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Es una conversación muy extraña.

Hay por lo menos varias personas que siguen en la


escuela, en distintos niveles, desde un año alto indeterminado –“le paso mis apuntes del año
pasado” - , a uno de tercer año, a otro que terminó y está en arquitectura, a otro que habla
de la universidad de una forma que no se puede discernir si es hablando por lo que escuchó
o sabe, o por experiencia propia. En ningún momento refieren a nombres propios de
docentes, lo cual es muy común en ese tipo de conversaciones. En conclusión: es un texto
construido por una persona con fines didácticos, en el que cada “voz” representa una
estrategia diferente como alumno.

Voy a tomar tres conceptos extraídos de la “conversación”: a) el estudio de memoria. b) la


historia y las disciplinas sociales son de menor rango porque son chamuyables c) La
demanda de que la educación sirva para entrar a la universidad.

Con respecto al texto de Mg. Flavia Terigi, voy a apropiarme de un concepto, y voy a
discernir con respecto a otro: El concepto de repertorio de actividades me parece una
respuesta excelente a la inquietud que planteaba en el mail anterior. Definitivamente, es una
forma excelente de ir construyendo una carrera como docente, que brinda plasticidad y
variedad de respuestas de acuerdo a la variedad de cronologías de aprendizaje. Pude
entender que la propuesta que se me hizo en Planificación Curricular en Historia de rehacer
la misma planificación para distintos contextos y niveles de aprendizaje es un punto de inicio
para construir ese repertorio.

Sin embargo debo plantear mi inquietud con respecto del quinto punto en el que discute
algunas verdades: “es cierto que podemos reconocer que la escuela ha formateado las
actividades de enseñanza para producir un tipo de inteligencia: una inteligencia
prominentemente verbal y una inteligencia cargada de razonamiento deductivo, lo cual
empobrece claramente las oportunidades de aprendizaje de los chicos y chicas.”. Sé que en
este punto me estoy metiendo en un debate espinoso. Reconozco y estoy totalmente de
acuerdo que parte de la enseñanza tiene que centrarse en el aspecto emocional, y que si se
desatiende este aspecto, cualquier enseñanza fracasa. Sin embargo, el problema reside en
preguntarse ¿para qué sirve enseñar historia? Para mi tiene dos funciones, una de base,
ineludible, y otra de máxima, también ineludible pero que no es el objetivo fundamental.

La primera es para formar ciudadanos respetuosos y plurales 1. Y aquí es donde difiero con
Mg. Terigi, no tanto en cuanto al planteo sino en cuanto al énfasis: la base de una
ciudadanía respetuosa y plural es una que tenga incorporada las reglas de la comunicación
verbal y de carácter deductivo. Siguiendo a Ludwig Feuerbach, lo que nos une al resto es la

1
Podría hacer una definición más precisa, pero no creo que sea necesario.
razón, lo que nos hace proteger lo nuestro es la emoción. Y definitivamente el problema
actual de la sociedad no es el exceso de pensamiento racional, como lo pudo haber sido en
el pasado, sino la falta del mismo2. Esto se expresa de las más diversas formas, desde los
movimientos terraplanistas y antivacunas hasta tomar el debate político como si fuera una
cuestión de cancha de un nosotros contra otros totalmente binario y cargado de odio, sin
tratar de entender nada más que una cuestión de identidad. Esto implica que si la escuela
ha formateado las actividades de enseñanza para producir sólo ese tipo de inteligencia,
entonces hay que reconocer que fracasó en toda la línea.

Lo que permite la comunicación verbal y deductiva es entender que, muchas veces, no hay
tanta diferencia entre lo que decimos “nosotros” con respecto a lo que dice “el otro” 3. En
casos avanzados hasta se pueden empezar a entender sutilezas de distintas naturalezas.
Lo que quiero decir es que en la base de la pluralidad están las competencias verbales y
deductivas, y cuestionar exclusivamente el exceso de la enseñanza de estas competencias,
sin plantear el problema de lo que implica la falta de ellas es, cuanto menos, peligroso para
la pluralidad.

El segundo ítem, por falta de espacio lo sintetizo de la siguiente manera: una demanda
legítima del estudiante de secundario es que lo preparen para su tránsito en la universidad.
Para ello, requiere competencias verbales y deductivas, porque en la universidad se da por
supuesto que ya se tienen, y son la base de todo el sistema. No dar prominencia a esas
competencias implica fomentar la desigualdad social, porque el que tuvo acceso a las
mismas desde la familia o círculos de pertenencia está mejor ubicado para tener una carrera
eficiente, mientras que el que no las recibe de ningún lado, incluyendo la escuela, tiene
dificultades para integrarse al sistema universitario.

Entonces, en síntesis, el problema no es la afirmación en sí, que es comprensible y


justificada en su justa medida, sino su desproporción en cuanto a otros problemas más
acuciantes.

2
Con esto no me refiero al enfoque memorístico, que claramente no estaba en función de una enseñanza
racional sino de una enseñanza disciplinar, vandalizadora de cualquier razonamiento disidente. Reflexionando
sobre la cuestión, creo que en general hay un juego de imágenes en los textos de ciencias de la educación que
asocia a la enseñanza verbal y deductiva a la enseñanza disciplinar, lo cual puede traer consecuencias negativas
a largo plazo.
3
Es común escuchar estudiantes que polemizan contra un autor/a, y cuando dicen su propio punto de vista
repiten exactamente todo lo que el autor al que están criticando dice. Pasa que su inteligencia emocional les
dice que ese autor es del “otro bando”, y por ende tiene que estar equivocado. Y son estudiantes del último
año, así que el fracaso refiere a la educación en toda la línea.

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