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Los camélidos sudamericanos

Una introducción a su estudio

Duccio Bonavia

DOI: 10.4000/books.ifea.2616
Editor: Institut français d’études andines
Año de edición: 1996
Publicación en OpenEdition Books: 30 junio 2014
Colección: Travaux de l'IFEA
ISBN electrónico: 9782821845626

http://books.openedition.org

Edición impresa
ISBN: 9789972623073
Número de páginas: 843

Referencia electrónica
BONAVIA, Duccio. Los camélidos sudamericanos: Una introducción a su estudio. Nueva edición [en línea].
Lima: Institut français d’études andines, 1996 (generado el 05 mai 2019). Disponible en Internet:
<http://books.openedition.org/ifea/2616>. ISBN: 9782821845626. DOI: 10.4000/books.ifea.2616.

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© Institut français d’études andines, 1996


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1

En este libro, fruto de largos años de investigación, se presenta una visión actualizada de la
taxonomía y la filogenia de los Camélidos sudamericanos y se intenta una síntesis de la
sistemática de los restos fósiles con sus sinónimos.
Se hace un compendio de los aspectos fundamentales de la biología de estos animales, así como
de sus antecedentes paleontológicos. El proceso de domesticación es analizado cuidadosamente,
señalándose las diferentes hipótesis con sus respectivas pruebas. Se ha reunido la evidencia
arqueológica e histórica de estos animales, relativa a los países andinos.
Se discuten, además, algunos aspectos específicos tales como la alimentación y el
aprovechamiento de los Camélidos, así como las características de su pastoreo. Juntando toda
esta información, se llega a la conclusión que el Camélido no es un animal típico de altura, como
se ha sostenido, sino más bien que ocupa la gradiente que se extiende desde el nivel del mar hasta
alturas de 5000 metros o más. La distribución actual es totalmente artificial y es
fundamentalmente consecuencia de la acción del hombre y de su cultura.
Y si bien se trata de un proceso largo que se inició en tiempos inmemoriales, éste se acentuó con
la llegada de los europeos y prosigue hasta hoy.
2

ÍNDICE

Agradecimiento
Duccio Bonavia

Nota para el lector

Introducción

1. La Taxonomía y la filogenia de los Camélidos sudamericanos

2. Apuntes sobre la biología de los Camélidos sudamericanos


2.1 Generalidades
2.2 El hábitat
2.3 Morfología y fisiología
2.4 La reproducción
2.5 Nutrición y otras características
2.6 Las enfermedades: la sarna
2.7 La selección y el manejo de los rebaños
2.8 Breve descripción de los Camélidos sudamericanos

3. Apuntes sobre la paleontología de los Camélidos sudamericanos


3.1 Orígenes
3.2 Lama sp.; Lama glama
3-3 Vicugna
3-4 Eulamaops
3-5 Palaeolama
3-6 Hemiauchenia
3.7 Alpaca (Lama pacos)
3.8 Guanaco (Lama guanicoe)
3-9 Cambios ecológicos
3.10 Consideraciones generales

4. La información arqueológica del territorio peruano


4.1 Los problemas existentes para la identificación de las especies de los Camélidos en estado de
domesticidad
4.2 La Época Precerámica (?-l,800/l,500 años a. C.)
4.3 Período Inicial (1,800/1,500 años a. C.-900 años a. C.)
4.4 Horizonte Temprano (900 años a. C-200 años a. C.)
4.5 Período Intermedio Temprano (200 años a. C.-500 años d. C.)
4.6 Horizonte Medio (500-900 años d. C.)
4.7 Período Intermedio Tardío (900 años d. C.-l,440 años d. C.)
4.8 Horizonte Tardío (1,440-1,539 años d. C.)
4.9 La iconografía

5. El proceso de domesticación de los Camélidos sudamericanos y sus problemas

6. Datos históricos
6.1 Testimonios relativos a la Época Incaica
6.2 Las primeras noticias
6.3 La terminología
6.4 Los primeros Camélidos que fueron llevados a Europa
6.5 Importancia de los Camélidos durante la Conquista
6.6 Descripciones europeas de los Camélidos
6.7 La distribución geográfica de los Camélidos a base de la fuente escrita
3

7. Las recuas, la cantidad, la matanza y los abusos, las ordenanzas, los rituales, la fertilidad
y las enfermedades de los Camélidos, según las fuentes documentales
7.1 Las recuas en los tiempos coloniales
7.2 ¿Cuantos Camélidos hubo en los tiempos de la Conquista y del Virreinato?
7.3 Matanza, abusos y apropiación ilícita
7.4 Ordenanzas
7.5 Rituales y sacrificios
7.6 La influencia de la altura en la fertilidad de los Camélidos, según los datos históricos
7.7 Las enfermedades de los Camélidos según los datos históricos

8. Alguna información de la Época Republicana

9. Datos arqueológicos e históricos referentes a los territorios de otros países americanos


9.1 Nicaragua
9.2 Costa Rica
9.3 Venezuela
9.4 Colombia
9-5 Ecuador
9.6 Bolivia
9.7 Chile
9.8. Brasil
9-9 Paraguay
9.10 Argentina

10. La alimentación y el aprovechamiento de los Camélidos. Ventajas y desventajas de los


animales aborígenes y de los importados
10.1 La alimentación
10.2 Aprovechamiento

11. ¿Hubo pastoreo en los Andes?

12. La Distribución actual de los Camélidos sudamericanos: causas y consecuencias. ¿Es


posible trazar una estadística a nivel histórico?
12.1 Las consecuencias de la Conquista en la distribución de los Camélidos a lo largo del territorio
andino
12.2 Los Camélidos sudamericanos en otras partes del mundo
12.3 ¿Es posible hacer una estadística de la cantidad de Camélidos a lo largo del tiempo?

13. Los camellos en el Perú

14. Consideraciones generales

15. Bibliografía

16. Figuras y Fotografías

17. Índices
4

Agradecimiento
Duccio Bonavia

1 Para escribir cualquier libro se necesita la ayuda de muchas personas e instituciones y es


un deber de conciencia agradecerles. Esta, aunque pueda parecer exageración, es siempre
tarea difícil porque se tiene el temor de no haberlo hecho en los términos debidos o de
haberse involuntariamente olvidado de alguien. Por otro lado, nominar a todos es
prácticamente imposible. Este libro no se escapa de estas dificultades y desde ya les pido
disculpas a los que inadvertidamente he olvidado.
2 Sin la decisiva intervención del Instituto Francés de Estudios Andinos de Lima, el estudio
no se hubiera hecho. Al ofrecérseme la posibilidad de ser Investigador adjunto a dicho
Instituto por un año (1990), pude iniciar la búsqueda de los datos. Al terminar el plazo me
di cuenta que la tarea había sido muy superior a mis fuerzas y a mi entusiasmo y no pude
entregar el manuscrito en la fecha establecida. La labor ha sido larga y difícil, pero ahora
cumplo con mi compromiso. Al Instituto Francés de Estudios Andinos va mi profundo
agradecimiento por la ayuda prestada, y por haber hecho realidad la publicación de este
libro. Christian de Muizon, en su calidad de Director del Instituto, me ha brindado la
ayuda necesaria y ha sabido entender los problemas que he tenido que ir solucionando en
el camino para llegar a la meta final.
3 Debo extender mi gratitud a todo el personal del Instituto Francés de Estudios Andinos,
que ha cooperado con entusiasmo durante la preparación del libro y en su publicación.
Pero un agradecimiento muy especial se lo debo a Zaida Lanning de Sánchez por su
invalorable ayuda en la búsqueda de datos en la Biblioteca del Instituto y en la solución de
múltiples problemas bibliográficos. Además, ella con suma paciencia, supo traducir el
programa eme uso en mi ordenador para hacerlo viable en el del Instituto.
4 La Universidad Peruana Cayetano Heredia, en 1994 me otorgó el Año Sabático para que
pudiera terminar la redacción de este libro. Debo agradecer a las actuales Autoridades de
esta Casa de Estudios en la persona de su Rector, doctor Carlos Vidal L., por las facilidades
que me han ofrecido. Además, por haber aceptado compartir la edición ele esta obra.
Agradecimiento que extiendo también al Jefe del Departamento de Biología, Raúl
Ishiyama Cervantes que en todo momento me brindó la ayuda del caso, para que pudiera
llevar a cabo mis investigaciones. A Lourdes Escuelero, secretaria del Departamento, que
5

con su eficiencia ha sido de constante apoyo. Y a la señorita Jazmin Zelaya Barrientos de


la Biblioteca de la Universidad, que me asistió en la solución de problemas bibliográficos.
5 Conservation International supo entender mi preocupación por el futuro de los Camélidos
sudamericanos y por intermedio de Carlos F. Ponce decidió compartir esta edición. A ellos
mi sincera gratitud.
6 Pero hay otra clase de apoyo que es de fundamental importancia y que es difícil de
agradecer. Me refiero a la asistencia moral, al estímulo y a la confortación que se recibe
de familiares y amigos. Eso no tiene precio. En este sentido es de destacar la persistente
presencia de mi esposa. El ejemplar apoyo de mis hijos y de mi yerno que desde el Canadá
han encontrado la manera de reducir la distancia y hacer continua su asistencia
afectuosa. El cariño de mi madre que no ha faltado nunca. Pero no puedo dejar de
mencionar en este sentido a un querido amigo, a Antonio Muñóz Nájar, ejemplo de
amistad leal y sincera.
7 Estos últimos han sido años muy difíciles en mi vida y es un hecho que este libro no se
hubiera terminado sin la intervención de un equipo de médicos. Quiero mencionar a
Augusto Yi Chu, a Miguel Sánchez-Palacios Paiva, a Waldo Fernández Durán, a Jaime Ulloa
Schiantarelli, a Régulo Agusti Campos y a Raúl Ames Enríquez. Sin olvidar a todo el
personal de los Servicios de Cardiología y Cirugía Cardiovascular del Hospital Nacional
Guillermo Almenara. Cualquier agradecimiento en este sentido, es poco. Su pericia es
conocida. Pero lo que quiero destacar es su valor humano, pues ellos con su afectuosa
intervención supieron convertir lo que pudo ser un acto traumático en una de las más
significativas experiencias de mi vida. Algo verdaderamente inolvidable.
8 Para poder escribir este libro he tenido que tocar temas ajenos a mi especialidad y he sido
plenamente consciente del riesgo que ello significa. He tenido la suerte de contar con la
colaboración de buenos amigos que me han facilitado la tarea. S. David Webb tuvo la
gentileza de leer los Capítulos relativos a la Taxonomía y la Filogenia además de la
Paleontología, haciendo valiosas sugerencias. Con Christian de Muizon he discutido los
aspectos paleontológicos de los Camélidos, sacando preciosas enseñanzas. Carlos Monge
C. y Ramiro Castro de la Mata han tenido la amabilidad también de leer varias partes del
manuscrito dándome consejos para mejorarlo. A todos ellos mi reconocimiento.
9 Tengo una obligación con Jorge Flores Ochoa y con Sabine Dedenbach Salazar. Sus
trabajos me han servido de inspiración y me han facilitado la tarea de estudiar a los
Camélidos. Sus investigaciones en este campo son de fundamental importancia y en
algunos casos lo único que he hecho, es ampliar su base de datos para afianzar sus puntos
de vista que hice míos. Hemos tratado muchos asuntos desde la misma perspectiva y por
eso he hecho siempre lo posible para ser puntual con las citas. Si alguna vez no he logrado
indicar claramente la fuente, les pido disculpas.
10 A lo largo de estos años, muchos colegas me han aconsejado sobre diferentes aspectos.
Quiero mencionar en forma especial a Carlos Monge C, Ramiro Castro de la Mata, Franklin
Pease G. Y., Peter Dressendörfer y jean Guffroy. Otros han tenido la gentileza de
ofrecerme datos inéditos de sus archivos personales. Quiero señalar a Karen Olsen
Bruhns, Cristóbal Campana, Luis Jaime Castillo, Claude Chauchat, Lorenzo Huertas, José A.
Ochatoma Paravicino, ElizabethJ. Reitz, María Rostworowski de Diez Canseco, John H.
Rowe, Víctor F. Vásquez Sánchez y Jorge Zevallos Quiñones. A tocios ellos va mi
agradecimiento.
6

11 Dos personas han tenido la amabilidad de permitirme el acceso a sus bibliotecas. Ellos son
Ramiro Castro de la Mata y Franklin Pease G. Y. Con ello me han facilitado muchísimo la
tarea de búsqueda de datos. Quiero hacer público mi reconocimiento.
12 En el Perú la investigación se hace muy difícil por la falta de buenas bibliotecas. En este
sentido sin contar con la ayuda de los colegas que han tenido la amabilidad de enviarme
copias de artículos o de conseguir los artículos mismos y en algunos casos hasta libros,
sencillamente hubiera sido imposible escribir esta obra. Por eso no puedo dejar de señalar
a Blanca Alien, Karen Olsen Bruhns. Gonzalo Castro. Hilda Codina, Peter Dressendörfer,
Thomas Fisher, Jorge Flores Ochoa, César Gálvez Mora, Benjamín Guerrero, Jean Guffroy,
Roswith Hartmann, Olaf Holm, Patricia Majluf, Ramiro Matos Mendieta, George R. Miller,
Gordon Mc Ewan, Laura Laurencich Minelli, Augusto Núñez, Omar Ortiz Troncoso,
Enrique Pérez, Elizabeth J. Reitz, Alberto Servat, Anne Rowe, Helaine Silverman, Rubén
Stehberg, Douglas H. Ubbelaker, Víctor F. Vásquez Sánchez, S. David Webb y Elizabeth S.
Wing. Pero un agradecimiento muy especial en este sentido se lo debo a la Corporación
Nacional Forestal de Chile en la persona de Mario Alvarado Eva que con una gentileza y
prontitud sin igual, me proporcionó graciosamente la información que necesitaba sobre
el guanaco en Chile. Y a Bruna Bonavia Fisher que llevó a cabo una difícil pesquisa
bibliográfica en Canadá, que era indispensable para la culminación de este libro.
13 No puedo dejar de mencionar tres alumnas que llevaron conmigo y con Carlos Monge C.
un seminario sobre los Camélidos en la Universidad Peruana Cayetano Heredia y parte de
cuya investigación bibliográfica me sirvió para este estudio. Me refiero a Cristina Dunin
Borkowski de Camino, Carla Gallo y Bertinha Paiva.
14 Hermilio Rosas Lanoire, durante el tiempo que desempeñó el cargo de Director del Museo
Nacional de Antropología y Arqueología de Lima, me brindó todas las facilidades para
poder analizar y documentar las colecciones de la mencionada Institución.
Posteriormente encontré la misma disposición de parte de Fernando Rosas, Director del
hoy Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia de Lima. Lucy Linares
Delgado, encargada del Departamento de Cerámica, con conocimiento y mucha paciencia,
me ayudó en la revisión de los materiales. Elmo A. León Canales, encargado del
Departamento Lítico, colaboró con el mismo esmero. El personal de dicho Museo cooperó
en la toma de fotografías.
15 Algunos colegas han tenido la gentileza de proporcionarme fotografías o ayudarme a
conseguirlas. En este sentido debo mencionar a Cristóbal Campana, Jorge Chávez Salas,
Daniel Goodwin, Daniéle Lavallée, Craig Morris, Sergio Purin, Michael Snarkis, Hernán
Torres y Wilder Trejo C. También recibí la colaboración de varias instituciones que me
han facilitado fotografías de sus archivos. Es el caso del Museo de Historia Natural de New
York, del Rijksmuseum voor Volkenkunde de Leiden, y de la Facultad de Ciencias
Forestales de la Universidad Nacional Agraria, La Molina de Lima.
16 Varias instituciones han tenido la gentileza de autorizar que se reproduzcan ilustraciones
de sus publicaciones. Debo señalar a la Smithsonian Institution (Washington), The
Carnegie Museum of Natural History (Pittsburgh), Society for American Archaeology
(Washington) y la Pontificia Universidad Católica del Perú.
17 No puedo terminar esta nota de agradecimiento, sin mencionar a Leopoldo Chiappo y a
Luis León Herrera quienes, en más de una oportunidad, me han secundado para
solucionar dudas de carácter lingüístico.
7

Nota para el lector

1 Queremos llamar la atención del lector sobre algunos puntos del libro para evitar
malentendidos.
2 En primer lugar, se verá a menudo que a los animales importados se les califica de
“europeos”. Sabemos perfectamente que este adjetivo no es correcto, pues la gran
mayoría de los animales que se trajeron a América no son originarios de Europa, aunque
fueron introducidos allí desde hace mucho tiempo. Usamos la palabra por razones
prácticas y para evitar largas disquisiciones.
3 En el libro se ha utilizado -salvo raras excepciones- la lengua española, pero no todos los
textos que hemos citado están en dicho idioma, de modo que han tenido que ser
traducidos. Dejamos constancia que todas las traducciones han sido efectuadas por
nosotros, de modo que asumimos la responsabilidad si en algún caso involuntariamente
hemos cometido errores.
4 En los temas a tratarse en el libro, frecuentemente hemos tenido que emplear medidas
antiguas de pesos y distancias que hemos convertido a nuestro sistema decimal para que
sea más fácil llevar a cabo comparaciones y para simplificar la lectura. Para efectuar las
conversiones hemos utilizado el manual de Llerena Landa (1957). Esto ha sido señalado en
algunos lugares y en otros no. para evitar la acumulación de citas.
5 Finalmente, le llamará la atención al lector que en nuestra Bibliografía figuren dos
secciones, lo que no es usual. Hemos comprobado personalmente, cuanto trabajo lleva la
identificación en un texto de un determinado autor, de aquellos trabajos que él cita, pero
que no figuran en la bibliografía del que hace la mención. Y es que a veces tanto para
controlar la información como para ampliarla, es necesario recurrir a las fuentes
originales. Para evitarle esta dificultad al lector, hemos introducido la segunda sección de
la bibliografía. De modo que en la primera (15.1). denominada “Textos citados por el
autor” figuran todos los escritos que hemos leído y citado. En dicha sección hemos
tratado de ser lo más exhaustivos que es posible en la información bibliográfica y
asumimos la responsabilidad si, involuntariamente, se nos ha deslizado algún error o hay
alguna omisión. En la segunda sección (15.2), que hemos denominado “Textos
mencionados por los autores citados”, nos hemos limitado a incluir todas las obras que
cada autor ha citado y que nosotros no hemos considerado imprescindible leer o no
hemos logrado conseguir. Estos datos bibliográficos han sido tomados directamente de las
8

bibliografías de los autores que los han utilizado y no han sido modificados, salvo en
algunos casos que están indicados. Se podrá ver, incluso, que se ha mantenido las
abreviaciones de los nombres de la revistas, que nosotros preferimos no emplear en
nuestra bibliografía. Hemos tratado de incluir todos los textos que han citado los autores
que nosotros hemos mencionado. Si alguno faltara, no ha sido por omisión voluntaria.
6 Cuando se presenta el caso de un autor que ha publicado dos o más trabajos en un mismo
año y que nosotros hemos citado sólo a uno de ellos, mientras el otro ha sido mencionado
por otro autor que nosotros estamos nombrando, hemos tenido que recurrir a las letras
del alfabeto añadidas al año de la publicación. De modo que si en la primera sección
aparece, por ejemplo, la letra b y no está la a, quiere decir que ésta figura en la segunda
sección o al revés. Es el caso de Hesse, para citar un ejemplo, cuyo trabajo de 1982a
aparece en la primera y el 1982b en la segunda.
7 En la segunda sección el lector podrá encontrar unos pocos autores que no están citados
en el texto. Se trata de escritos que consideramos que podrían ser útiles y que la mayoría
están incluidos en Universidad Nacional Mayor de Marcos et al. (1985) y Muñoz de Linares
y García Sánchez (1986).
8 Cuando algún autor ha utilizado la misma fuente que nosotros, pero de ediciones
diferentes, en el texto hemos hecho la anotación del caso, señalando la fecha de la edición
que nosotros hemos usado.
9 Creemos que si se reúne las dos secciones de esta bibliografía, más algunos trabajos que se
han publicado recientemente y que no hemos podido conseguir, además de algunas
bibliografías que hemos citado (vicie 15.2), se tiene una base de datos inicial para el
estudio general que queda por hacer sobre los Camélidos. Naturalmente será necesaria
una búsqueda muy minuciosa de control de la información, pues hemos comprobado que
no todos los autores manejan cuidadosamente este aspecto en sus trabajos. Recordamos
que para la temática histórica hay una importante bibliografía en el libro de Dedenbach
Salazar (1990: 248-320).
10 El Autor
9

Llamas en Churcampa (Departamento de Huancavelica, provincia de Tayacaja, distrito de Churcampa,


3,113 msnm).
10

Introducción

1 A pesar de la importancia del rol que los Camélidos sudamericanos han jugado y siguen
jugando en las sociedades andinas y a pesar que éste ha sido entendido desde los tiempos
de la Conquista, sigue siendo un tema en el que se incluyen demasiadas inexactitudes y
juicios estereotipados y en el que tenemos aún grandes vacíos e inclusive ignorancia.
Parece increíble, por ejemplo, que en un libro tan serio y bien escrito, como el de Alberto
Mario Salas sobre Las Armas de la Conquista (1950), se mencione a los caballos y se
desconozca totalmente a la llama como medio de transporte para los ejércitos incaicos e
inclusive las huestes españolas. O que hasta la Vigésima Edición del Diccionario de la Lengua
Española de la Real Academia Española, bajo la voz “llama” se afirma que“... se aprovechan
su leche...” (1984: 848). Afortunadamente en la última edición (Vigésima primera, 1992:
Tomo II. 1279) ello ha sido corregido. Sobre esto hay conciencia entre algunos
especialistas (e. g. Gade, 1977: 113; Franklin, 1982: 458), pero no aún al nivel que sería
necesario.
2 Es interesante observar, además, que en este campo se plantea un grave y difícil
problema, exactamente como el que se tiene que enfrentar en la Arqueología Andina: nos
referimos a la heurística. Y a lo largo de este libro se podrá comprobar que no siempre las
fuentes han sido manejadas como es debido, y que a menudo las citas no son las más
adecuadas. No cabe la menor duda, sin embargo, como dice Franklin (op. cit.: 458) que “...
en las últimas dos décadas [el autor escribía en 1982] hubo un intento serio y sistemático
para aclarar la situación...”.
3 Pero no debemos tampoco dejarnos llevar por el otro extremo y partir del supuesto que
hay aspectos que no se podrán dilucidar nunca porque existe el obstáculo de “... una
tremenda cantidad de alteraciones post-hispánicas sea de los pastores y del medio
ambiente de los camélidos.” y llegar a afirmar que “Los documentos son de poca ayuda
porque los españoles, que nunca habían visto a los camélidos del Nuevo Mundo antes, les
dieron nombres tales como “ovejas indias” o “carneros de la tierra”, asignando
indiscriminadamente estos dos nombres a cualquier camélido que estuviera por allí...”
como escribió Kent (1987: 172). Esto sin duda es una exageración. Las dificultades existen
y son muy grandes, que duda cabe, pero la información que queda por buscar es muy
amplia e involucra muchas disciplinas y -como veremos más adelante- en los escritos de
los españoles que vinieron al Nuevo Mundo hay mucha información valiosa que nos
11

permite ampliar enormemente nuestros horizontes de conocimientos sobreios Camélidos.


Lo que pasa es que este material no ha sido examinado debidamente.
4 En el campo de la Arqueología casi nada se ha hecho. Hay información dispersa, que
justamente nosotros hemos tratado de reunir, pero salvo algunos esfuerzos aislados y
siempre limitados en el tiempo y en el espacio geográfico, se trata de datos incidentales
que están perdidos en un contexto más amplio. Hay que señalar, además, que el estudio
de los restos de animales en la Arqueología Peruana es un interés relativamente reciente,
de modo que una buena parte de la información sobre este tema ha quedado olvidada en
los desechos de las excavaciones arqueológicas. Aquellos esfuerzos aislados a los que nos
hemos referido líneas atrás son los de Horkheimer que se interesó en el tema, pero se
centró en las llamas mochicas y en el fondo planteó muchas preguntas pero no aportó
ninguna respuesta (vide Horkheimer, 1958). Nuestro interés se remonta a la misma época
y tuvo su origen en los muchos viajes que realizamos con Horkheimer por la Costa Norte
en la década de los años 50, pero sobre todo por las observaciones que pudimos hacer en
los largos recorridos que efectuamos con Ernesto Tabío allá por los años 50 y 60 por los
cementerios huaqueados de la costa peruana y por sus minas abandonadas y destruidas.
Allí vimos muchos restos de Camélidos, pero sólo ahora hemos podido plasmar, aunque
en forma incompleta, nuestra inquietud en algo concreto. Y finalmente hay que
mencionar el interés de los esposos Shimada que desde fines de los años 70 han venido
analizando material que atestigua la presencia de los Camélidos en la Costa Norte. Ellos
han insistido sobre la ignorancia de los datos arqueológicos sobre la materia y las
posibilidades que existen en las diferentes fuentes para ampliar el tema (vide Izumi
Shimada, 1982: l6l).
5 Es sólo a partir de la década de los años 70 que se inicia un trabajo serio y sistemático
tendiente a clasificar y analizar los restos faunísticos obtenidos en trabajos arqueológicos,
llevados a cabo fundamentalmente por Elizabeth Wing y sus estudiantes y en menor
grado por Jane Wheeler. Tendremos la oportunidad de referirnos ampliamente a estas
investigaciones. Pero hay que señalar que se trató casi siempre de materiales obtenidos
en proyectos que tenían otros intereses y en los que el problema de los Camélidos era sólo
algo colateral. Que nosotros sepamos, nunca se organizó un proyecto arqueológico
concreto para estudiar a estos animales.
6 Uno de los aspectos que refleja la ignorancia sobre la materia, es la terminología. En
efecto la palabra Camélido. es prácticamente desconocida en el habla vulgar. Para
referirse a la llama y a sus congéneres, se utiliza siempre la palabra Auquénido a pesar de
que en más de una oportunidad se ha señalado que este término es equivocado y no debe
emplearse, como se verá más adelante al tratarse la parte taxonómica. Es que en el
vocabulario científico la palabra Aucbenia ha sido usada por más de un siglo antes que
fuera declarada taxonómicamente inválida (Franklin, 1982: 464) y es muy posible que a
pesar de todo lo que hagan los hombres de ciencia para desterrarla, ellos “... no podrán
detener el curso popular de una palabra con la que, desde hace más de siglo y medio, se
acostumbra denominar en el Perú a llamas, alpacas, huanacos y vicuñas.” (A: 1973).
7 Lo grave es que este error se sigue cometiendo también en el ambiente de los hombres de
ciencia. Es así que uno de los autores más mencionados en la literatura sobre los
Camélidos, Armando Cardozo, aunque a nuestro juicio injustamente por las razones que
veremos en el transcurso de esta obra, en una de sus publicaciones (Cardozo, 1954) utiliza
la palabra Auquénido en el título y a pesar que en el texto se explica que este término ''se
ha vulgarizado” (Cardozo. op. cit.: 17), en ningún momento se dice que éste no debe ser
12

usado. Y la palabra Auquénido se sigue utilizando en los medios universitarios y aparece a


menudo en las publicaciones.
8 Pero al margen de la terminología científica, hay confusiones y dificultades también en el
manejo de las palabras que se refieren al uso común de estos animales. Este es un tema
muy complejo, en el que interviene inclusive el mundo mágico de los indígenas andinos, y
en el que las acepciones varían si se trata de animales domésticos o silvestres, en función
del sexo, la calidad y el color de la fibra y tantos aspectos más. Es un tema sobre el que
hay que llamar la atención, pero que escapa a los fines de este libro. El lector interesado,
podrá encontrar una amplia información en el trabajo de Flores Ochoa (1978).
9 En este conjunto de inexactitudes y frases estereotipadas, probablemente la más
acentuada y más arraigada, es la que se refiere a los Camélidos andinos como “animales
de altura” y, como consecuencia, la negación de la posibilidad que ellos puedan vivir en la
costa y en otros medios que no sean de altitud.
10 Este es un error que se arrastra desde los tiempos de la Colonia y que en forma
sistemática se ha repetido, sin tratar de averiguar hasta que punto es verdad. En el siglo
XVI el Padre Acosta (1954:137) escribió: “'Es todo este ganado amigo de temple frío y por
eso se da en la sierra y muere en los llanos con el calor”. Y en el siglo XVII Pedro de León
Portocarrero (vicie Lohman, 1967), más conocido como el Anónimo Portugués (1958: 80),
también decía que “... los carneros del Perú, y éstos ni las vicuñas no se crían en los
llanos.”. Y no falta quien, además del error, introduce la fantasía, como Neveu-Lemaire y
Grandidier (1911: 40), que escribieron que la llama “Ha sido creada para las altas regiones
de los Andes donde el aire es fresco y puro, la cargan pesadamente, se le envía en las
florestas vírgenes donde reina un calor húmedo, o bien sobre las arenas quemantes de las
costas, donde no encuentran más que apenas una rara alimentación, donde millones de
sus semejantes mueren de agotamiento.”. Al margen de ésta, que es sin duda no sólo una
exageración, sino una muestra de lo que se puede llegar a decir si no se conoce una
realidad, afirmaciones de esta naturaleza se repiten hasta nuestros días. Así Mason, en su
famoso manual, al mencionar a las llamas, reitera sistemáticamente que”... son naturales
de las tierras altas...” (1961: 44, 50, 58). Y es interesante que incluso personas muy
enteradas en el tema, cometen deslices de esta naturaleza. Pues Wheeler (1985a: 28),
refiriéndose a la familia de los Camélidos, dice que allí se agrupan los “... animales que
son, por excelencia, los de la puna andina.”.
11 Otros autores piensan que la “adaptación” de los Camélidos consiste en poder vivir en un
medio que no es de altura. Un buen ejemplo es el de Lumbreras (1974: 102), que dice
claramente de las llamas, que “A pesar que... es un animal de altura, parece capaz de
adaptarse a las condiciones costeras.”.
12 Este problema de la posibilidad que los Camélidos vivan en las zonas costeras o fuera del
hábitat de altura, ha dividido a los estudiosos. Consideramos que es interesante citar a los
que negaron esta posibilidad y a los que la aceptaron o defendieron, para darnos cuenta
de cuáles fueron los argumentos utilizados y para que se entienda porqué nos hemos
decidido a averiguar más sobre el tema.
13 Uno de los estudiosos que se preocupó de la materia, y es sin duda uno de los precursores,
y cuya contribución ha sido considerada como “la primera investigación científica sobre
la llama” (Custred, 1969: 121), es Johann Jakob von Tschudi en la primera mitad del siglo
XIX 1. Su obra es de fundamental importancia, aunque contiene algunos errores. Es
13

importante conocer sus ideas, pues, como veremos, ellas han sido consideradas como
verba magistri.
14 Tschudi escribió: “Nunca se han aclimatado estos animales en el litoral del Pacífico
adonde iban y venían sólo como bestias de carga. Las noticias en contrario de los cronistas
más antiguos deben tomarse con mucha precaución. Cacito es que las llamas se criaban
también en los valles cálidos al Oeste de la Cordillera de la Costa, pero es exclusivamente
en sus partes más altas y frías llamadas 'cabeceras', donde el clima era apropiado y el
alimento fácil. De estas comarcas han desaparecido casi del todo en el día; y no constituye
por cierto, prueba alguna, de que estos animales hayan existido permanentemente en la
costa, la cirscuntancia de haberse encontrado restos de ellos en las tumbas y ruinas de
Ancón situado en la costa cerca de Lima.
15 Estas llamas las traían los indios de las alturas de la sierra que venían cargando los
cadáveres de los deudos de ellos para enterrarlos en Ancón, y que, o bien eran enterradas
vivas junto con los cadáveres o muertas y descuartizadas para colocarlas al lado de
aquellas como provisiones de boca.” (1885: 94; 1891: 96-97; 1918: 206; 1969: 124-125).
16 Es interesante ver que Troll (1958: 28) , uno de los geógrafos más serios y conocedor como
pocos del Área Andina, tomó al pie de la letra las palabras de Tschudi, pues en uno de sus
trabajos ya clásicos anotó: “Según la opinión de J. J. von Tschudi, basada en el estudio
crítico de fuentes históricas y a cuyo exacto conocimiento del país debemos
indudablemente los más valiosos datos acerca de la historia natural y cultural de las
llamas (57), éstas nunca se aclimataron tampoco en los desiertos costaneros peruanos
sino que, de cuando en cuando, iban allí como animales de carga.” (la nota 57 de Troll
señala los trabajos de Tschudi de 1844-1846; 1885; 1891). Se puede ver, pues, que si bien es
cierto que Tschudi fue un hombre muy serio y que sin duda leyó las principales fuentes
históricas, sobre este punto no basó sus aseveraciones en argumentos sólidos: sin
embargo éstas han sido tomadas axiomáticamente por Troll.
17 Un autor de un estudio importante sobre la fauna sudamericana es sin duda Gilmore
(1950), y es una de las fuentes que más han utilizado los arqueólogos. El tampoco cree que
los Camélidos hayan podido vivir bien en la costa y dice que “Los rebaños costeños [en el
texto no está claro si se refiere a la llama, al guanaco o a ambos] en tiempos incaicos no
pudieron ser probablemente nunca criados bien o no tuvieron pastos y fueron
mantenidos con provisiones de forrajes serranos: por lo menos no fueron integrados bien
en las culturas costeñas, porque ellos desaparecieron rápidamente después de la caída del
Imperio Incaico.” (Gilmore, op. cit.: 433). Y añade que “... se dice que los aborígenes
peruanos costeños tenían en las alturas terrenos para la crianza de sus llamas; de esto se
podría deducir que las llamas no se crian bien en la costa peruana, pero eso pudo haber
sido un resultado secundario causado por la ausencia de una planta forrajera y de pastos
con la excepción de los animales de carga [¿castrados?].” (Gilmore, op. cit.: 432). Veremos,
sin embargo, que él acepta la existencia de rebaños de llamas en la costa. Pero es
interesante que a Gilmore no se le ocurrió pensar que las causas que hicieron desaparecer
a los Camélidos de la costa con la llegada de los europeos, no fueron exactamente
ecológicas. Y es interesante también que él, como otros autores que veremos más
adelante, considere como problema serio la posible falta de alimento para estos animales,
cuando en realidad este no fue un problema real.
18 Esta posición, de una manera u otra, ha sido sostenida por la mayoría de los autores que
sin negar la existencia de llamas en la costa, piensan que ellas no han sido criadas allí,
sino que fueron traídas desde las alturas, Es el caso de Bushnell (1963: 29) y de Menzell
14

(1977: 42). Flannery et al. (1989: 115 y 116) resumen de cierta manera la situación. Ellos
dicen: “Significativamente, cuando las caravanas de llamas llegaban al nivel del mar, ellas
frecuentemente encontraban a los yunga, o nativos de la costa, tan ansiosos por las llamas
en sí como por los productos que ellas traían ... Los pueblos costeños adquirían las llamas
para alimento y para el sacrificio, y es por ello que muchos sitios arqueológicos contienen
huesos de camélidos en la basura, a pesar que los camélidos no fueron criados
localmente.”. Y luego añaden: “Las llamas se encuentran hoy a grandes alturas porque es
allí donde ellas interfieren menos con la agricultura y donde la cultura española ha
incursionado menos. Ellas estuvieron muy bien a elevaciones más bajas en tiempos
prehispánicos. Tenemos inclusive datos de rebaños mantenidos por inmigrantes serranos
en los oasis costeños (Diez [1567-1568] 1964), pero como señala Murra (1965: 188) se tuvo
que hacer arreglos especiales para alimentar estos animales costeños.'. El guanaco y las
llamas pueden vivir bien a lo largo de toda el área entre la puna y la chaupi yunga (el pie
de monte costeño), pero el desierto costeño en sí mismo está fuera de su rango normal.”.
19 No todos los autores han estado de acuerdo, sin embargo, con estas aseveraciones y han
sostenido, con diferentes argumentos, que realmente hubo Camélidos en la costa y que
ellos fueron criados allí.
20 Como ya se ha mencionado, Horkheimer fue uno de los defensores de esta posición. Al
inicio no en una forma tan enfática (1958: 26-27) y pensando que la desaparición de las
llamas de la costa pudo haber sido consecuencia de “la gran peste (caracha) de 1544-45”
de la que habla Garcilaso. Las evidencias que había notado Tello (1942: 607) de
considerable cantidad de huesos de llama en cementerios cercanos a las lomas, fueron su
argumento fundamental y le pareció que ello “... es prueba que en el Perú prehispánico a
la llama se la mantenía a lo menos temporalmente en niveles más bajos que hoy en día.”
(Horkheimer, op. cil.: 27). Sin embargo, en tin trabajo posterior es mucho más enfático,
pues escribió: “Dicho animal pudo haber vivido en la costa misma donde en muchos sitios
se han descubierto sus huesos, a veces, en grandes cantidades. El viejo argumento de que
los auquénidos no se procrean en las llanuras es nulo, pues recientemente nacieron en
Puruchuco cerca de Lima, hermosas crías de llamas y vicuñas, cuyos padres han vivido
antes, por muchos meses, en el lugar costeño.” (Horkheimer. 1961: 31-.32).
21 Otro autor que mantuvo esta posición fue Lanning (1967a: 17). El creía que “A pesar que
estos animales [se refería concretamente a las llamas] se desarrollan bien solamente en
las tierras altas, no hay una buena evidencia de este efecto. Pequeños rebaños han sido
criados con suceso en la costa hoy en día. Ciertamente la gran cantidad de sus huesos
encontrados en los basurales de los sitios costeños, y el uso extensivo de su lana en la
costa, inclusive en períodos en los cuales no hay evidencia de intercambio con las
seranías, implica que rebaños considerables fueron criados en la costa en tiempos
antiguos.”.
22 Para María Rostworowski (1981: 61) “La presencia de llamas en la costa está demostrada
pues considera que todos los datos etnohistóricos que ella ha encontrado y que
mencionaremos a su debido tiempo, son una prueba contundente. En un trabajo posterior
(Rostworowski, 1988a), dedica prácticamente todo un capítulo a la presencia de Camélidos
en la costa, repitiendo sus datos de 1981 pero añadiendo alguna información más reciente
de los tiempos precerámicos.
23 Los esposos Shimada se han interesado sobre este tema, pero sólo en lo que se refiere a la
Costa Norte y han tratado de reunir documentación, que utilizaremos más adelante. Su
posición inicialmente no fue muy clara. En 1981 comentando todos los datos reunidos
15

sobre las llamas, afirmaron que “... no son suficiente sustento para su cría y pastoreo en la
costa ni para la existencia de una especie costeña diferente.” (Shimada y Shimada, 1981:
63). Sin embargo al año siguiente, Izumi Shimada (1982: 161) publicó una versión inglesa
del mismo texto, pero esa frase está planteada en otros términos. Ella dice:”... no se ha
hecho un intento serio para documentar una posible crianza y pastoreo en la costa.” lo
cual es muy diferente. O se trata de una contradicción o es un problema de traducción, a
pesar que la versión española apareció antes de la inglesa que, suponemos, es la original.
Nosotros creemos que es un error de traducción, pues el mismo Izumi Shimada (op. cit.:
163) expresa refiriéndose a la llama, que “... su crianza y mantenimiento fue posible en la
costa y muy probablemente practicada.”. Esto es coherente con un trabajo posterior
(Shimada y Shimada, 1985), dedicado íntegramente al tema y donde sin duda hay aportes
importantes, aunque a pesar de ello el tratamiento es bastante superficial, ha faltado
mayor investigación y sobre todo los datos fisiológicos que han consultado no son los más
apropiados. Hay que señalar, sin embargo, que ellos hacen una diferenciación entre llama
y alpaca, y mientras sostienen que la primera pudo “adaptarse” a la costa, no creen que lo
mismo pueda haber sucedido con las segundas. Es así que en la respuesta a un comentario
que hicieran algunos colegas (vide Lange Topic et al., 1987), ellos dicen que sólo han
sugerido que las alpacas fueron tolerantes cuando estuvieron en la Costa Norte. “Nosotros
no hemos sostenido que las alpacas fueran adaptadas a y que prosperaran en el medio
costeño, una aseveración que significaría fuertes implicancias evolutivas.” (Shimada y
Shimada. 1987: 387).
24 Sin embargo Lange Topic et al. (1987: 834) consideran que en términos generales las
evidencias que han presentado Shimada y Shimada (loco citato) son concluyentes y que
ellos “... han demostrado que la llama puede ser considerada como un producto costeño,
que deberá ser incluido en la lista de productos necesarios para la auto-suficiencia,
probablemente a nivel comunal y quizá a nivel familiar. Se necesita de más estudios para
descubrir los detalles de la crianza de la llama, su distribución, su posesión y uso. Las
alpacas, sin embargo, pueden ser consideradas exóticas en la costa, y que su lana cae
dentro de la categoría de bienes de prestigio que se obtienen para beneficio del segmento
de élite de la sociedad que vigila su uso y redistribución.”
25 Aparentemente Sumar acepta también esta posición. Pues en la introducción a una
bibliografía sobre los Camélidos (lege Universidad Nacional Mayor de San Marcos el al.,
1985), que deja mucho que desear por incompleta y llena de errores, él manifestó que “La
actual distribución de la llama y alpaca, está circunscrita a niveles ecológicos superiores a
los 3,000 m.s.n.m. y esto ha motivado la errónea creencia que estos animales pueden
prosperar y producir solamente en las grandes alturas. Sin embargo, la Arqueozoología y
la Etnohistoria de América Precolombina nos han mostrado que los Camélidos fueron
criados y utilizados intensamente en la Costa del Perú y otras regiones de Sudamérica.”
(Sumar. 1985: 12). Pero esto no pasa de ser un juicio, ya que Sumar no ofrece ningún
sustento a su posición. Tan es así que posteriormente en un artículo plagado de errores
(Sumar, 1992: 84) repite exactamente lo mismo; sólo al final de la frase, después de la
palabra Sudamérica añade “al nivel del mar” y señala como única fuente a Shimada, sin
poner fecha y sin mayor indicación bibliográfica.
26 Sobre este punto Flores Ochoa pareciera haber cambiado de opinión con el tiempo. Pues
refiriéndose a la riqueza pecuaria dijo que “... no era privativa del altiplano, porque se
tiene evidencia de grandes rebaños en otras zonas e incluso hatos especiales en la costa.”
(1977b: 23). Sin embargo posteriormente comentando los trabajos de Gilmore (1950),
16

Rostworowski (1977) y Murra (1978) y lo que ellos dicen sobre la existencia de llamas en la
costa, escribió: “Tal vez lúe de manera temporal, para recoger guano; llevar productos de
intercambio; para ser sacrificadas en el lugar con fines ceremoniales o proporcionar
carne fresca.” (Flores Ochoa. 1982: 63).
27 Tenemos que decir que hay algunos estudiosos que han sostenido que la presencia de los
Camélidos en la costa, ha sido debida fundamentalmente a un fenómeno de trashumación.
Tello (1942: 19). por ejemplo, consideraba que los recursos de las lomas costaneras han
sido siempre lugares de emergencia para los pastores serranos, tomando en cuenta que la
época de sequía altoandina corresponde a la temporada húmeda de las lomas. Por eso él
afirmó que “Cuando el ganado de auquénidos fué mayor, como ocurrió en la antigüedad,
esta migración debió serlo también y, ello explicaría la abundancia de esqueletos de
llamas que se encuentra en los cementerios próximos a las lomas Murra (1975: 118-119)
toma una posición muy parecida, añadiendo a los datos arqueológicos otros
etnohistóricos. Cardich (1976: 34) sin embargo es escéptico con respecto a la
trashumancia, aunque sus argumentos no son muy convincentes.
28 De esta síntesis apretada de las posiciones que los diferentes autores han tomado con
respecto al problema de la posibilidad de que hayan existido Camélidos en la costa
pacífica, se podrá ver que en realidad se ha aportado poco. Se trata en términos generales
de posiciones basadas en la mayoría de los casos en algunos datos, pero no se hizo un
esfuerzo para buscar mayores evidencias. Y hay que decir, en honor a la verdad, que los
únicos que han visto el asunto con ojos críticos y tratando de señalar las dificultades que
existen y que falta por resolver, han sido los esposos Shimada. En primer lugar, ellos han
indicado que si bien aparentemente hay una caracterización repetitiva o redundante de
los valles costeños, ella es válida sólo a un nivel muy general (Izumi Shimada. 1982: 183).
Esto es algo que habrá que recordar después de haber analizado las evidencias existentes.
Y. segundo, que para poder estimar la capacidad que han tenido las llamas, básicamente
como medio de transporte, en la costa, es necesario aclarar algunos puntos. Por ejemplo
el valor nutritivo de los forrajes costeños. Nuestro conocimiento sobre los rebaños
costaneros, su crianza y su manejo, son aún muy escasos. Y, finalmente, es necesario
hacer un análisis sobre los cambios que se han producido con el tiempo en el medio de la
costa, debido a múltiples factores naturales y humanos, tales como el levantamiento
tectónico, la actividad relacionada con las dunas, la deforestación para hacer carbón y
quemado de campos, y que pueden haber influido en estos animales. (Shimada y Shimada,
1985: 20). Son sugerencias muy importantes que en parte quizá se podrán ir contestando a
lo largo de estas páginas, pero que sin duda son sólo algunas de las muchas interrogantes
que quedan y que los mencionados autores no han tomado en cuenta y entre las cuales es
de fundamental importancia la presencia europea a partir del siglo XVI. Debemos indicar
que el único punto sobre el que no estamos de acuerdo con Shimada y Shimada (loco citato
), es el del levantamiento continental. Hemos discutido este asunto antes (lege Bonavia,
1991: 37-49) y concordamos con las ideas de Sébrier que en lo que se refiere a la costa, es
difícil hacer una interpretación en términos tectónicos y por eso se propone una
interpretación basada en la isostasia. Pero creemos que el punto fundamental para el
tema que nos interesa, es el del clima. En otras palabras, si se han producido cambios
climáticos que pudieran haber afectado las posibilidades de vida de los Camélidos. No
vemos cómo en ello puede haber jugado algún rol el posible levantamiento continental
que mencionan Shimada y Shimada (op. cit.). En todo caso, consideramos que todas las
evidencias que tenemos hasta ahora tienden a demostrar y confirmar que desde fines del
17

Pleistoceno, con la salvedad del extremo norte, la costa peruana ha estado sujeta a las
mismas condiciones de aridez que en la actualidad, con la sola excepción delos oasis
fluviales donde, en los tiempos de la última deglaciación, hubo un aumento de agua en los
ríos y ello llevó a una subida de la capa freática que trajo como consecuencia una mayor
vegetación a los márgenes ele los valles (lege Bonavia, loco citato). Pero ello en todo caso
sería un argumento a favor ele la presencia ele Camélidos en la costa.
29 Al inicio mencionamos el interés que tuvimos en la materia. Por eso consideramos
importante resumir nuestro punto de vista y el aporte que hicimos hasta el inicio de la
investigación que es tema ele este libro.
30 En la década ele los años 70, cuando estábamos terminando nuesto trabaje) sobre el
Precerámico de Huarmey, hicimos una revisión ele la literatura dedicada al tema y
publicamos un examen crítico de todos los datos relativos a los Camélidos
correspondientes a dicha época (vide Bonavia, 1982a: 392-394). Es a base de estos datos, de
nuestra amplia experiencia en recorrer sitios arqueológicos y ele las largas discusiones
que tuvimos en esos tiempos con José Whittembury y Carlos Monge C, que nos
permitieron entrar en conocimiento ele la realidad fisiológica ele los Camélidos, que
llegamos al convencimiento que se tenía una idea inexacta de su dispersión,
fundamentalmente en la costa, y que además éstos no eran ele ninguna manera “animales
de altura”. Planteamos por eso una hipótesis ele trabajo, en el sentido que estos animales
pudieron estar originalmente distribuidos en todo el territorio andino y que su subida a la
altura no fue un fenómeno natural, sino que se vieron obligados a ello cuando al llegar los
primeros cazadores comenzaron a diezmarlos. Escribimo entonces que “Su huida a la
altura no sería ... más eme un mecanismo ele defensa.” (Bonavia, op cit.: 394-395). Estas
ideas fueron repetidas en nuestro libro (Bonavia, 1991: 73-74, 115-116) que se terminó ele
escribir a fines de los años 90. Pero comprendíamos que ésta no dejaría de ser una
hipótesis de trabajo hasta que no se reuniera y controlara fundamentalmente la
información existente, tanto en la bibliografía arqueológica como en la histórica. Aquí
presentamos los datos que hemos podido reunir y al final haremos un balance, para ver a
que conclusiones se puede llegar.
31 Queremos decir que no consideramos que la idea base de esta investigación sea original.
Otros también se han dado cuenta de ello, pero por alguna razón no lograron plasmar su
inquietud en una recopilación de datos. En este sentido hemos encontrado una continua
inspiración en los trabajos de Jorge Flores Ochoa y coincidimos plenamente que para
buscar los cambios de los límites actuales de distribución de los Camélidos con los
antiguos “... se debe buscar información que permita establecer con cierto detalle la
distribución que tuvieron las alpacas y las llamas en el momento en que se produjo la
invasión hispana; luego mostrar como fue el proceso de despoblamiento de las zonas de
pastoreo nativo por la presión que ejercieron y ejercen, los criadores de ovinos y vacunos;
como se constituyeron en nuevos elementos de la comunidad biótica, para competir con
los nativos por pastos y ambientes favorables.” (Flores Ochoa, 1982: 65).
32 A pesar, pues, que nuestra meta inicial ha sido tratar de hacer luces sobre la ecología
cambiante de estos animales y tratar de explicarla, en la búsqueda de datos nos dimos
cuenta que habíamos acumulado mucho material sobre temas afines que no pensábamos
tratar. Creímos que era un deber de conciencia no guardar esta información y entregarla
a los colegas, para que ella pueda ser utilizada en el futuro por quienes quieran seguir
indagando sobre la vida, las costumbres y la relación de los Camélidos con el hombre. El
tema es tan amplio y tan complejo que no puede ser estudiado por una sola persona y que,
18

además, ha dedicado toda su vida a la Arqueología. Alguna vez deberá organizarse un


trabajo multidisciplinario que se dedique exclusivamente al estudio de los Camélidos
sensu lato. Si las ideas aquí esbozadas y los datos que hemos reunido pudieran servir para
iniciar un estudio, como el que quisiéramos que se hiciera, nos sentiríamos
profundamente satisfechos y sería ampliamente recompensado el esfuerzo que hemos
dedicado.

NOTAS
1. La primera edición de su obra es de 1885. En un trabajo posterior, publicado en 1891, se incluye
con ligerísimas modificaciones el mismo texto sobre la llama. En 1918 Urteaga y Romero
publicaron por primera vez la traducción de Germán Torres Calderón que es buena, y que
nosotros utilizaremos aquí. Pero en 1969 se publicó otra traducción, pésima, llena de errores y
omisiones, y pretendiendo además que dicha versión “... se publica ahora por primera vez en
versión castellana...” (Custred 1969: 121 (desconociendo el trabajo de Urteaga y Romero de 1918
que hemos señalado. Dado que esta última versión española es la más accesible, ella puede
acarrear errores, y es por eso que cada vez que se mencionará la obra de Tschudi, nos
referiremos a todas las versiones, para que el lector las pueda cotejar.
19

1. La Taxonomía y la filogenia de los


Camélidos sudamericanos

1 Con la colaboración de Christian de Muizon


2 No es nuestra intención, ni mucho menos, entrar en detalles taxonómicos ni discusiones
sobre la materia. Hemos considerado sin embargo necesario resumir algunos datos
generales, pensando que pueden ser de utilidad sobre todo a los arqueólogos, ya que nos
hemos dado cuenta de la dificultad de conseguir esta información y al mismo tiempo de
los errores que aparecen sobre el particular en la bibliografía.
3 No hemos podido encontrar la información relativa a los primeros estudios que se
realizaron sobre los Camélidos sudamericanos. Pero parece que durante el Virreinato el
Rey de España envió al naturalista Hernández para estudiar las riquezas naturales de la
Nueva Castilla y es probablemente el primer hombre de ciencia que describe a la vicuña
(Ridout, 1942: 401). Pero, según López Aranguren (1930a: 16), Lund (1837-1843) fue el
primero en hablar de Camélidos, a base de restos hallados en el Brasil.
4 La nomenclatura taxonómica de estos animales ha ido variando con el tiempo y, como
veremos, aún hay discusiones. En 1758 Linneo define a la llama Camelus glama y a la alpaca
Camelus pacos y los coloca en un mismo género junto con los camellos del Viejo Mundo. Las
otras dos especies silvestres de América, el guanaco y la vicuña, fueron clasificadas
respectivamente como Camelus guanicoe por Müller en 1776 y Camelus vicugna por Molina
en 1782. Es en 1775 que Frisch propuso que los cuatro Camélidos sudamericanos debían
ser clasificados en un género separado, el de Lama. Sin embargo la Comisión Internacional
de Nomenclatura Zoológica se reunió en 1953 y publicó en 1954 la Opinión 258 con la que
se declara inválido el trabajo de Frisch (1775, Das Natur-System der vierfüssigen Thiere) con
fines de nomenclatura “... dado que el autor no aplicó los principios de nomenclatura de
dos nombres.” (Hemming y Noakes, 1958b: [First instalment, Titles 1-58] Title №8, 2) 1. En
1955 se reunió nuevamente la Comisión y emitió la Opinión 39 que fue publicada en 1956,
por medio de la cual se acepta el género Lama que utilizó Cuvier (1880-1805) en el
Volumen 1 de su obra Leçons d'Anatomie Comparé. Recueillies et publiées sous ses yeux par C.
Dumeril en cinco volúmenes (Hemming y Noakes, 1958a: [direction 32, 4] Title № 18, 5).
5 Hay que señalar que en 1804 Tiedemann propuso el término Lacma, pero éste debe ser
considerado como el sinónimo inusado más antiguo y eliminado, ya que es
20

completamente desconocido en la literatura. Posteriormente, en 1811, Illiger empleó el


término Auchenia que no podía sin embargo ser utilizado, porque ya había sido definido
por el de Lama y además porque era un homónimo de Auquenia creado en 1789 por
Thumberg para un género de escarabajo. Esto se hizo evidente cuando Lesson, en 1827,
publicó “... la primera designación del género separado taxonómicamente correcta Lama.”
(Novoa y Wheeler, 1984: 116). Sin embargo, como señala Franklin (1982: 464), este término
“... fue usado por más de una centuria hasta que fue declarado como nombre inválido
taxonómicamente...”. Es más, la palabra “auquénido” como sinónimo de Camélido,
insistimos, es aún de uso común en Sudamérica (notablemente en el Perú) y es utilizada
incluso en la literatura científica, a pesar que debería ser desterrada definitivamente.
6 En 1842 Lesson fue el primero en reconocer a la vicuña como un género separado, pero
éste no fue aceptado hasta que Miller, en 1924, lo reafirmó con ciatos osteológicos.
7 En 1940 Cabrera y Yepes establecieron los dos géneros, incluyendo llama, guanaco y
alpaca en el género Lama, y a la vicuña en Vicugna, En 1952-1953 Herre los coloca a todos
en el mismo género Lama y esta posición ha sido adoptada por la mayoría de estudiosos
europeos, mientras que la mayor parte de norteamericanos y sudamericanos siguen
utilizando los dos géneros. Últimamente Novoa y Wheeler (1984) también sostienen la
posición de un solo género, lo mismo que Kent (1987). A pesar que Novoa y Wheeler (1984:
116) admiten que: “... no hay suficiente investigación sistemática para poder determinar
si la clasificación correcta de la llama, la alpaca, el guanaco y la vicuña es a nivel de
especie o sub-especie.”. Sin embargo en una revisión de la clasificación y nomenclatura de
los Camélidos que ha hecho Wheeler en 1991, señala que el estudio de Miller de 1924 fue
incompleto, en cuanto no estudió los incisivos de la llama y la alpaca y que por eso dejó a
estas especies junto con el guanaco en el género Lama, “... implicando, por omisión, que
ambos animales son descendientes del guanaco.”. Señala Wheeler que los incisivos de la
alpaca son semejantes a los de la vicuña, mientras que los de la llama se parecen a los del
guanaco. La autora se basa en sus propios trabajos (Wheeler 1982 [b], 1984a, 1984b [c],
1986 [esta cita es equivocada, debe decir 1985]) (Wheeler, 1991: 14). Es a base de esto que
Wheeler cambia de posición con respecto a su trabajo de 1984 (Novoa y Wheeler, 1984) y
escribió que “... la clasificación taxonómica de los cuatro Camélidos sudamericanos podría
ser la siguiente: género Lama Cuvier, 1800, con el guanaco silvestre L. guanicoe Müller,
1776 y la llama doméstica L. glama Linnaeus, 1758; y género Vicugna (Molina) Miller, 1924,
con la vicuña silvestre V. vicugna Molina, 1782, y la alpaca doméstica V. pacos Linnaeus,
1758. La validez de esta clasificación requiere estudios morfológicos y bioquímicos
adicionales, pero los restos osteoarqueológicos procedentes de sitios ocupados hace seis
mil años, inicio del proceso de domesticación, aportan evidencias de que la alpaca es la
vicuña domesticada, y la llama el guanaco domesticado (Wheeler 1984a y b [c], 1986 [se
trata de un error, debe decir 19851; Wing 1977 [a], 1986).” (Wheeler, 1991: 14-15).
8 Franklin (1982: 464), sin embargo, es de la opinión que hay que seguir apoyando la
clasificación de los dos géneros planteados por Cabrera y Yepes en 1940.
9 Sobre el particular escribió Koford (1957: 154-155): “La clasificación filogenética de los
lamoides parece ser indeterminada, por lo menos a base de criterios estructurales. Del
grupo, la llama y el guanaco son los más similares y la vicuña, a pesar que se parece a la
alpaca en algunas características, es la más distinta. Ha sido clasificada como
específicamente, subgenéricamente o genéricamente separada de los otros lamoides. La
característica, única entre los artiodáctilos vivientes, que mejor soporta la separación
genérica de la vicuña son sus peculiares incisivos inferiores (Miller 1924: 2)...” y luego el
21

autor anota que otra característica, que la diferencia de los otros lamoides, es una especie
de babero de largos pelos que cuelga de su pecho.
10 Las cuatro formas han sido también descritas por Edgardo Pires-Ferreira (1979 y
1981-1982) como subespecies de Lama glama y variedades de L. g. glama, utilizando
incorrectamente, al decir de Novoa y Wheeler (1984), forma doméstica. Este trabajo carece
de seriedad científica (Hernando de Macedo, Comunicación personal, 23 de setiembre,
1991) y no debe ser tomado en cuenta.
11 Las subespecies de Camélidos silvestres sudamericanos y las variedades de las especies
domésticas han sido descritas. Así se conocen cuatro subespecies de guanaco. Lama
guanicoe cacsilensis (Lomberg, 1913) del sur del Perú y Bolivia y noreste de Chile y que,
como veremos más adelante, ha sido cuestionada por varios autores. Lama guanicoe
huanacus (Molina, 1782) de la vertiente oeste de los Andes chilenos, Lama guanicoe voglii
(Krumbiegel, 1944) en las tierras áridas y llanos de Argentina y quizá Uruguay, al norte de
los 32° Lat. Sur y Lama guanicoe guanicoe (Müller, 1776) al sur de los 35° Lat. Sur (o 38°,
según Torres, 1992a) a lo largo de Patagonia y Tierra del Fuego. La subespecie que ocupa
el continente más al norte, en el Perú septentrional (8o de Lat. Sur), es indeterminada.
Según Wheeler (1991: 17) hoy se tiende a reconocer solamente L. g. guanicoey L. g.
cacsilensis, aunque advierte que “... deben existir otras subespecies o razas geográficas aún
desconocidas a la ciencia.”.
12 Hay también dos subespecies de vicuña, que según la mayoría de los autores, ambas son
del mismo color. Vicugna vicugna mensalis (Thomas, 1917) que se encuentra en el sur del
Perú, oeste de Bolivia y norte de Chile. Y la vicuña argentina Vicugna vicugna vicugna
(Molina, 1782) en las vertientes este de los Andes, al sur de los 18° de Lat. Sur. Según
Torres (1992a: 32) esta subespecie es de mayor tamaño y de color más claro que la otra
subespecie.
13 Se distinguen también dos variedades fenotípicas de alpaca, en función de las
características de la lana y tamaño del cuerpo. Huacaya con la fibra pequeña y ondulada y
suri con fibra larga, derecha y ondulada. De la llama se distinguen básicamente dos
variedades fenotípicas, la chaku (o ch'aku) o llama para lana y la ccara (o q'ara) o llama con
lana corta. Aunque Wheeler (1991: 28) señala que “... es muy probable que existen otras
aún desconocidas.”.
14 Para toda esta información que hemos dado sugerimos ver los trabajos de Thomas (189D,
Krumbiegel (1944), Gilmore (1950), Franklin (1975; 1982: 464-465), Novoa y Wheeler (1984:
116), Torres (1992a: 32-33) y Wheeler (1991).
15 Es importante indicar también, que existe toda una taxonomia folk que se refiere más que
nada a los cruces entre las diferentes formas de Camélidos. El lector interesado podrá
revisarla en el trabajo de Flores Ochoa (1977b).
16 Uno de los factores que ha contribuido a esta confusión, es un hecho que se ha sostenido
con frecuencia y que está citado en la literatura científica y que en realidad no tiene
validez. Nos referimos a la posibilidad de que entre las cuatro formas de Camélidos se
produzcan cruces. Se ha dicho o que estos no ocurren o que cuando se dan, los
descendientes son estériles. Sin embargo ello no es así. Hay mucha evidencia que los
cruces se dan entre los parientes puros e híbridos. Además, las cuatro especies de
Camélidos del Nuevo Mundo tienen el mismo cariotipo 2n=74. (Vide Novoa y Wheeler,
1984: 11ó). (Ellos se han basado para estas aseveraciones en los trabajos de Gray, 1972 (Sic!
); Fernández Baca, 1971; Hsu y Benirschke 1967, 1974. Lege también Wheeler [1991: 33].
22

Hay que llamar la atención que en el trabajo de Novoa y Wheeler [1984] la cita de Gray
lleva fecha 1972, mientras que Wheeler [op. cit] indica 1954. La fecha correcta es 1954). Al
decir de Sumar2 (1988: 23) la única excepción es el cruce “... entre las dos especies
silvestres (vicuña x guanaco)...”, que aparentemente no ha sido informada en la literatura
(para fundamentar su aserto, cita a León sin fecha [debe tratarse de la publicación de la
tesis del autor. Vide León, 1932b], Fernández-Baca, 1971 y Mac Donagh, 1940).
17 Es interesante añadir, sin embargo, que Wheeler (1991: 36) considera que la mayor parte
de estos cruces son forzados por el hombre y no ocurren en condiciones naturales. Kent
(1987: 172) discute de esto (vide infra).
18 No cabe la menor duda que hoy en día gran parte de la solución de estos problemas se
podrá dar con los estudios de genética. Es importante indicar, sin embargo, que la
composición y la organización molecular del ADN es un aspecto totalmente desconocido
en la familia Camelidae (Larramendy et al., 1984: 95). Según Larramencly et al. (1984: 93),
los datos que existen en la literatura, indican que la constitución cromosómica de los
camellos del Viejo Mundo es similar a los del Nuevo (n=74). Pero ellos indican que todos
estos estudios (y señalan concretamente los de Taylor et al., 1968) se han hecho con
técnicas citogenéticas convencionales para morfología y número cromosómico. Hoy estas
técnicas son insuficientes para poder ver el grado de homología cromosómica entre
especies.
19 “La notable divergencia fenotípica, la adquisición de diferentes características
adaptativas y el patrón de distribución que exhiben los miembros de la familia Camelidae,
han conducido a una subdivisión sistemática del taxón en 6 especies (Pieters, 1954;
Walker, 1964). Hasta el presente, los datos de caracterización biológica de cada una de las
especies son escasos y no existen estudios comparativos interespecíficos ni de correlación
fenotipo-genotipo que aporten fundamentos a tal distribución jerárquica” (Larramendy et
al., op. cit.: 93).
20 Estos autores han determinado la constitución cromosómica de la llama y el guanaco y
han medido el grado de afinidad cromosómica existente entre ambos. Según ellos “... se
estableció un número modal de 2n=74 cromosomas para la llama y el guanaco, con 74
elementos bibranquiales para las hembras y un único elemento telocéntrico para los
machos ... Estos resultados indican que a nivel de técnicas citogenéticas convencionales,
la llama y el guanaco comparten un cariotipo de características similares. La
individualización de los distintos pares ele cromosomas homólogos y la confección de
cariotipos con bandeo G se obtuvo mediante análisis ele 15 metalases bandeadas por
especie. La comparación realizada entre los distintos cariotipos peimitió establecer el
patrón de bandeo G y el idiograma para cada especie... Este análisis reveló que ambos
patrones son coincidentes, estableciéndose un 100% de homología cromosómica entre
llama y guanaco.” (Larramendy etal, op. cit.: 94-95). Estos mismos autores han podido
observar que los ADN de la llama y la vicuña exhiben un comportamiento similar y
presentan valores de composición semejantes. (Larramendy et al., op. cit.: 96).
21 En conclusión “Mediante el uso de técnicas citogenéticas se pudo comprobar una notable
similitud morfométrica ele los cromosomas de la llama y el guanaco. La comparación
cariotípica, facilitada por el bandeo G, asimismo, reveló que la semejanza entre ambas
especies llega hasta niveles de segmentos cromosómicos. La uniformidad cariológica
observada indica, por lo tanto que la diferenciación fenotípica alcanzada por estas
especies no ha sido acompañada de reordenamientos cromosomáticos groseros. De existir
23

algunas diferencias cromosómicas las mismas estarían por debajo del nivel de resolución
de las técnicas actualmente empleadas.
22 En varias especies de artiodáctilos se ha identificado un número variable de fracciones de
ADN con alto contenido de G-C que forman bandas de ADN satélite cuando se las somete a
ultracentrifugación en gradientes de sales de cesio (Curtain et al. 1973; Kurent et al. 1973).
La notable especificación de especie de estos ADNs ha determinado su amplia utilización
como marcadores moleculares en estudios de filogenia. En Camélidos, queda aún por
averiguar si las fracciones termoestables descritas corresponden a ADN satélite y si las
mismas son ele existencia universal dentro del grupo o constituyen un elemento ele
diferenciación entre algunos ele sus miembros.” (Larramendy et al., op. cit.: 96).
23 Según Sumar (1988: 23-24), otros investigadores han trabajado sobre el mismo problema y
cita concretamente a Bunch y Foote (como en la mayoría de los trabajos ele Sumar hay
errores y vacíos en la bibliografía, en este caso no señala fecha) que según él han
encontrado una similitud entre cariotipos ele la llama y el camello bactriano y al parecer
los patrones de banda de los cromosomas individuales son similares. Esto aparentemente
concuerda con los resultados de Larramendy et al. (loco citato). Sumar (op. cit.: 24) va más
lejos y “... se pregunta sobre la probabilidad de un cruce exitoso de camellos del Viejo con
los del Nuevo Mundo.”. No somos especialistas, pero a la luz del trabajo de Larramendy et
al. (loco citato), parece que el problema es más complejo ele lo que parece, sobre todo si se
lee cuidadosamente las conclusiones del mencionado estudio. Además parece que Sumar
desconoce los mecanismos genéticos y su forma de actuar.
24 Pero volviendo al problema de los cruces entre las diferentes formas ele Camélidos, y
dadas las eludas y los errores que han surgido, consideramos de interés señalar algunas
evidencias concretas. Por ejemplo el cruce de la alpaca con la vicuña (paco-vicuña) se
conoce “... de una manera indiscutible desde 1840, hecha por un cura de Carabaya (Puno),
Juan Pablo Cabrera (que) practicó la operación con miras industriales...” (León, 1939: 102).
Tan es así que cuando en 1864 Raimondi estuvo estudiando la provincia de Carabaya,
entre otras cosas anotó: “Del Crucero (capital ele la provincia) me dirigí al pueblo ele
Macusani pasando por el caserío de Acoyani, donde logré ver un pequeño número de
graciosos paco-vicuñas, resto ele la manada debida a los cuidados del presbítero Cabrera,
el que queriendo reunir en un solo individuo la fina lana de la vicuña y la abundante de la
alpaca, cruzó estos dos animales y obtuvo los mestizos llamados paco-vicuñas, alcanzando
en gran parte su objetivo.” (Raimondi, 1874: 177). Hoffstetter (en comunicación personal a
Larry Marshall et al., 1984: 21) constató también que Lama y Vicugna son interfértiles. Kent
(1987: 172) en este sentido también es enfático: “Todos los camélidos se cruzan
ocasionalmente y la mayor parte de los cruces son sin ninguna intervención humana. La
mayor parte de los híbridos son fértiles (Fernández-Baca 1971, 1978).”. Es interesante, sin
embargo, que el autor piensa que “Este éxito puede ser relativamente reciente y ser el
resultado de la deliberada e intensa selección humana, durante los inicios del siglo veinte
(ver Kent 1982[a]: 23-29).” (Kent, loco citato). Flores Ochoa (1982: 66) da también fe de estos
cruces y señala que “En la actualidad se pueden comprobar... entre las especies
domesticadas. Los cruces más conocidos son el llamado paqo-vicuña, descendiente ele
alpaca y vicuña; el wari que es el cruce de llama con la alpaca, con dos variedades
denominadas paqowariy llamawari, según predominen las características fenotípicas o
externas ele alpaca o llama. Es posible que en condiciones naturales se puedan
entrecruzar llamas y alpacas con guanacos.”.
24

25 Consideramos ele interés para los no especialistas, intentar trazar una síntesis de la
sistemática ele los restos fósiles ele Camélidos con sus respectivos sinónimos, ya que la
complejidad terminológica confunde muy a menudo a los que no están familiarizados con
la materia. Hay que señalar que Cardozo (1975a) ha hecho una síntesis, pero ella está
presentada en forma desordenada, tiene errores y además la edición no ha sido cuidada,
de modo que hemos preferido no utilizarla y no la recomendamos. Nosotros nos
basaremos fundamentalmente en los trabajos de Webb (1974) y Hoffstetter (1952).
26 Los animales que estamos tratando pertenecen al Orden Artioclactyla, Sub-orden
Tylopedia, Familia Camelidae, Sub-familia Camelinae, Tribu Lamini (la otra Tribu,
Camelini, comprende a los camellos del Viejo Mundo).
27 Lama. Cuvier (1800).
28 Es sinónimo de Auchenia Illiger (1811); nec Thunberg (1789), Meso/ama Ameghino (1884),
Stilaucbenia Ameghino (1889) y Neoauchenia Ameghino (1891).
29 Tanto Webb (op. cit.-. 173) como Hoffstetter (op. cit.: 314), aceptan tres especies: L.
glamaLinné 1758, llama, que se encuentra en el Pleistoceno ele Argentina y Bolivia y en el
Holoceno en estado doméstico en Argentina, Chile, Bolivia, Perú y Ecuador. L. guanicoe
Müller 1776, guanaco o huanaco, que se encuentra en el Pleistoceno de Argentina y en el
Holoceno del sur y oeste ele América Austral hasta el Perú. L. pacos Linné 1758, alpaca, que
se halla en el Pleistoceno ele Argentina y en el Holoceno en estado doméstico en Bolivia y
Perú.
30 Siguiendo a Cabrera (1931), ambos autores señalan dos especies extintas: L. owenii y L.
angustimaxila.
31 Lama owenii (Gervais H. & Ameghino, 1880).
32 Se encuentra en los depósitos del Pleistoceno Tardío ele Argentina y tiene como
sinónimos: Palaeolama owenii Gervais H. & Ameghino, 1880, Auchenia weddelli P. Gervais
1855, in Ameghino (1889, en parte), Palaeolama leptognatba Ameghino 1889, Stilauchenia
owenii H. Gervais & Ameghino 1880, in Ameghino 1889, Lama gigantea López Aranguren
1930 (b).
33 Lama angustimaxila (Ameghino, 1884)
34 Se encuentra desde el Pleistoceno temprano hasta el sub Reciente de-Argentina y Bolivia
y tiene tres sinónimos: Mesolama angustimaxila Ameghino (1884), Palaeolama weddelli P.
Gervais (1855), in Boule & Thévenin (1920 en parte) y Lama angustimaxila (Ameghino 1884),
in López Aranguren (1930[b]). Vicugna, Gray (1872).
35 Tiene una sola especie, V. vicugna. Se encuentra en terrenos que van desde el Pleistoceno
medio hasta el sub Reciente de Argentina y Bolivia. Se le reconocen cuatro sinónimos:
Aucbenia (H. Gervais & Ameghino 1880 en parte), Palaeolama (Ameghino 1889 en parte),
Hemiauchenia (Ameghino 1891 en parte)y Lama (López-Aranguren 1930 [b] en parte).
36 Eulamaops, Ameghino (1889)
37 Se le conoce solamente en el Pleistoceno Tardío de Argentina y tiene una sola especie E.
parallelus. Tiene tres sinónimos: Aucbenia parallela Ameghino 1884, Eulamaopsparallelus
Ameghino 1889 y Palaeolama brevirostrís Rusconi 1930. Sin embargo, es de notar que
Hoffstetter (op. ext.: 315) manifiesta su duda con respecto a este último sinónimo.
38 Palaeolama, P. Gervais (1867)
25

39 Este género se encuentra en los terrenos desde el Pleistoceno Medio hasta el Tardío de
Bolivia, Ecuador y Perú y hacia el norte hasta Florida. En este caso hay una discrepancia
entre Webb y Hoffstetter sobre los sinónimos. Coinciden solamente con respecto a
Protauchenia Branco 1883 (Webb, op. cit.: 175; Hoffstetter, op. ext.: 316). Webb (op. cit: 175)
por su parte señala como sinónimos Tanupolama (Simpson 1928), '{Tanupolama (Simpson
1932), Palaeolama (Hoffstetter 1952), Tanupolama (Bader 1957) y Palaeolama (Astylolamd)
(Churcher 1965). Mientras que Hoffstetter (op. cit.: 316) indica como sinónimos Aucbenia
(Lund 1843; P. Gervais 1855; Liáis 1872; Winge 1906), Lama (López Aranguren 1930 [b],
Cabrera 1931), Palaeolama (P. Gervais 1867), Palaeolama (H. Geivais & Ameghino 1889;
Ameghino 1889; Boule yThevenin 1920; Rusconi 1930,193Dy Hemiaucbenia (\\. Geivais &
Ameghino 1880).
40 I loffstetter señala, además, que la única forma pampeana de Palaeolama ha recibido los
siguientes nombres: Palaeolama Weddeln P. Geivais (1867), Palaeolama Weddeliii (J?. Geivais,
1855) en parte in H. Geivais & Ameghino (1880), Palaeolama major IL Gervais & Ameghino
(1880), Hemiaucbenia paradoxa 11. Geivais & Ameghino (1880), Palaeolaxna leptognatha
Ameghino (1889), Hemiaucbenia leptognatba Ameghino (1889), Hemiaucbenia paradoxa H.
Geivais & Ameghino (1880) in Boule & Thévenin (1920), Palaeolaxna Weddelli (P. Geivais,
1855) in López Aranguren (1930 [a]), Hemiaucberzia major(Ui\is, 1872) in López Aranguren
(1930 [a]), Lama major (H. Geivais & Ameghino, 1880) in López Aranguren (1930 [b]),
Hemiaucbeniaparadoxay la subespecie elongataRusconi (1930), Palaeolaxna Weddelli (P.
Geivais, 1855) en parte ixi Rusconi (1930, 1931, etc.) y Palaeolaxna Weddeliii (P. Gervais,
1855) en paite in Cabrera (1931, 1935). Concluye Hoffstetter (op. cit.: 317) que el nombre
válido para la especie argentina es Palaeolaxna paradoxa (H. Geivais & Ameghino, 1880).
41 Sobre las especies de Palaeolama hay notables diferencias. Cabrera (1931: 114) admitía una
sola especie; Hoffstetter (op. cit.: 317-320) por su parte acepta seis y con duda una séptima,
mientras que Webb (op. cit.: 175-196) considera sólo tres.
42 La única especie aceptada por Cabrera (loco citato) es P. Weddellii.(P. Gervais), mientras que
las especies aprobadas por Hoffstetter (loco citato) son: P. paradoxa (H. Gervais & Ameghino
1880), P. Weddelli (P. Gervais 1855), P. major (E. Liais 1872), P. Reissi (Branco 1883), P. crassa,
P. aequatorialis. Hoffstetter (1952: 320) no opina sobre P. brevirostris Rusconi (1930).
43 Webb (loco citato) acepta P. weddelli y P. aequatorialis al igual que Hoffstetter, pero añade P.
mirifica (Simpson, 1929) que este último no menciona. Sin embargo en lo que se refiere a
las otras especies de Hoffstetter, Webb muestra discordancia. Así P. paradoxa aceptada por
Hoffstetter (1952), es para Webb (op. cit.: 198 ) un sinónimo de Hemiauchenia paradoxa-, P.
major es un sinónimo de Hemiauchenia major (Webb, op. cit.: 199); P. reissi es un sinónimo de
P. weddelli (Webb, op. cit.: 176) y P. crassa es también un sinónimo de P. weddelli (Webb, op.
cit: 177). Él no menciona P. brevirostris que señala Hoftstetter. (Para evitar confusiones,
señalamos que equivocadamente en el trabajo de Webb [1974: 218; citado numerosas
veces en el texto] se le asigna al artículo de Cabrera la fecha de 1932, cuando es 1931).
44 Hemiauchenia H. Gervais & Ameghino (1880).
45 Procede de los estratos del Pleistoceno Medio al Tardío de América del Norte y desde el
Uquianense al Lujanense (es decir a lo largo del Pleistoceno Tardío) del sureste de
Sudamérica.
46 A este género se le reconoce una gran cantidad de sinónimos. Auchenia (hund 1842, en
parte), Auchenia (P. Gervais 1869, en parte) Auchenia (Liais 1872, en parte) Auchenia (Cope
1878, en parte), Palaeolama (H. Gervais & Ameghino 1880, en parte), Hemianchenia (H.
26

Gervais & Ameghino 1880), Holomeniscus (Cope 1884, en parte), Holomeniscus (Cope 1893, en
parte), Camelops (Wortman 1898, en parte), Camelus (Wortman 1898, en parte), Procamelus
(Hay 1921, en parte), Lama (Meriam & Stock 1925, en parte), Tanupolama(Stock 1928),
Hemiauchenia (López Aranguren
47 1930 [a]), Palaeolama (López Aranguren 1930 [a], en parte), Palaeolama (Cabrera
48 1931 y 1935, en parte), Lama (Kraglievich 1946, en parte), Palaeolama (Hoffstetter 1952, en
parte), Palaeolama (Palaeolama) (Churcher 1965, en parte).
49 A Hemiauchenia se le reconocen seis especies, y cada una de ellas con una gran cantidad de
sinónimos. Vamos a enumerarlas.
50 Hemiauchenia paradoxa, H. Gervais & Ameghino (1880). Se le conoce desde el Uquianense o
Chapadmalense (Pleistoceno Temprano) hasta el Lujanense (Pleistoceno Tardío) de
Argentina. Es sinónimo de Palaeolama weddelli (P. Gervais 1855) in P. Gervais (1867, en
parte), Hemiauchenia paradoxa H. Gervais & Ameghino (1880), Palaeolama weddelli (H.
Gervais & Ameghino 1880), Palaeolama major H. Gervais & Ameghino (1880), nec. Auchenia
major Liais (1872), Palaeolama leptognatha Ameghino (1889). Hemiauchenia paradoxa elongata
Rusconi (1930), Palaeolama weddelli (P. Gervais 1855), in Rusconi (1930), Palaeolama weddelli
(P. Gervais 1855), in López Aranguren (1930 [a]), Hemiauchenia major (H. Gervais &
Ameghino 1880), in López Aranguren (1930 [al), Palaeolama weddelli parodii Rusconi (1936),
Lama sp. Kraglievich (1946) y Palaeolamaparadoxa (H Gervais & Ameghino, 1880), in
Hoffstetter (1952).
51 Hemiauchenia major (Liais, 1872). Procede de los depósitos del Pleistoceno Tardío de las
Cavernas de Lagoa Santa, Minas Gerais en Brasil. Sus sinónimos son Auchenia minor Lund
(1843 nomen nudum), Aucbenia major Liais (1872), Aucbenia major (Lund [Sic]), in Winge
(1906), Hemiauchenia major (Liais 1872), in López Aranguren (1930 [al), Palaeolama weddelli
Cabrera (1931, en parte) y Palaeolama major (Liais-Winge 1906), in Hoffstetter (1952).
52 Hemiauchenia vera (Matthew). Es básicamente una especie que corresponde a los depósitos
Hemphillienses de los Estados Unidos. Se le adjudican cinco sinónimos: Pliauchenia
humphreysiana Cope in Wortman ( 1898), Pliauchenia vera (Matthew y Osborn 1909).
Tanupolama vera (Matthew), in J. T. Gregory (1939), Tanupolama vera (Matthew) in Hibbard
(1963), y Tanupolama vera (Matthew), in Webb (1965).
53 Hemiauchenia blancoensis (Meade, 1945). Este género también procede generalmente de los
estratos Blancanenses de Norteamérica. Tiene solo tres sinónimos: Tanupolama cf. T.
longurio (Hay 1921), in Gazin (1942), Tanupolama blancoensis Meade (1945), y Tanupolama
blancoensis Meade (1945), in Hibbard y Riggs (1949).
54 Hemiauchenia seymourensis, Hibbard & Dalquest (1962), al igual que el anterior es un
género norteamericano, procedente de los estratos Kansanenses tardíos. Se le atribuye un
solo sinónimo Tanupolama seymourensis Hibbard y Dalquest (1962).
55 Hemiauchenia macrocephala (Cope 1893). Se encuentra también sólo en Norteamérica y
corresponde al Pleistoceno Medio. Se le atribuyen una gran cantidad de sinónimos.
Holomeniscus macrocephalus Cope (1893), Camelus americanas Wortman (1898), Camelops
vitakerianus(Cope. 1878), in Wortman (1898, en parte). Lama stevensi Merriam & Stock
(1925), Tanupolama stevensi (Merriam & Stock 1928), in Stock (1928), Proauchenia americana
(Wortman, 1898), in Frick (1929), Lama (?) hollomani Hay & Cook (1930), Tanupolama
hollomani (Hay & Cook, 1930), in Meade (1953), Tanupolama macrocephala (Cope 1893), in
27

Hibbard y Dalquest (1962), y Tanupolama stevensi (Merriam & Stock, 1925), in W. E. Miller
(1968).
56 Para sintetizar, vemos pues que el arreglo de los géneros de la Tribu Lamini, puede
formalizarse sumariamente como sigue: Pliauchenia Cope (1875) del Plioceno Temprano y
Medio de Norteamérica. Hemiauchenia H. Gervais & Ameghino (1880) (=Tanupolama Stock,
1928) de los estratos del Plioceno Medio al Pleistoceno Tardío de Norteamérica y del
Pleistoceno Temprano hasta el Tardío de Sudamérica. Palaeolama P. Gervais (1869)(
=Protaucbenia Branco, 1883; Palaeolama [Astylolama] Churcher, 1965) de los depósitos del
Pleistoceno Medio al Tardío de la parte meridional de Norteamérica y septentrional de
Sudamérica. Eulamaops Ameghino (1889) de los terrenos del Pleistoceno Tardío de
Sudamérica. Vicugna Gray (1872) de los estratos del Pleistoceno Medio hasta el Reciente de
Sudamérica y, finalmente, Lama Cuvier (1800) que se encuentra en los terrenos desde el
Pleistoceno Temprano hasta el Reciente de Sudamérica. (Lege Webb, 1974: 211).
57 Como consecuencia del desacuerdo de los taxonomistas y de los paleontólogos en lo que
se refiere a la sistemática de los Camélidos, se tiene que uno de los puntos más
controvertidos es sin duda el origen de las formas modernas de estos animales. Varios
autores han sintetizado esta problemática, pero mientras algunos han centrado la
discusión en las formas domésticas, llama y alpaca, otros han considerado el problema in
toto, es decir incluyendo las formas silvestres y las domésticas. En el primer grupo
podemos citar a Wheeler (1984a: 405; 1984b; 1985b: 78) y Franklin (1982: 464) y en el
segundo a Kent (1987: 171-172; 1988a: 26-28). Consideramos que esta última es la síntesis
más clara y mejor documentada.
58 Como señala Kent (1987: 171), el resultado de esta confusión, ha sido la proliferación de
filogenias teóricas, que se pueden dividir en cuatro grupos mayores (vicie Figura 1):
1. Un guanaco silvestre es el ancestro del guanaco moderno, de la llama moderna y de la alpaca
moderna. Los autores que aceptan esta posición son Thomas (1891), Cabrera (1922), Cook
(1925), Mann (1930), Strooks (1937), Gilmore (1950), Herre (1952; 1961; 1968), Fallet (1961),
Zeuner (1963), Jungáis (1971), Herré y Röhrs (1977), Otte y Venero (1979). Al mismo tiempo
hay que señalar que Hemmer (1975, 1976) coincide sobre este punto en lo que se refiere a la
llama, pero discrepa con respecto a la alpaca (vide infra el punto 3). Es importante indicar que
Flannery el al. (1989; 89) han afirmado que Wing (1977a) ha aceptado la posición que “... el
ancestro silvestre de la llama fue el guanaco...”. Sin embargo la posición de Wing no es tan
afirmativa como se pretende, pues ella escribió ad litteram. “El guanaco es silvestre, y puede
estar cerca al ancestro silvestre de ambas formas domésticas.” (es decir la llama y la alpaca)
(Wing, op. cit.: 847; el subrayado es nuestro).
2. El guanaco silvestre es el ancestro de las formas modernas de guanaco y llama, mientras que
una vicuña silvestre es el ancestro de las modernas vicuña y alpaca. Este punto de vista es
defendido por Burmeister(1879), Ameghino (1889), Antonias (1922), Latcham (1922),
Krumbiegel (1952), Steinbacher (1953), Capurro el al. (1960). Wheeler (1985b), Flannery el al.
(1989) y Bustinza (1970a). Mientras que Otte y Venero (1979) excluyen categóricamente a la
vicuña como ancestro de la alpaca.
3. Un guanaco silvestre es el ancestro de las formas modernas de guanaco y llama, mientras
que un cruce de llama con vicuña habría dado como resultado a la moderna alpaca . Esta es
la posición de Hemmer (1975). Y finalmente,
4. La actual llama es la descendiente de un animal tipo llama silvestre extinto, mientras que la
alpaca de hoy desciende de un animal tipo alpaca silvestre extinto. En otras palabras, los
ancestros de la llama y la alpaca serían formas silvestres del mismo tipo cuyo restos fósiles
son los que se han encontrado en los terrenos correspondientes al Pleistoceno Medio y
28

Reciente, al que nos referiremos más adelante. Esto ha sido sostenido por López Aranguren
(1930b. Aunque la autora admite que las evidencias fósiles de Lama pacos son pocas, y piensa
más bien que la especie Lama gracilis “... bien pudiera ser la antecesora de pacos; puesto que
yo no he encontrado restos de alpaca fósil, sino tan sólo un sub-fósil que Ameghino clasificó
como A. lujanensis...” (López Aranguren, 1930b: 116; lege también, 118-119]), Cabrera (1931)
Cabrera y Yepez (1940). Sin embargo Tonni y Laza (1976) han rechazado esta posibilidad.

Figura 1. Hipótesis para explicar la filogenia de los Camélidos domésticos sudamericanos.

59 Merece la pena señalar que Tschudi (1846) sostuvo que los cuatro Camélidos representan
especies independientes, posición que ha sido aceptada posteriormente por Pocock
(1923).
60 Es nuestro deber aclarar que si bien en esta síntesis del problema, hemos seguido a Kent
(1987), sin embargo hemos ampliado la información.
61 De lo expuesto, siempre siguiendo a Kent (op. cit.: 172), se puede concluir que las llamas
domésticas de hoy son o descendientes del guanaco o de una forma parecida a la llama
que existía en estado silvestre en el Pleistoceno. Mientras que en el caso de la alpaca, ella
puede ser descendiente del guanaco, de una forma parecida silvestre de tiempos
pleistocénicos, de una llama, la que a su vez descendería de un guanaco, de modo que la
alpaca sería el resultado de un cruce entre vicuña y llama, o la alpaca descendería de una
vicuña3.
29

NOTAS
1. Novoa y Wheeler (1984: 116) han indicado como fecha de decisión de la Comisión Internacional
ele Nomenclatura Zoológica el año 1950. Se trata ele un error, pues la misma Wheeler (1991: 14)
posteriormente menciona la fecha correcta. Hay además otra inexactitud que se debe aclarar.
Wheeler (1991: 14) dice que el trabajo ele Frisch fue rechazado “... debido a la falta ele aplicar los
principios de nomenclatura binomial.”, cuando la Opinión 258 señala ad litteram: “... because the
author did not applythe principies...” (el subrayado es nuestro). Nosotros consideramos, además,
que se elebe atribuir la edición de las decisiones de la Comisión Internacional ele Nomenclatura
Zoológica a Hemming y Noakes y no sólo al primero, como lo hace Wheeler (op. ext.: 14, 44).
2. El trabajo ele Sumar debe ser tomado con las reservas del caso, ya que sus citaciones son
incompletas y además en lo que se refiere al punto tratado, evidentemente hay una copia casi
textual elel trabajo ele Novoa y Wheeler (1984) que aparece en su bibliografía, pero que en este
caso no es citado. Dada la dificultad ele conseguir la literatura que menciona Sumar, lo citaremos
textualmente y señalando la fuente que él indica.
3. Después de terminar de escribir el libro, se ha publicado el artículo de Stanley et al. (1994),
donde se discute el origen de la llama y de la alpaca a base de un un análisis de evolución
molecular apoyado en el estudio del DNA mitocondrial. Se llega a la conclusión que la hibridación
puede no haber ocurrido en las especies silvestres, mientras sí se efectuó en las domésticas. Los
autores sugieren que esta hibridación se llevó a cabo después de la Conquista y ello confunde la
interpretación de los datos obtenidos de los animales vivientes. Sobre el particular han escrito:
“... podemos concluir ... que la hibridación entre los camélidos domésticos ha ocurrido en algún
momento en el pasado. Por lo tanto a pesar que podemos eliminar la hipótesis que la hibridación
no sucedió, se pueden señalar tres interpretaciones para la alpaca, a partir de los datos. Es
posible que la alpaca se haya realmente originado como una forma doméstica de la vicuña pero
que la hibridación haya ocurrido después, resultando la mezcla genotípica observada.
Alternativamente, la alpaca puede haberse originado como una mezcla entre llama y vicuña. En
este caso cualquiera de los genotipos pudo originalmente haber estado presente en la alpaca,
dependiendo de la hembra en el cruce. Si nos basamos sólo en la capacidad de las
consideraciones, lo que parece más probable es que una llama macho se cruzó con una vicuña
hembra. Cualquiera de estos cruces puede haber ocurrido, junto con recruzamiento (hackcrossing)
de la llama (o guanaco) en F2 o generaciones subsiguientes. Finalmente no podemos eliminar la
posibilidad que la alpaca es una segunda forma domesticada del guanaco, aunque la morfología
de los incisivos no sustente dichas conclusiones (Wheeler, 1991). Los datos del genoma de la
mitocondria sólo, son por lo tanto, insuficiente para permitir una determinación segura de las
relaciones de los animales domésticos con sus ancestros silvestres.” (Stanley et al., op. cit.: 4).
Como se podrá ver, aún se está lejos de la solución del problema y se confirma en gran parte
(puntos 1. 2 y 3) el planteamiento de Kent (1987: 171-172) que hemos expuesto (vide supra).
30

2. Apuntes sobre la biología de los


Camélidos sudamericanos

NOTA DEL AUTOR


Con la colaboración de Carlos Monge Cassinelli.

2.1 Generalidades
1 No es nuestra intención hacer un análisis global de los aspectos biológicos relativos a los
Camélidos. Aquí solamente haremos referencia a algunos que consideramos importantes
para la discusión que se entablará a lo largo del libro y que, además, son de interés para
los estudiosos que se ocupan de estos animales más desde el punto de vista cultural.
2 Como se sabe, los Camélidos viven en Asia Central, en América Sudoccidental y en
regiones de África comprendidas entre el Mediterráneo y el Senegal y el Océano Atlántico
y el índico (Enciclopedia de los Animales, 1970: 289). Como se ha visto en el Capítulo 1,
estos Camélidos se dividen en dos tribus, los Lamini y los Camelini. Ambas tienen
procesos básicos de rumia, pero son diferentes del suborden Pecora (rumiantes), por una
serie de características. Cabe mencionar la morfología del estómago, la ausencia de
cuernos o astas, la presencia de verdaderos caninos separados de los premolares por el
diastema, la anatomía de las piernas traseras que permite a los Camélidos descansar sobre
el vientre con las rodillas dobladas y los garrones hacia atrás y porque tienen una
almohadilla digital en lugar de cascos (Wheeler, 1991: 12). Nosotros nos referiremos
exclusivamente a los Camélidos sudamericanos.
3 Los Camélidos silvestres y domésticos son, sin ninguna duda, los grandes mamíferos
herbívoros nativos más importantes de Sudamérica. Como escribiera Franklin (1982: 457),
su dominio ecológico, su singularidad y su contribución capital al hombre en tiempos
pasados y presentes, son únicos.
4 A pesar que la fauna de mamíferos sudamericanos es extremadamente rica en roedores y
murciélagos, sin embargo tiene una gran falta de grandes herbívoros. Es así que se
31

considera a Sudamérica como uno de los mejores ejemplos actuales de una fauna
ecológicamente “no saturada”, debido a un bajo número de grandes mamíferos (Keast,
1972; Simpson, 1962). Hay sólo alrededor de 19 especies de ungulados silvestres nativos
(artiodáctilos y perisodáctilos: tres tapires, tres pecaries, dos Camélidos y 11 venados),
que comparados con los 93 de África (cinco caballos, dos rinocerontes, tres suidos, dos
hippos, un tragúlido, dos jirafas y 78 bóvidos) representan un número verdaderamente
pequeño. Y esto a pesar que Sudamérica tiene cerca del 60% del área del territorio de
África y sólo entre el 20% y 25% menos área del habitat preferido de los grandes
herbívoros, es decir bosques, pastizales, estepas o matorrales. Por otro lado, hay que
tomar en cuenta que menos del 3% de las especies de mamíferos sudamericanos son
herbívoros terrestres de tamaño que va entre medio y grande.
5 Mirando un mapa, hoy se esperaría encontrar concentraciones de grandes herbívoros en
los vastos pastizales de la pampa, el páramo o la puna, o en las estepas/matorrales de
Patagonia, sin embargo hay sólo cuatro ungulados silvestres (dos Cérvidos y dos
Camélidos) en todo el territorio comprendido en el Altiplano, en las pampas y en la
Patagonia. De estos ungulados, los Camélidos son los más importantes tanto en
distribución, como en cantidad, tamaño y valor cultural y comercial.
6 Los Camélidos han sido durante un tiempo muy largo una especie de medio árido. Es así
que los Camélidos sudamericanos silvestres y domésticos son los grandes herbívoros
dominantes de las altas praderas andinas y sus vertientes desérticas, así como de las
tierras bajas áridas de estepas y los llanos.
7 Es interesante tomar en cuenta que los habitat pastoriles, como son los de las sabanas y de
los desiertos, probablemente tienen en Sudamérica una difusión mayor que cualquier otra
zona de vegetación (Goodland, 1966). Casi toda Argentina y Uruguay, por lo menos la
mitad de Bolivia, Chile y Venezuela, alrededor de un quinto de Brasil y Colombia, toda la
costa, las tierras altas occidentales y las zonas de puna del Perú, las tierras altas del
Ecuador y gran parte de las Guayanas son desiertos, tundra, pampa, estepas de matorral o
sabana. Hershkovitz (1972) incluye la mayor parte de este territorio en lo que él
denomina subregión Patagónica que comprende los páramos del Ecuador, la paite
meridional de éste, la costa desértica y las regiones de puna del Perú, las tierras altas
alpinas de Bolivia, todas las de Chile, los llanos pastoriles de Uruguay, todos los de
Argentina, salvo las florestas sub-tropicales norteñas, y las zonas pastoriles del Chaco
argentino, del Paraguay y de Bolivia.
8 La fauna de mamíferos de la Sub-región Patagónica, es comparativamente pobre y
mayormente insular. Los mamíferos característicos son reliquias de marsupiales,
edentados y roedores caviomorfos y cricétidos. Entre estos dos últimos grupos hay entre
52 y 76 géneros.
9 A lo largo de los tiempos terciarios, el continente americano ha tenido una fauna rica y
diversificada de ungulados endémicos y grandes herbívoros no-ungulados. En el
Pleistoceno Temprano hubo una fauna de grandes herbívoros, que en sus categorías
mayores, según Keast (1972), ha sido tan rica como la de África actual. Este autor cree que
las pampas han cambiado de tal manera a partir del Pleistoceno (o Plioceno), que han
favorecido la invasión y el dominio de los roedores caviomorfos y cricétidos, antes que el
de los ungulados. Los Camélidos son los únicos ungulados nativos a lo largo de la mayor
parte de su área, ellos representan las formas pastoriles especializadas básicas de esta
subregión Patagónica (Hershkovitz, 1972).
32

2.2 El hábitat
10 En el área de los Andes Centrales, como se verá, los Camélidos han estado asociados por
mucho tiempo con la puna. Esta es una pradera de gran altura, entre los 3,900 y 4,600
msnm. Allí se desarrolla toda una serie de formaciones de plantas (lege Tosi, 1960; ONERN,
1976). Se le conoce como puna clásica, y se sitúa básicamente en las tierras altas que se
extienden desde el Perú Central, hasta el oeste de Bolivia, el Noroeste Argentino y la parte
septentrional de Chile. Debido a su gran altura y su cercanía al Ecuador, la puna es una
zona biológica única que se extiende entre el límite de árboles y la línea de las nieves. La
topografía de la puna es muy variada y puede presentarse en forma de grandes llanos, de
anchos valles abiertos, de cordilleras aplanadas, colinas onduladas, escarpaduras rocosas
y picos dentados.
11 Es un medio frío, seco y a menudo ventoso. Las precipitaciones se dan mayormente en el
verano y de noche las temperaturas casi siempre descienden debajo de los límites de la
helada. En esta pradera alpina, donde no crecen árboles, hay dos períodos climáticos, uno
templado con lluviosidad entre los meses de diciembre y abril, y otro frío y seco entre los
meses de mayo a noviembre. De los datos que se tienen de Pampa Galeras (lege Franklin,
1978 y 1983), el promedio anual típico de temperatura oscila entre 5.6°C y 5.5°C, con una
precipitación anual que varía entre 400 y 700 rara. La humedad se manifiesta en forma de
lluvia y granizo y, sólo ocasionalmente, como nieve. La cobertura de nubes desde el fin de
la primavera y las tempestades del verano, tienen un profundo efecto sobre las
temperaturas mínimas nocturnas, las cuales a su vez afectan la extensión de la estación
de cultivo y, finalmente, la escasa producción de plantas de la puna (Franklin, 1978, 1983).
Sobre las descripciones de las formaciones de plantas, las comunidades y los tipos de
vegetación hay trabajos muy completos (lege Franklin, 1978; 1983; Tosi, 1960; ONERN,
1976; Tovar, 1973).
12 Las vertientes andinas secas y ventosas de Patagonia, son también un hábitat importante
de los Camélidos sudamericanos. Patagonia es un plateau alto de matorrales y praderas
aproximadamente debajo de los 45° de Lat. Sur. Sus llanos planos y ondulados emergen
entre las colinas del desierto y las laderas orientales de los Andes. (Toda esta información
ha sido resumida del trabajo de Franklin [1982: 457, 471 y 473]).
13 La asociación de los Camélidos con la puna ha sido señalada desde hace mucho tiempo, y
en el siglo XVIII Molina (1782, Libro IV: 311) al buscar las diferencias entre los Camélidos
andinos y los camellos del Viejo Mundo, señalaba que una de las más importantes es la de
“... poder vivir en las cordilleras entre las nieves...”, e ingenuamente atribuía esta facultad
a la abundancia de grasa entre la piel y la carne y una cantidad “prodigiosa” de sangre en
las venas que tienen los Camélidos andinos, que les proporciona el calor necesario para
sobrevivir.
14 Pero sobre este asunto no se ha hecho un análisis para esclarecer si este habitat ha sido
siempre el lugar “ideal” para estos animales. Tan es así que la frase de Troll (1958; 29) que
“... las llamas y alpacas son, en sentido biológico, miembros del biotipo puna...” se ha
convertido en consensus gentium (e. g. Murra, 1975: 118) y la puna ha sido definida como “...
el hábitat óptimo de los Camélidos domésticos...” (Browman, 1974: 194). Sin embargo, el
problema es muy complejo y el hecho que hoy estos animales vivan fundamentalmente en
un habitat de altura, no significa necesariamente que ese sea su “hábitat óptimo”.
33

Algunos fisiólogos evidentemente han manejado este asunto en los términos correctos,
sin embargo entre los antropólogos y arqueólogos hay sin duda un desconocimiento del
problema y ello ha llevado a una visión distorsionada de la realidad. Y es que no se ha
entendido bien el significado del término adaptación. Como bien escribió Flores Ochoa
(1975a: 7) “Los Camélidos andinos están magníficamente adaptados a la altura, por medio
de características anatómicas y fisiológicas... que le permiten soportar el frío de la puna y
aprovechar los pastos duros de esta zona y convertir su alto contenido de celulosa en
fibras y carne de gran calidad. Los partos, por ejemplo, se producen en la época de lluvias,
cuando se ofrecen las mejores condiciones para la supervivencia de las crías, por la
abundancia de pastos que producen leche en las madres.”. Pero esta adaptación que es
genotípica no significa una especialización, como muy a menudo se cree, que le impide a
estos animales salir de ese habitat, lista visión equivocada, y aceptada en forma casi
dogmática, es la que ha frenado las investigaciones y ha hecho que no se tomen en cuenta
aquellos datos y evidencias que iban apareciendo en aquellas zonas geográficas donde,
por definición, los Camélidos no podían vivir. Verbigratia la zona costera. Un ejemplo
típico de esta mala interpretación del fenómeno, es la que encontramos en Cardich (1976:
34; repetido ad verbum en 1987b: 21-22), quien escribió: “De acuerdo a importantes
estudios modernos se puede señalar que los camélidos andinos no descendían
normalmente a regiones bajas no sólo porque no desaparecían sus pastos preferidos, sino
también porque presentaban una especialización fisiológica a la vida en las grandes
altitudes, particularmente la alpaca (Lama paco [Sic!]), la vicuña (Vicugna vicugna), la llama
(Lamaglama) y probablemente en menor proporción el guanaco (Lama guanicoe). Así, por
ejemplo, la llama presenta, aún habiendo estado sometida a vivir al nivel del mar por
varias generaciones, las características de “adaptación a la hipoxia (grandes alturas):
ejemplo, gran concentración de hemoglobina en las células rojas de la sangre,
supervivencia más larga de los eritrocitos y una gran afinidad de la hemoglobina por el
oxígeno” (Kreuzer 1966 en Jensen 1974: 16. [Es de notar que el trabajo original lo hizo
Hall, 1937 y ha sido retomado por Kreuzer, op. cit.]). Y este carácter se complementa con la
comprobación de que el clima costero es perjudicial para las llamas (Maccagno 1932: 43 en
Jensen 1974: 17) por lo que se puede descartar esa movilización periódica masiva de las
manadas de camélidos a las regiones costeras. Además se puede señalar otro
inconveniente, aunque menor, de que entre los sitios de las lomas y la puna se intercala
un relativamente extenso territorio semidesértico y pobre en pastura.”. Se puede ver,
pues, a que tipo de generalizaciones se puede llegar, a través de datos tomados de
segunda mano y sin entender el fenómeno.
15 Consideramos importante señalar un hecho que refuerza cuanto venimos diciendo. Uno
de los manuales más citados en la literatura arqueológica es el Handbook of South American
Indians, uno de cuyos tomos ha sido publicado en la década de los años 50. Y sin embargo
ha pasado desapercibido un aserto importante. Gilmore (1950: 432), refiriéndose a la
llama, escribió en dicho manual “... no parece ser un animal especializado de gran
altura...” y luego de haber hecho un análisis de diferentes aspectos relativos a este animal,
entre ellos su fisiología especial, señaló que uno de los factores que influyen a que siga
siendo importante, es “... su tolerancia a la altura...” (op. cit.: 436, 438). Tenemos la
impresión que Gilmore se dio cuenta del problema, pero no lo siguió investigando. Y si
bien Wheeler (1977) no explica tampoco el fenómeno como es debido, utiliza una
terminología correcta y muestra conocer el problema. Es así que al referirse a las alturas
del departamento de Huánuco, sobre los 4,000 msnm, las define como “... el habitat
primario de los camélidos.”. Pero luego señala que “... los estudios de hemoglobina (Aste
34

Salazar, 1964) pueden proveernos también evidencias concernientes a la localización de


los Camélidos antes de su migración a las altas punas alrededor de los 10,000-8,000 a. C.”
(Wheeler, op. cit.: 3 y 15; el subrayado es nuestro). La referencia al trabajo de Aste no es
pertinente, ya que este autor trabajó con carneros y Camélidos, pero no hizo referencia al
problema adaptativo de los Camélidos ya que él partía del principio que éstos son
animales de altura.
16 Consideramos que quien ha aclarado el panorama es Carlos Monge C. (1989: 8) que
escribió: “La literatura internacional biológica, fisiológica y médica se refiere a ciertos
animales andinos como animales de altura. Nuestro grupo... a través de estudios en
mamíferos (incluido el humano), aves y batracios, considera que esta denominación debe
ser revisada dentro de un contexto de gradiente altitudinal. Por ejemplo, los camélidos
sudamericanos, las aves andinas y otros considerados por los fisiólogos como animales de
altura, cuando en realidad ocupan el gradiente andino desde el nivel del mar hasta alturas de
5.000 metros o más... Se considera como marca genética de altura una alta afinidad de la
hemoglobina con el oxígeno que está asociada a una falta de respuesta eritrémica ante la
hipoxia ambiental, listas características están ausentes tanto en los animales europeos
introducidos en el continente americano durante la conquista española como en los
animales nativos cuyo habitat natural no fue ancestralmente el ambiente de altura.
Excepción notable se da en el camello asiático y en el africano, que, pese a su hábitat
ancestral de nivel del mar, presentan una hemoglobina de afinidad tan alta como la de sus
parientes los camélidos sudamericanos. Proponemos enfocar este problema mediante dos
hipótesis de trabajo: la primera presupone que aquellos animales con marca genética de
altura la adquirieron a través de un período evolutivo en zonas andinas altas. La segunda
está relacionada con el concepto de pre-adaptación y se caracteriza por un cambio
mutacional que precede a la invasión de un nicho ecológico que la facilita... El caso de los
camellos y camélidos sudamericanos favorece el concepto de pre-adaptación.”. Y luego
concluye: “Podemos considerar... el de los camélidos, como pre-adaptación, o
alternativamente, un caso de animales que, habiendo adquirido en la altura la marca
genética de alta afinidad, han migrado posteriormente al nivel del mar donde, si bien la
presión de selección (hipoxia) no existe, las características adquiridas no perturban el
normal desenvolvimiento fisiológico y reproductivo de la especie.”, (El subrayado es
nuestro).
17 Recientemente se ha escrito una gran verdad: “... la creencia comúnmente sostenida que
ellos [es decir los Camélidos] no pueden sobrevivir a bajas elevaciones es una herencia de
la conquista española.” (Wheeler et al, 1992: 470).
18 Retomaremos esta discusión después de haber expuesto y analizado las evidencias que
hemos reunido.

2.3 Morfología y fisiología


19 Creemos importante hacer una breve revisión de aspectos morfológicos y fisiológicos de
los Camélidos que consideramos relevantes en relación al hábitat andino que ocupan
estas especies.
20 Desde un punto de vista morfológico, las llamas presentan un peso cardíaco elevado en
relación al peso corporal semejante a otros mamíferos, pero las vicuñas lo tienen
considerablemente elevado (Jürgens el al, 1988; Jürgens, 1989). La densidad capilar,
35

estudiada en el corazón y en el músculo soleo es mayor, lo que facilita la difusión del


oxígeno en los tejidos. Es de notar que las vicuñas presentan estas características en
mayor grado que los otros Camélidos (Jürgens et al., 1988). Los estudios que se han hecho
del tronco de la arteria pulmonar y de la aorta, incluyendo histología, extensibilidad, y
contenido de colágeno y elastina, no mostraron diferencias entre las llamas, los perros,
ovinos, vacunos y cerdos que viven a una altura de 4,330 msnm (Heath et al, 1968). Sin
embargo en un trabajo posterior, del mismo grupo de investigadores, llevado a cabo en
llamas que vivían a 4,720 msnm, no se encontró hipertrofia cardíaca derecha ni de la
media del tronco pulmonar, lo que se considera como una ventaja funcional adquirida a
través de la evolución (Heath et al., 1974).
21 Por otro lado, el grosor de las arterias pulmonares musculares y el peso de los dos
ventrículos de tres llamas y una alpaca de altura, no difirieron de los valores de una llama
y dos guanacos de nivel del mar. Los autores interpretan estos cambios, en el sentido que
explican la modesta respuesta hipertensiva pulmonar de estos animales viviendo en la
altura, cuando se les compara con aquellas de las mismas especies nacidas y criadas a
nivel del mar. Ellos atribuyen estas propiedades a la adaptación evolutiva (Harris et al.,
1982). Dentro de esta línea de investigación, se ha encontrado que las pequeñas arterias
pulmonares de la llama presentan paredes más delgadas que la de otros animales
domésticos aclimatados a los Andes peruanos (Heath et al,, 1969). Desde un punto de vista
funcional, se ha comprobado que las llamas responden a la altura con una moderada
hipertensión pulmonar (Banchero et al, 1971a).
22 En un estudio histológico llevado a cabo en seres humanos y en vacunos, cobayos, y
conejos de altura, se ha constatado que los cuerpos carotideos estaban agrandados. Las
llamas no presentaron este agrandamiento (Heath et al., 1985).
23 Por otro lado, el estudio que se hizo de las dimensiones alveolares del pulmón de una
llama, no mostró diferencias con aquellas de otros mamíferos de tamaño semejante.
Tampoco se pudo demostrar un cambio en este parámetro morfológico en otros
mamíferos criados en la altura (Tenney y Remmers, 1966). Para otros estudios
morfológicos del aparato cardiovascular, vide Heath et al. (1976) y Williams et al. (1981).
24 Es importante subrayar que los Camélidos sudamericanos tienen propiedades sanguíneas
que comparten con los camellos asiáticos y africanos.
25 Estas son: glóbulos muy pequeños y elípticos con alta concentración de hemoglobina, un
porcentaje de glóbulos en la sangre (hematocrito) que es el más bajo de los mamíferos. El
hematocrito bajo resulta en una sangre fluida de baja viscosidad (Whittembury et al.,
1968). A diferencia de los mamíferos propios de nivel del mar, no suben su porcentaje de
glóbulos rojos en las condiciones de menor concentración de oxígeno atmosférico, lo que
ocurre en la altura (Hall et al., 1936; Reynafarje et al., 1968; Miller y Banchero, 1971;
Banchero et al., 1971 b). Los estudios de cinética de formación de glóbulos rojos llevados a
cabo en llamas, alpacas y vicuñas, han mostrado que estos animales tienen mayor
producción y destrucción de glóbulos rojos que los nativos de altura, pero que la masa
globular total es menor, No se encontró secreción de eritropoyetina (la sustancia que
ordena la formación de glóbulos rojos) en condiciones normales a 4,200 msnm, pero sí
después de una sangría profusa en una alpaca (Reynafarje, 1966; Reynafarje el al, 1968).
También se ha comprobado una mayor secreción de eritropoyetina en estos animales
después de exposición aguda a la altura (Scaro y Aggio. 1966). Además su hemoglobina es
de alta afinidad por el oxígeno (existen trabajos sobre propiedades especiales de los
glóbulos rojos de Camélidos sudamericanos. Lege Jain y Keeton, [1974], Smith et al. [1979]).
36

La fragilidad a la dilución osmótica está muy aumentada y esta propiedad es semejante en


los camellos (Gurmendi, 1966). No está demás recordar que la primera descripción del
elevado número de glóbulos rojos en la llama, ha sido hecha por Viault (1890).
26 Un estudio de grupos sanguíneos llevado a cabo en guanacos, llamas e híbridos de ellos,
ha llevado a la conclusión que estos Camélidos muestran polimorfismo de las células rojas
y hay ausencia de isoanticuerpos naturales. Pueden ser tipificados con antisuero de
conejo en pruebas hemolíticas, tal como ocurre en vacunos y así mismo con lectinas y
electroforesis en gel de almidón. Aunque estos trabajos podrían ser utilizados para la
clasificación de estas especies, Miller et al. (1985) concluyen que se requiere de más
pruebas para determinar su valor para la clasificación taxonómica de los Camélidos del
Nuevo Mundo. Un estudio posterior de Penedo et al. (1988) de la variación genética de
llamas y alpacas, sugiere que estos animales están relacionados como subespecies, más
bien que como especies.
27 Una propiedad de la hemoglobina de los Camélidos que ha sido intensamente estudiada,
es la de su alta afinidad por el oxígeno que también la comparten otras familias con
adaptación genotípica a la altura, como aves y batracios andinos (Winslow y Monge, 1987;
Hall. 1936. 1937; Sillau etal.. 1976: Banchero et al. 1971b; Banchero. 1973; Bartels et al., 1963;
Bauer et al. 1980; Chioeli, 1962. 1971; Jürgens et al.. 1988; Braunitzer, 1979, 1980; Braunitzer
et al., 1977a, 1977b. 1980; Meschia et al, 1960; Van Nice et al, 1980; Petschow et al, 1977;
Monge M. y Monge C, 1968; Villavicencio et al. 1970). El 2-3 DPG es un regulador alostérico
de la afinidad de la hemoglobina que está ausente en ovinos y bovinos pero está presente
en llamas y alpacas (Reynafarje y Rosenman, 1971).
28 En una reciente publicación de Poyart et al. (1992), se sugiere a base de estudios de
estructura molecular de la hemoglobina, que el antecesor de las cuatro especies de
Camélidos existentes tenía hemoglobina de alta afinidad. Basado en la secuencia de
aminoácidos de las cadenas α y β de la hemoglobina, proponen un árbol de descendencia
donde el antecesor común da origen, de un lado al camello dromedario y de otro, a un
antecesor de los Camélidos sudamericanos. Este último daría origen a la vicuña, a la
llama, a la alpaca y al guanaco. Este árbol genealógico que es muy general, si bien no
aclara al que se desprende de los datos paleontológicos, nos parece interesante.
29 A diferencia de los seres humanos nativos de altura que pierden su capacidad de
aumentar su ventilación en forma significativa cuando son sometidos a hipoxia aguda, las
llamas de altura mantienen esta respuesta (Brooks y Tenney, 1968).
30 Se ha comprobado que los tejidos de la llama tienen una capacidad muy alta de extracción
de oxígeno, si se la compara con seres humanos de altura (Banchero et al., 1971a). Esta
capacidad también se ha verificado en el feto de la llama (Benavides et al, 1989) y en la
alpaca (Sillau et al., 1976). La distancia intercapilar de difusión del oxígeno en la placenta
de la llama, es la más pequeña de los ungulados domésticos estudiados (Stevens et al.,
1980). Aunque la placenta de la llama tiene seis capas epitelio-coriales, sin embargo la
diferencia transplacentaria estimada es pequeña, lo que indica que hay una baja
resistencia a la difusión del oxígeno (Meschia et al., 1960).
31 Un estudio que se hizo de llamas en ejercicio graduado, demostró que dado que ellas
tienen una baja capacidad de oxígeno, requieren de elevados flujos circulatorios en el
ejercicio intenso. Estos flujos transportan substratos a velocidades compatibles con el alto
consumo de oxígeno requerido (Hochachka et al. 1987).
37

32 Por otro lado, estudios bioquímicos que se han llevado a cabo con alpacas, muestran que
la deshidrogenasa láctica, la glucosa-6-fosfato deshidrogenasa y la mioglobina se
encuentran elevadas en los animales que viven en la altura y que estos compuestos
disminuyen en concentración cuando los animales bajan a nivel del mar (Reynafarje,
1971). El estudio de la estructura química del DNA de alpaca no indicó diferencias con la
estructura de doble cadena de otros vertebrados (Melgar et al. 1971).
33 El único trabajo que hemos registrado sobre función renal en la llama es el de Becker et al.
(1955), que merece repetirse porque sus datos no coinciden con lo esperado para un
animal de hematocrito bajo.
34 Las marcadas diferencias fisiológicas entre los Camélidos sudamericanos y aquellos
mamíferos que fueron introducidos en Sudamérica durante la Conquista española,
permiten hacer un análisis de las adaptaciones genotípicas y fenotípicas (Monge y
Whittembury, 1976). Desde el punto de vista de la capacidad humana para vivir a grandes
alturas, debemos señalar que el hombre no presenta adaptación genotípica y que por lo
tanto, sus capacidades fisiológicas aclimatativas a la altura son reversibles cuando baja a
nivel del mar y no se transmiten a los descendientes. Analizaremos las diferencias entre la
fisiología adaptativa de los Camélidos sudamericanos y el nativo de altura, haciendo
hincapié en el hecho de que los Camélidos no padecen el cuadro de desadaptación a la
altura, que muestra la limitada capacidad del ser humano de vivir a gran altitud (Winslow
y Monge, 1987).
35 A diferencia de los nativos de altura, los Camélidos sudamericanos tienen las paredes de
las pequeñas arterias pulmonares delgadas y faltas de muscularización. Responden,
además, a la hipoxia de altura con modesta hipertensión pulmonar. No muestran un
aumento del tamaño del corazón derecho, su sangre es de baja viscosidad, con niveles de
hemoglobina cercanos a los de los seres humanos, pero no hacen policitemia en la altura y
su hemoglobina es de alta afinidad. No presentan tampoco un aumento de tamaño de los
cuerpos carotideos, ni desarrollan una baja respuesta ventilatoria a la hipoxia aguda.
Tienen tejidos con aumento de capilares por área de superficie, y una corta distancia de
difusión al oxígeno en los capilares placentarios. Responden al ejercicio con un aumento
notable del flujo circulatorio y con una elevada capacidad de extraer oxígeno de la sangre
que irriga los tejidos.
36 En opinión de los especialistas en fisiología adaptativa (Monge y León Velarde, 1991), las
propiedades arriba descritas parecen conferir a los Camélidos sudamericanos una gran
capacidad para la vida en la altura. El nativo de altura, comparte con los animales
domésticos introducidos en Sudamérica hace aproximadamente 500 años, sus limitadas
capacidades para la vida a gran altura. El estudio de los Camélidos.sudamericanos resulta
así un instrumento de gran importancia para la interpretación de la vida en las altas
montañas, incluyendo aspectos de salud y de rendimiento pecuario, que afectan
indirectamente el bienestar de las poblaciones andinas.
37 Una extensa revisión de la literatura sobre el tema de adaptación a la altura, ha sido
llevada a cabo por Jensen (1974). El acepta en forma indiscriminada, puntos de vista
inaceptables en lo que se refiere a los Camélidos. Afirma que “... es posible que las
adaptaciones respiratorias (incluyendo alteraciones químicas de la sangre), a los efectos
hipóxicos de la sangre tienden a restringir las especies a la altitud, o clicho de otra forma,
entre las especies que tienen movilidad en diferentes altitudes, ¿sería la adaptación
incompleta del sistema respiratorio, la mayor forma de adaptarse?” (Jensen, op. cit.:
38

17-18). Basa estas afirmaciones en datos tomados de la literatura, que sostienen que las
llamas sobreviven difícilmente a nivel del mar y peor aún las alpacas. Al mismo tiempo,
acepta que las llamas sufren modificaciones genéticas del sistema respiratorio a los
efectos hipóxicos de las grandes alturas. Combinando estas afirmaciones, encuentra una
explicación evolutiva para el hecho de que las llamas sólo pueden vivir bien en la altura,
lo que es falso, y sugiere que los animales que ocupan un gradiente andino podrían
hacerlo por su incompleta adaptación respiratoria. Esto último es puramente fantasioso.
Siguiendo esta línea de pensamiento, se refiere al guanaco como un animal que no tiene
un aparato respiratorio especializado para la altura, pero en cambio, puede vivir
perfectamente a nivel del mar. Es importante señalar que no existen estudios específicos
de la capacidad respiratoria del guanaco, de modo que estas aseveraciones son
simplemente imaginativas. En lo que respecta a las propiedades de la sangre, el guanaco
no difiere substancialmente de los otros Camélidos.
38 Conviene advertir al lector del peligro que revisten aquellas revisiones de literatura
fisiológica referentes a los Camélidos sudamericanos que son llevadas a cabo por
estudiosos sin base fisiológica, ya que muchas de ellas son excesivamente especulativas y
basadas en datos de la literatura que contienen graves errores conceptuales y de
información.
39 El hecho que los camellos que viven a nivel del mar tengan propiedades sanguíneas
similares a las de los Camélidos sudamericanos, es asunto de gran importancia desde el
punto de vista de fisiología evolutiva. Para algunos autores, ciertas mutaciones
seleccionadas en determinado hábitat, pueden resultar beneficiosas para otro hábitat y
permitir así la invasión de éste sin necesidad de mayor selección natural. Esta capacidad
se ha llamado (impropiamente) preadaptación (Monge C, 1989)1. Esto pudo ocurrir con
camellos ancestrales, cuyas capacidades naturales les permitieron invadir hábitat
desérticos en Asia y África y de altura en Sudamérica. En el caso específico de la
hemoglobina de alta afinidad, creemos que esta propiedad pueden haberla adquirido
independientemente los camellos asiáticos y africanos a su paso por las altas montañas de
Asia, luego de su migración desde América. La razón para esta hipótesis, está basada en la
observación de que esta propiedad puede adquirirse en corto período evolutivo, como lo
han descrito León-Velarde et al. (1991).
40 Es también importante anotar que las llamas, las alpacas y los guanacos no varían su
temperatura corporal en presencia de severa deshidratación, tal como lo hacen los
dromedarios. En este sentido, la propiedad poikilotérmica adquirida por los dromedarios
en su adaptación a la vida desértica intensa del Norte de Africa, no es compartida por los
Camélidos sudamericanos (Bligh et al., 1975). No se conoce si el camello asiático es
también poikilotérmico.

2.4 La reproducción
41 Entre los factores que tienen una fuerte incidencia en el aspecto cultural de los
Camélidos, son sin duda su larga gestación, la baja fertilidad y el hecho de poder concebir
una sola cría.
42 Los machos y las hembras alcanzan la pubertad a los 12 meses de edad, pero la edad
reproductora demora usualmente hasta los dos años en las hembras y tres años en los
machos. Estos animales muestran una tendencia a la reproducción estacional, sin
39

embargo cuando se mantienen los machos separados de las hembras, éstas son activas
sexualmente durante todo el año (Fernández Baca, 1971). El período de gestación de la
llama es de 348 días según Novoa y Wheeler (1984: 117), de 352 días según Sumar (1975:
300) y entre 348 y 368 días según Wheeler (1991: 31). El de la alpaca es de 342 días según
Novoa y Wheeler (op. cit.), 343 días según Sumar (op. cit.) y entre 342 y 345 días según
Wheeler (1991: 31). Y es de aproximadamente 11 meses en el guanaco y la vicuña según
Novoa y Wheeler (op. cit.). aunque Wheeler indica un período de 345-360 días para el
guanaco (Wheeler, 1991: 20; pero es de notar que la autora le atribuye la información a
Franklin [1982] el cual sin embargo indica cifras diferentes, pues dice “13 a 15 meses”
[Franklin, op. cit.: 482]), y entre 330 y 350 días para la vicuña (Wheeler, 1991: 25), lo que
coincide aproximadamente con la información de Franklin (1992: 477) que indica 11
meses (± 1-2 semanas).
43 Sabemos que todos los animales domésticos tienen una baja fertilidad en la puna y ello
comprende también a los Camélidos. Los veterinarios del Instituto de Investigaciones
Tropicales y de Altura (IVITA), consideran el 50% de fertilidad como típica para las llamas
en las punas. Ello quiere decir que cada hembra fértil podrá tener solamente una cría por
año, en promedio, y durante su vida productiva. Este no es solamente un problema de las
hembras, pues también la fertilidad de los machos es baja, inclusive entre las llamas que
han nacido y se han criado en la puna.
44 Flannery que ha estudiado los pastores ayacuchanos, ha podido constatar que los de la
región de Yanahuaccra-Toqtoqasa están de acuerdo que cada año. cada una de sus llamas
hembras tienen alrededor de una posibilidad en dos de tener un nacimiento, y que ellos
no pueden esperar en cada caso tener un nacimiento dos años seguidos. Dado que las
hembras comienzan a ser jóvenes alrededor de los tres años de edad (aunque esta
información difiere de la que da Fernández Baca [1971], que hemos señalado
anteriormente), ello significa que inclusive una buena hembra puede tener no más de
cuatro a seis crías durante su vida. Todos estos pastores están de acuerdo que la llama
puede vivir unos 20 años, aunque la mayoría no lo logran. Además su utilidad comienza a
declinar alrededor de los 15 años, cuando los clientes se han gastado hasta el punto que ya
no puede forrajear en forma efectiva y el animal comienza a adelgazar hasta perder sus
fuerzas. Siempre según Flannery, los pastores ayacuchanos controlan cuidadosamente a
sus animales para poder detectar este momento crítico y aquellas llamas que lo alcanzan
son comidas antes que comienzen a adelgazar. Pues en el caso de las hembras se trata de
animales que ya no podrán lactar a los jóvenes y en el de los machos de animales que ya
no podrán cargar bultos. Casi todos los pastores están de acuerdo que ellos prefieren
comer sus llamas viejas antes que venderlas, pues ellos tienen una percepción muy fuerte
de la integridad de su rebaño y algunos de ellos han señalado que la mala suerte puede
alcanzar a los otros animales, si uno de ellos es vendido a un extraño (Flannery el al, 1989:
99).
45 Se presume que esta baja fertilidad es debida a los pastos pobres, a problemas de clima y
altitud y al aumento de la carga genética subletal debida a crianza selectiva para rasgos
recesivos. Parece que en los Camélidos, el cuerno uterino derecho está usualmente
atrofiado, lo que reduce las probabilidades de fertilización por gameto (Maccagno, 1932:
24; Browman, 1974: 191). Pero lo que es más interesante, es que Fernández Baca (1971: 19)
ha encontrado algunas sugerencias de fertilidad diferencial a diferentes alturas.
46 Nos parece que este problema de la baja fertilidad, ha sido encarado correctamente por
Flannery etal. (1989: 214). Ellos han escrito que antes los guanacos han migrado
40

ampliamente en búsqueda de forraje, mientras que hoy en día la llama es encerrada en las
kanchas, donde su estiércol comunal se convierte en fertilizante para los campos de papa
en vez de ser los marcadores de los límites de su territorio. Para poder obtener la
constante necesidad de pastos frescos, hoy son los pastores los que tienen que migrar.
Ellos establecen una serie de estancias en la sallqa (es decir en la puna) alta y baja, entre las
que se mueven sus rebaños sobre una base estacional. Durante las estaciones agrícolas, los
animales deben ser mantenidos lejos de las chakras, a mayores alturas. Esto se ha podido
lograr llevando las llamas a altas elevaciones por períodos más largos de lo que hubieran
hecho sus ancestros, los guanacos. Este hecho bajó la fertilidad y ella está cerca de la de
todos los mamíferos domésticos llevados a la sallqa.
47 Consideramos que esta intervención humana, que han señalado flannery et al. (loco citato)
y que ha causado la baja fertilidad de los Camélidos, no es la única. Hubo otra más
temprana, que se produjo mucho antes de la domesticación de estos animales, aunque en
condiciones diferentes, punto que discutiremos más adelante.
48 Cuando los animales viven en manada, los partos son estacionales, entre diciembre y
marzo o sea que las crías nacen durante la estación de lluvias, cuando hay mejor pasto.
Sin embargo en asociaciones periódicas, los nacimientos pueden ciarse a lo largo del año.
Los nacimientos se producen entre la salida del sol y el principio de la tarde, siendo ello
una adaptación al medio que aumenta la supervivencia de los recién nacidos, pues de esta
manera se evita el alumbramiento de noche cuando se dan las heladas y las temperaturas
son muy bajas (Novoa y Wheeler, 1984: 117).
49 Es importante señalar, sin embargo, que hay una gran incidencia de mortalidad
embrionaria dentro de los 30 primeros días de gestación (Fernández Baca. 1971), que al
decir de Novoa y Wheeler (1984: 117) puede alcanzar un promedio de 40%.
50 Según Wheeler (1985b: 71) las tasas de mortalidad al nacimiento, entre los Camélidos
silvestres, son relativamente bajas. Es así que Raedecke (1979: 199) ha señalado una
mortalidad de 4.40% para los machos y 4.39% para las hembras, éntrelos guanacos
neonatos de Tierra del Fuego. Wheeler (op. cit), informa además que Franklin (1978: 42) ha
comunicado una mortalidad de 10% a 30% en los cuatro primeros meses entre las vicuñas
de la Reserva de Pampa Galeras. Entre los guanacos, la muerte es fundamentalmente
debida a la hambruna, mientras que la mayor parte de muertes de las vicuñas son debidas
sobre todo a los depredadores. Parece que nada permite afirmar que en las dos especies la
enfermedad contribuye a la mortalidad, ni al aborto en los últimos meses de la gestación.
Contrariamente a lo que se observa entre los Camélidos silvestres, la mortalidad es muy
marcada entre las jóvenes alpacas y llamas. Es así que Fernández Baca (1971: 29) ha
indicado una mortalidad media anual de 50% durante los primeros cuarenta primeros
días de vida. La causa principal de la muerte es la enterotoxemia. (Vide Wheeler, 1985b:
71-72; 1984c: 79). Sabemos, por otro lado, que los hatos de alpacas de la Estación de
Camélidos de La Raya (4,100 msnm) sufre una mortalidad del 30%, durante el primer año
de vida, a pesar de ser mantenidos bajo “condiciones ideales” (Miller, 1981: 21).

2.5 Nutrición y otras características


51 Un aspecto de fundamental importancia desde el punto de vista cultural, y que a nosotros
nos interesa en forma muy particular, es el de la nutrición. La evolución temprana de
estos animales, está relacionada con el divorcio de creodontes y condilartras. Según
41

Cardozo (1975a: 63), el aumento de volumen de algunos compartimientos del estómago se


ha producido para reducir la velocidad de paso de la digesta. Esto es apropiado para
animales que aprovechan forrajes groseros que necesitan ser transformados para que se
pueda utilizar sus nutrientes. En los rumiantes, la forma de reducir la velocidad del paso
de la eligesta es dada por los pilares rumiales. Este efecto se consigue en los Camélidos
con la formación de los sacos glandulares. Según Cardozo (loco cilalo), Langer (1974: 306),
asume tres modelos de evolución en los artiodáctilos, pero en todos ellos los Camélidos
aparecen independientes, aunque más próximos de los rumiantes. En efecto, a pesar que
existen ciertas diferencias con los rumiantes avanzados, los Camélidos sudamericanos
tienen el proceso básico de digestión de éstos (Novoa y Wheeler, 1984: 116-117). Pero al
mismo tiempo hay algunas diferencias importantes, como lo han señalado San Martín et
al. (1989: 98, 108), que influencian la selectividad. Por ejemplo, según los estudios de
Vallenas (1965), la morfología del estómago entre los rumiantes avanzados y los
Camélidos difiere. Los Camélidos tienen un menor consumo de forraje (Reiner et al., 1987),
un pasaje más lento de las partículas alimenticias y un mayor tiempo de retención rumial
que los ovinos (San Martín, 1987). Estas características permiten una digestión más
completa del forraje seco (Van Soest, 1982).
52 La diferencia más importante de la anatomía del estomago de los Camélidos con respecto
a los verdaderos rumiantes, es en las características de la motilidad. San Martín y Bryant
(1987: 12; 1988: 84-85) explican que el estómago de los Camélidos sudamericanos, tiene
una actividad más continua que la observada en los rumiantes avanzados. Y señalan que
Engelhardt y Rubsamen (1979) han indicado que las características de la motilidad en
Camélidos, son muy diferentes a aquellas del retículo-rumen en los rumiantes avanzados
y, por lo tanto, cualquier analogía entre estas dos especies es difícil de probar. En efecto,
“... se ha sugerido (Vallenas y Stevens 1971a, 1971b) que la mayor eficiencia digestiva de
los camélidos sudamericanos sobre los otros rumiantes, puede deberse a su estómago
anterior que es más continuamente activo y tiene ciclos de rumiación más frecuentes que,
combinado con las secreciones de la bolsa glandular, pueden lograr una mezcla, una
maceración y quizá incluso una absorción más adecuada y eficiente.” (Franklin, 1982:
482).
53 Este mayor tiempo de retención, permite que la digestión de alimentos de alto contenido
lignoceluloso (como es el caso de los pastizales nativos altoandinos) sea mucho más fácil
(San Martín y Bryant, 1988: 92). Consideramos importante insistir sobre este punto y
señalar el tiempo de la digestión en los Camélidos, ya que éste no ha sido tomado en
cuenta por los arqueólogos, y sin embargo juega un rol muy importante en la
interpretación de los restos de excrementos de estos animales. San Martín y Bryant (1988:
15) señalan los estudios comparativos que se han hecho entre Camélidos sudamericanos y
rumiantes avanzados, que demuestran que el Camélido retiene el alimento en el tracto
digestivo por mayor tiempo. Es así que mientras un ovino retiene el alimento entre 40.9 y
43.2 horas, la alpaca lo hace 50.3 horas, y la llama 62.3 horas (los autores han usado los
trabajos de Florez, 1973 y San Martín, 1987). Esto demuestra, como lo advierten San
Martín y Bryant (1987: 25), que los Camélidos sudamericanos son más eficientes que los
ovinos en la digestión de alimentos de mediana y baja calidad.
54 Un elemento importante del sistema digestivo de los Camélidos, es la existencia de una
dentición especializada que, como veremos más adelante, ha sido un factor muy
importante a nivel arqueológico para el reconocimiento de los restos de estos animales y
hay quien piensa que se pueda utilizarlos para distinguir los silvestres de los domésticos.
42

Estos dientes se caracterizan por estar sujetos a un crecimiento continuo (aunque según
Wing [19731 este fenómeno se da sólo en la vicuña). Además el labio leporino, tan típico
de estos animales, les permite comer con facilidad los duros pastos de la puna (lege Novoa
y Wheeler, 1984: 117; Flores Ochoa, 1975b: 300). (El lector que esté interesado en una
descripción completa del sistema digestivo de los Camélidos, de su estructura y su
función, podrá revisarla en el trabajo de San Martín y Bryant, 1987).
55 Lo cierto es que, a pesar de todos los estudios que se han hecho, como bien dice Sumar
(1988: 28), nuestro conocimiento de la fisiología digestiva de los Camélidos es aún escasa.
Pero no cabe ninguna duda, como insisten San Martín y Bryant (1987: 56-57), que los
Camélidos sudamericanos se han adaptado bien a las áreas donde la cantidad de forraje es
limitada y los nutrientes se hallan altamente diluidos por carbohidratos estructurales que
son difíciles de digerir, listas son justamente las características propias de la vegetación
actual del Altiplano, donde hay largos períodos de sequía durante el año (normalmente
hay cuatro meses secos) y son frecuentes los ciclos de años secos. Estos autores concluyen
que “Bajo estas condiciones, debido a las características selectivas, reducido consumo,
mayor tiempo de la digesta en su tracto digestivo, además de estar fisiológicamente
adaptados para sobrevivir en zonas de gran altitud (Reynafarge 1975 [debió citarse
Reynafarge et al.]), los Camélidos sudamericanos son las especies más apropiadas para
utilizar la escasa y fibrosa vegetación presente en la región del Altiplano.”.
56 Hay otro problema que está íntimamente asociado con el de la alimentación y que desde
el punto de vista cultural es muy importante de dilucidar, nos referimos a la capacidad
que tienen los Camélidos para efectuar largas marchas con poco alimento y poca agua.
Sobre este punto se ha escrito en muchas oportunidades, pero no siempre con
fundamento de causa. Así Murra (1978: 88) afirma: “En los cronistas no hallamos detalles
acerca de la posibilidad de abstenerse largo tiempo de alimento y agua, a la manera de los
camellos, como lo indican observadores modernos”. En algunos cronistas, como veremos (
e. g. Zarate, 1968: 176) hay referencias y en los viajeros también. Así por ejemplo Tschudi
(1885: 107; 1891: 107; 1918: 227; 1969: 137) anotó: “Después de la caída del sol, las llamas ya
no pastan, y aún pueden pasarse sin comer dos o tres días. La circunstancia de que sólo de
día busquen su alimento, ha determinado sin duda la necesidad de no someterlas en viaje,
sino a jornadas cortas de unos 20 kilómetros.”. Evidentemente sobre esto se ha exagerado,
pero hay un fondo de verdad. Es un hecho que los lamoides y los cameloides muestran
Lina adaptación especializada a un medio árido a semiárido, pero solamente los
cameloides pueden soportar grandes períodos sin agua (vide Novoa y Wheeler, 1984: 117).
Gilmore (1950: 430) explica que parece que el mecanismo de almacenamiento de agua en
los verdaderos camellos está en el metabolismo de la joroba, la grasa subcutánea y los
carbohidratos del cuerpo y podría haber un paralelismo (aún sin joroba) en los lamoides.
El uso de agua del organismo se hace efectivo probablemente en las largas marchas
forzadas sin agua que las llamas pueden hacer o se sabe que han hecho. Desde el punto de
vista fisiológico los camellos y los lamoides probablemente están bien adaptados para
prosperar en ambientes de escasa vegetación, y poder derivar muchos carbohidratos de la
celulosa por acción enzimática y/o bacterial en el rumen de su complejo estómago. Los
carbohidratos producen más agua que grasas en la transformación de energía metabólica.
Gilmore considera esta ventaja como muy relativa, ya que el consumo de una dieta
estrictamente hidrocarbonada daría una cantidad de agua, aproximadamente 15% mayor
que una de grasa pura. Como un herbívoro consume pastos que contienen una cierta
proporción de lípidos y no podría hacer una alimentación lípida; en realidad el factor más
43

importante de la dieta, en lo que respecta a ingesta de agua, depende más de la sequedad


de los pastos que de su composición química.
57 Raedeke (1976: 93) que estudió mucho los guanacos, escribió también sobre el mismo
aspecto: “Existen muchos mitos que aún están vigentes, acerca del consumo frugal de
agua y la capacidad de almacenamiento que posee la familia de los Camélidos. Se dice que
los camellos conservan el agua en sus jorobas. En realidad el camello es un eficiente
usuario de agua, pero aún así, tiene que tomar agua cada ciertos días. Mucha gente en
Tierra del Fuego tiene todavía la creencia de que los guanacos bajan al océano cada día a
tomar agua salada, pero esto no se observó nunca en los tres años de este estudio. Una
población pequeña de guanacos vive en una gran planicie salada, pero esto es un
problema de supervivencia y no una búsqueda de agua salada, por cuanto el área es
inaccesible y no hay ovejas presentes. La gran cantidad de agua que necesita el guanaco
está probablemente dada por la vegetación que come, esto porque la zona es a menudo
húmeda y lluviosa y hay mucha agua disponible en los pastos.”
58 Otro aspecto muy importante de la biología de estos animales y que ha sido uno de los
más caros a los conservacionistas para defender a esta Familia, es el de la característica
anatómica muy especial de las patas, que ofrece grandes ventajas sobre las de los
animales introducidos. Es así que se ha hecho ya proverbial la capacidad de las llamas de
transitar por los caminos incaicos sin producir ningún daño (vide Manrique, 1985;
Usselmann, 1987). Esto evidentemente es una gran ventaja que ofrecen estos animales,
pues como lo explica Sumar (1992: 93), la pequeña falange ungular de éstos no lleva cascos
o pezuñas, que son típicos de otros rumiantes, y tienen uñas que cubren la superficie
dorsal. Esta característica de las patas, le confiere a los Camélidos una mayor superficie de
apoyo que no malogra el suelo, como sucede con los otros animales de casco y pezuña. Por
eso, siempre según Sumar (op. cit.), se dice vulgarmente que la alpaca y la llama son unas
“damas con el suelo”, lista característica ha servido también para clasificar a los
Camélidos en el Sub-orden de los Tilópodos, diferenciándolos de los otros rumiantes que
tienen cascos, que son los Pécora.
59 Según Koford (1957: 162), los lamoides son probablemente más eficientes que los camellos
del Viejo Mundo, en caminar y correr sobre las laderas y las rocas.
60 Un punto sumamente importante de los Camélidos, en lo que a la interacción hombre-
animal se refiere y que consideramos de fundamental importancia en el proceso de
domesticación, como explicaremos a su debido tiempo, es el sentido de territorialidad que
tienen estos animales, unas especies más que otras. Y esto se expresa con la demarcación
del territorio del grupo por medio de acumulaciones de excrementos en zonas
determinadas, que se producen por defecaciones y meados en pilas comunes. Esta es una
característica muy particular del comportamiento de los Camélidos sudamericanos y ello
llamó la atención de Darwin (1921: 239) quien escribió: “Los guanacos tienen una
costumbre singular, que de ningún modo acierto a explicarme, y es que en días sucesivos
echan los excrementos en el mismo montón. He visto uno de estos estercoleros, que
medía unos dos metros y medio de diámetro y contenía gran cantidad de excrementos.”.
Raedeke (1976: 112) ha podido observar que muchas de esta pilas comunes de estiércol
son usadas año tras año y son bastante grandes, hasta de tres metros de diámetro y
alcanzan un espesor de 20 a 30 cm. Según este autor, Franklin (1973; se trata en realidad
de un “Progress Report” mimeografiado) averiguó el peso en seco de las pilas de
excrementos de vicuñas, y ellas eran de 45 kg. Koford (1957: 169-170) ha observado que
las alpacas y las llamas, usan los mismos montones que son utilizados por las vicuñas. Un
44

montón típico grande, tiene 30 cm de espesor en el centro y 4.50 m de diámetro. Estas


pilas de estiércol son un recurso muy importante en la economía de los indígenas de las
pampas, quienes las utilizaron como combustible para cocinar.

2.6 Las enfermedades: la sarna


61 Otro punto que debemos tratar, es el de las enfermedades, pues algunas de ellas han sido
de gran importancia en la historia del hombre, sobre todo a partir del momento en el que
se produjo la domesticación. Entre ellas es de interés señalar a la sarna, pues como se verá
más adelante, ella está ampliamente citada por los cronistas hispanos y ha tenido una
fuerte implicancia en la economía de las poblaciones andinas.
62 Flannery et al. (1989: 102-103, 113-114) han hecho un buen balance del problema. De ello
se desprende que en realidad hay dos enfermedades de los Camélidos que reciben el
mismo nombre: qarachi en quechua y sarna en español. Ambas son causadas por ácaros de
240-450 micrones de tamaño.
63 El ácaro de la sarna, Sarcoptes scabiei, se sospecha que ha evolucionado con el hombre por
muchos milenios y luego ha sido transferido a los animales domésticos. Hoy hay
diferentes razas específicas para el hombre, el perro, las ovejas, los puercos, el ganado
vacuno, las cabras, el camello del Viejo Mundo, los Camélidos sudamericanos, los conejos
y los caballos. Estas razas pueden infestar a los mamíferos que, sin ser sus huéspedes
específicos, no causan infestaciones permanentes (Baker y Wharton, 1952: 363).
64 La hembra del Sarcoptes puede penetrar en la epidermis en menos de tres minutos y
continúa excavando a un promedio de 2 a 3 mm al día, hasta producir una cavidad de
hasta 3 cm de largo en la capa dura exterior de la piel (Belding, 1942: 765). Aquí deposita
sus huevos, que entre los 8 y 15 días son adultos y comienzan a excavar su propio hueco.
La infestación inicial no produce picazón, pero después del mes o algo así el huésped se
hace sensible, la picazón se vuelve intolerable y comienza la caída del pelo. En esta
infección, el factor importante es la densidad y de ella depende la propagación por
contacto. Es lo que sucede, por ejemplo, con las ovejas en un corral o los soldados en una
barraca atestada. Esta condición ha sido muy común en la historia del Viejo Mundo y ha
sido cíclica. Por el hecho que esta enfermedad está asociada con el hombre, es tan antigua
y, además, tiene un nombre en quechua, Flannery et al. (loco citato) sospechan que ella
pudo haber llegado a los Ancles con los primeros habitantes, que luego la transfirieron a
las llamas. Sin embargo, hay una raza específica para la oveja, S. scahiei var. ovis, que
probablemente fue introducida por los europeos. Si bien estos autores no la mencionan, la
variedad que ataca a los Camélidos debe ser S. scahiei var. auchenia que indica Cunazza
(1976a: 152-153), basándose en los trabajos de Guerrero (1971).
65 Siempre según Flannery et al. (op. cit.), los ácaros de la sarna psoropticos se dan hoy en el
Perú y hay grandes posibilidades que ellos hayan sido introducidos por los españoles. La
sarna de oveja (Psoroptes equi var. ovis como señala Cunazza [1976a: l61], que a su vez cita a
Plaza [1973]) tiene una relación histórica clara con las ovejas del Viejo Mundo y es menos
probable que haya llegado a los Andes con los primeros hombres que su propia sarna. Es
por eso que Flannery et al. (op. cit.) sugieren que la primera epidemia de Psoroptes en las
llamas y alpacas, comenzó en 1544-1545, a consecuencia de la introducción de las ovejas
europeas a los Andes. Proponen, además, que la pérdida de llamas en tiempos
prehispánicos, pudo haber sido considerablemente más baja que aquella del período
45

Colonial temprano, y quizá incluso más baja que la actual. En este sentido es interesante
el dato de Cunazza (1976: 162) que, basándose en los trabajos de Dennler de la Tour (1954),
indica que la sarna del guanaco no se transmite a la oveja.
66 Concluyen Flannery et al. (loco citato), que la antigüedad del ácaro Sarcoptes, su larga
asociación con el hombre y además la existencia de una palabra quechua para la sarna,
permiten asumir que él antecede a la Conquista. Psoroptes, en cambio, parece no haber
estado presente antes de la introducción de la oveja por los europeos. Los autores
recuerdan la ya famosa cita de Garcilaso (a la que nos referiremos con detalle más
adelante) y comentan que la descripción de la “sarna de oveja” que hace este autor, es
casi perfecta. Señalan, además, que por la época en que se dio y por su virulencia, se
puede asumir que se trató de un acaro introducido, contra el que los Camélidos no habían
desarrollado resistencia. Terminan diciendo los autores que a pesar que Sarcoptes pudo
haber sido un problema también en los tiempos antiguos, es improbable que los hatos
prehispánicos tuvieron que enfrentarse con una epidemia como la que causó el Psoroptes
entre 1544 y 1545.
67 Además hay un hecho que se olvida muy a menudo, y es que el hombre es susceptible de
infestarse con cepas no humanas de S. scahiei, incluyendo el de los Camélidos (lege Faust et
al., 1979: 615-616).

2.7 La selección y el manejo de los rebaños


68 Estos aspectos biológicos y otros más que seguramente no hemos mencionado, no pueden
no ser tomados en cuenta por quien quiera entender la importancia de los Camélidos en
el contexto de la Cultura Andina. Herre (1969: 118) ha insistido mucho sobre este
particular, sobre todo en la selección que ha efectuado el hombre entre estos animales. Es
así que la llama ha sido criada fundamentalmente como animal de carga, mientras la
alpaca lo ha sido más bien para la producción de lana. Aquí tenemos un buen ejemplo de
la estrecha interacción entre biología y cultura, y la necesidad de que para cualquier
discusión del tema intervengan estudiosos de las dos especialidades. Es importante tomar
en cuenta que, según la información que ha reunido Sumar (1988: 24), hay un área situada
a notables alturas y que reúne territorios de cuatro países sudamericanos (Perú, Bolivia,
el Noroeste Argentino y el norte de Chile) que comprende más de 25 millones de
hectáreas donde hay 350,000 familias que dependen solamente del pastoreo de Camélidos.
Si algunas especies, como la llama y la alpaca, han logrado sobrevivir hasta hoy, es sólo
porque son factores esenciales para los indígenas andinos.
69 Según Sumar (op. cit.) “... la crianza y el manejo de los rebaños que se practican en las
altas punas, son determinados por un mosaico de técnicas tradicionales e hispánicas, que
a muchos extraños parecen atrasadas o irracionales. Los sistemas de ganadería pueden
parecer ineficientes e improductivos, y es difícil explicar porqué los pastores locales se
resisten al mejoramiento tecnológico. Sin embargo los pastores de las alturas peruanas
responden a los programas de cambio, si ellos son concebidos y dirigidos
apropiadamente.”.
46

2.8 Breve descripción de los Camélidos


sudamericanos
70 Trataremos en seguida de hacer una breve descripción de los cuatro Camélidos
sudamericanos, señalando sus principales características. Pero hay que tomar en cuenta
que estos cuatro lamoides se parecen entre sí en la estructura, pero difieren en tamaño,
en su distribución, en el pelaje, en el temperamento y en su utilidad para el hombre
(Koford, 1957; 154). Comenzaremos con el guanaco y la vicuña, que son especies
alopátricas2 y son los grandes herbívoros dominantes del medio árido de Sudamérica. Son
los únicos ungulados silvestres que habitan en el continente, los desiertos, las tierras de
matorrales de los altiplanos y los pastizales (Franklin, 1983: 573).

2.8.1 El guanaco (Lama guanicoe)

71 Según Cardozo (1975a: 76), entre las especies vivientes, el guanaco es el que presenta más
comúnmente el endóstilo3 más reducido que las otras especies de Lama. Esto podría
significar que el guanaco es la especie más antigua entre los animales de su género
(Fotografía 1).
72 Al tratar la taxonomía de la familia Camelidae, hemos señalado la situación de los
guanacos, de modo que sería ocioso volver sobre el asunto. Vamos a discutir más bien las
subespecies del mismo, que hemos mencionado en el Capítulo 1. Se han descrito cuatro
subespecies, Lamaguanicoe guanicoe encontrada en la Patagonia y Tierra del Fuego al sur
del 35° Lat. Sur, L. g. huanacus en Chile, L. g. cacsilensis en las punas del Perú meridional y
Bolivia y L. g. voglii en Argentina, al norte del 32° de Lat. Sur. Se considera que la
subespecie sureña es el más grande ungulado silvestre sudamericano, pero es siempre
más pequeño que la llama doméstica, a pesar que la forma cacsilensis cae dentro de los
rangos de tamaño de la siguiente especie más pequeña de Camélido, o sea la alpaca
(Novoa y Wheeler, 1984: 121; Franklin, 1982).
73 De estas subespecies mencionadas, la única hasta donde hemos podido averiguar, que
presenta problemas y ha sido cuestionada, es la cacsilensis.
74 Lama guanicoe cacsilensis ha sido descrita por Lönnberg en 1913 y presumiblemente vivía
entre los 4,500 y los 4,600 msnm en las proximidades de Caxcile, en el área de Ñuñoa, en el
departamento de Puno. Hay que tomar en cuenta que las otras subespecies viven en
niveles que oscilan desde el nivel del mar hasta los 4,260 msnm (Wheeler, 1984c: 78;
1985b: 69). Según Wheeler (1984a: 401; 1984c: 78; 1985b: 69) que a su vez recibió una
comunicación personal de Cari Edelstam. la validez de esta subespecie, aparentemente
descrita a base de un solo espécimen, no ha sido nunca verificada. Sin embargo, como se
verá más adelante, la posición de Wheeler es ambigua. Este dato es confirmado por León
(1939; 100), que en una nota de pie de página señala que Lönnberg hizo su descripción “...
sobre un cráneo y una piel llevada por una expedición del Museo de Estocolmo, pero el
autor no conoció el animal vivo y tampoco ha sido señalado después por nadie...”.
75 Como explican Miller y Gill (1990; 58-59), las medidas de los guanacos han sido hechas
todas a partir de animales de Tierra del Fuego, donde parece que la especie alcanzó un
gran tamaño, de hecho mayor que el de los animales del norte. La razón que llevó a
Lönnberg a crear L. g. cacsilensis fue el hallazgo de un cráneo de guanaco
47

excepcionalmente pequeño en el área de Ñuñoa y con algunos caracteres parecidos a la


vicuña y que, además según el autor, era osteométricamente distinta de sus primos más
grandes de Patagonia. Sin embargo ni la existencia, ni el tamaño exacto de la subespecie
cacsilensis, como tampoco su área geográfica de vida, son seguros. La validez taxonómica
ha sido cuestionada por Osgood (1916), por Alien (1942) y más recientemente por Franklin
(1982: 464).
76 Miller y Gill (op. cit. 59) son enfáticos: “El tamaño exacto de esta sub-especie putativa es
incierta ya que Lönnberg publicó solamente las medidas craneales del espécimen tipo
también por la escasez de guanacos peruanos vivientes, así como desus esqueletos en las
colecciones de museos. Los autores han podido examinar un esqueleto peruano en el
museo de Paleontología de la Universidad de California en Berkeley, él es más pequeño
que todos los de Tierra del Fuego... Quizá más importante es el hecho que el mismo
Lönnberg creía que la subespecie cacsilensis... constituye una raza local limitada solamente
a ciertos distritos y... que el Perú pudo estar habitado también por un guanaco grande...
(Lönnberg, 1913: 8)”. Siempre según estos autores, Lönnberg utilizó como material
comparativo un guanaco macho estudiado por Tschudi en 1840 y cuyas medidas son más
grandes que el promedio de guanaco de Patagonia, si lo juzgamos en función de los datos
ofrecidos por Franklin (1982: 465). Ellos creen, sin embargo, que al argumento de Lö
nnberg se puede añadir una cita de Cieza de León (1973: 244 [1984: 2941) que se refiere a
los guanacos y que dice que estos eran muy grandes. Según Miller y Gill (op. cit.: 59) ello
significa que los guanacos con los que se familiarizó Cieza eran por lo menos tan grandes
como las llamas.
77 Por la información que hemos podido reunir, Cabrera acepta la raza cacsilensis (el ciato ha
sido tomado de Grimwood, 1969: 71; sin embargo el autor no señala la fecha de la
publicación de Cabrera, pero es 1961) e inclusive establece su límite norteño en la zona
montañosa del sur del Perú, concretamente Cuzco e Ica. La posición de Wheeler ha ido
cambiando. Ya que en una oportunidad escribió, refiriéndose a la subespecie cacsilensis,
que ésta “...no ha sido comprobada.” (1984a: 401; 1984c: 78; 1985b: 69), pero luego señaló
que “El guanaco peruano. L. g. cacsilensis es mal conocido, porque este animal es hoy muy
raro en el Perú... y ha desaparecido totalmente de la región de Junín.” (1985a: 28-29). Y en
su artículo de 1991 lo acepta del todo (Wheeler, 1991: 17). Sin embargo, Pascual y
Odreman (1973: 34-35) informan que Augusto Cardich, en comunicación personal les
indicó “... que esta especie estuvo viviendo allí hasta hace pocos años.”, dato que habría
que certificar con mayores evidencias.
78 Entre los Camélidos sudamericanos, el guanaco es el que ocupa un área más amplia y
además los tipos de hábitat más diversos. Es más flexible que la vicuña en los
requerimientos de su hábitat. Es así que se le encuentra en las vertientes occidentales y
los contrafuertes costeros de los Andes desde el Perú del norte, partes de Bolivia hasta
Chile Central, en las lomas costeras, en las vertientes secas de los Andes meridionales, a lo
largo de Patagonia y Tierra del Fuego, incluyendo la isla Navarino. Es decir
aproximadamente desde los 8o Lat. Sur hasta los 53° Lat. Sur. Los guanacos han sido más
abundantes en las frías praderas de matorrales de Patagonia. Esto ocurre desde el nivel
del mar hasta los 4,250 msnm ocupando los desiertos, los semidesiertos, los matorrales,
las praderas, las sabanas, las zonas de arbustos, las altas pampas, los plateau, las bases de
los cerros y las montañas (vide Figura 2). Es interesante señalar que estos animales se han
adaptado muy bien inclusive en Europa, y si son cuidados de una manera racional, se
reproducen sin dificultad (Enciclopedia de los animales, 1970: 302).
48

79 El guanaco, además, evita las laderas inclinadas donde hay desfiladeros y rocas. A pesar de
su afinidad para los habitat secos y abiertos, su adaptabilidad le permite vivir incluso en
las húmedas y lluviosas florestas costeras de Tierra del Fuego. Es por todo esto que el
guanaco vive en los extremos: en el desierto peruano-atacameño que es uno de los más
secos del mundo y en el húmedo archipiélago fueguino con humedad alta todo el año.
Morrison (1966) ha descrito áreas peladas de la piel en la región de los flancos de los
guanacos, que actúan como “ventanas térmicas”, para disipar el exceso de calor del
cuerpo en condiciones de calor (esta información ha sido tomada de Franklin, 1975 [1911,
1982 [174, 482] y 1983 [605] el cual a su vez ha utilizado como base los trabajos de
Prichard, 1902; Dennler de la Tour, 1954; Matthews, 1971; Miller et al. 1973; Franklin, 1975,
1982; Raedeke, 1979. Según Wheeler, 1985a: 29, también hay información importante en
Neveu-Lemaire y Grandidier, 1911: 45-49. Además se puede ver Gilmore, 1950: 450, Novoa
y Wheeler, 1984: 121 y Torres, 1992a: 33).

Figura 2. Mapa que muestra la distribución del guanaco en la actualidad y en el pasado.

80 La amplia distribución y el rol dominante de este animal en las áreas más amplias de tipos
de ambientes secos, es debida a su conducta flexible y a su organización social. Es por eso
que tiene una distribución más amplia que la vicuña.
81 No cabe la menor duda que a pesar que la fisiología del guanaco no es aún
suficientemente conocida, ella encierra el secreto de su adaptabilidad a ecologías tan
diversas. Parece que su metabolismo eficiente de agua y energía, es una de las
adaptaciones importantes que le permiten vivir con suceso en esta gran variedad de
medios áridos, con la excepción de los pastizales de la puna del Altiplano central peruano
(Eranklin, 1982: 481; 1983: 605, 620). Es así que el guanaco es al mismo tiempo un animal
de pasto y un ramoneador y, por los estudios de Raedeke (1979), sabemos que él puede
ajustarse a diferentes dietas, por ejemplo cuando está compitiendo con las ovejas.
Raedeke (1980) cree que debido al hecho que el guanaco fue el único ungulado de las
49

praderas de Patagonia que vivió desde fines del Pleistoceno y por supuesto antes que el
ganado vacuno y las ovejas fueran introducidas en dicho medio, él fue capaz de mantener
una dieta generalizada sin la presión competitiva de otros herbívoros.
82 A pesar que no ha sido estudiada la razón por la que el guanaco ocupa medios
extremadamente áridos, ella está seguramente relacionada con la habilidad que tiene este
animal de pasar largos períodos sin tomar agua cuando el forraje contiene suficiente
humedad. Pues se trata de un bebedor períodico, que necesita agua. Se ha observado a
estos animales tomando agua salobre o salina, incluyendo agua del océano, en charcos
dejados por las mareas (Franklin, 1982: 482 [que a su vez se basa en el trabajo de Vaughan,
1978] y 1983; 605 [basado en Musters, 1871 y en una comunicación personal de Payne]).
83 Es por todas estas características que Raedeke (1976: 24-25) clasifica al guanaco como
animal típico de estepa y que se puede encontrar en la zona transitoria de la pampa.
84 Por los estudios que ha efectuado Raedeke (op. cit.: 109), sabemos que el guanaco es un
animal diurno, que se mantiene activo sólo con la luz del día y que duerme en la noche. Es
altamente territorial (Franklin, 1982: 482).
85 Otra característica importante de estos animales, es que su “...galope... es más veloz que el
de los caballos, principalmente si están repechando cerros.” (Arbocco Arce, 1974: 11) y,
además, son hábiles nadadores (Arbocco Arce. op. cit.: 10; Gilmore, 1950: 450) como ya
había sido señalado por Darwin (1921: 238) quien escribió: “Los guanacos se echan al agua
sin recelo; en Puerto Valdés los vi varias veces nadar de una isla a otra.”
86 Sumar (1988: 26) escribió: “El guanaco vive sólo en estado silvestre.”. Esto no es tan cierto.
Es así que Cooper (1946a: 143) encontró información que permite saber que los antiguos
Tehuelche tenían la costumbre de amansar los guanacos jóvenes para usarlos como
señuelos para cazar los mismos animales (sus datos de base provienen de Pigafetta, 1906,
1: 52; Morí, [1535] 1889: 320). En efecto, Pigafetta (1927: 59) cuando estuvo en Puerto de
San Julián, en fecha 19 de mayo de 1520 anotó en su diario: “Trajeron cuatro animales de
los que he mencionado [guanacos] atados con una especie de cabestro; mas eran pequeños
y de los que utilizan para atrapar a los grandes, para lo cual atan a los pequeños a un
arbusto: los grandes vienen a jugar con ellos, y los hombres, ocultos en la espesura, los
matan a flechazos.”. Otro testimonio importante es el de Molina (1782: Libro IV, 320)
quien no sólo afirma que el guanaco se domestica fácilmente, sino que señala además
haberlo visto personalmente. Afirmación parecida hace Darwin (1921: 238), pues escribió
que “A estos animales se los domestica con mucha facilidad, y así, he visto a algunos cerca
de una casa en la Patagonia Septentrional enteramente sueltos”. También Franklin (1981:
67) confirma que los patagones tenían la costumbre de tener el guanaco como animal
casero. Y Gilmore (1950: 450) cree que en el amansamiento que hacían los indígenas con el
guanaco, podría estar la clave para conocer el proceso de domesticación. Pues los
especímenes silvestres podrían ser el stock ancestral de la llama doméstica.
87 Por otra fuente se ha informado que mientras los guanacos son jóvenes se comportan
muy bien, mostrándose confiados y cariñosos, siguen a sus dueños como si fueran
perritos, y con la mansedumbre de los corderos permiten que el hombre se les aproxime:
pero con la edad se hacen más ariscos y rebeldes, acabando por perder toda su buena
disposición hacia el hombre (Enciclopedia de los animales, 1970: 302). Esto sin embargo no
parece ser tan cierto, a juzgar por la experiencia de la familia Franklin (Franklin, 1981)
que domesticó, sin mayores problemas, dos guanacos.
50

88 Por su parte Cardozo (1975a: 107) también afirma que “Existieron y existen ensayos de
amansamiento y domesticación, pero por su número el impacto es insignificante. Por ello,
se considera aún (al guanaco) como especie no doméstica.”.
89 El guanaco puede vivir en grupos sedentarios y migratorios (vide San Martín y Bryant,
1987: 5; Raedeke, 1979; Franklin, 1982, 1983: 605; Novoa y Wheeler, 1984: 121). A este
respecto Flannery et al. (1989: 92) han escrito que una de las claves para entender la
amplia dispersión geográfica del guanaco, es la flexibilidad de su organización social.
Respondiendo a las condiciones del medio local, el guanaco puede ser sedentario cuando
los recursos son ricos, y migratorio cuando las condiciones empeoran. Sin embargo,
Franklin (1983: 620-621) hace hincapié sobre dos factores que han favorecido los hábitos
migratorios de los guanacos. En primer lugar la cobertura de nieve del invierno y en
consecuencia la casi ausencia de forraje seco en dicha época del año y, en segundo lugar,
la posibilidad de conseguir lugares alternos con condiciones forrajeras en otros sitios. Y el
mismo Franklin (1983: 612) ha señalado que hay grupos migratorios de guanacos en
invierno de 176 individuos y supone que en tiempos antiguos debieron existir rebaños
migratorios de miles de animales (si el lector está interesado en conocer con mayor
detalle la organización social de estos animales, recomendamos revisar el libro de
Flannery et. al, [op. cit.]).
90 Se afirma generalmente que el guanaco tiene el mismo tamaño corporal de la llama (San
Martín y Bryant, 1987: 5), sin embargo el problema es más complejo. Es así que, según
Franklin (1982: 464), y a pesar que no hay una confirmación, parece que el tamaño del
cuerpo de estos animales aumenta de norte a sur. Lo que se mantiene en todas las
subespecies es el color rojizo-marrón. Raedeke (1976: 104) en este sentido es más
categórico, pues escribió que los guanacos de Magallanes son mucho más grandes que los
de las poblaciones septentrionales de América del Sur. Esta afirmación parece encontrar
un sustento en lo que escribió Molina (1782: Libro IV, 318), quien afirma haber visto
algunos guanacos del tamaño “... de un buen caballo.”. Torres (1992a: 33) considera que el
tamaño de estos animales varía entre 1.2 m y 1.75 m de largo, tomando en cuenta la
cabeza y el cuerpo, mientras que la altura oscila entre 90 cm y 1 m. El peso es entre 48 y
140 kg. Sin embargo estos ciatos difieren de los que señala Wheeler (1991: 17-18) a base de
una importante bibliografía. Así ella apunta para L. g. guanicoe de Tierra del Fuego y
Patagonia, que la alzada a la cruz en animales adultos varía entre 1.10 m - 1.15 m y 1.20 m.
Mientras que el largo desde la punta de la nariz hasta la base de la cola varía entre 1.67 m.
1.85 m. 1.91 m y 2.10 ni. En el caso de L. g. cacsilensis (procedente de Calipuy) el largo oscila
entre 90 cm y 1.10 m. El peso promedio, siempre de formas adultas, de L. g. guanicoe es
entre 120 kg y 130 kg, y para L. g. cacsilensis 96 kg (la información de Wheeler proviene de
Cabrera y Yepes [1960], Franklin [1982]. Raedeke [1979]. Mac Donagh [1949]. Denler de la
Tour [1954a; en nuestra bibliografía 1954], Miller et al. [1973], Kostritsky y Vilches [1974]).
(Las medidas que ha tomado Franklin [1981: 631 en el Parque Nacional Torres del Paine,
en Chile, son de 1.52 m de altura y 113.4 kg de peso).
91 Ahora bien, las hembras del guanaco son sexualmente activas y capaces de reproducirse a
los 14 meses (Raedeke, 1976: 111), sin embargo “Existe mucha discusión en la literatura
acerca de la tasa de reproducción... Walker et al. (1964). afirman que el guanaco se
reproduce año por medio y produce una cría: Housse (1930) dice que el guanaco puede
producir hasta tres crías al año: Cabrera y Yepes (1960). England et al. (1969), Cardozo
(1954) y otros, coinciden en una cría al año. Esta discordancia demuestra una falta general
de información confiable acerca de la biología reproductiva de la especie.” (Raedeke, op.
51

cit.: 125). “Varios autores han afirmado que el período de gestación de los guanacos es de
10 a 11 meses (Walker el al, 1964; Schmidt, 1973; Cardozo, 1951; Cabrera y Yepes, 1940;
Strass. 1916 leste autor no figura en la bibliografía]). Esto parece cumplirse también para
los guanacos en Tierra del Fuego, a pesar de la poca información al respecto recolectada
durante el estudio.” (Raedeke, op. cit.: 129). Sin embargo el mismo Raedeke (op. cit.: 130)
indica que Schmidt (1973) ha descubierto que la parición del guanaco es bastante
limitada, después de haber analizado informes de nacimientos en 22 zoológicos.
92 Flannery et al. (1989: 94) también se han interesado sobre el tema y ellos creen que en
teoría los guanacos de ambos sexos pueden reproducirse en su segundo año, sin embargo
la mayoría no lo pueden hacer. Pues las hembras en estado silvestre normalmente no
tienen la suficiente alimentación, y los machos por debajo de los 5 años, no tienen acceso
a las hembras. Además, según los estudios de Raedeke (1979), una vez que los guanacos
comienzan a procrear, se produce una pequeña caída en la fecundidad de los que tienen
edad mayor, por lo menos a lo largo del año 12. En consecuencia la hembra no procrea
antes de su tercer año y usualmente no tiene nacimientos cada año, pero puede quedar
fértil hasta una edad relativamente avanzada. Flannery et al. (op. cit.: 94) han comprobado
que ello es verdad entre las llamas ayacuchanas que han estudiado. Aunque nos
preguntamos si esto es válido para los guanacos.
93 Parece que el alimento que utilizan los guanacos, varía de ano a año y de una estación a
otra. La disponibilidad de ciertos tipos de plantas cambia con la estación, el clima, el año,
la ubicación, las condiciones del terreno y una serie de factores más. y ello naturalmente
afecta los hábitos alimenticios del animal. Y parece que en ciertas regiones, como es el
caso de Magallanes, el alimento es la causa principa] que limita el número de guanacos
(Raedeke. 1976: 82). Raedeke (op. cit.) admite, sin embargo, que no hay datos sobre los
hábitos alimenticios de estos animales.
94 Recientemente San Martín y Bryant (1987: 40-41) han escrito sobre el tema, pero
basándose fundamentalmente en las investigaciones de Ortega (1985). Según ellos, los
guanacos muestran una alta preferencia por las Poáceas. Las plantas arbustivas sólo
fueron consumidas cuando éstas estuvieron cubiertas de nieve. Citan también al trabajo
que hicieron Bahamonte et al. (1986) a base de heces depositadas a través del año. Los
resultados han señalado que las plantas arbustivas fueron el constituyente mayor de la
dieta (30%), seguido por las plantas herbáceas (15%), las Poáceas (15%) y plantas parecidas
a las Poáceas (6%). Estos resultados muestran el extensivo uso de árboles y plantas
arbustivas de las que hace el guanaco en los meses de invierno y que representa una
estrategia muy bien adaptada para zonas donde, durante esta época, la nieve cubre parte
de la vegetación. Pero hay que tomar en cuenta que este estudio se hizo con los guanacos
de la provincia de Neuquén, en Argentina.
95 Ya nos hemos referido en términos generales a la distribución de los guanacos, al tratar la
diversidad de habitat que ocupa (vide supra). Consideramos necesario, sin embargo,
ampliar la información. El tema ha sido bien definido por Tschudi (1885: 93-94; 1891: 96;
1918: 205; 1969: 124) quien escribió: “El auquénido sudamericano que alcanza mayor
difusión es el guanaco, que se extiende desde el centro del Perú hasta cerca de la Tierra
del Fuego.”.
96 Es así que hoy la mayoría de los autores señalan que el área del guanaco puede ser
limitada en el área peruana desde los 8o de Latitud Sur en el departamento de La Libertad,
por las alturas costeras y las serranías peruanas, la parte occidental de Bolivia. Chile
septentrional y Central; luego se extiende a los Andes del este hasta las pampas
52

argentinas llegando por el norte hasta la sierra de Curámadal y La Ventana en la


provincia de Buenos Aires y en el pasado probablemente hasta el río Paraguay, y por el
sur a lo largo de la cordillera andina hasta las Islas Navarino en Tierra del Fuego (vide
Gilmore, 1950: 124; Novoa y Wheeler, 1984: 121 y Fig. 14.3).
97 Al analizar más adelante la distribución de este animal al momento de la llegada de los
europeos, veremos sin embargo que Cieza de León señala su presencia en la sierra
ecuatoriana, como bien lo ha indicado Dedenbach Salazar (1990: 96).
98 En lo que se refiere al territorio peruano, consideramos que Grimwood (1969: 71-72) es el
que ha hecho el mejor análisis y el rastreo más completo de lo que queda de estos
animales. Aunque hay que tomar en cuenta que su informe lleva fecha 1969. Es así que
sabemos que se les encuentra en las regiones costeras en la parte meridional del territorio
y se extiende hasta los 4,000 msnm; el límite norte parece estar alrededor de los 8 o de Lat.
Sur. En efecto Cieza de León ha confirmado la existencia de estos animales, como se verá
en el Capítulo 6, en la zona de Huamachuco (Cieza de León. 1984: I Parte, Cap. LXXXI, 236).
Sin embargo es muy importante recordar que según este cronista, había también
guanacos en las alturas de Huancabamba, en el departamento de Piura (Cieza de León, op.
cit.: I Parte, Cap. LVIII, 185). En muchas partes está en peligro de extinción y no hay
buenas estadísticas para conocer la cantidad real de guanacos. Anteriormente había un
considerable número de estos Camélidos en muchas zonas de la Costa Sur. Mayormente se
les encontraba en las partes altas de las laderas de los contrafuertes andinos a lo largo de
todo el año, y aparecían en las lomas en la época de invierno. La única evidencia de
sobrevivientes, que Grimwood ha podido encontrar en la región, es de pequeños grupos
de menos de una docena de individuos, en cada caso a 3.000 msnm, al sur de Matucana
(12°00' Lat. Sur), a más de 3,000 msnm, tierra adentro de Palpa (14°20' Lat. Sur) donde
detectó tres grupos, a 3.500 msnm al norte de la Reserva de Pampa Galeras (14°30' Lat.
Sur) y finalmente a 3,700 msnm cerca de Parinacochas (15°20' Lat. Sur).
99 Ya no se ven guanacos en las lomas de Lachay (11°20' Lat. Sur) o en el área de-Ancón (12°
00'Lat. Sur), donde se les encontraba hasta 1950. Y la que fue alguna vez una población
importante en la paite baja del río Lurín (12°15' Lat. Sur), al decir del autor “... hoy casi
seguramente' ha desaparecido.”. En efecto, por la información que tenemos nosotros ésta
ya no existe. Por otro lado es posible que algunos individuos se aventuren ocasionalmente
en las lomas de Atiquipa y Taymara (15°50' Lat. Sur), ya que parece haber una pequeña
población tierra adentro y grupos de diez a una docena de individuos se ven aún
regularmente en las lomas de Morosoma (18°00' Lat. Sur).
100 En la Reserva Nacional Calipuy, distrito y provincia de Santiago de Chuco (8°30' Lat. Sur)
en el departamento de La Libertad (entre 1,000 y 4,000 msnm), queda todavía una
pequeña población por haber sido protegida. En 1965 se estimaba que había una cantidad
de 1,000 animales. En ese año hubo una epidemia y se cree que quedaron de 400 a 500
cabezas. Fin 1975, según Franklin (1975: 195, 201) se mantenía el estimado de Grimwood y
se escribió que se trataba de la población mayor que quedaba en el Perú y la más norteña.
Sin embargo Hoces (1992: Cuadro 10, 54) (Cuadro 7) sostiene que en 1992 en la
mencionada reserva, aún quedaban 1,000 guanacos. Nos llama la atención esta cifra que
corresponde a la que publicó Grimwood (1968 y 1969) pero para el año 1965. ¿Es correcta
esta cifra para 1992?
101 Para otras partes del territorio hay poca información. A nivel local se ha informado de
algunos ejemplares en alturas entre los 3,500 y 4,500 msnm a ambos lados del valle de
Pachachaca, en el departamento de Apurímac, y también más al este, cerca de Pachacona,
53

Huachircas y Antabamba. También se ha informado la presencia de guanacos en la región


de Chivay, en el departamento de Arequipa. Grimwood no ha podido obtener información
sobre su existencia en los departamentos de Puno, Cuzco, Junín, Huánuco y Ancash.
102 A pesar que tiene un área de dispersión mayor que la de la vicuña, es difícil rastrearla y se
considera que está en proceso de extinción. Parece improbable, escribía Grimwood (op. cit.
), que la población pueda llegar a 5,000 individuos. Si la información de Hoces (1992: 53,
Cuadro 10, 54) es correcta, la situación ha cambiado y se ha vuelto dramática, pues él
considera que la población estimada de guanacos en 1992 era de 1,347 cabezas (vide
Cuadro 1). El descenso puede ser atribuido exclusivamente a la caza.
103 A esta información podemos añadir sólo algunos datos adicionales. Por ejemplo, hasta el
siglo pasado sabemos que se podían ver guanacos en la zona de Chosica, muy cerca de
Lima (a 42 km de la Capital) y también en las alturas de Huarochirí, siempre en el
departamento de Lima. También parece que había de estos animales en el valle del río
Santa, en el departamento de Ancash (Bonavia, 1991: 113-114). Por otro lado Wheeler
(1985a: 29) ha informado que Franklin (1975: 195) ha podido observar guanacos en el
departamento de La Libertad. No hemos podido averiguar si Franklin se refiere a la
Reserva de Calipuy o de ejemplares al estado silvestre en alguna otra zona.
104 Nos parece importante indicar que hay evidencia para afirmar que estos animales han
desaparecido hace mucho tiempo del Callejón de Huaylas, pues Lynch (1980a: 13), que
averiguó sobre el particular, escribió que ellos no han vivido allí “...en el pasado
reciente.”.

Cuadro 1. Camélidos silvestres en áreas de censo y conservación, 1992.

1 Cajal y Puig, 1992: Cuadro 2,38; Cuadro 3,39


2 Villalba, 1992: Cuadro 5,43
3 Glade y Cunazza, 1992: Cuadro 7,47; Cuadro 8,49
4 Hoces, 1992: Cuadro 9,52; Cuadro 10,54

105 Como lo ha señalado Flores Ochoa (1975b: 300), los ejemplares que quedan en el Área
Andina Central, viven en zonas muy escarpadas y lejos del alcance humano.
106 Según información reciente de Hoces (1992: 53), quedan guanacos en la Reserva Nacional
de Salinas y Aguada Blanca, en el Sur de los departamentos de Arequipa y Moquegua. Y,
además, hace poco se ha localizado una población en las cercanías del Nevado Salcantay,
en la provincia de Anta, del departamento del Cuzco. También quedaban unos pocos
animales en la Reserva Nacional de Pampa Galeras y sus zonas de influencia, pero se trata
de muy pocos ejemplares. ( Vide Cuadro 7).
54

107 En Patagonia, en el siglo XIX, había aún grandes manadas de estos animales, pues Darwin
(1921: 237) cuando estuvo allí vió en la ribera de Santa Cruz “... un rebaño que debía
contener lo menos 500.” guanacos.
108 Raedeke (1976) ha estudiado al guanaco en el extremo meridional del continente, donde
la geomorfología presenta características muy particulares y donde la cordillera principal
de los Andes, en la provincia de Magallanes, alcanza los 2,000 msnm y sólo
ocasionalmente los 3,000 msnm (Raedeke, op. cit.: 20).
109 La distribución primitiva del guanaco de Magallanes, incluía toda la pampa y también el
límite de los bosques donde se encuentra en la actualidad. Pero también se le podía
encontrar en los bosques de coigüe, alcanzando hasta el Canal de Beagle, las Islas
Navarino y Gable, además de varias islas menores del Canal (Raedeke, op. cit.: 12; el autor
ha usado la información de Bridges, 1948).
110 En la actualidad, “...las poblaciones están aisladas y ocupan lugares geográficos distintos y
propios. Aparte de los guanacos del sur de la Isla Grande, las restantes poblaciones están
limitadas a pequeños grupos de varios cientos de ejemplares como máximo y repartidos
en una gran extensión. Estas poblaciones generalmente se encuentran cerca de lugares de
escape o escondrijos, donde estarán a salvo de cazadores y perros, tales escondrijos son
los bosques, campos de lava volcánica, cerros, quebradas o la cordillera.” (Raedeke, op. cit.:
34). Siempre según este autor, la más alta densidad de guanacos se encuentra en los
extremos de la provincia de Magallanes, al este de la cordillera, en Última Esperanza e Isla
Grande de Tierra del Fuego, debido a lo remoto de los parajes y a lo accidentado del
terreno (Raedeke op. cit.: 35).
111 Vemos, pues, que no se puede escribir con simpleza, como lo hizo Sumar (1988: 26), que el
área del guanaco se limita a la parte extrema de Sudamérica.
112 Las poblaciones de guanacos se han reducido drásticamente desde la llegada de los
españoles, pero degraciadamente no existe un estudio detallado del guanaco peruano, que
permita tener una visión real de los hechos (Novoa y Wheeler, 1984:121; Wheeler, 1984c:
78; 1985b; 69). (Sobre la extinción de estos animales, el lector podrá encontrar
información en Koford, 1957; Raedeke, 1979; Franklin, 1983; Wilson y Franklin, 1985:
Flannery et al., 1989; 89). Franklin (1981; 63) ha escrito que antes de la llegada de los
europeos, la cantidad de guanacos debió ser “inmensa”. Es decir decenas de millones de
cabezas en Patagonia y Tierra del Fuego, y millones en las vertientes andinas áridas. Él
señala que aún en 1871, George C. Musters vio manadas de 3,000 cabezas. Y Wheeler (1991;
18), aunque sin señalar la fuente, considera que durante el siglo XIX, la población de estos
animales bajó “... a casi 7 millones...”.
113 A pesar de este peligro de extinción, según Franklin (1982: 469), el guanaco silvestre sigue
siendo el Camélido sudamericano más ampliamente distribuido, pero en cantidades muy
reducidas. A principios de 1900, el guanaco era aún tan numeroso en Patagonia que,
siempre según Franklin (op. cit.), los hostiles hacendados de ovejas de Santa Cruz, querían
su completa erradicación, apoyándose en el hecho que éste era un detrimento para las
ovejas y era considerado como una “plaga nacional” (Albes, 1918; Alien, 1942; Dennler de
la Tour, 1954). El Departamento Argentino de Agricultura comenzó también a llevar a
cabo experimentos de domesticar al guanaco, para poder utilizar su piel, su lana y su
carne, pero algunos consideraron que era una locura sustituir los animales domésticos
por guanacos y creer que la lana, las pieles y la carne del guanaco fueran superiores a los
de las ovejas (Strook, 1937). Es por todo esto que a lo largo de los años la cantidad de
55

guanacos declinó dramáticamente por la competencia con el ganado, pero sobre todo por
la caza, tomando en cuenta que la piel de los guanacos jóvenes es más preciada. Pero en
este proceso jugaron también un rol importante las vallas que interferían con las rutas
migratorias tradicionales (Franklin, 1981). Por años centenares de miles de pieles de
guanacos fueron exportadas por Argentina (Alien, 1942). Franklin (op. cit.) ha reunido la
información de 8 años correspondientes a la década del 70 (a base de una comunicación
personal de Ricardo Ojeda), y concluye que de Buenos Aires se exportaron 400,000 pieles
de guanaco (en ello no se incluye la lana), lo que generó 3 millones de dólares en
impuestos. En esta cifra, naturalmente, no está incluido el mercado negro. Siempre según
la misma fuente, en 1979 los “chulungueros” (llamados también “chulungueadores”) es
decir los cazadores de chulengos (guanacos jóvenes o crías) tuvieron gran suceso en el
mercado, pues exportaron más de 86,000 pieles de chulengo de Argentina y unas 70,000 en
1981 (Cajal, 1981).
114 Según Raedeke (1976: 12), las mayores densidades de estos animales se encontraban en
Tierra del Fuego y la parte del continente, al este de la cordillera de los Andes. Franklin
(1982: 475-476) ha logrado un balance muy importante sobre esta realidad.
115 En el caso del Perú, el guanaco es una especie rara que está en peligro. La cantidad de
animales ha declinado en proporciones muy grandes, sobre todo por la cacería intensa.
Como se decía, hay una pequeña cantidad de estos animales cerca a Pampa Galeras que,
por estar protegida está en aumento y en 1981 se estableció una reserva nacional en
Calipuy que, hasta el año del estudio de Franklin (op. cit.), era la población más grande que
quedaba en el Perú y al mismo tiempo la más septentrional. (Lege Grimwood, 1969;
Franklin, 1975).
116 En Chile la cantidad de guanacos está declinando rápidamente y se está acercando al
estado de peligro (Millet et al., 1973), hasta que en 1975 el Servicio Nacional de Parques y
Forestales inició una campaña de protección en Tierra del Fuego y en el Parque Nacional
Torres del Paine en el extremo sur (Franklin, 1981). Hasta 1982, fecha del informe de
Franklin que estamos citando, el de Tierra del Fuego era uno de los restos de guanacos
más grandes del continente, pues tenía unos 12,000 animales. Parece que esta población
ha aumentado, pues en 1992 se ha informado que en el mencionado Parque Nacional y en
Tierra del Fuego, había 17,224 animales. Y en todo Chile, 19,856 cabezas (Glade y Cunazza,
1992: Cuadro 8, 49) (Cuadro 1).
117 En Argentina hubo una matanza muy grande. En la década de los años 50 la cantidad de
guanacos estaba en declinación y la especie ha sido eliminada en gran parte del norte y
sur de Argentina. Algunos creen que la especie está en peligro de extinción (Dennler de la
Tour, 1954). Es así que, según Franklin (op. cit.), si se hace una comparación con los
tiempos antiguos, el guanaco comienza a ser escaso en Patagonia, hasta el punto que
Howard (1970) señaló que ellos fueron prácticamente eliminados en las pampas
patagónicas. El actual estado del guanaco en la Argentina todavía no está bien definido
(Franklin, 1981), pero la caza masiva sin un cuidadoso manejo y un programa de
conservación, definitivamente no puede continuar por mucho tiempo. Se calcula que en
1992 había en territorio argentino 20,887 guanacos (Cajal y Puig, 1992: Cuadro 3, 39)
(Cuadro 1).
118 En Bolivia, el guanaco probablemente no fue nunca abundante, pero a nivel de
poblaciones de crianza hoy prácticamente no existe (Comunicación personal de Cardozo a
Franklin, 1982: 476), y se calcula que allí no quedan más de 200 animales. Sin embargo,
Torres (1984) menciona sólo 54 individuos (Villalba, 1992: 44) (Cuadro 2).
56

119 Para entender este fenómeno hay que tomar en cuenta también otros factores. Por
ejemplo se presume para el guanaco, una tasa de mortalidad del 15% para el primer mes
de vida (Raedeke, 1976: 129). Es más, Raedeke (loco citalo) está convencido que la sola
presión de la caza llevada a cabo por los indígenas, no fue suficiente para limitar el
número de los guanacos, salvo alrededor de los lugares de habitación permanente. Para
este autor, el factor limitante fue la falta de alimento en invierno. “El número de
guanacos para todo este período estuvo entonces en la máxima capacidad de carga que
permitían estos pastos.” (Raedeke, 1976: 12).4
120 Raedeke (loco citato: 136) ha calculado en estos términos las causas de mortalidad del
guanaco. El factor principal es el hambre y se puede cuantificar en 74.1%, en segundo
lugar los accidentes con 11% y, en tercer lugar la caza. Que en el caso de los chulengos es
del 9% y en el de los adultos 2.7%. Este autor destaca, por su magnitud, la mortalidad
invernal en los chulengos, que en un 45% de casos se debe al hambre. Pero señala también
que en la mayoría de poblaciones animales, una de las causas más importantes de la
desaparición es la depredación de parte del hombre y de otros animales.
121 Aparentemente el mismo Raedeke (1979) ha ajustado sus cifras posteriormente, en su
tesis que no hemos podido leer, pero que está citada por Flannery et al. (1989: 94-95), y allí
se consigna que la muerte por inanición en Tierra del Fuego entre los guanacos, llega al
81%. Pero se indica, también, que además de los accidentes y la caza ilegal, la sarna juega
un rol importante. Esta sarna es causada por el mismo ácaro que ataca a la llama, y que se
puede detectar en un 133% de guanacos, aunque ella mata sólo en un 2.8% de casos. Hay
también mortandad infantil, que sin embargo es difícil de estimar cuidadosamente y
quizá a ello contribuye el hecho que cada año solamente alrededor de la mitad de las
hembras adultas tienen crías que sobreviven.
57

Cuadro 2. Cantidad de Camélidos en otros Países de America del Sur.

(Las fuentes de información utilizadas para la elaboración de este Cuadro son las
mismas que para el Cuadro 4. Vicie página 77).

122 Raedeke (1976: 147) ha podido establecer que un área determinada, puede soportar un
número limitado de animales y cualquier aumento que se produzca sobre esta cifra, no
puede sostenerse por largo tiempo. En el caso de Tierra del Fuego, en general la población
es controlada por la falta de factores de bienestar, tales como la alimentación y la
protección. La reducción de estos factores de bienestar, es el resultado directo de las
numerosas y grandes poblaciones de ovejas que permanecen en el área. Según Raedeke (
op. cit: 148-149), no se puede anticipar un aumento en la capacidad de carga del guanaco
en una extensión, sin una reducción paralela en el número de ganado doméstico.
123 Siempre según Raedeke (1979, citado por Flannery et al., 1989; 94) en función de las varias
formas de grupos de guanacos, se estima a la población local de Tierra del Fuego en 112
machos porcada 100 hembras. Para cada 100 hembras adultas, hay de 37 a 51 crías de
ambos sexos, de 10 a 26 hembras primales y de 11 a 15 hembras de 2 a 3 años de edad. La
mayor paite de los guanacos están muertos a los 12 años, sin embargo algunos machos
viejos pueden llegar a los 16-18 años. En 1981 Franklin (1981: 63) estimaba para todo el
continente, la existencia de una cantidad de guanacos que oscilaba entre 50,000 y 150,000
animales.
124 Recientemente Torres (1992a: 35) escribió que la caza comercial llevada a cabo en forma
intensiva, pero sin criterios técnicos, es una amenaza para la estabilidad de la población
de guanacos. Los productores de ovejas argentinos y chilenos, combaten al guanaco por
ser un competidor para la ganadería, en términos de alimento y, además, porque facilita
la trasmisión de enfermedades. En otros lugares, la falta de protección, favorece la caza
ilegal.
58

125 Por otro lado, las cifras de exportación de pieles, no revelan el número real de guanacos
muertos. Muchas veces, la caza es mayor de lo que muestran las estadísticas oficiales y, lo
que es peor, la exportación de productos del guanaco, se lleva a cabo sin el apoyo técnico
necesario. Además la distribución exacta de la especie es desconocida y se ignora la
realidad de las densidades de población animal existente.

2.8.2 La vicuña (Lama vicugna o Vicugna vicugna)

126 La vicuña (Fotografía 2; Figura 16, inferior) es el miembro más pequeño de la familia
Camelidae, y un animal adulto alcanza un peso promedio de 38.5 kg (San Martín y Bryant,
1987: 5; Sumar, 1988). Aunque Torres (1992a: 32) afirma que su peso oscila entre 40 y 50
kg, Wheeler proporciona una información más detallada. Así indica que V. v. mensalis tiene
una alzada a la cruz promedio de 86.50 cm para las hembras y 90.43 cm para los machos.
El promedio de la longitud total es de 96.33 cm para las hembras y 110.73 cm para los
machos, siendo el peso promedio de 33.24 kg para las hembras y 36.22 kg para los machos
(la información proviene de Paucar et al.. 1984). Admite Wheeler que hay discrepancias en
lo que se refiere a las medidas de longitud, pues se ha publicado cifras de 137 cm a 181 cm
y 144 cm a 175 cm (Hofman et al., 1983; Gilmore, 1950; Pearson, 1951). También indica que
algunos autores han informado pesos superiores, entre 45 kg y 55 kg o 30 kg y 65 kg
(Gilmore, 1950; Miller et al., 1973). Según Wheeler no hay estadísticas para V. v. vicugna
(Wheeler, 1991: 23).
127 La clasificación taxonómica de la vicuña es algo que se viene discutiendo desde hace
tiempo. Bastará recordar lo que escribió Molina en 1782 (Libro IV: 313). Él indica que
Buffon consideraba que la vicuña es la alpaca salvaje dejada en libertad, pero él dice que
se trata sin duda de un error, ya que la alpaca y la vicuña son animales del mismo género,
pero de especies diferentes. Como hemos visto al plantear los problemas taxonómicos
(Capítulo 1), la polémica sigue y los especialistas no se ponen de acuerdo si se trata de un
género diferente al de los demás Camélidos o si la vicuña también es un Lama, Nosotros en
esto no nos sentimos capacitados para tomar partido y respetaremos las posiciones que
tomen los diferentes autores que citaremos.
128 De la vicuña se ha descrito dos subespecies, Lama vicugna vicugna que predomina en el sur
y aparentemente difiere de la forma norteña Lama vicugna mensalis por su mayor tamaño,
la serie de molares más largos, una coloración más clara y algunas otras características
más que no viene al caso mencionar aquí. Pero parece que es necesario un estudio de
series más grandes para poder darle validez definitiva a estas subespecies (Novoa y
Wheeler, 1984: 121).
129 Sobre los híbridos de la vicuña, parece que hay poca información. Sin embargo Koford
(1957: 215) ha reunido datos importantes. Así se sabe que en 1845 el Padre Cabrera,
después de 21 años de esfuerzo, logró un rebaño de 20 paco-vicuñas (para mayores
detalles, vide Capítulo 1). En 1893 Belón obtuvo otro pequeño rebaño y además pudo
cruzar los híbridos (Madueño, 1912). Koford opina que “Aparentemente dada la frecuente
esterilidad de los híbridos y la falta de un conocimiento genético, no se han producido
aún híbridos de vicuña, pero los esfuerzos continúan.”. Pero se sabe cjue en Calacala nació
la primera paco-vicuña en 1931. Veinte años más tarde, Paredes tenía aproximadamente
50 híbridos, resultantes de cruces de vicuñas con alpacas, llamas y paco-vicuñas. Y en
1952, Paredes tenía alrededor de “tres cuartas partes” de ejemplares producidos cruzando
una hembra de paco-vicuña con un macho vicuña.
59

130 La vicuña del Perú lama vicugna mensalis, segun Wheeler (1985a: 29), frecuenta de una
manera general todas las regiones de puna, entre los 4,000 y 4,800 msnm y, a la inversa
del guanaco del Perú, su ecología, su biología y su comportamiento han sido bien
estudiados (la autora cita a Koford, 1957; Dourojeanni, 1971; Brack Egg, 1979; Otte y
Hofman, 1979; Franklin, 1974, 1980, 1982, 1983. Pero en su bibliografía no figuran los
trabajos de Dourojeanni ni Brack Egg).
131 A juzgar por las afirmaciones de Koford (1957: 155), los estudios posteriores a 1957 son los
que sustentan la afirmación de Wheeler (loco citato), pues él escribió que hasta esa fecha
no se hizo un estudio metódico de la vida de la vicuña. Y señala, además, eme casi todo lo
publicado y relativo a los hábitos de este animal “... se basa en repeticiones de las
aseveraciones, muchas ciertas pero algunas falsas de J. J. von Tschudi (1844-1846).”.
Koford considera también, que lo esencial de la materia está en el trabajo de Cabrera y
Yepes (1940: 256-269) y Gilmore (1950: 429-454), que Wheeler no menciona. Dice, además,
que hay que tomar en cuenta las observaciones de Pearson (1951: l6l-l68).
132 Franklin (1982: 474) ha escrito que si se compara los mamíferos de pasto de los llanos
africanos o norteamericanos y los otros Camélidos que ocupan las zonas de pastura de
gran altura en los Andes, ellos pueden competir con el extremo calor, el frío y la aridez. Es
así que la vicuña tiene una serie de características anatómicas y fisiológicas que le
permiten sobrevivir en las punas mejor que cualquier otro animal doméstico. Entre estas
características, según Sumar (1988: 26), está el vellón extraordinariamente fino y espeso,
una necesidad baja de energía que no es frecuente, el peso sorprendentemente alto de los
animales recién nacidos y las características especiales de su pezuña, que termina en un
cojinete ancho y elástico.
133 Brack Egg (1987: 74) ha descrito las características adaptativas de este animal. Ellas son,
en primer lugar el color canela mimético de su pelaje, luego la fibra finísima y abrigada
que tienen, sus características sanguíneas (14 millones de glóbulos rojos por mm cúbico)
que le permiten la mejor utilización del oxígeno a grandes alturas. Además las patas
callosas y almohadilladas que se adaptan mejor al suelo pedregoso, los incisivos de
crecimiento continuo hasta cierta edad, lo que evita el desgaste prematuro por masticar
pasto duro y seco y, finalmente, la posibilidad de alcanzar una velocidad de 45 km/hora
que le permite defenderse de algunos depredadores, como son el puma y el zorro.
134 En lo que se refiere a la velocidad hay que hacer algunas aclaraciones, pues Koford (1957)
no comparte la opinión de Brack Egg (loco citato). Es así que según Koford (op. cit.: 173), al
galope la velocidad moderada de una vicuña es de 20 km /hora. A 30 km/hora se puede
mantener sólo por cierto tiempo (y Koford se basa en el estudio de Hall, 1937: 472). Koford
cita, además, a Howell (1944: 65), quien ha sugerido que la habilidad de correr de los
cameloides en general, se ha desarrollado por moverse a grandes distancias entre el
alimento y el agua, más que para escaparse de los depredadores. Destaca por eso Koford,
que la vicuña tiene una gran habilidad para trepar y correr en los roquedales, y es eso lo
que la protege de los depredadores y los perros, más que la velocidad. Y no está demás
indicar, la gran habilidad para saltar que tienen estos animales. Koford dice que se
necesita un cerco de 1.8 m de altura para detener a una vicuña. Pues puede saltar hasta
2.10 m de largo y normalmente 60 cm en altura. Él ha visto saltar a una vicuña, 1.35 m de
alto.
135 Antes de pasar a otro tema, es importante insistir sobre la gran finura de la lana de
vicuña. El promedio del diámetro de la fibra, es de 13.2 micrones, mientras que la fibra de
60

una oveja Merino Fino es de 22.8 micrones de diámetro. En un sistema para graduar la
calidad de la lana, que se basa en la cuenta más fina posible en la que la fibra puede ser
hilada, la lana de oveja fina tiene una graduación de 62 a 64, la lana de llama y alpaca
entre 56 y 60, y la de la vicuña entre 120 y 130 (Koford, 1957: 214, el cual se ha basado en
el American Wool Handbook, 1948).
136 La gestación de la vicuña es, según Brack Egg (1987: 74), de 11 meses, mientras según
Franklin (1982: 477) es de 11.5 meses aproximadamente, con una variación en más o en
menos de una a dos semanas. Estos datos son correctos, pues Koford informa que algunos
autores (e. g. Romero, 1927: 140) han señalado que el período de gestación es de 10 meses,
pero sin indicar datos de base que sustenten sus aseveraciones. La información de Koford
(1957: 176) es que este período es efectivamente alrededor de los 11 meses. Las crías
nacen en época de lluvias, es decir entre febrero y abril y el mayor porcentaje de
nacimientos es por las mañanas, entre las 9 y las 14 horas y en días soleados. Se evitan las
tardes que son tempestuosas. Este es un fenómeno muy importante, pues a 4,000 msnm o
más, las noches son extremadamente frías, mientras que las condiciones ambientales
óptimas, es decir temperaturas más altas y más baja pluviosidad, se dan justamente a
fines de la mañana y tempranas horas de la tarde. Por los datos que se han podido recoger
entre los años 1969 y 1970, durante los primeros 4 meses de vida, mueren entre el 10% y el
30% de las crías, pero no se conocen las causas. Se sospecha que el responsable de ello
pueda ser el zorro (vide Brack Egg, 1987: 74; Franklin, 1982: 477; Sumar, 1988: 27). Sin
embargo Koford (1957: 164-165) ha observado que en la localidad de Huaylarco (en la
carretera Arequipa-Puno) cerca de la mitad de los jóvenes murieron durante el estadio
fetal tardío o de infante. Y se ha comprobado que la causa no son los depredadores ni el
hombre, ya que en los lugares protegidos sucede lo mismo. Se trata, pues, de otra causa
que deberá ser estudiada.
137 Por otro lado, si bien algunos de estos animales en estado silvestre pueden vivir hasta 10
años, el promedio sin duda es menor. Parece que el registro mayor se dio en 1904, en el
zoológico de New York, donde una vicuña murió a los 24 años de vida (Koford, 1957: 165).
138 No hemos encontrado información detallada en lo que se refiere a la alimentación de
estos animales. Sólo San Martín y Bryant (1987: 40), basándose en el trabajo de Malpartida
y Florez (1980), han señalado que en Pampa Galeras “...la vicuña ejerce una gran selección
de plantas pero... esta depende de la condición del pastizal. Así, en el pastizal de muy
pobre condición, la selectividad de este animal es muy limitada.”. Hay que tomar en
cuenta que a diferencia del guanaco que pastea y ramonea, la vicuña sólo pastea
(Wheeler, 1991: 26).
139 En efecto, la vicuña es el único ungulado silvestre que se desarrolla bien en medio del
pastizal del altiplano andino, con sus fluctuaciones de temperatura y heladas, pocas
precipitaciones, lo que significa épocas cortas de brote, pero que se pueden predecir y con
producción baja de plantas. En tiempos pasados estos animales eran comunes en la región
costera, en las partes más altas de la vertiente occidental de los Andes, donde
encontraban una escasa vegetación anual y, además, en las lomas, su vegetación típica
(Franklin, 1975: 191-192; 1983: 619; Grimwood, 1968a).
140 Como se sabe, en los Andes la elevación de las zonas bióticas decrece a medida que se
desplaza hacia el sur. Parece que la razón por la que las vicuñas no descienden más de los
20° de Latitud Sur, es porque la paite meridional es una zona relativamente árida y el
forraje apropiado crece solamente por encima fe los 3,600 msnm (Koford, 1975: 219).
61

141 Sumar (1988: 26) escribió: “La vicuña... vive[n] sólo en estado silvestre.”. Algo parecido
sostienen Flannery et al. (1989: 89) cuando dicen que “La mayoría de zoólogos creen que la
vicuña nunca ha sido domesticada con suceso. Ella se resistió a ser domesticada por los
Incas y sigue siendo difícil de hibridarla con la alpaca (Fernández Baca y Novoa, 1968).”.
Sin embargo ello no parece ser tan cierto. Es así que hay un dato interesante de Rivero
(1828) que preferimos reproducir ad pedem litterae. “El clima cálido [el autor se refiere a la
costa peruana] no parece un obstáculo para que vivan, en la actualidad tengo una [vicuña]
en la casa de Minería en Lima que ha pasado dos veranos fuertes, y en Huánuco existen
dos, que es sumamente cálido; se asegura que estos animales no procrean cuando están
domésticos.”. Y Brack Egg (1987: 62) informa que en 1767, con la expulsión de los jesuitas
de España y sus colonias, se interrumpieron más de 30 años de experiencias de
domesticación de vicuñas en Puno. Los jesuitas tenían allí rebaños de hasta 600 animales.
Después de varias generaciones nacidas en cautiverio, lograron amansarlas (el autor cita
como fuente a León, 1932a. Vide también Madueño, 1912: 12). Y Cardozo (1975a: 107)
señala que “Existieron y existen ensayos de amansamiento y domesticación, pero por su
número el impacto es insignificante. Por ello se consideran aún como especies silvestres
no domésticas.”
142 En este sentido es muy importante el testimonio de Koford (1957: 173, 215) quien ha visto
una vicuña doméstica en Calacala, en el Altiplano. Él afirma, además, que la vicuña joven
es un animal casero, dócil. Son animales que viven muy bien en los zoológicos. Y el trae el
testimonio de un criador de vicuñas, el señor Paredes que trabaja en ello desde 1919. En
1951 tenía un rebaño de 400 animales. Poco después que los jóvenes nacen, las vicuñas
son llevadas a los corrales, donde son cogidas con lazo y esquiladas. Una de las
dificultades para criar vicuñas, es que los animales no pueden ser manejados como el
ganado vacuno y las ovejas. Incluso los animales caseros se convierten en viciosos cuando
alcanzan la madurez. En Calacala la mayoría de los animales machos deben ser castrados
para evitar que peleen entre ellos.
143 Los grupos encerrados son intratables. En libertad no pelean el macho y la hembra, pero
en cautividad sí. En Calacala, las vicuñas han sido mantenidas en domesticidad por
generaciones, pero son muy nerviosas y reñidoras para poder ser manejadas
eficientemente. Por eso Koford (1975: 215) considera que “Si las vicuñas fueran dóciles
para la domesticación, es probable que los antiguos que domesticaron la llama y la alpaca
hubieran domesticado también la vicuña.”.
144 Siempre según Koford (op. cit.), hubo sin embargo desde los tiempos de Bolívar presiones
para la domesticación de estos animales y en tiempos recientes los que querían hacerlo
fueron Emilio Romero y Luis Maccagno.
145 La vicuña tiene una organización social muy interesante, que se basa en una estructura de
rebaño y un sistema territorial muy particulares. Es uno de los pocos ungulados que
defiende un territorio anual de alimentación y otro separado para dormir. Este sistema
territorial, forma la base en función de la cual está organizada la población de vicuñas y
de como hacen uso de su medio ambiente. Es de notar que la unidad de espacio en las
vicuñas, no es de pareja, sino de banda familiar. Una vicuña macho en su territorio, se
defiende de otro macho, pues él protege su territorio y no a sus hembras. Por sus
características, el territorio de estos animales puede subdividirse en territorio
permanente de grupos familiares, territorio marginal de grupos familiares, territorio
para grupos familiares móviles, para grupos de machos y finalmente uno sólo para
machos, es decir para animales maduros física y sexualmente. Las tropas de machos que
62

pueden estar sin territorio, forman una reserva de provisión de machos. Es importante
señalar que el territorio es demarcado por montículos de estiércol comunales, que es una
característica de todos los Camélidos sudamericanos, pero no en el mismo grado ni en la
misma manera. Se debe señalar, que el territorio de la vicuña es mantenido todo el año,
no solamente durante la estación de procreación (lege Franklin, 1978 y 1982: 468-480;
Koford, 1975: 205).
146 Es interesante que Koford (1957: 211) ha visto vicuñas pastando a 43 m de grupos de
alpacas y llamas. En una pampa donde pastaban cientos de llamas y alpacas, él ha podido
contar hasta 75 vicuñas. Sin embargo, según la información que el autor ha podido
conseguir del señor Paredes, generalmente en un grupo de lamoides mezclados, cada uno
tiende a estar con los de su propia especie.
147 Según Dourojeanni (1973: 12), el factor principal de mortalidad entre las vicuñas recién
nacidas, es el clima (fundamentalmente las bajas temperaturas, los fuertes vientos y las
lluvias abundantes). Es por eso que este autor piensa que posiblemente la vicuña vivió
antes en zonas con condiciones de clima más benignas. Por su parte Brack Egg (1987: 74)
confirma esta aseveración, pues según él el factor más importante de mortandad es por
neumonía de las crías recién nacidas. Sin embargo el rayo y la falta de pastos por sequías,
son factores importantes también.
148 La dispersión de la vicuña ha ido variando, como es lógico, con el tiempo. En el siglo XVI
Cobo (1964a, Libro 9. Cap. LVIII: 367), refiriéndose a la vicuña escribía: “Críanse no más
que en las serranías del Perú, en los más helados páramos, entre las cordilleras nevadas”.
Y Tschudi (1885: 94; 1891: 96; 1918: 205; 1969: 124) anotó: “La vicuña tiene un área de
habitación algo más grande que la de la alpaca, ésta se encuentra tanto en el centro y sur
del Perú como en parte de Bolivia”. No cabe duda que a ambos autores les faltó
información, pues en los tiempos en que ellos escribieron, la difusión de estos animales ha
sido mucho mayor. Pero es importante señalar que este es un error que se arrastra hasta
nuestros días, pues aún en 1969 Hershkovitz escribió: “Los límites de la presente área
geográfica de la vicuña coinciden con la del Altiplano. En efecto esta especie que una vez
tuvo un área de difusión muy amplia, es actualmente endémica del Altiplano.”
(Hershkovitz, op. cit.: 61). En realidad ello no es cierto, pues la vicuña es una especie que si
bien está restringida al altiplano árido, se extiende también a las pampas ásperas de las
adyacentes montañas costeras (Gilmore, 1950: 453).
149 Si bien todos los autores concuerdan en términos generales que la vicuña se extiende
hasta la parte septentrional del Perú Central, el límite exacto no es aceptado por todos.
Así mientras para Pascual y Odreman (1973; 35) este límite está en el departamento de
Junín, para Novoa y Wheeler (1984: 121), Grimwood (1969: 66), Koford (1957: 157), Hoces
(1992: 51), Wheeler (1991; 21) y Torres (1992a: 32) éste se encuentra entre los 9°30' y 10°
de Lat. Sur en el departamento de Ancash, luego sigue hacia el Sur por la cordillera
andina y las cadenas montañosas costeras incluyendo el área occidental boliviana hasta el
noroeste de Argentina y norte de Chile. El límite meridional en Chile es el 29° de Lat. Sur
en la provincia de Atacama, a pesar que antes se extendía hasta Coquimbo, mientras que
en la parte argentina el límite está entre las provincias de La Rioja y San Juan. Sólo Hoces
(1992: 51) sostiene que el límite está en la actual frontera entre Bolivia y Chile, es decir los
18° de Lat. Sur. Algunos autores mencionan la existencia de vicuña en el Ecuador
meridional, pero, como señala Franklin (1982: 474) “... se espera confirmación...”,
posibilidad que ha sido cuestionada también por Cabrera (1961, II: 324). Sin embargo
Brack Egg considera que “En Ecuador está extinta.”. (Vide Gilmore, 1950: 451; Franklin,
63

1975: 191, 1982; Novoa y Wheeler, 1984: 121; Pascual y Odreman, 1973: 35). No debemos
olvidar, sin embargo, que según el testimonio de Cieza de León (1984: I Parte, Cap. LXXX,
236), en tiempos prehispánicos había vicuñas en la zona de Huamachuco, en el
departamento de La Libertad. Muchos autores piensan que la base histórica y actual de
este animal es el Perú meridional (Franklin, 1982: 474; Albes, 1918; Koford, 1957; Jungius,
1971).
150 Como bien lo ha señalado Franklin (1982: 474), así como la Patagonia es al guanaco, la
puna andina es a la vicuña. En efecto la distribución altitudinal está en la puna entre
aproximadamente los 3,700 y 4,800 msnm (aunque Brack Egg [1987: 73] señala el límite
superior a 5,200 msnm y Hoces [1992: 41] y Torres [1992a: 32] el inferior a 3,000 msnm). Se
sabe por los estudios de Koford (1957: 157), que en 1950 dos tercios de la población de
vicuñas vivía por encima de los 4,250 msnm. Este es un medio áspero de poca vegetación,
con temperaturas frías en praderas altas y onduladas semiáridas. Como animal que pastea
estrictamente en praderas, ecológicamente la vicuña está confinada a la puna alta, dado
que las partes más bajas inmediatamente se vuelven valles con monte bajo y laderas con
cultivos intensivos o colina al pie de los contrafuertes andinos de la costa desértica. Las
dos condiciones que han favorecido los hábitos de la vicuña, son el patrón uniforme de
lluvias sobre áreas extensas del Altiplano y la transición abrupta de los pastizales del
Altiplano y las elevaciones más bajas de tierras de arbustos (Franklin, 1982: 474; 1983:
619). (Vide Figura 3).
151 Siempre por los estudios de Koford (1957: 164) sabemos que alrededor del 60% de la
población de vicuñas vive en zona seca y salada, al sur de la latitud del Salar de Uyuni, en
Bolivia (20° de Lat. Sur), Pero el autor señala muy claramente, que los límites de
dispersión de este animal parecen estar determinados por la disponibilidad de alimento y
por la libertad de no ser molestados y no por el enrarecimiento de la atmósfera (Koford,
op. cit.: 157).
152 En lo que se refiere al requerimiento de alimentación suculenta, Koford menciona en
orden decreciente a la alpaca, la vicuña, la llama y el guanaco. El orden geográfico
creciente de la distribución de los lamoides, sugiere que el acceso estacional de alimento
verde y los diferentes rangos de tolerancia para alimento seco, son factores importantes
para determinar los límites de su distribución (Koford, op. cit.: 157, 161-162).
153 Brack Egg (1987: 73) ha estudiado la situación de la vicuña en el territorio peruano y él
indica que este animal se encuentra desde Ancash hasta Puno y Tacna, a lo largo de 14
departamentos. Posición idéntica asume Hoces (1992: 51). Esto es importante, pues 30
años antes Koford (1957: 218) señalaba como frontera norte de la distribución de la
vicuña, el departamento de Pasco. Sin embargo el único análisis detallado que nosotros
hemos podido encontrar es el de Grimwood (1969: 66-69), que en su informe publicado 18
años antes que el de Brack Egg (loco citato) ha podido ubicar a estos animales sólo en 10
departamentos. Por el detalle y la importancia de la información de este estudio,
consideramos que merece ser citado.
154 Entre los 9°30' Lat. Sur y los 13°30' Lat. Sur, la vicuña hoy está casi extinguida, siendo los
únicos sobrevivientes unos 9 o 10 grupos, muy separados, que suman menos de 150
individuos en total. Estos parecen sentenciados, escribía Grimwood (loco citato) y es
improbable que algunos de ellos puedan sobrevivir más de algunos años más. Sin embargo
actualmente en dos zonas protegidas, una en Ancash y otra en La Libertad, hay 329
vicuñas (Hoces, 1992: Cuadro 9, 52). (Cuadro 3).
64

155 Al sur de los 13°30' de Lat. Sur, la situación es un poco mejor, pero sólo en una localidad
ella es buena. Pampa Galeras, en la provincia de Lucanas del departamento de Ayacucho
(para mayor información sobre esta Reserva, lege Franklin, 1983: 583 etpassim). Allí
existían en 1965 unos 1,200 a 1,300 animales en un área de 600 km cuadrados. En 1992
según Hoces (1992: Cuadro 9, 52), había un total de 61,147 cabezas (Cuadro 3). No sabemos
hasta que punto esta cifra sea correcta, ya que por información de Lizana Salvatierra
(1993: Al), desde 1989 “... Pampa Galeras permanece abandonada y sin presencia de
técnicos especialistas en conservación y manejo de vicuñas, hecho que ha alentado la
presencia de más cazadores furtivos en la zona.”. Si bien es cierto que se trata de una nota
periodística que debe ser tomada con las reservas del caso, por lo que hemos podido
averiguar la situación es real.

Cuadro 3. Áreas de censo y conservación de la vicuña en el Perú.

Tomado de Hoces, 1992: Cuadro 9,52.


1 Incluye a la Reserva Nacional Pampa Galeras
2 Equivale a la Reserva Nacional Salinas y Aguada Blanca
3 Equivale al Parque Nacional Huascarán.
Fuente: DIM-PEURV

156 En otros lugares existen poblaciones muy separadas de algunos grupos en cada caso, pero
sólo una de ellas excede los 100 individuos. Hay también 500 a 600 animales en estado de
semidomesticidad en la Hacienda Calacala5, en la provincia de Azángaro, en el
departamento de Puno, pero un tercio aproximadamente es híbrido y resultado del cruce
con llama o alpaca. Creemos que es importante ver cual es la situación por departamento.
Para los efectos del caso, utilizaremos como trabajo de base el de Grimwood (1969) y,
hasta donde es posible, lo compararemos con la información de Hoces (1992),
intercalando en algunos lugares noticias periodísticas aparecidas en 1993 (Lizana
Salvatierra, 1993: Al) y una que otra información que hemos podido recoger.
65

Figura 3- Mapa que muestra la distribución de la vicuña en la actualidad y en el pasado.

157 En La Libertad, en 1969, no había vicuñas. En 1992 se informó la existencia de 70 cabezas.


158 En el departamento de Ancash en 1969 había 6 ó 7 pequeños grupos, quizá de unos 35
animales, en las provincias de Yungay y Bolognesi. En el resto del departamento la
especie está extinguida. Sin embargo en la década de los años 80, aún quedaban vicuñas
en el Callejón de Huaylas, pero este animal está “... restringido a grandes alturas donde se
le ve muy raramente y sólo en rebaños muy pequeños.” (Lynch, 1980a: 13). En 1992 se ha
informado la existencia de 250 animales en el Parque Nacional Huascarán.
159 En el departamento de junín, en 1969 se informó que había un pequeño grupo al oeste del
lago de Junín, pero en el resto de su territorio la especie se había extinguido. En la década
de los años 70, Matos y Rick (1978-1980: 33) escribían que la vicuña “... prácticamente ha
desaparecido en la sierra Norte. Al Sur del Nudo de Pasco su densidad aunque pobre es
importante …”
160 En el departamento de Lima, en 1969 había sólo tres grupos, con menos de 20 ejemplares
en cada uno, en Matucana y Canta. En 1992 se informa que hay 3,667 vicuñas.
161 En el departamento de Huancavelica se ha dado cuenta de un grupo de menos de 20
animales cerca de los lagos de Castrovirreyna y dos pequeños rebaños son conocidos en el
extremo sur, cerca de Córdova y Huachuas.
162 En el departamento de Ayacucho, además del grupo de Pampa Galeras, las vicuñas son
conocidas cerca del área de Negromayo, donde puede haber entre 150 y 200 animales, a
pesar que se ha podido ver sólo 55. Probablemente hay animales cerca de Andamarca. Se
dice que los hay también en la provincia de Parinacochas, pero no hay prueba de ello.
163 En el departamento de Apurímac las vicuñas no se encuentran o hay muy pocas en las
provincias de Andahuaylas y Abancay. Se ha señalado la presencia de pequeños grupos en
la provincia de Antabamba. Entre Andahuaylas y Puquio-Chalhuanca se ha visto 84
66

animales, de los cuales 55 estaban concentrados en 6 grupos en Pampa Chuquibamba. Dos


rebaños separados, uno de 7 y otro de 18 animales, han sido vistos en el valle de
Pachachaca.
164 En el departamento del Cuzco, en las provincias de Quispicanchi, Paucartambo, Calca y
Urubamba, por muchos años no se ha visto a las vicuñas, si es que existieron. Han
desaparecido del área de Ocongate donde existían hasta hace poco. Pequeños grupos han
sido vistos en el área de La Raya del valle de Vilcanota y, probablemente, hubo en partes
de las provincias de Canchis, Canas, Chumbivilcas y Espinar. En 1992 se considera que en
el departamento había 1,596 cabezas.
165 En el departamento de Arequipa, en 1969 la situación era oscura. Los cazadores locales
sostenían que aún había vicuñas. En 1992 se ha informado la existencia de 2,966 animales
en la Reserva Nacional Salinas y Aguada. Aquí, sin embargo, la información es
contradictoria. Pues en 1993 se escribió que “En Arequipa unas 10 mil vicuñas se
encuentran sin protección ante los cazadores furtivos, por el desinterés del Ministerio de
Agricultura en dictar las medidas convenientes que garanticen su preservación...”
(Lizana Salvatierra, loco citato).
166 En el departamento de Puno en 1969, había pequeñas cantidades de vicuñas al sur de las
provincias de Carabaya y Sandia, pero no hay información segura. Habían desaparecido
completamente de la provincia de Azángaro, excepto en el estado de semidomesticidad en
la Hacienda Calacala. Se ha señalado la existencia de pequeños grupos en las haciendas al
sur de la provincia de Chuquito, pero se trataba de menos de 150 individuos. Unas 70
vicuñas se conocían en el suroeste de la provincia de Lampa y podría haber habido
algunas en la provincia de Melgar. Sin embargo en 1992 se ha indicado que en el
departamento había 21,363 animales. En el Subproyecto Puno, que incluye Tacna y
Moquegua, había un total de 23,997 vicuñas. Pero las noticias periodísticas de 1993
señalan que “En Puno la situación es grave. La población de vicuñas ha descendido en los
últimos 4 años, de 23 mil a 5 mil ejemplares, por acción de los cazadores furtivos...” según
la información dada por el Consejo Nacional de Camélidos Sudamericanos (Lizana
Salvatierra, loco cítato).
167 En el departamento de Moquegua se conocen algunos grupos en la zona norte.
168 Concluye Grimwood (op. cit.), que en total se trata de menos de 2,500 animales. Él admite
que un survey completo es imposible y que por ello se puede suponer que la población
total de la especie pudo ser tan baja como 5.000 individuos. Él consideraba que hablar de
10,000 animales, en 1969, era un estimado “demasiado liberal”.
169 Aquí debemos hacer una consideración. Pues Koford (1957: 164), 12 años después
estimaba que la población total de vicuñas de Sudamérica era de 400,000 animales, de los
cuales más de la mitad estaba en el Perú. Es decir en el Perú debería haber habido más de
200,000 vicuñas, lo que significa ca. 190,000 animales más de lo que Grimwood (loco citato)
consideró como estimado “demasiado liberal” en 1969. Y en 1992, según Hoces (loco citató)
la población total de vicuñas en el Perú, fue considerada de 97,670 cabezas (Cuadro 1). Si
estas cifras son reales, el cambio logrado entre 1957 y 1969 ha sido verdaderamente
notable por el incremento de animales. Pero es igualmente notable la disminución que se
ha producido desde 1957 hasta 1992. Grimwood está convencido que los perros y los
cazadores, tienen parte de la responsabilidad de la muerte de animales jóvenes.
170 Este cuadro es más sombrío si se considera que los estimados del año 1982 señalaban que
la población peruana de vicuñas representaba el 75% de la población mundial de estos
67

animales, seguida de Chile con un 10%, Argentina con 10% y Bolivia tan solo con un 5%
(Brack Egg, 1987: 73).
171 Siempre según Koford (op. Cit.: 218) la distribución de la vicuña, fuera del territorio
peruano, es como sigue. En Bolivia, hacia el Este, se le encuentra en la vecindad de Potosí
y Cochabamba. En Argentina su frontera oriental es la Cordillera de Santa Victoria. La
distribución en la parte meridional de Bolivia y Argentina es poco conocida. Se sabe, sin
embargo, que es abundante en la zona de jujuy y en la parte occidental de Salta. También
hay vicuñas en las provincias de La Rioja y San Juan y el oeste de Catamarca en el límite
con Chile. En Chile llegan aproximadamente hasta la misma latitud de San Juan en
Argentina.
172 La información más reciente que hemos obtenido, es de 1992 y se consigna que en Bolivia
hay 12,047 vicuñas (Villalba, 1992: Cuadro 5,43), en Chile 27,927 vicuñas (Glade y Cunazza,
1992: Cuadro 7,47) y en Argentina 15,900 animales (Cajal y Puig, 1992: Cuadro 2,39). Estos
son datos de animales en áreas de censo y conservación (Cuadro 1).
173 Hesse (1982: 209), basándose en datos de las décadas entre los años 50 y 70 (Koford, 1957:
162-163; Jungius, 1971: 139), ha informado que los individuos juveniles (es decir menores
de un año de edad) comprendían entre el 17% y el 19% de toda la población de vicuñas.
174 Como bien señala Koford (1957: 218-219). todo parece indicar que hace muchos miles de
años las vicuñas no estuvieron confinadas a las tierras altas, pues se ha encontrado restos
fósiles en depósitos pleistocénicos y del Holoceno Temprano en las regiones bajas de las
pampas argentinas, cerca de Buenos Aires (López Aranguren, 1930b: 120-122). Sobre el
particular López Aranguren escribió: “Como este ejemplar procede de la Laguna de
Chichi, podría parecer extraño que una especie relegada hoy a las mayores alturas
andinas haya existido en lo que actualmente es la Provincia de Buenos Aires. Sin embargo,
en el Museo hay un trozo (9-341) consistente en una mandíbula incompleta y muy
fosilizada que por sus caracteres y dimensiones no puede de ningún modo separarse de la
vicuña actual, y otro tanto ocurre con la sínfisis mandibular procedente de Luján y
representada por Ameghino [18891 en su lámina XXXVI... Tal vez la vicuña de la provincia
de buenos Aires representase una forma local...” (López Aranguren. 1930b: 122). Cabrera y
Yepes (1940: 268) han sugerido, para explicar este hecho, que las condiciones climáticas
de las pampas bajas han ido cambiando gradualmente, o quizá que una forma local de
vicuña se adaptó a esta nueva forma de vida, Es lógico que estos animales deben tener
características fisiológicas que le permiten vivir en la altura. Esto ha sido discutido y
explicado en este mismo capítulo (videsupra). Pero, además de presentar una gran
eficiencia para poder vivir en un ambiente con bajas cantidades de oxígeno, las vicuñas
tienen una gran tolerancia para las variaciones a las presiones atmosféricas. Tan es así
que estos mismos animales que viven a grandes alturas, lo hacen en condiciones muy
saludables también en los zoológicos al nivel del mar. Es más, se reproducen allí muy
bien. Es por eso que Koford (loco citato) plantea -y en esto condividimos plenamente su
opinión- que el factor principal que restringió a las vicuñas a las tierras altas, casi
seguramente no es el fisiológico. Parece más bien que la especie estuvo originalmente
extendida en los territorios sudamericanos, como los restos fósiles hallados en las tierras
bajas lo están indicando, y comenzaron a extinguirse en dichas zonas cuando la
competencia con otros ungulados comenzó a ser muy severa. Pero no puede ni debe
olvidarse -añadimos nosotros- también la llegada del hombre y luego la gran
perturbación que ha causado el pastoreo de las ovejas, que ha sido también uno de los
factores que ha forzado a la vicuña a dejar gran parte de su hábitat originario de tierras
68

bajas y refugiarse en las altas. Es así que en el curso de los siglos, es muy probable que el
pastoreo de las ovejas haya causado cambios notables en las praderas de las punas. El
actual impresionante dominio de los manojos de hierbas ordinarias, puede ser en parte, el
resultado de la utilización a gran escala por parte de las ovejas, de las plantas más
suculentas (Koford, op cit.; 212). Por eso, concluye Koford, que dado que “... el cambio en
elevación va junto con el cambio de clima, la vegetación, la cantidad de seres humanos y
de animales, y otros factores más, hacen imposible una evaluación de cada factor sobre la
distribución de la vicuña, antes que nuestros conocimientos de la ecología de las tierras
altas andinas haya avanzado más.” (Koford, op. cit.: 219).
175 Cardich (1987b: 22) es de opinión contraria, pues ha escrito que “... se hace improbable
que en un pasado no muy remoto, como el Postglacial Temprano y Medio, [la vicuña] haya
tenido un comportamiento ecológico distinto del actual.”. Pero Cardich no presenta
ningún argumento para sustentar su posición. Sólo repite las ideas de Troll (1931, 1935,
1958) y luego cita a Koford (1957). O no ha leído a este autor o no lo ha entendido, pues
acabamos de ver que él plantea ideas exactamente contrarias a las de Cardich.
176 No cabe duda que el problema está lejos de ser resuelto, pero según Rick (1980: 21) hay
razones para creer que la vicuña ha sido el primer Camélido que ocupó la puna en el
pasado y hoy es el único Camélido silvestre que sobrevive en dicho ambiente. Si el
guanaco estuvo presente, debió ser eliminado en una forma selectiva muy eficiente. Rick (
loco citato) es de la opinión, que la naturaleza predecible de la vicuña, la convierte en una
presa fácil para los cazadores, y su organización social fue mucho más fácilmente
perturbada que el patrón conocido del guanaco, listas ideas concuerdan con las de Lynch
(1980a: 13), quien escribió que “... las observaciones hechas en el Sur del Perú y Bolivia,
parecen indicar que su extensión natural es considerablemente mayor (inclusive por
debajo de los 4,000 m), y que la población de vicuñas pudo haber sido tan numerosa como
para contribuir substancialmente a la subsistencia del hombre temprano. Incluso en los
años 40 Pearson (1951: 121) calculé) una frecuencia de alrededor de una vicuña por 120
acres en el altiplano de 5,000 m de altura en el Sur del Perú. Él encontró que esto se
compara muy bien a la figura de un venado por 25 acres en algunas de las mejores tierras
de los Estados Unidos”.
177 La reducción de la vicuña a un status de especie en peligro, es sin eluda un fenómeno post
Conquista (Novoa y Wheeler, 1984: 121) y que podría tener su fin en nuestros días.
Consideramos que el patético relato de Flores Ochoa (1967: 25) no indica sólo un caso
aislado, sino un fenómeno generalizado. Él habla de la zona de Paratía, en el distrito
homónimo de la provincia de Lampa, del departamento de Puno. “En las cumbres más
aisladas y altas, lejos del alcance de la codicia depredadora del mistio blanco, salvados por
la naturaleza de la voracidad humana, todavía es posible encontrar de vez en cuando
algunos ejemplares de bellas y gráciles vicuñas... Los numerosos rebaños con magníficos
ejemplares, que cuentan los indígenas, antaño pastaban en las lomadas, han pasado al
recuerdo y son motivo de comentario por hombres que bordean los cuarenta o cincuenta
años. Su exterminio ha sido posible por las armas de fuego que poseen los mestizos, que
no reparaban en arrasar todo un rebaño en un día, a fin de poder comerciar con su
finísima lana.”
178 A pesar de este cuadro sombrío, Flores Ochoa (1975b: 300) tiene la esperanza que la
situación de la vicuña “... está en proceso de recuperación, aunque todavía no ha
superado el nivel crítico.”, y Sumar (1985: 12) considera que si bien este Camélido estuvo
al borde de la extinción en la década de los años 50 “... ha incrementado su número
69

gracias a oportunas medidas implementadas por el Perú con la ayuda técnica


internacional.”. Sin embargo Flannery et al. (1989: 89) que han estudiado la situación en la
década de los años 80 no son tan optimistas y consideran eme la vicuña está en pleno
proceso de extinción.
179 Para terminar, es importante señalar algunas diferencias entre los guanacos y las vicuñas.
Y aunque, como lo señala Franklin (1982: 474-475), el asunto no está bien documentado,
parece que la separación geográfica y ecológica del guanaco y la vicuña están
relacionados con la altura. Algunos autores han sostenido que el guanaco y la vicuña
están juntos (Lydekker, 1901: 1002) y que el guanaco se encuentra a lo largo de la zona de
la vicuña (Koford, 1957: 211). Otros han observado que el guanaco y la vicuña están en las
mismas montañas, pero nunca juntos (Osgooel, 1916: 203). También que en las punas
existen algunos guanacos (Link, 1949: 45) y que el guanaco se extiende desde el nivel del
mar hasta por encima de los 4,000 msnm y cubriendo regiones por debajo del hábitat de la
vicuña del altiplano (Miller et al.: 1973: 59).
180 Franklin (op. cit.) piensa que ciada la fuerte declinación de ambas especies, quedan muy
pocas áreas donde las poblaciones del guanaco y la vicuña existen en cercana proximidad.
El autor declara conocer sólo dos: una en la zona occidental de los Andes en el Perú
meridional (14° Lat. Sur), en la Reserva de Vicuñas de Pampa Galeras y la otra en la zona
oriental de los Andes, en la Argentina Central (32° Lat. Sur), en la Reserva Nacional San
Guillermo. En ambos casos las dos especies son adyacentes, pero separadas por el hábitat
y diferencias altitudinales. El guanaco terminando y la vicuña comenzando en la zona de
transición entre las comunidades montañosas y las zonas llanas, cerca de los 4,000 msnm.
La vicuña utilizando las praderas de la puna alta, mientras que el guanaco ocupa las
montañas con arbustos de la zona baja y las zonas desérticas.
181 Por otro lado y siempre según Franklin (op, cit.: 481), “... el comportamiento social y los
sistemas sociales de la vicuña y del guanaco, son básicamente los mismos, sin embargo
hay una cantidad de diferencias sutiles e importantes.”.
182 Dada su gran distribución en Sudamérica, su mayor distribución en altura y la ocupación
de una variedad de tipos de hábitat, la organización social del guanaco es generalmente
más variable y flexible que la de la vicuña (Franklin, 1982). Por otro lado, la población de
la vicuña es sedentaria, la del guanaco es sedentaria y migratoria o migratoria. Las
migraciones del guanaco son altudinales o laterales (sin cambiar de altura), debido a la
nieve o a la sequía. Alien (1942) ha podido observar en la década de los años 40, que
cuando comienza el verano en la Patagonia temperada, los guanacos se mueven hacia
abajo desde los pies de los contrafuertes andinos orientales a alturas menores. También se
dan los movimientos altitudinales de los guanacos hacia o desde las lomas costeras, en la
vertiente occidental de los Andes peruanos.
183 Se ve, pues, que las condiciones similares del medio, nos explican las semejanzas de estas
dos especies. Las mayores diferencias se dan entre la vicuña sedentaria y el guanaco
migratorio, debido a la permanente posibilidad de aporovechamiento de forraje en el
medio de la vicuña, y la disponibilidad estacional de alimentos para el guanaco, debido a
la cobertura de nieve (Franklin, 1982: 483).

2.8.3 La llama (Lama glama)

184 La llama (Fotografía 3; Figura 16, superior; Figura 19), ha sido definida como un
“Admirable ejemplo de adaptación del organismo a las condiciones físicas del medio
70

ambiente...” (Viault, 1895; 201), aunque esta es una verdad a medias, como ya lo hemos
indicado.
185 Es importante señalar que en la actualidad no se conocen poblaciones de llamas silvestres
en su territorio nativo (Franklin, 1982: 465), y según Wheeler (1991; 19, 27) ellas
descenderían de Lama guanicoe cacsilensis.
186 La llama es la más grande de las cuatro especies y alcanza una altitud que se señala entre
1 m y 1.20 m a la altura de la crucera. Su peso vivo indicado por la mayoría de los autores,
gira alrededor de los 110 kg, aunque hay quien señala hasta 155 kg (Gade, 1977: 114; San
Martín y Bryant, 1986: 2; Franklin, 1982: Tabla 1, 465). Sumar (1988: 25) afirma que el
macho adulto pesa 116 kg (con una variación que oscila entre 66 y 151 kg. Dentro de ella
está el peso señalado por Torres [1992a: 32], que es de 125 kg) y una hembra adulta pesa
102 kg (con límites eme varían entre 70 y 150 kg).
187 Según Franklin (1982: 482), Rosenmann y Morrison (1963) han descubierto qvie las llamas
tienen una adaptación respiratoria más eficiente al estrés del calor y a la deshidratación
que los rumiantes domésticos, pero las llamas son incapaces de alterar la temperatura del
cuerpo por hipotermia (Schmidt-Nielsen et al., 1957), que es una ventaja para conservar
agua en condiciones desérticas. Mientras los guanacos tienen sus “Ventanas térmicas”
descubiertas por Morrison (1966, vide supra), las llamas en condiciones de falta de agua,
pueden ser capaces de alimentarse con más comida y expeler menos orina que la cabra
adaptada a la aridez. Incluso cuando la comida es restringida, las llamas son capaces de
reducir su energía metabólica más que las ovejas y las cabras (Rübsamen y Engelhardt,
1975).
188 La gran utilidad de la llama en el mundo andino, ha sido por su capacidad de carga,
justamente por tratarse de uno de los animales mejor adaptados que existen en el
continente americano (Custred, 1977: 65).
189 Hemos visto ya, cuando hemos tratado al inicio de este libro los aspectos generales de esta
Familia, que se ha exagerado mucho sobre la cualidad que tendrían estos animales, de
mantenerse por mucho tiempo sin tomar agua. Esta exageración se refleja en la frase de
Prescott (1955: 114), quien escribió que “La estructura de su estómago, como la del
camello, le permite pasarse sin beber durante semanas enteras y aún meses.”. Con todo lo
que ya se ha dicho, no creemos que merezca la pena insistir sobre este asunto. Lo que sí es
importante, es analizar un poco todo el aspecto referente a la alimentación de estos
animales.
190 En este sentido, la llama “... parece estar dentro del grupo de rumiantes clasificados como
consumidores de forraje seco y fibroso, como Van Soest (1982) clasifica a los camélidos del
viejo mundo.” (San Martín y Bryant, 1987: 41).
191 San Martín y Bryant (op. cit.: 37) han hecho notar que las características selectivas en las
llamas, que han sido observadas por San Martín (1987), se asemejan a aquellas que han
sido observadas en los Camélidos del Viejo Mundo. En efecto, éstos descartan la
vegetación densa y suculenta y buscan los pastos secos que generalmente son evitados
por otros animales (Yagil, 1985).
192 Según San Martín et al. (1989: 97 y 108), las llamas parecen estar mejor adaptadas que las
alpacas (y por supuesto que los ovinos) para poder subsistir consumiendo forraje de baja
calidad, que se encuentra en las regiones más áridas de los Andes. Es así que estos
animales “... usan más extensivamente forraje tosco amacollado en el más alto estrato
vertical. Ellos también pasan más tiempo en cada sitio de pastoreo, tienen una menor tasa
71

de mordizco (Sic!) y seleccionan dietas de baja calidad (San Martín, 1987) que las alpacas,
indicando que las llamas tomaron más tiempo para consumir forraje tosco. Las llamas son
aparentemente capaces de utilizar tales forrajes toscos debido a sus adaptaciones
fisiológicas que le permitirían compensar estas dietas de baja calidad (San Martín, 1987)”.
193 Es importante recordar que la llama pastea y ramonea y esto le permite adaptarse a las
más diversas condiciones ecolcógicas (Wheeler, 1991: 31).
194 Sin embargo, y a pesar que la llama es un animal tan importante, no existen trabajos
sobre la composición botánica de su dieta (San Martín y Bryant, op. cit.: 30). Por los datos
de Cardozo (1954) y Franklin (1982), basados sólo en observaciones visuales, se desprende
que la llama prefiere, más que otros rumiantes, los forrajes secos, altos y fibrosos,
mientras que la alpaca muestra una mayor disposición a comer forrajes que crecen en
terreno húmedo. Estas observaciones sobre las características selectivas en llamas, le han
hecho pensar a San Martín y Bryant (op. cit.: 33) que este animal está adaptado a
ambientes áridos. “Soportan esta teoría la actual distribución de la llama. Así el 70% de la
población mundial de llamas se halla localizada en el Altiplano boliviano... donde la
precipitación fluctúa entre los 250y 450 mm. Mientras, en el Altiplano peruano el cual
mantiene únicamente el 25% de la población mundial, la precipitación fluctúa entre los
500 a 900 mm (Tapia 1971). Asimismo dentro del Altiplano peruano la población de llamas
está localizada mayormente en áreas más áridas (puna seca) (Novoa y Wheeler 1984, Tapia
y Mores 1981). Por otro lado, se ha observado que esta especie es susceptible a problemas
de pedera cuando pastorea en suelos húmedos, problema que difícilmente se presenta en
alpacas (Sumar, comunicación personal).”. Los autores, sin embargo, se basan
exclusivamente en la distribución actual de estos animales, sin tomar en cuenta que en el
pasado ella ha sido diferente.
195 En lo que se refiere al período de gestación, para la llama es de 10.5 meses. Flannery et al.
(1989: 99) han observado que en el área de Yanahuaccra-Toqtoqasa, en Ayacucho, los
nacimientos ocurren en cualquier momento entre los meses de enero y marzo, pero
usualmente con mayor frecuencia en febrero. Por su parte Shimada y Shimada (1985: 6)
indican que las llamas llevadas a los Estados Unidos paren durante todo el año. mientras
que en el Altiplano lo hacen entre enero y marzo y en esto hay una coincidencia con la
información de Flannery et al. (loco citato). Sin embargo Shimada y Shimada (op, cit.)
añaden, que cuando el animal es separado y se le da servicio mensualmente, puede parir
todo el año.
196 Con respecto a los partos, sabemos que entre los aymaras las llamas en el momento del
alumbramiento no reciben ninguna ayuda, pero a los recién nacidos se les da un cuidado
especial (Tschopik, 1946: 521).
197 Un aspecto sobre el que aparentemente no hay acuerdo, es el de las variedades o razas de
llamas que pueden existir. Y si bien Gilmore (1950: 436) acepta que los caracteres de éstas
son vagos y que en los tiempos prehispánicos ello era más marcado que hoy (y menciona
la variedad con cinco pezuñas), sin embargo indica que (op. cit.: 437) en la actualidad
parecen haber varias razas “vagas” (several vague breeds). Así señala la llama común, la
gran llama de carga del Altiplano que sin embargo pone con ?, y una pequeña llama de
Riobamba (Ecuador) que nuevamente pone con ?. Hay que decir, en honor a la verdad, que
indica que no existen datos definitivos al respecto. Añade que “En tiempos
precolombinos, en las serranías y en la costa del Perú, existieron también varias razas,
algunas tan definidas como las de hoy: 1) La pequeña llama de la costa (que
definitivamente no es alpaca; restos vistos en Pachacámac, al sur de Lima); 2) la llama de
72

tamaño normal con la frente hundida (restos de Pachacámac); 3) las grandes llamas de
carga (?) de las tierras altas, utilizadas especialmente por la armada Inca; y 4) una llama
aberrante con cinco pesuños delanteros de Chancay, en la costa central del Perú.”. Como
podremos apreciar a lo largo de este estudio, no hay aún información concreta que pueda
sustentar la existencia de estas variedades o razas, sobre las que también otros autores
han llamado la atención. F.n este sentido Wheeler (1991: 29) es categórica, cuando afirma
que “... no se puede hablar de la existencia de razas andinas de llamas.”. A pesar que
posteriormente y a la luz de nuevas evidencias, la autora cambia de opinión (Wheeler et
al., 1992; vide infra).
198 En este sentido, Wing (1975b: 33) es mucho más cauta, pues ella dice que se pueden
distinguir “por lo menos” dos variedades de llama, pero ella también insiste que “... con
características muy vagas…”. Ellas son la llama grande de carga y la común de tipo
pequeño.
199 Wheeler et al. (1992: 468-469) han explicado muy bien el problema. Ellos consideran que la
falta de un registro escrito en los tiempos prehispánicos, sobre la crianza de las llamas y
las alpacas, y la pérdida de los conocimientos de los especialistas que se trasmitía
oralmente, hacen especialmente difícil la evaluación del alcance que han tenido las ideas
de origen europeo sobre la crianza de la raza y como éstas han influenciado las prácticas
de manejo de los animales. Hoy en día las llamas son criadas fundamentalmente como
animales de carga y se conocen tres fenotipos diferentes, aunque es probable que existan
más. Casi todas las llamas andinas son del tipo q'ara (ccara), es decir que no dan lana y
cuya característica es no tener pelos en el rostro y un crecimiento relativamente escaso
de la fibra. Menos común es el tipo ch'aku (chaku), que es la llama para lana, la que como
su nombre indica, tiene un vellón más pesado y con fibras que crecen en su frente y en sus
orejas. Las fibras características de la tercera variedad, son intermedias entre los dos
tipos anteriores. El color tiene tendencia a ser irregular y varía desde el blanco, hasta el
marrón, el negro o el gris. La fibra de la llama es generalmente basta y velluda y hay un
consenso de opinión, en el sentido que ella no ha sido criada ni en la actualidad ni nunca
para producir fibra. Mientras que la alpaca se cría específicamente para la producción de
fibra y se pueden distinguir dos fenotipos basados en la característica de ésta. En la
actualidad –siempre según Wheeler et al.– aproximadamente el 90% de las alpacas,
muestran las fibras más cortas y rizadas de la variedad buacaya, mientras que el 10% tiene
la fibra larga y ondulada del tipo suri (vide Wheeler, 1991 ). En apariencia, huacaya es
reminiscente de la raza de ovejas Corriedale y la suri de Lincoln. Existen animales con
fibras de tipo intermedio, pero son raros.
200 Ahora bien, los factores genéticos que controlan estas características no son conocidos, y
la proporción 9/1 huacaya/suri es el producto de una crianza al azar. Los colores de las
fibras varían desde un blanco hasta un negro y un marrón, incluyendo los matices
intermedios, pero tienden a ser uniformes a lo largo del cuerpo. Hoy en día, según un
estudio de Novoa (1981), todas las llamas y el 80% de las alpacas en el Área Andina, están
bajo el control de pastores tradicionales, que no crían a sus animales selectivamente para
fenotipos específicos. El concepto europeo de crianza, con libros de registro de rebaños,
no forma parte de las prácticas nativas andinas de crianza de la raza. Sin embargo, las
investigaciones llevadas a cabo por Wheeler et al. (1992) parecen demostrar que en
tiempos prehispánicos existían ciertos conocimientos que permitieron la selección de
determinados caracteres en un grupo de animales, creándose verdaderas razas. Este
punto será ampliado y discutido en el Capítulo 4.
73

201 Es interesante la suposición de Gilmore (1950: 428), en el sentido que con un estímulo
religioso y otros más, se pueden perpetuar ciertas razas y es posible desarrollarlas por
aislamiento y cruce. La religión, así, sería la responsable de las variedades de llamas
blancas, negras, alpacas blancas y quizá inclusive de la llama con cinco pesuños que ha
sido encontrada en los yacimientos arqueológicos.
202 La versatilidad de la llama es muy conocida en el mundo andino y es algo que se hace
evidente cuando se conversa con los pastores. El caso de Q'ero (Cuzco) nos parece el mejor
ejemplo. Allí la comunidad hace amplio uso de este animal, el cual juega un rol
fundamental en su ecología, al permitir por medio del transporte el aprovechamiento de
productos de diferentes pisos altitudinales. Además, los indígenas señalan que ella es más
tolerante que la alpaca a la variedad de pastos y terrenos escabiosos que caracterizan la
zona y necesita menos cuidado. Generalmente las llamas se quedan a pastar sin la
necesidad de cuidado de parte del pastor (Webster, 1971a [b]: 177).
203 Una de las actividades más importantes de las llamas, es sin duda como bestia de carga,
pero en la actualidad, a pesar de seguir siendo aprovechada en las comunidades serranas,
evidentemente ya no tiene la importancia que tuvo en los tiempos prehispánicos o
coloniales. Por eso preferimos dejar la discusión de este punto para más adelante y
poderlo así aquilatar en su real magnitud.
204 El área de dispersión de la llama es un tema importante. Si bien muchos autores han
señalado que ella coincide a grandes rasgos con los límites del Imperio Incaico (e. g.
Eranklin, 1982: 467), hay que decir que no hay la seguridad que esta difusión se haya
debido a los incas, y más bien algunas evidencias, como veremos más adelante, parecen
negarlo. Es interesante que Prescott (1955: 115) pensaba que el responsable del área
ocupada por las llamas ha sido el ichu (nombre que los indígenas le dan a las gramíneas
con hojas duras y punzantes como Stipa, Festuca. Calamagrostis [vide Soukup, s/f (1987):
2181) y que “... su falta sea la principal razón que le haya impedido penetrar en las
latitudes del norte de Quito y la Nueva Granada.”. Esto es muy dudoso.
205 Mientras que Troll (1935: 142) consideraba que de hecho el límite septentrional de la
crianza de la llama en gran escala coincide con el área norte del Perú, es decir con la línea
en que termina la puna. Los páramos húmedos, que al Sur de esta línea se encuentran
limitados a las pendientes orientales de las montañas, se extienden, a partir de allí, hacia
el Oeste y toman poco después, un poco más al Norte, todo el ancho de las cordilleras
andinas. Este límite de la puna, según Troll, está situado aproximadamente, en el paraleo
8o de Lat. Sur, es decir a la altura de la ciudad de Trujillo. Escribió Troll que “Queda sobre
entendido que no es completamente imposible hacer la cría de la llama también en la
“zona de los páramos”. Pero el hecho que allí no encuentran las condiciones óptimas de la
puna está demostrado por los ensayos de aclimatación hechos por los Incas en el actual
Ecuador.” (Troll, loco citato).
206 Además Troll (op. cit.: 142) escribió que “... es muy difícil llevar a estos animales hacia las
zonas húmedas y selváticas del este, aún cuando sea sólo por corto tiempo.”. Lo que es
una verdad a medias, pues hay casos en los que, como veremos, ellos han vivido en dichas
regiones, como lo atestiguan las fuentes históricas.
207 Algunos autores, como Flores Ochoa (1982: 63) y Flannery et al. (1989: 89) admiten que la
llama es cosmopolita, porque puede vivir en casi todos los pisos ecológicos de los Andes
Centrales, dado que puede tolerar un amplio rango de hábitat, desde las tierras altas hasta
la costa. Sin embargo, otros autores señalan muy claramente, como en el caso de Wheeler
74

(1985a: 29), que el “... hábitat de predilección se sitúa encima de los 3000 metros, sobre
todo en las vastas estepas de la puna...”, lo que con otras palabras afirman también
Gilmore (1950: 436), Novoa y Wheeler (1984: 117), Sumar (1988: 25) y Gade (1977: 116).
Esto, como veremos, no es correcto. Lo que sí es verdad, es que “... en la actualidad... [estos
animales se encuentran]... en tierras que están por encima de los 4,000 metros de altura.”
como escribe Flores Ochoa (1990b: 92; el subrayado es nuestro), idea que es compartida
por Cardozo (1954). Es que la llama prefiere las áreas más secas y los pastores lo saben.
Tan es así que en la estación húmeda, los animales son llevados a zonas más bajas
(Browman, 1974: 191). Es por eso también, que las llamas son aún comunes en el territorio
de las vicuñas (Koford, 1957: 212).
208 En lo que a la dispersión geográfica de la llama se refiere, hay autores que sostienen que
ésta va desde el sur de Colombia hasta Chile y Argentina (vide Novoa y Wheeler, 1984: 117 y
Fig. 14; Sumar, 1988: 25: Wheeler, 1991: 27), mientras que para otros el límite
septentrional está en el Ecuador central (zona de Riobamba) y el meridional en el norte de
Argentina, y no mencionan a Chile (Gilmore, 1950: 433; Gade, 1977: 116). Así, por ejemplo,
Palermo (1986-1987: 68) es categórico en afirmar que la llama “... no habita más al sur de
la latitud 27°S (provincia de Catamarca, Argentina), con excepción de ejemplares aislados
en zoológicos y algunos núcleos reducidos, recientemente introducidos en las provincias
de Tucumán, La Rioja, San Juan y Córdoba.”. Hay otras posiciones minoritarias, como la de
Pascual y Odreman (1973;.34) que basándose en un trabajo de Cabrera y Yepes (1940)
dicen que “... actualmente [la llama] vive desde el departamento de Huánuco hasta el
Sur...” aunque luego añaden que según Troll (1968: 28) “... todavía existen llamas en los
páramos encima de Riobamba...” en el Ecuador. La otra es la de Cardich (1974: 35) que
afirma que “... el área desde el lago Junín hasta el lago Poopó, señalado por Browman (op.
cit. [1973]) para la cría de llamas, habría que ampliar para el pasado en su límite
septentrional por lo menos hasta la latitud 8°30', límite norte de la Cordillera Blanca.”. A
su debido momento discutiremos este asunto a la luz de los datos paleontológicos,
arqueológicos e históricos. (Vide Figura 4).
209 Lo que sí es importante señalar, y en esto hay un acuerdo entre los diferentes autores, que
la mayor concentración de llamas ha estado siempre en el Altiplano. Ya Tschudi (1885: 94;
1891: 96; 1918: 206; 1969: 124) escribía: “La región donde el llama se encuentra en mayor
densidad, esto desde tiempos muy antiguos, ha sido la provincia del Collao, especialmente
en el territorio que rodea el lago Titicaca, pero a través de los siglos la extensión
geográfica del llama ha sufrido una disminución. Probablemente durante el período
preincaico y con seguridad antes del coloniaje encontraron llamas en un área más extensa
que hoy día, especialmente en zonas del oeste y del norte.”. En la actualidad Wheeler
(1985a: 29) señala que el área de la llama tiende a restringirse a una zona de
aproximadamente 400 km de radio alrededor del lago Titicaca. De hecho en los territorios
más al norte, la llama es muy escasa y hay algunas zonas, como el Callejón de Huaylas,
donde este animal no ha vivido “... en el pasado reciente...” al decir de Lynch (1980a: 13).
210 “La llama... es animal casi marginal. Su valor radica en su capacidad de carga y
transporte, insustituible para los pastores y complementario para los agricultores que
utilizan su ayuda, aunque en cantidades menores, puesto que a veces poseen uno o dos
animales, los suficientes para ayudarlos en sus desplazamientos comerciales de corto
alcance, sea para ir a los mercados dominicales o para transportar las cosechas hasta sus
viviendas.” (Flores Ochoa, 1990b; 85). Y, al decir de Gade (1977: 118) si en la actualidad las
llamas se conservan, es sólo porque son superiores a los burros en las grandes alturas.
75

Figura 4. Mapa que muestra la distribución de la llama en la actualidad y en el pasado.

2.8.4 La alpaca (Lama pacos)

211 Hoy no se conocen poblaciones de alpacas “salvajes” o silvestres dentro de su territorio


nativo (Franklin. 1982: 465), y como se verá en el Capítulo 5, hoy la evidencia parece
señalar que esta especie se originó de la vicuña. Incluso Wheeler (1991: 32) cree que de la
subespecie Lama vicugna mensalis.
212 Son animales más pequeños que las llamas (Fotografía 4) y miden aproximadamente 1 m
de altura a la crucera según Sumar (1988: 25), mientras que Gade (1977: 114) indica una
variación entre 0.60 y 0.90 m.
213 Sumar (1988: 25) asegura que el peso promedio de un macho adulto es de 64 kg y el de una
hembra 62 kg, mientras que San Martín y Bryant (1987: 2), utilizando datos de Condorena
(1980), señalan que el peso promedio adulto para la variedad huacaya es de 62 kg y para la
variedad suri 64 kg. Gade (1977: 114) a su vez habla de una variación entre 68 kg y 102 kg y
Torres (1992a: 32) de 70 kg. Franklin (1982: Tabla 1, 465) por su parte indica entre 55 kg y
65 kg. Esta gran diferencia en las cifras se debe, como ha señalado Wheeler (1991:.34), a
que no se considera el peso del vellón.
214 El labio partido que tienen estos animales, les permite alimentarse con pasto corto y duro.
Además su dentadura se renueva permanentemente, y ello les permite masticar los pastos
duros de la puna. Ellos tienen la particularidad de cortar este pasto sin maltratar las
raíces, mientras que éstas son dañadas por la oveja que las jala (Flores Ochoa, 1967: 76;
Flores Ochoa y Palacios Ríos, 1978: 84).
215 Según San Martín y Biyant (1987: 41), la alpaca estaría catalogada como un animal
oportunista y clasificada dentro del grupo de animales intermediarios en la selección de
76

forraje. La característica de este grupo es la de usar una amplia variedad y tipos de


vegetación.
216 La alpaca es un animal que los especialistas califican como altamente adaptado a su medio
y que tiene la capacidad de variar su selectividad de plantas en los pastizales nativos,
según la disponibilidad de éstos (San Martín y Biyant, 1987: 37-38). Es así que la alpaca
consume mayormente gramíneas altas en la estación de lluvia y gramíneas bajas en la
estación seca (San Martín y Biyant. op. cit.: 28; ellos se han basado en el trabajo de Tapia y
Lascano, 1970).
217 Flores Ochoa (1967: 23) opina que una variedad de ichu que los indígenas conocen con el
nombre de rama pasto (Calamagrostis sp.), es el alimento preferido de las alpacas, pero el
mismo autor (1979: 228-229) hace notar que éstas son muy adaptadas a los pastos duros,
verdes y jugosos como la khunkuna (Dislechia muscoide, Plantago rigida), el paqo, el kuli que
son todos pastos que necesitan un ambiente con abundante agua. En el verano las alpacas
pueden conseguir fácilmente alimento fresco, ya que la pradera se cubre de vegetación
verde a consecuencia de la lluvia, pero cuando ésta desaparece, especialmente en los
meses de setiembre y octubre que son los más secos y calurosos, los animales pueden
sufrir daños por falta del tipo de alimento al que están adaptados. Esta es la razón por la
que los pastores han desarrollado un sistema de irrigación que les permite modificar las
condiciones naturales y de esta manera proporcionar a sus animales el pasto que más les
conviene. Se conocen dos sistemas de irrigación, uno llamado oqbo, waylla o “bofedal” y es
un pantano artificial que necesita de riego permanente, y el otro es el qarpay, que es un
sistema de regadío temporal.
218 Webster (1971a [b]: 177) ha descrito muy bien este fenómeno refiriéndose a los rebaños de
alpacas que crían los pastores de Q’ero (90 km al este del Cuzco), en alturas que oscilan
entre 4,000 y 4,600 msnm. Allí los animales comen pastos duros de gran altura y
aparentemente si se cambia de alimentación sufren de oclusiones y deficiencias
masticatorias. Además, si se lleva estos animales a pastar en zonas más bajas, en suelos
más duros y ambientes más húmedos, no sólo se producen enfermedades que son fatales,
sino que además la producción de lana baja. Sobre las enfermedades que se producen por
el cambio de zonas de pastoreo ha insistido también Lange Topic (1987: 832), señalando
problemas pulmonares, con las encías y los labios, enfermedades intestinales, parasitosis,
dificultades con las pezuñas y hasta desnutrición.
219 Esta fuerte dependencia de las alpacas con respecto al agua, ha sido señalada
insistentemente (e.g. Gilmore, 1950: 442; Flannery et al:. 1989; 91; Browman, 1974: 191;
Maccagno, 1932: 15) e inclusive Gilmore (loco citato) ha sugerido que puede ser que la
barrera ecológica haya restringido el ámbito de este animal. Flores Ochoa (1975b: 301) ha
descrito muy bien este aspecto de la vida de las alpacas. “Fuera de los límites altitudinales
indicados, las alpacas son muy sensibles, por lo que su pastor debe cuidar de
proporcionarles siempre las mejores condiciones de vida, conduciéndolas a pastos verdes
con humedad y abundante agua. Por esta razón la trashumancia es la principal
característica del pastoreo de altura. En el verano, los animales son conducidos a las
partes “bajas”, que se hallan entre los 4,000 y los 4,300 metros, donde gracias a las lluvias,
los pastos son verdes y abundantes. En el invierno son llevados a las partes altas, donde
abundan los valles de puna, en los que corren riachuelos, ríos y arroyos, además hay
lagunas y fuentes de agua, que permiten el crecimiento de los pastos duros y esponjosos
de la altura, que como se dijo, se hallan siempre verdes.”.
77

220 Estas limitaciones que tienen las alpacas y que “... las colocan en situaciones frágiles de
supervivencia...” haciendo necesaria la intervención del pastor, han sido señaladas
también por Palacios Ríos (1990: 06), quien además de indicar la dependencia de pastos
frescos y sitios húmedos, ha dicho también que las alpacas “Pueden sobrevivir en pastos
secos, pero la producción de carne y lana es de mala calidad.”. Los animales incluso
pueden llegar a perder las mechas de la fibra y ésta se reseca. Y la carne se vuelve insípida
y fibrosa, y ya no es buena para elaborar el charqui o la cecina (vide también Flores Ochoa
y Palacios Ríos, 1978: 85).
221 Pero hay otra limitación de estos animales y que es muy importante. Fila está dada por la
incapacidad de buscar comida debajo de la nieve. Las nevadas pueden darse en cualquier
época del año. En la estación de seca o en invierno (es decir entre mayo y octubre) éstas
pueden abarcar áreas muy grandes, a alturas que están por debajo de los 4,200 msnm. En
término medio, pues, no existen normas seguras al respecto, esta nieve tiende a
desaparecer a las pocas horas de su caída y generalmente no dura más de dos o tres días.
Si dura más, se convierte en un verdadero desastre-para los pastores. En la estación de
lluvias, o sea entre diciembre y marzo, la nieve cae con más intensidad, sobre todo en las
zonas que están por encima de los 4,300-4,400 msnm y además pueden durar varios días
sin interrupción. En esos casos, la nieve puede alcanzar varios centímetros de altura. En
estas condiciones las alpacas no pueden encontrar alimento y mueren de hambre. Esto es
lo que causa un movimiento estacional de los rebaños con una trashumación hacia las
partes altas, por encima de los 4,500-4,600 msnm en la estación seca o de invierno, donde
además hay agua por el deshielo de los glaciares lo que origina la formación de
manantiales y lagunas con pastos frescos. Y un descenso por debajo de los 4,400 msnm en
la época de lluvias, que producen nuevos pastos (Flores Ochoa y Palacios Ríos, 1978:
85-86).
222 Wing (1975b: 33) ha indicado la existencia de dos variedades de alpaca, una con pelo largo
y otra con pelo corto. Flores Ochoa (1967: 76) también diferencia dos variedades, pero él
las define como “principales”, dejando entrever que hay otras. Las que él señala son la
suri de lana muy fina, pero cuyas crías son muy delicadas, y la waqayo (wakaya) de lana
rústica pero que es más resistente y más fuerte.
223 Las alpacas tienen un ciclo de gestación que dura once meses y las crías nacen durante los
meses de lluvia, cuando hay menos frío y los pastos son mejores y en consecuencia las
madres pueden tener buen alimento para producir leche. Además, estos animales nacen
de día y ello evita al recién nacido tener que soportar las temperaturas muy bajas que
caracterizan a las noches de las punas (Flores Ochoa y Palacios Ríos, 1978: 84). Sin
embargo, la mortalidad de las crías es bastante alta, mientras que la fertilidad es muy
baja. Ello es debido a que hay numerosos machos y hembras que son estériles y además
los abortos son frecuentes. Estas son las razones por las que los rebaños tienen un
crecimiento lento y ello es incrementado por las enfermedades. Pues a pesar de estar
adaptadas al medio, las alpacas son animales delicados y la principal causa de la
mortalidad entre los recién nacidos, es la diarrea (septicemia hemorrágica). (Flores
Ochoa, 1975: 304; 1967: 77; Maccagno, 1932; Custred, 1977: 65-66). Sumar (1988: 25) ha
indicado que debido justamente a esta alta mortalidad neonatal y a la baja tasa de
fertilidad, el uso de las alpacas en la mayoría de las granjas es sólo entre 6% y 9%.
224 Se ha insistido que la alpaca es la especie de la Familia Camelidae, que mejor se ha
adaptado a las grandes alturas, pero al mismo tiempo se pretende que puede tener
dificultades para adaptarse a elevaciones menores (Gilmore: 1950: 4.32 y 444), e inclusive
78

se insiste que “... sufren de malestar...” cuando bajan por debajo de los 1,000 msnm
(Flannery et al., 1989: 89). Cuando se ha tratado al inicio del capítulo la fisiología de estos
animales, se ha visto que en realidad no se trata de animales adaptaelos a la altura, sino
más bien de animales que por tener condiciones especiales pueden vivir en la altura
mejor que otros animales. F.s decir, su adaptación es genotípica. Y sin querer, el mismo
Gilmore (op. cit.: 444) se contradice, pues después de señalar esta pretendida adaptación,
añade “... a pesar que ellos viven y se reproducen en los zoológicos norteamericanos.”.
225 No cabe la menor duda que las alpacas comenzaron a tener importancia al momento que
se le dio valor a su fibra y se la comenzó a exportar, inicialmente a los países limítrofes y
luego a Europa (Flores Ochoa, 1990b: 87). Pero para el indígena andino la alpaca ha sido
siempre y sigue siendo no sólo una importante fuente de lana, sino también de proteína
en su dieta (San Martín y Bryant: 1987: 2) e inclusive, como se verá al momento de
discutir este aspecto, como animal de carga, a pesar que esta práctica no es muy
difundida. Sin embargo, es un animal caprichoso si se le compara con la impasible llama, y
no camina grandes distancias a partir de sus campos de pastoreo (Koford. 1957: 154).
226 La alpaca es la especie menos extendida de esta Familia, como ya lo había notado Tschudi
(1885: 94; 1891: 96; 1918: 205; 1969: 124) y hay un acuerdo entre los autores en señalar que
actualmente su hábitat son las tierras altas por encima de los 4,000 msnm, llegando hasta
los 5,200 msnm, aunque parece que el hábitat ideal está entre los 4,300 y los 4,800 msnm,
con temperaturas de ± 15°C, con abundancia de áreas húmedas o “bofedales” (Flores
Ochoa, 1990b: 92; Novoa y Wheeler, 1984: 117 y Fig. 14. 2; Wheeler, 1985a: 30; Custred,
1977: 66; Cardozo, 1954: 93-94).
227 Es interesante anotar que este hábitat se refleja en el ritual andino, pues como explica
Flores Ochoa (1974-1976: 259) “... la relación entre illa6 y la qocha7 en el señalu q’epi,8no es
sino la representación simbólica del hábitat preferido por la alpaca y al que se halla mejor
adaptado y en el que se logran mejores resultados en producción de lana, carne y
'multiplico' y en el que por eso se las desea conservar... La posición de preferencia que
tiene la illa de la pacocha en el haywarisqa9 por encima de las llamas y las ovejas, también
indican que el animal mejor adaptado y de mayor valor económico en la puna es la
alpaca.”.
228 Sobre la distribución de la alpaca no hay acuerdo entre los autores, aunque no es cierto
que sobre el tema haya pocas referencias (Dedenbach Salazar, 1990: 96). Dedenbach
Salazar (1990: 96-97) señala el área que comprende la Sierra Norte y Centro del Perú (con
énfasis en Cajamarca, Piura, Huamachuco y Huarochirí). Flores Ochoa (1990b: 85) indica
casi toda la puna alta del centro y sur del Perú, mientras que Gilmore (1950: 441-442) dice
que la alpaca está restringida al Peni meridional, el norte de Bolivia y el extremo norte de
Argentina. Por su parte Wheeler (1985a: 29), Gade (1977: 116-117) y Pascual y Odreman
(197.3:.35) se inclinan por el Altiplano, con un radio aproximado entre 200 y 400 km
alrededor del lago Titicaca (aunque Wheeler recientemente acepta que la alpaca se
extiende desde Cajamarca hasta el norte de Chile y el noroeste de Argentina [Wheeler,
1991: 32]). Gade (op. cit.: 117) inclusive especifica que “... no se las encuentra más al norte
del 11° de la sierra central del Peni (es decir aproximadamente hasta la altura de la ciudad
de Junín) y a los 21° al sur (es decir el sur de Bolivia y el norte de Chile). No hay pues
llamas ni alpacas a los 37.50° en la sierra central de Chile, como se indica en un texto
popular de geografía económica o tan al sur como los 32°.”. (Vide Figura 5).
79

229 Flores Ochoa (1982: 64) es de la opinión que la causa de esta dispersión de la alpaca es
porque está ligada a la parte húmeda de la puna, “... sin lograr su presencia notable en el
páramo norteño, que comenzando en la sierra central peruana se extiende hasta
Venezuela.”. Sin embargo Wheeler (1985a: 29) ha recordado que alguna vez la alpaca
ocupó casi todo el territorio andino, desde el Ecuador hasta el Noroeste Argentino y
Gilmore (1950: 441) indica concretamente el límite meridional en la localidad argentina
de Catamarca.
230 Hoy en día el Perú cuenta con 90% de la población mundial de alpacas (Brack Egg, 1978:
75) y según Franklin (1982: 468) ésta está reemplazando a la llama (vide Cuadros 2 y 4).

Figura 5. Mapa que muestra la distribución de la alpaca en la actualidad y en el pasado. Se debe


indicar que en el caso concreto de estos animales, la delimitación del área de distribución en el
pasado es mucho más problemática, ciadas las dificultades de identificación señaladas en el texto.
80

Cuadro 4. Cantidad de Camélidos en el Perú.

Fuentes de información utilizadas para los Cuadros 2 y 4:


1 Fernández. Baca A., 1971
2 Franklin, 1973: 78
3 Cardozo, 1974a: I 1
4 Flores ochoa 1977b: Cuadro 3, 42
5 Flores Ochoa 1979: 231
6 Franklin, 1982: Tabla 2. 475
7 Novoa y Wheeler, 1984: Tabla 14.1. I 17
8 Brack Egg, 1987: 65-73
9 Sumar, 1988: Tabla 1, 26: 1992; Cuadro 2, 86
10 llores Ochoa. 1990b: Cuadro 1,92
11 INIPA, 1990 en julio Sumar in litteris, 17 de octubre, 1991
12 INIPA, 1981 en Sumar. 1992: Cuadro 1,85.
13 Torres, 1992b: 31
14 Torres. 1984
15 Flores Ochoa. 1990b: Cuadro 2. 95
16 Wheeler. 1991: Cuadro 1.1. 18

231 En términos generales podemos concluir este capítulo, indicando que no hay información
sobre poblaciones silvestres de llamas y alpacas, a pesar que una mezcla entre Camélidos
silvestres y domésticos se da en la naturaleza (Novoa y Wheeler, 1984: 123). Los Camélidos
tienen por lo menos cuatro caracteres fisiológicos que son muy distintivos: los hematies
oblongos, la ovulación inducida, la reciclación del N en la digestión y celdillas en los
estómagos. La reproducción de estos animales no se ha podido controlar completamente
y los bajos índices de fertilidad que hemos mencionado, son debidos a desajustes en la
reproducción en cautividad y al desconocimiento para utilizarla con eficiencia. Además,
su vicia en las grandes alturas, que evidentemente influye. La receptividad sexual
monoestacional es la única que se aprovecha en la reproducción de la llama y la alpaca (
vide Cardozo, 1975a: 88 y 106).
81

NOTAS
1. El término preadaptación, muy utilizado en biología evolutiva, no es adecuado desde un punto
ele vista literal. Por preadaptación debe entenderse un cambio genético al azar que permite una
adaptación a un nuevo hábitat (Carlos Monge C, Comunicación personal. 28 de junio de 1994).
2. Dícese de las especies o subespecies distintas, que no ocurren simultáneamente, es decir que
tienen diferentes áreas geográficas de distribución.
3. El endóstilo es la columnita o estilo de esmalte situada en la base coronaria y en la unión de los
dos grandes lóbulos de los molares superiores (Rusconi, 1930).
4. Capacidad de carga es el número máximo de ejemplares de cualquier especie que puede
soportar un área.
5. Koford (1957: v.g.: 173) utiliza la grafía Calacala. mientras que (Grimwood (1969: 67) prefiere
Cala Cala. Nosotros hemos seguido a Koford. pues creemos que su posición es correcta. Es así que
Stiglich (1922: 176) escribe Calacala.
6. Son representaciones de las paqochas (alpacas) de los rebaños. Son figuras esculpidas en piedra
dura y de grano fino que representan alpacas (Flores Ochoa, op. cit.: 252).
7. Las illa en el lomo tienen un hoyo que se llama qocha (laguna) en la que se vierte vino, chicha,
alcohol durante la ceremonia del hayuarisqa (Flores Ochoa, op. cit.: 252).
8. Atado en el que se guardan los objetos sagrados que se utilizan en las ceremonias ganaderas de
propiciación y fecundidad (Flores Ochoa, op. cit.: 248).
9. Ceremonia que se realiza entre fines de diciembre y los carnavales y es muy complicada y
extensa. Está relacionada con la fertilidad y el aumento del ganado (Flores Ochoa. op. cit.: 247).
82

3. Apuntes sobre la paleontología de


los Camélidos sudamericanos

NOTA DEL EDITOR


Con la colaboración de Christian De Muizon

3.1 Orígenes
1 Durante gran parte de la Era Terciaria, más exactamente entre los 65 millones y los 2
millones de años, Sudamérica ha sido un continente aislado de Norteamérica. Es
solamente hace 3 millones de años, es decir a fines de la Era Terciaria, que se levanta el
istmo de Panamá y Sudamérica se conecta con Norteamérica (vide Marshall et al., 1979;
Marshall, 1985).
2 Este puente terráqueo abrió la posibilidad de un gran intercambio faunístico entre los dos
continentes, aunque algunos animales (Procyonidae) lo habían hecho antes (Simpson,
1980; Marshall, 1985), y los perezosos terrestres pasaron al norte (Webb, 1985). Durante la
segunda mitad del Terciario se produjeron también varias migraciones de Norteamérica
hacia Asia. Todo esto hoy está documentado por los restos fósiles que se han ido
encontrando y a los que haremos referencia en este capítulo. Naturalmente, aquí
trataremos solamente aquellos restos que tienen que ver con la historia de los Camélidos.
3 Cuando el puente terráqueo del istmo hizo posible el Gran Intercambio Americano, una
gran mayoría de familias de mamíferos terrestres cruzaron de Norteamérica a
Sudamérica y viceversa, alrededor de los 2.5 Ma, es decir en el Plioceno tardío. En un
principio la dinámica de este proceso se desarrolló con una mezcla recíproca,
aproximadamente igual en ambos continentes (Webb, 1991). Sin embargo, el impacto de
este intercambio decayó en Norteamérica después de 1 Ma. De lo contrario, en
Sudamérica el intercambio se volvió desequilibrado. Durante el Pleistoceno, grupos que
tenían su origen en Norteamérica continuaron diversificándose a una velocidad
exponencial. Tan es así que sólo alrededor del 10% de los géneros norteamericanos son
83

derivados de inmigrantes sureños, mientras que más de la mitad de la moderna fauna de


mamíferos de Sudamérica se originan de inmigrantes norteños. Además, la extinción
eliminó más severamente los taxones de intercambio en Norteamérica, donde se han
perdido seis familias, durante el tiempo que en Sudamérica solamente se han extinguido
dos de inmigrantes (Webb, 1991).
4 Webb ha propuesto un modelo con dos fases ecogeográficas para explicar los resultados
asimétricos de este intercambio de mamíferos terrestres. Durante la fase húmeda
interglacial, los trópicos fueron dominados por florestas lluviosas, y los principales
movimientos bióticos se desarrollaron desde la Amazonia hacia América Central y México
meridional. Durante la fase glacial, que fue más árida, los hábitat de sabana se
extendieron en forma amplia, precisamente a través de las latitudes tropicales. Dado que
el área de origen en el Norte temperado fue seis veces más extensa que en el Sur, los
inmigrantes excedieron en número a los sureños. Siempre según Webb, una predicción de
esta hipótesis es que los inmigrantes del norte, generalmente pudieron llegar a latitudes
más altas en Sudamérica que los taxones que venían en sentido contrario en
Norteamérica. Además, se puede suponer que las familias norteñas que lograron un
intercambio exitoso, experimentaron más diversificación en su filogenética en las bajas
latitudes de América del Norte, antes del intercambio. Webb señala claramente que estas
hipótesis deben ser comprobadas (Webb, 1991).
5 Los Camelidae se originaron en el continente norteamericano (Carroll, 1988: 514), y luego
un grupo de ellos, es decir la Tribu Lamini, migró hacia América del Sur y otro, la Tribu
Camelini, hacia Asia, de donde luego se dispersaría hasta África y Europa. Como en el caso
del hombre, en éste también hubo muchas hipótesis y conjeturas para explicar estos
movimientos faunísticos, pero sobre todo para tratar de establecer el momento en que
ellos se llevaron a cabo.
6 Los Camélidos son Artiodáctilos que tienen su origen cercano al de los ungulados del
Paleoceno, que antiguamente estuvieron reunidos bajo el término de Condilartros y que
se conocen en Norteamérica antes que en Sudamérica. Aparecieron como parte de una
gran radiación de los Artiodáctilos selenodontes en el Eoceno Tardío1.
7 Hay que tomar en cuenta que los Artiodactyla son muy diversificados (tienen una
dentadura con cúspides en forma de media luna; vide Webb, 1965) y que su diferenciación
ha comenzado en la América boreal. Después de la emersión del istmo de Panamá, los
Tayasuidos, los Camélidos y los Cérvidos entraron en Sudamérica como tales, alcanzando
su máxima diversificación en el Plioceno Tardío y el Pleistoceno, pero luego declinaron.
Como decíamos, si bien sabemos que los Camélidos surgieron en el Eoceno de América del
Norte, aún no está demostrado cuándo y precisamente dónde se diferenciaron los
primeros Camélidos sudamericanos (Hershkovitz, 1969: 67 y 26)2. Vamos a tratar, pues, de
trazar la historia de esta Familia a base de las evidencias que se tienen hasta hoy.
8 Estos Camélidos que aparecen en el Eoceno Tardío en la parte norte del Continente,
fueron las primeras familias modernas de Artiodáctilos (es decir ungulados parejos),
seguidos por los puercos, los pecaríes y en el Oligoceno los venados, las jirafas, los
antilocapras y los bóvidos en el Mioceno (George, 1962). El origen de los Camélidos, tanto
sudamericanos como asiáticos/africanos, se remonta a los ancestros de Norteamérica.
Fueron en realidad un grupo exclusivamente norteamericano durante más de 30 millones
de años de su evolución. La dispersión critica a los otros continentes, ocurrió a fines del
Mioceno para el Viejo Mundo y el fin del Plioceno para Sudamérica (Webb, 1965).
84

9 El primer Camelidae, Poebrodon, procede del Eoceno superior de Norteamérica (40-36


millones de años). Es una forma mal conocida, con dientes de corona baja y que tenía
probablemente el tamaño de un conejo grande. En el Oligoceno inferior (ca. 36-30
millones de años a. P.), aparece un camello ancestral (Poebrotherium wilsoni); es un animal
un poco mayor, parecido al guanaco, del tamaño de una oveja (ca. 60 cm), con separación
entre los incisivos y los caninos y con dos dedos en cada pie. Sus premolares y molares de
corona baja, estuvieron adaptados para ramonearla vegetación con hojas. Quizá vivían en
un ambiente que variaba desde los llanos abiertos a las montañas en el oeste, y es posible
que estos Camélidos ancestrales hayan sido los corredores más avanzados y eficientes, si
se les compara con los rumiantes contemporáneos. Entre los Artiodáctilos más avanzados
de esos tiempos, el camello ancestral tuvo las extremidades notablemente alargadas,
junto con un cuello largo y poderoso (Webb, 1972).
10 En el Mioceno Temprano (es decir hace 24 a 16 millones de años) los Camélidos se
diversifican, probablemente a raíz de la difusión de las sabanas en esos tiempos, en los
grandes llanos norteamericanos, que le dieron un ambiente y un ímpetu importante a la
evolución de esta familia. Los mayores cambios se dieron en la morfología, en las
costumbres alimenticias y las adaptaciones locomotoras.
11 En esta época aparecen formas como Protolabis, Aepycamelus, Procamelus. etcétera. A fines
del Mioceno surgen los dos importantes grupos de Camélidos actuales, los camellos y los
Camélidos sudamericanos. El primer Lamini conocido es el género Pliauchenia del
Clarendoniense (Mioceno Medio a Superior, es decir de 14 a 18 millones de años). El
género Paracamelus, aparece en América del Norte en el Mioceno Superior y se ha
encontrado en China y en Rusia en el Plioceno temprano (David Webb, Comunicación
personal, 5 de mayo de 1994) y en el Turoliano de España (es decir hace 7 millones de
años) (Morales Soria y Aguirre, 1980). Esto significa que los Camelini han pasado al Viejo
Mundo antes de esta fecha, con el género Paracamelus. Los primeros camellos conocidos
en África son del Plioceno Inferior (5-3.5 millones de años). Se difundieron rápidamente
hasta el oeste a lo largo del cinturón seco de Eurasia, alcanzando la zona sureña alrededor
del Mediterráneo, en el este de África y en la zona oriental, a través del desierto del Gobi,
hasta China. Estas formas de camellos del Viejo Mundo, se diferenciaron eventualmente
en las dos especies actuales, el camello bactriano con dos jorobas (Camelus bactrianus) de
las estepas mongólicas y de las montañas y el dromedario de una joroba o camello árabe
(Camelus dromedarius) del suroeste de Asia y los desiertos del norte de África (Gauthier-
Pilters y Dagg, 1981). El dromedario en África del Norte se conoce desde los 2,700 años a.
P. (Lhote: 1987). Mientras que los restos fósiles más antiguos de camellos en Asia, son los
de Shar-I-Sokhta en Irán Central (Compagnoni y Tosi, 1978), que han sido fechados en
4,600 años a. P. y son considerados como Camelus bactrianus. El dromedario, Camelus
dromedarius, ha sido hallado más o menos en la misma época, pero sólo en la península
arábica. A pesar que el camello de Shar-I-Sokhta ha sido considerado como una forma más
doméstica, son muy escasas las noticias disponibles que permitan identificar cuándo se ha
iniciado la domesticación ele los Camélidos en el Viejo Mundo (Scossiroli, 1984: 237).
12 Mientras tanto Hemianchenia de extremidades largas, que vivió en los tiempos del
Hemphilliense (Mioceno Superior-Plioceno Inferior), se fue diversificando en las latitudes
del Centro y del Sur de Norteamérica, y aparece en numerosos contextos
norteamericanos como Hemianchenia vera. El mismo género y sucesión de especies,
continuaron habitando Norteamérica a lo largo del Pleistoceno. Es alrededor de los 3
millones de años a. P., que el puente panameño cerró gradualmente el Canal de Bolívar 3
85

que separaba los continentes norte y sudamericano. Es entonces cuando se produjo uno
de los intercambios faunísticos más espectaculares y mejor documentados (Marshall et al.,
1982), incluyendo la invasión de Hemianchenia, que aparece en los Andes y en las pampas
sudamericanas a principios del Pleistoceno (lege, Franklin, 1982: 458-462; Marshall, 1985).
13 Según Webb (1974: 170), en tiempos del Mioceno, mientras los Camelidae eran aún
exclusivamente norteamericanos, ya se habían comenzado a desarrollar en ciertas
especies progresivas, rasgos parecidos a los de la llama. Así, en tiempos Clarendonianos
(Mioceno Tardío), el género Pliauchenia tiene muchas características de los Lamini,
constituye el representante más antiguo conocido de esta Tribu y permite clasificarlo
dentro de ella (el autor cita los trabajos de J. T. Gregory [1942] y Webb [1965]). La historia
de la Tribu Lamini, a lo largo del Plioceno y del Pleistoceno es compleja. El principal
impedimento para poder entender más claramente esta historia, ha sido la complicada
distribución de los Lamini a lo largo de dos continentes y su rápida evolución radial. Uno
de los grupos tempranos de llamas norteamericanas se difundió hacia el sur de América y
se estableció en forma extensa y luego, en parte, se difundió de regreso a Norteamérica. (
Vide Figura 6).
14 En una de las figuras que muestra Webb (1978: Fig. 1, 397), se ve la distribución de los
mamíferos hypsodontes en Sudamérica. Allí se muestra a los Macrauchenidae desde casi
el principio del Mioceno hasta fines del Pleistoceno. En efecto, en las estepas
sudamericanas del Mioceno Medio hasta el Pleistoceno, los Macrauchénidos han
persistido como ramoneadores de cuello largo, fundamentalmente a los bordes de los
arroyos. Ha sido una fauna de sabana, de bosque o chaparral, que vivió evidentemente en
la región andina durante el Terciario Medio (Webb, op. cit.: 402).
15 En el Mioceno Tardío, la fauna nativa de sabana en ambos continentes americanos,
muestra una severa declinación en su diversidad. En las latitudes temperadas de
Norteamérica, las sabanas se convierten en estepas, por eso los vertebrados de esta
ecología fueron diezmados. Algo parecido sucedió en Sudamérica, pero aquí incluso más
temprano, es decir en tiempos del Mioceno Medio. Pero en ambos continentes algunos
vertebrados de sabana se adaptaron rápidamente a la estepa, y luego a las condiciones del
desierto. Hacia los tiempos del Pleistoceno Medio, el intercambio de fauna entre los dos
continentes terminó justamente debido estos cambios y a la aparición de un medio con un
grado moderado de humedad.
16 Entre los grupos que llegaron del norte y que han tenido un notable suceso, están los
vertebrados de tierras abiertas, y entre ellos están las llamas. Al final del Plioceno y
principios del Pleistoceno, se produjo una segunda gran pulsación climática, que provocó
un enfriamiento el cual causó un aumento de la extensión de las sabanas, permitiendo así
el gran intercambio faunístico que caracteriza a esta época. Varios grupos de animales
aprovecharon esta vegetación más abierta para migrar del norte al sur o viceversa.
86

Figura 6. Evolución de los Camélidos.

17 Los animales autóctonos de sabana, tuvieron que competir con las formas inmigrantes
recién llegadas. Es en ese momento que el Litopterno Macrauchenia y el Notoungulado
Toxodon se quedaron como los representantes más notables de los ungulados nativos. La
disminución final de los animales de sabana en ambos continentes, se produjo al final del
Pleistoceno. Es en esta época que desaparecen los Camélidos en Norteamérica. Es
interesante que varios vertebrados de sabana de la fauna mezclada del intercambio,
sobrevivieron a latitudes más bajas de las que habían ocupado antes de la extinción
pleistocénica. Estos taxones, con una difusión postpleistocénica restringida, incluyen a las
llamas (Webb, 1978: 416-418). Webb (op. cit.: 405, Tabla 1) muestra la mezcla que se
produce entre los animales que pastan a lo largo del Plioceno Tardío y el Pleistoceno
Temprano. Allí se señala a Hemiauchenia y Lama en el norte y Palaeolama en el sur,
probablemente todos géneros adaptados a las sabanas.
18 Webb y Marshall (1982) han analizado cuidadosamente los movimientos faunísticos entre
los dos continentes, y han dividido estos movimientos en una serie de Stratum, basándose
en el trabajo de Simpson (1980). Lo que ellos denominan el Stratum 3, abarca los últimos 7
millones de años de la historia de los mamíferos terrestres de Sudamérica, y es en este
lapso que se produce un evento extraordinario, que los autores han denominado “El Gran
Intercambio Eaunístico Americano”. Basado en los inmigrantes, su tiempo de llegada y sus
medios de dispersión, este Stratum puede ser subdvidido en dos partes. El Stratum 3a que
incluye a los Procyonidos (y posiblemente a los roedores Cricétidos) que llegaron como
inmigrantes pasivos4 desde América Central, hace alrededor de 7 millones de años. Y el
Stratum 3b, que incluye aquellos taxones que caminaron hacia Sudamérica desde América
Central, a través del puente terrestre Panamense, después de su aparición hace alrededor
de 2.8 millones de años (Webb y Marshall, op. cit.: 40; Marshall, 1985).
87

19 Según Webb (1978: 404) durante el último millón de años del Plioceno y el primer millón
de años del Pleistoceno, (es decir desde hace 3 millones de años hasta hace un millón de
años), dos docenas de géneros norteamericanos se extendieron en Sudamérica y una
docena de géneros sudamericanos lo hizo en Norteamérica. Entre los que se establecieron
en el sur, está la llama. Un análisis superficial de esta mezcla de fauna interamericana,
muestra que ella estuvo ampliamente basada y predominantemente adaptada a la sabana.
20 Es durante el Terciario Medio y Tardío cuando se produce una evolución separada de la
biota de sabana, en las latitudes temperadas de cada continente americano. El gran
intercambio faunístico americano le ofrece un clímax verdaderamente dramático a esta
historia. Desde el punto de vista geográfico, es sorprendente que esta mezcla de faunas
autóctonas temperadas, se extienda tan ampliamente a través de los trópicos. Desde el
punto de vista temporal, es de notar que a pesar que la evolución de estas faunas distintas
tomó 40 millones de años, su mezcla se efectuó solamente en 2 millones de años (Webb,
1978: 403).
21 Para nosotros, resulta de sumo interés la visión que tiene Webb sobre las posibles rutas
que siguieron los vertebrados de sabana para difundirse en Sudamérica. al llegar del
norte. El autor (Webb, 1978: 413-416; vide también 1991: 274. 278) plantea la existencia de
dos grandes rutas. Una, que él denomina “Ruta andina” o “Ruta alta” y otra, que llama
“Ruta oriental” o “Ruta baja”. Se trata de dos corredores de sabana que tienen
características diferentes y taxones diversos también. La “Ruta andina” probablemente
fue un camino natural más directo y ofreció a los vertebrados de sabana, condiciones más
uniformes, sin florestas. El autor considera que a momentos los vertebrados pudieron
haber seguido los contrafuertes pacíficos en vez de seguir el altiplano. Durante los
intervalos glaciares, en las tierras altas, la glaciación y el aumento de precipitaciones que
se combinaron además con condiciones más frías y más secas en las tierras bajas,
permiten suponer que hubo un cambio de los límites para muchos vertebrados de sabana,
hacia elevaciones medias. La “Ruta andina” y la “Ruta oriental”, convergen en el área de
Argentina. Webb y Marshall (1982: 43) son de la opinión que “La Ruta Andina ... fue una
ruta de dispersión completamente apropiada para la mayor parte de los mamíferos
terrestres implicados de Norteamérica. El rango de estos inmigrantes presumiblemente se
expandió a lo largo de las líneas de menor resistencia, algunas concentradas en el
altiplano, otras en las vertientes pacíficas o amazónicas. En diversas maneras ellas fueron
capaces de echar una base muy profunda en el continente sudamericano (Eisenberg,
1979).”.
22 Según Marshall (1985:75, Fig. 6), uno de los dispersantes sudamericanos hacia
Norteamérica fue el Palaeolama, del que se tiene evidencia en Sudamérica desde principios
del Ensenadense (ca. 1.5 Ma) y en Norteamérica a mitad del Irvingtoniense (ca. 1.4 Ma). Sin
embargo los hallazgos recientes de Leisey Shell Pit cambian la situación, pues ellos
corresponden al Irvingtoniense temprano (ca. 1.6 Ma) (Webb y Stehli, en prensa).
23 Entre los dispersantes norteamericanos a Sudamérica. se encuentra Hemiauchenia, que se
conoce en Sudamérica desde el Uquianense (ca. 2 Ma) y en Norteamérica desde el
Hemphilliense (más de 5 Ma).
24 Y entre los pseudodispersantes norteamericanos a Sudamérica, están Lama de la que en
Suclamérica hay evidencias desde fines del Uquianense (ca. 2 Ma) y Vicugna de la que se
han encontrado restos desde principios del Ensenadense (ca. 1.5 Ma).
88

25 Marshall (1985: 74 y 76) explica los que él denomina “Eventos de dispersión”, en los
siguientes términos. La aparición súbita de un inmigrante marca un evento de dispersión.
Desde que el intercambio fue potencialmente recíproco, un evento de dispersión
documentado en Norteamérica debería tener otro “hermano” en Suclamérica. El autor
diferencia 7 tipos de estos eventos, de los que a nosotros nos interesan sólo tres.
26 El Tipo 1 está representado por un taxón inmigrante en el continente B que viene del
continente A, teniendo una prueba fósil en A que antecede o comienza en términos de
tiempo con la evidencia que se tiene en B. Estos taxones son los que se pueden identificar
con más seguridad entre los tipos de dispersantes. Entre éstos, figura Hemiauchenia que se
movieron de Norte a Suclamérica.
27 El Tipo 6, representa a los pseudodispersantes. y son aquellos taxones que pertenecen a
una familia del continente A que se desarrollaron en B. a partir de un ancestro que se
dispersó de A. Estos taxones, como los del Tipo 7, son dispersantes realmente autóctonos
de B, que se inician de familias alóctonas de A. Estos taxones pueden y han sido
confundidos con los verdaderos dispersantes. Los mejores ejemplos son Lama y Vicugna,
que se desarrollaron en Suclamérica a partir de inmigrantes (Tipo 1 de dispersante)
Hemiauchenia (Webb, 1974).
28 Y el Tipo 7, que Marshall (loco citato) define como pseudodispersantes-dispersantes, y son
los taxones derivados de una familia del continente A que se desarrolló a partir de un
ancestro de A que dispersó a B y en B y, más tarde, dispersó a A. Un probable ejemplo
sería Palaeolama que se creía se originó en Suclamérica a partir de Hemiauchenia (Tipo 1 de
dispersante a Suclamérica), y que luego se dispersó a Norteamérica (Webb, 1974). Aunque
con los hallazgos de Leisey Shell Pit (Webb y Stehli, en prensa) la posición de Palaeolama
debe ser reexaminada.
29 Siempre siguiendo a Marshall (1985: 69 y 71), los primeros inmigrantes a Sudamérica que
utilizaron el puente terrestre de Panamá, fueron los Camelidae representados sólo por
Hemiauchenia. Y entre los primeros inmigrantes a Norteamérica, por la misma ruta, han
sido Palaeolama. Es así que se reconocen dos eventos sincrónicos y recíprocos, que suceden
en la Edad Terciaria Tardía. El primero entre los 2.8 y 2.6 Ma, el segundo entre los 2.0 y 1.9
Ma con Hemiauchenia que pasa a Sudamérica y hay un solo evento dispersante en el
Pleistoceno Temprano, en el momento de glaciación máxima a los 1.4 Ma, con Palaeolama
que se dispersa a Norteamérica (Marshall, op. cit.: 77). Sin embargo este planteamiento
ahora queda cuestionado con la evidencia de Leisey Shell Pit (Webb y Stehli, en prensa).
30 Es interesante señalar que de los miembros de las familias que “caminaron” de
Sudamérica a Norteamérica, prácticamente no se produjeron diversificaciones, mientras
que de los “caminantes” norteamericanos, alrededor del 60% de los géneros
evolucionaron in situ, lo que demuestra que estos inmigrantes estuvieron sujetos a una
considerable diversificación después de su llegada (Marshall, op. cit.: 387).
31 Webb y Marshall (1982: 40) han escrito que “El cambio más dramático en la composición
genérica de la fauna de mamíferos terrestres de Sudamérica, comenzó en el Mioceno
Tardío y continúa en el presente ... este intervalo es el capítulo más revolucionario en la
historia de la fauna de mamíferos terrestres de Sudamérica. Los taxones del Stratum 3
ascendieron a la hegemonía, y hoy en día comprenden por lo menos la mitad de los
géneros de mamíferos terrestres Recientes en Sudamérica.”.
32 Estos mismos autores (op. cit.: 45) señalan que se ha ofrecido dos mecanismos para
explicar el gran suceso de la diversificación taxonómica del Stratum3. Uno. que atribuye el
89

aumento a una diversificación secundaria de un número limitado de estirpes en


Sudamérica (o sea una diversificación autóctona). Mientras que otros atribuyen mucho
del aumento a la inmigración continua y acelerada desde América Central (o sea una
diversificación alóctona). Hoy, sin embargo, ninguna de estas dos posiciones es
completamente correcta y las evidencias sugieren que ambas han sido operativas. En el
caso de los Procyonidae, la diversidad de los taxones fósiles en Norteamérica y los taxones
recientes en América Central, arguyen fuertemente porla hipótesis aloctonista. Por otro
laclo, la diversificación de los Camelidae en Sudamérica, encaja mejor en la hipótesis
autoctonista, poique los centros de diversidad conocidos en el pasado y en el presente, se
clan en Sudamérica, más probablemente en la región andina.
33 Según Webb (1974: 210-211), Hemiauchenia extendió su espacio en Sudamérica muy
temprano, en el Pleistoceno. Los hallazgos más antiguos en este continente son de
Argentina, en los depósitos Uquianenses o Chapadmalenses (Simpson, 1940; Kraglievich,
1946; Pascual et al, 1966: Patterson y Pascual, 1969). Presumiblemente las especies
sudamericanas han derivado de las poblaciones norteamericanas de edad Blancanense.
Siempre según Webb (loco citato). los estudios no indican esta correlación, mostrando una
relación especial entre cualquier especie particular de Hemiauchenia Neárctica y
Neotropical. Cuando se tenga más material proveniente de los estratos LIquianenses, la
comparación se hará posible.
34 Durante los tiempos Blancanenses, cuando los Hemiauchenia se extendieron desde
Norteamérica temperada a Sudamérica temperada, no existía ningún otro tipo de llama.
Es durante el Pleistoceno Medio, cuando se acumuló la fauna de Tarija en Bolivia, que se
desarrollaron el género extinto Palaeolama y el moderno Lama, Parecía evidente que
Palaeolama se diferenció de Hemiauchenia, después de haberse establecido en Sudamérica.
El centro de origen de Palaeolamay el de las modernas llamas, en ese caso habría sido la
región andina. Los huesos de las extremidades de estos géneros, comenzaron a ser más
fuertes, los metapodiales más cortos y los epipodiales más largos. David Webb (1974: 210)
señaló que estos cambios en las extremidades, implican una adaptación al terreno
irregular, es decir a una de las características fundamentales de la región andina. Sin
embargo al volver a analizar el asunto conjuntamente con Stehli, escribieron: “listo
parece razonable si aplicado a las llamas modernas de Sudamérica, aunque ellas de
ningún modo están restringidas a los hábitat montañosos; pero parece serlo menos en el
contexto de los Planos Costeros del Golfo en Norteamérica. Más plausible, quizá es la
sugerencia hecha por Graham (1992) que los miembros fuertes fueron más una adaptación
para escapar a los depredadores en los hábitat de chaparrales y florestas.” (Webb y Stehli,
en prensa: 14). Por otro lado, las características masticatorias que distinguen Palaeolama
de Hemiauchenia, que incluyen la mandíbula baja, el carrillo de los dientes con corona baja
y los premolares cervoides, implican una dieta mezclada, consistente de menos hierba y
más vástagos y hojas de arbustos, matorrales espinosos o árboles.
35 Webb (1974: 210-211) escribió que el ancestro común de Palaeolama y de las llamas
modernas, está implícito por las características morfológicas compartidas, sin embargo
señaló muy claramente que ello no está documentado con precisión. Cuando se
acumularon los depósitos de Tarija, el Palaeolama más grande y el Lama más pequeño ya
eran distintos anteriormente (aunque en Tarija el último género está mejor representado
que el primero). Sin embargo, ambos tienen algunas características especiales en común,
incluyendo proporciones similares de las extremidades y el centro andino de distribución.
No hay duda que su divergencia se produjo temprano en el Pleistoceno, quizá sólo un
90

corto tiempo después que la estirpe andina se diferenció de Hemiauchenia. La modificación


peculiar de los premolares que distinguen Palaeolama, se dieron después de la divergencia
a partir de Lama. El ancestro común debió parecerse más a Palaeolama que a Lama en su
gran tamaño, los premolares relativamente grandes, y los “refuerzos” débiles en los
dientes inferiores. Vicugna se diferenció también temprano de Palaeolama en el
Pleistoceno, probablemente como un linaje distinto de Lama. Los hallazgos más antiguos
en la región andina parecían clarificar estas relaciones (Webb, loco citato).
36 En la Fig. 9.11 del trabajo de Webb: (1974: 212), se ve la distribución geográfica de los
Lamini del Pleistoceno y tiempos recientes. Allí parecía claro que en tiempos
pleistocénicos tempranos, Hemiauchenia tenía un área de distribución que se extendía
desde sus tierras originarias de Norteamérica hasta Sudamérica. Parte de este linaje
originario se adaptó muy rápidamente al terreno irregular y a los recursos alimenticios
modificados de los Andes, y luego se produjo la radiación a Palaeolama, Vicugna y Lama.
Lama rápidamente extendió su área hacia el Este y el Sur, sobre la mayor parte de América
Meridional, donde coincidió ampliamente con el área establecida previamente por
Liemiauchenia. Vicugna se quedó en los altos Andes. A partir de lo que parecían sus
orígenes andinos, Palaeolama expandió su área en forma dramática. Mientras Lama se
extendió hacia el Este y el Sur, Palaeolama lo hizo hacia el Oeste y el Norte. Se expandió,
pues, a las tierras bajas pacíficas del Perú y Ecuador, como Palaeolama aequatorialis. Luego
debería haberse movido hacia el Norte, por Centro América, alrededor de las costas del
Golfo hasta Texas y Florida, donde se comenzarían a establecer en el Pleistoceno Inferior
(Irvingtoniense inferior, ca. 1.5 Ma. [Marshall, 1985: Fig. 6, 75]). Allí, bajo la forma de
Palaeolama mirifica, se sobrepuso ampliamente con Hemiauchenia en los tiempos del
Pleistoceno Medio y Tardío. Luego, durante el Pleistoceno, las llamas se dispersaron a
Sudamérica, radiaron rápidamente y, en parte (Palaeolama), regresaron a Norteamérica. A
fines del Pleistoceno. Palaeolama y Hemiauchenia se extinguieron en ambos continentes, y
sobrevivieron sólo Lama y Vicugna en Sudamérica (Webb, 1974: 211 y 213; el lector
interesado podrá encontrar información, aunque menor, en Simpson [1950: 383]. Otros
trabajos, como el de Novoa y Wheeler [1984: 120-121] no hacen más que repetir la
información primaria de Webb [op. cit.]). ( Vide Figuras 7 y 8).
37 Sin embargo ahora, a la luz de los hallazgos de Leisey Shell Pit el cuadro cambia y deberá
ser replanteado en nuevos términos. Webb y Stehli (en prensa: 8-9) han escrito: “Las
relaciones precisas de Palaeolama con los otros lamines queda problemática”. Los datos de
las muestras de P. mirífica de Leisey Shell Pit ofrecen elementos comparativos
importantes. Webb (1974: 210) señaló que había una serie de características morfológicas
que indicaban que Palaeolama y las llamas modernas tenían un ancestro común, pero
indicó que ello “...no está precisamente documentado.”. Cuando se acumularon los
depósitos de Tarija, la más grande Palaeolama y la más pequeña Lama ya eran distintas.
“Harrison (1985) siguió esta propuesta y situó a Palaeolama en un grupo hermano de los
Laminae vivientes. Esto es un análisis filogenético difícilmente convincente.”. A base de
las evidencias que se tienen, “...las relaciones de Palaeolama y las otras llamas, deben ser
admitidas como una policotomia no resuelta.”. Mientras no se tenga un grupo hermano
bien definido (y no solamente los otros géneros lamine), la historia geográfica de
Palaeolama también queda problemática. Incluso si se quiere seguir la dudosa práctica de
considerar al lugar de su primera aparición estratigráfica como el sitio más probable de
origen, el continente de origen queda incierto. En Norteamérica la presencia de
Palaeolama en el Irvingtoniense temprano de Leisey, resulta ser el hallazgo más antiguo.
91

La asignación nominal a este género de una llama más antigua, una nueva especie
propuesta por Dalquest y Mooser (1980) correspondiente al Hemphiliense tardío de la
fauna local de Ocote cerca de Guanajuato, en México, ha sido corregida por Montellano
(1989) que la asignó a Hemiauchenia a base de un material más completo. Los hallazgos
más antiguos bien documentados de este género en Sudamérica, son los de la especie tipo
P. weddelli de Tarija, Bolivia, de edad Ensenadense (aproximadamente Pleistoceno Medio).
Estas especies difieren de las muestras de P. mirifica de Leisey principalmente por ser de
mayor tamaño. Sobre esta base, se puede suponer que las muestras están cercanamente
relacionadas, y por ende que ellas pueden indicar una inmigración de Norteamérica a
Sudamérica, contrariamente a las sugerencias de Webb (1974) y Montellano (1989). “Por
otro lado, Mones (1988) propuso una prolongación hacia abajo de la extensión
sudamericana de Palaeolama, en el Uquianense (Plio-Pleistoceno), basado en evidencia de
fauna asociada ... en la formación superior de San José en el Uruguay. También Marshall et
al. (1984) citan una extensión Uquianense para Palaeolama en Argentina, aunque sus
evidencias no han sido presentadas explícitamente. La solución crucial de este problema
biogeográfico dependerá en última instancia de la solución del problema filogenético, es
decir de la identificación del grupo hermano de Palaeolama.

Figura 7. Posibilidades para explicar a la luz de las evidencias actuales el origen de los
Camélidos silvestres sudamericanos.
92

Figura 8. Mapa de distribution de los restos fosiles correpondientes a los géneros de la Tribu Lamini
en Sudamérica.
Lama
1 – Tirapata
2 – Huargo
3 – Tarija
4 – Antofagasta
5 – Tarapacá
6 – Quereo
7 - Cueva de Eberhardt o Cueva del Milodonte
8 - Flamenco II
Vicugna
3 – Tarija
9 - Río Juina
Palaeolama
3 – Tarija
6 – Quereo
10 – Muaco
11 – Punin
12 – Quito
13 - La Carolina
14 – Talara
15 - Pampa de los Fósiles
16 - Tagua Tagua
17 – Chacabuco
18 - Monte Verde
19 - Cueva de Fell
20 – Ñuapua
Hemiauchenia
3 – Tarija
21 - Lagoa Santa
Lama guanicoe
22 - Toca de Boa Vista

38 Los sitios que aparecen sin numerar han sido tomados de Webb (1974: Fig. 9.11, 212) y su
ubicación es sólo aproximada. Ellos no son mencionados en el texto. Los puntos de
93

interrogación indican o que la ubicación del yacimiento no es segura o que la


identificación del hallazgo es dudosa. La explicación de cada caso está en el texto.
39 Nosotros negamos firmemente la sugerencia de Marshall et al. (1984: 21) que Hemiauchenia
(y otros taxones nominales sudamericanos) “son más probablemente sub-géneros de
Palaeolama” por muchas razones ... Presumiblemente la evidencia crítica relativa a los
orígenes de Palaeolama está en los sedimentos del Plioceno en algún lugar en las bajas
latitudes de los dos continentes americanos.” (Webb y Stehli, en prensa: 8-9).
40 Es interesante señalar que no es improbable que hacia fines del Pleistoceno, hayan
existido ya algunas especies extinguidas, como son los casos de Lama owenii y Lama
angustimaxila de Argentina y Bolivia, y aún de géneros como es el caso de Eulamaops
parallelus del Pleistoceno Superior de Argentina (Pascual y Odreman, 1973: 34).
41 Marshall et al. (1984: 60-61, Tabla 1) han reunido las fechas radiocarbónicas que se han
obtenido para la fauna extinta que nos interesa. Para Lama hay un fechado de 12,600 años
a. P. en Los Toldos (Argentina; Cardich, 1977), otro de 11,010 años a. P. en Arroio Touro
Passo (RS, Brasil; Bombín, 1976) y, finalmente, una fecha de 13,460 años en Huargo (Perú;
Cardich, 1973 [En el yacimiento hay restos más antiguos que no han sido fechados]). Para
Palaeolama. aunque con ciertas dudas, pues el dato se consigna con ?, se conocen cuatro
fechas: 14,150; 19,620; 14,170 y 16,050 años a. P. para Pikimachay (Perú; MacNeish et al.,
1970). Nosotros consideramos que esta información por ahora no debe ser tomada en
cuenta. Este asunto se discute ampliamente en este Capítulo (vide infra). Hay que añadir
que en el sitio de Quereo (Chile), hay una fecha de 11,100 años a. P. para Lama sp., pero
hay Lama sp. también en estratos más antiguos que han tenido problemas de fechado
(Núñez et al.. 1983, 1987).
42 Uno de los puntos que más nos interesan, es sin duda el de la adaptación. Uno de los
autores que más extensamente ha tratado el asunto es Webb (1974: 208-210).
Consideramos importante citarlo ad pedem littterae. “Las consideraciones estratigráficas
indican que, dentro de la tribu llama las proporciones de las extremidades se han
desarrollado en una dirección opuesta de la que se podría esperar normalmente.
Hemiauchenia con sus proporciones sumarias más avanzadas, es geológicamente más
antigua que Palaeolama y las llamas modernas. Esta progresión inesperada, es confirmada
por las proporciones de las extremidades en Pliauchenia, un género de lámido del Plioceno
Temprano (Clarendoniano) de América del Norte. A pesar que los elementos completos de
las falanges de Pliauchenia no han sido bien descritos, sus carpianos/metatarsianos están
adecuadamente representados en las muestras de P. magnifontis (J. T. Gregory, 1942) de Big
Spring Canyon, de Sur Dakota. La proporción metacarpianos/metatarsianos-carpianos/
tarsianos en estas especies está de acuerdo aproximadamente con los de Hemiauchenia
(rango de 0.81 a 0.85). Lo mismo es verdad para otro Camelinae del Plioceno, como
Procamelus grandis. En consecuencia, parece que Palaeolama y las llamas modernas
redujeron secundariamente sus “speed ratios” y la relativa longitud de sus
metacarpianos/ metatarsianos y aumentaron la longitud de sus carpianos/tarsianos
durante el Pleistoceno. Casi seguramente tales cambios tuvieron lugar desde que las
llamas comenzaron a habitar las vertientes andinas y el altiplano. Sus extremidades más
recias representan entonces una adaptación al terreno escabroso de su aparente lugar de
origen. La habilidad de maniobrabilidad y de saltar deben haber comenzado a ser más
importantes que la velocidad pura. Las proporciones más largas de las extremidades
halladas en Hemiauchenia y Pliauchenia, están mejor adaptadas al terreno plano abierto de
los Grandes Llanos de Norteamérica y las Pampas de Sudamérica. Entonces la inesperada
94

tendencia al acortamiento en la evolución de las proporciones de las extremidades, puede


ser explicada como una transferencia adaptativa en la forma locomotora de una
apropiada a los llanos abiertos a otra acomodada al terreno irregular.”.
43 Es un hecho que para poder resolver estos problemas y poder trazar la evolución de estos
animales y su adaptación a diversos medios, se deberá buscar más evidencias y ver como
efectivamente estuvieron distribuidos en el continente Sudamericano desde su llegada.
Pues, como lo señala Hoffstetter (1952: 314), los terrenos pleistocénicos contienen restos
de Camélidos “...no sólo en la región actualmente ocupada por el grupo, sino también en
las pampas argentinas y uruguayas e igualmente en la zona intertropical (E del Brasil,
Andes y lado ecuatoriano).”.
44 Entre uno y tres millones de años, los Camélidos comenzaron primero a adaptarse a un
medio seco y, sólo recientemente, al medio de las grandes alturas. Kent (1986: 1) piensa
que esta adaptación fue causada por medio del desarrollo de mecanismos locomotivos y
de alimentación apropiados para áreas de escasos recursos de plantas, como sucede en las
punas o el Altiplano, que tiene terrenos rocosos y una cobertura de nieves estacional.
Estos mecanismos se desarrollaron como producto de la relación entre la historia
filogenética de los Camélidos y las necesidades de su medio.
45 El mismo Kent (1987) ha tratado este asunto en otro trabajo, y su punto de vista coincide
con el nuestro (Bonavia, 1982a: 394), por eso nos parece importante citarlo adpedem
litterae. “La mayor parte de los Camélidos fósiles pre-Pleistocénicos sudamericanos, han
sido encontrados en localidades no-andinas, principalmente en el este de Argentina
(Cardozo 1975[a]: 74, mapa 3). A pesar que algunas muestras y/o condiciones de
conservación pueden explicar en parte esta distribución, podría parecer que los primeros
Camélidos sudamericanos no estuvieron inicialmente adaptados a las altas elevaciones, y que
posiblemente su presencia en altas elevaciones es un fenómeno post-Pleistocénico. Por tanto, los
Camélidos de gran altura más antiguos pueden haber entrado dentro de sus límites actuales
contemporáneamente cony quizá a causa de los cazadores humanos. “(Kent, 1987: 171; el
subrayado es nuestro)5.
46 Trataremos ahora de establecer la distribución de las formas fósiles a base de los
hallazgos que se han hecho. Pero antes, queremos insistir que la Familia
Machraucheniidae es autóctona y nada tiene que ver con la de los Camelidae que es
inmigrante de Norteamérica. Son Litopterna. un orden de mamíferos que tiene su origen
en los Didolodontidae, una familia de Ungulados que aparece en el Paleoceno
Sudamericano. Hemos creído necesario enfatizar este punto, pues hemos comprobado
que hay confusión al respecto entre los no especialistas, por su forma vagamente parecida
a la de los camellos y a los Camélidos que invadieron América del Sur.
47 Como lo señalan Patterson y Pascual (1968: 429-430), “Los Machrauchenidae, [son los]
únicos en el orden (Litopternos) [que] alcanzaron un gran tamaño, y una forma terminal
igualando los grandes verdaderos camellos. Hilos fueron los únicos ungulados
Sudamericanos conocidos, que han desarrollado un cuello largo y agraciado, lo que le
confiere en gran parte su apariencia parecida a los camellos. La peculiaridad más
importante que muestran, fue una reducción progresiva de los huesos nasales
acompañada por una inequívoca evidencia de evolución de una corta probóscide. Los
Machrauquenidos parecen haber prosperado en las áreas de pampas que se estaban
desarrollando...”. Y añaden (op. cit.: 443) que los Machraucheniidae “...podrían parecer
haber sido los más probables competidores [de los Camelidae], sin embargo las evidencias
95

no avalan la posibilidad que Machraucheniay las grandes especies de Palaeolama han


coexistido.”.

3.2 Lama sp.; Lama glama


48 Según López Aranguren (1930a: 16) las primeras descripciones y figuras de llamas fósiles,
se deben a Paul Gervais (1855).
49 En el capítulo referente a la sistemática, hemos indicado que en la actualidad se aceptan
dos especies extintas de llama, L. owenii y L. angustimaxila. Veamos cuales son las
evidencias de su presencia en el territorio sudamericano.
50 Para el área peruana no hemos podido encontrar mucha información. Según Dedenbach
Salazar (1990: 81), Cabrera (1932) ha señalado la existencia de especies de Lama en los
terrenos Pleistocénicos peruanos. En primer lugar la fecha correcta del trabajo de Cabrera
es 1931 y en segundo lugar él no ha dicho tal cosa. Al mencionar al Perú, se refiere a la
especie “viviente”, no a la fósil (Cabrera, 1931: 115). Pascual y Odreman (1973: 34)
solamente dicen que “Los primeros restos de algunas especies del género Lama y
probablemente Vicugna aparecen especialmente en cuevas de las alturas andinas; tal es el
caso de los hallazgos de supuestos restos de llama y vicuña en Casa del Diablo, cerca de
Tirapata a 1819 mts., mencionado por Nordenskiöld (1908).”. La localidad de Tirapata
parece estar en las alturas de Moliendo, en la parte meridional del Perú.
51 Cardich (1973) ha encontrado restos de llama en la caverna de Huargo. en el
departamento de Huánuco en diferentes estratos. Él se refiere solamente a “...restos
fósiles de camélido ... de 11,510 años a. C...” (Cardich, 1974: Nota 4, 35). Todos ellos han
sido clasificados por Pascual y Odreman (1973: 31-32) como Lama sp. Las capas más
antiguas, que son las que nos interesan en este caso, son las que han sido numeradas de la
7 a la 10 y en ellas hay asociación con fauna extinta como Equus sp. y Scelidotherium sp. La
capa 8 tiene un fechado radiocarbónico de 13,460 años. Es interesante el comentario final
de Pascual y Odreman (op. cit.: 37): “Los camélidos representados en todos los niveles de la
cueva de Huargo ¿corresponden total o parcialmente a alguna de las especies vivientes?”.
Además añaden: “Siendo Palaeolama relativamente frecuente en los sedimentos del
Pleistoceno superior, tanto de la región andina como costanera del Perú y Ecuador, su
ausencia en la cueva del Huargo, ¿se debe a una heterocronía de los respectivos
sedimentos? o ¿se debe a razones de preferencia humana?”. Y finalmente terminan
diciendo en las conclusiones: “Probable presencia de algunas de las especies actuales de
camélidos o de especies afines extinguidas.”. Es importante señalar, sin embargo, que la
asociación de estos huesos con restos humanos ha quedado en duda, “... debido a la
ausencia de una industria lírica.” (Kaulicke, 1979: 104), como además lo ha afirmado el
mismo Cardich (1973: 26): “Para referirnos a la presencia del hombre diremos en cuanto
se refiere a las capas inferiores (10, 9, 8 y 7) que hay pocas huellas.” y las que luego señala,
son verdaderamente dudosas (vide Cardich, op. cit.: 26-27).
52 Para el territorio boliviano, Cabrera (193b 115) señala la existencia de Lama glama en
terrenos pleistocénicos. No hay detalles. Gilmore (1950: 435) trata el asunto en forma muy
vaga. Menciona que hay restos correspondientes al Pleistoceno Tardío y al Holoceno
temprano que han sido encontrados en los valles intermontanos que no estuvieron
sujetos a glaciaciones, concretamente en Tanja (Gilmore, loco citato, menciona también
Ulloma, pero se trata de un error, ya que esta localidad está en el Altiplano). Señala que se
96

trata indudablemente de llama. No aporta mayor información. Marshall et al. (1984: 32)
han comunicado que en la localidad de Tarija (en el sur de los Andes bolivianos) se ha
encontrado Lama en estratos Ensenadenses.
53 En lo que se refiere al Brasil, Dedenbach Salazar (op. cit.: 81) ha informado que Cabrera
(1932 [1931]) refiere restos de Lama en terrenos correspondientes al Pleistoceno. Esta
información no existe en Cabrera (op. cit). Y Marshal et al. (1984: 41, Fig. 8) indican que
Lama se encuentra en estratos que pueden ser holocenos y más antiguos que el
Pleistoceno Tardío.
54 Para el Uruguay tenemos sólo el dato vago de Marshall el al. (1984: 56) que señalan la
presencia de Lama en estratos pleistocénicos, que según Dedenbach Salazar (op. cit.: 81)
indica también Cabrera (1932 [1931]). Sin embargo se trata de un error.
55 En el caso de Chile hay un poco más de información. Así Marshall et al. (1984: 44-45) dicen
que entre los mamíferos pleistocénicos en las provincias de Antofagasta y Tarapacá, en
Chile Central y en las cuevas del extremo sur hay Lama. Por su paite Núñez et al. (1983,
1987) se refieren al sitio de Quereo, en la quebrada homónima, cerca del pueblo de Los
Vilos, situado entre 25 y 180 msnm. En el Nivel Quereo II, con una antigüedad que oscila
entre 13,000 y 11,000 años a. P. señalan que hay “...algunas evidencias de camélidos ... se
trata de animales juveniles de gran tamaño.” (1983: 31), pero se especifica que se trata de
Lama sp. (1987: 172).
56 Para el Nivel Quereo I, fechado entre 25,000 y 22,500 años a. P., los datos tampoco son muy
precisos. Preferimos por eso citar ad pedem litterae. “En este nivel el incremento de
camélidos es notable y la dispersión y grado de destrucción de los restos es compatible
con la acción natural. Representan a varios individuos de distinta edad y grado de
mineralización. Aparecen individuos juveniles y adultos, probablemente machos juveniles
y de diferentes tallas, dentro de la misma especie para el caso de Palaeolama sp., pues
existen restos de Lama sp. La talla inferible para los individuos mayores de Palaeolama sp.
es de gran proporción ... La mayoría de estos materiales son inseparables de los
correspondientes a Palaeolama sp. Otros restos de evidente menor talla ...pertenecerían más
bien a Lama sp.” (Núñez et. al.. 1983: 31; el subrayado es nuestro. 1987: 172).
57 Finalmente Núñez et al. (1983: 45) han informado que en el extremo sur. en la famosa
Cueva de Eberhardt, también llamada Cueva del Milodonte, se ha encontrado restos de
Lama sp. en el nivel fechado 3,300 años а. C.
58 Las evidencias para el territorio de Argentina son un poco más amplias. Cabrera (1931:
110) señala en términos generales que “ ...Lama glama (Linné), cuyos restos se encuentran
también en el pleistoceno, como ha hecho ya notar la doctora López Aranguren.”. Esta
información es avalada también por Marshall (1988), quien indica que hay Lama en los
terrenos del Uquianense, es decir en el Plioceno Tardío o Pleistoceno Temprano. Mientras
que Kraglievich (1946: 327) escribió que “... queda comprobada la presencia de Camélidos
en el Chapadmalense y en particular del género Lama...”, es decir se está refiriendo a fines
del Pleistoceno. Por otro lado según Dedenbach Salazar (op. cít:. 81), López Aranguren
(1930 [b]) ha señalado la presencia de Lama en terrenos postpleistocénicos, dato que no
hemos podido ubicar. Se trata de un error.
59 Pascual y Odreman (1973: 34) han hecho una síntesis del problema y han escrito: “Según
Cabrera (1961: 321) 'En estado salvaje, la llama está extinguida hace siglos, tal vez desde la
época prehispánica...'. Según diversos autores estuvo representada durante el Pleistoceno
de Bolivia y en la región pampeana de Argentina. Si aceptamos con López Aranguren
97

(1930: 40; la cita es equivocada, la correcta es 1930 [a]: 24. A ella se debe añadir 1930 [b]:
110 donde se explica mejor el asunto) y Cabrera (1931: 115; 1961: 320) que Auquenia
ensenadensis Ameghino, 1889 es sinónimo de Lama glama forzoso es admitir la presencia de
esta especie por lo menos desde el Pleistoceno Medio (Edad Ensenadense; v. Pascual et al.
1965) del territorio argentino. Su presencia en el Pleistoceno superior de Argentina ha
sido señalada por López Aranguren (op. cit.) y Cabrera (1931).
60 La correlación de los sedimentos mamalíferos de Tanja (Bolivia) con aquellos del
Pleistoceno de Argentina ha sido discutida y es muy dudosa; sin embargo y a pesar de la
presencia de algunos taxa no característicos, el conjunto faunístico total conocido hasta el
momento es correlacionable con aquél del Pleistoceno superior de Argentina. Si así fuera
y si de acuerdo con López Aranguren (op. cit.) y Cabrera (1931) Palaeolama crequi Boule,
Auquenia intermedia Gervais y Auquenia castelnaudi Gervais son sinónimos de Lama glama
esta especie habría estado presente también en Bolivia durante el Pleistoceno superior.”.
61 Webb (1974: 174), en su síntesis más reciente, indica solamente la presencia de Lama
owenii en terrenos del Lujanense (Pleistoceno Tardío) de Argentina y Lama angustimaxila
en el Uqianense (Pleistoceno Temprano y Sub-Reciente) de Argentina y Bolivia.
62 Austral (1987: 94) en su informe sobre el yacimiento Los Flamencos II. Las Encadenadas,
laguna bonaerense del Partido de Saavedra, en la Provincia de Buenos Aires, indica la
presencia de Lamasp. en la estructura de su Capa C. Ésta corresponde al Ensenadense y al
Lujanense “...que datan del Meso y Neopleistoceno...” según Pascual et al. (1965: 190-191).
(Austral, op. cit.: 97).
63 (Para la ubicación de los sitios mencionados vide Figura 8).

3-3 Vicugna
64 Neveu-Lemaire y Grandidier (1911: 45) han informado la existencia de restos fósiles de
vicuña en terrenos del Pleistoceno del Brasil meridional, aunque creemos que hay que
tomar con cuidado su clasificación de Lama minor que, hasta donde hemos podido
averiguar, no ha sido aceptada por los especialistas. Por otro lado Simpson y Conto (1981),
al referirse al yacimiento de Río Jurna, en el estado de Acre, (en la frontera con Perú y
Bolivia) indican el hallazgo de Vicugna sp.
65 Cabrera (1931: 116) ha señalado la presencia de Vicugna en el Pleistoceno de Bolivia, dato
que es confirmado por Webb (1974: 174) y Marshall el al. (1984: 32), quienes especifican
que se trata de restos hallados en Tarija (sur de los Andes bolivianos, a 1,950 msnm) en
terrenos Ensenadenses, es decir correpondientes al Pleistoceno Medio y Sub-Reciente.
66 En lo que se refiere a la Argentina, la información es discordante. Es así que Gilmore
(1950: 451) escribió que las vicuñas llegaron hasta las húmedas pampas de Buenos Aires
durante el Pleistoceno Tardío y el Holoceno Temprano (sus afirmaciones se basan en los
trabajos de López Aranguren [1930a y b] y Cabrera [1931]). Utilizando las mismas fuentes
(añadiendo además un trabajo de Cabrera de 1961), Pascual y Odreman (1973: 35), al
referirse a Vicugna vicugna han escrito: “Los restos fósiles de este género, asignados todos
a la única especie viviente Vicugna vicugna, se conocen sólo en el Pleistoceno superior de
Argentina y Bolivia...”.
67 La posición discordante es la de Marshall et al. (1984: 29), que si bien es cierto que al
referirse a la fauna típica de Uquianense, indican la presencia de Camelidae sensu lato, al
98

mencionar a Vicugna indican su asociación con los terrenos del Ensenadense (o Pampeano
inferior) y dicen que es la primera vez que se encuentran estos restos. Es decir, se están
refiriendo al Pleistoceno Medio y Sub-Reciente, o sea a una época más temprana que los
otros autores. Este dato es avalado por Webb (1974: 174).
68 (Para la ubicación de los sitios mencionados vide Figura 8).

3-4 Eulamaops
69 Este género extinto se conoce sólo procedente de estratos correspondientes al Pleistoceno
Tardío de Argentina. Se trata concretamente de la especie E.parallelus del Lujanense (vide
Webb, 1974: 174-175).

3-5 Palaeolama
70 Palaeolama es el género más amplio (Webb, 1985: 377) y es conocido primero procedente
de los estratos ele edad Irvingtoniense temprano ele América del Norte (es decir ca. 1.6
Ma) (Webb y Stehli, en prensa). “La distribución geográfica de Palaeolama en
Norteamérica, aunque para Webb (1974) estuvo restringida a Florida y a la costa del Golfo
(Texas), se extiende hacia el norte hasta Edisto Island, Carolina del Sur (Roth y Laerm
1980), y el sur de Missouri (Graham 1992) y hacia el oeste tan lejos como California
meridional (Conkling, Comunicación personal).” (Webb y Stehli, en prensa: 8).
71 Los dispersantes norteamericanos a Sudamérica, están registrados primero en rocas de
edad Ensenadense. Asumiendo que estos dispersantes representan eventos “hermanos”,
los restos ensenadenses podrían comenzar o ser anteriores a 1.4 Ma.
72 Este estimado es consistente con las edades conocidas de las rocas y fauna Ensenadense
(que corresponde a la Formación Tarija) y Uquianense (Formación Uquia) (Marshall, 1985:
77).
73 Sabemos que Palaeolama ha vivido durante el Pleistoceno sobre un vasto territorio
sudamericano, y se ha diversificado en especies distintas, dada la importancia de su escala
estratigráfica y su dispersión geográfica (Hoffstetter, 1952: 346). Es, además, entre los
géneros de Camélidos sudamericanos el único que ha podido adaptarse a medios de vida
muy diversos, tales como la región tropical, los corredores interandinos y la pampa
argentina. Ha sido fundamentalmente un ramoneador (Webb y Stehli, en prensa: 14). Los
otros géneros, parece que estuvieron estrictamente limitados a las zonas temperadas o
frías de la región austral y que no alcanzaron las bajas latitudes más que en altura. Se
deduce que Palaeolama es, biológicamente, el más cercano de los representantes de la
rama que ha podido efectuar una migración desde América del Norte a través de la zona
intertropical (Hoffstetter, op. cit.: 321-322).
74 Hoffstetter (1952: 375) explica que “El género Palaeolama, que estudios recientes habían
hecho considerar como monotípico, ha sufrido en realidad una importante diversificación
en la enorme área de dispersión que ha ocupado. Nos hemos visto obligados a reconocer
especies distintas, de las cuales algunas han habitado la zona tropical, otras los corredores
andinos, mientras que una rama particular se adaptó a la vida en la pampa. En el dominio
andino, se observa igualmente una diferenciación específica en relación con los niveles
geológicos distintos.”.
99

75 Es sobre el problema de la división de este género, como ya lo hemos indicado al tratar la


sistemática de estos animales, que los especialistas no están de acuerdo. Así Hoffstetter
(1952: 317-320, 346) reconoce seis divisiones distintas, todas sudamericanas, y que él
considera que son especies. En primer lugar se puede distinguir una forma de las pampas
argentinas (es decir el noreste de Argentina que comprende las provincias de Buenos
Aires y Santa Fe) y que se denomina P. paradoxa. Luego tres especies de los altos valles
andinos, P. Weddelli (hallada en Tarija, en Bolivia), P. Reissi (de los Ancles ecuatorianos,
fundamentalmente la zona de Punin), y P. crassa (también de los Ancles ecuatorianos). Y,
finalmente, dos especies que habitaron la zona baja tropical, y que son P. major (de Lagoa
Santa y Minas Gerais, en el Brasil), y P. aequatorialis (de la costa ecuatoriana). Siempre
según Hoffstetter (loco citato), este conjunto parece bastante homogéneo en lo que
concierne a la mayor parte de los caracteres esqueléticos.
76 Sin embargo Webb (1974: 175-176) no concuerda con este planteamiento, y al hacer un
análisis crítico, indica que originalmente, por error, se incluyó en el género Palaeolama a
Hemiauchenia. Webb acepta que Hoffstetter (loco citato) reconoce la separación a nivel de
especie, pero no se ha dado cuenta de su significado más fundamental (genérico). Esta
división afecta no solamente el status de las dos especies, sino también el arreglo
taxonómico de todas las llamas pleistocénicas, con la excepción del género moderno P.
weddelli de. Tarija (Bolivia), que tipifica un grupo ampliamente difundido de especies con
características particulares y Hemiauchenia paradoxa, que tipifica a un grupo de especies
más antiguo y aún más ampliamente distribuido, y con caracteres muy particulares
también. Webb {loco citato) entiende a Palaeolama basándose en P. weddelli de Tarija, en la
que él incluye las especies del plateau de Bolivia, de la zona andina y costera peruanas y el
Ecuador, además de la costa del Golfo y los llanos de Florida y Texas. Es por todo esto que
Webb (op. cit.: 175-196) acepta solamente P. weddelli, P. aequatorialis y P. mirifica que no
tomaremos en cuenta, por ser una especie norteamericana.
77 Vamos a ver ahora la dispersión de los restos de Palaeolama en el continente
sudamericano. En Venezuela todos los autores se refieren a un solo hallazgo, el de Muaco,
en el estado de Falcón, cerca de La Vela del Coro, hecho por Cruxent (vide Rouse y
Cruxent, 1963; hay dos informes sobre los restos paleontológicos que no hemos podido
leer, de Royo y Gómez, 1960a y 1960b). Lynch (1978: 476; 1983b: 113), al referirse al sitio
dice sólo “un camélido” y señala dos fechas de 16,000 y 14,000 años a. P. (vide Rouse y
Cruxent, op. cit.), pero acota que hay serias dudas sobre las asociaciones. Este hallazgo es
mencionado también por Marshall et al. (1984: 58) pero sin mayores comentarios; sin
embargo los mismos autores (op. cit.:. 11) dicen que en Muaco, junto con la fauna extinta,
se ha encontrado restos de animales introducidos por los europeos. Consideramos que el
hallazgo queda en duda.
78 Como dice Hoffstetter (1952: 316), la fauna fósil ecuatoriana, como además aquella de toda
la zona intertropical, no contiene ningún representante de los géneros Eulamaops, Lama y
Vicugna, que parecen estar más localizadas en la parte austral, temperada o fría del
continente, por lo menos a juzgar por la ecología actual de los últimos dos géneros. (Lege
también Hoffstetter, 1952: 374). Un juicio muy parecido dan Pascual y Odreman (1973: 34).
79 Hoffstetter (1952: 371) informa del hallazgo de P. Reissi y dice que “...podría ser un
descendiente de P. Weddelli...”, y lo asigna al Puniniense de la tercera glaciación. Marshall
et al. (1984: 49-50) son más precisos y se refieren a dos zona fosilíferas, ambas entre 2,300
y 3,100 msnm, en la región andina. Una tipificada en Punín, al sur del río Riobamba,
donde se ha encontrado Palaeolama(Protauchenia). Y la segunda cerca de Quito, junto al río
100

Chiche (o Chichi), donde se ha hallado P. crassa, pero indican que ella “... no es
directamente ancestral ele P. reissi... del puninense.” y que corresponde a la segunda
glaciación. Informan los autores, además, que hay muchos problemas sobre el fechado de
estos restos, pero que de-todos modos están fuera de los límites del Carbono 14. Para
nosotros no está claro si Hoffstetter (op. cit.) y Marshall et al. (op. cit.) se refieren al mismo
hallazgo. Al parecer Webb (1974: 177) no está ele acuerdo con la clasificación ele Marshall
et. al. (op. cit.), pues al referirse a los restos hallados en el río Chiche, cerca de Quito, los
clasifica como P. weddelli.
80 En la costa ecuatoriana, todos los autores se refieren aparentemente a un hallazgo, el ele
La Carolina (en el suroeste del Ecuador, más exactamente al norte ele la Península de
Santa Elena). Lemon y Churcher (1961: 429) lo clasifican como Palaeolama y lo asignan al
Pleistoceno Superior. Para Webb (1974: 181) se trata de P. aequatorialis y coincide con la
edad. Mientras que Marshall el al. (1984: 50) sólo dicen Palaeolama (Astylolama), pero con
respecto a la fecha dicen “aparentemente pleistocénicos”.
81 En el Perú se han hecho varios hallazgos que debemos comentar. En primer lugar en la
zona de Talara, en el extremo norte (departamento de Piura). Marshall et al. (1984: 54)
indican que se trata de Palaeolama (Astylolama) y le atribuyen una edad Lujanense.
Basándose en información de Bryan (1973), le asignan a los restos dos fechas
radiocarbónicas de 13,6l6 y 14,418 años. Se trata de los trabajos que hicieran Lemon y
Churcher (1961: 429). (Vide también Richardson III, 1978: 282). Webb (1974: 182) es más
específico en lo que se refiere a la clasificación de los restos, pues los asigna a P.
aequatorialis, aunque con respecto a su edad pone Pleistoceno Tardío ?
82 Restos de Palaeolama procedentes de Pampa de los Fósiles, zona de Cupisnique, al Norte
del valle de Chicama (departamento de La Libertad) han sido identificados por Hoffstetter
(Marshall et al, 1984: 54; Chauchat, 1987: 23; 1988: 58). Claude Chauchat encontró los
restos en superficie el año 1972, a unos centenares de metros al este del sitio de Piedra
Escrita, entre las dunas del gran arenal de Cupisnique, a la salida de la quebrada
homónima. Ellos fueron dejados in situ. Después, en fecha que no se conoce, pasó por la
localidad Frédéric Engel, quien recogió los huesas e hizo una excavación, pero sin ninguna
metodología científica. Esto ha sido comprobado por Chauchat y Hoffstetter, que visitaron
el lugar en 1975. Posteriormente Engel permitió que Hoffstetter sacara moldes a los
huesos, y ellos se encuentran en el Museo de Historia Natural de París. Engel informó que
con el propósito de obtener una fecha a partir de esos huesos, los redujo en polvo y los
envió al Japón, pero los laboratorios le contestaron que el fechado era imposible ya que
no había suficiente colágeno. De esta manera se creyó que la evidencia primaria de
Palaeolama en Cupisnique había quedado destruida. Sin embargo en mayo de 1994 Claude
Chauchat y el autor, tuvieron la oportunidad de comprobar que en el Museo de la Nación
de Lima se estaba exhibiendo en la sección de Paleontología una “Pata posterior izquierda
de Palaeolama sp.” proveniente de El Zorro, Quebrada de Cupisnique. Allí se indicaba
además, que la fecha correspondiente es “Pleistoceno-Holoceno, 9000 años” y que los
huesos pertenecen a los fondos del Museo de Antropología y Agricultura Precolombina de
la Universidad Nacional Agraria “La Molina” (N° de Catálogo V. 6178). Según Chauchat
(Comunicación personal, 1o de junio de 1994) el sitio corresponde al que él descubriera. Se
trata efectivamente de una pata posterior que comprende el basipodio, el metapodio y el
acropodio. Christian de Muizon (Comunicación personal, 28 de junio de 1994) que hiciera
el calco que está en Paris, ha visto la pieza en exhibición y aparentemente no se trata de
los mismos huesos que fueron enseñados a Hoffstetter. Esto estaría indicando o que Engel
101

encontró más huesos de los que informó inicialmente o que posteriormente regresó al
lugar y consiguió más ejemplares.
83 En opinión de Chauchat, Palaeolama no es muy frecuente entre los fósiles de la zona.
Ubbelohde Doering encontró algunos huesos, cuyo paradero desconocemos (Claude
Chauchat, in litteris, 24 de junio de 1993). No podemos señalar una fecha para estos restos,
pero huesos de mastodonte procedentes de la misma zona, tienen una antigüedad de
15,000 años a. P., de caballo 25,000 años a. P. y de Scelidodon 16,000 años a. P. (Claude
Chauchat, in litteris, 19 de setiembre de 1992 y 24 de febrero de 1993; vide también Collina-
Girard et al., 1991, quienes sin embargo se equivocan al indicar que se trata de
Scelidotherium [p. 127]). Es muy probable que los restos de Palaeolama en cuestión estén
dentro de estos rangos de antigüedad.
84 En lo que se refiere a los hallazgos de la sierra peruana, es necesario hacer un minucioso
análisis, para despejar dudas. Es así que Marshall et al. (1984: 55), mencionan que en
Pikimachay (departamento de Ayacucho) se ha encontrado Palaeolama en asociación con
hombre temprano y se basan en MacNeish, Berger et al. (1970), MacNeish, Nelken-Terner
et al. (1970) y MacNeish (1971). Si bien es cierto que los autores inmediatamente después
de las citaciones han expresado que “...hay que notar que la presencia de Palaeolama no
está confirmada, y que varios nombres genéricos son usados en sentido amplio.”, nos
parece que son demasiado benévolos con la crítica que le hacen al equipo de
investigadores que trabajaron en Ayacucho. A nuestro juicio, hasta ahora, no hay ninguna
evidencia de los restos mencionados. Veamos las fuentes.
85 MacNeish, Berger et al. (1970: 976) se refieren al Complejo Ayacucho y a la fauna extinta y
dicen: “Otro hueso identificado fue un pequeño fragmento de una gran mandíbula, con
mucha seguridad de Camelidae y probablemente de paleollama (Sic!), pero nuevamente
Hoffstetter advirtió sobre problemas taxonómicos.” (el subrayado es nuestro). En el trabajo de
MacNeish, Nelken-Terner et al. (1970) describen los hallazgos en la cueva de Pikimachay, y
en primer lugar se refieren a la Zona j (a la que atribuyen una antigüedad de 14,100 años
a. C.) y describen muy superficialmente los huesos de la fauna extinta y dicen que “...
hubo algunos que tuvieron el tamaño de camello o caballo...” (op. cit.: 13). Hay dos
menciones a la Zona h, en un caso dicen “... huesos de paleo-llama... (Sic!)” y le atribuyen
una antigüedad de 12,200 años a. C. (op. cit.: 14-15), y luego se refieren nuevamente a la
Zona h y mencionan “paleo-llama” (Sic!) (op. cit.:. 33).
86 MacNeish (1971) vuelve sobre el asunto y al tratar los hallazgos de Pikimachay, cuando
habla de la Zona j (a la que ahora atribuye una fecha radiocarbónica de 19,600 años) dice
que hubo “... quizá una especie ancestral de caballo o camello.” (op. cit.: 40) y cuando lo
hace de la Zona h (que según el autor tiene una antigüedad de 14,150 años
radiocarbónicos), dice que hubo “Una variedad de camello ancestral...” (op. cit.: 42).
Cuando MacNeish et al. (1975) tocan otra vez el tema con respecto al Complejo Ayacucho
de la cueva de Pikimachay, mencionan muchos restos de fauna extinta y entre ellos “...
seis huesos de llama...” (op. cit.: 15) y en el resumen sólo dicen “camelids” (op. cit.: 75).
87 Es importante insistir que en todos estos informes hay una gran vagüedad y se plantean
serias dudas sobre el contexto arqueológico. Pero, lo que es más importante, en dos de los
tres tomos del informe final del Proyecto Ayacucho que se han publicado (vide MacNeish
et al., 1983a y 1983b) y que son los que podrían contener esta información, no hay ninguna
mención a Palaeolama. Consideramos, a base de todo lo expuesto, que hasta que no se
publique un informe paleontológico detallado de los hallazgos, la información de
102

Ayacucho no debería ser empleada, como desafortunadamente se ha hecho (e. g. Lanning,


1970: 90), sin hacer un análisis minucioso de las fuentes.
88 Debemos mencionar finalmente que Webb (1974: 177), al referirse a la zona andina
peruana dice que hay Palaeolama weddelli que corresponde al Pleistoceno tardío. No
sabemos a que yacimiento concreto se refiere.
89 Para Chile Casamiquela y Dillehay (1989: 207) han escrito: “Huesos de paleo-lama (Sic!) han
sido encontrados en varios sitios paleontológicos en Chile central (Casamiquela, 1969).
Primariamente como animal adaptado a pastizales de estepas o tundra, se sabe que
ocasionalmente el camélido extiende su límite geográfico a las florestas deciduas cerca de
medios abiertos, como es el caso en el pasado y hoy en la Isla de Tierra del Fuego.”. Sin
embargo Palaeolama parece que no son comunes en los yacimientos arqueológicos
chilenos, aunque en Chile Central (zona de Chacabuco), se identificaron restos que han
sido atribuidos a Lama Major (Sic!) o guanaco gigante (Fuenzalida, 1936; Núñez et al,
1983:44). Núñez et al. (op. cit.) consideran que el ámbito en la región de Quereo (a la que
nos referiremos más adelante) era óptimo para estos animales, a juzgar por la
información que se ha podido obtener de ese yacimiento y en los territorios aledaños. En
efecto, aunque sin entrar en mayores detalles, Marshall el al. (1984: 44-45) dicen que en los
estratos pleistocénicos chilenos hay Palaeolama.
90 Es así que Lanning (1970: 102) se refiere al sitio de Tagua Tagua en el valle del río
Cachapoal de la provincia O'Higgins, e indica la presencia de Palaeolama con una
antiguedad de 11,380 años radiocarbónicos. Hay que señalar, sin embargo, que la única
fuente que señala Lanning es la de Montané (1968), donde efectivamente consta la fecha,
y donde se ha encontrado restos de animales extintas, pero entre ellos no se menciona
Palaeolama. No sabemos si Lanning pudo conseguir alguna información posterior que
nosotros desconocemos.
91 En la localidad de Quereo (cerca de Los Vilos), Núñez et al. (1983: 31) han encontrado en
los estratos que ellos llaman Quereo 1 y que tienen una antigüedad que oscila entre 25,000
y 22,500 años a. P., restos de Palaeolama sp. Hay individuos juveniles y adultos,
probablemente machos juveniles y de diferentes tamaños. “La talla inferible para los
individuos mayores de Paleolama sp. (Sic!) es de gran proporción, algo mayor del
espécimen depositado en el Museo de La Plata (Argentina).”. En el nivel Quereo I, los
Camélidos representan el 5.63% de los restos animales y “... la alta frecuencia de
camélidos tipifica a este nivel en coherencia con un área de dispersión de Paleolama sp.
(Sic!), incorporado durante este nivel al elenco de especies cazadas.” (Núñez et al, 1983:
36).
92 Los autores han escrito que Palaeolama “No son comunes en contextos arqueológicos,
aunque antes se identificó en las cuencas de Chile Central (v. gr.: Chacabuco), como Lama
Major, o guanaco gigante sudamericano (Fuenzalida, op. cit .[1936]). Parece ser que su
ámbito en la región de Quereo era óptimo, a juzgar por su registro significativo durante el
nivel I y en los territorios de los contornos del Graben (dunas orientales).” (Núñez et al.,
1983: 44). Esta información ha sido confirmada posteriormente (Núñez et al., 1987: l6l) y
los autores reiteran que “... pudieron ser cazados y faunados in situ paleolama (Sic!) y
megafauna extinta.” (Núñez et al, 1987: 167).
93 Para evitar confusiones sobre la cronología, consideramos importante añadir un
comentario de los autores (Núñez et al., 1987: 170 y 172). Ellos han escrito refiriéndose a
Quereo y Tagua Tagua: “En los sitios referidos se constatan evidencias en términos que
103

pudieron existir ocupaciones anteriores al XI milenio a. P. En efecto en el nivel Quereo I


... se ubicaron restos de fauna pleistocénica con señales de actividad humana compatible
con la caza de a lo menos un caballo y paleolama (Sic!) (Núñez et al., 1983). Se trata del
registro de restos óseos fracturados, artefactos óseos ocasionales percutidos, huesos con
marcas cortantes ... Dos dataciones radiocarbónicas de maderos asociados a este nivel
dieron las edades de 11.600±190 y 11.400 ± 145 años a. P. Estas dataciones se consideran
erróneas, puesto que son sincrónicas al nivel superior (Quereo II), separado por 1,30 m de
sedimentos diferenciados. Se pueden considerar como edades rejuvenecidas por
contaminación con aguas subterráneas. En efecto el nivel I es obviamente más temprano
debido a su posición estratigráfica.
94 Por su correlación con el sitio de Tagua Tagua se postula tentativamente que este nivel
corresponde al interestadial Laufen (Würm medio), situado entre 25.000-22.000 años a. P.
Este nivel Quereo I presenta restos de grandes herbívoros con sus pequeños depredadores
... Paleolama sp. (Sic!), Lama sp... “. Al nivel Quereo II le asignan una fecha de 11.100 ± 150
años a. P. en asociación con Lama sp.
95 En Monte Verde, en la provincia de Llanquihue, a 35 km al Oeste de Puerto Montt, a sólo
50 msnm, Dillehay ha encontrado restos de Palaeolama (Casamiquela y Dillehay, 1989: 207).
Se trata de un solo hueso de Paleodama (Sic!) y que es, al decir de los autores, el primer
paleocamélido hallado en las florestas de Chile surcentral. Ellos explican que “A pesar que
es posible que este animal estuvo adaptado al medio de floresta en el período Pleistoceno
Tardío, hoy día este ungulado se puede encontrar solamente en un medio abierto y árido
de la Patagonia chilena y argentina y en el desierto abierto y los pastizales de puna del
Norte ele Chile, Norte argentino, Perú y Bolivia.”.
96 Lanning (1970: 102) ha informado de la existencia de Palaeolama en el contexto
denominado Magallanes I de la Cueva de Fell, con una antigüedad de 11.000 años a. P.
Llama la atención, sin embargo, que en el informe de Bird no se mencione para nada
Palaeolama, que tampoco fue encontrada por los otros investigadores que trabajaron
después (vide Bird y Bird, 1988: 134-187: Markgraf, 1988: 197-201).
97 En lo que se refiere al Brasil, Marshall et al. (1984: 41, Fig. 8) certifican la existencia de
Palaeolama en estratos que pueden ser “... holocenos y más antiguos que el Pleistoceno
tardío.”, aunque no señalan la localidad de los hallazgos. Lynch (1990a: 19; 1990b: 154)
menciona los restos de la Cueva Toca da Esperança, en el estado de Bahia, donde se ha
encontrado un camélido con fecha incierta y que se pretende que corresponde al
Pleistoceno Medio. Se trata en efecto de los trabajos ele Lumley et al. (1988) que han sido
duramente criticados. (Lege Lavallée, 1989).
98 Refiriéndose al Brasil, Marshall et al. (1984: 43) han escrito: “Un hecho ele importancia
geocronológica en Sudamérica, cuando se usan los mamíferos terrestres como
indicadores temporales, es la supervivencia de ciertos géneros en diferentes áreas. El
Scelidodon, Tetrastylus y Palaeolama(?) aparentemente desaparecidos hace mucho tiempo de
la Argentina temperada, han estado viviendo hasta el inicio del Holoceno en áreas
tropicales del Brasil y otras áreas sub-tropicales y tropicales de Sudamérica.”
99 Para Bolivia tenemos los datos de Webb (1974: 177) que menciona la existencia ele
Palaeolama weddelli en el “probable” Pleistoceno Medio ele Tarija, en los Andes
Meridionales de Bolivia, a 1,950 msnm, aunque añade que a menudo se le asigna una edad
correspondiente al Pleistoceno Temprano. Marshall et al. (1984: 32) también se refieren a
estos restos, pero hacen un comentario que consideramos importante citar ad pedem
104

litterae. Ellos han escrito: “Recientemente Webb (1974: 176) ha propuesto una edad
Ensenadense para la fauna ele Tarija sobre la base del estadio de evolución de las especies
de Palaeolama y Lama. Sin embargo, hay varias especies ele Palaeolama en esta fauna
(Hoffstetter, material inédito en el Museo Nacional de Historia Natural de Paris), algunos
de los cuales son poco conocidos.” (Marshall et al, op. cit.: 33). Además, hacen notar que
según la calibración de Macfadden et al. (1983), la formación Tarija se extiende entre 1.0 y
0.7 Ma o quizá menos. Concretamente ellos asignan la fauna de Tarija al Ensenadense,
pero indican que algunos fósiles de dicha localidad, pueden ser más recientes.
100 Marshall et al. (1984:34-45) señalan también que en Ñuapua, en el departamento de
Chuquisaca, en el sureste de Bolivia, se ha encontrado restos de Palaeolama en los
contextos denominados Ñuapua 1 y 2. Ñuapua 1 corresponde al estrato más bajo que es
probablemente de edad Lujanense, pero puede incluir una parte del Ensenadense Tardío,
mientras que Ñuapua 2 es una capa holocénica en la que inclusive hay asociación con
restos humanos.
101 Marshall et al. (1984: 51) informan la existencia de Palaeolama s. 1. (que incluye
Hemiauchenia) en Paraguay y comentan (op. cit.: 52): “Desafortunadamente es imposible
conocer si Palaeolama del Paraguay ... está relacionada con P. major (Brasil y Chaco
boliviano) o con Hemiauchenia paradoxa (Argentina); esta última especie se caracteriza por
sus metapodios alargados, que indican una adaptación al medio (Webb, 1974).”. Los
mismos autores (Marshall et al., op. cit.: 56) afirman que en depósitos pleistocénicos del
Uruguay hay Palaeolama, pero no dan más información sobre el o los hallazgos.
102 Finalmente, y por información de Marshall (1988: 383). sabemos que en Argentina
también se ha encontrado Palaeolama, en rocas del Uquianense Tardío (es decir
Pleistoceno Tardío-Pleistoceno Temprano) y que originalmente éstas, sin duda, han
llegado del Norte.
103 (Para la ubicación de los sitios mencionados vide Figura 8).

3-6 Hemiauchenia
104 Hemiauchenia (= Tanupolama), que es una llama fósil de miembros largos, se conoce en las
regiones semiáridas temperadas, desde el oeste norteamericano (incluyendo México)
hasta Argentina (Webb, 1974: 197). En América del Norte es el género más familiar y con
una dispersión más amplia en el continente, notablemente en California (Webb y Stehli,
en prensa: 11). Se le encuentra en los estratos correspondientes al Mioceno Superior y
Plioceno y luego se extendió a Mesoamérica (Dalquest y Mooser, 1980; Montellano, 1989) y
se difundió a Sudamérica en el Pleistoceno Temprano. En los Andes el stock se diferencia y
Palaeolama y Lama aparecen como géneros distintos en los terrenos del Pleistoceno Medio
de Tarija (en Bolivia), y con diferencias muy claras. Palaeolama se difunde en la región
costera del Golfo y en Florida coexiste con Hemiauchenia. Finalmente estos grandes
géneros de llama se extinguen en ambos continentes (Webb, op. cit.: 213). Webb y Stehli
(en prensa: 11) replanteando el asunto en función de los hallazgos de Leisey Shell Pit en
Florida, han escrito: “El hecho que Hemiauchenia y Palaeolama ya eran distintas en el
Irvingtoniense temprano en Florida, sugiere que ellos inmigraron desde Norteamérica a
Sudamérica como taxones separados. Por otro laclo ... el asunto queda abierto hasta que
se identifique claramente un grupo hermano de Palaeolama.”. En Sudamérica se conocen
sólo las formas H. paradoxa y H. major, las otras formas son norteamericanas.
105

105 H. major ha sido hallada en los estratos del Pleistoceno Tardío de las cavernas de Lagoa
Santa (Minas Gerais) en Brasil y H. paradoxa en los depósitos Chapadmalenses y Lujanenses
de Argentina, es decir en el Pleistoceno Temprano y Tardío (Webb, op. cit.: 198-199).
106 Es importante señalar que estos animales han sido comedores mixtos (Webb y Stehli, en
prensa: 14).
107 (Para la ubicación de los sitios mencionados vide Figura 8).

3.7 Alpaca (Lama pacos)


108 Basándose en López Aranguren (1930[a y b]) y Cabrera (1931), y tomándolos con ciertas
dudas, Gilmore (1950: 441-442) indica que en el Pleistoceno Tardío y en el lloloceno
Temprano, estos animales estaban en las pampas húmedas de Argentina, en las cercanías
de Buenos Aires. Concretamente López Aranguren (1930b: 123) escribió: “En cuanto a
Lama pacos sólo conocemos restos post-pampeanos, no pudiendo decirse por ahora si se
trata de un inmigrante más moderno o de una forma derivada de Auchenia gracilis.”. Al
respecto comentan Pascual y Odreman (1973: 35): “Según Cabrera (1961, II: 323) su
extinción como especie salvaje 'debe haber sido muy anterior a la de la llama...'. Sus
restos fósiles (“Auchenia lujanensis” Ameghino, 1889) se conocen en la Argentina en el
Pleistoceno superior de la región pampeana; fuera de esta mención sus restos son
desconocidos al estado fósil en sedimentos más antiguos de la pampa, ni en otros de
antigüedad geológica del resto del continente.”. Aparentemente estos restos no son
tomados en cuenta ni por Marshall (1985, 1988) ni por Marshall et al. (1984), ni tampoco
por Webb (1974).

3.8 Guanaco (Lama guanicoe)


109 Muy poca información hemos podido reunir sobre este animal al estado fósil. Gilmore
(1950: 447) dice que hay restos en Colombia, correspondientes al Pleistoceno Tardío y al
Holoceno Temprano, pero la única prueba que esgrime es que allí existe una localidad
denominada Páramo de Guanaco. El mismo Gilmore (op. cit.: 447) señala la existencia del
guanaco en el Pleistoceno Tardío y Holoceno Temprano en algunas regiones de Paraguay,
pero sin ofrecer mayores evidencias.
110 Gilmore (op. cit.: 447) afirma asimismo la existencia de este animal en los tiempos
pleistocénicos tardíos y holocénicos tempranos del extremo norte de-Argentina y, según
Dedenbach Salazar (1990: 81), López Aranguren (1930[a y b]) también lo indica, pero para
tiempos postpleistocénicos. Esta información de Dedenbach Salazar (loco citato) en este
caso es equivocada. Pues López Aranguren (1930b: 106) ha escrito ad litteram. “En las
colecciones del Museo de La Plata he podido revisar gran cantidad de mandíbulas
pertenecientes a esta especie [se refiere a Lama guanicoe guanicoe} y que proceden de la
época pleistocénica argentina. “. Y más adelante la misma autora aclara que Lama guanicoe
Lónnbergi”... no es otra cosa que el guanaco ele Santa Cruz de gran tamaño...” (López
Aranguren, 1930b: 109)-Pascual y Odreman (1973: 35) han escrito al respecto: “Sus restos
fósiles hasta el momento sólo han sido registrados en el Pleistoceno ele Argentina
(Cabrera, 1931 ).”.
111 Recientemente noticias periodísticas han informado el hallazgo de restos fósiles de
guanaco en Toca de Boa Vista, al norte del estado de Bahía, en el Brasil septentrional y
106

con una antigüedad de 10,000 años (Anónimo, 1993: B1). Pero hay que tomar los datos con
la reserva del caso.
112 En el caso de Chile, Núñez et al. (1983: 44) informan que “Hay escasos restos de esta
especie (se refieren a Lamaguanicoe fósil) en Quereo y sus formas recuerdan a los
Camélidos vivientes. Llama la atención el déficit de este registro en yacimientos
arqueológicos, al tanto que están presentes en los depósitos paleontológicos del
pleistoceno argentino. Por otra parte, no se tiene claro su asociación y sincronía con los
restos de guanacos no-fósiles recuperados en sitios tempranos como Los Toldos, Fell y
Pomsonby. Su presencia en Chile central ya se había planteado junto a un elenco de
formas pleistocénicas: mastodonte, caballo, ciervo, desdentado y carnívoro, a 4-7 mts de
profundidad, en un depósito detrítico, ubicado en la hacienda de Chacabuco (Fuenzalida,
1936).”.
113 No hemos encontrado ninguna mención sobre este punto ni en Marshall (1985), ni en
Marshall et al. (1984), como tampoco en Webb (1974).
114 (Para la ubicación de los sitios mencionados vide Figura 8).

3-9 Cambios ecológicos


115 No cabe duda que para poder entender bien este gran movimiento faunístico, es
imprescindible tener una idea clara de los cambios ecológicos que se han producido a lo
largo del tiempo y, para el problema que a nosotros nos interesa, fundamentalmente a lo
largo del Pleistoceno y del Holoceno. Sobre todo, los cambios que se han originado en el
clima y la flora entre los valles y el páramo-puna y el rol que han jugado las barreras
naturales que se crearon con la última glaciación (y en general con tocias las
glaciaciones), y que impidieron o por lo menos limitaron y condicionaron los
movimientos faunísticos. Nosotros evidentemente no estamos en condiciones de llevar a
cabo un análisis de esta naturaleza, sólo queremos hacer algunas indicaciones que
consideramos útiles y que podrán ayudar a los no especialistas. El lector interesado podrá
encontrar una síntesis en Simpson (1971).
116 Uno de los problemas más importantes que se debe entender, y cuya explicación nos ha
abierto nuevas luces para comprender no sólo el movimiento faunístico, sino también el
humano (lege Bonavia, 1982a: 64 et passim), es el de las formaciones de las sabanas.
Marshall (1988: 384) ha hecho una excelente síntesis que trataremos de resumir aquí.
117 Todos los “caminantes” que se han conservado como fósiles, representan taxones que
aparentemente fueron tolerantes o específicamente adaptados al ecosistema de sabana.
Ello indica que debió existir un corredor continuo, o por lo menos un mosaico de hábitat
abiertos a lo largo de los trópicos americanos, como lo indican los estudios de Webb (1978,
1985). La historia de los hábitat de sabana ha sido estudiada con lujo de detalles por Raven
y Axelrod (1975) y por Webb (1977. 1978). Es así que sabemos que durante los avances
glaciares en las regiones temperadas y en zonas tropicales de gran altura, las áreas bajas
en latitudes tropicales se convirtieron en frescas y secas, lo cual produjo un
estrechamiento de los hábitat de floresta tropical húmeda, creándose refugios en forma
de islas y la expansión de la sabana más seca (Haffer, 1974; Van der Hammen, 1974). Lo
contrario sucedió durante los tiempos del retroceso glaciar. En el área del Caribe se
dieron varias regresiones marinas, durante los tiempos del avance glaciar, y ello originó
ventajas ecológicas óptimas para la dispersión recíproca de las biotas de sabana entre las
107

américas (Cronin, 1981). Este fenómeno ha podido ser documentado alrededor de los 3.2 y
1.4 millones de años y corresponde, en forma aproximada, con los restos fósiles. Durante
los tiempos del retroceso glaciar, la distribución de las sabanas consistió en hábitat
separados. Pero en tiempos de avance glaciar, éstos se unieron por medio de un corredor,
a lo largo de la parte oriental de los Andes, lo que Webb (1978) llama la “Ruta alta” o
“Ruta andina”. Este corredor creó un camino Norte-Sur. que permitió la dispersión de las
biotas de sabana en Sudamérica. El corredor continuó a lo largo del puente panameño
hasta el sur de los Estados Unidos, extendiéndose hacia el este en Florida. Esto sucedió en
un momento de avance glaciar, que produjo una bajada del nivel del mar en unos 50 m, de
modo que el corredor se anchó. Es así que en tiempos de avance glaciar los hábitat de
sabana del sur de los Estados Unidos y de la parte meridional de Sudamérica fueron
mutuamente accesibles. El último corredor de sabana se dió entre los 12,000 y los 10,000
años a. P. (Bradbury. 1982; Markgraf y Bradbury, 1982).
118 En el caso específico peruano, sabemos por los estudios de Campbell (1973; 5108; cita
textual reproducida por Richardson III, 1978: 282) que “La costa Norte del Perú, donde se
encuentran las filtraciones de brea de Talara, hoy es desierto ... La paleoavifauna indica
que durante la glaciación de Wisconsin el Noroeste del Perú fue una sabana boscosa o una
sabana con bosques ribereños. Durante los meses de verano ocurrieron fuertes lluvias de
monsones, seguidas por una estación seca de invierno con continuos tiempos nublados,
similares a la estación actual de invierno.”. Nosotros suponemos que este tipo de ecología
pudo tener su influencia hasta el área norte del departamento de La Libertad, y ello
explica los hallazgos fósiles que hemos mencionado.
119 Se ha visto que los glaciares han jugado un rol de fundamental importancia en este
proceso, pero ellos representan un fenómeno dinámico. Sabemos por los estudios de
Wright (1980: 253; 1983) que la mayoría de los modernos glaciares en los Andes Centrales
del Perú, están restringidos por encima de los 5,000 msnm o generalmente en el laclo
occidental a elevaciones ligeramente más bajas. En efecto, en la Cordillera Occidental los
glaciares fueron particularmente extensos, ya que por ser las montañas más altas,
recogen más humedad. Las huellas glaciares en el área, indican que los hielos del
Pleistoceno subieron en la mayoría de las montañas y se extendieron por debajo de los
4,000 msnm en algunos valles andinos. Wright (1980: 255) considera que la línea de nieves
del período glaciar bajó de 4,600 m en la Cordillera Occidental a 4,300 m. en la Oriental. La
línea moderna de nieve desciende de 4,900 m. a 4,800 m. De modo que la depresión de la
línea de nieve aumentó de 300 m en el Oeste a 500 m en el Este. La mayor extensión de los
glaciares antiguos, presupone un cambio climático y de vegetación muy significativo en
dicho intervalo.
120 Sabemos que en la Sierra Central del Perú hubo dos pulsaciones frías marcadas hacia fines
del Pleistoceno, una entre los 18,000 y los 16,000 años a. C. y otra alrededor de los 11,000
años a. C. El Optimum climaticum se da en los Andes aproximadamente hacia los 9,500 años
a. C. Mientras que en la Cordillera de Vilcanota la culminación glaciar se produjo entre los
26,000 y 12,000 años a. C. con dos reavances, uno a los 10,000 años a. C. y el otro a los 9,000
años a. C. Es a partir de esta última fecha que la línea de nieves alcanza más o menos el
nivel actual o un poco mayor. (Lege Bonavia, 1991: 40).
121 Las crecidas glaciares a las que nos hemos referido, “... se traducen en un descenso de las
lenguas glaciales de unos centenares de metros a un nivel inferior de los límites actuales;
las montañas húmedas se revisten entonces de una capa de hielo por encima de los 4000
m. Localmente el límite inferior de los glaciares puede descender aún más, a un nivel de
108

los grandes macizos (efecto de predominio), pero igualmente en las montañas húmedas:
es así como glaciares recientes (última crecida fría del Cuaternario) bajaron a 3100 m. al
NE de la Sabana de Bogotá, en la paite inferior de las cimas culminando hacia 3600-3700
m., y se observan trazos más borrosos de una glaciación antigua hacia 2900 m. El límite de
las glaciaciones cuaternarias se eleva en los Andes secos ... La disminución de los límites
de los glaciares, la extensión de las superficies frías y húmedas, limitaban las
posibilidades de utilización de la alta montaña, incluso para los cazadores. En cambio los
valles y las cuencas intra-andinas, que están actualmente relativamente secas y en
posición de abrigo, y cuya altura se escalona entre 1500 y 3400 m. estaban tibias. La
humedad, debido a las lluvias y a los manantiales alimentados por el agua de la montaña,
estaba mejor repartida en el espacio y en el año, y la vegetación más tupida que
actualmente, con una fauna correspondiente. Estas cuencas constituían sectores
favorables para los cazadores y cosecheros.
122 En el curso de las fases de regresión glacial, el recalentamiento fue acompañado por el
restablecimiento del ritmo entre estaciones de las precipitaciones. Se caracterizó por la
conquista de las morrenas recientes con una vegetación herbácea; las acumulaciones pro
glaciales están colonizadas por una vegetación hidrófila. los conos de escombros por
árboles (Polylepis). Céspedes andinos y plantaciones poco tupidas son pacidos por los
rebaños de guanacos y ciervos. Son medios favorables a los cazadores. Los vastos espacios
de la “puna” permitían desplazamientos rápidos. En cambio en las cuencas secas, la
ocupación se retractaba sobre algunos biotipos privilegiados, alrededor de los
manantiales sobre todo, y la vegetación se hacía más xerófila.” (Dollfus y Lavallée, 1973:
80-81).
123 Un cuadro similar nos han pintado, a nivel local, Lavallée y Julien (1980-1981: 100). Ellas
se refieren concretamente al área de Junín. Explican que las manadas de animales
utilizaron las regiones altas después del retroceso de los glaciares cuaternarios. Pues en el
Tardiglaciar las graneles extensiones frías y húmedas estuvieron libres de los hielos y se
recubrieron de vegetación herbácea donde comenzaron a proliferar los animales a partir
de una fecha incierta, pero que podría ser anterior a los 9,000 años a. C.
124 En el sur del continente el fenómeno ha sido similar, sólo que los límites altitudinales
variaron. Así en la puna de Atacama, parece que las nieves estuvieron más bajas que hoy
entre 700 y 1200 ni; el límite actual está entre los 5,500 y los 6,000 msnm. Ello debió
ocurrir al momento de la máxima expansión glaciar, aunque no se tiene fecha
(Yacobaccio, 1986: 2). Los glaciares en dicha zona alcanzaron los límites actuales
aproximadamente en el año 8,000 a. C. (Markgraf y Bradbury. 1982).
125 Markgraf (1988) comenta el aumento de la temperatura que se produjo antes del año
8,000 a. C. en la zona austral sudamericana y como la reducción de pastos influyó sobre la
megafauna, es decir los grandes herbívoros. Y señala que “Sólo el guanaco,
aparentemente menos especializado en sus necesidades de forraje, se las arregló para
sobrevivir en esos tiempos problemáticos, a pesar que su número fue grandemente
reducido al principio (Bird, 1938).” (Markgraf. op. cit.: 201). Al comentar que a partir del
año 6,500 a. C. aumentaron las precipitaciones, dice que ello pudo haber sido suficiente
para que el guanaco aumentara, así como los cazadores (Markgraf, op. cit.: 201).
126 La misma autora (Markgraf, 1988: 200-201) analiza la fase terminal ele la última glaciación
en Tierra del Fuego y Patagonia y explica que antes de los 9,000 años a. C. en América del
Sur entre las latitudes 50° y 54° Sur, la vegetación dominante era sin árboles y con estepas
ele hierbas. En términos generales hacía más frío que en cualquier parte de la Patagonia
109

actual. Entre los 9,000 y los 8,000 años а. C. aparece la estepa xérica, lo que sugiere un
aumento de temperatura y una mayor falta de humedad. Esto duró hasta los 6,500 años a.
C, cuando se expandió la floresta, lo cual está indicando un aumento de las
precipitaciones y un gradiente térmico similar al actual en dichas regiones.
Aparentemente estas condiciones han quedado casi hasta la actualidad. Hay indicios que
en el Holoceno Temprano, es decir entre los 6,500 y los 4,000 años a. C, hubo más
humedad y más calor que en el Holoceno Reciente (es decir entre los 4,000 años а. С. y los
1,000 años el. C). Esta secuencia fue interrumpida por ciertos períodos de aridez entre los
4,000 y los 3,000 años а. С. y en el años 1,000 de nuestra Era.

3.10 Consideraciones generales


127 Para terminar, podemos señalar que la región meridional andina, a pesar ele su
diversidad geográfica y ecológica, tiene una fauna nativa que, básicamente, no es
diferente y sólo ligeramente más variada de la del Altiplano, a pesar que ésta es una zona
de vida relativamente uniforme. Los hábitat recientes de los mamíferos, se han
establecido a partir del último período glacial. La fauna centrípeta incluye Marsupiales y
Edentados de los estratos más antiguos, Caviomorfos de los estratos medios y Camélidos
de los estratos más recientes. Ellos pueden haber derivado de la región patagónica al este
de los Andes que, parece, no estuvo nunca cubierta por los hielos durante el Pleistoceno
(Hershkovitz, 1969: 59).
128 En el año 1931. Cabrera hizo un estudio de síntesis tratando de sacar algunas conclusiones
generales sobre los problemas de los Camélidos argentinos. Nos parece interesante citar
algunas ele sus ideas, pues creemos quе a pesar ele los años transcurridos, mantienen
actualidad y se pueden generalizar. Cabrera (1931: 89) en ese entonces dijo que López
Aranguren un año antes, es decir en 1930, había hecho una revisión de los Camélidos
fósiles argentinos a base de la cual se podía sacar dos conclusiones. “1 a que las cuatro
formas ele este grupo actualmente vivas se hallan también en estado fósil, lo que parece
demostrar su diferencia específica, y 2a que el número de especies fósiles es mucho
menor que lo que se venía admitiendo.”. E insiste que, a pesar que Rusconi en el mismo
año (1930b), trabajando con un criterio opuesto, trató de separar formas que López
Aranguren consideró como sinónimas, “... la sistemática del grupo, por lo que se refiere a
las formas extinguidas, debe rectificarse todavía en un sentido restrictivo; es decir, que el
número de formas válidas es aún menor que el admitido por la doctora López
Aranguren.”. Ello se desprende y se confirma leyendo el trabajo de Webb (1974).

NOTAS
1. Hay que llamar la atención que en una publicación reciente de amplia difusión, Torres [1992a:
32] ha escrito que los Camélidos se originan en el Plioceno, lo cual es equivocado.
2. Estando el libro en la imprenta, hemos recibido el trabajo de Stanley et al. (1994) sobre la
evolución molecular de la Familia Camelidae, a base del estudio del DNA mitocondrial. Si bien
110

dicho estudio, en términos generales, concuerda con los ciatos de los hallazgos fósiles, no aclara
la situación. Sobre el particular los autores han escrito: “Si los estimados temporales de la
divergencia ele Camelini-Lamini ele los datos fósiles es correcta (11 Ma), la información sugiere
una velocidad promedio ele sustitución del nucleótielo ele 1.6-1.8% por millones ele años. Usando
este testimonio, nuestro hallazgo del 10.3% ele la secuencia ele divergencia entre los camellos del
Viejo Mundo, sugiere que la especiación en el género Camelus puede haber comenzado en el
Plioceno temprano (hace 5-3 Ma), posiblemente antes de la inmigración ele los Camelini a Asia,
pero no se ha encontrado material fósil ele Camelus en Norteamérica para que ayude a resolver
este problema (Harrison, 1985). De la misma manera, la elivergencia del 6.7% entre las especies
silvestres sudamericanas parece alta si estos géneros aparecen hace 2 Ma.” (Stanley et al, op. cit.:
4).
3. En el trabajo de Franklin (1982: 462) se dice “Canal Boliviano”, pero se trata sin duda de un
error. Se quiso decir Canal Bolivariano.
4. Se entiende por inmigrantes pasivos a aquellos animales que no ingresaron al continente
sudamericano por sus propios medios, sino que lo hicieron transportados por medios naturales,
como troncos de árboles o restos de vegetación flotante a la deriva.
5. Es nuestro deber señalar que Sumar ha tratado este mismo aspecto, pero en realidad es un
plagio del trabajo de Kent, y éste ni siquiera figura en la bibliografía del escrito de Sumar. Para
constatar cuanto afirmamos, es suficiente comparar el párrafo de Kent (loco citato) que hemos
transcrito y el que aparece en el artículo de Sumar (1992: 82).
111

4. La información arqueológica del


territorio peruano

1 En este capítulo analizaremos las evidencias arqueológicas relativas a los Camélidos, con
las que se cuenta hasta la fecha. Haremos el análisis siguiendo un doble criterio. En
primer lugar uno temporal, comenzando por los tiempos más antiguos, es decir los
precerámicos, hasta llegar a la Época Incaica. Pero, además, dentro de cada época
subdividiremos los materiales en subcategorías, tratando primero los de las serranías,
luego los de la costa y, finalmente si los hubiera, los de la Ceja de Selva.

4.1 Los problemas existentes para la identificación de


las especies de los Camélidos en estado de
domesticidad
2 Antes de entrar en materia, es importante insistir sobre algo de lo que los especialistas
son plenamente conscientes y que a menudo olvidan los que no lo son. Nos referimos a las
dificultades que se plantean con los huesos de Camelidae a nivel de identificación. En
primer lugar hay problemas aún para poder separar los restos de los Camélidos silvestres
de los domésticos y en segundo lugar, y éste es el “mayor obstáculo” para los
especialistas, es que a nivel arqueológico es aún imposible diferenciar con absoluta
seguridad las cuatro especies, en función de los huesos, especialmente los de llama, alpaca
y guanaco (vide Pollard y Drew, 1975: 296; Franklin. 1982: 467; Stahl, 1988: 357). Pues,
como lo han señalado Novoa y Wheeler (1984: 123), hay muy pocos caracteres
osteológicos que pueden ser utilizados para identificar huesos de Camélidos a nivel de
especie. Por eso los análisis osteométricos se han quedado a nivel de familia y no
permiten documentar el proceso de domesticación. Hay un orden descendiente desde la
llama, al guanaco, a la alpaca hasta la vicuña y ésta característica ha sido utilizada “con
suceso” por Wing (1977[a]). (Si el lector quisiera ampliar sus conocimientos sobre las
características osteológicas de los Camélidos sudamericanos, puede leer Pacheco Torres et
al., 1986).
3 En efecto, Elizabeth Wing se ha preocupado por este problema y probablemente con el
mayor éxito hasta ahora. Refiriéndose a los Camélidos, ella escribió que “Estos son
112

animales altamente variables, difíciles de distinguir sobre la base de restos osteológicos


fragmentarios, y por eso han sido identificados solamente a nivel de familia.” (Wing, 1980:
150). Esta zoóloga, a base de un análisis multivariado realizado sobre huesos de animales
modernos, ha logrado separar grupos de tamaños. Uno que contiene hipotéticamente las
formas grandes, es decir el guanaco y la llama y otra, con las formas pequeñas, es decir la
alpaca y la vicuña (Wing, 1972; 1977a; 1977b). Este método ha sido adoptado por Hesse
(1982a), con algunas simplificaciones.
4 Por su parte Wheeler (1982b), ha intentado utilizar la erupción y el desgaste dentario para
establecer diferencias entre los representantes del grupo Camelidae. En el método de
Wheeler, la morfología de los incisivos es la que juega un rol fundamental, “... dado que
las características esqueléticas post-craneales específicas de las especies son muy pocas, si
es que las hay (Wing, 1972, 1977[a]; Wheeler Pires-Ferreira, Pires-Ferreira & Kaulicke,
1976; Hesse 1982a[b]; Miller, 1979).” (Wheeler, 1984a: 401).
5 No vamos entrar en detalles, por razones obvias, sobre las características dentarias de los
Camelidae, en todo caso el lector interesado podrá encontrar una explicación en el
trabajo de Wheeler (1982b). Aquí sólo nos limitaremos a mencionar las características de
los incisivos, que nos parecen importantes. Wheeler (1982b: 12-13) considera que los
resultados que ella ha obtenido, son válidos para todos los lamoides, ya que no ha podido
encontrar una diferencia significativa entre los tres animales que ha estudiado, es decir
llama, alpaca y el híbrido de alpaca-vicuña. Es así que la llama y el guanaco tienen sus
dientes incisivos en forma de espátula, con esmalte cubriendo toda la superficie de la
corona (es decir en la parte lingual y labial) y con una estructura radicular claramente
diferenciada. Mientras que los incisivos de la vicuña no tienen estructura radicular, no
tienen forma de espátula, son casi cuadrados en sección y tienen esmalte sólo en la
superficie labial.
6 La alpaca, por su parte, tiene incisivos con características intermedias entre las
mencionadas. No son en forma de espátula, la sección es más rectangular que cuadrada, el
esmalte es igual al de la vicuña, mientras que el desarrollo radicular es igual al de la llama
y el guanaco (Wheeler, op. cit.: 12-13). Según Wheeler (1984a: 401) “Esta diferencia es...
clara e inconfundible, de modo que no hay posibilidad de identificaciones erróneas en las
muestras de los niveles de las ocupaciones más tempranas, donde no hay evidencia de
presencia de formas domésticas.”.
7 Shimada y Shimada (1985: 18) han comentado que Wheeler (1982[b]) cree poder
identificar los diferentes Camélidos por la forma de sus incisivos, sin embargo Kent (1982
[a] y comunicación personal a los autores, 1984) demuestra que ello no siempre es posible.
En efecto, el autor sostiene que a base del análisis de 100 mandíbulas de alpacas, ha
encontrado muchas que no tienen las características del “incisivo de alpaca” descrito por
Wheeler. Y luego, refiriéndose concretamente a sus estudios en Lambayeque de los que
daremos cuenta a su debido tiempo, ellos han hecho la siguiente acotación: “Según el
sistema de clasificación de Wheeler, en la región de Lambayecque todos los incisivos de
camélidos que han sido examinados han sido del tipo llama/guanaco. Pero los incisivos
bien conservados que permiten una diferenciación segura no son frecuentes y no se
puede eliminar la posibilidad de crianza y manejo de rebaños de alpacas en la costa...”. A
pesar que la llama y el guanaco no pueden ser diferenciados osteológicamente, el rango
de funciones deducidas arcqueológicamente, parece sugerir que se trata de llamas
(Shimada y Shimada, 1985:18). Abundaremos sobre el tema, al tratar el hallazgo de los
113

Camélidos en la zona de Lambayeque. Aquí sólo hemos creído necesario hacer esta
salvedad para señalar que, aparentemente, el método no es seguro.
8 Queremos llamar la atención a los especialistas sobre un trabajo de Herre (1953) que ha
pasado desapercibido, por lo menos nosotros no lo hemos visto citado, y que nos parece
muy importante. En él el autor demuestra que la caja timpánica (bullae tympanicae) de los
Tilópodos silvestres y domésticos sudamericanos juega un rol importante como punto de
apoyo del maxilar inferior y del hueso hioide. Esto explica la forma particular de la caja
timpánica. Las formas domésticas de la especie Lama presentan una transformación
importante de esta caja timpánica. El anulus tympanicus cambia de forma y de posición, el
diámetro del canal auditivo externo se torna irregular. Estas modificaciones en el animal,
indican una disminución funcional del aparato auditivo. Estos cambios morfológicos no
son considerados como transformaciones primordiales de los órganos de los sentidos,
pero deben ser comparados con los que Vau (1936) ha descrito para el perro. Si se
compara el carnero salvaje con ciertas ovejas domésticas, se constata que hay una
modificación del anillo timpánico determinado por la domesticación. Este rasgo
anatómico, de ser detectado en restos arqueológicos, vendría a complementar las otras
evidencias y podría ayudar a confirmar o descartar la situación de domesticidad de los
animales.

4.2 La Época Precerámica (?-l,800/l,500 años a. C.)


9 Antes de comenzar a analizar los hallazgos de Camélidos en los diferentes yacimientos
arqueológicos, consideramos importante hacer un comentario de tipo general. Franklin
(1982: 466) ha escrito: “Cuando llegó a Sudamérica el hombre temprano, cazador y
recolector, hace alrededor de 10,000 a 20,000 años, había aquí para su uso una cantidad de
camélidos, incluyendo Palaeolama, Hemiauchenia, Lama y Vicugna”.1. Esta afirmación en
términos generales es correcta, ya que efectivamente los animales extintos vivían cuando
llegaron las primeras oleadas humanas al continente sudamericano. Y prueba de ello es
que hay en algunos lugares asociaciones claras que lo indican. Pero no se debe
generalizar, en cuanto estas asociaciones no son muy comunes y parecería que se dan más
en algunas áreas geográficas que en otras. De modo que hay que tomar con las reservas
del caso afirmaciones como éstas, sabiendo exactamente que es lo que se quiere decir con
ello. Por otro lado no se puede pasar al otro extremo, es decir olvidar la existencia de los
animales extintos y afirmar que “Cuando los primeros hombres entraron por primera vez
en los Andes, ellos descubrieron y cazaron dos miembros silvestres nativos de la familia
de los camélidos, el guanaco (Lama glama guanicoe) y la vicuña (Vicugna vicugna).”
(Flannery et al., 1989: 89).

4.2.1 Las Serranías

10 Comenzaremos a analizar las evidencias relativas a la zona serrana y para ello veremos
primero los yacimientos altos de las punas y luego los de los valles.
11 En el Callejón de Huaylas, los sitios en los que se ha documentado restos de Camélidos,
están situados en zonas altas, al norte y al sur de la Cueva del Guitarrero (en los terrenos
de la Comunidad de Shupluy, sobre la margen izquierda del río Santa, a 2,580 msnm). La
diversidad de fauna en estos yacimientos, es baja y prevalecen los Cérvidos y los
Camélidos. Lynch (1971: 145) señaló la abundancia de Camélidos en los yacimientos de
114

esta zona y Wing (1977a: 839, Tabla 1) confirmó su aparición temprana en la Cueva del
Guitarrero, a 2,580 msnm en la provincia de Yungay del departamento de Ancash. Esto ha
sido ampliamente demostrado por los trabajos de Lynch (1980a), y Wing (1980) que ha
estudiado los restos faunísticos y que ha informado su presencia ya en el Complejo II; ha
mostrado que su cantidad aumenta en los Complejos III y IV. Nos referiremos más
adelante a este sitio, al tratar los yacimientos de valle.
12 En un sitio más alto que la Cueva del Guitarrero, PAn 12-58 en las cabeceras del río Santa
(departamento de Ancash, provincia de Recuay), que corresponde a fines de la época
glacial, con una antigüedad de 9,690 años a. C., los Camélidos representan el 75.5% (Wing,
op. cit.: 157, Tabla 8.2). Luego tenemos PAn 8-126 (departamento de Ancash. provincia de
Huaylas) y PAn 12-53 (en el mismo departamento, provincia de Recuay) que tienen una
ocupación precerámica y también más tardía, donde los Camélidos representan
respectivamente 83-3 y 86.5%. Y finalmente el sitio PAn 12-57 que tiene sólo una
ocupación precerámica, muestra entre sus restos faunísticos un 95.1% de Camélidos
(Wing, op. cit.: 157, Tabla 8.2). Desafortunadamente no tenemos mayor información sobre
estos yacimientos, sobre los que Wing (op. cit.: 156) ha comentado: “... los restos de
camélidos constituyen el 76% de la fauna en el período temprano y 83-96% en las
muestras más tardías.” (estas “muestras más tardías” corresponden a los tiempos
posteriores, que trataremos oportunamente).
13 Hay un sitio más en el Callejón de Huaylas, a 3,970 msnm, Pampa de Lampas, cuya
ubicación exacta no conocemos y que debería corresponder al Precerámico final. Allí
hubo una gran cantidad de Camélidos, pues se ha señalado cifras de 64% y 80% (Wing,
1978: 169, Tabla 1).
14 Para la cueva de Lauricocha (en el sector nororiental de la Cordillera Raura, en los
terrenos de la ex hacienda homónima, provincia de Dos de Mayo, departamento de
Huánuco), tenemos en realidad muy poca información. Cardich refiriéndose a los estratos
más antiguos denominados Lauricocha I, escribió solamente: “Las tarucas o tarugos (
Hippocamelus antisensis) han jugado un papel preponderante en la alimentación...” (1960:
108-109) y éstos “... aventaja[n] ligeramente en proporción a los huesos de camélidos.”
(Cardich, 1980: 132). Al tratar el componente de Lauricocha II, explicó que “Entre los
restos animales que sirvieron de alimentación parecen predominarlos camélidos
sudamericanos (Lama glama, Lama guanicoe, Vicugna vicugna, etc.), también aparecen
fragmentos de Hippocamelus pero en menor porcentaje.” (el subrayado es nuestro). En un
trabajo anterior (Cardich, 1959: 104) sólo dijo, refiriéndose al “Horizonte II” (que
evidentemente corresponde a lo que posteriormente él denomina Lauricocha II), que “...
aparecen muchos residuos óseos de alimentación, y comprenden por lo general los grandes
herbívoros de la fauna periglacial de los Andes: llamas (Lama glama), vicuña (Vicugna
vicugna), guanaco (Lama guanicoe) y seguramente otros camélidos...” (el subrayado es
nuestro). No hay mención a Lauricocha III. En un trabajo muy posterior (Cardich, 1980:
132-133), refiriéndose en conjunto a Lauricocha II y III, sólo dice que hay mayor
abundancia de huesos de Camélidos (esta información ha sido repetida en Cardich,
1987b).
15 Posteriormente Wheeler Pires Ferreira et al. (1976: 486, Tabla 2) han tratado de estudiar
los materiales, pero aparentemente han podido sólo reconstruir la información relativa a
los Niveles 20-21 que corresponden a Lauricocha I (aproximadamente 7,000-5,500 años a.
C.) y señalan que los Camélidos representan el 59.1%, y a los niveles 12-14 que
corresponden a Lauricocha III (aproximadamente entre 4,200-2,500 años a. C.) donde los
115

restos de Camélidos representan el 84.7 % (estos datos han sido repetidos en Wheeler,
1977: 6, Fig. 2 y Wing, 1986: 253. Tabla 10.5).
16 Después Cardich (1987b: 14), comentando su época Lauricocha III, escribió: “Hay gran
presencia de huesos de camélidos como desechos de alimentación, también de huesos
utilizados. Acaso éste esté ligado a prácticas del pastoreo, siquiera parcial, avanzando en
la domesticación de la llama y la alpaca. Luego de los primeros trabajos, escribimos en
forma tentativa que ‘no sería imposible, que los cazadores altoandinos de Lauricocha II
hayan evolucionado a cazadores-criadores del prechavinoide’ (Cardich 1960: 117). Y ante
la presencia de los restos de Lauricocha III en el primer informe (Cardich 1958: 20),
manifestamos un cambio con relación a las fases anteriores y sólo dijimos ‘esperamos
nuevos indicios que puedan ayudar para una mejor comprensión de aquellos sucesos’.
Últimamente afinados trabajos de Danièlle Lavallée y colaboradores están haciendo
importantes e interesantes determinaciones sobre la domesticación de camélidos en
Telarmachay, puna de Junín, también en la Sierra del centro del Perú, y que la transición
de cazadores a pastores se habría producido entre el 6.500 a 3.800 años A. P. (Lavallée et
al., 1982: 86).” Y en el mismo trabajo Cardich (op. cit.: 25) añade: “Asimismo estos
cazadores-recolectores de la tradición Lauricocha, habrían iniciado casi paralelamente
ante todo en los niveles de mayor altitud, algunos ensayos de domesticación de los
camélidos andinos, tal vez a partir de individuos neonatos, en base a su notable contacto.
Sin embargo no todas las especies fueron susceptibles para adaptarse al trato del hombre.
Habrían fracasado con las vicuñas y guanacos, sin embargo tuvieron éxito con la alpaca y
la llama.”.
17 Es importante señalar dos hechos. En primer lugar, Cardich utiliza como referencia el
trabajo de Lavallée et al. de 1982 y desconoce el informe final de Lavallée et al. de 1985, lo
que para los fines de su artículo es grave, pues es justamente allí donde se plantea con
lujo de detalles, la problemática de la domesticación de los Camélidos. Pero lo que es peor,
al tratar este tema afirma: “Habrían fracasado con las vicuñas y guanacos, sin embargo
tuvieron éxito con la alpaca y la llama.” (Cardich, 1987b: 25). Es decir, Cardich cree que las
cuatro formas de lamoides modernos existieron siempre y que a partir de ellas se produjo
el fenómeno de domesticación. Cuando es sabido que las formas domésticas se han
logrado a partir de algunas formas silvestres y hemos visto en el Capítulo 1 que el
problema filogenético es muy complejo y aún lejos de ser resuelto. Más adelante
retomaremos el problema de la domesticación con sus respectivos planteamientos.
18 Por la misma información escueta que nos ha dado Cardich, se desprende que había
abundancia de restos óseos en los estratos excavados, y nosotros que hemos visitado la
zona durante los trabajos podemos certificarlo, pero es obvio que éstos no han sido
debidamente tomados en cuenta. Sobre los trabajos de Lauricocha han quedado muchas
dudas en lo que se refiere a la estratigrafía misma y han faltado los estudios de
especialistas. Flores Ochoa (1982: 67) ha escrito que “El estudio de Lauricocha [Cardich,
1964]... muestra la poca atención que se daba a los restos óseos de animales y el casi
ningún intento de identificados por especies, edades o sexos.”. Y Kent (1987: 173) critica
el trabajo de Cardich en Lauricocha, señalando que éste no supo relacionar sus hallazgos
con el proceso de domesticación, creyendo que los Camélidos de Lauricocha II fueron
cazados. Aparentemente el fenómeno de domesticación ya estaba en proceso. Y, a nuestro
juicio, el intento que hace Cardich (1987b: 14, 25) de explicar este proceso circa treinta
años después de las excavaciones de Lauricocha, y aparentemente para justificarse frente
a las evidencias que los trabajos de otros colegas han mostrado, no remedia la situación
116

del gran vacío que existe sobre este punto en las investigaciones de Lauricocha, pues no
se aporta ninguna evidencia concreta. Se deberá reconsiderar toda la interpretación de
los restos de Lauricocha. De hecho Kent (loco citato) tiene la razón, aunque dudamos que
este material pueda ser reexaminado dada la forma en que ha sido excavado. Lo que
habría que hacer en realidad, dada la importancia de los yacimientos de la zona, es volver
a trabajar allí, con una metodología mucho más rigurosa.
19 Otro yacimiento para el que tenemos una información muy deficiente, es el de Piedras
Gordas, en Champamarca, un suburbio al sur de la ciudad de Cerro de Pasco en el
departamento de Pasco. Las investigaciones han sido llevadas a cabo por Hurtado de
Mendoza (1987), quien excavó por niveles arbitrarios y no llevó el registro tridimensional
de los artefactos, pues “Estos aparecían en tan grande cantidad que la operación de
registro individual retardaba considerablemente el progreso de la excavación.” (Sic!)
(Hurtado de Mendoza, op. cit.: 212). No se necesita comentario.
20 En lo que se refiere a la fauna, sabemos que se ha encontrado “... una cantidad muy
considerable de huesos de animales.”. Pero se plantea una grave contradicción, pues
inmediatamente se añade que no se pudo hacer “... la determinación de géneros y
especies, en la mayoría de los restos de camélidos y cervidos.” y que se ha estudiado sólo
el 29% de la colección (Hurtado de Mendoza, op. cit.: 228). Sin embargo, en la página
siguiente del informe se ha escrito ad litteram. “Las dos únicas peculiaridades observadas
son las siguientes: 1. Las vicuñas (Vicugna vicugna) y los guanacos (Lama guanicoe) parecen
ser más abundantes en niveles inferiores, cediendo su popularidad relativa a las llamas (
Lama glama) y, sobre todo, alpacas (Lama pacos) en los niveles superiores; y 2. A partir del
Nivel 6, se nota la presencia de formas cruzadas de auquénidos, especialmente de guarizos
(Lama glama x Lama pacos).” (Hurtado de Mendoza, op. cit.: 229). Es decir, primero se afirma
que no se ha podido identificar los animales a nivel de género y especie, y después se
menciona no sólo las cuatro especies conocidas de Camélidos, sino incluso un híbrido,
cosa que no hemos visto en ningún otro informe.
21 Ahora bien, según Hurtado de Mendoza (op. cit.: 230), los Camélidos predominan en todos
los niveles. En la Tabla 9 (Hurtado de Mendoza, loco citato) se muestra un cuadro que se
acerca a esta afirmación, pero no exactamente. Pues allí se ve que los Camélidos
predominan en todos los niveles, salvo en el 1. En el nivel más antiguo, ellos representan
el 71.9% de los restos hallados y en total son el 79-7%. Según el informe, el nivel más
antiguo tendría una antigüedad de 8-9,000 años a. C., pero hay una sola fecha para el nivel
11, que es de 7,995 años radiocarbónicos. Los primeros tres estratos van asociados con
cerámica.
22 Según la Tabla 11 (Hurtado de Mendoza, op. cit.: 234) en todos los niveles predominan los
animales adultos sobre los “Subadultos”, es decir los que tienen menos de un año de vida.
Llama la atención, sin embargo, que en muchos niveles, sean ellos antiguos o recientes, la
diferencia no sea muy grande.
23 En el informe se habla de un “... deterioro del ecosistema de puna, debido a fluctuaciones
excesivas de la temperatura medioambiental...” que habrían producido la escasez de
Cérvidos, de modo que los cazadores se dedicaron más a la caza ciclos Camélidos (Hurtado
de Mendoza, op. cit.: 233). Sin embargo si se mira los porcentajes que se presentan, el
deterioro debió producirse desde el principio de la ocupación de la cueva hasta el final. Es
decir, no hay consistencia en la información. Además, se sabe que la “Disminución cié
restos de cérvidos en la puna de Junín parece ser más un fenómeno cultural que
ambiental (Wheeler, 1984[ai, 1985[b]); eso es también observado en los conjuntos de la
117

fauna de otros sitios en el área [la referencia es a Junín] (Wheeler Pires Ferreira et al.,
1976; Wing, 1986; Moore, 1988, 1989).” (Baied y Wheeler, 1993; 147).
24 Pero en este trabajo hay más problemas, y ellos son planteados por el mismo autor. Él se
ha ciado cuenta que “Al cuantificar los huesos de pies y manos y de las patas y brazos de
camélidos y cérvidos, por separado, se han hallado consistentemente mucho menos
huesos de pies y manos de los que se debía esperar, dada la anatomía de estos animales.”.
Pero “... en contra de lo esperado hay mucho menos huesos de pie de cérvidos que entre
camélidos.”. Es de preguntarse si esto es un cuadro real o alterado por defectos de
muestreo. Luego se hace una serie de disquisiciones sobre la posibilidad que los Camélidos
hayan sido cazados en localidades más cercanas a las habitaciones humanas, mientras que
los Cérvidos estaban en localidades más apartadas, pero todo esto sin ningún fundamento
de causa (Hurtado de Mendoza, op. cit.: 234-235). La hipótesis del autor es la siguiente. Él
sostiene que “... durante todo el tiempo...” el sitio fue utilizado como campamento por
cazadores. “La consistencia proporcional de los diversos tipos de artefactos en todos los
niveles del sitio, ha sugerido que éste poseyó y mantuvo una misma función económica
durante los ocho o nueve milenios de su ocupación incluyendo una fase reciente de
tiempos ya cerámicos.”. Luego afirma que se trata de la actividad económica de un
campamento base, donde se ha beneficiado animales, preparando alimentos, procesando
pieles, etc. Indica que hay cierta variabilidad, pero el cambio cultural se correlaciona con
los cambios medioambientales. Así en la Fase I, que corresponde a los Niveles 12 y 11
(9,000-8,000 años a. C.) hay grandes concentraciones de animales y ellos reflejan una caza
intensa. En la Fase II, que equivale al Nivel 10 (8,000-7,500 años a. C.) “... los restos de
fauna más bien se reducen en 48% de los índices de concentración registrados para la Fase
I.”, lo que es interpretado por el autor como efecto de la depredación de los tiempos
anteriores. Es por eso que los cazadores aplicarían una táctica menos depredativa. Habría
una “... secuencia alternada de momentos de estabilidad relativa con una serie de crisis de
interacción entre grupos humanos y el medio ambiente. De esta crisis, la primera
detectable sobre todo en la Fase II, sería la que liquidó un modo de vida que habría
progresado en el Pleistoceno Final y cuyos rezagos parecen ser percibibles (Sic!) en los
niveles adscritos a la Fase I.”. La Fase III, relacionada con el Nivel 9 (7,500-7,000 años a. C.),
muestra “... un aumento muy marcado de productividad de caza.”. Estaría señalando que
el incremento en la concentración de huesos es el resultado de la aparente mejora
climática y la llegada de nuevos grupos humanos con un “... equipo cultural
cualitativamente más refinado.”. La Fase IV, definida a base de los Niveles 8 y 7
(7,000-5,000 años a. C.) habría correspondido a una época de frío intenso en el séptimo
milenio a. C., al mismo tiempo que la aparición de dos nuevos tipos de punta lítica que “...
deben haber reducido la disponibilidad de cérvidos... obligando a una mayor presión
sobre los camélidos.”. En la Fase V (Niveles 6 y 5, 5,000-3,000 años a. C.)“... se nota una
grave restricción en la disponibilidad de cérvidos, lo que impone una mayor presión sobre
los camélidos.”. En la Fase VI (Niveles 4 y 3, 3,000-1,500 años a. C.) los Cérvidos volverían a
aparecer en cantidades importantes frente a una creciente escasez de Camélidos “... los
que habían venido sufriendo un gran impacto depredativo desde el principio de la
ocupación de Piedras Gordas.”. Y finalmente en la Fase VII (Nivel 2, 1,500-500 años a. C.)
se habría desarrollado una actividad de caza con un aumento de huesos de cérvidos
(Hurtado de Mendoza, op. cit.: 235-239).
25 Hurtado de Mendoza (op. cit.: 204) termina clasificando sus campamentos en cuatro
categorías: campamentos base con “... alta complejidad ocupacional...”, campamentos
118

secundarios con poco beneficio de animales, campamentos base para la talla de artefactos
líticos, con poco beneficio de animales y campamentos donde el mayor énfasis ha sido la
talla de la piedra.
26 Todo esto naturalmente está en abierta contradicción con los trabajos de otros colegas.
Con la diferencia que ellos presentan sus evidencias de sustento, cosa que no hace
Hurtado de Mendoza. Nos preguntamos cómo se puede llegar a hacer este tipo de
afirmaciones sin haber realizado trabajos exhaustivos de excavaciones, sin haber llevado
a cabo un estudio serio de sus restos y después de haberse excavado un solo yacimiento y
con una metodología deficiente. Los restos óseos analizados por Altamirano y Guerra no
han sido estudiados como se debe. No hay fundamento en los análisis climáticos.
Consideramos finalmente, que es imposible llegar a una cronología tan precisa a base de
una excavación efectuada por estratos artificiales y contando con una sola fecha
radiocarbónica. El trabajo no debe ser tomado en cuenta.
27 Un yacimiento importante es sin eluda Pachamachay, a 7 km al oeste del Lago de Junín, en
el departamento de Junín, provincia homónima, a 4,250 msnm. Se estima que allí
existieron los restos de más de 12,000 Camélidos MN1 (Mínimo número de individuos)
(Rick, 1980: 267).
28 En dicho lugar se realizaron varios trabajos, así en los años 1969 y 1970 trabajó Ramiro
Matos, en 1973 volvió a excavar Ramiro Matos con Peter Kaulicke y en 1974 y 1975 excavó
el yacimiento John Rick (Rick, 1980: 57). De modo que se cuenta con una serie de informes
que se refieren a estos trabajos y ellos pueden llevar a confusión, si es que no se mira
cuidadosamente a cual de ellos se refieren, sobre todo porque la información no siempre
es muy clara. Por ejemplo, entre otras cosas, no se dice siempre específicamente si los
ciatos de las excavaciones de Matos incluyen las que él hiciera con Kaulicke. Por eso
nosotros nos basaremos fundamentalmente en las excavaciones denominadas de Matos y
de Rick.
29 Comenzaremos con las excavaciones de Ramiro Matos. Por la información que tenemos,
ellas fueron realizadas por niveles arbitrarios y ello, como es sabido, plantea serios
problemas. En un informe preliminar Wing (1975a: 79), escribió: “La gran mayoría de la
fauna está compuesta de camélidos y fundamentalmente de formas domésticas. Una gran
proporción de los camélidos son ejemplares jóvenes, que componen el 56% de la muestra
estudiada hasta ahora. La mayoría de los animales jóvenes son de 18 meses...”. Este último
dato ha sido corregido posteriormente, indicándose que en realidad se trata de recién
nacidos (Wing, 1986: 248). En este mismo informe se presenta un cuadro, donde se indica
que los Camélidos representan en total el 81.97% de la fauna excavada (Wing, op. cit.: 80).
En un informe posterior, Wing (1977a: 839, Tabla 1) repite esta información, pero aclara
que la muestra pertenece al Precerámico Final (aproximadamente 2.000 años a. C.).
30 Matos y Rick (1978-1980: 44), aparentemente ya con una información más completa,
indican que para la época Precerámica Temprana, los Camélidos representan el 97.6% y
para la Tardía 96.2%.
31 En el informe final de los trabajos de Pachamachay que ofrece Rick (1980), aclara que
después del informe de 1975(a) Wing le ha entregado una información más completa, y
allí se señala que se trata de los materiales que excavara Matos entre 1969 y 1970
(tenemos entendido que Jonathan D. Kent ha revisado los materiales de esta cueva y los
datos están incluidos en su tesis [Kent. 1982a] que no hemos podido leer). Sin embargo en
1988(b) se ha publicado información que suponemos es parte de esta tesis. Nos
119

referiremos a ella más adelante. Allí se desprende que en los estratos relativos al
Precerámico Temprano, los Camélidos representan el 97.30%, mientras que los del
Precerámico Tardío el 96.06%. Pero además se explica que de la muestra del Precerámico
Temprano el 36.6% son animales adultos, el 5.6% subadultos y 57.7% juveniles. Mientras
que los de la época Precerámica Tardía, el 52% son adultos, el 16.5% son subadultos y
31.5% son juveniles. En total los Camélidos representan en este yacimiento el 97% de la
fauna (Rick, 1980: 234, Tabla 10. 1).
32 En un trabajo posterior, Rick (1983: 146, Tabla 5) repite esta información (sólo se indica
que el porcentaje referente al Precerámico Temprano es de 96.10% en vez de 96.06%,
quizá por error de la edición que ha sido mal cuidada). Allí indica para el Precerámico
Temprano una fecha que varía entre 8,000 y 2,000 años a. C. y para el Precerámico Tardío,
entre 2,000 a. C. y 350 d. C. Hay que llamar la atención sobre un hecho, que podría inducir
a error al lector que no conoce el informe de Rick de 1980. Refiriéndose a los datos de las
excavaciones de Matos que se reproducen en la Tabla 5 (Rick, 1983: 146), se dice: “Wing
(1975) ha publicado un informe preliminar sobre este material óseo, proporcionándonos
los datos completos (Tabla 5).”. Se da a entender, pues, que los datos de la Tabla 5
reproducen la información preliminar de Wing (1975a) cuando no es así. Estos datos son
los completos que Wing entregó a Rick, el cual los publicó en 1980 (234. Tabla 10.1). Es sin
duda un problema de traducción.
33 Rick (1980:326-329) ha subdividido la ocupación precerámica de Pachamachay, en cinco
fases. La Fase 1 (10,000-7,000 años a. C.) corresponde a una ocupación de grupos nómades,
poco numerosos, que se dedicaban a la caza de la vicuña. La Fase 2 (7,000-5,000 años a. C.)
en sus primeros tiempos muestra los primeros indicios de sedentarismo, siendo la caza de
los Camélidos la actividad principal. Hacia fines de esta fase, se reduce la ocupación en el
sitio, y disminuye la evidencia de las vicuñas. Este fenómeno se prolonga en la Fase 3
(5,000-3,000 años a. C.) y a fines de esta fase se produce un cambio, en cuanto hay un
aumento de la población, que sigue en la Fase 4 (3,000-2.200 años a. C.), lo que es
interpretado por Rick como el empleo de métodos de caza más conservadores y el control
de las manadas de animales. En la Fase 5 (2,200-1,500 años a. C.) la caza sería
prácticamente reemplazada por la crianza de los animales. En las fases siguientes el sitio
se convirtió en campamento temporal, pues sus pobladores se habrían mudado a vivir
cerca del lago vecino.
34 Cuando Rick (1980: 266) publicó su informe final de Pachamachay, aún no contaba con el
estudio de los datos faunísticos. Estos han sido incluidos en su trabajo posterior. Allí se
sigue la división en fases de la ocupación precerámica de la cueva que acabamos de
mencionar. En la Fase 1, que es la más antigua, los Camélidos representan el 80% de los
restos faunísticos. En la Fase 2, el 100%; en la Fase 3, el 100%; en la Ease 4, el 90%; y en la
Fase 5, el 93.45% (Rick. op. cit.: 144, Tabla 4). (Cuadro 5).
35 Allí se explica que estos son los resultados de las excavaciones de Rick en el lugar, en
1975, y que han sido incluidos en la tesis de Kent (1982a). La estadística se ha hecho a base
de pocos huesos y la Fase 5 es considerada como “Precerámico terminal”. Es importante
señalar, que se consigna que la identificación de los huesos de la Fase 5 es la única en la
que se ha podido llegar a una clasificación hasta el nivel de especie y los resultados son
que hubo “... 11 vicuñas, 2 llamas y 27 guanacos. Siendo éste uno de los primeros análisis
que se atreve a identificar los camélidos por especies, puede estar sujeto a cierto
porcentaje de error, pero en todo caso vemos que por lo menos durante las últimas
décadas del precerámico ya estaba establecido el pastoreo.” (Rick, 1983: 145).
120

36 Wheeler Pires-Ferreira et al. (1976; 486, Tabla 2) reproducen la información de Matos y


Rick (1978-1980; 44), sólo con una pequeña variación en los decimales de los porcentajes;
y a su vez Wing (1986: 253, Tabla 10.5) retoma estos datos, introduciéndose sólo una
pequeña variación en el decimal de uno de los porcentajes. Wheeler (1977; 6, Fig. 2)
reproduce también, aunque parcialmente, esta información.
37 Hay un único dato discordante, el de Pires-Ferreira et al. (1977: 153), que señalan para el
Precerámico final de Pachamachay un porcentaje de 94.1% para los Camélidos. Como se
podrá ver, esta cifra no ha sido mencionada en ninguno de los informes anteriormentes
citados, y no sabemos cual es su origen. Seguramente se trata de un error.
38 Los datos que incluye Kent (1988b) sobre Pachamachay son no sólo muy importantes, sino
reveladores, pues contradicen en varios aspectos los planteamientos de Rick (loco citato) y,
además, los amplían. Creemos necesario exponerlos extenso. Pero hay que indicar, sin
embargo, que las diferencias que existen entre el análisis de Kent (op. cit.) y el de Wing
(1975a) se debe a que Kent tuvo acceso a la colección completa, mientras que Wing trabajó
con los materiales procedentes de las primeras excavaciones.
39 Kent (1988b: 137, 140-141) discute los planteamientos de Rick. En primer lugar indica que
Rick sostiene que las vicuñas deberían haber sido el principal recurso en las épocas
precerámicas, fundamentalmente en las Fases de 3 a 5. De modo que los huesos de este
animal deberían predominar. En segundo lugar, si el sedentarismo fue la característica
hasta el fin de la Fase 5 como sostiene Rick, deben haber huesos de Camélidos de todas las
edades. Además, si la población alcanzó su nivel máximo en estos tiempos, en las Fases 4 y
5 debe haber la mayor acumulación. Tercero, “En la fase 6, si el foco de asentamiento se
había mudado a las orillas del Lago y si la cueva se convirtió en un campamento temporal
como sugiere Rick, entonces los perfiles de mortalidad de camélidos pueden reflejar el
hecho, mostrando la estación o estaciones de ocupación del sitio. También la
identificación de especies de camélidos pueden mostrar si el campamento fue utilizado
por pastores, cazadores, o por los dos.”. Y finalmente, cuarto, si la domesticación de
Camélidos se produjo antes de mediados de la Fase 5 ó de la 4, la identificación a nivel de
especie puede ser una prueba.
40 Pues bien, a base del análisis de los materiales, Kent (loco citato) concluye, en primer lugar
que las vicuñas nunca predominan en ninguna fase. Mientras que los Camélidos
domésticos son más numerosos que los silvestres por un factor de dos en casi todas las
fases analizadas. La falta de restos de los períodos anteriores a la fase 4, no permiten se
evalúe el presunto predominio de la vicuña en el Precerámico Temprano. En segundo
lugar, los datos avalan el sedentarismo anual durante la Fase 5. Hay Camélidos jóvenes y
fetos/neonatos. El aumento de población se ve por la cantidad de restos en la Fase 5. En la
Fase 4, cuando se debería dar el aumento máximo de población, no hay cantidad
suficiente de huesos para demostrarlo. (Vide Cuadro 5).
41 En tercer lugar, Rick sostiene que en la Fase 6 la cueva fue un campamento temporal. Sin
embargo entre los restos hay jóvenes y fetos/neonatos. Se ha identificado huesos de
vicuña, guanaco y Cérvidos, lo que indica que la economía ha sido de cazadores. Al mismo
tiempo hay Camélidos domésticos, lo que indica que se practicaba el pastoreo. Kent se
inclina por dos actividades llevadas a cabo por la misma gente. En la Fase 7 hay ocupación
estacional, no hay vicuñas y aumentan los Cérvidos. En cuarto lugar, los huesos de
Camélidos domésticos aparecen en todas las capas de la Fase 5, por eso debieron
domesticarse antes. “La duración del proceso de domesticación de camélidos no ha sido
121

bien definida, pero parece que empezó bastante antes de los inicios de la fase 5. El primer
camélido domesticado que aparece en Pachamachay es la alpaca, basados en el análisis
osteométrico.” (Kent, loca citato). Esto concuerda con los datos de Telarmachay (Lavallée el
al., 1982: 92; Wheeler, 1984d: 198).
42 Indica Kent (op. cit.: 132) que la cantidad de Cérvidos fluctúa entre 5.85% y 13.68%, lo que
es mayor que el 2% sugerido por Rick (1980: 266, 295) que se basó en un informe de Wing
(1975a) que analizó solamente el material del talud de la excavación de Matos de
1969-1970. Además del 64% de los restos, es posible ver la edad. Es así que los adultos
varían entre el 43% y el 59% y los fetos/recién nacidos entre 9% y 20% (vide detalles en
Kent, op. cit.: Cuadro 4, 138 y Fig. 2, 139). Esto también difiere de los datos de Rick que
indican un predominio de animales juveniles.
43 Insiste Kent (1988b: 132, 136), que “Las vicuñas en ningún tiempo ni en ninguna fase
comprenden la mayor parte de los camélidos identificados; este hecho tiene implicaciones
para el modelo de dependencia de los moradores del sitio basado principalmente en la
caza de las vicuñas. También es de interés notar la ocurrencia de guanacos en esta área,
porque no se encuentran allá hoy en día ni existe documentación de su ocurrencia cerca
del sitio en tiempos históricos.”.
44 Con respecto a la Fase 4, Kent (op. cit.: 136) ha comentado que sólo un hueso entre todos
los restos, puede ser asignado a la especie alpaca. Mientras que los materiales de la Fase 5
revelan la existencia de las cuatro especies de Camélidos. Las más frecuentes son las
alpacas, seguidas por las vicuñas, las llamas y finalmente los guanacos. El número de las
alpacas es doble del de las vicuñas y esta proporción se obtiene en todas las fases
siguientes. Por eso concluye Kent que “Obviamente estos datos se relacionan con la
hipótesis de cazadores sedentarios y dependientes de vicuñas en el precerámico.”.
45 También anota Kent (op. cit.: 132), que la frecuencia (RF) de Camélidos baja después de la
Fase 5, cambiando de más de 90% en las Fases 5 y 6, a 86% en la Fase 7 y a 69% en la post-7
(vide Cuadro 5). Esto refleja, según el autor, cambios en el manejo de los rebaños, y es lo
contrario de las tendencias que se ven durante los períodos más tempranos del
Precerámico, durante los cuales el porcentaje de Camélidos aumenta, según los datos de
Pires-Ferreira et. al. (1976).

Cuadro 5. Restos de Camélidos hallados en Pachamachay (excavación de 1975)

x
Camélidos no identificados
xxIncluye Camélidos no identificados e identificados
El cuadro ha sido elaborado a base de Kent, 1988b: Cuadro 3,133-136; Cuadro 1, 128.
122

46 Asimismo ha observado Kent (op. cit.: 132) que la mayor parte de huesos corresponde a las
fases tardías, es decir a partir de la Fase 4 (3,000 años a. C.) de modo que se hace difícil
comprobar la parte del modelo que se refiere al Precerámico Temprano y Medio. Las
conclusiones a las que se llega se refieren solamente al Precerámico Tardío y períodos
anteriores. Es de notar que Kent ha podido constatar que del total de huesos analizados, el
28% corresponde a Camélidos y ello representa el 90.35% de todos los huesos
identificados.
47 Flores Ochoa (1982: 68-69) ha hecho un comentario a los trabajos de Rick en
Pachamachay, que consideramos de interés y que por eso reproducimos ad pedem litterae,
puesto que creemos que si no se llama la atención sobre él, puede llevar a errores. Pues
hay que tomar en cuenta que fue escrito antes de la publicación del último libro de Rick
(1983) y del informe de Kent (1988b). Dice así: “La utilización de la vicuña se
complementaba con el uso de plantas de diversos tipos, así como son los recursos
lacustres y fluviales, porque la puna era más rica de lo que se supone. La afirmación de
que los restos de Camélidos corresponden a vicuña, aunque no se estuvo en condiciones
de diferenciar con claridad los huesos de vicuñas de probables alpacas o llamas es
interesante. Nos permitiría suponer de que, por lo menos en la región donde se encuentra
Pachamachay, estos Camélidos eran dominantes y suficientes como para sostener
poblaciones humanas sedentarias. Las alpacas y llamas podrían hallarse en zonas de
menor altura, tal vez incluso a 3,500 metros o menos, ya sobre el mismo piso del valle del
Mantaro. De comprobar con mayor precisión esta posibilidad, tendríamos más elementos
que respalden la presunción de que las poblaciones de alpacas y llamas tuvieron mayor
dispersión y que su actual nicho en alturas mayores a los 4,000 metros, se debe a factores
sociales y culturales que permitieron la expansión de las especies exóticas traídas por los
invasores europeos.”. Los datos de Kent (1982a), incluidos en el último libro de Rick (1983:
145), parecerían avalar las ideas de Flores Ochoa, pero no hay que olvidar que la muestra
no parece muy significativa y que, además, se refiere sólo a una de las fases, la última, del
yacimiento en cuestión. Tan es así que Kent (1988b: 132) en su último informe, señala muy
claramente, que “Las vicuñas en ningún tiempo ni en ninguna fase comprenden la mayor
parte de los camélidos identificados...”. De modo que esto parecería invalidar el
comentario de Flores Ochoa. Sin embargo Wheeler (1985a: 29) no está de acuerdo y
considera que las vicuñas deben “... haber sido las más numerosas de los grandes
herbívoros que frecuentaban las punas y abundaban en los parajes inmediatos de
Telarmachay...” y los datos de Telarmachay (vide infra) avalan el planteamiento de
Wheeler, pero de todos modos la discusión queda abierta.
48 Los trabajos de Rick han sido duramente cuestionados por varios autores. El lector
interesado podrá encontrar la información en Wheeler (1984d: 196).
49 Otro yacimiento del departamento de Junín es el de Panaulauca (en la provincia de Taima,
a 4,150 msnm). Wheeler Pires-Ferreira et al. (1976: 486, Tabla 2) informan que en el Nivel
7, que es el más antiguo (7,000-5,500 años a. C), los Camélidos representan el 26%, en los
Niveles de 4 a 6 (5,500-4,200 años a. C.) el 87.6% y en los niveles superiores de 1 a 3
(4,200-2,500 años a. C.) el 85.8%. Esta información ha sido luego repetida por Wheeler
(1977: 6, Fig. 2) y Wing (1986: 253, Tabla 195).
50 Los materiales de este yacimiento han sido estudiados por Moore, pero nosotros no
conocemos los resultados. Sólo hemos leído el resumen de una conferencia que
consignamos aquí, pues nos parece de gran interés. Según Moore (1993) una evidencia del
123

manejo humano de los rebaños y sus recursos de pastos, es el desgaste de los molares de
los animales que pastan. Las proporciones de este desgaste varían de acuerdo al contenido
de sílice del forraje y de la potencialidad abrasiva y cantidad de suelo que toman los
animales al alimentarse. Los pastores tradicionales controlan el desgaste dentario de sus
animales, como una medida de potencial longevidad y salud, e intentan reducir la
proporción del desgaste, moviendo los rebaños a campos que han estado expuestos a un
pastoreo intenso. Observaciones que se han hecho de dientes de especímenes
arqueológicos de Panaulauca, han proporcionado una medida del desgaste dentario a lo
largo de la transición al pastoreo. Los animales silvestres cazados, tienen proporciones
más altas de este desgaste, mientras que los animales domésticos tempranos tiene
proporciones más bajas, lo que sugiere el impacto del manejo humano. Animales
modernos en un rebaño bien manejado, tienen las proporciones más bajas de cualquier
hato prehistórico, lo que sugiere que los pastores tempranos tenían un control menos
efectivo de la salud de los animales. Esta información puede ser coordinada con otra
evidencia, para entender la fragilidad de algún sistema temprano de producción de
alimentos.
51 Danièle Lavallée ha dirigido un equipo que ha trabajado en el área de San Pedro de Cajas,
en el departamento de Junín, provincia de Tarma. Casi todos los sitios que ellos han
explorado, están ubicados entre 4,000 y 4,500 msnm “... y siempre en la inmediata
proximidad de las amplias superficies estépicas de la puna... [que]... dibujan
aproximadamente un arco de círculo, orientado E-O, cuya curva sigue el límite inferior de
la puna alta y pasa por la cabecera de las quebradas, de tal manera que dichos sitios
controlan a la vez los terrenos de caza y pastoreo y las vías de acceso a los pisos
ecológicos inferiores.” (Lavallée, 1979: 115). Allí no se han encontrado yacimientos
precerámicos y formativos a una altura menor de 4,000 msnm, a pesar que en la zona hay
muchos abrigos o cuevas que aparentemente no han sido habitados antes del Período
Intermedio Temprano. Pero el hecho que todos los yacimientos de la puna se encuentran
cerca de las vías de acceso a las zonas más bajas, han hecho pensar a esta arqueóloga, que
tal vez puedan existir asentamientos tempranos en los valles vecinos y que entre los sitios
de altura y de los valles pudo existir un intercambio de productos (Lavallée, op. cit.: 115).
52 El yacimiento que se escogió para estudiar es el de Telarmachay, que es un abrigo rocoso
en el área de San Pedro de Cajas, a 4,420 msnm (vide Lavallée et al., 1985). Ha sido
sumamente rico en materiales faunísticos y se estima que se ha extraído alrededor de
400,000 huesos animales, de los cuales, hasta 1985. se había estudiado 137,985 (Wheeler,
1985b: 63). Información preliminar ha sido dada por Pires-Ferreira et al. (1977: 153),
Wheeler (1977: 6, Fig. 6) y Wing (1986: 253, Tabla 10.5). Pero consideramos que no es
necesario citarla, dado que ya se cuenta con un informe que, si bien no es definitivo por
cuanto aún queda material osteológico por estudiar, es sin duda el más completo que se
ha publicado sobre un yacimiento serrano. A él nos referiremos inmediatamente.
53 Es interesante indicar que ya desde los trabajos preliminares, Lavallée había notado que
en los niveles precerámicos de San Pedro de Cajas, los Camélidos constituyen “en todos
los casos” la mayor parte del material, en una proporción que varía entre 70% y 85%.
54 Vamos a analizar ahora el caso concreto de Telarmachay. En términos generales, a lo
largo de la ocupación precerámica, los Camélidos y los Cérvidos representan de 97.85 % a
99.15% del total de animales. El material cultural del yacimiento ha sido subdividido en
siete fases, de las cuales las primeras tres son cerámicas (tempranas y tardías) y las
restantes precerámicas. El informe de las primeras tres fases no ha sido aún publicado.
124

55 La Fase VII, que es la más antigua (ca. 7,000-5,200 años a. C.), muestra para los Camélidos
el 64.73%, ellos incluyen a la vez vicuña y guanaco. De estos restos, 47.2% son adultos,
15.7% juveniles y 37.08% fetos/neonatos. La Fase VI (ca. 5,200-4,800 años a. C.) tiene el
77.84% de Camélidos. Estos restos muestran una evolución en los modos de caza y 49.4%
de estos restos son de adultos, 14.3% de juveniles y 36.33% de fetos/neonatos. La Fase V ha
sido separada en Inferior y Superior. La Fase V Inferior a su vez ha sido subdividida en
Fase V Inferior 2 y 1. La Fase V Inferior 2 (ca. 4,800-4,000 años a. C.) tiene una proporción
muy alta de Camélidos y Cérvidos, pues alcanza el 99.15%, de la cual el 81.69%
corresponde a Camélidos. Son siempre presentes la vicuña y el guanaco. De estos restos el
46.2% fueron adultos, 18.5% juveniles y el 35.28% fetos/neonatos. Lo importante es que en
estos Camélidos se notan cambios en la morfología dentaria que, según Wheeler, indican
el inicio de la domesticación. En la Fase V Inferior 1 (ca. 4,000-3,500 años a. C.) los
Camélidos alcanzan el 85.94%. Sin embargo aquí hay un problema. En un informe
anterior, Wheeler (1984a: 398, Tabla 1) indicó que los adultos alcanzaban el 43.0%, los
juveniles el 11.8% y los fetos/neonatos 45.2%. Sin embargo en el informe de 1985 (b: 66)
afirma que los fetos/neonatos alcanzan en esta fase a 56.75% y no se menciona las
proporciones de los adultos y los juveniles. Posiblemente se hizo un cálculo nuevo. En la
Fase V Superior (ca. 3,500-3,000/2,500 años a. C.) los Camélidos alcanzan el 85.51% de los
cuales el 25.3% fueron adultos, el 6.4% juveniles y 68.21% fetos/neonatos. Finalmente en
la Fase IV (ca. 3,000/2,500-1,800 a. C.) los Camélidos representan el 88.64%, de los cuales
17.2% fueron adultos, 9.8% juveniles y 72.99% fetos/neonatos. (Lege Wheeler, 1982a: 5. Fig.
2; 1984a: 398. Tabla 1; 1985b: 65-67). Spunticchia (1989-1990: 58, Fig. 4) ha elaborado dos
interesantes gráficos, cue muestran muy bien esta situación. Uno se refiere a la aparición
de los diferentes animales en Telarmachay y el otro muestra el tipo de utilización de los
Camélidos que hicieron los habitantes de dicho sitio.
56 Wheeler (1984a: 401; 1985b: 68) ha hecho las siguientes observaciones a estos resultados.
Entre la ocupación más antigua de Telarmachay, que corresponde a la Fase VII que
comienza aproximadamente hacia el año 7,000 a. C. y la última ocupación precerámica, es
decir la Fase VI, que termina ca. en el año 1,800 a. C., se observa una diferencia
acumulativa de -24.97% de Cérvidos por +23.91% de Camélidos. Este cambio no se produce
abruptamente, sino al contrario es gradual y constante a lo largo de toda la secuencia. En
otras palabras, se nota claramente que el número de restos de Camélidos aumenta en
forma inversamente proporcional a la de los restos de Cérvidos. Esto refleja
probablemente un proceso de adaptación continuo del hombre a la puna.
57 Por otro lado a lo largo de la Fase V Inferior 1, las proporciones de Camélidos fetos/
neonatos se elevan a 56.75%. Esta cifra es significativamente más alta que la de los niveles
más antiguos (37.08% en la Fase VII, 36.33% en la VI y 35.28% en la Fase V Inferior 2) y
sobrepasa el promedio normal de 35% a 40% conocido en las poblaciones actuales de
guanacos y vicuñas (Comunicación personal de Franklin a Wheeler y Franklin, 1978).
(Wheeler, op. cit.: 71)
58 En lo que se refiere a los restos de guanacos entre la fauna de Telarmachay, Wheeler
(1985a: 29) ha comentado que por la información que se tiene (y la autora se basa en
Neveu-Lemaire y Grandidier, 1911), estos animales viven en las alturas y en los valles
según las estaciones. Su presencia en Telarmachay señala que ellos vivían allí en la Época
Precerámica (como fuente se indica Wheeler, 1983 que no figura en la bibliografía; se
trata sin duda de un error. Debe tratarse de 1984b de su bibliografía, que corresponde a
1984 de la nuestra, donde en la pag. 401 se trata el asunto. Este había sido tratado también
125

en Wheeler, 1982a), pero lo que no se sabe es si ellos frecuentaban la puna a lo largo de


todo el año.
59 Algunos sondeos fueron hechos también en la localidad de Acomachay, en la quebrada de
Allacurán a 4,520 msnm siempre en el área de San Pedro de Cajas. Allí se escogieron dos
sitios, denominados Acomachay A y B (vide Lavallée y Julien, 1975). En Acomachay A,
Sondeo 1, las capas 2, 3 y 4 representan una sola unidad de ocupación correspondiente al
Precerámico final (2,500- 2,000 años a. C.). La muestra es pequeña y en ella los Camélidos
representan 94.8% de los cuales 89.5% son adultos y 5.3% juveniles. “Debido a lo reducido
de la muestra estos resultados deben considerarse con reservas.”. En el Sondeo 3 del
mismo sitio, sólo la capa 2 tenía huesos de animales y corresponde también al
Precerámico final. Los Camélidos están presentes en una proporción de 93.3%, de los
cuales 86.6% son adultos y 6.7% juveniles. (Wheeler, 1975: 122-123, Cuadro 3).
60 En Acomachay B el sondeo no permitió establecer la época del yacimiento, aunque se
considera que las capas 2 y 3 deberían ser precerámicas. De todos modos en todas las
capas predominan los camélidos (90.9% para la capa 1, 91.2% para la capa 2 y 81.9% para la
capa 3). (Wheeler, 1975: 123, Cuadro 4). Si se junta los materiales de los dos sondeos, se
tiene para los Camélidos un total de 94.1% (Wheeler Pires-Ferreira, 1975: 126: Cuadro 7).
Esta información ha sido reproducida por Pires-Ferreira el al. (1977: 153), Wheeler (1977:
6, Fig. 6) y Wing (1986: 253: Tabla 10.5).
61 Cuchimachay, es otro de los sitios de la zona de San Pedro de Cajas (vide Lavallée y Julien,
1975) que ha sido sometido a unos sondeos para conocer su contenido. En el primero, se
pudo comprobar que las capas de 3 a 8 corresponden al Precerámico final (2,500-2,000
años a. C.) y en ellas en forma global, los Camélidos representan el 82.3% de la fauna
identificada, predominando los adultos con 59.8%, mientras los animales jóvenes son sólo
22.5%. En el sondeo 2, sólo la capa 6 ha sido identificada como correspondiente al
Precerámico final, y allí los Camélidos predominan sobre los demás animales en 77.1%. En
esta caso también los adultos forman la mayoría (56.1%) en comparación con los animales
jóvenes (21%). (Wheeler Pires-Ferreira, 1975: 120 y 122, Cuadros 1 y 2). Si se junta los
resultados de los dos sondeos, se tiene que los Camélidos representan el 80.5% de los
restos faunísticos (Wheeler Pires-Ferreira, op. cit.: 126, Cuadro 7).
62 En la puna de Junín hay otra cueva que ofrece el tipo de información que necesitamos. Se
trata de Uchcumachay, conocida también como Tilarnioc. Está situada a 4,050 msnm en la
provincia de Yauli, del departamento de Junín (Wheeler Pires-Ferreira et al., 1976: 483). Se
ha escrito siempre (e.g. Wheeler Pires-Ferreira et al., op. cit.) que el descubridor de este
yacimiento es Ramiro Matos. Ello no es verdad. El sitio fue descubierto por George O.
Kirkner, el cual realizó allí las primeras excavaciones, cuyos materiales están depositados
en el Laboratorio de Prehistoria del Departamento de Biología de la Universidad Peruana
Cayetano Heredia de Lima, y han sido revisados por John Rick. Fue Kirkner quien informó
a Matos sobre el yacimiento. Los niveles precerámicos han sido numerados del 4 al 7. En
el Nivel 4 (datado entre 2,500-4,200 años a. C.) los Camélidos representan el 84.8%, en el
Nivel 5 (4,200-5,500 años a. C.) el 82.3% y en el Nivel 6 (5,500-7,000 años a. C.) el 54.9%. En
el Nivel 7, que es el más antiguo (7,000-10,000 años a. C.), no hubo restos de Camélidos
(Wheeler Pires-Ferreita et al.: 1976: 484, Tabla 1 y 486, Tabla 2). Estos datos han sido
repetidos muchas veces (Pires-Ferreira E. et al., 1976; Wheeler, 1977: 6, Fig. 2; Pires-
Ferreira E. el al., 1977: 153; Kaulicke, 1979: 107-108; Wing, 1986: 253, Tabla 10.5). Se plantea
sólo un problema. Wing (1980: l60, Tabla 8.4) al referirse a Uchcumachay, señala para los
Camélidos, porcentajes diferentes a los que hemos indicado supra. Es así que para el Nivel
126

4 indica 85.9%, para el Nivel 5, 82.6% y para el Nivel 6, 56.8%. Nosotros suponemos que se
trata de un error, por tres razones. En primer lugar porque Wing (op. cit.) menciona como
fuente de información a Wheeler Pires-Ferreira et al. (1976) que nosotros hemos señalado.
Segundo, porque en la Tabla 8.4 de Wing (op. cit) la discordancia con los datos de las
Tablas 1 y 2 de Wheeler Pires-Ferreira et al. (op. cit.) es sólo en lo que se refiere a los
porcentajes, ya que las cantidades de huesos utilizados para las estadísticas coinciden. Y,
finalmente, porque la misma Wing en un trabajo posterior (1986: 253, Tabla 10.5),
consigna exactamente las cifras de los porcentajes del trabajo original de Wheeler Pires-
Ferreira et al. (op. cit.).
63 Debemos decir que Lavallée y Julien (1980-1981: 122, Nota 3) han observado que las fechas
establecidas para los niveles de Uchcumachay y publicadas por Pires-Ferreira E. et. al.
(1977; y que son las mismas que publicaran anteriormente Wheeler Pires-Ferreira et al.,
1976), han sido establecidas a base puramente comparativa, con fechas de otras regiones
del Perú y que por eso deben ser tomadas con las reservas del caso.
64 Vamos a referirnos ahora a las cuevas Tres Ventanas, situadas en las cabeceras del valle
del Chilca, a 3,926 msnm, en la provincia de Huarochirí del departamento de Lima (Engel,
1970c: 426). Sobre estas cuevas, que en realidad son tres, hay varios trabajos de Engel,
pero se refiere a los Camélidos sólo en dos de ellos. En uno (Engel, 1970a: 56) cita a las
Cuevas 1 y 2, no se presenta ningún análisis de la fauna, sólo se dice que ella “... consiste
primariamente de Auquenidae...”. En otro trabajo del mismo año, Engel (1970b: 428)
escribió: “Todos los niveles han dado huesos de animales en abundancia, esencialmente
de auquénidos...”. Nunca se han publicado los análisis de estos materiales. Es importante
recordar que las excavaciones allí realizadas por el equipo de Engel presentan serios
problemas de orden metodológico, de modo que es imposible saber los contextos a los que
pueden haber pertenecido estos huesos. Es más, no se sabe quien ha hecho las
identificaciones, de modo que ni siquiera hay la seguridad que los huesos clasificados
como de “auquénido” en realidad son de Camelidae (para una revisión de los problemas
relativos a las estratigrafías de estos yacimientos, lege Bonavia [1984]).
65 Para terminar, trataremos dos sitios del área de Ayacucho que han sido investigados por
el proyecto que dirigiera MacNeish. En primer lugar Ruyru Rumi, en las cercanías de
Quinua, a 4,032 msnm, en la provincia de Huamanga del departamento de Ayacucho. Las
así denominadas Ocupaciones 1 y 2 corresponden a los tiempos precerámicos. La
Ocupación 1 (cuya antigüedad oscila entre 6,800 y 6,200 años a. C.) ha tenido “... más
huesos de venado que de camélidos...” y la Ocupación 2 (3,400-2,700 años a. C), según los
arqueólogos que han trabajado allí, deja suponer que sus ocupantes intercambiaban carne
de Camélido con los pobladores de zonas más altas, pero no se presenta ninguna
evidencia para avalar dicho aserto (MacNeish y Garcia Cook, 1981b: 127).
66 El otro yacimiento es Chupas (a 3,496 msnm en la provincia de Huamanga del
departamento de Ayacucho) donde en la Zona E de la Ocupación 2, fechada entre 4,710 y
4,610 años a. C. hubo “... posiblemente camélidos...” (Vierra, 1981b: 143).
67 Hasta aquí hemos analizado los sitios serranos de altura. Vamos a ver ahora los sitios más
bajos, de los valles. Tenemos en primer lugar el Callejón de Huaylas. Allí, como ya lo
hemos señalado, parece que los restos de Camélidos son abundantes en los yacimientos
arqueológicos (Lynch, 1971: 145).
68 Ya nos hemos referido a la Cueva del Guitarrero, situada a 2,580 msnm en la provincia de
Yungay del departamento de Ancash. Se trata sin duda de un sitio de valle, sin embargo
127

hay que advertir que en sus depósitos hay sin duda material de lugares más altos, es por
eso que nos hemos referido a ella anteriormente.
69 En este sitio hay algunos problemas con la interpretación de las cifras relativas a los
Camélidos. Inicialmente se informó que en la época correspondiente entre los 8,600 y los
5,600 años a. C., estos animales representaban el 10%, mientras que alrededor del año
5,000 a. C. la cifra subía al 17% (cantidades calculadas en función del MNI; Wing, 1977a:
839, Tabla 1). En el informe final Wing (1980) da cifras definitivas. En una primera tabla
(Tabla 8.1, 154-155) presenta los porcentajes en función del peso de los huesos, allí los
Camélidos en el así denominado Complejo II (para la cronología vide Lynch, 1980a) (ca
8,500-6,000 años a. C.) representan el 5.5%, en el Complejo III (ca 5,000 años a. C.) 22.7% y
en el Complejo IV (que incluye materiales del Precerámico final y posteriores) 24.2%. En
una segunda tabla (Tabla 8.4, 160) los porcentajes han sido calculados también en función
del MNI. Resulta que para el Complejo II se tiene para los Camélidos el 4.9%, para el
Complejo III 17.4% y para el IV 40%. Lo que no entendemos es porqué en un trabajo
posterior, Wing (1986: 256, Tabla 10.6) refiriéndose al MNI indica para el Complejo II 3-2%
y para el III 12.1%.
70 De todos modos lo importante es señalar que los Camélidos que estuvieron ausentes en
los estratos más antiguos de la Cueva del Guitarrero (Complejo I), después aumentan en
forma constante (10%, 33%, 35%) (Wing, 1980: 156). Es por eso que Wing (1980: 163) cree
que entre el tiempo de ocupación correspondiente a los Complejos III y IV es cuando se
produce la domesticación de los Camélidos.
71 En el mismo Callejón de Huaylas hay otro yacimiento importante, el de Huaricoto, que se
encuentra a 2,750 msnm en la provincia de Carhuaz, del departamento de Ancash. En un
informe preliminar se dijo que en el material faunístico correspondiente a la Fase
Chaukayan, del Precerámico tardío (2,200-1,800 años a. C.), había una clara
preponderancia de venados y grandes Camélidos silvestres, probablemente guanaco
(Michael Sawyer, Comunicación personal 1982 a Burger y Burger [1985: 123, 125]). En un
trabajo posterior (Burger R., 1985a: 507, Fig. 2 y 532, Tabla 2) informa que los Camélidos
en la Fase Chaukayan tienen exactamente un 25.5%.
72 El famoso sitio de Kotosh, a 5 km al oeste de Huánuco, sobre el río Higueras (en el
departamento de Huánuco y provincia homónima) presenta también algunos problemas
con las cifras que se han presentado. Wing (1972: 331, Tabla 3) que estudió los materiales,
indica que para la Fase Mito, que según los arqueólogos japoneses (vide Izumi y Terada,
1972) corresponde a la Época Precerámica final (aunque nosotros pensamos que debe
relacionarse al Período Inicial: vide Bonavia, 1994: Fig. 3, 24), el 15% de los huesos son de
Camélidos. Este dato es retomado por Wing (1977a: 839, Tabla 1) posteriormente. Sin
embargo cuando la misma autora, en otro trabajo (Wing, 1980: 160, Tabla 8.4), cita a los
Camélidos de Kotosh Mito, dice que ellos representan el 17.8% y cita como fuente su
propio trabajo que hemos mencionado supra (es decir Wing, 1972), lo cual evidentemente
es una contradicción. Pero es más curioso aún que años más tarde Wing (1986: 256, Tabla
10.6), esta vez sin señalar fuente de información, se refiere a Kotosh Mito con 12.3% de
Camélidos. No nos explicamos este problema.
73 Es interesante indicar que en uno de los nichos de la construcción J del Templo de las
Manos Cruzadas, se encontró huesos de llama (Izumi y Sono, 1963: 153). Creemos que
sería más seguro hablar de Camélido, ya que Wing (1972: 329) es muy enfática al explicar
que es muy difícil llegar a la identificación de especie en estos animales. Este hallazgo ha
sido comentado por Lathrap (1970: 105) quien escribió: “El hallazgo de huesos de
128

cameloides como ofrenda de sacrificio en uno de los nichos del Templo de las Manos
Cruzadas es de gran interés. Es probable que estos huesos son de llama y en consecuencia
es una muestra de la domesticación animal y de una economía pastoral floreciente. El uso
de la llama como un animal para sacrificios es un patrón típico de los Andes Centrales;
inclusive hoy muchas ceremonias de propiciación, adivinación, curanderismo y magia
negra pueden ser santificadas con el sacrificio de una llama.”.
74 En el departamento de Junín (provincia de Huancayo, distrito de Chupaca) hay un
yacimiento denominado Callavallauri (a 3,340 msnm), que ha sido estudiado por Hurtado
de Mendoza y Chaud (1984). Ellos señalan que en dicho abrigo hay un componente
precerámico, en el que los Camélidos están presentes en una proporción importante. Sin
embargo el trabajo es tan confuso y con graves problemas metodológicos, que es
imposible llegar a saber cual es la antigüedad real de los hallazgos.
75 Para el área de Ayacucho el proyecto que dirigiera Richard MacNeish aún no ha publicado
el informe final de los restos faunísticos, de modo que debemos basarnos en los informes
preliminares (para la descripción de los sitios, vide MacNeish et. al., 1981). Debemos
indicar que todos los informes que hasta la fecha se han publicado sobre las
investigaciones realizadas en dicho proyecto, han sido redactados en una forma confusa y
se hace muy difícil correlacionar la informacion de los diversos autores. Nos referiremos
en primer lugar a la cueva de Pikimachay, a 3,000 msnm, en la provincia de Huanta del
departamento de Ayacucho. MacNeish. Nelken-Terner et al. (1970) en el segundo informe
preliminar han tratado el asunto en forma sumamente vaga. Así al referirse a la Zona j (a
la que atribuyen una antigüedad de 17,650 años a. C.) señalan la presencia de “llama” y en
la Zona i1, con una antigüedad de 14,100 años a. C., la de “camello o caballo” (MacNeish,
Nelken-Terner et al., op. cit.: 13). Luego al hablar de la Zona h, que debería tener 12.200
años a. C, dicen que había “algunas llamas” (además de la “paleo-llama” a la que nos
hemos referido en el capítulo que trata los aspectos paleontológicos) (MacNeish, Nelken-
Terner el al., op. cit.: 15).
76 Es interesante indicar que en un trabajo posterior, MacNeish (1971) refiriéndose a los
mismos hallazgos de Pikimachay utiliza una terminología diferente. Así al hablar de Zona
j (a la que ahora atribuye una antigüedad de 19,600 años a. C), a lo que antes había
calificado como “llama o venado”, ahora le llama “... quizá una especie ancestral de
caballo o camello...” (MacNeish, op. cit.: 40). Luego habla de la Zona h, a la que en este caso
asigna una edad parecida (14,150 años a. C.) y dice que allí había “... una clase de camello
ancestral...”; es imposible saber si quiere referirse a lo que antes llamó “paleo-llama” o
“algunas llamas” (MacNeish, op. cit.: 42). Finalmente en este trabajo se refiere a un
hallazgo en la Zona f1 de 8,860 años a. C., que en el informe anterior no se menciona, y
dice que allí se encontró “llama y venado modernos” (MacNeish, op. cit.: 43).
77 Refiriéndose siempre a esta cueva, García Cook (1974: 19) escribió que allí hubo “...
algunos restos de camélidos [que] pertenecen probablemente a llamas o alpacas
domésticas (Lama glama, Lama pacos).”.
78 Cuando Wing (1975b: 34-35) se refiere a la Fase Chihua (6.550-5.100 años a. C.) y a la cueva
de Pikimachay, dice que allí “... hay indicación más temprana de lamoides domésticos.” e
indica que en Pikimachay de 1/3 a 1/2 son animales jóvenes de aproximadamente 18
meses.
79 Hay otro informe de Wing (1977a: 839, Tabla 1), donde se dan mucho más datos, aunque es
difícil relacionar estar información con la de MacNeish y sus colaboradores. En dicho
129

trabajo se consigna toda una secuencia cronológica para Pikimachay con sus respectivos
porcentajes para la presencia de Camélidos. Nos parece importante copiar toda la
información: 5.800-4,600 años a. C. 3%; 4.600-3.100 años a. C. 26%; 3,100-1.700 a. C. 32%;
1,000-550 años a. C. 19%; 500-150 años a. C. 57%; y 500-1,550 años d. C. 44%.
80 No entendemos, sin embargo, porqué posteriormente Wing (1986: 256. labia 10.6) al
referirse a Pikimachay, indica para la época “temprana de la cueva” 10% para los
Camélidos y para una época “tardía” 38.3%, es decir un total de 43.2%.
81 La otra cueva de Ayacucho es Jaywamachay, en la provincia de Huamanga, a 3,350 msnm.
Allí según MacNeish, Nelken-Terner et al. (1970: 27), en la Zona I (a la que se asigna ca.
8,000-7,000 años a. C.) hubo “... huesos que parecen ser mayormente de llama o venado.”,
y en la Zona H (7,030 años a. C.) “mucha llama”. Esta aseveración podría llevar a
confusión, si es que no se tuviera el informe de García Cook (1981: 71) que aclara que se
trata de 28% de huesos de Camélidos. Él no utiliza la palabra “llama”, lo cual es muy
diferente. Luego se señala la Zona E (ca. 6,500 años a. C.) en la que simplemente se dice
que hubo “llama” (MacNeish, Nelken-Terner et al, op. cit: 36). El informe de García Cook
(1981) da alguna información adicional, que los otros autores que hemos mencionado no
ofrecen. En primer lugar se refiere a la Zona G (a la que asigna un lapso que oscila entre
7,100 y 6,800 años a. C.) y donde los restos de Camélidos representan el 21% y especifica
que se trata de restos de animales jóvenes encontrados en una zona de actividad del
yacimiento (García Cook, op. cit.: 67, 72 y 78). Luego menciona la Zona F (6,675-6,425 años
a. C.) con 24% de Camélidos (García Cook, op. cit.: 72, 78) y, finalmente, dice que en las
Zonas C (6,435-6,165 años a. C.), D (6,535-6,285 años a. C.) y E (6,600-6,300 años a. C.) el
venado predomina sobre el Camélido en la proporción de 3 a 1 (García Cook. op. cit.: 67,
73).
82 Es curioso que en estos informes no se mencione ningún hallazgo de Camélidos, en las
Zonas J 1, 2 y 3 (con una antigüedad aproximada de 10,000 años), pues MacNeish (1971: 44)
dice que en ella hubo “... especies extintas de venados y posiblemente de llamas.”.
83 Wing (1986: 253, Tabla 10.5) indica que en el período comprendido entre los 10,000 y los
5.500 años a. C, en dicha cueva los Camélidos representan el 24.5%. Refiriéndose
aproximadamente a este lapso, Flannery et al. (1989: 91) mencionan la existencia concreta
de guanacos y aclaran que “... sin embargo no hubo evidencia de domesticación en aquel
tiempo.” (señalan como fuentes de información MacNeish et al, 1981 y Flannery s. f.).
84 Un yacimiento para el que se plantean problemas para la interpretación de los ciatos, es
Ayamachay (situado a 3,000 msnm, en la parte meridional de la provincia de Huanta, del
departamento de Ayacucho). MacNeish (1981b: 121) se refiere concretamente a la
Ocupación 3, Zona VI a la que atribuye una edad entre 3,600-3,000 años a. C. Dice que allí
“Los huesos de camélidos sugieren una ocupación de pastores...”. Sin embargo Wing
(1986: 256, Tabla 10.6), para el mismo yacimiento, da cifras más concretas. Para el período
comprendido entre 5,500-2,500 años a. C. la cantidad de Camélidos corresponde al 1% y
para el lapso 10,000-5,500 es de 6.3%. Lo que no se puede saber es de donde proviene dicha
información, ya que en la Tabla no está indicado y en la bibliografía no hemos podido
identificar ningún trabajo que se refiera al sitio.
85 El último sitio de Ayacucho, es Puente (2,582 msnm. en la provincia de Huamanga,
departamento de Ayacucho) el cual también plantea problemas. Pues sobre él tenemos
dos informes de Wing, que arrojan cifras diferentes y de las cuales desconocemos las
fuentes. En primer lugar tenemos los datos publicados en la década de los años 70 (Wing,
130

1977a: 839, Tabla 1) donde se señala una secuencia para el sitio con el porcentaje de
Camélidos hallados. Para el lapso 7,100-5.800 años a. C. el porcentaje es del 2%, entre 5,800
y 5,100 años a. C. 2%, entre 5,100 y 4,700 años a. C. 3%, entre 4,700 y 4,600 años a. C. 10% y
finalmente entre 4,600 y 4,300 años a. C. 8%. Pero años después, (Wing, 1986: 256, Tabla
10.6) se menciona sólo tres períodos de tiempo, uno entre 10,000 y 5,500 años a. C. con
una cifra de 2.7% para los Camélidos, otra entre 5,500 y 2,500 años a. C. con 3-3% y
finalmente para el lapso 2,500-1,750 años a. C. se dice que los Camélidos aumentaron a
26.7%. A base de la información existente es imposible resolver esta aparente
contradicción.
86 Dada la confusión que se plantea con los datos de Ayacucho, consideramos de interés
consignar aquí algunas conclusiones que han aparecido en diferentes informes. Pero en
este caso no nos referiremos a los sitios sino a las fases que se han elaborado en función
de ellos (lege MacNeish et al., 1983).
87 En el último informe publicado (MacNeish et al., 1980: 7), para la Fase Huanta se indica la
existencia de “... huesos de camélidos...”. Al resumir los datos relativos a esta fase no se le
asigna una fecha, pero en la Tabla 1-1 (MacNeish el al., op. cit.) se indica una antigüedad de
12,000 años a. C. Esto concuerda con un dato anterior (MacNeish, Nelken-Terner, et al.,
1970: 35) donde efectivamente se dice para la misma fase “... huesos de llama o camello...”.
88 La Fase Puente (9,000-7,100 años a. C.) es considerada como correspondiente a cazadores
“... principalmente de venado y algunos camélidos...”, sin embargo los datos relativos a la
caza se dan fundamentalmente a base del tipo de puntas líticas halladas y que nos parecen
bastante especulativos (MacNeish, et al., 1980: 7). Pero ya antes, en un informe preliminar,
para esta fase se había señalado que entre los restos faunísticos había “... mayormente
llama...” (MacNeish, Nelken-'I'erner el al., 1970: 36).
89 En lo que se refiere a la Fase Jaywa (7,100-5,800 años a. C.), Lumbreras (1974: 37) escribió:
“Los restos de llama, asignados por MacNeish... implican que un proceso similar [de
domesticación] estaba en marcha simultáneamente en las serranías. No es posible sin
embargo probar que... los animales fueron domesticados...”. Sin embargo en el último
informe publicado no se menciona para nada la palabra domesticación. Lo que se dice es
que esta Fase corresponde a un patrón de vida estacional, ya que los Camélidos han sido
cazados a mayores elevaciones. Hay un dato interesante, aunque no se ofrece mayor
información, en el que se dice que en heces (aunque no se especifica si son humanas, pero
se puede suponer) se ha encontrado “... presencia de camélidos...” (MacNeish et al., 1980:
8). Sería interesante saber que tipos de restos de Camélidos se pueden reconocer en las
heces.
90 A la Fase Piki se le asigna una fecha que varía entre 6.700 y 5,000 años a. C. y se dice que el
“... limitado número de huesos de venado y camélido sugieren que la caza no fue
importante...”, pero luego se añade que “Sin embargo la caza, sea de tipo emboscada [es
decir: caza especializada de camélido] así como el tipo de caza al acecho [de los venados],
fueron mayormente actividades de campos de estación seca a grandes alturas.”
(MacNeish et al.: 1980: 9).
91 La siguiente fase, denominada Chihua y a la que se asigna fechas que oscilan entre 4,500 y
4,330 años a. C. es, aparentemente, una fase crucial, pues según los autores que escriben el
informe, las evidencias están “... indicando que la gente está acorralando y pastoreando
animales domésticos más que amansándolos como en la fase precedente. Los huesos de
llama sugieren también que se dio alguna suerte de control, tal como la caza selectiva, la
131

matanza de animales machos juveniles, crianza de silvestres y/o amansamiento y/o


domesticación de camélidos, a pesar que la crianza de llama o alpaca completamente
doméstica no se ha producido aún.” Y más adelante se añade que “... la dieta parece
basarse mayormente en los productos de la caza de cérvidos y camélidos, y otras
actividades de crianza, que pudieron haber tenido con los camélidos.” (MacNeish et al., op.
cit.: 10).
92 Finalmente nos referiremos a la Fase Cachi, datada entre 3.100 y 1,750 años a. C. y que
corresponde, siempre según los autores, a una época de vida seminómade y en cuyos
yacimientos se nota la presencia de corrales. “Los análisis preliminares sugieren que los
camélidos, quizá guanacos semi-domésticos, fueron criados en la zona de Puna durante la
estación seca, donde se dio alguna caza y recolección de plantas. Con el inicio de la
estación húmeda, la gente se movió a la Puna baja o a los campos de árboles húmedos
para cultivar la papa, con lo que se dio menos énfasis a las actividades de caza y
pastoreo.”. Los autores plantean un intercambio de productos entre la zona baja y la alta,
y concluyen que “La evidencia por un tal sistema de intercambio no son sólo los grandes
huesos de camélidos que se han encontrado en sitios de poca altura, donde los camélidos
no pueden vivir...”. Es importante indicar que cuando los autores hacen una lista de plantas
cultivadas y animales domésticos dicen “... camélido (probablemente doméstico)...”
(MacNeish el al., op. cit.: 11, el subrayado es nuestro). Hemos enfatizado la creencia de los
autores, que los Camélidos no podían vivir en zonas más bajas de la puna, pues no
concordamos con ella. Se discutirá este asunto más adelante. Si bien MacNeish (1981c:
222) al hacer una síntesis de las investigaciones está de acuerdo que se trata de animales
“... quizá domésticos...”, lo que es repetido por MacNeish y Vierra (1983a: 128), sin
embargo estos mismos autores entran en contradicción en otros capítulos del mismo
informe. Pues siempre refiriéndose a la Fase Cachi, MacNeish y Vierra (1983b: 185)
sugieren “... camelid herding...”, pero ponen en duda que los corrales fueron para
Camélidos, pues usan la palabra “probablemente” (MacNeish y Vierra, op. cit. 235). Pero ya
referente al problema de la domesticación, MacNeish (1983: 272-273) escribió ad litteram
refiriéndose a los Camélidos, que ellos fueron “... reunidos en hatos, amansados o [fueron]
camélidos domésticos...” y luego añade “El otro cambio importante es el uso de camélidos
domésticos, o por lo menos amansados: los camélidos representan alrededor del 20 por
ciento de la dieta de los pobladores ciclas tierras altas y 5 por ciento del consumo de la
población a niveles más bajos, donde pueden haber recibido un intercambio vertical con
los pobladores de la puna.”. Termina diciendo: “Otro aspecto distintivo de las tierras altas
fue la importación del concepto y la práctica de criar camélidos; quizá en tiempos Cachi
alguna variedad de guanaco silvestre o paleollama (Sic !) fueron criados, pero más tarde,
en tiempos cerámicos, los animales criados fueron la alpaca y la llama”. Esto sin eluda,
insistimos, entra en contradicción con la información de los mismos autores, que hemos
señalado anteriormente. Es más, no entendemos como MacNeish se atreve sugerir que el
hombre ha criado Palaeolama cuando de esto no hay ninguna evidencia, hasta ahora, en
todo el Continente Sudamericano y cuando ni siquiera se cuenta con un informe
paleontológico –asunto que ya hemos discutido– que permita saber con seguridad si este
animal fósil realmente se encuentra entre los restos excavados en Ayacucho. Este tipo de
lucubraciones no debería aparecer en informes científicos.
93 Finalmente, y para evitar errores, queremos señalar que inicialmente MacNeish el al.
(1975: 15) señalaron la existencia de seis huesos de llama en el contexto de la Fase
132

Ayacucho (15,500-13,000 a. P.), pero ellos mismos indicaron que estaban “... en contexto
dudoso.”, tan es así que no han sido mencionados posteriormente.

4.2.2 La Costa

94 Hasta aquí hemos discutido las evidencias que hemos podido hallar sobre la presencia de
Camélidos en los yacimientos precerámicos serranos. Trataremos ahora de analizar lo
referente a la costa para la misma época. Ya en 1982 nosotros planteamos este problema (
vide Bonavia. 1982a: 392 et passim), vamos a replantearlo) ahora con mayores evidencias.
95 Sobre este punto han existido opiniones diferentes entre aquellos autores que sostienen
que en la costa, en épocas tempranas, hubo Camélidos y los que la niegan. Lanning (1967a:
63), por ejemplo, ha sido categórico: “Hasta el momento no hay evidencia de llama y
alpaca... en los sitios costeros de este período.” (el autor se refiere al Precerámico final), a
pesar que en 1960, como veremos, él mismo señaló alguna posibilidad. Cohen (1978a: 259)
refiriéndose al Precerámico en general, afirmó prácticamente lo mismo, siguiendo
evidentemente a Lanning. que fue su maestro. Lumbreras (1974: 37) y Tabío (1977: 211)
también son de esta idea, y escribieron que estos animales aparecieron en la costa
solamente en la Época Inicial. Más tarde Cohen (1978b: 122; 1978c: 27), escribiendo
concretamente sobre la Costa Central, zona Ancón-Chillón, afirmó que los Camélidos
hacían su aparición solamente en el Período Intermedio Temprano.
96 Cardich (1980: 117-118) también ha negado categóricamente la presencia de Camélidos en
la costa. Sus argumentos, sin embargo, no son más que la repetición de lo que han venido
sosteniendo otros autores, es decir la “... especialización fisiológica a la vida de las
grandes alturas [de los camélidos], particularmente la alpaca... la vicuña... la llama... y
probablemente en menor grado el guanaco.”. Y luego añade que todo esto se
complementa “... con la comprobación de que el clima costero es perjudicial para las
llamas...” y su fundamento son los estudios de Maccagno (1932) y Jensen (1974) a los que
ya nos hemos referido, sobre todo al último que es muy discutible y falto de sustento
científico.
97 Es interesante, sin embargo, que aún a fines de la década de los años 80, Isbell (1986: s/p),
escribiera: “La dependencia mutua, tanto económica como de intercambio de alimentos
entre los cultivadores serranos y los pescadores costeros durante los tiempos
precerámicos, parece muy improbable. La distancia es grande, especialmente sin las llamas
domésticas como bestias de carga.” (el subrayado es nuestro). Y en 1992, Wheeler et al. siguen
sosteniendo que “Hasta donde nosotros sabemos, la crianza de la llama en la costa
comenzó aproximadamente hace 1,400 años (Pozorski 1979, Shimada y Shimada 1985),
pero la primera clara evidencia de la crianza en esta zona proviene del sitio El Yaral con
una antigüedad de 900 a 1,000 años. Las alpacas pueden haber estado presentes también
en la costa norte del Perú al mismo tiempo (Shimada y Shimada 1985).” (Wheeler el al.,
1992: 470). Esto a pesar que desde la década de los años 70 Wing escribió que “Alrededor
del año 2000 a. C. ambos animales (Camélido y cuy) fueron introducidos en la economía
alimenticia de la costa central peruana. Un milenio más tarde, el uso de estos animales se
difundió sea hacia al norte que hacia el sur a lo largo de las tierras altas del Perú central, y
el uso de los Camélidos en la costa del Perú se hizo más intensivo.” (Wing, 1977b: 17). Y
más tarde volvió a insistir que en el lapso comprendido entre 2,500-1,750 años a. C., es
decir el Precerámico final, hay restos de Camélidos, aunque subraya que éstos “... son
133

abundantes en los sitios costeños sólo después del año 450 el. C.” (Wing, 1986: 255).
Además en 1982 se publicó una reevaluación del problema (lege Bonavia, 1982a: 392-395).
98 Burger (1985b: 276; 1993: 31) es uno de los que comienzan tímidamente a aceptar la
evidencia, cuando escribe que “... restos de camélidos se encuentran raramente en la
basura de los sitios precerámicos tardíos o del Período Inicial temprano en la costa...”. De
opinión parecida es Quilter (1991: 395-396), quien considera que los Camélidos son
introducidos a la costa en tiempos precerámicos tardíos. Es significativo, sin embargo,
que Uhle (1906: 13) desde principios de siglo, al referirse a los kjoekkenmöeddings del Perú
y al describirlos, dice que en ellos hubo una “... especie de auchenia...” y como comentario
añade que “Todavía se encuentran venados en todas partes, en lugares no apartados de la
costa, pero faltan las especies auchenia (huanacos), sobre todo en el norte.”. Los datos de
Uhle han sido confirmados y si bien es cierto que las evidencias que tenemos no son
muchas, ellas existen y las analizaremos en seguida. Antes de entrar en argumento, es
necesario decir que nosotros estamos convencidos que la escasez de datos, no se debe a la
falta de restos en los yacimientos precerámicos, sino fundamentalmente a dos causas
concretas. En primer lugar la mayoría de excavaciones han sido muy restringidas, muchas
veces fueron sólo sondeos de prueba, tan es así que en la Arqueología Peruana, sobre todo
en lo referente al Precerámico, hay falta de estudios integrales de sitios. En otras
palabras, las muestras con las que se cuenta son generalmente muy restringidas y no son
significativas. Y, en segundo lugar, hasta hace muy poco tiempo, no se le daba
importancia a los restos faunísticos y botánicos o se les estudiaba muy superficialmente.
De modo que mucha información valiosa se ha perdido. Se podrá comprobar cuanto
decimos, al ver que muy a menudo no han intervenido especialistas en las
identificaciones osteológicas. No cabe eluda que cuando se trabaje más sistemáticamente,
habrá muchas sorpresas a este respecto.
99 El primer sitio con información corresponde a la Costa Norcentral. Se trata de Los
Gavilanes, en la provincia de Huarmey del departamento de Ancash (para mayor
información sobre el yacimiento, vide Bonavia, 1982a). Allí se ha establecido una
cronología local, subdividida en tres épocas precerámicas denominadas Los Gavilanes 1, 2
y 3. Este yacimiento ha sido un lugar especializado para el almacenamiento del maíz y la
basura correspondiente a desperdicios de materiales de uso diario allí es escasa.
100 En el contexto correspondiente a la Época 3, que tiene una antigüedad de 2,200 años a. C,
se ha encontrado parte de un cráneo de Camelidae. Se trata de un animal adulto (Bonavia,
1982b: 200) y nosotros suponemos que corresponde a llama. Representa el 0.1% de los
restos faunísticos excavados en el sitio (Wing y Reitz, 1982: Cuadro 19, 192-193). (Wing en
una publicación posterior señaló 0.9% [Wing, 1986: 258, Tabla 10.7] pero esta cifra
corresponde a los análisis preliminares cuyos resultados luego fueron rectificados).
Además, en el mismo contexto, se ha encontrado pelo de alpaca (Lama pacos) y algunos
tejidos con lana de alpaca (Bonavia, 1982a: 102-103, Cuadro 5 y 297, 302 y Fotografía 78;
1982b: 201). En el contexto de la Época 2 (2,800 años a. C.) también hubo algunos tejidos
con hilos de lana de alpaca. Otros restos de lana estaban en un contexto no seguro y
podrían corresponder a la Época 1 o en todo caso a la 2.
101 Pero hay que decir además, que en los contextos de las tres épocas (para la Época 1 no se
ha obtenido fechas absolutas, pero su antigüedad es mayor que 3,000 años a. C). se ha
hallado abundante cantidad de excrementos de llama (Lama glama) (Bonavia, 1982c
225-226). Estos excrementos han sido analizados y se ha podido reconstruir la dieta de los
animales (Jones y Bonavia, 1992). A ella nos referiremos oportunamente.
134

102 Todas las evidencias de este yacimiento sugieren que, durante la Época 3, los depósitos de
Los Gavilanes eran llenados con maíz, el cual era transportado del valle vecino al sitio con
hatos de llamas (Bonavia, 1982a: 271, 272-273, Dibujo 64 y 395). Es evidente que las llamas
venían hasta el sitio también en las dos épocas anteriores, es decir durante las
ocupaciones Los Gavilanes 2 y 1, pero sobre esto no conocemos mayores detalles. Dada la
mínima cantidad de restos óseos que hubo en la basura, se puede deducir que estos
animales fueron comidos muy esporádicamente.
103 En la parte norte del departamento de Lima (provincia de Chancay) se encuentra el sitio
Río Seco del León (aunque en la literatura se le llama mayormente Río Seco solamente) y
corresponde al Precerámico final. Aquí los datos son confusos. En un primer informe
(Engel, 1956: 134), se señala que entre los restos óseos “... hay probablemente huesos de
camélido.”, luego se escribe que “Algunos huesos de Río Seco (Chancay) pueden ser de
llama...” (Lanning, 1960: 41). Pero Wendt (1963: 2,37: 1976: 19) afirma que hubo “... restos
de cérvido y camélido (¿guanaco?)...” y dice además que se trataba de una mandíbula
inferior.
104 El famoso sitio de Ancón (departamento y provincia de Lima) a pesar de ser muy rico en
restos de basura de los tiempos precerámicos, no ha sido nunca objeto de una
investigación minuciosa y en verdad contamos con escasa información. Maldonado
(1952a: 73) ha escrito que “Del gran basural de Miramar, en Ancón, he recogido
excremento suelto de auquénidos, diseminados en toda la masa del basural, de todos los
períodos culturales de esa zona, desde la base de los montículos hasta la misma cima.” y
explica que el excremento “... conserva su forma natural...”. Obviamente es imposible
señalar la época de estos restos. Es posible, por la ubicación del sector, que se trate más
bien de restos correspondientes al Horizonte Medio o tiempos posteriores, pero podría
haber algún componente más antiguo. Consideramos, a pesar de la vaguedad, que el dato
es interesante.
105 Moseley (1972: 29) por su parte, ha informado que en el área Ancón-Chillón, en la
excavación de uno de los sitios correspondientes a lo que Lanning denominó Fase
Encanto, y que comprende un lapso que se extiende entre los 4,200 y 2,500 años a. C, se
encontró “... varios huesos de camélidos.”. Por su parte Rick (1983: 32) sin mayores
evidencias, sólo comenta que en tiempos precerámicos, en las lomas de Ancón, hubo “...
posiblemente animales de pastoreo como camélidos...”. Suponemos que se refiere a los
trabajos que realizó Lanning en la década de los años 60.
106 Uno de los conocidos sitios de Época Precerámica tardía que está situado cerca de la
desembocadura del río Chillón al mar (siempre en el departamento de Lima y provincia
homónima), es El Paraíso. Hay muchos informes sobre este sitio, pero en ellos no hay
ningún dato sobre Camélidos. Contamos solamente con la información de Reitz (1988b:
35) que dice que “ En una muestra de 1/4 de pulgada... se ha identificado... Camelidae...” y
como fuente se remite a la Tabla 10 (Reitz, op. cit.: 53) que es un sumario de MNI y Biomasa
de El Paraíso, la que a su vez se remite a un informe inédito de Wing (1985).
107 La única otra información que tenemos, es la de Quilter, que trabajó en el lugar, y en una
ponencia leída durante la Primera Convención de Arqueología Andina (3 de junio de 1988)
a la que hemos asistido, dijo que había coprolitos de Camélidos, pero que no estaban en
un contexto seguro. Posteriormente Quilter et al. (1991: 280) indican que en general en la
parte que ellos excavaron en El Paraíso, los restos de mamíferos terrestres eran muy
escasos y mencionan dos huesos de Camélidos, ellos también en un contexto no seguro, y
135

que podrían provenir de una ocupación posterior, sobrepuesta a la precerámica, y


correspondiente al Período Intermedio Temprano.
108 Lo que sí ha informado Engel (1966b: 62, 65; 1967: 265, 267), es el hallazgo de lana en El
Paraíso, aunque escasa, y que ella “... proviene posiblemente del guanaco Lama huanacus
(Sic!)...”.
109 Al sur de la Capital peruana (a 65 km), siempre en la provincia de Lima (del departamento
homónimo) está el sitio Paloma, que corresponde a una ocupación que oscila entre ca.
5,700 y 3,000 años a. C. (Reitz, 1988a: 311). Benfer (1983: 5; el trabajo ha sido publicado en
1984) ha escrito que en el nivel más tardío del sitio hay restos de guanacos. En efecto Reitz
(1988a: 316) especifica que “Se ha identificado... Camelidae, probablemente guanaco (
Lama guanicoe), en las muestras. Los guanacos son conocidos por frecuentar los llanos
costeros durante la estación de neblina invernal (Grimwood 1969). Grimwood describe
inclusive que estos animales fueron abundantes en la costa alguna vez (1969: 71)... las
muestran sugieren que animales jóvenes estuvieron entre los guanacos que frecuentaron
las lomas de Paloma, pero ello no indica necesariamente que los animales nacieron allí.”.
Y en otro informe, la misma Reitz (1988b: 40, Tabla 2) señala que cf. Camelidae,
posiblemente guanaco, representa en el sitio el 1.0% y Camelidae, guanaco el 5.7%. Y se
especifica que uno de los animales tuvo más de 18 meses, otro fue joven y otro adulto.
Muchos otros no pudieron ser identificados (Reitz, op. cit.: 34).
110 Un poco más al sur de Paloma, se encuentra el valle de Chilca (en el departamento de
Lima, provincia de Cañete). Allí hay un yacimiento conocido como Chilca, donde se
encontró un maxilar “... que parece ser el de un auquenidae...” y también se menciona la
existencia de lana de vicuña (Engel, 1964: 149-150, Fig. 11). Según Engel (1966a: 80) se
trataría de “vicuña” y su antigüedad sería de 3,025 años a. C. Wing (1977b: 16) confirma el
hallazgo, pero no especifica de que especie se trata. Además la fecha que ofrece es
discordante con la de Engel (loco citato). Su comentario es el siguiente: “El Período 7
(2,500-1,750 a. C.) marca también la época en que se han encontrado por primera vez
restos de camélidos de un sitio costeño, el de Chilca.”. En un trabajo posterior (Wing,
1977b: Tabla 17) indica que este resto representa el 3% de los restos faunísticos del
yacimiento, aunque más tarde (Wing, 1986, 258, Tabla 10.7) lo representa con el 4.4%.
111 En lo que se refiere a Chilca, hay otra información que debe ser tomada con las reservas
del caso. Es así que Fung (1969: 64) refiriéndose probablemente a la ocupación anterior al
Precerámico final, afirma que “Los moradores de estas casas desconocían el algodón,
usando en su lugar la lana de vicuña para fabricar hilos.”, y atribuye esta información a
Donnan (1964) y Engel (1966a). Hay un problema, sin embargo, pues en ninguno de los dos
artículos citados se menciona esto. Lo que Engel (1966a: 31) afirma es algo muy diferente,
es la existencia de “... vestidos de piel de vicuña o de guanaco...” en el área que se
extiende desde Chilca hasta Nasca y en época mucho más temprana. Sin embargo en otro
informe, al que posiblemente quiso referirse Fung, Engel (1964: 149) escribió que la lana
de vicuña “... está presente en Chilca, donde sirve para fabricar cordeles.”. Cabe sólo
preguntarse ¿porqué este autor no repite esta información en ninguno de sus otros
trabajos?
112 En la provincia de Cañete del departamento de Lima, al borde de la Carretera
Panamericana, se encuentra una gran zona arqueológica en la localidad de Asia. Se excavó
un sitio, denominado Asia, Unidad 1. Allí Engel (1963: 52) al hablar de los huesos largos de
mamíferos, dice que son de difícil identificación y que podrían ser de venado, vicuña o
alpaca. Pero se trata, como en la mayoría de los informes de Engel, de opiniones de un
136

lego, pues un informe de un especialista nunca se ha publicado. Además, se informa el


hallazgo de una bolsa y otros fragmentos de tejidos de lana y se dice que “Posiblemente
vicuñas o alpacas fueron peladas para la lana, pero sospechamos que la piel de zorro,
otros felinos y otros animales salvajes pudieron ser usados...” (Engel, 1963: 25). La ligereza
con la que se trata el asunto es evidente y no necesita comentario.
113 El mismo Engel ha excavado el sitio de Cabezas Largas, en la zona de Paracas
(departamento de Ica, provincia de Pisco). Es un yacimiento que tiene la antigüedad de
3,000 años a. C. Allí se exhumó una serie de esqueletos que, entre otras cosas, estaban
envueltos en mantos de ‘’... pieles de vicuña...” (Engel, 1960: 15). Se especifica que “Se
trata de piel, no curtida (despellejada) de un auquénido, según dicen los peruanos,
verosímilmente de vicuña.”. De estos mantos no quedaban sino fragmentos (Engel, 1960:
17). Engel (op. cit.: 23) ha hecho el siguiente comentario: “La abundancia de pieles, que no
pueden ser que de un auquénido, habla a favor de un contacto con la serranía. No es
imposible, sin embargo que un auquénido no domesticado haya podido vivir en el valle
sombreado y cercano del río Pisco.“. Tampoco en esta oportunidad ha intervenido un
especialista, de modo que la identificación, hecha por los trabajadores de Engel, deja
muchas dudas. Sería más lógico pensar que se trata de pieles de guanaco, que en esos
tiempos abundaban en las lomas de la Costa Sur. Sin embargo Engel estuvo convencido
que se trataba de vicuña, pues en otro trabajo (Engel, 1964: 149-150) vuelve a decir que en
Paracas y en Río Grande (en el departamento de Ica, provincia homónima), se ha
encontrado lana de vicuña, aunque se señala que en Paracas no hubo huesos de este
animal. Como siempre no se ofrece ningún detalle de estos hallazgos.
114 Además, Engel (1964: 149) afirma que “... lana de vicuña es utilizada en abundancia en
Paracas y en Río Grande...”. Los restos de Paracas corresponderían al Precerámico V (en la
terminología de Lanning, 1967a) y los de Río Grande al Precerámico final (VI).
115 En uno de los últimos informes publicados por Engel (1981) se menciona el Villorrio 514,
Santo Domingo de Paracas, al que se atribuye una antigüedad de 4,000-3,000 años a. C.
aunque se sugiere que no hay fecha exacta. Allí se habla de huesos de mamíferos y se dice
“... aparentemente de Camelidae.” (Engel, op. cit.: 34). Luego se dice que en la Carpa VIII se
encontraron “... algunos pelos de camélidos...” (Engel, op. cit.: 36). Al describir la Tumba 2b
en la que había dos cadáveres, uno de un adulto y otro de un niño, se afirma que la cabeza
del niño “... estuvo envuelta en una piel de vicuña...”. Sobre el cuerpo del adulto,
aparentemente quedaban restos de otra parecida. Y finalmente en la Tumba 3, se
encontró un pellejo de vicuña, elaborado en forma de bolsa (Engel, op. cit.: 36). Una vez
más no hay ninguna seguridad de estas identificaciones.
116 Finalmente el mismo Engel (1981: 24) informa que en Pampa Colorada, al sur de Ocoña (en
el departamento de Arequipa, de la provincia de Camaná), en un sedimento que estaba
debajo de la capa de arena, y que correspondería al Holoceno temprano, había huellas de
las patas de guanaco. Es imposible hacer cualquier inferencia sobre este dato.
117 (Para la ubicación de los sitios mencionados vide Figura 9).
137

Figura 9. Ubicación de los sitios arqueológicos correspondientes a la Época Precerámica, en los que
se ha encontrado restos de Camélidos.
1 - Cueva clel Guitarrero
2 - Lauricocha
3 - Piedras Gordas
4 – Pachamachay
5 – Panaulauca
6 – Telarmachay
7 – Acomachay
8 – Cuchimachay
9 - Uchcumachay o Tilarnioc
10 - Tres Ventanas
11 - Ruyru Rumi
12 – Chupas
13 – Huaricoto
14 – Kotosh
15 – Caliavallauri
16 – Pikimachay
17 – Jaywamachay
18 – Ayamachay
19 – Puente
20 - Los Gavilanes
21 - Río Seco del León
22 – Ancón
23 - El Paraíso
24 – Paloma
25 – Chilca
26 – Asia
27 - Cabezas Largas
28 - Santo Domingo de Paracas
138

4.3 Período Inicial (1,800/1,500 años a. C.-900 años a.


C.)
118 Como ya se ha mencionado anteriormente, hay varios autores que han insistido sobre la
presencia de Camélidos domésticos aunque con énfasis en la llama, en la Época Inicial,
unos refiriéndose a la costa (e. g. Lumbreras, 1974: 37) y otros a la costa y a la sierra (e. g.
Tabío, 1977: 212). Pero en estas afirmaciones generales no hay evidencias precisas. Vamos
a ver, entonces, cuales son los ciatos que tenemos.

4.3.1 Las Serranías

119 Siguiendo la misma secuencia que hemos empleado para la Época Precerámica,
comenzaremos con las serranías altas. En la zona del Callejón de Huaylas tenemos noticias
de dos yacimientos. El primero es Tecliomachay, ubicado en la vertiente occidental de la
Cordillera Negra, sobre las nacientes del río Sechín (laguna Canchiscocha) en la quebrada
Cercocancha, a 4,650 msnm. Según Malpass (1983: 7), allí hay una sola ocupación del
Período Inicial tardío. Ésta corresponde a un grupo cuyos componentes “... se ocuparon
del pastoreo de llamas domésticas.”. De los restos óseos se ha podido identificar sólo el
27.5%, y de éstos el 91% es de Camélidos.
120 El otro yacimiento del Callejón de Huaylas es PAn 12-51, pero no conocemos su ubicación
exacta. Por la sigla se deduce que está en la provincia de Recuay (lege Bonavia, 1966: 13).
Sabemos sólo que está en la parte alta. Aparentemente tiene una ocupación importante de
esta época, y los Camélidos representan el 84.8% de los restos de la fauna (Wing, 1980: 157,
Tabla 8.2).
121 En el área de Junín tenemos datos para algunos de los sitios a los que nos hemos referido
ampliamente en la parte relativa a los tiempos precerámicos. No volveremos a insistir,
por eso, sobre su ubicación geográfica.
122 En Pachamachay, para la ocupación con cerámica, el cuadro es confuso, pues hasta la
fecha ni Matos ni Rick han cumplido con publicar los datos, mostrando el material
excavado. En un primer informe (Matos y Rick, 1978-1980) se presenta los materiales en
una “división global tentativa” y lo único que se desprende es que la cerámica
corresponde al “Desarrollo Regional y Formativo”. A la “Época cerámica” se le asigna un
97.6% de Camélidos (Matos y Rick, op. cit.: 44). Por las fechas que se asignan a los
diferentes niveles (Matos y Rick, op. cit.: 46, Fig. 6) teóricamente debería haber material
correspondiente a la Época Inicial.
123 En otro informe, Rick (1980: 243, Tabla 10.1) repite exactamente la misma información y
dice que los datos corresponden a la excavación de Matos. Finalmente en un último
trabajo (Rick, 1983: 146, Tabla 5) reitera el mismo porcentaje, insiste que se trata de los
materiales excavados por Matos, y refiriéndose a la cerámica, lo único que dice es que ella
pertenece a la “Época Formativa”, lo que obviamente es muy vago.
124 En el caso de Telarmachay, aun no se ha publicado la información relativa a los tiempos
cerámicos, aunque sabemos que están en fase de estudio.
125 Desde un principio Lavallée (1979: 116) señaló que “... los niveles formativos contienen
una cantidad aún más elevada de material óseo (hasta 70%/75% de todos los vestigios
recogidos), con una proporción más fuerte de camélidos (promedio de 90%)”.
139

Posteriormente Lavallée y Julien (1980-1981: 106) reiteran que en la época Formativa los
recursos se han basado esencialmente en el consumo de Camélidos, en una proporción del
82 al 90%. Añaden, además, que en el Estrato III (datado 1,400-1,500 años a. C. [para los
fechados vide Lavallée y Julien, op. cit.: 102]) hay una proporción de más del 60% de
Camélidos neonatos y muy jóvenes con respecto a otros animales de la misma especie
(concretamente 21% de adultos, 18% de jóvenes y 61% de muy jóvenes). Mientras que en el
Estrato II (fechado entre 700 años a. C. y 200 años a. C.), la proporción de individuos muy
jóvenes es del 35%, mientras que los jóvenes representan el 16% y los adultos 49%.
126 En el caso de Uchcumachay (Tilarnioc) los datos también son vagos y escuetos. Kaulicke
(1979; 108) sólo dice que en los niveles Formativos hay más del 90% de Camélidos.
127 Entre los sitios de los valles serranos, tenemos en primer lugar Huacaloma. Está situado
en el límite de los suburbios de la ciudad de Cajamarca, hacia el sur (en el departamento
de Cajamarca, provincia homónima), a 2,700 msnm. Allí se ha podido distinguir dos fases,
una denominada Período Huacaloma Temprano y que corresponde al Período Inicial
temprano y otra denominada Período Huacaloma Tardío y que corresponde al Período
Inicial tardío, antes de la llegada a Cajamarca del fenómeno Chavín. Inicialmente Terada y
Onuki (1982: 253) señalaron que en la Fase Huacaloma Temprano, entre los restos
faunísticos había una gran abundancia de huesos de Cérvidos y “... una extrema escasez
de huesos de llama.”. Esto ha sido corroborado posteriormente por Melody Shimada
(1982: 308-309), que señala concretamente 60% para los venados y 16% para los Camélidos,
aunque admite que la muestra es pequeña. Ella hizo los siguientes comentarios “....los
materiales recuperados parecen ser de un contexto secundario de basura y los huesos de
camélidos hallados pueden haber sido procesados en otro lugar.”. Y luego añade: “La
mayoría de los huesos de camélidos son de individuos no maduros, y considerando la
dependencia de la caza del venado, parece razonable sugerir que ellos fueron formas
silvestres.”. Cuando años después la misma autora (Melody Shimada, 1985; 291) escribe
sobre el estudio de nuevas colecciones del Período Huacaloma Temprano, insiste que la
muestra faunística es extremadamente pequeña y que en ella no hay Camélidos. Pero
recuerda que en las muestras recogidas en 1979, había algunos huesos de Camélidos.
128 Shimaela et al. (1982: 142) están también de acuerdo que los animales encontrados en esta
fase fueron silvestres, pues observan que “... la abundancia de puntas de proyectil
[existente en la Fase Huacaloma Temprano] se reduce significativamente en los períodos
siguientes, cuando los huesos de camélidos predominaban entre los restos de la fauna. La
fuerte dependencia de la caza de los venados durante estos dos períodos, corrobora el
planteamiento de que los camélidos estaban presentes en forma salvaje.”.
129 Al referirse al material del Período Huacaloma Tardío excavado en 1979, Melody Shimada
(1982: 309) señaló que había una ausencia casi total de Camélidos. Pero añadió que no
estaba claro si la muestra ha sido muy pequeña o la ausencia refleja una realidad. Y la
autora tenía mucha razón en su sospecha, pues con los trabajos posteriores el cuadro
cambió. Es así que en estos nuevos materiales, se nota la aparición de Camélidos y la
pérdida de importancia de la caza. Al juzgar por el informe, esta transición parece haber
sido gradual, pues hay un momento en el que los venados y los Camélidos aparecen en
proporciones casi iguales (54% y 46% respectivamente de los artiodáctilos identificados).
Además, menos de la mitad de los huesos de Camélidos corresponden a formas adultas
(Melody Shimada, 1985: 292).
130 Según Shimada (op. cit.: 292) las medidas de los Camélidos caen dentro de la forma más
grande guanaco/llama. Ella ha calculado que el 45% sobrevivió el primer año y el 37%
140

pasados los 42 meses. De los restos hallados (que no son muchos), la mayoría son entre
adultos y juveniles y el 22% formas fetales/neonatos. (Nota bene. Los porcentajes no
aparecen en el informe, han sido calculados por nosotros a base de los datos que allí se
consignan). Indica Shimada, además, que menos de la mitad de los Camélidos matados en
éste y en los períodos siguientes, parecen haber sido utilizados primariamente para
alimento, pues eran adultos.
131 Este cambio en la economía de la Fase Huacaloma Tardío, ha sido comentado también por
Terada y Onuki (1985: 272). Ellos escribieron que “Un cambio significativo se produjo a
fines del Período Huacaloma Tardío o el inicio del Período Layzón, cuando se introdujo la
domesticación de los camélidos. La gente del Período Huacaloma tardío parece haber sido
renuente en un comienzo a aceptar la domesticación, pero las dificultades siempre
mayores para capturar venados, le pueden haber enseñado a cambiar hacia la crianza de
camélidos, que tuvo una larga historia en la región más sureña.” (el subrayado es
nuestro). Y más adelante (Terada y Onuki, op. cit.: 273) insisten que “La domesticación de
los camélidos fue introducida como una actividad importante de subsistencia.”.
132 Sobre este yacimiento hay que plantear un problema que es importante y que ha sido
señalado por Burger (1984a). Según Terada y Onuki (1982: 261) la Fase Huacaloma Tardío
se parece a las Fases Urabarriu y Chakinani de Chavín de Huántar y concluyen que
Huacaloma Tardío puede ser contemporánea con la Fase Chakinani. Por otro lado Melody
Shimada (1982: 318) afirma que en la Fase Layzón (que es posterior) de Cajamarca y en
Chavín de Huántar, la domesticación de estos animales se habría producido al mismo
tiempo.
133 Ahora bien, según Burger (op. cit.: 432) la transición a la utilización siempre mayor de
Camélidos domésticos en Chavín de Huántar se presenta en la Fase Urabarriu, y luego en
Chakinani y Janabarriu se produce la dependencia casi exclusiva de las llamas para carne.
Es por eso que Burger señala que si Terada y Onuki no están equivocados, es Shimada la
que se equivoca, ya que en Chavín de Huántar el fenómeno es muy anterior, quizá
contemporáneo con parte de la Fase Huacaloma Tardío. Esto es algo que queda por
dilucidar, aunque la posición de Burger nos parece correcta.
134 En la parte septentrional del departamento de Ancash, al sur de Corongo, en la provincia
homónima, se encuentra el sitio La Pampa. Está sobre el río Manta, tributario del río
Santa, a 1,800 msnm. Sobre el componente osteológico de este yacimiento hay un informe
de de Macedo, en el que se presenta tan solo la identificación de los huesos, sin
comentario alguno (Macedo, 1979: 97-98). Se desprende de la Tabla 1, que es la única
información, que en las fases Yesopampa y Tornapampa, prácticamente no hay Camélidos
(1 hueso en cada caso). La fase Yesopampa corresponde al Período Inicial y Tornapampa
no es muy claro, mientras que la fase Caserones es del Horizonte Tardío. (Vide Terada,
1979).
135 En el sitio de Huaricoto, en el Callejón de Huaylas, al que ya nos hemos referido, hay
también un material correspondiente al Período Inicial. Se puede subdividir en un
componente más temprano y otro más tardío. El más temprano, denominado Fase Toril,
según Burger (1985a: 507, Fig. 2; 532, Fig. 2) debe ser la parte final de este período, pues le
asigna una fecha de 1,500-1,400 años a. C. y lo considera paralelo en tiempo con Kotosh
Wairajirca. La cantidad de Camélidos corresponde al 31.3%. Pero hay otro componente
más tardío, que cronológicamente está situado en la transición entre el Período Inicial y
el Horizonte Temprano, y al que se le ha fechado entre 1,400 y 700 años a. C. Es
141

contemporáneo con la Fase Kotosh Kotosh de Huánuco y Urabarriu de Chavín de Huántar


y en él los Camélidos representan el 26.8% del total de restos faunísticos.
136 Los materiales de Kotosh han sido estudiado por Wing la cual refiriéndose a la fase Kotosh
Wairajirca, inicialmente señaló que los Camélidos representaban el 20% (Wing, 1972: 331,
Tabla 3). Cifra parecida (21%) ha sido citada posteriormente (Wing, 1977a: 839, Tabla 1).
Sin embargo en un informe más reciente (Wing, 1980: l60, Tabla 8.4), la cifra relativa a los
Camélidos, ha sido aumentada a 28.8%, aunque parece que en este caso se ha considerado
a las Fases Kotosh Wairajirca y Kotosh Kotosh juntas. Con respecto a estos restos, Wing
(1972: 366) comentó que a pesar que se tiene poco material, “... los grandes camélidos son
guanacos y los pequeños son vicuñas.”, y que “... la evidencia de una abundancia creciente
de camélidos en Kotosh... indica la difusión de un uso mayor de camélidos en los valles de
las serranías sea al norte que al sur del Perú central.” (Wing, 1977b: 16).
137 Para la Fase Kotosh Kotosh, Wing (1972: 331, Tabla 3; 1977a: 839, Tabla 1) ha indicado que
la presencia de Camélidos corresponde al 31%.
138 Para el área de Ayacucho no hemos podido conseguir datos concretos para este Período,
tenemos sólo unos comentarios generales de MacNeish et al. (1980: 12) que se refieren a la
zona comprendida entre Andamarca (en las alturas de Chupas, a 3,600 msnm) y Wichqana
(cerca de la ciudad de Ayacucho), en un lapso que según los autores oscila entre 2,213 y
1,670 años a. C. Mencionan la existencia de sitios de almacenamiento y “... corrales a
menudo con huesos de camélidos, [que] pueden indicar que esos centros, a elevaciones
intermedias, fueron los centros de redistribución que unían socialmente no sólo a las
comunidades de lugares más altos y más bajos, sino también a las economías de
agricultura de sitios más bajos con aquellas de sitios más altos que tenían un patrón de
subsistencia basado en la crianza de rebaños y cultivo de tubérculos.”. Obviamente todo
esto deberá ser avalado con información concreta.
139 Sobre el sitio de Waywaka, cerca de Andahuaylas, a 2,940 msnm (en el departamento de
Apurímac, provincia de Andahuaylas) ha informado Grossman. Él ha publicado los
resultados de una identificación inicial, hecha en 1971 y luego la de otra posterior, de
1983. Inicialmente Grossman (1983: 63, Tabla 3) subdividió al estilo Muyu Moqo en dos
fases correspondientes al Período Inicial, una temprana y otra tardía. En la Fase Muyu
Moqo Temprano, la cantidad de Camélidos representaba el 42.9% y en el Tardío 77.8%.
Posteriormente Grossman (1983: 73. Tabla 4) refinó su secuencia y subdivide al estilo
Muyu Moqo en A, B y CD. Muyu Moqo A y B corresponden al Período Inicial temprano y
tienen un componente de Camélidos de 72.7% y 64.3% respectivamente. Muyu Moqo CD,
lo asigna al Período Inicial tardío, con una cantidad de Camélidos que alcanza el 68.6%.
140 Grossman (1983: 64-65) señala la dificultad que existe para definir lo que es un animal
doméstico y dice “... yo no creo que nosotros podemos sugerir razonablemente que un
grupo estuvo domesticando y controlando el acceso a una gran cantidad de camélidos
hasta que o a menos que podamos demostrar que ellos utilizaron una gran cantidad de
estos animales en grandes concentraciones fuera de su hábitat natural.”. Basándose en
Wing (1977[c]: 124), en el sentido que los datos pueden indicar una baja diversidad de
especies, con el claro predominio de una o dos de ellas y tomando en cuenta la baja
densidad de todas las identificadas en Muyu Moqo, así como la falta de un claro
predominio de los Camélidos sobre los Cérvidos y los cuyes, concluye que parece dudoso
que los habitantes de este lugar fueran criadores. Y a pesar que se ha señalado que la
domesticación fue probablemente un proceso largo en el que está involucrado el hombre,
el autor cree que en el caso de los tiempos de Muyu Moqo este proceso en Waywaka no
142

está claro hasta la ocupación Qasawirka, que corresponde al Período Intermedio


Temprano. Es denotar que ésta es la única opinión discordante, y la discutiremos a su
debido tiempo.

4.3.2 La Costa

141 Vamos a revisar ahora la información relativa al Período Inicial en la costa.


142 Víctor Vásquez S. (in litteris, 17 de julio de 1992) nos informa que en el sitio de Puemape
(en la costa del departamento de La Libertad, provincia de Pacasmayo, distrito de San
Pedro de Lloc), en asociación con restos Cupisnique, se ha encontrado solamente dos
huesos correspondientes a Lama sp.
143 Si bien no tenemos datos concretos, parece que en las tumbas cupisnique que excavó
Rafael Larco Hoyle (1941: 164) en el valle del Chicama, había ofrendas de llamas, pues éste
escribió que encontré) “... algunos huesos... pertenecientes probablemente a llama.”. La
presencia de este animal entre los cupisnique es corroborada por Bird, quien en ese
entonces estuvo trabajando en la zona y conocía las investigaciones de Larco. Este señaló
que en una de las estructuras se encontró “... llamas sacrificadas.” (Bird: 1954: 3).
144 Para el complejo Caballo Muerto, en la parte media del río Moche (17 km tierra adentro),
del departamento de La Libertad hay un poco más de información. La referencia concreta
es a la Huaca Herederos Chica, que es una de las más antiguas del complejo, y corresponde
en términos de tiempo a la transición entre el Período Inicial y el Horizonte Temprano.
145 Desde los primeros informes (Pozorski Shelia, 1976: 101-102, 105 y 111) se señalé) la
presencia de restos de Camélidos, aunque en porcentaje muy bajo, pues se contaba con
sólo 4 huesos, atribuidos probablemente a Lama glama. Estos restos mostraban huellas de
cortes para desarticularlos del esqueleto. En todos los informes posteriores y en los
comentarios de los autores que retomaron el dato, se consigna ya la cifra exacta del
porcentaje de Camélidos presentes en este sitio, y que es de 14.4% (Pozorski Shelia, 1976:
336; 1979a: 169, Tabla 1; 1983: 30, Tabla 5; Pozorski y Pozorski, 1979: 427, Tabla 4; Shimada
et al.: 1982: 141; Novoa y Wheeler, 1984: 124; Shimada y Shimada, 1985: 9-10).
146 Shelia Pozorski (1976: 111) comentó que el uso de los Camélidos como alimento, fue un
elemento importante en el patrón de subsistencia de Caballo Muerto, ya que animales tan
grandes pueden proveer potencialmente una fuente de proteína estable para la población
del interior y que ella es tan segura como la de los mariscos. Se insiste que no hay
seguridad en la identificación, pero que “probablemente” se trata de Lama glama (Pozorski
Shelia, 1979a: 174).
147 Es interesante señalar que los Cérvidos muestran una presencia ligeramente mayor con
17.6% y que éstos, junto con los Camélidos, eran los que proveían prácticamente de toda
la carne a los pobladores de la Huaca Herederos Chica. Partiendo de la evidencia de la
dome sticación de los Camélidos en las serranías, Shelia Pozorski (1983: 33) dice que “...
hay poca duda que los camélidos identificados de Caballo Muerto, fueron introducidos en
el valle de Moche desde las serranías en forma doméstica. Huellas de carnicería de
algunos huesos... demuestran su uso como alimento a pesar que ellos pueden haber
servido como bestias de carga, para lana o haber sido utilizados en funciones
ceremoniales. Restos de camélidos han sido descubiertos en varios montículos más
tardíos del Complejo Caballo Muerto, factor que sugiere, lo que no sucede con los
cérvidos, que los camélidos persisten como una importante fuente de carne.”. Conceptos
143

similares vierten Pozorski y Pozorski (1979; 428), pero añaden que “La continua presencia
de estos animales en varios sitios del valle, sugiere que, a diferencia del venado, los
camélidos han persistido como fuente de carne, a lo largo de la duración de la ocupación
de Caballo Muerto.”.
148 Pozorski y Pozorski (1979: 430) suponen que el venado fue eliminado muy rápidamente y
en forma masiva en la zona de Caballo Muerto y es por eso que los pobladores adoptaron
los Camélidos domésticos. Thomas Pozorski (1982: 232) añade que en los primeros
tiempos, la llama estuvo en tercer lugar de importancia, detrás de los mariscos y el
venado. Más tarde desaparece el venado y las llamas reemplazaron esa porción de la
dieta, compitiendo y quizá sobrepasando la importancia dietética de los productos
marinos.
149 Supone Thomas Pozorski (1982: 232) que las llamas pastaban al borde de los canales de
riego y del río y cita a Cardozo (1954: 66-67) para señalar que “... las llamas prefieren las
plantas silvestres del altiplano, sin embargo, en el pasado, ellas prefirieron las plantas
silvestres de las costas antes que las cultivadas. Algún forraje debió buscarse en las partes
altas del valle. Lo más probable es que no hubo nunca tantas llamas que fuera necesario
tener campos cultivados especiales para alimentarlas.”. Como ya lo hemos señalado, hay
que tener mucho cuidado con las citas de Cardozo. La mayoría de sus trabajos son
altamente especulativos y no muestra en ninguno de ellos un buen manejo de las fuentes
y desconoce, además, la literatura arqueológica.
150 Shimada et al. (1982: 141) y Shimada y Shimada (1985: 9-10) no hacen más que repetir esta
información, lo mismo que Novoa y Wheeler (1984: 124), aunque este último trabajo es de
síntesis y llama la atención que para el Período Inicial se cite sólo los datos de Caballo
Muerto, olvidándose la otra información que estamos mencionando. Y que se diga,
además, que “La evidencia de la primera difusión a la costa de camélidos domésticos
proviene de Caballo Muerto...”, cuando hay datos para los tiempos precrámicos.
151 Un poco más al Sur, en el valle del Virú (siempre del departamento de 1.a Libertad,
provincia de Trujillo, distrito de Virú), hay un yacimiento que recibe varias
denominaciones. Así se le conoce como Huaca Negra, Huaca Prieta de Guañape, Templo de
las Llamas e inclusive con el nombre del lugar geográfico donde se encuentra, es decir
Cerro Prieto de Guañape. Allí Strong y Evans (1952: 27-34) encontraron cuatro entierros
de llama. Raymond M. Gilmore, que estudió los restos, dice que son o llamas o alpacas,
pero que es más seguro lo primero.
152 A este respecto surge sin embargo un problema. Willey (1953), que trabajó en la zona,
menciona Huaca Prieta de Guañape y en su numeración corresponde a la sigla V71.
Resulta que en el gran mapa que se incluye en el libro, este sitio no corresponde a la
ubicación de Huaca Prieta de Guañape, pues está tierra adentro y más al norte que ésta. Se
trata sin duda de un error de ubicación, pues Willey (op. cit.: 44) especifica que el sitio está
situado “... cerca de la playa...”. Pero hay otro problema más. Willey (op. cit.: 56) dice
claramente que allí se encontraron “... dos entierros de llama...”. Lo que no está claro es si
Willey se refiere al hallazgo de Strong y Evans y comete un error señalando dos en vez de
cuatro entierros, o si se trata de dos entierros adicionales a los que encontraron Strong y
Evans. Da la impresión que lo segundo es lo correcto, pues las observaciones de Willey son
posteriores a las de Strong y Evans, ya que él en su libro se refiere a los trabajos de estos
autores (Willey, op. cit.: 57). De todos modos, es interesante el comentario que hace Willey
(op. cit.: 48) refiriéndose a Huaca Prieta de Guañape, que define como un “edificio
especial”. Dice que “Los entierros de llama que se han encontrado allí pueden haber sido
144

ofrendas votivas. ¿Éste y los otros edificios de este período [el autor se refiere al Período
Guañape, que es la ocupación del valle del Virú que corresponde al Período Inicial],
pudieron ser corrales de llamas?”.
153 Este hallazgo ha sido citado innúmeras veces (Lumbreras, 1974: 52; Shimada y Shimada,
1985:10; Pozorski Shelia, 1976: 240; Pozorski y Pozorski, 1979: 430-431). Y Pozorski y
Pozorski (1979: 431) consideran que los Camélidos “... pueden haber sido proporcionados
por algún centro de tierra adentro para usos ceremoniales en el Templo.”.
154 Para la Costa Central no tenemos datos concretos, sólo una cita general de Lanning
(1967a: 89) que dice que “Huesos de llama se encuentran frecuentemente en la basura del
Período Inicial...”.
155 En el valle de Lurín (departamento de Lima y provincia homónima) hay un sitio
importante, en el que aún no se han terminado los trabajos. Nos referimos a Cardal que ha
sido fechado entre 740 y 1,170 años a. C. Sabemos que allí los huesos de Camélidos “...
aparecen en pequeñas cantidades. Aún no se ha identificado las especies, pero estos
camélidos no parecen constituir una fuente importante de carne (Miller, Ms.).” (Burger y
Salazar Burger, 1992: 124).
156 Finalmente, para terminar con las evidencias costeñas, tenemos que referirnos al sitio de
Hacha, en el valle de Acarí (departamento de Arequipa, provincia de Caravelí), a menos de
200 msnm. La fecha radiocarbónica promedio que se cita es de 925 años a. C. Allí, no se ha
encontrado restos de Camélidos, sino una pintura que nos parece interesante citar. El
muro de una edificación, llamada “Estructura 2”, está “... decorado con una serie de
camélidos en marcha.” (Ridell y Valdéz, 1987-1988: 8, 10 Fig. 10). En efecto, no es común
encontrar restos de Camélidos decorando estructuras costeñas y, hasta donde nosotros
sabemos, el caso se repite sólo en Paramonga, para una época mucho más tardía
145

(Horizonte Tardío), aunque esta decoración no ha sido nunca bien descrita (vide Bonavia,
1985: 169, Fig. 121).

Figura 10. Ubicación de los sitios arqueológicos correspondientes al Período Inicial, en los que se ha
encontrado restos de Camélidos.
1 – Tecliomachay
2 – Pachamachay
3 – Telarmachay
4 – Uchcumachay
5 - 1 tuacaloma
6 - La Pampa
7 - Huaricoto 8 – Kotosll
9 – Waywaka
10 – Puemape
11 - Caballo Muerto
12 - Huaca Negra
13 – Cardal
14 – Hacha
15 - Michinal

4.3-3 La Ceja de Selva

157 Tenemos también un dato referente a la Ceja de Selva y concretamente al sitio de


Michinal. Es un valle transversal, situado a la altura de la desembocadura del río
Tabaconas con el Chinchipe, en la margen izquierda, a 3 km de la boca. Esto corresponde
al departamento de Cajamarca, provincia de San Ignacio, distrito de Chirinos. El sitio está
a 510 msnm (Miasta, 1979: 45-46). Allí Miasta ha hecho excavaciones, e informa que entre
los restos faunísticos predominan los Cérvidos (63.63%) “...siguiendo los camélidos
(31.81%)... Los cérvidos, además, se vienen consumiendo desde la primera época
terminando en el estrato V en la que es sustituido o mejor complementado con los
camélidos (13.17%)...”. El trabajo es muy deficiente y confuso y la cronología no se
muestra claramente. Aparentemente hay un estrato precerámico en el que no hay
146

Camélidos. Estos hacen su aparición en un contexto que debería corresponder a la Época


Inicial (vide Miasta op. cit.: 193-197). Es una verdadera lástima que no tengamos datos
mejores sobre un sitio como éste que, por su ecología, resulta de sumo interés para el
tema que estamos tratando. Pues en la actualidad estos terrenos corresponden al Bosque
muy seco-tropical (ONERN, 1976: 63) y que, según el Diagrama Bioclimático de Holdridge
(1967: Fig. 1), está en la provincia de humedad semiárido. Por el informe de ONERN (1976:
64), sabemos que los pastos estacionales, constituidos por gramíneas nativas, alcanzan un
buen desarrollo durante el período de lluvias veraniegas, para convertirse durante el
invierno en un buen heno en pie, que es aprovechado para el ganado caprino y vacuno. De
modo que bien pudo haber servido para alimentar a los Camélidos, y por los datos que
tenemos, no creemos que el medio en el Período Inicial debió ser muy diferente al actual.
158 (Para la ubicación de los yacimientos mencionados vide Figura 10).

4.4 Horizonte Temprano (900 años a. C-200 años a.


C.)
159 Se considera que es en estos tiempos cuando los Camélidos domésticos adquieren
importancia fundamental para la economía de los grupos indígenas (e. g. Shimada, 1982:
146). Este punto de vista es discutible.

4.4.1 Las Serranías

160 Siguiendo el mismo criterio empleado para las épocas anteriores, vamos a ver cuales son
las evidencias que hay sobre el particular. Comenzaremos con los sitios de altura. El
primer dato, aunque general, se refiere a la zona de Huamachuco, en la parte alta del
departamento de La Libertad. Sobre el particular McGreevy y Shaughnessy escribieron
que “Se asume que la falca fuerte (3,700-4,200 msnm) es el asentamiento preferido para la
crianza de los camélidos, pero la falta de sitios en la jalca fuerte es sorprendente. O hubo
muy pocos camélidos domésticos hasta los tiempos tardíos, o el régimen de crianza
prehistórica fue diferente del que se ha documentado más al Sur en los Andes Centrales,
donde los restos de asentamientos permanentes de pastores dedicados exclusivamente a
esta tarea es común en la jalca fuerte.” (McGreevy y Shaughnessy, 1983: 240). Luego los
autores comentan la existencia de Camélidos domésticos en el sitio de Huacaloma, en
Cajamarca, y dicen que “No hay una razón obvia por la cual los camélidos no estuvieron
también presentes en Huamachuco en esos tiempos. Lo que se sugiere, es un régimen
diferente de crianza en el que los asentamientos estuvieron localizados en la quechua alta
(3,200-3,500 m.s.n.m.) o en la jalea baja (3,500-3,700 m.s.n.m.) y que la jalea fuerte fue usada
para el pastoreo sobre una base diaria en tierras de la comunidad. Bajo un régimen así, la
única estructura relacionada con el pastoreo que se puede esperar en el área de pastos,
serían unos paraventos para el abrigo de los pastores. El cuidado intensivo de los animales
se desarrollaría a menores alturas en asentamientos permanentes” (McGreevy y
Shaugnessy, loco citato).
161 En el Callejón de Huaylas existe el sitio PAn 12-57, que aparentemente está en la zona de
puna de la provincia de Recuay. Lo único que se sabe es que tiene una ocupación Chavín.
Allí, según Wing (1980: 157, Tabla 8.2; 158, Tabla 8.3). los Camélidos en función del
número de huesos representan el 96.1%, y si se calcula en peso 97.1%. Por error
147

seguramente, en el mismo trabajo Wing (op. cit.: 160, Tabla 8.4) señala 96.2%, pues el valor
de 96.1% es repetido más tarde en otro trabajo de la misma autora (Wing, 1986: 253, Tabla
10.5).
162 Siempre en la provincia de Recuay, hay otro lugar que creemos está en la puna, es PAn
12-51 que sabemos que corresponde a este Horizonte, pero sobre el que no tenemos
mayores detalles. Allí los Camélidos representan el 88.5% de los restos faunísticos (Wing,
1986: 253, Tabla 10.5).
163 En la puna de Junín hay dos sitios conocidos, nos referimos a Pachamachay y
Telarmachay. En ambos hay una ocupación del Horizonte Temprano. En Pachamachay los
Camélidos representan el 98.2% de los restos faunísticos, mientras que en el caso de
Telarmachay se puede diferenciar una fase temprana y otra más tardía. En la temprana
los Camélidos constituyen el 84.3% de todos los restos óseos y en la tardía el 86.1% (Wing,
1986: 253, Tabla 10.5).
164 En el departamento de Ayacucho hay un sitio conocido como Tukumachay, del que
sabemos que se encuentra al sur del valle de Ayacucho, sobre la carretera que lleva al
Cuzco, a 4,350 msnm (con la información existente es imposible precisar una ubicación
más exacta. MacNeish [1981c: 238-239] lo señala en la Tabla 8-13 explicativa de la Fig. 8.8,
pero en dicha figura el sitio no existe). Este yacimiento tiene una ocupación con cerámica
Wicqhana que ha sido fechada entre 1,200 y 900 años a. C. Allí se encontró Camélidos, y
éstos “... fueron casi seguramente cazados o criados...”. Por la descripción se ve que al
sitio se trajeron piezas selectas y no hay partes de la cabeza. Se supone que los animales
fueron matados en otro lugar (Vierra, 1981a: 133).
165 Refiriéndose al sitio de Chupas, a 3.600 msnm, a 25 km de la ciudad de Ayacucho, en la
provincia de Huamanga (departamento de Ayacucho), Ochatoma (1992:198) escribió que
“La presencia de huesos de camélidos asociados a la alfarería chavinoide demostraría... la
importancia de la cría de camélidos en este período.”. Para esta afirmación, Ochatoma se
basa en los datos de la tesis de Cruzat (1967).
166 Mucho más al Sur, en el departamento de Puno (provincia de Azángaro), se encuentra el
famoso sitio de Qaluyu. Allí también los Camélidos han sido de fundamental importancia
en estos tiempos, pues representan el 72.7% de los restos óseos (Wing, 1986: 253, Tabla
10.5).
167 En el mismo departamento, pero en la provincia de Lampa, a 3,930 msnm se encuentra
otro sitio muy importante, Pucará. Novoa y Wheeler (1984: 123), han escrito sobre el
particular. “Los restos de fauna del sitio tipo de Pucará (Sic!) excavado por Elias Mujica y
analizado por Jane C. Wheeler. indica que los camélidos domésticos jugaron un rol
predominante en la economía de este centro urbano temprano, pero hay poca
información adicional de otros sitios en el área (Wing en prensa), y las nuevas evidencias
de la domesticación temprana de la alpaca en Junín, sugiere que la crianza especializada
para lana, pudo haber sido la real contribución de la cultura Pukara”.
168 Seguiremos con el análisis de los sitios serranos de valle. En el yacimiento de Huacaloma,
que ha sido tratado, hay una ocupación que corresponde al Horizonte Temprano y ha sido
denominada Periodo Layzón, fechado entre 500 y 200 años a. C. (Terada y Onuki, 1985:
273). Según Terada y Onuki (1982: 255), es a partir de este momento que aumenta la
cantidad de huesos de llama. Melody Shimada (1982: 310-311), que ha estudiado los restos
osteológicos, expresa que después de Huacaloma Tardío se produce una aparición brusca
y una dependencia total de los Camélidos. Ella sospecha inclusive, que la mayoría de los
148

artiodáctilos que no han podido ser identificados, sean Camélidos. La presencia de los
Camélidos es del 84% en relación a los venados, que sólo alcanzan el 4%. La autora se
pregunta si se trata de guanaco, llama o ambos, pero dice que hay varias evidencias que
señalan que son formas domésticas.
169 Si la hipótesis de la autora (Melody Shimada, loco citato) fuera correcta, ella piensa que
hay dos posibilidades: o fueron traídas o criadas localmente. Dada su aparición abrupta,
supone que han sido introducidas de los Andes del Centro, donde -según la información
que se tiene- estos animales fueron domesticados (con esto estaría en contra de la opinión
de Terada y Onuki [1985: 272] que sugirieron un proceso de domesticación local). Ella
supone que las llamas y las alpacas domésticas, aparecen primero en Kotosh en los
períodos Kotosh y Chavín (probablemente la autora quiso decir períodos Kotosh Kotosh y
Kotosh Chavín. Como se verá más adelante, estos datos no han sido confirmados). Y a base
de la información de Wing (1972) y Miller (1981), ella plantea que el mismo proceso de la
relación venado-Camélido que se ha dado en Kotosh y Chavín, ahora se da en el Período
Layzón de Huacaloma y, “en forma independiente” (Melody Shimada, op. cit.: 311 ). Pero
en este caso el énfasis económico sobre los Camélidos no sucede antes del año 200 a. C,
aunque en el momento que se produce, ocurre en forma muy rápida. Esta posibilidad,
siempre según Shimada, tiene interesantes implicancias culturales, pues la iconografía e
ideología Chavín que salió de Chavín de Huántar durante una buena parte del primer
milenio antes de nuestra Era, no estuvo asociada con ningún cambio económico
importante. La evidencia de Huacaloma, sugiere que este cambio económico sucedió más
tarde, a menos que hubiera un hiatus en la ocupación antes del Período Layzón (lo que -
como veremos- luego fue confirmado). Considerando que hay una similitud estilística
entre la alfarería Salinar y Layzón, los contactos costa-sierra pueden haber sido más
importantes que los contactos Norte-Sur. Y pensando una posibilidad alternativa, es decir
que los Camélidos estuvieron domesticados durante las fases anteriores, se llega -dice
Shimada- siempre a las mismas conclusiones. Que si las muestras de Huacaloma son
representativas, ellas demuestran que estos animales no fueron económicamente
importantes hasta el Período Layzón. La introducción de la llama doméstica y el pastoreo
a un nivel regional, parece más probable. Es más, basándose en el estudio de Espinoza
(1974: 48), que señala que en tiempos históricos la caza del venado en el área de
Cajamarca-Huamachuco era un “rito mágico”, Shimada sugiere que ello pueda tener
raíces más antiguas.
170 Melody Shimada (1985: 291) aclara que utilizando el método de Wheeler (1982b), basado
en las características dentales, en el caso de Cajamarca habría una posible alpaca; todo el
resto correspondería a la forma llama/guanaco. Habría ocho ejemplares en la Fase EL y
dos en el Período Layzón, y que -como hemos visto-debería corresponder a la transición
entre el Horizonte Temprano y el Período Intermedio Temprano. Refiriéndose a este
cuadro, Izumi Shimada (1982: 149) comenta que hay “... un cambio económico fuerte de la
caza al venado en la Fase Huacaloma Tardío a una aparición abrupta y una abrumadora
dependencia de camélidos domésticos a partir del comienzo de la Fase Layzón.”.
171 En el Callejón de Huaylas la información relativa al Horizonte Temprano, existe, pero es
vaga. De algunos de estos sitios no se cuenta con mayor referencia y sólo por la sigla
podemos tener una idea de su ubicación (vide Bonavia, 1966). Es el caso de Chopi Jirca
(PAn3-3) que se encuentra en la provincia de Carhuaz y que fuera estudiado por Gary
Vescelius. Pero éste nunca publicó un informe, ni de éste ni del resto de yacimientos que
investigó o exploró (vide Bonavia, 1966: 59). Según Wing (1986: 256, Tabla 10.6), el sitio
149

corresponde a esta época y los Camélidos representan el 88.9% de la fauna. Otros dos
yacimientos estudiados por Vescelius, pero de los que lo único que sabemos es que están
en el Callejón de Huaylas, son PIRC y Pi que, siempre según Wing (1986: 256-256, Tabla
10.6), tienen una ocupación del Horizonte Temprano y la cantidad de huesos de Camélidos
es respectivamente de 92.2 % y 54.6% del total de los restos estudiados.
172 Finalmente Burger (1985a: 507, Fig. 2; 532, Tabla 2) ha informado sobre los niveles del
Horizonte Temprano de Huaricoto. En primer lugar trata lo que él denomina Capilla
Temprano (700-400 años a. C.) y que es contemporáneo con las fases Kotosh/Chavín de
Kotosh y Urabarriu y Chakinani de Chavín de Huántar. En este momento el porcentaje de
Camélidos es de 68.6%. Luego viene la Fase Capilla Tardío (400-200 años a. C.)
contemporánea con Kotosh/Chavín de Kotosh y Janabarriu de Chavín de Huántar, con
55.5% de restos de Camélidos y, finalmente, la fase Huarás (200 años a. C.-100 años d. C),
contemporánea con las fases Sajarapatac de Kotosh y Huarás de Chavín de Huántar. En
estos tiempos la cantidad de Camélidos corresponde a 65%.
173 Siempre en la misma área, está Chavín de Huántar (departamento de Ancash, provincia de
Huari, distrito de Chavín de Huántar). Sobre la fauna recuperada durante los trabajos
efectuados por Lumbreras, tenemos muy poca información. En términos generales, él
escribió que tocio indica que en los tiempos Chavín largo sensu, existió “... una ganadería -
aparentemente abundante- de camélidos.” (Lumbreras, 1989: 38). Y cuando se refiere a la
Época Huarás, dice que hubo “... muchos huesos de camélidos...” (Lumbreras, op. cit.: 118).
Pero la mayor parte de referencias corresponden a la “galería de las Ofrendas”, donde
siempre al decir de Lumbreras (op. cit.: 130), se encontré) “... miles de huesos rotos de
camélidos...”. Luego se explica (op. cit.: 158) que los platos y cuencos rotos allí
encontrados, contenían “... costillares de camélidos...”. Se insiste sobre el asunto en la
pág. 186 (op. cit.) y luego se especifica, siempre refiriéndose al mismo lugar, que “... hay
camélidos (¿especialmente alpaca?)...” (op. cit.: 205). Sin embargo, el único dato concreto
que se ofrece, es que en términos numéricos, los huesos de Camélidos hallados en la
Galería de las Ofrendas, corresponde al 15.86% (Lumbreras, op. cit.: 207), lo que en realidad
no refleja la abundancia tantas veces citada ni los “miles” de huesos mencionados. Es
cierto que se indica que hay un 55.14% de huesos que no han podido ser identificados y
que corresponden a “Mamífero mayor”, “fundamentalmente Artiodáctilos” (Lumbreras,
op. cit.: 207), entre los cuales sin duela puede haber Camélidos.
174 Pero la pregunta que hay que hacerse es ¿cómo Lumbreras ha podido identificar los
huesos de Camélidos y hasta señalar la posibilidad que se trate de alpacas, cuando Carmen
Rosa Cardoza que hizo el estudio de los restos animales (vide Lumbreras, op. cit.: 207), no
ha logrado identificarlos?
175 Además, es difícil establecer la época de los materiales hallados en la Galería de las
Ofrendas, pues allí se ha encontrado restos que corresponden a varias fases de Chavín,
fundamentalmente a Urabarriu y Chakinani (para una mayor discusión sobre el asunto
vide Burger [1984b: 173-183, 186-1871]).
176 Para el mismo sitio de Chavín de Huántar, tenemos información más concreta de Miller
(1984). Él escribió que “La fauna Chavín, durante las tres fases (se refiere a Urabarriu,
Chakinani y Janabarriu), está dominada por los grandes herbívoros de las familias
Cervielae y Camelielae.” (Miller, op. cit.: 283). Luego especifica que en la Fase Urabarriu
(900-600 años a. C. según Burger [1985a: 507, Fig. 2]) la caza ha sido muy importante y ello
se demuestra por “... la presencia de guanacos y vicuñas entre los huesos de camélidos...
En contraste, durante Chakinani (600-400 años a. C. según Burger (1985a: 507, Fig. 2]) y
150

Janabarriu (400-200 años a. C. según Burger [1985a: 507, Fig. 2]) la importancia de la caza
parece haber sido reemplazada por el pastoreo de llamas y/o alpacas, o el intercambio
con los pastores de camélidos residentes en las zonas de altura.” (Miller, op. cit.: 283-284).
177 El porcentaje de los Camélidos en la Fase Urabarriu es de 67.33%, en la Fase Chakinani
95.60% y en la Fase Janabarriu 94.10% (Miller, op. cit.: 285-287). Ya en 1981 Miller (1981)
había señalado claramente que en la Fase Urabarriu la economía se basaba en la caza de
Cérvidos, vicuña y llama pero siendo la principal fuente de proteínas los Camélidos. Luego
añade que “... el conjunto faunístico de Urabarriu representa probablemente una fase de
transición en la estrategia de la caza de los habitantes del área de Chavín en un momento
en el que los camélidos domesticados comenzaron a ser introducidos desde las áreas de
altura hacia el sur, pero antes que alcanzaran el monopolio dietético observado en los
períodos posteriores Chakinani y Janabarriu.” (Miller, 1984: 284).
178 iMiller (1981) cree que a pesar que la llama pudo estar presente en las fases más
tempranas, hay un cambio dramático durante la Fase Janabarriu, cuando la población se
convierte en criadora de llamas, lo que sugiere el abandono de la caza por el pastoreo de
llamas domésticas. Miller es de la opinión, además, que el aumento económico con énfasis
en los Camélidos domésticos, no ocurrió en las serranías norteñas, antes del año 200 a. C.
pero cuando sucedió fue rápido. El mismo autor (Miller, 1979; 1981:12) señala que en la
Fase Janabarriu, los Camélidos fueron mantenidos por dos años, después el 40-50% fue
carneado. Sin embargo un gran porcentaje de la población sobrevivió los 42 meses
(nosotros no hemos podido leer estos trabajos de Miller y hemos tomado la información
de Melody Shimada [1982: 311-312]).
179 Un comentario muy importante sobre todo este asunto, nos parece el de Burger (1989:
563), quien escribió: “Durante la fase Janabarriu, las áreas de un hipotético alto y bajo
status en Chavín de Huántar dependían de la carne de llama como fuente principal de
proteína animal; pero una comparación de las edades ciclos animales consumidos revela
que el área de alto nivel social consumía animales más jóvenes, más tiernos, que los
trabajadores cercanos de nivel social más bajo. Además, un análisis de una muestra
selectiva de huesos de camélidos de ambos sectores del sitio, indica que estos animales no
eran sacrificados en Chavín de Fluántar, sino en otra parte, presumiblemente en aldeas
contemporáneas como Pojoc y Wain cerca de los pastizales de las tierras altas.”.
180 En el famoso sitio de Kotosh, durante la fase Kotosh Chavín, el porcentaje de Camélidos
llega al 50% del total de restos faunísticos (Wing, 1972: 331, Tabla 3). Sin embargo en un
trabajo anterior, Wing (1986: 256, Tabla 10.6) se refiere a un Kotosh Temprano al que
asigna un valor de 20% y un Kotosh Tardío con 48.6%. En este caso no estamos seguros si
Wing está desdoblando la fase Kotosh Chavín, o el temprano se refiere a Kotosh Kotosh y
el tardío a Kotosh Chavín. En su comentario Wing (1972: 366) se refiere a ambas fases, y
dice que Kotosh Kotosh y Kotosh Chavín son similares y ambas difieren a su vez de las
fases anteriores. En ambas hay un aumento notable en el número de Camélidos y entre
ellos, los más pequeños tienen un aumento relativo. Parece tratarse probablemente de
guanacos y vicuñas. Pero hay también restos que probablemente representan formas
domésticas de llama y alpaca. Reitera Wing (op. cit: 366) que “Es en ese período que
tenemos la primera clara evidencia del uso de la llama y la alpaca domésticas, a pesar que
la caza de camélidos era aún practicada.”.
181 En la zona alta del valle del Chillón (en el departamento de Lima, distrito de Canta),
aproximadamente sobre los 2,000 msnm hay un sitio conocido como Huancayo Alto.
Dillehay (1979: 27) que ha estudiado la zona, explica que durante el Horizonte Temprano
151

no hay indicios de movimientos de población entre las tierras altas y las bajas, en el valle
medio del río Chillón. Sin embargo, hay “... bastantes huesos de camélidos...”, y cerámica
serrana, lo que permite suponer que hubo relaciones con los grupos de Canta o de Junín.
Dillehay está pensando en movimientos estacionales, pues señala que “No hay corrales
que indiquen que los habitantes de Huancayo Alto mantenían camélidos.”.
182 Mucho más al Sur, en Ayacucho, en los yacimientos ya conocidos, hay algunos datos,
aunque vagos, sobre la presencia de Camélidos en los tiempos correspondientes al
Horizonte Temprano. Así en Pikimachay en esta época los Camélidos, según Wing (1986:
256, Tabla 10.6), representan el 41.1% de la fauna, mientras que en Jaywamachay, en lo
que García Cook (1981: 74) llama la Zona B, que estaría asociada con los estilos Rancha y
Paracas, la mitad de los restos de animales, correspondería a Camélidos. Sin embargo, no
hay un informe de especialistas.
183 En una discusión muy general sobre el “patrón Rancha”, fechado entre el año 500 y el 200
a. C, MacNeish y Vierra (1983a: 186) al referirse a una serie de sitios correspondientes a
poblaciones que vivían en la ecozona de floresta ribereña, señalan que su actividad
económica era la de la agricultura y el manejo de “... hatos y caravanas de llamas...”, pero
no se explica cuales son los fundamentos de esta aseveración.
184 Siempre en la misma zona, hay un sitio famoso conocido como Wisqana, situado en la
unión de los ríos Totora y Pongora (provincia de Huamanga del departamento de
Ayacucho). Wing (1986: 257, Tabla 10.6) se refiere a un Wisqana temprano y tardío. Para el
primero indica que los Camélidos representan el 100% de la muestra, mientras que para el
segundo el 79.3%.
185 En el área de Chupas (siempre en la provincia de Huamanga), en el año 1966 trabajó
Augusto Cruzat, quien elaboró una tesis (1967) que nosotros no hemos podido examinar.
A ella se refiere Ochatoma (1992: 197-198), e indica que los sitios excavados fueron los de
Solar Moqo, Osno Era y Kichka Pata. Allí la cerámica dominante ha sido de “... tipo
chavinoide, el de Chanapata y el de Paracas...”. Ochatoma comenta que “La presencia de
huesos de camélidos, asociados a la alfarería chavinoide demostraría, según el autor (se
refiere a Cruzat), la importancia de la cría de camélidos en este período.”.
186 El mismo Ochatoma (1992) informa sobre los trabajos que él realizara en Jargan Pata (en
la provincia de Huamanga, distrito de Ayacucho) y que corresponde al Horizonte
Temprano. Allí él señala que ha encontrado “... numerosos huesos humanos y de
animales, entre ellos de camélidos...” (Ochatoma, op. cit.: 196).
187 En el departamento del Cuzco (provincia y distrito homónimos), hay un sitio muy famoso,
Marcavalle. Se encuentra al sureste de la ciudad del Cuzco, a 3,314 msnm. En este
yacimiento los Camélidos son entre los restos más importantes del conjunto faunístico,
sin embargo la información que se tiene no es coincidente. Wing (1986: 257, Tabla 10.6)
señala que el porcentaje de restos de Camélidos es de 94.2%, mientras que Miller (1979:
135; se trata de la tesis del autor que nosotros no hemos podido leer, el dato lo hemos
tomado de otro trabajo del mismo autor [Miller, 1984: 284]) indica que es de 79-3%. No
sabemos si ambos han trabajado con las mismas muestras, posiblemente que no. Pero
Flores Ochoa (1982: 70) refiriéndose a la misma tesis de Miller (loco citato), indica que en
Marcavalle los Camélidos representan el 82.5%. Añade Flores Ochoa (op. cit.: 70) que se ha
consumido más de una especie de Camélido, pero que el más abundante es la llama. El 51%
de los huesos estudiados no son fusionados, lo cual permite saber que el 30% de los
Camélidos de Marcavalle fueron matados antes del año de vida. Concluye Flores Ochoa,
152

pero basándose siempre en el trabajo de Miller, que los pobladores de esta localidad se
sustentaban más de Camélidos grandes, que posiblemente fueron llamas y tal vez algunos
guanacos que probablemente fueron cazados. Por su parte Wing (1972: 338) al referirse a
los trabajos hechos en Marcavalle, coincide en el sentido que sus habitantes
dependendían casi exclusivamente de los Camélidos y señala, además, que sin lugar a
duda éstos eran domésticos. Queda por aclarar, sin embargo, las diferencias en los
porcentajes que dan los diferentes autores.
188 En la misma zona se encuentra el sitio de Minaspata. a 35 km del Cuzco, en las cercanías
de la laguna de Lucre (departamento del Cuzco, provincia de Quispicanchis, distrito de
Lucre), a 3,100 msnm. Flores Ochoa (1982: 70-71), basándose en los datos de Miller (1979) a
los que hemos hecho referencia, indica que allí los Camélidos representan el 71.6% de la
fauna excavada. No se especifica la época exacta, pues en el yacimiento hay una
ocupación que se extiende desde el Horizonte Temprano hasta el Tardío. Suponemos que
los datos corresponden al Horizonte Temprano.
189 Wing (1986: 257. Tabla 10.6) también se refiere a este sitio, pero ella señala el porcentaje
de Camélidos en el lapso que corresponde concretamente al Horizonte Temprano, y que
es del 67.4 %. No hay coincidencia con los datos que presenta Flores Ochoa (loco citato).
Una vez más, no sabemos si se trata de las mismas muestras.
190 Al sur del Cuzco, a 3.410 msnm se encuentra Pikicallepata (provincia de Canchis, distrito
de Sicuani), donde al decir de Wing (1977b: 16) hay “... abundancia de camélidos...”. Este
yacimiento que tiene una importante ocupación del Horizonte Temprano, ha sido
subdividido en una fase Temprana y otra Tardía. En la primera los Camélidos representan
el 57. 8% y en la segunda 76.7% (Wing, 1986: 257, Tabla 10.6).
191 Mucho más al Sur, para el famoso sitio de Pucara (en el departamento de Puno, provincia
de Lampa, distrito de Pucará) no tenemos información. Sólo una aseveración de
Lumbreras (1974: 37) que, sin mayores elatos, dice que “Los restos más tempranos
conocidos de alpaca están asociados con la cultura Pukara... y está fechada alrededor de
200 a. C.”.
192 A 7 km al noroeste de Pucará, a 3,930 msnm (en la misma provincia de Lampa), hay un
sitio conocido como Q'Ellokaka. Según Wing (1986: 257, Tabla 10.6) corresponde también a
esta época y de los restos faunisticos, los Camélidos representan el 75.9%.

4.4.2 La Costa

193 En lo que se refiere a la costa, hay cierto consenso entre los especialistas, en el sentido
que es durante el Horizonte Temprano que los Camélidos comienzan a ser abundantes en
los yacimientos arqueológicos. Es así que Wing (1977b: 17) escribió que “El patrón costeño
de obtención de alimentos, está basado inicialmente en la dependencia de recursos
marinos, tales como el lobo marino y las aves guaneras, con la adición de la caza,
primariamente de venados. Hacia el comienzo de la Era cristiana comienzan los hatos [de
camélidos] en la costa.”. Posteriormente la autora se reafirma (Wing, 1986: 255) al escribir
que “Los restos de camélidos son abundantes en los sitios costeños sólo después del año
450 a. C”. Esto es aceptado también por Kent (1987: 173), aunque él se basa en los datos de
Wing que acabamos de mencionar (para evitar errores es importante señalar que Kent [
loco citato] cita en su trabajo a Wing, 1982. Dicho trabajo entonces estaba en imprenta y ha
sido publicado recién en 1986).
153

194 Al respecto ha escrito también Lange Topic (1987: 832), indicando que “Los datos que han
compilado Shimada y Shimada no dejan ninguna eluda que las llamas estuvieron
presentes por lo menos en la costa norte en número considerable a partir del Horizonte
Temprano en adelante, sirviendo como bestias de carga, para ofrendas rituales, y como
fuente de carne.”. Burger (1989: 561) prácticamente confirma todo esto, cuando escribe
que “El análisis de desperdicios del Horizonte Temprano en la costa del sur, centro y
norte, señala un fuerte aumento en el consumo de llamas. De hecho, esta fuente de carne
de la sierra desplaza a los recursos marinos como principal fuente de proteína animal en
numerosos sitios. Este último cambio sugiere una mayor dependencia de las áreas
adyacentes de la sierra, y un formidable aumento en lo exótico es característico de
muchas poblaciones de la costa y la sierra durante el Horizonte Temprano.”. Vamos a ver
ahora cuáles son los datos concretos que hemos podido recopilar.
195 En la parte septentrional de la Costa Norte, en Pariñas (departamento de Piura, provincia
de Talara), hay un sitio cuya sigla es PV7-18, sobre el que no tenemos mayor información.
Es un yacimiento que corresponde a la época transicional entre el Horizonte Temprano y
el Período Intermedio Temprano (450 años a. C.-300/650 d. C.) y cuyos datos sobre la
fauna son aparentemente contradictorios. Es así que Wing (1977b: Tabla 10) escribió
primero que los restos de Camélidos en dicho sitio alcanzaban a 15%, pero luego en un
informe posterior (Wing, 1986: 259, Tabla 10.7) señala 46.2%. No sabemos a que se debe
esta diferencia.
196 Siempre en el departamento de Piura (provincia de Morropón, distrito de Chulucanas), en
la periferia de la ciudad de Chulucanas se encuentra un yacimiento muy importante y que
ha sido bien estudiado, nos referimos a Ñañañique. En la Fase Ñañañique, que
corresponde al Horizonte Temprano (siglos XI-VII a. C.), se ha encontrado un “... pequeño
número de huesos de camélidos...” (Guffroy, 1992: 102). Según Guffroy (in litteris,
15.2.1990) los Camélidos están presentes en pequeña cantidad entre los suelos y
sedimentos desde la Fase Ñañañique. Aún no hay datos definitivos, pero la cantidad es
siempre minoritaria. Resulta interesante que mientras entre los huesos de venado y de
mamíferos mayores hay un gran porcentaje de animales jóvenes, los Camélidos
corresponden en su gran mayoría a adultos. Siguen presentes sin mayor aumento durante
la fase posterior denominada Panecillo. No hay ciatos para la Fase Encantada, pero
predominan claramente en la muy reducida muestra de la Fase Chapica (lo que
correspondería a lo observado en Pirincay [Ecuador] como en sectores más sureños, como
Cajamarca). El estado y número reducido de los huesos de Camélidos no permite una
clasificación a nivel de especie. Caben dos hipótesis para explicar su presencia en los
niveles tempranos: se trata de Camélidos domésticos originarios de los Andes más
sureños, posiblemente utilizados para transporte a larga distancia (lo que explicaría
eventualmente el predominio de animales adultos) o, y es menos probable, presencia de
Camélidos silvestres cazados en zonas altas. Siempre según Guffroy (in litteris, 29. 4. 1991),
lo interesante es que los porcentajes definitivos muestran proporciones iguales a los de la
fase Huacaloma Temprano de Cajamarca y mayores a los de la fase Huacaloma Tardío
(donde casi desaparecen). Teniendo en cuenta la posición geográfica y el clima del Alto
Piura (por comparación con los Andes más sureños), esto parece un poco sorprendente.
Guffroy se pregunta si una de las hipótesis no podría ser la supervivencia en la cuenca del
río Piura de rebaños salvajes (presentes anteriormente en el departamento), según
Richardson), hasta el primer milenio a. C.
154

197 En el departamento de Lambayeque (provincia de Ferreñafe, distrito de Pátapo), dentro


del conocido complejo de Batán Grande, se encuentra la Huaca Lucía-Cholope que ha sido
fechada entre 1,400/1,300 años a. C. y 700/600 años a. C. Izumi Shimada, Elera y Melody
Shimada (1982: 140-141) han informado que a pesar de su ubicación tierra adentro
(alrededor de 50 km), en la basura hay una considerable cantidad de conchas. Los
recursos terrestres están compuestos por Camélidos, perros, cuyes, lagartijas, pájaros y
roedores. A pesar que la muestra no es muy grande, y tomando en cuenta que
probablemente la de los cuyes no es representativa, los Camélidos emergen como la
fuente más importante de proteína terrestre. Los autores consideran, por diferentes
razones, que los Camélidos eran domésticos. En primer lugar porque están presentes en
todos los niveles, excepto el 16 y el 17, de los que en realidad hay muy pocos restos
orgánicos. Segundo, porque están representados tanto los miembros adultos como los
jóvenes. Y, tercero, porque se encuentra la mayoría de las partes del cuerpo, incluyendo
huesos de las patas y cráneos, partes éstas que no se esperaría hallar si los Camélidos
hieran traídos en forma de charqui procesado, tal como se conoce por los datos
etnográficos de la zona del Cuzco (Miller, 1979: 97-100), y cerca de Cotahuasi en la
provincia de La Unión, en la parte septentrional del departamento de Arequipa (Inamura,
comunicación personal a los autores, 1980). Y finalmente, en cuarto lugar, porque se ha
encontrado amontonamientos de estiércol de Camélidos, lo que sugiere que fueron
criados en la localidad (Izumi Shimada, 1982: 145).
198 Con respecto al punto tercero. Inamura quien vivió con los Ilameros y viajó con ellos,
informa que aún las grandes llamas machos adultos, pierden rápidamente peso en los
viajes y que los animales destinados a ser trocados por su carne, son beneficiados en sus
lugares de origen y procesados en forma de charqui, aunque la transacción se efectuara a
corta distancia (esta misma información, aunque resumida, se puede ver en Izumi
Shimada [1982: 145]).
199 Es importante señalar, además, que entre los restos de Camélidos hallados en la Huaca
Lucía-Cholope, no se encontró huesos de fetos/neonatos, aunque sí hay animales jóvenes
(Shimada y Shimada, 1985: 8). Es por eso que los autores se preguntan si la situación en
los corrales de la costa ha sido diferente de la existente en las serranías donde según los
estudios de Wheeler (1982a), llevaría a la infestación de la enterotoxemia, como ya hemos
visto. Los autores concluyen que el bajo índice de fetos/ neonatos en los restos de los
valles de Lambayeque y La Leche, y tomando en cuenta el medio seco y la evidencia que se
criaba a los animales todo el año, quizá sea un indicador que esta enfermedad no se
produjo en la Costa Norte. Una posibilidad alternativa sería que los Camélidos no nacían
regularmente en esta zona, sino en pastizales o corrales que estuvieron en otros lugares
del valle (Shimada y Shimada, 1985: 21).
200 Por otro lado en un yacimiento cercano, en la cuenca media del río La Leche, conocido
como Huaca La Merced, y que corresponde también al Horizonte Temprano, los Camélidos
representan el 90% de los huesos identificables (Shimada y Shimada, 1985: 8).
201 En el departamento de La Libertad, hay una serie de monumentos importantes del
Horizonte Temprano, pero sobre ellos no hay información de los restos de fauna. En
términos generales y sin mayores especificaciones, sabemos que se ha encontrado
Camélidos en Huaca Cortada, en Huaca de los Reyes, Huaca de la Cruz y Huaca Guavalito
(Pozorski y Pozorski, 1979: 428).
155

202 En el valle del Casma (departamento de Ancash, provincia de Casma) 16 km hacia el


interior y a 150 msnm, hay un yacimiento conocido como Pampa Rosario. Corresponde al
Horizonte Temprano, y en su “... basura... [hay] restos de camélidos, probablemente
llamas (Lama glama)- hay evidencia de huesos y excrementos.” (Pozorski y Pozorski, 1987:
70).
203 En el mismo valle (en el distrito de Casilla), sobre la margen derecha del río Casma. al sur
del Cerro San Francisco, en el “Grupo arqueológico de Moxeque” como lo denominó Tello
(1956: 52), alrededor de la Waka A, en la Pampa de las Llamas, se ha encontrado huesos de
llama. Esta huaca, siempre según Tello (loco citato), está asociada a cerámica Chavín, pero
no hay mayor información al respecto.
204 Siempre en el mismo departamento, pero en la provincia de Huarmey y distrito
homónimo, se conoce el yacimiento de Bermejo, sobre el que no hemos podido encontrar
información. Aparentemente la ocupación corresponde a la fase de transición entre el
Horizonte Temprano y el Período Intermedio Temprano. Lo único que sabemos es que allí
entre los restos de la fauna, los Camélidos representan sólo el 1% (Wing, 1977b: Tabla 18).
205 Más al Sur, ya en el departamento de Lima (provincia de Chancay y distrito de Supe
Puerto), se encuentra el sitio Faro de Supe que ha sido excavado por Willey y Corbett
(1954: 140-141), quienes en una tumba (concretamente la n°8) en asociación con el
esqueleto humano encontraron el casco y parte de una pata posterior de Lama glama
glama (los datos del Esqueleto N°8 están en realidad en la p. 19 de este informe, pero allí
sólo se habla de “llama”). Los autores consideran que todas las tumbas excavadas en dicha
localidad, son contemporáneas y corresponden a lo que en ese entonces se denominaba
“Early Ancón-Supe style” y que equivale al Horizonte Temprano.
206 En el departamento de Lima (provincia de Lima y distrito de Ancón) está uno de los sitios
más importantes del Perú, nos referimos a Ancón. Allí hay una ocupación significativa del
Horizonte Temprano, sin embargo no tenemos datos sobre los restos de la fauna. Rosas
l.anoire (1970: 266) ha escrito que “La presencia de la llama está sostenida por una capa de
guano de este mamífero, ubicado en el estrato III del Cateo 5, sector del tanque, pero sin
evidencias de restos óseos.”. Esto estaría indicando que se trató de animales de carga.
207 En el valle de Lima (departamento y provincia homónima, distrito de Ate) el sitio de
Huachipa aparentemente corresponde a fines del Horizonte Temprano. Según Altamirano
(1983b: 34) allí los “... camélidos sudamericanos...”, significan el 83% de la fauna
identificada. Se dice en el informe que se trata “... posiblemente [de] llama (Lama glama
)...” y de los restos el 3% corresponde a adultos y 97% a jóvenes. No se ha encontrado
animales “tiernos”. “La ausencia de corrales asignables a este período, así como de
animales tiernos podría indicar que su presencia en la costa se debió a la existencia de un
intercambio económico con sociedades asentadas en pisos ecológicos altos.”. El autor
concluye que la fuente principal de carne en la dieta de los pobladores de Huachipa,
provino de los Camélidos, e insiste que éstos fueron “... posiblemente traídos de otros
pisos ecológicos.” (Altamirano, op. cit.: 34). Pero no hay mayor sustento para esta
afirmación.
208 Al sur de Lima, en la provincia homónima, distrito de Pucusana, se encuentra el conocido
sitio de Curayacu, sobre el que sin embargo no hay información en lo que se refiere a la
fauna. Wing (1977b: Tabla 19) inicialmente escribió, aunque con ciertas dudas, que los
huesos de Camélidos podían estimarse en 11%, pero posteriormente (Wing, 1986: 259,
Tabla 10.7) señaló solo 0.4%.
156
157

Figura 11. Ubicación de los sitios arqueológicos correspondientes al Horizonte Temprano, en los que
se ha encontrado restos de Camélidos.
1 – Huamachuco
2 - ? (Puna de la provincia de Recuay)
3 – Pachamachay
4 – Telarmachay
5 – Tukumachay
6 – Chupas
7 – Qaluyu
8 – Pucara
9 – Huacaloma
10 – Huaricoto
11 - Chavin de Huäntar
12 – Kotosh
13 - Huancayo Alto
14 – Pikimachay
15 – Wisqana
16 - Jargan Pata
17 – Marcavalle
18 – Minaspata
19 – Pikicallepata
20 - O'Ellokaka
21 – Fariñas
22 – Nañañique
23 - Huacas Lucía y Cliolope
24 - Huaca La Merced
25 - Huaca Cortada
26 - Huaca de los Reyes
27 - Pampa Rosario
28 – Moxeque
29 – Bermejo
30 - Faro de Supe
31 – Ancón
32 – Huachipa
33 – Curayacu
34 – Cerrillos
35 – Paracas
36 – Cahuachi
37 - San Nicolás
38 - I luaca del Loro
39 – Chaviña
40 - Cerezal

209 En el valle de Ica (departamento y provincia homónimas, distrito de San José de los
Molinos), en la parte oriental alta, se encuentra el importante yacimiento Cerrillos que
excavara Wallace (1962: 312). Pero sobre el tema que nos interesa, sólo sabemos que “Del
material osteológico, la llama ha sido, con mucho, la más común en todos los niveles...”.
210 El área de Paracas (en el departamento de Ica) es muy mentada en la arqueología peruana,
pero una vez más debemos lamentar la falta de información sobre los restos animales.
211 Novoa y Wheeler (1984: 123), refiriéndose a los tejidos de estilo Pucara hallados en
Paracas (a los que nos hemos referido ya), los califican como “... el uso más temprano de
lana de alpaca en los Andes...” junto con los de Alto Ramírez en Chile. Esto, y ya lo hemos
señalado, no es correcto, ya que se ha visto (vide supra) que la lana de alpaca para tejidos
ha sido utilizada en tiempos precerámicos (vide Bonavia, 1982b: 201).
212 Geismar y Marshall (1973: 3, 5) señalan que hay restos de Camélidos, correspondientes a
“Paracas tardío” en los sitios de Cahuachi. San Nicolás, Chaviña y Huaca del Loro. Pero en
dicho informe no hay datos precisos.
158

213 También es muy vaga la afirmación de Novoa y Wheeler (1984: 124) que “En la costa sur
del Perú... son frecuentes en los entierros patas de llama y tejidos de lana que se inician
alrededor del 500 a. C., pero no se sabe si los rebaños existían en el área o no.”.

4.4.3 La Ceja de Selva

214 Y para terminar con el Horizonte Temprano, debemos mencionar un yacimiento situado
en la Ceja de Selva septentrional, en la confluencia del río Cunía o Cerezal con el río
Tabaconas. Esto corresponde al departamento de Cajamarca, pero no sabemos con certeza
si está en la provincia de San Ignacio o de Jaén. Se trata del sitio Cerezal, situado a una
altura de 510 msnm, y en la terminología de Tosi en el piso de Bosque muy seco tropical (
vide ONERN, 1976).
215 En este sitio, según Miasta (1979: 82), los Cérvidos representan el 14.7% y los Camélidos el
5.8%. “... los camélidos su mayor presencia se nota en la capa II (4.4%) y el 1.4% en la capa
IV, siendo nulas en la capa III y la capa V.”.
216 El autor (Miasta, op. cit.: 84-85) ha escrito adverbum expressus: “De la especie camelidae
(Sic!) se ha podido identificar Lama glama guanicoe (Sic!) (guanaco)... No se tiene la
evidencia de que los otros restos óseos de la especie Camelidae (Sic!) pertenezcan al
género Lama glama (Sic!) (llama). A este respecto la Etnografía (Espinoza Soriano) (54) [la
cita es Espinoza Soriano, 1973] nos informa la presencia de llamas domesticadas, en la
región para la época tardía. Sin embargo, el contexto arqueológico registra la presencia
de llama desde el Período Inicial (55) [la referencia es Lanning, 1967(a)], tanto en la costa
como en la sierra. En todo caso si todos los ejemplares corresponden al género Lama
glama guanicoe (Sic!), es interesante detectar su presencia en clima de alta temperatura
como la selva alta o Rupa Rupa. Es más probable que hayan sido capturados en su hábitat
natural y transportados vivos hacia la parte baja. Las pinturas alpestres de Faical, San
Ignacio, representan camélidos; pero no hemos podido identificar su género. De todos
modos es evidente su ocurrencia desde épocas tempranas en su hábitat natural (la altura
de Faical está sobre 2,150 metros sobre el nivel del mar)... Por otra parte, podría suceder
un cambio climático en estas latitudes, siempre y cuando no fueran presentes las llamas
domésticas.”.
217 El trabajo es muy deficiente, con errores graves como se habrá dado cuenta el lector, y
confuso. La cronología no se muestra claramente en ningún punto del informe.
Aparentemente los Camélidos hacen su aparición en los estratos correspondientes al
Horizonte Temprano, pero no es seguro. Es una verdadera lástima, ya que se trata de un
área ecológica en la que no se esperaría encontrar restos de estos animales y es -además-
el único dato que tenemos, correspondiente a estos tiempos.
218 (Para la ubicación de los sitios mencionados vide Figura 11).

4.5 Período Intermedio Temprano (200 años a. C.-500


años d. C.)
4.5.1 Las Serranías

219 Siguiendo la línea trazada, comenzaremos el análisis por las áreas serranas de altura. El
primer sitio sobre el que tenemos una información vaga es Huachanmachay, en el
159

Callejón de Huaylas. El yacimiento está a 4,500 msnm en la Cordillera Negra, en las


nacientes del río Casma. En este sitio Malpass (1983: 5) ha encontrado una secuencia que
va desde el Precerámico hasta el Período Intermedio Temprano y señala que la última
ocupación corresponde a pastores de llama, pero la asociación no es clara. De los restos
óseos, sólo el 18.4% ha sido identificado y de éste el 82% corresponde a Camélidos
(Malpass, op. cit.: 4). En la introducción (Malpass, op. cit.: 2) se señala que se trata de llamas
domésticas. No hay mayores detalles sobre la identificación.
220 Más al Sur, en la zona comprendida entre Jauja y Huancayo, Browman (1974: 188 y 195)
considera que hasta el año 500 d. C, el 50% o más de la subsistencia de los grupos humanos
que vivieron allí, dependió de los Camélidos domésticos, pero no hay pormenores.
221 Los datos que tenemos para este período en Ayacucho son muy vagos y sin información de
sustento. Así MacNeish (1981c: 221), haciendo una síntesis de sus investigaciones en la
zona, se refiere a la Fase Huarpa (300/200 años a. C.-200/300 años d. C.) y afirma que hay
“... evidencia de caravanas de camélidos...”. MacNeish et al. (1980: 13) al referirse a su
ocupación Ocros, fase Pongora (que fechan entre 310-525 años d. C.) dicen que “Algunos
de los huesos de llama son más robustos, lo que sugiere que los camélidos, además de
servir para carne y lana, fueron ahora el factor mayor para el transporte a gran
distancia.”. Y Vierra (1981b: 144) al tratar sobre la misma ocupación en el sitio de Chupas,
al que ya nos hemos referido, dice que hubo “... posiblemente camélidos...”. Y finalmente
MacNeish y García Cook (1981b: 127) describen el sitio Ruyru Rumi, en las cercanías de
Quinua (en la provincia de Huamanga), a 4,032 msnm. Señalan que la Ocupación 4 que
corresponde a Huarpa (350 años a. C.-250 años d. C.) contiene “... huesos de camélidos...”.
Hasta que no se publiquen los datos de la fauna de todos estos yacimientos, no habrá
ninguna posibilidad de tener una idea clara de toda esta información.
222 En lo que se refiere al área serrana de valles, hay un poco más de datos. Para el
departamento de Cajamarca, Melody Shimada (1982: 311 -312) en el yacimiento de
Huacaloma, subdivide los restos relativos al Período Intermedio Temprano en las Fases
Cajamarca A, B y Temprano. Señala que en la Fase Cajamarca A los Camélidos, que muy
probablemente son domésticos, siguen siendo el recurso económico más importante, pues
representa el 85% de la dieta, contra sólo 4% de venados. Se supone que se trató de llamas
y alpacas. De estos animales, sólo el 56% sobrevivió pasado el primer año y el 37% los 30
meses. Es un aumento con respecto a los tiempos anteriores, quizá debido a la
importación de más animales y una abrupta matanza que se producía entre los 3 y 3.5
años. Sólo el 14% sobrevivió pasados los 42 meses (es decir los 3.5 años), lo que sugiere un
uso primario de carne.
223 Durante la Fase Cajamarca B hay una situación parecida a la anterior, ya que la curva de
supervivencia es similar. Sólo el 53% de los animales sobrevivió el primer año. La
presunta matanza sucedió sin embargo entre los 2 y 2.5 años y un 33% sobrevivió pasados
los 3.5 años de vida. En la Fase Cajamarca Temprano, a pesar que hay una continuidad en
la importancia de los Camélidos, la dependencia de éstos alcanza su máximo grado, pues
representan el 99% de todos los restos faunísticos. Las otras pocas especies representadas,
lo son sólo por unos cuantos huesos. Sin embargo, la curva de supervivencia difiere de las
Fases anteriores, porque no hay indicios de que se introdujeran nuevos animales en el
sitio y el 76% de éstos sobrevive pasado el primer año. La matanza se producía entre los 2
y 2.5 años.
160

224 No es claro si los animales murieron de muerte natural o fueron carneados, aunque lo
segundo parece lo más probable, pero los que sobrevivieron al primer año. parece que
fueron mantenidos hasta el segundo o tercero y luego fueron matados. Sin embargo, un
gran porcentaje de la población sobrevivió pasados los 42 meses, es decir los 3.5 años.
225 En la campaña de trabajos de 1985, siempre en el sitio de Huacaloma, en el contexto
correspondiente al período Huacaloma Temprano se encontró muy pocos restos animales,
y entre ellos no hubo ninguno de Camélidos (Melody Shimada. 1985: 219). Mientras que
entre los materiales del período Huacaloma Tardío, hubo sólo algunos huesos de
Camélidos, predominando en forma absoluta los de Cérvidos (Melody Shimada, op. cit.:
292). Durante las investigaciones de 1979, se sospechó la existencia de un período
transicional entre Huacaloma Tardío y Layzón y que debería tener una fecha de ca. 530
años a. C. (Terada y Onuki, 1985: 273). Con las investigaciones de 1982 esto ha sido
confirmado.
226 En el informe de Shimada de 1982 (pp. 310), como se recordará, se indicó que en el
Período Layzón la importancia de los Camélidos se incrementaba abruptamente. Con la
distinción de esta fase intermedia, denominada EL, la transición se presenta más gradual.
Es así que en este contexto los venados y los Camélidos son representados en cantidades
casi iguales, respectivamente 54% y 46% de los artiodáctilos identificados. Y es
interesante señalar que menos de la mitad de los huesos de Camélidos corresponden a
animales adultos. De estos huesos, tocios son de las formas grandes guanacos/llama.
227 El 45% de estos animales sobrevivió el primer año de vida y el 37% lo hizo pasados los 42
meses. Del número mínimo de 9 individuos, 4 son adultos, 3 juveniles y 2 fetos/neonatos
(es decir sólo el 22%; este porcentaje no aparece en el informe y ha sido calculado por
nosotros). A base de varios análisis que se han realizado, se puede concluir que menos de
la mitad de los Camélidos que fueron matados en éste y en los períodos siguientes, fueron
adultos, lo que sugiere que ellos fueron utilizados fundamentalmente para carne
(Shimada, op. cit.: 292).
228 Los resultados de estos trabajos muestran también un aumento importante de Camélidos,
si se compara los restos de la Fase EL con los del Período Layzón. Es así que en este último,
los Camélidos representan el 91% de los huesos identificados de artiocláctilos. Además, en
este caso también las medidas indican las formas grandes guanaco/llama. Si se examina la
curva de supervivencia, se ve que el 40% sobrepasó los 12 meses y el 15% los 42 meses. Y
del número mínimo de 18 individuos. 6 son adultos, 8 juveniles y sólo 4 fetos/neonatos (es
decir el 22%; este porcentaje no aparece en el informe y ha sido calculado por nosotros)
(Shimada, op. cit.: 293).
229 Durante la segunda campaña, el equipo de arqueólogos japoneses excavó en el sitio de
Layzón, situado también en la cuenca de Cajamarca. Allí se ha encontrado un contexto
correspondiente al Período Layzón. A pesar que en este caso se trata de un sitio
ceremonial, los materiales faunísticos no difieren mucho de los de Huacaloma
correspondientes al mismo Período.
230 Es así que los Camélidos predominan con 73% sobre los Cérvidos (27%). La curva de
supervivencia comparada con la de Huacaloma, muestra una gradual disminución de
matanza con una mayor supervivencia pasados los 12 meses, pero aproximadamente el
mismo porcentaje pasados los 42 meses.
231 Del número mínimo de 8 individuos, 2 son adultos, 4 juveniles y 2 fetos/ neonatos (es
decir el 25%; porcentaje calculado por nosotros) (Shimada, 1985: 293).
161

232 McGreevy y Shaughnessy (1983: 240-241) han trabajado en la vecina zona de Huamachuco,
y se refieren concretamente a la cuenca del río Condebamba que se sitúa parte en la
provincia de Huamachuco del departamento de La Libertad y parte en la provincia de
Cajabamba del departamento de Cajamarca. La altura oscila entre 3,200 y 4,200 msnm. Los
autores no han encontrado Camélidos en los sitios arqueológicos, pero consideramos que
sus comentarios son importantes y por eso preferimos transcribirlos ad litteram “No hay
evidencia de grandes corrales, pero los restos de fauna de otros sitios del área de
Huamachuco (Cerro Sazón. Marcahuamachuco) indican que los camélidos estuvieron en
dicha zona por lo menos a partir del Período Intermedio Temprano. La frecuencia
relativamente baja de huesos de camélidos, sugiere que estos animales no fueron
reunidos o manejados en cantidades tan grandes como para que fuera necesario el uso de
corrales; en cambio, los animales pueden haber sido mantenidos en los conjuntos de casas
domésticas. Las evidencias modernas muestran que la gente cultiva y pastorea en esta
zona más baja [los autores se refieren a la jalca baja/quichua superior, es decir entre 3,200
y 3,700 msnml, a corta distancia de sus habitaciones, sin uso de grandes corrales.”.
233 Luego los autores comentan que Cieza de León (nos referiremos a ello concretamente en
el Capítulo siguiente) ha señalado que en la zona en tiempos tardíos, había gran cantidad
de Camélidos y en efecto ellos han encontrado algunos corrales correspondientes a estos
tiempos, en alturas que oscilan entre 3.200 y 4,200 msnm. Pero los autores (loco citato)
consideran que “... la evidencia aún indica que la falca fuerte (es decir entre 3.700 y 4,200
msnm) no es el sitio de habitación mayor para los pastores. Esto nuevamente quiere
indicar habitaciones más bajas, entre el límite de la zona quichua/jalca.”.
234 Topic Lange el al. (1987: 833) avalan las aseveraciones de McGreevy y Shaughnessy (loco
citato) y comentan que efectivamente los huesos de Camélidos no son frecuentes en las
excavaciones en la zona de Huamachuco. Aceptan que algún pastoreo de llama fue
practicado en las rastrojeras o en los campos de pastoreo por encima de los 3,800 msnm,
pero insisten que la importancia de los Camélidos aquí estuvo muy lejos de la que
tuvieron en las sociedades más al sur. Sin embargo Shimada y Shimada (1987: 837-838) no
están de acuerdo con este planteamiento. Ellos señalan que en la cuenca de Cajamarca se
ha documentado la existencia de Camélidos grandes y pequeños desde los 200 años a. C.
(para ello citan los trabajos de Melody Shimada 1982, 1985a [que corresponde en nuestra
bibliografía a 1985] y 1985b que en la fecha estaba aún inédito). Además hay evidencias
cerámicas que señalan que hubo contactos con la costa y la sierra, incluyendo
Huamachuco y el Callejón de Huaylas, desde principios de la Era Cristiana hasta los
800/900 años d. C. Según estos autores, es importante tomar en cuenta que “El pastoreo
intensivo no implica necesariamente grandes hatos.” y la sugerencia de McGreevy y
Shaughnessy (loco citato) que en vez de utilizarse grandes corrales, los animales pudieron
haber sido mantenidos en los recintos de casas familiares les parece correcta. Ello
además, según los autores, correspondería al planteamiento que hicieran (Shimada y
Shimada, 1985) para la Costa Norte.
235 Para el Callejón de Huaylas en estos tiempos prácticamente no hay información. Sólo
sabemos que en la Cueva del Guitarrero que ya hemos mencionado, en la ocupación
correspondiente al Complejo IV, al que se asigna una fecha que oscila entre 450 años a. C.
y 650 años d. C, los Camélidos representan el 7.9% de los restos faunísticos (Wing, 1986:
257, Tabla 10.6).
162

236 En el famoso sitio de Chavín de Huántar, según Lumbreras (1989; 118) en la época Huarás
que corresponde al Período Intermedio Temprano, se encuentra “... muchos huesos de
camélidos...”, pero este) no está documentado.
237 En Huánuco, para el sitio de Kotosh, sabemos que en la Fase Sajarapatac que corresponde
a estos tiempos, los Camélidos representan el 41% (Wing, 1972: 331. Tabla 3; aunque la
misma autora en un trabajo posterior [Wing, 1980: 160, Tabla 8.4] corrige la cifra y señala
49.5%). Wing (1972: 366) indica que la mayor diferencia con respecto a las fases
anteriores, consiste en una disminución relativa de los pequeños Camélidos. Predominan
guanacos y llamas y algunos son probablemente alpacas
238 En la última fase de Kotosh, conocida como Higueras y que corresponde al Período
Intermedio Temprano final, hay un aumento relativamente grande de Camélidos entre los
restos de la fauna, pues éstos representan el 64%. Y. además, entre éstos hay una relación
de dos pequeños por un grande. Los pequeños son sin duda alpacas y los otros son llamas
y guanacos (Wing, 1972: 336-337, 331 Tabla 3). (En otro trabajo Wing [1986: 257, Tabla
10.6] indica que en Kotosh en la época que corresponde entre los 450 años a. C. y 650 años
d. C. el porcentaje de Camélidos alcanza el 69.6%, pero la autora no indica exactamente a
cuál de las fases de Kotosh se refiere. Debería corresponder a la fase Higueras, pero
entonces habría una corrección en los datos señalados más arriba).
239 Mucho más al sur, en el departamento de Lima (provincia de Huarochirí, distrito de
Huanza) hay un yacimiento que se llama Calancancha. Su ocupación corresponde al
Período Intermedio Temprano y comienzos del Horizonte Medio y, según Kaulicke (1974-
1975: 32) allí “... la frecuencia de camélidos es notable...”.
240 Para el departamento de Ayacucho hay sólo datos muy sucintos, que se refieren a
yacimientos que ya hemos mencionado. Así Wing (1986: 257, Tabla 10.6) señala que en
Pikimachay (Ac 100), en los estratos correspondientes al Período Intermedio Temprano,
los restos de Camélidos alcanzan el 66%. En Ayamachay el 25% (Wing, op. cit.) y en
Wisqana (As 18) el 96.6% (Wing, op. cit.).
241 En el departamento de Apurímac está el sitio Waywaka que ya ha sido mencionado.
Grossman (1983: 72-73, Tabla 4) explica que en la ocupación Qasawirka, correspondiente
al Período Intermedio Temprano, se produjo un incremento en el tamaño del
asentamiento y que en correlación hubo también un aumento masivo sea en el número
que en la densidad de restos de Camélidos en la basura. Es así que ellos alcanzan el 91.5%
de los restos animales y, según George Miller que los ha analizado, se trata de llamas y
alpacas. Este aumento de huesos animales que han sido recogidos tanto en los niveles
primarios de la fase Qasawirka. como en el relleno de los depósitos, según Grossman, es
consistentemente superior por varios órdenes de magnitud al que corresponde al Período
Inicial. “El recuento relativo de los huesos solos, muestra claramente que desde el fin del
Período Inicial y el Período Intermedio Temprano, se ha producido un cambio
significativo para los pobladores de Waywaka en la consecución de los Camélidos. Dado
que la gente de Muyu Moqo y Qasawirka vivía en la misma parte superior, este contraste
sugiere que se produjo un mayor cambio en la orientación económica entre las dos
ocupaciones”.
242 El autor concluye (Grossman, op. cit.: 75-76) señalando que esta nueva orientación hacia
los Camélidos en Waywaka, es sugerida también por dos pequeñas estatuas de llamas,
halladas en los estratos Qasawirka. Esto lo lleva a creer que en el Período Intermedio
Temprano, la importancia de estos animales no fue sólo económica, sino también
163

religiosa. Tomando en cuenta las necesidades ecológicas y de nutrición de las llamas y las
alpacas, Grossman cree que los animales matados y usados en Waywaka no fueron criados
allí. Él considera que el sitio que se encuentra entre los 2,900 y los 3,100 msnm, está por
debajo de los rangos altitudinales necesarios para mantener los hatos. Por eso supone que
hubo un control de las tierras altas.
243 Más al Sur, en el departamento del Cuzco, en el sitio de Marcavalle hubo también una
ocupación correspondiente a estos tiempos, y según Wing (1986: 257. Tabla 10.6) en ella
los huesos de Camélidos representan el 64.9% de los restos animales. Mientras que en
Minaspata, para el mismo período, ellos alcanzan el valor de 65.2% (Wing, loco citato) y en
Pikicallepata el 42.1% (Wing. loco citato).
244 En el departamento de Puno, sólo hay información para el conocido sitio de Qaluyu (que
se encuentra en la provincia de Azángaro, distrito José Domingo Choquehuanca, a 4 km al
norte de Pucará y a una altura de 3,930 msnm). Allí en los estratos correspondientes al
Período Intermedio Temprano, la cantidad de Camélidos es de 8.6%. (Wing, 1986: 254,
Tabla 10.5).

4.5.2 La Costa

245 Para este Período, para la faja costera contamos con mucha más información. Pero en este
caso, y hasta donde es posible, trataremos de separar los restos correspondientes a cada
una de las culturas costeñas, siguiendo siempre el orden cronológico y geográfico.
246 Sobre el departamento de Piura hay muy poca información. Fonseca y Richardson (1978:
306) indican que hay evidencia que se mantenía hatos de Camélidos en dos grandes sitios
del Período Sechura (500 años a. C.-500 años d. C.). al norte de Talara. El mismo
Richardson confirmó esta información a nivel personal a Shimacla y Shimada (1985: 10),
aunque ellos añaden que no se entiende si éstos fueron usados para fines domésticos o
ceremoniales.
247 Por otro lado Kaulicke (1991: 414) ha informado sobre los trabajos efectuados en el “Alto
Piura”, es decir en la parte costeña de la provincia de Morropón, en el sector conocido
como Tamarindo. Allí hay una importante ocupación correspondiente al Período
Intermedio Temprano. El material óseo proviene “... de todos los sectores excavados...
Entre el material óseo predomina la presencia de camélidos (entre 60% y 80%) y en menor
porcentaje cérvidos. Según Altamirano, quien se encarga del análisis del material, se trata
de llama (Lama glama [Sic !]) y de un animal de tamaño intermedio entre la llama y la
alpaca (chasa-llama) en el caso de los camélidos.”.
248 El autor escribió que la presencia de Camélidos y su probable crianza en la región, deja
abierta la posibilidad que estos animales fueron utilizados como medio de transporte para
facilitar los contactos con el litoral y con zonas más alejadas. Pero, además, como
animales de sacrificio y su fibra para la elaboración de tejidos, sogas, etcétera (Kaulicke,
op. cit: 415). Añade, que “El Alto Piura evidencia asentamientos relativamente grandes en
el Período Intermedio Temprano. Sus poblaciones dependían de una agricultura avanzada
suplementada por la crianza de camélidos y productos del mar.” (Kaulicke, op. cit.:
418-419). Hay sin embargo un problema. Por el trabajo no se logra saber exactamente en
que contexto cultural, es decir Vicús o Moche, aparecen los restos animales.
249 Posteriormente Kaulicke (1993) informó nuevamente sobre sus trabajos en la zona.
Refiere que en el sitio Loma Valverde, cerca del cementerio de Yécala (1.5 km al sureste
164

del caserío de Vicús; departamento de Piura, provincia de Morropón), hay evidencia de


“... crianza de camélidos...”. El sitio tiene a la base una ocupación que debería ser
contemporánea con Salinar y en la parte superior otra correspondiente a Gallinazo
temprano (Kaulicke, op. cit.: 101). Desafortunadamente la información es muy vaga y no se
ofrece ninguna evidencia concreta.

4.5.2.1 Cultura Salinar

250 Víctor Vásquez S. (in litteris, 17 de julio de 1992) nos ha informado que en los estratos
Salinar del sitio de Puemape (en el departamento de La Libertad, provincia de Pacasmayo.
distrito de San Pedro de Lloc), se ha encontrado una importante cantidad de excrementos
de llama, lo que indica sin duda que estos animales por lo menos llegaron hasta este lugar
sobre el litoral.
251 Shelia Pozorski (1979a: 175) se refiere a los sitios Cerro Arena y Moche. El primero
corresponde a la cultura Salinar. Ella dice que “El examen de las fuentes de proteínas...
revelan un énfasis en la llama doméstica en una proporción tal que indica que las otras
potenciales fuentes de carne fueron de menor importancia. Ello sugiere que los rebaños
de llamas fueron controlados y mantenidos por ambos grupos con la finalidad de
conseguir carne y posiblemente animales de carga y lana.”. En el caso de Cerro Arena, los
Camélidos representan el 92% de los restos animales (Shelia Pozorski, op. cit.: 169, Tabla
1).
252 La presencia de Camélidos en Cerro Arena es confirmada por Brennan (1978; trabajo
citado por Shimada y Shimada [1985: 10] y que no hemos podido leer). Shimada y Shimada
(1985) dejan entrever que no se entiende, sin embargo, si estos animales fueron utilizados
para fines domésticos o ceremoniales.
253 West (1971a: 52) se refiere en términos generales a la dieta de los habitantes de la fase
Puerto Moorin del valle del Virú (en el departamento de La Libertad, provincia de Trujillo
y distrito de Virú) que corresponde a la cultura Salinar. Él indica que “Los mamíferos
terrestres incluyen llama y quizá venado; siendo ambos relativamente poco comunes.”.
Shimada y Shimada (1985: 10) también confirman la existencia de restos de Camélidos en
el valle del Virú en esta época (aunque ellos utilizan la información de West [1977]). Pero
añaden, en este caso también, que no se entiende si estos animales cumplieron funciones
domésticas o ceremoniales.
254 Hay un sitio situado en la parte baja del valle del Virú, al noroeste del río y al sur de la
Carretera Panamericana, cerca del litoral y conocido con la sigla V-434, que corresponde
también al período Puerto Moorin. Inicialmente West (19871b: 29) informó que en la
excavación de la basura se había encontrado restos de llama, e indicó que según Wing
(1977b: Tabla 4 y 5) representa el 15% de los restos faunísticos.
255 Reitz (1976: 4, 6) en un informe preliminar, escribió que los Cameliclae eran una
introducción reciente en el área y explicó que en el sitio V-434 todos los niveles de
ocupación corresponden al período Puerto Moorin.
256 Reitz (op. cit.: 6, 8, 9, 11) se refiere en términos generales a Camelidae, aunque especifica
que se ha podido distinguir formas jóvenes y adultas. Explica (Reitz, op. cit.: 12-13, 15-16)
que de los huesos de Camélidos, algunos estaban quemados y con huellas de mascado e
inclusive con mordeduras de perro. Toda la evidencia señala, que la población humana de
V-434 usó casi exclusivamente recursos marinos y de playa además de Camélidos. La
autora es enfática en señalar que “Los rebaños domésticos fueron el recurso más
165

importante que fue explotado en términos de contribución dietética. Eran mantenidos


probablemente en las lomas.”. También da a entender que los Camélidos domésticos, no
eran comidos continuamente sino “... de tiempo en tiempo.”.
257 En la Fig. II, sin embargo. Reitz (loco citato) es más concreta, pues indica que los Camelidae
representan el 132% de los restos faunísticos (cifra que es parecida a la que indica Wing
(1977b: Tabla 4 y 51) y se ha podido identificar un Camélido grande, que corresponde a
guanaco/llama (1%) y otro pequeño, vicuña/alpaca (0.3%).
258 En el informe final, la autora indica que se trata sin duda de restos de llama o alpaca y que
en términos globales ellos representan el 45.6% de los restos estudiados (Reitz 1979:
78-79).
259 Después de haber indicado que el guanaco prefiere vivir por encima de los 5,000 msnm,
Reitz (op. cit.: 87) escribió que “Ellos son atraídos a las lomas; pero en un contexto agrícola
fuera del área de lomas en la costa, los restos de Camélidos son probablemente de llama
doméstica (L. glama) o alpaca (L. pacos). La presencia de restos de Camélidos en la costa
fuera del área de lomas puede constituir evidencia de domesticación (Wing 1977[b]).
Pueden haber pastado en las lomas o cerca de las casas y campos de cultivo. Ellos
pudieron haber permanecido en la costa sólo en forma estacional cuando las condiciones
han permitido suficiente crecimiento de plantas para su sustento.”.
260 Más adelante señala que el recurso más importante para los residentes de V-434 fueron
los rebaños de Camélidos domésticos y que la llama pudo haberse obtenido con facilidad.
Sin embargo insiste que “Es necesario notar... que los Camélidos no pueden haber sido
una fuente regular de carne, sino reservada para ocasiones rituales (West 1979;
Comunicación personal).” (Reitz, op. cit.: 88-89). Es importante indicar, sin embargo, que
posteriormente Wing (1986: 259, Tabla 10.7) ha indicado que los Camélidos en V-434
significan el 50% de los restos faunísticos. cifra que es superior a la señalada por Reitz (
loco citato).
261 Wing (1977b: Tabla 4 y 5) menciona otro sitio en el valle del Virú, denominado V-604, cuya
ubicación no conocemos, pero que parece ser contemporáneo con V-434, aunque allí la
presencia de los Camélidos es muy baja, sólo 4%.

4.5.2.2 Cultura Gallinazo

262 La información que tenemos sobre los Camélidos durante el desarrollo de la cultura
Gallinazo, se restringe a los valles del Virú y Santa.
263 Strong y Evans (1952: 213) al referirse a la economía de esta cultura, escribieron que
“Dada la relativa abundancia de huesos de llama, lana y excrementos, es claro que la
domesticación de animales jugó un rol considerable.”. No hay que olvidar que cuando se
redactó esta frase, se sabía aún muy poco sobre el proceso de domesticación de los
Camélidos, de modo que su importancia es que señala la presencia de estos animales en el
valle del Virú.
264 En este valle se encuentra el sitio que le dio nombre a la cultura, la famosa Huaca
Gallinazo (V-59), que está situada en la parte septentrional de la parte baja del valle (en la
provincia de Trujillo, distrito de Virú). Cuando Strong y Evans (1952: 85, Tabla 5)
realizaron allí sus trabajos, ellos encontraron una importante cantidad de huesos de
mamíferos, y señalaron que se tratababa probablemente de llama.
166

265 Los mismos autores (Strong y Evans, op. cit.: 121) investigaron también el Castillo de
Tomaval (V-51), en la parte media del valle del Virú, y señalaron haber encontrado en el
contexto correspondiente a la ocupación Gallinazo, algunos huesos trabajados, que eran
probablemente de llama. Pero comentaron también que “Huesos de llama... se encuentran
en casi todos los niveles, desde la superficie hasta la parte profunda, también de venado, y
son mucho más abundantes que los huesos de los grandes mamíferos marinos...” (Strong
y Evans, op. cit.: 125). Shelia Pozorski (1976: 246), revisó también la basura de este
yacimiento y señaló que los huesos son probablemente de llama.
266 Strong y Evans (1952: 168 y 197) investigaron también en Huaca de la Cruz (V-162), en la
parte central del valle del Virú, y observaron que en los estratos correspondientes a la
cultura Gallinazo hay “... una acumulación muy grande... de excrementos de llama...”.
Shelia Pozorski (1976: 247) también ha señalado que en los estratos Gallinazo de este
yacimiento, son muy comunes los restos de llama doméstica, excrementos y
especialmente huesos.
267 El valle del río Santa, que limita los departamentos de La Libertad y Ancash, ha sido
estudiado por Wilson. Al describir el período que él denomina Suchimancillo Temprano/
Gallinazo Medio, que corresponde al Período Intermedio Temprano inicial, indica que es
en estos tiempos cuando se tiene la primera evidencia de estructuras que parecen ser
corrales. Se ha podido fechar con exactitud a dos de ellos, uno en la Quebrada Silencio y
otro a 7.5 km valle abajo. En ambos no hay restos culturales, pero parecen haber sido
hechos para encerrar animales. Wilson supone que se trataba de llamas o alpacas, ya que
él pudo encontrar figuras trazadas en el desierto, parecidas a las de Nasca, y que
representan a Camélidos. Señala además el autor, que es en esta época cuando se
refuerzan los contactos con las serranías (Wilson, 1988:171 y Fig. 80).
268 Pero ha ubicado también corrales en la parte alta y media del valle y que corresponden a
lo que él llama Suchimancillo Tardío, o sea Período Intermedio Temprano final, más
concretamente a los tiempos finales de Gallinazo. Estos corrales se encuentran a ambas
márgenes del río y están situados a intervalos más o menos regulares y junto a antiguos
caminos. Uno de ellos está asociado a un centro importante y el resto a pequeños
villorrios. Wilson considera que estos corrales estuvieron situados estratégicamente a lo
largo de las rutas de las caravanas de llamas (Wilson, op. cit.: 189, 193).

4.5.2.3 Cultura Moche

269 Sin duela la mayor información sobre este tema, corresponde a la cultura Moche. Es una
lástima que tratándose de una de las culturas más estudiadas del antiguo Perú, no se haya
dado la debida importancia a este aspecto y se haya partido siempre de la concepción
equivocada que los Camélidos no podían prosperar en la zona costera. Citaremos al
respecto un sólo ejemplo. Benson (1972: 86) escribió: “Las llamas fueron ciertamente
traídas de las alturas, y, si lo juzgamos por las representaciones en la cerámica, fueron
usadas como animal de carga...”. Y luego añade: “Desde que las llamas son indígenas de
grandes alturas, es de preguntarse hasta que punto ellas pudieron resistir en la costa si
fueron usadas como animal de trabajo. Pudieron ser usadas solamente para viajes que se
hacían desde o hacia la costa, y quizá, puesto que tienen un especial significado por su
asociación con las montañas, la llama pude) haber sido usada solamente para transportar
algún material ritual significativo. La presencia de llamas sacrificadas en los entierros
refuerza esta teoría. Es también posible que fueran comidas, pero no pudieron ser tan
167

abundantes como para haber sido) una fuente importante de alimentación.” (Benson, op.
cit.: 89).
270 Estos mismos conceptos han sido enunciados para explicar la desaparición de estos
animales de la costa. Así Larco Hoyle (1938: 92) escribió: “Todos los animales que están
expresados en la cerámica [Moche] se encuentran en la actualidad; salvo algunas especies
que han desaparecido a causa de que no eran originarias del lugar como ha sucedido con
la llama, animal de gran importancia histórica, que sólo se encuentra en las altas planicies
andinas... de donde sin duda fue anteriormente traída a la Costa y aclimatada, venciendo
dificultades.”.
271 Estas frases muestran claramente como el prejuicio que se ha tenido y se tiene con
respecto a la posibilidad de vida de los Camélidos en otros medios que no son
exactamente los de la altura, ha llevado a distorsionar la realidad de los hechos, como se
verá en el transcurso de este estudio.
272 No cabe la menor duda que la mayor cantidad de representaciones de Camélidos que se
han hecho en tiempos prehispánicos, corresponde a la cultura Moche. Pero es importante
señalar, sin embargo, que de todas las que nosotros conocemos, sea pictóricas que
escultóricas, sólo se muestra a las llamas. Lavallée (1970: 65) que ha hecho un estudio
especial sobre las representaciones de animales en el antiguo Perú, indica muy
claramente que ni la alpaca, ni el guanaco, como tampoco la vicuña, han sido figuradas
por los artesanos mochicas.
273 Hay un problema intrigante que no ha sido resuelto hasta la fecha. Nos referimos a que
casi todas las representaciones que nos han dejado los mochicas, muestran a llamas con
un cuello corto, muy diferente al de los animales actuales.
274 Uno de los autores que mayormente se preocupó de esto, ha sido Horkheimer (1958:
26-27)2 y nos parece importante citarlo ad pedem litterae. Dice así: “Nosotros suponemos
que existió otro subgenus de auquénido domesticado, pues en huacos de los alfareros
mochicas, que generalmente se destacan por su reproducción del ambiente realista y
preciso, encontramos centenares de representaciones de una bestia de carga, de tipo
auquénido, dotada de un cuello bastante corto (5). La existencia de este animal de cuello
corto nos explica por qué tantos cronistas hablan de 'carneros' y 'ovejas', términos que
mal se adaptan a la raza de cuello largo. Posiblemente, el auquéniclo costeño desapareció
a consecuencia de la gran peste (caracha) de 1544-45 (6) cuando los rebaños ya estaban
diezmados por la soldadesca española, ávida de comer carne. De todos modos, ‘la
abundancia de esqueletos de llama, que se encuentra en los cementerios próximos a las
lomas’ (Tello, 1942, p. 607 [que corresponde a nuestra cita 1942: 191) es prueba que en el
Perú prehispánico a la llama se la mantenía a lo menos temporalmente en niveles más
bajos que hoy en día.” (la cita 5 corresponde a Schmidt [1929: 176, 1: 179, 1; 180, 1 y 2] y la
6 a Garcilaso de la Vega [1609, libro VIII, cap. XVI; que en nuestra bibliografía equivale a la
edición de 1959, Libro 8, Cap. XVI, 148]).
275 El mismo autor vuelve sobre el asunto posteriormente (Horkheimer, 1961: 31-32) y
expresa que generalmente se cree que este animal, que es oriundo de las serranías,
proporcionaba a los pobladores de estas tierras el monopolio del transporte de los
productos que se intercambiaban entre la costa y la sierra. Sin embargo, advierte
Horkheimer, “... examinando las representaciones sobre miles de huacos mochicas,
observamos que el animal en referencia lleva, casi siempre, cuello corto, es decir que
difiere, esencialmente, tanto de la llama, como de los demás miembros de la familia de los
168

auquénidos. De esta manera, hay que pensar que existió una variedad extinguida desde la
época de la Conquista.”.
276 Si bien las observaciones de Horkheimer son correctas en lo que se refiere a las
representaciones mochicas, ello plantea una serie de problemas e interrogantes que
discutiremos a su debido tiempo. Pero es importante señalar que la idea de Horkheimer
no ha sido totalmente olvidada y que hay algunos estudiosos que aún plantean la
existencia de una variedad de llama costeña, hoy desaparecida. Es así que Vásquez y
Vásquez (1986: s/p), basándose en los trabajos que hicieran en un sector de Chanchan,
conocido como Loma Roja o Unidad Sur N°2, Chayhuac, afirman que “... ya no queda
duda...” de la existencia de una especie de Camélido aclimatado a la costa probablemente
desde épocas muy tempranas y “... con certeza de que se trata de una variedad de llama
diferente a la que vive en la sierra (Altamirano 1985, Com. Per)...”, aunque admiten que se
necesita mayor confirmación sobre el asunto. Volveremos sobre el tema más adelante.
277 De hecho hay en la actualidad cierto consenso entre un buen grupo de especialistas, en
aceptar que en los tiempos mochicas hubo una cantidad no indiferente de Camélidos en la
Costa Norte. Novoa y Wheeler (1984: 124) hablan inclusive de “grandes rebaños” para la
zona de Trujillo.
278 Shelia Pozorski (1979a: 176; 1982: 180) que ha hecho un análisis de los huesos de muchos
yacimientos de diversas épocas, es de la opinión que la sociedad mochica se mantenía casi
exclusivamente por rebaños de llamas que estaban bajo el control del poder centralizado
del estado. Estas les suministraban virtualmente todas las proteínas animales consumidas.
Es así, señala Pozorski (1976: 123). que si se hace un examen de los recursos de proteína
animal que se ha podido documentar para la cultura Moche, se desprende que hay una
concentración en la carne de llama doméstica (más del 90%), hasta el extremo que las
otras fuentes potenciales de carne, fueron de menor importancia. Esta evidencia sugiere
que la crianza de estos animales estuvo controlada y mantenida por el gobierno mochica,
con el propósito de tener carne, una bestia de carga y lana. La evidencia de este control,
se ve desde el punto de vista arqueológico y por la edad de los animales que fueron
matados para carne, por el patrón existente en las marcas de las matanzas, que muestran
sin duela una estandarización. Además hay una gran cantidad de excrementos en los
yacimientos arqueológicos. Siempre según Pozorski, los hatos eran mantenidos tierra
adentro y ofrecieron una seguridad al estado de Moche, que los grupos humanos más
tempranos no habían sabido alcanzar.
279 Shelia Pozorski (1976: 113-118) discute ampliamente los diferentes aspectos de este
asunto; trataremos de sintetizar los puntos más saltantes. En primer lugar, plantea el
problema de la adaptación de los Camélidos al ambiente costeño, pero ella observa que
aún mucha de la evidencia que se tiene es contradictoria. Por ejemplo, señala que
Carelozo (1954: 65) ha argüido que la dieta vegetal suave de la costa produce un
crecimiento anormal de la dentadura, que no se produce cuando la llama se alimenta de
pastos duros serranos. Sin embargo, esto está en contradicción con las ideas de Wing
(1973: 9) que sostiene que sólo la vicuña tiene incisivos que crecen continuamente, lo que
implica que los dientes de las otras especies de Camélidos no estarían mayormente
afectadas por la naturaleza física de los alimentos consumidos. Si bien es cierto que este
es un problema que deberá ser estudiado en el futuro, los datos arqueológicos certifican
que hubo una gran cantidad de animales en la zona costera y que evidentemente
pudieron subsistir. Por ejemplo, la autora ha estudiado el material zoológico excavado en
las huacas de Moche y ha podido llegar a la conclusión que sus habitantes eran casi
169

totalmente dependientes de la carne de llama. Además, una cantidad considerable de


excrementos lo está certificando. De esto se deduce que los hatos eran mantenidos en la
vecindad. Admite la autora que los grandes rebaños de llamas pudieron haber sido
mantenidos en áreas más alejadas, tierra adentro, y a una mayor altitud, en aquellos
lugares que por no ser cultivables podían soportar mejor el pastoreo.
280 En función de la gran cantidad de huesos excavados, se puede analizar algunos factores
culturales que estuvieron vinculados con la crianza de las llamas y el procesamiento de su
carne, que hemos mencionado sucintamente más arriba. Para hacer esta evaluación, se ha
tomado en cuenta la edad de los animales, la frecuencia de huesos quemados, la
frecuencia del tipo de hueso, y las huellas que sobre éstos han dejado las actividades
humanas.
281 Para poder evaluar, aunque parcialmente, la edad de la población de llamas, se ha tomado
en cuenta la fusión de los huesos. En este sentido es importante recordar que Wing (1972:
330) pudo determinar una serie de etapas de edades de los Camélidos, basándose en la
secuencia de la fusión de la epífisis. El sexto estadio se correlaciona con la secuencia de
erupción de los dientes que estableció Cardozo (1954: 91, para alcanzar una edad
cronológica equivalente a 36 meses. Pozorski considera, sin embargo, que todos los otros
estudios son relativos, ya que no han sido relacionados a edades cronológicas.
282 Una vez que los datos de los huesos de Moche estuvieron organizados en función de
edades progresivas de fusión, y los resultados -que fueron expresados en términos de
porcentajes de huesos no fundidos- fueron graficados, se llegó a reconstruir una
estructura parcial de edad para la población de llamas (el lector que quisiera obtener una
información más detallada, podrá encontrarla en Shelia Pozorski, op. cit.: Apéndice 11,
Pig. 18). Resulta que la gran proporción de huesos no fundidos es más significativa,
incluso para los estaelios más tardíos de fusión. La distribución muestra que los animales
consumidos en Moche, fueron generalmente adultos muy jóvenes. Siguiendo los trabajos
de Uerpmann (1973: 315-316) y Perkins y Daly (1961: 101), se puede concluir que es de
esperar la explotación metódica de un grupo de animales de edad específica entre gente
que mantiene rebaños domésticos con fines específicos. Si bien es cierto que la utilización
de la información que indica la explotación metódica de edad y sexo en forma de grupo,
para argüir a favor de una temprana domesticación de animales, ha sido criticada por
Collier y White (1976: 96-102), Pozorski cree que dado que el status doméstico de la llama
no está en cuestión, es posible utilizar esta información relativa a la edad, para tratar el
uso de los rebaños. (Lege también Shelia Pozorski, 1979b: 150).
283 Pues bien, los datos de las edades de los animales de Moche, indican que los que han sido
consumidos proceden de rebaños que fueron mantenidos fundamentalmente para carne.
En efecto, después que los animales han sido seleccionados para la crianza, resulta más
provechoso matar los animales inmediatamente después que alcanzan el tamaño adulto.
A este punto ellos no aumentan más de peso, pero siguen consumiendo forraje. La alta
proporción de animales adultos jóvenes en las muestras, avala este planteamiento.
284 Por otro lado, los tipos de frecuencia de los huesos, pueden ser usados ocasionalmente
para descubrir los métodos de procesamiento de los animales, aunque sin duda la mejor
evidencia directa se obtiene del análisis de las estrías y los golpes que se conservan en los
huesos. Pozorski (1976) ha usado toda esta información para tratar de reconstruir los
procedimientos que han sido utilizados porla gente de Moche, desde el momento que una
llama fue matada, hasta que fue aprovechada (para mayores detalles vide Shelia Pozorski,
op. cit.: Apéndice II). Tomando en cuenta que es conocido que cuando un grupo de gente
170

dependía en forma primaria de un animal para la carne, el procesamiento que se ha


seguido ha sido estandarizado.
285 Por este análisis se deduce que después que el animal fue sacrificado, fue despellejado,
luego desarticulado, cortando usualmente las partes por las coyunturas. A pesar que
muchas de las unidades más pequeñas fueron probablemente cocidas con el hueso, la
carne fue cortada de las unidades mayores del esqueleto para hacer porciones más
manejables. Luego los huesos más grandes fueron rotos y abiertos para extraer la médula.
286 La frecuencia de huesos quemados en las muestras de Moche, ha sido evaluada en
términos de tipos específicos, de acuerdo a la sección del cuerpo (vide Shelia Pozorski, op.
cit.: Apéndice II y Tabla 65). Se ha podido constatar, que generalmente menos de un tercio
de huesos de una dada sección fueron quemados. La frecuencia más alta ha sido
comprobada para las costillas y las vértebras y puede significar que la carne fue asada.
Por otro lado, las frecuencias más bajas para otros huesos, pueden ser atribuidas a cocido
en algún recipiente.
287 Sólo ocasionalmente algunas porciones de huesos, especialmente los largos y densos, han
sido utilizados para hacer instrumentos. En las muestras de Moche, los dos fragmentos
metapodiales proximales presentan estrías profundas cuando el pedazo ha sido cortado
en una etapa anterior a la manufactura del artefacto (Shelia Pozorski, 1976: 117-118).
288 Aparte del valor utilitario, la llama ha jugado un rol muy importante en el mundo de las
creencias de la gente de Moche. Y ello se refleja por la presencia de restos de estos
animales en los entierros. Ya Larco Hoyle (1938: 92) había observado que en la mayoría de
tumbas de esta cultura, se encuentra restos de llamas. Desafortunadamente no hay un
registro sistemático sobre el particular. En las excavaciones realizadas en la explanada
que se encuentra entre las Huacas del Sol y la Luna en Moche, los huesos de llama se han
encontrado sólo en algunas tumbas, pero hay información que es importante. De los
huesos encontrados, usualmente se trata del cráneo, de las patas o la parte baja de la pata,
de modo que son partes del animal que no han tenido o han tenido poco valor alimenticio.
Por otro lado se ha podido comprobar, que los restos de llama fueron encontrados con
muertos de ambos sexos y los hubo además en entierros de niños y adultos (Donnan y
Mackey, 1978: 381). Además sabemos que los sacrificios de llama han sido comunes,
aunque éste es un fenómeno que se inició antes de Moche (Donnan y Foote, 1978: 106).
289 Las representaciones de las llamas que nos han dejado los mochicas, (especialmente en las
Fases II y III [Larco Hoyle, 1948]), son excelentes y en ellas se puede ver los diferentes
aspectos de las actividades y de la vida de estos animales. Se muestra a las llamas cargadas
de diferentes maneras y en distintas posiciones, llevando hombres en diferentes modos,
descansando, parejas de animales copulando, madres con crías, etcétera. Muchos de estos
Camélidos, son mostrados con una cuerda lateral de guía que va sujeta a una de las orejas
por medio de una perforación (vide Donnan, 1978: Fig. 174). Shimada y Shimada (1985: 19),
han sugerido que esto podría reflejar una costumbre costeña en contraposición de un tipo
de arnés que llevan las llamas serranas a veces. Es posible, pero las llamas llevando un
arnés formado por una soga son también representadas con frecuencia en Moche (vide
Donnan, 1978: Fig. 175), así como animales cargados que no tienen nada, ni la soga ni el
arnés (vide Donnan, 1978: Fig. 176). Para saber a ciencia cierta si Shimada y Shimada
tienen la razón, habría que hacer un estudio particular sobre el asunto. Aparentemente
nos parece que no es así.
171

290 Entre los mochicas ha sido también usanza el corte de las orejas como marca de
propiedad (por ejemplo vide Donnan, 1978: Fig. 178). Esto se hace aún en el Altiplano,
aunque según Tschopik (1946: 521) ello no es norma generalizada (el lector que tuviera
interés en ampliar sus conocimientos sobre la señalización de las orejas, puede consultar
el trabajo de Palacios Ríos [1981: 22-233]).
291 Si bien no hay ninguna evidencia directa, nos atreveríamos a afirmar que las llamas han
formado caravanas para el transporte de productos, no sólo entre las serranías y la costa
sino también a lo largo de ésta. Sobre este punto están de acuerdo por lo menos Lavallée
(1970: 65) y Shimada y Shimada (1985: 20). Estos últimos (Shimada y Shimada, loco citato)
creen que entre los límites del dominio de Moche, es decir entre Vicús por el Norte y
Huarmey por el Sur, las caravanas de llamas y las balsas eran los dos medios de transporte
empleados por los mochicas.
292 Hay que ser conscientes, sin embargo, que la llama sobre todo en lo que se refiere a la
carga, tiene ciertas limitaciones que serán analizadas más adelante y que en consecuencia
no se puede exagerar su importancia, como lo hizo Larco Hoyle. Él escribió que ella
desempeñó “... el mismo papel que el caballo... en las civilizaciones orientales.” (1938: 92).
Hay una distancia abismal entre el potencial de estos dos animales. Por eso Horkheimer
(1958: 27), escribió refiriéndose a los Camélidos, que “... no se les podía convertir ni en
cabalgaduras ni en bestias de tiro [por eso] las sociedades andinas no se transformaron en
poblaciones de pastores. De eta manera, en la región andina no se produjo el proceso que
en el Viejo Mundo se repitió tantas veces: el de pueblos de pastores que vinieron a
dominar a comunidades agrícolas.”. Esto es cierto y equivocado a la vez. Es equivocado en
cuanto no se puede decir que en el antiguo Perú no hubo pastoreo y este punto será
discutido más adelante. Pero es cierto, en cuanto el pastoreo andino fue muy diferente al
tradicional del Viejo Mundo, y por eso sus consecuencias fueron evidentemente
diferentes.
293 Veamos ahora cuales son los datos arqueológicos relativos a los restos de llamas en
contextos mochicas. En el departamento de Lambayeque (provincia de Ferreñafe, distrito
de Pitipo) se encuentra uno de los grupos arqueológicos más importantes del Perú. En
este caso concreto nos referimos a la Huaca del Pueblo. Sabemos que allí hay una
habitación que se extiende desde la Fase IV de Moche hasta el Horizonte Medio. En
contexto Moche, los restos de llamas aparecen en asociación primaria y en muchos casos
con hogares. Estos restos comprenden diferentes partes del cuerpo de los animales y los
hay de fetos o neonatos, jóvenes y adultos. Algunos de los huesos muestran las huellas de
la matanza (Shimada y Shimada, 1985: 14-15).
294 Aunque consideramos que no tienen ningún valor, tenemos que citar el trabajo de
Chimoy (1985: 167, 169-170). Él afirma que a base del análisis de especímenes cerámicos
“moche y chimú” ha identificado “Lama sp. Ilama (Mamalia Camelidae” y “Llama Cuello
Corto (Mamalia Camelidae)” (Sic!). Luego basándose en los trabajos de Shimada et al.
(1981) concluye que “Las evidencias sugieren que los pobladores domesticaron la “llama”
en corrales y las alimentaron con “algarrobo y/o maíz”; hay restos de estiércol de “llama”
con semillas de “algarrobo”.” Pero, y esto es lo más grave, el autor reconoce para la época
prehispánica cabra, toro, carnero y “Homo Sapiens” (Sic!) y escribe que debería revisarse
el material “... ya que la presencia de estos animales en el continente Sur americano es
muy discutido. Tal vez se asuma que pueden producirse errores en la determinación
taxonómica...” (Chimoy, op. cit.: 172-172). Huelga cualquier comentario.
172

295 En la parte septentrional del departamento de La Libertad (provincia de Pacasmayo,


distrito de Guadalupe), en el gran centro urbano de Pacatnamú, se ha registrado
sacrificios de llama en contextos fúnebres. Es así que en las tumbas correspondientes a la
cultura Moche se ha encontrado cráneos, huesos y dientes de llama (Ubbelohde Doering,
1959: 19, Fig. 21; Donnan y Cock, 1986: 69, 81 y 98).
296 En la provincia de Trujillo (distrito Rázuri) del mismo departamento, en la Pampa Río
Seco, Shimada y Shimada (1985: 10) han informado que Bankes (1971; tesis que nosotros
no hemos podido leer) ha excavado un sitio correspondiente a la Fase IV de Moche y allí
hubo restos de llama, aunque no se sabe si su uso fue doméstico o ceremonial.
297 En la misma provincia, pero en el distrito de Magdalena de Cao, al suroeste de la Huaca
Blanca (conocida también como Huaca Cao Viejo) del conjunte) El Brujo, a unos 500 m
aproximadamente, hay un osario de Camélidos que alcanza hasta 1 m de espesor. La
localidad se conoce como Paredones y es un cementerio. Allí se puede ver inclusive en
algunos casos el pelo de los animales. Este sitio parece corresponder a Moche tardío u
Horizonte Medio temprano (Segundo Vásquez y César Gálvez Mora, Comunicación
personal, 30 de agosto de 1991). Después de haber recibido esta información, en fecha 15
de abril de 1993 visitamos el lugar con Víctor Vásquez Sánchez, y comprobamos la
existencia de lo que parece ser un entierro de llamas, de unos 30 a 50 individuos. El
contexto es evidentemente funerario. Según Víctor Vásquez (Comunicación personal, 15
de abril de 1993), en las cercanías hay corrales para animales.
298 Víctor Vásquez Sánchez (Comunicación personal, 17 de julio de 1992) nos ha informado
que en el sitio La Poza, en el sector Parte Alta (valle del Moche, distrito de Huanchaco, a
18 msnm) se ha encontrado restos de excrementos de Camélidos. El sitio tiene
ocupaciones correspondientes a las culturas Salinar, Gallinazo y Moche. A pesar que el
yacimiento ha sido excavado por Donnan y Mackey en 1969, Escobedo y Rubio en 1982,
Castillo en 1986, Deza y Segundo Vásquez entre 1988 y 1989, hasta ahora no se ha
publicado un informe.
299 Cerca de Trujillo, frente a la célebre Huaca de la Luna (provincia y distrito de Trujillo),
Uhle excavó tumbas Moche y en ellas halló huesos de llamas sacrificadas (Menzel, 1977:
60). En la Huaca del Sol de la misma localidad, Shelia Pozorski (1976: 340, Apéndice I,
Tabla 14; 1979a: 169, Tabla 1) excavó basura correspondiente a la cultura Moche y llegó a
establecer que los huesos de Camélido representan el 68.1% de los restos animales que
componen la dieta de dicho sitio. Aunque Shimada y Shimada (1985: 10) han observado
que esta muestra no debería ser considerada como representativa de la dieta ordinaria de
los mochicas, ya que por tratarse de un sitio sagrado, bien pudo tratarse de un festín
ceremonial.
300 Finalmente debemos referirnos a un sitio que ya no existe, la Huaca Pelada, que estuvo
cerca del balneario de Buenos Aires (en la provincia de Trujillo, distrito Víctor Larco). Allí
excavó Julián Castro Burga A. y presentó una tesis en la Universidad de Trujillo en 1949.
Éste evidentemente no era arqueólogo. Para hacer conocer estos trabajos, el director de la
revista Chimor, José Eulogio Garrido, publicó fragmentos de esta tesis, alternando
comentarios propios, pero de tal manera que no siempre está claro a quien corresponde el
texto, si a Castro Burga o a Garrido.
301 Allí se informa del hallazgo en uno de los cuartos de la huaca, de un esqueleto completo
de Camélido, evidentemente fue una ofrenda (Director de Chimor, 1959-1960-1961: 14).
Sin embargo en un comentario posterior, se habla de una “enorme cantidad” de osamenta
173

y se afirma incluso que se trató de vicuña (Director de Chimor, op. cit.: 27-28). La
cronología es ininteligible, podría ser Moche o post-Moche.
302 En la parte meridional del valle medio del Virú, Strong y Evans (1952), cuando trabajaron
en la Huaca de la Cruz (V-162) a la que ya nos hemos referido, en contexto Moche
observaron en una habitación la presencia de excremento de llama y hallaron, además, un
codillo de este animal (Strong y Evans, op. cit.: 135, 137). En la cercanía del monumento
hallaron así mismo “Gran cantidad de excremento de llama...” (Strong y Evans, op. cit.:
168).
303 En el valle del Virú hay una serie de otros sitios en los que se ha encontrado Camélidos,
pero cuya filiación cultural exacta desconocemos. Corresponden al Período Intermedio
Temprano. No sabemos tampoco su ubicación exacta, ya que las siglas no equivalen a las
que fueron empleadas durante el Proyecto Virú (lege Willey, 1953). Ellos son Virú 632 que
plantea un problema, pues inicialmente se atribuyó a los Camélidos una presencia de l4%
(Wing, 1977b: Tabla 7) y luego 3-5% (Wing, 1986: 259, Tabla 10.7). También hay un
problema con el sitio Virú 633 para el que se señaló una presencia de 0.7% de Camélidos
(Wing, 1977b: Tabla 7), pero luego se corrigió con 2.1% (Wing, 1986: 259, Tabla 10.7).
Finalmente para los sitios Virú 368 y 636 se atribuye el 2.1% de Camélidos y para Virú 604,
0.8% (Wing, 1986: 259. Tabla 10.7).
304 Refiriéndose a la ocupación Moche en el valle del río Santa, Donnan (1973: 123-124)
escribió: “El material óseo más común en la basura, y en forma predominante, fue el de
los camélidos. En muchos casos ha sido imposible determinar si los huesos de camélidos
fueron de llama, alpaca, vicuña o guanaco. Es cierto, sin embargo, que la mayoría fue de
llama. Es interesante notar que los huesos de llama se encuentran en abundancia en
algunos niveles y están ausentes en otros. Generalmente se ven frescos, raramente
muestran signos de desgaste por acción atmosférica. Entre los huesos de camélidos los
más comunes son las vértebras y las costillas, y generalmente éstas no están
fragmentadas. Se ha encontrado sólo un hueso largo entero, tocios los otros fueron muy
rotos. La mayoría de los huesos no muestran huellas que puedan ser atribuidas al carneo.
Los huesos del cráneo generalmente no se encuentran, con la excepción de la mandíbula y
los dientes.”.
305 Por su parte Wilson (1988: 220) menciona “... tres posibles corrales...” asociados con
caminos. Uno de ellos es muy grande, pues mide 110 m x 95 m. En ellos no hay basura,
pero el autor supone que fueron corrales. Corresponden a fines del Período Intermedio
Temprano e inicios del Horizonte Medio.

4.5.2.4 Otras culturas

306 Ya en el departamento de Ancash (provincia de Huarmey). al norte de la mal llamada


Fortaleza de Paramonga, se encuentra el sitio de Bermejo. Allí los huesos de Camélidos
son relativamente escasos, pues alcanzan sólo el 1.4% de los restos faunísticos (Wing,
1986: 259, Tabla 10.7). No conocemos su filiación cultural exacta, pero el contexto
corresponde al Período Intermedio Temprano.
307 En la Costa Central, refiriéndose concretamente a la zona Ancón-Chillón, Cohen (1978b:
122; 1978c: 27) sostiene que los huesos y coprolitos de llama comienzan aparecer sólo a
partir de este Período y “... en fecha notablemente tardía...”. Sin embargo parece que ello
no es tan cierto, por lo menos por lo que se desprende del trabajo de Patterson et al. (1982:
71, Nota 8) quienes explican que en el valle del Chillón los restos de Camélidos comienzan
174

a prevalecer en los depósitos de basura durante la Época 7 (que corresponde al Período


Intermedio Temprano), que es el tiempo en el que los campamentos con cerámica Lima 6
aparecen en las formaciones de lomas de dicha área. Ello sugiere, siempre según
Patterson et al. (loco citato). “... que el pastoreo estaba comenzando a ser una actividad
económica importante en las formaciones sociales costeñas, más de lo que habían sido antes.
” (el subrayado es nuestro). Esto se refuerza con la información de Dillehay (1979: 27-28),
quien ha observado que en el sitio de Huancayo Alto, se nota una repentina aparición de
cantidades más grandes de huesos de Camélidos en los cuartos de habitación, lo cual
estaría indicando que los habitantes formaban una mezcla de grupos étnicos chaupiyunga
y serranos.
308 En el valle del Lurín, Patterson et al. (1982:69) han constatado que en las lomas de
Atocongo se nota una menor presencia de pastores de la parte alta del valle y un aumento
de la presencia de pastores de la parte baja del valle en dichos pastos.

4.5.2.5 Cultura Nasca

309 Para Nasca en verdad hay poca información y en general bastante vaga. Maldonado
(1952a: 73) escribió que en la zona de Cahuachi (departamento de Ica, provincia y distrito
de Nasca), él encontró una “... gruesa capa de estiércol de auquénidos, fácilmente
reconocible e identificable.”. Y también señaló que en Paredones, cerca de Nasca, vió “...
un corral de 20 x 20 metros, con un depósito de estiércol de auquénidos de un espesor de
cerca de 40 cm.” y que “... se puede apreciar la forma propia de él; en la parte profunda la
masa es amorfa, porque fue depositada en corralones, donde diariamente sufría la presión
y deformación ocasionada por las patas de estos animales.”.
310 En el caso de Cahuachi, Strong (1957: 31) informó que en la estructura por él denominada
Gran Templo (y que corresponde a la Unidad 2 de Silverman [1993: 301]), se encontró
abundantes restos de llama en contexto ceremonial o de sacrificio. Silverman (1985: 87),
refiriéndose al mismo sitio, indica que el 99% de la fauna que recuperó Strong (se refiere
al trabajo de 1957) corresponde a Camélidos. En realidad Silverman se basa en el informe
de Geismar y Marshall (1973) que es muy deficiente. El material analizado cubre un lapso
muy amplio, que se extiende desde “... Paracas tardío hasta las fases de la cultura Huaca
del Loro (Strong, 1957: 7), c.a. A. D. 200-900 (Strong, 1957:46).” (Geismar y Marshall, op. cit
.: 5), es decir desde fines del Horizonte Temprano hasta el Horizonte Medio. Además los
materiales estudiados provienen de varios sitios, es decir Cahuachi, San Nicolás, Chaviña
y Huaca del Loro (Geismar y Marshall op. cit.: 48-51).
311 En el informe se menciona en total aproximadamente 900 huesos, de los cuales
probablemente 894, es decir el 99%, son de Camélido. Como hemos dicho el informe es
muy vago y la información no se muestra en las tablas. Nosotros hemos deducido esta
información. Tampoco hay una tabla para los huesos que no son de Camélido.
312 Los autores consideran que la muestra es demasiado pequeña para ser significativa (lo
cual a nosotros no nos parece) y en ella predominan huesos fragmentados de Camélidos.
No se ha podido observar un patrón de fractura, sin embargo hay huesos con huellas de
carneo, de mascado y de quemado (Geismar y Marshall, op. cit.: 6).
313 En función de la distribución de los tamaños de estos huesos, los autores plantean tres
posibles interpretaciones: una que esta diferencia puede representar la presencia de una
forma doméstica y de una especie silvestre; dos que la diferencia en tamaño puede
representar diferencias de edades dentro de la misma especie y; tercero que esta
175

diferencia en tamaño puede indicar varias combinaciones entre la posibilidad uno y la


dos, es decir animales domesticados jóvenes, jóvenes silvestres, viejos domesticados,
viejos silvestres, etcétera. (Geismar y Marshall, op. cit.: 7-8).
314 Aplicando las tablas de fusión de la epífisis que estableciera Wing (1972), Geismar y
Marshal, (op. cit.: 7), llegan a la conclusión que hay casos de animales adultos y jóvenes en
todos los rangos de tamaños, lo cual invalida la segunda posibilidad que plantearon en su
interpretación.
315 Sin embargo Geismar y Marshall (op. cit.: 3) consideraron que “... el inventario de la
colección, indica que la muestra es relativamente homogénea, compuesta
predominantemente de Camélidos.”. Ellos creen que la pequeña cantidad de restos que no
son de Camélido, en comparación con todo lo que corresponde a éstos, avala la hipótesis
que “... se hizo una selección de un conjunto controlado, o que de hecho, se practicó la
domesticación animal.” (Geismar y Marshall, op. cit.: 7).
316 Posteriormente Silverman (1988: 413) ha confirmado la existencia de excrementos de
llama en Cahuachi, aparentemente en un contexto Nasca temprano. Pero también restos
de llama en entierros (Silverman, op. cit.: 421) y la autora insiste en el uso ritual de estos
animales (Silverman, op. cit.: 424).
317 Estos datos han sido continuados y ampliados en el informe final de Silverman (1993). Allí
se indica que en la Unidad 18 (vide Silverman, op. cit.: Fig. 2.4, 20; Fig. 5.19, 70) “En 1984
hemos observado en la superficie de esta área abundantes huesos de camélidos,
probablemente correspondientes a los recientes descubrimientos de Orefici...”. A juzgar
por los fragmentos de cerámica que hay en la superficie, estos huesos deberían
corresponder a una ocupación Nasca temprana (Silverman, op. cit.: 71).
318 También en la Zona Este de Cahuachi (vide Silverman, op. cit.: Fig. 26, 25) sobre la
plataforma WW3 “En la superficie hay dispersos restos de camélidos (la mayoría de
individuos jóvenes)...” (Silverman, op. cit.: 86).
319 Pero restos de llama han sido encontrados también en contexto funerario. Silverman ha
documentado varios de estos hallazgos. Nos referiremos a dos de ellos, que nos parecen
interesantes. En primer lugar la tumba 10 de la Unidad 19 (vide Silverman, op. cit.: Fig. 2.4,
20). Se trata de un entierro de llama en el que el animal estuvo especialmente preparado,
y la mayoría de los huesos han sido eliminados. Se ha dejado sólo el cráneo y los huesos de
las patas. Parece haber sido un animal disecado. Estuvo extendido e inclinado sobre su
lado derecho, con las patas extendidas al frente. La orientación era hacia el Norte.
Comenta la autora que “En este caso particular podemos especular que los órganos
internos de esta llama han sido usados en una adivinación ritual.” (Silverman, op. cit.: 199;
vide también Fig. 14.6, 200). No ha sido posible fechar la tumba, pero posiblemente
corresponde al Horizonte-Medio (Silverman, op. cit.: 202).
320 El otro caso es el de una tumba encontrada cerca de lo que Silverman (Fig. 14.18, 204) ha
denominado “Burial Area 1” que fue excavada por el Proyecto de Strong. En la Tumba 27
los adobes que estaban alrededor del cadáver, eran calentados y había huesos de
Camélidos incinerados (Silverman. op. cit.: 209).
321 Al comentar los restos de fauna, Silverman señala que los datos de Cahuachi confirman el
planteamiento de Shimada y Shimada (1985). Es así que los excrementos de llama son
comunes en sus excavaciones y la autora sugiere que su presencia en la Kancha de la
Unidad 16, está directamente relacionada con la interpretación que dicha área fue un
lugar de congregación de peregrinos y que las llamas traían y llevaban los bienes. Strong
176

(1958: 31) encontró abundantes restos de Camélidos en la parte superior de la Unidad 2


(su Gran Templo). Pero Silverman anota: “Nosotros no hemos encontrado huesos de
camélidos carneados a pesar que presumiblemente Orefici sí los encontró, ya que Valdez
(1988[b]) habla de camélidos como una fuente-de proteína de carne.”. Luego Silverman
menciona su Tumba 10 de la Unidad 19 (vide supra) y el hallazgo de una pierna de llama en
la Unidad 128 que ha sido interpretada como un ritual especial asociado a la arquitectura.
Los datos de Valdez (1988[b]: 34) sugieren que los animales fueron matados y comidos en
el lugar. Silverman afirma: “Yo estoy de acuerdo con Valdez Cárdenas (1988[b]: 32) que
ello significa que los camélidos no fueron mantenidos/criados en Cahuachi.”. La autora
indica que la información de Camélidos de Orefici y de Strong es consistente con la suya
(Silverman, op. cit.: 304).
322 En seguida Silverman comenta que “Al igual que Strong (1957: 31), yo explicaría la
presencia de restos de camélidos en Cahuachi, como una evidencia de su uso ritual
(incluyendo festejos rituales).” (Silverman, op. cit.: 202). “Yo sugiero que los camélidos,
básicamente las llamas, fueron sacrificados en Cahuachi y consumidos en episodios
ceremoniales.” (Silverman, op. cit.: 304).
323 Es de notar que la opinión de Silverman no concuerda con la de Geismar y Marshall
(1973). Pero hemos visto que el informe de éstos no presenta la suficiente sustentación de
sus datos, de modo que queda la duela. Tampoco concuerda, como ella afirma, con la de
Orefici, ya que éste considera que en la región de Nasca “... la crianza de camélidos
constituyó una alternativa a los trabajos agrícolas.” (Orefici, 1992: 203). Aunque, como se
verá más adelante, el trabajo de Orefici no muestra ninguna seriedad.
324 Valdez (1988b: 32-33) ha informado sobre trabajos más recientes realizados en Cahuachi
por una misión italiana y correspondientes a la cultura Nasca. Indica que de un total de
4,154 huesos. 3,002 (que significa el 72.2%) son de Camelidae y corresponden la mayor
parte a animales adultos. Indica, además, que durante los trabajos se encontró una “...
mínima e insignificante presencia de coprolitos... [y] una marcada ausencia de fetos de
recién nacidos y tiernos...”. Es debido a ello que el autor considera que los animales no se
criaban en el lugar, y que hubo un intercambio con pastores que vivían “... por encima de
los 2000 m.s.n.m.”. El ha identificado dos especies. Lama glama y Lama pacos, pero señala
que además se encontró lana de Lama vicugna. Valdez (op. cit.: 34) cree que los animales
fueron sacrificados en el lugar, ya que se ha encontrado restos de prácticamente todas las
partes del cuerpo. Éstos habrían sido utilizados básicamente para carne y en algunos
casos los huesos rotos indican que se extrajo la médula.
325 Silverman (1993: 304) ha objetado que en el informe de Valdez (loco citato) no se indica
que tipo de tamizaje se empleó en las investigaciones de Cahuachi y con ello, en cierta
manera, pone en duda la validez de las afirmaciones de éste con respecto a la falta de
coprolitos de llamas en Cahuachi. Un dato interesante que consigna Silverman y que
corresponde a información personal que obtuvo de los miembros de la misión italiana, es
que durante la Campaña de 1991 se encontró “... tumbas múltiples de más de sesenta
camélidos sacrificados [que] fueron descubiertos al sur-este del montículo Unidad 19.”
(Silverman. 1993: 28).
326 Orefici (1992: 96) comenta la tesis de Valdez (1988a), fundamentalmente el hecho que en
los sitios de Cahuachi y Tambo Viejo no se ha encontrado fetos o neonatos, mientras es
notable la presencia de animales adultos o jóvenes. Y plantea dos hipótesis: una que la
llama vivía en la costa de mayo a noviembre, en las zonas de lomas, y luego volvía a la
sierra y la segunda que las áreas de crianza estuvieron lejos de los sitios de habitación y
177

de centros religiosos. Señala que los restos de Cahuachi no son de tipo doméstico sino
religioso y cree, además, que a favor de la segunda hipótesis abonaría el hecho que no se
ha encontrado excrementos. El problema es que el mismo Orefici (1992: 225, 227, 234)
entra en contradicción, pues refiriéndose a la Gran Pirámide de Cahuachi, señala no se')lo
hallazgos de huesos de Camélidos que habrían sido sacrificados, sino también la
existencia de estiércol que habría sido utilizado como combustible. Y luego (op. cit.: 230),
al mencionar el Templo Escalonado, señala que allí hubo huesos de animales sacrificados
entre los que predominan los de Camélidos. El problema está en que es prácticamente
imposible conocer el contexto exacto de estos hallazgos y la información de Orefici, en
general, es muy dudosa. (Lege Bonavia, 1993).
327 Luego el mismo Orefici (op. cit.: 92, Nota 12 y 93) al referirse a la cultura Nasca largo sensu,
dice que “... predominan los camélidos.” y que “Los hallazgos más comunes pertenecen a
las especies domésticas: llama (Lamaglama) y alpaca (Lama pacos)...” E insiste (op. cit.: 162,
Nota 11) que es frecuente encontrar en las tumbas de Cahuachi “... patas y orejas de
Camélidos.” y que en las tumbas Nasca “... los camélidos (con los cuyes) constituyeron la
ofrenda más frecuente.” (op. cit.: 164). Aunque no se ofrece ningún sustento a estas
aseveraciones.
328 Valdez (1988b: 33) informa también sobre las excavaciones arqueológicas que realizó en
Tambo Viejo (departamento de Arequipa, provincia de Caravelí, distrito de Acarí) Francis
A. Riddell. Se indica que allí hubo “... una presencia temporal de los Camélidos... durante
el Período Intermedio Temprano, puesto que pese a la ausencia de restos de fetos/recién
nacidos y animal tierno -que implica su crianza-hay buena muestra de coprolitos que
evidencia su crianza y al mismo tiempo parecen haber sido utilizados como
combustible.”. Como se podrá apreciar la frase es muy confusa y no se ofrecen las
evidencias necesarias. Luego Valdez, basándose en Troll (1980[1958]: 33), dice que “... no
parece coherente discutir la crianza de estos camélidos en la costa sur...” donde “...
debieron ingresar en ciertas circunstancias o con fines rituales.”. Especula que los
animales eran traídos en invierno, aprovechando de las lomas y dado que en la puna hay
escasez de pastos y además en esa época baja la temperatura y mueren los animales
jóvenes. Mientras que en la época de lluvia éstos retornarían a las serranías, “De este
modo, comprendemos la presencia de los coprolitos de Tambo Viejo y de igual forma la
ausencia de los restos feto/recién nacidos y animal tierno.”. Todo esto es especulativo y
está lleno de los prejuicios tradicionales.
329 (Para la ubicación de los yacimientos mencionados vide Figura 12).
178
179

Figura 12. Ubicación de los sitios arqueológicos correspondientes al Período Intermedio Temprano, en
los que se ha encontrado restos de Camélidos.
1 – Huachanmachay
2 – Huacaloma
3 – Huamachuco
4 - Cueva del Guitarrero
5 - Chavín de Huántar
6 – Kotosh
7 – Calancancha
8 – Pikimachay
9 – Ayamachay
10 – Wisqana
11 – Waywaka
12 – Qaluyii
13 - ? (Norte de Talara)
14 - ? (Norte de Talara)
15 – Tamarindo
16 - Loma Valverde
Salinar
17 – Puemape
18 - Cerro Arena
19 – Moche
20 - V-434
21 - V-604
Gallinazo
22 - Huaca Gallinazo
23 - Castillo de Tomaval
24 - Huaca de la Cruz
25 – Suchimancillo
Moche
26 - Huaca del Pueblo
27 – Pacatnamú
28 - Pampa Río Seco
29 - El Brujo
30 - La Poza
31 - Huaca ele la Luna
32 - Huaca Pelada
33 - ? (Santa)
34 – Bermejo
35 - Huancayo Alto
36 - Lomas de Atocongo
Na sea
37 – Cahuachi
38 - Tambo Viejo

4.6 Horizonte Medio (500-900 años d. C.)


330 Desafortunadamente para esta importantísima época de la historia andina, hay
relativamente poca información, sobre todo en lo que se refiere a las serranías. Y no cabe
duda que estos fueron tiempos de grandes e intensos movimientos de poblaciones y de
ejércitos y que las caravanas de llamas debieron jugar un rol de fundamental importancia.
Consideramos que éste es uno de los mejores ejemplos que demuestran que en realidad
las muestras de las que disponemos y estamos utilizando, en el fondo no son
significativas.

4.6.1 Las Serranías

331 Refiriéndose al departamento de Cajamarca y concretamente al Horizonte Medio, Izumi


Shimada (1982: 182) señala que los restos de la fauna indican que hay una continuidad con
los patrones de subsistencia más tempranos. Lo único notable, es un “posible” aumento
180

en el manejo de los Camélidos, que fueron utilizados tanto para carne -que habría sido el
uso primario- como para otras funciones, pero fundamentalmente como animales de
carga. Ello se desprende por la existencia, en las muestras, de una mayor proporción de
Camélidos que están por debajo de los 35 años de la que se podía ver en los períodos
precedentes.
332 Esta información es avalada por el estudio de Melody Shimada (1982: 312-313) que,
basándose en la muestra excavada en Huacaloma y correspondiente al Horizonte Medio,
asevera que los restos de Camélidos siguen siendo los animales económicamente más
importantes, pues se les encuentra en una proporción de 97% con respecto a los de otros
animales.
333 Una observación interesante de Shimada, es que a pesar que hubo continuidad en la
importancia de estos animales, si se compara con los datos de las épocas anteriores, ahora
se nota un cambio en el manejo. Después del primer año, en el que sobrevive el 68% de los
recién nacidos, parece que se introducen en el sitio nuevos individuos. Hay una posible
matanza entre los 2 y los 3 años, lo que corresponde al patrón de las fases anteriores, pero
la mitad de la población sobrevive los 3.5 años. El mantenimiento de más animales,
pasados los 3.5 años, podría indicar un aumento del uso para acciones diversificadas, lo
que no sucedía antes, pues éstos fueron utilizados básicamente para carne. El conservar
los animales más de 3.5 años, puede indicar que fueron empleados para carga. Se nota,
además, un aumento de animales más pequeños, pero al mismo tiempo se pueden
distinguir dos poblaciones diferentes, de llamas y alpacas. La autora señala que si bien en
las épocas anteriores hubo un intercambio entre los agricultores de la cuenca y los
pastores de las tierras altas, los primeros fueron ganando territorios a los segundos,
terminando con el control de los Camélidos en los tiempos del Horizonte Medio.
334 Para la Sierra Central prácticamente no hay información. Según Browman (1974: 190), la
conquista Huari en esta región produjo una profunda crisis en la sociedad y el pastoreo se
convirtió en una técnica secundaria de explotación de los recursos naturales,
convirtiéndose la agricultura en el elemento de primera importancia.
335 En Ayacucho sabemos, sin mayores detalles, que en las ocupaciones correspondientes al
Horizonte Medio de Ayamachay y Pikimachay, la presencia de los Camélidos significa
respectivamente 82.4% y 53.9% (Wing, 1986: 257, Tabla 10.6). Por otro laclo, en las
excavaciones que se realizaron en Conchopata, en las Capas A, B y C que cubre desde fines
del Período Intermedio Temprano hasta las Épocas 1 y 2 del Horizonte Medio (según la
cronología de Menzel, 1968), se encontró restos de Camélidos con un porcentaje
equivalente a 21%. De los análisis se deduce que su consumo ha sido indiscriminado, pues
incluye tanto animales adultos como jóvenes, y que representaron la principal fuente de
proteínas de la población (Pozzi-Escot, 1985: 120).
336 Las investigaciones de Wheeler (1986: 291-292) con materiales provenientes de
yacimientos situados en el valle del Colca, al este del pueblo de Coporaque (departamento
de Arequipa, provincia de Cailloma, distrito de Coporaque) demuestran que la fuente
primaria de alimento animal procede de los Camelidae. y en primer lugar de la llama
doméstica (Lama glama) y ocasionalmente de la vicuña silvestre (Lama vicugna) y
posiblemente el guanaco silvestre (Lama guanicoe). En los estratos correspondientes al
Horizonte Medio, los adultos están presentes en una cantidad correspondiente al 72.7%,
los animales jóvenes 19.7% y los fetos/neonatos 7.6%. Este predominio de animales
181

adultos, aparentemente quiere decir que se trató de mantener los animales vivos el mayor
tiempo posible.
337 Wheeler ha indicado que a pesar que los datos son escasos, este patrón puede ser
interpretado como un indicador, en el sentido que el uso predominante de la llama adulta
ha sido como animal de carga y que éste prevaleció sobre el de ser fuente de carne. Esto
explicaría la baja frecuencia de restos de animales jóvenes, y estaría avalado por los datos
etnográficos. La baja frecuencia de de fetos/neonatos (7.6%), puede sugerir también que
hubo un manejo eficiente de los rebaños, reduciendo las tasas de mortalidad para los
animales de ese grupo de edad, a pesar que no se puede descartar que esta figura podría
ser también producto de la forma de recoger las muestras.

4.6.2 La Costa

338 La información para la costa, en este caso, es mucho más abundante. Así Izumi Shimada
(1982: 172) al tratar el Horizonte Medio de Lambayeque (utilizando fundamentalmente la
información del conjunto de Batán Grande y Pampa Grande), indica que se nota una
notable continuidad con los períodos anteriores, sobre todo por el significado económico
que tienen las llamas domésticas. En las excavaciones se encuentra restos jóvenes y viejos
de estos animales.
339 Con referencia a la misma zona, Shimada y Shimada (1983: 18) comentan el trabajo de
Wheeler (1982[b]) donde se plantea la posibilidad de diferenciar las especies de Camélidos
por la forma de sus incisivos. Al parecer Kent (1982[a] y Comunicación personal a los
autores) ha demostrado que este método no siempre es aplicable. Siguiendo la
metodología de Wheeler (loco citato), en Lambayeque todos los dientes son del tipo llama/
guanaco. Pero los incisivos no siempre están bien conservados y no se puede eliminar la
posibilidad de existencia de alpacas. A pesar que la llama y el guanaco no pueden ser
diferenciados osteológicamente, el rango de funciones que se pueden deducir
arqueológicamente, parece sugerir que se trata de llamas.
340 En función de la cantidad de animales que han sido matados, o que han muerto a partir
del Horizonte Medio), se deduce que hubo un manejo cuidadoso de rebaños de llamas
domésticas. Según Shimada y Shimada (loco cítato), se hace difícil imaginar que la caza del
guanaco silvestre pudo haber sido el sustento de la población, que se puede deducir en
función de los centros urbanos existentes (lege Schaedel, 1972). Se sabe que en esta época
la actividad agrícola fue muy intensa y extensa y que, en consecuencia, la supervivencia y
el manejo de cualquier hato grande de animales, debió forzosamente estar bajo control
humano.
341 Refiriéndose ya concretamente a la Huaca del Pueblo del complejo de Batán Grande,
Shimada y Shimada (1985: 14-15) han informado que en asociación con el estilo
Lambayeque (que ello denominan Sicán), se encontré) 14 Camélidos fetos/ neonatos
sacrificados. Y pueden ser más, pues el área no ha sido totalmente excavada. E Izumi
Shimada (1982: 173) al escribir sobre el sitio de Sapamé, que está también dentro de la
zona de Batán Grande, y que tiene una ocupación que se extiende desde el Horizonte
Medio hasta el Horizonte Tardío, indica que Melody Shimada durante sus excavaciones,
pudo observar un estrato de excrementos de llama, mezclados con hojas y frutos de
algarrobo. En el granulado de los excrementos, se halló semillas de algarrobo. Ello
demuestra que las llamas fueron mantenidas con forraje que existía en la localidad.
182

342 Shimada y Shimada (1985:20) creen que las caravanas de llamas transportaban los
minerales a Batán Grande desde las serranías.
343 Izumi Shimada (1982: 173) en su trabajo hace referencia a un informe inédito de Melody
Shimada entregado en 1980 a Christopher Donnan, sobre trabajos efectuados en la Huaca
Chotuna (departamento y provincia de Lambayeque, distrito de San José). Y allí también
se ve que la llama predomina entre los restos alimenticios, como principal fuente de
carne.
344 Siempre en el departamento de Lambayeque, más concretamente en el sector noroeste de
La Leche, está la Huaca Julupe cuya ubicación exacta desconocemos. Según Shimada y
Shimada (1985: 15), el monumento corresponde a fines del Horizonte Medio y principios
del Período Intermedio Tardío. Allí hay indicios de que se efectuaron sacrificios de
Camélidos.
345 En el mismo departamento (en la provincia de Chiclayo y distrito de Saña) hay un
monumento muy importante, Pampa Grande, y que ha sido objeto de estudios por varios
especialistas. La ocupación de este gran centro urbano, corresponde a los tiempos finales
de Moche, es decir a Moche V. Izumi Shimada (1982: 161) considera que la presencia de
llamas en este sitio, tiene una “significación económica crítica”.
346 En efecto, todos los datos que se han obtenido, tanto de las exploraciones como de las
excavaciones, demuestran que allí los Camélidos dominan en los restos orgánicos en
términos de número, volumen y peso. Además, están bien representados todos los huesos
del esqueleto y ello demuestra que los animales fueron descuartizados en o cerca del sitio.
La edad se extiende desde fetos/neonatos hasta adultos y demuestra que el 43% de los
animales sobrevivió 42 meses, con una disminución entre los 24 y los 30 meses “... lo que
puede reflejar que el mantenimiento se hizo hasta lograr el peso adulto, cuando se
determinó su uso y su función.”. Esto puede significar que hubo un uso diversificado,
como pudo ser el de transporte y alimento. El estudio de estos restos no siempre es fácil,
ya que a veces es difícil establecer el sexo de los animales. Además, es evidente que
también hubo sacrificios de tipo religioso, como se verá más adelante (Shimada y
Shimada, 1985: 13).
347 El análisis de los restos de la basura, demuestra que los Camélidos fueron los más
utilizados en la dieta de los pobladores de Pampa Grande, pero al mismo tiempo que sus
huesos se utilizaron para la fabricación de herramientas. Por los datos etnográficos se
sabe que un buen porcentaje de huesos se pierde, y es posible que ello haya sucedido
también en tiempos prehispánicos, siendo los responsables de ello probablemente, los
perros y los cuyes. Este es un factor que no se puede olvidar al interpretar la evidencia
arqueológica (Shimada y Shimada, 1981: 38).
348 Sobre la cantidad que representan los Camélidos en Pampa Grande, hay sin embargo
algunos problemas. Se ha calculado inicialmente (Shimada y Shimada, 1981: 38) que estos
restos tienen un valor aproximado de 87% del volumen total de huesos analizados. Pero se
ha añadido que “Esta es una cifra conservadora; [pues] Melody Shimada estima que más
del 90% de los huesos no identificados corresponde a Camélidos.”. Posteriormente Izumi
Shimada (1982: l6l) señaló que en términos numéricos de 5,007 huesos identificados, 4,345
corresponden a Camélidos, esto significa el 86%. Cifra que corresponde
aproximadamente, en términos de peso, pues de 12,086 gr de huesos en total, 10,678 son
de Camélído, es decir 88%. Resulta sin embargo que Wing (1986: 259, Tabla 10.7)
determina para los Camélidos un valor de 70.2%. Hay sin duda discrepancias en las cifras.
183

Pero, de cualquier manera, ellas son significativas, y demuestran el predominio de los


Camélidos.
349 Ahora bien, de estos restos el 50% han sido individuos jóvenes y el resto adultos,
respectivamente de menos o más de 3 años de edad, lo cual sugiere, como ya se ha dicho,
un uso múltiple con predominio para la alimentación (Shimada y Shimada, 1981: 38; Izumi
Shimada, 1982: 161-162).
350 Resulta, sin embargo, que hay una contradicción en la información de los esposos
Shimada. Es así que Shimada y Shimada (1981: 41, Cuadro 8) han afirmado que sólo el 3%
de los huesos de llama que se ha recuperado, tienen huellas de carneo, pero
posteriormente Izumi Shimada (1982: 162) escribió) que estas huellas son “frecuentes”
sobre casi todas las partes del esqueleto. Esto deberá ser aclarado.
351 Al margen de estas pequeñas discrepancias en las cifras, estamos totalmente de acuerdo
con Izumi Shimada (1982: l6l), cuando escribió que “... es difícil negar que las llamas
fueron la fuente primaria de proteínas para la población de Pampa Grande.”.
352 Es importante hacer hincapié que los restos de Camélidos han sido encontrados no sólo en
la basura, sino también en directa asociación con los hogares (Izumi Shimada, 1982: 162).
353 Como se decía, hay también evidencia de sacrificios de Camélidos en Pampa Grande,
concretamente en la Huaca Fortaleza, el monumento mayor del conjunto urbano. Allí se
encontró el entierro de un niño con un Camélido, luego el entierro de tres Camélidos
jóvenes asociados a dos extremidades humanas y hay evidencia de sacrificios de llama
hallados en los huecos de postes de la parte superior de la Huaca (Shimada y Shimada,
1981: 52; Izumi Shimada, 1982:162; Shimada y Shimada, 1985: 13).
354 Pero más notables aún son los hallazgos hechos por Haas (1985: 400-402), quien excavó en
la Huaca Grande del mismo conjunto. En la primera plataforma, en uno de los cuartos,
encontró 863 huesos de llama. En la segunda plataforma, en el relleno, se encontró un
amontonamiento) de huesos de llamas, desarticulados. Además, en cuatro cuartos, de los
catorce descubiertos, hubo concentraciones de huesos de llama, también desarticulados y
sólo en un caso se encontró un esqueleto articulado. Haas considera que esta gran
cantidad de huesos de llama, en un lugar donde no se ha encontrado evidencia de
actividades domésticas, indica sin duela funciones ceremoniales.
355 Es interesante que Haas (op. cit.: 407) ha podido establecer que los huesos de llama que se
han recuperado y estudiado, corresponden a animales adultos y aparentemente no
predomina una parte del animal sobre otras. Esto difiere de los hallazgos de la Huaca
Fortaleza, donde los animales sacrificados eran jóvenes (Shimada y Shimada, 1985: 13)
356 En Pampa Grande se han encontrado unos grandes recintos e Izumi Shimada (1982: 156)
piensa que éstos van asociados a las caravanas de llamas. Él considera que hay una serie
de evidencias que apoyan el uso de las llamas como bestias de carga y de la presencia de
caravanas para el transporte entre los sitios. En primer lugar, las representaciones que
nos han dejado los mochicas. Además, en Pampa Grande hay varias calles principales que
unen las áreas centrales con las periféricas y que a menudo terminan en zonas de espacios
abiertos, donde no hay ni restos arquitectónicos ni se encuentra artefactos. Shimada
supone que éstos eran lugares donde llegaban las caravanas de llamas. Los recintos
rectangulares que están alrededor, con accesos limitados, sirvieron como lugares
formales para las diversas transacciones económicas y sociales asociadas con los
materiales que se transportaban, ya sea de carga o descarga. Si se compara estas avenidas
anchas que llevan a estos terminales, las calles que convergen a la periferia de los
184

terminales son más estrechas y tortuosas. Un argumento importante para apoyar esta
posición, es la situación central de estos terminales y su proximidad a las áreas de
producción. (vide también Izumi Shimada. 1978. Además por información de Shimada y
Shimada [1981: 631 sabemos que Izumi Shimada [1977] en su tesis doctoral, que no hemos
leído, trata también el asunto).
357 Shimada y Shimada (1981: 63) admiten que estos datos deberán ser reevaluados en
función de un contexto más amplio. Pues no hay que olvidar la situación de Pampa
Grande, que es tierra adentro en el valle y sin una interacción intensa con las
comunidades cercanas al litoral, para la obtención de productos marinos
complementarios. La crianza de Camélidos podría considerarse como la fuente principal
de proteínas animales. Además, la información obtenida estaría señalando que en Pampa
Grande, al igual que en la sierra, se ha utilizado todos los productos de los Camélidos.
358 Concluye Izumi Shimada (1982: 162) diciendo, que para todas las funciones económicas y
religiosas que se llevaban a cabo en Pampa Grande, se necesitó sin eluda de grandes hatos
de llamas, que eran criados y mantenidos en la vecindad. Él considera que esto no fue una
dificultad, dada la tolerancia dietética y climática de estos animales, que les permite
utilizar una variedad muy grande de forraje y vivir a diferentes altitudes. Además,
Shimada considera que las evidencias que se tienen de la crianza de ganado vacuno en
tiempos coloniales, con el sistema de llevarlo de la parte baja del valle de Lambayeque
hasta la paite alta, pudo practicarse también con los Camélidos una trashumancia en
función de la obtención de forraje y dehesas. En este sentido Shimada hace una
importante advertencia, al señalar que la extensa deforestación y sus efectos adversos
para retener el agua, que se han producido a lo largo del tiempo y hasta la actualidad,
pueden reflejar una imagen distorsionada de la realidad y que por eso el forraje y las
dehesas actuales no reflejan la distribución y la extensión de éstas en tiempos
prehispánicos.
359 En Pacatnamú, sitio que ya hemos mencionado, hay una importante ocupación Moche V y
en el cementerio correspondiente se ha calculado que el 20.89% de las tumbas contenía
restos de Camélidos, entre tiernos y jóvenes (Donnan y Cock, 1985: 115-121). Además, en
el interior del Patio Norte de la Huaca 1, hay un ambiente que ha sido denominado
“cuarto de las ofrendas”. Allí se ha encontrado gran cantidad de ofrendas de diferentes
materiales. Pero hubo también restos de seres humanos y llamas, todos quemados en
mayor o menor grado. Aunque pareciera que los restos humanos corresponden a un
entierro secundario, los análisis preliminares “... parecían señalar que por lo menos una
llama adulta (3 años) fue sacrificada in situ.” (Donnan y Cock, 1985: 75). Esta presentaba
polidactilia, lo que hace presumir que se practicó un cruce selectivo de estos animales,
con la finalidad de obtener el color deseado (Donnan y Cock, op. cit.: 117).
360 En la parte baja del valle de Jequetepeque (departamento de La Libertad, provincia de
Pacasmayo), el sitio de Cañoncillo corresponde también al Horizonte Medien y allí los
mamíferos han contribuido con la mayor parte de la proteína animal y más o menos la
mitad proviene de las llamas. De éstas se calcula que aproximadamente la mitad fueron
jóvenes, pero hay también muchos adultos, que han sido utilizados para lana y el trabajo.
En muchos huesos han quedado las huellas de cortes, producidas por el despellejamiento
(Pozorski, 1976: 253).
361 Sitio interesante es el de San José de Moro, sobre la margen derecha del río Chamán, en el
departamento de La Libertad, Provincia de Chepén, distrito de Pacanga, que está aún en la
fase de estudio y cuyos datos ofrecemos gracias a la gentileza de Castillo y Donnan. Allí se
185

encontró una tumba con un Camélido pequeño completo, y en tumbas en forma de bota
huesos de Camélidos. Se trata exclusivamente de cráneos y partes inferiores de las patas.
En otra tumba de un niño hubo al menos dos Camélidos pequeños. Luego en las tumbas
con cámaras subterráneas, al lado y a los pies del individuo principal, se depositaron
restos de Camélidos, algunos de los cuales parecen haber sido animales completos.
Finalmente en la tumba denominada M-U30, se encontró dos Camélidos completos, uno a
los pies del ataúd y otro sobre la parte superior del mismo. Además, había fragmentos de
estos animales, cortados en trozos, colocados especialmente en los nichos de la cámara
(Castillo y Donnan, 1993 Ms.: 24-25, 29, 43). Los autores han comentado que “Dentro de la
cámara se encontraron restos de al menos tres especímenes de camélidos, además de
partes y fragmentos. Estos se localizaron encima de las ofrendas de cerámica y entre los
crisoles, lo que determinó su mala preservación... Los crisoles aparecieron tanto por
encima como por debajo de los huesos de camélidos, por lo tanto algunos crisoles fueron
depositados antes y otros después de los restos de camélidos, lo que permite deducir que
en el ritual funerario estos dos tipos de ofrendas se depositaron simultáneamente. Un
camélido adulto completo fue localizado al sur de la cámara, echado sobre su lado
izquierdo sobre el ataúd. Otro camélido fue localizado a! norte de la cámara, entre la
pared norte y las vigas. Este camélido parece haber reposado sobre sus piernas
flexionadas. Las partes o trozos de camélidos encontradas fueron cuidadosamente
cortadas y dispuestas en grupos de aproximadamente el mismo tamaño. Los cortes
encontrados en las cámaras contrastan con los encontrados en la tumba de bota, ya que
mientras en las segundas destacan patas y cráneos en las primeras destacan costillares y
partes superiores de las piernas. Esta distribución diferencial revelaría un acceso
estratificado a la carne de los camélidos y por lo tanto a proteínas de este origen. No todos
los nichos estuvieron ocupados, muchos de ellos contuvieron sólo huesos de camélidos y
crisoles. Otros contenían maquetas arquitectónicas y miniaturas de metal.” (Castillo y
Donnan, op. cit.: 45).
362 En la Huaca Blanca del conjunto El Brujo a la que ya nos hemos referido, se ha encontrado
una importante cantidad de entierros correspondientes a la cultura Lambayeque. Según
Victor Vásquez Sánchez (in litteris, 18 de diciembre de 1992), cada entierro tiene como
mínimo 2 cráneos completos de Camélidos, con sus extremidades traseras y delanteras, y
hay algunos casos en los que hubo tres o cuatro cráneos. En uno hubo hasta ocho. Todos
estos cráneos se encuentran bien conservados e inclusive han mantenido su piel, el pelaje
y las orejas. La conservación es tan buena, que han quedado las pestañas de los animales.
Informa Vásquez que en los dientes aún están los restos de los vegetales consumidos, lo
que permitirá probablemente la reconstrucción de la dieta de estos animales con mucha
aproximación. Segundo Vásquez (Comunicación personal, 15 de abril de 1993) calcula que
debe haber restos de unos 100 animales.
363 En las Huacas de Moche, Shelia Pozorski (1976: 142. Apéndice 1, 370 Tabla 30) ha podido
constatar que la mayor parte de la carne correspondiente a la ocupación “Early Chimú”,
relativa al Horizonte Medio, provenía de la llama doméstica. Ella ha sido calculada en
electo en 37.6% del conjunto de restos animales, o sea es menos de la mitad de la proteína
animal consumida. Esto significa que la muestra total de llama no fue tan grande como la
que se pudo constatar para la ocupación mochica del mismo sitio, y ello no permitió que
se hiciera un análisis tan detallado (vide también Shelia Pozorski, 1979a: 169, Tabla 1).
186

364 Por otro lado, sabemos que en una de las tumbas de la misma localidad y correspondiente
a la misma época, se encontró un cráneo y cuatro patas de una llama grande (Donnan y
Mackey, 1978: 254-255).
365 En el límite entre la parte alta y baja del valle del río Moche (siempre en el departamento
de La Libertad, provincia de Trujillo y distrito de Laredo) se encuentra un importante
yacimiento arqueológico, denominado Galindo, crue fue ocupado durante los tiempos de
Moche V. Se trata de uno de los sitios sobre los que contamos con mayor información
sobre la materia.
366 Bawden (1982: 314) que estudió el yacimiento, ha informado que en varias estructuras
residenciales había mucho excremento de llama y que cerca había un corral para estos
animales. Estas estructuras revelan la presencia regular de llamas en el lugar y sugieren
que las funciones relacionadas con el uso de éstas, estaban en manos de individuos que
residían allí, en viviendas cercanas al corral. Bawden supone que éstos estaban bajo el
control de una rama secundaria de la élite.
367 Luego al referirse a otro conjunto que tenía una gran residencia doméstica, con dos
cuartos adicionales y un conjunto cerrado, dice que en un extremo había “... un gran
corral de llama.” y comenta que su presencia revela el medio por el cual se transportaban
los productos que venían almacenados en los cuartos adyacentes (Bawden, op. cit.: 316).
368 Bawclen (op. cit.: 309) también investigó un taller de cerámica y allí encontró algunos
depósitos con restos de caña, madera y “... una considerable cantidad de excremento de
llama.”. Es evidente que éstos eran los combustibles utilizados para la cochura de la
cerámica. Además, cerca del taller hay un recinto que cumplió la función de corral para
llamas, las que fueron utilizadas, casi seguramente, para el transporte de la arcilla. Es
interesante anotar que en la vecindad se encontró numerosos restos de sogas.
369 Sheila Pozorski (1976: 130), que estudió los restos faunísticos, ha anotado que en uno de
los recintos estudiados por Bawden, había excrementos de llama, con un espesor de 20
cm.
370 Pozorski (1979a: 169, Tabla 1) ha calculado que los huesos de Camélidos, representan el
69.4% de todos los restos animales, lo que le permite afirmar (Shelia Pozorski, 1976:129)
que las llamas domésticas fueron la principal fuente de carne para los pobladores de este
sitio. Esto ha sido confirmado por el hecho que una gran cantidad de los huesos
estudiados, estaban quemados. (Pozorski, op. cit., en el Apéndice I, Tablas 16, 18, 20, 22, 24.
26 y 28 [pp. 344, 347, 350, 354, 357. 361 y 366] muestra los porcentajes correspondientes de
huesos de llama hallados en las diferentes excavaciones y de ello se desprende que sólo en
un caso hubo menos del 50%, en otro un poco más del 50%, en todo el resto estuvo por
encima del 80% y hubo un caso en el que el porcentaje fue de 95; vide también Pozorski,
1976: 147-148 y 1982a: 181).
371 Sheila Pozorski (1979a: 176) considera que las investigaciones realizadas en Galindo,
permiten afirmar que en esta época en el valle del Moche hubo el mismo control y
mantenimiento de rebaños de llamas que el que se ha podido establecer para el Período
Intermedio Temprano
372 Para este sitio, Shelia Pozorski (1976: 129-136) ha hecho también una reconstrucción
tentativa del uso de las llamas en función de sus restos, centrándose fundamentalmente
en la crianza, el procesamiento de la carne y su sistema de distribución. Para ello ha
utilizado los datos de edad, señas de cortes debidas al hombre, frecuencia de huesos
quemados y tipos de huesos que han quedado. Según este estudio, la relación que se ha
187

obtenido entre los restos de alimento y las estructuras específicas de las casas, es muy
significativa.
373 Para reconstruir la distribución y el orden de las edades de los rebanos, se ha evaluado las
series de edades en función de la fusión de la epífisis, siguiendo el método establecido por
Wing( 1972: 330). Ello ha mostrado que alrededor de la mitad de los animales que fueron
matados para carne, fueron adultos y de edad mayor que los que han sido estudiados del
sitio de Moche. A pesar de ello, un gran porcentaje fue carneado a edad óptima de animal
joven. Según Pozorski, el grupo de una edad mayor, podría sugerir animales que fueron
utilizados para carga y para la obtención de lana (vide también Pozorski, 1979b: 150).
374 Las señas que se han podido detectar en los huesos y que son de origen humano, son
parecidas a las que se han visto en los restos correspondientes al Período Intermedio
Temprano. Ellas sugieren que los métodos para despellejar los animales y desarticular sus
huesos, fueron muy eficientes y probablemente por eso perduraron.
375 Tres de las excavaciones realizadas, indican que hubo áreas separadas de preparación de
alimentos dentro de una misma estructura residencial. En el Corte 2 se encontró una gran
proporción de patas delanteras, es decir el pernil y las patas delanteras. En el Corte 3 hay
un énfasis en los miembros posteriores y. en menor proporción en la parte que está cerca
de la columna vertebral. En este caso las patas delanteras fueron escasas. Mientras que en
el Corte 4 las partes del cuerpo que se han encontrado con mayor frecuencia fueron el
cráneo, las vértebras y los miembros posteriores. Todo esto le lleva a concluir a Pozorski,
que las proporciones de las partes del cuerpo que utilizó cada cocina fueron diferentes.
Por otro lado hay una variación entre los restos hallados en cada unidad, lo que podría
significar que hubo algunas jerarquías entre los grupos sociales, quizá fueron familias
extendidas.
376 Hay otros datos que muestran hogares mucho más simples. Por ejemplo el Corte 1 sólo
contenía miembros anteriores de los animales, el Corte 5 sólo cuello y pemil, el 6 la parte
delantera, es decir mayor frecuencia de cráneos, de vértebras toráxicas y sección del
húmero. Mientras que en el Corte 7 hay un mayor énfasis en la parte posterior del cuerpo,
es decir la lumbar, vertebral y pélvica, aunque algunos otros elementos permiten ver
también el uso de otras partes.
377 Se ha podido hacer también algunas otras observaciones interesantes. Así se ha visto que
a las partes de las patas que no tienen carne, les faltan siempre las terceras falanges o, si
éstas aparecen, lo hacen en un porcentaje muy bajo. Por otro lado hay una escasez de
pezuñas, ello puede ser debido al procedimiento de despellejado, que hace que ésta se
quede adherida al pellejo. También se ha notado una mayor frecuencia de uso del
metatarso y de la primera y segunda falange, como materia prima para hacer artefactos.
378 Finalmente, es importante insistir que un gran porcentaje de huesos están quemados.
Aunque hay que admitir que algunos pudieron quemarse después que se comió la carne y
otros accidentalmente durante la cocción.
379 Hemos comentado ya (vide supra) que el excremento de los Camélidos ha sido utilizado
como combustible para la cochura de la cerámica. Pero Shelia Pozorski (1976: 130) ha
podido establecer que éste ha sido también el combustible utilizado, en proporción
importante, para los hogares. Se ha encontrado concentraciones de éste en la vecindad de
varios hogares y parece que estuvo apilado intencionalmente. Además, han quedado
restos en los hogares mismos.
188

380 Para este Horizonte en el valle del Virú, la información que tenemos es mínima. Sólo
sabemos que en un sitio denominado Virú 631 hubo restos de Camélidos. Pero no sabemos
exactamente en que proporción, pues la misma fuente le atribuye en un caso un valor de
8% (Wing, 1977b: Tabla 6) y en el otro 1.7% (Wing, 1986: 259, Tabla 10.7).
381 A este punto es interesante introducir algunas consideraciones de carácter general que ha
formulado Daniel Julien (1981: 1), al tratar al área comprendida entre los valles del
Chicama y del Virú en los tiempos entre el Horizonte Medio y el Horizonte Tardío.
Analizando la evidencia existente, él admite que se pueden haber criado Camélidos; sin
embargo considera que los datos no son aún concluyentes. Refiriéndose ya concretamente
al valle del Virú, añade que “La presencia de grandes cantidades de excrementos de
camélidos así come) de huesos, abre la posibilidad que las actividades de crianza pudieron
haber sido llevadas a cabe) en las abundantes áreas de grama salada, a pesar que este)
queda cuestionable, es una hipótesis alternativa también posible, dada la presencia de
estos materiales.” (Daniel Julien: 1981: 5).
382 Wilson (1988: 255-256) durante sus investigaciones en el valle del Santa, encontró por lo
menos 16 “probables” corrales para llama, de los cuales cinco o seis están al margen del
desierto. Los otros, si bien más alejados, están siempre en relación con éste y en
asociación con restos de caminos que se dirigen valle adentro y hacia Chao. Wilson ha
escrito que “... considerando el gran número de probables corrales encontrados a lo largo
de los caminos más importantes y vías de comunicación del sistema de asentamientos
correspondientes a Tanguche Temprano (es decir Horizonte Medio Temprano), parece
probable que las llamas fueron utilizadas ampliamente como medio de transporte de
bienes de un lugar a otro en el valle, así como entre sistemas regionales separados a lo
largo de la costa.”.
383 Para el vecino valle del Nepeña (departamento de Ancash, provincia de Santa, distrito de
Nepeña), no tenemos información, salvo un dato de Proulx (1968: 75) que se refiere al sitio
PV31-32, cercano al renombrado yacimiento de Cerro Blanco, que corresponde a la época
de transición entre el Horizonte Medio y el Período Intermedio Tardío. Allí se encontró
una tumba en la que había pelo y lana de llama.
384 En el valle del Huarmey (provincia homónima), al suroeste de Los Gavilanes, nosotros
hemos estudiado un pequeño yacimiento, cercano a la playa, que hemos denominado
PV35-4 (Bonavia, 1982a: 417). I la sido un campamento temporal de poca gente, que
provenía del interior del valle y que pasó allí sólo algunos días. Entre otros restos
hallamos excrementos de llama que, a juzgar por la cantidad, debe corresponder a un solo
animal. Ello nos permite deducir que se hacían viajes de esta naturaleza con estos
animales y que ellos eran mantenidos allí durante la estada de los viajeros.
385 No tenemos ninguna información para el sector que se extiende desde la Costa Norcentral
y la Central. Concretamente entre Huarmey y Ancón.
386 En la localidad de Ancón, sabemos que Uhle encontró los cimientos de antiguos corrales,
que contenían excrementos de llama en la parte del yacimiento que se encuentra más
tierra adentro (Menzel, 1977: 42). Menzel (op. cit.:43) ha podido establecer que estos
corrales corresponden a los primeros tiempos del Horizonte Medio. Ella considera que
esto sugiere que hubo un tráfico de bienes entre Ancón y otras áreas, que incluyen
probablemente las serranías (Menzel, op. cit.: 42).
387 Nosotros también hemos encontrado restos de llamas en contexto estratigráfico que
corresponde al Horizonte Medio y además hemos comprobado que en estos tiempos se
189

utilizaba en Ancón una variedad de maíz serrano, lo que avala la sugerencia de Menzel
(Bonavia, 1960: 202-203; 1962: 73).
388 Dillehay (1979: 28) que investigó el valle del Chillón, ha escrito sobre el sitio de Huancayo
Alto (departamento de Lima, provincia de Canta, distrito de Santa Rosa de Quives), y
señala que en los tiempos del Horizonte Medio se nota una mayor participación serrana y
que ello se refleja por un “... cuantitativo aumento de huesos de Camélidos...”, cerámica y
arquitectura serrana.
389 Para el valle de Lima, desafortunadamente no tenemos información correspondiente a
estos tiempos. Sólo hemos encontrado una referencia de Maldonado (1952a: 73), quien
dice que en las ruinas de Cajamarquilla, ha ubicado un corralón de más o menos 30 m x 30
m “... donde los auquénidos... han dejado una gruesa capa de estiércol, de más de 40 cm.
de espesor.“. Nosotros también hemos visto excremento de Camélido en la basura de estas
ruinas. Sabemos que esta ciudad fue abandonada en la Época 2B del Horizonte Medio,
pero allí hay también una ocupación tardía y es difícil saber a que época corresponden
exactamente estos restos.
390 Menzel (1968: 78) trae a colación el trabajo que hizo Ronald L. Olson en 1930 en el sitio de
Pacheco, en los terrenos de la ex hacienda Soisongo (departamento de Ica, provincia y
distrito de Nasca). Olson excavó un cuarto al lado del sector que excavara Tello en 1927.
Allí encontró una gran cantidad de huesos de llama que estaban asociados con cerámica
Nasca 9 y Chakipampa B que corresponde a la Época 2B del Horizonte Medio.
391 En el mismo departamento, sobre un tributario del río Nasca, el río Tunga (departamento
de Ica, provincia de Nasca, distrito de Marcona) se encuentra la Huaca del Loro, que fuera
estudiada por Strong (1957: 36). Él menciona en su informe que en los cuartos encontró
material de sacrificio, entre los cuales había restos de llama. Pero no se ofrecen mayores
detalles.
392 Esta es la sola información segura que tenemos para esta zona. Orefici (1992: 96 y Nota 21)
afirma que los únicos sitios en los que hay evidencia de haberse guardado Camélidos,
corresponden a esta época y al Período Intermedio Tardío, pero no se presenta ninguna
evidencia que sustente esta afirmación.
190

Figura 13. Ubicación de los sitios arqueológicos correspondientes al Horizonte Medio, en los que se
ha encontrado restos de Camélidos.
1 – Huacaloma
2- Ayamachay
3- Pikimachay
4 – Conchopata
5 - ? (Este de Coporaque)
6 - Batán Grande
7 - Huaca Chotuna
8 - Pampa Grande
9 - Huaca Julupe
10 – Pacatnamú
11 – Cañoncillo
12 - San José de Moro
13 - El Brujo
14 – Moche
15 – Galindo
16 - Virú 631
17 - ? (Santa)
18 - PV31-32
19 - PV35-4
20 – Ancón
21 - Huancayo Alto
22 – Cajamarquilla
23 – Pacheco
24 - Huaca del Loro
25 - ? (Moquegua)

393 Y finalmente, para terminar con el Horizonte Medio. Goldstein (1990: 36) menciona en
forma vaga algunos sitios tiahuanaquenses en el departamento de Moquegua.
Aparentemente corresponden a Tiahuanaco V, es decir a fines del Horizonte Medio,
aunque en el artículo esto no es claro. Allí él señala la presencia de Camélidos “... de
quiénes hemos encontrado restos en tocios los sitios Tiwanaku...”.
394 (Para la ubicación de los sitios mencionados vide Figura 13).
191

4.7 Período Intermedio Tardío (900 años d. C.-l,440


años d. C.)
395 Al igual que en el caso del Horizonte Medio, para el Período Intermedio Tardío se cuenta
con mayor información para la costa que para las zonas de altura. Comenzaremos con los
yacimientos de la puna.

4.7.1 Las Serranías

396 Así Hocquenghem (s. f. [1989?]: 115) se refiere a las tierras frías de Piura, a lo que ella
define “... el páramo inhospitalario, encima de los 3500 metros de altitud...” Explica que
antes de la llegada de los españoles, en la jalca se protegían los hatos de vicuñas y se
criaban los hatos de alpacas y de llamas. Los pastos muy húmedos al pie del páramo y a lo
largo del río San Pedro debían ser muy buenos para las alpacas, que necesitaban hierba
tierna y siempre verde, mientras que la hierba más dura de las laderas, podía mantener a
las llamas, que necesitan un pasto más duro (las referencias bibliográficas de la autora son
Flores Ochoa, 1985 [que no figura en su bibliografía; debe tratarse de un error y
seguramente es 1975a de nuestra bibliografía], 1977, 1988; Palacios Ríos, 1977 [1977b en
nuestra bibliografía], 1980; Brougère, 1980; Gundermann, 1988; comunicación personal de
María Fernández).
397 Hocquenghem (op. cit.: 116) anota que de noche para proteger a los animales jóvenes de
los zorros y cóndores, y a los animales en general de los pumas y los abigeos, hay que
encerrarlos en corrales. Ella considera que quizá la función principal de éstos es la de
reunir el estiércol que ha sido producido durante la noche y que se usa como abono.
Según la autora, quedan restos de antiguos corrales en las alturas, cerca del actual caserío
de Cajas y en los Altos, entre Frías y Chalaco. Por otro lado, de día hay que conducir los
rebaños en los lugares donde pueden pastar, sabiendo conservar los pastos para todo el
año. Para dividir las zonas de pastoreo, se construyeron zanjas o paredes de piedras. Aún
quedan restos de estas divisiones en los Altos y cerca de Cajas, donde los campesinos los
llaman “pucaras”.
398 Hocquenghem (op. cit.: 156, 162, Cuadro 3) ha encontrado las evidencias históricas para
poder afirmar que “En las tierras de los guayacundos de Caxas... se criaban camélidos...”.
Estos vivían en las tierras de Cajas y Ayabaca de los Jívaros (departamento de Piura,
provincias de Ayabaca, Morropón y Huancabamba [Hocquenghem, op. cit.: Mapa 7, 1221]).
La ocupación correspondería al Período Intermedio Tardío.
399 Ya hemos mencionado la zona de Huamachuco, concretamente la cuenca de Condebamba,
donde McGreevy y Shaughnessy (1983: 241) han informado que no han podido encontrar
restos de Camélidos. En este caso concreto su comentario es a “períodos más tardíos”, de
modo que bien puede tratarse del Período Intermedio Tardío que del Horizonte Tardío.
Ellos explican que han encontrado dos corrales, uno en la jalea fuerte (3,700-4,200 msnm)
y uno en la quichua alta/jalca inferior (3,200-3,700 msnm), donde hay pruebas de pastoreo
a una escala mayor. “Sin embargo la evidencia aún indica que la jalca fuerte no es el sitio
de habitación mayor para los pastores. Esto nuevamente quiere indicar habitaciones más
bajas, en el límite de la zona quichua/jalca.”.
192

400 Mucho más al Sur, en el departamento de Junín, sabemos por las investigaciones que
realizara Parsons (1988; trabajo que no hemos podido leer y que ha sido citado por
Dedenbach Salazar [1991: 90]) de la existencia de una concentración de corrales en la
puna de Tarma, en los alrededores del lago de Junín, en tiempos del Período Intermedio
Tardío. Ello hace suponer que hubo una fuerte explotación del recurso animal en estos
tiempos. Además Bonnier (1986: 102, 111 y nota 30) ha señalado que en el sitio de
Rakasmarka (siempre en el departamento de Junín, provincia de Tarma, distrito de
Palcamayo), a 3,900 msnm y que corresponde a la misma época, los huesos de Camélidos
predominan. Afirma que hubo animales domésticos y silvestres (vicuñas).
401 Entre los sitios de los valles podemos considerar a Cuelap (departamento de Amazonas,
provincia de Luya, distrito de Tingo). Arturo Ruiz (Comunicación personal, 19 de agosto
de 1992) nos ha informado que en las excavaciones que él hiciera, en los estratos
correspondientes a este Período, encontró una gran cantidad de restos de llamas.
402 Para Ayacucho tenemos una vez más sólo algunos datos muy generales. Así MacNeish y
García Cook (1981a: 124) han escrito que en el sitio de Rosamachay (sobre el río Huarpa, a
2,650 msnm), en los estratos en los que había cerámica Rancha y Chanca, que corresponde
a este Período, se encontró “Huesos de camélidos [que] indican que los habitantes fueron
pastores o viajeros que paraban brevemente en la cueva.”. Y Wing (1986: 256, Tabla 10.6)
informa que en los estratos correspondientes al Período Intermedio Tardío de los sitios
Ayamachay (Ac 102) y Pikimachay (Ac 100), los restos de Camélidos corresponden
respectivamente a 35.5 % y 52.9% de los restos de fauna que se ha estudiado.
403 Un sitio de singular importancia es El Yaral, a 50 km del Océano Pacífico, a 1,000 msnm,
sobre la margen oeste del río Osmore, aproximadamente a 20 km al sur de Moquegua (en
el departamento homónimo, provincia de Mariscal Nieto, distrito de Moquegua). Se debe
hacer hincapié que está en uno de los desiertos más secos del mundo. Allí, según la
información que tenemos de Wheeler et al. (1992: 470-471), se ha descubierto llamas y
alpacas momificadas que tiene una antigüedad que oscila entre 950 y 1,050 años d. C. Ello
ha ofrecido una oportunidad única para poder estudiar y examinar la apariencia física de
estos animales de tiempos anteriores a la Conquista. Los trabajos han sido llevados a cabo
por Donalcl Rice en 1986 con la colaboración de Geoffrey Conrad y después de Jane
Buikstra (vide García Márquez, 1988; Rice el al., 1989; Watanabe, et al., 1990).
404 Se trata de un sitio correspondiente a la cultura Chiribaya, que comenzó a ser ocupado ca.
en el año 950 d. C. y tuvo una continuidad de menos de 400 años (las fechas
radiocarbónicas que se han obtenido son de 980, 990 y 1.160 años d. C). Según las
investigaciones de Bermann el al. (1989) y Stanish (1989), la cultura Chiribaya se habría
desarrollado cerca del actual puerto de Ilo y en el drenaje del río Osmore, sin la
interferencia de las ocupaciones tempranas de Tiahuanaco. Sin embargo, serían los
portadores de esta cultura los que trajeron las tradiciones ganaderas de las tierras altas a
la costa, formando las bases de lo que. después, sería la cultura Chiribaya. Los autores
consideran que dado que no hay evidencia que Chiribaya estuvo en contacto con otros
grupos contemporáneos de las serranías, las llamas y las alpacas de El Yaral pueden ser
consideradas como descendientes del stock original de Tiahuanaco. “Esto es
particularmente importante porque ello significa no sólo que los animales son anteriores
al Imperio Incaico, sino también que ellos proceden de lo que los incas y los
conquistadores han considerado como el centro de producción de las llamas y las
alpacas.”
193

405 El sitio es grande y con restos de arquitectura. Las excavaciones que se han llevado a cabo
en dos de los edificios más grandes, han permitido encontrar debajo del piso, entierros de
llamas y alpacas. Todo indica que los animales fueron sacrificados ritualmente por medio
de un golpe entre las orejas, lo que les fracturó el cráneo. Luego fueron inmediatamente
enterrados en huecos poco profundos y recubiertos con arena. Dada la extrema aridez del
medio, los cuerpos de los animales se han convertido en momias naturales que estuvieron
asociadas con otras ofrendas.
406 Wheeler et al. (op. cit.: 471-473) explican que el estado excepcional de conservación, ha
permitido que se haga el primer análisis sistemático de la fibra prehispánica de estos
animales. Se ha podido estudiar las muestras de piel y de fibra tomadas en 12 diferentes
lugares a lo largo del cuerpo (6 a lo largo de la línea media del cuello a la cola, 4 en la
parte media desde la frente hasta el miembro posterior y 2 en el medio inferior de la
frente y los miembros posteriores) de 4 alpacas y 6 llamas. Se ha dado especial
importancia al diámetro de la fibra, para poder obtener información sobre la composición
del vellón, pero al mismo tiempo se hicieron estudios de microestructuras con el
microscopio de barrido e histología de la piel. En total se ha analizado 200 fibras (que es
una medida estándar para la industria textil). Los datos han permitido hacer una
evaluación de la delgadez y la uniformidad de éstas, y obtener la primera información
directa de las características del vellón de las llamas y las alpacas prehispánicas.
407 Dada la importancia de esta información, hemos preferido incluirla aqui ad litteram. Dice
así: “En forma completamente inesperada, se descubrió que cinco de las seis momias de
llama de El Yaral que han sido estudiadas, pertenecen a una variedad de fibra fina
aparentemente extinta. La calidad de la fibra de estos animales es impresionante. Basado
en el promedio del diámetro de la fibra de 8 lugares de muestra por animal, su promedio
de vellón es 22.4 µ con una muestra intermedia de desviación estándar de 2.3 (A,
comparada a las medidas de vellón de 27.0 + 15.6 µ para las hembras y 29.1 + 12.7 µ para
las llamas macho chaku actuales (Vidal 1967). El pequeño rango de variación de las llamas
antiguas refleja la selección para una lana uniforme, de pelo único a través de la
reducción en la diferencia entre los pelos primarios [outercoat] y las fibras secundarias de
la capa interna [undercoat]. El vellón de la sexta momia de llama ha sido ordinario, con un
promedio de 34.8 p con una desviación estándar de 7.3 p entre las 8 muestras del sitio. A
pesar que sólo un espécimen de este tipo ha sido incluido en las cuatro muestras, este
animal representa claramente una segunda variedad de llama. La variación en diámetro
indica una tendencia a un doble pelo, con pelos más ordinarios y la capa interna [
undercoat] más fina, pero esto es mucho más pronunciado que en las llamas actuales.
408 En comparación con las llamas prehispánicas, las contemporáneas tienen un vellón al que
le falta uniformidad, que oscila entre 32.5 + 17.9 µ (o) y 35.5 + 17.8 µ (o) para ccara
ordinarias que no tienen lana, y 30.5 + 18.5 µ (o) a 30.5 + 17.9 µ (o) para las intermedias, y
27.0 + 15.6 µ (o) a 29.1 + 12.7 µ (o) para los chakus lanudos (Vidal 1967). La variabilidad de
la fibra de las llamas actuales está relacionada a un aumento de pelo y una tendencia
general a lo ordinario del vellón, que comienza probablemente en el tiempo de la
conquista española. El aumento de la vellosidad es producido por la falta de una crianza
controlada, y el cruzamiento entre variedades de llamas prehispánicas de El Yaral
permite estimar el rango completo de las variaciones de vellón observadas en los
animales actuales. Así como para las llamas, entre las momias de El Yaral se han
encontrado dos probables variedades de alpacas prehispánicas. Basándose en el diámetro
promedio de fibra en 8 muestras de lugares por animal, se ha podido distinguir las fibras
194

finas y extra finas de las alpacas. Las primeras tenían el promedio del vellón 23.6 µ con
una muestra intermedia de desviación estándar de 1.6 µ mientras que el segundo vellón
tiene un promedio de 18.0 µ con una muestra intermedia de desviación estándar de 1.1 µ.
Ambos grupos exhiben un pelo único uniforme. En comparación, los vellones de los
contemporáneos Huacaya y Suri, con 31.2 + 3.8 µ (Carpio, 1991) y 26.8 + 6.0 µ (Von Bergen.
1963) respectivamente, son más ordinarios, pueden tener tendencia a la vellosidad, y con
una calidad desigual. Para ambas variedades vivientes se ha informado la existencia de
algunos pelajes conteniendo más de 40% de pelo y se ha señalado una considerable
variación del diámetro de la fibra en las estadísticas publicadas. El origen de esta
degeneración se encuentra ciertamente en la conquista española, pero un trastorno en la
crianza controlada entre las variedades fina y extra fina de El Yaral, puede sólo
informarnos sobre la variación que se observa hoy.
409 La causa más probable de la tendencia a lo ordinario y a la vellosidad tanto en huacaya
que en suris ha sido a través de la hibridación con las variedades de llamas de fibra
ordinaria, un escenario que no es improbable dentro del caos y la destrucción de la
conquista. Es claro, sin embargo, de que este proceso no afectó sólo el pool genético de la
alpaca. Las momias de El Yaral indican la posibilidad que durante el siglo XVI pudo haber
ocurrido un extenso cruzamiento entre las llamas y las alpacas y que ello haya jugado un
rol mucho más importante en la formación del ganado actual de lo que se ha sospechado.”
(Wheeler et al., op. cit.: 472-473).
410 Y para terminar con la sierra, en el departamento de Tacna (provincia homónima), en el
valle del Caplina, a 1,340 msnm Trimborn (1975: 23, 25-26) ha informado que por la
cantidad de huesos y estiércol de llama que se encontró en la superficie y en las
excavaciones del sitio de Tocuco, que tiene una ocupación de este Período, es evidente
que allí se criaban llamas (esto es confirmado por Kleemann, 1975: 92-93).
411 Y el mismo Trimborn (op. cit.: 26-27) se refiere a otro sitio del mismo valle “... más allá de
Tocuco...”, donde también se encontró restos y estiércol de llama. Aunque la situación
cronológica no es segura, parece pertenecer a este Período.

4.7.2 La Costa

412 Como decíamos, para la costa tenemos mucha más información, así Altamirano (1987: 44)
ha comunicado que hay sitios Chimú alrededor de la ciudad de Tumbes (departamento y
provincia homónima, distrito de Corrales), como es el caso de Cabeza de Vaca, Pirámide
del Sol y San Pedro que está a sólo 4 km del mar, en los que se encuentra en la superficie
muchos restos óseos de Camélidos. Los yacimientos aparentemente corresponden a estos
tiempos.
413 Y el mismo autor (Altamirano, op. cit.: 40-43) se refiere al yacimiento de Bayóvar, en la
península de Illescas (siempre en el departamento y provincia de Piura, pero en el distrito
de Sechura) donde indica que entre los restos de la ocupación Chimú, Lama glama
representa el 47.53% de los restos óseos analizados. Menciona concretamente a 37
individuos, de los cuales 13 son “tiernos”, 14 jóvenes y 10 adultos. Él considera que los 13
animales “tiernos”, que representan el 35.13% del total, indican “mortandad”, pero que
ello es una proporción normal para animales en cautiverio. Por otro lado evidencia la alta
frecuencia de animales clasificados como jóvenes y “tiernos”, es decir entre los 7 meses y
los 4 años de edad.
195

414 Altamirano explica que entre los restos hay cráneos, mandíbulas y falanges de animales
que sin duda fueron beneficiados en el sitio y que corresponden por lo menos a cinco
individuos. La carne de los Camélidos ha sido comida asada, cocida y en forma de charqui.
Aunque no se exponen las pruebas que permiten llegara estas conclusiones.
415 El autor observa que el hecho que los animales adultos representen el porcentaje menor
(27.02%) entre los restos, estaría indicando que se utilizó a las llamas para transporte.
Además, en el sitio hay gran cantidad de coprolitos, lo que está indicando que la crianza
fue local. Altamirano concluye diciendo, que la existencia en el sitien de Camélidos de
diversas edades, implica que la ocupación ha sido continua y la abundancia de
excrementos de llama en todos los niveles lo avala. Es una verdadera lástima que
Altamirano no haya publicado más sobre el particular, pues se trata sin duela de una
información muy valiosa.
416 Shimada y Shimada (1979: 14) escribiendo en términos generales sobre el valle de
Lambayeque, anotaron que “... los restos de camélidos predominan en los sitios situados
tanto en la costa como en la sierra.” e indican que en la sierra hay “... diferentes
especies...” de estos animales. Y los mismos autores (Shimada y Shimada, 1981: 63)
tratando de explicar el problema de la alimentación de éstos, dicen que el examen de las
variaciones ambientales del valle de Lambayeque, en el tiempo y en el espacio, indica que
hubo un área extensa con vegetación relativamente jugosa. Es por eso que Shimada (1977)
y Mackey (1977) han propuesto una trashumancia intervalles, de acuerdo a la variación
estacional.
417 Veamos ahora cuales son los datos concretos para los sitios de Lambayeque. En primer
lugar sabemos que en la Huaca del Pueblo de Túcume se ha encontrado una notable
cantidad de excrementos de Camélido, que en un lugar alcanza 3 m de espesor y 5 m de
ancho (Shimada y Shimada, 1983: 15). Este monumento corresponde al Período
Intermedio Tardío. La existencia de coprolitos de llama ha sido confirmada por Víctor
Vásquez S. (in litteris, 17 de julio de 1992), el cual además nos ha indicado que en la Huaca
1 del mismo conjunto, en las excavaciones que hiciera Hugo Navarro, también se encontró
excremento de estos animales, aunque la asociación cultural no es clara.
418 El yacimiento Cerro Sapame se encuentra en la unión de los valles de La Leche y
Lambayeque y allí hay una gran cantidad de basura. Se ha encontrado restos de Camélidos
jóvenes y adultos y además una gruesa capa de excremento de estos animales. Hay un
nivel de 50 cm de espesor, que contiene gran cantidad de estos excrementos mezclados
con semillas de algarrobo (Prosopis chilensis) y poca tierra. Este nivel se repite en varias
partes del sitio. Todo hace pensar que se trata de material proveniente de la limpieza de
corrales y que los animales fueron alimentados con algarrobo. En un estrato más bajo, se
halló también excremento de Camélidos, pero mezclado con tallos, hojas y corontas de
maíz (Shimada y Shimada, 1985: 15).
419 lzumi Shimada, Epstein y Craig (1982) han investigado en Cerro de los Cementerios, en el
valle de La Leche, cerca de Batán Grande, que corresponde a este Período, aunque ha sido
ocupado también durante el Horizonte Tardío. Allí se trabajaron los metales y los autores
creen que éstos fueron transportados en caravanas de llamas. Es así que en la excavación
que efectuaron en el Sector III, recuperaron una considerable cantidad de restos de
Camélidos. Ellos piensan ejue las grandes llamas machos, que pueden transportar cargas
superiores a los 45 kg, fueron utilizadas para el transporte del mineral. Además
encontraron un gran recinto rectangular de piedra cerca de la mina de Cerro Blanco, que
196

estaba vacío y está situado cerca del camino que unía varios sectores del yacimiento. Este
pudo haber sido utilizado como corral de llamas (Shimada, Epstein y Craig, op. cit.: 959,
Nota 23).
420 Los restos animales de este centro metalúrgico que han sido analizados son más de 1,500 y
de ellos el 81% corresponde a Camélidos, de modo que representan la fuente primaria de
proteína. Es interesante señalar, que los huesos fueron encontrados en todos los
contextos de actividad metalúrgica, pero la mayoría estaban en pequeñas cavidades en los
pisos, entre los talleres, y mezclados con restos de plantas y otros animales.
Aparentemente se trata de basura de alimentación individual de los habitantes del sitio.
421 A pesar que hubo Camélidos de diferentes edades, la curva de supervivencia indica que
aproximadamente el 60% sobrevivió pasados los 3.5 años, lo que implica que fueron
utilizados para otra actividad que no fue la alimenticia. La curva no muestra una caída
abrupta que podría reflejar una selección a una determinada edad, sino más bien una
muerte o matanza gradual. Esto apoya la hipótesis de que los animales fueron usados para
transporte de metales. La materia prima vendría desde un lugar que está a 3 km, pero el
material terminado pudo ser llevado mucho más lejos. Hay, además, una red de caminos
que unen los sitios de la zona. (Shimada y Shimada, 1985: 15).
422 Donnan y Cock (1984: 5, 66; 1985: 117-121) en los informes preliminares de sus trabajos
realizados en Pacatnamú, a los que nos hemos referido anteriormente, hablan
concretamente de la Huaca 1. En el complejo amurallado que está adosado a este
monumento, en la parte sur, se ha detectado la presencia de tres sacrificios de llamas. La
mayoría de los animales eran jóvenes, de color claro, y estaban envueltos cuidadosamente
en tejidos. Según Altamirano (1984; citado por los autores, nosotros no hemos podido leer
este informe), los animales tenían sólo de 2 a 3 meses de edad. Luego en la cima de la
misma huaca, se encontró otro entierro superficial de un Camélido, de 3 a 4 meses, que
corresponde al fin de la ocupación chimú en el sitio. Fueron enterradas sólo la cabeza y
las extremidades.
423 En el Complejo Oeste de la misma Huaca 1, se encontró así mismo un entierro de llama. En
este caso también se enterró la cabeza y las extremidades. La edad fue calculada entre 2.5
y 4 años y presenta polidactilia. Finalmente al Sur de la Huaca 36, en la excavación de un
pozo estratigráfico, se encontró el esqueleto completo de una llama de 2 meses de edad,
que estaba envuelto en tejidos. Todos estos entierros estaban acompañados de otras
ofrendas.
424 En la margen norte del valle del Moche (departamento de La Libertad, provincia de
Trujillo, distrito de Huanchaco) hay un sitio secundario, llamado Caracoles. La ocupación
corresponde al Período Intermedio Tardío y al Horizonte Tardío. Si bien se han
encontrado restos de llama, éstos no tienen gran importancia, pues representan sólo el
3.9% del total de la fauna (Shelia Pozorski, 1979a: 169, Tabla 1: 1982a: 186).
425 Siempre en el valle del Moche a sólo 5 km al noroeste de Chanchan, hay una ocupación
chimú en Cerro de la Virgen (provincia de Trujillo, distrito de Huanchaco). Allí se ha
encontrado huesos, coprolitos y lana de llama. Ésta ha sido la mayor fuente de recursos de
carne de una sola especie, sin embargo la proteína animal que ella proporcionó constituye
sólo el 35.9% del total de carne consumida (Shelia Pozorski. 1975: 224; 1976: 178; 1979a:
169. Tabla 1; 1982: 188).
426 Donnan y Foote (1978: 399, 403, 405) describen 17 tumbas de niños correspondientes al
Período Intermedio Tardío, halladas en Huanchaco (en el distrito homónimo de la
197

provincia de Trujillo). “... cada una estuvo asociada con los restos de una o más llamas
jóvenes.”. En un área de 600 metros cuadrados, casi cada unidad excavada mostró restos
de llamas o llamas y niños, lo que indica que este tipo de entierros fue muy común en la
zona. Señalan los autores que todos los esqueletos de llama, mostraban evidencias de
lesiones ante-mortem. Aunque hay dificultad de identificación, se inclinan a creer que se
trata de Lama glama. El hecho que haya un desarrollo incompleto de los esqueletos y
además un patrón dentario en formación, les permite saber que se trata de animales
jóvenes. Toctos ellos eran aproximadamente de la misma edad al momento de la muerte,
ejue creen fue entre 6 y 3 meses. Los autores se inclinan a creer que se trató de sacrificios.
427 En Chanchan, la capital de los chimúes, hay evidencias muy claras de la utilización de
Camélidos en los tiempos en los que la ciudad tuvo vida. Sabemos, por ejemplo, que en
una reocupación que se efectuó en la “ciudadela” Rivero, a juzgar por la basura, las llamas
fueron la mayor fuente de proteína de los pobladores, pues su presencia está
representada por el 55.1% de los restos animales (Shelia Pozorski, 1976: 164; 1979a: 169,
Tabla 1). Por otro lado, en la Unidad BB colindante con las “ciudadelas” Laberinto y Tello,
entre los desechos de los huaqueros, se ha encontrado una gran cantidad de huesos de
llama. Además, en el piso y en la banca de un cuarto, se halló entierros de llama con los
huesos articulados. En la parte alta de una plataforma hubo también un entierro de llama.
Topic comentó que “... el significado de la llama en la Unidad BB fue tan grande o mayor
de lo que fue en el caso de Huaca Prieta de Guañape o Áspero.” (John Topic, 1982:
159-160), sitios que ya hemos mencionado.
428 También en el área cercana al lado Oeste de la plataforma de la “ciudadela” Laberinto, en
el patio delantero hubo restos de una gran cantidad de llamas debajo del piso. Cerca de las
otras plataformas se encontraron también huesos de llama. Conrad, que trabajó allí,
indicó que se mató “... una considerable cantidad de llamas...” para hacer sacrificios, y
luego estos restos eran quemados cerca de la mencionada plataforma (Conrad, 1982: 100,
103).
429 Thomas Pozorski 0979: 135-136; 1980: 242) describe la plataforma funeraria de Las
Avispas, que está en el Sector Sureste, fuera de la esquina noreste de la “ciudadela”
Laberinto. Se refiere concretamente al patio lateral B del lado Oeste, y señala que sobre la
superficie que ha sido saqueada por los huaqueros, hay cientos de huesos de Camélidos
completos o casi completos, que corresponden probablemente a Lama glama. Todos los
indicios hacen suponer que ellos formaron parte de contextos funerarios y no de residuos
de alimentación. Desafortundamante no se ha podido encontrar tumbas intactas, pero por
la cantidad de huesos se puede suponer que las llamas fueron sacrificadas sobre la
plataforma, en el momento de los entierros de los personajes.
430 Allí además se hacían sacrificios humanos. Fuera del patio B, los restos de Camélidos son
escasos.
431 En los barrios marginales de Chanchan (que han sido denominados SIAR por los
arqueólogos del Proyecto que realizó la Universidad de Harvard), Sheila Pozorski y John
Topic encontraron una importante cantidad de excrementos de llama en depósitos
estratificados (Shelia Pozorski, 1976: 154). Además, se pudo probar que gran parte del
área que ocuparon los barrios marginales, estuvo destinada a servir como corrales de
llamas, como lo indican los restos de excrementos que acabamos de mencionar (John
Topic, 1980: 273). Por otro lado, se ha podido comprobar que en cada cocina de las
viviendas, hay un área del piso que está compuesta por estiércol de llama, bien apisonado.
198

Ello está indicando que los animales fueron también mantenidos en las casas (John Topic,
1982: 151).
432 En estos barrios marginales se ha podido identificar también, los lugares donde residían
los forasteros. Allí había grandes cuartos parecidos a corrales y, además, se encontró una
gran cantidad de entierros de llama (John Topic, 1982: 167). John Topic (1978: 6) ha podido
identificar, así mismo, restos que corresponden a un grupo pequeño de habitantes de los
barrios marginales, que probablemente pasaban un tiempo corto en la ciudad, y que él
considera que fueron comerciantes. Los ha podido ubicar en dos lugares, y en cada caso
había un pequeño montículo asociado. Uno de ellos fue excavado, y se descubrió que tenía
un relleno de llamas sacrificadas. Además, según Shimada (1982: 165, que ha revisado la
tesis de Topic que nosotros no hemos podido leer), allí se ha encontrado también un
huacamayo y semillas de mishpingo que estaban asociados con restos de llama.
433 En estos barrios marginales hubo una serie de plataformas, en una de ellas John Topic
(1980: 277) encontró numerosos huesos de llamas jóvenes, procedentes de excavaciones
clandestinas. En el piso y el poyo de un cuarto, se hallaron tumbas de llamas completas.
Igualmente debajo del cuarto, en la parte superior del relleno de la plataforma, hubo
también esqueletos de llama. Topic considera que la plataforma que contenía las tumbas
de llama fue probablemente un altar.
434 Es muy importante indicar, además, que Shelia Pozorski (1980: 182 y Cuadro 1) ha podido
determinar que la mayor parte de la carne consumida en los barrios marginales, era de
llama y su valor oscila entre el 55% y el 80% (la misma autora [1979a: 169, Tabla 1] señaló
en otro trabajo la cifra de 65.7% que suponemos puede ser una cifra promedio). Esto está
corroborado por el alto porcentaje de huesos de llama que se ha recuperado en las
excavaciones. Las muestras de huesos que se ha analizado, provienen de las excavaciones
que hiciera la misma Pozorski, así como John Topic. En todas ellas se encontró, además,
grandes acumulaciones estratificadas de excrementos de llama, que han sido depositadas
principalmente en las estructuras del sector artesanal. Los huesos de llama que se han
recuperado, en muchos casos han permitido reconstruir el procesamiento del carneo, los
sistemas de abastecimiento e incluso las prácticas de amansamiento. Así, se ha podido
constatar que en todas las unidades no hay los mismos restos. En una predominan los de
la parte delantera, y en segundo lugar están los miembros posteriores. Pero el cráneo y la
sección vertebral están bien representados. En otra, se encuentran todas las partes del
cuerpo, con poco énfasis en la posterior. Hay también segmentos de las patas sin carne y
la parte inferior de la pata, a la que le falta la tercera falange que probablemente se
perdió durante el despellejamiento. La primera y la segunda falange y el metatarso están
bien representados. El hecho que en los barrios marginales haya muy baja incidencia de
huesos quemados, es decir que originalmente llevaban carne, sugiere que la mayor parte
de la comida se cociné) en recipientes (vide también, Shelia Pozorski, 1976: 153-156, 375
Tabla 32, 380 Tabla 34, 385 Tabla 36, 390 Tabla 38; 1980: 191 y Cuadro 1; 1982a: 182).
Sabemos, además, que la edad promedio de aproximadamente la mitad de los animales
sacrificados corresponde a llamas seniles, lo cual sugiere que en Chanchan éstas fueron
importantes tanto como bestias de carga como para la producción de lana. Pero a la vez
hay un alto porcentaje de huesos de animales jóvenes, que evidentemente fueron
sacrificados en la edad óptima con fines alimenticios (Shelia Pozorski, 1980: 182-183, 189
Cuadro 1). Es importante señalar que los patrones de abastecimiento de carne de los
barrios marginales de Chanchan, mantienen una estrecha correlación con los de los
centros poblados más tempranos de Moche y Galindo (vide supra). La edad ligeramente
199

mayor de los restos de Chanchan, puede reflejar el aumento de uso de rebaños para lana y
bestias de carga (Shelia Pozorski, 1979b: 150).
435 Shelia Pozorski (1976: 199; 1979a: 180) comenta que los datos que se ha obtenido de los
sitios agrícolas del área vecina a Chanchan y los de la Capital misma, indican que el
carneo de llama fue la manera oficialmente sancionada y la más fácil para conseguir el
aprovisionamiento de carne durante el Período Intermedio Tardío. En este sentido, insiste
la autora, la mayor fuente de proteína animal que se utilizó en Chanchan, es idéntica a la
que se empleó en los sitios más tempranos. Observa, sin embargo, que en los sitios
administrativos satélites no se utilizaba exactamente los mismos recursos, pero se les
enviaba siempre algunas llamas.
436 Finalmente, personal de la Universidad Nacional de Trujillo excavó en un montículo
artificial, en el sector de Chanchan conocido como Chayhuac. El montículo recibe el
nombre de Loma Roja. Está al borde de la vía de evitamiento que lleva a los balnearios de
Huanchaquito y Buenos Aires. Los restos encontrados corresponden a un Chimú medio y
tardío (Victor Vásquez. S., in litteris, 17 de julio de 1992). Segundo Vásquez S. y Victor
Vásquez S. (1986: s/p) informan que en los perfiles estratigráficos se veía claramente una
abundante cantidad de excrementos de Camélido, formando densas capas de color
marrón, lo que según ellos indica que no se trataría de rebaños traídos eventualmente,
como se ha sostenido, sino por lo contrario de animales que estaban siendo criados cerca
del litoral, y que se habrían alimentado fundamentalmente de grama salada (Disticlis
spicata).
437 Además de los coprolitos, se ha podido identificar dos metapodios, falanges y una
mandíbula superior con sus dientes que corresponden a Lama sp. (identificada como
llama, a partir del análisis de los incisivos según el método de Wheeler [1984a]). Es
interesante que estos restos “... provienen desde la Capa “L” hasta la “A” y están
reforzando nuestra conclusión de la aclimatación a la costa por estos Camélidos.”
(Vásquez y Vásquez, 1986: s/p.).
438 En la localidad de Moche, entre las Huacas del Sol y la Luna, se ha encontrado también
huesos de llama en tumbas chimúes (Donnan y Mackey, 1978: 381).
439 En el sitio de Choroval, entre Las Delicias y Salaverry, al Sur del río Moche (siempre en la
Provincia de Trujillo, en el distrito Víctor Larco Herrera), hay una ocupación que
corresponde al Período Intermedio Tardío. En ella se ha calculado que los Camélidos
representaron el 17.8% de los restos animales utilizados (Shelia Pozorski, 1979a: 169,
Tabla 1).
440 Más al Sur, en el valle del Virú, Willey (1953: 319) ha informado que en la parte media del
valle hay una cueva que corresponde al Período La Plata, es decir a la ocupación Chimú,
en la que se encontró entierros de llama (V-313).
441 Daniel Julien (1981: 12) ha comentado la presencia de Camélidos entre los valles de
Chicama y Virú en tiempos posteriores al Horizonte Medio y dice que para explicarlo
caben varias interpretaciones. Ellos pueden haber sido animales serranos, que fueron
traídos periódicamente a los sitios por la gente de las tierras altas que bajaban para
intercambiar productos. Como también es posible que residieran permanentemente en la
costa. En ese caso pudieron haber sido traídos en pequeñas cantidades, como animales de
carga, o en rebaños más grandes y fueron utilizados también como fuente de alimento y
fibra. El autor cita a West (1978), quien afirma que a pesar que los sitios de tierra adentro
en el valle del Virú tienen restos de Camélidos, ellos son mucho más comunes en la parte
200

baja. Julien explica, que la grama salada cerca de la playa, pudo haber proveído de pastos
a los animales durante todo el año, con necesidades de mantenimiento muy bajas. Dice,
además, que los datos etnográficos recogidos por West (1978) de los pescadores actuales
del valle del Virú, apoyan este modelo, ya que ellos frecuentemente practican la crianza
de animales que ahora son ovejas, cabras, cerdos y/o patos.
442 A este punto es interesante recordar que Troll, en 1935 (p. 139) basándose en un trabajo
de Latcham (1923), para justificar la presencia de Camélidos entre los chimúes, decía que
éstos “... poseían tierras en las serranías para dedicarlas al criadero de llamas.”. Lo que no
ha sido probado, y que evidentemente refleja el prejuicio que tenía este autor sobre la
posibilidad de vida de los Camélidos en las tierras bajas.
443 Para el valle del Nepeña tenemos sólo la información de Proulx (1968: 71) sobre el sitio
PV31-29, cerca del Cerro Ceylán (departamento de Ancash, provincia de Santa y distrito
de Moro). Allí hay una ocupación que corresponde probablemente al Período Intermedio
Tardío y en la basura se ha encontrado pelo de llama.
444 Con respecto al valle del Casma, es importante aclarar una cita de Horkheimer, que puede
llevar a errores. Es así que refiriéndose a la gran cantidad de llamas que eran sacrificadas
en los tiempos prehispánicos. en la Nota 10 de pie de página ad litteram dice así: “... Tello
1940, pág. 608 supone que los grandes montones de huesos de llamas de la “Huaca de la
Luna” (cerca de 13 km al este de Casma), son restos de animales sacrificados.”
(Horkheimer. 1973: 59). Resulta que en la versión original (Horkheimer, 1958: 27) la nota
de pie de página no existe, sí la referencia a Tello, pero ella es 1942 y no 1940. Por otro
lado en esta versión tampoco se menciona a la “Huaca de la Luna”. Se trata de un error
introducido probablemente por el traductor, pues en verdad se trata de la Huaca de las
Llamas. Esta cita, con el nombre correcto, ha sido añadida en la segunda edición en
alemán (Horkheimer, 1960: 43), que ha senado de base a la edición española. La ubicación
de este sitio es exacta, pues se encuentra sobre la margen derecha del río Moxeque, a 1
km al Este de la Huaca Moxeque (en el departamento de Ancash, provincia y distrito de
Casma), sin embargo Tello no menciona este nombre. Es así que al referirse a “los
auquénidos” él escribió: “... la hasta hoy misteriosa acumulación de huesos de dichos
animales, en su mayoría quemados, en uno de los edificios situados cerca del Templo de
Moxeque, en el valle de Casma, no correspondería, como lo suponen las leyendas locales,
a las recuas de llamas cargadas de oro para el rescate de Atahualpa, enterradas allí por los
indios al saber la muerte del Inka, sino tal vez a las llamas sacrificadas en las grandes
ceremonias gentilicias...” (Tello, 1942: 19-20). En esta oportunidad Tello no hace mención
a que época podrían corresponder estos restos. Sin embargo en un trabajo póstumo
(Tello, 1956: 291), al referirse a las “Ruinas de El Purgatorio”, en el valle del Casma, señala
que existe una huaca denominada “Las Llamas”. Y explica que el monumento pertenece a
la cultura “Sub-Chimú” (que en términos actuales corresponde a Chimú), y dice que los
huaqueros haciendo una zanja “... pusieron al descubierto muchas osamentas de llama.”
(Tello, op. cit.: 303).
445 En el desierto costero que se encuentra al Sur de la parte baja del valle del Casma
(siempre en la provincia y distrito homónimo), se encuentra un importante asentamiento
chimú conocido como Manchan. Allí se ha encontrado huesos de Camélidos y éstos, según
Altamirano (1983a: 65), son frecuentemente de color marrón-rojizo, algunos negros y
otros blancos calcinados. Es por eso que el autor deduce que fueron asados y que algunos
se quemaron.
201

446 En el informe de Altamirano, sin embargo, hay contradicciones. Él afirma haber


identificado Lama glama y Lama pacos. Señala que las llamas jóvenes predominan, pero
presenta dos cifras que son diferentes, pues se señala en la misma página los valores de
65.24% y 64.39%. Dice también que a juzgar por los huesos, se puede deducir que muchos
fueron utilizados para hacer charqui. El total de huesos de Camélidos de este sitio,
correspondería a 11.01%. Y añade que “... la gente común... tuvo una alimentación basada
en el consumo de carne de camélido y pescado.” (Altamirano, op. cit.: 70).
447 Altamirano (op. cit.: 71) explica que estos restos indican el “... elevado consumo y
utilización [de Camélidos] durante los períodos Prehispanicos tardíos...”, pero al referirse
a la cifra total de estos animales, en términos de porcentaje, señala 11.09 cuando en la
página anterior y en el cuadro adjunto se señala 11.01. El autor afirma que se trata de
Lama glama, en función del estudio que él ha hecho de la mandíbula.
448 Pero más adelante, al hablar de Camélidos, indica que los “tiernos” representan la
cantidad de 6.77%, los jóvenes (entre 1 y 2 años) 81.54% y los adultos 11.68%. Y comenta
que “La utilización de la llama sirvió como fuente principal de carne en la dieta humana,
relacionando posiblemente a la explotación de las lomas y al uso del asentamiento para la
crianza de los rebaños domésticos.” (Altamirano, op. cit.: 72-73). En efecto el autor insiste
que los habitantes criaron a la llama y a la alpaca “... en el mismo sitio y en las lomas...”
(Altamirano, op. cit.: 73). Si se hace un cálculo a base de los datos que suministra
Altamirano (loco citato). se ve que él hizo su estudio con los huesos de 38 animales. El autor
insiste que los que más se utilizaban eran los jóvenes y que además su carne se almacenó
en forma de charqui (Altamirano, op. cit.: 73). Es una lástima que haya tantas
imprecisiones y que no se presenten las pruebas para sostener los asertos.
449 Al informar en términos generales sobre la Costa Central, Cohen (1978c: 27) escribió que,
a juzgar por los restos hallados en la basura, los animales domésticos comienzan a tener
cierta importancia muy tarde. Los huesos y los coprolitos de llama empiezan a hacerse
presentes en el Período Intermedio Tardío y es sólo entonces y en el Horizonte Tardío “...
que se tiene evidencia de un pastoreo difuso de los rebaños en las regiones de lomas...”.
Esta sin eluda es una afirmación errónea, si se toma en cuenta cuanto hemos expuesto
anteriormente (vide supra).
450 Por otro lado, en lo que se refiere a la zona de Ancón, la evidencia de restos de llama en
claro contexto estratigráfico, que hemos señalado para los tiempos del Horizonte Medio,
se prolonga en el Período Intermedio Tardío (Bonavia, 1960: 202-203; 1962: 73).
451 Para el área inmediatamente al sur de Lima, prácticamente no hay información. Engel
(1970c 21), en términos muy vagos, trata sobre las lomas de Chilca y dice que durante la
fase de ocupación que él denomina Puerto Viejo y que corresponde al Período Intermedio
Tardío/Horizonte Tardío, hubo uso de corrales y que en ellos hay huesos y estiércol de
Camélidos.
452 En el mismo trabajo (Engel, 1970c: 27-29), se cita nuevamente a las lomas de Chilca, en los
tiempos en que éstas estuvieron ocupadas por los “Cuculí” que se asignan al Período
Intermedio Tardío. Sobre el particular Engel explica que el abundante uso de tejidos
hecho a base de fibras animales que caracteriza el vestido “de los Cuculí”, parece indicar
un posible desarrollo de la pastoría. Según él, hay pruebas que se hizo amplio uso de
Camélidos, pero para el transporte y la producción de lana, más no para carne, pues los
Cuculí se alimentaban de pescado. Las pruebas son el hallazgo de “... corrales y tambos
202

que pueden haber servido de abrigo a las bestias durante viajes y trashumancias; tales
tambos se encuentran llenos de guano y de huesos de auquénidos.”.
453 Wing menciona en dos trabajos a “Chilca”, y concretamente al Período Intermedio Tardío,
pero no sabemos a qué sitios se refiere. En el primer caso (1977b: Tabla 15) señala una
presencia de sólo 0.1% de huesos de Camélidos y en el segundo (1986: 259. Tabla 10.7)
0.2%.
454 Cerro Azul (departamento de Lima, provincia de Cañete, distrito de Cerro Azul) ha sido un
sitio importante sin duda, hasta la llegada de los españoles y después. Allí hay una
interesante ocupación que corresponde al Período que estamos tratando. En una de las
grandes canchas de entrada a un conjunto habitacional, en la parte suroeste, “... sobre el
piso había excremento de llama, sugiriendo que allí recibieron a las caravanas de llamas
que llegaban de la chaupi yunga o ‘media costa’.”. Además, en la misma cancha se encontró
basura y entre los restos de comida hubo huesos de llama, aunque no abundantes
(Marcus, 1985: 4. 7; 1987: 397).
455 Gilmore (1930: 436) se refiere en términos muy generales al departamento de Ica y señala
que hay evidencia que los “Chimac” (sin duda es una deformación de chimú) y los
“Chincha” tenían terrenos de pastos para sus llamas en las tierras altas. Pero su base de
información es un trabajo de Estruch (1943: 118). Esta publicación es sólo una parte de la
tesis del autor y se presenta sin bibliografía. Básicamente se trata de osteología
comparada, que no podemos juzgar, pero la parte histórica es pésima y llena de errores.
Es casi seguro que Estruch ha utilizado como fuente a Troll (1935: 139), (quien a su vez se
ha basado en Latcham 119231), que escribió que “... los chimus y los chinchas poseían
tierras en las serranías para dedicarlas al criadero de llamas.”. Pues la tesis de Estruch fue
presentada en la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa y la versión española del
artículo de Troll (loco citato) fue publicada en la revista de dicha Universidad.
456 Según Gilmore (loco citato) el hecho que la pastura estuviera en las zonas altas, se
explicaría por la ausencia de pastos artificiales y naturales y de plantas de forraje
cultivadas a lo largo de la costa. Acepta la existencia de llamas en la costa, pero partiendo
siempre de la hipótesis que estos animales bajaban de las serranías, siguiendo las ideas de
Maccagno (1932).
457 Por su parte Menzel (1977: 13), al revisar los datos de Uhle, encontró información relativa
a una cámara funeraria hallada en las cercanías de Ica, correspondiente en tiempo al
Período Intermedio Tardío. Allí se encontró restos de una o más llamas sacrificadas. Y en
otra tumba también había varias llamas y éstas tenían adornos de plata, lo que indica su
gran importancia.
458 Sabemos también que Strong (1957) en sus excavaciones en la Huaca del Loro en Nasca, en
el contexto correspondiente a fines del Período Intermedio Tardío y principios del
Horizonte Tardío, halló evidencia de un sacrificio de llama en un cuarto cercano a lo que
él denominó “templo circular”.
459 Para el departamento de Moquegua, hay información sobre San Gerónimo, cerca de Ilo
(en la provincia Mariscal Nieto del distrito de Ilo), a sólo 200 m del mar. Allí hay una
importante ocupación de la cultura Chiribaya, que corresponde a este Período. Entre la
basura hay restos de Camélidos. Jessup (1990: 161-162) señala que la cantidad de huesos
de estos animales le llamó la atención y que éstos “... no solamente representan adultos,
sino también juveniles.”. Además explica que en las tumbas es común el hallazgo de patas
de Camélidos y que, además, en una oportunidad se encontró hasta nueve cráneos de
203

llama en una sola tumba. Por otro lado en estos lugares todos los tejidos son de lana, lo
que indica “... que los auquénidos fueron una parte muy importante de la economía
general y también que unos, si no todos, estuvieron criados en la costa.”.
460 Y en la misma zona, pero en la cuenca del río Moquegua, en el distrito homónimo, en el
período denominado Estuquiña por Stanish (1990: 129) y que corresponde a fines del
Período Intermedio Tardío, en el sitio Estuquiña Calana se encontró “... gran cantidad de
204

huesos de camélido.” y en otro yacimiento denominado P1, hubo “... abundancia similar
de camélidos...”.
205

Figura 14. Ubicación de los sitios arqueológicos correspondientes al Periodo Intermedio Tardío, en los
que se ha encontrado restos de Camélidos.
1 - ? (Provincias de Ayahaca y Huancabamba)
2 – Huamachuco
3 - ? (Cerca del lago ele Junín)
4 – Rakasmarka
5 – Cuelap
6 – Rosamachay
7 - El Ya ral 8- Tocuco
9 - ? (Cerca de Tocuco)
10 - Cabeza de Vaca
11 - Pirámide del Sol
12 - San Pedro 13 – Bayovar
14 - Huaca del Pueblo
15 - Cerro Sapame
16 - Cerro de los Cementerios
17 – Pacatnamú
18 – Caracoles
19 - Cerro de la Virgen
20 – Huanchaco
21 – Chanchan
22 - Loma Roja
23 - Huacas del Sol y de la Luna
24 – Choroval
25 - V-313
26 - ? (Parte baja del valle tic Virú)
27 - PV31-29
28 - Huaca de las Llamas
29 – Manchan
30 – Ancón
31 – Chilca
32 - Cerro Azul
33 - ? (Cerca de lea)
34 - Huaca del Loro
35 - San Gerónimo
36 – Estuquiña
37 - Patrón Samana
206

461 Finalmente hay dos datos muy vagos pero importantes. Wheeler (1991: 27) ha escrito que
“... existen evidencias de que [llamas] fueron criadas hace 900 años en la costa sur, en la
región de Moquegua (Wheeler, inédito)...” y que “... es probable que [la alpaca] se
extendiera a las costas... del sur (Wheeler, material inédito) hace 1.000 a 900 años.“
(Wheeler, 1991: 32).

4.7.3 La Ceja de Selva

462 Y para terminar con la información correspondiente al Período Intermedio Tardío, nos
referiremos a un yacimiento situado en la Ceja de Selva septentrional, en el departamento
de Amazonas (zona sur de la provincia de Chachapoyas, distrito de Chuquibamba). Se
trata de Patrón Samana, situado en las montañas que miran hacia el Este del río Marañón,
a una altura de 3,750 msnm. Allí, en una de las casas, se encontró huesos de llamas con
incisiones, cuya ocupación según Schjellerup (1992: 355, 357-358, 361), corresponde al
“Siglo XIII”.
463 (Para la ubicación de los yacimientos mencionados vide Figura 14).

4.8 Horizonte Tardío (1,440-1,539 años d. C.)


464 No cabe la menor duda que en los tiempos del Imperio Incaico, la cantidad de Camélidos
era muy grande, aunque es imposible saber si hubo más animales que antes. Como bien
escribiera Tschudi “Aunque la hembra de la llama no da generalmente sino una cría a la
vez, lo mismo que las demás especies de aukenias, se multiplicaban en gran escala, por el
extremado cuidado que se dedicaba a las manadas, y a pesar de que se consumía una gran
cantidad de animales, ya para sacrificios ya para alimentos humanos.” (Tschudi, 1885: 98;
1891: 100; 1918: 212-213; 1969: 129).
465 Flannery et al. (1989: 117) justamente se han preguntado porqué en los tiempos incaicos
los rebaños fueron más grandes de los actuales. En primer lugar ellos consideran que las
greyes de los villorrios comunales individuales (waqchallama) no fueron
significativamente más grandes de las que ellos han podido ver en la actualidad. Piensan
incluso, que algunos de los hatos de ayllu pueden haber sido un conjunto, en el que se
reunía los rebaños de 50 a 100 familias, que podían pacer todos juntos.
466 Los rebaños más grandes fueron los del estado, de la iglesia y de los curacas (qhapaqllama).
Estos eran pastoreados con una estrategia completamente diferente a la que han podido
estudiar los autores en Ayacucho, en la década de los años 70. Usando una mayor cantidad
de pastores, el estado hacía separar a sus animales en grupos, de tal manera que
estuvieran juntos los machos, las hembras, las hembras preñadas y las hembras que
estaban amamantando a sus crías (uñas [aunque Gonçales Holguin, 1952, para corderito
dice yuñalla]). Además los rebaños que estaban relacionados con los templos, se
mantenían separados también por color y eran destinados a los sacrificios. Este manejo de
las llamas de parte del estado, fue desarticulado gradualmente a partir de la Conquista.
467 Señalan además los autores, que los rebaños más grandes que fueron descritos por los
españoles, fueron encontrados usualmente en las extensas áreas planas o suavemente
onduladas de la puna, como es el caso del Altiplano, pero no en las planicies pequeñas. Sin
embargo, es importante recordar que las llamas sobre las (luchan informado los
207

españoles, no compartieron su espacio con la oveja. Un área de puna, donde hoy hay 100
llamas y 100 ovejas, podría casi seguramente mantener más llamas si se sacara las ovejas.
468 Y finalmente, dicen Flannery et al. (loco citato), y sólo para citar un ejemplo, los rebaños de
los incas no enfrentaron los mismos factores de mortalidad que ellos detectaron en
Ayacucho. Es así que en los tiempos incaicos con los chacos (chaku) se eliminaban cientos
de pumas, zorros y gatos monteses. Además, parece que en tiempos del incario el abigeato
era muy raro. Finalmente, y de esto hablaremos con mayor detalle más adelante, los
autores han sugerido que el ácaro de la sarna (Psoroptes equi) no se conocía antes de la
Conquista y fue introducido por las ovejas. De modo que la mortalidad de los Camélidos,
debida a pumas y otro animales, abigeos y a la sarna, debió ser menor en tiempos
incaicos.
469 Con esto Flannery et al. (op. cit.: 114) no quieren decir que en los tiempos incaicos no hubo
dificultades en la crianza de los animales. Por lo contrario los obstáculos fueron muchos,
como por ejemplo las heladas, los parásitos intestinales y el estrés de cambio altitudinal.
Lo que ellos quieren evidenciar, es que las dificultades de entonces no fueron
exactamente las de hoy y que los factores de mortalidad que les fueran señalados por los
pastores de las comunidades ayacuchanas que ellos estudiaron, concretamente
Yanahuaccra y Toqtoqasa, no tuvieron tanta significación en los tiempos incaicos.
470 Por otro lado, sabemos que los incas se preocuparon de introducir Camélidos en todos
aquellos lugares donde éstos faltaban e incluso, si en las regiones nuevas recién
incorporadas al Imperio no había pastizales, se les otorgaba a sus habitantes tierras de
pastoreo en las punas vecinas (Murra, 1978: 90, 93).
471 Parece también que en el Imperio Incaico, las llamas tuvieron un valor económico y
religioso mayor que el de la alpaca (Franklin, 1982: 468). Y, como lo explica Flores Ochoa
(1990b: 86-87), la insignia real del Sapan Inka era una llama blanca, llamada napa por su
blancura. Ésta caminaba delante del soberano cuando se desplazaba por las calles del
Cuzco. Además el Inca tenía un gran aprecio por los funcionarios que estaban encargados
de administrar la ganadería (llamakatnayuq), se reunía con ellos durante las festividades
para bailar sus danzas, como la llama llama o cantaba a dúo con las llamas, como se puede
ver en los dibujos de Guamán Poma de Ayala (1936: f. 318) (Figura 24). Y cuando había
sequías, se ataba a una llama (negra) a la que no se le daba ni de comer ni de beber, para
que con sus lamentos atrajera las lluvias (vide Guaman Poma de Ayala, 1936: f. 234) (Figura
22).
472 Explica Flores Ochoa (loco citato), que en la iconografía incaica (y también en la
preincaica), las representaciones de alpacas no son abundantes, y ello contrasta con la
profusión de imágenes de llamas con diferentes expresiones y en diversos materiales.
Incluso el firmamento de las constelaciones andinas muestra llamas, más no alpacas. “La
Vía Láctea, el inmenso río de la mitología andina, es cruzada por llamas. Los ojos de las
más grandes son las estrellas alfa y beta de la constelación occidental del Centauro.”
(Flores Ochoa, 1990b: 87).
473 Para que el control fuera más efectivo, había cotos de caza del estado y de la iglesia en las
tierras altas (Murra, f 978: 84). Y se organizaban los famosos chacu, en los que intervenía
una cantidad muy grande de personas sobre terrenos muy amplios, y durante los cuales la
matanza de animales era controlada. Veremos más adelante la información que los
cronistas hispanos nos han dejado sobre este punto (el lector puede encontrar una reseña
208

en Franklin [1982: 468], aunque éste utiliza datos de segunda mano y no cita ni un solo
cronista).
474 Las llamas eran protegidas por el estado (Squier, 1974: 7) y sabemos que la contabilidad y
la inspección de los rebaños se efectuaban dentro de un marco ceremonial. En el mes de
noviembre se llevaban a cabo los ritos de iniciación reales y en ellos los Camélidos
desempeñaban un rol muy importante: es en esa fecha que se llevaba a cabo un censo de
todos los rebaños del estado y de la iglesia, listo coincidía con una ceremonia y con
sacrificios que tenían lugar en todo el Imperio. La finalidad de todo esto era aumentar el
número de los rebaños y para ello había ceremonias especiales y los mejores pastores
recibían premios. También se interrogaba a las momias reales acerca del bienestar de los
hatos en los años venideros (Murra, 1978: 102).
475 Señala Murra (loco citato), que en la actualidad es prácticamente imposible hacer una
comparación cuantitativa entre rebaños estatales y los de la iglesia. Pero había muchos
hatos eclesiásticos, que estaban cuidadosamente separados por colores, pues
correspondían a los diferentes cultos. Los del Sol, del Trueno y de toda una serie de
santuarios. Murra apunta que según una fuente consultada por Román y Zamora ([1575]
1897), había más de un millón de llamas que estaban consagradas al Sol. Si bien esta cifra
no es segura, es probable que sea cercana a la verdad, tomando en cuenta la dedicación
con la que los quipu camayoc llevaban su contabilidad, que era muy minuciosa. (Murra [op.
cit.: 102] observa que la misma estimación reaparece en Murúa [1962-1964], pero siendo la
expresión casi idéntica, se puede suponer que el mercedario copió el dato de Román y
Zamora, cuya obra se publicó en 1575, o que ambos autores tuvieron un informante
común que es desconocido).
476 Se sabe, además, que en los tiempos del Imperio, las llamas fueron usadas en gran escala
como medio para transportar carga y que grandes recuas recorrían continuamente el
territorio andino. (Rowe, f946: 219; para una información más amplia al respecto lege
Declenbach Salazar, 1990: 168). Veremos a su debido tiempo, los datos que sobre el
particular nos han dejado los cronistas españoles. Con relación a esto Franklin (1982: 467)
ha escrito una frase que puede llevar a error. “Cientos de miles de llamas fueron
empleadas en la minería de plata y oro.”. Evidentemente se trata de una equivocación,
pues si bien estos animales en tiempos del Imperio fueron utilizados sin duda en las tareas
mineras, no hay datos que nos puedan indicar cantidades. Mientras sí hay mucha
información para los tiempos coloniales, y sin duda Franklin se ha confundido.
477 Queremos señalar sólo algunos aspectos relativos al uso de los Camélidos en los tiempos
incaicos. El lector que quiera tener una información más amplia, puede consultar el
trabajo de Dedenbach Salazar (1990: 225 et passim), donde se hace un análisis
etnohistórico-linguístico del rol de estos animales en la vida de la población andina en la
época incaica.
478 Según esta autora (Dedenbach Salazar, op. cit.: 174-176), durante el incario los Camélidos
eran criados más para el transporte o por la lana que por la carne. Ella sostiene, incluso,
que se comía poca carne de Camélido. Nos falta sin duda información en este sentido,
sobre todo desde el punto de vista arqueológico, campo en el que no sabemos casi nada,
pero -como se verá más adelante- en función de los datos históricos ello no parece tan
cierto. Es verdad que en esos tiempos el cuy (qowi, ccouio ccuy, Cavia porcellus) fue una de
las fuentes más importantes de carne para los pueblos andinos (Rowe, 1946: 219), pero
creemos que los Camélidos han jugado un rol fundamental.
209

479 En lo que se refiere a la carga, nadie puede poner en duda que las llamas han sido
utilizadas en gran escala para esta tarea. Sin embargo hay un aspecto que debería ser
estudiado más y que ha sido observado por Hyslop (1984: 302-303), en el sentido que la
carga fue también llevada por portadores humanos, los cuales podían transportar pesos
iguales o mayores que las llamas, y que podían ser manejados mejor que éstas que son
temperamentales. El autor admite, sin embargo, que es aún incierto si las espaldas del
hombre o el dorso de los Camélidos, han sido las principales responsables del movimiento
de los bienes en el Imperio Incaico. Retomaremos este punto al tratar de las recuas.
480 Como escribió Tello (1942: 11-12), los criadores de llamas y alpacas en las alturas, eran al
mismo tiempo pastores y cazadores que vivían a base de los recursos derivados de la
ganadería y del trueque de productos, como la lana, la carne, las pieles y los tejidos, con
los productos agrícolas de las tierras bajas.
481 La crianza de estos animales no fue simplemente su cuidado, como lo es en la actualidad,
y la búsqueda de pastos y agua. Fue un proceso mucho más complejo, pues fue llevado a
gran escala, y lo fue tanto como la agricultura en las partes bajas. La crianza de la alpaca,
por ejemplo, requiere de pastos especiales en zonas de pantanos, y éstos se obtenían
inundando extensos terrenos, por medio del desvío de las aguas de las quebradas hacia los
llanos y las faldas de los cerros. Además, el pastor de llamas y alpacas, conocía la puna en
todos sus aspectos topográficos y climatológicos. De esta manera estaba en condiciones de
escoger los mejores pastos, los sitios más abrigados donde establecer sus viviendas y
corrales para que estuvieran protegidos del acecho de los buitres y felinos, los dos
grandes enemigos de los rebaños. Conocía, además, los períodos en los que se presentaban
las epidemias y la manera de combatirlas, la forma de seleccionar eficientemente a los
animales para la carga, para la carne y para la lana. Este pastor supo determinar la época
más adecuada para la generación y la reproducción. Observó que la gestación de la llama
es como la del hombre, de nueve meses, y para asegurar la reproducción, separó a las
hembras de los machos y sólo permitió su unión en determinados períodos, de modo que
la cría pudiera disfrutar de la mejor época del año. es decir el verano de la sierra, que es
abrigado y ofrece mayores ventajas de subsistencia y evitando el invierno, por el rigor del
frío y por la falta de pastos tiernos y adecuados. Además, el uso de las llamas variaba
mucho si se trataba de animales estatales o de los ayllu locales (vide Flannery et al., 1989:
114).
482 El rol de los Camélidos en la religión ha sido muy importante, como ya se señaló, pero éste
es un tema que no pretendemos analizar, pues es tan amplio que necesitaría un estudio
por sí solo. El lector interesado encontrará la información fundamental en el trabajo de
Dedenbach Salazar (1990: 181-183 et passim). (Tello [1942: 12] ha dejado también una
buena descripción de un ritual de fertilidad de 1790). Es importante no olvidar, sin
embargo, que el sacrificio de llamas fue una parte importante del ritual religioso no sólo
en el Imperio Incaico sino también antes (Menzel, 1977: 13). Es así, por ejemplo, que en la
Capacocha, la ceremonia que se realizaba en la plaza de Aucaypata en el Cuzco, se
inmolaban miles de llamas (Rostworowski, 1988b: 79).
483 Pero en el Imperio Incaico, el uso principal de los rebaños estatales, era sin duda el
militar. Las recuas del ejército llevaban provisiones y otras cargas y, en caso de
emergencia, ellas mismas podían ser utilizadas como alimento (Murra. 1975: 140). Como
muy bien escribiera Troll (1958: 30), “Los ejércitos de los Incas fueron acompañados por
grandes rebaños de llamas. Como animales de transporte y como provisión de carne,
proporcionaban al ejército una fuerza de choque contra otros pueblos que no disponían
210

de tales posibilidades y que sólo podrían conseguir carne mediante la caza”. (Lege también
Tschudi, 1885: 104, 189b 105, 1918: 223, 1969: 135; Troll, 1958: 30; Flannery et al., 1989: 114.
Y, una vez más, debemos señalar que Dedenbach Salazar [1990: 177-180] ha tratado el
tema in extenso).
484 En lo que se refiere a la existencia de hatos de Camélidos en la costa, concretamente de
llamas, hay sin duda divergencia de opiniones. Hay quienes creen, como Izumi Shimada
(1982: 1бЗ), que “... su crianza y mantenimiento... fue posible en la costa y muy
probablemente practicada.” (el autor se refiere en términos generales a los tiempos
tardíos), inclusive él sugiere que las caravanas de llamas pudieron estar relacionadas con
el tráfico de guano y de algas (cochayuyó) costeños (Izumi Shimada, 1985: XVI). Novoa y
Wheeler (1984: 124) son enfáticos tambien: “Rebaños estatales de llamas fueron
mantenidos en la costa por los incas hasta los tiempos de la Conquista española.”. Murra
(1975: 132), por su parte, es de la opinión, que los hatos eran desplazados anualmente
desde las tierras altas a la bajas y viceversa, para el trueque de productos serranos con
costeños. Hay que admitir, sin embargo, que Murra se refiere fundamentalmente a la zona
meridional del territorio centroandino.
485 Creemos que no se puede dudar que había una cantidad importante de Camélidos en la
costa durante los tiempos del Horizonte Tardío, pero no hay evidencia concreta que hubo
una política estatal incaica para establecer los rebaños en la costa. Nosotros no hemos
encontrado datos al respecto y Franklin Pease cree lo mismo (Comunicación personal, 26
de mayo de 1992). Por toda la información expuesta hasta aquí, no se puede poner en
duda que antes de la llegada de los incas había una importante cantidad de estos animales
en la costa. Es seguro que los incas deben haber contribuido a que éstos aumentaran, pero
tocio parece indicar que no fue una política consciente y establecida que los llevó a ello.
486 Consideramos importante señalar que Gilmore (1951: 435), al hacer la descripción de la
llama, afirma que existía “... una raza más pequeña...” en la costa peruana y en el Ecuador
“... en tiempos incas...”. Gilmore no cita su fuente de información sobre este punto y
nosotros no hemos encontrado ninguna, salvo algunos datos arqueológicos relacionados
con el territorio ecuatoriano y que mencionaremos a su debido tiempo.
487 Antes de entrar en el análisis de las evidencias arqueológicas, consideramos de interés
mencionar que Hyslop (1984: 302) es de la opinión que, en cierta manera, la llama ha sido
la responsable de la distancia que separaba los tampu, en cuanto ésta es menor de la que
puede caminar una persona. Y ello, según Hyslop, es debido a que la llama en el camino se
demora, pues ramonea. Los corrales que probablemente fueron usados para las llamas, se
encuentran asociados a los tampu incaicos, desde Argentina centro occidental hasta el
Ecuador. Esto demuestra que el uso de los Camélidos para transporte, fue muy difundido
en el Imperio.
488 Sin embargo, a pesar de la gran importancia que han tenido los Camélidos durante el
Imperio Incaico, es verdaderamente asombrosa la falta de información arqueológica que
se tiene al respecto. Es, a no dudarlo, la época peor conocida y a la que deberían en el
futuro dedicarse los esfuerzos de los arqueólogos. Veamos las evidencias.

4.8.1 Las Serranías

489 Para seguir el orden establecido, comenzaremos por los sitios serranos de la puna.
McGreevy y Shaughnessy (1983: 240-241) han recorrido, como ya se ha señalado en varias
211

oportunidades, la provincia de Huamachuco en el departamento de La Libertad hasta


Santiago de Chuco, que es el distrito que está al suroeste de Huamachuco. y no han
encontrado la evidencia de una crianza intensa de Camélidos. Han podido comprobar la
existencia de dos corrales prehispánicos tardíos, uno en la jalca fuerte y otro en la quechua
superior/jalca baja, que son las pocas pruebas de un pastoreo a mayor escala. Ellos
señalan, sin embargo, que su experiencia indica que la jalca fuerte no fue el lugar más
importante de habitación para los pastores, que probablemente vivieron en la zona más
baja, en el límite entre las zonas quichua y jalca.
490 En este sentido McGreevy (1984: 170-171, 174, 193-194; citado por Lange Topic et al. [1987:
833]. Se trata de una tesis que nosotros no hemos podido leer) ha sugerido que los
grandes rebaños de Camélidos en el área de Huamachuco, y de los cuales habla Cieza de
León (nos referiremos a ello en el siguiente Capítulo), que existían aún varios años
después de la invasión española, fueron el resultado de la política incaica de aumentar la
población de llamas a lo largo del Imperio. Ya que parte de esa política, fue introducir el
pastoreo intensivo en las áreas donde esta estrategia no fue previamente parte del patrón
tradicional del uso de la tierra.
491 Lange Topic et al. (1987: 833) insisten que los huesos de Camélidos no son especialmente
frecuentes en las excavaciones de los sitios del área en cuestión. Admiten que algunos
hatos de llamas fueron probablemente mantenidos en los campos de rastrojos y en los
pastizales por encima de los 3,800 msnm, pero aquí la importancia de los Camélidos
parece estar muy debajo de la que ellos tuvieron en las sociedades contemporáneas más
sureñas.
492 Para el famoso centro urbano incaico de Huánuco Pampa, ubicado cerca de Urqumayu a
12 km de La Unión, a más de 3,800 msnm (en el departamento de Huánuco, provincia de
Dos de Mayo, distrito La Unión) existe un informe de Wing. en el que lo único que se dice
es que allí los huesos de Camélidos alcanzan el 86.6% de los restos faunísticos analizados
(Wing, 1986: 254, Tabla 10.5). Sin embargo la misma autora (Wing, 1988), pocos años
después, publicó un informe exhaustivo, con información muy valiosa.
493 Como era de esperarse, entre los restos de Huánuco Pampa, predominan los huesos de
llamas y alpacas. La asociación cultural de las muestras indica actividades estatales
especializadas, en función del tipo de arquitectura donde fueron encontradas
(Comunicación personal de Craig Morris a la autora). Es interesante, sin embargo, que en
el sitio no se ha hallado evidencias de crianza de animales, como sería el caso de corrales,
por ejemplo. Wing señala muy claramente que entre los restos de Huánuco Pampa no se
puede esperar encontrar más que un segmento de las prácticas de crianza llevadas a cabo
por los incas. Los restos de fauna que han sido estudiados, han sido excavados en las así
denominadas Zonas II, III y V del yacimiento (vide plano en Wing, op. cit., Fig. 1, 176) y
ellas, si se observa el plano, corresponden a las zonas céntricas de la ciudad.
494 La muestra con la que trabajó Wing, fue de 33,513 fragmentos de huesos y 8,836 clientes
identificados. El componente identificable, representa el 26.4% de la muestra total de las
tres zonas. La porción de cada zona es respectivamente 27.3%, 26.3% y 25.6%. Como se
podrá ver, hay poca diferencia entre zona y zona. Ello sugiere que los huesos fueron
sometidos a una serie de factores de destrucción, antes y después de haber sido
depositados, pues la fragmentación es de tal naturaleza, que hace que las muestras no se
puedan identificar.
212

495 Entre estos restos, predominan los huesos de Camélidos y constituyen el 84% de las
muestras de las tres zonas. En las zonas III y V representan más del 88%>, mientras que en
la Zona II son el 51% del total de las muestras identificadas y el 67.1%, si se excluyen los
restos de los animales domésticos europeos (vide Tablas 1, 2 y 3; 172-173) (Wing, op. cit.:
167).
496 Se debe señalar que los restos de animales domésticos europeos son escasos, representan
menos del 3% en las zonas III y V, pero están presentes en cantidad importante en la zona
II, donde constituyen el 24%. Para los efectos del estudio que ha hecho Wing, estos restos
no han sido tomados en cuenta, a pesar que hay un pequeño lapso en el que la ocupación
incaica y la europea se sobreponen.
497 Elizabeth Wing ha escrito: “Los restos de animales de rebaño, es decir los camélidos, son
abrumadoramente abundantes en Huánuco Pampa, lo que nos lleva a concluir que ellos
fueron el centro de la economía relacionada con el uso de animales.” (Wing, op. cit.: 168).
498 Wing explica que ha seguido dos métodos para tratar de diferenciar las cuatro especies de
Camélidos, pero “con éxito limitado”. Uno de ellos se basa en las diferencias de tamaño de
las dos especies grandes, el guanaco y la llama (Wing, 1972). El otro, tomando en cuenta
las diferencias morfológicas de los incisivos (Wheeler, 1984 [a]; vide Wing, op. cit.: Fig. 2,
177).
499 Naturalmente se parte del supuesto que la mayoría de los Camélidos de Huánuco son
animales domésticos y esta suposición se basa en la evidencia documental. Utilizando el
trabajo de Browman (1974 [194]), en el sentido que en el antiguo Perú se hacían juntas de
ganado, realizando matanzas de venados para conseguir la carne, mientras que las
vicuñas eran esquiladas y luego puestas en libertad y algunos guanacos eran capturados e
incorporados en los hatos de llamas, se admite que se puede esperar alguna mezcla con
Camélidos silvestres. Si se acepta que la mayoría de los animales de Huánuco Pampa han
sido domésticos, a base de los métodos indicados hubo aproximadamente la misma
cantidad de llamas y alpacas.
500 Si nos basamos en las medidas del cuerpo, el 55% de los restos cae en el rango de la llama
y 45% en los límites de tamaño de la alpaca. Si seguimos la morfología de los incisivos,
44% fueron llamas y 56% alpacas. (Estos resultados opuestos, están demostrando que uno
de los métodos o ambos no son correctos. Llamamos la atención del lector sobre este
punto, que discutiremos más adelante).
501 Por otro lado las muestras que pueden ser identificadas hasta la especie, son demasiado
pequeñas para que nos puedan dar alguna indicación sobre usos especializados de estos
animales en las diferentes zonas de la ciudad.
502 Es por todo esto que Wing afirma que una conclusión de todo el conjunto de los restos, es
que las llamas y las alpacas fueron carneadas aproximadamente en la misma cantidad, a
pesar que su uso especializado para la fibra en un caso y para transporte en el otro
difieran. Hay que tomar en cuenta, además, que los animales de carga llegan con sus
bultos y luego se van, sin dejar lógicamente huellas que puedan ser individuadas
arqueológicamente (salvo los excrementos).
503 Se ha hecho el intento de identificar el hábitat de estos animales, por medio del análisis
de los fitolitos que estaban adheridos a los dientes y que muestran la vegetación
consumida (Armitage, 1975). Se ha raspado estos fitolitos de la superficie de los molares
de cuatro especímenes, y ellexs han sido examinados por Deborah Pearsall. Los cuatro
animales de los que se pudo sacar suficiente cantidad de muestras, fueron probablemente
213

alpacas. El porcentaje del recuento de fitolitos, indicó un 29% de “yerbas Festucoides” 3 y


el 43% de tipos de dicotiledóneas (Pearsall, in litteris a Wing, 13 de marzo de 1980).
504 Wing presenta estos datos como tales, es decir sin hacer ningún intento de
interpretación. Queda como hipótesis de trabajo que las muestran corresponden a
animales de recua, que trajeron carga desde las tierras bajas, en cuyo caso ellos habrían
traído los restos de los fitolitos de su alimentación en sus dientes desde allá. Pero Wing
admite, que se necesita de mucho más trabajo para poder llegar a conclusiones valederas.
505 La distribución de edades de los Camélidos de Huánuco Pampa, indica una población
madura. La determinación de la edad se basó en el patrón de erupción dentaria, y en el
desgaste y la sustitución de 134 especímenes dentarios de la muestra. El modelo biológico
que se usó fue el de Wheeler (1982 [b]).
506 Sólo el 4% de los animales estudiados tenían menos de 9 meses. El 92% de la población
estuvo en vida a los dos años de edad y el 78% a los tres años (vide Wing, op. cit.: Fig. 3,
177). Tres años es la edad crítica, ya que es a partir de ese momento que los animales
engendran por primera vez, son entrenados como animales de carga y son esquilados. Es
un fenómeno muy bien conocido que el segmento joven de la mayor parte de las
poblaciones, tiene tasas altas de mortalidad. Se ha visto que ello sucede en los rebaños
que son susceptibles a infecciones bacterianas en corrales (Wheeler, 1984[a]). “La virtual
ausencia de restos de estos animales jóvenes, sugiere que los rebaños no fueron criados
en Huánuco Pampa, sino sólo llevados al sitio como individuos maduros y productivos.
Esto es avalado por la falta de corrales en el sitio.” (Wing, op. cit.: 169).
507 Explica Wing, que para analizar el tamaño de los animales, hay dos huesos que
frecuentemente se quedan completos y que por consiguiente pueden ser medidos a lo
largo de varios planos. Ellos son el calcáneo y el astrágalo. El par de medidas que se puede
tomar con más frecuencia y que discrimina bien entre las modernas alpacas y las llamas,
es la mayor altura (aa en Wing, 1972) y el mayor ancho de la apófisis de sustentación del
calcáneo (h’h’ en Wing, 1972). Se ha podido tomar este par de medidas en 121
especímenes (Wing, op. cit.: Tabla 5 y Fig. 4, 175 y 178). La mayoría de las muestras del sitio
y todas las modernas que fueron medidas, se ajustan a una sola señal de regresión.
Algunos especímenes arqueológicos se desvían de lo esperado. Un elemento que por su
altura es más reducido de lo que se esperaría, puede ser llamado grácil. Dos especímenes
están fuera del intervalo de confianza de regresión para ser más gráciles. En cambio seis
elementos son robustos, siendo más anchos de lo que se esperaría por su altura.
508 Ejemplos similares de desviación para la señal de regresión, se ven en las medidas
tomadas en el astrágalo. Estas medidas son de mayor longitud (c’c’ en Wing, 1972 o GLI en
von den Driesch, 1976) y de mayor ancho (aa en Wing, 1972 o BD en von den Driesch,
1976) (Wing, op. cit.: Fig. 5, 179). Así como las medidas del calcáneo caen cerca de la
regresión, la mayoría de las mediciones del astrágalo del sitio incaico y de los animales
modernos, también lo hacen. Nuevamente hay ocho especímenes que están fuera de los
intervalos de confianza. Seis de ellos pueden ser caracterizados como gráciles, siendo más
angostos de lo que se podría esperar por su longitud; y dos son robustos, siendo
relativamente más anchos con respecto a su largo, de lo que se esperaría.
509 La mayoría de los especímenes raros estuvieron asociados con los recintos amurallados,
pero desafortundamente ninguno de estos astrágalos o calcáneos pueden ser asociados
directamente el uno con el otro, de modo que es imposible saber si proceden de la misma
pata. Sin embargo, dado que estos dos huesos se articulan, es probable que un astrágalo
214

grácil pudo articular con un calcáneo grácil y, en consecuencia, que ellos serán
proporcionales al cuerpo como un todo.
510 Todos los astrágalos gráciles proceden del conjunto amurallado VB5; cinco de los
calcáneos que se desvían y un astrágalo robusto, provienen de otro conjunto amurallado,
el IIIC4. Cinco de los especímenes han sido hallados fuera de los conjuntos amurallados
(IIB2, IIB5, IIIC9, IIID1a y VA3) (vide Wing, op. cit.: Fig. 1, 176). La autora se pregunta si
estos especímenes que se desvían corresponden a animales significativamente diferentes
o son datos aberrantes. Termina diciendo; “Yo creo que aunque el número de los
especímenes que se desvían es relativamente bajo, los datos de medidas de estos
elementos se sustentan el uno con el otro respecto al tipo y a la frecuencia relativa de la
desviación y en el contexto predominante en el que ellos fueron hallados. Es necesario
recordar que estos son probablemente restos de animales domésticos que por naturaleza
son variables. Desde que la mayoría de estos especímenes que se desvían han sido
encontrados en el sitio en asociación con contextos especializados, es posible que ellos
provengan de animales especiales. Ellos pueden representar animales que son el
resultado de experimentos de crianza. Desviaciones similares deberían ser investigadas
en otros sitios incaicos, así como en los documentos en los que haya descripciones de
animales de proporciones no comunes.” (Wing, op. cit.: 170).
511 Concluye Wing, que si bien los restos de Huánuco Pampa conforman en muchos aspectos
los datos que se esperaría encontrar en restos de fauna a base de la información conocida
y que la evidencia documental señala, sin embargo hay también información nueva, la
que deberá ser verificada con más estudios de restos de fauna correspondiente a sitios
incaicos.
512 El aspecto de este conjunto faunístico que satisface las expectativas, es el predominio de
animales domésticos nativos y particularmente de animales de rebaño. Se podría haber
predicho que la estructura de edad de la grey fuera de animales completamente maduros,
incluyendo primariamente aquellos animales utilizados para el transporte o para la
producción de lana. A pesar que estos hallazgos eran predecibles, es importante tener
confirmación a base de restos de fauna.
513 Por otro lado, este análisis nos provee de información que no se puede predecir a base del
actual estado de conocimientos. Lleva a un entendimiento más detallado del uso de los
animales en un asentamiento urbano incaico. El problema de la dificultad de identificar
las especies de Camélidos, se reduce en Huánuco Pampa, ya que se puede presumir que se
trata sólo de llamas y alpacas. Los análisis hechos por dos métodos diferentes, indican que
fueron utilizados en cantidades iguales. Sin embargo, no hay posibilidad de establecer una
correlación entre cualquiera de los sectores de la ciudad, con alguno de los rebaños
detectados.
514 Se debe señalar que entre los restos de huesos, hay algunos -16 en total- que se desvían
significativamente del resto. Ellos son marcadamente o más robustos o más gráciles de la
norma, y ellos sí aparecen mayormente en los conjuntos amurallados. Wing sugiere que
puede tratarse de experimentos de cruces (Wing, 1988: 168-171).
515 Nosotros queremos hacer dos comentarios al trabajo de Wing. El primero se refiere a los
análisis de fitolitos que se han hecho. Si bien es cierto que la evidencia que ofrecen estos
análisis es muy vaga, no indica necesariamente como piensa Wing, que se trata de plantas
de tierras bajas. El ichu (sensu lato) es planta típica de puna. Y entre las dicotiledóneas hay
215

plantas de altura también. En verdad si no se logra hacer identificaciones más precisas,


hasta por lo menos el Género, cualquier interpretación es imposible.
516 Y el segundo comentario se refiere a la función de una de las zonas de la ciudad de
Huánuco Pampa que ha mencionado Wing, concretamente la IIB. Según los estudios de
Morris y Thompson (1985: 79), si bien es cierto que no hay muchas evidencias, sin
embargo se puede inferir que dicho sector ha sido la habitación de las akllas, de tejedores
y chicheros, aunque admitimos que ello no ayuda en nada en la interpretación de los
datos.
517 En lo que se refiere a la zona Tarma-Junín en la Sierra Central, ya hemos visto que allí el
uso de los Camélidos ha sido difundido desde tiempos muy tempranos. Wing (1972:
336-337) ha demostrado que en la época incaica la cantidad aumenta y hay una
proporción inversa de formas grandes y pequeñas. Hay rangos muy amplios en tamaño,
entre las dos. Las grandes son probablemente guanacos y llamas y las pequeñas vicuñas.
Estadísticamente los restos de Camélidos significan el 70% de la fauna analizada (Wing, op.
cit.: 331, Tabla 3). (En un estudio posterior, Wing [1986: 257, Tabla 10.6] ha señalado 86.4%
).
518 En el departamento de Puno, sabemos que los lupaca explotaban grandes rebaños de
llamas y alpacas en las cordilleras que están detrás de Chuquito (provincia de Puno),
Pomata (provincia de Chuquito) y Zepita (provincia de Chuquito también). Veremos que
sobre esta zona hay mucha información en las fuentes históricas.
519 Pasemos ahora a los sitios de los valles. En el departamento de Ancash, al sur de la
provincia de Corongo, sobre el río Manta, tributario del río Santa, a 1,800 msnm se
encuentra el sitio La Pampa. Allí, según de Macedo (1979: 97-97, Tabla 1), en la ocupación
denominada Período Caserones, que corresponde al Horizonte Tardío, se nota una mayor
concentración de huesos de Camélidos que en los períodos anteriores. Aunque la cantidad
de huesos encontrados no es muy grande, pues son sólo 18 ejemplares.
520 Para todo el territorio comprendido entre la Sierra Norte y la Central no tenemos
ninguna información. En el departamento de Lima, provincia de Huarochirí (distrito de
San Bartolomé), Sucyahuillca (1,410 msnm), según Rostworowski (1978: 43), parece haber
sido un lugar sagrado de los yungas y que estuvo relacionado con el culto a Pachacámac.
En este lugar, que está cerca del actual pueblo de San Bartolomé, pastaban los rebaños de
llamas del famoso oráculo costeño. Dice Rostworowski, que podría suponerse que se
trataba de una colonia yunga instalada en la sierra para cuidar a las manadas de animales
que eran necesarios para los sacrificios a Pachacámac. El dato, obtenido de fuentes
históricas, es sumamente importante, pero es necesario un trabajo arqueológico de la
zona, que no se ha hecho.
521 En una nota de pie de página, Engel (1970d: 11) se refiere a “... la serranía seca de
Chilca...” y dice que ha podido encontrar abundante cantidad de huesos de Camélidos en
corrales “... que han sido utilizados durante los últimos siglos prehispánicos.”. Como
siempre, este autor no ofrece mayores evidencias ni datos concretos.
522 Mucho más al Sur, en el departamento de Arequipa (provincia de Cailloma, distrito de
Achoma), más concretamente en el valle del Colca en la localidad de Achoma, Shea (s. f.
[1985?], s/p) informa que la zona fue de pastores en tiempos preincaicos, incaicos y
coloniales y que, además, estuvo en contacto con los pastores de la puna vecina.
523 En el mismo valle del Colca y siempre en la provincia de Cailloma, se encuentra
Coporaque, en el distrito homónimo. Allí los trabajos arqueológicos han mostrado que la
216

fuente primaria de alimento han sido los Camélidos, principalmente llama y


ocasionalmente vicuña y posiblemente guanaco. Si bien la ocupación es del Horizonte
Tardío, surgen ciertas dudas en cuanto el yacimiento ha sido revuelto) y puede contener
restos coloniales. El análisis de los restos, indica que el 72.9% de los huesos corresponde a
animales adultos, el 16.4% a jóvenes y el 10.7% a fetos/ neonatos. La baja frecuencia de
animales jóvenes estaría indicando que se trató fundamentalmente de animales de carga,
que tuvieron prioridad sobre los de carne. Además, la baja frecuencia de fetos/neonatos
sugiere que hubo eficiencia en el manejo de los rebaños, reduciendo las tasas de
mortalidad para los animales de ese grupo de edad, a pesar que esta figura puede también
ser consecuencia de la forma en la que se recogieron las muestras (Wheeler, 1986:
291-292).
524 En el departamento del Cuzco (provincia homónima) está el sitio de Qhataq'asallaqta. Se
encuentra a 3,600 msnm, sobre una colina al suroeste del Cuzco, en la periferia de la
ciudad. El sitio ha sido ocupado durante el Horizonte Tardío y a comienzos de la Colonia.
Allí los restos de Camélidos representan el 96% de la fauna del yacimiento, y su análisis
demuestra que se ha consumido más de una especie, por lo menos llama y alpaca.
525 Del total de huesos analizados, el 23% no estaban fusionados, lo que indica que
correspondían a animales jóvenes, y sólo el 2% han sido matados antes del año de vida.
Esto nos demuestra que los habitantes de Qhataq’asallaqta seleccionaban para carnear a
los animales que habían pasado su mejor etapa productiva, tanto para la producción de
fibra como para el transporte de carga.
526 Por otro lado, se ha podido constatar que en este lugar se utilizaba más a los Camélidos de
estatura menor e intermedia, que corresponde a la alpaca. Parece poco probable que se
cazara la vicuña en un lugar tan bajo. De esto se podría deducir que las alpacas fueron los
animales que más aprovecharon los pobladores del Cuzco en tiempos incaicos (Flores
Ochoa, 1982: 69-70; la información que ha utilizado el autor ha sido tomada de la tesis de
Miller [1979] que nosotros no hemos podido leer).
527 Otro sitio es el de Minaspata, al que ya hemos hecho referencia anteriormente, y que se
encuentra a 35 km del Cuzco, a orilla de la laguna de Lucre, a 3,100 msnm (en la provincia
de Quispicanchis). Parece que éste ha tenido una ocupación continua desde el Horizonte
Temprano hasta tiempos incaicos (Flores Ochoa, 1982: 69-70). Los restos de Camélidos
correspondientes a la ocupación incaica, significan el 81.5% de la fauna que ha podido ser
recuperada en el lugar (Wing, 1986: 257, Tabla 10.6).
528 Además, Flores Ochoa (1982: 70-71) informa que en las inmediaciones del Cuzco hay por lo
menos dos sitios más, que presentan condiciones óptimas para el pastoreo de llamas y
alpacas en gran escala. “El primero está en las faldas del cerro tutelar y sagrado del Cuzco
llamado Pachatusan, donde se encuentran estructuras de grandes corrales, sistemas de
irrigación para pastizales y abundante pasto. El otro también está en las inmediaciones de
la misma ciudad, en las faldas del mítico cerro Wanakawri (comunicación personal del Dr.
Luis Barreda Murillo). Se pueden mencionar también las grandes kanchas o corrales, como
los de Qoriqocha, a menos de diez kilómetros de la ciudad del Cuzco, capaces de albergar
varios cientos de animales y donde ahora apenas se encuentra una que otra llama.”.

4.8.2 La Costa

529 Veamos ahora la escasa información con la que contamos para la costa. Shimada y
Shimada (1985: 20), a base de sus trabajos en (departamento de Lambayeque), están
217

convencidos que durante el Horizonte Tardío hubo grandes caravanas de llamas que
traían los minerales y se llevaban los productos elaborados a lo largo de la faja costera y a
las tierras altas.
530 En el departamento de La Libertad (provincia de Trujillo, distrito de Huanchaco), a 14 km
al noroeste de Chanchan, hay un sitio conocido con el nombre de Médanos de la Hoyada
(que equivocadamente en las publicaciones aparece como Medaños de la Joyada). Se trata
de una gran hondonada, rodeada de basura, muy cerca de la playa. La basura corresponde
al Horizonte Tardío, aunque hay también restos de una ocupación colonial. Ha sido un
lugar de habitación y allí se ha comprobado la existencia de una importante cantidad de
coprolitos de llama y huesos de este animal (Kautz y Keatinge, 1977: 90).
531 En Chanchan sabemos que después que la “ciudadela” Rivero dejó de tener uso al
terminar el Período Intermedio Tardío, fue reocupada por pequeños grupos que se
instalaron en parte del sector frontal. Esto debió suceder después de la conquista de la
ciudad por los incas. En esta época también, las llamas fueron la principal fuente de
proteínas para los habitantes. En uno de los cortes que se hicieron, los restos de
Camélidos alcanzaron el 55.1% de los restos animales estudiados (Shelia Pozorski, 1976:
199; 1980: 189, Cuadro 1 y 191).
532 No hemos podido conseguir ninguna información para el sector de costa que se extiende
desde Trujillo hasta Lima.
533 Para el valle de Lima hay una información de Ramos de Cox et al. (1974-1975: 9). Se trata
de una huaca denominada Corpus I, que está situada cerca a la Ciudad Universitaria, en el
Complejo Pando. Dada la forma confusa de la redacción, preferimos transcribir el texto ad
litteram. Dice así: “Es evidente que las llamas que se utilizaban para el transporte de
productos fueron traídas de zonas más altas y domesticadas (Sic!) con este fin. La
concentración de estiércol en Corpus I, llevó a pensar... en un posible paradero de llamas
para el transporte. Consideramos que este planteamiento es bastante probable, teniendo
en cuenta que dicho paradero se ubicaba justamente en Corpus I y cercano a la Huaca La
Luz. ¿Sería este sector el dedicado a la producción más especializada y su transporte?
También existe la posibilidad que dentro de la producción textil se fabricaran porta-
cargas (redes-bolsas) para las llamas...”. En el trabajo no se presenta ninguna otra
evidencia y es imposible darse cuenta a que época corresponde el monumento y la basura
asociada. Podemos suponer que son tardíos.
534 En el distrito de Lurigancho de la Capital se encuentra la famosa ciudad de Cajamarquilla,
cuya ocupación principal corresponde al Horizonte Medio, pero que continuó ocupada
parcialmente hasta el Horizonte Tardío. En la década de los años 50 nosotros hemos visto
recintos con una capa importante de excremento de llamas y en algunas viviendas huesos
de Camélidos. Suponemos que éstos podrían corresponder a la última ocupación del sitio.
535 Maldonado (1952a: 73) ha informado que él ha recogido del basural del Templo del Sol de
Pachacámac (en el valle del Lurín, departamento de Lima, distrito de Lurín), una “...
buena cantidad apelotonada y suelta de estiércol de auquénidos.”. Dichos restos
provenían, según el autor, de las excavaciones que hizo Strong. Si bien el autor no señala
el dato bibliográfico, podemos suponer que se refiere a los trabajos de Strong y Corbett
(1943).
536 Finalmente, y para terminar, tenemos noticia que Rielell y Menzel trabajando en Tambo
Viejo, en un sitio incaico del valle de Acarí (en el departamento de Arequipa, provincia de
Caravelí, distrito de Acarí), encontraron el entierro de una llama completa (se trata de un
218

manuscrito de los autores que lleva fecha 1954 y que es citado por Donnan y Foote [1978:
406]).

Figura 15. Ubicación de los sitios arqueológicos correspondientes al Horizonte Tardío, en los que
se ha encontrado restos de Camélidos.

Figura 15. Horizonte Tardi


1 – Huamachuco
2 - Huänuco Pampa
3 - La Pampa
4 – Sucyahuillca
5 - ? (Cerca de Achoma)
6 - ? (Cerca de Coporaque)
7 - Qhataq'asallaqta
8 – Minaspata
9 – Pachatusan
10 – Wanakauri
11 - Batán Grande
12 - Médanos de la Hoyada
13 – Chanchan
14 - Complejo Pando
15 – Cajamarquilla
16 – Pachacámac
17 - Tambo Viejo
18 - Ruinas del Abiseo
19 - Pampaconas

4.8.3 La Ceja de Selva

537 Datos interesantes son los referentes a la Ceja de Selva. Se ha podido comprobar que en la
basura de una de las edificaciones de las Ruinas del Abiseo (mal llamadas Pajatén o Gran
Pajatén, y cuyo nombre pudo ser Yaro [lege Bonavia, 1990]) ubicadas a 2,850 msnm, en el
departamento de San Martín (provincia Mariscal Cáceres, distrito de Huicungo) había
219

restos “... de un auquénido grande, ya sea huanaco (Lama guanicoe) o llama (Lama glama),
aunque los restos examinados y particularmente partes craneales asociadas con dientes
corresponden ciertamente a la especie Lama glama.” (Macedo, 1968: 57-58).
538 Posteriormente, en otros trabajos, se ha encontrado 30 huesos de Camélidos, de los cuales
7 corresponden a animales jóvenes, que incluyen un feto. Cornejo y Wheeler (1986: s/p; se
trata de un informe que nosotros hemos podido obtener sólo parcialmente) han escrito:
“La identificación efectuada permite deducir que no solamente se estaban utilizando los
camélidos, sino que el proceso de crianza se efectuaba dentro del ámbito del Parque (se
refieren a la reserva del Abiseo). El registro de fetos y nelmantos (? Sic!) así lo atestiguan.
Por lo tanto, es necesario considerar el proceso de adaptación de los camélidos dentro de
esta ecología. En algunas de las estructuras cuadrangulares que han sido identificadas
como corrales (Deza 1973 [trabajo que nosotros no conocemos. Los corrales deben estar
en el área de las ruinas]) es muy posible que hayan sido destinadas para la crianza de
camélidos, lo que permitió la reproducción de esta especie dentro del proceso de
adaptación y el establecimiento de vida de estas especies. Existe también evidencias de
algunos huesos de camélidos que han sido trabajados, convirtiéndolos en artefactos.”. Y
luego Wheeler (1991: 27) es enfática cuando escribe que “... existen evidencias de que [las
llamas] fueron criadas... en el sitio de Gran Pajatén, úbicada (Sic!) en alta ceja de selva de
San Martín (Wheeler, inédito).”.
539 Cuando nosotros realizamos los primeros trabajos en las Ruinas del Abiseo en 1966
(Bonavia, 1968: 75-76), al comentar los huesos de Camélidos, señalamos que creíamos que
estos animales no habían vivido en la zona, sino que era producto de intercambio con los
pobladores serranos vecinos. Es posible que estuvimos equivocados. Church (1991: 21)
volvió a excavar en el Edificio №1 donde nosotros excavamos y encontró nuevamente
restos de Camélidos. Él escribió sobre el particular: “Solamente se ha analizado la
colección de la fase Abiseo, pero el registro de restos de fetos y neonatos sugiere que
criaron camélidos en la vecindad del Gran Pajatén (Cornejo y Wheeler 1986). Aunque el
análisis fue preliminar y restringido a la muestra tardía, son obvias las implicaciones para
el comercio de larga distancia el control de manadas de camélidos. La posibilidad de la
crianza de camélidos dentro de lo que es ahora bosque tropical merece una investigación
intensiva. Sobre todo vale la pena determinar si esta área siempre fue bosque durante las
épocas indicadas o si se trata de alguna técnica de preparar pastos dentro de un sistema
de manejo ecológico... Aparentemente, los camélidos formaron una parte significativa de
la dieta de esta región.”. Los datos son evidentemente de gran importancia, pero es
indispensable que se publique el informe final, para saber exactamente la cantidad de
restos de Camélidos que han sido hallados y su contexto. Lo que sí hay que tener cuidado,
es con la mención sobre la posibilidad de un cambio climático, de tal manera que la flora
haya podido ser diferente cuando las Ruinas del Abiseo estuvieron habitadas.
Definitivamente no hay ninguna evidencia de ello. Los únicos cambios que se produjeron,
y a muy pequeña escala, fueron los impuestos por el hombre, al talar los bosques para
construir las edificaciones y los bancales.
540 Finalmente, y siempre dentro de la Ceja de Selva, tenemos la información que nos ha dado
Lyon (1984: 6) para el departamento del Cuzco, provincia de La Convención. Es el área del
río Pampaconas. “Allí se dijo que el Inca tuvo rebaños alrededor de Pampaconas
(Valenzuela 1906: 108) que proveyó tanto de carne como de fibra y animales de sacrificio.
A pesar que no son mencionados, pudo haber allí otros rebaños en los pastizales de los
cerros altos que separan, por ejemplo, el río Paucartambo del Urubamba y el Yanatili.”.
220

541 Estos datos son de suma importancia y se debería realizar trabajos arqueológicos en la
zona.
542 (Para la ubicación de los sitios mencionados vide Figura 15).

4.9 La iconografía
543 Hay un punto que no se ha tocado, nos referimos al de las representaciones de Camélidos
que nos han dejado la culturas prehispánicas y que sin duela pueden ofrecer una
información muy valiosa. Pero es un tipo de información diferente a la que se trata en
este libro y es por eso que no la hemos considerado. Además, ello significaría un estudio
aparte que nosotros no hemos estado en condiciones de realizar. Lo único que vamos
hacer, es una breve reseña de las representaciones más saltantes en cerámica que hemos
podido ver personalmente o en algunos libros, para que el lector se pueda dar cuenta de
la calidad de la información existente. Lientos escogido las representaciones en la
cerámica, dado que permiten ver mejor ciertos detalles por su realismo. No podemos
dejar de recordar, sin embargo, que hay una gran cantidad de figuras de Camélidos en las
pinturas rupestres de diferentes épocas (v. g. Rick, 1983: Fig. 54, 184-185; Bonavia, 1972:
Fig. 44-45, 137-138) (Fotografías 5 y 6; Figura 17) y en una serie de otros materiales, por
ejemplo los tejidos (v. g. Harcourt, 1962: Píate 31B; Tello y Mejía, 1979: 412).
544 Si bien es cierto, repetimos, que en este campo no hemos hecho una búsqueda especial, no
hay la menor duda que la mayoría de representaciones que nos interesan corresponden a
las culturas costeras de las diferentes épocas. Debe haber evidentemente también entre
los materiales de las culturas serranas, pero aparentemente no con la variedad y cantidad
que existen en los especímenes costeños.
545 Probablemente una de las representaciones más tempranas en cerámica, es la que nos
han dejado los cupisniques de la Costa Norte (ca. 1,200-600 años a. C). Se trata de una
vasija escultórica de una llama echada. Hay que señalar que se le ha mostrado con cuello
corto (Larco Hoyle, 1941: 90, Fig. 122).
546 Entre las figuras escultóricas en cerámica de la cultura Vicús Vicús (ca. 300 años d. C.-
principios de la Era cristiana) hay muchas de animales que son sin duda llamas. Pero son
figuraciones toscas, con detalles anatómicos exagerados, como las orejas por ejemplo, y
en este caso también llama la atención el cuello corto de los animales (e. g. Gastiaburu,
1979: 95). Hay que señalar, que en esta cultura hay toda una serie de piezas dudosas, en
cuanto es muy difícil saber si se trata verdaderamente de Camélidos. Es el caso de algunos
ejemplares que se encuentran en el Museo Nacional de Antropología, Arqueología e
Historia de Lima.
547 En el Museo Amano de Lima, hay una vasija escultórica en forma de llama de estilo
Gallinazo (ca. principios de nuestra Era-200 años d. C.) y recuerda mucho a los
especímenes Vicús Vicús. Se trata de un animal echado, pero que lleva carga. Sin
embargo, probablemente la cultura donde hay más representaciones de este tipo, es
Moche (ca. 200 años a. C.-500 años d. C). Entre las piezas que provienen de Vicús y que se
vienen llamando Vicús Moche, hay algunos ejemplares muy bellos. Especialmete una
llama echada, con una carga de leña. Lleva un bulto amarrado a cada lado y con una soga
que va fijada a la perforación de una de las orejas. Otro ejemplo, es el de un animal
también echado, que lleva una especie de alforja en la que se ha acomodado a cada lado
221

algo que parece ser un recipiente. En este caso no lleva amarre de ningún tipo. Destaca
también la cabeza escultórica de una llama (Gastiaburu, 1979: 95).
548 En el Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia de Lima, hay varias cabezas
escultóricas de llamas de la cultura Moche; unas llevan un arnés (vide Instituto de Arte
Pemano, 1938; Lámina 17) y otras no (Fotografía 8). También hay toda una serie de
representaciones de llamas llevando bultos. Las hay con diferentes formas de aparejo, a
modo de cabestro (Fotografía 13), pero otras no tienen nada (Fotografías 7 y 10). Pocas
son las que tienen la soga insertada en la oreja perforada. La carga está atravesada sobre
el lomo del animal, en forma de un solo bulto (vide Horkheimer, 1973: primera fotografía
frente a la pág. 80; una pieza exactamente igual puede verse también en Benson, 1972: 92,
Fig. 4-16 [o Donnan, 1978: 112, Fig. 174]) (Fotografías 7, 10 y 13). Hay animales echados y
parados.
549 Hay también figuras de llamas que llevan una especie de alforja en la que va un recipiente
a cada lado (para piezas parecidas, vide Donnan, 1978: 113, fig. 176; Bonavia, 1994:
Fotografía 216 derecha, 286).
550 Siempre en el mismo Museo hay una pieza que representa a un hombre montando a una
llama. Éste está echado boca abajo longitudinalmente sobre el animal, su cabeza está a la
altura de la cola y con las piernas se sujeta al cuello de la llama (N° de Catálogo K/6593).
Hay otros casos que son una variante del anterior. En cuanto los hombres están en la
misma posición, pero van sobre la carga que lleva el animal. Ésta está puesta
transversalmente (Fotografías 12 y 14; vide también Benson, 1972: Fig. 4.14, 91). De estas
vasijas hay toda una serie y los animales están representados con y sin aparejo y en
algunos casos están parados y en otros echados.
551 En la cultura Moche se acostumbraba a montar a las llamas también de otras maneras.
Una es en la misma forma en la que se llevaba la carga, es decir el hombre boca abajo
echado sobre el lomo del animal y en situación transversal. El animal tiene una soga que
está sujeta en un orificio de la oreja derecha, y que al otro extremo es cogida por el
hombre (Fotografía 15). En el otro caso se trata de un guerrero que monta la llama de la
misma manera que se hace con el caballo. El animal tiene la oreja izquierda perforada y la
cuerda se fija en el agujero, mientras que el otro extremo es agarrado por la mano
derecha del “jinete” (Fotografía 9).
552 Otro caso es el de una llama que lleva a un hombre, el cual tiene un pie amputado. El
animal tiene en la oreja izquierda un orificio en el que se fija una cuerda, cuya parte
terminal es cogida por el hombre con la mano izquierda (Fotografía 11).
553 Hemos visto un solo caso en que se ha representado a una llama montada por un animal
mitológico.
554 Se conocen figuras de llamas con su cría (e. g. Donnan, 1978: 115, Fig. 179) o parejas
copulando (Larco Hoyle, 1938: 91, Fig. 60). En ambos casos hay gran realismo en las
representaciones. Se debe llamar la atención sobre algunas piezas, aunque no muchas, en
las que los animales tienen una oreja recortada a manera de “señalización” (vide Donnan,
1978: Fig. 178, 115). Y, lo más importante, es que todos los especímenes moche muestran a
las llamas con cuello corto.
555 En el arte de la cultura Nasca (ca. principios de nuestra era-500 años d. C.) hay también
representaciones de Camélidos, pero la mayoría son pictóricas. Siempre en el Museo
Nacional de Antropología, Arqueología e Historia de Lima hay toda una serie de figuras de
llamas pintadas sobre vasijas, muy estilizadas y en diferentes actitudes. Es el caso, por
222

ejemplo, de un vaso en el que se ve a un individuo que jala dos llamas atadas al cuello con
sogas, una de las cuales está cargada (Fotografía 17). Pero hay también otros animales,
que parecen ser más bien guanacos, y en algunos casos son mostrados heridos por dardos,
e inclusive se muestra a los cazadores (Fotografías 19 y 20). Recuerdan una pieza muy
conocida del Museo Amano (Museo Amano, s. f. [1972]: 32, N° 0012) donde se ha
representado una cacería de guanacos.
556 Sin embargo hay una buena cantidad de esculturas en cerámica, pequeñas y grandes. Son
burdas y no tienen la belleza ni la finura de las piezas mochicas. Algunas de estas llamas
llevan una soga al cuello (Fotografía 16).
557 Hay una vasija que consideramos muy importante, en los fondos del Rijksmuseum voor
Volkenkunde de Leiden (Fotografía 18). Es una pieza escultórica que representa a una
mujer que lleva una carga de madera en la espalda sostenida por una faja, aparentemente
de tela, que le pasa por la frente. Es decir, soporta el peso con la cabeza. A su lado
izquierdo va una llama, que lleva un bulto (Sergio Purin, in litteris, 8 de diciembre, 1994).
Ésta tiene una cuerda dispuesta en forma de cabestro que pasa por la parte superior de la
cabeza, delante de las orejas y luego baja de ambos lados para dar la vuelta al cuello. De
allí se prolonga y es cogida por la mano izquierda de la mujer. Hay que destacar el
realismo de la figuración de la llama.
558 Como hemos señalado, conocemos muy pocos ejemplares de Camélidos en cerámica de
estilos de culturas serranas, tampoco se ilustran en los catálogos de exposiciones u
colecciones privadas. En el estilo Recuay del Callejón de Huaylas (ca. principios de nuestra
Era-500 años d. C), es relativamente común mostrar a una llama acompañada por un
hombre, quizá un pastor, pero en otros casos es un guerrero que lleva un escudo y un
gran tocado en la cabeza. Generalmente se trata de una escultura de poca calidad, en la
que las proporciones del animal no son las reales. Las piernas son demasiado largas en
proporción al cuello que es corto. Hay una pieza de éstas en el Museo Amano de Lima (y
una muy parecida ha sido ilustrada por Lavallée y Lumbreras [1986: 209, Fig. 191]; además
vide Schmidt [1929: 239 parte inferior izquierda]). En el Museo Nacional de Antropología,
Arqueología e Historia de Lima, hay varios de estos ejemplares (Fotografías 21 y 22).
559 Los artesanos de la cultura Huari (ca. 500-900 años d. C.) nos han dejado también
hermosos ejemplares de representaciones de llamas. Son famosas las grandes llamas
votivas en cerámica, que provienen de Pacheco (departamento de Ica, provincia y distrito
de Nasca) y cuyo estilo es muy realista (Menzel, 1968: 17). Están en el Museo Nacional de
Antropología, Arqueología e Historia de Lima (Fotografías 25 y 26) pero hay asimismo
piezas más pequeñas, procedentes del mismo yacimiento (Fotografía 24). Hay, además, la
figura escultórica de un cráneo de llama, de un realismo asombroso) (Fotografía 23;
cráneos de llamas, pero en este caso estilizados, son representados comúnmente en el
estilo Huari Norteño. Vide Instituto de Arte Peruano, 1938: 41). Así como hay otras
figuraciones de llamas cargadas o llamas solas que corresponden a los tiempos
transicionales entre el Período Intermedio Temprano y el Horizonte Medio de la Costa
Sur.
560 En una colección privada de los Estados Unidos, hay una hermosa pieza Huari, que
muestra una llama en forma escultórica (Katz, 1983: 272, Fig. 147).
561 En el Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia de Lima, hay también
figuras escultóricas de llamas, en el estilo Lambayeque de la Costa Norte (ca. 700-800 años
el. C). Se muestra al hombre boca abajo montado sobre el animal que lleva carga, pero en
223

posición invertida al igual que en Moche. Es decir con la cabeza hacia la cola y los pies a la
altura del cuello. Una pieza interesante es la que muestra un hombre montado sobre una
llama en forma normal y lleva un tipo de “riendas” que salen del cuello del animal, y que
es la continuación de un aparejo a manera de cabestro. (Fotografía 27).
562 Entre los fondos del mismo Museo hay dos representaciones escultórica de llamas de
estilo Teatino (ca. 700-800 años d. C).
563 Otra artesanía en la que abundan las figuraciones de Camélidos, es la de la cultura Chimú (
ca. 900-1.400 años el. C). En las colecciones del Musco Nacional de Antropología,
Arqueología e Historia de Lima, hemos visto una interesante vasija Chimú temprano, a la
que se le ha dado la forma de una llama hembra (Fotografía 28). Además hay varias
cabezas escultóricas de llama que copian sin duda a las similares mochicas (Fotografía 36).
Hay también una gran cantidad de llamas que han sido representadas con y sin “cabestro”
y otras que van cargadas (Fotografía 29), al estilo mochica, de las que también algunas
tienen aparejo y otras no.
564 A pesar que la nuestra ha sido sólo una visión superficial del asunto, tenemos la
impresión que el artesano chimú nos ha dejado una serie de representaciones
relacionadas con los Camélidos, mucho más amplia -en lo que a variedad se refiere- de los
mochicas. Así hay muchos recipientes en los que vemos escenas de hombres manipulando
a las llamas de diferentes formas (Fotografías.31 y 37). En otras piezas se ven hombres en
actitud de jalar animales con sogas (Fotografía 38). También se ha figurado a las llamas
cargadas con un bulto y encima un hombre boca abajo con las piernas a la altura del
cuello de la bestia y la cabeza sobre la cola, exactamente como entre los mochicas
(Fotografía 30).
565 Hay una serie de vasijas, y consideramos que esto es lo más importante, con las que se ha
mostrado hombres montando llamas de diferentes maneras. Así se ve a un “jinete” que va
arrodillado sobre la bestia y que con la mano izquierda agarra la oreja izquierda del
animal, sin utilizar el aparejo que éste lleva puesto (Fotografía 35). Mientras que en otro
caso, el hombre está parado o quizá sentado sobre algo encima del animal (Fotografía 32).
Se da también el caso de hombres montando llamas boca abajo, en forma invertida, como
ya se ha descrito (vide supra), pero con animales con carga.
566 Hay también una hermosa pieza en la que se muestra a un hombre sentado cargando a
una llama hembra joven (Fotografía 33) y que es muy parecida a las vasijas de estilo
Chancay, con el mismo motivo, que describiremos más adelante.
567 Finalmente, hay también una importante cantidad de representaciones de llamas
echadas, que tienen las patas traseras amarradas con las delanteras. Hay animales machos
y hembras (Fotografía 34). Debemos insistir que tocios ellos, en general, están mostrados
con cuello corto. Una notable excepción es la pieza que se ve en la Fotografía 31, que ha
sido representada con el cuello muy largo.
568 En la artesanía de la cultura Chancay (ca. 900-1,400 años d. C.) hay una gran cantidad de
representaciones escultóricas de llamas. En el Museo Nacional de Antropología,
Arqueología e Historia de Lima hay una notable colección. Se debe hacer hincapié que se
trata de representaciones muy burdas, pues se muestran los animales obesos, con las
patas cortas y el cuello más corto que en las representaciones mochicas. Además, casi
todas están representadas de tamaño pequeño. Son raros los ejemplares del tamaño
normal de una vasija. Estas llamas se muestran con y sin aparejo (vide Instituto de Arte
224

Peruano, 1938: Lámina 49a [hay dos ejemplares muy hermosos en una colección privada
de los Estados Unidos, vide Katz, 1983: 305, fig. 179 y 180]) (Fotografías 43, 44 y 45).
569 Hay también piezas en las que se muestra a una llama llevando a otra más pequeña sobre
el dorso (Fotografía 40) y toda una serie de vasijas que representan a un hombre que lleva
sobre la espalda una llama que tiene las patas amarradas.
570 Dos ejemplares, de típica factura Chancay, merecen una mención especial. Se trata de una
figura escultórica de una llama que tiene las orejas recortadas y perforadas (Fotografía
42). Y otra que es sólo la cabeza del animal, que también muestra las orejas recortadas, al
igual que el caso de Moche que hemos mencionado (vide Instituto de Arte Peruano, 1938:
Lámina 49b). Se trata muy probablemente de marcas de propiedad, como las que se hacen
hoy día y se conocen como “señalización” (lege Palacios Ríos, 1981). Son comunes también
las representaciones de cabezas de llamas (Fotografía 41). Finalmente, queremos señalar
una pieza que no es común, una llama de oro atribuida a la cultura Chancay, que se
encuentra en el Museo Oro del Perú de Lima.
571 No hemos visto muchas representaciones de Camélidos en los especímenes de los estilos
del Período Intermedio Tardío (ca. 900-1,400 años d. C.) de la Costa Sur. Sin embargo si se
realiza una buena búsqueda, seguramente se encontrarán. De fines de esta época es una
vasija en forma de llama, que a pesar de su tosquedad, tiene realismo (Fotografía 39).
Además en los tiempos coloniales, se ha seguido representando a estos animales en la
decoración de la cerámica (vide Menzel, 1976: Lámina 41-583).
572 Durante el Horizonte Tardío se ha seguido figurando a los Camélidos en la cerámica. En el
estilo Inca (ca. 1400-1500 años d. C.) recordamos haber visto alguna vez representaciones
de llama en cerámica, pero no recordamos las características. En una vasija de estilo Inca
se ve a una llama que está echada y es atacada por dos felinos (Fotografía 46). Pero lo que
es más común, son las figuraciones de llama de plata, en un estilo muy naturalista y en el
que se ha mantenido las proporciones reales del animal (Fotografía 48). Aunque de ellas
hay una gran variedad (Fotografía 51). Pero sin duda, lo más característico son las
esculturas estilizadas en piedra de llamas y alpacas, de tamaño pequeño, listas figurillas
tienen en el lomo una cavidad y originalmente, cuando fueron utilizadas con fines
rituales, venían llenadas con grasa de llama o coca. Son conocidas con el nombre de illa o
conopa4. En el Museo de Arqueología del Cuzco, hay una gran cantidad de ellas (lege Rowe,
1946: 248). Se caracterizan por haber sido trabajadas siempre en piedras de textura, grano
y color muy finos y con gran esmero (vide Bonavia, 1994: Fotografía 194, 257) (Fotografía
47).
573 Pero hay también otras esculturas de llamas en piedra, en estilo más realista (Figura 18).
574 Hemos visto algunas figuras de llamas en estilo Inca provincial y una de ellas ha sido
ilustrada por Katz (1983: 315, Fig. 190). Se trata de un hombre que está cargando un
animal. La pieza ha sido clasificada como “Recuay-Inca”, pero para nosotros es un Inca-
provincial de estilo no definido. No le vemos vinculación con el estilo Recuay.
575 Así en los fondos del Museo Nacional de Antropología. Arqueología e Historia de Lima hay
cabezas escultóricas de llama muy parecidas a las del estilo chimú, y en algunas de las
cuales aún se puede distinguir la tradición mochica. Pero al mismo tiempo es clara la
influencia incaica. Durante el Horizonte Tardío, en todo el territorio del Imperio, se ha
representado a los Camélidos siguiendo a los estilos locales, pero casi siempre con la
influencia incaica. Hay también llamas cargadas a la manera de moche, con y sin aparejo y
una gran cantidad de esculturas de llamas, sin carga, con y sin aparejo.
225

576 Hay dos especímenes que merecen una descripción a parte. Uno es la representación
escultórica de un hombre en actitud de jalar a una llama hembra con una soga que ésta
lleva al cuello. El animal ofrece resistencia y ha abierto la boca, enseñando los dientes en
el gesto característico de los Camélidos. Este es uno de los pocos casos, además, en el que
se ha figurado a la llama con cuello largo y proporciones normales del cuerpo y de sus
miembros (Fotografía 49). El otro, muestra a un hombre que lleva un instrumento en la
mano y que, aparentemente, está limpiando el lomo del animal o haciendo algo parecido,
(N° de Catálogo C-55123).
577 Siempre en el mismo Museo hay una cabeza escultórica de llama de estilo Inca provincial,
de la costa, es una pakhcha (ca. 1,480-1,500 años el. C.) (Fotografía 50).
578 Para terminar debemos hacer una aclaración, para evitar futuros errores. Nachtigall
(1966a: 195) escribió: “El corte de la punta de las orejas -de allí el nombre de Señalada o
marca- que se observa, sobre todo, en el norte de Argentina, ha sido adoptada a partir de
la costumbre española de marcar así a las ovejas, pues las llamas se destacan
individualmente por su color y no precisan de esta marcación suplementaria. Ésta
tampoco ha sido adoptada en todo el Perú, sino sobre todo en la puna de Atacama, según
lo que allí he observado. También allí se realiza con un degüello el sacrificio final de una
llama o alpaca.”. Esta afirmación definitivamente no es cierta. Hemos visto que en la
cerámica Moche y Chancay hay ilustraciones muy claras de “señalización” de la oreja (e. g.
Donnan, 1978: Fig. 178, 115; y nuestra Fotografía 42). Con respecto a la época incaica,
Murra (1965: 191) dice que “... cada rebaño individual de familia era marcado en la oreja
públicamente y en ceremonia.”. (Vide también Wheeler, 1881: 41). Y Flannery et al. (1989:
111) comentan que ello se hacía “... presumiblemente cortando una muesca en su oreja
como se hace aún en Ayacucho durante chupa o waytakuy.”. Y, por otro laclo, la
“señalización” en el área aymara ha sido descrita por Palacios Ríos (1981: 222-223).
Vemos, pues, que la información de Nachtigall no es correcta ni para el pasado ni para el
presente.

NOTAS
1. Sumar (1985: 11) hace la misma afirmación, pero no es de su cosecha. Se trata de un plagio del
trabajo de Franklin (loco citato), pues sus palabras son una traducción literal de la frase que
nosotros hemos citado, pero sin indicar la fuente.
2. Es importante aclarar que ele este trabajo existen tres versiones. Una de 1958, que es un texto
mimeografiado y que fue publicado por el Programa de Estudios de la Zona Árida Peruana de la
UNESCO. Está en lengua española. Luego apareció en 1960 una versión alemana y en 1973 una
traducción española. Cuando se hizo la traducción al alemán se introdujeron errores
bibliográficos, pero lo que es más grave se modificó el sentido de muchas frases de-la versión
original. Y desafortunadamente para la versión española de 1973, en vez de tomar como base el
texto original, se hizo una traducción de la versión alemana y ele esta manera se arrastraron los
errores de ésta. Por eso nosotros preferimos citar el texto de la primera versión. Para
información del lector, la cita de la original, es decir 1958: 26-27. corresponde en la versión
alemana a 1960: 42-43 y a la segunda versión española 1973: 58-59.
226

3. La Festuca es una Poácea ele género cosmopolita. Los campesinos llaman ichu en general a las
gramíneas con hojas duras y punzantes, y entre ellas está la Festuca (Soukup, s. f. [1978]: 180-181,
218).
4. Es importante señalar, sin embargo, que el término conopa no se refiere exclusivamente a estas
representaciones, sino que en general fueron objetos sagrados identificados con productores de
bienes agrícolas o de ganados y tomaban la forma del producto mismo. Las conopas, como hemos
dicho, fueron llamadas también illa, aunque es posible que todas estas denominaciones no sean
únicamente sinónimos (Pease. 1992: 98).
227

5. El proceso de domesticación de
los Camélidos sudamericanos y sus
problemas

1 En la Época Precerámica se produce, sin duda, la domesticación de los Camélidos. El


asunto sin embargo es muy complejo, presenta varias facetas, y sobre ellas no hay
acuerdo entre los especialistas (no entraremos a discutir lo que significa animal
doméstico, ya que ello escapa al tema de este libro, y el lector que quiera ver las
características fundamentales de un animal en estado de domesticidad, las podrá
encontrar en Dedenbach Salazar [1990: 18] que ha hecho un buen resumen o en todo caso
revisar las publicaciones de Thévenin [1961] o Zeuner [1963]).
2 Sobre este punto, sin embargo, no sólo hay discrepancias entre los autores, sino además
ignorancia de la realidad, la cual acarrea más confusión aún. Así, en uno de los últimos
diccionarios de arqueología que se han publicado (Whitehouse. 1983: 286: y del que hay
una edición de 1988), de los Camélidos sólo se menciona a la llama, se presenta una
somera descripción de ella y se dice que “La primera evidencia de su domesticación (que
data del Período Inicial) viene de las tumbas ceremoniales del Valle de Virú y de los restos
de Kotosh.”. O el caso de Bustinza (1970a: 28). que ingenuamente dice que “Considerando
que el vestido es una necesidad primaria, y el hombre de los andes vive en un ambiente
frío actual, la domesticación de la alpaca es posterior a la de la llama.”.
3 Pero en los trabajos científicos también hay problemas. En este sentido tiene mucha razón
Wheeler (1984a: 395), cuando afirma que hasta la fecha los orígenes y el desarrollo de la
pastoría andina, se han basado fundamentalmente en conjeturas, apoyadas en evidencias
indirectas y, además, viendo el asunto desde ángulos muy diversos. Es sólo a partir de los
años 70 que se inicia el análisis del problema, con evidencias concretas, basadas en datos
arqueológicas y zooarqueológicos, y cuyos resultados recién estamos apreciando.
4 Muchos especialistas, de las más variadas disciplinas, se han interesado en el problema de
la domesticación. Siguiendo siempre a Wheeler (loco citato), señalaremos al geógrafo Troll
(1931 [1935]), a los zoólogos Gilmore (1950), Hemmer (1975). Herre (1952), Kumbiegel
(1944) y Steinbacher (1953). A los genetistas Capturo et al. (1960), veterinarios como León
(1939) y Vallenas (1970b), los paleontólogos como López Aranguren (1930a; 1930b) y
228

Cabrera (1932), algunos arqueólogos como Bird (1954), Lumbreras (1967), Rick (1980) y
etnohistoriadores como Murra (1965). Hay que señalar, sin embargo, que en el caso
concreto de Lumbreras (loco cítalo) y Murra (loco citato), ellos han visto el problema desde
un punto ele vista puramente teórico, sin haber llevado a cabo una investigación sobre el
tema.
5 No cabe la menor duda, que los aportes más importantes se han dado a partir de los
trabajos de los equipos dirigidos por los arqueólogos Danièle Lavallée y John Rick, cuyos
puntos de vista diferentes han creado discusiones, que siempre son saludables en el
quehacer científico. Pero en el campo de la especialidad, es fundamentalmente con la
investigación sistemática y minuciosa de Elizabeth Wing y de su equipo, que han
analizado la mayor paite del material osteológico proveniente de los yacimientos
arqueológicos del Área Andina Central, que se ha producido un avance indiscutible. Y
también la de Jane Wheeler, aunque en menor escala. A ellos hay que añadir las
contribuciones de William Franklin, George Miller y Jonathan Kent. Los principales
aportes de todos ellos se han dado en la década ciclos años 80 y no señalamos en este
momento títulos específicos, ya que es gran parte gracias a sus datos que se ha podido
realizar el estudio que ha originado este libro y las innumerables referencias se
encuentran diseminadas en sus páginas.
6 Es importante recordar que las evidencias más concretas que nos quedan sobre el origen
de los animales domésticos, son los restos de huesos, fibra y tejidos hallados en los
yacimientos arqueológicos. Las pruebas más importantes que utilizan los zooarqueólogos
para estudiar este proceso, son los cambios corporales que se producen en los animales, la
elevada frecuencia de variaciones morfológicas, los cambios en la curva de supervivencia
y el aumento de la cantidad de animales de una especie en relación a otras que viven en la
misma región.
7 Los cambios que generalmente se detectan son la disminución del tamaño corporal y un
aumento en la variación morfológica. Esto es evidente en los estudios osteométricos que
se han hecho con restos de la oveja, la cabra, la vaca y el cerdo en el Viejo Mundo. Sin
embargo hay problemas, en cuanto estos cambios no han sido registrados en los
Camélidos sudamericanos. Esto es debido al hecho que hay grandes diferencias de tamaño
entre las formas silvestres ancestrales y sus formas domésticas del Viejo Mundo, mientras
que en los Camélidos sudamericanos la variación entre el guanaco y la llama, y la vicuña y
la alpaca, prácticamente no existen. Es más, con la excepción del cráneo y de la
mandíbula, los huesos de las cuatro especies son semejantes. A tal extremo que hasta
ahora no se ha podido establecer ciertas características que permitan la identificación de
los restos arqueológicos a nivel de especie. Lo que se hace generalmente, es separar los
animales grandes de los pequeños, pero en ambos grupos hay restos de un animal
doméstico y de otro silvestre. Es por todo esto que la información que se tiene sobre el
proceso de domesticación de la llama y la alpaca, se basa sobre todo en los cambios
observados en la curva de supervivencia y el aumento de la cantidad de restos de
Camélidos entre los huesos arqueológicos (Wheeler, 1991: 37). (Lege también Kent, 1986:
1).
8 Partiendo, pues, de la premisa que “La evidencia de la domesticación animal en los Andes
se refleja fundamentalmente en los cambios de los patrones del uso de los animales, más
que en cambios anatómicos de los animales mismos.”, Wing (1980: 163) examina los
materiales de la Cueva del Guitarrero en el Callejón de Huaylas, y basándose en las
evidencias de sitios vecinos, como Chavín y Kotosh, llega a la conclusión que la
229

domesticación parece haberse dado entre la ocupación de los tiempos correspondientes al


Complejo III y el IV, es decir ca. entre 3,000 y 4,000 años a. C.
9 Sin embargo en este momento, la mayor cantidad de información sobre la domesticación
de los Camélidos, proviene sin duda alguna de la Sierra Central, fundamentalmente del
área de Junín. Concretamente nos referimos a las investigaciones realizadas en
Telarmachay (Lavallée et al., 1985), Pachamachay y una serie de sitios aledaños, cuya lista
hemos señalado en el Capítulo 4 (4.2.1) (vide Rick. 1990, 1983). Hay que indicar no obstante,
que si bien el trabajo del equipo de Lavallée se ha centrado en un solo sitio, mientras que
Rick ha investigado toda una serie de ellos, entre los dos trabajos hay diferencias
fundamentales. En primer lugar la investigación en Telarmachay ha sido exhaustiva y
ejecutada con una metodología impecable, en la que no se ha descuidado ningún detalle.
Mientras que el trabajo en Pachamachay ha sido solamente parcial, al igual que en los
otros yacimientos de la zona, hay aspectos discutibles en la metodología, y el análisis de la
fauna que se ha presentado es muy resumido y parcial. Además, no hay la posibilidad de
entender bien el contexto dentro del cual éste estuvo en las diferentes ocupaciones y el
rol que ha jugado en cada una de ellas. Como en muchos trabajos de los arqueólogos
norteamericanos de la época, se ha dado más énfasis a la elaboración de un modelo
teórico que a la búsqueda de la evidencia arqueológica concreta y al seguimiento de ella,
que es lo fundamental en la investigación arqueológica.
10 En Telarmachay se ha podido documentar la transición de la caza a la crianza de los
Camélidos, lo que no se ha logrado en Pachamachay.
11 En efecto, en Telarmachay a base de los patrones de utilización animal que se han
practicado durante los tiempos precerámicos en forma ininterrumpida, se puede plantear
un desarrollo in situ, desde una caza generalizada ele los ungulados de la puna entre 7,000
y 5,200 años a. C, hacia la especialización ele la caza del guanaco y ele la vicuña entre
5,200 y 4,000 años a. C, hasta la aparición de los primeros animales domésticos entre los
4,000 y los 3,500 años a. C. Finalmente, aparece el pastoreo de animales completamente
domésticos después de los 3,500 años a. C. (Wheeler, 1984a: 405; 1985b: 68).
12 La determinación de la presencia ele animales domésticos se basa en el incremente) ele la
frecuencia de restos de Camélidos, cambios en las curvas ele supervivencia y en la
morfología dental (Wheeler, 1991: 38). Es así que el argumento fundamental de Wheeler
para pensar que en la Fase V superior ya la domesticación de los animales se había
producido, es la gran presencia de restos de fetos/neonatos. Ella justifica el hecho
explicando que una caza o una masacre tan importante ele animales recién nacidos, es no
solamente antieconómica, sino desconocida histόricamente. Aparte de no ser útil desde el
punto de vista del aprovechamiento de la carne, se pierde la lana, los grandes pellejos, los
tendones, los excrementos y los huesos grandes a los cuales se les puede dar usos
múltiples. Si bien Wheeler no descarta que la matanza de animales jóvenes o hembras
preñadas en algunos casos haya podido ser consecuencia de masacres u otros factores
desconocidos, en el caso ele Telarmachay parecen haber jugado su rol también otras
causas. Ella ha obervado, a base de estudios hechos en poblaciones de Camélidos silvestres
(e. g. Raedecke, 1979; Franklin, 1978), que la mortalidad en los recién nacidos es
relativamente baja, mientras que entre los animales en estado doméstico, es decir en
llama y alpaca, la mortalidad entre los jóvenes es muy alta (se basa, además, en los
estudios ele Fernández Baca, 1971). Y se sabe que la causa principal ele esta mortandad es
la enterotoxemia, que es una diarrea provocada por las bacterias Clostridium perfringens
tipo A y C que tiene naturaleza epidémica (Moro y Guerrero, 1971: 9-14). Es provocada por
230

el alto desarrollo de estos gérmenes patógenos en los recintos sucios y llenos de


excremento en los que se guardan los animales y las complicaciones se han desarrollado a
partir del fracaso de transferir la inmunoglobulina pasiva de la madre a los
descendientes. En un artículo anterior (Lavallée et al., 1982: 90) se ha mencionado también
la posibilidad de acción de otra especie de Clostridium, es decir C. welchii, cuya
epidemiología se relaciona con corrales sucios. Sin embargo en el informe final (Wheeler,
1985b: 71-72) esto no se cita. En los Andes se sabe que la enterotoxemia afecta casi
exclusivamente a los animales recién nacidos en la estación de lluvias, es decir entre
diciembre y fines de abril. Wheeler considera que esta enfermedad se ha generado con la
domesticación de los animales, al momento que fueron guardados en corrales. (Vide
Wheeler, 1984a: 403; 1985b: 71-72; Novoa y Wheeler, 1984: 124; Baied y Wheeler, 1993: 148
[que se basan en Ramirez, 1987 y Garmendia et al., 1987]).
13 Wheeler admite que la identificación de las especies de los Camélidos, como ya lo hemos
señalado, es muy difícil. Sin embargo ella considera, como ya lo hemos explicado, que con
el análisis dentario se puede llegar a cierta aproximación. Así ella ha observado que a lo
largo de las tres primeras Fases VII, V y V inferior, hay incisivos de guanaco y de vicuña,
pero los de la vicuña son siempre más abundantes. En el subnivel V inferior 1, aparece un
tercer tipo de incisivo, que corresponde al de las alpacas modernas y que se convierte en
el más común a partir de la Fase V superior y en la IV (Wheeler, 1985b: 78).
14 Concluye Wheeler (op. cit.: 78): “Si los incisivos de este tipo corresponden
verdaderamente a las primeras alpacas domésticas y si se considera las otras pruebas de
domesticación en la [Fase] V inferior 1, ello modifica lo que hasta ese momento se
pensaba sobre la fecha de su aparición y sobre su origen: ya no sería hacia el 2,500 a. P., en
la cuenca del lago Titicaca (Lumbreras 19671, Bird, 1954), sino más bien hacia el 6,000 a. P.
en la puna de Junín donde habrían aparecido, y hay que pensar seriamente en la
posibilidad que la vicuña haya jugado un rol en su ascendencia, ya que la evolución
muestra el predominio de pequeños camélidos que tienen incisivos de tipo vicuña, sobre
el de los pequeños camélidos que tienen incisivos de tipo alpaca. Y, si bien los incisivos de
las vicuñas presentan caracteres intermedios entre los de las llamas/guanacos y las
vicuñas, esta posibilidad es reforzada por el hecho que ellas parecen más cercanas a las de
la vicuña, por la localización de su esmalte y la formación tardía de la raíz, y que estas
características propias de la vicuña dominan en el cruce conocido de llama/vicuña.”. Sin
embargo en su frase final Wheeler es muy prudente, pues dice que si bien la información
parece indicar que la alpaca es una vicuña doméstica, “... queda mucho por hacer para
poder confirmar esta hipótesis.”. (Vide también Wheeler, 1991: 40-41).
15 Se debe decir, sin embargo, que según Shimada y Shimada (1985: 18), Kent (1982a y
Comunicación personal a los autores) ha indicado que este método no siempre es
aplicable. La información está en la tesis de Kent, que nosotros no hemos podido leer.
Pero una prueba interesante de ello se puede ver en el trabajo de Wing (1988) y Miller y
Gill (1990).
16 Volviendo al argumento anterior, es decir de la posibilidad de la primera domesticación
de la alpaca, Wheeler (1984a: 406) añade que la interpretación de los datos de
Telarmachay como indicativos de la domesticación temprana y de la crianza de este
animal parecería corresponder a las observaciones de Wing (1977a: 852) 2 en el sentido que
“... el predominio de la forma pequeña en la parte norte del Perú hasta el sur de Tarma, y
el predominio de la forma grande en la parte sur hasta el norte de Ayacucho... sugiere un
desarrollo más temprano de una pequeña raza en la región más norteña de los Ancles
231

peruanos... ”. Hay que decir que estas conclusiones de Wing, se basan en el análisis de los
restos de Camélidos provenientes ele once sitios.
17 Con respecto a la posible presencia ele llamas en Telarmachay, Wheeler (1991: 40) ha
escrito: “No ha sido posible determinar si las llamas también aparecen en este momento,
debido al hecho de que no se puede distinguir sus incisivos de los ele guanacos; sin
embargo, la presencia ele restos ele neonatos grandes sugiere la posibilidad de que
estuvieron presentes.”. Aunque esto parece ser puesto en duda en un escrito posterior (
vide Baied y Wheeler, 1993).
18 Es que Baied y Wheeler (1993: 148) insisten que el animal que fue llevado a la
domesticidad ha sido la vicuña. Al mismo tiempo, señalan que la evidencia de la
domesticación de la llama es menos clara, pero “parece que sucedió” al mismo tiempo en
algún lugar del sur (se basan en Wing, 1974 [es un error, la fecha es 1977a] y 1986. aunque
hay que decir en honor a la verdad que en el segundo trabajo la autora no lo dice), pero
son muy claros en aceptar “... que la domesticación ele la llama y la alpaca puede haber
ocurrido muchas veces en diferentes partes de la puna húmeda. Los datos de polen ele
Telarmachay pueden indicar que el sobrepastoreo dentro ele la vecindad del sitio,
comenzó a ser un problema poco tiempo después que se produjo la domesticación (van
der Hamen y Noldus, 1985).”.
19 Finalmente, lo que proponen Lavallée et al. (1985) es que Telarmachay fue un campamento
temporal a lo largo ele todo el tiempo que fue ocupado. La gente que vivió allí, provenía
de campos base que estaban probablemente en zonas más bajas. Estaba allí al principio
sólo para cazar y luego para manejar los rebaños domésticos. Estos autores consideran
que la indicación de ello es la poca densidad de artefactos líticos y la presencia de
numerosos huesos de fetos/neonatos.
20 Desafortunadamente, como ya lo hemos dicho, los trabajos de Rick (1980) no ofrecen
mayor información que permita hacer alguna inferencia sobre el proceso de
domesticación de los animales. Y él mismo lo admite, al afirmar que “Los datos de
Pachamachay no dan muchos indicios directos acerca del proceso de domesticación ele
los camélidos.” (Rick, op. cit.: 329). Las deducciones que hace el autor a base ele la relación
ele determinado tipo ele artefactos líticos con el proceso ele domesticación, nos parecen
demasiado especulativas. Él concluye diciendo que éste pudo darse lo más temprano a
fines de su Fase 4 (2,200 años a. C.),”... pero más probablemente no estuvo bien
encaminada hasta algún momento de la Fase 5.” (Rick. op. cit.: 329), es decir entre 2,200 y
1,500 años a. C. Y luego, rechazando la propuesta ele MacNeish et al. (1975: 26), en el
sentido que entre los restos de Pachamachay “... hay algunas evidencias ele llama
doméstica o amansada y probablemente alpaca...” (aunque los autores no justifican su
aseveración, que parece ser meramente especulativa, y también Rick lo dice). Rick (op. cit.:
333) vuelve a afirmar que “No es antes de la Fase 6 post-precerámica que la crianza ele
camélidos tuvo algún impacto mayor sobre la organización local...”.
21 En sus conclusiones Rick (1980: 334) apunta que él no estaría sorprendido de encontrar la
evidencia que la verdadera crianza de los Camélidos domésticos y completamente
controlados fue un desarrollo tardío en la puna, si se le compara con otras áreas. En
primer lugar, porque no hay razones concretas para creer que la forma predoméstica de
la llama moderna viene de la puna. En la puna, los animales como la vicuña pueden ser
manejados en estado salvaje, teniendo una alta seguridad para procurarse alimentos sin
la inversión de gran energía, que es necesaria para el pastoreo. Con la sola excepción de la
Fase 7 (fechada entre 800 y 400 años a. C), hay muy pocos datos entre los que se conocen
232

de la puna, que puedan sugerir que los Camélidos domesticados tempranamente fueron
usados para transporte. Este, según Rick, es uno de los aspectos de los Camélidos
domésticos que los hace altamente superiores a las especies silvestres manejadas. Los
datos de la puna sugieren que en los tiempos precerámicos había muy poca necesidad de
intercambio interregional, que habría podido reducir el valor del mantenimiento de
Camélidos domésticos. Otras zonas más bajas, sin embargo, pudieron haber tenido
recursos menos seguros para los Camélidos, en parte debido a una flora más pobre de
pastos y a estaciones mucho más marcadas. Quizá las zonas de valle interandino son
semejantes a la puna como sitios de domesticación. El estilo de vida precerámico de puna
fue eventualmente cambiado por el desarrollo o la introducción de los Camélidos
domésticos. Sin embargo, las sociedades complejas de la puna fueron muy lentas en
desarrollarse, comparadas con las de otras regiones peruanas.
22 Lo que plantea Rick (1980: 265-266), finalmente, es un modelo basado en tres
proposiciones “... que tienen que ser tratadas por separado, pero que están relacionadas
recíprocamente, y que forman la esencia de la estrategia de subsistencia-asentamiento de
la sociedad.”.
23 En primer lugar, que siendo la vicuña el recurso moderno más productivo, estable,
alcanzable y no estacional de la puna, en tiempos precerámicos ella o sus relativos
prehistóricos tuvieron el mismo rol. Es decir, fueron la base del sustento de la población.
(El subrayado es nuestro).
24 En segundo lugar, ciado que había la posibilidad de tener acceso en la puna a las vicuñas o
formas parecidas ele Camélidos, a lo largo ele tocio el año, los grupos humanos no tenían
la necesidad de dejar el área en ninguna época.
25 Y finalmente, tercero, como consecuencia del comportamiento y la densidad de la vicuña,
las poblaciones se habrían convertido en sedentarias viviendo casi todo el año en un
campo base y utilizando los territorios vecinos.
26 Queremos relevar dos afirmaciones de Rick que nos parecen importantes para la
discusión que se entablará más adelante. En primer lugar, se ha visto que él parte de una
situación actual para una de sus proposiciones, la primera (Rick. op. cit.: 266). Veremos
que la realidad actual ele los Camélidos no puede ser un indicador para el pasado. Ha
habido demasiados cambios. Y, en segundo lugar, él mismo afirma que “La hipótesis de
una ocupación a lo largo de todo el año en la puna de Junín no puede ser probada en forma
concluyente con evidencias a la mano a pesar que hay un amplio rango de estaciones
indicadas en los restos florales y faunísticos.” (Rick, op. cit.: 270; el subrayado es nuestro).
27 De hecho la tesis de Rick contradice la de Lavallée et al., y así lo afirma Wheeler (1984a:
405: 1984d; 1985b: 68), quien además ha criticado con fundamente) de causa el trabajo de
Rick. Wheeler (1984d: 196-198) escribió que la puna no es el medio óptimo y benevolente
que pretende Rick. Es más bien un medio inclemente, impredecible, con estaciones muy
húmedas y muy secas, con ocasionales sequías y capacidad de carga fluctuante. Por otro
lado, si bien es cierto que la vicuña es una especie dominante, Rick ha eliminado
arbitrariamente al huemul y al guanaco. Además Rick se basa en ciatos actuales y ello
invalida su modelo. Sus estimados sobre población-radio de acción de los grupos son muy
hipotéticos y no ofrecen otras alternativas. El modelo de Rick es sincrónico, pues trata 26
sitios precerámicos como contemporáneos, a pesar que sólo tres pueden ser fechados. Y
de esto saca sus conclusiones de sedentarismo. Finalmente, le faltan datos empíricos para
controlar su modelo.
233

28 Su interpretación de la fauna es a base de las excavaciones de Matos de 1969-1970 que no


han sido publicadas, que fueran estudiadas por Wing, pero que luego fueron revisadas, de
modo que no son válidas. Wheeler se refiere fundamentalmente al alto porcentaje de
animales juveniles que se creyó que fueron matados en estación seca para hacer charqui y
que en realidad fueron neonatos, nacidos en época de lluvia (datos publicados por Wing
en 1986, pero comunicados a Wheeler en 1984). También indicó Wheeler, que en el
momento que ella escribía (es decir en 1984, Wheeler loco citato), no existía ninguna
posibilidad de relacionar los restos faunísticos con los estratigráficos, pues los primeros
no habían sido aún estudiados. Insiste la autora, además, en señalar la invalidez de los
argumentos arqueológicos que plantea Rick, para sostener que la domesticación es tardía.
Además los argumentos que esgrime Rick, para negar la domesticación temprana, según
Wheeler son negativos. Pues el autor concluye a base del análisis que hizo Wing, que la
caza especializada de la vicuña se llevó a cabo desde los 10,000 años a. C, porque no hay
evidencia de un descenso de restos de Cérvidos. Pero la reinterpretación de los datos de
Wing y el hecho que se ha detectado un cambio desde una caza generalizada de Camélidos
y Cérvidos, a una caza especializada de Camélidos en los niveles más tempranos de
Uchkumachay y Telarmachay, que están muy cerca, indican que la fecha de Rick es
demasiado antigua.
29 Partiendo de un análisis de variación de la densidad lítica, fuente de materia prima, restos
de talla y estilos, Rick sugiere una progresión desde una caza poco móvil, hasta una caza a
base sedentaria. Ello habría llevado al abandono de Pachamachay y su hinterlandy al
establecimiento de un sistema equilibrado de caza basado en una utilización racional de la
población de Camélidos, lo que permitió una ocupación sedentaria de Pachamachay por
unos 1,500 años. Señala Wheeler (op. cit.), que haciendo su modelo y su interpretación,
Rick asume que los cazadores tempranos habrían reemplazado a los otros depredadores
de la vicuña que regulaban la cadena alimenticia en los niveles superiores. Pero ignora la
mortalidad por depredación natural del 10 al 30% que se ha detectado durante los
primeros cuatro meses ele vida en la Reserva Nacional ele Vicuñas ele Pampa Galeras en
Ayacucho actualmente, calculando) un potencial del 20% como tasa anual ele esquilmo. Si
se toma en cuenta este factor, el hombre sólo aumentó el nivel ele depredación y queda
en claro que los cazadores tempranos no hubieran podido mantener el estilo de vida ele
caza de vicuña por mucho tiempo, y debió ser necesario desde muy temprano un control
sobre el movimiento de los animales, para poder garantizar la productividad.
30 La caza de los Camélidos silvestres habría quedado como una actividad importante,
aunque se hiciera cualquier intento para llevar al máxime) el número ele los rebaños,
pero en cambio toda una serie ele nuevos animales –pumas, gatos monteses, zorros y
posiblemente cóndores- serían añadidos a las necesidades de depredación de los
cazadores, si es que juzgamos por las investigaciones que se han hecho en Calacala, en el
departamento de Puno, que demuestra que la depredación natural aumenta
vertiginosamente, cuando los animales son encerrados. Entonces un aumento de la
frecuencia y variedad de puntas de proyectil, no sería un hecho inesperado en el proceso
de domesticación, porque los animales encerrados debían ser protegidos. Por cierto, los
únicos niveles en los cuales se encuentran huesos de pumas y gato montés, son
posteriores a los 4,000 años a. C, que es la fecha que coincide con la domesticación de la
alpaca en Telarmachay, lo que avala el planteamiento de Wheeler.
31 Es importante insistir que si bien Kent (1988b) en algunos puntos apoya las ideas de Rick (
loco citato), en otros discrepa con él, pero además pone en duda ciertos aspectos
234

planteados por Lavallée el al. (1982). Es así que Kent (op. cit.: 137) escribió que la posición
de Rick en el sentido que la domesticación de los Camélidos ocurrió antes de mediados de
la Fase 5, es decir entre los 2,200 y 1,500 años a. C, no es tan cierta, pues pudo muy bien
ocurrir antes. Pues Kent (op. cit.: 142) señala que a fines de la Fase 4 y “posiblemente más
temprano” se produjo la domesticación. Además, indica el autor, que la cueva fue ocupada
todo el año y fue un campamento base para la explotación de varias ecologías. Los
habitantes de Pachamachay no fueron principalmente cazadores de vicuñas, en cuanto los
restos que predominan más bien son de alpacas “... junto con otros animales
domesticados...”. Y entre los animales silvestres está el guanaco, lo que implica que éste
habitó a más altura de lo que sostuvo Cardozo (1954: 42) e indica que los guanacos se
pueden encontrar en las mismas áreas ocupadas por las vicuñas; sin embargo los
guanacos son muy escasos en los depósitos del yacimiento. Señala Kent, además, que el
comportamiento de los guanacos no es suficientemente diferente del de la vicuña, como
para rechazar el modelo de Rick, que no tomó en cuenta a los guanacos al discutir el
asentamiento de Pachamachay (Wheeler, 1984[d]: 196). El comportamiento de los
Camélidos parece ser muy parecido entre las cuatro especies (el autor usa el término
"variedades" que no nos parece correcto) (von Pilters, 1954; Raedecke, 1979) “... y no tiene
mucho que ver con la comprobación del modelo.”. Kent (1988b: 131) indica, además,
basándose en un trabajo suyo (Kent, 1982[a]), que hay variación en la fecha de celo según
la latitud y disponibilidad de pastos y naturalmente con ello varía la fecha de parición.
Parece que ello se da más tarde en las latitudes septentrionales que meridionales y
debería ser tomado en cuenta al tratar el caso de Pachamachay.
32 Continuando con su análisis, Kent (1988b: 142-143), señala que el perfil de edad de la Fase
5, indica una proporción relativamente alta de fetos/neonatos (27% según la Fig. 2 loco
citalo), mientras que en la Fase 6 el porcentaje baja a 13% y la de los adultos aumenta. Se
nota, además, una ocupación constante durante todo el año en las Fases 4, 5 y 6 y post-7,
pero no en la Fase 7. Éste fue un período de ocupación durante la estación de lluvias. Dada
la falta de vicuñas, se pueden suponer cambios de los modos de vida, en el sentido que
quizá estos animales no fueron disponibles por la alta densidad poblacional en las fases
anteriores, que originó una sobrecaza y que sus territorios “... fueron rajados (Sic!) al
punto de interrumpir sus ciclos normales de reproducción y alimentación...”. Rick (1980:
328) ha discutido el asunto y piensa que la competición con los animales domésticos
también puede haber influido. El perfil de edad de la Fase 5 es diferente del de los niveles
contemporáneos de Telarmachay. Allí según Lavallée et al. (1982: 72) el porcentaje de
fetos/recién nacidos alcanza el 70%3. Se pregunta Kent porqué hay una diferencia entre
los dos sitios en lo que se refiere a esta categoría ele edad. Pues Lavallée et al. (1982: 88)
sostienen que el alto porcentaje de fetos/neonatos en Telarmachay es suficiente en sí
mismo para indicar que los huesos provienen ele animales domésticos, pero hay
Camélidos domesticados también en Pachamachay. No puede ser, dice al autor, que la
domesticación sea la única causa de la presencia de cantidades altas de fetos neonatos.
Esta situación quizá se ele con las cabras y las ovejas en los yacimientos del Viejo Mundo,
pero no necesariamente en los sitios andinos.
33 Este problema, siempre según Kent (loco citalo), señala el peligro que existe al utilizar
solamente los perfiles ele edad para inferir el proceso ele domesticación, sin tomar en
cuenta otras evidencias. Los riesgos de aceptar las altas tasas de fetos/neomatos como
indicadores ele la domesticación han sido detallados por Collier y White (1976) y de-hecho
hay una gran variedad ele factores que podrían causar esta alta frecuencia ele-huesos de
235

esta categoría y edad. Este argumento es aplicable también a la fauna ele Pachamachay en
su Fase 5 y la bajada ele esta categoría de restos en la Fase siguiente.
34 Es así que Lavallée et al. (1982 [: 88-90]) han sugerido la posibilidad que un rebaño de
Camélidos domesticados por ser restringido en sus movimientos, puede estar sujeto a
ciertas enfermedades altamente contagiosas, como es el caso de la enterotoxemia. Sin
embargo hay otras enfermedades que se clan en las mismas condiciones, según Fernández
Baca (1971,1978) y Moro et al. (1958). Además, si bien Kent no niega la posibilidad que una
enfermedad pudo ser la responsable del alto porcentaje de fetos/neonatos en
Telarmachay, señala que no se conocen métodos para obtener evidencia directa ele
cualquier tipo ele enfermedad que haya podido afectar a los Camélidos ele Telarmachay o
Pachamachay. Quizá los experimentos que están llevando a cabo Lavallée y Wheeler
(1985), tratando de detectar el parásito Clostridium perfringens. puedan proveer datos más
concretos.
35 El autor insiste que todas las evidencias óseas ele un sitio no derivan necesariamente de
una misma causa. Los altos niveles de huesos de fetos/neonatos en Pachamachay, pueden
ser el resultado ele factores muy complejos del manejo ele-uno o ele muchos rebaños y ele
las necesidades ele trueque, si es que éste se practicaba. También hay que tomar en
cuenta los factores nutricionales. Pues “La enfermedad neonatal es probablemente solo
un factor entre varios que afectaron la configuración del perfil de mortalidad. Una
pregunta pesada nos queda: Supuesto que un porcentaje alto puede atribuirse a, digamos,
enterotoxemia, ¿porqué se hallan huesos ele estos animales dentro ele los depósitos de la
cueva y no pudriéndose en la puna?” (Kent, op. cit.: 143).
36 Una posición interesante y prácticamente desconocida, es la ele Spunticchia (1989-1990),
quien introduce en la controversia Rick-Lavallée et al. una posición intermedia, que como
planteamiento, nos parece interesante.
37 Después de haber analizado el trabajo ele Lavallée el al. (loco citato), Spunticchia (op. cit.:
161-164) manifiesta que está ele acuerdo con sus proposiciones. Añade solamente que “La
hipótesis de ubicación del campo base en el valle nos parece la más correcta, aún si
teóricamente es difícil excluir un modelo de movilidad con la utilización periódica de más
campos esparcidos en el ambito del ecosistema ‘puna’.” (Spunticchia, op. cit.: 164).
38 Por otro lado afirma que “... prescindiendo de los aspectos metodológicos...”
(Spunticchia, op. cit.: 165) los datos de Rick parecen confirmar su posición (Spunticchia. op.
cit.: 164-166).
39 Después de analizar los datos ambientales y climáticos, dice Spunticchia que la puna se
presentaba en la época en discusión, como un conjunto de microambientes, algunos
complementarios y otros no, de los cuales por lo menos uno. el lacustre, debía resultar
particularmente atractivo para los grupos humanos, dado su elevado potencial de
recursos animales y vegetales (Spunticchia. op. cit.: 167-168). Recordando que entre
Pachamachay y Telarmachay hay una distancia aproximada de 35 km, el autor plantea las
siguientes hipótesis:
1. “. En una óptica sincrónica, los grupos de cazadores-recolectores o de pastores-horticultores
utilizaron modelos de asentamiento diversos en relación a los siguientes aspectos: la
posición geográfica del yacimiento dentro del ecosistema y el número y tipo de
microambientes, complementarios o no, que eran próximos al considerado, y que tuviera la
posibilidad de asegurar una dieta balanceada.
2. . En una óptica diacrónica, los modelos de asentamiento podían estar sujetos a variaciones
como consecuencia de una mejor adaptación de los grupos al ambiente (o sea con
236

conocimientos más profundos y más elevados en el nivel tecnológico).” (Spunticchia. op. cit.:
168).

40 Luego explica que con respecto a la primera hipótesis, los sitios de Telarmachay,
Uchkumachay, Panaulauca, etcétera, están todos situados sobre el borde de la puna y en
la proximidad de valles. Se puede suponer que el centro de atracción para todos estos
grupos que vivían allí, debió estar en los valles y no en la puna. Ya que los sitios podían
representar el límite superior de un territorio controlado por los grupos que tenían sus
campamentos-base en los valles. Las razones para mantener este tipo de asentamiento
podrían ser múltiples. Primeramente la necesidad de balancear la dieta a base de carne y
de vegetales. La puna ofrecía ventajas para la primera y el valle para los segundos. En
segundo lugar la necesidad de mantener el control de diversos nichos ecológicos, para
tener acceso a estos recursos todo el año. Y quizá evitar conflictos con los grupos que
vivían en la altura y tenían el control de otros recursos. Aunque es interesante relevar
que Spunticchia considera que los Camélidos no fueron parte de estos posibles conflictos,
ya que eran accesibles en diferentes ambientes. Para aquellos sitios que se encontraban
en el interior de la puna, debía ser determinante, para escoger el tipo de asentamiento, la
presencia en el territorio de zonas con recursos diferenciados tanto de vegetales como de
animales. Éste habría sido el caso de Pachamachay. Es por eso que Spunticchia considera
que en los sitios de puna, el modelo sedentario podía ser el que mejor llegaba a conseguir
la relación esfuerzo/beneficio. Cualquier otra solución podría haber significado para los
grupos humanos un dispendio injustificado de energías. Así, por ejemplo, para los núcleos
que estaban establecidos en el interior de la puna, un modelo de trashumancia orientado
hacia los valles, podía significar esfuerzos de orden físico (por las distancias) y fisio-
biológico (cambios de altura y de clima), esfuerzos de tipo cultural (adaptación a nuevos
ambientes) y quizá esfuerzos bélicos por enfrentamientos con otros grupos.
41 En lo que se refiere a la segunda hipótesis. Spunticchia parte de la premisa que los grupos
humanos llegaron a la puna de Junín subiendo por los valles interandinos y que tuvieron
necesidad de un período de tiempo prudencial para adaptarse, tanto física como
culturalmente. Superada esta etapa, es verosímil pensar que algunos de estos grupos se
establecieron en las zonas de mayor interés para los fines de subsistencia.
42 Siempre según Spunticchia, desde un punto de vista diacrónico, es posible pensar que los
valles hayan ejercido una fuerte atracción para estos grupos en relación con el desarrollo
de la actividad del cultivo de plantas y con el difundirse el uso de especies que
necesitaban de un clima más cálido. Ello determinó el movimiento a campos-base más
bajos. A partir de ese momento, el interés por la puna podría haberse quedado
principalmente en relación a las actividades de la crianza de los Camélidos que habrían
sido desarrolladas por pastores provenientes de los valles, especialmente en los períodos
de los nacimientos y el esquileo. Posiblemente entre estos pastores hubo cierto
nomadismo en el ámbito de los microambientes de la puna, en función de las exigencias
de los pastos para los animales (Spunticchia. op. cit.: 167-175).
43 En síntesis, lo que plantea Spunticchia es que si se analiza las costumbres ele los
Camélidos y las condiciones de la puna de Junín en los tiempos del Holoceno, la
trashumación no ha sido el único modelo que ha sido utilizado en los tiempos del
Precerámico medio, cuando las poblaciones practicaban una caza especializada y las
relaciones con los Camélidos debían ser muy estrechas. Bajo este punto de vista, la
hipótesis del sedentarismo podría tener una lógica, si es limitada al sitio en cuestión.
Aunque Spunticchia aclara no estar de acuerdo con los cálculos de biomasa que plantea
237

Rick. En otras palabras, lo que cree Spunticchia es que la ubicación de un sitio puede
haber jugado un rol fundamental en el momento de escoger un modelo adaptativo. Por
eso se plantea la hipótesis de un modelo de ocupación temporal (trashumancia) para los
sitios ubicados sobre el borde de la puna de Junín (como Telarmachay), que habrían sido
sitios avanzados ele poblaciones establecidas en las partes medio-altas ele los valles y, por
el contrario, ocupación estable en aquello lugares ubicados, como es el caso ele
Pachamachay, en el interior ele la puna, cerca ele microzonas que disponían recursos
suficientes y diversificados. (Spunticchia, op. cit.: 184-185).
44 Consideramos muy interesante este planteamiento que no había sido visto antes y que,
desde un punto ele vista teórico, parece viable. Hay que insistir, sin embargo, que
mientras que para Telarmachay se cuenta con datos muy concretos, y en cantidad
suficiente para que sean considerados válidos, en el caso ele Pachamachay la información
es escasa y los resultados se basan más en conjeturas que en evidencias. Para saber si la
tesis ele Spunticchia es válida, será necesario analizar otros sitios de puna, que tengan
características parecidas a Pachamachay y ver si la información la avala.
45 Hurtado de Mendoza (1987: 241), ha propuesto para la zona ele Pasco, limítrofe a la de
Junín, una hipótesis diferente. Él afirma que el patrón sostenido de depredación, al cabo
de varios milenios produjo un deterioro del ecosistema que no se podía mantener, lo que
habría obligado a las poblaciones humanas a cambiar ele actividades, abandonando la
caza y la recolección para dedicarse a la domesticación de animales. Este proceso no
habría sido, sin embargo, resultado exclusivo de las actividades humanas, sino que ello se
habría conjugado con cambios medio ambientales que habrían modificado el equilibrio
del ecosistema. Es nuestro deber insistir que Hurtado de Mendoza ha efectuado sus
trabajos sin conocimiento de causa, su base de datos es inconsistente y muy pobre y no
muestra ninguna evidencia para sustentar su planteamiento que, además, discrepa con
las ideas de los arqueólogos serios que han trabajado en la zona.
46 Hasta donde sabemos, como ya lo hemos dicho, aún no se han publicado los informes
faunísticos del Proyecto Ayacucho. Algo de lo relativo a la domesticación hemos
mencionado al analizar los datos de los sitios de Ayacucho (vide Capítulo 4). Trataremos
de reunir aquí todo lo referente a este fenómeno, pero es absolutamente necesario insistir
sobre dos hechos. En primer lugar que no hay una base ele datos que permita justificar o
negar la información que citaremos y, segundo, que la cantidad de contradicciones es tan
grande, que en realidad nos deja perplejos.
47 Para evitar errores y malententendidos, queremos indicar que para los fechados ele las
diversas fases ele Ayacucho, utilizaremos la información ele MacNeish et al. (1983).
48 Para la Fase Jaywa (7,100-5,800 años a. C.) hay un solo dato ele MacNeish, Nelken-Terner
et al. (1970: 37) que dicen que en esta fase “... hay indicios ele domesticación de la llama...
“. Esto evidentemente ha sido mera lucubración de los autores, pues no ha sido repetido
más.
49 Para la Fase Piki (5,800-4,400 años a. C), hemos encontrado tres citas. La primera de
MacNeish (1969: 38) que es categórico y habla ele “... evidencia definitiva...” de
domesticación de la llama. Al año siguiente cambia de opinión, pues se habla de “...
algunos huesos de llama ... que podrían ser de [animales] domésticos.” (MacNeish,
Nelken-Terner el at., 1970: 37). Esta última aseveración es corroborada por García Cook
(1974: 19). que se refiere a “... algunos restos de camélidos [que] pertenecen
probablemente a llamas o alpacas domésticas...”.
238

50 Con referencia a la Fase Chihua (4,100-3.100 años a. C.) los datos que ofrecen los que han
trabajado sobre el terreno son confusos. Así MacNeish et al. (1980: 10) hablan ele
acorralamiento y pastoreo ele camélidos, pero MacNeish y Nelken-Terner (1983: 10) se
refieren a alguna forma ele control, como caza selectiva, matanza de jovenes machos “... o
crianza de animales silvestres o camélidos domésticos o semielomésticos ... a pesar de que
la crianza ele llama o alpaca completamente domesticadas, no se había dado aún en la
región.”. En este sentido confiamos más en los datos de Wing. Ella, refiriéndose a la Fase
Chihua en la cueva de Pikimachay, afirma que “... hay indicación más temprana de
lamoides domésticos.” (Wing, 1975b: 34-35) y luego dice que “Las indicaciones más
antiguas de lamoides domésticos en sitios de valle son las del Período Chihua... en la
cueva de Pikimachay en el valle de Ayacucho, donde hemos encontrado una
moderadamente gran dependencia ele Camélido.” (Wing, 1977a: 848). Estos elatos de Wing
son corroborados por Flannery et al. (1989: 91). que al referirse a la cueva ele Pikimachay,
dicen que allí se dió la primera domesticación de animales en Ayacucho.
51 Pero a pesar de estos elatos, que consideramos válidos, el equipo de MacNeish vuelve a
plantear una contradicción, pues al referirse a la fase siguiente denominada Cachi
(3,100-1,750 años a. C), no se ponen de acuerdo sobre el hecho si hay o no animales
domésticos. Veamos lo que se dice al respecto. Primero se afirma que “... camélidos, quizá
guanacos semi-domésticos, fueron criados en la zona ele puna...”, pero al hacer la lista de
los productos de ésta se dice “... camélidos probablemente domésticos...” (MacNeish et al.,
1980: 11), este dato es avalado posteriormente por MacNeish (1981c: 222) y MacNeish y
Vierra (1983a: 128). Sin embargo los mismos MacNeish y Vierra (1983b: 185) entran en
contradicción, pues refiriéndose a lo mismo dicen ad verbum expressus “... camelid
herding...”. Y MacNeish (1983: 272-273) lo reitera, al mencionar animales “... reunidos en
hatos, amansados o [que fueron] camélidos domésticos.”. Y luego añade que “... quizá en
tiempos Cachi fue criada alguna variedad de guanaco silvestre o paleollama (Sic!)…” Ya
este punto lo hemos comentado, y no volveremos sobre el asunto. Lo más prudente, en
espera de un informe de especialistas, es creer en los datos que ofrece Wing y que han
sido avalados por Flannery, ambos investigadores de gran seriedad.
52 Afirmación apresurada, por decir lo menos, nos parece la de Lumbreras (1974: 37), quien
escribió: “Clara evidencia de domesticación aparece alrededor del 5000 a. C. sea en las
tierras altas que en la costa. En las tierras altas, los hallazgos documentados son de
Ayacucho, donde el “Complejo cordillerano” de... animales de altura (Lumbreras 1967) ha
comenzado a desarrollarse en este tiempo. Los animales domésticos andinos son la llama (
Lama glama) y la alpaca (Lamapacos)...” (el subrayado es nuestro). En lo que se refiere a los
hallazgos ele Ayacucho ya hemos emitido juicio, y si bien hay evidencia, ésta no está tan
“documentada” como pretende Lumbreras y menos en 1974, año en eme salió publicado
su libro, y además no tiene la antigüedad que le atribuye el autor. Su afirmación eme la
domesticación se realizó en la costa “alrededor de 5000 años a. C.” es completamente
gratuita, pues no sólo no presenta pruebas, sino que se contradice, pues pocas líneas más
abajo ele la frase que hemos citado, escribió ad litteram. “En la costa la llama doméstica
data entre 1500 y 1000 a. C. ...” (Lumbreras, 1974: 37).
53 Hay sin embargo varios puntos más en discusión sobre el asunto domesticación y que es
necesario tratar. Uno de ellos es el área geográfica en que ésta se produjo y sobre ella hay
diferentes opiniones. Vamos a revisar primero el grupo de autores que avalan la
domesticación en las tierras altas. Kent y Wing se inclinan por los Andes Centrales. En
este sentido Kent (1987: 175) es categórico: “... parece que el sitio más factible para la
239

primera domesticación de los camélidos fue en la puna ele los Andes Centrales. Esto
sucedió entre los 6000 y 5000 años antes del presente, cuando las alpacas o animales
parecidos a la alpaca son identificados al lado de evidencias contextuales y biológicas para
nuevas prácticas de manejo de rebaños. Estos cambios se dieron rápidamente, y yo
sugiero un modelo de equilibrio interrumpido para la domesticación de los camélidos en
esta área.”. Wing (1977b: 17) también se inclina por la puna central andina.
54 El área del Altiplano ha sido postulada por Latcham (1922: 82; 1936: 611) como zona ele
domesticación de los Camélidos, partiendo ele la hipótesis que la cuenca del lago Titicaca
está en el centro de distribución geográfica de estos animales a lo largo ele la cordillera
andina. Troll (1931: 27; 1935: 160, 178-179) también, utilizando el argumente) que la
cuenca del lago Titicaca ofrece la mayor concentración ele Camélidos y además cuenta
con la mejor calidad de recursos para éstos, mantuvo que dicha área debió haber sido el
centro de domesticación. Estas opiniones han influenciado a muchos estudiosos. Por
ejemplo Gilmore (1950: 437) escribió que la llama ha sido domesticada en el área de las
tierras altas centrales del Perú meridional, Bolivia, norte de Chile o el noroeste argentino
o en sus zonas marginales. Y cita a Latcham (1936) para señalar el área alrededor del lago
Titicaca. Cuando el mismo autor (Gilmore, op. cit.: 445) se refiere a la alpaca, también
señala como zona de domesticación el Altiplano. Flores Ochoa (1975b: 297) así mismo se
inclina por esta posición, pues escribió: “Seguramente que la cuenca del Lago Titicaca
(Murra, 1964 [a]) fuera la zona de domesticación de los Camélidos, porque aquí es donde,
a la llegada de los invasores europeos, se hallaba su mayor concentración (Cieza de León,
1941; Cobo, 1956[1965]) y donde todavía en la actualidad se encuentra el 65 por ciento de
la población andina de alpacas y llamas.”. Prácticamente esta aseveración de Flores Ochoa
resume la argumentación que han utilizado la mayoría de los que sostienen esta posición.
55 A este respecto y en honor a la verdad, es necesario hacer una aclaración. Así como Flores
Ochoa (op. cit.) varios otros autores le atribuyen a John Murra (1964a: 76; 1965; 1975: 118)
el haber sostenido la posición que la zona de domesticación de los Camélidos ha sido el
Altiplano. Evidentemente se ha leído mal a Murra. Él no ha aseverado eso, lo que él
escribió es que "Se ha sugerido como lugar de la domesticación la zona del Titicaca donde
hoy existe la mayor concentración de especies domésticas y silvestres.” (Murra, 1964a:
76-77; la frase se repite en los otros trabajos del autor, como por ejemplo 1975: 118, donde
sólo se añade una cita de Latcham [1922: 82]). Esto, evidentemente, es muy diferente.
56 Es claro que la argumentación que se ha esgrimido no es válida, pues como lo han
expresado ya Wheeler Pires- Ferreyra et al. (1977: l60-l6l), la distribución en cuestión es en
parte el resultado de perturbaciones económicas que se produjeron con la conquista
española y que prácticamente llevaron a la eliminación de los Camélidos de muchas zonas
de Perú y Bolivia. Y un buen ejemplo es sin duda la puna de Junín, donde hay amplia
evidencia de la abundancia de Camélidos en tiempos prehispánicos y sin embargo hoy
quedan unos cuantos grupos pequeños de vicuñas y unas pocas llamas y alpacas. Fue la
introducción de los ovinos la que produjo este gran cambio. Flores Ochoa ha insistido
también sobre este punto (vide por ejemplo su trabajo de 1979a).
57 Evidentemente que la mayor defensora del área de Junín como centro de domesticación
de los Camélidos es Wheeler, en toda la serie de trabajos que hemos señalado a lo largo de
estas páginas, escritos por ella o en coautoría con otros. Pero es importante señalar que
Wheeler no ha cerrado la posibilidad que este proceso se haya dado en diferentes zonas
del territorio. Pues es muy concreta al decir que “Similares evidencias que pueden
documentar el proceso de domesticación se darán en un futuro próximo cuando se lleven
240

a cabo más investigaciones en sitios de gran altura en el área entre Junín y el borde Sur de
la cuenca del lago Titicaca.” (Novoa y Wheeler, 1984: 124). Pero quienes también se
inclinan por el área de Junín como centro de domesticación de Camélidos, son Pearsall
(1978: 394), y Matos y Ravines (1980: 205; hay que señalar, sin embargo, que como
sustento de sus ideas, sólo se cita un trabajo de Matos [1976] que no figura en la
bibliografía).
58 Lumbreras (1974:37) igualmente es de la opinión que la zona de domesticación pudo estar
en varias zonas, aunque considera que “... las áreas más probables son las del lago de
Junín o particularmente el lago Titicaca...” y además afirma que la zona de Ayacucho “...
no fue seguramente un centro primario...” para ese proceso. Pero no aporta ninguna
evidencia concreta para sustentar su planteamiento.
59 Otra zona donde se ha señalado la domesticación temprana de Camélidos es el Salar de
Atacama, en el norte de Chile, a una altura ele 2,500 msnm. Concretamente se trata del
sitio ele Puripica 1 que ha sido estudiado por Hesse (1982a, 1982b) y que tiene una
antigüedad que oscila entre 4,815 y 4,050 años a. P. (2,865-2,100 años a. C). Allí se ha
identificado formas ele Camélidos pequeños relacionados con la vicuña y grandes con el
guanaco y Hesse (1982a: 296, 210) piensa que los grandes fueron domesticados.
60 Esta información ha sido comentada por Baied y Wheeler (1993: 148-149). Pero ellos,
además de los trabajos de Hesse (loco citalo), hacen mención a un artículo ele Dransart
(1991) y le atribuyen haber llevado a cabo una “... investigación sobre restos ele fibras que
confirman la presencia [de Camélidos] entre 3,200 y 2,600 años a. P.”. Esto nos llama la
atención, ya que Dransart (1991: 312) termina su comentario sobre Puripica, diciendo ad
verbum expressus.”... it is to be greatly regretted that the deposits are too humid to allow
for the preservation of animal fibre remains.”. Al margen ele esto, frente a la posición de
Hesse (loco cítato) que ha sugerido la posibilidad de un foco independiente de
domesticación, Baied y Wheller (loco citato) han comentado que “... la falta de profundidad
temporal hace imposible la determinación si los rebaños fueron introducidos ya
domesticados o si fueron llevados bajo control humano localmente. Cualquiera que sea el
caso, se ha sugerido que el cambio al pastoreo se dio en ese tiempo en respuesta a las
oscilaciones climáticas (Druss, 1978; Hesse, 1982a, b), pero falta la evidencia
paleoecológica directa, así como los datos ele la zona adyacente ele puna seca que pueden
documentar la difusión de los animales domésticos desde el norte.”. Coincidimos con este
juicio y creemos que en realidad no hay la suficiente información para poder llegar aún a
una inferencia definitiva.
61 Para terminar, debemos indicar que Baied y Wheeler (1993: 147-148) han escrito que el
ecosistema de la puna ha sido un centro primario de la domesticación de los ungulados,
comparable al Cercano Oriente (para la cabra y la oveja), la Europa Mediterránea (para el
ganado vacuno) y el Tibet (para el yac).
62 Los únicos autores que han llamado la atención sobre la posibilidad de buscar otras áreas,
que no sean de altura, para el proceso de domesticación de los Camélidos, son Shimada y
Shimada (1985: 19). Ellos indican que la gran información que se tiene sobre la flexibilidad
dietética y climática de los Camélidos domésticos, abren la posibilidad ele ampliar las
perspectivas que se han tenido hasta ahora. Hay que tomar en cuenta que se ha buscado
cuevas y sitios a grandes alturas bajo la influencia de la actual distribución de los
Camélidos y se ha investigado mucho en la costa, sobre todo buscando sitios tempranos,
para resolver los problemas relativos a la importancia ele los recursos marinos.
241

63 Todo esto ha hecho olvidar las zonas intermedias. Nosotros estamos de acuerdo con esta
posición y estamos convencidos que cuando se excaven los sitios ele dichas zonas, ellos
nos depararán muchas sorpresas no sólo en el campo ele la domesticación ele los
animales, sino también de las plantas. Esto lo venimos sugiriendo desde hace mucho
tiempo (lege Bonavia, 1982a: 413).
64 Hay también un grupo de autores que no toman posición en el asunto. Es el caso de Mujica
(1985: 121-122) quien hace una buena síntesis de la situación, pero al final no emite
opinión propia. (Se debe señalar solamente que en dichos trabajo hay dos citaciones a
trabajos de Lumbreras, respectivamente de 1967 y 1970. Se le atribuye a este autor el
haber sostenido que la domesticación de la llama pudo haberse producido fuera de la
cuenca del Titicaca y que la alpaca más bien se domesticaría allí. Definitivamente en el
trabajo de 1967 Lumbreras no hace estas afirmaciones. No hemos podido leer el de 1970,
que es un informe interno del Museo de Arqueología de la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos).
65 Flannery et al. (1989: 116) tampoco toman posición y sólo dicen que a pesar que las
evidencias actuales provienen de Ayacucho y Junín, “... la domesticación temprana pudo
haber tenido lugar a lo largo de una gran área del rango de distribución original del
guanaco.”. Indican, sin embargo, que hay que tener cuidado con utilizar como indicador
la distribución de la llama en el siglo XVI, ya que ello es un dato engañoso, pues refleja una
especialización económica regional impuesta por los incas. Tampoco toman una posición
definida Stahl y Norton (1987: 382) ni Franklin (1982: 467).
66 No cabe duda, pues, como lo han señalado muy acertadamente Flannery et al. (1989:91),
que a pesar de todo los estudios, el conocimiento sobre la domesticación de los Camélidos
está aún en su infancia. Sin embargo nosotros consideramos que si se mira hacia atrás en
el tiempo, nos daremos cuenta que se ha avanzado más en este campo en los últimos
veinte años que en todo el tiempo pasado. Habían estudiosos que aún en la década de los
años 60 escribían que “... la domesticación de los camélidos americanos ocurrió
inmediatamente después de que se descubriese o se introdujese el cultivo de la tierra en
el área de los grupos agrícolas.” (Nachtigall, 1966a: 196-197), mientras otros señalaban
como fecha más temprana para la llama doméstica a la Época Inicial (vide Lumbreras,
1967: 267 o Tabío, 1977: 211-212). Ahora los datos arqueológicos parecen avalar que las
llamas y las alpacas han sido domesticadas en las alturas andinas que, hasta este
momento, parecen situarse entre los 4,000 y los 4,900 msnm, ca. en el cuarto milenio antes
de nuestra Era.
67 Pero como bien lo dicen Novoa y Wheeler (1984: 123) “... la identificación de una forma o
formas ancestrales a partir de las cuales pudo darse la domesticación, está en debate ... [y]
Será necesaria mucha más investigación arqueológica, paleontológica y biológica ... antes
que este problema pueda ser resuelto.” .No vamos a repetir aquí las diversas posiciones
que han asumido los especialistas, pues este punto ha sido tratado ya en el Capítulo
relativo a la filogenia y a la taxonomía.
68 Es importante no olvidar, como ha escrito Craig (1985: 27-28), que durante el intervalo de
tiempo que se produjo entre la extinción de la megafauna y la domesticación de la llama y
la alpaca, ha existido una gran población de guanacos que ha sido la especie principal
para el hombre temprano. Sin embargo, la vicuña pudo haber sido igualmente
importante, especialmente en las partes meridionales de los Andes Centrales.
242

69 Craig (loco citato) sugiere que alguna especie protolamoide que aún no se ha identificado,
pudo haberse desarrollado muy rápidamente durante el Pleistoceno Tardío y pudo haber
ofrecido el stock genético para los animales domésticos. Este autor piensa que las
preferencias de hábitat de estos animales ancestrales, quizá fueron intermedias entre las
del guanaco y las de llama/alpaca.
70 Sin embargo Craig (op. cit.: 28) va más allá, pues afirma que “El stock Paleolama (Sic!) pudo
haber estado presente en la así llamada llama de cuello corto de la costa norte del Perú y
en el diminuto wiquinche doméstico de los indios de las florestas de Chile central. Estos
dos animales no han sobrevivido... ”. Si bien la primera parte de la proposición de Craig
parece atendible, esta última frase es altamente especulativa y si bien hay algunas
posibilidades de la existencia de animales más pequeños, como veremos más adelante, las
llamas de cuello corto hasta la fecha no han sido individuadas a nivel osteológico. Además
el problema es muy complejo, pues las variaciónes de tamaño encontradas en los huesos
de Camélidos fósiles es muy grande. Incluye formas del mismo tamaño de la vicuña, el
guanaco, la alpaca y la llama actuales, así como de Camélidos mucho más grandes que los
actuales y también hay huesos del tamaño de un dromedario (Camelus dromedarius). Este
cuadro sugiere que existe la probabilidad de que puedan haber existido otras formas
ancestrales de los Camélidos domésticos que aún no conocemos. (Wheeler Pires-Ferreira
et al., 1977: 163).
71 En efecto, como lo han indicado Baied y Wheeler (1993: 149), el vacío entre la
domesticación inicial que comenzó aproximadamente hace unos 6,000 años, y el
desarrollo de la crianza especializada para producir llamas y alpacas parecidas a las
formas actuales, ha durado aproximadamente 4,000 años. Es a fines del Precerámico, hace
unos 3,800 años, que las llamas y las alpacas domésticas eran comunes en los valles
interandinos del Peru y norte de Chile (Hesse, 1982a; Wing, 1986) y, según Pozorski y
Shimada y Shimada, hace 1,400 años las llamas han sido criadas en la costa del Perú
(Pozorski, 1979b; Shimacla y Shimada, 1985) [sobre estos puntos nosotros hemos señalado
ya nuestra discordancia, en cuanto creemos que todo esto sucedió antes] y en el Ecuador
(Wing, 1986; Stahl, 1988 [este trabajo no figura en la bibliografía de los autores]; Miller y
Gill, 1990). Y 400 años más tarde hay evidencias de producción de alpacas en la Costa Sur
del Perú (Wheeler, Russel y Stanley, en prensa [el trabajo ha sido publicado en 1992]).
Pero, terminan diciendo los autores, es bajo el Imperio Incaico cuando la distribución de
la llama y la alpaca alcanzó su máxima extensión como bestia de carga a lo largo del
territorio andino, acompañando a los ejércitos imperiales.
72 Añadiremos solamente que Flannery et al. (1989: 91, piensan que los primeros Camélidos
domésticos probablemente se parecían aún mucho al guanaco, dado que ellos
presumiblemente no habrían sufrido la selección, a juzgar por el amplio rango de los
colores del pelaje y las cualidades de la fibra que vemos en la llama y las alpacas actuales.
73 Por otro lado parece que hay un acuerdo entre los especialistas en admitir que la alpaca
ha sido el primer Camélido doméstico, y esto se desprende no sólo de los datos ele
Telarmachay que hemos mencionado (Wheeler, 1985a; Novoa y Wheeler, 1984) sino
también ele los ele Pachamachay. Es así que Kent (1987: 175) asegura que por su propio)
trabajo (se basa en su tesis, 1982a) se demuestra que hay un completo acuerdo en los
datos de estos dos yacimientos, y que ellos muestran que las alpacas son los primeros
Camélidos domésticos identificables. Según San Martín et al. (1987:97), Wheeler ofreció
una conferencia en una reunión de veterinarios (vide Wheeler, 1988b) e informó que tiene
evidencias recientes que aparentemente señalan que las alpacas fueron domesticadas en
243

regiones húmedas en la región central del Perú, mientras que las llamas lo fueron en las
áreas más secas del sureste peruano. No conocemos mayores detalles.
74 Se debe desterrar, pues, para siempre la idea que la domesticación de la alpaca fue un
fenómeno marginal y muy tardío en la historia andina como sostenía Maccagno (1912: 2)
y lo repite Cardozo (1975a: 105-106). Y es dudoso inclusive que “... el interés (...) en la lana
habría sido el incentivo principal para la domesticación de estos animales.”, como creían
Bennett y Bird (1960: 260).
75 Es muy difícil señalar o tratar de saber a través de los datos que ofrece la arqueología,
cuáles han sido las causas que han empujado al hombre a iniciar la domesticación de los
animales en general. Lavallée (1978: 38) sin embargo, intenta dar una explicación; ella
cree que “Es muy posible que [los cazadores] se hayan visto forzados por el trastorno que
ellos mismos causaron sobre el equilibrio y la estabilidad de las poblaciones animales:
cuando se mata sistemáticamente los animales, ello puede provocar una modificación del
proceso de reproducción en el seno de la especie, llevando a la disminución del grupo
animal.”. Consideramos que esta acotación de Lavallée es interesante y es válida, pero
nosotros creemos que hay dos factores más que han jugado un rol de gran importancia en
este proceso de domesticación, en el caso concreto de los Camélidos andinos. Por una
parte su hábito congénito de territorialidad. Nos referimos obviamente a las especies
silvestres. De modo que el grupo de cazadores que podían establecer su campamento en
las vecindades de una manada, tenía la oportunidad de ir conociendo sus costumbres,
entender sus mecanismos ecológico-sociales, etcétera, en otras palabras compenetrarse
con el comportamiento de estos animales. Y por el otro lado, al producirse la matanza
continua, las manadas se fueron reduciendo. Y se sabe que cuando se trata de poblaciones
pequeñas, no todo lo que actúa es selección natural y es allí que entra a jugar un rol
importante la deriva genética. Que es un cambio accidental que ocurre en la composición
genética de poblaciones pequeñas, lo que hace que en un determinado momento puedan
divergir de las originales por accidente. Hay que tomar en cuenta que la diferencia entre
poblaciones y especies que se originan por deriva genética, no son necesariamente
adaptativas o mal adaptativas. y pueden ser efectivamente neutras (vide Futuyama, 1979:
25-26). Esto puede haber llevado a formas que para los cazadores no eran útiles y estos se
dieron cuenta en forma empírica que era necesario incentivar los cruces de aquellos
animales que a ellos más les convenían y para ello tuvieron indudablemente que aislarlos
del grupo. Si esto sucedió, debió ser el inicio de la domesticación. No se puede, sin
embargo, dejar de lado una acotación de Stothert y Quilter (1991: 34), quienes han
sugerido la posibilidad que la domesticación pudo producirse de diferentes maneras en
varios lugares. Y señalan como ejemplo los Andes Meridionales donde el control de
animales pudo no haber sido para alimento, sino para lograr un mayor acceso a los
Camélidos como bestias de carga o por su pelo (los autores se basan en un dato de
segunda mano. Se trata de una cita de Wheeler y Mujica [1981: 76] tomada de Lynch
[1983b]). Tan es así que, si bien no lo dicen abiertamente, Tenida y Onuki (1985: 272)
sugieren que hubo domesticación en Cajamarca, pero durante el Período Inicial tardío, y
lo mismo pudo haber sucedido en otras zonas.
76 El argumento de la lana ha sido utilizado también por Latcham (1922) para señalar al
Altiplano como zona de domesticación de los Camélidos (según Wheeler [1991: 41],
Lumbreras [1971] sostiene lo mismo. Nosotros no hemos podido examinar este trabajo). Y
es curioso que recientemente Novoa y Wheeler (1984:123) y Wheeler (1991: 41), sostienen
que el uso de este material se iniciaría en los tiempos de Pucará, 500 años a. C., a juzgar
244

por algunos tejidos hallados en Paracas (en la Costa Sur del Perú) y en Alto Ramírez (Costa
Norte de Chile). Ellos afirman que estos tejidos representan “... el primer uso de lana de
alpaca en los Andes...”. Esto habría generado la hipótesis que la domesticación de la
alpaca se llevó a cabo en el Altiplano, en tiempos de la cultura Pucara. Este planteamiento
se desvirtúa si se recuerda que en el Precerámico se ha hallado lana de estos animales (en
1982 hemos informado, [vide Capítulo 4 y Bonavia, 1982b: 201] la identificación hecha por
especialistas, de lana de Lamapacos en el contexto precerámico costeño de Los Gavilanes.
Si bien es cierto que la lana de Los Gavilanes seguramente provenía de algún centro
serrano, éste seguramente se encontraba en el Callejón de Huaylas o en la Sierra Central).
77 Hay dos sugerencias que nos parecen interesantes y que deberán ser tomadas en cuenta
para futuros trabajos sobre esta materia. La primera es de Browman (1974: 188), quien ha
observado que una característica distintiva del pastoreo de la llama y la alpaca, es que
está integrado en el ecosistema de caza y recolección en el cual se ha introducido y
generalmente mantiene la estructura. La innovación en este caso, es un proceso
conservativo, siendo el efecto inicial el de conservar los medios de vida de los primeros,
bajo el estrés de las cambiantes condiciones del medio. El paso entre la caza del guanaco
silvestre y el pastoreo de la llama y la alpaca, es simplemente lograr que los animales
estuvieran al alcance cuando se necesitaba cazarlos. El pastoreo de Camélidos representa
la adaptación a un ecosistema ele pradera semiárido que puede soportar el pastoreo
animal, pero que es poco apropiado para el cultivo. En las tierras altas del Centro y Sur del
Perú, el pastoreo ele Camélidos es la forma más eficiente de explotar el medio y sus
recursos.
78 Y la segunda sugerencia es de MacNeish (1981a: 149 et passim), que considera que es
indispensable conocer los movimientos estacionales ele la gente para poder entender el
proceso de domesticación. Dada la mala conservación de las plantas en los sitios serranos,
ellas no son un buen indicador. Por eso el más importante son los animales. Sin embargo,
la interpretación de estos restos aún plantea serios problemas, por la falta de estudios
zoológicos y ecológicos. Por eso sugiere que un buen indicador son los fetos ele Cérvidos y
Camélidos, pues los huesos ele estos animales permiten una identificación bastante
aproximada de la época del año que corresponde al período ele su ciclo biológico. Este
autor considera que el método ele secuencia de fusión de los huesos que ha propuesto
Wing (1972), puede ser muy importante.

NOTAS
1. En honor a la verdad, hay que decir que Lumbreras no hace tal afirmación, ni toca este punto
en su trabajo. Y es significativo que Novoa y Wheeler en un artículo posterior (1984: 123). al
tratar el mismo tema, ya no mencionan esta fuente de información.
2. Wheeler indica la página 181. y es sin eluda un error. Hay varias equivocaciones de esta
naturaleza en el mencionado artículo. Es de notar que en el informe final de Telarmachay,
Wheeler (1985b: 78) vuelve a citar el mismo artículo de Wing y le atribuye otra vez la página
equivocada, es decir la 181.
245

3. Para evitar errores, se debe señalar en primer lugar que Kent ( op. cit.) utilizó el informe
preliminar ele Lavallée et al. (1982) y noel definitivo, es decir Lavallée et al. (1985). En segundo
lugar, la cifra exacta que se consigna en el Cuadro 2 de Lavallée et al. (1982: 72-73) es 73,0%, que
posteriormente ha sido corregida a 72.99% (Lavallée et al, 1985: Tabla 2, 65).
246

6. Datos históricos

1 En este capítulo vamos a tratar de analizar los datos sobre los Camélidos andinos que nos
han quedado en las fuentes escritas. La tarea es muy ardua, ya que la cantidad de
información existente es mucho más grande de lo que se podría creer y es un hecho que
nosotros no hemos podido revisarla toda. Este es un trabajo que deberá hacerse en el
futuro. Consideramos, sin embargo, que lo que hemos podido acumular, es suficiente para
los fines de este libro.
2 Debemos señalar que utilizaremos las fuentes de los cronistas siguiendo la clasificación de
Porras (1986). Cada vez que lo consideremos necesario, recurriremos a las citas textuales,
pero obviamente por falta de espacio, en la mayor parte de los casos tendremos que
resumir la información.

6.1 Testimonios relativos a la Época Incaica


3 Comenzaremos con analizar algunos aspectos relacionados con los Camélidos en los
tiempos del incario, según la información que nos han dejado los cronistas. En este
sentido lo que más nos hubiera interesado es obtener datos sobre la distribución de estos
animales en el territorio andino1 en aquella época. Sin embargo, nos hemos quedado
defraudados, pues como bien dice Dedenbach Salazar (1990: 83) “... no es posible analizar
[la] con la ayuda de las fuentes etnohistóricas...”. Definitivamente no hay información. Lo
que se puede hacer, y lo haremos a lo largo de este Capítulo, es tratar de rastrear la
existencia de los Camélidos en el Área Andina Central, examinando las narraciones de los
testigos presenciales, a medida que iban recorriendo este territorio. A sabiendas que ello
nos dará sólo una visión parcial de la situación. Y en el caso de los autores que recogieron
información de otros, trataremos de establecer hasta que punto ella es fidedigna.

6.1.1 Las Serranías

4 Veamos primero el área serrana. Espinoza Soriano (1973b: 30-74) menciona, a base de
datos recogidos en documentos, que alrededor de 1,460 los incas ordenaron el traslado de
un grupo de mitimaes de la región huanca, en la Sierra Central, a la región de
Chachapoyas, en el actual departamento de Amazonas. Piensa Espinoza Soriano que “Tal
247

vez se originan los camélidos mencionados por la ʻRelación de Chuquimayoʼ en este


movimiento poblacional -aunque hubiera debido ocurrir unos años antes.”.
5 Para el departamento de Cajamarca, sólo hemos encontrado un dato indirecto
mencionado por Espinoza Soriano (1976-1977: Nota 3, 141), a base de las probanzas y
visitas de los siglos XVI y XVII, que explica, refiriéndose a Pariamarca, que “Desde la época
inca, en un sector de esta tierra en el denominado Atunpariamarca, que está a legua y
media de la ciudad de Cajamarca...” se reubicó a un pequeño grupo de mitimaes guambos o
huampus y allí tenían “... por hábitat una majada, un corral y apreciables pastos, lo que
advierte que también fueron dedicados por el poder imperial del Cuzco a la crianza de
ganado estatal.”.
6 Cieza de León (1984: I Parte, Cap. LXXXI, 236), al describir a la “prouincia de Guamachuco”
(actual provincia de Huamachuco del departamento de La Libertad), dice que “Auía antes
que los Españoles entrassen en este reyno... grán número de ganado de ouejas: y por los
altos y despoblados andauan otra mayor cantidad del ganado campestre y saluage
llamado Guanacos y Vicunias...”. Y añade que “Tenían los Ingas en esta prouincia (según a
mi me informaron) vn soto real: en el qual so pena de muerte era mandado que ninguno
de los naturales entrase en él a matar deste ganado siluestre, del qual auia número
grande... Donde es gran passatiempo ver los guanacos los saltos que dan... y entrando en
el cercado otro número de Indios con su Ayllos y palos, matan y toman el número que el
señor quiere: porque estas cacas tomauan diez mil o quinze mil cabeças de ganado, o el
número que queria: tanto fue lo mucho que dello auia.”.
7 Koford (1957: 218), escribiendo concretamente sobre las vicuñas, sin ningún sustento,
califica los datos de Cieza de León “... no concluyentes y basados en informaciones
obtenidas de oidas.”. Veremos en el curso de este Capítulo la honestidad y veracidad de
este cronista que, además, dice muy claramente “... según a mi me informaron...” (Cieza
de León, loco citato). Además él ha escrito: “... tengo por costumbre de dar al lector cuenta
de la manera que por mí es escrita esta narración, para satisfacerle de que sepa que no
compongo ni adorno con lo que no fue, ni pasó...” (Cieza de Léon, 1909: 291). No vemos
porqué no aceptar su información. Recientemente Cantú (1992: 134) hizo un excelente
análisis sobre la diferencia de la concepción del tiempo en el indígena y el europeo, y a
raíz de ello escribió: “Si no siempre Cieza fue historiador que estuvo al tanto de esta
problemática crítica y metodológica, que supera su horizonte cultural de hombre del siglo
XVI, sin embargo su historia por la riqueza de sus contenidos, el fundamento de sus
noticias, la sensibilidad y la penetración de su mirada etnográfica y ecológica, su
curiosidad intelectual y la probidad del autor queda aún hoy en absoluto como una de las
fuentes de mayor valor para el estudio de la historia incaica.”. Además el mismo Koford
(op. cit.: 157) acepta que en la actualidad el límite septentrional de la vicuña está sobre los
10° de Lat. Sur. ¿Porqué no pudo estar un poco más al Norte en tiempos prehispánicos? No
hay, que sepamos, diferencias ambientales sustanciales que lo impidan.
8 No cabe duda que en la zona de Huánuco en tiempos incaicos había Camélidos, pues ello
se desprende claramente de la Visita que se hizo en 1549. No hemos podido ubicar los
sitios que mencionaremos a continuación, pero deben estar dentro del territorio que
habitaron una serie de grupos étnicos dentro de lo que son hoy día fundamentalmente las
provincias de Huánuco y la parte Oeste de Pachitea, en el departamento de Huánuco (vide
mapas insertados en Ortiz de Zúñiga, 1967). Así Conapariguana (1972: 24-25) se refiere a
los pueblos de Pillco, Pacha Coto, Xigual, Cochamarca, Guarapa, Quillcay, Curamarca,
Ñauca y dice que “Estos son los mitimaes puestos por Tupa Ynga y que hay otros tres
248

pueblos de los yarus también mitimaes puestos por estos caciques y los principales que se
llaman Yacan y Quirucalla y Maraya[roto] que no tienen principales que son ovejeros del
tiempo ynga y lo son ahora y guardas de ganado.”.
9 Y Mori y Malpartida ([1549] 1967: 292-293), que visitaron la misma zona, indican que
estuvieron en el pueblo de Mual y en el que por el informe de los caciques, sus habitantes
“... eran en tiempo del ynga pastores del ganado...” y que el mismo día fueron al pueblo de
Caracara y se encontraron con “... dos indios y tres viudas... [que] fueron puestas aquí
para ovejeros en el tiempo del ynga.”.
10 Pero además, y esto es muy interesante, resulta que estos indios pagaban un tributo al
Cuzco y entre lo que daban se menciona “... doscientos cuarenta indios.” para “... guardar
las ovejas...” de los inca (Mori y Malpartida, op. cit.: 306).
11 A partir de aquí, aparentemente no hay información sobre las serranías, hasta la zona
altiplánica.
12 Cieza de León (1985: II Parte, Cap. LXIII, 182) nos cuenta que cuando los inca fueron al
Collao durante el reinado de Guaynacapa “... traxeron quenta de las grandes manadas que
tenían de ganado...” y luego refiriéndose a los grupos Colla del Collao (y concretamente a
los pueblos de Horuro, Assillo y Assángaro), escribió (Cieza de León, op. cit.: Cap. СП, 279)
que “... se tienen por muy ricos assí de ganados como de mantenimiento. Quando los Ingas
señoreauan este reyno tenían por todos estos pueblos muchas manadas de sus ouejas y
carneros.”. Betanzos (1987: Cap. XLIV, 189) curiosamente repite casi la misma
información, pues al escribir sobre la “provincia de Collasuyo” dice que Guayna Capac “...
tenía noticia... [que]... había mucha caza y venados y ganados y vicuñas... que son ovejas
monteses...”. Las andanzas de este personaje en el Perú son oscuras y novelescas, como
señala Porras (1986: 309), y aparentemente no consta que estuviera en el Altiplano, sin
embargo en una parte de su obra (Betanzos, op. cit.: Cap. XLV, 191) da a entender que sí
estuvo allí y dice que el Collasuyo es una tierra “... próspera de ganados...”.
13 Es interesante anotar que Murúa (1922: 114) trata también sobre la conquista de las
tierras del Collao por parte de Huayna Capac y cuenta que cuando el Inca se dio cuenta
que los Collas se habían pacificado, “... bajó de allá mucho número de ganado de la tierra,
de toda suerte, porque aquella provincia era abundantísima de ganado...”, y que repartió
los animales en todo el reino entre “... señores principales y particulares y pobres; y que
el resto que fué mucha cantidad, lo repartió entre todos los caciques para que se lo
guardasen y beneficiasen, nombrando personas señaladas que tuvieran cuenta con ello;
con el cual ganado se tenía cuenta, guarda y orden, que de los mundo y la carne seca de
los que morían tenían por cuenta y deste ganado mandaba sacar mucha cantidad para el
sacrificio del Sol y de las demás huacas.”.
14 Estos son los únicos datos que hemos podido obtener para las serranías y en verdad son
pocos. Para la costa tenemos menos aún.

6.1.2 La Costa

15 Hay un manuscrito en el Archivo de Indias de Sevilla (AGI, Justicia. Leg. 457, F) que ha sido
transcrito por Lorenzo Huertas, el que gentilmente nos ha informado sobre el particular.
Por él se desprende que en 1566 Don Gregorio Gonzales de Cuenca (1566 Mn., F. 1059) por
orden del Cacique de Collique Don Juan, estuvo haciendo averiguaciones sobre la muerte
de tres indios. Cuando se menciona el lugar de la ejecución, éste declara que “...
249

susodichos tres indios los llevaron delante de unos corrales de tierra y de piedra adonde
dicen qʼantiguamente tenian en los dichos corrales los carneros e ovejas de la tierra de
guayna cava...” y se especifica inclusive (Gonzales de Cueva, 1566 Ms., F. 1062) que el lugar
exacto es “... a una tierras qʼse llaman Sifunacoll...” en la jurisdicción de Collique, es decir
muy probablemente en el actual distrito ele Saña, en la provincia de Chiclayo.
16 Rostworowski (1972: 285) ha analizado la Visita que Martínez ele Rengifo hizo en 1571 por
orden del Virrey Toledo, en la que se menciona la etnia instalada en el valle del Chillón,
en la Costa Central. Allí, entre otras cosas, se dice que los inelígenas “... cuidaban de 300
cabezas de ganado en las tierras del Inca, cuya carne llevaban al Cuzco para comida ele las
mamaconas.”.
17 Refiriéndose a la parte alta del vecino valle del Rímac, Espinoza Soriano (1983-1984:173)
señala la existencia ele llamas y vicuñas silvestres “... en bastante abundancia...”.
Parecería que el dato corresponde a la época incaica, aunque no está claro.
18 Finalmente Ortega Morejón y Castro (1974) en un documento ele 1558, mencionan al valle
ele Chincha antes de los inca y durante el Imperio, y dicen que si el curaca de un valle
moría, si“... era d(é) su pachaca (h)eredava toda la hazienda tierra e ropa e mugeres y
ganados...”.
19 Como decíamos al principio, con los datos etnohistóricos es imposible tener una idea de la
distribución de los Camélidos durante el Imperio Incaico.

6.1.3 El control estatal de los Camélidos

20 Lo que sí se desprende muy claramente al leer los cronistas, es el control que sobre los
Camélielos existía durante el Imperio Incaico. Así, por ejemplo, Sancho de la Hoz (1968:
Cap. XVIII, 331), cuando describe la provincia del Collao, dice que sus habitantes no usan
las ovejas“... [no] porque [en] aquella provincia del Collao no haya una buena cantidad de
ovejas, sino porque la gente está tan sujeta al señor a quien debe prestar obediencia, que
sin su licencia, o la elel principal o gobernador que por su mandado está en la tierra, no se
mata una, puesto que aun los señores y caciques se atreven a matar ninguna sin tal
licencia.”. Este dato es importante, en cuanto fue escrito en 1534 (Porras: 1986: 108-109), y
como el mismo cronista lo dice, se trata ele la narración de “dos cristianos” enviados
desde el Cuzco por el Gobernador a reconocer el Collao y evidentemente se refiere al
orden incaico. Y Pedro Pizarro (1978: Cap. 16, 110) reseñando la misma región, no lo dice
tan directamente, pero no cabe duda que se refiere a los incas. Y cuando habla de los
indios que cuidaban el ganado, dice que había buen cuidado que“... no matasen ningún
ganado destos...”. Y luego el mismo cronista, cuando describe “la horden que los
naturales tenían”, indica que “Tenían estos señores una casa donde matarían ganado de la
tierra, cada día y de allí repartían a todos los señores y orejones prinçipales. Este ganado
ele la tierra multiplicaua poco, aunque en esta tierra auía mucho en gran cantidad, a
causa de que todo era para el señor y nadie lo tomaua si él no quería. Seruía este ganado
de cargarse y de carne quando la auían menester.” (Pedro Pizarro, 1978: Cap. 33. 240).
21 Zárate (1968: Libro I, Cap. XI, 140) escribe sobre las órdenes que dieron Guaynacaba y su
padre, para que hubiera mucho ganado y “... como de aquellas ovejas de la tierra se
echasen en los campos cada año cierta cantidad dedicada al sol por vía de diezmo; y de
éstas multiplicaban en gran número; porque, si no era el mismo Guaynacaba para su
ejército, tenían por sacrilegio llegar ninguno a ellas, y cuando él las había menester, con
250

mandar hacer una caza... que llaman chacos, en un día podía tomar veinte y treinta mil
dellas”.
22 Gutiérrez de Santa Clara (1963: Libro Tercero. Cap. LXIII, 251) trata también de los
rebaños “de carneros y ovejas de la misma tierra” y como éstos estaban repartidos por el
territorio y eran dedicados al culto del Sol. Es muy específico en lo que se refiere al
cuidado que estaban sujetos los rebaños sagrados, pues dice que “... éstos se guardaban
con gran fidelidad como cosa sancta y sagrada. Ninguno se atrevía a tomar algún carnero
ni oveja por gran necesidad que tuviese, sino era el propio Inga, el cual los tomaba cada y
cuando que los había menester, principalmente cuando andaba en las guerras contra
algunos rebeldes, o cuando conquistaba de nuevo algunas tierras. Si por dicha algún indio
de cualquier estado, calidad o condisción que fuese, mataba algún carnero destos... era
tenido por maldito y descomulgado, y le sacrificaban por ello, diciendo que sentía mal de
los dioses.”.
23 Por su parte Cieza de Léon (1985: II Parte, Cap. XVII, 46) narra las conquistas de los Incas y
acota que “... si en alguna destas provincias no avía ganado, luego mandava que les diesen
por quenta tantas mill cabeças, lo qual mandava...” e inmediatamente añade “... que no
fuesen osados de matar ni comer ninguna cría por los años y tienpo que le[s] señalava.”.
24 Polo de Ondegardo (1916: 61-63), en su Relación de los fundamentos acerca del notable daño
que resulta de no guardar a los indios sus fueros, en 1571 menciona mejor que ningún otro las
medidas que iban tomando los Incas con respecto a los hatos de Camélidos, mientras iban
conquistando nuevas tierras. Especifica que se ordenaba que el ganado se quedara en el
lugar donde estaba “... salbo que lo contó) e dexó proveydo que no se le llebase hembra en
el tributo...” y se indicaba que las mismas reglas debían ser aplicadas a los animales que
estaban dedicados a la religión. Luego “Dividió los pastos e cagaderos no para hacerlo
conscegil sino para que nynguna provincia pasase con el ganado á la otra, ni a cazar
quando les daua liçencia, sino que cada vno tuviese su distrito limytado...”.
25 Es muy importante evidenciar la insistencia que se hacía en que no se matasen hembras,
pues inclusive a las personas a las que se “... hiço mercedes... [porque] les sirvieron en
poca cantidad, proybiéndoseles ansí mysmo el matar hembras.”. Y luego (Polo de
Ondegardo, op. cit.: 65) reitera que “Tenyan proveydo que deste ganado de la comunydad
ny de todo lo demás no se matasen hembras, e ansí se multiplan en gran manera porque
tampoco se mataua de los del ynga ny de los de su rreligión... e aun el ganado brabo
quando lo tomauan en chacos, solamente se matauan los machos, e no se hacía sin
licencia de cada vno en su comarca...”. También estaba reglamentado lo que se debía
hacer con los animales enfermos, para evitar que el mal se propagara. Pues “A qualquiera
rres mansa que daua carache... considerando que es enfermedad contagiosa, tenyan
proveydo que no se comiese ny curase, sino que la tal rres se enterrase luego en muy
honda, e guardávase”.
26 Parece asimismo que estaba reglamentado el traslado de ganado al Cuzco, que se hacía
por orden del Inca para los sacrificios. Pues esto sucedía en el “... mes de Hebrero, en la
cantidad que se les señalaua, llevando siempre carneros, porque como está dicho, en
sacrificios ny en otros mantenymientos no se gastaua hembra nynguna; e ansí en lo que
toca al ganado...” (Polo de Ondegardo op. cit.: 95).
27 Polo de Ondegardo (op. cit.: 63) da a entender que antes de los inca regían otras reglas,
pero además son sumamente interesantes e importantes sus apreciaciones sobre este
punto, y de ello se desprende la preocupación del jurista en el sentido que se deberían
251

tomar en cuenta estas reglas para preservar la especie. Él escribió: “En esto de los ganados
paresció aver hecho muchas constituciones en diferentes tiempos e algunas tan útiles e
probechosas para su conseruación que convendría que también guardasen agora, porque
entendida la manera de la población destos naturales en la mayor parte del rreyno...”.
28 Es de notar que en 1561 Polo de Ondegardo (1940: 135 et passim) en su informe al
Licenciado Briviesca de Muñatones sobre la perpetuidad de las encomiendas en el Perú,
había hecho ya una minuciosa descripción de la estricta, cuidadosa y sabia
reglamentación incaica sobre el “ganado”.
29 Garcilaso ele la Vega (1959: Libro 5, Cap. X, 86), nos ha dejado una importante información
sobre el uso de “Las recuas para llevar bastimentos...”, pues indica que “... aunque el
cargarse los indios era común costumbre entre ellos, el Inca no lo permitía en su servicio,
sino era a necesidad. Mandaba c¡ue fuesen reservados de todo el trabajo que se les
pudiese excusar, porque decía que lo quería guardar para emplear en otras obras en las
cuales no se podía excusar y se empleaba mejor, como era labrar fortalezas y casas reales,
hacer puentes y caminos, andenes y acequias y otras obras de provecho común, en que los
indios andaban siempre ocupados.”.
30 Esta normas que tenían los inca con respecto al ganado están registradas, aunque con
variantes, en otros documentos. Así hay uno Anónimo (1970), que ha sido publicado por
Rostworowski (1970:167-169), y que posiblemente corresponde a fines del siglo XVI,
redactado en Chincha, en el que se menciona una serie de ordenanzas que dio Topa Ynga
Yupanqui. En el fol. 267 v. del documento, se dice que a los que se había “... repartido
ganados que son obejas de la tierra...” les diesen también pastores, los cuales tenían
condiciones especiales de tributo, y luego se añade “... que esta orden mandó que se
guardase así en la sierra como en los llanos.” (Rostworowski, op. cit.: 167).
31 Al igual de lo que señala Polo de Ondegardo “... cuyos informes administrativos son
documentos de los más importantes para comprender a los Andes.” (Pease, 1992: 142), el
documento anónimo se refiere a las estrictas medidas de control sobre los animales. Así se
dice que el Inca “Mandó que se ordenase que ningún hombre matase carnero ni obeja
para comer que no fuese cacique que tuviese mil Indios a cargo, y a los demás les permitía
que pudiese sangrar los carneros y comer la sangre que les sacasen, y así algunos los
sangravan de una vena que tienen en la quixada y la sangre que le sacavan comían.”
(Rostworowski, 1970: 169).
32 Rostworowski (op. cit.: 160), al comentar este documento indica que en vista que no
disponemos de otros datos semejantes, no es posible generalizar ni saber si estas normas
eran válidas en todo el Imperio. Ella piensa que quizá esto fue dado en Chincha, porque
“... estos animales no prosperan en el clima costeño...” y debían ser conservados para el
transporte de la carga a la sierra. Nosotros, como ya lo hemos señalado, no coincidimos
con este punto de vista. Tan es así que en este documento no se menciona sólo el
reglamento relativo a los Camélidos domésticos, sino también a “... los ganados que no
tienen dueño y se crían en los despoblados, que se llaman Guanacos, Vicuñas y ésta no les
podían matar sin mandado del Inga, so pena de muerte...” (Rostworowski, op. cit.: 168).
33 Sobre el cuidado que se tenía de no beneficiar el ganado para consumo o por lo menos
hacerlo en una forma muy diferente a la que lo hicieron los españoles, se refiere
Rostworowski en un trabajo posterior (1981: 52), aunque no cita las fuentes.
34 Ya en el siglo XVII, el Padre Cobo reunió la información existente sobre este aspecto que
estamos tratando, en el capítulo de su obra que trata “Del órden cómo se repartían el
252

ganado manso... y cómo los cazaderos y montes eran realengos.”. Allí, de alguna manera
se repite lo que ha dicho Polo de Ondegardo (vide supra), pues se señala que el Inca había
ordenado dos cosas para la conservación de los Camélidos. En primer lugar que a “...
cualquier res que diese caracha, (es cierta enfermedad como sarna o roña, a que este
ganado está sujeto y de que muere mucho) la enterrasen luego viva y bien honda, y nadie
se pusiese a curarla ni matase para comer, para que así no pegase a las otras el mal, que es
por extremo contagioso...” y la segunda regla era que no se debían matar las hembras “...
ni en los sacrificios ni para otro ningún efecto...” (Cobo, 1964b: Libro 12, Cap. XXIX, 123).
35 Es más específico en lo que se refiere a los Camélidos silvestres. “También estaban
amojonados los cazaderos y cotos del ganado bravo y silvestre, como eran guanacos,
vicuñas y venados, que en lo demás suele ser dañoso no había prohibición; salvo que no se
dividían estos cazaderos en partes, como se hacía en las tierras y ganado manso, sino los
de cada provincia por sí, para que los moradores de las unas no entrasen a cazar en los
términos de las otras. Item hizo el Inca todos los cazaderos realengos y propios suyos, de
manera que ninguno podía cazar en ellos sin licencia suya o de sus gobernadores, la cual
se les daba a tiempos para cantidad limitada, conforme a la necesidad que había; y
también les estaba prohibido matar hembras, y según la orden que ellos tenian en el cazar
chacos, podían muy bien cumplir con lo uno y con lo otro.” (Cobo, loco citato).
36 En efecto, una de las formas de control fueron los chacos y los españoles, como veremos
más adelante, asistieron a algunos de ellos. Pedro Pizarro (1978: Cap. 16, 111) nos dice que
“Cada año hacían cercos en que tomaban de estas vicuñas y guanacos y las trasquilaban
para la lana para hacer ropa para los señores, y las reses que morían hacíanlas cecina muy
delgada secándola al sol... y las vivas soltaban. En estos despoblados habían grandes
gurdas como digo, y hacíanse estos cercos por mandado de los señores, hallándose ellos
presentes algunas veces y recreándose en ello. Esta orden se tenía por todos los
despoblados que en este reino había.”.
37 Polo de Ondegardo (1916: 65) también describe el chaco y como los incas no permitían que
se mataran las hembras, pero consideramos que es más importante su comentario “... a
sido gran descuido no conseruar la costumbre e proyuir los chacos con tanta
exsorvitancia como lo hacen, que se vayan acabando; a avn ternya rremedio si agora se
diese en ello orden.”.
38 Una buena descripción del chaco la encontramos así mismo en Garcilaso de la Vega (1959:
Libro 6, Cap. VI, 162-163), quien dedica todo un capítulo a la “Cacería solemne que los
Reyes hacían en todo el reino”. Consideramos que merece la pena copiar parte de este
texto. Dice así: “A cierto tiempo del año, pasada la cría, salía el Inca a la provincia que le
parecía conforme a su gusto y según que las cosas de la paz o de la guerra daban lugar.
Mandaba que saliesen veinte o treinta mil indios, o más o menos, los que eran menester
para el espacio de tierra que habían de atajar. Los indios se dividían en dos partes: los
unos iban hacia la mano derecha y los otros a la izquierda, a la hila, haciendo un gran
cerco de veinte o treinta leguas de tierra, más o menos, según el distrito que habían de
cercar; tomaban los ríos, arroyos o quebradas que estaban señaladas por términos y
padrones de la tierra que cazaban aquel año, y no entraban en el distrito que estaba
señalado para el año siguiente. Iban dando voces y ojeando cuantos animales topaban por
delante, y ya sabían dónde habían de ir a parar y juntarse las dos mangas de gente para
abrazar el cerco que llevaban hecho y acorralar el ganado que habían recogido; y sabían
también dónde habían de ir a parar con el ojeo, que fuese tierra limpia de montes, riscos y
peñas, por que no estorbasen la cacería; llegados allí, apretaban la caza con tres o cuatro
253

paredes de indios, hasta llegar a tomar el ganado a manos.”. Luego explica que entre los
animales había muchos que eran dañinos, como “... leones y osos y muchas zorras, gatos
cervales... y otras sabandijas semejantes, que hacen daño en la caza.” y que eran matados.
Y cuenta, refiriéndose a las vicuñas, que se cogían con estos chacos, que “... pasaban ele
veinte, treinta y cuarenta mil cabezas, cosa hermosa de ver y de mucho regocijo.”. Los
demás animales, como “Las hembras del ganado cervuno, como venados, gamos y
corzos...” eran soltados, así como dejaban libres también a los guanacos y a las vicuñas
después de haberlas trasquilado. Aclara Garcilaso (loco citato: 164-165) que estos animales
venían controlados por medio ele los quipu y da una serie ele detalles más que no viene al
caso señalar aquí.
39 Cobo (1964b: Libro 14, Cap. CVI, 269) también trata el asunto, pero evidentemente ha
tomado la información de Pedro Pizarro (vide supra), añade sin embargo que en los
tiempos del Inca en ello participaban diez o veinte mil indios y además que “También
acostumbraban el ganado que recogían ele la manera dicha encerrarlo en corrales que
hacían entre cerros y lugares estrechos; y a esta suerte de caza llamaban caycu.”. El lector
que quisiera obtener mayor información sobre este punto, puede leer el trabajo de Rowe
(1946: 217).
40 Es importante añadir aquí un comentario ele Pease. Él aclara que en estos chaku
participaban los señores étnicos y la población y a veces incluso el Inca. En las crónicas
esta actividad estaba considerada como tributo que se entregaba al Tahuantinsuyo. “Es
visible que chaku era un término que designaba diversos quehaceres, pues debía
distinguirse entre aquellos destinados a recoger rebaños domesticados, de los que
permitían agrupar animales silvestres, y no parece posible que se juntara en una sola
actividad los rebaños ele Camélidos con la cacería indiscriminada.” (Pease, 1991: 87-88).
41 En lo que se refiere a la propiedad de los animales durante el incario, prácticamente los
hatos pertenecían en parte a los grupos étnicos y en parte al estado con sus varias
subdivisiones que no discutiremos aquí (vide Murra: 1975: 120). Sin embargo, según
Rostworowski (1981: 52), a juzgar por las informaciones ele las visitas y los encomenderos,
en la costa las llamas eran propiedad tan solo de los señores y no del común de la gente.
42 Es de señalar, que durante el Imperio Incaico en los graneles depósitos estatales, se
guardaba también carne seca. Y Cobo (1964b: Libro 12, Cap. XXX, 126) al describir estos
depósitos dice que en ellos había“... abundancia de сhаqие о cecina de llamas.”.

6.1.4 Los Camélidos en el mundo de las creencias

43 Los Camélidos fueron sin duda un elemento de enorme importancia en el mundo de las
creencias del antiguo Perú. Sobre esto hay mucha información y no es nuestro propósito
ahondar en la materia. Citaremos sólo algunos datos a manera de ejemplos. Así Polo de
Ondegardo (1940:184) al explicar la división que había entre lo sagrado y lo profano,
refiriéndose al “ganado”, comenta: “... pero en tocias las prouinçias avía ganado del sol en
gran cantidad, y del inga, y de algunas guacas particulares... pero en lo del ganado,
cuando entraron los españoles y después mucho tiempo, todo se confundió lo vno con lo
otro, y cada vno se hizo señor de lo que guardava, y lo rebolvió con lo suyo propio, y
pagaron dello sus tributos...”. Y al describir “los sacrificios y cosas que sacrificaban” hace
una descripción del tipo de animal que se escogía para estos menesteres (Polo de
Ondegardo 1917: 37). De ello encontramos también información en Guaman Poma de
Ayala (1936: f. 255). que al describir al mes de “vtubre” (octubre) explica lo que se
254

sacrificaba para que “... les enbiasen agua del cielo...” y entre otras cosas menciona a cien
carneros blancos.
44 Toda esta información encuentra eco en los autores tardíos que recopilan, así leyendo
Calancha (1976: Libro II, Cap. XII, 850-851), se ve claramente la enorme cantidad de llamas
que se sacrificaban en tiempos del Imperio. Y Cobo (1964b: Libro 12, Cap. XIX, 98) recogió
noticias de la guerra entre Huascar y Atahuallpa y cuando Quizquiz avisó la victoria y la
prisión de Huascar, se hicieron muchos sacrificios en el Cuzco y se “... mataron muchos
niños y llamas de diversas maneras...”.
45 Se debe recordar que la tradición religiosa indígena no se ha perdido y que muchos
rituales se siguen practicando, en unos casos en su forma original y en otros mezclados o
encubiertos en ceremonias cristianas. A manera de ejemplo queremos mencionar una
información muy interesante que nos ha sido gentilmente señalada por Frank Salomon (in
litteris, 12 de diciembre de 1990). En el Archivo Arzobispal de Lima, Idolatrías y
Hechicerías Legajo 14 (del sistema establecido en 1989-1990), hay un expediente sin título
que fue hecho en San Francisco de Guisa, anexo de San Juan de Quivi, en 1741. Consta de 9
fojas. Allí se dice que era costumbre sacrificar una llama y rociar las paredes de la iglesia
con la sangre para ciarle más fortaleza. Más adelante se habla del descubrimiento de dos
piedras, macho y hembra, que eran adoradas por ser huacas, y sobre la más redonda, que
era el macho, había figuritas de llamas pintadas con la sangre de estos animales. (El lector
que quiera ampliar su información, podrá leer Flores Ochoa [1988c] y Tomoeda [1988,
1993]).

6.2 Las primeras noticias


46 Muchos autores han tratado de establecer cuál ha sido la primera vez que un europeo vio
a un Camélido y la versión que de ello nos ha quedado. Hasta donde sabemos, todos se han
referido al diario de Pigafetta que veremos inmediatamente. Sin embargo, queremos
llamar la atención sobre un mapa que nos fuera mostrado por Ramiro Castro de la Mata,
hecho probablemente a base de la información del tercer viaje de Amerigo Vespucci, por
Piri Reis en 1513 y publicado por Levillier (1948: 43). La leyenda reza así: “Detalle del
planisferio turco de Piri Reis (1513) ¿Cabo Polonio, Cabo Castillo?”. En dicho mapa, al Sur
del Río de la Plata se ha figurado un animal con cola. En términos generales, las
características de éste, si se excluye la cola, son las de un guanaco. Si verdaderamente se
trata de este animal, la adición de la cola no debe llamar la atención, dada la proliferación
de seres fantásticos en la cartografía de la época. Además a Piri Reis le deberían haber
descrito el animal, que él no pudo ver. Si nuestra suposición fuera correcta, es decir que el
animal dibujado es realmente un guanaco, esta sería la primera representación occidental
de este Camélido.
47 Antonio Pigafetta se embarcó con Magallanes en su famosa expedición que dio la vuelta al
mundo, en calidad de criado de éste, pero fue tomado en mucha consideración y fue uno
de los hombres que más destacó en el viaje (Trueco, 1937:946). Ahora bien, en el diario
que nos ha dejado (Pigafetta, 1927: 56-57), él describe el Puerto de San Julián en Patagonia
(49°30ʼ de Lat. Sur), donde la expedición de Magallanes pasó el invierno, y con fecha 19 de
mayo de 1520 apunta sobre su primer contacto con un patagón2. Entre otras cosas dice:
“Su vestido, o, mejor dicho, su manto, estaba hecho de pieles, muy bien cosidas, de un
animal que abunda en este país, como veremos a continuación. Animal extraño. Este animal
255

tiene cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y cola de caballo;
relincha como este último.”3
48 Es interesante, que en el pequeño Vocabulario Patagón que hizo Pigafetta, no figura una
palabra para el guanaco (vide Pigafetta, 1927). Sin embargo, cuando describe las
costumbres de los Patagones, dice que “Trajeron cuatro animales de los que he
mencionado, atados con una especie de cabestro; más eran pequeños y delos que utilizan
para atrapar a los grandes, para lo cual atan a los pequeños a un arbusto; los grandes
vienen a jugar con ellos, y los hombres, ocultos en la espesura, los matan a flechazos.”
(Pigafetta, 1927: 59). Luego cuenta que “A la mañana siguiente [el indigena] trajo al
capitán de estos grandes animales de los que hemos hablado.” (Pigafetta, 1927: 60) y
añade que “Estos pueblos se visten, como ya he dicho, con la piel de un animal, y con esta
piel cubren también sus chozas, que transportan aquí y allá...” (Pigafetta, 1927: 63). Por el
texto se deduce que se refiere a pieles de guanaco.
49 Arbocco Arce (1974: 10) menciona lo mismo, sin embargo aporta un dato interesante. Él
escribió: “... wanaku fue el primer auquénido visto por los españoles, el año de 1520,
cuando el viaje de Magallanes. El contramaestre Francisco Albo dice de ellos: ʻSon como
camellos sin comba”. En efecto Albo fue compañero de Pigafetta y uno de los dieciocho
sobrevivientes del viaje de Magallanes. Él era el piloto de uno de los buques de la
expedición y ha dejado una relación titulada Derrotero del viaje de Magallanes, que contiene
más detalles geográficos y de navegación (Trucco, 1936: 83) y que nosotros no hemos
podido examinar (a esta frase se refiere Sumar [1992: 831, pero sin mencionar la fuente,
pues sin duda él tomo la cita de segunda mano).
50 Hay que señalar que existe una tercera relación de este viaje, titulada Derrotero o Roteiro de
un piloto ligurino, quizá Pancaldo (Trueco, 1936: 83), y en la que podría haber alguna
referencia a los Camélidos. Nosotros no hemos podido conseguir esta relación para
revisarla.
51 Debemos llamar la atención aquí sobre una cita de Sumar que puede llevar a errores o
confusiones. Éste escribió: “Es probable que la primera versión que obtuvieron los
conqusitadores españoles sobre los Camélidos andinos, fue a través de un jefe indio de la
zona del Darién, que presionado por el capitán Pascual de Andagoya, para que informe de
nuevas tierras y del oro, moldeó en un poco de arcilla la figura de una llama y le dijo al
conquistador: ̒que el pueblo que tiene estos carneros es aquel del Reino del Oro.” (Sumar,
1992: 82-83). En honor a la verdad debemos señalar que definitivamente el dato no está en
Pascual de Andagoya (1954). El hecho corresponde a la descripción (a la que nos
referiremos con detalle más adelante) que recibe Vasco Núñez de Balboa del cacique
Tumaco y que ha sido reproducido por Las Casas (1981: Libro III, Cap. XLIX, 600) y Herrera
(1945a: Década Primera, Libro X, Cap. III, 241). Estoes confirmado por Trimborn (1954: 32).
Además, según su propia afirmación, Pascual de Andagoya (1954: 224) llega al Darién
después de Vasco Núñez de Balboa. Y, finalmente, Andagoya no habla de carneros sino de
ovejas (Andagoya, op. cit.: 246, 248). No sabemos de donde ha sacado la cita Sumar, si es que
es correcta, pues su artículo está plagado de errores, faltan citas y cuando éstas se clan
están equivocadas. Pero es un hecho que él no ha consultado la fuente original.
52 Como mera curiosidad cabe señalar que Irving (1854: 38, 44) al referirse a la llegada de
Colón a la isla Isabela, le atribuye haber escrito que en dicha isla “No habia... otros
animales que lagartos, perros mudos, cierta especie de conejos, llamados utias por los
indios, y guanacos. El último le miraban los españoles con horror y asco, suponiendo que
fuese alguna fiera... pero luego conocieron su mansedumbre y supieron que la estimaban
256

como un manjar esquisito los indios.”. Luego Irving (loco citato) se refiere a Haytí y dice
que sus habitantes “... cogian, sin trabajo... el guanaco...”. Sin duda este autor se ha
confundido o ha utilizado la palabra “guanaco” sin conocimiento de causa y le atribuye a
Colón lo que él nunca dijo. Pues este nombre no figura ni en su diario, ni en sus cartas
(Colón, 1492-1493; 1956; 1958).
53 Hay sin embargo una serie de otros autores que han tratado este asunto, pero refiriéndose
al territorio andino. Uno de ellos es Tschudi (1885: 94-95; 1891; 97: 1918: 207; 1969: 125)
quien le atribuye a Diego de Ordaz (1531; esta cita no figura en su bibliografía) haber
obtenido las primeras noticias sobre la existencia de llamas, de boca de los indígenas que
habitaban en la región del rio Meta, un afluente del Orinoco. Según éstos, las llamas
vivían en el Altiplano de los Andes de Nueva Granada. No hemos podido controlar esta
información.
54 Por su parte Ridout (1942: 401) considera que “El primer hombre civilizado que conoció a
la vicuña fue Núñez de Balboa en 1513; posteriormente la vió Alfonso (Sic!) de Molina,
compañero de Pizarro.”. Se trata evidentemente de una acumulación de errores, debida
sin duda al mal manejo de las fuentes. Como veremos inmediatamente, se le atribuye a
Núñez de Balboa haber oído de estos animales, pero definitivamente él no pudo nunca
verlos. En lo que se refiere a Molina, él sí los vió, pero no fueron vicuñas, sino llamas (vide
Cieza, 1987: III Parte, Cap. XX, 55).
55 Sobre el caso de Núñez de Balboa hay varias versiones. Veamos. Pedro Mártir de Anglería,
“el revelador europeo de los viajes de Colón, quien alcanzó en su última carta de 1526 a
referirse a la empresa descubridora del Perú...” (Ponas, 1986: 31), en su Década III (1944:
Libro V, Cap. III, 205) que ha sido escrita en 1516 (Ramiro Castro de la Mata, Comunicación
personal), señala que “Vasco hace alarde de haber oido en su trato con Tumaco,
admirables secretos acerca de la riqueza de aquella tierra, los cuales no quiere decir por
ahora. Indica que Tumaco se las dijo al oído.”. Por los escritos de Las Casas podemos saber
en que consistían estos secretos, pero antes es importante indicar que Tumaco era un
cacique que ocupaba tierras cerca del Golfo de San Miguel (vide Mapa II en Trimborn,
1954). Las (Casas escribió su obra entre 1527 y 1559. Dice Las Casas (1981: Libro III, Cap.
XLIX, 600): “Dijose que aquel cacique Tumaco dió nuevas a Vasco Núñez, como por aquella
costa en adelante, señalando hacia el Perú, había grande cantidad de oro, y ciertos
animales sobre que ponían sus cargas las gentes della, y que de barro hizo una figura
como las ovejas de aquella tierra, con el pesquezo que tienen, que parece propio de
camello; estaban los españoles admirados; dellos decían que mentía, dellos pensaban si
eran camellos, dellos si eran ciervos o dantas, que las hay en muchas partes de la tierra
firme, que son como terneras chiquitas, pero difieren porque tienen las piernas chicas,
cuasi un palmo del suelo y creo que carecen de grandes cuernos: y éste fué el segundo
indicio que Vasco Núñez alcanzó de las riquezas y estado del Perú.”. Cuando a principios
del siglo XVII Herrera escribe sus famosas Décadas, en la Primera (1945a: Libro X, Cap. III,
241) evidentemente copia prácticamente verbatim a Las Casas, narrando el encuentro de
Vasco Núñez con el cacique Tumaco. Por la misma época Montesinos recoge de alguien la
versión de la conversación entre Tumaco y Basco Núñez, como él lo escribe. Pero el suyo
es un relato muy escueto. Dice así: “... y que toda aquella costa corría largamente sin fin, y
que en ella avía en todas partes mucho oro, y que los naturales tenían animales que
cargavan, y los señalaron, hasciéndolos de varro...” (Montesinos, 1906: 32).
56 Trimborn (1954: 32) señala la fecha en la que Vasco Núñez descubrió el Golfo de San
Miguel y escuchó al cacique Tumaco. Es 1513. Allí resume lo narrado por Las Casas (loco
257

citato) y Herrera (loco citato), pero añade que “... semejante indicación hizo el cacique
Bononiamá.”. Trimborn se basa en una referencia de Rubiano (p. 193). autor del que
desconocemos nombre y fecha, pues ha sido omitido de la bibliografía. Hasta donde
nosotros sabemos, el cacique Bononiamá sólo menciona el oro y nada más. No habla de
ningún animal. Es curioso, además, que la única fuente temprana de información de
Trimborn (loco citato) haya sido Herrera (1730; en nuestra bibliografía 1945a) y no haya
recurrido a Las Casas (loco citato) de quien Herrera ha copiado. Los demás autores que cita
son tardíos (Winsor, 1886: Means, 1928; Krickeberg: 1922).
57 Nos vemos obligados a insistir sobre el mal uso de las fuentes y los graves errores que ello
acarrea. Cappa (1888: Tomo II, 38-39) sin señalar la fuente, refiere el descubrimiento de
Balboa del Mar del Sur, y dice que el “... Cacique Cheapes modeló en barro un
cuadrúpedo...”. Evidentemente utilizó información de segunda mano. Lo mismo le ha
sucedido a Gilmore (1950: 433). quien basándose en Ignacio de Armas (1888: 71), relata
que un cacique indio le ha descrito a Balboa en Panamá (Sic!) y le “ha dibujado” una
figura que los españoles interpretaron como un camello, un alce (¿hembra?) y un tapir.
Como se podrá ver, esto está muy lejos de la versión original que hemos señalado (vide
supra) y que además le lleva a Gilmore (loco citato) a hacer una afirmación que no necesita
comentario. Ella reza: “Esto puede significar, si la historia es verdadera, que las llamas
fueron difundidas culturalmente desde Inca (Sic!) en Ecuador hasta las montañas de
Colombia norte y central poco antes del siglo XVI, o que el cacique fue un viajero.”.
58 Por lo expuesto se desprende, que probablemente el primero que tuvo una noticia de los
Camélidos, por lo menos a base de las fuentes documentales, ha sido Vasco Núñez de
Balboa. Si el animal que aparece en el mapa de Piri Reis que hemos mencionado, fuera en
verdad un Camélido, este debería ser anterior, pues la fecha de 1513 corresponde a la
edición del mapa. La versión de Pigafetta, relataría el primer contacto que tuvieron los
europeos con estos animales, antes que los españoles se lanzaran al descubrimiento del
Perú. Siempre y cuando, insistimos, que el animal representado en el mapa de Piri Reis no
fuera un Camélido.

6.3 La terminología
59 No cabe la menor duda que una de las dificultades mayores que se presentan en este tipo
de estudios, es la de poder interpretar la terminología que usan los cronistas cuando se
refieren a los animales indígenas. Es un asunto que ha sido mencionado por más de un
estudioso. Shimada y Shimada (1985: 17) han señalado este impedimento, es decir de
poder diferenciar o interpretar en los documentos de los siglos XVI y XVII lo que es un
“carnero de la tierra” y una “oveja de la tierra”. Muy a menudo estos términos parecen
sinónimos. Y Shimada y Shimada (loco citato) llaman la atención sobre el hecho que los
autores modernos prolongan esta inconsistencia. Así Antúnez de Mayolo (1981: 58), señala
que los “carneros” son llamas y “ovejas” las alpacas. Mientras que Rostworowski (1981:
51) identifica a la “oveja” como llama.
60 Evidentemente el problema es muy complejo, y un buen ejemplo nos lo da Benavides
(1986b: 391), cuando se refiere a Coporaque (en el valle del Colca) en la Visita de 1591- Allí
todo el ganado está descrito como ganado de la tierra, es decir llamas y alpacas. Mientras
que se desprende del texto, que la distinción entre ohejas y carneros se podría referir a las
edades o las especies.
258

61 El problema, sin embargo, es más complejo y el mejor análisis se lo debemos a Dedenbach


Salazar (1990). Ella op. cit.: 84) nos hace ver que en realidad son cuatro los términos que
usan los cronistas: ganados, carneros, ovejas y corderos.
62 Así, indica la autora, el término “ganado” comprende el “mayor” y el “menor”. Sobre este
punto el Diccionario de Autoridades (1976 [1726-17371. cf. 2.3.2.3.3.) y las fuentes están de
acuerdo en la distinción y señalan que por el primero se entiende al ganado vacuno y por
el segundo a las ovejas, cabras, merinos y cerdos. También es cierto que algunas fuentes
usan términos quechuas, pero en la mayoría de los casos ésta es española, añadiendo “de
la tierra”, “de [las] Indias”, “de indios”, aunque también se dice solamente “ganado”. Sin
embargo, no hay que olvidar que Garcilaso de la Vega (1959; Vol. III, Libro 8, Cap. XVI,
146) habla de un “ganado mayor” y lo define como “huanacullama”, de modo que no
siempre la referencia es a ganado europeo.
63 Para los Camélidos silvestres, la mayoría de los cronistas usan palabras quechuas, pero
con ortografía castellana. Así dicen “guanaco”, “vicuña” pero también se pone “venado” y
no se especifica si es taruca (Hippocamelus antisensis) o lluychu (Odocoileus virginianus, es
decir venado de cola blanca), o Camélido.
64 Aclara Declenbach Salazar (op. cit.: 84), que “Antúnez de Mayolo (1981: 58) dice que ʻhay
que recordar que se llamó ovejas a las alpacas y carneros a las llamasʼ. Sin embargo, yo no
puedo confirmar esto. Hay algunos documentos que parecen usar una terminología
consistente, pero la mayoría de las fuentes emplean los términos arbitrariamente.”. En
este sentido nosotros coincidimos con la autora y, es más, debemos decir en honor a la
verdad que el libro de Antúnez de Mayolo (1981) muestra un desconocimiento total del
manejo de la heurística, está plagado de errores, no tiene citas y no debe ser tomado en
cuenta.
65 En síntesis, se puede ver que hay una variedad relativamente grande de términos para
denominara los diferentes tipos de Camélidos domesticados, mientras que sólo existen
dos palabras para los silvestres (Dedenbach Salazar, 1990: 70).
66 La información de Dedenbach Salazar es no sólo excelente, sino única en su género, de
modo que nos vemos en la necesidad de resumirla en los puntos que más nos interesan
para los fines de este libro. Así, ella explica que el término llama en las fuentes quechuas,
parece referirse primariamente a los Camélidos domesticados en general, pero también
“... a un tipo de camélido opuesto a otros camélidos domesticados (relaciones y
descripciones geográficas, cronistas tardíos) como paqu y wakaywa, y finalmente a todos
los camélidos (crónicas generales sobre las Indias).”. Admite sin embargo Dedenbach
Salazar, que esta coordinación no es del todo consistente, y se puede notar una tendencia
interesante. Es decir, que en el quechua mismo llama originalmente denominaba al
Camélido doméstico, como lo demuestran las definiciones de los diccionarios, pero
posiblemente el uso de los hispanohablantes le comenzó a dar otros significados, en
algunos más restringidos en otros más amplios, según cada autor y también, muy
probablemente, según la capacidad que tenía éste de la comprensión del quechua
(Dedenbach Salazar, op. cit.: 71, 97).
67 Indica acertadamente Dedenbach Salazar (op. cit.: 84-85), que tratar de sacar conclusiones
sobre el tipo de ganado en función de la zona geográfica “... sería partir de
preconcepciones no comprobables...”. Así, por ejemplo, decir en la costa no había
Camélidos en consecuencia “ganado” se refiere a animales europeos, o ya que en el Collao
la mayor parte del ganado consiste de Camélidos, por eso “ganado” siempre significa
259

Camélidos. Este tipo de razonamiento puede llevar a errores y la autora señala, muy
claramente, que es necesario interpretar las fuentes con exactitud y analizando caso por
caso.
68 En una nota de pie de página (Dedenbach Salazar, op. cit.: Nota 6, 85) se expone un caso,
que preferimos referir ad litteram. “Un ejemplo es la cita de Rostworowski hablando de
Camélidos (1981: 51): ʻTambién el cacique de Atico, llamado Chincha Pulca declaró en
1549 haber poseído ciertos carneros y ovejas que le fueron quitados por Maldonado, su
primer encomendero (Galdós Rodríguez, 1977: 77)ʼ. Más arriba en el mismo documento
dice que ʻles enbiava el Ynga lana y le hazian ropa de cumbe y se la llevavan a donde él
mandavaʼ y ʻque el Ynga tenia en Parinacocha cierto ganado de ovejas y le daban para la
guardia dello treinta yndiosʼ, de lo cual se puede colegir que los de Atico no tenían ganado
de la tierra y que si hubieran tenido algunas cabezas, tal vez las hubieran pastado en sitios
más altos. Así que es probable que en la cita ya se tratara de ganado ovino.”. Sobre este
ejemplo muy concreto no estamos de acuerdo, pero discutiremos este punto más
adelante.
69 También señala Dedenbach Salazar (op. cit.: 86), que las referencias más tardías tienen que
ser analizadas con sumo cuidado, pues todo parece indicar que la oveja europea se
introdujo muy rápidamente en Sudamérica, y ello puede llevar a confusiones.
70 La confusión a la que alude Dedenbach Salazar {loco cítalo) se hace patente, por ejemplo,
en el Vocabulario de la Lengua General de Todo el Peru llamada Lengua Qquicbua o del Inca, de
Gonçalez Holguin (1952), de principios del siglo XVII, pues allí para “carnero”
encontramos las siguientes acepciones “Carnero de la tierra. Llama.”, “Carnero peludo de
la tierra chivo de comer Paco y el raso karallama”, “Carnero lanudo de carga. Huacayhua
apakllan a chacnana.”, “Carnero blanco sin mancha que sacrificauan los indios,
huacarpaña.”, “Carnero macho. Orco llama hembra china llama.” (Goncales Holguin, op.
cit.: 449). Mientras que para “oueja” se dice “Oueja de la tierra. Llama.”, “Oueja de castilla.
Castilla llama.”, “Oueja siluestre. Vicuña, y huanacu.”, “Oueja muy lanuda de indios.
Pacco.” (Goncales Holguin, op. cit.: ó11). Vemos, pues, que en este vocabulario las palabras
se confunden y que a la llama se le llama indistintamente “carnero” o “oueja”.
71 Resumiendo, pues, podemos decir que en términos generales los vocablos utilizados para
llama, fueron: ganado de la tierra, carnero, carnero de la tierra, carnero de esta tierra,
oveja, oveja de la tierra. Sólo Santo Tomás indica “asno silvestre” (Dedenbach Salazar, op.
cit.: 53). Y hay que añadir el término “ovejas del Perú” que utiliza Zárate (1968: 176). Esto
demuestra la confusión inicial que se produjo con la terminología, pues Fray Domingo de
Santo Tomás, ha sido uno de los primeros quechuistas y vino a Lima en el primer grupo de
frailes dominicos que trajo Fray Vicente Valverde en 1538. Él es el autor de la primera
Gramática y del primer Vocabulario quechuas. El Vocabulario se publicó en Valladolid en
1560 (lege Porras, 1953: 25-26).
72 Mientras que a la alpaca se le llamó oveja muy lanuda de indios, cierto género de carneros
de la tierra lanudos, carnero peludo de la tierra, carnero peludo, carnerillos de la tierra
lanudos (Dedenbach Salazar, op. cit.: 54).
73 Para el lector que desee ampliar la información sobre este punto, le recomendamos
revisar el capítulo del libro de Dedenbach Salazar (op. cit.: 57-80) donde se hace “La
clasificación de los camélidos según las fuentes textuales” y se analiza los datos de cada
cronista, en quechua y en español. Nosotros señalaremos aquí sólo algunos casos, pues
son los que más frecuentemente serán citados en este libro.
260

74 Enríquez de Guzmán (1960): 139) que escribió entre 1535 y 1539, habla indistintamente de
“ovejas” y “carneros”. Fernández de Oviedo que si bien no vino al Perú, escribió en 1550 y
tuvo testimonios importantes, como Diego de Molina, los pilotos de Pizarro, a Ordóñez,
entre otros y su crónica tiene “gran valor histórico” (Porras, 1986: 178-179), escribió: “En
la tierra llana llaman a este animal col. e en la sierra le dicen llama, el macho o carnero
déstos llaman urco, e al cordero, uña.” (Férnández de Oviedo, 1959a: Libro X, Cap. XXX,
53). Otro que no vino al Perú fue Las Casas (1948: 9-10), quien escribió entre 1552 y 1561 y
señaló que “Una especie de ovejas llamaban los moradores naturales de aquellas regiones
llamas y a los carneros urcos...”, sin embargo en su obra se encuentra también menciones a
“guanacos” y a “pacos”.
75 Gómara (1946: 243, 276) que tampoco estuvo en el Perú y que escribió en 1552, habla de
“ovejas” y “pacos”, pero aclara que hay “... dos suertes de pacos, que llaman los españoles
ovejas...”. Mientras que Zárate (1968: Libro III, Cap. II, 176) que sí fue testigo presencial
(1544-1545), a las llamas las llama “ovejas del Perú”.
76 Cieza de León (1984: Primera Parte, Cap. CXI, 294-295) que recorrió el territorio del actual
Perú entre 15474 y 1550, nos dice que “Llaman los naturales a las ouejas Llamas, y a los
carneros Vrcos.”, pero añade que “Otro linaje ay deste ganado a quien llaman Guanacos.”
y “... ay assímesmo otra suerte de estas ouejas o llamas, a quien llaman Vicunias...” y
“Otro género ay de ganado doméstico, a quien llaman Pacos...”. En la Tercera Parte de su
obra, el cronista explica al referirse a las “ovejas” que “A estos animales, que llaman los
yindios como yo conté en mi Primera Parte, pusieron los españoles ovejas, porque les
vieron lana y ser tan mangos y domésticos.” (Cieza de Léon, 1987: Tercera Parte, Cap.
XXII, 62). Y más adelante añade: “... ʻpacos” llaman a cierto linaje de carneros.” (Cieza de
Léon, op. cit.: Cap. XXXVIII, 110).
77 Por su parte el Padre Acosta (1954: 136), que viajó por el Perú entre 1572 y 1586, nos dice
que”... ganado de la tierra, [es lo que] los nuestros llaman carneros de las Indias y los
indios en lengua general les llaman llama...”. Mientras que Matienzo (1967: 89-90) a fines
de 1500 expresa que “... un ganado... que nosotros llamamos ovexas y carneros... Llaman
los naturales a las ovexas, llamas, y a los carneros urcos.”. Pero inmediatamente añade que
“Hay otro linaxe... que llaman guanacos... Otra suerte de ganado montesino... que llaman
vicuñas... Otros hay que llaman pacos...”.
78 Garcilaso de la Vega (1959: Libro 8, Cap. XVI, 146-147) no es muy explícito tampoco, pues
escribió que “... con todo esto les llaman los españoles carneros y ovejas, habiendo tanta
diferencia del un ganado a otro, como la que hemos dicho.”. Es así que al principio del
capítulo escribió: “Son de dos maneras, unos mayores que otros. En común les nombran
los indios con este nombre llama, que es ganado... Para diferenciarlo llaman al ganado
mayor huanacullama, por la semejanza que en todo tiene el animal bravo que llaman
huanacu...”. Lo que permite suponer que los carneros para Garcilaso son llamas y las
ovejas guanacos.
79 Para Rivera y Chávez y de Guevara (1974: 169) que escribieron en 1586, “... carneros de la
tierra... y se dicen guanacos...”, parecen sinónimos.
80 El Padre Cobo, entre 1613 y 1653 recogió) una cantidad ele información increíble sobre la
fauna y la flora peruana y como dice Porras (1986: 511) “... tiene el don ele analizar y
definir, de clasificar.”. Es así que él sí se refiere claramente a los Camélidos, llamándolos a
cada uno por su nombre. Cuando menciona a la llama dice “...lo llaman los españoles
carnero de la tierra aunque no tiene cuernos...”., al hablar de guanaco señala “... a éstos
261

llaman los naturales del Perú guanacos...” y al decir ele las alpacas, aclara que a “... éstas
se dicen pacos...” e inmediatamente añade que “... las llaman los españoles carneros
lanudos, a diferencia ele los ele carga, que llaman carneros rasos.” (Cobo, 1964a: Libro 9,
Cap. LVII, 365-366). Sólo a la vicuña no la nombra claramente, pero la describe muy bien
(Cobo, op. cit.: Libro 9, Cap. LVIII, 367). Pero es interesante que el insigne jesuita sin eluda
se dió cuenta que había ambigüedad en la utilización de los términos, pues dice “... llamas,
que nosotros llamamos ovejas y carneros de la tierra...” (Cobo, 1964b: Libro 13, Cap. XXI,
201).
81 Y finalmente Herrera (1945o 313), que no conoció el Perú, y que escribió entre 1601 y
1615, sólo dice “... los carneros que llaman de la tierra... eme los indios llaman Llamas.”.
También menciona a las “vicuñas”.
82 De esta revisión muy somera, se desprende claramente la gran contusión que existe y la
dificultad en poder distinguir las especies de Camélidos a base de las fuentes
documentales, como claramente y muy bien lo ha señalado Declenbach Salazar (loco citato)
.
83 El mismo estupor y la misma admiración que le causaron los Camélidos a los europeos,
debieron hacerlo los caballos a los indígenas. Sobre el particular Pedro Pizarro (1978: Cap.
7: 28) narra lo que le cuenta a Atahuallpa el mensajero que él envió a Poechos para espiar
a Pizarro y sus huestes. El cronista le atribuye haber dicho que “... eran unos ladrones
barbudos que habían salido de la mar, que venían caballeros unos carneros como los del
Collao, que son mayores que hay en esta tierra.”. En otras palabras, parecería que los
indígenas inicialmente pensaron que los caballos eran una variedad de llamas.

6.4 Los primeros Camélidos que fueron llevados a


Europa
84 No cabe duda que entre las cosas diferentes ele su mundo que encontraron los españoles
en América, los Camélidos fueron entre los que mayormente les llamaron la atención. Tan
es así, que fueron escogidos, junto con varios productos que Pizarro decidió llevar de
muestra a España. Sobre el particular, escribió Porras (1978: 126-127): “Pizarro partió
acompañado ele Pedro de Candia llevando algunos indios de los que había recogido a su
paso por la provincia de Motupe... También llevaba como muestra de la tierra algunas
llamas, tejidos polícromos de lana y objetos de oro y plata cogidos en su viaje. Indios,
llamas, ponchos y plata serían ante los ojos europeos, los primeros anuncios ele la
existencia del Perú.”.
85 De la salida de estos animales hay noticias. Así Andagoya (1954: 242). que escribió entre
1541 y 1542, es decir antes ele venir al Perú, al referirse a Tumbes y a Pedro ele Candia
dice: “De aquí trujo la muestra de las ovejas y relación con que vino á España...”. Y
posteriormente tenemos el testimonio de Cieza de León que confirma que de regreso de
su segundo viaje, al pasar por Tumbes, Pizarro “... se partió, metiendo primero algunas
ovejas que los yndios le dieron, las cuales mandó el capitan que se curasen y guardasen
para llevar por muestra...” (Cieza ele Léon, 1987: Parte III, Cap. XXIV, 69). E incluso
describe, aunque sumariamente, el efecto que causaron estos animales al llegar a Panamá.
Pues dice que “Espantávanse ele las ovejas viendo su talle, estimaron su lana, pues con
ella ropa tan fina se hazían...” (Cieza ele León, op. cit.: Parte III, Cap. XXV, 71). Y “Con ello...
se aprestó Picarro para España, llevando ele las ovejas que avían traydo para crédito de su
262

razón...” (Cieza ele León, op. cit.: Parte III, Cap. XXVCI, 74). Además sabemos por la
descripición ele Cieza ele León (op. cit.: Parte III, Cap. XXVI, 75), que algunas llamas se
quedaron en Centroamérica, pues después del viaje ele Pizarro, Almagro envió un navio a
la gobernación ele Nicaragua donde estaban Hernando de Soto, Hernán Ponce y otros.
Ellos “Ynformaron ele Ribera de lo que hera el Perú y la çibdad ele Túnbez; vieron las
ovejas y algunas mantas...”.
86 Este hecho es confirmado también por Molina “el chileno” (1968: 300 5 que, según Porras
(1968: 35), escribió en 1552.
87 Herrera a principios del siglo XVII, en su Cuarta Década, también narra el viaje de Pizarro
y menciona a las ovejas que llevó y al asombro que despertaron éstas en Panamá primero
y en España después, pero sin originalidad. Plagia casi textualmente a Cieza ele León, (vide
Herrera, 1945b: Libro Segundo, Cap. VIII, 179; Libro Tercero, Cap. I, 185; Libro Sexto, Cap.
III, 293). Como ha señalado Araníbar (1963: 122), Herrera “... procedía al saqueo
sistemático sin detenerse mucho a declarar fuentes.”.
88 No sabemos si se ha seguido el rastro ele los animales eme llegaron a España y que suerte
corrieron. Tampoco si ha quedado documentación del asombro que debieron causar al
momento de su llegada a Europa. Pues, al decir de Cieza de Léon (1987: Paite III, Cap.
XXVII, 76), cuando Pizarro llegó a España, “Miraban tocios las ovejas que llevó...”. Sólo
hemos encontrado la noticia que nos ha dejado Fernández de Oviedo (1959a, Libro X, Cap.
XXX, 53) ele 1550, que dice: “Ya estas ovejas se vieron en España, porque el mismo
marqués las llevó a Castilla, donde son ya notorias; e en esta cibdad hay algunas que se
han traído de aquella tierra.”. Y Huaman Poma ele Ayala (1936: f. 370), recogió la versión
de Pedro ele Candía que en España, hablando del Perú, “... dezia q abia camellos chiquitos
-delos carneros déla tierra...”.
89 El que ha dado versiones totalmente noveladas y fantaseadas es del Busto. En uno ele sus
trabajos narra como Pedro ele Candia viaja a España con Pizarro y escribe: “Los viajeros
desembarcaron en Sevilla y por primera vez en la historia de Europa, un rebaño de
auquénidos cruzó cadencioso la ciudad.”. Luego explica que en Sevilla se enteraron que el
Emperador estaba fuera ele Castilla, y se fueron a Toledo, residencia de la Reina y del
Consejo de Indias. “En las riberas del Tajo se detuvo aquel cortejo peregrino de indios y de
llamas guiado por un capitán sin soldados y un artillero sin cañones. Lo que en ella pasó
no es muy claro pero la crónica ele Cieza nos ha salvado algo ele la embarazosa situación.
Se dice, por ejemplo, que los cortesanos observaron minuciosamente a los camellos ele las
Indias y también a los tallanes que lucían vestidos con primor.” (Busto, 1960-1961: 386).
Esto no es verdad, pues Cieza de Léon (1987: III Parte, Cap. XXVII, 76-79) sólo señala en
este capítulo lo que supra mencionamos, es decir: “Miravan todos las ovejas que llevó...”
(Cieza de León, loco citato: 76). Allí no hay ninguna mención a los tallanes.
90 En otro ele sus libros, del Busto (1973: 118) refiriéndose al mismo hecho, escribió:
“También los intérpretes tallanes con sus mantos multicolores y adornos ele oro y plata.
Por último, media docena de esos “camellos de las Indias” que ahora se llamaban “ovejas del
Perú” [5].“. La Nota 5 (Busto, op. cit.: 180) dice: “Ibidem [Herrera y Tordesillas, Antonio de.
1945]. Década IV, Lib. VI, cap. III, p. 293 del T. V”. (y se repite exactamente lo mismo en
Busto, 1978b: 44). La cita es equivocada y esta información no existe en la obra de Herrera.
91 En el mismo libro narra la reacción de los Consejeros ele la Corte, y escribió: “Los ojos ele
los Consejeros se encandilaron con esto último [la referencia es al oro], pasando luego a
mirar a esos indios vestidos con vistosos mantos y que lucían en sus cabezas coronas y
263

diademas ele oro. Los tres mostraban buen rostro y nada tenían que ver con los caribes.
Los viejos y miopes Consejeros los harían acercar más para apreciar sus brazaletes ele
plata, sus tobilleras con cascabeles ele cobre y sus sandalias de fibra... Pero lo que les pareció
altamente novedoso-a pesar de que olía muy mal-fue ese cuadrúpedo rumiante, animal exótico y
altivo, que daba lana y parecía un dromedario sin giba.” (Busto, 1973:119; el subrayado es
nuestro). No hay cita directa, pero todo parece indicar que del Busto se refiere
nuevamente a Herrera (1945: Década IV, Lib. VI, Cap. III, p. 293, T. V). (Esta misma
información es repetida en Busto, 1978b: 45-46).
92 Es de notar que en este caso del Busto (1973) menciona “media docena” de Camélidos, lo
que no hace en el trabajo de 1960-1961. Y es que, hasta donde nosotros hemos podido
averiguar, no se sabe en verdad cuantos animales fueron llevados a España. Y la cita que
hace de Herrera (1945 [1945b en nuestra bibliografía]) no es correcta. Herrera, insistimos,
no escribió lo que le atribuye del Busto. Para evitar cualquier duda y a pesar que pueda
parecer redundante, preferimos citar a Herrera, en su Década IV. ad verbum expressus. Al
despedirse Francisco Pizarro de Tumbes, “... embarcó algunas Ovejas, para llevar por
muestra...” (Herrera, 1945b: Libro Segundo, Cap. VIII, 79; el subrayado es nuestro). Luego
cuando Pizarro llegó a Panamá, “Espantabanse de el talle de las ovejas...” (Herrera, op. cit.:
Libro Tercero, Cap. 1, 185; el subrayado es nuestro). Una vez llegado a España, Pizarro
recibe el permiso del Rey para ir a Toledo, donde estaba la Corte, y allí”... miraban todos
las Ovejas que traxo...” y el Emperador “Admiraba la estraña forma de aquellos
Animales...” (Herrera, op. cit.: Libro Sexto, Cap. III, 293; el subrayado es nuestro). Y es que
Herrera no podía decir otra cosa, dado que -lo hemos dicho- el plagió a Cieza. Llama la
atención que del Busto no haya recurrido a la fuente primaria.

6.5 Importancia de los Camélidos durante la


Conquista
93 No cabe duda que los Camélidos jugaron un rol de fundamental importancia para ambos
bandos durante la Conquista. Esto es evidente, si se lee los documentos de la época. No
queremos abundar en el asunto, pero hemos escogido dos hechos que nos parece reflejan
bien cuanto decimos.
94 Cuando Diego de Almagro envió a Nicolás de Ribera, en ocasión del tercer viaje de Pizarro,
que en su calidad de “testigo de vista” convenciese a los hombres de Nicaragua a tomar
parte a la conquista del Perú, entre las cosas que llevó para demostrar la riqueza de la
nueva tierra, fueron unos Camélidos. Esto, como ya lo hemos señalado, está documentado
en los escritos de Cieza de León (1987: Parte III. Cap. XXVI, 75) y que luego fue copiado con
pequeñas modificaciones por Herrera (1945b) en su Cuarta Década (Libro Sexto, Cap. II,
291-292), quien escribió que “Nicolás de Ribera dió muy bien á entender la riqueça de
aquella Tierra, mostró las Mantas, i las Ovejas, con que se levantó el animo a muchos...”.
95 Y por otro lado, cuando Pizarro con su hueste iba rumbo a Cajamarca, Cristóbal de Mena
(1968:140), que parece haber sido testigo presencial6, narra que “... vinieron dos indios
con diez o doze ovejas por mandado de Atabalipa y las dieron al governador...” y añade
que en aquellas serranías tardaron cinco dias y que “... una jornada...” antes de la llegada
“... al real...” recibieron de parte de Atabalipa “... en presente muchas ovejas...”.
96 Se ve, pues, que los europeos se dieron cuenta inmediatamente del valor de estos
animales y los utilizaron en dos oportunidades de fundamental importancia para el éxito
264

de la conquista del Perú. Es decir para convencer a los hombres de Nicaragua y para
impresionar al Rey de España y a su corte. No fue, entonces, sólo el oro, como siempre se
dice, el que jugó su rol fundamental. Por otro lado, y en esto no es necesario insistir, se ve
la valía que le atribuian los indígenas a estos animales. Son los primeros presentes que el
Inca le manda a los invasores.

6.6 Descripciones europeas de los Camélidos


97 Un punto sobre el que nos parece que merece la pena ahondar un poco, es el que se
refiere a las descripciones que de los Camélidos nos han dejado los cronistas y algunos
autores más tardíos. Pues a través de ellas descubrimos no sólo el asombro que
experimentaron los europeos por estos animales que veían por primera vez, sino también
la dificultad que tuvieron para describirlos y sobre todo para entenderlos.
98 Los españoles que los vieron por primera vez, los señalan más no los describen. La
primera descripción, aunque escueta, es probablemente la de Enríquez de Guzmán
(1960:139), que escribió entre 1535 y 1539 (Porras, 1986:155-157), quien al referirse a lo
que hay “... devaxo de la línea equinoçial, perdido de norte...” habla de los vestidos y los
“aforros” y dice: “Estos aforros son de lana de las dichas ovejas, las quales son grandes e
de carga. Dómanlas como allá hazemos.”. Encontramos muy interesante este párrafo, en
cuanto se ve claramente que el autor no se había familiarizado con estos animales, y
pensaba probablemente que éstos debían ser domados como los caballos, cuando en
realidad el trato del hombre con las llamas y las alpacas, que son animales domésticos, es
muy diferente.
99 Fernández de Oviedo -repetimos- nunca estuvo en el Perú y la parte relativa a éste la
escribió en 1550 (Porras, 1986: 179) y, a pesar que Las Casas refiriéndose a sus escritos,
manifestó que son “... parlería en la que no dice verdad sino cuando habla de los árboles y
las hierbas.” (citado por Porras, op. cit.: 177), sin embargo “... en lo que se refiere a la
conquista del Perú, tiene gran valor histórico. Representa el testimonio de actores
directos... Prescott la considera no como una historia sino como una colección de notas
para una gran historia.” (Porras, op. cit.: 179). Además, como veremos en seguida, él tuvo
la oportunidad de conocer, no sabemos si fue una llama o una alpaca, personalmente.
100 Fernández de Oviedo (1959a: Libro X, Cap. XXX, 52-53) dedica un capítulo de su obra a “De
las ovejas e ganados domésticos que hay en la tierra austral, en Tierra Firme, en la
gobernación de la Nueva Castilla, donde fué rey Atabalipa.”. Allí anota que “En la Nueva
Castilla e gobernación del marqués don Francisco Pizarro, donde fué rey e señor el
riquísimo Atabalipa, tienen los indios tres maneras de ovejas: unas pequeñas como cabras
de Guinea, e otras algo mayores, e otras mayores que todas. Las grandes son del tamaño
de asnos pequeños; pero son enjutas de piernas, e el cuello luengo e muy semejantes a los
camellos, salvo que éstas no tienen corcova como el camello; mas en pies e manos e todo
lo demás, muy semejantes son a los camellos. Rumian como ovejas, e son tales, que los
indios se sirven dellas de cargarlas e llevar en ellas lo que les place, con que el peso sea
moderado.”. Luego pasa a decir como se le llama a este animal, y a esto ya nos hemos
referido (vide supra). Se trata de la llama y añade: “E son lindos animales a la vista, e muy
mansos e domésticos. Las que son las medianas de los tres géneros que he dicho, ésas son
las que tienen la lana muy fina, que paresce seda, de que los indios hacen muy rica ropa. A
mí me dió el adelantado don Diego de Almagro una de aquestas ovejas mayores en la
cibdad de Panamá, e la embarqué en una carabela en el Nombre de Dios, e viniéndome por
265

la mar, se murió en aqueste golfo e nos la comimos; e es a parescer una de las mejores
carnes del mundo. Las otras dos maneras de ovejas de aquella tierra yo no las he visto.”.
Sin embargo “Dicen algunos vecinos desta cibdad de Sancto Domingo que han estado en
aquella tierra, que las unas e las otras es muy buena carne. Son de las colores que son las
ovejas de España, blancas e negras, e mezcladas de ambos colores, e la lana es llana e no
merina, e por la mayor parte, las grandes son raras e el pelo bajo, aunque en los lomos
tienen más larga la lana. Las medianas son bermejas e blancas, mezcladas en estas dos
colores juntas e cada una por sí. De las pequeñas, que son más salvajes, se acaece ver,
bravas en el campo, piaras de quinientas e mil dellas juntas, e muy finas, negras.”. Es casi
seguro que Fernández de Oviedo tuvo una llama y que luego las descripciones de los
animales que no ha visto son la alpaca y la vicuña.
101 Sin embargo más adelante, cuando se refiere a las “... diversas cosas de la gobernación de
Francisco Pizarro...”, informa sobre algunas noticias que le fueron dadas por Pedro Corzo,
que según del Busto (1973: 178) fue el primer piloto no español que navegó por las costas
del Perú, y que en el tercer viaje de Pizarro después del desembarco de él y de sus huestes,
parece que llegó por mar hasta Lima.
102 Según Fernández de Oviedo (1959c: Libro XLVI, Cap. XVII, 94) este Pedro Corzo tenía”...
experiencia larga... en estas cosas de Indias, donde muchos años ha que navega e anda por
la mar y en tierra...”. En otras palabras pareciera que éste viajó por el Perú. Se menciona
Lima y sus alrededores y algunos animales y plantas, pero es imposible-saber a ciencia
cierta si se alude a la costa o a la sierra. Allí Fernández de Oviedo (loco citato) le atribuye a
Corzo la siguiente descripción: “Hay unos animales del tamaño de ciervos e de una
hendida y en todo e por todo son como ciervos, salvo que el pelo es áspero y espesso
mucho, e no tienen cuernos, ni los comen los indios; e son a la manera de los animales que
llaman en Italia mufros, e andan en grandes manadas de cinco e seis mill e más e menos,
juntos.”. Se trata sin duda de un Camélido. No hay posibilidad, sin embargo, como
pretende del Busto (1973: 178), saber que se trata de llamas. Bien pudieran ser alpacas (es
de notar que la cita bibliográfica de del Busto [1973: Nota 113, 183] tiene un error. Él
señala el Libro VIII, cuando en realidad se trata del Libro XLVI de la obra de Fernández de
Oviedo [vide supra]).
103 Gómara (1946: 276) en su relato trata sobre “La calidad y temple del Perú” y cuando
menciona a la “fria sierra”, dice que allí “Hay dos suertes de pacos, que llaman los
españoles ovejas, y son... unas domésticas y otras silvestres...”. Y más adelante (Gómara,
op. cit.: 243) cuando habla del Collao, señala que allí “Fernando y Gonzalo Pizarro
sujetaron... abundante de ovejas, que son algo más acamalladas de la cruz adelante,
aunque más parescen ciervos. Las que llaman pacos crian lana muy fina... más andan muy
despacio: cosa contra la impaciente cólera de los españoles. Cansadas, vuelven la cabeza al
caballero y échanle una hedionda agua. Si mucho se cansan, caénse, y no se levantan
hasta quedar sin peso ninguno, aunque las matasen á palos.”. La observación de Gómara
nos parece muy interesante, pues aunque no vino al Perú, debió tener seguramente un
informante que conoció de cerca a estos animales y éste no ha sido, por lo menos en este
caso concreto, Zárate con el que en otros aspectos tiene coincidencias (Porras, 1986: 191).
Evidentemente los españoles, habituados a manejar caballos, deben haber tenido grandes
dificultades para acostumbrarse al comportamiento de los Camélidos, que es totalmente
diferente.
104 Las Casas (1948: 9-10) tiene en su obra una buena descripción de los Camélidos, pero es
evidentemente una copia de los escritos de Cieza de León, de modo que no merece la pena
266

de ser citada. ʻTenemos la impresión, además, que Las Casas debió tener acceso a los
escritos de Gutiérrez de Santa Clara, pues al describir a los urcos, dice que son”... como
bestias asnales, mayores algo que los de Cerdeña.” (Las Casas: op. cit.: 9) y Gutiérrez de
Santa Clara (1963: Libro Tercero, Cap. LVII, 235) al escribir de los mismos animales dice
que son “... tamaños asnos sardescos...”. Esta comparación de ambos autores con los asnos
de Cercleña es muy curiosa y de ser casual, sería demasiada coincidencia.
105 La relación de Zárate (1968: Libro III, Cap. II, 176-177) es de primera mano, sin embargo le
dedica muy pocos párrafos a los Camélidos, que compara con los camellos “... con quien
tienen mucha semejanza en el talle, si no le faltase la jiba de los camellos. Y luego añade:
“Es animal ele gran fruto y provecho, porque tiene finísima lana, especialmente las que
llaman pacos, que tienen las vedijas largas; son ele poco mantenimiento, especialmente
las que trabajan, y comen maíz, que se pasan cuatro y cinco días sin beber. La carne es tan
sabrosa y sana como los carneros ele Castilla.”. En este caso es interesante observar como
un testigo presencial, que sin duda vio a estos animales, se equivoca al describir su
tamaño, al compararlos con el camello.
106 Con respecto a Gutiérrez de Santa Clara hay discrepancias. Araníbar (1963: 109, 119) pone
en duda su estada en el Perú y señala que quizá estuvo en el Collao hacia 1546. Porras
(1986: 241) si bien no lo afirma categóricamente, acepta que estuvo y le da gran
importancia a su obra. Sus descripciones ele los Camélidos, sin embargo, muestran
confusión y si ele verdad los vio personalmente, su experiencia debió ser tal que no le
permitió tener familiaridad con estos animales.
107 Es así que Gutiérrez de Santa Clara (1963: Libro Tercero, Cap. LVII, 235) describe “cinco
géneros” de Camélidos, dos de pacos, y uno respectivamente de guanacos, urcos y llamas.
De las llamas dice que “... son muy graneles, los cuales cargan como a caballos o muías que
andan en las recuas, y hay granelísimos rebaños elellos, que los indios los crían, y son
ellos muy mansos... y andan enxaquimados como bestias asnales o mulares... El otro
género llaman urcos, que son los carneros que se comen, y se traen a las cibdades a
vender cantidad elellos y se pesan en las carnecerías para todos, y es muy buena carne y
sabrosa ele comer, c]ue son estos carneros tamaños asnos sardescos y son muy gordos.”.
Pero inmediatamente añade que “... hay otros géneros de carneros, que a los unos llaman
guanacos, que son como venados berrendos y corren muchísimo y andan por los
despoblados a graneles manadas.”. Finalmente habla ele los “... dos géneros de pacos, que
propiamente son carneros y ovejas desta tierra; la lana elellos es muy grosera; sirve de
hacer mantas groseras y frezadas, y para colchones y paños de corte ele los baladís que
agora se hacen por acá. Y la otra lana es muy fina, de la cual se hacen las mantas y los
vestidos muy ricos para los grandes señores, y desta lana muy fina se hacía la borla que
traían los Ingas por insignia real, que otra persona de cualquier estado y condisción que
fuera no la podría traer en la frente, so pena que incurría en crimen lessae majestatis, y
agora la traen los curacas después que los Ingas murieron.”.
108 De estas descripciones se desprende que hay una confusión. Es así que a las llamas las
llama por su nombre. Pero cuando se refiere a los urcos el cronista se confunde, pues no
cabe la menor duda que se está apuntando también a las llamas. Es decir, está separando
las llamas de carga de las que se usan para la carne. Con los guanacos no hay problema.
Donde se confunde nuevamente Gutiérrez de Santa Clara es cuando nombra “dos géneros
de pacos”.
109 Por la descripción se ve que él junta la alpaca y la vicuña y piensa que ambas son “pacos”.
267

110 Es curioso que Cieza de León, que es tan prolijo en sus descripciones, sea relativamente
parco cuando habla “De los carneros, ouejas, Guanacos y Victimas que ay en toda la mayor
parte de la serranía del Perú”. Dice el cronista (1984: Primera Parte, Cap. CXI, 294-295):
“Llaman los naturales a la ouejas Llamas, y a los carneros Vicos. Vnos son blancos, otros
negros, otros pardos. Su talle es que ay algunos carneros y ouejas tan grandes como
pequeños asnillos, y crescidos de piernas, y anchos de barriga: tira su pescueço y talle a
Camello; las cabeças son largas parecen a las de las ouejas de España. La carne deste
ganado es muy buena si está gordo: y los corderos son mejores y de más sabor que los de
España. Es ganado muy doméstico, y que no da ruydo... Comen de la yerua del campo.
Quando se quexan, echándose como los camellos gimen. Otro linaje ay deste ganado a
quien llaman Guanacos, de esta forma y talle: los quales son muy grandes, y andan hechos
monteses por los campos manadas grandes dellos: y a saltos van corriendo con tanta
ligereza, que el perro que los ha de alcançar ha de ser demasiado ligero. Sin estos ay
assímesmo otra suerte de estas ouejas o llamas, a quien llaman Vicunias: estas son más
ligeras que los Guanacos, aunque más pequeños: andan por los despoblados, comiendo de
la yerua que en ellos cría Dios. La lana destas vicunias es excellente, y toda tan buena, que
es más fina que la de las ouejas merinas de España. No sé yo si se podría hacer paños della
sé que es cosa de ver ropa que se hazía para los señores desta tierra. Las carnes destas
vicunias y Guanacos, tira el sabor de ella a carne de monte, mas es buena. Y en la ciudad
de la paz comí yo en la posada del capitán Alonso de Mendoça cecina de vno destos
Guanacos gordos, y me pareció la mejor que auía visto en mi vida. Otro género ay de
ganado doméstico, a quien llaman Pacos, y aunque es muy feo y lanudo. Es de talle de las
llamas o ouejas; saluo que es más pequeño: los corderos quando son tiernos, mucho se
paresce a los de España. Paren en el año vna vez cada vna de estas ouejas y no más.”.
111 Como se podrá ver, las descripciones de Cieza de León son escuetas pero correctas y no
confunde a las especies. Y para él aparentemente hay dos variedades de llamas, las
“ouejas Llamas” y los “carneros Vrcos” que parecen ser respectivamente las llamas ele
carga y las llamas para carne. En esto coincide con Gutiérrez de Santa Clara.
112 Curiosamente el Padre Acosta, que ha hecho una serie de observaciones muy minuciosas y
agudas sobre otros aspectos del ambiente andino, aparentemente describe sólo a las
llamas y a las vicuñas. Sin embargo, a nuestro juicio, cuando da cuenta de las llamas,
confunde a éstas con las alpacas y desconoce a los guanacos. Él escribió: “Ninguna cosa
tiene el Perú de mayor riqueza y ventaja, que es el ganado de la tierra, que los nuestros
llaman carneros de las Indias, y los indios en lengua general los llaman llama, porque bien
mirado es el animal de mayores provechos y de menos gastos de cuantos se conocen. De
este ganado sacan comida y vestido, como en Europa del ganado ovejuno, y sacan más el
trajín y acarreto de cuanto han de menester, pues les sirve de traer y llevar sus cargas. Y,
por otra parte, no han menester gastar en herraje, ni en sillas o jalmas, ni tampoco en
cebada, sino que de balde sirve a sus amos, contentándose con la hierba que halla en el
campo. De manera, que les proveyó Dios de ovejas y de jumentos en un mismo animal, y
como a gente pobre quiso que ninguna costa les hiciese, porque los pastos en la sierra son
muchos, y otros gastos, ni los pide, ni los ha menester este género de ganado... La carne de
éstos es buena, aunque recia; la de sus corderos es de las cosas mejores y más regaladas
que se comen...” (Acosta, 1954: 136-137).
113 Y cuando informa sobre las vicuñas, dice que “... apaciéntanse y viven en sierras altísimas
en las partes más frías y despobladas, que allá llaman punas. Las nieves y el hielo no les
ofende, antes parece que les recrea; andan en manadas y corren ligerísimas... No se
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entiende que multipliquen mucho por donde los reyes Ingas tenían prohibida la caza de
vicuñas, si no era para fiestas con orden suyo... La carne de las vicuñas no es buena,
aunque los indios la comen, y hacen cusharqui de ella.” (Acosta, op. cit.: 135).
114 Llama la atención que el Licenciado Matienzo, quien fuera Oidor de la Audiencia de
Charcas hacia fines de 1,500 (vide Porras: 1986:548) y que evidentemente podría habernos
dejado una descripción original ele los Camélidos, no lo ha hecho. La suya (lege Matienzo,
1967: 89-90) no es sino un plagio de la descripción de Cieza ele León (vide supra). Y es,
además, un plagio prácticamente textual. Quizá ello fue debido a la animadversión que
tuvo Matienzo por lo indígena, pues sus descripciones fueron de una “etnografía hostil”,
como lo anotara Porras (1955: 154).
115 Garcilaso ele la Vega nos ha legado una información muy detallada de los Camélidos, a los
eme dedica dos capítulos en su obra. Anotaremos las paites mas saltantes. En el capítulo
que trata “Del ganado manso y las recuas que dél había” (1959, Libro 8, Cap. XVI: 146-152),
dice que los animales “... son mansos, que qualquiera niño los lleva donde quiere,
principalmente a los que sirven de llevar carga.”. Y luego explica que “Sonde dos
maneras, unos mayores que otros. En común los nombran los indios con este nombre
llama, que es ganado... Para diferenciarlo llaman al ganado mayor huanacullama, por la
semejanza que en todo tiene con el animal bravo que llaman huanacu, que no difieren en
nada sino en las colores, que el manso es ele todas colores, como los caballos de España... y
el huanacu bravo no tiene más ele un color, que es castaño deslavado, bragado ele castaño
más claro.”. Y aclara que “Este ganado es del altor ele los ciervos de España; a ningún
animal semeja tanto como al camello, quitado la corcoba y la tercia parte ele la
corpulencia; tiene el pescuezo largo y parejo...”. Después de especificar el uso que se podía
dar al pellejo de estos animales, y al que nos referiremos más adelante, comenta que “...
sirve aquel ganado a indios y a españoles ele llevarles sus mercaderías dondequiera que
las quiera llevar, pero donde más comúnmente andan y mejor se hallan, por ser la tierra
llana, es desde el Cuzco a Potosí, C|ue son cerca de docientas leguas, y ele otras muchas
partes van y vienen a aquellas minas...”. Pero advierte el cronista, que “... no le han de
sacar ele su paso porque se cansa, y luego se echa en el suelo y no hay levantarlo, por
cosas que le hagan, ni que le quiten la carga; pueden luego desollarlo, que no hay otro
remedio. Cuando porfían a levantarlos y llegan a ellos para alcanzarles, entonces se
defienden con el estiércol que tienen el buche, que lo traen a la boca y lo escupen al que
más cerca hallan y procuran echárselo en el rostro antes que en otra parte. No tienen
otras armas con que defenderse, ni cuernos como los ciervos; con todo esto les llaman los
españoles carneros y ovejas, habiendo tanta diferecia del un ganado al otro...”. Y sigue:
“Con ser las recuas tan graneles como se ha dicho y los caminos tan largos, no hacen costa
alguna a sus dueños, ni en la comida ni en la posada ni en herraje ni aparejos de albarda,
jalma ni albardoncillo, pretal, cincha ni gurupera, ni otra cosa alguna de tantas como los
harrieros han menester para sus bestias. En llegando a la dormida, los descargan y los
echan al campo, donde pacen la yerba que hallan; y desta manera los mantienen tocio el
camino sin darles grano ni paja; bien comen la zara si se la dan; mas el ganado es tan
noble, que aun trabajando se pasan sin grano; herraje no lo gastan, porque, demás de ser
patihendido, tiene pulpejo en pies y manos, y no casco, Albarda ni otro aparejo no lo han
menester, porque tienen lana gruesa bastante para sufrir la carga que les echan, y los
trajinenos tienen cuidado de acomodar y juntar los tercios de un laclo y de otro, de
manera que la sobrecarga no toque en el espinazo, que es donde le podría matar. Los
tercios no van asidos con el cordel que los harrieros llaman lazo; porque, no llevando el
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carnero jalma ni albarda, podría entrársele el cordel en las carnes, con el peso de la carga.
Los tercios van asidos uno con otro por las harpilleras, y aunque la costura asiente sobre
el espinazo, no les hace mal, como no llegue la sobrecarga.”. Y prosigue Garcilaso, “Del
ganado menor, que llaman pacollama, no hay tanto que decir, porque no son para carga ni
para otro servicio alguno, sino para carne, que es poco menos buena que la del ganado
mayor, y para lana, que es bonísima y muy larga, de que hacen su ropa de vestir...”.
116 Ya en el otro capítulo (Garcilaso, op. cit.: Libro 8, Cap. XVII, 152-153), en el que trata “Del
ganado bravo...”, el cronista explica que “No tuvieron los indios del Perú, antes de los
españoles, más diferencias de doméstico ganado que las dos que hemos dicho, pacoy
huanacu; de ganado bravo tuvieron más, pero usaban dél como del manso, según dijimos
en las cacerías que hacían a sus tiempos. A una especie de las bravas llaman huanacu, por
cuya semejanza llamaron el ganado mayor manso con el mismo nombre; porque es de su
tamaño y de la misma forma y lana... los machos estan siempre atalayando en los collados
altos, mientras que las hembras pacen en lo bajo, y cuando ven gente clan relinchos a
semejanza de los caballos, para advertirlas; y cuando la gente va hacia ellos, huyen
antecogiendo las hembras por delante; la lana destos huanacos es corta y áspera; pero
también la aprovechaban los indios para su vestir... A semejanza del ganado menor, que
llaman paco, hay otro ganado bravo que llaman vicuña; es animal delicado, de pocas
carnes; tienen mucha lana y muy fina... es más alta de cuerpo que una cabra, por grande
que sea; el color de su lana tira a castaño muy claro, que por otro nombre llaman leonado;
son ligerísimas, no hay galgo que las alcance... apaciéntanse en los desiertos más altos,
cerca de la nieve...”.
117 Koford (1957; 212) ha escrito que “Parece... que las vicuñas no fueron bien conocidas
personalmente por Garcilaso de la Vega, porque para su información básica él se sustenta
en los escritos de Acosta.”. Consideramos que ésta es una crítica gratuita. Es cierto que
Garcilaso leyó a Acosta, pero también a Gómara, a Zárate, a Cieza de León (lege Porras,
1986: 397), sin embargo en este caso concreto no utiliza a ninguno de ellos. Es difícil dudar
que Garcilaso, en su juventud, no haya visto a las vicuñas. Además su descripción, sin ser
exhaustiva, nos parece correcta.
118 Cabeza de Vaca (1965: 340), en 1586, también al escribir sobre los Camélidos, especifica
que “... son mansos y no gastan grano ni herradura ni enjalmas, ni freno, ni jáquima, que
con una soguilla lo tienen a todo lo que quieren.”. En el mismo año Carabajal (1965: 206),
al describir el corregimiento de Vilcas Guamán, dice que “Hay en esta provincia ganado
de la tierra, que son carneros a maneras de camellos, aunque son más pequeños, de los
cuales se saca la lana de que se visten los naturales; y estos carneros son domésticos, que
les sirven de llevar las cargas... Hay otros animales silvestres, casi a manera de los mismos
cameros, que se llaman guanaco y vicuña...”.
119 El mercedario Murta (1922:154) incluye igualmente en su obra una descripción ele los
Camélidos, pero ella no es original, pues copia a Gómara (vide supra).
120 Relación interesante es la de Ramírez (1936), pues se trata de un clérigo que vivió en el
Perú durante decenios y se basa “... exclusivamente en la experiencia personal del autor...
[que fue]... testigo ocular en el mismo siglo de la Conquista...” (Trimborn, 1936: XII), pues
su obra es de 1597.
121 Al referirse a la “Sierra”, escribió: “Calase en estas punas o paramos muncho ganado de la
tierra... este ganado, de la tierra es toda la riqueza de los yndios del piru, porque es muy
provechoso, para munchos efectos, comen la carne, vistense con lana, y carganlos con las
270

mercadurias y con las cosas que se les ofrece... caminan desde el quarto de alua, hasta
mediodia y aquella ora los, descargan y sueltan y pacen hasta la noche que los recogen y
los atan por vnas colleras de diez en diez y estan toda la noche, rumiando como bueyes no
se podria sustentar el piru si no vbiese recuas, destos carneros, los quales compran los
españoles de los y(ndi)os en mucha cantidad...”. Aquí el autor pasa a explicar como los
españoles compran los animales a un precio y luego los venden a otro mayor e
inmediatamente añade “... y ai de estos munchas contrataciones y en muy gran cantidad,
este ganado que sirue de este ministerio de carga es el más crecido y raso que ay en el
piru y en vnas prouincias es mayor y para mas que en otras que en estos ay sus
diferencias como las raças de cauallos de castilla (fol. 9r) es Ganado raso y de poca lana y
la que tienen es muy tosca Sirue de hazer sogas.”. Luego dice: “... la forma y talle de estos
carneros es como de camellos tienen el cuello y cabeça como camellos y los pies y manos
hendidos con(n) vñas como carneros de castilla es ganado pequeño respecto de n(uest)ras
bestias.” (Ramírez, 1936: 17-18).
122 Luego el clérigo describe los “pacos” y dice que “Ay otra especie de ganado que llaman
pacos algo menor que lo d(ic)ho pero de la misma hechura sime, este ganado. Para lana...
entre los y(ndi)os ai deste ganado muncho en toda la sierra y es de menor valor que los
demás...” (Ramírez, op. cit.: 18).
123 También trata de los guanacos y las vicuñas, y los califica como”... ganado brabo, ques de
talle, y hechura de lo manso que la vna se llaman guanacos estos guanacos es animal,
velocissimo, criase e(n) los paramos y punas de tierra muy fria, casi e(n)tre el ganado
manso tiene, poca lana de color en(n)tre blanca y parda, caçanlo los y(ndi)os con cuerda.
y con perros... la otra espeçie, llaman vicuñas es ganado menor que todo lo d(ic)ho y mas
ligero que lo demas tiene lana poca...”. Y pasa inmediatamente a describir la finura de la
lana de estos animales (Ramírez, op. cit.: 18).
124 El Padre Ocaña es más tardío, del siglo XVII, pero el relato que nos ha dejado de los
“carneros”, no sólo es interesante, sino original en ciertos aspectos, como por ejemplo
cuando describe el órgano sexual de estos animales y la forma del apareamiento, que los
cronistas no mencionan. Ocaña estuvo en Potosí el 18 de julio de l600 y parece que
escribió su obra en 1605 en el Perú y quizá la terminó en México, donde falleció en 1608
(Alvarez, 1987). Y la descripción que hace de estos animales, es justamente a raíz de su
estada en Potosí. Dice que los “... carneros, que son como terneros de un año, altos de pies
y más delgados en todos los miembros que los temeros7. Tendrán los carneros de alto,
desde los pies hasta el lomo, cinco cuartas largas, que casi son vara y media; el cuello es
muy alto, sin cuernos; la cabeza, ansí los machos como las hembras, con las orejas un poco
largas; y las facciones de la cabeza son las mismas que de carnero; el cuello tiene de alto
casi una vara no cabal, poco menos; la cola es pequeña, de manera que en el cuello y en
echarse y levantarse parecen especie de camellos. La natura de los machos la tienen
debajo de la barriga como los carneros de Castilla; pero no la tienen derecha sino que da
una vuelta hacia atrás como medio cayado de manera que cuando orinan clan fuera de las
piernas traseras con la orina, como si el vergajo le tuviera fuerza, porque es grande la
vuelta que da; y para tomarse se echa la hembra en el suelo y se pone de rodillas... Lo que
comen es una hierba que llaman icho, que es como el esparto de España.” (Ocaña, 1987:
166-167).
125 Refiriéndose a las llamas, Ocaña escribió: “Este es un ganado para mucho trabajo y no
come de noche y se muere con mucha facilidad porque es muy delicado, particularmente
271

en tierra caliente, que le hace mucho daño el calor y les da luego mucho carache...”
(Ocaña, op. cit.: 182).
126 Es interesante la observación que hace Ocaña (op. cit.: 182) del comportamiento de las
llamas. “Estos indios andan con los carneros de la tierra, que son criados con su flema; y
tienen tanta que si un carnero de aquellos se echa con la carga no se quiera levantar
aunque el indio dé mil palos ni aunque lo maten; y por mucho que le tuerzan la cola y le
apriete los compañones, no le levanta. Y el indio se asienta en el camino junto al carnero
y así se le está mirando dos y tres horas hasta que el mismo carnero se levanta. Y los
demás indios van caminando adelante con los demás; y por esto no andan españoles con
ellos sino indios, porque ha acontecido, viniendo algunos españoles con estos carneros,
echarse en el camino de cansados, que es muy ordinario, y querer levantarlos el español y
matarlos a palos y dejárselos por aquellos caminos muertos; y por esto no andan con ellos
sino indios, que son flemáticos.”.
127 Oliva (1995: 11), que estuvo en el Perú entre 1593 y 1642 (aunque escribió en 1630), apuntó
sólo sobre las vicuñas y los guanacos que son “... animales que no hay en Europa, [son] tan
grandes como cabras monteses y tan veloces en el correr...”.
128 Si bien se sabe que el Padre Cobo usó por lo menos la información de Pedro Pizarro,
Gomara, Molina, Acosta, Garcilaso y Ramos Gavilán (Araníbar, 1963:125), pues escribió
hacia 1653, en este caso su descripción parece ser original. Creemos que ella es
importante, como además lo es toda la que nos ha dejado referente a la flora y a la fauna.
En su monumental obra, este jesuita describe por separado a las cuatro especies de
Camélidos. Esto es importante, pues hemos visto que en este aspecto hay una gran
confusión en prácticamente todos los autores de los siglos XVI y XVII.
129 En primer lugar, Cobo (1964a: Libro 9, Cap. LVII, 365) se refiere a la llama. “Es tan grande
como un asnillo -[dice]- de vara y media de alto, más delgado, crecido de piernas, las
cuales tiene delgadas con las uñas hendidas; ancho de barriga; la cola corta de un palmo,
la cual trae siempre muy levantada; la cabeza larga y muy parecida a la de la oveja; imita
su pescuezo al del camello, porque es largo de codos y delgado; rumia y cria lana como la
oveja, a cuya causa y porque se le parece en la cabeza y piernas lo llaman los españoles
carnero de la tierra, aunque no tiene cuernos. Los hay pardos, negros, blancos y pintados
destos colores.”.
130 Luego Cobo (op. cit.: Libro IX, Cap. LVII, 366) nos describe las alpacas, diciendo que “De las
llamas mansas, unas son para carga y otras no, sino que sólo aprovechan con su lana y
carne; estas se dicen pacos, y son de los mismos colores y hechura que las de carga, solo
que son un poco menores y no tan recias, y crian lana más larga, delgada y pareja por
todas partes de su cuerpo, hasta el pesquezo y cabeza; por lo cual las llaman los españoles
carneros lanudos, a diferencia de los de carga, que llaman carneros rasos.”.
131 De los guanacos indica Cobo (op. cit.: Libro IX, Cap. LVII, 366) que “Tres son las diferencias
que hay de llamas, unas mansas y otras monteses; a éstas llaman los naturales del Perú
guanacos; los cuales en todo son semejantes a las llamas mansas y domésticas, salvo que
todos son pardos y nunca se amansan y domestican; y su lana es más corta y áspera...”.
Luego pasa a reseñar la vicuña (op. cit.: Libro IX, Cap. LVIII, 367), como “... animal silvestre
menor que la llama, y muy parecido a ella en su disposición y hechura; es del tamaño de
una cabra, más delgada y crecida de piernas, pati hendida, de pesquezo largo y delgado, y
la parte alta del cuerpo y mayor parte dél de un color rubio que tira a leonado claro, con
el vientre blanco y parte inferior del pecho... Son los animales más sueltos y ligeros que se
272

conocen...”. Y más adelante Cobo añade (1964b: Libro XI, Cap. XIV, 40) que éstos “... jamás
decienden de las sierras altas y páramos frigidísimos adonde se crian...”.
132 Guaman Poma de Ayala no hace este tipo de descripciones, pero anota como llega la
noticia a España y como son descritos estos animales: “... y dezia q abia camellos chiquitos
-cielos carneros dela tierra...” (Guamán Poma de Ayala, 1936: f. 37(0); 1969: 72).
133 Autores más tardíos también nos han dejado algunas descripciones de los Camélidos. Así a
comienzos del siglo XVII, el que fuera conocido como Anónimo Portugués y que hoy
sabemos que se llamaba Pedro de León Portocarrero (vide Lohmann: 1967), escribió: “En
estas montañas andan muchos guanacos, que son los carneros del Perú, y éstos ni las
vicuñas no se crian en los llanos. Son estos carneros muy mayores que los nuestros, más
altos y más largos, y el pesquezo muy cumplido la cabeza y bien hecha su lana, es blanca y
de otros pardo oscura. Este es el mejor ganado y de más provecho que se sabe en el
mundo, porque trabajan...”. Y luego anota la forma de la carga y la distancia que recorren,
temas que serán tratados más adelante, y termina diciendo que “... su sustento no es otro
más de lo que comen en el campo. Y si se cansan en el camino hay sino dejallos descansar,
porque aunque los maten a palos no se quieren levantar hasta que se sienten descansados,
y el que da con huir corre más que un caballo.” (Anónimo Portugués, 1958: 80). Es
evidente que el autor no conoció bien estos animales y estuvo confundido. Pues no se da
cuenta que las que llevan la carga son las llamas, que son diferentes a los guanacos y a las
vicuñas.
134 Herrera, como se sabe, nunca estuvo en el Perú y escribió en el siglo XVII. Debemos
recordar que él”... procedía al saqueo sistemático sin detenerse mucho a declarar
fuentes.” (Araníbar, 1963: 122) y hemos visto que plagia a Cieza de León. (Lege también
Pease, 1992: 144). En lo que respecta a los Camélidos, su descripción es bastante buena y
no hemos logrado determinar cuál ha sido su fuente de información. En su Década Quinta
(1945c: Libro Cuarto, Cap. IX, 312-313) trata “De diversos Animales, i Aves de el Perú” y
dice: “... las Vicuñas del Perú, i los Carneros no los ai en Nueva-España: los Carneros, que
llaman de la Tierra, son animales mansos, i de mucho provecho: las Vicuñas son
silvestres, i no tienen cuernos, i no las ai en todo el Mundo sino en el Perú, i en Chile: son
maiores que Cabras, menores que Becerros: tienen color casi leonada: crianse en altísimas
Sierras, en las partes mas frias, i despobladas, que llaman Punas: anclan á manadas, i
corren ligerisimamente, i viendo Caminantes, huien, i echan los Hijos delante... El Ganado
de la Tierra del Perú es de gran riqueça, especialmente los Cameros, que los Indios llaman
Llamas: sacan de ellas el vestir, i la comida, i el acarreto, porque llevan sus cargas; i
quanto á la comida, se contentan con la Ierva del Campo: estos Animales, vnos son
lanudos, otros rasos; i estos son mejores para carga, i son maiores que Carneros grandes, i
menores que Becerros: el cuello es á manera de Camello: son de varios colores... Este
ganado es amigo de temple frío. Los Cameras rasos se suelen espantar, i subirse á las
Sierras... Los Pacos se suelen enojar, i aburrir la carga, i enojados se echan, i aunque los
maten, no se levantarán; pero en tal caso los Indios se sientan cabe ellos, i los alhagan. i
amansan, i aunque á veces tardan dos, i tres horas, se levantan.”. Aunque la descripción
en términos generales es correcta, se nota perfectamente que el autor no ha conocido a
los animales que describe y no diferencia claramente las varias especies, cosa que sí hace
Cobo.
135 No cabe la menor duda, y en esto coincidimos con Dedenbach Salazar (1990: 109), que las
descripciones mas detalladas y exactas son las de Garcilaso de la Vega y el Padre Cobo.
Pero en términos generales, se nota que dada la gran diferencia de estos animales con los
273

que los españoles estaban acostumbrados a tratar, no han logrado descripciones


originales y no han podido escaparse de la comparación con la fauna que ellos conocían.
Por otro laclo, es evidente que la mayor dificultad que tuvieron, y que a menudo no
entendieron, fue la de poder distinguir la llama de la alpaca. Mientras que las diferencias
de estos con las vicuñas y los guanacos, fueron sin duda más claras.
136 En este sentido son muy interesantes las observaciones que sobre el particular ha hecho
Flores Ochoa (1990b: 85-86). Él considera que se ve claramente que las llamas tuvieron
mayor importancia en el siglo XVI que las otras especies, pues los cronistas se ocupan con
mayor frecuencia de ellas. Mientras que se dedican menos de las alpacas, y cuando lo
hacen muy a menudo sus descripciones son confusas o se prestan a doble interpretación.
Cuando los cronistas mencionan al “ganado de la tierra” utilizándolo en sentido general,
es decir sin diferenciar la llama de la alpaca, para Flores Ochoa no es creíble que lo hagan
porque tengan dificultad para identificarlos o porque no aprendieron a distinguir unos de
los otros. Y para justificar su posición, señala Flores Ochoa que el conocimiento de la
fauna andina se muestra cuando los cronistas describen a los Camélidos silvestres,
distinguiendo muy claramente la vicuña del guanaco y a ambos de las especies
domésticas. Así, las descripciones de Cobo y Acosta, que son las más conocidas, ponen
mayor énfasis en las llamas, y no son tan cuidadosas ni detalladas cuando se refieren a las
alpacas. El autor considera que la omisión de estos observadores “tan acuciosos”, no debe
ser interpretada como falta de cuidado o atención. Y concluye diciendo que “Surge la
posibilidad que los rebaños de alpacas eran menos numerosos, concentrados en algunas
áreas de la sierra. Estaban destinados a producir la fibra que se requería para tejer las
prendas de vestir, posiblemente la conocida como qompi, que son los tejidos más finos. Las
llamas pudieron haber proveído la fibra que se requería para la ropa corriente o awcisqa
así como la utilizada para los costales, sogas, hondas y otras prendas destinadas al uso
rudo. Basta pasar tiempo breve observando alpacas y llamas, para aprender cuáles son las
partes de su anatomía que las diferencian. Por consiguiente la frecuencia de referencia a
llamas, está reflejando la realidad del momento, que es de mayor importancia de las
llamas y su número, puesto que se las encuentra por todo sitio. En la actividad religiosa se
muestra también este énfasis cuando se trata de llamas. No se mencionan sacrificios de
alpacas. Son llamas las que se ofrendan en las numerosas celebraciones religiosas de la
ciudad del Cuzco, de los santuarios y demás lugares sagrados.” (Flores Ochoa, op. cit.: 86).
137 La posición de Flores Ochoa es interesante, pero no la condividimos plenamente. Pues los
conceptos que él maneja, como hombre andino, son justamente aquellos que no
entendieron los europeos y creemos que si se lee cuidadosamente las descripciones que
hemos reproducido, se notará que hay demasiada confusión y vagüedad, y que ello no ha
sido intencional. Fue definitivamente por la dificultad de describir animales que ellos
nunca habían visto y con los que no tuvieron el suficiente tiempo de estar en contacto
como para entenderlos y poderlos diferenciar. No hay que olvidar que muy a menudo les
llama la atención el comportamiento extraño de estos animales, sobre el que se incide con
frecuencia, tan diverso del caballo o del asno, y que muestra al mismo tiempo extrañeza y
falta de comprensión. Por otro laclo el continuo parangón con el camello no es sólo una
necesidad comparativa con algo conocido para los occidentales, sino es una encubierta
perplejidad por tal semejanza, para ellos evidentemente ininteligible.
274

6.7 La distribución geográfica de los Camélidos a base


de la fuente escrita
138 Mucho se ha escrito sobre la distribución espacial de los Camélidos antes o al momento de
la llegada de los europeos, pero hasta donde sabemos, salvo el trabajo de Declenbach
Salazar (1990), nadie ha analizado el problema utilizando las fuentes existentes. Además,
curiosamente, el énfasis ha sido centrado casi siempre en la llama, olvidándose de los
otros Camélidos. Veamos sólo algunos ejemplos, escogidos al azar. Gilmore (1950: 433)
escribió que en tiempos históricos y prehistóricos, antes del siglo XVIII, la distribución de
la llama era a lo largo de la costa peruana y parte meridional de la costa ecuatoriana
(Guayaquil, Isla Puná), Norte del Ecuador, Sur de Colombia (¿Pasto?) y tan al Sur como
Santiago de Chile y quizá hasta el Chaco de Paraguay. Siempre según Gilmore, esta
distribución coincide en términos generales con la extensión del Imperio Incaico y quizá
es el resultado de las conquistas de éste, aunque admite basándose en los trabajos de
Murra (1946) que la llama existió) en el Ecuador “... varios cientos de años antes.”.
139 Pascual y Odreman (1973: 34) refiriéndose siempre a la llama, afirman que “... hasta fines
del siglo XVII o comienzos del XVIII llegaba hasta el Ecuador...”. Y Flannery et al. (1989: 116)
concluyen que “Dado que las caravanas de llamas viajaban mucho en los Andes, el animal
fue distribuido desde el Ecuador hasta Chile en el momento que llegaron los españoles.”.
No pretendemos poner en duda estas afirmaciones, lo que queremos señalar es que se
parte generalmente del presupuesto que la distribución de los Camélidos que encontraron
los europeos, es consecuencia de la expansión incaica. Veremos que esto no es tan cierto.
Y. en segundo lugar, que para llegar a afirmaciones de esta naturaleza, se necesita contar
con un análisis lo más minucioso posible de las fuentes.
140 Dedenbach Salazar (loco citato) es, insistimos, la única que ha hecho un examen muy
cuidadoso de las fuentes, sólo que su estudio ha tenido una finalidad diferente a la
nuestra. Nosotros pretendemos ampliar un poco la base de datos. Sin embargo, sus
observaciones pueden ser consideradas como la piedra angular para cualquier estudio de
esta naturaleza que se haga en el futuro. Ella ha señalado muy claramente las dificultades
existentes al utilizar los datos de las crónicas. Pare evitar distorsiones, preferimos citar a
Dedenbach Salazar (1990: 84) ad litteram. Ella escribió: “Ciertamente, los datos más
auténticos en cuanto a la distribución [de los Camélidos] en el tiempo incaico se
encuentran en las fuentes tempranas de la conquista; sin embargo, a estos viajeros no les
debe haber sido posible obtener una visión exacta de la cantidad de ganado pues sus
preocupaciones no eran de tipo estadístico; ellos veían a estos animales sólo como
potencial recurso alimenticio para sus campañas de conquista. Los visitadores en cambio,
querían una idea exacta para poder imponer los tributos, pero aquí no solamente hay que
tener en cuenta que ya había una gran cantidad de ganado europeo (cf. Espinoza Soriano
1971 [1558-98]) sino también que se encontraron con la dificultad de registrar el número
exacto, por falta ele colaboración inelígena y por la imposibilidad de verificar las
informaciones dadas por ellos.”.
141 Dedenbach Salazar (op. cit.: 96-97) insiste que en lo referente a diferencia de hábitat para
llamas y alpacas, hay sólo contadas referencias que son exactas. Y luego añade, que hay
menciones para llamas en las localidades Canaribamba y Cuenca y animales ele carga, es
decir llamas, en Quito y en el Sur en Porco-Arica. Pero en las fuentes hay indicios que la
275

alpaca también se encontraba en la Sierra Norte y Centro del Perú. Estos lugares son
Cuenca, Cajamarca, Piura, Huamachuco y Huarochirí, aunque, como insiste la autora “...
hay que tener en cuenta que el términe) llama parece haberse referido también a los
Camélidos domesticados en general.”. Igualmente, siempre según las fuentes, había
vicuñas y guanacos además del Sur, es decir Bolivia (la autora cita a Stouse, 1970), el
Collao y Ayacucho, también en el Perú Central (se cita a Ruiz, 1952: 76) y, según datos de
Cieza ele León, en las serranías del Ecuador, a pesar que Novoa y Wheeler (1984: 121)
indican que el departamento de Ancash ha sido el punto más norteño de la distribución
ele la vicuña. Discutiremos este punto ampliamente más adelante.

6.7.1 Apreciaciones generales

142 Veamos cuáles son las fuentes de las que disponemos. Comenzaremos primero con
algunos autores que no ofrecen datos precisos, referentes a zonas específicas, sino
apreciaciones generales.
143 Así tenemos a Sancho de la Hoz (1968: Cap. XVI, 327-328) que fue secretario ele Pizarro, y
que escribió en 1534. Él, refiriéndose al área comprendida entre Tumbes y Jauja,
manifestó que “Hay bastante ganado de ovejas que andan en rebaños con sus pastores que
los guardan, apartados de las sementeras, y tiene cierta parte ele la provincia donde
invernan.”. Y Porras (1959: 192) publicó una carta de Fray Tomás ele Berlanga, dirigida al
Rey con fecha 3 de febrero de 1536, en la que entre otras cosas registra “... hatos ele ovejas
muy grandes...” aunque no especifica adonde.
144 También Cieza de León (1984: I Parte, Cap. CXI, 293), en el capítulo dedicado a los
Camélidos, describe la distribución de éstos y dice: “... especialmente en este reyno, en la
gouernación de Chile, y en algunas de la prouincias del río ele la Plata...”.
145 Por su parte el Padre Cabello Balboa, que escribió en 1586, en la Tercera Parte de su obra
(1951: Cap. 5, 232), al tratar de las llamas y las alpacas, apunta: “... porque la tal suerte de
ganados como la que primero eligimos llamarse llamas, y vicuñas y Pacos, no fue vista ni
hallada mas que en distancia que ay en lo que oy llamamos Piru hasta el paso ele
Magallanes porque en la tierra de abajo (de quien yo no trato dejandola por deriuada, y
acesoria de estotra) ni se aliaron tales especies de ganados ni jamas los vieron aunque
Venados y Corzos se crian de especie diferentes.”.
146 Mientras que el Padre Cobo (1964a: Libro 9, Cap. LVII, 365), dice eme las llamas “Nacen
sólo en las serranías del Perú, y se fueron extendiendo por todas las tierras frías que
abrazaba el imperio de los Incas, como son, fuera del Perú, el reino ele Chile y las
provincias de Tucumán y Popayán.”.
147 León Pinelo estuvo en Lima en 1621 y en su obra (1943: 53) se refiere a un error que
comete Juan Fabro Linceo, al decir que la llama se cría desde Potosí hasta Caracas “...
porque solo las hai desde los Charcas a Popayán, y su mayor numero y servicio es de
Potosi al Cuzco, y a los Valle de la Costa, porque ya á Lima llegan pocos.”.
148 En lew documentos del Juicio de Límites del siglo XVII (publicados en 1906), se mencionan
llamas, alpacas, guanacos y vicuñas para las siguientes regiones: Cajamarca (“Descripción
general del Perú”, JdL 1906, t. 1: 372) donde se dice que tejen paños de lana “de las ovejas
del Perú”. Además Huancavelica, Cangallo, Chuquito, Pacajes y Sicasica (“Relación de los
pueblos entre Lima y Chuquisaca” [s/a], JdL 1906, t. 3; “Descripción de La Paz” [1651], JdL
1906, t. 11). (Tomado de Dedenbach Salazar, 1990: 92).
276

149 Pero estos datos generales, nos dicen poco para poder juzgar la distribución ele los
Camélidos en el territorio andino. Para esto hay que ver la información concreta.
Comenzaremos por la costa y en este caso también hay ciatos generales sobre esta parte
del territorio andino y datos precisos para sectores o localidades de ella. Veamos primero
la información general.

6.7.2 La Costa

150 En primer lugar hay un dato interesante en la Noticia del Perú, cuyo autor es objeto ele
controversias. Es así que Prescott lo cemsideró como “conquistador anónimo”, sin
embargo en 1919 Carlos M. Larrea llegó a la conclusión que el autor debía ser Miguel de
Estete. Porras acepta esta posición (lege Porras, 1986: 116-118). Rowe (en Gasparini y
Margolies, 1977: Nota 20 al Cap. II, 344) por su parte, sigue creyendo que esta crónica debe
ser considerada como anónima y Pease (1989: Nota 2 de pie de página, 175) cree que ella
debe ser más tardía. Pues bien este autor, ya casi al final ele su escrito, hace una
descripción ele los caminos incaicos, y al mencionar el tramo costeño hace digresiones
para referirse a las características de éste, y se refiere no sólo a las costumbres de la
gente, sino también a la geografía, a la flora y a la fauna. Y, es allí que escribe, insistimos
refiriéndose a la costa, que “... hay ganados en abundancia.” (Estete, 1968 b: 396).
151 Luego hay una crónica tardía, la de Andagoya, que fue escrita en España entre 1541 y 1542
antes que su autor llegara al Perú. Sin embargo, se trata ele un hombre que conoció a
todos los actores de la conquista, y como dice Porras “... su veracidad no es desdeñable...”
(vide Porras, 1986: 70). Él también, escribiendo sobre la costa, entre otras cosas apuntó
que “Demas de las ovejas hay mucha cantidad de venados, perdices y otras aves de
volatería diferentes de las de España.” (Andagoya, 1954: 248). No cabe duda que el autor se
refería a los valles y posiblemente a las lomas costeras.
152 Gómara, que no conoció al Perú, publicó su obra en 1552, pero “... lo más probable es...
[que] tuviese algún minucioso informante que hubiera estado en el Perú...”, pues se trata
de “... una de las más elegantes y documentadas crónicas del hallazgo del Nuevo Mundo.”
(Porras, 1986: 190-19D. Él describe con cierta minuciosidad “La calidad y temple del Perú”
y al referirse a los llanos dice que allí “Hay conejos, raposas, ovejas, ciervos y otros
animales...” (Gómara, 1946: 276).
153 Otra obra que se escribió por el mismo año, es decir 1552, fue la de Molina “el chileno”,
pero éste estaba en el Perú desde 1535, pues participó en el viaje de Almagro a Chile. Él
también trata, en términos generales, de la costa peruana y es uno de los que señala los
daños que se hicieron con la Conquista. Sobre el área comprendida entre Huarmey y
Chincha, dice que era “... abundosos... [del ganados...” (Molina, 1968: 313).
154 Información que nos parece muy importante es la de Ramírez, que es posterior a las
anteriores en cuanto fue escrita en 1597, pero se trata de un “... clérigo que durante
decenios vivió en el Perú...” y que tiene la virtud de haberse dedicado a reunir no sólo
datos históricos y geográficos, sino que también se aplicó a la etnografía, lo que no era
muy común en la época (Trimborn, 1936: XII). Y como él mismo afirma “Las mas cosas de
esta description y [en] lo mas importante y granado, he uisto y tratado y de otras tengo
harto. suficiente notica.” (Ramírez, 1936: 11). Pues cuando describe los “llanos arenosos”
dice que “Ai poco ganado de la tierra y es mui ruin...” (Ramírez, 1936: 14). Esto podría
indicar la matanza de animales que hubo durante los primeros años de la Conquista y que
en el caso de la costa debió ser más marcado que en las serranias. Sin embargo, en los
277

primeros años del siglo XVII aún había llamas en “... los Valles de la Costa...”, según el
testimonio de León Pinelo (1943: 53).
155 No cabe la menor duda que cuando se investigue más la información que está dispersa en
los documentos de los archivos, se podrá obtener muchas noticias más (lege
Rostworowski, 1981:51). Sin embargo Dedenbach Salazar (1990:87), comentando los
primeros datos que nos ofrecen los cronistas con respecto a la costa, considera que el uso
de los Camélidos para la producción de lana, debió ser restringido. Y ella cree que la razón
fundamental fue la climática, lo que a nuestro juicio no es correcto. Pero es a base de esto
que ella piensa que los Camélidos costeños deben haber sido utilizados
fundamentalmente para carga y sacrificio. En este sentido la autora escribió
textualmente: “Tomando en cuenta la organización vertical de la economía ele muchas
etnías andinas, bien se pueden referir estos datos [es decir los de los cronistas] a la sierra
de las respectivas ciudades costeñas que probablemente o estaba controlada por los
costeños o era frecuentada por ellos mediante contactos comerciales.”. Si bien algo de
esto debió existir, no se debe olvidar que se ha generalizado y exagerado demasiado el
modelo de la “verticalidad andina” que no se puede negar que existió, pero no en todo el
territorio. Y, ele hecho, parece no haberse practicado en la Costa Central y Norte.
156 Siguiendo con su comentario sobre el tema, Dedenbach Salazar (op. cit.: 98) reseña los
trabajos de Rostworowski (1981: 51 et passim) y Shimada y Shimada (1985: 17), que
presentan datos que comprueban la existencia ele Camélidos en la costa en tiempos
incaicos. Pero ella considera que en el caso de Rostworowski, no todos los datos se
refieren explícitamente a Camélidos y, además, a parte de las Visitas que han señalado
Shimada y Shimada, hay dos documentos relativos a la Costa Sur (y que nosotros
mencionaremos más adelante), concretamente el del cacique de Acarí de 1593 ( Visita de
Acarí, 1973) y un testamento de Diego Caqui (1981) en Tacna, donde se comprueba la
existencia de Camélidos. Pero, siempre según Dedenbach Salazar (loco citato) “ Lo que
destaca en estos documentos es que no parece haber habido tan grandes cantidades de
camélidos domesticados en la costa al tiempo de la Conquista (cf. Ramírez [que nosotros
hemos citado vide supra]) como había en la sierra y aún en la misma costa en épocas
prehistóricas (Donnan, 1973; Pozorski, 1979a y 1979b: Moseley y Day, editores, 1982;
Shimada, 1982; Shimada y Shimada, 1985). Y aunque hay que tener en cuenta que algunos
cronistas tempranos afirman haber visto mucho ganado de la tierra en la costa... se tiene
la impresión que desde la época preincaica haya disminuido el número de Camélidos
domesticados considerablemente.”. Este es un punto que deberá ser discutido
ampliamente al final de este libro, pero antes es importante ver los datos completos de los
cronistas.
157 Rostworowski (1981: 50) pone de manifiesto la importancia de las lomas y afirma que
éstas no fueron utilizadas sólo por las poblaciones serranas, sino también por las costeñas
que tenían allí rebaños de Camélidos. La autora piensa que dada la escasez de pastos en
las áreas costeras, las llamas eran enviadas a pastar a las lomas en las épocas de invierno.
Y aquí ella concuerda con Dedenbach Salazar (vde supra), en el sentido que los animales no
eran criados para lana ni para carne, sino fundamentalmente para el transporte.
Rostworowski es categórica al decir que “El transporte debió ser la preocupación mayor
de los yungas y de ahí la necesidad de adaptar los animales al medio costeño.”
(Rostworowski, loco citato). Este uso de las lomas es algo que debe ser considerado, pues se
trata de un ecosistema muy frágil y los Camélidos no son destructores como los animales
importados por los europeos y pudieron sin duda utilizarlo sin mayores daños. En lo que
278

discrepamos con la autora, es en el sentido que el hombre tuvo que adaptar a los animales
al medio costeño. Los Camélidos ya tenían las condiciones fisiológicas para vivir en la
costa y allí estuvieron seguramente antes de la llegada del hombre.
158 Otro autor que insiste sobre el hecho que los Camélidos costeños fueron utilizados
fundamentalmente para carga, es Murra (1975: 119). Aunque él se refiere exclusivamente
“... a las bestias que permanecían en la costa para llevar el wanu de las islas a los campos
de riego.”.
159 Estas son las únicas noticias generales relativas a los Camélidos en la costa que hemos
podido encontrar. Pasaremos ahora a analizar la información que nos ha quedado sobre
sitios geográficos precisos. Comenzaremos con aquellos cronistas que han sido testigos
presenciales de los acontecimientos en los primeros momentos de la Conquista y que, en
consecuencia, describieron lo que vieron o anotaron lo que recogieron directamente de
boca de los indígenas. Aunque es importante recordar que “La ruta de los españoles de la
actual costa ecuatoriana hasta Cajamarca se encuentra jalonada de imprecisiones...”
(Pease, 1992: 130).
160 La primera información, según Porras (1986: 53), es de 1528 aunque posiblemente es un
poco anterior, pues corresponde al segundo viaje de Pizarro. Se trata de la famosa Relación
Sámano-Xerez. Allí se habla de “... aquel pueblo de calangome... (donde) hay cuatro pueblos
juntos de un señor que son el dicho calangome y tusco y ceracapez y calango alli ay
muchas ovejas...” (Sámano-Xerez. 1968: 13-14). La noticia aparentemente corresponde a la
información que recibió el que escribió la crónica de boca de los indígenas que viajaban
en la mentada “balsa de tumbesinos”. y sin duda no entendió bien lo que ellos describían,
pues además de las “ovejas”, se menciona “... puercos, gatos y perros...” (Sámano-Xerez.
op. cit.: 14). Según del Busto (1973: Nota 5, 114), el encuentro con la balsa se debió producir
en la primera quincena de diciembre de 1526.
161 Es un documento sumamente importante, pues se trata como escribe Pease (1992: 159).
ele “... la primera versión del contacto entre españoles y hombres andinos...”. Sin
embargo, hay algunos problemas con respecto a este documento, sobre los que los
especialistas ne) se han puesto ele acuerdo. En primer lugar la autoría. La crónica lleva el
nombre de Sámano y Xerez, sin embargo se trata ele un relato anónimo que fue copiado
por Juan ele Sámano, secretarie) ele Carlos V. Según Porras (1986: 53), Jiménez Placer “ha
demostrado” que el autor fue Francisco ele Xerez, que sería después, en el tercer viaje,
secretario ele Pizarro y además autor ele otra importante crónica. Y como tal Porras la
acepta. Sin embargo Pease (op. cit.: 137) duela y considera que “... posiblemente haya sido
escrito por Bartolomé Ruiz. et piloto.” ele una de las naves de los españoles.
162 El segundo problema, es la ubicación del “pueblo ele calangome”, ele donde venían los
que informaron al cronista, pues él dice claramente “... calangome donde ellos son...”
(Sámano-Xerez, op. cit.: 13). Porras (1968: Nota 18 ele pie ele página. 13) escribió: “No hay
duela de que el cronista se refiere a pueblos inkaicos. La inexactitud para reproducir los
nombres geográficos hace imposible identificar los cuatro pueblos sometidos al señor ele
Calangome o Calangane, aunque es sostenible la presunción de eme se trata ele Túmbez.”
(vide también Porras, 1937 y 1967). No sabemos de cual información se ha valido Porras
para llegar a esta conclusión, pero de hecho Cieza de León (1987: III Parte, Cap. X, 31)
debió recibir un testimonio parecido, pues cuando explica que el piloto Bartolomé Ruiz,
después ele haber estado en la Isla del Gallo, llegó a Coaque y luego viajando “hacia
Poniente”, su navio se encontró con una balsa, especifica que ésta era de “... naturales de
Túnbez...”. Y luego explica C]ue ellos “Mostraron lana hilada y por hilar que hera ele la
279

oveja, las quales señalavan del arte que son y elezían que avía tantas que cobrían los
canpos.”. Pero hay una evidencia más que demuestra que en la mencionada balsa viajaban
tumbesinos. Son dos citas de Cieza de León, ele las que no nos elimos cuenta y sobre las
que nos llamó la atención John II. Rowe (Comunicación personal, 7 de setiembre ele 1993).
Es así que cuando el navio que había ido a Panamá regresó a la isla Gorgona, se decidió
proseguir el viaje hacia el Sur. Cieza ele León (1987: III Paite, Cap. XIX, 51) dice muy
claramente “Los yndios de Túnbez fueron dentro porque ya savían hablar y convenía no
yr sin ellos para tenellos por lenguas.”. El viaje prosiguió “... derechos al Poniente por la
costa arriba...”, es decir hacia el Sur, y “... dentro ele veynte días que avía que navegaban
reconoçieron una ysla que estava en frente a Túnbez y serca ele Puná a quien pusieron
por nombre Santa Clara...”. Y añade el cronista: “Los yndios ele Túnbez que venían en el
navio, como vieron la ysleta reconoçiéndola y con alegría dezían al capitán quán serca estavan
de su tierra.” (Cieza de León, loco citato; el subrayado es nuestro). La evidencia es
concluyente. No se puede dudar que en la balsa iba gente ele Tumbes. No sabemos si los
diez ocupantes de la balsa (vide Cieza de Léon, 1987: III Parte, Cap. X, 31) eran todos
tumbesinos, tan es así que las tres mujeres no parecen estar en el navio de Pizarro que
navega hacia Tumbes. Pero no cabe ninguna duda, insistimos, que un grupo de ellos era
de Tumbes.
163 Prescott (1955: 173) acepta también esta versión, pues al mencionar el encuentro con la
balsa y sus ocupantes, dice que “... venían ele Tumbes, puerto peruano que estaba algunos
grados más al Sur, y le dieron ele entender que cerca ele esta parte había grandes rebaños
de los animales que producían esta lana...”. Es importante anotar que la fuente que utilizó
Prescott, fue la que hoy conocemos como la de Sámano y Xerez y que sobre este punto no
menciona a Cieza ele León (vide Prescott: op. cit.: Nota 13, 173). Del Busto (1963- 1970a: 53)
también está ele acuerdo en este sentido, pues al describir el viaje de los conquistadores
habla de “... la balsa de los tallanes tumbesinos...”. Y si bien en su obra ele 1973 donde
describe el encuentro del navio del piloto Ruiz con la balsa, no menciona la procedencia
ele sus ocupantes (Busto, 1973: 85-87), en una nota de pie ele página dice “... balsa ele los
tallanes tumbesinos...” (Busto, op. cit.: Nota 5, 114), cosa que repite más adelante hasta en
dos oportunidades (Busto, op. cit.: 103, 113).
164 No todos los autores, sin embargo, concuerdan con esta identificación. Así Murra (1946:
804) al referirse a Calangame dice “... que Rivet y Jijón sitúan en Manabí...”. Pero no indica
los datos bibliográficos y nosotros no los hemos podido ubicar. El trabajo de Jijón y
Caamaño podría ser el de 1941.
165 El que rebate la posición de Porras es Holm y al respecto dice ad litteram. “Llega hasta el
extremo de decir que “Calangane”, tan fácilmente identificable con el actual Salango,
etimológicamente y por las declaraciones ele los balseros, capturados por Bartolomé Ruiz,
que ese pueblo ʻno aparece en otros cronistasʼ pero hace pensar que el señor de Tumbes
se llamaba Cacalame.” (Holm, 1982; 1985: 14). Estrada Icaza (1987: 6-7), en la introducción
de uno de sus libros, trata inciclentalmente el tema, pero se ve que acepta la posición de
Holm, pues menciona a “la balsa ele Salango” que dice que es más conocida como la “balsa
de tumbesinos”.
166 Un autor que pretende discutir el asunto es Stahl (1988:361-362), pero en realidad no
aporta nada. Repite la posición de los estudiosos ecuatorianos (cita a Jijón y Caamaño
[1941: 91, 392], Holm [1953: 81-83; 1982: 14-38] y Estrada [1957: 21, 43, 103]). El autor
considera que se puede contradecir fácilmente lo que sostiene Porras, arguyendo que los
objetos de la balsa pueden ser identificados como ecuatorianos. Su argumentación no es
280

convincente. No pretendemos entrar en la polémica, aunque para nosotros el hecho es


claro en el sentido que hubo tumbesinos en la famosa embarcación (vide suprd) y
volveremos sobre al asunto al tratar el área ecuatoriana. Pero es importante indicar que
el trabajo de Estrada (1957) no trata para nada el asunto ele la balsa, como pretende Stahl,
y que además allí ni siquiera existe la página 103 que él menciona. Es más, Stahl (op. cit.:
36l) comete error al señalar que el contacto ele los europeos con la balsa fue en el primer
viaje de Pizarro, pues ocurrió en el segundo.
167 Estete ([¿Anónimo?] 1968b: 354), que ya hemos mencionado (vide supra), relata los
acontecimientos del segundo viaje ele los españoles (fines ele 1527 y principios de 1528) y
lo que Pedro de Candia cuenta de Tumbes, y dice: “En este pueblo comenzaron a ver las
ovejas que hay en aquella tierra y de ellas metieron algunas en el navio que los indios le
dieron de su voluntad...”. Y luego insiste sobre el asunto, y confirma que “Finalmente, que
metiendo en el navio algunos indios muchachos y las dichas ovejas...”. Esto fue en los
primeros meses de 1528.
168 Del Busto nuevamente trata el asunto y debemos señalarlo, pues hay inexactitudes que
pueden confundir. Él escribió: “Los tumbesinos trataban mucho con cerámica rojiza y la
transportaban en carneros grandes y lanudos que por su acompasado andar bien podrían
nominarse “los camellos de las Indias”.” (Busto, 1973: 108). Su única cita bibliográfica es
Busto (1960-61). En dicho trabajo (Busto, 1960-1961: 385) se repite lo mismo, sólo se omite
la palabra “y lanudos”. En la Nota 28 (Busto, op. cit.: 400) se indica como fuentes a Herrera
(“1945, Década III, Libro X, Cap. V, p. 97 del Tomo V”) y a Huaman Poma de Ayala (“1936,
folio 370”). En primer lugar hay que decir que en el caso de Herrera el asunto es tratado
en la página 98 y no en la 97 como indica del Busto y, en segundo lugar, que la versión no
corresponde. Y en lo que se refiere a Huamán Poma hay sin duda un error de lectura, pues
la referencia es a la llegada de Pedro de Candia a España.
169 Ya en el tercer viaje de Pizarro (entre fines de 1531 y principios de 1532), Ruiz de Arce
(1968: 417) describe la Isla de Puná (La Punan) y dice que “Hallamos diez ovejas.”. Esta
información es confirmada por Pedro Pizarro (1978: Cap. I, 5) que estuvo en la isla, y que
escribió: “Ubieron (Vieron) algunas ouexas que les dieron...”.
170 Del Busto (1973: 146) narra también los acontecimientos de la Isla de Puná, pero -y una
vez más- tiñe su relato con pinceladas novelescas, que desdicen la verdad. Él escribió: “...
pero lo que más admiró a los soldados bisonos, fue el hallazgo de ciertas “ovejas del Perú”
de esas que llaman “camellos de las Indias”. Estaban tan gordas que no podían reproducir,
pero los soldados se hartaron de palpar su lana comparandola con la lana de Castilla
(71).”. Es de notar que él señala (Busto, op. cit.: Nota 71, 182) como fuentes a Ruiz de Arce
(“p. 88, 89. 1953” [en nuestra bibliografía 1968: 417]), Pedro Pizarro (“p. 27, 1944” [en
nuestra bibliografía 1978: Cap. I, 5]) y Trujillo (“p. 51, 52. 1948”). Hemos visto las citas de
los primeros (vide supra) y ninguno de ellos menciona los “camellos de las Indias” ni la
actitud de la soldadesca. En cuanto a Diego de Trujillo, del Busto ha utilizado la edición de
1948, nosotros la de 1968, que “... ha sido tomada de la edición que hiciera la Escuela de
Estudios Hispano-Americanos de Sevilla, en 1948.” (Editores, 1968: 10), es decir la edición
que cita del Busto. Allí hay una descripción de La Puná (Trujillo, 1968: 17), pero no existe
ninguna mención al episodio de las “ovejas” a las que se refieren Ruiz de Arce (loco citato)
y Pedro Pizarro (loco citato).
171 Cuando Ruiz de Arce (1968: 419) describe Tumbes, señala que allí “Había muchas
ovejas...”.
281

172 Luego las huestes de Pizarro salen de Tumbes y Estete (1968b: 365) narra que “... desde a
tres días de camino, llegó al dicho río de Tallana a un pueblo de él, que se dice Puechos...”
(hacia mayo de 1532) y después de describirlo, añade que es “... tierra muy mayor que la
Túmbez; abundoso de comidas y de ganados de aquella tierra.”. Esto es confirmado por
Xerez (1968: 205), que al referirse a la llegada de Pizarro a Poechos, dice que encuentra “...
ganado de ovejas...”.
173 Y prosigue la narración de Ruiz de Arce (1968: 420) que nos refiere el paso de los
españoles por “Tangaraya”, es decir San Miguel de Tangarará, donde “... críanse muchas
ovejas...” y al describir la gente de este lugar, dice que “Y, la tierra adentro, sirvense de
las ovejas; échanles cargas...”. San Miguel de Tangarará, en el valle del río Chira, fue la
primera fundación de un asentamiento hispano en 1532 (Rostworowski, 1989: 177).
174 “De Tangaralá... (Pizarro) se pasó a Piura...” (Pedro Pizarro, 1978: Capítulo 7, 27) y de allí a
“Sarrán”, que es el actual Serán, al Sur del departamento de Piura, cerca de Loma Larga (
vide Busto, 1963-1970b: 57-60; vide también el Mapa 3 en Hocquenghem, s/f [1989?]: 31). Y
efectivamente Pedro Pizarro (op. cit.: Capítulo 29. 220) al describir las provincias, explica
que “... Tangaralá. La Chira, Poechos es otra; Piura, Sarán, Motupe, Cinto... es otra...”. Pues
bien, Xerez (1968: 210) describe el descanso que hacen los españoles en “Zaran”, donde el
cacique les trae “... mantenimiento de-ovejas...” Y al proseguir el viaje vuelven a parar en
Motupe donde, siempre en la versión de Xerez (op. cit.: 214), los indios “... sacrifican
ovejas.”.
175 Consideramos de interés a este punto resumir algunas apreciaciones de Petersen (1962:
360-361) sobre las condiciones climáticas reinantes en 1532. En este sentido él señala que
Lears (1895) y Murphy (1926) opinaron que los conquistadores pudieron realizar su
hazaña sólo porque su llegada al Perú coincidió con uno de los raros años de lluvias
abundantes, que los citados autores consideran indispensable para poder cruzar las
tierras desérticas entre Tumbes y Piura. Añade Petersen que “Este concepto se formó
indudablemente por la apreciación errónea de que la fuerza expedicionaria hubo tenido
que atravesar la faja semi-desértica del litoral”. Petersen en este trabajo y en anteriores (
vide Petersen, 1935 y 1941), examina con detalle las condiciones climatológicas del
Noroeste peruano, llegando a la conclusión que Lears y Murphy estuvieron equivocados.
Pone en evidencia, además, que la marcha de los españoles por los territorios de Tumbes
se produjo en un año normal o sea de pocas lluvias. Admite Petersen que los cronistas
consignan que en el mes de mayo de 1532 el río Tumbes se hallaba en creciente, pero él
señala que esto es normal en la mayoría de los años. El régimen del río Tumbes depende
esencialmente de las lluvias en el interior y puede estar crecido aún cuando la región
costera carezca de precipitaciones pluviales. Además Petersen rechaza la supuesta
marcha a lo largo del litoral y supone que ésta se hizo por el camino en el interior de la
comarca de Tumbes, que bordea el pie de los Cerros Amotape, que es la vía principal de
comunicación a bestia. Esto coincide con la ruta que traza del Busto (1963-1970a).
176 Es importante señalar que Quinn et al. (1986), ignorando los trabajos que acabamos de
citar, replantean la ocurrencia de El Niño al llegar los españoles. Hocquenghem y Ortlieb
(1990: 327; 1992) los refutan y demuestran que están equivocados.
177 Cieza de León visitó las tierras norteñas del Perú a mediados del siglo XVI y pasó por Piura
la Vieja “... que se encontraba en el piedemonte, cerca de la actual ciudad de
Chulucanas...” (Hocquenghem y Ortlieb, 1992: 212), de modo que conocía bien el territorio
que describía. El tuvo sin duda buenos informantes y nadie ha puesto en duda sus
282

afirmaciones. En la Tercera Parte de su crónica (Cieza de León. 1987: III Parte. Cap. XX,
53), narra la llegada de Pizarro a Tumbes, en el segundo viaje y que debió ser en abril de
1528 según del Busto (1963-1970: 53). Y allí explica como los indios mandaron balsas al
navio que, entre otras cosas, llevaban “... un cordero que las vírgenes del templo dieron
para llevalles.”. Y explica que Pizarro recibió este-obsequio, haciendo hincapié que se
trata de un “cordero”, dice que lo hizo con “... mucho contentamiento.”. Es interesante,
pues este episodio no ha sido referido de esta manera por los demás cronistas.
178 Prescott (1955: 188) menciona también este hecho, pero no cita la fuente y es seguro que
no recurrió a Cieza de León sino posiblemente a algún escrito más tardío. Es así que al
contar de las balsas que enviaron los tumbesinos al buque de los españoles, dice que en
ellas iban “... algunas llamas de que Pizarro había visto antes groseros dibujos,
pertenecientes a Balboa (ya nos hemos referido a esto, vide supra), pero que ahora veía por
primera vez vivos. Examinó este curioso animal, el carnero peruano o como lo llamaron
los españoles el “pequeño camello de los indios” [término que en verdad se usó muy
poco], con mucho interés admirando mucho la mezcla de lana y pelo (Sic!), que daba a los
indígenas materiales para sus tejidos.”. Con esta aseveración Prescott se equivoca, pues
Pizarro y los suyos habían visto antes las llamas en la isla de Puna (vide supra). Además,
comete otros errores, como por ejemplo cuando afirma que en la balsa había “platanos” (
loco citato: 188).
179 Sobre este particular nuevamente del Busto (1973: 104 [repite lo mismo en 1978b: 37])
distorsiona la verdad, pues escribió que “Esa misma tarde envió el curaca o reyezuelo de
Tumbes a Pizarro -en diez o doce balsas- mucha fruta, cántaros con agua y licor
fermentado de maíz, y una oveja de la tierra, de esas que producen lana. Los españoles
recibieron todo con muestra de gran regocijo, admirándose mucho con el auquénido,
cuadrúpedo que recordaba el perfil de un dromedario sin giba.”. Su única cita es Herrera
(1945. “Década III, Libro X, Cap. IV, p. 95-96. Tomo V.”) (Busto, op. cit.: Nota 31, 115). Pues
bien, Herrera en su Década III (1945b: Libro X, Cap. IV, 95) escribió: “... luego se
adereçaron diez, ó doce Balsas en que les embiaron mucha comida, i Fruta, i Cantaros de
Agua, i de Chicha, i vn Cordero, que dieron, para ellos, las Virgenes del Templo...”. Esta
versión es sin duda copia de Cieza de León (loco citato) que dice que el obsequio es de “...
las Virgenes del Templo...” y no “... del curaca o reyezuelo...” como afirma del Busto,
quien además adorna la cita original con detalles de su cosecha.
180 Luego el mismo Cieza de León (op. cit. III Parte, Cap. XX, 55) cuenta como Alonso de Molina
al bajar en Tumbes, vio entre otras cosas “... muchas sementeras y frutas y algunas
ovejas.”. También refiere el cronista (op. cit.: III Parte. Cap. XXI. 58) como Pizarro envió a
Pedro de Candia para que certificara lo que Alonso de Molina contó. Este bajó a tierra y
después de haber constatado, le pidió permiso al señor del lugar para regresar y éste le
envió al navio varias balsas con productos de la tierra y “... al capitán [Pizarro] enbió con
el mismo Candia un hermoso carnero y un cordero bien gordo.”.
181 Herrera en su Década Tercera (1945b: Libro Décimo, Cap. V. 97-98) plagia a Cieza, sólo
añade de su cosecha una descripción de las ovejas, pues dice que “... son pequeños
Camellos...”, definición que de aquí sin duela tomó Prescott (vide supra). Ya
posteriormente las noticias han sido alteradas, como en el caso de Cappa (1888: Tomo II,
70), quien describe el asombro ele Molina por los “... crecidos rebaños de llamas...” que
vió en Tumbes. O en otros casos han sido modificadas, como en el caso ele del Busto (1966:
36, 38).
283

182 Cieza ele León (op. cit.: III Parte, Cap. XXII, 61-62) sigue narrando el segundo viaje de
Pizarro, y allí informa como los españoles al llegar a la altura de Collique “... questá entre
Tangara[ra] y Chimo...”, los indios salieron a recibirlos y entre las cosas que les ofrecieron
“... diéronles cinco ovejas.”. Para asegurarse, Pizarro envió a tierra a un marinero llamado
Bocanegra, el cual se entusiasmó tanto que quiso quedarse. Para constatar si todo lo que
contaba era cierto, se mandó luego a otro marinero, y Cieza narra como “Vio Juan de la
Тorrе manadas ele ovejas, graneles sementeras, muchas acequias verdes y tan hermosas,
que parecía la tierra ser tan alegre que no avía con qué conparalla.”.
183 En este caso también, Herrera (1945b: Década Tercera, Libro Décimo, Cap. VI, 99-100)
plagia a Cieza con pequeñas añadiduras de su cosecha y del Busto (1966: 39) hace una
descripción bastante libre de los acontecimientos, pues escribe: “Más adelante tocaron
tierra de Chimúes y el Malabrigo, ganado por la exótica vicia de estos indios el marinero
Bocanegra desertó. Juan de la Torre que bajó a tierra a buscarlo, lo halló que ʻestaba
bueno y alegre y sin gana de volverʼ dejandolo en medio de ataviados chimúes que lo
llevaban a contemplar rebaños de ʻpequeños camellosʼ.”. Es evidente que su fuente en
este caso ha sido Herrera (vide supra) y no la original de Cieza de León. Sin embargo llama
la atención que posteriormente del Busto (1973) retoma esta descripción, pero le añade
algunas palabras que modifican su contenido. Pues al narrar que Juan de la Torre va a
buscar a Bocanegra, dice que regresa a la nave “... dejándolo en medio de ataviados
chimúes que lo llevaban en andas a contemplar los enormes rebaños de “pequeños
camellos”.” (Busto. 1983: 109; lo subrayado es nuestro y en este caso indica las palabras
añadidas a la versión de 1966). Del Busto (op. cit.: Nota 39, 115) dice que su fuente ha sido
Herrera (1945 [1945b en nuestra bibliografía]: “Década III, Libro X, cap. VI, pp. 98 a 100 del
Т. V”). Pues bien, resulta que Herrera no utiliza para nada la palabra “enormes”. Para que
el lector se de cuenta, copiamos aquí la cita de Herrera ad litteram. Dice así: “Navegaron
hasta llegar á Colaque, entre Tangara, i Chimo, Lugares adonde despues se fundaron las
Ciudades de Truxillo, i San Miguel: los Indios salieron á recibirlos con mucha alegría,
llevando de comer: proveieron de Agua, i Leña: dieron cinco ovejas...”. Fue entonces que
el marinero Bocanegra decidió quedarse en tierra. En aquella ocasión Pizarro mandó a
Juan de la Torre “... que fuese á ver si aquello era invencion de los Indios: bolvió diciendo
que el Marinero estaba bueno, i alegre, i sin gana de bolver...dixo que vio hatos de Ovejas...
A estos animales, llamaron estos primeros Castellanos. Ovejas, por la Lana que tenían, i
ser tan mansos, i domesticos, siendo, como se dizo, pequeños Camellos.” (Herrera, 1945b:
Década Tercera, Libro Décimo, Cap. VI, 99-100; el subrayado es nuestro). Lo de las anclas sí
es correcto, pues lo dice también Cieza de León (op cit.: III Parte, Cap. XXII, 62).
184 Sobre el regreso del segundo viaje de Pizarro, tenemos varias fuentes. En primer lugar a
Gómara, que si bien no estuvo en el Perú, debió tener buenos informantes. Porras
(1986:1919) piensa que Gómara pudo haber leído a Zárate, cuya obra se publicó después de
la de Gómara (en 1552), pero se escribió antes, aunque en este caso no parece haber sido
así. Pues Gómara (1946: 225) relata: “... navegó Pizarro para Motupe, que cae cerca de
Tangarara; de allí volvió al rio Chira, é tomó muchas ovejas cervales para comer, y
algunos hombres para lengua, en los pueblos que llamaban Pohechos.”. Mientras que
Zárate 0968: Libro I, Cap. II, 117) dice que “... en el río que llaman de Puechos o de la Chira,
tomó cierto ganado ele las ovejas ele la tierra...”.
185 A otro episodio que debió suceder por la misma fecha, se refiere también Cieza de León
(1987: III Parte, Cap. XXIII, 63), y especifica que antes de llegar a Collique, los navios
pasaron por una punta que llamaron Aguja y luego entraron a un puerto que llamaron
284

Santa Cruz. Entre éste y Collique, Pizarro mandó a tierra a Alonso ele Molina para que
fuera a buscar leña. Por la braveza del mar, éste no pudo regresar y se quedó entre los
indígenas y estuvo con la “... señora Capullana...”. Cuando Pizarro regresó para recoger a
Alonso de Molina, ésta le mandó al buque muchas balsas “... con mantenimiento y cinco
ovejas que enbiava la señora susodicha.”. Petersen (1962: 360) ha tratado de reconstruir la
ruta de los conquistadores y considera que cuando Pizarro, después de haber estado hasta
el río Santa, regresa el 3 de mayo de 1528, atiende la invitación que le hiciera el cacique de
los lailanes y desembarca en un sitio que Romero y Romero del Valle (1943) identificaron
como la Punta Capullana (4°29ʼ05”), a una distancia de 3 km al suroeste de Lobitos.
Considera Petersen, sin embargo, que el desembarco y los festejos en honor de Pizarro, se
habrían realizado a una distancia ele 29 millas (47 km) más al Sur, cerca de la
desembocadura del río Motape, hoy río Chira, en cuyo valle existían entonces varios
pueblos gobernados por caciques mujeres, llamadas por los españoles “capullanas”,
debido a los trajes característicos que vestían, ka fuente que utiliza Petersen es Lizárraga
(1938 [1968 en nuestra bibliografía]).
186 Siempre con respecto al segundo viaje, Cieza ele León (1959b: III Parte. Cap. XXXVII, 106)
relata que al regresar a Tumbes, Pizarro quiso castigar a los indios que habían matado a
dos españoles, pero “Hallaron pocos o no ningunos, mas robaron lo que pudieron así de
ovejas como de otras cosas...”.
187 Sobre el tercer viaje de Pizarro nos ha quedado una anotación ele Fernádez de Oviedo
(1959c: Libro XLVI, Cap. II, 35) que describe la salida de los españoles de-Tumbes, y
después de mencionar un río Tunearan llegan al pueblo ele Puecho, es decir Poechos. Y
allí “... se halló una ribera de un río, bien poblada e bastecida ele-muchos mantenimientos
ele la tierra, e ele ganado de ovejas...”. Esto debió suceder el 16 ele mayo de 1532 (Busto,
1963-1970b: 57). Si bien es cierto que Fernández de-Oviedo no estuvo en el Perú, él
escribió lo relativo a la Conquista en 1550 y, según Porras, la información que hemos
mencionado le pudo haber sido dada por los pilotos de Pizarro (Porras, 1986: 178).
188 Ya a fines de diciembre de 1532, después ele los acontecimientos ele Cajamarca, Almagro
con su gente llega a las costas tumbesinas y “Alegrándose mucho lo que venían en la nao
con estas nuevas (la referencia es a las noticias de sus compañeros que les daban los
indios); salieron en tierra elellos los que convino, holgándose [alegráronse] quando vían
por los canpos tantas manadas ele ovejas.” (Cieza de León, 1987: III Parte, Cap. XLVII, 140).
189 En un artículo Zevallos Quiñones (1984: A2) se refiere al viaje de Pedro ele Alvarado entre
San Miguel y Pachacámac, y dice que llevaba “... llamas ele carguío...”. No se señala la
fuente, pues sólo se menciona una carta enviada por Almagro al Rey el 1o de enero de
1535, que nosostros no hemos podido leer. Esto es posible, pues Zárate (1968: Libro II, Cap.
XII, 170) narra las peripecias ele Diego de Almagro y Pedro de Alvaraelo en su viaje de
Quito a Pachacámac, y ele allí se desprende que el cacic[ue de los Cañares les informó que
Quizquiz “capitan de Atabalipa” venía con un ejercito, “...y tenía recogida toda cuanta
gente ele indios y ganados había hallado desde Jauja abajo...”. Y más adelante describe las
huestes de Quizquiz que “... iba en el medio con el cuerpo del ejército y con el ganado...”.
El mismo Zarate (op. cit.: 171) menta que después de la batalla “... quedaron en el campo
más ele quince mil ovejas...”.
190 Esta noticia es confirmada también por Gómara (1946: 236) que relata el choque ele la
soldadesca de Alvarado con la retaguardia del ejército ele Quizquiz antes ele llegar a San
Miguel. Y allí dice que “Dejaron quince mil ovejas...eran las ovejas del sol; ca tenian los
templos, cada uno en su tierra, grandes rebaños dellas. Y nadie las podia matar, so pena
285

de sacrilegio, salvo el Rey en tiempo de guerra y caza. Inventaron esto los reyes del Cuzco
para tener siempre bastimento ele carne en las continuas guerras que hacian.”.
191 Es muy posible que los españoles aprovecharon las llamas, pues sabemos que al pasar “...
los Puertos Nevados...gran número de caballos habían perecido también...” (Prescott,
1955: 333). Esto debió suceder en 1534, pues Porras (1949-1950: 198) al trazar la historia de
Fray Marcos de Niza, dice que éste “Se embarcó con Pedro de Alvarado en el Puerto de la
Posesión en Nicaragua, en Enero de 1534, y desembarcó con éste en la bahía de Caraques,
para tomar posesión de Quito, antes que llegasen los tenientes de Pizarro.” (Si el lector
quiere revisar estos hechos con mayores detalles, lege Pease, 1992: 133).
192 Un dato que nos parece muy interesante es el que se encuentra en las “Relaciones
geográfico-estadísticas del Perú, fechas por el orden de las instrucciones y memoriales
que mandó despachar su Majestad en 1577 (por Real Cédula de Felipe II, despachada en
San Lorenzo el Real en 25 de Mayo de 1577)”. Allí figura la “Relación de la Ciudad de San
Miguel de Piura” (Anónimo, 1925; 84 y 96; Salinas Loyola, 1965a: 38 y 44). En ella se
especifica: “77. Ganados de la propia tierra, (como) son ovejas y de los que han ido de
España, de todo género hay y se crian en los términos de la dicha ciudad. El precio de cada
oveja de la tierra son seis pesos y de las de Castilla peso y á menos; cabras, a medio;
puercos, a cinco; vacas a seis.”. Y más adelante se añade, refiriéndose evidentemente a los
tiempos incaicos: “178. Que casi en todas las provincias principales tenian tierras
señaladas para el Sol y ganado de ovejas y guacas y adoratorios...”. (A esta relación se
refiere Hocquenghem, s/f [1989?]: 149).
193 El carmelita Vásquez de Espinosa (1948:1177/372) al describir a Piura, lo hace en forma
vaga, pues dice “Ay en los valles de Piura muy buenas crias y manadas de carneros
merinos...ay en la sierra crias de ganado mayor y de mulas...”. No sabemos con exactitud
que quiere decir con “ganado mayor”, probablemente se trata de ganado vacuno, pero
podrían ser llamas o alpacas. Además su relato es de principios del siglo XVII y
aparentemente él no estuvo en Piura, pues sólo hay noticia que en 1615 anduvo por
Cajamarca (Upson Clark, 1948: X).
194 No disponemos de datos relativos a los primeros momentos de la Conquista para el
departamento de Lambayeque. Los más tempranos que hemos podido encontrar, se
refieren a la Visita de Jayanca de 1540 (distrito de Lambayeque; La Gama, 1540 [1975]). Allí
se especifica, según Espinoza Soriano (1975a: 253), que “En Jayanca existía también un
rancho de olleros... otro exclusivamente ele pastores Cu “ovejeros”) de llamas... se
componía de tres matrimonios pero no conocemos la cantidad de ganado que tendrían.”.
195 De esta Visita se desprende que el visitador pidió que le muestren “... por vista de ojos
todos los pueblos y estancias e ovejeros...” Y en la lista se menciona a “Otros dos pueblos
que tenían doce casas que tiene cinco indios, tres ovejeros...” y luego “Otro pueblo de
ovejeros que habría ocho casas, tres indios...” (La Gama, 1540 [1975]: 262, 265).
196 Luego el cacique de Jayanca explica los “Tributos al Inga y al encomendero” Francisco
Lobo. Y después ele haber declarado que no conoció a Guaynacaba y no saber si su padre
le dió tributo, dice que a Francisco Lobo le daban tributos cada dos lunas, y entre otras
cosas, “... e a las veces seis ovejas.”. Mientras que el tributo a Maxo y Pacura, “su
prencipal”, además de una serie ele productos y animales, “... le dan setenta cargas ele
maíz e cinco ovejas...” (La Gama, 1540 [1975]: 270-271).
197 Lorenzo Huertas (Comunicación personal, 6 de febrero de 1992) ha tenido la gentileza ele
mostrarnos un documento del Archivo General ele las Indias ele Sevilla (A61 Justicia, Leg.
286

458) fechado en 1566. Allí se hace referencia al transporte de ropa que tenían que hacer, a
espaldas, los indígenas desde Jayanca hasta Trujillo. Y constan varias quejas porque esto
no se hacía con la ayuda de recuas. Si bien no se menciona claramente a las llamas, todo
indica que se trata de recuas de estos animales.
198 Ramírez-Horton (1982: 125) ha hecho un análisis de los oficios existentes en la Costa Norte
a principios del siglo XVI, y entre ellos figura el de “guardianes de rebaños”. Y en la Tabla
1 se enumera a los artesanos que se ha podido identificar con documentos en los seis
señoríos estudiados, con sus respectivas fechas. Para “Ovejeros/Pastores” se indica.
Jayanca 1540, Pacasmayo 1582, Sinto 1566. Luego la misma autora (Ramírez-Hurton, op.
cit.: 127) explica que circa entre 1550 y 1560, el señorío de Cinto correspondiente al
repartimiento español de Lambayeque, tenía “pastores” y que los mitima de Lambayeque
también servían como pastores.
199 También Shimada y Shimada (1985: 17) informan que el Oidor Real. Don Gonzales de
Cuenca, recogió varios testimonios de los indios del Norte del Perú, incluyendo la región
de Lambayeque, sobre grandes y pequeños rebaños de carneros y ovejas de la tierra,
durante su visita de 1566-1567. La Visita (Archivo General de las Indias, Sevilla/Justicia
461, 856V) menciona 8 corrales de piedra y barro donde se guardaban los carneros y
ovejas de la tierra de Guaynacapac.
200 Los mismos autores (Shimada y Shimada. loco citato) indican que Don Diego Mocchumi,
señor de Túcume, tenía nueve ovejas de la tierra, cuando murió en 1574 (Archivo Regional
de Trujillo/Corregimiento Residencia. 30. VI. 1576). Y en otro documento fechado en 1582,
del Archivo Regional de Trujillo (Corregimiento Ordinario, 118-1584) se menciona al
gobernador de Moro que tenía carneros de la tierra.
201 Finalmente Rostworowski (1981: 51) noticia que en 1580 los indígenas de Lambayeque
iniciaron un juicio contra los vecinos de Trujillo, pues las torrenciales lluvias acaecidas en
1578, destruyeron no sólo sus casas y tierras, sino también la red de canales de irrigación,
imposibilitando los cultivos, listo produjo una gran hambruna que les dificultó el pago de
sus tributos (DN-A-534). En las diversas manifestaciones, los indígenas expresaron verse
obligados a vender sus”... ovejas de la tierra y cauallos por un vil precio para comprar
comida...” (fol. 210v). En el mismo testimonio, un testigo declaró que al cacique de
Lambayeque, clon Martín, “... se le avía muerto cantidad de ganado de ovejas que tenía y
esto a causa de las dichas lluvias”.
202 Para la zona de Saña sólo contamos con la información de Ramirez-Horton (1982: 127) que
en la Tabla 2, a la que hemos hecho mención (vide supra), indica que en 1564 el señorío de
Saña, correspondiente al repartimiento español homónimo, tenía “pastores” en la
localidad de Chontal.
203 Cock (1986: 177) se refiere a las propiedades de Garcia Pilco Guamán, curaca de Moro-
Chepén (en la provincia de Pacasmayo del departamento de La Libertad), que se ha podido
reconstruir a base del testamento escrito en 1582. Sobre el particular, Cock escribió: “
Pilco Guamán también reclamaba la propiedad de vacas y toros y 860 ovejas y cabras. No
hay mención de llamas y alpacas, pero se sabe que ellas existieron en Moro en 1582
(Ramírez-Horton 1982: 134, nota 4). Sin embargo, en la subasta, las sandalias de Pilco
Guamán fueron descritas como hechas de lana de llama (ADT, CO Le. 154, Exp. 204). Las
llamas pueden no haber sido puestas en la lista porque ellas pertenecían al Curacazgo de
Moro-Chepén, o pertenecieron a Pilco Guamán pero fueron consideradas por la familia
demasiado importantes para ser vendidas en la subasta a su muerte. Rehusar de vender
287

Camélidos no es inusual, puede ser observado en el testamento de clon Alonso Caruatingo,


Señor de la Guaranga de Guzmango, en Cajamarca (Rostworowski 1977b [1977a en nuestra
bibliografía]).”.
204 Sin embargo no es tan cierto que en dicha subasta no se vendieran llamas. Pues hay
evidencia que por lo menos se traficó con una. En efecto, Zevallos Quiñones (1989: 97)
publicó la información correspondiente al remate de los bienes del Cacique Principal del
Repartimiento de Moro, Don García Pilco Huamán, el 7 de agosto de 1582 en el asiento de
Nuestra Señora de Guadalupe (es decir la actual Guadalupe). En dicho remate “ Se paga a
Juan Chacquerref, de Tecapa, 3 pesos por “un carnero de la tierra”.”.
205 Y Ramírez-Horton (1982: 127, 134 Nota 14), como afirma Cock, informa sobre 200 mitimaes
del repartimiento español de Moro, en el señorío de Pacasmayo que se mantuvieron leales
y sujetos a su señor. “Algunos de estos fueron probablemente pastores encargados de los
rebaños de llamas, porque un Indio ʻgovernadorʼ de Moro poseía llamas y llevaba
sandalias hechas con su lana en 1582.”.
206 Sobre el valle de Moche no hemos podido encontrar mucha información. May el
testimonio de Zárate, que si bien estuvo en el Perú sólo un año, entre 1544 y 1545. “... nos
habla transmitiéndonos las conversaciones y los recuerdos, y a veces, quizás, los propios
relatos escritos de los actores de los sucesos...” (Porras, 1986: 218). Al referirse al valle de
Chimo, es decir al actual valle de Moche, dice escueta pero significativamente que “... es
muy abundante de...ganado.” (Zárate, 1968: Libro I, Cap. VII, 127).
207 Pero Jorge Zevallos Quiñones (in litteris, 22 de junio de 1993) nos ha hecho saber sobre un
documento hallado por él en los archivos trujillanos. Allí consta que en la ciudad de
Trujillo, en fecha 16 de marzo de 1543 Juan Alvarez (f. 4), el rematador de las Carnicerías
de la ciudad para su administración anual, se pone de acuerdo con Melchor Verdugo para
el sistema de aprovisionamiento de animales. Y se explica que se necesitará un negro
“cortador”, ovejas y yanaconas para la guarda de ellas. Y se especifica que tendrán que ser
“ovejas Yungas buenas” que se estimarán a 4 tomines de precio cada una. Y se añade que
también se le proveerá de carneros. Aclara Zevallos Quiñones, que Melchor Verdugo era
encomendero de Cajamarca y gran criador, y se pregunta: “¿Quiere decir esto que se traía
Camélidos a Trujillo a beneficiar para alimento popular?”.
208 El mismo Zevallos Quiñones (in litteris, 22 de junio de 1993) ha encontrado otro
documento, en el que figura que un tal Ortuño de Artazu declara en Trujillo en fecha 17
de mayo de 1561 que López de Córdova (f. 489v) le vende al mercader Baltazar de Zamora
“cien carneros de la tierra, quatro mas o menos, que no están lisiados de carache ni de
otra manquera alguna, que el mas chico dellos pase de año y medio para arriba.”. Los
entregará en esta población dentro de 10 días los 50 primeros, y los otros cuatro días
después. Ofrece más carneros para después de 5 meses. Nos informa Zevallos Quiñones,
que desafortunadamante en el documento está rota la parte donde se señala el precio de
los carneros. Añade, además, que Artazu tenía sus ganados en la región de Cambamba, en
Huamachuco. Para que se pueda tener una idea de precios, en otro documento consta que
Juan de Orozco declara en fecha 5 de febrero de 1573, que Diego Muñoz Ternero (f. 68)
vende a Alonso Morillo “carneros de Castilla”, capados, de año para arriba, a medio peso
cada uno por un total de 300 pesos.
209 De estos documentos se deduce que la venta de carneros de la tierra en la ciudad de
Trujillo era cosa normal.
288

210 Para el valle de Chao, Zevallos Quiñones (1991: 12) nos da un dato interesante., que se
refiere al testamento de Anton Elmo de 1565, que dejó encargado que se pagara a una
india de Chao llamada Leonor, el valor de una llama que el perro (guardián ?) de éste
había matado. El acápite del testamento dice así: “Yten declare) que un perro myo mato
un carnero de la tierra a leonor yndia de chao mando de mys bienes se le pague seys ps
por el carnero.” (Elmo, 1991 [1565]: 20).
211 Hay un vacío de información entre la Costa Norte y la Central y para la paite septentrional
del departamento de Lima, hay sólo un documento de 1607 que es citado por
Rostworowski (1978:140) y se refiere al valle de Huaura, en la provincia homónima. Se
trata de un juicio entre serranos y costeños. El curaca de Vegueta arrienda tierras al
padre de un curaca de Andaxes (en las serranías de la actual provincia de Oyón) y éste
ofreció al señor costeño enviarle en regalo”... carneros de la tierra y papas verdes y secas
en señal de amistad.” (BN, B-1937, fol. 6 v. año 1607).
212 Para la zona de Lima, hay una información interesante en el primer tomo del Libro de
Cabildos de Limas (Torres Saldamando, 1888, Tomo I: 250), pues se explica que en Los
Reyes el 10 de diciembre de 1538 se dictaron provisiones para proteger a los indígenas. Y
el tesorero Alonso Riquelme manifestó que estaba informado que algunos españoles que
venían del Cuzco y otros que vivían en los alrededores de la ciudad de Lima, les quitaban y
les robaban a los indios las muchas ovejas que éstos tenían y las traían a Lima para
vender. Riquelme señalaba que esto no sólo era dañino para los indígenas sino también
para la tierra.
213 Esta información es muy interesante, en cuanto es corroborada por el testimonio del
Contador Zárate (1968: Libro I, Cap. VII, 127), que al describir el valle de Lima dice que “...
la tierra es muy abundante de... ganados.”. En este caso se trata de un testimonio
presencial, pues Zárate estuvo en Lima entre 1544 y 1545. Es cierto que el término
“ganados” puede referirse a animales europeos también, pero en este caso es importante
recordar lo que escribió Cobo ya en el siglo XVII, en el sentido que el “ganado de Castilla”
recién comenzó a abundar en el valle de Lima hacia 1548. De modo que podemos suponer
que se trata de Camélidos. En efecto. Cobo (1964c: Libro 1 de la Fundación de Lima, Cap.
XIII, 316) al referirse a la “abundancia de bastimentos” que había en la ciudad de Lima
anotó: “No es menor la abundancia de carnes que las del pan, puesto caso que a los
principios se careció por algunos años de lo uno y de lo otro, hasta que las semillas y
ganados traídos de España se fueron multiplicando, y así pasaban entonces los vecinos de
esta ciudad con maíz y otras legumbres, y carne de llama, que es el animal a que clamos el
nombre de carnero de la tierra. Comenzáronse a matar de los ganados de Castilla el año de
1548, por ser ya grande su multiplico...” (el subrayado es nuestro).
214 Por su parte Ramos de Cox (1971: 68-70) ha informado sobre los trabajos arqueológicos
realizados en un potrero del Fundo Pando dentro del área urbana de Lima, cerca de la
ciudad universitaria de la Pontificia Universidad Católica del Perú, denominado
“Mantaru”. Allí se explica que al Este de este potrero, hay otro denominado “Corpus” y
según la autora, aparentemente la ocupación más reciente corresponde a “... un corral de
llamas sobre restos de un edificio de tapia, utilizado hasta el siglo XVI.”. Y añade: “Esta
unidad, aunque incompleta y cortada por una tapia más reciente, nos da la presencia de
llamas.”. Luego se especula sobre el nombre “Mantaru” y se concluye que se trataba de
grupos serranos que vivían allí y que se dedicaban al comercio. Desafortunadamente el
trabajo no presenta ni pruebas ni ningún sustento para las aseveraciones que se vierten, y
es imposible deducir si en verdad hubo evidencias para validar las conclusiones. Al final
289

Ramos de Cox (loco citato) escribió: “Es posible explicar con estos animales para transporte
que pudieron encontrarse en varios corrales de Lima, la presencia de llamas en el
Mercado costeño en los primeros tiempos de la penetración española: Bernabé Cobo
(Cobo, 1936, p. 316 [Esta cita corresponde a la que nosotros hemos mencionado
anteriormente, pero en la edición de 1964c]) al referirse a la abundancia de
abastecimientos explica que matan llamas para los indios, cuya carne venden ellos en el
mercado.”. La versión que da de Cobo Ramos de Cox no es del todo exacta, pero no sirve
tampoco como prueba para sus aseveraciones.
215 Guillén Guillén (1978: 46) ha estudiado el testimonio de Don Diego Cayo Inga, nieto de
Pachacuti Inga Yupangui, quien fue testigo presencial del saqueo del adoratorio de
Pachacámac, en el valle de Lurín. Según éste, los sacerdotes del santuario “... habían
enviado mensajeros para todas las provincias de la comarca del Pirú...” y llegaron más de
20,000 indios trayendo objetos de oro, pero además trajeron “... otros muchas cosas como
carneros ovejas venados ele toda suerte...”. Evidentemente se trata de Camélidos, pero no
ha quedado noticia de la suerte que corrieron. Esto, al decir ele Estete (1968a: 247), debió
suceder en el mes ele febrero de 1533, pues Hernando Pizarro con sus hombres llegaron a
Pachacámac el 30 de enero.
216 Para los valles sureños hasta Chincha no hemos podido encontrar información; no está
demás señalar, sin embargo, que Guaman Poma ele Ayala (1936: f. 1038), al describir a “La
villa ele Cañete”, especifica que “... no tienen ganados...”.
217 Gómara -ya lo hemos dicho- es uno de los cronistas que no estuvo en el Perú, pero según
Porras (1986: 191) tuvo buenos informantes y “... recogió) datos y noticias que no figuran
en otros cronistas.”. Su obra se publicó en 1552 y en ella, al mencionar las manadas ele
Camélidos, afirma que había “... graneles hatos y granjerías dellas en Chincha...”
(Gómara, 1946: 276). Esta información es corroborada por Cieza de León (1984: I Parte,
Cap. LXXIIII, 220), quien al informar sobre el valle ele Chincha escribió: “De las ouejas
elesta tierra casi no ay ninguna: porque las guerras de los Christianos que vnos con otros
tuuieron acabaron las muchas que tenían.”. ¡Es un patético relato ele lo que hubo y de lo
que se destruyó!
218 En uno de sus trabajos, Rostworowski (1977a: 269-270) trata del valle de Ica y allí
menciona el testamento del viejo curaca don Fernando Anicama y su hijo. Anicama, que
compartía el señorío de Lurin Ica con otro curaca, falleció en 1571. En dicho testamento se
dice que había en Ica “carneros de la tierra” y Anicama hijo declaraba, entre otras cosas,
tener cien llamas, mientras su padre le dejaba a su mujer, en términos generales “ovejas
ele la tierra”. (Sobre esto comenta también Rostworowski en otro trabaje), publicado en
1981: 52).
219 Vásquez de Espinosa (1948:1359/451) describe asimismo el valle ele Ica y dice “... ay en
ellos mucho ganado maior, cabras, ganado de serda, carneros...”. No cabe duda que en
este caso los “carneros” son “ele la tierra”, pues el mismo cuando trata de la “... villa de
Ica, y sus fértiles valle ele viñas.”, explica que allí “... se coge grande cantidad de vino
referida que mucho del sacan en carneros por la prouincia de los Chocoruos a
Castrovirreyna, Guancauelica, Guamanga y otras partes...” (Vásquez de Espinosa, op. cit.:
1354/450). Se está refiriendo sin duda a llamas. Esta información de Vásquez de Espinosa
resulta de gran valor, pues como él mismo lo dice, estuvo en el vecino valle de (Chincha
en el año 1617 (Vásquez de Espinosa, op. cit.: 1343/ 445) y si no tuvo la oportunidad de ir a
290

Ica, obtuvo sin duda información de primera mano. Ello indica que en dicho valle, aún en
el siglo XVII había llamas.
220 Mucho más al Sur, hay alguna información sobre Acarí, en el departamento de Arequipa
(provincia de Caravelí). Don Alonso Satuni del Ayllo Guallaca, de la parcialidad Hurinsaya,
declara en 1593 tener “... sesenta cabeças de ganado de la tierra...” (Visita de Acarí, 1973:
158). Y Rostworowski (1982: 242-243, 245), al comentar la segunda parte de dicha Visita,
que trata del litoral y se realizó en el pueblo de Chaviña siempre en 1593, menciona al
“Ayllo Loma pescadores” (vide Visita de Acarí, J 973: 170). Sugiere -indirectamente- que
este ayllo debió manejar los recursos de las lomas y los de la costa, y en ese caso en las
lomas pudo haber Camélidos, ya que éstas han sido lugar de pastoreo para estos animales.
Concretamente sobre el “Ayllo llamado Loma” (vide Visita de Acarí, 1973: 172),
Rostworowski (loco citato) escribió que “... debió dedicarse en tiempos prehispánicos al
pastoreo de Camélidos...”. Llega a esta conclusión a base de una comparación con otro
estudio hecho anteriormente en las lomas de Caringa (lege Rostworowski, 1981: 42).
221 En la Visita de Atico y Caraveli (Rostworowski, 1981: 51; Galdós Rodríguez, 1977: 77) se dice
que el cacique de Atico (en el distrito de Caravelí. del departamento de Arequipa) llamado
Chincha Pulca, en 1549 declaró haber poseído ciertos carneros y ovejas que le fueron
quitados por Maldonado, su primer encomendero. Dedenbach Salazar (1990: Nota 6, 85)
arguye, como ya lo hemos mencionado anteriormente (vide supra), que en el mismo
documento se dice que “... les enbiava el Ynga lana y le hazian ropa de Cumbe y se la
llevavan a donde él mandava...” y “... que el ynga tenia en Parinacocha cierto ganado de
ovejas y se daban para la guardia dello treinta yndios...”. Sugiere la autora que a base de
esto se puede colegir que los pobladores de Atico no tenían ganado de la tierra y que si
hubieran tenido algunas cabezas, tal vez las hubieran podido pastar en lugares más altos.
Y concluye Dedenbach Salazar, que es probable que en la cita ya se tratara de ganado
ovino. Cabe la posibilidad, pero a nosotros el argumento no nos parece convincente, sobre
todo si se toma en cuenta que hay evidencia de la presencia de Camélidos en el área en
aquellos tiempos.
222 Y para terminar con la información relativa a la costa, hay algunos datos referentes a la
provincia de Tacna, en el departamento homónimo. Nos referiremos al valle de Sama,
pues en la Visita a la Provincia de Chuquito realizada en 1567, hay testimonios de varias
personas (Diez de San Miguel, 1964: 124, 126, 127, 129, 247). En primer lugar el testigo
Juanes de Villamonte declara que “... los indios de este pueblo de Sama...de propios de
comunidad tienen ciertas ovejas que serán seiscientas poco más o menos y que tenían
más y han venido en disminución y que tienen cabras y algunas vacas...”. Al tratar
también de los indios de Sama, el testigo Juan de Matute afirmó “... que tienen mucho
ganado de la tierra de lo que rescatan y pastos para sustentarlo...”. Por su parte en la
declaración del testigo Pedro de Bilbao sobre los mismos indios, se lee que “... tienen...
carneros de la tierra en buena cantidad que rescatan con los indios de la provincia de
Chuquito y Pacaxes...”. El testigo Marcos de Silva también declaró que “... tienen carneros
de la tierra...”. Más adelante, en la misma Visita, se dice que “Los indios de la provincia de
Sama son yungas e indios mitimaes puestos por el ynga...y tienen algún ganado que les
llevan los de la sierra en rescate de las dichas comidas...”.
223 En el testamento de Diego Caqui, que fue curaca de Tacna y que lleva fecha de 1588, hay
también una información interesantísima. Allí se dice: “Yten declaro que me debe un
Francisco de Cárdenas, mercader de flete cien carneros de la tierra, en que le llevava
ciertas mercaderías de ropa de Castilla, podrá haber siete años, antes menos que más, y en
291

el camino me vendió cuarenta carneros de la tierra, de los que llevaban la dicha


mercadería, sin mi, licencia...” (Caqui, 1981: 213). Y más adelante se dice: “Yten declaro
por mis bienes cien ovejas de vientre de la tierra, que las guarda un indio nombrado
Ticona, natural de Putina; ha de haber multiplicado de ellas.” (Caqui, op. cit.: 214).

6.7.3 Las Serranías

224 Veamos ahora la información histórica que nos ha quedado sobre las serranías andinas.
En primer lugar analizaremos los datos generales, para luego pasar a ver los precisos.
225 Xerez (1968: 235) en 1532 al narrar sobre el territorio comprendido entre Cajamarca y el
Cuzco escribía que “En toda esta tierra hay mucho ganado de ovejas; muchas se hacen
monteses, por no poder sostener tantas como se crían.”. Esta nota de Xerez ha sido
comentada por Dedenbach Salazar (1990: 86): “Ahora no se sabe si él de verdad vio llamas
y/o alpacas “descuidadas”, es decir, montarraces, o si los que según él “se hacen
monteses” no habrían sido más bien los guanacos y vicuñas silvestres. De todas maneras,
deben haber existido grandes rebaños de Camélidos domesticados si los españoles
mataban 150 cabezas cada día.”. Zárate (1968: Libro I, Cap. VIII, 130), pocos años después,
hace una afirmación parecida, pero a diferencia de Xerez, el distingue las llamas y las
alpacas de los guanacos y las vicuñas, pues al describir las serranías anota que “Tienen los
indios muchas ovejas silvestres y otras domésticas.”. Mientras que el mercedario Murúa
(1964: 154), a fines del siglo XVI y principios del XVII, señala las serranías como zonas de
caza de vicuñas y guanacos.
226 Ramírez en 1597 hace una descripción del territorio andino y al referirse a “... la proui
(nci)a de chinchasuyo cae entre el Cuzco y guamanga...”, dice que ella “... tiene mucho
ganado de castilla y de la tierra...” (Ramírez, 1936: 40). Luego menciona el “collasuyo”, es
decir ca. la parte sudeste y especifica que “... criase muncho ganado de la tierra ques lo
mejor del piru, lo qual sirue para las requas de carneros de que ay muncha cantidad y esto
es mejor y de mayor precio que todo lo demas, ay munchas estancias de obejas de castilla
de indios y españoles, que se dan muy bien y ay muncho numero dellas...” (Ramírez, op.
cit.: 42). Y finalmente describe “La proui(nci)a de condesuyo”, es decir ca. la parte
Sudoeste, y afirma que es “... muy abundante de aues y ganado, de la tierra...” (Ramírez,
op. cit.: 41).
227 Herrera, el Cronista Mayor de Indias, cuyas Décadas corresponden a principios del siglo
XVII, como ya hemos dicho no es original, pero en este caso su relación de los Reinos del
Perú no deja de ser interesante y sin duda es verídica. En su Quinta Década (Herrera,
1945c: Libro Primero, Cap. V, 172-173) él narra que “... crianse en las Sierras grandes
manadas de Cabras Monteses, que llaman Vicuñas, i los Pacos, y Guanacos, que son las que
comúnmente llaman Ovejas de la Tierra, i Carneros, i muchos jumentos.”. Y al referirse al
Altiplano, dice que hay “... multitud de Ganados de Castilla, i de la Tierra.”.
228 El Padre Cobo, el “gran curioso de la vida”, el “Gran naturalista... (que) tiene el clon de
analizar y definir, de clasificar.” como escribió Porras (1986: 510-511), en el Capítulo X de
su magna obra, se ocupa “De la primera diferencia de temple que se halla en la Sierra del
Perú” (Cobo, 1964a: Libro 2, Cap. X, 74). Allí encontramos observaciones sumamente
valiosas que no podemos dejar de citar, sobre todo porque ellas no se encuentran en otros
cronistas. Cobo escribió: “En lo demás que no está ocupado ni quemado de la nieve, como
son las sábanas, laderas y algunas lomas y collados no tan empinados como las cordilleras,
nacen abundantes pastos, aunque la yerba es recia y de poco jugo, a cuya causa la carne
292

del ganado que se apacienta en ellos no es de tanta sustancia y gusto como la de España,
Chile y de otras tierras templadas de la América. Criaban antiguamente los indios en estas
punas y dehesas grandísima suma de ganado manso de la tierra, y vicuñas para caza, por
su preciosa lana. Y tenían los reyes Incas repartidos los pastos entre los pueblos
comarcanos; y hoy día gozan casi en toda la Sierra los mismos términos que les estaban
señalados por los Incas.”. Y añade, “Fuera ele estos ganados mansos traídos de España, y
de los ele la tierra, hay mucha caza ele guanacos, vicuñas...”. Cobo estaba terminando de
escribir su obra hacia 1653.
229 Llama la atención que frente a estas aseveraciones, Murra (1978: 90) haya escrito que “Los
Camélidos eran realmente abundantes sólo en el Collao, tierra de las etnias de habla
aymara.”. Esto evidentemente no es cierto.
230 Vamos a analizar ahora los datos precisos que se tienen sobre las diferentes regiones del
territorio altoandino, comenzando por el Norte. Cieza ele León nos ha dejado información
sobre el departamento de Piura, concretamente lo que es en la actualidad la provincia de
Huancabamba o los lugares que están a poca distancia ele ella. El cronista escribió: “Solía
auer gran cantidad del ganado que llaman ouejas del Perú: en este tiempo ay muy pocas
por la priessa que los Españoles les han dado... y de algunos guanacos que andan por los
altos y despoblados.”. Y luego añade que “Ay en todas partes grandes criaderos para
ganados...” (Cieza ele León, 1984: I Parte, Cap. LVIII, 185). Es importante hacer resaltar la
insistencia del cronista sobre la matanza de animales que han hecho los españoles en los
primeros tiempos ele la Conquista. Para entender en todo su valor estos datos ele Cieza,
hay que tener presente que él llegó al Perú sólo 15 años después que éstos habían
comenzaelo a recorrer lo que hoy es el territorio реruano.
231 Al discurrir sobre estos mismos hechos, Dedenbach Salazar (1990: 86-87) comete un error,
pues ella señala que el cronista alude a San Miguel de Piura. Pero si se lee bien a Cieza (
loco citato), evidentemente él describe las serranías ele Huancabamba y no a San Miguel,
pues entre líneas dice: “Por los valles y vegas de lo poblado ay muchos ríos y arroyos
pequeños, y algunas fuentes: el agua dellas muy buena y sabrosa.”. Y esto está justo en el
párrafo que se refiere a los Camélidos, que hemos citado, y que evidentemente no
corresponde a la zona costera. Es curioso que en el mismo error cae Rostworowski (1981:
51).
232 Luego escribiendo de la misma región, Cieza narra como en octubre de 1532 estando aún
Pizarro en la parte baja de Piura, en el pueblo ele Pabur, envió a Hernando de Soto con un
grupo de hombres para que explorara una zona cercana a Huancabamba, donde pensaba
por noticias que había recibido, que podría haber una guarnición militar del Inca. Los
españoles “Anduvieron hasta llegar a lo que llaman Caxas, provincia de la sierra. Vieron
grandes edificios, muchas manadas de ovejas y carneros...”. El cronista informa sobre una
escaramuza que hubo entre españoles e indígenas y explica como éstos salieron “...
llevando cordeles rezios...” para atar a los españoles “... pareçiendoles que eran algunos
pacos que ligeramente se avían de dexar prender...”. E inmediatamente explica que “...
ʻpacosʼ llaman a cierto linaje de sus carneros.” (Cieza de León, 1987: III Parte, Cap.
XXXVIII. 110; para ver el recorrido de Soto, vide Mapa 3 en Hocquenghem s/f [1989?]: 31).
233 Hoquenghem (s/f [1989?]: 105) escribe sobre el páramo “... en las alturas ele la cordillera
ele los Andes y la cordillera de Guamaní, encima de los 3500 metros ele altitud.” en la
provincia de Huancabamba. Y anota que “Antes ele la conquista en estas partes altas
existían vicuñas, que según Cieza de León desaparecieron por los años 1550.”. Nosotros no
293

hemos podido ubicar esta cita ele Cieza. Podría tratarse del Cap. LVIII ele la Primera Parte
(1984: 185) donde se dice “Sus ropas de lana elestas ouejas y de vicunias, que es mejor y
más fina.”. Pero la ropa de vicuña pudo haber sido traída del Sur, pues en ningún
momento Cieza especifica que las vicuñas existieron allí, cuando en el mismo párrafo,
como ya hemos visto, al referirse a “... algunos guanacos...” dice muy claramente “... que
andan por los altos y despoblados.” (Cieza de León, 1984: I Parte, Cap. LVIII, 185). En la
Tercera Parte de la Crónica del Perú (Cieza de León: 1987) tampoco hemos encontrado
mención relativa a este tema.
234 Para la zona de Chachapoyas hay poca pero buena información. Cieza de Léon (1987: III
Parte, Cap. LXXXIX, 296) narra como Alonso ele Alvarado sale ele Trujillo hacia
Chachapoyas, y después de haber estado en la provincia ele Chillao llegó con su gente a un
poblado llamado Longlos y allí vieron “... algunas manadas ele ovejas. Se hace difícil
identificar el lugar, que queda en el actual departamento de Amazonas, pero Stiglich
(1922: 375) dice que se trata de una designación que se hacía antiguamente de los
habitantes que pertenecían a una sección de la provincia de Luya. Y eran los que
quedaban al Oeste de la divisoria Utcubamba Marañón. Efectivamente, siempre en el
mismo Diccionario Geográfico del Perú de Stiglich (loco citato), vemos que en la zona existe
también un pueblo ele Chilla y un río con ese nombre que “... cae al Marañón casi frente á
la quebrada de Chalán.”.
235 Luego el mismo Cieza ele León (op. cit.: III Parte, Cap. XCIII, 310) menciona la entrada ele
Alvarado a la conquista de los Chachapoyas. Parece que los indígenas ofrecieron una
fingida paz y les mandaron un ídolo “... con algunas ovejas...”.
236 Un testimonio ele gran valor es el que ofrece el carmelita Vásquez ele Espinosa, pues él
mismo nos dice que estuvo en Chachapoyas el año 1615 (vide Vásquez de Espinosa, 1948:
1191/378), de modo que su información es directa. En primer lugar él nos hace una
“Descripción de Caxamarca”. Hay que tomar en cuenta que el corregimiento de Cajamarca
incluia el área de Chachapoyas. Y es justamente al hablar ele “... las Prouincias de la
ciudad de los Chachapoyas...” que él anotó que “... cerca de Leimebamba caminando a los
Chachapoyas esta la prouincia de Caxamarquilla del Collay... es toda... de mucha montaña
y muy templada donde ay algunas crias de ganado mayor y ele la tierra.” (Vásquez ele
Espinosa, 1948: 1189/377). Se está refiriendo, pues, a la parte meridional ele la provincia
de Chachapoyas.
237 Luego el carmelita describe la “ciudad de los Chachapoias” (en la provincia homónima) y
nos dice que “Cinco leguas de Chachapoias esta el pueblo de Luya...” y cuando trata del
“ganado” especifica que hay “... muchas crias de ganado maior y alguno de la tierra, de
muías y de los mejores cauallos...” (Vásquez ele Espinosa, op. cit.: 1194/379).
238 Vamos a dar cuenta ahora del departamento de Cajamarca, que sin duda es privilegiado,
en lo que a información se refiere. Parece que cuando Atahuallpa llega allí, había ya una
gran cantidad de Camélidos, además de los que iban con su séquito. Pues Fernádez de
Oviedo (1959c: Libro XLVI, Cap. V, 47) dice que “E llegado a Caxamalca, como lo hobo
señoreado, por parescerle buena tierra e abundosa ele mucho ganado de ovejas e otros
bastimentos para su ejército...”. Es cierto que Fernández de Oviedo no estuvo en el Perú,
pero escribió en 1550 y al decir de Porras (1986: 178), para los episodios de Cajamarca él
recogió el testimonio de Diego de Molina, de modo que se puede creer en la veracidad de
su aserto.
294

239 Estamos informados que el Inca traía consigo una recua muy grande de llamas, pues
Porras (1959: 59) ha publicado una carta del Licenciado Espinosa al Emperador, fechada en
Panamá el 21 de julio de 1533, en la que se narra los acontecimientos de Cajamarca y se
especifica que el Inca y su séquito “... trayan passadas de diez mil ovejas cargadas de sus
vituallas e mantenimientos...”.
240 Cuando Pizarro estaba subiendo hacia Cajamarca, sabemos que Atahuallpa le manda
mensajeros que, entre otras cosas, “... traian diez ovejas...” (Xerez, 1968: 218). Pero
testimonio de fundamental importancia es el de Ruiz, de Arce, quien fue testigo
presencial de los hechos de Cajamarca. No se sabe cuando escribió sus memorias, pero fue
sin duda después de 1540 (Porras, 1986: 130). Tiene razón Porras (op. cit.: 129) cuando lo
califica como “... un narrador esencialmente objetivo y por desgracia sintético...”, pues al
describir Cajamarca sólo dice “... hay muchas ovejas...” (Ruiz de Arce, 1968: 425). Y esto es
confirmado posteriormente por Cieza de León (1987: III Parte, Cap. XLIII, 124), que al
referirse a lo mismo, señala que había en los campos “... muchas manadas de ovejas...”.
241 Después de la captura del Inca, los españoles se dirigen a su campamento que estaba fuera
de la ciudad, en la localidad ele los actuales Baños del Inca y allí “... halláronle
innumerables bastimentos, así de carnes y cecina como de aquellas ovejas, unas para
carga y otras para comer...” (Estete (¿Anónimo?]. 1968b: 378). Y Xerez (1968: 232) cuenta
que todas estas “ovejas” fueron soltadas por los españoles, pero “El Gobernador
mandó...que los cristianos matasen tocios los días cuantas hobiesen menester...”.
242 Un documento anónimo, cuya edición original lleva fecha 1534, que parece ser síntesis ele
dos cartas datadas del mismo año, que a su vez aparentemente se inspiran en una misiva
de Gaspar de Espinosa enviada al Rey en 1533, y el que probablemente toma información
ele una carta remitida por Pizarro al Cabildo de San Miguel (vide supra) (Porras, 1967;
Soto, 1992: 11), nos informa que antes que Pizarro emprendiera su viaje hacia el Sur,
recibió el presente de un cacique y “... había cuatro ovejas, del tamaño ele las ovejas de la
tierra, que son del tamaño de un potro ele cinco o seis meses. Y, con ellas, dos pastores de
oro, del tamaño de pequeños hombres.” (Anónimo. 1992d: XXXIII)8. Este documento,
según Porras (1937, 1967), debería ser de 1534, pero John Rowe (Comunicación personal,
23 de agosto de 1992) piensa que debe ser de 1539.
243 En la Visita de Cajamarca de 1540 (vide Espinoza Soriano, 1967: 26), los indios declararon
que el tributo que pagaban al inga y al encomendero era, entre otras cosas, de “ovejas”.
Luego en la Visita, Cristóbal de Barrientos comenta: “Parece haber en esta dicha tierra
poco ganado, y los dichos señores de Caxamarca dicen ser ansí.”. Esto parece estar en
contradicción con las afirmaciones posteriores de Cieza de León (vide infra), pero es
importante en este sentido el comentario de Espinoza Soriano (1967: 19): “En 1540, los
curacas declararon haber muy pocos hatos de llamas en su provincia. El mismo Barrientos
dio constancia de que en su viaje él también adquirió esa misma impresión; pero no
olvidemos que muy poco fue lo que él anduvo por tierras cajamarquinas.”.
244 El testimonio de Cieza de León (1984: I Parte, Cap. LXXVII. 228), a poco más de quince años
de los acontecimientos de Cajamarca es de interés, pues él dice que allí aún “... se crían
muchos ganados...” y que “Los Indios... son de grande ingenio... para... criar ganados...”.
245 Sabemos que entre 1550 y 1560 algunos de los mitimaes que vivían en Cajamarca, y que
eran leales al curaca de Saña, eran “pastores” (Ramírez Horton, 1982: 127).
246 Pero de hecho la matanza de Camélidos en Cajamarca, desde el inicio de la Conquista
hasta fines del siglo XVI, debió ser muy grande. Lorenzo Huertas (Comunicación personal,
295

6 de febrero de 1993), ha encontrado un documento en el Archivo General de las Indias de


Sevilla (A6l Justicia, Leg. 458), en el que consta que en 1566 se le hace una acusación a
Gonzales Cuenca, por haber autorizado a personas de Cajamarca que los indios carguen
mercadería hasta Trujillo. No había llamas para hacerlo.
247 Hoy se están importando Camélidos desde el Altiplano para tratar de desarrollarlos
nuevamente allí, pero tocio el mundo sabe que en Cajamarca no hay Camélidos y ello
figura en los tratados de geografía (e. g. lege Peñaherrera del Aguila, 1969: 282). Sin
embargo es interesante una información perdida entre los escritos de Kosok (1965: 305).
Él estuvo en el Perú entre 1948 y 1949 y estando en Cajamarca anotó: “... la llama ha
desaparecido completamente, aunque las tradiciones entre algunos de los muy viejos
habitantes de Cajamarca, indican que ella ha sobrevivido aquí hasta hace unos cien
años.”, es decir estamos hablando de la primera mitad del siglo XIX.

6. 7.4 El viaje de Hernando Pizarro a Pachacámac

248 Vamos a romper por un momento el rígido esquema geográfico que nos hemos impuesto
en este análisis de la dispersión de los Camélidos a base da las fuentes históricas, pues
queremos analizar lo que vieron los “veinte de caballo y ciertos escopeteros” (Estete,
1968a: 242-243) que iban al mando del hermano de Francisco Pizarro, Hernando. (Xerez
[1968: 241] confirma que fueron “veinte de caballo”, pero tampoco indica cuantos fueron
los otros, pues sólo dice “... y algunos de pie...”). Ellos se dirigían a Pachacámac para
asegurarse que el rescate prometido por el Inca se iba a cumplir. Como escribió Porras, es
la primera incursión europea a lo largo del Imperio Incaico aún no conquistado (Porras,
1968: 116). Con estos jinetes iba Miguel de Estete, con el cargo de Veedor, de modo que sus
notas de viaje, que eso fueron, son de fundamental importancia para el tema que estamos
tratando, pues representan “... el primer documento geográfico sobre el Perú andino.”
(Porras, op. cit.: 116). Veamos que anotó.
249 El viaje se inicia en Cajamarca, un “Miércoles, día de la Epifanía (que se dice vulgarmente
la fiesta de los tres Reyes Magos), a 5 de enero del año de 1533...” (Estete, 1968a: 242;
Xerez, 1968: 241) y luego de haber pasado por Cajabamba, Huamachuco, Andamarca
yTotopampa llegaron a Corongo. Allí, Estete (1968a: 244) anoté): “... todo el camino mucha
cantidad de ganados con sus pastores que lo guardan...”. Corongo se encuentra a 3,192
msnm, en la parte septentrional del Callejón de Huaylas, en la provincia homónima. (Se
equivoca con esta cita Dedenbach Salazar [1990: 88] al atribuirla a “... los alrededores de
Jauja.”. El cronista [Estete. loco citato] dice textualmente: “... fue a dormir a otro pequeño
pueblo que se dice Corongo...”).
250 Prosigue el viaje y los jinetes pasaron longitudinalmente por el Callejón de Huaylas (entre
2,200 y 3,000 msnm) y allí “... prestaron los indios de aquel pueblo muchas ovejas... Toda
aquella tierra es muy abundante de ganados... que yendo los cristianos por el camino vían
andar los hatos de ovejas por el camino.”. Y cuando pasaron por “Guarax”, que debe ser el
actual Huaráz (en la provincia homónima), insiste “... adonde hay muchos ganados...
Solamente para dar de comer al capitán y a su gente que con él iba, tenían en un corral
doscientas cabezas de ganado.” (Estete. 1968a: 245).
251 Luego explica Estete que fueron a otro pueblo que él denomina “Pachicoto”, que debería
ser el actual Pachacoto, en la provincia de Recuay, para luego pasar a “Marcara”, que
definitivamente no puede ser el Marcará actual, que está al Norte de Huarás, cerca de
Carhuáz, y debe ser más bien el actual Marca, en la parte meridional de la provincia de
296

Recuay. En efecto, el cronista dice muy claramente que allí comenzaron a bajar hacia la
costa. Sobre el señor de dicho lugar, escribió que “... este es de señores de ganado que
tienen en él sus pastores, y en cierto tiempo del año los llevan allí a apacentar...” (Estete,
op. cit.: 246). (Fernández de Oviedo [1959c: Libro XLVI, Cap. XI, 69-70] en este caso dice que
está citando a Miguel de Estete, pero es interesante anotar como cambia algunos términos
geográficos).
252 A partir de este momento y hasta el regreso del grupo no hay ninguna cita relativa a
Camélidos. De Pachacámac se dirigen por la costa hasta Huaura y de allí inician la subida a
las serranías. Llegan a “Aillón”, que podría ser el actual pueblo de Aillón. Figura en el
Diccionario Geográfico del Perú de Stiglich (1922: 60) y está en la parte septentrional de la
provincia de Huaura (del departamento de Lima). Este pueblo, según el cronista, dependía
de otro más grande, que él denomina “Aratambo” y que nosotros no hemos podido ubicar
(Busto [196.3-1970b: 58] tampoco lo hace). Pero el cronista anota que es “... de muchio
ganado...” (Estete, op. cit.: 250). De allí el grupo pasa a otro pueblo llamado “Chincha” que
estaba sujeto a Cajatambo y que tampoco hemos podido ubicar. Pero señala que “... este
pueblo es de muchos ganados.”. Llegan a Cajatambo (en la parte septentrional del
departamento de Lima) “... donde hay muchos ganados, y por todo el camino hay muchos
corrales de ovejas.” (Estete, op.cit.: 251). (En este caso también Fernández de Oviedo
[1959c: Libro XLVI, Cap. XII, 73] señala que está citando a Estete, y lo hace sin mayores
cambios. Sólo en vez de decir “Chincha” como hace Estete, dice “Chinchi”, y sustituye
“corrales de ovejas” por “corrales e ovejeros”).
253 De esta localidad en vez de seguir hacia el Norte, rumbo a Cajamarca, se dirigen
nuevamente hacia el Sur y al pasar por Junín (en el actual departamento homónimo), lo
describe y dice que “... es un llano donde hay muchos ganados medianos como, los de
España y de lana muy fina.” (Estete, op. cit.: 251).
254 Estete (op. cit.: 252) se refiere a las muchas lagunas que hay en la zona de Junín y evidencia
que allí “... hay muchos ganados...”. E inmediatamente añade: “Sale desta laguna un río
que va al pueblo de Pombo... Por todo este río hay muchos ganados. Pombo es el nombre
de un antiguo pueblo en la Pampa de Bombón, es decir la actual Pampa de Junín
(Dedenbach Salazar, 1990: 87).
255 Luego Estete (op. cit.: 255) vuelve a insistir sobre el área de Junín y repite que “... había
muchos hatos de ganado...”. Después se refiere al pueblo de Tonsucancha, y anota que allí
“... hay muchos ganados pequeños de muy buena lana...”. Murra (1978: 82) es de la
opinión que al hablar de “ganados pequeños”, se está haciendo la primera mención a la
alpaca. Casi seguramente tiene la razón. Tonsucancha se encuentra al Sur de la provincia
de Dos de Mayo, en el departamento de Huánuco (vide mapa elaborado porMcK. Bird para
ilustrar la Visita de Huánuco de 1562. Va adjunto a Ortiz de Zúñiga, 1967, Tomo I).
256 Si bien en este caso también Fernández ele Oviedo (1959c: Libro XLVI, Cap. XII: 74, 76)
señala que en su descripción está citando a Estete, por algunas diferencias nos parece que
tuvo también alguna otra información, por eso preferimos mencionarlo. Él ha escrito que
el martes 10 Hernando Pizarro y su comitiva “... fue a dormir a un poblezuelo ele pastores,
que está junto a una laguna de agua dulce que bajará tres leguas a un llano, donde se
vieron tanta cantidad de ganados medianos, como los de España e de lana fina, que era
cosa mucho de ver segun su moltitud.”. Luego habla del viernes 14 cuando el grupo “...
partió ele Pombo para ir a Xauxa; y este día fué a dormir a un pueblo que se dice
Chacamarca...” y explica que allí hay muchos pueblos vecinos “... e a la redonda dellos
muy gran cantidad de ganados, que, a lo que les paresció a los españoles, había más de
297

cient mill cabezas.”. Sobre Jauja, escribe: “Es abundoso de bastimentos e ganados...”. El
viernes 20 el grupo inicia el regreso a Cajamarca y llegó hasta Pombo. “Miercoles
partieron del dicho pueblo de Pombo, e por un llano ele muchos hatos de ganados, fue a
dormir a uno aposentos graneles...”. El viernes 27 “... fue a dormir a otro pequeños
(pueblo) que se dice Tonsucancha... Este es pueblo de mucho ganado pequeño e de muy
buena e fina lana, que paresce a la de España.”.
257 La última cita ele Estete (1968a: 255) se refiere al trayecto entre Bombón y Cajatambo y
especifica que “Otro día fueron a dormir a otro pueblo que se dice Guaneso... es tierra de
muchos ganados.”. No cabe la menor duda que se trata del sitio arqueológico que hoy
conocemos como Huánuco Viejo o Huánuco Pampa, en la provincia de Dos de Mayo, del
distrito La Unión, en el departamento de Huánuco (3,800 msnm). Y es interesante señalar
que Fernádez de Oviedo (1959c: Libro XLVI, Cap. XII: 76) si bien en esto cita a Estete (loco
citato), sin embargo no menciona “Guaneso” sino “Guanaco”. Este Huánuco Viejo no debe
ser confundido con el actual Huánuco. Sobre las ruinas ele Huánuco Viejo, Stiglich (1922:
515) escribió) que “Fueron descubiertas por Hernando Pizarro el 26 de marzo de 1533. Los
españoles le llamaron en un principio Huaneso y después León de Huánuco cuando Gómez
de Alvarado fundó sobre dichas ruinas una población que se trataba fuese la capital de
dicho Corregimiento. La sublevación encabezada por Illarupa contra los blancos la
despobló. Este fue el motivo porque fundó días después el actual Huánuco don Pedro
Barroso...”.

6. 7. 5 Más información sobre las serranías

258 Volvamos ahora a la descripción del territorio de Norte a Sur. Vimos Cajamarca,
pasaremos a analizar la situación en el departamento de La Libertad. Cieza de León (1984:
I Parte, Cap. LXXXI, 236) nos habla de Iluamachuco. en la actual provincia homónima. El
cronista escribió que “... en la comarca desta prouincia de Guamachuco grán número de
ganado de ouejas: y por los altos y despoblados andauan otra mayor cantidad del ganado
campestre y saluage llamado Guanacos y Vicunias...”. Pero hay que señalar que en la
misma página. Cieza se refiere al “soto real” que tenía allí el Inca, y en él se guardaba sólo
ganado silvestre, y especifica que se trataba de guanacos. Y allí se hacían cacerías y “... de
estas cacas tomauan diez mil o quinze mil cabeças ele ganado, o el número que quería:
tanto fue lo mucho que elello auía.”.
259 Porras (1959: 216) ha publicado una carta ele Francisco Pizarro dirigida a Pedro de
Alvarado, fechada en Los Reyes el 9 de julio de 1536 y allí se dice: “Al señor Alonso de
Alvarado proveí por capitán para poblar las espaldas de Truxillo la tierra adentro, y halló
muy rica tierra de ganado...”. Es difícil una ubicación exacta del lugar, pero podría
tratarse de Santiago de Chuco.
260 Vásquez ele Espinosa (1948: 1180/373) también se refiere a “La prouincia de Guamachuco”
y dice que allí hay “... [mucho ganado] de la tierra...” y “... grandes crias de ganado maior
y menor [en abundancia]...”.
261 Aquí también como en Cajamarca, tenemos la evidencia que se produjo una gran matanza
ele animales, pues Espinoza Soriano (1971a: 54) informa sobre la situación de la provincia
ele Huamachuco en el siglo XVIII y señala que ne> existe mención a Camélidos, sino solo a
animales europeos. Por ejemplo en San Pedro ele Chuquisongo, que fue una de las
haciendas y estancias más importantes y dilatadas del corregimiento, hubo “... cien mil
cabezas de borregos y ele carneros...”, que se siguió criando allí también en el siglo XIX.
298

262 Cieza de León (1984: I Parte, Cap. LXXX, 234-235) describe “los Conchucos, y la gran
prouincia ele Guaylas”, es decir la actual zona del Callejón ele Huaylas, e indica que allí
“Auía en los tiempos passados tan gran cantidad de ganado y ouejas y carneros, que no
tiene cuenta...” y explica inmediatamente que “... las guerras los acabaron en tanta
manera de esta muchedumbre que auía ha quedado un poco...”. Eso quiere decir que a
fines ele la primera mitad del siglo XVI allí aún había Camélidos. Esto es confirmado por la
Visita de Guaraz de 1558, pues Varon Gabai (1980: 57) anota “Con respecto al ganado,
indican poseer “obejas ele la tierra”, cabras, puercos y algunas “obejas de Castilla...e que
los guardan yndios biejos y mochadlos...”. Dedenbach Salazar (1990: 100) ha escrito eme
no está del todo claro si en este caso se trata de ganado de la tierra o de Castilla, pero
creemos que no hay duela, a juzgar por lo que ha informado Varon Gabai (loco citato). Éste
además al cementar la Visita de Llaguaraz, que fue un repartimiento en las inmediaciones
ele la actual ciudad de Huaráz, y que se llevó a cabo también en 1558, escribió: “La
ganadería es probablemente la actividad principal del repartimiento, notándose un ligero
desplazamiento del ganado autóctono por parte del europeo.” (Varón Gabai, 1980: 65). Lo
cual indica, sin posibilidad de dudas, que había Camélidos en la zona. Sin embargo nos
parece importante tomar en cuenta el resto de la observación de Dedenbach Salazar
(1990: 100), en el sentido que “... hay que tener en cuenta al examinar las visitas respecto
al número de ganado: para no tener que pagar mucho tributo, los indios guardaban
silencio sobre gran parte de su ganado, cosa que tiene que haber sido fácil, pues el
pastoreo esparcido dificultaba e incluso hacía imposible el control o la verificación de
estas afirmaciones.”. Es decir, es posible que haya habido más animales de los que los
indígenas declararon.
263 Silva Santisteban (1964: 134) nos da una noticia relativa al Corregimiento ele Conchucos,
en la parte Norte del Callejón de Huaylas y dice que había muchas ovejas “... de todo
género ele ganado, aunque ovejas ele Castillas y ele vacas es la mayor parte.”. Él se basa
en la documentación ele Francisco López de Carabantes (aunque en la bibliografía no
figura el título) relativa al siglo XVII. Es cierto que no se define claramente de que tipo ele
ovejas se trata, pero como se afirma que son “de todo género”, podemos suponer que
hubo Camélidos.
264 Una vez más el testimonio de Vásquez ele Espinosa resulta ele gran importancia. Él se
refiere a “... la prouincia y valle de Guaylas...” y concretamente al “pueblo ele Requay” (es
decir al Sur del departamento de Ancash, en la provincia ele Recuay) y dice enfáticamente
que “... ay en el grandes crias de carneros...de la tierra...” y explica que hay también “...
carneros ele Castilla...” (Vásquez ele Espinosa, 1948:1379/459), de modo que no hay
ninguna duda. Sabemos por sus propias palabras que el carmelita estuvo en 1616 en
Chavín de Huántar, es decir en la zona, de modo que su información no puede ser puesta
en duda (vide Vásquez de Espinosa, op. cit.: 1372/457).
265 Un poco más al Sur, para el departamento de Huánuco, hay poca información. Aguilar y
Córdova refiere que en “La provincia de Guanuco, llamada así por un animal ele este
nombre conocido en aquellas partes.”. Es sin duda una nota muy escueta que hay que
tomar con las reservas del caso. (Debemos señalar que nosotros no hemos podido leer esta
fuente y hemos tomado la cita de Espinoza Soriano [1975b: 161, el cual la atribuye a
Aguilar y de Córdova [1599: Libro I, Cap. VI; edición ele 1938]. Pero este mismo autor es
citado por Dedenbach Salazar [1990: 93], aunque ella lo hace como Aguilar y Córdova y
además señala como fecha del documento el año 1578. Es más, a pesar que ambos autores
299

se refieren aparentemente a la misma edición ele 1938, la numeración de las páginas no


coincide: para Espinoza Soriano es 321-325 y para Deelenbach Salazar 321-345).
266 Un dato mucho más preciso es el que se refiere a la localidad ele “Rondo ele los queros”
(en la parte Oeste del departamento de Huánuco. Debe corresponder al Runtu que figura
en el mapa “La Sierra de Huánuco”, elaborado porMcK. Bird, anexo a Ortiz ele Zúñiga,
1967). Durante la Visita a los Chupachos en 1562, un vecino de esta localidad manifestó
que “... tiene veinte cabezas de ganado de esta tierra machos y hembras y se le han
muerto muchos de carache...”.
267 De esta zona tenemos, una vez más, el testimonio ele Vásquez ele Espinosa (1948:
1363/454), que estuvo allí en l6l6. Él comenta “De la prouincia ele los Guamalies...”, “...
donde está el tambo del Guanuco el viejo...” al que ya nos hemos referido anteriormente,
al citar el viaje del hermano de Pizarro. El explica que este tambo “... está vna gran
llanada llena de ganado... de la tierra...” (Vásquez de Espinosa, op. cit.: 1375/458-459).
268 Ya hacia el Sur no hemos podido encontrar información hasta las serranías que están en
el límite entre los departamentos de Lima y Junín. Rostworowski (1978: 161) ha estudiado
esta zona y explica que entre los pueblos que integraban el ayllu de Canta, aparece Causso,
que debió estar en los “llanos de Bombón”, donde está la ex hacienda Corpacancha (es
decir al Norte de la provincia de Yauli, en el departamento de Junín). El principal de este
pueblo declaró en la Visita que se hizo en 1553, que residían allí porque “... obejeros de las
obejas ele Canta que a su tiempo benyan allí a pacer” (fol. 130 v.). Pero Rostworowski
señala que también en este caso como en otros, hay contradicciones, “... lo que indica que
posiblemente no declararon la verdad y que en los lugares apartados habían escondido su
ganado.” (Rostworowski, 1978: l6l).
269 En otra Visita de Canta de 1549 hay referencia a 16 pueblos “de temporada”, destinados a
tareas específicas. Se menciona a Caruacaya o Caruacayán, en plena puna, detrás ele la
Cordillera de la Viuda, y que “Es considerado pueblo de ovejeros...” (Rostworowski, op. cit.:
170).
270 En esta oportunidad (1553) se visitó también Caraguayllo ele la parcialidad de
Esquibamba, situada en la chaupi yunga. Esquibamba es un cerro en una quebrada cerca al
pueblo de Arahuay. Es una quebrada paralela al río Chillón, aguas arriba ele Santa Rosa
ele Quives. En la Visita se dice: “Yten les preguntamos por el ganado dixieron que por ser
yunga y estar en tyerra caliente no lo tenyan.”, pero a pesar de ello, cada pueblo tenía que
pagar un tributo que, entre otras cosas, era de “... veynte ovejas.” (Rostworowski, op. cit.:
165-166, 255).
271 En la misma Visita se dice que entre los pueblos que integraban el ayllu de Canta, estaba el
de Yese), que estaba “... ya en las yungas no auia oveja ninguna...” (Rostworowski, op. cit.:
162).
272 Refiriéndose a la misma zona, Rostworowski (1988b: 76) relata que hubo un conflicto
entre los canta y los chaclla. “En 1549, cuando la estadía en el Perú del licenciado Pedro ele
La Gasea, los encomenderos Nicolás de Ribera el mozo -de los canta- y Francisco de
Ampuero -ele los chaclla- quisieron imponer la paz entre los curacas y decidieron que los
chaclla vendieran sus tierras a los canta por el precio de doscientas “ovejas ele la tierra”,
vale decir llamas.”. Parece que los chaclla se resistieron, pues no entendían que era
“vender” y no quisieron recibir las ovejas de la tierra. Entonces Ampuero ordenó que se
las llevaran a su casa en Los Reyes, donde vendió unas y envió otras a la carnicería. Es
importante señalar que con la victoria de Túpac Yupanqui, se instaló en Quivi (es decir la
300

actual Quives) cien mitimaes chaclla que provenían de la localidad de Mama, hoy Ricardo
Palma en el valle del Rímac, cerca ele Chosica (provincia de Lima).
273 Por la información de Cosme Bueno (1951: 34) sabemos que en 1764, en la provincia de
Canta “Críase bastante ganado como también de los demás animales silvestres de Sierra,
como Vicuñas y Carneros de la tierra, que son diversos de los de Europa.”.
274 Finalmente Dedenbach Salazar (1990: 100) hace un comentario a las investigaciones ele
Rostworowski (loco citato) en Canta y cita el hecho que la autora señala, en el sentido que
no se le declaraba al visitador toda la verdad sobre los animales, mencionando tan solo
cinco ovejas. Es decir, el ganado se escondía a la vista del visitador. Dedenbach Salazar
trae a colación el trabajo arqueológico que hiciera Dillehay (1979) y al que nos hemos
referido en el Capítulo anterior, y concluye que “También esta evidencia puede llevarnos
a pensar que Canta debe haber tenido recursos relativamente grandes de Camélidos.”.
275 Para la provincia de Huarochirí (en el departamento de Lima) y la vecina provincia de
Jauja (en el departamento de Junín) hay información interesante. Allí hizo una Visita en
los años 1571 y 1572 Dávila Brizeño, es la conocida Descripción y relación de la provincia de
Yauyos... En dicha región está el mentado monte Pariacaca que domina la cordillera de la
zona. Dávila Brizeño (1965: 159) ha dejado escrito que “Hay en aquellos despoblados desta
crodillera de Pariacaca, a las unas vertientes y a las otras, mucha cantidad de ganado
montés de la tierra, que llaman vicuñas y guanacos...”. Las vicuñas aún se veían a
principios de 1600 (¿1605?), pues al pasar por las alturas del Pariacaca el Padre Ocaña,
escribió “Por los campos hay algunas vicuñas...” (Ocaña, 1987: 238). Nosotros estuvimos
trabajando en la zona en 1960 y 1983 y no vimos ninguna.
276 Y en la vecina provincia de Yauyos a fines del siglo XVIII aún había de estos animales, pues
Cosme Bueno escribía en 1764 (1951: 32) que “En los cerros hay gran cantidad de Vicuñas
y Huanacos...”. Los yauyos fueron un aguerrido y fiero pueblo que habitaba la región de
Tupe, en las cabeceras del río Cañete, en la actual provincia de Yauyos del departamento
de Lima. (Lege Rostworowski, 1978: 32).
277 Dedenbach Salazar (1990: 85) comenta la importancia que tienen los Camélidos en los
ritos y tradiciones de Huarochirí que ha recogido Avila (¿l608?[l 966]), lo que está
indicando que fue una zona que debió tener una gran cantidad de estos animales. La
autora señala que Spalding (1984: 44, 193) ha podido localizar, a base de documentos del
siglo XVIII, chozas y corrales en la puna de Huarochirí. Nosotros hemos visto algunos de
estos corrales en la zona del monte Pariacaca en 1983 y encontramos pequeños rebaños
de llamas y alpacas.
278 Nos referiremos ahora al departamento de Junín. Ruiz de Arce (1968: 426) que escribió
después de 1540, pero que estuvo en el Perú entre 1532 y 1534 (vide Porras, 1968: 127-130),
nos ha dejado la descripción de su viaje al Cuzco y al pasar por la Meseta de Bombón, dice
que “... hay muchas ovejas montañesas.”. Y Cieza de León (1984: I Parte, Cap. LXXXIII, 240)
cuando relata sobre la “tierra de Bombón” dice: “Posseyeron estos naturales de Bombón
gran número de ganado: y aunque con las guerras se ha consumido y gastado, según se
puede presumir: todauía les ha quedado alguno: y por los altos y despoblados de sus
términos se veen graneles manadas cielo syluestre.” ¿Se refiere el cronista a vicuñas? Es
posible, pues también Ayala (1974-1976: 276) en 1614, es decir poco más de medio siglo
después de las andanzas de Cieza, al referirse a Junín, escribió “... bicuñas de que ay
muchas en esta tierra...”.
301

279 Y finalmente nos ha quedado el testimonio de Vásquez de Espinosa (1948: 1367/456), que
describe la “prouincia de Chinchacocha”, es decir Junín, y manifiesta que “... Criasse en
esta prouincia mucho ganado de la tierra...”.
280 Hay algunos datos concretos para la zona de Tarma. Cieza de León (1984: I Parte, Cap.
LXXX, 234) menciona a “Tamara y Bombón”. Se trata sin duda de un error del cronista,
que posiblemente quiso referirse a Tarama, nombre que ha sido utilizado por los cronistas
para referirse a Tarma. Allí se dice que “Auía en los tiempos passados tan gran cantidad
de ganado y ouejas y carneros, que no tiene cuenta...”.
281 Y según Arellano (1988: 78-79), en el siglo XVIII la mayoría de los ayllus de Tarma habían
perdido el acceso o se les había reducido el pastizal que tenían desde la reducción de
Toledo. Los factores que desencadenaron este fenómeno fueron, por un lado el aumento
de indios forasteros y españoles que trabajaban en las minas y, por el otro, el alquiler de
las tierras por parte del curaca a otros pastares. En 1571 los ayllus de la banda izquierda
casi no tenían tierras o las habían perdido por completo. Además, una serie de haciendas
y estancias de la banda derecha pasaron a manos no indias. Explica Arellano (op. cit.: 80)
que “En los títulos de las haciendas de Taima nunca se expresa la existencia o mantención
de Camélidos, aún en las haciendas de indios. Todas las haciendas consignan el ganado
ovejuno como la principal producción con excepción de la de Huancal, que sólo criaba
ganado vacuno, mular y asnal, tipos de ganado que también se criaban en otras estancias,
al igual que el caballar. Es interesante la no mención del Camélido, a pesar que sabemos
por la observación de un botánico español de la segunda mitad del siglo XVIII y que estuvo
once meses en Tarma que existía en sus punas abundantes llamas, vicuñas y huanacos. El
añade que las vicuñas y huanacos se encuentran a partir del grado 5 de latitud sur (26). Es
de particular interés destacar que no menciona a la alpaca y cuando lo hace es en relación
al Cuzco. Esto hace suponer que la alpaca no se conocía como principal producto de lana,
lo que explicaría por un lado el uso intensivo de la lana de oveja y la mención del uso de
lana de vicuña y huanaco para accesorios de vestir, como pañuelos, medias, gorros,
guantes, etc., mezclándose la fibra con algodón y/o seda. De la lana de carnero, en
cambio, mezclada con algodón se hacía los ponchos. Lo anterior abre la interrogante ¿fue
la alpaca conocida y criada en la Sierra Central y exterminada a raíz de la cría intensiva
de la oveja? También se puede suponer que nunca se extendió (aún en el prehispánico)
más allá del altiplano sur peruano.” (La nota 26 señala Ruiz 1952 T1: 76, 82-3, 93. Ruiz no
figura en la bibliografía, pero debe tratarse sin duda de Hipólito Ruiz, que en el siglo XVIII
vino al Perú con otro botánico, José Antonio Pavón y Jiménez).
282 Para la zona de Jauja (siempre en el departamento de Junín), tenemos nuevamente el
testimonio de Ruiz de Arce (1968: 427), quien dice que “Oíanse solamente en esta tierra
ovejas y maíz...”. Si bien no especifica de que ovejas se trata, podemos suponer que son de
la tierra, por la fecha temprana en la que estuvo en la zona (vide supra). De esta opinión es
también Espinoza Soriano (1972: 86-87), quien escribió que en 1533 el valle de Jauja aún
estaba poblado de gente y lleno de ganado y verdes chacras. Y añade que “Pizarro se dio
cuenta que los únicos productos verdaderamente cuantiosos en el valle eran el maíz y el
ganado auquénido.”.
283 Luego el mismo Espinoza Soriano (1972: 35 y 41) al tratar de los Huancas que vivieron en
la región, comenta que sólo una minoría de ellos residió en la puna, cuidando “...
centenares de rebaños de llamas.”, sin embargo dice que su ganadería no fue rica, pues las
llamas, si se compara con las que tuvieron los del Reino de Chinchaycocha, fueron pocas.
Y estas fueron aprovechadas como bestias de carga.
302

284 Y Ramírez (1936: 35) en 1597, aún escribía que Xauxa “... es valle muy fertil de todo
genero de mantenimi(ent)os y frutos y de muncho ganado así de la tierra como de cast
(illa)...”.
285 Sin embargo a fines del siglo XVI aún quedaban vicuñas y guanacos, pues Vega (1965: 171)
en su “Descripción de la provincia de Xauxa” de 1582, relata “... que la caza que hay por
los altos deste valle son...vicuñas, guanacos...”. Y a principios del siglo XVII Vásques de
Espinosa (1948: 1339/443-444) recogió información sobre el “Valle y prouincia de Xauxa”
y escribió que “... camino de Tarama... muchos carneros de la tierra... ay por aquí cerca
mucho ganado de la tierra simarron, o silvestre, que son guanacos... “ e inmediatamente
añade que había también “... muchos (ganados)... de los nuestros merinos...”.
286 Al departamento de Huancavelica, se refieren Ribera y Chávez y de Guevara (1985:187) en
1586 quienes escribieron: “Y los vestidos los hacen de lana del ganado natural desta
tierra, del cual también tienen de costumbre de criar alguno de que se sirven para comer
y para cargar.”. Luego describen (op. cit.: 192-193) los animales “bravos y silvestres” que
hay en la zona. Y explican que “... hay carneros de la tierra, menores que camellos y se
dicen guanacos, y otros más pequeños que llaman vicuñas, son ligerísimos... y todo este
ganado es de comer.”.
287 En el mismo año, es decir 1586, Cantos de Andrada et al. (1965: 307) escriben sobre la
“Villa Rica de Oropesa”, es decir la actual Huancavelica (en el departamento y provincia
homónimos) y comentan: “... y toda la sierra deste reino... críase ganado silvestre, vicuñas
y guanacos y venados; de las vicuñas y guanacos había muy grandísima cantidad en
tiempos del inga, porque no se permitía que los naturales sin licencia suya matasen
ninguna, y después acá lo han apocado y tomado Usencia ansí en esto y en distraerse en
malas costumbres... En contorno desta villa hay poco ganado deste silvestre, por la
contratación de la gente y del ganado doméstico, ansí de la tierra como de Castilla, que se
cría y multiplica mucho.”.
288 Y poco tiempo después, en 1597, Ramírez (1936: 37) narrando sobre la misma zona, indica
que “... los y(ndi)os de aquella comarca tiene(n) muncho ganado...”. Ya en el siglo XVIII
Cosme Bueno (1951:74) al describir la “Provincia de Castrovirreyna”, que corresponde a la
actual provincia homónima del departamento de Huancavelica, señala que “Lo que no
abunda poco son ganados por la abundancia de pastos. Hay también Llamas o Carneros de
la tierra, vicuñas... y Huanacos.”.
289 Pasaremos ahora a revisar la información existente para el departamento de Ayacucho.
Ruiz de Arce (1968:427), que como se recordará estuvo en el Perú entre 1532 y 1534, habla
de Vilcas. Se trata de la actual población de Vilcas Huamán, en la provincia de Cangallo.
Dice que esta “Es tierra de muchas ovejas; hay muchas monteses.”.
290 Mientras que Damián de la Bandera (1974: 140) en 1557, al relatar acerca de la provincia
de Huamanga dice que “... tienen despoblados y algunos ganados y aprovéchanse de cazar
lo bravo de que se mantienen y visten y hacen cecina que llaman charque...”.
291 Hay una importante información para el año 1586. En primer lugar hay una “Descripción
del corregimiento de Vilcas Guamán” (actualmente Vilcas Huamán) de Carabajal (1965:
206). Allí se informa que “Hay en esta provincia ganado de la tierra... Hay otros animales
silvestres, casi a manera de los mismos carneros, que se llaman guanaco y vicuña...”.
292 Luego en la misma Descripción hay referencias a una serie de “curatos” que nosotros no
hemos podido ubicar, y que además para los efectos del caso no es tan importante. En “la
relación del curato de Guancaraylla y sus anexos” Carabajal dice “... y de los animales
303

silvestres tienen guanacos y vicuñas...”. Y luego menciona al curato de Quilla y Colca y


señala: “Tienen los naturales destos tres pueblos carneros de la tierra en poca cantidad...
y hay de los animales silvestres, vicuñas y guanacos. Mientras que en el curato de los
Pabres (Papres) “Tienen estos naturales carneros cicla tierra para su servicio y sustento...
y de los silvestres, guanacos, vicuñas...”. Exactamente lo mismo indica para el curato de
Chuiqui, mientras que al referirse al curato de Guanpalpa menciona “... algunos carneros
de la tierra en poca cantidad...”. Y finalmente hablando del curato de Pacomarca, señala
“... carneros en poca cantidad...hay guanacos, vicuñas...” (Carabajal, op. cit.: 212-218).
293 Monzón, Gonzáles y Arbe (1965: 228) por la misma fecha escriben sobre Atunrucana, en la
jurisdicción de la ciudad de Huamanga (en la provincia homónima) y hablando de los
indios dicen que “... los más dellos tienen ganado de la tierra en los altos, que se dice puna,
que son carneros grandes y pacos pequeños y de la misma manera todos acuden a la
guarda dél y a curar el carache, que es lo que dicen en Castilla roña; de manera que no
tienen por afrenta guardar su ganado...”.
294 Luego el mismo Monzón, pero con Quesada, Sánchez de Haedo, Gutiérrez de Benavides y
Taipemarca (1965: 246) siempre en 1586, describen la provincia y repartimiento de
Rucanas Antamarcas, jurisdicción de la ciudad de Guamanga. Se trata de la actual
provincia de Lucanas. Allí se dice “... que en esta provincia hay carneros de la tierra de
carga que se dicen guacaes (5); hay pacos, que es ganado menor y de mucha lana, de que
se visten y buena carne de comer, y todo ganado muy doméstico, Hay otro ganado bravo
montés que se llaman guanacos, poco menores que carneros de la tierra, buena carne.
Hay vicuñas que aunque en la hechura parecen carneros son pequeños La nota 5 explica
que el término guacaes viene de “hucayhua o huacahuya, nombre de las mayores llamas de
carga”.
295 Y nuevamente el mismo Monzón, pero en esta oportunidad con Saravia, Frías y
Taypimarca (1965: 223-224), anotan acerca de San Bartolomé de Atunsora, provincia de
Rucanas y Soras en la jurisdicción de la ciudad de Guamanga. En este caso también la
descripción es de 1586. Allí “... hay ganados domésticos, que son carneros de la tierra, que
sirven de carga, y otros que llaman pacos, más pequeños, que tienen lana... son casi de la
propia hechura y género y buenos de comer... y deste ganado hay en razonable cantidad;
hay otros ganados bravos que se llaman guanacos y bicuñas, de la misma facción,
disposición y grandeza que los carneros de la tierra...”.
296 A la “... Ciudad de Guamanga y sus Términos...”, es decir la actual ciudad de Ayacucho
(provincia de Huamanga), siempre por 1586, se refieren Rivera y Chávez de Guevara
(1974:151) y explican que allí “... hay páramos frios, que los indios llaman punas, y son
despoblados y sirven de pastos del ganado de los indios, que requiere tierra semejante; el
cual no dá leña, sino es paja algo baja y menuda que dicho ganado pasta.”. Más adelante (
op. cit.: 158) se explica “Y los vestidos les hacen de lana del ganado natural desta tierra, del
cual tambien tienen de costumbre de criar alguno de que sirven para comer y para
cargar.”. Y luego dicen (op. cit.: 168-169): “... hay carneros de la tierra, menores que
camellos, y se dicen guanacos, y otros más pequeños que llaman vicuñas, son ligerísimos y
tienen alguna lana muy blanda y delicada, de que se hace ropa...”.
297 Vásquez ele Espinosa (1948:1432/487), ya a principios de 1600, al relatar sobre las
vecindades “De la ciudad de San Joan de la Vitoria ele Guamanga...”, es decir a la ciudad
de Ayacucho, dice: “... y en el comedio en la elada puna muchas crias ele ganado de la
tierra...”. Y luego al describir el Obispado de “San Joan ele la Vitoria de Guamanga” se
refiere a “Vilcas”, es decir Vilcas Huamán y explica que “... toda la prouincia es fertil de
304

mantenimientos, ay en ella crias de ganado maior, y menor, y ele la tierra...” (Vásquez de


Espinosa, op. cit.: 1436/488-489). Y narra que después ele pasar por “Abcara” se atraviesa
“... la puna inhabitable...” y “... en estos frios desiertos solo ay miches, que son como
Cauañas de pastores, donde guardan grandes crias de ganado de la tierra, por aquellas
punas innumerable cantidad de ganado siluestre que llaman simarron, que son vicuñas, y
guanacos...” (Vásquez de Espinosa, op. cit.: 1438/489). Esta descripción se refiere a las
serranías de Nasca.
298 Finalmente tenemos dos referencias de Cosme Bueno (siglo XVIII), una (1951: 79) que trata
a la provincia de Vilcas Huamán, donde dice que “Hay todo género de Ganados mayores y
menores.”, y otra (1951: 77) de la provincia de Parinacochas, donde “Por la abundancia de
pastos hay bastante ganado... Críanse en los cerros muchos Huanacos...”.
299 Al departamento ele Apurímac lo describen Fornee, Luque, Placencia, Gallegos y
Cevereche (1965: 19), en el año ele 1586. Ellos se refieren concretamente al corregimiento
de Abancay, Zurite, Guarocondor, Anta y Puquibra, y señalan que “... alrededor destos
pueblos, hay... guanacos...”. Por la misma fecha Fornee, Murcia, Salazar, Quipquin y
Cevereche (1965: 23) mencionan las localidades ele San Antón de Chincaypuquio, La
Visitación de Nuestra Señora ele Zumaro, La Encarnación Pantipata y Santiago Pivil e
indican que “... hay... guanacos...”. Y Fornee, Vaez, Velazquez y Cevereche (1965: 26)
informan sobre las localidades de San Sebastián Pampaconga, Sant Juan de Patallata,
Santa Ana Chinta, y Santiago Mollepata, donde también “... hay... guanacos...”. Finalmente
Fornee (1965: 29) habla de los poblados de Santiago Hamancay, Santa Catalina de
Curavacu y Sant Pedro de Sayvita, pero en este caso se dice que “... hay... vicuñas...”.
300 De las provincias de Abancay y Andahuaylas del mismo departamento, relata Vásquez ele
Espinosa (1948: 1483/511) y dice: “... entre Amancay, y la prouincia de Andaguaylas están
las prouincias de los Cotabambas, Cotaneras, y otras ele Nación Quichua ricas en Ganados
de la tierra...cerca de esta prouincia está la de Guamampalla; desde la qual para ir a los
llanos hazia el poniente, se pasan más de 30 leguas de despoblado ele puna fria, y
inhabitable, donde solo ay Vicuñas, y Guanacos...”.
301 Y el mismo autor (Vásques de Espinosa, op. cit.: 1480/510) describe el distrito de
“Anelaguaylas” que “... tiene fertiles Campos, y en ellos grandes Crias ele Ganados ele la
tierra... y de España maior, y menor...”. Y continúa diciendo (Vásquez de-Espinosa, op. cit.:
1488/513) que a “lesueste” de la provincia de los Aymaraes y entre ella y el río Apurímac,
está la provincia de Chumbivilcas, “... La qual es grande muy pobla (sic) ele gente, y
ganados de la tierra...”. Y termina tratando a la provincia de Aymaraes (entre los ríos
Abancay y Apurímac), y explica que en la puna “... solo ay en ella algunas cauañas, que
llaman Miches, donde están los indios pastores Guardando su ganado que es de la tierra...
ay Guanacos, Vicuñas...”, pero “... también al presente ay grande cantidad del de Castilla,
carneros merinos...”. Y añade que la provincia tiene “... Ganado de todas suertes...”.
Finalmente aclara que la vecina provincia ele “Vmasayus” es “... rica de Ganados de la
tierra, y al presente tienen graneles Crias del nuestro ele Castilla... “. Y concluye diciendo
que “... por el oriente confina con los despoblados y desiertos ele la sierra y puna fría, solo
habitada de-vicuñas Guanacos...” (Vásquez de Espinosa, op. cit.: 1485-1486/512, 1487/513).
302 Dedenbach Salazar (1990: 93) indica en su obra que Lizárraga (1968: Libro I, Cap. LXXIX,
60) menciona “ganado de la tierra” en la localidad de Andahuaylas. Se trata de un error,
ya que Lizárraga no lo dice.
305

303 Para el departamento del Cuzco se esperaría una gran cantidad ele información y sin
embargo no es así. Pero los pocos datos que tenemos nos parecen interesantes. Veremos,
en primer lugar, lo que se dice con respecto a los alrededores ele la ciudad que fuera la
capital del Imperio Incaico. Hay una descripción en la crónica ele Ruiz de Arce, pero
evidentemente se trata de referencias que él recogió de boca de otros. Pues sabemos que
éste se retiró de Jauja y regresó a España, y no siguió con las huestes de Pizarro que iban
hacia el Cuzco (vide Porras, 1968: 127). Él escribió: “Esta tierra es muy doblada, de mucha
sierra, llueve mucho y nieva, hay muchas ovejas. No se cría otra cosa sino maíz, y este se
coge cada un año una vez...” (Ruiz de Arce, 1968: 433).
304 Testimonio importante es el de Pedro Pizarro, primo y paje del Marqués, pues éste fue
uno de los que entraron al Cuzco con Pizarro en 1533. Porras (1986: 137) ha escrito que “El
testimonio de Pedro Pizarro es de los más veraces y directos sobre los actores y hechos de
la conquista... Dice siempre la verdad...”. Los acontecimientos a los que nos referiremos,
sucedieron después de 1536. Pues el cronista narra que después del alzamiento del Cuzco
y la toma de la fortaleza por parte de los españoles, “... faltaron las comidas, en especial la
carne.”. Entonces Hernando Pizarro envió gente “... hazia Pomacanche, prouinçias que
están hazia el Collao treze o catorze leguas del Cuzco...”. E inmediatamente añade: “... y
así fuimos y estuimos unos treinta u beitinçinco días y rrecoximos hasta dos mil caueças
de ganado, y nos rrecojimos al Cuzco con ellas, sin auer ympedimento alguno.” (Pedro
Pizarro, 1978: Cap. 20, 144). La localidad de Pomacanche a la que se refiere el cronista,
está en el distrito de Acomayo, en la provincia homónima.
305 También Cieza de León (1984:I Parte, Cap. XCIII, 260) escribió sobre la región del Cuzco.
Recordemos que su testimonio corresponde a fines de la primera mitad del siglo XVI, pues
él se unió al ejército de la Gasca y presenció el fin del levantamiento de Gonzalo Pizarro el
9 de abril de 1548 en Taquijaguana (Araníbar, 1967: Nota 2, li). Y él cuenta que “... por los
valles ay hatos de vacas y cabras y otros ganados, assí de España como de lo natural.”. Es
decir ya se nota el impacto de la Conquista, tan solo después de poco más de dieciseis años
de la llegada de los europeos.
306 Y en 1597 Ramírez (1936: 36) escribía que la del Cuzco es “... tierra muy fertil muy
abundante de comidas, y ganados y frutas asi de cast(ill)a como de la tierra...”.
307 Ya en el siglo XII Vásquez de Espinosa (1948: 1603/556) en la descripción del Cuzco anota
que “... tienen los españoles...su haziendas, y caserias...estancias de ganados mayor,
menor, de serda, y de la tierra, con muchas muías y cauallos para el seruiciode ellos...”. Es
decir ya los españoles se están ocupando de la crianza de los Camélidos.
308 Acuña, Prado, Quispihaqueua, Yllanes y Vilcacuri (1965: 324-325) nos han dejado una
descripción del pueblo de Libitaca, que es “... vecino de la ciudad del Cuzco...”. En efecto
Livitaca se encuentra al Sur del departamento del Cuzco, en el distrito de Chumbivilcas,
en la provincia homónima. Ellos dicen que “... estos pueblos están cercados de cerros y en
ellos hay... guanacos y vicuñas...”. La descripción se hizo en el año 1586. Luego Acuña, con
Sánchez de la Cueva, Quispe, Sánchez Goliardo, Rigon, Nina Chaguayo, Medina y Supanta,
en el mismo años describen el Pueblo de Bellille, también “... vecino de la ciudad del
Cuzco...” y que nosotros no hemos podido ubicar. Y dicen que “... en los altos de los
cerros... hay... vicuñas...”.
309 Posteriormente Vásquez de Espinosa (1948: 1609/558) se refiere al Corregimiento de
Quispi Canche (es decir la actual provincia de Quispicanchis), el cual confina con “... la
306

prouincia de los Canches...” e indica que allí los indios “... tienen grandes crias de ganado
de la tierra...”.
310 A la zona meridional del departamento del Cuzco y parte del de Arequipa, hay varias
referencias. Así Cieza de Léon (1984: I Parte, Cap. XCVIII, 270) escribe sobre la “Comarca
de los Canas” y “en los Canchis” y concretamente de Ayaviri que “... es bien proueyda de
mantenimientos y ganados.”. Y Murúa (1964: 243-244) considera a esta misma región
como a la más rica en ganado de la tierra. Si bien es cierto que las informaciones del
mercedario, que fueron escritas entre 1590 y 1600, deben ser tomadas con cuidado (vide
Araníbar, 1963: Nota 2, 106), en este caso deben ser correctas, pues sabemos que él estuvo
en el Cuzco y en el curato de Capachica (Porras, 1986: 477).
311 Nosotros no hemos podido leer la obra de Oré (1598), pero Dedenbach Salazar (1990: 93)
escribe que “También Oré ([1598] VIII: 32) menciona que las provincias del Cuzco hacia
Arequipa, que son de los canas y canchis, así como las de los collahuas y cauanas son ricas
de ganado de la tierra.”. Y finalmente Bueno (1951: 103), que comenzara a escribir la
descripción de las provincias del Perú a partir de 1764 (Porras, 1955; 224), al hacerlo de la
“Provincia de Canas y Canchis o Tinta”, dice: “En los altos se cría Ganado por la
abundancia de pastos y también crecido número de Vicuñas, Huanacos...”.
312 En lo que respecta al departamento de Arequipa, hemos encontrado el testimonio de
Ramírez (1936: 45), que vivió en el Perú hasta 1580 (Porras, 1955: 222). En 1597,
refiriéndose a Arequipa, escribía que allí hay “... alguna punas de tierra muy fria donde se
cria muncho ganado de la tierra y de castilla...”.
313 Por su parte Benavides (1988: 44) asevera que en los documentos notariales de Arequipa
del siglo XVI, se señala la existencia de grandes rebaños ele Camélidos en la zona del Colca
(en la provincia de Cailloma, del departamento ele Arequipa). Y que los hatos fueron ele
llamas y alpacas. Estoes certificado por Ulloa Mogollón et al.(1965:331), que en 1586 al
tratar el valle del Colca, escribieron: “Hay en esta provincia, en la sierra y pastos della
unos animales que llaman guanacos, a manera de ganado ele la tierra, y vicuñas...Tienen
ganado doméstico ele la tierra, ele que abunda esta provincia.”.
314 La misma Benavides (1986a: 387) informa que en los tiempos de la invasión española, los
Collaguas eran conocidos por su gran población y grandes rebaños ele Camélidos. (La
autora cita a Pease [1977], Málaga [1977] y Cook [1982]). Sabemos que los Collaguas
ocuparon parte del departamento ele Puno y parte del de Arequipa, aunque el valle del
Colca fue el núcleo ele la provincia colonial de Collaguas (Pease, 1981: 195). En efecto,
sobre esta provincia, Ulloa Mogollón et al. (1965: 331)9 han escrito: “Hay en esta provincia,
en la sierra y pastos dellas unos animales que llaman guanacos, a manera del ganado ele
la tierra, y vicuñas... Tienen ganado, doméstico de la tierra, de que abunda esta provincia:
hay Ovejas de Castilla y cabras, aunque pocas...”. Tan es así que aún en el siglo XVIII,
cuando Bueno (1951: 86) describe la “Provincia de Collahuas y asiento ele Cailloma”,
asegura que “... hay copia de Ganados mayor y menor, carneros ele la tierra, vicuñas...”.
315 Cieza ele León (1984: I Parte, Cap. LXXVI, 223-224) menciona la zona límite de las alturas
de los departamentos de Arequipa y Moquegua, es decir a “la prouincia de Condesuyo”
donde algunos españoles tenían encomiendas. Y dice: “Los Hubinas y Chiquiguanita, y
Quimistaca, y los collaguas son pueblos ele los subjetos a esta ciudad: los quales
antiguamente fueron muy poblados, y posseyan mucho ganado de sus ouejas.”.
316 Luego hay una serie de datos recogidos en 1586 sobre diferentes lugares del
departamento de Arequipa, que no hemos podido ubicar. Así Acuña, Flores, Serra de
307

Leguizamo y Quevedo (1965: 312, 315) describen el “partido de los Condesuyos y


Chunbibilcas” (que podría corresponder a la actual provincia de Condesuyos), y dicen que
allí “... hay... vicuñas y guanacos...”. Y luego hablan del pueblo de Hontiveros de Alca,
donde también “... hay... vicuñas... y guanacos...”. Luego Acuña, Cabreras, Maybire y
Ossorio (1965: 317) mencionan el pueblo de San Sebastián de Llusco y también indican la
existencia de “... vicuñas... y guanacos...”. Por su parte Acuña. Chanaca, Quispi y Anues
(1965: 319) cuando describen el pueblo de Capamarca, indican que “... en las quebradas y
alto deste pueblo hay... guanacos y vicuñas...”. Y finalmente Acuña, Aytara, Chuqui Taipi y
Chununco (1965: 321) escriben sobre el pueblo de Colquemarca e indican que “... en los
altos de los cerros de que están cercados estos pueblos... hay... vicuñas... y guanacos, como
carneros, y estos anclan en las punas.”.
317 Y para terminar con este departamento, hay que citar una vez más a Vásquez de Espinosa
(1948: 1391/467), que en su descripción de la ciudad de Arequipa, apunta que “Cerca de la
ciudad a lesnordeste esta la prouincia de los Condesuios... donde ay... muchas crias de
ganado de la tierra...”.
318 Pero no cabe la menor duda que la mayor cantidad de información corresponde al
Altiplano. Es así quе uno de los hombres de la Conquista, Estete ([¿Anónimo?], 1968b: 397),
que aparentemente no estuvo allí pero sí en el Cuzco (Porras, 1986: 116), de modo que
tuvo a su alcance información de gente que conocía, describe la región del Collao y dice
“... que hay muy gran abundancia ele ganados y de allí se proveen los de la región
caliente...”.
319 Pero un testigo presencial, al que ya nos hemos referido (vide supra) es Pedro Pizarro
(1978: Cap. 16, 110), y él escribió: “... porque estos del Collao entendían en guardar
ganados del sol y del que rreynaua en la tierra, en muy gran cantidad, por tener muy
grandes pastos en sus tierras y grandes despoblados. En estos despoblados se criauan gran
cantidad de ganados monteses, que ellos llamaban guanacos y vicuñas, semejante al
ganado manso. Los guanacos son ganado grande y rraso. de poca lana y muy fina, de que
hazían rropa para los señores. Este ganado montés es tan ligero que auía poco perros, por
ligeros que fuesen, que los alcançasen.”.
320 Zárate estuvo tan sólo un año en el Perú, como ya lo hemos dicho, es decir entre 1544 y
1545 y aparentemente no viajó a las tierras altas meridionales, sin embargo en su obra
(1968: Libro III, Cap. XII, 197) se refiere al Collao y dice que “... hay en ella mucho ganado
de las ovejas que hemos dicho.”.
321 Polo de Ondegardo escribió entre 1554 y 1559 y su obra ha sido utilizada por Acosta,
Calancha y Cobo (lege Araníbar, 1963:123). El trata el Collao sumariamente, y cuando dice
que “los ganados” necesitan para vivir tierras “frigidísimas” añade “... como en todo el
Collao e a los lados hacia la ciudad de Arequipa, hacia la costa, como en todos los
Caranges, Avllagas, y Quillacas, y Collaguas y todas aquellas comarcas, casi la mayor parte
de las provincias del Cuzco; tocia la cual tierra, si vien la an considerado lo que la an visto,
sino fuese por el ganado, la podrían juzgar por ynavitable...” (Polo de Ondegardo, 1916:
63).
322 Y a fines del siglo XVI Murúa también escribía que “El Collao es tierra fría... y es
abundante de ovejas...”. A principios del siglo XVII estuvo en el Altiplano el Padre Ocaña
(1987: 197) y anotó que “Es tierra muy llana, donde hay graneles pastos para el ganado de
la tierra, que se cría mucho y de Castilla también...”. Por la misma época describe “... la
tierra llana del Collao... prouincia de los Canas...” Vásquez de Espinosa (1984: 1609/558) y
308

dice que allí “... donde tienen crias de ganado en Cantidad, assí de la tierra... como del
merino de españa...” y luego añade (Vásquez de Espinosa op. cit.: 1615/562) “... Crian en su
distrito gran Cantidad de Ganado de la tierra, Carneros merinos de Castilla y ganado
vacuno...”. Y ya en 1649 Contreras y Valverde (1965: 5) habla de la región “... que llaman la
provincia del Collao...” y dice que tiene “... muchos pastos, infinito ganado de la tierra y
de Castilla mayor y menor, vicuñas, guanacos...”.
323 Cosme Bueno, ya en siglo XVIII, nos ha dejado la descripción de la provincia de Paucarcolla
(entre Carabaya, Larecaja, Lampa, Omasuyos, Cordillera de la Costa y Chuquito) donde
“También crian Carneros de la tierra o Llamas. Hay pocas vicuñas...” (Bueno, 1951: 123).
Luego hace la descripción de la provincia de Lampa (en el departamento de Puno), se
refiere a “... su temperamento (que) es muy frío...” y señala la existencia “... de Ganados
mayores y menores, de que abunda mucho por la abundancia de buenos pastos. También
hay carneros de la tierra, vicuñas...” (Bueno, op. cit.: 113).
324 Sobre la zona al norte de Puno, donde estuvieron los Collas, tenemos en primer término
información de Cieza de León (1984: I Parte, Cap. XCIX, 271), y correspondiente a la
primera mitad del siglo XVI. Allí se dice que es una tierra donde “... ay grandes
despoblados y que están bien llenos de ganado sylvestre...”. Guaman Poma de Ayala (1936:
f. 77-78) a principios del siglo XVII, señala que los Collas tienen “... mucho ganado de la
tierra...”. Si bien Dedenbach Salazar (1990: 85) advierte que él no conocía todas las zonas
de las que habla y por eso hay que tomar su información con las reservas del caso. Sin
embargo es interesante que el cronista indio a menudo no especifica de que “ganado” está
hablando, mientras que en este caso concreto dice que se trata de “ganado de la tierra”.
325 De los indios de “Xuli, Chilane, Acos, Pomata y Cepita” (es decir de la provincia de
Chuquito del departamento de Puno), se ocupa Cieza de Léon (1984: I Parte, Cap. XIIII,
282) y afirma que “... son ricos de ganado de sus ouejas...”. Y en 1567 hay una declaración
de los principales de la parcialidad de Urinsaya de Juli, en la que se afirma “... que unos
indios tienen ganado y otros no y que todas las haciendas que los indios tienen es ganado
de la tierra...” (Diez de San Miguel, 1964: 120).
326 Sobre el Cacicazgo de Pomata (provincia de Chuquito) hay varios testimonios en la Visita
de Chuquito de 1567. En primer lugar el testigo Damián de Salazar declaró que “... hay
poco ganado de Castilla...”, pero “... dijo que ha oído decir que tienen cantidad de
ganado...” (Diez de San Miguel, 1964: 44). Es así que Bernardino Gallego afirmó que “... los
otros que son aymaraes que dicho tiene la mayor parte de ellos tienen ganados de la
tierra... y que estos aymaraes tienen algunas contrataciones y granjerías de fletar sus
ganados para llevar cargas a Potosí que llevan en sus carneros...y asimismo estos dichos
aymaraes se suelen alquilar para diversas partes con españoles para cargar sus
ganados...” (Diez de San Miguel, op. cit.: 45). Y luego el mismo Gallego “Preguntado si sabe
o ha óido decir que cantidad de ganado de la tierra hay en esta provincia dijo que no lo
sabe más de que la mayor parte de los indios aymaraes tienen ganados a veinte y a treinta
y a ciento y a más y menos y otros a tres y a cuatro cabezas y hay indios que tienen mil
cabezas sin ser cacique.”. Y “Preguntado qué cantidad de ganados tendrán de comunidad
dijo que este testigo tiene para sí que tienen mucho ganado de comunidad por que lo ha
oido a muchos caciques pero que no sabe la cantidad.” (Diez de San Miguel, op. cit.: 46).
327 Siempre en la misma Visita hay abundante información sobre la provincia de Chuquito.
Así Martín Cari, cacique de la parcialidad de Anansaya, manifestó que “... algunos indios
los menos de ellos tienen ovejas y carneros de la tierra aunque antes de ahora solían tener
309

más...” (Diez de San Miguel, 1964: 17). Y Pedro Cutimbo, “gobernador que ha sido” de la
misma provincia, se refiere a los territorios de Martín Cari y Martín Cusi, y “... dijo que
toda la dicha provincia tienen mucha cantidad de ganado de la tierra... que hay pocos
ganados de Castilla que son ovejas y cabras y que no hay vacas y que asimismo hay mucho
ganado de puercos en esta provincia.”. Y luego añade que “... en los tiempos pasados en el
tiempo del ynga había muy gran cantidad de ganado de la comunidad tanto que con haber
mucha tierra en esta provincia no había pasto para tanto ganado como entonces había y
que ahora hay mucho ganado de comunidad que por los pueblos de cada provincia se verá
y que no sabe que haya otros bienes de comunidad si no es ganado...” (Diez de San Miguel,
op. cit.: 39-40).
328 Luego declararon en calidad de testigos, los indios de la parcialidad de Anansaya de
Chuquito y “... dijeron que tienen ganados...”. Y sobre el ganado de Castilla “... dijeron que
hay algún ganado de ovejas y puercos de Castilla aunque es poco.” (Diez de San Miguel, op.
cit.: 85).
329 Otro testigo de esta Visita, ha sido Bernardino Gallego, “... residente en esta provincia de
Chuquito...”, al que ya nos hemos referido. En la declaración consta “... que este testigo ha
visitado la puna de esta provincia y la más parte de ella y que ha visto mucha cantidad de
ganado y sabe ser ele los indios ele esta provincia especialmente de los pueblos de Acora
Juli que a estos pueblos tiene este testigo por muy ricos de ganado en tanta cantidad que
los indios que lo guardan y los dueños ele ellos no saben el número que tienen y que
asimismo sabe que hay ganados ele la comunidad porque este testigo como corregidor
para cierta falta que tenía de comida les mandó traer cien cabezas de la comunidad a los
ele este pueblo de Chuquito para que las vendiesen para que se comprase comida para los
pobres los cuales con gran facilidad lo hicieron y le trujeron la mitad de pacos y la mitad
de carneros de la tierra Y el mismo testigo “... dijo que todos los pueblos cabeceras de esta
provincia tienen ganado de Castilla para dar ración a los frailes por la carne... y eme no
sabe la cantidad que cada uno podrá tener más de que entiende que es poca y que el
pueblo de Pomata fuera de esto sabe que tiene más de mil ovejas de Castilla y que el
pueblo de Juli tiene otras tantas...”. Y cuando el mentado Bernardino Gallego fue
“Preguntado qué tanto ganado de la tierra hay en esta provincia así de particulares como
de comunidad dijo que la cantidad de lo uno ni de lo otro este testigo no la sabe pero que
sabe que es mucho el ganado y que generalmente todos tienen ganado poco o mucho y
que ha oído decir de indio que no es cacisue si no principal que es un clon Juan Alanoca
ele Chuquito que tiene más de cinquenta mil cabezas de ganado y que los demás indios
principales a los que ha oído decir tiene más de mil cabezas.” (Diez de San Miguel, op. cit.:
49-50).
330 Otro “... residente en este dicho pueblo de Chuquito...” ha sido Alonso de Buitrago, el cual
también atestiguó durante la Visita, y dijo: “... que de este ganado de Castilla tendrán los
indios hasta dos mil cabezas... la cantidad de ganado no la puede saber porque es mucha y
que hay fama que hay caciques de a diez mil ovejas y otros principales indios de a mil y
otros indios ele a ciento y más y menos y otros pobres a tres y a cuatro y a diez y veinte y
por esta orden unos pocos y otros muchos.”. Pero añade que “... en todos los pueblos hay
ganado ele comunidad y no sabe en que cantidad...” (Diez de San Miguel, op. cit.: 55).
331 También Pedro de Entrena ha sido residente en Chuquito, y manifestó que “... los indios
de esta provincia tienen mucho ganado de la tierra y asimismo tienen cabras y ovejas de
Castilla... se alquilan para Potosí para ir con cargas de carneros y van a rescatar su ganado
y lana por maíz y otras cosas a la costa a los yungas...”. Y añade “... que hay mucha
310

cantidad de ganado y que los indios aymaraes generalmente todos por pobres que sean
tienen ganado... que hay mucho ganado de comunidad...” (Diez de San Miguel, op. cit.: 57,
59).
332 Y Bernardino Fasato, también residente en la mencionada provincia, “... ha visto en ella
que los indios tienen mucho ganado de lo de la tierra porque yendo este testigo por la
puna hacia la costa que es donde lo tienen pastando ha visto granelísimas manadas de
ganado de los indios de Juli y españoles tratantes que residen y andan por esta provincia
porque asimismo tienen mucha suma de pacos...”. Declaró también que “... ganado de
comunidad... que no ha visto... pero que ha oído y es cosa muy pública y notoria que en
todos los pueblos de esta provincia lo tienen por sí y aparte...” (Diez de San Miguel, op. cit.:
60-6l).
333 Hay otra Visita que se refiere a la provincia de Chuquito y que se realizó entre 1570 y 1575.
En el Cuaderno III, uno de los acápites trata “De ganado de particulares” y allí se dice:
“Hallamos que en los pueblos de Jule, Pomata y Cepita y Yunguyo tienen los indios en
particular noventa y nueve mill trescientos cinquenta y seis cabezas de ganado (99-356)”.
Y luego bajo “Comunidad”, se dice: “Iten en siete cabeceras que ay en la dicha porvincia
se hallaron sesenta mill trescientos quarenta y un cabeças de ganado de la comunidad que
procede de lo del Sol y del Inga (60. 341)/Que tienen algun ganado de Castilla en
particular y en comun aunque poco y algunos puercos y Cabras en particular.” (Gutiérrez
Flores y Ramírez Segarra, 1970: 38).
334 Flores Ochoa (1977a: 23-24) hace un comentario muy importante a esta Visita. Dice: “ La
visita de Gutiérrez Flores (1572) [Sic!] a la misma provincia de Chuquito es esclarecedora,
porque muestra la rápida destrucción de la ganadería. Considera solamente 159,697
cabezas de ganado, de las que 99,356 eran de “indios particulares” y las restantes 60,341
de la comunidad. Esta cifra contrasta drásticamente con los rebaños de 50,000 animales
de sólo cinco años atrás en propiedad de algunos individuos particulares.”.
335 Hay un comentario adicional, que está en la misma Visita, en el Cuaderno IV (Gutiérrez
Flores y Ramírez Segarra, 1970: 41). Allí se dice que “Por la mayor parte tienen todos los
indios de la dha provinçia mucho ganado de la tierra en particular que les es de mucho
Util y provechoso ansi por la lana que tienen, para hazer su ropa como por que los
carneros de carga de la dha provincia ansi en ella como en qualquiera otra parte tiene
balor y preçio alquilansse para llevar coca, y otras cosas al asiento de potosi y arequipa y
a otras partes y en llevar cargas en sus carneros a los pasajeros, que pasan por la dha
provinçia de tanto en tanto...”.
336 Para Chuquito tenemos la información de Ramírez (1936: 47) de 1597. Indica que “Criase
muncha cantidad de ganado, de la tierra y es lo mejor y mas crecido del piru ay gran saca
dello para, las recuas y carga, es trato muy grueso en que se entretienen munchos
españoles...”. Luego el autor pasa a describir el valor del trueque y termina diciendo que
“... sacanse cada año con este rescate, de la proui(nci)a de chuquito más de seis mil
carneros...”.
337 De la gran cantidad de Camélidos que había en la “Gobernación y provincia de Chuquito”,
nos habla también Castro y del Castillo (1906: 204-205) en un documento ligeramente
posterior al de Ramírez, pues lleva fecha de 1651. Allí se explica que “Al rredeclor de la
laguna en todo su contorno hay también muchas estancias de ganado, perteneciente á las
referidas jurisdicciones, y arto bacuno y obexuno del que vino de España y, la mayor
cantidad, de ganado de la tierra, el que es un genero de carnero, de los quales hay unos
311

poco menores que jumentos, y sirben del traxin universal destas provincias, así dentro de
sí como para comunicarse con las vecinas y remotas, experimentando su alivio muy en
particular el cerro de Potosí, pues en sus lomos llevan á lo alto lo necesario para el avío y
baxan los metales á los yngenios; con que siendo solo los carneros los dedicados á estos
traxines, se clisen que son ynnumerables. Hay otra especie de carneros, que llaman
alpaca, menores de cuerpo y muy lanudos, cuya lana, casi seda, sirve para el vestido
común y extraordinario de yndios, y para frisadas y sobrecamas ricas y otras cosas
costosas, á los españoles; cría todo este xénero de animales de la tierra en estas
provincias, que tienen punas, de esta laguna, las piedras besares, antidoto de veneno;
pero las de más estima son las que crían las vicuñas, especies de animal montaraz, que se
cría en lo más rígido de la puna, donde los yndios cojen mucha, así para comer las carnes
como para vender la lana, que en todas partes, y en especial en España es de tanta
estima.”. Y se concluye diciendo que “Desde aquí se divisa lo ancho de la laguna, sirviendo
como de galería para descubrir el Ynga, antiguo monarca deste Reyno, la ynmensidad de
ganados que pacen desde la alda del cerro hasta la orilla de la laguna.”.
338 Esta riqueza ele animales seguía en el siglo XVIII, pues en la descripción de la provincia de
Chuquito que nos ha dejado Cosme Bueno (1951: 125), señala eme “Hay abundancia de
Ganado, Vacas, Ovejas y Cerdos, también Llamas o Carneros ele la tierra, con que trafican
los naturales en lugar de jumentos... Hallánse también Alpacas, Huanacos, Vicuñas...”.
339 Finalmente, y para terminar con las tierras altas, Barraza (1937:197), en el siglo XVII nos
ha dejado la información que se refiere a una isla del lago Titicaca, pero que no nombra,
sólo dice que es la más grande. Allí los indígenas “... atesoran abundancia de ganado ele
todo género, que dejan en las tierras que han cultivado en el año antes, para que asi
pastee, y no es menester que lo guarde nadie por estar bien encerrado, y sin riesgo que lo
hurten.”.

6.7.6 La Ceja de Selva

340 La zona de Ceja de Selva, obviamente, no es la que puede ofrecer información como la que
estamos tratando. Es interesante, sin embargo, que así como hemos señalado algunos
datos arqueológicos de esta región, hay también evidencias históricas.
341 En primer lugar tenemos la relación que nos ha dejado Palomino (1965: 187) y que se
refiere a la parte septentrional del departamento de Cajamarca, concretamente a la zona
de Jaén. La relación es de 1549 y las provincias no están bien ubicadas, pero algunas han
podido ser identificadas. La de Palomino ha sido una “entrada”, es decir una expedición
de conquista de nuevas tierras, y señala que ésta se efectuó en Chuquimayo. En la
descripción se dice que desde la provincia ele Perico “... fue a la provincia de Cherino. Es
una provincia de mucha gente y muy bien poblada: pasa por medio della un río caudal, y
la población está ele la una y de la otra parte... Es tierra doblada... Hay montaña en lo alto
de toda ella, fuera de la población.”. Los habitantes “Traen el traje de los Perico; las
camisetas hasta el ombligo; son de lana, porque tienen ovejas...”. Luego se describe el
paisaje y todo corresponde a la Ceja de Selva. “Desde Cherinos vine a esta provincia de
Silla y Chacainga, donde tengo poblada la ciudad de Jaen. Es sierra y sierra alta, aunque no
muy doblada, y de buen temple.”. De allí pasó a “La provincia de Copallen es sierra alta y
doblada... Es tierra templada... Anclan en la guerra muy emplumajados de muchos
colores... y muchas ovejas medianas a manera de pacos; son muy gordas...”. Luego llega a
312

Loma de Viento, que “... es tierra alta... Tiene ovejas...”. Y finalmente de allí arribó al Valle
de Vagua.
342 Taylor y Descola (1981: 12) que han analizado esta información, llegan a la conclusión que
la entrada fue a la cuenca del río Chinchipe. Por su parte Dedenbach Salazar (1990: 90) ha
podido identificar la localidad de Copallen, que corresponde a Copallín Nuevo y se
encuentra al este de Bagua (en la provincia homónima), es decir ya en el departamento de
Amazonas.
343 Espinoza Soriano (1973a) ha estudiado los grupos étnicos en la cuenca del Chuquimayo en
los siglos XVI y XVII y ha ubicado los sitios mencionado en el documento de Palomino (loco
citato). Es así que señala que la provincia de Chuquimayo efectivamente corresponde al río
Chinchipe, y afirma que “Era tierra fértil y con pastos que abastecían a grandes manadas
de ganado.” (Espinoza Soriano, op. cit: 32). Él se basa en Palomino (versión de 1549;
nosotros hemos consultado la de 1965, vide supra), y un Anónimo (1582: 82). Con respecto
a este Anónimo, sin embargo, hay un problema. En la nota de pie de página se señala sólo
1582, pero en la bibliografía hay dos Anónimos con la misma fecha, y se distinguen por las
letras a y b. Se puede suponer que se trata del a, en cuanto se refiere a Jaén. Pero resulta
que en el texto se señala la pág. 82 y ésta no corresponde a ninguno de los dos textos de la
bibliografía, es decir ni al a ni al b. Pues para el a se señala pp. 28-33 y para el b pp. 21-27.
En el texto de Palomino no se habla de “grandes manadas de ganado”, no sabemos si se
hace en el Anónimo que no hemos podido leer.
344 La provincia de Perico, Espinoza Soriano (1973a: 37) la ubica en la sierra de Jaén, a tres
leguas arriba del río Chinchipe. Existe en efecto un lugar homónimo, al Sur de la
provincia de San Ignacio, casi al límite con la provincia de Jaén. Basándose nuevamente
en las dos fuentes arriba mencionadas, él dice que “También criaban ganado auquénido.”.
Esto corresponde con la información de Palomino (loco citato). Parece que en la fuente
Anónima de 1582 (pp. 28) se dice lo mismo. En este caso tampoco se indica si se trata de a
o b, pero por la página se puede deducir que es la a.
345 La provincia de Chirinos, siempre según Espinoza Soriano (op. cit.: 36), está “... a diez y a
dieciséis leguas de la ciudad de Jaén...”. En efecto está sobre el río homónimo de la
provincia de San Ignacio. En este caso, cuando afirma que los indígenas “Poseían pastos y
ganado auquéniclo”, sólo se basa en el testimonio de Palomino (loco citato). La provincia de
Copallín, Espinoza Soriano (op. cit.: 42) la sitúa en las cercanías de Jaén, y la información
referente a los Camélidos se basa exclusivamente en Palomino (loco citato).
346 Finalmente Espinoza Soriano (1973a: 42) en su trabajo habla de los Canas ele Cacahuari,
que vivían en Lomas de Viento. Aparentemente los españoles pusieron el nombre de
Lomas de Viento, pues se trata de una meseta “... muy famosa y extensa...” cuyo nombre
indígena era Cacahuari. Siempre según Espinoza Soriano, “Un documento del siglo XVI
manifiesta que vivían en “términos y jurisdicción de la ciudad de Jaén de Bracamoros,
provincia de Chuquimayo”. Lo que indica efectivamente que perteneció a la demarcación
territorial del Gobierno de Jaén, pero no que haya estado dentro de la “provincia” étnica
del Chuquimayo”. Es curioso, sin embargo, que a pesar que se habla de “un documento”,
la referencia es a dos: Martínez (1567) y Memorial de Alejos de Medina (1561-1562. A.G.I.
Justicia, 1082). Es imposible saber en cual de los dos está la información o si está en
ambos. De todos modos Lomas de Viento debería estar sobre el río Chinchipe y no lejos de
Jaén. Dice Espinoza Soriano (op. cit.: 20) que los pastos de la región permitían la crianza de
313

ganado y en este caso se basa en la información de Palomino (loco citato) y en la del


Anónimo (1582b: 30).
347 Señala Espinoza Soriano (1973a: 20) que los grupos étnicos que vivieron en las provincias
de San Ignacio y Jaén, estuvieron concentrados de preferencia en las cuencas de los ríos
Chuquimayo o Chinchipe, Chirinos, Tabaconas y al Oeste del Marañón. “Comprendieron
tierras de cordilleras frígidas y otras de selva alta y cálida, donde la humedad constante y
la flora es muy intensa.”.
348 Tenemos también una relación de Alvarado (1965: 162) de 1545, que trata de la conquista
de los Chachapoyas (probablemente parte meridional del departamento de Amazonas) y
menciona la provincia de Chilio o Chillao que no hemos podido ubicar con exactitud. Allí
se dice que “... caminaron por una sierra alta y llena de monte... Llegaron los cristianos a
uno destos lugares, que era del señor principal, llamado Conglos, donde hallaron mucho
bastimento y algunas manadas de ovejas...”.
349 Una de las entradas importantes, fue la de Pérez de Guevara (1965: 168-169) en 1545, ella
es narrada en una carta que éste le dirige a Gonzalo Pizarro “sobre su jomada de Rupa-
rupa”. El grupo de españoles llegó a la zona de los Motilones después de haber caminado
entre dos cordilleras “... sin que por ninguna parte pudiese atravesar la cordillera, por
causa de los caballos, que no poco mal me han hecho, aunque en todo esto que caminé
siempre he tenido noticia que pasada la cordillera había zabanas y mucha gente y
ovejas.”. Luego Pérez de Guevara cuenta que llegaron a “la zabana” y “... entrando a los
primeros pueblos vimos algunas ovejas y procuré juntar las más que pude...”. De allí
pasaron al pueblo de Moco-moco donde se hablaba quechua “... y supe de ellos cómo
estaba muy cerca de Goánuco...”.
350 Marcos Jiménez de la Espada (1965c: 170-174) escribió una nota sobre esta entrada y ubica
a los Motilones en la zona del río Moyobamba. Indica que Pérez de Guevara llegó hasta el
Huallaga, lo cruzó y en vez de regresar hacia San Juan de la Frontera de los Chachapuyas,
tomó río arriba, y faldeando la Cordillera Oriental por su vertiente Oeste, fue a dar a los
páramos y punas vecinos de Huánuco. Sin embargo no ha podido ubicar la localidad de
Moco-moco. Esto es correcto, pues Pérez de Guevara debió entrar en la actual provincia
de Moyobamba, en la parte Norte del departamento de San Martín, llegó al río Huallaga,
probablemente en la provincia de San Martín, fue siguiendo el Huallaga río arriba por la
provincia de Mariscal Cáceres y de allí ingresó a la parte septentrional del departamento
de Huánuco.
351 Por otro lado la tribu Motilón, que no debe ser confundida con los Motilones del Este de
Colombia, ocupa el área del río Moyobamba (San Miguel), en los alrededores de
Moyobamba Lamas, Tarapoto y se extienden a lo largo del río Huallaga hasta el Chasutino
(Steward y Metraux, 1948: 598). De modo que toda la información es coincidente.
352 Zárate (1968: Libro IV. Cap. XXII: 237) narra esta entrada, pues estuvo en el Perú en el año
en que Pérez de Guevara le dirigía la carta a Gonzalo Pizarro y sin duda tomó la
información de allí. Pero evidentemente la distorsiona, pues afirma que “Mullobamba” es
la naciente del río Marañón y que los españoles tuvieron noticia que había tierras donde
“... se crian camellos y gallinas como las de Nueva España, y ovejas algo menores que las
del Perú...”. A su vez Gómara (1946: 249), que nunca estuvo en el Perú y que escribió en
1552, sin duda en su descripción copia a Zárate (loco citato), modificando a su vez esta
información, pues habla de “... camellos, gallipavos de México, y ovejas menores que las
del Perú...”. Es de señalar que Romero (1936: 367) sin recurrir a la fuente original, se basa
314

en Gómara y toma al pie de la letra lo de “camellos”, sin darse cuenta que se trata de
Camélidos. Como escribió Tschudi (1885: 95; 1891: 97-98; 1918: 207-208; 1969: 125): “Los
camellos eran naturalmente llamas...”. Aunque él añade “... pero no puedo imaginarme lo
que quiso decir el autor al mencionar ovejas más pequeñas que las del Perú.”. Lo que
Tschudi no se dio cuenta, es que esta última frase es cosecha de Zarate, pues Pérez de
Guevara no la escribió.
353 Es interesante insistir sobre los prejuicios existentes relativos a los Camélidos, y como
algunos autores no pueden aceptar que estos animales pudieran vivir fuera de su “medio
de altura”. Citaremos a Tschudi (1885: 95; 1891: 97; 1918: 208; 1969: 126), quien escribió:
“A estar a las fuentes de información... (el autor se refiere a los datos de los cronistas y
documentos de la época)... resultaría que en tiempos de los Inkas también había habido
llamas en algunas regiones del Oriente cálido de Sud América. Humboldt en sus viajes en
las regiones equinocciales del Nuevo continente, edición Hauff pág. 275 cree que esta
tradición proviene de que los animales domésticos de Quito y del Perú habían principiado
a bajar de las cordilleras y extendiéndose en las regiones orientales de Sud-América. Pero
esta explicación del sabio naturalista no me parece fundada pues es seguro que la llama
no ha podido propagarse en grandes manadas en un clima que le era completamente
mortífero. Los animales de las alturas, de lana larga y tupida no pueden propagarse en los
lugares húmedos y cálidos de la región de los bosques... Las condiciones de vida para las
especies de aukenias, son allí de lo más desfavorables que darse puede no teniendo lugar
una adaptación. La extensión local de la llama en la época prehispánica debe tomarse con
la mayor desconfianza, tal como la señalan los anteriores apuntes dados por algunos
conquistadores y buscadores de oro.” (el subrayado es nuestro). Discutiremos este asunto
más adelante, pero consideramos que el relato de Pérez de Guevara y otros que se
mencionarán oportunamente, deben ser correctos. En todo caso, y esto sí es cierto, no se
trata de rebaños grandes.
354 Sobre el particular Dedenbach Salazar (1990: 96) escribió que los datos sobrelos Camélidos
para la región de la selva o la selva misma no son frecuentes, sin embargo existen. Así se
dice que se encuentran ovejas del “Piru” en Zamora, que es región húmeda de montaña,
en Luya, cerca de Chachapoyas, en el “temple frío”, y ovejas gordas y medianas a manera
de “pacos” en Copallín. Y termina diciendo la autora: “Como no hay datos arqueológicos
que demuestren lo contrario (Lathrap 1970, Harris 1985), se tiene que suponer que habían
llegado mediante el intercambio comercial (Lathrap 1973) y tal vez se criaban en
pequeñas cantidades.”. En términos generales coincidimos con ella. En lo que sí
discrepamos, es cuando ella se plantea la pregunta: “¿Se trataría de una cría especial
adaptada al clima tropical?” (Dedenbach Salazar, op. cit.:. 90). La contestación, a nuestro
juicio, es siempre la misma, no. Los Camélidos podían vivir en otros climas y en otras
condiciones sin mayores problemas. La palabra adaptación está fuera de lugar.
355 Finalmente, y para terminar este capítulo, nos vemos en la obligación de hacer una
corrección eme podría acarrear errores en el futuro. Del Busto (1975: 522) cita a Fray
Martín de Murúa (1964) y afirma: “El mercedario Murúa. hablando de la Sierra y de la ceja
de selva asevera...” y luego incluye la cita de Murúa en la que se dice que se criaba gran
cantidad de Camélidos. El dato bibliográfico de Murúa que indica en su Nota 32 del Busto
es el siguiente: Lib. I, Cap. III, T. 1, p. 153.
356 En primer lugar si se lee cuidadosamente la cita de Murúa se verá que él menciona a la
Ceja de Selva a principio de página, pero ello nada tiene que ver con los animales, y
cuando de ellos trata, dice sin posibilidad de dudas: “Porque en las punas, que dije al
315

prinsipio, crianynfinito número de ganados...”. En segundo lugar la cita que ofrece del
Busto no es correcta, la exacta es: Lib. III, Cap. III. T. 2, p. 153. (Nosotros no hemos querido
repetir aquí la cita completa de Murúa, pues ella está incluida en el Capítulo 7 de este
libro en el que tratamos de la cantidad de Camélidos que había en el Perú al momento de
la llegada de los europeos, según las fuentes escritas).

NOTAS
1. Utilizamos el término “andino” en sentido global. Es decir incluimos en él lo que
tradicionalmente se llama la Costa, la Sierra, la Ceja de Selva y parte de la Selva misma, como un
tocio, pues ellos son indesligables de la cadena andina, física y culturalmente. Hacemos esta
salvedad, pues a menudo con este término se hace referencia sólo a las tierras altas.
2. Si se analiza el diario, se desprende que la nota debería haber sido escrita después de octubre
de 1524. Pero su diario vió la luz en Venezia recién en 1536, con el título de Relazione del primo
viaggio intorno al mondo (Trueco, 1936: 83).
3. Carlo Amoretti, conocido naturalista italiano, en una nota a la edición italiana del diario de
Pigafetta publicado en 1812 escribió que “Este animal es el guanaco (Camelus huanacus, de Linneo),
semejante al que los naturalistas denominan llama y vicuña, especie de camello o de oveja, muy
conociclo por su preciosa lana. La descripción que da de este animal el autor conviene
perfectamente al guanaco, y tocios los navegantes dicen que los patagones se visten con su piel.”.
Esta nota, aunque sin mayor explicación, aparece en la edición de 1927 (vide Pigafetta, op. cit.:
Nota 1, 57).
4. Porras (1962 [vide 19861: 223) “... basándose en una equivocada declaración del propio Cieza...”
indicó como fecha ele llegada al Perú del cronista el año 1548. En realidad ella “... puede fijarse en
los mediaelos elel año 1547...” (Araníbar, 1967: Nota 2, li). Es ele notar que en la segunda edición
(Porras, 1986: 281) este error no ha sido señalado.
5. A éste, que según Porras (1968: 315) es llamado impropiamente “el almagrista”. se le ha
atribuido una relación anónima a la que nosotros nos referimos (Porras, op. cit.: 201). Porras (op.
cit.: 317) deja abierta la posibilidad que el autor pudo ser Bartolomé de Segovia. Para mayores
detalles lege Porras (op. cit.: 315-319).
6. El texto atribuido a Mena, según Pease (1989: 174, Nota de pie de página) fue publicado como
anónimo en Sevilla en 1534. Fue Porras quien se lo atribuyó a Mena en 1935, aunque fue
publicado sólo en 1948. Hay quien piensa que el autor pudo ser Xerez. Rowe (Comunicación
personal a Pease) considera que Mena no puede ser el autor.
7. Aquí se inserta en el texto de Ocaña la Nota 64 de Álvarez (1987), que explica que los carneros
descritos son llamas, pero en la anotación se cometen una serie de errores.
8. La versión que se conoce ele este documento, ha sido escrita en francés, que nosotros hemos
traducido. La versión original, en francés moderno, dice así: “... Parmi les pièces qui y figuraient,
il y avait quatre brebis, de la grandeur des brebis du pays, qui sont ele la grandeur dʼun poulain
ele cinq ou six mois. Et, avec elles, deux pasteurs dʼor, ele la grandeur de petits hommes.”. (Vide
Soto, 1992).
9. Es necesario señalar, para evitar errores, que Denevan (1988: 79-86) ha reproducido el Capítulo
9 de la “Relación ele la Provincia de los Collaguas”, pero la atribuye a Juan de Ulloa Mogollón,
316

cuando los autores son varios como consta en la página 86 de la reproducción de Denevan. La cita
a la que nosotros nos referimos, figura en la página 84 ele la obra de Denevan.
317

7. Las recuas, la cantidad, la


matanza y los abusos, las
ordenanzas, los rituales, la fertilidad
y las enfermedades de los
Camélidos, según las fuentes
documentales

7.1 Las recuas en los tiempos coloniales


1 Trataremos de reunir aquí toda la información histórica que hemos podido encontrar
sobre las recuas de Camélidos. Datos generales hay pocos, la gran mayoría son puntuales,
es decir se refieren a zonas concretas. Pero todos corresponen a los tiempos post-
Conquista.
2 Polo de Ondegardo (1940: 171), en 1561, describe como los indígenas traían la comida de
lejos en recuas de “ganado”. Mientras que Garcilaso de la Vega (1959: Libro 8, Cap. XVI,
149) nos ha dejado una interesante descripción de las caravanas. Él escribió: “Con ser las
recuas tan grandes como se ha dicho y los caminos tan largos, no hacen costa alguna a sus
dueños, ni en la comida ni en la posada ni en herraje ni aparejos de albarda, jalma ni
albardoncillo, pretal, cincha ni gurupera, ni otra cosa alguna de tantas como los harrieros
han menester para sus bestias. En llegando a la dormida, los descargan y los echan al
campo, donde pacen la yerba que hallan; y de esta manera los mantienen todo el camino
sin darles grano ni paja; bien comen la zara si se la dan; más el ganado es tan noble que,
aún trabajando, se pasa sin grano; herrajes no lo gastan, porque, demás de ser
patihendido, tiene pulpejo en pies y manos, y no casco. Albarda ni otro aparejo no lo han
menester, porque tienen lana gruesa bastante para sufrir la carga que le echen, y los
trajineros tienen cuidado de acomodar y juntar los tercios de un lado y de otro, de
manera que la sobrecarga no toque en el espinazo, que es donde le podrían matar. Los
tercios no van asidos con el cordel que los harrieros llaman lazo; porque, no llevando el
318

carnero jalma ni albarda, podría entrársele el cordel en las carnes, con el peso de la carga.
Los tercios van cocidos uno con otro por las harpilleras, y aunque la costura asiente sobre
el espinazo, no les hace mal, como no llegue la sobrecarga.”. Y en otro pasaje Garcilaso de
la Vega (op. cit;. Libro 8, Cap. XVI, 147) explica que “Para que no lleguen a cansarse, llevan
en las recuas cuarenta o cincuenta carneros vacíos, y en sintiendo enflaquecer alguno con
la carga, se la quitan luego y la pasan a otro, antes que se eche; porque en echándose, no
hay otro remedio sino matarlo.”.
3 Otra descripción excelente de las caravanas de Camélidos, es la que hizo el Padre Cobo
(1964a: Libro 9, Cap. LVIII, 367). Dice así: “Los principales trajines que al presente hacen
los españoles en este reino del Perú, son en recuas destos carneros con indios arrieros;
porque en ellos se llevan coca, vino, maíz, harinas y demás bastimentos así a las minas de
Potosí como a otras partes; y son las bestias y jumentos de menos costa que tiene el
mundo; porque no han menester herraje, aparejos ni jáquimas, que sin estas cosas llevan
su carga; ni tampoco echan en costa a sus dueños para su mantenimiento, pues no comen
más que la hierba que hallan en los pastos, donde cada día paran antes de mediodia, que
por todas estas sierras del Perú no faltan en todo el año pastos; y los que trajinan con este
ganado, suelen caminar por los desiertos y despoblados, por la mayor comodidad de los
pastos. No hay en los caminos mal paso para ellos, que por ser ligeros y sueltos entran sin
peligro por los atolladeros, pasan laderas muy agrias y salvan saltando con la carga los
malos pasos por donde no pudieran pasar muías. Son siempre las recuas muy grandes,
porque comunmente van en cada una de quinientos carneros para arriba, y de mil y dos
mil, con ocho indios para cada ciento, que los rigen, cargan u descargan.”. Y luego Cobo
termina diciendo :“ Son tan quietos y mansos, que no tienen necesidad, como las otras
bestias, de que los domen, sino que la primera vez que se les echa la carga encima, la
reciben y llevan con tanta mansedumbre, como si hubieran nacido domados.”.
4 Mientras que Herrera (1945c Década 5, Libro 4, Cap. IX, 313) es muy escueto, y tan solo
dice “... van en vna Requa de estos quinientos, i mil...”, y según Dedenbach Salazar (1990:
168), en la Descripción del Virreinato del Perú (1965: 80) se habla de recuas de 400 animales o
más. Esta descripción es aproximadamente de 1615.
5 Y cuando se estableció la actividad comercial española, en los tiempos iniciales de la
Colonia, los pobladores indígenas se vieron compelidos a alquilar su fuerza de trabajo y su
ganado para el transporte (Pease, 1992: 191).
6 La primera información sobre una zona concreta, es la que nos ha proporcionado Lorenzo
Huertas (Comunicación personal, 16 de enero de 1991) sobre Cajamarca. En los
documentos que él ha revisado, y que corresponden aproximadamente a 1566, ha
encontrado quejas de los indígenas, que alegaban que ellos tenían que transportar
mercaderías en hombros a la costa. Huertas no ha podido hallar pruebas de transporte en
llama en esa época y evidencia que éste sí estuvo generalizado en la región en la época
incaica. Consideramos que éste, es un dato muy importante.
7 El mismo Lorenzo Huertas (Comunicación personal, 16 de enero de 1991) nos ha
informado que si bien hay pruebas de la existencia de Camélidos en la parte septentrional
del departamento de Lima en el siglo XVI, hay pocos datos sobre el transporte con estos
animales hasta la costa. Para la zona de Cajatambo se menciona Camélidos para carga
hasta el siglo XVIII, pero también para usos rituales, la alimentación y para lana.
8 Cantos de Andrada et al. (1965: 306) se refieren a las minas de Huancavelica, allá por el año
1586, y explican que “... el trajín desde Guancavelica a Chincha, que son treinta y seis
319

leguas... se trajina con carneros de la tierra...”. Si la medida es dada en legua castellana,


equivale a poco más de 150 km, pero si se trata de la legua común, es poco más de 200 km.
9 Ramírez (1936: 36-37) nos cuenta de Guancavelica en 1597, y como el “azogue” es llevado
“... hasta la mar...” y embarcado hasta “... el puerto de arica y de alli se lleua por tierra en
requas de carneros hasta potosi...”. También Vásquez de Espinosa (1948: 1447/493) en su
“... descripción de la ciudad de Castrovirreyna, y de su distrito.” habla de las minas y dice
que “... traginanse los metales desde las minas a los ingenios en carneros de la tierra...”.
10 Y luego el mismo Vásquez de Espinosa (1948: 1432/487) cuando trata “De la ciudad de San
Joan de la Vitoria de Guamanga...”, es decir la actual Ayacucho, dice que “En su distrito...
se coge mucho vino en sus valles, y se trae en carneros de los valles de Icea, Ingenio y
Nasca que tiene al poniente... ”.
11 A la zona del Cuzco se refiere Garcilaso de la Vega (1959: Libro 8, Cap. XVI, 147) y en este
caso su testimonio es importante, pues es personal. Él cuenta que “En mis tiempos había
en aquella ciudad, para este acarreto, recuas de a seiscientas, de a ochocientas, de a mil y
más cabezas de aquel ganado. Las recuas de a quinientas cabezas abajo no se estimaban”.
12 Lizárraga (1968: Libro I, Cap. LXXXI, 63) a fines del siglo XVI, es decir entre 1555 y 156o,
habla de los cocales que había a “... tres o cuatro jornadas del Cuzco...” en “... una tierra
llamadas los Andes, donde hay estas chácaras de coca...”. Y al describir el transporte de
ésta en cestos, dice:“... sácanlos en carneros de la tierra...”. Pocos años después, o sea en
1597, trata sobre lo mismo Ramírez (1936: 39), pero nos da una versión diferente. Pues él
escribió: “... sacanse estos cestos, de la tierra caliente a la sierra ques tierra fria a cuestas
de indios, o en requas de muías porque los carneros de la tierra no sufren andar en tierra
tan caliente y montosa, que se mueren munchos, en la sierra la ponen en sus almazenes y
de allí la cargan en requas de carneros para potosy...”. Luego especifica que “... carga vn
carnero quatro cestos y lleualos muchas leguas...”. Vemos pues, que en un caso se dice
que la coca se sacaba desde la ceja de selva a lomo de llama, mientras que en el otro “a
cuestas de indios” o en muías. No sabemos si esta discrepancia es debida a mala
información de uno de los dos autores o si hubo efectivamente un cambio en
aproximadamente poco más de 35 años. Es curioso sin embargo, que Vásques de Espinosa
(1948: 1606/557) que escribió su obra en 1628, cuando describe la provincia de “... los
Andes de Paucartambo...” donde crece “... la mejor Coca...”, explica que ésta y otras frutas
eran sacadas por llamas. Dice ad litteram. “... los quales cargan en carneros de la tierra
para lleuar a Potosi, Horuro, y otras partes...”. Es decir coincide con la versión de
Lizárraga.
13 Debe existir sin duda mayor información sobre esta zona, pues el Cuzco era el punto
intermedio en el camino entre Lima y Buenos Aires y éste fue el lugar de flujo y reflujo de
las recuas de muías y llamas (Denegri Luna, 1980: X).
14 A 36 años de la Conquista, se realiza la mentada Visita de Diez de San Miguel a la provincia
de Chucuito y allí hay importantes testimonios sobre este aspecto que estamos tratando.
Así Martín Cusi, cacique principal de la parcialidad de Urinsaya, “... dijo que los indios de
esta provincia tienen carneros de la tierra y pacos y con ellos van a rescatar a los
yungas...“ y que ”... antes de ahora alquilaban los caciques carneros a españoles, para
llevar cargas a Potosi...“ (Diez de San Miguel, 1964: 29).
15 Por su parte Martín Cari, cacique principal de la parcialidad de Anansaya, declaró que de
Chuquito le daban 40-50 indios cada año, para que fuera con “los carneros” a traer maíz
320

de Moquegua, Sama, etc. Este viaje duraba dos y tres meses (Diez de San Miguel, op. cit.:
21).
16 Y el testigo Alonso de Buitrago, “... residente en este dicho pueblo de Chuquito...”, declaró
que “... es mucho ganado de la tierra... y van con su ganado a los yungas a cargar de maíz
y ají otras cosas y alquilan ganado para cargar vino y coca y otras mercaderías...” (Diez de
San Miguel, op. cit.: 53-54). Y otro testigo, en este caso Martín de Leguiña, declaró en el
pueblo de llave que “... tiene ganados de la tierra... y se alquilan ellos (los indios) y sus
ganados para la costa y el Cuzco y Potosí y van con el ganado a rescatar a los yungas maíz
y ají...”. Y prácticamente lo mismo declaran Martín Bello y Francisco de Santander (Diez
de San Miguel, op. cit.: 134-136).
17 En la Visita “secreta” de Gutiérrez Flores y Ramírez Segarra a la provincia de Chuquito de
1572 (1970), hay una importante testificación sobre el uso de las caravanas de llamas y el
empleo que se hizo de estos animales de carga a fines del siglo XVI, no sólo para
desarrollar más el comercio sobre las bases del intercambio antes existente, sino también
en forma abusiva y con fines de lucro por parte de los eclesiásticos. Citaremos algunos
ejemplos.
18 Se trata “... acerca de una chacara y del ganado de la comunidad que tomo.” Fray Agustín
de Formicedo. Allí se explica como este fraile se adueñó en forma impuesta de los
productos de la mencionada chacra de la comunidad y como envió “... doszientas hanegas
en carneros...” (Gutiérrez Flores y Ramírez Segarra, 1970: Cuaderno II, 4r/4v, 18). Luego
en otro lugar del mismo documento, se menciona a “Frai Agustin de Formicedo indios y
carneros que tomo sin pagar.”. Y se especifica: “Iten le dieron cinco indios con cinquenta
carneros que fueron a la costa de Arequipa al Valle de Cama que traxeron qua/renta
cargas de maíz sin pagar el acarreto...” (Gutiérrez Flores y Ramírez Segarra, op. cit.-.
Cuaderno II, 1Ov/11r, 25). Y luego el mismo fraile envía otros “cinco carneros y dos
indios” al “Baile de Camata” para traer maíz y coca y “... por la ida ni buelta no les pagó
cosa alguna.” (Gutiérrez Flores y Ramírez Segarra, op. cit.: Cuaderno II, 11v/12r, 26).
19 También se menciona como “Fray Domingo de Mesa. Se aprovechó del servicio de muchos
indios y carneros y otras cosas y no les pagó.”. En efecto, envió diversos productos a
vender al valle de Camata “... con ocho indios e cincuenta carneros de la tierra...”
(Gutiérrez Flores y Ramírez Segarra, op. cit.: Cuaderno II, 13v/l4r, 27).
20 Luego se indica que “Frai Estevan de Tordesillas. Carneros e indios que le dieron y no los
pago.”. En efecto, el dicho fraile utilizó una recua de “... quarenta carneros con costales
par el valle de Moquegua e quatro indios que fueron con ellos...” (Gutiérrez Flores y
Ramírez Segarra, op. cit.: Cuaderno II, 15r/15v, 29).
21 Finalmente, es interesante un comentario que se hace en la mencionada Visita.” Por la
mayor parte tienen todos los indios de la dha provincia mucho ganado de la tierra... que
les es de mucho Util y provechoso... como por que los carneros de carga de la dha
provincia ansi en ella como en qualquiera otra parte tienen balor y precio alquilanse para
llevar coca y otras cosas al asiento de potosi y arequipa y a otras partes y en llevar cargas
en sus carneros a los pasajeros...” (Gutiérrez Flores y Ramírez Segarra, op. cit.: Cuaderno
IV, 1r/1v, 41). Si el lector quiere ampliar sus conocimientos sobre el tema, puede recurrir
a la misma Visita o al comentario que de ella hace Flores Ochoa (1970, especialmente p. 69.
Es de señalar que él se refiere a la“... visita de Gutiérrez Flores.” cuando en realidad se
trata de la “visita de Gutiérrez Flores y Ramírez Segarra”).
321

22 También hay datos interesantes para las zonas de Juli, Chuquito y Zepita (cerca del
Desaguadero) en los protocolos del escribano Diego Dávila, que se conservan en la notaría
del Dr. Víctor Cutipe de Moquegua. Dichos protocolos corresponden a los años 1587-1588,
1590, 1593-1595. Si bien es cierto que no en todos los casos se dice explícitamente que se
trata de animales de carga, por el contexto se puede colegir que es así.
23 Veremos primero los protocolos relativos a Juli. No está demás recordar que Juli fue un
importante cruce de caminos, donde se reunían y renovaban las recuas de llamas que
llegaban del Cuzco, desde los valles costeños, como así de las tierras bajas orientales
ubicadas entre el Cuzco y la selva, y que se extienden hasta las yungas-bolivianas (Pease,
1992: 249). Pues bien, en los protocolos mencionados, figura un poder que otorga Gabriel
de Montalvo en 1588 a Alonso de Medina, para que compre “ganado de la tierra” (Dávila,
1984:192). Luego consta que en 1590, Juan de Peñafiel y Andrés de Espinosa, se obligan a
pagar a Pedro Serrano “... por 165 carneros de la tierra...” que le compraron (Dávila, op.
cit.: 199). Por el mismo años Jerónimo de Huzeda “... residente en el valle de Moquegua...”
se obliga a pagar a Pedro de Olazárraga por haber asumido la deuda de su acreedor
Jerónimo de Vargas “... de resto de noventa carneros de la tierra...” (Dávila, op. cit.-.
199-200). Y en 1591, Juan Pizarro de Sosa, clérigo presbítero, otorga poder a su hermano
para que pueda fletar ganado de la tierra. (Dávila, op. cit.: 212). En 1594 consta una
obligación de pago por 194 “carneros rasos de la tierra” (Dávila, op. cit.-. 288) y una venta
de 120 “carneros de la tierra” (Dávila, op. cit.: 289). Y finalmente, y siempre en Juli, existe
el Testamento de Pedro de Olazárraga fechado 1594. Entre sus bienes figuran 6 “carneros
de la tierra” (Dávila, op. cit.: 302).
24 Con referencia a Chuquito, hay una concertación de 1593 entre Gonzalo de Mazuelo,
Gabriel de Porres Rivas y Hernando Caballero Paéz, para “... meter en el dicho valle de
Moquegua el ganado de la tierra necesario aviado de indios yçangas y guascas...” (Dávila,
1984: 256). Y en el caso de Zepita, consta un documento de venta de 1594, por 300
“carneros de la tierra”. Y una obligación del mismo año de Martín Alonso para pagar a
Francisco de Portillo 4,250 pesos que le adeuda, por la compra de 300 “carneros de la
tierra” (Dávila, op. cit.: 285). Y en el mismo año nuevamente Martín Alonso de Zepita, se
obliga a pagar a Jerónimo de Huzeda, la cantidad de 4,250 pesos que le adeuda, por la
compra de 300 “carneros de la tierra” (Dávila, op. cit.: 286). También está registrada, y
siempre en 1594, una venta hecha en Zepita de 125 “carneros de la tierra” (Dávila, op. cit.:
186), y una obligación de pago por 125 “carneros de la tierra” (Dávila, op. cit.: 287).
25 Para la región de Arequipa también hay información. Así en la Relación de la provincia de los
Collagua... de Ulloa Mogollón et al. (1965: 332) de 1586, se dice que “Los tratos y granjerias
que tienen son de ganado de la tierra, lana y carne, que traen los indios de la sierra donde
se cría el ganado a los indios del valle, y truécanlo por maíz e quínoa; y este es el principal
trato que hay entrellos. Los españoles vienen a esta provincia a comprar y rescatar...
carneros de la tierra para la saca y trajín del vino que sacan de la ciudad de Arequipa y de
sus valles para las cibdades del Cuzco, Chuquito e Potosí, y para la saca de la coca de los
Andes...”.
26 Y Pease (1981: 194) comenta su trabajo realizado en Collaguas y señala que pudo observar
que la población de la zona mantenía un extendido “sistema de intercambio” a lo largo de
los siglos XVI y XVII. Ello se desprende de la información que refiere un “comercio” en
manos andinas, aunque también de otro entre indígenas y españoles, que conducían “...
recuas de auquénidos entre la costa, el Cuzco y Potosí, cargados de vino producido en los
valles de la costa de Arequipa, de Moquegua o Tacna, y otras mercaderías.”. En efecto,
322

Ramírez (1936: 45), en 1597, se refiere al vino que se produce en Arequipa y explica que
“... sacase en botijas y cargase, en carneros y llehua vn carnero dos botijas mui
seguramente a qualquier parte...”.
27 Con respecto a este gran movimiento en caravanas de llamas entre el Altiplano y la costa,
Acosta (1954: 136), a fines del siglo XVI escribía: “... usan llevar manadas de estos carneros
cargados como recua, y van en una recua de éstas trescientos o quinientos, y aun mil
carneros, que trajinan vino, coca, maíz, chuño y azogue, y otra cualquier mercadería; y lo
mejor de ella, que es la plata, porque las barras de plata las llevan al camino de Potosí a
Arica, setenta leguas, y a Arequipa otro tiempo solían ciento y cincuenta. Y es cosa que
muchas veces admiré de ver que iban estas manadas de carneros con mil y dos mil barras,
y mucho más, que son más de trescientos mil ducados, sin otra guarda, ni reparo, más que
unos pocos de indios para sólo guiar los carneros y cargallos, y, cuando mucho, algún
español; y todas las noches dormían en medio del campo, sin más recato que el dicho. Y
en tan largo camino, y con tan poca guarda, jamás faltaba cosa entre tanta plata; tan
grande es la seguridad con que se camina en el Perú.”.
28 Luego hay algunas noticias muy interesantes sobre Potosí, en Bolivia. Por ejemplo, el
padre Ocaña (1987: 181) hace hincapié en la gran cantidad de leña que se necesitaba en
aquel entonces para la fundición de Potosí y que era traída en arrias de llamas. Y luego el
mismo Ocaña (op. cit.: 167) describe Potosí y el uso que allí se hacía de las llamas y dice:
“En estos carneros se traen todos los más de los mantenimientos, como el vino y las
harinas y frutas... Y lo ordinario de donde traen el vino a Potosí es de Arequipa, que hay
ciento y ochenta leguas. Y estos mismos carneros llevan las barras del rey y los
particulares que bajan de Potosí; y las llevan todas estas ciento y ochenta leguas que hay
hasta el puerto de Arica en ocho dias, porque tienen puestos carneros de refresco a cada
cuatro leguas. Y caminan de día y de noche sin que la plata se detenga. Y en estos
carneros bajaron las barras de plata para nuestra Señora de Guadalupe, a 17 de marzo de
1601, las cuales yo hice con los oficiales reales que las fletasen en estos carneros porque
van con más brevedad que las recuas de muías...” (Dedenbach Salazar [1990: 1691 no está
de acuerdo sobre el tiempo de viaje señalado por Ocaña. Mencionaremos ésto al final, vide
infra).
29 Vásquez de Espinosa (1948: 1413/478) cuando describe la Audiencia de Charcas, provincia
de “los pacages” (Sucre-Potosí en Bolivia), explica que el vino que iba a Oruro y La Paz
llegaba a Tarata y Putina “... donde tienen crias de ganado...”. Pero acota que de Arica iba
en muías hasta San Pedro de Tacanay “... de aqui los cargan los carneros...”.
30 En lo que se refiere a la costa, hemos podido encontrar información sobre recuas sólo
para la región de Ica y el extremo Sur. Es así que Pedro de León Portocarrero, más
conocido como el Anónimo Portugués, al que nos hemos referido en el Capítulo anterior,
describe el viaje de Pisco a Chincha en el siglo XVII y dice: “De Pisco son seis leguas a
Chincha, lugar de indios y tienen bon puerto ele mar, aqui traen de Guancavelica los
azogues en carneros, y aqui los embarcan para Arica y ele allí los llevan a Potosí y a otras
minas. Y los guanacos que llevan los azogues a Chincha, van a Pisco y Arica y cargan de
vino y se vuelven con él a la montaña.”. (Anónimo Portugués, 1958: 111). No cabe duda
que el autor cometió lapsus cálami, al decir que las caravanas eran de “guanacos”. Fueron
llamas sin eluda.
31 En este caso también el testimonio de Vásquez, de Espinosa (1948: 1333/441) es valioso, en
cuanto él estuvo en Chincha el año 1617, como ya lo hemos señalado. En efecto, él
323

describe el vino que allí se hace y dice que una parte es llevado por mar a otras
localidades “... porque lo mas se lleua por la sierra en carneros a Guamanga, al Cusco, y a
otras paites...”. Y él mismo (op. cit.: 1354/450) nos habla también de la vecina “... villa de
Ica, y sus fertiles valles ele viñas.”, donde “... se coge grande cantidad ele vino referida
que mucho del sacan en carneros por la prouincia de los Chocoruos a Castrovirreyna,
Guancauelica, Guamanga y otras partes...”.
32 Pero sin duda la mayor cantidad ele datos sobre el movimiento ele recuas ele-llamas en la
costa, los tenemos para el extremo Sur. Lorenzo Huertas (Comunicación personal, 16 ele
enero de 1991), que ha revisado una gran cantidad ele documentación del siglo XVI
referente a la región ele Tacna, Moquegua y Arequipa, nos informó que hay muchos
contratos ele arrieros que llegan hasta la costa para transportar el vino hacia Potosí,
Cuzco o Puno. Esto también es confirmado por Masuda (1981: 175), c]ue al escribir sobre
los indios de Camaná, Tambo, Vítor, Siguas, Locumba, Moquegua, etc. anotó que “... los
indios se alquilaban como arrieros ele las llamas que los españoles tenían, ‘que son mucho
y muy gran cantidad, con los cuales se trajinan y acarrean las mercaderías que en este
reino van ele un cabo a otro’ (Jiménez ele la Espada, ed. 1965 [1881-97]: I, 350; [en nuestra
bibliografía corresponde a 1965al).”.
33 Por su parte Catherine Julien (1985; 192) ha estudiado el transporte de guano por
caravanas de llamas en el área comprendida entre la costa y la zona puquina, en el siglo
XVIII. Ella ha escrito que para trasladar la cantidad ele guano extraído, fueron ele
tremenda ventaja los animales de carga. El administrador ele la inspección ele 1792, elijo
que la mitad de una fanega ele guano no era suficiente para las necesidades ele un
agricultor Puquina. Y se explica que esta cantidad corresponde aproximadamente a 15,5
kg, lo que significa de un tercio a la mitad ele una carga ele llama (en una nota a parte,
Julien [op. cit.: 223, Nota 11] aclara que el cálculo se ha basado en el peso de excremento
de aves caseras, es decir 55 pies cúbicos equivalentes a 1 tonelada). Y añade Julien, que
“La gente ele las serranías estuvo excelentemente equipada para transportar el guano a
las tierras ele cultivo. Ellos, disponían de llamas, cuerdas y sacos hechos ele fibra de
llama.”.
34 Para la zona ele Moquegua hay datos en los protocolos del escribano Diego Dávila, a los
que nos hemos referido (vide supra). Allí consta que en 1591, en el valle-de Moquegua,
Alonso ele Estrada le otorga poder a Andrés Diez ele Villegas para “... fletar ganado ele la
tierra para cargar vino, coca, comidas a la villa de Potosí...” (Dávila, 1984: 217). Y en el
mismo año y lugar, Sebastián Duran se obliga a usar su ganado de la tierra para
transportar mil botijas de vino a Potosí (Dávila, op. cit.: 217). También se le otorga poder a
Juan Vallejos “... para la compra de 250 carneros ele-la tierra...”, así como para su alquiler
desde el Puerto ele Arica o ele otra parte hasta la villa ele Potosí (Dávila, op. cit.: 231).
35 Consta así mismo una hipoteca, hecha en 1593 en el pueblo ele Moquegua, ele 300 botijas
ele vino que tenían que ser llevadas en 150 “carneros de la tierra” desde el valle de
Moquegua hasta le región del Collao (Dávila. 1984: 272). Y en el mismo año, y siempre en
Moquegua, se extiende un poder a Hernando Caballero Páez, para que “... pueda fletar y
flete el ganado ele la tierra necesarios abiado de yndios ysangas y guascas...”, para
transportar 2,000 botijas de vino a Potosí (Dávila. op. cit.: 278). Y también en 1593, hay
constancia que en el “valle ele Cochuna y Moquegua”, se otorga un poder a Cristóbal ele
Cortázar, Diego Lozano y Miguel Díaz Zarco, para comprar 700 “carneros rasos de la
tierra” (Dávila, op. cit.: 283).
324

36 Lorenzo Huertas (Comunicación personal, 16 de enero de 1991) nos ha comunicado que en


los protocolos notariales del Archivo de Moquegua, hay un contrato fechado el 26 de
agosto de 1593, de Don Gonzalo Mazuelo con el “Señor de su recua” Andrés Díaz de
Villegas, que tenía 500 llamas cargueras, para llevar botijas de vino. Y en 1593 se firmaron
seis contratos para transportar productos y, según los cálculos que ha hecho Huertas,
para ello se necesitó aproximadamente 2,000 llamas. En los mismos protocolos notariales,
consta que la llevada de vino “en ganado de la tierra” de Moquegua a Potosí, duraba tres
meses y había indios especializados para estas tareas y eran escasos.
37 En el siglo XVII este tráfico era aún muy activo, pues Vásquez de Espinosa (1948:
1409/476-477) escribiendo sobre Moquegua, describe los muchos productos naturales que
allí se daban, sobre todo hace énfasis en frutas y azúcar. Y explica que éstos eran llevados
“... en carneros a la prouincia de Chuquito, y a toda la tierra de arriba...”.
38 Sobre el valle de Sama hay información en la Visita a la Provincia de Chuquito de 1567, a la
que tantas veces nos hemos referido. Allí consta una declaración de Juan Matute sobre los
indios de Sama que tienen mucho ganado de la tierra y que para transportar el guano de
las islas “... van por ello en carneros ocho o nueve leguas...” (Diez de San Miguel,
1964:126). Luego otro testigo, Pedro de Bilbao residente en el valle de Sama, hablando de
los “carneros de la tierra”, dice que hay “... otros que los traen a este valle por maíz y
trigo y ají y por el algodón que cogen... y algunas veces... tienen algún trabajo para ir por
guano a la mar que está ocho leguas porque no se da sin ello el maíz y que lo traen en sus
carneros...” (Diez de San Miguel, op. cit.: 127).
39 Al valle de Sama se refiere también Vásquez de Espinosa (1948: 1412/478), pero él lo hace
para mencionar la gran producción de “agí”, y especifica que entre los valles de Lucumba
y Sama, “... se cogen en los dos cerca de docientos mil cestos que sacan en carneros para
Potosi, Horuro, y tocia la sierra...”.
40 Pease (1982: 108) por su parte informa sobre un curaca de Tacna, de los últimos años del
siglo XVI, que manejaba una empresa comercial “... utilizando recuas ele auquénidos...”.
41 Por Cantos de Andrada et al. (1965: 306) estamos enterados que en 1586 “... desde el puerto
de Arica hasta Potosi, que hay 90 leguas y se trajina el dicho azogue con carneros...”. No
sabemos que legua ha usado el autor. Si es la castellana, la distancia es poco mayor de 377
km, pero si es la legua común, entonces es poco más de 501 km. Y Ramírez (1936: 46)
narra como el “azogue” de Huancavelica, en 1597 llegaba a Arica por mar, pero “... ele allí
se saca el azogue y las demas ropa, en carneros de la tierra, y se lleva a potosy...”.
42 Lizárraga (1968: Libro I, Cap. CXI. 94-95), a fines del siglo XVI, nos ha dejado una
descripción interesantísima sobre el viaje de Porco a Arica, que consideramos importante
transcribir ad verbum expressus. Dice así: “Media legua ele Porco, sobre mano derecha,
pasa el camino real de Potosí a Arica, que son 100 jornadas... llanas, muy frías y de
algunos arenales no muy pasados para caballos, empero para carneros ele la tierra,
cuando van cargados, lo son mucho, y para las recuas de muías, por lo cual las recuas ele
carneros que llevan el azogue a Potosí desde Arica, y las mercaderías... a las nueve del día
han de tener su jornada hecha, que es ele tres leguas, comenzando a caminar a las tres,
antes que amanezca, y aun antes, porque en toda la Sierra, con ser en parte inhabitable
por el mucho frío, y lo más de este camino lo es, desde las nueve del día hasta las cuatro
de la tarde son los calores del sol muy crecidos, tanto y más abrasan que en los Llanos y
valles calientes; es muy trabajoso este camino por la destemplanza del frío y no haber en
tres o cuatro jornadas tambos donde albergarse, sino unos paredones mal puestos; y ya
325

que comenzamos a bajar hacia Arica lo es mucho, porque 20 leguas que hay desde donde
se comienza a bajar por una quebrada abajo, llamada de Contreras, en 15 leguas no hay
gota de agua; aqui es donde los carneros de la tierra, de carga, corren el riesgo y se
quedan muchos muertos, y en echándose el carnero en esta quebrada, no hay sino
descargarle y dejarle; allí se muere de hambre y sed; si comieran arena y no bebieran en
ocho días, muy gordos salieran; ver en toda esta quebrada tanta osamenta de carneros es
lástima, por lo que pierden los señores de los carneros (y éste es el mejor camino), por lo
cual llevan para la carga la mitad más de los necesarios; subidos a la sierra, no tienen ese
riesgo, porque ni pastos ni agua les falta, y en llegando el carnero a la jornada suya, no le
harán pasar adelante cuantos aran y cavan. Las recuas de muías en medio día y una noche
concluyen con estas 15 leguas.”. Esta debió ser una ruta muy importante, en cuanto
Porco, que está cerca de Potosí, fue una mina muy antigua y explotada ya antes por los
indígenas, y fue abandonada por el auge de Potosí (Pease, 1992: 238).
43 Del Busto (1975: 523-524) ha tratado en forma muy sumaria el recorrido que hacían las
caravanas de llamas transportando el mineral, desde las minas de Huancavelica hasta el
puerto de Chincha, y luego de Arica hasta Potosí. Y el regreso de este lugar, pero ya con el
metal en barras, hasta Arica. (Del Busto, se refiere a la cita de Lizárraga que hemos
reproducido [vide supra], pero comete error, pues señala el Cap. XCI cuando el correcto es
el Cap. CXI).
44 Vásquez de Espinosa (1948:1415/480) al describir “De la ciudad de San Marcos de Arica...”,
dice que “... los vezinos tienen más de mil muías con grandes recuas para el trajin de las
mercaderias a Potosi, Charcas, y toda la tierra de arriba, y para traer la plata al puerto,
que aunque tambien ay grandes recuas de carneros...”. Luego refiere sobre la gran
cantidad de totora que hay cerca de Arica (Vásquez de Espinosa, op. cit.-. 1417/482) y
explica que “... con ella estriuan los nauios para la carga del vino y los demas, y todas las
recuas se aderezan para lleuar las cargas a Potosi [y en ella] hazen seroncillos para llenar
los carneros el vino, y azogue...”.
45 Dedenbach Salazar (1990: 168-169) ha hecho una buena síntesis de las distancias que
recorrían las recuas diariamente. Así ella señala que Murúa (1964: T. II, 154) indica que
caminan cada día 2 ó 3 leguas, (lo que según la autora sería aproximadamente entre 10 y
15 km)1 y de acuerdo con Ramírez (1936: 17) ele 3 a 4 leguas. El cacique Martín Cari ele
Anansaya ele Chuquito, menciona algunos trechos que hacían las recuas y los días que
necesitaban. Así para ir y venir del Cuzco a Potosí se demoraban cuatro meses (la misma
información, dice Dedenbach Salazar, aparece en GdlV[l. VIII, cap. XVI, II: 3161, lo cual es
correcto. Es una abreviatura ele Garcilaso de la Vega [en nuestra bibliografía corresponde
a 1959: Libro VIII, Cap. XVI, 150]), ele Ilo en la costa hasta el Cuzco dos meses, ele
Chuquito a Arequipa un mes y de Chuquito a La Paz ele 25 a 30 días (Diez de San Miguel,
1964: 17). Especifica Dedenbach Salazar que si se toman las distancias entre los
respectivos lugares en las carreteras modernas, se llega a un promedio de
aproximadamente 12 km por día. Este recorrido coincide con los datos que nos han dado
los cronistas, pero no del todo con la información contemporánea. Es así que West (1981a:
70) describe un viaje con una recua de llamas en el que él participó. En dicha oportunidad
se recorrieron 289 km en 22 días, incluyendo 7 días de descanso. Es decir que la distancia
diaria fue de 19 km. (Debemos señalar, en honor a la verdad, que West en su artículo
señala por distancia 180 millas. Si se supone que West ha utilizado la milla inglesa,
entonces el recorrido ha sido de 289 km. Pues si hubiera empleado, lo que no creemos, la
milla española, entonces el trecho sería de 250 km, en cuyo caso el trayecto diario de viaje
326

sería de ca. 17 km). Sin embargo Custred (1974) que estudió los viajes de comercio
interzonal que hacen los comuneros de Alccavitoria, en la provincia de Chumbivilcas del
departamento del Cuzco, nos da cifras mayores, aunque él se refiere a animales
descargados. Él precisa que las recuas ele llamas inician su viaje entre las 8 y las 9 ele la
mañana y lo terminan aproximadamente a las 4 de la tarde, lo que significa un recorrido
diario ele 8 horas, en las que se incluyen los descansos a lo largo del camino. El viaje de
Alccavitoria a Ocapata, que es una distancia ele 150 km, les toma seis días. El promedio
que hacen las llamas por día es de 25 km. Para un viaje a Ocopata o a un punto de la
misma distancia, se requieren de 15 a 20 llamas y uno o dos arrieros (Custred, op. cit.: 276).
Termina diciendo Dedenbach Salazar (loco citalo), que la duración de un viaje
naturalmente dependía clel tipo de camino que se tenía que recorrer y de la región que se
cruzaba.
46 Hay una nota de pie ele página de Dedenbach Salazar (op. cit.: 169, Nota 58) que es
importante, pues se refiere a la cita de Ocaña que hemos reproducido páginas atrás (vicie
supra, Ocaña, 1987: 167) donde se dice que el trecho ele Potosí a Arica, que es una distancia
de 180 leguas, se hacía en 8 días. La autora piensa que esto no es posible, pues supondría
que se recorría más de 100 km por día. (Nuevamente discrepamos con el cálculo ele las
distancias, en el sentido que si se tratara ele leguas comunes, el recorrido diario sería de
125 km y si lo fuera ele leguas castellanas, sería de 94 km por día, aunque admitimos que
esto no cambia en absoluto el razonamiento de Dedenbach Salazar). Y como bien señala la
autora, aunque tuvieran, como afirma Ocaña, carneros de refresco cada cuatro leguas y
caminaran día y noche, es muy difícil suponer que tal viaje se pudiera hacer en dichos
términos.
47 Sobre la cantidad de animales que tenían las recuas, es difícil llegar a conclusiones.
Hemos visto que se estima entre 300 y 1,000 animales. Sobre estas cifras hay más o menos
un consenso. El único que menciona arrias de 2,000 animales es Cobo (loco citato).
48 Hay un último punto que queremos incluir. Se refiere a un término que menciona del
Busto (1975: 517-518). Él escribió: “Así como los conductores ele muías eran los muleros o
muleteros y los de los camellos, camelleros, los que guiaban las graneles 'Uamerías' desde
las minas a los puertos se nombraban carnereros, por ser su oficio el guiar las recuas o
caravanas ele ‘carneros ele la tierra’. 28”. No queremos poner en duela la afirmación de
del Busto, pero nosotros no hemos encontrado en la crónicas ni en los documentos que
hemos revisado, el término “carnerero”. Pease (Comunicación personal, 30 de mayo de
1993) tampoco lo recuerda. Es curioso, además, que la Nota 28 de del Busto cita a Vásquez
de Espinosa. No se señala año de edición, ni la página, sólo se dice “Libro III, Cap. VI”. En
el texto no hay bibliografía, sólo notas de pie de página. Revisando dicha notas, hemos
encontrado que del Busto (op. cit.: 420, Nota 11) utilizó la edición de Vásquez de Espinosa
de 1948, de modo que la cita corresponde a la página 340 (1096) y allí ese término no se
utiliza.

7.2 ¿Cuantos Camélidos hubo en los tiempos de la


Conquista y del Virreinato?
49 No cabe la menor duda que uno de los aspectos más importantes e interesantes sería el
saber, aunque sea en forma aproximada, la cantidad de Camélidos que había en el
territorio Centroandino al momento de la Conquista. Ello, sin embargo, es imposible. No
327

hay medio de lograrlo. Además, como se ha dicho en el Capítulo anterior, no ha habido


ninguna legislación o norma administrativa española inicial tendiente a obtener una
estadística de esta naturaleza, sobre todo en los primeros momentos de la Conquista. Más
tarde los visitadores de alguna manera sí las tuvieron, pero en todo caso se trató más de
conocer la cantidad de alimento que los animales representaban, que otra cosa.
50 De modo que no pretendemos aquí hacer estadísticas de ningún tipo, sólo queremos
tratar de tener ideas muy generales sobre cantidades de Camélidos en función de los
datos que hemos podido hallar.
51 En primer lugar hay una informacion muy global, pero que no deja de ser importante.
Andagoya quien escribió, como ya lo liemos señalado, antes ele venir al Perú, y la suya es
una crónica tardía, sin embargo) tiene el valor ele haber sido “... escrita por un capitán
que conoció a todos los actores ele la conquista...” (Porras, 1986: 70), ele modo que su
relato expresa sin duela una verdad. Él escribió:“ Era tan grande cantidad de ovejas las
que en aquella tierra había y se criaba, eme era cosa admirable...” (Anelagoya, 1954:
246-247). Este estupor se refleja también en los escritos ele Fray Bartolomé de las Casas
(1948: 9), cuando dice “En aquellos reinos hubo inmesidad ele ovejas y [en] tanto número
que no puede ser creído. Comunmente había los hatos y greyes ele doce y de quince y
veinte mil cabezas.”.
52 Zárate (1968: Libro I, Cap. XI, 140) por su parte y como ya lo hemos visto, ha mencionado
aunque sumariamente los chacos que hacían los Incas, y señala que “... en un día podía
tomar veinte y treinta mil dellas.. El autor se refiere a las “ovejas de la tierra”.
53 Cieza de León (1985: II Parte, Cap. XVI, 43), como siempre, hace una apreciación muy clara
de la situación.”... en este reyno del Perú avía suma granelísima del ganado doméstico y
bravo, urcos, carneros y pacos, vicunias y ovejas, llamas [hay algunas palabras imposibles
de transcribir en el manuscrito original] en tanta manera que así lo poblado como lo que
no lo hera anelava lleno ele graneles manadas, porque por todas partes avía y ay ecelentes
pastos para que bien se pudiese criar... Y multiplicávanse tanto que de no creer lo mucho
que avía en el reyno quando los españoles entravan en él.”2
54 Garcilaso de la Vega (1959: Libro 6, Cap. VI, 163) es el autor que ha dejado, repetimos, la
mejor descripción del chaco. Su referencia se basa sin duela en recuerdos de hechos
vividos y en informaciones recibidas, pues habla de los tiempos de “Los Incas Reyes del
Perú”. Después de haber explicado como se mataban los animales dañinos, termina
diciendo: “El número de los venados, corzos y gamos, y del ganado mayor, que llaman
vicuña... era muy grande; que muchas veces, y según que las tierras eran unas de más caza
que otras, pasaban de veinte, treinta y cuarenta mil cabezas, cosa hermosa de ver y de
mucho regocijo.” Por eso hablando de su presente, y no olvidemos que estaba escribiendo
a fines del siglo XVI, y no sin cierta tristeza, termina diciendo “Esto había entonces; ahora,
digan los presentes el número de las que se han escapado del estrago y desperdicio de los
arcabuces, que apenas se hallan ya huanacus y vicuñas, sino donde ellos no han podido
llegar.”.
55 Sin embargo, hay que tener presente que Garcilaso escribe fundamentalmente sobre los
Camélidos silvestres, pues aparentemente, y a pesar de las matanzas, las llamas y las
alpacas aún se mantenían en cantidades importantes. Es así que Murúa (1964:153), por la
misma época, ha dejado dicho que “... en las punas... crian ynfinito número de ganados
vacunos, ovejuno y de la tierra...”.
328

56 Y cuando Pedro de León Portocarrero (Anónimo portugués, 1958: 80) atraviesa las
serranías peruanas a comienzos del siglo XVII, ve los Indios que “... llevan cuatrocientos y
otros quinientos y otros más (animales) por manada...”. Y Oliva (1895: 11) que estuvo en el
Perú más o menos en el mismo tiempo, también se refiere a “... infinidad de vicuñas y
guanacos...”. Finalmente Ramírez (1936: 21, 25), en 1597, describe las poblaciones de las
serranías andinas y menciona que “... crian muncho ganado...” y al expresar cual es la
“rriqueza de y(ndi)os”, dice que ella está entre los “serranos”, “... por razon del ganado q
(ue) crian...”.

7.2.1 La Costa

57 Sobre la costa hay poca información, sin embargo María Rostworowski (Comunicación
personal, 12 de marzo de 1991) ha tenido la gentileza de darnos la que está contenida en
un documento sobre la Doctrina de Pachacámac y Caringa, del año 1573, que está en el
Archivo Nacional de Santiago de Chile. Corresponde a la Visita de Rodrigo de Anchada
(Varios, Vol. 64). Este documento forma parte del juicio que le hacen sus herederos. En el
Folio 22r figura la declaración del testigo don Juan Cucho Gualle, de 55 años, en el pueblo
de Pachacámac, el 19 de setiembre de 1573. El testigo cuenta que el primer encomendero,
llamado Hordoñez (Ordoñez), “... se hizo dar 2,000 carneros de la tierra porque entonces
avia cria dellos en este repartimiento.”. Y en el Folio 25v, consta la declaración de otro
testigo, don Alonso Choque Guamani, curaca de Caringa, quien dijo “... que daban al
encomendero muchos ganados de la tierra que entonces avia muchos.”. Según María
Rostworowski (Comunicación personal, 12 de marzo de 1991) el encomendero
mencionado en este documento fue de los primeros años, mucho antes de Vaca de Castro,
quien fue encomendero en 1544.
58 Para la Costa Sur hay algunos datos sueltos, que sin embargo no dejan de ser
significativos. Así en la Visita de Acari de 1593(1973:158), al hacerse la enumeración de los
bienes del “cacique principal” don Alonso Satuni, se menciona “... sesenta cabeças de
ganado de la tierra...”. Luego en los Protocolos Notariales del Archivo de Moquegua,
correspondientes a 1593 y que ya hemos mencionado (vide supra), se firmaron seis
contratos para efectuar transporte de mercaderías. Lorenzo Huertas ha hecho cálculos y
ha llegado a la conclusión que para ello se necesitó de 2,000 llamas.
59 El comercio del “ganado de la tierra” en esa época, siempre según Huertas, fue una
actividad importante. Este ganado se negociaba generalmente en “las provincias de
arriba”, es decir en Zepita, Potosí y Oruro. En uno de los contratos se especifica que una
mula costaba 13 veces más que una llama, pero ésta tenía la ventaja de adaptarse mejor al
tipo de botija que se utilizaba para el transporte del vino y, además, necesitaba mucho
menos pasto (Lorenzo Huertas, Comunicación personal, 16 de enero de 1991).
60 Siempre en el mismo archivo, consta la formación de una compañía para trasporte de
vino (f. 586n). El contrato se suscribe en Moquegua, el 29 de marzo de 1Ó15, entre dos
socios. Allí consta que cada uno tenía que aportar “700 carneros rasos de la tierra”
(Lorenzo Huertas, Comunicación personal, 16 de enero de 1991).
61 Finalmente, en el Archivo Departamental de Tacna, entre los Títulos de la Hacienda Para,
existe el testamento de Diego Caqui (1981: 213-214), fechado 1588, al que ya hemos hecho
referencia, pero que consideramos importante repetir aquí. Allí, entre otras cosas, se dice:
“Yten declaro que me debe un Francisco Cárdenas, mercader de flete cien carneros de la
329

tierra en que llevava ciertas mercaderías de ropa de Castilla, podrá haber siete años, antes
menos que más, y en el camino vendió cuarenta carneros de la tierra, de los que llevaban
la dicha mercadería, sin mi licencia...”. Y luego se añade: “Yten declaro por mis bienes
cien ovejas de vientre de la tierra, que las guarda un indio nombrado Ticona, natural de
Putina; ha de haber multiplicado en ellas...”.

7.2.2 Las Serranías

62 En lo que respecta a las serranías, comenzaremos con los datos relacionados con la zona
que debe corresponder a la parte meridional del Ecuador. Como se recordará, Zarate
(1968: Libro II, Cap. XII, 170-171) narra como Diego de Almagro y Pedro de Alvarado, que
se dirigían de Quito a Pachacámac, se encontraron con Quizquiz. Este venía con un gran
ejército y con “... ganado que había hallado en Jauja abajo...”. Antes de llegar a San Miguel
en la provincia de Chaparra, se produjo el choque entre indígenas y españoles. Después de
la batalla, “... toda la ropa que los indios no pudieron subir a la sierra la quemaron aquella
noche, quedando en el campo más de quince mil ovejas...”.3
63 Por las investigaciones realizadas por Silva Santisteban (1964), sabemos que en la
provincia y corregimiento de Cajamarca a fines del siglo XVII y principios del XVIII, no hay
documentación sobre camélidos. Este es un dato importante, en cuanto se ha visto que en
la época incaica sí los hubo.
64 Cieza de León (1984: I Parte, Cap. LXXXI, 236) por su parte describe la vecina provincia de
Huamachuco, donde le informaron al cronista que “Tenían los Ingas... vn soto real...” y
allí se realizaban grande chacos. Y termina diciendo: “... porque de estas cagas tomauan
diez mill o quinze mili cabeças de ganado, o el número que quería: tanto fue lo mucho que
dello auía.”. Al no decir más, quiere decir que en los tiempos que el recorrió el territorio,
allí ya no había Camélidos.
65 Hay pocos datos para el Callejón de Huaylas, pero los consideramos sumamente
importantes, en cuanto es una zona en la que prácticamente los Camélidos han
desaparecido. Hay una Visita del Repartimiento de Guaraz, de 1558, realizada por el
Corregidor de Huánuco, Diego Alvarez (1968-1969: 18). Allí se dice que “Declararon que
todos caciques y principales e indios a ellos sujetos tienen el ganado siguiente: mil
ochocientos y tres obejas ele la tierra, quatrocientas e cincuenta y tres cabras, e ciento e
catorce puercos, e nuebe obejas ele castilla, una yegua y que lo traen ele las tierras ele su
repartimiento en parte donde no haze daño e eme los guardan indios biejos o mochachos
e que tienen buen pasto para el dicho ganado.”.
66 Esta Visita ha sido comentada por Varón Gabai (1980: 57), el cual dice que es interesante
destacar que a pesar de la mayor proporción ele ganado nativo, el ganado europeo ya ha
adquirido gran importancia en la vida local. Y añade: “Los curacas declaran poseer 1,203
“obejas ele la tierra” (es decir llamas y alpacas) y ele ganado español indican 452 cabras,
114 puercos, 9 ovejas ele Castilla y una yegua.” (Varón Gabai, 1980: 57). Estas cifras están
en contradicción con las señaladas anteriormente. Puede tratarse de un error ele
transcripción paleográfica o ambas versiones pueden ser correctas, pues hay dos copias
ele la Visita (Franklin Pease, Comunicación personal, 16 ele octubre ele 1993).
67 Varón Gabai (op. cit.: 65), pasa luego a comentar la Visita de Llaguaraz, que es un
repartimiento en las inmediaciones de la ciudad actual de Huaráz, que es también de 1558
y donde la ganadería era en ese entonces muy probablemente la actividad principal. Allí
330

se nota un ligero desplazamiento del ganado autóctono por parte del europeo. Pues uno
de los informantes expresó: “Declaro que tienen todos seiscientas e treinta e una oveja de
la tierra e dozcientas e veinte e ocho cabras e ciento e ochenta y tres puercos e una
yegua... e que lo tienen en sus propias tierras por que tienen buen pasto para ello...”.
68 Finalmente Silva Santisteban (1964: 134) informa que a fines clel siglo XVI y principios del
XVII, en Huaráz en dos haciendas había 20,000 cabezas de ovejas en una y más de 12,000 en
otra. Pero no se especifica de que ovejas se trata, suponemos que ya eran animales
europeos.
69 Para Huánuco tenemos la información contenida en la Visita de Ortíz de Zúñiga (1967) de
1562. Aunque pueda ser tedioso, consideramos interesante reunir aquí las cifras que han
dado los informantes sobre los Camélidos, pero es importante hacer algunas aclaraciones.
En primer lugar, que en la Visita se utiliza o el término general “anado de esta tierra” o se
dice “carnero de la (o ele esta) tierra”o “vejas ele la (o de esta) tierra”. En segundo lugar,
es interesante llamar la atención que si bien es cierto que en algunos casos se utiliza sólo
“carnero de la tierra” u “oveja de la tierra”, hay muchos otros casos en los que se
distingue ex profeso entre la una y la otra, pues se dice, por ejemplo, “dos ovejas y un
carnero” (videe.g., Ortíz de Zúñiga, 1967:175), lo que demuestra que se ha querido hacer la
distinción. Es imposible saber, sin embargo, a que se refería dicha diferenciación. ¿Eran
llamas y alpacas? ¿Eran variedades de llamas? ¿Eran llamas para carne o lana y llamas ele
carga? Quien sabe.
70 Pero hay también casos, aunque son la minoría, en los que se utiliza sólo “carnero” u
“oveja”. Nosotros creemos que en ambos se trata de Camélidos, pues en las declaraciones
se dice “ovejas ele Castilla” y “carneros ele Castilla” cuando se quiere indicar a los
animales europeos.
71 En tercer lugar, es importante señalar que siempre se consignan cantidades exactas, sólo
en un caso en el documento se dice “... más de dos ovejas de la tierra...” (Ortiz de Zúñiga,
op. cit.: 261). Sin embargo, hay que decir que en algunas oportunidades, al inicio de la
encuesta se menciona la cantidad que corresponde a “... todos los indios de este pueblo...8
(e. g. Ortiz de Zúñiga, op. cit.: 193) y luego se presenta la encuesta de casa por casa. Cuando
se suma las cifras que se declaran a nivel individual, nunca cuadran con el total. Así en el
caso concreto que hemos citado, se dice al principio que había 36 animales, pero la suma
de las declaraciones individuales arroja un total de 26. Para nuestra suma hemos tomado
la cifra total.
72 Y, finalmente, no se debe olvidar que probablemente hubo muchos animales más, pues
uno de los testigos declaró que “... se le han muerto muchos de carache...” (Ortiz de
Zúñiga, op. cit.: 172).
73 Veamos ahora la información, que para los efectos del caso hemos resumido. Ella
proviene de los pueblos de Canchapara, Ambi, Quinoas, Rumar, Chanlla, Guancayo, Rondo,
Pecta, Achinga, Atcor, Queros,' Guayan Queros, Guaoya, Marchaguachi y Mantacocha
Quira Quilcay (Ortiz de Zúñiga, op. cit.: 99, 107, 116, 150, l6(), 163, 165, 171-178, 182, 184,
188, 193-199, 202, 203, 206, 210, 231, 26l). Para la ubicación de estos pueblos, vicie los
mapas que van adjuntos al Tomo I de Ortiz de Zúniga (1967).
74 Pues bien, la suma total de las declaraciones relativas a “ganado de esta tierra”, “carneros
de la tierra” y “ovejas de la tierra”, es de 233 animales. Luego figuran 9 “carneros” y 15
“ovejas”. El total es de 257 animales.
331

75 También vemos que en el Repartimiento de Juan Sánchez de los “mitimaes” del Cuzco,
hubo “dos ovejas de esta tierra”. En los pueblos de San Francisco un total de 108 “ovejas
de esta tierra”, mientras que el Cacique del pueblo de Caure declaró 40 o 50 “ovejas de la
tierra”. En el pueblo de Nauça se declaró ocho “ovejas de la tierra y un “carnero de la
tierra” y en Yacha hubo 10 animales entre “carneros y ovejas de la tierra”. Los mitimaes
ananquichuas, tenían una sola “oveja de la tierra”. (Ortiz de Zúñiga, 1972: 32, 39, 61, 65,
67, 86, 87, 98).
76 El pueblo de Paucar-Yachas es otro de los casos en los que el total no cuadra con los
parciales. Es así que inicialmente se declara que en total el pueblo tiene 21 “ovejas de esta
tierra”. Pero luego en las declaraciones individuales entre “ovejas”, “carneros” y “ganado
de esta tierra”, se llega al total de 11 (Ortiz de Zúñiga, op. cit.: 104, 106-108).
77 En el pueblo Ocrumarca-yachas se declara 15 animales, entre “ovejas de la tierra” y
“carneros de la tierra” (Ortiz de Zúñiga, op. cit.: 111-112).
78 El caso del pueblo de Coquín es otro en el que se dice inicialmente que el ganado total
corresponde a 20 animales. Pero luego en las declaraciones casa por casa, entre
“carneros”, “corderos”, “carneros y corderos de esta tierra” se llega a un total de 9
animales (Ortiz de Zúñiga, 1972: 134, 138, 139, 141, 143). Y lo mismo sucede con el pueblo
de Chuchuco, donde se declara un total de 15 “ovejas de esta tierra”, pero luego en las
declaraciones casa por casa, entre “ovejas”, “carneros” y “ovejas y carneros de esta
tierra” se llega a un total de 14 (Ortiz de Zúñiga, op. cit.: 149-154).
79 En el pueblo Caure de los Yachas pasa algo parecido. Se dice que entre todos los vecinos se
llega a un total de 59 animales de “ganado de esta tierra”. Pero luego resulta que en la
encuesta individual, entre “ovejas”, “carneros” y “ovejas y carneros de esta tierra” se
llega a un total de 46 animales (Ortiz de Zúñiga, op. cit.: 160-169).
80 En Curamarca (que eran indios mitimaes), había sólo dos “carneros” y en Quilcay ocho
“ovejas de esta tierra”. Luego se declara de un “Ganado común de Quillcay, Curamarca y
Nauca”, y se habla sólo de ganado europeo, pero se señala al final de la declaración, que
había además “... tres cabezas de ganado de esta tierra demás de las que declaró el dicho
principal.” (Ortiz de Zúñiga, op. cit.: 179. 180, 192, 196).
81 En el pueblo de Guarapa había sólo tres “ganados de esta tierra”. Pero cuando los
visitadores se refieren a los Yacha, se dice en el documento “Halláronse en la parcialidad
de los yachas ochenta y seis cabezas de ganado de esta tierra.”, mientras que los mitimaes
tenían “Veintiséis cabezas de ganado de esta tierra.” (Ortiz de Zúñiga, op. cit.: 199, 251).
82 Es importante evidenciar que casi todos los declarantes ya tenían gran cantidad de
animales europeos que nosotros no hemos analizado (hay casos en los que se habla de 30
cabras, 50 ovejas de Castilla o 101 puercos) y otros en los que el indígena declarante tenía
exclusivamente de estos animales.
83 Mellafe (1967) y Dedenbach Salazar (1990) han hecho interesantes comentarios a esta
Visita. Vamos a resumir sus opiniones.
84 Mellafe (op. cit: 337-338) es de la opinión que, en lo que concierne al ganado, en la
declaración se ha ocultado mucho. Así, por ejemplo, entre los chupachu hubo, según la
declaración de sus curacas, 152 animales de “ganado de la tierra”, 100 ovejas de Castilla,
37 puercos y 180 cabezas de ganado caprino. Aparentemente no hay vacunos y, sin
embargo, hay que notar que algunas comunidades de otras regiones ya lo tenían, aunque
en cantidades moderadas. Mellafe cree que si bien las cifras “... no ofrecen ninguna
332

confianza...”, hay muchas cosas que se pueden inferir de ellas. Probablemente el hecho
que más llama la atención, es la baja cantidad de Camélidos, si se le compara con la
cantidad relativamente alta de “ovejas de Castilla”. Hace notar Mellafe que en lo que se
refiere a éste y al ganado caprino, eran los más baratos en el comercio español y que los
encomenderos acostumbraban darlo como compensación de trabajos extraordinarios o
excesos de la tasa. Por otro lado, la abundancia de ovejas en pueblos que tenían una gran
tradición de tejedores, es comprensible ya que prometía una buena actividad de tejido de
lana a nivel privado, comunitario o empresarial.
85 Mellafe cree que hay varios motivos que permiten explicar la baja cantidad de llamas, al
margen de que se disfrazó la verdad y se hizo la falsa declaración, a pesar que éstas en
este caso concreto debieron ser de mayor importancia. Durante el período de la Conquista
y las guerras civiles, estos animales tuvieron gran demanda, tanto como bestias de carga
como para carne. Los encomenderos, además, lo pedían como elemento de tributación y
los mismos indios chupachu que declararon poseer sólo 152 cabezas en total, hasta el año
1549 acostumbraban dar anualmente como tributo a su encomendero 104 cabezas.
Inmediatamente después, junto con los indios, las llamas fueron un elemento de
fundamental importancia para el transporte y es sólo al principio del siglo siguiente,
cuando aparecen las muías, que su demanda baja.
86 En la época en la que se redactó el documento de la Visita, el “ganado de la tierra”
comenzaba a recuperarse del desgaste sufrido a consecuencia de la Conquista y de las
guerras civiles, pero al mismo tiempo el transporte estaba pasando a manos de sectores
empresariales españoles y mestizos, de manera que parte de los animales que se estaban
recuperando fue utilizado en los centros mineros y ciudades, quedando fuera de la
posibilidad de usufructo de las comunidades indígenas. Además, el hecho que Huánuco
había quedado en el medio de importantes rutas comerciales, sin duda ayudó al fenómeno
(Mellafe, loco citato).
87 Por su parte Dedenbach Salazar (1990: 103-105) aporta otros argumentos. Ella indica que
cálculos hechos en este siglo, demuestran que los Camélidos pueden disminuir en una
forma increíblemente rápida. Pone como ejemplo (utilizando la información de Flores
Ochoa [1984: 34]) las alpacas en el departamento de Puno, que entre los años 1970 y 1980
han disminuido casi en un 50%, de modo que no es improbable un fenómeno parecido en
el siglo XVI. Pues si bien los indios de Huánuco mencionan la existencia de pastos en
abundancia, manifiestan que el carache (vicie supra) es la causa de la disminución. De
modo que hay varias posibilidades, o el “ganado de esta tierra” se había reducido mucho
desde 1532 ya sea porque los españoles lo habían tomado o por consecuencia de las
enfermedades, o los indígenas declararon a los visitadores sólo el ganado que estaba en el
pueblo, y no el que pastaba en las tierras más altas (lo que suponen también Morris y
Thompson [1985: 154]). Aunque esto significaba correr el riesgo que el visitador pudiera
ver los animales durante su viaje. Es por eso que Dedenbach Salazar inquiere “... si todas
las personas preguntadas en la visita declaran no tener mucho ganado y trocar por
productos de este tipo con otros grupos pero al mismo tiempo dicen haber sido o dado
como ovejeros para el Inca y tener buenos pastos, ¿no debe haber existido más camélidos
en la puna que se encuentra alrededor de Huánuco, y no es probable que ellos omitiesen
declarar estos rebaños? ¿Qué tipo de explotación ganadera usaban para 1) aprovechar las
punas de su misma zona, y 2) para conseguir productos derivados de los camélidos de los
otros grupos?”. La autora no cree válida la posición de Murra (1972: 431-432) en el sentido
que los chupadlos hayan manejado los rebaños en forma regular e inmediata. Ella
333

propone el “acceso directo”, con “doble domicilio” y el trueque. Otra posible explicación
es con el modelo de Fuji y Tomoeda (1981: 57), es decir que los punaruna que viven en la
puna cuidan de su propio ganado y el de los vecinos llaqtaruna.
88 Concluye Dedenbach Salazar diciendo que si se toman en cuenta las informaciones de
Cieza de Léon, Estete y Vásquez de Espinosa (que nosotros hemos mencionado en el
Capítulo anterior) sobre la existencia de mucho ganado en la región de Huánuco, esto no
parece del todo inverosímil, a pesar del número restringido de animales que se consigna
en la Visita.
89 Para la vecina zona de Junín, se recordará que en el viaje de regreso de Hernando Pizarro
desde Pachacámac, para ir de Pombo hasta Xauxa, los españoles durmieron en el pueblo
de Chacamarca, en cuyos alrededores hay muchos otros pueblos. Y “... a la redonda dellos
muy gran cantidad de ganados, que, a lo que les pareció a los españoles, había más de
cient mill cabezas.” (Fernández de Oviedo, 1959c: Libro XLVI, Cap. XII, 74; que declara que
toma esta información de Estete. Es importante indicar, sin embargo, que ella no figura en
el texto de este cronista [Estete, 1968a]).
90 Flores Ochoa (1977b: 23), refiriéndose a la misma zona escribió: “Los huanca estuvieron en
condiciones de pagar sus tributos con camélidos. Los de Hatun-Saya entregaron 58,673
llamas y alpacas a los españoles entre 1533 y 1544. La saya Urin-Huanca dio 514,656
animales a Pizarro en octubre de 1533 y 27,958 en el lapso de 1534 a 1544 (Espinoza
Soriano 1972, cit. p. Browman, 1973: 41). No se tiene información de cuánto dio la tercera
saya de Hanan-Huanca pero posiblemente fue una cantidad similar a las de las otras sayas
(Browman 1973: 41.)”. El dato es interesante, pues según esto, se tiene un total de 601, 287
animales que no es una cantidad indiferente, pero ello no consta en el artículo de
Espinoza Soriano (1972), que Flores Ochoa no ha verificado. Él ha tomado la información
de Browman (1973), que nosotros no hemos podido leer.
91 Por otro lado Guacrapáucar (Guacorapacora; 1972: 201-215) manifestó en Lima, en 1558,
que se le entregó a Francisco Pizarro desde que salió de Caxamarca hasta la pacificación
de Hernández Girón, de parte de “... tres parcialidades de Luringuanca, Ananguanca y
Xauxa...”, 5,184 carneros de la tierra. 2,534 ovejas. 95 pacos y 691 corderos. En total
serían, pues, 8,504 animales, aunque en el documento no se especifica si las ovejas y los
corderos son “de la tierra”, se supone que sí aunque bien pudo ya haber habido algún
ganado europeo.
92 Luego el mismo Guacrapáucar (op. cit.: 216-259) solicita a la Audiencia de Lima que se
testifique “... sobre los servicios de su parcialidad de Lurinhuanca \ propios desde que
llegó Francisco Pizarro.”. Y en 1560, al preguntar en el interrogatorio si les habían
quitado o dado ganado, diez testigos no responden y cuatro sí lo hacen afirmativamente.
93 Luego en la Probanza de servicios..., fechada en Lima en 1561 consta un “Memorial de los
curacas de Atunxauxa”. En los “Capítulos del memorial” se pregunta a “... los testigos que
fueren presentados por parte de los caciques y principales e indios Atunxauxa
encomendados en Gómez de Caravantes...” entre otras cosas si saben si los caciques le
enviaban a Francisco Pizarro “ovejas y carneros”; si al llegar el capitán Soto al valle le
dieron “mucha cantidad de ovejas”; si al llegar Alonso de Alvarado “le dieron mucha
cantidad de ovejas” y si “demás dello los dichos soldados les “ranchearon”4 mucha
cantidad de ovejas” (Cusichaca el al., 1972: 260-278).
94 En la “Memoria” del dicho documento, figuran las cantidades de animales que fueron
entregados o “rancheados”. Consideramos de interés consignar estos datos, pues no sólo
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son indicadores del número de animales que hubo, sino también demuestran como fue
destruida la fauna local en aquellos tiempos.
95 Para los “Auxilios de Cajamarca”, los indígenas entregaron 20 carneros de la tierra. A los
conquistadores en Jatunxauxa se les entregó 1,275 ovejas y 12,045 carneros de la tierra,
pero éstos ranchearon 29,231 entre ovejas, carneros y pacos. Al “Regreso de Francisco
Pizarro a Jauja” se le dieron 296 ovejas de la tierra y 6l corderos. En el “Viaje de Pizarro a
los valles de Pachacamac y Lima”, 120 ovejas y 6 corderos. En la “Expedición de Quizo
Yupanqui”, 60 ovejas de la tierra y 10 corderos de la tierra, mientras que en la
“Expedición de Alonso de Alvarado” se entregaron 846 ovejas de la tierra y 50 corderos.
En la “Batalla de Páucarbamba y gastos”, 6l ovejas de la tierra, y en la “Expedición de
Pizarro al Cuzco”, 10 ovejas. La “Expedición del Capitan Mercadillo” se llevó 54 ovejas de
la tierra y el “Tránsito del capitán Rodrigo de Salazar” 2 ovejas de la tierra más. Rodrigo
de Mazuelos recibió 10 ovejas de la tierra y 1 cordero y el “Aviamiento al capitán
Mosquera” 60 ovejas de la tierra, mientras que el “Aviamiento al capitán Gómez de
Alvarado”, 54 ovejas de la tierra.
96 Él “saqueo de Diego Hernández” costó a los indígenas 28 ovejas de la tierra y 10 corderos
de la tierra, mientras que el “Aviamiento al general Pedro Alvarez Holguín” 118 ovejas de
la tierra y 17 corderos de la tierra. En el “Saqueo que hizo Almagro el Mozo”, los
españoles “robaron” 12,902 ovejas de la tierra y 13.045 corderos. Para el “Aviamiento para
el Ejercito de Vaca de Castro” se entregaron 5 ovejas y 23 corderos, y para la “Expedición
de los capitanes Pedro de Fuelles y Pedro Vergara”, 81 ovejas, y la misma cantidad fue
entregada al “Regreso de Vaca de Castro”. Para el “Armamento para el virrey Núñez de
Vela” se dió 25 ovejas, y en el “Saqueo de Gonzalo Pizarro” los españoles “robaron” 19
ovejas. En el “Saqueo de Francisco de Carvajal” “robaron” 25 ovejas y en el “Saqueo de
Juan de Acosta” 192 ovejas de la tierra. Para el “Aviamiento para Gabriel de Rojas” dieron
7 ovejas de la tierra y para el “Armamento, víveres y soldados para La Gasca”, 173 ovejas
de la tierra y 3 corderos. Para el “Aviamiento para Pablo de Meneses y el Ejercito Real”, se
entregaron 52 ovejas de la tierra y 7 corderos de la tierra, mientras que para el
“Armamento y víveres para los capitanes Juan Tello y Miguel de La Serna” entregaron los
indígenas 46 ovejas de la tierra, 4 ovejas partidas y 6 corderos de la tierra. Y finalmente
para el “Regreso de Pablo Meneses” se dió 21 ovejas de la tierra y 3 corderos de la tierra.
97 Al final del documento consta que “De todas las cuales dichas cosas... hasta ahora nunca
se les ha dado ni pagado cosa alguna...” (Cusichaca et al., 1972: 279-320).
98 De todo esto resulta que los indígenas entregaron o se les quitó 12,065 carneros de la
tierra, 16,652 ovejas de la tierra, 13,250 corderos de la tierra, 29,231 ovejas, carneros y
pacos y 4 ovejas partidas. Esto arroja un total de 71,202 animales, lo que no es poca cosa.
99 En la declaración de los testigos hay frases que son significativas. Se dice por ejemplo “...
los habían todo rancheado con otra mucha cantidad de ovejas e carneros de la tierra.”, “...
mucha cantidad de... ovejas...”, “... e mucha cantidad de ovejas e carneros...”, “... e mucho
mantenimiento de... carne de ovejas...”, “... que consigo llevava e mucha cantidad de
carneros e ovejas...”, “E que vicio este testigo que algunas veces salían algunos de los
soldados del dicho Alonso de Alvarado a buscar ovejas fuera del dicho Valle e traían
algunos ganados e a la [esta] causa saue este testigo que no podían dejar los dichos
soldados de traer mucho ganado de los de los dichos indios de Xauxa e que la cantidad de
cosas que los dichos caciques dieron al dicho Alonso de Alvarado e así les fue tomado este
testigo no lo saue y que se remite a los quipos que dello ternán los dichos indios.”. Casi
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todos los testigos repiten la “... mucha cantidad de ovejas...”. Hemos tomado las
declaraciones más significativas (Cusichaca et al.: 1972: 346, 348, 355, 359, 373, 384-385).
100 Dedenbach Salazar (1990: 105-106) ha comentado también los datos de estos documentos,
y su opinión -una vez más- es importante. (Para evitar confusiones al lector, debemos
señalar que Dedenbach Salazar ha mencionado en su trabajo estos documentos bajo el
nombre de Espinoza Soriano, que es el que los publica. Y ella indica como fecha de edición
1971, mientras que nosotros lo hacemos como 1972. Ambas fechas son correctas, pues la
revista en la portada lleva 1972 y en la parte interior 1971).
101 Considera Dedenbach Salazar que en esta fuente, como en otras, la terminología general,
es decir ovejas y carneros, aún cuando no lleva la especificación que son “de la tierra” o
de “esta tierra”, parecen ser Camélidos. La argumentación que ofrece la autora para
sustentar su punto de vista es la siguiente. En el documento hay una afirmación que dice:
“... dieron al dicho mariscal cinco gallinas que eran las primeras del Reino de la Sierra
para su comer...” (Cusichaca et al.: 287). “De esto se puede colegir -dice Dedenbach
Salazar- que los números altos de ganado se tienen que referir a camélido, pues si todavía
vivían las primeras gallinas en el tiempo referido, no es muy probable que el ganado
europeo ya se hubiera multiplicado para dar miles de cabezas, aunque también
entregaban cerdos, pero en menor cantidad. Estos animales siempre son referidos como
recursos alimenticios (por ej. “Probanza de servicios”: 284, 290).”. Es por estas razones, y
por el hecho además que se mencionan los “pacos” en pequeñas cantidades, que se puede
pensar que en este documento las “ovejas” y los “carneros” se refieren a las llamas que
servían como animales de carga y como proveedoras de carne, mientras que las ovejas
europeas no hubieran servido para carga. Además, el hecho que les entregaron a los
españoles muchos productos textiles, permite suponer que éstos no querían llevarse la
fuente productora de materia prima, sea ésta oveja o alpaca, sino que preferían los tejidos
ya terminados.
102 Espinoza Soriano (1972: 123) narra la batalla que tuvo lugar entre los cuzqueños y las
huestes hispano-huancas en 1536 y explica que durante el saqueo, los cuzqueños se
llevaron cuatrocientos cincuentiún llamas y setenta corderos.
103 Y tenemos el testimonio de Ruiz (1952: Cap. XII, 76; citado por Dedenbach Salazar, 1990:
96) que confirma que en la mitad del siglo XVIII “... en las Punas de Bombon y demás de
esta Provincia se crian infinitas vicuñas...”
104 Rostworowski (1978: 228, 230, 238-241, 247-248, 250, 252, 254) ha encontrado en el Archivo
General de Indias (Patronato 95-B Ramo Tasaciones de los Yndios y visitas para que conste
que son pocos y dan poco) una Visita a la parcialidad de Canta. Allí consta que la localidad
de Rococha depende de Canta y “.. tiene obejas...”, que los “ yndios” de Canta “... tienen
mucha cantidad de ovejas...” y que “... del dicho pueblo de canta...” trajeron 39 cabezas “...
de ganado obejuno de la tierra...” eme era del cacique, 29 de los principales y 86 de los
naturales.
105 Por otro lado en el censo que se hizo de la parcialidad de Canta, se consigna una oveja, en
Carcas se encontraron dos ovejas que eran del principal, y 10 ele los “yndios” En total se
ha enumerado, pues, 167 animales.
106 Luego aparece una Visita a la parcialidad de Locha, y en el pueblo ele Ayas se declararon 9
cabezas “... de ganado obejuno de la tierra...” y en 1 Hurco 10 que eran del principal y 18
ele los “demás naturales” Lo que nos da un total ele 37 animales.
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107 En la Visita de la parcialidad de Lachaque constan 10 animales del principal, 8 ele otro
principal, mientras que los naturales tenían 12. Es decir tenemos un total ele 30 animales.
108 En la Visita de la parcialidad de Copa el principal tenía 10 cabezas, los demás principales 5 y
los naturales 45. Esto arroja un total de 60 animales.
109 En la Visita de la parcialidad de Ysquibamba, el principal declaró 27 cabezas y 54 los
naturales. O sea un total de 81 animales.
110 Luego en estos documentos consta que en el pueblo ele Rococha le daban al Inca un
tributo anual de “... cien ovejas...” y que a Nicolás de Ribera el mogo “... que al presente
los tiene encomendados...”, entre otras cosas le han dado “... de diez meses a esta parte...
quatro cientos obejas.”. Otro declaró que a la misma personas le han dado “... ocho cientos
ovejas y carneros...” (Rostworowski, op. cit.: 230-231).
111 Y en la Visita que hiciera Dávila Brizeño (1965: l6l) entre 1571 y 1572 en las serranías de
Lima, en la famosa Descripción de los Yauyos, consta que siendo Corregidor, castigó a
algunos caciques de Anan Yauyos y dice: “... y les quité cuatrocientos cabesas de ganado
desta tierra...”.
112 Para “Castrovirreyna, y de su distrito” tenemos el testimonio de Vásquez de Espinosa
(1948: 1446/492), quien nos muestra como aumenta en forma dramática la crianza de
animales europeos y como en la zona ya ni se menciona el ganado autóctono. Él escribió:
“El año de 610. auia quatro estancias de vacas y 5 de ouejas, y cinco de cabras, y vna de
muías... y en estas estancias auia 1,600 vacas, 5,000 ouejas, 12,000 cabras y quatrocientas
yeguas de vientre, Ay al presente muchas mas porque se crian bien, y van en grande
aumento...”.
113 Extrañamente no hemos podido encontrar datos con cifras para el Cuzco. Sólo cabe
recordar la cita de Pedro Pizarro (1978: Cap. 20, 144) a la que ya hemos hecho mención (
vicie supra), y en la que se cuenta como después del alzamiento del Cuzco faltaba carne en
la ciudad y Hernando Pizarro mandó gente al distrito de Acomayo para traer ganado. Y de
Pomacanche se trajeron “... hasta dos mil cauecas de ganado...”.
114 No cabe duda que la zona puneña, en el Altiplano, es la que más información nos ofrece y
la fuente principal es la famosa Visita de Diez de San Miguel de 1567. Allí consta el parecer
del visitador que se basa en los quipu. Se dice que en la provincia había 45,000 “... y tantas
cabezas de ganado de la tierra...” y 25,000 “... y tantas cabezas de ganado de España.” Y si
se suma “... el ganado que tiene cada pueblo y cada parcialidad y ayllo... es cosa notoria
que hay más de ochenta mil cabezas.” (Diez de San Miguel, 1964: 211).
115 Y en la “Provisión para la administración del ganado de comunidad de la provincia de
Chuquito”, se dice que por la visita hecha por Garci Diez de San Miguel y por los datos por
éste entregados al licenciado Lope García de Castro del Consejo de Su Majestad,
presidente de la Audiencia y Cnancillería Real de esta ciudad de Los Reyes “... por la cual
consta y parece que los indios de dicha provincia de Chuquito tienen cuarenta y tantas
mil cabezas de ganado de la tierra de comunidad y otra cierta cantidad de ganado de
Castilla...” (Diez de San Miguel, op. cit.: 273).
116 Luego tenemos la declaración del testigo Martín Cari, cacique principal de la parcialidad
de Anansaya. “Preguntado qué tanta cantidad de ganado le guardan los dichos indios que
tiene declarados, dijo que le guardan trescientas cabezas.”. En la parcialidad de Anansaya,
declara “... hasta cuatrocientas cabezas de ganado de la tierra.” (Diez de San Miguel, op.
cit.: 22-23). Y luego el mismo testigo “Preguntado qué cantidad de ganados tienen de la
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tierra y de Castilla dijo que como tiene dicho muchos indios tienen ganado pero que no
sabe cuánto...” (Diez, de San Miguel, op. cit.: 18).
117 En la misma Visita consta que Martín Cari pide protección por haber declarado, y allí
figura, 30,000 “... cabezas de ganado ele la comunidad...”. Martín Cusi hace lo mismo, por
2,000 “... cabezas de todo ganado de esta tierra.”. Y hay acusaciones mutuas de estos
caciques, en el sentido que no se ha declarado todo el ganado que tienen. Don Pedro
Cutimbo, gobernador de la provincia de Chuquito, declara que se ha escondido ganado,
pues en la parcialidad de Hurinsaya había 8,000 “... y tantas cabezas...” y en Anansaya,
2,000 “... poco más o menos.”. Se indica, además, que lo que se declaró en Acora y en Juli
es correcto (Diez de San Miguel, op. cit.-. 167-169, 171).
118 La declaración de los principales de la parcialidad de Anansaya de Acora fue la siguiente:
“... qué ganado tiene cada indio en particular dijeron que algunos tienen doscientas
cabezas y otros ciento y otros cincuenta y otros diez y cuatro y tres y más y menos de
estos números que tiene declarados y que algunos indios no tienen ningún ganado... y que
no tiene ganado de Castilla sino es los caciques que tienen algunas cabras y que éstas son
pocas.”. Y refiriéndose al ganado de la comunidad del pueblo de Acora, se dice que “... por
los quipos de los indios haber en el dicho partido de Acora trece mil y quinientas y treinta
cabezas de ganado de la tierra carneros y pacos de comunidad de la parcialidad de
Anansaya y de la Hurinsaya seis mil y novecientas y noventa y cinco cabezas del dicho
ganado como parece por los dichos quipos.” (Diez de San Miguel, op. cit.: 92, 88-89).
119 Luego se tiene la declaración de Martín Cusi, cacique principal de la parcialidad de
Urinsaya. “Preguntado qué cantidad de ganado de la comunidad hay en la parcialidad de
Lurinsaya... de este pueblo de Chuquito tiene de comunidad cuatrocientas y cincuenta
cabezas de ganado de la tierra...” (Diez de San Miguel, op. cit.: 30). Y el testigo don Luis
Cutipa “principal de la parcialidad de Lurinsaya”, declaró “... del ganado de la comunidad
que tiene la parcialidad de Lurinsaya en este pueblo de Chuquito... declara quinientas
cabezas de ovejas de la tierra hembras grandes y pacos hembras las ciento y setenta y tres
son de ovejas grandes y las demás de pacos y que del multiplico de hogaño no ha tomado
la cuenta ni sabe cuantas son...”. Luego se le dijo que por las declaraciones se sabía que
Lurinsaya tenía más ganado que Anansaya y que “... por la manifestación... parece tener
dos mil cabezas de ganado...”, el testigo se justifica explicando que “... la dicha parcialidad
de Lurinsaya dijo que no tiene más ganado de lo que tiene declarado porque ahora un año
con las nieves y yelos eme hubo se le murió mucho ganado y que otro se ha gastado en
botijas de vino que ha gastado la comunidad y en comer y dar carne para los indios que
van a Potosí a trabajar a las minas para pagar el tributo de Su Majestad.” (Diez de San
Miguel, op. cit.: 78-79).
120 Por su parte el testigo de los principales de la parcialidad de Urinsaya, declaró “... que
algunos indios tiene ovejas a tres y a seis y a más y menos y que algunos años hay falta de
comida y las llevan a vender a los yungas...”. Al preguntársele sobre la cantidad de ganado
de la tierra, dijeron “... que no lo saben porque unos indios tienen tres ovejas y otros seis
y diez, y ciento y doscientas y otros más y menos y que no se puede saber la cantidad que
tienen.”. Sobre el ganado de Castilla, “... dijeron que hay poco... y que algunos indios
aunque pocos tienen dos o tres ovejas y otros tienen puercos.” (Diez de San Miguel, op. cit.:
80).
121 El testigo don Martín Churi, de la parcialidad de Lurinsaya “... dijo que en Cotahuasi que
serán cuatro leguas de este pueblo (se refiere a Chuquito) tiene seiscientas y cincuenta y
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siete cabezas de ganado de la tierra... y que no sabe el ganado que tienen en otras partes
más de que entiende tendrán más ganado...” (Diez de San Miguel, op. cit.: 88).
122 Luego se trata del ganado de la comunidad del pueblo de Chuquito. “Mandáronse a traer
los quipos del ganado de la comunidad y se contaron y pareció tener la parcialidad de
Anansaya de este pueblo de Chuquito mil y novecientas y cincuenta y una cabeza de
ganado de comunidad de esta tierra pacos y carneros y la parcialidad de Lurinsaya dos mil
y treinta cabezas...” (Diez de San Miguel, op. cit.: 88).
123 Luego aparece el testimonio de Bernardino Gallego “... residente en esta provincia de
Chuquito...” quien “Preguntado qué tanto ganado de la tierra hay en esta provincia así de
particulares como de comunidad dijo que la cantidad de lo uno ni de otro este testigo no
lo sabe pero que sabe que es mucho el ganado y que generalmente todos tienen ganado
poco o mucho y que ha óido decir de indio que no es cacique sino principal que es un don
juan Alanoca de Chuquito que tiene más de cincuenta mil cabezas de ganado y que los
demás indios principales a los que ha oído decir tiene más de mil cabezas.”. Y luego
añadió que “... hay mucho ganado de comunidad...” (Diez de San Miguel, op. cit.: 50).
124 Y otro residente en “... dicho pueblo de Chuquito...”, el testigo Alonso de Buitrago,
testificó “... que de este ganado de Castilla tendrán los indios hasta dos mil cabezas...”.
Pero refiriéndose a las ovejas, manifestó que “... la cantidad de ganado no la puede saber
porque es mucha y que hay fama que hay caciques de a diez mil ovejas y otros principales
indios de a mil y otros indios de a ciento y más y menos y otros pobres a tres y a cuatro y a
diez y veinte y por esta orden unos poco y otros mucho.”. Más adelante indicó que “... en
todos los pueblos hay ganado de comunidad y no sabe en que cantidad...” (Diez de San
Miguel, op. cit.-. 55).
125 Siempre con referencia a Chuquito, atestiguó Melchior de Alarcón y dijo “... hay muchos
de ellos que son ricos de ganados... y otros indios particulares tienen algún ganado...” y
señaló que irse a la costa “... el perjuicio les es grande... por disiparse de su ganado...”
(Diez de San Miguel, op. cit.: 139).
126 Sobre la parcialidad de Anansaya de llave, ha quedado la declaración del cacique don
Francisco, el cual manifestó que “... así los de su parcialidad como los de Hurinsaya dijo
que los indios todos tiene ovejas unos pocas y otros muchas unos doscientas y otros
trescientas y otros cincuenta y más y menos hasta diez y seis y cuatro...”. Y cuando se
declaró sobre el ganado de la comunidad del pueblo de llave, “Mandáronse traer los
quipos del ganado de comunidad... y se vieron y contaron y pareció que había en la
parcialidad de Anansaya seiscientas y noventa y tres cabezas de ganado de la tierra y en la
Urinsaya mil y cuatrocientas y veinte y ocho cabezas.” (Diez de San Miguel, op. cit.: 108,
113-114).
127 Los indios de Juli declararon que “... hasta la mitad de los indios tendrán ganado de la
tierra y la otra mitad no los tendrán y que los que los tienen a trescientas cabezas y a
doscientas y ciento y a ochenta y a cincuenta y veinte y hasta tres... y que no tienen
ganados de Castilla...”. Pero para declarar sobre el ganado de la comunidad, se contaron
los quipu y entre las tres parcialidades de Juli, es decir Urinsaya, Anansaya y Ayanca, hubo
16,846 entre “... carneros y pacos machos y hembras...”. Mientras que las dos
parcialidades de Pomata Anansaya y Urinsaya tuvieron 216 cabezas de “... ganado de la
tierra...” y 2,315 entre carneros y ovejas de Castilla. En Zepita se contó 2,347 cabezas de
“... ganado de la tierra...” y 90 cabezas de “... ganado de España...” (Diez de San Miguel, op.
cit.: 116, 122-123).
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128 Sobre el cacicazgo de Pomata, declaró también Bernardino Gallego. “Preguntado si sabe o
ha oído decir que cantidad de ganado de la tierra hay en esta provincia dijo que no lo sabe
más de que la mayor parte de los indios aymaraes tienen ganados a veinte y a treinta y a
ciento y a más y menos y otros a tres y a cuatro cabezas y hay indios que tienen mil
cabezas sin ser cacique...”. “Preguntado qué cantidad de ganados tendrán de comunidad
dijo que este testigo tiene para sí que tienen mucho ganado de comunidad por que lo ha
oido a muchos caciques pero que no sabe la cantidad.” (Diez de San Miguel, op. cit.: 46).
129 Para la provincia de Chuquito hay otro documento muy importante, es una “... visita
secreta lega que hizieron... frey Pedro Gutiérrez Flores... y Juan Ramírez Segarra...” en
1572 (1970). Es decir, cinco años después de la Visita de Garci Diez de San Miguel.
130 Allí encontramos referencia a una venta abusiva que hace Fray Agustín de Formicedo de
ganado perteneciente a la parcialidades de Anansaya y Hurinsaya del pueblo de Batalla.
Este pueblo tenía “... mas de mil y doçientas cavecas del dicho ganado de los quales
escogio lo mejor y lo vendio a un vicario de la ciudad de la Paz...”. Resulta que en total la
cantidad de animales vendidos fue de 275 cabezas de “obejas de la tierra” y “cameros”.
631 cabezas entre “obejas pacos” y “pacos” y 29 “carneros grandes de carga” (Gutiérrez
Flores y Ramírez Segarra, 1970: Cuaderno II, 5r/5v, 5v/6r, 6r/6v, 19-21).
131 En el mismo documento, hay una “Relación... de ganado de la comunidad” y allí consta:
“De ganado de particulares. Hallamos que en los pueblos de Jule, Pomata y Cepita y
Yunguyo tiene los indios en particular noventa y nueve mill trescientos cinquenta y seis
cabezas de ganado. 99,356.”. Y “Comunidad. Iten en siete cabeceras que ay en la dicha
porvincia se hallaron sesenta mil trescientos quarenta y un cabecas de ganado de la
comunidad que procede de los del Sol y del Inga. 60,341. /Que tienen algun ganado de
Castilla en particular y en comun aunque poco y algunos puercos y Cabras en particular.”
(Gutiérrez Flores y Ramírez Segarra, op. cit.: Cuaderno III, 38).
132 Más adelante se dice, “yten Por quanto en esta Provincia (de Chuquito) se a hallado aver
al presente sesenta mill y tantas cavecas de ganado de la tierra de comunidad carneros
grandes y pacos machos y henbras sin el que se declara tener los indios en particular ques
mucho como se vera por la relación de los indios tributarios y de sus posibles el qual
ganado es y procede del que tenia el ynga y el sol y se sacrificava a las guacas y se
entiende que ay mucha mas suma, del que se ha descubierto por la mucha que havia en
itempo del inga y que parece casi imposible averse podido gastar y consumir lo que falta
mayormente siendo/Cosa averiguada entre los indios que por lo menos multiplica este
ganado en cada año de tres partes las dos...”. Y luego se añade: “... Yten se podran sacar en
cada un año cuatro mil carneros grandes y otros tantos mas o menos conforme al
multiplico que oviere que se vendan...” (Gutiérrez Flores y Ramírez Segarra, op. cit.-.
2v/3r, 43 y 3r/3v, 44).
133 Consta finalmente en este documento, la gran cantidad de abusos, por decir lo menos,
perpetrados por los religiosos de la orden de Santo Domingo “... que residieron en las
dotrinas de la. dicha Provincia.” de Chuquito. Allí figura la gran cantidad de ganado que
les fue quitado a los indígenas. De ello trataremos más adelante. Pero resulta interesante
reproducir una queja por el daño producido por el robo sistemático de ganado por parte
de los frailes, y donde se dice que si eso no hubiera sucedido tendrían “... agora cinco o
seis mil cabeças procedidas del con que pudieran pagar su tasa olagadamente al
presente...” (Gutiérrez Flores y Ramírez Segarra, op. cit.-. Cuaderno II, 8r/8v, 23).
340

134 Del mismo Gutiérrez Flores se conoce un “Padron de los mil indios ricos de la provincia de
Chuquito” fechado 1574 (1964) y que es parte de un documento mayor que no ha sido
hallado. En éste, los indios empadronados son sólo 985 y allí se declara un total de 131,521
cabezas de ganado, teniendo la mayor cantidad el indio que era propietario de 920
cabezas, y la menor el que poseía 50. En promedio resulta que cada indio tenía 133
cabezas (Gutiérrez Flores, 1964: 306-348).
135 Luego se analiza a “Los indios ricos de esta provincia que hay más de los que van en el
padrón y de las parcialidades y pueblos...”. En total resultan empadronados 379 indios con
un total de 23,268 cabezas de ganado, con un promedio per capita de 6l animales. Siendo la
cantidad mayor los que poseen 108 cabezas y la menor los que tienen 30 animales.
(Gutiérrez Flores, 1964: 349- 362). Es de notar que esta encuesta se hizo para poder aplicar
tributos a los indígenas.
136 Se han hecho muchos comentarios a los varios documentos sobre Chuquito, pero hay
algunos que son interesantes y que consideramos pertinente incluir aquí.
137 Así Murra (1970: 53) se refiere a la Visita de. Garci Diez de San Miguel, y explica que de las
miles de páginas de los protocolos del mencionado documento en Lima se hizo una
selección y ésta fue enviada al Consejo de Indias en 1568. La que se publicó en 1964 es la
versión incompleta. Es importante notar que Garci Diez de San Miguel se opuso a los
funcionarios de la Audiencia, que querían aumentar los tributos a los Lupaqa, pues
oficialmente a estos indios se les consideraba ricos. “La impresión surgía -explica Murra-
del hecho que los rebaños de llamas y alpacas eran convertibles a moneda europea, y
además parecían inagotables.”. Garci Diez de San Miguel estimaba que los animales de la
comunidad ascendían a 80,000 cabezas, y sugirió al gobernador García de Castro, que estas
bestias de las que disponían los caciques y principales, tuvieran un administrador para
evitar el despilfarro y se pudiera centralizar la responsabilidad. Según Murra, esta
sugerencia que fue aceptada por el gobernador “... tiene un sabor andino...”.
138 Por su parte Dedenbach Salazar (1990: 106-107) hace un comentario a los tres documentos
del Collao, es decir a la Visita de Diez de San Miguel de 1567, a la de Gutiérrez Flores y
Ramírez Segarra de 1572 (y que equivocadamente atribuye sólo al primero) y al “Padrón
de los mil indios ricos...” de Gutiérrez Flores de 1574.
139 Indica la autora que en la Visita de 1567 se declaran aproximadamente 30,500 cabezas de
ganado, aunque el visitador afirma (Diez de San Miguel, 1964: 211) que son más de 80,000.
En la Visita de 1572, es decir cinco años después, se declara 60,341 cabezas. Dedenbach
Salazar comenta que “Considerando la inexactitud de los números en la visita de 1567, el
total del ganado de la comunidad parece haber quedado estable.”.
140 Señala, además, que es recién en esta Visita que se cuenta el ganado particular que
asciende a 99,456 cabezas que pertenecen a 12,271 tributarios aymarás. La autora cree que
un promedio de 8.1 cabezas de ganado por familia, es un número muy bajo si se pretende
subsistir fundamentalmente a base de estos animales. Ella considera que este resultado
debe haber confundido al visitador, y tal vez por eso se hizo el “Padrón de los mil indios
ricos...” que, siete años después de la primera Visita, da cantidades completamente
distintas. Es así que los 1,278 indios ricos tienen 156,274 cabezas de ganado particular, lo
que significa un promedio de 122.3 cabezas por familia. Como “ricos” son considerados
todos los indígenas que tienen entre 40 y 1,700 cabezas de ganado, de los cuales sin
embargo sólo tres tienen más de 1,000 cabezas cada uno. La confusión que crearon estas
informaciones, está documentada por el mismo visitador, que dice al final de su padrón:
341

“... lo que consta por los padrones es mucho menos de lo que tienen en particular los
dichos indios y así testificaron algunos indios antes los dichos señores que había habido
concierto y trato entre los caciques y indios que no manifestasen en los padrones y
declaración de sus haciendas más de la décima parte de su ganado y se verificó tener un
indio que declaró cuarenta cabezas mil ciento y setenta de lo cual se puede inferir la
mucha suma de ganado que hay en la dicha provincia y la poca claridad y certificación
que se puede tener de lo verificar en tan breve tiempo...” (Gutiérrez Flores, 1964: 363). De
modo que no sorprende, continúa Dedenbach Salazar, que informaciones particulares de
diferente indios en la Visita de 1567, den números muy variados. Por ejemplo, dicen que el
principal Juan Alanoca de Chuquito tiene más de cincuenta mil cabezas de ganado (Diez
de San Miguel, 1964: 50) mientras que Halanoca del ayllu Guarico de Hanansaya de
Chuquito declara, en 1574, sólo 100 cabezas (Gutiérrez Flores, 1964: 80v, 308). Es una
discrepancia muy grande si se trata de la misma persona.
141 Prosigue Dedenbach Salazar (loco citato) que también la relación ganado-pastores que se
encuentra en varios testimonios no parece muy verosímil. Martín Cari declara tener 300
cabezas de ganado, que es guardado por más de ochenta indios, de cuya veracidad duda el
visitador (Diez de San Miguel, 1964: 21-22, 32-33). Además en la misma Visita un testigo
dice que normalmente un indio guarda más de 250 carneros (Diez de San Miguel, op. cit.:
164). También las cantidades que atribuye Flores Ochoa (Comunicación personal a la
autora; Flores Ochoa, 1977a [que en nuestra bibliografía corresponde a 1977d[: 136) de un
promedio de 200 alpacas y 60 llamas para una familia nuclear moderna, revela primero
que una persona puede pastar hasta 65 animales y, segundo, que es muy probable que los
jefes de los lupaca hubieran tenido más ganado que una familia nuclear.
142 Flores Ochoa (1970: 67-68) también ha hecho algunos comentarios a la “visita secreta” ele
Gutiérrez Flores y Ramírez Segarra (que equivocadamente atribuye sólo al primero). Así
señala que las cifras eme trae esta Visita, respecto al tamaño ele algunos de los rebaños,
deben ser tomadas en cuenta. Indica que en la provincia ele Chuquito, en total había
159,697 cabezas ele ganado, de las cuales 99,356 eran de los “indios particulares” y el
resto, es decir 60,341 de la comunidad. (Aquí el autor cita a Gutiérrez Flores y Ramírez
Segarra, 1970, e indica “Cuaderno I, 1r”. La cita es equivocada, debe ser Cuaderno III, 38).
Flores Ochoa considera que esta cantidad es reducida, si se tiene en cuenta que la relación
de indios tributarios arroja una cantidad de 12,271. Tomando en cuenta esta cantidad de
indios tributarios, a cada uno le correspondería, aproximadamente, 8 animales, si es que
se toma en cuenta sólo los rebaños pertenecientes a los “indios particulares”, y 13 si se
incluyen los déla comunidad. Cree Flores Ochoa, que actualmente una persona con tal
número de cabezas ele ganado, sería considerada wahcba, es decir pobre y con pocas
posibilidades de sostener un hogar y en consecuencia estaría obligada a tomar un rebaño
más numeroso. El autor, para la proporción, no toma en cuenta entre los tributarios a los
indios uru (de los que había 3,198 en 1572) porque Diez de-San Miguel (1964: 112) indica
que ellos no tienen ganado.
143 Los rebaños, siempre según Flores Ochoa (loco citato), comenzaron a mermar con bastante
rapidez, tan sólo en una oportunidad se vendieron 1,137 cabezas, cíesele “obejas grandes
de la tierra” hasta “corderos ele la tierra”. Es decir, ganado con posibilidad de
reproducirse, y crías muy tiernas, “... con lo que se quitaba a los rebaños sus posibilidades
de crecimiento e incluso de mantener un nivel constante para reemplazar a los que se
vendían, sacrificaban o morían de enfermedades.”.
342

144 El mismo Flores Ochoa (1977b: 23-24) en otro trabajo escribió: “La visita ele-Gutiérrez
Flores (1572) (nuevamente se comete error, pues se olvida de citar al segundo autor,
Ramírez Segarra)... es esclarecedora, porque muestra la rápida destrucción de la
ganadería. Considera solamente 159,697 cabezas de ganaelo, de las que 99,356 eran de
“indios particulares” y las restantes 60,341 de la comunidad. Esta cifra contrasta
drásticamente con los rebaños de 50,000 animales de sólo cinco años atrás en propiedad
ele algunos individuos particulares.”.
145 Dedenbach Salazar (.1990: 107, Nota 31) no está totalmente de acuerdo con este
comentario. Según ella, la disminución de Camélidos que interpreta Flores Ochoa (1977b:
23 [corresponde a nuestra bibliografía]) no puede haber sido tan fuerte, si se tiene en
cuenta el “Padrón de indios ricos...” (Gutiérrez Flores, 1964), que comprueba aún dos años
después de la Visita de Gutiérrez Flores (y Ramírez Segarra; nuevamente se comete error
al no mencionar al segundo autor) la existencia de grandes rebaños, aunque no haya
ninguno de 50,000 cabezas como en la Visita de 1567 (Diez de San Miguel, 1964). Pero esto
no comprueba, según la autora, que en realidad ya no existan estos grandes rebaños.
146 No se puede olvidar tampoco, como acertadamente comenta Pease (1991: 86), que los
datos registrados por las autoridades españolas, podían estar alterados, dado que al
momento de la Conquista los rebaños del Inca fueron inmediatamente adjudicados a la
Corona o repartidos entre los mismos españoles. Esto causó una lógica reacción entre los
indígenas, que comenzaron a esconder a los animales de diversas maneras. Es decir,
llevándolos a territorios alejados o incorporándolos a los rebaños comunales o personales.
147 Para el departamento de Arequipa sólo hemos encontrado algunas referencias, con
respecto a la zona del Colca. Son documentos que constan en el Archivo Departamental de
Arequipa y están firmados por el escribano Diego de Aguilar (Benavides, 1988). Así, hay
una Carta de venta hecha en Yanque en 1568, en la que se estipula la venta a un español
de 304 llamas de 2.5 años o más. Otro documento parecido, firmado en Yanque Collaguas
en 1569, estipula la venta a un español de 200 “carneros de la tierra”. Luego hay dos
Cartas de venta ele español a español de 1575. Las dos han sido hechas en Arequipa, en
una se establece la venta de 200 alpacas y en la otra 100 “carneros ele esta tierra” (parte
del Collao y parte ele Collaguas). Y finalmente consta un documento de 1584 que es una
carta poder de un español a otro, para recoger de Laricollagua 90 “carneros de la tierra”.
Es interesante que en todos los casos se especifica que los animales no deben tener
carache (Benavides, op. cit.: 40-43). Y luego Benavides (op. cit.: 44) comenta que los
Camélidos fueron elementos importantes de comercio para los encomenderos.
148 Hay también un dato interesante y que no está demás consignar. En 1549, por orden del
Presidente de la Audiencia de Lima, Pedro de La Gasea, se comenzó a poner en ejecución
la tasa tributaria, y en ella se incluyó la cantidad ele bienes por Repartimiento. Allí figura
la cantidad de “ovejas”, “Corderos” y “carneros para carga” que había en cada
Repartimiento. Así consta que en los “Repartimientos de Guamanga” (que comprendía
Xauxa, Soras, Lucanas y Cacayacure) había en total 951 ovejas, 64 corderos y 100 carneros
para carga (La Gasea, 1983-1984: 53, 65-66, 69). En los “Repartimientos de la çibdad del
Cuzco” (que comprendía los repartimientos de Aymaraes y Asangaro), había 216 ovejas, 6
corderos y 50 carneros para carga (Gasea, op. cit.: 74-75). En los “Repartimientos de la
çibdad de Arequipa” (que comprendía los repartimientos de Chuquibamba y Collaguas), se
registró 253 ovejas, 30 corderos y 170 carneros de carga (La Gasea, op. cit.: 78-79). En los
“Repartimientos de la cibdad de los Reyes” (que comprendía los repartimientos de
Caxamalca [prov. de la Nasca], Anelax[es] y Guamachuco) había 303 ovejas y 9 corderos
343

(La Gasea, op. cit.: 85, 87, 92, 94). Y en los “Repartimientos de la çibdad León (prov.
Guanuco)” (que comprendía los repartimientos Chupachos, Luringuaylas y Yaros), 324
ovejas y 4 corderos (La Gasea, op. cit.: 98, 100-101). Si sumamos todas estas cifras, resulta
que hubo en total 2,047 ovejas, 113 corderos y 320 carneros para carga.
149 El Virrey Francisco de Toledo mandó hacer, años después, la “Visita general del Perú”,
conocida como la Tasa de Toledo, que se efectuó entre los años 1570 y 1575. Allí hay una
información mucho más amplia sobre el tema que nos interesa. Así se señala las
cantidades de “carneros de la tierra” y “pacos”. Se comienza con la “Ciudad del Cuzco y
Provincia del Collao” donde se incluye la “Real Audiencia de La Plata” que no
consideraremos aquí. Las localidades que se menciona son: Arapa, Caman, Asangaro de
Antonio Quiñones, Asangaro del Capitán Martín de Alarcón, Taraco, Nunoa, Cauanilla y
Oliberos, Cavana y Lampa. La suma de carneros de la tierra de todas estas poblaciones, da
un total de 1,128 cabezas (Toledo, 1975: 87-88, 90-97).
150 Luego tenemos la “Provincia del Cuzco” y se mencionan las localidades de Andaguaylas La
Grande, Collana, Aymara, Taype, Ayllo, Cotabambas y Omasuyos, Parinacochas,
Guainacota, Alca, Cayo Aymaraes, Challuanca, Mudca y Pairaca, Llusco Aymara, Haquira
Yanaguaras, Achambi y Cotagucia, Pichagua, Yaure, Curatopa, Colquemarca, Chilata,
Yanaoca, Tinta, Cotahuaras, Piti Yanaguaras y Mara Yanaguaras, Vililli, Cacha, Capac
Marca, Omacha, Sangarara, Yanaguaras Malmayas y Hancoba. Aquí en total se ha
registrado 2,980 carneros de la tierra y 100 pacos (Toledo, op. cit.-. 115-118, 121, 123-131,
133-136, 142, 150, 154-155, 158, 163, 171).
151 En “Arequipa y su jurisdicción”, que incluye las localidades de Arones de Su Majestad,
Laricollagua, Collaguas, Cavana, Arones y Ocoña, Chachas y Ucuchachas, Chuquibamba,
Andaguaychicha y Viraco, se ha registrado 1,053 carneros de la tierra. En “Guamanga”,
que comprende las localidades de Lucanas Andamarcas, Guachos Chocorbos, Quichuas y
Aymaraes, Totos, Hanan Chilques, Hurin Chilques y Tanquiguas, se ha registrado 1,775
carneros de la tierra (Toledo, op. cit.: 261-262, 264, 268, 271, 276-278). Si sumamos todas
estas cantidades, tenemos un total de 6,936 carneros de la tierra y 100 pacos.

7.3 Matanza, abusos y apropiación ilícita


152 Uno de los factores que sin duda ha influido tremendamente en la disminución de la
cantidad de Camélidos en los Andes Centrales, ha sido la matanza indiscriminada que se
produjo sobre todo en los primeros tiempos de la Conquista. Y luego los robos de ganado a
los indígenas y el mal uso de éstos. Consideramos que éste es un punto que necesita ser
documentado, para poderse dar cuenta de su magnitud, aunque una visión real del
fenómeno no la podremos recostruir nunca.
153 Xerez (1968: 232) nos ha dejado el relato de los acontecimientos de Cajamarca, y ya hemos
mencionado como después de la captura de Atahuallpa, Pizarra mandó que se soltasen
todas las ovejas que estaban en los alrededores del campamento del Inca. Pero al mismo
tiempo “... mandó... que los cristianos matasen todos los días cuantas hobiesen
menester...”. Y el mismo Xerez (1968: 235) cuenta que en el valle de Cajamarca, mientras
el Inca estaba prisionero, “Entre los españoles que con el Gobernador están se matan cada
día ciento y cincuenta, y parece que ninguna falta hace ni harían en este valle aunque
estoviesen un año en él. Y los indios generalmente las comen en toda esta tierra.”. El
cronista se está refiriendo a las ovejas.
344

154 El Sochantre Cristóbal de Molina, “el chileno”, se refiere también a los hechos de
Cajamarca, aunque su manuscrito es probablemente de 1552 (Porras, 1986: 317). Él
atestigua como los españoles “robaron” muchas cosas allí, entre las cuales señala
“ovejas”. Luego añade: “Así mismo, como cada español cargó de tan gran cantidad de
gente de servicio, para que comiesen, era menester no guardar orden en los ganados, y así
lo hacían en tanto grado que aconteció muchas veces algunos españoles, para solamente
sacar los tuétanos, matar diez o doce ovejas. Yo diré lo que vi tres años después de esto en
el Cuzco: un español entró de noche en un corral de otro y hurtóle 50 ó 60 ovejas, y aún
creo que eran más, y aquella noche las degolló todas; y otro día como el otro halló su
ganado menos, echó mucha gente para que se lo buscasen, y espiaron el corral y casa de
aquel español, y hallaron todas las ovejas muertas, que cada una era tan grande como
ternera...”. Y más adelante añade: “En este tiempo y más de doce años adelante, no había
español, por pobre que fuese que pasase por pueblo o caminase que no le habian de dar
oveja o cordero para comer él y sus piezas, y si el cacique o señor no se lo daba, le molían
a palos...” (Molina, 1968, 303-303).
155 Santillán, también narra los sucesos de Cajamarca. Si bien el Licenciado estuvo en el Perú,
pues debió llegar aproximadamente en 1548 e irse en 1562, escribió su crónica en España
en 1563 (Porras, 1968: 324-326). Su testimonio es interesante, en cuanto él recogió la
información veinte o más años después de los acontecimientos, y sin embargo era aún
clara la memoria de la forma en que se dilapidó el ganado nativo que hallaron los
españoles en Cajamarca. Santillán (1986: 409) escribió: “Dícese que mataban grand
número de ovejas, para solamente comer los sesos, y lo de más dejaban perdido, y para
hallar una oveja gorda, mataban diez o doce. Otros proveian carnicerías; otros llevaban
grandes hatos de ganado á las entradas, y desta suerte apuraron casi cuanto ganado había
en la tierra, con tanta diligencia como si les hubiera mandado Dios que hiciesen con los
Amalecitas; y así, habiendo en aquella tierra más ganados que hierbas, la dejaron casi sin
ninguno.”. La frase final de Santillán es patética.
156 Consideramos oportuno hacer una aclaración. Fernández de Oviedo (1959c: Libro XLVI,
Cap. VIII, 59) al describir los acaecimientos después de la captura del Inca, escribió: “
Todas las ovejas, porque eran mucha cantidad e hicieran mucho embarazo en el real,
mandó el gobernador que las soltasen e se echasen al campo, e que dellas los españoles
matasen cada día las que hobiesen menester.”. A este respecto, Porras (1986:178) indica
que Fernández de Oviedo“... recoge generalmente testimonios orales directos de los
actores de los hechos, como Diego de Molina para los episodios de Cajamarca...”. Sin
embargo, en este caso es claro que Fernández de Oviedo ha tomado su información
directamente de Xerez (loco cítalo, vicie supra), y la copia es casi textual.
157 Dato importante es el de Pedro Pizarro (1978: Cap. 34, 244), que al describir un chaco que
se hizo en honor de Francisco Pizarro en Jauja, dice que se “... mataron onze mil y tantas
rreses de ganado montes... la mayor cantidad fue del ganado montes de la tierra.”.
¿Fueron vicuñas o guanacos? Probablemente ambas, pero en el fondo poco importa. Lo
que vale es la cantidad.
158 Romero (1936: 364-365) hace la cita de un libro que no hemos podido leer pero ella nos
parece reveladora, por eso la vamos a transcribir ad verbum expressus. Dice así: “En la acre
censura que hace de los hechos de los conquistadores Pedro de Quiroga en su libro
Coloquios de la verdad, que compuso hacia 1555 o 1560, condena la innecesaria destrucción
que los peninsulares hicieron de la llama, que bautizaron con el nombre de “carneros de
la tierra”, para distinguirlos de los “carneros de Castilla” importados al Perú a raíz de la
345

conquista. En el diálogo entre el indio Tito y el peninsular Barchilón, aquél dice: “Ya
sabes, pues que lo viste al tiempo que esta tierra ganastes (que mejor diría que la
perdistes y destruistes), que número hallastes de ovejas de las de esta tierra, que son tan
provechoso ganado qual no se ha visto mejor en todo lo que del mundo se sabe, ni que
más crecido ni provechoso esquilmo de, ni tan preciosa carne y lana como la suya, que sin
lástima lo destruistes; a lancadas y cuchilladas andavades tras ellos, como si no fuera
vuestro o como si fueran animales nocivos y campestres, y tal mortandad hicistes en ello
que no se podía sufrir el mal olor en los pueblos y campos por donde andavades. ¿Pues
qué gente hicieron tal desvarío? O si entendierades lo que los indios decían de vosotros y
de vuestro desatino: “Trahido nos han nuestros dioses en las manos de gente sin juicio y
vendino nos ha en poder de locos”, bien habréis caído en vuestro error pues apocastes y
distes cabo a cosa tan necesaria a vosotros y a nosotros, que haviendo tantas ovejas
clestas que cobrian los campos con su multitud se hallan agora tan a deseo que nos matais
porque os demos lo que vosotros matastes...”.
159 Espinoza Soriano (1972:94-96) estudia y comenta una “Probanza de servicios...” que se
hizo a pedido de tres caciques del repartimiento de Atunxauxa “... de lo que a Su Majestad
han servido en el tiempo de las alteraciones causadas en estos reinos y conquistas y
descubrimientos...” a fines de 1561.
160 Allí Espinoza Soriano explica como Pizarro, durante todo el tiempo que estuvo en
Jatunsausa, recibió de los huancas todo lo que éstos pudieron darle, sobre todo llamas
machos y hembras. De los hatos de ganado, lo que más consumieron fue la carne de los
machos. Consta, por ejemplo, que durante esta primera estancia de Pizarro en la
mencionada zona, los indígenas le dieron 12,045 llamas de sexo masculino y apenas 1,275
hembras (lo que hace un total de 13,320 animales; aunque, en honor a la verdad, en el
documento no se habla de llamas sino de “ovejas”, como tampoco se dice llamas de sexo
masculino sino “carneros de la tierra”). (Cusichaca el al, 1972: 279-280). Pero lo grave es
que, a peser de esto, hubo hurtos. Espinoza escribe: “Pues, los robos, en el mes de octubre
de 1533 de llamas... fueron cuantiosos. En el №2 de los capítulos del Memorial dice que los
dichos soldados les ranchearon mucha cantidad de ovejas e[ropae] cosas(128).” [en el original se
ha omitido la palabra entre corchetes. La cita correcta es: Cusichaca et al, 1972: 265].
Todas estas cosas fueron anotadas cuidadosamente en sus quipos. Sigue escribiendo
Espinoza Soriano, que mientras los huancas cuidaban celosamente las llamas hembras de
sus hatos para favorecer la multiplicación del ganado, los españoles debido a que la carne
de las hembras es más sabrosa que la del macho, las cazaban y las descuartizaban. “Así fue
como “ranchearon” hatos enteros, cuyo número de cabezas alcanzó la astronómica cifra
de veintinueve mil doscientas treintiún llamas hembras, incluyendo algunos machos y
pacos también.” (En honor a la verdad, en el documento se dice que fueron “ovejas,
carneros y pacos”, Cusichaca et al., 1972: 280). En la mayoría de los casos esto se hizo con
el solo objeto de obtener el seso o la carne del pesquezo, eme eran consideradas como las
partes más sabrosas de estos animales. Según Espinoza Soriano, “Las pruebas más
indiscutibles, sobre los robos o rancheamientos de los españoles en Jatunsausa en octubre
de 1533 y también en 1534, nos la da un testigo presencial de los hechos: Pedro de
Alconchel. Dijo:“[...] Saue que los españoles que con el dicho marqués entraron en el dicho
Valle de Xauxa demás de lo que los dichos indios dieron como dicho es tomaron y rouaron
a los dichos indios del dicho Valle mucha cantidad de ovejas e carneros...”. “[Cusichaca
etal, 1972: 3631- Ribera el Viejo trata de salvar la honorabilidad de los españoles y sostiene
que los auxiliares traídos de Cajamarca fueron los que robaron. “[...] Saue que los
346

yanaconas e indios de seruicio que los dichos don Francisco Pizarro e su gente traían
consigo en su seruicio ranchearon e tomaron a los dichos caciques del dicho Valle ele
Xauxa [Atunxauxa] mucha cantidad de carneros e ovejas e maíz e papas e ropa e otras
cosas [...] (131).” [equivocadamente Fspinoza Soriano dice Xauxa en la cita, la versión
correcta está entre corchetes. Cusichaca et al., 1972: 373-371]. (Las citas 128 y 131 ele
Espinoza Soriano se refieren a Cusichaca, 1561 f. 4r y 67r. Se trata en realidad de una cita
incompleta, pues debería decir Cusichaca et al., en cuanto la probanza fue hecha a pedido
de Cusichaca, Eneupari y Canchaya, los tres caciques de Atunxauxa. Hay que señalar que
la citación que hace Espinoza Soriano se refiere al documento original, que es difícil de
seguir en la transcripción publicada en 1972 y que nosotros hemos preferido señalar
entre corchetes en cada caso).
161 Luego prosigue Espinoza Soriano (op. cit.: 104) explicando que desde el 27 ele octubre de
1533 hasta el 20 de abril de 1534, los españoles hicieron un tremendo derroche de víveres,
hasta el extremo que los depósitos quedaron vacíos. El niño Canchaya, que regresó del
Cuzco a Jatunsausa con Pizarro, pudo comprobar “[...] como los depósitos que tenían los
caciques del dicho Valle de Xauxa de maíz e otros mantenimientos que los había él dejado
llenos estaban vacíos e supo él de los indios del dicho Valle como los soldados de el dicho
marqués lo habían todo rancheado con otra mucha cantidad de Ovejas e carneros de la
tierra (152). “ (La cita que da el autor es Cusichaca 1561 f. 13v. que en la transcripción
corresponde a Cusichaca et al., 1972: 346). Este testimonio es interesante, en cuanto se
trata de Baltazar Canchaya “principal del dicho repartimiento ele Ananxauxa
encomendado en el dicho Gómez de Caravantes” que tenía entre ocho y diez años en el
momento de los hechos que se tratan (Canchaya et ai. 1972:.345).
162 Hace hincapiés Espinoza Soriano (op. cit.: 137-138) sobre los robos ejue hizo la soldadesca
de Alvarado y como los indígenas les proporcionaron muchas llamas, pero a pesar de ello
los soldados “ranchearon” gran cantidad ele ganado. Sobre estos hechos hay el testimonio
de Francisco de Illescas, quien declaró que “[...] vido este testigo que algunas veces salían
algunos de los soldados del dicho Alonso ele Alvarado a buscar ovejas fuera del dicho valle
[e traían algunos ganados] a la (esta) causa saue este testigo que no podían dejar los
dichos soldados de traer mucho ganado ele lo de los dichos indios de Xauxa [...] (212).” (la
frase entre corchetes ha sido omitida por Espinoza Soriano. La cita 212 dice: Cusichaca
1561 f. 72v. En la transcripción corresponde a Cusichaca et al, 1972: 384-385).
163 Por razones de espacio y por no tediar al lector, no vamos a reproducir aquí la gran
cantidad de información que hay en este documento que acabamos de citar y que ha
comentado Espinela Soriano (loco citato), sobre “rancheamiento” ele animales y abusos
por parte de los españoles. Es verdaderamente asombrosa la forma en la que se diezmó,
sin ningún control, a los Camélidos andinos.
164 Por otro laclo, en los Libros de Cabildos consta que en la ciudad de Los Reyes a fines de
1538 se dictaron provisiones a favor de los indígenas, y el tesorero Alonso Riquelme
manifestó que estaba enterado que algunos españoles que venían del Cuzco y otros que
vivían en los alrededores de Lima, les quitaban y robaban mucho ganado a los indígenas
para traerlo a vender a la ciudad (Torres de Saldamando, 1888: T. 1, 250; lege también
Rostworowski, 1981: 51. En este último texto, por error se ha indicado como fecha 1900,
pero en la bibliografía está la fecha correcta, es decir 1888).
165 Del año 1539, hay una carta de Pascual de Andagoya dirigida al Emperador, donde se
menciona los abusos de los españoles y allí se dice “... que asi los soldados y vecinos
trayan toda la Ropa y comida de los yndios y los hendian en la plaça a tan baxos precios
347

que daban vna obeja por medio peso y mataban clellas todas las que querian sin otra
necysidad mas de para hazer candelas y avn a ser este el daño era libiano pero esperarse
mayor Adelante que a los yndios no les queda con que senbrar y no tenyendo ganado ny
alcancado les jamas no pueden dexar de morir de hanbre por que no se da en aquella
tierra (la referencia es al Cuzco) mas de vna bez en el año el mayz.” (Porras, 1959: 371).
166 También el contador Zárate (1968: 176-177) nos habla de las matanzas de animales, pues
dice: “Y destas hay ya por toda la tierra, carnicerías públicas, porque a los principios no
era menester, sino que, como cada español tenía ganado propio, en matando una oveja
enviaban los vecinos por lo que había menester a su casa, y así se proveían a veces.”.
167 Cieza de León muestra una profunda preocupación por este fenómeno y advierte “... que
si los españoles con la guerra no dieran tanta priessa a lo apocar, no auía quento ni suma,
lo mucho que por todas partes auía. Mas como tengo dicho en Indios y ganado vino la
gran pestilencia con las guerras, que los Españoles vnos con otros tuuieron” (Cieza de
León: I Parte, Cap. CXI, 294). Y cuando describe “... los Conchucos, y la gran prouincia de
Guaylas, Tamara y Bombón...” dice muy claramente la gran cantidad de ganado que había,
pero con amargura comenta “... más las guerras lo acabaron en tanta manera que desta
muchedumbre que auía ha quedado poco, que sino lo guardan los naturales para hazer
sus ropas y vestidos de su lana, se verán en trabajo.” (Cieza de León, 1984: I Parte, Cap.
IXXX, 234-235). Y casi lo mismo manifiesta cuando trata del valle de Chincha, donde
cuando él escribió casi ya no había “ouejas de esta tierra”, “... porque las guerras de los
Christianos que vnos con otros tuuieron acabaron las muchas que tenían.” (Cieza de León,
1984: I Parte, Cap. LXXIII, 220). Y no se olvide que esto sucedía a fines de la primera mitad
del siglo XVI.
168 A principios de la segunda mitad del siglo XVI, el licenciado Santillán (1986: 441) escribía
que “Los ganados del inga y del sol que les estaban ofrecidos, todos los tomaron los
españoles y destruyeron cuando entraron en la tierra y después acá”. Pero luego se
refiere a los tributos que deben pagar los indios y como ellos en ciertos aspectos son
parecidos a los que le pagaban al Inca. Explica que en algunos lugares debía tributarse en
dinero, porque no se podía hacerlo en lana “... porque el ganado de que en tiempo del inga
la sacaban se les ha menoscabado por los españoles...”. Además, en sus palabras ya se
siente el impacto de la nueva cultura que se está imponiendo. En efecto, dice que en otros
lugares la lana se la deben dar al encomendero, pero ésta no es de Camélido,“... pues hay
gran cantidad ya de ovejas de Castilla...” (Santillán, op. cit.: 426).
169 La posición de Polo de Ondegardo es muy importante, pues él fue consejero de Virreyes y
gobernadores y “Nunca fue la historia su propósito dirécto, sino que recurrió a ella por
accidente para sustentar medidas administrativas referentes a los indios...” (Porras, 1986:
335). Él discute los abusos de los españoles y al respecto anota: “... que también por este
presupuesto an querido algunos tomarles el ganado diziendo que fuese del Sol o del Ynga,
e aun antes ubiese justicia como agora, salieron con ello e les tomaron gran suma (de
ganado); e çierto bien claro estaua que si Su Magestad cuando el presidente Gasea en su
nombre tasó la tierra o la mandó tasar, si mandaua dar tributo de ganado que no era su
voluntad que lo diesen de lo que los yndios tuvieron por suyo e goçauan como tal, sino de
lo que a él pertenescía e de lo que ellos dauan el ynga e a su rreligión; e después que yo
entendí bien el negocio, condené ásperamente algunos que los tenyan casi por oficio y
con ese título avían tomado cantidad de las provincias de los Ayncaraes y Chunvilvicas, e
ynformada el Audiencia entonces, y después los visorreyes, nunca más se a permitido...”
(Polo de Ondegardo, 1916: 62).
348

170 A fines del siglo XVI el licenciado Matienzo (1967: 90), que fuera Oidor de la Audiencia de
Charcas, describe a los Camélidos en general, pero en su comentario hay coincidencia con
lo que se ha dicho hasta ahora, sólo que él le atribuye a los indios parte de la
responsabilidad y en esto evidentemente no es imparcial, pues no dice que los españoles
también los comían. Y cuando se refiere a los chacos, estos ya estaban bajo control
español. Él manifiesta que “Todo este ganado es muy provechoso; solía haber infinito,
ansí de lo manso como de lo bravo, sino que las guerras que ha habido entre españoles en
este Reino lo ha disminuido, y la mayor pistilencia de lo manso ha sido que los indios lo
comen, y una enfermedad que llaman caracha, como sarna, que les viene, y los que llaman
a carga, que han llevado muchos. A los montesinos han destruido los chacos que hacen,
que suelen matar quinientos y más ele un chaco...”.
171 Garcilaso de la Vega (1959: Libre) 6 Cap. VI, 163) no habla mucho ele los estragos hechos
por los españoles. Pero cuando describe el chacu, dice que había gran cantidad de vicuñas,
aunque inmediatamente añade: “Esto había entonces; ahora digan los presentes el
número de las que se han escapado del estrago y desperdicio de los arcabuces, pues
apenas se hallan ya huanacus y vicuñas, sino donde ellos no han podido llegar.”.
172 Koford (1957: 214) escribió que durante los 300 años de la dominación española, la caza de
la vicuña fue practicada libremente, y es recién en 1825 que Simón Bolivar prohibió la
matanza de estos animales. Esto no es verdad. Como veremos más adelante (vide infra),
hubo ordenanzas para la protección de estos animales, que éstas no se cumplieran es otro
asunto.
173 Espinoza Soriano (1976-1977: 145) ha estudiado los documentos relativos a Pariamarca,
que “... queda al pie de la carretera de Cajamarca a Chilete y a las veras del Carambayoc”,
donde en 1544 se produjo un saqueo. Los tributarios de Pariamarca estaban sujetos a la
huaranca de Pomamarca. Los curacas agraviados no pudieron reclamar, ya que el despojo
de hombres y ganados que se hizo contra Cuismancu había sido dirigido y ejecutado por
curacas de mayor categoría. Por eso se hizo un proceso en 1565, y Martín Muqui declaró
que “... entendió que lo hicieron por causa que tenían muchas ovejas negras...”. Según
Espinoza Soriano (op. cií. Nota 5, 145), en la declaración de Cristóbal Calvajoque durante el
proceso que se llevó a cabo en 1565 para aclarar el saqueo de Pariamarca, consta que “...
los dichos indios de Pariamarca tenian muchas ovejas, y. que fuesen a se las tomar y traer
a ellos, atados, porque indios tan ricos no habían de estar en Pomamarca y tributar y
servir a Hernando de Alvarado. Y así los dichos Don Diego y Don Pedro fueron al dicho
pueblo de Pariamarca y trujeron muchos indios atados y les tomaron las ovejas y los
trujeron a este asiento de Caxamarca y los dieron al dicho Baltasar Colquicuzma para que
se sirviese de ellos.”. Por esto deduce Espinoza Soriano, que estos indígenas eran unos
ganaderos muy perseguidos por la producción de llamas negras.
174 La querella siguió en 1566 en Cajamarca, y “... don Antonio Condorpoma, en lugar de
asustarse, pidió que se penara a los curacas de Chucuimancu y Caxamarca por la
usurpación que hicieron...”, y añadió que “... fueron al dicho pueblo de Pariamarca y [los]
llevaron por fuerza, haciendo muchos agravios de malos tratamientos a los dichos indios.
Y lo que peor fue que no contentos ni satisfechos con lo susodicho, don Baltasar
Colquicuzma con los dichos indios tiránicamente con los dichos llevó doscientas y
cincuenta [Sic] ovejas negras de dicho pueblo, que estimamos con los multiplicos de ellas
de veinte años que nos fueron tomadas en más de diez mil pesos.” (Espinoza Soriano, op.
cit.: 151). Hay que tener en cuenta que en los ritos mágicos y religiosos, el color de las
349

llamas tenía gran importancia y las negras tenían una función especial. La lana negra,
además, era muy usada en la medicina popular (Espinoza Soriano, op. cit.: 142-143).
175 En la Visita de Huánuco se encuentra también la evidencia de la destrucción de los
Camélidos por parte española. Ortiz de Zúñiga (1972: 59-60) nos ha dejado una nota
patética.“... luego que los españoles entraron en esta tierra les pidieron llevar más
tributos de los que solían dar al ynga y se lo llevaban por la fuerza dándoles de azotes y
haciéndoles otros malos tratamientos les llevaban lo que tenían... y así los dejaron
desposeídos de ganado de la tierra...”.
176 Sobre los tributos que tenían que dar los indígenas a los religiosos en la zona altiplánica,
hay amplia documentación en la Visita que hiciera Diez de San Miguel (1964). El parecer
del visitador confirma que “... en tiempos pasados...” se le daba a cada religioso dos
carneros de la tierra cada mes. Luego le dieron 200 ovejas y 100 carneros y no especifica
que son de Castilla, de modo que deben ser Camélidos (Diez de San Miguel, 1964: 228).
177 En la misma Visita consta la declaración de don Francisco, cacique de la parcialidad de
Anansaya de llave, que resulta sumamente interesante, pues demuestra como los
indígenas logran convencer a los religiosos para ciarle el tributo en ganado europeo en
vez de utilizar el autóctono. Allí se dice: “... solían dar de ambas parcialidades a cada
religioso dos carneros grandes cada mes y se concertaron con ellos ele darles ganado de
Castilla para que del multiplico se sustentasen y así les dieron trescientas ovejas ele
Castilla y setenta carneros...” (Diez ele San.Miguel, 1964: 108). Y don García, cacique de la
parcialidad de Urinsaya también declara que antes “quitaban” dos carneros de la tierra
cada mes a cada religioso, pero luego les dieron 300 ovejas y 70 carneros ele Castilla para
no darles más carneros de la tierra (Diez de San Miguel, op. cit.-. 112).
178 Algo parecido se ve en la donación eme hicieron los indios ele llave a los religiosos, pues
éstos estaban obligados a dar “... cada mes cuatro carneros ele Castilla...” al monasterio.
Por eso donaron“... setenta carneros de Castilla y doscientas ovejas de vientre para que
con ellas y el multiplico ele ella se sustenten...”. Pero en el documento consta también que
los indios no tenían estos animales y tuvieron que comprarlos para hacer la clonación
(Diez ele San Miguel, op. cit.: 186-187, 196).
179 En esta misma Visita consta que los religiosos penaron a los indios ele Juli y el castigo
debía efectuarse en ganado. Pues se dice: “... parece haber echado ele penas a los indios
ciertos religiosos mil y quinientos y noventa y tres pesos en carneros...”. Pero luego se
comenta: “También se debería proveer que los dichos religiosos no echasen penas
pecuniarias a los indios pues Su Majestad tiene proveido que no se echen a legos porque
les echan muchos carneros y dineros de pena como Vuestra Señoría lo podrá mandar ver
por las diligencias hechas en llave Juli y Pomata.” (Diez de San Miguel, op. cit.: 232, 235).
180 Y el testigo de los principales de la parcialidad de Urinsaya de Chuquito, declaró cosa
parecida, pues dijo “... que antes de ahora les solían dar dos carneros de la tierra cada mes
a cada fraile y por excusarse de dárselos les dieron por una vez de ambas parcialidades de
Anansaya y Lurinsaya ciento e cincuenta ovejas y cien carneros de Castilla para que del
multiplico de ellos su sustentasen de carne...”. Y esta misma declaración hacen los
testigos de los principales de Anansaya, con cambio de pocas palabras (Diez de San
Miguel, op. cit.-. 83, 87).
181 Luego los principales de la parcialidad de Anansaya de Acora declararon que “... solían dar
a cada fraile cada mes un carnero de la tierra grande y cuando no le daban el carnero le
ciaban dos pacos que valían tanto como el carnero y que podrá haber cinco o seis años
350

poco más o menos que les dieron doscientas y setenta ovejas de Castilla y cien carneros
para que se sustentasen del multiplico de ello y después acá no les han dado ni clan
carneros de la tierra y pacos...” (Diez de San Miguel, op. cit.-. 90). Luego en la declaración
de los indios de la parcialidad de Urinsaya de la misma localidad, se dice algo parecido,
pero mucho más vago. Afirman que “... antes se les solía dar a cada fraile dos carneros
cada mes porque compraron ciertas ovejas y carneros de Castilla y se los dieron...”.
Después ya no les dieron nada “... porque se sustentan del multiplico de los que les dieron
de Castilla y que no se acuerdan las ovejas y carneros que les dieron...” (Diez de San
Miguel, op. cit.: 97).
182 Finalmente, en la Visita se plantea claramente el incoveniente que surge cuando el
Corregidor nombra al teniente de Sama y Moquegua, pues éste por tenerlo contento y
para que no le quite el cargo le hace regalos, y entre éstos figuran los “... carneros de
ellos...”. Y también se describen los abusos de los españoles que residían en Sama con los
indios, pues “... contra su voluntad les toman su ganado para lo traer cargado con pescado
y otras cosas de la costa y no les pagan su jornal...” (Diez de San Miguel, op. cit.: 249-250).
183 También en la Visita secreta que se hizo por orden del Virrey Francisco de Toledo,
siempre en la provincia de Chuquito, en 1572, justamente para poder ver los abusos de lo
hombres de la Iglesia, los dominicos, hay ce^nstancia ele muchos atropellos de toda
naturaleza. Entre ellos los hay relacionados con el ganado. Así en el Cuaderno II, consta
como un fraile vende ganado ele la comunidad. Pues cogió “... mil y doçientas caveças del
dicho ganado de los quales escogio lo mejor y lo vendio a un vicario de la ciudad de la
Paz...”. En el documento se clan los detalles de la venta, resulta que en “obejas de la
tierra”, “obejas pacos”, “pacos machos” y “corderos de las dichas obejas”, se vendió un
total de 1,384 animales (Gutiérrez Flores y Ramírez Segarra, 1970: 19-21). Y en el mismo
Cuaderno figura una importante cantidad de animales que reciben o se hacen dar por la
fuerza los frailes. Los indios se quejaron, diciendo que “... les fue dañoso el venderles al
dicho fray Agustín el ganado de la tierra por que tubieran agora cinco o seis mil cabeças,
procedidas del con que pudieran pagar su tasa olgadamente al presente...” (Gutiérrez
Flores y Ramírez Segarra, op. cit.: 23). Y más adelante consta como “Frai Agustín de
Formicedo indios y carneros que tomo sin pagar” del valle de Cama, Moquegua y Yuta
(Gutiérrez Flores y Ramírez Segarra, op. cit.: 25). Y luego se declara como en Camata “Frai
Domingo de Mesa se aprovecho del servicio de muchos indios y carneros y otras cosas y
no les pago.”. Este fraile se apropió de 50 carneros y los mandó vender (Gutiérrez Flores y
Ramírez Segarra, op. cit.: 27-28).
184 Wheeler et al. (1992: 468) citan la información de las Visitas para mostrar la disminución
de la cantidad de animales en el Altiplano. Sin embargo ellos escribieron: “Los rebaños
nativos de llamas y alpacas también desaparecieron prácticamente en poco más de una
centuria siguiente a la conquista del Cuzco en 1532 (Flores Ochoa, 1977 y 1982 [1977b y
1982 en nuestra bibliografía]).”. En este artículo se cometen algunos errores que debemos
señalar. En primer lugar se afirma que la entrada de los españoles en la Capital incaica fue
en 1532 y, dado que se indica como única fuente a Flores Ochoa (1977 [b] y 1982), el lector
podría pensar que la equivocación sea de él. No es así. Flores Ochoa no afirma tal cosa, ella
se debe a Wheeler et al. (loco citato). Francisco Pizarro y sus hombres entraron al Cuzco en
noviembre de 1533. En los cronistas no hay coincidencia sobre la fecha precisa, según
Prescott (1955: 321), Markham (1941: 83) y Porras (1992: 3) fue el día 15 de noviembre y
según del Busto (1988: 135) fue el 14 de noviembre. Además, nuevamente hay inexactitud
al mencionar la Visita secreta de 1572, pues se la atribuye a Gutiérrez Flores, cuando
351

hemos visto que fue escrita por Gutiérrez Flores y Ramírez Segarra. Probablemente los
que cometen esta equivocación inicial son Murra (1970: 54) y Flores Ochoa (1977: 23) y
luego varios autores copian sin darse cuenta. Wheeler et al. (op. cit) sin duda lo toman de
Flores Ochoa (op. cit), pero no lo citan a pesar de estar en la bibliografía. Resulta, sin
embargo, que si bien se menciona esta Visita, así como la de Garci Diez de San Miguel, ellas
no figuran en la bibliografía. Pero es más, Wheeler et al. (op. cit) citando a Flores Ochoa,
escriben “desaparecieron prácticamente”. En honor a la verdad, hay que decir que Flores
Ochoa no afirma tal cosa. En su trabajo de 1977 (b: 23) dice “rápida destaicción” y en el de
1982 (pp. 72) “muy reducida”, lo cual es muy diferente.
185 Espinoza Soriano (1987-1989: 274), estudia el reino Colla, al norte de Puno. Y publica el
documento “Los caciques e indios de Millerea sobre querer se reduzgan al pueblo de
Guancane. 1583”, y allí se presenta la “Petición de los indios de Guancané (Guancané, 4 de
diciembre de 1583)”, donde firman Don Felipe Caquia y clon Pedro Hilapay ”caciques
principales del repartimiento de Guancané”. Entre otras cosas, ellos dicen: “... Lo cual es
contra justicia y en gran perjuicio nuestro y de nuestros indios por no tener tierras
bastantes en qué sembrar ni pastar nuestros ganados a causa de estar todos los indios
deste repartimiento reducidos en estos pueblos...”.
186 Murra (1970: 54) discute y explica como todos los rebaños que habían sido del Inca y de la
comunidad, automáticamente eran considerados como propiedad del Rey de España (vicie
también Pease, 1991: 86). Esta era una idea que existía antes de Toledo y se atribuia a
Felipe II como heredero del “ynga y del sol”. Según Murra este pretexto para la
enajenación de los recursos Lupaqa, había sido invocado antes “del informe de Gutiérrez”
(la cita es equivocada, pues se trata -lo hemos dicho- de Gutiérrez Flores y Ramírez
Segarra), por un dominico residente en Pomata, Agustín de Formizedo, al cual ya nos
hemos referido.
187 Escribe Murra ad litteram. “Este había reunido a los señores tanto de Alasaa, como de
Maasaa5 de su región y les dijo que ‘hera peligroso tener el dicho ganado que se lo
tomarian sabiendo que hera del ynga y del sol qualquiera justicia para Su Magostad
porque era suyo y no de los yndios por ser del sol y del ynga...’ (24).”. El dato es
interesante, pero en la cita de Murra hay inexactitudes. La nota 24 dice: Cuaderno II, ff 5r
9r. La mencionada cita figura en la pág. 19 de la Visita ele Gutiérrez Flores y Ramírez
Segarra (1970) y el folio correcto es 4v/5r, y allí no se habla para nada de “señores tanto
ele Alasaa, como ele Maasaa” sino se dice textualmente “... estando en esta dotrina e
pueblo...” y en el párrafo anterior se menciona “... en Machaca... en el dicho pueblo...”. Y
finalmente Murra ha cambiado la grafía de la cita, ejue en la versión orginal reza así: “...
hera peligroso tener el dicho ganado que se lo tomarian en saviendo que hera del inga y
del sol quielquiera Justicia para Su Magestad porque era suyo y no de los indios por ser
del sol y del inga...”.
188 Luego prosigue Murra (loco citato): “Para evitar tal desastre, Formizedo sugirió que
muchas cabezas de ganado seleccionado sean enviadas al Cuzco y allí vendidas,
comprando inofensivas ovejas “de Castilla” de Huánuco. Cuando don Felipe Ticona
“guarda y quipocamayo” del hato de comunidad, se opuso a la venta y amenazó que “se
avia de yr a quexar al corregidor”, Formicedo “lo tubo preso en un buio tres dias y le
amenaco que le avia de açotar... y sobre ello le tiro muchas pedradas (25)”. La Nota 25 de
pie de página dice: Cuaderno II, f. 5r, 7r. Pero los hechos no son exactamente como los
narra Murra. Pues si bien es cierto que “... el dicho Felipe Ticona guarda y Quipomayo del
dicho ganado le dixo que si la hacia se avia ele yr a quexar al corregidor y sobre ello le tiró
352

muchas pedradas diziendole que si se yba a quexar que lo havia de castigar...” (Gutiérrez
Flores y Ramírez Segarra, op. cit.: 6v/ 7r, 21), esto se refería al ganado de Hurinsaya.
Mientras que cuando se discutió sobre el ganado de Anansaya, “... Don Felipe Ticona
principal de un ayllo lo quiso defender e fue el que mas replico lo prendio y lo tubo preso
en un buio tres dias y le amenaço que lo havia de açotar sino hacia que se traxese el dicho
ganado...” (Gutiérrez Flores y Ramírez Segarra, op. cit: 4v/5r, 19). Lo cual es diferente.
189 Concluye Murra diciendo: “Aunque coleccionaba tales chismes desfavorables a los
dominicos, la lógica de Gutiérrez Flores [y Ramírez Segarra] resultó ser la predicha por
Formicedo: según el visitador, ele los 60,000 animales de comunidad [vicie Gutiérrez Flores
y Ramírez Segarra, op. cit.: 43], se podían sacar “en cada año quatro mil[l] carneros
grandes y otros tantos pacos mas o menos conforme al multiplico que oviere que se
vendan y llevan a Potosi... por quenta de Su Magestad [en el original con minúsculas]”. ”
(Murra, op. cit.: 54).
190 Esta situación ha sido discutida por Pease (1992: 262), quien explica que según los
documentos, pocos años después de la invasión europea, los Camélidos aparecen
registrados en un “padrón de indios ricos”, y su condición fue determinada por la
cantidad de cabezas de ganado que poseían. Es posible que esta situación fue
consecuencia de que el ganado que figuraba como “del Inka o del Sol” en las
informaciones que obtenían los españoles, se consideraba que era repartible entre los
españoles. Los datos que se tienen corresponden a Chuquito, pero lo mismo debió suceder
anteriormente en otros lugares más al Norte, como en el Cuzco y sus inmediaciones. Los
frailes dominicos parecen haber entendido la finalidad del ganado “comunal” y
estimularon a que éste fuera vendido para ayudar con ello el pago de los tributos, pero
esto fue sancionado por la administración española que ordenó levantar, en cambio, el
mencionado Censo de “indios ricos”.
191 Nosotros tenemos la impresión, a juzgar por los datos de la Visita de Chuquito, que frente
a los continuos atropellos de los dominicos, los indígenas no entendieron estas buenas
intenciones y se opusieron a ellas, considerándolas como una treta.
192 Murra (1978: 85) piensa que es muy probable que el énfasis en la importancia de los
rebaños, como fuente de riqueza, sea propio de la época colonial. Sin embargo hay una
observación de Dedenbach Salazar (1990) que nos parece sumamente importante, en el
sentido que además de fuente de riqueza, los Camélidos siguieron jugando un rol
importante en el sistema religioso indígena y de eso se dieron cuenta los doctrineros
cristianos. Es así que al comentar el documento de Dávila Briceño (1586[1965]), que se
refiere a Huarochirí, Dedenbach Salazar (op. cit.: 100) escribió que ello “... no solamente da
una idea de la gran cantidad de ganado dedicado al culto religioso, sino sugiere también,
con relación a la época colonial, que los sacerdotes quitaron los animales a la población
indígena porque los vieron como instrumentos de “idolatría”.”.
193 En términos generales hay consenso entre los estudiosos sobre el gran descenso de la
cantidad de Camélidos en los tiempos de la Conquista y el Virreinato, por las diversas
causas que hemos mencionado (e. g., Brack Egg, 1987: 62; Franklin, 1982: 468, aunque este
último utiliza como única fuente a Flores Ochoa, 1977. Si bien es cierto que en la p. 236 del
mencionado trabajo hay algunos datos incidentales sobre el tema, no se trata ele la fuente
más indicada). Pero, hasta donde sabemos, nadie hasta ahora ha hecho un estudio
concreto, exhaustivo sobre el tema. Nosotros, lo repetimos, hemos querido dar al lector
una idea ele conjunto, pero el trabajo dista mucho ele ser completo, y es una tarea más
que queda para el futuro.
353

7.3-1 El chaco

194 El chaco ha sido también una de las causas que ha coadyuvado sin duela, y ele una manera
importante, en la destrucción de la fauna nativa andina. Pues esta costumbre indígena, se
continuó practicando en los tiempos virreinales, pero sin el orden necesario como se
hacía en los tiempos incaicos, a tal extremo que luego el chaco fue vedado.
195 Las descripciones que nos han dejado algunos testigos presenciales ele estos chacos son
excelentes. Citaremos sólo dos a manera de ejemplos.
196 Tenemos en primer lugar el testimonio de Pedro Pizarra (1978: Cap. 34, 243-244) que
narra “... una caga que se hizo en Jauja de ganado montes, que los yndios llaman chaco.”. “
Hízose un cerco en Jauja en presencia de don Francisco Piçarro y de don Diego ele
Almagro y sus capitanes. Hízolo el señor que a la sazón hera en este rreyno Mango Ynga,
en un baile echando muchos ynelios que gercasen los campos y juntasen los ganados al
baile, y heñíanse juntando estos yndios, trayendo el ganado donde querían, hasta asirse
de las manos unos a otros y hazer un corro y rrecoger en él todo el ganado montes.
Llamauan ellos esto chaco. Hallóse por quenta que mataron onze mili y tantas rreses de
ganado montes, que son como lo tengo atrás declarado, así que deste ganado y de benados
y zorras y perdizes y leones se halló auer esta cantidad: la mayor cantidad fué del ganado
montes de la tierra. E querido dar quenta desto por ser cosas notables.”.
197 El segundo testimonio que hemos escogido es el de Zárate (1968: 130), quien escribió: “De
todos estos animales hacen los indios una caza ele gran regocijo, que ellos llaman chaco,
desta manera: que se juntan cuatro o cinco mil indios, más o menos, como lo sufre la
población de la tierra, y pónense apartados uno de otro en corro; tanto que ocupan dos o
tres leguas de tierra [entre 11 y 17 km si se considera como legua común y entre 8 y 12 km
si se estima como legua castellana]; y después se van juntando paso a paso al son de
ciertos cantares que ellos saben para aquel propósito, y viénense a juntar hasta trabarse
de las manos, y aún hasta cruzar los brazos unos con otros, y así vienen a juntar gran
número de caza, como en corral, de todos géneros de animales, y allí toman y matan lo
que les parece; y son tan grandes las voces eme clan, que, no solamente espantan los
animales, más hacen caer entre ellos aturdidas muchas perdices y neblís y otras aves. que
embarazadas con la mucha gente y graneles gritos, se dejan tomar a manos, y algunas
dellas con redes.”. (Si el lector quiere ahondar en el tema, recomendamos leer a Gutiérrez
ele Santa Clara [1963: Libro Tercero, Cap. LVII, 235-2361 quien además ele hacer una
excelente descripción, cuenta en forma detallada el uso ele las boleadoras que hacían los
indios durante el chaco),
198 Acosta (1954: 135) ha recogido las quejas que se plantearon a raíz de los chacos, pues
escribió: “Algunos se quejan que después que entraron españoles se ha concedido
demasiada licencia a los chacos de vicuñas, y que se han disminuido.”. Y Rivera y Chávez y
ele Guevara (1974:169) en la“... Ciudad de Guamanga y sus términos...”, al hacer otra
buena descripción del chaco, que por todos los indicios vio, añade: “... y esto está vedado,
porque no se consuma el dicho ganado...”. Como se verá más adelante (vicie infra), los
chacos fueron prohibidos desde setiembre de 1557.
199 Sin embargo se siguió practicando esta forma de caza con todas sus consecuencias
funestas. En este sentido es de gran interés lo que escribieron Juan y Ulloa a principios del
siglo XVIII. No tanto por su descripción del chaco, sino más bien por su voz ele-protesta y
354

su advertencia del peligro que ello significaba. Ellos se refirieron concretamente al chaco
ele vicuñas y dicen: “Las cogen con lazos y las van matando para quitarles la piel dexando
perdida alli la carne que es muy buena porque el fin es unicamente aprovecharse de la
lana. Este es un método que no puede dexar ele condenarse por abuso porque tal es
forzoso considerar el matar un animal que no hace daño) para solo quitarle la lana; así se
han disminuido tanto que ya no se hallan sino con mucha dificultad, y antes que pasen
muchos años se verá perdida la casta por el sumo descuido que tenemos en la
conservación ele aquello mismo que nos utiliza. Quando los Incas eran Soberanos del Perú
no habia quien se atreviera á matar uno ele estos animales, y hacian rodeo todos los años
para juntarlos y quitarles la lana, y despues los dejaban que se esparciesen por los
campos, y por este modo iban siempre en aumento. Si se hubiera practicado esto despues
que los Españoles entraron en aquellos payses, no se hallaria tan deteriorada la casta ele
este ganado, pero atendiendo unicamente á la comodidad del dia no han procurado nunca
por su subsistencia, y asi unas veces matandolas con las armas ele fuego en la caza, y otras
con las de corte ya encarceladas, las han ido extinguiendo gran priesa, sin atender á que
una vez perdida su casta, no sera facil el reparar la falta.” (Juan y Ulloa, 1988: 592-593).

7.3-2 La acción de los perros en la matanza de los Camélidos

200 Parece que el perro jugó un rol de cierta importancia en la matanza ele los Camélidos
silvestres. Koford (1957: 212) ha llamado la atención sobre este hecho e indica que todo
parece señalar que éste fue un fenómeno que comenzó en “una fecha temprana”, aunque
su única fuente es Garcilaso (1964: 383). Pero señala que también fueron usadas las armas
de fuego.
201 Es cierto que Garcilaso de la Vega ha tratado el asunto, pues él escribió que muchos
españoles “... llevaban un par de halcones y perros perdigueros y galgos y su arcabuz... e
iban cazando; cuando llegaban a la dormida, llevaban muerta una docena de perdices o un
huanaco o vicuña o venado...” (Garcilaso ele la Vega. 1959: Libro 8. Cap. XVI, 147). Sin
embargo, por el mismo Garcilaso sabemos que, por lo menos con las vicuñas, la caza con
los perros no debió ser fácil, pues éstas “... son ligerísimas, no hay galgo que las alcance;
matánlas con arcabuces y con atajarlas, como hacían en tiempo de los Incas...” (Garcilaso
de la Vega, op. cit.: Libro 8, Cap. XVII, 152-153).
202 Aunque hay testimonios más tempranos, como el de Ramírez, que es de 1597. Él narra,
refiriéndose a los guanacos, que “... caçanlo los y(ndi)os con cuerdas, y con perros lo qual
matan los perros por durar e(n) la carrera siguiendolos muncho espacio que por
ligereza...”. Y luego especifica que las vicuñas es “... mas ligero que los demas...”
(Ramírez, 1936: 18). Con esto no hace más que ratificar lo dicho por Garcilaso, en el
sentido que si bien se utilizaron los perros, ellos no fueron muy efectivos. Y el Padre Cobo,
en el capítulo en el que trata de la vicuña, lo confirma. Pues escribió: “Son los animales
más sueltos y ligeros que se conocen; y aunque se cazan con perros, no son alcanzados
dellos a la primera carrera, sino que miran los perros hacia dónde corre la vicuña y se
salen al encuentro, o cerriendo tras ella la siguen hasta cansarla; y acontece, cansándose
también los perros como ella, escapárseles.” (Cobo, 1964a: Libro 9, Cap. LVIII, 367).
203 Sin embargo la costumbre de llevar perros para la caza no sólo debió ser difundida en esos
tiempos, sino que fue adoptada también por los indígenas. En este sentido es valioso el
testimonio de Lizárraga, que hacia fines del siglo XVI al describir el camino a Potosí,
355

anotó: “... algunos indios y españoles llevaban galgos para si saliese algún guanaco o
vicuña cazarlo.” (Lizárraga, 1968: Libro 1, Cap. C, 87).
204 Y algo parecido escribió cuando narró el viaje de Atacama a Copiapó. Se trata de un
testimonio importante, en cuanto Lizárraga estuvo en Chile (Hernández Sánchez-Barba,
1968: X). En su escrito el dominico describe a los “indios de Guía” y explica que “... llevan
galgos, y porque no se les despeen, con sus zapatillas, con las cuales cazan venados y
guanacos, y son tan diestros en esto, que como lo columbren es cierto le han de cazar; de
esta carne, que es buena se sustentan.” (Lizárraga, 1968: Libro I, Cap. LXVIII, 50).
205 Y ya en el siglo XVIII, Molina al describir a los guanacos de Chile nos ha dejado una vivida
narración en la que se confirma el uso de los perros para la cacería de parte indígena y
por cuyo texto se ratifica, una vez más, la veracidad de cuanto escribió Garcilaso de la
Vega (loco citato). El texto de Molina dice así: “Los Nacionales los cazan con los perros,
aunque normalmente no agarran sino a los más jóvenes, los que no teniendo las patas
suficientemente fuertes para huir se van quedando atrás. Los graneles emprenden un
galope, o más bien un trote tan veloz, que un caballo corriendo a rienda suelta no podría
alcanzarlos. Se paran de vez en cuando a mirar por un momento a los cazadores que los
persiguen, y después de haber lanzado un gran relincho parecido al del caballo,
desaparecen muy pronte) a una velocidad increíble. A pesar ele eso los Indios montados
en caballos ligerísimos llegan a tomarlos vivos, lanzando desde lejos un lazo a las patas.”.
Luego Molina describe con lujo de detalles como manejan los indígenas este “lazo”, que
en realidad es una boleadora, explicando que puede servir tanto para matar al animal
cuanto para cogerlo vivo (Molina, 1782: Libro IV, 319-320).
206 Hay que tomar en cuenta que si el perro no siempre ha sido el directo responsable de la
matanza de guanacos y vicuñas, ha sido un excelente auxiliar en la caza, a pesar de su
poca altura, como lo señalaron Matos y Ravines (1980: 202). Ellos han escrito también (loco
citato) que el perro, en ciertas circunstancias, puede correr más que los Camélidos, y
puede desviarlos de su recorrido. En este sentido es interesante recordar que los
Tehuelche, en Patagonia, utilizaron mucho al perro es sus cacerías (Cooper, 1946a: 143).
Koford (1957: 2()6) es de la opinión que en la actualidad el perro es el principal enemigo
carnívoro de la vicuña. Él ha recogido testimonios que indican que el uso de perros para
cazar vicuñas jóvenes, es una práctica muy común, aunque admite que él no lo vio nunca.
207 Y es curioso señalar que el licenciado Matienzo (1967: 91), en 1567, hace una serie de
sugerencias para proteger a los Camélidos, sin embargo propone que los españoles
puedan cazar los guanacos y las vicuñas con perros, ballestas y arcabuces (vide infra).
208 Los perros molestan, a veces, los hatos de llamas y alpacas, pero éstas se defienden. En
este sentido es interesante el testimonio de Bayer, de 1751, quien escribió: “Con las patas
delanteras se defienden de los perros, pues suelen pegar con ellas con tal tuerza que hasta
los más bravos, cuando reciben un golpe, se quejan aullando, pierden la bravura y se
echan a correr.” (Bayer, 1969: 38).

7.4 Ordenanzas
209 Hay una serie de aspectos legales referentes al ganado, que son importantes. Es un tema
que escapa a nuestra especialidad y no pretendemos entrar a discutir este punto.
Solamente incluiremos aquí alguna información que hemos encontrado durante nuestra
investigación y que nos ha parecido interesante.
356

210 Como ya se ha visto, durante el Virreinato se aceptaba el pago de impuestos en productos


de Camélidos, sobre todo de vicuñas (Brack Egg, 1987: 67).
211 Pease (1992: 262) al tratar este asunto, escribió que el ganado intervino en la cuestión
tributaria de la misma manera que otros productos que sirvieron para pagar el impuesto
a la Corona española. El precio del ganado alcanzó niveles más altos después del
descubrimiento de Potosí, especialmente alrededor ele este centro minero, en vista de la
importancia de las llamas para el transporte del mineral. Esto motivó después fraudes,
cuando la población ganadera se redujo a consecuencia ele las epidemias que la asolaron a
fines del siglo XVI.
212 Los casos, como el de Collaguas, han sido frecuentes. Allí la autoridad colonial, prosigue
Pease, eximió a los tributarios de la contribución en ganado, en vista de la disminución de
éste por la peste. Pero ésta siempre fue cobrada y en la forma indicada por el corregidor,
que empozaba el dinero correspondiente en la Caja Real de Arequipa, pero
posteriormente empleaba el ganado recaudado para el transporte de diversos productos
hacia Potosí, y vendiendo después los animales en la mencionada villa a precios varias
veces superiores al asignado a cada uno ele ellos en la tasa tributaria. “Aunque los
estudios sobre la importancia del ganado en la vida andina durante la Colonia han
precisado puntos importantes, especialmente la continuidad de su presencia, se requiere
de mayor investigación acerca de la forma cómo la gente andina utilizó los auquénidos,
variando o no sus criterios tradicionales, fuera de aquel ámbito relacionado con el
comercio inaugurado pollos españoles en los Andes.” (Pease, loco citato).
213 En la carta que dirige Fray Vicente de Valverde al Emperador desde el Cuzco, el 20 de
marzo de 1539, se refiere a los diezmos, es decir al derecho del 10% que se pagaba al Rey
sobre el valor de las mercaderías que se traficaban. Y hace una lista de “... las cosas desa
tierra...” que podían ser utilizadas para dichos diezmos. Entre ellas figuran: “De animales
Corderos de las ovejas de aca.” y “ Lana de las ovejas de aca, queso y leche vendiéndolo.”
(Porras, 1959: 314; hay otra edición posterior, vide Valverde, 1969b). Llama la atención que
Valverde mencione queso y leche, productos de los Camélidos que tradicionalmente no se
utilizaban. Y a pesar que no se dice, probablemente la referencia es a leche y queso de
animales europeos.
214 Consta también, que en 1557 el Rey de España emitió una Real Ordenanza que prohibe la
caza de ganado mayor, en este caso de Camélidos, con fines de conservación. Y en 1768 el
Marqués de Rocafuerte, desde Yucay manda un oficio al Virrey Manuel de Amat y Juniet,
pidiendo que sólo se trasquile a la vicuñas, pero que no las maten “... para que no se
extingan.” (Brack Egg, 1987: 62).
215 Polo de Ondegardo (1940: 191-192) en 1561 comenta muy agudamente, casi con sentido
antropológico, la diferencia cultural existente entre los indígenas y los españoles y dice:
“... porque sería curar todas enfermedades con vnas mismas medicinas mayor hierro que
dexallos como ellos se están, solo sería yo de paresçer que por agora no se tractase del
diezmo del ganado de la tierra, en lo qual an de quedar rreseruados por muchas Razones,
espicialmente la ocasión que temían de ocultallo y escondello y no aprovecharse dello,
como sería rrazón; y sería ocasión que se lo andubiesen buscando y como ellos tienen
lugares Remotos y punas hazérseles ya mucha pesadumbre y con el tienpo todo se viene a
rremediar...”.
216 Por lo que nos ha narrado el Licenciado Montesinos, sabemos que “Por este tiempo (es
decir 1556) hubo mucha carestía de carne, y fue esto de modo que, en Guamanga, en un
357

Cabildo de 10 de Septiembre deste año, se prohivió el matar vicuñas y benados, y da la


raçon, porque avía muchos naturales y envían casi acabado los ganados brabos, y á este
fin, luego en otro Cabildo de 22 de Septiembre, hicieron ordenancas para la carnicería,
que se avia hecho en forma en Guamanga el año de 1553, y entonces no se hicieron
ordenancas, sino sólo se puso el arrelde de vaca á dos tomines y medio, y el de puerco y
macho á raçón de tomín y medio, y se obligó Juan Barbudo dar á este precio abasto a la
ciudad.” (Montesinos, 1906: 243).
217 Es probablemente por hechos como éstos que en 1556, el Marqués de Cañete, Hurtado de
Mendoza Avendaño ([1557] 1975: 65-66), dio una “Provisión del gobierno superior... para
que por tiempo de cinco años no se hagan chacos de guanacos, vicuñas en los parajes...”
de los repartimientos de Andamarca, Yauyos, Caxamalca, Sacan, Parinacochas, de los
Guancas, Lucanas, los moradores de la ciudad de Los Reyes “... y otra cualquier persona a
quien tocase y atañe tocar y atañe”. En ella se decía: “... vos sabed que a mi ha sido hecha
relación como en los ganados monteses de la tierra que son ovejas y cameros guanacos y
vicuñas que vivían en los poblados y partes inhabitables ha habido e hay mucha
disminución por la desorden que habido en la caza e chacos que se han hecho y hacen de
cada día y muerte de ellos asi para aprovechar de las lanas como de la carne de lo que se
ha seguido mucho daño a los naturales por causa que en tiempos pasados teniendo buen
recaudo en ello demás del multiplica que había se aprovechaban de la lana para se vestir y
para sus granjerias y con la desorden que los españoles y otras personas han ido también
los naturales por si aprovechar de algo han hecho y hacen lo mismo sobre las partes y
lugares donde se han de cazar los naturales caciques e indios Han tenido y tienen muchos
pleitos y diferencias y cuestiones que se cada día y ellos oferecen de cuya causa importa
mucho que cesen las dichas cazas y chacos y muerte de los dichos ganados y que se ponga
en ello recaudo para que multiplique y los naturales se aprovechen con el tiempo de lo
que solían y no se acabe del uso lo cual todo por mi visto y entendido el negocio y lo que
conviene proveer en ello para excusarlos dichos incovenientes y remediar los porvenir di
el presente por el cual proveo y mando que ninguna persona de cualquier calidad y
condición que sea no pueda por ninguna vía cazar ni hacer chaco de ningún ganado
montés que sea guanaco vicuña, ovejas y carneros criados en despoblados para matar y
trasquilar lana tiempo de cinco años...”. (De esta provisión trata l.ohman Villena [Nota 1 a
la obra de Matienzo, 1967: 90] y señala que ella ha sido publicada también en la Revista del
Archivo Histórico del Cuzco, Vol. IV: 61-63- Cuzco. 1953. A ella se refiere también Dedenbach
Salazar, 1990: 91).
218 Sin embargo, a fines de ese siglo, dicha provisión aún no se cumplía. Es así que el
licenciado Matienzo (1967: 90-91), en 1567 escribía: “... los cuales chacos por Provisiones de
esta Audiencia se ha vedado, aunque no se executa como era razón. Para que este tan
provechoso y necesario ganado se conserve. Su Magestad por Provisión inviada a las
Audiencias de este Reino, ha mandado que las Audiencias invién parecer del remedio que
se podría dar para conservación de este ganado, y que entretanto proveyamos lo que
convenga, y no se ha hecho, aunque había harta necesidad de hacerse.”.
219 Y luego prosigue Matienzo (loco citato) haciendo una sugerencia de gran valor: “ Podríase
remediar haciendo las leyes siguientes:
1. Que en todos los pueblos de la Sierra tengan ganado de la tierra de comunidad, en las partes
donde hobiere comida para apacentallo, y tenga cuenta de él y de lo que de él naciere el
Corregidor español que hobiere en el pueblo, teniendo libro en que asientase el ganado y lo
358

que multiplicare, y lo que se vendiere de ello, y lo que se muriere, para dar cuenta de ello
cuando fuere pedido.
2. Item, que dicho Corregidor, y cuallesquier otras Justicias, no consientan que ningún cacique,
ni indio alguno, mate carnero ni cordero ni ovexa de la tierra para comer, sino fuere que se
cansare, o que tuviere caracha, o fuere tan viexo que no sea para carga, so pena de cien
azotes, y que se venderá la carne así muerta para el común de los indios la mitad, y la otra
mitad para el denunciador y juez.
3. Item, que en los asientos de Potosí y Porco tengan gran cuidado las Justicias ordinarias de
visitar las rancherías de los indios, para ver si tienen muerta alguna ovexa de la tierra, o
carnero, no siendo carachiento, y les lleven la dicha pena. Los carneros de la tierra no se
deben prohibir en los asientos que se maten, porque sería quitar la mayor contratación que
hay, que se venden por los españoles a los indios tantos carneros de los que andan cansados
de acarrear, que se sacan cada año de esta contratación seiscientos mil pesos y más, lo cual
todo se saca de poder de los indios que compran estos carneros, unos para acarrear comida y
otras cosas, otros para comer, y toda la plata que se saca de estos carneros es, en efecto, de la
coca, porque los españoles los rescataron de los indios de los Llanos por coca, y los indios de
Potosí y Porco los tornan a comprar y clan plata a los españoles por ellos.
4. Item, que los Corregidores y tucuiricos de los pueblos tengan gran cuenta con el ganado de
la tierra, ansí del común de los indios, como el que cada uno en particular tuviere, y se
cuenten y registren cada año una o dos veces; y los que denunciaren que son viexos,
cansados, o muy carachientos, les den licencia que los maten, y vendan, o coman, o hagan
charqui o cecina de ellos.
5. Item, que ni puedan, caciques ni indios, hacer chaco ninguno, so pena, al cacique o principal
que lo mandare o consintiere, de ducientos azotes y tresquilados los cabellos, y la persona
para quien los tales chacos se hicieren, pague de pena ducientos pesos, mitad para el común y
mitad para la Caámara y hospital de indios, y si fuere juez sea condenado en pena doblada al
tiempo de su residencia, e si fuere persona eclesiástica, se diga a su Prelado para que lo
castigue; pero permítese que puedan hacer chacos para tomar los guanacos y vicuñas y
tresquilarlas, para se aprovechar de la lana, y soltallas después de trasquiladas, excepto las
que fueren necesarias para comer los indios aquel día del chaco, lo cual hagan con licencia de
la Justicia, y no de otra manera.
6. Item, que puedan cazar los dichos guanacos y vicuñas con perros, y los españoles, con los
dichos perros, ballestas y arcabuces.”.

220 Matienzo se ocupó también de la distribución de los tambos en las serranías, y además de
la provisión que mandaba abrir caminos, él ofreció otra sugerencia. Y es que en cada
tambo hubieran 60 o 100 carneros de la tierra que fueran de los indios que servían el
tambo. Pues dado que un carnero podía cargar lo que dos indios y podía caminar rápido,
ello sería muy provechoso. Se pagaría a los indios por cada carnero lo que se le pagaba
por indio (es decir un tomín) y la ventaja era que cada indio podría llevar seis carneros.
Del producto se tomaría la mitad para el indio y la otra mitad sería para cuidar el ganado
(Zavala, 1978b: 54).
221 Es interesante recordar que años más tarde, exactamente en fecha 6 de noviembre de
1575, el Virrey Toledo dio unas ordenanzas y la №28 decía: “... cuiden de tener reparados
algunos tambos convenientes para caminar por los despoblados que hay en la sierra y
haber en ellos carneros para llevar la cargas e indios que vengan con ellas...”, con lo que
se cumplía parcialmente con lo que había pedido Matienzo (Toledo, 1978: 144-145).
222 No se puede negar la bondad de esta propuestas y ellas confirman la situación dramática
de los Camélidos en aquellos tiempos, pues de otra manera no se hubieran creado
359

reacciones como ésta. Pero Matienzo no fue el único, pues también levantó su voz de
alarma otro licenciado, Falcón. Él fue un jurisconsulto español, que residió en Lima en la
segunda mitad del siglo XVI y se hizo defensor de los indios. Llegó a tener poderes de
varias comunidades indígenas. Se ignora la fecha de su llegada al Peni. En su
“Representación hecha... sobre los daños y molestias que se hacen a los indios”, Falcón
(1918: 141) escribió: “... que no se les puede dar a los españoles las aguas y pastos que los
indios tienen y hacerlos comunes con ellos... Por lo cual, conforme a las dichas leyes de
Castilla, los españoles no pueden pacer en los términos de los pueblos de indios, y la
provisión que S. M. ha dado para que los pastos sean comunes, se ha de entender en las
tierras que los españoles tuvieron lícitamente, si algunas hay... y no en las que son de los
indios o están en términos de sus pueblos, porque desta manera sería injusta. Lo cual no
es de creer de la intención de S. M., en especial que los indios tenían divididos entre sí los
pastos y no podían pacerlos unos en los términos de los otros, y así lo mandaba el Inga; de
manera que con su autoridad estaba todo hecho dehesas...”. Y luego Falcón (op. cit.: 163)
añade: “Y generalmente todos pagan tributos excesivos y mucho más de lo que pueden
pagar y de lo que valen sus haciendas... Y nunca ellos dieron consentimiento expresa ni
tácitamente a tales tributos, ni les fué pedido, ni se ha tratado con ellos, mas deque al
principio los encomenderos les llevaban todo aquello que podían sacarles que en aquella
sazón era mucho, porque se habían quedado con las haciendas, oro y plata y ganados del
Inga...”.
223 Luego hay una carta que el Marqués de Cañete le dirige a Su Magestad desde Los Reyes, en
fecha 17 ele enero ele 1593, en la cual se manifiesta que no le parece oportuna una Cédula
Real que prohibía la matanza del ganado europeo y autóctono por un tiempo de doce
años, ya que aparentemente el ganado europeo se había multiplicado tanto que estaba
creando destrozos en las chacras de los indígenas. Pero es curioso que en ello se
involucren “las hembras del ganado de la tierra” que, aparentemente, nada tenían que
ver. La carta reza así: “El ganado vacuno y el de la tierra va cada día en tanto aumento que
se pasa mucho trabajo en guardar que no haga daño a las chácaras de los naturales y es
forzoso que de cuando en cuando se maten y pesen en las carnicerías algunas cabezas del
ganado vacune). Por eso. y porque ya estaba hecha ordenanza, no les parece oportuna la
cédula real del 22 de agosto de 1592 que dispone no se maten las hembras del ganado ele
la tierra o a lo menos del vacuno por tiempo de doce año.” (Hurtado de Mendoza, 1978:
183-184).
224 Estos daños que estaba causando el ganado europeo se hacen evidentes también en una
queja que plantea Don Felipe Guacrapáucar “... que a causa de tener su encomendero
muchos ganados mayores y menores y tenerlos en el Valle dicho entre sus sembrados, no
cojen enteramente lo que siembran y tienen necesidad de comprar la comida que son
obligados a pagar por la tasa, de c|ue reciben muy gran dañe).”. Y a raíz de esta queja,
Felipe II expide una “Cédula real a don Felipe Guacrapáucar, sobre los ganados del Valle
de Jauja”, fechada en “Monserrate. a 31 de enero de 1564. Yo el Rey”, que dice: “... porque
no es justo que dándole ellos su tributo les coma sus panes y pastos con el dicho ganado.
(Felipe II, 1977: 393).

7.5 Rituales y sacrificios


225 A pesar de todo el daño que se hizo a los animales nativos, los indígenas no dejaron en
ningún momento de practicar sus rituales y sus sacrificios y ello se refleja claramente en
360

las fuentes históricas. Así, por ejemplo, Cieza ele León (1984: I Parte, Cap. C, 275) nos ha
dejado una buena descripción de como en el Collao se enterraban los muertos “... con
algunas obejas...”. Y Oricaín (1906: Discurzo V, 332-333), en 1790, narra los rituales que los
indígenas del Obispado del Cuzco “... en las estancias de ganados de la tierra practican...”.
Nos parece un documento sumamente interesante y ele gran valor antropológico, que
merece la pena ser citado. Él muestra, además, la incomprensión del europeo frente a la
cultura indígena. Dice así: “... pacerlos, divididos los sexos, en distintos cerros, y un día
señalado, que es una vez al año, ban los lugares más solitarios, ó cimas de los empinados
montes, en los que tienen tres cercos consecutibos; lleban los brebajes del país en
abundancia, aguardiente y demás providencias; y después de mil supersticiosas
ceremonias de hincarse, vesar el aire, abrir y cerrar los brazos, sacan una figura del
carnero ó llama, nombrado assí en su idioma, que es de piedra ó de cobre, la colocan en
lugar superior, y le ofresen ojas de coca, granos de todos colores de maís, y mucha chicha,
suplicándole en palabras, ayude á la procreación de aquellos animales y fomente la
fecundidad; luego entran los carneros al cerco, de un estremo, y á las hembras al otro
opuesto, y, en el sentro del de en medio, entierran coca, maís y echan chicha; luego
introducen en él dies ó dose hembras y otros tantos machos, las primeras se agachan al
suelo, y los segundos se les inclinan, á cuia fracción ú operación aiudan los indios con la
mano, entre tanto las indias cantan canziones de gentilidad, tocando sus atambores.
Acabada la unión de los carneros, y divididos como lo estaban, buelben á asomarce aquel
ídolo, que llaman Illa, le reproducen sus súplicas y ruegos, y luego dan principio á bever
los brebajes, mixto con el estiércol de aquéllos, siendo presepto infalible éste, como el de
echar alguna parte de él al suelo, para que la tierra guste primero, y siguen
embriagandose toda la noche; de lo que dimanan muchos insestos, adulterios y estupros,
efectos propios de tales desórdenes. Pregunto ¿si es nesesarísima y presisa la interbensión
del ombre para la consepción de esta casta, cómo, ciendo de la mesma, los guanacos, y sus
oriundos, las bicuñas, se ven parir cada año sin necesidad de tercero? ¿y cómo desde la
creación del mundo, hasta que los domesticaron los indios? Luego no es esta ceremonia
otra cosa que signos de la gentílica idolatría, que la guardan hasta oy.”.
226 Y Francisco de Barrionuevo informa al Consejo de Indias desde Panamá, en fecha 15 de
julio de 1535, de regreso de su viaje a la Nueva Castilla, que cuando estuvo en Tumbes
ayudó a “un principal” que se estaba muriendo y lo curó. Al sanar éste, “... quería hazer
sacrificio de cuatro ovejas...”, pero luego se decidió hacerlo sólo de dos (Porras, 1959: 162;
Barrionuevo, 1988: 4). Y los agustinos han documentado la usanza de hacer sacrificios de
llamas, en la provincia de Huamachuco, por el año 1560 (Dedenbach Salazar, 1990: 94). Y
el agustino Calancha (1976, Vol. III. Libro II, Cap. XIX, 939), que escribió a principios del
siglo XVI, en la descripción de Pachacámac dice: “... i aquí se començó la primera vez a
sacrificar ganado de ovejas de la tierra...”. Y en los escritos de los extirpadores de
idolatrías de fines del siglo XVI y principoios del XVII hay frecuentes referencias a
sacrificios de llamas, sobre todo en el Sur del Perú (Dedenbach Salazar, 1990: 94).
227 Masferrer Kan (1984: 53, 60) al tratar sobre la organización andina de Recuay en el siglo
XVII, indica que aún en 1622 hay evidencia que “... las buacas seguían teniendo sus ganados
y que esta situación no se resuelve en su totalidad...” porque se le ha rebajado la cantidad
de ganado a ciertas huacas. Por ejemplo, se habla de “... 150 carneros a la huaca
Carachuco, y a la Huaca Carhua, doscientas cabezas no más.”. Luego en la Visita de Santo
Toribio, de 1593, se habla de 1,000 cabezas que, cincuenta años después aumentaron a
6,783 y en 1774 bajaron a 4,749. No se dice, sin embargo, de que carneros se trata. Podrían
361

ser Camélidos, pero no hay que olvidar que en un pleito de Guaraz de 1643, se habla de
“ganado ovejuno”, de modo que queda la duda.
228 Finalmente no se debe ignorar, que también en este campo se ha producido un fuerte
fenómeno de aculturación. Tan es así que el mismo término herranza que se usa para
ciertas festividades relacionadas con los Camélidos domésticos, es español y stricto sensu
no tiene sentido. Además, se ha introducido el catolicismo y la participación de animales
europeos en el ritual tradicional (lege Flannery et al., 1989: 144). Se recordará que en el
Capítulo 6 hemos señalado un documento de 1741, en el que se dice que en las serranías
de Lima (San Francisco de Guisa) era costumbre sacrificar una llama y rociar las paredes
de la iglesia con la sangre para darle más fortaleza (Frank Salomón, in litteris, 12 de
diciembre de 1990).

7.6 La influencia de la altura en la fertilidad de los


Camélidos, según los datos históricos
229 Hemos visto, al tratar los aspectos biológicos de los Camélidos, que sin lugar a dudas ellos
tienen ciertas dificultades de procreación en los lugares altos en los que actualmente
viven. Hemos encontrado algunos datos históricos sobre este aspecto, que nos parece
importante traer a colación.
230 En la Visita de Chuquito, consta un interrogatorio que se hizo “... a pedimento de los
caciques de Chuquito...”. En dicho “pedimento” hay dos preguntas que se relacionan al
tema en cuestión. Nosotros nos referiremos sólo a una de ellas, la X, pues trata del ganado
local, mientras la otra inquiere sobre el mismo asunto, pero con respecto al ganado
europeo. La pregunta X se plantea en los siguientes términos: “ítem si saben etc. que los
ganados de esta dicha provincia se crían y multiplican muy pocos y con mucho trabajo y
dificultad así porque por ser el beneficio dificultoso no puede guardar y beneficiar una
persona más de hasta treinta y cuando mucho cuarenta cabezas como por la esterilidad de
los pastos y falta de agua que hay en esta dicha provincia.” (Diez de San Miguel, 1964:
148).
231 Las contestaciones dadas a la pregunta X fueron las siguientes. En la “Probanaza de los
indios”, Martín de Leguiña manifiesta “... que sabe y ha visto que el ganado de esta tierra
multiplica poco porque paren las hembras de año a año y se muere mucho y se cría y
sustenta con mucho trabajo...” (Diez de San Miguel, op. cit.: 151). Por su parte el testigo
Fray Agustín de Formicedo dijo ”... que ve que se cría y multiplica bien el ganado de la
tierra... y que de una enfermedad que llaman carache se les muere mucho ganado...”
(Diez de San Miguel, op. cit.: 154). Otro testigo, Fray Tomás de Castillo, contestó “... que ha
oído decir que multiplica poco el dicho ganado...” (Diez de San Miguel, op. cit.: 157),
mientras el otro testigo Fray Domingo de Loyola expresó “... que sabe y es así que en el
beneficio del dicho ganado se pasa mucho trabajo y cuidado porque cuando paren tienen
necesidad los pastores de amamantar las crías y tener cuidado de ello y también para
empreñar y otras cosas que convienen para el beneficio de ello en que gastan mucho
tiempo y que multiplican poco porque paren de año a año y no todas vienen a parir...”
(Diez de San Miguel, op. cit.: 1бО-1б1). Y Melchior de Alarcón manifestó “... que siempre ha
entendido que el dicho ganado cría y multiplica mal y con trabajo...” (Diez de San Miguel,
op. cit.: 163).
362

232 Las respuestas resultan sumamente interesantes, pues con la sola excepción de Fray
Formicedo, todos los demás coinciden en plantear dificultades en la procreación. Y sobre
este punto hay coincidencia con otras dos declaraciones. En primer lugar la de Martín
Cusi, cacique principal de la parcialidad de Urinsaya quien ”Preguntado qué tanto ganado
multiplicarán cada año las cuatrocientas y cincuenta cabezas que ahora dice que tiene de
comunidad este pueblo de su parcialidad dijo que multiplicarán ciento y veinte o ciento y
treinta cabezas cada año porque algunas mal paren y otras se mueren de carache y otras
no paren.” (Diez de San Miguel, 1964: 30-31). Y luego Luis Cutipa, principal de la
parcialidad de Lurinsaya, que “Preguntado qué tantas cabezas multiplicarán en cada un
año las quinientas cabezas hembras que dice que tienen de comunidad dijo que cuando
más multiplican en un año es ciento y sesenta cabezas y cuando menos setenta y ochenta
porque se mueren y mal paren las demás...” (Diez de San Miguel, op. cit: 79).
233 En este caso las cifras son importantes, pues según el primer testigo sólo podrá tener cria
de 27% a 29% de los animales de la comunidad. Y según el segundo, podrán procrear como
máximo el 32% y como mínimo entre 14% y 16%. Como se verá los porcentajes son
bajísimos.

7.7 Las enfermedades de los Camélidos según los


datos históricos
234 Hemos visto aquí, que muy a menudo se menciona enfermedades que tuvieron estos
animales o se hace mención a la caracha. Sobre esto no hemos encontrado mucha
información, pero la poca que hay resulta interesante.
235 Debemos recurrir una vez más a la Visita de Chuquito. Allí consta el interrogatorio al que
hemos hecho mención (vide supra), y cuya pregunta 9 dice así: “ítem si saben etc. que
muchos años y los más se mueren gran suma de ganados así por falta de aguas como de
pasto todo por la gran esterilidad de esta provincia.” (Diez de San Miguel, 1964: 148). En la
“Probanza de los indios”, aparece la declaración de Martín de Leguiña, y entre los testigos
las de Fray Agustín de Formizedo, Fray Tomás del Castillo, Fray Domingo de Loyola y
Melchior de Alarcón. Las contestaciones son interesantes. El primero “... dijo que de una
sarna que da al ganado que llaman carache se muere gran suma de ello...”, mientras que
los otros contestaron “... que sabe y ha visto que algunos años por muchas nieves se
muere mucho ganado...”, “... que cuando nieva mucho ha oído decir que se mueren
ganados...”, “... que algunos años suelen ser tan estériles de agua que padece el ganado
detrimento...” y “... que sabe que todos los años estériles se muere cantidad de ganado así
por falta de agua como de pastos...” (Diez de San Miguel, 1964: 151, 154, 157, l60, 163). Se
puede ver que el indígena no contesta la pregunta, y aparentemente no le da tanta
importancia a los fenómenos naturales, cuanto a la sarna. Para nosotros esta es una
indicación muy clara que él estaba tan acostumbrado a los fenómenos naturales, que no
les atribuye mayor importancia, ha convivido con ellos desde que nació, mientras que la
variedad de sarna que fue introducida con el ganado europeo debió diezmar el ganado en
una forma tal, que los indígenas nunca habían conocido y ello sin duda les impresionó.
236 Luego, en el mismo interrogatorio se preguntó: “XII. ítem si saben, etc. que hay una
enfermedad en los ganados de esta dicha provincia que es la más principal hacienda de
ella que es carache que es muy costoso de curar y muy gran trabajo y gran disminución de
ella y que la mayor parte del dicho ganado es enfermo de la dicha enfermedad.” (Diez de
363

San Miguel, op. cit.: 148). Los mismos testigos que hemos mencionado anteriormente y en
el mismo orden (vide supra) contestaron “... que la dicha enfermedad del ganado se llama
carache y que es muy costosa de curar... y que mucha parte del ganado enferma de
esto...”,“... que curarlo de carache que es enfermedad de que se muere mucho...”, “... que
sabe y ve que al ganado de esta provincia le da una enfermedad que les da carache y en
curarlas se gasta mucho... y que de la dicha enfermedad de carache enferma y muere
mucho ganado...”, “... que cosa muy pública y notoria es que el ganado ele esta tierra le da
una enfermedad que llaman carache y se muere mucho y es costoso de curar...”. Y
finalmente el último testigo manifestó que “... donde quiera que hay ganado de la tierra
hay la dicha enfermedad de carache que es una sarna que hace gran costra y que si
cuando comienza a salir no se remedia es trabajosa de curar y tal puede estar el carnero o
oveja cuando se cure que no aproveche de ninguna cura y que la dicha enfermedad es
gran disminución de este ganado y si no se tiene cuenta con él mueren todos los más del
dicho carache y que es trabajoso y costoso de curar...” (Diez de San Miguel, op. cit.: 152,
154, 157, 161, 164).
237 Garcilaso de la Vega (1959; Libro 8, Cap. XVI, 148) nos ha dejado una descripción de este
mal, que lo muestra en toda su terrible realidad. Dice así : “En tiempo del visorrey Blasco
Núñez Vela, año de mil y quinientos y cuarenta y cuatro y cuarenta y cinco, entre otras
plagas que entonces hubo en el Perú remaneció en este ganado la que los indios llaman
carache que es sarna; fue cruelísima enfermedad, hasta entonces nunca vista; dábales en
la bragada y en el vientre; de allí cundía por todo el cuerpo, haciendo costras de dos, tres
dedos en alto; particularmente en la barriga, donde siempre cargaban más el mal,
hacíansele grietas de dos y tres dedos de hondo, como era el grueso de las costras hasta
llegar a las carnes; corría dellas sangre y materia, de tal manera que en muy pocos días se
secaba y consumía la res. Fué mal muy contagioso; despachó con grandísimo asombro y
horror de indios y españoles, las dos tercias paites del ganado mayor y menor, pacoy
huanacu. Dellas se les pegó al ganado bravo, llamado huanacoy vicuña, pero no se mostró
tan cruel con ellos por la región más fría en que anclan, y porque no andan tan juntos
como el ganado manso.”

NOTAS
1. En la conversión ele las medidas ele distancias, discrepamos con la autora, pues si aplicamos
las leguas comunes, 2 leguas equivalen ca. 11 km, 3 a ca. 16 km y 4 a ca. 22 km. Pero si empleamos
las leguas castellanas, 2 equivalen a ca. 8 km, 3 a ca. 12 km y 4 a ca. 16 km.
2. En honor a la verdad y para evitar confusiones, hay que señalar que Sumar (1992: 83) cita
adverbum expressus el parrafo de Cieza de León que hemos transcrito y lo atribuye a Zárate.
3. Una vez más, para evitar errores, es necesario hacer una corrección. Sumar (1992: 83) escribió:
“... es en la ocupación de Xauxa (Jauja) por los europeos, donde el Cronista Pedro Sancho dice que
el ejército de Quizquiz en retirada apresurada, dejó atrás 15,000 camélidos y 4,000 prisioneros.”.
En primer lugar el hecho que pretende narrar Sumar no sucedió en Jauja sino en el extremo
Norte, en “... una provincia llamada Chaparra...”, en segundo lugar el cronista que narra este
364

hecho no es Pedro Sancho, sino Agustín de Zarate. Y la cita es exactamente la que hemos
reproducido (Zarate, op. cit:. Libro I¡. Cap. XII, 171).
4. Es necesario explicar la palabra ranchear. Pensamos que lo mejor es recurrir a quien conoció
bien el término. Pedro Pizarro (1978: Cap. 19,121) cuando habla de Diego de Almagro y de la “...
xente que llevaba de Guatemala...”, dice: “Estos fueron los primeros ynbentores de rranchear
(que en nuestro común hablar es rrobar), que los que pasamos con el Marqués a la conquista no
ubo hombre que osase tomar maçorca de maíz sin licencia.”.
5. La grafía que utiliza Murra es la aymara, tal como figura en Bertonio (1956: 2a parte, folio 9a).
365

8. Alguna información de la Época


Republicana

1 No es nuestra intención hacer un estudio exhaustivo de los tiempos republicanos, tal


como lo hemos intentado para los prehispánicos y los virreinales, pues ello es un campo
tan vasto que necesitaría una investigación por sí sola. Incluiremos aquí solamente alguna
información que, de alguna manera, puede ser de utilidad y permite complementar lo que
hemos expuesto en este libro.
2 Es interesante ver como aún a principios del siglo XIX, bajaban grandes rebaños de llamas
a la costa. Tschudi (1966: 243, 244), por ejemplo, que estuvo en el Perú entre 1838 y 1842
escribió: “Los indios frecuentemente bajan con nutridos rebaños de llamas a la costa en
busca de sal”. Pero el autor hace hincapié que “A pesar de todos los cuidados y
precauciones, en cada viaje a la Costa, y muy especial en los viajes a la selva, muere gran
número de llamas ya que no resisten al clima cálido”. Esto que en parte es verdad, lleva
sin embargo en sí el prejuicio que los Camélidos son animales de altura. Y ello se lee muy
claramente en Forbes, que en 1870 escribía, refiriéndose a los indígenas del Altiplano que
bajaban a la costa con sus recuas de llamas, que“... los indios aymarás, al igual que sus
llamas y alpacas, se encuentran totalmente fuera de su medio natural y si no regresan
prontamente, perecen en gran número, en climas del todo inadecuados a su constitución”
(Forbes, 1870: 219-220; Citado y traducido por Larrain Barros, 1974: 134).
3 Hay algunos datos sueltos sobre la dispersión de estos animales, que pueden
complementar la información que hemos consignado en los otros capítulos. Así Tschudi
(1885: 94; 1891: 97; 1918: 206; 1969:125), después de haber citado a algunos cronistas y
viajeros (concretamente a Diego de Ordaz, Orellana, Zarate y von Hutten) que señalan la
existencia de Camélidos más al Norte de los límites actuales de la frontera peruana,
comenta: “Más interesante y extraña es la desaparición de las llamas de sus límites de
ocupación en el norte. Aunque carecemos de datos positivos, respecto hasta donde
llegaron a extenderse por el norte, encontramos sin embargo, algunos apuntes en uno
que otro analista Pero es interesante notar que un hombre como Tschudi, que ha hecho
un estudio sobre la llama muy importante para le época, deja tan solo planteada la
pregunta y no trata siquiera de darle una solución.
366

4 Por otro lado, es oportuno recordar el testimonio de Raimondi (1943:147), que en la


segunda mitad del siglo XIX ha constatado que en el Callejón de Huaylas aún había
vicuñas, aunque esto le llamó la atención, pues escribió: “Desde los altos de Recuay, se
nota ya algunas vicuñas que son casi desconocidas en el norte del Peni”. Y cuando pasa
por las alturas del departamento de Lima, entre Caruapampa y San Lorenzo, en las
inmediaciones de Huarochirí, a poco más de 3,900 msnm, dice que había “... algunas
llamas...”. (Raimondi, 1945: 86). Es decir ya había pocas.
5 Otro dato valioso que nos ha dejado Raimondi (1948: 34), es el correspondiente a la
Hacienda Chocavento, en la quebrada de Acarí (en la provincia de Caravelí del
departamento de Arequipa). El escribió: “En estos cerros son bastante comunes los
huanacos; habiendo logrado ver, durante las pocas horas que duró la excursión, 25
animales en pequeñas tropas; algunos de ellos eran tan mansos que dejaron acercarse
hasta unos 30 pasos de distancia.”. Según Stiglich (1922: 390-391), la altitud de la hacienda
es de 345 msnm. Raimondi describe a los guanacos al subir a la mina de San Pedro de
Pampa Colorada. No da la altura, pero llegó desde la hacienda en 4 horas recorriendo una
distancia de 22.5 km, de modo que no puede ser mucho más alto.
6 En la Sierra Norte peruana hoy ya no hay Camélidos. Sin embargo Kosok (1965: 131) pudo
recoger información de viejos cajamarquinos, que hasta hace un siglo aún había llamas en
la localidad. En los años 30 a 40 de este siglo, ya éstas habían desaparecido, y las pocas que
había en las haciendas, fueron traídas desde el Cuzco (Fernando Silva Santisteban,
Comunicación personal, 22 de octubre de 1992).
7 Sin embargo un poco más al Sur, en las serranías de Trujillo, Cristóbal Campana recuerda
que allá por los años 1936-1938, durante su niñez, había muchas llamas. Eran los grandes
hatos que mantenía la Northern Smelting Co. para la carga del mineral (Cristóbal
Campana, Comunicación personal, 19 de agosto de 1992). Y Gustavo Padrós, por esos años,
era un arriero que bajaba desde las serranías de La Libertad hasta la costa llevando
mineral y otros productos con un hato de aproximadamente 100 llamas. Utilizaba como
vía de descenso al valle del Virú y luego por la costa iba hasta el puerto de Salaverry
(Cristóbal Campana, Comunicación personal, 29 de abril de 1994). Hoy ya no hay
Camélidos en dichas serranías.
8 Masuda (1986: 253-254) por su parte, ha recogido valiosa información para la Costa Sur y
que se remonta poco tiempo, tan solo al año 1956. Pues ”... hasta hace treinta años. Según
dicen los viejos de Chala y Atiquipa, todo el terreno se llenaba de ganado en la época de
lomas, y inclusive los pastores de la sierra llegaban con sus vacunos y llamas.“Además un
testigo que en el año 1981 tenía 37 años de edad, ”... testimonia que viajaba con la recua
de llamas a la costa llevado por su padre... Llevaban quince o veinte llamas en cada
viaje.“Saliendo de Pisquicocha iban hasta Chala en ocho días de camino. Recuerda que la
primera tarea al llegar”... era construir una choza, dejando las llamas en el pastizal. “Y
otro informante señaló que salían de su pueblo a 4 000 msnm “Durante los meses de
invierno... con una recua de 8 hasta 10 llamas para la costa... llegaron a Chala...”. El viaje
se hacía en 10 días y se hacía para recolectar cochayuyo. Recuerda el informante que “... un
llamo (Sic!) carguero llevaba 2-3 arrobas.”(es decir entre 23 y 34.5 kg).
9 Hay también algunas noticias, aunque escuetas, de Steward que consideramos de gran
importancia. El se refiere a las tribus de la montaña y dice:“En el alto río Marañón, los
únicos animales domésticos fueron las llamas y las alpacas , las llamas y el cuy cuidados
por los Jívaro...” (Steward, 1948: 519). Y más adelante añade: “Los Jívaro aborígenes eran
367

insólitos entre las tribus de la montaña, cuidando unas cuantas llamas y cuyes.”
(Steward, op. cit.: 621). Desafortunadamente el autor no específica cuál de las comunidades
de los jívaros tenían esta costumbre o si lo hacían todas. Pues la distribución de los Jívaro
es muy vasta. Los Antipa viven desde la zona de los ríos Santiago y Zamora, hasta el alto
Marañón, mientras que los Aguaruna ocupan la margen derecha del Marañón, entre los
ríos Nieves y Apaga. Por su parte los Huambiza moran en la margen derecha de los ríos
Morona y Mangosia y en la margen izquierda del río Santiago, desde la cordillera de
Cuticu hasta el Marañón. Mientras que los Achuale habitan la zona entre los ríos Pastaza y
Morona. Además hay grupos “probablemente” Jívaro que vivían en las alturas de Loja. En
términos generales, los Jívaro ocupan parte de los territorios orientales del Norte del Perú
y Sur del Ecuador. (Lege Steward, 1948: 618).
10 También hemos podido recoger algunos informes sobre caravanas de llamas que desde
luego son muy interesantes. Es necesario aclarar que no se pretende ofrecer información
sobre aquellas zonas donde las caravanas1 siguen en uso, como es el caso de junín, por
citar un ejemplo (vide Hurtado de Mendoza, 1987: 201), oen Cuzco (vide Custred, 1974) y el
Altiplano (vide Koford, 1957: 212; West, 1981a). Sino apuntar tan solo algunos datos para
aquellas donde estas o han desaparecido o están por desaparecer.
11 Así Squier (1974: 132), en el viaje que hizo por el Perú entre los años 1863 y 1877, describe
su bajada de los Andes en la zona altiplánica y se refiere al lugar denominado La Portada,
a 3,800 msnm. Y dice que “Los comerciantes de Tacna han construido aquí un tosco
encierro para recuas de llamas que vienen desde el interior con productos para la costa...”
12 Cristóbal Campana (Comunicación personal, 19 de agosto de 1992) nos ha facilitado datos
sobre la vida de clon Víctor Huamanchumo, que vive aún en la playa de Chimos, cerca de
Samanco al Sur de Chimbote (distrito de Samanco de la provincia de Santa, en el
departamento de Ancash), donde llegó a ser alcalde. Su abuelo le contaba, que allá por el
años 1920, “... se repartieron el mar desde Huanchaco. Entonces él vino con su abuela que
estaba encinta y encontró un sitio en el Sur, porque al Norte todo estaba lleno”. Pero
regresó a Huanchaco para pedir su título. Entre otras cosas cuenta, que encontraron un
salar y una “salitronera”. Campana nos ha explicado que una “salitronera”, es la sal rojiza
que no es dañina y tiene la cualidad de salar el pescado sin endurecerlo, lo deja elástico.
Lo interesante es que su abuelo se iba con hatos de llamas hasta Recuay y traía papas, ají y
ollucos hasta el valle de Nepeña y regresaba a la sierra con pescado salado.
13 El mismo Cristóbal Campana (Comunicación personal, 19 de agosto ele 1992) nos ha
relatado que entre los años 1936 y 1938 su padre, Manuel María Campana Castillo,
trabajaba con Miguel Deza. Hacía viajes desde Chacra Camigorco, a 3,300-3,400 msnm en
Santiago de Chuco (en la provincia homónima del departamento de La Libertad), hasta
Tamboras, que es un recorrido aproximado de 60 km. Llevaba consigo una recua de 50-60
llamas, y cada una cargaba entre 6 y 7 arrobas, es decir entre 69 y 80.5 kg. Él venía
montado en una llama y llevaba una alforja arrobera, es decir, 1/2 arroba a cada lado
[corresponde a 11.5 kg.]. Hay que tomar en cuenta que el señor Campana medía 1.75 m de
estatura y pesaba 75 kg. Lo que significa que la llama cargaba en total un peso de 86.5 kg.
(Fotografía 56).
14 Recuerda Campana, además, que Gustavo Padrós al que ya nos hemos referido y que tenía
un hato de aproximadamente 100 llamas, aún en los años 1940-1943 venía hasta las
alturas de Trujillo desde Ancash con sus animales.
368

15 Matsuzawa (1978: 670) por su parte, ha recibido información de Antonio Trujillo, que la
gente de San Marcos, a 8 km río abajo de Chavín de Huántar (en la provincia de Huari del
departamento de Ancash), lleva sus llamas cargadas a través de la Cordillera Blanca y
Negra hasta Casma, en la costa, para comprar productos marinos y otros que no se
encuentran en las serranías. En línea de aire hay 80 km, y se emplea seis días para hacer el
recorrido.
16 También hay noticias relativas a la parte alta de la Costa Central, que se remonta a la
década de los años 40. Ellas han sido recogidas por Dillehay (1987: 438) de informantes
locales. Se refiere al movimiento de bienes y gente antes que se construyera la moderna
carretera a Lima. Había redes de comercio indirecto entre grupos de la puna de Junín y
Canta. Pequeñas caravanas de llamas de la puna de Junín llevaban tejidos, carne seca de
llama, carne de vacuno y trucha salada hasta Canta, a cambio de faltas, maní y maíz del
valle medio, además de ropa, radios y artículos de plástico que provenían de Lima.
17 Más al Sur, Valcierrama Fernández y Escalante Gutiérrez (1983: 76), narran los viajes de
los Harneros a la costa, desde Huancavelica hasta lea. “En los lugares de la costa a los que
iban, permanecían pocos días, entre 3 a 4, ya que el calor afectaba a las llamas y les daba
peste, por eso alquilaban canchones al dueño de la casa a la que llegaban, y mientras ellos
hacían sus canjes, pagaban a los niños (hijos o allegados de los dueños del canchón) para
que cuidaran que durante el día las llamas no se echaran al suelo, porque si lo hacían se
les hinchaba el estómago y ya no separaban más. Evitaban también que caminaran y sólo
al atardecer las arreaban a los riachuelos para que tomaran agua”. Esta nota resulta
interesante, en cuanto señala como el cambio brusco de ambiente, afectaba a los
animales, que necesitan seguramente cierto tiempo para acostumbrarse.
18 Masuda (1981: 190) trae información que le ha sido proporcionada por Shigueyuki Kumai,
que estaba llevando a cabo trabajos en Soras, en el departamento de Ayacucho. Hasta allí
llegan los Harneros que llevan cochayuyo desde Camaná. Parece que antes los pastores de
esta región explotaban más activamente este recurso marino, a juzgar por lo que han
declarado los ancianos. Hoy esta actividad está perdiendo importancia. A pesar de todo,
Masuda, durante el reconocimiento que hiciera en 1978, ha podido conseguir noticias
sobre las actividades de los pastores en la Costa Sur. En Chala, dos informantes
manifestaron que los pastores llegan hasta muy cerca de la costa, en la época de
formación de las lomas, donde dejan las llamas a cargo ele unos cuidadores. Ellos
descienden a las riberas y “pescan algas”. En La Bodega, que está entre Atico y Ocoña, una
informante dijo que en 1976 llegaron los pastores, que dejaron el rebaño en la parte alta
donde hay pasto y ellos bajaron para “pescar algas”. Otro testimonio interesante es el que
se obtuvo en Agua Salada, donde en años húmedos vienen pastores con llamas, pero ellos
no se hicieron presentes ni en 1978 ni en 1977, porque fueron años secos.
19 Masuda señala que en la zona donde se ubica este pueblo de cochayuyeros, hay muchos
sitios arqueológicos, entre los que se encuetra el famoso asentamiento incaico de
Quebrada de la Vaca y, además, hay corrales. Los informantes indican que los pastores
aprovechan esos corrales para guardar sus rebaños, mientras recolectan el coctayuyo.
20 A la misma zona se refiere Concha Contreras (1975: 73), quien especifica que el viaje a los
valles costeños, no sólo se hacía con el fin de adquirir productos, sino que muchos
pastores viajaban hasta hace 30 años aproximadamente (es decir hacia 1945), como
fleteros. En otras palabras, los comerciantes de la zona contrataban a los pastores para
llevar o traer cargamentos de la costa, en sus llamas. Algunos llarneros han informado
369

que viajaban hasta el puerto de Chala, para llevar azúcar y arroz, pero que ahora que hay
carretera esta actividad ha desaparecido.
21 Por su parte Trimborn (1975: 18), al describir el sitio de Tocuco, en el departamento de
Tacna, escribió: “El 4 de setiembre de 1970 observamos cerca de Pachía una caravana de
llamas con carga que se dirigía valle arriba, la que puede tomarse como un ejemplo del
trueque o “cambalache”.
22 Pease (1981: 197) hace referencia a un trabajo que llevó a cabo en 1977 y dice: “Al margen
de constatar la presencia de hombres de Sibayo en la costa, se apreció que paite del
movimiento se realizaba con auquénidos, y paite por carretera...”. Esto es interesante, en
cuanto esta observación se hizo en Punta Coloca, al norte de Moliendo (provincia de
Islay), en la costa del departamento de Arequipa. Mientras que Sibayo se encuentra en la
parte alta del valle del Coica, a 3,810 msnm, en la provincia de Cailloma del mismo
departamento.
23 Browman (1990: 42) es de la opinión que en la actualidad las recuas han quedado
principalmente como mecanismos para disminuir los riesgos, ya que le proporcionan a los
campesinos alternativas para asegurar el mínimo sustento económico en los períodos de
crisis, como la escasez de petróleo por la década de 1970 o en la sequía de 1982-1983.
24 Como decíamos en otro pasaje de este libro, las tradiciones ancestrales perduran en los
pobladores andinos con mucha más fuerza de lo que se piensa. Es así que a mediados del
siglo XVIII, Bayer nos ha dejado la hermosa descripción del chaco. Él escribió: “Los indios
cazan las vicuñas de la siguiente manera. Las arrean desde los cerros hacia un valle, el
cual cierran con una larga cuerda, en la que atan muchos vellones blancos y plumas.
Cuando todos estos objetos se mueven por el viento, las vicuñas se asustan, de tal manera
que no se atreven a saltar por encima de esta cuerda. Entonces los indios van reduciendo
el cerco de esta cuerda, hasta que las vicuñas estén muy cerca, momento en el cual
ingresan ellos dentro del círculo, le arrojan a ella sus liwis por las patas, hasta enredarlas y
hacer caer a los animales al suelo. Los liwis se componen de un lazo que remata en tres
cuerdas, en cada una de cuyas puntas hay una bola de plomo. Acto seguido, le cortan el
cuello. Los indios son tan listos en esta cacería, y al mismo tiempo tan favorecidos por la
suerte, que en un día cogen más de 40 a 50” (Bayer, 1969: 42-43).
25 Y Tschudi, en la primera mitad del siglo XIX, también ha descrito el chaco y además
participó en él, de modo que su testimonio es muy valioso. Él ha escrito: “Los indios raras
veces usan armas de fuego para cazar vicuñas. En abril o mayo, cuando los caballos
retornan de los pastizales de invierno, los indios salen a atrapar vicuñas en el llamado
chacu. Cada familia de los pueblos de la puna debe mandar por lo menos un hombre para
participar en esta cacería. Las viudas los acompañan en calidad de cocineras. Todo el
grupo, que consta de setenta, ochenta o más individuos, sube a los altos de la puna donde
se encuentran las manadas. Llevan consigo palos y enormes mazos de cordel. En cualquier
planicie apropiada, entierran los palos en el suelo a unos quince pasos de distancia y los
unen con el cordel a unos dos o dos pies y medio de altura. De esta manera, forman un
cercado circular de alrededor de media hora de circunferencia, dejando a un lado una
abertura de unos cien pies de ancho. Las mujeres cuelgan del cordel trapos de colores que
son movidos por el viento. Tan pronto queda terminado el chacu, los hombres, parte de
ellos a caballo, se dispersan y van espantando las manadas de vicuñas de muchas millas a
la redonda para hacerlas ingresar al círculo. Cuando hay adentro un número suficiente,
cierran el cerco. Los espantadizos animales no se atreven a saltar por encima de la pita
370

con los trapos de colores que se mueven al viento, siendo posible matarlos fácilmente con
las bolas. Estas armas consisten en tres bolas de plomo o piedras, dos pesadas y una
liviana, aseguradas a largas cuerdas hechas de tendones de vicuñas, unidas en sus
extremos. Para usarlas, el indio coloca en la mano la bola más liviana y hace girar las
otras en amplios círculos sobre sus cabezas. A una distancia debida, quince a veinte pasos
del blanco, suelta la bola de la mano y las tres vuelan girando hasta el punto de destino y
se envuelven alrededor del primer objeto sólido que encuentran. Generalmente, apunta a
las patas traseras de los animales, las cuales quedan amarradas en forma tan sólida que
impiden todo movimiento, haciendo caer al suelo el animal.
26 Se matan a las vicuñas así cazadas y se distribuye su carne por paites iguales entre los que
participan en la cacería. Las pieles son propiedad de la Iglesia: las entregan al párroco o
las venden para realizar las reparaciones necesarias en el templo. En el año 1927, clon
Simón Bolívar dictó un decreto para que las vicuñas cogidas en los chacus no fueran
muertas sino solamente trasquiladas. La ley quedó en vigencia apenas un año ya que era
casi imposible trasquilar a estos animales. Se dice que en tiempo de los Incas existía una
ley similar, pero que era permitido matar a los machos adultos.
27 Si entran guanacos en los chacus, siendo éstos menos espantadizos que las vicuñas,
rompen el cordel o saltan sobre él; en este caso, las vicuñas los siguen. Por lo tanto, se
tiene buen cuidado de no incluir guanacos en la redada. Una vez muertas las vicuñas, se
recoge los palos y los cordeles, cosa que las mujeres hacen con suma rapidez, y se vuelve a
armar el chacu una cuantas millas más allá. La cacería dura una semana. La cantidad de
animales muertos en estas oportunidades, varía. Durante cinco días participé en un chacu
enlos Altos de Huahuay. Fueron cazadas 122vicuñas...“ (Tschudi, 1966: 246-247). Koford
(1957: 218; que ha utilizado la edición inglesa de Tschudi de 1847, que es una traducción
de la original de 1846), sugiere que probablemente Huahuay corresponde a Huayllay, que
está al Oeste del lago de Junín. Nosotros creemos más bien, que se trata de Huaihuai,
donde había una estancia, en la provincia de Yauli, distrito de La Oroya, en el
departamento de Junín (vide Stiglich, 1922: 483).
28 No podemos terminar este Capítulo, sin recordar que los Camélidos no han perdido nunca
importancia en las artes populares y que en diferentes materiales, se ha seguido
representando a estos animales (e. g. Fotografías 57 y 58). Este es un tema que merecería
un estudio.

NOTAS
1. Sabemos que stricto sensu el término caravana no es conecto. Pues el Diccionario de la Real
Academia Española (1970: 258) define que caravana es el 'Grupo de gentes que en Asia y África se
juntan para hacer un viaje con seguridad...”, lo que evidentemente no es el caso andino. Pero esta
palabra ha sido muy utilizada en la literatura científica, como sinónimo de recua, voz que además
se origina del árabe rakuba, que quiere decir caravana. De modo que nos hemos tomado esta
licencia.
371

9. Datos arqueológicos e históricos


referentes a los territorios de otros
países americanos

1 En este capítulo reuniremos toda la información que hemos encontrado referente a


Camélidos en otros países americanos. Es necesario señalar, sin embargo, que en este caso
la búsqueda de datos no ha sido exhaustiva, ya que originalmente no ha sido nuestra
intención salir de los términos de los Andes Centrales. Los datos que expondremos, son
los que hemos ido encontrando, y sólo en algunos casos hemos ahondado la indagación.
No pretendemos, pues, ofrecer un cuadro completo del asunto. Creemos más bien que
ellos podrán servir a otros colegas que quieran emprender la tarea de hacer un estudio
similar al nuestro.
2 Seguiremos haciendo la descripción con un criterio geográfico, comenzando por la parte
septentrional y en cada caso y, hasta donde es posible, seguiremos la misma línea de
desarrollo del tema que hemos aplicado para el territorio peruano.

9.1 Nicaragua
3 La noticia que expondremos sobre Nicaragua es muy escueta y, más que otra cosa, es una
curiosidad. Porras (1967: 19) se refiere a una carta de Pedrarias Dávila (cuyo nombre era
Peter Arias o Pedro Arias de Avila), entonces Gobernador de Panamá, dirigida al Rey en
abril de 1525. Esta carta fue puesta en verso en italiano y Henry Harisse (1866) la incluye
en su Biblioteca Americana Vetustissima. Es muy curioso que al relatar sobre Nicaragua, se
habla del paisaje y se dice: “... e pecore ussono di fine vello...” (“...y hay carneros de fino
vello...”). Está demás decir que en Nicaragua no había carneros. Por otro lado, cuando
Pedrarias estaba escribiéndole al Rey, recién se estaba desarrollando el primer viaje de
Pizarro, de modo que no se había visto aún los “carneros” del Perú. Es cierto, sin
embargo, que hay más de una evidencia -y algo de ello lo hemos indicado anteriormente-
que habían llegado hasta muy al Norte noticias de las riquezas del Perú. ¿Es que la de
Pedrarias es pura fantasía? Es posible, pero hay que preguntarse, ¿porqué ella se refiere a
carneros? No se nos ocurre con que animal pudo haberse creado la confusión. ¿O es que
372

las noticias de los “carneros” que había en los Andes le había sido transmitida por los
indígenas a los españoles, y es a ello que se refiere Pedrarias? No lo sabemos. Lo cierto es
que esta noticia no tendría ninguna importancia, si es que no existiera otra información
enigmática en la vecina Costa Rica, y de ella contaremos inmediatamente.

9.2 Costa Rica


4 A fines de la década de los años 70, Snarkis (1976) publicó un informe sobre las
investigaciones arqueológicas que estaba llevando a cabo en las tierras bajas orientales de
Costa Rica. (Estamos informados que Snarkis publicó otro trabajo anterior, en 1975, sobre
el mismo tema, pero no hemos podido leerlo). Entre otras cosas, Snarkis (op. cit.: 348, 350)
escribió: “... una pequeña pero provocativa evidencia de contactos entre Sudamérica y
Costa Rica es una vasija escultórica de cerámica de Línea Vieja, que representa un
miembro de los Camélidos, una familia de la fauna nativa del habitat andino. A pesar que
la vasija no tiene datos precisos sobre proveniencia y asociación, es definitivamente de
estilo El Bosque, lo que la sitúa alrededor del principio de la Era Cristiana1. Los
zooarqueólogos Dexter Perkins y Patricia Daly de la Universidad de Columbia
(comunicación personal) afirman que la representación en su morfología se parece más a
la llama o al guanaco que a un venado. El importante rol que han jugado las llamas
domésticas en las culturas precolombinas está mejor documentado en el área de Perú-
Bolivia, pero la familia de los Camelidae se extiende hacia el Norte hasta los andes de
Ecuador y Colombia, y el jefe panameño del siglo XVI, Tumaco, asombró al español Vasco
Núñez y a sus hombres modelando en arcilla un animal de cuello largo que ellos
inmediatamente reconocieron como un “camello”. Señalando hacia el Sur prosiguió
relatando a los españoles, que allí se podía encontrar mucho oro, y que la gente de dicha
región usa esas criaturas de cuello largo como bestias de carga (Casas 1961: 291 [nosotros
hemos narrado en el Capítulo 6 este hecho con lujo de detalles y allí consta la cita de de
las Casas, que en la edición de 1981 que nosotros hemos utilizado, corresponde al Libro III,
Cap. XLIX, 6001). El autor ha visto otras vasijas de Costa Rica representando animales
similares2 con ojos vendados y con carga amarrada. Podemos imaginar que ello
representa a un venado cautivo como se ha mostrado algunas veces en la cerámica
polícroma Maya (Gordon Ekholm, comunicación personal), pero queda la posibilidad que
algunos ceramistas aborígenes de Costa Rica hayan tenido la ocasión de ver ya sea una
llama actual o una representación suficientemente detallada para permitirle reproducir
fielmente las pezuñas abiertas de las patas y el labio superior colgante y profundamente
hendido característico de los camélidos americanos.”.
5 La fotografía que presenta Snarkis (op. cit.: Fig. 6, 350) (Fotografía 52) lleva como leyenda
“Recipiente de forma zoomorfa El Bosque que representa probablemente un miembro de
la familia Camelidae.”. En efecto, creemos que hay poca duda que se trata de un Camélido,
y concretamente de una llama. No vemos que otro animal podría ser. La única otra
posibilidad sería la del venado, pero no nos parece, sobre todo por la forma de sus patas y
el labio hendido, como bien lo señala Snarkis. Llama la atención un hecho, que el animal
ha sido representado con el cuello corto, exactamente como han figurado a las llamas los
artesanos mochicas, y como quizá fueron las llamitas prehispánicas ecuatorianas. ¿Es
mera casualidad?
6 Por otra parte, se trata de una pieza que, en términos de tiempo, correspode a lo que se ha
denominado Período Intermedio Temprano en el Area Andina Central. ¿Es qué ya en ese
373

entonces había algún tipo de contactos o relaciones entre los Andes Centrales y los
territorios que quedan mucho más al Norte? ¿Es qué esto tiene alguna relación con los
“carneros” de Nicaragua que menciona Pedradas? Son sólo preguntas, y como tales
quedan.
7 Fonseca y Richardson (1978) aportan algunos datos adicionales que nos parecen de gran
interés. Ellos se refieren al sitio Las Huacas, en la península de Nicoya en Costa Rica, sobre
el Pacífico. Allí describen dos fragmentos de esculturas que representan cabezas de
animales, que han sido encontradas en la Colección Velasco 1, que proceden del
cementerio de Las Huacas. Se le asigna una antigüedad de 180-525 años d. C. Dichas piezas
han sido descritas por Hartman (1907: Lám. 39-14, 22). La primera es de esteatita y la
segunda de serpentina. En ambos casos se trata de material que procede de Costa Rica.
Dichas piezas han sido mostradas a Otto M. Epping del Carnegie Museum of Natural
History y éste las ha identificado como Camélidos. En efecto, las ilustraciones del trabajo
de Fonseca y Richardson (qp. cit.: Fig. 2, 3. 4, 5 y 6, respectivamente pág. 303-307) son
definitivamente de Camélidos que bien pueden ser llama o alpaca. Descartamos la
posibilidad que sean guanaco o vicuña. (Fotografías 53, 54, 55 y Figura 35).
8 Siempre según Fonseca y Richardson (op. cit.: 300 et passim), en el cementerio de Las
Huacas se ha encontrado material que ha sido identificado como Maya. Es a base de ello
que los autores plantean la posibilidad de relaciones marítimas entre los Maya y
Sudamérica, vía balsas. Aunque no ofrecen mayores detalles.
9 Lo interesante es que, además de estas dos cabezas de Camélidos, la pieza reproducida y
descrita por Snarkis (loco citato, vicie supra) y luego las otras vasijas que éste menciona
(Snarkis. 1976: 350) y que representan Camélidos cargados, Fonseca y Richardson (op. cit.:
307) añaden un ciato más. Ellos recuerdan que Fischer (1882: 187, Lám. 8) ha ilustrado una
cabeza de Camélido de piedra procedente del noroeste de Costa Rica. Y comentan: “El
hecho que un jefe panameño haya modelado para los españoles un camélido en arcilla y
que haya podido relatar a los españoles que ellos fueron usados como bestias de carga,
refleja el conocimiento que había de las llamas en Centro América durante el siglo XVI (de
las Casas. 1961: 291 [en nuestra bibliografía 1981: Libro III, Cap. XLIX, 600]).”
10 Estos datos son intrigantes, pero con la información que tenemos cualquier comentario
sería mera lucubración.

9.3 Venezuela
11 En el caso de Venezuela, los hechos son más lógicos y tienen una explicación más fácil.
12 Es Gil (1989) el que nos ha llamado la atención sobre esta información. En su obra él relata
aspectos de la historia del Orinoco, y explica que en 1531 la Corona firmó la Capitulación a
la Compañía de los Welser.” La gobernación de Venezuela se convirtió así en un
monopolio de los banqueros alemanes...” (Gil, op. cit.: 42).
13 Los alemanes gobernaban en Coro. Ambrosio Alfinger y Nicolás Federman “... habían
buscado con ahinco el ansiado paso a la Mar del Sur en sus expediciones (1529, 1531 y
1530 respectivamente). Todavía en agosto de 1530 micer Ambrosio, celebrando en Coro
una información, no sólo se había jactado de haber sometido a pueblos innumerables, sino
sobre todo de haber comenzado a explorar el lago de Nuestra señora de Maracaibo...”.
Además habían llegado a sus oídos ai mores de “... gente vestida con varvas, casas de
piedra, ovejas” (Gil, op. cit.: 43). Es por eso que el 12 de mayo de 1535, Jorge de Spira “...
374

tomó el camino haz<i>a Mar<a>capana, que dezimos los llanos de Mata porque habcia
aquella tierra se tuvo gran noticia de mucha riqueza” (138) (La Nota 138 reza: A. G. I.
Patrón. 27, 18 f. 3r; A. G. I., justicia 65. n°4 f. 162). Se interna, pues, siguiendo la Sierra
Nevada buscando oro, pero fracasa. Es por eso que los descubrimientos se desplazan hacia
el Oeste “... con lo que la región mítica adquiere a ojos vistas un marcado tinte peruano: el
cacique Guaiguri dio a entender a Spira que de la otra parte de las sierras 'hallarían los
cristianos mucho oro e plata e ovejas mansas como las que se hallan en el Perú (140), y
parecidas informaciones, que situaban siempre el oro al Poniente, volvió a recoger el
capitán general en Zubiairi en el río Pampamene y en el Bermejo (141)”. (Gil, op. cit.-. 44-45;
la Nota 140 corresponde a G. Fernández ele Oviedo, Historia, XXV 11 [BAE 119, p. 37b]; y la
Nota 141 a G. Fernández de Oviedo, Historia, XXV 13 [p. 41b; p. 42a] ; XXX 14 [p. 43a]. cf.
Hutten, Diario, pp. 363-364).
14 Había acuerdo, según probanzas realizadas en Coro en 1538, que tocia la riqueza estaba
pasado el Pampamene. Indica Gil que “Los guaipiés del dicho río, que parecen ser los
guayupés actuales 'indicaban según el intérprete Esteban Martín' hacían mil viajes y
ademanes y daban golpes en grandes tinas, en señal de que más adelante se encontraba
suma infinita de oro y plata en vasijas, tinajas y otros recipientes, pues los de aquella
región no usaban de otro metal para su vajilla; así también, para indicar que tenían ovejas
corcovadas llamadas emas, según indicaron Juan de Villegas (f. 22v), Francisco de Villegas
(f. 47r), Jerónimo de Cataño (f. 40r) y Damián del Barrio (f. 37v) [A.G.I. Justicia 990, n°2,
10], 'se ponían de pies e manos en tierra e balavan', como precisa Frutor de Tudela (f. I4r),
que sabía ademas, que el cacique señor de Toroiva había estado con su padre de niño en
aquella región de la que había traído una oveja cargada de oro, índico remedo del carnero
de dorado vellocino.” (Gil, op. cit.: 45). Se trata de la región de Sierra Nevada, dondes están
los ríos Pampamene y el Bermejo.
15 Luego Gil trata de la búsqueda del Dorado y de los “... cerrillos y laguna de Caranaca, muy
dentro de los Llanos...” y explica que “... la laguna de Manoda pasa a llamarse laguna de
Caranaca.”. Allí aclara que la tradición que se propaga en la segunda mitad del siglo XVI,
se hacía remontar a la expedición de Ordás, cuando un indígena intentó en vano que el
capitán se desviara por el río Caranaca. Señala Gil, que en el mapa del Orinoco, coetáneo
de Ortal, se coloca el río a siete leguas de Cabrute, y con la siguiente leyenda: “Río
Carranaca, por el cual entró Alonso de Herrera e pasó adelante e d'este río hasta el estero
de Meta por el río grande Huyapari ay XXXVII leguas.”. “Así fue como Caranaca recibió
sobre sí toda la pompa y las galas doradistas. En efecto, el presbítero Bernardo del Valle jo
Velasco sabía muy bien que aquella gente vestida y de mucha razón 'hera de la que avia
bajado del Pirú en el tiempo del Inga, porque desían tenían carneros como los del Pirú'
(656)”. (Gil, op. cit.: 163; la Nota 656 corresponde a A.G.I., SDom. 15, 1 n°8 ff. 8v-9r). Esto
sucedía a fines de 1500. El río Meta está en la zona fronteriza entre Venezuela y Colombia,
y desemboca en el Orinoco.
16 En efecto, Fernández de Oviedo narra el viaje del gobernador Jorge Espira en 1536, cuando
éste entró por la “... nascion de los caquitios...” y luego “... a un poderoso río llamado
Apuri...”, y a otro río “... a que llaman Darari...” y luego “... hasta otro río que se dice
Cazavari...” y alli se enteraron que “... en las mismas sierras había un cacique llamado
Guaigueri, el cual daría a los cristianos entera relación de todo.”. En efecto “Este cacique
le dio a entender que de la otra parte de las sierras, hallarían los cristianos mucho oro e
plata e ovejas mansas como las que se hallan en el Perú, y las guardan de noche en sus
corrales; y que es tierra de sabanas y falta de leña, e que todas las vasijas del servicio de
375

los indios son de oro e plata. E que en dos lunas de camino llegaría a un cacique o rey,
señor muy grande, que le llaman Caciriguey, donde está aquella riqueza; y aquel granel
señor, que es muy poderoso y señorea una gran población, e que tiene una casas grandes
de oración, o mesquitas, donde ciertos días de la semana se hacen ciertas ceremonias. Y
finalmente dijo muchas particularidades de aquellas riquezas, y que las sierras eran
ásperas mas que se pasarían sin peligro, y que él quería ir con el gobernador a mostrarles
a los cristianos lo que decía y el camino.” (Fernández de Oviedo, 1959b: Libro XXV, Cap.
XI, 37).
17 Así visitaron a los indios Mazopides y Guaipiés y “... teniendo noticia que desta parte de
las sierras estaba el nascimiento de Meta...” pasaron el río Oppia que se encuentra a
190-200 leguas de Coro (Fernández de Oviedo, op. cit.: Libro XXV, Cap. XI, 38). Así el gnipo
llegó al nacimiento del río Meta y tuvo graves choques con los guaipiés. Prosiguiendo el
viaje llegaron al río Papomane (o Papomene) donde también moraban los guaipiés,
mientras que un poco más lejos se encontraban los chogues. La nación rica estaba “...
desde el río Bermejo... (a) ocho jornadas...”. “Decían más estos indios: que ollas e tinajas e
todas las otras vasijas del servicio de los indios de aquella tierra rica, eran de oro y plata;
y nombraban el oro fino por su nombre, e lo bajo e la plata por consiguiente. E decían de
qué manera eran las ovejas, e las nombraban de la manera que tienen nombre en el Peni,
llama; e decían cómo las traían mansas e las metían en sus corrales.”. Y “Uno de aquellos
indios principales afirmaba que él había estado en la tierra que decía e que había visto
con sus ojos aquellas grandes riquezas que recontaba.” (Fernández de Oviedo, op. cit.-.
Libro XXV, Cap. XIII, 42).
18 De esto se desprende que las noticias de las riquezas del Perú se habían difundido hasta la
parte septentrional de Sudamérica. Pero ello sucedía varios años después de las hazañas
de Pizarra y de sus hombres, que causaron sin duda un impacto sin igual entre los
indígenas y ello casi seguramente aceleró la propagación ele los sucesos. Además, en este
caso estamos tratando de una zona que estaba muy cerca de los límites norteños del
Imperio Incaico, que se había extendido hasta allí relativamente poco antes de que se
produjera la Conquista.

9.4 Colombia
19 Steward (1949: 718) escribió que las llamas “... nunca llegaron a Colombia...”. Veremos que
esto no es tan cierto.

9.4.1 Datos arqueológicos

20 Sólo contamos con una información arqueológica, correspondiente al sitio de San Luis
(Ipiales, en el departamento de Nariño). Uribe (1977-1978:116) informa que los restos de
Camélidos encontrados en dicha localidad, pertenecen en su totalidad a animales de todas
las edades, desde recién nacidos con dientes de leche, hasta adultos viejos de ambos sexos.
Los restos han sido clasificados como pertenecientes al ‘Orden Artiodactyla, Familia
Camelidae, Género Lama.”.
21 Del informe se desprende que se trata de un basural, pero no se presentan datos sobre la
cantidad de material óseo hallado. Sólo se muestran dos artefactos elaborados con hueso
de llama y en la Lámina 2-4 se ven tres mandíbulas de Camélido. Con respecto a la fecha,
376

Uribe (loco citato) ha escrito: “No fue posible obtener carbón para fechar el basurero. El
material cultural ele San Luis es idéntico al obtenido por los arqueólogos de FINARCO en
el sitio de Piluán, para el cual obtuvieron la fecha de 1450 d. C. (Groot, Correa & Hooikas,
1976).” (Este dato es repetido por Stahl, 1988: Tabla 1, 358).
22 Si la fecha señalada por Uribe es correcta, y si ella es tomada con la relatividad con la que
hay que considerar los fechados radiocarbónicos, se podría pensar que estos animales
llegaron hasta tierras colombianas como consecuencia de la expansión incaica. Pues, si se
acepta la cronología propuesta por Rowe (1946), Topa Inca llegó hasta Quito entre 1463 y
1471. Y posteriormente Huayna Capac expandió su dominio hasta el río Ancasmayo, es
decir hasta el límite entre Ecuador y Colombia. Sin embargo no hay que olvidar que en el
Ecuador estos animales existieron antes del Horizonte Tardío (vide infra), de modo que los
colombianos podrían haber procedido de ese stock.

9.4.2 Datos históricos

23 Novoa y Wheeler (1984: 124) han afirmado que “Las fuentes etnohistoricas señalan que las
llamas acompañaron a las armadas incaicas tan lejos como el Sur de Colombia... durante
el período 1430-1532 d. C”. Desafortundamente los autores no citan las fuentes de su
información, que nosotros no hemos pocliclo hallar. Franklin Pease (Comunicación
personal, 26 de Mayo de 1992) no recuerda tampoco ningún dato al respecto.
24 Nosotros, insistimos, no hemos podido hacer una investigación exhaustiva de las fuentes
históricas, pero contamos con alguna información. Hay una mención de Cieza de León
(1984: I Parte, Cap. XXVI, 89), que en el siglo XVI escribía narrando su viaje de Popayán a
Cali, y refiriéndose concretamente a la “prouincia de Buga”, dice que al morir Chritóual
de Ayala, se vendieron sus pertenencias, entre las que figuraba “... vna oueja de las del
Perú...” por la que se pagó 280 pesos.
25 Luego en 1537 la Audiencia de Santo Domingo le comunicó al Rey que había traído al
Capitán Francisco César, tras superar las sierras de Urabá. Y en dicha carta se dice que
éste “... llegó a tierras donde halló gente vestida de la misma ropa del Perú y ovejas y
otras cosas muchas de las de aquellas partes...” (Carta del 30 de mayo de 1537. AGÍ, S.
Dom. 49, Vol. II, №57; Audiencia de Santo Domingo, 1989).
26 Y Huaman Poma de Ayala (1936: f. 990), a principios del siglo XVII, al relatar sobre
Popayán, escribió que hay “... poco ganado...”, y si bien es cierto que él no conocía todas
las zonas de las que escribió, y evidentemente ésta es una de ellas, sin embargo al parecer
su información en este caso es correcta.
27 Sobre el particular escribió Tschudi (1885:95-96; 1891:98; 1918: 208-210; 1969: 126-127):
“En las obras ele los antiguos cronistas del Perú no he encontrado datos claros acerca de
la llama, de su extensión hacia el Norte, siendo vagas las referencias de que las había
numerosas en Nueva Granada. Creo muy difícil que esto sea exacto, pues además de la
carencia de toda noticia fidedigna acerca de la existencia de las aukenias en las altas
mesetas de Nueva Granada, lo cierto es que los habitantes de esas comarcas, usaban para
vestirse sólo el algodón pero no se servían de la lana, porque no tenían animales
domésticos que la proporcionaran. Además, no se ha encontrado hasta ahora objetos que
pudieran representar a la llama entre las muchas antigüedades sacadas de allí, mientras
que en el Peni esos objetos son muy abundantes (127).”. Tschudi en efecto tiene razón, en
377

cuanto las únicas citas que hemos podido encontrar en los cronistas, son las que hemos
reproducido (vide supra).
28 La Nota 127 que señala Tschudi, es una carta que le escribiera Alfonso Stübel, a la que nos
referiremos inmediatamente. Ella dice así: “En Colombia la llama no se ha naturalizado en
ninguna parte, ni se ha importado como bestia de carga. La razón debe consistir en las
condiciones del clima y en especial en los fuertes aguaceros que caen en la Cordillera casi
todo el año, y a consecuencia de lo cual los caminos son lodazales, por los que difícilmente
pueden caminar las llamas. En Pasto vi dos de estos animales que se tenían más bien como
cosas raras. Más al Sur sólo se encuentra la llama como animal doméstico, en las comarcas
de Quito... así que bien se puede considerar la línea del Ecuador, como el límite
septentrional habitado por esta especie”. Y más adelante añade: “En cuanto a la vikuña,
no se la encuentra... en Colombia...”. (Stübel, 1885; 1891; 1918; 1969). En este caso la
traducción de 1969 es extremadamente mal hecha, pues hasta distorsiona el sentido
original. Además en vez de “Pasto” se dice “Pasco”. Esta nota de Stübel es interesante,
pero la razón que esgrime de los aguaceros, como restricción para las llamas, es sin duda
sin sentido.
29 Es interesante que Bennett (1946a: 54) al comentar la época incaica en Colombia,
menciona las limitaciones ambientales que existieron, tanto para el hombre como para la
cultura, y que frenaron la expansión de los incas. Allí dice que las llamas y las alpacas no
se criaron en Colombia. El atribuye esto en gran parte a que el alto páramo no es apto
para estos animales y señala que ni siquiera las formas silvestres, como la vicuña y el
guanaco, se encuentran allí.
30 Por su parte Pulgar Vidal (1950:19/85) escribe una nota muy general, pero no proporciona
datos concretos. Sólo dice que “Ningún cronista refiere con precisión si entre los pueblos
indígenas de la Nueva Granada se hallaron auquénidos pero sí recuerdan que las huestes
de Belalcázar trajeron llamas como bestias de carga, las cuales se convirtieron en objeto
de comercio y sus carnes constituyeron el manjar de los festines que se invitaron entre sí
los conquistadores. Pedro Cieza de León dice que en Cali se pagó 280 pesos de buen oro
por una oveja del Perú.”. El dato de las llamas traídas por los españoles, nosotros no lo
hemos podido encontrar.

9.4.3 Información adicional

31 Como mera información, pues el dato debe ser tomado con las reservas del caso dado que
viene de Cardozo (1974a: 11), a quien no le podemos dar credibilidad, podemos señalar la
existencia de algunas llamas en Nariño en tiempos modernos.
32 En lo que se refiere a los guanacos, sólo hemos podido encontrar una cita muy puntual,
que sin embargo resulta interesante, aunque necesitaría comprobación. Es de Rivero
(1828), quien en forma lacónica anotó: “Este animal lo he encontrado en la cordillera de
Bogotá.”. Y es curioso que Gilmore (1950: 433, 447) sostiene la posibilidad de la existencia
de guanacos en el Sur de Colombia, pero exclusivamente por el topónimo “Páramo de
Guanaco”, que nosotros no hemos logrado ubicar.
33 Como se podrá apreciar, si bien es cierto que hubo pocos Camélidos en los actuales
territorios colombianos, no se puede decir que no existieron. Es imposible saber desde
cuando estuvieron allí. Si bien podrían haber llegado como consecuencia de la expansión
incaica, todo parecería señalar que lo hicieron por vía indirecta y no llevados por los
378

incas. Habría que rastrear en la literatura si los españoles efectivamente llevaron llamas,
como sostiene Pulgar Vidal. En la actualidad no sabemos cuantos Camélidos hay. En 1982,
según Franklin (1982: Tabla 2, 475), había en Colombia 200 llamas. (Vide Cuadro 2).
34 Troll (1958: 29) menciona el trabajo de Hellmich (1940: 89 [que nosotros no hemos podido
leer]) donde se explica un intento de introducir llamas y alpacas en Colombia y que
aparentemente fracasó. Dice así: “Nada ilumina con mayor claridad el hecho de que entre
los Ancles de páramo y los de puna se trata de dos regiones biogeográficas de naturaleza
totalmente diferente, como la reciente tentativa, organizada por el Estado, de abrir a los
agricultores una fuente de recursos y mejores condiciones de existencia por medio de la
importación de llamas y alpacas. La totalidad de los animales que para reproducción
fueron distribuidos en los niveles altos de los Andes colombianos sucumbieron porque el
clima húmedo de la estepa de páramo no les era favorable”.

9-5 Ecuador
35 Para el Ecuador la información es mucho más abundante, y la hay arqueológica e
histórica. Comenzaremos por la primera.

9.5.1 Datos arqueológicos

36 En primer lugar tenemos una cita muy general, relativa a la costa. Es de Wing (1986: 252)
que señala que se ha encontrado restos de Camélidos en entierros fechados entre 500 años
a. C. y 1,155 años d. C. Ella, sin embargo, se basa en el trabajo de Hesse (1980), que
citaremos más adelante.
37 Para evitar confusiones, debemos señalar que Lanning (1967b: 5) menciona la existencia
de restos de Camélidos en la Península de Santa Elena, al Norte del Golfo de Guayaquil.
Pero no se trata de restos arqueológicos, sino paleontolcigicos, pues se basa en los datos
de Hoffstetter (1952) que hemos tratado en el Capítulo 3 relativo a la Paleontología.
38 En lo que respecta al Formativo ecuatoriano, hay información interesante. En primer
lugar Brahns (1989: 67) menciona la existencia de representaciones de Camélidos en la
cerámica del estilo Chorrera. Esta información ha sido confirmada por Olaf Holm (in
litteris, 18 de noviembre de 1991) quien nos escribió que “En la cerámica de la cultura
Chorrera, aproximadamente entre 1200 y 200 años a. C. he visto una vasija de cerámica
escultórica en forma de llama. Es un ungulado y no creo que pueda ser otro animal que no
sea llama. Corresponde a la Costa Norte del Ecuador.”.
39 Pero un sitio importante de la época Formativa es Pirincay, en las serranías. Es
interesante anotar lo que Millery Gilí (1990: 51) pensaron sobre el yacimiento antes de
iniciar sus investigaciones. Ellos escribieron que en vista que no hay ninguna información
de Camélidos en las Relaciones Geográficas de Indias de 1582 (Jiménez de la Espada: 1965: 273
[en nuestra bibliografía corresponde a 1965a]), ni en los datos de la Cueva de Chobshi
cerca de Sigsig (Lynch y Pollok, 1981), ni en Tequendama en la sabana de Bogotá en
Colombia (Correal y van der Hammen, 1971) y tampoco en la zoología contemporánea
(Patzelt, 1979), estaban convencidos que tampoco los habría en Pirincay. Sin embargo,
como veremos inmediatamente, no ha sido así.
40 El sitio se encuentra en la sierra meridional del Ecuador, en la parte baja del río Paute, a
dos km al sur del pueblo homónimo, y a 47 km al noreste de la ciudad de Cuenca, en la
379

provincia de Azuay. El valle de Cuenca es el más sureño y el más árido de las tres mayores
depresiones de las tierras altas que separan los picos nevados y el frío páramo de las
cordilleras oriental y occidental del Ecuador. El valle del río Paute, forma un corredor
importante, entre el amplio valle de Cuenca con sus fáciles accesos a los llanos costeños
del Sur del Ecuador y el Norte del Perú y las zonas bajas tropicales clel Este. En la
localidad existe una hacienda homónima y es lugar de control del tráfico de los valles
altoandinos de Cañar y Cuenca y las zonas bajas tropicales del oriente (Miller y Gilí, 1990:
51; Bruhns, 1988- 1989: 71; Bruhns, 1991b: 1; Bruhns et al.: 1990: 221).
41 Indican Miller y Gill (1990: 51), que a pesar que el valle de Cuenca es considerado seco
para los estándares del altiplano ecuatoriano, tiene un promedio de precipitaciones que
es más alto que el de los valles comparables de las tierras altas clel Perú. No obstante que
la vegetación de los alrededores de Pirincay ha sido modificada notablemente, aún hoy
hay ecozonas que se expanden desde el páramo a exhuberantes praderas, hasta densas
florestas. Los autores señalan, además, que Bennett (1946 [1946a en nuestra bibliografía])
y otros autores han considerado esta área como aislada en el pasado y en el presente.
Parece claro, sin embargo, que ella ha sido durante mucho tiempo y desde el Pleistoceno
tardío, un gran corredor transversal de los Ancles meridionales del Ecuador. Las rutas
desde esta cuenca en el noroeste, llevaban a través clel valle de Cañar hasta el Golfo de
Guayaquil, o hacia el suroeste al valle de Jubones, a la costa sureña y de allí al Perú. El
valle de Pauta, en la divisoria oriental, forma un corredor natural hacia las tierras bajas
de la Amazonia, como se ha señalado más arriba.
42 El yacimiento de Pirincay tiene una cronología que se extiende desde el Formativo Tardío
hasta el Período de los Primeros Desarrollos Regionales. Los fechados radiocarbónicos,
dan un rango que se extiende desde 1,220 ± 120 años a. C. y 190 ± 45 años d. C. En el
Ecuador es contemporáneo con Cerro Narrio y la cultura Chorrera de la costa. Los niveles
más bajos de Pirincay son contemporáneos con el Horizonte Temprano del Perú, mientras
que los superiores corresponden al Período Intermedio Temprano (Miller y Gilí, 1990: 52).
Para este yacimiento se ha establecido tres grandes épocas, que han sido denominadas
Temprana, de Transición y Tardía. A la primera se le asigna una antigüedad de ca. 1,000
años a. C, a la segunda ca. 300 años a. C, y a la tercera ca. 100 años d. C. (Miller y Gill, 1990:
53).
43 En un principio sólo se informó sobre restos de Camélidos hallados en Pirincay,
correspondientes al Formativo (Wing, 1986: 250). Hoy sabemos que en los niveles que
representan a las fases tempranas y de transición no hay Camélidos. Es aproximadamente
hacia el año 400 o 500 a. C. (aunque en informes posteriores se menciona hasta 300 años a.
C.) que se ve en Pirincay un cambio de gran importancia en su economía, es la
introducción de los Camélidos en el área, que muy rápidamente adquieren un gran valor
(Bruhns, 1988-1989: 76; 1991b: 1-2; Miller y Gill, 1990: Tablas 1, 2, 3, 52-53).
44 En el trabajo preliminar que se hizo en Pirincay, sólo se mencionó dos hoyos con una gran
cantidad de huesos, la mayoría de los cuales fueron identificados por Miller de tipo llama/
alpaca. Se indicó también que los restos de Camélidos estaban articulados. Se señala la
existencia de artefactos para el tejido, de hueso de cérvido y Camélido (Hammond y
Bruhns, 1987: 53; Bruhns, 1988-1989: 72).
45 Posteriormente se informó que los huesos de llama estaban en la basura que correspondía
a los estratos que se sitúan en términos absolutos entre 400 años a. C. y la primera
centuria d. C., y que ellos son abundantes alrededor de los hoyos. A pesar que los análisis
iniciales señalaron que las llamas encontradas en los hoyos fueron jóvenes (de uno o dos
380

años), han aparecido indicios de un mayor rango de edades. Todo demuestra que estos
hoyos son restos de sacrificios o ceremonias (Bruhns, 1989: 70; 1991b: 3-5). Bnihns (1991b:
6) escribió que “... los camélidos indican que estamos en presencia de rituales más que de
consumo ordinario de camélidos.”.
46 En 1989 Bruhns escribía que los tipos y las especies de animales de Pirincay, son los
mismos que se encuentran en el sitio temprano de Chobshi. Sin embargo, en el quinto
siglo a. C. se abandonó la caza para dedicarse al pastoreo de Camélidos. Pues los huesos de
llamas y tal vez de alpacas, a base de los datos ele Miller y Gilí, representan casi el 95% de
la fauna de los estratos tardíos (Bruhns, 1989: 66). Más tarde se explica que cuando los
Camélidos llegaron a Pirincay, lo hicieron en una forma muy peculiar. Es así que la fauna
recogida en los estratos más tempranos de Pirincay, muestra un amplio espectro de
explotación con preferencia por el venado que luego cambia a más del 80% por peso de
hueso, a una especie de Camélido, que Bruhns define como “pequeña llama”. Se explica
que muchas de estas llamas fueron depositadas en hoyos especiales con una gran cantidad
de vasijas, ollas, vasos y escudillas (Bruhns, 1991b: 7).
47 En un informe posterior, Miller y Gill (1990: 55-56) ofrecen mayores detalles. Así se
especifica que en la fase Pirincay Tardío,”... la fauna se altera dramáticamente. En vez del
espectro de una fauna altamente variada y amplia que se ve en los componentes
denominados Tempranos y de Transición, se encuentra una dominada por los Camélidos.
El peso total de los huesos de éstos llega al 83.4%. Escribieron los autores: “Hasta donde
nosotros sabemos, una transición tan abrupta de la caza de animales silvestres,
principalmente cérvidos, a una dependencia casi completa de camélidos, no tiene paralelo
en ningún otro sitio de los Andes.”.
48 Se pone como ejemplo el paso gradual de la caza al manejo de animales que se da en
Junín, en Kotosh, en Huacaloma, en Huaricoto, en Chavín de Huántar, en Waywaka (todos
sitios que hemos mencionado y discutido en el Capítulo 4 de este libro). Y después de
haber indicado que la transición en los Andes Centrales se produce aproximadamente
desde los 5,500-4,200 años a. C. en el Sur y los 850-200 años a. C. aproximadamente en los
yacimientos más norteños (la bibliografía citada es: Wheeler Pires Ferreira,
PiresFerreirayKaulicke, 1976; Wing, 1972; Shimada, 1982, 1985; Sawyer, 1985), los autores
escribieron. “Pero en todos los casos el cambio desde la caza de cérvidos parece haber
ocurrido en una forma lenta y en incremento y fue siempre precedida por un largo
período de una explotación secundaria, menor, de camélidos. La transición en Pirincay es
claramente diferente del patrón peruano y tiene todas las características de una
revolución faunística y dietética. Tanto los niveles Tempranos y de Transición de
Pirincay, así como el conjunto faunístico cicla Cueva Negra de Chobshi, unos 80 km hacia
el sur (Lynch y Pollok 1981), sugieren que los camélidos ni siquiera existían en la región
de Cuenca antes del inicio del 1er milenio AC. Esta interpretación es corroborada por su
ausencia absoluta en todos los otros sitios en los Andes del Ecuador y de Colombia
estudiados y fechados antes del 650 AC (Correal y van der Hammen 1971; Wing 1986). En
la costa ellos parecen haber estado ausentes hasta los tiempos de la expansión incaica
hacia fines del siglo 15 (Byrd 1976).” (Miller y Gill, op. cit.: 56).
49 Bruhns el al. (1990: 232) han escrito algo parecido e insisten sobre la completa ausencia de
Camélidos en las serranías ecuatorianas, antes de la introducción de las formas
domésticas desde el Sur. Luego escribieron: “Los camélidos de Pirincay, esencialmente
más tempranos que otros descubrimientos de este animal, indican la introducción de la
pastoría hacia fines del Formativo, en vez de que llegue con las invasiones incaicas como
381

se había sugerido previamente.”. “A base de las evidencias osteométricas (presentadas en


detalle en Miller y Gill 1990), los camélidos de Pirincay representan una forma de llama
previamente no documentada, de un tamaño intermedio entre la llama contemporánea y
la alpaca. Esta llama de tamaño menor que lo normal, de la que se informó en tiempos
históricos como “la pequeña llama de Riobamba, Ecuador” (Gilmore, 1948 [es un error, la
fecha es 1950]: 437), no ha sido identifacada antes arqueológicamente.”.
50 Comentando estos hallazgos, Bruhns (1989: 67) dice que se hace muy difícil indicar los
orígenes de estos animales, además hasta la fecha no hay ninguna otra evidencia de
pastoreo de Camélidos en el Ecuador durante el Formativo. Tomando en cuenta, además,
que las investigaciones realizadas por Guffroy y sus colegas en Loja, no revelaron ninguna
evidencia de Camélidos al Sur de Azuay, “... aunque se dice que la Dra. Mathilde Temme,
también en Loja, ha descubierto unos camélidos en un contexto unos siglos más tarde que
Pirincay.”. Y termina Bruhns insistiendo nuevamente, que hay una falta total de
evidencias concretas para explicar el origen de los Camélidos de Pirincay, así como para
entender las razones de este “cambio revolucionario” en la economía del valle del Paute,
tanto en lo eme se refiere a la comida como en el transporte.
51 En otro trabajo, Bruhns (1991a: 4) plantea la posibilidad de contactos con el Sur, aunque
declara que no hay datos para saber como éstos se llevaron a cabo. Dice, además, que
mientras en los sitios peálanos hay evidencia de llamas y alpacas, en “... Pirincay
demuestra solamente una especie de camélido: una llama pequeña.”. La autora cree, sin
embargo, que junto con estos animales aparecen algunas “costumbres peruanas”, como
“... el sacrificio de los animales con la quema del esqueletoy el entierro de los huesos
quemados con ofrendas de ollas (probablemente con contenido de chicha), las fiestas del
consumo de carne de camélido, de chicha y la disposición de los huesos, parcialmente
articulados, las tazas y los jarros en pozos especiales...”.
52 Trataremos de resumir aquí las conclusiones que han sacado, por una parte Bruhns y por
la otra Miller y Gilí, sobre los hallazgos de Pirincay.
53 Comenzaremos por lo que dice Bruhns (1991b: 2). Ella supone que desde el momento que
el yacimiento en cuestión se encuentra tan sólo a medio día a pie del pajonal de altura, es
razonable suponer que la mayor parte de las llamas no fue mantenida cerca del sitio. El
análisis de los fitolitos hallados en los dientes de los animales, que fue efectuado por
William Middleton, ha demostrado que éstos comían alimentos de diferentes ecosistemas,
por lo menos poco antes de su muerte. Esto está sugiriendo que ellos Rieron traídos de sus
lugares de pastoreo, cuando fue necesario. Parecería que los animales pastaron también
en huertos o por lo menos fueron alimentados con restos de plantas domésticas, ya que en
los dientes se ha encontrado fitolitos correspondientes a fréjoles y maíz. 3 La autora
recuerda, que en la actualidad después de la cosecha a las ovejas y al ganado vacuno se les
da como alimento tallos y hojas ele maíz y, junto con ellos, van restos de plantas ele
fréjoles, que crecen enredadas en las plantas del maíz. No hay datos etnohistóricos sobre
la crianza de Camélidos en el Ecuador, ni tampoco hay estudios sobre los pequeños
rebaños que hay en las provincias de Imbabura y Chimborazo, de modo que no se sabe
nada sobre la forma de crianza ele estos animales, por parte de los nativos en los Andes
norteños. Según Bruhns, los modernos criadores de llamas y alpacas, que usan el stock que
se importó de Chile en 1980, mueven sus rebaños según las estaciones desde el pajonal a
los campos de pastoreo de las zonas más bajas del monte o del monte que ha sido
limpiado, ya que los pastos del pajonal de altura son pobres en nutrientes. Además hay un
parásito del hígado que ha sido introducido y que causa una mortandad considerable en
382

aquellos rebaños que son mantenidos exclusivamente en los pastizales de gran altura. Los
animales que se mantienen en otros lugares, como son parques arqueológicos, son
básicamente decorativos y no reciben prácticamente ningún cuidado. Hoy sabemos,
prosigue Bnihns, que los habitantes de Pirincay tenían llamas, de una variedad pequeña, y
las que fueron matadas en el sitio, han pastado en diferentes zonas de vegetación. Lo más
interesante, como insiste la autora, es que junto con las llamas aparecen algunas
costumbres muy distintivas que permiten obtener cierta información con respecto a las
llamas, tales como datos sobre el ritual, quizá hábitos de crianza, que pudieron llegar
junto con los animales, cuando ellos fueron traídos desde el Perú.
54 Miller y Gill (1990), que estudiaron los restos óseos de los Camélidos, plantean una
discusión muy amplia, que nos parece importante para el tema que estamos discutiendo,
y en consecuencia trataremos de resumirla.
55 En primer lugar indican que a juzgar por los valores de V (coeficiente de variación), los
Camélidos de Pirincay parecen haber constituido una población ele crianza homogénea y
de una sola especie. Y si se toma en cuenta la información estrictamente estadística, los
Camélidos de Pirincay no derivan de la misma población de las alpacas o las llamas de La
Raya, en el Perú (Miller y Gill, op. cit.: 57).
56 Luego los autores discuten las diferentes posibilidades ele interpretar los restos (Miller y
Gill, op. cit.-. 57-63). En primer lugar que éstos correspondan a una vicuña. Esta posibilidad
la descartan por tres razones. Primero por las características morfológicas de los
incisivos, luego por las diferencias en la osteometría y, finalmente, por la distribución
actual de estos animales. Ellos consideran que su límite septentrional está a los 9°30' de
Lat. Sur, en el departamento de Ancash, es decir hay una separación de 800 km con
Pirincay. Los autores admiten que toman esta posición a pesar que Cieza de Léon (1973:
110-155 [1984: 2361) y Vásquez de Espinosa (1942: 279-290 [1948: 3731) señalan la
existencia de vicuñas en el siglo XVI más al Norte de este punto, pero según Miller y Gill
otros autores no lo hacen. (Más adelante presentaremos la revisión de algunas fuentes
históricas).
57 La segunda posibilidad de identificación, es el guanaco. Los autores creen que hay que
desecharla también, si es que se utiliza la base osteométrica. Sin embargo ellos admiten
que la mayoría de las medidas con las que se cuenta, provienen de animales de Tierra del
Fuego, donde éstos parecen haber alcanzado un tamaño mayor que los que viven más al
Norte. También excluyen por insegura, la posibilidad de relación con Lama guanicoe
cacsilensis (forma dudosa que ya ha sido discutida en el Capítulo relativo a la taxonomía y
la filogenia). Otro argumento en contra, según Miller y Gill, es la biogeografía. A pesar que
Cieza de León (1973: 121 [1984: 1431) afirma la existencia de guanacos en el Ecuador, la
distribución más norteña de la especie es a 8o de Lat. Sur, en el departamento de La
Libertad y los autores creen que éste debió ser el límite también en la antigüedad (ellos se
basan en los estudios de Novoa y Wheeler, 1984: 121; Franklin, 1982: 473). Insisten Miller y
Gill, que otros autores tempranos, tampoco mencionan guanaco y vicuña (y ponen como
ejemplo a Vásquez de Espinosa, 1942: 361-385 [1948:338-360] y Jiménez de la Espada, 1965
[a]: 271-281), pero si ellos estaban en vía de extinción rápida en 1550, como escribió Cieza
de León, ellos pudieron haber desaparecido completamente entre 30 y 80 años más tarde.
Ahora bien, si los Camélidos silvestres fueron endémicos en las tierras altas ecuatorianas,
ellos habrían sido cazados por los hombres que vivieron en la Cueva Negra de Chobshi o
en las fases más tempranas de Pirincay, pero ello no ha sucedido. Los autores consideran
que los análisis que ha hecho Wing (1986) de la fauna de los otros sitios tempranos del
383

Ecuador, avalan su posición. Todo hace pensar que los Camélidos hallados en Pirincay
fueron domesticados e introducidos desde el Sur. Una prueba más, para los autores, sería
la presencia de Cavia.
58 La tercera posibilidad es que los animales de Pirincay hayan sido alpacas. Si esto se llegara
a demostrar, iría contra una serie de evidencias. En primer lugar la distribución. Las
alpacas no se extienden más allá de los 10°Lat. Sur en la puna de Junín (citan a Gilmore,
1947 [es un error, la fecha es 1950]: 433; Franklin, 1982: 473; Novoa y Wheeler, 1984: 119),
y antes de la expansión incaica, la especie pudo estar más restringida. Señalan la gran
concentración actual de estos animales en el Altiplano (Bustinza, 1970) y la hipótesis que
allí haya estado su centro de domesticación (Lynch, 1983), además que se trata de
animales que habitan por encima de los 4,000 msnm (Cardozo, 1954: 94). Mencionan
también la preferencia que tienen las alpacas para los bofedales (basándose en Cardozo,
1954:94; Gilmore, 1947[19501: 442; Webster, 1973:120; Palacios Ríos, 1977[a]: 37-39), y que
se les considera como las más especializadas ecológicamente de las cuatro especies
(Franklin, 1982: 474). Admiten, sin embargo, que a pesar que parecería que la alpaca esté
restringida a la puna, se ha señalado (Flores Ochoa, 1982: 69) que se trata de una
distribución artificial. Es por eso que se considera que la alpaca ocupa un refugio
ecológico y admiten que “... incorrectamente se ha interpretado eso como inflexibilidad
ambiental.”. Luego mencionan la importación ele alpacas en Australia (Vietmeyer, 1978) y
recientemente en el Ecuador (Meisch, 1987) y en la zona costera de California, pero
Millery Gill consideran que se trata de una ambientación por medios extraños y de
ninguna manera de un mecanismo de difusión.
59 Miller y Gill hacen hincapié que los estudios arqueológicos han demostrado que las
alpacas se concentran en la puna. Mencionan los trabajos realizados en Kotosh, en el
Callejón de Huaylas, en Tarma, en Huacaloma y en Manchan (Wing, 1972; 1977[al: 849-850;
Shimada, 1985: 296; Altamirano, 19831a]: 65). Y luego escriben ad litteram. “En todos estos
casos, sin embargo, las supuestas alpacas se encuentran en las muestras de la fauna con
camélidos más grandes interpretados como llamas. Es como si la crianza de camélidos se
introdujo en los andes norcentrales durante el Período Inicial y el Horizonte Temprano en
un solo conjunto pastoril que en forma inextricable unía las dos especies domésticas. Los
camélidos de Pirincay del tamaño de la alpaca son únicos en este sentido. Ellos aparecen
solos, sin ser precedidos ni acompañados por camélidos del tamaño de la llama. Si los
camélidos de Pirincay fueran alpacas, ellas estuvieron viviendo en una situación única y
sin paralelo en el registro arqueológico y para el cual no tenemos un buen análogo
etnográfico. Inclusive hoy, cuando los vehículos motorizados han contribuido a la
drástica reducción de las poblaciones de llamas en el Perú meridional, muchos criadores
de alpacas mantienen algunas llamas para el trabajo ocasional de carga (Flores Ochoa
1968; Palacios Ríos 1977[a]). Por eso, una población de sólo alpacas en Pirincay, implicaría
que su función en el sitio no estuvo ligada a transporte de larga distancia.” (Miller y Gill,
op. cit.: 60).
60 Luego los autores señalan que en la actualidad está en discusión el rol de las alpacas en
áreas separadas en tiempos prehispánicos, siendo sin embargo el uso primario limitado a
la utilización de la carne y/o de la fibra. Por eso si en Pirincay la alpaca fue empleada para
producir lana, entonces se necesitaría de las llamas para el transporte. La presencia de
alpacas sin llamas, según los autores, implicaría que la lana sólo fue usada localmente y
que el intercambio regional se llevó a cabo por medio humano. Sin embargo, esto va en
contradicción con las evidencias, pues se ha comprobado que en Pirincay hubo contactos
384

que van desde la costa pacífica hasta la Amazonia. Por otro laclo, la ventaja de la llama
para el transporte fue sin duda obvia para los que importaron la alpaca en Pirincay de
algún lugar sureño, donde se podían conseguir las dos especies.
61 Si los animales de Pirincay fueron alpacas para carne, las llamas de carga no fueron
necesarias. Pero es difícil imaginar, señalan Miller y Gill, porque se escogió las alpacas y
no las llamas para ese fin.
62 Lo que pone en duda que se trate de alpacas, son los incisivos. Con una sola excepción,
éstos corresponden al tipo guanaco/ llama. El estudio se hizo por el método establecido
por Wheeler (1982[b]) y, además, por comparaciones con animales vivientes. Esto fue
confirmado independientemente por Kent (Comunicación personal a los autores). Pero
admiten Miller y Gill, que el método no es seguro, de modo que los resultados quedan en
duda.
63 También analizan los autores la posibilidad que se trate de un híbrido llama/ alpaca, lo
que se llama un wari. Ellos no creen, sin embargo, en la posibilidad que la población de
Pirincay haya sido sólo de estos animales. Los wari son la primera generación de la unión
de la llama con la alpaca. La generación F2 tiende a regresar al stock de parentesco, sea de
la llama o la alpaca. De modo que una población autosostenida en Pirincay, no habría sido
posible.
64 Finalmente, Miller y Gill (loco citato) discuten la última posibilidad, es decir que los
animales de Pirincay sean llamas. Los análisis osteométricos que se han hecho,
demuestran que se trata de animales más pequeños que la llama. Pero dado que se ha
rechazado todas las otras posibilidades, es necesario volver a analizar el caso. Los
materiales que se utilizaron para efectuar las comparaciones, han provenido de La Raya y
de colecciones de los Estados Unidos. Se hace la salvedad que debido a los medios de
transporte modernos, en La Raya se ha abandonado el uso de la llama de carga, de modo
que los animales deben ser considerados de tamaño promedio. Las llamas de carga
tradicionalmente son consideradas como las más grandes y provienen del Collao y esto es
avalado por los cronistas (los autores se basan en Gilmore, 1947[1950]: 437; Pedro Pizarro,
1978: 28; Vásquez. de Espinosa 1942: 629 [1984: 294]). Ellos insisten mucho sobre el hecho
que en los tiempos incaicos las llamas del Collasuyo eran consideradas como las más
grandes y, basándose en la información de West (1981[b]), consideran que las de los
departamentos de Puno y Cuzco siguen siéndolo.
65 Un punto de interés, es cuando Miller y Gill, citando a Gilmore (1947[1950]:437), señalan la
existencia de una pequeña llama de Riobamba (Ecuador). Y critican el hecho que Gilmore
no indica en su trabajo, cuanto más pequeñas son ni la fuente de su información. Sin
embargo, a los autores les parece significativo que Riobamba se encuentre a menos de 100
km de Pirincay. Desafortunadamente hay escasa información para poder comparar los
animales ecuatorianos con los del Peni septentrional, “... pero los pocos informes que
ofrecen datos osteométricos comparables con los de Pirincay sugieren que se trata de un
camélido más pequeño que los contemporáneos de La Raya y ligeramente más grande que
la alpaca contemporánea, del Horizonte Temprano de la secuencia peniana que existe en
los Andes del Norte y el Período de Desarrollo Regional tardío de la secuencia
ecuatoriana.”. Y los autores concluyen diciendo que la “... población de Huacaloma encaja
casi exactamente con las medidas de la población de Pirincay...” (Miller y Gill, op. cit.:
61-62). Pues en el caso de Huaricoto, los huesos correspondientes al Horizonte Temprano
son ligeramente más grandes que los de Pirincay, pero son más pequeños que los de la
385

llama actual. La situación no cambia en la fase Huaraz, pero en el Horizonte Medio el


promedio disminuye (Miller y Gill se basan en una información personal de Sawyer).
66 Por otro lado, los trabajos que realizara Miller (1979) en Marcavalle con materiales del
Horizonte Temprano, muestran una distribución bimodal, es decir un pequeño grupo se
parece cercanamente a las alpacas contemporáneas y un gran grupo a las llamas actuales.
El trabajo de Wing (1977[a]), con materiales del Sur y del Centro del Peni, pero todos de
sitios serranos, muestra una tendencia hacia el Camélido grande, que decae ligeramente
de Sur a Norte, mostrando el patrón visto desde Marcavalle hasta Huaricoto y Pirincay.
67 Siguen explicando Miller y Gill, que los análisis osteométricos muestran un patrón que es
“... de una clásica clina4 zoológica, en la cual los miembros de una especie, habiéndose
difundido a lo largo de un espacio geográfico a partir de su punto histórico de origen, se
adaptan progresivamente a nichos de un medio ligeramente diferente y se convierten en
ecotipos en el proceso de especiación incipiente. Siguiendo este modelo clinal, se puede
ver a las llamas como habiendo alcanzado el mayor tamaño en el Sur, en la puna andina
cerca de su centro de diversificación y domesticación, y haber progresivamente decrecido
en tamaño desde que se difundieron en el páramo andino del Norte. Esta disminución de
tamaño se ajusta a la Regla de Bergman (hay que recordar que el área de estudio se
encuentra al Sur del Ecuador) y a la tendencia general de la población mamífera dentro de
la misma especie de tener menor tamaño del cuerpo cerca del Ecuador, mientras que
aquellos con mayor tamaño se encuentran lejos de éste. La diferencia de vegetación y
otros factores ambientales entre la puna y el páramo, pueden haber contribuido también
a la disminución del tamaño corporal. Sin embargo, el contexto cultural en el que se dan
estos huesos y sus medidas, excluyen una simple explicación evolucionista, en la que las
barreras del flujo genético dentro de las poblaciones son limitadas al territorio, al
régimen climático, a las costumbres de los animales, etc. Los autores sospechan que, para
que la biogeografía de un animal doméstico se pueda expresar por sí misma como una
clina latitudinal, las barreras culturales, así como las relaciones de intercambio
discontinuo, pueden haber influido también en el libre flujo de genes. A este punto, sin
embargo, nosotros estamos preparados solamente para señalar la existencia de un
fenómeno de clina de los camélidos; la definición del mecanismo por el que esto ocurre,
debe esperar nuevas investigaciones.” (Millery Gill, op. cit.: 63).
68 Las conclusiones finales del trabajo de Miller y Gill (op. cit.: 63-65) son extensas, pero
creemos que vale la pena sintetizarlas. Plantean tres grandes puntos. En primer lugar, que
en contraste con las tierras altas del Sur, donde floreció una economía basada en los
Camélidos, entre el 2° y el 3er milenio a. C, los ocupantes del Ecuador meridional
dependían de animales silvestres, principalmente Cérvidos, hasta poco antes del principio
de nuestra Era. Todo indica que los Camélidos fueron totalmente ausentes en estas
latitudes, antes de ser introducidos desde el Sur en forma doméstica, durante el Período
del Desarrollo Regional (ca. 100 años d. C.) [aquí hay evidentemente una contradicción,
pues anterionuente se ha hablado de fechas más antiguas, correspondientes al Formativo
tardío, vide supra]. Esto quizá concuerda, dicen los autores, con una única “interaction
sphere” ligada a la expansión del culto de Chavín durante el Horizonte Temprano
(500-200 años a. C). La asociación simultánea del pastoreo de Camélidos y material
cultural de Chavín, se da en los Andes del Norte en los sitios de Kotosh, Pacompampa,
Huaricoto, Cueva del Guitarrero (Complejo III/IV) y Huacaloma.
69 El segundo punto es que, si se comprueba la ausencia de Camélidos silvestres en el
Ecuador, se deberá rechazar las afirmaciones de Cieza de León sobre la existencia de
386

vicuñas y guanacos cerca de Tomebamba y Loja. Parece inverosímil, dicen Miller y Gill,
que sin un mayor cambio de clima, estos animales silvestres hayan estado completamente
ausentes 100 años a. C. y luego estén allí alrededor ele los 1,500 años el. C. y nuevamente
ausentes en tiempos modernos. A pesar ele la seriedad de Cieza de León, los autores creen
que en este caso, para enfatizar la depredación de los españoles, él haya podido utilizar
patrones sureños que conocía mejor.
70 Y, tercer punto, lo más sugestivo ele los datos de Pirincay, es la existencia de una forma
de Camélielo.no identificada previamente, ejtie es intermedia en tamaño entre las llamas
y las alpacas contemporáneas. Los autores creen estar en presencia de una llama más
pequeña y plantean la hipótesis que ésta haya sido la forma que prevaleció en el Norte
desde aproximadamente los 10° de Lat. Sur a partir del Horizonte Temprano final hasta a
el Horizonte Medio. Los autores consideran que si esto fuera cierto, se demostrarían tres
cosas.
71 Primero que hay un grado insospechado de polimorfismo de la llama y ello pondría en
duda cualquier método de discriminación osteométrica que se basa solamente en
evaluaciones estadísticas. Por ejemplo, las reglas de decisión de análisis discriminante
(Wing, 1972), el análisis discriminante escalonado (Kent, 1982[a]) o el diagrama de
dispersión bivariado (Miller, 1979). En otras palabras, habría que rediseñar todos los
métodos de análisis.
72 Segundo, se pondría en duda muchas identificaciones zooarqueológicas de alpacas,
especialmente en áreas lejanas del rango de dispersión normal de Lama pacos en la sierra
meridional. La llama pequeña, más que la alpaca, le ciaría la razón a Wing (1977[a]: 852),
en el sentido que existiría “... el predominio de la pequeña forma en el norte del Perú
hasta Tarma, y el predominio de una forma más grande en la parte meridional del Perú al
norte de Ayacucho.”.
73 Y, tercero, debería considerarse seriamente la advertencia de Shimada y Shimada en lo
que se refiere a la aplicación inapropiada de los modelos de manejo de Camélidos
contemporáneos sureños. Los autores concuerdan con Shimada y Shimada (1987: 837), en
el sentido que la crianza de los Camélidos no pudo haber sido “... estática y homogénea en
el espacio y en el tiempo.”. Si la crianza de estos animales más pequeños existió en el
Norte, pudo haber sido practicada en una forma que no necesariamente debería ser
paralela a la del Sur.
74 Luego los autores citan a Stübel (Tschudi 1965: 126-127 [en este sentido se cometen dos
errores: en primer lugar la fecha de publicación es 1969 y, en segundo lugar, lo correcto
es citar a Stübel que es el autor de la carta, si bien es cierto que lo dicen en el texto. Para
el contenido de esta misiva vide infra]) y a base de esta nota, inquieren si los animales
pudieron haber sido usados para carga, sólo en forma limitada por no tener suficiente
tamaño y no hacer adecuadamente su trabajo. Si esto fuera cierto, Miller y Gill se
preguntan cuál habría sido su función primaria.
75 Arguyen que si hubiera sido así, entonces ello debió producir profundas complicaciones
en las sociedades del norte del Perú y del Ecuador. Se ha argumentado con frecuencia, que
existió una relación entre la domesticación de la llama y la verticalidad (Murra, 1965;
Custred, 1979)- Pero otros creen que el desarrollo horizontal de las civilizaciones, se basó
en un fuerte intercambio regional, en el que las llamas fueron de gran importancia. Es el
caso de Lynch (1983[a]: 10) con respecto a la cultura de Tiahuanaco [aunque para nosotros
el planteamiento de Lynch cae dentro del primer esquema]. Muy honestamente el
387

artículo concluye con la frase: “¿,. es la llama de menor tamaño una realidad prehistórica,
o un espejismo osteométrico?” (Miller y Gill, op. cit.: 64).
76 Posteriormente, Bruhns ha tenido la gentileza de informarnos que el trabajo de Miller y
Gill (loco citato) no incluye el estudio de los materiales de la temporada de trabajo de los
años 1985-1988. “En estas temporadas encontramos cantidades muy grandes de restos de
Camélidos, sobre todo en los pozos “ceremoniales” cortados en el pavimento de ca. 300
años a. C. (In litteris, 22 de enero de 1992. La ponencia presentada a la Society of American
Archaeology en 1991, se refiere a estos pozos [vide Bruhns, 1991b]).
77 Guffroy ha hecho algunos comentarios a los trabajos de Pirincay, que nos parece
interesante traer a colación. Él nos escribió: “La importancia de los camélidos es nítida en
los niveles superiores de Pirincay. Considero, sin embargo, que hay que tener cuidado con
su posición cronológica (ver fechas de C14). Como en el caso de Cerro Narrío tardío, estas
fases podrían relacionarse más con el Período Intermedio Temprano que el Horizonte
Temprano en su fase tardía. En Catamayo (1,200 msnm) no tenemos datos particulares,
salvo su ausencia de los niveles formativos.” (In litteris, 15 de febrero de 1990).
78 (Es de notar que Stahl [1988: Tabla 1, 358] le atribuye a los hallazgos de Pirincay, una
antigüedad de 1,000 años a. C. Pero él se basa en un manuscrito inédito de Bruhns y
Hammond, que nosotros no conocemos y que sin duda debió ser un informe preliminar).
79 Para terminar con los hallazgos de Pirincay, se debe considerar que Bruhns et al. (1990:
232-233) son de la opinión que es muy posible que la metalurgia y el pastoreo de los
Camélidos, representan dos importaciones, que serían consecuencia de una hipotética
incorporación del Ecuador meridional, en un círculo de acción (“interaction sphere”)
ligado al fenómeno Chavín. Esto sucedería entre la 6a y la 2a centuria a. C. Es importante
notar que más que a una influencia directa de Chavín, los autores se refieren a culturas
relacionadas con éste. Ellos señalan que se ha encontrado restos de sacrificios de llamas
asociadas con maíz, y creen que este también sería un fenómeno importado.
80 Bruhns et al. (loco citato) concluyen diciendo, que las excavaciones ele Pirincay han
demostrado que el intercambio interregional fue importante para las culturas tempranas
de los Andes Septentrionales y Centrales, a pesar que esta ligazón con el Sur ha sido
inesperada, ya que antes se creía que los Camélidos fueron introducidos en el Ecuador
solamente por los incas. Por otro lado, no existían otras evidencias de intercambios con el
Perú, o ellas provenían de hallazgos no documentados. “... los depósitos profundos e
intactos de Pirincay, han dado información nueva y provocativa de estos contactos de
larga distancia y ele los cambios de la visión de éstos por más de un milenio de años ele
prehistoria.”.
81 También hay información de dos yacimientos en el alto Chanduy, al Suroeste del Ecuador,
a 25 km del estuario de Chanduy y a poca distancia del Océano Pacífico. Según Reitz (1990:
28-29), estos sitios corresponden a la fase Guangala del Período de Desarrollo Regional,
entre los años 100 y 800 d. C. En términos de biomasa, se indica que en el sitio El Azúcar 30
los Camélidos (llamas y guanacos) representan el 0.136 % y en El Azúcar 47B, 0.263 %
(Reitz, op. cit.: Tabla 2 y Tabla 18). En la Tabla 22 se señala que los Camélidos tienen como
habitat los Andes o son domésticos.
82 Resumiremos los datos más saltantes de Reitz (loco citato). Ella escribió que los Camélidos
pueden corresponder a una de las tres especies, el guanaco silvestre (Lamaguanicoe), la
llama doméstica (Lama glama) o la alpaca doméstica (Lama pacos). El guanaco silvestre no
se conoce en la costa Suroeste del Ecuador, mientras que la llama doméstica se encuentra
388

en la costa ecuatoriana (Franklin, 1982: 473). Según la autora, en fecha tan temprana, la
alpaca parece improbable. Además en El Azúcar se ha podido identificar solamente dos
huesos de Camélidos, uno sin modificar y el otro modificado y quemado.
83 Reitz comenta, que anteriormente se encontró restos de Camélidos en tumbas en la costa
ecuatoriana, en el sitio de Ayalán y Peñón del Río, pero estos contextos son más recientes
que los de los sitios de El Azúcar (Hesse, 1980, 1981; Stahl, 1988; Wing, 1986). Hay informes
de Camélidos también en Pirincay (vide supra) y deberían ser contemporáneos con los de
El Azúcar. (Nota bene. En lo que a cronología se refiere, Reitz coincide con la opinión de
Guffroy [vide supra]). Al comentar el trabajo de Miller y Gill (1990) y las pequeñas llamas
que ellos identifican, Reitz indica que es difícil determinar si las dimensiones de éstos son
conformes con las que recomienda Angela von den Driesch, que han sido usadas para el
estudio de los restos de El Azúcar. Si se acepta que así fuera, “... es interesante notar que
el rango para la primera falange proximal que ellos han informado, fue de 17.4-20.0 mm,
con un promedio de 18.4 mm. La falange recuperada en El Azúcar 30, se encuentra en la
parte superior de este rango, de modo que puede ser una pequeña llama. Las diferencias
de medidas basadas en falanges, deben ser usadas con cautela, dado que pueden haber
varios milímetros de diferencia entre las falanges de las patas delanteras y las de las
traseras. Sin embargo, estas comparaciones son interesantes, a pesar que se necesita más
estudios. El metapodial no ha podido ser medido.” (Reitz, 1990: 28-29).
84 Posteriormente Reitz nos comunicó (in litteris, 12 de noviembre de 1991) que “Admito que
esto es muy temprano, para un hallazgo de esta naturaleza en el Ecuador, pero estos dos
huesos son realmente fáciles de identificar como Camélido, por eso yo me siento segura
que la identificación es correcta.”.
85 Siempre por información de Elizabeth Reitz, sabemos que dichos restos corresponden a
los materiales que fueran excavados por María Masucci. Ella nos escribió: “Yo no hice
esfuerzos para identificar los huesos más allá de la familia Camelidae, ya que uno de ellos
es la parte distal de un metapodio muy modificado y el otro es una primera falange
fundida. Estos huesos procedían de áreas muy separadas de El Azúcar. Dada la fecha
temprana, yo supongo que ellos probablemente fueron de guanaco, pero ellos pudieron
haber sido piezas de intercambio.” (Reitz, in litteris, 3 de abril de 1992). Este comentario es
interesante, en cuanto la opinión de la autora difiere de la expresada anteriormente (vide
Reitz, 1990: 28-29), en el sentido que los restos de El Azúcar pudieran corresponder a
pequeñas llamas como las de Pirincay.
86 La última información de esta época que hemos podido hallar, corresponde a Cerro
Narrío, al Norte de Cuenca. Son datos muy vagos, que menciona incidentalmente Bruhns
(1991b: 7). Sólo se dice “Los camélidos de Cerro Narrío... asociados con tumbas intrusivas
del Período de Integración.”. Stahl (1988: Tabla 1, 358) también se refiere, por lo menos en
apariencia, a estos hallazgos sin mayor explicación, pero les asigna una fecha que a todas
luces no corresponde, pues dice “1000-1500 a. C”. (Él toma los datos de Collier y Murra
[1943: 68] y Braun [1982] que nosotros no hemos podido leer).
87 Todos los demás datos que tenemos corresponden al período tardío, aproximadamente
entre los años 500 y 1,550 d. C.
88 Así Holm (1985: 9), en un trabajo que trata de la cultura Manteño-Huancavilca, escribió:
“Los primeros españoles relataron que habían observado en la costa muchos “borregos de
la tierra”, que en términos de la época se referían a las llamas (Lama glama), el Camélido
americano que era desconocido por los españoles. Encontramos restos óseos de llamas en
389

excavaciones, pero no tenemos pruebas de que ese animal del altiplano fue domesticado
en la costa ecuatoriana.”.
89 Stahl (1988: 358), al referirse al trabajo de Holm (loco citato, es de notar que Stahl indica
para el trabajo de Holm la fecha 1982. Se trata de la primera edición, idéntica, de la
versión de 1985 que nosotros hemos utilizado), comenta que él conoce sólo dos contextos
en la parte Oeste de las tierras bajas, donde se ha encontrado Camélidos. El cementerio de
Ayalán (Hesse, 1981) y el que él mismo identificó en Peñón del Río.
90 El yacimiento denominado Peñón del Río, está al Este de Guayaquil, sobre la margen
izquierda del río Guayas, cerca del pueblo de Duran. Según Stahl (1988: 358-360) la
ocupación corresponde a la fase Milagro (ca. 1,350 años d. C), y éntrelos restos animales
hubo residuos de Camélidos. El autor ha escrito, que siguiendo el método de Kent (1982
[a]) y a pesar de la pequenez de la muestra “... las pocas medidas corresponden
claramente a la categoría de los (Camélidos) más grandes guanacos/llama.”, y todo
sugiere que se trata de la llama doméstica.
91 Señala Stahl (loco citato), que la distribución de este complejo Milagro-Quevedo incluye la
mayor parte del Golfo de Guayas desde la base de los contrafuertes andinos hasta las
cadenas costeñas en el Oeste, la provincia de Esmeraldas en el Norte y el complejo híbrido
Milagro-Quevedo/Manteño-Huancavilca en la parte meridional de la costa de El Oro. El
autor considera, sin embargo, que la fase Milagro-Quevedo está pobremente
documentada y que los confines geográficos son vagos.
92 Sigue comentando el autor, que hay que tomar en cuenta que en el área hubo un fuerte
intercambio que se conectó con México y el Perú. Él considera que las inferencias de este
escenario cultural para la distribución septentrional de los Camélidos en el Ecuador, se
hacen más claras si se toma en cuenta que las partes más bajas occidentales de éste, nunca
fueron incluidas en los dominios incaicos, los cuales terminaban en la costa de Tumbes (se
cita a Murra, 1946: 809). Sigue diciendo Stahl (loco citato), que con la sola excepción de la
Isla ele la Plata, que está aproximadamente a 23 km de la costa de Manabí y los hallazgos
ocasionales y aislados, no hay otras evidencias arqueológicas de una ocupación incaica en
las partes bajas occidentales (según los trabajos de Dorsey, 1901; Estrada, 1954: 90, 1957a
[bl: 23; 1957b[a]: 40; 1962: 8; Marcos y Norton, 1981).
93 En función de esta información, se pregunta Stahl (loco citato), como se pueden explicar
los pocos restos de Camélidos correspondientes a tiempos preincaicos que han sido
identificados en forma inequívoca, en contextos de la parte baja occidental del Ecuador. El
autor considera que sí existían mecanismos para la introducción de los Camélidos,
anteriores a la expansión incaica. Ellos pueden haber sido el intercambio por tierra con
las partes altas o el intercambio por mar, usando balsas. Los huesos mismos pueden haber
sido introducidos en asociación con otros productos de Camélidos que fueron
intercambiados, o también como objetos. Además sugiere Stahl, que ocasionalmente un
animal vivo pudo haber sido introducido como “un lujo exótico”, o como animal de carga
no devuelto a las tierras altas o como fuente alimenticia o para lana. Termina diciendo
Stahl: “Lo que es más importante, es que pueden haber existido en el Ecuador rebaños
costeños, por lo menos en los tiempos de la llegada de los españoles. Algunos indicios de
apoyo se pueden encontrar en los primeros relatos europeos del área.” (Stahl. op. cit.: 360).
94 Al sitio de Ayalán se refieren varios autores. Este se encuentra en la Península de Santa
Elena, Punta Anllulla, cerca del Potrero los Ceibos, en el área del estuario del Guayas.
390

95 El informe preliminar de Hesse (1980: 139) es en realidad muy vago y trata el asunto de los
Camélidos en forma incidental. Se dice que en los trabajos que efectuó Ubelaker en un
gran cementerio, se excavaron 68 tumbas, de las cuales 37 contenían asociación de huesos
de animales. De estas 37 tumbas, para 25 hay una serie de fechados radiocarbónicos que
indican un lapso que se extiende entre 730 y 1,730 años d. C. Para las otras 12 tumbas, se
ha encontrado una serie de fechas radiocarbónicas que señalan un lapso entre 500 años a.
C. y 1,150 años d. C. El autor comenta que “A pesar que hay alguna sobreposición en los
rangos de las fechas, los dos tipos de tumbas probablemente representan
cronológicamente dos fases distintas de ocupación.”. Luego se señala que entre los restos
asociados con las tumbas, hubo huesos de llama (Lama sp.). Sin embargo no se indica con
cual de los dos contextos de tumbas van asociados estos restos.
96 Nosotros no hemos podido leer el informe de Ubelaker (1981), sino sólo al apéndice de
Hesse (1981) que es el estudio de la fauna, pero allí no se discute el aspecto cronológico.
Sólo se dice que en el cementerio de Ayalán hubo “... pequeñas cantidades de huesos de
animales en asociación con esqueletos humanos.”. Entre los herbívoros más comunes, hay
“... alguna forma (o formas) de camélido. Lama sp.”. No se ha podido llegar a una
identificación más específica (Hesse, 1981: 134).
97 Luego en la discusión se señala que los Camélidos están fuera de su contexto silvestre, que
el volumen de estos animales asociados con entierros humanos “... no parece
representar...” depósito de basura y que los restos son de cráneos y mandíbulas. En la
Tabla 68 se indica que de los Camélidos que estuvieron en urnas, hubo 17% de cabezas y
12% de huesos postcraneales. Mientras que los que estuvieron fuera de las urnas, están
representados un 15% por cabezas y 12% por restos postcraneales. Indica el autor que un
grupo de huesos eme no ha podido separarse, ha sido considerado bajo la denominación
Lama/Odocoileus, y no han sido tomados en cuenta para los cálculos de porcentajes (Hesse,
op. cit.: 138).
98 Dedenbach Salazar (1990: 89) al mencionar estos hallazgos, señala que ellos corresponden
a las fases Manteño y Milagro del período de integración tardío. Stahl (1988: 358) los
comenta también, citando los trabajos de Ubelaker (1981) y Hesse (1981), pero no aporta
nada nuevo. El los atribuye a la fase Milagro (ca. 500-1,500 años el. C). Novoa y Wheeler
(1984: 124) mencionan estos hallazgos, sin hacer ningún comentario. Pero ellos dicen que
se trata de “Restos ele camélidos domésticos...” y citan a Hesse (1981). En honor a la
verdad, hay que decir que él en ningún momento menciona la palabra “doméstico”.
99 Finalmente debemos indicar que Wing (1986: Tabla 10-6, 259) también se refiere a estos
huesos, pero sin mencionar cantidad. Además, ella se basa en el informe preliminar de
Hesse (1980).
100 En la sierra Norte del Ecuador, en Imbambura, está el yacimiento ele Sacopamba. Se sitúa
en una valle interandino. Según Wing (1986: Tabla 10-6, 257), allí los restos de Camélidos
representan el 26.9% de la fauna y corresponden, en términos de tiempo, a 650-850 años
el. C. La autora señala que ha obtenido los datos de Alan J. Osborn. Posteriormente, la
misma Wing (1977b: 16) escribió: “Los primeros vestigios de camélidos en el Ecuador
septentrional han sido encontrados en el sitio de Sacopamba (Período 12, 650-850 d. C), y
ellos son abundantes en el período siguiente en Cochasquí (Oberem, comunicación
personal).”. Luego en la Tabla 3 se señala que los Camélidos representan el 20% de los
restos faunísticos. Novoa y Wheeler (1984: 124) cuando comentan estos hallazgos, hablan
de llamas y alpacas, cosa que no menciona Wing, la que prefiere hablar de Camélidos, y
391

afirman que ellos son “... comunes en los sitios del valle de Sacompampa...” (Sic!). Stahl
(1988: Tabla 1,358) también se refiere a esta yacimiento, pero le asigna una fecha más
tardía, pues indica “1250-1525 AD” y se basa en el trabajo de Athens (1980: 271-272) que
nosotros no hemos podido conseguir.
101 El mismo Stahl (1988: Tabla 1,358), sin mayores ciatos, menciona la existencia de restos de
Camélidos en Sequambo (La Concepción, en la provincia de Imbabura) y les asigna una
fecha entre 1,250 y 1,525 años d. C. Una vez más su fuente es Athens (1980: 273).
102 El sitio de Cochasquí, en la hacienda homónima, en la provincia de Pichincha, al noroeste
de Quito, es importante, aunque no disponemos de mucha información sobre la fauna. El
yacimiento está en un valle interandino longitudinal, sobre los 2,900-3,000 msnm.
103 Novoa y Wheeler (1984:124) tratan sobre Cochasquí (al que asignan una fecha que oscila
entre 850 y 1,430 años d. C.) y hablan de llamas y alpacas, especificando que éstas “son
comunes”. Pero ellos se basan en un trabajo entonces inédito ele Wing y que fue
publicado en 1986. En el mencionado artículo, Wing (1986: Tabla 10-6, 257) en efecto
señala la existencia de Camélidos en Cochasquí, pero no indica la cantidad ni especifica la
especie. También Stahl (1988: Tabla 1,358) refiere la presencia ele Camélidos, sin aportar
mayor información adicional. Su fuente es el trabajo de Fritz y Schónfelder (1987: Tabla
4), que nosotros no hemos logrado leer.
104 El que en este caso aporta datos más concretos, es Kaulicke (1989: 244-245). Él se refiere a
una Fase Temprana y a otra Reciente. Ambas corresponden al Período Tardío (lege Willey,
1971: Fig. 5-4, 259). La Fase Temprana es fechada entre 950 y 1,250 años el. C. y la Tardía
entre 1,250 y 1,550 años el. C, esta última comprende una época preincaica (1,250-1,525
años el. C.) y la incaica entre 1,525 y 1,534 años d. C. (Meyers, 1989: 196-197; Schönfelder,
1981: 259). En la Fase Temprana los Camélidos representan respectivamente el 80%, 59.3%
y 84% y en la Reciente 84.1% y 78.8%.
105 Afirma Kaulicke que la mayoría ele los restos corresponden a llama. El se rige por la
hipótesis que en el Ecuador no hay ni guanaco ni vicuña y, además, por el tamaño ele los
huesos. Admite que podría haber una pequeña cantidad ele alpaca. Indica que los
animales jóvenes representa el 6%, 6.7% y 6.25% en la Fase Temprana y 13.46%, y 12.2% en
la Tardía.
106 Siempre según Kaulicke (op. cit.-. 246), “... los camélidos proveían la mayor cantidad de
carne aparentemente mediante el sacrificio de animales sobre todo adultos. Según Wing,
esto indica probablemente otros usos como proveedores de lana o medio de transporte, lo
que no sorprendería, si efectivamente predomina la llama. Al respecto conviene insistir
también en la observación de restos de camélidos de pequeña talla encontrados en el
asentamiento, lo que no excluye la posibilidad de la crianza de alpacas como proveedoras
de lana en la segunda fase de ocupación.”.
107 A la zona Norte del Ecuador se refiere también Horacio Larrain Barros (1980a: 171), quien
escribió que la ganadería de Camélidos, llamas y posiblemente alpacas, estuvo
“ciertamente” en uso en las zonas ele Pichincha e Imbabura “... y sus restos han sido
encontrados en sepulcros.”. Pero no se ofrece mayor información. Por su parte Bruhns (in
litteris, 22 de enero de 1992) nos ha informado que en realidad no hay muchas referencias
sobre los Camélidos ecuatorianos.” Las tumbas en las faldas del Pichincha, que fueron
excavadas por León Doyon, tenían evidencia del uso de camélidos, en la forma de un solo
tejido de lana con decoraciones de cobre. Los otros tejidos de las tumbas, son todos de
algodón. Estas tumbas fueron fechadas en 500 años d. C”.
392

108 Un hallazgo de Camélidos sobre el que no tenemos referencias es el de Quinche (sobre el


río homónimo, de Pichincha), que es mencionado por Stahl (1988: Tabla 1, 358). El ha
utilizado como fuente de información un trabajo de Jijón y Caamaño (1912: 66, nota 1
[creemos que se trata de un error, debe ser 1914]) que no hemos podido conseguir.
Aparantemente corresponde a una época tardía.
109 Un yacimiento que está en el área de Quito es Pucara de Rumicucho. Horacio Larrain
Barros (1980a: 171) escribió: “Las recientes excavaciones del Banco Central en el pucará de
Rumicucho (1976-77), próximo a San Antonio de Pichincha, han arrojado abundancia de
restos óseos de llama (Lamaglama) junto con cerámica inca (Almeida, Comunicación
personal, 28. VI. 77).” (En efecto hay un trabajo de Almeida Reyes [1982] que no hemos
podido obtener, pero por su título se desprende que se hizo un hallazgo de Camélidos en
el mencionado lugar).
110 Stahl (1988: Tabla 1, 358) cita el hallazgo de restos de Camélidos en el sitio Cerrito de
Macají, en el valle de Riobamba, en la provincia de Chimborazo, y le atribuye una
antigüedad entre 500 y 1,500 años d. C. No ofrece detalles. Sus fuentes de información son
Jijón y Caamaño (1927: 15) y Meggers (1966: 148) que nosotros no hemos leído. El mismo
Stahl (op. cit.: Tabla 1, 358) indica también la presencia de restos de Camélidos en Challan
(Zula, río Chambo, en la provincia de Chimborazo) y que deberían tener la misma
antigüedad de los restos de Cerrito de Macají. Tampoco se dan pormenores, sólo se
atribuye la información a Collier y Murra (1943: 19-22), que tampoco hemos podido leer.
111 Para el famoso sitio de Tomebamba tenemos sólo una información que nos ha sido
enviada por Olaf Holm (in litteris, 18 de noviembre de 1991).”En el páramo de Cajas, al
Oeste de Cuenca, camino a la costa, he visto unos corrales, muros de piedras gigantescas,
que para mi podrían haber sido corrales para los palacios de Tomebamba (Cuenca de hoy)
pero nadie hasta la fecha los ha estudiado. Pero inevitablemente la magnitud de Cuenca
antigua e inca deberían haber tenido cerca enormes recuas de llamas.”.
112 Cardozo (1974b: 142), cuya información debe ser tomada siempre con mucho cuidado,
menciona a Jijón y Caamaño sin indicar ningún otra dato bibliográfico y dice: “... pero
también menciona de fuente propia los sepulcros de pozos de Imbabura y su respectiva
cultura. De ellos dice: “poseían llamas...”.”. Esto es demasiado vago. Probablemente se
trata de uno de los trabajos de Jijón y Caamaño (1914, 1920) donde establece un Período
Inca y tres Preinca. Es imposible saber a cual de ellos se refiere Cardozo.
113 Un lugar que no hemos podido ubicar es el ele Oña. Bruhn (in litteris, 22 de enero de 1992)
nos ha comunicado que Presley Norton le ha informado que Matilde Temme ha
encontrado restos de Camélidos en sus excavaciones en Oña, pero nadie sabe si
efectivamente son Camélidos, y de serlo qué especie de Camélidos son y a que época
corresponden.
114 Tenemos, finalmente, algunos datos muy generales. Así Guffroy (1987: 874) manifiesta la
ausencia de grandes manadas de Camélidos en la provincia de Loja en tiempos
prehispánicos. Por otra parte Bruhns (1991a: 8) se refiere a las relaciones entre Ecuador y
Perú en el Horizonte Medio y trata de la existencia de cal en Azuay y Cañar y comenta que
“Debido a la existencia de llamas para cargar en esta área, la posibilidad de un
intercambio de cal por coca, no se puede descartar.”. Y la misma Bruhns (1991a: 9) al
tratar acerca de la conquista incaica del Ecuador, comenta: “Sin duda los valles verdes del
Azuay y Cañar, con sua aldeas permanentes, gente agrícola con cosechas de maíz, papas y
quinoa y los pajonales llenos de llamas, fueron muy atractivos a los imperialistas incas.”.
393

9.5.2 La evidencia histórica

115 Hasta aquí hemos expuesto la información arqueológica que hemos podido reunir. Vamos
a analizar ahora las evidencias históricas. Pero antes de entrar a examinar los datos
referentes a zonas precisas, veamos algunos generales y relativos a la conquista incaica de
los actuales territorios del Ecuador.
116 En primer lugar es importante insistir sobre los errores que se han acumulado por haber
convertido en axiomas hechos no demostrados. Nos referimos concretamente a la
práctica de repetir que los incas fueron los que llevaron las llamas hacia el Norte.
Citaremos sólo un ejemplo, pues más adelante volveremos sobre el asunto. Es el de Gade
(1977: 116) que escribió: “Es posible que los Incas fueran quienes difundieron la llama
hasta los confines más alejados de su imperio, desde el norte del Ecuador... si bien hoy ya
no se les encuentra en dichas zonas”.
117 Bennett (1946a: 49) vislumbró mejor el problema, pues cuando comentó los tiempos
incaicos, dijo que las llamas “... a pesar que pueden haber existido antes, ciertamente
aumentaron en número e importancia...”. Luego indicó que las llamas y las alpacas no se
adaptaron bien a los páramos ecuatorianos, y a pesar que aún se les encuentra allí, la
cantidad es muy reducida, ya que “... es obvio que el Ecuador es un país pobre para criar
estos animales.”.
118 Es decir, no se puede negar que los incas llevaron consigo a los Camélidos domésticos en
su campaña expansionista, pero ello no significa que ellos no existieron antes en la zona,
como la evidencia arqueológica lo está indicando.
119 En lo que se refiere a los incas, aparentemente ellos tuvieron interés en que estos
animales se desarrollen en el área ecuatoriana, y esto se desprende del escrito de Cieza de
León (1985: II Parte, Cap. LVIII, 167), donde se dice que Topa Ynga ordena que se le
informe continuamente de lo que había dejado en Quito, y una de las cosas que le
preocupaban era “... el crecimiento de los ganados.”.
120 El mismo Cieza de León (1985: II Parte, Cap. LXVIII, 198) narra la campaña de Quito, y
menciona a los Pastos. Escribió que Guaynacapa “... mandó) a los prencipales que le
tributasen y dixeron que no tenían qué le dar; y por lo enponer, les mandó que cada casa
de la tierra fuese obligada a le dar tributo, cada tantas lunas, un cañuto de piojos algo
grande. Al principio riéronse del mandamiento: más después, como por muchos que ellos
tenían no podían henchir tantos cañutos, criaron con el ganado que el Ynga les mandó
dexar y tributavan de lo que se multiplicava y de las comidas y rayzes que ay en sus
tierras.”. Horacio Larrain Barros (1980a: 325) ha comentado esta parte y preferimos
citarlo ad pedem litterae. “Aquí señala Cieza que el Inca deja el ganado de auquénidos (
llamay ¿tal vez, alpaca?) entre estos grupos septentrionales. ¿Se refiere a los pastos
mismos? En todo caso, parece ser cierto que aquí se excluye a los quillacinga. Si
imaginamos que los incas imponen el ganado lanar de auquénidos a grupos situados más
allá (más al Norte) de los pastos, a fortiori debió imponerlo a éstos. En todo caso, parece
aquí patente que los pastos tributaron en dos formas básicas: a) con las crías de ganado
lanar de llamas; y b) con la variedad de tubérculos que prosperaban en su medio ecológico
de altura.”.
121 Por su parte Gaviria (1965: 286) cuando relata sobre el “... pueblo y asiento de Santo
Domingo de Chunchi...” en 1582, escribió: “ Y después que el Inga vino, fueron enseñados
394

en las idolatrías... haciéndole sacrificar en estas partes ovejas de la tierra...”. Dedenbach


Salazar (1990: 89) al comentar lo escrito por Gaviria, indica que todo hace pensar que ya
se conocían los Camélidos hacía mucho tiempo, pues para entrar en un rito religioso, el
animal seguramente no puede haber sido importado en tiempos recientes, en cuyo caso
todo el rito sería nuevo.
122 Y Salomon (1980: 280) al analizar la influencia incaica en el Ecuador, piensa que si bien la
introducción de las llamas debe haber tenido un gran impacto en la economía, no hay
indicios de intervenciones más directas para reorganizar la economía de los caciques.
123 Hay autores que han aceptado la existencia de los Camélidos, tanto domésticos como
silvestres, en el Ecuador, pero no aportan una base concreta de datos. Así Flores Ochoa
(1979a: 226) señala que había rebaños de llamas en estas regiones, por lo menos hasta el
siglo XVIII, pero su fuente de información es de incertae sedis, pues cita a Cardozo
(1954:65). O es el caso de Brack Egg (1987:62) que admite la existencia de la vicuña en el
Ecuador, e indica que ella se extinguió durante la Conqusita y el Virreinato, sin señalar
fuente alguna de información.
124 Veamos ahora los datos puntuales que hemos hallado en las fuentes escritas, comenzando
por la costa. Pero antes consideramos de interés indicar la opinión de Estrada Ycaza sobre
los escritos de Cieza de Léon, que tantas veces hemos citado y que tendremos que volver a
utilizar. Estrada Ycaza (1987: 122) considera que los principales informantes de Cieza de
León sobre la costa ecuatoriana fueron, en primer lugar sus compañeros, en segundo
lugar los indios de la sierra ecuatoriana, luego los indios de la sierra peruana, los
indígenas de la costa y, finalmente, los pilotos de las naves. Estrada Ycaza (op. cit.: 132)
sostiene, además, que Cieza de León no conoció la costa del Ecuador y “... que él obtuvo
muy poca información en su apurado paso por la sierra ecuatoriana, y que prácticamente
todo el material descriptivo que logré) reunir sobre la costa provino de los “indios viejos
capitanes que fueron de Guaynacapa” (Crónica XLVII [1984: I Parte, Cap. XLVII, 156]), que
entrevistó en Cuzco y cuyo testimonio no resultó muy objetivo o veraz.”. Y sobre este
punto insiste Estrada Ycaza en su obra (op. cit.-. 141 y 153).
125 Es posible que en parte Estrada Ycaza tenga la razón, pero Cieza de León es muy honesto
en sus escritos, y como él mismo declara en las páginas finales de la Guerra de Quito:
“Siempre tengo por costumbre de dar al lector cuenta de la manera que por mí es escrita
esta narración, para satisfacerle de que sepa que no compongo ni adorno con lo que no
fue, ni pasó...” (Cieza de León, 1909: Cap. CCXXXIV, 291). Así, cuando narra del pueblo de
Manta, dice muy claramente: “Y assí me afirmaron a mí algunos españoles de los
primeros que descubrieron este reyno...” (Cieza de León, 1984:1 Parte, Cap. L, 162). Y al
hablar de la costa manteña “La tierra adentro...” dice que “Alcanzaron algún ganado de la
ouejas que dizen del Perú: aunque no tantas como en Quito ni en las prouincias del
Cuzco.” (Cieza de Léon: loco cítalo). Aparentemente los Camélidos desaparecieron de dicha
zona, pues en los escritos de Lizárraga (1968: Libro I, Cap. III, 4) que son de principios del
siglo XVII, y que tratan de la “tierra adentro” de Manta o Puerto Viejo, se dice que es “...
abundante de... vacas y ovejas, y es abudante de muchos caballos y no mulos...”. Y si bien
Lizárraga dice con gran honestidad “... no le he visto...”, sabemos que sus informaciones
son correctas. Si bien es cierto que no se especifica de que ovejas se trata, dado el
contexto de animales europeos dentro del que éstas aparecen, podemos suponer que se
trata de ovejas de Castilla. Sobre el particular Stahl (1988: 362) comenta, que es posible
que los hatos de Camélidos podrían haber desaparecido de dicha zona poco antes de la
conquista española, como sucedió en otras partes.
395

126 Sobre la isla de Puna han escrito muchos autores tempranos, pues allí llegaron los
españoles en el tercer viaje de Pizarro. Pedro Pizarro (1978: Cap. Quinto, 18) se refiere a la
Isla La Puna y dice: “En esta isla se hallaron cinco ouexas de la tierra tan gordas que no
multiplicarían y quanclo las mataron, no se halló en ellas dos arreldes5 de carne magra.” y
luego describe la costa ecuatoriana, y añade: “... no tienen ouexas, ni se hallaron hasta
Túmbez más de lo que tengo dicho.”, es decir las cinco ovejas mencionadas (Pedro
Pizarro, op. cit.: Cap. Quinto. 19). Este testimonio es de fundamental importancia, en
cuanto se trata de un personaje que estuvo en el lugar ele los hechos y relata lo que vio.
127 Gómara (1946: 226) distorsiona la verdad, pues sobre los mismos acontecimientos
escribió: “Puna baja doce leguas, y está de Túmbez otras tantas. Estaba llena de gente, de
ovejas cervales y de venados.”. Cieza de León (1987: III Parte, Cap. XXXV, 103) es más
veraz, aunque se equivoca sobre la cantidad de ovejas. Pues al describir las acciones de
Juan Picaño, Sevastían de Velalcágar y otros enviados por Pizarro, dice que “Hallaron
éstos que fueron siete ovejas; matáronlas y hiziéronlas quartos para comer.”. Es
interesante que Herrera (1945c: Década Quarta, Libro Nono, Cap. I, 51) también indica la
misma cantidad de animales que Cieza de Léon, pero habla de su gordura lo que no hace
éste. Pues escribió:”... en esta ocasión se hallaron siete Ovejas, que de gordas no tenían
carne magra.”.
128 Declenbach Salazar (1990: 86) hace un comentario a los animales encontrados en la isla de
Puna y escribe: “No se puede decir con seguridad si el ganado que encontraron los
españoles en la isla de Puna... eran camélidos que habrían llegado allí por intercambio, u
ovejas que ya habían llegado antes de los españoles mismos, también vía el intercambio
interamericano.”. El asunto es que la referencia que generó el comentario de la autora, es
la de Cieza de León (loco cítato, vide supra), pero ella ha olvidado que Pedro Pizarro (loco
citato, vicie supra) dice textualmente “ouexas de la tierra”, de modo que no cabe duda que
se trataba de Camélidos y muy probablemente llamas.
129 Szaszdi (1988: 7) informa que Salazar de Villasante. a fines del siglo XVI, nombra a los
productos de la isla de Puna y dice: “Hay en la isla mucho ganado de ovejas y cabras de los
indios.”. Pero no se dice si son “ovejas de la tierra”. A juzgar por el escudo de armas que
se le otorgó al cacique de la mencionada isla, en 1560, los animales que allí figuran son
carneros europeos, de modo que podemos deducir que la cita de Salazar de Villasante no
se refiere a Camélidos. Esto nos hace suponer, que en ese entonces ya no había Camélidos
en la isla.
130 Antes de mencionar la información relativa a las serranías ecuatorianas, nos parece
interesante citar un comentario, de carácter general, que hizo Horacio Larrain Barros
(1980a: 171) al Cap. XXXIV de la Primera Parte de la obra de Cieza de León (1984: 113-114),
“En lo que se concluye la relación de lo que hay en esta tierra hasta salir de los términos
de la Villa de Pasto”. Señala el autor que la información que allí se da sobre la
alimentación, es muy valiosa, en cuanto se dice que la caza de venados y de aves aportaba
a la dieta las proteínas indispensables como “completo” (Sic!, suponemos que se trata de
un error de imprenta y debe decir complemento) a la alimentación que era
fundamentalmente a base de vegetales. La importancia de la caza entre los grupos
humanos que vivieron allí, a diferencia de las tribus más sureñas del Callejón interandino,
sugiere, según Larrain Barros, que ellas dependían de una economía mixta de agricultura
y caza. Los grupos étnicos que vivían por el río Guayllabamba al Sur (caranquis, cayambis,
quitus. puruháes. cañaris. paltas), en cambio deben haber tenido una economía mixta, de
tipo agrícola-pastoril. Para la zona al Norte del río Guayllabamba (es decir los pastos y los
396

quillacingas), según Larrain Barros, no hay referencias alguna con respecto al uso de
Camélidos, “... aunque su biome (Sic!) era particularmente apto para su crianza.”. Señala
el autor, que la conquista incaica en este territorio estalla en pleno desarrollo hacia
1526-1527, cuando Huayna Capac y sus capitanes estaban debelando a los pastos. Concluye
Larrain Barros diciendo que “No hubo, pues, al parecer, tiempo suficiente para asentar ni
mitimaes agricultores, ni ganado lanar de auquénidos (llamas y alpacas) a cargo de éstos.
La ganadería de auquénidos (llamas y posiblemente alpacas) estaba ciertamente en uso en
Pichincha e Imbabura y sus restos han sido encontrados en sepulcros.”.
131 Veamos ahora algunos hechos puntuales. Hay una cita ele Cieza de León (1984: I Parte,
Cap. XXXIX, 126) que narra una contienda entre los Otábalo y los Carangue para obtener
los tesoros del Inca. Esto sucedía en la provincia de Imbabura, en la parte septentrional
del Ecuador. Otabalo “... llamó a los más ele sus Indios y principales entre los quales
escogió y señaló los que le parescieron más dispuestos y ligeros, y a estos mandó que se
vistiessen de sus camisetas y mantas largas: y que tomando varas delgadas y cumplidas,
subiéssen en los mayores de sus carneros, y se pusiessen por los altos y collados, ele
manera que pudiessen ser vistos por los ele Carangue: y él con otro mayor número de
Indios y algunas mugeres, fingiendo gran miedo, y mostrando yr temerosos, allegaron al
pueblo de Carangue, eliziendo cómo venían huyendo de la furia de los Españoles, que
encima de sus cauallos auían dado en sus pueblos.”. Y el cronista añade: “Puso según se
dize espanto esta neua, y tuuiéronla por cierta porque los Indios en los carneros
parescieron por los altos y laderas. Y como estuuiessen apañados, creyeron ser verdad lo
que Otabalo afirmaua: y sin tiento comencaron a huyr.”.
132 La existencia de llamas en los pueblos de Otávalo, es confirmada por Paz Ponce de León
(1965: 237) en 1582, después que se introdujo el ganado europeo, pues él escribió que “Los
mantenimientos que antes usaban y tenían ese (así) usan agora, y comen carne de
carneros ele la tierra y ele Castilla, y antiguamente no lo comían sino los caciques y
señores.”.
133 Sobre los Carangue o Caranquis, que vivieron cerca ele la frontera con Colombia, ha
escrito Cardozo. Él dice que antes de la llegada de los españoles, entre los caranquis “... la
carne de llama era manjar reservado para los caciques.” y le atribuye la información a
Jijón y Caamaño, pero sin dar los datos bibliográficos correspondientes (Cardozo, 1974a:
10). Luego en otro artículo del mismo año escribió:”... se podría citar a Jijón y Caamaño.
quien comenta que para los caranquis la carne de llama era manjar reservado a los
caciques'.”. Indica Cardozo. que Jijón y Caamaño señala como fuente a Sancho de Paz de
Léon (Cardozo, 1974b: 142). Si bien el autor no lo dice, aparentemente la cita de Jijón y
Caamaño corresponde al trabajo de 1951, pero la obra de Sancho de Paz y León no figura
en la bibliografía. Dada la ligereza con la que Cardozo trata la información, hay que
tomarla con las reservas del caso. Nosotros no hemos podido controlarla, pero nos
preguntamos si más bien no se trata de Paz Ponce de León (1965) que hemos citado (vide
supra) y que afirma que entre los pueblos de Otávalo, las llamas “... no las comían sino los
caciques y señores.”.
134 Para la región de Quito hay mayor información. Parece que antes ele llegar los incas, allí
había Camélidos. Pues Salomón (1980:196-197) ha estudiado a los señores étnicos de la
zona, y explica que el ideal de la casa ele un gobernante era que ésta no fuera sólo un
centro de actividad política sino también de un orden cósmico. Y para indicar como se
edificaba la casa “de un Señor, Cacique poderoso”, cita a Atienza ([1575] 1931: 167), que
397

entre otras ceremonias señala que “... sacrifican animales ele los más estimados que
tienen, como son venados vivos, carneros de la tierra, cuies.
135 Y el mismo Salomón (op. cit.: 230) discute el impacto de la conquista incaica en la zona ele
Quito, y al tratar de los transportes, indica que “Una tercera clase de tránsito era aquella
de la transportación de materias en bulto: mindaláes y sus cargadores, ejércitos, y los
rebaños de llamas que llevaban los suministros del estado. Aunque el Anónimo ele 1573
(Salomon ha utilizado la edición de 1965 [b en nuestra bibliografía]: 213- Corresponde a la
edición de 1938: 28 que nosotros hemos empleado, vide infra) corrobore el uso de llamas
para la carga ele los alrededores ele Quito... éstas no eran muy numerosas y la mayor
parte ele la carga se movía en hombros humanos.”.
136 Por lo pronto, parece que allí había muchos Camélidos cuando llegaron los españoles.
Tschueli (1885: 98; 1891: 100; 1918: 213) recuerda la matanza ele llamas por pane de la
soldadesca española “... sólo para comerse los sesos...”, pero en nota de pie de página,
inmediatamente añade: “También parece que lo hacían para comerse el corazón, que les
gustaba mucho, y así lo asegura un testigo ocular, Alfonso Palomino, oficial del
conquistador de Quito Belalcázar en su información verídica ele lo obrado en el antiguo
reino de Quito, pag. 2; y así acabaron con más ele cien mil llamas en un distrito no muy
grande y en pocos meses. (Veáse Velasco “Historia del R. de Quito” I pág. 133 [Velasco,
1946 en nuestra bibliografía]). (Tschudi, 1891: Nota 2, 100; 1918: Nota 132, 213; se debe
señalar que esta nota ele pie ele página ha sido incluida en la edición ele Tschudi de 1891,
pues no aparece en la de 1885. Está también en la traducción de 1918 y ha sido omitida en
la ele 1969).
137 Fernández de Oviedo (1959c: Libro XLIX, Capítulo III, 241), por su parte, recogió también
información sobre la provincia de Quito y describe sus animales. “De los animales dicen
que hay muchos... que son comunes en la 'fierra Firme, domésticos e salvajes (así como de
aquellas ovejas grandes del Perú e ele las otras menores)...”. Consideramos que este dato
es de suma importancia, pues es evidente que se está mencionando a las llamas y a las
alpacas. Lo que es imposible saber, es que significa “salvajes” para el cronista. ¿Fueron
vicuñas?
138 Cieza de León escribe en dos oportunidades de la zona de Quito. La primera es una
descripción general, donde entre otras cosas dice: “Auía en los términos desta ciudad de
Quito gran cantidad deste ganado que nosotros llamamos ouejas: que más propiamente
tirana camellos.”6. Y más adelante aclara que se refiere a las “... ouejas y carneros que
dezimos del Perú.” (Cieza de León, 1984: I Parte, Cap. XL, 130). Pero luego el cronista
cuenta sobre la fundación de Quito llevada a cabo por Velalcázar y dice que “... aviendo
tan gran cantidad de ganado tan bello y hermoso, como todos vemos que cubrían en
algunas partes los canpos llenos, ay ya tan poco, que casi no es ninguno, pero para
hartarse uno de cesos mataba cinco o seys ovejas y otro, para que le hiziesen pasteles de
los tu[é]tanos, matava otras tantas...” (Cieza de León, 1987: III Paite. Cap. LXXVIII, 256). Es
notable, insistimos, la constante preocupación de Cieza por la matanza indiscriminada de
los animales, y que hemos visto que se repite cuando describe el territorio peruano. Hay
coincidencia con lo que señala Tschudi (vicie supra), aunque no sabemos si a lo mejor la
fuente de información de Velasco (1946) ha sido el mismo Cieza de León.
139 Dedenbach Salazar (1990: 86) al comentar la cita de Cieza de León, manifiesta que “... con
mucha probabilidad también se refiere a Camélidos.”. Para nosotros no cabe ninguna
duda.
398

140 Benzoni (1985: 117-118) también describe la región de Quito entre 1547 y 1550 y dice que
“Poseían una grandísima cantidad de ovejas grandes como asnos y parecidas a los
camellos, de las cuales dicen que no hace mucho tiempo les dio una enfermedad como
lepra de la cual murieron una gran cantidad, pero que peor ha sido la lepra de los
españoles, quienes las han destruído casi por completo...”. Este testimonio de Benzoni es
muy valioso, pues él estuvo en la provincia de Quito y en la ciudad homónima, conoció al
renombrado franciscano flamenco Fray Jodoco, de quien se enteró de los primeros
momentos de la Conquista. (Lege Radicati di Primeglio, 1967; XXIV-XXV; 1985: 20-21).
Benzoni dice algo muy importante, pues él menciona una “lepra” que padecieron los
animales “no hace mucho tiempo”, pero luego añade que “peor ha sido la lepra de los
españoles”. Sin duda el “no hace mucho tiempo” es la referencia a los tiempos anteriores
a la llegada de los europeos, es decir a la Época Incaica, pues no hay que olvidar que
Benzoni escribía tan solo aproximadamente dieciseis años después del desembarco de los
primeros grupos importantes de españoles, a raíz del tercer viaje de Pizarro. De modo que
esta mención es casi seguramente a la sarna causada por el Sarcoptes. Mientras que la
“lepra de los españoles” alude con gran probabilidad al otro tipo de sarna, causada por el
Psoroptes y que llegó aparentemente con el ganado europeo. (Vicie el Capítulo 2).
141 Zárate, hacia la mitad del siglo XVI, narra el viaje de Gonzalo Pizarro que parte de Quito en
busca de la Canela, y dice: “... partió de Quito, llevando consigo quinientos españoles bien
aderezados, los ciento de caballos con dobladura, y más de cuatro mil indios amigos, y
tres mil cabezas de ovejas y puercos...” (Zárate, 1968: Libro IV, Cap. II, 200). Y cuando
Pizarro, traicionado por Orellana, regresa a Quito hambriento, los indios les mandan un
“... socorro [que] los alcanzó más de cincuenta leguas de Quito...” y ésto porqué “... los
vecinos de Quito habían proveído de mucha copia de puercos y ovejas...” (Zarate, op. cit.:
Libro IV, Cap. V, 205). Es difícil saber si las ovejas fueron de la tierra o de Castilla. Es de
suponer, por la cantidad y la fecha tan temprana, que se trata de ovejas de la tierra.
142 Gutiérrez de Santa Clara (1963: Libro Tercero, Cap. LVII, 238) relata el viaje de Francisco
de Orellana en 1543 con Gonzalo Pizarro y detalla “Cuando Gonzalo Pizarra fué por tierra
desde Quito a esta conquista...” y llegó a un pueblo llamado Zumadoco, que nosotros no
hemos podido ubicar. “Yendo Gonzalo Pizarro más adelante con doscientos y veinte
hombres y con ciento y cincuenta caballos y con cuatro mil indios amigos y tres mil ovejas
y puercos, llegaron al pueblo de Quixos...”. Sobre las ovejas en este caso, se puede hacer el
mismo comentario hecho anteriormente para la descripción de Zárate.
143 Sabemos que en 1573 en los alrededores de la ciudad de Quito aún había Camélidos, pues
hay una relación de “La Cibdad de Sant Francisco del Quito”. Jiménez de la Espada (1938:
9) indica en una nota, que el original se encuentra en la Academia de la Historia del
Ecuador. La Relación se hizo en España y “... parece hermana de las de Piura y las de Loja y
Zamora, redactadas por Juan de Salinas Loyola, gobernador de Yaguarzongo y Pacamurus,
en Madrid, por encargo del licenciado Juan de Obando y respondiendo al interrogatorio
de 200 preguntas...”.
144 La pregunta 72 fue contestada en estos términos. “Los demás ganados son conformes a los
de España, ecepto las ovejas de la tierra, que son del tamaño de asnos, tienen los pies y
manos, pescuezo y cabeza de camello.” (Anónimo, 1938: 26). La contestación a la pregunta
78 es que “En la tierra hay vacas, ovejas, cabras, puercos, yeguas, ovejas de la tierra”. Y la
79 que “Solamente se tienen por naturales las ovejas de la tierra, de las cuales hay poca
cantidad y las ocupan los naturales, porque comúnmente las cargan.” (Anónimo, 1938: 28.
Vide también, Anónimo, 1965b: 213).
399

145 Herrera sin duda ha utilizado la información del Anónimo (1938) que acabamos de
mencionar (vide supra), pues cuando trata “De lo que se ofrece que decir de la Provincia de
San Francisco de el Quito”, dice que “... havia muchas de las Ovejas de la Tierra,
Carneros...” (Herrera, 1945c: Década Quinta. Libro Sexto, Cap. VI, 375), pero luego toma la
descripción de la ciudad de Quito del Anónimo (loco citato) y la atribuye al “Distrito de la
Ciudad del Quito” y dice: “... Ovejas de la Tierra ai pocas, porque de ordinario las cargan
los indios.” (Herrera, 1945d: Década Quinta, Libro Décimo, Cap. X, 144).
146 Ya en el siglo XVII Vásquez de Espinosa (1948: 1096/340) cuando se refiere a “San
Francisco del Quito” escribe algo muy interesante. Dice: “... desde aqui comiença a auer
los carneros de la tierra del Piru...”. Su testimonio es de gran valor, pues el carmelita
estuvo en el Ecuador en l6l4 (Upson Clark, 1948: VII) y la suya, sin duda, es la versión de
una vivencia. Más bien cuando cuenta del “... Obispado de Quito...” es más ambiguo.
Menciona el pueblo de Hambatoy luego la”... prouincia de los Puruaes, que es muy fria, y
poblada de indios y grandissimas crias de ganados, y en particular de carneros, pues debe
de auer en estos distritos más de 600,000 carneros...”. No se sabe si los carneros son de la
tierra o de Castilla.
147 En la Visita que se hizo en 1559 al pueblo de Yuga, que está al sudoeste de Tumbaco (a
2,550 msnm) y al este de Quito, se dice “... que servían a los Yngas de guardalles sus
ganados de la tierra que heran obejas...” (San Martín y Mosquera, 1990: 166).
148 Cieza de León (1987: III Parte, Cap. LXXXVII, 284-285) narra “... de cómo Velalcácar mudó
la cibdad de Riobamba al Quito...” y allí dice que “Salieron diversas vezes a hazer entradas
para aver a las manos a los señores que andavan aleados, combatieron peñoles y ganaron
muchas alvarradas. En el ganado de ovejas entraron con tanta desorden que totalmente
apocaron con su mala borden la gran muchedumbre que avía dello”. Luego Velalcágar
envió a Juan de Anpundia a buscar a Copecopagua y cuenta que este mandó tres o cuatro
hombre y entonces “Quingalinbo y otros capitanes de los Yngas le salieron de paz, con
que bolbió a Quito trayendo mucho ganado para el proveymiento.”.
149 En otro pasaje, Cieza de León (1987: III Parte, Cap. LXX, 231) detalla las andanzas del
capitán Sevastián de Velalcáçar y de su llegada a Quito y salida a Cayanbe. En el trayecto
llegaron a un pueblo que se llamaba Quinche, que estaba junto a Puritaco. El cronista dice:
“Y luego Velalcáçar bolbió a encontrar a los suyos y caminaron todos para Cayanbe,
donde vieron los canpos llenos de manadas de ovejas y carneros muy grandes y
hermosos.”.
150 Cieza de Léon (1984:1 Parte, Cap. XLI, 135) trata luego del viaje que hacen los españoles de
Quito a Tomebamba, donde estaban los “graneles aposentos ele la Tacunga” y donde los
incas habían dejado mitimaes. Refiere que los indígenas tenían gran cantidad de conejos,
puercos, gallinas “... por consiguiente de ouejas, ele corderos, y carneros...”.
151 Como bien dice Dedenbach Salazar (1990: 86), en estos casos el cronista menciona ovejas,
corderos y carneros, pero en un contexto donde hay muchos animales europeos, ele modo
que no está claro si se refiere a Camélidos.
152 Sin embargo, cuando el mismo Cieza de León (1984: I Parte, Cap. XLII, 138) describe una
zona más al Sur, la del río Ambato, en plena cordillera ecuatoriana, donde vivían los
indios Sinchos y Pillares, anota que había manadas de venados “... y algunas ouejas y
carneros de los que se nombran del Perú...”.
153 El mismo cronista trata de otra zona más sureña, en las inmediaciones de Riobamba,
donde llegó Pedro de Alvarado durante su viaje hacia Quito, nuevamente no es preciso.
400

Pues dice “Y vieron por los canpos algunas manadas ele ovejas que hizo mayor alegría...”.
En dicha localidad los españoles descansaron “... comiendo buenos corderos de los que
hallaron, que son singulares y de más sabor que los aventajados de España.”. Y mandaron
a un grupo ele hombres que fuera al encuentro de los que habían quedado detrás de la
cordillera y se les ordenó que “... llevase veynte y cinco ovejas...”. Luego se explica como
llegaron los auxilios con las ovejas y cuanto los ayudó (Cieza ele León, 1987: III Parte, Cap.
LXVII, 218-219). Más adelante refiere el cronista que Diego de Alvarado, hermano de
Pedro, descubrió en la planicie un pueblo llamado Ajo. Y cuando llegó Pedro de Alvarado,
se vuelve a decir que “... hallaron muchas ovejas...”. (Cieza de León, op. cit.: III Parte, Cap.
LXXII, 236)
154 Si bien el cronista no es puntual, en este caso creemos que se está refiriendo a Camélidos.
En este sentido hay una nota interesante ele Stübel (1885: 96; 1891: 98; 1918: 209, Nota
127) en carta dirigida a Tschudi en 1885. Ella dice: “Más al Sur (ele Colombia) sólo se
encuentra la llama como animal doméstico, en las comarcas de Quito, pero tampoco son
allí muy abundantes, así que bien se puede considerar la línea del Ecuador, como el límite
septentrional habitado por esta especie. Sólo en los alrededores ele Riobamba y sin duda a
causa del suelo arenoso, tienen la llama como animal doméstico, la misma importancia
para los indios, que en Bolivia, pero allá no se les emplea para viajes largos, por ejemplo
hasta la Costa; sólo sirve como bestia de carga para largas distancias. Nada puedo decir ele
seguro sobre la existencia de la llama al sur de Riobamba, hacia la frontera peruana.
Deseo, además, manifestar que según se ha dicho, hay un pequeño número de llamas en
estado salvaje, en el lado Norte del Chimborazo, en unos pastos sembrados a una altura de
4,500 a 4,800 m. Esto se me ha asegurado repetidas veces, pero nunca he tenido
oportunidad de verlas por mí mismo. En cuanto a la vikuña, no se la encuentra ni en
Colombia ni en el Ecuador. Por lo que sé al respecto, este animal está limitado a la
altiplanicie de Bolivia, incluyendo una parte del Perú.”.
155 Un poco más hacia el Sureste, vivía el grupo de los Puruhá (vide Murra, 1946, Mapa 7, 787).
Hay un documento, conocido como “Relación de Xunxi” que trata sobre la “provincia de
los puruaes”, que no tiene fecha, pero debe ser de fines del siglo XVI (¿1582?). Allí se dice
que “Es tierra templada; está a el pie del volcán Chimborazo...”. En dicha Relación se
menciona los sacrificios que se hacían de “ovejas de la tierra” y se añade “... y hoy día hay
muchas al pie de la nieve, a las cuales no matan los indios ni llegan a ellas para hacelles
mal...”, pero cuando llegó Diego Ortegón “... por quitalles este abuso, mandando a muchos
españoles fuesen a matar destas ovejas...”. Luego refiriéndose a los lugareños, se dice que
“Tienen ganados, ovejas de Castilla, cabras, vacas, muchos bueyes y ovejas de la tierra...”
(Paz Maldonado, 1965: 262).
156 Salomon (1980: 286) ha escrito sobre los Puruháes que, como dice el documento (M y R,
1557), son habitantes de la hoya de Riobamba, lo que es actualmente la provincia de
Chimborazo. Estos indígenas cayeron bajo el dominio incaico un poco antes de los de
Quito. Indica Salomon, que los datos sobre los Camélidos son escasos y confusos, debido
probablemente a la destrucción de los rebaños que generalmente fue consecuencia de las
guerras pizarristas. Explica que existían 100 cabezas de llamas en Guayllabamba, las
cuales -según Tiqui- le habían sido “dadas” por Padilla (quizá como una restitución, o
como capital de inversión en la reproducción de las mismas; f 244r). Las llamas que Padilla
consideraba como suyas, eran probablemente los restos del rebaño estatal, ya que fue
usual entre los encomenderos reclamar como propiedad los bienes estatales bajo el
cuidado de sus encomendados. Por otro lado se conocen rebaños estatales en el valle de
401

los Chillos (en las cercanías de Quito, al Sur), pero los señores de allí no parecen haber
poseído, como los Puruháes, rebaños propios (f. 252r). Concluye Salomon diciendo que, al
igual que la agricultura del maíz en sitios remotos, el pastoreo de las llamas fue
organizado en una mit'a piramidal (f. 252r).
157 Sobre la zona de Cuenca hay varios testimonios. En primer lugar Cieza de Léon (1984:1
Parte, Cap. XLIII, 143) cuando narra de Tomebamba, la Cuenca moderna, dice que “En los
tiempos passados, antes que los Españoles ganassen este reyno: auía por todas estas
sierras y campañas gran cantidad de ouejas de las de aquella tierra, y mayor número de
Guanacos: y vicunias: mas con la priessa que se han dado en las matar los Españoles han
quedado tan pocas, que casi ya no ay ninguna.”. Luego el mismo cronista relata las
andanzas de Velalcáçar que se había quedado en San Miguel y de allí fue a buscar los
tesoros a Quito. Al llegar éste a Tomebamba “Vían grandes manadas de ovejas y
carneros.” (Cieza de León, 1987: III Parte, Cap. LVIII, 183). Es de suponer que se trataba de
animales de la tierra, pues sabemos que en 1582 en Alusi “... en los términos de la ciudad
de Cuenca...” en las ofrendas se utilizaban ovejas de la tierra, según ha escrito Italiano
(1965: 288). Y por el mismo año, se refieren a Canaribamba, también “... en los términos de
la ciudad de Cuenca...”, Gomez et al. (1965: 284), quienes escribieron: “Y hay asimismo
unos carneros que estos naturales llaman llamas: animales del grandor de ternero de un
año, y el pescuezo es del largor de más de vara y tercia, ni más ni menos.”. Y si bien es
cierto que Huaman Poma de Ayala no estuvo nunca en la zona, ni especifica de que
“ganados” se trata, de modo que como bien dice Dedenbach Salazar (1990: 85) hay que
utilizar su información con cuidado, cuando menciona a la ciudad de Cuenca, dice que
había “... pocos ganados...” (Huaman Poma, 1936: f. 998). Y Dedenbach Salazar (op. cit.: 97)
es de la opinión que en esta localidad había llamas y alpacas. Aunque en este caso ella no
cita la fuente, creemos que debe estar refiriéndose a Cieza de León (1987: III Parte, Cap.
LVIII, 183; vicie supra).
158 Y cuando Cieza de León (1984:1 Parte, Cap. LVII. 182) refiere del trayecto entre
Tomebamba y Loja, que está más al Sur, afirma “Ay muchos Guanacos y Bicunias que son
ele la forma de sus ouejas...”.
159 La existencia de Camélidos en la región es confirmada por Salinas Loyola (1965b: 296), que
escribió sobre la “ciudad de Loxa” en 1571 o 1572 y señaló que allí hay “Ganados de la
propia tierra, ovejas...”. Y luego añade: “Lo que más precian es la ropa de que se visten y
ovejas de la propia tierra, por el servicio y lanas que tiene dellas...” (Salinas Loyola, op. cit.:
303)- En este caso, por tratarse de lana, es posible que la referencia sea a alpacas.
160 Herrera (1946b: Década Octava, Libro Segundo, Cap. XVI, 384), nos habla “De la fundación
de la Ciudad de Loxa...” en 1546 y escribe que “En quanto á los Animales, hai... Ovejas de la
Tierra, i de las de Castilla...”. Si bien él no estuvo en el lugar de los hechos, se ve que su
información es correcta. Sobre esta ciudad, hay también nuevamente una cita discutible,
como ya lo hemos dicho (vicie supra) de Huaman Poma de Ayala (1936: f. 1010), que
escribió que allí había “... pocos ganados...”.
161 Salinas Loyola (1965c: 197), en 1561, cuenta el viaje que hizo entre 1557 y 1558, saliendo
de Loxa, y dice que los indígenas “Tenían ganados de ovejas de las del Pirú...”. Y luego
relata como fundó un pueblo que llamó Valladolid. De él dice: “La ciudad de Valladolid...
está de la de Loxa... hasta veinte leguas, parte de las cuales se caminó Norte-Sur... Tenían
ganado de ovejas de las del Pirú”. (Salinas Loyola, op. cit.: 204-205). (Valladolid está sobre
el río homónimo, ahuyente del río Mayo y por debajo de los 2,000 msnm). Y saliendo de
esta población “... se atravesó una serranía de montañas que duró leguas...” hasta llegara
402

Cumbinama, donde “... había gran cantidad de las ovejas del Pirú...”. (Salinas Loyola, op.
cit.-. 198). De allí pasó Salinas Loyola a Coraguana, que “... es tierra de montería...”, hasta
llegar al actual río Santiago y luego al Marañón (aparentemente el autor parece referirse
a la zona de Jaén), y a una provincia llamada Cungarapa, donde '.'Hay serranías y llanos y
la tierra de muy buen temple... Había ovejas, aunque pocas...” (Salinas Loyola, op. cit.: 200).
162 Debemos señalar que en la Relación que acabamos de mencionar, se incluyen en realidad
varias relaciones sin nombre, todas del mismo Salinas Loyola. Aquí las hemos considerado
todas juntas.
163 Aldrete, que fue capitán de Salinas Loyola, nos ha dejado con fecha 1580, información de
la Gobernación de Yahuarzongo y Pacamurus, y menciona a la ciudad de Loyola que está a
24 km de la ciudad de Loxa (sobre el río Vergel, que es un ahuyente del río Chinchipe). La
describe de esta manera. “Es tierra de lomas y sabana, y los naturales todos vestidos de
lana, por gozar de mucha cantidad de ovejas de la tierra, las cuales crían en el buche las
piedras vezares.” (Aldrete, 1965: 150). Y con fecha 1557, que corresponde al año de la
primera expedición de Salinas Loyola, nos habla de la ciudad de Valladolid, a la que
hemos hecho referencia (vide supra), y dice que es lugar de “... lomas y lugares fuertes...”.
E indica que se originan peleas entre los indígenas, para “... robarse las ovejas...”. Pero al
mismo tiempo explica que éstos “... andaban vestidos de lana de las ovejas...” (Aldrete, op.
cit.: 151-152).
164 Varios autores modernos han tratado estos temas. Uno ele ellos es Caillavet (1987) que ha
estudiado a los Bracamoros, que vivían entre Loja y Valladolid, o sea en el valle de
Malacates, en la cordillera de Sabanilla. Ellos resistieron muy tenazmente a los incas, pero
al final fueron vencidos. Anota Caillavet: “La descripción de su modo de vida, según las
mismas fuentes, deja entrever los rasgos que ellos sin duda deben a la dominación incaica:
la posesión de llamas y de conejillos de indias...” (Caillavet, op. cit.-. 303). El autor se basa
en la Relación de Salinas Loyola de 1571.
165 Hocquenghem (s/f [1989?]: 125) ha indagado también sobre este grupo étnico que ubica
“Al norte de las tierras de los tabaconas y al este de las tierras de los guayacundos, en la
vertiente atlántica de la cordillera de los Ancles, en el valle alto del río Chinchipe se
encontraba la tierra de los bracamoros. Es una región ele páramo y selva alta.”. (Aquí la
autora se remite a la Relación de Aldrete [19651 que hemos mencionado [vide supra], pero
la cita en forma incorrecta: Jiménez de la Espada, ed. 1965, t. III, p. 151-152. Y también a la
relación de Salinas Loyola [1965c; vide supra] y en este caso también la cita es incorrecta:
Jiménez de la Espacia, Ed. 1965, t. III, p. 197-198) (Hocquenghem, op. cit.: 129-130).
Comenta Hocquenghem que el intercambio de productos, entre los bracamoros y los
serranos está atestiguado por las llamas y los cuyes que tenía esta población de la
vertiente amazónica (Hocquenghem, op. cit: 131).
166 Los lectores que quieran ampliar su información sobre estos puntos, pueden leer a Taylor
y Descola (1981) que discuten la documentación que hemos mencionado, y ubican a los
grupos humanos en “La región del Alto Chinchipe, al Norte del quinto paralelo Sur...”. Se
trata de una zona que no está lejos de la frontera del Peai con el Ecuador (vide Taylor y
Descola, op. cit.: Mapa n° II, 11).
167 Salinas Loyola (1965d) en otra de sus Relaciones, nos habla de la ciudad de Zamora, que
estaba a 20 leguas “... poco más o menos...” de Loxa, más exactamente a “... leste de la de
Loxa...”. Esta se pobló en 1549 y formaba parte de la Audiencia de Quito (aunque “... antes
andaba su gobierno juntamente con la ciudad de Quito, Loxa, Jaén y las demás a ellas
403

comarcanas.”) (Salinas Loyola, op. cit.: 125). Está por debajo de los 1,200 msnm. Y el mismo
Salinas Loyola (op. cit.: 125) explica que “El valle y asiento, donde está poblada, en lengua
de los propios naturales se llama Camora (así)... Llamabase (así) la dicha tierra donde está
poblada, fuera del nombre dicho, todo junto, Poro-auca, que quiere decir “indios de
guerra”, que no habían dado la subjeción y dominio a los Ingas, señores naturales del
Pirú.”. (No es correcto, pues, como afirman Taylor y Descola [1981: 15], que en la Relación
se dice Camora).
168 En esta Relación hay poca información, pero ella es sumamente interesante e importante.
Pues en el punto 77 se dice “Que entre los mesmos naturales tenían y criaban ovejas del
Pirú, y de las d'España las que mejor se dan son vacas, puercos y cabras...” (Salinas Loyola,
1964d: 129). Y luego en el punto 164 se especifica que los indígenas “Las que estimaban
más eran ovejas de las del Pirú, porque las criaban y tenían, y otros que llaman cuys...”
(Salinas Loyola, op. cit: 133).
169 Taylor y Descola (1981: 15) han escrito sobre el particular: “El hinterland de la ciudad de
Zamora pasó a ser conocido bajo el nombre de “Provincia de Nambija”, y sobre esta
región disponemos de una serie de documentos publicados por Espada [se debió decir
Jiménez de la Espada): la “Relación de la Ciudad de Zamora de los Alcaides”, de Salinas
Loyola, fechada de 1582 (RGI 3: 125 seq.), y dos textos redactados por un encomendero de
Zamora, Alvaro Núñez que pertenecen probablemente a la serie de Visitas de 1582 (RGI 3:
136 seq. y 139 seq.).”. Aquí evidentemente se comete un error. Según el mismo Jiménez de
la Espacia (1965b: 116) la fecha de la “Relación de la ciudad de Zamora de los Alcaides”, es
1571. La que lleva fecha de 1582 es la “Relación de Zamora de los Alcaides, dirigida a la
Audiencia de Quito”, y que efectivamente, como Taylor y Descola (loco citato) dicen, fue
escrita por Alvaro Núñez. y para Francisco de Auncibay, quien fuere “... oidor en la Real
Chancillería de Quito.”. En ella, curiosamente, se menciona al reino vegetal, más no al
animal.
170 En ambas Relaciones que acabamos de mencionar, es interesante destacar la descripción
climática, que es coincidente. Es así que Salinas Loyola (1965d: 125) escribió que “Los
términos de la dicha ciudad y el sitio donde está poblada es caliente e húmeda... Es tierra
de muchos vapores que se esalan de la humedad de la tierra y por ser lluvioso.”. Y Núñez.
(1965:137-138) dice: “La tierra toda es caliente y húmida y muy enferma, ansí para sus
propios naturales como para los españoles...”. Se trata, sin duda, de la ecología de las
vertientes amazónicas de los Andes.
171 Taylor y Descola (1981: 52) no están de acuerdo con las afirmaciones desaliñas Loyola y las
ponen en duda. Pues en su esttidio analizan a los grupos Jívaro de la Sierra y de la Ceja de
Montaña, y comentan que “La crianza ele las llamas y ele-cuyes común en la cuenca de
Chinchipe, parece haber estado casi ausente del valle de Zamora.”. Y añaden: “Salinas
menciona la presencia de llamas (lo eme parece un poco dudoso), de cuyes y de hachuelas
de cobre, las cuales atestiguan relaciones de intercambio con los grupos de la Montaña...”.
172 Caillavet (1987: 49) comenta también la Relación de Salinas Loyola (1965d), y cuando trata
de los indígenas dice que “Serían entonces probables contactos e intercambio con las
etnias Paltas conquistadas por los Incas que explicaría la crianza de llamas y de conejillos
de Indias por los grupos de los contrafuertes amazónicos en el siglo XVI.”. La discusión
escapa del tema de nuestro trabajo, cabe sólo indicar que hay dos poblaciones Paltas (o
Xiroas), tina que vive en la alta Ceja de Montaña y otra son los Paltas Serranos, y que
ambas estaban estrechamente vinculadas (vide Taylor y Descola, 1981: 16).
404

173 (Para evitar errores, hay que decir que Herrera [1947: Década Octava, Libro Quinto, Cap.
XIII. 115] tomó la información sobre la presencia de “Ovejas ele la Tierra” en la Ciudad de
Camora [él sí la escribe con C] de la Relación de Salinas Loyola [1965d], como lo señala
Jiménez de la Espada en nota al final de la obra de Herrera [op. cit.: 135]).
174 Hemos dejado para el final una cita de Huaman Poma ele Ayala, por su vaguedad. Sin
embargo nos ha parecido interesante señalarla, pues ella ha sido objeto de comentario
por parte de Larrain Barros (1980b). Esta cita del cronista indio (Huaman Poma de Ayala,
1936: f. 168), da a entender que cuando llegaron los incas en la región había “ganados”.
Dice así: “El treze capitan Capac Aponinarua andesuyo los otros capitanes q fueron con
guay nacapac ynga ala conquista de tomi[bamba] [y] quito... y estos otros yns quedan
ensus pueblos dela montana ynfieles q dan por conquistar y ay muchísimos yndios a la
otra uanda es tierra de la cierra hacia la mar de lnorte a la mar garita ay muchicimos yns
oro y plata y ganados yns ynfieles esta la tierra por descubrir la tierra”.
175 Larrain Barros (op. cit.: 207) es de la opinión que por los años que escribió Huaman Poma,
es decir antes de 1613, las poblaciones yungas no habían sido incorporadas de facto a la
Corona Española, si bien por la información que nos da Huaman Poma, éstos habían
servido de alguna manera al Inca. El habitat que se indica, es decir “tierra de la cierra
hacia la mar del norte” (Larrain Barros utiliza la edición de 1956-66 de la obra de Huaman
Poma), se refieren a zonas bajas, no serranas, es decir áreas de las riberas de los ríos que
van a formar el Amazonas (como el Ucayali, el Urubamba, y tal vez el Tigre, el Santiago y
el Ñapo), zona donde Huaman Poma sitúa, aunque en forma vaga e imprecisa, a sus indios
antisuyu y cbuncho, que están sujetos al Inca. Dado que el cronista indio no salió del ámbito
de su tierra natal (Larrain Barros [op. cit.-. 140, Nota 7] se basa en el trabajo de Ludeña de
la Vega [1975]) Larrain Barros cree que él pudo tener acceso a grupos mitimaes y a sus
caciques que hablaban quechua y que le pudieron informar.
176 Para terminar con esta reseña de los datos de Camélidos en el área ecuatoriana, queremos
mencionar dos comentarios de Salomón que nos parecen sumamente importantes. El
primero (Salomón, 1980: 141-142) se refiere a los escrito de Cieza de Léon. Al respecto
Salomón llama la atención sobre los tiempos de los verbos que éste emplea. Así Cieza
escribió: “ Tienen mucha cantidad de algodón, de que se hacen ropas para su vestir y para
pagar sus tributos. Había en los términos desta ciudad de Quito gran cantidad deste
ganado que nosotros llamamos ovejas, que mas propiamente tiran a camello.” (Salomón
cita la edición de Cieza de León de 1962: 130 que corresponde en nuestra bibliografía a
1984: I Parte, Cap. XL, 130. Los subrayados son de Salomón). Aquí se ve que cuando el
cronista menciona al ganado, lo hace en tiempo pasado, mientras que cuando nombra el
algodón lo hace en presente. Por eso Salomón cree que “... se trata de rebaños destruidos
por los españoles o perdidos por falta de cuidado de los incas...”.
177 Luego Salomón (loco citato) comenta, que habiendo Cieza de León viajado por Quito antes
de 1550, debió haber visto mucha ropa manufacturada bajo el Tahuantinsuyo.”La
asociación de lana con la economía imperial está también reflejada en la visita de 1559,
donde las declaraciones sobre el tejido de lana camélida, están invariablemente en tiempo
pasado. Se refieren sólo a la producción para el estado, y nunca a un beneficio cacical o de
particulares (M y SM 1559: f 838v. 856v). Ya por 1573 tal producción dejó de existir;
habían muy pocas llamas en los alrededores de Quito y eran empleadas ordinariamente
como bestias de carga (Anónimo [1573] 1965 [b en nuestra bibliografía]: 213)”. Señala
además Salomón, que la industria textil aborigen pasó por varios y bruscos cambios entre
405

los años 1,400 y 1,600 y una tradición local de tener fibras de plantas sobrevivió en toda el
área, en parte como tradición local y en parte como tradición incaica de tejer algodón.
178 Termina diciendo Salomón (loco citato) que “Hay que tomar en cuenta además el hecho
que, en el intervalo entre la decadencia de los rebaños incas de llamas, y el aumento de
los rebaños de ovejas, había muy poco por escoger. En efecto el período 1534-1548,
cuando la sociedad aborigen tuvo que apoyarse en sus propios recursos, puede ser visto
en más de un aspecto como un resurgimiento de algunas instituciones preincaicas. Había
sido un período de auge de la industria algodonera. La introducción inca de la industria
de la lana, en lo que a Quito se refiere, fue mayormente un artefacto del sector estatal. Sus
finalidades habrán sido el aumento de ingresos tributarios, y la acumulación de reservas
estratégicas. A diferencia de la mayoría de las provincias sureñas, Quito no tuvo rebaños
custodiados a niveles cacicales o más bajos... Las comunidades en el Valle de los Chillos
informaron de la producción sólo para el estado inca (M y MS 1559 : f 817v, 838v).”.
179 El segundo comentario de Salomón (1980: 279), es general. Allí él explica que el pastoreo
de llamas parece haber avanzado, tanto en términos de distancia como de velocidad, con
la frontera militar incaica. Pues las llamas eran conocidas “antiguamente”, según las
fuentes (y el autor cita Paz Ponce [Sic!, de León; 1582] 1965: 237), en la localidad de
Otávalo y eran consumidas por los mandatarios locales. Sin embargo, observa Salomon,
que estos animales no son mencionados como fuente de fibra para los vestidos. Hacia el
Sur, en Quito, las llamas son mentadas sólo como animales de carga (y Salomón cita al
Anónimo [1573] 1965 [b en nuestra bibliografía I: 213). Más al Sur, las llamas fueron
asociadas con la industria textil y con el sacrificio ceremonial (Salomón cita a Paz
Maldonado [1582] 1965: 262; Gómez etal. [1582]1965: 284; Salinas [Sic!, Loyola; 1571 ?] 1965
[b en nuestra bibliografía]: 303). Finalmente, termina diciendo Salomón que en Xunxi el
“... uso sacrifical y devocional (de la llama), se describió específicamente como una
innovación inca.”.
180 Finalmente, no podemos dejar de mencionar una serie de puntos, sobre los que hemos
encontrado alguna información y que, o pueden ser de interés, o se debe llamar la
atención sobre ellos por alguna razón.
181 Un tema que en el futuro deberá ser estudiado con cuidado por los especialistas, como
dice Gilmore (1950: 435), es la posibilidad de la existencia de “... tina raza más pequeña...”
de llama en el Ecuador. Punto que, en la fecha en la que escribía Gilmore, aparentemente
no tenía sustento, pero que hoy es puesto nuevamente en discusión, por las evidencias
arqueológicas que hemos mencionado.
182 Un aspecto que siempre ha sido considerado de importancia para la dispersión de los
Camélidos, ha sido el geográfico. Es decir las variaciones que se producen al Norte de la
frontera peruana. Troll (1935, 1958) ha sido uno de los que estaban convencidos, que el
binomio calor/humedad, jugó un rol fundamental en esto, pero en sentido de freno. Él
escribió: “Queda sobre entendido que no es completamente imposible hacer la cría de la
llama también en la “zona de páramo”. Pero el hecho de que allí no encuentran las
condiciones óptimas de la puna está demostrado por los ensayos de aclimatación hechos
por los Incas en el actual Ecuador. Las llamas se han conservado allí hasta hoy pero solo
en cifras muy reducidas y no sin razón. La mayor parte de las llamas ecuatorianas se
encuentran en las provincias centrales (Chimborazo, Tungaragua y León) en donde los
páramos, a consecuencia de estar el suelo constituido por “tufos volcánicos” muy
permeables, son particularmente secos. Por otra parte la llama allí, es sólo de uso local, no
empleándosela para viajes largos. De todo lo publicado sobre las llamas, en el Ecuador, se
406

desprende sin lugar a dudas que no es posible establecer allí criaderos florescientes.”
(Troll. 1935: 142).
183 Sobre este punto han escrito también Miller y Gill (1990: 51, Nota de pie de página),
evidenciando que el páramo de Ecuador, Colombia y Venezuela se puede comparar sólo
en forma aproximada, pero que éste es significativamente diferente de la puna del Perú y
Bolivia. La zona de páramo de los Andes Ecuatoriales, tiene como característica tierras
irregulares que se encuentran aproximadamente entre los 3,800 y los 4,700 msnm, con un
clima permanentemente frío y húmedo y con precipitaciones a lo largo del año. Mientras
que el medio de la puna se sitúa entre 4,100 y 4,800 msnm y es considerablemente más
seco que el páramo y con una pluviosidad estacional. (Los autores se basan en los trabajos
de Cuatrecasas, 1968; Troll, 1968; Pulgar Vidal, 1987 [en nuestra bibliografía, s/f 1980?]). Y
luego señalan (Miller y Gill, op. cit.: 51) que a pesar de los escasos trabajos que se han
hecho en zooarqueología en el Ecuador, parece claro que la fauna endémica de la región
ha sido significativamente diferente de la que se encuentra en los valle interandinos
análogos del área peruana. Según los autores, Wing (1973:3 [trabajo que nosotros no
conocemos]) ha estimado que hasta el 80% de los animales han sido diferentes en las dos
áreas.
184 Los mismos autores (Miller y Gill, 1990: 49-50) son muy enfáticos en indicar, que la
distribución geográfica de los Camélidos domésticos, así como el habitat de las especies
silvestres “... se ha convertido en sinónimo con las tierras altas del Perú meridional y el
norte de Bolivia...” y en realidad la posibilidad que los Camélidos hayan podido ser
abundantes con anterioridad en el Perú septentrional y en el Ecuador, ha sido una idea
que en el siglo XIX fue tomada como una posibilidad sólo por algunos estudiosos. Los
autores mencionan las aseveraciones de Cieza de Léon (1973: 110-155 [en nuestra
bibliografía 1984:143-182]) sobre la existencia de vicuñas y guanacos en la región de
Tomebamba y algunas otras zonas del Ecuador (y hemos visto que en realidad hay más
información que la de Cieza de León, vide suprá) y que la llama y posiblemente la alpaca
hayan podido quizá desarrollarse allí bajo el dominio incaico. Ellos terminan
preguntándose: “Esto que ha sido aceptado sin reservas plantea la pregunta, ¿los
camélidos domésticos han sido introducidos sólo con la conquista incaica del Ecuador por
Thupa Inca en 1463 o ellos son más antiguos en el Ecuador? Y la segunda pregunta es
¿cual de los camélidos domésticos (llama o alpaca) pudo estar presente en estos climas
norteños?”. Ellos no dan una contestación. Pero llama la atención que los autores, que
han estudiado los restos de Pirincay, dejen entrever alguna duda sobre la existencia de
Camélidos en el Ecuador en tiempos definitivamente preincaicos. Volveremos sobre el
asunto más adelante.
185 Stahl (1988: 357) ha mostrado también preocupación por este asunto. Él parte de la
premisa que al menos la llama doméstica estuvo distribuida en los contextos de altura y
las tierras bajas occidentales del Ecuador. Recuerda que en la actualidad la cantidad de
estos animales en el Ecuador es muy baja, y que se encuentra fundamentalmente en las
cuencas altoandinas de Cotopaxi, Tungurahua, Cañar y Chimborazo (su información
procede de Franklin, 1982: 475; Sick, 1963: 133: Acosta-Solis, 1965: 362).
186 Stahl señala, que notando la concentración de llamas en el valle de Chimborazo hacia
fines de la última centuria, Gonzáles-Suárez (1969: 208, nota 8. El original es de 1892)
formuló un punto de vista que ha sido repetido con cierta insistencia a lo largo del
siguiente siglo. Es decir, que la introducción de la llama ha sido un hecho reciente,
atribuible a la expansión incaica. Gonzáles-Suárez sugirió que la llama fue llevada por los
407

colonizadores aymarás, en calidad de mitmajkuna. (No conocemos suficientemente la


historia ecuatoriana, pero a juzgar por las fechas, en realidad parece posible que
Gonzáles-Suárez fuera influenciado por Tschucli, quien como veremos más adelante,
publicó sus ideas en 1885). Y es interesante, indica Stahl, que a pesar que Jijón y Caamaño
(1927: 15) identificó restos de estos animales en contextos arqueológicos pre-incaicos en
Cerrito de Macají y que Muría (1946: 792; vide infra) sostuvo que pudieron existir llamas en
asociación con restos preincaicos del Ecuador, en realidad ha prevalecido la idea que las
llamas han sido llevadas allí por los incas. (Y Stahl menciona a Troll, 1931: 264; Muría,
1946: 804; Gilmore, 1950: 433; Sick, 1963: 133; Wilbert, 1974: 24; Salomón, 1986: 82).
Concluye Stahl (loco citató) diciendo, que “A pesar de su relativa escasez en las tierras altas
de Ecuador, hay una evidencia definitiva de presencia pre-incaica de camélidos en el área,
con muchas sugerencias de gran antigüedad.”.
187 Gilmore (1950) había escrito algo en este sentido, pero sin aportar ningún fundamento de
causa. Es así que él manifestó que “... el guanaco pudo haberse extendido hasta el Ecuador
y el Sur de Colombia (“Paramo de Guanaco”) en estos tiempos tempranos [el autor se
refiere a la época anterior a los incas] y los huesos encontrados en la basura que han sido
identificados como llamas actualmente pueden ser guanacos.” (Gilmore, op. cit.: 433). Y
luego insiste sobre este punto, es decir que los “pretendidos” huesos de llama de los sitios
tempranos del Ecuador, podrían ser de guanaco (Gilmore. op. cit.: 447). El autor se basa en
el hecho que en el Pleistoceno tardío y el Holoceno Temprano, el guanaco se extendía
hasta el Sur de Colombia, en terrenos de páramo.
188 Vamos a resumir a continuación, sólo algunos de los argumentos que han esgrimido los
autores que han defendido una de las dos posiciones, es decir los que sotienen que los
incas son los responsables de haber llevado los Camélidios al Ecuador, y los que
mantienen que éstos ya estaba allí en tiempos pre-incaicos.
189 Tschudi (1885: 96; 1891: 98; 1918: 209-210; 1969: 126-127) trata el asunto con honestidad
científica, pues él escribió: “Se ignora si en tiempo del reino de Quito o de los Skiris, en la
actual República del Ecuador, había aukenias [en el original dice Auquenien] pero sí se
tiene por cierto que después de la conquista de Quito por los Inkas, se llevaron al país
muchas llamas especialmente cuando Wayna-Карах [en el original dice Kbapa.x]...
Carecemos de datos precisos hasta ahora, que permitan fijar en las mismas serranías del
Perú, el límite norte que alcanzaron las diversas especies de aukenias.”.
190 Troll es mucho más categórico que Tschudi, pero sus argumentos son endebles. Sobre el
particular escribió: “Antes de la dominación incaica no existía en el Ecuador ninguna
clase de “Auchenia”, ni siquiera las dos que viven en estado salvaje, la vicuña y el
guanaco. La llama se ha sostenido hasta hoy en ese país pero sin alcanzar significación
particular. Pues, en efecto, la llama como la alpaca, son propiamente animales
característicos de la puna y en el Ecuador la puna es reemplazada por el páramo.” (Troll,
[1931], 1935: 140). Es interesante de notar que la única fuente que cita Troll, es la de
Gonzáles-Suárez (1890-1892: 195 [si bien no hemos podido conseguir la obra, tenemos
información que la fecha correcta es 1890-1903]; de la que, según Stahl, hay una edición
de 1969), y curiosamente ignora los escritos de Tschudi. En otro trabajo posterior, Troll
(1958: 28) volverá a repetir, que en el Ecuador las llamas “... fueron introducidas
tardíamente por los Incas.”.
191 Steward (1949: 718) también trató el asunto, y escribió que “Las llamas comenzaron a ser
importantes en el Ecuador sólo después ele la conquista ele los Incas...” y Salomón (1980:
408

135), al discutir la caza en el área de Quito, opine) que “... esto, aumentado por los
camélidos de procedencia inca, proveyó un suplemento de carne.”.
192 Como se podrá ver toda la argumentación, cuando se ofrece, pues muy a menudo son sólo
afirmaciones, es muy endeble y es principalmente de orden geográfico y partiendo del
supuesto, infundadamente convenido en axioma, que los Camélidos son animales de puna.
Veremos en seguida que han escrito aquellos autores que aceptan la presencia de
Camélidos en los tiempos pre-incaicos en el Ecuador.
193 Cuando se ha querido indicar que los Camélidos fueron introducidos por los incas en el
Ecuador, se ha citado muy a menudo a Murra (e. g. Miller y Gill, 1990: 51), y sin embargo
ello no es correcto. Es así que Murra (1946: 804) al comentar que Cieza de León menciona
la existencia de llamas en el Ecuador, dice que éstas fueron “... probablemente de origen
inca.” (el subrayado es nuestro). Y luego en trabajos posteriores (Murra, 1964a: 118; 1965;
1975: 118), cita aTroll (1931: 266; 1958: 29), en el sentido que la llama y la alpaca son
animales de altura, y que en consecuencia fueron introducidos artificialmente en el
Ecuador por el estado inca. Pero él no discute dicha posición, ni la hace suya. Sin
embargo, las ideas de Murra están claras en un trabajo anterior. Allí él escribió:”...
Gonzáles Suárez [no se indica fecha, pero sin duda es 1890-19031 sugiere que la llama fue
introducida por los Inca, y ello probablemente es correcto en lo que se refiere a su uso
generalizado. Sin embargo, la evidencia arqueológica señala la presencia pre-Inca de llamas sea
en Lmbambura que en Cañaf (Murra, 1946: 792; el subrayado es nuestro). La posición de
Murra, pues, nos parece muy clara. (Es interesante recordar que lmbambura se encuentra
en el Norte del Ecuador, por encima de los 4,000 msnm, mientras que Cañar está en el Sur,
y alrededor de los 2,000 msnm). Y cuando en el mismo trabajo Murra (1946: 810) discute
los aportes incaicos al área ecuatoriana, dice que “Se llevaron llamas al norte en grandes
cantidades y ellas proveyeron a los ecuatorianos con una bestia de carga y una nueva y
segura fuente de proteínas.”.
194 Los datos que nos trae Cardozo (1974b: 143) son sin duda interesantes, pero el problema
es que a este autor -como lo hemos dicho en varias oportunidades- es difícil creerle. Y
nosotros no hemos podido controlar sus fuentes de información. De modo que lo citamos,
con las reservas del caso. Según Cardozo, Gonzáles Suárez (él se refiere a una edición de
1973) aunque cree que las llamas fueron masivamente importadas por los quichuas y
aymaras, admite la existencia pre-incaica de los camélidos... En Otávalo, según este
religioso ecuatoriano, había habido 'una, o acaso dos (especies domésticas prehispánicas)
a saber, la llama y el perro'. Quizá este historiador es el más escéptico para mostrar la
distribución geográfica amplia como lo muestran Juan de Velasco (1946) y los cronistas
españoles.”. Si esta cita y el comentario fueran correctos, serían muy importantes, pues
demostraría que varios autores, entre ellos Stahl (1988) y Murra (1946), que hemos
mencionado (vide supra), no habrían leído bien a Gonzáles Suárez. Es un punto que queda
sujeto a revisión.
195 Cardozo (op. cit.-. 143) dice también que un “... ecuatoriano de fines del siglo pasado, el P.
Wolf (1892)... hace mención a las llamas de Tungurahua, Chimborazo y de León'.”. Pero es
imposible saber si se refiere a Camélidos pie o post-incaicos. (Además de los autores que
hemos nombrado aquí y en la parte referente a la Arqueología, Cardozo [1974b: 1431
señala los siguientes autores que, según él, han sostenido la existencia de Camélidos en
tiempos preincaicos. Son datos que no hemos podido comprobar y que hay que tomar con
precaución. Ellos son: Jijón y Caamaño [1951], Larrea [1971, 1972], Andrade Marín [1954;
citado por Salvador Lara [19711] y Noriega [1947]).
409

196 Wing (1977b: 17; 1986: 260) acepta la existencia de estos animales en el Ecuador, tanto en
la parte costera como en la serrana, con una antigüedad de por lo menos 700 años d. C.
Stahl (1988: 355) también es categórico: “... las evidencias arqueológicas actuales
demuestran definitivamente la presencia de camélidos preincaicos. Una limitada cantidad
de evidencias históricas, pueden inclusive sugerir el mantenimiento indígena de rebaños
en el ambiente de tierra baja antes de la llegada cataclísmica de los españoles.”.
197 Según Pulgar Vidal (1950: 19 [85]), durante la Colonia también se importaron Camélidos
en el Ecuador, pero la única fuente que cita es la de W. H. G. Kingston, sin mayores datos,
y el artículo carece de bibliografía. Según Pulgar Vidal, este autor se refiere a los viajes
que hizo por la cuenca superior del río Cauca (cerca del afluente Vinagre) y dice que en
un parque había varias llamas que habían sido traídas del Alto Perú y que dichos animales
ocasionalmente se utilizaban como bestias de carga. Concluye Pulgar Vidal: “Finalmente,
sabemos que algunos hacendados de la sabana de Cundinamarca han traído auquénidos;
que por varias causas no se han aclimatado y han desaparecido.”.
198 Sobre la matanza de Camélidos en el Ecuador, en los tiempos ele la Conquista, hemos
encontrado solamente dos citas ele Cieza ele Léon. Una que se refiere a Velalcácar cuando
cambia la ciudad ele Riobamba a Quito, y para eso los españoles efectúan una serie de
“entradas”. Sobre el particular el cronista escribió: “En el ganado ele ovejas entraron con
tanto desorden que totalmente apocaron con su mala horelen la gran muchedumbre que
avía elello.” (Cieza ele León 1987: III Parte, Cap. LXXXVII. 284). Y luego, la otra mención
ele Cieza ele León (1987:I Parte, Cap. XLIII, 143), es cuando al hablar ele Tomebamba
(Cuenca), indica la gran cantidad ele ovejas “ele aquella tierra” y “mayor número ele
Guanacos: y vicunias” que había antes ele la llegada ele-los españoles, pero
inmediatamente comenta:”... mas con la priessa que se han dado en las matar los
Españoles han quedado tan pocas, que casi ya no ay ninguna...”. El testimonio ele Cieza ele
León, lo decimos una vez más, es patético.
199 Wing (1975: 36; 1977a: 852 y Tabla 1, 839) ha llamado la atención que en las muestras
tempranas ele Sigsig (en la Cueva ele Chobshi, a 2,400 msnm) y que corresponden a un
lapso que oscila entre 10,000 y 8,000 años a. P. no hay restos ele Camélidos. Y es
interesante indicar que hasta esa fecha, Wing aún creía que “Los sitios posteriores al sur
del Ecuador, pueden incluir ya llamas introducidas.”.
200 Sobre los hallazgos más tardíos tenemos un comentario ele Bruhns Olsen (in litteris, 22 de
enero ele 1992) que nos parece interesante y que preferimos citar ad litteras. “En estos
momentos no han reportado camélidos en sitios formativos ni del Período del Desarrollo
Regional ele la costa. Me parece que los camélidos no tenían mucha dispersión en el
Ecuador hasta el período ele Integración. Donald Collier dice que no existían en Cerro
Narrío; que los huesos encentrados allá eran todos de venado (también yo he notaelo en
varias visitas al sitio que los huesos encontrados a los lados de los pozos ele guaquería,
ambos pozos antiguos como modernos, son todos de venaelos o ele animales como perro,
etc.). Al Norte casi no existen elatos de excavación. No recuerdo si han encontrado
camélidos en las excavaciones ele Athens cerca ele Otávalo, pero pienso que no. El
problema es seguramente no la falta de camélidos en sitios serranos del Formativo Tardío
(y siguiente), sino más bien la falta de excavaciones en la sierra.”. Y luego Bruhns Olsen
añade: “Pues, hasta la fecha, nosotros tenemos abundantes restos de una llama pequeña
en los niveles de ca. 3-400 años a. C. hasta el abandono del sitio en el primer siglo de
nuestra Era. En Chaullabamba, un sitio correspondiente a las fases tempranas de Pirincay,
no hay camélidos. En Cerro Narrío, no existen camélidos ni en las capas temprana
410

(contemporáneas con Chaullabamba y Pirincay) ni en las tardías. Guffroy en sus


investigaciones en el valle de Catamarca en Loja no encontró Camélidos, pero es posible
que al norte en Oña, un área un poco más verde y con pajonales, existían estos animales.
La provincia de Loja es semidesértica, pero existen pajonales y algunos valles con agua y
yo pienso que la falta de camélidos, refleja la falta de investigación. Las investigaciones de
Guffroy no fueron muy extensas y no sabemos nada de los resultados de los trabajos de
Temme.”.
201 Hay un comentario de Stahl (1988: 36l) que nos parece también interesante y sugerente,
en lo que se refiere a los datos de los cronistas. En efecto, recuerda el autor que se
menciona con insistencia el trabajo de la lana entre las poblaciones costeñas
ecuatorianas, sin embargo la lista de tributos que estudió Salomón (1986 [1980 en nuetra
bibliografía]) para Quito, indica el predomonio de vestidos de algodón. Además, nota
Stahl, que en los documentos no se señala el origen de esos tejidos. Este es un punto que
deberían investigar los historiadores.
202 En lo que se refiere a los siglos XIX y XX, hemos podido reunir sólo algunos pocos datos
sobre los Camélidos en el Ecuador. Los apuntamos como simple referencia, pues sin lugar
a dudas, la información existente debe ser mucho más amplia.
203 Von Humboldt (1971: 145), en 1876, menciona las llamas “... que vagaban pollas
pendientes occidentales del Chimborazo...” y explica que, por la información que le
dieron los indígenas, éstas “... se hicieron salvajes... cuando Licán, la antigua residencia de
los soberanos de Quito, fue reducida a cenizas.”. Y luego comenta: “Los rebaños de llamas,
cuando son tan numerosos como los que he visto en las mesetas situadas entre Quito y
Riobamba...” (Humboldt, op. cit.-. 146).
204 Por su parte Stübel (1885: 96; 1891: 98; 1918: 209, Nota 127; 1969: 126-127, Nota 10) en
1885, luego de haber comentado algunos datos de Camélidos en Colombia y a los que ya
nos hemos referido (vicie supra), escribió: “Más al Sur sólo se encuentra la llama como
animal doméstico, en las comarcas de Quito, pero tampoco son allí muy abundantes, así
que bien se puede considerar la línea del Ecuador, como el límite septentrional habitado
por esta especie. Sólo en los alrededores de Riobamba y sin duda a causa del suelo
arenoso, tienen la llama como animal doméstico, la misma importancia para los indios,
que en Bolivia, pero allá no se le emplea para viajes largos, por ejemplo hasta la costa;
sólo sirve como bestia de carga para largas distancias.”. Es interesante señalar que en la
década de los años 40, Troll (1958: 28) escribía que”... todavía existen llamas en los
páramos encima de Riobamba, se les emplea para transportes locales de carga.” y en años
reciente, Nachtigall (1966a: 193) señala un pequeño centro de llamas en el Ecuador
Central, alrededor de Riobamba.
205 Cardozo (1974b: 144), a pesar que en este caso parece referir una observación personal,
tampoco puede ser totalmente creído en cuanto no es puntual y habla en condicional.
Explica que recorriendo las provincias”... desde el puente de Rumichaca sólo en algunos
distritos como Chimborazo o Bolívar se habrían de encontrar los llamingos. Las vicuñas
gráciles han desaparecido.”
206 En otro artículo el mismo Cardozo (1974a: 10-11) habla de un exterminio de vicuñas en el
Ecuador y dice que “Hoy, el territorio de las llamas está reducido a las de Chimborazo,
Bolívar y Cotopaxi.”.
207 Luego Cárdozo (1974a: 11) señala que la población de llamas en el Ecuador se ha reducido
dramáticamente. “Ultimas informaciones recolectadas por un estudiante que prepara una
411

tesis sobre este asunto, indican que la población de llamas en el país ya alcanza cifras
críticas de unos 2,000 animales.”. Dada la poca seriedad del autor, no sabemos hasta que
punto sus datos son correctos.
208 Salomón (1980: 56) ha discutido la crianza de los animales domésticos en el área
ecuatoriana, aunque él toma como punto de partida y en forma axiomática la posición de
Troll (1931, 1958) de que la llama es “miembro del biotipo puna”. Sobre el particular, él
escribió que “Excepto las tierras altas y secas de la moderna provincia de Chimborazo,
ninguna parte de los Andes norteños ha mantenido exitosamente la ganadería de
camélidos en los tiempos históricos.”. La observación de Salomón es indudablemente
interesante, pero sería importante ahondar en el tema y estudiar las verdaderas razones
por las que se ha frenado este desarrollo, pues hemos visto que la posición de Troll no es
correcta.
209 Franklin (1982: Tabla 2, 475) indica que a fines de la década de los años 80, había en el
Ecuador 2,000 llamas, que según Stahl (1988: 357) están distribuidas fundamentalmente
en las cuencas altoandinas de Cotopaxi, Tungurahua, Cañar y Chimborazo. No se sabe con
exactitud de que fuente proviene la cantidad de animales que señala Franklin (loco citato),
pues la indicación bibliográfica para toda la Tabla 2 está dada en forma global. Allí se
menciona a Novoa (1980), Cardozo (1980), Guzmán (1980), Cajal (1981), Brack Egg (1981) y
Rottmann (1981). Suponemos que la información relativa a Ecuador haya sido tomada de
Cardozo (1980), pero este trabajo nosotros no lo conocemos. Pensamos eme esa es la
fuente, en cuanto Cardozo (1974a: 11) como ya lo hemos indicado (vicie supra), había
publicado ese dato con anterioridad, atribuyéndolo a “... un estudiante que prepara su
tesis sobre este asunto...”. Hay que tomar, pues, esta información como proveniente de
incertae sedis.
210 Por referencia de Bruhns (1991b: 2) sabemos que en 1980 se comenzó la importación al
Ecuador de alpacas chilenas. Y por la leyenda de una ilustración de otro trabajo de Bruhns
(1989: Fig. 16, 70) se desprende que en 1985 se estaba empezando nuevamente el pastoreo
de Camélidos, y por primera vez desde la llegada de los españoles. (Aparentemente esto
no sucedió en 1987, como ha escrito Wheeler [1991: 321 basándose en un artículo de
Meisch [1987]). Se trata de alpacas que se crían cerca del pueblo de Zhoray, medio día a
pie desde Pirincay. Esta noticia nos ha sido confirmada por Bruhns (in litteris, 22 de enero
de 1992) que nos ha informado que Stuart White ha importado alpacas de Chile y las está
criando en la provincia de Cañar, en el Pajonal encima de Pirincay. “Stuart me dijo que
debido a los parásitos y también a la baja concentración de elementos nutritivos en la paja
de las alturas, que es necesario llevar los animales a los campos más bajos por una parte
del año, sobre todo en la temporada de dar a luz.”.
211 Recientemente nos hemos enterado por una nota periodística (Anónimo, 1992b: B6), que
en 1988 se inició una repoblación de vicuñas en el Ecuador a base de un convenio
internacional y que gracias a una clonación peruana de 100 vicuñas y de otros 80 animales
procedentes de Chile, en 1992 el número de ejemplares se ha duplicado. La noticia decía
que todo hace preveer, que en los próximos 15 años las 100 vicuñas peruanas
multiplicarían hasta alcanzar los 7,950 ejemplares que, sumados a los 6,300 de sangre
chilena,”... restaurarán la presencia de este camélido prácticamente extinguido en los
Andes ecuatorianos.”. Según esta información, las vicuñas peruanas se estaban adaptando
muy bien a su nuevo habitat, mientras que el grupo chileno sufrió la muerte de 20
animales debido al viaje y al estrés. Aparentemente estos animales están viviendo a más
412

de 4,000 msnm, en los páramos de Mechahusca y El Sinche, en la provincia de Tungurahua


y Bolívar. (Para algunos datos adicionales vide Cuadro 2).
212 Hay finalmente un asunto lingüístico que queremos señalar. Se trata de la palabra
llamingo que se usa en el Ecuador para denominar a las llamas. Cardozo (1974b: 143)
afirma que Goncales Holguin (1952; que está citado en el texto, pero no figura en la
bibliografía), Juan de Velasco (1946) y Cordero (1955) “... mencionan la palabra llama y
llamingo como vocablos netamente quichua.”. No discutiremos el término llama, por
razones obvias. No hemos podido leer las obras de Velasco y Cordero, pero
definitivamente en el vocabulario de Goncales Holguin el término llamingo no existe y no
es palabra quechua. El mismo Cardozo (1974b: 139) dice que según Salvador Lara, se trata
de un ecuatorianismo. Romero (s/f; Tomo I, 223) ha dado una explicación que es absurda,
en el sentido que “... en el Ecuador se llaman llamingos porque al adaptarse a la sierra
ecuatorial han bajado de estatura.”.
213 Hemos pedido opinión de Cerrón Palomino el cual nos ha explicado que en el Ecuador a
los carneros se les llama llamas y que en contraposición para las llamas se ha creado el
ecuatorianismo llamingo. Etimológicamente la terminación ingo en quechua significa
parecido a, derivado de y de allí -aunque equivocadamente- ha sido tomado. Es sin lugar a
dudas una creación moderna, pues el término no aparece en los textos de los cronistas, y
se utiliza en el callejón interandino desde Cañar hasta Otavalo, es decir en la zona que se
conoce como la quichua interandina (Rodolfo Cenan Palomino, Comunicación personal, 18
de abril de 1994).
214 Para terminar, nos vemos en la obligación moral de insistir sobre dos trabajos de Cardozo,
que tratan el problema de los Camélidos en el Ecuador. En ellos hay tales errores que
deben ser tomados con sumo cuidado, pues pueden llevar a graves inexactitudes. Y nos
llama la atención que hasta ahora, por lo que nosotros sabemos, nadie lo haya dicho, y
que éstos y otros escritos del autor, aparezcan citados muy a menudo en la literatura y sin
crítica alguna. En uno de estos trabajos, Cardozo (1974a: 10) ha escrito ad verbum expressus.
” Carlos Manuel Larrea, anota la presencia de mastodontes en las cercanías de Quito, y que
bien podrían serlos antecesores de los camélidos.” (el subrayado es nuestro). Esto no necesita
comentario. En otro artículo de Cardozo (1974b) hay toda una serie de graves
equivocaciones. Por ejemplo, se afirma que “... los camélidos emigraron desde el Norte de
América hacia el Sur al término del Pleistoceno y comienzos del Cuaternario.” (Cardozo, op. cit.:
140; el subrayado es nuestro). Además las citas son incorrectas, y los autores que están
mencionados en el texto no figuran en la bibliografía. El contenido es lírico y no tiene
nada de científico. Además el autor utiliza citaciones de cronistas que se refieren al Perú,
para afirmar realidades ecuatorianas, con un desconocimiento de causa verdaderamente
increíble.

9.6 Bolivia
215 Sobre el área que corresponde al actual territorio de Bolivia, no hemos podido encontrar
mucha información. Pero lo que nos falta fundamentalmente son los datos arqueológicos
que prácticamente desconocemos.
413

9.6.1 Dalos históricos

216 La información histórica, sin ser muy abudante, es suficiente para darnos una visión del
asunto. Al igual que para otras regiones, la hemos organizado de Norte a Sur
exclusivamente para fines prácticos.
217 En lo que se refiere a la época incaica, tenemos sólo una referencia de Murra (1975: 140),
que explica que en los puestos de avanzada en las fronteras, los incas contaban con hatos
de llamas. Es así que cerca de Cochabamba, que era zona de frecuentes escaramuzas, la
guarnición incaica podía utilizar los rebaños asignados administrativamente al Sol. Esta
información de Murra se basa en Murúa (1946: Lib. IV, Cap. XIV, p. 410). En efecto, cuando
Murúa (1925: 52) escribe de Cochabamba dice: “Solía haber cierto puquial de ganado del
Sol, que los Ingas inventaron para tener carne en tiempo de las guerras, como también
estar en la frontera...”.
218 Para los tiempos coloniales, comenzaremos con la Provincia de Omasuyo, una de las más
conocidas del Collao, al Noreste del lago Titicaca. Hay un dato de un documento que no
lleva fecha, pero debe ser de 1586, de Mercado de Peñalosa etal. (1965: 337) que se refiere a
la localidad de Viacha, en la provincia de Omasuyo “... en el camino real de Potosí...”
donde “Tienen pocos ganados de la tierra...”.
219 En otro documento posterior, de 1651 de Castro y del Castillo (1906: 219), sobre la misma
provincia, se dice: “Y en los páramos, llamados punas, desabrida por ser réxida
destemplanza, se vien manadas de animales silvestres, que son guanacos, semejantes á los
carneros de la tierra, y éstos en el modo á los camellos. Las vicuñas, que por su lixeresa les
dan este nombre, paresen en el talle servatillas, es amoroso lo blanco de su lana de color
bermejo, en el pecho blanco, de quello largo y cavessa pequeña.”.
220 Y Cosme Bueno, el “... catedrático de matemáticas y cosmógrafo mayor del Perú.”
(Porras, 1955: 227) que escribió en la segunda mitad del siglo XVIII, también hace
referencia a la Provinvia de Omasuyo, en el Obispado de La Paz, y dice “Críanse en ella
todo género de ganados y algunos animales silvestres, como son... Huanacos, Vicuñas...”
(Bueno, 1951: 120).
221 Para la zona de La Paz hay datos interesantes. Por ejemplo, en la famosa Tasa de Toledo
(1975: 43-45, 47, 48, 50, 54, 55, 58, 60, 6l, 63) de 1573, se indica que en los repartimientos
de Callapa, Hayo Hayo, Machaca, Coquiabiri, San Pedro y Santiago, Calamarca, Viacha,
Caquingora, Guaqui, Puno, Tiaguanaco, Paucarcolla, Lacxa y Siqui Sica, todos
pertenecientes al Distrito de la ciudad de La Paz, había un total de 2,366 carneros de la
tierra. Curiosamente no figura ningún paco.
222 Mercado de Peñalosa et al. (1965: 334), describen “la Provincia de los Pacaxes de la
jurisdicción y término de la ciudad de La Paz” en un documento que no lleva fecha, pero
que debe ser de 1586, y se dice que “Es abudante del ganado de la tierra.”. Y más adelante,
al describir los animales de la región, se dice “... guanacos y bicuñas...” (Mercado de
Peñalosa et al., op. cit.: 340), sin embargo se indica que hay algunos repartimientos como
Guaqui, junto a la cordillera homónima, que “Tienen pocos ganados de la tierra.”
(Mercado de Peñalosa et al., op. cit.-. 337).
223 Hay también un documento de Castro y del Castillo (1906: 206-207) que lleva fecha de
1651, donde se trata también de la Provincia de los Pacaxes, en el Obispado de La Paz. Los
datos que allí se ofrecen son de gran interés, y a pesar que se trata de una cita extensa,
414

nos parece importante copiarla. Dice así “... críanse muchos ganados de la tierra y
asimesmo de Castilla, obexas y bacas, por ser muy abundantes de pastos y agua, todas
buenas. Críanse en cantidad los animales llamados vicuñas, que todas son campestres, y
aunque crían algunas en sus casas los moradores, coxiéndolas tiernas, en descuydándose
con ellas, siguiendo su natural, se uyen á buscar las del campo; y aunque la carne la
comen mala por ser flaca y desabrida, se estiman por la lana y por las piedras besares...;
no tiene yel este animal, andan en manadas y no se mexclan los machos con las hembras
sino que están apartes, y sólo un macho se ve en cada manada de las hembras, que las
capitanea, y dicen los naturales que cuando otro macho se entrevera con ellas pelean los
dichos machos y el que vence se queda con ellas y el vencido se vuelve la manada de los de
su sexo; y cuando las corren para cogerlas, hecha el macho á las hembras por delante y él
se va quedando atrás como esperando el golpe del cazador, y así es el primero que pierde
la vida; y cuando uno de estos animales enferma del mal que llaman caracha, que es como
roña, por ser contagioso, lo despiden á bocados, y éstos andan solos sin mezclarse más
hasta que mueren porque no sana del, sin cura como los carneros de la tierra, que en no
curándolos con sebo y azufre, minea sanan porque cunde aquella roña hasta matarlos. Es
este animal ligerísimo y que apenas un galgo les da alcance, huyen de donde hay gente; y
assí pasan en las partyes mas desiertas y más frías, y es la lana frixidísima, y en las
toierras calientes estiman mucho las yndias della por el color y suavidad, y los españoles
que tratan de regalo hacen pesadas della... Hay otros animales casi desta especie y,
asimismo, campestre, y más yndómitos y más crecidos, que llaman guanacos, aunque
déstos no hay tan gran número...”. Y el mismo Castro y del Castillo (op. cit.-. 216-217)
comenta: “Fué esta provincia de Pacaxes una de las más ricas del Pirú por la fuersa de los
carneros de tierra que producía, porque en ellos antiguamente se traginaban los azogues
de Arica á Potosí, y el volumen de hierro para todas las provincias de Lima para arriba; y
como los yndios han ido faltando por el temor de la mita de Potossí, han hielo también en
disminución estos carneros; y faltando los unos y los otros, se an reducido estos dos
xéneros de traxines á muías que salen de Tucumán, si bien el vino y las comidas se
traxinan lo más en los dichos carneros, y la coca, que es mucha la cantielael que se gasta
en el Reyno, por ser el sustento más esencial y el más apetecido del yndio...”.
224 Cabeza de Vaca et al. (1965: 340) en 1586 se refieren también a la ciudad de La Paz, e
indican que “... en las paites llanas y rasas, que en la tierra fría, hay vicuñas y guanacos en
mucha cantidad... Hay también carneros ele la tierra, que en su lengua se llaman
llamas...”.
225 Y once años después, es decir en 1597, Ramírez (1936: 50-51) describe “... el pueblo ele
chuquiabo o ciudad de la paz que comunmente se llama chuquiabo...”. e indica que “... en
lo alto ay muchas estancias de ganado ele cast(ill)a con estremaelos pastos y aguas y asi
ganado de cast(ill)a y de la tierra se da muncho y muy bueno...” y luego describe “... la
proui(nci)a se llaman pacaxas...” y dice que “... es gente muy rica de ganado...” y más
adelante añade “... ganado de la tierra de que tienen muncho rescate y saca y lo llenan a
potosí...”.
226 Herrera en sus Décadas recoge noticias sobre “... Alonso de Mendoca (que) pobló la Villa de
la Paz, en Chuquiabo; y de cosas tocantes á esta Provincia.” que “... se llama la Provincia
de los Pacasas...”. Y allí escribe: “... tiene muchos Pastos, y Aguadas, para los Ganados de la
Tierra, i para las Ovejas i Carneros de Castilla, porque se dá mucha cantidad de ello...”
(Herrera, 1947: Década Octava, Libro Quinto, Cap. III, 94) y luego refiriéndose a “... la gran
415

Cordillera nevada...” dice “... i en la Tierra fría Guanacos, i Vicuñas...” (Herrera, op. cit.:
Década Octava, Libro Quinto, Cap. III, 94).
227 También Vásquez de Espinosa tiene varias citas sobre la región. No sabemos si estuvo allí,
es posible que estando en Arequipa en 1618 lo haya hecho. En su obra se habla “De la
ciudad de nuestra Señora de la paz y otras prouincias dé su distrito” y se dice que “...
todas estas prouincias son muy pobladas de gente, y en ellas ay graneles crias de ganado
de la tierra...” (Vásquez de Espinosa, 1948:1628/569). Luego escribiendo sobre “La
prouincia y corregimiento de Caracollo y Sicasica, (que) confina por el Norte con la
prouincia de Omasuio...” indica que “... ay ganados pastos, y en ellos Crias ele Ganados...”
(Vásquez ele Espinosa, op. cit.: 1631/ 570). Es cierto que en este caso no se específica si se
trata ele ganado de la tierra o ele Castilla, ele modo que queda la duda. Pero cuando
nuevamente trata “De la ciudad ele nuestra Señora ele la paz...” y la “Prouincia de los
Pacages...”, se refiere a “... grandes Crias ele ganado ele la tierra del mejor que ay en aquel
Reyno...” y hablando del “Valle ele Cocha bamba...” indica que “... ay grandes manadas
por los elaelos desiertos ele Guanacos, Vicuñas...” (Vásquez de Espinosa, op. cit.: 1632/
570).
228 El mismo Vásquez ele Espinosa (1948: 1633/571) nos describe “... la prouincia ele Paria, del
distrito del Arcobispado de los Charcas.” y explica que “La prouincia ele Paria confina con
las referidas de los Pacages, y Calacato...” e inmediatamente añade “... ay en ella graneles
crias de ganado ele la tierra...”.
229 Sobre la famosa zona de Potosí hay mucha información y sin duela ella debe ser mayor ele
la que hemos podido reunir. Así Benino (1965: 363) en 1573 describe el Cerro y las Minas
ele Potosí, y cuando debe señalar las dificultades, dice que éstas serían mayores si es que
“... Dios no proveyera de remedie), ques con el acarreto del ganado ele la tierra, que por
haber tanta cantidad es proveída bastantemente y con grandísima facilidad.
230 Luego existe un interrogatorio que se hizo en La Plata en 1574, aunque el documento es
fechado 1575, planteado por Colque Guarache (1981: 239-240) a los testigos “... cerca ele la
subcesión del y ele sus predecesores y de los seruicios que el dicho don Juan y su padre
hicieron a Su Majestad y a sus conquistadores en allanamiento y pacificación eleste
reino.”. Las dos preguntas que nos interesan son la 23 y la 26. Ellas dicen así: “Iten. Si
saben que donjuán Guarache, mi padre, gastó en esta ciudad, tambo de los Aullagas y villa
ele Potosí y en todas las demás partes por donde anduuo siruiendo al campo ele Su
Majestad y sus valederos, cantidad de más de cuatro mil carneros ele la tierra ele carga...”
y luego “Iten se pregunta si se sabe que don Juan Colque fue nombrado capitán por el
Virrey Toledo en la campaña contra los Chiriguanos y que en ello él llevó entre otras
cosas “quinientos carneros de la tierra”.”. Esto es importante, en cuanto demuestra la
cantidad ele animales ele las que se disponía a nivel particular en aquellos tiempos.
231 Ramírez (1936: 55) en 1597 es muy escueto cuando describe la “v(ill)a de potosí”, pues dice
que “... tiene algunos pastos donde se sustenta el ganado de y(ndi)os y españoles...”. Luego
describe la extracción del metal y explica que una vez que los indios lo han sacado de las
minas a la superficie “a cuestas”, “... de alli se carga en carneros y se lleua a los ingenios
donde se muele y beneficia hasta ponello en plata.” (Ramírez, op. cit.\ 57). Y el mismo
Ramírez (op. cit.: 57) se refiere al “rep(ar)timi(en)to de y(ndi)os” y dice “... asi para
cumplir con la obligación y henchir el numero que le cabe, como para entender en sus
tratos y grangerias y los vnos y los otros están en potosi hasta q(ue) vienen del mesmo
pueblo otros tantos con quien trocarse traen consigo sus mugeres y hijos y sus ganadillos
cargados, de ropa y comida todo lo cual consumen, y venden en potosy...”.
416

232 De la provincia de los Lipes, que estaba en las cercanías de Potosí, se ocupó Lozano
Machuca (1965: 60) en 1581, y allí se refiere a los Uros que “... se sustentan de caza de
guanacos y vicuñas...” y cuando menciona a los aymaraes, dice que es “... gente rica de
ganados de la tierra...”.
233 Consideramos que la información de Lizárraga es muy importante, no sólo por su
veracidad, sino también porque él estuvo allí. Él escribió: “... he dicho esto porque no
hablaré de oidas, sino muy poco, y entonces diré haberlo oido más a personas fidedignas;
lo demás he visto con mis propios ojos y, como dicen, palpado con las manos, por lo cual
lo visto es verdad y lo oído no menos...” (Lizárraga, 1969: Libro I, Cap. II, 4).
234 El dominico describe la ciudad de Potosí en la provincia de Charcas y dice que “... los
indios (son)... muy ricos... de ganados, aunque en ganados les hacen ventaja los del
Collao...” (Lizárraga, 1968: Libro I, Cap. C, 85). Luego, al describir las plazas de Potosí, nos
ofrece un dato muy interesante que no figura en los otros autores de la época. Pues indica
que allí”... se vende el estiércol de los carneros de la tierra, el cual me certificaron se
compraba y vendía cada año en cantidad de 10.000 pesos y más.” (Lizárraga, op. cit.,: Libro
I, Cap. CIII, 89).
235 Y, finalmente, cuando relata sobre el camino que lleva a Potosí, dice que “... algunos
indios y españoles llevaban galgos para si saliese algún guanaco o vicuña cazarlo.”
(Lizárraga, op. cit.: Libro I, Cap. C, 87). La existencia de estos animales en los alrededores
de la villa de Potosí y de sus minas, es atestiguada en 1603 por un Anónimo (1965: 373) que
escribió: “Había asimismo en este cerro gran cantidad de caza de vicuña, guanacos...”.
236 Otro testimonio importante es el de Ocaña (1987: 166-167), pues él estuvo en Potosí el 18
de julio de 1600. Al describir las famosas minas, entre otras cosas escribió: “Los metales de
este cerro lo bajan en carneros... vale cada carnero de éstos en Potosí ochenta reales, y en
otras tierras de donde ellos se traen valen menos. La mita ordinaria7... son doce mil
carneros de éstos... En estos carneros se traen todos los más de los mantenimientos, como
el vino y las harinas y frutas...”.
237 Sobre el “... Rico, y famoso serró de Potosi...” ha escrito también Vásquez de Espinosa. No
sabemos si él estuvo allí, pero posiblemente sí, quizá en 1618 cuando visitó Arequipa. El
afirma que Potosí, “... tanto que por su frialdad era inhabitable de gentes...” y “... solo auia
en aquel desierto ganacos (Sic!), vicuñas...” (Vásquez de Espinosa, 1948: 1647/ 576). Luego
el carmelita describe el procesamiento del metal. y entre otras cosas indica que “... otros
se ocupan de vaxarlo del serró a los ingenios en recuas de carneros, donde suben de este
ganado de la tierra para el dicho ministerio cada dia mas de 8, 000 estos harrieros...”
(Vásquez de Espinosa. op. cit.: 1653/580). Y luego pasa a describir la comida de “la imperial
villa de Potosí”. “Consumense en esta villa -escribe el carmelita- de Carneros de Castilla
merinos... vacas de que traen grande cantidad de las prouincias del Tucuman, paraguay, y
buenos aires, y en ganado de serda...”, pero inmediatamente añade “... y mucho de la
tierra, que es la mas ordinaria comida de los indios se gastan más de 800 mil ducados cada
año.” (Vásquez de Espinosa, op. cit.: 1665/587).
238 Por el mismo Vásquez de Espinosa (1948: 1676/593) sabemos que en la Provincia de
Chayanta, entre Potosí y La Plata, a un lado del camino a La Paz hay una zona “... poblada
de indios con ganados de la tierra...”.
239 Sobre el “Repartimiento de la Villa de Plata”, tenemos las cifras de la Tasa de La Gasea
(1983-1984: 80, 83) de 1549. Allí se señala los repartimientos de Macha y Chuquicota y se
da un total de 422 ovejas y 3 corderos. Mientras que en la Tasa de Toledo (1975: 87, 88,
417

90-110, 112, 114) de 1573, se trata de la “Ciudad del Cuzco de La Plata y Provincia del
Collao”, incluyendo los Repartimientos de Arapa, Caman, Asangaro de Antonio Quiñones,
Asangaro del Capitán Martín de Alarcón, Taraco, Nunoa, Cauanilla y Oliberes, Cavena,
Lampa, Mañoso y sus sujetos, Atuncolla, Ayavire y Cupi, Oruro, Xullaca, Caracoto,
Caquixane, Nicasio, Achaya, Pucará y Quipa, Llalli, Macari, Caminaca, Sangarara,
Ullacache, y Omachiri. Y se indica un total de 2,161 carneros de la tierra y curiosamente
ningún paco.
240 Ramírez (1936: 53) en 1597 describe “... la comarca de la ciudad de la plata es de y(ndi)os
que se. llaman charcas...” y especifica que “... los indios crian muncho ganado de la tierra,
no tan bueno como lo que atrás se ha tratado...” es decir el que se encontraba en las áreas
de La Paz y del Cuzco.
241 Nuevamente tenemos que recurrir a la obra de Vásquez de Espinosa. Cuando trata de la
“Comarca de la ciudad de Chuquisaca o de la plata, provincia de Charcas”, declara que allí
había “... graneles crias de ganado, assi de la tierra como de españa...” (Vásquez de
Espinosa, 1948: 1677/594) y que “La general ocupación de los vezinos de esta ciudad son
labrancas y Crianzas de Ganados...” (Vásquez de Espinosa, op. cit., 1711/ 608). Ya cuando el
carmelita escribe concretamente “De la ciudad de la plata...” allí se dedica a mencionar “...
los animales que ay en el distrito de esta ciudad...” y entonces dice que “... en las sierras
de Caracara que son peladas, y trias ay vicuñas, y Guanacos...” (Vásquez de Espinosa, op.
cit.: 1740/615) y “... en el valle de Mojotorio, y en otros por que de todo es abundante y
abastecida tiene crias de Ganado de la tierra que son los Carneros que cargan el vino, el
mais trigo harinas, leña y quanto es necessario para el abasto de la ciudad...” (Vásquez de
Espinosa, op. cit.: 1741/615). Luego explica que la ciudad de La Plata tiene “... grandes y
riquísimas provincias...” y señala concretamente la “... villa de Paspaya...” donde había “...
grandes crias de ganado...” (Vásquez de Espinosa, op. cit.: 1744/ 616). Si bien en este caso
no especifica de que tipo de ganados, podemos suponer que se trata de Camélidos.
242 A principios del siglo XVII el fraile Calancha (1976: Libro II, Cap. XL. 1173) se refiere
también a la provincia de Charcas y menciona la ciudad de La Plata, conocida así mismo
con el nombre de Chuquisaca. Y entonces pasa a describir las diferentes razas de perros
que eran utilizados para la caza de los varios animales, y allí dice que “... ay perros sin
raca ni ley...” que son usados para cazar “gamos”, que según el cronista agustino es
sinónimo de vicuña.
243 Zarate en la primera mitad del siglo XVI, narra como Alonso de Toro salió del Cuzco para
enfrentarse con Diego Centeno, y explica que durante el camino “... se metieron a un
despoblado de más de cuarenta leguas, hasta llegar a un sitio que se llama Casabindo, por
donde Diego de Rojas entró al río de la Plata...”. Es difícil saber con exactitud donde
estaba el despoblado al que se refiere Zarate, pero debe estar en las inmediaciones de “la
villa de Plata”, es decir Chuquisaca, pues hasta allí llegó Alonso de Toro. Lo interesante es
que Zarate (1968: Libro V, Cap. XXIV, 296) explica que para entrar al dicho despoblado, lo
hicieron “... poniendo gran diligencia de llevar consigo gran cantidad de carneros
cargados de comida...”.
244 Lizárraga (1968: Libro I, Cap. ('VII, 91) nos describe las provincias de Chichas y Lipes, que
por sus propias palabras “Desde este pueblo de Potosí declinando un poco al Oriente...” a
50 leguas y a “... mano derecha queda la provincia de Lipes.”. Y en ella había “...
abundancia de mantenimientos y ganados, así de la tierra como de los nuestros...”. Y
cuando Vásquez de Espinosa (1948: 1760/621) habla de las mismas provincias, dice que
“La prouincia de los Lipes dista de la ciudad de la plata 50 leguas al oessudueste la qual
418

confina por el poniente con la referida Atacama.” y amplía la información de Lizárraga (


vide supra) sobre la región, al decir que “... está llena, y cubierta de ganados siluestres,
como son guanacos, vicuñas...”
245 Vásquez de Espinosa nos ha dejado información sobre la sureña “Provincia de Carangas” y
nos la describe como que “... tiene esta prouincia otros muchos pueblos, los quales son
muy ricos... por las grandes crias de ganado de la tierra que tienen, por ser los mayores, y
de mas trauajo que ay en el Piru, y assi valen mas que los de otras prouincias; por medio
de ella pasa el Camino Real del Puerto de Arica a Potosi....” (Vásquez de Espinosa, 1948:
1643/575). En el mismo capítulo el carmelita sigue la descripción de esta provincia, que
confina al Norte con Pacajes, por el Este con Poico y Potosí, por el Sur con Atacama y por
el Oeste con Arica y Tarapacá e insiste que “... ay grande Cantidad de ganado siluestre, y
simarron, que son Guanacos, y vicuñas... demás de ganado manso de Carneros de la tierra,
y de Castilla...” (Vásquez de Espinosa, op. cit.: 1644/575).
246 Sobre la Provincia de Paria hay información de dos fuentes. En primer lugar Ramírez
(1936: 52) hace mención a la “laguna de paria”, y dice que los que viven allí “... es gente
harto rica por el muncho ganado q(ue) crian asi de la tierra como de cast(ill)a...”. Y
Vásquez de Espinosa (1948:1635/571) en la descripción que hace “De la prouincia de Paria,
del distrito del Arcobispado de los Charcas.”, indica que “... en la sierra, y tierra fria... ay
Cantidad de (ganado) siluestre como son Guanacos, Vicuñas...”, pero añade que eso es “...
demás del ganado manso...”. Y luego sigue señalando que “... en Sorasora, y en la ribera de
Paria, adonde se llenan los metales en Carneros, de que ay en Cantidad.” (Vásquez de
Espinosa, op. cit.-. 1636/573).
247 Hay también datos interesantes sobre la “jornada a los Mojos” o la “entrada a los Mojos”
(o Mussus) de 1564. Alemán (1965: 276) narra que “Saliendo del valle de Cochabamba se
pasan veinte leguas de puna donde hay mucha caca de huanacos, vicuñas...”. Y luego sigue
diciendo que en el camino a “Los Llanos”, llegó a una provincia que se llama Machad “... y
más vido muchos rastros de ganado, que según los indios dicen, hay en esta provincia un
ganado que es casi a manera de vacas de Castilla, doméstico, que lo crían los indios y
comen las carnes dellos; y aquella noche que dieron los españoles en el pueblo, oyeron el
balido deste ganado, que al parescer lo debían de tener en corrales cerca del pueblo.”
(Aleman, op. cit.: 276). Más adelante se refiere a Mahari y es de preguntarse si se trata del
mismo Machan que ha mencionado anteriormente (vide supra) o es otro pueblo. Pues dice
que allí los indígenas “... tienen un ganado que parece a vacas de Castilla, doméstico, que
lo cargan y comen la carne.”. Luego describe el sitio de Camaniguani y dice “Toda la tierra
aquí es tierra fría; crian mucho ganado como lo del Perú y visten ropa de lana...”. Y “En
Lipira hay también mucho ganado como lo del Perú y visten los indios ropa de lana...”.
Luego habla de los Pacaxas, que “Tienen tierra templada y fría y muchos valles... e crían
muncho ganado, como en el Pirú, en punas, y tienen toda ropa de lana.” (Alemán, op. cit.:
277).
248 De allí los españoles fueron a Paitite, que “... es provincia muy grande y pasa un río por
ella muy grande que llaman los indios Patite, y pasa por la laguna adonde está el templo
del Sol, a donde van los indios a mochar. Esta señorea un cacique principal, que es tan
poderoso como fueron los Ingas en el Pirú.”. Y luego explica que “Hay en este provincia
mucha cantidad de oro y plata... También crían ovejas del Pirú e tienen muchas comidas
de maíz y otras cosas en valles muy buenos.” (Alemán, op. cit: 277-278). Es prácticamente
imposible saber si el ganado “a manera de vacas de Castilla” a la que se refiere Alemán
pudo haber sido confundido con llamas o alpacas, pero dada la existencia en las otras
419

localidades mencionadas de “ganado como lo del Pirú” es muy posible que se trate de lo
mismo.
249 Finalmente hemos encontrado una noticia sobre el Reino de los Qillaca-Asanaque, en la
parte meridional del Altiplano, en el límite de la actual frontera entre Bolivia y Argentina.
Quillaca, según Espinoza Soriano (1981: 185), se encuentra en la cuenca de los ríos
Quillacas y Sevaniyo, y se extiende desde las orillas meridionales del lago Aullagas, hasta
un poco más al Sur del actual cantón de Soraya de Los Quillacas Asanaques. Es decir, en la
Cordillera Real (conocida también como Cordillera de Condo), que está al este del referido
lago.
250 Siempre según Espinoza Soriano (op. cit.: 177, 179), sus habitantes “... eran buenos
criadores de ganado...” y tenían “... rebaños de llamas recias y gordas...”, “... pero en
forma silvestre igualmente existía gran cantidad de guanacos y vicuñas.”.
251 No hemos hallado muchos testimonios sobre la matanza de estos animales, y todos los que
tenemos se refieren a Potosí. El jesuíta Ayanz ha dejado a su muerte un largo memorial
sin fecha precisa, pero que debe corresponder al año ele 1596, sobre los indios y la mita
del Perú. Cuando se refiere a los indios ele Potosí, dice: “De todo el ganado que llevan, que
pasa de 30.000 cabezas, no vuelven 1,000 ni a veces 500.” (Ayanz, 1978: 218).
252 Un autor anónimo (1965a: 380), en 1603 se refiere también a Potosí y escribe: “Tiene este
lugar granelísimo gasto de ganado ele la tierra, y parece que la cantidad ele ganado que
viene cargado con vino y cocay otras cosas comestibles, que son 40 mili carneros; y demás
elestos entran en cada un año 60 mili carneros, que traen los indios que vienen a hacer la
mita del cerro, en que traen 40 mili fanegas ele comida para su sustento; y este ganado no
vuelve a salir, que todo se consume en esta villa, que los unos y los otros son 100 mili
carneros, que a 4 pesos ensayados, son 400 mili.”. (Este es el dato al que se refiere Tschucli
1885: 98; 1891: 100; 1918: Nota 132, 213).
253 El mismo autor anónimo, después de describir la cantidad ele “ganado de la tierra” que se
usa en las minas, añade: “Y aunque está por ordenanza mandado que los indios no maten
ovejas de la tierra no se puede remediar, y así se averigua que de ovejas y pacos se matan
en cada un año en la Ranchería de 40 mili cabezas para arriba, que a 3 pesos ensayados,
son 120 mili pesos.” (Anónimo, 1965a: 380).
254 Por el testimonio de Simoens da Silva (1980: 65) sabemos que en 1930, en Potosí aún se
empleaban “... miles de llamas...” en el transporte de minerales.

9.6.2 Información adicional

255 Brack Egg (1987: 62) sin señalar fuentes de información, afirma que durante la Conquista
y el Virreinato, se diezmó la población de vicuñas en Bolivia.
256 Bolsi ofrece información de 1968 sobre la existencia de Camélidos en el Altiplano
boliviano (Bolsi, 1968: Cuadro sin numerar). En Corregidores, a 4,170 msnm, al Sur del
Salar Uyuni, se encuentran principalmente llamas. En Tiahuanaco, a 3,863 msnm, a 50 km
al este del lago Titicaca y exclusivamente en la zona alta, hay llamas y alpacas. En
Achacani, a 3,821 msnm, a 6 km al este del lago Titicaca, en las zonas más altas hay llamas
y alpacas. En Copacabana, a 3,815 msnm, en el extremo sur del lago Titicaca, en la zona
alta hay llamas y alpacas. En Kala Kala, a 3,800 msnm, al este de Uncia, hay llamas
exclusivamente en la parte alta. En Chayanta y Aymaya, a 3,700 msnm, 90 km al sureste de
Oruro, hay llamas. En El Rodeo, a 3,600 msnm, a 30 km al norte de Potosí, en la parte alta
420

hay alpacas y llamas. En Betanzos, a 3,400 msnm, a 40 km al noreste de Potosí, y sólo en la


parte alta, hay llamas y alpacas. Y finalmente en Ankotanga y Belén, a 2,800 msnm, a 35
km al noreste de Oruro, en el piedemonte hay llamas y alpacas.
257 Sobre los guanacos en Bolivia, ha escrito recientemente Villalba, y él explica que no se
conoce la distribución actual. Se ha informado su presencia en la región andina
meridional, entre los departamentos de Potosí y Chuquisaca y en la región chaqueña al
Sur y Suroeste, en los departamentos de Tarija y Santa Cruz. Hay datos para la región
Mochara y Estancia Perforación Chaco. En 1981 se vio animales en la zona meridional de
Tarija y probablemente en Pampa de Guanacos, al suroeste del departamento de Santa
Cruz. En 1990 se ha registrado también guanacos al oeste de la cordillera de Sama, en el
sureste del departamento de Tarija. Es a base de esta información, que Villalba señala que
se puede definir el área de los guanacos bolivianos entre los 19° y los 22° de Lat. Sur y 62°
y 65 ° de Long. Oeste, desde los 300-400 msnm en la llanura chaco-beniana, hasta los
3,500-3,800 msnm en la cadena andina. No hay información sobre cantidad de animales.
Franklin en 1982 señaló 200 individuos y Torres en 1984, 54 (Villalba, 1992: 44).
258 La misma Villalba indica que la vicuña en Bolivia vive en el altiplano entre los 14°40' y 22°
50' de Lat. Sur y entre los 3,600 y 4,800 msnm. En 1989 se registró la presencia de 12,047
individuos. Villalba especifica que se pueden diferenciar dos subespecies. Una raza
geográfica norteña y otra austral, ambas descritas por Hofman etal. (1983) (Villalba, 1992:
42). (Vide Cuadro 2).
259 Lecoq (1987) ha hecho un interesante estudio sobre las caravanas de llamas que aún son
utilizadas en Potosí. Resumiremos los puntos que nos parecen más importantes. En
primer lugar él llega a la conclusión que en la actualidad perduran la técnica, la ideología
y la organización heredados de tiempos prehispánicos. En segundo lugar que se siguen
utilizando los antiguos caminos, a cuyo borde quedan ruinas prehispánicas. En tercer
lugar los rituales que se efectúan en relación con los Camélidos, no corresponden a una
cosmografía ni a creencias españolas. Y, cuarto, las modificaciones que se están
produciendo en todos estos aspectos, son recientes y son posteriores a 1957 (Lecoq, 1987:
32).
260 Lecoq ha podido constatar que en una comunidad de Potosí hay gran cantidad de
caravanas de llamas que van del Altiplano a los valles medios y bajos orientales, calientes
y húmedos, del piedemonte amazónico (Lecoq, op. cit.: 2).
261 Lecoq ha descrito el trayecto que cumplen esta caravanas. Se van hasta valles lejanos, a
distancias que varían entre 150 y 200 km desde el lago Titicaca, hasta lugares que están al
este del río Pilcomayo. Y estas travesías les toman de dos meses y medio a tres meses
entre la ida y la vuelta. En otras ocasiones se dirigen a valles medios, en una ecología
intermedia entre los 3,000 y los 2,500 msnm. En este caso se trata de viajes de 8 a 10 días,
es decir una jornada de ida y vuelta de tres semanas a un mes (Lecoq, op. cit.-. 9).
262 Por su parte West ha estudiado las caravanas de llamas que llevan sal en la Pampa
Aullagas, al borde Sur del lago Poopó, aproximadamente a 3,937 msnm. Él ha podido
recibir información que en el pasado se hacían viajes de una semana, para ir hasta Uyuni
(37 km) para conseguir sal y luego viajes de tres meses llevando la sal a lo largo ele un
circuito de valles aledaños (West, 1981a: 64).
263 Estos datos son avalados por Browman (1990: 43-43), quien afirma que las caravanas
continúan siendo un medio importante ele transporte en algunas áreas andinas. Por
ejemplo, en la región ele los Callahuayas, al Este del lago Titicaca, en Bolivia, Shoop (1984:
421

41; lo que hemos consultado ele Browman es un resumen que no tiene bibliografía, por
eso no conocemos este trabajo) ha registrado tráficos semanales mayores ele 185
caravanas ele llamas (con el promedio ele 8 a 10 llamas por caravana) y de 75 recuas de
muías (con un promedio ele 4 a 6 muías), transportando ele 80 a 100 toneladas ele
mercaderías, más ele lo que llegaba en camiones y omnibuses.

9.7 Chile
264 Sobre el área chilena debe existir mucha literatura sobre Camélidos, tanto desde el punto
de vista arqueológico cuanto del histórico y no cabe la menor duda que la que nosotros
hemos reunido es sólo una mínima parte.

9.7.1 La información arqueológica

265 Seguiremos, dentro de la medida de lo posible, el criterio ele exponer la información ele
Norte a Sur y comenzando con los datos arqueológicos. Una zona que tiene información
abundante e importante es la ele Atacama.
266 En primer lugar es interesante señalar que en el Norte de Chile existen evidencias ele un
máximo pluvial, alrededor del año 12,000 a. C. y un retroceso glaciar entre los años 10,500
y 9,000 a. C. Dillehay etal. (1992: 155) han escrito: “Evidencia ele excrementos animales
fosilizados (Phillipi [Sic!l, 1893) y una extensión ele la arena costera, sugieren que
condiciones desérticas prevalecieron a bajas alturas tanto en la costa peruana que en el
Norte ele Chile a lo largo de gran parte elel Pleistoceno tardío. Independientes de los
factores terrestres, son los ele El Niño, que pueden haber producido lluvias en la costa
peruana y bioturbaciones marinas en el Norte ele Chile (e. g. Racltke, 1987; Rollins el al.,
1986). En ese tiempo, puede haberse desarrollado la vegetación y probablemente
aparecieron los animales herbívoros (especialmente los camélidos silvestres) (Craig,
1984).”.
267 En tiempos ligeramente posteriores a los señalados, en la Quebrada de las Conchas, en las
faldas de los cerros costeros, cerca de Antofagasta, se ha encontrado huesos de guanaco (
Lamaguanicoe). Se trata de un yacimiento temprano que tiene fechados radiocarbónicos
que oscilan entre 7,450 y 7,730 años а. C. (Llagostera, 1977, 1979: 314; Lynch, 1983b: 115).
268 Sabemos que en el Salar de Atacama, aproximadamente entre 2,500 y 3,000 msnm, en el
sitio Laguna Hedionda, se ha encontrado huesos de Camélidos cuya fecha debería oscilar
alrededor de los 4,200 años а. C, (Lynch, 1967: 16).
269 En la costa Norte de Chile, aparentemente la llama aparece en asociación con la
agricultura, durante la fase que Bird (1946a: 591 y cuadro en Fig. 49) definió como fase
Pichalo I (ca. 4,000 años a. C). Y, según Pollard (1975: 296)”... solamente hacia el 200 а. C.
tierra adentro en Chile septentrional.”.
270 Dransart (1991: 311) informa que, según Zlatar (1983: 22), en el sitio costero de Caleta
Huelen 42, correspondiente al Precerámico tardío y de Caleta de Abtao del Precerámico
medio, se ha encontrado fibra que es “presumiblemente de camélido”. Tenernos
entendido que para Caleta Huelén hay fechas que varían entre 2,830 y 1,830 años a. C,
mientras que para Abtao hay fechas de 2,850 y 2,940 años а. C.
422

271 Los datos de Jensen y Kautz (1974:45-46) sobre Tarapacá 2A, en una quebrada baja (1,400
msnm) nos parecen muy interesantes. Ellos se refieren a su Período I (pre-producción de
alimentos) y señalan el trabajo de Truc y Crew (1972) que nosotros no hemos podido leer.
272 Explican los autores que en Tarapacá 2A se ha encontrado restos de carbón en asociación
con abundantes restos de guanaco y grandes puntas pedunculadas, cuyo contexto tiene
dos fechados radiocarbónicos de 4,020 y 3,340 años а. C. Pero lo que es interesante, es que
este sitio ha sido ocupado 1,500-2,000 años después (es decir ca. 1,930 años a. C), por “...
una población que pudo haber sido pastora de llamas más que cazadora de guanacos.”
273 Luego los autores describen una zona que ha sido identificada como de orines y donde se
ha encontrado restos de lana de llama, que han sido fechados por C14 en 1,500-2,000 años
а. C. Sobre el particular comentan los autores: “Esta fecha coincide con nuestro estimado
para la aparición de la llama doméstica, un estimado que nosotros obtuvimos
originalmente utilizando los datos del Perú... En síntesis, los restos de lana, en
combinación con la presencia de pisos compactados que a su vez contenían fosfatos
procedentes de la orina, sugieren que una población posterior ele pastores pudo haber
tenido en corrales a sus animales en este sitio.”.
274 Por la información de Novoa y Wheeler (1984: 124), sabemos que en la Costa Norte
chilena, en los entierros a partir de los 500 años a. C, es frecuente la presencia de patas de
llama y tejidos de lana, pero los autores dicen que “... no se sabe si los rebaños existían en
el área o no.”.
275 En el trabajo de 1969, Núñez discute el problema del Precerámico tardío en la Costa Norte
de Chile y explica que desde los tiempos de Capdeville (1921) y Uhle (1919), se indicó que
las bases de los conchales de Taltal contenían un utillaje que se calificó de “morfología
paleolítica”. Hoy día a base de los trabajos de Berdichewsky (1963), se acepta que este
contexto corresponde al de los cazadores de guanacos. Y luego comenta Núñez que “...
ciertamente que cada vez estamos más seguros que en la cordillera de la costa existió un
momento con cazadores que practicaron una caza terrestre, especialmente de guanacos y
que pudieron entrar en contado con la región costera inmediata.”. Sin embargo, dice
Núñez, los estudios ele Bircl han demostrado que los artefactos de los estratos más
antiguos de Taltal y en general de toda la Costa Norte, han sobrevivido hasta tiempos más
tardíos y coexisten con niveles agroalfareros. Concluye Núñez diciendo que “Planteado el
problema de esta manera, existían suposiciones que tradiciones de cazadores andinos
podrían haber alcanzado la región costera, llevados quizás por cambios ecológicos
andinos.” (Núñez, 1969: 203-204).
276 Luego el autor hace una revisión de los datos y no se menciona para nada la caza en la
mayor parte de la información que se expone, señalándose que las suposiciones
anteriores fueron un tanto exageradas. Sin embargo, de los estudios de Niemeyer y
Schiappacasse (1963) sobre la cultura ele Conanoxa, a Í5 km al interior ele la
desembocadura del río Camarones (cerca de la frontera con el Perú, en una quebrada baja,
a 500 msnm, en la provincia de Tarapacá) hay evidencia de caza de guanacos en el
Precerámico tardío, pues hay una fecha de CI4 de 2.000 anos a. C. (Núñez, op. cit.: 206).
277 En efecto, sabemos que en Conanoxa se han diferenciado dos períodos. Uno pre-agrícola
al que, según Niemeyer y Schiappacasse (1963: 142-147), se le puede asignar una fecha
muy aproximada ele 3,000 a 1,200 años a. C. Y un período agroalfarero, con agricultura
temprana y cerámica no decorada (Niemeyer y Schiappacasse. 1965: 147-150). Al primer
período corresponden los hallazgos de cuero de guanaco, tejidos y cordel ele fibra ele este
423

animal. Mientras que en el contexto del segundo, hay cordel, hebras, pelos y lana de
guanaco (Santisteban Manrique, 1965: 160-161).
278 Pascual ha identificado los restos como Lama sp. y ha escrito que “Muy probablemente (se
trata) de Lama guanicoe aunque cabe la posibilidad de que correspondan a L.glama...”
(Pascual, 1963: 165). Si bien en el título del trabajo se dice “Niveles 2 y 3” en el texto no
está clara la asociación de los restos faunísticos y a base de la publicación de Niemeyer y
Schiappacasse (1963: 109-11 1) más bien parecería que los restos corresponden al Nivel 1.
279 Según información ele Pollard (1976: 18). alrededor del año 200 a. C. en el desierto de
Atacama ya no sólo se utilizaba las especies silvestres de Camélidos, sino también las
domésticas. Y Núñez (1969: 208) acepta ya la existencia de ganadería, en lo que él define
como Período Agroalfarero Temprano, es decir, entre principios de nuestra Era y los 700
años el. C. (que corresponde a lo que Bircl [1943] definió como Fase Punta Pichalo III).
280 Novoa y Wheeler (198: 123) son de la opinión que los tejidos de lana ele alpaca
encontrados en Alto Ramírez en el valle ele Azapa (que deberían corresponder a la lase ele
cerámica temprana, es decir alrededor de los 500 años a. O, hay que considerarlos entre
los más tempranos ele los Andes. Hemos visto, sin embargo, que el uso de esta lana es muy
anterior en la costa peruana.
281 Ya en tiempos muy posteriores, Bennett (1946b: 603) se refiere a los Atácamenos y los
califica como un grupo “... básicamente de agricultores y pastores...” que ocuparon a
partir elel Horizonte Medio, un área que es hoy chileno-argentina. Allí Bennett (op. cit.:
607) se refiere a caravanas ele llamas y añade un ciato interesante. “I Ino de los artefactos
característicos es un cazonete de madera, en forma de V, con nudos a cada lado que
servían como hebillas para las cinchas para asegurar los bultos sobre las llamas.
Cencerros de madera, con badajos de madera son también comunes y fueron usados
probablemente por la llama madrina en una recua.”.
282 Mientras que a los tiempos incaicos se refieren Téllez y Silva Galdames (1989: 51), pero en
una forma vaga. Y lo hacen concretamente para la zona de Atacama la Alta, lo que es hoy
San Pedro de Atacama, que según los autores”... poseía especial atractivo para los
intereses personales de los gobernantes cuzqueños. Amplias superficies con cultivos de
maíces, innumerables cabezas de auquénidos pastando en los oasis y vegas
atacameñas...”.
283 En las partes altas de la misma zona, hay tres sitios que son importantes, Tulán-52,
Puripica 1 y Tambillo. Tulán-52 tiene una antigüedad de ca. 2,390-2,320 años a. C, Puripica
1 de ca. 2,856-2,100 años a. C, mientras que Tambillo no tiene fechados radiocarbónicos,
pero tipológicamente (según Núñez, 1981) le debería corresponder una fecha de ca. 3,000
años a. C. Los tres yacimientos están situados a lo largo del borde oriental del Salar de
Atacama. Es decir a 200 km al este de Antofagasta, y a una altura ele 2,500 msnm (Hesse,
1982a: 202-203).
284 En Tulán-52 la categoría más abundante ele huesos animales, es la ele los Camélidos
(Hesse, 1982a: 203; Dransait, 1991: 311) y, según Wing (1986: Tabla 10-5, 253), corresponde
al 84.8%. Y de éstos aproximadamente el 32% son de una forma pequeña, mientras que la
mortalidad está dividida en diferentes edades (Hesse, 1982a: 206). En otros sitios de Tulán,
pero más tardíos, y cuya edad promedio oscila entre 900 y 1,000 años a. C. también se ha
encontrado restos de Camélidos. Así en Tulán-54 hubo huesos de estos animales (Hesse,
1984: 60), y en Tulán-85 y Tulán-82 fibra de los mismos (Dransart, 1991: 312-314).
424

285 Con respecto a Puripica 1, Hesse (1982a: 206, 210) ha escrito que el 58% de los restos de
Camélidos corresponden a una forma pequeña y que la mayoría de los animales murieron
jóvenes. También señala que los datos de este sitio sugieren que los Camélidos grandes
fueron domesticados. Por su parte Novoa y Wheeler (1984: 124) y Wing (1986: Tabla 10-5,
253), indican que entre todos los restos faunísticos, la cantidad ele estos animales ele
Puripica 1, corresponde al 76.3%. Estos datos son corroborados por Dransart (1991:
311-312), que afirma que según la información ele Hesse (1982a: 203; 1982b: 11),
efectivamente los restos de Camélidos predominan, especifica además que hay una forma
grande de Camélido e¡ue se relaciona con guanaco, y una más pequeña que se vincula con
la vicuña.
286 En lo que se refiere a los restos hallados en Tambillo, según Wing (1986: Tabla 10-5, 253)
ellos representan el 47.4% de los restos faunísticos del yacimiento. Y, al decir de Hesse
(1982a: 206), de éstos aproximadamente el 32% corresponden a una forma pequeña.
Añade, además, que la mayoría de los huesos corresponden a ejemplares que estaban
maduros al morir. Para su estudio, Hesse (op. cit.: 210) ha utilizado el método de Rick
(1980: 328) y concluye que los animales fueron cazados con éxito en las áreas abiertas,
alrededor del sitio.
287 Hay algunos autores que han intentado sintetizar la información relativa al desierto de
Atacama (si el lector quiere ampliar su indagación sobre este punto, lege Pollard, 1971). Ya
Troll (1958: 29) había escrito que “La cultura ele los atacameños en la puna desértica tenía
sus bases económicas, en primer lugar, en la crianza ele la llama y el comercio de su lana.
De algunos relatos se desprende la preocupación que tenían los habitantes de los valles
cálidos en participar también de la Tierra Fría y de los rebaños de llama...”. Pero
volviendo a los yacimientos a los que nos hemos referido (vicie sapra), flesse (1982a: 203)
señala muy claramente que la categoría más importante de huesos encontrados
corresponden a Camélidos. Y luego el mismo autor concluye diciendo: “La mayor parte de
los camélidos que ellos encontraron en las partes más bajas de sus andanzas nómades,
fueron animales grandes, quizá guanacos, y ellos carnearon estos animales en sus sitios de
habitación. Los camélidos pequeños fueron cazados a elevaciones mayores y ellos fueron
carneados en los sitios de matanza... después de la reocupación de la región... los
camélidos grandes fueron llevados bajo domesticación en Puripica 1.” (Hesse, op. cit.: 210).
288 Luego Hesse (1982a: 201) explica que los análisis que se han hecho con los huesos
provenientes de los sitios de Tulan-52, Puripica 1 y Tambillo, permiten sugerir
“tentativamente” que en las muestras se pueden distinguir por lo menos dos grupos, uno
grande y otro prqueño. Y que, además, se aplicó diferentes técnicas de-explotación para
cad0a categoría ele tamaño ele Camélido. El autor insiste (Flesse, op. cit.: 209) que las
formas grande y pequeña ele los mencionados sitios, fueron manejadas en forma
diferente.
289 Dransart (1991: 308) por su parte, está convencido que entre los años 3,050 a. C. y 450 el.
C. hay evidencia ele un cambio en las prácticas ele explotar a los Camélidos. Él afirma que
tanto en Puripica como en Tulán, se nota el cambio entrela caza y la recolección y la caza
y la recolección combinada con el pastoreo de los Camélidos. Aunque no hay una mayor
explicación sobre el fenómeno.
290 Pollarci y Drew (1975: 296) basándose en la secuencia del valle elei río Loa, desde la fase
Vega Alta (ca. 800 años a. C. a 200 años a. C.) hasta la fase Lasaña (ca. 400-1.535 años d. C. ).
llegan a la conclusión que se percibe claramente la transición desde pequeños
425

campamentos ele caza y recolección, a villorrios fortificados que basan su sustento en el


pastoreo ele la llama y en la agricultura de irrigación.
291 Yacobaccio (1984-1985: 168) resume la situación ele dos yacimientos que se encuentran en
la parte alta, en la puna de Atacama, entre 2,500 y 3,650 msnm. (Son sitios tempranos,
cuya antigüedad oscila entre 855 y 550 años a. C.) y en los que los restos de Camélidos son
importantes. Se trata de San Lorenzo, donde estos animales representan
aproximadamente el 19% y Tuina con 40.5%. (Vide también Yacobaccio, 1986: Tabla 4, 13.
Sobre el sitio ele Tuina hay además información en Rivera, 1991: 11 y Santoro y Núñez,
1987: 67). Y no está demás recordar, que a grandes alturas, por encima de los límites
superiores de la agricultura, y en un medio) árido como el ele-I desierto ele Atacama, los
Camélidos son entre los pocos grupos ele grandes mamíferos con los que el hombre ha
podido establecer una acción recíproca en esta parte del mundo (Dransart, 1991: 304).
292 Antes de discutir los yacimientos más sureños, nos parece ele interés señalar que Kent
(1987:176), basándose en los datos de oscilaciones climáticas en los Andes Meridionales
relacionadas con el fenómeno El Niño, una que se produje) entre los años 5,000 y 3,000 a.
C. y otra entre los años 700 a. C. y 350 el. C, arguye que ellas pueden haber influenciado la
adopción del pastoreo ele Camélidos en el primer milenio a. C. en los sitios cerca al Salar
ele Atacama.
293 En este sentido es interesante recordar que los bofedales son considerados como la mejor
tierra ele pastoreo para los Camélielos en el Altiplano chileno y le siguen las praderas de
yerbas que crecen por matas (Troncoso, 1982; Baied y Wheeler, 1993:150).
294 Ya fuera de la zona de Atacama, tenemos en primer lugar el mentado sitio de Tagua Tagua
en el valle del río Cachapoal, en la provincia de O'Higgins a 1,000 msnm. lis un yacimiento
temprano que ha dado fechados radiocarbónicos de 9,480 v 9.050 años a. C. Dillehay el al.
(1992: 173) señalan la presencia de Camélidos y se indica como fuente de información los
trabajos de Montané (1968) y Núñez el al. (1987). En el trabajo de Montané (loco citato) no
hay ninguna mención a Camélidos, no hemos podido leer el de Núñez el al (op. cit.).
295 Otro sitio importante es el de Quereo, sobre el Pacífico, al Sur de Los Vilos, en Chile
central. Allí hay evidencia de restos de Camélidos en los niveles Quereo I y II. Pero se trata
de restos fósiles que han sido analizados en el Capítulo referente a la paleontología. Aquí
sólo lo mencionamos para evitar errores, pues Lynch (1983b: 1 16, 1990a: 26, 1990b: 166) lo
ha citado indicando sólo “Camélido”.
296 Stehberg (1980: 18-19) se refiere en términos generales a los Andes de Santiago, y explica
que entre los 8,600 y 6,500 años a. C. se produjo una extinción de la fauna pleistocénica y
la economía indígena se basó fundamentalmente en los Camélidos y los huemules. Ya en
la Epoca Precerámica tardía, parece que la dieta mayoritaria fue basada en los Camélidos.
Y los primeros portadores de la cerámica, tuvieron como actividad principal la caza y/o el
pastoreo de estos animales.
297 Stehberg y Dillehay (1988: 142) han estudiado la región de Chacabuco y Colina, en las
tierras bajas (400-1,500 msnm) en Chile Central. Dicha región se encuentra
aproximadamente entre 20 y 60 km al Norte de la zona metropolitana de Santiago. Allí se
ha recogido restos de Camélidos (Lama guanicoe) que hoy ya no existen en la zona, lo que
demuestra que tenían importancia económica para las sociedades prehispánicas (vide
también Stehberg, 1976 [en el texto dice 1976. pero en la bibliografía figura 1967,
suponemos que la fecha correcta debe ser la segundaI, 1981). Si bien no se especifica la
época, del trabajo se deduce que ella es muy tardía.
426

298 Benavente Aninat (1985; 47-48), citando a Latcham (1922: 94), sostiene que se confundía el
guanaco con la llama y considera que este error ha sido arrastrado por historiadores y
arqueólogos. Asi critica a Stehberg (1980), cuando sostiene que había llamas en el valle de
Santiago. Sin embargo en Alonso de Ovalle (1969: 72 [o 73?] I que Benavente Aninat (op.
cit.: 45) cita, al mencionar las “ovejas ele la tierra” dice “... yo me acuerdo haberlas visto
ahora treinta años en Santiago...”. Ovalle escribía en 1646. Las otras menciones ele los
arqueólogos son muy confusas. Al final. Benavente Aninat (op. cit.: 47) escribió: “Según las
características etológicas del animal, no es “llama” la ejue poblaba esta zona, sino otros
de sus congéneres.”. Añade la autora, que según Barros Arana (1872) es cierto que los
peruanos trajeron las llamas a la zona, pero el intento no prosperé). Sin embargo
inmediatamente añade una frase dudosa y ambigua. Ella dice: “En cambio domesticaron
otra especie parecida, la que posiblemente prestí” servicios similares a los de la “llama” u
“oveja de la tierra”.”. Y luego afirma que lo que vieron los españoles fueron guanacos y
“... este animal servía a los habitantes como alimento, bestia de carga y obviamente para el
aprovechamiento ele su lana.” (Benavente Aninat, op. cit.: 48. El subrayado es nuestro).
Todos los argumentos que da la autora para negar la existencia ele llamas en la zona ele
Santiago son muy superficiales y faltéis de sustento. Sin duela le ha faltado investigar más
el tema. Afirmar, además, tan enfáticamente que el guanaco ha servido como bestia ele
carga, sin aportar ningún argumento, es ir contra todas las evidencias existentes y sin
tener fundamento.
299 Dedenbach Salazar (1990: 82) menciona un trabajo de Mengoni Goñalons (1983) que
nosotros no conocemos, y allí se cita el hallazgo en Patagonia del guanaco y otro Camélido
pequeño, ahora extinguido, desde los 10.600 anos a. C. Pero Dedenbach Sala zar no señala
la localidad exacta del descubrimiento.
300 Siempre en la zona patagónica se encuentra la famosa Cueva de Fell. Allí Bird (Bircl y
Bird, 1988: 187) ha registrado veinte niveles culturales. El guanaco apa race en el Nivel 18,
fechado en 8,130 años a. C. (Vide también, Lynch, 1983b: 117). Markgraf (1988: 196) ha
hecho un comentario al contexto de la Cueva de Fell y a la asociación del hombre con la
fauna extinta y viviente, concretamente con el guanaco, l.a autora considera que la gran
abundancia de huesos de guanaco en los niveles tempranos y la evidencia de una
importante reducción del área de pradera que se produjo poco antes de la extinción de la
fauna, sugieren que se puede presumir que el cambio ambiental ha sido una amenaza
mucho mayor sobre la población que usaba el forraje que la presión de la caza ejercida
por el hombre. Según Markgraf. los dalos polínicos obtenidos de la Cueva de Fell, avalan
este planteamiento.
301 En otra cueva famosa de la Patagonia chilena. Palli Aike, los Camélidos, concretamente el
guanaco, aparecen también antes de la presencia humana. I lay huesos de guanaco encima
de la capa estéril, que ha sido fechada en 6.689 años a. C. (bird y bird. 1988: 107, 115).
302 También los habitantes de la Cueva de Eberhardt, conocida además como la Cueva del
Milodonte, en la provincia de Magallanes, fueron cazadores de guanacos. Según Lynch, la
fecha más temprana corresponde a 5,800 años a. C. (Lynch, 1978: 479. 1983b: 117). El se
basa en una publicación, de Saxon (1978) que nosotros no conocemos. Núñez el al. (1983:
45) han informado que en trabajos de evaluación que se hicieron (y citan a Borrero 11976]
y un manuscrito de Saxon citado por Borrero), en el segundo nivel fechado en ca. 3,300
años a. C. se ha encontrado restos de Lanía sp.
427

303 finalmente Laming-Emperaire (1968: 81) ha informado que en el sitio de Ponsonby, en la


Isla Riesco en el mar de Skyring de la Patagonia chilena, entre los restos faunísticos
predomina el guanaco en los estratos eme corresponden a un lapso que oscila entre 3,720
y 1,750 años a. C.
304 Franklin (1982: 468) ha escrito que en la parle extrema meridional de Sudamérica, es decir
en Patagonia. el hombre primitivo desarrolló una cultura etnozoológica, sin llegar a la
domesticación, alrededor de la vicia silvestre en los llanos, particularmente con relación
al guanaco y el rhea. Es así que los Tehuelche, cazadores de la árida zona de Patagonia. así
como los Onas de la fría Tierra del Fuego, crearon culturas dependientes del guanaco. Este
animal les proveía de alimento, de abrigo, de vestidos y adornos de tipo religioso (el autor
cita a Bridges, 1949 y a Cooper, 1946a y 1946b). Otras tribus, como los Puelche, los
Araucanos del Noroeste, los Huarpe y los Querandí también dependían del guanaco. Los
vestidos calientes de las pieles de estos animales, fueron especialmente importantes para
estas tribus meridionales (y Eranklin cita a Lothrop. 1929). Cunazza (1976b: 166) también
insiste sobre el mismo punto y evidenciando la dependencia del guanaco a la que estaban
sujetas estas tribus, sobre todo los Ona y los Tehuelche.
305 Finalmente queremos mencionar un interesante comentario, de carácter general, que han
hecho Dillehay el al. (1992: 171) con respecto a la situación climática que se planteó a
principios del Holoceno en relación con la fauna. Ellos señalan que durante el noveno y el
décimo milenio a. C. y quizá más tarde, las condiciones pleistocénicas continuaron en
muchas áreas del extremo Sur, a medida que la deglaciación siguió. En la última parte del
noveno milenio a. C, hay industrias líticas más elaboradas con asociación de fauna
variada, extinta y moderna, lo cual sugiere que hubo una mejora del clima en Patagonia,
que permitió a algunos animales adaptarse al medio. Esto es diferente de los pastizales de
las vertientes occidentales y los llanos del Peni y Norte de Chile, donde la extinción de la
megafauna pudo haber ocurrido 1,000 o 500 años antes y donde el mylodonte y quizá el
caballo, fueron abundantes hasta el octavo y el septimo milenio a. C. Durante este
período, las condiciones climáticas se desarrollarron y se caracterizaron por un aumento
de temperatura y lluvia (según datos de Markgraf, 1983) y con un medio probablemente
más conveniente para el guanaco, que se convirtió en la fuente alimenticia primaria en
las praderas del Este y del Sur durante el Holoceno.
306 Nosotros no hemos podido revisar la bibliografía correspondiente a las épocas más
tardías, con cerámica, de los sitios del territorio chileno. Queremos citar sólo unos datos
que nos parecen interesantes. Castillo (1983: 6) se refiere al Complejo Las Animas de
Coquimbo, en la Costa Norte de Chile, cuya antigüedad es entre 900 y 1,100 años d. C. Allí
se excavaron veintiséis sepulturas, de las cuales veintitrés fueron de hombres adultos o
niños, que en cada caso estuvieron acompañados de uno, dos, tres o cinco Camélidos
sacrificados. Los animales estaban colocados de tal forma de rodear a la persona, en
actitud de protección y en cuatro modos diferentes. Hay cuatro sepulturas en las que las
evidencias parecen indicar que los animales sacrificados estaban en estado de gravidez. Es
interesante indicar, además, que en las tumbas se encontró también estiércol de estos
animales.
307 Castillo (op. cit.: 7) ha hecho el siguiente comentario. “El particular comportamiento de
sacrificar camélidos, excediendo al acostumbrado hábito de tipo alimenticio, nos lleva a
suponer un manejo de rebaños numerosos con porcentajes destinados a ceremonias
fúnebres, para lo cual la costa de Coquimbo es ideal por contar con un clima de estepa con
nubosidad abundante (camanchacas) que permiten la existencia de vegetación
428

permanente en cerros y quebradas costeñas ideales para el pastoreo. Llama la atención


que de ser animales domesticados se estén sacrificando algunos en estado de gravidez,
que según entendemos es una costumbre inusual en las prácticas pastoriles. Por otro lado,
estas evidencias contradicen la suposición de que tanto llamas como alpacas son propias
de altitudes superiores a los 3,000 msnm, y que su distribución hacia esta región y a Chile
central se produce tardíamente cuando el Inka conquista estos territorios. El cementerio
que hemos descrito se convierte en una alternativa diferente de análisis frente a la
opinión generalizada de la no adaptación de camélidos domesticados en zonas costeras v
alejadas de los centros de mayor concentración, a la vez que documenta a un grupo
ganadero por excelencia con una población muy bien adaptada que goza del consumo de
buenas dietas alimenticias y con el manejo de recursos marinos tal como refleja la
presencia de anzuelos y barbas de arpón.”. Este comentario de Castillo nos parece
sumamente interesante y oportuno. Volveremos sobre el asunto más adelante.
308 Y Rivera (1991: 37), al referirse al tiempo del Desarrollo Regional (que corresponde
aproximadamente al Período Intermedio Tardío de los Andes Centrales, es decir entre los
900 y 1,400 años d. C), escribió que en estos tiempos se pusieron en práctica una serie de
estrategias que estuvieron basadas en la crianza y el amansamiento intensivo de grandes
cantidades de llamas y alpacas, que, proporcionaban a los habitantes la posibilidad de los
grandes movimientos interregionales. Es así que las caravanas de llamas cruzaron el
desierto utilizando las señas (hoy llamadas geoglifos) que indicaban las rutas (vide Núñez,
1976).
309 Y al escribir sobre el “Período Agroalfarero Tardío”, es decir entre 1.000 y 1,500 años d. C,
Núñez (1969: 215), basándose en las investigaciones de Niemeyer (1963), comentó que las
poblaciones de lo que en Chile se denomina el Inca Altoandino se establecieron
fundamentalmente en las cuencas interandinas, debido al tráfico y a las actividades de
caza y ganadería.

9.7.2 La información histórica

310 Veamos ahora algunos datos históricos. Una información sumamente interesante es la
que nos da Betanzos (1987: Cap. XXXVI, 164) referente a la Época Incaica. El cronista
relata que cuando Topa Ynga Yupangue fue a Chile, llegó”... a una provincia que llaman
Llipi.”. Allí encontraron a los indígenas que “... poseían algún tanto de ganado...” y por
eso el Inca “... mandó que le tributasen... de aquellos ganados...”. Es una lástima que no se
especifique de que tipo de ganados se trataba, si de llamas, que es lo más probable, o
alpacas, ya que no parecen ser animales silvestres.
311 También Garcilaso de la Vega (1959: Libro 7, Cap. XVIII, 67) narra la conquista incaica de
Chile aunque su información no dice nada sobre la fauna local. Especifica que cuando
llegaron a Copayapu, el Inca “Mandó que les llevasen mucho bastimento en los carneros
de carga, los cuales también sirviesen de bastimento en lugar de carnaje, porque es muy
buena carne de comer.”.
312 Gomara (1946: 237) describe la entrada de Diego de Almagro en Chile en 1535, y señala que
“Hay muchas ovejas, como en el Cuzco...”. Zarate (1968. Libro III, Cap. II, 176) narra
también este viaje del descubrimiento de Chile, pero él nos refiere el detalle de la falta de
agua que sufrieron las huestes de Almagro,”... la cual suplieron con llevar cueros de
ovejas llenos de agua; de tal manera, que cada oveja viva llevaba a cuestas el cuero de otra
429

muerta, con agua...”. Esto indica que Almagro utilizó para su viaje una caravana de llamas,
como en los tiempos incaicos.
313 Benavente Aninat (1985: 44, 47) cita las “Cartas de Relación de la conquista de Chile” de
Valdivia (1970:171-172), que corresponden a 1551 y se refieren a la zona de Santiago. Allí
se indica que ella era “... próspera de ganado como la del Perú...”. Sin embargo poco
tiempo después, aunque es cierto que no sabemos en que zona, el cuadro ya era diferente.
Pues Vivar (1979: 253) en 1558 trata del “... ganado que ay en esta provincia de Chile...” y
cuando menciona el ganado europeo, dice que “... esto se multiplica tan bien que ay ya en
tanta cantidad, que sy estuvieran atenidos los españoles al ganado de la tierra, no se
comería carne.”.
314 Herrera en sus Décadas (1946b: Década Séptima, Libro Nono, Cap. II, 220) nos ha dejado la
descripción de la fundación de la Ciudad de la Serena, en Coquimbo, “en el Reino de
Chile”. Reza así: “... en todo el Reino de Chile hai vn genero de Ovejas mansas, i monteses,
de hechura de Camellos, i maiores que las de Castilla: su cuerpo de vna vara de largo,
comunmente: el cuello de tres quartas de vara, i mas altas que las de Castilla: el labio de
arriba hendido, con el qual espelen su espuma contra quien las enoja: no tienen corcoba
como Camellos, i su carne es vn poco mas seca, que la del carnero ele Castilla: su pasto es
lerva: sus colores son comunmente blancas, ó negras, i algunas son cenicientas: las Ovejas
monteses son bermejas, vn rubio aburielaclo claro: sus Lanas son largas, blandas, lisas, i
lustrosas, i ele mas precio que las Lanas ele las Castellanas: vale un bellon vn ducado, i la
Oveja quatro, i cinco, i la Oveja castellana doce reales, i cada bellón vn real: de esta Lana
de las ()vejas de la Tierra se hacen Mantas, que parecen de Chamelote, lustrosas, que las
visten Ricos: enfrenanse en las orejas, en las quales hacen un agujero, i meten vn cordel
delgado como Tomica. del qual, tirando, van adonde quieren llevar, i sueltas, corren
mucho, i en especial las Monteses, mas que vn Caballo.”. Esta descripción es excelente y
todo indica que el historiador se refiere a la llama. La mención a las “() hejas monteses”
debe corresponder a los guanacos. No sabemos cual ha sido la fuente de información de I
letrera, pero todo parece indicar que ha sido de alguien que conocía muy bien lo que
describía. 1 lay grandes coincidencias con la imagen que de estos animales nos ha dejado
Ovalle (1969: 72-73; vide infra) en su obra, que según Benanvente Aninat (1985) ha sido
publicada en 1646, pero que no sabemos cuando ha sido escrita. Cabe la posibilidad que
Herrera haya tenido conocimiento de este manuscrito, pues por lo que manifiesta Ovalle,
se desprende que él escribió por su propia experiencia.
315 La cita de Ovalle (1969: 72-73), que reproduce Benavente Aninat (1985: 45-46) y a la que
nos acabamos de referir (vide supra), es de 1646. Nosotros no hemos podido examinarla,
pero es interesante, pues por el texto se puede deducir, insistimos, que el autor ha sido
testigo presencial y por eso la copiamos. Allí se hace referencia a los animales propios del
“Reino de Chile” y “Entre los animales propios de aquel país, se pueden poner en primer
lugar los que llaman ovejas de la tierra, y son de la figura de camello, no tan bastos ni tan
grandes, y sin la corcova de quellos tienen. Son unos blancos: otros negros y pardos, y
otros, cenicientos.”. Pasa luego el autor a mencionar el posible uso de estos animales para
jalar el arado, tema que trataremos más adelante, y prosigue en la descripción. “También
sirven aún ahora en algunas panes para el trajín de llevar y traer de tina parte a otra el
trigo, vino, maíz y otras cargas, y yo me acuerdo haberlas visto, ahora treinta años en
Santiago [que está a sólo 520 msnm I. servir de aguadores que traían el agua del río para
servicio de las casas, pero ya hoy no sirven allí en nada de esto, por haber tanto
abundancia de muías y borricos, que se han aplicado a este v otros menesteres, 'llenen
430

estas ovejas hendido el labio de arriba, por donde escupen a los que las enojan y los
muchachos, que son los que las suelen inquietar, en viendo que les quieren escupir,
huyen, porque tienen entendido, y así los sienten comunmente todos, que al que alcanza
la saliva le llenan de sarna donde ella toca, y como tienen el cuello tan largo, que será de
tres palmos, juegan de estas sus armas defensivas con mas facilidad. Son de mucha estima
sus lanas, de que se tejen unas mantas que parecen de chameloto, muy lustrosas.
Enfrenanse por las orejas en las cuales se les hace un agujero por donde se les entra un
cordel de que tira el que las gobierna para llevarlas adonde y como quiere. Híncanse de
rodillas para recibir la carga, y estando ésta recibida y bien acomodada, se levantan y las
llevan a paso reposado... Son muy semejantes a las ovejas que dijimos de la tierra, los
guanacos, así en la traza y figura de su cuerpo como en la ligereza, pero diferenciándose
totalmente en el color, porque el de estos es rojo, de un rubio aburelado claro y nunca se
domestican, sino que andan siempre por el campo discurriendo de una parte a otra a sus
aventuras.”
316 Benavente Aninat (1985: 46) en su trabajo, ha citado asimismo a Rosales (1877: 324, Tomo
I) que escribió su Historia general del Reino de Chile en 1670 y que también trata de los
Camélidos. Hace una descripción de “Los carneros que llamamos de la tierra (y) es un
ganado mui doméstico...” que es perfecta. Aquí mencionaremos sólo algunos detalles. Por
ejemplo explica Rosales que “Taládránles una oreja y pásanle un cordel, con que los lleban
a unas partes y a otras gobernándolos como al caballo con el freno.”. Luego hay otra
observación que es interesante. Dice que “En el Peni los llaman Llamo o Paco, y aqui
chillingueque. De aquellas provincias se piensa que vinieron a estas, porque allá ay
grande abundancia de ellos y en éstas, son pocos los que se hallan y es grande riqueza que
en un indio tener dos o tres. Y en el Perú los tienen a millares y se sirven de ellos para el
trajín de la plata, vino y otras mercancías. Más en éstas no cargan cosa alguna y
solamente los crian los indios con grande regalo por la lana, y miran mucho por ellos,
guardándolos dentro de sus casas porque es la mejor hacienda que tienen para comprar
mugeres para casarse, que es paga de mucha estimación...”. Hay sin duda algunas
contradicciones entre lo escrito por este historiador y lo que han expresado otros que
hemos mencionado anteriormente, pero esto lo discutiremos más adelante.
317 Ocaña (1987: 116) tiene una breve referencia a Chile sobre el aspecto que nos interesa y,
además, si bien no se dice claramente, parece que la cita corresponde al Sur de estos
territorios. Ocaña escribió: “Toda es tierra limpia y abundante de caza, en particular
guanacos, que son como carneros de cuellos largos.”. Y Vásquez de Espinosa (1948: 37/15)
cuando menciona a los guanacos y a las vicuñas, especifica que “Estos animales solo se
hallan en el Reino de Chile, y en lo frío del Pirú...”.
318 Molina (que no debe ser confundido ni con Molina “el chileno” ni con Molina “el
cuzqueño” [lege Araníbar, 1963: 131), ya en el siglo XVIII, describe a las alpacas y a las
llamas como animales de carga y observa que “El Chilihueque aún servía de animal de
carga a los chilenos de la misma manera, pero ahora que tienen cantidad de mulos que
felizmente se han reproducido en ese clima, ya no los utilizan.” (Molina, 1782: Libro IV,
311).
319 Hemos logrado reunir también algunos datos sobre localidades precisas, que son de
interés. Así, por ejemplo, Horacio Larrain Barros (1978-1979: 68) aporta información muy
interesante sobre la franja litoral desértica entre los 17° y los 30° de Lat. Sur, donde vivían
los Chango. Explica Larrain Barros que en dicha zona los guanacos (Lama guanicoe)
llegaban en pequeñas manadas, descendiendo por los valles, hasta las lomas situadas
431

entre los 500 y los 900 msnm. Ellos se alimentaban de las flores de las bromeliáceas, de las
cactáceas, de las gramíneas y otras hierbas anuales que podían vivir allí por la humedad
de la “camanchaca” (Larrain Barros pone como referencia el trabajo de Weischet, 1966).
Indica Larrain Barros que Philippi (1860: 27, 34) ha dejado referencias del hallazgo de
rastros frescos de guanacos en la costa, cerca de Miguel Díaz, en la localidad de “Agua del
Panul”, al Norte de Taltal, y también en el Morro de Mejillones (23°07' Lat. Sur), a 650
msnm. Por otro lado Mann (1953) ha indicado la existencia habitual de pequeñas colonias
de guanacos en la costa desértica que, aparentemente, ya no realizan ningún ciclo
migratorio de la costa a la cordillera. Siempre según Larrain Barros, Weischet (1966: 4) ha
señalado la presencia de guanacos en la desembocadura del río Loa (21°26' Lat. Sur). Y el
mismo Larrain Barros ha podido observar a 4 animales, uno de ellos juvenil, en las laderas
de Cerro Moreno, en la provincia de Antofagasta (aproximadamente 23°30' Lat. Sur),
320 en octubre de 1964, en un área de cactáceas y líquenes (350-600 msnm). Larrain Barros ha
visto también, en el mes de mayo de 1972, mucho excremento de guanaco al pie de añosos
tamanigos (Prosopis tamarugo), en el interior de la pequeña quebrada de Pazos, en la
Pampa de Tamarugal (20°2P de lat. Sur y 69°48' Long. Oeste).
321 A base de la descripción que dejó Vivar en 1558, Larrain Barros (op. cit.-. 70-71) describe
las balsas que utilizaban los Chango, y señala que usaban “... nervios de carneros (llamas)
para pasarlos entre las espinas, para fijar la costura...”. (Si el lector quiere obtener mayor
información sobre los Chango, lege Bird, 1946b).
322 Cuando Herrera (1945d: Década Sexta, Libro Segundo, Cap. I, 202-203) narra como “... el
Adelantado Don Diego de Almagro dexa la empresa de Chile...”, explica que “El Desierto
de Atacama divide el Perú del Reino de Chile, i se va aora á este Reino por dos caminos. El
vno por la Sierra, i el otro por el Desierto.”. Y justamente cuando describe las serranías,
dice que “... hai en este despoblado pocas Ovejas Montesas, que llaman Guanacos, i no se
crian por la poca Yerva. i Agua que hai.”.
323 Téllez Lúgaro y Silva Galdames (1989: 53) han dedicado un estudio a la zona de Atacama
en el siglo XVI, y allí se refieren al viaje de Almagro que al llegar hasta el mismo valle de
Atacama, encontró a Nogueral y Orgóñez a quienes él había enviado como avanzada. Y
éstos habían logrado reunir”... algún maíz y ganado.”.
324 Vásquez de Espinosa (1948: 1752/ 618) también relata “De la prouincia de Atacama...” y de
“Los indios de esta costa” y a la gran cantidad ele peces que pescan y “salpresan”. Y luego
dice que”... y del se lleuangrandes recuas de cameros a Potosi, Chuquisaca, Lipes, y a todas
aquellas prouincias de la tierra de arriba...”.
325 Sobre la zona de Copiapó hay varias referencias. Así Cieza de León (1987: III Parte, Cap.
XCV, 319) relata el viaje de Almagro a Chile, al que ya hemos hecho mención en varias
oportunidades, y cuenta que después de la terrible travesía de la cordillera, sus huestes
llegaron a Copiapó. Allí los españoles pidieron comida y ayuda a los indígenas y éstos “...
salieron muchos dellos con ovejas, corderos, mayz...”. Luego el mismo cronista sigue
contando que los españoles que se quedaron, trataron de atravesar la cordillera, pero
tuvieron que pasar grandes dificultades, porque “... leña para hazer lunbre no avía otra
que estiércol de ovejas...” (Cieza de León, 1987: III Parte, Cap. XCV, 320). También se sabe
que cuando Juan de Herrada salió del Cuzco para llevar provisiones a Almagro, en el viaje
hacia Copiapó llegó a la localidad de Ortopisa y su comitiva no pudo encontrar comida,
pero unas jornadas más adelante hallaron “... una manada de ovejas...” (Cieza de León,
1987: III Parte, Cap. XCVII, 326).
432

326 Tambien Molina “el chileno” (conocido igualmente como “el almagrista”) narra el viaje de
Almagro. Aunque hay que recordar que Porras (1986: 317) deja abierta la posibilidad que
esta crónica no sea del Sochantre Cristóbal de Molina, sino que podría ser de Bartolomé
de Segovia, Rodrigo Pérez “... o cualquiera otro... aunque siempre son mayores las
posibilidades en favor de Molina.”. De todos modos el cronista refiere como, después de
haber pasado las dificultades de atravesar la cordillera, Almagro llegó a Copiapó y “... este
valle tenía ovejas de la tierra muy gordas...” (Molina, 1968: 347). Hay, pues, coincidencia
con la información de Cieza de León (loco citato).
327 Téllez Lúgaro y Silva Galdames (1989: 53) en su estudio describen la retirada de Almagro
hacia el Cuzco e indican que antes ele abandonar Copiapó, éste midió cautamente sus
pasos. Se informó de los “señores” Diaguita, sobre las rutas y aguadas “del Despoblado” y
antes de iniciar el viaje reunió el maíz y el ganado necesario. Además almacenó toda el
agua que podía transportar en los odres que tenían.
328 Vivar en 1558 trata del valle de Copiapó y relata los enfrentamientos que se produjeron
entre los españoles y los indígenas. “Murieron muchos yndios mancebos, valentisymos
honbres que pelearon varonilmente. Prendieronse yndios y yindias y muchachos más de
trezentos. Y vuose rropa y oro, avnque no mucha cantidad. Tomaron ovejas y comida, que
vn mes avia que no comíamos carne hasta que llegaron estas ovejas al rreal.” (Vivar, 1979:
36). Y cuando el cronista describe el “... ualle del Copiapo, y de las cosas que ay en este
valle y de las costumbres de los yndios...” dice: “Andan los yndios bien vestidos del
algodon y de la lana de ovejas que tienen.” (Vivar, op. cit.: 37). Y ya cuando estaban
regresando al Perú, un grupo de españoles se refieren a este mismo valle y explican que
“... estando ellos en esto, el otro español andando por el canpo topó dos carneros que
trayan los yndios cargados de bastimento.” (Vivar, op. cit.: 84. Vide también la edición de
1966 bajo Bibar).
329 Herrera en sus Décadas, ya lo hemos visto, describe el Reino de Chile y allí menciona el
valle de Guaseo al Sur de Copiapó y dice que “En este Valle, i en los otros hai cantidad de
Perdices, i Ovejas Monteses...” (Herrera, 1946a: Década Septima, Libro Primero, Cap. IV,
240) y un poco después relata como “Al tiempo que Monroy, i Miranda salian del Valle [de
Copiapó] quiso aiudarlos Dios, con que vna india que atravesaba de vn Pueblo á Otro,
llevaba vn carnero cargado con unos sacos de Maíz tostado, i tomando los Sacos en los
Arçones, pasaron el despoblado, que tiene noventa, ó mas leguas...” (Herrera, op. cit.:
Década Septima, Libro Primero, Cap. VI, 244).
330 Fernández de Oviedo (1959c: Libro XLVII, Cap. IV, 138) también escribió sobre el viaje de
Diego de Alamagro a Chile, y al mencionar la localidad de Coquimbo narra como éste
castigaba a los indígenas “Y envióse a recoger el maíz e ovejas para pasar a la provincia de
Chile e a los Picones...”. Y Molina (1782: Libro IV, 314), ya más tarde, trata de las vicuñas y
señala que éstas “... abundan en la paite de la Cordillera de la provincia de Coquimbo y de
Copiapó, pero normalmente no se quedan sino en las cumbres más escarpadas de esa
montaña: ni las nieves, ni los yelos les hacen daño, por lo contrario, parece que de ello
sacan ventaja, ya que si son llevados a las llanuras, rápidamente adelgazan, se llenan de
una suerte de impétigo, y mueren: este es el motivo por el c¡ue no se le ha podido hasta
ahora transportar a Europa.”. Koford (1957: 218) pone en duda esta aseveración ele
Molina (loco citato), pero sin haber consultado la fuente que ni siquiera figura en su
bibliografía. Sólo cita a Osgoocl (1943: 233) que nosotros no hemos podido leer.
433

331 En Vivar encontramos noticias sobre una zona que está cerca ele Coquimbo, el valle ele
Limari. Pues el cronista detalla la salida de Pedro de Valdivia de dicho valle y como
“Allegó al ualle de Cocanbala, el cual halló despoblado, y por este rrespeto pasó al de
Chuapa” y “Andando corriendo el valle tomaron cienos yndios naturales, los quales
dieron aviso dónde avia mucho mayz, de lo que tenían ascondido en hoyos, y algunas
ovejas.” (Vivar. 1979: 46-47). El mismo Vivar prosigue su relato “del Valle de
Cocambanbala hasta el ele Aconcagua, y ele los Indios y cosas que hay en él.” y dice: “Este
valle ele Aconcagua es mejor y más abundoso que todos los pasados... tiene la sierra a la
mar XX leguas; tiene ovejas y mucho maíz...” (Vivar, 1966: 37).
332 Vivar (1979: 74) en su crónica “... trata de cómo el general Pedro ele Baldivia mandó
rreformar la ciudad de Santiago, y se dieron a criar y senbrar.”. Y luego comenta como se
multiplicaban “... las cochinas y cochinos...” y también la caza que se practicaba, y añade:
“... por ser tierra calida, y con caca ele perdices, que ay muchas y con carneros saluajes,
que llaman guanacos, que tiene uno tanta carne como una ternera.” (Saéz-Godoy [1979:
notas 500 y 501] hace algunos comentarios explicando los términos carnero y guanaco,
pero que no son de mayor importancia).
333 A este punto es interesante, aunque no trate directamente sobre el tema que nos
preocupa, una cita de Vásquez de Espinosa ([1948:1937/681-682), que se refiere también al
“Obispado de Santiago de Chile”. Allí se describe lo que tenían “... los vezinos de
Santiago...” y se menciona a 39,250 vacas “... que multiplicaban cada año, 13,500...”, 4,270
“... ieguas, que cada año multiplican 1,200...”, 323,956 cabras “... que multiplacaban cada
año 94, 764...” y 623,825 “... ouejas, que multiplicaban cada año 223,944...”. No se
especifica que tipo de “ouejas” son, pero todo deja entender que se trata de las ovejas de
Castilla. Pero esto no es lo importante. Lo interesante es constatar que cuando escribe
Vivar, en 1558, no hace ninguna mención al ganado europeo, y 70 años después (Vásquez
de Espinosa escribió su obra en 1628 y la revisó en 1629), se ve no sólo la gran cantidad de
animales europeos que ya se habían introducido en la zona de Santiago, sino también la
excelente forma como éstos prosperaban.
334 Palermo (1986: 166) tiene una referencia a los Araucanos (en Chile medio) y dice que
tenían antecedentes de crianza de llamas. El se basa en un trabajo de Montoya (1984:
98-99) que nosotros no conocemos. Luego en otro artículo (Palermo, 1986-1987: 74), dice
que se sabe que los indígenas de la Araucania conducían sus Camélidos tirando un cordel
que pasaba por un agujero hecho en una de las orejas. Para esto se basa en la edición de
Herrera de 1726-1727, y a las obras de Molina (1878b) y Rosales (1877-1878). También
señala Palermo (1986-1987: 74), tomando la información de Olivares (1864), que los
indígenas de la Araucania ayudaban a los machos en la cópula, como se hace en otras
partes con las llamas, cuyos machos polla forma del pene, suelen tener dificultades para
penetrar en la vulva de la hembra. Al referirse al hueque, Olivares (op. cit.) escribió -
siempre según Palermo- “... es animal muy frío y así multiplica muy poco, o sólo según se
dice, con diligencia de sus dueños, poco decente de practicarse o indigna de decirse...”.
335 Vivar (1979: 163) nos da otro tipo de información sobre estos indígenas. El hace referencia
a los “yndios de Mapocho” y dice que “Dentro d'esta cordillera y a veynte leguas ay unos
valles donde abita vna gente, lo quales se llaman “puelches “y son pocos.”. Luego explica
que no se dedican a la agricultura sino que cazan, y comenta: “Ay muchos guanacos...”. Y
luego añade que “Los bestidos que tienen son de pieles y de pellejos de los corderos.”. Los
Mapuche son Araucanos y vivían en la parte meridional de Chile medio (Cooper, 1946b:
687), mientras que los Puelche (que es un sinónimo de pampeano) habitaban en la zona
434

pampeana argentina (Imbelloni, 1959: 685-686). Es de preguntarse si Vivar no se equivocó


y quiso referirse más bien a los vecinos de los Mapuche, a los Pehuence, que
probablemente eran también Araucanos.
336 El mismo Vivar (1979: 183) hace mención a otra provincia más sureña, la de “Concesión”
(Concepción) y cuando describe las costumbres de los indígenas, explica que tenían como
armaduras hechas de cuero de lobo marino “Y estas capas van aforradas con cueros de
corderos...”.
337 Sobre los estados de Arauco y Tucapel hay una cita de Mariño de Lovera (1865) que ha
sido reproducida por Benavente Aninat (1985: 45) y que nosotros no hemos podido leer.
Hay sin embargo un problema, que si bien Benavente Aninat ha incluido en la bibliografía
a Mariño de Lovera, al pie de la mención pone Bartolomé de Escobar (1865: 44), del que
aparentemente ha tomado la cita. Pero en la bibliografía Bartolomé de Escobar no figura.
Se trata sin duda de una citación de segunda mano que debe ser tomada con las reservas
del caso.
338 Según esto, en dichos estados había “... carneros de los de la tierra, que son muy grandes y
de diferentes especies de los de Europa, tanto... de caza y trajín, y así en... panes del Perú
hai grandes recuas dellos... tienen muy gruesas ganancias... En algunos casos [por la cita no
se entiende si es original o añadido por Benavente Aninat]... iba cargado de regalos, cosa
que... a los españoles, por este animal mansísimo, y de hechura de camello, aunque el
cuello es mui angosto y levantado: i la cabeza pequeña y sin cuernos, y los ojos tan... y...
en su mirar, que parecen personas... son de... utilidad por la lana que por el trajín, pues.,
más... rubia o negra sirve... la estatura de estos carneros... a la de un cuartago... altura,
pero son algo más corto, y tienen las piernas mui delgadas, y la uña... como vaca.”.
339 Vásquez de Espinosa (1948:1960/689) por su parte, describe la fundación de “1.a ciudad
Imperial” (que está cerca de Temuco), a “... tres leguas la tierra adentro de la mar...” y
manifiesta que “... sus Campos y Vegas eran fertiles... Auia grandes Crias de Ganado de la
tierra, y lo ay al presente, por que a multiplicado mucho, por ser la tierra fertil, y de
graneles pastos...”, pero añade además que en dichos campos hay “... ganado mayor, y
menor, cabras, y de serda...”. Este testimonio es muy importante.
340 En Vivar (1979; 189) hay una noticia sobre la fundación de la ciudad ele Valdivia (que
según Vásquez de Espinosa [1948: 1970/692] fue a fines ele 1551) y dice que allí “Ay ovejas
mansas”. Pero luego describe las costumbres de los indígenas de esta localidad y explica
que en el matrimonio el padre ele la novia pedía por ella “... cierta cantidad ele ovejas
(quinze o veynte segun tiene la posybilidad)...” (Vivar, op. cit.: 191). Más adelante narra
como Don Pedro ele Valdivia, el día 7 ele febrero de 1552, salió a descubrir nuevas tierras
y llega a un lago que llama Valdivia, y que “Es tierra ele mucho ganado, avnque no anda
suelto.” (Vivar, op cit.: 198). Dada la fecha, no cabe duda que se trata ele ganado de la
tierra. (Saéz-Godoy [1979] anota que según Vásquez. de Espinosa dicho lago debe estar a
15 días de viaje de Osorno. Y señala la página de la cita, como 694. Es sin duda un error,
pues lo que dice Vásquez. ele Espinosa [1948: 1975/ 694] es muy diferente. El afirma ad
litteras.”... y a las dos leguas [de la ciudad de Osorno] vna hermosa laguna llamada de
Gaeta...”.)
341 Prosigue Vivar (op. cit.: 249) su descripción y dice eme entre Valdivia y Osorno hay una
localidad ele donde los españoles se dirigen hacia el mar, y van a una isla que el cronista
lama “Anquecuy” y donde había “... mucho ganado...”.
435

342 De la ciudad de Osorno se ocupa Vásquez de Espinosa (1948: 1975/694), y especifica que
“... ele Valdivia a la ele Osorno Auia 16, leguas ele camino...” y que “... Auia mucho
Ganado... siluestre... Guanacos, vicuñas...”.
343 Benavente Aninat 0985: 45) trae una cita interesante ele Guerrero Vergara (1880), quien a
su vez transcribe a Juan de Ladrillero (que en el texto de Benavente Aninat [loco citato]
figura con la fecha 1558, pero en la bibliografía está con 1557), y se refiere a la zona del
Estrecho de Magallanes. Se trata del mismo viaje que hiciera Vidal Gormaz (1879). La cita
dice así: “En todo este trecho desde la mar del norte hasta llegar a la cordillera, que son
cuarenta y tres leguas, el Estrecho adentro... Hai ovejas i guanacos, i venados pero con el
frio en el invierno se meten a las montañas, donde no se pueden haber hasta que es
verano, que con el calor se deben llegar hasta la ribera a lo raso.” (Guerrero Vergara,
1880: 501). Y luego el mismo Juan de Ladrillero (siempre en Guerrero Vergara, op. cit.: 498)
escribe de los vestidos de los habitantes: “El traje de las mujeres es una vestidura de los
pellejos de los guanacos y ovejas... y ponenselos a manera de los indios del Cuzco...”.
344 Siempre por informaciñon de Benavente Aninat (1985: 45) sabemos que Vidal Gormaz
(1879: 516) ha dejado escrito que entre 1557 y 1558 el Capitán General de la provincia de
Chile, Don García Hurtado de Mendoza, envió varios buques para reconocer los territorios
australes. El capitán Francisco de Cortés Hojea ha relatado las costumbres de los
indígenas de la zona de Ancuel (es decir de la Isla de Chiloé) y ha escrito: “... é tierra a seis
é cuatro é a ocho obejas cada indio é a los casiques a 12éa 15éa sola una obeja atan é todas
las otras obejas van sueltas tras ellas, no meten en casa más de las que son lanudas las
demás quedan en el prado con la que atan en un palo que tienen incado cuales tienen
cada uno señaladas...”.

9.7.2.1 Chilibueque, buequey rehueqne

345 Hay un punto controverso sobre el que hay discrepancia entre los autores desde hace
mucho tiempo, nos referimos a la definición de chilibueque o bueque que aparece desde las
fuentes tempranas, para definir a un Camélielo chileno.
346 Palermo (1986-1987: 68) ha escrito que el animal doméstico más importante de Chile “...
hoy desaparecido en la región...” ha sido el localmente conocido como bueque, rebuequeo
chilibueque, “... sobre cuya identificación zoológica suele haber opiniones diversas.”. Y el
mismo autor (Palermo, op. cit: 71) supone que el el primer uso del término bueque, es el de
Pedro de Valdivia (1861) en 1550. Y Benavente Aninat (1985: 46) afirma que aún en 1735,
Luis Tribaldos de Toledo (1864), cuando da cuenta de los animales y ganados de Chile,
menciona al chilihuequey al guanaco. Mientras especifica que las vicuñas se criaban hacia
el trópico.
347 Molina (1782: Libro IV, 309) en su obra describe a la vicuña, al chilibueque y al guanaco,
señalando que son “... especie subalterna del género de los Camellos...” al que pertenecen
también la alpaca (o paco) y la llama del Perú. El mismo Molina (op. cit.: Libro IV, 309-313)
hace una descripción general de estos animales, que sería ocioso transcribir aquí, y los
compara con los camellos asiáticos y africanos, estableciendo sus diferencias
fundamentales.
348 La definición que nos ha dejado Molina (op. cit.: Libro IV, 316-317) del chilibueque, que él
llama Camelas Araucanas (Camelas corpore lanato, rostro superne curvo, cauda péndula), es
como sigue: “Este animal, propiamente hablando, se llama Hueque. pero los Araucanos,
entre los que se encuentra domesticado, después de la llegada de los Españoles
436

comenzaron a llamarlo Chilibueque, o Rehueque, es decir Hueque Chileno, o sea puro


Hueque, para distinguirlo del carnero europeo, al que por semejanza que hay entre uno y
otro, dan el mismo nombre. De hecho el Chilihueque si se excluye el largo del cuello, y la
altura de las piernas, es modelado en todo el resto como el carnero. Tiene la cabeza hecha
así, las orejas así ovales, y flojas, los ojos igualmente grandes y negros, el hocico así largo
y giboso, los labios no menos gruesos, y pendientes, la cola formada en forma similar,
pero más corta, y todo el cuerpo cubierto de lana así de larga, pero mucho más suave. Su
largo medido desde los labios hasta el origen de la cola es de seis pies [si se trata de pies
lineales españoles equivale a 1.67 m y si es el pie lineal inglés corresponde a 1.82
m]aproximadamente, pero el cuello ocupa un tercio de esta dimensión. Su altura tomada
en el lugar de las piernas de atrás es de un poco más de cuatro pies [Si se considera en
pies lineales españoles corresponde a 1.11 m y si lo es en pies lineales ingleses, 1.21 m]. Su
color es variable, habiendo blancos, negros, morenos y cenicientos. Los antiguos
chilenos... utilizaban a estos animales, como bestias de carga, dirigiéndolos en el camino
con una cuerda ensartada en un agujero, que hacían en el cartílago de sus orejas. De aquí
viene el error de aquellos Geógrafos, que dicen que los carneros se han vuelto tan grandes
en Chile, que les cargan como muías, y se emplean para el transporte de mercaderías.”.
Discute luego la aseveración ele algunos sobre la posibilidad ele que los bueques hayan
sido utilizados para el trabajo de la tierra, y que nosotros analizaremos más adelante, y
Molina concluye: “El Chilihueque es muy estimado por los Araucanos, los que a pesar que
gustan comer su carne, casi no lo matan, si no es para preparar la comida a algún
forastero de consideración, o en ocasión ele un solemne sacrificio. Se vestían con su lana
antes del descubrimiento ele América, pero ahora que tienen carneros Europeos en
cantidad, no la usan, si no es para fabricar sus tejidos finos, que son tan bonitos, y tan
brillantes, que parecen casi de seda.”.
349 Es interesante señalar algo que no dice Molina (loco cítalo) y que señala Benavente Aninat
(1985: 46) a base ele la obra ele Rosales (1877: 324) de 1670, y es que los los indígenas
tenían un nombre también para los guanacos, pues los denominaban luan y al parecer
Rosales aclara que la palabra guanaco “... es propia de la lengua del Perú llamada Quichua
y la propia de los chilenos es luán...”.
350 Como hemos dicho, nosotros no hemos podido revisar la literatura necesaria para discutir
este problema a fondo, pero sí hemos constatado que hay definitivamente posiciones
distintas entre los autores.
351 En primer lugar hay un grupo que es de la opinión que se trata ele llamas. Así Troll (1935:
143-144) al debatir las dos alternativas, es decir la posibilidad que se trate de una forma
seleccionada del guanaco patagónico o ele una llama, basándose en el trabajo de Lenz
(1905), él se inclina por la segunda posibilidad. Y justifica su posición diciendo:” Es verdad
que en Chile no han existido graneles cantidades ele este animal, pero con todo se le
usaba como bestia de carga, su lana era apreciada y hasta se negociaba ocasionalmente
con su carne. Su difusión se extendía hasta el límite ele la colonización incaica de la
Araucania y aún se le señalaba, en los primeros años de la conquista española, en la Isla de
Chiloé. Allí tampoco, en el sur húmedo ele Chile, cuyo clima no sienta bien a ninguna
“auquenia”, ni aún a los guanacos, no pudo florecer la crianza de la llama. A comienzos
del siglo XVII ya se había perdido por completo (todavía en 1614 se usaba llamas en
Santiago ele Chile para el acarreo ele agua [su fuente de información es siempre Lenz, op.
cit]). Lenz presume con mucha razón que estos animales no fueron llevados
originariamente a Chile por los Incas, sino que los araucanos mismos los trajeron del
437

none, ya que el asiento original de este pueblo se extendía a la región ele puna actual ele
Chile del None, en donde se hallaban en contacto con los atácamenos y diaguitas, que
eran ambos, criadores ele llamas.”.
352 Cooper (1946b: 703) asume posición igual, pero no la justifica. Tan solo dice “La llama
(chilihueque, rehueque, Lamaglama...”. Por su parte Gilmore (1950: 437-438) si bien es más
cauto, tampoco sustenta su planteamiento. Él escribió: “El “chilihueque” del Norte de
Chile fue probablemente una raza común ele llama y fue empleada para llevar agua
(Cabrera y Yepes, 1940, p. 263).”.
353 Según Palermo (1986-1987: 69), también los siguientes autores han aceptado que los
huequesson llamas. Cabrera y Yepes (1960), Medina (1882), Latcham (1922), Steward y
Faron (1959), Marino de Lovera (1865) y Febres (1882).
354 Los autores que se han inclinado por la posición que el chilihueque ha sido una alpaca, son
Walton (1811: 20) que es categórico en afirmar “... los chilenos y los Araucanos (Sic!),
tienen desde luego lo que ellos llaman Chilihueque, o oveja de Chile, que no tenemos
ninguna duda es el mismo animal que la alpaca del Perú, en un estado más degenerado, y
de acuerdo a Molina, ellos lo usaron como bestia de carga, en una manera no adoptada
por los peruanos, que fue atravesando una tira de cuero atravez del borde de la oreja,
para servirle de brida.”. Debemos señalar que esta última aseveración del autor es
equivocada.
355 Según Gilmore (1950: 438), Marelli (1931, p. 54) ha considerado también al “chilihueque”
como alpaca. Lo mismo que Santa Cruz (1942: 6), que hablando de los “mapuches”, indicó
que éstos no carecían de carne, ya que tenían al chilihueque “... que los autores españoles
llamaron oveja de la tierra u otros nombres semejantes, que Molina llamó Camellas
araucanas distinto del guanaco (Lúan de los indígenas) y que Gonzáles Nájera [Sic!] que lo
conoció, dice era de dos colores, blanco y negro, solos o mezclados, lo que parece referir
más bien a la alpaca (Auchenia paca)...”.
356 Bullock (1958: 152-153) también es de la opinión que el animal más importante que tenían
los mapuches era el Hueque “... que después los españoles llamaban Chili-hueque.”. Según
este autor “Era una variedad de alpaca del Perú y sin duda tenía el mismo origen de la
llama y alpaca...”. Luego dice que no se conocen llamas, alpacas y hueques en estado
salvaje en ninguna parte. También Wilhelm (1978: 190) manifiesta lo mismo, pues escribió
que “El animal más importante para los antiguos Mapuches antes de la Conquista
española, fue el hueque, un Auquéniclo muy similar a la alpaca del Perú (probablemente
una variedad de ésta) que los españoles llamaron Chili-bueque.”.
357 Mientras que otros han considerado que el chilihueque ha sido un guanaco. Según
Benavente Aninat (1985:48) los que han asumido esta posición son Molina (1901 [1782]),
Gay (1847), Philippi (1872), Barros Arana (1889 [que en su bibliografía lleva por fecha
1872])) y Latcham (1922). Nosotros no hemos podido controlar todos estos datos, pero
definitivamente Molina no es de esta opinión, pues hemos visto que él distingue
claramente el chilihueque del guanaco (vide supra, Molina, 1782: Libro IV, 309).
358 Posición ambigua es la de Novoa y Wheeler (1984: 121), que al discutir la problemática de
los guanacos, escribieron sin mayor aclaración: “... los Araucanos distinguían entre
chilihuequedoméstico y el luan silvestre.”. De esto se puede colegir que los autores
consideran que en ambos casos se trata de guanacos. Pero, según Palermo (1986-1987: 68),
no hay seguridad que en araucano estos términos hayan tenido ese significado.
438

359 Consideramos que con la poca información que disponemos no estamos en condiciones de
tomar una posición sobre este asunto. Por eso preferimos remitirnos al trabajo de
Palermo (1986-1987) que, hasta donde nosotros hemos podido averiguar, es el que mejor
ha tratado el tema.
360 Comienza explicando Palermo (1986-1987: 68) que algunos autores, como Latcham (1922),
han sostenido que el hueque era un guanaco amansado, seguramente basándose en el área
de distribución de estos animales y además poique la llama no se encuentra más al Sur del
27° de Lat. Sur, en la provincia argentina de Catamarca, con la excepción de ejemplares
aislados en zoológicos y algunos grupos reducidos y recientemente introducidos en la
provincia de Tucumán, La Rioja. San Juan y Córdoba. Mientras que la distribución de la
alpaca se restringe en la actualidad a los territorios de Bolivia y Perú (según datos de
Cabrera y Yepes [19601 y Davids [1987]). Sin embargo, señala Palermo, que a base de la
información de Cabrera y Yepes (1960) hay pruebas sobre una distribución más extensa
de la llama en el pasado, en lo que se refiere al territorio chileno, pues ésta alcanzaba a
comienzos del siglo XVIII hasta la ciudad de Santiago.
361 Apunta Palermo (op. cit.: 68), que en el caso del huequese puede constatar su presencia más
al Sur, es decir hasta Ancud (aproximadamente 42° de Lat. Sur) en zonas costeras
húmedas. Se ve, pues, que esta distribución coincide con las latitudes y tipos de habitat
que suelen frecuentar los guanacos y fuera del área de distribución de otros Camélidos.
No hay que olvidar además, recuerda Palermo, que los guanacos son animales amansables
en ciertas condiciones (y señala la información existente en Molina [1878a] y Oporto
[1977]. Le edición de Molina que aquí se cita es un compendio publicado en Italia en 1776
y que nosotros no hemos podido leer. Nosotros hemos utilizado la edición italiana de
1782, que no es un compendio).
362 Palermo (op. cit.: 68-69) presenta dos argumentos para rebatir la posibilidad que el
huequesea sinónimo de guanaco. En primer lugar el lingüístico. En araucano guanaco se
dice luan no bueque. Cabría la posibilidad que hayan existido dos términos, uno para el
animal silvestre y otro para el doméstico. Y el segundo argumento, son las descripciones
que nos han dejado los cronistas con respecto al pelaje del hueque. Dice Palermo: “ Todos
ellos recuerdan su aire de familia con los camellos (más allá de su menor talla y de su
ausencia de jiba), rasgo común a todos los camélidos americanos, pero usualmente
distinguen expresamente los diferentes tipos de “ovejas de la tierra”, describiendo al
guanaco con su coloración rojiza, muy distinta de la que detallan para los hueques.”. Así
Marino de Lobera (1595) dice “rubios y negros”, Herrera (1601) “blancas o negras, algunas
son cenicientas”, Gonzáles de Nájera (1614) “de dos colores, blancos y negros y algunos
todos negros y otros todos blancos”, Ovalle (1666) indica que “son unos blancos, otros
negros y pardos, y otros cenicientos”, Rosales (1674) que “el color es en unos castaño, en
otros blanco, y negro en algunos, y mexclados en pocos estos tres colores”, Córdoba y
Figueroa (1740) menciona un ejemplar negro, Olivares (1758) dice “blanco, o vario de
blanco y negro”, Molina (1878) que “los hay blancos, negros, pardos y cenicientos” (esta
descripción corresponde a la de 1782 [Libro IV, 316]). Concluye Palermo: “Como es sabido,
estos pelajes nunca aparecen en los guanacos y sí en las llamas o en las alpacas.”.
363 Palermo (op. cit.: 69) opina que en realidad “... el término bueque engloba a ambas
especies.”, es decir llama y alpaca. Además ele la argumentación expuesta (pide suprá), él
añade toda una serie de pruebas, que nos parece muy importante resumir aquí.
439

364 Así señala que Rosales (1977-1878: I, 324) se confunde, pues dice que en el Perú “... lo
llaman Llama o Paco, y aquí Chilibueque. Mientras tanto Wilhelm (1978), como ya lo hemos
mencionado, sostenía que el bueque era probablemente una variedad de alpaca y posición
parecida es la de Marelli (1931).
365 Aunque Molina (1878b: 479 [1782: Libro IV, 314]) niega la existencia de la alpaca en Chile,
según Palermo hay pruebas contrarias. Si bien la lana de la llama tiene una serie de
virtudes, es áspera al tacto, tiene menos brillo que la de la oveja y la alpaca y es poco
elástica. La lana de alpaca, en cambio, es mucho más larga, tiene un típico brillo y
suavidad. Entre los cronistas hay datos interesantes en este sentido. Así Valdivia (1861:
55) en 1551 informaba al Emperador que en Chile abunda el ganado “... como lo del Perú,
con lana que la arrastra por el suelo”. Y Herrera (1726-17730: Década VII, Libro IX, Cap. II,
191 [en la edición de 1946b corresponde a la pág. 220]) escribió que las mantas de esta
lana “... parecen de chamalote lustrosas...” y Ovalle (1888:1, 91) lo repite. (Aunque
pareciera que es Herrera que copia a Ovalle. Este es un punto que hay que dilucidar [vide
supra]). Por su parte Córdoba y Figueroa (1862: 21 [en la nota 18 del trabajo de Palermo
figura el año 1860, pero en la bibliografía se indica 1862. Suponemos que en el primer caso
se trata de un error]) se refiere también a la lana del chilibueque y dicen que es “... lustrosa
y suave...”, lo mismo que Olivares (1864: 30) que escribió que “... sus lanas muy suaves y
crecidas, y por eso a propósito para tejidos curiosos...”. Y luego Molina (1878b: 481 [1782:
Libro IV, 317]) explica que con la introducción de las ovejas, esta lana ya no se usa, y se
emplea sólo para hacer telas finas “... que son tan bellas, y tan lustrosas, que casi parecen
seda.”. Es por todo esto que Palermo considera que “Esta insistencia en cuanto a largo y
especialmente brillo y suavidad de la lana del hueque hace pensar en las alpacas
(recordemos que en el Perú, desde donde pudo propagarse la cría de camélidos a Chile, los
tejidos cumbimás finos, eran de esa fibra) y la somera descripción de Valdivia remite a la
variedad suri de dicha especie, cuya lana, precisamente, llega a veces hasta el piso”. Sin
embargo, admite Palermo, que simultáneamente hay otro tipo de testimonios, como el de
Gonzáles de Nájera (1889: 30), que dice que el animal en cuestión tenía “... lanas muy
largas, aunque no tan finas como las de nuestros carneros...” y Rosales (1877-1878:1, 324)
que afirma que “... cría larga lana, más que los carneros de Castilla, y no de tanta
suavidad...” cuyas descripciones hacen pensar más bien en llamas.
366 Más adelante, Palermo (op. ext.: 70) comenta: “Por otro lado, hay que tener en cuenta
también que en general se caracteriza la lana de llama en función de los ejemplares
actuales de Perú, Bolivia o el Noroeste argentino, mientras que en los rebaños del centro
de Chile pudo existir un mejoramiento o una variedad de lanas de mayor calidad; al
respecto, cabe recordar que se observan diferencias en las llamas argentinas, cuya fibra
mejora de norte a sur, acercándose justamente al tipo de alpaca en la provincia de
Catamarca (Davids, 1978: 22). En última instancia, si los indígenas del este de la Cordillera
lograron en relativamente poco tiempo una variedad de ovejas superiores a las criollas en
cuanto a tamaño de los animales y calidad de fibra, bien pudieron los “araucanos”
obtener resultados semejantes con las llamas.”.
367 Luego, indica Palermo (op. cit.: 70) que la llama puede vivir al nivel del mar, pero sufre en
suelos húmedos, pues contrae micosis en sus patas. La alpaca por el contrario, busca
terrenos húmedos. En este sentido, por lo menos algunas poblaciones de hueques que
fuesen alpacas, podrían explicar su “aparente” crianza en zonas cenagosas de la
Araucania chilena, como en el caso de Purén (Rosales, 1877-1878: II, 240-241) y otras área
meridionales.
440

368 Palermo discute también los aspectos climáticos y lo que él denomina “la adaptabilidad”
de los Camélidos sudamericanos. Dice que si bien las llamas y las alpacas están adaptadas
al clima de la puna, ellas toleran las condiciones de humedad y temperatura, que son
considerablemente diferentes a las de ésta. Ello está demostrado por los ejemplares
mantenidos en cautiverio, de modo que Palermo cree que no hay motivo para suponer
que los climas de Chile central (templado mediterráneo, relativamente seco, con
temperatura media de 14°C, entre el valle de Aconcagua y el Bío-Bío y templado lluvioso,
con abundantes precipitaciones y temperatura media anual de unos 12°C entre el Bío-Bío
y Chiloé) hayan constituido barreras infranqueables que hubieran impedido la
reproducción de ambas especies introducidas por el hombre, que de ser así obligaría a
descartar la identificación de estos animales con el hueque. Sin embargo, indica Palermo
que “Esto no implica,... que fuese una región óptima para su cría: quizá esa supervivencia
en ella -particularmente en su sector central- haya tenido como precio tasas
desfavorables de natalidad y morbilidad que limitaran la reproducción y el crecimiento de
las poblaciones de estos ganados.”.
369 Tampoco ha descuidado Palermo (op. cit.: 71) el análisis del factor alimenticio. El considera
que hasta el río Bío-Bío, la vegetación tiene ciertas similitudes con la que es considerada
como ideal para los Camélidos en cuestión. Al Sur de ese río, donde hay un área de
transición de parque en la que se alternan praderas y bosques, van apareciendo siempre
más las formaciones boscosas hasta constituirse en la selva valdiviana, compuesta por
árboles de gran tamaño (hayas y otros) con profusión de heléchos y epífitas. El autor
admite que el paisaje es diferente que el de más al Norte, pero recuerda “... que los
hueques habitaban en esta zona ya transformada por el hombre.” y señala, además, “...
que no debe aquí descartarse granos y rastrojos de plantas cultivadas a falta de una flora
natural más adecuada...”.
370 Las conclusiones de Palermo (op. cit.: 71) son las siguientes “... 1) que no aparecen barreras
ecológicas insalvables para la cría de llamas y alpacas en la Araucania; 2) que los cronistas
hacen descripciones contradictorias de la lana de los hueques, algunas de las cuales
recuerdan a las fibras de las primeras y otras a las de las segundas; y 3) que existen
registros de hueques en zonas de suelos relativamente secos y también húmedos o
pantanosos -preferenciales, respectivamente, para llamas y alpacas-, creemos razonable
suponer que los camélidos domésticos de los mapuche pertenecían a ambas especies y que
también habría, eventualmente, híbridos de las mismas (los llamados “huarizos”), que
tienen lana superior a la de la llama pero presentan mayor morbilidad (Cabrera y Yepes,
1960: II, 80, 83; Davids, 1987: 15). Una denominación común para los dos “hueque” sería
consecuencia de su general similitud en apariencia externa y en usos posibles, y de la
viabilidad de su cruzamiento. El Diccionario de Erize explica el término como referido en
general a los camélidos; como adjetivo, “hueque” significa “lanoso”, lo que representa
una amplitud que excede lo específico (Erize, 1960).”.
371 Finalmente, Palermo (op. cit.: 72) traza la distribución del hueque en Chile, diciendo que
para los siglos XVI y XVII, estos Camélidos aparecían en todas las regiones chilenas
pobladas por el hombre, hasta aproximadamente los 42° ele Lat. Sur. En Chile central
excedían el territorio “araucano” hacia el Norte, ya que se utilizaban en zonas
septentrionales pasando el valle de Copiapó (Córdoba y Figueroa, 1862: 41; Góngora
Marmolejo, 1862: 11; Herrera, 1726-1730: III, Década Quinta, Libro X: 228 [1945d: Década
Quinta, Libro Décimo, Cap II, 125-126] y III, Década Octava, Libro 1: 9 [Debe tratarse de un
error, pues esta cita corresponde exactamente a 1946b: Década Octava, Libro Primero,
441

Cap. VI, 329-330 en la edición que nosotros utilizamos y allí no se toca este tema]; Rosales,
1877-1878: I, 401).
372 Por el Sur alcanzaban por lo menos hasta la zona de Ancud. Entre estos puntos, parece
que su distribución ha sido considerablemente pareja y comprendía tanto localidades
mediterráneas como costeras e incluso insulares.
373 El autor sustenta sus conclusiones sobre la distribución de los hueques con datos
históricos, que nos parece importante incluir aquí. Palermo {op. cit.: 72) escribió: “Así por
ejemplo, hallamos registros de Pedro de Valdivia en el Bío-Bío (1549); regalos de estos
animales a los españoles por los confederados de la región costera de Concepción, Arauco
y Tucapel (1550); sacrificio de hueques en ocasión de un tratado en Arauco (1604);
obsequio de un animal a exploradores españoles en Puerto Carnero (que debe su nombre
actual a este episodio ocurrido en 1544); captura de hueques y ganado de origen europeo
propiedad de indígenas de la zona comprendida entre Arauco y Lebu (1609);
concentración de gran cantidad de ejemplares por confederados de Arauco y la Cordillera
al convocar a otros grupos para la guerra (1630), sacrificio de estos animales en Tucapel
(1604), entre los purenes (1586) y entre los sitiadores de Angol (purenes y otros), en el
mismo año; compra de animales en la isla Mocha por piratas holandeses de Spielberg
(comienzos del siglo XVIII), sacrificios durante un tratado en el valle de Quellén por
caciques de la zona de Imperial (1640) y en grupos de los afluentes del Cautín (1639); usos
varios observados por Núñez de Pineda y Bascuñán en la zona de los ríos Imperial-Cautín
(1629); obsequio de animales a Valdivia en Toltén (1550) y en la margen sur del río
Valdivia (1551); sacrificios en la zona de Valdivia (1646); regalo de un ejemplar al capitán
Pastene en algún punto de la costa aproximadamente a 40°LS (1544); sacrificios durante
paces celebradas en la zona de Osorno (1648); presencia de estos ganados en Ancud, según
observaciones de la gente de Ladrillero”. (28) (La nota 28 indica: Marino de Lovera, 1865:
44, 122, 133,138, 230; Medina, 1882: 181; Núñez de Pineda y Bascuñán, 1863; 41, 50,120,
124-125, 140, 200, 278; Ovalle, 1888: I, 91; “Poder que dio...” 1862: 223; Rosales, 1877-1878,
II: 236-237, 240-241, 419, 422, III: 81, 163, 324, 335; Tribaldos de Toledo, 1864: 51; Valdivia,
186l: 43).
374 Después de la discusión de Palermo, es interesante volver a leer cuidadosamnte la
descripción de Molina (loco cítato, vide supra), que si bien niega la existencia de la alpaca en
Chile, presenta una descripción que, si la analizamos partiendo de las características de
las especies vivientes, efectivamente tiene rasgos que pueden corresponder unos a las
llamas y otros a las alpacas.
375 Vamos a considerar ahora algunos aspectos puntuales de los Camélidos en Chile, en
función de los datos arqueológicos e históricos. El primero es el que se refiere al uso de
recuas de llamas y a su uso como animales de carga.

9.7.2.2 Las recuas y los geoglifos

376 Núñez (1976) ha estudiado los geoglifos del desierto chileno, donde entre una serie de
motivos, hay complejas escenas de caravanas de llamas y hombres guía (Núñez, op. cit.:
150). La mayoría de estos geoglifos se ubica entre las desembocaduras de las quebradas de
Pampa de Tamarugal y la costa inmediata, están en lugares estériles y en una gran zona
desértica, que debían ser cruzadas para poder poner en contacto la costa con el interior.
Estos geoglifos, según Núñez, señalaban las rutas tradicionales para las caravanas de
llamas. Ellos se extendían desde los valles medios hasta la costa (Núñez, op. cit.: 177). Por
442

las descripciones de Núñez (op. cit.: 176) se desprende que esta actividad se desarrolló
desde los tiempos del Horizonte Medio.
377 Núñez. (op. cit.: 179) escribió: “La situación geográfica al norte del río Camina, tiende a
presentar valles que desembocan al Pacífico. Pero, los valles y oasis quedan aislados en
una cubierta desértica, con notables “despoblados”. Con esta consideración el sistema de
tráfico debió recurrir a señalizaciones elaboradas en los lugares de estacionamientos
transitorios entre costa-valles agrarios, vía altiplano. Esta tesis se ve reforzada con la
disminución (?) de geoglifos en los valles de Arica y sur del Perú, debido a que el aumento
de valles junto al Pacífico no requieren de señalizaciones tan complejas.”.
378 Explica Núñez (op. cit.-. 180) que los datos etnográficos actuales, demuestran que las
caravanas de hombres y llamas ofrecen ceremonias tradicionales para apoyar las mejores
relaciones entre los grupos del Altiplano y los de los oasis costeros. Y que estas
ceremonias rituales, se llevan a cabo en las apachetas. Por eso el autor cree que los
geoglifos eran lugares sagrados donde se detenían las caravanas para pernoctar (paskanas)
. Indica Núñez (op. cit.: 184), que este intercambio de productos se hacía “... a través de
viejas aitas de contacto, que incluso sobrepasaban a uno de los desiertos más rigurosos del
mundo.”. Y el autor añade que desde los tiempos de Uhle (1919) y Latcham (1938), se ha
reconocido la capacidad dinámica de los pueblos llamados “atácamenos”. Los elementos
que permiten identificar el uso de recuas de llamas, han sido reconocidos tanto en el río
Loa medio (Calama) como en Pisagua (Núñez, op. cit.: 187, 189).
379 Por datos arqueológicos hay evidencia de contactos lejanos, con la selva y el Noroeste
argentino. Es por eso que Núñez ha propuesto la existencia de una red muy compleja que
ponía en contacto tempranas producciones especializadas entre la costa, los oasis bajos, el
Altiplano, los “oasis de Puna” y las tierras bajas orientales (Núñez, op. cit.: 189). Dice
Núñez, que las caravanas tendían a regresar a los pisos bajos después de las épocas de
lluvias de la estación de verano, y parece que los itinerarios estaban regulados por
determinadas temporadas óptimas de cosechas de maíz, algarrobo o por “varazones”
excepcionales de peces como las que menciona Vásquez de Espinosa (1948: 1420/483).
Indica así mismo Núñez que las caravanas participaban también en el trabajo de la costa
(Núñez. op. cit.: 191).
380 Informa Núñez (op. cit.: 192) que la aldea arqueológica de Quillagua, muy cerca del Pacífico
sobre el río Loa, muestra evidencias que en épocas tardías sus habitantes mantenían
habitaciones a los bordes de grandes patios, donde hay extensos pisos de guano, que
parecen indicar que allí se encerraban las recuas de llamas que se utilizaban para el
tráfico de maíz, algarrobo y productos del mar con las tierras altas (Núñez se basa en una
comunicación personal de Cervellino-Téllez).
381 Siempre según Núñez (op. cit.: 193), Meighan (1970) ha podido fechar la aldea de
Guatacondo, donde hay evidencia de “traslado con recuas” y corresponde al año 60 d. C.
Lanning también ha logrado datar muestras orgánicas de un sendero de llamas, entre las
localidades de Chiu-Chiu y Talabre, en el valle medio del río Loa, y el fechado ha dado una
antigüedad de 250 años d. C. Núñez (op. cit.: 194) recuerda, además, que “... existen muchas
evidencias de sogas, ganchos de atalajes y cencerros de llamas en las colecciones de San
Pedro de Atacama.”. El es de la opinión que “Nunca como antes llamas y hombres
compitieron en la capacidad de traslado a través del incario.” (Núñez, op. cit.: 195).
382 Prosigue Núñez (op. cit.: 195-196) diciendo, que en el último siglo antes de la llegada de los
europeos, el tráfico de recuas alcanzó un desarrollo sorprendente. Los primeros europeos
443

que llegaron a la zona, observaron “... exóticas caravanas de pequeños animales capaces
en conjunto de transportar toneladas de cargas por ambientes inhóspitos.”. Luego esta
experiencia fue adecuada a los intereses mineros de la Colonia.
383 Afirma Núñez que “Avanzado el siglo XVII había 8,000 arrieros andinos a cargo del
movimiento de caravanas entre los minerales e ingenios de plata (V. de Espinosa,
1628-29).” (Núñez, op. cit.: 195). En este caso la cita de Núñez no es correcta. Lo que
Vásquez de Espinosa (1948: 1653/ 580) dice concretamente, y ya lo hemos indicado al
tratar el tema referente al área de Bolivia (vide supra), es eme en Potosí había 8,000
arrieros. Es evidente que en todo el territorio andino debió haber una cifra mucho mayor.
384 Luego Núñez, utilizando siempre la fuente de Vásquez de Espinosa (1948), comenta los
movimientos de las recuas entre los oasis de la costa y el interior, a través del desierto, y
señala que “La supervivencia del ganado andino en esta época tardía muestra una notable
eficiencia a pesar de la campaña europea por la implantación de mulares. Esta
persistencia se demuestra a través del transporte de guano desde las islas de Erica e
Iquique, por medio de “grandes recuas de carneros” (1628-29: 480-482 [la cita correcta es,
Vásquez de Espinosa, 1948: 1415/480, 482]) precisamente donde se concentran los más
destacados geoglifos del desierto.”. Los datos de Vásquez de Espinoza (op. cit.-. 1665/587;
1752/618) indican además, señala Núñez, que por esas mismas rutas se llevaba pescado
seco desde una amplia zona del litoral comprendida entre Arica, Tarapacá y Atacama,
hasta la región de Potosí.
385 Escribió Núñez (op. cit.: 196) que “La especialización del traslado de llamas de carga hacia
el Pacífico y su adaptación temporal en los cálidos paraderos costeros pareciera limitar la
eficiencia de la capacidad de transporte como uno de los mecanismos de desarrollo de las
poblaciones de tierras altas. De uno u otro modo, las cargas de guano, fardos de pescados,
etc. requieren de cierta permanencia, que pudo dilatarse si la costa estaba despoblada y
exigía de una explotación temporal a cargo de los propios traficantes. Largas temporadas
fuera del ámbito andino, sin agua y forraje adecuado y suficiente, pareciera ser un
problema infranqueable. Pero, los cronistas tempranos (V. gr. Bibar, 1540 [la cita es
errónea, debe decir 1558, 1966, como además figura en la bibliografía]) demuestran que
maíces y abrevaderos o débiles vertientes fueron la clave para el paso de huestes por el
mismo desierto que nos preocupa. Por esto mismo, sería difícil calcular el tamaño ideal de
la recua de paso por el litoral. En algunos oasis costeños del sur peruano, Diez de San
Miguel (1967: 124) contabilizó concentraciones de 600 llamas. Estas cifras parecen ser los
extremos superiores. Tanto las caravanas actuales como las registradas en otras visitas
tempranas dan un extremos menor:... 'Dieron ambas parcialidades quarenta carneros con
costales para el valle de Moquegua e cuatro indios que fueron con ellos al dicho valle'...
(Flores Ochoa, 1970: 69).”.
386 Concluye Núñez (op. cit.: 197-198) con un testimonio personal muy interesante. “Nuestras
observaciones -escribió- del tráfico actual entre oasis y altiplano (V. gr. Pica), aunque
hechas algo más de una década, nos aseguran que bastan pocas personas para conducir
largas recuas de llamas, en viajes de más de 15 días. Los traslados más largos pre-europeos
parecen haber alcanzado hasta tres meses (Diez de San Miguel, 1967 [1574])... Pero al
margen del tiempo empleado, tina modesta caravana de 50 llamas, con un promedio
mínimo de 30 kilos por animal, transporta desde el altiplano al oasis de Pica un volumen
total aproximado de 1500 kilos, a través de un paisaje que hasta ahora carece de vías
motorizadas... En los oasis de la puna de Atacama, las caravanas de llamas llegaban
periódicamente desde Bolivia hasta hace algunos años atrás.”.
444

9.7.2.3 Las recuas

387 En las fuentes arqueotógicas e históricas hemos encontrado pocas referencias a las
caravanas de llamas, pero ellas son interesantes. Así Telles Lúgaro y Silva Galdames (1989:
48-49) han estudiado la región de San Pedro de Atacama y a los señoríos atácamenos, que
tuvieron relaciones con el noroeste argentino y el Altiplano. Estas relaciones se
mantenían, dicen los autores, con activo tráfico de caravanas de llamas que llegaban
hasta la costa y que posiblemente llevaban algas y pescado seco y ahumado a las
poblaciones del interior. Luego, al referirse a los tiempos post-Tiahuanaco, cuando nacen
los señoríos, los autores apuntan que el complemento vertical y latitudinal no se rompió
con la disgregación del Imperio Tiahuanaco. Las caravanas de llamas cargadas con
productos agrícolas, marítimos o metalúrgicos, siguieron transitando por los antiguos
caminos que llevaban al oriente o hacia la costa.
388 Y cuando Murúa (1925: 46) describe la villa de Arica, trata sobre la plata que se embarcaba
allí y como ésta llegaba desde Potosí “... en recuas de mulos y carneros de la tierra...”.
389 Téllez Lúgaro y Silva Galdames (1989: 66-67) han analizado el problema de la
introducción, en el área de Atacama, de plantas y animales europeos en el siglo XVII y el
éxito que éstos tuvieron, sobre todo en el intercambio y comercio de productos. Una de
las actividades más lucrativas y continuas para los españoles y mestizos durante la
Colonia, fue la de comercializar el pescado seco en las tierras altas. Había también un
discreto tráfico de productos europeos. Estos llegaban por barcos chilenos, que
desembarcaban las mercadería en Cobija, con destino a Potosí. Todos estos productos
eran transportados en llamas y muías, lo que ya era común desde el siglo XVI. “Tanto es
así -escribieron los autores- que a principios del siglo XVII fuerzas hispanas enviadas
desde Tucumán verificaron que desde la Puna atacameña, según consigna el informe
oficial, 'Hay... paso llano a Atacama y que van y vienen con carneros cargados de vinos y
otras cosas que traen a las minas de Cochinoco que caen veinte leguas de Jujui'... (128). “
(La nota 128 se refiere a ANS, FMV, Vol. 50, Ms.”Chile' f. 4.) (Téllez Lúgaro y Silva
Galdames, loco cítalo).

9.7.2.4 El chilibueque o hueque como animal de tiro y de carga

390 Hemos visto que Molina (1782: Libro IV, 316), al describir el cbilibueque de los araucanos,
decía que lo utilizaban como bestias de carga y que los llevaban con una cuerda
introducida en una perforación del cartílago de la oreja. Palermo (1986-1987: 73) ha
discutido este asunto y señala que hay algunas controversias. Pues Marino de Lovera
(1865) cita un caso ocurrido en 1540 en la costa, en la localidad de Puerto Carnero, donde
los indígenas le dieron a García de Alvaraclo un bueque cargado de regalos. Y Núñez de
Pineda y Bascuñán (1863) sostiene que en 1629 se usaba en las zonas ele los ríos Cautín e
Imperial para el acarreo de bebidas a las fiestas. Sin embargo Rosales (1877-1878), en
1674, afirma en cambio que los huequesno eran empleados para carga, por ser animales
muy cuidados. Opina Palermo que seguramente en esa época la gran abundancia de
caballos, muías y burros ya hacía inútil el uso de los hueques.
391 Un dato curioso, relacionado con los hueques y con las ovejas de la tierra, es el que les
atribuye a estos animales entre sus usos, el de haber servido para jalar el arado. Así
Benavente Aninat (1985: 45-46) cita a Ovalle ([1646] 1969: 72) quien escribió refiriéndose a
las ovejas de la tierra de Chile: “Dicen los autores citados que servían antiguamente, en
445

algunas paites, de arar la tierra antes de que hubiese en ella bueyes... que cuando pasaron
por las islas de la Mocha usaban los indios de estas ovejas para este efecto.”. Nosotros no
hemos leído la obra de Ovalle, de modo que no sabemos a que autores se refiere.
392 Tschudi (1885: Nota2, 108; 1891: Nota 1, 108) menciona también a este autor, y señala que
“... aún cuando en la cana que acompaña la relación de viajes en las tierras magallánicas
de D'Ovalle (145) se representa a un indio arando con dos llamas, no debe tomarse esto
sino como un dibujo de fantasía de los artistas europeos...” y en la Nota 145 especifica que
se trata del Cap. XXI ele la obra mencionada (Tschudi, 1918: 228, Nota 145). Debemos
aclarar que en las versiones originales, Tschudi escribe el nombre del autor en italiano,
pues utilizó la eelición ele 1646, publicada en Roma. Es así que allí se cita “Alonso
d'Ovaglie”. En la traducción ele 1918, en el texto, como se ha visto, se pone D'Ovalle y en
la Nota 145 Alonso ele Ovalle. Señalamos esto para evitar confusiones. (Es ele notar que en
la traducción ele 1969 se ha eliminado varias páginas relativas a los Camélidos, y por eso
esta pane no figura).
393 Pero la misma Benavente Aninat (1985: 46) cita a otro autor, a Rosales ([1670] 1877: 324),
quien escribió que “... dice Gotardo Artusio que los indios ele la Mocha aran la tierra con
estos carneros ele la tierra tirando un arado. Así lo imprimió el Padre Alonso ele Ovalle en
su mapa, rigiéndose por lo cjue vio en los extranjeros, que en esto erraron y le hicieron
herrar... pero es cierto que en ninguna parte de este Reyno ele Chile los han enseñado a
arar ni los han ocupaelo en ese exercicio, que yo le he andaeleí y ni lo he visto ni oído
decir que aren con carneros de la tierra. Ni aquellos isleños usan de arado, sino ele las
lumas, para cabar la tierra.”.
394 Sobre el particular escribió Molina (1782: Libro IV, 317) al describir al chilihueque.”Otros
pretenden, que estos indios antes ele las conquistas españolas, se valían ele estos
cuaelaipeelos para trabajar la tierra, atándolos al arado, que llaman Quethahue. y por la
verdad, el Amirante Spilherg encontró que los habitantes ele la isla Mocha los utilizaban
con esta finalidad.”. Sobre este mismo asunto manifiesta Tschudi que Ovalle “... dice
además que el almirante holanelés Spilberg, estando en la isla Mochica (Sic! este es un
lapsus cálami ele este acucioso autor, debió decir Mocha), en la costa sud-este ele Chile, vio
que los indiew araban con welkes (huelques [se trata sin duela de los hueques]). Molina,
fundándose quizá en el dicho de Ovalle, dice también que los habitantes de Chile araban
con hueleques antes ele la conquista del país por los españoles. Estas referencias, sin
embargo, carecen ele base efectiva.” (Tschudi, 1885: Nota 2, 108; 1891: Nota 1, 108; 1918:
Nota 145, 228).
395 Benavente Aninat (1985: 41) menciona a Medina (1882, 1952), que a su vez se basa en Gay
(1947), que dice que la llama era utilizada por lew indígenas para jalar una especie de
arado llamado queñelvolque.
396 Este tema también lia sido analizado por Palermo (1986-1987: 73), quien al examinar el
problema del hueque ha escrito: “También hay discusiones sobre su posible participación
en tareas agrícolas. Tanto Ovalle (en su mapa ) como Molina y Gay hablan de un antiguo
empleo de hueque para tirar de una especie de arado, uso que habría visto el holandés
Spielberg en la isla de Mocha, pero que Rosales niega afirmando, por un lado la
inexistencia de tal utensilio en su época entre los indígenas y, por otro, certificando
únicamente -en caso de introducción de arados por influencia española- el empleo de
vacunos como bestias de arrastre (Medina. 1882; Molina, 1878b: Rosales, 1877-78).”. No
cabe duda que estamos frente a uno de los típicos casos de un error cometido de primera
446

instancia, por desconocimiento de causa, y que luego es repetido sin un análisis. Los
argumentos de Rosales nos parecen acertados.

9.7.2.5 La matanza de los Camélidos

397 Sobre la matanza y desaparición de Camélidos en Chile hemos encontrado poca


información, pero insistimos, aunque pueda parecer ocioso, en este caso la nuestra ha
sido una búsqueda superficial.
398 Téllez Lúgaro y Silva Galdames (1989: 59) se refieren a los hechos posteriores a 1557,
cuando Atacama continuaba aún a ser considerada como “frontera de indios de guerra”.
Los autores creen que la contienda “... importó un elevado costo para la sociedad
atacameña. Las columnas de paso vaciaban los graneros y robaban los ganados...”. Cooper
(1946b: 703) por su paite es de la opinión que la introducción de los mulos y las ovejas
mermó la crianza masiva de las llamas.

Grabado que muestra la isla de Mocha en Chile. Fue publicado en Rotterdam en 1601 (Cooper, 1917:
1 14) ilustrando el reíalo de viaje de Olivier van Noort (1926). El grabador Baptista á Doetinchem
parece no haber estado nunca en América y sus ilustraciones se basaron probablemente en
descripciones verbales y esquemas (Ornar Ortiz Troncoso, in littoria; 23.V. 1996). Eso se relicta en las
figuras ele Camélidos, probablemente llamas, que han sido concebidas con joroba. (Lege pp. 450, 454,
455, 461. 563).

399 Stehberg (1980: 10) ha escrito que durante la Colonia, la explotación excesiva de los
recursos cordilleranos, llevó prácticamente al agotamiento de los recursos forestales de
Santiago y a la extinción de los herbívoros autóctonos, como los Camélidos y el huemul.
(Hay que considerar que la altura a la base de la zona de Santiago es de 600 msnm, pero
que la superiores de 4,000 msnm, aunque hay alturas ele más de 6,000 msnm). Stehberg (
op. cit.: 21) opina que con la llegada a la zona ele los conquistadores españoles y sobre todo
cuando establecieron su capital en Santiago, “... la presión sobre los recursos
cordilleranos creció hasta niveles nunca vistos hasta entonces. Prácticamente se arrasó
con los bosques naturales del Piso Preandino y fauna autóctona de consumo humano
(camélido, huemul).”. Y Brack Egg (1987: 62), aunejue sin citar a ningún autor, también es
categórico en afirmar que durante los tiempos de la Conquista y el Virreinato, se diezmó
447

la población ele vicuñas en Chile. Lo que también escribió Franklin (1975: 191), aunque él
tampoco indica la fuente ele su información.

9.7.3 Distribución del guanaco, la vicuña y la llama

400 Vamos a consignar ahora, sólo alguna información moderna, relativa a la distribucón del
guanaco y la vicuña en Chile. Walton (1811: 21), a principios del siglo XIX, escribía que
ambos animales llegaron a Chile “... desde luego en su estado salvaje...” desde el Perú,
pero fueron solamente cazados para alimento y la obtencicín ele sus pieles. Y Rivero
(1828) anotó que, a juzgar por lo que cuentan los viajeros, había guanacos “... en toda la
costa de Chile lo que no se observa con la vicuña...”.
401 Bittman (1986: 315-316) recientemente, al referirse a la Costa Norte chilena, escribió que
el guanaco es una de las especies que hasta tiempos recientes bajaba desde las tierras
altas del interior, hasta la costa. Luego, haciendo un recuento histórico, señala que en
tiempos prehispánicos, el guanaco debió constituir un importante recurso estacional para
los pescadores, tal como lo indica Philippi (1966: 292) para épocas posteriores. Es así, que
se ha encontrado restos ele estos animales en sitios anqueológicos costeros “... lo que
evidencia la utilización ele su cuero, y también, de sus huesos para la confección ele
herramientas. Además la carne debió haber sielo aprovechada en la alimentación.”. Hay
escenas de arte rupestre dela localidad El Médano, que han sido ilustrada por Mostny y
Niemeyer (1953: fig. 58), donde se ve que se mataba a los guanacos con arco y flecha.
402 Según Bittmann, la presencia de guanacos en la Costa Norte ele Chile, hasta la actualidad,
“... aunque en cantidades muy reducidas debido a la gradual desaparición de la
vegetación...” está comprobada por varios autores. Como ejemplo cita a Bauver (en
Pernoud, 1942: 36). que describe la caza de estos animales que, con la ayuda ele perros,
hacían los pescadores en “las montañas de Cobija” a comienzos del siglo XVIII. Y. siempre
según Bittmann (loco citato), Philippi (1966) hace referencia a la caza ele guanacos que
efectuaban los “changos”, como una alternativa para la obtención ele recursos ele
subsistencia. Como se sabe este grupo étnico vivía, a mediados del siglo pasado, en la
parte meridional ele lo que es actualmente la II Región ele Antofagasta. La descripción ele
Philippi (1966: 292) que cita Bittmann. Y que corresponde a fines del siglo XIX, es como
sigue: “En ciertos tiempos la existencia de esta gente es muy amenazada. Catando el mar
está tempestuoso en el invierno durante largo tiempo, de manera que no pueden
atreverse a pescar, no les queda otra ayuda que cazar guanacos, que en esta época son
expulsados de los altiplanos por el frío y la nieve y bajan hasta la costa, donde las lluvias
invernales producen una vegetación bastante abundante, aunque rápidamente
perecedera.”. El mismo l'hilippi (1860: 34, 67) afirma haber encontrado rastros frescos de
guanacos en la costa al Norte de Taltal (25°25' Lat. S.), y en el Morro de Mejillones. Por
otra parte, prosigue diciendo Bittmann, Mann el al. (1933) señalan ya en nuestro siglo la
presencia de estos animales en Morro Moreno, y Weischet (1966) ha indicado su
existencia en la desembocadura del río Loa (21°26' l.at. S.). Y, finalmente, en la presente
década se ha observado huellas de guanacos en las quebradas que desembocan en la zona
de Taltal (comunicación personal de Leonel Lazo S. de Taltal a Bittmann, 1985) y también
se ha encontrado excrementos de estos animales en los alrededores del lugar denominado
“Los Nidos”, que se encuentra aproximadamente en los 24°00 de Lat. S., a 6 km del litoral
y a 900 msnm. Termina diciendo Bittman que allí, en la actualidad, se puede obtener una
notable cantidad de agua dulce.
448

403 Luego el mismo Bittmann (op cit.: 276) hace referencia a las lomas del norte de Chile, y
explica еще la vegetación ele dicha formación puede servir ele alimento para los
guanacos.
404 Ya más al Sur, Niemeyer (1985-1986: 172-173) informa sobre' la cuenca de Copiapóy dice
que allí el guanaco tiene un habitat más amplio y se le suele encontrar en la zona ele
costa, mientras que la vicuña tiene su habitat en las alturas, sobre los 4,000 msnm.
405 Casamiquela y Dillehay (1989: 207) refieren que en Chile central, el guanaco silvestre se
encontraba en los pastizales hasta la mitad del siglo XIX. Y finalmente Lynch (1983b: 118)
cita a Saxon (1978) e indica que éste está convencido que en el extremo meridional elel
continente, el perezoso y el guanaco competían en el mismo habitat, y que el guanaco
aprovechando ele la voracidad humana se desarrolló, mientras que el perezoso gigante
comenzó a extinguirse por la descuidada y poca matanza ele la que fue objeto.
406 Glade y Cunazza, han escrito recientemente sobre el guanaco en Chile e informan que la
mayor densidad se registra en la región de Magallanes, específicamente en la Isla ele
Tierra elel Fuego. Otras poblaciones importantes hay en Tarapacá y Aysín. Indican los
autores que no se han hecho estudios científicos para diferenciar sub-especies, aunque
tradicionalmente se separa la raza del Norte de la elel Sur. La población actual de
guanacos en Chile, es de 19,856 individuos (Glade y Cunazza, 1992: 48).
407 Para las llamas prácticamente no tenemos información. Sólo Cooper (1946b) habla ele
ellas al referirse a los Araucanos, grupo étnico que al llegar los europeos ocupaba toda el
área Oeste ele la cadena anelina, elesele la Isla de Chiloé por lo menos hasta el ríe)
Choapa. Su límite meridional fue el golfo de Corcovado, mientras el límite Norte no está
claro, pero está entre Choapa y Coquimbo. Al tratar los animales domésticos de este
grupo, Cooper menciona a la llama y dice, además, que en la zona Sur ele dispersión de los
araucanos, eran comunes los guanacos amansados.
408 Hay que hacer sin embargo una salvedad. Para Cooper Lama glama es sinónimo ele
chilihuequeo rebuequeieste tema ha sido discutido ampliamente, vide supra) y hemos visto
que esta denominación no es clara, y que lo más probable es que se refiera a llama y
alpaca. La reseña que hace Cooper (op. cit.: 703-704) es en realidad muy pobre. Más que
nada hace un recuento histórico, en el que se repite la información que nosotros hemos
citado al tratar el problema de los chilihueqne o rehueque, sólo añade las citas de dos
autores que nosotros no hemos mencionado, es decir Goicueta (1852) y Ascasubi (1846).
Según este último, las llamas se mantenían aún hacia fines del siglo XVIII entre los
Huilliche (Ascasubi. op. cit.: 350).
409 (Si el lector quiere averiguar sobre las cantidades recientes de Camélidos en Chile, vide
Cuadro 2).

9.7.4 El problema de la domesticación

410 Hemos visto que la domesticación es uno de los asuntos importantes que queda por
resolver, pero todo hace pensar, hasta ahora, que el área chilena no ha sido un centro de
ella.
411 Según Hesse (1982a: 203), Druss (1981) sospecha que los restos de launa que él recuperó de
sus excavaciones en la zona del río Loa, muestran evidencias de domesticación de
Camélidos, aunque hasta el momento en que Hesse escribía, aun no se habían hecho los
estudios correspondientes. Antes de esto, la evidencia más temprana para la
449

domesticación, es la que publicaran Pollard y Drew (1975) y que señalan la existencia de


pastoreo. Luego indica Hesse que. a base de los datos de Tulan 52, Puripica y Tambillo, en
la cuenca de Atacama, y que pueden ser fechados alrededor del año 2,500 a. C, hubo
pastoreo con animales domésticos.
412 Pollard y Drew (1975: 296) han informado sobre sus trabajos en Vega Alta y Loa. Para el
primer yacimiento se tiene fechados que oscilan entre ca. 800-200 años a. C. y para el
segundo ca. entre 200 años a. C. y 400 d. C. Esta secuencia muestra una progresión desde
pequeños campamentos de cazadores-recolectores a villorrios fortificados que tenían
como base económica el pastoreo de llamas y la agricultura.
413 Según los análisis que han efectuado Pollard y Drew (op. cit.: 503), ellos han encontrado
restos de animales silvestres y domésticos. “Tanto en Vega Alta II como en Loa II los
camélidos domésticos fueron de diferentes especies de los análogos silvestres, y en cada
caso los animales domésticos fueron sin duda llamas. La identidad de los animales
silvestres no ha sido fácil de establecer.”. La fecha indicada para Vega Alta 11 es de 200
años a. C. y la de Loa 11 105 anos d. C. (l'ollard v Drew, op. cit: 298-299). Los autores
evidencian que Lamasp. doméstica no ha sido utilizada a lo largo del río Loa sino mucho
después de su aparición en el Perú (Pollard y I )rew. op. cit.: 304). Esto es avalado por
Pollard (1976: 18). (Para evitar errores, hay que señalar que Dedenbach Salazar 11990: 82]
recoge toda esta información y la resume. En su texto, sin embargo, se ha deslizado un
error. Citando el trabajo de Hesse 11982a] le atribuye “una domesticación incipiente para
3,550 A. C”, lo cual no es cierto, pues Hesse [op. cit.: 2031 indica “4500 B. P.”, es decir ca.
2,550 anos a. C).
414 Rivera (1991: 10) ha escrito que “Aún no sabemos como se produjo la domesticación de los
camélidos, pero Hesse (1982 [a]) ha encontrado la evidencia de llamas y alpacas
domésticas hacia 4885 antes del presente en Puripica, en el desierto de Atacama.”. La cita
de Rivera es sin duda equivocada, ya que las lee has que indica Hesse (1982a: 203) para
Puripica 1 son 4,815 y 1,050 antes del presente.
415 Nos parece importante la conclusión que expone Palermo (1986-1987: 72). Él escribió:
“Aunque no puede descartarse un proceso de domesticación local (como aparentemente
ocurrió con algunos cultígenos), parece bastante fuerte la posibilidad de que estos
camélidos hayan llegado por influencia peruana con otros elementos... Si bien estos
“nipos, al menos los ubicados al sur del valle del río Maule, detuvieron el avance incaico,
hacia el norte y hasta Copiapó se extendía una jurisdicción peí nana desde el siglo XV, con
presencia de tropas y mitimaes de ese- origen (Córdoba v Figueroa, 1862; Fernández ele
Oviedo, 1851-1855, 4[1959]; Marino de' hovera. 1865: León Solís, 1983), ele modo que
(además ele posibles influencias anteriores de procedencia andina en general), es muy
factible que por ese hielo se explique el ingreso ele los hueques.”.
416 Recientemente Stothert y Quilter han comentado: “1.a evidencia ele la domesticación ele
camélidos en Chile es tardía, alrededor ele 2000 anos a. C. en Puripica I (Lynch 19831a]: 5;
Núñez 1981: 155) pero es probable que el pastoreo de los camélidos comienza en los
Aneles Sur-centrales tan temprano como en los Andes Centrales, alrededor ele los 5000
años a. P. (Lynch 19831a]: 4; Núñez 1983a[19831: 61-74 ).” (Stothert y Quilter, 1991: 34). Sin
embargo su información de base- no es la más adecuada, pues no mencionan el trabajo de
Hesse (1982a). Pero hay coincidencia en la fecha, con lo que escribieron Baied y Wheeler
(1993), aunque su bibliografía es más actualizada. Fs así que ellos han señalado que un
segundo “posible” centro ele domesticación estuvo en la puna salada del Salar de Atacama
450

y en una lecha que oscila entre los 4,800 y los 4,000 años a. P. Su información se basa en
Hesse (1982a: 1986). Santero y Núñez (1987), Núñez y Santero (1989 [en la bibliografía ha
sido consignado como 1988 y como tal lo hemos incluido]. Sin embargo los autores
admiten que falta información para la puna seca del Norte ele Chile (Baied y Wheeler.
1993: 147-148).
417 Nosotros consideramos que si bien potencialmente no hay razón para no aceptar la
posibilidad ele un centro ele domesticación en el área chilena, las evidencias -por lo
menos las que nosotros conocemos- no son aún lo suficientemente claras para
demostrarlo.
418 En lo que se refiere al guanaco, Gilmore (1950: 450) ha escrito: 'Por innumerables
centurias los jóvenes individuos han sido domesticados (amansados) por los aborígenes
como animal mimado, quizá para ser matados más tarde' para alimento y quizá
conscietemente amansados para este fin.”. Luego Gilmore señala que en la década ele los
años 50, cuando él escribió el informe, había varios rebaños semidomésticos en Argentina,
pero “... ellos se resisten a la domesticación y es dudoso que los miembros actuales
llegaron alguna vez a ser completamente domésticos, ele tal manera que puedan ser
criados fácilmente en semicautiverio o utilizados como la llama... I.a hibridación con la
llama confunde la situación.' (Franklin, [1982: 468] repite, sin ningún comentario, lo
escrito por Gilmore).
419 Raedeke (1976: II) es escéptico sobre este punto, aunque por su escrito se desprende que
algunos animales pudieron haber sido domesticados, 14 escribió: “Barros (1963), declara
c]ue los Araucanos domesticaban el guanaco macho y lo usaban como animal ele carga, en
tanto que las hembras y chulengos eran utilizados como alimento. Esta es la única
referencia que se tiene sobre la domesticación del guanaco y no ha sido verificada, ya que la
mayoría ele los indios no los mantenían domesticados en gran cantidad sino, los cazaban
con bolas, flechas, emboscadas y ocasionalmente con perros.” (el subrayado es nuestro).
420 En lo que sí hay un acuerdo general ele los autores, es con respecto a la introducción ele
la llama en territorio chileno por los incas. Así Troll (1958: 28) escribió que “has llamas
que fueron llevadas por los Incas a Chile Central no han podido, de ninguna manera,
mantenerse allí; ya habían vuelto a desaparecer a principios del siglo XVII (I.enz, 1905).”.
Bennett (1946a: 43) se refiere a la zona araucana y es categórico en afirmar que las llamas
fueron introducidas por los incas. Gilmore (1950: 438) señala que el límite sureño de la
difusión de estos animales, marca la expansión incaica. Murra (1975: 118) sencillamente
acepta las opiniones vertidas por Troll (1931: 266; 1958: 29 [la cita es errónea, lo correcto
es 1958: 28|). Gade (1977: 116) es de la misma opinión, sólo que él no es tan enfático, él
dice que “es posible” que la difusión de la llama en Chile sea obra de los incas. Wilhelm
(1978: 190) y Novoa y Wheeler (1984: 12a) comparten también la opinión que la difusión
de los Camélidos hasta Chile Central es obra incaica.

9.7.5 La alimentación

421 Sobre la alimentación de los Camélidos en Chile a nivel arqueológico, sólo tenemos la
información de Belmonte et al. (1988). Ellas efectuaron análisis de coprolitos de Camélidos
de un conchai de Camarones correspondiente al Período Precerámico.
Desafortunadamente en el trabajo no se indica con precisión de cual yacimiento
provienen los restos, sólo se dice que es de la desembocadura del río Camarones y que es
“precerámico”. (Para el sitio Camarones 14 hay fechas que oscilan entre 5,470 y 4,665 años
451

a. C. y para Camarones Alto una fecha de 4,320 años a. C. No sabemos si las muestran
proceden de alguno de estos sitios o de otro que no conocemos). Del informe se desprende
que las autoras no han podido identificar a que especie de Camélido corresponden los
coprolitos. En el análisis que han llevado a cabo, han identificado sólo dos de las 12
especies de plantas registradas, es decir Distichlis spicata (Gramineae [Poaceae]) y Scirpus
americanas (Cyperaceae). Las especies no identificadas son Monocotiledóneas no presentes
en la llora actual “... la dieta de estos camélidos estuvo compuesta en un 100% por plantas
de la clase Monocotyledoneae. De este total el 27.3% pertenece a la familia Cyperaceae y el
18.2% a la familia Gramineae... Al 54.5% de las muestras restantes no se les pudo asignar
taxón.” (Belmonte et al.. op. cit.: 51).

9.7.6 Consideraciones generales

422 De todo lo expuesto, no cabe la menor duda, que los Camélidos han jugado un rol
importante en la vida de los grupos indígenas chilenos. Palermo (1986-1987: 73-74) ha
puesto de manifiesto que el valor de estos animales era muy grande, por lo menos en los
siglos XVI-XVIII. Hay muchos autores (algunos de los cuales han sido citados, vide supra)
que coinciden “... en que era uno de los bienes más estimados y la mayor señal de riqueza
y de prestigio.” (Palermo, 1986-1987: 7,3). Los usos de los productos de estos animales han
sido múltiples, desde la lana para hacer vestimenta, como animal de carga, como carne,
hasta su importancia ceremonial.
423 No podemos entrar a discutir cada uno de estos puntos, tanto por razones de espacio
cuanto por falta de información. Añadiremos solamente algunos comentarios sobre
algunos de ellos. Así Palermo (1986-1987: 73) expresa que hay coincidencia entre los
cronistas, en el sentido que la carne de los hueques aunque fue apreciada como alimento,
no era consumida ordinariamente sino tan solo en determinadas ceremonias. El autor cita
a Gonzáles de Nájera (1889), quien escribió que los indígenas únicamente aprovechaban
de la sangre de estos animales, en época ele escasez, sangrando la cabeza de los machos
vivos. Pero este autor señala también que se consumía la leche de las hembras, aunque
l'alermo indica que generalmente se sostiene que estos animales no pueden ordeñarse.
Según Gonzáles de Nájera, los indígenas aprovechaban los huesos para fabricar puntas de
flecha.
424 El mismo Palermo (1986-1987: 73-74) ha señalado la importancia de los hueque en distintas
ceremonias, sacrificios y para ofrendas en entierros. Además, como alimento en
banquetes especiales y también en faenas de minga para la siembra y como regalo. Indica,
además, que estos animales jugaron también un rol importante en el comercio, y cita el
ejemplo del siglo XVII de la isla de la Mocha, donde se criaba el hueqne para venderlo a las
parcialidades de tierra firme.

9.8. Brasil
9.8.1. La evidencia histórica

425 Podrá parecer extraño que en un libro dedicado al problema de los Camélidos, se haga
referencia sobre una zona que se encuentra en los actuales territorios de brasil. Sin
embargo, hay datos de la primera mitad del siglo XVI que son sumamente interesantes y
que, sin duda, llaman la atención. Se refieren al viaje que hizo Orellana entre 1541 y 1542
452

para el descubrimiento del río Amazonas. Nos ha quedado el valioso testimonio de Fray
Gaspar de Carvajal (1894, 1986), que participó en la jornada.
426 Él escribió: “Fuimos caminando por esta tierra de Omagua más de cien leguas, al cabo de
las cuales allegamos á otra tierra de otro señor llamado Paguana, el cual tiene mucha
gente y muy doméstica... Deste pueblo iban muchos caminos la tierra adentro, porque el
señor no reside sobre el río, y dijéronnos los indios que fuésemos allá, que se holgará
mucho con nosotros. En esta tierra este señor tiene muchas ovejas de las del Peni y es
muy rico de plata...” (Carvajal, 1892: 45-46; 1986: 70-71). Según Díaz Maderuelo (1986:
Nota 91. 70), el señorío de Paguana debe situarse sobre la orilla izquierda del Amazonas,
entre la confluencia del río Catúa y el Negro.
427 Y el cronista prosigue narrando que “... el Capitán mandó que caminásemos con mucha
orden hasta salir de esta provincia de Sant Juan... Y otro día [veinte y cinco] de junio,
pasamos por entre unas islas... por eso no nos dejaron de seguir hasta nos echar de sus
pueblos... Esta noche llegamos á dormir ya fuera de todo lo poblado... y el indio le
respondió que se llamaba Coliynco (Quenyuc) y que era muy gran señory que señoreaba
hasta donde estábamos... El Capitán le preguntó qué mujeres eran aquellas (que) habían
venido á les ayudary darnos guerra: el indio dijo que eran una mujeres que residían la
tierra adentro siete (según otro manuscrito 4 ó 5; en el de Muñoz [19551) jornadas de la
costa... Dijo más que entre todas estas mujeres hay una señora que subjeta y tiene todas
las demás debajo de su mano y jurisdicción, la cual señora se llama Coñon... Dijo que en la
cabecera y principal ciudad en donde reside la señora hay cinco casas muy grandes que
son adoratorios y casas dedicadas al Sol, las cuales ellas llaman caranaín... y andan
vestidas de ropa de lana muy fina, porque en esta tierra hay muchas ovejas de las del
Perú... Dijo más: que en esta tierra, según entendimos, hay camellos que los cargan, y dice
que hay otros animales, los cuales no supimos entender, que son del tamaño de un caballo
y que tienen el pelo de un geme y la pata hendida y que los tienen atados, y que destos
hay pocos.” (Carvajal, 1894: 64-68; 1986: 83-87). (En la versión de 1955: 106 que
corresponde al manuscrito de Juan Bautista Muñoz, y que es la que utiliza del Busto [1975:
510|, se dice que “También según entendimos, que hay camellos y que hay otros animales
que son muy grandes y que tienen una trompa.”).
428 Todo el relato de las mujeres que les habían atacado es fantasioso y hay una serie de
detalles (culto al Sol, “casas... con pinturas de diversoso colores”. “Ídolos de oro v plata en
figuras de mujeres y mucha cantería de oro y de plata para el servicio del Sol...” [Carvajal.
1986: 861) que hacen pensara narraciones del Imperio Inca que han llegado hasta la zona
o que alguien ha conocido, En ésto debió influir también la búsqueda de El Dorado (vide
Díaz Maderuelo. 1986: 14-15).
429 Según el relato, estas mujeres vivían en la parte del Bajo Amazonas, cerca del Tapajos,
pero a poca distancia de la costa, pues el interprete dice “... que eran unas mujeres que
residían la tierra adentro siete jornadas de la costa...” (Carvajal, 1986: 85). Sin embargo,
hay incongruencia, pues también se dice que estas mujeres vivían en “... tierra dice eme
es fria y que hay muy poca leña, y muy abundosa ele todas comidas...” (Carvajal, 1986: 87).
430 A fines del siglo XVI (entre 1581 y 1586). Ortiguera (1968) trata sobre la “Jornada elel río
Marañón”. Allí describe el viaje que hizo francisco ele Orellana por el río Marañón “...
abajo hasta el mar ele Norte...”. Narra primero el viaje de Gonzalo Bizarro por la provincia
de Quijos, que luego pasa a Zumaco donele los españoles fundan la ciudad ele Avila.
Bizarro se queda y Orellana prosigue. Basa a Irimaraezes. luego a las Islas Cararies y por el
453

río Machifaro llega a la población homónima. Sigue y pasa por muchas poblaciones que no
viene al caso mencionar aquí. Entre otras cosas, Ortiguera (op. cit.: Cap. XV, 2 248) cuenta
que “En las canoas ele algunos ele estos indios hallaron pintadas algunas cosas conformes
a las ele los Ingas del Cuzco, v en otras ovejas y carneros elel Peni; y preguntándoles por
las lenguas que llevaban qué significaban aquellas pinturas, les decían que a la tierra
adentro había ele aquel género de gente y animales, señalando unas cordilleras altas que
están a la vista del río.”.
431 La relación ele Carvajal ha sido conocida por Gonzalo Fernández de Oviedo. Gomara.
Zarate, Garcilaso, Herrera y Cieza ele Léon (Díaz Maderuelo, 1986: 16). Es así que I letrera
(19t6a: Década Sexta, Libro Noveno. Cap. IV. 156), al relatar el viaje ele Orellana, dice que
al salir del pueblo ele machiparo se llega a otro pueblo y de allí encontraron “... otro
Señor, llamado Paguana. adonde los Indios eran domesticos, i daban de lo que tenian, i
havia Ovejas ele las del Perú “
432 Díaz, de Maderuelo (1986: Nota 57, 59) anota que “El comienzo ele las poblaciones sujetas
al cacique Machiparo pueden situarse cerca de la confluencia del Teffé con el Amazonas.”.
Puede tener la razón, pero la situación es mucho más complicada. Ella ha sido analizada
cuidadosamente por Chaumeil y ITaysse-Chaumeil (1981: 83-84), que nosotros
resumiremos (para que el lector pueda seguir mejor la narración, vide la Carte VI que
presentan los autores).
433 Los Machifaro son mencionados exclusivamente en los documentos del siglo XVI y
plantean problemas para su identificación. Métraux (los autores no indican ano. pero
debe ser 1948b) tiende a asimilarlos al grupo no-tupi elel Amazonas medio. Mientras que
Grohs (1974) los acerca más bien a las poblaciones tupi. La aseveración ele Jiménez ele la
Espaela (no se indica fecha, pero debe ser 1965b y 1965c) relacionando los Machifalo a los
Iquitos ele los siglos XVII y XVIII no tiene sentido en el contexto histórico.
434 Siempre según Chaumeil y Fraysse-Chaumeil (loco citato), el primero que menciona a los
Machifaro (Machifalo) ha sido el portugués Diego Núñez (1538; aunque no figura en la
bibliografía), pero es dudoso que él haya tenido contactos con ellos. Además, hay que
tomar en cuenta que su decripción ha sido publicada en 1553-1554, de modo que pudo
muy bien inspirarse en los escritos de Carvajal.
435 “A pesar de la controversia que se plantea sobre la localización exacta de su territorio, un
hecho parece demostrado: los Machifaro ocuparon las márgenes y las islas del Amazonas al
Este del Putumayo, en algún lugar entre los ríos Jutaí y el Teffé. Las divergencias de
posicion entre los cronistas no son por otra parte necesariamente contradictorias, si se
toma en cuenta la dinámica y las probabilidades migratorias de esos grupos.”. Concluyen
Chaumeil y Fraysse-Chaumeil diciendo que “Los Machifaro disponían de importantes
reservas alimenticias, especialmente de maíz almacenado en una suerte de graneros y de
miles de tortugas de río encerradas en lagunas artificiales. Puede ser inclusive, que
practicaban una forma de piscicultura. Todo esto contrasta naturalmente con lo que
sabemos de los Amerindios actuales y de su poca capacidad de almacenamiento debida a
la inadecuación de los procedimientos usados.” (Chaumeil y Fraysse-Chaumeil, op. cit.:
83-84). Es interesante que los autores no mencionan para nada las versiones sobre las
ovejas que hemos citado. Dadas las fuentes que manejaron, parecería que las ignoran
voluntariamente. Es posible que las consideren como absurdas y no dignas de crédito,
pero su opinión hubiera sido interesante.
454

436 Hasta donde nosotros sabemos, Tschudi es el único que ha discutido este tema. Sobre el
particular él escribió: “Nada se puede resolver acerca de la verdad del hecho que se
refiere de que Orellana vio algunas llamas pertenecientes a un cacique en el río
Amazonas, más arriba de la confluencia del río Negro; pero esto es sumamente dudoso. En
caso de ser cierto el hecho, no podría tratarse seguramente de otra cosa que de unos
pocos animales sueltos conservados allí, quiza más bien para curiosidad. Se sabe que los
indios de Sud-América son muy inclinados a tener animales. La noticia dada por Philipp
von Hutten fno se menciona en la bibliografía ele ninguna de las ediciones] de que el
Sacerdote rey Kwareka, ele la nación ele los Amagua que estamos citando [en la
traducción de 1918 erróneamente se dice Amagua, pero en los originales dice
correctamente Omaguas], poseía graneles manadas de llamas, pertenece sencillamente al
dominio de la fábula.” (Tschudi, 1885; 94-95; 1891: 97; 1918: 207; 1969: 125).
437 Tschudi (loco citato) no acepta la veracidad de la existencia de llamas en la Amazonia. El
hecho que se trate de versiones de Carvajal y los españoles que iban con él, no significa
mucho ya que fueron noticias que recibieron de parte ele los indígenas, pero que ellos no
vieron.
438 Otra evidencia que aboga en contra de la veracidad ele la existencia ele llamas, es el
documento que parece ser de Rojas (? [188911986). Allí se relata el viaje del Capitán Pedro
de Texeira desde la desembocadura del Amazonas, pero aguas arriba, entre los años 1638
y 1639- No se sabe con seguridad el autor, lo más probable es que sea Rojas (Díaz
Madenielo, 1986: 22). Ello no importa, lo interesante es que en dicho documento se
menciona a las “... indias (que) llaman comúnmente las Amazonas.” (Rojas?, 1986: 244) y
hay coincidencia, con sólo algunas variantes, con el relato de Carvajal (loco citato), pero
no hay referencia a las ovejas de la tierra. Se hace la descripción hasta el Marañón, y ésta
es muy minuciosa en lo que se refiere a animales y plantas (Rojas?, 1986: 247-248), y en
ningún momento se habla de las ovejas o algo parecido.
439 A nuestro juicio lo interesante es que dichos indígenas hayan tenido conocimiento de
estos animales. Esto no nos llama la atención, en cuanto estamos convencidos que las
relaciones entre la selva y las tierras altoandinas han sido siempre muy intensas y más
aún durante el Imperio Incaico (lege Bonavia y Ravines, 1967).

9-9 Paraguay
9.9.1 Datos históricos

440 Nuestra información sobre el Paraguay se reduce a una sola fuente del siglo XVI, la de
Schmidel (1749,1962,1986), que narra el descubrimiento del Río de la Plata y el Paraguay.
Si bien es cierto que el relato se refiere a territorios que en paite hoy son de Argentina y
Bolivia, la mayoría de los acontecimientos ocurrieron en el actual Paraguay. “El libro de
Schmidel es un clásico que ha sido reeditado y transcrito al alemán moderno muchísimas
veces. Es un caso curioso de un soldado con vocación de pluma. Lo realmente
sorprendente de este cronista, es su procedencia. Fue originario de Landshut, antigua
capital de Baviera (hoy Baja Baviera), una región donde la gente no tiene precisamente
fama de ser abierta y cosmopolita.” (Peter Dressendórfer, in litteris, 16 de octubre de
1993). Este cronista escribió su relación al regresar a Alemania, entre 1562 y 1565.
(Wagner, 1986: 13) (Schmidel, 1986: 23). Pero él vivió los acontecimientos que narró, entre
1534 y 1554. De modo que su testimonio es de fundamental importancia.
455

441 Después de haber participado en la fundación de Buenos Aires en 1536 (vicie Wagner, op.
cit.: Nota 4, 115), el “capitán general Juan de Ayolas” y sus capitanes “... resolvieron hacer
un alarde.” y con cuatrocientos hombres “Prosiguen la navegación remontando el Paraná
hacia los curendas.” en ocho bergantines “... buscando otra corriente que por lo que
dicen, se llama Paraguay...” (Schmidel, 1986: Cap. 16, 39-40). Es durante este viaje que los
expedicionarios se encontraron con los Garios y es allí que por primera vez el cronista, al
describir los animales que tenían estos indígenas, nos habla de “... ovejas tan grandes
como mulos...” (Schmidel, op. cit.: Cap. 16, 40). E inmediatamente señala: “Llegamos a los
quiloazas...” (Schmidel, op. cit.: Cap. 17,40-41).
442 Ahora bien, sabemos que los Quiloazá vivían en las islas del río Paraná, más alia (“arriba”
dice el cronista) de los Timbú (vide Lothrop. 1946: 190) y éstos moraban en las islas del río
Paraná que se encuentran aguas arriba de la desembocadura del río Carcarañá y
probablemente en la ribera oriental del río Paraná (33°Lat. Sur, 60° Long. Oeste; Lothrop,
1946: 187).
443 Schmidel indica que los Carios “... viajan con más frecuencia y más lejos que ningún otro
pueblo de todo el Río de la Plata. Son excelentes guerreros en tierra, y sus poblados y
ciudades se encuentran en parajes altos, cerca del río Paraguay.” (Schmidel, op. cit.: Cap.
20, 45). Y luego narra como los Carios “... tuvieron que edificar para nosotros una casa
grande de piedra, tierra y madera... (y) tomamos este lugar el día de Nuestra Señora de la
Asunción del año 1539, por lo que le dimos este nombre, y aún se llama así.” (Schmidel. op.
cit.: Cap. 22, 47). Aclara Wagner (op. cit.: Nota 7, 116) que el año que indica Schmidel es el
de la entrega, ante escribano, de la mencionada casa fuerte, pero Asunción se fundó en
1537. El lugar está al Este del Chaco Central, y al decir del cronista los “... carios habitan
una tierra grande y dilatada cerca de trescientas leguas de largo y de ancho.” (Schmidel,
op. cit.: Cap. 20, 44-45), pues el último poblado de los Carios, llamado Guayviano, estaba a
“ochenta leguas de la ciudad de Asunción”, es decir a ca. 440 km (Schmidel, op. cit.: Cap.
23, 49). Y al describir a los pueblos Garios, el aventurero tudesco insiste: “... tienen en
abundancia... ovejas indianas, grandes como mulos...” (Schmidel, op. cit.: Gap. 20, 44). Y en
la ilustración dedicada a este Capítulo, entre otros animales se ve a una llama (Schmidel,
1962: Cap. 20, 24) (Figura 31). A pesar de la influencia europea del dibujo, el animal está
muy bien representado. Esto demuestra una vez más que Schmidel ha sido buen
observador, pues según Plischke (1962: XVIII) los grabados originales han sido hechos a
base de dibujos o bosquejos del mismo cronista.
444 El grupo prosigue el viaje y llega al “cerro San Fernando” donde vivían los Payaguáes
(Schmidel, 1986: Cap. 24, 50), que según Wagner (op. cit.: Nota 8, 116) es Pan de Azúcar. En
realidad hubo dos grupos de Payaguá, los del Sur que vivían a la Latitud de 21°05'Sur y los
del Norte a la Latitud de 25°17' Sur. En los escritos del siglo XVI los del Norte son llamados
Payaguá y los del Sur Agaz (es decir Agaces). Hoy estos grupos son completamente
extintos (iege Métraux, 1946: 224-225; Mapa 4). Pues bien, Schmidel enumera las comidas
que les ofrecieron estos indígenas, y entre ellas dice “... carne de oveja indiana...”
(Schmidel, op. cit.: Cap. 24, 50).
445 Más adelante “Llegan a los jarayes, donde son recibidos y tratados generosamente.”. El
cronista describe sus costumbres y cuenta que sus mujeres “... hacen grandes mantas de
algodón, tan sutiles como el arras, bordando en ellas diversas figuras en forma de ciervos,
avestnices y ovejas indianas, según la destreza de cada cual.” (Schmidel, op. cit: Cap. 36, 66,
68). Los Xaraye vivían alrededor de la laguna Maniore (18° Lat. Sur, 58°Long. Oeste) y
tenían contactos con las tribus que moraban cerca de los Andes, de las que conseguían oro
456

y plata (Métraux, 1948a: 394; Métraux, 1946: Mapa 4). El territorio en cuestión está cerca
de la frontera de Bolivia con Brasil, aunque el río Paraguay que ellos siguieron está en
tierras brasileñas. Se trata de parajes pantanosos que están aproximadamente sobre los
200 msnm o menos. Son en realidad las cabeceras del río Paraguay.
446 De allí el grupo regresa a Asunción para atacar a los Garios y es aquí donde el cronista nos
ofrece una descripción de los Camélidos. Escribió: “ Hicimos grandes rodelas de los cueros
de las ovejas llamadas “amidas”, que son bestias grandes, casi como mulos, de pellejo gris
y con patas como las vacas. De estas hay muchas en este país. El cuero tiene el grueso de
medio dedo. De estas rodelas hicimos cerca ele cuatro cientas.” (Schmidel, op. cit.: Cap. 42,
79-80). Wagner ha comentado este pasaje de Schmidel e indica que “Con el nombre ele
“amida” o “amate” se refiere a la llama, sin reparar mucho en las diferentes razas que
existen de este animal. La extraña figura del mismo debía despertar el especial interés de
nuestro autor el cual dedica una deliciosa descripción de esas “ovejas indianas...”
(Wagner, op. cit: 17; algo) parecido dice en su Nota 17, 116). Nos parece que Wagner se
equivoca, como veremos más adelante.
447 En 1548, “Después de volver a Asunción se adentran en la tierra en busca de-oro”
remontando el Paraguay, “... con siete bergantines y doscientas canoas. Los que no
cupieron en los barcos fueron por tierra con ciento treinta caballos...” hasta llegar a “...
una nación cuyos pueblos se llaman Naperus que no tienen otra cosa de comer que
pescado y carne.”. Y luego de una larga marcha “... llegamos a una nación cuyos pueblos
se llaman maipais...” (Schmidel, 1986: Cap. 44,84-85). Pues bien los Mepene, conocidos
también como Mapenuss, Mapeni y Mepone, eran “... tribu de piratas ele río descritos por
Schmidel (1903, 164 [1986: 85])... vivían en algun lugar al sur de la boca del río Bermejo...”
(Métraux, 1946: 218-219). Y el río Bermejo corre paralelo al Pilcomayo, que es frontera
entre Argentina y Paraguay. Para certificar esta ubicación de los Maipais, en el Cap. 45, el
autor dice: “De los pueblos maipais, chanés...” (Schmidel, op. cit.: 87) y especifica que
después de los Maipais, la siguiente nación es de los Chañes y añade “A la nación de los
maipais hay cincuenta leguas desde el cerro San Fernando...” (Schmidel, op. cit.. Cap. 45,
88). 50 leguas equivalen ca. a 280 km y esto está aproximadamente en el Chaco Central-
Boreal. Según Métraux (1946: 238-239), los Chañé son una “... sub-tribu del Oeste que
viven a lo largo de los Andes...”, es decir a los pies orientales de la Cordillera Real y la
Sierra de Misiones.
448 Los Maipais, según Schmidel, “... tienen... ovejas indianas...” y especifica: “Las ovejas, que
llaman “amida”, y de las cuales hay dos géneros, las domésticas y las montaraces, las usan
como bestias de carga y como monturas. En esta jornada, yo mismo, por estar enfermo de
una pierna, anduve más de cuarenta leguas a lomos de una de estas ovejas. En el Peni se
trasportan sobre ellas las mercaderías, como nosotros hacemos con las acémilas.”
(Schmidel, op. cit.-. Cap. 44, 86). Y sobre el particular Schmidel (1962: Cap. 44, 72) nos ha
dejado una ilustración en la que se ven los animales montados y cargados (Figura 30). La
comentaremos en el Capítulo 10. Se debe indicar aquí que el término “jornada” no
significa un día. Leyendo cuidadosamente el texto del cronista, se desprende que se
refiere al viaje que han emprendido. Es más, la segunda acepción del Diccionario de la
Lengua Española (Real Academia Española, 1970) define jornada como “Todo el camino o
viaje, aunque pase de un día”. Ello es importante para la interpretación de los hechos,
como veremos más adelante. Es significativo, además, que el mismo Schmidel aclara que
“... dieciséis leguas... que caminamos en cuatro días...” (Schmidel, 1986: Cap. 46, 90), eso
quiere decir que recorrieron aproximadamente 22 km por día. Podemos deducir, siempre
457

en términos aproximados, que la “jornada” en la que anduvo el tudesco montado en una


llama, fue de más de 10 días.
449 Prosiguiendo el viaje, el grupo llegó a otra nación llamada Peionas, y allí también “...
hallamos suficiente comida y carnes, como... ovejas...” (Schmidel, op. cit.: Cap. 45, 89)-
Siguieron hasta encontrara los Barconos, a los que “Les requerimos que nos diesen de
comer, y se ofrecieron traernos... ovejas...” (Schmidel, op. cit.: Cap. 46, 90).
450 Finalmente narra el cronista el enfrentamiento que tuvieron con los Corcoquís. Sin
embargo éstos “... nos trajeron carnes de... ovejas...”. Pero “Sus armas son dardos, arcos y
flechas, además de rodelas hechas del pellejo de “amida.” (Schmidel, op. cit.: Cap. 47, 95).
451 Especifica el autor que este grupo vivía a tres días del río Macasíes (Schmidel, op. cit.: Cap.
48, 95), que según Wagner (1986: Nota 20, 116) es el río Guapay, conocido también como
Río Grande, cuyas nacientes están en las serranías bolivianas, al Norte de Sucre. Es decir
se trata de la Sierra de Misiones. En efecto, el título del Cap. 48, reza así: “Del río y del
lugar Macasíes que está próximo del Perú...” y, además, en este capítulo se narra “... de
cómo mandan a dos a Potosí y hasta Lima.”.
452 Gilmore (1950: 433) ha comentado el escrito de Schmidel8 pero sin conocerlo, a través del
trabajo de Cabrera y Yepes (1940: 258), y dice que la presencia de llamas en el Paraguay en
el siglo XVI es cuestionable, aunque admite que “... los españoles a veces montaban a las
llamas (como Schmidl lo hizo) en emergencias o por deporte...”. Pero no aporta ningún
argumento para la discusión.
453 Este relato de Schmidel, insistimos, nos parece sumamente interesante e importante. Y no
condividimos la opinión de Gilmore. La presencia de Camélidos domésticos en las
localidades descritas nos parace totalmente verosímil, si la consideramos dentro del
marco de datos históricos que hemos analizado, referentes a las zonas limítrofes. Es más,
Wagner (1986: 17) se equivoca, cuando le atribuye a Schmidel no “... reparar mucho en las
diferentes razas que existen de este animal...”. Es todo lo contrario, Schmidel se dio
perfectamente cuenta de la realidad. Pues si se le lee cuidadosamente, se observará que
cuando describe los Camélidos de la zona de Asunción habla sólo de “... las ovejas
llamadas “amidas”...” (Schmidel, op. cit.: Cap. 42, 79), mientras que al informar sobre el
territorio que está al pie de los Andes, dice que “... las ovejas, que llaman “amida” y de las
cuales hay dos géneros, las domésticas y las montarraces...” (Schmidel, op. cit.: Cap. 44,86; el
subrayado es nuestro). Es decir, la cosa es clara. En la zona de Asunción y más al Suroeste
había llamas, mientras que a los pies de los Andes los expedicionarios se encontraron con
llamas y con una variedad silvestre que casi seguramennte fueron guanacos, que aún
viven en la zona limítrofe de Bolivia con Argentina y Paraguay (Villalba, 1992: Fig. 4, 45),
aunque pudieron ser también vicuñas. Además es evidente que todos estos grupos
indígenas tenían grandes intercambios de productos con la zona andina relativamente
vecina -a la que además Schmidel llegó- y que los europeos tenían noticias bastante claras
sobre el Perú.
454 Por otro lado no nos llama la atención que Schmidel haya podido ser llevado por una
llama, cuando estuvo enfermo. Esto no sólo es posible, sino que está documentado
arqueológicamente y con testimonios de tiempos recientes, como lo hemos visto. La
distancia que recorría Schmidel diariamente, según lo hemos podido deducir, fue de ca. 22
km y hemos indicado, al tratar las recuas (vide Capítulo 7), que los autores coinciden en
señalar que la distancia que hace un animal con carga varía entre 15 y 20 km. Hay que
458

tomar en cuenta, además, eme Schmidel tuvo que ser llevado por 10 días, lo que está
dentro de los límites normales de transporte de una llama de carga.
455 El relato de Schmidel es en todo sentido muy real y, volvemos a insistir, de gran
importancia, pues nos indica claramente que estos animales podían perfectamente viviry
de hecho lo hicieron, en territorios que no son exactamente los de altura, como se
pretende. No hay que olvidar que la zona del Chaco es baja, en el extremo Norte alcanza
los 550 msnm. En la parte meridional es una gran depresión con ciénagas saladas. En
términos generales es un terreno de loess que en muchas partes, especialmente en los
lugares de lagunas secas y pantanos está cubierto de capas de sal. De los ríos que se
originan en los Andes y que bajan hacia el Chaco, sólo el Pilcomayo, el Bermejo y el Salado
llegan hasta el Paraguay o el río Paraná. El resto se pierde en las arenas. En la época de
lluvias se forman pantanos, charcos y lagunas. En términos generales es un territorio seco
pero con lagunas, manantiales y cañadas. Sin embargo la escasez de agua predomina. El
clima varía de Este a Oeste. En la parte oriental las lluvias son más fuertes, mientras que
disminuyen en la occidental. Hay grandes variaciones de temperatura, que en junio y
agosto puede descender por las noches por debajo del punto de congelamiento pero de
día alcanza puntos muy altos. Se ha registrado hasta 46°C. La vegetación más común es la
que se conoce como “monte ralo”, es decir de florestas xerofíticas (Métraux,
1946:198-199). Es de interés quizá señalar las condiciones climáticas de la zona de
Asunción, que se encuentra a 101 msnm. Allí la temperatura oscila entre 27.5°C y 17.6°C y
la humedad promedio es de 69%. Pero la pluviosidad es muy alta, pues el promedio anual
de las precipitaciones es de 1,039 mm. Para tener un punto de comparación con las
condiciones de nuestra costa, recordemos que Lima, que está casi a la misma altura, pues
tiene 111 msnm, tiene una temperatura que oscila entre 20.8°C y 15.6°C, con una humedad
promedio del 80%, pero con precipitaciones que llegan tan solo a 23 mm anuales (Istiluto
Geográfico De Agostini, 1993: 645). Discutiremos este punto más adelante.
456 Antes de terminar, hay que señalar algo. El contexto dentro del que se menciona a las
ovejas, incluye muchos animales europeos y ello podría hacer pensar que el cronista
fantasea, pero no es así. Pues él narra lo que vivió entre 1534 y 1554 y no hay que olvidar
que hay una serie de viajeros que llegaron muy temprano a las costas de Brasil y más al
Sur. Sólo para mencionar algunos ejemplos, Vicente Yáñez Pinzón en 1,500 llegó a la costa
del Brasil y meses después desembarcaba en las mismas costas Cabral. Y cuando en 1519
lo hizo la expedicióm de Magallanes, en cambio de algunos productos, los indígenas les
dieron gallinas (Dunin-Borkowski. 1990: 21).

9.10 Argentina
457 Para el territorio de Argentina hay una gran cantidad de información, y no cabe la menor
duda que la que nosotros utilizaremos es sólo una pequeñísima parte y probablemente no
la más importante. Pero de todos modos puede servir como muestra para el tema que
intentamos desarrollar.

9.10.1 La evidencia arqueológica

458 En este caso también expondremos la información de Norte a Sur. En la puna de Jujuy,
hoy la fauna más importante está compuesta por la llama, la vicuña y el guanaco
(Casanova, 1946: 619). En el pasado la situación debió ser parecida, aunque sin duda con
459

más animales. En el sitio de Barro Negro, a 3,850 msnm, en la puna de Jujuy, Fernández
(1983-1985: 40) informa que en los tiempos correspondientes al límite entre el Pleistoceno
y el Holoceno, se nota un cambio muy significativo, en cuanto los Camélidos reemplazan
al caballo en los restos faunísticos. Mientras que en los estratos correspondientes al
Holoceno Inferior (ca. 7,000 años a. C), hay abundantes huesos de Camélidos
indeterminados (Lamasp.) (Fernández, op. cit.: 36). Ya en el Holoceno Superior (ca. 1,500
años a. C.-1,400 años d. C.) Lama sp. es muy común, sobre todo en los desechos
alimenticios y corresponde a animales jóvenes y viejos. (Fernández, op. cit.-. 37).
459 En la zona de Huachichocana hay una serie de cuevas que han sido estudiadas por
Fernández Distel (1974, 1986). Ellas se encuentran en las cabeceras de la Quebrada (o
valle) Purmamarca del río homónimo, que es afluente del Río Grande de Jujuy, en el
departamento de Tumbaya, provincia de Jujuy y a una altura aproximada de 3,000 msnm
(Fernández Distel, 1986: 356-357).
460 Mencionaremos los dos informes que han sido publicados de la Cueva denominada CH III,
ya que entre el uno y el otro se ha efectuado algunos cambios en la correspondencia de las
“capas” y los “niveles”. En el artículo de 1974 se reveló la existencia de restos de
Camélidos, fundamentalmente en tres Capas. La Capa C (correspondiente al Nivel 1)
contenía “Restos oseos y pezuñas de camélido, posiblemente Llama (Lama. sp.).”. Este
nivel corresponde a la ocupación 1 lumahuaca Inca (Fernándes Distel, 1974: 113). La Capa
D (equivalente al Nivel 2) “... consiste en un manto de aproximadamente unos 20 cm de
potencia, compuesto fundamentalmente por guano de camélido (¿Llama?).
Evidentemente representa un momento en que la cueva CH III fue dedicada a corral de
esos animales”. Cronológicamente se relaciona con la época agroalfarera tardía,
Humahuaca clásico (Fernández Distel, 1974: 106). Y la Capa E (que es el límite entre los
Niveles 2 y 3) contenía “Restos óseos y pelos de camélido (Lama sp.). En la sección Fl,
cúspide, se trata de grandes huesos de animales adultos, muy posiblemente de Lama
glama. En la sección E3, base, se trata exclusivamente de restos óseos de animales jóvenes,
neonatos o nonatos.”. Cronológicamente es el límite entre la época cerámica y la
precerámica (Fernández Distel, 1974: 118). Inicialmente a la Capa E se le asignó una fecha
tentativa de 3,000 años a. C. (Fernández Distel, 1974:118,122), pero luego se señalaron tres
fechas cuya antigüedad varía entre 7,670 y 6,720 años a. C. (Fernández Distel, 1975: 13).
461 En el último informe se sostiene que en las Capas C, D, El, E2 y E3 hay Lama sp. (Fernández
Distel, 1986: Fig. 24, 421). Estas capas corresponden respectivamente a los Niveles II
(1,475-1.530 años d. C.), III (1,000-1,400 años d. C). IV (500 años a. C.-500 años d. C.), V
(1,000-2,500 años a. C.) y VI (6,500-7,500 años a. C.) (Fernández Distel, 1986: 378).
462 Sobre estos restos se ha hecho sólo dos comentarios. Que “La determinación del grado de
domesticación alcanzado por el género Lama a través de los restos ósesos aún no ha
arrojado resultados concluyentes en el área andina en general.” (Fernández Distel, 1986:
Nota 128, 420) y que “La mayoría de los huesos de la sub-capa E3 proviene de ejemplares
nonatos o neonatos del género Lama con incompleta osificación. Este, como otros temas
relacionados con el materia! óseo deben ser aún estudiados.” (Fernández Distel, 1986:
Nota 129. 420).
463 En lo que se refiere a la Capa D (Nivel 3) en el último informe se amplía la información,
pues se explica que efectivamente allí hubo una capa de 20 cm de espesor, compuesta “...
fundamentalmente por guano de camélido (¿llama?)...”. Es un tiempo durante el cual la
cueva fue ocupada como corral. Se hallaron también fogones, en los que se ve que se
460

utilizó el excremento como combustible (Fernández Distel, 1986: 366, 368). Además en el
último informe se incluye la descripción de algunos entierros que estuvieron asociados
con la Capa E2 (Nivel 5) fechada, como se recordará, entre 1,000 y 2,500 años a. C, en uno
de los cuales hubo abundantes restos de Camélidos (Fernández Distel, 1986: 378, 381).
464 También se ha informado que en las capas B, C, D y E2 se ha encontrado restos de lana
(Fernández Distel, 1986: Fig. 15, 389). Sobre el particular se ha comentado que “... puede
anticiparse que son todas Lamasn. sin poderse aclarar si L. guanicoe o L. glama. Menos
elementos son de “Vicugna vicugna”. La pieza más demostrativa al respecto del empleo
de esta especie es un trozo de cuero con un abundante cojín piloso hallado en asociación
al entierro del hurón en capa C. Curiosamente se descarta que en este momento la
domesticación del Lama se hallaba muy avanzada: la pieza viene a indicar que se continuó
en todo momento con la captura de ejemplares de camélidos silvestres.” (Fernández
Distel, 1986: 390).
465 En realidad en este informe hay confusión y falta de precisión en los ciatos. Los restos
óseos no han sido identificados en lo que a especie se refiere y ello es comprensible dada
la dificultad existente, pero sí se pudo llegar a una identificación de los excrementos. Sin
embargo, de los pelos se dice que no se puede diferenciar la lana de guanaco de la de
llama, pero sí se distingue la de vicuña y todo ésto aparentemente sin ningún análisis
técnico. Y luego se afirma que en los tiempos correspondientes a la Capa C, es decir entre
1,475 y 1,530 años d. C. (vide Fernández Distel, 1986: 378) se descarta que la domesticación
de la llama estaba muy avanzada y como único argumento se esgrime que se continuaba a
cazar Camélidos silvestres. Esto no tiene sentido.
466 Yacobaccio (1984-1985:168) menciona a la cueva de Huachichocana (si bien no se dice,
suponemos que se trate de la identificada como CH III) e indica que allí la presencia de
Camélidos corresponde al 50%. pero no se especifica a cual de los estratos se refiere. Es
necesario señalar para evitar errores, que Dillehay el al. (1992: 179) hacen mención a la
cueva Huacichocana III y a la presencia de restos de Camélidos, pero atribuyen al trabajo
de Fernádez Distel la fechas 1988, cuando es 1986. Además es importante recordar que
ellos se refieren sólo al nivel más antiguo de la cueva.
467 Recientemente Bahn (1994) ha informado, aunque sin muchos detalles, sobre los trabajos
que está llevando a cabo Carmen Reigadas a base de análisis microscéipicos de fibras y
folículos adheridos de Camélidos. Ella ha analizado los restos ele lana y de sogas de
Huachichocana III, y ha llegado a las siguientes conclusiones. Las muestras
correspondientes a lo que Fernández Distel (1974, 1986) denomina Capa E3 son ele
guanaco y vicuña. Se les asigna una fecha que oscila entre 10,200 y 8,670 años a. P. (es
decir entre 8,250 y 6,720 años a. C). En la Capa E2, datada 3,400 años a. P. (1,450 años a. C),
también hubo guanaco y vicuña. Pero por el análisis osteológico se puede colegir que
algunos huesos corresponden a llama, lo que podría indicar un proceso de domesticación.
En la Capa El, con una antigüedad de 1,400 años a. P. (550 años el. C), las fibras son de
vicuña y llama y se trata posiblemente de un tiempo de transición entre la caza y la
crianza de animales. En las Capas D-C los restos indican una mezcla de animales
domésticos y silvestres, predominando los primeros. Hay, además, indicios de selección
de la fibra. La existencia en estas capas de excremento de Camélidos, confirma su crianza.
Según este artículo la fecha más probable ele la domesticación ele estos animales, sería
1,420 años a. P., es decir 530 años el. C. (Bahn, op. ext.: 511-512).
468 Esta información resulta de gran interés, pero hay que esperar la publicación completa
ele los datos de Reigadas. Llama la atención un proceso de domesticación tan tardío. Se
461

podrá ver, además, que las fechas que menciona Bahn (loco citato) no corresponden a las
que publicó Fernández Distel (1974, 1986). Son problemas que quedan por resolver.
469 En otra de las cuevas de Huachichocana, la CH IV, en la Capa B se encontró restos de Lama
sp., además de pelos y coprolitos de este animal. Pero estaban asociados a fragmentos de
cerámica “... poco representativos como para formular diagnósticos.” (Fernández Distel,
1986: 425).
470 Sobre Inca Cueva 4, en la puna alta ele Jujuy, cerca de la Quebrada ele Humahuaca, a más
de 3,000 msnm, tenemos sólo información muy vaga. Así Lynch (1983b: 119) basándose en
datos de Mengoni (1982) señala la presencia de Camélidos en el Nivel 2, al que atribuye
una fecha de 7,280 años a. C. Lo mismo informan Dillehay et al. (1992:179), pero dándole
un rango mayor ele antigüedad, es decir entre 8,670 y 7,280 años a. C. Su información
proviene de Yacobaccio (1989). Por su parte Yacobaccio (1986: Tabla 4, 13) indica que allí
la presencia de Artyodactyla corresponde al 4.7%.
471 Baraza ele Fonts (1986: I) escribió que alrededor del año 7000 a. C, la Quebraela ele
Humahuaca y el borde oriental ele la puna, albergaron grupos humanos “... que
comenzaron con las primeras prácticas de... domesticación ele la llama.”. Pero no se
ofrece ningún dato de sustento a esta afirmación y es un trabajo muy general y
superficial, que no presenta información precisa.
472 Tarrago (1978: 490, 497, 502) escribió sobre el valle Calchaquí, en la provincia de Salta. La
autora considera que en el sub-distrito Jujuy-Tucumán, entre las especies representadas y
que tuvieron importancia para los indígenas, estuvieron los Camélidos. En el Período
comprendido entre los 6,000 y los 500 años a. C. hube) caza intensiva de estos animales, en
el Período Formativo, es decir entre los 200 años a. C. y los 1,000 años d. C, hay evidencia
de uso de guanacos y en el Período de los Desarrollos Regionales, entre los 1,000 y los
1,480 años d. C, en función ele datos indirectos, como los tejidos, se ve que la llama fue un
animal importante en la economía. En el mismo trabajo, Tarrago (op. cit: 493) señala que a
pesar de la caza indiscriminada, hay aún vicuñas y guanacos en la región y en Tintin
Pampa se puede ver aún manadas ele guanacos. Ellos sobreviven porque hay muchos
charcos ele agua y una vegetación natural con algarrobos.
473 Más al Sur, en la cueva ele Intihuasi, en el departamento Coronel Pringles (Gonzáles,
1960), por información de Pascual (1960: 299) sabemos que los restos faunísticos más
abundantes corresponden a Camélidos, en una proporción del 71% y en segundo lugar
vienen los Cérvidos. Los Camélidos están representados en todos los niveles de la cueva,
así como en otras grutas y “paraderos” ele la región, los fragmentos óseos no permiten
establecer con certeza la presencia ele alguna especie distinta de Lama guanicoe. La gran
mayoría de los restos corresponden siempre a animales adultos, aunque también los hay
seniles y más frecuentemente juveniles que, en muchos casos, son de individuos neonatos.
Según Pascual, toda la evidencia parece indicar que los aborígenes tenían cierta
preferecia por los animales juveniles. Es importante recordar que el estrato más antiguo
de Intihuasi corresponde ca. al año 6,000 a. C. y el más reciente entre 500 y 1,500 años d. C.
474 Dillehay et al. (1992: 179) han comunicado que en Agua de la Cueva, cerca de Mendoza, se
ha encontraele) restos de guanacos en estratos fechados entre 8,400 y 7,890 años a. C. Y
los mismos autores (Dillehay el al, op. cit.-. 168) señalan que en la pampa argentina del
Norte y Centro el guanaco va siempre asociado con los restos ele hombre temprano (ellos
se basan en la información ele Mengoni [1986], Miotti et al. [19891, Politis y Salemme
[1989]).
462

475 Sobre Arroyo Seco, en Tres Arroyos en la provincia de Buenos Aires, Lynch (1983b: 118;
1990a: 23; 1990b: 161) ha indicado la asociación de industria humana con “camélido
extinto”, pero no tenemos mayor información. En el primer trabajo se señaló la fecha de
6,440 años a. C. y en el tercero entre 6,610 y 3,300 años a. C. (La información de Lynch
proviene de Borrero [1977] y Tonni et al. [1980]).
476 Un yacimiento importante es Los Toldos, en Cañadón de las Cuevas, Estancia de Los
Toldos, en la provincia de Santa Cruz en la Patagonia argentina. Allí, según Cardich et al.
(1973: 98-121) y Cardich (1987a: 102-103), en las primeras tres capas hubo abundantes
restos de guanaco (Lama guanicoe) pero que no fue usado en forma exclusiva. (Al Estrato 3
se le asigna inicialmente una antigüedad aproximada de 2,500 años a. C. [1973] y
posteriormente ca. 3,050 años a. C. |1987a|). En las Capas 6 y 7 los restos animales
corresponden casi exclusivamente a guanaco que fue cazado en forma casi exclusiva y en
cantidad muy importante. Estos niveles están asociados a la industria Casapedrense. En
un principio (1973) se les fechó en 3,500 años a. C, luego (1987a) por el método del
Carbono 14, entre 5,310 y 2,900 años a. C. Las Capas 9 y 10 representan la ocupación
Toldense, a la que inicialmente (1973) se le asingó una antigüedad de 6,800 años a. C, y
luego se modificó con fechados radiocarbónicos entre 6,800 y 9,050 años a. C. En esta
época el guanaco aparece en mayor proporción, pero va asociado con fauna extinta y
otros animales. Y en las Capas 11 y 12 a las que se asigna una fecha de 10, 650 años a. C. y
que sólo son identificadas como “Industria Nivel 11”, también se informa la presencia de
guanaco. Es de notar que en el informe de 1987 (a) ya no se menciona la Capa 12.
477 En trabajos posteriores hay referencia al estrato 11, que es el más antiguo, y se dice que
entre la fauna “... hay una mayor presencia de restos de guanacos (Lamaglama guanicoe)
(Sic!).” y además hay asociación con fauna extinta (Cardich, 1984: 28). También escribió
Cardich (op. cit.: 30) que se encontró “... restos de un camélido, que no es guanaco, y que
coincide con los huesos de Lama gracilis, una especie-identificada para el Pleistoceno
superior ele la pampa bonaerense por F. Amegino (1889: 581); aunque podría tratarse
también de vicuña, especie que no se conoce para la Patagonia, sino mucho más al
Norte.”. (Vide también Cardich, 1977: 153-154). Como se ve, inicialmente Cardich (loco
citató) deja abierta la posibilidad que los mencionados restos puedan corresponder a Lama
gracilis o a vicuña. Aunque evidentemente se inclina por la primera posibilidad. Pero luego
(Cardich, 1987a: 104) es categórico en afirmar que “... algunos huesos de un camélido más
grácil que el guanaco, c]ue coincide con huesos ele una especie identificada para el
Pleistoceno superior ele la pampa bonaerense por F. Ameghine) (1889: 581) como Lama
gracilis.”.
478 Es importante señalar que Cardich (1977; 1984; 1987a) ignora la literatura paleontológica
y comete un error que puede llevar a confusión y es necesario aclarar. En efecto Lama
gracilis no es otra cosa que una vicuña. Sobre el particular escribió Cabrera (1931:
110-111): “Otra especie a suprimirse es Auquenia gracilis H. Gervais y Ameghino. La doctora
López Aranguren la admite [López Aranguren, 1930a: 261, suponiendo ser el agriotipo ele
Lama pacos, pero los restos que ha figurado, y c]ue estaban determinados como gracilis por
Ameghino. nada tienen que ver con la alpaca, siendo simplemente restos de vicuña. Los he
comparado con ejemplares de vicuña actual de San Juan, de Jujuy y ele Bolivia, y no hay
absolutamente ninguna diferencia... En 1889, Ameghino insistió en la validez ele la especie,
aunque reconociendo sus “graneles afinidades” con la vicuña...” (el subrayado es
nuestro).
463

479 Por otro lado hay dudas sobre la asociación ele los materiales utilizados para los fechados
con los estratos arqueológicos, tal como lo ha señalado Lynch (1990a: 22; 1990b: 160), el
cual aelemás indica que Tambussi y Tonni (1985: 69) concluyen que los restos faunísticos
son el resultado de agentes, tanto naturales como humanos. En este sentido Lynch (1990a:
22; 1990b: 160) es categórico. “De importancia igual que la fuente del material fechado son
las asociaciones de las fechas. Los sedimentos y estratigrafía de Los Toldos se han
elescrito inadecuadamente, pero está claro que los estratos eran diferenciados, por lo
menos en parte, en base a su contenido cultural. Cada unidad estratigráfica era
“singularizada por la presencia o ausencia o el diferente porcentaje de elementos
tipológicos, particularmente de la industria lítica” (Cardich. 1973: 98). Yo mantengo que
esta suerte de estratificación expost jacto es una mala práctica arqueológica. Existe una
justificación estratigráfica natural para la separación de las capas culturales superiores
(1-3) de las unidades casapedrenses (6 y 7) en forma de una capa de ceniza y piedla
pómez, y se dice que la industria casapedrense está separada de las capas toldenses (9 y
10) por un estrato 8 “semiestéril”, pero el nivel 11 no presenta una separación estratigráfica
natural de los niveles 9 y 10, los que contienen el resto de la industria toldense.” (el subrayado es
nuestro). De modo que hay que tomar los datos de Los Toldos con las reservas del caso.
480 Cardich ha informado también sobre el sitio El Ceibo, en la misma provincia de Santa
Cruz. Indica que en la Cueva 7, la Capa 12 corresponde al Nivel 11 de Los Toldos, e insiste
que aquí también se ha encontrado Lama gracilis(Cardich, 1987a: 101), asunto que ya
hemos discutido (vide supra).
481 Con respecto al extremo meridional del continente, Laming-Emperaire (1968: 87-88)
escribió que los cazadores más antiguos han llegado al Estrecho de Magallanes hace
10,000 años, exactamente al principio del Holoceno. Su economía fue esencialmente la
caza de los grandes herbívoros, entre los cuales está el guanaco. Y Borero et al. (1985: 273)
confirman que la principal fuente alimenticia en la zona patagónica, entre los 10,500 años
a. C. y los 1,450 años d. C, ha sido el guanaco.
482 Es así que desde el punto de vista de los nativos, el guanaco es el animal más importante.
El va generalmente en pequeños rebaños consistentes de un macho adulto y de cuatro a
diez hembras y a veces rebaños pequeños de machos jóvenes, siendo menos comunes los
rebaños más grandes de hasta 100 cabezas o simplemente de uno o dos animales (Cooper,
1946a: 127-128). Y Lynch (1983a: 3), basándose en un trabajo de Mengoni-Goñalons (1978:
5), explica que los rebaños de guanacos, se mueven regularmente entre los habitat de
verano e invierno, es decir de las altas mesetas a los cañones y valles bajos, o al interior de
zonas boscosas de la costa. Y esto en patrones que se repiten cada año.
483 Ya para épocas más tardías, Raffino, Tonni y Cione (1977) mencionan una serie de
yacimientos de las tierras altas del Noroeste argentino donde se ha producido hallazgos
de Camélidos. Así en Las Cuevas, Potrero Grande y Cerro el Dique, todos sitios que tienen
una ocupación que corresponde entre los 600 y los 400 años el. C, se ha identificado restos
de llama y vicuña. Y lo mismo en dos yacimientos más tardíos. Tres Cruces y Cerro la
Aguada, que tienen ocupaciones eme se extienden entre los 400 y los 1,000 años el. C.
484 Datos interesantes son los de la Quebrada del Toro, en la provincia de Salta. En el
contexto correspondiente al Formativo inferior, es decir ca. 200 años a. C. a 200 años d. C,
las llamas representan el 70% de los restos faunísticos y la vicuña el 7%. En los tres sitios
que han sido estudiados, es decir Cerro El Dique, Potrero Grande y Las Cuevas, “... los
camélidos del Complejo Lama...” han sido la fuente principal de proteínas para sus
464

pobladores. Los otros restos faunísticos son poco significativos.”... sólo en los ejemplares
del Complejo Lama se detectan individuos juveniles (45%) y adultos (55%). Este hecho
puede interpretarse como el resultado ele un manejo ganadero, lo cual estaría avalado
además por otro tipo de evidencias...” (Raffino et al., 1977: 16).
485 Ya en el Período ele los Desarrollos Regionales, es decir entre los 1,000 y los 1,470 años el.
C, la fuente principal de proteínas tanto en el sitio ele Tastil como en Morohuasi, han
seguido siendo los Camélidos. “El Complejo Lama” representa entre el 57% en Tastil y el
68% en Morohuasi del total de individuos. Mientras que Lama vicugna significa
respectivamente el 28% y el 11%. Los otros elementos faunísticos han sido poco
representativos. Las evidencias indican que en esta época hubo un aumento de la caza de
Lama vicugna, pero la ganadería de llama y/o alpaca ha sido el principal componente de la
economía fuera de la agricultura (Raffino ei al., op. cit.: 15, 18).
486 Más adelante los autores comentan que los Camélidos domésticos y silvestres han sido la
fuente primordial de alimento de origen animal durante la época de los Desarrollos
Regionales. En menor proporción se utilizaron otros animales, pero obtenidos
exclusivamente con la caza (Raffino et al., 1977: 23).
487 En lo que se refiere a la Época Incaica, Raffino et al. (op. cit.: 21 -22) no ofrecen datos
estadísticos, ya que la muestra es poco significativa, pero hay presencia del “complejo”
Lama con individuos juveniles y adultos, mientras que Lama vicugna muestra sólo
individuos adultos. “Dadas las características de las ocupaciones incaicas en el Area
Andina meridional, es evidente que los camélidos domésticos relteran, no solamente su
rol fundamental como requerimiento nutricional básico, sino que acreditan su
importancia como elemento funcionalmente vinculado con el transporte y las
comunicaciones.”. Los autores explican que en estos sitios incaicos, se encuentra siempre
un gran recinto central que ha sido utilizado como corral. Ello queda muy claro, por la
presencia de excremento de dichos animales.
488 Al final escriben Raffino et al. (op. cit.: 22) que de las tres épocas consideradas, se puede
sacar dos conclusiones. Primero que la ganadería de llama-alpaca ha sido la actividad
principal de subsistencia no agrícola a lo largo de toda la secuencia cultural. Es decir las
especies del “Complejo Lama” han sido la fuente principal de proteínas animales. Y, en
segundo lugar, Lama vicugna ha sido la principal especie cazada en todos los períodos, a
axcepción de Chinchilla sp. que lo fue durante el Formativo Inferior. Además, el porcentaje
que se ha registrado para L. vicugna en los yacimientos correspondientes a los Desarrollos
Regionales, es el más elevado de todas las épocas.
489 En lo que se refiere a la zona de Tucumán, Troll (1935:142-143) ha escrito que a base de los
datos arqueológicos se sabe que en todo el territorio de la “civilización diaguita”, del
Noroeste argentino, hasta el pie de la cordillera, cerca de Tucumán, se utilizaba las
llamas. Indica Troll que en forma aislada se criaba la llama también en las serranías de
Córdoba e indica que se supone que se trataba de una variedad más pequeña, aunque no
ofrece sustento a su afirmación. Y dice, además, que según la descripción de Pedro Sotelo
de Narvaez (que aparentemente ha sido citado por Boman, 1908), los indios Comechigones
que habitaban en la regicm, criaban llamas y usaban vestidos de lana de estos animales.
490 Nachtigall (1966a: 193-194) describe una ceremonia relacionada con los Camélidos, que ha
sido representada en “un grupo cerámico” que fuera dado a conocer por Stig Ryden en
1932 y que corresponde a la cultura La Candelaria. (Como se sabe, esta cultura es preinca
y se desarrolló ca. entre los 500 años a. C y los 700 años d. C). Dicho conjunto representa
465

llamas, y entre ellas destaca el macho por las borlas de las orejas, lo que aún hoy es una
señal típica de la ceremonia conocida como la Señalada, o sea la marca de los animales. El
autor considera que este hallazgo es importante, en cuanto prueba que el ceremonial
correspondiente no fue difundido por primera vez por los incas hacia el Noroeste
argentino, sino que es muy anterior y constituye una prueba, además, de la antigüedad de
la crianza de las llamas en territorio argentino.
491 Márquez Miranda (1946: 657) trata de Santiago del listero y ciertas regiones del Chaco,
señalando que las investigaciones arqueológicas se llevaron a cabo mayormente en
Santiago del Estero (hay que tomar en cuenta, sin embargo, que los datos corresponden a
la década de los años 40). Según escribe el autor, entre los indios de la cultura Chaco-
Santiagueña, la subsistencia era básicamente el pastoreo de llamas. La cronología de esta
cultura no está clara, debe corresponder en términos de tiempo desde el siglo V de
nuestra Era hacia adelante.
492 Según Gilmore (1950: 435), Rusconi (1930a) ha informado sobre restos de llamas hallados
en tumbas del Noroeste argentino y del cercano Chaco.
493 En algunos sitios tardíos de Santiago del Estero (1,220-1,360 años d. C.) se ha identificado
Camelidae largo sensu. Se señala la posibilidad que sean llamas, alpacas y guanacos
(Lorandi de Gieco y Lovera, 1972: 179).
494 Olivera (1991: 64-67) ha estudiado los montículos Casa Chávez, al Sur de Antofagasta de la
Sierra, sobre la margen izquierda del río Antofagasta, en la provincia de Catamarca (puna
meridional argentina). El yacimiento corresponde al Período Agro Alfarero Temprano y/o
Medio del Noroeste argentino. Se indica que Lama glamal Lama vicugna representa el 90%
de los restos animales. Señala el autor que, si bien es difícil separar las especies silvestres
de las domésticas, algunas de las mandíbulas que han sido encontradas, corresponden a
Lama vicugna y no hay ninguna duda sobre la presencia de Lamaglama, aunque no se ha
podido establecer la proporción de las dos especies. Sin embargo Lama glama pavece ser la
dominante.
495 De los restos del género Lama, el 75-76% aproximadamente, corresponden a neonatos/
neonatos y juveniles. Insiste el autor en evidenciar que “... esta alta proporción de
individuos de corta edad se repite en otros sitios del Area Centro-Sur Andina.”. Además,
no se descarta la posible presencia de alpaca (Lama pacos) y/o guanaco (Lamaguanicoe),
pero el autor cree que es poco probable.”En el caso de la alpaca, las investigaciones
indicarían su pobre adaptación por debajo ele los 4000 msnm, mientras que carecemos de
precisiones acerca del momento en que se había producido la retirada del guanaco ele
nuestra región.” (Olivera, op. cit: 67).
496 Lorandi (1983: 40) menciona un centro incaico ele Catamarca. al pie ele la ladera del
Aconquija, que fuera estudiado por Márquez Miranda y Cigliano. Ellos informaron que
debajo del techo quemado y caído de las casas, se encontró gran cantidad ele huesos ele
animales “... casi todos de auquénidos...”.
497 En la cueva de Ongamira, Córdoba, a 1,150 msnm, se ha encontrado una secuencia,
clasificada en Horizontes. Las fechas no están muy claras, se establece que la transición
entre los Horizontes III y IV debe corresponder ca. a los 1,000 años a. C. mientras que los
Horizonte I y II deben haberse desarrolado entre los 100 o 200 años antes de nuestra Era
(Menghin y Gonzáles, 1954: 261).
498 Restos de Camélidos han sido hallados prácticamente en todos los Horizontes. Los
correspondientes a guanaco estaban en los cuatro Horizontes, mientras que los de llama
466

sólo en el Horizonte III y posibles restos de vicuña en el I (Pascual, 1954: 271). Pascual (op.
cit.: 269-270) escribió que “... Lama guanicoe'ocupa el mayor porcentaje. El examen ele los
restos de Lama revela la presencia ele unos pocos ejemplares de talla mayor que el común
de los guanacos... Todos estos restos son muy fragmentarios, de manera que no pueden
ser observados los caracteres diagnósticos que diferencian a las diversas especies del
género Lama... Existen también unos pocos ejemplares, trozos de maxilares y mandíbulas,
con algunos molares implantados, de menores dimensiones que las que presentan los
ejemplares de Lama guaunicoe. Bien podrían pertenecer a Vicugna vicugna.”. Se sabe que el
guanaco habitó todo el territorio de la provincia de Buenos Aires durante el Pleistoceno
tardío y paite del Holoceno. Vivió desde las sierras australes hacia el Sur y hacia el Oeste
en el área bonaerense arenosa, cuando llegaron los españoles al Río de La Plata en el siglo
XVI. La retracción del guanaco es consecuencia de causas ecológicas relacionadas a
cambios climáticos. Los guanacos ocuparon el área interserrana y la pampa ondulada
algún tiempo durante el Pleistoceno tardío y el Holoceno, cuando las condiciones del
medio frieron más áridas que en la actualidad. (Tonni y Politis, 1980).

9.10.2 La evidencia histórica

499 Veamos ahora alguna información histórica relativa al territorio argentino. En primer
lugar tenemos la investigación que hizo Espinoza Soriano (1985-1986) sobre el Título o
Cédula de encomienda que Francisco Pizarra concedió a Martín Monge, vecino de Charcas
(Pizarra, 1540: 56l). En dicho documento, entre los valles y aldeas encomendados, figuran
“... mitimaes de choromatas e chuyes, que está hacia Omaguaca.” (Espinoza Soriano, op.
cit.: 244). Según Espinoza Soriano los Churumata se pueden localizar al Este de la
provincia de Jujuy y al Norte de la de Salta, entre los lugares ahora denominados
Libertador General San Martín y Nueva Oran (Espinoza Soriano, op. cit.: 246-247).
500 Es posible que varios grupos Churumata hayan sido sacados por disposición de los incas,
para ser trasladados a otros lugares. Lo que se ha podido saber, es que una parcialidad de
Churumata, fue reubicada en el territorio de los Omaguaca.
501 En el documento de 1540, se revela como entre los Omaguaca vivían algunas familias de
mitimaes “... entre los cuales se enumera a los churumatas...”. En el pliego que trata de una
cédula de encomienda otorgada por Francisco Pizarra a Martín Monge, se habla del
pueblo “... que se llama Chilma, de mitimaes churumatas e chuis, que está hacia Omaguaca.”
(Pizarra, 1540: 561. Cf.; Canáls Frau, 1953: 507). La encomienda estaba entre El Tambo del
Inga, pueblo de Mireta (en la provincia de Chichas) y en el Tambo de los Jagüeyes. Parece
que Monge fue el encomendero del sector denominado Casabindo. Espinoza Soriano llega
a la conclusión que hubo Chichas-Orejones entre los Churumata y Churumata en
Omaguaca (Espinoza Soriano, op. cit: 252). Allí se dice que éstos “Criaban carneros de la
tierra o mejor dicho llamasi Lama glama), que domesticados servían a sus poseedores para
trajinar a modo de recuas, por cuanto pueden cargar hasta cuatro arrobas y caminar
hasta tres leguas (Lozano, 1733: 52).” (Espinoza Soriano, op. cit: 253).
502 Con el avance de los españoles, los indígenas se retiraron y dispersaron y los Churumata y
Chichas-Orejones se guarnecieron en los Llanos de Manso (Espinoza Soriano, op. cit: 255).
503 Los incas establecieron en el país de los Churumata una colonia de mitimaes Chicha,
quienes por la peligrosa función que cumplían, tuvieron el rango honorífico de incas por
privilegio, de modo que podían horadarse las orejas y llevar las orejeras distintivas de su
alto rango. Por eso los españoles los llamaron Chichas-Orejones. Esta migración de
467

Chichas-Orejones “... fue encaminada hacia el Este, a la zona de los Llanos de Manso, entre
el Bermejo y el Pilcomayo (es decir en la zona del Gran Chaco) (Espinoza Soriano, op. cit.:
238).
504 En el mapa de Antonio Machoni (1700), los “Orechones” aparecen al Sur del río
Pilcomayo, pero mucho más adentro de su desembocadura, en el Paraguay, o sea al Este
de los Llanos de Manso. “Por eso escribe Pedro Lozano que (en 1721), según una relación
del padre Gabriel Patino: “Cuarenta leguas del Pilcomayo, costeando la cordillera la vuelta
del sur, al pie de ella, a la parte de Los Llanos [de Manso], en un valle, están los indios
churumatas que son más de quinientos, gente labradora de los del Perú, y que se sirven de
carneros de la tierra” (Lozano, 1733: 61).” (Espinoza Soriano, op. cit.: 256).
505 Presta y del Rio han publicado posteriormente un estudio “sobre los Churumatas del Sur
de Bolivia” y señalan que Espinoza Soriano hizo una “sobrevaloración” de la Cédula de
Encomienda dada a Monge que, según las autoras, es imprecisa (Presta y del Rio, 1993:
Nota 1, 223-224 |la cita que hacen de Espinoza Soriano dice erróneamente 1986, cuando
debe decir 1985-1986]). Según este estudio, en los siglos XVI y XVII los Churumata
ocuparon un área más amplia que la señalada por Espinoza Soriano (loco citato) y que
corresponde a la “... región de la frontera oriental incaica circunscrita a los valles
mesotérmicos, a través del eje Tomina-Chuquisaca-Tarija...” (Presta y del Rio, op. cit: 224).
El lector que quiera ampliar su información sobre el particular, además del trabajo que
hemos mencionado puede leer a Doucet (1993).
506 Sobre la zona de Tucumán hay informacicín interesante. Así Vivar (1979: 192) en 1558 “...
trata de la salida de Francisco de Villagran de los rreynos del Piru”. Pasa por Potosí y de
allí va a Omaguaca, vuelve a pasar la cordillera y llega a la ciudad de Nuestra Señora de
Talabera de Madrid, en lengua de indios Esteco. Talavera de Madrid estaba en el Obispado
de Tucumán y Ciudad de Esteco es sinónimo de Las Juntas. Y de este lugar se dice que “Es
tierra fértil, y tienen algunas ovejas de que se bisten.”. (Parece que Vásquez de Espinosa
utilizó esta fuente, aunque como veremos más adelante, la cita ele éste es diferente).
507 Luego Francisco de Villagran pasa a Xuries. No está claro donde quedaba esta localidad,
pero según Saéz Godoy (1979: 193) debe estar en la zona de Tucumán. Y allí se dice
nuevamente que “Tienen ovejas y por los canpos, guanacos.” (Vivar, op. cit: 193).
508 De la región de Tucumán trata también Cieza de León (1881: Cap. XCI. 318), hacia la
primera mitad del siglo XVI. Pero él escribe “De las cosas que más pasaron y sucedieron al
capitán Diego de Rojas.”. Y al referirse al lugar, dice que había “... mucha cantidad de
patos, é guanacos no hay pocos en aquellas provincias.” Y luego añade: “Sus comidas es
maíz é carne de los guanacos é ovejas que tienen...”.
509 Cuando se hizo una expedición para el descubrimiento de Tucumán, bajo las órdenes de
Vaca de Castro, Unciga que era Cacique de Chuquicota, entregó a los españoles animales
para el viaje. En 1575 éste en calidad de testigo, contesta un cuestionario planteado por
Juan Colque Guarache. A la pregunta 11. que averigua si Unciga le dio facilidades a Vaca
de Castro, éste contestó: “... siruió fiel y lealmente a Felipe Gutiérrez y a Sotomayor que
iban a las prouincias de Tucumán. a los cuales y a sus soldados les dio mucho ganado de la
tierra...” (Unciga, 1981: 216). Y Dedenbach Salazar (1990: 108) comenta, que “Es
interesante este dato, pues nos indica como se usaban provechosamente los camélidos en
las tierras calientes.”.
510 Sotelo Narvaez (1965: 391) describe también la provincia de Tucumán. No se sabe
exactamente en que fecha, pero debe ser 1583- El escribió que “Esta tierra es ahuciante de
468

pastos, y así tienen muchas cazas... guanacos...”. Y luego, al referirse al valle Calchaquí,
añade “... y tienen la puña, ques el páramo cerca, donde tienen gran suma de caza de
guanacos, vicuñas...” (Sotelo Narvaez, op. cit: 393). Y Barzana (1965: 80), en 1594, escribía
sobre la misma provincia que “Tienen mucha caza de venados... hay vicuñas y huanacos
como en el Perú”.
511 Ya a principios del siglo XVII, hacia 1605, Ocaña (1987: 136) narra sobre la zona de
Tucumán y señala que hay “Mucha caza por aquellas pampas, ele avestruces, de
quirquinchos, que son como puercos pequeños, y algunos guanacos...”. Y poco después
Vásquez de Espinosa (1948: 1764/622), en su monumental obra trata también “... de las
prouincias de Tucuman.” y dice que “... todo el Camino referido, desde Potosi, es toda
tierra doblada de mucha serranía llenos los campos de vicuñas, guanacos...” y menciona
las vecindades del “valle de Omaguaca”.
512 En uno de sus estudios Lorandi (1980: 155), al escribir sobre la provincia ele Tucumán,
indicó que no debe confundir el hecho que los indios de esta región hablaran quechua,
vistieran como los del Peru y criaran carneros de la tierra. La autora cree que estos
hábitos andinos pudieron ser consecuencia de las funciones productivas y administrativas
que estuvieron reguladas por el estado incaico. Son demasiado coincidentes, para ser
propias de pueblos habitantes ele valles cálidos. En todo caso, sería más lógico que estas
poblaciones hablasen aymara en vez de quechua, que llegó a estas regiones meridionales
como consecuencia ele la conquista cuzqueña.
513 Y luego en otro trabajo, Lorandi (1983: 20 [es el mismo texto con pequeños cambios que
ha sido publicado en 1980: l6l]) comentó que la presencia de “ovejas de la tierra” en las
serranías de Santiago está documentada en varias fuentes. Dado que no se conoce con
certeza el itinerario de la expedición de Diego ele Rojas, algunos autores han pensado que
las llamas ya estaban en las llanuras santiagueñas. La autora juzga que esto en principio
se debe descartar, dado el calor y la humedad de la zona. La mayor parte del territorio “...
está ocupado por bañados y no parece ser, un habitat favorable para este animal.”. En
todo caso las llamas pudieron vivir en la zona serrana, donde hay pastos favorables para
la crianza de estos animales. Sin embargo, cree la autora, que es un ambiente aún
demasiado cálido para que la llama haya sido criada en grandes rebaños por los
aborígenes.
514 Lorandi sugiere que las llamas fueron introducidas a Tucumán por los incas, ya que el
servicio de los asentamientos estatales y el traslado ele los tributos al Cuzco, puede
justificar su presencia en estos territorios.
515 Vivar trata de los “comechigones” que ocuparon la zona donde está actualmente la
ciudad de Córdoba (Saéz Godoy, 1979: 194) y señala que en aquellas tierras hay “... ovejas
mansas...” (Vivar, 1979: 194). Y cuando Vásquez de Espinosa (1948: 1785/630) describe la
misma ciudad, entonces en la provincia de Tucumán, escribió que había “... guanacos, y
venados en tanta Cantidad que cubren la tierra...”. Y luego el mismo autor nos habla de
los territorios comprendidos entre la ciudad ele Córdoba y la de Trinidad, e insiste que allí
hay “... innumerables venados. Guanacos...” (Vásquez de Espinosa, op. cit.: 1831/ 644).
516 Aparicio (1946: 677) ha escrito que los Comechigones, nombre que reúne a todos los
gnipos étnicos que vivían en las serranías de Córdoba y San Luis, eran pastores de llamas
y tenían grandes rebaños. El dice, inclusive, que hay datos de ello en Cieza ele León, pero
nosotros no hemos podido ubicar esta mención y desafortunelamente el autor no ofrece
la cita bibliográfica.
469

517 Pero Ramírez de Velasco (1965: 76, 77), en 1586, nos ha dejado una información acerca de
la provincia de Telan y Zuraca, que estaban situadas “a 70 u 80 leguas de la ciudad de
Córdoba”. Allí se dice que “... tienen muchos carneros de la tierra de los que en el Perú
sirven de llevar cargas...”. Y luego añade “... y que asimismo ha oído decir por público y
notorio estando en la ciudad de Mendoza, que venía mucha gente en busca de cristianos
al reino de Chile, y que traían sus cargas y hato en unas bestias como asnos; y que decían
los indios que las dichas bestias traían las orejas grandes como asnos, y que venían a
pie...”. Seguramente se trata de llamas.
518 Sobre la zona del Río de La Plata hay testimonios interesantes. Diego Núñez es uno de los
que estuvo en una de las expediciones enviadas por Mercadillo desde Mainas (Jiménez de
la Espada, 1895: 214) y años después escribió al Rey Juan III de Portugal. Debe haber
llegado a Machifalo (Machiparo, Machifaro o Machoparo) “... y de sus naturales se hace
mención en el famoso viaje de Orellana [vicie supra], el cual en Mayo de 1542 descansó
ciertos días en uno de los pueblos, después de tomarlo a viva fuerza.” (Jiménez de la
Espada, 1895: 215. Vide Jiménez de la Espada, 1892-1894). Pues este personaje escribió:
“Tuve noticia que hasta el Río de la Plata, en esta misma tierra, hay ovejas como las del
Perú; que es la mejor señal que en estas partes puede haber, porque donde hay ovejas, hay
todo lo demás en abundancia.”. Según Franklin Pease (Comunicación personal. 2 de abril
de 1993), el escrito de Núñez debe ser apenas posterior a 1542.
519 Fernández de Oviedo (1959a; Libro X, Cap. XXX, 53) ha recogido también información
sobre esta zona. Pues refiriéndose a los carneros grandes escribió, que “Estos que he
dicho que son grandes, asimismo los hay en el río de la Plata, de su embocamiento
adentro en aquella tierra, como adelante se dirá en el libro XXIII, Cap. VII.”. La cita no
está donde la indica el autor, pero cuando menciona el testimonio de Alonso de Sancta
Cruz sobre el Río de La Plata, dice que éste “Dice asimesmo que hay aquellas ovejas del
Perú, y con la lana muy larga.” (Fernández de Oviedo, 1959a: Libro XXIII, Cap. XXX, 367).
520 Gomara (1946: 212), en 1552, describiendo los pobladores de “El río de la Plata”, anota que
“Comen pescado, que hay mucho y gordo, y es principal vianda de los indios, aunque
cazan venados, puercos, javalís, ovejas como del Perú, y otros animales.”.
521 Mandrini (1989-1990:73) ha realizado un estudio sobre el Suroeste bonaerense, y señala
que a mediados del siglo XVIII los Tehuelhets se mantenían exclusivamente de guanacos
(su fuente de información es Falkner, 1974). Luego el mismo autor explica como en dicha
zona, entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, se ve como los indígenas pastoreaban
exclusivamente ganado europeo. Pero citando la fuente ele García (1836), que hizo una
expedición en 1822 a los campos del Sur de Buenos Aires, desde Morón hasta la Sierra de
la Ventana, indica que había una gran abundancia de guanacos, que eran cazados
(Mandrini, op. cit.: 71).
522 Las graneles cacerías de guanacos en la zona patagónica en el siglo XIX, han sido bien
ilustradas por Musters (1871) (Vide Figuras 32 y 33) y no cabe la menor duela que la
adopción del caballo por parte de los indígenas, alrededor ele 1725 (Cooper, 1946a: 142),
ha sido un factor que incrementó la matanza ele los guanacos.

9.10.3 La matanza de Camélidos y datos recientes

523 Nosotros no contamos con información respecto a la matanza ele Camélidos en territorio
argentino. Tenemos sólo algunos datos sobre los guanacos y las vicuñas. Raedeke (1976:
470

13) se refiere a los resultados de la colonización ele las pampas de la Patagoniay dice que
“... las poblaciones de guanacos fueron reducidas de millones de ejemplares a decenas de
miles y que esta declinación aún no ha sido invertida.”. Y Franklin (1982: 476) informa
que en la Reservación India Tehuelche de Chubut, se exterminaron en veinte años de
8,000 a 9,000 guanacos, especialmente chulengos. En los inicios de 1950 la cantidad de
guanacos continuó a declinar y la especie ha sido completamente eliminada sobre la
mayor paite de Argentina del Norte y del Sur. Señala que hay quien cree que la especie
está en peligro de extinción. (Sus fuentes de información han sido Gilmore [1950] y
Dennler de la Tour [1954]).
524 En lo que se refiere a las vicuñas, según Brack Egg (1987: 62), durante la Conquista y el
Virreinato, se diezmó la población en Argentina, aunque el autor no ofrece la información
de base para sustentar su afirmación.
525 Según los datos que proporcionan Cajal y Puig (1992), en la actualidad la vicuña en
Argentina tiene una distribución en el Noroeste desde los 22° de Lat. Sur hasta los 29°10'
Lat. Sur, entre los 3,200 y 4,600 msnm. Ello comprende las provincias dejujuy, Salta,
Catamarca, La Rioja y San Juan. Los autores señalan que si podemos estimar que la vicuña
en el siglo pasado ocupó un área de 12,000,000 de hectáreas, hoy ella corresponde a
9,200,000 hectáreas, es decir hay una perdida del 24%. Se calcula que en la actualidad hay
en la Argentina 18,400 individuos (Cajal y Puig, op. cit.-. 37), aunque Torres (1992b: Cuadro
1, 31) estima que puede haber 23,000 animales. (Vide Cuadro 2). (La cifra señalada en el
Cuadro 1 se refiere sólo a las áreas de conservación de la especie).
526 Sobre el guanaco en la Argentina, Cajal y Puig (op. cit.) informan que antes su área de
distribución era tres veces mayor que la actual. Ella corresponde a una región central, con
alta concentración de individuos, que abarca el Sur de las provincias de Mendoza,
Neuquén, Río Negro, Chubut y la porción argentina de Tierra del Fuego. Hay una segunda
región en la que la presencia de estos animales es moderada y comprende la provincia de
Santa Cruz, el Norte de la provincia de Mendoza, San Juan, La Rioja y Tucumán, con un
corredor formado por el Sureste de la provincia de Catamarca, Noroeste de la provincia
de Córdoba y Suroeste de la provincia de Santiago del Estero. Hay pequeñas poblaciones
en las provincias de La Pampa, Buenos Aires, San Luis y Córdoba. No se cuenta con
información actualizada para las provincias de Catamarca, Salta y Jujuy donde se presume
que hay poblaciones muy escasas. En total se calcula que en la Argentina hay 550,000
individuos (Cajal y Puig, 1992: 39). (La cifra que se indica en el Cuadro 1, se refiere a las
áreas de conservación de la especie, pero es una información “fragmentaria” [Cajal y Puig,
op. cit.: Cuadro 3, 391. Vide también Cuadro 2).
527 Para las llamas y las alpacas en la Argentina, tenemos poca información. Ella está
resumida en el Cuadro 2.

NOTAS
1. Aunque Fonseca y Richardson (1978: 307) le asignan una fecha de 300 años el. C.
471

2. En efecto, después que se escribió este Capítulo, pudimos entrar en contacto con Michael J.
Snarkis, ei cual entre otras cosas nos escribió: “... tengo otra foto de una pieza de cerámica del SW
de Costa Rica que representa todavía más realísticamente un Camélido. Se puede fechar entre
1000-1500 d. C. y es del tipo llamado Tarrago Galleter (Linares 1968)” (Inlitteris, 12 de agosto ele
1994). La vasija en cuestión, es más tardía de todas las demás piezas mencionadas, y corresponde
en términos de tiempo al Período Intermedio Tardío/Horizonte Tardío de los Andes Centrales. Se
trata de una época en la que hubo sin duda contactos entre Centro y Sudamérica, de modo que en
este caso es más fácil explicar esta representación. Ello no quita, sin embargo, las interrogantes
planteadas, que muestran la necesidad de un estudio sobre la materia.
3. Posteriormente la autora ha tenido la gentileza de enviarnos más información sobre el análisis
de fitolitos, que nos parece sumamente importante y por eso lo queremos incluir aquí. Se trata de
un método nuevo, que ha permitido descubrir erue los animales fueron pastoreados en una gran
variedad de zonas ecológicas, incluyendo el alto pajonaly todas las zonas alredeelor del sitio.
Parece que también la comida de las llamas incluyó maíz, fréjoles, las hierbas de la quebrada y ele
los llanos del río, y de la selva entre el pajonaly el valle. Es posible que la mayoría de los animales
fueron criados en las partes altas de la región y algunos estuvieron pastanelo en las vecindades
del sitio. El problema es que la muestra de Pirincay es pequeña, probablemente de 11 animales.
(Karen Olsen Bnihns, in litteris, 22 de enero de 1992).
4. La clina es una gradación continua de diferencias morfológicas en la población de una especie,
correlacionada con su distribución ecológica o geográfica.
5. El arrelde es una medida antigua española de peso, equivalente a 1.842 kg.
6. Al referirse a esta cita, Horacio Larrain Barros (1980a: 242, 243 y 245) en la nota 269 indica que
hay buenas descripciones de estos animales, entre otros autores en Coreal (1722, Vol. I: 352-353).
Nosotros no hemos podido conseguir esta obra y no sabemos que tipo de información contiene.
7. La mita ordinaria, es la mita básica, estándar, de base minera y que estaba registrada en la tasa.
8. Gilmore (loco citato) escribe Schmidl, lo que no debe llamar la atención, pues también se escribe
Schmidt y Schmidts. Estas versiones del apellido de Schmidel no tienen gran importancia, ya que
en cada época y cada editor lo cambian a su gusto. Corresponde exactamente a su análogo
español Herrera, que aparece como Herrero, Ferrero, Ferreiro, Ferreira, etc. Es el mismo tipo de
apellido tomado del mismo oficio (Peter Dressendörfer, in litteris, 17 de mayo de 1994).
472

10. La alimentación y el
aprovechamiento de los Camélidos.
Ventajas y desventajas de los
animales aborígenes y de los
importados

1 No cabe la menor duda que los animales europeos, fundamentalmente ovejas, cabras, el
ganado vacuno y los puercos, reemplazaron muy rápidamente a los Camélidos, tal como
las fuentes históricas lo demuestran. Ello ha sucedido prácticamente en todo el territorio
andino, es decir costa y serranías, incluyendo a la puna. (Lege Wheeler et al., 1992: 468;
Baied y Wheeler, 1993: 146). Pero ello fue evidentemente un cambio impuesto por la
nueva cultura occidental dominante, con el consecuente cambio económico que ella
introdujo.
2 No hemos encontrado, aunque pueda ser que exista, un estudio completo que establezca
claramente si, desde el punto de vista económico, los animales europeos son
efectivamente más rentables que los autóctonos. De modo que no nos atrevemos a emitir
opinión sobre la materia. Pero es una realidad que, si no se protege y se desarrolla la
ganadería de los Camélidos y no se le acompaña de una adecuada campaña educativa,
para que el mundo no indígena sepa utilizar y valorizar sus productos, la rentabilidad
será baja, y poco se ha actuado al respecto. Lo que sí es un hecho incontrovertible, es que
los Camélidos tienen una serie de ventajas adaptativas al medio andino, que los animales
europeos ni tienen, ni logran desarrollar.
3 La oveja, desde muy temprano, ha sido el animal que más ha competido con los Camélidos
andinos. Sin embargo la oveja, en comparación con la llama y la alpaca, es un animal
mucho más destructivo en el pasteo. El labio superior hendido prensil de los Camélidos,
les permite ser muy selectivos en su dieta, de modo de poder coger las plantas deseadas o
parte de ellas y cercenarlas limpiamente. En marcado contraste con las ovejas, las llamas
y las alpacas no desentierran la vegetación con sus patas y jamás destruyen tallos y raíces.
Hemos visto también, que los Camélidos difieren de los rumiantes del Sub-orden Pecora,
473

en la morfología del estómago, en la ausencia de cuernos y astas, pero además tienen


pezuñas cubiertas de suaves cojinetes digitales en vez de cascos. Este tipo de patas reduce
al mínimo el impacto sobre la frágil cobertura vegetal del terreno de las punas y contrasta
con los cascos de las ovejas que se hunden en el suelo (Baied y Wheeler, 1993: 149). Más de
un autor ha dado la voz de alerta sobre los daños que han creado los animales europeos
en el medio, concretamente sobre la superficie del suelo y su cobertura vegetal (e. g.
Seibert, 1983: 272). Resulta, pues, que el Camélido es un animal ideal para un ecosistema
como el andino.
4 Este es un tema de gran actualidad y que necesitaría un estudio particular. Ello escapa de
nuestras posibilidades. Consideramos, sin embargo, que es de interés profundizar dos
aspectos en este campo. En primer lugar el de la alimentación de estos animales y, en
segundo lugar, el de la utilización de los Camélidos y de sus productos. Ello le permitirá al
lector entender las ventajas y las desventajas a las que nos hemos referido.

10.1 La alimentación
5 El tema de la alimentación de los Camélidos, nos parece uno de los más importantes, no
sólo para ver las ventajas que éstos ofrecen con respecto a otros animales, sino también
para poder entender su distribución original en determinados medios aparentemente
hostiles, como es el caso de la costa. Pues una de las objeciones a la difusión de estos
animales en el área costera, ha sido justamente la supuesta falta de alimentos apropiados.
Esto nos ha sido planteado por Joyce Marcus (in litteris, 24 de abril de 1986), y está
implícito en lo que escribiera Murra (1975: 119), que para comprender mejor la antigua
agricultura costeña y sus relaciones con la serrana “... valdría la pena averiguar cómo se
alimentaban esos animales acostumbrados a los pastos naturales de la sierra.”. Pero está
mucho más explícito en la frase de Flannery et al. (1989: 115), que al referirse a las
caravanas de llamas en la costa, dicen que “... fueron probablemente alimentadas de
granos, hojas y tallos de maíz basta que esperaban su retorno a la sierra, ya que su forraje
normal no crece en los desiertos costeros.” (el subrayado es nuestro). En esta aseveración se
ven claramente dos cosas. En primer lugar que se piensa que las caravanas venían
transitoriamente a la costa y, segundo, que en la costa no existe forraje para estos
animales.
6 Y es que en verdad no hay mucha información sobre el particular, ni en las fuentes
arqueológicas ni en las históricas. Consideramos, sin embargo, que la existente puede dar
luces sobre el problema y si bien no ofrece una solución definitiva, deja pautas y
explicaciones bastante claras sobre el particular.
7 No existiendo ninguna duda sobre las posibilidades de alimentación de los Camélidos en
las alturas, creemos que nuestra discusión debe centrarse sobre la zona costera.
8 Varios autores han tratado el asunto, aunque no en forma directa y en unos casos con
mayor información que en otros. Así Rostworowski (1981: 6l) escribió, con respecto a las
llamas en la costa, que es posible que éstas se alimentaran también con los frutos de
algarrobos y huarangos, al igual que otros animales. Si bien es cierto que la autora no
sustenta sus datos, veremos que tiene la razón. Aunque es muy probable que ella esté
influenciada por las fuentes históricas que ha manejado ampliamente y en las que, como
veremos, hay algunos indicios sobre el particular.
474

9 Según Shimada (1982: 163), Netherly habría manifestado algo parecido en un trabajo que
nosotros no hemos podido leer (Netherly, 1977), señalando que los valles costeños
proporcionaron suficiente forraje para mantener los hatos de llamas con la grama salada (
Distichlis spicata), la vegetación que crece en los bordes de los ríos y canales, y además con
las vainas del algarrobo (Prosopis sp.).

10.1.1 Datos arqueológicos

10 Los que han discutido con cierto detalle el problema son Shimada y Shimada (1985: 20),
pero centrándose en la Costa Norte. Ellos escribieron que en las serranías, los Camélidos
pastan en los eriales que se encuentran alrededor de los campos de cultivo. En la Costa
Norte, las zonas ecológicas complementarias son horizontalmente bastante separadas, y
al mismo tiempo y con cierta frecuencia, forman un patrón en forma de mosaicos.
11 Los autores repiten la información de Netherly (en este caso citan a Netherly, 1978: 36,
que es la tesis de la autora y cuya información aparentemente es la misma que se
presentó en el trabajo de 1977), sobre la abundancia de alimento en la zona costera. Y
mencionan concretamente las vainas del algarrobo, la vegetación cerca de los canales de
regadío, las grandes extensiones de grama salada, así como variedades menos halofilas,
que no compiten con los terrenos de cultivo. Añaden los autores que hay que tomar en
cuenta las exhuberantes y extensas quebradas, como es el caso de la Quebrada de
Montería y la Pampa de Chapparí, en la parte alta de Lambayeque, teniendo la última más
de 150 km de pastizales abiertos y que no entró en cultivo hasta el Período Intermedio
Tardío. Hoy estas quebradas tienen ríos efímeros y vegetación exhuberante sólo entre los
meses de marzo y mayo, cuando llueve ocasionalmente.
12 Los autores creen que al igual que se hacía en tiempos históricos, y se sigue haciendo en la
actualidad con los hatos de vacas, es decir una trashumación entre las parte altas y bajas,
se pudo hacer también con los hatos de Camélidos.
13 Otra área posible de pastoreo, es la extensa floresta de espinos en la parte central del valle
de La Leche, que parece que nunca fue cultivada y que en la actualidad tiene aún
alrededor de 100 km2. Allí la vegetación principal es el algarrobo y en la actualidad se
encuentran rebaños de cabras, ovejas, chanchos y ganado vacuno.
14 En general en la región de Lambayeque 45prosiguen Shimada y Shimada (loco citato)45 el
piedemonte andino está más tierra adentro que en la Costa Central y Sur, y en la parte
alta hay menos separación entre los valles, con pastizales más abiertos. Es por eso que
suponen que el mantenimiento de los rebaños, ha sido el producto de un trabajo intenso y
que su alimentación fue dada en áreas relativamente pequeñas.
15 Entre los excrementos arqueológicos que se ha podido localizar, y en el contenido de los
mismos, se nota una variedad limitada de plantas cultivadas y silvestres que han sido
utilizadas como alimento.
16 Los autores señalan como ejemplo a Pampa Grande (que fue ocupada en tiempos finales
de Moche), cuyos animales pudieron ser guardados en Quebrada Montería y algunos
alimentos, como el algarrobo en vaina y el maíz, pudieron ser llevados hasta los corrales.
En la región de Batán Grande, fue posible mantener a las llamas en los bosques y áreas de
pastos como los de la Pampa de Chapparí y añadiendo, además, plantas cultivadas y
recogidas. Terminan diciendo que, considerando la extensión de las áreas cultivadas y la
475

variedad de plantas utilizadas, hay varios forrajes que pudieron ser empleados a lo largo
de la mayor parte del año.
17 Segundo Vásquez y Víctor Vásquez (1986: s/p) recuerdan que hay que tomar en cuenta
que las llamas toleran una amplia variedad de pastos. Y la grama salada, por la
consistencia coriácea de sus hojas, permite el desgaste necesario de la dentadura de estos
animales y es, además, un excelente pasto que en la actualidad es consumido por el
ganado caprino y ovino. Por las observaciones de los autores, parece que en las épocas
más tempranas, el consumo de grama salada fue más frecuente, mientras que hacia fines
de los tiempos chimúes se utilizó mayormente “... ese excelente forraje que es el
“algarrobo” Prosopis chilensis.”. Los autores hacen hincapié, además, que la grama salada (
Disticblis spicata), que crece cerca de la playa, puede haber provisto de pastos a las llamas,
sin la necesidad de mucho cuidado o mantenimiento.
18 Es importante señalar, que Distichlis spicata, que pertenece a la familia de las Poaceae, es
una planta nativa de América y tiene amplia distribución en las zonas vecinas al mar.
Próspera en suelos salobres y es el prototipo de las comunidades vegetales denominadas
“gramadales”. Cubren áreas más o menos extensas y algunas veces avanzan hacia los
arenales, dando origen a las dunas costaneras. Naturalmente constituye una maleza de los
cultivos de los suelos bajos de la costa peruana, cercanos al mar (Sagástegui, 1973: 26; vide
también Soukup, s/f [1987]: 166). Además, es una planta resistente a la sequía, y se le
encuentra también a los bordes de los terrenos baldíos. Es muy frecuente y se le considera
como una “maleza importante” (Anónimo, 1973: 30-31).
19 Julien (1981: 5) también se inclina por el uso de la grama salada para la alimentación de
las llamas, y él se refiere concretamente al valle del Virú.
20 Maldonado (1952a: 73-74) ha examinado grandes cantidades de estiércol de Camélido “...
ya enteras, trituradas suavemente y diluidas en agua...” provenientes de “... Nasca,
Pachacámac, Ancón y Cajamarquilla...” (es imposible saber la época a la que pudieron
pertenecer dichas muestras), pero él es categórico en afirmar que los animales no
comieron frutos de algarrobo. Él escribió que “En el caso de haber comido las vainas del
algarrobo hubieran contribuido a formar extensos y viejos bosques de algarrobo del
Departamento de Ica, difundiendo esta planta en la provincia de Lima. La semilla del
algarrobo es difícilmente triturable por la dentadura de los rumiantes, siendo indigerible.
Es muy fácil de reconocer la semilla de algarrobo en los excretos del ganado que lo haya
comido.”. Si bien la observación de Maldonado es atendible, ella es sin duda consecuencia
de un trabajo que no ha sido sistemático y aparentemente tampoco se han hecho mayores
análisis de los coprolitos. Además, se contradice con los datos arqueológicos que tenemos,
si bien es cierto que ellos provienen de la Costa Norte.
21 Consideramos oportuno recordar alguna información muy general sobre las propiedades
del algarrobo, que generalmente se desconocen. Pero antes es importante señalar
también, que en el habla popular, la palabra algarrobo puede referirse no sólo a Prosopis,
sino también a Pithecellobiiun, Piptadenia y Mimosa, Se dice asimismo algarroba para indicar
Prosopis, así como Caesalpinia y Ceratonia (Soukup, s/f [1987]: 49). Por otro lado,
especialmente en el Sur, a Prosopis se le conoce también con el nombre vulgar de
huarango, pero se da este mismo nombre a la Acacia (Soukup, op. cit.: 211), de modo que
hay que tener cuidado con el término.
22 La taxonomia de Prosopis es muy confusa (National Academy of Sciences, 1979: 153) y
Ferreyra (1987: 18-21) indica una sola especie, Prosopis pallida, señalando que ella se
476

extiende desde la Costa Norte hasta la Meridional (Ica). Es una planta de la que se conocen
en la actualidad 44 especies (National Academy of Sciences, 1979: 153), de las que en el
Perú según Soukup (op. cit.-. 336) se distinguen dos, pero parecen ser más.
23 Es una planta, cuyas vainas le gustan al ganado vacuno, a las ovejas, a los caballos, mulos,
burros, cabras y a una gran variedad de animales silvestres. Y todos las comen con avidez.
Los bosques de Prosopis en Hawai, Perú, Argentina y Chile han sostenido cada año por un
mes o más a los animales, sin ningún otro alimento. Además, las vainas pueden ser
recogidas y guardadas para uso posterior. Tiene un valor alimenticio aproximadamente
comparable al de la cebada y el maíz. Sus vainas, con la pulpa dulce y las semillas ricas en
proteínas (34-39% de proteína y 7-8% de aceite), son nutritivas y son de gran beneficio
para el ganado en las estaciones secas, cuando falta otro alimento. En algunas especies las
semillas sólo son digestibles si son molidas (National Academy of Sciences, op. cit.: 155). La
difusión de estas plantas es grande, pues Prosopis chilensis se encuentra en las regiones
áridas de Perú, Bolivia, Chile Central y el Noroeste argentino y puede vivir desde el nivel
del mar hasta los 2,900 msnm. Mientras que Prosopis pallida es nativa de las partes más
secas del Perú, Colombia y Ecuador, pero se encuentra especialmente a lo largo de la costa
(National Academy of Sciences, op. cit.-. 157-158). Es, pues, una planta, que no puede ser
olvidada cuando se trata del problema de la alimentación de los Camélidos en la costa y
no sólo en ella.
24 Altamirano (1987: 44) ha publicado un dato que nunca ha podido ser confirmado. Además
la información de este autor debe ser tomada con las reservas del caso. Él escribió que M.
Deniro “... a través de los isótopos de metáfisis (Sic!) de huesos largos seccionados...” de
Camélidos, ha informado que estos animales se estaban alimentando ”... de yuyos y algas
marinas.”. Si esto fuera cierto, sería de gran interés, sobre todo porque coincidiría con la
información que tenemos para el sitio de Puemape (vide infra).
25 Otro fenómeno que no debe olvidarse, son las formaciones de las lomas costeras, que en
determinada época del año pueden ofrecer sustento, sobre todo a un animal no destructor
como es el Camélido. Rostworowski ha hecho notar que durante la Colonia, las acémilas y
los caballos fueron los principales medios de transporte y se estableció una trashumancia
entre los bosques costeños y las lomas, según las estaciones del año.“Esta traslación entre
el litoral y las lomas fue, a no dudar, un trayecto usado también en tiempos prehispánicos
para los rebaños de llamas en poder de los señores.”. La autora evidencia que la
alimentación de estos animales estaba asegurada con los frutos y las vainas de los árboles
y los pastos de las lomas (Rostworowski, 1981: 52-53).
26 Desafortunadamente, y a pesar que la costa peruana ofrece para la conservación de los
restos orgánicos condiciones que se dan en muy pocas partes del mundo, son sumamente
escasos los datos arqueológicos concretos y se conocen sólo cinco casos en los que se ha
analizado los coprolitos de Camélido procedentes de territorio peruano y uno de un
yacimiento chileno.
27 Para los tiempos precerámicos Jones y Bonavia (1992) han informado sobre los análisis
que han efectuado de coprolitos de llama hallados en Los Gavilanes, en la Costa
Norcentral peruana, en las cercanías del valle de Huarmey (vide Bonavia, 1982a; 1982b:
200-201). Los restos corresponden al Precerámico final y las muestras van asociadas a dos
contextos que cubren un lapso que oscila entre los 3,200 y los 2,000 años a. C. De las
cuatro muestras analizadas, se ha podido identificar por lo menos 23 taxones (Jones y
Bonavia, op. cit.: Cuadro 1, 839). Hay que señalar que el análisis se ha basado en las
muestras de granos de polen.
477

28 Se ha supuesto que aquellas plantas cuyo polen aparece en mayor porcentaje, son las que
han sido utilizadas para alimentar a los animales. Resulta que el maíz (Zea mays) es una de
las más importantes, pues su presencia varía entre 50% y el 6%. Otra planta que
aparentemente ha sido importante, es Vicia, que aunque presente en una sola muestra,
alcanza el 51%. La tercera planta o plantas que aparecen en porcentajes significativos
(22% y 14%), corresponden a la familia Poaceae, pero que definitivamente no son maíz. Es
difícil señalar el género, pero se ha sugerido que podría corresponder tanto a Gynerium
sagittatum, es decir caña brava, como a Disticblis spicata, o sea grama salada.
29 En el espectro de polen, las Asteraceae de espina corta, muestran también porcentajes
significativos, que oscilan entre 20% y 5%, pero los autores se inclinan a creer que en este
caso se trata fundamentalmente de lluvia de polen.
30 Un hecho intrigante, es el polen que no ha podido ser identificado y que ha sido
denominado “Desconocido A”, pues en una de las muestras alcanza el 53%. Es posible que
se trate de alguna planta importante para la alimentación de los Camélidos.
31 Otro polen que, si bien puede corresponder a lluvia ambiental no debe ser descuidado,
pues puede representar alguna planta importante, es el de Chenopodiaceae/Amaranthus,
que alcanza hasta el 10%. Los autores han sugerido que las llamas podrían haber comido
Salicornia fruticosa en el camino. El resto de familias que están representadas en las
muestras, lo son en porcentajes muy bajos, y los autores se inclinan a creer que se trata
fundamentalmente de contaminación aérea ambiental, o de plantas que eventualmente
ha ido encontrando en el camino la caravana de llamas durante el viaje o, en algunos
casos, de plantas alimenticias del hombre o industriales cultivadas que éste haya podido
dar a los animales (Jones y Bonavia, op. cit.: 846-849).
32 Una planta sobre la que consideramos que se deberá averiguar más en el futuro, es una
Quenopodiácea, Salicornia fruticosa. Se trata de un arbusto común en las playas marítimas,
pues es halófila, y forma asociaciones puras en algunos sitios y se encuentra en cantidades
importantes a lo largo de la costa peruana. Esta, que es una planta suculenta y es
cosmopolita, pues se encuentra en ambos hemisferios (MacBride, 1937: 469-470), es usada
en el área del Mediterráneo como alimento para los camellos (Usher, 1974: 519). Existe,
pues, la posibilidad que ella haya sido utilizada también para la alimentación de las llamas
en la costa. (Lege Jones y Bonavia, op. cit.-. 841-842).
33 Víctor S. Vásquez (in litteris, 17 de julio de 1992) ha realizado análisis de coprolitos de
Camelidae (no se especifica si es llama o alpaca, aunque debe tratarse sin duda de la
primera) del yacimiento de Puemape, en la provincia de Pacasmayo, distrito de San Pedro
de Lloc, en el departamento de La Libertad. Dichos análisis se efectuaron a base de la
observación de los macro y micro restos, sin tomar en cuenta los granos de polen. Los
excrementos estaban asociados a una ocupación Salinar, es decir en la transición entre el
Horizonte Temprano y el Período Intermedio Temprano (ca. 400 años a. C. y 100 años d.
C).
34 Los análisis han mostrado la presencia de “Parenquima aerífero y granos de almidón de
rizomas de Typba sp., enea. Diatomeas marinas asociadas a tejidos de algas, posiblemente
Gigartina “mococho”.”. Además “Grateloupia (otro tipo de “mococho”) y en menor
proporción estomas y tricomas de una gramínea no identificada.”. Vásquez señala que él
considera que en este caso el desgaste oclusal en los dientes de los Camélidos, lo
proporcionaron las algas que tienen sílice en su estructura histológica.
478

35 La presencia de Typha en la costa peruana es normal, lo que consideramos sumamente


importante son los restos de algas. Ambos géneros identificados, es decir Grateloupia
(Cryptonemiaceae) y Gigartina (Gigartinaceae) son consideradas en el Perú como algas de
importancia económica (Acleto, 1971: 36, 58). Y si bien es cierto que no tenemos
información que ellas hayan sido utilizadas como alimento para animales, sin embargo
hay otras que están siendo empleadas como forraje para animales domésticos (vide Acleto,
op. cit.-. 25-26). Es interesante señalar, además, que ambas algas se encuentran a lo largo
de la costa peruana, desde Piura en el Norte hasta Ica por el Sur (Acleto, op. cit.-. 38, 6l), y
se les conoce con diferentes nombres. Así Grateloupia, según Vásquez (loco citato), en el
Norte recibe el nombre de morocho, mientras en la Costa Central se le llama Cochayuyo. Y
Gigartina recibe a lo largo de la costa los mismos nombres o simplemente se le dice yuyo
(Acosta Polo, 1977: 4).
36 Jones (1990) ha analizado excrementos de llama procedentes de un pequeño yacimiento
del Horizonte Medio, denominado PV35-4 y que excavara Bonavia en la zona de playa de
la parte baja del valle de Huarmey (vide Bonavia, 1982a: 417). En este caso, la presencia
mayoritaria de polen corresponde a Asteraceae de espina larga y corta. No hay que
olvidar que no existe ningún sector de la flora peruana que queda exento de algún
representante de esta gran Familia, pues en el Perú hay 204 géneros (Soukup, s/f[1987]:
71).
37 En segundo lugar está un tipo de polen que no se ha podido identificar y que no sabemos
si es consecuencia de lluvia de polen o debido a plantas que han sido ingeridas por los
animales. Finalmente hay importantes cantidades de polen de Poaceae (que no
corresponden a maíz). Hay que tomar en cuenta que con la excepción del maíz,
virtualmente todos los granos de polen de esta Familia no se pueden distinguir, y los
elementos macrofósiles son demasiado pequeños y fragmentados para poder ser
identificados. Hay que considerar así mismo, que las plantas de esta Familia son
polinizadas por viento y su polen es usualmente considerado como mayormente
representativo de lluvia de polen de la vegetación natural. Es, además, una Familia muy
amplia, y es verdaderamente difícil tratar de sugerir los géneros a los que puede
pertenecer este polen. Es muy posible, sin embargo, que las llamas hayan podido comer
Cenchrussp., que es una planta común en la costa, Distichlis spicata, conocida vulgarmente
como grama salada y que se encuentra en los graminales playeros marítimos y la hay en
Huarmey y Gynerium sagittatum, conocido como caña brava, típica de los montes ribereños
de los valles costeros y muy común en Huarmey.
38 Finalmente, la cuarta planta de la que se ha identificado polen en cantidad importante, es
el maíz (Zea Mays). Esto nos parece lógico, pues se ha encontrado en el sitio la evidencia
que los individuos que acamparon allí comieron maíz, de modo que es casi seguro que le
dieron a sus animales las hojas y los tallos de las plantas, con los que vino el polen. Esto ha
sido comprobado además, como se ha visto, en otros yacimientos de diferentes épocas.
Pero es importante señalar que entre los macrorestos, se ha identificado Prosopis chilensis,
es decir algarrobo, que si bien puede haber sido utilizada por el hombre, pudo también
ser alimento de los animales.
39 Shimada (1982: 173) ha informado que en el yacimiento de Sapamé, zona costera pero
dentro del área de Batán Grande, en el departamento de Lambayeque, se ha encontrado
excrementos de Camélidos correspondiente a una ocupación que se extiende desde el
Horizonte Medio hasta el Horizonte Tardío (es decir en un lapso que oscila entre los 500 y
1,500 años d. C). Es un estrato en el que los excrementos de llama están mezclados con
479

hojas, corontas y tallos de maíz y otro estrato también de excrementos, mezclado con
hojas y frutos de algarrobo. En el granulado de llama se encontró semillas de algarrobo.
Pero en este caso no se han hecho análisis
40 Víctor S. Vásquez (in litteris, 17 de julio de 1992) nos ha informado, que en excavaciones
que llevó a cabo Hugo Navarro en la Huaca 1 de Túcume (en el departamento de
Lambayeque, provincia homónima, distrito de Túcume), y cuya asociación cultural no nos
ha señalado, pero que suponemos debe corresponder al Período Intermedio Tardío
(900-1,440 años d. C), en los coprolitos de llama que él analizara se ha encontrado estomas
y epidermis foliar de achira (Canna edulis). Además estomas, vasos helicados y parénquima
de maíz (Zea Mays) en una proporción de 50:50 y en una proporción similar endocarpios y
semillas de algarrobo (Prosopis pallida). Concluye diciendo Vásquez que ”... se puede inferir
que la chala de maíz, la achira y el algarrobo fueron buenos pastos para los Camelidae.”.
Lo que le preocupa a Vásquez, es saber qué vegetales son los que pudieron contribuir al
desgaste oclusal de la dentadura de estos animales, que es básico para su desarollo
dentario, ya que no se encontró, por ejemplo, evidencia de gramíneas, las cuales por ser
coriáceas lo producen.
41 Segundo Vásquez. y Víctor Vásquez (1986: s/p) nos han informado sobre las excavaciones
que llevaran a cabo en Loma Roja. Es un montículo artificial, que forma parte del área
urbana de Chanchan (departamento de La Libertad, provincia de Trujillo. distrito de
Huanchaco). Está situado al borde de la Vía de Evitamiento que une Huanchaquito con
Buenos Aires. A este montículo se le conoce también como Unidad Sur №2-Chayhuac.
42 Allí se ha encontrado coprolitos de llama y con ellos se ha efectuado dos tipos de análisis,
en seco y en húmedo, con la finalidad de reconstruir la alimentación de dichos animales.
En el análisis en seco se ha podido identificar fragmentos de semillas de algarrobo (
Prosopis chilensis), cubiertas con su endocarpio, fragmentos pequeños de hojas de una
gramínea, pequeñas hojas de grama salada (Dislichlis spicata) y fragmentos de
inflorescencia de la misma especie. Además, estructuras de otra gramínea.
43 En los análisis en húmedo, se ha reconocido estomas y tejidos de endocarpio de algarrobo
(Prospis chilensis), estomas de gramíneas (ca. 20%), estomas, vasos helicoidales, tricomas y
abundante cantidad de granos de polen de grama salada (Dislichlis spicata).
44 Con fines comparativos, insertaremos aquí un análisis de coprolitos de Camélidos que se
llevó a cabo en Chile (vide Capítulo 9) Es así que Belmonte et al. han informado sobre “El
material orgánico proveniente de tecas de herbívoros obtenidas en excavaciones
realizadas en la desembocadura del río Camarones [en la provincia de Tarapacá]. El
material proviene de un conchai del sitio Camarones; se excavaron 2 cuadrículas de 1 por
1.20 m. de profundidad; se distinguieron 11 niveles, de 10 cm. cada uno, correspondiendo
el nivel 1 al más tardío y el nivel 11 al más temprano. Sólo se recuperaron coprolitos de
los niveles 4, 6, 7, 8 y 9, vale decir perteneciente al período precerámico.” (Belmonte et al.,
1988: 49). Esto es todo lo que se dice en el artículo, de modo que es imposible hacer
cualquier inferencia de tipo cultural. Además, la excavación ha sido hecha por niveles
arbitrarios, pero no se explica la interpretación de los mismos y el texto no permite
ninguna inferencia de tipo estratigráfico.
45 Las autoras han escrito que “Basados en la forma y tamaño de las fecas rescatadas,
diversos profesionales coincidieron en identificarlas como pertenecientes a Camélidos sin
tener elementos suficientes para discernir a cual de las especies actuales corresponden (C.
Santoro, E. Núñez, J. Contreras y A. Vilaxa, com. pers.).” (Belmonte et al., op. cit.: 49).
480

46 Los análisis consistieron en la identificación de las células ordinarias, estomas y tricomas


y la descripción de los elementos del tejido epidérmico foliar (Belmonte et al., op. cit.: 50).
47 Los resultados son el reconocimiento de 12 especies diferentes de Monocotyledoneae, de
las cuales dos podrían corresponder a Distichlis spicata y Scirpus americanus. (Debemos
señalar que no está claro en el informe, si la identificación es segura o tentativa, en vista
que en la misma página se dice “se identificaron como” y “estarían representadas...
similar a..”). “Las 10 especies restantes, si bien es claro que son monocotiledóneas, por no
estar presentes en la flora actual, no pudieron ser identificadas a nivel específico.”
(Belmonte et al., op. cit.: 51). En verdad el trabajo deja muchas dudas y se pudo haber
sacado mucho más provecho del material estudiado.

10.1.2 La información histórica

48 En las fuentes históricas hay algunos datos sobre la alimentación de los Camélidos, pero
son pocos y generalmente vagos. Así Zárate (1968: Libro II, Cap. II, 176) refiriéndose a los
pacos, dice “... y comen maíz.”. Gutiérrez de Santa Clara (1963: Libro Tercero, Cap. LVII,
235) hablando de las llamas afirma “... y comen gentilmente maíz...”.
49 Por su parte Garcilaso de la Vega (1959: Libro VIII, Cap. XVI, 149) dedica todo un capítulo
al “ganado manso”, es decir a las llamas y con respecto a su alimentación escribió que “...
bien come la zara si se la clan...” (zara o gara es maíz en lengua quechua). Y luego añade:
“En llegando a la dormida, los descargan y los hechan al campo, donde pacen la yerba que
hallan, y desta manera los mantienen todo el camino sin darles grano ni paja... mas el
ganado es tan noble, que aun trabajando, se pasa sin grano...”.
50 Dedenbach Salazar (1990: 157) ha comentado las tres citas de cronistas que acabamos de
mencionar (sólo comete error en el caso de Zárate, pues indica “1. II. cap. XIII”, cuando en
realidad es -como se ha visto- Libro II, Cap. II), con respecto a la alimentación a base de
maíz. Ella considera que esto no se debe generalizar, pues se puede suponer que comían
maíz en sitios muy templados, donde no había suficiente pasto. Se pregunta si en la costa,
y tal vez las recuas destinadas a fines religiosos, se alimentaban con esta planta. Es
interesante que Murra (1978: 87) ha escrito algo parecido: “Zárate fue informado de que
se empleaba maíz como forraje, pero esto puede haber sucedido después de la invasión, o
quizá en la costa desértica.”. Murra parece no haber leído, sobre este particular, ni a
Gutiérrez de Santa Clara ni a Garcilaso de la Vega.
51 Nosotros no condividimos estas opiniones. Creemos que siempre que haya habido cultivos
cerca, las hojas del maíz deben haber sido la alimentación de estos animales. Hay que
tomar en cuenta, además, que en el antiguo Perú se transportaba el maíz desde el campo
de cultivo hasta los depósitos o lugares de uso con planta y todo. Ello se ve claramente en
uno de los dibujos que nos ha dejado el mismo Huaman Poma de Ayala (1936: f. 1144), que
muestra la cosecha en el mes de mayo. Y nosotros hemos podido comprobar que esta
práctica es muy antigua, pues ya se usaba en tiempos precerámicos (Vide Bonavia, 1982a,
especialmente Dibujo 64 [272-273]. y 376). De modo que después del despancado, el resto
de la planta era un excelente alimento para los animales. En este sentido un viajero
moderno, Squier (1974: 133) nos ha dejado un testimonio muy valioso. El narra su paso
por La Portada, a 3,800 msnm, bajando desde el Altiplano a la costa, donde pernoctó (y
que no es exactamente un sitio cálido como sostiene Dedenbach Salazar, loco citato, vide
481

supra). Y dice: “Antes de acostarme fui hasta el corral. Cada una de las llamas había
recibido un puñado de maíz... (y estaban) rumiando...”.
52 Sobre el uso del algarrobo como alimento de los Camélidos no ha quedado información,
por lo menos hasta donde nosotros hemos podido averiguar, salvo un caso en la Argentina
que veremos luego (vide infra). Sin embargo, hay valiosos testimonios sobre el
aprovechamiento que se ha hecho de esta planta para el ganado europeo y esto nos
parece sumamente interesante. Así Ocaña (1987: 60) explica que en Piura había ”... poca
gente... La que hay en ella se sustenta de traer ganado de hacia Quito, de carneros y
engordan con la algarroba que por allí hay...”. Y Vásquez de Espinosa (1948: 1177/372)
cuando describe también los carneros europeos de Piura, dice que ”... se sustentan de la
Guaranga, o algarroba, y es del mejor carnero mas gordo y regalado que ay en el
mundo...”. Y el mismo cronista se refiere también al valle de Ica y al ganado europeo y a
los “carneros”, y no está claro si son de la tierra o de Castilla, pero indica ”... y se
sustentan de la algarroba que cae de los arboles, cuia carne es muy buena y sabrosa.”
(Vásquez de Espinosa, 1948: 1359/451). Y Fray Antonio de la Calancha (1976: Libro III, Cap.
I, 1230) nos describe Guadalupe (en la actual provincia de Pacasmayo) y relata muy
concretamente la riqueza de los algarrobales. Él escribió: “... no cuesta al pastor, o al
ganadero más de sacudir los árboles porque... los copados y crecidos algarrobos... deja
dulce y provechoso pasto el algarroba el vaina... i con lo fuerte engruesa los ganados...”.
Pedro de León Portocarrero (Anónimo Portugués, 1958: 29 [lege Lohman Villena, 1967])
nos ha dejado una descripción de Huarmey (en la costa del departamento de Ancash)
donde dice que ”... se crian valientes caballos y muías, que la algarroba los hace muy
fuertes...”.
53 Pero hay evidencia que en otras regiones, el algarrobo era utilizado por el hombre. Pues
Barzana (1965: 80) se refiere a los Calchaquí, un subgrupo de los Diaguita, en Argentina,
por el año 1594. E indica que “... también se sustentan de grandísima suma de algarroba,
la cual cogen por los campos todos (los) años al tiempo que madura y hacen della graneles
depósitos; y cuando no llueve para coger maíz (e) el río no sale de madre para poder regar
la tierra, pasan sus necesidades con esta algarroba, la cual no sólo les es comida, más
también hacen della bebida, tan fuerte, que nunca hay más muertes ni guerras entre ellos
que mientras dura el tiempo de la algarroba.”. Y Tarragó (1978: 493) informa que en el
valle Calchaquí, de la provincia de Salta en Argentina, en la localidad de Tintin Pampa, los
guanacos se alimentan de algarrobos.
54 Hemos querido abundar sobre este punto, pues consideramos que éste ha sido uno de los
alimentos existentes en cantidades importantes en la costa peruana y que debió jugar un
rol de fundamental importancia en el sustento de los rebaños de Camélidos que se
mantenían allí en tiempos prehispánicos. Pues no vemos las razones por las que un
alimento tan valioso y que fue aprovechado por los animales europeos, no pudo serlo para
los autóctonos. Es un tema que deberá ser analizado más a fondo en el futuro a nivel
arqueológico.

10.1.3 Información adicional

55 No hay que olvidar, que el Camélido es un animal que ramonea en el camino y sobre todo
que no es selectivo en su alimentación. Pedro de León Portocarrero (Anónimo Portugués,
1958:80 [lege Lohman Villena, 1967]) ha observado muy bien esto y cuando describe los
carneros de carga, dice que “... su sustento no es otro más de lo que comen en el campo.”.
482

Y Troll (1958: 30) ha insistitido que las llamas no necesitan ningún forraje, pues ellas
encuentran su alimento en el camino, durante su marcha.
56 Flores Ochoa (1975b: 301) ha explicado muy bien la alimentación de los Camélidos
domésticos. El indica que la llama come cualquier tipo de pasto, incluyendo los duros y
secos y esa es la razón por la que este animal tiene una dispersión mayor que la de la
alpaca, pues ella busca los pastos verdes y duros y no come pasto seco. Es por ello que los
límites de vida de la alpaca están circunscritos a ciertas zonas especiales, que reúnen
condiciones propicias para • ofrecer pastos duros y verdes, en lugares húmedos con
aprovisionamiento de agua, que casi siempre se encuentran sólo a partir de los 4,100 o
4,200 msnm. En lugares más bajos, que son secos, los pastos son de diferente calidad, y
por eso las alpacas tienen tendencia a sufrir varias enfermedades que son mortales. El
límite superior de esta zona propicia, pasa los 4,800 o 4,900 msnm por término medio,
pues en algunas zonas puede ser mayor y llegar hasta los 5,000 msnm por lo menos para
los lugares de pastoreo.
57 Sumar (1992: 94) también ha escrito que los Camélidos están adaptados para poder
utilizar los recursos escasos, fibrosos y lignificados de las grandes alturas y en
condiciones de escasez de agua. Y Gade (1977: 113) observa que incluso en la estación
seca, la llama y la alpaca no dependen del hombre para su alimento.
58 Núñez del Prado (1968: 251) ha estudiado la comunidad de Q’ero, al noreste del Cuzco, que
nos parece un buen ejemplo de lo que se ha dicho. El asiento ganadero de dicha
comunidad “... se distribuye en los niveles Q’ero y el de Qhollopak’uchu...”, es decir entre
los 3,300-4,000 msnm y los 4,000-4,800 msnm. El primero está vinculado a la crianza de los
ovinos, vacunos, caballares y algunos porcinos que se mantienen con los pastos blandos
de dicha ecología y el segundo al pastoreo de las llamas y las alpacas, que utilizan los
pastos duros que crecen cerca de los nevados.
59 Otro buen ejemplo, es el que describen Shimada y Shimada (1985: 4), de los llameros del
valle de Abancay (en el departamento de Apurímac), que hacen viajes de dos semanas
entre alturas que varían entre 5,000 y 1,000 msnm. Las llamas comen cualquier maleza
que encuentran, y cuando llegan a destino hacen lo mismo. Si la caravana arriba después
del recojo del maíz, comen las hojas y los tallos de esta planta. Indican los autores que hay
casos de caravanas que desde las partes altas del departamento de Arequipa, llegan hasta
la Costa Sur para llevar aceitunas a las serranías y que entonces las llamas se alimentan
con las hojas del olivo, sin mayor problema. (Shimada y Shimada señalan como fuente de
sus datos a Inamura [1981a, 1981b y una Comunicación personal]. Nosotros no hemos
podido leer el trabajo de 1981b. Pero definitivamente esta información no existe en el
artículo de 1981a).
60 Un factor que hay que tomar en cuenta, es que el Camélido tiene una gran eficiencia para
conventir la vegetación dura y seca en carbohidratos para energía y agua metabólica
(Browman, 1974:191; Fernández Baca, 1971:38; Gilmore, 1950:436; Flores Ochoa, 1968: 109).
61 Flores Ochoa (1979a: 226-227; Nota 1, 227) se ha referido también a la alimentación de los
Camélidos con plantas duras de la puna que tienen un alto contenido de celulosa, la que
reduce la digestibilidad y que son justamente aquellas plantas que no pueden ser
utilizadas por los animales europeos.1 Basándose en los trabajos de Chauca et al. (1970) y
Vallenas (1970a), Flores Ochoa ha escrito que los estudios comparativos de digestibilidad
in vivo que se han hecho entre alpaca y ovino por parte de Fernández Baca, Novoa y
Bardales, demostraron que la alpaca tiene una mayor capacidad para digerir la fibra
483

cruda (celulosa y hemicelulosa). Esta puede ser consecuencia de diferentes factores, tales
como la motilidad rumino reticular, las características de los jugos digestivos de la alpaca,
la actividad de las secreciones glandulares de los sacos craneal y caudal del primer
compartimento de la alpaca, así como las características cualitativas y cuantitativas de la
microflora fuminal. Entre los factores mencionados, parece que los microorganismos del
rumen desempeñan un papel fundamental y ellos podrían ser los responsables de la
mayor eficiencia de la alpaca de convertir la fibra cruda. Es un hecho que la digestión de
la celulosa en los Camélidos sudamericanos es muy diferente a la de los ovinos, vacunos y
posiblemente con la de otros rumiantes. Estas diferencias complementarias con las que ya
se han encontrado con respecto a la motilidad, es decir mayor frecuencia de los ciclos
rumiatorios, determinarían una maceración más eficiente, una mejor mezcla y aún una
absorción más eficaz de la ingesta, además de la posible existencia de un sistema más
efectivo para la amortiguación de los ácidos grasos volátiles, lo que puede explicar la
mayor digestibilidad que ya ha sido descrita para las cuatro especies de estos animales.
62 Es así que en el Capítulo 2, en el que hemos tratado los aspectos biológicos, hemos visto
que si bien falta hacer más estudios, por lo menos está demostrado que estos animales son
más eficientes que los ovinos en la digestión de alimentos de mediana y baja calidad (lege
San Martín y Bryant, 1987). Hemos visto también que tanto la llama como la alpaca,
retienen el alimento en el tracto digestivo por más tiempo que otros rumiantes avanzados
y ello los hace sin duda más eficientes en la utilización de la vegetación con un contenido
bajo de proteínas (lege San Martín y Bryant, op. cit.). (Para mayores detalles sobre
coeficientes de digestión y comparación entre diferentes pastos, lege San Martín y Bryant,
1987).
63 Se ha escrito inclusive, que las plantas de la puna alta contienen demasiada celulosa para
poder ser aptas para el consumo humano. Los transformadores óptimos de esta energía
vegetal en energía animal, son justamente los Camélidos. De modo que las condiciones
biológicas y fisiológicas de estos animales, los hacen necesarios en la producción de
energía para la población humana (Flores Ochoa y Palacios Ríos, 1978: 84).
64 Para terminar con este punto, es importante recordar las grandes posibilidades que
tienen los Camélidos para vivir en la altura, con una potencia productiva plena. Se debe
principalmente -repetimos- a su capacidad de digestibilidad superior a cualquier especie
que habita en la misma ecología, en la que los pastos tienen mayor grado de lignificación.
En otras palabras, la mayor asimilación de energía, se traduce en mayor eficiencia en el
uso de los pastos de altura por parte de los Camélidos, lo que significa a su vez una
adaptación óptima a mayores alturas (Matos, 1980: 96-97).
65 “Por otro lado 45escribe Matos (op. cit.: 97)45 las cuatro especies de camélidos (llama,
alpaca, guanaco y vicuña), tienen comportamientos particulares aunque en general se
asemejan en su norma de territorialidad y la capacidad de aprovechamiento de los
recursos zonales. No son animales depredadores, ni siquiera provocan desequilibrios en el
ambiente. Antes bien constituyen una conducta traducida en una interrelación ecológica,
que en conjunto refleja la potencialidad de la biomasa”.
66 Como hemos dicho, la alimentación de los Camélidos en las zonas altas no plantea ningún
problema. La gran duda manifestada por muchos autores, la mayoría en realidad, es con
respecto a la costa. Las evidencias demuestran lo contrario. Es decir, es un hecho concreto
que en condiciones naturales y sin los cambios que se produjeron como consecuencia de
la invasión europea, se podía mantener hatos de Camélidos en la costa, con la sola
vegetación natural. Y si a ello se añade un conjunto de plantas cultivadas de las que, como
484

en el caso del maíz, el hombre sólo utiliza el fruto y el resto puede ser aprovechado como
forraje, entonces las posibilidades son mucho mayores.
67 No hay que olvidar algo más, que es sumamente importante. Y es que de haberse
proseguido con la práctica de criar Camélidos en la costa, se habría mantenido y
conservado el ecosistema costero, sobre todo en las lomas, en una forma definitivamente
menos destructiva de la que han llevado a cabo los animales europeos introducidos.
68 Nos parece significativo terminar esta parte del capítulo, con una nota de Terry West, un
hombre que ha vivido con los llamichos, es decir con los pastores de llamas. Él escribió:
“Con paso más seguro en terreno escabroso que los burros (y los caballos)... las llamas
nativas son también más baratas para mantener. Ellas pueden pacer a lo largo del camino
para su alimento, mientras que los burros, las usuales bestias de carga en las zonas no
pastoriles, requieren de forraje, que tiene que ser cultivado o comprado.” (West, 1981a:
63).

10.2 Aprovechamiento
69 Muchos autores han tratado las múltiples formas de aprovechar los Camélidos y sus
diferentes productos. No todos coinciden en la lista, como se podrá apreciar en el Cuadro
6 que incluimos. Pero en síntesis los principales son la lana (o fibra), la carne, la piel
(pellejo, cuero, vellón), el sebo, los huesos, el estiércol (o taquia, taqya como se dice en
quechua), la sangre, las visceras, los tenciones. Usos muy particulares se les da a los
animales abortados o fetos con características particulares. Luego los animales son
utilizados para el transporte, para sacrificios rituales y ceremonias religiosas, para la
medicina tradicional y sólo algunos autores los mencionan para cabalgadura o fuente de
riqueza.
70 Sólo a modo de ejemplo, mencionaremos el caso de la Comunidad de Paratía, en el
departamento de Puno, donde el uso preferente que se le da a la llama es para la lana y el
transporte y, como complemento, para el uso de la carne, la sangre, los cueros y la bóñiga
(Flores Ochoa, 1967: 98).
485

Cuadro 6. Aprovechamiento de los Camélidos según diferentes autores.

(1) Fetos abortados o animales adultos con características particulares.


1 Browman, 1974: 193
2 Flores Ochoa, 1975a: 10; 1975b: 306-307
3 Gilmore, 1950: 538
4 Novoa y Wheeler, 1984: 126
5 Kent, 1987: 169
6 Dransart. 1991: 309
7 Sumar, 1992: 84
* Fresca o deshidratada
** Fresca o como embutido
*** Alimento y otros usos
**** Combustible y abono
***** Sólo post-Conquista, salvo en la sociedad mochica.

71 Veremos ahora alguna información sobre unos cuantos usos de los productos de los
Camélidos, aunque ellos no necesariamente deben ser considerados los más importantes.
Tomando en cuenta, además, que la importancia es relativa y puede adquirir más o menos
valor en función de la realidad de la comunidad que los utiliza.

10.2.1. La lana

72 Según Novoa y Wheeler (1984: 126), la lana peruana comenzó a alcanzar el mercado
mundial allá por 1830, cuando los británicos comenzaron a exportarla desde Arequipa (los
autores se basan en los datos de Orlove (1977 [a]). En la década de los años 80, cuando los
autores escribieron su trabajo, el Perú producía anualmente un promedio de 3,400
toneladas de lana de alpaca, que representaba el 80% de la producción mundial. Se
exportaban 2,380 toneladas y el remanente era destinado a las artesanías locales.
73 La lana de alpaca tiene un alto valor comercial, porque contiene poco kemp2, tiene horra
de baja calidad, es muy fina y puede ser usada para elaborar tejidos suaves, pesados,
486

brillantes y lustrosos. Es inútil insistir sobre el amplio uso que esta lana ha tenido en los
tiempos prehispánicos, desde la Época Precerámica.
74 La lana de llama tiene una calidad menor que la de alpaca (Lanning, 1967a: 17), pero no
por eso dejó de ser ampliamente usada en los tiempos prehispánicos y también después.
75 Shimada y Shimada (1987:836) han discutido la función primaria de los hatos de alpaca,
en el sentido si la fibra ha sido más importante que la carne. Ellos parten de la hipótesis (y
esto ha sido mencionado anteriormente) que la alpaca ha sido domesticada básicamente
por la lana. Los autores sostienen que entre los restos arqueológicos es difícil diferenciar
los huesos de las diferentes especies de Camélidos y, basándose en el trabajo de Ann Rowe
(1977: 10), indican que los grados de finura ele los pelos se sobreponen, siendo los pelos
finos de la llama idénticos al pelo ordinario de la alpaca, y el pelo fino de la alpaca
parecido al ordinario de la vicuña, a tal extremo que analizando las fibras textiles
arqueológicas usualmente no se pueden diferenciar. Es importante señalar, sin embargo,
que Alberto Pumayala que ha sido uno de los graneles especialistas de fibras de
Camélidos, no compartía esta opinión y sostenía que se podía perfectamente diferenciar
las fibras de las varias especies de Camélidos (Alberto Pumayala, Comunicación personal,
30 de enero ele 1989). Y ele hecho él y su equipo del Programa ele Ovinos y Camélidos
Sudamericanos ele la Universidad Nacional Agraria (La Molina) ele Lima, lo hacían. (e. g.
vide Bonavia, 1982b: 200-201).
76 En los tiempos modernos, el uso de la lana de llama no se ha desarrollado a nivel de
mercado, debido en parte a su tosquedad y a su coloración irregular (Novoa y Wheeler,
1984: 126).
77 Es interesante que en las fuentes arqueológicas e históricas no hemos encontrado
información sobre la lana ele vicuña y su uso, a pesar que su pelo es el más fino que se
conoce y ha sido muy apreciado por los indígenas (Koford, 1957: 155). Sin embargo, se
sabe que en 1751 en la provincia de Chuquito del departamento de Puno, había una
comunidad que no sólo hacía sus vestidos con lana de vicuña sino que inclusive con ella
“... se cargan barcos enteros para despacharla a Europa.” (Bayer, 1969: 42). Este
testimonio ele Bayer parece indicar que esta lana era mayormente apreciada y utilizada
en Europa. Pues, según informaron Juan y Ulloa en 1827, “Los españoles no hacen ya otro
uso allá de ella, que para sombreros y pañuelos, siendo así que su delicadeza la hace
recomendable para otros texidos de más consideración.” (Juan y Ulloa, [1826] 1988: 587).
Estos mismos autores nos dan un dato curioso, indicando que en 1737 un inglés comenzó
a hacer sombreros ele lana de vicuña en Lima, y éstos eran “... tan finos que no cedían en
calidad á los de castor regulares.” (Juan y Ulloa, op. cit.: 587). Hoy en día en la Reserva
Nacional de Pampa Caleras, las vicuñas son esquiladas y su lana se vende.
78 Tampoco es común la información sobre la lana de guanaco. Sabemos que los Patagones la
utilizaban (Franklin, 1981: 63; vide también Torres, 1992a: 34).

10.2.2 La carne

79 Al analizar las grandes matanzas de Camélidos que se hicieron durante los primeros
tiempos de la Conquista, se ha visto que gran parte ha sido a causa de la utilización de la
carne. Sin embargo, hemos comprobado que es poco lo que se sabe a nivel arqueológico
sobre el uso de carne de Camélido para la alimentación, sobre todo en la gran área
serrana. Por todos los indicios, parece que su uso ha sido difundido. Sin embargo Pedro
487

Pizarro (1968: 578) recogió una noticia que parecería contradecir esto, por lo menos en los
tiempos incaicos. Pues él escribió: “Se cría carne; pocos las comían sino eran los señores a
quienes ellos la mandaban dar...”. Troll asumió una posición muy parecida, pues en su
tantas veces citado trabajo de 1935, opinó que “... el consumo de carne de llama y alpaca...
desempeñaban muy escaso papel, pues sólo podían matarse animales viejos, puede
decirse que los animales no entraban en consideración al tratarse de la alimentación
humana.” (Troll, 1935:138-139). Esta opinión concuerda con la de Lanning (1967a: 17),
quien escribió que la llama fue utilizada en tiempos prehispánicos sólo “...
ocasionalmente como fuente de carne.”. Y Romero (s/f: Tomo I, 222-223) llegó a escribir
que “La llama fue domesticada por los primitivos peruanos, como animal exclusivamente
dedicado al trabajo y no a la alimentación.”. Nosotros no condividimos estas opiniones, y
creemos que el uso de la carne ha sido difundido. De hecho no todos los autores están de
acuerdo con el parecer de Troll y Lanning, y más bien avalan nuestra posición. Así
Browman (1974: 193), sostiene que si bien en las fuentes etnográficas y etnohistóricas se
afirma que el consumo de carne de animales domésticos es bajo, los datos arqueológicos
indican que cuando la densidad de población fue más baja, el consumo de carne fue
mucho más alto. Y Wheeler (1985a: 29-30), refiriéndose ya concretamente a la llama, ha
escrito que si hoy en día su carne no es estimada y se matan sólo animales viejos por ser
ya inutilizables, “... no fue evidentemente lo mismo en el pasado, cuando la carne de la
llama, constituía la fuente más importante de la alimentación de carne.”.
80 Consideramos, a este punto, que es interesante ver las opiniones de los cronistas sobre el
particular. Gutiérrez de Santa Clara (1963: Libro Tercero, Cap. LVII, 235), quien como se
recordará se confundió en separar las especies de los Camélidos aumentando una,
manifiesta que “De todos estos cinco géneros de carneros son muy buenos de comer...”.
81 Garcilaso de la Vega es mucho más concreto. Primero se refiere a la llama y a la alpaca y
dice que “La carne deste ganado mayor es la mejor de cuantas hoy se comen en el mundo;
es tierna, sana y sabrosa; la de sus corderos de cuatro y cinco meses mandan los medicos
dar a los enfermos antes que gallinas ni pollos.” (Garcilaso de la Vega. 1959: Libro 8, Cap.
XVI, 147-148). Y más adelante describe al huanacu, cuya “... carne es buena, aunque no tan
buena como la del manso...”. Y a la vicuña que “... es animal delicado, de pocas carnes...”
pero “... la carne es de comer, aunque no tan buena como la del huanacu; los indios la
estimaban porque eran pobres de carnes.” (Garcilaso de la Vega, op. cit.: Libro 8, Cap. XVII,
152-153).
82 Cuando Monzón et al. (1965: 246) describen “la provincia y repartimiento de Rucanas
Antamarcas, jurisdicción de la ciudad de Huamanga” en el año de 1586, dicen que “Hay
vicuñas... es buena carne.”. Y en el mismo año Rivera y Chávez y de Guevara (1974:
168-169) reseñan sobre la “Ciudad de Guamanga y sus Términos” e indican que hay
guanacos y vicuñas y añaden que “... todo este ganado es de comer.” Carabajal (1965: 206)
también en 1586 nos ha dejado una descripción del corregimiento de Vilcas Guarnan, y
cuando se refiere a las llamas, dice que “... la carne dellos comen los indios y es de buen
sabor.”. Y luego menciona a los guanacos y a las vicuñas y apunta “... cuya carne se
come...”. Finalmente cuando Ribera y Chávez y de Guevara (1965: 187, 192-193), siempre
en 1586, describen Huancavelica, y hablan del ganado doméstico, dicen que “... sirven
para comer...” y al hacerlo de los animales “bravos y silvestres”, afirman que “... todo este
ganado es de comer.”.
83 Ramírez (1936: 18) en la descripción que nos ha dejado de las llamas, escribió que “... la
carne es dura, y mui dulce, comenla los y(ndi)os muy bien y los corderos tiernos de este
488

ganado es muy regalada comida.”. Y cuando cuenta de los “pacos” dice que “... se come
generalmente...”. También Cobo (1964a: Libro 9, Cap. LVII, 365-366) afirma, al hablar de la
llama, que “Su carne es como de vaca, algo desabrida; más la de sus corderos es comida
regalada.”, mientras que de las alpacas solo dice que “... aprovechan... (su) carne...”.
También Ocaña (1987: 166), que vi una gran cantidad de llamas cuando estuvo en Potosí, y
muy probablemente comió su carne, afirma que “... la carne de éstos comen los indios y
los españoles también; y es como de vacaó...”.
84 Castro y del Castillo (1906: 205) al tratar de la “Gobernación y provincia de Chuquito” se
refiere a las vicuñas, y especifica que“... losyndios cojen mucha... para comer las
carnes...”.
85 Una de las personas que se preocupó de describir e informar sobre las comidas indígenas
y que, además, ha sido uno de los profundos conocedores de ellas, ha sido sin duda Mejía
Xesspe. Con referencia a la llama, él escribió: “La carne de este animal es muy agradable
hasta los tres primeros años, después adquiere el sabor de la clase de yerbas con que se
alimenta. Cuando se cría en pastos selectos, entonces la carne resulta más agradable. Se
utiliza fresca y seca...”. Y luego el autor ofrece una lista de las comidas que se preparan
con esta carne (Mejía Xesspe, 1931: 19). Sumar (1992: 89) coincide en el sentido que la
carne de llama es agradable al gusto, aunque él señala que su olor es sui géneris. Pero
indica que la consistencia es firme y elástica. Además tiene poca grasa (sólo 3.7%), de
modo que es buena para la salud humana, mientras que el contenido proteínico es similar
al de las otras carnes. El rendimiento del canal en las llamas machos de aproximadamente
un año de edad, es de 58.13%.
86 Por su parte la carne de la alpaca tiene un sabor parecido a la del carnero, y tiene un alto
valor nutritivo que es similar al de la carne de otros animales domésticos, pero con la
ventaja de tener un contenido muy bajo de grasas (1.33%), incluso inferior al de la llama
(Sumar, 1988: 25). Torres (1992a: 33) es de la opinión también que “... La carne de alpaca
es preferida sobre la de llama, aunque son bastante similares...”.
87 Hay que indicar, sin embargo, que Flores Ochoa (1990b: 96) no concuerda con la
información de Sumar (loco citato) en lo que se refiere al contenido proteínico, y sostiene
que éste es más alto en las llamas y alpacas que en las otras carnes de consumo humano,
excepto la del caballo. Está de acuerdo en lo que se refiere al bajo índice de grasas y
señala, además, que el relativo al colesterol es menor que en el ovino. Sus características
de color, sabor, olor, y terneza son similares a las de las otras carnes rojas, que sin
embargo son más caras. Las variaciones en la calidad de esta carne, según Flores Ochoa,
dependen de la edad de los animales, de la actividad que han desarrollado en vida, así
como de las técnicas del sacrificio, del procesamiento y del almacenamiento.
88 Mejía Xesspe (1931: 21) se ocupó también del guanaco y la vicuña y dice que su carne se
utiliza rara vez en forma y condiciones semejantes a la de la llama. Añade, sin embargo,
que la carne del guanaco es muy agradable mientras que la de vicuña es de sabor
desagradable después de los dos años de edad, debido a la clase de pastos con que se
alimenta.
89 Por la información de Bayer (1969:42) sabemos que a mediados del siglo XVIII “... en la
provincia de Juli (hoy Chuquito, del departamento de Puno)... (en) una comunidad que se
llama Choquelas... se alimenta casi exclusivamente de la caza de estas vicuñas: ellos
comen su carne...”. Y en 1826 Juan y Ulloa (1988: 600) anotaron que la carne de vicuña “...
es de buen gusto y muy sana.”.
489

90 Y es interesante que hay ejemplos parecidos en nuestros tiempos. Pues Koford (1957: 212)
no sólo describe a la carne de vicuña como “deliciosa”, sino que considera que una de las
causas de extinción de la especie, es justamente ésta (Koford, op. cit.: 155). Pero, además, él
cuenta que en un campamento minero donde estuvo de huésped, la carne de vicuña fue
común en el menú. También le han informado, que gran parte del charqui que se vende en
el Sur del Perú, es de vicuña. En Antofagasta (Chile) en las minas de azufre, se matan a
menudo vicuñas para carne. Según el autor, esta es la preferida por los indígenas. “La
carne, similar a la de la alpaca, es considerada‘muy rico’ (Sic!) si se compara con la carne
del huemul (venado), que es‘muy seco’ (Sic!).” (Koford, op. cit.: 213).
91 En lo que se refiere a la carne del guanaco, tenemos menos información, pero sabemos
que en este caso también ella es una de las causas de la extinción de este animal (Torres,
1992a: 34) y que los grupos indígenas comían su carne, como en el caso de los Patagones
(Franklin, 1981: 63).
92 Si el lector está interesado en conocer las diferentes formas en las que se come la carne de
la llama y la alpaca, puede leer el trabajo de Flores Ochoa (1967: 40. 80).
93 Hoy en día cuando la llama y la alpaca han terminado su vida útil, son sacrificadas para
aprovechar su carne. Y si los animales son de edad muy avanzada, entonces ésta se
procesa en forma de charqui, y es destinada o al uso familiar o para la venta (Flores
Ochoa, 1990b: 85). En 1984 se estimaba que en el Perú se consumía anualmente 8,000
toneladas de carne de llama y 10,000 toneladas de alpaca. Tanto en el Perú como en
Bolivia, la carne de estos animales es de importancia primaria en la alimentación de la
dieta popular y los especialistas consideran que el consumo podría ser mayor, si se
mejoraran las condiciones de crianza (Novoa y Wheeler, 1984: 126).
94 Es interesante citar un ejemplo concreto, el de la comunidad de Cotahuasi, en la provincia
de La Unión, en la parte Norte del departamento de Arequipa, a una altura que varía entre
los 4,000 y los 5,000 msnm. En dicha comunidad pueden morir hasta el 50% de las alpacas
en el primer año de vida y ellas son comidas. Allí la alpaca macho es carneada a los dos o
tres años, mientras que en el caso de la llama se hace alrededor de los 16 años, aunque la
mayoría de los animales se matan a los 10 años. Hay que recordar, sin embargo, que en
este sentido no se puede generalizar, pues hay muchas diferencias regionales (Melody
Shimada, 1982: 310-311; la autora se ha basado en una información personal que le fuera
proporcionada por Inamura, en 1981. a base de su experiencia en la mencionada
comunidad).
95 Hay que llamar la atención sobre una frase de Browman (1974: 193), quien ha afirmado
que: “La carne de una llama es considerada equivalente a la carne de dos alpacas,
históricamente (Diez de San Miguel 1964: 90) así como hoy en día”.
96 Evidentemente Browman no ha leído la fuente que ha citado, pues Diez de San Miguel ha
escrito algo muy diferente. Él manifestó ad verbum expressus: “... solían dar a cada fraile
cada mes un carnero de la tierra grande y cuando no le daban el carnero le daban dos
pacos que valían tanto como el carnero...” (Diez de San Miguel. loco citato); el subrayado es
nuestro). Afirmaciones descuidadas, como ésta, pueden llevar -si repetidas- a graves
errores.
490

10.2.3 El estiércol

97 Es muy conocido en las serranías peruanas el uso del estiércol de los Camélidos como
combustible y su uso es muy difundido. Sobre todo en las punas donde no hay posibilidad
de conseguir leña (e. g., lege Troll, 1935:138). Es un combustible que quema lentamente y
tiene un alto valor calórico. Tan es así, que en la época prehispánica ha sido utilizado para
la cochura de la cerámica y en la fundición de los metales, práctica que se ha seguido en
los tiempos coloniales. La afirmación de Gilmore (1950: 440) que “El uso de excremento de
llama para combustible puede ser costumbre reciente y puede estar relacionado con la
deforestación y el agotamiento del área serrana en los varios últimos milenios.”
demuestra un desconocimiento absoluto de la realidad andina.
98 En la Relación de la Ciudad de Guamanga y sus términos de Rivera y Chávez y de Guevara
(1974), se ha insertado la Nota 15 de pie de página (op. cit.-. 151-162) que es anónima, pero
debe ser de Efraín Morote Best. La parte correspondiente a la página 160 y l6l es
interesante, en cuanto se refiere a las minas de Huancavelica y al problema del
combustible. Allí se explica el conflicto que se creó a los miembros del Consejo de Indias, a
fines del siglo XVI, por la desaparición del ichu3 a causa del uso desmedido como
combustible. Y para ello se dieron ordenanzas para la conservación de las plantas y las
semillas. Se ordenó que se hicieran plantaciones de rama, pepitas y semilla, y se
conservase la yerba y maleza...” ya que su uso era indispensable para el trabajo de las
minas. Todo esto se hizo a consecuencia de una Memoria que fue redactada por los
principales mineros de la Villa Rica de Oropesa, en 1589 que se amplió en 1607, y que en
uno de sus párrafos decía: “Ciertamente, la idea de Torres de Navarra valia los cuatro mil
ducados de renta, pues gracias á ella se pudo beneficiar el cerro de Potosí; pero en
realidad de verdad, los indios ya habian demostrado, con su uso en muchos de sus
menesteres, la excelencia del combustible; que no fué el sólo de que se echó mano á falta
de leña, pues la taquia o estiércol de llama suplia bastante bien á la necesidad.”.
99 Esto es confirmado con la observación de Ocaña (1987: 181), hecha en el mismo Potosí.
Después de haber comentado la gran cantidad de leña que se necesitaba para la fundición
de los metales, inmediatamente añade: “El mismo estiércol de los carneros vale plata en
Potosí y andan indias por los campos cogiendo las cagarrutas del ganado y por cada
costalillo de ellas les clan los señores de los ingenios un peso.”.
100 Tschudi (1885: 105; 1891: 105; 1918: 224; 1969: 135) observó este fenómeno y escribió que
la práctica de aprovechar la costumbre de los Camélidos de depositar el excremento (
takia, otsa) en un solo lugar, ha sido explotada no sólo por los antiguos peruanos sino”...
aún los actuales...”. “Estos montones de escrementos [Sic!] parecidos al de las cabras, se
recogían cuidadosamente para emplearse como combustible, especialmente para los
ingenios de fundición de metales, como se acostumbra a veces hasta ahora. Según la
relación de Potosí, en 1603...se consumían en ese mineral, en los hornos de fundición,
800,000 cargas de otsa.”.
101 Este dato que nos trae Tschudi es de gran interés y corresponde por la fecha al tiempo en
que estuvo en Potosí Ocaña. (Para mayor información sobre la materia, lege Dedenbach
Salazar, 1990: 173-174).
102 No cabe duda, que el estiércol ha tenido también una gran importancia como abono y se
le puede considerar, inclusive, como esencial para el cultivo intensivo y poder lograr el
491

máximo rendimiento de las tierras andinas con la tecnología prehispánica (Grossman,


1983: 82; vide también Dedenbach Salazar, 1990: 173-174).

10.2.4 La leche

103 Un punto que es muy importante aclarar, es el de la utilización de la leche de la llama,


pues ello puede llevar a graves errores a las personas que no conocen bien el tema. Gade
(1969: Nota 13, 341) ha hecho una lista de publicaciones en las que se han hecho
apreciaciones equivocadas sobre este tema.
104 Por información de Tschudi (1885: Nota 1, 105; 1891: Nota 2, 105; 1918: Nota 142, 224; en la
traducción de 1969 la nota debió ir incluida en la página 135, pero ha sido omitida),
sabemos que el naturalista inglés Henry Walter Bates (desafortunadamente Tschudi omite
el año de la edición, sólo indica que se trata de la traducción alemana, página 164) en su
obra El naturalista en el río Amazonas, afirma que los antiguos peruanos utilizaron la leche
de llama como alimento, en forma de queso. Referencia parecida nos proporciona Troll
(1958: Nota 60, 29), quien indica que F. Klute, en la introducción del tomo relativo a
América del Sur del Handbuch d. Geogr. Wissenchaft (desafortunadamente no se incluye la
fecha de edición, sólo se menciona la página 41), califica a la llama como animal lechero. Y
Álvarez (1987: Nota 64, 166), al comentar los “carneros” que describe Ocaña 0 987: 166),
anota “... también se aprovecha su carne y leche...”.
105 Pero lo más grave es que un geógrafo peruano de renombre, como ha sido Emilio Romero,
en una de las últimas ediciones de su Per: Una nueva geografía (s/f: Tomo I,222), sostenga
que la llama ha colaborado con el hombre“... proporcionando leche...”.
106 Esta idea de la utilización de la leche de llama no tiene ningún fundamento, es totalmente
equivocada y debe ser desterrada definitivamente. La única cita que podría dejar cierta
duda, por equívoca, es la de Fray Vicente Valverde, que fuera Obispo del Cuzco, y que al
describir la ciudad escribió: “Lana de las ovejas de aca, queso y leche vendiendolo...”
(Valverde, 1969b: 25). Pero no cabe duda que sólo la lana era de “las ovejas de aca”,
mientras que el queso y la leche fue de los animales de España. Garcilaso de la Vega (1959:
Libro 8, Cap. XVI, 151), del cual no se puede dudar que conoció bien el mundo andino, al
describir la llama y la alpaca, ha afirmado tajantemente: “De la leche del un ganado ni del
otro no se aprovechaban los indios, ni para hacer queso ni para comerla fresca; verdad es
que la leche que tienen es poca, no más de la que han menester para criar sus hijos.”. 4
107 Tschudi (1885: 105; 1891: 105; 1918: 224; 1969; 135; nota bene traducción de 1969 falsea el
texto original) también es categórico sobre este punto. Él escribió: “Aunque la llama tiene
ubres con cuatro pezones y da leche en abundancia, jamás ha sido ordeñada ni por los
peruanos incaicos ni por sus sucesores hasta el día. La razón de esto está en el natural
indómito y arisco de estos animales.”. Es de notar, sin embargo, que Tschudi comete dos
errores. Uno en creer que la llama produce leche en abundancia, lo que hemos visto que
no es cierto y, segundo, que la razón por la que ésta no se aprovechaba es por la
naturaleza arisca de estos animales. Ambas apreciaciones son equivocadas.
108 Troll (1958: 29) también es enfático cuando escribe que “... no puede tomarse en
consideración...” la idea de la llama como animal lechero, lo mismo que escribió Gilmore
(1950: 438). Flores Ochoa, uno de los grandes conocedores de estos animales, explica que
“La leche, no es utilizada, y no desarrollaron este uso, porque afirman que debe ser
destinada a las crías y porque los pezones no son tan grandes como para poder ordeñar.”
492

(Flores Ochoa, 1975a: 10. Vide también 1975b: 307). Habría que añadir que no sólo los
pezones son pequeños, sino también las ubres. Posiciones parecidas son las de Franklin
(1982: 467) y Novoa y Wheeler (1984: 126).
109 Gade (1977: 117), al sostener el mismo planteamiento y al insistir sobre la pequeñez de los
pezones, añade sin embargo que la razón fundamental por la que no se utilizó la leche, es
porque “... simplemente no fue un patrón cultural andino.”. Wheeler (1985a: 30) prefiere
ser más cauta, pues al afirmar que nunca se utilizó la leche de los Camélidos, añade ”... sin
que conozcamos bien las razones de este desdén.”.
110 Debemos indicar que Palermo (1986-1987: 73), al tratar el tema de los Camélidos en Chile,
cita a Gonzáles de Nájera (1889) que escribió que los indígenas consumian la leche, y
comenta “... aunque en general se sostiene que estos animales no pueden ordeñarse.”.
Definitivamente, la leche de los Camélidos ni ha sido ni es utilizada.
111 Por razones de espacio no podemos entrar en muchos detalles sobre la utilización de los
otros productos de los Camélidos, sobre todo de la llama y la alpaca. Sólo citaremos a
Garcilaso de la Vega (1959: Libro 8, Cap. XVI, 146-147), quien describe muy bien el uso que
se le daba al pellejo de la llama. Dice el cronista: “... tiene el pescuezo largo y parejo, cuyo
pellejo desollaban los indios cerrado, y lo sobaban con sebo hasta ablandarlo y ponerlo
como curtido, y dello hacían las suelas del calzado que traían; y porque no era curtido, se
descalzaban al pasar de los arroyos y en tiempos de muchas aguas, porque se les hace
como tripa en mojándose. Los españoles hacían dello riendas muy lindas para sus
caballos, que parecen mucho a las que traen de Berbería; hacían asimismo correones y
guruperas para las sillas de camino, y látigos y acciones para las cinchas y sillas jinetas.”.

10.2.5 Los Camélidos como animales de carga

112 No cabe la menor duda que uno de los usos más importantes, si no el más importante que
se le dío a la llama, es el de animal de carga, pues fue el único medio conocido en los
Andes para esta función. Es un tema que ha sido tratado in extenso en todos los tiempos y
sin embargo, como veremos más adelante, no se ha hecho un estudio sistemático, pues no
hay acuerdo entre los autores sobre la cantidad de carga o la distancia que pueden
recorrer los animales. Esta es una de las mejores pruebas de cuán poco sabemos de los
Camélidos.
113 Los datos generales sobre este punto abundan, y por razones obvias mencionaremos sólo
algunos que nos parecen los más significativos. Más bien hemos tratado de ser minuciosos
con el tratamiento de los datos concretos de pesos, distancias y uno que otro detalle de
importancia.
114 Andagoya (1954: 246-247), cuando trata de los caminos incaicos, dice que“... por este
andaban las recuas de las ovejas cargadas de mercadurías de una parte á otras.”. Y al
mencionar la gran cantidad de ovejas que había, apunta que“... era cosa admirable, y tan
grande el trato de la mar la tierra adentro y de una provincia á otra cargadas de
mercadurías...”. Y Garcilaso de la Vega (1959: Libro 8, Cap. XVI, 147) es muy explícito. El
nos dice que “Demás desto sirve aquel ganado a indios y a españoles de llevarles sus
mercaderías dondequiera que las quieren llevar, pero donde más comunmente andan y
mejor se hallan, por ser la tierra llana, es desde el Cuzco a Potosí, que son cerca de
docientas leguas, y de otras muchas partes van y vienen a aquellas minas con todo el
bastimento, ropa de indios, mercaderías de España, vino y aceite, conservas y tocio lo
493

demás que en ellas se gastan; principalmente llevan del Cuzco la yerba llamada coca”.
Esta cita de Garcilaso nos parece muy interesante, pues demuestra que en los tiempos
virreinales la llama seguia siendo un animal muy importante y que quizá este sea un
aspecto que no ha sido bien estudiado y ha sido subestimado por los historiadores.
115 Es cierto que no siempre es posible saber con exactitud, cuando los cronistas se refieren a
los animales de carga, si se trata de llamas o alpacas. Murúa (1964: 154), al informar sobre
los pacos es enfático: “... no sirue para genero ninguno de carga...”. Sin embargo Diez de
San Miguel (1964: 29), nos ha dejado la versión de Martín Cusi que fuera el cacique
principal de una parcialidad altiplánica, el cual “... dijo que los indios de esta provincia
tienen carneros de la tierra y pacos y con ellos van a rescatar a los yungas...” (el subrayado
es nuestro). En efecto, como veremos más adelante, si bien es cierto que la alpaca es poco
usada como animal de carga, sin embargo cumple también dicha función.
116 Y Ocaña (1987: 198) que viajó por el Perú, nos ha dejado la narración que se refiere a los
indios del Collao y donde explica como éstos transportaban el bagaje de los españoles a
lomo de llama y comenta: “... y como salgan una hora antes, llegan a la jornada tan pronto
como el pasajero que va en buena mula.”. Y León Pinelo (1943: 53) ha escrito de la llama:
“Para subir cargados y bajar una cuesta por agria que sea, no los iguala animal alguno, y
parece que los crió Dios proporcionados y acomodados a la condición de los Indios, que
los tratan i entienden como si fuera de su especie.” y todo ésto “... sin más gastos de
aparejos que una soga.”.
117 Y Rowe (1946: 219) comenta que las llamas fueron usadas en muy grandes caravanas para
llevar las cargas y que “... los indios calcularon que se necesitaban ocho arrieros para cada
100 animales.”.
118 Hay un dato que es importante señalar, y sobre el que volveremos más adelante. Nos
referimos al hecho que hay un consenso general en todos los autores, desde el siglo XVI
hasta nuestros días, que los Camélidos silvestres no fueron nunca utilizados como
animales de carga. A parte de algunos autores modernos, que mencionaremos luego (vide
infra), sólo León Pottocarrero (Anónimo portugués 1958:80: [lege Lohman Villena. 19671)
en el siglo XVII y Cosme Bueno (1951:77) y Juan y Ulloa (1988: 601) en el XVIII, indican lo
contrario. Es así que el primero, cuando explica de la carga que llevan los animales y la
distancia que hacen, menciona sólo a los carneros “guanacos y vicuñas” y el segundo
escribió: “Críanse en los cerros muchos Huanacos, que sirven como jumentos para
conducir cargas no muy pesadas, como la de dichos tejidos y otros.” (Cosme Bueno, loco
citato). Juan y Ulloa, por su parte han escrito: “Estos guanacos son de un gran servicio en
el Perú, asi como las llamas, porque en ellos se acarrean los minerales de los metales
desde donde se sacan hasta los ingenios en donde se benefician, y no puede hacerse en
otra especie de animal por lo escabroso y áspero de las montañas, por donde se hacen
estos acarreos tan malos y dificiles, que solo los guanacos y las llamas pueden andar con
ellos con seguridad, saltando como los corzos ó cabras de unas peñas a otras, sin que ellos
ni las cargas peligren.” (Juan y Ulloa, 1988: 601). En los tres casos se trata sin duda de
equivocaciones. Sin embargo, en lo que se refiere a Juan y Ulloa, es necesario hacer
algunas aclaraciones. Si bien es cierto que la primera edición de las Noticias secretas de
América se publicó en 1826, ellas fueron escritas hacia 1747. Como se recordará, ambos
autores formaron parte de la famosa expedición que dirigiera Charles de La Condamine
para establecer la exacta determinación de la figura de la tierra (Gómez-Tabanera, 1988:
VI, X-XI). Es casi seguro que en dicha oportunidad, los autores no tuvieron ni la
posibilidad ni el tiempo de conocer la realidad andina y que probablemente utilizaron
494

información de segunda mano. Es sólo posteriormente, entre 1758 y 1763 que uno de
ellos, Ulloa, vuelve al Perú y ocupa el cargo ele goberndor de Huancavelica (Pereyra
[1940] 1988: 712).
119 Trataremos ele analizar, en primer lugar, la información existente sobre la carga que
pueden llevar las llamas. Utilizaremos como medida de base la arroba, que es una antigua
medida española de capacidad y de peso y que fue usada en el Perú y en Bolivia, pues ella
ha sido empleada por la gran mayoría de cronistas. Para las comparaciones con los
autores modernos, haremos la conversión en kilogramos. Por razones prácticas, hemos
agrupado a los autores en función de las cantidades ele arrobas que mencionan. No está
demás recordar que para todas las conversiones de medidas de pesos y distancias nos
hemos basado en Llerena Landa (1957).
120 El único autor que dice que”... las ovejas... [cargan] hasta peso de dos arrobas.” es Ruiz de
Arce (1968: 420). Los que mencionan dos y tres arrobas son Zárate (1968: 176) y Cieza de
León (1984:I Parte, Cap. CXI. 294). Y Cieza (loco citato) deja entender que esta es la medida
ideal, pues escribió que “... los carneros lleuan a dos y a tres arrouas de peso muy bien...” (
el subrayado es nuestro).
121 Los autores que sostienen que las llamas llevan tres y cuatro arrobas son Gómara (1946:
243), las Casas (1948: 9), Matienzo (1967: 89), Garcilaso de la Vega (1959: Libro 8, Cap. XVI,
147) y Murúa (1922: 154). La cita ele Murúa merece un comentario. Cuando este autor
menciona la carga, no dice carneros, sino “pacos”. No podemos saber a ciencia cierta si
con este nombre él se refería a las alpacas, pues hay un dato que hemos encontrado en
Gómara (1946: 243) que es interesante, pero no es confirmado por otros autores. Gómara
dice muy claramente que cuando se trata de animales de carga los “... llaman pacos.”. Con
esto dejaría suponer c¡ue Murúa se estaba refiriendo a las llamas, pero -insistimos- ello no
es seguro. Sin embargo hay un testimonio curioso. Schmidel (1986), al que nos hemos
referido ampliamente en el Capítulo 9, no utiliza para nada en su descripción la palabra
paco. Sin embargo en una de las ilustraciones de su obra, donde muestra a una llama en
primer plano y otras tres en un segundo plano, ele las cuales tres están cargadas, en la
leyenda se dice: “Pacos oder Amida. Ein Indianisch schaff.” (vicie Schmidel, 1962: Cap. 44,
72). Es decir, “Paco o Amida. Una oveja india.”. Esto podría apoyar la hipótesis que Murúa
y Gómara quizá tuvieron la razón. Es un tema que debería investigarse.
122 El único autor que menciona entre tres y cinco arrobas es Lizárraga (1968: Libro I, Cap.
XXXI, 63; este autor escribe “cestos”, pero explica que cada cesto pesa entre 20 a 25 libras,
y cada carnero lleva “... cuatro y cinco, y por la mayor parte cinco”). Los que coinciden
sobre el peso de cuatro arrobas, son Enriquez de Guzmán (1960: 139) y Cantos de Andrada
et al. (1965: 306; aunque estos últimos hablan de “un quintal”, y un quintal español
equivale a 4 arrobas). Sin embargo la cita de Enriquez de Guzmán (loco citato) es un tanto
singular, pues él escribió: “Las bestias llevan quatro arrovas de peso... Los carneros llevan
algo más.”. ,;Es que se refiere a llamas y alpacas? Es imposible saberlo.
123 A cuatro y cinco arrobas se refieren Ramírez (1936: 17), Herrera (1945c: 313; aunque él
señala algo que es ilógico, es decir que cuando el viaje es más largo, los animales cargan
más, pues escribió “... i quando es mas de vna jornada, llevan ocho arrobas...”) y Cosme
Bueno (1951; 125). El único autor que refiere una cantidad que varía entre cuatro y seis
arrobas, es Acosta (1954:136-137). Ocaña (1987:167) señala seis arrobas, pero añade que en
el Collao, cuando los indígenas “Llevan las cargas de la ropa y baúles de los pasajeros en
carneros, a los cuales llaman apires, porque lleva un carnero seis y ocho arrobas” (Ocaña,
1987: 198). Cobo (1964: Libro 9, Cap. LVII, 366) también indica de seis a ocho arrobas. El
495

que habla de siete y ocho es León Portocarrero (Anónimo portugués, 1958: 80-81 [lege
Lohman Villena, 1967]).
124 Ya en el siglo XIX, Tschudi (1966: 243) menciona aproximadamente cinco arrobas. Decimos
aproximadamente, ya que él se expresa en libras (exactamente dice “125 libras”), y no
sabemos si es en libras españolas, inglesas o alemanas (aunque de todos modos la
variación es poca). Suponemos que podría estar usando la libra inglesa, pues termina
diciendo “... rara vez se le carga más de un quintal”. Y un quintal español equivale a 4
arrobas y 125 libras inglesas corresponden a 4.9 arrobas. En la española serían 5 y en la
alemana 5.4.
125 Squier (1974: 132; quien lo indica en kilos) y Prescott (1955: 114) señalan cuatro arrobas.
Aunque, en honor a la verdad, hay que decir que Prescott indica “... un peso de poco más
de cuatro arrobas...”.
126 Veamos ahora lo que han escrito sobre la carga de los Camélidos los autores modernos.
Casi todos ellos se han expresado en kilogramos, de modo que unificaremos las medidas
con esta unidad. Troll (1935: 138) es el único que sostiene una carga baja, que varía entre
11 y 23 kg (las medidas de Troll están dadas en libras, unidad que puede variar de nación a
nación. Suponemos que él utilizó libras españolas; aunque no fuera así, de todos modos la
diferencia no es muy grande).
127 Un considerable número de autores han señalado medidas que oscilan entre 20 kg y 40 kg.
Flores Ochoa (1967: 81) ha indicado que un animal puede soportar hasta 40 kg (aunque en
dos trabajos posteriores [1975a: 10-11; 1975b: 307] dice que “... puede pasar de 50 kg.” y
“puede llevar hasta 50 y a veces 60 kg.”, pero que en los viajes prolongados carga de 25 a
30 kg). Valderrama y Escalante (1983: Nota 17, 88) y Custred (1974: 266, 276) sostienen que
una carga de llama es de 34.5 kg. (los autores indican la carga en arrobas). Novoa y
Wheeler (1984: 125) señalan entre 25 y 30 kg (pero ellos se basan en el trabajo de Flores
Ochoa [1977b])..Masuda (1986: 254), a base de trabajo de campo, ha escrito que uno de sus
informantes le manifestó que “... un llamo carguero llevaba 2-3 arrobas.”, es decir entre
23 y 34 kg. Lecoq (1987: 4), ha estudiado los llameros de Potosí, en Bolivia, y menciona una
carga que varía entre 24 y 25 kg, pero cuando describe la caravana, dice que “... cada uno
debe soportar una carga de dos a tres arrobas (25 a 38 kg.) durante el viaje.”. En realidad
dos arrobas corresponden a 23 kg y tres arrobas a 34.4 kg.
128 Por su parte Flannery et al. (1989: 75) han estimado que la carga de una llama es de 24 a 25
kg, pero señalan que en Ayacucho ella se divide en dos sacos, que van uno a cada lado del
animal. Y cada uno de los sacos pesa una arroba que según los autores (Flannery et al, op.
cit.-. 106), equivale entre 12 y 13 kg. La arroba en verdad corresponde a 11.5 kg (el peso de
la arroba con variantes de decimales es igual para la mayoría de países, sólo tiene un peso
superior en Brasil [14.6 kg], en Colombia [12.5 kg] y en Portugal [14.6 kg]). Torres (1992a:
32) y Sumar (1988: 25; 1992: 89) mencionan también un peso de 25-30 kg (pero Sumar se
basa en Flores Ochoa [1977bl).
129 West (1981a: 66) ha vivido con los llameros bolivianos, y considera que el promedio de
carga de una llama macho adulta es de 34.5 kg (el autor da las medidas en libras, 75, y
suponemos que se refiere a las españolas. Si fueran las de los Estados Unidos, el peso sería
ligeramente menor, es decir 34 kg). Pero indica que en corta distancia, un animal puede
llevar hasta 46 kg. Sin embargo los llameros, para impedir la fatiga de los animales, los
cargan con pesos que varían entre 23 y 28 kg aproximadamente.
496

130 Concha Contreras (1975: 70), informa que en la zona del Apurímac la carga es entre 34 y
46 kg (el autor da la medida en arrobas), pero indica que en Aymaraes (siempre en
Apurímac) existe una medida de carga, conocida como “topo” o “llama carga”, que
equivale a 46 kg.
131 Tres autores coinciden en los pesos. Browman (1974: 188) que indica que la llama puede
cargar 45 kg y más, Inamura (1981: 69) que señala 46 kg (el autor dice un quintal, que
suponemos es el español), y Rowe (1946: 239) que apunta el mismo peso (aunque él se
expresa en libras, que suponemos son las españolas). Hay que decir, sin embargo, que
Browman (1974: 194) en el mismo trabajo que hemos citado sostiene que en distancias
más largas, la carga puede ser de 25 a 60 kg.
132 En la Enciclopedia de los Animales (1970: 305), se dice que la llama puede cargar hasta 50 kg.
Por su parte Gilmore (1950: 438) no hace más que repetir los datos de Maccagno (1932),
que en el mismo trabajo indica pesos que varían entre 10 y 50 kg y 25 y 60 kg. Por la
variación entre 25 y 60 kg se inclina también Franklin (1982: 458), aunque él toma la
información del trabajo de Browman (1974) que nosotros hemos citado (vide supra).
133 Simoens da Silva (1980: 66) ha escrito que una llama “... fuerte y bien entrenada...” puede
llevar una carga de 60 kg, mientras que “... una mediana soporta apenas 50 kg. Pero el
autor sin duda equivoca las medidas, pues afirma que 60 kg equivalen a 4 arrobas o 1
quintal. Efectivamente, 1 quintal español corresponde a 4 arrobas, pero 4 arrobas son 46
kg y no 60 kg. Evidentemente es en la conversión que se ha equivocado el autor.
Finalmente Whitehouse (1983: 286) también considera que una llama puede llevar hasta
60 kg y en terreno difícil.
134 Hemos visto que Cristóbal Campana nos ha informado (Comunicación personal, 19 de
agosto de 1992; vide Capítulo 8) que en las serranías trujillanas las llamas cargaban entre
69 y 80.5 kg y que la llama de su padre cargaba alrededor de 86.5 kg. No cabe duda sobre la
verdad de la aseveración, pero admitimos que pudo ser un caso excepcional. Aunque los
animales que se ven en la Fotografía 56, a la derecha de la llama montada por Campana,
son del mismo tamaño.
135 Antes de hacer un comentario a la información de las medidas, veamos los datos sobre la
distancia que pueden recorrer las llamas, con las cargas respectivas.
136 Algunos autores hablan de la jornada sin mencionar las distancias. Por ejemplo Matienzo
(1967: 89) dice que los animales “... andan despacio, aunque siendo corto el camino, andan
tanto como una mula.”. Y Enriquez de Guzmán (1960: 139) sólo comenta que “... andan
muy llano...”. Mientras que Ocaña (1987: 167) anotó que los carneros recorren “... las
leguas que son menester.”.
137 Pero otros autores dan cifras concretas y en este caso, al igual que para los pesos, las
hemos juntado en función de las cantidades señaladas. Para los autores de los siglos XVI,
XVII y XVIII utilizaremos las medidas en leguas, mientras que para los autores más
recientes, lo haremos en kilómetros.
138 Algunos han señalado que las llamas cargadas pueden caminar de 2 a 3 leguas. Es el caso
de Murúa (1964: 154), Acosta (1954: 136) y León Portocarrero (Anónimo portugués, 1958:
80 [lege Lohman Villena, 1967]). Sin embargo, es interesante mencionar lo que dice Acosta.
Él escribió: “... y siendo viaje largo no caminan sino dos o tres leguas a lo largo. Tienen sus
paradas sabidas los carneros, que llaman (que son los que llevan estas recuas), donde hay
pasto y agua; allí descargan y arman sus toldos y hacen fuego y comida, y no lo pasan mal,
aunque es modo de caminar harto flemático. Cuando no es más de una jornada, bien lleva
497

un carnero de éstos ocho arrobas y más, y anda con su carga jornada entera de ocho o
diez leguas, como lo han isado soldados pobres que caminan por el Perú.” (Acosta, op. cit.:
136-137). Y León Portocarrero comenta que los animales de carga “... caminan por
cualquier camino, por malo y áspero que sea, y pasan los ríos por grandes que sean sus
cargas... y hay carneros destos que con ocho arrobas caminan por tierra llana diez leguas
en un día...” (Anónimo portugués, 1958: 80-81).
139 Otros cronistas mencionan una distancia de 3 a 4 leguas, como es el caso de Ramírez
(1936: 17), quien añade además que los animales lo hacen ”... sin lleuar enxalmas ny
herrage caminan cada dia... caminos muy largos y asperos.”. O el Padre Cobo (1964a: Libro
9, Cap. LVII, 366) quien ha escrito que “Son tan mansos estos carneros de carga, que un
muchacho de diez o doce años lleva del diestro fácilmente una recua dellos... y en camino
largo de muchos días, anda tres o cuatro leguas cada día; empero, no caminando más de
un día, hace su jornada entera como una mula”. Y Prescott (1955: 114) quien también
indica la misma distancia, aunque la pone prácticamente como límite, pues escribió “... no
puede andar más que...”.
140 Garcilaso de la Vega (1959: Libro 8, Cap. XVI, 147) explica que “... las jornadas que
caminan son de a tres leguas, porque no es ganado de mucho trabajo...”. Y Herrera (1945c:
Década Quinta, Libro Cuarto, Cap. IX, 313) por su parte anotó que “... no caminan mas que
quatro Leguas cada día, i quando es mas de vna jornada, llevan ocho arrobas i andan ocho
Leguas.”.
141 Los autores contemporáneos son más coincidentes en la información. En la Enciclopedia de
los Animales (1970: 305) se ha escrito que la llama cargada camina de 10 a 20 km al día. Sin
embargo, la gran mayoría, concuerdan en indicar que la distancia es de 15 a 20 km por
día. De esta opinión es Rowe (1946: 219), quien considera sin embargo que la distancia de
15 a 20 km es “... una jornada larga, pero en distancias cortas podían mantenerse a la par
con un mulo.”.
142 Flores Ochoa (1967: 81) también señala que la distancia diaria es de 15 a 20 km, pero
especifica que se hace “... en jornadas que duran como diez horas, hasta lapsos de treinta
días seguidos.”. Y luego añade algo que es muy importante: “Se afirma que pueden pasar
cinco días sin comer.”. Browman (1974: 194) califica la distancia de 15 a 20 km como viaje
largo, pero indica que cuando las jornadas son de una semana o menos, la llama puede
recorrer más de 30 km al día. Él hace una observación parecida a la de Flores Ochoa, en el
sentido que en circunstancias especiales, la llama cargada puede caminar por cinco días
sin alimentos y hasta tres días sin agua.
143 Novoa y Wheeler (1984: 125) mencionan la misma distancia, pero ellos toman la
información de Flores Ochoa (1977b). Lo mismo hace Sumar (1988: 25).
144 Por su parte Flannery et al. 1989: 115), con la experiencia ayacuchana, han escrito que
viajando distancias de 15 a 20 km por día, las llamas y sus conductores podían emplear de
dos a tres meses para hacer el viaje completo entre la sierra y la costa.
145 El que sostiene que la distancia diaria que recorre una llama cargada es de 15 a 30 km es
Franklin (1982: 458), el que añade además, que lo hace en terreno difícil y que
generalmente se emplean animales castrados de 3 a 4 años y más viejos.
146 Concha Contreras (1975: 87) indica una distancia de 25 km, y explica que los grandes
viajes de los pastores, se dividen en muchas jornadas, que se delimitan en función de la
distancia. Estas “jornadas”, llamadas tambien jomara, corresponden en la terminología de
los llameros al trayecto que se recorre diariamente. El promedio diario de marcha es de 8
498

a 9 horas y durante este tiempo se come muy poco, muchas veces apenas una sola vez.
Mientras que según la experiencia de Inamura (1981: 69), en el departamento de
Arequipa, los llameros recorren diariamente entre 20 y 30 km. Una tirada de 25 a 30 km
por día, es indicada también por Torres (1992a: 32).
147 Gilmore (1950: 439) señala una distancia diaria de 10 a 30 km, pero aclara que Maccagno
(1932) ha escrito que ésta es entre 30 y 35 km diarios. Gilmore también hace hincapié,
como otros autores que ya hemos señalado (vide supra), que los animales pueden caminar
20 días seguidos y estar cinco días sin comida y el autor se pregunta si es sin agua
también. Pues él considera que la tolerancia a la sed no es conocida, pero que se cree que
es alta. Cita un trabajo de Romero (1927) que nosotros no hemos podido leer, en el que se
afirma que es un hecho comprobado que la llama puede pasar tres o cuatro días sin tomar
agua. Aparentemente no se indica si esto lo hace trabajando. Añade Gilmore que “Durante
las abstinencias forzadas, el agua es sacada probablemente ele los carbohidratos y la grasa
subcutánea, y no de la provisión de las así llamadas “células de agua” del rumen.”.
148 El único autor eme indica distancias mayores, es Simoens da Silva (1980: 65), que si bien
menciona como distancia normal 21 km, dice que un animal sin carga puede recorrer
hasta 60 km. Hay que notar, sin embargo, que en este caso al igual que para el peso de las
cargas que ya hemos señalado (vide supra), hay un problema con las conversiones. Pues el
autor escribe que 21 km equivalen a 3 leguas y no es cierto. Equivalen a 3.7 leguas
comunes y 5 leguas castellañas. Y 60 km no son 10 leguas como dice el autor. Pues 10
leguas comunes son 55.7 km y 10 leguas castellanas, 41.9 km.
149 Si bien la distancia de 60 km pueda parecer exagerada, no hay que olvidar el testimonio
incontestable de Cristóbal Campana (Comunicación personal, 19 de agosto de 1992)
mencionado en el Capítulo 8, que señala el mismo trecho para las recuas que recorrían las
serranías de La Libertad.
150 Vamos a tratar de resumir toda la información que hemos expuesto en lo que se refiere a
la carga que podían llevar los animales y a las distancias recorridas. (Dedenbach Salazar
[1990: 168] ha hecho también un resumen, pero basándose sólo en siete cronistas. Su cita
de Ocaña es equivocada).
151 En primer lugar hay que decir que si bien es cierto que en los cronistas no hay una
abundante relación sobre el tema, como hemos visto ella existe. De modo que no se puede
afirmar, como lo hace Murra (1978:88), que ellos “Tampoco nos proporcionan mucha
información sobre la distancia de los viajes, el tamaño de las recuas y la índole-de la
carga.”. Ni se puede generalizar que “Los cronistas estiman en 3 o 4 arrobas la carga y en
tres leguas por día la distancia promedio.” (Murra, op, cit.: 87). Por lo expuesto hemos
visto que no es así.
152 Evidentemente para los efectos comparativos, debemos uniformar las unidades de
medida. De modo que convertiremos todas las medidas de peso que están en arrobas en
kilogramos y las de distancias que se dan en leguas, en kilómetros. En vista que no
sabemos si los autores han usado las leguas castellanas o las comunes, consignaremos
ambas. Recordamos al lector, que 1 arroba equivale a 11.5 kg. Una legua común, que es
una medida itineraria antigua española y que bien podría haber sido utilizada por los
cronistas, equivale a 5,572.699 m. mientras que la legua castellana es equivalente a 4,190
m.
153 Si se analiza los datos de las fuentes de los siglos XVI a XIX, vemos que predominan los
autores (5) que indican que la carga de una llama era entre 34 y 46 kg (3-4 arrobas), en
499

segundo lugar (4) los que sostienen que la carga es de 46 kg (4 arrobas), luego (3) los que
señalan la cantidad entre 46 y 58 kg (4-5 arrobas) y en cuarto lugar (2) los que han escrito
que la carga variaba entre 23 y 34 kg (2-3 arrobas). Le siguen las posiciones individuales
de los que han anotado 23 kg (2 arrobas), 46 kg (4 arrobas), 58 kg (5 arrobas), entre 46 y 69
kg (4-6 arrobas), 69 kg (6 arrobas), entre 69 y 92 kg (6-8 arrobas), 80 kg (7 arrobas) y 92 kg
(8 arrobas).
154 Si a los que han señalado una variación entre dos cifras, le sumamos aquellos que han
indicado una sola, pero que está entre las dos de los primeros (e. g. 2-3, + 2) vemos que
predominan en forma mayoritaria (9) los que sostienen que la carga de la llama varía
entre 34 y 46 kg, y le siguen (tres en cada caso) aquellos que mantienen los pesos de 23-34
kg, 46-58 kg y 69-92 kg. Luego vienen los otros dos grupos que han escrito que el peso es
de 34-58 kg y 46-69 kg.
155 Los autores del siglo XX, como ya lo hemos dicho, muestran un mayor acuerdo.
Predominan (7) los que han indicado que el peso varía entre 24 y 34 kg, luego vienen dos
grupos (de 3 personas cada uno) que afirman que la variación es entre 45 y 46 kg y 25 y 60
kg. Le siguen (2) los que mantienen que el peso varía entre 50 y 60 kg y finalmente hay
casos individuales que sostienen respectivamente una variación entre 11 y 23 kg, entre 34
y 46 kg, 50 kg, y finalmente entre 69 y 80.5 kg.
156 Como se podrá ver no hay acuerdo entre los autores contemporáneos y los del siglo
pasado y anteriores. Hoy se sostiene que la llama puede cargar menos de lo que se
indicaba antes. Las informaciones actuales viene de personas como Flores Ochoa, que sin
duda conocen el asunto muy bien y con experiencia personal, de modo que no se puede
dudar de ello. Por otro lado se hace difícil pensar que todos los cronistas y viajeros
posteriores se han equivocado en sus apreciaciones y no han consultado a personas que
sabían. Es prácticamente imposible hacer una evaluación definitiva, en cuanto hay un
factor de relatividad en todo este asunto. Es un hecho que en un viaje corto, un animal
puede cargar más que en uno largo. No siempre se dice en que condiciones han sido
tomados los datos. En segundo lugar, hay que tomar en cuenta que las llamas son
animales relativamente pequeños, sobre los que es más fácil acomodar cargas que hacen
poco bulto que las que lo hacen grande. De modo que la limitación de los materiales o
productos de mucho volumen, son el bulto mismo más que el peso en sí. Y, finalmente, no
hay que descartar la posibilidad que se está haciendo siempre más evidente, que antes de
la Conquista e inmediatamente después, hayan habido animales más fuertes que en la
actualidad y que el debilitamiento de la especie (y de las diferentes variedades de la
misma) haya sido caausada por la matanza indiscriminada, la pérdida de control de los
rebaños con la consiguiente debilitación del pool genético y la falta de protección de estos
animales a lo largo del Virreinato y de toda la Época Republicana. Queremos señalar a este
respecto sólo dos ejemplos que, a nuestro parecer, no se pueden poner en tela de juicio.
Las grandes llamas de las que nos ha hablado Cristóbal Campana (Comunicación personal,
19 de agosto de 1992; vide Capítulo 8) y que además se pueden ver en la Fotografía 56. Y la
descripción de Schmidel (1986: Capítulo 42, 79) que dice muy claramente que las llamas
“... son bestias grandes, casi como mulos...”. Hay un hecho, sin embargo, que es
importante notar, que si bien las cantidades no coinciden, hay un acuerdo en señalar
como pesos promedio cifras relativamente bajas, que oscilan entre 23 kg y 46 kg.
157 Desafortunadamente nada podemos decir sobre este punto con respecto a los tiempos
prehispánicos. Queremos recordar solamente que entre los mochicas y los chimúes existía
la costumbre que una llama, además de la carga, llevara a una persona encima
500

(Fotografías 12, 14, 15, 30), lo cual significa un peso no indiferente y que sin duda
sobrepasaba largamente los 50 kg. Este es un detalle que no ha sido tomado en cuenta, ni
debidamente analizado. Pero nos estaría demostrando que los cronistas no estuvieron
equivocados.
158 En lo que a distancias se refiere, el problema se plantea en términos parecidos a los de los
pesos de carga. Entre los datos de los cronistas hay dos grupos mayoritarios (de tres
autores cada uno) que sostienen respectivamente que los animales con carga podían
recorrer de 2 a 3 leguas y de 3 a 4 leguas. Si hablamos en leguas comunes, en el primer
caso la distancia sería entre 11 y 16.7 km y si los hacemos en leguas castellanas entre 8.3 y
12.5 km. En el segundo caso, en leguas comunes tendríamos una distancia que varía entre
17.7 y 22.2 km y en leguas castellanas entre 12.5 y 16.7 km. Todos los demás datos
corresponden a aseveraciones individuales, respectivamente de 3 leguas (es decir 16.7 km
en leguas comunes y 12.5 km en leguas castellanas), 4 leguas (22.2 km en leguas comunes
y 16.7 km en leguas castellanas), 10 leguas (o sea 55.7 km en leguas comunes y 41.9 km en
leguas castellanas) y entre 8 y 10 leguas (es decir entre 44.5 y 55.7 km en leguas comunes
y entre 33.5 y 41.9 km en leguas castellanas).
159 Si juntamos los que tienen cifras individuales coincidentes con los que dan una variación
entre dos, predominan con más énfasis los dos grupos que encabezan la lista.
160 Mientras que en este caso también entre los autores modernos hay un acuerdo
mayoritario (7) en señalar una distancia entre 15 y 20 km, siendo todas las demás
aseveraciones individuales e indican respectivamente de 10 a 20 km, de 15 a 30 km, 21 km,
25 km, de 20 a 30 km, de 10 a 30 km y de 30 a 35 km.
161 De esto se desprende que tampoco hay un acuerdo entre los autores contemporáneos y
los cronistas de los siglos XVI y XVII. Pero en este caso, a pesar que podría parecer que la
situación es discordante, lo es mucho menos que en el caso anterior. En efecto, hemos
visto que los cronistas que encabezan la lista forman dos grupos. Pues bien, con el
primero hay una diferencia marcada con las distancias señaladas por los autores
modernos, pero ello no sucede con los segundos donde hay cierta coincidencia,
kilómetros más, kilómetros menos. Los cronistas del primer grupo indican tiradas mucho
más cortas que las que informan los autores modernos, pero -repetimos- en el segundo
caso hay coincidencia. Lo que sí se debe señalar, es que todas las demás distancias
mencionadas por los autores modernos, no se alejan mucho de las cifras referidas
mayorítariamente. Pues, como distancia máxima se indica 30 km. Pero en el caso de los
cronistas no es así, ellos señalan como distancia máxima más de 50 km.
162 Es difícil decir a que se debe esta diferencia. Si efectivamente existió una variedad o
variedades de llamas de tamaño mayor que las actuales, como una serie de evidencias
parecen indicarlo, entonces sería lógico que su resistencia a la fatiga fue también mayor.
Es decir, que podían recorrer distancias más largas. El otro argumento que se puede
esgrimir a favor de los cronistas, es el de haber tenido que calcular distancias en terrenos
escabrosos, para ellos desconocidos, con muchos accidentes y en los que se hace muy
difícil tener ideas claras de la lejanía. Y lo decimos por experiencia propia. Además, ellos
no pudieron entender bien el concepto del espacio manejado por los indígenas, con
valores totalmente diferentes a los occidentales.
163 A este punto resulta verdaderamente satisfactorio observar como Tschudi, salvo
pequeños errores que señalaremos, ha hecho un análisis minucioso de este problema, con
conocimiento de causa y con observaciones muy atinadas. Consideramos que merece la
501

pena incluir aquí todo el párrafo en cuestión, pues de los autores modernos, hasta donde
nosotros sabemos, sólo Flannery etal. (1989) han escrito algo de esta naturaleza.
Transcribimos adpedem litterae el texto de Tschudi. “La capacidad de la llama, como animal
de transporte ha sido estimada de muy diversos modos, por algunos observadores más o
menos exactos, tanto por lo que respeta al peso de la carga, como por la distancia
recorrida en un día; así para la carga se calcula de dos a ocho arrobas (25 a 100 kilog.) y
para distancia de dos a diez leguas (11 a 55 kilm.). Acosta (1. c. lib. IV cap. 41) nos da el
dato exhorbitante, de que una llama, con dos quintales (100 kilg. [Nota bene. se trata de
Centner o Zentner, es decir quintales alemanes que equivalen a 50 kg]) de carga, recorría en
un día una distancia de diez leguas (55 kilm.) si la tirada era sólo de un día. Esta
afirmación no merece fé [Sic!] alguna, porque cuando a una llama se echa 100 kilg. de
peso -cosa que seguramente jamás ha intentado hacer un indio, ni aún en vía de prueba-
el animal se echa y ni hay medio posible de obligarlo a levantarse antes de que se le quite
la carga de encima. No existe animal que conozca tan bien su capacidad de trabajo, como
la llama. Igualmente errónea es la aseveración de Acosta, de las 10 leguas (55 kilm.) por
dia [Sic!]. El mismo Mossbach exagera cuando dice: (Las serranías sud-americanas, en el
Ausland №13 pág. 299 [Südamerikanische Stufenländer. Ausland 1871 Nr. 13 S. 299]) que una
llama recorre cosa de cuatro millas alemanas al día. Me he dedicado a este punto con
interés, durante mi permanencia en el Perú, averiguando con ganaderos, tanto peruanos
como aymarás, obteniendo datos completamente verídicos, y la declaración terminante
de que ellos, como regla fija, jamás cargaban sus llamas, sino a lo sumo, con cuatro
arrobas (50 kilos) haciendo jornadas de tres a cuatro leguas diarias, cuando mucho (17 a
22 kilm.) y que aún, con esta carga, muchos de sus animales no resistían el viaje, si era
algo largo.” (Tschudi, 1885: 106; 1891: 106; 1918: 225-226; 1969: 136. Nota bene la traducción
de 1969 ha recortado el texto original y se omite gran parte de la descripción que
acabamos de transcribir. La versión que hemos utilizado, es la de 1918, que hemos
confrontado con el original y es completa).
164 Los errores que comete Tschudi son en la cita de Acosta. Este autor dice “ocho arrobas” y
“ocho o diez leguas” (Acosta, 1954: 137). Ocho arrobas equivalen a 92 kg, de modo que no
son los dos quintales (alemanes) que se indican en el texto del estudioso suizo. Y 10 leguas
equivalen, si consideramos las leguas comunes, a 55.7 km, y en esto sí es correcto el
cálculo del autor. Pero se equivoca Tschudi cuando desmiente a Mossbach, pues una milla
alemana equivale 1.852 km de modo que 4 millas alemanas corresponden 7.408 km,
distancia que evidentemente recorre una llama con facilidad, como el mismo Tschudi lo
dice. Hay que señalar también que 4 arrobas son 46 kg y no 50 kg y que 3 leguas comunes,
que son las que aparentemente ha utilizado Tschudi (vide supra) son 12.5 km. y no 17.5 km.
y -finalmente- 4 leguas comunes son 16.7 km. y no los 22 km que indica el autor. De todos
modos es interesante indicar que en lo que al peso se refiere, la información de Tschudi se
acerca más a la de los cronistas que a la de los autores contemporáneos y lo mismo sucede
con la distancia. El trabajo de Tschudi es de fines del siglo XIX. Cabe-preguntarse ¿es que
desde entonces se ha producido, como lo hemos sugerido, un verdadero cambio en estos
animales, o es que Tschudi ha hecho las averiguaciones mejor que los investigadores
posteriores?
165 A este respecto, y después de haber leído a Tschudi, es interesante ver lo que han escrito
Flannery et al. (1989), a base de su trabajo de campo en Ayacucho. Ellos comienzan
diciendo que algunos autores (y citan a Tschopik, 1946: 533 y Flores Ochoa, 1979[b]: 95
[también 1967: 81]) han indicado que el peso máximo que puede cargar una llama es entre
502

40-45 km. E inmediatamente anotan: “A base de nuestra experiencia en Ayacucho,


nosotros consideramos eso como una carga prodigiosa; de hecho Flores Ochoa dice que
“en largos viajes” de treinta días o más las llamas cargan solamente 25-30 kg. A pesar que
nosotros no negamos la posibilidad que una capón llama grande y fuerte pueda cargar 45
kg., nosotros sospechamos que 25-30 kg. fue una carga más cómoda, especialmente en las
vertientes empinadas. Los conductores simplemente no pueden arriesgar sus llamas
sobrecargándolas.” (Flannery et al, op. cit.: 115). Y para sustentar su afirmación, los autores
citan a Garcilaso de la Vega (1966: 513 [1959: Libro 8, Cap. XVI, 147]) quien escribió que
“Para que no lleguen a cansarse, llevan en las recuas cuarenta o cincuenta carneros
vacíos, y en sintiendo enflaquecer alguno con la carga, se la quitan luego y la pasan a otro,
antes que se eche; porque echándose, no hay otro remedio sino matarlo”.
166 Luego Flannery et al. (op. cit.-. 115-116) dicen que ellos ven varias fuentes de confusión con
respecto a este aspecto, en las relaciones de los autores del siglo XVI. En primer lugar, que
muchos documentos se refieren a viajes en terreno relativamente llano, como las
planicies alrededor del lago Titicaca. Y citan nuevamente a Garcilaso de la Vega (loco citato
[l959: Libro8, Cap. XVI, 147])”... pero donde más comúnmente andan y mejor se hallan, por
ser la tierra llana, es desde el Cuzco a Potosí...”, y luego añaden que la carga que puede
llevar una llama en las pampas es mayor que la que se puede llevar en terreno escabroso
entre Ayacucho y Pisco.
167 En segundo lugar, señalan los autores que hay un problema con la medida popular
española de la arroba. Se preguntan, por ejemplo, de qué tamaño era la arroba que
menciona Garcilaso de la Vega (loco citato). Ellos creen que fue la arroba de 12.5 kg que le
refirieron sus informantes, pero añaden que ello no es seguro.
168 Condividimos las opiniones de Elannery et al. (loco citato), pero seguimos pensando en la
posibilidad de la existencia de animales más fuertes en la antigüedad. No nos olvidemos,
volvemos a insistir aunque pueda parecer ocioso, la opinión de Cristóbal Campana que
hemos mencionado en el Capítulo 8. En lo que se refiere a la medida de la arroba, se trata
de una antigua medida española de capacidad y de peso, que ha sido y es aún usada en el
Perú y en Bolivia. Equivale a 11.5 kg y es la cuarta parte del quintal español. Como hemos
señalado en páginas anteriores (vide supra), si bien es cierto que en Sudamérica hay
variaciones de país a país, salvo los casos de Brasil y Colombia, ellas son mínimas (lege
Llerena Landa, 1957: 20-21). Y se ve que esta antigua medida se ha mantenido, con
pequeñas alteraciones, pues el peso de 12.5 kg equivalente a una arroba que han recogido
de boca de los indígenas de Ayacucho Elannery et al. (loco citató), tiene sólo un kg de
diferencia con la equivalencia de 11.5 kg que acabamos de mencionar. Curiosamente en
Colombia también se utiliza la correspondencia de 12.5 kg.
169 Al margen de los problemas que hemos señalado, con respecto a los pesos de carga y a la
distancia que puedan recorrer los animales, en la parte descriptiva se puede ver que las
observaciones han sido cuidadosas y -salvo algunos casos- son correctas. Queremos
destacar aquellas que nos parecen las más importantes. En primer lugar el hecho que los
animales “... andan despacio...” (Matienzo, 1967: 89), luego que lo hacen “... sin mas gastos
de aparejos que una soga.” (León Pinelo, 1913: 53) y “... sin lleuar enxalmas ny herrage...”
(Ramírez, 19.36: 17). En segundo lugar, que lo hacen por “... cualquiera camino, por malo y
áspero que sea...” (León Portocarrero [Anónimo portugués 1958: 80]), pues en eso”... no
los iguala animal alguno, y parece que los crio Dios proporcionados y acomodados a la
condicion de los Indios, que los tratan i entienden como si fuera de su especie.” (León
Pinelo. 1943: 53). Y cuando los animales “... se enojan y abirran con la carga, y échanse
503

con ella sin remedio de hacellos levantar; antes se dejarán hacer piezas, que moverse,
cuando les da este-enojo.” (Acosta, 1954: 137). Pero “Son tan mansos estos carneros de
carga, que un muchacho de diez o doce años lleva del diestro fácilmente una recua dellos.”
(Cobo, 1964a: Libro 9. Cap. LVI1, 366).
170 Quizá las dos apreciaciones más erróneas han sido la de León Portocarrero (Anónimo
portugués, 1958: 80), cuando indica que los “guanacos y vicuñas” son los que llevan la
carga o cuando Ocaña (1987: 167) pretende que “cada carnero” puede caminar con carga
“... las leguas que son menester.”.
171 En lo que se refiere a los Camélidos de carga, es necesario añadir alguna información
adicional. En primer lugar que los machos castrados, como ya se ha mencionado, se
convierten en capón llama, que son los animales usados fundamentalmente para la carga.
Estos capones son generalmente más corpulentos que los aynos, es decir las llamas macho
adultos no castrados, sin embargo le temen a estos últimos, pues son más agresivos. En
Ayacucho, raramente un rebaño de 25 a 40 llamas tiene más de uno o dos aynos, que
además generalmente son ele diferentes edades, para que el más joven no le cree
problemas al mayor hasta que deje de ser el principal. Con esta estrategia, los pastores
alcanzan dos objetivos. Ellos logran crear sólo un rebaño de machos y hembras y eliminan
la competencia que es tan típica de los guanacos salvajes, y así aseguran que los machos
que son los progenitores de las futuras crías, puedan ser escogidos por el pastor y no por
selección natural. Esto les ofrece a los pastores la ventaja, de poder escoger a los machos
menos agresivos, que no van a botar a sus mismos primales (Flannery et al: 1989: 97).
172 De modo que, insistimos, no todas las llamas son utilizadas para el transporte. Para ello se
excluyen las hembras, no sólo por su misma naturaleza, sino porque ellas deben ser
cuidadas para la reproducción. También se descartan las llamas que tienen menos de dos
años y asualmente también los aynos, es decir las llamas sin castrar. Pero cuando hay falta
de animales, los aynos pueden ser incluidos. Las caravanas de llamas se componen
fundamentalmente de machos capados o capón llamas, que van acompañados por maltas, es
decir los machos, que son jóvenes de cualquier sexo, entre 2 y 4 años, que siguen a la
caravana para ser utilizados durante el camino (Flannery et al:. 1989: 106). También
Inamura (1981: 69) ha comprobado que los machos comienzan a entrenarse a los 2 años y
luego son castrados a los 3, para comenzar a viajar con carga. Según Custred (1974: 276),
cuando se comienza el entrenamiento de los animales, el peso de la carga debe ser
progresivo. Este comienza a los dos o tres años y medio con cargas de dos arrobas (23 kg)
y a la edad de cuatro o cinco años éstas aumentan a tres arrobas (34.5 kg).
173 Según los entendidos, las llamas utilizadas para las caravanas, tienen características muy
particulares. Cuando una llama se ha acostumbrado al viaje, es mansa, tierna y obediente.
Los llameros las llaman comunmente orqollama, es decir llama macho. Como se ha
señalado en los párrafos anteriores, las llamas de carga tienen que ser machos y
castrados, para que sean fuertes y disciplinados. Si no fuera así, estarían apegados a las
llamas hembras y además no serían fuertes en el viaje. Los animales son castrados cuando
tiene dos años, además ésta es una edad en la que los animales pueden ser amansados.
Parece que la técnica de amansamiento es muy simple, pues consiste sólo en llevar a los
animales en uno de los viajes largos, junto a los otros que ya están acostumbrados, ele
modo que se van habituando lentamente y se familiarizan con el grupo de las llamas
viejas. En el trayecto se les puede poner alguna carga o por lo menos un poncho, para que
se vayan avezando a llevar algo sobre el lomo. Las llamas cargueras tienen una modalidad
de organización y disciplina, c¡ue no se encuentran en otras bestias de carga, como es el
504

caso de los caballos o los burros (Concha Contreras, 1975: 84-85). (Si el lector quiere
obtener mayor información sobre el entrenamiento ele una llama ele carga, lege Flores
Ochoa, 1967: 81).
174 Hay una observación de Tschudi (1885: 98; 1891: 100; 1918: 212; 1969: 129) que es muy
interesante. Él nos hace ver que no se sabe si en los tiempos anteriores a la Conquista, se
acostumbraba a castrar a los machos ele la llama, pues en los cronistas no hay indicación
alguna. Sí se sabe que se hacía después de la Conquista. Ello es cierto, pues hasta donde
nosotros sabemos, en las representaciones prehispánicas, no hay indicios de castración.
175 Según la información que hemos podido encontrar, los animales son considerados útiles
para la carga, a partir de los 3 años, como ya se ha indicado (vide supra), pero con respecto
al límite máximo no hay un acuerdo. Para algunos llega hasta los 7 años, para otros hasta
los 10-12 años. Luego son sacrificados para la utilización de su carne y de su cuero. (Rowe,
1946: 219; Flores Ochoa, 1975b: 308; Dedenbach Salazar, 1990: 167).
176 Una característica importante de las llamas que hay que resaltar y a la que ya nos hemos
referido, es que son animales que ramonean, de modo que pueden encontrar su alimento
a lo largo del camino y no son selectivos, sino que comen la yerba que encuentran. (Rowe,
1946: 239; Browman, 1974: 188).
177 La llama ha sido el único medio de transporte en los tiempos prehispánicos, pero siguió
jugando un rol muy importante 45como se ha visto en el Capítulo 745 también en los
tiempos coloniales. Evidentemente comenzó a ser desplazada por la introducción del
mulo, que puede llevar una carga triple que la de una llama (Usselmann, 1987:131; aunque
él se basa en Manrique, 1985). Además la naturaleza de la llama no se adecúa a la
psicología del hombre europeo. Sin embargo aún hoy la llama, en muchas regiones
peruanas, sigue jugando un rol importante para el movimiento de los productos, sobre
todo agrícolas. Claro que va perdiendo importancia a un ritmo siempre más acelerado,
debido al desarrollo de las carreteras y las influencias de los modernos medios de
comunicación (Flores Ochoa, 1975a: 11. 1975b: 307-308).
178 Cuando se habla de animales andinos de carga, se menciona casi exclusivamente a la
llama. Gilmore (1950: 446) escribió que la alpaca no fue usada para estos fines y Gade
(1969: 342; 1977: 118-119) mantiene la misma posición. Eso sin embargo no es correcto, y
Flores Ochoa (1977b: 16) ha criticado a Gade por esta afirmación. En efecto, según este
autor, las alpacas también pueden ser usadas como animales de carga, pero a pequeña
escala y para distancias cortas. Pero para ello, al igual que las llamas, los animales deben
ser entrenados previamente (Flores Ochoa 1975a: 11). En otro trabajo, el mismo Flores
Ochoa (1975b: 307-308) indica que también en el caso de la alpaca para esta función se
prefiere a los machos, aunque las hembras pueden ser utilizadas. El entrenamiento se
comienza a realizar a partir de los dos años y una alpaca a los cuatro está en la plenitud
de sus facultades. La alpaca, así como la llama, puede ser utilizada hasta los 10 o 12 años y
luego es sacrificada y se aprovecha su carne y su pellejo. Torres (1992a: 32) también está
de acuerdo en lo que se refiere al uso de la alpaca como animal de carga, aunque admite
que ello se hace “Muy rara vez...”.
179 Una de las grandes diferencias entre los Camélidos y los otros animales domésticos, es que
se manejan completamente sueltos, sin el uso de ningún tipo de correaje o rienda, y sin
látigo. Además, una caravana es conducida normalmente y con facilidad por un solo
pastor. Según algunos autores, un arriero puede llevar entre 15 y 20 animales, según otros
entre 20 y 30, pero hay quien sostiene que en algunos casos se manejan grupos mayores,
505

de cuarenta y más cabezas. En el caso del pastoreo de rebaños es diferente, y un solo


pastor puede cuidar hasta 500 animales. Si el número de cabezas pasa esta cifra, se debe
dividirlo en rebaños complementarios (Simoens da Silva, 1980: 65; Franklin, 1982: 468;
Flores Ochoa, 1967: 81 y 1975b: 302. Si el lector quiere leer una buena descripción del
manejo de un rebaño de alpacas y llamas, vide Flores Ochoa, 1967).
180 Hay un error que debe ser desterrado. Nos referimos al uso de los Camélidos silvestres
como animales de carga. Se ha visto en este mismo capítulo (vide supra), que los tres
autores que han sostenido esta posición, han sido León Portocarrero (Anónimo portugués,
1958: 80 [lege Lohman Villena, 1967]) en el siglo XVII y Cosme Bueno (1951: 77) y Juan y
Ulloa (1988: 601) en el XVIII. Pues bien, hay también algunos autores contemporáneos que
afirman lo mismo. Así Herre y Röhrs (1977: 253) han escrito: “Como una excepción,
posiblemente el guanaco fue usado como un animal de carga en tiempos antiguos, y
probablemente fue el primero como tal.”. Los autores no presentan ninguna evidencia o
prueba para sustentar su afirmación. Pero también Novoa y Wheeler (1984:121) aseveran
que “Los Incas utilizaron los guanacos como animales de carga...”. En este caso tampoco
se indica el origen de la información o las razones que llevan a los autores a tal aserto.
Nosotros consideramos que, lo repetimos, se trata de un error y que no hay nada que
pueda hacernos creer tal cosa. No hemos podido encontrar ningún dato de esta
naturaleza. En vista que no somos especialistas en fuentes históricas, hemos consultado el
asunto con Franklin Pease, el cual nos ha asegurado que nunca encontró una referencia
sobre este tema en los cronistas, ni en otros documentos de la época (Franklin Pease,
Comunicación personal, 26 de mayo de 1992).

10.2.6 ¿Fueron las llamas animales de monta?

181 Uno de los aspectos que debe ser aclarado, es el que se refiere al uso que se les pueda
haber ciado a las llamas como montura. Sobre esto hay posiciones controvertidas. Pero no
se puede tomar una posición negativa categórica, como lo hace Gade (1969: 342; 1977:
117), sin haber estudiado el caso.
182 Hemos visto que la única evidencia del tal uso en los tiempos prehispánicos, es la de la
Costa Norte, aunque admitimos que no hemos podido realizar un estudio exhaustivo en
este sentido, de modo que queda abierta la posibilidad que la costumbre haya sido más
difundida. Pero en la Costa Norte ha sido una tradición que, hasta donde hemos podido
averiguar, se inicia con las mochicas, sigue en la cultura Lambayeque y se prolonga por lo
menos hasta la época Chimú. (Fotografías 9, 27, 35). Y se debe evidenciar que entre los
mochicas no fueron exclusivamente los inválidos (Fotografía 11) los que montaron estos
animales, como se ha afirmado repetidamente (e. g. Larco Hoyle, 1945: 13; 1946: 166). Ello
es la excepción más que la regla, si nos guiamos por las representaciones en la cerámica (
vide Capítulo 4). Este es un tema que merece un estudio. Pero veamos que dicen las
fuentes históricas al respecto.
183 Gómara (1946: 243) al describir los carneros de carga, dice muy claramente “... y aun
sufren hombres encima...”. Es cierto que este clérigo no estuvo nunca en el Perú, como ya
lo hemos señalado, pero es importante recordar lo que hizo ver Porras (1986: 191), en el
sentido que él “... recogió datos y noticias que no figuran en otros cronistas.”. Es más,
Porras estaba convencido que él “... tuvo buenos y directos informantes.”. Gómara
corrobora la evidencia que nos han dejado los mochicas.
506

184 Cieza de León narra la contienda entre los Otabalo y los Carangue ecuatorianos por los
tesoros del Inca, que nosotros hemos mencionado cuando hemos analizados los datos
sobre el Ecuador, en el Capítulo 9. Y allí el cronista cuenta que Otabalo ordenó a su propia
gente, que los “... más dispuestos y ligeros... subiessen en los mayores de sus carneros...”
para engañar a los Carangue, haciéndoles creer que se trataba de españoles. (Cieza de
León, 1984: I Parte, Cap. XXXIX, 126).
185 De las Casas (1948: 9) también afirma, refiriéndose a las llamas, que “... otras veces
caminan los hombres encima de ellas.”. Y Zárate (1968: Libro III, Cap. II, 176) al narrar el
viaje a Chile de Diego de Almagro, habla de las ovejas de la tierra y explica: “...y también
las han impuesto los españoles en que lleven una persona cabalgando cuatro y cinco
leguas en un día, y cuando se sienten cansadas y se echan en el suelo ningún medio basta
para levantarlas, aunque las hieran y ayuden, sino es quitándole la carga; y cuando llevan
alguno cabalgando, si se cansan y las apremian a andar, vuelven la cabeza al que va
encima y le rucian con una cosa de muy mal olor, que paresce ser de lo que traen en el
buche.”. No sabemos, una vez más, que tipo de legua ha utilizado el cronista. Si ha
empleado las leguas comunes, la distancia que recorrían los españoles a lomo de llama
eran entre 22 y 27-28 km. Si Zárate se ha expresado en leguas castellanas, entonces se
trata de una distancia que varía entre 17 y 21 km. Ésta, como se recordará, es una de las
tiradas que han sido señaladas por la mayoría ele los cronistas (vide supra). La información
del contador, cuya objetividad e imparcialidad alabara Porras (1986: 215), a tal extremo
ele llegar a decir que “... su método documental, a veces excesivamente fiel, hacen que no
parezca ya un cronista... sino un historiador profesional.”, nos parece de gran
importancia.
186 Araníbar (1963: Nota 2, 106) ha escrito que hay que tener cuidado con la obra de Morúa o
Murúa. Sin embargo él conoció muy bien la realidad andina, incluso estaba en Arequipa el
año 1600 cuando escribió la última parte de su obra (Porras, 1986: 477). Es interesante que
el mercedario al referirse al Collao, menciona los “pacos” y explica que pueden llevar
carga -punto que ya hemos tratado- y luego añade: “... y aun sufren hombres encima, mas
anclan muy despacio y si se cansan vuelven el rostro hacia el que va encima y échanle una
agua muy hedionda; y si mucho se cansan se dejan caer aunque los maten, hasta quedar
sin peso.” (Murúa, 1922: 154). Esto nos parece significativo, en cuanto la descripción ele
Murúa, en lo que a la conducta de los animales se refiere, es coincidente con la de Zárate.
Hay sólo un hecho que llama la atención, y es que pareciera haber una contradicción en la
obra del mercedario. Cuando él se refiere a los pacos dice: “... no sirue para genero
ninguno de carga...” (Murúa. 1964: 154) y sin embargo ahora dice que “... sufren hombres
encima...” (Murúa, 1922: 154). Además cabe preguntar: ¿Es que dice la verdad Gómara
(1946: 243) cuando escribió que a los carneros de carga les “... laman pacos...”? ¿Es que en
un caso se refiere a las alpacas y en el otro a los animales de carga? Queda la duda.
187 Es revelador que el Padre Cobo (1964a: Libro 9, Cap. LVII, 366), si bien niega que las llamas
hayan sido utilizadas para montar, no excluye que ellas puedan cumplir con dicha
función. Pues él escribió: “Aunque pueden llevar una persona, nunca sirvieron de
caballería a los indios, y menos ahora que hay copia de caballos, jumentos y mulas.”. Pero
no debemos olvidar que Cobo está escribiendo en la primera mitad del siglo XVII, cuando
ya existían muchos animales europeos en el Perú y los españoles no necesitaban recurrir
a las llamas para sus trajines. Sin embargo, el mismo Cobo (loco citató) nos ha dejado la
descripción de como los españoles hacían montar a los indios sobre las llamas, cuando
“los corregidores y justicias” los querían azotar y hacerles pasar vergüenza. Es
507

interesante señalar que esta anotación de Cobo ele la primera mitad del siglo XVII ha
quedado ilustrada en la obra de Huaman Poma de Ayala a principios del mismo siglo. En
uno de sus dibujos se ve al “Coregidor de Minas” ordenando que se castigue a un indígena.
Este, desnudo y con las manos atadas, va montado en una llama mientras otro indígena lo
azota. Y en la descripción, el cronista indio al referirse a los castigos en el “Capitulo de los
mineros...”, apuntó: “... alos demas le asota sobre encima deun carnero...” (Huaman Poma
de Ayala, 1936: f. 525, 526). (Figura 27).
188 El que ha comentado estas citas de los cronistas es Tschudi (1885: 109; 1891: 109; 1918:
229-231; 1969: 138; Nota bene debemos señalar nuevamente que la traducción de 1969. a
parte de ser deficiente, omite gran parte del texto original). Él ha escrito que se han dicho
“muchos disparates” sobre el uso de la llama como animal de monta, a los que
desafortunadamente se les ha prestado atención.”. A los indios jamás se les ocurrió
semejante cosa.”. Luego califica como “una pura invención” la información que da Philipp
von Hurten sobre la expedición al Alto Orinoco ”... de que se haya visto gente de
caballería de los Omaguas, montadas en llamas.”. Parece, siempre según Tschudi, que a
Diego de Ordaz le contaron los naturales del río Meta, que había un príncipe poderoso que
sólo tenía un ojo y que mandaba en las altiplanicies de Nueva Granada, y que
aparentemente usaba animales más chicos que los ciervos para cabalgaduras (en una nota
de pie de página [147] indica Tschudi que es difícil saber a que tipo de cieivo se ha
utilizado para la comparación, si a los ciervos reales o a los gamos o los ciervos
sudamericanos).
189 Luego, comentando concretamente a los cronistas, ha escrito Tschudi: “Refiere Agustín de
Zárate (1. c. lib. III cap. II) que en la expedición de Diego de Almagro a Chile los españoles
habían ido montados en llamas -las que en realidad no tenían más objeto que cargar la
provisión de agua necesaria para la tropa- y que, así montados, avanzaban de cuatro a
cinco leguas al día (148). Algo parecido dice López de Gomara [Sic!] en su Historia de los
Inkas cap. 142.”. Y luego comenta que puede muy bien haber sucedido que “... unos
cuantos españoles y quizá muchos de ellos...” hayan montado algunos animales
excepcionalmente fuertes, al haber perdido sus caballos y que así puedan haber caminado
“25 kilómetros” en un día. Pero inmediatamente añade que “... es completamente
inaceptable que esto lo hayan podido hacer varios días consecutivos, pues estando como
estaban con armas y corazas, lo menos que pesarían, por término medio, seis arrobas (en
las dos versiones originales alemanas, se indica entre paréntesis “75 kg” que no está en la
traducción de 1918 que estamos utilizando).”. Y escribe el autor que se dice que soldados
rasos españoles cabalgaban en llamas, pero no hay datos precisos sobre el particular.
190 Luego añade Tschudi: “Las llamas no sirven absolutamente para cabalgaduras a causa de
su debilidad. La brutal soldadesca española, se ha distinguido por su barbarie hacia el
hombre y los animales, y ha destruido millares de llamas por exceso de trabajo.”. Y el
estudioso suizo trae a colación la versión que nos ha dejado Cieza de León sobre la
contienda entre los Otabalo y los Carangue que nosotros hemos citado (vide supra), y dice
que “La responsabilidad de esta narración recae sobre el citado cronista que la ampara.
De todos modos, resalta que los indios sólo vinieron a caer en cuenta de que podían
utilizar las llamas como cabalgaduras, después de haber visto a los españoles montados en
caballos, lo cual prueba que ello no había sucedido nunca antes.”.
191 Prosigue diciendo Tschudi, que el uso de la llama como cabalgadura tampoco ha sido
empleado después “... no pasando de ser motivo de recreo, de vez en cuando, para uno
508

que otro indiecito. Debo agregar finalmente, que por lo general las llamas se muestran
sumamente reacias para estas pruebas.”.
192 En otro de sus trabajos, Tschudi (1966: 244) vuelve a insistir sobre el asunto.“Las versiones
de viajeros anteriores en el sentido de que estos animales son usados como cabalgaduras...
son falsas. A veces un chiquillo indio que tiene que pasar un río y no quiere mojarse, se
sienta sobre una llama pero se baja de ella tan pronto llega a la otra orilla.”.
193 Consideramos que en este caso es necesario hacer algunos comentarios sobre las
aseveraciones de Tschudi. No cabe duda que las versiones sobre el alto Orinoco son
fantasiosas (aunque admitimos que no conocemos la fuente original de información de
Tschudi). En el caso de Zárate (1968: Libro III, Cap. II. 176) creemos que la versión es muy
clara, pues él cuenta efectivamente 45ya lo hemos visto cuando hemos tratado el caso de
los Camélidos en territorio chileno (vide Capítulo 9)45 que en el viaje de Almagro a Chile
“... cada oveja viva llevaba a cuesta el cuero de otra muerta con agua...”, pero luego añade
“... y también las han impuesto los españoles en que lleven una persona cabalgando...”. En
el caso de Gómara (1946: 243), como ya lo hemos indicado (vide supra), es muy escueto,
pero claro: “... y aun sufren hombres encima...”. Además, Tschudi comete un lapsus
cálami cuando afirma que Gómara escribió “su Historia de los Inkas”. Gomára escribió la
Historia general de las Indias.
194 Por otro lado pensamos que Tschudi, al igual que muchos otros autores, exagera un poco
cuando se refiere a los soldados españoles con “armas y corazas” y desconoce la realidad.
En este sentido se tiene una visión distorsionada, se está pensando en los ejércitos
regulares europeos de épocas posteriores, y se olvida algunos hechos fundamentales. En
primer lugar, que cuando se produce el descubrimiento de América, el uso ele la
armadura completa estaba disminuyendo, debido a la introducción de las armas de fuego.
Y en segundo lugar, que en América no hubo un ejército regular, que inclusive en Europa
en esos tiempos era aún una novedad. De modo que cada hombre que se incorporaba a la
aventura americana, lo hacía con las armas que disponía. Por eso es muy difícil y hasta
imposible poder describir en términos generales el armamento de los conquistadores. Las
armaduras y hasta el coselete, presentan una serie de inconvenientes, sobre todo en un
clima como el sudamericano, que fueron además innecesarios para defenderse del tipo ele
armas que tenían los indígenas (lege Salas, 1950: 238 et passim).”La armadura ele acero, por
la mortificación que supone, y el cuidado que había que tener con ella y la dificultad de
caminar con semejante vestidura, resultaba inútil y hasta excesiva para defenderse de las
armas indígenas, cuando para protegerse de ellas bastaba con el escaupil, la cota o la
cuera de ante, más baratas, más rápidas de vestir, más duraderas y eficaces contra la
flecha...” (Salas, op. cit.-. 242-243). De modo que podemos suponer que en un viaje come: el
de Almagro a Chile, la soldadesca no andaba exactamente con “corazas” como ha escrito
Tschudi. Aunque veremos (vide infra) que no es tan cierto que, por lo menos algunas
llamas, no pudieran llevar la carga que indica Tschudi, o sea “seis arrobas”, que además
son 69 kg y no 75 kg como él indica.
195 En el caso de Cieza de León y de lo que él expone sobre los Otabalo y los Carangui, no nos
parece honesto decir tan tajantemente que ”... la responsabilidad de esta narración recae
sobre el citado cronista que la ampara...”. Cieza de León es, a nuestro juicio, uno de los
cronistas más serios. No por nada un hombre ele la envergadura de Porras (1986: 282),
califica a su obra de “segura y verídica”. En el caso que tratamos, el cronista, en una sola
página (Cieza de León, 1984: I Parte, Cap. XXXIX, 126), repite tres veces “dizen”, “como
dize el pueblo”, “según se dize”, en otras palabras él toma nota ele lo que sus informantes
509

le dijeron. Y no vemos donde está la exageración o la imposibilidad de que lo que se narra


haya sucedido, más aún si tomamos en cuenta los otros datos que hemos acumulado y que
estamos exponiendo.
196 Hay finalmente un apunte interesante, que Tschudi señala en una nota ele pie de página
(Tschudi, 1885: Nota 2, 109: 1891: Nota 6, 108; 1918: Nota 148, 230. En la traducción de 1969
esta nota ha sido omitida). Aquí citaremos la traducción de 1918. Dice así: “La legua ha
tenido diferentes dimensiones según las épocas. Al principio constaba de 4.000 varas
castellanas, o sea 3.345 metros; después 5.000 varas 454,975 metros [en las dos versiones
alemanas dice 4.175], y a partir del año 1801 de 6.666 2/3 de vara45 5.572 metros. Los
itinerarios oficiales de distancia levantados el año 1845 bajo el Presidente D. Ramón
Castilla, cuyo objeto inmediato era el de normalizar el servicio postal, se calcularon a
razón de veinte mil pies (20.000) por legua, o sea 5.572 metros.”. Esta es la medida que
nosotros hemos utilizados para la legua común, y hemos señalado justamente (vide supra)
que Tschudi la estaba empleando.
197 Pero una fuente que consideramos sumamente importante y que nadie ha citado ni
comentado, es la de Schmidel (1986), a la que nos hemos referido ampliamente en el
Capítulo 9.
198 A pesar de correr el riesgo de ser repetitivos, queremos recordar que Schmidel (op. cit.:
Cap. 44, 86) ha sido muy explícito, cuando anotó que “Las ovejas... hay dos géneros, las
domésticas y las montaraces, las usan como bestias de carga y como monturas.” (el
subrayado es nuestro). Pero lo más interesante es que él nos ha dejado un invalorable
testimonio de una experiencia vivida.”... yo mismo, -escribió- por estar enfermo de una
pierna, anduve más de cuarenta leguas a lomos de una de estas ovejas.” (Schmidel, loco
citato).
199 Leyendo cuidadosamente el texto, hemos podido deducir (vide Capítulo 9) que la tirada
fue de aproximadamente 22 km por día y que la jornada en que anduvo el cronista alemán
montado en una llama, fue de más de 10 días. Tiempo diario y distancia, lo hemos visto en
este capítulo (vide supra) y en el Capítulo 7, que coinciden con los datos que hemos
revisado. Son cifras totalmente verosímiles.
200 Pero hay algo más. Schmidel nos ha dejado en su obra una ilustración (Schmidel, 1962:
Cap. 44, 72) (Figura 30) en la que se ve en primer plano una llama llevada por lo que
parece ser un guerrero, pues tiene un arco. Pero detrás, se ve una llama montada por un
individuo, y luego más atrás dos llamas más. Una que lleva carga amarrada por algo que
parece una red y, junto a ella, otra. Pero ésta está montada por un hombre. Los animales
no llevan ningún tipo de arnés y, aparentemente, son montados a pelo. Es interesante
anotar que las bestias tienen al cuello un collar por el que son llevadas e inclusive
manejadas cuando son montadas. A simple vista podría objetarse que estos collares dan la
impresión de ser metálicos, lo cual evidentemente sería un error. Pero leyendo a
Schmidel, lo hemos visto, se sabe que los indígenas utilizaban mucho el cuero de los
Camélidos para hacer una serie de artefactos y que los mismos españoles con los que
estaba el cronista, los utilizaron para hacer escudos para protegerse de las lanzas y
flechas indígenas. De modo que los collares bien pudieron ser de cuero.
201 Podría llamar la atención que las bestias aparezcan representadas con escaso pelaje. Pero
si comparamos esta ilustración con la que se muestra en la obra de Cieza de León (1984:
Primera parte, entre las pág. 264-265 y que corresponde al Cap. CXI)(Figura 20), hay una
asombrosa semejanza. En este sentido es interesante recordar que en el Vocabulario de la
510

Lengua General de todo el Peru llamada Lengua Qquichua o del Inca de Gonçales Holguin (1952:
270-271), se especifica que había dos denominaciones para las llamas de carga.“Llama
huacauya, o huacauia. El carnero lanudo grande de carga.” y “Llama chunca. El carnero raso
grande de carga sin lana.”. Son las segundas, sin duda, las que montó y representó
Schmidel y con las que se ilustró la crónica de Cieza de León. No está demás recordar que
el mismo Schmidel hizo originalmente los dibujos o bosquejos de las escenas que ilustran
su obra y que luego fueron copiadas por algún artista de la época (Plischke, 1962: XVIII).
Y, como nos escribió Peter Dressendörfer que conoce bien la obra de Schmidel, se trata de
un cronista “poco fantaseador” (Peter Dressendörfer, in litteris, 8 de diciembre de 1993)-
Insistimos sobre este punto, pues a pesar que el dibujo tiene la influencia europea de la
época, sobre todo en las representaciones humanas y en los arcos que llevan, sin embargo
ella no se nota en la figuración de los animales. Las proporciones del cuerpo, en términos
generales, son bastante exactas y estamos en presencia de un animal corpulento, de modo
que no hay duda que es una llama. Lo único que sorprende es la relación del tamaño
hombre/animal. A juzgar por la proporción se trataría de bestias más grandes que las
actuales, lo cual abonaría la hipótesis de la existencia en el pasado de variedades de
llamas hoy desaparecidas.
202 Rowe (1946: 219, 239) acepta que la llama pudo haber sido montada ocasionalmente en los
tiempos antiguos, pues“... se cansan rápidamente bajo el peso de un hombre”. Pero,
aparentemente, su aseveración se basa sólo en la cita de Cobo (loco citato, vide supra).
Posición parecida es la que asume Gade (1977: 117), pero sin señalar ninguna fuente de
información.
203 Larrain Barros (1980a: Nota 216, 227) ha comentado la cita de Cieza de León (loco citato,
videsupra) a la que nos hemos referido en varias oportunidades, cuando los Otabalo
quisieron engañar a los Carangue, y dice que una llama adulta no suele llevar pesos
superiores a 40 kg y que por ello es imposible que hombres adultos han podido montarlas.
Y añade: “Si así fuera, es evidente que la llama habría llegado a ser para los incas una
bestia de montura, a la vez que de carga, como lo es el burro o la mula. Pero sí es
perfectamente factible que muchachos jóvenes, con un peso inferior al indicado hayan
formado una pequeña caravana montada.”.
204 La única posición categórica es la de Pulgar Vidal (1950: 18 [84]), quien ha escrito,
refiriéndose a los “auquénidos” que “... según los testimonios de la Arqueología y del
Folklore, sabemos que los habían seleccionado tan perfectamente que lograron
especímenes desarrollados que empleaban para cabalgar.”. Pero se trata de una mera
afirmación, sin valor alguno, ya que no se indica cuales son los “testimonios de la
Arqueología y del Folklore”.
205 Sumar (1992: 89) ha escrito que la llama “Incluso sirvió para el transporte de personas con
algún impedimento físico (cojos, jorobados, etc.) y también personas enfermas a quienes
las acostaban longitudinalmente a lo largo del cuerpo de la llama, para distribuir
adecuadamente el peso del hombre y facilitar su transporte.”. Por supuesto Sumar no
presenta ninguna prueba para sustentar sus afirmaciones. Él, sin duda, está generalizando
los ejemplos que existen, y que hemos indicado en el Capítulo 4, de las representaciones
mochicas, donde efectivamente se muestran algunos individuos con impedimentos
físicos, montados sobre llamas. (Fotografía 11). También se ven individuos acostados
longitudinalmente y transversalmente sobre los animales (Fotografías 12, 14, 15), pero en
este caso de todos los ejemplares que nosotros hemos visto, no hay ninguno que muestre
a algún hombre con impedimento físico, todos son normales. Cabe, por supuesto, la
511

posibilidad que Sumar haya visto algún ejemplar “con personas enfermas”, en cuyo caso
es una lástima que no haya señalado la fuente. Pero, insistimos, estas costumbres
mochicas no pueden ni deben ser generalizadas. El mismo Sumar (1988: Fig. 1, 24) ha
publicado una ilustración, en la que se muestra a un jorobado montado en una llama, pero
no se ofrecen mayores detalles. A juzgar por la fotografía, se trata de una escultura que
probablemente es pequeña (no hay escala, ni medidas) y el material aparentemente es
metal, quizá plata. El autor la atribuye “from Cuzco”. La pieza parece una falsificación o
reproducción moderna de artesanía. El jorobado en todo caso recuerda al estilo Moche.
Llama la atención que este personaje esté sentado sobre la llama, que está representada
con el cuello exageradamente largo, y vaya abrazado del cuello del animal. Si la pieza
fuera auténtica, sería uno de los pocos casos de representación de animales con cuello
largo y, hasta donde nosotros sabemos, él único que se conoce con un hombre en esta
actitud.5

Portada de la obra de Schmidel publicada en Nürnberg en 1602 (1962). Allí se ve al autor montado en
una llama, tal como él lo relata en su escrito (lege pp. 466).

206 Pero no podemos olvidar, una vez más, el testimonio de Cristóbal Campana
(Comunicación personal, 19 de agosto de 1992) al que tantas veces hemos mencionado,
quien demuestra que en la década de los años treinta su padre, que pesaba -merece
recordarlo45 75 kg pero además llevaba una alforja arrobera de 11.5 kg de modo que el
peso total era de 86.5 kg, viajaba montado en una llama en tiradas de 60 km.
207 Con todo esto no queremos, de ninguna manera, que se piense que creemos que la llama
fue un animal de monta. Por las evidencias que tenemos, todo parece indicar que esta
costumbre no estuvo generalizada en los tiempos prehispánicos. Pero no se puede negar
que en determinadas zonas o en ciertas ocasiones, las bestias sí fueron utilizadas para este
fin. Es concretamente el caso de la Costa Norte peruana (ca. entre el Período Intermedio
Temprano y el Intermedio Tardío) y de los habitantes de la zona limítrofe entre la
512

Argentina y el Paraguay, de la que nos ha dejado una prueba testimonial invalorable


Schmidel (1962, 1986). Esto es avalado por los datos que nos han dejado los cronistas (vide
supra) y que demuestran, además en forma irrefutable, que cuando fue necesario los
españoles también montaron a las llamas. Con estas evidencias, nos preguntamos si en
todo esto no jugó un rol importante la cultura y no sólo la limitación del tamaño de
algunas variedades de llamas.

10.2. 7 ¿Fueron los Camélidos animales de tiro?

208 Hay otro punto controverso que es importante aclarar, pues puede acarrear confusiones.
Nos referimos a un error que cometen Humboldt y Bonpland (1815-1826) y luego
Humboldt (1849 [1971]), y que como tal ha sido divulgado por otros autores. Nosotros no
hemos tenido la posibilidad de leer la obra de Humboldt y Bonpland (op. cit.), pero por el
trabajo de Tschudi al que haremos referencia inmediatamente, podemos saber que la
misma cita ha sido repetida en el trabajo de Humboldt (op. cit.).
209 Humboldt (1971: 145) ha escrito: “Pedro Cieza de León (1) parece querer citar una
excepción ciertamente rara, cuando dice que en el altiplano peruano del Collao se uncían
llamas a los arados.”. La cita de la Nota 1 es: “Crónica del Perú, Sevilla, 1553, c 110, p. 264”.
En primer lugar en la cita se comete un error, pues el Capítulo correcto es el 111 y, en
segundo lugar, el cronista no dice lo que afirma Humboldt, a pesar que hay que decir en
honor a la verdad que él escribió “parece querer citar”. Nosotros suponemos que
Humboldt no entendió bien el texto del cronista, que reza así: “Verdaderamente en la
tierra del Collao es gran plazer, ver salir los Indios con sus arados en estos carneros: y a la
tarde verlos bolver a sus casas cargados de leña.” (Cieza de León, 1984: Parte 1, Cap. CXI,
294).
210 Tschudi (1885: 107-108; 1891: 107-108; 1918: 228-229; 1969: 137. Nota bene. Una vez más
debemos señalar que la traducción de 1969 no debe ser usada. En ella no sólo se tergiversa
el texto original, sino que se omite parte del mismo y, además, el título del capítulo de
Cieza que el mismo Tschudi cita equivocadamente, es cambiado por otro, erróneo
también), se refiere a la afirmación de Humboldt (loco citato) y repite la cita de Cieza de
Léon (loco citato). Es curioso que, siendo el estudioso suizo un autor tan cuidadoso y
conocedor de los cronistas, haya copiado la cita de Humboldt sin ciarse cuenta que el
número del capítulo estaba equivocado. Su comentario a la frase de Humboldt es muy
certera: “Como se ve no hay en esto la menor alusión que pudiera autorizar la suposición
de que las llamas eran empleadas en trabajos agrícolas, puesto que sólo se dice que
cargaban los arados al campo y regresaban con cargas de leña; así pues se les menciona
solamente en su calidad de bestias de carga. Mientras los indios labraban sus tierras,
según su sistema, las llamas pastaban, indudablemente en sus inmediaciones.”. Luego
Tschudi insiste que no hay ningún cronista que mencione a las llamas como bestias de
tiro y “... aún cuando en la carta que acompaña la relación de viajes en las tierras
magallanicas de Ovalle (en el original Tschudi se refiere a la versión italiana de 1646 y por
eso lo cita como Ovaglie. Hay edición española de 1969) se representa a un indio arando
con dos llamas, no debe tomarse esto sino como un dibujo de fantasía de los artistas
europeos, trabajos que tanto abundan en las relaciones de viajes en tierras lejanas
publicadas en los siglos XVI y XVII, y parte del XVIII.”. Luego Tschudi insiste en afirmar, en
forma categórica, que la llama no ha sido utilizada en ningún lugar ni en ninguna época
como animal de tracción. Y para justificar más su aserto, Tschudi indica que Garcilaso de
513

la Vega (vicie 1959: Libro 5, Cap. II, 67-68) describe muy bien el “arado” de los indígenas
(que es un arado de pie, llamado taclla o chaquitaclla), y en cuya operación “... no cabía
absolutamente el auxilio de tracción de ningún animal.”. (En otro trabajo, Tschudi [1966:
244] insiste sobre su posición).
211 Indica Tschudi (1885: Nota. 4,108; 1891: Nota 3, 108; 1918: Nota 146, 229; esta nota ha sido
omitida en la traducción de 1969) que Brandt (1841) en un artículo sobre la llama ha
querido deducir, a partir de un texto de Ulloa, que en Riobamba se empleaban las llamas
como animales de tiro, pero indica también que Wagner demostró utilizando
correctamente el texto de Ulloa, que Brandt se había equivocado.
212 Troll (1958: 29) también ha escrito que el uso de las llamas como animales de tiro no debe
tomarse en consideración. Mientras que Gilmore (1950: 438), dice que “... se ha
insinuado...” que la llama fue usada para tirar el arado, pero “... ello es dudoso.”. Es decir,
no toma una posición clara. Indica, sin embargo, que Romero (1927: 63), que nosotros no
hemos podido leer, ha negado una afirmación de “Teodoro Bry” sobre el arado. Creemos
haber identificado el trabajo de Bry (1592), pero no lo hemos podido conseguir.
Suponemos que se refiere a Chile.
213 Pero Gilmore (op. cit.: 430) ha escrito también que la llama no fue usada nunca para jalar
carruajes, y dice que el dato de Bennett (1946: 607) sobre los “cazonetes para arneses de
llama”, pueden indicar un uso para llevar carga más que una forma de arnés para tiro. La
afirmación de Gilmore en este sentido es gratuita, en cuanto Bennett (loco citató) es muy
claro y ad litteram dice que los mencionados cazonetes para arneses de llama, fueron
usados “... como hebillas para la cincha para asegurar los bultos sobre las llamas.”.
214 Sorprende una frase de Franklin (1982: 467) que dice: “Las llamas no fueron empleadas
para jalar arados o carretas, y, a pesar que la rueda fue parte de juguetes incas, no fue aplicada
a vagones u otros vehículos de carga.” (el subrayado es nuestro). No existen los
mencionados juguetes y posiblemente el autor se ha confundido con Mesoamérica(vide
Canals Frau, 1955: Fig. 4,22 y Nota 11, 569; Stone, 1972: 190, ilustración superior). Gade
(1977: 117-118) también niega tajantemente la posibilidad de este uso, pero es curioso que
él afirma que la llama no estuvo asociada al cultivo y concluye que ambas cosas se deban
“Probablemente porque la llama no constituyó una fuente alimenticia.”. Esto no tiene
sentido. La llama sí estuvo vinculada de alguna manera al cultivo (vide Huaman Poma de
Ayala, 1936: f. 11050), pues con ella se trasportaban los productos y los instrumentos de
trabajo, y además es un hecho que la carne de llama sirvió y sigue sirviendo como fuente
de alimento.
215 Seibert (1983: 267) expresa enfáticamente que en el Area Andina no hubo ni animales de
tiro, ni la variedad de arado jalado por animales.
216 Hemos visto (vide Capítulo 9), al tratar el tema de los Camélidos en el área chilena, que la
supuesta existencia de arado jalado por los chilihueques, no tiene ningún fundamento.
217 No cabe la menor duda que los Camélidos y sus productos, cumplieron y cumplen muchos
otros usos, además de los examinados. Uno de los más importantes en el mundo andino
prehispánico, ha sido el relacionado con los aspectos religiosos y para los sacrificios (vide
Huaman Poma de Ayala, 1936: f. 240, 254, 270, 880) (Figuras 21, 22, 23, 25). Sobre este
punto hay mucha información, pero por razones de espacio no podemos entrar en este
tema que, además, escapa de los fines de este libro (vide e. g. Flores Ochoa, 1977c; Paz
Flores, 1988; Tomoeda, 1993).
514

10.2.8 Los Camélidos y los animales introducidos: ventajas y


desventajas

218 Un aspecto que, a pesar de haber sido analizado por un grupo de especialistas, a nuestro
entender no ha recibido la debida atención, sobre todo por los organismos del Estado
Peruano, es el referente a las ventajas que ofrecen los Camélidos -en diferentes campos-
con respecto a los animales importados. Es sin duda un tema muy amplio, que incluye
aspectos económicos sobre los que nosotros no podemos opinar y sobre el que, además,
no tenemos la información necesaria. Pero nos pareció imprescindible por lo menos
tratar de indicar los principales planteamientos que se han hecho sobre la materia.
219 Matos y Rick (1978-1980) y Brack Egg (1987) se han referido concretamente a la vicuña.
Así Matos y Rick (op. cit.: 33) han señalado que a diferencia de los animales importados,
especialmente los ovinos y los porcinos, la vicuña tiene la ventaja de tender a mantener el
paisaje biótico en condiciones siempre óptimas. Brack Egg (op. cit.: 75) ha indicado cuatro
ventajas fundamentales. En primer lugar, que en el Área Andina se posee ya el material
genético. En segundo lugar, que la vicuña aprovecha mejor los pastos nativos y para su
alimentación no es necesario introducir programas de mejoramiento. Además, no
destruye los pastos por pisoteo, pues tiene la planta almohadillada. En tercer lugar,
porque se trata de un animal que prospera en zonas muy marginales, semidesérticas de
puna, donde la crianza de ovinos y hasta de alpacas es imposible o poco rentable. Y,
cuarto, es una especie rústica, que puede ser manejada en forma silvestre y a bajo costo.
No hay que olvidar que son animales que necesitan poco cuidado y que tienen resistencia
a las enfermedades.
220 Usselmann (1987:133) trae una cita de Millones (1982) que nosotros no hemos leído, el
cual subraya que los Camélidos plantígrados pastorean sin dañar los suelos, mientras que
los animales importados, sobre todo los ovinos y los bovinos, a parte de necesitar pastos
extensivos, han originado mucha erosión con sus cascos. Es interesante, en este sentido,
recordar lo que dice de las patas de los Camélidos Garcilaso de la Vega (1958: Libro 8, Cap.
XVI, 149): “... herraje no lo gastan, porque, demás de ser patihendido, tiene pulpejo en
pies y manos, y no casco”.
221 Es interesante recordar también las características locomotoras de los Camélidos, que son
muy particulares, y que en el medio andino son una gran ventaja con respecto a las de los
animales introducidos. Es así que “Todos los camellos como los camélidos sudamericanos
son paseadores naturales. En contraste con el trote, caracterizado por el apoyo alterno de
cada bípedo diagonal, el paso es marcado alzando simultáneamente ambas extremidades
del mismo lado. Este movimiento produce un tranco más largo, permitiendo al paseador
cubrir más distancia con menos gasto de energía. Aunque algunos trotadores utilizan el
paso ocasionalmente, o están entrenados para pasear, solamente los camellos y camélidos
sudamericanos tienen conformación morfológica especializada para la práctica habitual
del paso.” (Wheeler, 1991: 12-13).
222 Otro factor importante, es que los ungulados adoptan diferentes estrategias alimenticias
para explotar su medio ambiente. Parece también que los Camélidos sudamericanos son
menos selectivos en el pastoreo que los ovinos, debido a su mayor tamaño corporal. San
Martín ha cuantificado y comparado la dieta de los Camélidos y la de los ovinos y ha
podido mostrar que los ovinos son más selectivos que los Camélidos y que las llamas
prefieren el forraje amacollado y fibroso. Mientras que las alpacas son animales
515

oportunistas, que tiene una mayor capacidad que las llamas para adaptarse a diferentes
condiciones de vegetación. Es por eso que San Martín ha indicado, que las llamas tienen
una ventaja competitiva sobre la alpaca en las regiones más áridas de los Andes (San
Martín et al., 1989: 98; los autores han utilizado, además, de su propia información la de
Jarman y Sinclair [1979] y San Martín [1987]).
223 Otro aspecto importante ds los Camélidos andinos, es su superioridad productiva con
respecto a otras especies. Según Novoa y Wheeler (1984: 127), los resultados de las
investigaciones biológicas que se han llevado a cabo en los últimos veinte años, han
mostrado claramente la superioridad productiva de las llamas y las alpacas a grandes
alturas. Se ha demostrado que las especies introducidas se adaptan mal a los estrés del
medio ambiente de la puna y, en consecuencia, clan productos reducidos y de inferior
calidad. Además, la concepción y las tasas del suceso reproductivo son bajas tanto para las
ovejas como para el ganado vacuno y las enfermedades relacionadas con la altura pueden
producir una mortalidad significativa aún hoy, después de casi cinco siglos de su
introducción en este nuevo medio. Estos animales, si son comparados con los nativos,
muestran una eficiencia energética baja con respecto al forraje y para metabolizar las
plantas de los pastizales aborígenes y, además, han contribuido en forma muy
significativa a los problemas de la degeneración del ambiente. Por otro lado la crianza de
las ovejas y del ganado vacuno representan una inversión más laboriosa e intensiva.
224 Novoa y Wheeler insisten que las llamas y las alpacas, pueden jugar un rol siempre más
importante en la economía ele los países andinos, por su probada superioridad productiva
sobre los animales europeos.“Ellos han sobrevivido en las zonas marginales de gran altura a las
que la reciente historia los ha relegado, pero sin duda alguna pueden ser criados con más provecho
en pastos de mejor calidad, y en zonas de elevaciones más bajas que ellos ocuparon originalmente.”
(Novoa y Wheeler, op. cit.: 127; el subrayado es nuestro). Los autores creen que la
producción comercial ele la llama y la alpaca que ha tenido éxito en Australia y en los
Estados Unidos, están indicando que estos animales pueden ser criados fuera del Area
Andina, y que su capacidad para utilizar tierras de pastos marginales, los convierte en un
importante recurso potencial a escala mundial, y que hasta ahora prácticamente no ha
sido explotado, (Es necesario señalar que Sumar [1988: 281 ha plagiado parcialmente a
Novoa y Wheeler [1984: 1271 sin citarlos, a pesar que los autores están mencionados al
principio del artículo).
225 Es un hecho, además, que los rebaños de llamas y alpacas, constituyen el recurso más
seguro para la alimentación de la población que vive en la puna. Y es que los Camélidos
ofrecen mayor resistencia a la aridez que la oveja, y además su movilidad le da seguridad
al mantenimiento ele los rebaños, a pesar ele la inestabilidad climática, que es uno de los
problemas más frecuentes para la agricultura. Como ya se ha señalado (vide supra) los
Camélidos tienen la cualidad ele poder convertir las plantas ele los pastos que tienen un
alto contenido ele celulosa y que son inservibles para el consumo humano, en una fuente
importante y útil ele proteína almacenada. De esta manera se extiende la productividad
en aquellas áreas en las que el cultivo es impracticable. Y no hay que olvidar que además
ele la carne, que es de consumo inmediato, los Camélidos ofrecen otros bienes y servicios
a los que ya hemos mencionado (Novoa y Wheeler, 1984: 125; ellos además han utilizado la
información de Thomas [1973], que nosotros no conocemos).
226 Un dato interesante, es que en condiciones climáticas inestables, como es el caso ele las
sequías que afectan con cierta frecuencia al Area Andina, los Camélidos han demostrado
tener condiciones adaptativas mejores que las otras especies de animales domésticos. Así
516

durante la sequía que afectó en forma muy severa el departamento de Puno, entre los
años ele 1956 y 1957, circa el 80% del ganado y delos caballos perecieron, pero mientras
que murió el 40% de las ovejas, sólo pereció el 25% de los Camélidos. Si se puede
considerar como representativas estas cifras, como para poderlas aplicar para otras zonas
del territorio andino, ello estaría sugiriendo que las llamas y las alpacas constituyen el
recurso nutricional y económico más seguro para los campesinos que habitan en dichas
zonas (Sumar, 1988: 24-25).
227 Flores Ochoa (1979a: 227-228) se ha preocupado de analizar el problema de las
alteraciones y modificaciones del paisaje, debido al sobrepastoreo, y admite que el paisaje
de la puna alta puede haber sufrido y que parte de la ausencia de árboles sea consecuencia
de ello. Pero es enfático en afirmar que no existe realmente evidencia de que estos daños
se hayan producido de la forma que han sugerido Brush (1975), Crawford et al. (1970), y
Ellenberg (1958). (El trabajo de Brush no figura en la bibliografía de Flores Ochoa y ha sido
tomado de Crawford et al. Ellenberg está mal escrito, pues figura como “Ellensberg” y
tampoco está incluido en la bibliografía, pero suponemos que se trata del artículo de 1958
de la nuestra).
228 Flores Ochoa (loco citato) indica que Browman (1974) ha escrito que el sobrepastoreo es un
fenómeno prehispánico, “... sin embargo las mayores evidencias del sobrepastoreo y de la
modificación sustancial de los pastizales indican que es obra de los ovinos, que ha logrado
cambiar la cubierta vegetal e iniciar un proceso de erosión en muchas áreas,
especialmente en las ubicadas por los 4000 metros de altura.”. Flores Ochoa cita a Koford
(1957, pero éste no figura en su bibliografía, pues está tomado de Brush [1975], que
tampoco ha sido consultado directamente por el autor. Vicie supra), para señalar que la
abundancia de pastos no comestibles, puede ser la consecuencia del consumo que hacen
los ovinos de los mejores pastos. Termina diciendo Flores Ochoa, que “Es posible que haya
un deterioro de los pastizales naturales, pero es justamente por esta razón que tiene
interés conocer y comprender las modificaciones que realizan los pastores con el objeto
de proporcionar pastos de la mejor calidad a los animales, y que no producen erosión
hasta donde llega nuestra información.”.
229 Flores Ochoa es uno de los mayores críticos de la introducción de los animales europeos
en el Area Andina. Él ha escrito que los ovinos no han logrado, hasta la fecha, una
adaptación completa. Pero a pesar que “... su aclimatación presenta problemas...” ellos
han logrado desplazar a los Camélidos, sobre todo en las zonas alrededor del lago Titicaca
(Flores Ochoa, 1982: 71). Pero hay que tomar en cuenta que el hábitat de altura no es el
adecuado para el desarrollo de las ovejas y para que se puedan reproducir de una forma
eficiente, pues ellas requieren de pastos diferentes no sólo en calidad sino también en
cantidad. La ausencia de vacas y caballos en las zonas de altura, muestra la poca
importancia económica de estos animales para los pastores de la puna e indican la
racionalización de éstos en el sentido que los mencionados animales no son los más aptos
para sobrevivir en dicho medio, ni pueden rendir económicamente en los lugares donde
las llamas y las alpacas prosperan (Flores Ochoa, 1974-1976: 259).
230 Además, las ovejas nacen a cualquier hora del día y en cualquier estación del año. Esta es
una limitación frente a los Camélidos dado que la fuertes heladas del mes de junio, que es
la época en la que los ovinos nacen más, es poco propicia y es también el tiempo en que
hay pocos pastos. En términos generales, los vacunos son casi incapaces de resistir la
altura y no tienen condiciones para poder aprovechar los pastos duros y cortos que son
característicos de las grandes altitudes (Flores Ochoa, 1978: 85).
517

231 Flores Ochoa (op. cit.: 85) ha escrito que “Las crías sobre todo (de los ovinos) sufren mucho
y cuando un pastor cría vacunos, más como muestra de ostentación, no es nada raro que
haga dormir a las crías en sus propias habitaciones, a fin de lograr la supervivencia.”. Por
eso, explica el autor, que el esfuerzo y el cuidado que requiere un rebaño grande de
vacunos, no está dentro de las posibilidades de inversión de energía de un pastor y no
representa, además, una ventaja económica si se compara con los Camélidos. Termina
diciendo Flores Ochoa (loco citato) que “... en el caso de los ovinos se debe tener en cuenta
que deterioran la cubierta vegetal de la puna alta y la erosión subsiguiente puede dejar
desnudas graneles extensiones de suelos, volviéndolos improductivos. Sumado este factor
al lento desarrollo de la vegetación en las alturas, coloca a alpacas y llamas en ventaja
frente a los demás animales domésticos en condiciones de soportar el desarrollo de una
economía ele pastoreo. Sin embargo, en la actualidad los rebaños ele los pastores de la
puna comprenden también ovejas en cantidad que varía de acuerdo a la zona, altitud,
disponibilidad de pastos o la fuerza de las presiones externas.”.
232 Un aspecto que no hemos tocado, pero que no deja ele ser importante, es el del
transporte. Evidentemente en los lugares donde hay carreteras, los vehículos motorizados
han desplazado en forma definitiva a los Camélidos. Pero no hay que olvidar que una gran
parte de las serranías andinas no cuenta aún con estos servicios modernos y que el
transporte se hace a lomo de bestia, y en aquellos lugares donde hay llamas, ellas son
preferidas por los indígenas. Este es un tema que necesitaría ser estudiado
detenidamente. Nosotros citaremos como ejemplo), pues nos parece significativo, el
estudio que hizo Custred (1974) sobre las comunidades que viven en la provincia de
Chumbivilcas del departamento del Cuzco. Al tratar los viajes de comercio interzonal que
hacen los comuneros de Alccavitoria, el autor explica que se usan en forma predominante
las llamas y que sólo “a veces” se emplean caballos. “Aunque éstos pueden transportar el
doble de lo que cargan las llamas, observamos que los campesinos prefieren las llamas
para los viajes largos, incluso aquéllos que tienen un gran número de ambos animales. Las
razones dadas para esta preferencia señalan que las llamas requieren menos equipo que
los caballos. Solamente son necesarios un pedazo de cordel y un costal. Más aún, las
llamas son muy dóciles y fáciles ele manejar en viajes largos, haciéndose el viaje de este
modo menos complicado y cansado. Las llamas comen durante el día conforme van
caminando a lo largo: del sendero y en las dos horas entre el final del día de viaje y el
atardecer. En la noche se las pone juntas en el corral, donde duermen. A los caballos, por
el contrario, debe dejárseles pastar toda la noche. El tener a los animales en un grupo es
preferible para el viajero, ya que de este modo se hallan seguros. Finalmente, las llamas se
adaptan mejor a las condiciones de la puna. Primero, no tienen ningún problema en
encontrar pastos; y segundo, son más resistentes a los cambios de la temperatura de la
puna. Los caballos, por el contrario, no pueden comer la misma variedad de pastos,
pueden comenzar a sudar y corren el riesgo de coger frío por el aire helado de la puna, lo
cual nunca es un peligro para las llamas.” (Custred, op. cit,-. 275-276).
233 Creemos que los argumentos a favor de los animales autóctonos son irrefutables.
518

NOTAS
1. No está demás recordar que la vegetación de la puna consiste mayormente de gramíneas de
hojas duras, puntiagudas, tupidas, es decir lo que se conoce vulgarmente como ichu. Ello incluye a
Stipa, Festuca, y Calamagrostis. Entre estos montecillos de yerbas, hay otras más delicadas, que
gustan particularmente a los Camélidos. (Vide Soukup. s/f [1987]: 97-98, 180-181, 218, 388; Seibert,
1983: 262 et passim).
2. Kempes la parte más hasta ele la lana.
3. Vide Nota 1. pág. 492
4. Las hembras de las llamas, cuando son recién paridas, pueden producir por encima de 500 cc
de leche en un período ele 12 horas (Flores Ochoa, 1968: 109), lo cual evidentemente es una
cantidad mínima si se compara, por ejemplo, con la cabra. Es así que las cabras no seleccionadas,
producen 1.5 a 2 litros diarios ele leche, mientras que las seleccionadas pueden dar hasta 4 litros
diarios (Miguel Mori T., Comunicación personal, 26 ele noviembre de 1993). Y no hay que olvidar
que la cabra es un animal más pequeño que la llama.
5. Post scriptum. Estando el libro en la imprenta, hemos leido el libio Gold of the Andes. The Llamas.
Alpacas, Vicuñas and Guanacos of South America, Vol. I, de Jorge Flores Ochoa, Kim McQuarrie y
Javier Portús (Francis O. Patthey and sons, Barcelona. 1994). En la p. 115 de la mencionada obra,
se ilustra una escultura muy parecida a la que publicó Sumar (1988: Fig. 1, 24). Allí se dice que es
de plata, que corresponde a la Cultura Inca y que proviene de los fondos de la Smithsonian
Institution (Washington). Desafortunadamente no se indica la procedencia, como tampoco se
muestra la escala, ni se dan las medidas de la pieza. Pero parece que es pequeña. Si se compara
cuidadosamente las dos estatuas, se ve que hay ciertas diferencias de detalles, sobre todo en las
patas. Insistimos que dada la mala reproducción que se muestra en el artículo de Sumar (loco
citato) y la falta de información, es imposible llegar a una o conclusión definitiva, pero a nuestro
juicio se trata de una imitación de la pieza original que está en la Smithsonian Institution. El
personaje jorobado C[ue monta a la llama, tiene características mochicoides y ello podría deberse
a dos causas. O la pieza es originaria de la Costa Norte y. si procediera del Cuzco como afirma
Sumar (loco citato), podría ser parte del botín que los incas se llevaron consigo después ele la
conquista ele los territorios chimúes. Pero ella bien pudo haber sido hecha en el Cuzco por los
metalistas chimúes que sabemos que los incas se llevaron consigo.
519

11. ¿Hubo pastoreo en los Andes?

1 Algunos autores se han preguntado, si realmente existió el pastoreo en los Andes. Se trata
de un asunto teórico que escapa a nuestra especialidad y que, además, debería ser
estudiado partiendo de una definición muy clara del término pastoreo. Pues éste tiene
variedad de formas, y de hecho los patrones del Viejo Mundo no son los indicados ni para
definir ni para entender el fenómeno americano. Lo que sí es una realidad, es que América
no ha sido considerada como un área geográfica en la que se haya desarrollado el
pastoreo. Así, y sólo para indicar algunos ejemplos muy generales, Beals y Hoijer (1958:
323) han escrito que “Todos los pueblos pastores se encuentran en el Viejo Mundo.”, y
Hoebel (1961: 220) prácticamente lo reitera, al afirmar que “El pastoreo constituye un
complejo económico predominantemente asiático y africano.”. Y Kroeber (1963: 85)
también lo sostiene. Pero Hoebel además escribió que “En el Nuevo Mundo, únicamente
los navajos fueron realmente pastores, y aún sólo en tiempos modernos con ovejas
obtenidas de los españoles. En las llanuras meridionales, tribus tales como los comanches
fueron casi ganaderos, pero no pastores, a mitad del siglo XIX.” (Hoebel, op. cit.: 220). Esto
evidentemente no es cierto. Y es que en el fondo estas discusiones se centran en un punto.
Tradicionalmente se considera a un grupo humano como pastor, si depende casi
exclusivamente de los animales para su alimentación. En este sentido, los pastores no
realizan faenas agrícolas o las hacen a muy pequeña escala, y obtienen los productos
vegetales ya sea a base de la recolección o por canje con grupos vecinos, agricultores (lege
Beals y Hoijer, op. cit., 323 et passim. Para una información más amplia sobre el tema, lege
Kroeber, 1963: 85-86).
2 Insistimos, el problema se centra en la definición de pastoreo que se acepte. Si bien Flores
Ochoa (1967, 1968; y según este autor [1975b: 297] también Webster [1973] asume esta
posición, pero nosotros no conocemos este estudio) considera la posibilidad que el
pastoreo sea un tipo de actividad independiente de la agricultura, y que éste pudo existir
desde tiempos prehispánicos en las grandes alturas (Flores Ochoa, 1975b: 297), creemos
que ello va contra las evidencias arqueológicas que se tienen hasta ahora. Es cierto que
antes se pensaba que el pastoreo precedió a la agricultura primitiva (lege e.g. Dittmer,
1960: 242 et passim; Biasutti, 1959), hoy sin embargo la mayoría de los autores están
convencidos que ha sido al revés. Las evidencias arqueológicas en el Viejo Mundo así lo
están indicando (lege Jacobs y Stern, 1962: 98-99; Darling, 1956: 778). Y como escribieron
520

Jacobs y Stern (op. cit.: 99) “En el Nuevo Mundo la prioridad de la agricultura en relación al
pastoreo es clara.”.
3 Los datos arqueológicos demuestran que la domesticación de las plantas en el Área
Andina es más antigua que la domesticación de los animales (si no se toma en cuenta el
perro que llegó al estado doméstico a este continente con el hombre). Por otro lado las
poblaciones andinas si bien han conocido el sedentarismo desde temprano, aunque pueda
parecer contradictorio, han sido al mismo tiempo muy móviles y han mantenido
controles en diferentes ecologías. Todo hace pensar, pues, que desde muy temprano se ha
practicado una economía mixta, en la que hubo un continuo intercambio de productos
entre los grupos que mantenían los rebaños de Camélidos y los que practicaban la
horticultura/agricultura.
4 Este sistema mixto le ofreció sin duda ventajas a los grupos pastores, pues como lo señaló
Kroeber, las culturas pastoriles nómades, con tendencia a la autosuficiencia en
aislamiento, tienen un futuro muy incierto. Eso es lo que Kroeber denominó half-culture o
part-culture y son culturas que para lograr un mayor desarrollo, necesitan
complementarse con otras, que tengan una economía más variada (Kroeber, 1963: 86).
5 Además, el nomadismo pastoril completo, que es y ha sido común en otros medios áridos
del mundo, no existió nunca en los Andes, posiblemente porque los Camélidos domésticos
no fueron la fuente única e idispensable de alimento (Franklin, 1982: 466; Gade, 1969: 342).
Lo que ha sido común, ya lo hemos dicho, es el movimiento estacional de los rebaños, es
decir la trashumación; sería un poco lo que Darling (1956: 779) llama “pastoreo migratorio
definido”. Es el caso, por ejemplo, de Junín en la Sierra Central (Wheeler Pires Ferreira et
al, 1976; Browman, 1974: 189 et passim) al que nos referiremos luego más ampliamente.
Pero para nosotros la trashumancia es una forma de sedentarismo, ya que los
movimientos de los pastores y sus rebaños, se llevan a cabo entre dos zonas conocidas y
que son siempre las mismas. Creemos que esto ha sido igual tanto en el pasado como en el
presente. Lo hemos podido comprobar personalmente en la década de los años 50, con los
cabreros de las lomas de Lachay, en la Costa Central peruana. Hemos verificado que no
sólo todos los años cada grupo ponía sus carpas en el mismo lugar, empleando para ello
las piedras que fueron escogidas inicialmente para sostener los toldos, sino que gran
parte de sus utensilios de cocina y otros enseres se enterraban para evitar el transporte y
con la seguridad que se hallarían al año siguiente. Nuestros informantes nos manifestaron
que en los campamentos serranos se ponía en prática la misma costumbre.
6 Y si bien es cierto que en el Altiplano hay rebaños de llamas que pastan en un estado de
semilibertad (Koford, 1957: 212), se trata de animales que están bajo el control de sus
pastores. No debe olvidarse, que el Camélido doméstico no tiene tendencia a escaparse. En
nuestra larga experiencia de viajes por las inhóspitas punas, nunca hemos encontrado
llamas o alpacas montaraces, mientras que en más de una oportunidad hemos visto
burros y caballos cimarrones.
7 Murra (1964a, 1975) ha estudiado el fenómeno en los tiempos incaicos y ha demostrado
que el pastoreo local, era considerado una tarea parcial, temporal y practicada por los
jóvenes. Los pastores (awatiri en aymara y míchiq en quechua), al igual que hoy en día,
eran jóvenes de ambos sexos. A veces cuidaban los animales que pertenecían a sus
familiares inmediatos, pero a nivel más amplio cumplían también obligaciones de
reciprocidad de sus grupos de parentesco. Cuando los rebaños eran ya demasiado
numerosos o los pastos estaban muy lejos, los jóvenes pastores eran reemplazados por
otros adultos que se ocupaban permanentemente de esta tarea, que era considerada de
521

bajo status (Murra, 1975: 119-120). Y Murra se pregunta: “¿Cómo y cuándo tuvo lugar la
transición? ¿Quiénes se ofrecieron para la tarea o fueron obligados a ella? ¿Qué
oportunidades surgían para dejar el pastoreo? Estas son preguntas todavía sin respuesta.
Sólo sabemos que antes de la invasión europea y antes de la expansión inka ya había en los
Ancles pastores, que no hacían otra cosa y que moraban en la puna, lejos de sus centros de
origen.”. Pero es interesante señalar que Murra especifica que estos pastores seguían
perteneciendo a su grupo ele parentesco, y a pesar de su aislamiento, ellos mantenían sus
derechos sobre las tierras de cultivo que eran trabajadas por sus parientes (Murra, 1975:
120).
8 Es que uno ele los hechos que se debe tomar en cuenta, es que el pastoreo andino es uno
de los ecosistemas más especializados, porque representa la adaptación del hombre a un
medio que no podía ser explotado por otras actividades agropecuarias y en el que los
recursos utilizables por el hombre son muy limitados. Por eso el pastoreo andino es
altamente especializado, tanto desde el punto de vista de los animales que emplea, como
del hábitat en el cual se establece, que es la puna.
9 Además en los Andes, el pastor no siempre puede utilizar el medio tal como lo encuentra.
El debe modificarlo. Es el caso de ciertos métodos ele irrigaciones que efectúa y que le
permiten obtener pastos verdes para las alpacas en lugares donde no hay la humedad
necesaria para lograrlo naturalmente (Flores Ochoa, 1975b: 301. 306). Flores Ochoa (op.
cit.: 306) ha señalado algunos ejemplos. Así en las cordilleras ele Canchis y de Carabaya, en
el departamento de Puno, existen sistemas de canales que llevan agua para que se
inunden terrenos que son propicios para el crecimiento del pasto de puna. Se trata de una
táctica ele adaptación, pues son regiones en las que no hay mucha tierra disponible y
donde los pastizales escasean. Es por eso que los animales deben ser cambiados en los
pastizales con más frecuencia que en otras regiones e inclusive ser llevados de las zonas
altas a las bajas y viceversa. En este caso los animales ya no son recogidos al ritmo
estacional anual de verano e invierno, sino en función del agotamiento de los pastos.
10 Hoy en día en los Andes hay una marcada diferenciación de las zonas ele pastoreo, que
son consecuencia de la introducción de animales europeos. Así entre los 3,800 y los 4,000
msnm, hay comunidades con ganadería que se basa en Camélidos y en ovinos. Entre los
4,000 y los 4,200-4,300 msnm las comunidades son de pastores de Camélidos y también de
ovinos, pero a partir ele esas altitudes se comienza a encontrar comunidades dedicadas
exclusivamente al pastoreo de Camélidos. Mientras que el ganado vacuno está restringido
a los fondos de los valles secos, aunque en las partes más húmedas se le encuentra por
encima ele los 4,000 msnm. Los mulos y los asnos están por todas partes, pero
cuantitativamente son más comunes en las áreas secas. Las cabras son especialmente
comunes en los valles secos (Seibert, 1983: 269; Flores Ochoa, 1974-1976: 246). Hay que
tener presente, sin embargo, que el pastoreo de la puna alta, entre los 4,000 y 4,200
msnm, es el mecanismo de adaptación socio-cultural eme ofrece las mayores ventajas
económicas para explotar las praderas de pastos naturales de altura. Y si bien allí se
encuentran ovejas, una que otra vaca y pocos caballos, los animales que ofrecen el mayor
provecho son las llamas y las alpacas (Flores Ochoa, 1974-1976: 246).
11 Creemos que no cabe duda, pues, que en el Área Andina hubo efectivamente una clase de
pastoreo. Y que esta actividad ha sido muy sui géneris. Como acertadamente escribiera
Lavallée (1988: 266-267), si se hacen comparaciones, una cierta similitud de los hechos con
otras realidades, no debe ocultar la profunda originalidad de los procesos americanos de
522

“neolitización”, en sus ritmos como es sus órdenes de aparición y de importancia de sus


componentes.
12 Si se analiza el fenómeno neolítico en el Viejo Mundo, se podrá ver que se ha producido
un aprovechamiento de condiciones locales favorables, tanto climáticas como biológicas.
En otras palabras, se explotó la situación en la que especies de animales eran
potencialmente domesticables, lo mismo que diversos cereales y legumbres comestibles.
Es así que entre el séptimo y el octavo milenio antes de nuestra Era, se introdujo un nuevo
cambio de vida que significó la aparición de la agricultura y del pastoreo.
13 Como bien dice Lavallée (loco citato), en América el proceso ha sido diferente, y ha tenido
dos focos independientes de desarrollo, uno en Mesoamérica y otro en el Área Andina
Central alrededor del séptimo milenio a. C, y en los Andes quizá un poco antes. Pero
mientras en Mesoamérica el rol fundamental lo jugó la agricultura y prácticamente no
hubo animales para domesticar (pues el único fue al pavo), en el Área Andina el fenómeno
fue diferente. Aquí la práctica de la ecología complementaria jugó un rol fundamental
desde un principio y fue el trait d’union entre la agricultura y el pastoreo desde tiempos
muy tempranos, como lo hemos explicado al principio de este capítulo (vide supra). Al
principio con las formas silvestres de la vicuña y el guanaco y luego con las formas
domésticas que se produjeron a paitir de las anteriores, y en aquellas regiones que
estaban por encima de los límites superiores de la agricultura.
14 “Esta domesticación ha sido el origen de una forma de cultura pastoril sin equivalente en
el mundo, que se desarrolló en un medio natural austero, de clima riguroso,
aparentemente hostil: el altiplano andino y la puna.” (Lavallée, op. cit.: 267).
15 Como se ha explicado en el Capítulo 4, las investigaciones del equipo francés dirigido por
Lavallée y Julien, han mostrado la existencia de un sistema de desplazamiento de los
grupos humanos entre toda una serie de abrigos y grutas de la puna, en función de la
alternancia estacional de los terrenos de caza en un principio y de pastoreo después. Y
desde una caza no diversificada se pasó a una actividad de cacería más intensiva pero al
mismo tiempo más especializada, es decir dirigida fundamentalmente hacia los
Camélidos, hasta el progresivo control de éstos. Es así que entre el cuarto y el tercer
milenio antes de nuestra Era, los ocupantes ele Telarmachay tenían una ocupación
permanente, quizá en las zonas bajas del valle, cerca ele las tierras cultivables. Y esto
coincide con la aparición ele la alpaca como especie dominante y la afirmación de la
agricultura (lege Lavallée et al., 1985; Lavallée, 1988: 272, 278-279. 284).
16 Es por lo expuesto que Lavallée (loco citato) sugiere que en esos tiempos se produjo el
nacimiento de lo que ella define como “proto-crianza” ele especies animales. Y la autora
hace hincapié que el comportamiento natural ele éstos, favoreció el acercamiento y el
mantenimiento dentro ele un territorio estable y restringido. Es decir, ella se está
refiriendo al sentido ele territorialidad que tienen los Camélidos, y en esto hay una
coincidencia con nuestro planteamiento que hemos señalado en el Capítulo 5.
17 Se está en presencia, pues, ele “una verdadera economía pastoril” como la llama Lavallée (
loco citato), basada en la explotación de los hatos domésticos, que le da poco tiempo a los
pastores para dedicarse a la caza que ha perdido vigencia. El único punto sobre el que no
estamos de acuerdo con Lavallée, es cuando ella afirma que en los Andes este proceso de
domesticación ha sido llevado a cabo por cazadores no sedentarios y que así quedarán
inclusive cuando se convertirán en pastores (Lavallée, 1988: 286). Hemos explicado (vide
523

supra) que para nosotros la trashumación en esencia no significa nomadismo, sino que es
más bien una clase de sedentarismo.
18 Y para reforzar su punto de vista, Lavallée (loco citato) explica que un sistema de
ocupación estacional de este tipo, puede continuar siendo practicado después que los
animales hayan sido domesticados, dentro de un contexto agrícola. Los rebaños
domésticos se desplazan entonces alrededor de un “centro” constituido mayormente por
un habitat, pero no totalmente permanente, e instalado por debajo de los 4,000 msnm,
donde se practica la agricultura. Este es, aún hoy, un modo de vida típicamente andino. Es
por eso que la autora se pregunta si la domesticación ha sido una verdadera innovación.
No cabe la menor duda que el control de la reproducción de los animales y la creación de
nuevas especies son, a nivel biológico, innovaciones fundamentales. Pero el modo de vida
de los primeros pastores andinos, no fue fundamentalmente transformado. Y la prueba de
ello se tiene en la asombrosa continuidad del utillaje lítico, el ritmo no cambiado de
permanencia en el campamento de altura, y la misma persistencia de ocupación por parte
de los pastores, de los hábitat que antes habían sido utilizados por los cazadores. Todos
hechos que se ven claramente en las evidencias de los trabajos de Telarmachay (Lavallée,
1988: 286-287). Y que a nuestro juicio, si analizados cuidadosamente, nos demuestran
45insistimos45 que estamos en presencia de una forma de sedentarismo.
19 Es por todo eso que Lavallée dice que estaría tentada de hablar de una “innovación
conservadora”, pues tanto se integró el modo de vida que implicaba la domesticación
naciente de los Camélidos, que se confundió con los comportamientos ancestrales de los
cazadores. “Para constatar esta innegable continuidad 45escribe Lavallée45 podemos
finalmente preguntarnos porqué, cuando funcionaba un sistema seguro y estaba basado
en la explotación racional de la fauna silvestre, los hombres lo abandonaron poco a poco,
por apremios inherentes a la vida pastoril, la hipótesis de una presión del medio natural
parece que pudiera ser eliminada, por lo menos bajo una forma apremiante.” (Lavallée, op
. cit.: 286- 287).
20 Debemos admitir que lo que se sabe sobre este fenómeno es poco y se deberá estudiarlo
mucho más. Es innegable que Lavallée ha contribuido a ello en forma notable.
21 Flores Ochoa (1979a: 226) es de la opinión, que nosotros condividimos, que esta economía
de pastoreo es propia de los Andes Centrales, entre Perú y Bolivia, con una ramificación al
Norte chileno y al Noroeste argentino. Su ausencia en algunos sectores del territorio
peruano, como en la serranía norteña, es consecuencia de la llegada de los europeos y la
introducción de animales occidentales.
22 Hemos mencionado a menudo el término complementariedad ecológica, y ésta juega un
rol fundamental en el Área Andina Central. A él se refieren con insistencia los autores (e.
g. Masuda el al, 1985) y consideramos importante insistir sobre el tema. Hemos visto que la
crianza de las llamas y las alpacas en los territorios donde la agricultura es impracticable,
inclusive para la papa que es un cultivo de gran altura, significa la máxima utilización del
medio andino (Webster 1971a, 1971b; Yamamoto, 1985: 87). Estos límites superiores del
aprovechamiento del medio, están entre los más altos del mundo, y sólo se pueden
comparar, según Yamamoto, (op. cit.: 87; él se basa en el trabajo de Dollfus, 1982) a la
región septentrional de la cadena del Himalaya.
23 Yamamoto (1985: 92) señala un ejemplo concreto que es muy interesante e ilustrativo. Él
indica que el cultivo del maíz en la zona quechua no tiene una complementariedad
ecológica, que se pueda notar directamente, con la crianza de las llamas y alpacas en la
524

puna. Sin embargo, el cultivo de la papa tiene una interrelación muy estrecha con la
crianza de los Camélidos, pues sin el excremento de estos animales como fertilizante, la
producción del cultivo de la papa en las zonas adyacentes más bajas, decaerían en forma
notable (Yamamoto se basa en el trabajo de Orlove, 1977b). Sin el uso continuo de este
fertilizante, se originaría un deterioro irreparable de los suelos. Dice Yamamoto que el
estiércol de Camélido como fertilizante ha sido poco estudiado, sin embargo la
investigación que llevaron a cabo Winterhalder et al. (1974) en Nuñoa, localidad
altiplánica situada a más de 4,000 msnm, lo demuestran. Pues allí se ve que los suelos
tienen una serie ele deficiencias. Hoy para mejorarlos se utiliza el excremento de oveja y
se ve como mejoran las cualidades físicas de éstos. No cabe duda que el estiércol de
Camélido tiene el mismo efecto.
24 Esto nos hace ver la autosuficiencia de la agropastoría en los altiplanos sureños de los
Andes Centrales, que es justamente la zona donde la papa ha tenido una gran importancia
y donde los hatos de Camélidos han sido muy numerosos. Como explica Yamamoto “Esta
complementariedad que existe entre el cultivo de la papa y la crianza de los camélidos,
puede ser vista entonces como la mejor estrategia de adaptación para minimizar los
efectos adversos, como es el deterioro y la erosión de los suelos, mientras que lleva al
máximo el potencial de productividad dentro de las limitaciones impuestas por las tierras
altas andinas.” (Yamamoto, 1985: 92).
25 Si el lector desea ampliar su conocimiento sobre la materia, le recomendamos leer el
trabajo de Harris (1985: 314 et passim) que se refiere a la zona norteña de Potosí, en
Bolivia, y donde se se ve muy bien como funciona la complementariedad ecológica andina
de los ayllus de dicha zona.
26 Shimada (1985: XVI-XVII) ha insistido sobre la importancia que han tenido las caravanas
de llamas en los varios patrones ele complementariedad ecológica, la que ha sido señalada
además por una serie de autores (lege, e. g. Browman, 1974; Inamura, 1981a; Lynch, 1983a;
Masuda, 1985; Mujica, 1985). Pero él llama la atención sobre un fenómeno que no ha sido
tomado debidamente en cuenta, es decir el rol que las caravanas ele llamas han jugado en
este sentido en las organizaciones políticas de la Costa Norte. Y algo de esta tradición
estuvo presente hasta hace poco tiempo. Nosotros añadimos que no sólo en la Costa
Norte, sino a lo largo ele toda la costa, aunque probablemente no de la misma forma e
intensidad. Pues se recordará, por ejemplo, que hemos citado a Matsuzawa (1978), quien
ha descrito las caravanas de llamas que iban desde la Cordillera Blanca hasta Casma en la
Costa Norcentral, para transportar productos.
525

12. La Distribución actual de los


Camélidos sudamericanos: causas y
consecuencias. ¿Es posible trazar
una estadística a nivel histórico?

1 Uno de los aspectos de fundamental importancia para el tema que estamos tratando, es
ver las causas que han influido sobre la distribución actual de los Camélidos, si la
comparamos con la original, pues no es cierto que ella “... no ha sufrido alteraciones
significativas...” como ha escrito Cade (1977: 119). Tampoco es completamente cierto lo
que afirma Herre (1969: 116), que “Bajo la influencia de los conquistadores, las manadas
autóctonas se descuidaron y cambiaron de lugar y los animales domésticos extranjeros
comenzaron a extenderse.”. El problema es mucho más complejo. Ignora Herré, en primer
lugar, las grandes matanzas indiscriminadas que se llevaron a cabo, sobre todo en los
primeros tiempos de la Conquista. Y si bien es cierto que algunos grupos de animales
cambiaron de lugar, probablemente la causa más importante han sido las caravanas de
llamas que, en grandes cantidades, utilizaron los españoles hasta bien avanzado el
Virreinato. Pero lo esencial es que se deshizo y se perdió el control que sobre los
Camélidos se mantenía con la política estatal incaica, antes de la llegada de los europeos.
Y la introducción de los nuevos animales ha sido uno de los aspectos más negativos para
la supervivencia y localización de los Camélidos. Pero no podemos olvidar tampoco las
enfermedades que fueron introducidas por los animales exóticos.

12.1 Las consecuencias de la Conquista en la


distribución de los Camélidos a lo largo del territorio
andino
2 La que ha analizado el aspecto de la distribución de estos animales en los tiempos iniciales
de la Conquista, es Dedenbach Salazar (1990:95-96), y ella concluye que aún en los
primeros decenios después de la llegada de los europeos, había Camélidos domésticos y
silvestres a lo largo de toda la sierra andina, desde el Ecuador hasta Bolivia, Argentina y
526

Chile. Ella indica que si se compara esta distribución geográfica con los mapas ecológicos
del Ecuador (Wolf, 1975; Cañadas, 1983) y del Perú (Weberbauer, 1922; Atlas histórico
geográfico, 1969 [la segunda cita de Dedenbach Salazar no es correcta, debe decir
Peñaherrera del Águila, 1963-1970]; Tosi, 1960), se puede ver que todas las “provincias”
que aparecen en las fuentes históricas, tienen su parte de puna o páramo.
3 No cabe la menor duda, sin embargo, que uno de los autores que más se ha preocupado
por el problema de la distribución de los Camélidos y las causas que han influido en su
cambio a través del tiempo, es Flores Ochoa. Él ha podido establecer que las presiones
para distorsionar la realidad de la ganadería alpaquera, se vienen ejerciendo desde el
siglo XVI. Las descripciones de los cronistas (v. g. Cobo. Cieza de León) confirman
claramente que la ganadería autóctona no estaba limitada a las zonas altas de la
cordillera, que sería el caso actual, y que Flores Ochoa define como “regiones de refugio”,
sino que estuvo esparcida a lo largo de todos los extensos pastizales de las punas
altoandinas. La introducción de los ovinos fue parte del régimen de dominio español de
las nuevas tierras. Pero esta presión para introducir los ovinos no terminó con los
tiempos virreinales, sino que siguió a lo largo de la época republicana y continúa hasta la
actualidad (Flores Ochoa, 1979a: 231).
4 De modo que si comparamos las áreas de distribución de los tiempos prehispánicos o de la
temprana época colonial con la actual, vemos que ésta se ha reducido. Y todas aquellas
zonas que hoy son ocupadas por los ovinos, originalmente lo estuvieron por Camélidos.
Flores Ochoa considera que los límites ambientales de las alpacas anteriormente eran
mayores e inclusive -y esto nos parece muy importante- la especialización (término que
en realidad no nos parece correcto, como discutiremos más adelante) a las grandes
alturas, es en parte consecuencia de este proceso de cambio cultural, resultado de la
Conquista. La consecuencia es una modificación sustancial de la distribución espacial
longitudinal, y fundamentalmente altitudinal de los Camélidos. (Flores Ochoa, 1982: 81;
1988b: 278 [queremos llamar, una vez más, la atención del lector, en el sentido que el
primer trabajo que hemos citado, en la portada tiene la fecha 1982, pero en la parte
interior aparece 1980. Nosotros hemos usado la primera, pero otros, como el mismo
Flores Ochoa, lo citan con la segunda]).
5 Para entender lo que ha pasado, es interesante analizar por lo menos algunos de los
factores que han influido en ello, y que en parte hemos mencionado. Uno de los más
importantes ha sido, insistimos, la introducción de los animales europeos. Bien merece la
pena ampliar un poco la información.
6 Hay algunos autores que se han referido al área ecuatoriana. Así hay una información
anónima de 1573, que trata concretamente sobre la zona de San Francisco de Quito, y que
dice enfáticamente que “El mayor daño que los naturales reciben es con el ganado vacuno
de los españoles, muchos de los cuales tienen sus estancias en notable perjuicio de los
indios.” (Anónimo, 1965b: 212). Y Tschudi (1885:96; 1891:98; 1918: 209; 1969:127) después
de mencionar que los incas llevaron llamas al Ecuador, apunta”... que después de la
conquista de los españoles su número disminuyó considerablemente, consistiendo esto en
que fueron reemplazadas las llamas por los animales europeos de carga y de lana
introducidos al país por los conquistadores. ”. Y Miller y Gill (1990: 49) también
escribieron que la gran reducción de los Camélidos silvestres y domésticos en el Ecuador
meridional, del que nos habla Cieza (los autores citan la edición de 1973 [121] que
equivale en la de 1984, a la Parte I [Cap. XLIII: 143]) representa solamente una pequeña
fracción de un patrón más amplio de cambio zoológico “...que alteró radicalmente la
527

naturaleza biogeográfica de los Andes en una sola centuria después de los escritos de
Cieza. ”. E indican que así como la viruela hizo estragos en la población indígena, también
la difusión que llevaron a cabo los españoles en el territorio conquistado, de los caballos,
las ovejas, los puercos y los perros (en realidad los autores no lo dicen, pero se trata de
algunas nuevas variedades de éstos, pues el perro ya existía en América) “... alteró la biota
endémica andina. ”. Ello llevó a que algunas comunidades de animales pudieron
sobrevivir retirándose de la competencia europea en zonas marginales, mientras que
otras se extinguieron. “El resultado final fue una catástrofe ecológica, probablemente sin
paralelo desde los fines del Pleistoceno (Crosby 1986). ” (Miller y Gill, op. cit.-. 49).
7 Y con respecto a las serranías de lo que es hoy en día el territorio peruano, el Padre (tobo
(1964a: Libro 2, Cap. X, 74) escribió: “No hay al presente tanta copia de ganado de la tierra
como antes de la venida de los españoles, respecto de haberse disminuido los indios, y
ocupar grandes espacios desta puna y páramos los ganados ele Castilla, que en ellos se
crían copiosamente, como son vacas, ovejas, puercos y cabras: yeguas, asnos y gallinas... ”.
Es interesante que Cobo (op. cit.-. Libro 2, Cap. X: 78) es uno de los autores que señala muy
claramente las dificultades que tenían los animales europeos para vivir en las tierras
altoandinas. Pues es muy específico al indicar que una vez que se baja de la sierra alta y se
llega a los valles interandinos “... nacen yeguas, asnos y muías, que fuera deste tercer
temple para arriba no se crían... ”. Y Cobo estaba escribiendo en el siglo XVII. No podemos
entrar en muchos detalles, pero es suficiente revisar los escritos de Cosme Bueno (1951)
publicados en el siglo XVIII, para encontrar abundante y en general muy buena
información sobre la forma agresiva en la que ingresaron los animales europeos a los
Ancles.
8 Fernández Baca (1971: 27) también está ele acuerdo que la ubicación ele los Camélidos a
graneles alturas, se produjo durante la Colonia, a causa de la introducción de los animales
europeos. Prácticamente la misma posición toma Lynch (1983a: 2), c]uien señala además,
que los Camélidos han tenido que sufrir las mismas consecuencias de los grupos cazadores
y recolectores, que se han restringido a las áreas marginales (que en los Andes son
usualmente de altura) y que corresponden justamente a los terrenos que no son aptos
para la crianza de la oveja y de otros animales europeos. Y Lynch es enfático al tratar
sobre los Andes Sur-Centrales, cuando escribe que “... las políticas de la dominación
cultural occidental continuaron favoreciendo la expansión de la oveja dentro ele los
límites antes utilizados como pasto para los camélidos.”
9 Sumar (1988: 24) condivide esta opinión, pero él añade además que hasta la fecha la
situación no ha cambiado. E insiste que la competencia primaria entre los animales
introducidos y los nativos, ha tenido como consecuencia la desaparición de las alpacas y
de las llamas en gran parte del territorio, a pesar que la crianza de las ovejas ha tenido
limitaciones, tanto por la pobreza ele los pastos como por los problemas ele adaptación a
la altura. Es así que en la actualidad los rebaños de llamas y alpacas están relegados en las
tierras situadas en o por encima ele los límites superiores ele cultivos y que resultan
marginales para la crianza de las ovejas.
10 Por la información que se tiene, parece que la velocidad de extinción de los Camélidos no
ha seguido el mismo ritmo en todo el territorio andino. Según Novoa y Wheeler (1984:
125), los primeros rebaños que desaparecieron fueron los ele la costa y de los valles
interandinos, pues allí el ganado introducido no tuvo dificultades en imponerse. En la
puna el proceso ha sido más lento, tanto por el medio inhóspito como por la mayor
cantidad de Camélidos que allí había. Además de la introducción de los animales
528

europeos, ha jugado un rol importante la guerra civil española y el pago de tributos que,
en diferentes formas, tenían que cumplir los indígenas.
11 Novoa y Wheeler (loco citato) recuerdan que Garci Diez de San Miguel en 1567 (1964; vide
Capítulo 6) declaró la existencia de un rebaño particular de 50,000 llamas y alpacas en
Chuquito, y que cinco años más tarde, en 1572 Gutiérrez Flores y Ramírez Segarra (1970;
vide Capítulo 6) pudieron contar sólo 159,697 en toda la provincia. (Novoa y Wheeler no
han indicado las fechas de publicación de las fuentes, pues las han tomado de Flores
Ochoa. Cometen sin embargo dos errores. La cita correcta es Flores Ochoa, 1977 lb]: 23-24.
Además la numeración de página que aparece en la bibliografía, es decir 15-22 no es
exacta; ella es 15-49. Y no se han dado cuenta tampoco que Flores Ochoa cita
erróneamente a Gutiérrez Flores y ellos lo repiten. La cita correcta es Gutiérrez Flores y
Ramírez Segarra).
12 Pero es interesante añadir, que la despoblación siguió y hay datos de 1807, por ejemplo en
Huacané, donde el 81.6% de los animales corresponde a las ovejas y sólo el 1.9% a las
alpacas (Flores Ochoa, 1982: 75, quien cita a su vez a Macera et al.-. 1968). Novoa y Wheeler
(loco citato) admiten que las cifras no pueden ser exactas, pero que la tendencia es clara.
Lo cierto es que a fines del siglo XVI, los rebaños disminuian, mientras los tributos
aumentaban, y las llamas y las alpacas prácticamente desaparecieron incluso en aquellas
zonas de gran concentración prehispánica.
13 Siguen explicando Novoa y Wheeler (loco citató), que bajo el dominio español la demanda
de ovejas Merino y Churro y de su lana, fue muy superior a la de la llama y la alpaca, y
prácticamente los pastores nativos se vieron presionados a producir el cambio. Es por eso
que los Camélidos fueron destinados en forma mayoritaria a la carnicería, para proveer
de carne a los trabajadores de las minas, sobre todo de Potosí o fueron usados como medio
de carga para el transporte de metales. Ese fue el fenómeno que llevó a la casi
desaparición de la llama y la alpaca en gran parte de su área originaria de distribución,
mientras que el pastoreo de las ovejas fue limitado sólo eventualmente por la pobreza de
los pastos y por el fenómeno de adaptación a la altura. Ello empujó a los lamoides a buscar
refugio en las áreas marginales, por encima de los límites superiores de productividad
agrícola, donde ellos no tenían ninguna dificultad en vivir.
14 No cabe duda, pues, que con la invasión europea no sólo se despoblaron las alturas, sino
que se modificó básicamente el hábitat y no sólo con la introducción de animales exóticos,
sino también de plantas (Flores Ochoa, 1970; 1979a: 225). Los ovinos y los vacunos,
evidentemente tuvieron ventajas en esta competencia con los Camélidos, porque hubo
factores culturales y económicos de sus criadores que se complementaron con la política
de colonización que se estaba imponiendo. La redistribución y la reciprocidad, prácticas
fundamentales en el mundo andino, fueron reemplazadas por el mercantilismo europeo, y
ello alteró sin duda el mundo agrícola y pastoril andino. Llevó también a la
desestabilización y modificación de la complementariedad económica a la que hemos
hecho referencia anteriormente, y ello significó una alteración sustancial de la visión
andina del medio y de sus recursos (Flores Ochoa, 1982: 65). Uno de los factores más
importantes en este proceso, fue sin duda la destrucción de los rebaños del Estado y de la
Iglesia de los tiempos incaicos, de los que se apropiaron los españoles, y la sustitución de
los animales a la que hemos hecho tanta referencia. Es importante insistir, que ello
significó la despoblación de grandes regiones del territorio andino y que ello fue en
verdad un proceso violento, en el que se recurrió a la coacción y hasta a la prisión (Flores
Ochoa, 1983: 181-182). Esto se ve muy bien en las Visitas del siglo XVI, sobre todo en la de
529

Gutiérrez Flores y Ramírez Segarra (1970), donde se hace evidente el interés de los frailes
de introducir ovinos.
15 Flores Ochoa (1982: 71-75) insiste y demuestra en forma concluyente que una de las
grandes zonas de cambio fue el Altiplano. Él pane de una cita de Cobo (1956: 365-366 [se
trata de un error, la cita correcta es 1964[al: Libro 9, Cap. LVI, 365-3661) y observa que
éste menciona sólo llamas y no dice “ovejas de la tierra”. A pesar que Cobo recorrió sólo la
orilla occidental del lago Titicaca y no visitó las punas, llama la atención que en el siglo
XVII había aún grandes rebaños de alpacas o llamas. Hoy en día las alpacas están por
encima de los 4,200 msnm. Según datos de Bustinza (1970b: 29), en el departamento de
Puno se concentra el 67% de la población peruana de alpacas, y el 30% de ellas se
encuentra en la provincia de Carabaya y el 11% en su distrito de Macusani. Hay que tomar
en cuenta, como recuerda Flores Ochoa (loco citato), que en ambos casos se trata de
regiones cordilleranas, entre las más altas en el departamento de Puno. Y siempre según
datos de Bustinza (op. cit.: 31), si se suma las poblaciones de alpacas de las provincias de
Carabaya, Melgar, Lampa y Chuquito ellas representan el 78% de las cabezas de alpacas
del departamento de Puno. Y nuevamente son áreas cordilleranas altas. Mientras que en
el espacio entre el lago Titicaca y la puna alta, hoy predominan los ovinos y en las
cercanías del lago los vacunos.
16 Explica Flores Ochoa (loco citato), que en las orillas del lago, entre la pampa de llave e
inmediaciones del Desaguadero, hay pequeños rebaños de 30-50 animales. Son alpacas
que bajan de las alturas. Hay rebaños pequeños, permanentes, cerca de los bofedales
naturales en la proximidad del Desaguadero y del lago.
17 Hocquenghem (s/f [1989?]: 116-117) ha estudiado la situación en las tierras frías de Piura,
en los siglos XV y XVI, y ha podido comprobar que con la llegada de los encomenderos y
estancieros, tanto españoles como mestizos, hicieron el ingreso a los pastizales los toros y
las vacas, para la producción de carne, quesos y leche. Además, las ovejas para producir
lana y los caballos y los mulos para el transporte, tanto de hombres como de mercaderías.
El ganado de Castilla tuvo que competir por los mismos pastizales que eran utilizados
para el ganado de la tierra, pero como el tributo se tenía que pagar en productos que se
elaboraban a partir del ganado de Castilla, los guayacundos tuvieron que abandonar el
cuidado de sus animales autóctonos.
18 Pero Hocquenghem (loco citato) explica que en los Ancles Septentrionales, no hay una
zona por encima de los 4,000 msnm donde no se haya adaptado el ganado vacuno y que
pudiera haber servido de territorio de refugio para los Camélidos. De modo que ellos
sencillamente han desaparecido de las serranías piuranas y han sido reemplazados por las
vacas, las ovejas, los caballos y los mulos. Pero las consecuencias de ello han sido muy
graves, pues éstos han destrozado los pastizales con sus cascos y han favorecido el
fenómeno erosivo. En las casas los indígenas comenzaron a criar puercos, aves de corral y
perros que les ayudaron a cuidar los rebaños.
19 Fenómeno similar se produjo en la puna de Junín donde la introducción dela oveja en
tiempos del Virreinato, ha culminado con la virtual eliminación de los Camélidos
(Wheeler Pires-Ferreira et al., 1976: 483).
20 Cunazza (1976b: 166) también es categórico cuando se refiere al uso de los recursos
indígenas en Chile, pues afirma que lo que no sucedió a través de miles de años de uso
racional del medio, se produjo en un corto período, con la introducción del ganado
doméstico. Este llevó a las poblaciones de guanacos a una rápida disminución por falta de
530

alimento y por la caza indiscriminada a la que fueron sometidos, tanto por la competencia
con la ganadería, así como para alimentar a los perros, para obtener las valiosas pieles de
las crías o “chulengos” y, finalmente también para preparar charqui.
21 Nos parece que una frase de Flores Ochoa (1982: 65) resume la situación. Él escribió: “... el
cuadro actual de dispersión de los camélidos sudamericanos, no está en condiciones de
reflejar la situación que existía en los Andes al promediar el siglo XVI, cuando arribaron
las tropas de Pizarro, tras las que vinieron los agricultores y pastores de plantas y rebaños
que estaban habituados a cuidar, explotar y consumir en su patria de origen. ”.
22 Vemos, pues, que en el fondo la ubicación actual de los Camélidos, y por supuesto
mayormente los domésticos que los silvestres, es más el resultado de factores culturales
largo sensu que biológicos. Esta ha sido la opinión de Gilmore (1950: 436), quien escribió
además que a esto se debe atribuir el hecho que los Camélidos no hayan prosperado en
otros países donde han sido introducidos, cuando viven bien en los zoológicos, lo cual es
sólo parcialmente correcto. Franklin (1982: 473-474) ha analizado también la situación, y
admite que no se puede negar que las observaciones de Maccagno (1932) y Link(1949), en
el sentido que las llamas prefieren pastear en terrenos secos y no en suelos húmedos y
pantanosos, que por el contrario prefiere la alpaca, son correctas. Además, el mismo
Franklin (1978) así lo ha demostrado. Y hemos visto que Koford (1957) ha observado que
hay una necesidad decreciente de plantas suculentas entre los lamoides, en el orden
alpaca, vicuña, llama y guanaco. Por eso, dice Franklin (loco cítato), hay una coincidencia
con el orden de aumento del área geográfica. Y quizá uno de los factores que determinan
los límites de distribución de estos animales es la disponibilidad estacional de alimento
verde y los diferentes rangos de tolerancia a la comida seca. Incluso Franklin, afirma que
si la llama es derivada del guanaco (los cual no está probado, lo hemos visto), es
paradógico que el área de la llama sea más restringida que la de sus progenitores. Sin
embargo, y a pesar de todo esto, Franklin se muestra de acuerdo con aquellos autores que
piensan que en el fondo la distribución actual de los Camélidos, es más consecuencia
cultural que debida a factores biológicos.
23 El grupo de pastores de Ayacucho, que ha sido estudiado por Flannery el al. (1989), es uno
de los mejores ejemplos de supervivencia de un antiguo modo de vida, y demuestra
además como el proceso que se inició en el siglo XVI sigue. Se trata de un grupo humano
que está siendo siempre más empujado hacia los márgenes de la sociedad, por el cambio
político y económico que es difundido. Ellos viven hoy en una región que nadie quiere,
pero como señalan Flannery et al., “... ellos viven en ella en sus propios términos, aún
inmersos en la tradición cultural andina cuya antigüedad se puede entrever en los
documentos españoles de los siglos XVI y XVII. Hay una tremenda capacidad en estos
pastores, cuyos ancestros fueron, cuando nos detenemos a pensar en ello, los primeros
pueblos del mundo de la carne y de la papa. ” (Flannery et al, op. cit.: 2).
24 Y la presión cultural se ve bien en este caso, en la zona ayacuchana de Quinua-
Huamanguilla, tanto en las llamas como en las ovejas, donde los animales son forzados a
usar la tierra que de otra manera no podría ser usada, y simultáneamente evitando la
invasión de los campos cultivados de la zona quechua (Flannery et al, 1989: 39).
25 Otro ejemplo es el de la Pampa de Anta (antiguamente conocida como Xaquixaguana) en
la provincia homónima, cerca del Cuzco, con una altura que oscila entre los 3,105 y 3,331
msnm. Hoy día es una zona fundamentalmente agrícola, sin embargo en los tiempos
prehispánicos en la mencionada pampa pacían rebaños de Camélidos. Hay datos
531

arqueológicos que cubren un lapso que se extiende desde el Horizonte Temprano hasta el
Tardío que lo demuestran. Además, han quedado documentos que prueban que en los
tiempos incaicos las tierras de Anta eran pastizales, en los que casi seguramente se
mantenían los rebaños de llamas y alpacas. La desaparición de estos animales puede ser
atribuida a diferentes causas, como las guerras civiles entre Huáscar y Atahuallpa, ya en
tiempos coloniales demandas de animales de carga y carne para la ciudad del Cuzco, las
guerras civiles españolas que requerían de provisiones para la soldadesca, la introducción
de vacunos y ovinos e incluso hay informaciones de epizootias que al parecer tuvieron
mucho que ver en los cambios que estamos tratando (Flores Ochoa, 1982: 76-81).
26 Otro factor relacionado con estos cambios, es el de los impuestos. Pues es cierto que entre
la Época Incaica y fines del siglo XVI cuando se llevaron a cabo las Visitas, aún quedaba
una considerable cantidad de Camélidos domésticos. Pero Murra (1964b: 423) dice
refiriéndose al ganado, que “Luego de treinticinco años de dominio europeo su número
había disminuido, pero aún quedaba suficiente para ser vendido o entregado en trueque
fácilmente cuando el tributo anual no podía ser reunido con el trabajo de los mitani en las
minas. ”. Es así que desde tiempos preincaicos se había utilizado a las llamas y a las
alpacas como una especie de “bancos” o reservas para las épocas de sequías, heladas y
otras calamidades. Y esto se puede comprobar con las declaraciones de los Lupaca en la
mentada Visita de Garci Diez de San Miguel (1964: 24), cuando se afirma que “... los
multiplicos del ganado de la comunidad se gastan como tiene declarado de manera que no
tienen que meter ni sacar en la caja de la comunidad. ”. Y como indica Murra, hacia 1567
este uso se había extendido para que los indígenas pudieran cumplir con las exacciones
europeas, dado que la carne, las pieles, la lana y la energía de los Camélidos se podían
convertir económicante, mientras que no se podía hacerlo con los otros recursos agrícolas
o lacustres de los que disponían los Lupacas. Se puede observar, sostiene Murra, que los
indios cuando se refieren al ganado, dicen “hacienda”. Este término ha sido aclarado años
después ele la Visita, por Bertonio ([l6l2l 1956: Tomo I, 261) en su obra que es, sin duda,
uno ele los mejores diccionarios andinos: “... los indios solamente a los carneros (ele la
tierra) suelen llamar hazienda... ”. Con esto él quería decir, que sólo las llamas eran
fácilmente convertibles en efectivo u otros bienes, tanto en la economía andina como en
la europea (Murra, loco citato).
27 Otra causa que ha influido en la merma, sobre todo de los rebaños de llamas, ha sido la
gastronomía de los europeos, y curiosamente sólo Rostworowski (1981: 52) y Tschudi (vide
infra) han llamado la atención sobre esto. Como se recordará, hemos visto como los
mismos cronistas han enfatizado -por ejemplo- el hecho que se matara animales con la
sola finalidad ele comer los sesos.
28 Algunos autores han sugerido que pudieron haberse producido cambios climáticos que
habrían afectato las poblaciones de Camélidos. Así Izumi Shimada (1985: XVI) ha
insinuado que los fenómenos El Niño que han influenciado las contracciones de las lomas,
habrían tenido un efecto de largo plazo sobre los movimientos de las llamas que bajaban
de la sierra a la costa. Y Dedenbach Salazar (1990: 106) habla de “posibles cambios
climáticos” que pueden haber afectado a los rebaños, aunque su única fuente de
información es Cardich (1977). Nosotros no negamos que se han producido pequeños
cambios climáticos (a gran escala de ninguna manera), pero somos muy escépticos sobre
las consecuencias que éstos puedan haber tenido a nivel de los grandes mamíferos. Este es
un tema que ha sido mencionado muy a menudo, pero en una forma muy superficial y no
532

se han hecho estudios detenidos. La evidencia arqueológica lo pone en duda. En todo caso
es materia que debe ser manejada con gran cuidado y sólo con fundamento de causa.
29 Debemos señalar, una vez más, que un autor que ha hecho un análisis serio y
documentado sobre este asunto también, es Tschudi (1885: 98-100; 1891: 100-101; 1918:
213-215; 1969: 129-131; nuevamente nos sentimos en la obligación de señalar que la
tradución de 1969 no sólo es defectuosa, sino que omite datos que están en el original y
añade otros que no figuran. Para muestra señalaremos un error. En el original, al hablar
de la matanza de los animales se dice hunderttausen.de, es decir “cientos de miles”. En la
traducción de 1969 se dice “miles”, que es muy diferente). Tschudi considera que las
causas principales de la disminución de los animales han sido tres. “... primero el trabajo
excesivo a que se sometía a los animales de carga y su maltrato a manos de la grosera
soldadezca (Sic!) española, a lo que sucumbieron ciento de miles de llamas en sólo los
primeros años ele la conquista. ”. Y luego “... la reprochable arrogancia de estos hombres
desenfrenados que al decir de uno de sus propios cronistas (Fernando de Santillán...
[1986:4091...) mataban multitud ele llamas sólo para comer los sesos (132) y que
degollaban diez, doce llamas para escoger la más gorda, a su gusto, dejando a las demás
sin aprovecharlas; y también el consumo ele carne para los conquistadores, que fue
muchísimo, más grande de lo que jamás había sido en tiempo de los Inkas. ”. En la nota
132, Tschudi recuerda la cita de un testigo ocular, Alfonso Palomino, que cuenta que
durante la conquista del actual territorio del Ecuador, los soldados españoles mataron
una cantidad muy grande de llamas sólo para comerse el corazón (para mayores detalles
vide Capítulo 9).
30 En segundo lugar, Tschudi señala a la sarna “... llamada koratsa (en el original dice Karatsa
) por los indios khetsuas y uma usa por los aymarás... ”. Y aquí es interesante indicar un
detalle. Tschudi escribió que esta enfermedad existió en el antiguo Perú. “En prueba ele
esto se puede deducir que los indios tenían divinidades especiales a las que invocaban
para librar de la peste a sus ganados. A raiz [Sic!] del cambio de cirscunstancias
sobrevenido por la conquista, la enfermedad tomó un carácter tan pernicioso, intensiva y
expansivamente, como probablememnte no lo habría tenido nunca en siglos anteriores. ”.
Hoy sabemos que en realidad se trata dedos ácaros diferentes, uno ele los cuales con toda
probabilidad ha sido introducido por el ganado europeo, como ya se ha discutido en otra
parte de este libro (vide Capítulo 7). Luego Tschudi hace referencia a los cronistas y a la
mortandad animal en el siglo XVI, que ya hemos mencionado anteriormente y concluye
diciendo: “No tengo noticias de si surgió de nuevo como epidemia en los siglos XVII y XVIII,
lo cual no es dudoso; pero sí conozco lo que pasó en los años 1826 a 1828 y 1839 a 1840
época en la cual yo mismo he visto cientos de animales apestados”.
31 La tercera causa para Tschudi, que nosotros hemos discutido ampliamente (vide suprd), es
la introducción de los animales europeos. En este sentido las frases utilizadas por este
notable hombre ele ciencia suizo, si bien apasionadas, son ciertas. Él escribió: “Se vé
claramente que reducida la existencia de llamas en sus dos terceras partes, y expuesta la
tercera parte restante a la saña brutal ele los españoles, la cría ele este ganado era del
todo ruinosa; y por último se dificultó la reacción, al introducirse después solípedos y
rumiantes. Los asnos y muías de mayor resistencia para el servicio, han hecho disminuir
grandemente el número de llamas ele carga, a pesar de la mayor cantidad de mercaderías
que trafican entre la costa y el interior. ”. Añade, además, Tschudi que en el Sur el
ferrocarril, fue otro factor determinante para la desaparición ele estos animales.
533

32 Se ha querido atribuir a los perros la matanza de los Camélidos silvestres, pero en


realidad no se ha aportado la suficiente información al respecto. Y si bien ella no es
abundante, la hay. El lector recordará que hemos reunido la que nosotros hemos podido
hallar, en el Capítulo 7. Dedenbach Salazar (1990: 163) ha indagado sobre esto y llega a la
conclusión que, aparentemente, la utilización de estos animales en la cacería ha sido
ocasional. Esto no es cierto. Y si bien a base de la evidencia existente no se puede decir
que fue una costumbre muy difundida, sin embargo ha sido empleada con cierta
frecuencia. Es más, los indígenas la hicieron suya rápidamente.
33 Melody Shimada (1982: 305) ha escrito: ” Garcilaso de la Vega (1966 [1609]: 517) explica
eme los españoles exterminaron los guanacos en los tiempos coloniales tempranos
cazándolos con galgos, pero las vicuñas sobrevivieron porque fueron más rápidas que los
perros en sus alturas. ”. No se puede ni debe distorsionar así un texto. Garcilaso no ha
escrito tal cosa. Él tiene dos citas sobre el asunto y Shimada ha citado una sola. La primera
narra como muchos españoles “... por no estar ociosos... ” emprendían viajes para
comerciar. “Muchos ele ellos holgaban ele ir con su hacienda, y, por no caminar al paso de
los carneros, llevaban un par de halcones y perros perdigueros y galgos y su arcabuz, y
mientras caminaba la recua a su paso corto, se apartaban ellos a una mano o a otra del camino e
iban cazando; cuando llegaban a la dormida llevaban muerta una docena de perdices o un huanaco
o vicuña o venado... ” (Garcilaso de la Vega, 1959: Libro 8, Cap. XVI, 151; el subrayado es
nuestro). La otra cita, que es a la que se refiere Shimada, trata sobre el “ganado bravo” y
al describir a la vicuña, dice ad litteram: “... son ligerísimas, no hay galgo que las alcance;
mátanlas con arcabuces y con atajarlas, como hacían en tiempo de los Incas; apaciéntanse en los
desiertos más altos, cerca de la nieve... (Garcilaso de la Vega, 1959: Libro 8, Cap. XVII, 152-153;
el subrayado es nuestro). Hemos revisado la traducción al inglés de 1966 de la obra de
Garcilaso que cita la autora, y que corresponde -insistimos- a nuestra segunda cita, y
podemos certificar que ella se ajusta al original. Es Shimada la que se equivoca y le hace
decir a Garcilaso lo que él no ha dicho.
34 No cabe la menor duda, pues, que las nuevas variedades de perros entrenados para la caza
que fueron traídas por los españoles, han influido ele alguna manera en la matanza de los
Camélidos silvestres. Lo que atenuó su efectividad, ha sido la velocidad ele éstos. Ello se
desprende claramente ele los escritos de los cronistas. Es difícil saber el rol real que este
tipo de caza jugó en la destrucción de los animales nativos. Probablemente si se le
compara con las otras causas que estamos analizando, ella fue menor. Pero no se puede no
tomarla en cuenta.
35 Shimada y Shimada (1985: 21) y Sumar (1985: 11) han tratado también el problema de la
desaparición de los Camélidos y sus causas, pero no aportan nada nuevo. (En honor a la
verdad hay que señalar que Shimada y Shimada [1985: 211 le atribuyen a Rostworowski
[1981: 60-67] haber escrito que los animales domésticos europeos desplazaron a los
Camélidos. No es cierto, ella no sólo no lo dice, sino ni siquiera trata el asunto en las
mencionadas páginas. Y cuando lo hace [vide infra], los términos son diferentes).
36 Pocos autores se han ocupado en forma concreta del tema de la desaparicón de los
Camélidos en la costa. Lanning (1967a: 17) la atribuye exclusivamente a la competencia
con los animales introducidos por los europeos. “El asno carga más bulto que la llama, y
los peruanos costeros prefieren un bistek en sus mesas y lana de oveja para su vestimenta.
”. Rostworowski (1981: 52) atribuye la desaparicón de estos animales “de los Llanos” a
varios factores y dice que uno de ellos”... fue el deseo de los españoles de disfrutar de una
dieta a base de carne, y tenían marcada preferencia por las crías pequeñas que llamaban
534

corderos. ”. Luego, dice la historiadora, que con las guerras civiles hubo necesidad de
utilizar las llamas para el transporte y para apoyar su aserto cita a Cieza de León, que
cuando se refiere al señorío de Chincha, decía que “... las ovejas desta tierra casi no hay
ninguna porque las guerras de los cristianos que, unos y otros tuvieron, acabaron las
muchas que tenían. ” (Cieza de León, 1941: 230 [1984: I Parte, Cap. LXXIIII, 220]).
37 Dedenbach Salazar (1990: 99) por su parte, plantea varios factores para explicar la
disminución de los Camélidos en la costa. Uno podría haber sido el climático, pero la
autora no ofrece un sustento concluyente a su afirmación. Y nosotros consideramos que
éste no fue un factor que deba ser tomado en cuenta, pues -insistimos- no hay evidencia
de estos cambios, a nivel arqueológico a lo largo del Holoceno (vide Bonavia, 1991: 45-47).
El segundo factor que menciona Dedenbach Salazar es que los animales se concentraron
en las lomas y que el sobrepastoreo y la tala indiscriminada de los árboles, llevaron a la
desaparición de los animales. Esto es posible, sobre todo con la introducción de ciertos
animales como la cabra, que es destructora por naturaleza. Pero no hay que olvidar que
las lomas estuvieron en uso desde tiempos inmemoriales y que los Camélidos
definitivamente no pastorearon sólo allí. Y el tercer factor que indica la autora, habría
sido el sobrepastoreo en general y las enfermedades.
38 Hoy en día la distribución de la llama es aproximadamente en la cordillera andina, en el
área comprendida entre los 11° de Lat. Sur y los 21° de Lat. Sur y que corresponde a los
territorios de Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Y la alpaca en los territorios de 4,000 o más
msnm, fundamentalmente del Sur del Perú y en Bolivia. Debemos insistir que esta
distribución es consecuencia de la alteración cultural que comenzó con la invasión
española y culminó con la desaparición de la llama y la alpaca, así como del guanaco y la
vicuña de muchas partes de su territorio original, fundamentalmente en el Perú y en
Bolivia. (Novoa y Wheeler, 1984: 117: Sumar, 1992: 82; Wheeler Pires Ferreira et al. 1976:
489). Es así, y sólo para citar algunos ejemplos, que en el área de Cajamarca ya no hay
Camélidos (Melody Shimada, 1982: 304), en el Callejón de Huaylas quedan aún algunas
vicuñas (Tovar, 1973: 14), mientras que en la zona de Junín la llama y la alpaca se han
convertido en animales raros (Wheeler, 1985a: 29) y en la zona de Ayacucho, ellos se
encuentran sólo en las partes más altas donde no pueden sobrevivir las otras especies
introducidas (Pozzi-Escot y Cardoza, 1986: 19).
39 Es sorprendente que un autor como Troll, que estudió durante muchos años el territorio
andino y que hiciera aportes fundamentales, no llegó a entender este fenómeno, tan es así
que en uno de sus trabajos más importantes, él escribió: “... es muy interesante lo que ha
subrayado E. Hahn (1896), a saber, que el empleo de la llama y alpaca como animales
domésticos y de utilidad se extiende espacialmente mucho menos que el área de
distribución natural de las formas silvestres. En cambio, la región de la crianza de la llama
coincide casi exactamente con la esfera cultural peruana. La alpaca, menos importante
(Sic!) tiene una distribución más reducida aún, hallándose sólo en el sur del Perú y en
algunas partes de Bolivia. El límite septentrional del área continua de distribución de la
llama se halla ahora en el Perú Central, allí donde termina también la puna. En la latitud
de la Cordillera Blanca no desempeña ya ningún papel digno de mención (Comunicación
personal de H. Kinzl. ” (Troll, 1958: 28). De este párrafo se desprende, que Troll no llegó a
darse cuenta que estaba frente a una distribución artificial de los Camélidos y esto en
parte invalida sus planteamientos de geografía cultural que se han hecho tan famosos.
40 Los que han estudiado muy bien estos fenómenos son Flannery et al. (1989) y han hecho
algunos aportes novedosos. Filos han observado que a base de la evidencia existente, se
535

puede deducir que a partir de la destrucción del estado incaico, el medio ambiente para el
pastoreo de los Camélidos cambió en proporciones verdaderamente notables. Este
fenómeno es debido a que antes de 1532, existían una serie de mecanismos para poder
unir los pequeños rebaños con los grandes. Durante el incario, el estado utilizó los
recursos humanos para el mantenimiento de los rebaños estatales y parece que éstos eran
relativamente inmunes al desbalance de la proporción de machos y hembras lo que no
sucedia con los más pequeños. Es por eso que muchos de estos rebaños eran un reservorio
casi inagotable de reservas. Justamente el mecanismo para que una llama de un rebaño
pudiera pasar a otro, era un ritual anual llamado suñay que parece que estuvo vigente en
el incario y fue manejado por los pastores que velaban por waqchallama, es decir por los
animales individuales o del ayllu. De modo que la supervivencia de los rebaños, no ha sido
tan crucial como lo es en la actualidad. Es por esto que Flannery et al. consideran que el
sistema prehispánico fue menos vulnerable para los problemas demográficos de los
pequeños rebaños y existieron más fuentes potenciales de las cuales se podían obtener
llamas. A partir del momento que se produjo el colapso del estado prehispánico,
probablemente se estableció un nuevo mecanismo que ejerció mayor presión para que el
suñay se lleve a cabo, y éste es uno de los pocos mecanismos que han quedado de aquellos
tiempos, para la obtención de una nueva cepa de crianza cuando ésta es necesaria. Pero es
posible que en el momento que se produjo la transición desde la cultura prehispánica a la
nueva del mestizaje, el sitñaytuvo que aumentar. Pues en los tiempos anteriores a la
Conquista, las reservas de llamas eran inmensas y probablemente la clonación se realizó
mayormente entre los relativos de sangre. Mientras que después existían sólo rebaños
pequeños, manejados a nivel individual, de modo que el suñay se generalizó. Es lo que,
Boyd y Richerson (1985) explicarían como un cambio en la transición cultural de una
generación a la siguiente (Flannery et al., op. cit.: 206; si el lector quiere familiarizarse con
los modelos propuestos por Boyd y Richerson. lea las pp. 206-207).
41 Pero evidentemente ningún mecanismo pudo tener éxito frente a la nueva política
económica de los españoles, que impuso sus propios animales, y que llegó incluso a
entregarlos a los indígenas para hacer más efectiva la imposicón. Es el caso de las
comunidades de Condebamba, que en el siglo XVI recibieron grandes rebaños de ganado
ovejuno (Espinoza Soriano, 1974: 94). Es por eso que Flores Ochoa (1970: 67) es de la
opinión que el control sobre la ganadería, en su nueva forma de cantidad y calidad, se
convirtió en uno de los mecanismos de dominación que utilizaron los españoles para
controlar a las poblaciones indígenas de la zona altiplánica. En un principo los indígenas
pudieron hacer frente a la presión europea, pues tenían aún los rebaños de la comunidad,
pero cuando éstos fueron destruidos, la dependencia se agravé) y el control del gobierno
colonial fue mucho más fácil.
42 El caso de los guanacos es más grave. Estos animales, en el Per, han llegado prácticamente
a la extinción, sea por la sobrecaza como por la competencia con los animales domésticos.
Hay pequeñas poblaciones que sobreviven en Calipuy, en la parte alta del río Santa y en la
Reserva de Pampa Galeras, en la parte sureste de Ayacucho. Poblaciones mayores hay en
la parte meridional de Chile, pero allí uno de los factores que han influido a su
declinación, además de los otros, es la expansión de la agricultura (Franklin, 1975, 1982:
476, 1983; Raedeke, 1976, 1979; Flannery el al., 1989: 91).
43 Pero Raedeke que ha estudiado a fondo las poblaciones de guanacos en Chile, ha llegado a
la conclusión que la causa más duradera y probablemente la más importante, que ha
influido en la disminución de estos animales, es el cambio que se ha producido en las
536

praderas. Y éste es debido a la introducción de los ovinos y los bovinos. El guanaco ha sido
el herbívoro característico de las pampas meridionales, sin embargo la introduccié)n de
los ovinos redujo la capacidad normal de guanacos en ella. Las poblaciónes que han
llegado a sobrevivir frente a la presión de los ovinos, son aquellas que ocupaban las
tierras marginales que no tenían importancia económica para la ganadería. Sin embargo
la tasa de mortalidad debió ser alta, debido a las malas condiciones de las praderas e
incluso allí el guanaco no pudo encontrar un refugio seguro, pues el crecimiento de la
población ovina lo siguió empujando y lo obligó a vivir en los bosques quemados para
conseguir más terrenos. El resultado es que la distribución actual de esta especie es muy
inferior a la original (Raedeke, 1976: 14-16).
44 En esta competencia entre el guanaco y las ovejas, el único que pierde es el guanaco. Pues
en la extensión estival de las ovejas, la mayor parte de la mortalidad del guanaco es el
resultado de la falta de alimentación durante el invierno, y ello es consecuencia del
sobrepastoreo de los ovinos.
45 Según dice Raedeke, sobre la competencia entre el guanaco y la oveja se han hecho
muchos cálculos. Así Howard (1969) informa que los granjeros argentinos consideran que
un guanaco come el equivalente de cinco a diez ovejas. Sin embargo hay otros que
afirman que es menos y que corresponde entre tres y cinco ovejas. Pero Raedeke observa
que la verdadera equivalencia es mucho más baja. Y él se basa en los pesos comparativos
de los cuerpos de estos animales. Un guanaco equivaldría a 2, 5-3 ovejas, pero hay que
tomar en cuenta los hábitos alimenticios de ambos animales, y la disponibilidad de
diferentes plantas. Al reducir la proporción por el consumo de plantas que no comen las
ovejas, la cifra que sugiere Raedeke sería de un guanaco por 1,5-1,8 de oveja. Concluye
Raedeke, que “La competencia entre ambas especies afecta adversamente a las ovejas en
un 0,03%, en cambio los guanacos se ven mayormente afectados, ya que el 78% de la
mortalidad total es la causa de la falta de abastecimiento alimenticio durante el invierno.
” (Raedeke, op. cit.: 95-97).

12.2 Los Camélidos sudamericanos en otras partes


del mundo
46 Hasta aquí hemos tratado a los Camélidos sudamericanos en su propio medio. Sin
embargo hemos visto que prácticamente desde el primer contacto con los europeos, estos
animales fueron llevados al Viejo Mundo. Es verdad que inicialmente lo fueron como
mera curiosidad y para demostrar la riqueza de las tierras conquistadas. Sin embargo este
proceso ha seguido, si bien es cierto que con un ritmo lento. Nosotros no hemos tenido la
posibilidad de buscar la información que seguramente debe existir sobre este tema, sin
embargo y aunque pudiera parecer lo contrario, es un estudio que se debería emprender y
en forma metódica. Es decir, seguir la vida de estos animales en otros medios, estudiar su
comportamiento, su fisiología, su rendimiento, etc. Y que conste que no nos referimos a
aquellos animales que viven en los zoológicos, sino a los que han sido llevados a otros
países con finalidades concretas, que no son las de la pura exotiquez. Estamos
convencidos que cuando esto se haga, si es que alguna vez alguien emprendiera esta
tarea, se verá que no sólo estos animales no tienen dificultad en vivir en otros medios,
muy diferentes a los andinos y que no son exactamente los de las grandes alturas como se
ha generalizado en la literatura, sino que se comprobará que ellos son entre los animales,
los que tienen mayor capacidad de vivir en medios diferentes. Señalaremos aquí
537

solamente algunos datos que tenemos al respecto, para que el lector pueda hacerse una
idea de lo que hemos querido decir.
47 En diferentes oportunidades, después de la Conquista, se ha llevado Camélidos, sobre todo
llamas, a diferentes países. Pero no hay una buena información, o por lo menos nosotros
no la conocemos, sobre las causas que han ocasionado casi siempre el fracaso de estas
experiencias. Según Franklin (1982: -168), éstas son debidas a condiciones de humedad y
enfermedades, ya que los Camélidos prefieren países de clima templado. Por su parte
Gilmore (1950: 432), considera más bien que el factor cultural es el que ha jugado un rol
importante en esto. Y nosotros condividimos esta opinión, con lo que no queremos decir
que Franklin esté equivocado, ni mucho menos. (Sumar [1988: 25] trata el asunto en un
par de líneas). Veamos ahora algunos casos.

12.2.1 México

48 En lo que se refiere a México, sólo hemos encontrado algunos ciatos bastante vagos.
Alvarez (1987: Nota 64, 166) en una nota de pie de página, comenta los “carneros”
descritos por Ocaña (1987), explicando que se trata de Camélidos y entre otras cosas dice:
“... como tampoco dieron resultado en México, las seis llamas que Pizarro envió como
regalo a su primo Hernán Cortés (Cfr. Cárcer y Disdier, o. c, págs. 423-424). ”.
Desafortundamente la cita de Cárcer y Disdier no existe en el libro, en el que la
bibliografía sólo es tratada en notas de pie de página.
49 Por su parte Romero (1936: 371) ha escrito: ”... el llama peruano, transportado a lejanos
países, donde no se logró su reproducción. Los españoles lo llevaron a México... pero
como sucedió con el camello en el Perú, no se aclimate) dicho cuadrúpedo en ninguna de
las partes; aunque Hernández (Quatro Libros de la Naturaleza, y virtudes de las plantas, y
animales que están receuidos en vso en Medicina en la Nveva España, México 1615) lo consigna
en su libro, da su dibujo y le asigna el nombre mexicano de Pelonichcatl anotando que es
especie llevada del Perú. ”. Nosotros no hemos podido comprobar esta información.
50 También Pease (1992: 246) señala una noticia muy interesante, al escribir que “Cortés
fue... activo comerciante en el Perú inicial, y barcos suyos hicieron numerosos viajes...
Hasta los años 70-80 del siglo XVI continuaron las operaciones del conquistador de México
y sus herederos en el Perú; al margen de la exportación de plata peruana en sus barcos,
hay indicios del tráfico de “ovejas del Perú“, llamas sin eluda alguna. ”.
51 Creemos que Pease se equivoca, pues como se verá (vide infra), las operaciones de los
sucesores de Cortés en el Perú, terminaron en 1559 y no siguieron “Hasta los años 70-80
del siglo XVI... ” (Pease, op. cit.: 246). En efecto, la fuente utilizada por Pease (Comunicación
personal, 16 de octubre de 1993) ha sido Borah (1975). Este en su libro explica que al morir
Hernán Cortés, en 1547 se formó la Sucesión del Marquesado del Valle en la Nueva
España. Es entonces que se tomó la decisión de iniciar un comercio con el Perú.
52 Los viajes al Perú comenzaron en 1554 y terminaron en 1559 y fueron en total cuatro.
Martín Cortés, hijo de Hernán, contrató a Diego López de Toledo para que fuera al Perú a
cobrar ciertas deudas pendientes, sobre todo letras firmadas por Lorenzo Ladrón de
Guevara, con cuyo pago no había cumplido. Este Ladrón de Guevara ha sido Capitán de
uno de los buques de Cortés, y desde 1559 residía en el Cuzco. Diego López llegó a Lima en
el verano de 1566 (Borah, op. cit.: 85-123).
538

53 Luego Borah escribe: “Parece que obtuvo el pago por parte de la Real Hacienda y de todos
los demás deudores excepto Ladrón de Guevara, porque las letras de cambio de aquellos
desaparecen de las listas posteriores de deudas no cobradas por la sucesión. ”. “Ladrón de
Guevara probablemente nunca pagó sus deudas, porque en el inventario del marquesado
del 10 de enero de 1570 aparecen todavía como por cobrar, junto con las de Pedro de
Ahumada Sámano, ya difunto (53). El último recuerdo de las empresas del marquesado en
el Perú desaparece en la década de 1570 a 1580, cuando el rebaño de ovejas del Perú -
probablemente llamas u otra especie parecida- que habían sido traidas para su
domesticación en la Nueva España, en el Peñol de Xico, alcanzaron el número de sesenta y
luego murieron todas (54). ” (Borah, op. cit.: 123-124). (La nota 53 dice: “Relación de lo que
valieron las rentas del Marqués del Valle en los años 1568 y 1569, hecha por Juan de
Cigorondo contador de dicho estado”, México, 10 de enero de 1570, en Paso y Troncoso
[1939-1942], Epistolario de Nueva España, XI, 57-60. Mientras que la Nota 54 se refiere a
los “Inventarios y contratos de arrendamiento relativos a las propiedades del marquesado
en el Peñol de Xico 1570-1574. MSS en AGN, Jesús, leg. 273, exp. 4: 8).
54 La localidad de Peñol de Xico, se encuentra en el Municipio de Chalco, en el estado de
México, a una altitud de 2,300 msnm. El cerro de Xico está en la parte sudoriental de la
cuenca del valle de México. “Emerge como una isla del centro del otrora lago de Chalco y
en sus laderas norte y noroeste, se ubica el pueblo de San Miguel de Xico” (Información de
Raúl García dada a José Ochatoma, in litteris. 7 de diciembre de 1993 y 9 de marzo de 1994).
55 Con respecto a lo que escribe Borah (loco citato) sólo hay que añadir que casi seguramente
se trató de llamas o quizá alpacas. De modo que el término “domesticación” está mal
empleado. Probablemente se quiso decir aclimatación o algo parecido.
56 No hemos podido averiguar si ha quedado alguna noticia de estos animales en los
documentos de la época además de los mencionados.

12.2.2 Estados Unidos de América

57 Sobre los Estados Unidos de América hay un poco más de información, y sin duda debe
haber otra que nosotros desconocemos. Según Novoa y Wheeler (1984: 126) se ha tratado
de introducir Camélidos en dicho País, desde 1930. Sumar (1988: 25; 1992: 86) también
indica que en dicho año se llevó un pequeño número de animales, pero no ofrece mayores
detalles, y suponemos que ha tomado el dato de Novoa y Wheeler (loco citato).
58 En este caso hay también algunas cifras. Sumar (1988: 25 y Tabla 1, 26) menciona la
existencia de 500 alpacas, 5,000 llamas y “algunos” guanacos. Sin embargo en un trabajo
posterior, indica 8,000 llamas (Sumar, 1992: 86). En vista que sabemos como maneja la
información Sumar, sus datos hay que tomarlos con las precauciones del caso, más aún
porque no coinciden con la de un grupo de investigadores muy serios que citaremos
inmediatamente. Así Franklin (1982: 468), basándose en datos de Tillman (1981), refiere
una población “muy sana” de llamas que fluctúa entre 1,600 y 3,200 cabezas. Novoa y
Wheeler (1984: Tabla 14. 1, 117) en una tabla señalan la cifra de 3,000, pero en el texto
dicen que fluctúa entre 3,000 y 5,000 cabezas. Mientras que Flores Ochoa (1990b: Cuadro 1,
92) menciona 3,000 llamas, pero aparentemente el dato más exacto lo dan Shimada y
Shimaela (1985: 5), que señalan una cantidad mínima de llamas de 3,418 cabezas. Ellos se
han basado en el Llama Association Breeders Owners Directory.
539

59 Según Shimada y Shimada (1985: 5), la mayor concentración de llamas está en California,
Oregon y Washington, pero las hay también en Texas y Florida. La mayor cantidad de
animales está en Oregon, aproximadamente a 1,000 msnm.. Aunque Novoa y Wheeler
(1984:126) han informado que estos animales están bien adaptados a una variedad de
medios y elevaciones.
60 Shimada y Shimada (op. cit.: 5) llaman la atención sobre la gran facilidad de mantener
estos animales, así como de alimentarlos. En efecto, Izumi Shimada (1982: 162) informa
que en el Patterson Ranch, al Este de Oregon, se ha manejado con gran suceso un gran
hato de llamas, por más de una década, sin problemas de salud. En la fecha del informe,
contaba con 525 cabezas. Shimada ha citado las palabras de su propietario: “... ellas son
fáciles de mantener, tienen más tolerancia dietética que los caballos y aceptan cualquier
forraje o granos y pueden inclusive consumir forraje enmohecido sin que les haga daño. ” (el
subrayado es nuestro). Luego menciona la existencia de rebaños más pequeños en varios
lugares de Estados Unidos, al norte de New York y en Florida.
61 Melody Shimada (1982: 306) ha noticiado sobre los hatos de llamas existentes en Sisters,
siempre en Oregon y a 1,000 msnm. No sabemos si tiene algo que ver con el Patterson
Ranch, pero suponemos que no, desde que la cantidad de animales que se señala es
diferente a la que ha indicado Izumi Shimaela. Melody Shimaela menciona la existencia
de alrededor de 400 cabezas, entre las cuales se da un 5% aproximado de muertes
infantiles.
62 Flores Ochoa (1990b: 91) ha hecho un comentario muy interesante sobre estos animales,
señalando que los criadores de los Estados Unidos, con sus prácticas, están probando lo
que han afirmado algunos hombres de ciencia peruanos, que han llegado a demostrar que
existen variedades de llamas que producen fibras de gran calidad, que se pueden
comparar con la de la alpaca y que incluso pueden rivalizar con ella. Su calidad permite
producir hilos, con los que se pueden hacertelas de acabado muy fino. Siempre según
Flores Ochoa, los llarneros norteamericanos están criando animales especializados en la
producción de fibra. Y ellos han podido comprobar que si la llama es cuidada con esmero,
con una dieta adecuada y no se le utiliza en las tareas duras de carga y transporte, puede
proporcionar fibras de muy buena calidad. En efecto, Novoa y Wheeler (1984: 126) han
informado el uso de estos animales para lana y una noticia periodística confirma que “...
muchos artesanos han descubierto la calidad de su lana para la confección de tejidos.”
(Anónimo, 1992e: Al).
63 Pero las llamas están siendo utilizadas también con fines turísticos, para llevar la carga de
personas que se dedican a la vida campestre o como animales de compañía, según nos han
informado amigos norteamericanos. Recientemente los periódicos (Anónimo, 1992e: Al)
han traído la noticia que en los Estados Unidos de América se está utilizando a las llamas
para llevar palos de golf, es decir son empleadas como “caddy” en Talamore, en Carolina
del Norte. Se especifica que cada llama puede cargar 40 kg (lo cual es correcto), que
equivale a dos bolsas con los palos de golf y otros complementos. Además, se afirma que
“Son animales sociables”. En dicha noticias se confirma, también, que en la costa Este de
los Estados Unidos de América hay varios criaderos de llamas para venta y exportación.
Estos animales son importados desde Chile.
64 Además, los rancheros norteamericanos han descubierto que las llamas son una excelente
protección de los rebaños de ovejas contra los coyotes. Segun Eliot (1994: 133) ”... más de
70,000 llamas son criadas en Norteamérica como animales de carga, para lana y como
540

animal de compañía. En la década de los 80, los rancheros han comenzado a usarlas para
cuidar las ovejas, incluso en el Oeste de Montana. ”.

12.2.3 Australia

65 En el siglo XIX hubo una introducción de alpacas a Australia, pero la poca información con
la que contamos no es coincidente. Es así que Neveu-Lemaire y Grandidier (1911) han
escrito que en 1854 Ledgers compró 800 animales en el valle de Laguna Blanca, al este de
Antofagasta (entre 2,600 y 3,000 msnm), para ser llevados a Australia. 300 de estos
animales se perdieron pero el resto llegó a su destino, se adaptaron y se reprodujeron
muy bien. Sin embargo Novoa y Wheeler (1984: 126), basándose en información de
Vietmayer (1978), indican que fue en 1858 cuando Charles Ledger, por comisión del
gobierno australiano, llevó 274 alpacas en un viaje de cuatro años por los Andes y cinco
meses por mar. Después de seis meses habían nacido 49 animales y en 1861 había 417.
Escriben Novoa y Wheeler, que tanto el tamaño del cuerpo como la producción de la lana
habían aumentado mucho, a pesar del hecho que ellos habían sido mantenidos a bajas
elevaciones. Se adaptaron muy bien al nuevo medio, pero su desarrollo fue truncado por
la introducción de la oveja en 1864.
66 Sumar (1988: 26; 1992: 86), presenta información parecida, pero menos detallada.
Aparentemente su fuente de información ha sido también Vietmayer (1979), pero en una
versión diferente a la que han utilizado Novoa y Wheeler. Sumar (1988: 26) reproduce una
cita que atribuye a Charles Ledger y que él afirma haber tomado de Vietmayer (op. cit.),
aunque no señala la página. Según este autor, Ledger se mostró impresionado por la
adaptabilidad de las alpacas y habría escrito que “Es mi firme convicción que no hay
animal en la creación, que sea menos afectado por los cambios de clima o alimentos. ”.
Sumar (1992: 86) en otro trabajo, repite lo mismo pero en este caso ni siquiera cita la
fuente, y sin embargo en su bibliografía figura Vietmayer (1979). Dada la ligereza con la
que este autor maneja la información ajena, nosotros no podemos estar seguro que ella
sea correcta.
67 Como simple curiosidad, se puede mencionar que recientemente en los periódicos se
publicó una fotografía, que muestra a un niño de cinco años montado en una llama que
lleva una montura. La fotografía ha sido tomada en el centro de Sidney. En la leyenda de
la fotografía, entre otras cosas se afirma: “Las llamas fueron llevadas a Australia desde las
gélidas montañas de Nueva Gales del Sur, en el marco de una campaña de turismo. ”
(Anónimo, 1992a: B4),
68 No está demás recordar que Australia es el único lugar en el mundo donde los camellos
que fueron introducidos, han regresado al estado silvestre y viven en poblaciones
naturales. Según cálculos recientes, en Australia hay 43,000 animales y en el Territorio del
Norte 31,570 (Heucke et al, 1992: 313).

12.2.4 Filipinas

69 Según Romero (1936: 371), la llama fue llevada también a Filipinas, pero “... no se
aclimató...”. No tenemos mayor información sobre este punto.
541

12.2.5 España

70 Por su parte Alvarez (1987: Nota 64, 166), en un comentario que hace a la descripción de
los “carneros” de Ocaña (1987), explica que Felipe II “... quiso aclimatar la llama en
España, pero fracasó...”. Es decir, esto sucedió en el siglo XVI. Según Brack Egg (1987: 62),
posteriormente, a principios del siglo XVIII, se importaron del Perú a España, llamas y
vicuñas, con el fin de aclimatarlas, pero la tentativa fracasó “... por razones climáticas...”.
Alvarez no señala su fuente de información, mientras que Brack Egg se ha basado en León
(19.32b).

12.2.6 Francia

71 En Francia también se han introducido estos animales (Neveu-Lemaire y Grandidier, 1911:


60), pero no conocemos detalles. Sumar (1992: 86) dice que esto sucedió en el siglo XVIII,
pero no sustenta su información. Brack Egg (1987: 62) ha escrito que en 1772 murieron en
la Escuela de Alfot, una llama y una vicuña, que habrían sido “... los primeros camélidos
conocidos en Francia. ”.
72 Harcourt (1950: 241, 262) reprodujo una carta de Camacho de 1803, con la cual ofrecía
llamas y alpacas a Mme. Bonaparte. Pero Harcourt no conoció los hechos tales como
fueron. Ellos han sido aclarados por Hamann Carrillo (1955-1956). En efecto, Madame de
Beauharnais desde 1792 recolectaba animales y en el Castillo de Malmaison, Bonaparte le
permitió instalar una “menagerie”. En 1804 el Rey de España dió una “Real Orden” al
Virrey del Perú, en la que se dice que accediendo a lo pedido por la Reina de España, se le
concede a Madame Bonaparte las vicuñas y alpacas que ha solicitado ésta y le encarga al
Virrey conseguirlas (Helmer [1956] ha reproducido esta “Real Orden” con la cual se ceden
a Mme. Bonaparte “... una docena de vicuñas y otra de alpacas. ”). En este documento no
figura para nada Camacho.
73 El marqués de Aviles, en un documento fechado en 1805, narra las dificultades que tuvo
para conseguir los animales y para la remisión. El envío se hizo por barco hasta
Valparaíso y por tierra hasta Buenos Aires y de allí por mar hasta Francia. El Marqués
recomienda, que en el caso que los animales murieran, se consiguieran otros desde
Buenos Aires mismo, pues sin gasto será “... más fácil acopiarlas de los lugares inmediatos
a la Cordillera... ”. Viajó con los animales Julián García, “... sin salario alguno... ”, “...
acompañandole tres Indios inteligentes en su manejo y curación de enfermedades que
suelen asaltarles... ” (Hamann Carrillo, loco citato).
74 En total se enviaron 37 animales, es decir 10 vicuñas (4 machos y 6 hembras), 3 guanacos
(1 macho y 2 hembras), 19 alpacas (9 machos y 19 hembras) y 5 llamas (3 capadas, 1 macho
y 1 hembra). El costo total del envío fue de 5,345.6 pesos reales. No sabemos que ha
pasado después (Hamann Cardillo, loco citato).
75 Curiosamente, en los últimos tiempos han aparecido varias noticias en los periódicos
relacionadas con el tema. Se informó de un grupo de llamas que fueron introducidas en
las cercanías de Avignon y según la nota, mientras las ovejas comen sólo las plantas finas
y las cabras descortezan árboles y devoran las plantaciones, las llamas no causaron
ningún problema e incluso protegieron el suelo con sus “cascos suaves como cojines”. Es
por eso que se les llama “segadoras ecológicas”. En la noticia se añadía que estos animales
son útiles para prevenir incendios, pues mantienen limpias de maleza las áreas alrededor
542

de los bosques. En la misma gacetilla se decía que en los Alpes franceses ya se ofrecían
excursiones con llamas y se afirmaba que en ese año Chile proporcionaría a Francia 100
alpacas para lana (Anónimo, 1990: B5). En el mismo año apareció otra noticia, en la que se
informaba la importación a Francia desde Chile, de unos 300 Camélidos, entre llamas y
alpacas, “... con la finalidad de iniciar por primera vez en Europa la crianza oficial. ” Se
trataba exactamente de 245 alpacas y 45 llamas aparentemente adquiridas por Patricia de
Clermont Tonerre, una conocida ganadera francesa, la que durante mucho tiempo se
dedicó a la crianza de ovinos. Siempre según la noticia, ella se “... inclinó por los
camélidos andinos porque se enteró que éstos, aparte de producir una excelente lana y
carne, pueden ser utilizados en el desherbaje de campos, ya que suelen comer sólo las
hierbas malas, que generalmente son responsables de los numerosos incendios forestales
que estallan en el Sur de Francia en los meses de verano. ”. Se informaba también que más
de la mitad de las 250 hembras del rebaño, estaban preñadas. Se especificaba, además, que
ninguno de estos animales sería sacrificado, ya que tocios han sido especialmente
seleccionados para la reproducción (Rosas, 1990: B2).

12.2. 7 Otros países

76 Neveu-Lemaire y Granedidier (1911: 60), han informado así mismo que se intentó la
introducción de Camélidos también en Holanda, pero con poco éxito. En Inglaterra se hizo
el intento de introducirlos, pero tampoco tenemos buena información. Sólo sabemos que
un tal Thompson, crió para el duque de Derby un gran hato de alpacas y quería tenerlos
en Escocia (Neveu-Lemaire y Grandidier, 1911: 60), pero no sabemos cuando sucedió esto.
Sumar (1992:86) ha informado sobre una introducción de Camélidos en Inglaterra por
Walton, en 1818, e indica que no se sabe que pasó con estos animales, pues ellos
desaparecieron. Sumar supone que la causa pudo ser la sarna, que se vuelve letal en
condiciones de fuerte humedad y el calor del verano. Pero, una vez más, Sumar no cita la
fuente de su información.
77 Según Sumar (1988: 25; 1992: 86), muchos países están interesados en introducir
Camélidos domésticos, especialmente Nueva Zelanda, Canadá y España. La exportación se
hace desde Chile, y a partir de 1981 se está exportando anímales a los Estados Unidos de
América, Ecuador, Nueva Zelanda e Israel. Pues el Perú tiene prohibida por Ley la
exportación de cualquier tipo de Camélidos sudamericanos. Además, la exportación de
alpaca viva está vedada en el Perú desde 1843 (Novoa y Wheeler, 1984: 126). En Bolivia
también la exportación está prohibida.

12.3 ¿Es posible hacer una estadística de la cantidad


de Camélidos a lo largo del tiempo?
78 Hay un aspecto que es muy difícil de tratar, el de la cantidad de Camélidos que hubo en el
territorio andino a través del tiempo. En muchos casos nos encontramos sólo con
estimados y en otros las cifras son contradictorias. Consideramos, además, que para los
fines de este libro las cantidades exactas no son las que cuentan. Aquí lo que interesa son
datos globales que permitan darse cuenta cual es la tendencia que se puede suponer para
el futuro de estos animales.
543

79 Evidentemente la parte más difícil de tratar es la de la Época Incaica, pues los datos
estadísticos que seguramente existían se han perdido al destruirse la tradición del uso de
los quipu y de los quipu mismos por efectos de la Conquista. Y como lo ha comentado
Dedenbach Salazar (1990: 84), a los cronistas no les ha sido posible obtener una visión
exacta de la cantidad de ganado, pues ellos tenían otro tipo de preocupaciones, que
estaban lejos del orden estadístico. Ellos miraban a estos animales más desde el ángulo de
potencial recurso alimenticio, para sus campañas de conquista. Es diferente la visión de
los visitadores, los que más bien necesitaban de la información, la más exacta posible,
pues su finalidad era la imposición de tributos, pero ellos actuaron cuarenta años después
de la Conquista, cuando se habían producido dos hechos fundamentales. Por un lado la
aniquilación de los animales nativos y por el otro la introducción de los animales
europeos. Y no siempre es fácil poder discernir en los documentos, si se está tratando de
animales de Castilla o de la tierra. Pero, además, hay un tercer factor que ya hemos
mencionado, y es que no siempre los indígenas daban la información exacta y los
visitadores no tenían la posibilidad de comprobarla.
80 Sumar ha tratado el asunto en varios de sus trabajos, pero entra en contradicción, y como
siempre, no cita las fuentes de su información. Así, en una oportunidad escribió que los
Camélidos en la época incaica deben haber sido “... unos 10 millones de animales... “,
predominando las llamas (Sumar, 1985: 11). Pero luego afirmó que “Cuando los
conquistadores españoles llegaron a los Andes en 1532, ellos encontraron diez millones de
alpacas y por lo menos tantas llamas -junto con una cantidad similar de especies
silvestres- distribuidas... ” a lo largo del Imperio Incaico (Sumar, 1988: 24). Sin embargo
en un tercer artículo, dice que el historiador boliviano Jesús Lara (y como siempre el
autor no ofrece el dato bibliográfico), ha ensayado una aproximación del número de
Camélidos existentes en el Tahuantinsuyo y “... partiendo del número de animales
sacrificados en las fiestas religiosas, llegando a estimar 23 millones de llamas y unos 7
millones de alpacas. ” (Sumar, 1992: 83-84).
81 Franklin nos ofrece sólo un estimado para las llamas, pues dice que al llegar los españoles
encontraron “... cientos de miles de llamas... ” (Franklin, 1982: 467), sin embargo indica
que antes de la Conquista había más de un millón de vicuñas (Franklin, 1973:78). Sin
embargo Torres (1992a: 34) estima “dos millones”. Y Franklin refiriéndose a los guanacos
señala que “... había millones... ” (Franklin, 1982: 476) y acepta las cifras de Raedeke (1979)
que considera eme un estimado razonable de la población aborigen de guanacos sería de
30 a 50 millones.
82 Dedenbach Salazar (1990: 97) ha intentado de estimar la distribución numérica de los
Camélidos en las diferentes zonas ecológicas, pero admite que la información es escasa.
Nosotros hemos tratado este aspecto en el Capítulo 7 y si bien es cierto que no hay mucha
información, la que existe da ideas de cantidades aproximadas. La autora sugiere, sin
embargo, que estos datos se pueden investigar a nivel regional con la ayuda de diferentes
documentos, sobre todo de las Visitas. Pero nosotros insistimos que no hay que olvidar los
diferentes factores limitantes que hemos mencionado (vide supra).
83 Flannery et al. (1989:114), al comentar los rebaños que acompañaban al ejército incaico,
afirman: “Se puede obtener alguna idea del tamaño de las caravanas de llamas militares,
del estimado de Zárate ([1555] 1853) de 15,000 animales asociados con un general indio. ”.
Esta apreciación, a nuestro juicio, es incorrecta, ya que en este caso Zárate se refiere al
ejército de Quizquiz, capitán de Atahuallpa, que se dirigía hacia el Norte, pero especifica
claramente que”... venía con un ejército de más de doce mil indios de guerra, y traía
544

recogida toda cuanta gente de indios y ganado bahía hallado desde Jauja ahajo.. ” (Zarate, 1968:
170; el subrayado es nuestro). Y el cronista explica que las huestes de Alvarado se vieron
en mal trance y no pudieron con los indios que se habían hecho fuertes en una alta sierra.
Ellos al subir cargaron lo que pudieron y la ropa que restó la quemaron “... quedando en el
campo más de quince mil ovejas y más de cuatro mil indias y indios que se vinieron a los
españoles... ” (Zárate, op. cit.: 171; el subrayado es nuestro). No se trata, pues, de una recua
normal de un ejército, ni mucho menos. A partir de esto es imposible sacar conclusiones.
84 Para los tiempos coloniales, hasta donde sabemos, no hay estimados globales de
Camélidos. Esto nos ha sido confirmado por Franklin Pease (Comunicación personal, 16 de
octubre de 1993)- Cifras, como las que ofrece Sumar (1992: 85), quien asevera que al final
del Virreinato y principios de la República quedaban sólo 440,000 alpacas y algo más de
un millón de llamas, no tienen ninguna validez, pues carecen de sustento. Hay cálculos
pero sólo para determinados lugares, que pueden dar una idea de la cantidad de cabezas
que había. Así Diez de San Miguel (1964: 229) menciona el ganado que tenían los religiosos
“... de las siete cabeceras sin la de Sama y Moquegua porque éstos no tienen ganado seis
mil y quinientas y noventa y cuatro cabezas machos y hembras... ”. Se especifica que esta
cifra ha sido obtenida con los quipu de los indígenas. Resulta, sin embargo, que hay un
pequeño error en esta afirmación. Pues el mismo Diez de San Miguel (op. cit.: 229-230)
detalla las ovejas, los carneros, los corderos machos y hembras, las cabras y los cabritos
que tiene cada cabecera (es decir Chuquito, Acora, llave, Juli, Pomata, Yunguyo y Zepita).
De allí resulta, eme si se hacen las sumas parciales, en total se tienen 4,484 ovejas, 812
carneros, 1,026 corderos machos y hembras, 271 cabras y 7 cabritos. La suma total da
6,600 animales y no 6,594 como dice el Visitador. Si se quita los cabritos daría 6,593. Pero
hay que tener cuidado con estas cantidades, pues aparentemente en este caso todos los
animales son de Castilla y no “de la tierra”.
85 Un autor anónimo (1965a: 380) que nos ha dejado una descripción de Potosí de principios
del siglo XVII, explica que el ganado que viene cargado con vino y coca y otros comestibles
“... son 40 mil carneros...”, pero añade que “... demás destos entran cada un año 60 mil
carneros... ” que son los que traen los indios para hacer la mita. También Ocaña (1987:
166) trata de Potosí donde, recordamos una vez más, él estuvo a mediados del siglo XVII, y
especifica que la mita ordinaria para el servicio del cerro era de 12,000 carneros de la
tierra. Y el jesuita Antonio de Ayanz (1978: 218) deja a su muerte un largo memorial sobre
los indios y la mita del Perú, sin fecha precisa, pero debe corresponder al año 1596. Se refiere
a Potosí, y allí indica que los indios llevan ganado “... que pasa de 30,000 cabezas... ”. Es
difícil saber si la gran diferencia de número entre los animales llevados para la mita que
mencionan el autor anónimo y Ocaña es debida a fallas de apreciación de uno de ellos o si
entre principios y mediados del siglo XVII se produjo de veras una merma.
86 Flannery et al. (1989: 109-111) han hecho un análisis del tamaño de los rebaños. Ellos
aseveran que los datos para el siglo XVI (y utilizan como referencia la información del
Altiplano a la que tantas veces nos hemos referido) que se clan para los rebaños
waqchallama, o sea los animales que pertenecen a un individuo o un ayllu a nivel de
comunidad, son iguales a los que se tienen para los rebaños de Yanahuaccra de Ayacucho.
Es decir, entre 15 y 35 animales. Ahora bien (y los autores se basan en los datos de Murra
[1965: 192] y Diez de San Miguel [1964] para los años 1567-1568) había familias Lupaca sin
animales, otras con 2 o 3, o con 10 o 20 y algunas con 50 a 100 cabezas. Los rebaños más
grandes de 500 a 1,700 animales, fueron manejados por varias familias (eran familiares de
curacas). Indican Flannery et al, (loco citato) que según sugieren varios autores, los
545

españoles tuvieron interés de controlar y contar los grandes rebaños de las comunidades,
de los señores y de las instituciones del gobierno, mientras que hubo mucho menos
atención para los pequeños rebaños de los comuneros. Y los autores citan la Visita de Ortiz
de Zúñiga ([1562] 1957: 326), que registró 100 personas viviendo en dos caseríos con sólo
33 llamas y el jefe étnico tenía sólo 6 de ellas.
87 Los rebaños más grandes en el siglo XVI, comentan Flannery et al. (loco citato), parecen
referirse a los de las comunidades o a qapaqllama de la iglesia y del estado. Las mayores
referencias son al área meridional del Perú y Bolivia, especialmente alrededor del lago
Titicaca. Basándose en el trabajo de Murra (1965), los autores analizan la Visita de Garci
Diez de San Miguel y concluyen que en Xuli había un rebaño de 16,846 Camélidos, y allí
vivian 3,242 familias, es decir que cada familia tenía sólo 5 animales (vicie Garci Diez de
San Miguel, 1964: 122-123). En Hilaui el rebaño era de 2,122 animales para 1,470 familias, o
sea menos de 2 animales por familia (más exactamente 1.4). Insisten los autores, que se
habla de grandes rebaños pero no gran cantidad de animales por familia, excepto en los
casos de los curacas (vide la información en el original, Garci Diez de San Miguel,
1964:113-114). Se sabe que ios animales de las familias, (que estaban marcados),
pastoreaban juntos. Cabe la posibilidad que algunos “rebaños de ayllu de 1,000 animales
que vieron los españoles y que fueron considerados como un rebaño, fueron en realidad
50 rebaños de 20 animales cada uno, pertenecientes a 50 familias, y que pastaban juntos.
88 Flannery et al. plantean este problema, porque a base de su propia experiencia en los años
1970-1972, consideran difícil que 16,846 Camélidos, puedan haber constituido un solo
rebaño. La cantidad de aynos (animal que padrea los rebaños) para los servicios de un tal
rebaño, llegaría a un nivel difícil de controlar. Una tal cantidad de Camélidos hubiera
necesitado una estrategia de manejo muy diferente a la que los autores vieron en
Yanahuaccra y Toqtoqasa, y los documentos del siglo XVI describen justamente esta
estrategia. Pues según Murra (1965), los animales eran segregados por sexo y edad. Las
hembras preñadas eran separadas de los animales de carga y también de las hembras que
estaban amamantando sus uñas (es decir las crías). Esto significa que en el siglo XVI se
recreaba parcialmente los “grupos familiares” y los “grupos machos” del guanaco
silvestre, añadiendo algunos grupos más. Casi seguramente los grandes rebaños de la
iglesia y del estado, podan ser manejados así, por la cantidad de mano de obra de la que
disponían los Incas, que tenían pastores a dedicación exclusiva (Flannery et al, 1989:
109-111).
89 Consideramos que este largo comentario de Flannery et al. (loco citato) es sumamente
importante, y volveremos sobre el asunto más adelante. Pues ello plantea quizá la
necesidad de reestudiar las Visitas y algunos de sus datos. Por ejemplo, los de los grandes
rebaños sobre los que tanto se ha hablado y tanto han llamado la atención. En efecto, si
bien Flores Ochoa no pone en duda el tamaño de los rebaños, tal como lo han hecho
Flannery et al. (loco citato), sin embargo en sus escritos se nota que éstos le llaman la
atención. Por ejemplo, cuando comenta el rebaño de Juan Alanoca, que era indio rico, y
que tenía 50,000 cabezas (vide Murra, 1964b: 422), escribió: “El número es
sorprendentemente elevado, si se tiene en cuenta que pocas haciendas modernas poseían tal
cantidad y las más extensas, por ejemplo en la cordillera oriental del lago Titicaca, tenían
no más de 20 a 30,000 animales. Admira que una sola persona poseyera tanto a varios años
de imposición y rapiña europeas y la lógica simulación por encubrir la riqueza real por
temor a las cargas tributarias de la corona española. ” (Flores Ochoa, 1977b: 22. El
subrayado es nuestro).
546

90 En efecto, los datos actuales confirman en cierta manera lo mencionado por Flannery et
al. (loco citato). No está demás recordar que Squier (1974: 132), a fines del siglo pasado, al
describir su bajada desde la zona altiplánica a la costa, escribió que “... pasó junto a
nosotros... una tropa de más de mil llamas... ”. Y Franklin (1982: 468) citando a Albes
(1918), dice que a principios del siglo los hatos de alpacas eran pequeños. Y en 1930
Simoens da Silva (1980: 60-61) vió rebaños de “... 600, 1,000 y hasta 1,500 llamas y
alpacas... ” e informó que cerca de Juliaca había una hacienda con aproximadamente seis
mil llamas y alpacas. Por su parte Flores Ochoa (1975b: 302) ha observado que el tamaño
de los rebaños es muy variado, y que el promedio está en relación con la zona y la riqueza
de los pastizales. En los lugares que tienen pasto duro, como es el caso de Phinaya en la
cordillera de Canchis, en el Cuzco, el promedio es de 300 alpacas, 100 a 200 llamas, 50 a
100 ovejas y 3 o 5 caballos. En Pararía, cerca de Puno, el promedio es de 300 alpacas, 100 a
200 llamas, muy pocas ovejas y casi ninguna vaca. En Tucsa, a 4,200 msnm, en la cordillera
de Canchis, el promedio es de 80 a 100 alpacas, 80 a 90 llamas y de 90 a 100 ovejas, dos o
tres vacas y dos o tres caballos. Según Flores Ochoa, los más ricos tienen hasta 190 o 200
alpacas. En Phinaya y en Pararía, los ricos poseen rebaños de 500 y más animales.
Mientras que los pobres pueden tener sólo de 10 a 15 alpacas, 20 llamas y 20 ovejas o en el
peor de los casos, no tienen ni un solo animal.
91 En la zona del Cuzco, una familia tiene en promedio más de 300 alpacas y de 100 a 200
llamas. Y los hatos raras veces pasan de 500 animales (Flores Ochoa, 1975a: 8). Todas las
llamas y el 80% de las alpacas, están bajo el control de los pastores tradicionales y se
mantienen rebaños de 30 a 1,000 animales en las tierras de pastoreo comunales (Novoa y
Wheeler, 1984:126; ellos se basan en el trabajo de Novoa, 1981).
92 Por otro lado, y volvemos a insistir sobre el asunto, los datos de las Visitas deben ser
tomados con las reservas del caso, en el sentido que no fueron exactas, sin embargo
reflejan una riqueza de biomasa animal que se ha perdido. Dedenbach Salazar (1990: 198)
ha llevado a cabo un análisis minucioso del asunto y llega a la conclusión que
probablemente las cifras consignadas en las Visitas son muy bajas. Por otro laclo hay que
tomar en cuenta que nos falta información sobre la puna. Ello se debe seguramente al
poco interés que tenían los españoles para esta parte del territorio, dado que en los pisos
ecológicos más bajos había productos agrícolas y pastos para los animales que ellos
habían introducido. Ello debió ser el caso, por ejemplo, de la zona de Huánuco.
93 Además, hay un hecho sobre el que Dedenbach Salazar (loco citato) hace hincapié, y es la
diferencia que se plantea entre los documentos relacionados con tributos y los que se
refieren a “probanzas de méritos”. En los primeros seguramente se declaraba menos, para
evitar el pago del tributo, mientras en los segundos hay interés en demostrar la cantidad
de Camélidos que se puso a disposición de los conquistadores, y obviamente se declara
más. También hay que tomar en cuenta que la enfermedad tiende a opacar la imagen de la
distribución numérica de los Camélidos, a partir de la llegada de los europeos.
94 Como hemos señalado en varias oportunidades a lo largo de este libro, nuestra finalidad
no es el estudio específico de la situación de los Camélidos actuales, sino trazar líneas
generales que permitan cierto grado de comparaciones con la información que tenemos
del pasado. De modo que no hemos podido buscar todas las estadísticas existentes sobre la
cantidad de animales que hay de cada especie en los diferentes Países andinos. Los datos
que se consignan en el Cuadro 2 llegan sólo al año 1992, e inclusive tienen grandes vacíos,
pero esta es la información que existe en la literatura acequible para aquellos que no se
dedican específicamente al tema y que consideramos que permite apreciar los grandes
547

lineamientos del asunto, y que son los que a nosotros nos interesan. Además, hay un
hecho que se puede notar al observar el mencionado cuadro, y es que evidentemente hay
cierta discordancia en las cifras dadas por las diversas fuentes y que pueden ser debidas a
varios factores que nosotros desconocemos, de modo que no podemos hacer juicios de
valor sobre estos desacuerdos.
95 En el Perú la situación parece ser la siguiente. En el caso del guanaco, insistimos si los
datos consignados por las diversas fuentes son correctos, la especie está en grave peligro
de extinción, pues de un estimado de 5,000 animales en 1982 y que aparentemente se ha
mantenido por algunos años, se pasa dramáticamente a 1,347 en 1992 (vide Cuadro 4). Esta
no es la situación de la vicuña, donde se ve una importante recuperación de la especie,
pues de la cantidad de 5,000 cabezas en 1964 se pasa a 97,670 en 1992 (vicie Cuadro 4). La
población de alpacas, más bien parece haberse mantenido estacionaria, pues en 1965 era
de 3’304,000 cabezas y en 1990 de 3’037,000, es decir una cifra prácticamente igual. En lo
que se refiere a las llamas las cifras son más discordantes entre las diferentes fuentes que
para las otras especies, y las diferencias son relativamente importantes. Así para una
fuente en 1974 había 954,000 animales y para otra a los dos años, es decir en 1976, había
l’36l.050; el incremento no parece ser real. Pero a pesar de todo, en términos generales,
entre 1974 y 1990 no se ha producido un gran cambio, pues de 954,000 animales se pasa a
1’080,000. (Vide Cuadros 4 y 8).
96 Para Colombia tenemos información reducida sólo a los años 1982 a 1985 (vicie Cuadro 2), y
exclusivamente para las llamas. Las fuentes indican que la población de 200 animales se
mantuvo constante en ese lapso.
97 Para el Ecuador (vicie Cuadro 2) contamos también con algunas cifras, que indican que en
1974 había 2,000 ejemplares de llamas, que aparentemente en 1988 se habían convertido
en 2,500 y en 1991 en 9,687. Para las alpacas sólo sabemos que en 1988 había “algunas” y
en 1991 100. De la vicuña se indica solamente que en 1991 había 482 ejemplares. Tanto en
el caso de la vicuña como en el de la alpaca, se trata de animales recientemente
importados de Chile.
98 En Bolivia la situación, según las fuentes, es la siguiente. Con respecto a los guanacos hay
confusión. Pues para 1982 se menciona 200 animales. Pero para 1984 dos fuentes de
información dan cifras muy diferentes. Mientras en un caso se menciona 200 cabezas, en
otro se habla de 54. Y luego para 1988 se dice “algunas” y en 1992 sencillamente se
desconoce la cantidad (vide Cuadros 2). En el caso de la vicuña, aparentemente hay una
recuperación de la especie, pues de 4,500 animales registrados en 1982, se pasa a 12,047 en
1992 (vide Cuadro 2). Más bien la población de alpacas en Bolivia, si los datos son
correctos, estaría decayendo, pues de 500,000 animales existentes en 1977 se pasa a
324,336 en 1992 (vide Cuadro 2). Pero es de preguntarse si la cifra correspondiente a 1977
es correcta, pues todas las fuentes coinciden en señalar que entre 1982 y 1988 la población
se mantiene constante. Las llamas en Bolivia, más bien están aumentando de cantidad.
Pues de 1’800,000 animales registrados en 1974, se pasa a 2’022,569 en 1991 (vide Cuadro
2).
548

Cuadro 7. Áreas de conservación del guanaco en el Perú.

Tomado de Hoces, 1992: Cuadro 10, 54.

99 En Chile la población de guanacos aparentemente se ha mantenido constante entre 1982 y


1992, pues la variación entre estos años es entre 20,000 y 19,836 cabezas (vide Cuadro 2).
Más bien la población de vicuñas está en claro aumento, pues de 10,000 animales
registrados en 1982 se pasa a 27,921 en 1992 (vide Cuadro 2). El caso de las alpacas en
Chile, a juzgar por los datos que clan las fuentes, es caótico. Las variaciones son
demasiado grandes, pues de una población de 80,000 animales de 1977, se pasaría a 500 en
1984, para regresar a 80,000 en 1985, bajar a 10,000 en 1988 y subir a 27,585 en 1991. (Vide
Cuadro 2). Esto evidentemente no tiene sentido. En el caso de las llamas chilenas, según
las cifras, en 1974 había 64,000 cabezas que suben a 85,000 en 1982, se mantienen así hasta
1985 y bajan a 70,363 en 1991 (vide Cuadro 2).
100 En Argentina (vide Cuadro 2) parecería eme la población de guanacos se ha mantenido
desde 1982 a 1992, con una población de 550,000 animales. La cifra discordante sería la de
1984, que indicaría una caída a 109,000 cabezas, y que aparentemente no tiene
explicación. Se debe indicar, sin embargo, que la cifra de 550,000 cabezas es un mínimo
estimado, pues en las áreas de censo y conservación en 1992 había sólo 20,887 animales (
vide Cuadro 1). La vicuña en este caso también, parece estar en aumento, pues de 9,000
animales registrados en 1982 se pasa a 23,000 en 1992. Una vez más la discordancia está
en la cifra de 1984, que indica sólo 2,000 animales. (Vide Cuadro 2). En este caso también se
debe decir que la cantidad de 23,000 animales es sólo un estimado, pues en el área de
censo y conservación en 1992 había 15,900 vicuñas (vide Cuadro 1). La situación de las
alpacas en Argentina no está clara. Diferentes fuentes han indicado que entre 1982 y 1985
la población se mantuvo estable con 200 cabezas, pero en 1988 se menciona sólo
“algunas” y en 1991 400. La llama parecería que ha aumentado entre los años 1985 y 1991.
Pues entre 1974 y 1985 aparentemente la población estuvo estable, con 75,000 cabezas.
Pero en 1988 se pasó a 100,000 animales, y en 1991 a 135,000. (Vide Cuadro 2).
101 Para el Paraguay (vide Cuadro 2) sólo hemos encontrado un dato relativo a los guanacos.
Se publicó en 1991, pero corresponde a 1985 y señala una cantidad de 53 animales.
102 En todas estas cifras hay evidentemente un hecho, que debe ser tomado en cuenta. Y es
que unos autores copian a otros y no todos recurren a las fuentes originales, de allí las
549

diferencias, la repetición de ciertas cifras, etc. En términos generales, hay que decir que la
situación es caótica y que lo más probable es que estamos tratando con estimados y que
desconocemos cifras reales de la población de Camélidos en Sudamérica.
103 Para que se entienda las discordancias a las que nos estamos refiriendo, vamos a citar tres
ejemplos. Franklin (1982: 469), basándose aparantemente en los datos de Grimwood
(1969), ha indicado que en 1960 había una población de vicuñas, a nivel mundial, de
menos de 10,000 animales. En primer lugar hemos revisado el trabajo de Grimwood (1969:
66-69) y este dato no consta. En segundo lugar Franklin (op. cit.: Tabla 2.475) para
1980-1981 indica la existencia de 85,500 animales, pero resulta que para el año 1988,
Sumar (1988: Tabla 1, 26) señala la cantidad de 89,500 animales. Sin embargo para una
fecha intermedia, es decir 1984, Novoa y Wheeler (1984: Tabla 14.1, 117) asignan la
cantidad de 55,000 cabezas. La pregunta es ¿quién tiene la razón?
104 El segundo ejemplo que queremos indicar es el siguiente. Flores Ochoa (1990b: 92) ha
comentado que los departamentos de Puno, Cuzco, Arequipa, Ayacucho, Huancavelica y
Apurímac poseen 2’303,005 alpacas que representan el 95.92% de la población nacional, y
dice”... que en 1980 (ésta) se calculaba en 2’402,305 animales. ”. Esto podría hacer pensar
que sus cálculos se han hecho a partir de esta cifra, sin embargo no es así. Pues el 95.92%
de 2’402,305 es 2’304,290.9 que no es la cifra que señala Flores Ochoa. Debemos suponer,
pues, que la suma de las cifras que corresponden a la cantidad de alpacas en los
departamentos arriba mencionados se basan en datos que no conocemos, pero que
corresponden al año de su publicación o poco antes, cuando el autor preparó su
manuscrito, es decir aproximadamente 1990. Pues bien, si nuestra suposición es correcta,
resulta que si tomamos en cuenta la información dada por INIPA, en 1990 (Sumar, in
litteris, 17 de octubre de 1991) (Vide Cuadro 8) la suma de animales que había en los
departamento que señala Plores Ochoa, nos da un total de 2’918,600 que representa el
96.1% del total de la población animal de alpacas. Tenemos, pues, cifras diferentes a las
que presenta Flores Ochoa.
105 Más adelante el mismo Flores Ochoa indica que el resto de animales se encuentra en los
departamentos de Tacna, Moquegua, Junín. Pasco, Ancash. Ica y Lima. Resulta sin
embargo que INIPA (loco citato; vide Cuadro 8) no toma en cuenta el departamento de lea.
Coinciden ambas fuentes en indicar que el departamento de-Puno ocupa el primer lugar
en la población ganadera de alpacas, pero mientras para Flores Ochoa representa el
46.95%, para INIPA es el 56.06%. Hay coincidencia para el segundo lugar, es decir Cuzco,
pues los porcentajes son muy parecidos, 11,85% y 11.37% respectivamente. La diferencia
es un poco mayor para el tercer lugar, es decir Arequipa, pues es 10.91% en un caso y
9.69% en el otro. Los mismo sucede con Huancavelica con 9.57% contra 8.04%. Para
Apurímac hay mayor diferencia, pues es 8.61% contra 6.40% y aún mayor es la diferencia
para Ayacucho, con 7.90% contra 4.53%. El restante se divide entre los demás
departamentos, que no sabemos cuales son para Flores Ochoa, pero que para INIPA
corresponden a Ancash. Pasco, Junín, Lima, Moquegua y Tacna. Pero resulta que este
restante es para Flores Ochoa 4.17% y para INIPA 3.87 %. La pregunta es nuevamente la
misma ¿quién tiene la razón?
550

Cuadro 8. Estimado de la población de llamas y alpacas en el Perú.

* En la publicación aparece 2.12. Se trata sin duda de un error de imprenta. Debe decir
El estimado para el año 1981 ha sido lomado de Sumar (1992: Cuadro 1, 85) el que ha utilizado como
fuente el Programa Nacional de Ovinos y Camélidos, INIPA (1981). El estimado correspondiente a
1990 nos ha sido gentilmente proporcionado por Julio Sumar Kalinovski (in litteris. 17 de octubre de
1991) el que ha señalado que lo ha tomado de INIPA (1990).

106 El tercer ejemplo se refiere sólo al año 1988 y concretamente a las llamas y a las alpacas
en los Andes. Para dicho año Sumar (1988: Tabla 1, 26: y repetido en 1992: Cuadro 2, 86)
señaló la cifra de 2’800,500 para las alpacas. Sin embargo Torres (1992a: 33) consigna para
el mismo año un dato de Wheeler (1988[c]; que nosotros no hemos podido conseguir), que
indica 3’320.700 cabezas. Es decir se está señalando una diferencia de 520,200 animales,
que no es indiferente. ¿Cuál es la verdad? Algo parecido sucede con las llamas. Sumar (loco
citato) ha consignado para el año 1988, 3’593, 550 animales, mientras que según Wheeler (
loco citato; siempre citada por Torres, op, cit.) había 3’562,200 cabezas. En este caso la
diferencia es de 31,350 cabezas, lina vez más tenemos que preguntarnos lo mismo ¿cuál es
la realidad de los hechos?
107 En el Cuadro 1 los lectores podrán encontrar las cifras referentes a los animales silvestres
existentes en las áreas de censo y conservación, relativas a Perú, Bolivia Chile y
Argentina. Y en los Cuadros 3 y 7 respectivamente las áreas de censo y conservación de la
vicuña en el Perú y las áreas de conservación del guanaco en el Perú, con las respectivas
hectáreas que ocupan y la cantidad de animales existentes. Estas cifras corresponden al
año 1992. Y en el Cuadro 8 el estimado de la población de alpacas y llamas en el Perú con
los detalles de la población por departamento.
108 Franklin (1982: Tabla 2. 475) ha indicado que en 1980-1981 existían 7’543,600 Camélidos en
Sudamérica, y el 53% de ellos estaba en Perú, el 37% en Bolivia, el 8% en Argentina y sólo
el 2% en Chile. De este total, las llamas y las alpacas domésticas, que representaban
entonces el 91% del total, pasaban largamente las especies silvestres de guanacos y
551

vicuñas, con el 9% restante. Entre las llamas y las alpacas, las primeras eran más
abundantes (47%) que las segundas (44%) y los guanacos mucho más numerosos c|ue las
vicuñas, aunque no era posible dar cifras al respecto. Las cantidades y los porcentajes
respectivos que ha señalado Franklin (loco citato) corresponden, con pequeñas
variaciones, a las que nosotros hemos reunido en nuestros Cuadros 2 y 4.
109 Siempre según Franklin (loco citalo), la alpaca es la especie con mayor densidad, con
3’300,000 animales concentrados en el Sur del Perú y Oeste de Bolivia, mientras que el
área de mayor densidad del guanaco, tiene 500,000 animales, en un territorio que se
extiende desde el Norte del Perú hasta la Tierra del Fuego. La mayor parte de las alpacas,
es decir el 91%, y de vicuñas, 72%, están en el Perú, mientras que la mayoría de las llamas
del continente, es decir el 70%, están en Bolivia y casi todos los guanacos, es decir el 96%,
se encuentran en la Argentina. Concluye Franklin que “En general, el número de alpacas y
vicuñas está en aumento, mientras que la llama y el guanaco están declinando... ”. No
pretendemos poner en duela esta conclusión de Franklin, que es uno de los investigadores
más serios que se ocupan de la problemática de los Camélidos, pero las estadísticas
publicadas y que hemos reunido en nuestros cuadros, no indican muy claramente esta
tendencia.
110 Flores Ochoa es sin duela el antropólogo que más se ha preocupado en analizar los
factores que llevan a la desaparición de los Camélidos y en parte hemos mencionado sus
ideas en varias partes de este libro. Pero es, al mismo tiempo, uno de los estudiosos que
más se ha preocupado por el futuro de estos animales. El ha escrito c|ue si bien en el
medio urbano la carne de vacuno y de ovino tiene más valor que la del Camélido, sin
embargo la matanza clandestina e indiscriminada de los últimos diez años ( nota hene el
autor escribía esto en 1975) ha ido despoblando las zonas de pastoreo y en los centros
urbanos se vende la carne haciéndola pasar por cordero “... o se le anuncia
eufemísticamente “carne del país”...“ como se ve en los mercados de Arequipa o se vende
libremente, sin etiqueta alguna, en los mercados de Sicuani y de Puno. (En Lima en este
momento se consigue en los mercados charqui de alpaca, que nosotros hemos adquirido).
Pero la matanza no es sólo con fines alimenticios, se lleva a cabo también para conseguir
las pieles para la artesanía peletera y, en este caso se sacrifican animales pequeños, que
aún no han podido desarrollarse, procrear ni producir libra. Según Flores Ochoa esta
actividad ha pasado los límites tolerables y pone en peligro la supervivencia de la
ganadería de la puna alta, ya que impide el desarrollo de los rebaños, puesto que no
permite que los animales sacrificados sean reemplazados por los jóvenes y ello corta toda
posibilidad de crecimiento de los hatos. Si a esto se añade la acción de ciertos ganaderos y
la desmedida ovinización de la puna alta, el cuadro es completo (Flores Ochoa, 1975a: 20;
1977b: 46; 1990 b: 85). En este sentido Flores Ochoa se muestra muy pesimista y advierte
que “... si la curva sigue descendiendo se puede producir la desaparición de la alpaca y la
llama antes que finalice este siglo...” (Flores Ochoa, 1977b: 46).
111 Tan sólo entre 1970 y 1974 se estima que se beneficiaron 750,000 alpacas, y es posible que
la cifra sea más grande. La mayoría de las veces, las matanzas han sido clandestinas, ya
que las autorizaciones legales para las sacas normales, alcanzan solamente a 180,000
cabezas en el mismo período. Lo que significa que el 76% (no el 77.3% que indica Flores
Ochoa), es decir 570,000 animales, fueron sacrificados clandestinamente sólo en el
departamento de Puno (Flores Ochoa, 1979a: 231; su información se basa en un
manuscrito de Canto Tapia).
552

112 En lo que se refiere a la vicuña, Brack Egg ha trazado su historia y él ha llegado a la


conclusión que se pueden marcar cuatro grandes etapas. La primera que corresponde a
los tiempos prehispánicos, y en la que hubo un manejo eficiente de los animales. Una
segunda, eme el autor llama dramáticamente la “Etapa del exterminio”, y que
corresponde al período que va de 1533 a 1964. La tercera etapa, denominada de
recuperación, entre 1964 y 1980 y es cuando de 5,000 cabezas se pasó a 61,822 animales. A
partir de entonces y hasta 1987 esta etapa de recuperación ha sido desactivada debido a la
“... ignorancia, a los exabruptos y las influencias de un sendo conservacionista. ” (Brack
Egg, 1987: 73). Brack Egg sin duda se está refiriendo a Felipe Benavides que ejerció una
acción negativa sobre los Camélidos. (Si las apreciaciones de Brack Egg [loco citato] son
correctas, como creemos que lo son, entonces hay sin duda errores estadísticos que se
muestran en el Cuadro 4).
113 Bustinza (1990: 17) ha tratado de calcular el promedio de la carga animal por hectárea en
el altiplano puneño, y llega a la conclusión que éste es de 0.96 para la alpaca y 0.92 para la
llama. Es a base de estas cifras que él presume eme la región pudo soportar una cantidad
de 3’956,000 alpacas y 4’232,000 llamas, tomando en cuenta que en la actualidad la zona
ribereña está sujeta a la acción de un pastoreo excesivo.
114 En el territorio chileno, según Benavente Aninat (1985: 48), los Camélidos eran poce)
numerosos. Ella hace referencia a una serie de autores para sostener su aserto. Cita a
Ladrillero (1558 [1880; en la bibliografía se indica 1557]) que declaró que en Ancud “Los
indios tenían cuatro serie y hasta ocho y que los caciques solían poseer hasta veinte. ”
(aparentemente la cita está tomada de Medina [1882] 1952: 186). Valdivia ([1551]1970) ha
escrito que en su primera entrada, los soldadados recogieron hasta “mil ovejas” (la autora
tomó el dato de Guerrero Vergara: 1880: 13) e indica que Bascuñán (1646: 125; que sin
embargo no figura en su bibliografía) escribió que “... sólo los poseían los hombres de
cuenta y poderosos... ” y Gonzalos de Nájera (1646]1889: 68) “... que había pocos porque no
los tienen en manadas. ”.
115 Sin embargo Palermo (1986-1987:74-75) no se manifiesta totalmente de acucíelo con
Benavente Aninat, pues él considera que es difícil determinar la cantidad de los Camélidos
domésticos en territorio chileno, en el momento de su mayor auge. Así Valdivia escribió
que en 1549 los españoles avanzaron sobre el Bío-Bío y tomaron “... más de mil cabezas de
ovejas... ” a los indígenas (dato que también consigna Benavente Aninat) y que un año
más tarde la zona, donde se fundaría Concepción, era “... abundante de gente, ganado y
mantenimientos... ”. Además la misma fuente informa que en general, en 1551, Chile era
tierra “... próspera de ganado como lo del Perú... ” (Valdivia, 1861).
116 Por otro lado, sigue escribiendo Palermo, en 1558 los exploradores que llegaron a Ancud,
informaron que los hombres comunes tenían entre cuatro y cinco animales cada uno,
mientras que los caciques poseían hasta veinte (Mariño de Lovera, 1865; Medina 1882), y
Palermo comenta que dado que la población era en ese entonces numerosa, debió haber
una importante cantidad de ganado. Sabemos además, que en la primera mitad del siglo
XVII, en la isla de Mocha había una importante cantidad de rebaños que eran dedicados a
la venta. Y Spielberg se habría provisto allí de “... grande abundancia de carneros... ”.
(Ovalle, 1888).
117 Palermo (loco citato) comenta que Medina (1882) sostiene que si se excluyen los datos
citados, la mayoría de los autores coincide que había escasez de ganado, opinión
discutible por lo menos en lo que se refiere a los siglos XVI y XVII. Pues si bien es cierto que
553

Gonzáles de Nájera (1889), en 1614, decía que “Hay pocos destos carneros, por lo que no
los tienen en manadas... “, no consta que esta información sea válida para todo el
territorio, ya que en esa época los grupos aborígenes que vivían más al sur eran poco
conocidos. Si se toma en cuenta que para mediados del siglo XVI la población “araucana”
había aumentado, según distintas estimaciones, a nada menos que entre 500,000 y
1’500,000 habitantes (Cooper, 19-1946[b]; Ribeiro, 1985; Rosemblat, 1954: Steward y Faron.
1959; Hidalgo, 1981). V si se considera que ellos se vestían con ropas de lana, y aún
aceptando el posible uso de fibra de guanaco, que se podía obtener por la caza o el
trueque con los cazadores norpatagónicos, y hasta la existencia de ciertos perros lanudos,
hay que pensar de todas maneras que los hueques tuvieron que ser numerosos.
Desafortunadamente, como dice Palermo, la mayoría de las fuentes históricas se limitan,
en el mejor de los casos, a constatar la existencia de estos animales que para los españoles
no tenían mayor valor, o simplemente se dan referencias vagas o ambiguas, afirmando
que se capturaron “... muchas ovejas de la tierra... ” o unos miles de “... ovejas de la tierra
y de Castilla... ”. Sin embargo, apunta Palermo, que en los raros casos en que los cronistas
del siglo XVII incluyen recuentos más o menos precisos de animales, su cantidad es
notablemente desproporcionada en relación a los animales introducidos por los europeos.
Es el caso, por ejemplo, de una incursión española en la zona de Elicura, al sur de Arauco,
en 1626, donde se obtuvo un botín de 80 caballos, algunas vacas. 200 ovejas y sólo cuatro
hueques, y por la misma época en el valle de Coypu, al Sur de Purén, las razzias obtenían
40 vacunos, 3,000 ovejas y 30 bueques. Para finales del siglo XVIII aparentemente estos
animales desaparecieron.
118 Stehberg (1980: 35-36) estuvo estudiando la zona de Santiago, y trató de cuantificar la
productividad primaria potencial de los pastos y llegó a la conclusión que allí pudo
subsistir en tiempos prehispánicos una cantidad de 42,140 Camélidos. Y el autor indica
que este estimado se acerca bastante al que se encuentra en el informe de Rafael Herrera,
de 1895, que sugirió el manejo de una masa óptima de 16,000 a 17,200 cabezas de ganado
menor, es decir ovino y caprino, dentro de la Hacienda Las Condes, y una cantidad similar
para ganado vacuno y caballar. Explica Stehberg, que la extrapolación de esta cifra a toda
la zona en cuestión, y la aplicación del correspondiente factor de conversión a carga
animal de Camélidos, llega a un número bastante aproximado al calculado por métodos
geográficos.
119 El mismo Stehberg (1980: 25) ha escrito que en el siglo XVIII, en Tierra del Fuego, había
300,000 guanacos (se basa en una comunicación personal de Rottman).
120 Raedeke es sin duda uno de los autores que conoce mejor la problemática del guanaco. Él
considera que este animal ha sido y probablemente sigue siendo, la especie silvestre de
mayor importancia en Chile. Originalmente estuvo distribuido por todo el País y las
culturas indígenas dependían casi exclusivamente de él, sobre todo en las pampas
meridionales. Raedeke estima que sólo en Chile deben haber existido millones de
guanacos, y aún hoy existen muchos (el informe de Raedeke ha sido escrito en la década
de los años 70) en la parte meridional de Chile, en las provincias de Aysén y Magallanes.
Raedeke después de haber revisado los trabajos de Darwin (1845), Prichard (1902) y
Musters (1871), es categórico en afirmar que “De estas referencias no queda duda que en
ausencia de ovinos, bovinos y del hombre moderno con sus armas, la cantidad de
guanacos en las pampas templadas de Sudamérica alcanzaba a millones” (Raedeke. 1976:
1,9). En efecto, Darwin (1845) afirma haber visto manadas de hasta 500 guanacos a lo largo
de las costas de Santa Cruz1, y Prichard (1902) escribió que durante su viaje raramente
554

pasaba un día sin que vieran guanacos, salvo cuando estuvieron en los bosques. Y habla de
manadas de 200 a 500 animales. Raedeke nos transcribe la cita literal: “... miles
aparecieron en las cumbres de los cerros cercanos. ”. Musters (1871) también informa
haber visto “... manadas de tres a cuatro mil. ” (Raedeke, 1976: 9).
121 Raedeke concluye que sólo en Magallanes, incluyendo la Tierra del Fuego, en la actualidad
se mantienen unos 3’000, 000 de ovinos, y tomando como base el peso corporal, se puede
calcular aproximadamente un guanaco por cada 2 a 2.5 ovinos (según Albrittom, 1954).
Con esta proporción se puede estimar como número máximo de guanacos 1’000,000 a
1’500.000 en Magallanes, antes de la llegada de los europeos. Una estimación más realista
probablemente sería de 500,000 a 750,000 cabezas, debido a que las densidades naturales
de los guanacos probablemente no son iguales a las de los ovinos, que son manejados en
forma cuidadosa y continua. El período de colonización de Magallanes, marca la rápida
declinación de la población de guanacos. Desde aproximadamente 750.000 cabezas se pasó
a menos de 20.000. Y este período se caracteriza también por el rápido deterioro de las
condiciones de las praderas y el pobre manejo de los campos por paite de los ganaderos
(Raedeke. op. cit.: 9-10. 15).
122 Finalmente Stehberg (1980: 25) ha informado que en el Norte Chico chileno, se estima que
una familia pastoril aymara posee aproximadamente 200 (Camélidos (él se basa en una
comunicación personal de V. Schiappacasse).
123 De todo lo expuesto se desprende una sola conclusión mayor. Si bien es imposible definir
en cifras la disminución de las cuatro especies de Camélidos desde los tiempos
prehispánicos hasta la actualidad, no cabe la menor duda que ésta ha sido catastrófica. Y
creemos que si no se adoptan cuanto antes medidas muy serias y con continuidad, el
peligro de extinción de estos animales es muy grande. Y este peligro es mayor, si se parte
de la premisa que ni siquiera contamos con un cuadro concreto del tema en discusión. En
otras palabras, no conocemos la realidad. Las discrepancias y los vacíos en las cifras que
hemos señalado, son una buena muestra y creemos que lo prueban.

NOTAS
1. Darwin (1921: 237) en su famoso diario, en lecha 23 de diciembre escribió: “Generalmente vive
en pequeños rebaños de 12 a 30 individuos; pero en las riberas de Santa Cruz vimos un rebaño
que debía de contener lo menos 500.”.
555

13. Los camellos en el Perú

1 No podemos terminar este libro, sin antes tocar el tema de los camellos en el Perú. Es
cierto que las noticias que hemos podido encontrar no son muchas y que debe existir más
información, pero para los fines del caso nos basta con la que tenemos. Se trata sin
embargo de un asunto que debería ser investigado mayormente, sobre todo para tratar de
averiguar si ha quedado algun comentario sobre el comportamiento de estos animales en
el territorio andino. Pues en verdad los datos que nosotros hemos encontrado, son muy
escuetos y no ofrecen el tipo de detalles que a nosotros nos interesaría.
2 Del Busto (1975: 510) ha escrito: “La primera noticia de camellos en el Perú se debe a fray
Gaspar de Carbajal, el cronista del descubrimiento del Amazonas, quien navegando el
caudaloso río antes del País de Caripuna, escribió: ...(vide infra cita original). La
afirmación, aunque cautelosa, es sin duda un reflejo del auquénido andino y del selvícola
pécari. ”.
3 En primer lugar hay que aclarar, para evitar confusiones, que la noticia no fue recogida en
el Perú sino en territorio del actual Brasil, como hemos escrito en el Capítulo 9 al que
remitimos al lector, para no repetir aquí la discusión sobre la ubicación geográfica de los
lugares. La cita de Carvajal que se refiere al viaje de Orellana en la primera mitad del siglo
XVI, narra como la mesnada española pasó por la “tierra y señorío de Omagua” y llegó “...
a otra tierra de otro señor llamado Paguana...”. De allí prosiguió el viaje hasta llegar
donde estaba otro “... que era muy gran señor...” y llamado Couynco (o Quenyuc) y fue
entonces que tuvieron noticias de que en algún lugar no bien identificado había “una
señora” llamada Coñor que tenía mucho poder sobre una sociedad de mujeres. Es en ese
momento que el indio informante “Dijo más: que en esta tierra, según entendimos, hay
camellos que los cargan, y dice que hay otros animales, los cuales no supimos entender,
que son del tamaño de un caballo y que tienen el pelo de un geme y la pata hendida y que
los tienen atados, y que destos hay pocos.” (Carvajal, 1986: 87). Se ha expresado mal del
Busto, pues debió decir “La primera noticia de Camélidos en el Perú...” y no de camellos.
Tiene razón que se trata probablemente de la interpretación que pudo dar el indígena de
las llamas. Pero nosotros sospechamos que los españoles recibieron sólo descripciones de
los animales y por eso hablaron de “camellos”. Pues curiosamente en varios pasajes de las
páginas anteriores del texto de Carvajal, se hace referencia a las “ovejas de las del Perú”.
No se entiende porqué en el parrafo citado se menciona “camellos”, pero no cabe duda
556

que los indígenas tenían noticia de la existencia de estos animales, que casi seguramente
no habían visto.
4 De manera que la afirmación de del Busto (loco citato) que “La primera noticia de camellos
en el Perú se debe a fray Gaspar de Carbajal...” no es correcta.
5 Es Garcilaso de la Vega (1959: Libro 9, Cap. XVIII, 234) quien nos da la información que
necesitamos. Él escribió: “Tampoco hubo camellos en el Perú, y ahora los hay, aunque
pocos. El primero que los llevó (y creo que después acá no se han llevado), fue Juan de
Reinaga, hombre noble natural de Bilbao, y que yo conocí, capitán de infantería contra
Francisco Hernández Girón y sus secuaces; y sirvió bien a Su Majestad en aquella jornada.
Por seis hembras y un macho que llevó, le dio Don Pedro Portocarrero, natural de Trujillo,
siete mil pesos, que son ocho mil y cuatrocientos ducados; los camellos han multiplicado
poco o nada. ”. Hay que tomar en cuenta que Garcilaso viajó a España en 1560, de modo
que él conoció a Juan de Reinaga antes.
6 La noticia de Garcilaso coincide con la que nos ha dejado Lizárraga (1968: Libro II, Cap. XI,
118), que a fines del siglo XVI, narra el viaje que hizo por tierra el Virrey Andrés Hurtado
de Mendoza, Marqués de Cañete, desde Trujillo hasta Lima. Lizárraga escribió que cuando
el Virrey llegó “Al valle de Guarmey, que es la mitad del camino, le salió besar las manos
clon Pedro Poitocarrero, vecino del Cuzco, maese de campo en la guerra contra Francisco
Flernández, el cual fue haciendo la costa al marqués con mucha abundancia, trayendo lo
necesario en sus camellos y muías hasta la ciudad de Los Reyes...”.
7 De paso podemos señalar que Markham (1941: 140) se equivocó, cuando escribió que “El
Marqués desembarcó en Paita, navegando por la costa llegó al Callao y fue recibido en
Lima como Virrey el 29 de junio de 1556...”. El viaje se hizo por tierra. En este sentido es
muy claro el testimonio de Fernández, El Palentino, que en el Capítulo II de su obra, narra
“Como clon Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete fue nombrado por virrey del Perú, y
de la manera como entró gobernando aquellos reinos...” y que dice: “Después de haber
tomado residencia en Trujillo y despachado muchos negocios, partóse para Lima. Y corno
iba por tierra, cada día se le ofrecían negocios que despachar. Llegado que fué a la ciudad
de los Reyes, hizósele solemne y sumptuosísimo recebimiento...” (Fernández, 1963b: Libro
Tercero, Cap. II, 71; el subrayado es nuestro). (Esto está dicho también en el escrito de
Bromley, 1955-1956: 140; aunque él no señala su fuente de información).
8 Acosta estuvo en el Perú también a fines del siglo XVI, y el suyo es también un testimonio
personal. Él relata que “Camellos, algunos, aunque pocos, vi en el Perú llevados de las
Canarias, y multiplicados allá, pero cortamente.” (Acosta, 1954: 128).
9 Sabemos, sin embargo, que antes de esta traída de camellos al Perú hubo otra, pues en
una nota de pie de página a la obra del Padre Cobo, el Padre Francisco Mateos (1964 : Nota
12, 421), apuntó: “El licenciado don Fernando de Montesinos, natural de Osuna, escribe en
sus Anales del Perú (ológrafo inédito), el año 1552: 'Llegó una cédula del rey en que hacía
merced a Cebrián de Caritate para que pudiese llevar camellos al Pirú por diez años, sin
que otra persona pudiese entrarlos por ese tiempo: y entre otras cláusulas decía una: “por
quanto eran muy necesarios para el servicio de la tierra, pues ya no había en ella servicio
personal ni le había de haber.”.'. Pregónese públicamente en Lima esta cédula a 23 de
junio de este año. Produjo escándalo, etc.”.
10 Sobre este particular nos ha dejado un valioso testimonio Fernández, más conocido como
El Palentino (1963a). El llegó al Perú en 1553 y fue Escribano del Cabildo de la Ciudad de
los Reyes (Pérez de Tudela Bueso, 1963: LXXVIII). A pesar que en 1559 se expidió una
557

Cédula de la Corona con la que se le quitó los “oficios de correo mayor y de coronista”
(Pérez de Tudela Bueso, op. cit:. LXXXI), su relato es importante. Pues Pérez de Tudela
Bueso, que estudió su obra, ha manifestado que ella se basa en escritos y documentos que
fueran enviados al Consejo por el presidente Gasea y que éste es “... el relato más cabal y
detallado que poseemos sobre la materia de su tema... “. Y luego concluye afirmando que
se trata de un”... testimonio sólido y fidedigno.” (Pérez de Tudela Bueso, op. cit:. LXXXIV-
LXXXV).
11 Merece la pena, pues, reproducir lo que El Palentino ha escrito sobre el particular: “... al
tiempo que el presidente Gasea salió de la ciudad de los Reyes ara se embarcar en la mar
del Sur para Tierra Firme, recibió cédula de Su Majestad para que el servicio personal se
quitase, y que suspendió la execución de aquella cédula hasta que Su Majestad, siendo por
él informado, otra cosa mandase. Pues es de saber que después desto, vino al Perú una
provisión real de merced que Su Majestad hacía a un Cebrían de Caritate para traer
camellos en aquella tierra por diez años, y que por aquel tiempo no los pudiese meter otra
persona. Y entre otras razones que en la provisión se contenían, decía una, por cuanto
eran muy necesarios para el servicio de la tierra, pues ya no había en ella servicio
personal no le había de haber. Por esta razón, sin embargo de la proveído por el aucto del
licenciado Gasea, se platicó entre el virrey don Antonio de Mendoza y los oidores (estando
el virrey a la sazón enfermo) de quitar el servicio personal. Y ansí se pregonó
públicamente en la ciudad de Lima, víspera de Sant Juan, veinte y tres de junio del año de
cincuenta y dos, estando allí muchos vecinos del reino. De lo cual mucho se
escandalizaron todos, y por el consiguiente, los soldados, porque, por sus necesidades,
estaban con ellos muy abrazados.” (Fernández, 1963a: Libro Segundo, Cap. II, 288).
12 Y luego, para explicar el levantamiento de Francisco Hernández, expresó: “Ya en el
capítulo segundo deste segundo libro se hizo mención cómo la víspera de Sant Juan,
estando el Virrey clon Antonio de Mendoza casi en el extremo paso y fin de sus días, se
pregonó por mandado de la audiencia la provisión del servidor personal; lo cual fué por
ocasión de ciertas palabras insertas y referidas en una cédula de Su Majestad sobre meter
camellos en el reino. Y ansimismo referimos la desabrida respuesta que dieron los oidores
a la suplicación que por la ciudad fué hecha.” (Fernández, 1963a: Libro Segundo, Cap.
XXIV, 327)
13 Romero (1936: 369) ha comentado la cita de Montesinos, aunque él utilizó una edición
posterior. Romero expresó: “Cuenta Montesinos (1642), que el 23 de Junio de 1552 se
pregonó en Lima una real cédula”haciendo al cretense Cebrían de Caritate del privilegio
de traer camellos por término de diez años, sin que otra persona pudiese entrarlos por
este tiempo... por quanto eran muy necesarios para el servicio de la tierra, pues ya no
havia en ella servicio personal (de los indios) no lo havia de aver”; declaración esta última
que provocó alteraciones en el Virreynato...”. La nota de Montesinos es reproducida por
Zavala (1978a: Nota 63: 245) junto con un resumen del texto de Cobo, al que haremos
referencias inmediatamente y Zavala también informa que la real cédula “... produjo
escándalo...”. (Es de señalar que en la bibliografía no figura Montesinos).
14 A principios del siglo XVII Herrera escribía sus famosas Décadas y allí narra “... los tratos
de los Retraídos del Perú, y lo que proveieron al Visorrei i Audiencia de los Reies, acerca
del servicio Personal de los Indios.” Y en el capítulo que trata la rebelión de Egas Guzmán
en el Cuzco, el historiador escribió: “Quando esta pasaba en el Cuzco, vn Baltasar de
Cariate, presentó al Visorrei vna Cedula Real, en la qual se le hacia merced, de que él solo,
por espacio de diez Años, pudiese traer Camellos al Perú; atento, que no havia servicio
558

Personal, ni lo havia de haver; porque parecia, que para carga, era gran alivio el de los
Camellos: i dicen algunos, que siendo grande el çelo de Don Antonio de Mendoca, para
sacar aquellos Naturales de todo trabajo: i sabiendo lo mucho, que el Rei, i el Real, i
Supremo Consejo de las Indias apretaban en esto, i lo deseaban, lo platicó con la Real
Audiciencia de los Reies, i que atentas las palabras de la Cedula, i la que llegó al tiempo de
la partida del Presidente Gasca, que absolutamente prohibia todo servicio Personal, sin
embargo del Auto, que se proveió á la partida del Presidente. El Visorei, i el Audiencia,
quieren algunos, que acordaron, que la Cedula se executase. i que la mandaron pregonar,
lo qual no hallo haver pasado asi, sino que haviendo la Real Audiencia aguardado, desde
que salió el Presidente Gasea del Perú, la respuesta del Rei, sobre aver suspendido la
execución del servicio Personal, hasta el punto, aunque la havian tenido de otros
negocios. ” (Herrera, 1947: Década 8, Libro Septimo, Cap. III, 179).
15 Como se sabe Cobo en su obra ha tratado ampliamente el problema de la fauna y en ella
incluye un comentario sobre le)s camellos. Recordaremos que el libro de Cobo es de la
primera mitad del siglo XVII. No sabemos cual ha sido su fuente de información, pues ella
es veraz y más amplia que las que hemos citado hasta aquí. Se sabe que él usó las obras de
Acosta y Garcilaso de la Vega (vide Araníbar, 1963:125) pero en este caso, insistimos, su
información es más amplia. Cobo (1964a: Libro 10, Cap. XLIII. 120-421) escribió: “... digo
que se han traído de Africa a esta tierra dos especies de animales, que son: camellos y
cierta casta de gallinas naturales de Guinea. Los camellos hizo traer a este reino del Per,
de las Canarias, que son islas adyacentes a la Africa, el capitán Juan de la Reinaga, uno de
los primeros pobladores de esta tierra, poco después de ella pacificada y poblada; y puesto
caso que los primeros camellos que aqui llegaron hicieron casta y se multiplicaron
mucho, con tocio eso, no se extendieron por la tierra ni salieron de los términos de este
arzobispado de Lima; algunos domaron sus dueños para servirse dellos, pero los más se
criaron cimarrones y montaraces en las sierras que corren desde esta ciudad hasta el valle
de Ica, que vulgarmente llaman en esta tierra Las Lomas, porque luego que hubo copia de
caballos y muías para cargar, no se hizo estimación de los camellos. Duraron muchos años
con gran multiplico, hasta que, como por una parte les faltase el amparo e industria de los
hombres, no cuidando nadie dellos. y por otra, los negros cimarrones los fuesen matando
para mantenerse dellos, vinieron en tan gran disminución, que queriendo un vecino de
esta ciudad recoger los que quedaban, para que no se acabasen y se perdiese la casta, no
se hallaron más que dos, y ambos hembras, que se trujeron a esta ciudad, donde vivieron
algunos años, y el de 16l5 murió la postrera que quedaba con que se acabaron los camellos
en este reino, habiendo durado en él más de sesenta años.”. Es en este texto de Cobo, que
Mateos (1964: 421, vide supra) incluye la cita de Montesinos en nota de pie de página.
16 La versión del jesuita es sumamente interesante. En primer lugar porque él dice en dos
oportunidades que estos animales “hicieron casta y se multiplicaron mucho” y que
“Duraron muchos años con gran multiplico”. Esto indica que los camellos no tenían
ningún problema de supervivencia en este nuevo medio. En segundo lugar, se desprende
claramente que la razón fundamental por la que su crianza no se desarrolló más, ha sido
básicamente por factores culturales. En tercer lugar, es interesante que los camellos
encontraron en las lomas costeras un hábitat en el que pudieron desarrollarse fácilmente
y si se criaron “cimarrones y montaraces”, como indica Cobo, quiere decir que por esa
fecha las lomas eran aún exuberantes y aparentemente poco frecuentadas. Y la razón por
la que Cobo ofrece una versión más amplia que la de los autores que lo antecedieron, es
porque si como él dice el último animal murió en 1615, eso sucedió durante el lapso que él
559

estaba escribiendo su Historia del Nuevo Mundo (comenzada en 1613 y terminada en 1653
[Porras, 1986: 510]). De modo que el jesuita sin duda conoció gente que había visto a los
camellos, que conocia su historia y que pudo transmitírsela diréctamente. Si es que él
mismo no los vio.
17 El historiador Carlos Romero ha estudiado este asunto, y nos da la explicación de las
razones por las que se decidió traer los camellos al Perú. El dice que durante los primeros
años de la Conquista, el numero de caballos que había en el Perú era abundante y su
precio fluctuaba alrededor de seiscientos pesos. Pero después, a raíz de las guerras civiles
entre los conquistadores, se produjo una notable escasez y el precio se elevó, como consta
por ejemplo en las Décadas de Herrera. Fue en ese momento que se pensó buscar un
substituto, o por lo menos un animal auxiliar y fue así que se decidió introducir al camello
en el Perú (Romero, 1936).
18 “Parece -escribe Romero- que los primeros de estos rumiantes importados, los trajo, o
hizo traer, el Capitán don Juan de la Rinaga Salazar, y constaba la recua de un macho y
seis hembras. Debió ocurrir esto allá por el año 1550. Al año siguiente, un cretense a quien
Herrera llama Baltasar de Cariate y Montesinos Cebrían de Caritate, siendo este último
nombre verdadero, pues el presbítero osunense tuvo a la vista la cédula, obtuvo privilegio
por diez años para traer los dobles corcovados al Perú.”. Luego trata Romero las
alteraciones que creó en el Virreinato la dación de la Cedula Real a la que hemos hecho
mención anteriormente (vide supra). Según Romero “... la vida del camello en el Perú fué
efímera; apenas duraron un poco más de sesenta años. Según unos historiadores,
multiplicaron abundantemente : según otros, poco: no faltando quien niega la
reproducción en lo absoluto...” (Romero, 1936: 368-369). La información de Romero
proviene de Garcilaso de la Vega y Cobo que hemos citado (vide supra).
19 Es interesante, sin embargo, ver lo que escribieron los que negaron la reprodución de los
camellos en el Perú, y que cita Romero. “... Pauw (Recherches Philosopbiques sur les
Américaines ou Memoires pour servir á l'Histoire de l'Espéce humaine, Berlin, 1768) dice: De
todos los cuadrúpedos llevados a América los que menos han aumentado han sido los
camellos. A principios del siglo XVI (sic) se llevaron algunos de Africa al Perú, donde el frío
les desconcertó los órganos destinados a la reproducción y no dejaron posteridad..'.
Clavigero (Historia Antigua de Mégico, Londres, 1826, T. II), refuta a Pauw, culpando del
fracaso a los que quisieron aclimatar a dichos animales en regiones poco análogas a su
naturaleza, y no a la inclemencia del clima de América, como lo hace aquel autor.”
(Romero, op. cit.: 371). Esto demuestra el completo desconocimiento del tema y las
argumentaciones son simplemente absurdas. Si los autores hubieran leido a Cobo, habrían
cambiado de opinión.
20 Bromley (1955-1956) ha investigado también este tema y ha trazado la biografía de Don
Pedro de Portocarrero a quien, según Garcilaso de la Vega (vide supra), Juan de Reinaga
había vendido siete camellos. Resulta que Portocarreo era Maestre de Campo y era el
favorito de Gonzalo Pizarro, hermano del conquistador. Su pariente homónimo fue
conquistador de México. Portocarrero portó el estandarte real de Castilla en la primera
entrada a Lima de Gonzalo Pizarro, fue fundador y vecino de Guatemala en 1524 y su
Alcalde en 1527. Contrajo nupcias con Doña María de Escobar, llamada “La Romana”, y
que se casaba por tercera vez. Ella fue la esposa del capitán Martín de Estete, que se
estableció en la zona de Trujillo en 1534 y que en 1535 sacó el famoso tesoro de la Huaca
del Sol.
560

21 Bromley narra la llegada al Perú del Virrey Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete,
quien se dirigió a Lima por los arenales costeños. “En Trujillo alcanzóle el ostentoso Don
Pedro de Portocarrero, que le proporcioné) una partida de camellos, montados por negros
vestidos a la usanza morisca, para que le condujeran sus efectos y fardajes. Esos camellos,
los primeros que se trajeron al Perú con el objeto de que sirvieran en nuestros arenales de
bestias de carga, fueron adquiridos a poco de su llegada por Don Pedro de Portocarrero y
su mujer Doña María de Escobar en la entonces cuantiosa suma de siete mil pesos.”. El
Virrey, lo hemos visto, hizo una parada en Huarmey y se quejó del calor y fue entonces
que Portocarrero le prometió que más adelante le ofrecería un refrigerio. En efecto, al
llegar al valle de Chancay, antes de pasar Pasamayo, que los españoles llamaban “Sierra
de arena”, se encontraron con un oasis artificial, con arbustos y plantas colocadas cerca
de grandes toldos con mesas, sobre las que había “... jarrones de refrescos, botas de vino
de Castilla, frutas peninsulares y muchas y muy fraganciosas viandas. La nieve había sido
traída, a lomo de indios, en sólo diez horas, desde las distantes sierras de Huarochirí.”
(Bromley, 1955-1956: 140; como lo hemos dicho, desafortunadamente Bromley no indica
sus fuentes de información).
22 Vargas Ugarte (1966: 19) se refiere también a la mentada Real Cédula a la que hemos
hecho referencia en varias oportunidades, pero él además de Montesinos, menciona
también a El Palentino (es decir Diego Fernández: loco citato, vide supra) para indicar que
antes de su publicación, se habían esparcido rumores sobre su contenido ya que en junio
de 1552 se dio a conocer el privilegio dado a Sebrián de Caritate, y al que hemos
nombrado (vide supra). Pero Vargas Ugarte añade: “... aún cuando Odriozola diga que el
favorecido en la concesión fue el Capitán de la Reynaga 14.” (la Nota 14 reza: “D. H. Tomo
4, p. 100”). Si nos guiamos por lo escrito por Garcilaso de la Vega (loco citato), Odriozola
está equivocado. Juan de Reinaga fue el primero que trajo los camellos al Perú y Sebrián
de Caritate fue el segundo y el que, además, obtuvo una especie de monopolio para
hacerlo.
23 Pero Vargas Ugarte (op. cit:. Nota 15, 19), cita a Garcilaso y le atribuye “... que La Reynaga
(Sic!) trapasó sus camellos a D. Pedro Portocarrero quien los dedicó al acarreo de
mercaderías en la costa, entre Lima y Trujillo.”. Esto no es verdad. Garcilaso de la Vega en
ningún momento ha indicado que los animales fueron dedicados a esta tarea (lege
Garcilaso de la Vega, 1959: Libro 9, Cap. XVIII, 234). Sí es correcta la citación que hace
Vargas Ugarte (loco citato) de Lizárraga.
24 Del Busto (1975: 511, Nota 10) hace referencia también a la licencia que tuvo Cebrían de
Caritate para traer camellos, pero llama la atención que él utilice sólo como fuentes a
Vargas Ugarte (1949 [nosotros hemos citado la edición de 1966]) y del Busto (1953) y no
mencione las fuentes primarias.
25 Hay que aclarar que Romero (1936: 369) comete un grave error, pues él escribió que los
camellos que llegaron al Perú (vide supra) fueron “dobles corcovados”. Los que llegaron al
Perú fueron Camelus dromedarius de una sola joroba, que viven en el Norte de Africa y que
fueron llevados hasta Andalucía con las invasiones moras, y no los Camelas bactrianus de
doble joroba. En este sentido Gilmore (1950: 424) escribió: “El verdadero camello (sin duda
el árabe, o especie con una joroba, Camelus dromedarius) fue introducido en fecha
temprana en las áreas desérticas de la costa del Perú, pero no se integraron culturalmente
y se extinguieron completamente.”. Como mera curiosidad podemos señalar que
recientemente ha salido una nota periodística sobre los camellos en el Perú, con
información muy exacta (Anónimo, 1992c D1).
561

26 Es interesante señalar, sin embargo, que mientras los camellos no encontraron dificultad
en vivir y reproducirse durante el Virreinato, los que se trajeron a Lima en los años 30
para el parque zoológico en los jardines de la Exposición, han tenido una vida muy corta
(Romero, 1936: 372), de la misma manera que fracasó la introducción de camellos en el
Suroeste de los Estados Unidos de América, mientras que tuvo éxito en Australia (Gilmore,
1950: 432). Tan es así que ese es el único lugar, como ya lo hemos visto, en el que los
camellos han regresado al estado silvestre y viven en poblaciones naturales (Heucke et al,
1992: 313)
562

14. Consideraciones generales

1 A pesar de todo lo dicho, consideramos necesario hacer algunos comentarios adicionales


sobre los temas que creemos más importantes.
2 Hemos visto a lo largo de este libro, que el interés sobre los Camélidos se despierta desde
muy temprano, como en el caso del Padre Cobo, pero probablemente uno de los primeros,
si no es el primero, que trata de analizar el asunto científicamente es Tschudi, a
principios del siglo XIX. Y si se hace una revisión somera de la biblografía que
presentamos, a pesar que ella es sin duda muy incompleta, se podrá constatar que es
mucho lo que se ha escrito sobre el tema. Pero a pesar de ello el conocimiento que
tenemos sobre esta Familia es aún muy superficial y en algunos aspectos casi inexistente.
Incluso la filogenia, que es uno de los puntos más importantes, plantea discusiones y
hasta ahora los especialistas no se ponen de acuerdo en el sentido si los cuatro Camélidos
Sudamericanos pertecen a un solo género o a dos.
3 Los temas biológicos, lo hemos dicho y volvemos a insistir sobre ello, los hemos tratado
muy superficialmente. Para un análisis profundo debería reunirse un grupo de
especialistas y ver el problema in toto. Nosotros hemos hecho hincapié fundamentalmente
sobre aquellos que más interesan a los arqueólogos y sobre los que, la mayoría de éstos,
tienen un gran desconocimiento.
4 Ya lo hemos señalado, y volveremos a insistir sobre ello más adelante, que hay grandes
dificultades para poder clasificar al nivel específico los restos de las Camélidos que se
encuentran en las excavaciones, y éste es un asunto de fundamental importancia para
poder resolver problemas tan importantes como el de la domesticación. Mientras no se
descubran nuevos indicadores o se analicen mejor los actuales, no será posible dar
solución a determinados problemas que son fundamentales no sólo para el conocimiento
de la evolución y los cambios que se han producido a lo largo del tiempo en los animales
mismos, sino también en el rol que ellos han jugado en la historia del hombre.
5 Dentro de este contexto hay un tema que es de fundamental importancia y que ha sido
totalmente descuidado por los arqueólogos, como lo hemos señalado recientemente (vide
Bonavia, 1991: 71 et passim). Es el de la altura. Este nos ha preocupado desde los inicios de
los años 70, cuando hemos comenzado a trabajar y a discutir sobre el asunto con José
Whittembury y Carlos Monge Cassinelli. Pues los fisiólogos sí se habían dado cuenta que
debido a las características hematológicas, los Camélidos no son animales que se han
563

adaptado a las alturas sino que tienen ciertas características adquiridas y fijadas
genéticamente que les permiten, a diferencia de otros animales, vivir bien y tolerar la
altura. Y esbozamos algunas ideas al respecto en uno de nuestros libros (vicie Bonavia,
1982a: 394-395), con la idea de estimular a nuestros colegas, pero parece que el propósito
ha pasado inadvertido. Con Ramiro Matos lo hemos discutido en más de una oportunidad,
y él lo ha señalado en uno de sus trabajos, pero en una forma condicional y como simple
planteamiento, es decir sin indicar nuevas interrogantes ni aportar datos concretos. Al
plantear la hipótesis de que las punas no siempre fueron hábitat de los Camélidos, él
escribió que éstas “Habrían sido, más bien, zonas de refugio a la que habrían llegado
desplazados por los cazadores. Más tarde, quizá como parte del proceso de domesticación,
encontraron una biomasa favorable, y se quedaron, constituyéndose en el biotipo de la
puna. Actualmente la región altoandina se identifica por completo con los camélidos.”
(Matos y Ravines, 1980: 196). La idea es correcta, pero mientras no se desherre
definitivamente el prejuicio que los Camélidos son animales de altura, habrá siempre un
freno en el desarrollo de la investigación, y se tendía una visión distorsionada de la
realidad. Hay que ser conscientes que los Camélidos han sido arrinconados en zonas de
refugio por la presión humana que ha impuesto patrones culturales ajenos a la realidad
andina. Hay que convencerse que los Camélidos son “... especies tropicales convertidas en
animales de clima frío y de altura...”, como escribió en una de sus pocas frases felices
Cardozo (1975a: 89).
6 Hoy todas las evidencias señalan que esta es una verdad incontrovertible. Hemos visto, e
insistiremos sobre ello más adelante (vide infra), que todos los restos paleontológicos que
de alguna manera están relacionados con los Camélidos actuales, originalmente vivieron
en tierras bajas y que su subida a la altura es un fenómeno tardío. No se debe olvidar,
además, que hasta fines del Pleistoceno el límite inferior de las nieves estaba por debajo
del actual, y oscilaba según los especialistas entre los 4,300 y 4,600 msnm. Y es sólo entre
los 12,000 y 10,000 años antes del presente que la línea de nieves alcanzó el nivel actual, es
decir sobre los 4,800-4,900 msnm. Estamos hablando en términos promedio, pues hay
casos como en el Norte peruano donde la línea de nieves llegó a bajar hasta los 3,700
msnm (lege Hastenrath, 1967; Wright, 1980; Bonavia, 1982a: 394; 1991: 39 et passim y 74). Es
decir que a la llegada del hombre la línea de nieves estaba más baja que la actual, lo que
significa que no sólo la zona glaciar misma era impracticable, sino probablemente
también una importante zona alrededor de ella. De modo que antes de la llegada del
hombre los Camélidos, aún si hubieran querido aventurarse a las alturas, no lo hubieran
podido hacer. Una prueba de cuanto decimos es la de Junín, donde sabemos a ciencia
cierta que los Camélidos aparecen por primera vez alrededor del año 7,000 a. C.
reemplazando la fauna pleistocénica (Wheeler Pires Ferreira et al., 1976: 487; Wheeler,
1977: 5; Kent, 1987: 176). Incidentalmente no está demás señalar, que en el Área Andina
Central alta no hay mucha evidencia hasta ahora de restos de animales extintos, la que sí
se ve más al Sur. Y es de preguntarse si en ello no jugó también un factor importante la
altura.
7 A juzgar por los restos zooarqueológicos, el aumento de la intensidad del uso de
Camélidos aparece más temprano en la puna que en los valles. Se trata en un principio de
animales silvestres, pues paulatinamente y sólo a partir del cuarto milenio antes de
nuestra Era, según los datos actuales, comienza el proceso de domesticación. Por el
contrario, las muestras de la fauna de períodos tempranos en los yacimientos
arqueológicos de los valles no incluyen muchos Camélidos, por lo menos hasta los 4000
564

años a. C. A partir de esa fecha y hasta los 1000 años a. C, en dichos sitios se nota un
aumento del uso de estos animales, el cual se va haciendo siempre mayor mientras más
nos acercamos a los tiempos de la invasión europea. Y que conste que hay información
desde los valles interandinos de Colombia en el Norte, hasta el desierto de Atacama en el
Sur (Wing, 1975b 35, 42-43; 1977a: 851, 857; 1977c: 124-125; 1978: 185; 1986: 250, 255,
261-262).
8 Nosotros hemos planteado como hipótesis que el hombre ingresó a Sudamérica por los
valles longitudinales interandinos de altura media (lege Bonavia, 1991: 66 et passirrí) y por
allí se fue desplazando hacia el Sur, con bajadas tranversales hacia la costa y muy
probablemente hacia la zona oriental.
9 El cuadro nos parece claro. En el descenso hacia el Sur, después de haber ingresado al
continente sudamericano, los grupos de cazadores se fueron enfrentando paulatinamente
con los Camélidos, los Cérvidos y otros animales menores que fueron la base de su dieta,
aunque la presencia de los últimos no es clara en los yacimientos arqueológicos. De estos
animales, los únicos que podían traspasar sin problemas los límites altitudinales frente a
la presión de los cazadores que con su pericia milenaria los estaba diezmando, fueron los
Camélidos y buscaron entonces refugio allí. Es seguro que en los momentos iniciales el
hombre tuvo dificultades para seguirlos y, cuando lo logró, nunca pudo hacerlo en las
altas punas en las mismas condiciones que en las zonas más bajas. Y los datos
arqueológicos de Telarmachay, por ejemplo, muestran como se va produciendo el cambio
gradual y constante de la disminución de la utilización de los Cérvidos y aumento de los
Camélidos y como se va desarrollando el proceso de adaptación del hombre a la puna
(Wheeler, 1984a: 401; 1985b: 68). Desde entonces el precio que paga el hombre por vivir en
la altura es muy alto. Es claro que mientras las manadas eran perseguidas libremente en
los valles interandinos donde tenían mayores posibilidades de movimiento, el hombre no
pudo matar grandes cantidades de animales. Pero cuando los encontró arrinconados en la
altura, la matanza fue más fácil. Y este es exactamente el cuadro que se refleja en los
datos arqueológicos. Es interesante señalar, a este respecto, que hay un trabajo de
Hoffman (1975) que aparentemente no ha sido publicado o por lo menos que nosotros no
hemos encontrado, pero que ha sido mencionado por Wheeler Pires Ferreira et al. (1976:
488; 1977: 157), por medio del cual se demuestra que a juzgar por la experiencia con
vicuñas en la Reserva de Pampa Galeras, no es la presencia del hombre el factor crítico
que causa el abandono de los territorios familiares y el traslado a regiones más distantes e
inaccesibles, sino la caza excesiva, Un dato más que avala la información arqueológica.
10 Durante los tiempos prehispánicos, a partir del momento de la domesticación y hasta la
llegada de los europeos, la presión humana sobre los Camélidos silvestres siguió, aunque
hemos visto que en la época incaica hubo un control incluso sobre ellos, por medio de los
chacos. Mientras que los hatos de Camélidos domésticos fueron mantenidos a lo largo y
ancho de todo el territorio andino, como lo demuestran los datos arqueológicos. Pero con
la invasión europea, el control que ejerció el estado inca sobre los animales se perdió y
aquella presión que en los tiempos prehispánicos fue exclusivamente sobre los animales
silvestres, se volvió nuevamente sobre las cuatro especies, es decir también sobre los
animales domesticados. En este caso la presión fue más violenta, en cuanto fue la de una
cultura impuesta, en la que los Camélidos no tenían roles definidos. No existía ya la
relación hombre-animal tan arraigada en el indígena americano, y que el europeo no
podía entender. Él introdujo sus propios animales y su crianza impuesta y obligatoria fue
una tácita sentencia si no de muerte, por lo menos de una vida difícil para los Camélidos
565

andinos, cuya importancia pasó a un segundo plano después de haber sido trascendental
para la vida en los Andes durante milenios. No les quedó a estos animales más que volver
a replegarse en las zonas de grandes alturas, no sólo inhóspitas para los europeos, sino
también para sus animales. La matanza incontrolada de los primeros tiempos de la
Conquista y la introducción de la caza con perros, además de todos los abusos que hemos
mencionado y que diezmaron la población de Camélidos, son los antecedentes que
explican el cuadro artificial de su distribución que vemos hoy en día.
11 La distribución actual parecería indicar que los Camélidos, tanto silvestres como
domésticos, viven casi exclusivamente en la altura. Sin embargo esto no es cierto. Ellos
han vivido prácticamente en todas los hábitat y no siempre, como se ha pretendido, con
ciclos migratorios entre tierras altas y bajas. Pues hemos visto, al analizar los datos
chilenos, que hay pruebas de colonias de guanacos viviendo en la costa desértica sin ciclo
migratorio a la cordillera. Y en lo que se refiere a la crianza de los Camélidos domésticos,
la evidencia arqueológica es muy clara mostrando que ésta no sólo se llevó a cabo en las
zonas altoandinas, sino también en los valles y en la costa. Y si se hace un corte
transversal del continente sudamericano a base de los datos históricos que disponemos,
habrá que recordar que los cronistas nos confirman la presencia de Camélidos desde la
costa peruana hasta la zona del Chaco y más abajo, pasando por todas las alturas
intermedias. Hoy este es un hecho que está siendo aceptado lentamente por los
especialistas (e. g. Wheeler, 1991: 35).
12 Sin embargo, hay resistencia en aceptar que en la costa en los tiempos prehispánicos
hubo una importante cantidad de Camélidos, lo que sin embargo es evidente no sólo por
los datos arqueológicos sino también por los históricos. Mientras los Camélidos silvestres
deben haber existido desde tiempos inmemoriales no sólo en la lomas costeras sino
también en los bosques de los oasis fluviales, los animales domésticos han sido
introducidos en la zona costanera alrededor del tercer milenio a. C. (Bonavia, 1982a: 276;
Wing, 1986: 261-262). Es a consecuencia de la invasión europea en el siglo XVI que ellos
desaparecen de la costa (Wheeler, 1991: 27, 32) y las causas que provocaron este
fenómeno han sido múltiples. Las matanzas indiscriminadas en los primeros tiempos de la
Conquista, y luego la necesidad de carne para la soldadesca primero y los colonizadores
después. Hemos visto que en la zona de Lima, los “ganados de Castilla” se comenzaron a
sacrificar recién en 1548 (vide Cobo, 1964c: Libro 1 de la Fundación de Lima, Cap. XIII, 316).
A esto hay que añadir la introducción de los animales exóticos por los europeos, las
guerras civiles y las necesidades de bestias de carga que tuvieron los españoles. (Lege
Lanning, 1967a; Rostworowski, 1981). Dedenbach Salazar (1990), como se recordará, ha
señalado otras causas, con la mayoría de las cuales nosotros no estamos de acuerdo. Ella
cree que la destrucción de las lomas debió ser una ele ellas. Nosotros consideramos que
ésta no se pudo llevar a cabo tan rápidamente, pues es evidente que las cantidades de
animales europeos que se trajeron inicialmente no fueron tan grandes y se necesitó cierto
tiempo para que ellos se reprodujeran. En todo caso este es un tema sobre el que sería
interesante averiguar. No sabemos si hay algún estudio de esta naturaleza. El pastoreo
excesivo que señala la autora, tampoco nos parece un factor importante, por las mismas
causas mencionadas arriba. Las enfermedades introducidas por los animales europeos sí
pudieron afectar a la población de Camélidos, mientras que excluimos que el clima haya
jugado un rol significativo. No hay ninguna evidencia de cambio climático que pudo haber
causado un problema a estos animales.
566

13 Pero el hecho que los Camélidos sean animales que toleran la altura, ello no significa que
ellos también no tuvieron que pagar un precio por ello. Hemos señalado que una de sus
características es la fertilidad baja, nosotros suponemos que ésta es una limitación
fisiológica que se adquirió con el estrés de la altura. Pues se ha visto que los estudios que
se han hecho demuestran que hay una fertilidad diferencial según la altitud y ello es
causado evidentemente por la intervención humana. Los datos históricos que hemos
analizado con detalle sustentan esta situación. Los indígenas han sido conscientes de esto,
pues en la Visita de Chuquito ellos expresaron muy claramente que el ganado “se
multiplica poco” y un testigo manifestó que sólo un 27% a 29% de los animales podía
procrear en la altura, y para otro el máximo lo lograba en un 32% y el mínimo entre 14% y
16%. Por otro lado hay una tasa de mortalidad alta entre los animales jóvenes, en la que
intervienen varios factores, pero entre ellos hay el climático que debe ser el o uno de los
más importantes. Y los Camélidos han desarrollado, los hemos visto, mecanismos para
mitigar esta dificultad, como es la parición durante el día. De hecho en estos fenómenos
intervienen factores culturales, climáticos y de altitud, pues se ha constatado que
mientras los animales en el hábitat de altura paren solo de enero a marzo, cuando viven
en los Estados Unidos lo hacen a lo largo de todo el año.
14 Y es importante recordar que los animales importados, a pesar que el tiempo ha
transcurrido, no han podido nunca adaptarse a la vida de las grandes alturas. Ellos tienen
una baja capacidad de fertilidad en la altura. Cuando son llevados a las grandes altitudes,
son afectados en forma diferente en su fertilidad. Las ovejas sufren menos que el ganado
vacuno, mientras que los caballos son los más susceptibles. Ellos han desarrollado en este
medio intolerancia a cualquier tipo de esfuerzo físico. Tan es así, que los indígenas han
creado el término “apunado” para señalar este fenómeno. Por otro lado se producen
cambios irreversibles en los testículos de los conejos, gatos y ratas. La reproducción de las
aves de corral también es afectada. Sobre el particular Monge M. y Monge C. han escrito:
“Los animales domésticos aclimatados al rigor del ambiente de las grandes alturas, en
general, son de tamaño más pequeño, alcanzan su madurez a menos intensidad de ritmo y
su productividad es menor que sus congéneres de nivel del mar. Sin embargo, leche y lana
son de la mayor calidad.” (Monge M. y Monge C, 1968a: 200: 1968b: 289). Para aumentar la
producción se han aplicado diferentes métodos de crianza selectiva, sobre todo en ovejas,
dada su mayor importancia económica y su mejor adaptabilidad a las grandes alturas. Con
ello se ha logrado una variedad de altura denominada “carnero criollo”. “Introducidos
por los españoles durante el siglo XVI, mejorado por el cruzamiento selectivo. Cuatro
siglos de cruce repetido (inbreeding) han resultado en la creación de un tipo de carnero
criollo de altitud con especiales características de resistencia al rigor ambiental, ligero
peso corporal (25-30 kg.). y muy pobre producción de lana de color no uniforme (1 kg. por
año).” (Monge M. y Monge C, 1968a: 200; 1968b: 289). Otra variedad, denominada Junín,
dio resultados mejores, pues se logró animales que tenían mayor peso corporal y superior
producción de lana, pero siempre por debajo de las condiciones óptimas.
15 Esto nos está demostrando que ca. 400 años de selección humana del ganado ovino en la
altura dio pobres resultados industriales. Aún la ra/a Junín requirió de muchos años de
selección, que con la Reforma Agraria en gran parte se ha perdido. Si se hubiera
desarrollado el mismo esfuerzo con la alpaca, no cabe la menor duda que los resultados
habrían sido muy diferentes.
16 El Camélido sudamericano ha sido durante mucho tiempo un animal que desarrolló todas
sus facultades para vivir en un medio árido, tanto en la altura como en los llanos. Es
567

debido a ello la gran eficiencia en la digestión de alimentos de mediana y baja calidad, a la


que los ovinos por ejemplo, no han podido adaptarse. Es interesante señalar en este
sentido, que el camello bactriano también estuvo estrechamente asociado con las tierras
abiertas y el clima continental severo que caracteriza a las estepas euroasiáticas durante
los tiempos post-glaciales. Hoy sigue viviendo en un medio de clima seco continental, en
alturas que oscilan entre los 500 y los 1,000 msnm. es decir en grandes espacios esteparios
que, entre febrero y mayo, son cubiertos con una vegetación de matorral herboso
(Compagnoni y Tosi, 1978: 96, 98). Y los camellos bactrianos cimarrones (Camelus
bactrianus ferus) que existían por lo menos hasta el año 1956 en el desierto de Gobi, en un
territorio cuya altura oscila entre los 1,500 y los 2,000 msnm, vivían también en valles
áridos y llanos con vegetación desértica y mostraban una gran resistencia a la sed
(Bannikov, 1958: 156-158).
17 Pero no se trata solamente de la gran reducción y arrinconamiento que han sufrido los
hatos de Camélidos que han quedado, sino también de la grave perdida que se ha
producido en ellos de la reserva genética, que en el incario se mantenía con el suñay,
como ya se ha explicado (lege Flannery et al., 1989)- Y si se hace un recuento de la
información de la que disponemos, tanto histórica como arqueológica, más los nuevos
aportes de la genética, todo señala que debieron existir en el pasado variedades, sobre
todo ele llamas y alpacas, que se han perdido y que no sabemos si se podrán recuperar.
18 De los Camélidos, el guanaco es el que probablemente tiene la capacidad de mayor
adaptabilidad. Es un animal típico de la estepa, que se puede encontrar en la zona
transitoria de la pampa y vive en alturas que oscilan entre el nivel del mar hasta por
encima de los 4,000 msnm. Por las evidencias que se tienen, es un animal que se puede
domesticar, aunque la información que nos ha quedado del área chilena parece que se
trata más de un amansamiento que de una verdadera domesticación.
19 Actualmente su distribución septentrional es hasta los 8o de Latitud Sur en el
departamento peruano de La Libertad, pero no podemos olvidar que Cieza de León nos ha
dejado la constancia de la existencia de estos animales en el territorio ecuatoriano, tanto
en la zona de Cuenca como entre Tomebamba y Loja. Además, tenemos los datos
arqueológicos del sitio El Azúcar. De modo que nosotros no vemos porque dudar de la
información de Cieza de León, lo que hace falta es realizar más trabajos. Los datos de
guanacos en la zona de Bogotá y Sur de Colombia en el siglo XIX no son claros. Hoy ocupan
los territorios del Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Por las fuentes históricas sabemos que
a la llegada de los europeos los guanacos ocupaban prácticamente todo el territorio
boliviano y lo mismo se puede decir del chileno, aunque parece que la mayor densidad
estuvo en Tierra del Fuego. En el caso de la Argentina, durante el Pleistoceno tardío y el I
loloceno temprano, el guanaco estaba en la provincia de Buenos Aires y se extendía desde
las sierras australes hacia el Sur y hacia el Oeste en el área bonaerense. Hoy está limitado
al Sur de Mendoza, Neuquén, Río Negro, Chubut y Tierra del Fuego. Los hay pero pocos en
Santa Cruz, al Norte de Mendoza, en San Juan, La Rioja, Tucumán, Catamarca, en el
Noroeste de Córdoba y Suroeste de Santiago del listero. Unos pocos ejemplares quedan en
La Pampa, en la provincia de Buenos Aires, en San Luis y en Córdoba. Y los dos grandes
peligros que lo pueden llevar a la extinción, si no se toman serias medidas, son la caza y la
introducción en sus territorios del ganado doméstico. Pues su tasa de mortalidad en el
primer mes de vida es relativamente alta (15%) y la falta de alimento en el invierno en el
extremo Sur, donde hay aún poblaciones importantes de estos animales, llega hasta el
81%.
568

20 Ignoramos las verdaderas densidades de la población existente.


21 En lo que a la vicuña se refiere, de todos los grandes herbívoros que frecuentaban la puna,
estos animales parece que han sido los más numerosos en los tiempos prehispánicos y es
probable que los territorios de los guanacos y las vicuñas hayan sido intercalados
(Wheeler, 1985a: 29).
22 Las vicuñas ocupan un habitat que se extiende desde las lomas de la costa hasta los i,800
msnm y pueden sobrevivir en la puna mejor que cualquier animal doméstico, pues tienen
grandes características de adaptación. Los especialistas no están de acuerdo si su límite
septentrional está en Junín o en Ancash, mientras concuerdan que por el Sur corresponde
a la parte meridional de Bolivia y al Norte de Chile. Aunque hay datos que llegan a las
punas en la provincia de Jujuy, en Salta, Catamarca, La Rioja y San Juan en la Argentina. Es
decir en el Noroeste argentino entre los 22° y los 29°10' de Latitud Sur y en alturas que
oscilan entre los 3.200 y los 4,600 msnm. Sin embargo, es importante recordar algunos
datos históricos. Hay indicios para creer que en los tiempos de la Conquista la vicuña
existía en territorio Ecuatoriano. Se recordará que Fernández de Oviedo menciona
animales “salvajes” y que Cieza de León informa concretamente de su presencia tanto en
la zona de Cuenca como en Tomebamba y Loja. Y hemos visto que hubo vicuñas en las
serranías piuranas. En la actualidad hay poblaciones de estos animales que han sido
traídas del Perú y de Chile y. aparentemente, se están desarrollando con éxito. En Bolivia
la distribución en el pasado era más amplia, pues está certificada en la zona del Noreste
del lago Titicaca, en los alrededores de La Paz, en la zona de Potosí y entre Potosí y
Atacama. Pero además había vicuñas al Este de Cochabamba, yendo hacia la Ceja de Selva
y en la frontera con Argentina. En Chile, durante el siglo XVI, había de estos animales en la
cordillera de Coquimbo y en Osorno.
23 Pero a pesar de ello el clima es el principal factor de muerte de los recién nacidos. Aunque
hay que admitir que hay escasa información sobre el nacimiento y la muerte prematura
de las crías. También se sabe relativamente poco sobre la alimentación de esta especie.
24 Se trata de un animal difícilmente domesticable, aunque los especialistas creen que esto
no es imposible.
25 A pesar que se tienen sólo estimados de esta población, parece que ella está en ligero
aumento.
26 Es evidente que durante muchos miles de años las vicuñas no vivieron en las zonas altas,
esto se ve claramente por los datos paleontológicos y es claro que su subida a las alturas
fue posible por la falta de limitaciones fisiológicas frente a la presión del hombre y de las
ovejas.
27 La llama es un animal que ha desarrollado condiciones fisiológicas para poder vivir
fundamentalmente en un medio árido en una forma mucho más eficiente que la cabra y la
oveja. Esto, más las características fisiológicas a las que ya se ha hecho mención, le han
permitido vivir bien tanto en el ambiente seco de la puna como de la costa peruana. Son
animales consumidores de forraje seco y fibroso y descartan la vegetación densa y
suculenta. Aunque la parte alimenticia es uno de los aspectos poco conocidos de estos
animales.
28 Un punto importante que deberá ser estudiado con más énfasis en el futuro, es el tamaño
de las llamas. No cabe la menor duda que el grandor estándar actual no es representativo
para la especie. Por los datos históricos y la información oral que hemos reunido, no cabe
la menor duda que existó en el pasado por lo menos una variedad de llama con cuerpo
569

mucho más grande que el actual. Recordaremos sólo dos testimonios. El de Schmidel
(1986: 79) que al describir las llamas eme él vio, dice que “... son bestias grandes, casi
como mulos...” y luego no sólo la información que nos ha proporcionado Cristóbal
Campana, a la que tantas veces nos hemos referido, sino la fotografía que nos proporcionó
y que estamos incluyendo en este libre) (Fotografía 56). Y no pedemos olvidar, además, la
llama pequeña ecuatoriana que se conoce sólo a nivel arqueológico y que plantea serios
problemas. Hemos visto, también, que con los estudios genéticos que se están haciendo
con la lana de restos arqueológicos de estos animales, se está demostrando la existencia
de variedades que se han perdido. Y, finalmente, hay un hecho más que aboga a favor de
esta hipótesis. La evidencia que, como se ha visto, las llamas ele hoy cargan normalmente
menos peso que antes. La falta ele estudios sistemáticos y de poblaciones arqueológicas
importantes de estos animales, no permite por aliebra no sólo un análisis comparativo,
sino ni siquiera conocer la realidad.
29 La actual distribución de la llama, que para algunos en el Norte tiene como límite la parte
meridional de Colombia y para otros el Ecuador, y que se extiende por el territorio
peruano con condensación mayor en el Centro y en el Sur, a través del boliviano hasta el
Norte ele Argentina y Chile, pero siempre en las tierras altas, es a todas luces artificial si
se compara con la evidencia paleontológica, la arqueológica y la histórica. Hemos viste)
que a nivel paleontológico en el Perú los hallazgos no sólo no son claros sino que además
son escasos. Y el resto corresponden a los valles interandinew de Bolivia, al área de Brasil
y el Uruguay y en el territorio chileno siempre en las partes bajas. La arqueología y las
fuentes históricas señalan la existencia ele llamas en el Ecuador, y se ha sostenido que
ellas fueron llevadas por los incas durante su conquista. En otras palabras, texlos los
restos de Camélidos en dicho territorio deberían ser tardíos. La arqueología ha
desmentido esto, ya que sellan hallado restos ele estos animales en contextos
correspondientes a diferentes épocas anteriores a los tiempos de la conquista incaica.
Bnihns (1991a: 9), que ha trabajado y excavado en el Ecuador, da por descontado que allí
había manadas de llamas al momento de la llegada de los incas. Se ha comprobado su
existencia a lo largo de todo el territorio peruano, con una evidente ocupación ele la faja
costera. Su presencia en Bolivia es evidente, pero además existían en cantidades
importantes en la zona del Gran Chaco hasta la frontera de Argentina con el Paraguay y
llegaban hasta el Río de La Plata. En el territorio argentino no tenemos seguridad hasta
dónele se extendieron las llamas, pero aparentemente y a juzgar por los datos históricos,
bajaron hasta las serranías ele Córdoba. En territorio chileno es evidente crue antes de la
llegada de los incas se pastoreaba llamas en la costa Norte y en los tiempos de los
Desarrollos Regionales había grandes movimientos de caravanas de llamas que calzaban
el desierto. En los datos históricos del siglo XVI pareciera haber indicios de presencia de
llama en la zona de Magallanes y en la Isla de Chiloé. Aunque Palermo (1986-1987) señala
como límite sureño de estos animales el 27° de Latitud Sur.
30 Si comparamos la distribución actual de la llama con la que acabamos de exponer, es
evidente el inmenso daño que ha causado la cultura occidental en el territorio andino. Un
daño que es irreversible y, por más que se haga, se podrá repararlo sólo muy
parcialmente.
31 La alpaca si bien es un animal que se ha adaptado a los pastos duros y cortos, es un animal
oportunista, como lo han señalado San Martín y Bryant (1987), que puede alimentarse con
tipos de vegetación amplia y variada. Tiene una barrera ecológica que no tienen las otras
especies, la del agua. Necesita de territorios húmedos para vivir en condiciones óptimas.
570

32 La alpaca también sufre el estrés de la altura, pues tiene una mortalidad muy alta de las
crías y una fertilidad baja. Hoy vive a graneles alturas y los especialistas consideran que
de todas las especies, es la que mejor soporta este medio. Su distribución es restringida y
sobre ella no hay acuerdo, pues para une “su límite-septentrional está en las serranías
norteñas del Perú, para otros en la Sierra Central peruana. Y hay incluso quien considera
que está en el Altiplano. En lo que al límite meridional se refiere, tampoco hay acuerdo,
pues se señala en unos casos la parte Sur del Altiplano y en otros el extremo Norte ele
Argentina y Chile. En lo que sí hay coincidencia, es que la ocupación ele estos animales no
es continua. No hay que olvidar, sin embargo, que en el pasado la alpaca llegó hasta el
Ecuador.
33 Este es el único caso en el que la distribución moderna y la histórica aparentemente no ha
variado mucho, pero hay que señalar que ciada la dificultad de diferenciar a nivel de
esqueleto la llama y la alpaca entre los restos arqueológicos, es difícil saber la distribución
de estos animales en el pasado. Y por otro lado hemos visto que las descripciones y los
nombres atribuidos a los Camélidos por los cronistas hispanos, no permiten tampoco una
diferenciación segura, ele modo que esto contribuye a mantener oscuro este punto. Todo
indica, sin embargo, que esta especie estuvo viviendo también en zonas mucho más bajas
que las actuales. Recordaremos los hallazgos ele El Yaral, que está situado a 50 km. del
mar, a sólo 1,000 msnm.
34 El estudio de estos animales nos hace ver no sólo toda una serie ele posibilidades ele
desarrollo para el futuro, si es que hubiera una clara conciencia ele ello en los organismos
estatales, sino sobre todo la posibilidad ele ayudar a mejorar la existencia de aquel sector
de población que está viviendo en las zonas ele graneles alturas de nuestro territorio. No
hemos podido encontrar estadísticas, aunque posiblemente deben existir, sobre la
cantidad de personas que viven en la actualidad explotando los Camélidos. En 1975, según
Flores Ochoa (1975a: 19), eran alrededor de 200,000. Y como él mismo lo ha recordado,
tenemos la idea que la puna es una región pobre, sin embargo se trata de un ecosistema
muy especializado, que tiene características muy particulares, que no son bien conocidas
ni suficientemente estudiadas. Si se toma en cuenta que esa es la zona donde hoy
pastorean ele preferencia las llamas y las alpacas, este es un medio al que se debería
prestar mayor atención, ya que ofrece oportunidades para el desarrollo de las poblaciones
humanas que viven en la puna en condiciones muy difíciles (Flores Ochoa, 1990b: 97).
35 Los estudios que se están haciendo, y que aún no están terminados, de los restos de llamas
y alpacas de El Yaral, que hemos mencionado ampliamente en el Capítulo 4, indican muy
claramente como Wheeler et al. (1992: 473) lo han dicho, no sólo todo lo que se ha perdido
sino -y esto es lo más importante- cuanto queda por aprender. Los autores han indicado
claramente que “Muchas de las ideas confusas y de las informaciones contradictorias
sobre estos animales, que proceden de los nativos pastores andinos y de los criadores
norteamericanos, para no decir nada de los especialistas en camélidos, son mucho más
herencia de la conquista española, de lo que nos habíamos dado cuenta.”. Y, como bien lo
señalan Wheeler et al. (loco citató), el meollo del problema es la falta de referencias escritas
de las sociedades prehispánicas y la pérdida de la tradición oral transmitida por los
especialistas con respecto a la procreación y a la crianza que se produjo en el primer siglo
después de la invasión europea. Lo que ha sobrevivido está probablemente tan
distorsionado por las ideas y tradiciones de los europeos, que no tenían la posibilidad de
entender al mundo andino, así como los animales mismos que han sido modificados por
medio de la hibridación. “Nosotros hemos creído por mucho tiempo -añaden los autores-
571

que la razón primaria por la que las llamas y las alpacas tienen una tasa de suceso
reproductivo bajo es porque los nativos pastores andinos tienden a criarlos como si
fueran ovejas y no porque ellos son infértiles por sí mismos o maladaptados al medio
altoandino...”. (Wheeler et al., loco citato). Ahora con la información recabada del material
de El Yaral, se comienza a saber cual es el potencial real de estas especies como
productoras de fibras. Desafortundamente es muy poco lo que se conoce sobre las
variaciones de las llamas y las alpacas en los Andes, para poder siquiera determinar si las
variantes anteriores a la Conquista aún existen en la población general y si pueden ser
rescatadas con una crianza cuidadosa. Es absolutamente urgente identificar y preservar
las reliquias de estas poblaciones, antes que se produzcan futuras pérdidas genéticas. Los
marcadores genéticos deben ser identificados, dado que pueden ser usados para
distinguir variedades y sus híbridos. Y las investigaciones que están en curso sobre la
secuencia del DNA, tanto mitocondrial como nuclear para los cuatro Camélidos
sudamericanos, está dando resultados promisores (los autores se refieren al trabajo de
Stanley y Wheeler [1992] que nosotros no conocemos). La inclusión del antiguo DNA de las
llamas y las alpacas de El Yaral, serán de crucial importancia para documentar el
desarrollo histórico de las llamas y las alpacas actuales. Dado que ellos aparentemente
contienen las variedades extintas, los restos momificados pueden proveer la información
de base que permitirá medir los probables efectos de la hibridación y la diversidad
genética reducida, que se supone ha generado la Conquista española. (Wheeler et al., loco
cítalo).
36 Pero hay otro aspecto sobre el que nosotros queremos incidir y que consideramos que ha
sido descuidado. Es la posibilidad de llevar a cabo estudios comparativos entre todos los
animales de la Familia Camelidae, pues parece que a pesar del largo tiempo de separación
que se ha producido desde que los Camélidos ancestrales se separaron en la parte Norte
del continente americano, unos para dirigirse a Asia y otros a Sudamérica, ellos han
mantenido características comunes importantes. Así, por ejemplo, el aspecto de las
enfermedades es revelador. Hemos tocado este punto con referencia a los Camélidos
andinos en el Capítulo 7 y hemos indicado que Flannery el al. (1989: 102-104) están
convencidos y todas las evidencias sin duda lo avalan, que existía un tipo se sarna antes
de la llegada europea, es el Sarcoptes scabiei. Luego, con la introducción de los animales
desde Europa, llega otra variedad de esta sarna, el Sarcoptes scabiei var. ovisa más de otro
tipo, el Psoroptes equi var. ovis que diezmaron las poblaciones camélidas autóctonas. Pues
bien, una variedad de la misma sarna que existía aquí antes de la Conquista, es la que
afecta hoy tanto a los dromedarios como a los camellos bactrianos. Nos referimos a
Sarcoptes scabiei var. cameli (Kumar et al, 1992; Pegram y Higgins, 1992: 72-73).
37 Por otro lado hemos visto que una de las enfermedades letales que atacan a los Camélidos
andinos es la enterotoxemia producida por Clostridium perfringens1 que según señala
Wheeler (1985b: 72), por los estudios de Moro y Guerrero (1971: 9-14) corresponde a los
Tipos A y C. Aunque en un trabajo posterior la misma Wheeler (1991: 39), a base del
trabajo de Ramírez (1987), indica sólo el Tipo A. Pues bien los camellos de Dubai sufren
también los efectos de la enterotoxemia provocada por Clostridium perfringens de Tipo A
(Seifert et al., 1992).
38 Independientemente de la importancia que tiene el parasitismo animal en la patología, es
de interés señalar que los parásitos de la Familia Camelidae han servido para la definición
taxonómica de estos animales. Pues muchos parásitos pueden infectar una variedad de
animales. Casi todos, sin embargo, son más restringidos e infectan solamente a un grupo
572

de especies que están relacionadas estrechamente. Algunos parásitos son aún más
restringidos y pueden infectar solamente una especie huésped o posiblemente algunas
especies del mismo género.
39 Cuando las características específicas del huésped son extremas, los parásitos pueden
haber estado asociados con sus huéspedes por un considerable período de historia
geológica, y a la medida que el huésped evolucionó en una nueva cantidad de especies, los
parásitos evolucionaron con él. En estos casos, el ordenamiento taxonómico de los
huéspedes frecuentemente muestran patrones similares o idénticos. Este fenómeno ha
sido usado como un medio para clarificar ciertos problemas taxonómicos. En el siglo
pasado, por ejemplo, se observó que las llamas de Sudamérica eran similares a los
camellos del Norte de África y de Asia Central, peo la distancia geográfica entre los dos
grupos fue considerada como una barrera para colocarlos en la misma familia. Cuando se
estudió sus piojos, se descubrió que ellos también eran similares entre sí y diferentes de
los otros piojos. Fundándose en esta concordancia, los Camelini y los Lamini fueron
agrupados en la Familia Camelidae y los piojos fueron agrupados en el género
Microlthoracius.
40 El grado en el que los esquemas taxonómicos de los parásitos y de sus huéspedes
concuerclan, puede ser usado como una indicación de la edad de la asociación entre los
parásitos y los huéspedes. La conclusión que los Camélidos ancestrales fueron infestados
por los ancestros de Microthoracius, y además la antigüedad de los Camélidos fósiles,
indican que esta asociación existió por lo menos 30 Ma (Villée el al.. 1968: 784).
41 Es interesante señalar que del género Microlboracius se conocen cuatro especies,
respectivamente M. cameli M. mazzai, M. minory M. praelongiceps. El primero infesta a los
camellos dromedarios de África y los otros tres a las cuatro especies de Camélidos
sudamericanos, El único que no lia sido encontrado en la vicuña, es M. mazzai (Dale y
Venero, 1977: 93-96: Escalante, 1981: 124). No hemos podido conseguir información
relativa a los piojos del camello bactriano.
42 El hecho que Lamini y Camelini tengan parásitos similares, pese a su separación genética
y geológica de muchos millones de años, indica una tolerancia biológica común que
permite acentuar la constancia biológica frente a la gran variación morfológica. Estas dos
tribus que mantienen una serie de características fisiológicas similares, como se ha visto,
mantienen también una unidad de convivencia parasitaria.
43 Trataremos de resumir un poco los datos paleontológicos haciendo énfasis en algunos
puntos, pues ellos son de fundamental importancia para entender la evolución de los
Camélidos sudamericanos y los cambios que en ellos se han producido.
44 A fines del Mioceno surgen los dos importantes grupos de Camélidos actuales, es decir los
camellos y las llamas (sensit lato). Lamini Camelidae tuvieron una diversificación algo
mayor (5 géneros) en el Pleistoceno de Sudamérica que la de sus primos los Camelini
Cameliclae en el Plio-Pleistoceno de Eurasia (3 géneros). Los Lamini Cameliclae formaron
una distinta tribu (o sub-familia) en el Mioceno tardío en Norteamérica, donde la familia
tuvo una larga historia Cenozoica (Webb, 1985: 369). Los ancestros llegan a Sudamérica
hacia fines del Plioceno. y hasta ahora no se sabe donde y cuando se diferenciaron los
primeros Camélidos sudamericanos.
45 La evidencia actual señala que Palaeolama, Lama y Vicugna tienen su origen en un ancestro
común que podría ser Hemiauchenia o un descendiente de éste. Aunque quedan abiertas
varias posibilidades más (vide Figura 7).
573

46 Lo que es importante insistir, es que los Camélidos comenzaron a adaptarse a un medio


seco entre 1 y 3 Ma y sólo recientemente al de las grandes alturas, es decir en tiempos
postpleistocénicos. Hay evidencias que hacen pensar que las llamas sensu lato)
reemplazaron a los Hegetotheriidae en Sudamérica (Webb. 1991: 271).
47 Como hemos visto. Webb (1978; 1991) ha señalado dos rutas de migración hacia el Sur
para los grandes vertebrados, que les permitió difundirse por Sudamérica. Por un lado la
ruta andina o ruta alta y por el otro la ruta oriental o ruta baja. La ruta andina fue
básicamente la vía de los valle interandinos de altura media. Nosotros planteamos la
misma ruta para la entrada del hombre al continente sudamericano (Bonavia, 1991: 65 et
passim, figura 9). Cuando escribimos nuestro libro no habíamos tenido la oportunidad de
leer el trabajo de Webb (op, cit.), de manera que esta coincidencia de ideas, aunque
aplicadas a diferentes fines, es casual. Como tampoco habíamos notado que Bennett y Bird
en su ya clásico manual (1960: 21 -22). indicaron la ruta andina para el ingreso del hombre
a Sudamérica y excluyeron la posibilidad de la oriental. Para ese entonces dicha posición
era lógica, ya que no se conocía los cambios ambientales que se produjeron en la paite
oriental del continente sudamericano y de la existencia de un corredor de sabanas que
permitió el desplazamiento de los animales primero y del hombre después (lege Marshall,
1985: 72).
48 Ahora bien, un problema que sin duda queda pendiente y que necesita mucho más
estudio, es el de tratar de entender en que momento los Camélidos adquirieron las
características genéticas que les permitieron desarrollar la adaptación genotípica a la
altura, es decir la alta afinidad de la hemoglobina por el oxígeno. Es muy difícil establecer
por el momento y hasta que no se encuentren restos que nos puedan servir de
marcadores, la ruta que han seguido los ancestros de estos animales en su paso
migratorio hacia el Sur, tomando en cuenta sobre todo que la geografía del continente era
muy diferente a la actual. Si bien es cierto que en Mesoamérica hay alunas superiores a
los 3.000 msnm, hay alternativas de transitar sin tener que subir a estas altitudes, En el
continente sudamericano el problema es diferente. Pues si bien en los valles interandinos
es posible mantenerse a alturas medias, hay momentos en los que no se puede evitar de
atravesar por pasos de grandes alturas. Pero de hecho si estos animales adquirieron esta
adaptación genotípica, la distribución de los restos fósiles nos estaría indicando, hasta
ahora, que ella no fue aprovechada, pues estos animales prefirieron viviran las zonas
bajas. Esta se convirtió en una necesidad desde el momento que apareció la presión
humana que, por medio de la caza, se convirtió en el mayor peligro para los Camélidos,
late entonces que se vieron obligados no sólo a cruzar por las alturas, sino a quedarse
definitivamente allí. Vista esta historia en función exclusiva de los Camélidos
sudamericanos, pareciera lógica. Pero cuando se quiere explicar el fenómeno a nivel de
toda la familia Camelidae, entonces la interpretación se complica. Pues resulta que los
camellos y los dromedarios tienen la misma característica genética ele los Camélidos
sudamericanos, de alta afinidad de la hemoglobina por el oxígeno, lis difícil especular si
ésta fue adquirida en Norteamérica o después que los ancestros de estos animales salieron
del continente americano. Pues “Es verdaderamente notable que el conjunto más rico del
mundo ele llamas fósiles provenga de un depósito de estuario en el Sureste de los Estados
Unidos, lejos del centro ele diversificación de los lamini vivientes en la cadena de los
Andes en Suclamérica.” (Webby Stehli, en prensa: 2). Ademas los grupos de animales que
se intercambiaron entre Norte y Suclamérica no fueron seleccionados por su potencial
para vivir en un continente diferente. El primer requisito fue su presencia fortuita en el
574

área adyacente al puente terrestre del istmo (Webb, 1991: 209). Cabe la posibilidad que
esta característica haya sido adquirida por los camelini después de haber salido del
continente americano, en su marcha hacia el Oeste, donde esta característica les pudo
haber permitido una mayor posibilidad de sobrevida en las zonas altas en el Asia Central y
ello favoreció su migración hacia el Oeste, como señalamos en una conferencia dictada en
la Universidad Peruana Cayetano fleredia, en julio ele 1988. (Lege también León Velarde et
al, 1991: 101). Pero también es posible, como lo ha planteado Monge C. (1989), la existencia
de una pre-adaptación (vide Capítulo 2) en estos animales desde tiempos ancestrales. Esto
tendría apoyo en el trabajo de Poyart el al. (1992) que a base de estudios de estructura
molecular de la hemoglobina sugiere que el antecesor ele las cuatro especies de
Camélidos, tenía hemoglobina de alta afinidad. Estos cambios evolutivos, vistos en
términos de los conocimientos actuales, pueden haberse dado además en un tiempo
relativamente corto y no en lapsos largos como antes se creia. Pues, como se ha senalado,
la alta afinidad de la hemoglobina por el oxígeno transmitida a los descendientes, es un
marcador genético de altura y va acompañado de ausencia ele policitemia en las alturas
andinas. Esta marca puede adquirirse en tiempos muy cortos. como se muestra en grupos
ele gallinas andinas (León Velarele el al.. 1991). Puede permanecer por períodos evolutivos
más largos, como en el caso del cuy (Caviasp.) (Carlos Monge C Comunicación personal, 28
de junio de 1994). Este cambio pudo producirse por azar y dado que no causa dificultades
para la vida en zonas bajas, no ocasionó problemas. Mientras que se convirtió en una
ventaja cuando los Camélidos ancestrales tuvieron que invadir habitat de altura. Sería un
caso típico de lo que Monod (1971) definió “el azar y la necesidad”.
49 Ahora bien, Hemiauchenia llega a Sudamérica en la edad Terciaria tardía y la encontramos
en la zona andina y las pampas sudamericanas desde principios del Pleistoceno y se
extingue a fines de éste, siendo los restos más antiguos los de la Argentina.
50 En el Pleistoceno medio sudamericano se desarrollaron Palaeolama y Lama y todo parecía
indicar que el centro de origen ha sido la región andina. En el caso de Palaeolama hoy se
presentan problemas.
51 Lama la encontramos desde fines del Uquianense, es decir ca. 2 Ma y rápidamente se
difunde hacia el Este y el Sur ocupando la mayor parte del continente sudamericano. Es
decir, ocupa prácticamente los mismos territorios que Hemiauchenia. Los restos más
notables de Lama son los de Tirapata (Moliendo) en el Perú a una altura de 1,819 msnm.
Los hallazgos de la caverna de Huargo, en las alturas de Huánuco, como hemos visto, son
dudosos. Serían, además, de todas las formas ancestrales los únicos restos hasta ahora
hallados a más de 4,000 msnm. En Bolivia se conocen los restos de Tarija, a 1,950 msnm.
Luego tenemos los hallazgos brasileños y uruguayos evidentemente de baja altitud. Los de
Quereo en Chile que están prácticamente a nivel del mar y los de Argentina que se ubican
todos en la región pampeana.
52 Es importante insistir que una de las características saltantes de este género, es la de
haber desarrollado una especialización en las piernas para vivir en terreno escabroso.
Este también es un factor que le ayudó cuando tuvo que restringir su hábitat a las alturas.
53 De Vicugna no se conocen muchos restos y ellos proceden de los terrenos pleistocénicos
de Brasil, de Tarija en Bolivia y de la zona de Buenos Aires en la Argentina. Vemos
nuevamente que se trata de lugares bajos. En este sentido es muy oportuno recordar un
comentario que hicieran Pascual y Odreman (1973: 34) cuando estudiaron los restos que
fueron excavados en la región de Huánuco. Ellos escribieron que “La ausencia de Lama y
Vicugna hasta épocas geológicamente recientes en estas regiones andinas es llamativa,
575

sobre todo si tenemos en cuenta que su presencia ha sido determinada en todo el


Pleistoceno de la región austral de América del Sur, aparentemente en biotipos muy
distintos. Este problema merece ser investigado más profundamente por las implicancias
que su explicación puede tener en las cuestiones de evolución ambiental y cultural.”.
54 En lo que se refiere a Palaeolama, su origen es más problemático, después del
descubrimiento de los restos de Leisey Shell Pit (Webb y Stehli, en prensa). Christian de
Muizon (Comunicación personal, 27 de junio de 1994), piensa que se pueden proponer tres
interpretaciones. La primera sería que Hemiauchenia y Palaeolama se originan
independientemente en Norteamérica y se desplazan a Sudamérica por separado. La
segunda posibilidad es que Palaeolama apareció en Norteamérica a partir de Hemiauchenia
y llegó a Sudamérica, después de los 1.6 Ma.. habiéndolo hecho antes Hemiauchenia (2 Ma).
Y la tercera posibilidad es que Hemiauchenia llega a Sudamérica de Norteamérica y da
origen a Palaeolama, que migra de Sudamérica a Norteamérica durante el Ensenadense (ca.
1.5 Ma). Hay que tomar en cuenta que la separación temporal entre el Irvingtoniense
temprano (ca. 1.6 Ma), es decir la fecha más antigua hasta ahora para Palaeolama en
Norteamérica, y el Ensenadense (ca. 1.5 Ma) que es la datación más antigua para este
género en Sudamérica, es muy pequeña (0.1 Ma). Y el hecho que no se hayan encontrado
hasta ahora restos con antigüedades intermedias, no es prueba que no los haya. La
solución de este problema, pues, queda pendiente.
55 Palaeolama la encontramos en Sudamérica desde principios del Ensenadense, es decir ca.
1.5 Ma, se extendió hacia el Oeste y ocupó las tierras bajas pacíficas del Perú y Ecuador. Se
extingue hacia fines del Pleistoceno.
56 La distribución de Palaeolama es más clara, pues se conocen bastantes restos. En primer
lugar en las pampas argentinas, en los valles andinos, como es el caso de Tarija en Bolivia.
aunque allí hay hallazgos en la localidad de Ñuapua, en el departamento de Chuquisaca, a
ca. 2,700 msnm. Pero hay restos en la zona tropical baja de Brasil (Lagoa Santa y Minas
Gerais), así como en el Paraguay y la costa ecuatoriana. En el Ecuador sin embargo, hay
restos también en partes más altas, como Punin al Sur de Riobamba a ca. 2,500 msnm o
cerca de Quito a ca. 2,800 msnm. En el Perú son famosos los restos de Talara y de Pampa
de los Fósiles y en Chile los de Quereo y Monte Verde, todos sitios que están casi al nivel
del mar.
57 Como se verá, Palaeolama se adaptó a medios muy diversos, pues ocupó zonas tropicales,
corredores interandinos y una ecología tan particular como la de las pampas argentinas.
58 Restos fósiles de Lama guanicoe se conocen muy pocos y por lo que hemos podido
averiguar hay ciertas dudas. Los hallazgos seguros serían sólo los del pleistoceno
argentino y los escasos restos ele Quereo en Chile.
59 Los restos argentinos de Lama pacos son muy dudosos. Todo parece indicar que la alpaca
es una forma muy reciente y consecuencia de la acción humana de la domesticación.
60 En el campo de la arqueología, no cabe la menor duda que una de las limitaciones
mayores para el estudio y el entendimiento de los problemas relacionados con los
Camélidos andinos, es la dificultad para poder diferenciar los huesos de las diferentes
especies. Hemos visto que los especialistas no encuentran aún características
completamente seguras para dicha separación. Este es un aspecto sobre el que se debe
trabajar mucho más.
61 Hay que tomar en cuenta, además, que casi seguramente la hibridación en los tiempos
prehispánicos, ha sido mucho más común que hoy en día y esto evidentemente dificulta la
576

tarea de identificación. En este sentido Browman (1974: 194) ha hecho una observación
que consideramos muy interesante y oportuna. El se ha referido concretamente a los
chacos y a sus consecuencias. Por medio de esta costumbre, los pastores de puna han
podido tener un control muy importante sobrelos Camélidos silvestres, pues ello les ha
permitido poder hacer una selección de los machos en términos del tamaño de los
animales y del vellón de éstos. Al mismo tiempo les ha dado la posibilidad de eliminar
dentro del grupo que se decidió controlar y criar, otros machos que no tenían las
características deseadas o tenían otros rasgos que no gustaban o no se necesitaban.
También podían eliminar animales viejos y todos los otros que eran dañinos para la
especie. Estos factores selectivos aplicados a los rebaños de animales silvestres, parecidos
a los que se emplean con los domésticos, además de la introducción de guanacos silvestres
dentro de un pool potencial de crianza doméstico en la forma de un hato de animales de
carga, a más del escape de algunos animales domésticos que se convertían en cimarrones
ha creado toda una serie de mezclas. Y éstas son las que originan grandes dificultades a
los zooarqueólogos para poder distinguir las diferentes especies.
62 Pero hay una serie de otros factores que han frenado el conocimiento cabal ele estos
animales. Si se hace un análisis ele las investigaciones arqueológicas realizadas en el Perú,
se verá que la gran mayoría ha sido dirigida a los sitios monumentales y a los
cementerios. Pocos son los trabajos efectuados en sitios ele habitación. De manera que
tenemos una visión restringida, que se orienta fundamentalmente a lo ritual. Y en
muchos casos esto no ha sido tomado en cuenta y ha llevado a distorsiones. En la costa,
por ejemplo, nosotros hemos podido observar en la basura ele todas las épocas restos ele
Camélidos, sin embargo como hemos visto en el Capítulo 4, no tenemos más que' escasos
estudios ele esta índole, ele manera que es imposible la cuantificación, para saber con
cierto margen ele error, las cantidades ele animales que se pueden haber manejaelo.
Sobre este punto han llamado la atención Shimada y Shimada (1985: 18-19) y ellos ponen
un buen ejemplo ele lo que estamos diciendo. Richard Schaedel les informó
(Comunicación personal a los autores), que durante el Horizonte Temprano los Camélidos
fueron animales raros en la zona costera, y fueron importados para fines específicos,
come) ha sido el caso del Spondylus. Esto evidentemente no es cierto y hemos visto
claramente que los datos arqueológicos lo niegan.
63 Por otro laclo hay muchos canchones grandes a lo largo de la costa, correspondientes a
diferentes épocas y en la mayoría ele los cuales, lo hemos dicho y lo volvemos a repetir,
hay acumulaciones ele estiércol de Camélidos, casi seguramente ele llamas, pero que no
han sido estudiados y muchas veces han sido clasificados simplemente ele
“ceremoniales”. Deberá prestarse mucha mayor atención a ellos y en este sentido
consideramos que los estudios etnográficos que existen sobre el tema pueden ser
sugerentes para los arqueólogos (e. g. Flores Ochoa, 1987).
64 Para la interpretación ele los datos relativos a la fauna, el arqueólogo no puede dejar de
tomar en cuenta el factor clima. Y sin embargo éste no es frecuente en los informes, sobre
todo ele las épocas tardías. El clima ha jugado un rol muy importante en la vida ele las
poblaciones de Camélidos, Fundamentalmente las sequías. Citaremos, a manera de
ejemplo, solo una información sobre la zona ele Pacaraos, en la provincia de Canta del
departamento de Lima. Allí, primero en el ano 1936 y luego en 1970 se produjo una gran
sequía que prácticamente diezmó la población camélida (Lorenzo Huertas, Comunicación
personal, 1991).
577

65 Hay, además, otro factor limitante y sobre el que hay que insistir. En los informes de las
excavaciones arqueológicas muy a menudo no se ha prestado la debida atención a los
restos faunísticos que se describen, cuando se hace, muy sumariamente. Lynch (1978: 476)
ha llamado la atención sobre este hecho, señalando algunos sitios importantes sobre los
que nos hace falta la información ele la fauna: El Abra en Colombia, El Inga en el Ecuador,
y en el Perú Quiqche, Toquepala y todos los sitios del Complejo Chivateros en la Costa
Central y Marazzi en Tierra del Fuego en Chile. V esto sólo para citar algunos ejemplos. En
el caso peruano que conocemos bien, podemos decir que la situación es verdaderamente
crítica. Y la tarea elel futuro, a nuestro juicio, no es sólo la ele prestar mayor atención a
estos aspectos en las excavaciones ele nuevos yacimientos, sino que se deberían volver a
excavar algunos sitios importantes sobre los que se ha descuidado esta información o
simplemente no se ha publicado nada. Sería el caso elel yacimiento precerámico ele
Culebras, ele fundamental importancia, y sobre el que sin embargo no sabemos nada
sobre la fauna. Nosotros hemos intentado en este libro hacer un análisis crítico de los
resultados ele los yacimientos publicados, sobre todo para que se sepa con que datos
contamos y hasta que punto ellos son utilizables.
66 Hemos visto que si bien se ha adelantado mucho en lo que se refiere al proceso de
domesticación de los Camélidos sudamericanos, sin embargo no tenemos aún
conocimientos suficientemente seguros sobre la materia. Es importante señalar, sin
embargo, que el mismo problema se plantea para los camellos, como lo vermos en
seguida. Y si bien no hemos tenido la oportunidad de leer mucho sobre la materia por las
dificultades que existen para conseguir bibliografía especializada, consideramos que
debería hacerse un estudio comparativo. Pues es evidente que, a pesar del tiempo de
separación de los Lamini y de los Camelini, estos animales han mantenido un
comportamiento que en muchos aspectos es parecido y que la información existente
sobre los Camelini puede ser sugerente para entender mejor a los Lamini
67 Compagnoni y Tosi (1978: 1000 han escrito que “En el caso del camello, cualquier
indagación que se haga sobre su proceso de domesticación, se encuentra con una barrera
verdaderamente insuperable, nuestra ignorancia del comportamiento, del habitat, de la
osteometría de las especies silvestres.”. Señalan los autores que los estudios llevados a
cabo por Montagu parecen demostrar que el Khautagai, es decir el Camelas bactrianus L.
hallado en las regiones centro-meridionales de Mongolia exterior (Nomin Gobi), es de
veras silvestre (en este sentido los autores se basan en los trabajos de Bannikov, 1958:
150-159: Montagu. 1965; Namnandorj, 1970: 15). El problema es que no se conocen más
estudios detallados y resulta que el hábitat y el comportamiento del C. bactrianus están en
la situación que sólo se pueden reconstruir en forma deductiva.
68 Compagnoni y Tosi (loco citato) explican que estos animales vivieron probablemente en
pequeños rebaños compuestos mayormente de hembras y animales jóvenes y conducidos
por un macho adulto. Es decir algo muy parecido a las costumbres de los Camélidos
sudamericanos.
69 Además señalan los autores, que los hábitos actuales de los camellos sugieren que debió
ser relativamente fácil acorralar al pequeño rebaño, una vez que los machos adultos
fueron eliminados. Los animales jóvenes y las hembras pudieron fácilmente ser
mantenidos cerca de los asentamientos y sus pellejos, la carne, la leche, el estiércol, la
orina y los pelos pudieron ser utilizados sin que se llevara a cabo ninguna transformación
fisiológica del animal o algún cambio socioeconómico de las actividades humanas de la
población que los utilizaba (Compagnoni y Tosi loco citato). Esto nos parece muy sugerente
578

y algo muy parecido debió suceder, en nuestra opinión, con los Camélidos sudamericanos,
más aún si se toma en cuenta su sentido de territorialidad. Listo coincide en cierta
manera con lo que nosotros hemos expuesto en el Capítulo 5.
70 Los comentarios sobre la domesticación que hacen Compagnoni y Tosi {op. cit.: 100) nos
parecen muy interesantes y consideramos pertinente transcribirlos ad litteram. “La
connotación particular del término “domesticación” debe variar de especie a especie
hasta el grado que ella implica una forma de contrato social y de comportamiento entre el
hombre y los miembros individuales de una especie gregaria. Se puede ver que la
domesticación tuvo lugar solamente cuando el proceso de mantener al animal resultó,
hasta cierto grado, en un cambio de las características morfológicas y de comportamiento
de éstos y también en la alteración de las estructuras socioeconómicas de la comunidad
humana. La selección de características particulares serán determinadas por la naturaleza
de la interacción entre las especies. Una vez que la domesticación es concebida como un
proceso de selección diacrónica. la domesticación del camello puede ser vista como que
ha comenzado tan rápidamente como el hombre estuvo en la posibilidad de explotar
continuamente el proceso fisiológico de las especies, que pudo ser logrado solamente
cuando el animal comenzó a ser usado como una bestia de carga o de monta, y en
consecuencia abriendo nuevos territorios para la ocupación humana en los viajes en los
desiertos subtropicales y forzó a los grupos humanos que explotaron al animal a ser
especializados en las dimensiones socioeconómicas ele su propia cultura. Esta es la lógica
que está a la base del desarrollo ele la sociedad Beduina que Walter Dostal dedujo gracias
a algunos elementos que aún se podían encontrar hasta 1958 (pp. 13).”.
71 Aclaran Compagnoni y Tosi (op. cit.: 102), que la domesticaciém del camello ha sido un
proceso lento de asimilación, que alcanzó el punto máximo ele su especialización
solamente en las estepas ele Eurasia y en los desiertos subtropicales “... bajo condiciones no
diferentes de los habitat naturales de esta especie en estado silvestre.” (el subrayado es nuestro).
Esto nos hace pensar que en el caso ele los Camélidos sudamericanos también el proceso
ha sido lento y largo y debió tener varias etapas consecutivas. Y probablemente el último
estadio ele la domesticación se inició, cuando el hombre se dio cuenta que podía utilizar a
las llamas y a las alpacas como animales de carga. Y éste debió ser un proceso temprano,
pues hemos visto que ya en el Precerámico final ele la costa hay evidencias indirectas ele
esta práctica. Será muy difícil, sin embargo, poder fijar con exactitud las etapas ele este
proceso a nivel arqueológico. Los especialistas que han estudiado el caso del camello
coinciden con esta opinión, es decir que será muy difícil hallar la evidencia arqueológica
concreta de su domesticación (lege Whitehouse, 1983: 83).
72 Los restos más antiguos de Camelus, pues es imposible determinar la especie,
corresponden al sitio ele Shar-I Sokhta en Irán oriental, tienen la antigüedad ele
2.600-2,500 años a. C. y hay excrementos en el nivel fechado en 2,700-2,600 años a. C. Se
presume que corresponden a animales domésticos (Compagnoni y Tosi, 1978: 91-92). Por
otro lado la Misión Arqueológica Danesa que trabajó en Umm an-Nar, en la costa de Abu
Dhabi en Ornan, ha encontrado representaciones en relieve y también restos osteológicos.
Ellos muestran una convergencia entre Irán y Oman. Se trata de comunidades muy
desarrolladas de agricultores que vivieron alrededor del año 2,500 a. C. y aparentemente
allí se ve el proceso ele domesticación del Camelus bactrianus y del Camelus dromedarius. Es
decir, la evidencia arqueológica señala que en el tercer milenio antes ele nuestra Era el
dromedario ocupó un área que se extiende entre Ornan y Sind hacia el Este, y el Norte ele
África y Palestina hacia el Oeste (Compagnoni y Tosi, op. cit.: 99-100; los autores se basan
579

en los datos ele Thorvildsen, 1964; Tosi, 1974; Free, 1944; Mikesell, 1955; Zeuner, 1963;
Epstein, 1971 y Ripinsky, 1975). Si nosotros comparamos estos datos con los ele los
Camélidos sudamericanos, aparentemente en los Andes el proceso comenzó más
temprano, pues como se recordará ya había especialización entre los 6,000 y 4,000 años a.
C. y la alpaca y quizá también la llama estaban domesticadas entre los 4,000 y los 3.500
años a. C. Y, como lo hemos señalado, hay indicios e|ue nos permiten abrigar la
posibilidad que estas fechas retrocedan en el tiempo, auneme hasta el momento hay
cierta consistencia en los datos, a pesar que ellos no son muchos.
73 Si hacemos un resumen ele la información expuesta en el Capítulo 4, vemos que en la
Cueva del Guitarrero la domesticación debió producirse entre el tercero y el cuarto
milenio a. C. Fecha que coincide, en términos generales, con la información obteniela ele
Telarmachay, y aparentemente con la ele Ayacucho, aunque sobre estos resultados hay
aún dudas. Para la Sierra Central (Pachamachay) se ha señalado también una fecha más
reciente, es decir ca. el segundo milenio a. C. Si la fecha fuera correcta, no creemos que
plantee graves problemas, en cuanto el mismo proceso seguramente se repitió en
diferentes lugares y no necesariamente en sincronía. El problema es que los únicos datos
bien documentados que tenemos sobre este proceso, son los de la Sierra Central. Más de
un autor, lo hemos visto, ha señalado como otro centro la zona del Altiplano que
potencialmente es de fundamental importancia, pero de la que no disponemos ninguna
evidencia concreta basada en resultados de excavaciones. Se ha señalado también como
posibilidad el Salar de Atacama, pero con datos muy endebles.
74 De todos modos, hasta ahora es convicción de todos los estudiosos y la lógica de los
hechos parece darles la razón, que es en el ecosistema de puna que se llevó a cabo la
domesticación (e. g. lege Baied y Wheeler, 1993).
75 Hay algunos lugares en los que en la basura, los animales domésticos aparecen tarde, es el
caso de Chavín de Huántar y de Kotosh sólo para mencionar dos ejemplos, pero esto no
significa necesariamente que ellos hayan sido domesticados tarde, sino más bien que
probablemente el pastoreo ha llegado tardíamente a la región, aunque en ello pueden
haber influido también factores culturales. De modo que hay que tomar el asunto con
cuidado.
76 Por los pocos datos que nosotros hemos podido reunir, parecería que Argentina en este
sentido ha sido una zona marginal y que la domesticación se ha producido tarde,
aparentemente durante el primer milenio antes de nuestra Era o como máximo a
principios del segundo (Bahn, 1994). Pero admitimos que no tenemos la información
necesaria sobre el particular, que nos permita un juicio seguro.
77 En lo que refiere a que animal ha sido domesticado antes, no hay aún una evidencia
definitiva. Recordemos que la misma Wheeler (1985b: 78) muy cautamente escribió: “Si
bien los datos de Telarmachay parecen indicar que la alpaca es una vicuña doméstica,
queda aún mucho por hacer para confirmar plenamente esta hipótesis.” (el subrayado es
nuestro). Y luego la misma autora añade: “No ha sido posible determinar si las llamas
también aparecen en este momento, debido al hecho de que no se puede distinguir sus
incisivos de los de los guanacos; sin embargo, la presencia de restos de neonatos grandes
sugiere la posibilidad de que estuvieran presentes.” (Wheeler, 1991; 40-41).
78 Consideramos, sin embargo, que es importante señalar un hecho que, a nuestro juicio,
debería ser tomado en cuenta en las futuras investigaciones. Nos referimos a que los
zooarqueólogos que se han ocupado del fenómeno de la domesticación, no han tomado en
580

cuenta ni las evidencias paleontológicas ni las sugerencias de los paleontólogos. Es así que
desde la década de los años 30, López Aranguren y Cabrera han indicado la existencia de
restos fósiles de Lama glama, es decir de llama.
79 En efecto, al referirse a los nombres de especies propuestas para llamas fósiles, López
Aranguren se refiere a Fossilis. Ameghino (1889). Auchenia lama y dice: “Con este nombre
designa Ameghino los restos fósiles de la especie actual que “se encuentran en
abundancia en los terrenos cuaternarios de la provincia de Buenos Aires”...“. E
inmediatamente aclara que” De acuerdo con las leyes de nomenclatura, fossilis es
sinónimo de glama. “ (López Aranguren 1930a: 25). Y luego es enfática en afirmar que ”
Lama glama, actualmente extinguida como animal salvaje, aparece desde los primeros
pisos de la formación pampeana...” (López Aranguren, 1930b: 110). Esto ha sido aceptado
por Cabrera (1931; 110-115), Cabrera y Yepes (1940) y por Pascual y Odreman (1973: 34) a
los que ya nos hemos referido. El planteamiento sigue vigente, pues recientemente Webb
(1974: 173) ha escrito: “La llama y la alpaca sobreviven como especies domésticas, aún
cuando ellas puedan haber existido como tipos igualmente distintivos antes de la
domesticación. Esta ocurrencia distintiva es sugerida por el hecho que los fósiles del
Pleistoceno Tardío de la Argentina han sido referidos a cada una de las especies.”. Hay
que decir que no sabemos porque Webb (loco citato) se refiere sólo al Pleistoceno Tardío,
pues tanto por los trabajos de López Aranguren (op. cit.) como el de Pascual y Odreman (
op. cit.) se desprende que estos hallazgos pueden situarse por lo menos en el Pleistoceno
Medio y no sólo en la Argentina, sino también en Bolivia. De modo que queda abierta la
posibilidad que la llama descienda de un animal extinguido, semejante al tipo de llama
actual. El problema de la alpaca es diferente, a nuestro juicio, por cuanto los restos
paleontológicos señalados por López Aranguren (1930b: 118-119) y aceptados por Cabrera
(1931: 116) no han sido tomados en cuenta, como ya lo hemos dicho, por Marshall (1985,
1988), ni por Marshall et al. (1984), ni tampoco por Webb (1974). De modo que en este caso
la duda es mayor y más aún si se considera que la propuesta de Wheeler (1985a) queda
aún muy lejos de ser demostrada. De todos modos, tanto en el caso de la llama como en el
de la alpaca, la evidencia paleontológica es muy importante y no debe ser olvidada O
ignorada, aunque es la pnieba arqueológica la que nos dará la última palabra.
80 En el caso de la vicuña no hay problema, en cuanto sus antecedentes se pueden reconocer
hasta el Pleistoceno Medio de la Argentina y Bolivia (López Aranguren, 1930b: 120-122;
Cabrera, 1931: 116; Webb, 1974: 174).
81 En lo que al guanaco se refiere, hemos visto en el Capítulo 3 que si bien hay evidencias
fósiles, ellas plantean ciertas dudas. A juzgar por la opinión de Pascual y Odreman (1973:
35) los restos fósiles pleistocénicos de la Argentina y Bolivia (señalado por López.
Aranguren 11930b: 109-110] y Cabrera [1931: I 161), son seguros. Sin embargo ellos no son
tomados en cuenta por Marshall (1985), ni por Marshall et al. (1984), ni tampoco por Webb
(1974). Es de gran interés que esta discordancia de opiniones se aclare, dada la
importancia del asunto.
82 En el Capítulo 5 hemos expuesto los argumentos y los diferentes modelos que han sido
utilizados por los diferentes autores para tratar de descubrir y de analizar el proceso de
domesticación de los Camélidos andinos. De modo que no creemos merezca la pena volver
sobre el asunto. Cabe quizá sólo resumir la situación.
83 Como se recordará Wheeler (1982a, b; 1984a) ha propuesto que se podría utilizar las
características dentarias de los Camélidos para diferenciar las especies de los animales.
Sin embargo los trabajos de Kent (1982a), de Wing (1988) y de Miller y Gill (1990) han
581

puesto en duda estos resultados, sobre todo el de Wing (op. cil.) que nos parece tener
argumentos muy sólidos. De modo que deberá reexaminarse este estudio y tratar de ver si
realmente es utilizable.
84 En lo que se refiere a los modelos teóricos, hemos visto que el de Rick (1980) tiene graves
deficiencias que lo invalidan.
85 El modelo ha sido planteado antes que se terminaran de estudiar los restos faunísticos, y
son justamente estos resultados los que han señalados graves contradicciones, como lo ha
indicado Kent (1988b).
86 El modelo propuesto por Wheeler (1985b; lege tambien Lavallée et al:. 1985) es mucho más
lógico y coherente, aunque no puede tampoco ser considerado como definitivo. Este
también ha sido seriamente criticado por Kent 0988b).
87 El modelo alternativo propuesto por Spunticchia (1989-1990), en el que propone una
conciliación entre el modelo de Rick y el de Wheeler, a nuestro juicio es muy sugerente y
deberá ser analizado con cuidado por los especialistas en el futuro. El estudio debería
publicarse para que sea accesible para un debate. En todo caso esto demuestra que a pesar
que se ha adelantado mucho sobre este punto, estamos aún muy lejos de una solución
que, si bien no definitiva, por lo menos se acéreme a cierto límite de definición que no sea
tan vulnerable por las críticas. El camino a recorrer es aún muy largo y una de las tareas
que quedan es tender a hacer trabajos más sistemáticos. El material de Telarmachay
puede ser un pilar en este sentido, pero es imprescindible que Jane C. Wheeler, que ha
asumido la responsabilidad del estudio de su fauna, la termine para que se conozcan los
resultados de todos los restos. Uno de los problemas más graves de la Arqueología
Peruana, no nos cansaremos de decirlo, es la falta de estudios serios y completos de los
materiales excavados y cuya información se pierde irremediablemente con el tiempo. En
este sentido debería elaborarse un código de ética profesional que debería ser aplicado
estrictamente.
88 El análisis de los yacimientos tempranos demuestra, como lo ha señalado Lynch (1978:
480; 1983b: 118), que en un principio los Cérvidos y los Camélidos y otros animales
menores, fueron cazados simultáneamente con la megafauna pleistocénica. Pero cuando
ésta comenzó a desaparecer, los cazadores-recolectores se vieron obligados a cambiar su
economía. Insistimos que el fenómeno de la desaparición de la megafauna tampoco es
claro y que deberá ser analizado con cuidado. Como ya lo hemos dicho, la escasa evidencia
que tenemos en los Andes parecería señalar que ella no ha sido tan abundante como en
otras partes del territorio sudamericano, como la meridional por ejemplo. Y, en segundo
lugar, las causas de su desaparición han sido múltiples, siendo sin duda las dos más
importantes el cambio de clima y el hombre. En la situación actual es muy difícil, por no
decir imposible, decir cual ha sido más fuerte. Nosotros suponemos que fue la primera.
89 Lynch (1991: 257) escribió al tratar de la megafauna, que “... la explotación de los recursos
por los paleoindios sudamericanos fue tan perfecta y mal adaptada a la ecología natural,
que hubo un efecto devastador sobre las especies que fueron buscadas...”. No estamos
muy seguros, insistimos, que esto refleje la realidad. Se ha exagerado mucho la eficiencia
de los cazadores tempranos en lo que se refiere a la megafauna y no se ha analizado
suficientemente la real potencialidad de sus instrumentos de caza. Un buen ejemplo de
esto lo tenemos en el caso de los hombres que formaron paite en la costa peruana del
Complejo Paijanense, que sin duda en los tiempos más tempranos tuvieron que convivir
con la megafauna. Y sin embargo no existe ninguna evidencia que ellos mataran a estos
582

animales. La dificultad no estaba sólo en el tamaño, sino en la posibilidad de herir de


muerte a animales que sin duda tenían un pellejo muy grueso y una fuerza que debió ser
devastadora para el hombre. Es muy posible que el hombre en este sentido haya sido más
aprovechador de carroñas que cazador. En todo caso, hasta donde nosotros sabemos, las
pruebas concretas que han quedado de las armas de los cazadores en los restos de huesos
de megafauna, son muy escasos. Sobre esto se ha especulado mucho. El clima, insistimos,
debió jugar un rol muy importante y nos preguntamos nuevamente si el factor altura no
es la solución para explicar lo que hasta ahora parece indicar una menor presencia de
megafauna en los Andes Centrales, si la comparamos con otras áreas sudamericanas. Es
que la presión humana pudo haber empujado también a ésta, al igual que a los Camélidos,
hacia las grandes alturas y al no poder soportarlas tuvieron que desplazarse a otras zonas
más bajas donde aún existían posibilidades de vida. Es cierto que se trata de una
lucubración, pero que a nuestro juicio encuentra cierto asidero en los datos
arqueológicos. En todo caso es un tema más que queda por investigar.
90 Si se hace un balance general de la información arqueológica existente, se ve que los
yacimientos con los que se cuenta son en verdad pocos y de éstos sólo algunos han sido
estudiados como es debido. De modo que en muchos casos las apreciaciones que se hacen
y no sólo con respecto a la fauna, son aventuradas.
91 Vamos a tratar de hacer un resumen de la situación. Tenemos que advertir que para no
ser demasiado detallistas, consideraremos como bien estudiados también aquello sitios en
los que se ha hecho un trabajo que podría ser calificado de regular, pero del que se puede
de todos modos obtener cierta información.
92 En la Época Precerámica tenemos en total en la gran área serrana diez sitios situados en la
altura y sólo tres en valle. De los yacimientos de altura sólo tres han sido bien estudiados
(Pachamachay, Panaulauca, Telarmachay), de los demás algunos han sido estudiados muy
sumariamente en lo que a la fauna se refiere (v. g. Lauricocha) y otros sencillamente no
ofrecen ningún tipo de información válida (v.g. Pierdas Gordas). De los materiales de estos
yacimientos se desprende que, o los Camélidos casi no están presentes en los estratos
inferiores o lo están en proporciones mínimas y eme su cantidad va en aumento sucesivo
en los estratos superiores. Pero sólo ele cuatro sitios hay suficiente detalle como para
poder diferenciar edades ele los animales.
93 De los tres yacimientos situados en valle, sólo dos han sido estudiados bien (Cueva del
Guitarrero y Huaricoto en su fase Chaukayán). Allí se ve que en uno, en un principio los
los Camélidos están ausentes y luego aparecen y aumentan. Mientras que en el otro hay
sólo evidencias de guanacos.
94 Consideramos que antes de pasar a analizar los sitios costeros, es importante aclarar un
punto. Nos referimos a la posibilidad de la existencia de una forma ele sedentarismo
temprano. Sobre el particular Wheeler (1977: 18) ha escrito: “Se ha planteado la
posibilidad ele un seclentarismo precerámico basado en la caza especializada ele los
Camélidos. Sin embargo, las investigaciones llevadas a cabo por Thomas (1973) en Nuñoa
en Puno indican que la eficiencia energética de una adaptación pastoril pura en la puna es
a lo más marginal.”. No sólo no condividimos esta opinión, sino que consideramos que
generalizaciones ele este tipo son peligrosas. En primer lugar hay que tener cuidado
cuando se utilizan datos actuales para interpretar hechos del pasado. Las realidades son
distintas y si bien estamos ele acuerdo que las evidencias etnológicas son indicadores
interesantes, no pueden ser utilizadas en términos absolutos. En segundo lugar, se olvida
que en el caso ele Nuñoa se trata de una comunidad de pastores, mientras que para la
583

Época Precerámica temprana estamos hablando ele sociedades que recién estaban
iniciando el proceso de domesticación de los animales, y ésta aún no estaba completada.
Esto implica que se trataba de grupos que no pueden ser clasificados como pastores, sino
como cazadores-recolectores que estaban en proceso de convertirse en pastores. De modo
que la economía no dependía aún sólo y exclusivamente de los animales amansados.
Finalmente, creemos que en el caso andino, hay que tomar el término sedentarismo con
cierta elasticidad. Nosotros hemos explicado que incluso la trashumación, si se la analiza
bien, es una forma ele seclentarismo. Quiza extremo, pero lo es. Por otro lado es evidente
que no en todos los lugares la situación ha sido la misma. La de Lauricocha parece haber
sido muy diferente de la de Telarmachay. En la primera aparentemente hubo una
continuidad de ocupación, mientras que en la segunda hubo trashumación con los
yacimientos más bajos. Pero en ambos casos fueron poblaciones que se mantuvieron en la
misma zona. E, insistimos, nosotros estamos convencidos que un factor determinante en
este sentido ha sido el hábito de territorialidad de los Camélidos.
95 En lo que se refiere a la costa, la gran mayoría de los arqueólogos no han querido aceptar
la presencia de estos animales en forma continua en esta parte del territorio, es decir que
ellos fueron criados allí. Se explicó su presencia, más que nada en tiempos tardíos, como
introducción transitoria desde las serranías. Este ha sido el caso Lanning (1967a: 63),
Cohén (1978a: 259; 1978b: 122; 1978c 27), Lumbreras (1974: 37), Tabío (1977: 211), Cardich
(1980: 117-118) e Isbell (1986).
96 Sin embargo, hay un grupo de estudiosos que aceptaron que los Camélidos podían criarse
en la costa, y admitieron su presencia desde los tiempos precerámicos. El precursor fue
Uhle (1906: 13), pero la que lo demostró con datos concretos ha sido Wing (1977b: 17:
1986: 255). Los otros que no han negado esto han sido Burger (1985b: 276), Quilter (1991:
395-396) y Bonavia (1982a: 392-395).
97 A este respecto es necesario aceptar dos hechos. En primer lugar que las muestras
costeñas no son representativas, salvo en raros casos. Y en segundo lugar, que se han
realizado pocos estudios de zooarqueología con los materiales de los yacimientos costeños
y todos los existentes son relativamente recientes. De modo que mucho de lo que se ha
dicho ha sido a base de especulaciones, sin una base de datos concreta.
98 En vista de la polémica existente, consideramos necesario hacer un resumen de la
situación, pero con un poco más de detalle. Los yacimientos precerámicos con evidencias
de restos de Camélidos son los siguientes. En Los Gavilanes se ha encontrado sólo un
hueso que probablemente es de llama, abundante excremento de este animal, pelo y lana
tejida de alpaca (Bonavia, 1982a; Jones y Bonavia, 1992). En el caso de Río Seco del León la
situación no está clara. Se habla de restos de Camélidos que podría ser guanaco (Wendt,
196.3: 237; 1976: 19). En Ancón, Moseley (1972: 29) ha informado la presencia de huesos de
Camélidos, lo mismo que en El Paraíso, donde además se ha dicho que hubo lana de
guanaco (Engel, 1966b: 62, 65; 1967: 265-267; Reitz, 1988b: 35). En Paloma, en el contexto
correspondiente al Precerámico final, se ha identificado huesos que parecen ser de
guanaco (Reitz, 1988a: 311. 316; 1988b: 34, 40). En Chilca hubo huesos de Camélidos (Wing,
1977b: Tabla 17; 1986: 258) y en Cabezas Largas se dice que fueron pellejos de vicuña, bien
que es más probable que se trate de guanacos (Engel, 1960: 15, 17, 23). Aunque en Santo
Domingo también se habla de pellejos de vicuña (Engel, 1981: 34-36). Es nuestro deber
indicar que sólo en los casos de Los Gavilanes, El Paraíso, Paloma y Chilca ha intervenido
un especialista para la identificación de los restos. La evidencia indudablemente es poca,
pero consideramos que hay un dato más, importante, que no se debe olvidar. En Los
584

Gavilanes se ha encontrado una cantidad importante de excrementos de llama, lo que


indica que sin duda se empleaban hatos de estos animales para el transporte de productos
entre las diferentes zonas del valle.
99 Para el Período Inicial los datos son verdaderamente escasos. Como se recoradará, en las
tierras altas serranas hay sólo información escueta para algunos sitios del Callejón de
Huaylas y de Junín, donde se ve que los restos de Camélidos predominan. Los datos de los
yacimientos de los valles son un poco más precisos. En Cajamarca al principio hay pocos
Camélidos y éstos probablemnente fueron silvestres. Es decir animales cazados. Hacia
fines del Período Inicial hay un aumento y parece tratarse de animales domésticos. En los
sitios bajos del Callejón de Huaylas hay pocos restos de Camélidos y en la zona de
Huánuco, en Kotosh, los huesos hallados parecen corresponder a guanaco y vicuña. En
Andahuaylas los huesos de Camélidos predominan, pero se trata aún de animales
silvestres.
100 Para la costa tenemos un poco más de información. En Puemape se ha encontrado sólo
dos huesos de Camélidos y aparentemente son de llama. En Caballo Muerto la llama ha
sido un elemento importante en la alimentación. En el valle del Virú sólo tenemos
evidencia de utilización de Camélidos como ofrendas. Sin embargo en la Costa Central, los
huesos de llama son frecuentes en la basura. En Cardal, en el valle de Lurín, se ha hallado
muy pocos restos.
101 Un dato muy interesante es el de la Ceja de Selva de Cajamarca (en la provincia de San
Ignacio o Jaén) donde se ha informado la existencia de un porcentaje importante de restos
de Camélidos en la basura. Desafortundamente el informe en cuestión deja mucho que
desear.
102 En el caso del Horizonte Temprano los datos son más concretos. Conocemos tres sitios
situados en las partes altas, es decir en la puna del Callejón de Huaylas, de Junín y de
Azángaro y en todos ellos los restos de Camélidos predominan en la basura en forma
abrumadora, es decir representan entre el 72% y el 98% de la fauna explotada.
103 En los sitios situados en los valles interandinos el cuadro es aún más claro. Es así que en
Cajamarca se ve un predominio prácticamente absoluto de restos de Camélidos
domésticos. En los sitios del Callejón de Huaylas los porcentajes varían, pero oscilan entre
el 55% y el 92%. En Chavín de Huántar se nota un aumento del uso de Camélidos
domésticos desde la Fase Urabarriu hasta la Janabarriu, que va desde el 67% hasta el 94%.
El caso de Kotosh es diferente. Allí se sigue utilizando los Camélidos silvestres y
aparentemente los domésticos hacen recién su primera aparición. En la parte alta del
valle del Chillón hay indicios del uso de Camélidos domésticos, en Ayacucho los restos de
estos predominan en forma absoluta en los diferentes yacimientos, lo mismo que en la
zona del Cuzco y en el Altiplano. Aunque en este último los sitios conocidos son
verdaderamente muy pocos.
104 Para esta época en la costa sí hay un consenso entre los arqueólogos, en el sentido que se
produce un aumento notable de restos de Camélidos en la basura. En la zona de Piura se
ha detectado una cantidad importante (46%) y se ha sugerido que en la cuenca del río
Piura existían rebaños de estos animales. En Lambayeque el uso de Camélidos domésticos
ha sido de fundamental importancia como fuente de proteínas y para el transporte. En la
basura se ha detectado proporciones de hasta 90% de huesos de estos animales y, además,
gruesos estratos de majada. En el departamento de La Libertad para estos tiempos hay
indicios, pero faltan datos concretos. En el valle del Casma se ha encontrado huesos y
585

majada. Para los valles del Huarmey y Supe también hay indicios, pero no información
concreta.
105 En Ancón se ha ubicado una gruesa capa de excrementos de Camélidos y en el valle de
Lima los restos, que probablemente fueron de llamas, son abundantes (83%). En el valle de
Ica hay evidencia de abundantes huesos en la basura, pero también como ofrendas.
106 Para la Ceja de Selva, nuevamente hay sólo los datos no claros, del departamento de
Cajamarca (en la provincia de San Ignacio o Jaén), donde se señala la presencia de restos
de Camélidos y se sugiere que sean guanacos.
107 Consideramos de interés introducir aquí algunos comentarios que traen luces sobre la
información que hemos discutido. Así Burger (1985a: 532) al referirse al yacimiento de
Huaricoto en el Callejón de Huaylas, dice muy claramente que “El patrón más llamativo
que emerge, es una reorientación gradual de la estrategia de caza dominada por los
grandes ungulados a una estrategia de crianza de camélidos, mientras que la caza se
reduce a jugar un rol menor en la economía.”. Y luego indica que los huesos de Camélidos
han sido probablemente de llama. Y al hacer un análisis comparativo con otros sitios
coetáneos, Burger (loco citato) escribió: “ En síntesis, los análisis faunísticos de Huaricoto,
como los estudios de Kotosh y Chavín de Huántar sobre restos de fauna (Miller, 1984;
Wing, 1972), indican que los mayores cambios en la dieta en los asentamientos de los
valles se han dado entre los 2,200 años a. C. y los 200 años a. C. Esto implica
modificaciones en las relaciones sociales de producción relacionadas con la caza o el
pastoreo de estos animales y refuerza la posición que una profunda transformación
cultural sucedió en el Callejón de Huaylas cuando florecía el santuario de Huaricoto.”.
Efectivamente, el estudio de Wing (1972: 340) confirma esta información y muestra como
en un principio en la localidad predominan los Cérvidos y los restos de Camélidos son
probablemente guanaco silvestre y alguna vicuña. Mientras que luego se ve una
disminución de la caza de Cérvidos y guanacos y comienzan a aparecer las alpacas y las
llamas, que se van imponiendo paulatinamente.
108 Mientras que con respecto a la Costa Norte, Shimada (1982: 184) es de la opinión que la
importancia económica de la llama doméstica se hace evidente entre los 1.300 y los 600
años a. C. y entre los años 500 y 600 antes de nuestra Era se convirtió en la fuente
primaria de carne para los pobladores de Lambayeque. Los recursos marinos quedaron
como parte importante de la dieta en la costa “... pero inclusive en sitios cercanos al
Pacífico... ellos son secundarios con respecto a la llama como fuente de proteínas.”.
109 Para el Período Intermedio Temprano hay mucho más información. Sin embargo,
tenemos registros sólo para algunos yacimientos ele altura, en las partes altas del Callejón
de Huaylas y en Junín, donde los Camélidos representan porcentajes importantes entre
los restos ele animales identificados en la basura. Para los sitios más bajos, ubicados en los
valles, hay más evidencias. En el caso ele Cajamarca los restos ele Camélidos predominan
en forma abrumadora. Para la zona ele I luamachuco se pueden hacer sólo inferencias y
pareciera que no hubo cantidades importantes de Camélidos en estos tiempos. No
sabemos que pasa en la zona del Callejón ele Huaylas, pero a juzgar por las
representaciones del estilo Huaylas o Recuay, evidentemente el uso ele llamas ha sido
muy común. En Kotosh hay indicios ele utilización tanto ele Camélidos domésticos como
ele silvestres, probablemente guanacos. En el departamento ele Lima si bien no tenemos
cifras concretas, es notable el uso de estos animales, a juzgar por los informes
arqueológicos. En los yacimientos ele Ayacucho, Apurímac y Cuzco los porcentajes que
indican la presencia ele Camélidos domésticos en la basura oscilan entre 64% y 97%.
586

Curiosamente la información que tenemos para Puno indica una presencia muy baja ele
Camélidos en la basura (tan solo 8. 6%), pero se trata ele un solo sitio, lo que significa que
verdaderamente ele la zona altiplánica no sabemos nada.
110 La información que tenemos para esta época para la costa, es reveladora. Para la zona al
Norte de Talara, como se recordará, se ha mencionado la existencia de grandes hatos de
llamas. Y los restos del alto Piura tienen porcentajes verdaderamente elevados, pues
representan entre el 60% y el 80% de los restos identificados.
111 En los sitios correspondientes a la cultura Salinar, en el departamento de La Libertad, hay
mucha majada de Camélidos. En el valle de Moche la proporción de huesos de animales en
la basura alcanza el 92% y se ha mencionado hatos de llamas en la localidad. En el valle del
Virú los restos de Camélidos domésticos también son importantes (entre 40% y 50%).
112 En los yacimientos de la cultura Gallinazo en el Valle del Virú, hay relativa abundancia de
restos de llama, pero mucha majada.
113 Para lo que corresponde a la cultura Moche, lo hemos visto en detalle en el Capítulo 4, hay
mucha información y no puede dudarse que se hizo gran uso de Camélidos, para
diferentes fines. Por el estudio de Shelia Pozorski (1976). se ha podido establecer que más
del 90% de la proteína animal que utilizaron los mochicas para sus alimentos, provenía de
la llama. Además, la abundancia de excrementos en los yacimientos mochicas es muy
común. Se ve, igualmente, que los Camélidos jugaron un rol muy importante en el sistema
de creencias de esta gente, pues no sólo hay evidencia de su uso en contextos
ceremoniales sino que es común encontrar huesos de estos animales y a veces esqueletos
completos en los entierros. Desde Lambayeque hasta el valle del Santa hay pruebas de
estas actividades.
114 En lo que se refiere a la Costa Central, sólo tenemos ciatos para el valle del Chillón, donde
en varios sitios hay pruebas de uso de Camélidos, lo mismo que en el valle de Lurín.
115 Los datos relativos a la cultura Nasca desafortundamente son escasos y vagos. Se centran
fundamentalmente en la información correspondiente a tres yacimientos, Cahuachi,
Paredones y Tambo Viejo. En el caso de Cahuachi se ha encontrado huesos en basura y
excrementos y parece que hubo llamas y alpacas. En el informe de Geismar y Marshall
(1973) se menciona cifras de hasta el 99% para los restos de Camélidos, pero el estudio es
muy superficial y hay que tomarlo con las reservas del caso. La evidencia de Paredones de
una significativa cantidad de majada dentro de un corral es importante, pues demuestra
que había crianza de llama en la localidad. El hallazgo de excrementos en Tambo Viejo
refuerza esta situación.
116 Para el Horizonte Medio, que es una época tan importante en la historia del Perú
prehispánico, los datos sobre fauna en las serranías son sumamente escasos, y
corresponden todos a sitios ubicados en los valles. Sólo sabemos que en Cajamarca el uso
de los Camélidos se incrementó, a juzgar por las evidencias de Huacaloma, donde parece
que hubo llamas y alpacas que fueron utilizadas tanto para carne como para el transporte.
Su presencia alcanza hasta el 97%. En Ayacucho si bien los datos son confusos, el
porcentaje también es alto. En el valle del Colca mayormente se utilizó llamas y éstas más
para carga que para carne. Aunque no dejan de estar presente los Camélidos silvestres.
117 En la faja costera los datos son más abundantes. En la zona de Lambayeque la cantidad de
restos de llamas es verdaderamente muy importante. En Batán Grande-hay evidencias
muy claras que no sólo se usó a estos animales para los sacrificios, sino que llegaban al
lugar caravanas de llamas. Además, el excremento ha sido empleado como combustible.
587

En otros lugares también, estos animales han sido utilizados para los sacrificios. En la
Iluaca Chotuna es evidente que fueron usados para carne. Pero el yacimiento más
significativo, sin duda alguna, ha sido Pampa Grande donde se ha encontrado los corrales
que demuestran el uso de grandes hatos de Camélidos. Allí se ve claramente que el más
alto porcentaje de los restos ele fauna en la basura y en los hogares, corresponde a los
Camélidos (entre 70% y 88%). Además estos animales fueron muy importantes para los
sacrificios.
118 En este sentido Shimada y Shimada (1985: 16) consideran que las curvas ele supervivencia
indican un diferente manejo en los varios lugares. Y están de acuerdo que la evidencia ele
mayor crianza y manejo de rebaños en dicho sector ele costa, corresponde justamente al
Horizonte Medio y a los tiempos posteriores.
119 Como ofrendas en las tumbas las llamas son comunes, como se ha podido comprobar en
una serie de sitios, por ejemplo el ele Pacatnamú. Pero sobre lo que hay que insistir, es su
importancia como alimento. Un ejemplo significativo es el de Galindo, donde al igual que
en Pampa Grande se ha encontrado los corrales con gran cantidad ele majada, la cual ha
sido utilizada como combusible para la cochura de la cerámica. Aquí también el
porcentaje ele huesos en la basura es significativo (69%). Se han encontrado corrales en
varios yacimientos del Horizonte Medio ele la costa Nor-central y Central. Un sitio
importante en este sentido ha sido Ancón. Además en Huarmey se ha podido comprobar
que las familias se movilizaban con sus llamas ele un lugar a otro. En la Costa Sur las
muestras no son muy claras, pero hay huesos ele Camélidos en la basura y pruebas de su
utilización en los sacrificios.
120 Comentando este fenómeno Onuki (1985; 349) opina que “La autosuficiencia económica
fue lograda más fácilmente en la región costeña con una mejor dependencia del
intercambio con las tierras altas. Si las llamas fueron criadas en la costa como arguyen los
Shimaela (1. Shimaela 1982; Shimada y Shimaela, en prensa [que ha sielo publicado en
19851) habría sólo algunas cosas, materiales exóticos y mineral metalífero que debería ser
obtenido de las serranías.”.
121 El Período Intermedio Tardío también es poco conocido en las serranías, en lo que a fauna
se refiere. Hay sin embargo una evidencia muy importante, nos referimos a la indicación
que en las zonas altas de Piura había rebaños ele Camélidos. También había muchas
llamas y alpacas en la zona de Junín. Curiosamente pareciera que en las partes altas ele
Huamachuco más bien estos animales fueron escasos. Otro dato ele gran interés, es la
presencia de importante cantidad ele huesos de Camélidos en la basura ele Cuelap en la
zona ele Chachapoyas. Como también se ha certificado su existencia en la zona ele valle
ele Ayacucho y en las partes altas del departamento ele Tacna.
122 Nuevamente es la parte costera la que nos ofrece la mayor información para esta época.
Es así que la evidencia arqueológica certifica que había Camélidos en Tumbes, tanto por la
presencia de huesos como de excremento.
123 La zona ele Lambayeque es ele nuevo la que ha sido mejor estudiada en este sentido y las
pruebas allí son incontrovertibles. El caso de Túcume es notable, pues allí se ha hallado
capas ele estiércol ele llama de 5 m. de espesor, lo cual además ha sielo certificado para
otros lugares también. Tan es así, que Shimaela y Shimada (1985: 16) al referirse a los
depósitos ele excrementos, dicen cid litteras “some quite immense”. Además, en la basura
hay huesos de estos animales, cuya presencia alcanza en algunos lugares a más del 80%.
Se recordará que Shimaela et al. (1982) han propuesto, y nosotros estamos de acuerdo con
588

ello, que con las caravanas de llamas se transportaban los minerales desde las serranías a
la costa y luego los objetos elaborados eran redistribuidos con el mismo sistema a lo largo
de la costa.
124 En el caso de Chanchan, la capital de los chimúes, el porcentaje de huesos en la basura es
muy alto, sobre todo en los barrios populares (55%-80%), donde se ve que prácticamente
en todas las casas se mantenían llamas y todo señala que éstas eran utilizadas tanto para
la alimentación como para el transporte de carga. Y lo mismo sucede con los otros centros
urbanos vecinos. Además, en estos tiempos siguió la costumbre de la utilización de los
Camélidos como ofrendas mortuorias.
125 En la parte baja del valle del Virú, el caso se repite, pues los restos de Camélidos son los
más comunes en la basura.
126 No hay información para los yacimientos de la Costa Nor-central, pero tanto en la Costa
Central como en la Meridional si bien los sitios con datos no son muchos, es común la
existencia de excrementos, así como de huesos en la basura. Y en Ica, al igual que en la
Costa Norte, es frecuente encontrar restos de estos animales en las tumbas a manera de
ofrenda.
127 Para el Horizonte Tardío en realidad hay pocos datos, pero esto no debe llamar la
atención, en cuanto la arqueología de los yacimientos incaicos queda aún por hacerse.
128 Hemos visto que en el caso de Huamachuco hay evidentemente un problema. Los trabajos
hechos en la zona en realidad no muestran las cantidades de Camélidos que menciona
Cieza de León. Es de preguntarse si la exploración que se hizo allí ha sido verdaderamente
exhaustiva.
129 En una de las ciudades incaicas más importantes, Huánuco Pampa, los restos de Camélidos
en la basura alcanzan porcentajes de 87% y cifras parecidas se registran en los sitios
incaicos de altura en la zona de Junín. Si bien para la zona altiplánica no hay información
concreta, los restos de Camélidos son comunes.
130 De los yacimientos ubicados en los valles sólo sabemos que en las partes altas de Lima
había muchos Camélidos, lo mismo que en el valle del Coica. Los sitios estudiados en la
zona del Cuzco indican porcentajes muy altos de restos de estos animales, que alcanzan
hasta 96%. Además los corrales son frecuentes.
131 En la costa, en la zona de Lambayeque, sigue la evidencia de la utilización de caravanas de
llamas y al Norte de Chanchan, en un sitio que se encuentra prácticamente sobre la playa,
hay abundante excremento y huesos de estos animales. En la basura de Chanchan,
correspondiente a esta época, los restos de Camélidos representan el 55%.
132 Majada de Camélido es común en los yacimientos tardíos de la Costa Central y también se
han encontrado en la parte costera del departamento de Arequipa.
133 Lo que es sumamente importante recordar, es que en dos lugares de la Ceja de Selva hay
indicios que permiten señalar la presencia de Camélidos. En el Norte, en las Ruinas del
Abiseo (es decir el mal llamado Gran Pajatén) y zonas aledañas, donde la especialista que
ha analizado los materiales está convencida que allí hubo crianza, y en el Sur en la zona
del Cuzco.
134 El análisis de los datos arqueológicos permite llegar a tres importantes conclusiones, que
resumiremos aquí, a pesar que han sido esbozadas por separado en más de una
oportunidad en este libro. En primer lugar, es evidente que se ha generalizado demasiado
a base de muy pocos datos. La necesidad de llevar a cabo trabajos sistemáticos para
589

estudiar con detalle los restos de fauna en el área de los Ancles Centrales, es
verdaderamente apremiante. Y, sobre todo, es necesario hacer excavaciones de cierta
envergadura, para que la información sea significativa. Se ha distorsionado demasiado la
realidad de los hechos a base de excavaciones pequeñas, cuyos resultados no permiten
una visión exacta del significado real de los yacimientos; lo que hay que hacer es
promover los estudios de área.
135 En segundo lugar, por más que los estudios de esta naturaleza en la costa sean pocos, no
se puede negar que la población de Camélidos ha sido importante y que, definitivamente,
no todos los animales que allí se comían o se utilizaban para el transporte, o para los
rituales, provenían de las serranías. Eran criados localmente. Con los datos que tenemos
hasta este momento, es claro que esto sucedía por lo menos desde fines del Precerámico.
Pareciera que en la Costa Norte el uso de Camélidos ha sido más intenso que en los otros
sectores de la misma. Pero nosotros no nos atreveríamos a decir que esta apariencia
refleje verdaderamente la realidad de los hechos. En la Costa Norte se ha estudiado más el
asunto y en forma sistemática, lo que no se ha hecho en los otros sectores. Y nosotros
estamos convencidos que cuando se hagan más estudios, tendremos grandes sorpresas.
136 Y, en tercer lugar, es claro que en los tiempos del Precerámico temprano el uso de
Camélidos está concentrado en las zonas altas. Luego paulatinamente, con el pasar del
tiempo, los restos de animales ya en forma doméstica, se van haciendo siempre más
comunes en los valles y la práctica se generaliza en los tiempos del Horizonte Temprano.
A partir de este momento y hasta la llegada de los europeos, no hay parte del territorio
donde no se haya comido o utilizado a los Camélidos como animales de carga o para otros
fines. Hemos visto que ellos han sido usado incluso en determinados sectores de la Ceja de
Selva.
137 Este cuadro apoya plenamente la hipótesis que hemos sostenido, en el sentido que estos
animales fueron arrinconados por el hombre en la altura en su estado silvestre, y una vez
domesticados regresaron a las tierras bajas, llevados nuevamente por el hombre. La
cultura es la que ha limitado y condicionado la dispersión de estos animales. Y no sólo en
los tiempos prehispánicos, como hemos visto y discutiremos más adelante. Ademas, esta
visión de conjunto le da la razón a los fisiólogos, que desde hace tiempo vienen
sosteniendo que los Camélidos no son animales especializados de altura. Repetimos, si se
hace un corte transversal de los Andes y se traza una línea en función de los lugares
donde se han hallado los restos de estos animales, en realidad ella forma un arco que se
inicia en la costa pacífica, encierra todo el territorio andino y termina en la Ceja de Selva.
Es decir, reúne a los más variados hábitat, que se extienden desde el nivel del mar hasta
las grandes alturas que sobrepasan los 5,000 msnm. Desde los desiertos costeros, los
fértiles valles interandinos, hasta las altas punas y la exhuberante región húmeda de la
Ceja de Selva, con todos las zonas de vida intermedias que son mucho más variadas de lo
que generalmente se piensa.
138 Hay un tema sobre el que es necesario insistir, pues es uno de los grandes problemas que
se plantean con los datos arqueológicos y que queda por resolver. El enigma de las
representaciones mochicas de llamas con el cuello corto. Hemos visto que Horkheimer
(1958) creía que se trataba de una variedad de llama que se perdió con los excesos que se
produjeron a la llegada de los europeos. Pero las de Horkheimer fueron sólo ideas que no
llegaron nunca a ser sustentadas con datos. Y mientras que no se disponga de suficientes
materiales eme permitan mediciones sistemáticas ele esqueletos, estaremos siempre en el
campo de las hipótesis. Hay que decir, sin embargo, que lo que 1 Iorkheimer señaló en
590

forma meramente intuitiva en la década ele los años cincuenta, en la actualidad podría
tener ciertos visos ele posibilidad real, si nos basamos en los diferentes tamaños ele los
animales que podemos deducir por los estudios de los restos óseos (vide infrá). Pero no hay
que olvidar que aquí se está deduciendo sólo a base ele representaciones en cerámica. Es
cierto que, dada la tendencia realista ele los artesanos mochicas, se hace un poco difícil
aceptar que se trate ele un error tan generalizado. Tendría que haber sido una norma
cultural impuesta, pero es difícil admitirlo.
139 No obstante, es necesario añadir algunas observaciones que se desprenden del análisis ele
las colecciones ele cerámica ele las diferentes culturas prehispánicas. y sobre las que
nadie se ha percatado. Probablemente siguiendo las ideas ele I Iorkheimer. se ha repetido
que las representaciones mochicas son ele llamas con cuello corto. Lo que pasa, una vez
más, es que no se ha hecho hasta ahora un estudio exhaustivo ele este tema. Y,
definitivamente, cuando se haga, se tendrá que replantear el problema.
140 La pregunta fundamental es: ¿cómo están representadas las llamas en los estilos ele las
otras culturas ele los Andes Centrales ? Nosotros no hemos podido hacer un seguimiento
de esta naturaleza y las pocas observaciemes que presentamos se basan
fundamentalmente en colecciones de las culturas costeñas, ele modo que son sólo indicios
y como tales deben ser tomados.
141 Definitivamente no sólo los mochicas han representado a las llamas con el cuello corto. De
esta manera ellas se muestran en las vasijas de las culturas Cupisnique, Vicús, Moche,
Lambayec]ue, Chimú y Chancay. En el arte ele estas culturas las llamas con cuello largo,
son la excepción. Christopher Donnan nos ha informado ele haber visto una
representación escultórica mochica ele llama con cuello largo (Comunicación personal, 15
de abril ele 1993). Nosotros conocemos solamente una escena pictórica mochica, pero sin
duda debe haber más. Se trata ele una presentacion de ofrendas, en la que se ha figurado
una llama cargada. Es un animal con cuello largo y ele proporciones similares a las llamas
actuales. Sin embargo, en la misma escena aparece una llama pequeña, podría tratarse ele
un animal joven, que no lleva carga y tiene el cuello corto. Desafortunelamante no se
indica ningún dato sobre la procedencia del dibujo (vide Alva, 1994: Dib. 1, VI). En la
cultura Chimú sí hemos visto varios especímenes, representando llamas con cuello largo,
una ele las cuales se publica aquí (Fotografía 31). Pero definitivamente no son muchas. En
la cultura Recuay existen las dos versiones, es decir figuraciones ele llamas con cuello
largo (Fotografía 22) y corto (Fotografía 21); no sabríamos decir cual prevalece.
142 Los famosos recipientes Robles Moqo ele Pacheco, tanto los graneles como los pequeños
(Fotografías 24, 25 y 26) son, sin posibilidad ele error, animales con cuello largo.
Recordamos una sola pieza serrana del Horizonte Medio y es una hermosa vasija en forma
de llama con el cuello largo (Katz, 1983; 272 [Fig. 1471).
143 Las representaciones ele llamas en el estilo Nasca, no siempre son fáciles ele juzgar.
Cuando están ejecutadas en forma realista, se ven con el cuello largo (Fotografía 18), pero
cuando son estilizadas (Fotografía 17) se ven con cuello corto. Es interesante, sin
embargo, que las figuraciones estilizadas ele guanacos, casi siempre tiene el cuello largo
(Fotografía 20).
144 En el estilo Inca, las figuraciones pictóricas de llamas sobre la cerámica que nosotros
recordamos haber visto, tienen el cuello largo. Y ello puede extenderse a las muestras en
relieve (Fotografía 46). Y lo mismo sucede con las muchas estatuillas de plata en forma de
llama (Fotografías 48 y 51). No sabemos que pasa en el momento en el que llega la
591

influencia incaica a lo largo del territorio andino, pero la pieza que nosotros hemos
ilustrado (Fotografía 49) del estilo Chimú-Inca, es de una llama con cuello largo. Y una
interesante vasija de la Colección Sackler, de estilo Recuay-Inca, nos muestra a un hombre
cargando una llama con cuello largo (Katz, 1983: 315 [Fig. 190]).
145 Se ve. pues, que no sólo los mochicas nos han dejado imágenes de llamas con cuello corto.
Siempre las generalizaciones son peligrosas, pero cuando no tienen fundamento de causa,
lo son más. Por otro lado, ¿el hecho que haya representaciones de llamas con cuello corto
y largo en una misma cultura, es cine significa que había dos o más variedades de estos
Camélidos en esos tiempos? ¿O se trata de un asunto meramente estilístico? A nuestro
juicio, simplemente con la información actual no se puede contestar. Se podrá hacerlo
sólo cuando se haga un estudio sistemático. Y cuando éste se haga, no se debe olvidar que
los artesanos prehispánicos, y sobre todo los mochicas, no sólo conocieron muy bien la
realidad que ilustraron, sino que además, fueron agudos observadores de ella.
146 Finalmente, queremos resaltar un hecho que debe hacernos meditar. Los ceramistas
actuales, conocen muy bien a las llamas, y hoy existen solamente llamas con cuello largo.
¿Porqué entonces representan a las llamas con cuello corto? (Vide Fotografías 57 y 58).
147 Para concluir, estamos convencidos (vicie infra) que en el antiguo Perú hubo no sólo
llamas de diferentes tamaños, sino que hubo sin duda variedades que se han perdido. Lo
que aún no sabemos es si verdaderamente el arte refleja esta realidad.
148 Hay que señalar que la persona que descubrió la existencia de Camélidos domésticos de
diferentes tamaños, a base de datos osteológicos cuidadosos e indudables, ha sido Wing.
Es por lo menos desde 1972. si es que no lo ha hecho antes, que Wing en sus escritos
menciona Camélidos “grandes” y “pequeños” (vicie Wing, 1972: 335). Y luego esta misma
autora plantea que en realidad hubo una forma de animales pequeños en el Norte,
mientras que en el Sur predominaban los de otra más grande (vide Wing, 1977a). Pues
bien, la discusión se ha retomado a partir de los trabajos realizados en el Ecuador, en el
sitio de Pirincay, que hemos tratado en detalle en el Capítulo 9. Se recordará que Millery
Gill (1990), al analizar los restos de esqueletos de esta forma pequeña, han descartado la
posibilidad que se trate de las especies silvestres. Pero al mismo tiempo han deshechado
la probabilidad que se trate de alpaca o de wari, es decir de un híbrido de llama y alpaca. Y
se inclinan por una variedad de llama pequeña. Es más, ellos consideran que ésta no
puede derivar o tener relación con los animales que en la actualidad se crían en La Raya.
La discusión cronológica que se plantean los especialistas, en el sentido si estos restos
corresponden a fines del Horizonte Temprano o al Periodo Intermedio Temprano, no
cambia para nada la situación.
149 De hecho, con los datos de los que se dispone, es imposible entablar tina discusión para ir
más lejos de lo que han podido llegar Miller y Gill (loco citato), pero definitivamente esto le
da la razón a Elizabeth Wing y, quizá, a Hans I lorkheimer. Si a ello añadimos la
sugerencia de Wheeler et al. (1992), en el sentido que a base de datos de pelos de
Camélidos se puede argüir que hubo una serie desconocida de variedades de llamas y
alpacas que se han perdido con el caos de la Conquista, evidentemente tenemos una base
suficiente como para aceptar que las variedades que conocemos hoy no son sino una
pequeña muestra de una gran diversidad que no conocemos. Es urgente que se trabaje
más en esta línea de investigación, para aclarar estas interrogantes que son de
fundamental importancia para entender la realidad andina.
592

150 Las fuentes históricas son de valor substancial para este asunto que estamos tratando,
como lo son en términos generales, además, para entender el pasado andino. Pero hay
que tener mucho cuidado con la interpretación de los datos de estas fuentes, pues para
decirlo con Araníbar (1963: 113), los cronistas vieron “... las nuevas cosas a través de
anteojos cristianos y romantizantes. Por ese camino de asociaciones fáciles, en que las
cosas de la tierra nueva se miden con el cartabón de un ajeno hábitus cultural...”.
151 En el caso concreto de los Camélidos, hemos visto y discutido ampliamente en el Capítulo
6, el problema que se presenta con los diferentes términos que emplearon los europeos
para denominar a estos animales. Y hemos comprobado que si bien es posible en ciertos
aspectos acercarse a lo que podría ser la verdad, una aclaración definitiva es imposible y
queda siempre la duda a cual de la especies se quieren referir en cada caso los cronistas.
Esto lo hemos podido notar en forma reiterativa a través del libro.
152 Pero hay otros asuntos con los que hay que tener cuidado. Uno de ellos es la utilización de
fuentes de segunda mano, que no siempre son correctas. Nos hemos encontrado, además,
con más de un caso en que se ha distorsionado la verdad delos hechos, tanto por haber
leído mal a determinado cronista o por haberlo interpretado equivocadamente por
desconocimiento del idioma. Y la repetición de estos errores, en algunos casos, se ha
convertido en una verdad aceptada. Pero se ha generalizado también ciertos hechos a
partir de la lectura de sólo algunos autores más conocidos, sin haber buscado
sistemáticamente las fuentes. Y se puede constatar que hasta especialistas que conocen
sin duda el tema y han tratado ampliamente con las fuentes históricas, han cometido
deslices notables. Es el caso ele Murra (1975: 117) que escribió: “Ya que casi no había
auquénidos en la parte norte de la cordillera andina, en la economía ele esta región los
rebaños eran ele importancia muy limitada.”. Lo cual no es cierto, como lo demuestran
fehacientemente tanto las fuentes arqueológicas como las históricas.
153 Un tema sobre el que las fuentes históricas no nos son de gran ayuda, es el que se refiere a
la distribución ele los Camélidos en los tiempos del Incario. Hemos visto que para las
serranías sólo tenemos alguna información para las zonas de Chachapoyas, Cajamarca,
Huamachuco y Huánuco. Sin embargo hay ciertos datos puntuales que son de sumo
interés. Es el caso, por ejemplo, de Cieza de León (1984: 1 Parte, Cap. LXXX.1, 236), que
asegura que durante el Imperio Incaico había vicuñas en Huamachuco. Esto, se ha visto,
ha sido negado por Koford (1957: 218) sin ningún fundamento.
154 En lo que se refiere a la costa en los tiempos incaicos, en las fuentes históricas sólo se
menciona la zona de Lambayeque, del Chillón, de la parte alta del valle del Rímac y el
valle de Chincha.
155 Pero hay dos aspectos que son sumamente claros en la información histórica y que
despertaron sin duela la admiración de los cronistas europeos. El orden que reinaba
durante el Imperio Incaico en lo que se refiere al manejo de los Camélidos, tanto
domésticos como silvestres, y la estrictez de la reglamentación que regía sobre el
particular. Y el otro aspecto, es la gran importancia que tuvieron estos animales dentro
del sistema económico incaico, pero también en el mundo de las creencias. El primero ha
sido estudiado con cierto detalle, aunque quedan muchos puntos por aclarar, pero
consideramos que el segundo no ha sido analizado con el cuidado que se merece.
156 Nos parece importante resumir y comentar la información histórica que hemos tratado
ampliamente en el Capítulo 6; sin embargo para no aburrir al lector, omitiremos las citas,
recurriendo a ellas sólo en casos puntuales y tan sólo mencionaremos a los autores.
593

157 A pesar de ciertas limitaciones, sobre las que no queremos volver a insistir, la
información histórica es de fundamental importancia para demostrar cual ha sido la
verdadera distribución de los Camélidos en el territorio andino, en el momento de la
llegada de los europeos, y que desvirtúa definitivamente la idea equivocada que ellos son
animales de altura.
158 Hemos visto que hay toda una serie de autores que describen lo que vieron en la costa
peruana o repiten la información que pudieron recoger. Y muchos de ellos se refieren
concretamente a la existencia de Camélidos. Es el caso de Estete, Andagoya, Gómara,
Molina “el chileno” y León Pinelo. En el caso de Estete, se ve que había abundancia de
estos animales y según León Pinelo estos eran aún comunes en el siglo XVII.
159 Es así que cuando llegan los españoles a las costas peruanas, encuentran Camélidos en
Tumbes, Poechos, San Miguel de Tangarará, Piura, Zarán, Motupe, y en Collique. En las
Relaciones Geográficas de Indias se dice muy claramente que en San Miguel de Piura no sólo
había Camélidos, sino que éstos se criaban allí. Y cuando Cieza de León pasa por
Huancabamba, en las partes altas del departamento de Piura, dice palmariamente que allí
había muchos Camélidos y que su desaparición fue consecuencia de la destrucción que
llevaron a cabo los españoles.
160 En la zona de Lambayeque hay información sólo a partir de 1540, pero en dicha fecha
había Camélidos y en (ayanca hubo pastores hasta principios del siglo XVI. También
sabemos que había “ovejas de la tierra” en Túcume en 1574, que en Saña había pastores,
como había también animales en Moro y en Guadalupe. Hemos visto que en Tnijillo, en
1543, se buscaba un carnicero para sacrificar las llamas que se necesitaban para la
alimentación de la población local. Y en el valle del Chao también había llamas.
161 Así mismo está documentado que en 1538 se vendían “ovejas” en Lima y que Zórate
menciona la existencia de abundante ganado para este sector de costa, entre los años 1544
y 1545. Y en Pachacámac, en 1533, se traían llamas desde el vecino valle de Lurín. En el
valle de Chincha, Cieza de León recogió la información de la existencia de grandes hatos
de Camélidos y se lamenta de que éstos hayan desaparecido por la acción de los españoles.
Y en lca sabemos que el hijo del cacique Anicama, en 1571, tenía un hato de 100 llamas. Y
Vásquez de Espinosa confirma la existencia de estos animales en la zona aún en 1617. Y en
Atico y Caravelí, en 1549 habían Camélidos y en Sama en 1567 se habla de 600 “ovejas” y
de “mucho ganado de la tierra”. Y en el testamento de Diego Caqui se menciona hatos de
200 animales para la misma zona.
162 Frente a toda esta evidencia, sobre la que no se puede dudar, ¿es posible aún seguir
afirmando que en la costa peruana no se criaban Camélidos? La contestación se da por sí
sola. En lo que sí estamos de acuerdo, es que es imposible determinar si se trataba de
llamas o alpacas. Probablemente fueron más frecuentes las llamas, pero no se puede
descartar la presencia de alpacas también.
163 Para las serranías también los datos son reveladores, pues nos demuestran que no es
verdad que en la parte septentrional del territorio no había Camélidos. La información de
los cronistas nos habla de “muchas manadas” en las serranías piuranas, y en la zona de
Chachapoyas aún en 1615 había de estos animales. En Cajamarca, donde hoy se están
introduciendo Camélidos desde el Altiplano, aún había muchas “ovejas” cuando pasó por
allí Cieza de León. Estas habían desaparecido en 1566, aunque quedaban recuerdos de
pequeñas cantidades de ellas aún en la primera mitad del siglo XIX.
594

164 Como se recordará, hemos separado del contexto general de la narración del libro, lo
relativo al viaje de Hernando Pizarro y sus hombres desde Cajamarca hasta Pachacámac y
su regreso. Lo hicimos, pues se trató de testigos presenciales que tomaban por primera
vez contacto con la realidad andina. Fuera de la poco conocida hazaña de Alejo García,
que fue el primer europeo que conoció el Imperio Incaico ca. entre 1524 y 1526 (lege
Rowe, 1946: 208; Métraux, 1948c 465-466: Busto, 1988: 22-24) pero que no nos ha dejado
ninguna descripción, ésta representa la primera visión que tenemos del Perú
prehispánico bajo la perspectiva de la cultura occidental.
165 En su viaje los españoles ven ovejas en Cajabamba, se señala que había mucha cantidad de
ganado desde Huamachuco hasta Corongo. Del Callejón de IIuaylas, donde prácticamente
los Camélidos han desaparecido, se dice que era “muy abundante de-ganados”. Es
interesante que no hay ninguna referencia a animales desde el momento que toman
contacto con la costa, hasta que llegan a Pachacámac y vuelven a regresar a las serranías
por el valle del Huaura. Es difícil suponer c[ue en verdad no había llamas en dicho sector
costanero en ese momento, cuando posteriormente los cronistas más tardíos hablan ele
ellas. Nosotros suponemos que el hecho de haberse acercado al lugar donde se pensaba
que iban a encontrar el preciado oro que les había sido mencionaelo y, además, el hecho
de pasar por zonas mucho más pobladas que las que habían recorrido en las tierras altas,
como deben haber sido los valles ele la Costa Central, incluso con importantes
asentamientos urbanos, debió polarizar su atención, y detalles como los ele los animales,
pasaron probablemente a un segundo plano.
166 Ya de regreso, en la subida por el valle del Huaura se menciona a graneles cantidades ele
Camélidos, pero es difícil la ubicación exacta ele los lugares. Sin embargo, en Junín
definitivamente hay la posibilidad ele saber, lo hemos visto, que se habla ele llamas y
alpacas. Es probablemente la primera diferenciación, bastante clara, que se hace de estas
dos especies. Y se señala la existencia de graneles cantidades.
167 Pero luego ya en las diferentes fuentes se insiste sobre la presencia de-Camélidos en la
zona ele Huamachuco, en el Callejón de Huaylas, en I Huánuco. En las serranías ele Lima
hay datos ele la presencia ele Camélidos hasta 1764. En Junín aún cuando pasa por allí
Cieza ele Léon, quedaba una importante cantidad ele-animales. En Tarma había “... tan
gran cantidad... que no tienen cuenta...” (Cieza ele Léon, 1984:1 Parte, Cap. LXXX, 234). En
Jauja áun en 1597 había muchísimas bestias. Y luego hay información para Huancavelica,
Ayacucho, Apurímac. Abancay. Andahuaylas. Para el Cuzco, después de 1536, se recordará
que se habla de hatos ele 2,000 cabezas. Y luego hay información para Arequipa y la zona
altiplánica donde la riqueza de Camélidos, a juzgar por los datos de las Visitas, debe haber
sido enorme.
168 Si bien este cuadro es impresionante, consideramos que lo más valioso es que nos está
haciendo ver no sólo la gran cantidad de animales que había en los Ancles, aunque sea
imposible cuantificarla, sino sobre todo que hay una serie ele zonas, como es el caso de las
serranías norteñas o valles como el Callejón de I Huaylas, que hoy no son considerados
como centros de ganadería de Camélidos y donde sin embargo éstos eran abundantes.
169 Pero es importante recordar que en la Ceja de Selva, en las zonas de Jaén, del Chinchipe y
de Moyobamba hay también testimonios de la primera mitad del siglo XVI, sobre la
presencia de Camélidos. Esto avala los datos arqueológicos y demuestra las grandes
posibilidades de vida de estos animales en medios tan distintos. Y no olvidemos que en
595

tiempos recientes los Jívaro mantenían llamas en el alto río Marañón. Es verdad que no
muchos animales, pero evidentemente éstos podían vivir bien allí.
170 Es de gran interés comparar los límites de distribución para los Camélidos silvestres que
se obtienen a base de las fuentes históricas con los actuales. Así para el guanaco se
recordará que Cieza de León asegura que los había en las serranías de Piura y luego en
Huamachuco. Por el testimonio de Dávila Brizeño sabemos que había de estos animales en
las alturas aledañas al famoso monte Pariacaca y, según Cosme Bueno, a fines del siglo
XVIII aún estaban en las alturas de Yauyos. También sabemos que a mediados del mismo
siglo había guanacos en la zona de Tarma, pero para la zona ele Jauja tenemos
información relativa al siglo XVI. En Huancavelica hay datos sobre los guanacos desde
1586 hasta el siglo XVIII, mientras que para Ayacucho se extiende entre 1557 y el siglo XVIII
. En las serranías de Nasca había de estos animales en 1600 y polla misma época hay datos
para Apurímac, Abancay y Andahuaylas. Para Arequipa hay información hasta el siglo
XVIII y en lo que se se refiere al Altiplano hay evidencia de estos animales desde fines del
siglo XVI hasta el XVIII.
171 Como se podrá ver en lo que se refiere a la frontera meridional de expansión de los
guanacos no hay mayor problema. Donde hay una diferencia fundamental es en la parte
septentrional, pues mientras en la actualidad se considera que su límite está en el
departamento ele La Libertad, a la altura del 8o ele Lat. Sur, es decir ca. a la altura ele la
ciudad de Trujillo, los datos históricos nos dicen que los guanacos en el actual territorio
peruano llegaban hasta las serranías de Piura y los había también en grandes cantidades
en Huamachuco. Y no nos olvidemos que Cieza ele León nos informa que también había
guanacos en el territorio del actual Ecuador. Es decir, es eviclente que el territorio ele
estos animales se ha reducido tremendamente. (Vicie Figura 2).
172 Con respecto a la vicuña la situación es diferente. En cuanto la información que se tiene
sobre la presencia de esta especie en las serranías ele Piura no es clara, pero sí lo es para
la zona de Huamachuco.
173 Sabemos que en las serranías ele Lima era común a fines del siglo XVIII y que en la zona
del monte Pariacaca las había a fines del siglo XVI y aún a comienzos del XVII. Lo mismo se
puede decir para la zona ele Yauyos. Cieza ele León señala su existencia en Junín y
podemos hallar evidencias hasta el principie) del siglo XVII. En Tarma se habla ele esta
especie en documentos del siglo XVIII y está certificada su presencia en Jauja hacia fines
del siglo XVI.
174 Para la zona de Huancavelica hay información desde 1586 hasta el siglo XVIII y
prácticamente se puede decir lo mismo para Ayacucho. En las alturas de Nasca había
Vicuñas hacia 1600 y por la misma época hay evidencias en Apurímac. Abancay y
Andahuaylas. Para la zona ele Arequipa y el Altiplano hay información hasta el siglo XVIII.
175 Si se compara esta distribución de la vicuña lograda a base de la información histórica,
ella difiere nuevamente de la actual en la parte septentrional, mientras que en la
meridional no plantea diferencias. En el Norte hoy se discute si su límite está en Junín o
en Ancash, pero según los datos de los cronistas había vicuñas en el departamento de la
Libertad, con más exactitud en Huamachuco. Es decir, en este caso la diferencia en
territorio no es tan grande como en el caso del guanaco, pero de todos modos el área de
distribución de estos animales ha sido mayor que en la actualidad. (Vide Figura 3).
176 Dedenbach Salazar (1990: 96) ha resumido muy bien la información histórica relativa a los
Camélidos domésticos. Ella ha escrito: “El lugar más al Norte para el cual se mencionan los
596

camélidos domésticos, es Caranqui, al norte de Quito, la provincia de Quito, y


descendiendo hacia el sur, se mencionan para Latacunga, Ambato, Cuenca, Cañar y Loja.
En las sierras de Cajamarca y Huaraz parece haber habido bastante ganado de la tierra; y
la riqueza de los indios en cuanto a camélidos es especialmente mencionada para el Peni
central: Jauja, Huánuco, Huarochirí. Desde allí hacia el sur son mencionados para
prácticamente toda la sierra, hasta La Paz y Potosí en Bolivia y el Río Estero/Córdoba en
Argentina.”. (Vide Figuras 4 y 5).
177 En términos generales la información es correcta. Como se ha visto, ella se puede ampliar
para la parte meridional a partir de los datos históricos. Discutiremos esto un poco más
en las páginas siguientes. Lo que sí es un hecho concreto, avalado además por los datos
arqueológicos, es que había definitivamente Camélidos domésticos en el actual territorio
ecuatoriano y en las serranías septentrionales peruanas donde desaparecieron y hoy se
trata de reintroducirlos.
178 No cabe discutir la importancia que tuvieron las recuas de llamas en los tiempos
prehispánicos, dado que fueron el único medio de transporte que existió, a parte del
humano. Y fueron caravanas muy grandes, pues Garcilaso (1959: Libro 8, Cap. XVI, 147)
nos dice que las que tenían menos de 500 animales no se tomaban en cuenta. Además,
también las alpacas fueron utilizadas para este fin, hemos visto que ello se desprende de
una serie de evidencias, entre ellas de la Visitan la provincia de Chuquito. Estas recuas no
dejaron de ser de fundamental importancia durante la Conquista y a lo largo de todos los
tiempos virreinales, a pesar de la introducción del mulo y del caballo. Pues si bien una
llama no puede llevar gran carga, había la ventaja de la posibilidad de emplear una
ingente cantidad de animales. Sin duda mucho mayor ele lo que podía ser una recua de
mulos o caballos. Además, el costo era menor, pues los Camélidos no necesitan arneses ni
comida especial, ni durante el viaje ni mientras descansan. Con la ventaja que no temían a
la altura, la que si bien nunca dejó de ser una limitación para los animales importados y
sobre todo para los caballos, especialmente en los primeros años de la invasión europea
debió ser un problema muy serio para los españoles. Ya que les llevó tiempo a adaptarse y
ello se refleja muy bien en los escritos ele los cronistas. Hay que decir, además, que en las
difíciles condiciones geográficas de los Andes, evidentemente las carretas no fueron de
mucha ayuda y tuvieron uso restringido.
179 Es así que en la época colonial, las recuas eran de 1,000 y 2,000 animales, que transitaban
tanto por la costa como por la sierra. En ellas se ha transportado casi todo el vino que
llegaba a Moquegua con destino a Potosí hasta bien adentrado el siglo XVII y todo el
mineral que desde Potosí tenía que llegar a la costa para ser embarcado. Y continuaron
siendo usadas para el transporte ele los minerales (Figura 34) y aún a fines del siglo XVIII
para el transporte del guano.
180 En los tiempos modernos, con la construcción de las carreteras y el uso de los vehículos
motorizados, es evidente que la llama ha dejado de ser importante. Sin embargo, las
recuas siguen usándose sobre todo en las serranías, en los lugares en los que aún las
carreteras no han llegado. Y son muchos. Aún en 1981, según el estudio de Masuda (1986),
en la zona de Atiquipa se transportaba productos de la sierra a la costa. Pero no nos
olvidemos que a principios ele este siglo las recuas llegaban desde el Callejón de Huaylas
hasta Chimbote y que entre los años 30 y 40 había hatos de hasta 100 llamas en las alturas
de Trujillo, según el testimonio ele Cristóbal Campana. Y lo mismo se puede decir para las
serranías ele Ica. En la Costa Sur, sabemos que por lo menos hasta 1985 aún se veían estos
hatos bajar de las alturas a la costa para intercambiar productos.
597

181 Este fenómeno ha sido muy común también en la vertiente oriental andina y hemos visto
que aún hoy hay caravanas de llamas que bajan hasta el Piedemonte Amazónico en la
zona ele Bolivia.
182 Hemos dicho que es imposible saber, ni siquiera en forma aproximada, la cantidad de
Camélidos que hubo en los tiempos de la Conquista y del Virreinato. Pero no cabe la
menor duda que ésta fue impresionante. Algo que probablemente para nuestra
mentalidad es imposible de imaginar. Las cifras que se mencionan en los documentos que
hemos analizado lo demuestran. A pesar que no hay eme olvidar que en muchas
declaraciones oficiales, las verdaderas cantidades de animales se ocultaron para evitar
depredaciones y pago de impuestos.
183 A pesar de todo ello las cifras son significativas. En el Capítulo 7 hemos tratado de
exponer el cuadro en la forma más completa posible, aquí recordaremos sólo algunas
cantidades. En 1573 en Pachacámac se habla de 2,000 carneros y por la misma fecha
recuas parecidas bajaban desde las alturas. No nos olvidemos que viniendo ele Jauja en
1558, Quizquiz pierde en el Sur del Ecuador 15,000 animales. Para la zona de Junín se
habla de hatos de más de 100,000 cabezas y había muchísimos allí aún en el siglo XVIII. En
la zona altiplánica se ha mencionado cifras por encima de los 80,000 animales y la
cantidad de 60,000 es señalada varias veces. Hay que tomar en cuenta que se está
hablando casi siempre de animales domésticos. Los silvestres deben haber significado
también cantidades muy grandes. Es decir, son números que permiten imaginar una
cantidad verdaderamente impresionante y que demuestra fehacientemente la
depredación que se ha producido sistemáticamente desde entonces, y se sigue llevando a
cabo hoy.
184 Lo verdaderamente terrible e impresionante, es la matanza ele animales que se produjo a
lo largo de todos los tiempos coloniales, fundamentalmente en los primeros años de la
invasión europea. Consideramos que sobre esto se debe insistir, pues el tema no ha sido
tocado hasta ahora por los historiadores o lo ha sido sólo superficialmente. Recordemos
que en Cajamarca se mataban 150 animales por día y se sacrificaban ele 10 a 12 sólo para
utilizar el tuétano. Y que en el “antiguo reino de Quito” sólo para sacar los sesos y el
corazón, se sacrificó a más qe 60,000 animales. Durante la fundación ele Quito, para
comerse los sesos y hacer “pasteles de tu[e]tanos”, se mataba de 5 a 6 animales.
185 El caso de Cajamarca es patético. Tenemos la evidencia que en los tiempos prehispánicos y
a la llegada de los españoles, allí había muchos Camélidos y sin embargo a fines del siglo
XVI ya habían desaparecido. En Huamachuco la situación es parecida, pues sabemos que
en el siglo XVIII ya allí no habían estos animales. Y en el Callejón de Huaylas donde a
principios del siglo XVI los españoles los vieron, a fines del siglo XVI y principios del XVII
ya no existían.
186 Por otro laclo el abuso de parte de los españoles es muy claro en la zona de Junín, donde
hemos visto que los indígenas se veían obligados a entregar animales y además la
cantidad que se “rancheaba” debió ser muy grande también.
187 En Castrovirreyna sabemos que a principios del siglo XVII ya no había Camélidos y los
abusos de los frailes en el Altiplano son evidentes en la Visita secreta de Gutiérrez Flores y
Ramírez Segaría (1572/1970). Flores Ochoa (1977b) es uno ciclos pocos, si no es el único,
eme ha comentado esta destrucción.
188 En los alrededores de La Paz en 1561 ya había pocos guanacos y en Potosí se mataban
alrededor de 100,000 animales al año y se “rancheaba” unos 40,000.
598

189 Los chacos también fueron otra causa de depredación de los Camélidos. Mientras que en
los tiempos incaicos esta costumbre fue una forma de control ele la población de estos
animales y hasta una manera de selección genética, a partir ele-la llegada de los europeos
se convirtió en un pasatiempo y en un modo fácil ele-matanza. Las cifras que se indican
para los animales muertos en estos chacos son realmente impresionantes. Y sólo para
recordrar dos ejemplos, se trata de 11,000 animales en un caso, y más ele 29,000 en otro.
La mayoría ele las veces, insistimos, se mataba a los animales sólo para comer los sesos y
la carne del pesquezo. Y los chacos se siguieron practicando en los siglos XVIII y XIX, pero
en una forma mucho menos destructiva.
190 Evidentemente hay otro factor más, sobre el que nosotros no hemos investigado
mayormente, pero sobre el que hay mucha información. Es la tributación que se
estableció y que se pagaba con animales. Huaman Poma de Ayala (1936: f. 877) (Figura 28)
nos ha dejado un dibujo, mostrando “Como le quita al pobre biejo su carnero para el
tributo el mandón...”.
191 Las injusticias cometidas en este sentido, se reflejan bien no sólo en las Visitas y en los
juicios que se llevaron a cabo, sino sobre todo en los escritos ele Polo de Ondegardo
(1916). Es un deber de conciencia recordar, una vez más, la constante protesta de Cieza de
León, que puede ser considerado como el precursor en la defensa de los Camélidos.
192 Es ciertco y no se debe soslayar, que hubo Ordenanzas en defensa de la población de
Camélidos, por lo menos y -hasta donde nosotros sabemos- desde fines del siglo XVI, pero
no se cumplieron. Es en esa época que se inicia lo que es ya una costumbre funesta en el
Perú ele que la ley existe pero no se cumple.
193 Es interesante constatar, sin embargo, que pese al tiempo transcurrido, la tradición se ha
mantenido muy firme y que aún queda el recuerdo ele los abusos que los españoles
cometieron con los animales aborígenes. En este sentido las creencias existentes en los
departamentos de Cuzco y Puno son muy significativas. Ellas han sido recogidas por
Flores Ochoa (1974-1976: 258-259). “Se cuenta que en los tiempos antiguos 'que tal vez sea
todavía en los tiempos del inca, que no creemos que ya puedan volver', había muchas más
alpacas. En parte fueron perdidas porque se las quitaron los ispañulkuna ”los españoles“ y
en parte porque menguaron por falta ele dedicación y trabajo ele ciertos hombres como
se cuenta en una narración ele Paratía, en el Departamento ele Puno.”.
194 Los perros han jugado también un rol en la matanza de Camélidos, aunque no en la escala
que se ha pretendido. Por todos los indicios esta costumbre no se introduce en los
primeros años de la Conquista, sino ya bien adentrados los tiempos virreinales, con
perros de caza importados. La verdad es que no tenemos evidencia que esta costumbre
existiera en los tiempos prehispánicos. La única prueba que nosotros conocemos es la de
los mochicas, que empleaban perros en la caza del venado. Pero se trata sin duda de una
caza de tipo ritual (vide e. g. Donnan, 1978: Fig. 262, 179) y no hay ningúna indicación que
permita hacernos suponer que los mochicas la practicaran a gran escala.
195 Pero no cabe duda que la comercialización de la lana de los Camélidos silvestres ha sido
también un factor muy importante de destrucción. No estamos en condiciones de señalar
a partir ele que fecha comenzó esta actividad, pero en el siglo XVIII ya era floreciente (vide
Juan y Ulloa, 1988: 592-593) y se seguía practicando pollo menos en la primera mitad del
siglo XIX (vide Tschudi, 1966: 246-247). En este sentido Carlos Peñaherrera del Aguila
(Comunicación personal, 16 ele diciembre ele 1994) nos ha hecho ver que si se buscara
detenidamente en las fuentes documentales, se podría llegar a tener ideas mucho más
599

precisas sobre este particular, incluso con cuantificaciones que podrían ser muy
importantes. Es así que él nos ha informado, por ejemplo, que en el Mercurio Peruano de
1794 (Tomo II, edición facsimilar ele la Biblioteca Nacional del Perú, Lima 1966, pp. 191,
193-194) consta que entre enero y fines ele junio ele 1793, ele Lima fueron enviadas para
su embarque “100 sacas” elelana ele vicuña y que ele Montevideo salieron hacia Europa
“100 sacas” más ele lana ele vicuña y 1. 381 libras ele lana ele guanaco.
196 Hemos tratado ele averiguar el peso ele una “saca”. No hemos encontrado el dato exacto.
En el Tesoro de la Lengua Castellana o Española ele 1611, saca se define como un “Costal
grande y muy ancho quales son las sacas ele lana.” (Covarrubias, 1913: 918), pero no se
indica su peso. En la Enciclopedia Espasa ele principios de 1900, bajo la palabra lana se
señala que la del carnero castrado y de eveja viene embalada “en sacas ele unos 70 kg.”.
Esto corresponde a la lana que se comercializaba en Aragón y Navarra (Espasa Calpe, S. A.,
s/f: Tomo XXIX, 527). Suponemos que éste debe ser el peso aproximado ele una saca, pues
en Colombia se ha conservado una medida llamada “saco” que corresponde a 5 arrobas,
equivalentes a 62.5 kg (Llerena Landa, 1957: 187).
197 Si aceptamos que la saca corresponde aproximadamente a 70 kg. las 200 sacas
mencionadas en el Mercurio Peruano significarían un total ele 14,000 kg ele lana de vicuña.
Una vicuña adulto produce entre 1/3 de libra y libra ele lana (Grimwood, 1969: 69). Esto
quiere decir que por animal se obtiene entre 0.153 kg y 0.230 kg ele lana, ele lo cual se
desprende que para lograr este pese) se ha matado (pues no olvidemos que se trata ele
animales silvestres), entre 91,503 y 60,869 vicuñas.
198 En el caso del guanaco se sabe que un animal produce aproximadamente una cantidad ele
250 gr de lana (Franklin, 1982: 469). Pues bien, las 1,381 libras señaladas en el Mercurio
Peruano equivalen a 635,260 gr, es decir que para lograr esta cantidad de lana se necesitó
2,541 guanacos.
199 Como se podrá ver. se trata en ambos casos ele cantidades graneles de animales. Sería
sumamente importante que alguien inicie una investigación en este sentido, pues se
podría tener cifras aproximadas de matanza de animales a lo largo del tiempo. Lo
elejamos como sugerencia para algún historiador interesado.
200 Son conocidas, y sobre esto se ha escrito mucho (lege e. g. Crosby, 1972), las dramáticas
consecuencias que la población indígena ha sufrido a causa ele las enfermedades
occidentales introducidas en América por los invasores. Los animales no han sido ajenos a
esto. Y en este sentido la sugerenecia de Flannery et al. (1989) de que hubo un tipo de
sarna introducida por los europeos y diferente a la variedad local, nos parece de gran
importancia. Ello es confirmado por Benzoni (1985: 117-118) y Garcilaso de la Vega lo
refuerza cuando dice “... fue cruelísima enfermedad, hasta entonces nunca vista...” (1958:
Libro 8, Cap. XVI, 148; el subrayado es nuestro). La mortandad por esta sarna debió ser
muy alta, a juzgar por lo que cuentan los cronistas, y ello fue un factor más que influyó en
la desaparición de los Camélidos andinos.
201 La información correspondiente a los territorios que están fuera del Área Andina Central
es muy interesante, sobre todo la que corresponde a la parte septentrional, aunque los
datos de los que nosotros disponemos no son muchos. Sería recomendable que alguien se
dedicara exhaustivamente a reunidos, pues no cabe duda que los resultados depararán
más de una sorpresa.
202 Las evidencias más intrigantes son las relativas a Nicaragua y Costa Rica. Es claro que la
simple referencia en un documento nicaragüense de “carneros de fino vello” podría no
600

llamar la atención, si es vista en forma aislada. Pero si a ella se añade las representaciones
escultóricas de Costa Rica, ya el cuadro cambia. Nosotros no hemos tenido la oportunidad
de ver todas las figuraciones mencionadas en la literatura arqueológica, pero no cabe
ninguna duda que la vasija de El Bosque y las esculturas en piedra de Las Huacas, son
Camélidos y a nuestro juicio son llamas o alpacas. Es interesante, además, que la figura en
cerámica de El Bosque sea de un animal con cuello corto. (Víde Fotografías 52, 53, 54, 55).
203 Las representaciones son perfectas y a nuestro entender no pueden haber sido hechas de
ninguna manera a base de descripciones o de relatos recibidos. Los artistas que realizaron
dichas obras vieron sin duda los animales. La pregunta es ¿donde?. La contestación es
imposible. Pero no caben más que dos posibilidades. O que algunos de estos animales
llegaron hasta Costa Rica o que los artistas -aunque podría tratarse de uno solo— viajaron
hacia el Sur y pudieron llegar hasta los territorios actuales del Ecuador, donde las llamas
existían, según datos arqueológicos, desde una fecha mucho más temprana que la que
corresponde a las representaciones centroamericanas. El viaje perfectamente pudo
realizarse por tierra o por mar. Y dado que los movimientos a grandes distancias en
América no son una excepción, sino más bien la regla, ello no plantea ningún problema. Y
en estos viajes bien pudieron ciarse dos posibilidades. O que se llevaran algunos animales
hacia el Norte, o que un artista aventurero al regresar a su tierra ilustró lo que vivió. Si
esto verdaderamente ocurrió en Costa Rica, no habría porque dudar que el comentario del
documento de Nicaragua fuera correcto. Pues en ese caso sí pudo tratarse de una mera
noticia recibida por los indígenas. Otro es el problema del cuello corto. Pues lo único que
sabemos es que las llamas ecuatorianas eran pequeñas. Las de cuello corto, si las juzgamos
por las representaciones artísticas fueron las de los Ancles Centrales y, entre ellas, las
mochicas que en términos de tiempo fueron contemporáneas con las de El Bosque de
Costa Rica. Explicar esta semejanza con las evidencias actuales es prácticamente
imposible.
204 Se trata evidentemente de lucubraciones, pero hay que admitir que existe un punto de
partida real, que no se puede negar. Las representaciones de El Bosque y Las Huacas son
Camélidos y no cabe la posibilidad de que se trate de otros animales. Sólo futuras
investigaciones podrán aclarar este fascinante enigma.
205 Las noticias que sobre estos animales recogieron los europeos que se internaron en lo que
hoy son los territorios de Venezuela no plantean ningún problema. Ellas corresponden a
fines del siglo XVI, es decir cuando ya las huestes de Pizarro habían concluido su hazaña y
cuando las nuevas de las riquezas del Imperio Incaico habían corrido. Además, en el
Ecuador había llamas y los Incas habían introducido en dichos lugares las grandes llamas
ele carga que seguramente llamaron la atención de los indígenas y las novedades se
trasmitieron con gran facilidad. Parece que en estos tiempos los Camélidos ingresaron
también en territorio colombiano, que justamente limita con el área de Venezuela que
está en discusión.
206 Los datos arqueológico relativos a Camélidos en Colombia corresponden a un solo
yacimiento y con información deficiente. Pareciera que se trata de restos tardíos que
corresponderían a lo que en el Perú llamamos Horizonte Tardío. Serían animales llevados
por los incas. Aparentemente los españoles encontraron Camélidos de Popayán a Cali y en
la sierra de Urabá. Insistimos, deben ser animales que fueron llevados por los incas.
207 En lo que se refiere al territorio ecuatoriano, los datos arqueológicos son mucho más
concretos e importantes. Aunque aún no suficientes. Pero no cabe eluda que desde lo que
601

en el Ecuador se viene llamando el Formativo Tardío, y que corresponde en términos de


tiempo a lo que en el Perú denominamos fines del Horizonte Temprano, hay clara
evidencia ele Camélidos. En el caso ele Pirincay se trata de animales pequeños, para los
otros lugares no hay información osteológica, pero sobre esto no queremos abundar, pues
el asunto ha sido discutido ampliamente. Hay evidencias también para las épocas
posteriores, prácticamente hasta los tiempos de la llegada de los incas a los territorios del
actual Ecuador. Y hemos visto que las evidencias corresponden tanto a sitios serranos
como costeños.
208 Hasta ahora todo hace pensar que los animales llegaron allí en estado doméstico desde el
Sur. Es urgente que se emprendan trabajos sistemáticos en el área ecuatoriana, que tiene
sin duda un potencial de información muy grande, y que el día que se investigue deparará
sin duda grandes novedades.
209 Un hecho interesante es que los datos históricos avalan los planteamientos arqueológicos,
y de ellos se desprende que definitivamente los Camélidos estuvieron en el Ecuador antes
de la llegada de los incas.
210 Cuando arribaron los españoles, parece que no había Camélidos en las costas
ecuatorianas, o por lo menos ellos no los vieron o no los describieron. Pero en las
serranías los encontraron desde lo que hoy son los límites entre Ecuador y Colombia,
hasta prácticamente los confines con el Perú. Incluyendo, hay que insistir sobre esto,
territorios de Ceja de Selva.
211 Y en la zona occidental del Chimborazo y entre Quito y Riobamba había llamas aún a fines
del siglo XIX.
212 Es interesante recordar que Benzoni (1985: 117-118) nos ha hecho ver que aquí también la
sarna hizo estragos en la población camélida.
213 Por las evidencias arqueológicas parecería que la especie que predomina en el Ecuador es
la llama y aparentemente la alpaca llegaría con los incas. Pero los datos históricos indican
claramente la presencia de las especies silvestres, guanaco y vicuña. Todo esto está sujeto
a reexaminación y estudio. Pero la presencia ele Camélidos es indudable.
214 La idea generalizada y que está repetida en los libros, es que los Camélidos no podían
sobrevivir en el área ecuatoriana por razones de clima y ellos fueron introducidos allí por
los incas. Pero ninguno de los autores que ha mantenido esta posición, ha presentado una
argumentación sólida para avalarla. Todo demuestra lo contrario. Lo que queda por hacer
es averiguar si verdaderamente los Camélidos son llevados al área ecuatoriana en los
tiempos de Horizonte Temprano o antes y ya en estado doméstico y que pasa con los
animales silvestres.
215 No podemos hacer mayores comentarios sobre los actuales territorios de Bolivia, pues no
disponemos de la información suficiente, sobre todo en lo que respecta a la arqueología.
Aquí no se plantea ningún problema, en cuanto se trata de una de las zonas -entre las más
importantes- en las que se desarrollaron los Camélidos en general. Es, además, una de las
áreas en las que estos animales siguen jugando aún un rol notable en la economía ele la
región. Un único punto e]ue llama la atención, es que en los documentos históricos que
nosotros hemos revisado, no hay ninguna mención que pueda ser atribuible a las alpacas.
Este es un tema que deberá ser estudiado en el futuro.
216 Se nos hace muy difícil comentar la problemática ele los Camélidos en el territorio ele
Chile, pues sin duda la información que hemos podido leer es muy reducida en
602

comparación de lo que en realidad existe, tanto en el campo ele la Historia como en el'de
la Arqueología. Es muy posible por eso, que lo poco que podamos decir no corresponda a
la verdad y esté distorsionado.
217 El guanaco estaba en territorio chileno desde antes ele la llegada del hombre y hay datos
arqueológicos que atestiguan su presencia desde Atacama hasta Patagonia austral. Para la
vicuña sólo tenemos información para la zona atacameña y en tiempos correspondientes
ca. al tercer milenio antes de nuestra Era. Aparentemente la llama llega al Norte de Chile
con la agricultura, y se difunde probablemente hasta la altura de Santiago. No nos
atrevemos decir si parte ele esta difusión ele la llama se deba a la acción de los incas. Se
ha mencionado la presencia ele alpacas también, pero con información que no es muy
clara.
218 Los datos históricos son evidentes, sin embargo, en señalar que a principios del siglo XVI
en la parte Norte de Chile había muchas “ovejas” y las había aún en la zona ele Santiago
en el siglo XVII. Pero por la información ele los cronistas, pareciera que hubo llamas y
alpacas hasta la localidad ele Valdivia y hasta en la Isla ele Chiloé. Es un tema que habría
que investigar más. Sobre la inmensa cantidad de guanacos en la zona de Magallanes no
cabe la menor duda.
219 Un problema que se presenta en el caso de Chile, es con respecto al bueque, también
conocido como chilihueque o rebueque. Hemos visto en el Capítulo 9, que hay discrepancia
entre los autores en lo que se refiere a la identificación ele este-animal. Hay
prácticamente tres posiciones. Dos minoritarias que sugieren que el bueque es el fruto ele
la selección del guanaco o que fue una alpaca. La tercera posición que corresponde a la
mayoría, es que fueron llamas. Como ya lo hemos manifestado, nosotros preferimos
basarnos en el estudio ele Palermo (1986-1987) que ha analizado el asunto con detalle y
con conocimiento ele causa. El prácticamente concluye que pudo tratarse tanto ele la
llama como de la alpaca. Y es interesante que él señala que en los siglos XVI y XVII, el área
de dispersión del bueque ha sido al Norte hasta más allá de Copiapó y por el Sur hasta
Ancuel. Es decir, corresponde en términos generales, con la dispersión ele la llama a base
ele los datos históricos.
220 De toda la información histórica que hemos recogido para el actual territorio de Brasil,
consideramos eme sólo lo referente al “señorío de Paguana”, que como se recordará debió
estar en algún lugar sobre la margen izquierda del Amazonas, entre los ríos Catúa y
Negro, podría tener cierto viso de verdad. La noticia se la debemos a Fray Gaspar de
Carvajal, quien estuvo con Francisco de Orellana en el descubrimiento del Amazonas. Hay
dos versiones de la crónica, pero “... ambas relaciones dan una sensación directa de
fidelidad ambiental y sinceridad narrativa que excluyen la hipótesis de una adulteración
intencionada.” (Porras, 1986: 167). Sin embargo anota Porras, refiriéndose a la
descripcion de Carvajal, que ésta“... tiene siempre la vaguedad y lejanía producida por el
paso furtivo de la expedición en su periplo fluvial. Muchos de los pueblos fueron sólo
entrevistos desde el barco sin tocar en ellos y otros en la confusión y gritería de los
combates... pero los datos etnográficos son siempre esquivos.” (Porras, op. cit.: 168).
Además, Porras (op. cit.: 169) dice muy claramente que entre todos los cronista, este fraile
“... se lleva las palmas de la imaginación...”. Llama la atención, sin embargo, un hecho.
Que si se lee cuidadosamente el escrito de Fray Carvajal se puede deducir siempre, cuando
se trata de descripciones, si son cosas que él ha visto o cosas que le contaron los
indígenas. Allí se nota por ejemplo, que lo de las Amazonas es fantasía, pues él mismo dice
que un intérprete le da la información. Y cuando se habla de Machifaro y de los otros
603

pueblos y narra de la existencia de las “ovejas de las del Perú”, siempre es por relato de
los indígenas, nunca afirma que él las vió. Por eso es curioso que cuando se refiere al
“señor llamado Paguana”, dice “tiene mucha gente”, explica una serie de detalles y luego
afirma: “En esta tierra este señor tiene muchas ovejas de las del Perú...” (Carvajal, 1894:
45-46; 1986: 70-71). Es decir, se tiene la sensación que en este caso él narra lo que vio. Es
cierto que se hace difícil aceptar la existencia de llamas en plena selva amazónica y que lo
más probable es que Fray Carvajal se haya dejado llevar por la fantasía. Pero no sería del
todo imposible que algunos de estos animales hayan llegado hasta allí desde la zona
andina, ya que las relaciones entre estas regiones han sido siempre muy intensas, y más
aún en tiempos de los Incas. Admitimos que será muy difícil, si no imposible, aclarar esta
duela.
221 Como hemos indicado en el Capítulo 9, si bien nosotros hemos señalado como subtítulo el
territorio actual del Paraguay, en verdad se trata ele una gran zona que comprende las
riberas del río Paraná, la parte Este del Chaco Central, la zona limítrofe ele Bolivia con
Brasil y ele la Argentina con Paraguay (lo que se llama el Chaco Central Boreal), en otras
palabras las bases orientales de la Cordillera Real y la Sierra de Misiones. Hemos insistido
en el Paraguay, por cuanto la fuente que tenemos es la ele Schmidel (1986) y si bien se
refiere a todos los territorios mencionados, la acción más importante se desarrolla en
territorios paraguayos. Pues bien, en toda esta zona hay evidencia que en el siglo XVI
había Camélidos. Se puede deducir que en la zona ele Asunción y en el Suroeste eran
llamas, mientras que en el piedemonte ele la cordillera andina había llamas y una
variedad silvestre que seguramente han sido guanacos. Si bien es cierto que se trata en
términos generales ele un territorio con lagunas, manantiales y cañadas, por la
descripción ele Schmielel se ve que muchas zonas por él descritas son húmedas y con
densa vegetación. Este es un hóbitat en el que hoy los Camélidos ya no se encuentran,
pero estamos nuevamente frente a una extinción debida a la presión cultural. Pues hay
datos arqueológicos que demuestran la existencia de llamas en el Chaco (Gilmore, 1950:
435) y había llamas en el Gran Chaco por lo menos hasta principios del siglo XVIII.
222 En el caso argentino debemos repetir lo mismo que hemos escrito para Chile. Es decir que
nuestra información es mínima y no nos permite sacar conclusiones que sean válidas. Allí
la información que hay es muy grande y cuando alguien se decida a reuniría, seguramente
se tendrá un cuadro muy completo. No hay que olvidar que Argentina es en Sudamérica,
uno de los países en los que las Ciencias Naturales han tenido no sólo un gran desarrollo,
sino que es una tradición que se inicia temprano, de modo que los datos de fauna en la
información arqueológica son más frecuentes que en otros lugares.
223 La mayor parte de la literatura que nosotros hemos leído se refiere a la parte
septentrional alta del territorio argentino, y allí se ve que en los contextos arqueológicos
los guanacos y las vicuñas están presentes ca. a partir de los 8000 años a. C. Llama la
atención, sin embargo, que la llama aparezca mucho más tarde, es decir con dataciones
que están dentro de la mitad del primer milenio a. C. Se ha señalado incluso como fecha
probable de domesticación el año 530 a. C. Esto evidentemente no es imposible, pero se
hace un poco difícil aceptar que si en el Area Andina Central la domesticación se ha
producido mucho más temprano, en una zona tan cercana, como es la parte septentrional
de Argentina y que ha tenido continuos contactos con el Altiplano del que ha recibido
fuertes influencias, no hayan llegado antes los animales domésticos. Repetimos que no
sería imposible que se trate de un fenómeno local más tardío, pero es difícil aceptarlo. Es
cierto que también en el Norte de Chile se ha señalado fechas de 2000 a. C. para la
604

aparición de la llama, que están muy lejos de la fecha de domesticación en los Ancles
Centrales. Pero de todos modos hay una gran diferencia inclusive en este caso con la fecha
argentina. Si la información que tenemos es correcta, se plantea un problema muy
interesante, al que tendrán que dedicarse en el futuro los especialistas, para ver si el
cuadro es correcto y en cuyo caso se necesitaría una mejor explicación del mismo. O si es
equivocado habría que corregirlo.
224 En la zona patagónica, hasta donde sabemos, sólo hay restos de guanacos que van
asociados al hombre temprano.
225 Troll (1935) sostenía que la crianza de la llama en tiempos tardíos llegó hasta la zona de
Tucumán. Esto es muy posible y según datos históricos veremos que incluso más al Sur. Lo
que sí es importante señalar, es que aquí también los Camélidos domésticos se
difundieron mucho antes de la llegada de los incas.
226 Las escasas fuentes históricas que hemos consultado, nos permiten saber que en la
primera mitad del siglo XVI había llamas de carga en Omaguaca y que hasta principios del
siglo XVI había llamas en el Gran Chaco. En las alturas de Tucumán había guanacos y
vicuñas, lo mismo que en las serranías santiagueñas. En la zona de Córdoba había llamas y
grandes rebaños de guanacos. Y hacia mitad del siglo XVI había aún llamas en la zona del
Río de la Plata y a fines del siglo XVIII y principios del XIX guanacos en la provincia de
Buenos Aires.
227 Hemos visto que una de las grandes ventajas de los Camélidos domésticos es la adaptación
a determinados tipos de pastos. Así la llama prefiere pastos duros y secos mientras que la
alpaca los duros y verdes. Se piensa que esto es consecuencia de condiciones que ya
tenían estos animales y que sólo se ha acrecentado con el tiempo. Es interesante recordar,
en este sentido, que los rumiantes se desarrollaron más recientemente que los Camélidos
(Engelhardt et al., 1992: 263) y que hay muchas diferencias entre la fisiología digestiva del
estómago anterior de los Camélidos y de los rumiantes, a pesar que la rumia y la
fermentación anaeróbica microbiana en un estómago compartimentalizado, son procesos
que se aplican a ambos. Los estudios comparativos muestran que la morfología y la
histología del estómago anterior, difieren marcadamente entre los dos gaipos. Además, el
patrón básico de motilidad de los compartimientos, se muestra diferente entre los
Camélidos y los rumiantes. Todos los patrones bioquímicos de la digestión microbiana de
los herbívoros son similares en las cámaras de fermentación. Sin embargo, los Camélidos
son más capaces de adaptarse a las condiciones dietéticas extremas (Engelhardt, et al, op.
cit.: 269-270).
228 Para entender estos fenómenos y poder comprender las ventajas que ellos tienen en un
territorio como el andino, es interesante hacer un análisis comparativo entre los
Camélidos y los rumiantes, en lo que se refiere a la digestión. En primer lugar el estómago
de ambos es muy diferente, y lo mismo sucede con la ultraestructura del estómago. Hay
también una gran diferencia en la motilidad, mientras que la bioquímica de la digestión es
similar, así como la composición de la saliva y la proporción de la secreción. Sin embargo,
la utilización de la úrea endógena en los Camélidos es superior a la de los rumiantes,
cuando tienen que ingerir alimentos de baja proteína. Y, finalmente, la adaptación a los
alimentos de regiones áridas y de gran altura es claramente superior en los Camélidos que
en los rumiantes (Engelhardt et al. op. cit.: Tabla 7, 269). Esto explica algunas de las
dificultades que han tenido y siguen teniendo los animales importados en la zona andina.
605

229 Ahora bien, una de las objeciones que han puesto muchos especialistas con respecto a la
crianza de llamas en la costa, ha sido justamente con relación a la alimentación. Ellos no
han pensado en las grandes condiciones de adaptabilidad que tienen estos animales y que
además no son selectivos, lo que les permite comer prácticamente cualquier planta.
230 Hemos visto por los análisis de coprolitos eme se han hecho, cuales son las plantas que
sirvieron ele alimento a los Camélidos que vivieron, en la Época Precerámica, en la Costa
Nor-central. Es cierto que no en toda la costa las plantas son las mismas, pero nosotros
consideramos que en los valles costeros no habia ningún problema de alimentación para
estos animales. En la Costa Norte, donde la faja costanera es más ancha, las posibilidades
fueron mayores, sobre todo en las quebradas donde había florestas ele espinos que hoy
están en extinción, pero que en los tiempos prehispánicos debieron ser ele mucho mayor
tamaño.
231 No vamos a analizar ni discutir la amplia gama ele plantas eme podían ramonear los
Camélidos en el medio costero. Algo de esto ya se hizo en el Capítulo 10. Aquí queremos
sólo insistir sobre un grupo ele plantas que existen en la costa y que para nosotros son de
fundamental importancia para la alimentación de estos animales. En primer lugar
tenemos el algarrobo. Prosopis se da en dos graneles zonas del territorio, es decir Nasca-
Ica y Tumbes-Lambayeque y se le encuentra hasta los 1,600 msnm (Weberbauer,
1945:169). Hemos señalado como los cronistas repiten que los animales importados no
sólo comían esta planta ávidamente, sino también que ésta les era muy provechosa. Y los
datos arqueológicos demuestran que ha sido parte del alimento ele las llamas costeñas. En
un estudio que se ha hecho justamente para ver que plantas se deben desarrollar más en
los países pobres, se ha mencionado al algarrobo, pues “El ganado gusta ele la vaina;
ganado vacuno, ovejas, caballos, mulos, burros, cabras, y animales salvajes, todos las
comen con avidez.” (National Academy of Science, 1979: 155). Y es interesante advertir
que en los Emiratos Arabes Unidos, entre las plantas del desierto que se le dan como
alimentación a los camellos ele carrera, está una especie ele algarrobo, Prosopis cinerea,
que está clasificada como de “Clase 1”, lo que equivale a “muy buena” (Wensvoort, 1992:
Tablal, 324).
232 Además del algarrobo, hay toda una serie de plantas que crecen al estado silvestre en la
costa y que fueron buen alimento para los Camélidos. La grama salada (Distichlis spicata)
que es muy común en los gramadales costeños y es considerada como “una maleza
importante”. La caña brava (Gynerium sagittatum) muy difundida en los montes ribereños
de los valles costeros, pero además, nosotros le damos mucha importancia a la Salicornia
fruticosa. Es una planta suculenta, halófila y se encuentra en cantidades verdaremante
importantes a lo largo de la costa. Como hemos señalado, ella es usada en la zona
mediterránea como alimento para los camellos. Nosotros no tenemos hasta el momento
ninguna prueba concreta que ella ha sido comida por los Camélidos en la costa, pero no
hay que olvidar que los análisis de coprolitos de llama o de otros Camélidos son contados,
de modo que no tenemos aún una muestra verdaderamente significativa. Que los
animales comieron alguna Quenopodiácea está demostrado, pero no se ha logrado
identificar el género. Es un tema más que queda por investigar.
233 Además, las evidencias ele la utilización de algas en la alimentación ele los Camélidos
costeños es muy sugerente, tanto por su cantidad como por su fácil recojo en la costa. Es
un alimento que ha sido utilizado por el hombre desde tiempos inmemoriales. Sabemos
que en varios países de la costa Norte de Europa se emplean algunas algas en la
alimentación del ganado vacuno y lanar. Generalmente son usadas al estado fresco o
606

desecadas en forma de harina y mezcladas con otros productos. Hoy en diferentes países
se mezcla la harina ele algas en la alimentación ele varios animales domésticos. Por los
experimentos que se han llevado a cabo, las algas son un alimento de alta calidad y bajo
costo por su contenido de minerales esenciales, como yodo y boro, vitaminas A y E y una
serie de sustancias proteínicas de fácil digestión (Acleto, 1971: 25-26).
234 Pero además de esto, no cabe la menor duda que las llamas comieron las hojas y partes de
las plantas domésticas que no utilizó el hombre. Y en este sentido la lista que se podría
hacer sería muy grande. Recordaremos, y sólo para mencionar un ejemplo, la achira (
Carina edulis) de la que el hombre comía sólo los rizomas, ele modo que quedaba una
planta con graneles hojas que podía proporcionar una importante cantidad de alimento a
los animales.
235 Pero una planta sobre la que nosotros queremos insistir, por haber sido de fundamental
importancia como forraje para los Camélidos, es el maíz (Zea Mays). Ella ha sido cultivada
en graneles cantidades desde los tiempos precerámicos y ha sido uno de los pilares ele la
economía indígena. De ella el hombre utiliza sólo los granos, tocio el resto de la planta
quedaba para los animales. De modo que la cantidad de la que se disponía al estado fresco
en las épocas de cosecha y al estado seco el resto del año, era muy grande. La evidencia
arqueológica en este sentido es muy clara y demuestra fehacientemente que
efectivamente los animales comieron graneles cantidades de maíz. Y los datos históricos
lo confirman. Nos parece significativo que uno de los dibujos ele Huaman Poma de Ayala
(1936: f. 11041) (Figura 26) que ilustra el mes de abril, cuando “... madura el mays...”, en su
comentario diga que “... las comidas han de guardar de las personas ladrones... y ele las
uestias...”. Y menciona a muchas de ellas, pero dibujó a una llama comiéndose el maíz.
236 Sobre este punto es muy interesante una información etnográfica que nos ha sido
proporcionada por Cristóbal Campana (Comunicación personal, 29 ele abril ele 1994). Los
viejos mocheros de la Costa Norte consideran que para que cualquier animal crezca bien,
debe comer corontas de maíz. Y dicen que “para que haga un buen hechor tienes que
darle maíz desde el padre.”. Hechor es sinónimo de semental, y éste debe ser el primer
animal macho.
237 Nosotros estamos convencidos que en la costa peruana los Camélidos no tenían
absolutamente ninguna dificultad alimenticia y había suficiente comida como para poder
criar grandes hatos. Los que creyeron lo contrario estuvieron definitivamente
equivocados.
238 Para que este asunto sea entendido mejor, es necesario ampliar nuestros conocimientos
con un programa sistemático de análisis de coprolitos de estos animales, que abundan en
los yacimientos costeños. No nos olvidemos que uno de los aspectos menos conocidos de
los Camélidos andinos es justamente el alimenticio. Y, curiosamente, hay también muy
poca información publicada sobre las plantas que utilizan los camellos para su
alimentación (Wensvoort, 1992: 323).
239 La calidad de la lana de la alpaca y la vicuña es muy conocida, y es superior a la lana
merino con la que se elaboran los mentados casimires. Hay que tener en cuenta que la
vicuña tiene la fibra animal más fina del mundo (5-7 micras) (ONERN. 1985 [19881: 182).
Sin embargo, es creencia generalizada que la lana ele llama es muy tosca, dura y por eso
es poco apreciada. Lo que se ignora, es que si la llama es cuidada y no se le utiliza para
carga, puede producir buena lana. Y ello se está haciendo en los Estados Unidos de
América. Los estudios arqueológicos recientes, a nivel ele investigación genética, indican
607

que efectivamente en el antiguo Perú había muchas variedades ele llamas, que se han
perdido con la invasión europea, y es seguro que una paite ele ellas eran dedicadas para
lana. Si bien ello no es explícito en los cronistas, hay una serie de indicios para creerlo. En
este sentido es de carácter urgente el establecimiento de una política estatal que tienda a
salvar y mejorar lo que aún queda ele este pool genético.
240 El aprovechamiento ele los productos ele los Camélidos y ele los Camélidos mismos en los
tiempos prehispánicos, han sido de fundamental importancia no sólo para la economía ele
los pueblos andinos, sino para su misma cultura. Sería imposible concebir la Cultura
Andina como tal, sin estos animales.
241 Creemos haber discutido y explicado el tema de este aprovechamiento en el Capítulo 10 y
no queremos caer en redundancia. Sólo consideramos necesario insistir sobre algunos
puntos que creemos son de fundamental importancia.
242 Se ha escrito que en al pasado se comía poca carne de Camélidos (e. g. Dedenbach Salazar:
1990: 174-176). Discrepamos de esta posición, pues se trata ele una afirmación
completamente gratuita. Una vez más debemos decir que nos faltan indicadores
concretos para muchas épocas, pero ello no significa que no los hay. Hemos demostrado
que desde los tiempos precerámicos tenemos evidencias concretas que se comía carne de
Camélido. Y ello se repite sistemáticamente en todas las épocas, aunque para muchos
yacimientos no tengamos índices ele porcentajes. Pero es significativo que entre los
restos de los basurales mochicas, los huesos ele Camélidos representan más del 90%. Y en
una ele las ciudades más importantes del Imperio Incaico, Huánuco Pampa, este
porcentaje alcanza, en algunos sectores, a más del 95%, siendo el mínimo 67%. Y los datos
ele las fuentes históricas indican claramente y con lujo ele detalles como hemos visto, que
los españoles la comieron en grandes cantidades y que en la gran mayoría ele casos se
afirma que se trata de carne buena. Nosotros estamos absolutamente seguros que
mientras más estudios se hagan, más se verá la importancia que ha tenido la carne de
Camélido en la dieta del hombre andino. Con esto no estamos pensando, que quede bien
claro, en una dieta fundamentalmente carnívora. De ninguna manera. Los vegetales desde
siempre han sido utilizados en gran escala por el hombre en los Andes, pero éste ha
aprovechado una dieta balanceada en la que la carne, tanto de origen terrestre como
marino, ha jugado un rol importante. No se debe olvidar, además, que la carne de los
Camélidos es considerada como muy sana por los especialistas, de modo que se debería
promover su uso en la población. Sería una manera de desarrollar este tipo de ganadería.
243 Poco valor se da también al estiércol de los Camélidos, sin embargo éste es de suma
importancia para las poblaciones que viven en las zonas altas e inhóspitas del territorio
andino. Sobre todo en las punas, el único combustible es el excremento seco que tiene,
además, un alto índice calorífico. Y es el abono más barato para los terrenos de cultivo, y
por lo que hemos podido averiguar de muy buena calidad.
244 La llama de carga, que fue un elemento fundamental en los tiempos prehispánicos y
virreinales en diferentes aspectos de la vida andina, ha perdido sin duda importancia en
los tiempos modernos en una forma progresiva, con el avance del desarrollo de las
carreteras y el incremento de los medios motorizados. Sin que por ello deje de tener
valor, si se toma en cuenta la reducida extensión de la red vial peruana, si comparada con
la vastedad de su territorio. De modo que las comunidades indígenas siguen utilizando a
las llamas para el transporte de sus productos. Lo que sí nos parece un hecho importante,
y a nuestro juicio seguro, es que en el pasado hubo definitivamente animales de carga de
mayor tamaño que los actuales. Hemos mencionado en el Capítulo 10 ejemplos concretos
608

que lo demuestran. Además, hay pruebas que estos animales de gran tamaño para su
especie, existieron hasta hace relativamente poco tiempo. Habría que averiguar si esta
variedad o variedades, se han perdido o son recuperables.
245 Hay que añadir, que cuando se estudie con más detenimiento la cerámica, se podrá
comprender mejor el fenómeno de la “bestia de carga” y probablemente será posible
establecer diferencias entre las costumbres prehispánicas de esta práctica y las que
introdujeron los europeos. Nosotros queremos dejar aquí sólo algunas ideas. De lo que
hemos podido ver, el artesano prehispánico o ha indicado claramente el sexo de los
animales o sencillamente no lo ha hecho. No hemos visto ni un solo caso de llamas
hembras con carga. Los animales que llevan un bulto o son machos o su sexo no está
indicado. Hoy, ya se ha dicho, para la carga se emplea a los capones y todo parece indicar
que ésta es una costumbre establecida por los europeos. Pero para estar seguros, es
necesario realizar un prolijo examen de las representaciones en cerámica, para ver si ha
quedado algún indicio que nos permita saber si efectivamente se castraba a los animales o
no. No nos olvidemos que los mochicas nos han dejado una representación muy clara de
amputación de los testes y el pene en un hombre (vide Larco Hoyle, 1945: 16, parte inferior
derecha). Si hubiera sido una práctica difundida en los Camélidos, no vemos porque no la
hubieran figurado. Por otro lado, este tipo de análisis permite ver la continuidad de
ciertas tradiciones. Por ejemplo, nos parece significativa la gran semejanza que se ve
entre algunas ilustraciones de llamas cargadas con recipientes de la cultura Moche (v. g.
Donnan, 1978: Fig. 176, 113) y el dibujo que nos ha dejado Huaman Poma de Ayala (1936: f.
524) (Figura 29) del transporte del vino durante el coloniaje.
246 Un hecho que nos parece interesante, es que sobre este aspecto hay cierta coincidencia, si
se compara a los Camélidos sudamericanos con el camello. Según Compagnoni y Tosi
(1978:100,102), la documentación más temprana para el camello como bestia de carga,
corresponde al segundo milenio a. C. Se trata de una representación que aparece sobre
una placa de Tell Asmar en Mesopotamia y a algunas figurillas de Camelas bactrianus de
Altyn depe y Ulug depe en Turkmenia del Sur (vide también Epstein, 1971: 567; Calkin,
1970: Fig. 4). Se recordará que en el Perú la evidencia más temprana que se tiene hasta
ahora de llamas de carga, aunque indirecta, es la de Los Gavilanes, en la Costa Nor-
central, y que tiene una antigüedad de ca. 2200 años a. C, es decir aproximadamente el
mismo tiempo que el camello. Y es significativo, además, que hasta donde hemos podido
averiguar el camello de carga recorre sólo 30 km al día (Beals y Hoijer, 1958: 325). Y se
recordará que no hay un acuerdo entre los autores, ni antiguos ni modernos sobre este
punto, pero que según los segundos justamente la distancia máxima que pueden recorrer
las llamas con carga es de 30 km y según los cronistas un poco más.
247 No cabe la menor duda que en términos generales la llama no ha sido un animal de
monta, pero consideramos que en ello ha jugado un rol definitivo la cultura. Pero
tampoco se puede escribir en forma enfática, como lo ha hecho Benson (1972: 4-14, 91)
que “Hay una que otra representación de un hombre sobre el lomo de una llama. Sin
embargo, una llama no puede cargar a un hombre muy lejos, especialmente cuando ella
es, además, cargada con alforjas. El significado de estas vasijas es un misterio.”. En esta
afirmación hay varios errores que es necesario aclarar. En primer lugar las
representaciones de llamas con hombres montados, no son tan escasas como afirma
Benson, no se puede decir que abundan pero son bastante frecuentes en todas las
colecciones donde hay cerámica Moche. Posiblemente lo mismo sucede con la cerámica
Chimú. En segundo lugar, Benson no ha señalado que hay muchas formas ele montar a las
609

llamas, que se pueden ver en la cerámica mochica y ele otras culturas. Las
mencionaremos en seguida. Tampoco es cierto que una llama no pueda llevar a un
hombre muy lejos. Bastan los testimonios ele Schmidel (1986) y Cristóbal Campana
(Fotografía 56) a los que nos hemos referido con lujo ele detalles en los Capítulos 9 y 10
para desmentirlo. Y, finalmente, la carga que llevan las llamas, salvo cuando se trata de
graneles recipientes, no son llevadas en alforjas sino en graneles bolsas. Exactamente
como se ve en la fotografía que aparece en el libro de Donnan (1976: Lámina 10b). Este es
otro de los temas que necesita un estudio sistemático.
248 Como se recordará, hay diferentes formas ele montar a una llama a la manera mochica. En
primer lugar se hacía con animales con carga y sin carga. Sobre los animales cargados con
un bulto puesto transversalmente sobre el lomo del animal, el hombre que siempre va
boca abajo, estaba echado longitudinalmente, pero en sentido inverso al del andar de la
bestia. Para no caerse se sujetaba con las piernas al cuello ele la llama y con las manos a la
cola o partes traseras ele la misma (Fotografías 12 y 14). Sin carga, la llama se montaba
igual que a los caballos (sin montura) (Fotografía 9) o boca abajo en posición transversal
sobre el lomo del animal (Fotografía 15). Las bestias, tanto las ele carga como las de
monta, eran manejadas ele diferentes maneras, siendo las más comunes por medio ele un
aparejo a manera de cabestro o por una soga que iba fijada a la perforación de una de las
orejas del animal. En la cultura Lambayeque el hombre va a horcajadas sobre el animal,
exactamente como si se tratara ele un caballo. Mientras que en la Chimú a paite ele la
forma ele ir montado sobre la carga, boca abajo y longitudinalmente con respecto al
animal, hay dos variantes más con animal descargado. Es decir en un caso el “jinete” va
arrodillado sobre el lomo del animal y lo maneja cogiéndolo por la oreja (Fotografía 35) y
en el otro no está muy claro si el hombre está parado sobre el lomo de la bestia o va
sentado sobre algo (Fotografía 32).
249 Finalmente es necesario señalar que de las piezas ilustradas en este libro, los animales con
carga -y en este caso no importa si es humana o no- en la cultura Moche cinco de los
animales son machos y tres no tienen el sexo indicado. Entre los especímenes de las
culturas Lambayeque y Chimú, ninguno tiene indicación de sexo. Es evidente que ésta no
es una muestra significativa, ni mucho menos, pero es un indicador de lo que
manifestamos páginas atrás. Pero es importante señalar que ésta indicación del sexo,
cuando se efectúe el estudio, deberá ser tomada en cuenta no sólo para los animales de
monta y ele carga, sino también analizando el factor ritual. Pues los grandes recipientes
para uso ritual en forma de llama hallados en Pacheco (estilo Robles Moqo) son animales
machos (Fotografías 24, 25 y 26).
250 Consideramos que, por lo menos en la Costa Norte, el montar llamas no era una práctica
ocasional, como se ha pretendido. Habrá que estudiar el caso en las otras culturas
prehipánicas ele los Ancles Centrales y áreas limítrofes donde se utilizaba a estos
animales.
251 Lo que sí se debe, es desterrar definitivamente la creencia que los Camélidos pudieron
haber sido utilizados como animales ele tiro. Esto ha sido fruto o ele mala lectura de los
cronistas o de fantasía. Además, no existía en el mundo andino medio o instrumento que
pudiera servir para esta función.
252 Creemos haber escrito lo suficiente, en diferentes partes de este libro, sobre las ventajas
que ofrece el Camélido en el medio andino, si comparado con el animal introducido por
los europeos. Sobre ello han insistido varios autores, entre ellos probablemente más que
nadie Flores Ochoa en sus muchos trabajos. Es evidente que en esto, como en otros
610

aspectos de la cultura, hay que ser sumamente cuidadosos, pues los excesos pueden ser
perjudiciales. Es decir, no se puede pretender un regreso al pasado, como no se debe -a
pesar que se está haciendo- destruir el legado del pasado en aras de un mal entendido
progreso, basado exclusivamente en los cánones de la cultura occidental. Se debe llegar a
una conciliación entre la cultura autóctona y la occidental, si es que se quiere el progreso
del Perú. En este caso sería un crimen de lesa cultura el dejar que se termine de perder la
sabiduría indígena relacionada con la vida y la crianza ele los Camélidos. Animales que
podrían aportar mucho aún en nuestros tiempos. Habría que aprovechar las ventajas que
ellos ofrecen de poder vivir en aquellas zonas marginales, donde los otros animales
domésticos tienen problemas de supervivencia y donde, además, no causarían ningún
daño ecológico. Se podría aprovechar quizá a los Camélidos para tratar de salvar las lomas
costeñas, en las que animales como la cabra están terminando ele producir daños
irreversibles, mientras que los Camélidos podrían vivir sin destruir. Consideramos que en
este sentido hay suficiente experiencia acumulada que podría ser utilizada y que,
insistimos, no podemos permitir que se pierda.
253 Herre (1968) sostiene, que si se hace una comparación entre las culturas del Viejo Mundo
con las del Nuevo, se llega a la conclusión que en América la crianza de animales
domésticos ha tenido menos importancia que el cultivo de las plantas. Es más, afirma que
los animales autóctonos tienen sólo un significado de carácter general. Nosotros no
condividimos esta opinión.
254 No cable duda que si se compara la cantidad de animales domésticos que se han
aprovechado en el Viejo Mundo, ella es muy superior a la que se empleó en América. Pues
en realidad, en el caso concreto del mundo andino, además de los Camélidos los únicos
otros animales domésticos han sido el perro, el cuy y una variedad de pato. Pero lo que
hay que tener presente, es que en América no había potencialmente otros animales que
pudieran ser sometidos al proceso de domesticación por parte del hombre. Y que a estos
pocos se los aprovechó al máximo, listamos seguros que cuando se tengan estudios
cuidadosos sobre el uso del cuy (Cavia sp.) en el antiguo Perú, se verá que su utilización ha
sido mucho mayor ele lo que se piensa y que ella ha tenido un lugar muy importante en la
alimentación indígena, liste es otro animal que por razones culturales se ha dejado de
utilizar, sobre todo en la costa.
255 Tanto los Camélidos silvestres como los domésticos, han tenido una importancia
fundamental en la economía prehispánica y si bien es cierto que la agricultura ha sido el
motor ele esta economía, sin los Camélidos ella hubiera estado limitada. No sólo porque
estos animales fueron la principal fuente de proteína animal, sino porque le ofrecían al
hombre una serie ele ventajas. Sin su lana para abrigarse y el estiércol para calentarse, la
vida en las graneles alturas hubiera sido prácticamente imposible. Además el excremento
ha sido el principal abono para sus campos ele cultivo y sus productos se movían a lomo
de la llama y a veces ele la alpaca. Es decir, la ganadería y la agricultura han sido dos
actividades ele interacción en el vasto inundo cultural de los Andes. Dos actividades,
además, que nosotros creemos que son indesligables. Es necesario conocer este mundo,
para entenderlo cabalmente.
256 Uno ele los fines fundamentales de este libro ha sido, desde el inicio, el tratar de ver la
real distribución ele los Camélidos en función ele los datos existentes. Pues mucho se ha
escrito, pero demasiado se ha especulado a base ele ciatos generales o simplemente de
suposiciones. En los mapas que presentamos, hemos incluido tocios los sitios eme hemos
analizado, época por época. Además, ellos han sido discutidos en los diferentes capítulos
611

de este libro. Aquí lo que trataremos de hacer es un resumen, puntualizando las duelas y
las evidencias a base de aquellos sitios que tienen información utilizable, para que el
lector logre hacerse una idea exacta ele la situación de nuestro conocimiento sobre la
materia, pero fundamentalmente para tratar ele influir en los especialistas para que se
trabaje más sobre el tema.
257 Comenzaremos con la Época Precerámica (vicie Figura 9). En las serranías tenemos sólo
seis yacimientos con datos, ele los cuales se desprende que casi toda la información
proviene de la Sierra Nor-central y Central. En el Sur sólo hay alguna información ele
Ayacucho. Pero los únicos sitios con identificaciones concretas son Pachamachay,
Telarmachay y Jaywamachay. En el primer caso, en la última fase se ha identificado las
cuatro especies de Camélidos, en el segundo las dos especies silvestres y una doméstica
que probablemente es llama y en el tercero sólo el guanaco. Para el resto de yacimientos
lo único que se puede decir es que hubo Camélidos.
258 En la Costa contamos con nueve yacimientos precerámicos, ele los cuales sólo en dos
casos se ha llegado a identificaciones seguras. En Los Gavilanes, en la Costa Nor-central,
donde se ha constatado la presencia ele llama y alpaca y en Paloma, en la Costa Sur, donde
hay evidencia de guanaco. Luego tenemos cuatro yacimientos con identificaciones
probables, Río Seco del León y El Paraíso, en la Costa Central, donde parece que se halló
restos ele guanaco, y Cabezas Largas y Santo Domingo ele Paracas en la Costa Sur con
probables restos de vicuña. Para el resto ele sitios lo único que se puede decir es que hubo
Camélidos.
259 Para el Período Inicial (vide Figura 10) en las serranías, contamos con ocho yacimientos
que se extienden desde Cajamarca hasta la Sierra Sur, en el departamento de Apurímac.
De todos estos sitios, sólo se afirma la existencia de llama en Tecliomachay en el Callejón
de Huaylas y en Kotosh donde se certifica la presencia de vicuña y guanaco. El único lugar
para el que se afirma que los restos, aunque no identificados específicamente,
corresponden a animales domésticos, es Huacaloma y él unico yacimiento para el que se
dice claramente que los Camélidos hallados no han sido domésticos es Waywaka. Para
todos los demás yacimientos lo único que sabemos es que hubo Camélidos.
260 Para el Período Inicial de la costa la información es más pobre aún. Sólo se cuenta con
datos para cinco yacimientos, de los cuales cuatro están en la Costa Norte y uno en la
Costa Central. De todos estos sitios, sabemos que hubo uso de llama en Puemape, en el
valle de Chicama y en Huaca Negra en Virú. Los restos de Huaca Herederos Chica quizá
fueron de llama. En Cardal, en la Costa Central, sólo sabemos que se han hallados restos
de Camélidos.
261 En lo que se refiere al Horizonte Temprano (vide Figura 11) la información es mayor. En
las serranías tenemos una lista de 21 sitios, que están situados desde el departamento de
Cajamarca hasta el de Puno. Pero de todos ellos, sólo en Chavín de Huántar se ha
identificado a las cuatro especies y en Marcavalle llama y guanaco. Hay identificaciones
no seguras para Huacaloma (llama, alpaca y guanaco) y Kotosh (las cuatro especies). Para
todo el resto de sitios, lo único que se puede decir es que se hizo uso de Camélidos.
262 En la costa tenemos evidencias en 19 yacimientos, que se ubican desde la Costa Norte
hasta la Sur (pero en su parte septentrional). Sin embargo, lo único que se puede saber
con seguridad es que en Pampa Rosario, Moxeque, Faro de Supe, Ancón y Cerrillos los
restos encontrados han sido de llama y quizá lo fueron los de Huachipa. Para todo el resto
sólo se puede certificar que fueron huesos de Camélidos.
612

263 Sin embargo, la cantidad de estos restos es significativa, tan es así que se considera que
fueron ele fundamental importancia para la economía (e. g. Shimada, 1982: 146). En la
Costa Norte los porcentajes de huesos encontrados en la basura son muy altos, alcanzan
hasta el 90%, además que los Camélidos fueron un importante elemento en las ofrendas
funerarias.
264 Para el Período Intermedio Temprano (vide Figura 12) de las tierras altas en general,
podemos utilizar la información de 12 sitios esparcidos entre los departamentos de
Cajamarca y de Puno. De éstos sabemos que en Huacaloma hubo llama y alpaca, en
Huamachuco llama, en Kotosh llama y guanacos y probablemente alpaca, y en Waywaka
llama y alpaca. En todos los demás lugares sólo podemos decir que hubo Camélidos.
265 En la costa, en Piura se ha encontrado restos de Camélidos en un yacimiento. De los sitios
correspondientes a la cultura Salinar hay tres con información de este tipo. En Puemape
sólo se ha podido llegar a la identificación de la Familia, pero en Cerro Arena hubo llama y
en Virú llama y alpaca.
266 De los tres sitios de la cultura Gallinazo cuyos restos faunísticos han sido estudiados, sólo
sabemos que hubo Camélidos. Los yacimientos mochicas han sido sin duda los mejor
analizados. De 8 de ellos, cuya basura se ha estudiado, resulta que en 6 se ha identificado
huesos de llama y en los demás sólo se ha reconocido la Familia. Los sitios con
identificaciones son Huaca del Pueblo, Pacatnamú, Pampa Ríe) Seco, Paredones, Moche y
Huaca de la Cruz.
267 En el sector de costa entre los valles del Virú y de Ica, hay sólo dos yacimientos cuyos
restos faunísticos han sido estudiados, pero sólo se ha llegado hasta la identificación de
Familia. De la cultura Nasca hay información sólo para dos sitios, pero sólo sabemos que
en Cahuachi hubo llama.
268 El caso del Horizonte Medio (vide Figura 13) es significativo, pues se trata de una época de
fundamental importancia en el desarrollo de la Cultura Andina y además la cultura
central, es decir Huari, ha nacido y ha tenido su principal desarrollo en los territorios
serranos. Y sin embargo los datos faunísticos se limitan a tres yacimientos, uno en
Cajamarca, otro en Ayacucho y un tercero en el departamento de Arequipa. Y de ellos sólo
para el primero tenemos la evidencia de llama y alpaca y para el último de llama, vicuña y
guanaco. Pero en la zona ele Ayacucho, donde estuvo la capital del Imperio Huari, sólo
sabemos que hubo Camélidos.
269 Sin embargo, los datos relativos a la costa no sólo son mucho más abundantes, sino al
mismo tiempo más puntuales. Es así que hay 17 sitios distribuidos entre la zona de
Lambayeque y la ele Ica y para 12 ele ellos se ha llegado a la conclusión que hubo llamas.
Ellos son: Batán Grande, Huaca Chotuna, Pampa Grande, Pacatnamú, Cañoncillo, Moche,
Galindo, un sitio del valle ele Nepeña, otro ele Huarmey y Ancón.
270 Y sólo en Batán Grande se sospecha la presencia de alpacas. Para los otros sólo se sabe
qtie hubo Camélidos.
271 Los yacimientos del Período Intermedio Tardío (vide Figura 14) en el territorio serrano,
que cuentan con información zooarqueológica son verdaderamente escasos. Son sólo 6,
eme se distribuyen desde las serranías piuranas hasta el departamento de Tacna. Cinco de
ellos nos ofrecen información puntual. En la zona alta ele Piura se ha identificado alpaca y
vicuña, para Junín solo vicuña, en Cuelap llama, en El Yaral llama y alpaca y en Tocuco
llama. En Ayacucho sólo sabemos que hubo Camélidos.
613

272 Nuevamente es el área costeña la que nos ofrece la mejor información y la más amplia
para este Período. Pues allí se cuenta con 18 yacimientos ele los cuales 10 tienen datos
concretos. Y en todos ellos se ha identificado la presencia de llama. Ellos son: Tumbes,
Caracoles, Cerro de la Virgen, Huanchaco, Chanchan, un sitio en Virú, otro en Nepeña y
en Casma, Cerro Azul e Ica. Y sólo en el caso de Casma se presume la posibilidad de la
existencia ele alpaca. Para los ocho sitios restantes sólo se puede decir que hubo
Camélidos. En este caso los sitios están situados a lo largo ele toda la costa, desde Tumbes
hasta Moquegua.
273 Se podría pensar que para el Horizonte Tardío (vide Figura 15), que corresponde a los
tiempos del Imperio Incaico, tenemos una gran cantidad ele datos. Y sin embargo no es
así. Hay sólo cinco sitios con información sobre la fauna y cuatro de ellos con datos
puntuales. Corresponden a la Sierra Central y Sur. Así se puede certificar el uso de llama y
alpaca en Huánuco Pampa, el de llama, vicuña y guanaco en la zona Tarma-Junín y lo
mismo para el valle del Coica y llama y alpaca en el Cuzco. En el sitio ele La Pampa sólo se
puede decir que se utilizó a los Camélidos.
274 Si recurrimos a los datos etnohistóricos relativos al incario se puede concluir que hubo
llamas en Chachapoyas, en Cajamarca, en Huamachuco, en Huánuco y en el Altiplano. Y se
menciona la existencia de guanacos y vicuñas en Huamachuco.
275 En toda la faja costera se ha estudiado sólo seis sitios, ele los cuales sabemos que en cuatro
hay pruebas de la existencia de llamas. Es decir en Batán Grande, Médanos de la Hoyada,
Chanchan y Cajamarquilla. En el caso de Pachacámac y Tambo Viejo sólo sabemos que
hubo Camélidos. Estos sitios se ubican desde Lambayeque hasta Moquegua.
276 Las referencias que tenemos de las fuentes etnohistóricas, señalan la existencia ele llamas
en Collique (distrito de Saña), en el valle del Chillón y en la parte alta del Rímac, además
del valle ele Chincha. Se indica también la presencia ele vicuñas en la parte alta del valle
del Rímac.
277 Los datos relativos a la Ceja ele Selva son muy escasos, pues se reducen a sólo cuatro
yacimientos correspondientes cada uno a una época diferente. Michinal está situado en la
Ceja de Selva norteña (departamento ele Cajamarca) y se presume que corresponde a la
Época Inicial. Cerezal, en el mismo departamento, ha sido atribuido al Horizonte
Temprano. En ambos yacimientos se ha informado la presencia ele-huesos de Camélidos,
pero además en Cerezal se dice que hubo guanaco. Tanto la cronología, como las
identificaciones ele los huesos no son seguras.
278 En el departamento de Amazonas, en el sitio de Patrón Samana. se ha hallado huesos de
llama, pero en pequeña cantidad. El yacimiento corresponde al Período Intermedio
Tardío. Pero la información importante es del Horizonte Tardío y proviene de dos sitios
del departamento ele San Martín: Ruinas del Abiseo y La Convención. En ambos casos las
identificaciones han sido hechas por especialistas, pero sólo en el Abiseo se especifica que
se trata ele llama. En el otro no se ha podido identificar la especie. Es importante recordar
que se ha señalado que en el caso déla zona del Abiseo, las llamas fueron criadas
localmente (Cornejo y Wheeler, 1986). Este es un ciato sumamente importante, y es un
tema sobre el que se deberá trabajar mucho más en el futuro, pues se trata de un habitat
en el que se ha negado siempre la posibilidad de vida de estos animales.
279 A base de todo lo que hemos expuesto, podemos sacar algunas conclusiones muy
generales. Lo que es evidente a primera vista, es que el factor que prevalece es la pobreza
de información. Esto es válido para todas las épocas ele la historia andina prehispánica.
614

280 Si vemos el asunto época por época, se desprende que para los tiempos precerámicos nos
falta información para dos sectores importantes ele las serranías, el extremo Norte y la
zona Altiplánica. La segunda sobre todo, es una zona clave para el tema que estamos
tratando. En lo que a la costa se refiere, es urgente que se trabaje más, pues los datos son
verdaderamente escasos y nos falta información para la parte septentrional.
281 En lo que concierne a la Época Inicial vemos nuevamente que no existen datos sobre la
zona altiplánica y en la costa no sabemos nada ele lo que pasó en los sectores del extremo
Norte y Sur.
282 Para los tiempos del Horizonte Temprano, en términos generales hay una buena cantidad
de sitios, pero hacen falta identificaciones más precisas y estudios más detallados.
Además, hay una falta total de información para la sierra del extremo Norte y la costa elel
extremo Sur. Un hecho importante que resalta, es el alto porcentaje ele restos de
Camélidos, lo que indica un incremento notable de su uso. Se trata lógicamente de
animales domésticos.
283 Se conocen sitios del Período Intermedio Temprano tanto en las tierras altas como en las
bajas, a lo largo ele todo el territorio. Falta sólo saber que pasaba en el extremo Norte de
las serranías y en el extremo Sur en la costa. Pero es importante señalar que para los
sitios serranos la pobreza de información es verdaderamente grande y, en lo que a la
costa se refiere, sólo hay buenos informes para los yacimientos correspondientes a la
cultura Moche que es realmente una excepción.
284 En los últimos años se ha adelantado muchísimo sobre el conocimiento del Horizonte
Medio, pero curiosamente no ha habido interés para ciertos aspectos como el de la dieta
por ejemplo. Prácticamente nada sabemos sobre este punto para el gran territorio
altoandino, que es justamente donde están los sitios más importantes de la cultura Huari
y donde se pueden encontrar mayormente las evidencias para explicar las características
imperiales de esta cultura. Sin embargo, hay una buena información para la faja costera.
Y decimos buena, si la comparamos con el total que estamos tratando, pues si la miramos
en forma aislada es en verdad pobre. Sin embargo, nuevamente hay un vacío con respecto
a los extremos Norte y Sur, donde ignoramos que es lo que sucedía.
285 En lo que se refiere al Período Intermedio Tardío hay una buena cantidad de yacimientos
que cubren prácticamente todo el territorio altoandino, pero la información sobre la
fauna es escasa. Lo contrario sucede con la costa, donde tenemos datos desde Tumbes
hasta Moquegua y de bastante buena calidad.
286 Ni siquiera contamos con una información adecuada para el Horizonte Tardío, que es el
término de tiempo dentro del que se cumplió la expansión del Imperio Incaico. Tan es así,
que en la zona serrana no sólo los datos son escasos, sino que se centran exclusivamente
en la Sierra Central y en la zona del Cuzco. Y tenemos vagos datos etnohistóricos para una
serie de lugares que se extienden desde el Sur del departamento de Amazonas hasta la
zona altiplánica. Escasa también es la información relativa a la costa, a pesar que hay una
cadena de yacimientos que han sido estudiados desde Lambayeque hasta Moquegua.
287 En lo que a la Ceja de Selva se refiere, se ha visto que los estudios son sumamente escasos.
Se conocen sólo cuatro yacimientos, de los cuales sólo dos ofrecen información confiable.
Es interesante, sin embargo, que los cuatro están situados en el sector septentrional, pero
nosotros estamos seguros que cuando se excaven más sitios de la Ceja de Selva, tanto en el
centro como en el Sur, se tendrán muchas sorpresas. 1 lay que insistir en la importancia
615

de estos hallazgos, que abren nuevas perspectivas en lo que a posibilidades ambientales


de vida de los Camélidos se refiere.
288 De este análisis hay dos grandes lecciones que deberían aprender los arqueólogos
peruanistas. En primer lugar la necesidad urgente de hacer más trabajos
interdisciplinarios. Los tiempos en los que el arqueólogo trabajaba solo han terminado. Y,
en segundo lugar, que se ha dado demasiado énfasis en los estudios de los grandes
yacimientos con arquitectura monumental, con la tendencia de entender más los aspectos
relacionados con la organización política, económica y social, pero con ello se ha perdido
muy a menudo la perspectiva del hombre en su vida diaria. En otras palabras, nosotros
sugerimos que en el futuro la Arqueología Peruana debería volcarse hacia la excavación
de los sitios de viviendas rurales, para que podamos saber como verdaderamente vivía, en
el sentido más amplio de la palabra, el hombre andino. Y en ello evidentemente la dieta
tiene una importancia fundamental. Sólo cuando esto se haga, se podrá entender a ciencia
cierta la importancia que han tenido los Camélidos en el mundo de los Andes. Todo el
resto serán meras lucubraciones.
289 Finalmente, del análisis general que se ha hecho se puede ver algo más. Es decir, que
siempre se ha negado las posibilidades de desarrollo de los Camélidos en la costa peruana,
y sin embargo la mayor información no proviene de los yacimientos serranos sino más
bien de los costeños. Lo que demuestra que muy a menudo se ha llegado a conclusiones
sin conocimiento de causa.
290 Como hemos podido apreciar en el Capítulo 6, la información histórica a pesar de no ser
siempre específica, es muy rica y nos permite tener una idea mucho más clara sobre los
problemas que nos interesan, relacionados con los Camélidos. Intentaremos una síntesis,
aunque no es nada fácil.
291 En primer lugar hay que reconocer una vez más que el estudio de Dedenbach Salazar
(1990) es un hito fundamental en este campo y es, sin duda, uno de los autores que ha
trabajado con más seriedad y conocimiento de la materia. Ella ha trazado la ubicación de
los Camélidos salvajes a base de los datos de los cronistas. Y así concluye que hubo
vicuñas y guanacos en el actual territorio boliviano, en el Collao, en Ayacucho, en todo el
Perú Central y hasta la sierra del Ecuador. También se refiere a la alpaca desde Cuenca en
el Ecuador, en tierras piuranas y cajamarquinas, en Huamachuco y en Huarochirí. Esto no
significa que no la hubo en otras partes, lo que quiere decir Dedenbach Salazar es que
estos son los lugares en los que los cronistas indican concretamente su presencia.
292 Hay que decir, sin embargo, que cuando Dedenbach Salazar (1990: 98) se refiere a la costa,
si bien no niega que al momento de la llegada los españoles encontraron allí Camélidos, es
escéptica sobre la cantidad que hubo. Si bien no lo dice directamente, parecería que ella
duda que hubo crianza de estos animales en la faja costera. Si es así, nosotros discrepamos
de esta opinión, pues nos parece que hay suficiente información histórica que indica lo
contrario y ello es avalado por los datos arqueológicos. Pero recordemos lo que nos dicen
los cronistas. Insistimos que para hacer más fluido el relato, omitiremos los datos
bibliográficos concretos ele cada caso, pues el lector los puede encontrar con lujo ele
detalles en el Capítulo 6.
293 Estete, que el maestro Porras (1986: 118) define como “el primer cronista etnógrafo” y“...
cronológicamente, el primero de los viajeros que escribe sobre el Perú.”, cuando se refiere
a la costa dice muy claramente que había “ganados en abundancia”. Y en 1541 se
especifica que había “ovejas” en la costa y Molina “el chileno”, en 1552, cuando describe
616

el sector ele costa entre Huarmey y Chincha también afirma ejue era “abundosa en
ganados”. Mientras que en 1597, a juzgar por las crónicas, ya la canticlael había decaído,
no cabe duda como consecuencia ele la invasión europea. Pero aún en los primeros años
del siglo XVII había llamas en la costa.
294 Pero como se recordará hay datos más concretos. Así en el segundo viaje ele Pizarro se
produce el encuentro con la balsa de los tumbesinos. El documento lleva fecha 1528 pero
el hecho debió ocurrir antes, quizá en 1526. Y allí los españciles obtienen noticias de las
“ovejas”. A principios ele 1528 Pedro de Candía constata la existencia de estas “ovejas” en
Tumbes y entre 1531 y 1532, Ruiz ele Arce nos dice que en Tumbes había “muchas ovejas”.
Cuando en mayo de 1532 el mismo Ruiz de Arce llega a Poechos, nos deja la constancia
que el ganado allí era “abundoso”. Luego se certifica la presencia de ganado en San Miguel
ele Tangarara en el valle del Chira, en Serán y en Motupe. Cieza de León reafirma lo ele
Tumbes, cuando narra los episodios de Alonso de Molina y Pedro de Candía. Y luego,
cuando cuenta sobre Bocanegra que quiere quedarse en Collique y Juan ele la Torre que
baja del buque para averiguar sobre el asunto, escribe que allí había “manadas de ovejas”.
Y en el regreso del segundo viaje ele Pizarro hay varias referencias a las “ovejas”.
295 Cuando se lleva a cabo el tercer viaje de Pizarro y su hueste, ellos llegan a Poechos en
mayo de 1532 y también encuentran “ovejas”. Y cuando a fines de ese año Almagro pasa
por Tumbes, ve “manadas de ovejas”.
296 Parece que Pedro de Alvarado en 1534, cuando se dirige ele San Miguel a Pachacámac a lo
largo de la costa, llevó consigo llamas de carga.
297 Hay evidencia que en 1577 en Piura había aún llamas y en 1540 en Lambayeque no sólo
había pastores de llamas, sino que se tributaba con estos animales. Y entre 1550 y 1560 en
el señorío de Cinto, en Lambayeque, seguía habiendo pastores de llamas. Y cuando se
realiza una Visita entre 1566 y 1567 en la misma zona, en ella se menciona rebaños de
Camélidos. Es así que en Túcume en 1574 los había aún, aunque escasos, pero en Moro en
1582 aún había rebaños y existe la constancia que en 1580, a causa de las lluvias
torrenciales que se produjeron en la zona de Lambayeque, murieron muchas “ovejas”.
298 Más al Sur, en Saña, en 1564 había pastores de llamas y entre 1544 y 1545 Moche era
“abundante de ganado”. Y en la ciudad de Trujillo en 1561 no sólo se venden los
“carneros” (y no son cantidades pequeñas, pues se habla de 100 animales), sino que se
traen de Huamachuco y de Cajamarca para la alimentación popular. Y en 1538 en los
alrededores de Lima aún había Camélidos domésticos.
299 En 1552 se certifica su presencia en Chincha, en 1571 en Ica y los había aún a principios
del siglo XVII. También se indica su existencia en los años finales del siglo XVI en Acarí, en
Sama y en Tacna.
300 Es decir, nadie puede dudar que en la costa peruana, en los tiempos en los que se produjo
la Conquista y años siguientes, hubo una cantidad importante de Camélidos,
probablemente llamas en su mayoría.
301 Nadie ha puesto en duda que en las tierras altas había Camélidos en la época en la que
llegaron los españoles, sin embargo hay aspectos descritos por los cronistas que son
reveladores.
302 Es interesante en este sentido el testimonio del gmpo de españoles que al mando de
Hernando Pizarra, el hermano del Conquistador, hizo el viaje desde Cajamarca hasta
Pachacámac. Ellos desde que salieron hasta llegar a Corongo, vieron mucho ganado y lo
617

mismo sucedió en el Callejón de Huaylas. Ya de regreso en las serranías de lo que es hoy la


provincia de Huaura, también había muchos Camélidos, lo mismo que en Junín. En el
departamento de Huánuco. se recordará, se señala que era ganado pequeño, es decir
probablemente se trataba de alpacas. Se citan cifras de 100,000 cabezas.
303 Pero al margen ele esto, hay una serie ele otras menciones en las crónicas, tanto de
carácter general como concreto, que nos describen un mundo que para nuestros ojos
parece increíble.
304 En primer lugar hay que decir, que hay una coincidencia general en afirmar que en los
años que van desde poco antes ele mediados del siglo XVI hasta la mitad del XVII, había en
todo el territorio altoandino una gran cantidad de “ovejas” silvestres y domésticas.
305 Así se menciona Huancabamba donde ya no quedan Camélidos, sin embargo en los
tiempos en los que realizó su viaje Cieza de León, es decir quince años después ele la
invasión europea, aún había ganado doméstico, pero además había guanacos.
306 Cuando Pizarra llega a Cajas se encuentra con una gran cantidad ele “ovejas y cameros”.
Pero los había también en el departamento ele Amazonas, en la provincia de Luya. Y a
principios del siglo XVII al Sur de la provincia de Chachapoyas.
307 Se desprende de las fuentes históricas que en el departamento de Cajamarca había
Camélidos antes ele la llegada de los Incas, y sabemos que cuando se produjo la captura
del Inca había gran cantidad de ellos. Se puede suponer que una parte había llegado con el
séquito del Inca, transportando sus pertenencias pero el resto era local, (atando Cieza de
León hace su viaje y describe la zona, nos hace ver que aún quedaban animales.
308 Y de las fuentes escritas se desprende también, que en Huamachuco no sólo había muchas
llamas, sino también guanacos y vicuñas. Y también había “ovejas” en Santiago de Chuco,
en Conchucos y en el Callejón de Uuaylas, no sólo en el siglo XVI sino también bien
adentrado el XVII. Asimismo en la zona de Huánuco, está registrada su presencia hasta
principios del siglo XVII. En Junín no sólo se habla de “ovejas”, sino que se indica la
presencia de vicuñas y sabemos que éstas existieron en las alturas de Canta, en el valle del
Chillón, hasta fines del siglo XVIII.
309 Zona importante de Camélidos ha sido la comprendida entre Huarochirí, Jauja y Yauyos. Y
las referencias no son sólo a los domésticos, sino también a los silvestres. En las alturas
del monte Pariacaca hubo vicuñas y guanacos por lo menos hasta el siglo XVII y en Yauyos,
es decir las partes altas del valle del Cañete, hay información sobre vicuñas y guanacos
hasta fines del siglo XVIII. Y en Jauja tenemos noticia de ellos hasta el siglo XVII.
310 La zona de Tarma también es mencionada con frecuencia como lugar donde hubo muchas
“ovejas” y lo mismo se puede decir para Huancavelica y Ayacucho. Pero tanto en
Huancavelica como en Ayacucho y en las serranías de Nasca, se señala la presencia de
guanacos y vicuñas hasta fines del siglo XVI y principios del XVII.
311 Otra zona importante donde hubo, al decir de los cronistas, muchos Camélidos domésticos
ha sido la de Apurímac, Abancay y Andahuaylas, donde además se ha señalado también la
existencia de vicuñas y guanacos hasta el año l600.
312 Se recordará que cuando Pedro Pizarro fue enviado con otros españoles a traer carne para
el abastecimiento del Cuzco, salió hacia el Altiplano y regresó con 2,000 cabezas. Además,
en la zona se registró la existencia de guanacos y vicuñas. Cuadro parecido se tiene para
Arequipa.
618

313 La zona altiplánica figura en los documentos históricos como el lugar donde la cantidad
de Camélidos, tanto silvestres como domésticos, ha sido verdaderamente asombrosa.
Sería ocioso insistir sobre el asunto. Y hay documentación que llega hasta el siglo XVIII y
que nosotros hemos seguido. Pero no cabe duda que para los tiempos posteriores debe
haber también.
314 En lo que se refiere a la Ceja de Selva, hay una importante coincidencia entre las fuentes
arqueológicas y las históricas, en el sentido que la información que nos han dejado los
cronistas se refiere sólo a la parte norteña. Es así que se indica la presencia de Camélidos
en la zona de Jaén, más precisamente en la cuenca del Chinchipe y al Este de Bagua.
Además en !a parte meridional del departamento de Amazonas y el Norte del
departamento de San Martín, en la cuenca del río Moyobamba.
315 De toda la información histórica existente, se desprende claramente que, cuando llegaron
los europeos, prácticamente en todo el territorio andino había Camélidos. Sin
limitaciones altitudinales o de otro tipo. Estaban inclusive en la Ceja de Selva.
316 Rastros de esto han quedado hasta tiempos recientes, aunque nosotros no hemos podido
indagar sobre ello en detalle. Pero no está demás recordar que aún en la segunda mitad
del siglo XIX, Raimondi vio vicuñas en el Callejón de Huaylas y guanacos en las zonas bajas
de Caravelí. Y que en Cajamarca, Kosok recogió el testimonio de viejos habitantes del
lugar que aseguraron que había llamas en la zona hasta el siglo pasado. Cuando nosotros
estuvimos trabajando allí en la década de los años 60 no vimos ninguna. Hoy existe un
programa para desarrollarlas nuevamente. Y en las serranías de Trujillo pasaba lo mismo
hasta los años 30, según el testimonio de Cristóbal Campara. Y. cosa verdaderamente
curiosa, los Jívaro mantenían en la selva llamas allá por los años 40.
317 No cabe la menor duda que el autor que ha tratado, en muchos de sus trabajos, el
problema de la distribución actual de los Camélidos, es Flores Ochoa. Él ha indicado
claramente que ésta es completamente artificial y ha sido directa consecuencia de los
efectos de la Conquista. Nosotros hemos utilizado en este sentido su valiosa enseñanza y
hemos tratado sólo de ampliar la base de datos para soportarla mejor. No estamos seguros
de quien ha sido el primero en esbozar estas ideas, pero tenemos la impresión que ha sido
Flores Ochoa y que otros autores luego lo han seguido. Lo que sí es seguro, es que nadie ha
aportado la información como él lo hizo. Hay que señalar, sin embargo, que hay un grupo
de autores que aceptan plenamente estas ideas. Es el caso de Fernández Baca (1971),
Lynch (1983a), Sumar (1988), Novoa y Wheeler (1984) y Wheeler el al. (1992), aunque es
cierto que no todos han utilizado los mismos argumentos. O simplemente han hecho la
observación sin el debido sustento.
318 Hay un punto en los trabajos de Flores Ochoa que queremos discutir. Él en dos de sus
escritos (Flores Ochoa, 1982 y 1988b), utiliza el concepto de especialización a la altura
para explicar la vida de los Camélidos que se han visto arrinconados en las zonas de
refugio, frente a las presiones culturales impuestas por la cultura occidental. Nostros
consideramos que no hubo especialización. Se ha escrito sobre este punto en el Capítulo 2.
Los Camélidos adquirieron esta marca genética en algún momento ele su vida y
simplemente se refugiaron en las zonas altas, porque tenían condiciones fisiológicas que
les permitían soportar la altitud mejor que los otros animales. Lo cual no significa que
también ellos tuvieron que pagar el costo de esta acción y siguen pagando un precio muy
duro por ello. No debemos olvidar que la especialización en la evolución lleva al fracaso.
Eso se ha mostrado en más de un caso. Pero no es el ele los Camélidos. Pues si ellos fueran
619

efectivamente especializados para la altura, al ser traídos a las zonas bajas o ser llevados a
otros habitat como lo son en la actualidad, simplemente no podrían sobrevivir. Sin
embargo viven muy bien.
319 Pero al margen de esta pequeña discrepancia, es un hecho que Flores Ochoa ha tenido la
razón, pues tanto los datos paleontológicos, como los arqueológicas y los históricos avalan
su planteamiento. Y éste deberá ser difundido en la población peruana, si se quiere crear
una conciencia sobre la necesidad de salvar nuestra fauna y devolverle, hasta donde sea
posible, su estado original.
320 Es difícil, con la información que se tiene, señalar con exactitud la velocidad de extinción
de estos animales. Los incas evidentemente habían encontrado mecanismos para evitar
esto. La extinción se inicia desde el momento que los europeeis pisaron el territorio
andino. No fue, como en otras partes del mundo, el simple placer por la cacería, o la
utilización de ésta con fines comerciales, la que llevó a esta gran matanza. Nosotros
consideramos que los dos factores principales en este caso, fueron la ignorancia de la
mayoría de los aventureros que participaron en la gran hazaña que fue la Conquista y, en
segundo lugar, el problema cultural. Fue el choque de dos realidades distintas y la más
fuerte impuso sus reglas de juego. Hubo mentes preclaras, como la de Cieza de León, que
se dieron cuenta de esto, pero evidentemente nada pudieron hacer. Cuando en un
segundo tiempo se trató de aplicar ordenanzas para poner coto a los abusos, en primer
lugar el gran daño estaba hecho y en segundo lugar la ley no se cumplía. Exactamente lo
que sucede hoy con la matanza de las vicuñas por parte de los cazadores furtivos.
321 Lo que sí es evidente, es que los lugares donde sencillamente se eliminó a estos animales,
fue en la costa y en los valles interandinos. En las zonas altas el proceso ha sido mucho
más lento y las condiciones verdaderamente difíciles de las punas deben haber salvado a
la especie de la extinción total. Tan es así que en la parte septentrional del territorio,
donde no hay zonas de refugio altas, como acertadamente lo ha señalado Hocquenghem
(s/f [1989?]: 116-117), no han quedado Camélidos.
322 Uno de los problemas más complicados en relación a los Camélidos y en gran parte
insoluble, es el de la cantidad. Definitivamente ni para los tiempos prehispánicos ni los de
la Conquista y el Virreinato existe la posibilidad de mencionar alguna cifra En los tiempos
del Incario debieron existir censos conservados en los quipu, pero esta información se ha
perdido para siempre. Las Visitas pueden ser una posibilidad para establecer, en
determinadas zonas, por lo menos ideas generales sobre cantidades de animales, pero
como lo han hecho ver Flannery el al. (1989: vide Capítulo 12) hay dificultades de
apreciación en lo que a los rebaños se refiere. De modo que las Visitas quizá deberán ser
reestudiadas con otra visión del problema. En fin, es un tema que tienen que plantearse
los historiadores.
323 En este estudio, lo hemos dicho y lo repetimos para evitar malentendidos, no ha sido
nuestra intención llegar a revisar todas las estadísticas modernas cine existen sobre los
Camélidos en el Área Andina. Para nuestros fines las cantidades exactas no tienen mayor
significación y es muy posible que los organismos competentes tengan cifras mucho más
reales que las que nosotros hemos logrado conseguir. Pero es un hecho incontrovertible,
que si se compara las cifras que se han publicado y que están al alcance público, se llega a
la conclusión que hay grandes diferencias entre los varios autores, incluso para un mismo
año. Todo demuestra que en realidad estamos en presencia de estimados y no de censos
reales y que la verdad es que no tenemos un conocimiento cierto de cuantos Camélidos
hay en el territorio andino. (Vide Cuadros 2 y 4). Y esto es sin duda un vacío tremendo en
620

nuestro conocimiento y que a la larga limita acciones y perspectivas futuras. Para


confirmar cuando decimos, indicaremos un ejemplo. Según una estadística que en teoría
debería ser correcta (Hoces, 1992: Cuadro 9, 52), pues está publicada por UICN/CSE Grupo
Especialista en Camélidos Sudamericanos (Torres, 1992c), en 1992 había en el Perú 97,670
vicuñas. (Vide Cuadro 3). Pues bien, según declaraciones de la Jefatura del Instituto
Nacional de Recursos Naturales del Perú (Anónimo, 1994a: Al), se señala que en 1994 había
una población aproximada de 57,000 vicuñas. Es decir o alguna de las cifras es equivocada,
o en dos años la poblacióm de vicuñas ha descendido en más de 40,600 ejemplares. De
cualquier manera, la situación es caótica.2
324 Si bien no todos los autores están de acuerdo, todo parece indicar que si es que no se
toman medidas correctivas, la llama y la alpaca están en la vía de la extinción en nuestro
territorio. Mientras que se está tratando de desarrollarlas en otros países donde se ha
comprendido su importancia. No tenemos información de lo que está pasando en los
países limítrofes.
325 En lo que se refiere a los Camélidos silvestres, nos basaremos en un informe reciente de
Torres (1992c), que ha recopilado la información al respecto. Allí se afirma que en el Perú
“La situación satisfactoria de las poblaciones de vicuña, la mayoría de ellas alejadas del
riesgo de la extinción... permiten vislumbrar ventajas para la utilización de la especie.”.
Sin embargo se añade que “La caza furtiva y el tráfico ilícito de sus productos y el costo,
esfuerzo y dificultades que implica afrontarlas y controlarlas son las principales
limitaciones para la utilización sustentable de la especie. A esto debe agregarse la falta de
actualización y adecuación de las normas legales que faciliten la protección, manejo y
utilización de la vicuña, Estas últimas limitantes son superables con una gestión y
políticas adecuadas.” (Hoces, 1992: 53). Además, del mismo informe de Hoces (op. cít.) se
desprende que la situación del guanaco en el Perú es dramática. Quedan poco más de
1,300 ejemplares (vide Cuadro 7). Hay que tomar en cuenta que con el peligro del
terrorismo la situación se ha agravado en los últimos años. Y si bien es cierto eme la
población de vicuñas estuvo en recuperación, parece que este esfuerzo se ha perdido en
los últimos tiempos por una serie de factores y no sólo por el terrorismo. Los informes
periodísticos recientes nos hablan de matanzas de “miles” de vicuñas por parte de los
cazadores furtivos en la Reserva de Pampa Galeras entre 1989 y marzo de 1994 (Lizana
Salvatierra. 1994: Al).
326 En Bolivia la situación no es mejor. Del guanaco ni siquiera “... se conoce con certeza la
distribución actual...” y “... se encuentra casi desaparecido de su área de distribución
original...” (Villalba, 1992: 42, 44). Y en el caso de la vicuña, su población “... permanece en
una dramática inestabilidad debido a la falta de continuidad en las acciones de protección
emprendidas hace algunos años.” (Villalba. op. e-77.: 42). (Vide Cuadros 1 y 2).
327 En la Argentina la población de vicuñas “... se encuentra en una franca recuperación a
pesar de las dificultades de todo orden que su conservación enfrenta.”. Mientras que el
guanaco “... presenta el mayor número de población de América del Sur...” según el
informe de Cajal y Puig (1992: 37) (vide Cuadros 1 y 2). Sin embargo, si se lee
cuidadosamente este informe, se desprende que los problemas para lograr la protección
de la especie son muy grandes.
328 Chile es el único lugar donde la situación es alentadora. “La población ele vicuñas... ha
mostrado una notable recuperación, alejando el peligro que existía sobre la especie hace
algunos años... La población de guanacos se recupera también aúneme la caza ilegal y
621

alteración ele su hábitat todavía persisten en algunas regiones del país.” (Glaele y
Cunazza, 1992: 46). (Vide Cuadros I y 2).
329 Y en la actualidad, en el sector central ele la costa chilena, al Sur ele Santiago, hay
haciendas que están criando llamas prácticamente a nivel del mar (Carlos Monge C.
Comunicación personal, 11 de julio ele 1994).
330 Es decir, con la excepción de Chile y en grado menor ele Argentina, la situación de los
Camélidos silvestres es dramática.
331 En el Capítulo 13 hemos mencionado los dos intentos que se hicieron de introducir los
camellos en el Perú. Sobre este punto es importante incidir sobre un prejuicio que se debe
desterrar. Así como se ha sostenido que la llama no puede vivir más que en un medio de
altura, así se ha dicho que el camello no prosperó en el Perú, pues estaba fuera de su
medio natural. Nada más falso. En primer lugar no deben haber sido muchos los
ejemplares que se trajeron y luego, ellos vivieron muy bien en la costa y se volvieron
cimarrones cuando fueron abandonados en las lomas de la Costa Central y Sur. Habrían
sobrevivido sin duda, si no hubieran sido matados por el hombre. El Padre Cobo (1964a:
Libro 10, Cap. XLIII, 421) dice muy claramente que “hicieron casta y se multiplicaron
mucho”. Y la razón fundamental por la que los camellos fueron abandonados, fue
cultural. Como acertadamente ha escrito Kubler (1946: 359), ellos “... no pudieron
competir con los mulos y los caballos...”. Pero no porque los mulos y los caballos fueran
más eficientes, sino simplemente porque ellos formaban paite de la cultura occidental,
dentro de cuyos parámetros actuaban los españoles. No cabe la menor duda que el
camello hubiera podido transportar productos por los desiertos costeros, por los menos
hasta la introducción de los medios modernos, en una forma más eficiente que los mulos y
los caballos. Y, además, ellos no hubieran presentado en la altura las dificultades que han
tenido los caballos y los mulos. Pues sabemos que en la vertiente china del Himalaya, es
decir en el Tibet, las expediciones de montañismo han reemplazado a los cargadores
humanos, en otras palabras la función que cumplen tradicionalmente los Sherpas
nepaleses, por camellos bactrianos. Y éstos suben con carga y sin dificultad por encima de
los 5,000 msnm (Carlos Monge C, Comunicación personal, 28 de junio de 1994).
332 Además, no se puede olvidar el caso australiano, donde en la actualidad hay una
importante población de camellos cimarrones, y no se puede decir que allí estos animales
están exactamente en su medio.
333 Para terminar, consideramos necesario incidir sobre la necesidad urgente de crear
conciencia sobre los peligros latentes que existen, si se sigue transformando el medio
andino sin políticas claras y basadas en estudios científicos. En este sentielo nos parece
que Seibert (1983: 275) ha sido muy clare), cuando escribió que por milenios el hombre ha
cambiado dramáticamente la vegetación y el paisaje de las tierras altas de los Andes
Centrales, debido a varios tipos ele uso de la tierra. Pero mientras producía dichos
cambios en el medio, al mismo tiempo se estaban desarrollando técnicas agrícolas y
estructuras sociales eme estaban bien adaptadas a los requerimientos ecológicos del área.
Los cambios en las estructuras sociales han llevado a sistemas de base individual, que por
ignorancia y egoísmo, aplican técnicas inapropiadas que están produciendo graves daños
a las tierras en uso. La eliminación o la prevención de tales daños, no podrán ser
alcanzados con la importación ele técnica exóticas, sino sólo con el futuro desarrollo de
una técnica tradicional del uso de los suelos. Una condición previa para este desarrollo, es
fomentar el renacimiento de las comunidades indígenas tradicionales con su
organización.
622

334 Dentro de este contexto, no cabe la menor duela que los Camélidos andinos han jugado un
rol de fundamental importancia, protegiendo el medio contra los fenómenos erosivos,
fertilizando el suelo y ofreciendo al hombre de los Andes una buena parte de las bases
económicas de su sustento.
335 No se puede negar que uno de los aspectos negativos de la colonización española en
América y que ha desatado una de las crisis más graves relacionadas con la destrucción de
la fauna nativa en la historia de la humanidad, es la relativa a los Camélidos. Como han
escrito Wheeler et al. (1992: 468), “Las consecuencias de esta catástrofe sobre la
producción contemporánea de camélidos es raramente considerada y pobremente
comprendida.”.
336 Y si aún se mantiene una ganadería de animales autóctonos, aunque sin duda venida a
menos, se lo debemos principalmente a los anónimos indígenas y a las comunidades
campesinas que, consciente o inconscientemente, pero siempre guiadas por la tradición,
se han opuesto tenazmente a su destrucción. “Ha sido la resistencia de los pacpcbems.
contra los intentos de cambiar deliberadamente la conformación de su ecosistema, lo que
permite la continuidad de la ganadería andina.” (Flores Ochoa, 1979a: 231).
337 El trabajo que queda por hacer para que se entienda a los Camélidos andinos en sus
diferentes facetas es aún muy grande. Es una tarea que se podrá ir haciendo con el tiempo
y nosotros sólo hemos querido indicar algunas líneas de investigación a seguirse. En el
futuro ésta deberá ser una obra colectiva, en la que intervengan muchos especialistas.
Pero lo más difícil será lograr la creación de una conciencia sobre la necesidad de salvar a
estos animales y, más aún, hacerle entender a los hombres de estado que ésta es una
acción prioritaria y que si no se logra darle continuidad, todos los esfuerzos serán
inútiles. Esta es una vieja y dolorosa experiencia en el Perú, que no ha cambiado con el
tiempo, y lo estamos viendo hoy en día.
338 Hay estudiosos, como Franklin (1982: 485), que son optimistas sobre el futuro de los
Camélidos. Nosotros quisiéramos compartir este optimismo, pero por lo que hemos
podido ver a lo largo de estos años que nos hemos dedicado al estudio de estos animales,
no podemos hacerlo. Es por eso que queremos terminar este libro con una frase de
Flannery et al. (1989: 117) que encierra una trágica y dura realidad: “Privados de la
protección del estado Inca, e inclusive de la prevención de las calamidades por los
rebaños sapsi3, ellos (los Camélidos) pueden apelar hoy solamente a sus wamanis 4.”.

NOTAS
1. Probablemente por error de imprenta en el trabajo de Wheeler (1985b: 72) se luí escrito
Clostridium perferingens, pues en un trabajo anterior (Lavallée et al.. 1982: 90) está escrito
correctamente. Sin embargo Kent (1988b: 143) también lo escribe erróneamente.
2. Estando el libro en imprenta, se ha publicado la noticia que la Conferencia de la Convención
Internacional de Comercio con Especies en Peligro de Extinción (CITES) Que tuvo lugar en
noviembre ele 1994 en Miami, determinó crue la lana ele vicuña podrá ser libremente
comercializada ya que ha pasado el peligro de extinción ele la especie, a pesar que su situación
623

debe ser cuidadosamente supervisada. Allí se especifica que “Perú presentó en la convención los
resultados ele un censo que realizó este año que indica que la población ele vicuñas libres en las
montañas es de 66,559.” (Anónimo, 1994b: Al). Esta cifra muestra una diferencia de más de 9,500
animales con respecto a la que fue dada públicamente por la jefatura del Instituto Nacional de
Recursos Naturales del Perú (vidasupra) el mismo año. Lo cual comprueba el caos que hemos
señalado.
3. Rebaños de la comunidad (lege Flannery et al., 1989: 109).
4. Espíritus de la comunidad. El cerro más alto, que preside la vida del pueblo, que forma parte
del conjunto geográfico, es considerado como residencia del espíritu guardián de la comunidad.
Se le llama Apa y es generalmente un nevado. Pero hay otros, de segunda categoría, que son los
cerros menores y que forman una guarnición defensiva del pueblo, la que impedirá que sufran
daños, como una epidemia, etc. Se les llama Auquis o Wamanis (Huamants) (lege Valcárcel. 1967:
155).
624

15. Bibliografía

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considerado como una unidad).
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(NOTA: Raedeke [19761 lo cita así, mientras quer para Larramendy et al. sólo Walker es el autor.
Esto coincide con la cita de Walker [1975] que hace Reiz. [1979] y que aparentemente es otra
edición).
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NOTAS FINALES
1. (Según Porras [1986: 202] debe ser 1876).
749

16. Figuras y Fotografías

FIGURAS

Figura 16
750

Figura 17

Figura 18
751

Figura 19

Figura 20
752

Figura 21

Figura 22
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Figura 23

Figura 24
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Figura 25

Figura 26
755

Figura 27

Figura 28
756

Figura 29

Figura 30
757

Figura 31

Figura 32
758

Figura 33

Figura 34
759

Figura 35

LEYENDAS DE LAS FIGURAS1


1 Figura 16. Representaciones de llama (parte superior) y vicuña (parte inferior) con las que
se ha ilustrado la obra de Buffon (1830).
2 Figura 17. Pintura rupestre de la Cueva N°3 de Chaelarragra (departamenlo de Huánuco,
provincia de Dos de Mayo), ca..a 5 km al noroeste de las cuevas de Lauricocha. Representa
una cacería de Camelidos silvestres, Ha sido pintada en color rojo oscuro. Mide 1.40 m de
ancho. Dehe corresponder cu. a los tiempos en que vivieron los cazadores en la cueva de
Lauricocha.
3 Figura 18. Escultura en piedra verde de una llama echada, representada en un estilo muy
naturalista. Es difícil señalar su filiación cultural, pero probablemente corresponde a la
Época Incaica.
4 Figura 19. Representación de una llama con la que se ¡lustró la edición de 1851 de la obra
de Gonzalo Fernández de Oviedo.
5 Figura 20. Figuraciones ele llamas que ilustran la edición principe de la Crónica del Perú.
Primera parle de Pedro de Cieza de Léon.
6 Figura 21. En este dibujo Huaillan Poma de Avala se refiere al mes de marzo explica que
“... en este mes sacrificauan carneros negros a sus yetolos y dioses...” para que hubiera
abundancia.
7 Figura 22. Dibujo de Huaman Poma de Ayala en el que hace mención al mes de “Vlubre” y
muestra la “Uma raymiquilla”, es decir la “... procision que piden agua a dios... en este
mees saerificahua a las nacas prencipales ydolos y dioses para q les embiase agua del cielo
760

otros cien cameros blancos y atauan otros carneros negros en la plasa publica y no les
dauan de comer a los otros carneros alados para q ayudasen a llorar...”.
8 Figura 23. Huaman Poma ele Avala describe e ilustra los “... Idolos i uacas de ios
collasuyos...” y explica que en... toda la prouncia ele collasuy-collas... sacrificauan con
carneros negros y sestos de coea... (los) puquinacolla urolla sacrificauan con carneros
blancos...
9 Figura 24. 1.a ilustración ele Huaman Poma ele Avala se refiere a la “Fiesta narieza-arani
deI ynga las fiestas cantar y baylar narieza q cantan co puca llama- al tono del carnero
cantan dize asi con conpas muy poco a poco- media ora dize-y-y-y al tono del carnero-
comiensa el ynga como e-I earnero dize y esta disiendo y lleva ese tono y clalli
comensando ua cusiendo sus coplas...”.
10 Figura 25. Hnania 11 Poma de Ayala explica que e-n los tiempos virreinales se prohibieron
los sacrificios a la manera de los tiempos prehispánicos y en e-I dibujo muestra a “... los
carnereos como en tiempo de yedatea mete la mano al derecho del corason q no mate aci
cinos como e-n este tiempo ele cristiano q deguelle el pescueso del carnero q es hecliisero
ydulatra mala al uso antiguo y sea castigado el yno yna en este reyno.”.
11 Figura 26. Explica el cronista Huaman Poma de Avala que en el mes de Abril “...madura el
mays...” v que en esa época “... las comidas han de guardar de las personas ladrones...” y
de las uestias “...carneros...”. En el dibujo justamente se ve a un ladrón llevándose las
mazorcas del maíz y a una llama comiéndose las plantas.
12 Figura 27. En esta figura Huaman Poma de Avala muestra a un “Coregidor de minas. Como
los castiga crvelmente a los caciques prencipales...” y en el texto, entre otras cosas.
explica que “... cuelga de los pies al cacique prencipal y a los demas le a sota sobre encima
de un carnero…”
13 Figura 28. Huaman Poma de Ayala muestra “Como le qvita al pobre biejo su carnero para
tributo el mandon...”.
14 Figura 29. Con este dibujo, Huaman Poma de Ayala se refiere a los abusos de los
“maiordomos mineros y trageneadores ele vino...”. Pero lo que a nosotros nos interesa
mostrar es la forma en la que eran llevados los recipientes por las llamas y que es idéntica
a la que se empleó en los tiempos prehispánicos. Si se quiere comparar, vicie e. g. la
ilustración 176 que publicó Donnan (1978: 113).
15 Figura 30. Ilustración que nos ha elejado Ulrico Schmidel de la “oveja India”.
16 Figura 31. En este dibujo que ilustra la obra ele Schmidel. se muestra a un poblado de los
Carios. En segundo plano, en el centro, se ve una llama.
17 Figura 32. Cacería de guanacos y de ñandúes llevada a cabo por una comunidad
Tehuelche, en el valle del río Chico en la zona patagónica. Se debe recordar e[ue este
grupo emico comenzó a utilizar el caballo probablemente alrededor ele 1725. Es
interesante observar como el segundo cazador de la izquierda utiliza su boleadora.
18 Figura.33. Cacería ele guanacos por indígenas Tehuelche. El segundo cazador de la
izquierda ha lanzado su boleadora que está por alcanzar a uno ele los guanacos, mientras
otro cazador en primer plano, está utilizando su boleadora para matar a un puma.
19 Figura 34. Ilustración en la que se muestra la tecnología minera elel Perú y Bolivia a
principios elel siglo XVIII. En primer plano se ha figurado a dos “Llamas o carneros elel
Perú.”.
761

20 Figura 35. Dibujos ele la escultura que se ve en la Fotografía 53.

FOTOGRAFÍAS

Fotografía l

Fotografía 2
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Fotografía 3

Fotografía 4
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Fotografía 5

Fotografia 6
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Fotogralia 7

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Fotografía 9

Fotografia 10
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Fotografía 11

Fotografía 12
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Fotografía l3

Fotografía 14
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Fotografía 15

Fotografía 16
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Fotografía 17

Fotografía 18
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Fotografía 19

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Fotografía 21

Fotografía 22
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Fotografía 23

Fotografía 24
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Fotografía 25

Fotografía 26
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Fotografía 27

Fotografía 28
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Fotografía 29

Folografía 30
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Fotografía 31

Fotografía 32
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Fotografia 33

Fotografia 34
778

Fotografía 35

Fotografia 36
779

Fotografía 37

Fotografía 38
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Fotografía 39

Fotografía 40
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Fotografía 41

Fotografía 42
782

Fotografía 43

Fotografía 44
783

Fotografía 45

Fotografía 46
784

Fotografía 47

fotografía48
785

Fotografía 49

Fotografía 50
786

Fotografia 51

Fotografía 52
787

Fotografía 53

Fotografía 54
788

Fotografía 55

Fotografía 56
789

Fotografía 57

Fotogra lia 58
790

LEYENDAS DE LAS FOTOGRAFÍAS


21 Fotografía 1. Guanaco (Lama guanicoe).
22 Fotografía 2. Vicuña (Lama vicugna o Vicugna vicugna).
23 Fotografía 3. Llama (Lama glama).
24 Fotografía 4. Alpaca (Lama pacos).
25 Fotografía 5. Pinturas rupestres de Cuchimachay (departamento de Lima, provincia de
Yauyos, distrito de Tanta). La representación, en color rojo, muestra probablemente a dos
llamas en estado de preñez. Es difícil señalar la época en la que fueron hechas dichas
pinturas, pues los ritos para propiciar la fertilidad de los Camélidos han perdurado a lo
largo de los tiempos virreinales. El estilo de estas pinturas es probablemente tardío y sin
vinculación con las pinturas tempranas de los cazadores-recolectores. (Lege Bonavia,
1972;Bonavia et al. 1984: 13).
26 Fotografía 6. Pintura rupestre de Cuchimachay en la que se muestra un conjunto de
llamas en estado de preñez. Nótese en la figura central que el artista ha representado al
lelo en el vientre materno.
27 Fotografía 7. Llama macho con carga, descansando. Moche 1. (22.7 cm de largo por 18.5
cm de alto).
28 Fotografía 8. Cabeza de llama representada con gran realismo. Moche III. ( 16.5 cm de
largo por 23.2 cm de alto).
29 Fotografía 9. Guerrero mochica montado sobre una llama macho. En la mano izquierda
lleva una porra y con la derecha sujeta una cuerda que va insertada en la oreja derecha
del animal. La vasija está rota y le falla el gollete estribo que iba en la parte posterior.
Moche [II? (19.6 cm de largo por 19.6 cm de alto).
30 Fotografía 10. Llama cargada descansando. En este caso el artesano no ha señalado el sexo
del animal. Moche IV? (23.7 cm de largo por 24.6 cm de alto).
31 Fotografía 11. Hombre montado sobre una llama macho. En este caso el “jinete” tiene
amputado el pie izquierdo. Con la mano izquierda sujeta la cuerda que va introducida en
una perforación ele la oreja izquierda del animal. Moche IV? (20.1 cm ele' largo por 2.S cm
de alto).
32 Fotografía 12. Llama en posición ele descanso. Lleva una carga y encima ele ella a un
hombre. Este va en posición boca abajo. Con las piernas se sujeta al cuello ele esta
mientras con las manos se asegura cogiendo la zona ele la cola de la bestia. En este caso el
artesano no ha indicado el sexo ele la llama. Moche IV. (23.3 cm de largo por 22.9 cm de
alto).
33 Fotografía 13. Llama con carga en posición ele descanso. No se ha indicado el sexo del
animal. La bestia lleva un aparejo simple ele cuerda, a manera de cabestre). Es de notar
que en este caso la carga va sujeta con cuerdas y ele- un modo muy particular. Moche IV.
(22.8 cm ele largo por 17 cm ele alto).
34 Fotografía 14. Llama macho cargada. En este caso el animal esta parado. Encima de la
carga lleva un hombre boca abajo, que se sujeta con las piernas al cuello del animal
mientras con Las manos se asegura cogiendo la parte posterior de la bestia. La llama tiene
791

un aparejo simple, de cuerda a modo ele cabestro. Moche IV. (20.3 cm de largo por 22.6
cm de alto).
35 Fotografía 15. Llama macho en posición de reposo. Encima va un hombre boca abajo, pero
en este caso en posición atravesada. El animal lleva una cuerda que se sujeta en un
agujero de la oreja derecha, la cual es cogida con ambas manos por el hombre montado.
Moche IV. (25 cm de largo por 24.2 cm de alto).
36 Fotografía 16. Llama macho con un aparejo de cuerda a modo de cabestro que tiene un
terminal muy largo que va echado encima del animal. Si bien la cabeza está muy bien
hecha, el cuerpo es desproporcionado. Nasca 4. (24.7 cm de largo por 20.5 cm de alto).
37 Fotografía 17. Vaso con motivos pintados muy estilizados. Se muestra a un individuo) que
lleva dos llamas con cuerdas aladas al cuello. El animal de la parte superior no lleva caiga,
mientras que el segundo en la parte inferior sí. No se muestra el sexo de los animales.
Nasca 5 (13.3 cm de largo por 14 cm de alto).
38 Fotografía 18. Vasija escultórica que representa a una mujer que lleva sobre la espalda un
atado de leña que es sujetado por una banda, aparentemente de tela, que se apoya en la
frente. Es decir el peso es sostenido por la cabeza, que ha sido deformada artificialmente.
Con la mano izquierda la mujer coge una cuerda, a la que está amarrada una llama que
lleva una carga. Por lo que se ve se traía de una bolsa, probablemente de lela, con algo
adentro. Es interesante observar que el aparejo del animal es diferente al que se ve en las
llamas mochicas. Nasca 5. (16.5 cm de altura).
39 Fotografía 19. Vaso con una representación muy estilizada de un Camélido,
probablemente guanaco, que es alcanzado por un dardo. Aparentemente las plantas que
se han representado con el animal son cactáceas. Nasca 5-6. (14.6 cm de ancho por 16.5 cm
de alto).
40 Fotografía 20. Escena muy estilizada representada sobre un vaso de cerámica, en la que se
ve un cazador en actitud de lanzar un dardo con una estólica. Tanto a la derecha como a
la izquierda de este individuo se pueden ver Camélidos, casi seguramente guanacos, que
huyen despavoridos entre una lluvia de dardos. En la parle inferior izquierda, se puede
ver que uno de los animales es alcanzado por uno de estos dardos, Nasca 7.
41 Fotografía 21. Recipiente decerámica en forma de una llama. La pieza no es completa,
pues al lado derecho queda la huella de una ruptura. Probablemente había un guerrero
como el que se puede ver en la Fotografía 22. 1.a representación no es tan realista como
en el estilo Moche, Huaylas. (14.9 cm de largo por 12.2 de alto).
42 Fotografía 22. Guerrero ricamente ataviado con escudo en la mano derecha. A su
izquierda está una llama. En este caso el animal no lleva ningún aparejo. Huaylas. (20 cm
de largo por 20.8 de alto).
43 Fotografía 23. Vasija que representa la calavera de un Camélido. Robles Moqo (Horizonte
Medio 1B). (23 cm de largo por 17.2 cm de alto).
44 Fotografía 24. Recipiente que representa a una llama macho. Robles Moqo (Horizonte
Medio 1B). (21.2 cm de largo por 20.1 cm de alto).
45 Fotografía 25. Vasija que representa una llama macho en una forma muy realista. Robles
Moqo (Horizonte Medio 1B). (55 cm de largo por 69.5 cm de alto).
46 Fotografía 26. Recipiente de cerámica, de gran tamaño en forma de llama macho. Es de
notar su realismo. Robles Moqo (Horizonte Medio 1B). (56 cm de largo por 75 cm de alto).
792

47 Fotografía 27. Vasija que representa una llama con un hombre montado, Es de notar que
el animal tiene un aparejo a modo de cabestro parecido al que llevan las llamas mochicas,
el cual es manejado por el “jinete” con su mano izquierda. Lambayeque. (18.5 cm de largo
por 15 cm de alto).
48 Fotografía 28. Vasija en forma de llama hembra. Chimú temprano (fines del Horizonte
Medio y principios del Período Intermedio Tardío). (35.8 cm de largo por 22.2 cm de alto).
49 Fotografía 29. Llama cargada en posición de descanso. En este caso no se ha indicado el
sexo. Chimú. (19.5 cm de largo por 14.7 cm de alto).
50 Fotografía 30. Vasija que representa a una llama, aparentemente parada, que lleva una
carga y encima un hombre boca abajo que se sujeta con las piernas al cuello del animal y
con las manos en la parte posterior del cuerpo del mismo. La llama lleva un aparejo a
manera de cabestro, como las llamas mochicas. Chimú. (18 cm de largo por 18.7 cm de
alto).
51 Fotografía 31. Recipiente de cerámica, que representa a una llama que tiene las palas
alacias, mientras un hombre trata de sujetarla cogiendo su cuello con la mano izquierda y
la oreja derecha del animal con la mano derecha. Lo que es muy interesante en esta pieza,
es que la llama ha sido representada con el cuello largo. Chimú. (24.4 cm de largo por 23
cm de alto).
52 Fotografía 32. Llama, aparentemente en posición de descanso, que es montada por un
hombre. Lo curioso es que en este caso el hombre va parado o sentado en algo sobre el
animal. el cual parece tener aparejo, pero éste no es manejado por el individuo. Chimú.
(22 cm de largo por 25 cm de alto).
53 Fotografía 33. Vasija que representa a un hombre sentado y que lleva sobre las espaldas
una llama hembra. Con la mano izquierda el individuo coge las patas posteriores del
animal y con la derecha las delanteras. Por el tamaño, parece tratarse de un animal joven.
Chimú. (17.5 cm de largo por 24.8 de alto).
54 Fotografía 34. Llama hembra que está echada, con las patas amarradas. La pieza tiene la
oreja derecha rota. Chimú. (21 cm de largo por 19.5 cm de alto).
55 Fotografía 35. Recipiente que representa a una llama, que parece estar echada, sobre la
que hay un hombre que está arrodillado. Con la mano izquierda agarra la oreja izquierda
del animal, liste lleva un aparejo a modo de cabestro. Chimú. (21 cm de largo por 16.3 cm
de alto).
56 Fotografía 36. Recipiente en forma de cabeza de una llama. Chimú. (20.5 cm de largo por
16.4 cm de alto).
57 Fotografía 37. Recipiente que en la parte superior tiene una representación escultórica en
la que se muestra a un individuo que está detrás de una llama echada. Con una mano el
individuo le coge la pata delantera derecha y con la otra está haciendo algo sobre la parte
posterior del animal. Chimú.
58 Fotografía 38. Vasija escultórica que muestra a un hombre sujetando a una llama, Llama la
atención en esta pieza que el aparejo en forma de cabestro no es aparentemente de simple
cuerda, sino en forma de una banda elaborada y la cuerda con la que se sujeta el animal es
muy gruesa. Chimú?
59 Fotografía 39. Recipiente en forma de llama, lea (fases finales del Periodo Intermedio
Tardío).
793

60 Fotografía 40. Representación muy grosera de una llama que lleva encima una cría. Hay
que señalar que este tipo de figuraciones es relativamente común en esta cultura.
Chancay. (17.8 cm de largo por 13.2 can de alto).
61 Fotografía 41. Recipiente en forma de cabeza de llama. Es de notar que las
representaciones de Camélidos en el estilo Chanca y son generalmente muy groseras. Sin
embargo, en este caso, la cabeza está muy bien hecha y muestra gran realismo. Chancay.
(17.3 un de largo por 17. 4 can de alto).
62 Fotografía 42. Representación de una llama macho que lleva una cuerda al cuello y sobre
el dorso un tejido, Es importante señalar las orejas que han sido recortadas en los bordes.
Se trata probablemente de marcas de propiedad, parecidas a la “señalización” que hacen
actualmente los pastores. Chancay. (27.2 cm de largo por 16.8 cm de alto).
63 Fotografía 43. Representación de llama. Se podría pensar que dada su forma se ha querido
representar a un animal preñado. Probablemente no es así, va que todas las figuraciones
de Camélidos del estilo Chancay presentan esta característica, es el caso e. g. del animal
que se ve en la Fotografía 12 y que es un macho. Es de notar que las palas delanteras del
animal han sido reconstruidas. Chancay. (43.2 can de largo por 25.5 cm de alto).
64 Fotografía 44. Representación de una llama. Chancay. (14.6 cm de largo por 7 cm de alto).
65 Fotografía 45. Llama de cerámica que lleva una carga de tejidos, lis de notar que el aparejo
en forma de cabestro es diferente a lo que se ve en los otros ejemplares de diferentes
culturas. Pues en este caso la cuerda no pasa alrededor del cuello, sino que se fija en la
perforación de la oreja izquierda del animal, antes de alar el hocico. Chancay.
66 Fotografía 46. Recipiente de cerámica, en cuyo borde se ha representado en forma
escultórica a un Camélido muy estilizado que es atacado por dos Felinos. Inca. (15.6 cm
por 10.2 cm).
67 Fotografía 47. Representaciones en piedra de alpacas, conocidas con el nombre de illa o
conopa. Inca (La de la izquierda miele 9.2 can de largo por 5.5 can de alto y la de la derecha
9.4 cm de largo por 6.2 cm de alto).
68 Fotografía 48. Flama de plata. Sobre el lomo el animal lleva una manta de color rojo cuya
decoración ha sido elaborada con incrustaciones de oro y cinabrio. Inca.
69 Fotografía 49. Recipiente de cerámica que muestra a un individuo jalando a una llama
hembra. Es curioso el grosor de la soga que se utiliza en este caso. Es interesante la
actitud del animal, sobre todo la expresión de su hocico, que es muy característica cuando
la llama se resiste a hacer algo que no le gusta. La pieza está rola, pues le faltan las orejas
al animal y la parte superior del atábalo que el hombre lleva a cuestas. Chimú-Inca. (25.5
cm de largo por 16.5 cm de alto).
70 Fotografía 50. Recipiente en forma de cabeza de llama, Es una imitación de la pakbcba
incaica. Inca costeño. (19.2 cm de largo por 15.6 cm de alto).
71 Fotografía 51. Llama macho, probablemente de plata. Inca costeño.
72 Fotografía 52. Recipiente de cerámica, cuya base representa un Camélido, casi
seguramente una llama. El Bosque (Costa Rica).
73 Fotografía 53. Escultura de piedra (esteatita) en forma de cabeza de Camélido. Las Huacas
74 (Costa Rica).
75 Fotografía 54. Escultura de piedra (serpentina) en forma de cabeza de Camélido. Las
Huacas (Costa Rica).
794

76 Fotografía 55. Vista frontal de la pieza ilustrada en la Fotografía 54.


77 Fotografía 56. Fotografía tomada después de 1936 en la sierra trujillana. La persona
montada sobre la llama a la derecha, es el padre de Cristóbal Campana, Manuel Mana
Campana Castillo. La otra persona montada de la izquierda es Miguel Deza. El muchacho
que sujeta la llama de Campana, es Augusto Reyna. El grupo venía de cumplir una larga
jornada.
78 Fotografía 57. Recipiente de cerámica que representa a una llama con dos individuos que
están tocando la antara. La pieza ha sido confeccionada en 1964. Quinua (departamento
de Ayacucho. provincia de Huamanga, distrito de Quinua). (23.5 cm de largo por 20 cm de
alto).
79 Fotografía 58. Recipientes de cerámica en forma de llamas. Las piezas han sido
confeccionadas en 1964. Quinua (departamento de Ayacucho, provincia de Huamanga.
distrito de Quinua). (La vasija de la izquierda miele 17,5 cm de largo por 6 cm de alto y la
de la derecha 11.5 cm de largo por 10.5 cm de alto).

CRÉDITOS DE LAS ILUSTRACIONES


Figuras

80 1, 2, 3, 4, 5, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14 y 15 Elaboradas por el autor y dibujadas por Osvaldo
Saldaña.
81 6 y 7 Elaboradas por Christian de Muizon y dibujadas por Osvaldo Saldaña.
82 16 Tomada de Buffon (1830: Planche 83, del Tomo 17). Cortesía de Danièle Lavallé.
83 17 Tomada de Cardich (1964/66: Fig. 114, 135). Autorización verbal de Augusto Cardich,
Lima 10 de noviembre de 1994.
84 18 Colección privada. Dibujo de Pablo Carrera.
85 19 Tomada de Fernández de Oviedo (1959c: Lámina V: 6).
86 20 Tomada de Cieza de León (1984: Primera parle. Lámina s/n. a la izquierda de la pág.
265. Corresponde al Cap. CXI de la edición príncipe). Con autorización del Fondo Editorial
de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
87 21 Tomada de Huaman Poma de Avala (1936: f. 240).
88 22 Tomada de Huaman Poma de Ayala (19.36: f. 254).
89 23 Tomada de Huaman Poma de Ayala (1936: f. 270).
90 24 Tomada de Huaman Poma de Ayala (1936: f. 318).
91 25 Tomada de Huaman Poma de Ayala (19.36: f. 880).
92 26 Tomada de Huaman Poma de Ayala (19.56: f. 11041).
93 27 Tomada de Huaman Poma de Ayala (1936: f. 525).
94 28 Tomada de Huaman Poma de Ayala (19.56: f. 877).
95 29 Tomada de Huaman Poma de Ayala (19.36: f. 524).
96 30 Tomada de Schmidel (1962: 72).
97 31 Tomada de Schmidel (1962: 24).
795

98 32 Tomada de Cooper (1946a: Lámina 40 superior) con autorización de Smithsonian


Institutuion Press. El original corresponde a Musters (1871).
99 33 Tomada de Cooper (1946a: Lámina 40 inferior) con autorización de Smithsonian
Institution Press. El original corresponde a Musters (1871).
100 34 Tomada de Frézier (1716: Lámina XXII, 138).
101 35 Tomada de Fonseca y Richardson (1978: Fig. 5. 306) con autorización de The Camegie
Museum of Natural History de Pittsburgh.
102 Ilustración sin numerar (pp. 155). Tomada de van Noort (1926. lámina 9).
103 Ilustración sin numerar (pp. 521). Tomada de la portada de la edición de 1962 de
Schmidel, facsímil de la de 1602.

Fotografías

104 Fuera de texto: Duccio Bonavia.


105 1 Hernán Torres (Cortesía del autor).
106 2 Hemán Torres (Cortesía del autor).
107 3 Wilder Trejo (Cortesía del autor).
108 4 Jorge Flores Ochoa (Cortesía del autor).
109 5 Duccio Bonavia.
110 6 Duccio Bonavia.
111 7 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-01479 [1/2431])2
112 8 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-01454 [1/2397]).
113 9 Wilfredo Loayza. Fondos del MNAAH (C-69209 [1046l8]).
114 10 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-01461 [1/2435]).
115 11 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-55037 [1/3754]).
116 12 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-54519 [1/2448]).
117 13 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-01458 [1/2434]).
118 14 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-01482 [1/2449]).
119 15 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-01463 [1/2441]).
120 16 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-54285 [21/91]).
121 17 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-11616 [3/5139]).
122 18 fondos del Rijkmuseum voor Volkenkunde de Leiden (Rmv.5277-10; EH. 358). Cortesía
de dicha Institución.
123 19 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-10368 [35/1199]).
124 20 Duccio Bonavia. Tomada de Schmidt (1929: 340, lado derecho).
125 21 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-64013 [e. c. P. /732-RA]).
126 22 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-55033 [1/1091]).
127 23 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-5535 [8/7707]).
128 24 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (8/7715).
129 25 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (8/7121).
796

130 26 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C.-60592).


131 27 Wilfredo Loayza. Fondos del MNAAH (C-27802 [36/1600]).
132 28 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-30294 [m/13- 92]).
133 29 Wilfredo Loayza. Fondos del MNAAH (C-27777 [2/1455]).
134 30 Wilfredo Loayza. Fondos del MNAAH (C-27775 [2/1445]).
135 31 Wilfredo Loayza. Fondos del MNAAH (C-27795 [1.-11]).
136 32 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-27788 [Q-145]).
137 33 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-51949 H/.5I91]).
138 34 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-27807 [1/2466]).
139 35 Wilfredo Loayza. Fondos del mnaah (C-27803 [2-1443]).
140 36 Wilfredo Loayza. Fondos del MNAAH (C-064099 [85633]).
141 37 Duccio Bonavia. Tomada de Schmidt (1929: 259).
142 38 Duccio Bonavia. Tomada de Schmidt (1929: 239, inferior derecha).
143 39 Duccio Bonavia. Tomada de Schmidt (1929: 303).
144 40 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-64137 [104, 640]).
145 41 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-39076 [5 1683]).
146 42 Duccio Bonavia. Fondos del mnaah (C-65848 [87606]).
147 43 Wilfredo Loayza. Fondos del MNAAH (C-67002 [103, 997]).
148 44 Duccio Bonavia. Fondos del MNAAH (C-39059 [58697]).
149 45 Duccio Bonavia. Tomada de Schmidt (1929: 257. superior).
150 46 Duccio Bonavia. Fondos del mnaah (C-55126 [4/184])
151 47 Duccio Bonavia. Fondos del mnaah. Izquierda: (L-8807 [15 134]). derecha:
152 (L-8808 [96628]).
153 48 Rota. Fondos del American Museum of Naturai History de New York. (N°.527113).
Colección Adolph Bandelier. Cortesía del Department Library Servite. American Museum
of Naturai History.
154 49 Wilfredo Loayza. Fondos del MNAAH (C-55034 [2-5138]).
155 50 Duccio Bonavia. Fondos del mnaah (C-63921 [C. C. P. /883-RA]).
156 51 Duccio Bonavia. Tomada de Schmidt (1929: 404, parte superior, centro de la segunda
hilera).
157 52 Duccio Bonavia. Tomada de Snarkis (1976: Fig. 6,.550). Con autorización del autor y de
Society for American Archaeology.
158 53 Duccio Bonavia. Tomada de Fonseca y Richardson (1978: Fig. 3b, 304). Con autorización
de The Carnegie Museum of Naturai History de Pittsburgh.
159 54 Duccio Bonavia. Tomada de Fonseca y Richardson (1978: Fig. 2b, 303) Con autorización
de The Carnegie Museum of Naturai History de Pittsburgh.
160 55 Duccio Bonavia. Tomada de Fonseca y Richardson (1978: Fig. 4b, 305). Con autorización
de The Carnegie Museum of Natural History de Pittsburgh.
161 56 Cortesía de Cristóbal Campana.
797

162 57 Duccio Bonavia. Colección del autor.


163 58 Duccio Bonavia. Colección del autor.

NOTAS FINALES
1. Las primeras 15 Figuras están incluidas en el texto y cada una de ellas tiene su leyenda.
2. La sigla MNAAH significa Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia La
numeración entre paréntesis es el Número de Catálogo de la pieza.
798

17. Índices1

17.1 Índice onomástico.


A

A2
Acleto Osorio, César 487, 618
Acosta, Padre José de 3, 262, 269-271, 273, 275, 526, 359, 504, 506, 510-512, 566, 568
Acosta, Juan de 339
Acosta Polo, Jnan 487
Acosta-Solis, M. 414
Acuña, Francisco de 309, 311
Aggio, Mario Carlos 29 Aguilar, Diego de 347
Aguilar y Córdova, Diego de 302
Aguilar y de Córdova (Vide Aguilar y
Córdova, Diego de) Aguirre, Emiliano 81
Ahumada Sámano, Pedro de 548
Alanoca. Juan 313, 346, 556
Alarcón, Melchior de 343, 367-368
Albes, F 49, 57, 556
Albo, Francisco 256
Albrittom. F. C 564
Alconchel, Pedro de 350
Aldrete, Juan 409-410
Aleman. Diego 426-427
Alfinger, Ambrosio 380
Allen, G. M 40, 49
Allen, W.R 65
799

Almagro. Diego de 263, 265-266, 279, 287, 535, 138, 158, 437, 440-441, 515, 517-518, 528
Almagro. Diego de (el Mozo) 339
Almeida Reves. Eduardo 399
Alonso, Martín 325
Altamirano Enciso, Alfredo 116, 155, 165, 168, 195, 197, 201-202, 390, 485
Alva. Walter 602
Alvarado, Alonso de 296, 301, 317, 338-339, 351
Alvarado, Diego de 407
Alvarado, Hernando de 353
Alvarado, Pedro de 287-288, 333, 407, 554, 628
Alvarez, Arturo 272-273, 500, 547, 551
Alvarez, Diego 334
Alvarez, Juan 290
Alvarez Holguín, Pedro 338
Amat y Juniet, Manuel de (Virrey) 362
Ameghino, Florentino) 16-20, 65, 95, 104, 472, 591
American Wool Handhook 54
Amoretti, Carlo 256
Ampuero, Francisco de 303
Andagoya, Pascual de 257, 263, 278-279, 331, 352, 502, 605
Andrada, Rodrigo de 332
Andrade Marín, L. 416
Anglería, Pedro Mártir de (Anghiera [Anglerius], Pietro Martire di) 257
Anicama, Fernando 292, 605
Anónimo 104, 252, 288, 297, 516-317, 404, 406, 412-4 1.3, 119, 424, 427, 484, 5,36, 549, 550-
552, 554, 571, 632
(Nota bene: se ha reunido todos los Anónimos. Para diferenciarlos vide la bibliografía)
Anónimo portugués (Vide León Portocarrero, Pedro de) Anpundia, Juan de 407
Antonias. O 20
Antúnez de Mayolo R., Santiago F. 259-260
Anues, Miguel de 311
Aparicio. Francisco de 478
Araníbar, Carlos 262, 264, 268, 273-274, 309-310, 439, 516, 568, 604
Arbe, (hitan de 307
Arbocco Arce, Alelo 43, 256
Archivo Arzobispal de Finia 255
Archivo de Indias de Sevilla (Archivo General de las Inelias) 250, 288-289, 298, 340
Archivo de Moquegua 328, 332
Archivo Departamental de Arequipa 347
Archivo Departamental de Tacna 335
800

Archivo Nacional de Santiago de Chile 332


Archivo Regional de Trujillo 289
Arellano Hoffmann, Carmen 304-305
Arias, Peter (Vide Pedrarias. Dávila)
Armitage, Ci. M. 212
Artazu, Ortuño de 290
Artusio, Gotardo 454
Ascasubi. Miguel 458
Aste Salazar, Humberto 27
Atahuallpa (Inca) 255, 263, 265- 266, 287, 297, 348, 541, 554
Athens, J. S. 397-398, 417
Atienza. Lope de 404
Auncibay. Francisco de 411
Austral, Antonio 95
Avila, Francisco de 304
Avilés (Marqués de) 551
Axelrod, D.I. 105
Ayala, Christóual de 382
Ayala, Fabián de 304
Ayanz, Antonio de 427, 554
Ayolas, pian de 464
Aytara, Gaspar 311

Bader, R. S. 17
Bahamonde, n. 46
Bahn, Paul G. 470, 591
Baied, Carlos A.
115, 2.10-231, 241, 243, 433, 459, 481, 591
Baker, Edward W. 37
Baldivia, Pedro (Vide Valdivia, Pedro) Banchero, Natalio 28-29
Bandera, Damián de la 306
Bankes, George H. A. 172
Banks, Nathan 172
Bannikov, A. G. 578, 5S9
Baraza de Fonts, Nélida 471
Barchilón, ? 349
Bardales, ? 492
Barraza, jcinto 315
801

Barreda Murillo, Luis 216


Barrientos, Cristóbal de 298
Barrio, Damian del 380
Barrionuevo, Francisco de 366
Barros Arana, Diego 434, 446
Barros Valenzuela, Rafael 459
Barroso, Pedro 300
Bartels, Heinz 29
Balzana, Alonso de 478, 490
Basqunàn, ? 562
Bates. Henry Walter 500
Bauer, Christian 29
Bauver, ? 156
Bawden, Garth 186
Bayer, P. Wolfgang 361, 375, 495, 498
Beals. Ralph L. 529, 621
Becker. E. I. 30
Belalcázar, Sebastian de 383, 402, 40 i-408, 417
Beiding. David I. 38
Bello, Marlin 521
Belmonte Seh., Eliana 460, 488-489
Belón. ? 53
Bello, Martín 324
Benavente Aninat, María Antonia 434, 437-439, 442-445, 454, 562
Benavides, Claudio E. 29
Benavides, María A. 259, 310, 347
Benler. Robert A. 134
Benino, Nicolás del 423
Benirschke. K. 14
Bennett, Wendeil C. 243, 383, 385, 100, 431, 160, 524, 584
Benson, Elizabeth P. 166, 221, 621
Benzoni, Girolamo 405, 612-613
Berdichewsky, Bernardo 430
Berger, R. 99-100
Berlanga. Fray Tomás de 277
Bermann, M. P. 193, 392
Bertonio, Ludovico 356, 541
Betanzos, Juan de 249, 437
Biasutti, Renato 529
Bibar. Gerónimo de (Vide Vivar, Gerónimo de)
802

Bilbao. Pedro de 293, 328


Bird, Junius B. 102, 107, 141, 227, 2.50, 243, 430-431, 435, 440, 584
Bird, Margaret 102, 435
Bittmann, Bente 456
Bligh, john 32
Bocanegra, ? 285-286, 628
Bolívar, Simón 56, 353, 376
Bolsi. Alfredo S. 428
Boman, Eric 474
Bombin. Miguel 91
Bona parte (Mme Josephine Tascher de La Pagerie, viuda de Beauharnais) 551
Bonavia, Duccio 8, 47, 92, 105-106, 125-126, 130-132,137, 143, 148, 157, 177, 189, 202,
219-221, 225, 241, 245, 464, 485-487, 490, 495, 544, 573-576, 584, 595
Bonnier, Elizabeth 192
Bononiama (Cacique) 258
Bonpland, Aimé Goujaud 522-523
Borali, Woodrow 548
Borrero, Luis Alberto 435, 471, 473
Boule, Marcellin 17, 95
Boyd, Robert 545
Brack Egg, Antonio J. 53-58, 62, 75, 77, 358, 361-362, 401, 419, 428, 456, 480, 525, 551, 562
Bradbury, I. P. 106-107
Branco, W. 17-19 Brandt, ? 523
Braun, R. 395
Braunitzer, Gerhard 29
Brennan, Curtis 164
Bridges, E.L. 48, 435
Briviesca de Munatones (Licenciado) 252
Bromley, Juan 566, 569
Brooks III, J.G. 29
Brougère, Anne-Marie 191
Browman, David L. 25, 33, 70, 73, 158, 180, 212, 215, 337, 375, 429, 492, 494, 496, 498- 499,
505, 507, 514, 527, 530, 534, 587
Bruhns, Karen Olsen 384-388, 393-395, 398-400, 117, 419, 580
Brush. ? 527
Bry, Theodor 524
Bryan, A. I. 98
Bryant, Fred, C. 34-35, 41, 46, 52, 55, 65-67, 72. 74, 492, 581
Bueno, Cosine 303- 304, 306, 308, 310, 312, 315, 121, 502-504, 515, 537, 607
Buffon, George-Louis de 53
803

Buikstra, lane 193


Buitrago, Alonso de 313, 323, 343
Bullock. Dillman S. 446
Bunch. Т.D. 15
Burger. Richard L. 126, 131, 140, 113, 148-149, 152,595,597
Burmeister, H. 20
Bushnell, G.H.S. 5
Bustinza Menendez, Julio A. 20. 227, 389, 539, 562
Busto Duthurburu, José Antonio del 264-265, 267, 281-287, 299, 319, 329- 331, 356, 462,
565-566, 570, 606
Byrd, KM. 387

Caballero Páez, Hernando 325, 327


Cabeza de Vaca, Diego 271
Cabello Balboa, Miguel (Vide Cabello Valboa, Miguel)
Cabello Valboa. Miguel 278
Cabrai, Pedro Alvares 468
Cabrera (Presbítero), ? 53
Cabrera, Angel 12-13, 16-20, 41, 45, 53, 57, 63, 70, 93-96, 104, 108, 227, 445-447, 449, 466,
472, 591-592
Cabrera, Jhoan 311
Cabrera, Juan Pablo 15
Cacalame 282
Caciriguey (Cacique o rey) 381
Caillavet, Chantal 410-411
Cajal, Jorge L. 48-50, 62, 419, 480, 633
Calancha, Antonio de la 255, 311, 366, 425, 490
Calkin, V. I. 621
Calvajoque, Cristóbal 353
Camacho, ? 551
Campana, Cristóbal 372-374, 505, 507, 509, 512, 522, 580, 609, 618, 621, 631
Campana Castillo, Manuel María 373-374, 505
Campbell, Kenneth К. 106
Canals Frau, Salvador 476, 524
Canchaya, Baltazar 351
Canchaya, Cristóbal 351
Candia, Pedro de 263-264, 282-283, 285, 628
Cantos de Andrada, Rodrigo 306, 322, 328, 504
Cantú, Francesca 248
804

Cañadas Cruz, Luis 535


Capac Aponinarua 411
Capdeville, Augusto 430
Cappa, Ricardo 258, 285
Capurro, S. 20, 227
Caqui, Diego 280, 294, 333, 605
Caquia, Felipe 356
Carabajal, Pedro de 271, 306, 497
Carbajal, Gaspar de 461-463, 565-566, 615
Cáreer y Disdier, ? 547
Cárdenas, Francisco de 294, 333
Cardich, Augusto 7, 26, 41, 63, 70, 91, 93, 94, 112-114, 131, 471-473, 541, 595
Cardoza, Carmen Rosa 149, 544
Cardozo Gonzales, Armando 2-3, 16. 34, 39. 44-45, 50, 56, 66, 70, 75, 77, 92, 142, 168-169,
2.34, 243, 383, 589, 399, 401, 403-404, 416, 418-420, 574
Cari, Martín 313, 323, 329, 341, 346
Caríate, Baltasar de (Vicie Caritate, Cebrían de)
Caritate, Cebrían de 566-570
Carnatingo, Alonso 290
Carnegie Museum of Natural History 379
Caroli, Robert L. 80
Carvajal, Francisco de 339
Carvajal, Gaspar de (Fray) (Vide Carbajal, Gaspar) Casa miquela, Rodolfo 100, 102, 457
Casanova, Eduardo 468
Casas, Fray Bartolomé de las 257-258, 261, 266, 268, 331, 378, 379, 503, 515
Castilla, Ramón 519
Castillo, ? 172
Castillo, Luis Jaime 185
Castillo, Fray Tomás de 367-368
Castillo G., Gastón 436
Castro, Fray Chr(is)toual de 250
Castro Burga A., Julián 173
Castro de la Mata, Ramiro 255, 257
Castro y del Castillo, Antonio de 315, 421-422, 497
Cataño, Gerónimo 380
Cayo Inga, Diego 292
Centeno, Diego 426
Cerrón Palomino, Rodolfo 420
Cervellino-Téllez, ? 451
César, Francisco 382
805

Cevereche, Martín de 308


Chacquerref, Juan 290
Chañaca, Francisco 311
Chauca, Denise 492
Chauchat, Claude 99
Chaud Gutiérrez, Carlos 126
Chaumeil, Jean-Pierre 462-463
Chávez y de Guevara, Antoniode 262, 306-307, 359, 496-497, 499
Chimoy Effio, Pedro J. 172
Chincha Pulca (Cacique) 260, 293
Chiodi, Hugo 29
Choque Guamani, Alonso 332
Chununco, Alonso Colquemarca 311
Chuqui Taipi, Juan 311
Church, Warren В. 219
Churcher, C.S. 17-19, 98-99
Churi, Martín 342
Cieza de León, Pedro de 41, 46, 57, 161, 210, 240, 248- 249, 251, 257, 262-265, 268-269, 271,
274, 277, 281-282, 284-287, 292, 295-296, 298, 301, 304, 309-310, 312, 331, 333, 337, 352, 365,
382-383, 389, 392, 400-403, 405-406, 408-409, 412, 414, 416-417, 440, 462, 477-478, 503, 515,
517, 519-520, 523, 536, 544, 578-579, 600, 604-607, 610, 629-631
Cigliano, E. Mario 475
Cigorondo, Juan de 548
Cione, Alberto L. 473
Clavijero, Francisco Javier 569
Clermont Tonerre, Patricia 552
Cobo, P. Bernabé 57, 240, 253-255, 262, 273-275, 278, 291-292, 295, 311, 321-322, 330, 360,
497, 504, 506, 512, 516, 520, 536-537, 539, 566-569, 573, 576, 634
Cock, Guilllermo A. 172, 184, 196, 289, 290
Cohen, Mark Nathan 131, 174, 202, 595
Colección Sackler 603
Collier, Donald 395, 399, 417
Collier, Stephan 169, 235
Collina-Girard, Jacques 99
Colón, Cristóbal 257
Colque Guarache, Juan 423, 477
Colquicuzma, Baltazar 353-354
Compagnoni, Bruno 81, 578, 589-590, 621
Conapariguana, Francisco 249
Concha Contreras, Juan de Dios 375, 505, 507, 51.3
806

Condorena, N. 72
Condorpoma, Antonio 354
Conkling, ? 96
Conrad, Geoffrey W. 193, 198
Consejo de Indias 499
Contreras, J. 489
Contreras y Valverde, Vasco 312
Coñon 461
Coñor 565
Cook, HJ. 19
Cook, Noble David 310
Cook, O.F. 20
Cooper, John M. 43, 361, 435, 442, 445, 456-458, 473, 479, 563
Cope, F.D. 18
Çopeçopagua 407
Corbett, John M. 155, 217
Cordero, Luis 420
Córdoba y Figueroa, P. 447-449, 459
Coreal, François 405
Cornejo, Miguel 219, 626
Correa, L.P. 382
Correal, U. 385, 387
Cortázar, Cristóbal de 327
Cortés, Hernán 547-548
Cortés, Martín 548
Cortés Hojea, Francisco de 444
Corzo, Pedro 267
Couto, Carlos de Paule 96
Couynco (Quenyuc) 461, 565
Covarrubias, Sebastiánde 611
Craig, Alan K. 196, 242-243, 429
Crawford, R.M. 527
Crew, Harvey 430
Cronin, T.M. 105
Crosby Jr., Alfred W. 537, 611
Cruxent, Jose Maria 98
Cruzat Ananos, A. 147, 151
Cuatrecasas, Jose 414
Cucho Gualle, Juan 332
Cuismancu (Vide Guzmango) 353
807

Cunazza P., Claudio 38, 48, 50, 62, 435, 457, 539, 633
Curtain, C.C. 15
Cusi, Martin 313, 323, 341-342, 367, 502
Cusichaca 338-339, 350-351
Custred, Glyn 3-4, 66, 74-75, 330, 393, 504, 513, 528
Cutimbo, Pedro 313, 341
Cutipa, Luis 342, 367
Cutipe, Victor 324
Cuvier, Georges L.C.F.D. 12, 16, 19

Dagg, A. L. 81
Dale, William E. 584
Dalquest, Walter W. 19, 88, 103
Daly, Patricia 169, 378
Darling, F. Fraser 529-530
Darwin, Charles 37, 43-44, 48, 564
Davids, M. 447-449
Dávila, Diego 324-325, 327
Dávila Briceño, Diego 304, 340, 358, 607
Day, Kent C. 280
Dedenbach-Salazar Saenz, Sabine 46, 75, 93-95, 104, 192, 207-209, 227, 247, 259-261, 263,
275-280, 293-295, 299-301, 303-304,308, 310, 312, .316, 318-319, 322, 326, 329-330, 336-337,
339-340, 345-347, 358, 363, 366, 397, 401-402, 405, 407, 409, 435, 458, 477, 489-490, 500, 508,
514, 535, 541, 543-544, 553, 556-557, 576, 608, 619, 628
Del Río, Mercedes 477
Denegri Luna, Félix 323
Denevan, William M. 310
Deniro, M. 485
Dennler de la Tour, G. 38, 41, 45, 49-50, 480
Derby (Duque de), ? 552
Descola, Philippe 316, 410-411
Deza, Miguel 172, 219, 373
Diaz Maderuelo, Rafael 461-463
Díaz Sarco, Miguel 327
Diccionario de Autoridades 259
Diccionario de Erize (Vide Erize, E.)
Diez de San Miguel, Garci 5, 293, 312-314, 323-324, 328-329, 341-343, 345, 347, 354-356,
367-369, 452, 498-499, 502, 537, 541, 554-555
Diez (Díaz ?) de Villegas, Andrés 327-328
808

Dillehay, Tom D. 100, 102, 150, 174, 189, 303, 374, 429, 434-435, 457, 470-471
Director de Chimor (Castro Burga A., Julián) 173
Dittmer, Kunz 529
Doetinchem, Baptista a 455
Dollfus, Olivier 107, 533
Donnan, Christopher B. 154, 171-173,182, 184-186, 196-197,200, 217, 221-222, 226, 280, 602,
611, 620-621
Dorsey, G.A. 396
Dostal, W. 590
Dourojeanni, Marc 53, 57 Douset, Gastón Gabriel 477
D’Ovaglie, Alonsode(Vide Ovalle, Alonso de)
Doyón, León 398
Dransart, Penny 241, 430, 432-433, 494
Dressendörfer, Peter 464, 466, 520
Drew. Isabella M. 109, 433, 458
Driesch, Angela von den 213, 395
Druss, M. 241, 458
Dunin-Borkowski A., Cristina 468
Duran, Sebastián 327

Edelstam, Carl 40
Editores, Los 283
F.isenberg, J.F. 85
Ekholm, Gordon 378
Eiera. Carlos G. 153
Eliot, lohn L. 550
Ellenberg, Heinz 527
Elmo, Anton 291
Enciclopedia de los Animales 23, 41, 44, 505-506
Eneupari, Diego 351
Engel, Frédéric André 99, 124-125, 134-135, 202, 215, 595
Engelhardt, W.V. 34, 66, 616-617
England, B.G. 45
Enríquez de Guzmán, Alonso 261, 266, 504-506
Entrena, Pedro de 314
Epping, Otto, M. 379
Epstein, H. 196, 590, 621
Erize, E. 449
Escalante, José A. 584
809

Escalante Gutiérrez, Carmen 374, 504


Escobar, Bartolomé de 442-443
Escobar, Doña María de ("La Romana") 570
Escobedo, ? 172
Escuela de Estudios Hispano-Americanos (Sevilla) 28,3
Espasa Calpe, S.A. 611
Espinosa, Andrésde 325
Espinosa, Gaspar de (Licenciado) 297
Espinoza Soriano, Walclemar 148, 158, 247-248, 250, 277, 288, 298, 302, 305, 316-317, 337,
339-340, 350-351, 353-354, 356, 427, 476-477, 545
Estete, Martín de 570
Estete, Miguel de (Vicie Estete, Miguelde[¿Antónimo?]) 292, 298-300, 337, 605, 628
Estete, Miguel de (¿Anónimo?) (Vide Estete, Miguel de) 278, 282-283, 297, 311
Estrada, Alonso de 327
Estrada, Emilio 396
Estrada Ycaza, Julio 282, 401
Estruch, Jaime 203
Evans Jr., Clifford 143, 165-166, 173

Fabro Linceo, Juan 278


Fatón, Francisco (Licenciado) 364-365
Falkner, P. Tomás 479
Fallet, M. 20
Faron, L.C. 446, 563
Fasato, Bernardino 314
Faust, Ernest Carroll 38
Febres, A. 446
Federman, Nicolás .380
Felipe II 365, 551
Fernández, Diego (vecino de Falencia (“El Palentino”!) 566-567, 570
Fernández, Jorge 468
Fernández, María 191
Fernández Baca A., Saúl 14, 16, 32-34, 55, 77, 229, 235, 492, 5.37, 631
Fernández de Oviedo, Gonzalo (Fernández de Oviedo y Valelez) 261, 264, 266, 287, 297,
299-300, 337, 349, 380-381, 404, 441,459, 462, 479, 579
Fernández Distel, Alicia A 468-470
Ferreyra, Ramón 484
Fischer, H. 379
810

Flannerv, Kent V. 5, 20, 32-3,3, 37-38, 44-45, 49-50, 52, 55, 64, 67, 69, 75-74, 111, 128,
205-206, 209, 226, 238-239, 242-243, 366, 482, 505, 507, 510-513, 540, 545-546, 554-556, 578,
582, 612, 632, 635
Flores, Andrés 311
Flores, J. A. 67
Flores Ochoa, Jorge A. 1, 3, 7, 9, 13, 16, 25, 35, 48, 64, 69-70, 72-75, 77, 113, 120-121,
151-152, 191, 206-207, 216, 240, 255, 275-276, 314, ,324, 337, 346-347, 356, 358, 389- 390,
401, 452, 491-494, 497-498, 500-501, 504-505, 507-508, 511, 513-514, 522, 524, 527-529, 531,
53.3, 535-536, 538-541, 545, 549, 556, 559- 562, 581 588, 610, 622, 631, 635
Florez, A. 55
Fonseca Z., Oscar 163, 378-379
Foote, Leonard, J. 171, 217
Foote, W. C 15, 197
Forbes, D. 371
Formicedo, Fray Agustínde 324, 344, 355-357, 367-368
Formizeelo, Fray Agustín de (Vide Formicedo, Fray Agustín de )
Fornee, Niculosode 308
Francisco, don (cacique de la parcialidad de Anansaya de llave) 343, 354
Franklin, William L. 1-2, 12-13, 20, 23, 25, 32-34, 37, 39-41, 43-45, 47, 49, 50, 52-58, 64-66,
69, 72, 75, 77, 82, 109, 111, 123, 206-208, 228-229, 242, 358, 384, 389, 394, 414, 419, 428, 435,
456, 459, 480, 495, 498, 505, 507, 514, 524, 530, 540, 546-547, 549, 553, 556, 559, 561, 611, 635
Fraysse-Chaumeil, Josette 462-463
Free, J.P. 590
Frías, Pedro de 307
Frick, C. 19
Frisch, LL. 11
Fritz, U. 398
Fuenzalida, H. 101, 105
Fuji, Tatsuhiko 337
Fung, Rosa 134
Futuyma, Douglas J. 244

Gade, Daniel W. 1, 65, 69-70, 72, 75, 400, 460, 491, 500-501, 514-515, 520, 524, 530, 535
Galcios Rodríguez, Guillermo 260, 293
Gallego, Bernardino 312-313, 342-343
Gallegos, Francisco 308
Gálvez Mora, César 172
García, Alejo 606
García, Julián 551
García, Pedro A. 479
811

García, Raúl 548


García Cook, Angel 125, 127-128, 151, 159, 192, 238
García de Alvarado, ? 453
Garcia de Castro, Lope 341, 345
García Hurtado de Mendoza, ? 444
García Marquez, Manuel Enrique 193
García Pilco Guamán 289-290
Garcilaso Inca de la Vega (Garcilaso de la Vega, “El Inca”) 5, 38, 167, 252-254, 259, 262,
270-271, 273, 275, 321, 323, 329, 331-332, 353, 359-360, 369, 437, 462, 489, 496, 500-503, 506,
511-512, 523, 525, 543, 566, 568-570, 608, 612
Garmendia, A. E. 230
Garrido, José Eulogio 173
Gasea, Pedro de la (Vide La Gasea, Pedro de)
Gasparini, Graziano 278
Gastiaburu, Teresa 221
Gauthier-Philthers, H. 81
Gaviria, Martín de 401
Gay, Claudio 446, 454-455
Gazin, С. L. 19
Geismar, Joan H. 157, 175-176, 598
George, W. 80
Gervais, Henri 16-19, 472
Gervais, Paul 16-18, 93, 95
Gil, Juan 379-380
Gill, Anne L. 40-41, 230, 243, 384-393, 395, 414, 416, 536-537, 592, 603
Gilmore, Raymond M 4-5, 7, 13, 20, 26, 36, 41, 43-44, 46, 53, 57, 67-70, 73-75, 94, 96, 104,
143, 203, 210, 227, 239-240, 258, 276, 384, 387, 389, 391, 413, 415, 445-446, 459-460, 466-467,
475, 480, 492, 494, 499, 501, 505, 507, 514, 523-524, 540, 547, 571, 615
Giade, Alfonso 50, 62, 457, 633
Goiçueta [Goizueta], Miguel de 458
Goldstein, Paul S. 191
Gómara, Francisco López de 261, 267, 271-273, 279, 286-287, 292, 318, 402, 437, 462, 479,
503, 515-518, 605
Gómez, Juan 408, 413
Gómez de Alvarado (Capitán), ? 338
Gómez de Caravantes, ? 338, 351
Gómez-Tabanera, José Manuel 503
Gonçalez Holguin, Diego 206, 261, 420, 519
Gongora Marmolejo, A. de 449
Gonzales, Alberto Rex 471, 475
Gonzáles, Pedro 307
812

Gonzáles Cuenca ( Vìde Gonzales de Cuenca)


Gonzales de Cuenca, Gregorio 250, 289, 298
Gonzáles de Cueva 250
Gonzáles de Nájera, A. 446-448, 460-461, 501, 562-56.3
Gonzáles Suárez, Federico 414-415
Goodland, R 24
Graham, ? 87, 96 Grandidier, G. 3, 41, 96, 123, 550-552
Gray, J.E. 14, 17, 19 Gregory, J.T. 19, 82, 92
Grimwoocl, LR. 41, 46-47, 49, 55, 57-59, 62, 1.34, 559, 611
Grohs, W. 462
Grossman, Joel W. 140-141, 162, 500
Groot, Ana Maria 382
Guacorapacora, Jerónimo (Vide Guacrapáucar, Jerónimo)
Guacrapáucar, Felipe 365
Guaerapáucar, Jerónimo 338
Guaiguri (Guaigueri [cacique]) 380-381
Guarnan Poma de Ayala, Phelipe 207, 255, 264, 274, 283, 292, 312, 382, 409, 411-412, 490,
516, 524, 610, 618, 620
Guarache, Juan 423
Guaynacaba (Vide Huayna Capac)
Guaynacapa (Vide Huayna Capac)
Guaynacapac (Vide Huayna Capac)
Guerra, Emma 116
Guerrero, C. 38, 229, 583
Guerrero Vergara, Ramón 44.3-444, 562
Guffroy, Jean 153, 387, 393-394, 399, 418
Guillén Guillén, Edmundo 292
Gundermann, K., Hans 191
Gurmendi, Jorge 29
Gutiérrez, Felipe 477
Gutiérrez de Benavides, Juan 307
Gutiérrez de Santa Clara, Pedro 251, 268-269, 359, 406, 489, 496
Gutiérrez Flores, Fray Pedro 314, 324, 343-347, 355-357, 537-538, 610
Guzmán, Egas 567
Guzmán, S.F. 419
Guzmango (Vide Cuismancu) 290

Haas, Jonathan 183


Haffer, [. 105
813

Hahn, Eduard 544


Halanoca 346
Hall, Frank G. 26, 28-29, 54
Hamann Carrillo, Sara Maria 551-552
Hammond, Norman 386, 394,
Harcourt, Raoul D 220, 551
Harisse, Henry 377
Harris, Olivia 318, 534
Harris, Peter 28
Harrison, I.A. 80, 88 Hartman, C.V. 379
Hastenrath, Stefan L. 574
Hauff (edición) 318
Hay, O.P. 18-19 Heath, Donald 28
Helmer, Marie 551
Hellmich, W. 384
Hemmer, Helmut 20, 227
Hemming, Francis 11-12
Hernandez, ? 11, 547
Hernández, Diego 338
Hernández Girón, Francisco 338, 566-567
Hernández Sanchez-Barba, Mario 360
Herrada, Juan de 440
Herre, Wolf 12, 20, 39, 111, 227, 515, 535, 622
Herrera, Alonsode 380
Herrera, Antonio de 257-258, 262, 264-265, 274, 283, 285-286, 294, 322, 402, 406, 409, 411,
423, 437-438, 440-442, 447-449, 462, 504, 506, 567-569
Herrera, Rafael 563
Herrera y Tordesillas, Antonio de (Vide Herrera, Antonio de)
Hershkovitz, P. 24, 57, 80, 108
Hesse, Brian 62, 110, 241, 243, 384, 394-397, 432-433, 458-459
Heucke, J. 551, 571
Hibbard, C.W. 19
Hidalgo Lehuede, J. 563
Higgins, A.J. 583
Hilapay, Pedro 356
Hoces, Domingo 47-48, 57-59, 62, 558, 632-633
Hochachka, Peter W. 30
Hocquenghem, Anne Marie 191-192, 284, 288, 296, 410, 5.39, 6.52
Hoebel, A. Adamson 529
Hofman, R 52-53, 428
814

Hoffman, R. 575
Hoffstetter, Robert 16-19, 92, 97-98, 100, 102, 384
Hoijer, Harry 529, 621
Holdridge, Leslie R. 145
Holm, Olaf 282, 384, 395, 399
Hooikas, Eva 382
Hordoὴez (Ordonez) 332
Horkheimer, Hans 2, 5, 167-168, 171, 201, 221, 602-60.5
Housse, Rafael R.P. 45
Howard, Walter E. 50, 546
Howell, A.B. 54
Hsu, T.C. 14
Huaman Poma de Ayala, Felipe (Vide Guaman Poma de Ayala, Phelipe)
Huamanchumo, Víctor 373
Huáscar 255, 541
Huayna Capac 249, 251, 288-289, 382, 400-401, 403, 415
Huertas, Lorenzo 250, 288, 322, 327-328, 3,32-333, 588
Humboldt, Alexander von 318, 418, 522-523
Hurtado de Mendoza, Luis 114-116, 126, 237-2,38, 373
Hurtado de Mendoza Avenclaño, Andrés (Marqués de Cañete) 362, 365, 566, 570
Hutten, Philipp von 371, 380, 463, 517
Huzeda, Jerónimo de 325
Hyslop, John 208, 210

Ignacio de Armas, Juan 258


Illarupa 300
Illiger, Carolas 12, 16
Imbelloni, José 442
Inamura, Tetsuya 154, 491, 498, 505, 507, 513, 534
INIPA 77, 559-560
Instituto de Arte Peruano 221, 223-224
Irving, Washington 257
Isbell, William H. 1,31, 595
Istituto Geográfico De Agostini 468
Italiano, Hernando 408
Izumi, Seiichi 126
815

Jacobs, Melville 529


Jain, N.C. 29
Jarman, P.J. 525
Jensen, Peter M. 26, 31, 1.31, 430
Jerez, Francisco de (Vide Xerez, Francisco de)
Jessup, David 203
Jijón y Caamaño, Jacinto 282, 399, 403-404, 415-416
Jiménez de la Espada, Marcos 317, 327, 385, 389, 406, 410-411, 462, 479
Jiménez Placer, A. 281
Jodoco Ricki (Rique), Fray 405
Jones, John G. 132, 485-487, 595
Juan, Jorge 359, 495, 498, 502-503, 515, 611
Juan III de Portugal 479
Julien, Catherine J. 327
Julien, Daniel C. 188, 200, 484
Julien, Michèle 107, 124, 138, 532
Jungius, H. 20, 57, 62
Jürgens, Klaus D. 27-29

Katz, Lois 223-225, 602-603


Kaulicke, Peter 94, 110, 116, 124, 138, 162-163, 386, 398
Kautz, Robert Raymond 217, 430
Keast, A. 23-24
Keatinge, Richard W. 217
Keeton, K.S. 29
Kent, Jonathan 1, 12, 14, 16, 20, 22, 92, 110, 114, 117-120, 152, 181, 228, 230, 234-235, 239,
243, 390, 393, 396, 433, 494, 574, 583, 592
Kingston, W.H.G. 417
Kinzl, H. 545
Kirkner, George O. 124
Kleemann, Otto 195
Klute, F. 500
Koford, Carl B. 13, 37, 59, 49, 53-59, 62-64, 70, 74, 248, 271, 353, 359, 361, 376, 495, 498, 527,
530, 540, 604
Kosok, Paul 298, 372, 630
Kostrisky, B. 45
Kraglievich, Lucas J. 18-19, 86, 95
816

Kreuzer, F. 26
Krickeberg, Walter 258
Kroeber, Alfred L. 529-530
Krumbiegel, I. 13, 20, 227
Kubler, George 634
Kumai, Shiguevuki .374
Kumar, D. 58,3 Kurent, D.M. 15
Kwareka 463

Laboratorio de Prehistoria (Departamento de Biología, Universidad Peruana Cayetano


Heredia) 124
La Condamine, Charles de 503
Ladrillero, Juan de 443-444, 450, 562
Ladrón de Guevara, Lorenzo 548
Laerm, J. 96
La Gama, Sebastián de 288
La Gasea, Pedro de 303, 309, 339, .347, 352, 425, 567-568
Laming-Emperaire, Anette 435, 473
Lange Topic, Teresa 6, 73, 152, 161, 210
Langer. P. 34
Lanning, Edward P. 5, 100-102, 131, 133, 1.35, 143, 158, 384, 451, 495-496, 544, 576, 595
Lara, Jesús 553
Larco Hoyle, Rafael 141, 167, 170-171, 221-222, 515, 620
Larrain Barros, Horacio 371, 398-400, 402-403, 405, 4 11-412, 439- 440, 520
Larramendy, M. 14-15
Larrea, Carlos Manuel 278, 4 16, 420
Lascano, J.L. 72
La Serna, Miguel de 3,39
Latcham, Ricardo V,. 20, 200, 203, 239-240, 244, 434, 446, 451
Lathrap, Donald W. 126, 318
Lavallée. Danièle 102, 107, 113, 119, 121-122, 121, 138, 167, 171, 223, 228-2.32. 2.54-235,
244, 531-533, 583, 592
Laza, J. H. 20
Lazo, S., Leonel 457
Lears, A.E. 284
Lecoq, Patrice 428-429
Ledger, Charles 550
Leguiña, Martín de 323, 367-368
Lemon, R.R.H 98-99 Lenz, R. 445, 460
817

León. A. 56, 551


León, f. Alberto 14-15, 40 León Pinelo, Antonio 278-279, 502, 512, 605
León Portocarrero, Pedro de 5, 274, 326, 552, 490-491, 502, 504, 506, 512, 514-515
León Solís. L. 459
León-Velarde, Fabiola 30, 31, 585
Lesson, Renato Primevère 12
Levillier, Roberto 255
Lhote, 1 lenii 81
Liais. Emmanuel 17-19 Linares, Olga 378
Link, P. 64, 540
Linné, Carl von 11, 16, 95 Linneo (Vide Linné, Carl von)
Lizana Salvatierra, Samuel 59, 61-62, 633
Lizárraga, Reginaldo de 287, 308, 323, 328-329, 360, 401, 424, 426, 504
Lobo, Francisco 288
Lohman Villena, Guillermo 274, 363, 490-491, 502, 504, 506, 515
Lönnberg, Einar 40-41
Löpez Aranguren. Dolores. 11, 16-20, 63, 93, 95-96, 104, 108, 227, 472, 591-592
López de Carabantes, Francisco 302
López de Toledo, Diego 548
Lorandi de Cieco, Ana María 475, 478
Lothrop, Samuel K. 435, 464
Lovera, Delia Magda 475
Loyola, Fray Domingo de 367-368
Lozano, Diego 327
Lozano, Pedro 476-477
Lozano Machuca, Juan 424
Lueleña de la Vega, Guillermo 412
Lumbreras, Luis Guillermo 3. 129, 131, 137, 143, 148-149, 152, l6l, 223, 227, 230, 239-240,
242, 244, 595
Lumley, H. de 102
Lund. Peter W. 11, 17-19
Lucine, Juan de 308
Lydekker, R. 64
Lynch, Thomas F. 47, 61, 64, 70, 98, 102, 112, 125, 211,585, 387, 389, 393, 430, 434-435, 457,
459, 470-473, 5.54, 5.57. 588, 593, 651
Lyon, Patricia J. 220

LL

Llagostera Martínez, Agustín 430


Llerena Landa, J. Enrique 503, 512, 611
818

MyR 408
MySM 412
MacBride. J. Francis 486
Maccagno, Luis 26, 33, 56, 73-74, 151, 205, 243, 505, 507, 540
Mac Donagli, E.J. 14, 45
Macelo, Hernandode 13, 140, 215, 219
Macera, Pablo 558
Macfadden, B.J. 102
Machoni, Antonio 477
Mackey, Carol J. 171-172, 186, 195, 200
MacNeish, Richard S. 91, 99-100, 125, 127-130, 146, 151, 159, 192, 231, 238-239, 245
Madueño, C G. 53, 56
Magallanes, Fernando de 256, 468
Málaga Medina, Alejandro 510
Maldonado (encomendero) 260, 293
Maldonado, Angel 133, 174, 189, 217, 484
Malpattida. E. 55
Malpartida Hernando Alonso 249
Malpass, Michael A. 137, 138
Manco Inca 358
Manclrini, Raúl fosé 479
Mango Inga (Vide Manco Inca)
Mann, G. 439, 457
Mann, W.M. 20
Manrique, N. 36, 514
Maraya [roto] 249
Marcos J.G. 396
Marcus, Joyce 203, 481
Marelli, Carlos A. 446-447
Margolies, Luise 278
Mariño de Lovera, P. 442, 446-447, 450, 453, 459, 563
Markgraf, M. 436
Markgraf, Vera 102, 106-107, 435
Markham, Clements R. 356, 566
Marqués de Cañete, Virrey (Vide Hurtado de Mendoza Avendaño, Andrés)
Marqués del Valle 548
Marquez Miranda, Fernando 475
819

Marshall, Larry G. 16, 79, 82, 84-86, 88, 91, 94-99, 101-105, 584, 592
Marshall, Sydne B. 157, 175-176, 598
Martín (Don; cacique de Lambayeque) 289
Martín, Esteban 380
Martínez, R. 317
Martínez de Rengifo, Juan 250
Masferrer Kan. Elio R. 366
Mason, Alelen J. 3
Masucci, María 395
Masuda, Shozo 327, 372, 374, 504, 533-534, 609
Mateos. P. Francisco 566, 568
Matienzo, Juan de 262, 270, 353, 361, 363-364, 503, 506, 512
Matos Mendieta, Ramiro 61, 116-119, 124, 137-138, 233, 240, 361, 493, 525, 574
Matsuzawa, Tsugio 374, 534
Matthew, W.D. 19
Matthews. L.H. 41
Matute, Juande 293, 328
Maxo 288
Maybire, Pedro 311
Mazuelo, Gonzalo de 325, 328
Mazuelos, Rodrigo de 338
McGreevy, Tom 146, 160-161, 192, 210
McK. Birci, Robert 300, 302
McQuarrie, Kim 522
Meade, G.F. 19
Means, Philip Ainsworth 258
Medina, Alejo de 317
Medina, Alonso de 325
Medina, J.T. 446, 450, 454-455, 562-563
Medina, Luis de 309
Meggers, Betty J. 399
Meighan, C. 451
Meisch, Lynn 390, 419
Mejía Xesspe, Toribio 220, 497-498
Melgar, Ernesto 30
Meliate. Rolando 3.36
Mena, Cristóbal de 265
Mendoca, Alonso de (capitán) 269, 423
Mendoça, Antonio de (Vide Mendoza, Antonio de)
Mendoza, Antonio de 567-568
820

Meneses, Pablo de 339


Menghin, Oswaldo 475
Mengoni, G. (Vide Mengoni-Goftalons, Guillermo L.)
Mengoni-Goñalons, Guillermo L. 4,35, 470-471, 473
Menzel, Dorothy 5, 173, 180, 189, 203, 209, 217, 22,3-224
Mercadillo (Capitan) 3.38
Mercadillo 479
Mercado de Peñalosa, Pedro de 421
Meriam, J.C. 18-19
Mesa, Fray Domingo de 324, 356
Meschia, Giacomo 29-30
Métraux, Alfred 317, 462, 465-467, 606
Meyers, Albert 398
Miasta Gutiérrez, Jaime 145, 158
Middleton, William 388
Mikesei. M.W. 590
Miller. George R. 13. .34, 40-41, 110, 143, 147, 149-152, 154, 162, 216, 228, 230, 243, 384-393,
395, 413-415, 536-537, 592, 597, 60,3
Miller, G.S. 12-13 Miller, Patricia 28
Miller, S. 41, 45, 50, 53, 64 Miller, W.E. 19
Miller, W.J. 29
Millones, PO. 525
Miotti, I.. 471
Miranda. ? 441
Moechumi, Diego 289
Molina, Alonso de 257, 285-286, 628
Molina, Cristóbalde(“el chileno”) 263, 273, 279, 348-349, 440, 605, 628
Molina, Diego de 261, 297, 349
Molina, Giovanni Ignacio 11-13. 25, 44, 53, 360, 439, 441-442, 444-448, 453-455
Mones. A. 88
Monge, Martín 476
Monge Cassinelli, Carlos 8, 27. 29-31, 573, 577, 585, 633-634
Monge Mediano, Carlos 29, 577
Monod, Jacques 585
Monroy, ? 441
Montagu. I. 589
Montalvo, Gabriel de 325
Montane, Julio 101, 434
Montellano, M. 88, 10.3 Montesinos, Fernando de 258, 362, 566-567, 570
Montoya, Alfredo J. 442
821

Monzón. Luis 307, 496


Moore, Katherine M. 115, 121
Mooser, O. 88, 103
Morales Soria, Jorge 81
Mori, Juan de 43, 249
Mori Tomatis, Miguel 500
Morillo, Alonso 290
Moro, S. Manuel 229, 235, 583
Morote Best, Efraín 499
Morris, Craig 211, 214, 337
Morrison, P. 41, 66
Morùa, Fr. Martín de (Vicie Murúa, Fray Martín de)
Moseley, Edward Michael 133, 280, 595
Mosquera (Capitán), ? 338
Mosquera, Juan 406
Mossbach, ? 310-511
Mostny, Grete 456
Muizon, Christian de 99, 586
Mujica, Elias 147, 241, 244, 534
Müller, Otto F. 11, 13, 16
Muñoz, Juan Bautista 461-462
Muñόz Ternero, Diego 290
Muqui, Martín 353
Murcia, Francisco de 308
Murphy. R.C. 284
Murra, John V. 5, 7, 25, 35, 206-207, 209, 226-227, 240, 254, 276, 280, 282, 295, 300, 337,
356-358, 393, 395- 396, 399, 408, 415-416, 421, 460, 481, 489, 508, 530-531, 541, 555-556, 604
Murúa, Fr. Martín de 249, 272, 294, 310- 311, 319, 329, 332, 421, 453, 502-503, 506, 516
Museo Amano 221-223
Museo de Antropología y Agricultura Precolombina de la Universidad Nacional Agraria
“La Molina” 99
Museo de Arqueología (Cuzco) 225
Museo de Arqueología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos 242
Museo de la Nación de Lima 99
MuseodeLa Plata 101, 104
Museo del Oro 224
Museo Nack mal de Antropología. Arqueología e Historia 221-225
Museo (Nacional) de Historia Natural de París 99, 102
Musters, George С. 43, 49, 479, 564
Nachtigall, Horst 225- 226, 242, 418, 474
822

Namnandorj, O. 589
National Academy of Sciences 484-485, 617

Navarro, Hugo 196, 488


Nelken-Terner, Antoinette 100, 127-129, 238
Netherly, Patricia J. 483
Neveu-Lemaire, M. 3, 41, 95, 123, 550-552
Niemeyer F.. Hans 431, 456-457
Nina Chaguayo, Diego 309
Niza, Fray Marcos de 288
Noakes, Diana 11-12
Noguerol 440
Noldus, G.W. 231
Noort, Olivier van 455
Nordenskiöld, Erland 95
Noriega B., Humberto 416
Northern Smelting Co. 372
Norton, Presley 242, 396, 399
Novoa M., César 11-14, 32-36. 40-41, 44, 46. 49. 53, 55, 57. 64, 67-70, 75, 77, 88. 109, 142, 147,
157, 168, 209, 230, 240, 242-244, 277, 382, 389, 397-398, 419, 430-432, 446.460, 492, 494- 495,
498, 501, 504, 507, 515, 525-526, 537-538, 544, 548-550, 552, 556, 559, 631
Nunez. Alvaro 411
Nunez. Diego 463, 479
NCiftez, E. 489
Nünez Alencio, Lautaro 91. 94-95, 101, 104, 430-435, 4.37. 450-452, 459
Nünez de Balboa. Vasco 257- 259, 285, 378
Nünez de Pineda y Bascuriàn. F. de 450, 453
Nünez de Vela, Blasco (Virrey) 3.39, 369
Nünez del Prado C, Oscar 491

Oliando, Juan de 406


Oberem, Udo 397
Otaria. Diego de 272-273, 304, 311, 326, 330, 424, 439, 478, 490, 497, 499- 500, 502, 504, 506,
508, 512, 547, 551, 554-555
Ochatoma Paravicino, lose Alberto 147, 151, 548
Odreman Rivas. Oscar E. 41, 57, 70, 75, 95-96. 98. 104, 276, 586, 592
Odrioloza, ? 570
Ojeda, Ricardo 49
823

Olazärraga. Pedro de 325


Oliva, Anello 273, 332
Olivares, Miguel de 442, 447-448
Olivera, Daniel E. 475
Olson. Ronald !.. 189
ONERN 24-25, 145, 158, 619
Onuki, Yoshio 1.39, 147, 160, 244, 599
Oporto. N.R. 447
Ordaz, Diego de 257, 371, .380, 517
Ordónez, ?
Oré. Lvis Hieronymo 310
Orefici, Giuseppe 175-177, 189
Orellana, Francisco de 371, 405, 406, 461-463, 479, 565, 615
Orgónez. ? 440
Oricain, Pablo José 365
Orlove. Benjamin S. 494, 531
Orozco, Juan de 290
Ortal, ? 380
Ortega, I.M. 46
Ortega Morejón. Di(ego) de 250
Ortegón, Diego 408
Orligliene Toribio de 462
Ortiz de Zùńiga, liìigo 249, .300, 302, 3.34-336, 354, 555
Ortiz Troncoso. Omar R. 55
Ortlieb. Lue 284
Osborn. H.F 19, 397
Osgood. W.H 40, 64, 441
Ossorio. Antonio 311
Otte, K.C. 20, 53
Ovaglie. Alonso d’ (Vide Ovalle. Alonso de)
Ovalle, Alonso de 4.34, 4.38. 448, 450, 454- 455, 52.5, 565

Pachaculi Inga Yupanqui 292


Pacheco Torres, Víctor R. 109
Pacura 288
Padilla, ? 408
Padrón de los mil indios ricos... (Vicie Gutiérrez Flores. Fray Pedro)
Pachos, Gustavo 372, 374
824

Pilguaría 461-462, 565, 615


Palacios Ríos, Félix 72-74, 171, 191, 224, 226, 389-390, 492
Palermo, Miguel Angel 70, 442, 444, 446-450, 453-455, 458, 460-461, 501, 562-563, 581, 614
Palomino, Alfonso 404, 542
Palomino, Diego 315-317
Pancaldo, Leone 256
Paredes, ? 53, 56-57
Parson, Jeffrey R. 192
Pascual, Rosendo 41, 57, 70, 75, 86, 91, 93, 95-96, 98, 104, 276, 431, 471, 475, 586, 592
Paso y Troneoso, Francisco del 548
Pastene (capitán), ? 450
Patiño, Gabriel 477
Patterson, Bryan 86, 93
Patterson, Thomas C. 174
Patthey, Francis O. 522
Patzelt, Erwin 385
Paucar, A. 52
Pauw, Cornelio 569
Pavón y Jiménez, José Antonio 305
Payne, ? 43
Paz de León, Sancho 404
Paz Flores, M. Percy 524
Paz Maldonado, Jhoan de 408, 413
Paz Ponce de León, Sancho de 403, 413
Pearsall, Deborah M. 212, 240
Pearson, Oliver P. 53, 64
Pease, G.Y., Franklin 209, 225, 252, 254, 265, 274, 278, 280-281, 288, 310, 322, 325, 328-329,
334, 347, 356-357, 361, 375, 382, 479, 515, 547-548, 554
Pedradas Dávila (Peter Arias; Pedro Arias de Avila) 377, 379
Pegram, R.G. 583
Penedo, M.C.T. 29
Peñafiel, Juan de 325
Peñaherrera del Aguila, Carlos 298, 535, 611
Pereyra, Carlos 503
Pérez, Rodrigo 440
Pérez de Guevara, Juan 317-318
Pérez de Tudela Bueso, Juan 566-567
Perkins, Dexter 169, 378
Pernoud, R. 456
Petersen G., Georg 284, 287
825

Petschow, D. 29
Philippi, Rodolfo Armando 429, 439, 446, 456-457
Phillipi, Rodolfo Armando (Vide Philippi, Rodolfo Armando)
Piçaño, Francisco (Vide Pizarro, Francisco)
Piçarro, Juan 402
Pieters, H. 14
Pigafetta, Antonio (Francisco) 43, 256, 259
Pires-Ferreyra, Edgardo 13, 110, 118, 119, 122-124, 386, 574-575
Piri Reis 255-256, 259
Pizarro, Fernando (Vide Pizarro, Hernando)
Pizarro, Francisco 257, 261, 263-267, 277, 280- 285, 287-288, 295, 297-298, 301, 305, .509,
337-3.38, 348-351, 356, 358, 377, 381, 402, 405, 476, 540, 547, 613, 628
Pizarro, Gonzalo 267, 309, 317-318, 339, 405-406, 462, 569-570
Pizarra, Hernando 267, 292, 298, 300, 302, 309, 337, 341, 606, 629
Pizarro. Pedro 250-251, 253-254, 263, 273, 283-284, 309, 311, 338, 341, 349, 358, 391, 402,
496, 630
Pizarro de Sosa, Juan 325
Placencia, Pedro de 308
Plaza, J. 38
Plischke, Hans 465, 520
Pocock, R.I. 22
Politis, Gustavo 476
Pollard, Gordon C. 109, 430-43.3, 458
Pollock, Susan 385, 387
Polo de Ondegardo, Juan (El Licenciado) 251-253, 255, 311, 321, 352-353, 362, 610
Ponce, Hernán 263
Pontificia Universidad Católica del Perú 291
Porras Barrenechea, Raúl 247, 249-250, 257, 261-263, 265-268, 270-271, 277-282, 286-288,
290, 292, 295, 297-298, 301, 304, 309-311, 331, 348-349, 352, 356, 366, 377, 421, 440, 516, 518,
569, 615, 628
Portes Rivas, Gabriel de 325
Portillo, Francisco de 325
Portocarrero, Pedro (de) 566, 569-570
Portús, Javier 522
Poyart, Claucle 29, 585
Pozorski, Shelia Griffis 141-143, 154, 164, 166, 168-170, 173, 185-188, 197-200, 217, 243, 280,
598
Pozorski, Tilomas 1,31, 142-143, 154, 198, 243
Pozzi-Escot, Denise 180, 544
Prado, Alvaro de 309
Prescott, Guillermo 11. 66, 69, 278, 282, 284-285, 288, 356, 504, 506
826

Presta, Ana María 477


Prichard, H. 41, 564
Programa de Ovinos y Camélidos Sudamericanos de la Universidad Nacional Agraria (La
Molina) 495
Proulx, Donald A. 188, 200
Proyecto Ayacucho 238
Proyecto Viril 173
Fuelles, Pedro de 339
Puig, Silvia 50, 62, 480, 633
Pulgar Vidal, lavier 383-384, 414, 417, 520
Pumavala, Alberto 495
Purin, Sergio 222

Quesada, Juan de 307


Queveclo, Juan de 311
Quilter, Jeffrey 131, 133, 244, 459, 595
Quingalinbo 407
Quinn, W.H. 284
Quipquin, Gerónimo 308
Quiroga, Pedro de 349
Quirucalla 249
Quispe, Carlos 309
Quispi, Carlos 311
Quispihaqueva, Felipe 309
Quizquiz 255, 287, 533, 554, 609

Radicati di Primeglio. Carlos 405


Racltke, U. 429
Raedeke M., Kenneth J. 33, 36-37, 41, 43-45, 48-50, 52, 229, 234, 459, 479, 546, 55.3, 564
Raffino, Rodolfo A. 473-474
Raimondi Antonio 15-16, 371-372, 630
Ramírez, A. 230, 58.5
Ramírez, Balthasar 272, 279-280, 294, 305-306, 309-310, 314-315, 322-323, 328-329, 332,
360, 422-426, 497, 504, 506, 512
Ramírez de Velasco, Juan 479
Ramírez-Horton, Susan 289- 290, 298
Ramírez Segarra, Juan 314, 324, 343-347, 355-357, 537-538, 610
827

Ramos de Cox, Josefina 217, 291-292


Ramos Gavilán 273
Raven. P. H. 105
Ravines, Rogger 240, 361, 464, 574
Real Academia Española 1, 373, 466
Reigaclas, Carmen 470
Reinaga, pian de (la) 566, 568-570
Reiner, R.J. 34
Reitz, Elizabeth J. 132-134, 164-165, 391-395, 595
Hemmers, lohn E. 28
Reynafarge, César 28. 29.35
Reynafarge Dávila, Baltazar 30
Ribeiro, Darcy 565
Ribera, Nicolas de (“el mozo”) 265, 30.3, 340
Ribera, Pedro de (Vide Rivera, Pedro de) Rice. Donald S. 193
Richardson III, James B. 99. 106, 15.5. 163, .378-379
Richerson, Peter J. 545
Rick, lohn W. 61, 64, 116-121, 133, 137-138, 220, 227-229, 231-235, 237, 4,32, 525, 592-59,3
Ridell, Francis A. 143, 177, 217
Ridout, César A. 11, 257
Riggs, Elmer S. 19
Rigon, Matheo 309
Rijksmuseum voor Volkenkunde (Leiden) 222
Rinaga Salazar. Juan de (Vide Reinaga, Juan de)
Río, Mercedes del 477
Ripinsky, M.M. 590
Riquelme. Alonso 291, 351
Rivera, Mario 433, 436, 158
Rivera, Pedro de 262, 306-307, 359, 496- 497, 499
Rivero, Mariano Eduardo de 55, 383, 156
Rivet, Paul 282
Rohrs, M. 20. 515
Rojas. P. Alonso de (?) 463
Rojas, Diego de 426, 477-478
Rojas, Gabriel de 339
Rollins. Harold B. 429
Román y Zamora, Jerónimo 207
Romero. Carlos A. 4, 318, .349, 547, 551, 567, 569-571
Romero, Elias C. 54, 507, 524
Romero, Emilio 56, 420, 496, 500
828

Romero, Fernando 287


Romero del Valle. Emilia 287
Rosales, D. de 4.39, 442, 445, 447-449, 453-155
Rosas. Virginia 552
Rosas Lanoire, Hermilio 155
Rosemblat, A. 563
Rosenmann, A.M. 29. 66
Rostworowski de Diez Canseco, María 6-7, 209, 215, 250, 252-254, 259, 279-280, 283, 289,
291-293, 295, 302-304, 332, 340, 351, 482, 185, 541, 543-544, 576
Roth, J.A. 96
Rottmann, I. 419, 564
Rouse. Irving 98
Rowe, Ann P. 495
Rowe, John Howland 207-208, 225, 254, 265, 278, 281, 297, 382, 502, 505-506, 514, 520, 606
Rovo у Gomez, José 98
Rubiano, ? 258
Rubio, ? 172
Rübsamen, К. 34, 66
Ruiz. Arturo 192
Ruiz, Bartolomé 281-282
Ruiz, Hipólito 277, 305, 340
Ruiz de Arce, Juan 283, 297, 304-306, 308-309, 503, 628
Rusconi, Carlos 17-19, 39, 108, 475
Russel, A.J.F. 243
Ryden, Stig 474

Saez-Godoy, Leopoldo 442-443, 477-478


Sagastogui Alva. Abundio 484
Salas, Alberto Mario 1, 518
Salazar, Damián de 312
Salazar, Martín de 508
Salazar, Rodrigo de 338
Salazar-Burger, Lucy 126, 143
Salazar de Villasante. ? 402
Salemme, M. 471
Salinas (ele) Loyola, Juan de 288, 406, 409-411, 413
Salomon, Frank 255, 567, 401, 404, 408, 412-41.3, 415, 418-419
Salvador Lara, [orge 416, 420
Sámano. Juan de 280-282
829

Sánchez, Juan 335


Sánchez de Haedo. Gregorio 507
Sánchez de la Cueva, Lope 309
Sánchez Goliardo, Francisco 309
Sancho de la Hoz, Pedro 250, 277, 333
Sancta Cruz, Alonso de 479
San Martín, Felipe 34-35, 44, 46, 52, 55, 65-67. 72. 74, 245, 492, 525, 581
San Martín. Gaspar de 406
Santa Cruz, Alcibíades 446
Santander, Francisco 324
Santillán, Fernando de (Vide Santillán, Hernando de)
Santillán, Hernando de 349, 352, 542
Santisteban Manrique, Ernesto 431
Santo Domingo (Orden de) 344
Santo Tomás, Fray Domingo de 261
Stmtoro. C. 433, 459, 188
Sara via, Beltrán 307’ Satuni, Alonso 293, 532
Sawyer, Michael f. 126, 386, 391
Saxon, Earl C. 435, 457
Scaro, José Leonardo 29
Schaedel, Richard P. 181, 588
Schiappacasse F., Virgilio 431, 564
Schjellerup, Inge 205
Schmidel, Hulderico (Ulrich, Ulrico) 464-465, 467, 503, 509, 519-522, 580, 615, 621
Schmidl, Hulderico (Vide Schmidel, Hulderico)
Schmidt, Christian R. 45
Schmidt, Hulderico (Vide Schmidel, Hulderico)
Schmidt, Max 167, 223
Schmidt-Nielsen, K. 66
Schmidts, Hulderico (Vide Schmidel, Hulderico)
Schönfelder, Uwe 398
Scossiroli, Renzo B. 82
Segovia, Bartolome de 263, 440
Seibert, P. 481, 492, 524, 531, 634
Seifert, H.S.H. 583
Serra de Leguizamo, Francisco 311
Serrano, Pedro 325
Shaughnessy, Roxana 146, 160-161, 192, 210
Shea, Daniel E. 215
830

Shimada, Izumi 2, 6-8, 67, 110, 131, 138, 142-143, 148, 152-154, 161, 163-164, 171-173, 176,
179, 181-184, 195- 196, 209, 216, 230, 241, 243, 259, 279, 289, 393, 482-483, 487, 491, 495,
534, 541, 543, 549, 588, 597, 599, 624
Shimada, Melody 6, 8, 67, 110, 131, 138-139, 142-143, 147-148, 150, 152-154, 159-161,
163-164, 171-173, 176, 180-184, 195-196, 216, 230, 241, 243, 259, 279, 289, 386, 390, 393,
482-483, 491, 495, 498, 543, 549, 588, 599
Shoop, ? 429
Sick, W.D. 414-415
Sillau A., Hugo 29
Silva, Marcos de 29,3
Silva Galdames, Osvaldo 432, 440, 453, 455
Silva Santisteban, Fernando 302, 33.3-334, 372
Silverman, Helaine 174-177
Simoens da Silva, Antonio Carlos 428, 505, 507, 514, 556
Simpson, George Gaylord 17-18, 23, 79, 84, 86, 88, 96
Simpson Vuilleimier, Beryl 105
Sinclair, A.R. 525
Smith, Joseph E. 29
Smithsonian Institution (Washington) 522
Snarkis, Michael |. 378-379
Sono, Toshihiko 126
Sotelo Narvaez, Pedro 474, 478
Soto (Capitán), ? 338
Soto, Hernando de 263, 295
Soto, lsabel de 297
Sotomayor, ? 477
Soukup SDB, Jaroslav 69, 212, 484, 487, 492
Spalding, Karen 304
Spielberg, Jorge 450, 454-455, 563. (Nota: Este apellido se escribe tambien Spilberg o
Spilberghen. e.g. ride Mendiburu, 1934).
Spira, Jorge de 380-381
Spunticchia, Roberto 123, 235-237, 593
Squier, Ephraim George 207, 373, 490, 504, 556
Stahl, Peter W. 109, 242-243, 282, 382, 394-399, 402, 414-419
Stanish, Charles S. 193, 203
Stanley, Helen F. 22. 80. 243, 582
Stehberg, Ruben 434, 456, 563-564
Stehli, Frank, G. 85-88, 91, 96-97, 103, 585-586
Steinbacher, G. 20, 227
Stern, Bernhard f. 529
Stevens, D.H. 30, 34
831

Steward, Julian H. 317, 372-373, 381, 415, 446, 563


Stiglieh, German 59, 296, 299-300, 372-376
Stock, C. 18-19 Stone, Doris 524
Stothert, Karen E. 244, 459
Stouse, Pierre A.D. (Jr.) 277
Strass, ? 45
Strong, William Duncan 143, 165-166, 173-176, 189, 203, 217
Stroock, S.I. 20, 49
Stübel, Alphons 383, 393, 407, 418
Sumar Kalinovski, Julio 7, 14-15, 32, 35-37, 39, 43, 48, 52, 54-55, 64-65, 67, 69-70, 72, 74, 77,
92, 111, 256-257, 331, 491, 494, 497, 505, 507, 520, 522, 526, 537, 544, 547-554, 559-560, 631
Supanta, Santiago 309
Szaszdi, Adam 402

Tabío, Ernesto E. 2, 131, 137, 242, 595


Taipemarca, Pedro 307
Tambussi, CP. 472
Tapia, Canto 562
Tapia, M. 67, 72
Tarrago, Myriam N. 471, 490
Taylor, Anne-Christine 316, 410-411
Taylor, K.M. 14
Téllez Lúgaro, Eduardo 432, 440, 453, 455
Tello, Juan 339
Tello, Julio C. 5, 7, 155, 167, 189, 201, 208-209, 220
Temme, Matilde 387, 399, 418
Tenney, S., Marsh 28
Terada, Kazuo 126, 139-140, 147, 160, 244
Texeira, Pedro de (Capitán) 463
Thévenin, Rene 17, 227
Tilomas, ? 1.3
Tilomas, Oldfield 13, 20
Thomas R., Brooke 526, 594
Thompson, ? 552
Thompson, Donald E. 214, 337
Thorvildsen, K. 590
Thunberg, X.P. 12, 16
Thupa Inca (Vide Topa Inca)
Ticona 294, 333
832

Ticona, Felipe 357


Tiedemann, ? 12
Tillman, A. 549
Tiqui 408
Tito (indio) 349
Toledo, Francisco de 250, 304, 348, 355- 356, 364, 425
Tomoeda, Hiroyasu 337, 524
Tonni. E.P. 20, 471-473, 476
Topa Inca 249, 252, 437
Topa Ynga (Vicie Tapa Inca) 382, 400, 414
Topic, John 198
Tordesillas, Fray Estevan de 324
Toro, Alonso de 426
Torre, Juan de la 285-286, 628
Torres, Hernán 13, 41, 44, 50, 52, 57-58, 65, 72, 77. 80, 428, 480, 495, 497-498, 505, 507, 514,
553, 560, 632-633
Torres Calderón, Germán
Torres de Navarra, ? 499
Torres Saldamando, Enrique 291, 351
Tosi, Joseph A. 24-25, 158, 535
Tosi, Maurizio 81, 578, 589-590, 621
Tovar, Osear 25
Tovar S., Augusto 544
Tribaldos de Toledo, Luis 444, 450
Trimborn, Hermann 195, 257-258, 272, 279, 375
Troll, Carl 4, 25, 65, 69-70, 179, 200, 203, 209, 227, 239, 384, 415-416, 418-419, 432, 445,
459-460, 474, 491, 496, 499-501, 504, 52,3, 544-545, 6l6 Troneoso, R. 433
Trueco, Giovanni 256
True, D.L. 430
Trujillo, Antonio 374
Trujillo, Diego de 283
Tschopic, Harry 67, 171, 511
Tschudi, Johann Jakob von 3, 22, 36, 40, 46, 53, 57, 70, 74, 205, 209, 257, 318, 371, 375-376,
382-383, 39.3, 404-405, 407, 414-415, 427, 454, 463, 499-501, 504, 510-511, 513, 517-519, 523,
536, 541-54,3, 611
Tudela, Frutor de 380
Tumaco (Cacique) 257-258, ,378
Tupa Inga (Vide Topa Inca) Tupae Yupanqui 303
833

Ubbelohde Doering, Heinrich 99, 172


Ubelaker, Douglas II. 396-397
Uerpmann, Ha ns-Peter 169
Uhle, Max 132, 173, 189, 203, 430, 451, 595
Ulloa, ? 523
Ulloa, Antonio de 359, 495, 498, 502-503, 515, 611
Ulloa Mogollón, Juan de 310, 325
Unciga, Miguel (Cacique de Chuquicota) 477
Universidad de Columbia 378
Universidad de Harvard (Provecto de) 198
Universidad Nacional de Trujillo 199
Universidad Nacional Mayor de San Marcos 7
Universidad Nacional San Agustín de Arequipa 203
Upson Clark, Charles 288, 406
Uribe, María Victoria 381-382
Urteaga, Horacio 11. 4
Usher, George 486
Usselmann, Pierre 36, 514, 525

Vaca de Castro, Cristóbal 332, 339, 477


Vaez, Alonso 308
Valcárcel, Luis E. 635
Valderrama Fernández, Ricardo 374, 504
Valdez Cárdenas, Lidio M. 143, 176- 177, 179
Valdivia, Pedro de 437, 441, 443-444, 448, 450, 562-563
Valenzuela, Francisco de 220
Vallejo Velasco, Bernardo del 380
Vallejos, [uan 327
Vallenas Pantigoso, Augusto 34, 227, 492
Valverde, Fray Vicente (de) 302, 300
Van der Hammen, Thomas 103, 231, 383, 387
Van Nice, P. 29
Van Noort, Olivier (Vide Noort, Olivier van)
Van Soest, P.J. 34, 66
Vargas, Jerónimo de 323
Vargas Ligarte, S.J., Rubén 570
834

Varón Gabai, Rafael З01, 334


Vásquez S., Segundo 168, 172, 186, 199-200, 483, 488
Vásquez S., Víctor 141, 164, 168, 172, 185, 196, 199-200, 483, 486, 488
Vásquez de Espinosa, Antonio 288, 292- 293, 296, 301-302, 304-305, 307- 309, 311-312,
322-323, 326, 328-331, 337, 341, 389, 391, 406, 423-426, 439-440, 442-443, 451-452, 477-478,
490, 605
Vau, E. 111
Vaughan, T.A. 43
Vega, Andres de 305
Velalcáçar, Sevastian de (Vide Balalcázar, Sebastián de)
Velasco, Juan 404-405, 416, 420
Velasquez, Juan 308
Venero, José Luis 20, 581
Verdugo, Melchor 290
Vergara, Pedro 339
Vescelius, Gary 148
Vespucci, Amerigo 255
Viault, François Gilbert 29, 65 Vidal, O. 195
Vidal Gormaz, F. 44.3-444
Vierra, Robert K. 125, 130, 146, 151, 159, 239
Vietmayer, ND. 390, 550
Vilaxa. A. 489
Vilcacuri, Francisco 309
Vilches, S. 45
Villagrán, Francisco de 477
Villalba, Lilian 48, 50, 62, 428, 467, 6.53
Villamonte, Juanes 293
Villavicencio de Izquierdo, Doris 29
Villée. Claude A. 583
Villegas, Franciscode 380
Villegas. Juan de 380
Vivar. Gerónimo de 437, 440-443, 452, 477-478
Von Pilters, Hilde 234

Wagner. ? 523
Wagner, Claus 464-467
Walker, Finest P.14, 45
Wallace, Dwight T. 157
Walton, ? 552
835

Walton Jr. William 446, 456


Watanabe. Luis K. 193
Wayna-Kapax [Khapax] (Vide Huayna Capac)
Webb, S. David 16-19. 79-88. 90-91. 95- 100, 102- 105, 108, 584-586, 592
Weberbauer, Augusto 535, 617
Webster, Steven S. 69, 73, 389, 529, 533
Weischet, Wolfgang 439, 457
Weiser (Compañia de los) 379
Wendt, W.E. 133, 595
Wensvoort, J. 617, 619
West, Michael 164-165, 200
West, Terry L. 330, 373, 391, 429, 493, 505
Wharton, G.W. 37
Wheeler, Jane C. 2-3, 11-14, 20, 22-23, 26-27, 32-36, 40-41, 44-47, 49, 52-53, 55, 57, 64-70, 72,
75, 77, 88, 109-110, 113, 115, 118-119, 121-124, 131, 142, 147-148, 154, 157, 168, 180-181,
193-194, 200, 205, 209, 211-213, 216, 219, 226-235, 240-244, 277, 356, 382, 386, 389-390,
397-398, 419, 430-433, 446, 459-460, 481, 494-496, 498, 501, 504, 507, 515, 525-526, 530,
537-539, 544, 548-550, 552, 556, 559-560, 574-576, 579, 582-583, 591-594, 603, 626, 631, 635
Wheeler Pires-Ferreira, Jane C. (Vide Wheeler, Jane C.)
White, 1. Peter 169, 235
White, Stuart 419
Whitehouse, Ruth D. 227, 505, 590
Whittembury, Jose 8, 28, 30, 573
Wilbert, J. 415
Wilhelm Grob, Ottmar E. 446-447, 460
Willey, Gordon R. 143, 155, 173, 200, 398
Williams, Andrew 28
Wilson David J. 166, 174, 188
Wilson, Paul 49
Wing, Elizabeth S. 2, 12, 20, 35, 68, 74, 109-110, 112-113, 115-117, 119, 121-128, 131-134,
137, 140-141, 146-148, 150-153, 155, 161-165, 169, 173-175, 180, 183, 187-188, 192, 202,
211-216, 228, 230-231, 233, 238-239, 243, 245, 384-387, 389-391, 393-394, 397-398, 414, 417,
432, 575-576, 592, 595, 597, 603
Winge, Herluf 17, 19
Winslow, Robert M. 29-30
Winsor, Justin 258
Winterhaider, Bruce 534
Wolf, Teodoro 416, 535
Wortman, J.I. 18-19
Wright, Jr., H.E. 106, 574
836

Xeres, Francisco de 265, 280-284, 294, 297-299, .348-349


Yacan 249

Yacobaccio, Hugo Daniel 107, 433, 470-471


Yagil, R. 66
Yamamoto, Norio 533-534
Yáñez Pinzón, Vicente 468
Yepes, José 12-13, 20, 45. 53, 63, 70, 445-447, 449, 466, 591
Yllanes, Juan de 309
Yupanqui 338

Zamora, Baltazar de 290


Zarate, Agustín de 35, 251, 261, 267-268, 271, 286, 290-291, 294, 311, 318, 331, 33,3, 352,
358, 371, 405-406, 426, 4.37, 462, 489, 503, 515-518, 554, 605
Zavala, Silvio 364, 567
Zeuner, F.E. 20, 227, 590
Zevallos Quiñones, Jorge 287, 290-291
Zlatar, V. 430

17.2 índice toponímico.


17.2.1 Índice toponímico de lugares geográficos.

En este índice se ha juntado los topónimos modernos y los antiguos que están
mencionados en los documentos, crónicas y otros escritos de la Conquista y el Virreinato.
Para estos últimos se ha conservado la ortografía y los acentos originales, señalando -
cuando ha sido posible- el nombre en español moderno.

Abancay (corregimiento) 308


Abancay (provincia) 61, 308, 606-607, 630
Abancay (río) 308
Abancay (valle) 491
Abcara 307
Abiseo (Reserva, Parque) 219
Abu Dhabi 590
837

Acari (distrito) 177, 629


Acari (pueblo) 280, 293
Acari (quebrada) 372
Acarí (valle) 143, 217
Achacani 428
Achambi y Colaglicia 348
Achaya (repartimiento) 425
Achinga 335
Achoma (distrito) 215
Achoma (pueblo) 215, 219
Acomayo (distrito) 309, 341
Acomayo (provincia) 309
Aconcagua (valle) 441, 449
Aconquija 475
Acora 313, 341-342, 355, 554
Acos 312
Acoyani 15
Acre (estado) 96
Agua del Panul 439
Agua Salada 374
Aguja (punta) 286
Aillón (pueblo) 299
Ajo 407
Alasaa 356-357
Alca 348
Alccavitoria 330, 528
Alfot (Escuela de) 551
Allacurán (quebrada) 12.3 Alpes 552
Altiplano 56-58, 67, 70, 75, 94, 108, 171, 206, 240, 244, 249, 294, 298, 311, 526, 341, 356, 371,
389, 451, 453, 490, 550, 559, 555, 581, 591, 596, 606-607, 616, 625, 630
Altiplano boliviano 67, 427-429
Altiplano chileno 433
Altos 191-192
Altos de Huahuay (Vide Huaihuai)
Alusi 408
Amazonas (departento) 192, 205, 248, 296, 316-317, 627, 629-630
Amazonas (río) 412, 461-463, 565, 615
Amazonia 385, 390
Ambato (río) 407, 608
Ambi 335
838

Ancash (departamento) 47, 57-59, 61, 112, 125-126, 132, 140, 148, 154-155, 166, 174, 188,
200- 201, 215, 277, 302, 373-374, 389, 490, 559-560, 579, 608
Ancasmayo (río) 382
Ancón 4, 47, 133, 189, 202
Ancón (distrito) 155
Ancón (lomas) 133
Ancón-Chillón (área; zona) 131, 133, 174
Ancud (Vide Isla de Chiloé)
Andaguaychicha 348
Andaguaylas (distrito; vide Andahuaylas [distrito])
Andaguaylas La Grande 3-48
Andahuaylas (ciudad) 140
Andahuaylas (distrito) 308
Andahuaylas (provincia) 61, 140, 308, 596, 606-607, 630
Anclajes 291
Andalucía 571
Ancla marca 61, 140, 299
Andamarca (repartimento) 362
Andaxes (Vide Anclajes) Andaxes (repartimiento) 347
Andrés Avelino Cáceres (región) 59 Angol 450
Ankotanga 428
Anquecuy (isla) 443
Anta 308
Anta (provincia) 48
Anta bamba (provincia) 47, 61
Antofagasta 91, 430, 456, 550
Antofagasta (provincia) 94, 439, 498
Antofagasta (río) 475
Antofagasta de la Sierra 475
Apaga (río) 373
Apuri (río) 381
Apurímaс (departamento) 47, 59, 61, 140, 162, 491, 505, 559-560, 597, 606-607, 624, 630
Apurímac (río) 308
Arahuay (pueblo) 303
Arapa (repartimiento) 348, 425
Aratambo (pueblo) 299
Arauco 450, 563
Arequipa (ciudad) 311, 324-326, 329, 347-348, 361, 423-424, 561
Arequipa (departamento) 47-48. 59, 61. 135, 143, 154, 177, 180, 215, 293, 309-311, 324, 347,
372, 375, 491, 494, 498, 507, 559-560, 600, 606-607, 625, 630
839

Arequipa (región) 59, 310, 325, 327


Arica 277, 326-327, 329-330, 422, 426, 451-453
Arones de Su Majestad 348
Arones y Ocoña 348
Asángaro 249
Asángaro (repartimiento) 347
Asángaro de Antonio Quiñones (repartimiento) 348, 425
Asángaro del Capitán Martín de Alarcón 348, 425
Asia 134
Asunción (ciudad) 464-467, 615
Assángaro (Vicie Asángaro) Assillo 249
Atacama 360, 429, 434, 452, 579, 6l4 Atacama (desierto) 432-433, 440, 458, 575
Atacama (provincia) 57, 426, 440, 453
Atacama (puna) 107, 225, 433, 453
Atacama (valle) 440, 458
Atacama la Alta (Vide San Pedro de Atacama) Atcor 335
Ate (distrito) 155
Atico 260, 293, 374, 605
Atiquipa (lomas) 47, 372, 609
Atocongo (lomas) 174
Atuncolla (repartimiento) 425
Atunrucana 307
Aullagas 423
Aullagas (lago) 427
Avila (ciudad) 462
Avignon 552
Ayabaca (provincia) 192, 205
Ayabaca de los Jívaros 192
Ayacucho (área) 125, 127, 140
Ayacucho (ciudad) 140, 147, 231, 294, 307, 323, 327, 348, 359, 362, 496, 511
Ayacucho (departamento) 58-59, 61, 67, 99, 100, 125, 127-129, 146-147, 150-151, 159, 162,
192, 206, 233, 238-239, 242, 277, 306, 374, 505, 511-512, 540, 546, 555, 559-560, 590, 596-599,
606-607, 623, 625, 628, 630
Ayacucho (distrito) 151
Ayacucho (valle) 146, 238
Ayacucho (zona) 240, 544
Ayas 340
Ayavire y Cupi (repartimiento) 425
Ayaviri 309
Ayllo 348
840

Aymara 348
Aymaraes (provincia) 308, 505
Aymaraes (repartimiento) 347
Aymaya 428
Ayncaraes (provincia) 353
Aysen (provincia) 564
Aysín 457
Ayucaraes ( Vicie Aymaraes [provincial])
Azángaro (provincia) 59, 61, 147, 163, 596
Azapa (valle) 431
Azuay (provincia) 385, 387, 399
Azuay (valle) 400

Bagua (provincia) 316


Bagua (pueblo) 316, 630
Bagua (valle) 316
Bahía (estado) 102, 104
Batalla 344
Batán Grande 196, 483, 487
Beagle (Canal de) 48
Belén 428
Bellille 309
Bermejo (río) 380-381, 465, 467, 477
Betanzos 428
Big Spring Canyon 92
Bilbao 566
Bío-Bío (río) 449
Bío-Bío (valle) 449-450, 562
Bogotá 578
Bogotá (cordillera de) 384
Bogotá (sabana) 106, 385
Bolívar (distrito) 418-419
Bolívar (provincia) 420
Bolognesi (provincia) 61
Bombón (llanos de; Vide Pampa de Junín)
Bombón (provincia) 352
Bombón (puna) (Vide Pampa de Junín) Buenos Aires (ciudad; Argentina) 63, 104, 323, 479,
551, 586
Buenos Aires (La Libertad, Perú) 173, 199, 488
841

Buenos Aires (provincia; Argentina) 46, 49, 63, 95-97, 464, 471, 476, 480, 578-579, 616
Buga (provincia) 382

C/Ç

Cabo Castillo 255


Cabo Polonio 255
Cabrute 380
Cacahuari 316-317
Cacayaqure (repartimiento) 347
Cacha 348
Cachapoal (río) 101, 434
Cailloma (provincia) 180, 215, 310, 375
Cajabamba (provincia) 160, 299, 606
Cajamarca (ciudad) 138, 248, 265, 280, 287, 294, 297-300, 338, 348-350, 353-354, 606, 609,
629-630
Cajamarca (cuenca) 160-161
Cajamarca (departamento) 75, 138, 145-146, 148, 153, 157, 159-160, 179, 245, 248, 277, 288,
290, 297, 301, 315, 322, 544, 596- 598, 604, 606, 608, 624-626, 629
Cajamarca (provincia) 138, 333
Cajamarca-Huamachuco (área) 148
Cajas 191-192, 629
Cajas (páramo) 399
Cajatambo 299-300, 322
Cala Cala (Vide Calacala)
Calacala 53, 56, 59, 61, 234
Calacato (provincia) 423
Calama 451
Calamarca (repartimiento) 421
Calangame (Vide Calangome)
Calangane (Vide Calangome)
Calangome 281-282
Calca (provincia) 61
Calchaqui (valle) 471, 477, 490
Cali 382-383, 613
California 96, 103, 549
Calipuy (Reserva Nacional) 45, 47, 49. 546
Callao 566
Callapa (repartimiento) 421
Callejón de Huaylas 47, 61, 70, 111- 112, 125-126, 1.37, 140, 146, 148, 158, 161, 222, 228, 245,
299, 301-302, 3.34, 371, 390, 544, 595-597, 606-607, 609, 624, 629-630
842

Cama (valle; vide Sama [valle])


Caman (repartimiento) 348, 425
Camaná 327, 374
Camaná (provincia) 135
Camaniguani 427
Camarones (río) 431, 488
Camata (valle) 324, 355
Caminata (repartimiento) 425
Camina (río) 451
Camora (valle, región; vicie Zamora [región, valle])
Camora (ciudad; vide Zamora [ciutlad])
Camora (valle; vicie Zamora [región, valle])
Canal Bolivariano (Vicie Canal de Bolívar)
Canal de Bolívar 82
Canarias (islas) 566, 568
Canaribamba 277, 408
Canas (provincia) 61, 310, 512
Canchapara 335
Canches (provincia; Vide Canchis [provincia]) Canchis 309, 348
Canchis (cordillera) 531, 556
Canchis (provincia) 61, 152, 309, 310
Canchiscocha (laguna) 137
Cangallo (provincia) 306
Cangallo (región) 278
Canta (distrito) 150
Canta (provincia) 61, 189, .50.5, 340, 588, 6.50
Canta (puna) 374
Cañadón de las Cuevas 471
Cañar (valle) 385, 399-400, 414, 416, 419-420, 608
Cañete (provincia) 134, 202
Cañete (río) 304
Cañete (valle) 630
Cañete (villa) 292
Capachica 310
Capae Marca 348
Capamarca 511
Caplina (valle) 195
Caquingora (repartimiento) 421
Caquixane (repartimiento) 425
Cambamba (región) 290
843

Carabaya (cordillera) 531


Carabaya (provincia) 15. 61, 559
Carabaya (pueblo) 15, 312
Caracara 249, 425
Canicas 278
Carachuco (huaca) 366
Caracollo (provincia y corregimiento) 42.5
Caracoto (repartimiento) 425
Caraguayllo 303
Carambayoc 353
Caranaca (laguna) 580
Caranaca (río) 580
Carangas (provincia) 126
Caranqui 608
Caraques (bahía) 288
Caravelí (distrito) 293
Caravelí (provincia) 143, 177, 293, 372, 605, 6.50
Carcarañá (rúo) 464
Carcas 340
Carhua (huaca) 366
Carhuáz (provincia) 126, 148
Carhuáz (pueblo) 299
Caribe 105
Caringa (lomas) 293, 332
Carolina del Norte 550
Carolina del Sur 96
Caruacaya (Vide Caruacayán) Caruacayán 303
Caruapampa 372
Casabintlo 426, 476
Casa del Diablo 93
Casma (distrito) 154, 201
Casma (provincia) 154, 201
Casma (pueblo) 201, 374, 534
Casma (río) 155, 158
Casma (valle) 154-155, 201, 596, 625
Castilla 264
Castrovirreyna (ciudad) 322, 341
Castrovirreyna (lagos de) 61
Castrovirreyna (provincia) 292, 306, 327, 610
Catamarca (Argentina) 62, 75
844

Catamarca (provincia; Argentina) 70, 447, 475, 480, 579


Catamarca (valle; Ecuador) 418
Catúa (río) 461, 615
Cauanilla y Oliberos (o Oliberes; repartimiento) 348, 425
Cauca (río) 417
Caure 335
Causso 303
Cautín (río) 450, 453
Cavana 348
Cavena (repartimiento) 425
Caxamalca (ciudad; vide Cajamaica [ciudad])
Caxamalca (repartimiento) 347, 362
Caxamarquilla del Collay (provincia) 296
Caxas (Piura) 295
Caxcile 40
Cayanbe 407
Cayo Aymaraes 348
Cazavari (río) 381
Cepita (Vide Zepita)
Cercocancha (quebrada) 137
Cercleña 268
Cerezal (río; vide Cunía) Cerro Azul (distrito) 202
Cerro Blanco (mina) 196
Cerro Ceylán 200
Cerro de Pasco (ciudad) 114
Cerro Moreno 439
Cerro Prieto de Guañape 143
Cerro San Francisco 155
Cerros Amotape 284
Cibdad de los Reyes (Vide Lima [ciudad])
Cibdad Leon (Vide Huánuco [ciudad])
Cinchi (Vide Chincha [Norte del departamento de Lima])
Cinto 284, 629
Ciudad de los Reyes (Vide Lima [ciudad])
Coaque 281
Cobija 453, 456
Cocambanbala (valle; vide Cocanbala?) 441
Cocanbala (valle; vide Cocambanbala?) 441
Cochabamba (ciudad) 62, 421, 579
Cochabamba (valle) 423, 426
845

Cochamarca 249
Cochasquí (hacienda) 398
Cochinoco (minas) 453
Cochuna (valle) 327
Colaque 286
Colca (Sierra Central) 306
Colca (valle) 180, 215, 259, 375, 598, 600, 625
Colca (zona) 310, 347
Colina (región) 434
Colquemarca 311, 348
Collaguas 348
Collaguas (repartimiento) 347
Collana 348
Collao 249, 263, 267-268, 277, 309, 311-312, 345, 347, 365, 421, 424, 504, 516, 523, 628
Collao (provincia) 70, 250, 327, 348, 391, 425, 502
Collasuyo (provincia) 249
Collique 250, 285-286, 605, 626, 628
Concepción 562
Concepción (provincia) 442, 450
Conchucos (corregimiento) 301-302, 630
Condebamba 545
Condebamba (cuenca) 192
Condebamba (río) 160
Condesuios (provincia; vide Condesuyos [provincia])
Condesuvos (provincia) 310-311
Conseçion (provincia; vicie Concepción [provincia])
Contreras (quebrada) 329
Copa (parcialidad) 340
Copacabana 428
Copallén (provincia; vide Copallín Nuevo [provincia])
Copallín 318
Copallín Nuevo (provincia) 316
Copayapu 437
Copiapó 360, 440, 459, 614
Copiapó (valle) 441, 449, 457
Coporaque (distrito) 180, 215
Coporaque (pueblo) 180, 191, 215, 219, 259
Coquimbo 57, 436-437, 441, 457, 579
Coquín 335
Coraguana 409
846

Cordillera Blanca 70, 374, 534, 545


Cordillera de Condo (Vide Cordillera Real)
Cordillera de la Costa 312
Cordillera de la Viuda 303
Cordillera Negra 137, 158, 374
Cordillera Occidental 106
Cordillera Oriental 106
Cordillera Real 427, 466, 615
Córdoba (ciudad) 478-479
Córdoba (provincia) 70, 447, 474-475, 478, 480, 579-580, 608, 616
Córdoba (pueblo) 61 Coro 380-381
Coronel Pringles (departamento) 471
Corongo (provincia) 140, 215, 299
Corongo (pueblo) 140, 299, 606, 629
Corpacancha 303
Corrales (distrito) 195
Cotabambas (localidad) 348
Cotabambas (provincia) 308
Cotabambas y Omasuyos 348
Cotagucia 348
Cotahuaras 348
Cotahuasi 154, 342, 498
Cotaneras (provincia) 308
Cotopaxi 419
Cotopaxi (valle) 414
Coypu (valle) 563
Crucero 15
Cuenca (ciudad) 385, 392, 395, 399, 407-409, 417, 578-579
Cuenca (valle) 277, 385, 408, 414, 578-579, 608, 628
Cumbinama 409
Cundinamarca (sabana) 417
Cungarapa (provincia) 409
Cunía (río) 157
Cupisnique (quebrada) 99
Curámadal (provincia) 46
Curamarca 249, 336
Curatopa 348
Cusco (Vide Cuzco [ciudad]) Cuticu (cordillera) 373
847

Cuzco (ciudad) 73, 146, 151-152, 206, 209, 216, 248-250, 252, 255, 270, 276, 278, 287, 291,
294, 304, 309-311, 323-325, ,327, 329, 3.38, 347-349, 351-352, 356-357, 362, ,365, 401, 425-
426, 4.37, 440, 462, 478, 491, 500, 502, 511, 522, 541, 548, 566-568, 630
Cuzco (departamento) 41, 47-48, 59, 61, 69. 151- 152, 154, 163, 216, 220, 305, 308-309, 323,
330, 335, 341, 372, 391, 528, 556, 559, 596-597, 600, 606, 610, 625, 627
Cuzco (distrito) 151
Cuzco (provincia) 216, 310-311 348

CH

Chacabuco 91. 101


Chacabuco (hacienda) 105
Chacabuco (región) 434
Chaca marca 300, 337
Chachapoias (ciudad; vide Chachapoyas [ciudad])
Chachapoyas (ciudad) 296, 318
Chachapoyas (provincia) 205, 296, 599, 604, 625, 629
Chachapoyas (región) 248, 296, 606
Chachas y Ucuchachas 348
Chaco 24, 467, 475, 576
Chaco boliviano 103
Chaco central 464, 615
Chaco Central-Boreal 466, 615
Chaco paraguayo 276
Chacra Camigorco 373
Chala 372, 374-375
Chalaco 191
Chalán (quebrada) 296
Chalco (lago) 548
Chulco (Municipio) 548
Chalhuanca 61
Challuanca 348
Chamán (río) 185
Chambo (río) 399
Champamarca 114
Chancay (provincia) 133, 155
Chancay (valle) 67. 570
Chanduy 394
Chuncluy (estuario) 394
Chanlla 335
Chao 188, 291, 605
848

Chapurra (provincia) 333


Charcas 278, 329, 423, 426, 476
Charcas (Audiencia) 326, 353
Charcas (provincia i 424-425
Chasutino (río) 317
Chavín (región) 59
Chuvín de Huántar (distrito) 148-149, 302, 374
Chuviña 293
Chayanta 128
Chavanta (provincia) 425
Chepén (provincia) 185
Cherino (provincia) 315-316
Cherinos (provincia; Vide Cherino [provincia])
Chicama (valle) 99, 141, 188, 200, 624
Chichas (provincia) 426, 176
Chiche (rio) 98
Chichi (rio: vide Chiche [rio])
Chiclayo (provincia) 182, 250
Chilata 348
Chilca (lomas) 202
Chilca (serranias) 215
Chilca (valle) 124, 134
Clile ( proivincia ) 437, 44 1. 444
Chilete 35.3
Chilio (provincia; ride Chillao [provincial])
Chilla (pueblo) 296
Chilla (rio) 296
Chillao (provincia) 296, 317
Chillón (rio) 133, 150, 303
Chillón (valle) 150, 174, 189, 250, 596, 598, 90 l. 020, 630
Chillos (valle) 113
Chilma (pueblo) 176
Chiloé 449
Chilques 348
Chimborazo (distrito) 418-419
Chimborazo (provincia) 388, 399, 108, 113, 116, 419, 613
Chimborazo (valle) 414, 419
Chimborazo (volcan) 408, 418
Chimbote 373, 609
Chimo (valle; vide moche [valle]) Chimos (playa) 373
849

Chincha (ciuciad) 232, 322, 326, 329


Chincha (Norte del departamento de Lima) 299
Chincha (valle) 250, 279, 292, 352, 604-605, 626, 628-629
Chinchacocha (provincia; vide Junín [provincia])
Chinchi (Vicie Chincha [Norte del departamento de Lima])
Chinchipe (río) 145, 316-317, 409-411, 607, 630
Chira (de la; río) 283, 286-287, 628
Chirinos (distrito) 145
Chirinos (provincia) 316
Chirinos (río) 317
Chiu-Chiu 451
Chivay 47
Choapa (río) 457
Chocavento (Hacienda) 372
Chocoruos (provincia) 293, 327
Chontal 289
Choquehuanca, José Domingo (distrito) 163
Choquelas 498
Chosica 47, 303
Chuapa (valle) 441
Chubut (provincia) 480, 579
Chuchuco 335
Chuiqui 306
Chulucanas (ciudad) 153, 284
Chulucanas (distrito) 153
Chumbivilcas (distrito) 309
Chumbivilcas (provincia) 61, 308-309, 330, 353, 528
Chumvivilcas (provincia; vide Chumbivilcas [provincia])
Chupaca (distrito) 126
Chupadlos (repartimiento) 347
Chupas 140, 151
Chuquiabo (Vide La Paz [ciudad, villa)
Chuquibamba (distrito) 205
Chuquibamba (jurisdicción de Arequipa) 348
Chuquibamba (repartimiento) 347
Chuquicota (repartimiento) 425
Chuquimancu 354
Chuquimayo (provincia) 315, 317
Chuquimayo (río; vicie Chinchipe) Chuquisaca (ciudad; ride Vide Plata [ciudad]) Chuquisaca
(departamento) 103, 278, 428, 587
850

Chuquisaca (valle) 477


Chuquito (provincia) 62, 215, 278, 293, 312-315, 323-325, 328-329, 341- 346, 355, 357, 367-
368, 495, 497-498, 539, 554, 577, 608
Chuquito (pueblo) 215, 312-314, 323, 325, 329, .342-343

Darari (río) 381


Darién 257
Desaguadero (río) 324, 539
Dos de Mayo (provincia) 112, 211, 300
Duran 396

Edisto Island 96
El Bosque 612
El Dorado 462
Elicura 563
El Oro (costa de) 396
El Rodeo 428
El Sinche (páramo) 420
El Tambo del Inga 476
El Zorro 99
Erica (isla) 452
Esmeraldas (provincia) 396
Espinar (provincia) 61
Esquibamba (cerro) 303
Esquibamba (parcialidad) 303
Esquibamba (quebrada) 303
Estancia Perforación Chaco 428
Esteco (ciudad) 477
Estrecho de Magallanes 443, 473

Falcón (estado) 98
Ferreñafe (provincia) 153, 171
Flamenco II 91, 95 Florida 17, 88, 96, 98, 103, 106, 549
Frías 191
Fundo Pando 291
851

Gable (isla) 48
Gaeta (laguna) 443
Goánuco (Vide Huánuco [ciudad])
Gobi (desierto) 81, 578
Golfo de Corcovado 457
Golfo de Guayaquil .385
Golfo de Guayas 396
Golfo de México 88, 96, 98, 103
Golfo de San Miguel 258
Gorgona 281
Gran Chaco 477, 580, 615-616
Guachos Chocorbos 348
Guadalupe (distrito) 172, 490, 605
Guadalupe (pueblo) 290
Guainacota 348
Guamachuco (Vide Ftuamachuco [ciudad; provincia])
Guamalíes (provincia) 302
Guamanga (ciudad; Vide Ayacucho [ciudad])
Guamanga (provincia) 293, 327, 347
Guamampalla (provincia) 308
Guarnani (cordillera) 296
Guanajuato 88
Guancahuilica (ciudad; vicie Pluancavelica [ciudad])
Guaneané 356
Guancaraylla 306
Guaneas (repartimiento) 362
Guancauelica (provincia; Vide Huancavelica [provincia])
Guancavelica (ciudad; vide Huancavelica [ciudad y/o minas])
Guancayo 335
Guanpalpa 506
Guánuco (provincia; vicie Huánuco [provincia])
Guaoya 335
Guapay (río; riele Río Grande)
Guaqui (cordillera) 421
Guaqui (repartimiento) 421
Guarapa 249, 336
Guarax (Vicie Huaráz [ciudad])
Guaraz (repartimiento) 334
852

Guarmey (valle; vide Huarmey [valle])


Guaroconclor 308
Guayan Queros 333
Guayaquil 276, 384, 396
Guayas (estuario) 396
Guayas (río) 396
Guaylas (provincia; videHuaylas [provincia y Callejón de Huaylas)
Guaylas (valle) 302
Guayllahamba (río) 403, 408
Guayviano 464

Hacienda Las Condes 563


Hambato (pueblo) 406
Hanan Chilques (Vide Chilques)
Hancoba 348
Haquira Yanaguaras 348
Hayo Hayo (repartimiento) 421
Higueras (río) 126
Hilaui (Vide llave) Himalaya 333, 634
Horuro (Vide Oruro)
Huachichocana 468
Huachircas 47
Huachuas 61
Huahuay (Vide Huaihuai)
Huaihuai 376
Huallaga (río) 317
Huamachuco (área) 161, 210
Huamachuco (ciudad) 301
Huamachuco (provincia) 75, 146, 160, 210, 248, 277, 290, 299, 501, 333, 366, 599-600, 601,
607-609, 624-625, 628-630
Huamachuco (zona) 46, 57, 145, 160-161, 192, 606
Huamanga (ciudad; vide Ayacucho [ciudadl)
Huamanga (provincia) 125, 127-128, 151, 159, 306-307
Huancabamba 46, 295, 605, 629
Huancabamba (provincia) 192, 205, 295-296
Huancal 305
Huancané 538
Huancavelica (ciudad) 306, 322, 499
Huancavelica (departamento) 59, 61, 278, 306, 328, 374, 497, 505, 559, 606-607, 630
853

Huancavelica (minas) 322, 329, 499


Huancavelica (provincia) 293, .327
Huancayo (ciudad) 158
Huancayo (provincia) 126
Huanchaco (distrito) 172, 197, 217, 488
Huanchaco (pueblo) 197, 373
Huanchaquito 199, 488
Huanta (provincia) 127-128, 306
Huánuco (ciudad) 55. 126, 300, 317, 336, 347
Huánuco (departamento) 26, 47, 59, 70, 93, 112, 126, 161, 211- 212, 248, 300, 302, 317, 3,34,
337, 357, 556, 586, 596, 604, 606, 608, 625, 629-650
Huánuco (provincia) 126, 248, 302, 347
Huanza (distrito) 162
Huaráz (ciudad) 299, 301, 3,34, 366
Huaráz (provincia) 299, 608
Huari (provincia) 148, 374
Huarmey (distrito) 155
Huarmey (provincia) 132, 155, 174, 189, 490
Huarmey (valle) 8, 171, 189, 279, 485, 487, 566, 570, 596, 599, 625, 628
Huarochirí (provincia) 47, 75, 124, 162, 215, 277, 304, 358, 570, 628, 630
Huarochirí (pueblo) 372
Huarochirí (puna) 304, 608
Huarpa (río) 192
Huascarán (Parque Nacional) 59, 61
Huaura (provincia) 291, 299, 629
Huaura (pueblo) 299
Huaura (valle) 291, 606
Huaylarco 55
Huaylas (provincia) 112, 302, 352
Huayllay (Vide Huaihuai)
Huicungo (distrito) 219
Hurco 340
Hurin Chilques (Vide Chilques)
Huyapari (rio) 380

Ica (ciudad) 205, 605


lca (departamento) 41, 135, 157, 174, 189, 203, 223, 326, 374, 484, 487, 559, 600, 609, 625,
629
Ica (provincia) 135, 157, 617
854

Ica (valle) 157, 292, 323, 568, 596


Ilave 34.3, 354-355, 539, 554-555
Illescas (península) 195
llo (distrito) 203
Ilo (puerto) 203
Imbabura 397, 416
Imbabura (provincia) 388, 398, 403
Imperial (río) 450, 453
Inca (región) 59
Ingenio (valle) 323
Ipiales 381
Iquique 452
Irimaraezes 462
Isabela (isla) 257
Isla de Chiloé 444-445, 447, 450, 457, 562-563, 581, 614
Isla de la Piala 396
Isla del Gallo 281
Isla de Tierra de Fuego 457
Isla Grande de Tierra del Fuego 48
Isla de Mocha (Vicie Mocha lisia del) Isla Riesen 435
Islas Cararies 462
Islay (provincia) 375

Jaén 316-317, 410


Jaén (provincia) 158, 316-317, 596-597
Jaén (sierra de) 316
Jaén (zona) 315, 409, 607, 630
Jaén de Bracamoros (ciudad) 317
Jaquijaguana 309
Jauja (ciudad) 158, 277, 287 , 299-300, 309, 333, 337-338, 358
Jauja (provincia) 304, 339, 319, 606-608, 630
Jauja (valle) 350-351, 365, 609
Jayanca 288-289
Jequetepeque (valle) 185
José Carlos Mariátegui (región) 59
José Domingo Choquehuanca (distrito) 163
Jubones (valle) 385
Jujuy 62, 453, 472
Jujuy (provincia) 468, 476, 480, 579
855

Jujuy (puna) 468, 470


Jujuy-Tucumán (sub-distrito) 471
Jule (Vide Juli)
Juli (pueblo; vide también Chuquito [provincia]) 312-314, 324-325, 341, 343-344, 355, 498,
554-555
Juliaca 556
Junín (ciudad) 75, 299
Junín (departamento) 47, 59, 61, 107, 116, 121, 124, 126, 137, 150, 192, 242, 299, 302-305,
376, 386, 530, 559, 574, 579, 595, 597, 599, 606, 608, 625, 629-630
Junín (lago) 61, 70, 116, 192, 205, 376
Junín (provincia) 116, 304
Junín (puna) 113, 146, 230, 257, 240, 374, 389, 539, 596
Junín (región) 41, 228
Junín (zona) 237, 300, 305, 337, 544, 600, 609-610
Juma (río) 91, 96 Jutaí (río) 463

Kala Kala 428

La Bodega 374
La Carolina 91, 98
Lachaque (parcialidad) 340
Lachay (lomas) 47, 530
La Chira 284
“La Ciudad Imperial” 443
La Concepción 398
La Convención (provincia) 220, 626
Lacxa (repartimiento) 421
La Encarnación Pantipata 308
Lagoa Santa 19, 91, 97, 103, 587
Laguna Blanca (valle) 550
Laguna de Chichi 63
La Leche (río) 154, 182
La Leche (valle) 196, 485
La Libertad (departamento) 46-47, 57-59, 6l, 99, 106, 141, 143, 146, 160, 164, 166, 172,
185-186, 197, 210, 217, 248, 289, 301, 372-373, 389, 486, 488, 507, 578, 596, 598, 607-608
La Libertad-San Martín (región) 59
Lambayeque (departamento) 155, 171, 181-182, 196, 216, 288, 483, 487-488, 596-600, 604,
617, 625, 627, 629
856

Lambayeque (distrito) 288


Lambayeque (provincia) 182, 289, 488
Lambayeque (repartimiento) 289
Lambayeque (valle) 110, 184, 195-196
Lampa (repartimiento) 348, 425
Lampa (provincia) 62, 64, 147, 152, 312, 539
Lampa (pueblo) 312
Landshut 467
La Oroya (distrito 376
La Pampa (provincia) 480, 579
La Paz (ciudad, villa) 326, 329, 335, 422-423, 425, 579, 608, 610
La Paz (Obispado) 421-422
La Plata (ciudad) 348, 423, 425-426, 440
La Portada 373, 490
La Puna (isla; vicie Puna [isla de])
La Punan (vicie Puná [isla de]) La Raya 34, 61, 388, 391
Larco Herrera, Víctor (distrito) 200
Larecaja 312
Laredo (distrito) 186
Laricollagua 348
La Rioja (provincia) 57, 62, 70, 447, 480, 579, 603
Las Delicias 200
Las Encadenadas 95
La Serena (ciudad) 437
Las Lomas (Ica) 568
Latacunga 608
La Unión (distrito) 211, 300
La Unión (provincia) 154, 498
La Unión (pueblo) 211
La Vela del Coro 98
La Ventana (provincia) 46
La Visitación de Nuestra Señora de Zumaro 308
Lebu 450
Leimebamba 296
Leisey Shell Pit 85-86, 88, 103, 586
León (provincia) 413
Libertador General San Martín 476
Libitaca (Vide Livitaca)
Licán 418
857

Lima (ciudad) 4, 47, 55, 67, 134, 155, 217, 267, 278, 291, 303, .323, 347, 351, 362, 364-365,
374, 466, 495, 561, 566-568, 570, 576, 605, 6l 1
Lima (departamento) 47, 59, 61, 124, 133-134, 143, 150, 155, 162, 189, 202, 215, 217, 299,
302, 304, 367, 372, 422, 559, 588, 597, 600, 606
Lima (provincia) 133-134, 143, 155, 303, 484
Lima (región) 59, 267
Lima (valle) 155, 189, 217, 291, 3.38, 596
Limari (valle) 441
Lipes (provincia) 424, 426, 440
Lipira 427
Livitaca 309
Loa (río) 433, 439, 451, 457-458
Lobitos 287
Locha (parcialidad) 340
Locumba 327-328
Loja 373, 387, 392, 409-410, 578-579
Loja (provincia) 399, 418, 608
Loma de Viento (Vicie Cacahuari)
Loma Larga 284
Longlos 296
Los Flamencos II (Vide Flamenco II)
Los Libertadores - Wari (región) 59
Los Nidos 457
Los Reyes (ciudad; vicie Lima [ciudad]) Los Toldos (estancia) 471
Los Vilos 94, 101, 434
Loxa (Vicie Loja)
Loyola (ciudad) 409
Lucanas (provincia) 58, 307, 496
Lucanas (repartimiento) 347, 362
Lucanas Andamareas 348
Lucre (distrito) 152
Lucre (laguna) 152, 216
Lujan 63
Lurigancho (distrito) 217
Lurín (distrito)
Lurín (río) 47
Lurín (valle) 143, 174, 217, 292, 338, 596, 598, 605
Luringuaylas (repartimiento) 347
Luya (provincia) 192, 296, 318, 629
Luya (pueblo) 296
858

LL

Llailli (repartimiento) 425


Llanos de Manso 476-477
Llanos de Mata 380
Llanquihue (provincia) 102
Llipi (provincia) 437
Llusco aymara 348

Maasaa 356-357
Macari (repartimiento) 425
Macasíes (río) 466
Macha (repartimiento) 425
Machaca (repartimiento) 357, 421
Machan (provincia) 426-427
Machifalo (Vide Machifaro [río, pueblo!) Machifaro (río; pueblo) 462, 479, 613
Machiparo (Vide Machifaro [río); pueblo]) Machoparo (Vide Machifaro [río pueblo])
Macusani (distrito) 339
Macusani (pueblo) 15
Magallanes (provincia) 44, 48, 278, 435, 457, 564, 581, 614
Magdalena de Cae) (distrito) 172
Mahari (1 Ve/e Machan? ) Mainas 479
Malabrigei 286
Malacatos (valle) 410
Malmaison (Castillo de) 551
Mama (Vide Ricardo Palma)
Manabí (costa) 282, 396
Mangosia (río) 373
Maniore (laguna) 465
Manoa (laguna) 380
Manoso (repartimiento) 425
Manta (pueblo) 401
Manta (río) 140, 215
Mantacoha Quira Quilcay 335
Mantaro (valle) 120
Mantaru (Vide Fundo Pando)
Maracapana (Vide LlanosdeMala)
Marañón (rio) 205, 296, 317- 318, 373, 109, 462-46.3, 607
Mara Yanahuaras 348
859

Marca 299
Marcara (Vide Marca)
Marcará 299
Marcha guachi 335
Marcona (distrito) 189
Mariscal Catetes (provincia) 219, 317
Mariscal Nieto (provincia) 192, 203
Mata (llanos) 380
Matucana 47, 61
Maule (río) 439
Mayo (río) 409
Mechahusca (páramo) 420
Melgar (provincia) 62, 339
Mendoza 471, 378
Mendoza (ciudad) 479, 579
Mendoza (provincia) 480
Meta (estero) 380
Meta (río) 257, .381, 517
México (estado) 548
México (valle) 548
Miguel Díaz 439
Millerea 556
Minas Gerais 97, 103, 587
Mireta (pueblo) 476
Missouri 96
Mocha (isla de) 450, 454-455, 461, 563
Mochara 428
Moche (localidad) 200
Moche (río) 141, 186, 200
Moche (valle) 142, 172, 186- 187, 197, 285-286, 290, 598, 629
Mochica (isla; vicie Mocha [isia])
Moco-moto 517
Mojos 426
Mojotorio (río) 425
Moliendo 93, 375, 586
Mongolia 589
Monserrate 365
Montana 550
Montevideo 611
Moquegua (ciudad) 192, 323- 324, 327- 328, 355, 355, 608, 625
860

Moquegua (departamento) 48, 59, 62. 191- 192, 205, 310, 325, 559, 627
Moquegua (distrito) 192, 203
Moquegua (región) 205, 32-
Moquegua (río) 203
Moquegua (valle) 324- 325, 327, 355, 452, 554
Moro (distrito) 200, 289-290, 605, 629
Morón 479
Morona (río) 373
Morosoma (Lomas de) 47
Morro de Mejillones 439, 457
Morro Moreno 457
Morropón (provincia) 153, 163, 192
Motape (río; vicie Chira [río])
Motupe 284, 286, 605, 628
Motupe (provincia de) 263
Moxeque (río) 201
Movobamba (provincia) 317, 607
Movobamba (río) 317-318, 630
Moyobamba Lamas 317
Mual 249
Mudca y Pairaca 348
Mullobamba (río; vide Moyobamba [río])
Mussus (Vide Mojos)

Nambija (provincia) 411


Napo (río) 412
Narifto (departamento) 381
Nasca (ciudad) 134
Nasca (distrito) 174, 189, 223
Nasca (la; provincia) 347
Nasca (provincia) 174, 189, 203, 223, 484, 617
Nasca (río) 189
Nasca (serranías de) 307, 607, 630
Nasca (valle) 323
Nauca 335-336
Navarino (islas) 41, 46, 48
Negro (rio) 461, 463, 615
Negromayo 61
Nepeña (distrito) 188
861

Nepeña (valle) 188, 373, 625


Neuquén (provincia) 46, 480, 579
New York (ciudad) 549
New York (Parque Zoológico) 55
Nicasio (repartimiento) 425
Nicoya (península) 379
Nieves (río) 373
Nomin Gobi 589
Nudo de Pasco 61
Nuestra Señora de Guadalupe (pueblo; vide Guadalupe [pueblo])
Nuestra Señora de la Asunción (ciudad; vide Asunción [ciudad])
Nuestra Señora de la Paz (Pueblo Nuevo de Nuestra Señora de la Paz [ciudad]; vide La Paz
[ciudad])
Nuestra Señora de Maracaibo (lago) 380
Nuestra Señora de Talabera (Talavera) de Madrid (ciudad; vide Esteco [ciudad]. Es
sinónimo de Las Juntas)
Nueva Castilla 11, 266
Nueva Gales del Sur (Australia) 551
Nueva Granada 69, 257, 383, 517
Nueva Oran 476
Nunoa (repartimiento) 348, 425
Nuñoa 534, 594

Ñauca 249
Ñuapua 91, 103, 587
Ñuñoa 40

Ocongate 61
Ocoña 1.35, 374
Ocopata 330
Ocote 88
Ocrumarca-yachas 335
O’Higgins (provincia) 101, 434
Oliberos 348
Omacha 348
Omachiri (repartimiento) 425
Omagua 461, 565
Omaguaca 476-478, 616
862

Omasuio (Vide Omasuyo)


Omasuyo (provincia) 421, 423
Omasuyos 311
Oppia (rio) 381
Oregón 549
Orinoco (río) 257, 379-380, 517-518
Ortopisa 440
Ormo 249, 323, 326, 328, 333, 425, 428
Osmore (rio) 192-193
Osorno 450, 579
Osorno (ciuciaci) 443
Osuna 566
Otávalo (valle) 413, 416-417, 420
Oyón (provincia) 291

Pabres 306
Pabur (pueblo) 295
Pacages (provincia; ritfel’acajes [provincial)
Pacajes (provincia) 278, 293, 421-423, 426-427
Pacanga (distrito) 185
Pacaraos 588
Pacasas (provincia; vicie Pacajes [provincia])
Pacasmayo (provincia) 141, 164, 172, 185, 289, 486, 490
Pacasmayo (señorío) 290
Pacaxas (provincia; w’ífePacajes [provincia])
Pacaxes (provincia; vfcfePacajes [provincia])
Pachacámac 67, 287, 292, 298-299, 332- 333, 337, 366, 609
Pachacámac (valle; vicie Lurín [valle])
Pachachaca (valle) 47, 61
Pachacona 47
Pacha Coto 249
Pachacoto 299
Pachatusan (cerro) 216
Pachía .375
Pachicoto (Vicie Pachacoto) Pachitea 249
Pacomarca .306
País ele Caripuna 565
Paita 566
Paitite 427
863

Pajonal 419
Palcamayo (distrito) 192
Paloma (loma) 134
Palpa 47
Pampa Aullagas 429
Pampa Chuquibamba 61
Pampa Colorada 135
Pampaconas (río) 220
Pampa de Anta 540-541
Pampa ele Bombón (meseta; wcfePampa de Junín)
Pampa de Chaparía 483
Pampa ele Guanacos 428
Pampa de Junín 300, 303-304, 340
Pampa de las Llamas 155
Pampa de los Fósiles 91, 99, 587
Pampa de Tamarugal 440, 450
Pampa Galeras (Reserva; vide Reserva Nacional de Pampa Galeras)
Pampa Río Seco 172
Pampamene (río) 380
Panamá (ciudati) 377
Pan de Azúcar (cerro) 465-466
Papomane (río) 381
Papomene (río; vide Papomane [río]) Papres (Vide Pabres) Paracas 135, 157
Paraguay (río) 46, 465
Páramo de Guanaco 104, 384, 415
Paraná (río) 464, 467, 615
Paratia 493, 610
Paratia (distrito) 64, 556
Paria (laguna) 426
Paria (provincia) 423, 426
Paria (río) 426
Pariacaca (“crodillera”, monte) 304, 607, 630
Pariamarca 248, 353-354
Parinacocha 47, 61, 260, 293, 348
Parinacochas (Vide Parinacocha)
Parinacochas (provincia) 308
Parinacochas (repartimiento) 362
Pariñas 153
París 99
Parque Nacional Torres del Paine (Vide Torres del Paine [Parque Nacional])
864

Pasamayo 570
Pasco (departamento) 58, 59, 114, 559, 560
Pasco (zona) 237
Paspaya (villa) 425
Pastaza (río) 373
Pasto 383, 403
Patagonia 13, 24, 40-41, 43, 45, 48-50, 58, 65, 107, 108, 256, 361, 435-436. 614
Patagonia (Argentina) 471-472, 479-480
Patagonia (Chile) 435
Pátapo (distrito) 153
Patiti (río) 427
Patterson Ranch 549
Páucarbamba 3.38
Paucarcolla (provincia) 312
Paucarcolla (repartimiento) 421
Paucartambo (provincia) 61. 323
Paucartambo (río) 220
Paucar-Yachas 335
Pauta (valle) 385
Paute (pueblo) 385
Paute (río) 385, 587
Pazos (quebrada) 440
Pecta 335
Peñol de Xico 548
Perico (provincia) 315-316
Phinaya 556
Pica (oasis) 452-453
Pichagua 348
Pichincha (provincia) 398-399, 403
Picones, los (provincia) 441
Pilcomayo (río) 429, 465, 467, 477
Pillco 249
Pirincay 419
Pisagua 451
Pisco (provincia) 135
Pisco (pueblo) 326, 511
Pisco (rio) 135
Pisquicocha 372
Pitipo (distrito) 171
Piti Yanaguaras 348
865

Pinra (departamento) 46, 75, 98, 153, 163, 191-192, 277, 284, 288, 295, 487, 490, 539, 596,
598-599, 605, 607, 624-625, 629
Piura (río) 153, 596
Piura la Vieja 281
Poechos (pueblo) 263, 283, 287, 605, 628
Pomacanche 309, 341
Pomata 213, 312- 314, 343-344, 355- 336, 554
Pombo 300, 337
Pongora (río) 151
Poopó (lago) 70, 429
Popayán (provincia) 278,. 382, 613
Porco 277, 328- 329, 363, 426
Potosí (cerro) 315, 42.3-424, 499
Potosí (ciudad) 62. 270, 272, 278, 312, 314, 323-330, 333, 342, 357, 360-361, 363, 421-428,
440, 452-453, 466, 477-478, 497, 499-500,502, 511, 554, 579, 608, 610
Potosí (departamento) 428-429, 452, 504, 5.34, 608
Potosí (minas) 322, 342, 423-421, 5.38
Potrero los Ceibos 396
Provincia de N’ambi ja (Vide Zamora [ciudad])
Pucará (distrito) 152
Pucará (pueblo) 152, 163
Pucará y Quipu (repartimiento) 425
Pucusana (distrito) 155
Puecho (pueblo; vide Poechos [pueblo])
Puechos (pueblo; Vide Poechos [pueblo])
Puechos (río; vide Chira [de la; río])
Puerto Carnero 450, 453
Puerto de la Posesión 288
Puerto de San Julián 43. 256
Puerto Montt 102
Puerto Valdés 43
Puerto Viejo 401
Puná (isla de) 276, 281, 283, 285, 402
Punin 91, 98. 587
Puno (ciudad) 312, 327, 556, 561
Puno (departamento) 40,47.56, 58-59,61-62, 64, 147, 152, 163, 215, 2.34, 310, 312, 337, 356,
391, 493, 495, 498, 526, 531, 539, 559, 562, 594, 597, 610, 624
Puno (provincia) 215
Puno (repartimiento) 421
Punta Anlulla 396
866

Punta Capullana 287


Punta Coloca 375
Puquibra 508
Puquio 61
Puren 563
Puntaco 407
Purmamarca (rio) 468
Purmamarca (valle) 468
Puruaes (provincia) 406
Purulén 448
Putina 294, 326, 333
l’utumayo (rio) 463

Q’ero 69, 73, 491


Qhollopak’uchu 491
Quebrada de Humahuaca 470, 471
Quebrada de la Vaca 375
Quebrada del Toro 473
Quebrada de Montería 483
Quebrada Silencio 166
Quellén (valle) 450
Queros 335
Quichuas y Aymaraes 348
Quijos (provincia) 462
Quilcay 336
Quilla 306
Quillacas (río) 427
Quillcay 249
Quinche (pueblo) 407
Quinche (río) 399
Quinoas 335
Quinua 125, 159
Quinua-Huamanguilla (zona) 540
Quispicanchi(s) (provincia) 61, 152, 216, 309
Quispi Canche (provincia; vide Quispicanchi [provincia])
Quito (ciudad) 69, 91, 98, 277, 287-288, 518, 335, 382-383, 398-401, 404-408, 410-413, 415,
117, 420, 490, 587, 608-609, 613
Quito (provincia) 404-405, 418, 608
Quives .303
867

Quivi (Vide Quives)

Raura (cordillera) 112


Rázuri (distrito) 172
Recuay (provincia) 112, 137, 146, 157, 299, 302, 366, 371
Recuay (pueblo) 302, 373
Requay (pueblo; vide Recuay [pueblo])
Reserva Nacional de Pampa Caleras 25, 33, 47-49, 55, 58-59, 61, 65, 235, 495, 546, 575, 633
Reserva Nacional Salinas y Aguada Blanca (Vide Salinas y Aguada Blanca [Reserva
Nacional])
Reserva Nacional San Guillermo (Vide San Guillermo [Reserva Nacional])
Reservación India Tehuelche 480
Ricardo Palma 303
Rímac (valle) 250, 303, 604, 626
Riobamba (ciudad) 70, 406-408, 417-418, 587, 61.3
Riobamba (región) 67, 391, 523
Riobamba (río) 98
Riobamba (valle) 399, 408
Río de La Plata 255, 426, 464, 476, 479, 580, 616
Río de la Plata (provincias) 277, 479
Río Estero 608
Río Grande 135, 466
Río Grande de Jujuy (río) 468
Río Negro (provincia) 480, 579
Rococha 340
Rondo (Vide Runtu) Rondo de los queros (Vide Runtu)
Rucarías (provincia; vide Lucanas [provincial)
Rucarías Antamarcas (repartimiento) 307, 496
Rucarías Antamarcas (provincia; vide Lucanas [provincia])
Rumar 335
Rumichaca 418
Runtu 302, 335

Sabanilla (cordillera) 410


Sacari (repartimiento) 362
Salado (río) 467
Salango 282
Salar de Atacama 241, 430, 432-433, 459, 591
868

Salar de Uyuni 58, 428


Salaverry 200, 372
Salcantay (Nevado de) 48
Salinas y Aguada Blanca (Reserva Nacional) 48, 59, 61 Salta 62
Salta (provincia) 471, 473, 476, 480, 490, 579
Sama 323, 355, 605
Sama (cordillera) 428
Sama (valle) 293, 324, 328, 554, 629
Samanco (distrito) 373
Samanco (pueblo) 373
San Antón de Chincaypuquio 308
San Antonio de Pichincha 399
San Bartolomé (distrito) 215
San Bartolomé (pueblo) 215
San Bartolomé de Atunsora 307
Sanct Juan de Patallata 308
Sancto Domingo (Vicie Santo Domingo)
Sandia (provincia) 61
San Fernando (cerro; vide Pan de Azúcar [cerro])
San Francisco 335
San Francisco de el Quito (ciudad; vide Quito [ciudad])
San Francisco de el Quito (provincia) 406, 536
San Francisco de Guisa 255, 367
Sangarara 348
Sangarara (repartimiento) 425
San Guillermo (Reserva Nacional) 65
San Ignacio (provincia) 145, 158, 316- 317, 596-597
San Joan de la Vitoria de Guamanga (ciudad; vide Ayacucho [ciudad])
San José 88
San José (distrito) 182
San losé de los Molinos (distrito) 157
San Juan (provincia; Argentina) 57, 62, 70, 447, 472, 480, 579
San Juan de la Frontera de los Chachapoyas 317
San Juan de Quivi 255
San Lorenzo 372
San Luis (provincia) 478, 480, 579
San Marcos 374
San Marcus de Arica 329
San Martin (departamento) 219, .317, 630
San Martin (provincia) 317
869

San Miguel (provincia de Moyobamba) 317


San Miguel (Vide San Miguel de Tagarará)
San Miguel de Piura 288, 295, 333, 605
San Miguel de Tangarará 283-284, 286-287, 408, 605, 628
San Miguel de Xico (pueblo) 548
San Pedro (rio) 191
San Peelro de Atacama 326, 432, 451, 453
San Peelro de Cajas 121-124
San Peelro de Chuquisongo .301
San Peelro de Lloc (distrito) 141, 164, 486
San Peelro de Pampa Colorada 372
San Pedro de Tacana (Vide San Peelro de Atacama)
San Pedro y Santiago (repartimiento) 421
San Sebastián de Llusco 311
San Sebastián Pampaconga 308
Santa (provincia) 188, 200, 373
Santa (rio) 47, 111-1 12, 140, 166, 175, 215, 287, 546
Santa (valle) 47, 165, 179, 188, 598
Santa Ana Grinta 308
Santa Catalina de Curavacu 308
Santa Clara (isla) 281
Santa Cruz (Argentina) 49, 104, 579
Santa Cruz (costa) 564
Santa Cruz (departamento; Bolivia) 428
Santa Cruz (provincia; Argentina) 471, 473, 480
Ssanla Cruz (puerto; Perú) 286
Santa Cruz (ribera; Argentina) 48
Santa de na (península) 98, 384, 396
Santa Fe (provincia) 97
Santa Rosa de Quives (distrilo) 189
Santa Rosa de Quives (pueblo) 303
Santa Victoria (Cordillera) 62
Sant Francisco de Quito (ciudad; vide Quito [ciudad])
Santiago (Ancles de) 434
Santiago (ciudad) 276, 434, 437- 438, 441-442, 445, 447, 456, 563, 614, 633
Santiago (río) 373, 409, 412
Santiago (serranías; Argentina) 478
Santiago de Chuco (elistrito) 47, 210, .501, 630
Santiago de Chuco (provincia) 47, 373
Santiago de Chuco (pueblo) 373
870

Santiago del Estero 475, 480, 579


Santiago Hamancay 308
Santiago Mollepata 308
Santiago Pivil 308
Sant Juan (provincia) 461
Santo Domingo 267, 582
Santo Domingo de Giunchi 401
Sant Peelro de Sayvita 308
Saña (distrilo) 182, 250, 289, 298, 605, 626, 629
Sarán (Vide Serán)
Sarrán (Vide Serán)
Sechín (río) 1,37
Sechura (distrito) 195
Serán 284, 605, 028
Serran (Vide Serán) Seyaruyo (río) 427
Sevilla 264-265
Shupluy (comunidad) 111
Sihayo 375
Sicasica (provincia) 278, 423
Sicuani 561
Sicuani (distrilo) 152
Sidney 551
Sierra de Arena ( Vide lPasamayo) Sierra de la Ventana 479
Sierra de Misiones 466, 615
Sierra Nevada 380
Sifunacoll 250
Sigsig 385, 417
Siguas 327
Silla y Chacainga (provincia) 316
Sinto 289
Siqui Sica (repartimiento) 421
Sisters 549
Skyring (mar) 435
Soisongo (ex-hacienda) 189
Soras (provincia) 374
Soras (pueblo) 307
Soras (repartimiento) 347
Sorasora 426
Soraya de Los Quillacas Asanaques 427
Sucre 326, 466
871

Supe (valle) 596


Supe Puerto (distrito) 155

Tabaconas (rio) 145, 157, 317


Tacna (departamento) 58-59, 62. 195, 280, 293, 325, 328, 375, 599, 625, 629
Tacna (provincia) 195, 293-294
Tacna (región) 327, 373
Tacunga 407
Tajo (rio) 264
Talabre 451
Talamore 550
Talara 91. 98. 106, 587
Talara (ciudad) 163, 179, 598
Talara (provincia) 153
Tallana (río) 283
Taltal 439, 457
Tamara (ciudad; vide Tarma [ciudad])
Tamara (provincia) 352
Tamarindo 163
Tambo 327
Tambo de los Jagüeyes 476
Tamboras 373
Tangaralá (vide San Miguel de Tangarará)
Tangaraya (Vide San Miguel de Tangarará)
Tanquiguas 348
Tapajos (rio) 462
Taraco (repartimiento) 348, 425
Tarama (ciudad; vide Taima [ciudad])
Tarapacá 91, 452
Tarapacá (provincia) 94, 426, 431, 457, 488
Tarapoto 317
Tarata 326
Tarija 88, 91, 94-98, 102-103, 586-587
Tarija (departamento) 428
Tarija (valle) 477
Tarma (ciudad) 231, 304
Tarma (provincia) 121, 192, 305, 606-607, 630
Tarma (puna) 192
Tarma-Junín (zona) 215, 504, 625
872

Taymara (lomas) 47 Taype 348


Tecapa 290
Teffé (río) 462-463
Telan y Zuraca (provincia) 479
Tamuco) 443
Territorio del Norte 551
Texas (estado) 88, 98, 549
Tiaguanaco (repartimiento) 421
Tiahuanaco 428
Tierra del Fuego 13, 33, 36, 40-41, 45-46, 49-50, 52, 100, 107, 389, 435, 480, 56l, 564, 578-579,
588
Tigre (río) 412
Tingo (distrito) 192
Tinta (Vide Canchis) Tintin Pampa 471, 490
Tirapata 91, 93, 586
Titicaca (cuenca) 242
Titicaca (lago) 70. 75, 2,30, 239-240, 315, 421, 428- 429, 511, 527, 539, 555-556, 579
Toca de Boa Vista 91, 104
Tocuco 375
Toledo 264-265, 421
Toltén 450
Tomebamba (ciudad; riele Cuenca [ciudad])
Tomina (valle) 477
Tonsucancha 300
Toqtoqasa 206, 555
Toroiva 380
Torres del Paine (Parque Nacional) 45, 50
Totopampa 299
Totora (río) 151
Totos 348
Tres Arroyos 471
Trinidad (ciudad) 478
Trujillo (ciudad; Perú) 69, 168, 173, 217, 286, 289-291, 296, 298, 301, 566, 570, 605, 607, 629
Trujillo (distrito) 173, 374
Trujillo (España) 566
Trujillo (provincia) 143, 164-165, 172- 173, 186, 197, 200, 217, 372, 488, 609, 631
Truxillo (ciudad; vide Trujillo [ciudad])
Tucapel 450
Tucsa 556
Tucumán 422, 474
873

Tucumán (provincia) 70, 278, 447, 453, 477-478, 480, 579, 616
Túcume (distrito) 196, 289, 488, 605, 629
Tumbaco 406
Tumbaya (departamento) 468
Tumbes (ciudad) 263, 265, 277-281-285, 287, 366, 605, 625, 628
Tumbes (departamento) 195, 284, 396, 599, 617, 627
Tumbes (provincia) 195, 625
Tumbes (río) 284
Túmbez (ciudad; vide Tumbes [ciudad])
Túnbez (ciudad; vide Tumbes [ciudad])
Tunga (río) 189
Tunguraliua (provincia) 413, 420
Tunguraliua (valle) 414, 416, 419
Tupe 304
Tunearan (río) 287

Ucayali (río) 412


Ullacache (repartimiento) 425
Ulloma 94
Ultima Esperanza 48
Uncia 428
Urabá (sierra) .82, 613
Urqumayu 211
Urubamba (provincia) 61
Urubamba (río) 220, 412
Utcubamba (río) 296
Uyuni 429

Vagua (valle; vide Bagua [valle])


Valdivia (cuidada) 443, 614
Valdivia (lago) 443
Valdivia (río) 450
Valladolid (ciudad) 261, 409-410
Valladolid (río) 409
Valparaíso 551
Vegueta 291
Venezia 256
Vergel (río) 409
874

Viacha 421
Víctor Larco Herrera (distrito) 173, 200
Vicús (Caserío) 163, 171
Vilcanota (Cordillera) 106
Vilcanota (valle) 61
Vilcas (pueblo; vide Vilcas Huamán [pueblo])
Vilcas Guarnan (corregimiento; vide también Vilcas Huamán [provincia]) 271, 306, 497
Vilcas Huamán (provincia) 308
Vilcas Huamán (pueblo) 306-307
Vililli 348
Villa Rica de Oropesa (ciudad; vide Huancavelica [ciudad]) Vinagre (río) 417
Viraco 348
Virú (distrito) 143, 164-165, 624
Virú (valle) 143, 164-165, 173, 188, 200, 205, 227, 372, 484, 596, 598, 600, 625
Vítor 327

Wanakauri (Vide Wanakawri)


Wanakawri (cerro) 216
Washington 549
Wichqana 140

Xaquixaguana (Vide Pampa de Anta) Xauxa (provincia; vide Jauja [provincia]) Xauxa
(pueblo; vide Jauja [ciudad]) 300
Xauxa (repartimiento) 347
Xauxa (valle; vide Jauja [valle])
Xico (cerro) 548
Xigual 249
Xuli (Vide Jule) Xullaca (repartimiento) 425
Xunxi 413
Xuries 477

Yacha 335
Yanaguaras Malmayas 348
Yanahuaccra (Yanahuacra) 206, 555
Yanahuaccra - Toqtoqasa (región) 32, 67
Yanaoca 348
Yanatili (río) 220
875

Yanque 347
Yaros (repartimiento) 347
Yauli (provincia) 124, 303, 376
Yaure 348
Yauyos (provincia) 304, 607, 630
Yauyos (repartimiento) 362
Yécala 163
Yeso 303
Ysquibamba (parcialidad) 340
Yucay 362
Yuga (pueblo) 406
Yungay (provincia) 61, 112, 125
Yunguyo 314, 344, 554
Yuta (valle) 355

Zamora (ciudad) 410-411


Zamora (región, valle) 318, 410-411
Zamora (río) 373
Zamora de los Alcaides (ciudad; vide Zamora [ciudad])
Zaran (Vide Serán) Zepita 215, 314, 324-325, 333, ,343-344, 554
Zhorav 419
Zubiairi 380
Zula 399
Zumaco 462
Zumadoco (pueblo) 406
Zurite 308

17.2.2 Ìndice toponímico de sitios arqueológicos


A

Acomachay 123-137
Agua de la Cueva 171
Alto Ramirez. 157, 244, 431
Altyn depe 621
Ancón 133, 137, 155, 157, 191, 205, 484, 595, 599, 624, 625
Arroio Touro Passo 91
Arroyo Seco 471
Asia (unidad 1) 134, 137
Aspero 198
876

Ayalán 394-397
Ayamachay 128, 137, 162, 179, 180, 191-192

Barro Negro 468


Batán Grande (Complejo) 15,5. 181-182, 191, 216, 219, 598, 625
Bayóvar 195, 205
Bermejo 155, 157, 174, 179

Caballo Muerto (Complejo) 141-142, 145, 596


Cabeza de Vaca 195, 205
Cabezas Largas 155, 137, 595
Cahuachi 157, 174-177, 179, 598, 625
Cajamarquilla 189, 191, 217, 219, 484, 625
Calancancha 162, 179
Caleta de Abtao 4.30
Caleta Huelén 42 430
Callavallauri 126
Camarones 460, 488
Camarones Alto 460
Camarones 14 460
Cañoncillo 185, 191, 625
Caracoles 197, 205, 625
Cardal 143, P¡5, 596, 624
Casa Chavez 475
Castillo de Tomaval (V-5 1 I 165, 179
Catamayo 391
Cerezal 157- 158, 626
Cerrillos 157, 624
Cerrito de Macají 599, 115
Cerro Arena 164, 179, 62 1
Cerro Azul 202, 205, 625
Cerro Blanco 188
Cerro de la Virgen 197, 205, 625
Cerro de los Cementerios 196, 205
Cierro el Dique 473
Cerro la Aguada 47,3 Cerro Narrío 395, 417-418
Cierro Prieto de Guañape (vide Huaca Negra)
Cierro Sapame 196, 205
877

Cierro Sazón 161


Cochasquí 307-398
Complejo Pando 219
Conanoxa 431
Conchopata 180, 191
Corpus 1 (Complejo Pando). (Vide también Complejo Pando) 217
Cuchimachay 137
Cuelap 192, 205, 599, 625
Cueva de Chobshi 385-387, 389, 417
Cueva de Eberhard 91, 95, 435
Cueva de Fell 91, 102, 105, 435
Cueva de Lauricocha (Vide Lauricocha [cueva])
Cueva del Guitarrero 111-112, 125-126, 137, 161, 179, 228, 392, 590, 594
Cueva del Milodonte (Vide Cueva de Eberhard)
Cueva Negra de Chobshi (Vide Cueva de Chobshi)
Cueva de Ongamira (vide Ongamira [cueva])
Cueva Toca da Esperança 102
Culebras 588
Curayacu 155, 157

CH

Challán 399
Chanchán 168, 197-199, 205, 217, 219, 600, 625
Chaullabamba 418
Chavín de Huántar 139-140, 147, 148, 150, 157, l6l, 179, 228, 386, 591, 596-597, 624
Chaviña 157, 175
Chilca 134, 137, 205, 595
Chobshi (Vide CuevadeChobshi)
Chopijirca (PAn 3-3) 148
Choroval 200, 205
Chupas 125, 137, 147, 157, 159

El Abra 588
El Azúcar (30,47b) 394-395, 578
El Brujo (Conjunto arqueológico) 172, 179, 185, 191
El Ceibo (Cueva 7) 473
El Inga 588
El Medano 456
El Paraíso 133, 137, 595, 623
878

El Yaral 131, 192-194, 205, 581, 582, 625


Estuquiña Calana 203, 205

Faical 158
Faro de Supe 155, 157, 624
Fell (cueva; vide Cueva de Fell)
Fortaleza de Paramonga 174

Galindo 186-187, 191, 199, 599


Gran Pajalén (Vide Ruinas del Abiseo) Guanaco (Vide Guaneso) Guaneso (Vide Huánuco
Pampa) Guánuco el Viejo (Vide Huánuco Pampa) Guatacondo 451

Flacha 143, 145


Huaca 1 (Complejo de Túcume) 196
Huaca 1 (Pacatnamú; vide también Pacatnamú) 184, 196-197
Huaca 36 (Pacatnamú; riele también Pacatnamú) 197
Huaca Blanca (El Brujo; vicie también El Brujo [Conjunto arqueológico]) 172, 185
Huaca Cao Viejo (Vide Huaca Blanca [El Brujol)
Huaca Chotuna 182, 191, 599, 625
Huaca Cortada 154
Huaca de la Cruz (V-162; departamento de La Libertad, valle del Virú) 166, 173, 179
Huaca de la Cruz (departamento de La Libertad; valle del Chicama ?) 154, 624
Huaca de la Luna 170, 173, 179, 186, 200, 205
Huaca de las Llamas 201, 205
Huaca del Loro 157, 175, 189, 191, 203, 205
Huaca de los Reyes 154, 157
Huaca del Pueblo 172, 179, 181, 196, 205, 624
Huaca del Sol 170, 173, 186, 200, 205, 570
Huaca Fortaleza (Pampa Grande; vide también Pampa Grande) 183
Huaca Gallinazo (V-59) 165, 179
Huaca Guavalito 154
Huaca Herederos Chica 141-142, 624
Huaca Julupe 182, 191
Huaca La Luz 217
Huaca La Merced 154, 157
Huacaloma 138, 145-148, 157, 159-160, 179-180, 191, 386, 390-392, 598, 624
Huaca Lucía-Cholope 153-154, 157
879

Huaca Moxeque 201


Huaca Negra 143, 145, 198, 624
Huaca Pelada 173, 179
Huaca Prieta de Guañape (Vide Huaca Negra)
Huachanmachay 158, 179
Huachichocana (cuevas: CH III, CH IV) 468, 470
Huachipa 155, 157, 624
Huamachuco 157, 179, 205, 219
Huancayo Alto 150, 157, 174, 179, 189, 191
Huanchaco 197, 205, 625
Huaneso ( Vide Huánuco Pampa) Huánuco Pampa 211-213, 214, 219, 300, 302, 600, 619, 625
Huánuco el Viejo (Vicie Huánuco Pampa) Huánuco Viejo (Vicie Huánuco Pampa)
Huargo 91, 93-94. 586
Huaricoto 126, 137, 140, 145, 148, 157, 386, 391-392, 594, 597

Inca Cueva 4 470


Intihuasi 471

largan Pata 151, 157


Jaywamachay 127, 137, 151, 623

Kichka Pata 151


Kotosh 126, 137, 140, 145, 147-148, 150, 157, 161-162, 179, 227, 228, 386, 390, 392, 591,
596-597, 624

La Convención (Vide La Convención [provincia])


Laguna Hedionda 430
La Pampa 140, 145, 215, 219, 625
La Poza 172, 179
Las Animas (Complejo) 436
Las Cuevas 473
Las Huacas (Costa Rica) 379, 612
Las Llamas (Vide ruinas de El Purgatorio)
Lauricocha (cueva) 112, 114, 137, 394, 595
Layzón 160
León de Huánuco ( Vide Huánuco Pampa)
880

Loa II 458
Loma Roja (Unidad Sur n° 2, Chayhuac) 168, 199, 205, 488
Loma Valverde 163, 179
Lomas de Atocongo (174), 179
Los Gavilanes 132, 137, 189, 244, 485, 595, 621, 623
Los Toldos 91, 104, 471-473

Manchan 201, 205, 390


Marazzi 588
Marcahuamachuco 161
Marcavalle 151, 157, 163, 391, 624
Médanos de la Hoyada 217, 219, 625
Medaños de la Joyaga (Vide Médanos de la Hoyada)
Michinal 145, 626
Minaspata 152, 157, 163, 216, 219
Miramar 133
Moche 164, 179, 187, 191, 199, 624-625
Monte Verde 91, 102, 587
Morohuasi 473-474
Moxeque (Grupo arqueológico) 155, 157, 624
Muaco 91, 98

Ñaña ñique 153, 157

Ongamira (Cueva) 475


Oña 399, 418
Osno Era 151

Pacatnamú 172, 179, 184, 191, 196, 205, 599, 625


Pachacámac 217, 219, 292, 481, 605- 606, 625, 628-629
Pachamachay 116-118, 120, 137, 145- 146, 157, 229, 2.31, 233-237, 243, 590, 594, 623
Pachatusan 219
Pacheco 189, 191, 223, 602, 622
Pajatén (Vide Ruinas del Abiseo) Palli Aike 435
Paloma 134, 137, 595, 623
Pampa Colorada 135
881

Pampaconas 219-220
Pampa de Lampas 112
Pampa de los Fósiles 91, 99 Pampa Grande 181-184, 191, 483, 599, 625
Pampa Río Seco (172), 179, 624
Pampa Rosario 154, 157, 624
PAn 8-126 112
PAn 12-51 137, 146
PAn 12-53 112
PAn 12-57 112, 146
PAn 12-58 112
Panaulauca 121, 236, 591
Pando (Fúñelo) 291-292
Paracas 157, 244
Paramonga (Fortaleza de ) 143
Paredones (departamento de lea) 174, 598
Paredones (departamento de La Libertad) 172, 624
Pariñas
Patrón Samana 205, 626
Piedra Escrita 99
Piedras Gordas 114, 116, 137, 594
Pikicallepata 152, 157, 163
Pikimaehay (Ac 100) 91, 99-100, 127, 137, 150, 157, 1.62, 179-180, 191-192, 238
Piluán 382
Peñón del Río 394-396
Pirámide del Sol 195, 205
PIRC 148
Pirincay 153, 384, 385-391, 394- 395, 418, 603, 613
Pojoc 150
Pomsonby (Vicie Ponsonby) Ponsonby 105, 435
(Nota: Laming-Emperaire [1968:81] escribe Ponsonby mientras que Núñez et al. [198.3:44]
escriben Pomsonby).
Potrero Grande 473
Pucara 147, 152, 157
Pucara de Rumicucho 399
Puemape 141, 145, 164, 179, 485, 486, 596, 624
Puente 128, 137
Puripica 458
Puripica I 241, 432-433, 459
PV7-18 153
PV31-29 200, 205
882

PV31-32 188, 191


PV35-4 189, 191, 487

Qaluyu 147, 157, 163, 179


Q’Ellokaka 152, 15_
Qhataq’asallaqua 216, 219
Quebrada de las Conchas 429
Quebrada de la Vaca 375
Querco 91, 94. 101-102, 104, 434, 586-587
Quillagua 451
Quinche 399
Quiqche 588

Rakasmarka 192, 205


Río Seco (Vide Río Seco del León) Río Seco del León 133, 137, 595, 623
Rosamaehay 192, 205
RuinasdeEl Purgatorio 201
Ruinas del Abiseo 219, 220, 600, 626
Ruyru Rumi 125, 137, 159

Sacopamba 397
Sacopampa (Vicie Sacopamba)
San Gerónimo 203, 205
San losé deMeno 185, 191
San Lorenzo 433
San Luis 381
San Nicolás 157, 175
San Pedro 195, 205
Santo Domingo (Vide Santo Domingo de Paracas)
Santo Domingo de Paracas (Vide también Villorrio 514) 137
Saparné 487
Sequambo, 398
Shar-I-Sokhta 81, 590
Solar Moqo 151
Suchimancillo (166), 179
Sucyahuillca 215, 219
883

Tagua Tagua 91, 101-102, 434


Taltal (conchales) 430-4.31 Tamarindo 179
Tambillo 432-433, 458
Lambo Viejo 177, 179, 217, 219, 598, 625
Tarapacá 2A 430
Tastil 473-474
Tecliomachay 137, 145, 624
Telarmachay 113, 119, 121-123, 137-138, 145-146, 157, 229-231, 233-237, 532-533, 575,
590-591, 594-595, 623
Tell Asmar 621
Templo de las Llamas (Vide Huaca Negra)
Tequendama 385
Tilarnioc (Vide Uchcumachay)
Toca da Esperanca (cueva; vide Cueva Toca da Esperanca)
Tocuco 195, 205, 625
Tomebamba 399
Toquepala 588
Tres Cruces 473
Tres Ventanas 124, 137
Túcume (Conjunto arqueológico) 599
Túcume (Huaca 1) 488
Tuina 433
Tukumachay 146, 157
Tulán 4,32
Tulán 52 432-433, 458
Tulán 82 432
Tulán 85 432

Uchcumachay 124, 137-138, 145, 233, 236


Ulug depe 621
Umm an-Nar 590

V71 (Vide Huaca Negra)


V-313 205
V-434 164-165, 179
V-604 165, 179
884

Vega Alta II 458


Villorrio 514 595, 623
Virú 368 173
Virú 604 173
Virú 651 188, 191
Virú 632 173
Virú 633 173
Virú 636 173

Wain 150
Waka A 155
Wanakauri 219
Waywaka 140-141, 143, 162, 179, 386, 624
Wisqana (As 18) 151, 157, 162, 179

Yaro (Vide Ruinas del Abiseo)


Yéeala 163

NOTAS FINALES
1. Los índices han sido elaborados por Ana de Bonavia y el autor, con la colaboración de Claudia
Grimaldo.

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