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CONSIDERACIONES ÉTICAS EN EL USO DEL VENTILADOR MECÁNICO

DURANTE LA LLAMADA PANDEMIA POR EL NUEVO CORONAVIRUS COVID-19


(Por Francisco Javier Rubio Nieto, fj.rubionieto@gmail.com, 23/04/2020, Arequipa - Perú)

Esta disertación viene en ayuda de la tranquilidad de conciencia del personal médico ante la
elección de ¿a qué paciente colocar el único ventilador mecánico disponible?, sabiendo que el
otro o los otros pacientes candidatos tienen la casi seguridad de morir por falta de acceso al
mismo.

En este caso es conveniente usar el principio ético clásico del doble efecto para verificar la licitud de
tal acción. El contenido de principio lo menciona el especialista en moral Dr. Miguel Ángel Fuentes,
IVE., en su Manual de Bioética, al cual me remito y al que iré insertando algunas consideraciones y
circunstancias para tratar de lograr el objetivo de esta disertación.

El principio de doble efecto.

Este principio ayuda a juzgar la moralidad de aquellos actos de los que se siguen dos efectos,
uno malo y otro bueno. Se puede expresar de la siguiente manera: para que sea lícito realizar
una acción de la que se siguen dos efectos, uno bueno y otro malo, es preciso que se reúnan
determinadas condiciones:

a) Que la acción [de la que se seguirán ambos efectos, en este caso indicar el uso del
ventilador mecánico (VM) a determinado paciente] sea en sí misma buena, o al menos
indiferente, porque nunca es lícito realizar acciones malas aunque se sigan efectos óptimos. Y
que sea la única acción posible para alcanzar el efecto bueno [aquí tal efecto es la probable
sobrevida del paciente al que se le indica el uso del VM], porque si hay otros medios aptos
que no encierran los inconvenientes que produce este acto, no podría recurrirse al mismo.

b) Que el efecto inmediato o primero sea el bueno, porque no es lícito hacer un mal para
que sobrevenga un bien, según aquello «non sunt facienda mala ut eveniant bona» [esto es,
que no hay que hacer un mal para que sobrevenga un bien; el mal no puede ser un medio para
alcanzar un bien].

El efecto malo [la probabilidad casi segura muerte del otro u otros pacientes] debe ser así
consecuente o al menos concomitante con el bueno, pero nunca anterior, porque de ser así
se convertiría en medio para alcanzar el efecto bueno.

c) Que la intención del agente sea recta, es decir, que quiera solamente el efecto bueno y
el malo tan solo sea permitido [es decir, que el efecto malo sea «praeter intentionem», que
esté más allá de mi intención, que no lo quiero]. En este caso el efecto malo es permitido por
la absoluta inseparabilidad del bueno en esta situación concreta, pero en sí mismo no ha de ser
buscado o intentado.

d) Que haya una causa proporcionada a la gravedad del daño que el efecto malo
producirá: porque el malo es siempre una cosa materialmente mala, y como tal no es
permisible a menos que haya una causa proporcionada [aquí querer salvar al menos la vida de
una persona es de tanta proporción como el permitir que estén en posibilidad casi segura de
morir el otro u otros pacientes por ausencia de medios]. (Fuentes, 2006: 59).

Como vemos, el saber y comprobar la licitud de tal modo de proceder provoca tranquilidad de
conciencia, evita los escrúpulos y los falsos o falaces cargos de conciencia.
Aún más, si consideramos, primero, que no hay responsabilidad ninguna en el médico tratante de
crear o haber creado tal situación en la que él tenga que indicar el uso del VM a determinado paciente;
segundo, que tanto él como el paciente son víctimas (por decirlo de alguna manera) de las
circunstancias actuales en las que se hallan los sistemas de salud en nuestro país, entonces veremos
claramente más razones para poder tener una mayor paz interior y de conciencia.

Así mismo, la participación del médico tratante, debe considerarse dentro del marco de los protocolos
establecidos para estos casos; por lo tanto, esto ayuda a ver con mayor claridad, que su libertad de
acción está dentro de un marco legal y moral ya establecido.

Y, si comprendemos que el médico que es puesto en esta situación de tomar la decisión de indicar el
ventilador mecánico a determinado paciente en realidad no está decidiendo sobre la vida de nadie, que
no tiene que enfrentar la “dramática falacia” de decidir quién vive y quién muere, puesto que no está
tomando la decisión de quitar la vida a alguien, entonces la posibilidad de cargos o malestar de
conciencia será casi nula. Su función, según los protocolos es: indicar el uso del VM a quien
corresponda según evaluación.

Consideraciones adicionales

La verdad es que en el caso que nos ocupa, el médico tratante sólo está tomando la decisión o
juzgando cuál de los dos pacientes tiene mayor posibilidad de supervivencia: ¿quién tiene más
probabilidades de vivir y de salvarse? Para tomarla debe emplear todo su profesionalismo y
conocimiento, usando todos los recursos a su alcance, sin escatimar alguno; pues en tal elección no
estará en juego la salud de una sola persona, sino de dos pacientes o tal vez más en algunos casos.

En auxilio suyo están, creo que son muy válidos para la presente situación que le toca vivir al país y al
mundo, los términos de la Declaración de la Asociación Médica Mundial (AAM) sobre la ética
médica en casos de catástrofes, puesto que muchas de las circunstancias actuales son similares o las
mismas que en los casos de desastre; en concreto para el presente artículo me refiero a lo que se toca
en los numerales siguientes:

8. Además, la AMM recomienda los siguientes principios y procedimientos éticos en


relación a la función del médico en situaciones de catástrofe.

8.1 Puede ser necesario un sistema de selección para determinar las prioridades de
tratamiento. A pesar de que a menudo la selección permite que los heridos más graves reciban
solo un control de síntomas, como analgesia, estos sistemas son proporcionados con ética y
responden a criterios normativos. Demostrar atención y compasión , a pesar de la necesidad
de asignar recursos limitados, es un aspecto esencial de la selección.

Lo ideal es que la selección sea confiada a médicos o equipos médicos autorizados y


experimentados, asistidos por personal competente. Puesto que los casos pueden evolucionar
y así cambiar de categoría, es esencial que la persona a cargo de la selección evalúe
regularmente la situación.

8.2 Los siguientes puntos se aplican al tratamiento de urgencias sobrepasadas:

8.2.1 Es una actitud ética para el médico no insistir a cualquier costo y tratar a personas en
urgencias sobrepasadas y así desperdiciar recursos escasos necesarios para otras víctimas. La
decisión de no tratar a una persona herida, por las prioridades que establece la catástrofe, no
puede ser considerada como una falta médica o ética en la ayuda a una persona en peligro de
muerte. Es justificado cuando se intenta salvar la máxima cantidad de personas. Sin embargo,
el médico debe tener compasión por esos pacientes, ayudarlos y respetar su dignidad, por
ejemplo, aislándolos y dándoles calmantes apropiados, además si es posible pedir que alguien
se quede con el paciente y no lo deje solo.

8.2.2 El médico debe actuar conforme a las necesidades de los pacientes y a los recursos
disponibles. El médico debe organizar sus prioridades para tratamientos que salven el máximo
de vidas y limitar la morbilidad al mínimo

8.3 Relaciones con los pacientes

8.3.1 Al seleccionar a los pacientes que pueden ser salvados, el médico debe considerar sólo
el estado médico y respuesta previsible al tratamiento y no debe tomar en cuenta ninguna
consideración basada en criterios no médicos.

8.3.2 Los sobrevivientes de una catástrofe tienen derecho al mismo respeto que otros
pacientes y el tratamiento más apropiado disponible debe ser aplicado con el consentimiento
del paciente (Asociación Médica Mundial, 2019: párr. 18).

Estos criterios deben servir para dilucidar los casos de difícil elección. En base a ellos podemos
resaltar dos ideas principales que pueden guiar el accionar médico:

En primer lugar, la acción del médico debe orientarse en exclusiva a salvar el mayor número
de vidas y limitar la morbilidad al mínimo. Esto es, si se puede salvar una vida, que sea una
en determinado caso; si alguna más, entonces sea. Pero de una en una se salvará el mayor
número de vidas posible. A ello se ajusta lo que decíamos arriba, su elección radicará en
cuál de los dos o más pacientes tiene mayor posibilidad de supervivencia: ¿quién tiene
más probabilidades de vivir y de salvarse?

En segundo lugar, debido a que en la presente Declaración citada, se define que en el accionar
del agente sanitario se “debe considerar sólo el estado médico y respuesta previsible al
tratamiento y no debe tomar en cuenta ninguna consideración basada en criterios no
médicos” (AAM, 2019: n. 8.3.1), entonces en igualdad de condiciones [dos pacientes que
presentan las mismas características] podría considerarse, médicamente hablando, cuál de
ellos tendrá un mayor beneficio a largo plazo; y en base a ello decidir.

Con estas consideraciones, el médico podrá mantener su imparcialidad en los distintos casos que le
corresponda tratar.

Importantísimo y de grave peso es lo siguiente: “No debe tomar en cuenta ninguna


consideración basada en criterios no médicos”.

El riesgo que se corre de obrar de modo contrario es jugar a ser Dios; decidir en aquello que
justamente provoca los cargos de conciencia actuales y futuros. ¿Quién está en capacidad de
decidir que una persona merece vivir más que otra por causa de su sexo, raza, educación,
cultura, poder, credo, utilidad, etc.? Cierto que la tentación de pensarlo se hace más real cada
vez que el hombre -también el hombre de ciencia- se ve enseñoreado frente a la naturaleza a
causa de la tecnología y los avances del conocimiento. Nos hemos acostumbrado a obrar
como señores -con espíritu de independencia e incluso a veces con arrogancia- sobre la
naturaleza. Pero al encarnar esa actitud, hemos visto también que junto al loable buen
desarrollo se ha sumado a lo largo de la historia, y en mucho mayor porcentaje, un conjunto
de actividades que han traído desorden, caos y destrucción no solo sobre la naturaleza, sino
sobre el mismo hombre; el hombre también ha levantado la mano sobre su hermano.

Lo que salva al médico en estos casos - y en aquellos en los que se puede ver influenciado por
una suma de factores como la familiaridad, amistad, sentimentalidad, afecto, interés
particular, temor, algún tipo de presión, etc.- a la hora de hacer su elección de a quién indicar
el uso del VM es limitarse a usar el criterio médico.

Este criterio, vuelvo a repetirlo, busca y se fundamenta en evaluar el estado de salud y las
condiciones más favorables hacia la vida y sobrevida de los pacientes. El rol del médico, por
tanto, está orientado a determinar las condiciones médicas de cada paciente. Su decisión
no cae sobre el paciente o su persona en sí misma, no; ella se da sobre cuál de ellos
presenta las condiciones más probables de sobrevivir: es decir, es circunstancial, es sobre las
circunstancias que cada uno de ellos trae o presenta. Esa es la base de tranquilidad de
conciencia. Su función es importantísima, indispensable en estos casos; pero no es la de señor
de la vida, de aquél que podría decidir sobre ella.

Conviene decir, que ante la imposibilidad de contar con un equipo dedicado a la selección o elección
de la que venimos tratando y que menciona la Declaración de la AMM en el n. 8.1 es muy
recomendable contar con una segunda opinión, pudiendo ser del colega que más próximo se tenga,
aunque sea de otra especialidad, recordando el adagio: dos cabezas piensan mejor que una.

No obstante, algunos de estos casos podrán resultar dolorosos para el mismo médico. Sin embargo,
evite mostrar delante del paciente no elegido cualquier signo que no ayude a éste a sobrellevar el
difícil trance en que se encuentra; recuerde: “el médico debe tener compasión por esos pacientes,
ayudarlos y respetar su dignidad, por ejemplo, aislándolos y dándoles calmantes apropiados, además
si es posible pedir que alguien se quede con el paciente y no lo deje solo” (AAM, 2019: n. 8.2.1). Es
pues necesario, para estos casos tener todos los recursos a la mano 1 para poder asistirlos en el
difícil trance que les toca vivir, tal vez el último.

El médico, que se sienta afectado emocional o mentalmente, por la continuidad de casos en los que
tiene que tomar este tipo decisión, debe buscar ayuda y manifestarlo cuanto antes a sus superiores; por
el bien propio y porque quienes trabajan con estos difíciles casos merecen toda la atención posible
pues son necesarios para volver a la lucha y salvar el máximo de vidas.

Esta pequeña contribución va dirigida en especial a mis amigos médicos, a quienes admiro por su
sacrificio, esfuerzo y notable preocupación por atender lo mejor posible a los enfermos que van
apareciendo en esta crisis sanitaria que nos ha tocado vivir; pero también a todos los que están en
primera línea en la lucha contra el nuevo coronavirus COVID-19.

Referencias bibliográficas y electrónicas:

 Asociación Médica Mundial. (2019). Declaración de la AMM sobre la ética médica en casos
de catástrofes. Recuperado de: https://www.wma.net/es/policies-post/declaracion-de-la-
amm-sobre-la-etica-medica-en-casos-de-catastrofes/

 Fuentes, M.A. (2006). Manual de Bioética. Mendoza-Argentina: Ediciones del Verbo


Encarnado.

1
Por ejemplo, calmantes o sedantes para que no desespere, advirtiéndole que tal vez quede inconsciente o
dormido y que si situación es muy crítica, pero que no estará solo.

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