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Creatividad e Inspiración matemática

Javier de Lorenzo

1. Situando el tema
En el Congreso Internacional de Matemáticos celebrado en Madrid en 2006 se concedió
la Medalla Fields, entre otros, a Terence Tao, matemático nacido en Adelaida el 17 de
julio de 1975. En 2007, el 13 de febrero y en la Red, Terence Tao daba a conocer un
ensayo que se acogía bajo la pregunta ¿Qué es buena matemática?1 y que luego
publicaba en el número de octubre del Bulletin of the AMS. Tao da por supuesto que
todo matemático creador, no ya el profesor, el divulgador o el que simplemente aplica la
Matemática a las Ciencias, lo que pretende es “producir buenas matemáticas”. Y si hay
“buenas” matemáticas es que, por oposición, también las hay “malas”.
El simple enunciado de la pregunta, el supuesto en el que se apoya, indican con
claridad que Tao se sitúa en un plano diferente al que se mantenía en el pensamiento
acerca del Hacer matemático: no se trata de si el matemático debe producir matemática
verdadera, no se plantea la cuestión ontológica de la existencia de las entidades
matemáticas. El terreno en el que se sitúa un matemático creador como Tao es el
axiológico y, en él, el estético: el objetivo del matemático es producir “buenas”
matemáticas y no por modo exclusivo verdaderas matemáticas. Se hace consecuente
plantear si las hay bellas o feas, elegantes o de mal gusto, útiles o no… Unas preguntas
para las que, inmediato, ve Tao la posible multiplicidad de respuestas, los “muchos
aspectos de la cualidad matemática” en los que se pueden inscribir dichas respuestas.
Terence Tao se hace este tipo de preguntas en 2007: es un matemático,
realmente, del siglo XXI por pocos años que se lleven de este siglo, de este milenio. Su
pregunta hubiera sido un sin-sentido pocos, muy pocos años antes cuando el influjo de
Hilbert y su escuela, y del posterior de Nicolás Bourbaki, imperaba en los medios
académicos de todo el mundo, influjo sentido hasta los finales del siglo XX.
En 1899 David Hilbert retoma la existencia explicitada por Frege en su
Begriffschrift de 1879 de dos contextos en el Hacer matemático: genético y de
fundamentación. El primero, subjetivo, válido para la enseñanza, la divulgación, incluso

1
Terence Tao 2007: “What is Good Mathematics?”. Bulletin of the AMS, 44-4, pp. 623-634
2

para la heurística; es decir, válido como guía para el descubrimiento y la invención. El


segundo, que se pretende objetivo, es el contexto propio en el que clarificar los
conceptos y, con ello, fundamentar toda la matemática de modo que en ella no tenga
lugar el ignorabimus que asignaba Emil du Bois-Reymond al hacer científico en 1872.
Frente a ese ignorabimus Hilbert establece como axioma que en la Matemática no hay
ni puede haber enigmas ni problemas que no puedan ser resueltos. En la Matemática
toda cuestión es resoluble, todo problema es decidible, aunque en esos momentos no se
haya especificado ningún criterio objetivo de decidibilidad. En este contexto -el de la
búsqueda de una fundamentación definitiva del hacer matemático, una fundamentación
ahora y para siempre de una matemática que no tiene crisis, ni rupturas epistemológicas
o “revoluciones”-, Hilbert acude al manejo del formalismo sintáctico por un lado y al
método axiomático por otro.
Desde esta posición lo que considerar creatividad matemática queda absoluta y
totalmente marginada y se estima como algo subjetivo, propio de cada matemático, de
su talento individual, sin posibilidad de aplicarle reglas normativas precisas, tan precisas
y mecanizables como las que se pueden establecer en el contexto sintáctico formal de la
fundamentación axiomatizadora. La creatividad pertenece al ámbito de lo genético.
La concepción de Hilbert la asume el Círculo de Viena y Reichenbach convierte
en tópico la existencia de esos dos contextos ahora en el dominio de la Filosofía de la
Ciencia bajo el nombre de contextos de descubrimiento y de justificación. Como el
conocimiento científico se considera objetivo por verificable para algunos, por falsable
para otros y, en el fondo, es conocimiento sin sujeto cognoscente, el único contexto en
el que se puede mover la Filosofía de la Ciencia es el de justificación, el de
fundamentación en paralelo al establecido por Hilbert para el Hacer matemático.
Continuar las ideas de Hilbert es el objetivo de los matemáticos franceses
ligados a la figura de Nicolás Bourbaki desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Se
produce, sin embargo, una inflexión: de fundamentación normativa a fundamentación
pragmática, única adecuada a lo que Bourbaki califica como propia del “trabajador
matemático”. Lo ontológico se quiere marginar y cada matemático puede creer que
descubre objetos o estructuras en un mundo eidético o que los inventa o construye… Lo
que importa no es la creencia subjetiva del trabajador matemático, ni cómo alcanza el
conocimiento; lo que importa es lo obtenido que se acepta como lo único objetivo. Y
aunque Bourbaki esboce unos fundamentos de carácter sintáctico formal en línea con
3

Hilbert este fundamento queda como simple referencia, sin importancia, en el fondo,
para el hacer, para la praxis del matemático.
Y ello porque se reconoce que las demostraciones totalmente formalizadas se
muestran como una utopía, irrealizables en la práctica por lo cual toda demostración, de
hecho, tendrá huecos, lagunas… que el lector ha de cubrir; Nicolás Bourbaki reconoce
de modo explícito que “la matemática formalizada no puede ser escrita entera”. No sólo
imposibilidad de escribir de modo formal sintáctico todo el contenido matemático sino
también porque ese pretendido formalismo desvirtúa el trabajo del matemático ya que,
con frase de un bourbakista como Grothendieck (Medalla Fields 1966) “lo que importa
es captar el alma de los enunciados matemáticos, no sus demostraciones”. A pesar de lo
cual la redacción se hace, realmente, “deshumanizada” como señalaría André Weil
achacándolo por modo exclusivo al estilo de Chevalley, una redacción en la cual lo
único que parece importar es el dato de los supuestos, los lemas, los teoremas en un
encadenamiento rígido, pretendidamente lógico, modelo de lo que calificar rigor
matemático. Y entre bourbakistas anda el juego…
El enfoque fundacionalista o de justificación predomina en lo mediático a lo
largo del siglo XX, en el período que va desde el final de la Primera Guerra Mundial
hasta el derribo del muro de Berlín en 1989. Se puede afirmar que va en paralelo a los
intentos de abstracción formal que se tiene en la Bauhaus o en artistas como Kandinski,
Mondrian, Klee… Es un enfoque que prácticamente se impondrá en las Universidades
de todo el mundo y, desde él, se propicia la reforma educativa de mediados de siglo que
se plasma en la denominada “matemática moderna” apoyada en una teoría de conjuntos
de gomas de colores con abandono de la intuición geométrica en beneficio de un
enfoque discretizador y algebraico puro.
En este cuadro se hablaba, en ocasiones, pero en un plano estrictamente retórico
y subjetivo y por ello puramente superficial, de la belleza de un teorema, de la elegancia
de una demostración. Así, un algebrista como W. Krull mantenía en 1930 que los
matemáticos
no se ocupan únicamente en hallar y demostrar teoremas; ellos quieren fijar y ordenar los
teoremas para que aparezcan no sólo correctos sino evidentes e irresistibles. Objetivo que,
creo, es más estético que epistémico.2

2
“The Aesthetic Viewpoint in Mathematics”, p. 49. The Mathematical Intelligencer 9-1, 1987, pp. 48-52.
Tradn. inglesa de la disertación inaugural de la Univ. de Erlangen el 11 de Enero de 1930.
4

Si Krull diferencia lo epistémico de lo estético lo hace de modo que lo estético sigue


quedando integrado en lo epistemológico porque el objetivo final continúa siendo la
obtención de teoremas verdaderos aunque se admita que ese objetivo pueda venir
motivado por elementos de carácter estético que son los que posibilitan hacer más
comprensible dichas verdades. Comprensión propia de lo psicológico y subjetivo de
cada individuo creador, apoyada en su imaginación y, por ello, nada objetiva.
Más radical, a lo largo del siglo XX se mantiene una corriente subterránea que
asume que lo estético sí es una componente básica de cómo trabaja el matemático, de
cómo fija y busca los temas y sus posibles soluciones, cómo intenta la comprensión de
dichos temas y sus demostraciones. Desde esta corriente, el Hacer matemático no se ve
como algo mecánico centrado en lo epistémico demostrativo sino que, además de tratar
de lo verdadero –aspecto epistémico- el matemático se guía en su hacer por una
componente estética intrínseca en la cual lo que importa es captar el “alma” de lo que se
trabaja. Componente que lleva al matemático a realizar más de una demostración de una
proposición previamente convertida en teorema por una demostración previa. Nueva
demostración donde la verdad de lo demostrado queda al margen, no interesa porque esa
verdad ya se ha obtenido, lo que ahora importa es que la nueva demostración sea lo más
simple y elegante posible, que permita enlazar campos disjuntos entre sí, que de cuenta
del por qué hay que admitir la proposición como verdadera porque en muchas ocasiones
no basta la demostración formal para su comprensión, su aceptabilidad sin restricciones.
Corriente subterránea que tiene en Poincaré una de sus figuras paradigmáticas y,
junto a él, la de Hermann Weyl. Poincaré fallece en 1912 y el cetro matemático pasa a
Hilbert, pero las ideas del matemático francés se mantuvieron latentes y vuelven a tomar
protagonismo en los finales del siglo XX. Había combatido todo exceso de formalismo,
insistido en que el Hacer matemático quedaría mutilado si se olvidaba su enlace con las
Ciencias, especialmente con la Física y se olvidaba su contenido, sus representaciones
geométricas, el papel de la analogía o, por otro nombre, intuición…. Sus ideas generales
se mantuvieron de una u otra manera, siempre a contracorriente, como se pone de
relieve en matemáticos como los de la Escuela italiana de álgebra, Castelnuovo,
Enriques, Severi, por ejemplo, para quienes lo auténticamente importante era la
intuición y no la demostración. Matemáticos intuitivos, también quedaron marginados
por el predominio de la escuela algebraica alemana, radicalmente algebrista y
discretizadora que tuvo que aceptar los logros de esta escuela pero solo después de su
5

traducción a lo estrictamente algebraico apoyándose en un criterio valorativo de rigor


específico de lo algebraico, que no de lo geométrico.
En el terreno de los fundamentos hubo, ciertamente, otras posiciones como la
intuicionista propugnada por Brouwer. Sus excesos, la amputación que exigía del Hacer
matemático que se manejaba en la práctica, no favorecieron su posición. Y el
intuicionismo quedó más como anécdota de tipo filosófico, como ideología no operativa
para el Hacer matemático, aunque en los momentos actuales haya una cierta atención
tanto a la figura de Brouwer como a su intuicionismo.
En el último tercio del siglo XX se producen unos cambios que llegarán a
provocar una ruptura con todo el cuadro anterior y que hace salir a flote la corriente
subterránea antes señalada. Kuhn publica La estructura de las revoluciones científicas
en 1962 y con ello se inicia una fase en la cual, con la intervención de autores como
Lakatos o Feyerabend, se termina convirtiendo en Concepción heredada la que se había
mantenido como preponderante desde el Neopositivismo Lógico en los terrenos de la
Filosofía de la ciencia. Y ya en los ochenta, y frente a la Concepción heredada, surgen
movimientos en los que parece aceptarse el “todo vale”. Desde la antropología en el
laboratorio a la sociología de la ciencia, las visiones pragmáticas, cognitivas…
En 1971 yo publicaba Introducción al estilo matemático3 donde rompía con la
concepción bourbakista predominante en nuestros centros académicos. Tomaba partido
y sostenía que el Hacer matemático era una producción humana y, como tal, en ella se
producían inversiones y rupturas epistemológicas, no era un saber absolutamente
progresivo, acumulativo y lineal centrado por modo exclusivo en lo ontológico,
epistemológico y metodológico. Como Hacer o trabajo histórico, como producción de
unos individuos de la especie humana, venía subtendido por valores que no podían
seguir ocultos lo mismo que, como trabajo conceptual, sus resultados se tenían que
materializar en unos procesos expresivos que se reflejaban en diferentes estilos.
En ese libro y en ensayos posteriores mantuve la idea de que en el hacer
matemático hay una componente axiológica, una dimensión en la que se incluyen, junto
a los valores clásicos epistémicos, ontológicos y metodológicos, los pragmáticos, éticos,
estéticos… Con la afirmación explícita de que son campos irreducibles entre sí pero
nunca incompatibles.

3
Ed. Tecnos, M.1971, 19892
6

Aceptar la existencia inherente de esos valores conducía, inmediato, a preguntas


por aspectos como los de creatividad o por la aparición de inversiones y rupturas
epistemológicas. Acudiendo a la historia se me mostró la existencia en el Hacer
matemático, desde el siglo XIX, de lo que he calificado Ámbitos Figural, Global y
Computacional. Es en estos Ámbitos, Burbujas o Marcos donde hay que situar los
métodos de razonamiento, los criterios de rigor, el enfoque con el que se consideran
existencialmente los objetos matemáticos es decir, las maneras de su conceptualización
y formas de demostración si constructivas, existenciales o por computación mediante
ordenador. En el interior de estos grandes Ámbitos o marcos, que se solapan entre sí
durante algún tiempo, se plasman los correspondientes estilos expresivos específicos de
cada matemático creador pero también específicos de cada Ámbito o Marco.
Algunas de esas preguntas habían sido naturales para Poincaré pero se relegaron
radicalmente del pensamiento “oficial”, del que había que mantener respecto al Hacer
matemático si se quería medrar en lo profesional. Las Filosofías de la Matemática no se
habían ocupado del hacer del matemático sino de unas pretendidas “crisis” de la
Matemática que, desde mi punto de vista, no eran auténticas crisis del hacer matemático
sino de sus pretendidos fundamentos que se enfocaban, casi por modo exclusivo, desde
una óptica ligada y manejada estrictamente por los lógicos.
Si se tienen presente los valores axiológicos, sin olvidar los epistémicos,
ontológicos y metodológicos, aparece un terreno en el cual ciertamente no se tienen
reglas o elementos normativos que regulen lo que calificar de creatividad del
matemático ni tampoco la aparición y diversidad de los estilos en los que los
matemáticos han de manifestar su creación o invención y que son muy diferentes según
las concepciones y el tiempo en el cual el matemático trabaja y crea. Lo mismo ocurre
con las preguntas que Tao se hace acerca de cómo producir “buenas” matemáticas. Pero
que, en principio, no haya normas o recetas estrictas no implica que se tengan que
marginar estos temas de los dominios del pensar acerca del Hacer matemático. Y
tampoco hay el peligro de que esta posición conduzca al relativismo subjetivista porque
los productos matemáticos, como artefactos culturales, son tan objetivos como los
artefactos tecnológicos.4

4
Un arado es un artefacto inventado y construido por el hombre, plenamente objetivo que ha tenido su
papel instrumental nada relativo; artefacto sustituido en algunos medios agrícolas por otros artefactos
tecnológicos que tienen sus ventajas pero también desventajas respecto al arado tradicional.
7

Si en 1971 hablar de los estilos matemáticos constituyó una sorpresa, al menos


en el ámbito español, es de justicia reconocer que ya en 1996, y como escribe Juan
Guyon, “el uso de la palabra ‘estilo’ se ha extendido como una epidemia entre los
historiadores de la ciencia”. Como una epidemia ciertamente aunque con significados
diferentes según quiénes lo usen. Y no digamos hoy día con el término “práctica” que
recoge en parte lo que denomino con el término Hacer: convertido en tópico se ha
llegado a crear, incluso, la Asociación para la Filosofía de la Práctica Matemática
(APMP) en 2009…
2. Fases o Estadios de la Creatividad
Situados en el terreno de los valores, voy a limitarme aquí a señalar algunos
rasgos centrados en la Creatividad matemática y que ponen de relieve que en el Hacer
matemático hay algo más que lo puramente epistémico. Me apoyo en el testimonio de
matemáticos profesionales creadores, alguno de ellos reconocidos por la comunidad
matemática con la concesión de la Medalla Fields o el Premio Abel instituido en 2003.
Testimonio o confesión de cómo alcanzan su invención o creación. No acudo a filósofos
profesionales ni a los enfoques de los lógicos de oficio. Y todo muy breve, por la
exigencia de espacio.
En la creatividad matemática Poincaré constituye la figura de referencia desde
que contara su experiencia en “La invención matemática” que incluye en Ciencia y
Método. Como buen ingeniero prefiere hablar de invención en lugar de creación. Su
concepción de base es radical: existe la physis y, como una parte de la misma, el
hombre inventa, construye teorías acerca de esa physis. Teorías o concepciones
científicas que el hombre obtiene mediante la razón, la observación, el experimento y,
por ello, no son algo eterno, inmutable. El científico, el matemático, tiene que ir más
allá del hecho singular, concreto que es lo que percibe y ha de alcanzar el hecho
científico; para ello tiene que elegir entre el cúmulo de hechos singulares. Elección
guiada, siempre, por un sentido estético que le conduce a inventar, construir la
Matemática, la Ciencia. Y ello porque “inventar es discernir, es elegir”, en elección no
arbitraria porque, de serlo, la misma physis se encargaría de eliminar:
Inventar, consiste precisamente en no construir combinaciones inútiles y en construir
aquellas que son útiles y que son una ínfima minoría. (CM, p 42)

Criterio de utilidad, pragmático al parecer. Pero, de modo inmediato, Poincaré aclara


que las combinaciones útiles son las más fecundas porque están formadas por elementos
8

de campos aparentemente más alejados. Y hay una armonía oculta entre esos hechos
que la intuición pone al descubierto. Y es por ellos que
Se concibe que este sentimiento, esta intuición del orden matemático que nos hace
adivinar las armonías y las relaciones ocultas no puedan pertenecer a todo el mundo.
(CM 46)

Punto en el que mostraría su acuerdo Krull cuando afirmaba:


Pero quiero enfatizar tan fuertemente como pueda que un verdadero matemático debe
tener sobre todo imaginación. Estoy totalmente seguro de que precisamente la posesión
de esta imaginación distingue al futuro investigador de los estudiantes matemáticos
simplemente con talento.5

Para Poincaré el matemático creador va guiado por un elemento estético y no


formal en su trabajo aunque, obtenido un resultado, tendrá que comprobar que no es
mera sombra sino ficción asegurada por un proceso, ahora sí, deductivo. Demostración
que en principio se realiza para asegurar la verdad de lo demostrado pero también, y es
fundamental, para comunicar la proposición y convencer a los demás de que es
verdadera, por lo que esa demostración ha de ser tal que pueda ser entendida. Por otro
lado, la demostración es una construcción que no es mecánica y, como la proposición,
también tiene su “alma” que hay que captar. Captación que es lo propio del trabajador
matemático como también reconoce un bourbakista como Grothendieck...
En el proceso inventivo, creativo, Poincaré describe cuatro estadios o fases:
1. Fase o Estadio de Preparación. Elegido un tema, el matemático, y de manera
consciente, inicia una serie de líneas de ataque para su solución. Líneas de ataque que
ha aprendido a manejar en sus estudios, en sus investigaciones previas, en la lectura de
otros matemáticos. Trabajo consciente que exige intensidad, esfuerzo aunque no llegue
a solucionar el problema elegido.
2. Fase o Estadio de Incubación. Si no logra establecer el resultado, ante el fracaso, deja
aparentemente el tema: hay otros compromisos, otras obligaciones. Abandono aparente
porque el inconsciente toma el relevo con un trabajo intenso del cual no tenemos
conciencia explícita.
3. Fase o Estadio de Iluminación. De repente, y en momentos insospechados como
subir a un autobús para ir de viaje de estudios, pasear al borde del mar, aparece la
solución en forma de “chispazo”, de “fogonazo”, “de apariencia de iluminación súbita”.
Algo repentino que sólo se presenta “al cabo de varios días de esfuerzo voluntario”
(CM p. 46). Ese chispazo provoca la captura de la solución, vislumbrar la estructura

5
Krull, op. cit. p. 48
9

final, entrever la línea a seguir y siempre con el “sentimiento de certidumbre absoluta


que acompaña la inspiración” (id. 46).
4. Fase o Estadio de Verificación y Plasmación. Hay que contrastar o verificar lo que el
fogonazo ha dejado entrever, y plasmarlo en escritura proposicional.
Cuatro Fases que, en todo caso, exigen “Disciplina, atención, voluntad y, por
consiguiente, conciencia” (CM, 56) lo que equivale a decir
que el trabajo matemático no es un simple trabajo mecánico, que se podría confiar a una
máquina, por perfeccionada que se suponga. (CM 57).

Y no hay trabajo mecánico porque en todas estas fases, tanto en la de iluminación o


inspiración como en la de demostración o verificación, el matemático va guiado por la
sensibilidad y no sólo por la inteligencia. Quedarse con sólo esta última
Sería olvidar el sentimiento de la belleza matemática, de la armonía de los números y de
las formas, de la elegancia geométrica. Es un verdadero sentimiento estético que todos los
verdaderos matemáticos conocen. Y eso es precisamente la sensibilidad. (CM 53)

Fases o Estadios de la invención o creación matemática aceptadas y explicitadas por los


matemáticos creadores que han intentado matizar en algún caso para evitar hablar del
inconsciente que se sustituye por un proceso aleatorio. Ahora bien, explicitadas, su
conocimiento no implica que un matemático consiga, sin más, inventar o crear un
teorema, una demostración, enlazar campos diversos… La capacidad creativa o
inventiva matemática, como la de cualquier otro dominio como el de la pintura por
ejemplo, no pertenece a todo el mundo aunque todos se crean artista a lo Orbaneja, el
pintor de Úbeda, porque emborronan un lienzo.6
Una caracterización sin pretensiones de normatividad básicamente descriptiva. A
pesar de lo cual parece conveniente tanto una ejemplificación que muestre la validez de
esas fases en la invención o creación del Hacer matemático, como detenerse en algunos
aspectos de estas Fases.
1. Elección del tema. Es, ciertamente, el elemento clave porque sin él no se inicia
proceso alguno. Por supuesto, no hay reglas o métodos establecidos de manera general.
Aquí entra la personalidad del matemático pero sobre todo el entorno o círculo en el que
se mueve. Hoy día ese entorno es básicamente el profesional académico que puede
llegar a ser “una tierra de caníbales” como se le mostrara Princeton a Zariski. Y según el
lugar y tiempo en el que el futuro investigador se encuentre, tendrá sobre la mesa unos
temas y enfoques ya muy especificados.

6
Cfr. Sixto Castro, Vituperio de Orbanejas. Ed. Herder, Méx. 2007
10

En ese marco, centrado en lo profesional académico, el investigador puede


recibir un encargo para organizar y dar cuenta de una teoría determinada. Ejemplo
clásico es el encargo que recibieron Hilbert y Minkowski de la recién creada Sociedad
Matemática Alemana para hacer un panorama de la Teoría algebraica de números.
Centrado en el tema, Hilbert no se limita a sólo la organización de lo ya conocido sino
que en su trabajo alcanza temas y cuestiones inéditas que tiene que ir resolviendo. El
resultado final, el Zahlbericht es, en palabras de Hermann Weyl de 1944 en el
obituario de Hilbert, “una joya de la literatura matemática”.
Sin necesidad de recibir un encargo o acudir a un posible premio, el mero hecho
de trabajar en un determinado contexto profesional hace surgir cuestiones y problemas
que pueden ser de clarificación conceptual como se plantea Dedekind al iniciar sus
clases de Análisis o los fundadores de Bourbaki en la misma circunstancia. Y hay que
ser consciente de que un tema lleva a otro y a otro… Sobre todo cuando se trabaja en
más de un campo a la vez, lo que posibilita que se puedan enlazar elementos conocidos
con otros que sólo están en germen: una posición en la cual, claramente, no se puede
predecir de antemano lo que se pueda obtener.
Una línea de trabajo diferente es centrarse en un problema específico,
determinado. En él, realmente, se presiente de alguna manera la posible solución. Es lo
que suele ocurrir con el tema de una tesis doctoral. Más en concreto, se puede ligar a la
resolución de singularidades como propuso Zariski a los geómetras sabiendo que en
dimensiones mayores de 3 no se conoce proceso canónico alguno para esa resolución,
un tema que puede llevar a otro tema como el de clarificar la teoría de la equivalencia
de singularidades, o ligarse a la clasificación de los grupos simples finitos.
También se tienen los problemas “clásicos” a los que casi todo joven que se
inicia en el hacer matemático se lanza a resolver: de conseguir su solución, fama
imperecedera. No se busca, aquí, la verdad como objetivo único; la elección del tema es
de carácter psicológico, emocional. Abel intentó encontrar la resolvente algebraica de la
quíntica y en un primer momento creyó haberlo conseguido. No satisfecho, terminó
viendo que su demostración era incorrecta y aquí mostró su auténtica capacidad
creadora: al insistir, al volver al tema, invirtió la pregunta y consiguió establecer uno de
los primeros resultados de limitación conocidos en el Hacer matemático: la quíntica
carece de resolvente algebraica. Inversión que supuso, realmente, uno de los métodos
más profundos y enriquecedores del Hacer matemático. También lo aplicó a una de las
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integrales de Euler e hizo surgir la teoría de las funciones elípticas… Una cuestión
latente durante más de dos siglos que Abel consiguió cerrar para siempre.
Tres puntos, aquí. En primer lugar, la motivación para elegir un tema, un
problema o aclarar una cuestión no es, en muchos casos, e insisto, lo veritativo sino en
ocasiones el afán de protagonismo histórico, la obtención de un título de grado o de
habilitación, la perfección en la enseñanza. El primer caso se muestra no sólo en Abel
sino en el hecho de que a lo largo del siglo XX muchos jóvenes atraídos por la
Topología dedicaron sus esfuerzos a resolver la Conjetura de Poincaré. Alguno llegó a
pensar, incluso, que lo había logrado, pero había que asegurar el resultado y aparecían
los fallos. Como la Conjetura seguía ahí, sin resolver, Perelman se abocó a su solución
años antes de que en el 2000 se la calificara como uno de los Siete Problemas del
Milenio. Y Perelman logró su solución. El comportamiento de Perelman es totalmente
consecuente con el tipo de elección del tema: resuelto, su nombre permanecerá ligado a
la Historia del Hacer matemático y lo de menos es su inmediato reconocimiento
crematístico, la medalla Fields concedida en 2006 y, ambos, rechazados…
Un segundo punto: un fallo en la demostración no implica que la proposición a
demostrar no sea verdadera. En el Hacer matemático hay proposiciones que se han
asumido sin que se tenga una demostración de las mismas. La demostración sirve de
control, ciertamente, pero no es todo a pesar de lo exigido e impuesto en el imaginario
colectivo desde lo algebraico y discretizador. El teorema fundamental del Álgebra fue
enunciado por Descartes y sólo desde el siglo XVIII empieza a recibir demostraciones
que hasta el siglo XX se pueden considerar, en general, erróneas o incompletas. Pero es
un teorema aceptado por la comunidad matemática y clave, fundamental, tanto para la
resolución de ecuaciones como para la elaboración de otras muchas proposiciones.
Hay que aceptar, además, que todo matemático, en general, comete errores en
las demostraciones que realiza. Encuentro dos tipos de errores: unos, que se pueden
ejemplificar en los casos de Abel, Poincaré, Lebesgue, y que dan paso a otra línea para
la elección del tema: hay que subsanarlos. En ese esfuerzo se obtienen resultados
espectaculares ya que el error demostrativo se mostraba inevitable: la resolvente era
imposible lo mismo que la integración de un sistema de ecuaciones diferenciales
lineales. Abel logra nuevos enfoques al invertir el problema y provocar rupturas en el
hacer matemático; Poincaré crea nuevos dominios como el estudio cualitativo de las
ecuaciones diferenciales. Dos casos en los cuales quienes cometen los errores logran
darles la vuelta y los superan creando nuevos dominios para el Hacer matemático a la
12

vez que justifican el por qué la imposibilidad del ataque directo. Luzín obtiene nuevos
campos de trabajo al superar la equivocación de Lebesgue.
Un segundo tipo de error demostrativo se muestra menos interesante en el
sentido de que no se logra la creación de nuevos campos de trabajo, nuevas líneas de
investigación. Errores que se subsanan sin más, como en el caso de los múltiples
cometidos por Hilbert…
Y un tercer punto ligado a los anteriores: la demostración, aunque correcta,
puede no mostrar su “alma” por lo cual no se ve por qué la proposición demostrada
tiene que ser aceptada como verdadera o, de aceptada, no es “la más bella y simple” por
lo cual es “justo obtener una mejor percepción de la maravillosa concatenación de la
verdad” y “llegar a descubrir nuevas verdades” en palabras de Gauss. Es lo que le
conduce a buscar otras demostraciones como hará con las cuatro del teorema
fundamental del álgebra, cada una más rica en analogías y enlaces que las anteriores y
donde lo importante no es el teorema fundamental sino las ideas que Gauss sugirió en
las mismas, o en las que estableció de la ley de reciprocidad cuadrática.
Es lo que también confesará Atiyah, Medalla Fields 1966, como una de sus
experiencias como trabajador matemático. En 1984 y a la pregunta por la importancia
de la demostración, Atiyah indica que es un control necesario pero “no es para nada lo
primario” en el trabajo matemático, y a continuación confiesa:
Recuerdo un teorema que demostré y que realmente no podía ver por qué era verdadero.7
El problema tenía que ver con las relaciones entre la K-Teoría y las representaciones de
grupos finitos. En su demostración descompone el grupo en grupos reducibles y grupos
cíclicos y todo el peso se centra en realizar inducciones de manera que cada elemento
está en su sitio de forma que si había alguna grieta todo se venía abajo.
Como no lo comprendía, no podía ser verdadero en manera alguna. Yo me quedé muy
molesto con ello y cinco o seis años más tarde comprendí por qué tenía que ser verdadero.
Entonces di una demostración totalmente diferente yendo de los grupos finitos a los
grupos compactos. Usando técnicas muy distintas se hizo muy claro por qué tenía que ser
verdadero.8

Para Atiyah la demostración formal asegura la verdad de una proposición que, por ello,
se convierte en teorema pero la demostración no siempre permite entender por qué es
verdad. La demostración formal, propia del campo epistémico, a veces no hace percibir
la estructura de la propia demostración. Por ello se hace necesario exponer los motivos,

7
Atiyah, M. 1984: “An Interview with M.A.”. The Mathematical Intelligencer 6-1, pp 9-19. p.17
8
Id. p. 17
13

las ideas que han conducido tanto a la proposición como al tipo de demostración
empleado. En el fondo es reiterar la exigencia estética de Krull pero ahora como
intrínseca al Hacer matemático.
Y el trabajo, duro trabajo Elegido un tema –por encargo, por superar un error en
una demostración previa, por resolver un problema del “milenio”, por la visión de una
dificultad en un campo determinado, por la captación de una analogía algo oscura en un
principio entre campos diferentes, por lograr una demostración más bella y simple…-
viene otra subfase imprescindible: el trabajo. Trabajar, sí pero con unas líneas de ataque
a las cuestiones elegidas.
Líneas de ataque que, en general, vienen subtendidas por un entrenamiento
previo en el Hacer matemático, lo que no es otra cosa que decir que la formación del
futuro investigador matemático se muestra imprescindible, una formación que procure
lo que califico de experiencia de la razón que hace que el matemático creador llegue a
distinguir los elementos irrelevantes de los auténticamente importantes. Experiencia que
lleve a captar las armonías válidas para adoptarlas como líneas de ataque a una cuestión
dada. Experiencia que, por otro lado, viene condicionada por el contexto en el que ese
matemático creador se mueve en su formación. Y ya he apuntado cómo Terence Tao
puede hacerse unas preguntas que carecían de sentido en otro contexto histórico.
Es claro que hay distintas líneas de ataque a los problemas según la personalidad
de cada matemático. Grothendieck delinea, en metáfora, dos de las posibles líneas de
ese ataque. En la Tercera parte de Récoltes et Semailles escribe:
Tomemos por ejemplo la tarea de demostrar un teorema que permanece hipotético (a lo
cual, para algunos, parecería reducirse el trabajo matemático): Veo dos aproximaciones
extremas por así decir. Una es la del martillo y buril, cuando el problema planteado se ve
como una gruesa nuez, dura y lisa, de la que se intenta alcanzar su interior, la carne
nutricia protegida por la cáscara. El principio es simple: se coloca el filo del buril contra
la cáscara, y se golpea fuerte. Si es preciso, se vuelve a hacer en varios sitios diferentes,
hasta que la cáscara se rompe. (.)
Podría ilustrar la segunda aproximación, manteniendo la imagen de la nuez que se trata
de abrir. La primera parábola que me ha venido al espíritu antes, es que se zambulle la
nuez en un líquido emoliente, simplemente agua por qué no, de vez en cuando se frota
para que penetre mejor, y el resto se deja hacer al tiempo. La cáscara se suaviza al cabo
de semanas y meses –cuando el tiempo está a punto, basta una presión con la mano, ¡la
cáscara se abre como la de un aguacate maduro en su punto! O también, se deja madurar
la nuez bajo el sol y la lluvia y quizá también bajo todas las heladas del invierno. Cuando
el tiempo está maduro un brote delicado sale de la carne sustantífica que habrá perforado
la cáscara como jugando –o por decir mejor, la cáscara se habrá abierto por sí misma,
para dejarlo pasar… 9

9
A. Grothendieck, 1985: Récoltes et Semilles. Ed. Electrónica. Pp. 552-553
14

La forma preferible de atacar los problemas de Grothendieck, la segunda.


Desde su formación y su propio temperamento, y en su trabajo, el matemático
creador va configurando la que será su personalidad mediante lo que he calificado
experiencia. Proceso en el cual llega a madurar su intuición o lo que Zariski llegó a
calificar “sexto sentido”.
Es lo que se puede observar, por ejemplo, en el mencionado Zariski. Formado en
la escuela algebrista italiana de Castelnuovo, Bertini, Enriques, Oscar Zariski mantiene
un espíritu algebraico formal que conduce a que Castelnuovo le llegara a decir “Zariski,
usted está aquí con nosotros, pero no es de los nuestros”; un Castelnuovo de quien
Zariski afirmaba que tenía “un estilo elegante” y sus ensayos eran “trabajos de arte”.
Pero Zariski consigue el enlace de dos intuiciones: geométrica a lo italiano, y que
reafirma tras su encuentro en América con el topólogo Lefschetz -de quien Rota
afirmaba que era un “matemático puramente intuitivo” y que jamás había dado una
demostración correcta-, y algebraica de manera que se puede afirmar que Zariski crea
una auténtica “intuición algebraica”, como la calificó Heisuke Hironaka (Medalla Fields
1987). Intuición algebraica que se convierte en parte de su personalidad y que plasma en
su trabajo creador que pasa de calificar topología algebraica a geometría algebraica.
Para Zariski el álgebra da luz a la geometría, ciertamente, pero lo importante es el
contacto con la vida real
y esa es la geometría.
La geometría es la vida real.10

Intuición propia, ciertamente, de Zariski. Como la que tendrá que hacer suya
cualquier otro matemático creador. Teniendo presente la existencia, ya señalada por
Poincaré, de dos espíritus básicos pero contrapuestos en el Hacer matemático que les
llevan a hacer frente de modos distintos a las cuestiones planteadas como reconoce
Grothedieck en la cita anterior. Modos diferentes y contrapuestos que se hacen nítidos
en la anécdota que relata André Weil de una conversación entre Zariski y Claude
Chevalley en Princeton poco antes de la Segunda Guerra Mundial. Larga discusión
acerca del papel del álgebra y de la geometría en la geometría algebraica. En el curso de
la conversación, Zariski, ya un tanto exasperado, exclamó “¡Pero cuando alguien dice
‘una curva algebraica’, seguramente usted ve algo!” Y Chevalley, muy tranquilo,
contesta: “Sí, claro. Yo veo f(x,y)=0”.11

10
Carol Parikh 1991: The Unreal Life of Oscar Zariski. Academic Press, p. 76
11
Id. p 109
15

Una línea de ataque a los problemas, a las cuestiones en la que hay que contar con
la lectura de otros autores, de lo que han escrito sobre el tema y sus alrededores.
Preguntado Gromov, poco antes de recibir el Premio Abel en 2009, por cómo se podría
hacer matemática, cómo atacar los problemas, responde
Lo único que puedo decir es que tiene que trabajar duro y que es lo que hacemos. Trabaja
y trabaja, y piensa y piensa. No hay otra receta para eso. Lo único que puedo decir muy
general es que cuando usted tiene un problema –como sabían los matemáticos del pasado-
uno tiene que hacer balance entre cuánto piensa usted mismo y cuánto aprende de los
12
demás.

Trabajo y trabajo, pensar y pensar, lectura de los demás y también manejo del diagrama,
del dibujo o de la fórmula específica, de la analogía con otros campos de trabajo, con
otras disciplinas. Fase de trabajo consciente que constituye una de las partes del Hacer
matemático, de lo que hoy se califica como su praxis.
3. Iluminación El trabajo anterior puede no conseguir su objetivo y no se logra
resolver el problema, no se consigue la demostración, no se rompe la cáscara de la nuez
en la metáfora de Grothedieck. Surgen otros compromisos, se abandona, de momento,
el tema. Para Poincaré no hay, en realidad, abandono sino que el inconsciente toma el
relevo y se trabaja tan duramente como en la fase consciente. Y la razón es que cuando
se ha trabajado con intensidad en un tema no hay, en realidad, abandono radical del
mismo sino sólo temporal y, al cabo del tiempo días, meses...-, se vuelve al mismo. Es
en esa vuelta en la que se produce la iluminación, el cortocircuito, el fogonazo…, el Ajá
arquimediano. Iluminación que prácticamente todos los matemáticos creadores han
sentido, de una u otra manera, en la materialización de su trabajo.
En carta de 5 de agosto de 1865 W. Hamilton recuerda a su hijo cómo había
intentado hallar las leyes de la multiplicación de cuaterniones en paralelo o analogía con
la multiplicación de ternas ordenadas. Recuerda que volvió al tema en octubre de 1843
porque otras ocupaciones habían hecho que esas búsquedas quedaran “adormecidas
durante años”. Y todas la mañanas de ese mes de octubre, en el desayuno, y tras la
pregunta de los hijos de si ya lo había resuelto, la contestación era “No, sólo puedo
sumarlos y restarlos”. Pero el Lunes 16 de octubre, camino de la Academia de Ciencias,
en compañía de su mujer, Hamilton reconoce que
una sub-corriente de pensamiento bullía en mi mente, y al final me dio un resultado, cuya
importancia no es exagerado decir que sentí inmediatamente. Parecía que se cerraba un
circuito eléctrico, y una chispa destelleó. (.) No pude resistir el impulso (aunque haya sido
poco filosófico) de grabar con una navaja en una piedra del puente de Brougham Bridge,

12
M. Gromov 2010: “Interview with M.G.”. Notices of the AMS, 57-3, pp. 381-403. p 400
16

según pasábamos, la fórmula fundamental con los símbolos i, j, k; a saber i2 = j2 = k2 = ijk


= - 1 que contiene la solución del problema.

Chispazo que le hace ver la solución a una cuestión largamente trabajada pero en el que
también ve que tendrá que dedicar “muchos años posteriores de pensamiento y trabajo
dirigido” para verificar ese chispazo, propagarlo, aplicarlo… Pero el 16 de octubre de
1843 y en el puente que a partir de ese momento los hijos llamarán “puente del
cuaternión”, se cerró el “circuito galvánico de pensamiento” y las chispas que Hamilton
sintió fueron las ecuaciones fundamentales que daban nacimiento definitivo a los
cuaterniones, un tema de trabajo para al menos los futuros diez, quince años.
Chispazo o iluminación que hace ver la posible solución, como las reglas de
multiplicación de los cuaterniones, pero también hace intuir las líneas a seguir. Como el
citado Atiyah reconoce intentando evitar la llamada al inconsciente sustituido por un
efecto de carácter aleatorio y probabilística:
las ideas realmente interesantes surgen a veces cuando se tiene un flash de inspiración.
Las que son más azarosas por su naturaleza; pueden presentarse justamente en una
conversación casual. Está hablando con alguien y él menciona algo y usted piensa, “Díos
mío, es justo lo que necesito… explica lo que pensaba la última semana”. Y usted pone
las dos cosas juntas, las funde y algo aparece. Poniendo las dos cosas juntas, como un
rompecabezas puzzle es, en cierto sentido, aleatorio. Pero tiene que tener esas cosas
constantemente girando en su espíritu por lo que puede maximizar las oportunidades de la
interacción aleatoria. Creo que Poincaré decía algo como esto. Es un tipo de efecto
probabilística con las ideas con las ideas girando alrededor en su espíritu y se originan las
interacciones fértiles algo aleatoriamente, en mutación afortunada.13

Atiyah pone de ejemplo una de sus grandes creaciones en colaboración con


Singer, el teorema del Índice, resultado “parcialmente del azar”. Singer y él trabajaban
sobre el Teorema de Riemann-Roch y casualmente pasó Smale (Medalla Fields 1966)
quien les comentó haber leído un ensayo de Gel’fand sobre una cuestión general del
índice de operadores y sugirió que podría haber alguna relación con lo que estaban
discutiendo. La sugerencia de Smale fue la luz que señaló el camino correcto, el que
seguirían en su trabajo. Flash de azar porque casual fue el paso de Smale, sí, pero…
Iluminación que también reconoce haber tenido Varadhan (Premio Abel 2007).
Precisa más agregando otro elemento, el de satisfacción por el objetivo cumplido. Para
Varadhan la iluminación depende del trabajo previo, que ha de ser duro e intenso y que
es, en el fondo, el que prepara la visión iluminadora. Cuando el trabajo consciente
conduce a una solución en poco tiempo, Varadhan apuntilla “no es muy interesante”.
Por el contrario, los auténticos problemas son aquellos con los que

13
Atiyah, op. cit., p 17
17

¡usted lucha y lucha, a veces meses, a veces años, a veces la vida entera! Y finalmente, de
repente, un día ve cómo fijar esa pieza pequeña. Y entonces la estructura total está
completa. Esa era la pieza oculta. Entonces esa es una revelación real, y usted siente una
14
satisfacción que no se puede describir.

El poder iluminador de la palabra La iluminación provoca ciertamente la solución


de un problema, la línea a seguir, captar la pieza oculta que impedía completar la
estructura, pero también hay otro tipo de iluminación: el que se tiene al crear un término
adecuado, una palabra que sirve de auténtico flash organizador y sintético de varios
campos. Palabra que galvaniza un campo semántico y provoca una cristalización
conceptual muy amplia. Creación de un término que no se limita a lo estrictamente.
Poincaré señalaba cómo el término grupo había permitido señalar analogías y
poner en un mismo terreno a disciplinas y campos en apariencia muy diferentes y
distantes. Un ejemplo que le permitía asegurar el poder de un término, de una palabra
bien elegida para llevar a entrever un teorema, a manejar una nueva disciplina. Un punto
que se refleja en el antagonismo de dos espíritus creadores a los que me he referido:
Chevalley y Zariski. En la conversación Chevalley insiste en que ha logrado un teorema
pensando en la palabra “ideal”. Exasperado Zariski exclama: “¿Qué? ¿Usted quiere
decir que si piensa en una palabra, entonces usted crea una teoría?” a lo que Chevalley
contesta: “Sí. Eso es matemáticas”.15 El término “ideal”, como el término “grupo”,
permite, en un momento, entrever, efectivamente, algo más que una proposición.
Geometría intuitiva frente a palabra formal como apoyaturas para la inspiración…
Es lo que ocurre con el término haz, y el campo semántico que genera,
introducido por Cartan y manejado espléndidamente por Serre (Medalla Fields 1954)
desde su “Faisceaux Algébriques Coherents”, los FAC, en 1955. La teoría de haces y la
cohomología de haces permite el estudio sistemático de sistemas lineales y otros
espacios de funciones caracterizados por sus propiedades locales. Da paso a una línea
mucho más simple que la de Zariski y que encuentra en Serre y en Grothendieck unos
auténticos maestros. Y de tal manera que la iniciada por Zariski y Weil apoyada en las
valoraciones, queda, y eso que va en creación paralela, en un segundo plano desde los
años sesenta porque el alma de la “geometría algebraica” pasa a ser ahora la “teoría de
esquemas”. Transición que, como afirmaría David Mumford (Medalla Fields 1974) no
vino marcada por el descubrimiento de nuevos teoremas

14
Srinivasa Varadhan, 2008: “Interview with S.V”. Notices of the AMS, 55-2, pp. 238-246. p 243
15
En Parikh, nota 83, p. 109
18

sino más bien por la creación de todo un nuevo vocabulario y las herramientas que las
acompañaban.16

Tema en el que había insistido en 1989 afirmando


Una de las cosas notables es ver cómo varios teoremas son re-expresados en cada nueva
generación en diferentes lenguajes. Zariski y Serre estaban haciendo de hecho lo mismo,
pero tenían un lenguaje un lenguaje totalmente diferente para ello.17

David Mumford, discípulo de Zariski al igual que Artin o Hironaka, pertenece a la


“nueva generación” y maneja, ya, la teoría de esquemas que le permite producir
demostraciones más fáciles como se contrasta con la que él da del lema de Enriques-
Severi.
Grothendieck crea el concepto esquema y, con él, el de cohomología de grupos y
de todo el halo conceptual que los rodea. A partir de ahí, los avances en topología,
álgebra nomológica, teoría de números… se integran en la geometría algebraica que se
transforma en una de las disciplinas más abstractas y técnicas del Hacer matemático y
que alguno califica como “infinitamente más natural y más poderosa” que la que le
había dado nacimiento.
4. Verificación. El proceso de iluminación surge en el momento más inesperado –al
iniciar un viaje en Poincaré, en una conversación en Atiyah y Singer, en una biblioteca
en Varadhan, al atravesar un puente en Hamilton…- pero exige, para que se produzca,
un trabajo previo muy intenso, consciente y también inconsciente. Iluminación que
conduce, que exige otro paso: hay que comprobar y contrastar lo entrevisto, hay que
seguir la línea apuntada. Contrastado, hay que manifestar, comunicar lo obtenido. Aquí
intervienen, al menos, dos elementos: intentar ser comprendido y tratar de expresar en
un estilo adecuado lo obtenido, porque como Varadhan cuenta, la euforia dura hasta que
se escribe y somete a publicación lo hallado. Después, al próximo problema.
3. A modo de conclusión
Las fases o estadios analizados las han vivido, sentido, todos los creadores matemáticos.
No suponen la existencia de recetas en el proceso creativo salvo la recomendación de
Gromov: Trabajar, pensar, leer… Lo que sí exigen es una experiencia vivida por el
matemático creador, experiencia del trabajador matemático que de origen a ese instante
de iluminación o inspiración que se muestra esencial para la creatividad matemática.

16
Mumford, D. 2011: “Intuition and rigor and Enriques’s Quest” p. 260, Notices of the AMS, 58-2
pp. 250-260
17
En Parikh, p. 138
19

En estas fases se subtiende un elemento marginado a la búsqueda demostrativa


de la verdad, hay explícito un elemento de valoración estrictamente estética. En los
testimonios que he citado hay permanentes referencias a la belleza, a lo simple, a lo
emocional, a la necesidad de la idea más que de la demostración. Incluso esta tiene su
“alma” y lo que auténticamente importa al matemático creador es la captación de la
misma, que es lo que le produce auténtico placer estético. Desde ese placer, entrevista la
fórmula, como señala Varadhan, “no es difícil demostrarla”.
Creatividad del matemático apoyada en tres pilares básicos: talento, trabajo,
iluminación o inspiración. Y, por supuesto, una voluntad de estilo, un placer en la
búsqueda y hallazgo de la belleza, de la armonía que subyace en el trabajo matemático.
Desde este punto, cabría trazar posibles paralelismos con algunas bellas artes
donde la llamada inspiración puede ir en paralelo a la fase de iluminación. Para
segundas partes…

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