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Supuestos acerca de las relaciones en astrología

(Fragmento del libro "El zodíaco y las relaciones". Editorial Kier, 2010). A. Lodi

Habitualmente creemos que la carta natal de una persona define su carácter, sus talentos
y defectos, y nos permite predecir aquello que habrá de ocurrirle en el futuro. Y creemos
que tanto las características de personalidad como el destino individual están escritos en
ese mapa astrológico. No hay misterio alguno, aquello que somos y todo lo que habremos
de vivir está ya fatalmente determinado, y el astrólogo es alguien que puede saberlo y
comunicárnoslo.
Sin embargo, existe otra astrología para la cual las cosas no son tan simples y cada
individuo simboliza un complejo misterio. Y para esta otra astrología el tema de las
relaciones es fundamental.
¿De qué podría hablarnos una astrología que no nos diga "cómo son los leoninos" o "qué
le va a pasar a los piscianos el próximo año"? ¿Qué información nos daría acerca de
nuestros vínculos, si no es decirnos "qué signo le conviene a los taurinos" o "personas de
qué signo debe evitar si usted es sagitariano"?

En esencia, esta otra forma de entender la astrología nos invita a considerar que lo que
somos y lo que nos ocurre no son cosas separadas. No somos individuos a los que "les
toca un destino", con momentos de dicha y de desdicha, que podría ser controlado gracias
al "sabio consejo" del astrólogo. Por el contrario, nuestro destino -los acontecimientos
que vivimos y los vínculos que establecemos- revela lo que profundamente somos. En los
hechos y las relaciones de nuestra vida se manifiesta lo que somos.
Así, la carta natal es un mapa que permite reconocernos mientras transitamos el territorio
de nuestra vida, una guía que permite descubrirnos en aquello que nos ocurre, en las
experiencias que vivimos. La carta natal no es "un manual de instrucciones de una
máquina ya fabricada" que nos anticipa lo que literalmente habremos de vivir, sino que
anuncia climas de vida, las distintas estaciones de nuestro ciclo vital, aportando claves
para significar y darle sentido a nuestras vivencias.
Esta astrología no habrá de recomendar "qué vínculo le conviene o no le conviene", sino
que aportará algunas claves para descubrir qué profunda propuesta está trayendo a su
vida ese vínculo que disfruta o que padece. Si una persona se ha hecho presente en su
vida es porque allí hay información acerca de usted. No importa si fue elegida
voluntariamente o su aparición fue azarosa y casual, sino que para la astrología el hecho
de que ese encuentro se haya producido indica que es conveniente para determinado
aprendizaje.
En una carta natal están presentes los doce signos del zodíaco, más allá de que algún signo
se destaque más que otro o nos identifiquemos más profundamente con algunas de esas
naturalezas zodiacales y dejemos postergadas o no reconocidas a otras.
Cada uno de nosotros contiene y participa de esa compleja trama de cualidades que
dialogan entre sí. Por eso, las diferentes relaciones entre signos no sólo van a hablar de
nuestros vínculos exteriores, sino que fundamentalmente van a referirse a ese diálogo
entre distintos personajes internos, a partes de nuestra personalidad que se vinculan
entre sí, a veces en forma amistosa, a veces con recelo, desconfianza y conflicto.
Lo que profundamente somos -nuestro ser- es el resultado de esa alta gama de relaciones
internas.
No somos una sola cualidad, ni somos de una sola manera. Nuestra carta natal nos dice
que habitamos distintos personajes, que somos la convivencia de diversos arquetipos
humanos que deben aprender a vincularse y a dialogar entre ellos, dándole espacio a cada
uno para que pueda expresarse sin que eso implique la represión del otro. Nuestros
desórdenes internos, nuestros conflictos y padecimientos, mucho tienen que ver con la
hegemonía autoritaria de alguno de estos personajes que intenta protagonizar en forma
exclusiva nuestra identidad.

Gran parte de nuestro conflicto interno, de nuestro sufrimiento personal, se origina en no


permitir que se expresen naturalezas que profundamente nos constituyen, pero que han
sido excluidas o reprimidas porque no confiamos en ellas, o –dicho de otro modo- porque
el personaje que ha ocupado el centro de la escena dentro de nosotros cree ver en esas
cualidades a un enemigo. Aceptar que esos personajes tienen derecho a ocupar el espacio
que les corresponde dentro de nuestra identidad implica un alto desafío para nuestra
conciencia, implica reconocer que ser más plenamente nosotros mismos exige incluir
rasgos y características que, en principio, preferiríamos no reconocer.
La búsqueda de plenitud exige un esfuerzo de comprensión, de saber incluir. La astrología
nos invita a registrar que no somos "exclusivamente de uno modo", sino que somos
diferentes naturalezas en vínculo. No somos seres exclusivos, fijos y estáticos, sino seres
vinculares, cambiantes y dinámicos.
Es probable que si abordamos el desafío de aceptar nuestra compleja naturaleza, de
reconciliar personajes internos que se sienten enemigos, progresivamente se haga
evidente una sensación de bienestar, de mayor paz interior.
Y acaso también registremos que muchos de los conflictos con el mundo externo parecen
diluirse.
En definitiva, los vínculos que establecemos en nuestra vida representan, profundamente,
desafíos de transformación personal. Nos invitan a vivir más plenamente lo que somos. Y
no hay modo de aceptar esa invitación sin dejar a un lado nuestra necesidad de que nos
confirmen en lo que creemos ser.
Esa mayor plenitud no puede ser un "cómodo agregado" a lo que creemos ser, no es algo
que "se sume a lo que ya soy", sino que resulta un descubrimiento sorprendente, muchas
veces incómodo y difícil de aceptar, pero que siempre nos conduce a dar respuestas más
creativas y más vitales, saliendo de la sensación de encierro y repetición.

Para la astrología, el poderoso símbolo que tienen los vínculos en nuestra vida es ese:
acercarnos a lo que desconocemos de nosotros mismos.

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