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Axel Capriles M.
Durante esa época, el Sudán africano no tenía nada que envidiarle a Europa.
Los europeos eran, más bien, unos bárbaros, un pueblo oscurantista saliendo
de la noche, a tientas entre las tinieblas. ¿Qué fue, entonces, lo que sucedió?
¿Qué fue lo que, en poco tiempo, empujó a Europa por encima de todas las
otras culturas de su tiempo? ¿Qué ingredientes lograron producir el dominio de
ese pequeño continente del norte, para que las sociedades que antes estaban
a la par lucieran estancadas o fueran dominadas, destruidas, arrasadas por
ellos? La pregunta no es fácil de responder y son demasiadas las variables
influyentes que habríamos de considerar. Pero dentro de la miríada de
determinantes del desarrollo de los pueblos hay uno de particular importancia
que me interesa resaltar aquí: la revolución de la información del Renacimiento.
La tecnología para la fabricación del papel y la puesta en práctica de las
técnicas de grabado e imprenta, originas en China, encontraron en Europa dos
ingredientes adicionales que no existían en su lugar de origen y que las
convertirían en las bases de la gran transformación cultural de occidente,
evento tecnológico que permitió el despegue de Europa por encima de las
demás culturas y propulsó el nacimiento del hombre moderno. Hablo del
encuentro de la imprenta con el alfabeto semítico y los numerales arábigos.