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La Transferencia.

Clínica y fundamentos

Lunes 29 de Junio de 1998

Les confieso que este par de lunes feriados que hemos tenido, uno a
continuación del otro, me ha dejado un poco desconectado de la mar-
cha de este seminario, como “fuera de ritmo”, como se dice en estos
tiempos del Campeonato Mundial de Fútbol. No sé qué les pasará a
ustedes. ¿Lo mismo? En fin... Me temo que algo semejante nos va a
volver a ocurrir pronto, porque luego de la reunión que tendremos
dentro de quince días volveremos a tener una nueva interrupción de
casi un mes, esta vez debida al receso en la Escuela por las vacaciones
de invierno.

“MÁS CERCANO A LA CLÍNICA”

Entonces, si bien mi idea para hoy es la de puntuar el texto «Sobre la


dinámica de la transferencia», que es un texto de 1912, y que es un
texto “muy cercano a la clínica”, como se dice — me quedó
resonando una demanda que se formuló aquí la vez pasada, casi al
final de la reunión, referida a que tratemos problemas cercanos a la
clínica, y, les digo, yo me desespero buscando transmitirles, de qué
manera podría hacerles entender, cuando escucho demandas
semejantes, que no hay ningún capítulo del psicoanálisis, por abstracto

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que parezca, que no tenga una relación directa con la clínica, y que el
asunto no está en que habría textos, de Freud o de Lacan, más
abstractos, metapsicológicos, alejados de la experiencia, y otros más
cercanos a la experiencia, sino que el problema estaría más bien en la
manera en que leemos esos textos. Me parece que si leemos, por
ejemplo, textos altamente metapsicológicos, como «Lo inconsciente»,
o «La represión», para ver qué diablos es la represión primaria, y
hacemos así toda una gran conjetura de “cargas”, “contracargas”,
“desplazamiento de cargas” y “fijación de la pulsión”... ¿para qué
haríamos eso? ¿para conocer cuál es la doctrina freudiana de la
represión primaria? ¿Y por qué tendríamos ganas de conocer esa
doctrina? ¿O por qué esa doctrina y no tal otra, qué sé yo, la doctrina
pitagórica de la transmigración, por ejemplo? ¿De dónde esa presunta
ambición de conocer todo y cualquier cosa? Planteadas así las cosas,
no tendría ningún sentido cargar sobre uno el esfuerzo que eso com-
porta...

Esto sería lo que deseo transmitirles. Me parece... me parece,


no, estoy seguro de ello, que el camino correcto es el inverso. Es
porque hay algo en la experiencia que resiste a ser considerado en
términos de metáfora, voy a decirlo en términos más sencillos: que
resiste a ser considerado en términos de sustitución — cuando rige la
sustitución, tenemos algo que está en el lugar de otra cosa, y entonces,
remitir ese “algo” a esa “otra cosa” constituye la marcha “normal”,
más o menos suave del método analítico — pero hay cosas en la
clínica que aparecen como blancos, como huecos, que no tienen
sustitución... Esos fenómenos: cierta detención del discurso, el
ombligo del sueño, la necesidad de explicar por qué diablos se reprime
tal cosa... ese tipo de cosas es lo que nos obliga a conjeturar la
necesidad de una represión primaria o cosas por el estilo. Pero
entonces, eso que parece muy abstracto, o algo a primera vista tirado
de los pelos y en total contradicción con los datos más firmes de la
antropología, como el asesinato del padre primitivo y su consumición
por los hermanos, es una conjetura que se sostiene únicamente, pero
nada menos, en la medida en que la establecemos a partir de
dificultades concretas de la clínica, no por una ambición metafísica de
Freud y de los psicoanalistas en general.

No sé si queda claro, pero voy a insistir sobre esto. En verdad,


no se sostiene una oposición entre teoría y clínica. El ejemplo que pa-

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rece más clínico, cualquiera de los de La interpretación de los sueños,


de la Psicopatología de la vida cotidiana, o de cualquiera de los histo-
riales freudianos, pero aun el más conciso recorte de la clínica que
ofrezca un psicoanalista, comporta una cantidad de supuestos
altamente teóricos que, ponerlos de relieve, sería un ejercicio por
demás interesante. Y viceversa, no hay especulación de Freud, ni de
Lacan, ni de cualquier psicoanalista digno de ese nombre, que no
obedezca a la necesidad de reflexionar acerca de un problema con-
creto de su práctica... Y si no fuera así, no valdría la pena leerla. Si no
fuera así, no vale la pena detenerse en eso, porque hay muchas cosas
escritas, en el mundo, que seguramente tienen más interés.

Entonces, no se trata de leer estos textos de Freud que estamos


considerando, y luego los textos de Lacan que incorporemos en
nuestro seminario, para luego ver de qué manera relacionar eso que
estudiamos con algún problema de la clínica. Tal vez esto que estoy
diciendo no siga teniendo valor para aquellos de ustedes que todavía
no tienen experiencia con pacientes —no sé si los hay, aquí—, pero a
los que tienen esa experiencia, aunque sea con un solo paciente, les
digo: no duden que en la menor de sus intervenciones con ese
paciente, y aunque crean no saber qué están haciendo, ustedes ponen
en obra una concepción de lo que es y debe ser el psicoanálisis —la
habrán formado a partir del análisis de cada uno, si están en análisis,
de lo que estudiaron en la Facultad, de las conversaciones con
vuestros compañeros, de las conferencias de psicoanalistas a las que
asistieron, de los prejuicios juveniles más insólitos, y hasta de las
películas sobre psicoanalistas del tipo Cuéntame tu vida o Gente como
uno—, esta concepción podrá ser radicalmente falsa, errónea, pero tan
completa como la que podrán tener luego de un exhaustivo estudio de
los textos y de una mayor experiencia con pacientes. ¿Para qué
estudiar, entonces? Pero, es obvio: para que esa concepción, siempre
tan completa, sea menos errónea.

Entonces, les decía: no se trata de leer estos textos de Freud que


estamos considerando, y luego los textos de Lacan que incorporemos
en nuestro seminario, para luego ver de qué manera relacionar eso que
estudiamos con algún problema de la clínica, sino, al revés, se trata de
ir a esos textos con la suposición de que esos textos abordan, a su ma-
nera, esos problemas mismos. Se trata de leerlos para encontrar allí los
problemas que nos hemos formulado ya por nuestra cuenta en nuestra

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concepción “completa”, y para encontrar allí problemas que en nuestra


concepción, no obstante tan “completa”, no se nos había ocurrido for-
mularnos.

HABLEMOS “EN BORRADOR”

Retomo. Les decía que estoy un poquito desconectado, y que además


me anticipo a una próxima, probable desconexión. Entonces les pro-
pongo que hoy, si bien mi idea es la de puntuar este texto «Sobre la di-
námica de la transferencia», dejando para el próximo encuentro otros
textos que ya les mencionaré, pero que son todos textos cercanos a
éste —el de «Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico»,
de 1912, el de «Sobre la iniciación del tratamiento», de 1913, el de
«Recordar, repetir y reelaborar», de 1914, el de «Puntualizaciones
sobre el amor de transferencia», del mismo año—, todos o algunos de
esos, lo decidiremos al final de esta reunión, les propongo que hoy
invirtamos un poquito, no del todo, pero un poquito, el funciona-
miento habitual de estas reuniones, y que dediquemos diez o quince
minutos, sin timideces, para no perder el tiempo, a que ustedes me
digan en qué andan, cuáles son las dificultades con las que se han
encontrado hasta ahora, sea en los textos de Freud, sea en lo que
estamos desarrollando en este seminario, sea en lo más vivo de
vuestra práctica cotidiana, qué les interesa en relación a la trans-
ferencia, a partir de qué urgencias, cómo la van pensando... así yo, en
función de eso, voy armando la reunión de hoy y la de la vez que
viene. Y ya al final de la reunión que viene decidiremos cómo
retomar, por dónde seguir en la segunda mitad del año — insisto: en
función de las necesidades concretas que ustedes logren transmitirme,
y no de un supuesto programa que, por supuesto, yo tengo, pero lo
puedo tirar a la basura sin pena, porque... creo habérselos dicho ya, mi
objetivo no es dictar un programa, para eso me pongo a escribir un
libro y chau. El objetivo de estos seminarios de la Red, de estos
seminarios dedicados a los Fundamentos del Psicoanálisis, que elec-
tivamente apuntan a la formación del analista, es el de lograr estable-
cer entre nosotros el mayor grado de interlocución posible. Así que,
bueno, hablen. Tranquilos, sin preocuparse por mostrarse sabios, ha-

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blen como en borrador. Pongamos en juego la pasión de la ignorancia,


esa necesaria para construir el marco del no saber donde sea posible
inscribir algún saber inédito, o al menos inesperado. Esta parte de la
reunión no la voy a hacer desgrabar.

..............................................................................................................

UNA POSICIÓN DE LECTURA

Ustedes recuerdan cómo comenzamos este seminario. Yo les formulé


de entrada mi posición en cuanto a cómo me proponía abordar los tex-
tos. Les distinguí una especie de tiempos que me parecía esencial no
confundir. Y les dije, un poco míticamente —creo, porque no me
acuerdo bien de lo que he hablado, pero de todos modos es algo que
suelo repetir, así que es posible que se los haya dicho así—, les dije
que mi planteo es el de distinguir tiempos, donde podríamos situar un
momento 1, que es el momento de Freud:

1) Freud

Freud, que es el descubridor — aunque no me gusta mucho la palabra


“descubridor”, porque descubridor es Colón, que descubrió un conti-
nente que no se conocía pero que, digamos, ya estaba en el mundo —
en realidad convendría decir, me parece, pero esto sólo puede decirse
desde un momento 3, en verdad, que está por venir, que Freud no des-
cubrió el inconsciente, sino que lo inventó... y que lo inventó a partir...
de una premisa falsa, podríamos decir: lo inventó a partir de la
premisa falsa proporcionada por los experimentos de Bernheim —
ustedes recuerdan eso: la orden post-hipnótica, de la que no recuerdo
si les he hablado: así como Bernheim recuperaba, por insistencia, la
orden post-hipnótica de la que el sujeto al principio no se acordaba,
Freud supuso que, insistiendo, era posible recuperar recuerdos
reprimidos, recuerdos excluidos de la conciencia, en ese primer
momento, que estarían ligados a esos traumas, a esas vivencias
traumáticas...

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Ahora bien, ¿eso es el inconsciente? Más precisamente: ¿eso,


ese conjunto de recuerdos excluidos de la conciencia, que remiten a
acontecimientos de la historia del sujeto, y que se pueden recuperar,
insistiendo, presionando con el objetivo de llenar las lagunas
mnémicas, es el inconsciente propiamente freudiano? No. ¿Acaso he
tenido que mencionar, en esta reconstrucción, los mecanismos propios
del proceso primario, la condensación, el desplazamiento...? Entonces,
eso no es el inconsciente propiamente freudiano. Pero con esa
suposición, esa suposición que, retroactivamente, podemos calificar de
errónea, con esa suposición errónea Freud instaura un método, que es
el método de la asociación libre, del cual procede el inconsciente
propiamente freudiano.

Es en este sentido que se podría decir que Freud, no es que


“descubrió”, sino que más bien inventó el inconsciente. Tanto es así
que Lacan, en un texto como «Posición del inconsciente», de 1964,
escribe: “el inconsciente de antes de Freud no es pura y
simplemente”.30

Esta precisión es importante en la medida en que apunta a lo


que a veces se hace como psicoanálisis aplicado, aunque convendría
decir “salvaje”: por ejemplo cuando se dice “a Fulano, con ese lapsus,
lo traicionó el inconsciente”, o cosas por el estilo. Lo que decimos,
todo lo que decimos, surge de la experiencia analítica, ése es como el
ámbito de origen y de pertinencia de lo que puede decir un analista en
tanto tal. Cuando el psicoanalista va a la televisión, por ejemplo, a
predicar la buena nueva psicoanalítica, infaltablemente mete la pata,
porque habla de lo que no sabe, o de lo que no sabe, al menos, en
tanto analista. Bueno, fin de esta digresión.

Entonces, Freud inventó esta cosa nueva que no existía antes, el


inconsciente, que es algo que se deduce, dirá Lacan, de las
condiciones mismas de la experiencia analítica. Por eso, dado que la
experiencia analítica consiste en que uno habla y el otro escucha, pero
a veces habla, y como el único medium de la experiencia, como dice
Lacan en el Discurso de Roma, no es otro que la palabra31 ―porque
30

Escritos 2, p. 809.
31

“Ya se dé por agente de curación, de formación o de sondeo, el psicoanálisis no


tiene sino un medium: la palabra del paciente. La evidencia del hecho no excusa

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nos proscribimos otros métodos,32 nos proscribimos, y Freud se lo


proscribió bastante tempranamente, algo como ir a preguntarle al papá
o a la mamá qué le pasó a la nena cuando era chiquita: no nos interesa,
no hacemos ese tipo de encuesta, nos proscribimos cualquier otro
modo de abordaje que no sea la palabra del paciente, y nos proscri-
bimos cualquier otra intervención que no sea verbal—, entonces,
obviamente, por deducción lógica, podríamos decir, el inconsciente
estará estructurado como un lenguaje. ¿Se entiende? Si el único medio
es la palabra, de ahí no puede salir otra cosa que algo estructurado
como un lenguaje.

¿Esto quiere decir que no existe el inconsciente hormonal? Sí,


existe, pero no en nuestro campo, no sabemos nada de eso, ni nos inte-
resa saber en tanto analistas. ¿No existe el inconsciente genético? Sí,
probablemente, qué sé yo, no me interesa. Todas las formas de no-
conciencia, pero que no tienen esta estructura de lenguaje, se-
guramente existen, pero de eso no sabemos nada, ni queremos saber.
¿Por qué? Porque “acotar” la extensión del concepto es en provecho
de la intensión. Cuantos más medios nos proscribimos, entonces, para
atenernos al que lo constituye como campo, como dominio, más
profundizamos en la esencia de lo que es el análisis.

1) Freud

2) los post-freudianos

Bien, luego de Freud, vinieron los post-freudianos. También les hablé


algo de eso. Los post-freudianos eran los que querían agregar algo al
que se le desatienda” — cf. Escritos 1, p. 237. Sobre este punto, y el aludido en la
nota siguiente, puede consultarse: Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «La comu-
nidad de nuestra experiencia», intervención en el Seminario de lectura Fun-
damentos de la práctica analítica: Temas Lacanianos, Escuela Freudiana de Bue-
nos Aires, el 28 de Abril de 1987. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la
E.F.B.A.
32

“Porque si la originalidad del método está hecha de los medios de que se priva, es
que los medios que se reserva bastan para constituir un dominio cuyos límites de-
finen la relatividad de sus operaciones. Sus medios son los de la palabra en cuanto
que confiere a las funciones del individuo un sentido; su dominio es el del discur-
so concreto en cuanto campo de la realidad transindividual del sujeto; sus opera-
ciones son las de la historia en cuanto que constituye la emergencia de la verdad
en lo real” — cf. Escritos 1, p. 247.

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edificio levantado por Freud... hasta que entre esos post-freudianos vi-
no Lacan, a quien le damos un lugar especial.

2’) Lacan

¿Por qué le damos un lugar especial a Lacan? ¿Porque Lacan era espe-
cial? Entrar en eso es entrar en un pantano, y la mejor manera de
cortar es decir que es especial para nosotros, en la medida en que
nosotros armamos la historia a partir de acá:

3) Nosotros

es decir, los que venimos después de Lacan, y que decidimos que no


hay acceso al texto de Freud sin pasar por Lacan. Por eso colocamos a
Lacan en el lugar 2 de nuestro esquema, destacándolo del resto de los
post-freudianos. Esto implica un escalonamiento, una secuencia:
Freud — Lacan — Nosotros.33

Pero entonces, creo haberles dicho también que, en la medida


en que nuestra posición en el lugar 3 no es la posición en el lugar 2
donde colocamos a Lacan, nuestra posición no podría consistir en
repetir los enunciados de Lacan, porque repetir los enunciados de
Lacan sólamente nos da acceso a Lacan por identificación. Entonces,
nuestra posición, el tiempo nuestro, que sea nuestro, será nuestro en la
medida en que, sin desconocer los lugares de enunciación que
llamamos tiempo 1, el tiempo de Freud, el instaurador de un nuevo
campo de experiencia y de discurso, y tiempo 2, el tiempo de Lacan y
su retorno a Freud, sin desconocer que nuestro lugar de enunciación
en el tiempo 3 es por referencia a esos tiempos 1 y 2, este tiempo
nuestro, para que sea verdaderamente el nuestro, deberá ser un tiempo
3 que no sea idéntico a los tiempos 1 y 2. Si es nuestro tiempo, no es
el tiempo ni de Freud ni el de Lacan. Para lo cual tenemos que
distinguir claramente entre lo que dice Lacan y la operación que
realiza Lacan con el texto freudiano.

33

Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «Freud, Lacan, Nosotros», intervención en el


Seminario Fundamentos de la Transferencia, dictado con Alba Flesler y Analía
Meghdessian. Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 8 de Julio de 1996. Se en-
contrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

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Por lo tanto, y para retomar algunas de las preguntas que surgie-


ron recién: ¿Freud interpreta la transferencia? — Sí. ¿Para Lacan, hay
que interpretar la transferencia? — En principio, no, aunque no está
proscripto. Pero en principio, no. Puede ser que a veces, sí, no está
proscripto. Por ejemplo, en el texto que consideramos al pasar en la
reunión anterior, el escrito titulado «Intervención sobre la transferen-
cia», si bien es un texto que eventualmente se podría considerar casi
como pre-lacaniano, porque es de 1951, pero esto Lacan lo va a for-
mular en otros lugares, Lacan declara que Freud le podría haber
formulado a Dora “usted me imputa las mismas intenciones que su
papá, o que el señor K...”, y que eso hubiera sido, como dice en el
texto, “llenar con un engaño el vacío de ese punto muerto” constituido
por el hecho de que la histérica aborda el misterio del objeto femenino
con una identificación viril, pero inmediatamente agrega que, aunque
ese engaño sea falso, falaz, sin embargo Dora, aunque más no sea por
contradecirlo a Freud, eso la habría hecho seguir hablando, relanzando
el proceso dialéctico en el que consiste para Lacan la cura, en ese mo-
mento.34 Es decir, entendida la marcha del análisis como un diálogo,
como una experiencia dialéctica donde la verdad se alumbra por desa-
rrollos e inversiones, esa interpretación de la transferencia —Freud
sustituyendo al señor K...— no era muy correcta, y no era por
completo ajena a los prejuicios de Freud, a su contratransferencia, pe-
ro no obstante podría haber tenido ese beneficio de relanzar el diálogo
en el momento mismo en el que éste amenaza interrumpirse.

Pero en principio, digamos, según Lacan, no se interpreta la


transferencia, sino que se interpreta en la transferencia. Pero esto es ya
Lacan, no es Freud. Interpretar en la transferencia... ¿qué quiere decir?
— que la interpretación se formula con alguna idea acerca del lugar
desde donde va a ser recibida esa palabra.

34

“¿Qué es entonces interpretar la transferencia? No otra cosa que llenar con un en-
gaño el vacío de ese punto muerto. Pero este engaño es útil, pues aunque falaz,
vuelve a lanzar el proceso. La negación con que Dora habría acogido la observa-
ción por parte de Freud de que ella le imputaba las mismas intenciones que había
manifestado el señor K..., no hubiese cambiado nada al alcance de sus efectos. La
oposición misma que habría engendrado habría orientado probablemente a Dora,
a pesar de Freud, en la dirección favorable: la que la habría conducido al objeto
de su interés real” — cf. Escritos 1, p. 214.

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Sigamos. ¿La transferencia son “clisés”? — Para Freud, sí... en


estos textos que estamos considerando, y desde el caso Dora. ¿Y para
Lacan, se trata de eso? — No. Pero, en la medida en que vamos a ha-
blar desde este lugar de enunciación que definimos como tiempo 3,
donde nos proscribimos identificarnos al decir de Lacan, nos prohibi-
remos en consecuencia encontrar en estos textos de Freud cosas que
no están ni podrían estar. En una de las reuniones anteriores les hablé
de la Vorstellungsrepräsentanz y del significante, y les decía que el
significante no está, ni puede estar, en el texto de Freud; que hay algo
en el texto de Freud, sí, en la lógica que ese texto despliega, que se
presta, e incluso reclama, algo del orden de la noción de significante,
pero esa noción no está, más aún: la noción de representación le hace
obstáculo, le impide estar, por lo que cuando Lacan la introduce eso se
hace a costa de descartar por caducas algunas partes del texto de
Freud, y además cuando la introduce, introduce con ella otras
nociones, como la de sujeto. Entonces, cuando Lacan dice que “la
Vorstellungsrepräsentanz es el significante”, introduce en el texto de
Freud algo que de alguna manera estaba como reclamado por ese
texto... que por otra parte era portador de nociones que lo proscribían.
Entonces, en la medida en que lo logra introducir, eso arrastra a que
parte de ese texto de Freud quede caduco y deba abandonarse.

Entonces, para Lacan, la transferencia no va a ser, fundamental-


mente, esto que vamos a leer en estos textos de “los escritos técnicos”.
Lo que al respecto va a decir Lacan, es que esto que vamos a leer en
estos textos de “los escritos técnicos de Freud”, son “fenómenos”,
“efectos constituidos” de la transferencia, mientras que la
transferencia depende de otra cosa, constituyente —constituyente,
para oponerlo a los efectos constituidos—, que él denomina sujeto
supuesto saber. Bueno, no llegamos todavía a eso, pero en principio, y
para decirlo de una manera muy elemental, dado que algunos dijeron
no saber todavía en qué consiste el significante, ni el sujeto, pero para
que se entienda, entonces: ¿qué es la transferencia, dicho esto en los
términos más simples, y elementales, y menos teóricos que podamos
emplear para acercarnos a esta noción? — la transferencia es el
tiempo, el tiempo de espera de la interpretación. Alguien viene con
una pierna paralizada, y esto no le significa ni medio. Pero si esa
pierna paralizada está esperando, o ese alguien, haciéndose representar
por su pierna paralizada, está esperando un decir, un saber por venir,

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que responda a la pregunta por la parálisis de esa pierna... eso es la


apertura de la transferencia, para Lacan.

Entonces, de la misma manera en que en otra ocasión, y dejando


de lado por un momento los términos propios de nuestra disciplina
para un primer abordaje de la noción, les dije: ¿qué es el sujeto? — el
sujeto es que uno nunca hace uno consigo mismo, bueno, hoy les
digo: ¿qué es la transferencia? — la transferencia es el tiempo de
espera de una palabra por venir... lo cual supone una serie de cosas,
que ahora dejamos para más adelante.

Antes de entrar en el texto de Freud «Sobre la dinámica de la


transferencia», y porque pienso que puede servir para ordenarnos, voy
a tomar en consideración una de las preguntas que surgieron recién
acerca de la tríada: transferencia — resistencia — repetición.

TRANSFERENCIA, RESISTENCIA, REPETICIÓN

Vamos a empezar por la resistencia, que es lo primero que apareció.


La resistencia es una noción que tiene Freud, que vendría a ser como
la noción, en principio, correlativa a su método. Con sus primeros pa-
cientes, cuando iba en busca de la abreacción, de la catarsis, él sentía
que para recuperar el recuerdo que faltaba, el recuerdo que
correspondería al trauma que causó el síntoma... — ¿ustedes se dan
cuenta, luego de lo que acabamos de decir recién, que el primero que
introduce el tiempo de espera es Freud? Cuando le asegura al
paciente: “Usted lo sabe, vamos, lárguelo”, y si el tipo dice que no,
Freud insiste: que él, el paciente, en algún lugar, lo sabe, que en algún
lugar de su conciencia o de su “conciencia segunda” él posee ese
recuerdo que dará la clave del síntoma — pero entonces, en ese
movimiento... casi podríamos decir “subjetivo”, donde Freud sentía
que tenía que ejercer una presión, un apremio, para que salga a la luz
ese recuerdo que no aparecía, él nota que hay distintos fenómenos, en
el diálogo con su paciente, o en la actitud de éste, que hacen como una
presión en contra de lo que él considera su tarea: la recuperación del
recuerdo. Es ahí que surge la noción de la resistencia. ¿Qué es la

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resistencia? Bueno, la resistencia es, en primer lugar, todo lo que se


oponga a la recuperación del recuerdo... al menos mientras la cura
analítica sea definida como una anamnesis, es decir, como el “llenado
de las lagunas mnémicas”. Todo, todo, cualquier cosa... Incluso, en La
interpretación de los sueños, se pregunta: “el padre del paciente
falleció y el paciente faltó a la sesión, ¿eso es una resistencia?”.
Aunque en su origen la intuición primera de esta noción le vino a
Freud de una manera “subjetiva”, dijimos —el esfuerzo que le costaba
hacer que el paciente recordara, y dijera lo que recordaba—, la defini-
ción que mantiene es completamente desubjetivizada, puramente ope-
ratoria: todo lo que se opone a la marcha de la cura... sea como sea
concebida esa marcha.

Esto es importante subrayarlo porque, no obstante, veremos en


el texto de hoy, por ejemplo, en «Sobre la dinámica de la
transferencia», algunas frases de Freud, algunas maneras de formular
el fenómeno de la resistencia, que van a contrapelo de esta definición
operatoria, y deslizan a concebirla subjetivamente, personalizadamen-
te, casi lindando con la “mala leche”. Pero insisto que en lo más fuerte
de la lógica freudiana, en lo más coherente con otras nociones con las
que la noción de resistencia se relaciona, la resistencia debe ser
considerada como algo en principio no subjetivo, más allá y anterior a
las “intenciones” del sujeto, relativo a la marcha de la cura, e
indicador, para el analista, precisamente de que esa marcha, marcha.
No hay resistencia cuando nada importante está en juego. La
resistencia es un índice de que no estamos hablando en vano. Si
ustedes recuerdan el esquema de “las capas de la cebolla”, la re-
sistencia es como una señal luminosa que nos indica que nos estamos
acercando al núcleo patógeno. Si transitamos sin resistencia, quiere
decir que no estamos acercándonos a él. Estamos sosteniendo una
conversación muy interesante, o no, pero que no nos lleva a ningún
lugar que tenga consecuencias en términos de eficacia terapéutica. En
este sentido, la resistencia no es algo “malo” —tampoco se trata de
promoverla, por supuesto—, sino un índice “positivo” para el analista,
el índice de que la cosa avanza.

A partir de La interpretación de los sueños, para colocar aquí


alguna fecha que nos sirva de mojón, aunque no deje de ser un poco
arbitraria, digamos que si bien el objetivo final de la cura analítica es
el “llenado de las lagunas mnémicas” ―esto es mantenido siempre,

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por Freud—, se desplaza un poco la consigna en relación a la cual es


definida la resistencia: ya no se trata de recuperar un recuerdo, en
primer lugar, aunque eso va a seguir estando, en el horizonte, sino que
el trabajo analítico consiste en cumplir con la regla fundamental, es
decir, que el paciente diga todo lo que se le ocurra, sin omisiones — y
entonces la resistencia va a estar definida por todo lo que se oponga a
ese trabajo... y esto hasta el punto de que Freud pueda formularse la
pregunta que acabamos de recordar, referida a la muerte del padre del
paciente... lo que implica una definición por fuera de toda subjetivi-
dad... aunque esto no excluya, por su parte, que eso tenga algunas sub-
jetivaciones, variadas maneras de subjetivar la resistencia, incluso la
de “querer cumplir con la regla fundamental”, de un modo que termina
parodiándola. Bueno, esto en cuanto a la resistencia.

De todos modos, cuando entremos en el texto «Sobre la dinámi-


ca de la transferencia» —en este sentido, este texto no es el mejor para
ver la cuestión de la resistencia—, les voy a señalar un par de lugares
que van en contra de lo que acabo de decir de la resistencia. Pero siga-
mos con esta tríada que me han propuesto.

En esa posición de la resistencia, como correlativa del cumpli-


miento de un trabajo, del trabajo que define la marcha de la cura —lle-
nado de las “lagunas mnémicas”, cumplimiento de la regla fundamen-
tal—, lo que va a aparecer es un fenómeno del que podríamos decir
que, para Freud, no puede no producirse, es decir, que es necesario,
pero cuya efectuación es contingente, o para decirlo de un modo sen-
cillo: que no tiene por qué estar todo el tiempo, que va a aparecer en
algunos puntos electivos. Eso necesario, y a la vez contingente, que
aparece en algunos puntos electivos, consiste en que de pronto,
alguien que venía a consultar por un problema que no sabía cómo
resolver sin la ayuda del analista, y que estaba cumpliendo
aceptablemente con la tarea que éste le había impuesto, a saber, la de
la asociación libre, de pronto, de improviso, se le aparece en primer
lugar, y en desmedro de su primitivo deseo de sacarse de encima el
síntoma que lo aquejaba, pasa al primer plano de la escena de su
interés y sus pensamientos, la persona del analista, “del médico”,
como dice Freud en el texto que vamos a abordar. Esa es la transfe-
rencia como fenómeno. Es la aparición en el primer plano de algo no
esperado ―Freud confesó que eso lo tomó de sorpresa, y hoy mismo
podemos ver que a nuestros pacientes, ya suficientemente advertidos

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La Transferencia. Clínica y fundamentos

sin embargo, eso no obstante los sorprende, cuando acontece—, algo


que en principio no parece deducirse de las condiciones de la
experiencia: el paciente parece de pronto desinteresarse de lo que lo
había traído a la consulta, no todo el tiempo, pero en determinados
momentos, y se empieza a interesar en la persona del analista.

Si quisiéramos escandir los momentos en que Freud considera


la cuestión de la transferencia, esta caracterización correspondería a
un tercer momento, luego de «Sobre la psicoterapia de la histeria» y
luego de La interpretación de los sueños. Esta caracterización anuda
más la transferencia a la cura.

En «Sobre la psicoterapia de la histeria», recuerdan ustedes,


aparece la cuestión del “falso enlace”. La paciente de pronto
experimenta un deseo, por ejemplo las ganas de ser besada, pero en un
momento en el que todavía no había alcanzado el recuerdo de la
persona que le había inspirado esas ganas, y entonces, como el médico
está ahí, delante, esas ganas un poco vacías de contenido
representativo se enganchan con lo que está más a mano. Ahí se
produce la “falsa conexión”, el “falso enlace”, un error de persona. El
enlace es “falso” porque el sentimiento es auténtico, pero la persona a
la que se liga es equivocada. Hubo allí como un desfasaje, una
desincronización en el surgimiento de los dos componentes del
recuerdo: las ganas aparecen antes que la representación de la persona
que las había suscitado.

En La interpretación de los sueños, la transferencia está consi-


derada en plural e independientemente de la experiencia analítica. La
transferencia es la transferencia, el desplazamiento, del deseo incons-
ciente sobre los restos diurnos, en principio neutros, indiferentes. El
deseo, que no puede decirse... se dice, por transferencia. Es el modelo
del “socio industrial” y el “socio capitalista”, o el modelo de “los dos
dentistas”. Hemos hablado de eso.

Ahora, en este tercer momento, el esquema básico es el mismo,


pero volvemos, con «Sobre la dinámica de la transferencia», y ya la
vez pasada, con el Caso Dora, a su primera emergencia, la que ligaba
la transferencia a la cura, solo que ahora la cosa alcanza un relieve
mucho mayor. La transferencia es el pasaje al primer plano, por
razones desconocidas por el momento, de la persona del médico.

121
La Transferencia. Clínica y fundamentos

Dejo la cuestión de la repetición para después... ¿Por qué? ¡Por-


que es un lío! ¿Por qué es un lío? Porque en Freud no vamos a encon-
trar, claramente, la posibilidad de distinguir la transferencia de la repe-
tición. Y los que se adelantaron y ya leyeron el texto de «Recordar, re-
petir y reelaborar», de 1914, se habrán topado con ese párrafo en el
que a Freud se le va al diablo la novedad que parecía querer in-
troducir:

Por supuesto que lo que más nos interesa es la relación


de esta compulsión de repetir con la transferencia y la
resistencia. Pronto advertimos que la transferencia mis-
ma es sólo una pieza de repetición, y que la repetición es
la transferencia del pasado olvidado; pero no sólo sobre
el médico: también sobre todos los otros ámbitos de la si-
tuación presente.35

Con lo cual, uno se pregunta para qué diablos Freud introdujo esta
idea de la repetición, si termina reduciéndola a lo ya sabido. Vamos a
ver que, de todas maneras, algo se puede sacar de ahí. Pero en
principio, a nivel definición, parece que las cosas no están muy claras,
para Freud.

Y en Lacan mismo tampoco está clara la diferencia entre trans-


ferencia y repetición, al menos hasta el Seminario 11, sobre Los
cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, donde uno de esos
conceptos es la transferencia y otro es la repetición.36 Es decir, hasta
35

op. cit., en Sigmund FREUD, Obras Completas, Volumen 12, Amorrortu edito-
res, Buenos Aires, 1980, pp. 152-153.
36

En el curso de ese mismo año, por una lectura más atenta del Seminario 8 de La-
can, alcancé a rectificar una opinión tan sin matices. Cf. Jacques LACAN, Semi-
nario 8, La transferencia en su disparidad subjetiva, su pretendida situación, sus
excursiones técnicas, corregido en todas sus erratas, Versión Crítica ―para circu-
lación interna de la Escuela Freudiana de Buenos Aires― de Ricardo E.
Rodríguez Ponte. Cf., igualmente: Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «La
transferencia en el presente», intervención en el plenario sobre «Lo real, lo
simbólico y lo imaginario en la transferencia», en el marco de las Jornadas de la
Práctica Psicoanalítica Lo real en la transferencia, convocadas por la Escuela
Freudiana de Buenos Aires en el Hotel Bauen, los días 10, 11 y 12 de Diciembre
de 1998. Cf., Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, El Seminario «La Transferen-

122
La Transferencia. Clínica y fundamentos

1964, ambos conceptos estaban muy pegados entre sí, y Lacan precisó
pasar por otros para establecer una distinción entre ellos. Cuando La-
can consideraba la transferencia como estancamiento en un proceso
dialéctico — esto de los clisés que vamos a encontrar en el texto que
decidimos considerar hoy, «Sobre la dinámica de la transferencia», es
la manera freudiana de decir lo que Lacan dice, de una manera un
poco más complicada, cuando habla, en «Intervención sobre la
transferencia», de “la aparición, en un momento de estancamiento de
la dialéctica analítica, de los modos permanentes según los cuales [el
sujeto] constituye sus objetos”.37 Pero “los modos permanentes según
los cuales el sujeto constituye sus objetos”, ¿en qué se diferencian de
los “clisés” de los que nos va a hablar Freud en este texto de hoy?

De todas maneras, voy a ver si acá, en el texto, puedo extraer


algo que nos encamine un poco hacia el establecimiento de esa
diferencia entre transferencia y repetición. Voy a ver, también, si
algunas de estas preguntas que me hicieron las puedo retomar
mientras puntúo el texto. La que me va a ser más difícil introducir
hoy, aunque me parece muy importante —la verdad que es muy
importante, pero es como que, estratégicamente, me parece mejor que
no la abordemos hoy... ni la vez que viene, dado que después
interrumpimos durante un mes este seminario— es la cuestión de la
diferencia entre la huella, el signo y el significante, a la que agregué la
noción de la letra. Estos términos, tal vez cuando introduzca la noción
de sujeto supuesto saber, para introducir la cual debemos pasar
primero por la cuestión relativa a qué es un significante, tal vez ahí
podría retomarla. Por las dudas, la persona que me hizo esta pregunta,
aunque yo les diga que no lo vamos a abordar ni hoy ni la vez que vie-
ne, que me la repita igualmente la vez que viene, porque no conviene
apostar a favor de lo que digo que voy a abordar la próxima vez. De
aquí a la próxima vez se me pueden cruzar otras preocupaciones, y en-
tonces termino hablando de otra cosa distinta de la que había
anunciado. Búsquenle el aspecto positivo a esta cuestión: si esto es

cia...». Una introducción, seminario en la Red de Seminarios de la Escuela


Freudiana de Buenos Aires, 1999, publicado en fichas. Cf., Ricardo E.
RODRÍGUEZ PONTE, «La transferencia. De Freud a Lacan», dos clases en el
Seminario sobre Conceptos Fundamentales de la Red de Seminarios en “Exten-
sión” conducido por el Cartel de Enseñanza de la Escuela Freudiana de Buenos
Aires, los sábados 21 de Agosto y 18 de Septiembre de 1999.
37

Escritos 1, p. 214.

123
La Transferencia. Clínica y fundamentos

así, es porque no les recito una lección ya aprendida, sino que la inter-
locución que mantengo con ustedes me hace trabajar. No creo que us-
tedes pierdan, si les hablo en caliente.

«SOBRE LA DINÁMICA DE LA TRANSFERENCIA»

Vamos a indicar algunos problemas que pueden localizarse en el texto


que decidimos considerar hoy, «Sobre la dinámica de la
transferencia», de 1912.38 Este texto, Freud lo empieza aclarando que
no se propone agregar más cosas a la descripción que de la
transferencia ya han hecho otros autores en la revista donde publica
este artículo. A lo que él apunta con ese texto, dice, es a explicar su
dinámica. ¿Y qué entiende Freud por dinámica de la transferencia?
Dos cosas: el mecanismo de producción y su función en la cura.

Esas son las dos cuestiones a las que apunta con este término de
dinámica, dinámica de la transferencia: ¿cuál es el mecanismo de pro-
ducción de la transferencia? ¿cuál es la función de la transferencia en
la cura? Bien, en cuanto a esto, lo que va a decir es que el mecanismo
de producción de la transferencia, en la cura, depende de lo que, en
este texto, él llama las condiciones de amor. Esto quiere decir que,
para Freud, la transferencia es un fenómeno absolutamente general, y
no dependiente de las condiciones de la experiencia analítica. ¿Se
entiende lo que digo? Es decir, si la transferencia consiste en la
actualización de las condiciones de amor, esto se da cada vez que
aparece un nuevo amor, un nuevo objeto que, por cumplir con ciertas
condiciones que varían con cada individuo, se muestre entonces apto
para captar esa libido flotante, resto de viejas y nuevas frustraciones.
Esto quiere decir que se trata de algo absolutamente general, no
específico de la cura analítica. En todo caso, la especificidad de la
transferencia en la cura va a estar dada, no por su mecanismo de
producción, sino por su función en la cura, es decir, cuando interviene
en la cura, según este texto, a título de resistencia. No es que la resis-
38

Sigmund FREUD, «Sobre la dinámica de la transferencia» (1912), en Obras


Completas, Volumen 12, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980.

124
La Transferencia. Clínica y fundamentos

tencia cree la transferencia —cosa que Freud va a subrayar en un texto


posterior—,39 pero la irrupción manifiesta, ruidosa, de la transferencia
en la cura, y porque es particularmente apta para que la resistencia se
sirva de ella, es a título de resistencia. Y esta irrupción a título de
resistencia es lo que especifica a la transferencia analítica, es lo que
especifica la función de la transferencia en la cura, respecto de su
aparición en otros ámbitos. Esa es su función, su función resistencial,
podríamos decir.

Insisto en que me estoy ateniendo a este texto de 1912. No


estoy hablando de la doctrina general de la transferencia. Pero esa
doctrina general de la transferencia se construye también con este
texto de 1912, y por eso conviene pasar por él.

En cuanto a las condiciones de producción de la transferencia,


esto es, en cuanto a “las condiciones de amor” —lo que inmediata-
mente nos remite a lo que recordamos la vez pasada cuando pasamos
por «Intervención sobre la transferencia»: “los modos permanentes
según los cuales el sujeto constituye sus objetos”, es decir lo que es
del orden del fantasma, como decimos entre lacanianos, pero vamos a
mantenernos en el lenguaje freudiano—, “las condiciones de amor”
son, dice Freud, algo así como “un clisé (o también varios) que se
repite —es reimpreso— de manera regular en la trayectoria de la vi-
da”, es decir, una especie de “programa” previo, con una parte
conciente y otra parte inconsciente, pues en buena medida estos clisés
derivan de experiencias infantiles, y... Recuérdenme que vuelva a este
punto, luego de un breve paréntesis:

En Freud —y con esto adelanto una primera respuesta a quien


hoy me preguntó sobre la noción de huella— hay una especie de pre-
juicio que es importante tener en cuenta... Lo llamo “prejuicio” por-
que... no importa por qué lo llamo así, ahora, digamos algo que fun-
ciona en su modo de racionalizar la experiencia analítica como una es-
pecie de axioma, que es el siguiente: si yo encuentro una representa-
ción, una palabra, un relato, lo que sea, esto es algo que queda de algo
que ya aconteció previamente. Es decir, todo se funda en la idea de
“huella”. La huella es la marca del acontecimiento, la marca que un

39

Sigmund FREUD, «Puntualizaciones sobre el amor de transferencia» (1914), en


Obras Completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980, p. 166.

125
La Transferencia. Clínica y fundamentos

acontecimiento ha dejado en una superficie indeterminada. ¿Se


entiende? Es la metáfora del papel y la inscripción, metáfora que a mí
no me gusta a pesar de que parece bastante didáctica. Pero así como es
didáctica y permite exponer fácilmente muchas cosas, también tiene
su precio, en la medida que transmite una noción del inconsciente que
hace de éste una especie de reservorio, de almacén de huellas, es
decir, de cosa detenida... — que no es la perspectiva que va a
introducir Lacan, para quien, desde el comienzo, el inconsciente es
algo que depende del diálogo, de la relación al Otro, que no es de uno,
que es transindividual... ¿Se entiende esto? La metáfora del papel y la
inscripción lleva a la idea de que el inconsciente es de uno y ya está...
Bueno, es didáctica, pero tiene ese precio. Pero la idea de Freud, en el
fondo, es esa: si la paciente relata, por ejemplo, un atentado sexual, la
condición de ese relato es que ella posea la huella de este atentado, sea
porque lo sufrió ella misma, sea porque asistió de alguna manera al
atentado que sufrió otra persona, sea que vió alguna escena inocente
entre animales que le sirve de soporte material, algo que quedó
grabado como huella, para la futura construcción de su relato. Y si el
origen de esa huella, a pesar de todo, no es posible localizarlo,
digamos, en la experiencia propia de ese sujeto, entonces Freud remite
el acontecimiento inscriptor de la huella a la historia de la especie.
¿Por qué el hombre nace culpable, antes de cometer cualquier crimen,
antes incluso de cualquier deseo criminal o criminoso? ¡Ah! Porque
nuestros padres, nuestros antiguos padres, nuestros más remotos
ancestros en el límite de la humanidad, asesinaron al proto-padre
amado y se lo comieron en la primera comunión de la historia, y
heredamos la huella de ese acontecimiento fundador.

Es decir, el procedimiento de Freud es recursivo, y no


predictivo. Es recursivo, es decir, si me encuentro con tal cosa, la
explico por algo anterior. Pero, obviamente, como en todo
procedimiento recursivo, es preciso un punto de tope. Bueno, ese
punto de tope, en Freud, va a ser siempre algo del orden de un aconte-
cimiento que deja inscripta una huella. La huella, les dije, es la marca
del acontecimiento... en la historia del sujeto o en la historia de la
especie, cuando Freud ya no sabe más a qué santo encomendarse.

Bien, para volver a nuestros “clisés”, la idea de Freud es que es-


tos clisés son una trama de huellas dejadas por diversos acontecimien-
tos infantiles, gratificantes o frustrantes. Así, estas vivencias

126
La Transferencia. Clínica y fundamentos

infantiles, o más bien sus huellas, fueron entonces cargadas


libidinalmente, a partir de lo cual una parte de esta libido ligada a ellas
pudo avanzar hasta la conciencia, de manera de integrar nuevos
hechos proporcionados por la realidad objetiva que pudieron modificar
esos “engramas”, pero otra parte quedó inconsciente, guardada en la
fantasía, en esas “reservas naturales” que constituyen las fantasías, y
entonces no pudo dialectizarse con la realidad objetiva y quedó como
siempre buscando lo mismo, como si no se hubiera avivado de que...
“¡de que creciste, viejo!”. Entonces, el señor tiene cincuenta y cinco
años y ante cada hombre que encuentra se sigue peleando con el papá,
o de cada mujer que encuentra quiere hacer su maestra de primer
grado, para decirlo de un modo un poco banal y burdo, discúlpenme,
pero no esencialmente falso, desde el punto de vista freudiano.

Entonces, este es el mecanismo de producción: las condiciones


de amor, esa libido flotante, derivada de antiguas frustraciones, a la
espera de un objeto de amor al cual fijarse:

Y si la necesidad de amor de alguien no está satisfecha


de manera exhaustiva por la realidad, él se verá precisa-
do a volcarse con unas representaciones-expectativa libi-
dinosas hacia cada nueva persona que aparezca, y es
muy probable que las dos porciones de su libido, la sus-
ceptible de conciencia y la inconciente, participen de tal
acontecimiento.

Y cuando la persona que aparece es la del “médico”, como dice Freud,


es decir, la del analista:

Es entonces del todo normal e inteligible que la investidu-


ra libidinal aprontada en la expectativa de alguien que
está parcialmente insatisfecho se vuelva hacia el médico.
De acuerdo con nuestra premisa, esa investidura se aten-
drá a modelos, se anudará a uno de los clisés preexisten-
tes en la persona en cuestión o, como también podemos
decirlo, insertará al médico en una de las «series» psí-
quicas que el paciente ha formado hasta ese momento.40

40

op. cit., p. 98.

127
La Transferencia. Clínica y fundamentos

Ahora bien, esto va a traer un lío, porque, si esta “necesidad de amar”


es el mecanismo de producción de la transferencia —pego un salto en
el texto—, ¿me quieren decir cómo hace Freud para sacar de ahí la
transferencia negativa, la de sentimientos hostiles? Después voy a vol-
ver a esto.

Lo que encontramos en este texto es una observación, algo que


tiene un valor observacional, referida a lo siguiente. Cuando “en el
análisis la transferencia nos sale al paso como la más fuerte
resistencia al tratamiento”, dice Freud, esto no es en cualquier
momento, sino en un momento particular: “cuando las asociaciones li-
bres de un paciente se deniegan”, y aclara, en una nota ad hoc, que él
se refiere al caso en el que dichas asociaciones “realmente faltan”, no
a cuando el paciente se calla, simplemente porque le resulta
desagradable decir lo que acaba de ocurrírsele.41 Y entonces volvemos
a encontrar, en este punto, lo que yo traté de indicarles, en las pasadas
reuniones, con el esquema de “las capas de la cebolla” rodeando a ese
núcleo que denominé hétero. Es decir: cuando algo no se puede decir,
cuando la asociación siguiente falta. Cuando la asociación siguiente
falta, porque lo que seguiría no es del orden de la asociación, en ese
agujero, podríamos decir, de la asociación siguiente imposible,
precipita la actualización del analista. Y ahora yo no hablé de “falsa
conexión” —aunque me parece que en Freud todavía no está comple-
tamente cuestionada la noción de “falsa conexión”—: en lugar de
hablar de “falsa conexión”, Freud dice que, en ese lugar, en ese lugar
donde la asocición siguiente falta, las “condiciones de amor” que
estaban ahí como al acecho —porque siempre hay frustraciones en la
vida que activan a estas “condiciones de amor”, siempre hay al menos
un monto de “libido insatisfecha”, siempre hay una búsqueda constan-
te referida a ver qué objeto será ahora el satisfactorio— las
“condiciones de amor” que estaban ahí como al acecho se vuelcan
sobre el analista y lo mandan al primer plano de la escena.

Yo quiero decirles, entre paréntesis, que esto de las


“condiciones de amor”... bueno, obviamente, por la forma en que
estoy puntuando este texto, ustedes ya habrán comprendido que no
estoy muy convencido del asunto, ¿no? Sí, me parece que es una
manera de hablar de algo que, sí, es correcto: lo que es la función del
41

op. cit., p. 99.

128
La Transferencia. Clínica y fundamentos

fantasma — pero es algo que no lo postularía en términos de huellas


de vivencias infantiles. De todos modos, lo que querría agregar, es que
esto de las “condiciones de amor”, no habría que limitarse a pensarlo
en términos de una experiencia cotidiana frustrante —cosa que no
hace falta demostrar, es algo propio de la experiencia—, sino que, en
cualquier relación de palabra, hablar es pedir, aunque sea atención,
hablar es demandar, y el más allá de toda demanda, va a decir Lacan,
es siempre una demanda de amor. O sea, que estas “condiciones de
amor”, podríamos también pensarlas, no en términos de “clisés”, sino
como derivadas de un hecho de estructura, que se pondrá de
manifiesto con mayor o menor intensidad según la situación, pero que
está como latente en toda situación, en cualquier acto de palabra.

De la misma manera, también, en cualquier acto de palabra,


siempre, y porque hablamos, la palabra no es la cosa —estoy evitando
deliberadamente el empleo de términos técnicos, de manera que todos
puedan seguirme—, la palabra no es la cosa, y entonces siempre nos
equivocamos de persona. En cambio, y creo que esto ya se los dije, la
perra de Lacan, Justine, nunca tomaba a Lacan por otro. Ella no habla-
ba, ella olfateaba, y entonces no tomaba al otro por otro. Bueno, esto
es interesante porque Freud, ahora no me acuerdo en qué texto, sí me
acuerdo de que se trataba de una nota, creo que en El malestar en la
cultura, pero no estoy muy seguro, escribe una nota que a primera
vista parece medio delirante, pero que, si uno se detiene a pensarla, y
la interpreta, no parece finalmente tan delirante. Me refiero a cuando
él habla de lo que ahí denomina como una represión orgánica, y dice
que cuando el hombre alcanzó su estatura erecta, alejó con ello su
nariz de sus genitales, y con ello se produjo una represión de lo
olfatorio, que Freud termina ligando al fundamento de la represión, en
general. Parece un poco delirante, así dicho, pero si uno toma a esto
como una metáfora, como que la pérdida del olfato es una manera de
hablar de la intervención del lenguaje como corte con lo inmediato de
la “realidad”, como corte entre el sujeto y el Otro, y entre el sujeto y él
mismo, también, ya no resulta tan delirante. Podríamos decir que ya
no hay relación sexual cuando, por el lenguaje, por lo constitutivo del
lenguaje, se ha perdido el odore di femina... En fin, más vale cierro
este paréntesis.

Entonces, “cuando las asociaciones libres de un paciente se de-


niegan”, no aparecen, en su lugar aparece el analista. Ahora, el esque-

129
La Transferencia. Clínica y fundamentos

ma que les había propuesto, y que quiero recordarles ahora, porque


creo que vale la pena, es: bueno, esto que no se puede decir, ¿por qué
no se puede decir?42 Y entonces hay dos caminos. Un camino es decir
que esto que no se puede decir, no se puede decir... todavía. Este “to-
davía” incluye, en mi esquema, la más vasta gama de alternativas que
ustedes se puedan imaginar: no se puede decir todavía, porque no se
puede decir todo al mismo tiempo, hay que hablar primero de una cosa
y después de otra, es decir que eso no se puede decir todavía, pero
después sí se podrá decir; también está lo que no se puede decir
todavía, porque todavía resulta vergonzoso, incómodo, porque
despierta mi repugnancia moral, etc.; también está lo que no se puede
decir todavía porque el interlocutor todavía no se ha ganado la
confianza del hablante, porque no se ha demostrado un interlocutor
válido, como se dice; también está lo que no se puede decir todavía
porque está reprimido, muy reprimido, incluso... Pero, de todas
maneras, en todos estos casos que les he mencionado, y en otros que
ahora no se me ocurren, esto que no se puede decir —dice Freud— se
dice de otra manera. Se dice de otra manera. Es lo que vamos a leer,
muy clarito, en el texto de «Recordar, repetir y reelaborar», por e-
jemplo cuando dice: “bueno, yo me la pasé hablando de la amnesia
infantil, pero, mirándolo bien, no se olvida ni medio, porque todo lo
que falta a la memoria conciente está en otra parte, todo lo que se olvi-
dó de la infancia está en los recuerdos encubridores, o en los
sueños”... Entonces: esto que no se puede decir todavía —y digo “to-
davía” para abarcar toda esta serie de alternativas que acabo de
evocar, desde las meramente coyunturales a las de estructura, con la
represión— esto que no se puede decir todavía, se dice... de otra ma-
nera: se dice por sustitución. Con lo que quiero subrayar que lo que no
se puede decir todavía es del orden de lo decible. Esto es lo que quería
decir: que es decible, que es de derecho decible.

La otra alternativa es la siguiente: lo que no se puede decir, no


se puede decir porque es indecible. Y acá no es porque está reprimido,
ni siquiera muy reprimido. Es indecible, porque no pertenece al orden
del decir. Y entonces no se dice de otra manera.

42

Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Lo que quiere decir hablar». Intervención en


el Seminario Fundamentos de la Transferencia, dictado con Alba Flesler y Analía
Meghdessian. Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 2 de Septiembre de 1996. Se
encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

130
La Transferencia. Clínica y fundamentos

Bien, van a ver que, en Freud, él tira todo el tiempo para el lado
de que lo que no se puede decir es sin embargo del orden de lo
decible, y por eso se dice, aunque sea de otra manera. De ahí que tiene
sentido, para Freud, llegado el caso, interpretar la transferencia.
Porque esta emergencia del “médico”, este pasaje del “médico” al
primer plano de la escena, es una manera de decir —disfrazada, resis-
tencial, incómoda, lo que sea— lo que se podría decir de otra manera:
bajo la forma de un recuerdo, por ejemplo.

Pero, sin embargo, hay algunas pistas, en el texto de Freud, que


permiten deducir —sin forzar el texto— que permiten deducir que, sin
embargo, no todo, en este fenómeno de la transferencia, sería de dere-
cho del orden de lo decible. Y aquí cobra importancia, me parece, la
parte final del texto, donde Freud pone el acento en lo que él
denomina el agieren, es decir, el “actuar”,43 y lo actual, a saber, que
“en definitiva, nadie puede ser ajusticiado in absentia o in effigie”.

Podríamos decir que lo decible de otra manera, lo disfrazado...


quitamos el disfraz, y encontramos abajo el rostro verdadero. ¿Se en-
tiende? El disfraz es lo verdadero... in effigie, o lo verdadero... in ab-
sentia. No es muy complicado: in absentia es “en ausencia”, ¿y qué
quiere decir “en ausencia”? —lo que está simbolizado: la palabra está
en ausencia de la cosa—; in effigie es “en imagen”, lo que está repre-
sentado en imagen. Ahora bien, como se deduce de esta frase final del
texto de Freud, vemos que no todo de la transferencia puede tramitarse
in absentia o in effigie, no todo de la transferencia puede resumirse a
lo decible: hay algo que no permite la sustitución, porque pertenece de
derecho a la dimensión del ahora. En cualquier dicho, además de lo
que el dicho dice y de lo que el dicho quiere decir, está la dimensión,
no siempre olbviable, de que lo que es dicho es dicho ahora.

Lo voy a decir con un ejemplo, para ver si queda un poco más


claro, dado que veo en algunos de ustedes algunas muecas de incom-
prensión. Hay una reflexión que se hace Freud en este texto —una re-
flexión que no me parece incuestionable—, cuando se pregunta por
qué la transferencia tendría esta especial aptitud para servir a los fines
de la resistencia. El asunto es complicado, porque en este fragmento
que les estoy evocando, la terminología que emplea Freud acerca de-
43

op. cit., p. 105.

131
La Transferencia. Clínica y fundamentos

masiado la transferencia a lo que en verdad sería del orden de la “mala


fe”, por ejemplo cuando dice “esa es la meta que quiere alcanzar el
analizado” —¿se dan cuenta?, “el analizado”, que se resiste—
“cuando hace coincidir el objeto de sus mociones de sentimiento con
el médico”.44 Y entonces se dice que es más difícil —es cierto, es más
difícil— es “muy difícil confesar una moción de deseo prohibida ante
la misma persona sobre quien esa moción recae”. Sí, no es fácil decir
“te deseo”, por ejemplo. ¿Se entiende? Es más difícil decir “te deseo”
que decir “deseo a Fulanito”, porque “te deseo” no es un mero
contenido, no es un mero trozo de información que se comunica, no es
hablar de algo, sino que es hacer en el mismo momento, en el acto
mismo en el que se dice. “Te deseo” es una demanda actual, además,
incluso una seducción en acto. No es del orden de lo que ocurrió, en el
pasado, aunque sea un pasado de diez segundos, “te deseo” tiene el
valor performativo de lo actual.

Como pensando contra sí mismo, Freud se replica que este ar-


gumento de que es “muy difícil confesar una moción de deseo
prohibida ante la misma persona sobre quien esa moción recae” no es
completamente satisfactorio, porque, dice Freud, y yo no estoy de
acuerdo con eso, pero eso es lo que dice: “En circunstancias reales
análogas suele decirse: «Ante ti no me avergüenzo, puedo decírtelo to-
do»”, pero creo que no son equivalentes las dos cosas, y aquí les
introduzco el ejemplo que les había prometido. No es lo mismo decir
“te amo” que decir, como una vez me dijo una paciente, “mi marido
me dice que estoy enamorada de usted”. Como contenido informativo,
vamos a decir así, ambas fórmulas son más o menos equivalentes para
el que recibe el mensaje. Pero el acto del decir no es equivalente, por-
que en el dicho de mi paciente, este dicho es un dicho atribuido a otro,
al marido. O como en el caso de esas pacientes que son de la
parroquia, sueñan con el analista, y entonces le dicen: “me parece que
estoy empezando a sentir pasiones debidas a la transferencia”. Esta es
una coartada. Borra la dimensión de lo actual. Sustrae el decir al
dicho. ¿Quién dice? El marido, el sueño...

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

44

op. cit., p. 102.

132
La Transferencia. Clínica y fundamentos

Exactamente, “te deseo” tiene una dimensión de actualidad, y de pre-


sencia, y de no reductible a otra cosa, que me parece que es por este
lado que se puede empezar a distinguir lo que sería propiamente del
orden de la transferencia en su diferencia con la repetición... si
definimos la repetición como ligada especialmente al retorno de los
signos, a la repetición del rasgo unario, a lo simbólico, en definitiva.
No importa, ahora, porque como las nociones están mezcladas, en
Freud, no me interesa esta precisión. Me interesa, sí, hacer la precisión
en cuanto a que hay algo de la transferencia que implica la actualidad,
y el ahora, y que la “interpretación de la transferencia”, aunque no está
proscripta —porque no está proscripta, llegado el caso, porque puede
tener un valor ligado a la coyuntura—, es una manera de rechazar la
transferencia. Porque decirle a la paciente “esto que le pasa conmigo
seguramente tiene que ver con que su papá bla-bla-blá”, es reducir,
licuar, disolver la dimensión de actualidad del decir transferencial de
la paciente, en ese momento.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Sí, es un modo de rechazar la transferencia. En verdad, hay dos modos


de rechazar la transferencia: una, es decir “este amor no es
verdadero”, la otra, es acostarse con la paciente. Esto también es
rechazar la transferencia. Entonces, ahí viene el problema: estos
ejemplos que acabo de darles son más o menos claros, por extremos,
pero hay otros casos que son más difíciles de resolver. Y entonces ahí
viene la precisión que hace Lacan, que vamos a ver cómo diablos la
introducimos en este seminario — al respecto, sería interesante que
ustedes aporten sus dificultades diarias, porque... no hay técnica
psicoanalítica, no sé si con todo lo que les he venido diciendo he
logrado transmitirles esto: si hay inconsciente, la intervención es in-
calculable, pero entonces no hay técnica psicoanalítica, no hay
“receta”. Es lo que a veces se encuentra en las supervisiones, cuando
el consultante pregunta “¿qué hago? ¿qué le digo a mi paciente?”. No,
eso no anda. En todo caso, uno puede preguntarle: “¿qué dijiste? ¿qué
hiciste? ¿qué resultó de eso? ¿qué razones te das para esa intervención
que tuviste?”. El planteo es retroactivo. No se programa la interven-
ción, en el mejor de los casos se devela la verdad de la misma, la

133
La Transferencia. Clínica y fundamentos

posición transferencial que la hizo posible, incluso necesaria. Pero


entonces, interpretar en la transferencia, como surgió en la pregunta
para oponerlo a interpretar la transferencia, en eso estamos todavía,
en qué puede querer decir, y no sé si alguna vez llegaremos a eso, si
podremos dar un ejemplo muy claro de eso, de todos modos, in-
terpretar en la transferencia, aunque eso les resulte todavía oscuro,
está claro que evita lo que en algunas concepciones se prescribe como
interpretación de la transferencia, en la medida en que interpretar la
transferencia va siempre en el sentido de disminuir, devaluar la dimen-
sión de lo actual de la transferencia.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Sí, que Freud no lo formula tanto en términos de “actualidad”, sino


más bien en términos de “eternidad”, o de lo “imperecedero” del
deseo inconsciente, o de que el inconsciente no conoce el tiempo...
Pero, de todas maneras, me parece que, de esa manera, se está
refiriendo a esa dimensión de actualidad que no puede escapársele a
ningún analista.

Bueno, hay un problema. Cuando Freud se topa con esa


paradoja de que la transferencia, “de ordinario la más poderosa
palanca del éxito”, se muda en algunos momentos de la cura “en el
medio más potente de la resistencia”,45 entonces trata de salir del paso
—pero en verdad es meterse en un pantano— distinguiendo una trans-
ferencia “positiva” de una transferencia “negativa”.46 Ahí se empasta
todo, porque...

Primero, si había definido el modo de producción de la transfe-


rencia por las “condiciones de amor”, es decir, por la libido insatisfe-
cha, retenida en la fantasía, y a la espera de un nuevo objeto en el cual
volcar su necesidad de amar, a la espera de un nuevo objeto que susti-
tuya al antiguo objeto de la vivencia infantil, para demandarle el amor
que no recibió, o recibió insuficientemente, frustrantemente del viejo
—me explico: del viejo amor [risas]—, ¿de dónde sale la transferencia
45

op. cit., p. 99.


46

op. cit., p. 102.

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La Transferencia. Clínica y fundamentos

“negativa”? En este texto de Freud, no sale de ninguna parte. Es una


carta que Freud saca de la manga para responder a ese impase, pero
esa respuesta no está suficientemente argumentada. Para colmo, él
mismo se ve obligado a dividir la transferencia “positiva” en dos: la
transferencia “de sentimientos amistosos o tiernos”, sublimada, y la
que se remonta “a fuentes eróticas”, que no, que no está para nada su-
blimada, y que en definitiva equivale a la transferencia “negativa”.

Pero lo interesante es que este laberinto de las razones freudia-


nas, no obstante, nos permite poner de relieve una dificultad que tiene
Freud con la noción de transferencia. Dificultad que consiste en lo si-
guiente, veámoslo en los meandros de su manera de formularlo:

La solución del enigma es, entonces, que la transferencia


sobre el médico sólo resulta apropiada como resistencia
dentro de la cura cuando es una transferencia negativa,
o una positiva de mociones eróticas reprimidas. Cuando
nosotros «cancelamos» la transferencia haciéndola con-
ciente...

—me parece que esto responde a una de las preguntas que se hicieron
aquí: este hacer conciente la transferencia para cancelarla es interpre-
tar la transferencia: cuando recuperamos los componentes incons-
cientes e infantiles no ligados a la “realidad objetiva” de las
“condiciones de amor”, podríamos decir en un lenguaje freudiano—

Cuando nosotros «cancelamos» la transferencia hacién-


dola conciente, sólo hacemos desasirse de la persona del
médico esos dos componentes del acto de sentimiento...

—o sea: el hostil y el erótico no sublimado—

...en cuanto al otro componente susceptible de conciencia


y no chocante, subsiste y es en el psicoanálisis, al igual
que en los otros métodos de tratamiento, el portador del
éxito. En esa medida confesamos sin ambages que los re-
sultados del psicoanálisis se basaron en una sugestión...47

47

op. cit., p. 103.

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La Transferencia. Clínica y fundamentos

Bueno, salvo que, como somos psicoanalistas y estamos de acuerdo


con Ferenczi, decimos que no, que es al revés, que en verdad la suges-
tión se basa en la transferencia. Pero, de todas maneras, no importa si
la transferencia se basa en la sugestión o si la sugestión se basa en la
transferencia, de todas maneras está claro que no hay, para Freud, una
distinción clara entre transferencia y sugestión. Y esto constituye un
problema muy importante para Freud, porque él, al mismo tiempo,
tiene que sostener que el análisis empieza donde termina la sugestión,
y entonces se prohibe sugestionar a su paciente; pero queda en él, en
la medida en que no está clara la distinción teórica, nocional, entre
transferencia y sugestión, queda en él, al respecto, la necesidad de
mantener una especie de “etica médica” —no hay que sugestionar
porque no tenemos derecho a constituirnos en ideal del paciente ni im-
ponerle nuestras concepciones o nuestros valores, etc.—. Pero no está
clara la distinción. Y esto lo vamos a volver a encontrar en las
Conferencias de introducción al psicoanálisis, de 1917, cuando diga
algo como esto: “alguna gente, enemiga del psicoanálisis, sostiene que
nosotros inventamos todo lo que decimos haber extraido de nuestra
experiencia del análisis, que eso de la sexualidad infantil y las
mociones perversas que están en la base de los síntomas resulta de que
hemos instilado nuestros prejuicios en nuestros pacientes, que se lo
hacemos decir a nuestros pacientes, pero no, porque los psicóticos, los
aquejados de una neurosis narcisista, que no son susceptibles de
sugestión, y por eso no son analizables, a ellos no los podemos influir,
pero sin embargo encontramos en ellos todo lo que encontramos en los
neuróticos de transferencia, que sí son sugestionables”.

Pero entonces, éste es un punto que me parece conveniente des-


tacar. ¿Por qué haría falta una otra noción de la transferencia? Dicho
de otro modo: ¿por qué vamos a ir, después, a Lacan? ¿Porque es más
moderno? No. Es que hay algunas dificultades que se presentan en el
texto freudiano que reclaman otra concepción de la transferencia, por
ejemplo para establecer más ceñidamente la diferencia entre trans-
ferencia y sugestión, por ejemplo para que la psicosis pertenezca de
derecho al dominio del psicoanálisis, etc... Justamente, estas
dificultades que he tratado de evocarles hoy, un poco resumidamente.

Bueno, para mí está bien, y dejaría entonces acá. Ahora, si uste-


des quieren decir algo...

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La Transferencia. Clínica y fundamentos

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Tener una posición ante el conjunto de los textos del psicoanálisis co-
mo la que les propuse al comienzo, en cuanto a distinguir un “tiempo
1”, un “tiempo 2” y un “tiempo 3”, tiene efectos a nivel de la lectura
de cada texto, de Freud o de Lacan. Vale decir, leeremos cada texto
sabiendo la fecha en que fue redactado o pronunciado, porque poner
esa fecha forma parte de la lectura. Salvo que querramos divertirnos
haciendo un “Lacan contra Lacan”, como hace Miller, o “Freud contra
Freud”, como hace no sé quién, o incluso “Freud contra Lacan”, y en-
tonces nos tiramos con aforismos sin llegar a ninguna parte. Esto para
decirte que esa fórmula freudiana que acabás de evocar viene de Más
allá del principio de placer, un texto de 1920, es decir, de un texto
que, incluso dentro mismo de la doctrina freudiana, comporta una re-
volución de las posiciones que Freud tiene en el texto que considera-
mos hoy, que es de 1912. De todas maneras, no sé si fue mi manera de
decirlo, que a lo mejor se prestó a cierto malentendido, pero por las
dudas lo preciso: la transferencia surge como resistencia, pero no es
creada por la resistencia; surge en ocasión de la resistencia, como
Freud lo dice claramente en un texto ligeramente posterior pero
suficientemente cercano a éste, el de «Puntualizaciones sobre el amor
de transferencia», que es de 1914.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Sí, lo que Freud dice ahí es lo siguiente: con la transferencia positiva


logramos muchos éxitos, pero estos éxitos duran tanto como la trans-
ferencia positiva. Por eso no nos conformamos con estos éxitos, tan
precarios, que dependen de lo que la transferencia tiene de sugestión.
Para asegurarlos, debemos agregar la elaboración. El problema, como
dije, es que en ese texto Freud no tiene clara la diferencia entre trans-
ferencia y sugestión. Tiene claro que no es sugestionando a la antigua
manera, es decir, removiendo cada síntoma por la fuerza de la
sugestión, que debe operar el análisis; pero, por otro lado, la idea es
que la transferencia positiva, una vez eliminadas la transferencia
negativa y la transferencia erótica no sublimada, actúa sugestivamente
a favor de que el paciente acepte la interpretación. Eliminamos las dos

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La Transferencia. Clínica y fundamentos

transferencias que actúan como resistencia, para quedarnos con la


transferencia que nos da el poder de influir sobre la resistencia. Este es
uno de los impases de este texto.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Sí, en verdad, y ya que estoy poniendo el acento en la cuestión de las


fechas, te voy a aclarar que esa fórmula que evocás no es de Freud, si-
no de Lacan, y además del Lacan del Seminario 11: “¿Qué es la trans-
ferencia positiva? La transferencia positiva es cuando el paciente pien-
sa que el analista es un buen tipo. ¿Y qué es la transferencia negativa?
Cuando uno al analista lo tiene entre ceja y ceja, o sea, cuando no se
lo puede sacar de la cabeza” — es más o menos así.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Sí, no sé si se dan cuenta, en las dos maneras de considerar el asunto


hay disfraz. No está ahí el problema. El problema es que la primera ra-
ma de la alternativa lleva a que, debajo del disfraz, estaría el rostro
verdadero. Así, interpretar equivale a desenmascarar. Cuando conside-
ramos la alternativa de lo indecible, ahí también está el disfraz, pero
detrás del disfraz no hay un rostro verdadero, porque lo indecible no
tiene rostro, ni verdadero ni falso. Pero si detrás del disfraz no hay un
rostro verdadero, entonces invertimos la fórmula y decimos: no hay
otra cosa verdadera que el disfraz. La verdad tiene estructura de
disfraz, podríamos decir evocando a Lacan, para quien la verdad tiene
estructura de ficción, y además se dice a medias. Esa inversión
implica operar de otra manera. Por ejemplo, a la manera en que desci-
framos un sueño: tratamos a las imágenes oníricas como jeroglíficos,
es decir, como letras a leer, y nos olvidamos de las cosas que,
imaginariamente, las imágenes oníricas representarían.

Si les parece bien, la vez que viene invertiremos nuestro


método. Podemos empezar como hicimos hoy al comienzo, pero
dándole más tiempo, y en ese momento ustedes pondrían en juego
todos los textos que hemos evocado hasta ahora, salvo las
Conferencias... de 1917, que las consideraríamos al retomar luego de

138
La Transferencia. Clínica y fundamentos

las vacaciones. Ustedes leerán entonces estos textos —es una


sugerencia, simplemente, hagan lo que les parezca— a la luz de las
dificultades con que se encuentran todos los días, en la práctica del
psicoanálisis. Al comienzo de la reunión que viene los discutiremos
desde esa perspectiva.

Hasta la próxima.

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