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Solón de Atenas.
Resumen:
Esta ponencia aborda el vínculo existente entre la democracia y la tragedia ática a través de
la imagen «ideológica» que se esboza en la Orestiada de Esquilo. Y a su vez, es una
aproximación a la estructura del pensamiento político de Esquilo y el sentido crítico de sus
propuestas. De tal forma que se pueda evidenciar mediante un análisis socio-histórico de
los contenidos de la obra los elementos que prefiguran la idea matriz de la democracia, su
vitalidad y movilización dentro del aparato cívico. Además, explora factores que pueden
ayudar a determinar los elementos que componen las formas de realización de los ideales
de la democracia ateniense, tales como el desplazamiento de los valores aristocráticos en
virtud de una resignificación social y ética de sus contenidos en clave «democrática», así
como la reinterpretación trágico-política de la influencia de lo divino en la vida de los
hombres y la sociedad. También, se señalan ciertos precedentes religiosos y pre-jurídicos
que aparecen en la obra para acompasar la construcción ideológica de la democracia de
Esquilo. En suma, se recoge en este texto elementos que nos aproximan a la visión esquilea
de la democracia y las raíces fundamentales de su «ideología» ético-política.
Introducción
La siguiente ponencia pretende identificar los rasgos que pueden aproximarnos a la noción
de «ideología» en la Orestiada de Esquilo, es decir, el reconocimiento de los elementos que
pueden constituir dicha obra en la imagen ideológica de la visión democrático-religiosa de
Esquilo. Teniendo en cuenta, que el concepto de «ideología» es un anacronismo aplicado a
la época del teatro de Esquilo, se entiende aquí por ideología la noción generalísima que
comprende lo «ideológico» como un sistema de creencias, ideas, juicios de valor y
actitudes en relación con fines y objetivos en un contexto político y social. Así como una
teoría sobre el aparato social y su horizonte normativo.
Por otra parte, el concepto de democracia se comprende bajo los siguientes aspectos:
Esta dimensión doble de la tragedia que refleja y subvierte la polis Ática, la convierte en el
mecanismo legítimo de debate público. « El espectáculo trágico pone a la ciudad frente a un
espejo (deformante) que la obliga a verse con toda su gloria y con todas sus miserias. Este
espejo no le devuelve su imagen exacta sino una elaboración, en buena medida abstracta, en
buena medida estética.» (Orsi, 2007, pág. 55) Esta elaboración que la tragedia configura, y
que en definitiva, el poeta compone desde su lectura de las problemáticas sociales, es
también en «buena medida» política, y bajo esta rúbrica, puede analizarse de qué manera un
autor trágico deja entrever en el desarrollo de las acciones dramáticas, en el contenido
estético y simbólico de la obra, elementos que pueden denominarse como «ideológicos».
Siguiendo estos planteamientos nos proponemos abordar la Orestiada de Esquilo como una
construcción compuesta de ideales políticos y éticos que se desplieguen a lo largo de la
obra bajo tres aspectos fundamentales:
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El teatro griego en general, comprendido como institución, era un espectáculo cargado de pompa y
suntuosidad. Una de las intenciones de las Grandes Dionisias era justamente representar en el espacio de la
festividad la grandeza del estado ateniense, prueba de ellos es también la cantidad de gastos que la
celebración exigía para el corego de turno. Vease lo obvio y lo obtuso( Rolan Barthes)
Zeus: Deidad Política.
La piedra angular de la «ideología» de Esquilo tiene como blasón la efigie del justo y
poderoso Zeus, incluso puede afirmarse con Wilhelm Nestle, que el panenteísmo religioso
de Esquilo es también político. La relación estrecha entre derecho y divinidad en Esquilo es
la garantía de un orden y equilibrio para la polis, de esta manera Atenas se transforma en un
«cosmos político» (Jaeger, 2010) —y no en un simple dispositivo de autoridad— donde la
realización del Estado está vinculada con la ley divina. Zeus es convertido en el dios titular
de la democracia y la ciudadanía. En este sentido, Esquilo supera el culto de clase y
traslada la esfera teológica al campo público, además que lleva mucho más lejos la idea
pindárica de un Zeus «bueno», puesto que reconstruye la imagen moral del dios, que desde
la épica se entiende de manera hedonista, lasciva, caprichosa y tiránica, confiriendo a esta
idea una dignidad nueva, que supera la mera adecuación del mito, separando la influencia
de Zeus como guía y fautor de los avatares humanos, para elevarlo al carácter de «idea de
justicia» (Snell, 2007, pág. 197) y protector del derecho. El papel capital de Zeus como
deidad que ampara el sistema democrático no solo está dado por el carácter de «justo»,
también en él es puesta la fe en la victoria, que recuerda el triunfo en Maratón (490 a.c) y
Salamina (480 a.c). Estas hazañas significaron la reafirmación del proyecto democrático
que para ese entonces llevaba cerca de veinte años2. Ganar en Maratón fue la evidencia de
que la idea de igualdad ateniense, según la cual acepta que ningún hombre es esclavo ni
súbdito de otro, hacia parte de una sabiduría superior que rige el mundo de acuerdo con la
justicia eterna (Jaeger, 2010), la lucha no fue otra cosa que la defensa de la libertad
democrática, Los Atenienses buscaban preservar no solo sus tierras sino un modo de vivir y
comprender la política que ningún otro estado griego entendía3 (Bowra, 1974).
Para Esquilo, vencer a los Persas solo pudo ser posible por el auxilio de Zeus, el poderoso
dios estuvo de parte de Atenas, dándole un sentido religioso a la victoria, y a su vez una
justificación a la guerra, ya que era la democracia in nuce bajo el orden divino la que se
2
Las reformas institucionales de Clistenes datan del año 508 a.c
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No obstante, Bowra también señala que la batalla de Maratón se convirtió en un mito que sin ser
estrictamente democratico significo el «espaldarazo» para este proyecto político, ya que, la guerra fue
impulsada por Milcíades, un aristócrata que persuadió para emprender dicha empresa, y este acontecimiento
fue también usado para oponerse abiertamente a la causa democrática.
protegía. El Zeus Esquilio en esta medida posee un doble carácter que le convierte en una
deidad política, bien como Justo y guardián del Derecho democrático, y también como dios
auspiciante de las victorias de Atenas.
Jaeger señala que Solón fue el «guía espiritual» de Esquilo, puede decirse que el contenido
de la lírica Solónica es el germen del pensamiento político y religioso del poeta trágico. Las
filiaciones entre ambos son tan numerosas como sus desencuentros, pero es indiscutible que
hay entre los dos puntos de contacto que resultan capitales para comprender el sentido de la
tragedia de Esquilo.
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La timocracia es una forma de gobierno donde los ciudadanos poseen una actividad pública relativa a la
cantidad de capital, es una idea de oligarquía con tendencias democráticas que vincula las clases inferiores en
las decisiones políticas. Además está fundada sobre una idea ética del honor para el ciudadano
Vemos en la poesía de Solón una fe politica que se expresa al servicio de la comunidad y
que acompasa a su vez la rectitud del comportamiento. Derecho y virtud son las
prerrogativas solonicas, el derecho tiene un lugar ineludible en la estructura ideológica del
orden estatal, así como la arete del individuo tiene una finalidad pública. Solón en su elegía
a las musas no desea ser iluminado para cantar antiguas glorias, él implora a las hijas de
Zeus normas para la ciudad y para sí mismo, que resulten paradigmáticas para la
comunidad.
La Dike Solonica no dista mucho del sentido que Esquilo le ofrece bajo un contexto
democrático, ambas son correlativas puesto que es la justicia la quintaesencia del Estado, es
esta la que le da un orden al aparato social y a su vez al individuo. Para Solon la Dike
castiga políticamente, ya no como en Hesíodo a través de pestes y malas cosechas, sino que
desordena el órgano social, con luchas entre ciudadanos y disensión entre partidos (Jaeger,
2010). Y también funciona de medida punitiva para el ciudadano, ya que quien quebrante
la justicia recibe su merecido castigo. Ni el tonto ni el codicioso se libra de la omnisciencia
de Zeus. Introducir desequilibrio en la polis es un acto de Hybris, así como quien con su
opulencia se siente igual a un dios. Esta disposición hacia la soberbia y la transgresión es
análoga en la Orestiada a la actitud de Agamenón de no querer caminar sobre la alfombra
purpura para no despertar la envidia de los dioses, también la manera como Clitemnestra y
Egisto reciben su justo castigo por los excesos perpetrados.
Las acciones son juzgadas tanto por el pueblo como por los dioses, y solo aquello que la
Justicia da al hombre puede considerarse como un bien. El individuo se constituye
«éticamente» desde la heteronomía, ya que el bien que debe ser para-si coincide con el
imperativo público y religioso, anudando el sentido de la «ética» al de la política. La
riqueza y la fama son rechazadas como criterios para definir la arete, y son sustituidos por
la virtud que tiene su naturaleza en las acciones justas y medidas, que no ofenden a la
sociedad ni a la divinidad. Esquilo, inclusive, dilata mucho más la idea de justicia y virtud,
cuando pone en boca del coro lo siguiente:
Si bien el hombre no escapa de los preceptos del Hado y la voluntad divina, no está exento
de responsabilidad en sus acciones, menos si ellas provocan la ira de los olímpicos o se
afanan por bienes efímeros. Así, por más dolor que causen las determinaciones humanas,
mientras se hagan bajos lo códigos de la virtud serán siempre gratas a ojos de los dioses. En
la Orestiada se tipifica claramente, en el caso de Orestes, sus acciones son aborrecibles
pero al estar signados por la divinidad, el sentido de estas se tornan de un matiz religioso, y
en la medida en que Orestes no se ufana de ellas y deja ver la actitud de suplicante ante
Atenea, y se muestra firme frente al oráculo de Apolo, los dioses no le abandonaran. Todo
el caso de absolución de Orestes en las Eumenides enseña cómo la virtud religiosa purifica
la mácula que se carga y trae mejor ventura.
Otro de los aspectos «ideológicos» que se pueden establecer a partir de las Eumenides en
términos socio-históricos, se fundan básicamente en los siguientes aspectos:
a) Aceptación por parte de Esquilo de las reformas del areópago hechas por Efialtes, no sin
subrayar la significación religiosa de esta institución.
b) El voto de Atenea dado a Orestes fue en realidad una práctica penal que indultaba al
acusado en caso de empate que se denominaba «el sufragio de Atena» (análogo a los
acontecimientos representados en las Eumenides)
d) Cuando una persona era absuelta por el «sufragio de atenea» debía bajar a la gruta de las
Euménides y realizar sacrificios para liberarse de la excomunión suspensiva que acarreaba
la condición de homicida, además de un exilio temporal, acompañado de expiaciones y
purificaciones rituales.
e) Leonardo Azparren (Gimenez, 1991) señala que es notable el hecho de que Orestes sea
indultado en Atenas, lo cual recuerda la alianza que tres años antes de la representación de
la tragedia se dio entre Argos y Atenas.
Retomando lo expuesto en este trabajo, tenemos en suma varios elementos que apuntan a la
imagen «ideológica» de la democracia expresada en la Orestiada. Por una parte tenemos el
panenteismo politico como sustrato y garantía de orden, armonía y justicia para la polis,
que tiene como efigie la idea de Zeus como guardián del régimen democrático. A su vez, y
a partir de la actualización de la visión ético-política de Solón podemos identificar la
resignificación de valores como Areté, Dike, Hybris y Sophrosyne como factores decisivos
en términos éticos de una nueva paideia para la formación democrática del ciudadano,
dicho de otro modo, desde el punto de vista de la poesía trágica los valores de la
aristocracia son problemáticos en el contexto de la igualdad de derecho que procura la
democracia. De este modo, la poesía trágica, en relación con la épica y la lírica, extiende su
alcance a una reflexión sobre la imagen y el deber de clase, es decir de los hombres libres 5,
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El sentido de la libertad para los griegos no apela a una dimensión psicológica o libre arbitrio, se estima
como una condición jurídica que hace al hombre un ser político capacitado para participar activamente en las
no solamente de los eupatridas y burgueses, a partir de un critica de sus tradiciones y sus
efectos negativos sobre el aparato cívico hasta la recomposición de un horizonte de sentido
dado en la racionalización del derecho bajo el amparo de la divinidad. De esta forma lo
«ideológico» se hace visible en la medida en que lo coyuntural acompasa la nueva
objetivación de la tradición, sus nuevos límites, fines y responsabilidades. Esto hace que el
aspecto «ideológico» de la obra se trasforme en el vínculo que anuda la práctica política al
derecho y la religiosidad, para transmitir una imagen ético-política — quizá normativa—de
la Atenas democrática que pone de manifiesto una idea de polis que debe reflejarse a sí
misma como un todo homogéneo, justo y equitativo.
Bibliografía
Alsina, J. (1971). Tragedia, Religion y Mito entre lo griegos. Barcelona: Nueva coleccion
Labor.
decisiones políticas que comprometen el destino de la comunidad. En definitiva, la libertad de los griegos
posee un sentido plural y social, opuesto al carácter privado y evasivo que procura el ejercicio de la libertad
contemporánea. (Vernant & Naquet, 1989)
Gual, C. G. (2001). Antología de la Poesía Lírica griega. Madrid: Alianza.
Jaeger, W. (2010). Paideia: los ideales de la cultura griega. Mexico D.F: Fondo de cultura
economico.
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Vegetti, M. (1993). El hombre y los dioses. En J. P. Vernant, El Hombre griego (pág. 301).
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Vernant, J. P., & Naquet, P. V. (1989). Mito y tragedia en la Grecia Antigua II. Madrid:
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