesta violación del derecho al debido
proceso, consagrado en el artículo 29 de la Carta Política, por parte de
las normas declaradas inexequibles, ha pasado por alto el hecho
evidente de que este derecho, si bien es fundamental, al ser ejercido en
circunstancias de crisis -es decir en las que la Constitución comprende
bajo el nombre de Estados de Excepción-, es sujeto, como todo derecho,
a ciertas limitaciones tendientes a adecuar su ejercicio a dichas
circunstancias.

1. La adecuación del debido proceso a las circunstancias de crisis

Cuando se adecúa algo, se está ordenando; es uno de los quehaceres


más racionales que puede ejecutar el ser humano. Aristóteles y Santo
Tomás de Aquino, por ejemplo, manifiestan que el oficio propio del sabio
consiste en ordenar. Ahora bien, sin adecuación no hay orden. El orden
expresa la armonía de las partes entre sí, y es precisamente la
adecuación el fundamento de la armonía, puesto que ella establece la
correspondencia entre la materia y la forma.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define el


término adecuar como "proporcionar, acomodar, apropiar una cosa a
otra". Esto es, cuando el sujeto está adecuando, al mismo tiempo, pero
bajo distintos aspectos, proporciona, acomoda y apropia una cosa a otra.
De ahí que desde una perspectiva analítica, la adecuación entre dos
entes se manifiesta como la correspondencia entre dos cosas, la una
como materia, la otra, como forma. Es conformar una entidad armónica;
por ello, según se dijo, toda adecuación conlleva a un orden.

Adecuar significa, pues, proporcionar una cosa a otra. La acción referida


es la respuesta a esa exigencia ontológica descubierta por la filosofía
clásica: la forma debe estar proporcionada a la materia. No se puede
formar cualquier materia, pues se requiere que ésta sea apta para recibir
la forma conveniente a su estructura. Lo anterior demuestra cómo es un
contrasentido, por ejemplo, una forma jurídica no proporcionada al
contenido material que se ha de regular. Lo lógico es suponer que si la
materia es excepcional, la forma debe estar proporcionada a dicha
situación.

Una vez la mente humana ha proporcionado una cosa a otra, el resultado


inminente es el acomodamiento, en el sentido de ajustarse la forma
debida a la materia. Esta exige una forma que se acomode a su
situación, por tanto es una forma condicionada por la naturaleza de la
materia. Una vez se ha acomodado la forma a la materia -lo regulante a
lo regulado- se produce una apropiación conceptual, de suerte que puede
decirse que a la materia condicionante le corresponde su forma propia.

Resulta pertinente retomar, sobre este tema, las enseñanzas de


Montesquieu, quien en su obra Del Espíritu de las Leyes manifiesta
cómo la forma jurídica debe adecuarse a las condiciones materiales, so
pena de ser o arbitraria o inoperante. Esta Corte no puede incurrir en tal
dilema, ya que su actividad jurisprudencial debe discernir entre el exceso
y el defecto para colocarse en el justo medio. En efecto, el autor citado
expone que la ley es la relación necesaria derivada de la naturaleza de
las cosas. No es la realidad político-jurídica la que debe su ser a la ley,
sino todo lo contrario: ésta debe inspirarse en aquella, de manera que
pueda regular adecuadamente las relaciones de los hombres en
sociedad, con fundamento in re; sólo así habrá correlación entre validez y
eficacia. Es cierto que hay una distinción de razón entre la validez y la
eficacia de la norma jurídica; en ello han sido elocuentes todos los
tratadistas, tanto clásicos como contemporáneos.

Pero la realización de la norma depende, en gran parte, de su eficacia, la


cual viene determinada por el cumplimiento de una condición: la
oportunidad real del deber ser estatuido. Puede ocurrir que una
disposición legal riña con la realidad de las cosas, de modo que sea
imposible su observancia plena. Lo anterior implica que se configura una
ineficacia radical por falta de coherencia con la realidad social. Y como la
validez busca como fin la eficacia, si éste es imposible de alcanzar, el
medio se torna abstracto y sin razón de ser por contraevidente. De ahí
que la ineficacia radical de una norma altera la misma validez de lo
estatuido. Lo anterior obedece a que cualquier cosa que tienda a un fin
debe tener una forma determinada en proporción a su realización.
Igualmente es necesario que la norma, como recta y medida, tenga una
forma proporcional a la realidad que está regulando. Y el debido proceso
tiene ambas cosas: porque es algo ordenado a un fin, y porque es una
regla y medida normada y mesurada por una medida superior, que es la
señalada por la Constitución Política, tanto en el Preámbulo, como en sus
artículos 1o. y 2o., en los que resalta el deber de garantizar la paz, el
orden social justo, la prevalencia del interés general y la efectividad de
los principios, derechos y deberes consagrados en la Carta, entre otros.

Luego el debido proceso, como estructura formal, debe ceñirse a los fines
del Estado Social de Derecho y adecuar su ser a la realidad. Esta debe
ser la que determine los mecanismos oportunos para actuar dentro de las
diversas circunstancias de excepción, sin que ello implique menoscabo
alguno de los derechos inalienables de la persona, sino su ejercicio en
otra dimensión formal proporcionada a la gravedad de la situación; pero
siempre conservando la integridad jurídica de todo sujeto de derecho. Es
conocido por los estudiosos de los derechos fundamentales que éstos, al
ser universales, no tienen una forma única de reconocimiento, sino
múltiples, de acuerdo con las circunstancias de tiempo, modo y lugar. El
debido proceso previsto para tiempos de paz, debe ser adecuado
debidamente en tiempos de crisis, porque, de lo contrario no sería
proporcionado con la realidad. Una reflexión madura nos permite deducir
que no es exacto que la forma jurídica sea inalterable, así la realidad sea
cambiante. Por ello Stammler advirtió, con razón, que los derechos, al
tener contenido variable, exigen una visión de adecuación y no un
enfoque cerrado, único, rígido y absoluto en su forma. Y es que el
contenido del derecho es la realidad dinámica que ha de ser regulada,
también con formas adecuadas -y por lo mismo oportunas- que se
ajusten a la situación fáctica.

2. No hay derechos absolutos; su limitación en aras del bien


común

En estricto sentido no hay ni puede haber derechos absolutos. El


ejercicio de todo derecho tiene entre sus límites fundamentales el interés
general, cuya supremacía sobre el interés particular está consagrada
específicamente en la Constitución, como uno de sus pilares
fundamentales, (artículos 1o., 2o. y 58). El debido proceso es, en efecto,
un derecho fundamental consagrado en el artículo 29 de la Carta; y como
tal es, en principio, inviolable; pero es menester reconocer que, como
todo derecho, es susceptible de limitaciones tendientes a encausarlo
hacia la prevalencia del interés general, sobre todo cuando su ejercicio
tiene lugar en circunstancias de crisis. Es un contrasentido jurídico
aferrarse a su intangibilidad, sobre todo en circunstancias como éstas, lo
que conduciría a que la parte -el individuo-, esté legitimada para vulnerar
el todo -el interés general-.

Cuando se advierte que el bien común limita el alcance de todo derecho,


no ha de entenderse nunca que el bien común contradice lo debido en
justicia, sino más bien que encuadra, garantiza y promueve con eficacia
los derechos individuales. Y es que el bien común no excluye a nadie,
porque su realización abarca todos los intereses jurídicamente
protegidos, de suerte que es el interés general expresado en la realidad,
la común unidad en el bienestar. La paz es un elemento indispensable
para alcanzar el bien común, y como corolario de éste hay que proteger,
por encima de todo, la convivencia armónica, la cual es percibida por el
interés general. Todo Estado Social de Derecho tiene como deber
esencial procurar hacer realidad el interés general, por razones de
justicia y de equidad. Si una forma jurídica impide la realización de los
fines del Estado, es porque hay un enfoque desordenado y, por ende,
inconveniente de la regulación instrumental, cuando la torna en primaria y
suprema frente a la substancialidad de lo jurídico. Es decir, constituye
una impropiedad manifiesta que el interés general -que abarca la paz, el
respeto a la dignidad humana, la solidaridad y todo lo que integra un
orden político, económico y social justo- no prevalezca frente a una
formalidad, que erróneamente se muestra como única y excluyente. El
debido proceso no es una figura que contradice el interés general, sino el
procedimiento, adaptable a diversas circunstancias materiales, que el
interés general requiere para ser realizado en todos los tiempos. Se
adapta a los tiempos, y no al contrario; es decir, que con procedimientos
aptos para tiempos de paz se resuelvan los problemas propios del tiempo
de crisis grave. Es obvio que el bien común condiciona la manera como
se ha de llevar el proceso, que es un medio y no un fin en sí mismo.

Lo anterior no desconoce, como se ha dicho, que el debido proceso sea


un derecho fundamental. Simplemente pone de relieve que no es una
forma absoluta que pueda imperar contra el interés general y, por tanto,
debe limitarse siempre a ser garantía de las libertades del hombre, y no
excusa para la ineficacia de las autoridades públicas en su búsqueda del
bienestar colectivo. El hecho de que sea inviolable no indica que sea
ilimitado. Es, sí, una garantía debida a toda persona que admite
multiplicidad de formas jurídicas proporcionadas a la realidad. La forma
es distinta según las diversas exigencias materiales, o dicho en otros
términos: el proceso se ajusta a la realidad, y no la realidad a la forma.

3.- Incidencia de los estados de excepción en el funcionamiento del


poder público

Todo derecho, incluyendo uno tan fundamental como el del debido


proceso, puede, entonces, ser objeto de limitaciones en su ejercicio, en
aras del bien común. Ello es más evidente y necesario aún, cuando la
sociedad jurídica y políticamente organizada se enfrenta a circunstancias
excepcionales. Los más reputados tratadistas en la materia coinciden en
reconocer, como características que distinguen estas circunstancias de
las ordinarias o normales, las de que ellas suponen: a) una expansión del
poder del Estado, b) una concentración transitoria de funciones en
cabeza del Ejecutivo, c) una racionalización en el funcionamiento de los
poderes públicos, d) una relajación, igualmente transitoria, en los
controles establecidos sobre la acción gubernamental, y, al mismo
tiempo, e) un fortalecimiento de los medios de acción de los jueces. La
expansión de los poderes estatales, cuyo solo limite debe ser el de la
dependencia de los intereses amenazados por las circunstancias de
crisis, comporta acciones que pueden ir más allá de los límites fijados
por la ley ordinaria para tiempos de normalidad.

La racionalización en el funcionamiento de los poderes públicos significa


que éstos deben adecuarse al objetivo final que deben buscar en
circunstancias de crisis, cual es la defensa del Estado de Derecho
amenazado y el restablecimiento de la normalidad quebrantada. La
relajación en los controles establecidos sobre la acción gubernamental
-que debe ser, insistimos, transitoria-, implica que tales controles no
deben ser ejercidos con el mismo rigor con que se hace en
circunstancias de normalidad, por cuanto de mantener ese rigor, dicha
acción podría verse entrabada en el logro de los propósitos antes
señalados. El reforzamiento de los poderes de los jueces en estados de
excepción o circunstancias de crisis, busca hacer más expedita e idónea
su función, con miras a obtener la pronta superación de estas
circunstancias y el pleno restablecimiento de la normalidad institucional.
Considera el suscrito Magistrado que con la declaratoria parcial de
inexequibilidad de los artículos 7o, 161, 251, 272, 322 y 342 del Código
de Procedimiento Penal se están desconociendo estos principios y se
están supeditando intereses individuales -los de los presuntos infractores
o sujetos pasivos de la ley penal- al interés común de la sociedad
colombiana.

Estima el suscrito Magistrado que las decisiones de esta Corporación no


deben circunscribirse exclusivamente al cotejo mecánico de la norma
acusada con la disposición constitucional específica que se considera
vulnerada, sino que tienen una insoslayable y honda implicación política,
en la más amplia acepción del término, es decir que deben consultar con
la realidad que vive la Nación.

Considera igualmente el suscrito que la interpretación constitucional debe


tener como norte y guía los principios filosóficos que inspiran la Carta
Política. Entre estos principios deben destacarse los enunciados tanto en
el Preámbulo como en algunas de las disposiciones contenidas a lo largo
del cuerpo constitucional.

El Preámbulo, en efecto, señala como finalidad de la Constitución la de


fortalecer la unidad de la Nación y asegurar a sus integrantes, entre
otros bienes, el de la justicia, "dentro de un marco jurídico (....) que
garantice un orden político, económico y social justo". En seguida el
artículo 1o. define al Estado colombiano como una República fundada,
entre otras cosas, "en la prevalencia del interés general"; el artículo 2o.,
por su parte, señala entre los fines esenciales del Estado el de
"garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes
consagrados en la Constitución" y "asegurar la convivencia pacífica y la
vigencia de un orden justo". Cabe resaltar que, además, este artículo
prescribe que las autoridades de la República están instituídas para
proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra,
bienes, creencias y demás derechos y libertades, y para asegurar el
cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares.
Más adelante, en fin, el artículo 58 ratifica que "el interés privado deberá
ceder al interés público o social"

La Constitución es clara pues, al señalar la prevalencia del interés


general, es decir, del bien común, sobre el interés particular. En
tratándose de la aplicación de normas como la que consagra el debido
proceso, en circunstancias de crisis -o Estados de Excepción- el hacer
prevalecer el interés general sobre el particular cobra aun más
importancia, dentro de la misión interpretativa del juez constitucional.
Porque, como lo sostenemos en este Salvamento de Voto, aferrarse a la
rígida aplicación del artículo 29 en todas circunstancias, incluídas
aquellas para las cuales la propia Constitución ha establecido los
Estados de Excepción, puede conducir, como creemos que ocurrirá en el
caso de la inexequibilidad de las disposiciones objeto del presente
Salvamento, a hacer perder la eficacia de la acción judicial, desvirtuando
así los objetivos buscados a través del régimen de excepción, y a hacer
prevalecer el interés particular de los procesados, justamente de aquellos
sindicados de los más atroces delitos, sobre el interés general de la
sociedad.

VLADIMIRO NARANJO MESA


Magistrado

Fecha : ut supra.

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