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Edmundo Murrugarra Florián

¿Qué quiso decirnos José María Arguedas con la rotunda afirmació n “No soy un aculturado?, ¿A
qué cultura se refería, a la que no quería incorporarse integralmente o entregarse de alma vida y
corazó n? Tanto los críticos de José María como los que seguimos su huella coincidimos en que se
refería a la cultura moderna occidental.

Los pueblos europeos, durante los siglos XV al XVII, elaboraron tradiciones culturales de las
antiguas culturas y religiones del Medio Oriente y dieron lugar a lo que hoy se llama la
modernidad occidental. Significó una ruptura mú ltiple dentro de la continuidad de milenarias
tradiciones. En el nú cleo duro de esta modernidad occidental está n las nociones de desarrollo, de
progreso y de felicidad humanas como dominio, control y reproducció n de los otros seres
llamados “cosas”, construcciones culturales que se concretan en la producció n industrial infinita
que se nutre de la ciencia y tecnología. La universalizació n de estas nociones con la globalizació n
capitalista multiplica la producció n pero también la destrucció n. Verdadero callejó n sin salida.

José María, desde su opció n de “entropamiento vital” con los pueblos indígenas, percibió la
violencia desgarradora que significa ese callejó n sin salida. Por eso es que estamos ante un
visionario del drama humano actual, pero también ante un adelantado militante por una
civilizació n esperanzadora. ¿Qué vio?, ¿por qué no quería aculturarse, o sea, modernizarse en el
sentido de entregarse en alma vida y corazó n al nú cleo duro de la civilizació n occidental? En
mérito al tiempo solo voy a comentar desde la mirada arguediana tres aspectos de la agonía en
que se debate actualmente la humanidad hegemonizada por la modernidad occidental.

Primera ruptura.

La modernidad termina de romper el parentesco esencial entre los seres humanos y los demá s
seres que pueblan el planeta. Lo que estaba insinuado en los mitos de creació n fue elaborado por
la argumentació n ló gica conceptual y abrió la puerta a una nueva sensibilidad e imaginario que
legitimaron la manipulació n, control y reproducció n al infinito de los demá s seres, porque son
“cosas”, seres sin dignidad porque no sienten ni piensan como los humanos. Esta ruptura es el
rasgo esencial de la modernidad occidental que alimenta su inmenso poder creador y destructor
y ha sido llevado al paroxismo (Exaltación extrema de los afectos y pasiones) por el capitalismo
globalizado, sin que el socialismo surgido de esa misma modernidad occidental haya podido
evitarlo como se propuso. Hoy, atolondradamente los líderes de los estados dominantes se
reú nen una y otra vez para encontrar solució n a la destrucció n y dolor humano que produce la
matriz cultural occidental.

Esto fue entendido por José María Arguedas. Por eso se empeñ ó en mostrar el valor y pertinencia
para la humanidad de la forma có mo viven los pueblos andinos y sus relaciones respetuosamente
dialogantes y lú dicas con los otros seres. En su ficció n literaria aparece un rasgo que es

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reconocido por los analistas y que hoy ha mencionado Hugo Neira, la ternura y el erotismo
vivificante en la relació n con los otros seres que la modernidad occidental consideró indignas de
respeto y diá logo. El lirismo naturalista que preñ a sus pá ginas y frases y que lo lleva justamente a
estrujar y sacudir las estructuras de la lengua castellana para impregnarlas de ese lirismo que la
lengua y cosmovisió n quechua si lo expresan. Esa relació n de amistad dialó gica entre el ser
humano y los demá s seres.

Un joven profesor sanmarquino ha hecho un trabajito que como educador valoro mucho, su tema
es la escuela en los trabajos de Arguedas. Có mo el zumbayllo con su presencia animista y baile
musical mitiga angustias y facilita interrelaciones infantiles. Y có mo el niñ o Ernesto, aporreada su
alma por la violencia pedagó gica de aulas, clases, profesores y jerarquías, escapa del colegio para
lanzarse a buscar refugio en maizales, alfalfares y cañ averales de las pampas por abajo de
Abancay. Así recupera equilibrio emocional, entablando otra relació n con los seres sencillos,
humildes, tiernos de la naturaleza. El hombre sufriente de sus novelas recupera transparencia de
espíritu y convicció n de saberse digno en diá logo amistoso con los seres humildes del cosmos,
empezando con los humanos despreciados. En el Primer Diario de su ú ltima novela El Zorro de
Arriba y el Zorro de Abajo, José María describe el diá logo de sentimientos e imá genes con las
cataratas que se despeñ an en los abismos de la sierra andina, como la de Obrajillo y el gozo que le
depara el revolcarse con perros chuscos y el diá logo de placeres con los chanchos mostrencos
cuando les rasca-acaricia panza y cabeza.

Ante esta experiencia estética, eró tica y ética cabe preguntarse, ¿có mo la humanidad detiene la
destrucció n en curso si no recupera y recrea sus vínculos esenciales con los demá s seres?. Se lo
intenta poniendo a la noció n de desarrollo el adjetivo de sostenible, pero sin mayor cambio. Y
recién nos asomamos a percibir el abismo en que nos encontramos cuando al cá lculo del
producto bruto neto se le añ ade el cá lculo del “producto bruto neto ecoló gico”, que resulta de
restar a las impresionantes cifras de crecimiento de los países el valor de la destrucció n de los
demá s seres que ha producido ese crecimiento. El resultado siempre es espeluznantemente
negativo.

¿Cuá l es la solució n? Arguedas no la propone explícitamente. La muestra, la pone delante de


nuestros sentidos, corazó n y entendimiento. Nos describe otras formas de vivir la vida, otras
formas de ser felices, entregá ndonos materiales para repensar y volver a imaginar y sentir otro
desarrollo, otro progreso y otra felicidad. Ahí tenemos su herencia para que las generaciones que
le siguen reelaboremos y revivamos el vínculo perdido. No será obviamente el animismo antiguo
o el panteísmo, como llamaba Mariá tegui a la cosmovisió n de los pueblos indígenas, pero sí la
reconstrucció n del vínculo dialogante de amistad familiar entre los humanos y los demá s seres.
Eso que todavía hay en la relació n de los niñ os con su mascota o con las plantas en nuestros
jardines, en nuestras azoteas, o lo que hacen los alcaldes cuando calman su voracidad de cemento
y riegan los restos de verdecito de los parques. Estas conductas señ alan la esencia que ha sido

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estropeada hasta la casi extinció n, pero que puede ser recuperada para que sobrevivamos como
especie.

Sobre este tema crece en el mundo la preocupació n porque las cifras de crecimiento econó mico
no van de la mano con la satisfacció n que siente la gente en su vida. El gobierno de Francia, han
encargado a dos premios nobel de economía que averiguen lo que para los pueblos es la felicidad
porque, al igual que la Constitució n norteamericana, quieren incluir entre los derechos humanos
el de la bú squeda de la felicidad. En el Parlamento brasileñ o se discute actualmente esa enmienda
constitucional. ¿En qué consiste la felicidad? El informe que sobre el tema ha elaborado un grupo
de pensadores finlandeses claramente cuestiona la forma de vida fetichistamente consumista que
la modernidad occidental ha extendido por el mundo, y aconseja recuperar los vínculos de
amistad y colaboració n con los vecinos humanos y no humanos, revalorando los espacios
pú blicos comunitarios.

Arguedas al mostrar las formas de vida de los pueblos subordinados está alegando por su
pertinencia para la bú squeda actual. Por eso es visionario y precursor de una civilizació n
alternativa a la modernidad. Lejos de proponer un regreso al pasado, celebra la incorporació n de
la tecnología occidental, pero redefinida para vivir su dimensió n espiritual y lú dica como en la
Oda al Jet.

Segunda ruptura.

Es la del vínculo del individuo con la comunidad. La modernidad produce el ciudadano como
individuo. Nuestro DNI nos presenta sin padre y sin madre. No se sabe de dó nde hemos salido,
solo en la direcció n hay una vaga alusió n al vecindario. Esta identidad moderna del humano se
construye desde el siglo XVII. Hobbes está entre los autores que informan de esa creació n. La
familia ha resistido transformá ndose, la comunidad rural apenas sobrevive ya maltrechamente. Y
lo que tenemos es la ciudad y los estados-nació n como colecció n de individuos.

Las consecuencias de esta ruptura son muchas. Soció logos, antropó logos, sicó logos y siquiatras
no só lo se encargan de diagnosticarlas, sino, en el caso de las patologías sociales y
psicobioló gicas, tratan de curarlas. No voy a extenderme mucho porque ya debe estar
acabá ndose mi tiempo, ya me está mirando la moderadora. Que me mire Carmen María, por
supuesto que me halaga y estimula, pues la modernidad occidental no valora precisamente a los
viejos. Sobre la segunda ruptura solamente reitero algo que ayer mencioné en otro auditorio, el
idioma quechua tiene la misma raíz para designar al yo, o autoconciencia individual, y para
designar al nosotros, la autoconciencia comunal. Las lenguas romances europeas tienen vocablos
distintos para designar ambas realidades. En quechua Ñ oqa designa a la primera y para la
segunda emplea el Ñ oqanchik o Ñ oqanchis, y Ñ oqaiku cuando es nosotros excluyente. El empleo
de la misma raíz denota el indesligable vínculo de la identidad individual con la grupal o comunal.

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Y paso a la tercera ruptura.

La modernidad europea trajo el aporte de la ciencia, entendida como la verdad, fruto del
paradigma de escindir la realidad en el binomio sujeto-objeto. Es una aplicació n de la escisió n o
ruptura que mencionamos al comienzo. El supuesto es que en la bú squeda de la verdad los
sentimientos, los instintos, los sueñ os, han sido suprimidos, incluso los sentidos habrían sido
relegados. Con ese modelo se organizan también el Estado y sus instituciones. Como educador
pienso en las escuelitas que fueron ideadas bajo el modelo del cuartel y del convento para
suprimir el cuerpo, las emociones, las sensaciones, los deseos, las hambres, la imaginació n, para
que florezca la luz de la verdad, se la perciba y se la conozca.

Esta organizació n de la vida moderna significó la separació n de lo ético y de los estético respeto
de esta bú squeda de la verdad, de la ciencia. Lo bueno y lo bello quedaron separados de la
verdad, de la ciencia y la estética fue marginada. La universidad del siglo XIX, la que imaginó
Humbolt, no tenía artes. Eso era para los borrachos, para los ociosos, para los que pierden el
tiempo, a diferencia de lo que habían sido el trívium y el quadrivium medievales que
mantuvieron la mú sica.

Con Arguedas, sus estudiantes hemos vivido otra visió n de lo humano. Los sentimientos no
estorban la bú squeda de la verdad. El amor, el cariñ o, la ternura, la có lera pueden impedir pero
también pueden fomentar y facilitar esa bú squeda. Hoy eso es reconocido generalizadamente y
queda como un mito aquello de querer evitar la presencia de los valores y de los sentimientos en
la relació n del investigador con sus otros sujetos investigados. Esta exclusió n del placer, de la
alegría, de la ternura, de los sentimientos en general, de la tarea que produce el conocimiento y
los bienes y servicios es una de las características de la civilizació n occidental y de la empresa
capitalista. Pero desde que los japoneses empezaron en la post guerra a levantar su país de las
cenizas, utilizaron los sentimientos, la espiritualidad, el cuerpo para incluirlos en la empresa
capitalista. Hoy es una generalidad ya.

Y nosotros los educadores poco a poco recuperamos una larguísima tradició n del juego, la
alegría, la canció n y las maravillas del cuerpo en el trabajo de aprendizaje de los seres humanos.
Con José María no solo lo hemos hablado, sino que lo hemos practicado.

Por eso y para terminar digo que José María es un visionario, no solamente del presente sino de
lo que está emergiendo y que puede florecer en el futuro. ¿Quién es el arcaico, entonces? Es quien
se quedó en la vieja modernidad occidental. Los mejores espíritus de la vieja Europa no hablan ya
de modernidad. Hablan de modernidad radicalizada, de alta modernidad o de post modernidad.
José María no hubiese empleado esos términos porque seguía la advertencia de Mariá tegui de no
copiar ni calcar. Hubiese dicho simplemente “somos y seremos las culturas andino-amazó nicas
contemporá neas". Esta cultura ha acogido y acoge a pueblos y culturas venidos de todas partes

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del mundo. En las palabras de Martí, bienvenidos los injertos de otras culturas, pero el tronco
debe ser americano. José María con Mariá tegui hubiese dicho el tronco es el milenario tronco de
las culturas indoamericanas.
2da Vuelta

Lo andino ¿es puro arcaísmo? ¿es solo cosmovisió n espiritual, solamente poesía? ¿No hay quipus
y matemá tica, no hubo andenes e ingeniería del agua, no hubo saberes y tecnología
prehispá nicos? John Murra mostró fehacientemente que hubo una organizació n y ocupació n
racional del espacio, con sus principios de reciprocidad y complementació n. ¿ No hay ahí una
ló gica?. ¿No señ aló Lévi-Strauss que los pueblos llamados primitivos sabían pensar, clasificar y
ordenar, que había un logos? En la primera parte he dicho el resumen de ese logos. ¿Y Arguedas
es solo lo poético? Hay el Arguedas antropó logo. El Ministro de Cultura preside la Comisió n del
Centenario de Arguedas que promueve la edició n de su obra antropoló gica completa, entre otras
acciones conmemorativas.

Por otro lado, si bien en la modernidad europea ha predominado la racionalidad Instrumental,


también esos pueblos han creado el romanticismo, las utopías revolucionarias, Marx, el
surrealismo, Freud y el psicoaná lisis, las artes. Nuestro laureado escritor Mario Vargas Llosa
acude al mito, a su potencia imaginativa, a sus demonios interiores -como él bien dice- para crear
literatura. ¿Acaso el mito no juega un papel importante en ese gran libro que es La Guerra del Fin
del Mundo? La dicotomía modernidad-arcaísmo es engañ osa. Se vuelve contra quienes la usan
para minusvalorar las culturas andino amazó nicas.

Entre nosotros los estudiosos constatan desde hace medio siglo que nos han nacido individuos
articulados de variada forma a sus comunidades. ¿Qué combinan y mezclan estos sectores? Julio
conoce un texto de Enrique Urbano sobre Tradició n y Modernidad.en los Andes. Allí el añ o 91 se
sostiene que estamos ante una mezcla abigarrada. Se desarrolla el individuo desde su tradició n.
En este mismo escenario de la Biblioteca Nacional ha tenido lugar un largo ciclo de debates sobre
lo cholo, entre gentes que ya encarnan la transformació n de la tradició n andina al influjo de la
modernizació n capitalista. Es cierto, no hemos tenido Rendones Huilcas triunfantes, pero hemos
tenido Dinas Pá ucar, Sonias Morales, Shapis, todos creativos empresarios que incorporan
modernidad desde sus tradiciones.

En el Perú de hoy, muchos en las altas esferas no se sienten có modos con un Arguedas que es a la
vez poeta, novelista, cantor, maestro, antropó logo, promotor cultural y militante visionario de
una utopía política pluricultural. Pero los pueblos nos convocan a cambiar nuestras actitudes. La
modernidad y su ambivalencia constructiva-destructiva ya nos habita, estamos en medio de la
ciencia y la tecnología. Lo que tenemos que hacer es redefinirlas dentro de las matrices andino
amazó nicas para recuperar su lado no destructivo. Arguedas trabajó en esa tarea. Los hindú s, los
musulmanes, los asiá ticos, incorporan el conocimiento científico y no han perdido su identidad ni
sus culturas. Los mejores matemá ticos del mundo usan turbante como hace mil añ os, ¿creen

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ustedes que no se puede ser matemá tico y musulmá n, que no se puede ser japonés y científico?
Por lo tanto ¿no se puede ser andino y amazó nico absorbiendo y redefiniendo la modernidad?

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