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A principios de marzo de 1862, María Dolores Barreto, vecina de Mátape, perdió todas las

esperanzas de convencer a su padre de que la dejara casarse con su novio Ramón Mendoza.
Por ello, decidió fugarse con su pretendiente, y acudir inmediatamente a casarse al Registro
Civil. Sin embargo, el juez se negó a verificar el enlace bajo el argumento de que ella era
menor de edad, pues según la Ley de Matrimonio de 1859 las mujeres menores de 20 años
debían tener la anuencia de sus padres para verificar el casamiento. Aunque María Dolores
estaba segura de tener más de esa edad, no podía comprobarlo, por lo que decidió solicitar
al gobernador Ignacio Pesqueira que consintiera la habilitación de la edad que le faltaba,
exponiendo su situación de la siguiente forma:

“María Dolores Barreto, vecina de este Pueblo, ante la conocida benignidad de vuestra
excelencia y con el más alto respeto me quejo diciendo:

Que corre ya sobre siete meses que fui pretendida por un vecino de este mismo pueblo,
Ramón Mendoza, para tomar estado de gracia conmigo: mi Respetable Padre puso esta
pretensión en mi conocimiento y me hizo saber que no consentiría a ella. Yo, excelentísimo
señor, queriéndome salvar de las desgracias a que susebtiblemente [sic] nos conduce la
naturaleza humana, presté mi voluntad; así venerable, mi padre al ver que su decisión no
era de conformidad con mi voluntad, comenzó desde luego a mortificarme hasta el grado de
amagarme con quitarme la vida.

Estos temores señor excelentísimo, me obligaron a hacer efectiva una fuga del seno de mis
Respetables Padres, verificándolo con mi mismo pretendiente hasta llegar a la presencia de
las autoridades civiles o eclesiásticas para que nos bendijeran con la bendición, y los Santos
Sacramentos del Matrimonio, pero mi referido Señor Padre está obstinado en no permitirme
su licencia, y entregarme a la desgracia; y aun sin embargo de considerarme con la edad
que la Ley designa para tomar estado, mi Padre me la niega, diciendo que no la tengo, e
insiste en quererme llevar para la casa, y yo señor, como desde antes, y ahora
posteriormente en este mismo juzgado me ha amagado con devorarme o darme un balazo, y
como conozco su espíritu, no me ha convenido entregarme a su poder, y solo he pedido
amparo a las leyes que nos podrán poner un medio en este extremo y por tanto.

A vuestra excelencia rendidamente pido y suplico, que haciendo uso de las amplias
facultades que las Leyes han depositado en vuestra excelencia se digne a habilitarme con el
tiempo que me faltase para cumplir mi edad, en caso de no tenerla cumplida como mi Padre
dice, para así mismo verificar mi enlace, pues al hacerlo así, recibiré bien y gracia,
sirviéndose admitirme en este papel por absoluta falta del que corresponde, y ser pobre de
notoriedad. Protesto la buena fe.”

AARG
Fuente: Archivo General del Estado de Sonora, Fondo Prefecturas, exp. 379, Mátape,
marzo 4 de 1862.
Imagen: Juanita Mungaray, Sonora, 1922. Edward Davies Collection, San Diego Historical
Center. Coloración digital.

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