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Universidad del Balamand

Instituto de Teología San Juan Damasceno


P.A.S.E. (Program for Arabic – Spanish Exchange)
C.E.L.P. (“Con Eñe” E-Learning Program)

CBBE213:
Interpretación del Evangelio según San Juan y el Apocalipsis
(Lección 11: La primera visión del trono Ap. 1:9-20

Lección 11- Sección 3: Comentario

Primera Parte: A cerca del día del Señor (vv.1, 9-11)

(vv.1, 9): Lo mismo que los profetas de antaño, también Juan es llamado para
su misión. Se designa sencillamente como “Juan, hermano vuestro”: es un profeta que
va a hablar a una comunidad de profetas y que comparte la condición cristiana, que
consiste en vivir “en Jesús”

En el mismo versículo dice a las comunidades a las que se dirige, “me


encontraba en la isla de Patmos a causa de la Palabra de Dios”: esto nos señala que el
Apocalipsis nace en un momento de crisis concreta que el autor ha querido
indicarnos: Juan se encontraba en la isla de Patmos, por causa de la palabra de Dios y
del testimonio de Jesús. Está exilado y confinado en un peñasco marino que los
romanos empleaban para desterrar a disidentes y rebeldes, ubicado al oeste de Éfeso.
Allí sufre por la Palabra y por el Testimonio de Jesús, gran Testigo. Su misma vida se
vuelve signo de protesta.

La Isla de Patmos en Asia Menor

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(vv. 1,10): Señala Juan “se apoderó de mí el Espíritu”: esto indica el carácter
sobrenatural de la revelación que nos transmite, pero no nos dice nada de la forma
con que la recibió. “Bajo el dominio del espíritu, Juan tuvo la inteligencia misteriosa,
profética, de las realidades celestiales y del verdadero ser de la Iglesia” (Ponthot).

Tuvo esta experiencia “un día del Señor”, es la primera vez que aparece nuestra
palabra “domingo” (del latín “diez dominica”), el día en que se celebra el triunfo
pascual de Cristo y el anuncio de su venida definitiva. Esta indicación contribuye a
darle a este libro un aspecto litúrgico.

Segunda Parte: La visión de las siete lámparas de oro (vv. 1,11-19)

(vv. 1,11) Juan oye una voz: “Lo que ves


escríbelo” y su mensaje se va haciendo escritura:
empieza siendo carta, siete cartas, que en
conjunto conforman un libro. La palabra de
Cristo llega a todos los cristianos a través de los
escritos de Juan, quien tiene como misión que
esta palabra se expanda a todo el mundo
cristiano de la época, cumpliendo con la orden
de la voz que le dice< “y envíalo a las siete
iglesias: Éfeso, Esmirna”... Todas las comunidades
nombradas se ubican en la Provincia romana de
Asia, que incluye las viejas ciudades griegas de
la costa egea y parte del territorio interior. Esas
ciudades formaban una de las zonas más ricas y
desarrolladas del Imperio. Poseían la más
antigua cultura de los griegos y se hallaban
abiertas a Oriente. En tiempos del Apocalipsis defendían el culto imperial: Roma
constituía su razón de ser, su identidad religiosa y social.

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La novedad de Juan está en que escribe desde el exilio, como profeta con
autoridad, ofreciendo a sus iglesias la visión definitiva de aquello que debe suceder
con rapidez.

(vv. 1,12) El autor se refiere a que vio


“siete lámparas de oro” Estos no pueden ser el
arquetipo del candelabro de oro que había en
el antiguo servicio típico del templo, porque
allí había un solo candelabro de siete ramas.
Siempre se habla de él en número singular.
Pero aquí tenemos siete candeleros, que son
más bien "soportes de lámpara," o bases sobre las
cuales se colocan las lámparas para que
iluminen un aposento. No se asemejan en nada
al candelabro del antiguo tabernáculo. Por el
contrario, estas bases de lámpara se hallan tan
alejadas una de otra que se ve al Hijo del
hombre andando entre ellas. Juan está
confinado en Patmos, lejos de sus Iglesias;
pero sabe que Jesús resucitado las alumbra.
Ellas constituyen una realidad litúrgica
gozosa: son candelabros que se encienden y
lucen sobre el mundo. Que brillen las iglesias,
que mantengan su luz, que expandan su esperanza y belleza sobre el mundo: ésta es
la finalidad del Apocalipsis, la obra de Cristo.

(vv. 1,13): Juan nos habla de “una figura humana<” Es Cristo quien se
manifiesta a Juan. No es el Jesús familiar de la vida pública, sino el hijo del hombre
glorificado del final de los tiempos. La figura central, la que atrae toda la atención en
la escena que se abre ante la visión de Juan, es la majestuosa persona del Hijo del
hombre, Jesucristo. La descripción que aquí se da de él, con su vestidura suelta, su
cabellera blanca, no por la edad, sino por el resplandor de la gloria celestial, sus ojos

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de fuego, sus pies que resplandecían como bronce fundido, y su voz como ruido de
muchas aguas, no puede ser superada en su carácter grandioso y sublime.

Las imágenes, sacadas de la tradición


apocalíptica, nos presentan a Jesús como el “hijo
del hombre” de Daniel 7:9-13, introducido ante
Dios para recibir de él la fuerza y el poder de
juez. Pero Cristo es Dios, ya que se le atribuyen
ciertos rasgos divinos (los cabellos blancos, “yo
soy el primero y el último”). Es sacerdote y rey
(túnica talar, ceñidor de oro), juez de mirada
penetrante, eterno y estable (cabellos blancos,
pies de bronce). La Iglesia (las siete estrellas)
está en su mano, pues Cristo es la luz de estas
siete estrellas y su palabra es como una espada
para juzgarla. (Ver Zac 4:1-4).

(vv. 1,17-19): “Nada más verlo, caí a sus pies como muerto; pero él, poniéndome
encima su diestra, me dijo: No temas. Yo soy el primero y el último” Juan estaba vencido
por la presencia de este Ser augusto, y tal vez por el agudo sentido de la indignidad
humana, Juan “cayó a sus pies como muerto”, pero una mano consoladora se puso sobre
él, y una voz alentadora le dijo: “ No Temas”. Es igualmente privilegio de los
cristianos de hoy sentir que se posa sobre ellos la misma mano para fortalecerlos en
las horas de prueba y aflicción, y oír la misma voz que les dice: "No temas."

Empieza a hablar. Y habla para atribuirse el título dado anteriormente a Dios


(“Yo soy”, “el primero y el último”). Es “el que vive”; también Dios en el Antiguo
Testamento era presentado como “el viviente”, pero aquí se trata de alguien que ha
pasado por la muerte. ¿Podrá verse aquí un esfuerzo catequético de los primeros
cristianos para experimentar el misterio de la resurrección en un lenguaje
perceptible?

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Juan Percibe, en esta visión, la realidad profunda de Jesús Señor y juez. Él sabe
entonces todo “lo que ha de suceder pronto”: (Ver: Daniel 10:5-19) La historia es el lugar
donde comienza a realizarse ese señorío, que está en camino hacia su cumplimiento.

Tercera Parte: Las siete lámparas y las siete estrellas (vv.1, 20)

(vv. 1, 20): En cuanto al misterio


de las siete estrellas que viste en Mi
mano derecha y de los siete
candelabros de oro: las siete estrellas
son los ángeles de las siete iglesias, y
los siete candelabros son las siete
iglesias<.

Dos signos ocupan la mente de


Juan y por eso ha de explicarlos,
focalizando la visión: en la mano de
Cristo están las estrellas, en su entorno
los candelabros: Las siete estrellas son
los ángeles de las siete iglesias. Con
cierta frecuencia se los identifica con
los obispos de las iglesias de Asia,
destinatarios de las cartas. Pero el
Apocalipsis no permite esa lectura: no
parecen humanos sino espíritus:
custodios de las iglesias. Las naciones
y grupos tienen ángeles guardianes.
Para Juan, ellos están al servicio de la iglesia y dependen de Cristo, el único que
dirige el despliegue y el juicio de la historia.

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