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Ceres no sólo fue el primer asteroide descubierto, sino también el más grande de
cuantos se conocen. Otros asteroides se descubrieron posteriormente. Pallas
tiene 600 kilómetros de diámetro, y fue descubierto en 1802; Juno, de 250
kilómetros, en 1804; Vesta, de 500 kilómetros, en 1807. Actualmente se considera
que existen más de 30.000 asteroides de tamaño mediano, que varían desde el
sustancial Ceres, hasta otros más pequeños, como Ícaro, que apenas tiene un
kilómetro y medio de diámetro. El número de los asteroides aún más pequeños, de
tamaño de canto rodado o guijarros, o simples granos de arena, se estima en
billones. Solamente unos 1.600 asteroides han sido estudiados con suficiente
atención, como para determinar su órbita precisa y su futuro paradero.
Todos los 1.600 asteroides a los cuales se les ha seguido la pista circulan
alrededor del Sol en la misma dirección -oeste a este– que la tierra y demás
planetas. Como la mayoría de los asteroides se desplazan en una ancha banda
entre el pequeño planeta Marte y el enorme Júpiter, es este último el que gobierna
sus movimientos.
Antes que los asteroides troyanos fueran descubiertos, el perito francés en las
ciencias mecánicas, Joseph Louis Lagrange(1736-1813), demostró
matemáticamente que cada planeta podía tener, precediéndolo o siguiéndolo en
órbita, dos puntos gravitacionales de equilibrio, donde los cuerpos podrían
estabilizarse. Cada uno de estos puntos sería el tercer ángulo de un triángulo
equilátero formado por las líneas que unen los puntos indicados, el planeta y el
Sol. Los asteroides troyanos se agrupan en torno de los puntos lagrangeanos de
Júpiter.