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El remoto origen del bachillerato se encuentra en los grupos de estudio del clero
regular, en sus monasterios para prepararse para el debate con las demás sectas y
corrientes religiosas diversas que existían en la Edad Media. Esas eran las
Escuelas Monacales que capacitaban teólogos. También existía el Clero Secular (que
es el que convive con el Siglo, con la gente y que administra los bienes materiales
de la Iglesia), que hasta el siglo X u XI no tenía enseñanza propia, por lo que a
menudo su instrucción dejaba mucho que desear. Los obispos crearon entonces las
escuelas episcopales en donde, a diferencia de las escuelas monacales, no solamente
producían teólogos, sino que también estudiaban las ciencias y las artes liberales
reconocidas por la Iglesia y se admitía la presencia de seglares. En estas escuelas
es donde se empezó a aplicar el Trivium y el Quadrivium, programa de enseñanza
considerado indispensable de asimilar para que luego el educando pudiera ocuparse
del aprendizaje de un oficio del cual habría de vivir.
A fines del siglo XII, el papa Inocencio III autorizó la creación de los primeros
Estudios Generales, que más tarde se llamaron Universidades, destacando el de París
y en los que se estableció la independencia de la institución en la enseñanza de
las ciencias y las artes respecto al Rey y al Obispo.