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El presente ensayo tiene por objeto, dejar testimonio y constancia de algunos hechos
y su análisis intelectivo, relacionados con la Revolución del Octubre Chileno,
sucedida desde el 18 de Octubre de 2019 a raíz de las evasiones masivas al metro de
Santiago; las cuales fueron usadas como “máquina de guerra” revolucionaria, en la
terminología de Gilles Deleuze. Son acontecimientos de tanta gravedad, intensidad
y trascendencia, que además se encuentran en pleno desarrollo, muy lejos de
terminar. Cuanto más pasa el tiempo, parece que el lema no debiera ser el hashtag
de twitter usado por ellos “esto no ha terminado”, cuanto más bien “esto recién
comienza”, teniendo a la vista todo lo que este año 2020 trae como producto del
llamado a proceso de cambio Constitucional mediante el plebiscito acordado por los
partidos políticos. Es una mezcla entre historia, crónica, testimonio, análisis de
intelección estratégica y ensayo. Casi todo lo que aquí menciono ha sido observado
durante la Revolución, en terreno, en fotos y análisis de numerosos afiches, grafitis,
propaganda, mensajes, y códigos de la revuelta; así como sitios web y prensa de la
Izquierda, tales como “El Desconcierto”. Lo que yo agrego es el análisis politológico,
filosófico y teológico, desde el realismo metafísico tomista y la concepción católica y
clásica de la sociedad.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Sin pretender hacer una acabada exposición de la historia de Chile, se hace necesario
exponer algunas ideas. Chile, desde su Independencia, que no secesión de la
Monarquía Católica Universal o Imperio Español, que con todos sus defectos y
problemas(especialmente en Chile, el país más alejado de la Corona en el
continente), constituyó el equivalente del tiempo histórico conocido como “Edad
Media” y que en palabras de Nikolay Bediayev, para España y la Hispanidad, fueron
“Edad Media permanente”; el principio metapolítico de Cristiandad, la inserción y
pertenencia formal y material a la Civitas Christiana en la escatología suprahistórica
y trascendente. Nada menos, que el Orden y el Orden con mayúscula, el Orden
esencial y teo-logocéntrico.
La Hispanidad, como afirmaron Alvaro D’Ors o Jaime Eyzaguirre, protegía nuestros
países del espíritu de ferocidad mercantil y crematística, de la desenfrenada usura
voraz que se vuelve “el cáncer del mundo” en palabras del poeta Ezra Pound; sin
las luchas de clases y el desarrollo capitalista tan propio del Chile republicano
liberal. La Iglesia influía positivamente en el orden social para obligar a ricos y
poderosos así como pobres y humildes a aceptar y acoger normas y principios
objetivos de justicia, la organización corporativa si bien menos potente que en otros
Reinos indianos, otorgaba una legítima y necesaria protección y justicia social.
Especialmente bajo los Habsburgo o Austrias, la concepción católica, premoderna y
tradicional del Orden se mantenía con plena y máxima vigencia. Fue debilitándose
con los Borbones, sin perder aún su esencia y substancia, aunque adquiriendo
elementos corruptores de influencia ilustrada y liberal que harán eclosión en la
Independencia. Por muy malos que hayan podido ser los Borbones incluso, lo que
vino luego de 1818 fue mucho peor, en todo sentido, perdiéndose aquella fuerza
misteriosa del Katejon, cayendo en las garras de Inglaterra.
Se fue gestando una gran inequidad e injusticia social especialmente a raíz del
progreso en la industria del salitre, con una escandalosa desigualdad social de una
élite que trataba a los trabajadores como peones de campo sin derechos ni dignidad.
Lo que llevó a brutales luchas de clases y conflictividad social, a semejanza de la
Roma republicana y sus luchas entre patricios y plebeyos. Que diferencia con la
Hispanidad cuya paz social y armonía de clases era ejemplar y reconocida incluso
por autores nada católicos. Se instauró una República parlamentaria donde el
principio de autoridad se desvaneció y solo el Dinero terminó por ser la medida de
todas las cosas, fue una época de gran decadencia. Surgen los primeros movimientos
marxistas y anarquistas, producto de la brutal lucha de clases, que ellos buscaban
culminar con la victoria del proletariado.
Ante tamaño desorden, surge la reacción caudillista también, Ibáñez del Campo será
el hombre encargado de dicha tarea, cual Cesar moderno ante las luchas de clases
en la república. Pero su talante autoritario lo llevaron a ser pronto detestado por
muchos y no logró aplicar todo el programa de sanación y restauración patriótica de
Chile, concordia de clases y superación de las luchas. Si inició el camino a la
industrialización, lamentablemente fue recorrido de modo torpe e ineficaz. La
política de industrialización solo benefició a los trabajadores urbanos quedando en
el campo una gran injusticia, atraso y miseria, de modo que se hablaba de la
necesidad de una reforma agraria.
Salvador Allende fue elegido en 1970, en unas elecciones que por primera vez
llevaron de manera democrática al marxismo-leninismo al poder, mediante la
coalición de la Unidad Popular. Se inició un proceso radicalizado de transformación
socialista, mediante expropiaciones y nacionalizaciones masivas, lucha de clases
generalizada, organización de comandos comunales, cordones industriales,
hegemonía de la sociedad, una reforma agraria comunizante y radical que suprimía
de facto la propiedad privada sobre el campo, todo dentro de un proceso
revolucionario que buscaba desbordar y colapsar las instituciones del Estado a partir
del Estado burgués, para ser transformado hacia un Estado socialista. En paralelo,
se formó un gran aparato político-militar revolucionario que actuaba como el poder
paralelo revolucionario, yendo más allá de lo dispuesto por la Unidad Popular y
buscando acelerar el proceso. Una gran tensión y enfrentamientos con los sectores
de Derecha y la Democracia Cristiana, generaron una politización y división social
paradigmática, los llamados tres tercios de la sociedad. Era inminente la guerra civil
o la Revolución armada o una intervención militar. Los revolucionarios empezaron
ya a generar las listas de quienes había que liquidar y marcar sus casas, listas para
sufrir la violencia y el terror rojo de la Revolución.
Se obtuvo una victoria militar sobre el comunismo, a costa de una política de guerra
sucia antisubversiva que fue bastante cruenta pero quizás inevitable, aunque
siempre pienso que muchos excesos y brutalidades que consideran violaciones a los
DDHH y han pasado a significar el mal absoluto en la narrativa de la izquierda,
pudieron evitarse. Le entregaron en bandeja la mejor narrativa que tenían. De pasar
de ser los totalitarios y los dispuestos a entregar a Chile a la guerra civil, de ser los
peores criminales, pasaron a ser considerados víctimas de una represión brutal. Sin
embargo, el número de muertos fue muy inferior al que habría sido en caso de un
guerra civil, no más de 3000 desaparecidos y muertos en total. En caso de guerra
civil, se estima al menos 250.000 muertos, sin perjuicio que una tiranía comunista
habría masacrado 10 veces más, por lo bajo y ninguna de las organizaciones de
DDHH derramaría una sola lágrima, tal como pasó con Fidel Castro y otros
gobiernos totalitarios marxistas en la región.
El problema fue que se decidió apoyar un capitalismo tan salvaje como inhumano,
despiadado y sin la menor corrección y protección laboral y social, menos la
moderación y el equilibrio de la doctrina social de la Iglesia. Al contrario, un
capitalismo rentista de tipo especulador y usurero como pocas veces se ha visto a tal
nivel en los tiempos modernos. En lugar de aplicar una necesaria y legítima
economía social de mercado a la alemana, como la diseñada tras la guerra por
Ropke, Muller Armack, Eucken y Erhard e implementada de manera brillante por
el canciller Konrad Adenauer, que equilibra capital y trabajo, libertad y justicia
social, bien común e interés individual, sindicalización y empresa, etc.; se
implementó una drástica versión del capitalismo rentista y especulativo, una
economía sustentada en la usura. La versión más radical de lo que ha sido llamado
el capitalismo angloamericano por oposición al capitalismo renano 1. Hernán Buchi
y José Piñera, así como Rolf Luders fueron encarados de ejecutar las duras reformas
económicas, que aplicaron las ideas del economista neoliberal, partidario del aborto
y ateo y materialista, Milton Friedman. Chile se volvió de una promesa para el
paraíso socialista, en otro paraíso, esta vez de signo neoliberal.
Se aplicaron duras medidas como el plan Piñera(elaborado por José Piñera), que
redujo los derechos laborales al mínimo e implementó un sistema cercano al despido
libre, suprimiendo la sindicalización y protecciones laborales; una monetarización
radical de la economía, sustentada en la usura voraz, una política favorable al crédito
a consecuencia de lo anterior, medidas que reducían al mínimo la presencia del
Estado en la economía, que se consideraba con criterios únicamente técnicos, sin
consideraciones ético-jurídicas y mucho menos, teológicas. La economía debía regir
incluso sobre la política y dirigirla no al bien común sino al bien individual, de cuya
suma de intereses se obtendría el bien común, en la mentalidad de dichos
economistas. La crematística en su forma más despiadada y usurera se transformó
en la suprema ley de la economía. Siguiendo las tesis de E. Michael Jones en su libro
Barren Metal: The conflicto between usury and labour 2; este capítulo de la historia
chilena resalta como uno de los grandes episodios de dicha confrontación, entre la
usura en cuanto capital rentista que saquea, expolia, precariza y humilla al trabajo y
al trabajador, para beneficio de una finanza vagabunda, apátrida, sin Dios ni Ley,
que solo acrecienta la acumulación producto de la avaricia, hasta el infinito, como
Santo Tomás advertía respecto a una república gobernada por los comerciantes y su
insaciable afán de riquezas. La forma más fácil y antinatural por lo demás, de
obtener riquezas es a través de la usura, mediante un capital ficticio que no crea nada
y destruye el trabajo productivo, mediante juegos financieros de quienes controlan
el capital y con ello perjudican a los justos derechos del trabajo.
1
Michael ALBERT (1991). Capitalismo contra capitalismo. Recuperado de
https://enciclopediapr.org/encyclopedia/capitalismo-contra-capitalismo/
2
Michael JONES (2014). Barren Metal: A History of Capitalism as the Conflict between Labor and Usury
El gobierno enfrentó una dura crisis en 1977 y una peor en 1982, la primera a
consecuencia de la especulación financiera y la segunda, similar a la anterior pero
agravada, que llevó al cierre de muchas empresas nacionales y la compra por
capitales extranjeros de dichas empresas, así como una alta cesantía a consecuencia
de las quiebras. El más beneficiado de estas crisis fue el sector bancario. El trabajo
llegó a un alto nivel de precarización, inestabilidad laboral, abusos laborales,
explotación y todo para beneficio de unos pocos empresarios y capitalistas rentistas
que no rendían cuenta a nadie. Mediante las privatizaciones, se formó una nueva
élite de nuevos ricos que se apropiaron de las empresas antiguamente pertenecientes
al Estado y que ahora pasaron a integrar los grupos económicos pertenecientes a las
élites financieras y capitalistas.
Lo más sorprendente de todo esto es que muchas veces los promotores de tales
medidas se consideraban católicos practicantes, serios, comprometidos,
conservadores y hasta tradicionales. Es sorprendente que no hayan podido ver la
contradicción entre ser católico y entender cada acto como participación de la vida
divina o su negación y por tanto, pecado, entre entender cada acto de la vida
humana como adecuado al fin último y por tanto requiriendo del ejercicio de las
virtudes y la concepción crematística-materialista de la vida, que busca alcanzar el
interés y utilidad terrenal y hedonista a como de lugar sin reparar en los medios. Es
muy protestante esta forma de pensar el capitalismo, no por nada el capitalismo
liberal se desarrolló especialmente en países calvinistas. El mejor ejemplo de esto, lo
representa Jaime Guzmán, líder del llamado Gremialismo, que de semejanza a los
antiguos gremios medievales no tenía nada y sí mucho de una extraña fusión entre
la concepción aristotélico-tomista y las ideas neoliberales de Hayek y Friedman. En
realidad Jaime Guzmán aplicaba la concepción tomista mutilada con el liberalismo
hayekiano, confundiendo la autonomía de los cuerpos intermedios con su negación,
toda vez que les concedía autonomía a las organizaciones infrapolíticas y
reconociendo el principio de subsidiareidad, en la práctica lo negaba al no establecer
ni el más mínimo ápice de soberanía social y reducir como todos los liberales, el
poder a la soberanía política. De modo que toda su pseudo tomista y pseudo
organicista concepción que informó a la Constitución de 1980, se caía ante la
hegemonía neoliberal que él mismo defendía acérrimamente, porque los cuerpos
intermedios y grupos infrapolíticos no tenían verdadero poder para organizarse y
ejercer la soberanía social, mientras que la soberanía política le reconocía todo el
poder y amplias libertades a las fuerzas del capitalismo rentista, mediante el derecho
y las leyes hechas a su medida. Jaime Guzmán no fue sino un Michael Novak
chileno, un neoconservador que postulaba la defensa del “capitalismo democrático”
como el más humano de todos los sistemas, entroncando con la tesis del fin de la
historia de Fukuyama. La élite chilena aprovechó muy bien esta tesis del capitalismo
democrático para implementar sus reformas neoliberales en Chile, lejos de todo
espíritu cristiano.
Todas estas medidas fueron muy resentidas por las clases medias y bajas y fueron
generando un creciente descontento contra Pinochet que se manifestó en masivas
marchas y jornadas de protesta, usadas por la subversión revolucionaria como
aliciente para una eventual caída del régimen mediante intervenciones político-
militares insurreccionales de las masas. La lucha de clases volvió. La izquierda se
preparaba al contra ataque y desde el exilio y en los antros clandestinos, se
organizaba la contraofensiva mientras el pinochetismo ciego cantaba victoria, sin
capacidad de intelección estratégica de los grupos e ideas que luego atacarían con
una fuerza inusitada. De esto volveremos pronto.
Durante estos años decadentes, el poder político se alternaba entre las dos
formaciones, la Concertación de centro izquierda renovada pero fiel ejecutora del
proyecto de transformación neo socialista de largo plazo aunque bien insertada en
el modelo neoliberal; y la Alianza por Chile o Chile Vamos, quienes cedían
constantemente a cuanta consigna, programa, idea, concepto, estética, y hasta
figuras y temáticas les proponía la izquierda. La derecha no paraba de ceder, la
izquierda no paraba de avanzar sin detenerse, a veces avanzando lentamente pero
inexorablemente. El poder económico estaba en manos de la derecha y de cierta
izquierda burguesa globalista afín a la Concertación, en tanto que el poder
ideológico, cultural, social y en parte el político, conquistados por la izquierda y su
hegemonía progresiva que tan bien diseñaron, que permitió neutralizar toda
respuesta de la derecha.
Estaban demasiado felices con los éxitos del modelo y el Chile del Costanera Center
y el Distrito de Lujo como para ponerse a estudiar en serio las transformaciones
ideológicas de la izquierda y el por qué constituían una amenaza. No se enteraron
quien los atacaba, como y por qué. Solo se preguntaban ingenuamente cuando
sucedió el 18 de Octubre, “que sucedió, no lo vimos venir, había descontento pero
no pensamos que llegaría a tanto”. Ciegos. Spengler decía que la cobardía engendra
ceguera, la cobardía para defender convicciones, mal endémico de la derecha
burguesa, les generó la ceguera ante la realidad amenazante que no querían ver, que
tenían frente a sus ojos, en sus narices, durante 30 años. Solo les interesaba disfrutar
de las bondades del modelo y conceder migajas sociales.
Las Universidades, centros de pensamiento, think tanks, cine, arte, teatro, cultura,
música, espectáculos, todo fue conquistado ideológicamente por las categorías de la
nueva izquierda, actuando como mecanismos socializadores y difusores del
feminismo, indigenismo, autonomismo, ambientalismo, movimiento LGBTI,
derechos humanos, etc. Sería muy largo enumerar en detalle cómo fue este proceso,
quizás es material para otro ensayo, y con riesgo de quedarme corto. En materia de
arte y cultura, llegaba a ser grotesca la hegemonía izquierdista en los conceptos que
se difundían y transmitían mediante dichos formatos, a las masas, especialmente
hacia la juventud. No hay concepto deconstruccionista que no haya sido socializado
mediante estos formatos y estrategias. La mentalidad promedio del chileno fue
cambiando en estos largos años, los conceptos salidos de las usinas de la
intelectualidad progresista y postmarxista fueron asimilados como lo bueno y
verdadero por amplias masas de la población. Sumandos a un proceso generalizado,
del cual pronto hablaré, de descristianización acelerada, el panorama ideológico no
podía ser más desalentador. La juventud en masa especialmente, asimiló
prontamente estas nuevas categorías, para ejecutar pronto las transformaciones
sociales requeridas por dicha concepción ideológica.
El Chile del distrito de lujo para ricos, que se jactaba de su éxito económico, que se
creía país desarrollado y moderno, el Chile del Costanera Center, de las tiendas de
lujo exclusivas, que creaban la ilusión irreal de un país rico y próspero a todo nivel;
en realidad era una olla a presión. Una propaganda y discurso ideológico de
Izquierda difundido a todo nivel y en todos los sectores y territorios del país, con
una abrumadora hegemonía social y cultural, que es manifestaba en una creciente
conflictividad social producto de movimientos horizontales y asistémicos que no
respondían a las jerarquías tradicionales del poder en Chile, masas que reproducían
las nuevas categorías de la izquierda, el país entero operando como laboratorio para
el nuevo modelo revolucionario. Mientras que el sistema contribuía a generar
condiciones objetivas para la Revolución y la ira y odio populares; a amplias masas
populares de clases bajas, tristemente el discurso venenoso de la Izquierda le hacía
sentido en sus vidas cotidianas y ello contribuyó a ampliar las bases revolucionarias,
que “bolchevizadas” estaban dispuestas a incendiar Chile si fuera necesario con tal
de obtener la “liberación”, despojadas de todo amor a la Patria y respeto a las
tradiciones. Pero los primeros en despojarlas de dicho patriotismo fueron las élites
liberales, arrogantes, con su cosmopolitismo insoportable, llenas de un materialismo
e individualismo obscenos y groseros, que eran vistos por el pueblo como ocupantes
de otro país.
Es cierto que los índices de pobreza bajaron sustancialmente desde los años 80 y en
algunas mediciones que por cierto son dudosas, se hablaba hasta de menos del 10%.
Son dudosas porque medían la pobreza de forma unilateral solo fijando
arbitrariamente una línea de pobreza que demarca fijamente y cual compartimiento
estanco, la pobreza o no pobreza. Pero la excesiva desigualdad de ingresos, entre
quienes ganaban menos que el sueldo mínimo y quienes recibían millones de
dólares generaba una amplia pobreza relativa difícil de medir pero muy fuertemente
percibida hasta por las clases medias bajas. Nos transformamos en un país de clase
media pero clase media baja, precarizada e inestable, aspiracional y arribista. El
altísimo costo de la vida, cada vez mayor, comparable o superior incluso al de países
europeos hacía esfumarse rápidamente los bajos salarios y las ilusiones de superar
la pobreza. Un alarmante alto coste de la vida, sin freno, en productos básicos, al
mismo tiempo que un congelamiento de las alzas salariales hacía cada vez más
insostenible un nivel de vida mínimamente decente y digno de amplias masas de la
población. La percepción de miseria era bastante mayor, por la marginalidad de
muchos barrios y sectores periféricos en las ciudades. La pobreza multidimensional
rondaba cercana al 30% en mediciones mucho más realistas. Muchas de estas masas
estaban totalmente conquistas ideológicamente por el postmarxismo y su discurso,
en el que veían u na liberación y esperanza para salir de su miseria.
La vivienda alcanzó costos impresionantes, por sobre el nivel de los propios países
europeos, en buena parte producto de la especulación inmobiliaria que el propio
sistema fomentaba. Era impagable para una persona promedio. Largas jornadas de
trabajo, a menudo contra lo que la propia ley establecía. Remuneraciones bajas de
una amplia masa de la población, que no alcanzaban para vivir dignamente, dado
el muy alto costo de la vida y creciendo éste último cada vez más. Las prestaciones
de salud pública eran miserables e indignas de todo estándar mínimo y las
prestaciones de salud privada tan costosas que eran accesibles solo a una minoría
que obtenía los mejores sueldos, que ni siquiera calificaban para ser rico, sino clase
media alta. La educación pública también era de pésima calidad y la educación
privada muy costosa, las pensiones muy bajas e indignas. Todo lo anterior reforzaba
enormemente la sensación y percepción de injusticia social grandísima que existía
en Chile. Más aún, la actitud de la élite, sumamente despectiva con lo que calificaba
como “rotos” a quienes no pertenecían a la élite, un nivel de clasismo tan vergonzoso
como violento. Si no se pertenecía a sus mismos círculos cercanos y tenía las mismas
costumbres de la élite, pues se era un “roto”, un nadie. Esta actitud endémica de la
élite chilena, muy reñida con el cristianismo que supuestamente muchos de ellos
profesaban, generó un odio de clases profundísimo. Una percepción de alienación y
enajenación de amplios sectores bajos y clases medias bajas, que no sentían que
compartían un mismo país con las élites y sectores acomodados. En las poblaciones
y barrios marginales se vivía una pobreza atroz que duele en el alma, lugares feos
llenos de podredumbre y ambientes sucios, destrozados, tristes. En términos
objetivos era menos terrible que la vivida antes de los años 80, con altas tasas de
mortalidad infantil y otros indicadores en los que objetivamente se mejoró
sustancialmente, la percepción era de aún mayor miseria dada la tremenda
desigualdad, sentían que ni migajas recibían del modelo. Es cierto que el modelo
mejoró muchos indicadores y tiene sus logros. Pero las estadísticas se estrellaban
contra una realidad dura y brutal que no medían las estadísticas. Y se olvidaban las
estadísticas que hablaban de Chile como un país con 8% de pobreza, de la pobreza
multi dimensional, que la aumentaban en torno al 30%, considerando el acceso a
servicios y calidad y dignidad de vida. El odio de clases que surge ante tales
injusticias y privaciones es tan fuertísimo que se rompe la unidad de la Patria.
Injusticia social, alto nivel de usura, miseria de los sectores marginales y populares,
muy alta desigualdad, alto costo de vivienda, y especialmente la difusión a todo
nivel del mensaje y discurso revolucionario de la Izquierda radical, mediante una
paulatina e inexorable conquista y hegemonía; transformaron a Chile en un país tan
fragmentado que se volvió una olla a presión para cualquier estallido revolucionario
violento. El que no lo vio venir, seguramente tenía muy escaso conocimiento de la
realidad del país. Se debe tener en cuenta además que la radicalidad del movimiento
vino de las clases bajas y sectores populares, no es un movimiento de clases medias
sino de sectores populares y marginales.
Ni los padres de familias conservadoras y de élites sabían bien en que estaban sus
hijos, en que antros de fiestas perversas se hallaban, que mensajes y contenidos
deconstruccionistas recibían en su día a día y mucho menos sabían como
combatirlos. Quizás hasta ellos mismos estaban trabajados mentalmente por dichos
conceptos deconstruccionistas que de las formas más sutiles y siniestras fueron
diseñados para conquistar toda la cotidianeidad e informar todo el proceso de la
vida social e individual, transformando los conceptos sutil y silenciosamente.
3
Hay que distinguir neomarxismo y postmarxismo. El neomarxismo es el marxismo revisado desde
temprano, ya desde los años 20 en Alemania por la escuela de Frankfurt, llamada en un comienzo “Instituto
para el Nuevo Marxismo” y después por autores como Althusser, Gramsci y el estructuralismo. Desde allí
empieza la relación compleja entre cultura, superestructura e infraestructura que lo caracterizará, su análisis
en términos estructuralistas y críticos de la sociedad(teoría crítica). Se traduce en las políticas progresistas
destinadas a abolir lo que se entendía por sociedad autoritaria, en la familia, la patria, la religión, la cultura,
etc, que fueron despedazadas mediante la Teoría Crítica. El postmarxismo en cambio es el marxismo
despojado del marxismo dogmático clásico y recodificado por el deconstruccionismo y analiza la sociedad en
términos post-estructuralistas. Se nutre del neomarxismo pero va más allá, ya no busca solo
transformaciones igualitarias en otros ámbitos no economicistas sino que pretende una revolución
molecular sin un sujeto revolucionario definido en términos esencialistas sino que se trata de ahora de
construir desde el discurso y la semiótica contextual un sujeto que encarne todas las contradicciones y
marginalidades de la sociedad, y suponga un cuestionamiento radical de la misma. Tanto el neomarxismo
como el postmarxismo mantienen íntegros los fines del Comunismo, la abolición de la familia, de la
propiedad privada, del estado-nación y todo sentimiento de patriotismo, de la religión especialmente el
cristianismo y en último término, la abolición del ser humano y de Dios.
Muchas veces dichos jóvenes eran los más proclives a adherir a dichas ideas, el
consumo de drogas en dichos ambientes era bastante elevado y alarmante para
cualquier observador externo, pero la hipocresía y las apariencias eran norma
general en dichas familias, de modo que se hacía como si nada pasare.
Las vanguardias ideológicas del movimiento LGBTI constituyeron primera línea del
asalto postmoderno/deconstruccionista al poder, y desde los 90 fueron cuestionando
en modo deconstructivo, los códigos y concepciones morales tradicionales de la
sociedad, con el fin de la subversión para instalar nuevas concepciones, re-diseñadas
desde lo sodomítico y no desde el Logos. Al principio causaban rechazo, con el
tiempo la inoculación del postmarxismo y sus conceptos, la campaña masiva en
favor de la “diversidad y tolerancia” fue tan fuerte que se logró causar rechazo ya
no en los partidarios de dichos movimientos sino que el rechazo ahora se dirigía
contra los cavernarios opositores de la diversidad sexual. Y más allá de la misma
diversidad, se erigía la disidencia sexual, mucho más radical que cuestionaba de raíz
todo el sistema “político del heteropatriarcado”, desde los cuerpos, para postular su
deconstrucción y no meramente la integración de minorías sexuales. Para “abortar”
y “sodomizar” el Sistema, desde las perversiones que ellos defendían en cuanto
vanguardias político-revolucionarias de los cuerpos.
44
Cfr: Romano AMERIO (2003). Iota Unum. Estudio sobre las transformaciones de la Iglesia en el siglo XX.
la “fiesta” latinoamericana de la sociedad comunista. Una Misa centrada no en Dios,
a quién se le da la espalda sino en el ser humano y especialmente, latinoamericano,
asumiendo toda la interpretación marxista sobre “Latinoamérica”, despojada de sus
raíces hispánicas y católicas. Con todo este marco conceptual, Silva Henríquez fue
un cataclismo en la iglesia chilena, con numerosos episodios de iconoclastia y furia
rebelde anti-tradicional, para edificar una nueva iglesia utópica, en diálogo
permanente con el Marxismo. Había que remover al Sagrario molesto para dicho
impío acuerdo. Quizás habría que poner en su lugar las obras del Che Guevara,
quién en tanto liberador de Latinoamérica, era un cristiano anónimo, dicen.
Fue una mecha explosiva que inundó todo Chile en cosa de horas, un fuego satánico
diría yo incluso, el fuego gnóstico de la Magia del Caos celebrando un ritual de
sacrificio mediante la quema y destrucción de lo viejo para engendrar un mundo
renovado, purificado, curado y reparado del mal y su semilla. Este post-bolchevismo
de la Revolución Chilena, que reemplazó el todo el poder a los Soviets por el todo el
poder a las Asambleas(en realidad son lo mismo, Soviets o Consejos) se alimenta del
fuego, del fuego gnóstico de la barricada del odio que representa de modo semiótico
esa furia popular insurreccional dispuesta a llevar hasta las últimas consecuencias
las consignas revolucionarias que se han tomado Chile.
Mientras tantos debatían que el comunismo ya no existía más y solo era posible en
la sociedad postmoderna al fin y al cabo, mero liberalismo aunque con mucho
“marxismo cultural” o “progresismo” funcional al Sistema, que no marxismo post
estructural, el experimento revolucionario chileno en curso volvió a poner en el
horizonte del pensar, la Revolución como tarea y no como utopía. El Octubre
Chileno, el Octubre Rojo Chileno, “Lenin es joven de nuevo”, como decía una
famosa canción pop soviética de los 80, cuando ya parecía que le quedaba poco al
sistema soviético y Lenin fue una utopía. Lenin, sí, era joven, y muy joven, de nuevo.
Un Lenin postmoderno, colectivo, anónimo, acéfalo, imposible de singularizar en un
revolucionario determinado, eran todos y ninguno a la vez, todos asaltaban el
Palacio de Invierno, no ya para traer el cielo a la tierra sino para traer el Caos y
mediante el Caos, evadir el Sistema. Así, llegaríamos al Comunismo sin la
burocracia. Decían y dicen. Dicen.
Tacos y paros de automóviles que duraban horas, fue el panorama generalizado ese
día, el engranaje de producción del Sistema, el metro, que al igual que las arterias y
venas distribuyen la sangre en el organismo, colapsó y Santiago entero se paralizó.
Yo repetía dentro de mí “falta Orden y Patria”, intuyendo ya que esto sería algo
grande. Las evasiones masivas avanzaban por doquier, el sistema estaba siendo
evadido y en buena jerga deconstruccionista, “suspendido”, sin ser destruido sino
“interrumpido” en sus relaciones de microfísica del poder. En términos locales,
focales, cotidianos, la micropolítica del evadir se transformó en una gigantesca arma
revolucionaria, una máquina de guerra que hizo temblar a todo el Sistema mediante
el acto simbólico de evadir. Pronto, comenzaron a salir miles y miles de
manifestantes a Plaza Italia, la Revolución ya se instaló, se respiraba en el ambiente,
en todos lados se reunía gente en los metros y comenzaban los primeros saqueos,
los primeros de muchísimos saqueos, que dejaron destrucción inconmensurable en
el metro. Ya no era tan inocente, como un juvenil acto de rebeldía consistente en no
pagar el metro. Un grado de destrucción y saqueo total en algunas estaciones, con
enormes daños. Las manifestaciones se transformaban en violencia pura, el lema ya
no era contra el alza de 30 pesos en el pasaje del transporte público, sino que “No
son 30 pesos, son 30 años”.
Los saqueos se multiplicaban, se extendían con una fuerza inusitada pocas veces
vistas antes en Chile de esa magnitud, Santiago entero se volvió un campo de batalla,
mucho más allá de la Alameda y la Plaza Italia. Los estudiosos deconstruccionistas
de la geografía como espacio de conflicto social, que llaman “geografía psicosocial”
entendieron bien la importancia del “territorio” como espacio de relaciones de poder
para diseñar la Revolución, que llegó a las periferias y marginalidades de Santiago.
Mientras que se producían masivos incendios en importantes edificios en pleno
centro de Santiago, muchos de ellos justificados por los periodistas y comentadores
de la primera hora que luego llorarán el caos y la destrucción desatada en Chile, sí,
hay que remarcar esto, muchos de ellos espantados correrán ante la furia desatada
que, como toda Revolución, se traga y devora a sus propios hijos. Pero los ilusos
siguen creyendo en las buenas intenciones esenciales de la Revolución.
Hay un punto aquí que será destacado al final, como el postmarxismo corrompe los
cuerpos intermedios y desarrolla su propia versión simiesca del orden corporativo
medieval, foral e hispánico. El nombre de Cabildo, para la institución político
revolucionaria, no es nada casual en este sentido.
5
Cfr: https://mundo.sputniknews.com/firmas/201901231084938856-guerra-molecular-en-
venezuela/?fbclid=IwAR11MxfkyUHcZQxdWnD4ZxnNtQx1SgPVaqMq_VxncYr1ZiI4i79ui7G7YmI Es
impresionante que esta información, tenga como fuente un sitio de la propaganda rusa, Sputnik, que al igual
que Russia Today han sido de los más activos en propagar y promover el movimiento insurreccional chileno,
sirviendo de eficaces canales de propaganda. Más aún, una nota acerca del conflicto en Venezuela, en
defensa de Maduro; y luego ellos hayan aplicado exactamente lo mismo en Chile, con unos niveles de
literalidad que estremecen.
La hegemonía discursiva e ideológica de la izquierda revolucionaria en Chile logró
hacer que a los antiguos encapuchados de las marchas de estudiantes, se les quitara
el vergonzoso estigma de ser los violentos y los radicales de las protestas. Ahora,
era un orgullo ser un “capucha”, de la llamada “primera línea” de las marchas, los
que enfrentaban a Carabineros y protegían las manifestaciones. Las vanguardias
revolucionarias en las marchas de tipo insurreccional, tenían su sitial de honor, junto
a toda una mitología impresionante que creció súbitamente. El famoso perro Negro
Matapacos, en alusión a un perro devenido en leyenda, que enfrentaba a los
Carabineros, se volvió una deidad prácticamente, que acompañaba cada afiche de
marchas, simbología, rayados, consignas, poleras, gorras, etc. Una completa
industria autogestionada producía cuanta superchería existiera con la imagen del
Negro Matapacos. Los caídos en combate o reprimidos por Carabineros tenían el
rango equivalente a los semidioses de la Antigua Grecia para la psicología de masas
del movimiento.
Este cambio del rol social del encapuchado, de ser un indeseable violento y
extremista, que saqueaba y destruía, a ser un campeón de la revolución popular, no
es para nada uno de los aspectos menos importantes, muy por el contrario. Por eso
la violencia pudo tener tan grande aplicación y alcance, ya que muchos lo
justificaban. Los capucha, ahora tenían rostro humano, eran héroes y parte del
Pueblo en marcha.
Si hay algo aún más que se puede decir de Piñera, de su acomodaticio espíritu sin
convicciones ni nada que defender excepto el dinero; es su carácter ególatra casi a
nivel patológico, todo lo hacía para figurar y creerse un super hombre. Es el
humanismo antropocéntrico e individualista materializado en un burgués del
capitalismo tardío. De modo que por egolatría, vendía y traicionaba todas sus
escasas convicciones para figurar al gusto del consumidor, del cliente. Solo piensa
en dinero, en negocios, nada que defender ni luchar, eso es un burgués al final, un
esclavo del dios Dinero, de Mammon.
Aún así, Piñera, más bien por la presión social de los movimientos sociales como los
estudiantes y otros durante su primer gobierno y el clima generalizado de la
población de desconfianza y resentimiento contra el sistema neoliberal, implementó
una agenda bastante más social de lo que se podría pensar, con algunos proyectos
de ley y reformas hechas que pueden ser muy positivas a mediano plazo. Pero que
falló´? Su NULA capacidad de estadista, le impedía dar un sello necesario de obras
fundacionales en Chile de un sistema social de mercado que atenúe el rigor
inhumano del modelo neoliberal de los años 80 hacia un capitalismo moderado que
incorpore los principios de la doctrina social de la Iglesia. Ese fracaso, que lo
transformaba irónicmaente en un mero burócrata y no un estadista que consagra la
justicia social, generó la contradicción que Piñera fuera un gobernante mucho más
“social” que Lagos y Bachelet de la década del 2000 y fuera visto como el más anti
social y neoliberal de todos. Las reformas tecnócratas no son suficientes, lo que el
“sector” de derecha liberal moderna no entendió sino cuando ya era muy tarde. Su
ausencia de liderazgo, será pagado muy caro por Chile.
Pareciera que toda Revolución tiene un gobernante incompetente, Luis XVI, Nicolás
II, y ahora Sebastián Piñera, se suma a la trágica serie de figuras y estadistas que no
pudieron estar a la altura de la Revolución, con un agravante. Que dichos
gobernantes eran gobernantes conscientes de su misión sagrada dentro de una
cosmovisión tradicional, de sus vínculos religiosos a una Comunidad trascendente.
En cambio Piñera era y es y será nada más y nada menos que “El Burgués” de
Werner Sombart encarnado, ajeno a toda dimensión trascendente que proyecta una
Comunidad religiosa, de firme arraigo tradicional, como lo era la antigua Rus o la
Francia tradicional.
Piñera fue visto, sin siquiera serlo y menos querer serlo, eso es lo más paradójico y
patético del personaje, como un brutal represor del movimiento ciudadano, que se
autodenominaba “pacífico y democrático”. Toda la pléyade de operadores y
expertos en DDHH fueron de los principales aliados de estas protestas masivas que
terminaban en guerra abierta al Estado, en “guerra social”, como decían los grafitis
de las paredes. Piñera fue el represor de pacíficos manifestantes, que mandaba a la
policía a matarlos. En realidad, les disparaban balines de goma o escopetas anti
disturbios, no se usó fuerza letal. Si se hubiera usado fuerza letal, habrían muerto
miles. Eso es lo que diferenció el Octubre Chileno del Caracazo de Venezuela, en
1989. Pero el modus operandi era similar; caos, descontrol y saqueos masivos a
consecuencia de un estallido social y popular. Piñera reprime, mata, viola, tortura,
quita los ojos, etc., a través de Carabineros y las FFAA(que controlaron o intentaron
hacerlo, el orden público en el estado de emergencia, sin usar fuerza letal).Los casos
de abuso policial real eran escasos, la mayoría eran denuncias falsas o exageraciones,
pero lo suficientemente graves
Durante estos días, Chile se volvió ingobernable prácticamente, cualquier cosa que
el gobierno hiciera, sea anunciar mayores facultades para reprimir y contener el
orden, sea ceder en todo o en parte al discurso de la izquierda, era visto como una
provocación intolerable por el movimiento revolucionario, y contestado de
inmediato. Cualquier alocución de Piñera generaba la más furibunda ira popular. El
Estado de Chile perdió control de un sin número de localidades para efectos
prácticos y quedaron controladas por las Asambleas, dirigidas por anarco-
comunistas. En muchos “territorios”, el poder efectivo ya no era el del Estado de
Chile sino el “Poder Popular” construido desde los “territorios” quienes
“desplazaron”(concepto leninista de Revolución) y “traspasaron” el poder del
Estado al nuevo poder paralelo, el poder dual de las Asambleas. De modo que el
Estado, simbolizado en el Presidente Piñera fue visto como un agresor extranjero
prácticamente, contra el “Pueblo”.
Así, Chile devino ingobernable, siguiendo los postulados más avanzados del
anarquismo insurreccional y de la deconstrucción, se instalaron no tan solo
Soviets(Asambleas y Consejos) sino TAZ, Zonas Temporalmente Autonomas en
innumerables lugares donde la autoridad del Estado era contestada con la
organización popular autonomista y se ejercía un poder paralelo, prefigurativo de
la sociedad comunista e inmediato, aquí y ahora, zonas “liberadas” del Estado
opresor. Esto es muy radical y muy pocos le han tomado el peso a lo que significa
este punto. Que Chile haya devenido ingobernable y la maquinaria estatal
“burguesa” sea vista como un Estado ocupante extranjero al que hay que resistir.
De esta anomia colectiva, donde no se puede encontrar un solo jefe o dirigente, sino
que es un Lenin colectivo, indefinido, etéreo, disperso entre la multitud de Negri,
emanaba casi por connaturalidad, una oscura presencia, una oscura invocación al
Chaos. Porque hay que reconocer que este movimiento, cual masa informe de furia
gnóstica revolucionaria, emanado del principio metafísico inferior de la materia, de
la oclocracia como dominación por lo inferior del principio espiritual, algo
característico por lo demás a todo comunismo; NO TIENE JEFE NI LIDER NI
COMANDANTE ALGUNO. No hay un Fidel, un Mao, un Che, un Lenin que sea la
cabeza visible de este movimiento. Pienso que si existe alguna cabeza o cabezas
visibles, los dirigentes de los grupos de vanguardias revolucionarias que no vemos,
pero que esa jerarquía secreta, se manifiesta de forma, “informe”, y amorfa, como
una masa y turba sin dirección sino la que se dé “espontáneamente” en sus
asambleas. Esta informidad y falta de dirigentes, esta anomia es el más opuesto
principio a-metafísico a la jerarquía medieval de la sociedad entendida como el
cuerpo místico político, la metafísica trascendente que elevó el hombre hasta el cielo;
ahora lo desciende hasta las puertas del infierno. Hasta la invocación colectiva del
Chaos.
Dejo abierta la pregunta acerca de la magia del caos presente, por todos lados se
podían observar los signos de la Chaos Magick, la estrella del Chaos presente junto
a los míticos “Acab 1312”, “Renuncia Piñera” o “Pacos asesinos”. ¿Qué hace un signo
de ocultismo y magia negra en un movimiento social y popular? ¿Qué tiene que ver
un signo usado como sigilo en la magia del caos con demandas sociales y político
revolucionarias?. La dimensión oscura de este movimiento, escapa con mucho al
presente ensayo, que solo la atisba y deja entrever, un movimiento que no cesó jamás
de ataques brutales, muy violentos y llenos de odio contra iglesias y todo aquello
que represente a Dios, especialmente el catolicismo, bajo la excusa de los abusos
sexuales del clero y el encubrimiento, verdaderas profanaciones satánicas se
sucedieron en numerosas ocasiones, las quemas de iglesias como la Veracruz y San
Francisco de Sales en Santiago, ataques incendiarios a iglesias en Talca o La Serena,
saqueos en iglesias de Puerto Montt, intentos de quemar iglesias donde se celebra
misa tradicional como Nuestra Señora de la Victoria, etc. Es lo más parecido a una
versión postmoderna de la España de 1936, a una escala aun no tan inmensa pero
que no tiene obstáculo alguno para alcanzar esa masividad en cosa de poco tiempo.
Porque asi estimo que serán las cosas en los próximos años, una permanente guerra
de guerrillas y nueva normalidad que “interrumpe” el sistema político hasta
fracturarlo, una saturación más lenta pero no menos eficaz, al mismo tiempo que
permite evitar la percepción de amenaza de la derecha y los sectores conservadores
que creen que son solo unos pocos revoltosos que nada más pueden hacer. Se
equivocan rotundamente, como siempre.
En Chile creo que podrían alcanzar y conquistar todo el Poder Popular, “todo el
poder para las asambleas” (que no “soviets”) en cosa de unos 10 años jugando con
el desgaste de la derecha, el gobierno y el Sistema en general. Una Constitución
suficientemente amplia que les permita hacer todo el país de nuevo, mediante leyes
simples que no tengan los pesos y mayorías exigidas por la Constitución de 1980,
que les permita regular incluso expropiar masivamente, mediante ley simple y
mayorías simples. En ese escenario, el país deseado por el Frente Amplio y el Partido
Comunista, así como los movimientos sociales y populares, no es una irrealidad. La
Constitución de 1980 impide que puedan hacer dichos mecanismos de
transformación revolucionarias al exigir amplias mayorías que no tienen ni podrán
conseguir, por sus férreos controles de constitucionalidad sustancial mediante el
Tribunal Constitucional y los principios mismos de la Carta fundamental que
impiden que el Poder Popular destruya los fundamentos de la República.
Hay que entender que todo esto pasará en paralelo al proceso constituyente, y los
gobiernos que se vayan sucediendo, que estarán todos desde ahora dirigidos
ideológicamente por el discurso del 18 de Octubre y “la calle” (Poder Popular). Si no
se hace lo que el Pueblo quiere, se incendiará el país de nuevo. Esa amenaza, ese
fantasma, dominará la política chilena desde el 2020. ¿Nadie recuerda que gritaban
los manifestantes pacíficos el 20 de Octubre en Concepción: “si no hay solución,
quemaremos Concepción”? Y nadie vio nada, la izquierda burguesa los miraba con
el culposo sentimiento del resentido plebeyizado y humanitarista, la derecha no
daba crédito a lo que pasaba, los periodistas aplaudían.
Tenemos que estudiar ahora más a fondo la ideología y trasfondo conceptual del
movimiento, que es lo que busca exactamente. Así como los grupos que están detrás,
el apoyo e intervención extranjera comunista internacional, en esta insurrección del
Octubre Rojo chilensis.
En Venezuela da la impresión que esto es una tiranía totalitaria y lo es, porque todo
fue controlado por el Partido Socialista Unido de Venezuela y estos grupos son
meros satélites que literalmente tienen concesionado el crimen, el robo, el homicidio,
el narcotráfico como forma de ejercer terror rojo y violencia revolucionaria para
establecer el Poder Popular. En Chile podría pasar algo análogo, quizás más lento
pero no estamos libres de que el Poder Popular deje como algo menor lo sucedido
el 18 de Octubre, instaurando un Poder revolucionario de tipo comunal, con bandas
armadas que ejerzan una mezcla de terror revolucionario y criminalidad bestial
como sucede en Venezuela. El debilitamiento de las instituciones y el traspaso de
poder del Estado a las comunas controladas por revolucionarios, permite tal
barbaridad.
Una Asamblea Constituyente al darle voz y voto a estos grupos que la controlarían,
supone un golpe de muerte para la Patria. Porque es institucionalizar algo que será
superado por mucho en los hechos, mediante la democracia radical del conflicto y
el agonismo, ellos serían el Derecho público.
¿Quiénes eran los saqueadores, los terroristas, las masas llenas de odio y deseo de
destrucción, que poblaban las multitudinarias marchas y concentraciones? Eran las
masas que llevan inscritos en sus cuerpos y almas el sello de la postmodernidad, el
vacío existencial, que agrava a niveles impensables hacia 1848 incluso, la explotación
de la sociedad capitalista liberal, el sentimiento de alienación.
De aquellos sale el odio nihilista, dispuesto a incendiar todo, tal como pude leer en
numerosos posts de Facebook y otras redes sociales, donde abiertamente se llamaba
a incendiar y destruir en nombre del odio y la venganza del pueblo que ha sido
siempre pisoteado y marginado; que es una violencia escasa y poca cosa comparada
al lado de lo que sufre el Pueblo. Leí que maltratando a los ricos y opresores y
quemando todo lo que pueda ser quemado se obtendrá la victoria. Esta forma mentis
del pensamiento, una furia nihilista que busca arrasar todo el orden existente por
considerarse violento y esclavizante, es la esencia de la Revolución como
gnosticismo que tanto un Erich Vogelin o un Dostoyevski pudieron percibir muy
bien como el motor ideológico de toda Revolución a partir del odio radical al mundo
presente para ser transformado por un movimiento de masas, que obtiene la gnosis
de sus dirigentes visibles o encubiertos. En el caso chileno, es una gnosis colectiva
diría yo, que emana de las profundidades del odio colectivo y compartido, desde lo
más bajo de la escala social. Al no haber dirigentes visibles sino solo actores sociales,
este odio no es la voluntad poderosa de un líder sino la emanación constante de las
profundidades que se reúnen en el movimiento con un fin común.
Esta Revolución marchó bajo el signo de la Fealdad, la Fealdad como una verdadera
“metafísica de la Revolución”, el no-ser, la negación radical del trascendental de la
Belleza que era vista como una forma de opresión y violencia post-estructural de las
clases y grupos dominantes sobre los cuerpos y subjetividades marginales.
Que diferencia con el viejo orden corporativo medieval, donde cada persona era
tratada con la dignidad cristiana de hijo de Dios y llamado a un destino trascendente,
que le daba lugar al más humilde como al más potentado, para la dignidad de su
oficio, profesión y labor, contribuyendo todos al bien común universal dentro de
dicho hermoso entramado comunitario y orgánico. No, para el frío mundo moderno
y postmoderno luego, del capitalismo liberal esas consideraciones son extra-
económicas y no tienen lugar, son solo factores de producción, elemento trabajo y
con tal que no se mueran de hambre y produzcan, cual capitalismo manchesteriano,
es justo. Los sueldos de miseria de unos 400.000 pesos y mucho menos, el sueldo
mínimo, eran el pan común de los insurrectos y rebeldes, el odio de clases
alimentado e inoculado por décadas, tenía una base objetiva. Sentir que eran
explotados no tan solo para un clásico cerdo capitalista burgués del 1900, sino para
un capital anónimo de tipo financiero y transnacional, que no le debe lealtad a nada
y es tan abstracto como omnicomprensivo y omnipotente. Este frío y desolado
mundo, vivido como cotidianeidad, ¿Cómo no habría de estallar de algún modo
brutal? Y no ha terminado de estallar. La venganza, el odio de clases, el deseo de
aniquilar al enemigo de clase, es fuertísimo. Y con nada se puede calmar porque el
nihilismo como actitud vital es la norma de estos grupos en las clases más
marginales, post-proletarias y periféricas.
Indigna y enfurece leer a tantos defensores del más acérrimo libre mercado, porque
estas cosas las pasan por alto totalmente, jamás han visto esta miseria que mata el
alma y lo cubren todo con estadísticas basadas en elementos que ante la fría y brutal
realidad de la explotación palidecen como una quimera inalcanzable, ante la
violenta injusticia social y desigualdad tan profunda, hacen sentir que se vive en
países muy diferentes, que ante el grotesco coste de la vivienda en Chile, las
altísimas tasas de usura, suenan como un insulto a los pobres y clases medias
precarizadas. No saben lo que es vivir con $300.000, el despido arbitrario, la
explotación laboral que no respeta las normas del Código del Trabajo, el sentirse
parias de un sistema injusto y anticristiano, sin la protección del sindicato siquiera.
Es natural e inveitable que ante la socialización discursiva de los conceptos
postmarxistas y neo-revolucionarios, ellos adopten este discurso tan mortal,
venenoso y tóxico, porque las condiciones objetivas fueron creadas y no hay quien
los pueda convencer de lo contrario. Y así se pisoteados y humillados, como reza
una novela de Dostoyevski, pasan a ser los Endemoniados, también de Dostoyevski;
autor que comprendió como nadie la miseria de la explotación y el abuso de las
clases bajas y encabezó el movimiento intelectual y cultural ruso contra la
Revolución que ya previó en toda su crudeza 50 años antes del apogeo del
Bolchevismo. Este envilecimiento de las masas a tal grado, desarraigadas de todo
vínculo religioso y entregadas a la más oprobiosa servidumbre, es un pecado que
clama al cielo, sobre la élite chilena. El Comunismo, es la venganza permitida por
Dios, el azote de Dios, los hunos cabalgando sobre la Roma impía e inicua
incenciando y destruyendo todo a su paso. Sus riquezas como dice la Biblia en el
libro de Jeremías, están cargadas de usuras, impiedad, iniquidad, mentiras,
sobornos y falsedad, explotación al pobre y hasta sangre inocente.
Por eso no debemos lamentar la pérdida del Chile liberal, debemos dolernos y muy
profundamente del horroroso e infernal asalto de las tropas de la Revolución,
reclutadas de entre lo más miserable y marginal de la sociedad chilena, a todo
aquello que es bello, elevado, noble, trascendente, que proviene del LOGOS, esto es,
de Cristo mismo, que informan la civilización cristiana occidental.
Se retorna a un concepto en que prima el no-ser por sobre el Ser, cual taoísmo
oriental. Excede las pretensiones del ensayo pero no debe dejarse de lado bajo
ninguna circunstancia la cuestión geopolítica y el predominio de China en el siglo
XXI, es algo escatológico, tal como pudo verlo en su tiempo el padre Castellani SJ,
en los tiempos del fin, China tendría el poder y hegemonía y formaría una síntesis
siniestra de todas las ideologías. ¿No es acaso lo que ha sucedido?
Este misterio de iniquidad, que lleva el signo de la Bestia, que se levanta en contra
de Dios y hasta se proclama “dios”(ahora en el postmodernismo es un no-dios, aún
más siniestro), ha conseguido con la Revolución Chilena un acelerante muy
poderoso, haciendo la analogía con el incendio del metro, un acelerante que pocos
poseen. Ha conseguido un salto cualitativo en la hegemonía del neo Comunismo en
la sociedad del siglo XXI, con proyecciones internacionales y a escala mundial, ha
sido un golpe espectacular de la Izquierda mundial para volver definitivamente al
ataque tras el apogeo del Consenso de Washington entre neoliberales y
socialdemócratas de mercado; el cual empezó a resquebrajarse con la crisis del 2008
y lentamente volvía la Izquierda revolucionaria al combate. El Castrochavivsmo
latinoamericano le proporcionó un importante respiro, pero la Revolución Chilena
permite una proyección a escala mundial y sintetiza diversas revoluciones similares
pero sin tanta profundidad e intensidad que se han dado en otros países como
Líbano, Francia o Cataluña.
Un amigo me comentó una vez como en los países que aprueban el aborto, se
terminan por consagrar a Satanás; y ha sido un comentario memorable por lo sabio
y profético. El aborto en las leyes, significaba la apertura e invocación de fuerzas
demoniacas, y en lo jurídico-político, la consagración de un país a la Revolución. No
otra cosa pasó en Rusia, entre los primeros países en legalizar el aborto, al poco
tiempo después triunfó la Revolución Bolchevique. El castigo de Dios, fue la
Revolución. El aborto es un poderoso sacramento del Maligno, que permite la
entrada espiritual de toda clase de males e iniquidad en una sociedad, son
entregadas al castigo divino que no tarda en manifestarse. En Chile 2019 no ha sido
la excepción, poco tiempo después de la aprobación del aborto en tres causales, el
año 2017, estalló la insurrección del Mayo Feminista de 2018 y pronto, el Octubre
Rojo de 2019, con toda la secuela de males que hemos estudiado. Dios está diciendo
algo importante mediante estos acontecimientos y debemos ser sabios para escuchar
lo que Dios nos dice mediante esta insurrección y sus señales.
Las nuevas corrientes y síntesis ideológicas del Comunismo, son muy diferentes de
la versión clásica, toda vez que abren la puerta al Comunismo libertario, que
entronca con el (neo)Anarquismo y supera así la experiencia del marxismo
leninismo clásico, la dictadura del proletariado y la mistificación del Estado
transformado en dios; “evadiendo” de este modo a la “metafísica del Estado” que
de algún modo muy imperfecto, emulaba un Orden, aunque un Orden satánico.
Ahora, es el Kaos en su forma más pura y dantesca, el terror nocturno, la noche
oscura, que se imponen sin el contrapeso de la luz metafísica. En sus versiones más
radicales y vanguardistas, se abren a la high tech y experimentos transhumanistas o
de inteligencia artificial. Pero el odio anti-teísta, ese prometeico odio a todos los
dioses de Marx, especialmente al Dios Uno y Trino, permanece más que nunca y se
radicaliza incluso, mediante la no metafísica de la deconstrucción, que suprime a
Dios como un ente posible siquiera de ser pensado.
Para los seguidores del Kaos, el fuego es un símbolo purificador que permitirá
construir una nueva sociedad libre de la opresión. Detrás de tanta deconstrucción y
anarquismo postmoderno, se evidencia ya el gnóstico de todos los tiempos, el eterno
gnóstico que odia el mundo presente y aspira a su destrucción total y radical, que
sea consumido por el fuego. Nada más esencialmente gnóstico, que incendiar todo
el Chile presente para edificar un nuevo Chile libre de la opresión. El culto a la
fealdad es parte de esta misma mentalidad, la belleza proviene de un dios opresor,
ahora llamemóslo, sistema opresor, de modo que no es sino una ilusión que esconde
la opresión del hombre. La fealdad, tener nuestras calles y plazas, ciudades enteras
como Antofagasta o Iquique devastadas, es solo un pequeño precio que se pagará
para la liberación total y definitiva de la chispa divina que hay en el ser humano.
Esa chispa divina que “despertó, tal como dice el eslogan “Chile despertó”. Ya no es
una “chispa divina”, sino que es la conciencia escondida de ser “Pueblo” que
ilumina, el Pueblo “divino” que un dios opresor, el Sistema, le negó y escondió a las
masas. Su liberación será una vez que incendien y destruyan todo aquello que
impiden que “el Pueblo mande”.
¿Quiénes son los grupos que están operando dentro de este ejército popular
insurreccional conformado por las fuerzas de Izquierda?
Del Frente Amplio y sus vanguardias hay algo importante que destacar y que se
entronca con lo que se dirá más adelante sobre los movimientos de tipo asistémico;
el método micropolítico de transformación revolucionaria. En lugar de una masiva
Revolución a lo Octubre 1917, durante 30 años operaron bajo la micropolítica que
iba escalando cada vez más hacia una “macropolítica” de la Revolución, hasta llegar
al 18 de Octubre. Estos grupos durante décadas promovieron una agenda de
transformaciones micropolíticas a través de la cotidianeidad de los espacios
ciudadanos, es decir, transformaciones hacia el neo comunismo mediante códigos
deconstruccionistas, utilizando los espacios para producir rupturas, y puntos de
fuga en los que el sistema de creencias dominante se ve desplazado por la acción
deconstruccionista micropolítica de los actores sociales y vanguardias que operan
desde los márgenes del Sistema; generando cambios profundos a nivel local, focal y
cotidiano. No es tanto Gramsci (cuya transformación revolucionaria mediante la
cultura ya sucedió) ni siquiera la escuela de Frankfurt(que también ya es
hegemónica la teoría crítica); sino más bien, Deleuze y Guattari, teóricos de la
cotidianeidad como espacio de transformaciones micropoliticas. Gramsci quedó
superado por “esencialista” es decir, apelar a una definición rígida de lo “esencial”
que impide que el flujo se manifieste en toda la expansión de su concepto que es
irreductible a un código binario de lo que es y no es esencial, es apertura a la
multiplicidad e irreductibilidad del sentido a lo binario. Estos grupos y sus
vanguardias intelectuales e ideológicas durante 30 años ejercieron una socialización
y difusión de categorías radicales tomadas de la filosofía deconstruccionista con las
cuales fueron inoculando a nivel de micro-política, es decir, la política de lo local,
cotidiano, focal, territorial, a escala pequeña, en la población, en el “territorio”, en el
sindicato, en la junta de vecinos, a la escala minoritaria de cuerpos intermedios que
fueron transformados en agentes de revolución. Estas transformaciones al ser
“micro”, son imperceptibles pero producen un sistemático y generalizado cambio
en la convicción, creencia, y cosmovisión imperante, al ser transformadas por
categorías nuevas que desplazan las anteriores se ha producido la Revolución. La
izquierda conquistó el terreno que la propia derecha le abandonó y lo peor es que
no se enteraron siquiera aún de lo que ha sucedido. Los burgueses le dieron a los
comunistas, la cuerda con la que los van a ahorcar, como dijo Lenin.
La Vieja Concertación se unió a la Derecha para intentar frenar un proceso que los
ponía a ambos fuera del juego político, allí distintos personeros del PS, la DC, el
PPD, etc., intentaban evitar la radicalización del movimiento junto a la UDI y la RN,
partidos sin proyecto propio a partir de la caída simbólica de Piñera, y que se habían
rendido en el Acuerdo de Paz, especialmente el dirigente de RN, Mario Desbordes
mostró una actitud muy complaciente con dicho movimiento, llamando incluso a
seguir las marchas en contra de su propio gobierno (¡!). Eran la “Reacción” dentro
del proceso, que desterraba al menos 30 años de la historia política de Chile, al tacho
de la basura. La derecha se encontraba a la zaga, totalmente a la defensiva, sin poder
articular una verdadera Reacción porque ellos mismos se encargaron de hacer
desaparecer la organización comunitaria real. Solo ciertos grupos de “fachos”
tomaban la vanguardia que los partidos e “Intelectuales y dirigentes de la derecha”
no podían siquiera dar, ya que en su gran mayoría, como pasa con todos los
conservadores, eran progresistas de tránsito lento que se adaptaban al discurso de
la Revolución en lugar de combatirlo inteligentemente desde las propias ideas.
Como será de ineficaz la derecha que en 30 años apenas pudo desentrañar una parte
mínima de lo que aquí estoy exponiendo sobre la Deconstrucción, las
transformaciones micropolíticas desde la cotidianeidad, el situacionismo mediante
la fiesta y la insurrección, ni siquiera el ideario de los grupos en cuestión.
Vamos ahora con movimientos de tipo antisistémico y asistémico que son las
vanguardias de la Revolución.
6
Yuri BEZMENOV (1983). Subversión ideológica, visto en
https://www.youtube.com/watch?v=OmsDN0i4tm8
cuentas falsas, bots, participación activa y directa e indirecta, coordinación, logística,
armamento, etc., para la revuelta en Chile. Se especula que, dado el alto poder de
fuego de los acelerantes usados para quemar el metro y la estrategia tan coordinada,
habría sido ejecutado o al menos orquestado por servicios secretos de Venezuela o
de Cuba. Se intentaron al mismo tiempo atacar las líneas de telecomunicaciones,
electricidad, aguas, el servicio de transportes, incluso aeropuertos, lo que habla de
un golpe coordinado.
La Revolución latinoamericana soñada por Fidel Castro está pasando a una nueva
fase donde ellos tienen la ofensiva, desde España hasta la Patagonia; hoy, América
Hispana tiene una posibilidad histórica quizás aún mayor que en los 70, de volverse
comunista, a través de la nueva estrategia insurreccional de los movimientos de
izquierda latinoamericana. El caso de Andrés Manuel Lopez Obrador en México,
quien ejecuta una paulatina pero implacable estrategia de transformación
bolivariana del país; Alberto Fernández en Argentina quien va por el mismo camino,
un posible sucesor izquierdista de Bolsonaro en Brasil podría sumarse a la lista, un
giro a la izquierda en Colombia, muy factible, también podría sumarse. Un
contragolpe de la Izquierda en Bolivia, es posible y viable. Los acontecimientos de
extrema gravedad en Nicaragua confirman la comunistización completa del país a
manos del Castrochavismo. Las revueltas esporádicas en Perú van hacia el mismo
camino, con la importante participación de Sendero Luminoso.
En la geopolítica macro, el giro a la Izquierda es la confirmación de la entrega de
Latinoamérica a China, país que desplaza a EEUU en la configuración del poder
mundial del siglo XXI y aspira a convertirse en la potencia mundial número uno de
la historia. Ya Venezuela es prácticamente un protectorado de China, quien a su vez
trabaja con Rusia para aspectos geopolíticos que desplacen la influencia de EEUU y
el eje Atlantista angloamericano. Si el giro geopolítico se completa, el continente será
una sucursal de China, más allá de los grandes avances que China ha logrado en
Argentina con los K, en Brasil con el PT, y sus esbozos en Chile con Bachelet y Piñera.
El peligro de tiranía totalitaria con la bendición y placet de China es gravísimo,
porque China ha demostrado ser la peor tiranía totalitaria de la historia que combina
el implacable principio ideológico comunista a nivel de ideología con un capitalismo
muy salvaje a nivel de economía. La idea es desarrollar el capitalismo para acelerar
hacia el Comunismo, un capitalismo muy sui generis con fuertes elementos
estatistas y socialistas, para cumplir la máxima “capitalistas en la producción,
socialistas en la distribución”. En China en los últimos años con Xi Jinping la
persecución abierta a los cristianos ha aumentado de modo brutal, dramático y
terrible. La hostilidad de la bestia comunista al Logos y todo lo que lo represente,
jamás cesa al contrario, solo se incrementará hasta la consumación de los tiempos en
la Parusía. Para el elemento de contraste con Chile, en China es realizado de forma
vertical por el Poder jerárquico del Estado. En Chile, el odio tremendo a la religión
es ejecutado de forma horizontal a través de los grupos revolucionarios
antisistemicos y asistémicos.
Es importante destacar aquí, que tal como se menciona respecto al Estado Comunal,
objetivo de los grupos revolucionarios que operan en Chile, a través del fraude de
la democracia participativa; la presencia incipiente y quizás ni tan incipiente ya, de
grupos organizados que mezclan una ideología comunista radical con el hampa y el
crimen siguiendo el modelo de los colectivos chavistas, vanguardias de choque
armadas y revolucionarias, con entrenamiento militar, que en Venezuela son los
grandes responsables de la inmensa masacre de cientos de miles a manos del crimen
organizado durante los 20 años de Chavismo. Se estiman entre 300.000 y 400.000
muertos solo por causas relacionadas al crimen organizado, que en Venezuela es
controlado de forma monopolística, por grupos de sicarios y bandas organizadas
que se conocen como colectivos, en los cuales el comunismo, el crimen y el terror
son una misma cosa. Dichos grupos operan de una forma descentralizada del
gobierno pero sirviendo a los mismos fines y reivindicando el Chavismo, integrados
dentro de la estructura del Estado Comunal y superando por mucho la verticalidad
del poder político formal, a través de la horizontalidad de la que son modelo.
Los anarquistas chilenos a diferencia de los anarquistas clásicos son muchísimo más
violentos, radicalizados, llenos de un odio sobrecogedor contra el Sistema, que
integran muy bien todas las vanguardias de izquierda postmoderna en una síntesis
revolucionaria dirigida como respuesta ultra radical hacia el Sistema que buscan ya
no tanto destruir sino permanentemente burlar, deconstruir, “evadir”, suspender,
anular y generar un permanente Kaos que altere sustancialmente la normalidad
burguesa. Por eso para ser anarquista, ni opresor ni oprimido, se requiere ser
vegano, feminista, indigenista, transexual o queer, marginal, de la pobla, etc.,
encarnar todas las violencias y ser violencia uno mismo contra el Sistema, encarnarse
en una misma cosa con todos aquellos maltratados y oprimidos para vengarse contra
el sistema violento. Todo está justificado. Muchos afiches de propaganda decían
frases como “la violencia se justifica por los siglos de opresión que hemos estado”,
”todas las balas se van a devolver”, “el violento es el Estado”, “el rico roba, el pobre
recupera”, etc.
El saqueo, que tanto proliferó es para estos movimientos un forma de lucha política
no tanto por robar o adoptar una actitud consumista en circunstancias díficiles como
fue el terremoto del 2010 sino una forma de “recuperación”, mediante el robo a los
grandes y poderosos, a las casas comerciales y en general cualquiera que tenga un
poco más de dinero, puede ser robado perfectamente ya que el delito es una
construcción social burguesa y el pobre es el excluido del derecho, no está mal que
robe para recuperar lo que le fue despojado y quitado. Desde esta postura, el
anarquismo justificó mucha violencia y destrucción, saqueos y robos en todo Chile.
Incluso, gritaban por la abolición de las cárceles, la salida de todos los presos quienes
están encerrados como los condenados del Sistema y no por ser malas personas o
criminales; los criminales reales son los ricos y poderosos, no los presos por pocos
delitos menores. Para acabar toda forma de opresión, se debe acabar el consumo de
carne, toda opresión por motivos de género y la diferencia por género mismo, toda
opresión por motivos raciales, estructurales, territoriales, geográficos, culturales,
acabar con todo régimen carcelario, disciplinario, que castigue por la forma de
ejercer la sexualidad, que segregue entre inocente y culpable, por clase social y
explotación capitalista, etc. Es en el fondo una revuelta radical contra toda relación
social que se considere construida desde la violencia y normalizada a través de siglos
mediante apelaciones a la naturaleza, la cultura o la historia, que luego de ser
deconstruidas quedan como mero poder desnudo que oprime.
Los anarquistas así como la izquierda antisistémica lograron gran presencia en los
colegios secundarios en toma del movimiento estudiantil, especialmente los colegios
emblemáticos que terminaron como campos de entrenamiento para futuros
anarquistas. Tanto es así, que lo sucedido desde el 18-O es una proyección a nivel
nacional de lo que casi todos los días se veía a cada rato en esos colegios tomados
por anarquistas. El uniforme característico era un overol blanco.
Además de los anarquistas, los otros movimientos asistémicos son los denominados
movimientos sociales; los cuales son de naturaleza deconstruccionista y a menudo
dirigidos por burgueses progresistas pero completamente funcionales a la causa
revolucionaria, aunque se vean sobrepasados. Es aquello que le da masividad a la
Revolución, las masas se integran mayormente en los movimientos sociales. La tarea
de la izquierda antisistémica y asistémica consiste en radicalizar dichos discursos
para que pasen a ser movimientos en guerra social y no solamente una izquierda
ciudadana inofensiva y funcional al sistema neoliberal. Cuando las protestas
bajaron de intensidad, fue porque los movimientos sociales se fueron replegando y
dejando a la primera línea y grupos anarquistas radicales en el combate. La extrema
radicalidad espantó a muchas masas de incautos que adherían a los movimientos
sociales.
Termino con una misteriosa frase, que dejaré a la reflexión del estimado lector. ¿Qué
significa Acab? ¿Por qué lo hemos visto en cada pared de Chile, este misterioso
símbolo? ¿De donde proviene su divulgación? Acab, no es lo que su acrónimo dice,
all cops are bastards. Acab es más bien, el Mysterium Iniquitatis. Un rey impío del
Antiguo Testamento, símbolo de la rebelión contra Dios, símbolo del odio a lo
sagrado, que hoy se manifiesta de modo colectivo en todo el Pueblo infiel.
EPILOGO
Este movimiento es una Revolución permanente, que arrasa toda la historia de Chile
y mientras escribo estas líneas, nuevos hechos revolucionarios se desarrollan. Los
estudiantes secundarios que iban a dar la PSU para entrar a la universidad, se están
tomando las salas con fecha 6 de enero. Se anuncian nuevas movilizaciones masivas
para Marzo, amenazas de paros nacionales y huelgas generales vuelven tenso el
ambiente, circulan rumores para un colapso del país en torno a la fecha del plebiscito
constitucional en abril, etc.
CONCLUSIÓN