Está en la página 1de 3

En la Antigua Roma, el orden social de los patricios1 (del latín, patricii;

singular, patricius) estaba compuesta por los descendientes de las treinta curias
primitivas. El nombre viene de pater (padre), en referencia a los fundadores, es
decir, a los primeros padres de Roma. Es el senador por excelencia y forma parte de
la nobleza primigenia de Roma, llamada nobleza de sangre e ilustrii o nobiles
patritii, y por sustrato cultural la de toda Europa. En torno al emperador y a los
senadores patricios se desarrollará toda la sociedad, cultura y civilización romana
que culminará en el Imperio romano. Las ramas patricias de los Valerios, Fabios,
Cornelios, Claudios, Emilios y Manlios formaban una aristocracia dentro del
patriciado conocida como gentes mayores.2
La historia de los patricios es la del Senado romano y la de la propia Roma.
Constituían una nobleza fundamental y, tras los escándalos de la República romana,
una clase aristocrática, reducida y selecta, distinguida de entre el grueso del
senado por los emperadores para formar su cámara o consejo privado. Con el vocablo
genérico «patricio» se distinguía a los considerados superiores al resto de
senadores, plebeyos incorporados con la república.

A medida que el peso social y político de Roma aumentaba en el Lacio, la población


de la ciudad no dejaba de crecer, y educarse, fruto de la inmigración que el nuevo
polo de poder regional iba atrayendo. A este aluvión de nuevos ciudadanos se les
denominó plebe, plebeyos, en contraposición a los descendientes de los antiguos
moradores de la ciudad, los patricios.

Durante la república, en el contexto de las luchas patricio-plebeyas, se


introducirán grandes cambios, como la ampliación de la ciudadanía, la limitación
del poder de los cónsules, la introducción del Tribuno de la plebe, la inclusión de
los plebeyos en el Senado, la elección de magistraturas curules por los Comicios
por tribus, etc. Roma sufre una lenta pero constante transformación, que culminará
con las Leyes Licinias y finalmente con la Ley Hortensia. Patricios y plebeyos
quedarán igualados tanto política como socialmente, por lo que el poder dejarán de
ostentarlo por exclusividad los patricios. Así, en algún momento entre el 560 y el
530 a. C. la población de plebeyos supera a la de patricios, pasando a integrar la
mayor parte de los rangos y clases del ejército romano, que hasta entonces había
estado reservado a los patricios.

La doctrina coincide en que las luchas entre patricios y plebeyos comenzaron tras
la rigurosa aplicación de las leyes contra los deudores, que permitían al acreedor
privar de libertad al deudor insolvente y hasta venderle como esclavo. Las
frecuentes guerras contra Tarquino y sus aliados habían obligado a los plebeyos a
contraer deudas con los patricios, y en los frecuentes casos de insolvencia los
patricios no dudaban en hacer uso del derecho que la ley les otorgaba.

En el 494 a. C.3 estalló la primera crisis: la secesión plebeya del Monte Sacro. En
ese año, siendo indispensable una leva por las necesidades de una guerra difícil
contra ecuos y volscos, los hombres llamados a las armas se negaron a salir en
campaña. Fue forzoso entonces para el cónsul Publio Servilio suspender
temporalmente la ley en materia de procedimientos, poner en libertad a algunos
encarcelados e impedir los arrestos por deudas, condiciones impuestas por los
plebeyos para reincorporarse a las armas. Cumplidas estas condiciones, volvieron a
las legiones y participaron en la campaña, pero el siguiente cónsul, Apio Claudio
Sabino, patricio, revirtió la situación, volviéndola al estado primitivo anterior a
la campaña en la que los patricios tenían prioridad sobre los plebeyos.

Esto generó tal estado de revuelta entre la población plebeya que fue necesario el
nombramiento de un dictador, cargo que recayó en la figura de otro patricio, Manio
Valerio. Sin embargo, ya era demasiado tarde. El ejército, en su mayor parte
plebeyo, abandonó sus jefes y estandartes, marchó ordenadamente y se retiró a
Crustumería, entre el Tíber y el Anio. Se instaló en una colina e hizo promesa de
fundar una ciudad plebeya en una de las regiones más fértiles del territorio
romano.

Fue cuando el Senado de Roma, no pudiendo prescindir del ejército, negoció el


regreso. Se acordaron muchas concesiones para los plebeyos, siendo la más
destacable la creación del Tribunado de la plebe. El Tribunado de la plebe fue
creado para defender los intereses del pueblo. La mayoría de las familias plebeyas
ricas se habían adherido al movimiento, por lo que al hablar de las luchas entre el
patriciado y la plebe no debe pensarse exclusivamente en luchas entre ricos y
pobres. Sin embargo, llegó el momento en el que la nobleza plebeya se separó del
resto de los plebeyos en pretensiones, dejando de luchar por la misma causa.4 Si
los primeros querían integrarse en el orden constitucional con igualdad de
privilegios, los segundos tenían reclamaciones más concretas y sencillas,
fundamentalmente económicas, como acceder al reparto del ager publicus.

El consulado fue exclusivo de los patricios hasta las Leyes del 367 a. C.. Del 367
al 342 a. C., la cuestión fue debatida, con alternativas. Del 342 al 172 a. C.,
hubo un cónsul patricio y uno plebeyo, y desde el 172 a. C. ostentaron el cargo, o
bien un patricio y un plebeyo o bien dos plebeyos, pero nunca dos patricios.

Pese a todo, ser patricio era el estatus más alto y ambicionado de la sociedad
romana. Determinados puestos, sobre todo religiosos, estaban reservados únicamente
a ellos. En una sociedad tan orgullosa y elitista como la romana ser patricio, ser
romano de pura cepa, era el máximo orgullo.

Los patricios fueron languideciendo poco a poco. Al conformar la élite de la


sociedad romana, cada vez que tenía lugar una guerra civil o una convulsión por el
cambio de un emperador, sus filas eran diezmadas durante o después del conflicto
por el bando vencedor (donde, indudablemente, también había patricios).

Las "gens" (familias) más ancianas fueron desapareciendo poco a poco. Aquellas más
antiguas, y que habían participado en la fundación de Roma, se desvanecieron
lentamente a medida que Roma comenzaba a ser un Imperio y nuevas familias plebeyas,
como los Decios, o los Sempronios iban adquiriendo posiciones de preeminencia,
ocupando los espacios que las viejas familias patricias ya no eran capaces de
cubrir por falta de descendientes.

Familias como los Horacios, los Lucrecios, los Verginios y los Menenios
desaparecieron por completo de los registros poco después del siglo II a. C. (lo
cual no quiere decir que esas familias se hubiesen extinguido). Otras, como la gens
Julia, desaparecen por largo tiempo para reaparecer a finales de la República y
principios del Principado de Augusto.

Hay casos en los que un mismo nombre era compartido por una familia plebeya y una
patricia, aún tratándose de dos ramas totalmente distintas y que no estaban
emparentadas entre sí. Así, por ejemplo, los Apio Claudio eran patricios y los
Claudio Marcelo eran de origen plebeyo de Oriente.

A finales de la República y principios del Principado de Augusto tan solo las


siguientes familias patricias continuaban dando cónsules con regularidad: Julios,
Domicios, Pinarios, Postumios, Claudios, Valerios, Junios, Sergios, Servilios y
Cornelios.

En la época del emperador Constantino I el Grande, en el Bajo Imperio, tan sólo se


tiene constancia de la pervivencia de la Gens Valeria.

Con el paso del tiempo, el término patricio dejó de tener el significado que se le
había dado hasta entonces, para significar ‘aristócrata’ o ‘poderoso’, pero sin
distinción de sangre, hasta el punto de que, con el fin del Imperio Romano de
Occidente, a Odoacro, rey de los hérulos y de Roma, se le dio el título de
patricio, por el emperador del Imperio Romano de Oriente Zenón

También podría gustarte