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Actitudes del sacerdote

Enlistamos 8 actitudes positivas que son reflejos de un pensamiento teológico íntimo y


personal. Reflejan pensamientos positivos que deberían estar en la mente y corazón del
creyente y son expresión del concepto que se tiene de Dios.

1. Adoración​ expresada en alabanza es la primera actitud. Actitud de la mente y


corazón en la que uno muestra profunda reverencia y temor. Como tal, la adoración
se ve como el más alto grado de amor y honor conferido a Dios. Es meditativa e
interior. La manifestación exterior de adoración es alabanza. Básicamente adoramos
a Dios por quién es y le agradecemos por lo que nos ha hecho. El salmista, después
de reconocer al Señor como un abundante ayudador exclama: “Alabaré a Jehová en
mi vida; cantaré salmos a mi Dios mientras viva” (Salmo 146:2). La alabanza
resuena como la celebración de un evento gozoso.

2. El resultado es ​gratitud​ que viene de corazones llenos de adoración y alabanza


hacia Dios. La palabra de Dios abunda en expresiones de gratitud. David, en
recuerdo de su querido amigo Jonatán, mostró su gratitud mediante un acto de
misericordia: “¿Ha quedado alguno de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia
por amor de Jonatán? (2 Samuel 9:1). Uno que tiene el corazón sometido en
adoración y elevado en alabanza debe aprender también la gracia de ser
agradecido.

3. La respuesta a la gratitud es otra actitud: ​acción de gracias​ por todo cuanto el


Señor es y hace por sus hijos. El Salmo 106 comienza con una expresión de acción
de gracias por el constante amor de Dios: “¡Aleluya! Alabad a Jehová, porque él es
bueno; porque para siempre es su misericordia “ (Salmo 106:1). Pablo eleva al
máximo la adoración cristiana cuando escribe a la iglesia de Corinto: “¡Gracias a
Dios por su don inefable!” (2 Corintios 9:15). El alma del amor cristiano se manifiesta
en acción de gracias por el amor redentor de Dios.

4. Cuando los creyentes vienen ante el Señor en el acto de comunión, se ven tal como
son: pecadores con necesidad de ​arrepentimiento​. No siempre es fácil arrepentirse,
cuando nuestros labios han sido impuros al igual que nuestros pensamientos. Segler
cita a C. S. Lewis quien dice: “El arrepentimiento no es nada gracioso. Es más difícil
que comer pan duro. Significa algo así como morir al “yo” Las palabras más difíciles
de decir, en cualquier idioma o lenguaje,son: “Yo he pecado”.

5. El otro lado del arrepentimiento es el ​perdón​. Los creyentes en Cristo pueden estar
absolutamente seguros de que cuando el arrepentimiento es sincero Dios es fiel y su
Palabra es verdad, lo cual asegura el perdón. El apóstol Juan escribiendo para
afianzar la fe en Cristo, afirma esta verdad: “Si confesamos nuestros pecados, él es
fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan
1:9). Tanto el arrepentimiento de los pecados cometidos como el perdón de los
mismos son absolutamente necesarios para que la adoración sea completa.
6. Dependencia​ de Dios, es otra actitud que debe mostrarse en la adoración. Los hijos
de Dios deben aprender a depender de él como el que suple todas sus necesidades.
En la oración modelo, el Señor Jesús instruye a sus discípulos en la oración: “El pan
nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Mateo 6:11). También los discípulos debían
buscar el perdón basado en el perdón que ellos daban a quienes pecaban contra
ellos: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a
nuestros deudores” (Mateo 6:12). Los cristianos no deben orar egoístamente, sólo
por sus necesidades, sino interceder también en beneficio de otros. La adoración
debe dirigir a la congregación a una conciencia clara de dependencia del Señor.

7. La actitud de ​sumisión​ está también incluida en la adoración. La sumisión de Jesús


a la voluntad de Dios le llevó hasta morir en la cruz. Segler dice que cada
experiencia significativa de adoración llama a la sumisión y rendición a la voluntad
de Dios. El encuentro en la adoración está incompleto si no guía a la ​Rendición​.

8. El clímax de la experiencia de adoración es la actitud de ​compromiso​ que demanda


una acción positiva. El gran profeta Isaías, después de la muerte de su amado rey,
consagró su vida a Dios, diciendo: “Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:8). Es muy
posible que el secreto del poder de Isaías, como dirigente, se debió a su total
rendición a hacer la voluntad de Dios.

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