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HOGARES NUEVOS

OBRA DE CRISTO

Subsidio semana santa


SECRETARÍA DE VOCACIONES Y MISIONES
PRESENTACIÓN
Muy queridas familias y amigos de la Obra Hogares Nuevos:
 
Este año 2020 por la situación de todos conocida, no pudimos realizar
nuestra misión de Semana Santa. Es por ello que la Secretaría de
Vocaciones y Misiones ha coordinado la elaboración de este subsidio para
vivir la Semana Santa en familia. Hemos pedido la colaboración de
Matrimonios, Hijos, Consagradas y Sacerdotes para  su realización.
 
Siguiendo el lema del año: "desde la fe, como San José,  Hogares Nuevos
custodia a padres e hijos" Nuestro deseo es que la espiritualidad del
Movimiento se viva y se sienta de un modo muy especial en estos días en
que viviremos una Semana Santa diferente. Recordando las palabras de
nuestro fundador: “Esta es la hora de las Iglesias Domésticas”.
 
La Palabra de Dios es el núcleo de todas las reflexiones, los invitamos a que
a través  de los días santos podamos ir redescubriendo en familia la
riqueza y fortaleza que nos brinda el Pan de la Palabra.
 
Y a través de cada una de las meditaciones está impregnada la
espiritualidad encarnada de cada uno de los miembros del Movimiento.
 
En el subsidio encontrarán:
● La invitación a un momento de oración familiar introductorio a la
Semana Santa -el sábado-: tres breves temas con la invitación final al rezo
del Santo Rosario. Sugerimos puedan disponerse, como familia, dos o tres
horas para la realización de esta actividad, para dinamizar sugerimos que
la lectura sea entre todos los miembros de la familia.
Como unos encuentros, las preguntas para reflexionar se pueden hacer
entre tema y tema, generando el diálogo familiar.
El esquema de los días posteriores es el siguiente:
● Oración para comenzar el día, para bendecir los alimentos y para
finalizar la jornada.
● Reflexiones matutinas, que llevan un hilo conductor desde Domingo de
Ramos hasta Viernes Santo -Enumeradas: I, II, III, IV, V, VI-.
● “Palabra y Vida”: Reflexiones en torno al Evangelio del día.
● Temas de Formación -para Domingo de Ramos y Triduo Pascual-, y
reflexiones vespertinas para Lunes, Martes y Miércoles Santos. 
 
Pedimos a María Reina de la Familia, Reina de Nuestro Hogar que nos
ayude a transitar este recorrido pascual con una actitud de escucha atenta
a la Palabra de Dios y que esa interiorización nos lleve cada día a un
compromiso desde nuestras posibilidades a  compartir al Buena Noticia
que hemos recibido.

Esperamos que este material elaborado con mucho amor sea de ayuda y
motivación  para reunirse juntos como familia en torno al altar de la
oración doméstica.
 
Un abrazo de Pascua

Secretaría de Vocaciones y Misiones


Introducción a la Semana Santa

La Semana Santa es la “Semana Mayor” para todos los cristianos, allí se encuentra el gran
misterio, que da sentido a nuestra vida. Jesús entrega su vida por cada uno de nosotros.
Ese acontecimiento cambia radicalmente, nuestra vida, porque hemos pasado de la
muerte a la Vida, su Amor nos ha salvado y nos sigue salvando. A continuación vamos a
conocer como fueron los inicios de lo que hoy llamamos, “Semana Santa”,como ha sido
vivida por las primeras comunidades.
 
Liturgia judía y liturgia cristiana.
  Los invitamos a profundizar la liturgia del pueblo judío, para ayudarnos a
comprender mejor nuestra liturgia cristiana, porque en muchos aspectos
somos herederos suyos. Un
elemento importantísimo que tenemos en común con los judíos es la Sagrada Escritura: la
manera de proclamar la Palabra de Dios, la respuesta a esta Palabra, la adoración de
alabanza y de intercesión por los vivos y los difuntos, y también el buscar la misericordia
de Dios.
 
La liturgia de la Palabra
de nuestra santa misa tiene su origen en la oración judía. A ella se remonta también el rezo
de la Liturgia de las Horas, igual que la forma en que están hechas nuestras oraciones más
importantes. Dentro de la Misa, las plegarias eucarísticas, que son las oraciones que reza el
sacerdote luego de la consagración, se inspiran también en la tradición judía. Sobre todo,
se nota esta relación en las grandes fiestas del año litúrgico como la Pascua. Pero también
aquí podemos distinguir nuestra diferencia más grande con los judíos.
Los cristianos celebramos la Pascua en la muerte y la resurrección de Cristo, esperando a
la segunda venida definitiva del Señor. En cambio, los judíos la celebran recordando un
hecho pasado, la liberación de Egipto, y esperando la venida del mesías, ya que a Jesús no
lo reconocieron como tal.
 
En elcristianismo, toda acción litúrgica, especialmente la celebración de la Eucaristía y de
los sacramentos es un encuentro entre Cristo y la Iglesia. El Pueblo de Dios se reúne por la
comunión del Espíritu Santo, en el único Cuerpo de Cristo. Esta reunión va más allá de los
vínculos familiares, raciales, culturales y sociales.
 
Preparar nuestro corazón
es buscar el auxilio del Espíritu Santo, de nosotros y de los ministros, el Espíritu Santo anima
y vivifica nuestro ser, para que busquemos esa adhesión a la fe, a la conversión del
corazón y la adhesión a la voluntad del Padre.
Algo de historia sobre los inicios de la semana Santa…
  Luego de la muerte de Cristo, la  pequeña Iglesia  se vio en la necesidad de  celebrar
litúrgicamente este hecho salvífico.
 
En los  comienzos  de la vida de la Iglesia,  la Pascua del Señor se conmemoraba en la
Eucaristía, que ya se convocaba el día domingo, porque en este día fue la
resurrección del Señor. A partir del siglo II, comenzó a reservarse un domingo
particular del año para celebrar este misterio pascual.
Con el paso del tiempo nació el Triduo Pascual, cuando la Iglesia comenzó
a revivir los misterios de Cristo en forma histórica. La primera vez se realizó
en Jerusalén, donde todavía se conservaba la  memoria de los lugares
donde ocurrió la pasión y glorificación de Cristo.

Para esto, ayudó mucho un impulso de los cristianos a conocer la historia


de Jesús, ya que en ese tiempo había surgido la herejía arriana (personas
que negaban la resurrección de Jesús). Como respuesta a este error, la
Iglesia impulsó a los fieles  a conocer y venerar la persona de Jesús  como
Hijo de Dios e Hijo de María, visitando los lugares de su vida terrena.
 
Cada celebración del Triduo quedó conformada de la manera que ya
conocemos: en la tarde del  Jueves Santo  se conmemora la institución de
la  Eucaristía; el  viernes  se dedica entero a la  Pasión y Muerte  de Jesús en
la cruz; durante el  sábado  la Iglesia medita el descanso de Jesús en
el  sepulcro. Por último, en la  Vigilia  Pascual, los fieles reviven la alegría de
la Resurrección.
 
Jueves Santo
  La Misa vespertina abre el Triduo Pascual. La iglesia  de  Jerusalén  conocía
ya, en el  siglo IV, una celebración eucarística conmemorativa de la Última
Cena, y la institución del sacramento del sacrificio de la Cruz:
 
Al principio, esta celebración  se desarrollaba sobre el Gólgota, en
la  basílica  al pie de la Cruz, y no en el Cenáculo; hecho que confirma la
íntima relación entre la celebración eucarística y el sacrificio de la Cruz.
A  finales del siglo IV, esta tradición se vivía también en numerosas iglesias
de occidente, pero habrá que esperar hasta el  siglo VII  para encontrar los
primeros testimonios romanos.
 
Viernes Santo
El Viernes Santo conmemora la Pasión y Muerte del Señor. A finales
del  siglo IV  d.C. encontramos en  Jerusalén,  las primeras celebraciones
litúrgicas  de la Pasión del Señor: se trataba de una jornada dedicada
íntegramente a la  oración itinerante; los fieles  acudían del Cenáculo  (donde
se veneraba la columna de la flagelación)  al Gólgota, donde el obispo
presentaba el madero de la  Cruz. Durante las estaciones se leían profecías
y evangelios de la Pasión, se cantaban salmos y se recitaban oraciones.
  Los testimonios más antiguos de una  liturgia de Viernes Santo en
Roma proceden del siglo VII.
 
Sábado Santo
En los primeros siglos de historia de la Iglesia, el Sábado Santo se
caracterizaba por ser  un día de ayuno absoluto, previo a la celebración de
las fiestas pascuales. El Sábado Santo debe ser para los fieles un día de
intensa oración, acompañando a Jesús en el silencio del Sepulcro.

Vigilia Pascual
La celebración litúrgica de la Pascua del Señor se encuentra  en los orígenes
mismos del culto cristiano. Desde la generación apostólica, los
cristianos conmemoraron semanalmente la Resurrección de Cristo,
por medio de la asamblea eucarística dominical.
Además, ya en el  siglo II,  la Iglesia celebra una  fiesta específica  como
memoria actual de la  Pascua  de Cristo, aunque las distintas tradiciones
subrayen uno u otro contenido pascual: Pascua-Pasión.
San Agustín  la llama a la “Noche Santa” la “madre de todas las vigilias” y el
catecismo de la
Iglesia nos recuerda…

1169: La Pascua no es simplemente una fiesta


entre otras: es la "Fiesta de las fiestas", "Solemnidad de las
solemnidades", como la Eucaristía es el Sacramento de los sacramentos (el
gran sacramento). San Atanasio la llama "el gran domingo" (Epistula
festivalis 1 [año 329],
10: PG 26, 1366), así como la Semana Santa es llamada en Oriente "la gran
semana". El Misterio de la Resurrección, en el cual Cristo ha aplastado a
la muerte, penetra en nuestro viejo tiempo con su poderosa energía, hasta
que
todo le esté sometido.

Culmina el Santo Triduo e inicia el tiempo pascual, celebrando la Gloria de


la  Resurrección  del Señor. De aquí que su contenido teológico encierre el
misterio de Cristo Salvador y del cristiano salvado. Ello explica que, desde
los primeros siglos, se celebrase el  bautismo de los catecúmenos en la
Vigilia Pascual. Como ya indica  San Agustín  en sus  Sermones  (220-221),
toda la celebración de esta Vigilia Sagrada debe hacerse en la noche, de tal
modo que o bien comience después de iniciada la noche, o acabe antes del
alba del domingo. La Vigilia Pascual se convierte en el punto central donde
confluyen las celebraciones anuales de los misterios de la vida de Cristo.
 
Queridos matrimonios, queridos Hijos, Consagradas y Sacerdotes:
a lo largo de los años se fue descubriendo y dando lugar a estas fiestas
Pascuales, hoy nos toca a nosotros “hacerlo Vida”, que Jesús pasando del
Viernes Santo, pueda resucitar, hoy, en cada una de las “Iglesias
domésticas”. Con el vivo deseo de que este material ayude a crear
conciencia del “acontecimiento mayor”, nos unimos en oración por cada uno
de ustedes.
SÁBADO - MOMENTO DE ORACIÓN
Adentrándonos...
La Semana Santa es, junto con la Navidad, la época litúrgica más importante para
quienes vivimos la fe cristiana.
Pero, en nuestra sociedad actual, la presión con la que se vive la semana, las idas
y venidas, las subidas y bajadas, los problemas económicos, el trabajo, los
imprevistos… mil cosas, pueden apagar nuestra relación con Dios, con nosotros
mismos y con el prójimo. De pronto, no es raro que sea difícil generar clima de
paz y oración; el ruido que llega al hogar a través de todos los miembros, puede
ahogar la voz del Señor que susurra en el silencio para guiar nuestra vida.

La prueba de que vivimos bajo presión es que nada nos hace parar…
Sólo cuando nuestra vida corre peligro, o cuando desde fuera -obligadamente- nos
detienen. Lo estamos viviendo: hace unos días, de repente, casi de manera
imperceptible, como una ráfaga nos cambió todo… ¡A vivir un tiempo de
aislamiento!

● ¿Castigo u oportunidad?
● ¿Dios o la presencia constante de nuestras fragilidades?
● ¿Queja o esperanza?
● ¿Enojo o aceptación serena de lo que somos?
● ¿Tiempo de aislamiento o tiempo de encuentro?
Podríamos decir que en este año, la Cuaresma nos encontró en otro lugar, nos
invitó realmente a retirarnos, a ir a un lugar probablemente muy conocido, el
hogar, pero que nos hace ir quizá hacia lo desconocido: nuestro interior. En el
tiempo de Cuaresma nos invitaron a encontrarnos, en esta cuarentena había que
encontrarse con uno mismo y había que encontrarse con las personas con las que
cotidianamente vivimos. Pero pareciera que en esta situación en la que tenemos
tanto tiempo, aparece otro problema: organizarnos, volver a vivir una vida en
comunidad, en familia, aceptarse, tolerarse, pensar en el otro.
Así como este tiempo está cargado de incertidumbre, también está cargado de
posibilidades, de seguir aprendiendo ciertas habilidades muy humanas, muy
cristianas. Por eso ..

♥ Es tiempo de caminar hacia adentro, hacia el lugar donde hay PAZ, hacia
adentro de nuestro corazón.
♥ Es tiempo de abrir las manos y no querer controlarlo todo.
♥ Es tiempo de no entrar en pánico y respirar… ¡ESTÁS VIVA FAMILIA!
♥ Es tiempo de aprender a reír y saltar… y cantar… en medio de la dificultad.
♥ Es tiempo de quedarnos en la comodidad de nuestro hogar pero que salgamos
de nosotros mismos para ponernos a disposición del otro, movidos por el amor,
elemento esencial de la vida familiar.
♥   Es tiempo de celebrar que amamos y nos aman.

Hoy estamos todo el tiempo JUNTOS, Dios nos pide algo más, quiere que esta
Semana Santa caminemos unidos en familia. ¡Ese es el mejor modo! Es imposible
crecer espiritualmente, cuando habiendo otros, se camina solo, es un llamado a la
santidad, es una invitación para que las Iglesias Domésticas se santifiquen, para
que esta CASA que hoy nos acoge y nos protege se transforme en un HOGAR, y
que cada hogar y cada miembro, den lugar a Cristo en su corazón.
La Semana Santa requiere por nuestra parte un acompañamiento a Jesús
y a María en el momento de intenso dolor, implica acompañarlos con
nuestra oración, sacrificios y el arrepentimiento de nuestros
pecados, reflexionando qué cosas de nuestra vida deben morir en la Cruz
para que podamos resucitar con Jesús. Que nuestro corazón sea el
punto de encuentro con Dios.
Pidamos esta gracia de permanecer en el Señor, y roguemos al Espíritu
Santo que podamos distinguir lo que se mueve en nuestro interior.
La Conversión familiar signo de ser un hogar nuevo Introducción

Para comenzar nuestro momento de oración preparativo a la Semana


Santa, realizaremos, como familia, una evaluación/examen de consciencia,
mirando en retrospectiva la Cuaresma. Nos podemos guiar por las
siguientes preguntas:
● ¿Qué tanto vivimos la Cuaresma?
● ¿Realizamos ayuno, limosna y oración?
● ¿Vivimos un proceso de conversión?
● ¿Fue un período de olvido, o uno de crecimiento?
● Si realizamos un propósito para el miércoles de ceniza, ¿Lo cumplimos?

En esta Pascua es necesario convertirnos, transformarnos para así poder


recibir a nuestro Señor Jesús, quien es el que renueva nuestra fe y
esperanza.

En estos días estamos viviendo momentos nunca antes imaginados, como


dice el Padre Ricardo en la cartilla 411 bis, “hasta los templos se encuentran
cerrados. Sin embargo un detalle a tener en cuenta es que en los dos
primeros siglos de la Iglesia, los templos no existían, lo que sí existían eran
las Iglesias Domésticas, en donde los seguidores de Jesús se reunían,
oraban y compartían el pan”.La Iglesia enseña que la familia es uno de los
bienes más preciosos de la humanidad, que está llamada a edificar el Reino
de Dios y a participar activamente en la vida y misión de la Iglesia.
Todos los miembros de la familia, enseñados por la Palabra de Dios, somos
una pequeña porción viva de la Iglesia, es una “comunidad de vida y de
amor”.
Para vivir el amor hace falta fundarlo todo en la experiencia de Cristo, en la
vida de la Iglesia, en la fe y la esperanza que nos sostienen como católicos.
Entre los muchos caminos que existen para cultivar la fe conformando la
iglesia doméstica se encuentran la oración en familia y la vida según las
enseñanza de Cristo.

La vida de la Iglesia Doméstica

La oración es para cualquier bautizado lo que es el aire para los seres


humanos: algo imprescindible.
Aprender a rezar toca a todos. A lo largo del día uno tiene distintos
momentos, puede ser a la mañana, a la tarde, a la noche, o inclusive en
varios momentos del día. La hora de comer permite un momento de
gratitud y de unión en la familia. ¡Qué hermoso es ver que todos, junto a la
mesa, rezan!  Como dice el Padre Ricardo en la cartilla 307 “la oración antes
que hablar es escuchar, antes que pedir es preguntar, de ese modo uno va
a descubrir la voluntad de Dios”.
La oración constante ha permitido a la familia, chicos y grandes, descubrir
que la jornada, desde que amanece hasta la hora de dormir, tiene sentido
desde Dios y hacia Dios. Todo ello prepara a vivir a fondo los momentos
más importantes para todo católico: los Sacramentos.
Los tiempos actuales necesitan más que nunca de una fe ilustrada,
cristianos capaces de dar razones de su esperanza y de su fe.
Si el Sacramento de la Eucaristía es el centro de la vida cristiana,
también debe serlo en el hogar.
La familia necesita descubrir la belleza del domingo, la maravilla de la Misa,
la importancia de la escucha de la Palabra, la participación consciente y
activa en los ritos. Participar juntos, como familia, en la misa del domingo
es una tradición que vale la pena conservar, o comenzar a adquirir.
También cuando los hijos son pequeños. 
Un sacramento que merece ser vivido por todos los miembros de la familia
es el de la Reconciliación (la confesión). 
Es fundamental invocar a Mamá María, fuente de toda razón y justicia,
quien dio su sí al Ángel Gabriel, ella conoce el camino, lo engendró, lo
transitó y ahora goza de la meta.

Hombres Nuevos: Hogares Nuevos. Uno puede hacer la analogía de que así
como hay un hombre viejo, puede también haber un hombre nuevo (Col 3,9-
10), y lo mismo sucede con el hogar: puede ser viejo o nuevo. Cuando, como
famila, el hombre viejo es abandonado y abrazamos al hombre nuevo, así
tenemos “hogares nuevos”.

La familia tiene una importancia básica y debe ser prioridad de la Nueva


Evangelización, sin la familia, evangelizar es echar riquezas en sacos rotos.
La vida cristiana crece al darse. Esto se puede relacionar con el cambio del
hombre viejo y hombre nuevo: El cambio alegra siempre, conduce a algo
mejor, indica una dirección hacia lo nuevo, hace olvidar el hombre y el
hogar viejos, para encontrar el hombre y hogar nuevo. Los cambios son
difíciles y, algunos imposibles, si se buscan desde las propias fuerzas y de
los propios esfuerzos voluntarios. Para que un objetivo tenga un resultado
valido, es FUNDAMENTAL que vaya acompañado por la gracia de Dios. Por
esto para lograr que se cumplan los objetivos personales, deben estos ir
acompañados por una mayor oración, más la Eucaristía, más el apoyo
COMUNITARIO.

Debemos dejar de ser ese hogar viejo en donde el que reina es el pecado,
virus mortal al que todos debemos temer, porque pasa de un modo
imperceptible en nuestras vidas, pero deja notables consecuencias en su
andar.
Como dijo el Papa Francisco en la Indulgencia Plenaria que realizó de modo
extraordinario el día 27 de marzo: este hombre viejo se encuentra apoyado
en falsas seguridades con las que construye su vida, deja dormido  y
abandona lo que lo alimenta y sostiene, por lo tanto es FUNDAMENTAL
abrazarnos a la corona salvadora de nuestro Señor Jesús, que nos invita a
no tener miedo, ya que con Él nada malo nos puede pasar.

A su vez nos siguió remarcando que así como los discípulos de Jesús se
encontraban atemorizados en la barca por los fuertes vientos que los
azotaban, así nos encontramos nosotros en estos días, preocupados no sólo
por las consecuencias sanitarias de esta enfermedad, sino también en las
consecuencias que ésta va a traer en nuestros trabajos, y en la posibilidad
de poder traer el pan de cada día.

Sin embargo hay que leer atentamente ese pasaje de las


Sagradas Escrituras:
“Al atardecer de ese mismo día, les dijo: «Crucemos a la otra orilla».
Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba.
Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte
vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua.
Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y
le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?».
Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!».
El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: «¿Por
qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?». Entonces quedaron
atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quiénes este, que hasta el
viento y el mar le obedecen».” (Mc 4, 35-41)

Cuando los vientos los asechaban, Jesús al despertarse les preguntó ¿Por
qué tienen miedo?, ¿Cómo es que no tienen fe? Así como los discípulos
tenían miedo, en este momento nosotros estamos teniendo la misma
sensación, nos encontramos asustados y perdidos, ya que nos sorprendió
una tormenta furiosa e inesperada, Jesús nos interpela a dejar de lado al
hombre viejo, yendo a abrazar a ese hombre nuevo, renovado, en el que
Cristo venza, no sólo siendo un hombre nuevo, sino también un hogar nuevo.
Debemos invocar a Jesús, le debemos suplicar “Despierta Señor”. Estamos
en el momento de elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa,
lo que se va; separar lo que es necesario de lo que no lo es: pasar del hogar
viejo al hogar nuevo. En estos momentos nuestra oración y el servicio
silencioso son nuestras armas vencedoras. El comienzo de la fe es saber que
necesitamos la salvación, solos nos hundimos. Hay que entregarle a Jesús
nuestros temores para que nos ayude a vencerlos. Con Él a bordo no se
naufraga, la fuerza de Dios es la que nos ayuda a convertir en algo bueno
todo lo que sucede, incluso lo malo. Hay que abrazar al Señor para abrazar
la esperanza, CON JESÚS TODO, SIN JESÚS NADA.

Testimonio
En lo cotidiano, en nuestra familia, concurrimos a misa todos los domingos,
bendecimos todos los días la mesa y rezamos antes de dormir. Con esta
situación actual en donde la cuarentena nos obliga a permanecer en nuestro
hogar, valoramos lo que es la familia como Iglesia Doméstica, a lo largo de
los días fuimos descubriendo el poder de la unión y la oración, no solo en el
plano familiar, sino también con nuestra comunidad. La tecnología nos
permite reunirnos diariamente a las 18:30 horas para rezar el Santo Rosario
y el día viernes el Vía Crucis; sin esta experiencia de encierro, jamás se nos
hubiese ocurrido mantenernos unidos como comunidad como lo estamos
haciendo en este momento.
Este paréntesis en nuestras vidas nos ayudó a descubrir la oración en
comunidad y redescubrir a Cristo en medio nuestro. Los invitamos a
escuchar esta hermosa canción que nos hará reflexionar la importancia de
sumar a Cristo en nuestras familias.

https://www.youtube.com/watch?v=gSpnq6dNk-U

Nuestra Iglesia Doméstica se adhiere a la promesa de salvación El


Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto: Este mes será
para ustedes el mes inicial, el primero de los meses del año. Digan a
toda la comunidad de Israel: El diez de este mes, consíganse cada
uno un animal del ganado menor, uno para cada familia.
Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se
unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del
animal tengan en cuenta, además del número de comensales, lo que cada
uno come habitualmente. Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un
año; podrá ser cordero o cabrito.
Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo,
lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel. Después tomarán
un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de la
puerta de las casas donde lo coman. Y esa misma noche comerán la carne
asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas. Deberán
comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón
en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor.” Éx (12.1-8.11)

La Pascua fue el paso que dieron los israelitas al salir de la esclavitud hacia
un Pueblo de hermanos. Fue y es “el paso de Dios” que quiere liberarnos. La
pascua se articula en tres secciones:  ritual de la fiesta  (12, 1-14),
celebración  (12, 21-28) y  elenco de participantes  (12, 43-51). El ritual,
memorial de la salida, tiene forma de comida y resalta el carácter redentor
de la sangre: el Señor salva a su pueblo pasando de largo por las casas
señaladas; pero también se trata de un golpe definitivo para el opresor: la
muerte de sus primogénitos.
Es un rito de vida-resurrección. Jesús será el nuevo Cordero que inaugurará
la liberación interior de los pecados: paso de la servidumbre del pecado a la
libertad en Cristo resucitado. Y el cordero comido en la pascua hebraica es
figura muy clara de otro alimento y de otra cena: el Pan de vida en la cena
de la Eucaristía.

La cuaresma es tiempo de preparación, de reflexión, de ponerse en camino.


De prepararse para vivir la Semana Santa, para meditar en  la pasión,
muerte y resurrección de Cristo, para vivir la Pascua. De la misma manera
como el antiguo pueblo de Israel marchó durante cuarenta años por el
desierto para poder ingresar a la Tierra Prometida, la Iglesia, Nuevo Pueblo
de Dios, se prepara para vivir y celebrar la Resurrección del Señor. A lo
largo de cuarenta días nos vamos disponiendo para acoger cada vez más
profundamente en nuestras vidas el misterio central de nuestra fe.

1) - NOSOTROS SOMOS HOY ESAS FAMILIAS QUE VAN CAMINANDO HACIA LA


PROMESA DEL REDENTOR.
Es un tiempo propicio para romper con el pecado que habita en nuestros
corazones, para alejarnos de todo aquello que nos aparta del Plan de Dios y
por consiguiente de nuestra felicidad y realización personal. Se trata de
morir al pecado para nacer a una vida nueva en Jesús, el Hijo de María
(Jn 12,24).

En Hogares Nuevos,camino y escuela de santidad. 


Una de las realidades más bellas y edificantes de la vida humana es la
institución de la familia, pues toda familia procede del Padre Dios y está
llamada a ser una manifestación del amor del Padre Dios, porque es fruto
del diálogo amoroso del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Pero, naturalmente, como todas las cosas humanas, también puede
perder luminosidad y quebrantarse, porque la familia arrastra una
pesada carga de errores y pecados.
La familia es también iglesia doméstica, un santuario donde siempre
está presente el Señor, porque Jesús está presente en el centro de la
familia. Allí donde están el esposo, la esposa y los hijos, allí está el Señor,
sacramentalmente presente en el amor que vivimos como esposos.

Una Iglesia Domestica se reconoce por el amor mutuo, porque no pierde la


esperanza aunque sean enormes las dificultades que sobrevengan. Es una
comunidad familiar alegre, servidora, que corrige con cariño, que perdona
tiernamente, que solo privilegia a los más débiles y que se reconoce
enviada a iluminar la tierra.
Vive en la verdad sin perder por ello la armonía. Aprecia los rasgos y
valores que cada uno posee. vive la fe en común, no se contenta con que
cada uno privadamente crea, ame y ore, sino que lo hacen juntos, en su
altar familiar, se reservan un tiempo para un encuentro familiar donde
hacen un rato de oración, leen la Palabra de Dios y dialogan largamente
sobre las vivencias de cada uno, bendicen al Señor por todo lo que les da,
no se olvidan de celebrar la Cena del Señor, la Misa, con otras familias,
aunque en estos días debamos hacerlo ahora a través de internet.

Cuando fue aprobada la Obra Hogares Nuevos en el decreto pontificio, se


expresó que la Obra es un camino y escuela de santidad.Significa que
contamos con un instrumento que nos conduce por un camino de santidad y
que nos enseña, como verdadera escuela, la meta de la santidad que Dios
quiere para el hombre.

Desde el momento en que el Verbo eterno se hizo humano y vivió y creció


en una familia, la familia tomó una gran dimensión sobrenatural, porque
desde el momento en que el Verbo se hace humano, santifica a la familia.
  Por su sumisión a María y a José, así como por su humilde trabajo durante
largos años en Nazaret, Jesús nos da el ejemplo de la santidad en la vida
cotidiana de la familia y del trabajo (CATIC 564).  El Padre Ricardo siempre
nos remarca esta enseñanza: que el secreto de la felicidad matrimonial y
familiar está en lo cotidiano, con Jesús como parte de la familia.

La mejor escuela de humanismo que existe es la familia Por eso, la


familia ha de ser reflejo de la Familia Trinitaria, que es manantial y
fuente de vida; la costumbre, la rutina, las incomprensiones, las faltas
de perdón, de diálogo, los abusos, la violencia, pueden destruirla. Hoy
en día la familia se ve bombardeada por el hombre egoísta y ciego de
placer, que quiere apartarse de todo lo que sea sagrado. Si nos
impresionan los bombardeos que hay en el Medio Oriente, más
deberían impresionarnos los bombardeos que se están haciendo hoy
contra la familia en nuestra propia sociedad,
porque desgraciadamente la familia está bajo ataque y
bombardeada por los que defienden el “amor libre”, el divorcio,
una mal entendida planificación familiar y el aborto, que
claramente es un infanticidio, y una salvaje secularización.
Esto exige que la familia se renueve constantemente, para lograrlo es
necesario un modelo de familia, porque una experiencia ya realizada tiene
más valor y fuerza que la mera enumeración de una doctrina. La familia
de Nazaret es una familia santa y santificadora, es verdadera familia, es
“sagrada” por la realización de la voluntad de Dios en medio de las
circunstancias normales de la vida doméstica.

Es una familia de amor. José es el varón y jefe de la casa, María es la


madre y esposa, Jesús es el hijo que “crecía y se fortalecía, llenándose de
sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre el”. Entre ellos existe una
perfecta comunidad de amor.

El Papa Benedicto XVI decía, la familia debe ser una hoguera, un fuego que
caliente a todos los que la forman, pero hoy sopla sobre ella una gran
masa de aire polar, que congela los corazones de los esposos y los hijos.
Cuando se ama se va contagiando un fuego que enciende e ilumina los
corazones.

La Sagrada Familia de Nazaret. Este modelo de unión, de trabajo, de


religiosidad y de paz ha quedado para muchos reducido a un cuadrito que
la familia tiene en algún lugar de la casa. Ojalá todos tengamos el cuadrito
de la Sagrada Familia en la casa, pero que sea para que esa imagen nos
recuerde que nosotros debemos ser imagen de esa santa familia.

Cuando se va perdiendo la unidad familiar, por las nuevas circunstancias


que se viven en el hogar, en el trabajo y en la escuela, crece el egoísmo y
el distanciamiento, aparece el desamor, se rompe la integración familiar y
en demasiados casos se provoca el divorcio, el abandono del hogar.

Al ver el cuadro que el evangelio pone ante nuestros ojos, podemos


observar a María y José con Jesús, un cuadro típico en el que podemos
vernos reflejados como familia.
Pero al contemplar la escena también vemos el amor doméstico que se
desprende de el, que se irradia, llevándonos a ver a Cristo dominando la
escena, y a los demás personajes que están cerca de el, asumiendo la
representación de la nueva humanidad, la Iglesia. (Pablo VI)

Cada una de nuestras familias puede ser una verdadera “sagrada


familia”, si en nuestra vida cotidiana buscamos y realizamos la voluntad de
Dios, siendo Jesús parte de nuestra familia, que guíe, dirija e ilumine
nuestras elecciones, nuestros actos. Así, nuestro amor humano también
será signo del amor familiar de Dios, como ocurrió en el hogar de Nazaret.

CONCLUSIÓN
Recordando que familia que reza unida permanece unida, los invitamos a
terminar este momento de oración con el Santo Rosario, que de modo
providencial en este día, nos hace recorrer junto a la Sagrada Familia
Nazaret los misterios de gozo: la alegría de un hogar que desde su
cotidianeidad se adhería a la promesa de salvación.
DOMINGO DE RAMOS
ORACIÓN
DE LA MAÑANA
Señor Jesús,
Tú que en el tiempo preciso llegaste
hasta nosotros,
enséñanos a valorar el tiempo que nos
regalas,
utilizándolo para la gran prioridad
que es nuestra Familia.
De tus 33 años, dedicados a la obra
más grande para la humanidad,
30 los viviste en familia. Ayúdanos a
purificar nuestras opciones
para así brindarnos a lo más precioso
que nos regalaste:
nuestro Hogar. Amén.

REFLEXIÓN MATUTINA
I.-La familia en camino a la Pascua teniendo a Cristo como centro y eje de la vida
personal y familiar.
Este año estamos ante una situación excepcional en la que no podemos salir de
nuestras casas, podríamos decir que es una gran oportunidad para que en cada una
de las familias, constituidas por el sacramento del matrimonio en Iglesias
Domésticas compartamos la fe, la esperanza en familia, y, a través de los medios de
comunicación con otros hermanos. Así, en algunas comunidades de Hogares Nuevos
nos encontramos para hacer cartillas, y/o vivimos la Santa Misa juntos a través de
internet y rezamos el Rosario en familia.
La oración es fundamental en la vida familiar, especialmente cuando se logra
hacerla “juntos”. Orar es crear una relación de amistad profunda con Dios.
Para cultivar la amistad con Dios es necesario mucho trato, de aquí la necesidad
de la oración. Quienes logran una amistad profunda con el Señor, se les hace un
hábito buscar la voluntad de Dios, para encontrar en ella los caminos de su visión.
Entonces toda la oración se transforma en vida, y la vida se transforma en oración.

Oración para bendecir los alimentos


Hoy domingo de Rmoa queremos unirnos en tu amor y tu bondad. Danos la gracia de
recibirte con palmas y alegría en nuestra mesa familiar, ayúdanos a vivir en comunión,
bendícenos y también a estos alimentos que compartiremos.
Amén.
Palabra y Vida: “El Mesías ha llegado a nuestro templo”
Hoy Domingo de Ramos contemplamos la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén y -
siguiendo los acontecimientos posteriores-, lo contemplaremos muerto en la cruz y
resucitado con gloria. Seguramente nos puede resultar extraño que, si hoy está
siendo aclamado como rey, pueda luego morir como un vil ladrón. En realidad
JESÚS necesita pasar por esta experiencia, para poder mostrarnos que nuestra
vida debe ir buscando imitarlo en todo.
Efectivamente, queridas familias, como dice el título de la reflexión: El Mesías hoy
llega a nuestro Templo.

Es muy importante recordar esto: cada familia es una Iglesia Doméstica, templos
vivos donde Dios quiere habitar; sabemos que María es la que lleva las llaves de
cada hogar, y que a su vez, trae a su Hijo, pero en esta oportunidad ¡viene directo a
cada uno! y podemos preguntarnos: ¿Cómo nos encuentra en este día?, ¿qué tanto
papá, mamá y los hijos pueden experimentar el paso del que viene aclamado?
Él llega pero no en un carruaje majestuoso, ni en un avión de primera
clase o un auto lujoso sino que viene en un asno, sencillo, silencioso...
Jesús viene para quedarse en nuestro Hogar, en nuestro Templo, pues
es aquí donde se siente a gusto. Su presencia nos enseña que hoy, al
comenzar esta Semana Santa, Él quiere “reclamar su espacio” tomar
su lugar; desde nuestros dones de la humildad y la alegría, quiere que
le digamos lo que es para nosotros: CENTRO Y EJE DE NUESTRAS
VIDAS.

En este día viene hacia ti, hacia mí, hacia nosotros: ¿qué haríamos en
su lugar?, ¿cómo lo recibimos?, ¿cómo está el templo?. Imagina por un
momento, que ya Cristo está llegando al templo de tu casa ¿cómo lo
encontraría? ¿Estaría limpio, ordenado, adornado, bien iluminado? La
familia gira, crece y da fruto en torno al Señor y, sólo cuando se lo
reconoce es que podemos decirle. “Hosana al hijo de David”. La
promesa que ayer fue anunciada, hoy ya es una realidad que se hace
carne en cada matrimonio, hijo, familia. Jesús viene en nombre de
quien lo ha enviado, de Dios Padre para rescatarnos del pecado y de la
muerte.
Pensando en el pecado y en la muerte, cuántas tentaciones nos
propone el mundo y está en nuestro ser poder decir que NO para que
nuestra coherencia de vida y sentido común, como experiencia de
encuentro personal con el Amado, nos haga caer en la cuenta de que
Él ¡golpea la puerta para entrar! El Hijo no retiró su rostro cuando fue
ultrajado, burlado y salivado, al contrario mirándonos a los ojos nos
dice: cuánto te amo a pesar de que me has negado, esta misma
experiencia hay que trasladarla sin lugar a dudas a cada familia:
Cuánto te amo, familia, a pesar de que algunas veces, olvidas que
habito en ti. Cristo es la Roca sobre la cual está cimentada
nuestra vida, pensamiento, toma de decisiones, la forma
como amamos, corregimos.
Un verdadero cristiano, una verdadera familia, es la que sabe, entiende e imita el
mensaje del Señor: vivir en continuo anonadamiento (abajarse, hacerse nada) para
posteriormente, después de ser exaltado atraer a todos hacia sí. Como Iglesia
Doméstica, desde esta vivencia sincera de la Pascua, tenemos como misión decirle
al mundo: Aquí hay un verdadero templo donde están papá, mamá y los hijos, y
donde está también el Rey de reyes.
En la actualidad muchos templos o familias están como cerrados, pareciera que con
ausencia de Dios, pues quieren ser sus propios reyes, gozar de su propia gloria y
vivir en forma egoísta. Como Hogares Nuevos no podemos seguir ese rumbo, no
podemos dilatar otros 2020 años hasta darnos cuenta de que Jesús golpea la
puerta, viene, quiere compartir, acompañar, alegrarse, sufrir y tantas otras cosas
con cada familia, que es su templo, su corazón.
En esta historia, que es Historia de Salvación, la introducción es vivir este Domingo
de Ramos, el nudo: la entrada triunfal, y el desenlace: la habitación en el templo,
siendo una oportunidad única. Al decir de un autor: ES CRISTO QUE PASA...
¿queremos recibirlo?.
La cuaresma va llegando a su fin, en este domingo de Ramos ¡no perdamos el
tiempo ni arruinemos nuestro templo!: hagamos silencio, escuchemos la Palabra,
compartamos la mesa de la Eucaristía, donde el pan y el vino se convierten en algo
maravilloso: El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor que como donación y entrega
se actualiza cada día, cada año y en todo tiempo.
Que María nos enseñe a ser verdadero templo vivo, ella fue sagrario humano donde
el verbo se encarnó y habitó. Que nuestro corazón diga SÍ SEÑOR JESÚS, VEN A
NUESTRO TEMPLO, para que como familia, como cristianos, te sigamos hasta la
esquina ó hasta el confin de la Tierra, donde tú quieras Señor. ¡Feliz Semana Santa
en Familia!

Oración para finalizar el día

Señor Jesús, con este mismo ramo

te acompañamos como Familia en tu entrada a Jerusalén,

presentes aquí, en nuestro templo doméstico,

te reconocemos como el Rey de los reyes,

el Centro y Eje de nuestras Vidas.

En esta noche te pedimos que protejas a nuestra familia de todo mal

y nos conviertas en testigos de tu amor y tu paz,

para que un día podamos reinar contigo en la Jerusalén celestial,

donde vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

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