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Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

“¿Quién dice la gente que soy yo?”


(Mt. 16,13)

Diócesis de Zacatecas
¿Quién dice la gente que soy yo?

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Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

“¿Quién dice la gente que soy yo”


(Mt. 16,13)

CURSO DE BIBLIA

Presentar la figura de Cristo


a través de los Evangelios Sinópticos

Diócesis de Zacatecas

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¿Quién dice la gente que soy yo?

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Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

PRESENTACIÓN
Y TÚ, JESÚS, ¿QUIÉN ERES?

“¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hom-


bre?”. Intentar averiguar qué es lo que los hombres han
ido diciendo de Jesús es como echar las redes por todos
los mares de la historia y comenzar a rastrear buscando
una respuesta.

Desde la teología se ha buscado una respuesta a la pre-


gunta: ¿Quién es Jesús? Se han ido perfilando respues-
tas y dando interpretaciones: Tenemos por ejemplo la
visión paulina sobre Cristo, la versión de Bultmann,
Barth, Guardini, etc. Han respondido los Concilios de
Efeso, Nicea, y Calcedonia. Los concilios de la antigüe-
dad afirmaron siempre que en Jesús hay dos naturale-
zas, la divina y la humana. Que es verdadero Dios y ver-
dadero hombre. Los Concilios hasta el Vaticano II.

Lo mismo han hecho la literatura desde la primera Vida


de Jesús que se conoce, la de Ludolfo de Sajonia
(llamado “El Cartujano”), escrita en 1474, hasta las más
recientes; desde las más clásicas Vidas de Cristo de
Renán, Papini, Fillion, Ricciotti o Mauriac, hasta “Jesús,
un Judío Marginal” de Maier; o también Un Rabino Habla
con Jesús, del judío Jacob Neusner, hasta el “Jesús de
Nazaret” del Papa Benedicto XVI.

Decía Daniel Rops: “No pasa un año ni quizá un mes


sin que aparezcan libros nuevos sobre Él”.

Si en la historia ha habido una época que haya buscado


a Jesucristo, esa debe ser la nuestra. Es ésta una gene-
ración que busca a Cristo.

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¿Quién dice la gente que soy yo?

Nosotros vamos a entrar por el camino firme y seguro


que nos ofrecen los Evangelios. Nos hacemos la misma
pregunta: ¿Quién es Jesús? ¿Qué rasgos de su per-
sonalidad impresionaron más a cada evangelista?
En realidad cada Evangelio tiene en el centro la pregun-
ta cristológica. Vale la pena leer con cuidado y atención
los Evangelios antes que cualquier Vida de Jesús aún
del autor más famoso. ¡Los Libros y Comentarios pasan
con el autor y la época que los escribe, la Palabra de
Dios escrita en los Evangelios permanece para siem-
pre!.

Pbro. J. Guadalupe Solís Becerra


Coordinador de la Comisión Diocesana de Biblia

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Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

Introducción

Cuatro Evangelistas nos presentan a Jesús

1. ¿Qué significa la palabra “Evangelio”?


“Evangelio” significa “Buena Noticia”, “Buena Nueva”,
anuncio gozoso de un mensaje destinado a traer alegría
también a sus oyentes. Los primeros cristianos así lla-
maban a la predicación de Jesús. A partir del siglo II
“Evangelio” comenzó a designar los escritos de San
Mateo, san Marcos, San Lucas y san Juan que hablan
de la persona de Jesús.

2. ¿Para qué se escribieron los Evangelios?


A los autores de los Evangelios se les llama evangelis-
tas. ¿Qué pretendieron los evangelistas al escribir su
Evangelio? Jesús había sido un judío que partiendo de
las enseñanzas tradicionales de su pueblo se había pre-
sentado como el cumplimiento y culmen de toda la reli-
gión judía.

Todas las profecías tenían en él su cumplimiento, pre-


sentándolo como el Mesías esperado y especialmente
como el Hijo de Dios, enviado del Padre. Jesús llamó a
un grupo de doce Apóstoles a quienes enseñó su Evan-
gelio con especial cuidado. Por la predicación y mila-
gros que Jesús realizaba, pronto se formó un grupo de
seguidores que creyeron en El. Después de su muerte y
resurrección los que habían sido sus discípulos comen-
zaron –como les había encomendado su Maestro- a in-
vitar a todos a seguir la “nueva doctrina”. Comenzaron a
invitar a otros a creer en la persona de Jesús. Los
Evangelios nacen, pues con esta finalidad: invitar y mo-
ver a abrazar la fe en Jesús.

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¿Quién dice la gente que soy yo?

3. Los Evangelios fueron escritos por cuatro hombres


“ya creyentes en Jesús”
San Mateo y San Juan formaron parte de los doce Após-
toles que vivieron y convivieron siempre con Jesús. San
Marcos y san Lucas llegaron a aceptar a Jesús y se inte-
graron al grupo de misioneros con Pedro y Pablo. Hay dos
hechos que influyen en su mente al momento de escribir:
el primero es “la experiencia propia” que cada uno tiene
de Jesús; el segundo es que cada cual escribe “después
de la muerte y resurrección del Señor”.

Estos acontecimientos iluminan ya sus escritos. Hablan


de un acontecimiento que a ellos personalmente les im-
presionó y saben ya que la muerte está iluminada por la
resurrección.

En este sentido y por eso, los evangelistas no pretendie-


ron hacer una crónica exacta de los acontecimientos, ni
hicieron una representación fotográfica de la vida de
Jesús, ni una especie de reportaje sobre su figura. No in-
tentaron reproducir materialmente el mensaje de Jesús
“palabra por palabra”. Los Evangelios nos presentan la
vida, la doctrina, pasión, muerte y resurrección de Jesús
iluminadas a la luz del Espíritu Santo y la experiencia de
la resurrección.

Escribieron aquello que juzgaron más esencial para que


sus oyentes aceptara a Jesús “Otras muchas cosas hizo
Jesús; si se escribieran una por una, me parece que el
mundo entero no podría contener los libros que pudieran
escribirse” (Jn. 21,25).

Los evangelistas, siendo fieles a las palabras de Jesús y


conservando la forma de predicación viva en sus escritos,

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Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

sintetizaron, seleccionaron y adaptaron a sus comunida-


des todo el mensaje recibido de su maestro.

4. ¿Hay otros Evangelios que no están en el Canon


de la Iglesia?
Sí; existen otros y se llaman “Evangelios Apócrifos”. No
fueron aceptados por la Iglesia no porque sean precisa-
mente falsos, sino porque presentan la vida de Jesús de
una forma “maravillosa” y a veces fantasiosa, pero mu-
chos de ellos reflejan las convicciones de la Iglesia pri-
mitiva en torno a la persona de Jesús. Además algunas
formas de religiosidad popular tienen su base en ellos.
Ejemplo: los nombres de los padres de la Virgen María,
los reyes magos, etc.

Algunos de ellos son: el Evangelio de los Ebionitas, el


Evangelio de los Egipcios, Evangelio de los Hebreos,
Evangelio de Pedro, el Proto Evangelio de Santiago,
etc.

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¿Quién dice la gente que soy yo?

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Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

“JESUCRISTO,
HIJO DE DAVID, HIJO DE ABRAHAM”
(San Mateo)

Oración
Señor Jesús, estamos reunidos en tu nombre. Sabemos
que en estos momentos Tú estás en medio de nosotros,
pues nos prometiste: “donde dos o más se reúnan en mi
nombre allí estoy yo, en medio de ellos”. Queremos co-
nocerte mejor para amarte más y así poder ser sal de la
tierra y luz del mundo. Te lo pedimos por intercesión de
tu Madre, la Virgen María. Amén.

I Introducción

El Evangelio de San Mateo fue el más citado y comen-


tado en los primero siglos de la Iglesia, quizá por esto
figura, desde muy antiguo, el primero en la lista de los
libros del Nuevo Testamento. Escrito por san Mateo,
uno de los Doce Apóstoles, se manifiesta como un cris-
tiano de origen judío que conocía la lengua griega y ten-
ía cierta formación rabínica, es decir de las escuelas de
Escribas de judíos.

Evangelio escrito entre los años 80-90 d.C. en medio de


la polémica y del enfrentamiento entre el naciente cris-
tianismo y la institución judía como se ve por ejemplo en
los capítulos 11-12 y 23-25. El naciente cristianismo se
tuvo que ir afianzando en un ambiente contrario. Los
cristianos fueron expulsados del templo y tuvieron que
irse definiendo como una comunidad “distinta”: la comu-
nidad de discípulos de Jesús.

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¿Quién dice la gente que soy yo?

En este ambiente, volvieron la vista hacia Jesús, comen-


zaron a recordar su ejemplo y valorar sus enseñanzas.
En el rechazo que había sufrido Jesús por parte de sus
hermanos judíos, vieron como un anticipo de lo que a
ellos les estaba pasando ahora. Y sobre todo se dieron
cuenta que la nueva comunidad que Jesús había iniciado
(una “secta de nazarenos” o de “minim”, es decir
“herejes” a los ojos de los judíos) era la auténtica deposi-
taria de las promesas divinas. Por eso, si complejos, res-
pondiendo a la voluntad del Señor, al mismo tiempo que
trataban de mostrar a sus hermanos judíos que en reali-
dad Jesús era el Mesías que habían estado esperando
desde hacía milenios; se abrieron al mundo no judío; ¡A
la misión sin fronteras bajo el lema de “hacer discípulos a
todos los pueblos” (Mt. 28, 19).

¿CÓMO SE NOS PRESENTA JESÚS? La expulsión de


los primeros cristianos del templo y de las comunidades
judías en las que había nacido; la a veces dolorosa se-
paración y la polémica, necesitaba de claridades, necesi-
taba definiciones: ¿hasta dónde se sigue siendo judío?
¿Dónde comienza el cristianismo? Se necesitaban mo-
delos y criterios: en primer lugar hay que mostrar a partir
de las Escrituras que Jesús es el Mesías esperado, su-
perior al mismo Moisés tan estimado por los judíos. En
sus enseñanzas, superior a las de los rabinos y sus es-
cuelas. Jesús es el Maestro. Se organizan sus enseñan-
zas en composiciones ordenadas, con marcado carácter
catético. Se ha llamado a este evangelio el “evangelio
del catequista”, por su claridad, por su orden y porque
está “completa” la historia sobre Jesús. Se insiste en el
papel de Pedro y de los discípulos. Pedro es garantía de
que la comunidad de Mateo se conecta con las enseñan-
zas de Jesús. En esta hora de rechazo y a veces de in-
certidumbre hay que saber que el Señor resucitado está

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Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

presente en la comunidad, es el Emmanuel, el “Dios


con nosotros”. ¡Y así será “hasta el fin del mundo”! (28,
20).

II Rasgos de Jesús en San Mateo

1 el “Pantocrator” (Todopoderoso)
San Mateo tenía una imagen de Jesús más grandiosa y
soberana, sobre todo si lo comparamos con san Mar-
cos. Es conveniente entrar a este evangelio y quedar-
nos con la estampa final que nos da sobre Jesús en 28,
18-20: “Jesús se acercó a ellos (a sus discípulos) y les
habló así: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en
la tierra. Id pues, y hacer discípulos a todas las gentes
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo
os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros
todos los días hasta el fin del mundo”.

El señor glorificado habla a su Iglesia, convocada por El


mismo allí en aquel monte, en Galilea, donde había ini-
ciado su ministerio. Se nos quiere decir que es el mismo
el Resucitado, el que habla ahora a la iglesia y el que
caminaba por toda la Galilea anunciando el Reino de
los cielos. Es el mismo el que nos habla cada domingo
en el culto y el de la Galilea.

Los rasgos de este Cristo son: poder, autoridad, majes-


tad. Majestad y dignidad sin igual. Es el Señor Todopo-
deroso, “el Pantocrator” de los iconos bizantinos. Cristo
glorioso que tiene la historia en sus manos, envía con
autoridad a sus discípulos a la misión sin fronteras y les
promete su asistencia ininterrumpida hasta el final de
los siglos. Es un evangelio que termina… pero que que-
da abierto. Jesús termina, ahora toca a la Iglesia.

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¿Quién dice la gente que soy yo?

Además en san Mateo Jesús no manifiesta sus senti-


mientos, cosa habitual en Marcos. Omite detalles que
podrían interpretarse como ignorancia o impotencia en
Jesús. Todo para resaltar la majestuosidad de su perso-
na. Los títulos con que designa a Jesús resaltan su gran-
deza y dignidad mesiánica.

2 El Mesías
San Mateo nos presenta a Jesús como el Mesías espe-
rado, anunciado por los profetas en las escrituras y re-
chazado finalmente por los profetas en las escrituras y
rechazado finalmente por Israel. ¿Qué procedimientos
utiliza para mostrar este aspecto?

En primer lugar, de los capítulos 1 al 4 encontramos las


llamadas “citas de cumplimiento”. Se llaman así porque
se repite como un estribillo la frase “…sucedió… para
que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del pro-
feta”: ¿Por qué Jesús nación de una Virgen? “Todo esto
sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por
medio del profeta” (1, 23). ¿Por qué Jesús nació en
Belén? “porque así está escrito por medio del profeta” (2,
5s). ¿Por qué el niño tuvo que huir a Egipto? “Para que
se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta:
“de Egipto llamé a mi hijo” (2, 15). ¿Por qué la matanza
de todos los niños de Belén? Así “se cumplió el oráculo
del Profeta Jeremías…” (2, 17s). ¿Por qué Jesús al re-
greso de Egipto fue a vivir a Nazaret y no a Belén? “Para
que se cumpliese el oráculos de los profetas: “Será lla-
mado Nazareno” (2,23). Así se pueden continuar las pre-
guntas hasta el capítulo cuarto.

Las citas tienen un alcance Cristológico: Mateo pretende


mostrar que Jesús “realiza” de palabra y de obra los que
habían anunciado los profetas. La historia de la salvación

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Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

sigue adelante en Jesús, pero a los judíos esto hay qué


probárselos apoyados en la Escritura. Se han encontra-
do en este evangelio 43 citas del Antiguo Testamento.

La genealogía de Jesús (1, 1-17) se abre con estas pa-


labras: “Libro de la generación de Jesucristo, hijo de
David, hijo de Abraham”. Jesús no aparece por casuali-
dad en la historia humana, la repetición monótona de
sus antepasados nos quiere dar la impresión de los mi-
lenios de espera. Descendiente de dos grandes perso-
najes del pueblo judío, los principales depositarios de
las promesas mesiánicas. Como descendiente de Abra-
ham, el padre del pueblo (Gen 17), Jesús se convierte
en la cabeza de un nuevo pueblo, el nuevo Israel, es
decir la Iglesia. Como descendiente de David, Jesús en-
carna todas las esperanzas que se habían ido concen-
trando en la figura de “un Rey ideal”, un Mesías, que
saldría de la familia de David, según el profeta de Natán
(2 Sam 7).

La esperanza mesiánica expresada en este título no era


unitaria en tiempos de Jesús. Había una corriente que
la entendía como un mesianismo político, dinástico-
davídico y nacionalista. Jesús podía ser entendido co-
mo un Mesías restaurador político de la Casa de David.
Quizá por eso Jesús nunca se llamó así mismo Mesías,
aunque en su vida si existen rasgos para darle este títu-
lo pero en su sentido nuevo: Jesús es el cumplimiento
de las esperanzas, veterotestamentarias como el Mes-
ías sufriente, como el Mesías de la Cruz.

Esta preocupación por relacionar la vida de Jesús con


el Antiguo Testamento hace que san Mateo divida la
historia de la salvación en dos épocas: el tiempo de la
promesa (Israel) y el tiempo del cumplimiento (Jesús).

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¿Quién dice la gente que soy yo?

De esta manera la atención de la historia se concentra en


Jesús: que es cumplimiento de las promesas de la época
anterior, y es a la vez el punto de referencia obligado en la
etapa del cumplimiento, que abarca con su continua pre-
sencia.

3 El Maestro
Jesús debió impresionar por su palabra. Con frecuencia
se nos dice que “la gente quedaba asombrada de su doc-
trina; porque los enseñaba como quien tiene autoridad, y
no como los escribas” (7, 28s). desde el grupo de sus
discípulos se debió ir formando una veneración y una con-
servación de sus palabras.

En la época de Jesús los “escribas” eran los encargados


de la interpretación de la Escritura. Los rabinos, otro nom-
bre dado a los escribas (en hebreo “rab” significa
“importante”, “grande”) eran considerados como los guar-
dianes de la tradición oral. Los discípulos escogían al rabi-
no cuya enseñanza querían seguir. En el caso de Jesús,
fue El mismo quien eligió a sus discípulos. Viven con El
en la escuela de la vida diaria. Jesús como Maestro apa-
rece distinto y superior a los rabinos. No se apoya en la
autoridad de los hombres. Ningún fundador de religión ha
dicho como El: “Yo soy el camino…”

A san Mateo le impresionó la enseñanza de Jesús. La fi-


gura del Cristo-Maestro. Su evangelio es como un testa-
mento oral de Jesús. Está estructurado en cinco discursos
de Jesús donde se concentran sus palabras, sus ense-
ñanzas:

1. Sermón del Monte (5-7): ¿cómo vivir un estilo nuevo


que de vida, verdaderamente fraternal y no sólo des-
de la escrupulosa casuística de los rabinos judíos?

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Cristo a través de los Evangelios Sinópticos
2. Discurso de la misión (10): ¿cuál debe ser la místi-
ca en el trabajo misionero?
3. Discurso en parábolas del Reino (13): ¿cómo debe
ir comprendiendo el discípulo los misterios del Re-
ino?
4. Discurso eclesial o comunitario (18): ¿cuál es el
espíritu con el que se debe vivir en la Iglesia?
5. Discurso escatológico (24-25): ¿cómo vivir la vigi-
lancia mientras llega el fin de los tiempos?

Se trata de una catequesis que puede ayudar a cada


grupo de la Iglesia a vivir y crecer. Estos discursos son
como un manual para los responsables de las comuni-
dades y para los catequistas que trabajan entre los cris-
tianos procedentes del judaísmo. En un momento de
ruptura con la institución judía y de necesidad de clarifi-
car ¿qué es ser cristiano?, era fundamental conservar
las palabras del Maestro.

4 El nuevo Moisés
San Mateo escribe para judíos, para quienes Moisés es
un personaje de primera importancia. Además hay que
mostrarles la continuidad entre el Antiguo y Nuevo Tes-
tamento, entre Moisés y Jesús, entre el judaísmo y el
cristianismo.

Mateo se sirve de un “midrash de Moisés niño” (el


“midrash” es una reflexión sobre la Escritura, en que se
actualizan los datos bíblicos en función a la situación
presente), basado en el capítulo 2 del Éxodo. El joven
Moisés, que escapa a la matanza de los primogénitos y
es salvado del agua, se convierte en el salvador de su
pueblo mediante la sabiduría y la belleza que Dios le ha
otorgado.

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¿Quién dice la gente que soy yo?

Mateo adapta este relato a la presentación de Jesús Ni-


ño. Jesús es el “Nuevo Moisés”. Como él, es víctima del
miedo de un rey a perder el trono; cuando todos los ni-
ños mueran, Jesús como Moisés se salvará y así salvará
a su pueblo (c.2).

Así como Dios envió la ley a Israel por mediación de


Moisés, quien la recibió en el Monte Sinaí, para luego
entregarla a su pueblo (Ex 19-20); así Jesús desde el
“Monte de las Bienaventuranzas” de la Ley Nueva a la
comunidad nueva (la iglesia) que tiene a su alrededor (5-
7).

¿Cuál era el corazón de la ley antigua? La Torah, “la


Ley” estaba formada por los cinco primeros libros de la
Biblia, el pentateuco o “cinco rollos” por eso san Mateo
ordena su evangelio poniendo como una clave “cinco
discursos”. Quiere hacer una alusión al Pentateuco o cin-
co primeros libros de la Biblia que tienen a Moisés como
su autor.

Pero Jesús es superior a Moisés: en el Sinaí la Ley es


entregada a un pueblo aterrorizado al pie de la montaña.
Jesús en cambio se sienta y con mucha familiaridad se
le acercan sus discípulos. Moisés debe esperar que Dios
le hable, sólo transmite lo que se le comunica, lo que se
le entrega. Jesús en cambio “tomando la palabra, les en-
señaba diciendo: “Bienaventurados…”. En el Antiguo
Testamento unas tablas de piedra escritas consignan la
voluntad de Dios; en el Nuevo Testamento Dios expresa
su voluntad a través de una persona: ¡Jesucristo!

5 El Emmanuel
El título aplicado a Jesús como “El Emmanuel” (hebreo
“Imanu” “con nosotros”; “El”, “Dios” (está): “con nosotros

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Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

está Dios”, “Dios con nosotros”, lo repite el evangelista


al principio (1, 23), al final (28, 20) y a la mitad: “porque
donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí es-
toy yo en medio de ellos” (18,20). Debe quedar muy cla-
ra la presencia constante del Señor resucitado en la co-
munidad, en la Iglesia, “hasta el fin del mundo”.

También la expresión “Señor” (Kyrie) aplicada a Jesús


expresa su estado de glorificación después de la resu-
rrección. La gente se dirige a Jesús en una forma muy
digna y respetuosa usando el título “Señor” (8,2; 8,6.8;
9,28). El Señor resucitado está vivo, presente en la co-
munidad, especialmente cuando ésta se reúne para el
culto. La luz de la pascua tan decisiva que Mateo deja
en un segundo término, la trayectoria de humillación y
pasión de Jesús.

6 El Hijo de Dios
Este es uno de los títulos más queridos y resaltados por
san Mateo, es el que mejor expresa quién es Jesús, la
afirmación más profunda de su identidad; el ser Hijo.
Por eso cuando se quiere poner en duda su identidad,
maliciosamente se le cuestiona: “si eres el Hijo de
Dios…” (4,3.6; 27, 40.43).

Jesús revela su condición de Hijo especialmente cuan-


do se somete en total obediencia a la voluntad del Pa-
dre (26,36.46), es decir, en su pasión y muerte.

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¿Quién dice la gente que soy yo?
III Del Evangelio a la vida

1. ¿Qué rasgo de Jesús te impactó más? ¿Por qué?


2. ¿Sigue siendo Jesús Maestro y Guía para el mundo?
¿En qué lo notas? ¿En la familia? ¿En la política?
¿En la vida pública?
3. Jesús es el Emmanuel, el “Dios con nosotros… hasta
el fin del mundo”. Señala tres de sus “presencias con
nosotros”.
4. Lee Mt. 5,13-16 y responde: ¿Eres sal? ¿Eres luz?
¿Cómo?

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Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

“VERDADERAMENTE ESTE HOMBRE


ERA HIJO DE DIOS”
(San Marcos)
Oración
Señor Jesús, humildemente queremos hoy acercarnos
al misterio de tu persona, tan humana que nos escanda-
liza; tan divina que nos asombra. ¡Oh Mesías crucifica-
do! Te damos gracias porque sobre tus hombros has
llevado nuestras miserias, para darle un sentido a nues-
tra vida y a nuestra muerte. Ayúdanos para en la vida
diaria lleguemos como el Centurión romano, a la confe-
sión de tu divinidad.

I Introducción

El evangelio de San Marcos se ha venido a poner de


moda, Los estudios en el último siglo lo han colocado
en el puesto privilegiado que le corresponde. Ahora se
valora la frescura y cercanía a la realidad de los hechos
que narra. Puede sernos muy valioso al intentar acer-
carnos a descubrir el rostro de Jesús en su propio am-
biente.

Escrito hacia el año 64 d.C., probablemente en Roma y


por alguien cercano a Pedro y Pablo en la tarea del
anuncio del evangelio, sirvió de fuente y modelo a San
Mateo y San Lucas.

¿Cómo es presentado Jesús en este evangelio? Por


supuesto que todos los evangelios están centrados en
la persona de Jesús. Pero San Marcos se plantea direc-
tamente y con insistencia la cuestión cristológica.

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¿Quién dice la gente que soy yo?

¿QUIÉN ES ESTE JESÚS? Todo el evangelio es una


interrogación de principio a fin. Por eso se le ha llamado
también “evangelio de catecúmeno”, porque va desve-
lando progresivamente el misterio de Jesús a los cristia-
nos que se preparaban a recibir el bautismo en la Igle-
sia primitiva. En esta primera experiencia de Iglesia era
decisivo hacer una opción de adhesión a Cristo Jesús
respondiendo a la cuestión fundamental: “Y vosotros,
¿quién decís que soy yo?” (8,29).

II Los rasgos de Jesús en San Marcos

1. La persona es misterio
Es muy difícil penetrar en la intimidad de una persona.
Esto vale especialmente al tratar de la persona de
Jesús. Sólo podemos acercarnos con reverencia y en
actitud de adoración porque siempre quedará un espa-
cio insondable e inabarcable. Esto San Marcos lo expre-
sa en forma de una constante pregunta acerca de la
identidad de Jesús: ¿Qué es esto? (1,27), ¿Por qué
éste habla así? (2,7), ¿Quién es éste que hasta el vien-
to y el mar obedecen? (4,41), ¿Quién dicen los hombres
que soy yo? (8, 26-27), ¿Con qué autoridad haces es-
to? ¿Quién te ha dado tal autoridad? (11,27), ¿Eres tú
el Cristo, el Hijo del Bendito? (14,61), ¿Eres tú el Rey
de los judíos? (15,2).

San Marcos nos quiere ir llevando como de la mano a


descubrir el misterio de la persona de Jesús. Nos quiere
implicar en el drama. Con sus preguntas nos cuestiona
también a nosotros; con sus respuestas, nos invita a
responder también a nosotros. El lector de este evange-
lio no puede ser un espectador ajeno al drama. O nos
metemos en el evangelio, clavada como una cuña, en el
momento más crítico está la pregunta fundamental: -

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Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

¿Quién dice la gente que soy yo? –Y vosotros, ¿Quién


decís que soy yo? (8, 27-29). Una pregunta para hoy,
una pregunta ineludible para todo aquel que diga ser
cristiano.

2. El eterno caminante
Llama la atención en Jesús su actitud itinerante, siem-
pre en movimiento. Esta frase puede incluso ser como
su programa: “Vámonos a otra parte, a las aldeas cer-
canas, que voy a predicar también allí; para eso he sali-
do” (1,38). Expresa la urgencia en la extensión del Re-
ino.

3. Soledad y compañía
El Jesús de Marcos siempre de camino, casi nunca se
detiene para hablar tranquilamente con las personas
(como en los largos discursos del Cristo de Mateo, o los
extensos diálogos del Cristo joánico por ejemplo con
Nicodemo con la Samaritana). En San Marcos, Jesús
habla sólo con el Padre, y a solas: “De madrugada,
cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y
fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer ora-
ción” (1,35). A solas, llevando la delantera a sus discí-
pulos camina hacia Jerusalén, a enfrentarse con su
destino definitivo (10,32). Asolas en Getsemaní (14, 32-
42), San Marcos anota la actitud de sus discípulos al
momento del prendimiento: “Y abandonándole huyeron
todos”. Todo culmina en el grito patético antes de expi-
rar: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandona-
do? (15,34). Esta soledad es la nuestra, la de todos los
hombres, la de cada día. ¡Alegrémonos, alguien nos
acompaña siempre en nuestras pequeñas soledades!

Pero Jesús no es un solitario. Desde el primer momento


busca la compañía de sus discípulos (1, 16ss): “… y

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¿Quién dice la gente que soy yo?

llamó a los que él quiso; y vinieron donde Él. Instruyó a


doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a pre-
dicar…” (3, 13s). Estarán siempre con él, como su fami-
lia, como su equipo. Solamente en dos breves ocasio-
nes se quedará solo. Por eso se ha dicho que Jesús es
un hombre “con los demás hombres”.

4. Poder y debilidad
Otro de los rasgos del Jesús de Marcos es su poder. Un
poder que se manifiesta frecuentemente en su capaci-
dad de curar. Los relatos de milagro ocupan en este
evangelio el 31 por ciento del texto. De 666 versículos
que tiene, 209 se refieren al os milagros. La pura exten-
sión nos habla ya de la importancia que el evangelista
le concede. Jesús se revela principalmente a través de
sus hechos, de sus “obras poderosas”. Sus 17 milagros
destacan el poder y la eficacia de la palabra de Jesús.
¡La pronuncia y se realiza al momento!.

Sin embargo, el poder de Jesús tiene también sus lími-


tes: ¡los que le pone el hombre con su incredulidad!. En
Nazaret no puede hacer milagros por la falta de fe de
sus paisanos (6,1-6). Los milagros muestran su poder,
pero también su debilidad. No es casualidad que de la
mitad del evangelio para adelante se acaben los mila-
gros: a partir de que anuncia su Pasión y Muerte ya so-
lamente encontramos dos milagros (la curación de
epiléptico 9, 14-29 y la curación del ciego de Jericó
10,46-52). ¡Jesús entra “desarmado” a su pasión!. Los
sumos sacerdotes señalan la paradoja de Jesús cuando
está en la cruz: “¡Ha salvado a otros y no puede salvar-
se a sí mismo!” (15,31s).

5. ¡Tan hombre que nos escandaliza!


Al leer este evangelio tenemos la impresión de encon-

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Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

trarnos con el Jesús de cada día, con el hombre como


nosotros. Esta es otra manera de presentarnos la reali-
dad de la encarnación. ¡Jesús no se disfrazó de hom-
bre! Marcos habla con crudeza de la humanidad de este
ser divino. Se conmueve profundamente ante el sufri-
miento (1,43), se irrita ante la hipocresía y le duele la
ceguera del corazón humano (3,5), se asombra ante la
incredulidad de sus paisanos (6,6), se indigna ante la
estupidez y la insensibilidad (10,14), posee un conoci-
miento limitado, por ejemplo ignora acerca de lo que
hablan sus discípulos y tiene que preguntarles (9,
16.33), se estremece ante la proximidad de la muerte
(14,33), ignora el día del final de los tiempos (13,32) y al
morir experimenta “el abandono de su Padre” (15,34).
¡Deveras que se hizo semejante a nosotros, menos en
el pecado! ¡Cargó con nuestras miserias para redimir-
nos y elevarnos desde lo más bajo!

6. El Mesías crucificado
La Pasión en San Marcos (cc. 14-15) es un relato frío,
dramático, implacable, sin emoción y casi escandaloso.
Dicen que parece como si lo hubiera escrito un enemi-
go. Los sentimientos de Jesús aparecen solamente en
Getsemaní y en el grito de la cruz: “Dios mío, Dios mío,
¿Por qué me has abandonado? Es impresionante el
abatimiento del Señor.

En San Marcos no hay sección del evangelio en que no


esté presente la pasión. Desde el inicio la actividad de
Jesús y su pasión están íntimamente relacionadas. Se
destaca la figura del Mesías sufriente y doloroso. Ese
Cristo sangrante y abatido, ese “Nazareno” de la religio-
sidad popular es bien el Cristo de la pasión de Marcos.
Desde 8, 31 todo el evangelio apunta expresamente
hacia Jerusalén, hacia la muerte del Señor. Tres veces

25
¿Quién dice la gente que soy yo?

se anuncia su muerte (8, 31; 9,30 y 10, 32).

El relato de la pasión está lleno de citas de la Escritura


o alusiones del Antiguo Testamento. La finalidad es
ayudar a los primeros cristianos a explicarse el
“escándalo de la cruz”: ¿Cómo un condenado crucifica-
do puede ser el Mesías? Y para nosotros ¿Cómo la
muerte, el dolor y el sufrimiento pueden tener un sentido
salvífico?

Jesús enfrenta solo (en soledad) su pasión y su muerte:


Judas lo entrega, Pedro lo niega, todos huyen (14,15) y
al final hasta “Dios lo abandona” (15,34). Aquí Jesús se
hace solidario con todos aquellos hombres y mujeres
que siguen muriendo y experimentando la muerte como
soledad y abandono de todos y aparentemente hasta
del mismo Dios.

Jesús en su pasión es el Siervo sufriente de Is 53; la


vive en silencio. No reacciona. Calla. El velo roto del
templo (15,38) anticipa la destrucción de Jerusalén, el
final del templo antiguo y la destrucción de todas las ba-
rreras del judaísmo que impedían el acceso a Dios. De
ahora en adelante todos los hombres sin distinción se
pueden acercar a Dios. También las demás religiones…
pero, aunque tienen cosas muy buenas y santas, deben
darse cuenta que el único camino hacia Dios es Cristo
Jesús.

Finalmente el Centurión romano (15,39), un pagano que


reconoce la divinidad de Jesús. Prefigura la entrada de
todos los paganos, de todos los “sin Dios”, a la fe cris-
tiana. Un día todos los hombres nos reuniremos en un
solo pueblo: ¡Cristo muerto y resucitado será el centro
de unión de todos los hombres y pueblos! Con el título

26
Cristo a través de los Evangelios Sinópticos
“Hijo del Hombre” el evangelista quiere expresar la si-
tuación kenótica, sufriente y dolorosa de Jesús, en su
aspecto terreno pero también celestial.

7. Pero, “este hombre era Hijo de Dios”


La humanidad pura de Jesús en este retrato que de Él
hace Marcos, llama la atención del lector más superfi-
cial; sin embargo, sólo veríamos la mitad de su perso-
nalidad si no contemplásemos también a un ser de ori-
gen y dignidad sobrenatural. Para Marcos, Jesús es el
“Deus absconditus”, el Dios escondido: detrás de una
vida plenamente humana, se esconde la divinidad, que
se hace visible, sin embargo, en la personalidad, ense-
ñanza y obras de Jesús, para todos aquellos que tienen
ojos para ver. Este aspecto nos lleva al título “Hijo de
Dios”.

En resumen, ¿Qué significa el hecho de que Jesús es el


Hijo de Dios? Bueno, hay que decir que este título re-
presenta sin duda el elemento más fundamental de la
cristología de Marcos. Aparece como la cumbre de la fe
a la que Marcos quiere llevar a sus lectores. Se mencio-
na en 5 lugares estratégicos del Evangelio:

1,1 “Comienzo del evangelio de Jesucristo, HIJO DE


DIOS”.
3,11 “Y los espíritus inmundos al verle, se arrojaban a
sus pies y gritaban: TU ERES EL HIJO DE DIOS”.
5,7 “Y gritó (el endemoniado de Gerasa) con gran voz:
¿Qué tengo yo contigo, JESÚS, HIJO DE DIOS ALTÍSI-
MO?”.
14,61 “El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo:
¿ERES TÚ EL CRISTO, EL HIJO DEL BENDITO? Y
dijo Jesús: SÍ, YO SOY”.
15,39 “Al ver el centurión, que estaba frente a Él, que
había expirado de esa manera, dijo: VERDADERAMEN-
27
¿Quién dice la gente que soy yo?

TE ESTE HOMBRE ERA HIJO DE DIOS”.

Como se ve el título “Hijo de Dios” se va colocando en


lugares claves del evangelio: al principio como el pro-
grama a desarrollar y al final en la solemne confesión
del centurión pagano. ¡Hasta un pagano al ver morir a
Jesús llegó a esta confesión: “Verdaderamente ESTE
HOMBRE ERA UN SER DIVINO!”. Es la única vez que
Jesús, a la pregunta del Sumo Sacerdote: “¿ERES TÚ
EL CRISTO, EL HIJO DEL BENDITO?”, responde: “SÍ,
YO SOY”. ¡SÍ, YO SOY…(es decir)… TENGO UN ORI-
GEN DIVINO! Estaríamos contra la realidad de los
hechos si nos adelantáramos a darle a este título el
sentido que siglos después le dio el dogma conciliar, es
decir, entender la filiación divina EN SENTIDO METAFÍ-
SICO.

8. Quince nombres para un misterio


Así llegamos al final de nuestro intento de entresacar
los rasgos más sobresalientes de Jesús en el evangelio
de Marcos. Pero para ser más fieles a la intención del
evangelista y no olvidarnos que era solamente un esbo-
zo sumerjámonos nuevamente al misterio de Jesús, pe-
ro ahora desde otro ángulo: los quince nombres de
Jesús que Marcos consigna en su evangelio. ¿Por qué
tanto nombre? No pongo la cita para no sobrecargar el
texto. En la lectura personal se pueden ir anotando. Los
nombres son: JESÚS + JESÚS NAZARENO + EL HIJO
DE MARIA + SANTO DE DIOS + HIJO DE DIOS +
HIJO DEL HOMBRE + SEÑOR + CRISTO + MAESTRO
+ ELHIJO + RABBI + RABBOUNI + REY DE LOS JU-
DIOS + REY DE ISRAEL + HIJO DE DAVID.

Lo primero que nos viene a la mente es aquel texto de


San Pablo que habla de la sublimidad del Nombre de

28
Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

Jesús. Sin duda que se refería al nombre del “Señor”.

“Por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre, que


está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús
toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los
abismos” (Filip. 2,9-10).

Si el nombre indica la identidad de la persona, algo de


su intimidad: ¡San Marcos necesitó 15 nombres para
decirnos algo de Jesús! Es otra manera de indicarnos la
riqueza de su personalidad insondable. ¡Acerquémonos
con reverencia al misterio de Jesús! Cada época ha es-
crito bibliotecas sobre Jesús y apenas podemos decir
algo sobre esta personalidad fascinante! En el misterio
de Cristo se revela el misterio del hombre al hombre
mismo, por eso decimos que Cristo es la plenitud de los
tiempos.

III Del Evangelio a la vida

1. De las advocaciones de Cristo que conoces ¿Cuál se pa-


rece más al Cristo de San Marcos?
2. ¿Qué rostros de Cristo “vivo” hay en tu comunidad que
puedan completar el Cristo de San Marcos?
3. ¿Quién es Cristo para ti? Comenta con tu grupo
4. Comenta la frase inicial del Evangelio: “El tiempo se ha
cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y cre-
ed en la Buena Nueva” (1,15).

29
¿Quién dice la gente que soy yo?

30
Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

“OS HA NACIDO HOY… UN SALVADOR,


QUE ES EL CRISTO SEÑOR”
(San Lucas)

Oración
Señor Jesús, Salvador, Profeta de las naciones y centro
del tiempo y de la historia: abre nuestro corazón como
lo hiciste con los discípulos de Emaús, para que com-
prendamos las Escrituras; para que conociéndote me-
jor, tengamos sentimientos de bondad y misericordia en
el trato con nuestros hermanos.

I Introducción

San Lucas es el “Scriba mansuetudinis Christi”, el evan-


gelista de la mansedumbre de Cristo. Autor de estilo
elegante y delicado, especialmente al pintar la imagen
de Jesús. Escrito fuera de Palestina entre los años 70 y
90, evangelio destinado a cristianos en su mayoría de
origen no judío. Lucas propone como finalidad de su
evangelio una mejor fundamentación de la fe ya recibi-
da: “para que conozcas la solidez de las enseñanzas
que has recibido” (1,4). Entonces Lucas no escribe para
catequizar, supone ya un conocimiento básico y serio
de la fe. Es el evangelio del doctor; es decir, el evange-
lio que se le da a quien desea una profundización histó-
rico-salvífica de la persona de Jesús, en una visual más
amplia.

¿QUIÉN ES JESÚS? Nuevamente esta es la pregunta a


la que trata de responder el evangelista desde el princi-
pio, aunque lo hace de una manera distinta a la de San
Marcos; Lucas 1-2 es un “Prólogo Cristológico”. En rea-

31
¿Quién dice la gente que soy yo?

lidad aquí está concentrado todo el evangelio. San Lu-


cas ha construido esta parte para presentarnos desde el
inicio todo el misterio de Jesús. A la pregunta: ¿QUIÉN
ES JESÚS? Las respuestas van siendo dadas por los
ángeles (Gabriel), algunos profetas inspirados (Isabel,
Zacarías, Simeón), y por el mismo Jesús. Por eso en la
lectura de estos dos primeros capítulos te invito a fijarte
en los títulos o nombres que se le dan a Jesús. Puedes
incluso hacer una lista. Entonces entenderás por qué
“SU PADRE Y SU MADRE, ESTABAN MARAVILLA-
DOS DE LAS COSAS QUE SE DECÍAN DE ÉL” (2,33).

II Los rasgos de Jesús en San Lucas

1. Jesús es el centro de la Historia


San Lucas divide la historia de la salvación en tres pe-
riodos y en ella Cristo ocupa el centro:

1° El tiempo de Israel (Lc. 1, 4-3,20): “La ley y los profe-


tas llegan hasta Juan” (16,16). Es decir, el Antiguo
Testamento llega hasta Juan Bautista. Es el tiempo
de la promesa.
2°El tiempo de Jesús es el centro de la historia (Lc. 3,
21-24, 53). San Lucas lo expresa en el mismo texto:
“la ley y los profetas llegan hasta Juan. DESDE EN-
TONCES SE ANUNCIA LA BUENA NUEVA ACER-
CA DEL REINO DE DIOS” (16,16). “El profeta habla-
ba del Mesías: Hoy –añadió Jesús- se ha cumplido
esta Escritura que acabáis de oír (Lc. 4,21), haciendo
entender que el Mesías anunciado por el Profeta era
precisamente Él, y que en Él comenzaba el “tiempo”
tan deseado: había llegado el día de la salvación, la
plenitud de los tiempos. Todos los jubileos se refieren
a este tiempo” (TMA 11).
3° El tiempo de la Iglesia (Libro de los Hechos de los

32
Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

Apóstoles).

“Cristo es el Señor del tiempo, su principio y su cumpli-


miento; cada año, cada día y cada momento son abar-
cados por su Encarnación y Resurrección, para de este
modo encontrarse de nuevo en “la plenitud de los tiem-
pos” (TMA 10). “Todos los jubileos se refieren a este
tiempo y aluden a la misión mesiánica de Cristo” (TMA
11). Jesucristo es la plenitud de los tiempos porque da
sentido a la historia. Sin Él la historia seria un enigma.

2. Jesús es “El Señor”


El título KYRIOS (“Señor”, “El Señor”) es el que con ma-
yor frecuencia se atribuye a Jesús tanto ene l evangelio
como en los Hechos de los Apóstoles. Solamente en el
evangelio aparece 19 veces. Es cierto que en muchas
ocasiones, “Señor” es simple fórmula de respeto y cor-
tesía; y debiéramos escribirlo con minúscula (“señor”);
pero en otros casos expresa la dignidad sublime de
Jesús. Así ocurre cuando Isabel llama a María “la ma-
dre de mi Señor” (1,43), cuando el ángel anuncia a los
pastores que les ha nacido “el Mesías, el Señor” (2,11),
cuando Pedro se postra ante Jesús después de la pes-
ca milagrosa (5,8), cuando los cristianos invocan a
Jesús con este título (6,46).

Pero un hecho significativo es el siguiente: “KYRIOS” es


el término que utilizaron los traductores griegos de la
Biblia para reproducir el nombre divino, YAHVE. Decir
que Jesús es “el Señor” equivale a expresar su carácter
divino. El “Señorío” de Dios en el Antiguo Testamento
se implica ahora a Jesús resucitado. La gloria pascual
irradia en su vida terrena (2,11; 1,43; 1,38;7,13.19). Fi-
nalmente, hay textos extrabíblicos referentes al culto a
los emperadores romanos donde el término “señor”

33
¿Quién dice la gente que soy yo?

podría usarse en paralelo con el de “dios”. A la Iglesia


perseguida por ejemplo de decidir y confesar quién era
el verdadero “Señor”: el César o Jesús.

3. Jesús es “El Profeta”


La designación de Jesús como “Profeta” es característi-
ca de San Lucas. Algunos círculos judíos del tiempo de
Jesús compartían la creencia de que el Mesías sería un
profeta.

Dos veces deja claro que Jesús se concibe a sí mismo


como un profeta (4,24;13,32-34), el pueblo también lo
llama profeta (7,16; 9,8.19), lo mismo los discípulos de
Emaús (24,19): “… Jesús Nazareno, que fue un profeta
poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo
el pueblo”. Estas palabras nos recuerdan especialmente
a Moisés. Un texto clave es Lc. 7, 11-50 donde Jesús
es aclamado como profeta en la resurrección del hijo de
la viuda de Naim. Aquí se le compara con Elías y Eliseo
(1 Re 17, 17-24; 2 Re 4, 29-37), pero Jesús queda muy
por encima de ellos. En el pasaje de las Bienaventuran-
zas (6,20-26) Jesús asume la misión profética a la ma-
nera de los antiguos profetas y se presenta como el
auténtico portavoz de la voluntad divina, al grado de
que algunos lo identifican con “alguno de los antiguos
profetas” (9,8) que ha resucitado. Asimismo, Jesús in-
terpreta si muerte como la muerte de un profeta:
“porque no es posible que un profeta muera fuera de
Jerusalén” (13,33). En su pasión los soldados se burlan
de él diciendo: “adivina, profeta, ¿quién te ha pega-
do?” (22,64).

¿Qué significa el hecho de que Jesús sea presentado


como “el profeta” de Dios? El profeta es el mensajero, el
heraldo de Dios. Jesús como profeta es entonces el

34
Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

portavoz de Dios y transmite sus palabras con autori-


dad. ¿Algún fundador de religión puede decir algo se-
mejante? “Jesucristo” no se limita a hablar “en nombre
de Dios” como los profetas, sino que es Dios mismo
quien habla en su Verbo eterno hecho carne. Encontra-
mos aquí el punto esencial por el que el cristianismo se
diferencia de las otras religiones, en las que desde el
principio se ha expresado la búsqueda de Dios por par-
te del hombre. El cristianismo comienza con la Encarna-
ción del Verbo (TMA 6).

En el tardío judaísmo se pensaba que los profetas se


habían terminado, pero se tenía la esperanza de que
surgiera un profeta fidedigno (1 Mac 41,41). Por eso al
llegar Jesús se le considera como el profeta escatológi-
co por medio del cual Dios derrama definitivamente su
Espíritu “en los últimos días” (Hech. 2, 17.33), poniendo
en marcha una nueva etapa de la historia de la salva-
ción: “Dios… viene en persona a hablar de sí al hombre
y a mostrarle el camino por el cual es posible alcanzar-
lo” (TMA 6). Profeta escatológico significa, pues un pro-
feta que pretende anunciar un mensaje definitivo, válido
para toda la historia. Jesús manifiesta que su mensaje
tiene carácter universal cuando pone en íntima relación
la decisión del hombre frente a él y su destino definitivo
(12,8-9; 7,18-22; 11,20).

4. Jesús es “El Salvador”


Todos los títulos dados a Jesús tienen en realidad la
finalidad de explicar su tarea principal como “Salvador”
“Soter” (salvador) es otro de los títulos más característi-
cos de San Lucas.

• ¿En qué partes del evangelio aparece el título


“salvador”? Desde su entrada en la historia huma-

35
¿Quién dice la gente que soy yo?

na el ángel dice a los pastores: “… os ha nacido


hoy un SALVADOR…” (2,11). Este es un texto cla-
ve que podríamos llamar programático: Jesús vie-
ne a salvar. Sin duda que Lucas ha conocido el
título que ya venía desde antes, pues lo encontra-
mos en la carta de los Filipenses aplicado ya a
Jesús: “nosotros en cambio, somos ciudadanos
del cielo, de donde aguardamos como SALVA-
DOR al Señor Jesucristo” (3,20).
• Durante su ministerio público aparece poco el títu-
lo, pero podemos encontrarlo en momentos claves
como en el encuentro de Jesús con Zaqueo (Lc.
19, 9-10). Se trata de un pecador al que se le ofre-
ce la salvación: “hoy ha llegado la salvación a esta
casa, pues también éste es descendiente de Abra-
ham. ¡El estaba perdido!. En general, San Lucas
muestra interés por presentar a Jesús como el res-
catador liberador de su pueblo, de los poderes de-
moniacos como la enfermedad, el pecado y la
muerte.
• ¿Qué sentido tiene llamar a Jesús “Salvador”?

En los primeros años del cristianismo se designó a


Jesús comúnmente como el Salvador. En el Antiguo
Testamento se dice “moshia” (salvador) y se aplica a
individuos suscitados por Dios para salvar a su pueblo
(Jue 3,9.15) y al mismo Dios como liberador (I Sam
10,19; Is 45,15.21). En San Lucas se hace referencia
entonces alas promesas salvíficas del Antiguo Testa-
mento: “del linaje de éste (David), según su promesa,
suscitó Dios para Israel, un salvador, Jesús” (Hech
13,23).

“Salvar” significa para San Lucas curar de una enferme-


dad, liberar de todo lo que amenaza la vida (Lc 6.9;

36
Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

8,36.48; 17,19; 18,42), incluso de la misma muerte


(8.50). La salvación abarca la totalidad del hombre, no
solamente la salvación física. Ala pecadora Jesús le di-
ce: “tu fe te ha salvado” (7,50). Salvar es también recibir
el perdón de los pecados. En el caso de los 10 leprosos
(17, 11-19), salvar es reintegrar al hombre a la sociedad
que lo había excluido, es recatarle su dignidad perdida.
La salvación está ya abierta a todos, los judíos y paga-
nos (observar que el único agradecido fue un samarita-
no hoy diríamos “un descreído”), y se obtiene única-
mente por la fe en Jesús.

En conclusión, la salvación ofrecida por Jesús abarca la


totalidad del hombre y su destino. “Salvar” aplicado a
Jesús significa que él ha venido a restablecer la relación
original que había del hombre para con Dios. Liberarlo
de su pecado, de la condenación eterna. Con Jesús lle-
ga la esperanza para todo lo que estaba perdido. Final-
mente, se trata de una salvación que el hombre no pue-
de alcanzar en ninguna otra persona, sistema político o
económico, ideología, etc.; sino solamente en Jesús “en
ningún otro hay salvación, pues ningún otro nombre nos
ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual
podamos ser salvos” (Hech. 4,12).

5. El Jesús de la misericordia
En el capítulo XV Jesús reúne las parábolas de la mise-
ricordia. Es este un tema central en el Evangelio. El Re-
ino de Dios se acerca con gesto inicial de amnistía total
para todos los hombres. Un juicio de misericordia y
perdón ofrecido a todos los perdidos, que resulta escán-
dalo para los buenos. Dios se ha acordado de los hom-
bres, ha visto su miseria, su hambre y su abandono y se
ha puesto en acción para salvarlos.

37
¿Quién dice la gente que soy yo?

• Jesús y los pobres.


El Jesús de San Lucas se compadece de los po-
bres y necesitados: José y María son pobres (2,24), Mar-
ía canta la pobreza y la humildad (1,52), los ángeles se
dirigen a los pobres (2,8), Jesús mismo en su vida y en
sus actitudes es pobre (9,58), y predica a los pobres de
modo preferencial. Los apóstoles lo dejan todo y se
hacen pobres en el seguimiento de Jesús (5,11; 18,22).

• Jesús y los pecadores.


Jesús aparece como el amigo de publicanos y pe-
cadores (7,34), es el Salvador que libera de Sa-
tanás a los hombres atormentados en su cuerpo. Es
el amigo de pecadores sin ser su cómplice porque
son los que más necesitan de médico (15; 19,1-10;
23,40-43), y sobre todo porque en ellos muestra su
perdón.

• Jesús y la mujer.
El Jesús de San Lucas siente una gran predilección
por la mujer ordinariamente despreciada entonces
como ahora (María, Isabel, Ana, María, Magdalena,
Marta y María, etc.).

Hay otros dos aspectos en que les recomendamos fijarse


al leer este Evangelio: la oración de Jesús es muy carac-
terística de San Lucas así como su relación con el Espíri-
tu, por eso ha sido llamado el evangelio del Espíritu.

38
Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

III Del Evangelio de la vida

1. ¿Qué rasgo de Jesús te gustó más en San Lucas?


¿Por qué?
2. En grupo lee Lc. 4, 16-30 y comenta: ¿Para quiénes
viene especialmente Jesús? ¿Cómo hacérselos sa-
ber?
3. ¿En concreto cómo podemos ser hoy profetas a la ma-
nera de Jesús? ¿Qué situaciones del mundo exigen
ser denunciadas?
4. ¿Cuáles son las obras de misericordia y cómo vivirlas
en la comunidad?

39
¿Quién dice la gente que soy yo?

40
Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

“… HEMOS CONTEMPLADO SU GLORIA”


(San Juan)
Oración
Señor Jesús, Verbo eterno del Padre y revelación de su
gloria: te damos gracias porque has puesto tu tienda
entre nosotros, porque has asumido nuestra misma na-
turaleza humana para redimirla. Gracias porque nos
amaste hasta el extremo y desde la cruz nos dejaste a
María como Madre.

I Introducción

El evangelio de San Juan tiene pocos pasajes en


común con los tres anteriores que han formado un con-
junto al que llamamos “evangelios sinópticos”. En reali-
dad San Juan nos ofrece una figura y una teología muy
distinta de Jesús.

Tradicionalmente se ha considerado el cuarto evangelio


como “el Evangelio místico”, simbolizado por un águila,
ya que desde sus primera palabras emprende su vuelo
a las alturas del Verbo. Un testimonio antiguo dice que
“Juan, viendo que las cosas corporales habían sido ya
expuestas, a instancia de sus discípulos y por divina
inspiración del Espíritu, hizo un evangelio espiritual”. Se
escribió entre los años 90-100 de nuestra era.

Ha sido también llamado el “evangelio del presbítero”,


del cristiano maduro, del cristiano que ya ha meditado
mucho en la obra de Jesús y es capaz de resumirla en
unas cuantas palabras llenas de simbolismo. Un evan-
gelio nacido del asombro y de la contemplación y desti-

41
¿Quién dice la gente que soy yo?

nado para fijar la mirada de los creyentes en la persona


divina de Jesús y en la irradiación divina de sus gestos
concretos.

“¿QUIÉN ERES TU?” (8,25): esta es la pregunta que


está en el centro también de este evangelio. Pregunta
que se formula de una o de otra manera: “¿Vas a ser tú
más que nuestro padre Jacob?” (4,12); “Si tú eres el
Mesías, dínoslo” (10,24); “¿Eres tú el rey de los jud-
íos?” (18,33); “¿De dónde vienes tú?” (19,9). Otras ve-
ces se emite en forma de juicio sobre su persona:
“nosotros sabemos que ese hombre es un peca-
dor” (9,24); los hombres no pueden negar que su pala-
bra los deja desconcertados: “como habla este hombre
no ha hablado hombre alguno” (7,46).

Hay que esperar entonces que a lo largo del evangelio


se vayan dando las respuestas hasta llegar al objetivo
que expresamente se propone el evangelista: “Estas
(señales) han sido escritas para que creyendo tengáis
vida en su nombre”. La única finalidad es suscitar la fe
en el corazón de los creyentes. Esa es también la única
intención de nuestro estudio sobre la persona de Jesús
en San Juan.

II Los rasgos de Jesús en San Juan

1. Verbo
Este es uno de los títulos más característicos con que
San Juan define a Jesús: “En el principio existía la Pala-
bra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era
Dios” (1,1). El griego “Logos” pasa al latín “Verbum” que
en nuestra lengua traducimos por “La Palabra” o “El
Verbo”, referido a Jesucristo. ¿Por qué el evangelista ha
escogido este nombre de Jesús no utilizó jamás? Se

42
Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

trataba de decir lo que Jesús no había dicho, de superar


la visión limitada en que lo había colocado si condición
de hombre y de resaltar un aspecto que podía haber
quedado como velado en los otros evangelios.
San Juan quiere responder a la pregunta sobre el ori-
gen de Jesús, planteada en boca de Pilatos: “¿De
dónde eres tú?” (19,9). Habla entonces de su preexis-
tencia eterna junto al Padre: “En el principio existía la
Palabra… y estaba con Dios… y era Dios”. El término
“Logos” aplicado a Jesús lo presenta como un ser so-
brenatural que reúne en sí las características que los
judíos atribuían a la Ley y a la Sabiduría (Prov. 8,22-31;
Sir 24, 1-22 y Eclo. 24, 22-27). Cristo es la Sabiduría y
la verdadera Palabra de Dios que existe desde la eterni-
dad.

2. “Y el Verbo se hizo carne…”


El versículo 14 del capítulo primero expresa de manera
breve pero muy profunda el misterio de la ENCARNA-
CIÓN: “Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada
entre nosotros y hemos contemplado su gloria”. Esto
significa que la humanidad de Jesús es el único lugar
en donde el Dios invisible se revela en su verdad contra
los que afirmaban que la encarnación del Verbo había
sido solo aparente (los docetistas), San Juan deja en
claro que para llegar a Dios no hay más camino que la
carne del Verbo. ¡Jesús no se disfraza de hombre!. En
cuarto evangelio es el que aplica a Jesús con mayor in-
sistencia la palabra “hombre” (“anthropos”). Tiene tam-
bién sus detalles muy humanos: cansado se sienta en
el brocal del pozo y pide de beber a una mujer descono-
cida (4,6), llora por su amigo Lázaro (11, 33.35), acude
a las bodas (2,15), se enfada y derriba las masas de los
vendedores del templo (2,15). La prueba de que la
humanidad del Verbo es ciertamente la nuestra y no un

43
¿Quién dice la gente que soy yo?

vestido pasajero, es que es precisamente en esa huma-


nidad en la que los hombres han “contemplado su glo-
ria” (1,14).

3. Jesús y el Padre
El núcleo de la cristología en San Juan lo constituye la
afirmación repetida de que el Padre ha enviado al Hijo.
Podríamos hacer un interrogatorio a Jesús, y él no
tendría más que una sola respuesta: ¿de dónde vienes?
Del Padre. ¿A dónde vas? Al Padre. ¿Qué haces? La
voluntad del Padre. ¿Qué dices? Lo que he oído al Pa-
dre. Estas preguntas nos introducen en el corazón del
misterio de Dios. Jesús totalmente libre, perfectamente
El mismo, pero también es totalmente relación con el
Padre.

Otro dato en el mismo sentido es que en este evangelio


encontramos un vocabulario que abunda en los térmi-
nos de revelación: testimoniar, manifestar, manifestar-
se, mostrar, interpretar, hacer conocer, enseñar, procla-
mar, anunciar, revelar, etc.; teniendo siempre como
fuente “el Padre”.

Jesús “habla del Padre” y se dirige al Padre de una ma-


nera simple, espontánea y familiar: ¡ABBA! La misma
palabra del niño palestino que en su primer balbuceo se
dirige a su papá. Así aparece también en los otros
evangelios. “Padre, te doy gracias por haberme escu-
chado. Ya sabía yo que tú siempre me escuchas” (11,
41-42). Pero sobre todo “Jesús revela al Padre”. En Él
se realiza la total revelación de Dios. Encontramos ex-
presiones como esta: “El que ha visto a mí, ha visto al
Padre” (14,9).

44
Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

4. Las fórmulas de revelación “YO SOY”


Nosotros usamos la frase “Yo soy” como una fórmula de
identificación. Si alguien pregunta: ¿quién es?, respon-
demos: “soy yo”. En San Juan es una fórmula de revela-
ción para indicar la condición divina de Jesús. Es una
alusión al nombre divino como fue revelado a Moisés en
el episodio de la zarza ardiente: “Y Dios dijo a Moisés:
“YO SOY EL QUE SOY”. Así responderás a los hijos de
Israel: YO SOY me manda a vosotros” (Ex. 3,14).

Hay cuatro pasajes en que claramente Jesús usa la ex-


presión y alude al nombre divino (8, 24.28 y 13, 19). En
18,5 Jesús responde a quienes lo van a arrestar “YO
SOY”. En cuanto les dijo: “YO SOY”, comenzaron a re-
troceder y cayeron a tierra”. El hecho de que hayan caí-
do a tierra da a entender que Jesús se presenta como
un ser divino. La expresión “Yo Soy” indica entonces la
divinidad de Jesús. Jesús se identifica o se asemeja al
que habló en la revelación del Horeb.

En otros casos la expresión “Yo soy” es completada con


una atribución: “Yo Soy” el Mesías (4,26); el pan de vida
(6,35.48); la luz del mundo (8, 12; 9,5); la puerta de las
ovejas (10, 7.9); el buen pastor (10, 11.14); la resurrec-
ción y la vida (11,25); el camino, la verdad y la vida
(14,6); la verdadera vid (15,1). En todos estos pasajes
hay una identidad entre Jesús y una realidad misteriosa,
una imagen que se realiza a nivel divino y según una
verdad superior a las realidades terrenas. Apuntan en-
tonces también hacia su divinidad.

Los “Yo Soy” joánicos concentran en la persona de


Jesús todas las promesas divinas, todas las esperanzas
mesiánicas, y sobre todo “la vida”. Pero hay que estar
muy atentos para no confundir el sentido de la expre-

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¿Quién dice la gente que soy yo?

sión. Los “Yo Soy” no dicen “Yo soy Yavé”. Eso sería
poner otro Dos frente al Dios único. El sentido que le da
Jesús es el siguiente: “YO SOY Y ACTUO DE LA MIS-
MA MANERA CON QUE DIOS ES Y ACTUA”. Se res-
peta siempre la diferencia entre el “Yo Soy” absoluto de
Dios y los “Yo Soy” de Jesús. El habla como Dios, da
como Dios, pero habla porque ha sido enviado, da por-
que ha sido dado.

Queda asegurada la distinción entre el que da y el que


es dado. Lo vemos claro en la expresión: “entonces
sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por mi cuen-
ta” (8,28). ¡Misterio insondable, la relación entre el Pa-
dre y el Hijo!.

5. El Padre, el Hijo y nosotros


La relación tan insistente entre Padre e Hijo se prolonga
en la mayoría de los casos en la relación Hijo-Hombre.
En muchos textos se puede encontrar esta relación:
“COMO EL PADRE… EL HIJO. COMO EL HIJO… LOS
HOMBRES” (5,21; 6,57; 8,28; 10,14S; 12,50; etc.). To-
do lo que es Jesús, lo recibe del Padre, y todo lo que
recibe, lo recibe para darlo. El círculo de amor del Padre
y del Hijo se ensancha en los discípulos. “Pues si yo, el
Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros tam-
bién deberéis lavaros los pies unos a otros. Porque os
he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis co-
mo yo he hecho con vosotros” (13,14-15).

6. Jesús en su pasión (La majestad y soberanía del Rey


que camina hacia su entronización).
La pasión es la hora en que todo se hace visible, la re-
velación se cumple, las cuestiones planteadas sobre
Jesús encuentran su respuesta. En la lectura de la pa-
sión según San Juan podemos fijarnos en estos aspec-
tos:
46
Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

1. esús va libremente a su pasión. De principio a fin es


Él quien toma la iniciativa y dirige los acontecimientos
2.Aparece la majestad y soberanía de un rey que cami-
na hacia su entronización. El Rey glorificado se sienta
sobre su trono. La palabra “Rey” aparece 12 veces en
la escena ante Pilatos. La soberanía de Jesús es to-
tal.
3.Para San Juan la misma pasión es ya entronización,
exaltación del Señor, don del Espíritu. La cruz ha lle-
gado a ser el lugar donde “todo ha sido cumpli-
do” (19,30). El “Señor de la Ascensión” de la religiosi-
dad popular (un Cristo crucificado) es muy bien la fi-
gura del Cristo joánico. ¡A LA GLORIA POR LA
CRUZ!.

III Del evangelio a la vida

1.¿Por qué al evangelista San Juan se le representa


junto a un águila?
2. Busca en el evangelio siete autopresentaciones de
Jesús cuando dice: “YO SOY…” (pan, luz, pastor,
puerta, resurrección y vida, camino, verdad y vida y
vid)
3. ¿Cómo aparece Jesús en su pasión? ¿Cuál es el
significado para nuestra vida?
4. Comenta en grupo el texto de Jn. 13,34-35.

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¿Quién dice la gente que soy yo?

48
Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

ENTRONIZACIÓN DEL CRUCIFIJO


EN LOS HOGARES
INICIO
Luego de haber saludado a la familia y cuando ya todos
sus miembros están presentes se inicia con el canto:

¡Que viva mi Cristo!


¡Que viva mi Rey!
Que impere doquiera
Triunfante su Ley
Que impere doquiera
Triunfante su Ley
¡Viva Cristo Rey!, ¡viva Cristo Rey!

PROPÓSITO DE LA VISITA
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos,
líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Venimos a decirles con sencillez: No tengan miedo a


abrir su corazón a Cristo. El es la razón de nuestra vida.
Cristo debe ocupar el lugar de honor en esta casa. Cris-
to debe ser entronizado en el corazón de cada uno de
nosotros.

ORACIÓN
Oh Jesús, que has querido redimirnos del pecado y ser
el Señor de nuestras vidas por tu muerte y resurrección,
míranos aquí reunidos para ENTRONIZARTE SOLEM-
NEMENTE en esta casa y en nuestros corazones, haz
que tu presencia divina se difunda como suave olor y
seamos cada día cristianos más comprometidos en tu

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¿Quién dice la gente que soy yo?

Iglesia y en el mundo. Amén.

LECTURA BÍBLICA (Evangelio de San Juan 3, 14-16)


“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así
tiene que ser levantado el Hijo del Hombre, para que
todo el que crea, tenga por Él, vida eterna. Porque tanto
amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que
todo el que crea en Él, no perezca, sino que tenga vida
eterna”.

REFLEXIÓN (10 minutos)


• “Donde dos o más se reúnen en mi nombre, allí
estaré Yo en medio de ellos”.
• Nosotros somos cristianos, seguidores de Jesús:
Jesús es “nuestro Señor”, “nuestro Dios”, “nuestro
Salvador”.
• Jesús nos habla hoy por medio de su Iglesia y nos
salva por los Sacramentos.
• La Virgen María nos lleva a Jesús. Como en las
bodas de Caná nos sigue diciendo hoy “Hagan lo
que Él les diga”.

ENTRONIZACIÓN (aclamación y colocación del Crucifi-


jo)
Vamos ahora a colocar la imagen del Crucificado en es-
te lugar de honor de la casa que ustedes han prepara-
do. Comencemos recordando en forma de aclamación
las bendiciones que de Él hemos recibido.

• Gracias Señor, porque por tu santa Encarnación nos


elevaste a la vida divina.
Todos: Te damos gracias Señor.
• Gracias Señor, por el anuncio de tu Palabra que es
luz para nuestras vidas.
Todos: Te damos gracias Señor.

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Cristo a través de los Evangelios Sinópticos

• Gracias Señor, porque con el envío del Espíritu San-


to sigues santificando a tu Iglesia.
Todos: Te damos gracias Señor.
• Gracias Señor, porque desde la cruz nos diste a
María como Madre nuestra.
Todos: Te damos gracias Señor.

Al colocar el Crucifijo se dice:


“Ponemos este Crucifijo aquí en este lugar de honor.
Familia: (se dice el apellido del papá y de la mamá… o
los nombres).

En el nombre de la Iglesia los exhortamos: Abran su co-


razón a Cristo que les dice: “Hoy quiero hospedarme en
tu casa” (Lc. 19, 5). Que el Espíritu Santo los llene con
sus dones y los ayude a ser buenos cristianos. Así sea”.

ORACIÓN A JESÚS CRUCIFICADO


“Mírame, ¡Oh mi amado y buen Jesús!, postrado ante tu
divina presencia: te ruego con el mayor fervor imprimas
en mí, vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad;
verdadero dolor de mis pecados y firmísimo propósito
de jamás ofenderte: mientras que yo con todo el amor y
la compasión de que soy capaz voy considerando vues-
tras cinco llagas, comenzando por aquello que dijo de ti,
¡Oh Dios mío! El santo profeta David: “Han taladrado
mis manos y mis pies, y se pueden contar todos mis
huesos”.

¡ADOREMOS A CRISTO!
Jesucristo está realmente presente en la Eucaristía, en
cada templo y en cada Sagrario de la ciudad; está real-
mente presente en mi prójimo, en especial en el más
pobre; está realmente presente en la Palabra que a dia-
rio la Iglesia proclama.

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¿Quién dice la gente que soy yo?

Acerquémonos y demos un beso al Crucifijo real, en su


persona, en su vida y en sus enseñanzas. Al Cristo que
queremos tener como el Señor de nuestras vidas, de
nuestra familia y de nuestra casa (los presentes pasan
a besar la imagen del crucifijo mientras se entona el
canto del principio).

¡Que viva mi Cristo!


¡Que viva mi Rey!
Que impere doquiera
Triunfante su Ley
Que impere doquiera
Triunfante su Ley
¡Viva Cristo Rey!, ¡viva Cristo Rey!

DESPEDIDA
Hemos terminado nuestra visita. Muchas gracias a la
Familia:
Terminemos también en el nombre del Señor diciendo:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos,
líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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