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Javier de Lorenzo
1. Situando el tema
En el Congreso Internacional de Matemáticos celebrado en Madrid en 2006 se concedió
la Medalla Fields, entre otros, a Terence Tao, matemático nacido en Adelaida el 17 de
julio de 1975. En 2007, el 13 de febrero y en la Red, Terence Tao daba a conocer un
ensayo que se acogía bajo la pregunta ¿Qué es buena matemática?1 y que luego
publicaba en el número de octubre del Bulletin of the AMS. Tao da por supuesto que
todo matemático creador, no ya el profesor, el divulgador o el que simplemente aplica la
Matemática a las Ciencias, lo que pretende es “producir buenas matemáticas”. Y si hay
“buenas” matemáticas es que, por oposición, también las hay “malas”.
El simple enunciado de la pregunta, el supuesto en el que se apoya, indican con
claridad que Tao se sitúa en un plano diferente al que se mantenía en el pensamiento
acerca del Hacer matemático: no se trata de si el matemático debe producir matemática
verdadera, no se plantea la cuestión ontológica de la existencia de las entidades
matemáticas. El terreno en el que se sitúa un matemático creador como Tao es el
axiológico y, en él, el estético: el objetivo del matemático es producir “buenas”
matemáticas y no por modo exclusivo verdaderas matemáticas. Se hace consecuente
plantear si las hay bellas o feas, elegantes o de mal gusto, útiles o no… Unas preguntas
para las que, inmediato, ve Tao la posible multiplicidad de respuestas, los “muchos
aspectos de la cualidad matemática” en los que se pueden inscribir dichas respuestas.
Terence Tao se hace este tipo de preguntas en 2007: es un matemático,
realmente, del siglo XXI por pocos años que se lleven de este siglo, de este milenio. Su
pregunta hubiera sido un sin-sentido pocos, muy pocos años antes cuando el influjo de
Hilbert y su escuela, y del posterior de Nicolás Bourbaki, imperaba en los medios
académicos de todo el mundo, influjo sentido hasta los finales del siglo XX.
En 1899 David Hilbert retoma la existencia explicitada por Frege en su
Begriffschrift de 1879 de dos contextos en el Hacer matemático: genético y de
fundamentación. El primero, subjetivo, válido para la enseñanza, la divulgación, incluso
1
Terence Tao 2007: “What is Good Mathematics?”. Bulletin of the AMS, 44-4, pp. 623-634
2
Hilbert este fundamento queda como simple referencia, sin importancia, en el fondo,
para el hacer, para la praxis del matemático.
Y ello porque se reconoce que las demostraciones totalmente formalizadas se
muestran como una utopía, irrealizables en la práctica por lo cual toda demostración, de
hecho, tendrá huecos, lagunas… que el lector ha de cubrir; Nicolás Bourbaki reconoce
de modo explícito que “la matemática formalizada no puede ser escrita entera”. No sólo
imposibilidad de escribir de modo formal sintáctico todo el contenido matemático sino
también porque ese pretendido formalismo desvirtúa el trabajo del matemático ya que,
con frase de un bourbakista como Grothendieck (Medalla Fields 1966) “lo que importa
es captar el alma de los enunciados matemáticos, no sus demostraciones”. A pesar de lo
cual la redacción se hace, realmente, “deshumanizada” como señalaría André Weil
achacándolo por modo exclusivo al estilo de Chevalley, una redacción en la cual lo
único que parece importar es el dato de los supuestos, los lemas, los teoremas en un
encadenamiento rígido, pretendidamente lógico, modelo de lo que calificar rigor
matemático. Y entre bourbakistas anda el juego…
El enfoque fundacionalista o de justificación predomina en lo mediático a lo
largo del siglo XX, en el período que va desde el final de la Primera Guerra Mundial
hasta el derribo del muro de Berlín en 1989. Se puede afirmar que va en paralelo a los
intentos de abstracción formal que se tiene en la Bauhaus o en artistas como Kandinski,
Mondrian, Klee… Es un enfoque que prácticamente se impondrá en las Universidades
de todo el mundo y, desde él, se propicia la reforma educativa de mediados de siglo que
se plasma en la denominada “matemática moderna” apoyada en una teoría de conjuntos
de gomas de colores con abandono de la intuición geométrica en beneficio de un
enfoque discretizador y algebraico puro.
En este cuadro se hablaba, en ocasiones, pero en un plano estrictamente retórico
y subjetivo y por ello puramente superficial, de la belleza de un teorema, de la elegancia
de una demostración. Así, un algebrista como W. Krull mantenía en 1930 que los
matemáticos
no se ocupan únicamente en hallar y demostrar teoremas; ellos quieren fijar y ordenar los
teoremas para que aparezcan no sólo correctos sino evidentes e irresistibles. Objetivo que,
creo, es más estético que epistémico.2
2
“The Aesthetic Viewpoint in Mathematics”, p. 49. The Mathematical Intelligencer 9-1, 1987, pp. 48-52.
Tradn. inglesa de la disertación inaugural de la Univ. de Erlangen el 11 de Enero de 1930.
4
3
Ed. Tecnos, M.1971, 19892
6
4
Un arado es un artefacto inventado y construido por el hombre, plenamente objetivo que ha tenido su
papel instrumental nada relativo; artefacto sustituido en algunos medios agrícolas por otros artefactos
tecnológicos que tienen sus ventajas pero también desventajas respecto al arado tradicional.
7
de campos aparentemente más alejados. Y hay una armonía oculta entre esos hechos
que la intuición pone al descubierto. Y es por ellos que
Se concibe que este sentimiento, esta intuición del orden matemático que nos hace
adivinar las armonías y las relaciones ocultas no puedan pertenecer a todo el mundo.
(CM 46)
5
Krull, op. cit. p. 48
9
6
Cfr. Sixto Castro, Vituperio de Orbanejas. Ed. Herder, Méx. 2007
10
integrales de Euler e hizo surgir la teoría de las funciones elípticas… Una cuestión
latente durante más de dos siglos que Abel consiguió cerrar para siempre.
Tres puntos, aquí. En primer lugar, la motivación para elegir un tema, un
problema o aclarar una cuestión no es, en muchos casos, e insisto, lo veritativo sino en
ocasiones el afán de protagonismo histórico, la obtención de un título de grado o de
habilitación, la perfección en la enseñanza. El primer caso se muestra no sólo en Abel
sino en el hecho de que a lo largo del siglo XX muchos jóvenes atraídos por la
Topología dedicaron sus esfuerzos a resolver la Conjetura de Poincaré. Alguno llegó a
pensar, incluso, que lo había logrado, pero había que asegurar el resultado y aparecían
los fallos. Como la Conjetura seguía ahí, sin resolver, Perelman se abocó a su solución
años antes de que en el 2000 se la calificara como uno de los Siete Problemas del
Milenio. Y Perelman logró su solución. El comportamiento de Perelman es totalmente
consecuente con el tipo de elección del tema: resuelto, su nombre permanecerá ligado a
la Historia del Hacer matemático y lo de menos es su inmediato reconocimiento
crematístico, la medalla Fields concedida en 2006 y, ambos, rechazados…
Un segundo punto: un fallo en la demostración no implica que la proposición a
demostrar no sea verdadera. En el Hacer matemático hay proposiciones que se han
asumido sin que se tenga una demostración de las mismas. La demostración sirve de
control, ciertamente, pero no es todo a pesar de lo exigido e impuesto en el imaginario
colectivo desde lo algebraico y discretizador. El teorema fundamental del Álgebra fue
enunciado por Descartes y sólo desde el siglo XVIII empieza a recibir demostraciones
que hasta el siglo XX se pueden considerar, en general, erróneas o incompletas. Pero es
un teorema aceptado por la comunidad matemática y clave, fundamental, tanto para la
resolución de ecuaciones como para la elaboración de otras muchas proposiciones.
Hay que aceptar, además, que todo matemático, en general, comete errores en
las demostraciones que realiza. Encuentro dos tipos de errores: unos, que se pueden
ejemplificar en los casos de Abel, Poincaré, Lebesgue, y que dan paso a otra línea para
la elección del tema: hay que subsanarlos. En ese esfuerzo se obtienen resultados
espectaculares ya que el error demostrativo se mostraba inevitable: la resolvente era
imposible lo mismo que la integración de un sistema de ecuaciones diferenciales
lineales. Abel logra nuevos enfoques al invertir el problema y provocar rupturas en el
hacer matemático; Poincaré crea nuevos dominios como el estudio cualitativo de las
ecuaciones diferenciales. Dos casos en los cuales quienes cometen los errores logran
darles la vuelta y los superan creando nuevos dominios para el Hacer matemático a la
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vez que justifican el por qué la imposibilidad del ataque directo. Luzín obtiene nuevos
campos de trabajo al superar la equivocación de Lebesgue.
Un segundo tipo de error demostrativo se muestra menos interesante en el
sentido de que no se logra la creación de nuevos campos de trabajo, nuevas líneas de
investigación. Errores que se subsanan sin más, como en el caso de los múltiples
cometidos por Hilbert…
Y un tercer punto ligado a los anteriores: la demostración, aunque correcta,
puede no mostrar su “alma” por lo cual no se ve por qué la proposición demostrada
tiene que ser aceptada como verdadera o, de aceptada, no es “la más bella y simple” por
lo cual es “justo obtener una mejor percepción de la maravillosa concatenación de la
verdad” y “llegar a descubrir nuevas verdades” en palabras de Gauss. Es lo que le
conduce a buscar otras demostraciones como hará con las cuatro del teorema
fundamental del álgebra, cada una más rica en analogías y enlaces que las anteriores y
donde lo importante no es el teorema fundamental sino las ideas que Gauss sugirió en
las mismas, o en las que estableció de la ley de reciprocidad cuadrática.
Es lo que también confesará Atiyah, Medalla Fields 1966, como una de sus
experiencias como trabajador matemático. En 1984 y a la pregunta por la importancia
de la demostración, Atiyah indica que es un control necesario pero “no es para nada lo
primario” en el trabajo matemático, y a continuación confiesa:
Recuerdo un teorema que demostré y que realmente no podía ver por qué era verdadero.7
El problema tenía que ver con las relaciones entre la K-Teoría y las representaciones de
grupos finitos. En su demostración descompone el grupo en grupos reducibles y grupos
cíclicos y todo el peso se centra en realizar inducciones de manera que cada elemento
está en su sitio de forma que si había alguna grieta todo se venía abajo.
Como no lo comprendía, no podía ser verdadero en manera alguna. Yo me quedé muy
molesto con ello y cinco o seis años más tarde comprendí por qué tenía que ser verdadero.
Entonces di una demostración totalmente diferente yendo de los grupos finitos a los
grupos compactos. Usando técnicas muy distintas se hizo muy claro por qué tenía que ser
verdadero.8
Para Atiyah la demostración formal asegura la verdad de una proposición que, por ello,
se convierte en teorema pero la demostración no siempre permite entender por qué es
verdad. La demostración formal, propia del campo epistémico, a veces no hace percibir
la estructura de la propia demostración. Por ello se hace necesario exponer los motivos,
7
Atiyah, M. 1984: “An Interview with M.A.”. The Mathematical Intelligencer 6-1, pp 9-19. p.17
8
Id. p. 17
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las ideas que han conducido tanto a la proposición como al tipo de demostración
empleado. En el fondo es reiterar la exigencia estética de Krull pero ahora como
intrínseca al Hacer matemático.
Y el trabajo, duro trabajo Elegido un tema –por encargo, por superar un error en
una demostración previa, por resolver un problema del “milenio”, por la visión de una
dificultad en un campo determinado, por la captación de una analogía algo oscura en un
principio entre campos diferentes, por lograr una demostración más bella y simple…-
viene otra subfase imprescindible: el trabajo. Trabajar, sí pero con unas líneas de ataque
a las cuestiones elegidas.
Líneas de ataque que, en general, vienen subtendidas por un entrenamiento
previo en el Hacer matemático, lo que no es otra cosa que decir que la formación del
futuro investigador matemático se muestra imprescindible, una formación que procure
lo que califico de experiencia de la razón que hace que el matemático creador llegue a
distinguir los elementos irrelevantes de los auténticamente importantes. Experiencia que
lleve a captar las armonías válidas para adoptarlas como líneas de ataque a una cuestión
dada. Experiencia que, por otro lado, viene condicionada por el contexto en el que ese
matemático creador se mueve en su formación. Y ya he apuntado cómo Terence Tao
puede hacerse unas preguntas que carecían de sentido en otro contexto histórico.
Es claro que hay distintas líneas de ataque a los problemas según la personalidad
de cada matemático. Grothendieck delinea, en metáfora, dos de las posibles líneas de
ese ataque. En la Tercera parte de Récoltes et Semailles escribe:
Tomemos por ejemplo la tarea de demostrar un teorema que permanece hipotético (a lo
cual, para algunos, parecería reducirse el trabajo matemático): Veo dos aproximaciones
extremas por así decir. Una es la del martillo y buril, cuando el problema planteado se ve
como una gruesa nuez, dura y lisa, de la que se intenta alcanzar su interior, la carne
nutricia protegida por la cáscara. El principio es simple: se coloca el filo del buril contra
la cáscara, y se golpea fuerte. Si es preciso, se vuelve a hacer en varios sitios diferentes,
hasta que la cáscara se rompe. (.)
Podría ilustrar la segunda aproximación, manteniendo la imagen de la nuez que se trata
de abrir. La primera parábola que me ha venido al espíritu antes, es que se zambulle la
nuez en un líquido emoliente, simplemente agua por qué no, de vez en cuando se frota
para que penetre mejor, y el resto se deja hacer al tiempo. La cáscara se suaviza al cabo
de semanas y meses –cuando el tiempo está a punto, basta una presión con la mano, ¡la
cáscara se abre como la de un aguacate maduro en su punto! O también, se deja madurar
la nuez bajo el sol y la lluvia y quizá también bajo todas las heladas del invierno. Cuando
el tiempo está maduro un brote delicado sale de la carne sustantífica que habrá perforado
la cáscara como jugando –o por decir mejor, la cáscara se habrá abierto por sí misma,
para dejarlo pasar… 9
9
A. Grothendieck, 1985: Récoltes et Semilles. Ed. Electrónica. Pp. 552-553
14
Intuición propia, ciertamente, de Zariski. Como la que tendrá que hacer suya
cualquier otro matemático creador. Teniendo presente la existencia, ya señalada por
Poincaré, de dos espíritus básicos pero contrapuestos en el Hacer matemático que les
llevan a hacer frente de modos distintos a las cuestiones planteadas como reconoce
Grothedieck en la cita anterior. Modos diferentes y contrapuestos que se hacen nítidos
en la anécdota que relata André Weil de una conversación entre Zariski y Claude
Chevalley en Princeton poco antes de la Segunda Guerra Mundial. Larga discusión
acerca del papel del álgebra y de la geometría en la geometría algebraica. En el curso de
la conversación, Zariski, ya un tanto exasperado, exclamó “¡Pero cuando alguien dice
‘una curva algebraica’, seguramente usted ve algo!” Y Chevalley, muy tranquilo,
contesta: “Sí, claro. Yo veo f(x,y)=0”.11
10
Carol Parikh 1991: The Unreal Life of Oscar Zariski. Academic Press, p. 76
11
Id. p 109
15
Una línea de ataque a los problemas, a las cuestiones en la que hay que contar con
la lectura de otros autores, de lo que han escrito sobre el tema y sus alrededores.
Preguntado Gromov, poco antes de recibir el Premio Abel en 2009, por cómo se podría
hacer matemática, cómo atacar los problemas, responde
Lo único que puedo decir es que tiene que trabajar duro y que es lo que hacemos. Trabaja
y trabaja, y piensa y piensa. No hay otra receta para eso. Lo único que puedo decir muy
general es que cuando usted tiene un problema –como sabían los matemáticos del pasado-
uno tiene que hacer balance entre cuánto piensa usted mismo y cuánto aprende de los
12
demás.
Trabajo y trabajo, pensar y pensar, lectura de los demás y también manejo del diagrama,
del dibujo o de la fórmula específica, de la analogía con otros campos de trabajo, con
otras disciplinas. Fase de trabajo consciente que constituye una de las partes del Hacer
matemático, de lo que hoy se califica como su praxis.
3. Iluminación El trabajo anterior puede no conseguir su objetivo y no se logra
resolver el problema, no se consigue la demostración, no se rompe la cáscara de la nuez
en la metáfora de Grothedieck. Surgen otros compromisos, se abandona, de momento,
el tema. Para Poincaré no hay, en realidad, abandono sino que el inconsciente toma el
relevo y se trabaja tan duramente como en la fase consciente. Y la razón es que cuando
se ha trabajado con intensidad en un tema no hay, en realidad, abandono radical del
mismo sino sólo temporal y, al cabo del tiempo días, meses...-, se vuelve al mismo. Es
en esa vuelta en la que se produce la iluminación, el cortocircuito, el fogonazo…, el Ajá
arquimediano. Iluminación que prácticamente todos los matemáticos creadores han
sentido, de una u otra manera, en la materialización de su trabajo.
En carta de 5 de agosto de 1865 W. Hamilton recuerda a su hijo cómo había
intentado hallar las leyes de la multiplicación de cuaterniones en paralelo o analogía con
la multiplicación de ternas ordenadas. Recuerda que volvió al tema en octubre de 1843
porque otras ocupaciones habían hecho que esas búsquedas quedaran “adormecidas
durante años”. Y todas la mañanas de ese mes de octubre, en el desayuno, y tras la
pregunta de los hijos de si ya lo había resuelto, la contestación era “No, sólo puedo
sumarlos y restarlos”. Pero el Lunes 16 de octubre, camino de la Academia de Ciencias,
en compañía de su mujer, Hamilton reconoce que
una sub-corriente de pensamiento bullía en mi mente, y al final me dio un resultado, cuya
importancia no es exagerado decir que sentí inmediatamente. Parecía que se cerraba un
circuito eléctrico, y una chispa destelleó. (.) No pude resistir el impulso (aunque haya sido
poco filosófico) de grabar con una navaja en una piedra del puente de Brougham Bridge,
12
M. Gromov 2010: “Interview with M.G.”. Notices of the AMS, 57-3, pp. 381-403. p 400
16
Chispazo que le hace ver la solución a una cuestión largamente trabajada pero en el que
también ve que tendrá que dedicar “muchos años posteriores de pensamiento y trabajo
dirigido” para verificar ese chispazo, propagarlo, aplicarlo… Pero el 16 de octubre de
1843 y en el puente que a partir de ese momento los hijos llamarán “puente del
cuaternión”, se cerró el “circuito galvánico de pensamiento” y las chispas que Hamilton
sintió fueron las ecuaciones fundamentales que daban nacimiento definitivo a los
cuaterniones, un tema de trabajo para al menos los futuros diez, quince años.
Chispazo o iluminación que hace ver la posible solución, como las reglas de
multiplicación de los cuaterniones, pero también hace intuir las líneas a seguir. Como el
citado Atiyah reconoce intentando evitar la llamada al inconsciente sustituido por un
efecto de carácter aleatorio y probabilística:
las ideas realmente interesantes surgen a veces cuando se tiene un flash de inspiración.
Las que son más azarosas por su naturaleza; pueden presentarse justamente en una
conversación casual. Está hablando con alguien y él menciona algo y usted piensa, “Díos
mío, es justo lo que necesito… explica lo que pensaba la última semana”. Y usted pone
las dos cosas juntas, las funde y algo aparece. Poniendo las dos cosas juntas, como un
rompecabezas puzzle es, en cierto sentido, aleatorio. Pero tiene que tener esas cosas
constantemente girando en su espíritu por lo que puede maximizar las oportunidades de la
interacción aleatoria. Creo que Poincaré decía algo como esto. Es un tipo de efecto
probabilística con las ideas con las ideas girando alrededor en su espíritu y se originan las
interacciones fértiles algo aleatoriamente, en mutación afortunada.13
13
Atiyah, op. cit., p 17
17
¡usted lucha y lucha, a veces meses, a veces años, a veces la vida entera! Y finalmente, de
repente, un día ve cómo fijar esa pieza pequeña. Y entonces la estructura total está
completa. Esa era la pieza oculta. Entonces esa es una revelación real, y usted siente una
14
satisfacción que no se puede describir.
14
Srinivasa Varadhan, 2008: “Interview with S.V”. Notices of the AMS, 55-2, pp. 238-246. p 243
15
En Parikh, nota 83, p. 109
18
sino más bien por la creación de todo un nuevo vocabulario y las herramientas que las
acompañaban.16
16
Mumford, D. 2011: “Intuition and rigor and Enriques’s Quest” p. 260, Notices of the AMS, 58-2
pp. 250-260
17
En Parikh, p. 138
19