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Tiene su origen en las dionisíacas griegas, aunque al pasar del tiempo se tomaba
más en consideración las palabras, en vez de apreciar las representaciones se
pasó a apreciar la intelectualidad del escenario. Aun siendo substituido por las
actuaciones habladas con tramas épicas, pervivió en el teatro popular.
En los teatros al aire libre de Grecia y Roma donde se podía ver pero no oír, el
papel del mimo era importante, particularmente en Roma, donde a diferencia de
los griegos, rendían culto al cuerpo, no a la mente poniendo un gran valor en la
expresión corporal de emociones. Llamado “Pantomimus”, era un actor
enmascarado que utilizaba las palabras en conjunto con movimientos estilizados
para representar un personaje, acompañado por música y canciones de coro.
Existen relatos sobre un actor griego esclavizado por romanos, Livíus Andrónicus,
quien perdió la voz durante una representación con lo cual tuvo que pedirle a un
coreuta que recitara su parlamento mientras el fingía la representación, teniendo
tanto éxito que lo volvió a repetir pero de manera voluntaria.
No fue sino hasta el siglo XVIII cuando nació este subgénero como tal a manos del
actor británico John Rich, el cual estableció la pantomima británica como
entretenimiento entre actos de ópera, personificando la figura de un arlequín
llamado “Lun”.
Entre los mimos más reconocidos pantomimos cabe destacar Marcel Marceau,
quien actuó incansablemente por todo el mundo hasta una edad avanzada, sin
perder su agilidad jamás y sin salirse de su estilo. Estuvo inspirado en las
actuaciones de Charles Chaplin y Buster Keaton, quienes fueron algunos de los
artistas que, a lo largo de sus carreras, demostraron un talento para la
pantomima.