Está en la página 1de 7

LA CRUEL REALIDAD DEL SISTEMA CARCELARIO EN COLOMBIA

Antes de adentrarnos al tema, es importante remontarnos a la historia, en el año


1837 el país tuvo su primer Código Penal, 18 años después de su consolidación
como Estado. Comunidades indígenas precolombinas que habitaban nuestro
territorio ya tenían una noción de justicia y la ejercían, poco a poco algunas etnias
fueron adoptado las formas de condenar los crímenes basados en la ley de talión:
ojo por ojo, diente por diente. Por ejemplo, los chibchas, ubicados en el altiplano
cundiboyacense y en el sur del departamento de Santander, castigaban con pena
de muerte a los asesinos. A principios del siglo XVI, con la llegada de los
españoles y la colonización en el territorio, el sistema de justicia indígena quedó
relegado a las imposiciones de los nuevos habitantes. Las primeras prisiones en las
que implementaron la privación de la libertad y las penas fueron la Real Cárcel, la
Cárcel del Divorcio, la de Zipaquirá y la de Santafé (Colegio de Nuestra Señora del
Rosario). Además, aplicaron las multas y confiscaciones.

Después de la independencia formal, en 1819, bajo el gobierno de José Ignacio


Márquez (1837-1841) se implementó un sistema carcelario cobijado en un código
penal expedido en 1837. Allí se especificaron las penas privativas de la libertad, con
el objetivo de disciplinar y resocializar al delincuente. Asimismo en 1890, las
religiosas del Buen Pastor crearon la primera cárcel de mujeres en Colombia. Sin
embargo, fue en 1914 cuando se estableció la Dirección General de Prisiones, es
decir, la primera entidad pública encargada de velar por la población reclusa, las
medidas de seguridad y la ejecución de las penas. Las funciones de esa entidad
eran organizar el sistema carcelario, crear los reglamentos de las prisiones,
inspeccionar los establecimientos, gestionar las estadísticas penales y decretar la
construcción y mejoramiento de los centros de reclusión. . En ese momento, la cifra
de internos no superaba las 5.000 personas y la población colombiana era de más
de cinco millones de habitantes. Se estima que cada año la cifra de internos
aumentaba en un promedio de 1.000. Durante el período denominado como La
Violencia (1948-1958) el número de reclusos llegó a ser de 37.000.

Para dar abasto con el número de internos, el Estado construyó nuevos centros
penitenciarios como La Picota y La Modelo (Bogotá) y la Distrital (Barranquilla), y las
cárceles de Popayán (Cauca); Bucaramanga, San Gil y Pamplona (Santander),
Picaleña (Tolima), Manizales (Caldas), Tumaco y Pasto (Nariño), Montería
(Córdoba), Duitama (Boyacá), Cartagena (Bolívar), Santa Marta (Magdalena),
Pereira (Risaralda) y Cali (Valle del Cauca).

Además de las nuevas edificaciones, se reestructuró el Código Penal y se


expidieron la Ley de Vagos y la Ley de Maleantes (doctrina de la peligrosidad). En
1964, se adicionó el Código Carcelario, mediante el decreto ley 1405/34, con el cual
se creó la figura del abogado procurador, la carrera penitenciaria y comenzaron a
prestar los servicios sociales penitenciarios y pospenitenciarios.

Comenzando la década de los 90, el sistema carcelario tenía un 14 % de


hacinamiento. Y para los siguientes años el problema se siguió acentuando sin dar
tregua. Debido a lo antes indicado en el año 1992 se da la reestructuración
carcelaria, la Dirección General de Prisiones pasó a ser el Instituto Nacional
Penitenciario y Carcelario (INPEC), adscrito al Ministerio de Justicia y de Derecho.
Un año después, en 1993, fue creado el nuevo Código Penitenciario, que aún rige.
En este se dicta que está prohibida la condena con cadena perpetua, destierro o
confiscación. Además, posee un enfoque en derechos humanos que garantiza que
el interno no va a sufrir desapariciones forzadas, torturas y penas crueles. Por todo
lo que a diario se evidencia en las cárceles colombianas podemos indicar que dicha
legalidad prosperó minimamente, lo cual es argumento válido para enunciar que en
Colombia el sistema penitenciario constituye un instrumento en el que se exponen
los principios rectores del derecho penal y se introduce la pena privativa de la
libertad como pena sancionatoria, motivando así la creación de establecimientos de
reclusión dentro del país, esto ha conllevado a que en Colombia la pena privativa
de la libertad ha sido la opción más frecuente y común sanción estatal en el campo
punitivo. Aumentando así el hacinamiento y generando una crisis carcelaria que
tiene diversos matices entre los que se cuenta la incidencia de la legislación, la
política pública el funcionamiento de la justicia y una política criminal represiva en la
que prevalece la privación de la libertad como recurso para combatir el problema de
la delincuencia.

La sobreutilización de la cárcel como solución a todo problema social sin evidencia


de que la privación de la libertad sea por sí sola una medida disuasiva frente a la
criminalidad contribuye a crear una grave situación humanitaria .El rediseño de la
política criminal debería dar prioridad a la prevención y a la reinserción, no a la
detención como única medida para hacer frente a la inseguridad.

El gobierno ha desarrollado diversas políticas públicas en el trascurso de los


últimos años orientados a superar esta situación y cesar así la vulneración de
derechos fundamentales de las personas privadas de la libertad. Una de esas
medidas es la expedición de la Ley 1760 de 2015 “Por medio de la cual se modifica
parcialmente la ley 906 de 2004 en relación con las medidas de aseguramiento
privativas de la libertad”, modificada por la Ley 1786 de 2016, que busca racionalizar
el tiempo que pueden permanecer en detención preventiva personas que se
encuentren surtiendo un proceso ante la justicia penal. Lo anterior, sin embargo, ha
tenido varias dificultades en su implementación, debido en gran medida a críticas
surgidas desde la sociedad y los medios de comunicación que han ejercido una
presión mediática para que no se permita el levantamiento de medidas de
aseguramiento de manera masiva por considerarlo un peligro para la sociedad.

Lo anterior configura un sistema penal, con diferentes reformas legislativas, más


sancionatorio, al incremento de las penas, aumentar los delitos con sanciones de
medida privada de la libertad, siendo una causal del hacinamiento por el que
atraviesa el sistema penitenciario colombiano en contravía de la política
penitenciaria que busca, con la construcción de nuevas penitenciarías, ofrecer una
solución a esta problemática.

Con relación a lo anterior La gran falencia del sistema penitenciario radica en que el
Estado aún no ha asumido el rol de responsabilidad social precisamente por la no
articulación que a través de una política pública real atienda las necesidades
actuales dado que es responsabilidad del Estado garantizar la continuidad de la
acción social apropiando los recursos necesarios siendo un estado social de
derecho , Lo cierto es que el Estado no cuenta con la planta física, ni el personal
profesional, ni técnico para atender la población reclusa, esto constituye una
barrera que bloquean los procesos de resocialización y no reincidencia del delito.

esto a direccionado la política social al mínimo vital es decir a mantener sujetos


con vida, sin importar sus condiciones ni sus posibilidades reales de desarrollo , es
decir que solo ha desarrollado una la lógica meramente asistencial, brindando
precisamente elementos que si bien garantizan el mínimo vital, no garantizan la
calidad de vida, la inclusión real, la participación y toma de decisiones, ni la
posibilidad de gozar de espacios sanos y seguros, sino por el contrario se ha
fomentado condiciones de inseguridad , violencia y actividades ilegales.

Esto ha contribuido a que en la actualidad el sistema decaiga por una mezcla


inminente de sindicados , condenados con diferentes grados de peligrosidad , Los
centros penitenciarios acaban convirtiéndose en albergues delincuenciales que
carecen de educación, salud, capacitación y formación , aunque este problema no
dependen únicamente de las autoridades penitenciarias, pues lo que ocurra en
éstas, está intrínsecamente relacionado con la gestión del sistema de justicia penal
en su conjunto y con las presiones que reciba dicho sistema de parte de los políticos
y los ciudadanos en general. Por esa razón, cualquier intento de reforma del sistema
penitenciario debe formar parte de un programa amplio dirigido a hacer frente a los
desafíos que plantee la totalidad del sistema de justicia penal.

La falta de claridad sobre la crisis carcelaria y penitenciaria por parte del legislador a
la hora de crear nuevas normas o reformar las existentes; el ejecutivo cuando
propone reformas o realiza la administración y ejecución de los recursos; y el
juzgador, al momento de aplicar las normas y jurisprudencia existente han generado
un caos que no permite superar la emergencia, y por el contrario la han empeorado
año a año.

De igual formas hacemos un recuento de las distintas reformas penales que se han
dado cada año como es la ley Ley 890 de 2004 , que Crea nuevos delitos y aumenta
las penas mínimas y máximas de todos los delitos. Su efecto fue un aumento
significativo en los reclusos sindicados y condenados. (Reforma Código Penal –
Política de Seguridad Democrática).

Ley 975 de 2005, que Establece especiales condiciones de reclusión para los
procesados y condenados que hayan sido postulados para ser beneficiarios de la
pena alternativa o que se hayan desmovilizado como consecuencia de un proceso
de paz con el Gobierno Nacional. (Ley de Justicia y Paz).

Ley 1121 de 2006, Elimina las rebajas de penas para delitos de extorsión, terrorismo
y secuestro.
Ley 1142 de 2007, Extiende la detención preventiva para 12 delitos, se aumentan
las penas para otros, y se imponen límites para la sustitución de la detención
preventiva en establecimiento carcelario por otras medidas de aseguramiento. Una
de las causas más significativas para que el índice de hacinamiento aumentara en
este año fue la implementación de esta ley, la cual, entre otros, no permite
beneficios ni subrogados penales a las personas que hayan sido condenadas por
delitos dolosos o preterintencionales dentro de los cinco años anteriores y también
fija aumento de penas en algunas conductas típicas del Código Penal (Convivencia
y Seguridad Ciudadana).

Ley 1153 de 2007, Establece en uno de sus artículos que las personas que cometan
una contravención y tengan antecedentes contravencionales o penales registrados
dentro de los 5 años anteriores al nuevo hecho, se les impondrá pena de arresto de
1 a 4 años. (Ley de pequeñas causas).

Ley 1181 de 2007, Aumenta la pena para el delito de inasistencia alimentaria


(modifica el artículo 233 de la Ley 599 de 2000).

Ley 1120 de 2008, Incrementa las penas para delitos en contra de la salud pública.

Ley 1236 de 2008, Crea nuevos delitos y aumenta las penas por delitos contra
integridad sexual

Ley 1257 de 2008, Aumenta las penas para delitos de violencia y discriminación
contra la mujer.

Ley 1273 de 2009 Crea nuevos delitos contra la propiedad intelectual.

Ley 1329 de 2009, Crea nuevos delitos contra la explotación sexual y de menores.
Ley 1356 de 2009 Crea causales de agravación de penas para delitos cometidos en
escenarios deportivos.

Ley 1357 de 2009 Aumenta penas para varios delitos como la captación ilegal de
dinero.

Ley 1426 de 2010 Crea una nueva causal de agravación para homicidios cometidos
en contra de periodistas, defensores de derechos humanos o servidores públicos.
Ley 1453 de 2011 Aumenta las penas de varios delitos, crea nuevos delitos y
facilita la imposición de medidas de aseguramiento. De la misma manera, aumenta
los términos de detención preventiva (Ley de Seguridad Ciudadana).

Ley 1474 de 2011 Agrega nuevos tipos penales como la corrupción privada, la
administración desleal, la omisión de control en el sector de la salud, el peculado por
aplicación oficial diferente frente a recursos de seguridad social, el peculado culposo
frente a recursos de la seguridad social, el fraude de subvenciones, los acuerdos
restrictivos de la competencia y el tráfico de influencias de particular. De la misma
forma, amplía los términos de prescripción penal y excluye de beneficios a los
delitos contra la administración pública relacionados con corrupción.

Las reformas penales ven el problema desde la perspectiva del delincuente, es decir
que si aumentamos las penas creemos que no habrá criminalidad y el delincuente
se abstendrá de cometer conductas delictivas y por ende está cumpliendo el estado
con garantizar la seguridad social del país.

Si lo viéramos desde la perspectiva de la criminalidad, el estado se centrara en los


factores que conllevan a esta y puntualizara la resocialización como forma de
acabar con la delincuencia cumpliendo así con los fines de la pena e incorporando
de nuevamente a ese ciudadano en la sociedad.

En conclusión con lo anterior podemos establecer las principales causas del


hacinamiento carcelario y reafirmar la poca efectividad del estado en garantizar los
derechos a aquellos que se encuentran privados de la libertad y en condiciones de
vulnerabilidad.

i) una política criminal que propone mayores niveles de encarcelamiento


como solución a los problemas de seguridad ciudadana.
ii) el uso excesivo de la prisión como medida preventiva, pese a que esta
tiene carácter excepcional, ligada al principio de proporcionalidad y
necesidad, frente al derecho de libertad
iii) la aprobación de proyectos de Leyes penales sin estudios de impacto
previos, Y
iv) iv) la falta de presupuesto tanto para la construcción de nuevos centros
de reclusión, para el mejoramiento en el sostenimiento de los ya
existentes.
v) Falta de objetividad, responsabilidad, e ineficiencia por parte del Estado
(Jueces), para privar de la libertad a personas que cometen delitos
menores (hurto, conducir en estado de embriaguez y resistir la detención,
entre otras)

vi) Referencia
o https://razonpublica.com/el-sistema-carcelario-en-colombia-sigue-siendo-una-bomba-
de-tiempo/

o https://www.elespectador.com/noticias/nacional/las-carceles-en-colombia-una-historia-
de-hacinamiento-articulo-800565

También podría gustarte