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Introducción
Joseph Schumpeter (1883-1952) fue un intelectual austro-norteamericano que trabajó
como profesor en la universidad de Harvard, en los Estados Unidos.
Si bien tenía de profesión ser economista, y de vocación un político, pues había sido
ministro de economía en Austria, Schumpeter
pasaría a la historia como un gran cientista
político, dejando como herencia una notable
contribución a la teoría democrática.
Su paso como ministro de un Gobierno
socialista, contribuiría a moldear su
pensamiento político. Es así que devenido en
liberal, se dispondría a publicar en 1942, su más
célebre libro “Capitalismo, Socialismo y
Democracia”. El texto constituía una defensa
del sistema democrático liberal de los Estados
Unidos, y una crítica al modelo político
socialista. Si bien publica su trabajo en 1942, su
texto recién adquiriría notoriedad académica
durante el período de posguerra.
Schumpeter ha sido acusado o defendido por
ser elitista, procesal y/o realista. Más preciso, el escritor Vidal de la Rosa1, encuentra en
Schumpeter un intelectual conservador que observa el inevitable ascenso de las masas a
la política y la acepta, pero ofreciendo un modelo liberal y aristócrata para absorber este
fenómeno. De esta manera, Vidal de la Rosa, entiende que Schumpeter legitima el sistema
democrático ajustándolo a la idea de un Gobierno elitista, frente a la crítica proveniente
del marxismo duro y de los juristas antiliberales como Carl Schmitt.
Schumpeter critica la teoría clásica de la democracia por falaz y simplista. Para el autor,
es imposible la conciliación de disímiles intereses en un solo bien común y mucho menos
que se articulen en una voluntad general que pueda ser fácilmente interpretada por los
representantes políticos. Más aún, la historia ha demostrado que los políticos han
rehusado de utilizar herramientas políticas como el referéndum para consultar la elección
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Schumpeter hace un paréntesis cuando habla de los socialdemócratas alemanes. Para el autor, estos
socialistas sí podrían ser considerados democráticos. Los socialistas alemanes se enfrentaban a un Gobierno
fuerte y hostil y para evitar “hacerle el juego” a sus enemigos y ser víctimas de una abierta persecución,
decidieron aceptar la lógica democrática para la obtención de poder -cargos públicos- y aferrarse al credo
democrático. El llamarse “socialdemócratas” era para ellos una medida de prudencia.
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SCHUMPETER, Joseph A., “Capitalismo, Socialismo y Democracia”, Traducido al español por García,
José Díaz, Editorial Aguilar, Ciudad de México, 1961, Cap. XX, pág. 312.
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Schumpeter asocia la teoría clásica de la democracia con autores de la ilustración francesa, la filosofía
utilitarista, y pensadores como Jean J. Rousseau, John Stuart Mill y Alexis de Tocqueville.
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SCHUMPETER, Joseph A., Op. Cit., 1961, Cap. XX, pág. 317.
6
SCHUMPETER, Joseph A., Op. Cit., 1961, Cap. XXI, pág. 336.
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Al decir esto, Schumpeter se aleja de lo que más tarde se llamó “democracia deliberacionista” asociada
a teóricos liberales como John Rawls o Jürgen Habermas. Para estos pensadores, se podrían converger en
distintos puntos de vista sobre la base de argumentos convincentes que se resolviesen dialécticamente.
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Como lo describe Vidal de la Rosa, Godofredo, Op. Cit., 2010, “(…) Schumpeter como mucho de sus
contemporáneos conservadores, tenía una baja estima de la conducta de la ciudadanía moderna. La plebe
se comporta irracionalmente ante las decisiones políticas, le gusta ser dirigida y adora a los líderes
carismáticos autoritarios, e incluso tolera el engaño abierto y el descaro de sus líderes.”, pág. 187. Es por
esto que Vidal de la Rosa sostiene que Schumpeter se acerca a Carl Schmitt cuando comparte la idea
fundamental de la irracionalidad popular e incluso con la tácita aceptación de que el régimen democrático
pudiera coexistir con la exclusión de grupos étnicos, religiosos o de género. Sin embargo, mientras Schmitt
abandona la democracia liberal -parlamentarismo- por el Estado total; Schumpeter decide conciliar la
omnipresencia de la élite con un método que satisfaga, al menos mínimamente, las demandas del pueblo.
Llegando incluso a admitir una cuota de su participación política más allá de los votos, cuando uno de los
suyos decida competir abiertamente por el caudillaje político.
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Nuevamente aquí la similitud con el pensamiento de Carl Schmitt sobre la capacidad de engaño de la
clase dirigente al pueblo, cuando de decisiones políticas se trata. Schmitt nombra una y otra vez, las
justificaciones fabricadas para las intervenciones militares que las democracias liberales llevaron a cabo en
virtud de intereses geopolíticos, intereses que si eran transparentados no hubiesen contado con apoyo
popular. Vidal de la Rosa pone como ejemplos de engaño político, los casos de México, Filipinas, Cuba,
Vietnam e incluso Irak.
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SCHUMPETER, Joseph A., Op. Cit., 1961, Cap. XXII, pág. 343.
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El concepto de “Caudillaje” no hace alusión al calificativo peyorativo que recibe esta adjetivación en
nuestros días. Por el contrario, éste refiere al liderazgo reconocido de un dirigente sobre la voluntad del
electorado efectivizado mediante el proceso democrático.
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Para graficar un ejemplo de voluntades sectoriales, Schumpeter menciona a grupos de desocupados que
piden subsidios del Estado.
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Aquí se observa el claro alejamiento de Schumpeter de la concepción schmittiana de “amigo-enemigo”,
por el cual se hacía lícito la inminente eliminación física en la lucha política. Por el contrario, Schumpeter
propone un escenario pacífico para el proceso político en una competencia abierta y transparente entre
adversarios políticos por la obtención de votos.
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Hay que recordar que Schumpeter escribe en un momento donde la principal democracia liberal del
mundo, los EEUU, no aceptaba el voto de negros y negras. Schumpeter acepta esta restricción al voto, por
cuanto afirma que la capacidad para votar es una cuestión de opinión. Tanto puede deberse a una restricción
por falta de madurez cívica -restricción de votar a menores de 18 años-, como puede deberse a restricciones
religiosas en una democracia confesional, o restricciones raciales en democracias de mayorías étnicas.
Punto por el cual, el autor justifica un voto restrictivo si así lo determinan las élites políticas en el juego
democrático. Más detenidamente, Dahl retomará la cuestión de la representación en su trabajo filosófico
con una conclusión diferente.
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Schumpeter piensa en personajes públicos -celebridades- que gocen de la afinidad popular, que si bien
pueden o no decidir competir por el caudillaje, pueden influir en el voto apoyando a determinados
candidatos políticos.
Otro problema lo podrá constituir la eficiencia o no de esa democracia, pero eso responde
a otro tema. Schumpeter afirma con categoría que no quiere condescender a sus críticos
y ser objeto de la “eficiencia dictatorial”. Sin embargo, reconoce el problema que la
democracia tiene en resolver el tema de la calidad de sus dirigentes.
Críticos a su teoría afirman que el método democrático puede crear políticos profesionales
pero estadistas aficionados, es decir “jueces sin saber derecho, diplomáticos sin saber
francés”. Pero Schumpeter sale a la defensa de los dirigentes democráticos argumentando
que además de ser profesionales en la búsqueda de votos, también lo son en el trato con
los hombres. Para el autor, la calidad de los dirigentes y por lo tanto la eficiencia de la
democracia, pueden ser resueltas si se cumplen determinadas condiciones:
1. La Sociedad Política.- Schumpeter cree que la calidad de los dirigentes políticos
en un sistema democrático puede ser más elevado si éstos provienen de una suerte
de estrato social particular, una sociedad política. El método democrático no
selecciona los políticos entre la población sino entre aquellos que tienen vocación
política, y qué mejor que elegir entre una clase particular de la sociedad, en donde
haya vocación de poder, una sociedad de notables -como para él representaba la
Inglaterra de esa época-.
2. El dominio efectivo de la decisión política.- El éxito de una democracia consiste
en el dominio efectivo de las decisiones políticas, solo así se garantizará una
democracia eficiente. A diferencia de la teoría clásica de la democracia, en donde
el pueblo en su carácter de sujeto racional “comprendía” y “opinaba” de las
cuestiones públicas, Schumpeter sostiene que la plebe no necesariamente puede
tener competencia sobre cuestiones técnicas que hacen a la estabilidad del sistema.
En una democracia eficiente se hace necesaria una autolimitación de las
decisiones de Estado, esto es, un autolímite impuesto entre los políticos para que
ciertas políticas públicas sean aplicadas por personal técnico idóneo.16
3. La burocracia.- El Gobierno democrático deberá contar con una burocracia
capacitada y con sentido del deber sobre lo público. Una burocracia que más allá
de su especificidad, tenga una vocación burocrática y que quede a disposición de
instruir a los políticos que deciden sobre políticas públicas.
4. La autodisciplina democrática.- El método democrático funciona cuando los
grupos políticos aceptan las “reglas del juego”. E incluso, cuando el mismo
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Schumpeter cita como ejemplo la Comisión Interestatal de Comercio de los Estados Unidos. Un órgano
creado por la política, pero encomendado a una comisión especial de profesionales técnicos que atienda a
los asuntos económicos sin influencia de las decisiones políticas.
Schumpeter aclara que para que estas condiciones permitan una democracia eficiente y
una dirigencia de calidad, será necesario tiempos de estabilidad general, pues en períodos
de perturbación, resultaría razonable abandonar la competencia por el caudillaje político
y adoptar un caudillaje monopolista.
El caudillaje monopolista solo podrá ser empleado con excepcionalidad y ante la
imposibilidad de crear acuerdos políticos en situaciones de crisis. Será necesario ajustar
los tiempos de duración de ese caudillaje monopolista con temporalidad limitada, ya que
de lo contrario, comenzaría a tener origen una dictadura.18
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A diferencia de Schumpeter, Robert Dahl hace mayor hincapié en la necesidad de que la mayor cantidad
de instituciones públicas tengan una dosis significativa de representatividad.
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Schumpeter está haciendo referencia aquí a lo que Schmitt llama estado de excepcionalidad, es el estado
de sitio por el cual, ante una inminente crisis, se suspenden las garantías políticas para recuperar el
monopolio de la violencia y sentar las bases, nuevamente, para la libre competencia por el caudillaje
político. Schumpeter hace hincapié en su carácter excepcional y, por otro lado, temporal, para limitar esta
figura a determinado momento en determinadas condiciones -las cuales no profundiza en su texto-.
Conclusión
Schumpeter decide barrer la teoría clásica de la democracia del siglo XVIII para dar los
cimientos a una teoría de la democracia más realista. Allí construye una teoría de la libre
competencia por el caudillaje político, donde la democracia constituye un método
político que garantiza la libre competencia por los votos del electorado.
De esta manera, conceptos sacramentados por la teoría clásica de la democracia como lo
fueron el “bien común”, la “voluntad general” y las “decisiones racionales del pueblo”,
son suplantadas por yuxtapuestas interpretaciones del bien, voluntades de grupo y
voluntades fabricadas por la propaganda política, y finalmente el argumento de que la
plebe se deja guiar por el carisma de los políticos, o se ve amordazada por la
desinformación política, en definitiva, por la irracionalidad del pueblo.
Finalmente Schumpeter asesta una crítica al sistema político socialista, que acusa de
inmiscuir la política en competencias -económica, por ejemplo- que no poseen las mismas
reglas. Donde una falta de gestión política pueda significar, falta de pan. Como solución,
Schumpeter propone que la decisión de la política, esté en disponer de personal técnico
capacitado que pueda resolver las cuestiones económicas o de otra índole profesional. Lo
que no equivale a decir que el Estado no se inmiscuya en lo económico, sino que el
político no traslade su saber -el buen trato con los hombres- a esferas que necesitan de
una mayor profesionalización u otro tipo de conocimiento.
Para Schumpeter, el fenómeno democrático está asociado a la racionalidad económica
capitalista, el ascenso de la burguesía y la presencia de las clases obreras en la actividad
productiva. La democracia es una solución de las élites políticas a la diversificación de
sus intereses. El sistema de libre competencia por el caudillaje aparece como una forma
de conducción de los asuntos públicos que garantizaría un medio pacífico para la
estabilidad requerida por la economía de mercado. El arribo de las masas a la política
pretende ser absorbido por el marco político de respeto al proceso democrático burgués
propuesto por Schumpeter, a fin de garantizar espacios a aquellos obreros que decidan
competir libremente por el caudillaje local, y evitando así que la democracia eclosione en
nuevos sistemas políticos antidemocráticos como el socialismo o el fascismo.
Bibliografía
SCHMITT, Carl, “El concepto de lo político”, Editorial Folios, Buenos Aires,
1984.
SCHUMPETER, Joseph A., “Capitalismo, Socialismo y Democracia”, Traducido
al español por García, José Díaz, Editorial Aguilar, Ciudad de México, 1961.
VIDAL DE LA ROSA, Godofredo, “Teoría democrática: Joseph Schumpeter y la
síntesis moderna”, Revista Nueva Época Nº 62, Ciudad de México, 2010.
Nabih Yussef
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Schumpeter piensa en aquél socialista devenido en socialdemócrata.