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*Elige UNA de las dimensiones de la persona humana y a través de

un ejemplo o caso redacta y explica cómo se evidencia.

En esencia, todos los seres humanos somos iguales, aunque en virtud del (color, raza,
posesión de bienes, belleza, cultura, origen nacional, poder…) sea posible que la sociedad
misma venga a establecer o a reconocer distinciones.

Desde luego, no todos tenemos las mismas condiciones, cuando se miran tales elementos no
esenciales, pues sería imposible hacer equivalentes, exactos e idénticos a los miembros de
la especie humana, para que todos fueran ricos o pobres, blancos o negros, cultos o
ignorantes, bellos o feos, toda vez que ello exigiría la modificación de variables normalmente
lejanas de las posibilidades actuales de las que dispone la comunidad humana, imperfecta,
también por naturaleza.

Cuando hablamos de la dignidad que debe ser reconocida al ser humano, se está haciendo
referencia al valor que se asigna a las personas por el hecho de serlo y, por tanto, al respeto
que merecen. Considerar la dignidad como un atributo intrínseco y específico del ser humano
es una forma laica de expresar la idea del carácter sagrado de la vida humana.

Todos los seres humanos tienen igual grado de dignidad. No existen diferencias entre ellos
que permitan considerar a unos superiores a los otros al modo como las personas son
consideradas superiores a los ratones de laboratorio. Kant señaló que los seres humanos no
deben ser tratados nunca como medios, sino como fines en sí mismos. Eso quiere decir que
un ser humano no puede nunca convertir a otro en un mero instrumento al servicio de sus
particulares objetivos. Si lo hiciera, estaría mermando su dignidad.

La dignidad es la cualidad que hace a un ser merecedor de tener derechos. Los seres
humanos pueden ser titulares de derechos porque tienen dignidad. En ese sentido, la dignidad
podría ser considerada como el «derecho a tener derechos» que todo ser humano posee.

Sin embargo, Hannah Arendt acuñó esa expresión para caracterizar no la dignidad, sino la
ciudadanía. Y la situación que vivimos en la actualidad parece seguirle dando a ella la razón:
a los seres humanos se les reconoce el derecho a tener derechos en la medida en que son
ciudadanos de ciertos Estados. Sigue habiendo sólo una minoría privilegiada que tiene
derecho a tener derechos y ese derecho le sigue siendo negado a la mayoría de la humanidad.

La igualdad, entonces, no es sino una consecuencia necesaria y lógica de la dignidad de la


persona humana.

¿No se rompe, por ejemplo, la igualdad, cuando se permite a las entidades financieras,
mantener actualizados sus valores crediticios frente a la inflación, en tanto que el salario
mínimo o las pensiones no son reajustados o lo son en porcentajes inferiores?

Hoy, cuando se admiten socialmente las discriminaciones (diferenciaciones carentes de


justificación), se atenta contra la dignidad esencial de los seres humanos.

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