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INTRODUCCION
El complejo tema del consumo alimentario ha sido tratado desde diversas perspectivas. Tal
tratamiento se ha derivado del renovado interés por conocer los efectos que han producido los
violentos cambios que se han venido presentando en la sociedad, al darse la transición desde el
período de producción y consumo en masa, comúnmente denominado "período fordista", hasta el
período de producción flexible y consumo diversificado, el cual es calificado por muchos
investigadores como "período post-fordista". Este proceso de transición ha originado, sobre todo
en los países desarrollados, profundas transformaciones en el "estado del bienestar" que, como es
lógico suponer, han alterado el papel de cada uno de los agentes económicos en la sociedad,
afectando con ello la percepción que se tiene de los alimentos y de la alimentación.
En Venezuela, los estudios sobre el consumo alimentario han sido planteados también desde
diversos puntos de vista y con variados objetivos. Por un lado, se encuentran los trabajos
emprendidos por las propias empresas, las cuales con el firme propósito de incrementar sus
ventas, intentan descifrar las motivaciones que impulsan a los consumidores a preferir ciertos
productos. Por otro lado, se mencionan los trabajos de algunos economistas, diseñadores de
políticas y/o tomadores de decisiones, quienes al proponer programas para paliar el hambre en
una región, un país o el "mundo entero", se han visto impulsados a estudiar el consumo
alimentario. De igual forma, los nutricionistas, preocupados por las patologías nutricionales y por
los problemas alimentarios, en general, estudian el consumo de alimentos desde su óptica. Sin
embargo, el abordaje que se ha hecho del consumo alimentario desde cada una de las ramas del
saber referidas anteriormente, permiten sólo la comprensión parcial de los aspectos que
realmente motivan al consumidor en su toma de decisiones. Esos enfoques por área de
especialización y la comprensión parcial que de ellos se deriva, han conducido a la realización de
este trabajo, el cual intenta no sólo integrar algunos de esos enfoques, sino además, realizar una
propuesta que podría permitir interpretar, de una manera más precisa, los cambios que han venido
ocurriendo en el consumo alimentario en Venezuela.
Este hecho evidencia no solo una mayor permisividad en el uso de divisas de la economía, sino
efectivamente la implementación de medidas para incentivar el crecimiento de este tipo de
establecimientos.
Por ello, pensar que la administración de Nicolás Maduro ha adoptado una posición más liberal,
similar a un modelo económico como el chino, es una idea algo apresurada.
Más bien, en Torino Economics consideramos que esta permisividad no responde a una política de
Estado programada, sino que es resultado de su incapacidad para atender los desequilibrios
macroeconómicos, así como las demandas sociales del país, por lo cual la dolarización que se ha
adoptado ha sido de una manera informal.
Sobre este proceso, el propio Maduro ha dicho que ha servido de “válvula de escape”, que se
presenta como un atenuante de los efectos generados por las sanciones impuestas por Estados
Unidos a altos funcionarios de su administración, a ciertas instituciones financieras como el Banco
Central de Venezuela y a empresas estatales como Petróleos de Venezuela (Pdvsa
Durante 2019 el sector externo venezolano registraría un déficit en la cuenta corriente cercano a
1,5 puntos del PIB, lo que refleja, fundamentalmente, la significativa caída de las exportaciones
petroleras (36%). En los primeros diez meses de 2019, el precio promedio de la canasta de crudo
venezolana registró un descenso del 7,7%, con lo que se puso fin al incremento que esta variable
habíaregistrado en 2017 y 2018 (un 28,9% y un 33,9%, respectivamente). Las exportaciones no
petroleras se incrementaron en el primer trimestre de 2019 y llegó a reportarse un total de 2.330
millones de dólares,el equivalente al 73% del valor alcanzado por esta variable durante todo 2018.
Las importacionesexperimentaron una reducción anualizada del 13% en el primer trimestre de
2019, con caídas tanto enlas importaciones privadas como en las públicas. Hay que destacar el
cambio de composición que se haregistrado en las importaciones públicas durante el primer
trimestre de 2019. Las crecientes dificultades que enfrenta la industria petrolera venezolana
habían provocado en 2018 un incremento del 66,7% enlas importaciones públicas petroleras,
fundamentalmente de combustible para el mercado interno. Enese período, las importaciones
públicas no petroleras, sobre todo los alimentos, registraronuna caída del 28,4%. En el primer
trimestre de 2019 las importaciones públicas no petroleras crecieron un 16,5%respecto del nivel
alcanzado en el mismo trimestre del año anterior, mientras que las importacionespetroleras
cayeron un 23%. Las importaciones privadas del primer trimestre de 2019 rondaron los
500millones de dólares, lo que implica una reducción del 27,5% respecto del mismo trimestre de
2018,superior a la caída del 21% que registraron las importaciones en 2018. A noviembre de 2019,
la depreciación del tipo de cambio oficial fue del 4.930% (menor que el 1.907.762% registrado en
2018,si se emplea como referencia la tasa de cambio oficial más elevada), muy similar a la
observada en este lapso por el tipo de cambio paralelo (4.500%). La brecha entre el tipo de cambio
oficial y el paralelopasó de 2,7 veces en 2018 a 1,05 veces en noviembre de 2019.
La actividad económica se contrajo un 25,5% en 2019 y con ello se registró el sexto año
consecutivo de caída y el cuarto año con un descenso de dos o más dígitos. Si bien tanto el PIB
delsector público como el del sector privado muestran una caída, llama la atención la aceleración
del deterioro de la actividad privada en el primer trimestre de 2019 (32,2%), pues esta es la mayor
contracción registrada desde el primer trimestre de 2014, cuando el PIB privado comenzó a
descender. Para el primer trimestre de 2019, todos los sectores reportan una contracción, incluso
el sector minero, el único que en 2018 había logrado crecer. Asimismo, 2019 representa el quinto
año sucesivo en que disminuyó la producción petrolera (un 44,5% si se comparan los niveles de
producción mensual reportados por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en
diciembre de 2018 y en septiembre de 2019), con lo que la contracción acumulada de la
producción mensual entre enero de
2013 y septiembre de 2019 es del 68,7%.
En 2019 la inflación mostró un retroceso, y la tasa anualizada a septiembre fue del 39.113%. Si
bien esta tasa es muy inferior a la registrada al cierre de 2018, sigue siendo la segunda tasa de
inflación más alta alcanzada en la historia de la región. La evolución del índice de precios en rubros
como transporte, servicios del hogar, comunicaciones y educación, muy superior a la observada en
el índice general, refleja los efectos de los aumentos de los servicios autorizados por el Poder
Ejecutivo sobre la canasta del consumidor venezolano. Sin embargo, hay que destacar que el
precio de la gasolina no se modificó y se mantuvo la carga para el fisco venezolano. Hasta octubre
de 2019, el salario mínimo (incluido el bono alimentación) se ha modificado en tres oportunidades
y la variación acumulada es del 5.961% si se compara el valor al cierre de 2018 con el valor a
octubre de 2019. Esta dinámica del salario mínimo ha significado una caída interanual del 55% para
el salario mínimo promedio en el período enero-septiembre de 2018 y enero-diciembre de 2019.
Venezuela entró en 2020 en su séptimo año continuo de recesión, con una industria petrolera
inmersa en restricciones operativas y legales para extraer y comercializar crudo. Por otro lado, la
desaceleración de la hiperinflación y la consolidación de un proceso de dolarización espontánea
ocurren en un entorno en que el sector privado, principalmente el sector comercial, da tenues
señales de dinamización en espacios en los que el Estado ha cedido terreno en medio de un
desordenado proceso de ajuste.
Esta parálisis es explicable por una confluencia de rigidez ideológica, restricción de capital
financiero y político, y la presión de grupos de interés dentro de la coalición gobernante para
mantener acceso a esquemas de extracción de renta. El rango de maniobra dentro del cual el
Gobierno puede, y quiere, ejecutar reformas económicas sustanciales está ligado a la continuidad
de su modelo político.
La respuesta del Gobierno desde febrero del año pasado ha consistido en un ajuste
(desordenado) orientado a la contención del alza de precios y asegurar ingresos para la
sostenibilidad del Ejecutivo. El resultado es una redimensión del tamaño del Estado, adaptado a
sus limitados recursos disponibles, que se traduce en una liberalización de facto en varios ámbitos
de la economía venezolana donde el Gobierno reduce su intervención. A efectos de resumen, el
universo de medidas tomadas por el Gobierno durante 2019 son:
Según estimaciones de Ecoanalítica, el año 2019 cierra con una inflación de 14.358%, muy por
debajo de 2.106.601% registrado para finales de 2018. Con la inflación de 29% intermensual para
el cierre de diciembre, Venezuela pasó siete meses consecutivos por debajo del umbral del 50%
establecido por Cagan (1956) para delimitar un episodio hiperinflacionario, unos resultados no
muy diferentes a los estimados por la Asamblea Nacional.
Que la caída de la actividad económica en 2020 se pronostica más leve que en 2019 no es
necesariamente indicio de un rebote de regreso a la senda de crecimiento (reversión a la media).
Más bien es indicación de que la economía venezolana se está acoplando a su nuevo estado
natural, o equilibrio estacionario: el de una economía con poca capacidad de generar valor
agregado, mucho más pequeña y mucho más pobre. La evidencia indica que, en ausencia de
reformas sustanciales, permanecerá