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La Leyenda Del Cerro de La Viuda
La Leyenda Del Cerro de La Viuda
Cuentan que en el distrito de Sóndor una mujer quedó viuda, y para que no le traiga
ningún recuerdo la muerte de su esposo se fue a vivir a la profundidad de un cerro,
donde tiene su casa blanca, reses blancas, y alrededor de su casa un hermoso y
fragante jardín de rosas blancas, cercado con palos blancos. Le llaman EL CERRO
DE LA VIUDA, y no deja que se acerque ninguna mujer.
Dicen que en las lunas llenas, a las doce de la noche, baja del cerro a la ciudad de
Sóndor y se pasea por todas las calles vestida de negro; con un tul negro cubre su
cabeza , y después de recorrer todo el pueblo ingresa a la iglesia a rezar , volviendo
al cerro antes que la aurora aparezca.
En ese lugar, la viuda aproxima a los hombres al jardín y los encanta, siendo difícil
escapar de ella.
Cuentan que, cierto día, un hombre dueño de una cantidad de ganado fue a
pastarlo, y al darse cuenta que le faltaba una vaca subía y subía hacia el cerro,
adentrándose cada vez más. Sin darse cuenta estuvo frente a una manada de
vacas, y creyendo que allí estaba la suya se acercó y quedo encantado. Aquel
hombre permaneció por un lapso de treinta días dentro de la cueva; luego salió de
allí loco, semi desnudo y muy flaco.
Los familiares habían perdido la esperanza de volver a verlo. Por más que lo
buscaban no lograban hallarlo, hasta que un día un leñador encontró al hombre
perdido y lo llevó amarrado al pueblo de Sóndor. Cuentan que haciendo "mesadas"
con los brujos poco a poco se iba restableciendo, y un día menos esperado el
hombre recobró la memoria y contó esta historia que he plasmado aquí.
Cuentan que debajo existe una ciudad de almas amigables, en la que cada vez se
va haciendo mayor la población porque la laguna "jala" a las personas colocando
pequeñas trampas.
Como caminada por la orilla de la laguna vio una lima (fruta) exquisita que flotaba
sobre las aguas; sin decir nada a su padre, se cogió del pasto y se acercó al agua
para coger la lima, y la laguna la "jalo".
Luego, la laguna arrojo sus cueros a la orilla, los que fueron encontrados por los
viajeros que día a día visitan la laguna.
Sabido es que el Inca mandó construir en esa región una fortaleza y un templo de
las vírgenes escogidas. El nuevo culto que impuso prohibía los sacrificios humanos
(Capacocha).
Hasta hoy día se puede ver los restos de la ciudad incaica. Las ruinas muestran lo
que allí existió: el esplendor olvidado.
Vetustos templos cubiertos de maleza, una pucará o fortaleza que se extiende por
la lluviosa selva con grandes muros de más de tres metros de altura, además de
plazas, palacios...
Nada de eso se compara, sin embargo, con lo que, temblando de susto, refieren los
que pasan por allí y cuentan los relatos del Negro. (El Negro es el diablo, el andarín,
explican las gentes del lugar).
Un día el negro desaparece por las cuevas en el cerro Pariaqaqa para reaparecer un
año después al lado del cerro Chite.
-"Hay pocos lugares como éste", dijo, cuando, acosado de preguntas el Negro relata
su hallazgo: ¡Mírenla! Estaba paseando en la ciudad incaica de Huancabamba,
encantada en el cerro Pariaqaqa. Había recorrido imponentes edificios de piedra,
templos de Sol, palacio del Inca, todo reluciente de oro; una bella laguna con balsas
y canoas y la ciudad rodeada de hermosa campiña y tierras fértiles...
-Quizá esta ciudad se hace invisible debido a la codicia de ciertos hombres que
causaron mucho daño a los indios del lugar...
Al escuchar los relatos del Negro las gentes creen oír el canto de las sirenas de la
laguna encantada. Algunos curiosos comentan: - ¡Me gustaría ver las sirenas!
-No quisieras verlas amigo -replica el Negro con malicia en la mirada-, sus voces nos
llaman con palabras tan dulces y no tienes fuerza para dejar de oírlas...¡Podrían
encantarte! y si eso sucediera te llevarían a vivir en sus pukarás y templos de oro y
nunca más volverían a verte...
Diciendo esto el Negro echó a andar y desapareció. ¿Hasta cuando será? Nadie lo
sabe.