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Transferencia e Interpretacion Ines Sotelo PDF
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Inés Sotelo
Mariana Santoni (AP de EOL y AMP): El recorrido que Inés nos va a proponer parte de poder pensar
el psicoanálisis en el hospital tomando como orientador que nuestro partenaire es la civilización,
eso que decía Lacan que el psicoanalista esté a la altura de la época. El pensar como analistas cómo
hacer una lectura, una interpretación de los fenómenos de época eso genera transferencia hacia el
psicoanálisis y la pregunta que nos vamos a ir planteando a lo largo del recorrido es ¿cuál sería el
partenaire analista que conviene en relación a un caso particular, a un sujeto en una institución y
en una época?
Vamos a comenzar con una interrogación, con el poder pensar que la salida de una urgencia
subjetiva puede ser la entrada en un análisis. Esto Inés lo trabaja en su libro DATUS y les voy a leer
algo que me pareció muy lindo en relación a lo que vamos a trabajar, dice
La angustia es una verdadera epidemia del mundo contemporáneo, y cada vez más, motivo
acuciante de consulta en los servicios de urgencia. El sujeto que llega a estos servicios a punto de
verse liquidado por el tiempo de lo instantáneo – ya sea bajo el efecto de un trauma, de un pasaje al
acto o de otra emergencia súbita de lo real – (…)
La angustia, uno de los nombres de la urgencia subjetiva, es el mejor signo que podemos
encontrar en el sujeto consumido por este tiempo (…) Hace falta para que la angustia se convierta en
un síntoma tratable, un tiempo (…) Es un tiempo subjetivo, el tiempo que hace falta para que el
propio sujeto se localice él mismo en lo que puede decir de la experiencia traumática que lo ha
llevado a la urgencia. Es el tiempo para preguntarse: ¿que qué soy y dónde estoy en lo que digo?
Cuando ese tiempo llega a producirse, entonces lo que angustiaba toma la forma de un síntoma
tratable.
Y la tercera interrogante que va a plantear Inés es ¿por qué escribir? esto lo va a abordar en relación
a casos clínicos, en relación a la construcción de un caso clínico pensado como escritura.
Inés Sotelo: Hola, buenos días. Muchas gracias Mariana Santoni por invitarme y gracias a ustedes
por estar acá porque me parece que nuestra práctica es una práctica en la cual es crucial extender
los lazos y el modo solitario en el que trabaja el analista, lo solitario del analista y su acto es clave.
Su acto, su decisión, su autorización, su corte, es un acto siempre en soledad, allí ya no hay otro,
todas las referencias que uno va tomando en ese momento desaparecen y el acto es ese paso, esa
decisión insondable. Entonces ¿cómo poder sostener esta soledad? me parece que la clave es con
los otros y con los otros es cómo hacer lazo justamente en esta particularidad de relación que es la
transferencia de trabajo. La transferencia de trabajo es lo que sostiene que hoy estemos aquí, que
yo haya viajado a Mendoza, el trabajo en relación a Mariana, a la Escuela, en relación a la
Universidad porque me parece que es importante que el psicoanálisis esté en la universidad, esta
es una apuesta que sostengo desde el año 92 que volví ya graduada a la universidad y ¿por qué
sostengo que el psicoanalista tiene que estar en el hospital? mi apuesta verdaderamente tiene que
ver con el atravesamiento, mí apuesta y la de muchos de ustedes que hoy están acá. El siglo XXI nos
depara poder esclarecer algunas cosas que tal como las inventó Freud en el siglo XX estaban en
relación con una época, la época victoriana y había un modo de vivir la sexualidad y la pulsión propio
de esa época. Entonces, uno está pensando y dando vueltas sobre conceptos, y repensándolos
porque la clave está en entender que nuestro partenaire es la civilización y la civilización no nos
espera, no espera qué tiene para decir el psicoanalista, la civilización vive la pulsión y el psicoanálisis
va detrás leyendo, interpretando, orientando, recreando y reinventándose, es más Lacan termina
diciendo que el psicoanalista tiene que reinventar el psicoanálisis vez a vez, esto es algo tremendo,
es una responsabilidad tremenda. Cada vez que cada uno de ustedes está con un paciente, está en
un hospital, está en el centro de salud, está en el dispositivo escolar, está en el Juzgado tiene que
reinventar el psicoanálisis de un modo absolutamente original porque ese paciente, ese sujeto que
tiene en frente no encaja en ninguna categoría. Sí, en el DSM calza en alguna categoría, pero
finalmente la singularidad es lo que hace que ese paciente sea único y lo que le pasa sea único, no
sea igual a nada. Esto es un modo de entender cierto paradigma, eso que aquí se presenta va a ser
leído por un intérprete y va ser muy distinta la interpretación de un acontecimiento si la lee un
psiquiatra, si la lee un trabajador social, si la lee el juez, si la lee el psicoanalista. Me parece que
también uno tiene que entender qué estoy diciendo cuando digo el psicoanálisis uno por uno ¿qué
estoy diciendo, qué quiere decir eso, cuál es esa marca?
¿Por qué el tema de la Urgencia? Bueno les puedo contar como llego yo al psicoanálisis, curso la
facultad de psicología en la UBA durante la dictadura, con lo cual tuvimos una materia cuatrimestral,
eso fue todo lo que tuvimos de psicoanálisis. Hoy en la facultad de la UBA estamos
fundamentalmente los psicoanalistas lacanianos ahí apostados, sosteniendo lo que entendemos
que es una posición tomada, no tiene nada de ingenuo que uno esté ahí en la universidad, es
entender que para que el psicoanálisis exista los analistas tenemos que hacerlo existir; tenemos la
responsabilidad de sostener nuestra práctica con todo el rigor ético y con toda la rigurosidad que la
época nos imponga ese es el desafío, sin estándares pero con principios inamovibles de lo que es el
psicoanálisis, recreando, reinventando, controlando, analizándose. Estar en la universidad es una
decisión política, la política del psicoanálisis.
Ubicamos la urgencia y la época, el modo en que la época vive la pulsión y una primera cuestión que
hay que ubicar en relación al lugar del analista en el hospital es una pregunta crucial para entender
qué lugar ocupará uno en la transferencia, la cuestión a despejar es ¿qué relación tengo yo con la
locura, qué relación tengo con el sufrimiento del otro y qué relación tengo con las patologías
mentales? Esta pregunta compleja, difícil y de múltiples respuestas es la que conduce al analista
primero a una interrogación, a un trabajo sobre sí mismo y a poder ubicar los propios puntos ciegos
que son aquellos que van a ser obstáculo en la trasferencia, es decir, el deseo del analista no es un
deseo puro, no es un deseo sin manchas, no es un deseo objetivo y nuestra interpretación no es la
interpretación certera sino que va a ser entendida y trabajada en el marco de un concepto crucial
que es la transferencia, concepto que por supuesto Freud destaca y revaloriza pero que está
presente en las relaciones humanas, el tema es que Freud le va a dar un marco fundamental y va a
conceptualizar la transferencia como obstáculo en la lógica de la cura y justamente el analista debe
tener claro. Aunque si leemos La Dirección de la cura también sabemos que el analista es libre en su
táctica y ahí podrá ser creativo e inventar cada vez el psicoanálisis, menos libre en la estrategia que
es la de la transferencia, hay que tener bien ubicado cuál es el lazo transferencial de ese sujeto en
relación a mí, qué lugar ocupo transferencialmente para ese paciente que viene a mi consulta, eso
es clave y en eso soy menos libre; no es lo mismo la transferencia de un paciente en una estructura
neurótica o en una psicótica, en urgencia o en un paciente en análisis, hay que ubicar con mucha
claridad el lugar que ocupo en la transferencia. Y finalmente es mucho menos libre en la política ¿en
cuál política? en la política del psicoanálisis, de hacer existir el psicoanálisis, esto que hago no es
cualquier cosa, volvemos al sin estándares pero con todo el rigor ético. Esto quiere decir que se es
menos libre en la política, ya que hay un rigor ético del que no puedo apartarme, sí del estándar que
me da la táctica, de la interpretación, vamos a ver si la táctica de la interpretación se articula con la
estrategia de la transferencia y ver cómo eso puede ir operando en el dispositivo institucional.
El dispositivo institucional, DATUS, es una sigla “dispositivo analítico para el tratamiento de las
urgencias subjetivas”, es la tesis de doctorado, en la cual lo que intento transmitir es que los
dispositivos institucionales tampoco son ingenuos, responden a una política y uno tiene que
entender primero que la institución hospitalaria no podría ser una institución analítica, no lo es, es
una institución del amo y tiene que serlo. Hay que ver cómo nos hacemos un huequito en ese lazo
particular y singular con cada paciente, pero yo no puedo pretender que la institución hospital o la
institución universidad sea analítica porque es un lugar para enseñar y tiene su lógica, que luego acá
esta mañana de viernes uno intente hacer una transmisión corriendo un poco el saber y deslizándolo
entre ustedes y yo, un saber que va y viene y el saber no queda en la docente o en el invitado, no
queda en el discurso universitario, es un saber que va y viene y que se vivifica en la práctica de cada
uno, en lo que cada uno tenga para decir de esto que está dicho es una cosa, pero la universidad es
un lugar en el cual hay notas, hay actas, hay inscripciones, hay firmas y ese no es el discurso analítico.
Uno a veces le pide a la institución que avale la presencia del analista cuando en realidad no tiene
por qué ser así, la institución hospitalaria tampoco tiene por qué. Cuando Mauricio Goldenberg se
mete ahí, inventa y mete analistas, los pone a trabajar e inventan la interconsulta a partir de algo
que ya existía en Estados Unidos que se llama patrulla de camino, y toman ese significante porque
ya que no nos van a consultar al servicio entonces vamos a la clínica médica, a internación, a cirugía
a ofrecerse, con la oferta a causar demanda e inventaron un modo de interconsulta en el que el
psicoanalista estaba ahí cuando al médico se le armaba el problema escuchando al paciente, el tema
es cómo ahí al médico se le arma un problema cuando el paciente no quiere su bien: no se quiere
internar, no se toma la medicación, no nos hace caso, nosotros tenemos la clave de su destino, como
buen amo, y el paciente resulta que como buen histérico castra al amo y dice esto no me sirve, no
lo pienso, no lo voy a hacer, fui al psiquiatra y ya arreglé que no voy a tomar medicación. Frente a
esto el médico y el saber médico suelen entrar en urgencia que es una urgencia distinta a la del
paciente, que se confronta con la enfermedad, la muerte y con este cuerpo sufriente. Hay
dimensiones de la urgencia que van entrando en la clínica y que toman formas diferentes en la
institución hospitalaria. La institución psicoanalítica tiene otra lógica, la lógica de una transferencia
particular con un modo de entender el psicoanálisis, con un modo de entender la clínica y entender
la institución que lleva a Lacan a romper con la IPA, en un punto de ruptura que debe haber sido
absolutamente doloroso y difícil porque la IPA era la institución de Freud. Esas rupturas que uno las
cuenta al pasar son momentos cruciales de la historia del psicoanálisis que además marcan un modo
de hacer existir el psicoanálisis. No es que una institución sirva más que la otra pero sí uno tiene que
ubicar también los puntos ciegos, los propios, los que tienen que ver con el fantasma, con la historia,
con la relación que cada uno tiene con la locura, con la enfermedad, con el furor curandis que
seguramente a todos nos toca en algún momento el deseo del bien, el hacer el bien al otro, no es
que uno no quiera eso, pero eso no puede ser lo que oriente, el analista queda dividido entre su
posición de analista y él como persona, no es que el analista sea alguien que no se angustie, Miller
lo dice así “el analista no es alguien que no tenga urgencia, es alguien que ha dado vueltas por sus
propias urgencias y puede mantenerse al margen en la dirección de la cura” más o menos al margen,
tener eso a raya, controlar cuando uno se da cuenta que hay algo que no escucho, cuando el acting
del paciente me dice para qué de eso no estás escuchando.
Hay urgencias en el paciente que llega, en la familia (muchas veces el paciente llega diciendo vengo
porque esta me trajo pero a mí no me pasa nada o vengo porque si no mi mujer me deja pero a mí
nada), urgencias en la escuela (el niño rebota por las paredes y la urgencia no está localizada en el
niño, está localizada en la madre, las profesoras o en el médico, en alguno de los profesionales), la
urgencia en la institución y todo esto en relación a si eso puede ser llamado urgencia subjetiva. A mí
en principio me gusta hacer una diferenciación, cuando uno dice urgencia – es un tema semántico
– dejo emergencia para la emergencia del orden médico, de la ambulancia, de la que no puede
esperar, de la que se cortó las venas y lo primero que requiere no es un analista que le pregunte a
usted qué le pasa, sino requiere un cirujano que sin pensar en la subjetividad del paciente suture lo
más rápido posible, porque para que haya sujeto tiene que haber alguien vivo, partimos de esa
lógica fundamental. Frente a la emergencia médica uno podría decir que no hay urgencia, vamos a
llamar urgencia generalizable a lo que descriptivamente aparecen como síntomas evidentes, en
todo caso si alguien se cortó las venas eso en el DSM lo vamos a ubicar en una categoría, vamos a
describir su estado de ánimo, el afecto, la sensorio percepción, todos esos ítems que uno va
poniendo en el estudio psiquiátrico o en la historia clínica, uno tiene que completar en ese trabajo
de escritura particular que es el documento público historia clínica, completa de un modo particular
y esa descripción está más cerca de la clínica de la mirada, de algo que se observa
fundamentalmente con el objetivo institucional que es la seguridad para sí y para terceros, para
tomar la decisión de que un paciente quede internado o no, cuál va a ser la terapéutica que se
recomiende, se lo va a medicar o no, del examen descriptivo de esa urgencia generalizable
finalmente uno pone un diagnóstico presuntivo y el psiquiatra da el diagnóstico, qué diagnósticos
podrían ser y que responderían a 2 o 3 de estos síntomas que tiene el paciente, eso sería la
descripción de una urgencia generalizable. Esa urgencia no habla, si describe lo que le pasó a ese
paciente en particular pero no se compromete con encarnar o con visualizar o localizar la
singularidad, mi hipótesis es que para que se produzca la subjetivación de la urgencia, es decir, el
pasaje de lo que yo llamo de la urgencia generalizable, descriptiva, observable a la urgencia
subjetiva, para que ese pasaje se produzca tiene que haber un operador político que es el deseo del
analista, es decir, la subjetivación de la urgencia sería ese pasaje, fundamentalmente para la
neurosis, que va de la descripción de alguien que llega y dice vengo porque hace 3 días que no
duermo, es una descripción de un trastorno del sueño, de un trastorno de ansiedad pero nada dice
del sujeto en cuestión, si alguien viene y dice hace tres días que no duermo, no es lo mismo que si
alguien viene y dice hace tres días que tengo fiebre, es decir, algo que el paciente generalmente lo
describe como algo ajeno, como algo que vino a su vida que toca su mente, su cuerpo, no hay
subjetividad ahí, de lo que se trata es de un acontecimiento que toca el cuerpo o los pensamientos.
Para que se produzca el pasaje se necesitaría pensar en un operador político ligado a un modo de
transferencia particular que es el deseo del analista, ligado a lo que le invita a decir, al modo en que
la cosa se plantea, al cómo se concluye, a algo del orden de lo interpretativo. Uno podría decir que
la urgencia generalizable concluye cuando el sujeto puede ubicar una hipótesis provisoria, destinada
a perderse, de qué es lo que a él le quita el sueño, el insomnio pierde ese estado generalizable de
para toda persona que no duerme en tres días y ahí ubico ese modo particular de ligar esa
interpretación, nunca la interpretación es certera, en realidad justamente es un efecto que se
produce y que tiene efectos en el sujeto, es como si algo del orden de la verdad –que no es toda la
verdad porque se resiste – pero algo del orden de la verdad toca al sujeto en ese encuentro
particular.
Toda esta introducción para pensar la pregunta de Mariana Santoni sobre si ¿la subjetivación de la
urgencia podría ser la finalización de la urgencia? Nosotros lo planteamos y estamos haciendo una
investigación en tres momentos que llamamos de subjetivación y decimos si el paciente relata lo
que le ocurre sería como un primer nivel – hay gente que llega en tal perplejidad que siquiera puede
relatar lo que le ocurre – un segundo momento de subjetivación sería si puede ligar acontecimientos
a esto que le pasa y un tercer momento sería tener alguna hipótesis. Entonces la subjetivación de la
urgencia sería producto del encuentro de alguien que padece algo que parece ajeno con un analista
que se agrega a este síntoma que era un signo de que había un sujeto pero que no lo representaba,
ese insomnio del inicio no dice nada del sujeto, cuando el insomnio se liga a otra cosa es un sentido
que se agrega a ese síntoma del inicio y entonces se transforma en un síntoma que se puede poner
a trabajar. Ahí podríamos preguntarnos, producida esa torsión que va de la urgencia generalizable
a la urgencia si podemos pensar en la posibilidad de que allí algo se inicie.
Pregunta del público: Dos cosas, en Introducción al método psicoanalítico Miller dice la diferencia
entre trabajar con el sujeto del hecho y el sujeto del derecho porque puede decirme me picó el
mosquito del dengue y ahora pienso que… Y después que en Sutilezas hace la diferencia entre la
vertiente subjetiva que cualquier persona y en cualquier momento tiene un lapsus, un olvido, lo que
sea y cuando eso se convierte en algo trabajable, me parece que es el paralelo que alguien se
equivoque y diga el nombre del ex novio no es nada, pero que lo haga y lo dirija a alguien sí.
Inés Sotelo: Perfecto, y que se lo diga al novio actual tiene hartas consecuencias, sobre todo en
ciertas escenas podría ser muy complicado.
Pregunta del público: No sé si entendí bien o mal, decís que este recorrido lo ligas más a la neurosis
porque pienso que también en la neurosis puede aparecer cierta perplejidad como en la psicosis
Inés Sotelo: Sí, que la ligamos más a la angustia, al sin palabras, al instante de ver, después lo vamos
a trabajar con los tiempos lógicos. Efectivamente la perplejidad en la neurosis habitualmente la
llamamos angustia, ese instante del real sin sentido. Todo este movimiento de la subjetivación
porque hablar del sujeto de la psicosis tiene su particularidad, de todas maneras para la psicosis por
supuesto que también creo que hay una torsión, hay un compromiso con el tratamiento y uno puede
lograr en ese inicio que a veces nos da la urgencia. Para la neurosis por ahí hoy vamos a trabajar
más el inicio de un análisis, el grafo que está pensando particularmente para la neurosis, es como ir
haciendo alguna puntuación.
Inés Sotelo: Sí claro, me parece que justamente es esta salida, este modo de salida, uno puede
pensar, otra vez se trata de pensar el caso por caso como a veces se trata de la clínica del pasaje al
acto, otras veces se trata de la clínica del acting. En la clínica del pasaje al acto como esa salida de
la escena en la cual no hay sujeto, no hay Otro, es salir eyectado, a veces es una palabra, un
acontecimiento algo que hace que el sujeto vuele, salga eyectado y la otra es la clínica del acting,
uno podría pensar el actuar como arrancarle a la angustia su certeza dice Lacan y entonces estás
modalidades que dramáticamente vemos en las cuales el modo de tratar lo real que nos habita a
todos, lo real, la angustia, la agresividad, la castración que nos habita a todos – si pensamos en la
neurosis – cómo el modo de tratar esto también la época empuja al actuar, cierto modo de empuje
a la actuación que uno podría ubicarlo como la época de la caída del padre, de la caída de los ideales,
el tiempo del Otro que no existe, la caída de los relatos y hay algo del orden de la prisa, del vértigo
pero también una propuesta al híper consumo, entonces no sólo se trata de consumir drogas o
alcohol, sino también consumir trabajo, consumir objetos, consumir redes sociales, consumir
partenaires sexuales; hay un modo de lazo, pero tampoco se trata de decir qué mal a la época, se
trata de ver, vamos detrás de esto qué ocurre, de ver el modo de tratamiento que se les da a los
cuerpos, la relación al pudor, la relación al velo, la relación con las marcas en el cuerpo; todo esto
también va marcando un modo que en algunos casos también tiene sus consecuencias; el tema de
la familia ( el modo en que se trabaja, la cantidad de horas, qué espacio de juego tienen los niños),
la otra pregunta es si los niños o los jóvenes no están tempranamente arrancados de la escena de
la infancia, donde el espacio libidinal del juego o todas las experiencias de la adolescencia pasan
rápidamente en un modo paradójico, por un lado ser arrancados de la infancia y por otro lado en
adolescencias que se postergan en un modo raro, la cosa se prolonga en un sentido y a la vez se
acelera en otro, hay como cierto vértigo a que la sexualidad pase a ser algo en acto; ni bien, ni mal,
no es que podamos hacer algo con esto, pero si leer las consecuencias que esto tiene cuando por
ahí llega al consultorio alguien de 17 años angustiado y mal porque todavía no tiene relaciones
sexuales, uno le podría decir ¿y?, ¿cuál es la fecha en la que habría que tenerlas?, esto hace 50 años
era al revés, donde vivir la sexualidad no era algo que se pudiera decir, ahora lo que no se puede
revelar es no haber tenido encuentro sexuales, es el modo también de entender el modo en que los
jóvenes, los niños viven la época, la gran pregunta es si nosotros tenemos algo para ofrecer en ese
caso particular, en ese uno por uno. Hay un texto precioso de Miller que les recomiendo, se llama
El ruiseñor de Lacan, toma un poema de Keats y de Borges, Miller va a decir si bien cualquier animal
forma parte de una clase, los sujetos humanos no formamos parte de una clase y entonces ese
chiquito o ese joven que tomó el paracetamol para poder abordar esto y para poder pasar del hecho
al dicho hay que entender que justamente sale de la clasificación de intoxicación, consumo de
sustancias y habría que poder crear un espacio libidinal, transferencial a veces muy breve, un modo
de escuchar detenidamente eso que fue dicho de manera única, porque eso que le pasa a ese pibe
es único aunque todos los pibes de la división se hayan puesto de acuerdo para tomar paracetamol,
lo que a cada uno le pasó es único, la relación con eso es única, Eric Laurent lo dice de un modo muy
lindo “tenemos que ser inolvidables” es decirle a alguien en un momento particular de la vida algo
que permanecerá inolvidable, no que pasemos nosotros a ser inolvidables por un tema de
narcisismo, sino que eso que dijimos, eso que escuchamos, ese modo de agarrarle el brazo a alguien,
pero no a todos los pacientes del mismo modo, ese modo que me dirijo a alguien, el modo singular
más allá de todo estándar permanezca inolvidable. Hay algo de la escucha, responsabilidad de los
analistas que ocupamos esos lugares, que escapa al discurso médico, que escapa a la organización
hospitalaria que permite que un sujeto con toda su simpleza pueda reconocer que ahí lo van a
escuchar. Es interesante pensar esa torsión en la cual primero hay que abstenerse de la
interpretación, no responder sencillamente a eso que ya estaba dicho pero con una apuesta a
interrogar de otro modo. Que alguien llegue en un segundo tiempo a preguntarse qué tiene que ver
en esto es porque ha habido un movimiento de subjetivación.
Tenemos que pensar ¿qué ficción tenemos para ofrecerle a ese pibe que trata lo real por lo real?,
¿qué ficción podemos ofrecerle a ese niño, a ese adolescente a ese adulto como modo de tratar lo
real que inunda el cuerpo que tiene como recurso el pasaje al acto o el acting? a veces lo simbólico
permite inventar una ficción, como es un análisis, finalmente ¿qué es un análisis? es una ficción en
la cual uno hace entrar al consultorio una serie de personajes que van a armar la novela de uno,
seguramente si entrara el hermano de uno serían otros los personajes, otros los padres, otros los
hermanos. Se trata de una ficción y la verdad que uno pone a jugar ahí también es una verdad que
el analista se presta a creer.
Esto es algo que ya estaba presente en Freud, los análisis terminan según como comiencen. Hay un
texto precioso del curso Donc (Capítulos XIV y XV) de Miller que se llama ¿Cómo se inician los
análisis? es muy lindo además para quienes todavía no tienen una lectura muy avanzada, yo insisto
como a veces Freud parece sencillo, a veces las conferencias fuera de la parroquia, fuera de los que
entendemos supuestamente el mismo idioma tienen como una rigurosidad enmascarada, puede
ser muy preciso pero en un lenguaje más llano y eso lo hace sumamente difícil, a veces es más fácil
hablar en matemas porque suponemos que todos entendemos lo mismo pero cuando vos
presentabas recién esta casuística de lo real que emerge en una interconsulta bueno eso nos quema
los papeles, la clínica nos quema siempre los papeles, por eso me parece muy importante el ejercicio
de ir y venir, esto de que el analista es al menos dos: uno, es el que está ahí con su acto (escucha,
ubica y sin garantías interviene) y otro el que se sienta a trabajar, a escribir, a pensar, a reflexionar
y a ver cómo en esta conversación entra la teoría y ese sujeto singular que no ilustra, sino que
vivifica la teoría.
Los inicios y finales están en relación y están articulados. Al inicio hoy hablábamos de la urgencia,
podemos ubicar, por un lado, el motivo de consulta y entender ahí un hecho de discurso, Lacan dice
todo hecho es un hecho de discurso y depende del lector, es decir, que si mi compañero es psiquiatra
seguramente el lector de ese hecho va a ser distinto que si el lector en un psicoanalista atravesado
por este paradigma y entonces la lectura va a depender de la ética que haya puesta en juego, de la
ética que no es ligada al bien o a que al paciente le vaya bien o a la ética como algo de lo bueno,
sino como el modo de leer el acontecimiento y entender la transferencia y la dirección de la cura
que está orientada por la estrategia de la transferencia. El diagnóstico psiquiátrico, del DSM, del
psicoanálisis o del cognitivismo no interesa nunca pensarlo en términos de que hay uno que es mejor
que el otro, son distintos modos de entender y a no todo el mundo le va el psicoanálisis, ni para
todo el mundo es una solución y hay gente que encuentra una respuesta en otros paradigmas como
las nuevas terapéuticas o la medicación, hay gente que no está dispuesta a ceder nada del orden de
la palabra y quiere que la ansiedad se le pase o el insomnio se le pasa y uno se pregunta ¿la industria
farmacológica es eficaz? por supuesto los analistas no somos tontos, sabemos perfectamente que
si alguien llega y dice hace 3 días que no duermo y le doy un hipnótico, si con eso no se duerme
finalmente lo puedo anestesiar y el paciente se va a dormir, y en términos del síntoma (el insomnio)
la terapéutica tiene su eficacia, la pregunta que se nos atraviesa es ¿qué hablamos, qué decimos
cuando nos referimos a eficacia? y ese es un punto que también es clave porque a veces la angustia,
la ansiedad puede tener un cierto freno en la terapéutica farmacológica que no la desestimamos,
me parece que también sería absurdo desconocer la eficacia, pero es clave poder ubicar, poder
reconocer y poder transmitirle al paciente de qué eficacia estamos hablando.
Nuestro trabajo es muy difícil, toda la terapéutica varía en relación a la ética puesta en juego porque
si mi objetivo limitante es que al paciente se le pase todo este supuesto riesgo porque lo único que
piensa es en matarse – por supuesto como todos – ¿cómo armar una ficción con esto?, ¿Cómo armar
de su vida una ficción? Se puede porque la concepción de síntoma, de sujeto y de cura es otra.
Pregunta del público: estaba pensando en relación a la época me gustaría saber el recorrido de la
urgencia por las transformaciones del sujeto comandado por su subjetividad y ahora el sujeto
comandado por su cuerpo en este cambio, la caída del nombre del padre, hay un deseo ahí, hay
goce y continuar con el deseo en todo caso regula este goce y hay que tener mucha habilidad para
poder captar que eso puede aliviar algo en ese sujeto pero que en otro eso puede ocasionar un
pasaje al acto u otra cosa por el estilo, mi pregunta es ¿qué has podido ver a lo largo del tiempo al
respecto de esta transformación que se da en la época…?
Inés Sotelo: Vos están en todo tiempo pasado fue mejor yo estoy con Spinetta “mañana será mejor”
yo confío en ustedes, ustedes van a saber hacer con lo que viene yo les tiro las puntas, estoy
absolutamente convencida de que ustedes son los que van a tener que dar respuestas a cosas que
a mí no me han tocado, por ejemplo, las nuevas transformaciones de los cuerpos, las nuevas
sexualidades; antes era más fácil: masculino, femenino, ahora toda esa transformación, las
constelaciones familiares, el modo como surgen las familias, la maternidad, la paternidad, el modo
en que se ponen a jugar los cuerpos ahí y los goces es distinto, no sé si era más fácil, no sé si a las
histéricas de Freud les resultaba más fácil la vida así en la época victoriana, me parece que uno
también idealiza al padre y entra también en el mito. Esto que nos toca transitar exige estar
despiertos y atentos, que no hay interpretación que calce siempre, como en esta sutileza hay algo
del orden de la apuesta. Creo que lo que los pacientes pescan siempre, y en eso los que tienen
experiencia con la psicosis lo saben bien, los psicóticos tienen esa intuición delirante que pescan en
qué anda uno, digo pescan el deseo impuro que nos habita, el deseo es el deseo de armemos una
ficción, te ofrezco todo este espacio, acá llora todo lo que quieras puedes decir las barbaridades que
se te ocurra, tampoco eso es así, también es una ficción.
Inés Sotelo: Claro está bien lo que vos decís, es abrir un segundo tiempo lógico porque si no es sin
salida, es lo real que no tiene solución, cómo esta ficción que es el espacio analítico es tratar de
darle alguna envoltura a eso que no tiene sentido.
Pregunta de Público
Inés Sotelo: Claro, es exactamente eso, cuando uno ofrece una pausa a la urgencia es eso: alojar esa
singularidad, eso único, cómo eso puede ser depositado.
La otra cuestión es establecer o diferenciar la urgencia de la gravedad del caso que no siempre
coincide, que algo sea urgente para alguien no lo pone cerca de la gravedad, son dos niveles de
análisis distintos. A veces la urgencia pone riesgos como quien consumió los paracetamol y otras
veces la urgencia de “vengo porque creo que tengo un ataque al corazón” y resulta que le dicen no,
no quédese tranquilo es un ataque de pánico, es angustia, es ansiedad y sin embargo no pone al
sujeto en una situación de riesgo, eso también para quien trabaja en una institución es una cuestión
a diferenciar.
El tema de los tiempos lógicos es un tema que me interesa mucho y que me ha permitido pensar en
un escrito temprano de Lacan que es El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada, es un
texto del año 45 que es interesante porque anticipa cuestiones que van a ser muy posteriores en
Lacan (del año 67) en relación al pase. Es un texto que se trata de un problema lógico que en una
fiesta le dicen a Lacan, y que no lo puede resolver. Lacan en él introduce los tiempos lógicos, va a
hablar del instante de ver, de un tiempo de comprender y de un momento de concluir, es
interesante porque tiene en el horizonte la forma de concluir los análisis y anticipa su ruptura con
la IPA en relación a la formación del analista, la conclusión de la cura y quién decide la conclusión
de ésta. Todo esto que está aquí anticipado permite iluminar conceptualmente la cuestión de la
urgencia, son momentos lógicos no cronológicos. Uno podría pensar la perplejidad en la psicosis o
la angustia, ese punto de vacío de significación como el instante de ver, la apertura de un segundo
tiempo lógico que es tiempo de comprender y el momento de concluir. La clínica del pasaje al acto,
la clínica del tratamiento de los cuerpos son clínicas que ligan el instante de ver con el momento de
concluir y quedan pegados, es la clínica propia del pasaje al acto, en la cual frente a la angustia que
invade o frente a la conmoción que toma el cuerpo la respuesta es el pasaje al acto. La clínica de la
urgencia es la clínica del pasaje al acto.
Les voy a leer lo de los prisioneros, a mí me parece que uno ya puede ir pensando un modo de
entender la libertad. Este apólogo de los prisioneros es una fábula, un cuento, mientras Sartre decía
que el infierno son los otros, el quedarse encerrado con otros en la eternidad, mientras que en el
apólogo el encuentro con los otros, con los prisioneros, produce un movimiento entre ellos que es
el que permite a cada uno arribar a una marca desconocida, a una incógnita real del problema que
es el atributo ignorado por el sujeto mismo dice Lacan. Permite pensar de qué se libera uno
atravesando un análisis o una urgencia.
El director de la cárcel hace comparecer a tres detenidos selectos y les comunica el aviso
siguiente:
"Por razones que no tengo por qué exponerles ahora, señores, debo poner en libertad a uno
de ustedes. Para decidir a cual, remito la suerte a una prueba a la que se someterán ustedes, si les
parece.
"Son ustedes tres aquí presentes. Aquí están cinco discos que no se distinguen sino por el
color: tres son blancos, y otros dos son negros. Sin enterarles de cuál he escogido, voy a sujetarle a
cada uno de ustedes uno de estos discos entre los dos hombros, es decir fuera del alcance directo de
su mirada, estando igualmente excluida toda posibilidad de alcanzarlo indirectamente por la vista,
por la ausencia aquí de ningún medio de reflejarse.
"Entonces, Ies será dado todo el tiempo para considerar a sus compañeros y los discos de
que cada uno se muestre portador, sin que les esté permitido, por supuesto, comunicarse unos a
otros el resultado de su inspección. Cosa que por lo demás les prohibiría su puro interés. Pues será
el primero que pueda concluir de ello su propio color el que se beneficiaría de la medida liberadora
de que disponemos.
''Soy un blanco, y he aquí como lo sé. Dado que mis compañeros eran blancos, pensé que, si
yo fuese negro, cada uno de ellos hubiera podido inferir de ello lo siguiente: "Si yo también fuese
negro, el otro, puesto que debería reconocer en esto inmediatamente que él es blanco, habría salido
en seguida; por lo tanto yo no soy un negro". Y los dos habrían salido juntos, convencidos de ser
blancos Si no hacían tal cosa, es que yo era un blanco como ellos. Así que me vine a la puerta para
dar a conocer mi conclusión".
Así es como los tres salieron simultáneamente, dueños de las mismas razones de concluir.
Lacan a partir de esto escribe este texto que me parece que ilumina muy bien la lógica de la urgencia
y lo dice de este modo “bajo la urgencia del movimiento lógico precipita su juicio y su partida…la
incógnita real del problema es el atributo ignorado por el sujeto mismo”, podríamos decir que el
insomnio que atraviesa, que toma el cuerpo del sujeto tiene una marca de goce desconocida para
el sujeto mismo, que tendrá que ponerla en relación a otro para poder afirmar de sí mismo algo que
sea su atributo, que sea su propia marca.
Lacan lo presenta en el Seminario 5, momento que Miller va a ubicar en el recorrido que llama los
Paradigmas del goce en un primer Lacan, en los primeros seminarios, momento en el cual el goce
estaba puesto fundamentalmente en el lazo especular, en lo imaginario. Y vamos a encontrar ahí
como lo simbólico le sale al cruce a ese espejismo mortífero, en el cual es yo o el otro que vemos en
esas situaciones en las cuales la época nos confronta permanentemente en esto de la calle o el otro,
el otro como sospechoso y hay algo cargado en ese lazo especular entre a y a’ que efectivamente
deja al sujeto mortificado y donde lo simbólico sale al cruce quebrando este espejo mortífero. En el
segundo momento se va produciendo lo que Miller ubica como un movimiento en la teoría
psicoanalítica y hay un esfuerzo de Lacan por ir del mito a la estructura y pasar todo aquello que
quedaba más del lado del mito, del relato, del texto imaginario del Edipo a matemas, intenta
matematizarlo, esto es transformar en letra y es un esfuerzo monumental en el cual todo aquello
que era imaginario en el primer Lacan, se transforma en simbólico. El falo imaginario se transforma
en simbólico, el padre se transforma en simbólico y entonces ¿qué es un padre? un significante,
¿qué es la madre? un significante y uno va ubicando en este grafo, que es el recorrido de la pulsión,
cómo en estas distintas letras llamadas matemas se puede ubicar todo el recorrido analítico y el
movimiento que se produce en un sujeto en su encuentro con el Otro.
El año en que se escribió es un El grafo del deseo año de una potencia, Lacan escribe “La significación
del falo”, “La cuestión preliminar”, “La dirección de la cura” y dicta el “Seminario 5”, es un año de
un esfuerzo monumental, el goce localizado en lo simbólico, el protagonismo de la metáfora
paterna, pero luego, a la altura del Seminario 7 viene un movimiento, sobre todo en la psicosis, en
que hay algo que la metáfora no termina de envolver, un goce no logra ser captado por el
significante y va a entrar en el tercer movimiento que Miller ubica que es el goce de la Cosa,
antecedente de lo que en los Seminario 10 y 11 será el objeto a. En este momento de la enseñanza
el goce ubicado en lo imaginario y en este recorrido de la pulsión en el cual hay un movimiento. El
grafo se puede usar como un instrumento, un instrumento en el cual uno va encontrando unos
puntos de detención – particularmente para la neurosis – ciertas fijaciones, ciertas cristalizaciones
y como el piso de los enunciados que es el piso inferior por efecto del encuentro con un analista
puede dirigirse hacia el piso superior, hacia la enunciación y finalmente ese movimiento que va del
goce a la castración, del goce al significante del sujeto tachado.
Escritura de casos
El caso tiene que ser presentado en un relato que disimule al paciente, nosotros tenemos que
transmitir la lógica de un caso sin revelar la identidad del paciente. Lacan decía que un caso está
bien escrito cuando el único que puede reconocerse es el paciente, es decir, que pudiera reconocer
ahí no sus datos sino la lógica del caso. Para poder transmitir a veces uno hace un relato poniendo
datos que no son reales para esconder al paciente mismo, entonces sí quiero hablar de un trastorno
en el cuerpo y de lo que quiero hablar es del cuerpo, bueno un síntoma en la piel transformado en
obesidad porque de lo que quiero hablar es del cuerpo, con ese artilugio, con esas metáforas que
no toca la lógica del caso para aquello que yo quiero transmitir porque de un caso uno tampoco va
a relatar todo, contar todo lo que ha ocurrido en un análisis, uno intentará ubicar algo de lo que ese
caso nos ha hecho pensar en relación al psicoanálisis y aquello que ahora nos transforma en
escritores y escribimos dejando al paciente, el paciente se perdió, ya no importa si es verdad o no
lo que digo, si tiene uno o cinco hermanos, toda esa verdad ya no nos interesa, el paciente ya no es
el paciente en cuestión, sino que es el analista escribiendo aquello que desea transmitir. Entonces
vamos a pensar la lógica del caso atravesada por este modo de entender la escritura. Cuando
ustedes eligen el modo en que van a transmitir algo es como la menor cantidad de palabras posible
transmitir eso que uno entiende que es la lógica del caso.
En “Los signos del goce” hay una referencia muy linda, es una parte divertida pero me parece que
hace pensar el lugar del analista. Él relata que un analista italiano Di Ciaccia que era barbudo y con
un vozarrón recibe a un paciente obsesivo que le dice que venía del análisis con una mujer y que
quería cambiar y por eso lo había elegido a él y Di Ciaccia muy serio le dice y usted cómo sabe que
yo no soy una mujer y el paciente se conmovió. Miller dice si uno busca identidades solo va a
encontrar parecidos, la identificación que cuenta es la inefable, la que no se ve, la intangible. Sirve
para pensar también que el analizante cree, deposita y transfiere en nosotros una serie de
atribuciones con las cuales va a analizarse y uno se prestará ahí, se pondrá ahí y soportará aquellos
atributos, algunos lindos, otros no tanto, entonces uno será un analista para cada analizante y
algunos nos creerán grandes, jóvenes, profesores, hombres, mujeres, cancheros y nada de esto
tiene que ser lo que opere, que alguien me elija a mí porque cree que soy mujer, el analista en
realidad no es hombre ni es mujer, yo podré tener sexo masculino o femenino en tanto sujeto, pero
en tanto analista estoy ahí en una posición en la cual no se trata de eso, sin embargo presto mi
apariencia, mi semblante, mi tono de voz, mi modo de hablar, mi modo de armar el consultorio, la
estética, lo que necesite un paciente para organizarse, prestaré lo que necesite tomar de mi ser,
pero sabiendo que es de algo de otro orden que se transfiere automáticamente, eso está muy en
relación a lo que ya planteaba Freud en Consejos al médico cuando dice “no crean que es por mis
atributos”.
Vamos a pasar al grafo para pensar cómo en este recorrido el análisis es un ir y venir en este
momento de la enseñanza de Lacan y con los discursos – unos años después – podemos darle otra
vuelta al grafo. Podemos ver cómo este sujeto se dirige a un Otro, acá está el Otro, el tesoro de los
significantes, el Otro sin tachar, este va a ser el piso inferior del grafo, el piso de los enunciados y el
sujeto en su inicio va a dirigirse a un Otro, ese Otro que es el paradigma constante, ese Otro que
tendría la clave del destino del sujeto, se dirige en función de una respuesta, allá vamos a encontrar
el lugar del síntoma que es el s (A), que es el significado del Otro, ese es el lugar del síntoma. El
síntoma tiene dos movilidades: la metonímica como metonimia del Otro, como significado del Otro
y como metáfora, es ahí donde el síntoma se va a poner en relación con el fantasma en el piso
superior del grafo. En este primer nivel lo que vamos a encontrar es un circuito en el cual tenemos
de este lado las respuestas, el sujeto en su división se dirige al Otro en búsqueda de la clave de su
destino, la búsqueda de respuestas a aquello que le pasa y la pesquisa va a un primer nivel de
respuestas, en las cuales lo que le viene del Otro es una respuesta de “yo soy”, de reconocimiento
y encontramos el moi y el i(a) que es la imagen en relación al Otro, acá vamos a encontrar el ideal
del Otro I(A), este es el lugar del ideal, de la marca, de la insignia, aquellas marcas que llamamos S1,
la marca primera que es la primer respuesta que le viene del Otro. El significado que nos viene del
Otro es un significado destinado a perderse, pero con el cual necesitamos analizarnos.
Este moi y este i(a) nos van a ubicar en esa relación con el Otro especular, con la a-a’ y es en este
cuadrángulo que el sujeto neurótico intenta sostenerse y que lo escuchamos cuando llega al análisis
y aquello que parece una explicación objetiva “soy un desastre, soy muy mala” es en realidad un
modo de sostener el yo, de sostenerse en el yo soy, es no encontrarse con este punto que es el
significante del Otro castrado, que es la respuesta insoportable a la que el neurótico intenta taponar
con las significaciones y con el fantasma.
En principio el encuentro con el Otro ubica al Otro en el lugar de la demanda, entonces ¿qué quiere
el Otro de mí? “que sea la más linda, la más buena, la más simpática” es el modo en que el sujeto
entiende la demanda del Otro y muchas veces esto funciona hasta que algo en la vida produce un
quiebre. Responder a la demanda del Otro, responder en esa burbuja para taponar lo que no quiere
escuchar, de lo que no se quiere enterar que el Otro no está completo, que el Otro está tachado y
no hay modo de completar esa falta, uno puede tratar de ser el falo que tapona la falta materna,
pero en realidad con lo que se encuentra es con la castración materna. Ubicarse en una línea
metonímica que responda a la demanda del Otro evita encontrase con la lógica de la castración, de
tener o no tener el falo, si se es se está en la lógica del taponar la falta del Otro e implica ser un buen
habitante de la burbuja, evitar también el encuentro con la propia castración, porque el encuentro
con el significante de la A tachada confronta con lo que luego en el último Lacan trabaja como la no
relación sexual, con la imposibilidad del ajuste perfecto, con la imposibilidad del ajuste pleno con
aquello que taponaría y completaría al Otro o a uno mismo en el encuentro con la media naranja
que encaje perfectamente con lo mío. Si uno se maneja con el paradigma de las psicoterapias, con
objetivos limitados, es en este circuito donde se mantiene la relación, en el cual hay un Otro que le
dice lo que usted tiene que hacer, acomodar el yo, reacomodar la relación con su madre, haga tal o
cual cosa, portese de tal o cual modo.
El losange, el rombito del fantasma es el que liga y separa el objeto, en los momentos de conmoción
fantasmática este rombito se desdibuja, la persona se encuentra con el objeto sin velo, son esos
momentos en que la mirada del Otro, lo siniestro o la voz aparece ahí como algo inesperado, el
semblante permite que uno le ponga velo a la mirada del Otro y eso es posible en tanto ha habido
extracción del objeto, eso es lo que no puede el psicótico cuando la mirada o la voz del Otro se le
mete, no hay modo de separarse de ese objeto que termina siendo persecutorio. La angustia
aparece porque el objeto está ahí, no está velado, se ve.
El deseo se ubica en esta línea, en ese pasaje, en el encuentro con la falta en ser y me parece
interesante poder pensar si ahí podemos ubicar también el deseo del analista como un operador
que impulsa, mientras las psicoterapias nos conducen a una cierta identidad, lo que aparece es la
falta en ser, el no saber quién es, es el punto de barradura, es un punto de división, es un punto
angustioso que la consistencia del ser apacigua y podemos pensar cómo el deseo del analista pone
al síntoma (significado del Otro) ahora en su relación con el fantasma, una relación que conduce al
sujeto hacia el piso superior, hacia el piso de la enunciación. Esto es el grafo y dice Lacan que tiene
forma de pera de angustia. La pera de angustia es un instrumento de tortura del siglo XIX que se
ponía en la boca de los pacientes psiquiátricos que los obligaba a comer o a tomar la medicación. La
angustia ubicada acá porque este es el movimiento pulsional en derredor de un objeto y lacan va a
poner la angustia también localizada en relación al deseo, el sujeto va bordeando este agujero, va
en estas orillas, bordes y va transitando su existencia, y en los momentos en que emerge la angustia
es cuando el sujeto efectivamente se encuentra allí con de qué modo responde o no a su deseo.
En el análisis con algo se paga (con palabras, con dinero, con la libra de carne) y cuando se atraviesa
lo institucional algo de otro orden se abre, el dinero también mediatiza y la suma dependerá del
sujeto en cuestión, por eso los analistas lacanianos en general, lo que cobran está muy ligado al
análisis mismo, no puede estar por fuera, no es un estándar porque el pagar está incluido en la lógica
de la cura, a veces para bien y a veces para mal.
Lo que encontramos en este recorrido es lo que Lacan llama la fórmula de la pulsión $<>D que la
representa también con letras y con significantes: ubica al sujeto y la demanda, y va a poner en
relación el silencio pulsional con el fantasma (por ejemplo cortar, ser cortada, ofrecerse al Otro
cómo cortar al Otro que el Otro la corte). Este circuito pulsional, esta pulsación particular va
tomando toda una forma que habla de cierta cifra, del encuentro con la castración. Tampoco alguien
puede vivir en este encuentro con la castración, este ir y venir nos es cotidiano porque es el
encuentro con la castración y con la castración del Otro lo que deja al sujeto al borde de la angustia,
con lo cual el sujeto intenta recubrir con lo simbólico – imaginario, uno no podría estar en lo real,
ese encuentro fugaz habilita a otro circuito, de este circuito mortificante, metonímico inicial poder
dirigirse hacia su propia posición deseante que va a confrontar también con la posición
fantasmática, con el modo que se tiene de recubrir el agujero, la falta, lo real con ese bricolaje de
objetos que disponemos para poder encontrarnos con la castración, para poder encontrarse con el
deseo que cara a cara no es posible encontrarse. Se trata de arreglárselas con lo que falta, con lo
que no hay, con la incompletud del Otro y la propia.
Cuando uno como analista se pregunta esto está andando bien o no, uno avanza entendiendo que
esos momentos de quiebre o de ruptura dan cuenta de un cambio de posición, y hay que
arreglárselas con eso.
El grafo en algunos casos sirve para entender este movimiento en este momento de la enseñanza
de Lacan, ustedes van a ver que después va a disponer del objeto a en el Seminario 10 o de la
construcción del parlêtre, sin embargo uno puede ir ubicando algunas cuestiones cruciales de la
clínica y que permiten esclarecer la dirección de la cura y del tratamiento.
Pregunta del público
Inés Sotelo: Me parece una pregunta absolutamente pertinente porque el caso que llega a la
institución nos convoca y nos compromete como analista ahí, los pacientes pueden llegar a la
contingencia del encuentro con un analista porque el analista está en el hospital, entonces me
parece que uno está partido, dividido, uno está en ese momento habitado por el discurso de la
salud, pero uno escucha desde cierto lugar y se aloja, pero uno no deja de estar en el marco
institucional, no deja de estar tomado por ciertas cuestiones de maniobras que quedan muy
limitadas (atenderlo siempre en el mismo lugar, decirle vení en 4 horas, etc.), todo eso hace a ciertas
coordenadas con las cuales uno pone semblante, cara de nada y sigue. Hay instituciones que
permiten que los pacientes continúen el tratamiento fuera de la institución y en algunos casos se
produce esta solicitud. Cuando del lado del sujeto aparece cierta impelación, algo del orden de lo
ofrecido, del arrancar de la respuesta que el orden institucional da a su problema y lo ubica en otro
orden (en el analista), el analista tiene que ser al menos dos.
Pregunta del público
Inés Sotelo: A mí me parece que el momento de concluir es el momento en que algo se precipita.
Hay un texto que me parece está en Los inclasificables en el que Miller habla de “sorprendedor de
lo real” y dice que el analista es en realidad un sorprendedor de lo real, que se deja sorprender por
las emergencias fugaces del inconsciente y habla del analista sorprendido y sanciona con una
intervención que en realidad tiene el efecto de acto no calculado, esto sólo se puede leer después,
cobra ese valor en tanto el analizante produce un efecto que es comenzar por ejemplo en otro
ámbito, en otro espacio, y dispuesto a pagar con palabras de otro modo además de con dinero, lo
que también produce el efecto de que algo se abre entre esa conclusión, ese pasaje y lo siguiente,
como que a la vez hay un punto conclusivo y de apertura a algo de lo nuevo.
Pregunta del público
Inés Sotelo: Y hay un cálculo sin garantías. Porque cuántas veces nos puede ocurrir que le
proponemos al paciente el pasaje a diván y luego le decimos vuelva a sentarse cuando uno se dio
cuenta que hubo ahí algo que no estuvo bien escuchado o no estuvo bien calculado o el sujeto no
pudo sostener esta extracción y algunas veces el desborde angustioso es tal que conviene a decir
vuelva a sentarse. Así como le propuse que se acueste puedo proponerle sostener algo de otro
modo y efectivamente sujetos que aun siendo neuróticos no pueden sostener esto del diván, les
provoca una angustia tal que a veces necesitan transitar mucho tiempo antes de ofrecer este pasaje.
Pregunta del público
Inés Sotelo: Allá lo que pasa es que ahora es todo al revés, a los 3 meses quieren que el paciente se
vaya, cuando yo empecé mi práctica era así, no había límites, con lo cual había todo un
cuestionamiento si pasar a privado o no, pero a mí me parece que hay una cuestión que hay que
establecer, que una cosas es la política de la salud pública y otra la política del psicoanálisis que está
más ligada a este movimiento en relación al deseo. Si uno lo piensa en términos de derecho a ser
atendido en la institución pública, el paciente podría decirnos yo me quiero seguir atendiendo acá
porque tengo derecho a ser atendido en el hospital público, pago mis impuestos y seguramente eso
nos daría cuenta de que algo se nos ha desajustado en nuestra lectura del caso, porque lo que uno
intentó que fuera una intervención política, pero no porque a mí se me ocurrió porque yo quiero
cobrar por este paciente, sino en realidad me parece que está en su formación del inconsciente
incluido el analista agalmático, el analista que causa el decir del sujeto, el analista que queda
incluido en esta cifra oculta de goce del sujeto, entonces en ese cálculo y en esa política digo me
parece que el trabajo institucional concluyó, la paciente consciente y no siempre al analista le
conviene porque por ahí el paciente puede pagar muy poquito y ocurre muchas veces, pero es una
apuesta a otra economía, a la economía libidinal. A mí me parece que la institución de salud pública
tiene su límite también porque hay algo de la intimidad que se produce en ese espacio libidinal
particular del analista y el analizante que la institución pública suele no alojar (atender en el jardín,
el ir y venir, que no consiga turno, que la administrativa lo maltrata) o al revés en la clínica de la
psicosis, a partir de mi experiencia en la guardia pude ver que habitualmente el paciente psicótico
encuentra un lugar, alojado por cierta transferencia que puede distribuirse entre varios, lo que
muchas veces conviene al tratamiento de la psicosis y en el hospital ellos tienen tratamiento no por
un tema de pagar o no pagar, de poder o no poder, sino porque hay algo de la institución, me parece
que siempre es caso a caso, vez a vez y también que en ciertos momentos del análisis, en ciertos
movimientos la institución hospitalaria tiene su límite, pero también por ahí es algo a pensar vez a
vez, no sé si puede generalizarse estrictamente.
Pregunta del público
Inés Sotelo: Claro, es todo un tema porque como hoy es la salud y ahí uno trabaja, pero el tema de
la conclusión es una cuestión. Yo superviso en PAUSA que es un equipo de asistencia de Urgencias
subjetivas que pertenece a la EOL y ahí el tratamiento está pensado para atender las urgencias
durante cuatro meses, es el tiempo institucional, ahí la cuestión está muy pauteada. En el hospital
público en una época era mal visto que alguien se llevara a un paciente a privado, luego la realidad
institucional hospitalaria en la ciudad de Buenos Aires y el exceso de la demanda, de la cantidad de
pacientes, la lista de espera hace que los tratamientos estén pensados, con lo cual también hay una
cuestión de la temporalidad que está ligada a cierta legalidad de la institución, es una legalidad que
se arma en cada institución, en cada obra social, en cada prepago. Y hoy en la ciudad de Buenos
Aires la cosa es al revés, se trata de cuándo se va el paciente, los pacientes tienen que circular
porque hay una lista de espera y así como en ciertos momentos el analista puede indicar la
conclusión hospitalaria también muchas veces en el hospital hay todo un tema de cómo
compatibilizar la cantidad de pacientes con la eficacia administrativa, hay un elemento que se llama
el giro cama y eso es que la eficacia de una sala depende de cuánta rotación de pacientes hay, cuanto
más giro cama, más puntaje, no se trata de qué paciente se va ni cuándo, es un tema de números.
Y en algunos casos es al revés, se trata de cómo engañar a la institución, diciendo que el paciente
se ha ido para en realidad sostenerlo en la institución. Me parece que son cuestiones de cada época,
de cada institución y uno se las tiene que arreglar con eso.
Pregunta del público
Inés Sotelo: Claro, yo no creo mucho en la interdisciplina, en realidad creo en los abordajes
múltiples, me parece que de eso se trata, que en este Moebius que uno va desde la puerta del
hospital en la guardia, desde esos bordes, hasta el sótano en el que te tocó el consultorio externo,
me parece que en esa banda en la cual el sujeto va y viene creo que el abordaje múltiple es el que
ofrece la institución, entonces la complejidad de las presentaciones clínicas hoy es tan brutal que
también el analista puede hasta correrse de ciertas intervenciones, preservarse en tanto haya
trabajadores sociales, maestros, jefes de servicio, psiquiatras que justamente estén ahí sosteniendo
con sus saberes y perspectivas que son otras. Cómo en ese deber ir el analista puede, eso en todo
caso mientras pueda porque a veces también es convocado como agente de salud y tendrá que ir,
tiene que escribir el informe al juez, tiene que escribir la historia clínica, tiene que firmar un permiso,
en todo caso tiene que funcionar como agente de salud que para eso lo contratan, uno tampoco
puede retirarse de aquellos lugares en los que ha decidido hacerse presente, es en esa intimidad del
encuentro con el paciente en algunos momentos cruciales que puede producirse algo del orden de
la intervención.
El analista intérprete
En el recorrido que veníamos haciendo en relación al analista intérprete también encontramos esta
dimensión libidinal en la cual el análisis moviliza la libido y va a decir Miller “es la lectura del
inconsciente asistida por un psicoanalista” el analista que es un intérprete y que está investido
libidinalmente y este analista está a la espera de estar en esa posición de dominio, en esa posición
desigual, en esa posición dispar, en esa posición de Otro en la cual es investido libidinalmente y
desde esa disimetría que ubica, que promueve y que moviliza en el sujeto la libido, la cifra, su propia
posición, el lugar que ocupa, podría ser lo que el encuentro con el analista promueve, propicia y
algo del orden de la repetición aparece en relación al analista mismo que se transfiere y lo que se
transferirá en el analista van a ser esas marcas libidinales, eso que el analizante encuentra o cree
encontrar en el tono de voz, en sus cortes, en su modo de intervenir, cómo en realidad lo que se
moviliza es algo de lo infantil, de lo libidinal y desde esta lectura el analista ubicado como objeto a
que atrae la libido de la analizante y entonces es la lectura de su inconsciente asistida por un
intérprete que está investido libidinalmente y aparece la dimensión libidinal, no solo la dimensión
de saber del analista, el analista no solo como sujeto supuesto saber, sino que el analista investido
libidinalmente.
Transferencia
La transferencia como puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente en el cual se van a
movilizar en la transferencia la libido, el amor, el deseo, la pulsión en ese recorrido libidinal que el
grafo nos mostraba que van a ser puestos en marcha, movilizados por este lazo particular que es el
lazo con el analista.
Hay dos dimensiones de la transferencia: como lectura y como libido. Por un lado la transferencia
aparece en su dimensión de desciframiento, de lectura, de interpretación y por otro, libido, amor,
pulsión y entonces aparece la transferencia en su vertiente imaginaria en la cual aparecen los
personajes parentales, el analista ocupando ese lugar, se acuerdan del Hombre de las ratas de Freud
y el capitán y le dice mi capitán a Freud, el capitán que es el padre; Dora y el olor a humo del padre
y de Freud fumadores, son las vertientes imaginarias, simbólicas y real, el analista objeto, el analista
en tanto intérprete y el analista en la vertiente imaginaria. La transferencia va tomando distintos
aspectos, Lacan lo grafica en el Seminario 11, en el capítulo “En ti más que tú” va a dibujar
Y va a decir que en este circuito pulsional, la transferencia se ubica en este punto medio y el analista
puede estar ubicado del lado del ideal o del lado del objeto y entonces él analizante convoca al
analista para que se ubique del lado del ideal, para que lo sostenga en el piso inferior, para que lo
ubique, lo reafirme en ese piso inferior y dice el analista debe ubicarse en ese punto medio que
reconduce hacia el lado del objeto, que reconduce hacia el lado de ese movimiento libidinal y
efectivamente evita esa rigidización de la transferencia más ligada a los espejismos imaginarios. Y
yo vuelvo al Freud de Los consejos al médico cuando los elogios al analista pueden conducir al
ubicarse en ese lugar de ideal, del que nadie está libre porque así como muchas veces estamos
ocupando el lugar de agentes de salud también vamos a encontrarnos en nuestra dimensión más
dividida, más alejada, de cierta posición de objetos y podemos muchas veces encontrarnos cayendo
en esta trampa de la sugestión, trampa en la cual el analista se ofrece más del lado de un espejo
ideal, por eso había empezado la conversación de esta mañana diciendo que uno tiene que tener
un trabajo sobre uno mismo para ubicar los propios puntos ciegos, los propios puntos en los cuales
este espejismo nos cautiva a nosotros, el espejismo de ser analistas, este espejismo puede dejarnos
en cierta fijeza y justamente detener, es la dimensión de la transferencia como obstáculo. La
transferencia como motor y obstáculo, ahí cuando como motor lo que promueve es el trabajo, el ir
y venir del grafo, la no fijeza de respuestas o cuando desde cierta sugestión, desde cierta
psicoterapia uno se ofrece ahí más del lado del ideal que del lado del objeto causa.
Los cuatro discursos Lacan los propone en el Seminario 17. En él lo que vamos a encontrar es que el
Lacan de la época del Seminario 5, él de los matemas ha encontrado su punto de límite que es –
muy presentificado en la psicosis – cuando la metáfora no logra capturar lo real, hay algo que se
escapa todo el tiempo, aquello que en la psicosis se ve todo el tiempo, algo que entra en la metáfora
delirante, que compensa pero de todos modos la voz le sigue hablando, hay algo de eso que no es
atrapado por lo simbólico y ahí aparece el Lacan del Seminario 7, el del das Ding, la cosa freudiana,
el goce malo, el goce real, para luego ubicar, circunscribir en un pequeño objeto, el objeto a, su
invención que aparece en los Seminarios 10 y 11, en el cual hay un goce que se circunscribe, se
recorta en ese objeto particular y el momento siguiente que es el del goce disruptivo es el Lacan del
Seminario 17 en el cual, si ustedes se fijan, a los matemas del grafo, del goce de lo simbólico le va
agregar el objeto a y va a ubicar cuatros lugares.
El lugar del agente que es el lugar de quien comanda el discurso ¿a quien se dirige? al Otro y debajo
de la barra va a ubicar el lugar de la verdad siempre oculta, siempre dicha a media y el lugar de la
producción, es decir, aquello que es efecto de cierta posición discursiva. Va a ubicar cuatro
elementos: El S1, el significante amo; el saber como S2, el sujeto dividido ($) y el objeto a como resto,
como aquello que se desprende.
Lo que me interesa transmitir es algo que hoy ha rondado todo el tiempo y es algo que Lacan afirma
y es que el discurso no tiene nada que ver con lo que se dice, no es un enunciado sino que es una
enunciación y en tanto tal no es algo que uno pueda elegir, esto es ser habitado por un discurso y
correlativamente los cuatro discursos nos habitan, por lo tanto el analista deberá estar advertido
cuando su intervención ha tenido un efecto analítico. Si desde el lugar del analista causa, agalmático
se dirige a un sujeto en su división y entonces oculto, en el lugar de la verdad queda el saber al
servicio de todo y lo que va a desprender es el significante amo que comanda el discurso, hay un
significante amo que ha producido una caída. Ahora si esto tiene efecto, si el analista en ese
momento estuvo comandado por este discurso solo puede ser leído a posteriori y esto es lo que uno
a veces no encuentra con demasiada precisión cuando habla de discursos. Hoy muchas de las
cuestiones que nos han interpelado creo que tienen que ver con esto, con cómo habitualmente en
la institución, muchas veces en el consultorio, el discurso que comanda es el discurso amo, es decir,
hay un significante amo, que es el significante de la ley, que las cosas marchen, se dirige a un saber,
el sujeto en cuestión queda forcluido por el discurso de las ciencias, el sujeto en cuestión queda
oculto en el lugar de la verdad y lo que se desprende es el objeto a, la causa allí como producción y
como pérdida. La histeria, solíamos decir que desde este movimiento busca un amo, comandando
el discurso busca un amo, busca un analista, en el grafo se dirige al Otro sin tachar, pero en realidad
la histeria busca un amo para castrarlo y es ahí donde la histeria da cuenta de la incompletud del
amo, la histeria en su división busca al amo para que le dé la clave de su destino, la causa va a quedar
oculta en el lugar de la verdad y lo que se va a perder es el saber, la histeria lo que busca es esta
fijeza del amo que gobierne, para luego, lo vemos en el consultorio, en cada intervención que el
analista creyó que era la intervención inolvidable, alejada de los protocolos, decir obvio, es el colmo
sutil de decir esto que estás diciendo lo dice cualquiera y creo que hay algo en este buscar un amo
para castrar en el que solo la palabra del analista toca a la histérica, causa, provoca, hay momentos
cruciales, por eso en los testimonios las intervenciones cruciales que han marcado son muy pocas,
veinte años de análisis quedan reducidos a dos o tres intervenciones que son elegidas como aquellas
que han dejado una marca inolvidable.
Con todo este movimiento también me parece que es importante pensar la cuestión de ser habitado
por el discurso.
Matema de la transferencia
i
Texto establecido por María José Figueroa León.