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Los autores, en este interesante trabajo, describen las características fundamentales del derecho real de
garantía por excelencia: la hipoteca. En ese sentido, brindan definiciones y alcances sobre su naturaleza
convencional (también sobre el régimen excepcional: las hipotecas legales), así como de su carácter
accesorio, temporal, público, formal, literal, indivisible y especial. Asimismo, recalcan que estudiar estas
particularidades resulta ser sumamente importante, pues a través de ellas se podrá potenciar a la
hipoteca dentro de un moderno régimen de garantías, esto con el objetivo de prevenir contingencias
econó-micas y riesgos que puedan afectar una relación comercial.
Introducción
Refiere Benavides (2011, p. 621) que la hipo-teca es un derecho real de garantía con características
especiales que confieren seguridad a todos los agentes involucrados: el acree-dor hipotecario, el deudor
hipotecario y ter-ceros (posibles o adquirentes del inmueble hipotecado).
I. CARACTERÍSTICAS: Dentro de las características que definen a este derecho real de garantía
tenemos:
1. Convencional
La anticresis dura, en principio, hasta que el prestatario cumpla su obligación (salvo casos
que detallaremos más adelante). Cumplido ese objetivo, el bien puede volver al deudor.
Explicado aún de forma más sencilla, la anticresis es un pacto entre dos partes en la que
una parte (como garantía de pago) le entrega a otra a otra (en caso de no cumplir con su
pago) un bien inmueble. Cuando, con los beneficios del bien inmueble o el pago del deudor,
desaparezca la deuda, entonces el bien inmueble vuelve a manos del deudor.
Al final de este artículo veremos un ejemplo, pero antes vamos a detallar las características
de la anticresis; y los derechos y deberes de las partes.
Características de la anticresis
Las principales características de la anticresis son:
El prestatario ofrece una garantía real, es decir, está respaldando su compromiso de pago
con un bien tangible, que en este caso es un inmueble.
La anticresis un derecho accesorio, puesto que se constituye para asegurar pago de una
obligación, y de sus intereses si estos son generados. Si la deuda pendiente se extingue,
también la anticresis.
Los participantes del contrato son el anticresista, quien cede la posesión del bien, y el
acreedor anticrético, quien hace uso del mismo.
El anticresista no puede recuperar el inmueble sin haber cancelado antes la deuda
pendiente.
Es inviable efectuar varios contratos de anticresis sobre un mismo bien porque se requiere
su desposesión. Para explicarlo de otro modo, el anticresista no podría entregar
simultáneamente el inmueble a más de un acreedor En cambio, sí es factible constituir
respecto a un mismo activo varias hipotecas porque no es necesario que el deudor se
desprenda de su propiedad.
Lo anterior es quizás una de las razones por las que los contratos de anticresis son menos
populares que las hipotecas. Estas últimas permiten que el deudor siga ocupando su
vivienda.
Cada legislación define de manera distinta la anticresis. En el caso peruano, por ejemplo, es
un derecho real(poder inmediato y absoluto) en cuya virtud el deudor entrega un inmueble a
su acreedor en garantía. Así, le concede la facultad de explotarlo y de percibir sus frutos. La
legislación peruana, además, exige como formalidad que el contrato conste en registros
públicos.
El contrato no solo se extingue tras el pago de la obligación, sino con la destrucción o
expropiación del bien, o si el acreedor renuncia a la anticresis. Esto último ocurre si el
prestamista considera, por ejemplo, que el uso del inmueble no genera las rentas
suficientes. Entonces, exigirá que el anticresista pague su deuda de otra manera.
Deberes y derechos del acreedor anticrético
Los deberes y derechos más importantes del acreedor anticrético son:
.
En este ensayo, voy a comentar el contenido de los artículos 1091 a 1096 del Código
Civil, que regula la figura de la anticresis.
1. Definición de anticresis
Artículo 1091.- “Por la anticresis se entrega un inmueble en garantía de una deuda,
concediendo al acreedor el derecho de explotarlo y percibir sus frutos”.
1.1. Concepto
Etimológicamente, la palabra “anticresis” proviene del griego antichresis que significa
“contra goce”, o “contra uso”.
Fuera del plano etimológico, la figura de la anticresis ha sido definida por nuestro
Código, adoptando una posición entre aquéllas que la doctrina ha desarrollado. Dicha
definición, como no puede ser de otra manera, se enmarca dentro del numerus
clausus que la ley establece para los derechos reales (“son derechos reales los
regulados por el Código Civil y otras leyes especiales”).
Nótese que un elemento esencial para el surgimiento de este derecho real es la
entrega en posesión del bien. De hecho, en esa característica descansa la naturaleza y
funcionalidad de esta “garantía”, pues sin ella no podría configurarse una anticresis y,
como explicaré más adelante, surgirían una serie de contingencias para el acreedor
anticrético quien no tendría garantía alguna para exigir el pago de su acreencia.
Ahora bien, es importante tener claro que una cosa es el derecho real de anticresis y
otra, diferente, el contrato de anticresis, cuya celebración, dentro de lo permisivo que
es nuestra legislación en materia de autonomía privada, es perfectamente posible y
válida.
Así, Hernández,[1] citando a Messineo (quien hace referencia al contrato y al derecho
real), ha indicado que “la anticresis es un contrato por el que, además de constituir un
modo de pago, el deudor (o un tercero) se obliga a entregar al acreedor un inmueble
en garantía del crédito, para que él haga suyos los frutos (aun civiles) y los calcule en
compensación de los intereses de la deuda, si se le deben, y después de la deuda-
capital. La garantía consiste, en cierto sentido, en el goce del bien”.
El mismo autor,[2] citando esta vez a los hermanos Mazeaud, señala que “como la
prenda, la anticresis es una garantía convencional que posee siempre su fuente en un
contrato concluido entre el acreedor y el constituyente. El contrato se encuentra
sometido a algunos requisitos de validez, a falta de los cuales el acto es nulo inter
partes; y hay requisitos de publicidad, que tienen por finalidad hacer oponibles a
terceros el derecho del anticresista”.
Sin perjuicio de ello, la legislación peruana es clara al darle la categoría de derecho real
a esta figura y, entre la discusión de si estamos ante un contrato o un derecho real,
cabe anotar que para el caso nacional no debe existir conflicto alguno, en tanto la ley
regula a la anticresis como derecho real, pero la ley también permite el surgimiento de
un contrato (naturalmente atípico) que podría denominarse “contrato de anticresis”.
[3]
Pero este aparente debate de si en verdad es un derecho real radica, principalmente,
en la falta de preferencia que tiene esta figura frente a terceros. Tan es así que se ha
sostenido (teniendo como marco el derecho español) que “aunque la cosa continúa
siendo dudosa, hay que decantarse a favor de la consideración del derecho anticrético
como un derecho de carácter real. Es verdad que faltan normas que consagren la
persecutoriedad del derecho real frente a los terceros adquirientes, pero es verdad
también que al remitirse, en el momento de la constitución, a los requisitos de la
prenda y de la hipoteca y, sobre todo, al admitir la inscripción en el Registro de la
Propiedad (…) está presuponiendo la eficacia respecto de terceros. Por otra parte,
habrá que recordar que se admite la acción del acreedor para pedir el pago de la
deuda o la venta del inmueble”.[4]
En ese mismo debate se ha señalado que “la anticresis no confiere ningún derecho de
persecución. Ciertos tratadistas derivan de ello la conclusión de que el derecho de
anticresis no constituye un verdadero derecho real: la eficacia u oponibilidad del
derecho de retención frente a los terceros no prueba en modo alguno que entrañe un
derecho real, ya que le falta el atributo característico del derecho real, o sea el
derecho de persecución. Es simplemente un derecho personal de disfrute de un
derecho de retención que puede, con ese doble título, ser alegado frente a los terceros
en cierta medida, lo mismo que el arrendamiento (…) y como todo otro derecho de
retención. Creemos, por lo contrario, que la anticresis constituye un derecho real. Ya
este era el criterio de Pothier: los redactores del Código Civil no pretendieron sin duda
modificar el carácter de una institución que solamente admitían por respeto a la
tradición; los trabajos preparatorios, por tanto, son favorables a la condición real, así
como la calificación de nantissement (dación en garantía) dada a la anticresis. Por otra
parte, la cuestión apenas tiene más que un interés teórico ya que todo el mundo
concuerda en admitir que el derecho de retención del anticresista es eficaz frente a los
terceros”.[5]
Así las cosas, comparto la posición de quien sostiene que “el artículo 1091 tiene una
concepción que podría hacer pensar que la anticresis carece de sentido, pues una
garantía crediticia sin preferencia no otorgaría seguridad alguna, sin embargo, la
anticresis no se basa en el privilegio ni en el ius distrahendi, sino en la garantía de
disfrute y en el derecho de retención, esto es, el acreedor no cobra primero en la
ejecución, pero mantiene la posesión del bien inmueble hasta la extinción del crédito.
En la fase previa de la ejecución, la anticresis cobra frutos y no se produce choque
alguno con los acreedores hipotecarios, si es que lo hubiese; por tanto, aquí no opera
la prioridad. En la fase posterior a la ejecución, cuando se obtuvo dinero por el remate
del bien, el acreedor anticresista no participa del monto producto de la ejecución, si es
que concurre con acreedores hipotecarios, pues su derecho se reduce a la explotación
económica del bien. Por tanto, aquí solo queda que el anticresista retenga el inmueble,
salvo que el derecho no estuviese inscrito, en cuyo caso no podría oponerse frente a
un tercer adquiriente (art. 1128 del CC). En consecuencia, la anticresis se encuentra
sujeta al juego de la inscripción declarativa (art. 2022, 1 párr. del CC)”.[6]
Por otro lado, también ha surgido la duda en torno a qué tipo de acreencias puede
garantizar una anticresis, es decir, si la anticresis se da sólo por deudas dinerarias o
también por cualquier otro tipo de obligación.
Sobre el particular, se ha señalado que “en el debate doctrinal encontramos dos
planteamientos: si el contrato anticrético se da únicamente con el mutuo en dinero o
la anticresis puede generarse en garantía de cualquier obligación de dar, hacer o no
hacer. En la doctrina nacional, Lucrecia Maisch Von Humbolt sostuvo el primer
planteamiento; pero Ferdinand Cuadros cree que la garantía que el deudor otorga a su
acreedor, no son solamente los frutos que rinda el inmueble. La garantía reposa en el
inmueble mismo, cuya explotación se autoriza para compensar la renta del bien con
los intereses de capital. El que se establezca esta facultad del acreedor no quiere decir
que la garantía reside solamente en los frutos. La garantía reside en el inmueble
mismo (…). De haber tenido el legislador la intención de reducir el ámbito de la
anticresis, solamente a las deudas en dinero, habría reproducido el artículo 1004[7] del
código de 1936 y no lo habría modificado sustancialmente, sustituyendo la frase
‘préstamo en dinero’, con el vocablo genérico deuda”.[8]
Así, teniendo en cuenta lo indicado, considero adecuado adoptar la tesis que opta por
que la anticresis garantiza cualquier tipo de deuda y no sólo las dinerarias. Cabe anotar
que el único problema aparente sería determinar la tasa de interés cuando estemos
ante deudas distintas al dinero, pero para ese caso bastará con valuar el bien en el
mercado y determinar su precio, a efectos de que sobre ese monto se puedan calcular
los intereses respectivos. Por lo demás, no tendría por qué no aceptarse esta
posibilidad.
En este asunto, y de manera referencial, debe tenerse en cuenta lo establecido por el
artículo 1247, que regula el tema de los intereses en obligaciones no pecuniarias, que
señala que: “En la obligación no pecuniaria, el interés se fija de acuerdo al valor que
tengan los bienes materia de la obligación en la plaza donde deba pagarse al día
siguiente del vencimiento, o con el que determinen los peritos si el bien ha perecido al
momento de hacerse la evaluación”.
De otra parte, en doctrina se han desarrollado, principalmente, dos tipos de anticresis.
Así, se tiene a “la anticresis extintiva, en la cual los rendimientos (normalmente de una
finca) se imputan al pago de intereses de la deuda garantizada (con una tasa de interés
fijada a priori) y luego se imputan a la amortización del principal, y la anticresis
compensativa en la cual se computan frutos por intereses, sin fijar tasa alguna de
interés y sin imputar el excedente al capital”.[9]
Sin perjuicio de estas particularidades, creo que las funciones que esta figura cumple
son valiosas. Aquí se debe diferenciar esa funcionalidad de la frecuencia con que este
derecho real es usado. Así, al referirme a las funciones que esta figura cumple en
nuestra sociedad, se tiene que las mismas radican, principalmente, en las siguientes:
[10]
Sirve de instrumento jurídico de garantía de una obligación principal. Si bien es cierto
esta función es compartida con otros tipos de garantías, también es válido asumir que
por sus características constituye una garantía particular.
Sirve como medio en la ejecución inmediata de la obligación.
Permite un ejercicio posesorio directo del acreedor, que es algo que no todas las
garantías poseen. En este punto, es importante recordar que “la publicidad de la
anticresis como derecho real se funda en la posesión. (…) La subsistencia de la
posesión como instrumento de publicidad explica también que no se puede ceder la
posesión del bien dado en garantía por el acreedor o un tercero”.[11]
1.2. Diferencias y semejanzas con otras figuras
Con el usufructo
Podría pensarse que ambas figuras tienen los mismos alcances. Sin embargo, “el
usufructo es un derecho real con autonomía y con sustancialidad propia mientras que
la anticresis es un derecho real accesorio de una obligación y que se extingue con ella,
y frente a la temporalidad del usufructo el deudor puede rescatar la cosa dada en
anticresis mediante el pago”.[16]
Con la prenda
La prenda ha sido derogada de nuestra legislación. Sin embargo, cuando ésta se
encontraba vigente, guardaba cierta relación con la anticresis. Así, se decía que
“ambos son derechos reales de garantía e implican la desposesión del bien, sin
embargo, la prenda grava bienes muebles, mientras que la anticresis grava bienes
inmuebles. Por otro lado, con la prenda se busca que en caso de incumplimiento se
ejecute el bien mueble, mientras que el objetivo principal de la anticresis es el pago
mediante la explotación del bien inmueble. En el caso de la prenda el acreedor no
puede usar el bien, por el contrario, en la anticresis todo acreedor tiene derecho a usar
y disfrutar del bien. La prenda y actualmente la garantía mobiliaria permiten que su
constitución se realice por documento privado, en cambio para constituir una
anticresis necesariamente se exige escritura pública, bajo sanción de nulidad”.[18]
Con el arrendamiento
Queda claro que la principal diferencia que existe entre ambos es que el
arrendamiento es un contrato típico, mientras que la anticresis es un derecho real. Sin
embargo, el hecho de que exista desposesión del bien a favor de una de las partes,
podría hacer creer que ambas figuras pueden ser parecidas, máxime si se tiene en
cuenta el artículo 1094 del Código Civil que establece que “las obligaciones del
acreedor son las mismas del arrendatario, excepto la de pagar la renta”.
En ese sentido, se ha señalado que “en ambos derechos hay un sujeto que se
encuentra legitimado para poseer el bien; sin embargo, el arrendamiento no es un
derecho real. La anticresis se constituye con el fin de garantizar una obligación, lo cual
no ocurre con el arrendamiento. La anticresis es una figura accesoria; sin embargo, el
arrendamiento es un contrato principal y autónomo. Finalmente, el arrendamiento se
puede dar sobre todo tipo de bienes; al contrario, la anticresis se da exclusivamente
sobre bienes inmuebles”.[19]
Sin perjuicio de ello, queda claro que ambos se diferencian en que estamos ante un
contrato típico y ante una garantía real, pero podrían asemejarse en que ambos
pueden recaer sobre bienes inmuebles (queda claro que los contratos preparatorios
también pueden tener como objeto bienes muebles).
Esta figura (que es una cesión de derechos) sería perfectamente válida en el derecho
peruano y otorgaría al acreedor la posibilidad de cobrar las rentas no vencidas que
genere el bien inmueble del deudor. Claro está que en este caso ya no estaríamos ante
una anticresis.
Por ejemplo, durante la etapa de reforma del Código Civil de 1936, en la ponencia
presentada por Lucrecia Maisch von Humbolt se trata de justificar la eliminación de la
anticresis sosteniendo que “no se consideró conveniente la permanencia de la
anticresis entre las garantías reales porque es una institución que más que de
antigüedad (la hipoteca es también de origen remoto) sufre de obsolescencia, dadas
las inconveniencias estructurales que presenta, como es la desposesión del deudor, la
limitación de ser una garantía que exclusivamente puede respaldar obligaciones
pecuniarias, el derecho del acreedor a recibir los frutos del inmueble (de incierta
determinación en el futuro), la innegable disminución del jus abutendi que sufre el
propietario y deudor anticrético, a quien sin duda alguna le es muy difícil enajenar un
predio desprovisto del uti y del fruti (…). Por último, como señala el profesor
Castañeda, la anticresis agota las posibilidades crediticias del inmueble, desde que no
pueden pactarse segunda y ulteriores anticresis como sucede en la hipoteca”.[21]
Por otra parte, también se quiere eliminar la anticresis alegando la aparente eficacia
de la hipoteca frente a ella y, además, argumentando la posibilidad de que a través de
una anticresis se pueden cometer supuestos de fraude.
Así, se ha dicho que “la anticresis, sobreviviente de la antigua dación en garantía
inmobiliaria, ha sido sustituida poco a poco por la hipoteca, siendo poco empleada en
la actualidad; la hipoteca es tan eficaz como ella: sin duda, no proporciona el derecho
de retención, pero atribuye el de persecución que falta a la anticresis. Sin embargo, en
la práctica, esta última tiene aún alguna utilidad, si bien, por lo común, constituye un
medio de fraude; a veces se trata de un deudor sobrecargado de hipotecas que
celebra una anticresis con un acreedor demasiado confiado, haciéndole creer que la
posesión la amparará contra esas hipotecas; a veces es un procedimiento empleado
para tratar de frustrar a los acreedores hipotecarios; o bien se trata de un deudor que,
poseyendo un inmueble hipotecado y viéndose amenazado con un embargo, se pone
de acuerdo con un tercero, simula una deuda y constituye una anticresis, de suerte
que el inmueble escapa a los acreedores si no llegan a probar el fraude”.[22]
Sin embargo, y fuera de las contingencias que efectivamente esta figura puede
generar, lo que estas opiniones no tienen en cuenta es que, en la realidad, esta figura
es utilizada en determinados departamentos del país, principalmente en la sierra
peruana. Basta leer los anuncios de los periódicos locales para darnos cuenta de que
dicho derecho real sí resulta útil para un sector de la sociedad. Claro está que en Lima
ello no es así, pero no significa que por esa razón se deba prescindir de una institución
que sí resulta necesaria para cierto sector de la población.
Sin perjuicio de ello, también es cierto que la regulación actual de la anticresis tiene
una serie de deficiencias, razón por la cual, entre otras cosas, “es recomendable
complementar su deficiente legislación, y establecer que la anticresis sobre bienes
inscritos debe también registrarse obligatoriamente, manteniendo su carácter
preferencial y persecutorio en base a su inscripción”.[23]
Con todo, considero que la anticresis reviste utilidad y no debería ser derogada de
nuestro Código Civil.
ii. Por renuncia del acreedor, aunque ello no importa, en modo alguno, la renuncia a la
acreencia, pues una cosa es la obligación principal y otra la garantía.[24]
iii. Por devolución del inmueble al deudor, caso en el que, al igual que en el supuesto
anterior, subsistirá la acreencia principal.
iv. Por confusión en cabeza del acreedor de la calidad de anticresista y propietario del
inmueble objeto de anticresis.
v. Por transacción.
vii. Por sentencia judicial o arbitral que ordene al acreedor a restituir el inmueble.
viii. Por sentencia judicial o arbitral que declare la nulidad del contrato principal, pues
al ser la anticresis accesoria a dicho negocio jurídico correrá su misma suerte.
2. Formalidad
Artículo 1092.- “El contrato se otorgará por escritura pública, bajo sanción de nulidad,
expresando la renta del inmueble y el interés que se pacte”.
El artículo 1092 del Código Civil regula la formalidad del contrato de anticresis y le
impone una solemnidad. Ello significa que, si es que no se cumple con ella, el contrato
es nulo de pleno derecho, en virtud del inciso 6 del artículo 219 del Código.
Sin embargo, esta formalidad ha sido duramente criticada por cierto sector de la
doctrina, ya que, en posición que comparto, no tiene utilidad alguna imponerle una
forma solemne a un acto que requiere la entrega en posesión del bien para que surta
sus efectos. En otras palabras, la funcionalidad de la anticresis reside, precisamente,
en la desposesión del bien por parte del deudor a favor del acreedor.
Así las cosas, con razón se ha señalado que “establecer la formalidad de la escritura
pública resulta excesiva, en especial tratándose de un derecho que se constituye con la
entrega del bien y que por su naturaleza no permite la constitución de sucesivos
derechos de las mismas características. En esta medida, habría bastado con establecer
que el contrato constase de un documento de fecha cierta, (…) pues de esta manera se
determinaría sin lugar a dudas la fecha en que se celebró el contrato de constitución
de la garantía, para efectos no de preferencia entre acreedores anticréticos, sino tal
vez para el posible conflicto con otro tipo de acreedores, como es el caso del acreedor
hipotecario”.[25]
El tema de la formalidad tiene, sin duda, relación con una serie de figuras jurídicas. Así,
la jurisprudencia nacional ha establecido una serie de posiciones en torno a ello y, a
continuación, me permito sistematizar algunos pronunciamientos sobre cómo la forma
de la anticresis afecta a algunas instituciones jurídicas:
Con relación a la figura del precario: una sentencia ha señalado que “aunque no se
haya elevado a escritura pública un contrato de anticresis, este es título para oponer
en un proceso de desalojo. [La] anticresis para su validez requiere que haya sido
elevado a escritura pública, bajo sanción de nulidad del acto jurídico; (…) debe tenerse
presente que en el proceso de desalojo por ocupante precario no se discute sobre la
validez o no de dicho título, bastando que la parte demandada acredite tener título
vigente que justifique la posesión que ejerce sobre el bien materia de controversia;
por lo tanto, para dilucidar la controversia no resulta de aplicación el artículo 1092 del
Código Civil, relativo a las formalidades de la anticresis; igual suerte corre el artículo
2014 del Código Civil, en tanto que en autos no se está discutiendo el principio de
buena fe pública registral ni la calidad de tercero registral a que se refiere la citada
norma material”.[26]
En torno a la figura de la resolución contractual: se tiene que “el contrato de anticresis
tiene que constar en escritura pública, bajo sanción de nulidad, como establece el
artículo 1092 del Código Civil, por lo que si sólo constara la minuta con firmas
legalizadas de los contratantes, la que no fue elevada a escritura pública como ordena
la ley, afectaría el acto de nulidad absoluta, reputándose inexistente, por lo que la
resolución del contrato anticrético demandado resultaría improcedente, porque ésta
deja sin efecto un contrato válido, tal como prescribe el artículo 1371 del Código Civil y
no un acto nulo ipso jure, por no reunir la forma prescrita por la ley y tratarse de un
acto jurídico ad solemnitatem”.[27]
En relación al contrato principal: una Casación ha establecido que “no obstante que la
anticresis sea nula de pleno derecho por omisión de forma, subsistirá el contrato de
préstamo que garantiza y el interés convenido si es el permitido por la ley, porque la
nulidad de lo accesorio no acarrea de nulidad de lo principal”.[28] En esa misma línea,
se ha indicado que “cuando la ley sanciona con nulidad la omisión de formalidades
expresas, aquella nulidad formal afecta únicamente al acto sujeto a ello, pero no a los
demás que pudieran conformar el acto jurídico. La nulidad de otorgamiento de
garantía anticrética no afecta el mutuo contenido en la minuta, pues éste subsiste
como un acto jurídico independiente”.[29]
Sobre las tratativas: una Casación se ha pronunciado señalado que “el contrato de
anticresis requiere una formalidad ad solemnitatem: no bastan las declaraciones
contenidas en un supuesto ‘contrato de mutuo anticrético’. El artículo 1092 del Código
Civil establece que el contrato de anticresis debe constar por escritura pública bajo
sanción de nulidad, expresando la renta del inmueble y el interés que se pacte,
elementos que no reúne el título de la demandada (…). El documento privado (…)
presentado (contrato de mutuo anticrético) no puede ser considerado un contrato de
anticresis (…) al faltarle la forma ad solemnitatem, por ello, en sentido jurídico, lo en él
previsto se ubicó dentro de la etapa de tratativas o etapa precontractual”.[30]
Con relación a la posesión: una sentencia ha establecido que “un contrato privado de
anticresis que no tiene la forma prevista por la ley (forma ad solemnitatem) origina
una posesión ilegítima, debiendo discutirse la validez del título en una vía distinta a la
sumarísima”.[31]
En torno a la forma ad probationem o ad solemnitatem: una sentencia ha dejado
establecido que “no existe contrato de anticresis imperfecto (como lo sostiene la
impugnada) de acuerdo a lo previsto por el artículo 1092 del Código Civil, pues debe
otorgarse por escritura pública bajo sanción de nulidad, por tanto, los jueces
superiores no pueden tener en cuenta este documento como prueba de una relación
anticrética”.[32]
Con relación a la vía procedimental para solicitar la nulidad por falta de forma: se tiene
la Casación que ha establecido que “con las pruebas actuadas en este proceso ha
quedado en claro que el demandado ostenta una acreencia anticrética, en mérito a un
contrato de mutuo anticrético imperfecto que no ha sido elevado a escritura pública,
pero queda claro que no es inquilino y por tanto la relación contractual de
arrendamiento no está acreditada instrumentalmente, por lo que se dan las
condiciones señaladas en el inciso noveno del artículo 688 del Código Procesal Civil.
(…) De las pruebas actuadas se ha acreditado que el contrato de alquiler ha fenecido
puesto que vencía el 31 de octubre del año 2005 y el contrato de anticresis imperfecto
vencía el día 31 de mayo del año 2008. Y la parte demandante no niega la existencia de
dicho contrato de anticresis, sólo señala que es nulo por no haber sido elevado a
escritura pública. Por tanto, existiría una deuda en favor del demandado. Por otra
parte, la demandante ha formulado tacha contra los contratos de ‘anticresis’
presentados por el demandado, señalando que son nulos porque no están elevados a
escritura pública, en aplicación del artículo 1092 del Código Civil, pero debe tenerse en
cuenta que esta nulidad debe ser formulada vía acción, y los derechos del demandado
mantienen su vigencia”.[33]
Sobre la divisibilidad de la anticresis: se tiene una Casación que anota que “la anticresis
es un derecho indivisible, pues, al igual que los demás derechos reales de garantía,
afecta en su integridad al bien gravado, de tal forma que el acreedor retendrá y
explotará el bien hasta que se le cancele la totalidad de la obligación (…). La
característica de indivisibilidad la comparte con la prenda, hoy denominada garantía
mobiliaria, institución a la cual se remite la anticresis de conformidad con lo dispuesto
en el artículo 1096 del Código Civil (…); así, se tiene establecido que la garantía
mobiliaria comprende, salvo pacto en contrario, la deuda principal, los intereses, las
comisiones, los gastos, las primas de seguros pagadas por el acreedor garantizado, las
costas y los costos procesales, los eventuales gastos de custodia y conservación, las
penalidades, la indemnización por daños y perjuicios y cualquier otro concepto
acordado por las partes hasta el monto del gravamen establecido en el acto jurídico
constitutivo; asimismo, la garantía mobiliaria tendrá la extensión que las partes
convengan sobre el bien mueble afectado, y a falta de pacto, la garantía mobiliaria
afectará el bien mueble, sus partes integrantes y accesorias existentes al tiempo de la
ejecución”.[34]
En torno a la prescripción adquisitiva: una sentencia ha indicado que “se ha
determinado la posesión de mala fe de parte de los demandados por haber
interpuesto demanda de prescripción adquisitiva de dominio respecto del bien sub
litis, a pesar del conocimiento que tenía que su posesión provenía de los contratos de
anticresis, actitud que se encuentra corroborada con las cartas notariales (…) dirigidas
por el demandante a los codemandados, comunicándoles la cancelación de la
anticresis y consecuentemente la devolución del predio que venían ocupando los
citados demandados. (…) En cuanto a lo alegado por los recurrentes, respecto a que el
contrato de anticresis de fecha 7 de abril de 1997 fue dejado sin efecto por el contrato
de fecha 18 de junio de 2011 y, por lo tanto, la demanda de nulidad de tales actos
devendría en un imposible jurídico, ello carece de sustento real pues el segundo
contrato de cancelación de anticresis de fecha 18 de junio del 2011, constituye una
declaración de la deuda pendiente existente entre ambas partes contratantes, siendo
que el pronunciamiento de ambas instancias ha estado dirigido a declarar la nulidad
del contrato de anticresis, así como de aquel contrato accesorio que deriva del mismo,
por no haberse cumplido en su elaboración con la formalidad ad solemnitatem de
elevación de escritura pública, conforme lo establece el artículo 1092 del Código Civil,
siendo concordante con el inciso 6 del artículo 219 del Código Civil e inciso 4 del
artículo 140 del Código Civil”.[35]
Por otro lado, importantes son las anotaciones que hacen Bravo y Rospigliosi[36] en
relación a los problemas presentados por la posibilidad de inscripción de la anticresis
en los Registros Públicos, ya que en la primera y segunda instancia registral ha
ocurrido lo siguiente:
Que el constituyente no figura como titular registral, por lo que existiría falta de tracto
sucesivo.
Que pese a existir copropiedad la anticresis sólo es constituida por uno de ellos.
Que no se indica la renta ni el interés pactado.
Que la anticresis se constituye sólo sobre una parte del predio, sin haberse
independizado previamente.
Que se solicita inscribir anticresis sobre acciones y derechos, equiparándolo a la
hipoteca, a fin de evitar que se le solicite la independización.
Que no se observa la formalidad establecida en el Código Civil, lo cual acarrea que se
tache sustantivamente el título presentado.
Por otra parte, los mismos autores señalan que entre las dudas más frecuentes al
revisar un título referido a una anticresis, se pueden citar a las siguientes: (i) si no
indicar la renta del inmueble o el interés pactado acarrea la nulidad de la anticresis, ya
que ello no resulta claro de la redacción del artículo 1092 del Código Civil; (ii) si al
celebrarse la anticresis sólo sobre una parte del predio, resulta necesario que dicha
área sea independizada, o si es suficiente que esta área se encuentre plenamente
identificada en el título, con lo cual se descarta la posibilidad de que la misma área sea
afectada dos veces a favor de diferentes acreedores; (iii) si se puede pactar la
compensación de la renta con los intereses y con el capital.
Ahora bien, en el derecho comparado, Planiol y Ripert[38] sostuvieron que “el pacto
de compensación (…) no dispensaba en términos absolutos al acreedor de la
obligación de rendir cuentas de los frutos por él percibidos y deducir del principal
adeudado el exceso de esos frutos sobre los intereses más elevados que la ley permitía
estipular; además hay que tener en cuenta lo que puede haber de aleatorio en la
producción de los frutos, de suerte que la cuestión de saber si el pacto de
compensación tiene carácter usurario, es una cuestión de hecho: la compensación
solamente era lícita si, calculando todas las posibilidades, los frutos anuales del
inmueble no excedían evidentemente el límite de los intereses convencionales
autorizados por ley”.
En suma, se puede decir que el monto por concepto de intereses y gastos a cargo del
deudor, se compensa con el monto que el acreedor tendría que pagar por el uso del
inmueble. Sin perjuicio de ello, nada impide que la aplicación de la renta también se
produzca al capital, pero lo reitero, la práctica enseña que ello no ocurre, en vista de
que el acreedor siempre busca que su capital le sea devuelto íntegramente al término
del contrato.
Por otro lado, debe tenerse en cuenta que el deudor sólo tiene la obligación de
entregar el inmueble y, cuando el contrato así lo establezca, suscribir la escritura
pública correspondiente.[41]
Así, en relación a la entrega del bien, se ha señalado que “una última condición es
necesaria para que el derecho de anticresis nazca: la entrega efectiva del inmueble
(…), ello resulta forzosamente de la propia naturaleza de garantía que se constituye en
favor del acreedor: la anticresis es una dación en garantía que se contrae al disfrute
del inmueble; y la dación en garantía es un contrato por el cual el deudor entrega al
acreedor la cosa afectada al pago de la deuda; el contrato de anticresis es, por tanto,
un contrato real, y la necesidad de la entrega de la posesión al acreedor es un
elemento esencial a la existencia misma del derecho, y no solamente una condición de
su eficacia en relación con los terceros. En efecto, mientras la dación mobiliaria no
confiere al acreedor prendario el disfrute de la prenda, la anticresis es esencialmente
la dación, con el carácter de garantía del disfrute de un inmueble, cuyo ejercicio
implica necesariamente que el acreedor detiene el inmueble por sí mismo o por un
tercero elegido. Por tanto, no hay anticresis si el deudor se ha reservado el derecho de
cobrar por sí mismo las rentas para entregarla al acreedor”.[42]
Cabe anotar que la legitimidad para hacer dicha entrega resulta del título que posee el
deudor anticrético respecto del bien, es decir, la regla general es que tenga los
poderes para disponer del mismo. Sin embargo, puede ocurrir que el deudor no sea
propietario del bien y constituya este tipo de garantía sobre él, caso en el que es
cuestionable la existencia misma de una anticresis.
En efecto, sobre este caso, la jurisprudencia nacional, ante supuestos y cuestionados
casos de anticresis, ha señalado que “la garantía que respalda al cuestionado contrato
de mutuo resulta inejecutable por haberse dado en garantía anticrética un bien que no
era propiedad de los deudores. Del análisis del caso de autos se advierte que la
prestación a cargo de la parte demandante en el contrato sub litis resulta imposible
por haberse dado en garantía anticrética un bien que no era propiedad de los
deudores, es decir, la garantía que respalda al cuestionado contrato de mutuo resulta
inejecutable, no obstante que los demandantes entregaron el préstamo a favor de la
sociedad conyugal demandada”.[43]
La regla general en materia de anticresis es que la posesión del inmueble garantiza que
el deudor cancele la obligación principal. Se trata de un acto en el que la entrega en
posesión es la característica principal y en donde el concepto de propiedad no es
discutido. Ello significa que el propietario del bien puede enajenarlo a un tercero sin
problema alguno, pero queda claro que la debida diligencia de ese tercero lo obligará
a, por lo menos, darse cuenta de que quien posee el bien lo hace en virtud de un título
anticrético (esto último siempre y cuando el vendedor no le haya informado de esta
circunstancia).
En ese sentido, hay razón cuando se señala que “la anticresis no es obstáculo para que
el inmueble sea posteriormente objeto de una venta voluntaria o judicial, pero el
adquirente no puede entrar en posesión sino a condición de pagar totalmente al
acreedor anticresista. De ello resulta que los acreedores que quieran obtener la venta
del inmueble están obligados a incluir en el contrato una cláusula particular referida a
que la adjudicación no será posible sino en tanto el precio sea suficiente para extinguir
la deuda garantizada”.[44]
Ahora bien, el derecho de retener el bien en tanto no haya sido satisfecha la deuda
principal es inherente al derecho real de anticresis. Dicho de otro modo, no podemos
estar ante una anticresis si es que el deudor no ha entregado el bien al acreedor.
Sin embargo, la norma nacional permite que la garantía no sólo esté relacionada a la
deuda principal, sino también a otras deudas, siendo posible, incluso, que esas deudas
sean del propio deudor anticrético o de terceros. Para este caso, deberá existir pacto
entre las partes por el que se faculte al acreedor a permanecer en el bien no sólo hasta
que se pague la deuda original, sino también todas aquellas acreencias que dicho
pacto englobe.
En torno al contenido de este artículo, son dos las posiciones que se pueden adoptar:
La primera señala que al haber sido derogada la figura de la prenda, este precepto
legal no tiene ninguna aplicación práctica, por lo que se puede prescindir de él al haber
operado una suerte de derogación tácita de la norma por carecer de objeto. En ese
entender, se ha señalado que “esta norma no es aplicable a la anticresis, puesto que la
disposición remisiva del Código Civil expresamente se refería a la prenda. A lo que
debemos agregar que el pacto comisorio por ser perjudicial para el deudor que es la
parte más débil de la relación contractual, para su implantación en la anticresis
requiere de una norma expresa y no se puede aplicar por analogía, por aplicación del
artículo IV del Título Preliminar del Código Civil que preceptúa: La ley que establece
excepciones o restringe derechos no se aplica por analogía”.[45]
La segunda entiende que, pese a la derogación de la prenda, corresponde hacer una
aplicación a la anticresis de las normas de la figura que la ha derogado, las mismas que
se encuentran contenidas en la Ley de la Garantía Mobiliaria (naturalmente, en todo lo
que le sea aplicable).
Considero que al no existir norma expresa que haga de aplicación supletoria una (o
varias) norma a alguna figura jurídica, no cabe tener como eficaz el artículo 1096, por
cuanto hace mención a una figura ya derogada (la prenda).
[1] Hernández Canelo, Walter. Derechos reales de garantías. Lima: Editorial Rodhas,
2017, p. 531.
[2] Ídem, p. 532.
[3] En este mismo sentido, Álvarez anota que: “como contrato, la anticresis se
perfecciona por el solo consentimiento; como derecho real, la anticresis exige y
presupone la puesta en administración en manos del acreedor o de un tercero que
posee en su nombre (…). La posesión es, por tanto, constitutiva de la anticresis como
derecho real”. (Álvarez Caperochipi, José. Derechos reales. Lima: Jurista Editores,
2015, p. 461).
[4] Diez-Picazo, Luis. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial VI. Derechos Reales.
España: Civitas y Thomson Reuters, 2012, p. 538.
[5] Planiol, Marcelo y Jorge Ripert. Tratado Práctico de Derecho Civil francés. Tomo XII.
Garantías Reales. Primera Parte. La Habana: Cultural S.A., 1946, pp. 291 y 292.
[6] Gonzales Barrón, Gunther. Teoría general de la propiedad y del derecho real. Lima:
Gaceta Jurídica, 2018, p. 359.
[8] Villena Aguirre, Arturo. Teoría general de los derechos reales. Cusco: Editorial
Pantigozo, 2006, pp. 444 y 445.
[10] Cfr. Gonzáles Linares, Nerio. Derecho Civil Patrimonial. Derechos Reales. Lima:
Jurista Editores, 2012, p. 950.
[14] Vásquez Ríos, Alberto. Derechos reales de garantía. Lima: Editorial San Marcos,
2014, p. 201.
[17] Bravo Joaquín, Jackeline y Erika Rospigliosi Caso. Op. cit., pp. 344 y 345.
Artículo 135.- “Cancelación del asiento de anticresis por declaración del acreedor
[36] Bravo Joaquín, Jackeline y Erika Rospigliosi Caso. Op. cit., pp. 350 y 351.
[38] Planiol, Marcelo y Jorge Ripert. Op. cit., pp. 287 y 288.
[39] Artículo 920.- “El poseedor puede repeler la fuerza que se emplee contra él o el
bien y recobrarlo, si fuere desposeído. La acción se realiza dentro de los quince (15)
días siguientes a que tome conocimiento de la desposesión. En cualquier caso, debe
abstenerse de las vías de hecho no justificadas por las circunstancias.
El propietario de un inmueble que no tenga edificación o esta se encuentre en dicho
proceso, puede invocar también la defensa señalada en el párrafo anterior en caso de
que su inmueble fuera ocupado por un poseedor precario. En ningún caso procede la
defensa posesoria si el poseedor precario ha usufructuado el bien como propietario
por lo menos diez (10) años.
La Policía Nacional del Perú así como las Municipalidades respectivas, en el marco de
sus competencias previstas en la Ley Orgánica de Municipalidades, deben prestar el
apoyo necesario a efectos de garantizar el estricto cumplimiento del presente artículo,
bajo responsabilidad.
Artículo 1412.- “Si por mandato de la ley o por convenio debe otorgarse escritura
pública o cumplirse otro requisito que no revista la forma solemne prescrita
legalmente o la convenida por las partes por escrito bajo sanción de nulidad, éstas
pueden compelerse recíprocamente a llenar la formalidad requerida.
Código Civil
TITULO I - Prenda
La prenda se constituye sobre un bien mueble, mediante su entrega fisica o juridica, para
asegurar el cumplimiento de cualquier obligacion.
La prenda se extienda a todos los accesorios del bien. Los frutos y aumentos del bien prendado
pertenecen al propietario, salvo pacto distinto.
1.- Que grave el bien quien sea su propietario o quien este autorizado legalmente.
2.- Que el bien se entregue fisica o juridicamente al acreedor, a la persona designada por este o
a la que señalen las partes, sin perjuicio de lo dispuesto en la ultima parte del articulo 1059.
Se entiende entregado juridicamente el bien al acreedor cuando queda en poder del deudor. La
entrega juridica solo procede respecto de bienes muebles inscritos. En este caso, la prenda solo
surte efecto desde su inscripcion en el registro respectivo.
Un bien puede ser gravado con prenda en garantia de varios creditos y en favor de varias
personas sucesivamente, con aviso a los acreedores que ya tienen la misma garantia.
Los acreedores seguiran el orden en que han sido constituidas las prendas para el efecto de la
preferencia.
El documento en que consta la prenda debe mencionar la obligacion principal y contener una
designacion detallada del bien gravado.
La prenda que garantiza una deuda sirve de igual garantia a otra que se contraiga entre los
mismos acreedor y deudor, siempre que la nueva deuda conste por escrito de fecha cierta.
Las prendas legales se rigen por las disposiciones de este titulo y por los articulos 1118 a 1120,
y solo proceden respecto de bienes muebles susceptibles de inscripcion.
Aunque no se pague la deuda, el acreedor no puede apropiarse del bien prendado por la
cantidad prestada. Es nulo el pacto en contrario.
La prenda confiere al acreedor el derecho a retener el bien. El tercer adquirente no puede exigir
su restitucion ni su entrega si antes no han sido integramente pagados el capital e intereses y
reembolsados los gastos relativos a la deuda y a la conservacion del bien.(*)
El derecho del acreedor prendario, en relacion al bien, es preferente al de los demas acreedores.
La preferencia subsiste solo en tanto el bien dado en prenda permanezca en posesion del
acreedor o del tercero designado por las partes, o cuando se trate de prenda inscrita.
Esta preferencia no rige tratandose del acreedor por el saldo del precio de venta, cuando este
derecho aparece inscrito en el registro correspondiente con anterioridad a la prenda.
El acreedor que ha perdido involuntariamente la posesion del bien recibido en prenda, puede
ejercer, ademas de las acciones de defensa de la posesion, la accion reivindicatoria si ella
corresponde al constituyente.
Si el deudor no entrega el bien ofrecido en prenda o el que debe sustituirlo conforme al articulo
1072, el acreedor puede exigir el cumplimiento de la obligacion principal aunque el plazo no este
vencido.
Si resulta no ser del constituyente el bien dado en prenda, el acreedor tiene derecho a que se le
entregue otro equivalente.
Tiene el mismo derecho cuando ha sido engañado sobre la prenda o cuando esta es insuficiente
por culpa del deudor o por vicio del bien.
Puede sustituirse una prenda por otra, comprobando judicialmente la necesidad y la equivalencia
de la garantia. El ejercicio de este derecho corresponde a cualquiera de las partes y se tramita
de acuerdo a las reglas del juicio de menor cuantia.
Cuando el bien dado en prenda se deteriora hasta temerse que sera insuficiente para garantizar
la deuda, el acreedor, con aviso previo al constituyente, puede pedir autorizacion judicial para
vender el bien, a menos que el deudor o el constituyente ofrezca otra garantia que el juez
considere satisfactoria.
Si hay abuso del bien prendado, tanto el deudor como el constituyente, si son distintos, pueden
pedir que sea puesto en poder de un tercero.
Si se ha entregado en prenda un bien que por su naturaleza esta destinado a ser explotado
economicamente, quien lo guarda debe cuidar que sea explotado, con conocimiento del
propietario. Los frutos de esta explotacion pertenecen al propietario, pero el acreedor puede
aplicarlos a la amortizacion de intereses, gastos y, si alcanza, a la del capital.
El propietario puede oponerse a la explotacion por el depositario, si importa riesgo para el bien.
Toda cuestion relacionada con la explotacion del bien prendado se tramita como incidente.
El depositario que abusa de la prenda es responsable de la perdida o deterioro, aun por caso
fortuito o fuerza mayor, salvo que demuestre que la perdida o deterioro se habrian producido aun
cuando no hubiese abusado del bien prendado.
El que guarda el bien prendado esta obligado a devolverlo cuando se cumpla la obligacion y
queden satisfechos los gastos de conservacion, bajo responsabilidad.
Si se pierde la prenda por culpa del depositario, este debe sustituirla por otra de la misma
especie y calidad, o pagar su valor actual, a eleccion del acreedor.
Solo pueden darse en prenda creditos que consten de documento, el mismo que debe ser
entregado al acreedor o, de mediar acuerdo entre las partes, ser confiado a un tercero o
depositado en institucion de credito.
Si sobre un credito existen varios derechos de prenda, tendra prelacion aquel cuyo derecho
preceda al de los demas.
El acreedor prendario esta obligado a cobrar los intereses del credito u otras prestaciones
periodicas, imputando su monto primero a los intereses y gastos, de ser el caso, y luego al
capital. El acreedor prendario esta obligado, bajo responsabilidad, a realizar los actos de
conservacion del credito recibido en prenda.
Si la prenda consiste en titulos valores, estos deben ser entregados. Cuando se trata de titulos a
la orden y nominativos, debe observarse la ley de la materia.
Cuando la prenda consiste en creditos de sumas de dinero, el acreedor prendario tiene derecho
a cobrar el capital e intereses y debe ejercitar las acciones necesarias para que el credito no se
extinga. Si el acreedor cobra los intereses o el capital, debe depositarlos en una institucion de
credito.
La prenda de dinero da derecho al acreedor a hacer efectivo su credito con cargo al dinero
prendado.
5.- Expropiacion.
6.- Consolidacion.
TITULO II - Anticresis
El contrato se otorgara por escritura publica, bajo sancion de nulidad, expresando la renta del
inmueble y el interes que se pacte.
La renta del inmueble se aplica al pago de los intereses y gastos, y el saldo al capital.
Las obligaciones del acreedor son las mismas del arrendatario, excepto la de pagar la renta.
El acreedor no puede retener el inmueble por otra deuda, si no se le concedio este derecho.
Son aplicables a la anticresis las reglas establecidas para la prenda en lo que no se opongan a
las consignadas en este titulo.
1.- Que afecte el bien el propietario o quien este autorizado para ese efecto conforme a ley.
La hipoteca se extiende a todas las partes integrantes del bien hipotecado, a sus accesorios, y al
importe de las indemnizaciones de los seguros y de la expropiacion, salvo pacto distinto.
La hipoteca es indivisible y subsiste por entero sobre todos los bienes hipotecados.
Los contratantes pueden considerar como una sola unidad para los efectos de la hipoteca, toda
explotacion economica que forma un conjunto de bienes unidos o dependientes entre si.
La hipoteca cubre el capital, los intereses que devengue, las primas del seguro pagadas por el
acreedor y las costas del juicio.
El acreedor cuya hipoteca comprenda varios inmuebles podra, a su eleccion, perseguir a todos
ellos simultaneamente o solo a uno, aun cuando hubieran pertenecido o pasado a propiedad de
diferentes personas o existieren otras hipotecas. Sin embargo, el juez podra, por causa fundada,
fijar un orden para la venta de los bienes afectados.
Si los bienes hipotecados se pierden o deterioran de modo que resulten insuficientes, puede
pedirse el cumplimiento de la obligacion aunque no este vencido el plazo, salvo que se garantice
esta a satisfaccion del acreedor.
Las hipotecas tendran preferencia por razon de su antiguedad conforme a la fecha de registro,
salvo cuando se ceda su rango.
El monto de la hipoteca puede ser reducido por acuerdo entre acreedor y deudor.
El acreedor puede exigir el pago al deudor, por la accion personal; o al tercer adquirente del bien
hipotecado, usando de la accion real. El ejercicio de una de estas acciones no excluye el de la
otra, ni el hecho de dirigirla contra el deudor, impide se ejecute el bien que este en poder de un
tercero, salvo disposicion diferente de la ley.
Ademas de las hipotecas legales establecidas en otras leyes, se reconocen las siguientes:
1.- La del inmueble enajenado sin que su precio haya sido pagado totalmente o lo haya sido con
dinero de un tercero.
2.- La del inmueble para cuya fabricacion o reparacion se haya proporcionado trabajo o
materiales por el contratista y por el monto que el comitente se haya obligado a pagarle.
3.- La de los inmuebles adquiridos en una particion con la obligacion de hacer amortizaciones en
dinero a otros de los copropietarios.
En los demas casos, el derecho del acreedor surge de la inscripcion de las hipotecas legales en
el registro. Las personas en cuyo favor se reconocen dichas hipotecas, pueden exigir el
otorgamiento de los instrumentos necesarios para su inscripcion.
Las hipotecas legales son renunciables y tambien puede cederse su rango respecto a otras
hipotecas legales y convencionales.
Las reglas de los articulos 1097 a 1117 y 1122 rigen para las hipotecas legales en cuanto sean
aplicables.
5.- Consolidacion.