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Material de la cátedra

"Identidades, Discursos Sociales y Tecnologías de Género" (Prof. Oberti)


Traducción de Nayla Vacarezza
Versión para trabajar en el aula. Por favor: no citar ni circular sin permiso expreso de la
cátedra. <tecnologiasdegenero@gmail.com>

Queers que castigan y el desafío del feminismo1

Por Sarah Schulman

Seminario Internacional Fazendo Gênero 10 - Desafíos Actuales de los Feminismos


Santa Catarina/Brasil – 20 de Septiembre de 2013.

Queridos amigos,

Muchas gracias por este increíble honor y por la oportunidad de conocerlos, de visitar
Brasil por primera vez, y de compartir con ustedes algunas de mis experiencias e ideas
acerca de dónde estamos ahora.

El tema dado es el desafío del feminismo y tengo que preguntarme “¿Qué no es un


desafío del feminismo?” No solo estamos hablando de cómo las mujeres viven y sienten,
sino que también estamos –ahora– usando la palabra para hablar de un sistema de valores,
de una forma de hacer las cosas. Entonces, cuando prestamos atención a la materialidad de
la vida de las mujeres alrededor del mundo, vemos una continua exclusión del poder. Pero
también, cuando miramos la metodología humana, en general, vemos un eclipse de la
justicia, en lo gubernamental y en lo personal

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Gracias a Jasbir Puar y Christina Handhart, por sus fundamentals influencias y a TL Cowan, Jasmine Rault,
Michelle Pearson Clarke y Zab por las sugerencias textuales.
1
Entonces, en el largo tiempo de preparación de esta charla, decidí que quiero focalizar
en las dramáticas transformaciones del movimiento gay / el movimiento LGBT / el
movimiento queer en un periodo muy corto de tiempo, y su relación con el feminismo.
Cómo sus conceptos y auto-conceptos han evolucionado hasta eclipsar el “feminismo” –un
sistema arraigado en la justicia, la igualdad de oportunidades y el valor tanto de lo
individual como de lo comunitario. Algunas de estas ideas están ya en circulación y otras
son nuevas. Algunas son sólidas y otras son tentativas. Estoy desde ya agradecida por su
atención y espero con mucho interés el debate posterior.
Brevemente, quiero mostrar que a medida que el movimiento LGBT se ha alejado del
feminismo, ha avanzado hacia el nacionalismo y el aparato estatal. Y que, unido a esto, hay
una manipulación de la política del miedo. Este es un tropo familiar para la experiencia de
otros grupos que han pasado de la opresión generalizada a la dominación selectiva.
Hubo un tiempo no muy lejano, cuando las personas queer estaban en lo más bajo de
toda sociedad. Yo tengo cincuenta y cinco años, tal vez algunos de ustedes aquí también
recuerden cuando globalmente todas las personas queer vivían en la ilegalidad.
Ciertamente, mi generación fue pisoteada por la experiencia masiva de la muerte por el
SIDA, un cataclismo histórico causado por la indiferencia y la negligencia del gobierno. Y
algunos de ustedes viven en países donde hoy esta epidemia continúa sin interrupción por
falta de voluntad política de que todos los seres humanos tengan igual acceso a un estándar
de tratamientos para su cuidado. Estos tratamientos fueron traídos a la existencia
forzosamente por el movimiento de activistas del SIDA de los ochentas y los noventas,
como ACT UP (AIDS COALITION TO UNLEASH POWER) [Coalición del SIDA para
desatar el poder] –en la cual grupos de personas despreciadas, sin derechos, abandonadas
por sus familias y por los gobiernos, y enfrentando una enfermedad terminal, se unieron
para forzar el cambio en sus sociedades, contra su voluntad – salvando de este modo la vida
de los demás. Pero a pesar de que este movimiento de una fiereza sin precedentes, inter-
clasista, inter-género e inter-racial, logró forzar la creación de tratamientos efectivos, no
pudieron transformar el sistema de clases global, y por eso hoy las personas continúan
sufriendo la enfermedad del HIV, cuando ello es completamente innecesario. Aun así,
pienso que todos entendemos que la inacción gubernamental inicial en occidente estaba
arraigada en la idea de que las comunidades afectadas, los pobres y los queer, no
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ameritaban la protección del gobierno y no merecían vivir. Nosotros no teníamos
ciudadanía.
Mientras, muchas personas queer –en todos lados– continúan hoy enfrentando
peligros profundos, de parte de sus gobiernos, de sus familias, de los sistemas de
medios/entretenimiento/propaganda. Pero tenemos también un nuevo fenómeno en el cual,
simultáneamente, crecientes elementos de la comunidad queer global están obteniendo
derechos suficientes como para llevarlos a una situación de equidad con las personas hétero
de su misma raza y posición de clase, y les proporciona también la misma capacidad de
castigar.
Y pienso que es el momento correcto para examinar las consecuencias de los
inequitativos cambios hacia la equidad. Nos vamos a encontrar con que, al igual que con las
personas con SIDA, el acceso continúa restringido por la clase, la raza y el género, por lo
que las soluciones largamente deseadas y luchadas por personas diversas, están creando
condiciones profundamente inequitativas que empeoran la vida de algunos de nosotros,
mientras que transforma los valores de quienes tienen acceso.
Entonces comencemos con por qué hicimos esto, por qué hubo un movimiento
gay/LGBT/queer en primer lugar.
Si vamos hacia atrás, atrás, atrás, podemos recordar que esta formación política fue
llamada originalmente “The Gay Liberation Movement” [“El movimiento de liberación
gay”]. La palabra liberación fue explícitamente escogida para situarnos en el continuum de
movimientos de liberación global florecientes en aquel momento (los sesentas) contra el
imperialismo y el colonialismo. La meta del movimiento de liberación gay era la
transformación social. Queríamos un mundo en el cual la sexualidad, el género y las
estructuras emocionales fueran individuales y estuvieran abiertas y no fueran ni castigadas
por el estado ni forzadas por el estado.
En 1981, el reconocimiento de la crisis del SIDA cambió esto de varias maneras,
detalladas en mi libro The Gentrification of the Mind: Witness to a Lost Imagination, pero
que son muy numerosas para detallarlas aquí. Lo más importante, la repentina e
incontrolable visibilidad de miles de personas muriendo, a menudo en las calles, hizo que la
denegación activa de la homosexualidad fuera imposible de mantener. Los medios
hegemónicos fueron forzados a reconocer la existencia de la homosexualidad, y fueron así
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confrontados con movimientos radicales como ACT UP haciendo acciones como irrumpir
en masa con siete mil personas en la Catedral de San Patricio. Esto causó que los medios
necesitaran producir un tipo de homosexual a quien pudieran representar, que no estuviera
fuera de lo establecido por el status quo. Entonces, a partir de los tempranos años noventa,
los medios comenzaron a construir su propia falsa homosexualidad –seleccionando y
promoviendo portavoces en los medios de comunicación que no eran de las bases– y en
cambio se oponían a la política de Liberación Gay.
De este modo la Liberación Gay, a través de los medios hegemónicos, fue
reemplazada por los Derechos Gay. Siendo este un movimiento con un objetivo opuesto al
de Liberación Gay – el movimiento de los Derechos Gay era un movimiento de tolerancia,
arraigado en la contención legal, en la cual las personas gay buscaban “derechos iguales”
para todas las maneras en que nuestras vidas podían ser reconocibles y familiares para la
mayoría heterosexual, y abandonó la arena de la diferencia. También había un profundo
factor psicológico de trauma en esta transición. La comunidad que ya había sufrido la
profunda homofobia familiar y la opresión del estado estaba ahora literalmente devastada
por la muerte masiva y el sufrimiento de sus miembros y de igual modo, pienso, devastada
por el abandono masivo de estas personas sufrientes y moribundas por parte de sus
gobiernos y sus familias. Entonces, la transformación de la liberación hacia los derechos
fue parcialmente una expresión del trauma del SIDA, del miedo a la supervivencia y del
deseo consciente e inconsciente de asimilación protectiva. Como detallo en mi libro
Stagestruck: Theater, AIDS and the Marketing of Gay America, en este periodo las
corporaciones, que habían sido forzadas a reconocer a las personas queer por la visibilidad
del SIDA, comenzaban ahora, cínicamente, a hacer un nicho de mercado para ellos. Lo que
comenzó con campañas de marketing hegemónico de las drogas para el SIDA, se convirtió
en estructuras luego usadas por los productos de las marcas, a medida que los agentes de
comercialización comprendieron que las personas LGBT eran “los consumidores más fieles
a las marcas en América”. A nuestras familias no les importaba si vivíamos o moríamos,
pero Absolut Vodka nos quería, y nosotros estábamos muy agradecidos.
De este modo ocurrió un cambio significativo en el cual el movimiento gay ya no se
trató de nosotros tratando de cambiar la sociedad, sino que se convirtió en la sociedad
transformándonos a nosotros.
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A medida que la agenda legalista de los derechos gay avanzó, y a medida que
diferentes tipos de derechos gay y diferentes grados de derechos gay comenzaron a ser
establecidos en países específicos, o ciudades, o distritos, un nuevo proceso comenzó, uno
en el cual se le concedió acceso a algunos elementos de la comunidad LGBT al aparato del
estado, a la policía, y al poder de castigar y hacer cumplir la ley – contra otros elementos de
la comunidad LGBT que aun no pueden acceder a esas fuerzas y, por el contrario, deben
defenderse de ellas. Y así, nos hemos visto pasar de una comunidad en la que todo el
mundo estaba en la ilegalidad, y en la cual estábamos en lo más bajo de toda sociedad – a
una situación en la cual algunos de nosotros –en tanto personas abiertamente queer-
tenemos ahora el poder del grupo dominante en sociedades profundamente injustas. Y,
curiosamente, la política del “miedo”, el “Trauma” y la “inseguridad” está profundamente
arraigada en estas desigualdades.
Como yo lo veo, los tres ámbitos principales en los cuales el acceso al castigo del
estado es permitido a las personas abiertamente queer son: la criminalización del HIV, las
políticas queer pro-familia, y la ciudadanía queer.

Primero, comencemos con la cuestión de la ciudadanía.


Y podemos usar el término “homonacionalismo” acuñado por la profesora de la
Universidad de Rutgers, Jasbir Puar.
Resulta que, en algunos lugares del mundo, la homofobia era lo único que mantenía a
algunas personas gay fuera de los plenos privilegios culturales dominantes en sociedades
desiguales. Esto es particularmente evidente en los países de Europa Occidental, cuando a
las personas blancas y gays se les otorgó el mismo acceso igualitario que a las personas
blancas y hétero, ellos comienzan a participar –como personas abiertamente gays– en
sistemas de supremacía racial y religiosa, que posiblemente los hubieran excluido
previamente a causa de la homofobia. Entonces, en los Países Bajos, por ejemplo, estamos
viendo un número creciente de personas holandesas, blancas y queer que se están uniendo a
grupos de derecha anti-inmigración. Principalmente focalizados en la supremacía cristiana
contra los musulmanes –no sólo actúan de maneras crueles y racistas, sino también
sabiendo muy bien, por supuesto, que hay personas queer entre los refugiados, en las
comunidades de inmigrantes y en las comunidades musulmanas. Del mismo modo en Gran
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Bretaña vemos que grupos racistas como la English Defense League [Liga de Defensa
Inglesa] tienen una columna abiertamente LGBT. En Israel, vemos a menudo al
movimiento LGBT judío en complicidad con la ocupación de Palestina y con diferencias
tipo-apartheid en los derechos legales. De hecho, con la excepción de China, casi todos los
movimientos seculares de derecha ya no se oponen a los derechos gay. Realmente, la única
oposición a los derechos gay en el mundo hoy es religiosa. Entonces estamos viendo que
los movimientos racistas están comprometidos a usar su ciudadanía para acceder al
gobierno y castigar o hacer daño a los inmigrantes, a los refugiados, a las poblaciones
ocupadas y los musulmanes; y que ahora incluyen a las personas queer en ambos lados de
la ecuación.
En los Estados Unidos, por ejemplo, el repudio a la política de “don’t ask, don’t tell”
[“no preguntes, no cuentes”] ofreció “ciudadanía” a las personas LGBT, esto es, el derecho
a servir en las fuerzas armadas abiertamente, a cambio de participar en guerras inmorales e
ilegales contra los musulmanes en Irak y Afganistán.
Entonces, estamos viendo una tendencia en occidente en la cual se les ofrece a las
personas LGBT una ciudadanía gay total y abierta que les permite excluir, castigar o
incluso matar a otros con el estímulo y la cooperación total del estado.
De modo que esa es la primera nueva división en la comunidad queer, entre quienes
tienen acceso al aparato del estado para castigar y quienes están en el extremo que recibe
ese castigo –en este caso la diferencia es entre ciudadanos y no-ciudadanos. Y en estos
casos las personas en la posición cultural dominante, quienes pueden hacer daño, usan el
argumento del miedo, dicen que ellos tienen miedo, que tienen miedo de los inmigrantes, de
los refugiados, de los trabajadores extranjeros, que tienen miedo de los musulmanes, de los
árabes, de los palestinos, que tienen miedo de los “terroristas” como justificación del uso
del aparato del estado para rechazar y castigar con violencia, encarcelamiento y expulsión.
Antes de continuar, detengámonos por un momento para dedicarnos a este concepto
de la política del “miedo” donde un grupo privilegiado –y tiene que ser un grupo, una
patología de grupo, una turba, porque los individuos no pueden castigar del modo en que lo
hacen los grupos de hostigamiento– donde un grupo dominante puede decir que tiene
miedo con el fin de atacar en grupo o castigar personas que están, en realidad, en peligro.

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¿Cuál es el origen de esto? Algo ha pasado en el discurso popular, y no conozco las
raíces históricas de ello, donde si una persona dice que está “asustada”, tiene el derecho de
hacer daño. Y podemos citar a Judith Butler aquí: “Una cosa es sufrir violencia y otra muy
distinta usar ese hecho para fundamentar un marco en el cual la propia herida autoriza la
agresión sin límites contra objetivos que pueden o no estar relacionados con el origen del
propio sufrimiento”.
El concepto de “espacio seguro” fue usado por aquellos que vivían en la ilegalidad,
pero ahora aquellos de nosotros quienes se han convertido en dominantes continúan usando
ese tropo para reprimir la otredad. Es usado por los dominantes para reprimir el malestar de
la realidad de otras personas, para reprimir los matices, las múltiples experiencias, y el
inherente derecho humano de ser escuchado. Por el contrario, es considerado como
victimizante no seguir simplemente las ordenes de la persona que “siente” o dice que se
“siente” en peligro. Aun cuando sabemos que determinar un castigo por las sensaciones de
una parte es la esencia de la injusticia.
Déjenme detenerme aquí para hablar de la justicia. Para hablar de los valores
feministas.
El cambio justo se hace del mismo modo en el nivel gubernamental que en el nivel
personal. El cambio justo se hace cuando todas las partes afectadas se toman en cuenta. La
injusticia es por definición unilateral.
La seguridad puede significar libertad de la violencia real. Pero ¿qué pasa cuando la
cosa de la cual querés estar “seguro” no tiene nada que ver con la violencia? El reclamo por
la “seguridad” cuando no hay violencia involucrada puede significar la separación de
personas a quienes no se quiere reconocer como igualmente humanas. En términos
afectivos, podés querer que ellos estén silenciados o eliminados porque sostienen miradas
opuestas, o porque te hacen sentir incómodo, te desafían, te dicen que tus acciones tienen
consecuencias sobre otros. Sí, este deseo de no cuestionar tu concepto de ti mismo puede
llamarse “tener miedo”. En términos sociales este otro ser humano te puede atemorizar por
tu racismo, porque tenés miedo a la diferencia, porque te dan miedo las personas que están
teniendo problemas, porque ellos están excluidos y vos temés ser excluido. Así como el
estado silencia y castiga, las personas con acceso al estado pueden extender su poder y
hacer lo mismo. Y esto puede incluir ahora a las personas abiertamente gay.
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El debate más conocido sobre esta cuestión se da en torno a la legislación del
“discurso de odio” y de los “crímenes de odio”, donde nosotros, que fuimos alguna vez
victimizados por el estado, ahora tenemos acceso al aparato del estado para restringir el
discurso de otros y para castigarlos por expresar ideas que no queremos que tengan. Pero
cuanto más acceso al poder del estado tienen las personas queer, más se expanden las
implicancias de este modelo.
Como feministas creemos que todos los seres humanos, por haber nacido, merecen
cuidados, y oportunidades. Es nuestra responsabilidad comprender qué dinámicas
constituyen el “daño”. Nuestro trabajo es reducir el daño en el sentido más amplio posible.
La certeza de que todos los seres humanos merecen ser escuchados y considerados es
inherente a este objetivo.
A nivel gubernamental, rechazamos la dicotomía propio/extraño, donde los
ciudadanos son superiores y humanos, mientras que los no-ciudadanos o residentes de
naciones más débiles deben servir y alimentar a aquellos de nosotros en naciones
poderosas. Rechazamos esto porque hiere a las personas que están afuera, y privilegia a
quienes están adentro.
Igualmente, debemos preguntar lo mismo acerca de las familias. El mayor desafío del
feminismo siempre fue y sigue siendo la familia. Y el hecho de que una familia sea queer,
no la exime de esta verdad.
Como la ideología pro-familia vino a dominar las comunidades queer, estamos
olvidando rápidamente todo lo que hemos aprendido sobre la familia cuando éramos
todavía feministas y prestábamos atención a cómo las instituciones afectaban a las mujeres.
¿Cuáles son las políticas proteccionistas en un ambiente en el cual la comunidad
queer está dominada por políticas pro-familia y pro-natalistas y, al mismo tiempo, tiene
mayor acceso y confort respecto del estado, la ley y los modos oficiales de orden público y
castigo? Con este desplazamiento hacia la dominación viene una nueva relación con el
gobierno, porque la familia tiene una relación con el estado que un individuo no tiene. Cada
vez más las familias queer y los gobiernos comparten la ley y los poderes del orden público
que los individuos y las comunidades no tienen. A medida que algunos queer se sienten
cada vez más “normales”, ellos se sienten identificados con el estado, y están más deseosos
de llamar al estado para castigar en su nombre. Los discursos de seguridad, peligro y
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protección pueden ser, cada vez más, un espacio para la intersección del estado y la familia
en contra de lo individual.
¿Qué pasa cuando las familias están corrompidas? ¿Qué pasa cuando los sistemas
familiares inflan el poder de algunos miembros y destruyen la vida de otros? ¿Quién es
responsable entonces? ¿Quién debería rendir cuentas? ¿A quién le corresponde intervenir?
Cuanto más poder y centralidad tiene la familia en la vida queer, más consecuencias tienen
los sistemas familiares disfuncionales en la comunidad en general. Ahora es el momento
para una conversación franca sobre la responsabilidad de las amistades queer en respuesta a
los sistemas familiares que están corrompidos, o son “disfuncionales”, como amablemente
los llamamos.
Esta es una conversación enormemente compleja que sólo puedo introducir de
manera preliminar esta noche, porque la conjunción de la familia, el estado y las políticas
de “protección” nos traen cuestiones cruciales acerca de la ansiedad, el miedo, el trauma, la
proyección y todos los asuntos emocionales detrás de la familia, la dominación y la
seguridad.
Entonces, tenemos un enorme desafío ahora que la comunidad de amistades queer
está afrontando transformaciones profundas por la ideología queer pro-familia. Una
ideología que construye el hecho de que las personas están relacionadas centralmente como
una estructura legal y social de “protección” en la cual los extraños son una “amenaza”.
Esta es la misma construcción que victimizó a muchos de nosotros de maneras
fundamentales en la relación con nuestras propias familias. No sea que nos olvidemos.
La política pro-familia en la comunidad queer anuló una cantidad de cosas que alguna
vez entendimos pero que ya no recordamos. El cuidado infantil es privatizado en lugar de
colectivizado. Nuestra comprensión del consumismo de la vida privatizada fue olvidada.
Hemos perdido mucho terreno imaginativo y también complejidad emocional en los modos
en que comprendemos y hablamos de las relaciones. Y lo más importante, las ideas sobre
padres perfectos, niños ideales y romances de libro de cuentos infringen un gran daño a
muchos de nosotros.
En la construcción de la maternidad, la idea de lo que es una buena madre y el
modelo de auto-sacrificio predominan. Queerizar la familia no cambió el principio por el
cual se espera que las madres sean mártires. ¿Qué derechos emocionales tienen las madres
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queer frente a sus hijos adultos, especialmente los hijos adultos hombres? ¿Se espera que
ellas sacrifiquen todo para siempre? ¿Cómo juega la diferencia de ingresos entre hombre y
mujeres en las familias queer? ¿Qué pasa con la parentalidad gay masculina y la
subrogación? ¿Con contratar mujeres para el cuidado infantil? Hay todo tipo de ansiedades,
proyecciones y pensamientos distorsionados involucrados en nuestros conceptos sobre la
parentalidad. El hecho de que las personas queer lo hagan no hace a estas cosas menos
perjudiciales para los mismos miembros de la familia. Y, lo más importante, las familias
queer deben ser responsables por las consecuencias de sus disfunciones en la comunidad
más amplia de amigos de la cual son parte.
Ahora, las familias y los gobiernos tienen relaciones especiales de orden y también
funcionan con modelos similares de lo propio/extraño.
Ciertamente cuando el gobierno y la familia tienen éxito y sus miembros prosperan,
hay una exclusión inherente de los otros. Los ciudadanos y los miembros de la familia
prosperan a expensas de los otros.
Los gobiernos exitosos se basan en el trabajo mal pago de los inmigrantes, la
restricción de la inmigración, y a menudo encuentran su riqueza en la explotación de otras
personas, economías y ecosistemas. Los gobiernos exitosos pueden depender de economías
de guerra, producción globalizada y otros esfuerzos que explotan a personas que están fuera
de sus sociedades. Y, los gobiernos exitosos, pueden proporcionar vidas confortables y
subsidiadas a algunos ciudadanos a expensas de otros a los que se les niega la oportunidad,
la participación y la voz.
De manera similar, las familias exitosas a menudo operan con la misma estructura de
explotación y exclusión. ¿Cuántas veces hemos escuchado a alguien decir “tengo que
trabajar en una planta de energía nuclear porque tengo una familia que sostener”? O alguna
otra justificación para hacer daño social porque se tiene una familia, como “tengo parientes
en Israel” o la siempre horrible “los hombres son así”. O, en el nivel más banal, las
personas que dicen “lo siento, tenemos un plan hace tres meses pero viene mi primo”. O
“no puedo ir a ayudarte o cuidarte porque tengo un pariente que…”. La herencia, por
supuesto, es uno de los modos más dramáticos en que las personas con familia son
recompensadas a expensas de otras personas. Las guerras se libran para mantener el

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privilegio de la familia: el racismo y la opresión de clase, en cierto sentido son sistemas de
supremacía basados en la familia.
Una y otra vez mantener el privilegio de los miembros de la familia en detrimento de
quienes no son parientes, es normalizado. Entonces, como el gobierno excluye y castiga a
los no-ciudadanos, las familias excluyen y castigan a las personas que no tienen familia.
Ellos prosperan privando a otros. Y esto es tan fácil de hacer, se hace prácticamente sin
esfuerzo alguno.
Pero es aun más interesante observar cómo las malas familias y los malos gobiernos
hieren a los otros.
Cuando los gobiernos son corruptos, sus propios ciudadanos sufren. Los gobiernos le
roban a la gente o el gobierno mismo está bajo el control corporativo. O el gobierno mismo
es una máquina fallida que no pude servir sus propias necesidades burocráticas. Las
personas sufren y eso puede llevar a la revuelta de la sociedad civil, como estamos viendo
alrededor del mundo ahora mismo.
A medida que la comunidad queer se satura más y más con los “valores familiares”,
con el imperativo familiar, vemos un aumento del privilegio a la “familia” por sobre la
comunidad de amistades, incluso si es corrupta y perjudicial.
Hay consecuencias políticas, desde luego. Claramente, si nos hubiéramos dividido en
unidades familiares privatizadas durante la crisis del SIDA, nunca hubiéramos sido capaces
de organizarnos tan efectivamente como lo hicimos. Fueron las relaciones basadas en la
comunidad que hicieron posibles transformaciones sociales efectivas.
Pero estoy prestando atención a esto también en términos de sus consecuencias
emocionales. El privilegio de las relaciones familiares destructivas por sobre los amigos es
emocional y psicológicamente dañino en la comunidad queer, como lo es en la sociedad
hétero.
Sé que es difícil, pero para abordar esto, tenemos que incorporar algún modo de
hablar de manera realista y humana sobre el dolor psíquico, la ansiedad, la proyección, el
trauma en los modos en que entendemos a las familias. No se puede entender la política de
la familia si las cuestiones emocionales son ignoradas.
Yo vivo en una cultura, la ciudad de Nueva York, que está cómoda reconociendo el
rol central del dolor psíquico en las conductas de las personas. Esto es quizás porque Nueva
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York fue el punto de llegada de una generación pionera de psicoanalistas que escaparon del
fascismo. Ellos se instalaron y entrenaron y, como consecuencia, aprender a pensar
terapéuticamente es una parte integrada de la cultura. Parte de ser una adulta, en mi mundo,
es adquirir una comprensión relajada de que las personas pueden hacer cosas porque están
deprimidas, o ansiosas, o maníacas –y vemos este reconocimiento como algo compasivo y
realista. Resulta afectuoso, comprensivo y perspicaz decir que alguien ha hecho algo cruel
o destructivo porque está emocionalmente fuera de control, o tan ansioso que no puede
pensar bien las cosas. Tomarse el tiempo para darse cuenta de que alguien está disociado,
en vez de pensar que es egoísta, o ansioso en lugar de malo. Esta generosidad en la
percepción es un tipo indulgente de reconocimiento basado en la aceptación de que todos
somos humanos y necesitamos de la asistencia compasiva de nuestros amigos para pensar
las cosas y calmarnos en lugar de actuar compulsivamente. Ayudar a los otros a calmarse es
parte de nuestro trabajo.
Toda persona necesita ser criada. Por esto quiero decir que toda persona necesita ser
ayudada, alentada, apoyada para ser responsable de sí misma y de otros. No ser amenazada
por tener en cuenta a otras personas. No tener miedo de la diferencia.
Ahora, sabemos desde hace tiempo que el estado se alinea con las familias basándose
en la clase y la raza. Las familias que necesitan ayuda financiera, y apoyo, o que enfrentan
las consecuencias de la opresión y agresión social, son a menudo rechazadas por el estado.
Mientras que las familias que replican las estructuras nacionalistas, y sirven como un brazo
del estado son crecimientemente fortalecidas. Las familias queer que encajan con el perfil
racial y de clase son, cada vez más, invitadas a este pacto con el demonio. Esto es
promovido en la comunidad queer hasta el punto de que la familia es el nuevo estado-
nación queer, la cosa a ser protegida sin importar cuánto daño hace. Esto hace que las
personas que están por fuera de la familia sean las más vulnerables, las que van a ser
castigadas, culpadas, silenciadas y excluidas. Por ejemplo, que algunos de nosotros
aprendamos a cuidar de nosotros mismos mientras otros se introducen a la edad adulta por
el dinero o la infantilización de sus familias tiene graves consecuencias en el resto de
nosotros. El resto de nosotros paga el precio. Las familias que no pueden resolver sus
problemas, producen problemas en curso para quienes les rodeamos. Todo problema de una
familia tiene consecuencias en las personas con quienes los miembros de esa familia viven
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e interactúan. Y aun así el estado se alinea con esa familia, y el resto de nosotros quedamos
a su merced.
La tercera y última categoría significativa que divide la comunidad queer entre
aquellos con acceso al aparato del estado para castigar y aquellos que son castigados es el
estado serológico. Estamos viendo una tendencia ahora mismo hacia la criminalización del
VIH. Hay leyes en Canadá, en algunos estados de los Estados Unidos y en otros lugares
que están emergiendo en las cuales el estado está ofreciendo a las personas VIH negativo la
posibilidad de castigar a las personas que son VIH positivo si tienen sexo y las persona que
tiene VIH no lo revela. Previamente, cuando ambos estaban en la ilegalidad, la única
opción era aprender a comunicarse con el otro. Pero ahora el estado está diciendo “no te
preocupes, sólo informa y nosotros castigaremos a quien es VIH positivo”.
La criminalización del VIH es la manipulación perfecta de la política de “tener
miedo”. Por supuesto que el caso de Trayvon Martin en Florida, Estados Unidos, es el más
claro ejemplo de los abusos de la política de “tener miedo”. El asesino, George
Zimmerman, “tenía miedo” de las personas negras. El se sintió “en peligro”, y como
resultado asesinó a un hombre negro desarmado en lo que el sitió que fue “defensa propia”.
El estado, puede decirse, permitió esto. Esta ansiedad patológica, en la cual el perpetrador
se ve a sí mismo como la víctima fue habilitado por su comunidad en conjunción con el
estado para mantener ese concepto de sí mismo. Lo que ni el estado ni la comunidad
proveyó fue una forma de ayudar a que él se calmara, una estructura social de intervención
para que él no actuara de acuerdo a sus ansiedades, sino que, en cambio, aprendiera a
nombrarlas. Sus amigos y su familia y el estado no lo ayudaron a aprender a decir “me
siento provocado”, “siento un rabia fuera de control”, “me siento obligado a hacer cosas
destructivas”. En cambio ellos reforzaron su ansiedad, su falsa realidad y sus acciones
punitivas como si fueran razonables. De manera similar, para aquellos involucrados en
Israel/Palestina, escuchamos los mismos argumentos. Los israelíes dicen que tienen
“miedo” y por lo tanto la deshumanización de los palestinos está justificada. Cuando los
israelíes dicen que tienen “miedo”, se eximen de la necesidad de negociar.
Pero las feministas tomamos la responsabilidad de disipar el miedo, no lo
alimentamos. Estamos investidas en la incómoda pero humanizante conversaciones que
ayuda a la gente a cambiar de posición y a construir vidas de autenticidad y profundidad.
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Nosotras no atacamos en grupo a la gente, no cerramos procesos de humanización, y
nosotras no rehuimos. Las feministas saben que enfrentar y tratar con los problemas es la
base del cambio progresista. Esto es verdad para los gobiernos, las familias, las
comunidades, los amantes y los amigos. El castigo solo profundiza y posterga el conflicto
y la ansiedad. La represión nunca hizo avanzar a la gente. Cuanto más difícil es castigar a
otros, más las personas deben buscar soluciones justas.
Entonces, en estas tres arenas: la ciudadanía, las familias promovidas por el gobierno
y la criminalización del VIH, los que quedan afuera se convierten en los nuevos queer, los
nuevos amenazados, el nuevo objeto abyecto sobre el cual acordamos en proyectar, y quien
es hora vulnerable al estado y por la familia queer –que no se siente ya amenazada por el
estado– y que ahora se identifica con el estado. Por el ciudadano queer que quiere proteger
su supremacía racial, por el queer VIH negativo que no quiere tener la responsabilidad de
comunicarse, por la familia queer que no quiere rendirle cuentas a otros. Entonces, como el
estado ellos se sienten en peligro en parte por esta nueva experiencia de dominación — el
“miedo” realzado (es decir, el desdén) por el otro.
Sentirse amenazado no es lo mismo que estar amenazado. Los sentimientos sin
justificación son un privilegio de la dominación. Sólo los que rehúyen no tienen que
justificar. El rehuir los libera de la demanda de ser responsables. Son las personas que
reciben el castigo quienes son culpadas de todo. De este modo, como una familia se siente
puede ser más importante que la verdad. El estado se siente amenazado, la familia se siente
amenazada. El ciudadano se siente amenazado. El VIH negativo se siente amenazado. Ellos
usan una retórica basada en la “violencia” cuando no hay violencia. Al mismo tiempo,
muchas personas en nuestra comunidad viven con violencia real, pero no tienen ningún
aparato.
Entonces el ejército de los amantes∗ es ahora el ejército de los ciudadanos y las
familias y las personas VIH negativas. De hecho, ellos están al servicio de las familias. Son
la milicia para las familias, y ellos están al servicio del estado. Como el verdadero ejército.
El ejército de los amantes es el ejército, y está allí para salvar a la familia. Usando la


N. de la T.: En la década de 1970 en Estados Unidos un conocido slogan de los movimientos gays y lésbicos
decía “El ejército de los amantes nunca será derrotado!” [“The army of lovers shall never be defeated!”].
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retórica de la amenaza, el miedo y la violencia. Pero ¿cuándo la comunicación es lo mismo
que la violencia? Yo diría que nunca.
Entonces ¿cuáles son las implicancias? Tenemos que ajustar el relato que contamos
sobre quienes pensamos que somos. Para aquellos de nosotros que somos abiertamente
queer y queremos continuar con el cambio progresista, tenemos que reorganizar nuestras
alineaciones, para que nuestros compromisos se hagan desde el punto de vista de los que
verdaderamente están en peligro: los no-ciudadanos, aquellos cuyos territorios están siendo
ocupados, aquellos que están fuera de la familia, los que son victimizados en el interior de
la familia, los que son VIH positivo. Para aquellos de nosotros que no son queer y aun así
quieren un punto de vista liberador, tenemos que re-desafiar nuestro concepto de nosotros
mismos para no estar apoyando solo el comportamiento LGBT que nos recuerda a nosotros
mismos, sino que hagamos espacio y de hecho insistamos en el rango completo de las
variaciones humanas sin tener que ser personalmente replicados o reafirmados.
Es una cuestión de conciencia. De sensibilización. Y como con todas las ansiedades,
las políticas y las personales, hay una responsabilidad de grupo que hay que comprometer
para la incomodidad de la conciencia que es esencial a la justicia, necesaria para el cambio
progresista y, consistentemente, el constante desafío del feminismo.

Gracias.

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