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La filosofía posmoderna se convierte en una moda igual que el existencialismo,

igual que el estructuralismo, y comienza a tener un auge muy potente después de


la caída del Muro de Berlín que, a decir verdad, estas filosofías habían
prefigurado. El libro iniciático de las filosofías posmodernas es un libro del
fenomenólogo francés Jean-François Lyotard que se llama “La condición
posmoderna”. En “La condición posmoderna” Lyotard empieza diciendo: esto es
un análisis sobre el saber en las sociedades desarrolladas, y, a breves páginas
concluye que en las sociedades desarrolladas es en donde se acumula más el
saber; al acumularse más el saber, se acumula más el poder. Los metarelatos son
las grandes ideologías del siglo XIX, que eclosionaron en el XX, como el
liberalismo, el socialismo, el fascismo, o el cristianismo de nuevo cuño (para
diferenciarlo del tradicionalista). Para tener en cuenta las características de los
grandes relatos, suelo usar la descripción que Hannah Arendt da en El origen del
Totalitarismo para explicar la ideología, según la autora, ismos con aspiración a
explicar totalmente la realidad.

Toda ideología parte de un punto comúnmente aceptado para desarrollar a partir


de ahí su propia lógica. Este punto puede ser la lucha de clases, los beneficios del
libre intercambio de productos o la raza o grupo étnico, y a partir de ahí, es capaz
de deducir el resto. Por ejemplo, nosotros podríamos identificar los rasgos básicos
del marxismo solamente explicando la lucha de clases, y de ahí, deducir que una
clase roba a otra, que una clase no quiere perder sus privilegios y para ello
desarrolla una estructura idónea para mantener “a raya” a las clases “inferiores” y
que, además, esta dinámica de clases, por su injusticia, cae por su propio peso.
Toda ideología, o gran relato, busca la creación colectiva de la utopía, la búsqueda
de una Arcadia. Poniendo ejemplos básicos, Adam Smith no buscaba escribir un
tratado sobre economía; buscaba escribir un tratado sobre la felicidad. Siguiendo
en la órbita liberal, la Declaración de Virginia de 1776 buscaba la felicidad de
todos los hombres. El fin último del socialismo es el comunismo, esa etapa donde
se termina la lucha de clases y todos los proletarios controlan los medios de
producción, no obstante, para lograr la utopía, los grandes relatos imponen
grandes sacrificios: la desigualdad para lograr la prosperidad en el caso del
liberalismo, la burocracia estatal y el totalitarismo en el caso del socialismo y un
período de “guerra total”, al más puro estilo Goebbels, para el nacionalsocialismo,
y vemos que ante la incapacidad mostrada por los grandes relatos, el sujeto
posmoderno construye sus pequeños relatos, a veces contradictorios, para lograr
una vida más cómoda y sencilla. Estos pequeños relatos pueden ser construidos
de manera contradictoria, pero eso es irrelevante, al no tener propósitos
generales, sino un propósito particular en la creación de los pequeños relatos, un
pensamiento permeable que abre la puerta a la multiculturalidad, la tolerancia y el
pacifismo. Tal y como dice Vattimo en esta entrevista El País en 1989, el
pensamiento débil es una anarquía no sangrante, que propicia áreas de libertad y
emancipación. Y niega la falta de compromiso de esta filosofía: en el mejor de los
casos es un pensamiento ascético. A Nietzsche se le suele considerar el primer
posmoderno por sus ataques a la razón y a los ídolos, por la construcción de un
individuo ajeno a cualquier moral. Desde este punto de vista quizás sea la forma
más importante de definir al individuo posmoderno, más que desde el hedonismo y
el cierto punto de borreguismo que se le suele achacar al fenómeno.

Mas adelante es Habermas quien trata de poner freno a los posmodernos en una
conferencia al recibir el premio Adorno. Para Habermas, la modernidad es un
proyecto incompleto, inacabado, y no es cuestión de enterrarla. Para el filósofo
alemán, debemos rescatar todo lo que podamos del proyecto moderno y
terminarlo, partiendo desde esta base Habermas articula el discurso comunicativo
con el proyecto moderno. La originalidad de este, radica en recuperar la
Modernidad olvidando los antiguos postulados tecnicistas decimonónicos, dándole
importancia a la acción comunicativa y al lenguaje.

Independientemente de la lectura que se le haga a la posmodernidad, está claro


que es un fenómeno de calado y que ha venido para quedarse. Ya sea como una
suerte de fin de la historia a lo Fukuyama, como una crisis civilizatoria de
Occidente a lo Huntington o como la creación de masas con el pensamiento
blando, el fenómeno está presente en las sociedades que han vivido la
Modernidad en su máximo esplendor y ahora sufren su rebasamiento ante la
imposibilidad de esta de dar respuestas económicas, morales e incluso
ontológicas.

La posmodernidad, por tanto, puede vivirse de forma adocenada, en un frenesí


hedonista y consumista sin rumbo ni consuelo, como la pérdida total del individuo
de su capacidad de resistencia a las masas o, como propone Vattimo, vivir ese
pensamiento blando como forma de librarnos del dogmatismo, de la acritud
existencial, y abrirse a la sensualidad y a las oportunidades que ofrece un mundo
cada vez más interconectado y plural, y liberarse de las grandes prisiones
teoréticas que consideran al individuo un peón en el camino hacia la utopía un
mundo mejor pero que de momento solo ha dejado el camino sembrado de
cadáveres, lleno de una libertad colmada de nostalgia de horizontes cerrados y
amenazantes, pero que indirectamente se va a seguir buscando, llamado con otro
nombre tal vez pero a final de cuentas los mismos ideales, puesto que el ser
humano por “genética” tiende a buscar su propia utopía y que por mas que el
mundo inclusivo de hoy en día le brinde ciertas satisfacciones, la realidad es que
siempre se inclinara a pasar sobre cualquiera con tal de obtener su retorcida
libertad, un ejemplo claro es el gobierno con su política que viene dañando al país
desde hace mucho tiempo con toda la violencia repartida con tal de obtener “lo
mejor para el pueblo” según su pensamiento individual por supuesto, recordemos
que entre 1945 y 1953 colapsaron importantes proyectos nacionales que
generaron pasiones políticas entre los colombianos, a la vez que justificaron la
violencia que todavía padecemos. La renuncia de Alfonso López Pumarejo a su
cargo de presidente de la República, en julio de 1945, significó el agotamiento del
proyecto del reformismo social del liberalismo, impulsado desde una élite
modernizante, apoyada por los comunistas. Con el asesinato de Gaitán, el 9 de
abril de 1948, murió el proyecto de un liberalismo popular que buscaba encarnarse
en un socialismo criollo, alejado del modelo soviético del socialismo de Estado, el
ascenso de Laureano Gómez a la Presidencia de la República que estuvo
precedido de una serie de acontecimientos que acentuaron la confrontación entre
liberales y conservadores. El principal de ellos, la víspera de las elecciones
presidenciales, el 25 de noviembre de 1949, fue el frustrado levantamiento cívico-
militar contra la dictadura presidida por Mariano Ospina Pérez.

Ya con lo mencionado no se hace raro que la “utopía” buscada no llegue puesto


que el ser humano es un individuo en la sociedad y que por lo tanto su prioridad va
a ser si mismo, independientemente de los otros individuos que junto a el busquen
algo en común pero que a la larga se dirige a distintos destinos.

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