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LA CULTURA EN INTERNET

Axel Capriles M.

Para el año 1324 el Imperio del Malí aparecía


en los mapas de la época como uno los más
grandiosos Estados del mundo conocido. Su
riqueza era tal que cuando el emperador Mansa
Musa hizo su peregrinaje a la Meca a través de
Egipto, la abundancia de oro en posesión de su
corte produjo una considerable baja del precio del
metal en el Cairo. Funcionaba, ya, aunque ahora
la Venezuela bolivariana lo niegue, la economía
salvaje y las leyes de la oferta y la demanda. Pero
no era sólo la riqueza y la abundancia material.
Aproximadamente desde el año mil y, por lo menos, durante unos quinientos
años, los imperios del África Occidental, Ghana, Malí y Songhai, constituyeron
verdaderos estados, sociedades desarrolladas desde cualquier criterio con que
se los evaluara. Viajeros consumados conocedores de las más diversas
culturas alababan la seguridad y organización social de los grandes estados
negros. La proliferación de mezquitas, bibliotecas y escuelas coránicas, atraían
los sabios y scholars de todas las geografías. La difusión de la cultura islámica,
la proliferación de pensadores y hombres de letras, el acceso a los cargos
directivos de una clase ilustrada, de estudiosos, naturalistas y letrados, permitió
un gobierno eficiente, una organización armoniosa de la sociedad y un pujante
comercio. La difusa búsqueda espiritual era un manto de cultura cubriendo el
África occidental. "La sal viene del norte, el oro viene del sur, pero sólo la
sabiduría y la complacencia vienen de Timbuctú".

Durante esa época, el Sudán africano no tenía nada que envidiarle a Europa.
Los europeos eran, más bien, unos bárbaros, un pueblo oscurantista saliendo
de la noche, a tientas entre las tinieblas. ¿Qué fue, entonces, lo que sucedió?
¿Qué fue lo que, en poco tiempo, empujó a Europa por encima de todas las
otras culturas de su tiempo? ¿Qué ingredientes lograron producir el dominio de
ese pequeño continente del norte, para que las sociedades que antes estaban
a la par lucieran estancadas o fueran dominadas, destruidas, arrasadas por
ellos? La pregunta no es fácil de responder y son demasiadas las variables
influyentes que habríamos de considerar. Pero dentro de la miríada de
determinantes del desarrollo de los pueblos hay uno de particular importancia
que me interesa resaltar aquí: la revolución de la información del Renacimiento.
La tecnología para la fabricación del papel y la puesta en práctica de las
técnicas de grabado e imprenta, originas en China, encontraron en Europa dos
ingredientes adicionales que no existían en su lugar de origen y que las
convertirían en las bases de la gran transformación cultural de occidente,
evento tecnológico que permitió el despegue de Europa por encima de las
demás culturas y propulsó el nacimiento del hombre moderno. Hablo del
encuentro de la imprenta con el alfabeto semítico y los numerales arábigos.

Las escrituras ideográficas, como la china, basadas en conceptos y


poseedoras de miles de caracteres, tendían a generar un nuevo bloque de
imprenta para cada página impresa diferente, el cual era posteriormente
destruido. El método, además de engorroso, era costoso. Un sistema de
escritura basado en el sonido permitió la creación de un número limitado de
caracteres individuales que recombinados podían componer diferentes
palabras y ser utilizados nuevamente en impresiones diversas. Esta
combinación de factores, junto a la posibilidad de fabricar papel a bajo costo,
fue lo que permitió a Johann Gutemberg inventar la primera imprenta de
caracteres móviles así como el éxito de tan práctico y novedoso invento.
Partiendo de Alemania, la técnica se extendió rápidamente a muchos países
europeos y al resto del mundo.

El advenimiento de la imprenta constituyó un verdadero hito en el desarrollo


de Europa. Marcó la revolución de la información del Renacimiento tardío. Los
contemporáneos de Gutemberg no pudieron prever la importancia de la nueva
tecnología, pero su influencia marcó procesos tan cardinales como el desarrollo
de la Reforma y el surgimiento del concepto de Nación-Estado. Las sociedades
que dieron acogida al nuevo modelo comunicacional pudieron diseminar y
divulgar sus inventos, sus conocimientos, sus valores, de manera
sorprendentemente rápida y económica en amplios y extensos sectores de la
población. Nunca antes se había podido masificar la cultura de esa manera.
Gracias al libro impreso, funcional y particularmente barato en comparación con
el pergamino manuscrito, el conocimiento dejó de ser un lujo al que sólo podían
tener acceso unos pocos privilegiados. Esa expansión y democratización del
saber produjo a su vez una mayor necesidad de conocimientos que desembocó
en la aceleración del avance del pensamiento científico.

Hoy en día, el surgimiento y diseminación de la Internet marca la quebradura


temporal de una nueva revolución en la cultura. Con ella se modifica
radicalmente la forma en que se había venido manejando y procesando la
información y el conocimiento desde el Renacimiento. La velocidad y
abundancia de datos, noticias, acontecimientos, investigaciones,
descubrimientos, desarrollos científicos o artísticos, no sólo se han hecho
prácticamente inmanejables, sino que han contribuido a minar el principio
gutenbergiano de que la información, como en los libros y periódicos, ha de ser
transmitida a través de la multiplicación de copias físicas que se aproximan al
número de consumidores o demandantes. La cultura electrónica marca una
nueva realidad. Su relación con el mundo del papel impreso evoca los
minuciosos pergaminos manuscritos escondidos en las viejas bibliotecas de
Timbuctú, enfrentados a las Biblias de 42 líneas de Lutero recién salidas por
millares de las imprentas de Maguncia. Como señala Jean Baudrillard, "los
grandes simulacros construidos por el hombre pasan de un universo de leyes
naturales a un... universo de estructuras y de oposiciones binarias. La
digitalidad es su principio metafísico, (el Dios de Leibniz)", espíritu matemático
que, según Mac Luchan, "veía en la elegancia mística del sistema binario... la
imagen misma de la creación".

La internet es el desbordamiento del mundo virtual e indeterminado, la


apoteosis de la simultaneidad y el simulacro, la presencia que está aquí sin
estarlo, que es realidad sin, de verdad, serlo. Su existencia demarca el
fenecimiento de la geografía, la destrucción de las distancias, el fin de la
separación. Y esta posibilidad de estar aquí a la vez que en todos lados, de
permanecer en casa compartiendo en tiempo real con un scholar en Tokio, toca
de manera inusitada las esquinas más remotas de la psique. Sin límites ni
fronteras espaciales, lo anímico puede desbordarse.

No pretendo intentar hoy un análisis psicológico de la internet. Pero aunque


sea desde un nivel funcional vale la pena señalar que la psicología de la nueva
Arachné, de la orgullosa red de redes que hoy en día nos envuelve, dista
mucho de haber sido comprendida. Aún estamos en momentos de transición.
La mayoría de las páginas webs existentes, las hojas de contenido en la red,
mantienen todavía el espíritu de la cultura impresa. Casi todos los sites
comerciales y manufactureros son apenas folletos o catálogos online. Los
generadores de contenido son periódicos o revistas digitales. Los mismos
artículos han pasado del papel a la computadora, del objeto material y concreto
al medio virtual. Pero el potencial transformador de la red no ha sido utilizado ni
hemos desplegado la totalidad de su ser. El verdadero impacto de la internet
reside en su interactividad, en su versatilidad de acomodo, en el
desplazamiento de la energía del productor al consumidor. Mientras que hasta
el año dos mil los bienes de consumo y los productos culturales era
principalmente lanzados desde el emisor o productor hacia los consumidores,
con la Internet el consumidor exige, crea y atrae hacia sí las mercancías y
servicios que él desea. Interviene en la definición del producto o en la
construcción del conocimiento.

Como los cadáveres exquisitos de los surrealistas, construidos en sincronía


inconsciente entre varios autores, la cultura electrónica más que un producto
acabado es un diálogo, una secuencia de interrogantes y respuestas que se
suceden y se componen las unas a las otras. La interpretación del mundo
surgida de este medio conforma una nueva cultura. Como señala Baudrillard, y
lo cito nuevamente, "la irrupción del esquema binario pregunta/respuesta, es de
un alcance incalculable; desarticula todos los discursos, pone en corto-circuito
a todo lo que fue, ...dialéctica de un significante y un significado, de un
representante y un representado. Se acabaron los objetos cuyo significado
sería la función, se acabó la opinión cuyo sufragio iría a representantes
representativos, se acabó la interrogación real a la cual responde la respuesta.
Todo ese proceso está desarticulado; el proceso contradictorio de lo verdadero
y lo falso, de lo real y lo imaginario, queda abolido con esta lógica hiperreal..."

Lo que distingue a la Internet de los periódicos, las revistas, el cine, la


televisión y la radio es ese esquema de preguntas y respuestas, esa lógica del
diálogo, la relación interactiva entre productores y usuarios, la comunicación
instantánea en dos sentidos, la capacidad de escucharse e influirse
mutuamente. En la interactividad está la clave y la transformación. Durante la
antigüedad clásica y buena parte del medioevo, lo psíquico fue interpretado
como el reino que mediaba entre los opuestos, como "ánima media natura",
aquello que tercia en la naturaleza. Lo anímico como espacio intermedio, como
hacedor de conexiones, vínculos y redes. Tal vez con el tiempo encontremos
que la Internet, red de redes, fue una de las más acabadas manifestaciones de
la cultura para hacer posible el intercambio psíquico. Por el esfuerzo personal
de Artemis Nader y de su equipo creo que el nacimiento de la revista Kalathos
marca el comienzo de una época donde, con suerte, dicho intercambio se hará
cada vez más presente en Venezuela.

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